LIBRARY OF PRINCETON

SEP 2 7 2004

THEOLOGICAL SEMíNARY

PER BX1472.A1 B68 Bolet/7m eclesiástico.

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ORGANO INFORMATIVO ARQUIDIOCESIS DE QUITO

BOLETIN ECLESIASTICO

Año CIV mayo / junio / julio / agosto 1998

V

No es una novedad afirmar que las escuelas católicas nacieron de una profunda candad educativa hacia los niños y

jóvenes abandonados a mismos y privados de cualquier forma de educación.

ORGANO INFORMATIVO

May. Jun. Jul. Ago.1998

boletín ECLESIASTICO

Año Clll

Editorial

Corrupción y Conciencia Cristiana 229

Documentos de la Santa Sede

La Escuela Católica 235

Responder a la globalización 251

La Peregrinación en el gran jubileo del año 2000 257

La eutanasia es inmoral y antisocial 301

Calendario del Año Santo 2000 313

Documentos de la Conferencia Episcopal

Corrupción y Conciencia Cristiana 327

Comunicado del Consejo permanente 341

Documentos Arquidiocesanos

La formación litúrgica de los ministros 345

Mártires Visitandinas Beatificadas 352

.• 50 Aniversario de la Congregación de Dominicas

de S. Catalina de Sena en la Clínica Pasteur 360

Bodas de Plata de la Facultad de Teología 365

Fiesta del beato Josemaría Escrivá 372

Presentación de Tesis Doctoral 380

Administración Eclesiástica

Nombramientos 384

Decretos 387

Ordenaciones 388

Información Eclesial

En el Ecuador 394

En el Mundo 402

/ *

J Director: Rvmo. Sr. Héctor Soria S. Telf.: 210 703 Apartado 17-01-00106. \

/Atím/n/sfradora. Hna. Regina Córdova Telf.: 214 429 Apartado 1 7-01 -00106

Suscripción anual dentro del país S/. 50.000. Fuera del país US$ 65.

Se aceptan Canjes. , Levantamiento de textos e impresión: Mora & Asociados 438 866 , \..«o /

CORRUPCIÓN Y CONCIENCIA CRISTIANA

El viernes veintidós de mayo del año en cur- so, Mons. José Mario Ruiz Navas, Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, presentó en una Conferencia de prensa con los representantes de los medios de comuni- cación social, la Carta Pastoral que con el tí- tulo de "Corrupción y Conciencia Cristiana" dirigieron los Obispos del Ecuador a los ca- tólicos y a los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestra Patria, especialmente a los que administran la cosa pública.

En cumplimiento de su misión pastoral, los Obispos del Ecuador reflexionan en su Carta Pastoral sobre la realidad dolorosa de la co- rrupción, la enjuician a la luz de la Palabra de Dios y de la Doctrina Social de la Iglesia, para descubrir los caminos que conduzcan a la probidad y honradez, mediante la siembra de valores morales y éticos en el corazón de la gente y en las estructuras sociales.

La corrupción constituye un fenómeno polí- tico, social y económico de nivel mundial. Afecta a la administración de Justicia, a los procesos electorales, al pago de impuestos, a las relaciones comerciales y económicas na- cionales e internacionales. Está por igual en la esfera pública como en la privada. Se liga

al narcotráfico, al comercio de armas, al so- borno, a la venta de favores y decisiones, al tráfico de influencias, al enriquecimiento ilí- cito.

Hay abuso de poder, tráfico de influencias, contratación de funcionarios y empleados públicos no calificados, nepotismo, coimas obligatorias en la contratación pública.

Refiriéndose a la alarmante realidad de la corrupción en nuestro país, los Obispos ecuatorianos la describen, citando el informe de actividades de 1998 de la Comisión anti- corrupción: "Hay abuso de poder, tráfico de influencias, contratación de funcionarios y empleados públicos no calificados, nepotis- mo, coimas obligatorias en la contratación pública, cobro por contrabandos, aduanas paralelas, datos falsificados, autorización de proyectos sin financiamiento, evasión tribu- taria, despilfarro de recursos del Estado en actos personales y familiares, complicidad privada en la corrupción pública".

Concluyen con dolor los Obispos "que en Ecuador la corrupción es una plaga endémi- ca, enquistada en instituciones y personas, que se difunde peligrosamente en todos los ámbitos de la sociedad global. Sienten que ella afecta a los pobres y a los más pobres en- tre los pobres, los marginados que viven en la miseria".

Enjuiciando la realidad de la corrupción a la luz de la Palabra de Dios y de la Doctrina So- cial de la Iglesia, los Obispos del Ecuador ci- tan el siguiente pasaje del Deuteronomio, 16,

No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás el soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos.

19-20: "No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás el sobor- no, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos. Justicia, solo justicia has de buscar, para que vivas y poseas la tierra que Yaveh tu Dios te da". El Catecismo de la Iglesia Católica ex- plica el mandamiento "no robarás", recor- dando que está prohibido apoderarse de los bienes del prójimo o perjudicarlo de cual- quier manera. Por eso los salarios injustos, la especulación, el despilfarro, el fraude fiscal, la falsificación de cheques y facturas, los gas- tos excesivos son actos contrarios al manda- miento de Dios. La apropiación indebida de los bienes comunes es robo y corrupción. Por tanto los Obispos condenan como falsa la idea, común a muchas personas, de que no es pecado apoderarse de los bienes de insti- tuciones públicas.

La Carta Pastoral de los Obispos del Ecua- dor presenta la Evangelización como el me- jor antídoto para combatir esta plaga de la humanidad, que es la corrupción. "La supe- ración de la corrupción, dice Pablo VI, se rea- liza en la Evangelización de la cultura, que ha de conducir necesariamente a la conver- sión de cada persona y de la sociedad en una interacción maravillosa que otorga a la fami- lia un puesto preferencial en la educación de las nuevas generaciones (EN 20).

los Obispos ecuatorianos invitan y suplican a todos los hombres y mu- jeres de buena voluntad, particularmen- te a los católi- cos, a empren- der una cam- paña de lucha contra la co- rrupción 1/ de educación para la honestidad.

A la luz de estas enseñanzas de la Iglesia Ca- tólica y angustiados por una realidad de peca- do que puede precipitar al país en abismos ja- más pensados, los Obispos ecuatorianos invi- tan y suplican a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, particularmente a los ca- tólicos, a emprender una campaña de lucha contra la corrupción y de educación para la honestidad. Confiando en la capacidad, expe- riencia y decisión política de los seglares, los Obispos esperan que se concreticen y se ha- gan realidad las siguientes orientaciones:

Fortalecer los valores morales, éticos, cívi- cos y solidarios de nuestra sociedad a tra- vés de la familia, célula básica de la socie- dad.

Respaldar las iniciativas orientadas a pre- venir, combatir y desarraigar la corrup- ción: leyes civiles severas, ratificación de convenios internacionales sobre corrup- ción; comisiones de control civil de la co- rrupción.

Trabajar para que se garantice efectiva- mente el derecho de todo ciudadano a la seguridad contra toda forma de violencia, delincuencia y atentado a sus derechos.

Instar a los organismos oficiales de control para que actúen con fortaleza e indepen- dencia de todo influjo político.

Aprovechar el recurso del voto libre y consciente para elegir los mejores gober- nantes.

Documentos de lo Santa Sede

(

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

235

La escuela católica en el umbral del tercer milenio

Congregación para la educación católica (para los seminarios e institutos de estudio)

Introducción

1. En los umbrales del tercer milenio la educación y la es- cuela católicas se encuentran ante nuevos desafíos lanzados por los contextos socio-políti- co y cultural. Se trata, en espe- cial, de la crisis de valores que, sobre todo en las sociedades ricas y desarrolladas, asume las formas, frecuentemente di- fundidas por los medios de comunicación social, de subje- tivismo generalizado, de rela- tivismo moral y de nihilismo. El profundo pluralismo que impregna la conciencia social, da lugar a diversos comporta- mientos, en algunos casos tan antitéticos como para minar cualquier identidad comunita- ria. Los rápidos cambios es- tructurales, las profundas in- novaciones técnicas y la globa- lización de la economía reper-

cuten en la vida del hombre de cualquier parte de la tierra. Así pues, contrariamente a las perspectivas de desarrollo pa- ra todos, se asiste a la acentua- ción de la diferencia entre pueblos ricos y pueblos po- bres, y a masivas oleadas mi- gratorias de los países subde- sarrollados hacia los desarro- llados. Los fenómenos de la multiculturalidad, y de una sociedad que cada vez es más plurirracial, pluriétnica y plu- rirreligiosa, conllevan enri- quecimiento, pero también nuevos problemas. A esto se añade, en los países de anti- gua evangelización, una cre- ciente marginación de la fe cristiana como referencia y luz para la comprensión verdade- ra y convencida de la existen- cia.

236

BOLETIN ECLESIASTICO

2. En el campo específico de la educación, las funciones se han ampliado, llegando a ser más complejas y especializa- das. Las ciencias de la educa- ción, antes centradas en el es- tudio del niño y en la prepara- ción del maestro han sido im- pulsadas a abrirse a las diver- sas etapas de la vida/ a los di- ferentes ambientes y situacio- nes más allá de la escuela. Nuevas necesidades han puesto de relieve la exigencia de nuevos contenidos, de nue- vas competencias y de nuevas figuras educativas, además de las tradicionales. Así educar, hacer escuela en el contexto actual resulta especialmente difícil.

3. Frente a este panorama, la escuela católica está llamada a una renovación valiente. En efecto, la valiosa herencia de una experiencia secular mani-

fiesta la propia vitalidad, so- bre todo por la capacidad para adecuarse sabiamente. Es, por tanto, necesario que también hoy la escuela católica sepa definirse a misma de mane- ra eficaz, convincente y actual. No se trata de simple adapta- ción, sino de impulso misione- ro: es el deber fundamental de la evangelización, del ir a don- de el hombre está, para que acoja el don de la salvación.

4. Por esto, la Congregación para la educación católica, en estos años de preparación in- mediata al gran jubileo del año 2000, al cumplirse feliz- mente los treinta años de la creación de la Oficina para las escuelas^ y de los veinte años de la publicación del docu- mento Ln escuela católica, el 19 de marzo de 1977, con el fin de «concentrar la atención sobre la naturaleza y características

1 La Sagrada Congregación para la educación católica, nuevo nombre de la Sagrada Congregación de los seminarios \' de las universidades, por la constitución apostó- lica Regininii ecclesine iittivcrsne, publicada el 15 de agosto de 1967, que entró en vigor el 1 de marzo de 1968 {ÁÁS LIX (1967] 885-928), estaba estructurada en tres oficinas. En esa reorganización se creó la Oficina para las escuelas católicas, con el fin de "de- sarrollar posteriormente» los principios fundamentales de la educación, sobre todo en las escuelas (ct. Crin'ii~'iinti¡ii ciiucntioiiií. Introducción).

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

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de una escuela que quiere de- finirse y presentarse como ca- tólica»^, se dirige, por la pre- sente carta circular, a cuantos están comprometidos en la educación escolar, a fin de ha- cerles llegar una palabra de aliento y de esperanza. En particular esta carta se propo- ne compartir tanto la satisfac- ción por los resultados positi- vos logrados por la escuela ca- tólica, como sus preocupacio- nes por las dificultades que encuentra. Además, respalda- dos por la enseñanza del con- cilio Vaticano II, por las nume- rosas intervenciones del Santo Padre, por las Asambleas ordi- narias y especiales del Sínodo de los obispos, por las Confe- rencias episcopales y por la so- licitud de los ordinarios dioce- sanos, así como por los orga- nismos internacionales católi- cos con fines educativos y es- colares, nos parece oportuno llamar la atención sobre algu- nas características fundamen- tales de la escuela católica que consideramos importantes pa-

ra la eficacia de su labor edu- cativa en la Iglesia y en la so- ciedad: la escuela católica como lugar de educación integral de la persona humana a través de un claro proyecto educativo que tiene su fundamento en Cristo^; su identidad eclesial y cultural; su misión de caridad educativa; su servicio social; su estilo educati- vo, que debe caracterizar a toda su comunidad educativa.

Exitos y dificultades

5. Con satisfacción recorremos el camino positivo que la es- cuela católica ha realizado en estos últimos decenios. Ante todo, se debe considerar la ayuda que presta a la misión evangelizadora de la Iglesia en todo el mundo, incluso en aquellas zonas en las que no es posible otra acción pastoral. Además, la escuela católica, a pesar de las dificultades, ha querido seguir siendo corres- ponsable del desarrollo social y cultural de las diferentes co- munidades y pueblos, de los

2 Sagrada Coxgregació.x para la educación católica. La escuela católica, n. 2.

3 Cf. ih., n. 34.

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BOLETIN ECLESIASTICO

que forma parte, compartien- do los éxitos y las esperanzas, los sufrimientos, las dificulta- des y el esfuerzo para un au- téntico progreso humano y co- munitario. En ese contexto, es preciso resaltar la valiosa ayu- da que, poniéndose al servicio de los pueblos menos favore- cidos, presta a su progreso es- piritual y material. Nos senti- mos obligados a reconocer el impulso dado por la escuela católica a la renovación peda- gógica y didáctica, y el gran esfuerzo realizado por tantos fieles, sobre todo por cuantos, consagrados y laicos, viven su función docente como voca- ción y auténtico apostolado'^. En fin, no podemos olvidar la contribución de la escuela ca- tólica a la pastoral de conjun- to, y a la familiar en particular, subrayando, al respecto, la prudente labor de inserción en las dinámicas educativas entre padres e hijos y, muy especial- mente, el apoyo sencillo y pro- fundo, lleno de sensibilidad y delicadeza, ofrecido a las fa- milias «débiles» o «rotas», ca-

da vez más numerosas, sobre todo en los países desarrolla- dos.

6. La escuela es, indudable- mente, encrucijada sensible de los problemas que agitan este inquieto tramo final del mile- nio. La escuela católica, de es- te modo, se ve obligada a rela- cionarse con adolescentes y jó- venes que viven las dificulta- des de los tiempos actuales. Se encuentra con alumnos que rehuyen el esfuerzo, incapaces de sacrificio e inconstantes y carentes de modelos válidos a los que referirse, comenzando a menudo por los de la fami- lia. Hay casos, cada vez más frecuentes, en los que no solo son indiferentes o no practi- cantes, sino que carecen de la más mínima formación reli- giosa o moral. A esto se añade, en muchos alumnos y en las familias, un sentimiento de apatía por la formación ética y religiosa, por lo que al fin lo que interesa y se exige a la es- cuela católica es solo un diplo- ma o a lo más una instrucción

4 Cf. Cravissimum educationis, 8.

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

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de alto nivel y capacitación profesional. El clin\a descrito produce cierto cansancio pe- dagógico, que se suma a la creciente dificultad, en el con- texto actual, para hacer com- patible ser profesor con ser educador.

7. Entre las dificultades hay que contar también las situa- ciones de orden político, social y cultural que impiden o difi- cultan la asistencia a la escue- la católica. El drama, extendi- do por el mundo, de la extre- ma pobreza y del hambre, los conflictos y guerras civiles, la degradación urbana, la difu- sión de la criminalidad en las grandes áreas metropolitanas de tantas ciudades, no permi- ten la total realización de pro- yectos forma tivos y educati- vos. En algunas partes del mundo son incluso los gobier- nos los que entorpecen, cuan- do no impiden de hecho, la ac- ción de la escuela católica, a pesar del progreso de ideas y prácticas democráticas, y de una mayor sensibilización con respecto a los derechos huma- nos. Otras dificultades provie-

nen de problemas económi- cos. Esa situación repercute especialmente sobre la escuela católica en aquellos países que no tienen prevista ninguna ayuda gubernamental para las escuelas no estatales. Esto ha- ce casi insostenible la carga económica de las familias que no eligen la escuela estatal y compromete seriamente la misma supervivencia de las escuelas. Por otra parte, las di- ficultades económicas, ade- más de influir en la contrata- ción y la continuidad de la presencia de los educadores, pueden impedir a los que no tienen medios económicos su- ficientes frecuentar la escuela católica, provocando, de este modo, una selección de alum- nos, que hace perder a la es- cuela católica una de sus ca- racterísticas fundamentales, la de ser una escuela para todos.

Mirando a! futuro

8. La mirada dirigida a los éxi- tos y a las dificultades de la es- cuela católica, sin pretender tratar cabalmente su amplitud y profundidad, nos mueve a reflexionar sobre la ayuda que

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BOLETIN ECLESIASTICO

puede prestar a la formación de las nuevas generaciones en los umbrales del tercer mile- nio, consciente de que, como escribe Juan Pablo II, «el futu- ro del mundo y de la Iglesia pertenece a las nuevas genera- ciones que, nacidas en este si- glo, alcanzarán la madurez en el próximo, el primero del nuevo milenio»"". La escuela católica, por tanto, debe estar en condiciones de proporcio- nar a los jóvenes los medios aptos para encontrar puesto en una sociedad fuertemente caracterizada por conocimien- tos técnicos y científicos, pero, al mismo tiempo, ante todo, debe poder darles una sólida formación, orientada cristia- namente. Por esto, estamos convencidos de que para ha- cer de la escuela católica un instrumento educativo en el mundo de hoy, es preciso re- forzar algunas de sus caracte- rísticas fundamentales.

La persona y su educación

9. La escuela católica se confi- gura como escuela para la per- sona y de las personas. «Cada persona, en sus necesidades materiales y espirituales, está en el centro del magisterio de Jesús; de ahí que la promoción de la persona humana sea el fin de la escuela católica»^. Es- ta afirmación, que pone de manifiesto la relación del hombre con Cristo, recuerda que en su persona se encuen- tra la plenitud de la verdad so- bre el hombre. Por esto, la es- cuela católica, comprometién- dose en la promoción del hombre integral, lo hace obe- deciendo a la solicitud de la Iglesia, consciente de que to- dos los valores humanos en- cuentran su plena realización y, también su unidad, en Cris- to". Este conocimiento mani- fiesta que la persona ocupa el centro del proyecto educativo

6 Tei tio millennio lulirnicute, 38.

6 Cf. Jl'an Pabi o II, Discurso ni primer Congreso nacioítal de la Escuela católica en Italia, 23 de noviembre de 1991: L'Ossen'atore Roiiinno, edición en lengua española, 29 de no- viembre de 1991, p. 8.

7 Cf. Sagrada Con'grfgación para i a Fdlx ación CatOi ica, Li escuela católica, n. 3?.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

241

de la escuela católica, refuerza su compromiso educativo y la hace idónea para formar per- sonalidades fuertes.

10. El contexto socio-cultural actual corre el peligro de ocul- tar «el valor educativo de la escuela católica, en el cual ra- dica fundamentalmente su ra- zón de ser y en virtud del cual ella constituye un auténtico apostolado»^. En efecto, aun- que en los últimos años se ha prestado mayor atención y ha crecido la sensibilidad por parte de la opinión pública, de los organismos internaciona- les y de los gobiernos, hacia los problemas de la escuela y de la educación, hay que seña- lar también una extendida re- ducción de la educación a los aspectos meramente técnicos y funcionales. Las mismas ciencias pedagógicas y educa- tivas aparecen más centradas en los aspectos del reconoci- miento fenomenológico y de la práctica didáctica, y no en los del valor propiamente

educativo, centrado en los va- lores y perspectivas de pro- fundo significado. La frag- mentación de la educación, la ambigüedad de los valores a los que frecuentemente se alu- de obteniendo amplio y fácil consenso, a precio, sin embar- go, de un peligroso ofusca- miento de los contenidos, tien- de a encerrar la escuela en un presunto neutralismo, que de- bilita el potencial educativo y repercute negativamente en la formación de los alumnos. Se quiere olvidar que la educa- ción supone e incluye siempre una determinada concepción del hombre y de la vida. La pretendida neutralidad de la escuela, conlleva, la mayor parte de las veces, la práctica desaparición de la referencia religiosa del campo de la cul- tura y de la educación. Por el contrario, un planteamiento pedagógico correcto debe si- tuarse en el campo, más deci- sivo, de los fines, ocuparse no solo del «cómo» sino también del «por qué», superar el

8 Ib., n. 3.

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BOLETIN ECLESIASTICO 1

1

equívoco de una educación aséptica, y devolver al proceso educativo la unidad que impi- de la dispersión por las diver- sas ramas del saber y del aprendizaje, y que mantiene en el centro a la persona en su compleja identidad, trascen- dental e histórica. La escuela católica, con su proyecto edu- cativo mspirado en el Evange- lio, está llamada a recoger este desafío y a darle respuesta con la convicción de que «el miste- rio del hombre solo se esclare- ce en el misterio del Verbo en- camado»^.

La escuela católica en el corazón de la Iglesia

11. La complejidad del mundo contemporáneo nos comience de la necesidad de insishr en la conciencia de la identidad eclesial de la escuela católica. De la identidad católica, en efecto, nacen los rasgos pecu- liares de la escuela católica, que se «estructura» como suje-

to eclesial, lugar de auténtica y específica acción pastoral. Comparte la misión evangeli- zadora de la Iglesia y es lugar privilegiado en el que se reali- za la educación cristiana. En este sentido, «las escuelas ca- tólicas son, al mismo tiempo, lugares de evangelización, de educación integral, de incultu- ración y de aprendizaje de un diálogo vital entre jóvenes de religiones y de ambientes so- ciales diferentes»^o. La eclesia- lidad de la escuela católica es- tá, pues, inscrita en el corazón mismo de su idenhdad de ins- titución escolar. Es un auténti- co sujeto eclesial, en razón de su acción escolar, "en la que se funden armónicamente fe, cultura y vida»^i. Es preciso, por tanto, reafirmar con fuer- za que la dimensión eclesial no constituye una característi- ca yuxtapuesta, sino que es cualidad propia y específica, carácter distintivo que im- pregna y anima cada momen-

9 Gaudium et spes, 22.

10 Juan Pablo II, Ecclesia in Africa, 102.

1 1 Congregación para la educación catóuca. Dimensión religiosa de ¡a educación en la escuela católica, n. 34.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

to de su acción educativa, par- te fundamental de su niisma identidad y punto central de su misión^2 promoción de esa dimensión es el objetivo de cada uno de los elementos que integran la comunidad educativa.

12. Así pues, en virtud de su identidad, la escuela católica constituye un lugar de expe- riencia eclesial, cuya matriz es la comunidad cristiana. En es- te contexto se recuerda que so- lo realiza su vocación de ser experiencia verdadera de Igle- sia si se sitúa dentro de una pastoral orgánica de la comu- nidad cristiana. De modo muy particular, la escuela católica permite a los jóvenes reunirse en un ambiente favorable a la formación cristiana. No obs- tante, es preciso señalar que, en ciertos casos, no se siente la escuela católica como parte in- tegrante de la realidad pasto- ral: a veces, se la considera ex- traña, o casi extraña, a la co- munidad. Es urgente, por tan-

to, promover una nueva sensi- bilidad en las comunidades parroquiales y diocesanas, pa- ra que se sientan llamadas en primera persona a responsabi- lizarse de la educación y de la escuela.

13. En la historia eclesial se considera a la escuela católica sobre todo como manifesta- ción de institutos religiosos, los cuales, por carisma religio- so o por expresa dedicación, se han entregado a ella gene- rosamente. En los momentos actuales tampoco escasean las dificultades debidas, unas, a la preocupante disminución nu- mérica, y otras, a la subrepti- cia difusión de graves incom- prensiones, que pueden indu- cir al abandono de la misión educativa. Así, se separa, por una parte, el empeño escolar de la acción pastoral, mientras que, por otra, la actividad con- creta encuentra dificultades para compaginarse con las exigencias específicas de la vi- da religiosa. Las intuiciones

12 Cf. ib., n. 33.

244

;SI ASTICO

fecundas de los santos funda- dores demuestran mejor y más radicalmente que cual- quier otro razonamiento la fal- ta de fimdamento y lo preca- rio de tales afirmaciones. Nos parece, pues, oportuno recor- dar que la presencia de los consagrados en la comunidad educaüva es indispensable porque «están en condiciones de llevar a cabo una acción educariva particularmente efi- caz»i3, V son ejemplo de cómo «darse» sin reserv as y gratui- tamente al servicio de los otros, con el espíritu de la con- sagración religiosa. La presen- cia simultánea de religiosas y religiosos, y también de sacer- dotes y de laicos, ofrece a los alumnos «una imagen viva de la Iglesia y hace más fácil el conocimiento de sus rique- zas»

Identidad cultural de la escuela católica

14. "De la naturaleza de la es- cuela católica deriva también

uno de los elementos más ex- presivos de la originalidad de su proyecto educativo: la sín- tesis entre cultura y fe. En efecto, el saber, considerado en la perspectiva de la fe, llega a ser sabiduría y visión de vi- da. El esfuerzo para conjugar razón y fe, si llega a ser el alma de cada ima de las disciplinas, las unifica, arficula y coordina, haciendo emerger en el inte- rior mismo del saber escolar la visión crisfiana del mundo y de la vida, de la cultura v de la historia. En el proyecto educa- fi\ o de la escuela católica no existe, por tanto, separación entre momentos de aprendiza- je V momentos de educación, entre momentos del concepto V momentos de la sabiduría. Cada disciplina no presenta solo un saber por adquirir, si- no también valores por asimi- lar y verdades por descubrir'^. Todo esto exige un ambiente caracterizado por la búsqueda de la verdad, en el que los educadores, competentes.

13 Vita consécrala. 96.

14 Omstifideles laici. 62.

15 Cf. Sagrada Congregación para la edlcaoon catouca. La escuela católica, n. 39

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

convencidos y coherentes, maestros de saber y de vida, sean imágenes, imperfectas desde luego, pero no desvaí- das del único Maestro. En esta perspectiva, en el proyecto educativo cristiano todas las disciplinas contribuyen, con su saber específico y propio, a la formación de personalida- des maduras.

«El cuidado de la instrucción es amor» (Sb 6, 1 7)

15. En la dimensión eclesial se fundamenta también la carac- terística de la escuela católica como escuela para todos, con especial atención hacia los más débiles. La historia ha vis- to surgir la mayor parte de las instituciones educativas esco- lares católicas como respuesta a las necesidades de los secto- res menos favorecidos desde el punto de vista social y eco- nómico. No es una novedad afirmar que las escuelas católi- cas nacieron de una profunda caridad educati\'a hacia los ni- ños y jóvenes abandonados a mismos y privados de cual-

quier forma de educación. En muchas partes del mundo, to- davía hoy, es la pobreza mate- rial la que impide que muchos niños y jóvenes sean instrui- dos y reciban una adecuada formación humana y cristiana. En otras, son nuevas pobrezas las que interpelan a la escuela católica, que, como en tiempos pasados, puede encontrarse con incomprensiones y rece- los, o carente de medios. Las muchachas pobres que en el siglo XV eran instruidas por las Ursulinas, los muchachos que José de Calasanz veía co- rrer y alborotar por las calles romanas, que La Salle encon- traba en los pueblos de Fran- cia o que don Bosco acogía, los podemos encontrar hoy en los que han perdido el sentido au- téntico de la vida y carecen de todo impulso por un ideal, a los que no se les proponen va- lores, que desconocen total- mente la belleza de la fe, tie- nen a sus espaldas familias ro- tas e incapaces de amor, viven a menudo situaciones de pe- nuria material y espiritual, son esclavos de los nuevos ídolos de una sociedad, que a

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BOLETIN ECLESIASTICO

veces les presenta un futuro de desocupación y margina- ción. A estos nuevos pobres dirige con espíritu de amor su atención la escuela católica. En tal sentido, ella, nacida del de- seo de ofrecer a todos, en es- pecial a los más pobres y mar- ginados, la posibilidad de ins- truirse, de capacitarse profe- sionalmente y de formarse hu- mana y cristianamente, puede y debe encontrar, en el contex- to de las viejas y nuevas for- mas de pobreza, la original síntesis de pasión y de amor educativos, expresión del amor de Cristo por los pobres, los pequeños, por las multitu- des en busca de la verdad.

La escuela católica al servicio de la sociedad

16. La escuela católica no debe ser considerada separadamen- te de las otras instituciones educativas y gestionada como cuerpo aparte, sino que debe relacionarse con el mundo de la política, de la economía, de la cultura y con la sociedad en su conjunto. Concierne, por tanto, a la escuela católica

afrontar con decisión la nueva situación cultural, presentarse como instancia crítica de pro- yectos educativos parciales, modelo y estímulo para otras instituciones educativas, ha- cerse avanzadilla de la preo- cupación educativa de la co- munidad eclesial. De este mo- do se pone de manifiesto cla- ramente la función pública de la escuela católica, que no na- ce como iniciativa privada, si- no como expresión de la reali- dad eclesial, por su naturaleza de carácter público. Realiza un servicio de utilidad pública y, aunque está clara y manifies- tamente configurada según la perspectiva de la fe católica, no se reserva solo a los católi- cos, sino que está abierta a to- dos los que demuestren apre- ciar y compartir una propues- ta educativa cualificada. Esta dimensión de apertura es es- pecialmente evidente en los países de mayoría no cristiana y en vías de desarrollo, en los que desde siempre las escue- las católicas son, sin discrimi- nación alguna, promotoras de progreso social y de promo-

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

247

ción de la persona^^. Además, las instituciones escolares ca- tólicas, al igual que las escue- las estatales, desempeñan una función pública, garantizando con su presencia el pluralismo cultural y educativo, y sobre todo la libertad y el derecho de la familia a ver realizada la orientación educativa que de- sean dar a la formación de sus hijos^''.

17. En esta perspectiva, la es- cuela católica establece un diá- logo sereno y constructivo con los Estados y con la comuni- dad civil. El diálogo y la cola- boración deben basarse en el mutuo respeto, en el reconoci- miento recíproco de su fun- ción y en el servicio común al hombre. Para llevar a cabo es- to, la escuela católica se inte- gra de buen grado en los pla- nes escolares y cumple la le- gislación de cada país, siem- pre que éstos sean respetuosos de los derechos fundamenta-

les de la persona, comenzando por el respeto a la vida y a la libertad religiosa. La relación correcta entre Estado y escue- la, no solo católica, se estable- ce no tanto a partir de las rela- ciones institucionales, cuanto del derecho de la persona a re- cibir una educación adecuada, según una libre opción. Dere- cho al que se responde según el principio de subsidiarie- dad^^. En efecto, «el poder pú- blico, a quien corresponde am- parar y defender las libertades de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, debe procurar distribuir los subsi- dios públicos de modo que los padres puedan escoger con li- bertad absoluta, según su pro- pia conciencia, las escuelas pa- ra sus hijos»^^. En el marco no solo de la proclamación for- mal, sino del efectivo ejercicio de este derecho fundamental del hombre se pone, en algu- nos países, el problema crucial del reconocimiento jurídico y

16 Gravissimum educationis, 9.

17 Cf. Carta de los derechos de la familia, art. 5.

18 Cf. Familiaris consortio, 40; cf. Congregación para la doctrina de la fe, instrucción Libertatis conscientia, 94.

19 Gravissimum educationis, 6.

248

BOLETIN ECLESIASTICO

financiero de la escuela no es- tatal. Hacemos nuestro el de- seo recientemente expresado, una vez más, por Juan Pablo II, de que en todos los países democráticos «se ponga en práctica realmente una verda- dera igualdad para las escue- las no estatales, que al mismo tiempo respete su proyecto educativo»20.

Estilo educativo de io comunidad educadora

18. Terminando ya esta carta, quisiéramos detenernos bre- vemente en el estilo y en la función de la comunidad edu- cativa constituida por el en- cuentro y la colaboración de los diversos estamentos: alumnos, padres, docentes, entidad promotora y personal no docente^i. A este propósito se llama, con razón, la aten- ción sobre la importancia del clima y del estilo de las rela-

ciones. A lo largo de la etapa evolutiva del alumno son ne- cesarias relaciones personales con educadores significativos, y las mismas enseñanzas tie- nen mayor incidencia en la formación del estudiante si son impartidas en un contexto de compromiso personal, de reciprocidad auténtica, de co- herencia en las actitudes, esti- los y comportamientos dia- rios. En esta perspectiva se promueve, con la también ne- cesaria salvaguardia de las respectivas funciones, la figu- ra de la escuela como comuni- dad, que es uno de los enri- quecimientos de la institución escolar de nuestro tiempo^^. Además, es preciso recordar, en sintonía con el concilio Va- ticano IP^^, que la dimensión comunitaria de la escuela ca- tólica no es una mera catego- ría sociológica, sino que tiene también un fundamento teoló- gico. La comunidad educati-

20 Juan Pablo II, Civtn ni prepósito general i/c ¡os escolapios, 24 de junio de 1997, ii. 3: L 'Os- servntore Roimno, edición en lengua española, 4 de julio de 1997, p. 6.

21 Sagrada Congregación i'ara la educación católica. El laico católico, testigo de la fe en la escuela, n. 22.

22 Cf. j7>.

23 Cf. Grai'issinniin educatioms, 8.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

249

va, considerada en su conjun- to, está, por tanto, llamada a promover un tipo de escuela que sea lugar de formación in- tegral mediante la relación in- terpersonal.

19. En la escuela católica «los educadores cristianos, como personas y como comunidad, son pmm^mm los primeros res- ponsables en crear el peculiar estilo cristiano»2'i. La docencia es una actividad de ex- traordinario peso moral, una de las más altas y creati- vas del hombre: el docente, en efecto, no escribe sobre materia inerte, si- no sobre el alma misma de los """""^^ hombres. Adquie- re, por esto, un valor de suma importancia la relación perso-

La docencia

es una actividad

de extraordinario

peso moral,

una de las más altas y creativas

del tiombre'

el docente,

en efecto,

no escribe sobre

materia inerte, sino

sobre el alma misma

de los hombres.

que no se limite a un simple dar y recibir. Además, es pre- ciso tomar cada vez mayor conciencia de que los docentes y educadores viven una espe- cífica vocación cristiana y una participación, también especí- fica, en la misión de la Iglesia y «que de ellos depende, sobre todo, el que las es- cuelas católicas puedan realizar sus propósitos e iniciativas»^^.

20. En la comuni- dad educativa, los padres, primeros y naturales res- ponsables de la educación de los hijos, desempe- ñan un papel de especial impor- tancia. Por des- gracia, hoy se va extendiendo la tendencia a delegar este deber primario. De ahí que resulte nal entre educador y alumno, necesario no solo dar impulso

24 Congregación para la educación católica, Dimensión religiosa de la educación en la es- cuela católica, n. 26.

25 Grai iisimuii! ediícationis. 8.

BOLETIN ECLESIASTICO

a las iniciativas que impulsen al compromiso, sino que den una ayuda concreta y adecua- da, y comprometan a las fami- lias en el proyecto educativo^^ de la escuela católica. Objetivo constante de la formación es- colar es, por tanto, el encuen- tro y el diálogo con los padres y las familias, a los que se fa- vorece también a través de la promoción de las asociaciones de padres, para establecer, con su insustituible aportación, la personalización educativa que hace eficaz el proceso educati- vo.

Conclusión

21. El Santo Padre, con una su- gestiva expresión, indicó que el hombre es el camino de Cristo y de la Iglesia^^. Ese ca- mino no puede ser extraño a los pasos de los evangelizado- res, que al recorrerlo sienten la urgencia del desafío educati- vo. El compromiso en la es-

cuela resulta ser, de este mo- do, tarea insustituible; más aún, el empleo de personas y de medios en la escuela católi- ca se convierte en opción pro- f ética. También en el umbral del tercer milenio sentimos fuertemente lo que la Iglesia, en aquel «Pentecostés» que fue el concilio Vaticano II, afir- mó de la escuela católica que, «siendo tan útil para cumplir la misión del pueblo de Dios y para promover el diálogo en- tre la Iglesia y la sociedad hu- mana en beneficio de ambas, conserva su importancia tras- cendental también en los mo- mentos actuales»28.

Roma, 28 de diciembre de 1997, fiesta de la Sagrada Familia.

Card. Pío LAGHI Prefecto

Mons. José SARAIVA MARTINS,

c.m.f.

Arzobispo titular de Tubúrnica Secretario

26 Cf. Familiaris consortio, 40.

27 Cf. Redemptor hotiiinis, 14

28 Gravissimum educationis, 8.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

251

Mensaje a Monseñor Fernando Charrier, con ocasión de un congreso sobre la cuestión del trabajo, celebrado en Italia

Responder a lo globolizoción de los sistemas económicos con lo globalizoción de lo solidaridad

Al venerado hermano FERNANDO CHARRIER obispo de Alessandria presidente de la comisión

de la Conferencia episcopal italiana para los problemas sociales y el trabajo

1. Me alegra dirigir mi saludo y expresar mis mejores deseos a los participantes en el Congreso nacional sobre «La cuestión del trabajo hoy. Nuevas fronteras de la evangelización», que se cele- brará en Roma durante los próximos días. En particular, deseo saludar con afecto al cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia episcopal italiana, y a usted, venerado hermano, que se ha hecho promotor de esta próvida iniciativa. Mi pensa- miento va, además, a los numerosos agentes pastorales de las diócesis y a los representantes de las asociaciones laicales que, con su presencia, testimonian de modo elocuente la atención que presta la Iglesia que está en Italia al mundo del trabajo y su voluntad de estar en la historia con amor, llevando a todos el anuncio de salvación del Resucitado.

La inserción de la celebración del Congreso en el segundo año de preparación inmediata para el gran jubileo del 2000, dedica- do a la reflexión sobre la presencia del Espíritu Santo en la co- munidad cristiana y en el mundo, subraya el deseo de los orga- nizadores de poner el Congreso bajo la protección de Aquel que

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guía hacia la verdad completa (cf. Jn 16, 13), para captar los nu- merosos desafíos y las exigencias de justicia y solidaridad pre- sentes en el mundo del trabajo.

2. El actual ámbito sociocultural, notablemente cambiado, plan- tea de manera nueva la cuestión del trabajo. No podemos por menos de notar la precaria situación de quienes no logran en- contrar un empleo, los dramas de tantas familias afectadas por el desempleo y la preocupante condición de los jóvenes que bus- can su primer empleo y un trabajo digno. Y ¿qué decir de aque- llas personas, especialmente mujeres, menores e inmigrantes, que se ven obligadas a realizar un trabajo «negro» y carecen de las más elementales garantías jurídicas y económicas?

La nueva situación, que privilegia de hecho a las empresas y al sector de servicios, también pone de manifiesto las dificultades que deben afrontar los trabajadores del mundo rural y artesanal, en otro tiempo estructura fundamental de la economía italiana, que hoy sufre una fuerte crisis. No podemos ignorar la petición, presentada con creciente insistencia por parte de estas clases so- ciales, de que se les reconozca un papel socio-económico ade- cuado.

No menos digno de consideración es el punto de vista instru- mental y utilitario, desde el que se afrontan a menudo los pro- blemas del trabajo, con la consiguiente y difundida pérdida de los valores de la solidaridad y del respeto a la persona. Síntomas reveladores de esta visión son, entre otros, las condiciones ca- rentes de seguridad en los lugares de trabajo y la búsqueda de beneficios a toda costa.

Además, si proyectamos la reflexión a dimensiones mundiales, no podemos menos de subrayar, en los países que ya se han en- caminado hacia la así llamada tercera fase de industrialización,

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

el fenómeno cada vez más marcado de la globalización de la econonüa y de las finanzas. Este fenómeno exige soluciones que puedan garantizar la perspectiva irrenunciable del bien común.

A la universalización de la economía se asocia, también en na- ciones desarrolladas como Italia, el riesgo de la exclusión de al- gunas áreas geográficas de los proyectos de desarrollo, con los consiguientes perjuicios para los jóvenes y para quienes no es- tán preparados para afrontar las rápidas innovaciones tecnoló- gicas. Esto crea un inquietante sentido de inseguridad y de ma- lestar, sobre todo en los sectores más débiles de la población.

A pesar de ello, en el mundo del trabajo no faltan prometedores fermentos de esperanza. Va emergiendo en él una nueva cultu- ra que, en sintonía con la doctrina social de la Iglesia, considera como factor decisivo de la producción «al hombre mismo, es de- cir, su capacidad de conocimiento, que se pone de manifiesto mediante el saber científico, y su capacidad de organización so- lidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás» {Centesimus annus, 32).

Además, se va tomando conciencia de que es posible extender el bienestar social y económico a todo el planeta, ofreciendo a to- dos los pueblos la oportunidad de realizar su auténtico desarro- llo.

3. Las fronteras inéditas de la cuestión del trabajo comprometen a los cristianos y a los hombres de buena voluntad a reconstruir el sentido de la actividad humana en sus dimensiones persona- les, familiares y comunitarias, superando las tentaciones recu- rrentes del egoísmo, del corporativismo y de la supremacía del más fuerte.

En este compromiso, que requiere la cooperación de todos, a los

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creyentes se les pide que den su contribución peculiar: llamados a ser en el mundo signos auténticos del amor de Dios, no pue- den menos de sentir la necesidad de superar los ámbitos estre- chos del propio grupo o del propio país, respondiendo a la glo- balización de los sistemas económicos con la globalización del compromiso de solidaridad con respecto a las generaciones pre- sentes y futuras.

El Espíritu, que invita al hombre a colaborar responsablemente en la humanización del mundo y a construir relaciones de fra- ternidad, lealtad y justicia, pide a los cristianos que se compro- metan a promover entre los di- versos sectores sociales el diálo- go y la disponibilidad necesarios para realizar el bien común, afrontando con valentía sobre to- do los problemas de los más dé- biles y de los más pobres. A la cultura de la conquista y de la competencia sin reglas, que al parecer caracteriza el mercado internacional, deben oponer op- ciones concretas que tiendan a promover un sistema político y social fundado en el reconocimiento de la dignidad de toda per- sona y en el respeto al ambiente.

Vuestro congreso reflexionará, sin duda, en estas cuestiones de gran importancia social y pastoral. Deseo de corazón que una contribución significativa a la renovación del mundo del traba- jo en la línea de la realización de «una sociedad basada en el tra- bajo libre, en la empresa y en la participación» {Centesimus an- nus, 34), escribiendo al mismo tiempo un capítulo importante del proyecto cultural de la Iglesia en Italia, encaminado a trans- formar profundamente toda la sociedad, gracias al anuncio y al testimonio del Evangelio.

pide a los cristianos que se comprometan a promover entre los diversos sectores

sociales el diálogo y la disponibilidad necesarios para realizar el bien común,

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

255

4. En efecto, el Espíritu que «es, también para nuestra época, el agente principal de la nueva evangelización» {Tertio millenio ad- veniente, 45), impulsa a los cristianos a anunciar el Evangelio en el mundo del trabajo y la economía. Este compromiso forma parte de la misión del pueblo de Dios y de su servicio a todo hombre y a todo el hombre. La mayor conciencia de que «no existe verdadera solución para la "cuestión social" fuera del Evangelio y que, por otra parte, las "cosas nuevas" pueden ha- llar en él su propio espacio de verdad y el debido planteamien- to moral» {Centesimus annus, 5), interpela con fuerza a la comu- nidad cristiana impulsándola a ser signo auténtico de esperan- za, a fin de brindar al hombre de hoy «motivaciones sólidas y profundas para el esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme al proyecto de Dios» {Tertio mi- llenio adveniente, 45).

Solo redescubriendo los valores espirituales puede lograrse la solución de los múltiples problemas del hombre. No basta dar respuestas concretas a interrogantes económicos y materiales; hay que suscitar y cultivar una auténtica espiritualidad del tra- bajo, que ayude a los hombres a acercarse a Dios, Creador y Re- dentor, a participar en sus planes salvíficos acerca del hombre y del mundo, y a profundizar en su vida la amistad con Cristo (cf. Laborem exercens, 24).

5. En sintonía con la experiencia de María y de los Apóstoles en el cenáculo, que este tiempo pascual ofrece a nuestra considera- ción, el creyente está llamado a orientar su oración «a los desti- nos salvíficos hacia los cuales el Espíritu Santo abre los corazo- nes con su acción a través de toda la historia del hombre en la tierra.» {Dominum et vivificantem, 66). Al alimentar la propia fe en el encuentro con el Señor, trabajará para mantener viva la es- peranza en el corazón de los hombres y de los responsables de

256

BOLETIN ECLESIASTICO

las instituciones, a fin de que pongan especial esmero en promo- ver y defender la dignidad de la persona.

La cuestión del trabajo constituye hoy un gran desafío para la comunidad cristiana y, particularmente, para los fieles laicos, impulsados al deber fundamental de «animar, con su compro- miso cristiano, las realidades y, en ellas, procurar ser testigos y operadores de paz y de justicia» {Sollicitudo rei socialis, 47), apli- cando medidas inspiradas en la solidaridad y en el amor prefe- rencial a los pobres.

Ojalá que vuestro congreso, aprovechando los signos positivos presentes en la realidad italiana, descubra nuevos caminos de evangeHzación del mundo del trabajo y ofrezca indicaciones y apoyos oportunos para resolver los numerosos problemas plan- teados.

Estoy seguro de que, mientras se vislumbran acontecimientos capaces de cambiar el rostro de Europa, diseñando nuevos esce- narios sociales y económicos, el compromiso de los católicos de Italia suscitará en los responsables de la administración pública opciones valientes, para construir una sociedad más libre, de- mocrática y justa, tanto a nivel nacional como mundial.

Con estos deseos, invocando la protección de la Madre del Re- dentor sobre usted, venerado hermano en el episcopado, sobre los participantes en el congreso y sobre cuantos trabajan por la humanización del trabajo, os imparto con afecto a todos una es- pecial bendición apostólica, propiciadora de la gracia y de la paz del Salvador.

Vaticano, 6 de mayo de 1998

joaiuics Paulufi, p.p. ¡¡

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

Consejo Pontificio para la Pastoral de los emigrantes e itinerantes

La Peregrinación en el gran jubileo del año 2000

Introducción

1. «Ante ti somos emigrantes y extranjeros, igual que nuestros padres»^. Las palabras del Rey David en presencia del Señor tra- zan el perfil humano, no solo del hombre bíblico, sino de toda persona. El «camino» es símbolo de la existencia que se expresa en una múltiple gama de acciones como la partida y el regreso, la entrada y la salida, la subida y la bajada, el camino y el des- canso. Apenas hace su ingreso el hombre en la escena del mun- do, camina buscando siempre nuevas metas, oteando el hori- zonte terreno y tendiendo hacia el infinito: navega ríos y mares, sube a las montañas sagradas, en cuya cima idealmente la tierra toca el cielo, recorre incluso el tiempo con hitos de fechas santas, siente el nacimiento como ingreso en el mundo y la muerte co- mo salida para entrar en el seno de la tierra o para ser llevado a las regiones divinas.

2. La peregrinación, que se hace signo del estado de los discípu- los de Cristo en este mundo^, ha ocupado siempre un lugar im- portante en la vida del cristiano.

A lo largo de la historia, el cristiano se ha puesto en camino pa- ra celebrar su fe en los lugares que señalan la memoria del Se-

1 1 Cw 29,15.

2 Cf. Lumen gentiuni, 49.

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ñor o en aquellos que representan momentos importantes de la historia de la Iglesia. Ha visitado los santuarios que honran a la Madre de Dios y los que mantienen vivo el ejemplo de los san- tos. Su peregrinación ha sido proceso de conversión, ansia de in- timidad con Dios y súplica confiada en sus necesidades materia- les. En todos y cada uno de sus múltiples aspectos, la peregrina- ción ha sido un maravilloso don de gracia para la Iglesia.

En la sociedad contemporánea, caracterizada por una intensa movilidad, la peregrinación está experimentando un nuevo im- pulso. Para dar una respuesta adecuada a esta realidad, la pas- toral de la peregrinación debe contar con una clara fundamenta- ción teológica que la legitime y con una práctica convincente y continua, en el marco de la pastoral general. Es preciso tener presente, ante todo, que la evangelización es la razón última por la cual la Iglesia propone y alienta la peregrinación, deforma, que se convierta en una profunda y madura experiencia de fe-^.

3. Las reflexiones de este documento desean brindar una ayuda a todos los peregrinos y a los responsables pastorales de las pe- regrinaciones, para que, a la luz de la palabra de Dios y de la tra- dición secular de la Iglesia, todos puedan participar con más plenitud de las riquezas espirituales del ejercicio de la peregri- nación.

La Peregrinación de Israel

4. Desde el principio, según la enseñanza de la sagrada Escritu- ra, y luego a lo largo de los milenios, se ha podido reconocer una peregrinación adámica: sus etapas son la salida de las manos del

3

Cf. Ufficio nazionale della Conferenza episcopale italiana per la pastorale del TEMPO libero, turismo e SPORT, Pastorak del pellegrinaggio, 1996, p.44.

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

Creador, el ingreso en el mundo creado y el errar sucesivo sin meta, lejos del jardín del Edén.'* La peregrinación de Adán -des- de la llamada a caminar con Dios hasta la desobediencia y la es- peranza de salvación- revela la plena libertad de la que le dotó el Creador. Al mismo tiempo, da a conocer el compromiso de Dios de caminar junto a él y velar sobre sus pasos.

A primera vista, la peregrinación de Adán parece una desvia- ción de la meta del lugar santo, el jardín del Edén. Pero también este recorrido puede transformarse en camino de conversión y de vuelta. Sobre Caín vagabundo vela la presencia amorosa de Dios, que lo sigue y que lo protege.^ «Anota en tu libro mi vida errante -canta el Salmo 56, 9-, recoge mis lágrimas en tu odre. Dios mío». El padre, pródigo en amor, sigue el camino del aban- dono del hijo pródigo en el pecado. Por esta atracción divina to- do recorrido equivocado puede transformarse, para cada hom- bre, en el itinerario del regreso y del abrazo.^ Así pues, existe una historia universal de peregrinación, que abarca una etapa oscura, «el camino de las tinieblas»,'' el sendero tortuoso*. Pero también el regreso, conversión, al camino de la vida^, de la jus- ticia y la pazio, de la verdad y la fidelidad^i, de la perfección y la integridad 12.

5. La peregrinación abrahámica, por el contrario, es el paradigma de la historia de salvación, a la que el creyente se adhiere. Por el

4 Cf. Gn 3, 23-24.

5 Cf. Cn 4, 15.

6 Cf. Lcl5, 11-32.

7 Cf. Pr 2, 13; 4, 19.

8 Cf. Pr 2, 15; 10, 9; 21, 8.

9 Cf. Pr 2, 19; 5, 6; 6, 23; 15, 24.

10 Cf. Pr 8, 20; 12, 28; Ba 3, 13; \s 59, 8.

11 Cf. Sfl/ 119, 30; Tfc 1, 3.

12 Cf. Sfl/ 101, 2.

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lenguaje con que se le describe («sal de tu tierra»), por las etapas de su itinerario y por los acontecimientos vividos, es en mis- mo éxodo de salvación, anticipación ideal del éxodo del pueblo entero. Abraham, dejando su tierra, su patria y la casa paterna ^3, se pone en el camino, con fe y esperanza, hacia el horizonte que el Señor le ha indicado, como nos recuerda la carta a los He- breos: «Por la fe respondió Abraham al llamamiento de salir pa- ra la tierra que iba a recibir en herencia, y salió sin saber a dón- de iba. Por la fe emigró a la tierra prometida como un extranje- ro, habitando en tiendas lo mismo que Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa. Esperaban la ciudad con cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (...) Con fe murieron todos es- tos, sin recibir lo prometido, confesando ser extranjeros y pere- grinos en la tierra»!^. No sin razón el mismo patriarca se define «forastero residente»i5 incluso en la tierra prometida, como lo serán después sus hijos, IsmaeP^ y Jacob, extranjero en Padán. Aram^'' y en Egipto^^.

6. Desde la tierra de los faraones partirá la gran peregrinación del éxodo. Sus etapas, como la salida, el camino en el desierto, la prueba, las tentaciones, el pecado o la entrada en la tierra pro- metida, se convierten en el modelo ejemplar de la misma histo- ria de salvación^^, que no solo incluye los dones de la libertad, de la Revelación en el Sinaí y de la comunión con Dios, signifi- cados en la Pascua («paso») y en los dones del maná, del agua, de las codornices, sino también la infidelidad, la idolatría y la tentación de regresar a la esclavitud.

13 Cf. 12, 1-4.

14 Cf. Hb 11, 8-9. 13.

15 G«23, 4.

16 Cf. Gil 21, 9-21; 26, 12-18.

17 Cf. Gil 28, 2.

18 Cf. Cn 47 y 50.

19 Cf. 7 Gj 10, 1-13.

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

El éxodo adquiere un valor permanente; es un «memorial» siempre vivo, que se reproduce en el retorno del exilio de Babi- lonia, cantado por el segundo Isaías como un nuevo éxodo^o, que Israel celebra en cada Pascua y que en el libro de la Sabidu- ría se transforma en representación escatológica^i. La meta últi- ma es, en realidad, la tierra prometida de la plena comunión con Dios en una creación renovada22.

El Señor mismo se hace peregrino con su pueblo: «El Señor, tu Dios, te ha atendido en el viaje por ese inmenso desierto; duran- te los últimos cuarenta años el Señor, tu Dios, ha estado contigo y no te ha faltado nada»23. Él nos guardó en todo nuestro pere- grinar»24.Y recuerda con nostalgia «tu cariño de joven, tu amor de novia, cuando me seguías por el desierto, por tierra yer- ma»25. Por ser peregrino en sus raíces, al pueblo bíblico se le or- dena: «No oprimirás ni vejarás al emigrante, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto»^^, más aún, «amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto»27.

7. El que hace oración se presenta ante Dios como huésped y fo- rastero^s. Los salmos, redactados a lo largo del arco milenario de la historia de Israel, atestiguan, precisamente en oración, la con- ciencia histórica y teológica del peregrinar de la comunidad y de cada individuo. A través de la peregrinación cultural a Sión, el

20 Cf. /s 43, 16-21.

21 Cf.Sfa ce. 11-19.

22 Cf. Sí)19.

23 Df2, 7.

24 Jos 24, 17.

25 /r2, 2.

26 £.x 22, 20.

27 Dt 24, 17; cf. Di 10, 18.

28 Cf. Sal 39, 13; 119, 19.

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hecho de ser extranjeros en la propia patria^^ se transforma en signo de esperanza. La «ascensión» que, con motivo de las tres grandes solemnidades: la Pascua, las Semanas y las Tiendas^*^, Israel emprende hacia el monte Sión entre himnos de alegría (los «cantos de la subida»)3i, se convierte en experiencia de estabili- dad y confianza, en renovación de su compromiso de vivir en el temor de Dios32 y en la justicia. Las tribus de Israel, asentadas sobre la roca del templo de Jerusalén, símbolo del Señor, la «ro- ca» que no vacila^s^ celebran el nombre del Señor34; en el culto entran en comunión con él, hospedándose en la tienda de su santuario y morando en su santo monte, hallando una salvación indestructible^^ y una plenitud de vida y de paz^^. Por ello, «di- chosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Dichosos los que encuentian en ti su fuerza, al preparar su peregrina- ción»3''. «En pie, subamos Sión a visitar al Señor, nuestro Dios»38.

8. Ante el pueblo de Dios víctima de la desilusión, apesadum- brado por la infidelidad, los profetas hablan asimismo de una peregrinación mesiánica de redención, abierta también al horizon- te escatológico en el que todos los pueblos de la tierra confluirán hacia Sión, lugar de la Palabra divina, de la paz y de la esperan- za39. Reviviendo la experiencia del éxodo, el pueblo de Dios de- be dejar que el Espíritu aparte de él su corazón de piedra y le

29 Ct.lv 15, 22.

30 Cf. Ex 34, 4.

31 Cf. Sfl/ 120-134.

32 Cf. Sal 128, 1.

33 Cf. DI 32, 18; Sal 18, 3; 46, 2-8.

34 Cf. Sfl/ 122, 4,

35 Cf. Sfl/ 15, 1. 5.

36 Cf. Sfl/ 43, 3-4.

37 Sfl/ 84, 5-6.

38 ]r 31, 6; cf. .'s 2, 5.

39 Cf. Is 1, 2-4; 56, 6-8; 66, 18-23; Mi 4, 1^; Za 8, 20-23.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

263

uno de carnero, debe hacer realidad en el camino de su vida la justicia^i y la fidelidad amorosa'*^, y alzarse como luz para todos los pueblos'*^, hasta el día en que el Señor Dios ofrecerá en la montaña santa «un festín para todos los pueblos»*^. De camino hacia el cumplimiento de la promesa mesiánica, ya ahora todos están llamados a la comunión en la gratuidad^s y en la miseri- cordia de Dios^^.

II

La peregrinación de Cristo

9. Jesucristo entra en la escena de la historia como «el camino, la verdad y la vida»^'' y desde el comienzo se inserta en el camino de la humanidad y de su pueblo «uniéndose en cierta manera a cada hombre»"*^. Verdaderamente, él desciende de «junto a Dios» para hacerse «carne»"*^ y recorrer los caminos del hombre. En la encarnación «es Dios quien viene en persona a hablar de al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible en- contrarlo»50.

Niño aún, Jesús es peregrino al templo de Sión para ser presen- tado al Señoril, siendo muchacho, acude con María y José a «la

40 Cf. /r 31, 31-34.

41 Cf. /si, 17.

42 Cf. Os 2, 16-18.

43 Cf. /s60, 3-6.

44 Ís25, 6.

45 Cf. Is 55, 1-2.

46 Cf. Ez 34, 11-16

47 Jn 14, 6.

48 Redemptor hominis, 18.

49 ]n 1, 2. 14.

50 Tertio millennio adveniente, 6.

51 Cf. Le 2, 22-24.

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casa de su Padre»-"-. Su ministerio público, recorriendo los cami- nos de su patria, cobra lentamente la forma de una peregrina- ción hacia jerusalén, que sobre todo san Lucas describe en el co- razón de su evangelio como un gran viaje que tiene por meta no solo la cruz, sino la gloria de la Pascua y de la Ascensión^s. Su Transfiguración revela a Moisés, a Elias y a los Apóstoles su in- minente «éxodo» pascual: «hablan de su éxodo, que iba a com- pletar en Jerusalén»-"^. También los demás evangelistas conocen este itinerario ejemplar, que debe seguir el discípulo: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a mismo, tome su cruz y sígame»; san Lucas precisa: «cada día»=^^. Para san Marcos el iti- nerario hacia la cruz del Gólgota está constantemente marcado con verbos y palabras de movimiento, así como con el símbolo del «camino»56.

10. El camino de Jesús, sin embargo, no acaba sobre el monte lla- mado Gólgota. La peregrinación terrena de Cristo se abre al in- finito V al misterio de Dios, más allá de la muerte. Sobre el mon- te de la Ascensión se representa la etapa definitíva de su pere- grinación. El Señor resucitado es elevado al cielo, mientras pro- mete \ olver camina hacia la casa del Padre a fin de preparar- nos un sifio, para que donde este él, estemos también nosotros con él-"^^. Así resume su misión: «Salí de junto al Padre y vine al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre (...) Padre, quie- ro que, donde yo esté, estén también comnigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria-^^.

52 Lf2, 49.

53 Cf. íj:9. 51;24, 51. 34 Lf9, 31.

55 16, 24; cf. Mt 10, 38 v Le 9. 23.

56 Cf. Me 8. 27. 34; 9, 33-Ú: 10, 17. 21. 28. 32-33. 46. 52.

57 Cf. Hdt 1, 11.

58 Cf. Jn 14, 2-3.

59 ¡n 16, 28; 17, 24

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

La comunidad cristiana, anintada por el Espíritu de Pentecostés, sale a los caminos del mundo, adentrándose en las diversas na- ciones de la tierrazo, partiendo de Jerusalén hasta Roma, por las calzadas del imperio recorridas por los Apóstoles y los heraldos del Evangelio. Junto a ellos camina el Cristo que, como a los dis- cípulos de Emaús, les explica las Escrituras y comparte con ellos el pan eucarístico^^. Siguiéndolos a ellos, se ponen en marcha los pueblos de la tierra que, recorriendo espíritu al mente el itinera- rio de los Magos^2^ hacen realidad las palabras de Cristo: «Ven- drán muchos de oriente y occidente a sentarse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de Dios»^^

11. Ahora bien, la meta última de esta peregrinación por los ca- minos del mundo no está escrita en los mapas de la tierra. Se en- cuentra más allá de nuestro horizonte, como para Cristo, que ca- minó con los hombres para llevarlos a la plenitud de la comu- nión con Dios. Resulta significativo observar que el «camino» del Señor es la senda que él recorrió y que ahora recorre junto a nosotros. Los Hechos de los Apóstoles, en efecto, califican la vi- da cristiana como «el camino»^^ por excelencia. De esta forma, el cristiano, después de ir a enseñar a todas las naciones, acom- pañado de la presencia del Señor, que está con nosotros hasta el fin del mundo^^; después de «caminar según el Espíritu»^^ g^i la justicia y en el amor, se propone llegar a la Jerusalén celeste can- tada por el Apocalipsis. Esta senda de vida se halla impregnada de tensión, de una ardiente esperanza mientras aguardamos la

60 Hc/i 2,9-11.

bl Cf. Le 24, 13-35.

62 Cf. 2, 1-12.

63 8, 11.

64 Cf. Hch 2, 28; 9. 2; 16, 17; 18, 25-26; 19, 9. 23; 22, 4; 24, 14, 32.

65 Cf. Mt 28, 19-20.

66 Gí! 5, 16.

BOLETIN ECLESIASTICO

venida del Señor^^. Por eso, nuestra peregrinación tiene una me- ta trascendente; somos conscientes de ser aquí abajo «forasteros y extraños»^, pero destinados a ser allá arriba «conciudadanos de los santos y familia de Dios»^^.

Y, al igual que Cristo murió fuera de las puertas de la ciudad de Jerusalén, también nosotros «salimos a encontramos con él fue- ra del campamento cargados con su oprobio, pues aquí no tene- mos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futu- ra»''0. Allá Dios morará con nosotros, allá «ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor, pues lo de antes ha pasado»''^.

III

La peregrinación de la Iglesia

12. En comunión con su Señor la Iglesia, pueblo mesiánico, se halla en camino hacia ciudad futura y permanente''^, transcien- de los tiempos y las fronteras, orientada enteramente hacia aquel Reino cuya presencia ya es operante en todas las regiones del mundo. Éstas han recibido la semilla de la palabra de Cris- to''^ y han sido regadas también por la sangre de los mártires, testigos del Evangelio. Como hicieron san Pablo y los Apóstoles, las calzadas consulares e imperiales, las pistas de las caravanas, las rutas marítimas, las ciudades y los puertos del Mediterráneo fueron recorridos por los misioneros de Cristo que, en Oriente y en Occidente, tuvieron que enfrentarse bien pronto con las di-

67 Cf. 22, 17. 20.

68 £/2, 19; 1 P 2. 11.

69 Cf. £/2, 19.

70 13, 13-14.

71 Ap2\.\.

72 Cf. Lumen gentium, 9.

73 Cf. Hch8,4.

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

267

versas culturas y tradiciones religiosas, expresándose ya no so- lo en hebreo y arameo, sino también en griego y en latín, y, más tarde, en las diversas lenguas, algunas ya anunciadas en la esce- na de Pentecostés'''*: el árabe, el siríaco, el etiópico, el persa, el ar- menio, el gótico, el eslavo, el hindú y el chino.

Las etapas de esta peregrinación de los mensajeros de la palabra divina se ramificaron de Asia menor a Italia, de África a España y las Galias, y, a continuación, de Germania a Britania, de los países esclavos a la India y China. Prosiguieron en los tiempos modernos hacia nuevos países y nuevos pueblos en América, Africa, Oceanía, tejiendo así «el camino de Cristo a través de los siglos»''^.

13. Durante los siglos IV y V, comienzan en la Iglesia las diver- sas experiencias de vida monástica. La «emigración ascética» y el «éxodo espiritual» representan dos de los motivos fundamen- tales que la impulsaron. En esta perspectiva, algunas figuras bí- blicas asumen en la literatura patrística y monástica un papel paradigmático. La referencia a Abraham se conjuga con el tema de la xeniteia, (la experiencia del extranjero: la conciencia de quien se sabe huésped, emigrante), que constituye, por lo de- más, el tercer peldaño de la Escalera espiritual de san Juan Clí- maco. La figura de Moisés, que guió el éxodo de la esclavitud de Egipto hacia la Tierra prometida, pasa a ser un tema caracterís- tico de la literatura cristiana antigua, sobre todo gracias a la Vi- da de Moisés de san Gregorio de Nisa. Elias, en fin, que se sube al Carmelo y al Horeb, encarna los temas de la huida al desier- to y del encuentro con Dios. Ambrosio, por ejemplo, se siente fascinado por el profeta Elias y considera que en él se realizó el ideal ascético de \afuga saeculi.

74 Q(.Hch2,7-n.

75 Tertio millennio adveniente, 25.

BOLETIN ECLESIASTICO

La concepción de la vida cristiana como peregrinación, la bús- queda de la intimidad divina precisamente a través del aleja- miento del tiamulto de las cosas y de los acontecimientos, la ve- neración de los santos lugares, mueven a san Jerónimo y a sus discípulas Paula y Eustoquia a abandonar Roma y marchar a la tierra de Cristo. Allí, junto a la gruta de la Xavidad en Belén fundan un monasterio. Es un eslabón más en la serie de tantos eremitorios, lauras y cenobios de Tierra Santa, difundidos tam- bién en otias regiones, particularmente en la Tebaida de Egipto, en Siria y en Capadócia. En este sentido, la peregrinación: la in- terior. San Agustín recordaba: «Entra en ti mismo: la verdad ha- bita en el corazón del hombre». Pero, no te quedes en ti mismo; «ve más allá de ti mismo»''^, pues no eres Dios: Él está más al fondo y es más grande que tú. La peregrinación del alma, evo- cada ya en la tradición platónica, adquiere ahora una dimensión nueva, que el mismo Padre de la Iglesia define y concreta así en su tensión hacia el infínito de Dios: «Se busca a Dios para encon- tiarlo con mayor dulzura, se le encuentra para buscarlo con ma- yor ardor»".

El pensamiento de que «el lugar santo es el alma pura»''^ se con- vertirá en una llamada constante para que la práctica de la pere- grinación a los santos lugares sea signo del progreso en la santi- dad personal. Los Padres de la Iglesia llegan incluso a relativi- zar la peregrinación «ti'sica», con la intención de superar todo exceso y malentendido. San Gregorio de Xisa, de modo particu- lar, proporciona el principio fundamental para una correcta va- loración de la peregrinación. A pesar de haber visitado devota- mente Tierra Santa, afirma que el verdadero camino que debe emprenderse es el que conduce al fiel de la realidad física a la es-

76 Cf. San .Acl?T!.n. Df ívn; n-l¡g¡one 39, 72: CCL 32, 234; PL 34, 1>4.

77 San AgcstIn, De Trmitate 15, 2, 2: CCL 50. 461; PL 42, 1.058. .

78 Orígenes, In Utvltcum XIII, 5: Scli 287. 220; PC 12, 551.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

piritual, de la vida en el cuerpo a la vida en el Señor, y no al via- je de Capadocia a Palestina''^. San Jerónimo insiste en el mismo principio. En la Carta 58 recuerda que ni san Antonio ni los monjes visitaron Jerusalén y, sin embargo, las puertas del Paraí- so se abrieron igualmente para ellos de par en par. Y afirma que para los cristianos es motivo de alabanza el haber vivido santa- mente, y no el haber estado en la ciudad santa^^.

En este itinerario de luz en luz^^, en la senda del llamamiento de Cristo a ser «perfectos como es perfecto nuestro Padre celes- tial»S2^ se dibuja un perfil de la peregrinación particularmente apreciado por la tradición espiritual bizantina, y que constituye el aspecto «extático» que se desarrollará sobre la base de la doc- trina mística de Dionisio el Areopagita, de Máximo el Confesor y de Juan Damasceno.

La divinización del hombre es la gran meta del largo viaje del espíritu que lleva al creyente hasta el corazón mismo de Dios, realizando así las palabras del Apóstol: «Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí»^^^ y para quien «vivir es Cristo»^'^.

14. En el siglo IV, cuando cesaron las persecuciones del imperio romano, los lugares de martirio fueron abiertos a la veneración pública y se inició la tupida red de peregrinaciones, con testimo- nios documentados, como son los diarios de viaje de los mismos peregrinos, en especial de los que se dirigieron a Tierra Santa, entre los que se destaca el testimonio de Eteria, a inicios del si- gloV.

79 Cf. San- Gregorio de Nba, Carta 2, 18: SCh 363, 122; PC 46, 1.013.

8.0 Cf. Sax Jerónimo, Carta 58, 2-3: CSEL 54, 529-532; PL 22, 580-581.

81 Cf. Sal 36, 10.

82 5, 48.

83 Ga 2, 19-20

84 F/;;l,21.

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La peregrinación concreta, que recorre los caminos del mundo, se ramificó aún más. Mientras la conquista árabe de Jerusalén, en el año 638, hizo más difícil ir a visitar los recuerdos cristianos de Tierra Santa, en Occidente se abrieron nuevos itinerarios. Ro- ma, lugar de martirio de Pedro y Pablo, y sede de la comunión eclesial en torno al sucesor de Pedro, se convirtió en una meta fundamental. Surgieron las múltiples «vías romeras» ad Petri se- dem, entre las que se destaca la Vía Francigena, que atraviesa to- da Europa rumbo a la nueva ciudad de Santiago en Composte- la se transforma en meta importante de peregrinaciones. Como lo van siendo, por lo demás, los santuarios marianos de la San- ta Casa en Loreto, de Jasna Gora en Czestochowa, los grandes monasterios medievales, fortalezas del espíritu y de la cultura, los lugares que encarnan la memoria de grandes santos, como Tours, Canterbury o Padua. Uniendo todos estos puntos, se va tejiendo en Europa una red que «promovió el mutuo entendi- miento entre pueblos y naciones tan diversas»^^.

Aunque con algunos excesos, este extenso fenómeno que intere- só a grandes masas populares, animadas de convicciones senci- llas y arraigadas, alimentó la espiritualidad, acrecentó la fe, es- timuló la caridad y animó la misión de la Iglesia. Los palmeros, los romeros, los peregrinos, con sus hábitos específicos, constitu- yeron casi un «ordo-» bien definido que recordaba al mundo de la naturaleza peregrinante de la comunidad cristiana, dirigida hacia al encuentro con Dios y hacia la comunión con él.

La aparición del movimiento cruzado, en los siglos XI-XIII, con- firió a la peregrinación una configuración peculiar. El antiguo ideal religioso de peregrinar a los santos lugares de la sagrada Escritura, se entrecruza con los valores y las ideas de aquella

85 Juan Pablo II Discurso durante la visita a Viena (10 de septiembre de 1983): AAS 76 (1984) P. 140,

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

271

época histórica, es decir, con la formación de la clase caballeres- ca, con las tensiones sociales y políticas, con el despertar de las empresas comerciales o culturales orientadas hacia Oriente, con la presencia del islam en Tierra Santa.

Los conflictos de poder o de intereses prevalecieron sobre el ideal espiritual y misionero, dotando con perfiles diversos a las diferentes cruzadas, mientras entre las Iglesias de Oriente y de Occidente surgía el muro de la división. La misma práctica de la peregrinación quedó afectada por estas circunstancias y reveló algunas ambigüedades, que fueron muy bien subrayadas por san Bernardo de Claraval. Él había sido el ardiente predicador de la segunda cruzada, pero no dudaba en celebrar también la Jerusalén espiritual, presente en el monasterio cristiano, como meta ideal de la peregrinación: «Claraval es esta Jerusalén uni- da a la Jerusalén celestial por su piedad profunda y radical, por su conformidad de vida y por cierta afinidad espiritual»^^. Un himno medieval, presente aún hoy en la liturgia, exaltaba con claridad la Jerusalén celestial que se edifica en la fierra a través de la consagración de una iglesia: «¡Jerusalén, ciudad dichosa!, ¡Jerusalén, visión de paz! Sobre los cielos te levantas, alta ciudad de piedras vivas»^''.

15. En aquel núsmo contexto surgió san Francisco, que con sus hermanos tendrá una presencia secular en la Tierra Santa, en la custodia de los lugares sagrados de la cristiandad -en una con- vivencia no siempre fácil con las otras comunidades eclesiales de Oriente- y en la acogida de los peregrinos. En torno al año 1300 se constituía una Societas peregrinatium pro Christo, que con- sideraba la peregrinación como una obra también de carácter

86 San Bernardo, Carta al obispo de Lincoln: Carta 64, 2: PL 182, 169ss.

87 «Urbs Jeruslem beata, dicta pacis visio, quae construitur in coelis, vivis ex lapidibus». Brev. Rom., Comm. de Dedic. EccL, Himnus ad Vesp.

272

BOLETIN ECLESIASTICO

misionero. Precisamente entonces, en el año 1300, en Roma se proclamó el jubileo, que debería hacer de la ciudad eterna una Jerusalén hacia la que se dirigieran infinidad de peregrinos, co- mo de hecho sucederá a lo largo de la serie sucesiva de Años santos. La unidad cultural y religiosa del Occidente europeo se vio alimentada también por estas experiencias espirituales. Y sin embargo, lentamente se iba caminando hacia nuevos modelos, más complejos, que afectaron incluso a la naturaleza de la pere- grinación.

16. La revolución copernicana cambió la condición del hombre peregrino en un mundo inmóvil, haciéndolo partícipe de un universo en camino perenne. El descubrimiento del nuevo mun- do sentó las premisas de la superación de una visión eurocéntri- ca, con la aparición de culturas diferentes y con los extraordina- rios movimientos de gentes y de grupos. La cristiandad de Oc-, cidente perdió su unidad, centrada en Roma, y las divisiones confesionales hicieron más difíciles las peregrinaciones, critica- das incluso «como ocasión de pecado y de desprecio de Dios (...). En efecto, acontece que se va de peregrinación a Roma, gas- tándose cincuenta o cien florines o más, y se deja a la mujer y a los hijos, y tal vez a algún otro pariente, en casa en la más abso- luta miseria»^*^. En el derrumbe de la imagen clásica del univer- so, el peregrino se sentía cada vez menos caminante en la casa común del mundo, entonces parcelada en Estados e Iglesias na- cionales. De este modo, surgieron metas más reducidas y alter- nativas, como las de los montes sagrados y de los santuarios ma- rianos locales.

17. A pesar de cierta visión estática, que impregnó la comunidad cristiana de los siglos XVIII y XIX, la peregrinación continuó

8K M. I.LTI RO, A ¡u >h'l>lt-.,i Ji /.i i;,;;-KiM .iIciiudui. WA t\ A?7.

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

273

presente en la vida de la comunidad cristiana. En algunas par- tes, como en América Latina y Filipinas, fue el apoyo de la fe del pueblo creyente a lo largo de generaciones; en otras, se abrió una nueva espiritualidad, con nuevos centros de fe surgidos a raíz de apariciones marianas y de devociones populares. De Guadalupe a Lourdes, de Aparecida a Fátima, del Santo Niño de Cebú a San José de Montreal, se multiplicó el testimonio de vi- talidad de la peregrinación y del movimiento de conversión que provoca. Mientras tanto, la renovada conciencia de ser el pueblo de Dios en camino estaba a punto de ser reconocida por el con- cilio Vaticano II como la imagen más expresiva de la Iglesia reu- nida.

IV

La peregrinación hacia el tercer milenio

18. El concilio Vaticano II fue «un acontecimiento providencial» destinado a constituir también él una «Preparación inmediata al jubileo del segundo milenio»^^. Esa asamblea eclesial se celebró -desde su convocatoria, al confluir hacia Roma los pastores de las Iglesias locales, hasta su conclusión con un jubileo extraordi- nario a celebrar en cada diócesis- en el marco simbólico de una gran peregrinación conjunta de toda la comunidad eclesial. Este aspecto se hizo explícito en algunos gestos emblemáticos, como las de los dos Papas peregrinos, Juan XXIII a Loreto, en los co- mienzos del Concilio (1962), y Pablo VI a Tierra Santa, en medio de las sesiones conciliares (1964). A estos dos signos de densa espiritualidad se añadieron sucesivamente las peregrinaciones papales por los caminos del mundo para anunciar el Evangelio, su verdad y su justicia, a partir de las de Pablo VI a las Naciones Unidas y a Bombay.

89 Tertio niillenmo adveniente, 18.

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19. El mismo lenguaje conciliar presentaba a la Iglesia en su ex- periencia de camino espiritual y misionero, compañera de viaje de la humanidad entera. Se proponía, en efecto, buscar «los ca- minos más eficaces para renovarnos a nosotros mismos, para ser testigos cada vez más fieles del Evangelio de Cristo»^^. La igle- sia de Dios «peregrinante» se convierte, de este modo, en el as- pecto principal desde los inicios de la celebración conciliar^i. La iglesia era «un signo elevado en medio de los pueblos (Is 5,26) para favorecer a todos la orientación de su camino hacia la ver- dad y la vida»92 encuentro con los pueblos, que con Pablo VI en la ONU tuvo su manifestación simbólica, fue definido como él «epílogo de una fatigosa peregrinación»^^. El Concilio mismo apreció como una «ascensión espiritual», cuando los padres conciliares saludaron al mundo de la cultura como «peregrinos en marcha hacia la luz»^"^.

20. La mencionada peregrinación de Pablo VI a Tierra Santa fue presentada por el mismo Pontífice a la luz de la espiritualidad de la peregrinatio en sus elementos esenciales. Con la visita a los santos lugares quería honrar los misterios centrales de la salva- ción: la Encarnación y la Redención; quería ser signo de oración, de penitencia y de renovación; se proponía el objetivo triple de ofrecer a Cristo su Iglesia, promover la unidad de los cristianos.

90 Concilio Ecuménico Vaticano 11, Mensaje al mundo (20 de octubre de 1962); AAS 54 (1962) 822.

91 Cf. Juan XXIIl, Discurso en la apertura del concilio Vaticano II (11 de octubre del962): AAS 54 (1962) 790; Pablo VI, Discurso en la apertura de la segunda sesión del concilio Vaticano II (29 de septiembre de 1963) AAS 55 (1963) 842.

92 Pablo VI, Discurso en la clausura de la tercera sesión del concilio Vaticano II (21 de noviembre de 1964): AAS 56 (1964)1.013.

93 Pablo VI, Discurso a la Asamblea de las Naciones Unidas (4 de octubre de 1965): AAS 57 (1965) 878.

94 Concilio ecuménico Vaticano II; Mensaje al mundo (8 de diciembre de 1965): AAS 58 (1966) 11.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

275

implorar de la misericordia divina el don de la paz entre los hombres^5_

El Concilio mismo, en sus constituciones, presentó toda la Igle- sia como «presente en el mundo y, sin embargo, peregrina»^^ naturaleza peregrinante, subraya en repetidas ocaciones^^, reve- la un aspecto trinitario: tiene su fuente en la misión de Cristo «enviado al Padre»^^; por eso, también nosotros «de él procede- mos, por él vivimos y hacia él nos dirigimos»^^, mientras el Es- píritu Santo es el guía de nuestro camino que sigue las huellas de Cristo^o*^. La Eucaristía y la Pascua, que constituyeron el co- razón de la liturgia^o^, remiten, por su naturaleza, al éxodo de Is- rael y al banquete de peregrinación y de alianza que lo inaugu- ]-ai02 y lo concluyelos.

21. La iglesia peregrina se hace espontáneamente misionera^04 El mandato de Cristo resucitado: «Id y enseñad»^^^^ pone su én- fasis en el «ir», modalidad imprescindible de la evangelización abierta al mundo. Viático y tesoro en este itinerario son la Pala- bra de Dios^o^ y la Eucaristía^o^.

95 Cf. Pablo VI, Discurso en la clausura de la segunda sesión del concilio Vaticano II (4 de diciembre de 1963): AAS 56 (1964) 39.

96 Sacrosanctum Concilium, 2.

97 Cf. Lumen gentium, 7-9.

98 ¡b., 3; cf. n. 13.

99 Ib., 3.

100 Cf. Ad gentes, 5.

101 Cf. Sacrosanctum Concilium, 7 y 10.

102 Cf. Ex 12, 1-14.

103 Cf. Jos 5, 10-12.

104 Cf. Ad gentes, 2; Lumen gentium, 17.

105 Mf 28, 19.

106 Cf. Dei Verbum, 7.

107 Cf. Gaudium et spes, 38.

6

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Al trazar una síntesis apasionada del camino de la humanidad, con sus conquistas y sus errores^^s^ el Concilio presenta la Igle- sia como compañera de viaje de la familia humana, indicando una meta trascendente más allá de la historia terrena^o^. Así, surge un fecundo contrapunto entre peregrinación y compromi- so en la historiadlo, y el mundo también está llamado a dar su contribución a la Iglesia, a través de un diálogo vivo e inten- soiii.

22. Del Concilio en adelante, la Iglesia ha vivido su experiencia peregrinante no solo en su renovación, en su anuncio misione- ro, en su compromiso por la paz, sino, también, a través de múl- tiples testimonios del Magisterio eclesial, en particular con oca- sión de los años jubilares de 1975, 1983 y 2000112. El Santo Padre Juan Pablo II se ha hecho peregrino por el mundo: él es el pri- mer evangelizador de estas dos últimas décadas. Con su itine- rancia apostólica y con su magisterio ha orientado e invitado a toda la Iglesia a prepararse al tercer milenio, ya inminente. Los viajes pastorales del Papa son «etapas de una peregrinación a las Iglesias locales (...), peregrinación de paz y solidaridad^^.

108 Cf. Ib., 1-7. 109Cf. /b., 3yll. llOCf. /b., 43.

111 Cf. ¡b., 44.

112 Exhortación apostólica Nobis in animum de Pabi o VI (25 de marzo de 1974), sobre la creciente necesidad de la Iglesia en Tierra Santa; carta apostólica Apostolorum limina de Pablo VI (25 de mayo de 1974), para la convocación del Año santo 1975; exhortación apostólica Cándete in Domino de Pablo VI (9 de mayo de 1975), sobre la alegría cristiana del Año santo, carta apostólica Apetite portas Redemp'tori de Juan Pablo II (6 de enero de 1983), para la convocación del jubileo de 1983; carta apos- tólica Redemptwnis anno de Juan Pablo II (20 de abril de 1984), sobre Jerusalén, pat- rimonio sagrado de todos los creyentes, al concluir el jubileo de 1983; carta apos- tólica Tertio milennio adveniente de Jl a.\ Pablo II (10 de noviembre de 1994).

113 Jlan Pablo II, Audiencia general del 9 de abril de 1997, solxe la visita pastoral a Sarajevo.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

277

23. Meta fundamental del presente peregrinar histórico de la Iglesia es el jubileo del año 2000, hacia el que el creyente se en- camina bajo el cielo de la Trinidad. Un itinerario que, más que espacial, debe ser interior y vital, con la recuperación de los grandes valores del año jubilar bíblico^^'*. Cuando resonaba el cuerno que en Israel señalaba esa fecha, los esclavos recupera- ban la libertad, las deudas eran condonadas, para que todos pu- dieran recuperar dignidad personalidad y solidaridad social, la tierra ofrecía espontáneamente sus dones a todos, recordando que en su origen está el Creador, quien «con el fruto de su acción fecunda sacia la tierra»^^^ ggte modo, debe surgir una comu- nidad más fraternal, semejante a la de Jerusalén: «Todos los cre- yentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus pose- siones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la ne- cesidad de cada uno»ii^. «No debería haber ningún pobre junto a ti (...). Si hay junto a ti algún pobre entre tus hermanos (...), no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano po- bre»"7.

V

La peregrinación de la humanidad

24. La peregrinación, que se extiende desde Abraham a través de todos los siglos, es el signo de un peregrinaje más vasto y universal de la humanidad. En efecto, en su historia secular, el hombre aparece como homo viator, viandante que tiene sed de nuevos horizontes y hambre de paz y justicia, busca la verdad, anhela el amor y está abierto al absoluto y al infinito. La inves- tigación científica, el desarrollo económico y social, el continuo

114 Cf. Le- 25. \\5Sal 104, 13.

116 Hch 1, 44-45.

117 Df 15,4. 7.

8

BOLETIN ECLESIASTICO

aflorar de tensiones, las migraciones que recorren nuestro pla- neta, el mismo misterio del mal y tantos otros enigmas que pue- blan la existencia, interpelan constantemente a la humanidad, remitiéndola a las rutas trazadas por las regiones y las culturas.

También en nuestros días la humanidad parece encaminada, por una parte, hacia metas positivas de muy variada naturaleza: la integración mundial en sistemas globales junto con una sensibi- lidad por el pluralismo y con un respeto por las diferentes iden- tidades históricas y nacionales, el progreso científico y técnico, el diálogo interreligioso, las comunicaciones que se difunden en el aereópago de todo el mundo a través de medios cada vez más eficaces e inmediatos. Por otra parte, sin embargo, en cada uno de estos caminos salen al paso, con formas y modalidades nue- vas, obstáculos antiguos y constantes: los ídolos de la explota- ción económica, de la prevaricación política, de la arrogancia científica y del fanatismo religioso.

La luz del Evangelio guía a los cristianos para descubrir en es- tas manifestaciones de la civilización contemporánea los nuevos aerópagos en los que pueden anunciar la salvación, y para reco- nocer los signos del anhelo que conduce los corazones hacia la casa del Padre.

No resulta extraño que en este torbellino de cambios continuos la humanidad experimente también el cansancio y alimente el deseo de un lugar, como podría ser un santuario, donde reposar, un espacio de libertad que la permita el diálogo consigo mismo, con los demás y con Dios. La peregrinación del cristiano acom- paña esta búsqueda de la humanidad y le ofrece la seguridad de la meta, la presencia del Señor «porque ha visitado y redimido a su pueblo»^^®.

118 Le 1,68.

I

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

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25. Hay algunas «peregrinaciones universales» que revisten un significado particular. Piénsese, ante todo, en los grandes movi- mientos de grupos, de masas, incluso de pueblos enteros, que afron- tan enormes sacrificios y riesgos para huir del hambre, de las guerras, de las catástrofes naturales, buscando para rrúsmos y para sus seres queridos mayor seguridad y bienestar. Nadie puede limitarse a ser espectador ante esos flujos gigantescos que atraviesan la humanidad casi en corrientes y se extienden por toda la faz de la tierra. Nadie debe sentirse ajeno a las injusticias que con frecuencia se hallan en sus orígenes, a los dramas per- sonales y colectivos, como tampoco a las esperanzas que ahí brotan por un futuro diferente y por una perspectiva de diálogo y de pacífica convivencia multirracial. El cristiano, en particular, debe convertirse en buen samaritano por el camino de Jerusalén a Jericó, dispuesto a socorrer al hermano y acompañarlo a la po- sada de la caridad fraterna y de la convivencia solidaria. A esta «espiritualidad del camino» puede conducirnos el conocimien- to, la escucha y el compartir la experiencia de aquel específico «pueblo de la carretera» que son los nómadas, los gitanos, «hi- jos del viento».

26. Peregrinos del mundo son también aquellos que buscan me- tas diversas bien por turismo, por exploración científica o por co- mercio. Se trata de fenómenos complejos que, por sus enormes proporciones, en pocas ocasiones, son fuente de consecuencias nocivas. No se puede ignorar que a menudo son causa de injus- ticia, de explotación de personas, de erosión de las culturas o de devastación de la naturaleza. Con todo, conservan en su natura- leza valores de búsqueda, de progreso y de promoción de la mu- tua comprensión entre los pueblos, que merecen ser cultivados.

Es indispensable conseguir que quienes participan en estos ám- bitos de la actividad humana puedan mantener su espirituali- dad y sus anhelos interiores. Es, asimismo, necesario que los

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agentes turísticos y comerciales no se muevan exclusivamente por intereses económicos, sino que sean conscientes de su fun- ción humana y social.

27. Vinculada a la anterior y característica de nuestros días, se da una forma peculiar de peregrinación de la mente humana, la in- formática o virtual, que viaja por las autopistas de la telecomuni- cación. Estos recorridos, aun teniendo en cuenta todos los ries- gos y las deformaciones o desviaciones que conllevan, pueden ser senderos de anuncios de fe y amor, de mensajes positivos, de contactos fecundos y eficaces. Por eso, es importante introducir- se por esos caminos, impidiendo que la verdadera comunica- ción se disperse y se disuelva en el «ruido de fondo» de una mi- ríada babélica de informaciones.

28. Grandes «peregrinos laicos» son también aquellos que em- prenden itinerarios culturales y deportivos. Las grandes manifes- taciones artísticas, sobre todo musicales, que cuentan con la con- currencia en especial de jóvenes; el fluir de visitantes a los mu- seos, que con frecuencia pueden transformarse en oasis de con- templación; las Olimpíadas y demás manifestaciones deporti- vas, son fenómenos que no se pueden ignorar, por los valores es- pirituales que encarnan y que deben ser tutelados más allá de las tensiones, de las masificaciones y de los condicionamientos extrínsecos de índole comercial.

29. Hay otras experiencias de peregrinación de inspiración cris- tiana mucho más clara. No solo sacerdotes, sino familias enteras y muchos jóvenes se desplazan o aceptan ser enviados a tierras lejanas para colaborar con misioneros y misioneras, bien con su trabajo profesional, bien con su testimonio o con el anuncio ex- plícito del Evangelio. Es una forma de ser peregrinos que au- menta cada día más, como don del Espíritu. Para ello se utilizan los períodos de descanso o de vacaciones, o se entregan años en- teros de la propia vida.

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Imagen emblemática de estos movimientos espaciales, pero so- bre todo espirituales, de nuestro tiempo son las grandes asam- bleas ecuménicas, en las que la oración por el don de la unidad reúne a los cristianos en un camino común. Igualmente relevan- tes son los encuentros interreligiosos, a los que acuden hombres y mujeres de todas las creencias como peregrinos hacia una me- ta común de esperanza y de amor, como sucedió en la oración mundial de las religiones por la paz convocada en Asís en 1986.

30. Así, una auténtica red de recorridos se extiende sobre nues- tro planeta. Unos son religiosos, en el sentido más estricto del término y tienen como meta ciudades y santuarios, monasterios y lugares históricos; en otros casos, la búsqueda de valores espi- rituales se manifiesta en el desplazamiento hacia lugares natu- rales de belleza singular, islas o desiertos, cumbres o profundi- dades de los abismos marinos. Esta compleja geografía del deambular de la humanidad abriga en el germen de un anhe- lo radical hacia un horizonte trascendente de verdad, de justicia y de paz, de fe de una inquietud que alcanza en el infinito de Dios el puerto donde el hombre puede rehacerse de sus angus- tiasii9.

El camino de la humanidad, aun con sus tensiones y contradic- ciones, participa, por tanto, de la peregrinación ineludible hacia el reino de Dios que la Iglesia está comprometida a anunciar y a recorrer con valentía, con lealtad y perseverancia, llamada por su Señor a ser sal, levadura, lámpara y ciudad sobre el monte. Solo así se abrirán senderos en los que «la misericordia y la fide- lidad se encontrarán, la justicia y la paz se besarán »120.

1 19 Cf. San- Agustín, Confesiones 1, 1: CCL 27, 1; PL 32, 661; XIII, 38, 53: CCL 27, 272 s; PL 32, 868.

120 Sal 85, 11.

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En este itinerario la Iglesia se hace peregrina con todos los hom- bres y con todas las mujeres que buscan con corazón sincero la verdad, la justicia, la paz, e incluso con aquellos que vagan en otras direcciones, pues -como recuerda san Pablo, citando a Isaías-, Dios dice: «Me encontraron los que no me buscaban, me revelé a los que no preguntaban por mí» 121.

31. Hacia esta meta del Reino pueden orientarse todos los pue- blos y todos los hombres, expresando también su adhesión con el gesto explícito y emblemático de la peregrinación a las diver- sas «ciudades santas» de la tierra, es decir, a aquellos lugares del espíritu donde más poderosamente resuena el mensaje de la trascendencia y de la fraternidad. Entre estas ciudades no deben faltar tampoco aquellos lugares profanados por el pecado del hombre, que después, casi por un instinto de reparación, han si- do consagrados como meta de peregrinación: pensamos, por ejemplo, en Auschwitz, lugar emblemático del suplicio del pue- blo judío en Europa, la Shoá, o en Hiroshima y Nagasaki, tierras devastadas por el horror de la guerra atómica.

Sin embargo, como ya se mencionó, hay dos ciudades que, no solo para los cristianos, sino para todos, adquieren un valor de signo: Roma, símbolo de la misión universal de la Iglesia, y Je- rusalén, lugar sagrado y venerado por todos los que siguen la senda de las religiones abrahámicas, ciudad de la que «saldrá la ley y la palabra del Señor»i22. Ésta nos indica el objetivo último de la peregrinación de la humanidad entera, es decir, «la ciudad santa que baja del cielo, de junto a Dios»^23 Hacia ella avanza- mos con esperanza, cantando: «Somos un pueblo que camina y.

121 Rm 10, 20; cf. Is 65, 1.

122 Is 2, 3.

123 Ap 21, 2.

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juntos caminando, podremos alcanzar otra ciudad que no se acaba, sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad»i24.

La Iglesia, precisamente porque aprecia la pobreza del monje peregrino budista, la senda contemplativa del Tao, el itinerario sacro del hinduismo a Benarés, el «pilar» de la peregrinación del musulmán a las fuentes de su fe y cualquier otro itinerario hacia el Absoluto y hacia los hermanos, se une a todos los que de for- ma apasionada y sincera se dedican al servicio de los débiles, de los prófugos, de los oprimidos, emprendiendo con ellos una «peregrinación de fraternidad».

Éste es el sentido del jubileo de nnisericordia que se perfila en el horizonte del tercer milenio, meta para la creación de una socie- dad humana más justa, en la que las deudas públicas de las na- ciones en vías de desarrollo sean condonadas y se alcance una distribución más equitativa de los bienes de la tierra, según el espíritu de la prescripción bíblica^^s

VI

La peregrinación del cristiano hoy

32. Todos los cristianos son invitados a tomar parte en esta gran peregrinación que Cristo, la Iglesia y la humanidad han recorri- do y deben continuar recorriendo en la historia. El santuario ha- cia el cual se dirige debe convertirse en «la tienda del encuen- tro», como la Biblia denomina al tabernáculo de la alianzai26. Es allí, en efecto, donde tiene lugar un encuentro fundamental que

124 Canto Latinoamericano.

125 Cf. Lv 25.

126 Cf, Ex 27, 21; 29, 4. 10-11. 30. 32. 42. 44.

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revela dimensiones diversas y se ofrece bajo aspectos diferentes. Basándonos en ellos podemos diseñar una pastoral de la pere- grinación. Para el cristiano, la peregrinación, vivida como cele- bración de su fe, es una manifestación cultural que debe cumplir con fidelidad a la tradición, con profundo sentido religioso y co- mo vivencia de su existencia pascual 127.

La dinámica propia de la peregrinación señala claramente unas etapas que el peregrino recorre como paradigma de toda su vi- da de fe: la partida pone de manifiesto su decisión de avanzar hacia la meta y alcanzar los objetivos espirituales de su vocación bautismal; el camino lo lleva a la solidaridad con sus hermanos y a la preparación necesaria para el encuentro con su Señor; la visita al santuario lo invita a la escucha de la palabra de Dios y a la celebración sacramental; el retorno, en fin, le recuerda su mi- sión en el mundo, como testigo de la salvación y constructor de la paz. Es importante que estas etapas de la peregrinación, em- prendida en grupos o de forma individual, estén jalonadas por actos culturales, que muestren su verdadera dimensión, utili- zando para ello los textos sugeridos por los libros litúrgicos.

Los aspectos que debe incluir necesariamente toda peregrina- ción deberán ser incorporados con el justo respeto a las tradicio- nes de cada pueblo y de acuerdo con las condiciones de los pe- regrinos. Corresponderá a la Conferencia episcopal de cada país trazar las líneas pastorales más adecuadas a las diversas situa- ciones y establecer las estructuras pastorales necesarias para realizarlas. Los santuarios deberán ocupar un papel destacado en la pastoral diocesana de la peregrinación. Sin embargo, las

127 Cf. Congregación para el cllto di\'i\o "> la disciplina de los SACRAME.vros, Orientacioneb y propuestas para la celebración del Afw manam (3 cié abril de 1987): Notitae 23 (1987) pp. 342-396.

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parroquias, así como otros grupos eclesiales, deberán estar in- cluidas en estas estructuras pastorales, puesto que son protago- nistas y puntos de partida del mayor número de peregrinacio- nes.

La acción pastoral debe conseguir que, a través de las caracterís- ticas propias de cada peregrinación, el creyente lleve a cabo un itinerario esencial de la fe^^s (^on una oportuna catcquesis y un atento acompañamiento por parte de los agentes pastorales, la presentación de los aspectos fundamentales de la peregrinación cristiana abrirá nuevas perspectivas a la práctica de la peregri- nación en la vida de la Iglesia.

33. La meta hacia la que se dirige el itinerario que el peregrino recorre es, ante todo, la tienda del encuentro con Dios. Ya Isaías re- fería estas palabras de Dios: «Mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos»i29 término del camino, en que su corazón ardiente aspira a contemplar el rostro de Dios»^30^ en el santuario que realiza la promesa divina: «siempre estarán en este lugar mi corazón y mis o)os»i3i, el peregrino encuentra el misterio de Dios, descubriendo su rostro de amor y de miseri- cordia. Esta experiencia se realiza de modo particular en la cele- bración eucarística del misterio pascual, en la que Cristo es «el culmen de la revelación del inescrutable misterio de Dios»^32- allí se contempla a Dios, siempre dispuesto a la gracia en María,

128 Cf. Juan Pablo II, Discurso a un grupo de obispos de América del Norte en visita ad Imuna ( 21 de septiembre de 1993): AAS 86 (1994) 495.

129 Is 56, 7.

130 Jlax Pablo II, Discurso a los participantes en el I Congreso mundial de pastoral de santuarios y peregrinaciones (28 de febrero de 1992): L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de marzo de 1992, p. 15.

131 I R 9, 3.

132 Dives ¡n misericordia, 8.

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la Madre de Dios^^s y se le glorifica admirable en todos sus san-

tOsl34.

En la peregrinación el hombre reconoce que «desde su naci- miento está invitado al diálogo con Dios»i35^ y debe ayudarle a descubrir que, para «permanecer en la intimidad de Dios», el ca- mino que se le ha dado es Cristo, el Verbo hecho carne. El cami- no del peregrino cristiano ha de manifestar este «punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religio- nes»i36 La peregrinación en toda su integridad debe manifestar «que para el hombre, el Creador no es una potencia anónima y lejana: es el Padre»i37^ y todos somos hijos suyos, hermanos en Cristo, el Señor. El esfuerzo pastoral debe orientarse a que esta verdad fundamental de la fe cristianáis»^ no sufra menoscabo por parte de las culturas y costumbres tradicionales ni por par- te de las nuevas modas y movimientos espirituales. La acción pastoral, sin embargo, buscará una constante inculturación del mensaje evangélico en la cultura de cada pueblo.

Por último, la eficacia de los santuarios se medirá siempre según la capacidad que tengan de responder a la creciente necesidad que el hombre siente, en el ritmo frenético de la vida moderna, de un «contacto silencioso y recogido con Dios y consigo mis- mo»i39 El recorrido mismo y la meta de la peregrinación condu-

133 Cf. ib., 9.

134 Cf. Lumen gentium, 50.

135 Gaudium et spes, 19.

136 Tertio millennio adveniente, 6.

137 Evangelii nuntiandi, 26.

138 Cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 240.

139 Juan Pablo II, Carta con ocasión del VII centenario del santuario de la Santa Casa de Loreto (15 de agosto de 1993): L'Osservatore Romano, edición en lengua españo- la, 24 de septiembre de 1993, p. 6.

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cirán a la maduración de la fe y a la intensidad de la comunión con Dios en la oración, para que se cumpla idealmente cuanto anunciaba el profeta Malaquías: «De levante a poniente es gran- de nú fama en las naciones, y en todo lugar me ofrecen sacrifi- cios y ofrendas puras; porque mi fama es grande en las nacio- nes, dice el Señor de los ejércitos»^'*^.

34. La peregrinación conduce a la tienda del encuentro con la pala- bra de Dios. La experiencia fundamental del peregrino debe ser la de la escucha, porque «de Jerusalén saldrá la palabra de Dios»^'*^ El santo viaje tiene, por tanto, como objetivo primario la evangelización, que con frecuencia resulta natural en los mis- mos lugares sagrados^*^. La proclamación, la lectura y la medi- tación del evangelio deben acompañar los pasos del peregrino y su estancia en el santuario, a fin de que se haga realidad lo que afirmaba el salmista: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero»^'^^ Los momentos de peregrinación, por las cir- cunstancias que los motivan, por los lugares a que se dirigen y por su cercanía a las necesidades y a las alegrías cotidianas, son un campo ya abonado para que la palabra de Dios arraigue en los corazones^44, de este modo la Palabra será de verdad fortale- za de la fe, sustento del alma, fuente pura y perenne de la vida espirituadas.

140 MI 1, 11.

141 ¡s 2, 3.

142 Cf. Catechesi tradendae, 47.

143 So; 119, 105.

144 Cf. Juan Pablo II, Discurso a los directores diocesanos franceses de peregrina- ciones (17 de octubre de 1980): L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de abril de 1981, p. 15.

145 Cf. Dei Verbum, 21.

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Toda la acción pastoral al senúcio de la peregrinación debe ci- frar su esfuerzo en este acercamiento del peregrino a la palabra de Dios. En primer lugar, es preciso preparar un proceso cate- quético cercano a las circunstancias de su vida de fe, que expre- se su realidad cultural y por medios de commiicación realmen- te asequibles y eficaces. Esta presentación catequética, por otra parte, debe tomar pie de los acontecimientos que se celebran en los lugares visitados y de su índole propia, pero no deberá olvi- dar ni la necesaria jerarquía en la exposición de las verdades de la fe^^, ni su inclusión en el itinerario lifiírgico en que toda la Iglesia participa!^".

35. La peregrinación conduce, además, a la tienda del encuentro co?i la Iglesia, «asamblea de quienes la palabra de Dios convoca para formar el pueblo de Dios v que, alimentados por el Cuerpo de Cristo, ellos mismos forman el Cuerpo de Cristo»^"**. La ex- periencia de vida en común con los hermanos peregrinos se con- vierte en ocasión para redescubrir el pueblo de Dios en marcha hacia la Jerusalén de la paz, en la alabanza y en el canto, en la fe única y en la unidad de amor de un solo Cuerpo, el de Cristo. El peregrino debe sentirse miembro de la única familia de Dios, ro- deado de sus muchos hermanos en la fe, bajo la guía del «Pastor supremo del rebaño» que nos conduce «por el sendero justo, haciendo honor a su nombre» ^^o^ y bajo la guía visible de los pastores a los que él ha encargado la misión de conducir a su pueblo.

146 Cf. Ezvngelii nuntüindi, 25.

147 Cf. Sacrosanctum ConciUum. 102; Collectio Miisarum de beata Maria Virgine, Introducho, n.6.

148 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 777.

149 Hb 13, 20.

150 Sfl/ 23, 3.

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La peregrinación es signo de la vida de la Iglesia, cuando es em- prendida por una comunidad parroquial, un grupo eclesial, una asamblea diocesana o grupos de ámbito más extenso^^^. Es en- tonces cuando se puede tomar mayor conciencia de que cada uno de los participantes forma parte de la Iglesia, según su pro- pia vocación y su propio ministerio.

La presencia de un animador espiritual es particularmente im- portante. Su misión entra de lleno en el ministerio sacerdotal, por el que los presbíteros «reúnen a la familia de Dios como fra- ternidad animada en la unidad y la conducen al Padre por me- dio de Cristo en el Espíritu Santo»^=2. Para el ejercicio de su mi- nisterio, deben contar con una específica preparación catequéti- ca, a fin de transmitir con fidelidad y claridad la palabra de Dios, y con una preparación psicológica adecuada, para poder acoger y comprender las diferencias de todos los peregrinos. Les será asimismo de gran utilidad el conocimiento de la historia y del arte, a fin de poder introducir al peregrino en la riqueza ca- tequética que surge de las obras artísticas, que en los santuarios constituyen testimonios perennes de fe eclesiaP^s

En este ministerio, por otra parte, los presbíteros no pueden ol- vidar en modo alguno el lugar específico que corresponde a los laicos en el contexto vivo de la Iglesia-comunióni54. Su partici- pación activa en la vida litúrgica^ss y catequética, su responsabi- lidad específica en la formación de comunidades eclesiales^^ó y

151 Cf. Jla.v Pablo II, Discurso a los obispos franceses con ocasión de la visita ad limi- im (4 de abril de 1992): AAS 85 (1993) 368; cf. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de abril de 1992, p. 10.

152 Presbx/terorum ordinis, 6.

153 Cf. Pastores dabo vobis, 71-72.

154 Cf. Chnstifideles laict, 18.

155 Cf. ib., 23.

156 Cf ib.. 34.

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SU capacidad para hacer presente a la Iglesia en medio de las más variadas necesidades humanas^^^, los capacitan para cola- borar -después de una adecuada preparación específica- en la animación religiosa de la peregrinación, asistiendo a sus herma- nos a lo largo de su camino común.

La atención pastoral de las peregrinaciones exige que se un acompañamiento espiritual semejante a quienes emprenden una peregrinación en grupos reducidos o individualmente. En tales casos, los responsables de la acogida en el santuario dis- pondrán los medios necesarios para que el peregrino entienda que su camino forma parte de la peregrinación de fe de toda la Iglesia. El encuentro del peregrino con la Iglesia y su experien- cia de ser parte del Cuerpo de Cristo, deberán pasar por una re- novación de su compromiso bautismal. La peregrinación repro- duce de alguna manera el camino de fe que un día lo llevó a la fuente bautismaP^s y que ahora se expresa de manera renovada en la participación sacramental.

36. El santuario, sin embargo, es también la tienda del encuentro en la reconciliación. Allí, en efecto, se sacude la conciencia del pe- regrino; allí confiesa sus pecados, allí es perdonado y perdona, allí se tiansforma en criatura nueva a tiavés del sacramento de la reconciliación y experimenta la gracia y la misericordia divi- nas. Por eso, la peregrinación reproduce la experiencia del hijo pródigo en el pecado, que conoce la dureza de la prueba y de la penitencia, afrontando los sacrificios del viaje, con el ayuno y con el sacrificio. Y experimenta igualmente el gozo del abrazo

157 Cf. ib., 7.

158 Cf. Juan Pablo II, Homilía en la basílica de Aparecida, Brasil (4 de julio de 1980): L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de julio de 1980, p. 3.

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del Padre pródigo en misericordia, que lo devuelve de la muer- te a la vida: «Este hijo mío esta muerto y ha revivido, estaba per- dido y lo hemos encontrado»i59. Los santuarios, por tanto, debe- rán ser lugares en que el sacramento de la reconciliación se cele- bre con intensidad, con participación, con una liturgia bien diri- gida, con disponibilidad de ministros y de tiempo, con oracio- nes y cantos, a ñn de que la conversión personal obtenga el se- llo divino y sea vivida eclesialmente. La peregrinación, que con- duce al santuario, debe ser un camino de conversión sostenida por la firme esperanza en la infinita prohindidad y fuerza del perdón ofrecido por Dios; camino de conversión que «traza la componente más profunda de la peregrinación de todo hombre por la fierra in statu viatoris»'^^^.

37. La meta de la peregrinación debe ser la tienda del encuentro eucarístico con Cristo. Si la Biblia es por excelencia el libro del pe- regrino, la Eucaristía es el pan que lo sosfiene en el camino, co- mo lo fue para Elias en la subida al monte Horeb^^^. La reconci- liación con Dios y con los hermanos desemboca en la celebra- ción eucarísfica. Ésta acomipaña ya las varias etapas de la pere- grinación, que debe reproducir el itinerario pascual del éxodo, pero sobre todo el de Cristo, que celebra su Pascua en Jerusalén, al término de su largo viaje hacia la cruz y la gloria. Por esto, de acuerdo con las prescripciones litúrgicas generales y las emana- das por las respectivas Conferencias episcopales, «en los santua- rios se han de ofrecer a los fieles con mayor abundancia los me- dios de salvación, anunciando con diligencia la palabra de Dios, incrementando oportunamente la vida litúrgica, principalmente con la celebración de la Eucaristi'a y de la penitencia, así como

159 Le 15, 24.

160 Dives in misericordia, 13.

161 Cf. 3 R 19, 4-8.

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cultivando las correctas manifestaciones de la piedad popu- lar»i^2 Se acoger con particular atención pastoral a aque-

llos peregrinos que, por las condiciones ordinarias de su vida, acuden al santuario para celebrar acontecimientos especiales de escucha de la Palabra de Dios y de celebración eucarística. Que en la alegría de aquel acontecimiento descubran la llamada a comportarse en su vida cotidiana como mensajeros y construc- tores del reino de Dios, de su justicia y de su paz.

38. Así se comprende que la peregrinación conduce a la tienda del encuentro con la caridad. Una caridad que es, ante todo, la de Dios que nos ha amado primero, enviando su Hijo al mundo. Este amor no se manifiesta solo en el don de Cristo como vícti- ma de expiación por nuestros pecados^^^^ sino también en los signos milagrosos que sanan y consuelan, como hizo el mismo Cristo durante su peregrinación terrena y como se repite en la historia de los santuarios.

«Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amar- nos unos a otros»^^. La caridad debe actuarse ya durante el ca- mino del peregrino, ayudando a los más necesitados, compar- tiendo su pan, su tiempo y sus esperanzas, conscientes de que con ellos se van conquistando nuevos compañeros de viaje. Una expresión encomiable de esta caridad es la costumbre, introdu- cida en muchos lugares, según la cual las ofrendas que presen- tan los fieles como expresión de su devoción consisten en bienes que pueden ser distribuidos entre los más pobres. La acción pas- toral debe animar estos gestos a través de una catequesis siem- pre respetuosa de la idiosincrasia de los peregrinos y con inicia- tivas que pongan de manifiesto el destino de las ofrendas. En es-

162 Código del dercciio canónico, c. 1.234 § 1.

163 Cf. 7 ¡11 4, 10.

164 J ¡n 4, 11.

I

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te sentido, cabe destacar las acciones emprendidas por algunos santuarios con vistas al sostenimiento de instituciones caritati- vas o proyectos de ayuda a comunidades de países en vías de desarrollo.

Un particular gesto de caridad debe consistir en el cuidado de los enfermos en peregrinación, recordando las palabras del Se- ñor: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más peque- ños, a me lo hicisteis»!^^. La asistencia a los peregrinos enfer- mos es la expresión más significativa del amor que debe alimen- tar el corazón del cristiano en camino hacia el santuario. En es- pecial, los peregrinos enfermos deben ser acogidos con la más cordial hospitalidad. Para ello será necesario que las estructuras de acogida, los servicios que se ofrecen, las comunicaciones y los transportes estén dispuestos, equipados y gestionados con dig- nidad, atención y amor.

Por su parte los enfermos deben dejarse impregnar por el amor de Cristo, de forma que puedan vivir su enfermedad como un camino de gracia y de entrega de mismos. Su peregrinación a los lugares en que la gracia de Dios se ha manifestado a través de «signos» particulares les ayudará a ser evangelizadores de sus compañeros en el dolor. De esta forma, de ser «objetos de compasión», pasan a ser sujetos de compromiso y de acción, verdaderos «peregrinos del Señor» por todos los caminos del mundo.

39. La peregrinación lleva, además, a la tienda del ertcuentro con la humanidad. Todas las religiones del mundo, como ya se apuntó, poseen sus itinerarios sagrados y sus ciudades santas. En cual- quier lugar de la tierra Dios mismo sale al encuentro del hom- bre peregrino y proclama una invitación universal a participar

165 Mt 25, 40.

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plenamente en el gozo de Abrahami^ó. En particular, las tres grandes religiones monoteístas están llamadas a recuperar «la tienda del encuentro» en la fe, para testimoniar y construir la paz y la justicia mesiánicas entre las gentes para la redención de la historia.

Merece una atención especial por parte de la pastoral de la pe- regrinación el hecho de que no pocos santuarios cristianos sean meta de peregrinación para creyentes de otras religiones, bien por una tradición secular, bien a causa de la emigración recien- te. Esta situación exige de la solicitud pastoral de la Iglesia una respuesta a través de la acogida, el diálogo, la ayuda y una ge- nuina fraternidad^^''. La acogida dispensada a los peregrinos les ayudará, con toda seguridad, a descubrir el sentido profundo de la peregrinación. El santuario debe ser para ellos el lugar de aquel respeto que, ante todo, debemos manifestar con la pureza de nuestra fe en Cristo, único Salvador del hombre^^^.

Se debe indicar, además, que junto a las grandes asambleas ecu- ménicas y a los encuentros interreligiosos, el cristiano debe estar junto a todos los que buscan a Dios con corazón sincero, reco- rriendo los caminos del espíritu, al menos a tientas, «por más que no está lejos de ninguno de nosotros»!^^. Su misma peregri- nación, a veces en país extranjero, lo conduce al conocimiento de usos, costumbres y culturas diversas. Su viaje debe transformar- se en ocasión de comunión solidaria con los valores de otros pueblos, hermanos en la comunidad, que a todos nos une y en el origen del único Creador de todos.

166 Cf. Gaudete in Domino, c.V.

167 Cf. Redemptoris missio, 37.

168 Cf. 7 Tm 2, 5.

169 Hch 17, 27.

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La peregrinación es, también, un momento de convivencia con personas de edad y de formación diversas. Hay que hacer jun- tos el viaje para poder después avanzar juntos en la vida eclesial y social. Los jóvenes con sus marchas y las Jornadas mundiales de la juventud; los ancianos y los enfermos tal vez junto a los jó- venes, hacia santuarios más tradicionales. Los peregrinos jun- tos, en su múltiple diversidad, hacen realidad lo que el salmista auguraba: «Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mun- do, jóvenes y también doncellas, viejos y niños, alaben el nom- bre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cie- lo y la tierra»^'''^.

40. La peregrinación también tiene como meta la tienda del en- cuentro personal con Dios y consigo mismo. El hombre, disperso en la multiplicidad de sus afanes y de la realidad de la vida co- tidiana, tiene necesidad de reencontrarse a mismo a través de la reflexión, la meditación, la oración, el examen de conciencia y el silencio. En la tienda santa del santuario debe interrogarse so- bre cuanto «queda de la noche» de su espíritu como dice Isaías en su canto del centinela: «Vendrá la mañana y también la no- che. Si queréis preguntar, preguntad, venid otra vez»i7i. Los grandes interrogantes sobre el sentido de la existencia, sobre la vida, sobre la muerte, sobre el destino último del hombre, deben resonar en el corazón del peregrino, de forma que el viaje no sea un simple movimiento del cuerpo, sino también un itinerario del alma. En el silencio interior Dios se revela precisamente con la voz de «una brisa tenue»!^^ transforma el corazón y la existencia. Solo así, cuando vuelva a casa, no caerá de nuevo en la distracción y en la superficialidad, sino que conservará una

170 Sal 148, 11-13.

171 /s21, 11-12.

172 I R 19, 12.

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chispa de la luz recibida en el alma y sentirá la necesidad de re- petir en el futuro esta experiencia de plenitud personal, «deci- diendo de nuevo en su corazón la peregrinación»!''^.

El peregrino recorrerá su itinerario acompañándolo con la ora- ción litúrgica de la Iglesia y con los ejercicios de devoción más sencillos, con la oración personal y con momentos de silencio, con la contemplación que surge del corazón de los más pobres, «que tienen puestos sus ojos en las manos de su Señor»i74

41. Mientras se va en peregrinación, se tiene también la oportu- nidad de entrar en la tienda del encuentro cósmico con Dios. A me- nudo los santuarios se hallan en medio de panoramas extraordi- narios, constituyen expresiones artísticas admirables, encarnan antiguas memorias históricas, son expresión de culturas refina- das y populares. Se debe procurar que la peregrinación no ex- cluya esta dimensión del espíritu. Más aún, hay que compren- der que en la mayor disponibilidad a apreciar la naturaleza se manifiesta una valiosa dimensión espiritual del hombre moder- no. Que esta contemplación sea tema de momentos de reflexión y de oración, a fin de que el peregrino alabe al Señor por los cie- los, que narran su gloria^'^^^ y ge sienta llamado a administrar el mundo con santidad y justicia^''^.

Se debe advertir, igualmente, que, en ciertos aspectos, toda pe- regrinación incluye una vertiente de turismo religioso que debe ser atendido no solo con vistas al enriquecimiento cultural de la persona, sino también con vistas a su plenitud espiritual. La contemplación de la belleza es fuente de espiritualidad. Por ello.

173 Sal 84, 6.

174 Cf. Síj/123, 2.

175 Cf. Sal 19, 2.

176 Cf. Sb 9, 3.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

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«en los santuarios o en lugares adyacentes, consérvense visible- mente y custódiense con seguridad los exvotos de arte popular y de piedad»!''''. Estos tesoros deben ser mostrados al peregrino, por medio de guías o de otros medios, a fin de que, a través de la belleza artística y de la espontaneidad de los seculares testi- monios de fe, canten «con arte»!''^ a Dios su gozo y su esperan- za, y hallen en la contemplación de las cosas admirables la sere- nidad, y «por la magnitud y belleza de las criaturas, descubran por analogía al que les dio el ser»!''^.

La acción pastoral deberá tener en cuenta también a todos aque- llos que recorren los caminos de peregrinación por motivos cul- turales o de descanso. La presentación de los diversos lugares y monumentos se ha de realizar de modo que aparezca explícita su relación con el camino de los peregrinos, con la meta espiri- tual a que conducen y con la experiencia de fe que los originó y que sigue animándolos. Procúrese que esta información llegue a los organizadores de tales viajes, para que sean emprendidos con el mayor respeto y contribuyan de veras al enriquecimiento cultural de los viajeros y a su progreso espiritual.

42. Por último, la peregrinación es, con gran frecuencia, la sen- da para entrar en la tienda del encuentro con María, la Madre del Señor. María, en la que se une la peregrinación del Verbo hacia la humanidad con la peregrinación de fe de la humanidad^^o^ es «la que avanza en la peregrinación de la fe»i^!, convirtiéndose en «estrella de la evangelización>>i82 para el camino de toda la

177 Código de derecho canónico, c. 1.234 § 2.

178 Sal 47, 8.

179Sbl3, 5;cf. Rm 1, 19-20.

180 Cf. Marialii cultii>. 37.

181 Redemptoris Mato, 25.

182 Evangelü mtntumdi, 82.

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Iglesia. Los grandes santuarios marianos (como Lourdes, Fátima o Loreto; Czestochowa, Altotting o Mariazell; Guadalupe, Apa- recida o Luján), y los pequeños santuarios, que la devoción po- pular ha erigido en número incontable en miles y miles de loca- lidades, pueden ser lugares privilegiados para el encuentro con su Hijo, que ella nos entrega. Su seno fue el primer santuario, la tienda del encuentro entre divinidad y humanidad; sobre ella bajó el Espíritu Santo y «la fuerza del Altísimo la cubrió con su sombra»i^3_

El cristiano se pone en marcha con María por los caminos del amor, visitando a Isabel, que encarna a las hermanas y los her- manos del mundo con quienes hemos de establecer lazos de fe y alabanzai^**. El Magníficat se convierte en el canto por excelen- cia, no solo de la p^eregrinatio Mariae, sino también de nuestra pe- regrinación en la esperanza^^^^. £1 cristiano se pone en marcha con María por los caminos del mundo para subir al Calvario y estar junto a ella como el discípulo predilecto, para que Cristo se la entregue como Madrei*^^. El cristiano se pone en marcha con María por los caminos de la fe para llegar al final al cenáculo, donde junto a ella recibirá de su Hijo el don del Espíritu San- tol8^

La liturgia y la piedad cristiana ofrecen al peregrino abundantes ejemplos para que recurra a María como compañera de su pere- grinación. Hay que hacer referencia a ellos, teniendo ante todo presente que los ejercicios de piedad concernientes a la Virgen

183 Le. 1, 35.

184 Cf. Le 1, 39-56,

185 Cf. Rcdemptoris Mater, 37.

186 Cf. ]n 19, 26-27.

187 Cf. H(7i 1, 14; 2, 1-4.

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

María deben expresar claramente la dimensión trinitaria y cris- tológica de modo intrínseco y esenciaP^*. Con una genuina de- voción mariana^^^, los peregrinos enriquecerán su profunda de- voción a la Madre de Dios con nuevas formas y manifestaciones que expresen sus sentimientos más íntimos.

Conclusión

43. La peregrinación es símbolo de la experiencia del homo viator que, apenas sale del seno materno, se enfrenta al camino del tiempo y del espacio de su existencia; de la experiencia funda- mental de Israel, en marcha hacia la tierra prometida de la sal- vación y de la libertad plena; de la experiencia de Cristo, que de la tierra de Jerusalén sube al cielo, abriendo el camino hacia el Padre; de la experiencia de la Iglesia, que avanza en la historia hacia la Jerusalén celeste; de la experiencia de toda la humani- dad, que tiende hacia la esperanza y la plenitud. Todo peregri- no podría confesar:

«Por la gracia de Dios soy hombre y cristiano; por mis hechos, un gran pecador; por mi condición, un peregrino sin techo, muy pobre, que va errando de lugar en lugar. Mis bienes, un hatillo al hombro con un poco de pan seco y una Biblia que llevo bajo la camisa. No tengo nada más »i9o.

188 Cf. MariaUf cidtiis, 25.

189 Cf. Lumen gentium, 67.

190 Anónimo, El peregrino ruso, c. I.

300

BOLETIN ECLESIASTICO

La palabra de Dios y la Eucaristía nos acompañan en esta pere- grinación hacia la Jerusalén celeste, de la que los santuarios son signo vivo y visible. Cuando la hayamos alcanzado se abrirán las puertas del Reino, abandonaremos nuestro sayal de viaje y el bordón de peregrinos, y entraremos en nuestra casa definitiva «para estar siempre con el Señor»!^!. Él estará en medio de no- sotros «como quien sirve»'^^^, y cenará con nosotros y nosotros con éli93.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, con fecha 11 de abril de 1998, ha aprobado la publicación del presente documento.

Ciudad del Vaticano, 25 de abril de 1998

Cardenal Giovanni CHELI Presidente

Arzobispo Francisco GIOIA, o.f.m.cap. Secretario

El cristiano se pone en marcha con María por los caminos del amor, visitando a Isabel, que encarna a las hermanas y los hermanos del mundo con quienes hemos de establecer lazos de fe y alabanza

191 1 Ts4, 17.

192 Le 22, 27.

193 Cf. Ap 3, 20.

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

La eutanasia es inmoral y antisocial

Declaración de la comisión permanente de la Conferencia episcopal española

Denunciamos una campaña engañosa a favor de la eutanasia

Una campaña relanzada

En el llamado mundo desarrollado hay quienes están librando una «lucha» por el reconocimiento social y legal de la eutanasia. Entre nosotros, el caso de un tetrapléjico recientemente fallecido había venido siendo utilizado recientemente desde hacía años para esa lucha. Se le presentó reiteradamente a la opinión públi- ca como alguien a quien se estaba negando un derecho funda- mental: dejar voluntariamente de vivir una vida de sufrimiento que ya no era considerada por él como digna de ser vivida. En cambio, quienes se oponen al reconocimiento de ese supuesto derecho son acusados de represores de la libertad y de insensi- bles al sufrimiento personal y al sentir cada vez más común de la sociedad. En los días pasados se ha vuelto a relanzar esta campaña.

Respetamos a las personas pero denunciamos a las propuestas inmorales

Respetamos sinceramente la conciencia de las personas, santua- rio en el que cada uno se encuentra con la voz suave y exigente del amor de Dios. No juzgamos el interior de nadie. Compren- demos también que «determinados condicionamientos psicoló- gicos, culturales y sociales» pueden llevar a realizar acciones que contradicen «radicalmente la inclinación innata de cada uno

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BOLETIN ECLESIASTICO

a la vida, atenuando o anulando la responsabilidad subjetiva»^. Pero no se puede negar la existencia de una batalla jurídica y publicitaria con el fin de obtener el reconocimiento del Uamado «derecho a la muerte digna». Es esta postura pública la que te- nemos que enjuiciar y denunciar como equivocada en misma y peligrosa para la convivencia social. Una cosa son la concien- da y las decisiones personales y otra lo que se propone como cri- terio ético y legal para regular las relaciones entre los ciudada- nos.

Se presenta como normal una situación extrema

Antes que nada hay que caer en la cuenta de que este caso, aun- que haya sido puesto machaconamente ante los ojos de todos, es, en realidad, un caso raro. Los tetrapléjicos no están desean- do morirse ni, mucho menos, pidiendo que los eliminen. La Fe- deración nacional de asociaciones de lesionados medulares y de grandes minusválidos ha declarado expresamente el mes pasa- do que la inmensa mayoría de los discapacitados es contraria a la eutanasia. La imagen que se ha dado de estas personas con el caso mencionado no corresponde a la realidad. Ellos ni son ni se consideran a mismos seres indignos de vivir. Al contrario, son frecuentes los casos de tetrapléjicos admirables por su espí- ritu de superación y por su desarrollada humanidad. Pero una de las argucias de la «lucha» por el reconocimiento social y legal de la eutanasia es precisamente ésa: hacer pasar por normal y común lo que es extremo y raro. Porque para lo extremo y raro no haría falta legislar.

Se presenta como progreso lo que es un retroceso Conviene observar también que se suele presentar el reconoci-

Erxmgeliurn vitae, 66.

303

miento social de la eutanasia como una no\ edad, como ima •<li- beradón» de la opresión ejercida por poderes reaccionarios so- bre los individuos que, gracias al progreso y a la educación, van tomando corvcieiKia de sus derechos y van exigiéndolos cada vez con mayor decisión. Pues bien, hemos de recordar que la aceptación social de la eutanasia no sería ningima novedad. En distintas sociedades primitivas, y también en la Greda y la Ro- ma antiguas, la eutanasia no era mal vista por la soaedad. Los ancianos, los enfermos incurables o los cansados de vivir podían suiddarse. solidtar ser eliminados de modo más o menos «ho- norable» o bien eran sometidos a prácticas y ritos eugenésicos. El apredo por toda vida humana fue un verdadero progreso in- trodiKido por el cristianismo. Lo que ahora se presenta como un progreso es, en realidad, un retroceso que hay que poner en la cuenta de ese terrible lado oscuro de nuestro modo de v ida de hoy, al que el Papa ha llamado «cultura de la muerte>'^.

La eutanasia es un grave mal moral

¿De qué eutanasia hablamos?

«LlamareiiK>s eutanasia a la actuadón cuyo objeto es causar la muerte a un ser humano para evitarle sufrimientos, bien a peti- dón de éste, bien por considerar que su vida carece de la calidad mínima para que merezca el caliñcativo de digna. Así conside- rada, la eutanasia es siempre una forma de homiddio, pues im- plica que un hombre da muerte a otro, ya mediante un acto po- sitivo, ya mediante la onrüsión de la atendón y cuidados debi-

2 k. 12 S5 y »4.

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dos» 3. Esta es la «eutanasia en sentido verdadero y propio», es decir, «una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte con el fin de eliminar cualquier do- lor»'*. De la eutanasia, así entendida, el Papa Juan Pablo II ense- ña solamente: «De acuerdo con el magisterio de mis predeceso- res y en comunión con los obispos de la Iglesia católica, confir- mo que la eutanasia es una grave violación de la ley de Dios en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana»^.

En cambio, no son eutanasia en sentido verdadero y propio y, por lo tanto, no son moralmente rechazables acciones u omisio- nes que no causan la muerte por su propia naturaleza e inten- ción. Por ejemplo, la administración adecuada de calmantes (aunque ello tenga como consecuencia el acortamiento de la vi- da) o la renuncia a terapias desproporcionadas (al llamado «en- sañamiento terapéutico»), que retrasan forzadamente la muerte a costa del sufrimiento del moribundo y de sus familiares. La muerte no ha de ser causada, pero tampoco absurdamente retra- sada.

El individualismo ateo y hedonista, causa del regreso a la eutanasia

Hoy la eutanasia resulta de nuevo aceptable para algunos a cau- sa del extendido individualismo y de la consiguiente mala com-

3 Conferencia episcopal española. Comité episcopal para la defensa de la vida, Ln Eu-

tanasia, cien cuestiones y respuestas sobre la defensa de la vida humana y la actitud de ios católicos, EDICE 1993, n.4. En este preciso y pedagógico escrito del Comitf episcopal para la defensa de la vida y en el documento de la Comisión episcopal para la doctrina de la fe. Sobre la eutanasia BOCEE (abril-junio de 1986) 89-94, se en- contrarán explicaciones más detalladas sobre la doctrina de la Iglesia acerca de los múltiples problemas que se plantean en torno a la cuestión de la eutanasia.

4 Ei>angeliuin z'ittie, 65.

5 Ib.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

prensión de la libertad como una mera capacidad de decidir cualquier cosa con tal de que el individuo la juzgue necesaria o conveniente. «Mi vida es mía: nadie puede decirme lo que ten- go que hacer con ella». Tengo derecho a vivir, pero no se me puede obligar a vivir». Afirmaciones como éstas son las que se repiten para justificar lo que se llama «el derecho a la muerte digna», eufemismo para decir, en realidad, el «derecho a matar- se». Pero este modo de hablar denota un egocentrismo que re- sulta literalmente mortal y que pone en peligro la convivencia justa entre los hombres. Los individuos se erigen, de este modo, en falsos «dioses», dispuestos a decidir sobre su vida y sobre la de los demás.

Al mismo tiempo, la existencia humana tiende a ser concebida como una mera ocasión para disfrutar. No son pocos los falsos profetas de la vida indolora que nos exhortan a no aguantar na- da en absoluto y a que nos rebelemos contra el menor contra- tiempo. Según ellos, el sufrimiento, el aguante y el sacrificio, son cosas del pasado, antiguallas que la vida moderna habría supe- rado ya totalmente. Una vida «de calidad» sería hoy una vida sin sufrimiento alguno. Quien piense que queda todavía algún lugar para el dolor y el sacrificio, es tachado de «antiguo» y de cultivador de una moral para esclavos. No es extraño que desde actitudes hedonistas de este tipo, unidas al individualismo, se oigan supuestas justificaciones de la eutanasia como éstas: «yo decido cuándo mi vida no merece ya la pena» o «a nadie se le puede obligar a vivir una vida sin calidad».

La vida, don maravilloso del Creador

Es verdad que la vida es, en cierto sentido, mía. Yo soy respon- sable de lo que hago de ella. Pero si ninguna propiedad (de bie- nes o cosas) deja de tener una referencia social y transpersonal, menos aún la vida, que no es una propiedad cualquiera. Conce- bir la vida como un objeto de «uso y abuso» por parte de su

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BOLETIN ECLESIASTICO

«propietario» es llevar a un extremo casi ridículo el mezquino sentimiento burgués de la propiedad privada. La vida no está a nuestra disposición como si fuera una finca o una cuenta banca- ria. Si asimilamos el vivir a los objetos de propiedad, privamos a la vida humana de ese sentido suyo de incondicionalidad y de misterio que le confiere su dignidad incomparable.

Los cristianos tenemos un nombre para la dignidad y para el misterio de la vida: la vida humana es la gloria de Dios. Su dig- nidad le viene de su origen y destino divinos. Es una convicción que compartimos con muchos otros creyentes, con la inmensa mayoría de la humanidad, que ha considerado siempre, con to- da razón, que la vida de los seres humanos es sagrada e inviola- ble, porque pertenece ante todo a Dios. Nosotros sabemos, ade- más, que el Dios vivo y verdadero no es un dueño caprichoso de sus criaturas. El es el Amor mismo. Todo cuanto existe procede del Amor, que es Dios en la comunión eterna del Padre, el Hijo y el Santo Espíritu. El ser humano, creado a imagen de Dios, es la criatura capaz de repetir, a su modo, la relación de intimidad en la que el Hijo de Dios está desde siempre con el Padre en el Espíritu. Todo ser humano tiene, por eso, una sublime y miste- riosa dignidad divina. Su vida es mucho más de lo que pueda hacer o poseer: es una vida querida por Dios mismo.

El «no matarás», (Ex 20, 13) se refiere también a la propia vida. El quinto mandamiento del Decálogo expresa en forma norma- fiva que la vida del ser humano no está a disposición de nadie, pues no es propiedad exclusiva de nadie, siendo don de Dios. Para nosotros esta ley no es solo un imperativo de la razón; es, ante todo, expresión de una esperanza basada en la confianza en el Amor creador. Esperamos que nuestra vida sea un día acogi- da definitivamente en la vida eterna de Dios porque creemos que venimos de él y que vamos hacia él, movidos ya por la fuer- za de su Espíritu vivificador. Los cristianos nos sentimos espe-

Idctos de la santa sede

307

dalmente llamados a reconocer y \-ivir la vida como bien pro- pio y bien del prójimo porque hemos experimentado de un mo- do nuevo que nuestra vida y la de los demás es, antes que nada, un don mara\'illoso de Dios. Esto nos previene más eficazmen- te fi-ente a los engaños del individualismo: sabemos bien que es falso eso de que «mi vida sea solo mía». Es ante todo de Dios y también de los hermanos. Si me quitara la vida, perjudicaría también a mis seres queridos y a la humanidad, que vería radi- calmente lesionado ese bien primordial de su patrimonio más sagrado: la \ida de im ser humano.

El misterio de un bien primordial irrenunciable

Pero también la experiencia y la sabidviría humanas, entienden, por lo general, que la \ ida pertenece a esa clase de bienes into- cables que no podemos negociar con nadie, siquiera con no- sotros mismos: esos bienes que tienden a identificarse con el misterio mismo de la existencia y de la dignidad humana. La vi- da no es negociable para rru. Si 1¿ Libertad, el honor, la educa- ción, etc., son bienes irrenundables, con más razón todavía lo es la vida, raíz primordial de todos esos bienes. En efecto, si nadie puede privarse de su libertad, enajenándola, por medio de un contrato de esclavitud, nadie puede tampoco privarse de la vi- da, que está menos aún a nuestra disposición que la libertad misma: la vida se nos presenta como algo previo y envolvente, que es más que nosotros mismos. Por eso, en el interior del ser humano, resuena una voz que nos dice:

«no mates, no te quites la vida; escoge siempre vivir, que te sorprenderás de nuevo de sus insospediadas posibilidades». Es muy preocupante que esta voz interior en favor de la vida no sea hoy percibida por algunos.

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BOLETIN ECLESIASTICO

El mal moral de la eutanasia compromete la vida en común

La eutanasia reconocida trae malas consecuencias

La eutanasia es de por un grave mal moral, pues es contraria al significado de la vida humana, don y bien irrenunciable. Aun suponiendo que una despenalización de la eutanasia no llevará consigo peligros y efectos indeseados, el hecho mismo de quitar la vida a alguien, aunque sea a petición suya, sería siempre hu- manamente inaceptable. Pero, además, no podemos dejar de ad- vertir que la legitimación social de este mal, implícita en la des- penalización, trae consigo graves consecuencias y nuevas situa- ciones de inmoralidad. Mencionamos brevemente algtmas de ellas.

Presión moral sobre los ancianos y los enfermos

La aceptación social y legal de la eutanasia generaría, de hecho, una situación intolerable de presión moral institucionalizada so- bre los ancianos, los discapacitados o incapacitados y sobre to- dos aquellos que, por un motivo u otro, pudieron sentirse como una carga para sus familiares o para la sociedad. Ante el «ejem- plo» de otros a quienes se les hubiera aplicado la eutanasia de modo voluntario y reconocido ¿cómo no iban a pensar estas per- sonas si no tendrían también ellas la «obligación» moral de pe- dir ser eliminadas para dejar de ser gravosas? Esta consecuencia inevitable de una hipotética despenalización de la eutanasia sig- nificaría introducir en las relaciones humanas un factor más en favor del dominio injusto de los más fuertes y del desprecio de las personas más necesitadas de cuidado. Nadie debe ser indu- cido a pensar, bajo ningún pretexto, que es menos digno y valio- so que los demás. La atención esmerada y cuidadosa de los más débiles es precisamente lo que dignifica a los más fuertes y tim- bre de verdadero progreso moral y social. No es difícil percibir

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

309

el retroceso que la legitimación del mal moral de la eutanasia comportaría para la vida social.

Muertes impuestas por otros

Se dice y se subraya que la eutanasia que se pide es la volunta- ria. Por lo que acabamos de decir, la eutanasia solicitada lleva consigo la malicia del suicidio y de la cooperación con el suici- dio. Pero, además, los hechos muestran que la aceptación social y legal de la eutanasia voluntaria arrastra consigo la eutanasia no voluntaria e incluso impuesta, es decir, el homicidio. En pri- mer lugar, indirectamente, a causa del efecto de inducción seña- lado en el párrafo anterior: no pocos se verían presionados, de uno u otro modo, a pedir «voluntariamente» la muerte. En se- gundo lugar, directamente, a causa de decisiones ajenas no de- seadas ni controladas. Así nos lo dice no solo la previsión, sino la experiencia de lo acontecido en los últimos años en los luga- res donde la eutanasia ha sido despenalizada. En 1995 murieron en Holanda 19.600 personas de muerte causada («sanitariamen- te») por acción u omisión. De estas personas sólo 5.700 sabían lo que estaba sucediendo. En el resto de los casos, los mteresados no sabían que otros tomaban por ellos la decisión de que ya no tenían que seguir viviendo^.

Desconfianza en las familias y las instituciones sanitarias

Si se hiciera común el «ejemplo» de los que piden la eutanasia y, además, se generalizara la práctica de que los facultativos deci- dieran, en determinados casos, poner fin a la vida, de sus pa- cientes sin contar ni siquiera con su consentimiento, las relacio- nes sociales sufrirían un duro golpe. En una sociedad que con-

6 Cf. WJ. Eijk - J. P. M. Lelkens, Medical-Ethical Decisions and Life-Terminating Actions en The Neederlands 1990-1995. Evaluation of the Second Survey of the Practice of Euthanasia. Medicina e Morale 47 (1997) 475-501, 491.

BOLETIN ECLESIASTICO

sintiera esto, la desconfianza y el temor se apoderaría de mu- chos enfermos, de los ancianos, de los discapacitados. Sufi-irían especialmente las relaciones entre los mayores y los más jóve- nes, en el seno de las familias, y entre los pacientes y los faculta- tivos, en las instituciones sanitarias. Según la «mentalidad efi- cientista»7 y economicista, dominante en la sociedad de consu- mo, la eutanasia traería consigo, en definitiva, la depreciación de la vida humana, valorada más por su capacidad de hacer y producir, que por su niismo ser.

La fe en Jesucristo fuerza para vivir y morir dignamente

El sufrimiento se ilumina por la fuerza de la fe

El Credo que profesa la Iglesia nos lleva a esperar la vida eter- na. Esta esperanza nos enseña que nuestra vida en el mundo es una de las etapas de nuestra existencia; importantísima y deci- siva, ciertamente, pero no la única. Por eso cantamos con el sal- mista: «Tu gracia, oh Dios, vale más que la vida, te alabarán mis labios» (Sal 62). Llegar a compartir en plenitud la vida de Dios, «junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte»^, es el horizonte último de nuestra vida. Este es el gran don de Dios que vale más que la vida temporal. Es la esperanza de la gloria que relativiza todas las dificultades y dolores de este mundo y nos da la fuerza necesaria para hacer de nuestra vida una ofrenda constante a Dios y a los hermanos. La fe en la vida eterna nos permite vivir con serenidad y dignidad, incluso cuando nos vemos confrontados con el sufrimiento o con la in- justicia. En este caso, siguiendo los pasos del Señor crucificado, sabemos que el mal es vencido por la confianza y el amor en virtud del poder del Dios creador, que resucita a sus fieles para

7 Evangelium vitae, 64.

8 Misal Romano, Plegaria eucarística IV, Conmemoración de los santos.

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

31 1

la vida. El sufrimiento de por es un n:\al; no lo adoramos a él, sino al Dios que puede sacar bien incluso del mal.

El sufrimiento que pone límites a la «cultura de la muerte»

El dolor, cuando es asumido con fe y esperanza, no destruye al ser humano, sino que contribuye también a engrandecerlo. La fe en Jesucristo resucitado nos lo dice bien claro a los cristianos. Pero la fe, como no es ajena a la entraña más íntima del ser hu- mano, no dice algo totalmente incomprensible para quienes no son cristianos. El sufrimiento puede sumir en la desesperación, pero puede también desarrollar en quienes lo encaran por amor y con esperanza capacidades físicas y morales insospechadas. Los ejemplos de ello son incontables. En todo caso ¿no se com- prende que quien libra con gallardía la batalla de la vida, aun en medio del sufrimiento, está solo por eso siendo de incalculable utilidad a la causa de la dignidad humana? Ninguna persona es jamás inútil. Pero quien sostiene su vida en medio del sufri- miento es, si cabe, útil en grado sumo. Su actitud íntegra y vale- rosa es el mejor muro de contención contra la marea de la «cul- tura de la muerte».

En favor de una muerte buena y digna

La verdadera compasión es la caridad^ que no quita la vida

La aceptación social y legal de la eutanasia no es un buen cami- no para que podamos morir bien y con dignidad. La Iglesia tra- baja en favor de la muerte buena y digna. El ejemplo de la ma- dre Teresa de Calculta está en la memoria de todos. Muchas otras personas e instituciones católicas han trabajado y trabajan para que los enfermos y los ancianos tengan el calor humano y la asistencia material que necesitan hasta el último momento de su vida. La fe en Jesucristo que la madre Iglesia alumbra en no- sotros es, en definitiva, la mejor ayuda para todos y cada uno de

2

BOLETIN ECLESIASTICO

los que vamos al encuentro de la muerte. La fe, la esperanza y la caridad son los verdaderos carrünos hacia la muerte buena y digna. Las ciencias humanas lo confirman cuando hablan de que el moribundo necesita no solo una atención médica pura- mente técnica, sino también un ambiente humano, la cercanía de sus seres queridos y, en caso necesario, los cuidados paliativos que le permitan aliviar el dolor y vivir con serenidad el final de esta vida. La verdadera piedad y compasión no es la que quita la vida, sino la que la cuida hasta su final natural. En cambio, quien cediendo a una falsa compasión, o a una equivocada idea de progreso, colabora directamente en dar muerte a alguien se hace cómplice de un grave mal moral y contribuye a minar los cimientos de la convivencia en la justicia. A nadie se le puede obligar a esa colaboración inmoral. En su caso, sería obligada la objeción de conciencia.

Urgencia de la pastoral familiar de los enfermos

Dado que los avances de la medicina y de la higiene permiten hoy que las personas vivan, con cierta frecuencia, hasta edades avanzadas, no son pocos los casos en que las familias cuentan con ancianos a los que atender, a veces en situaciones delicadas. Hay que ayudar a las familias a cuidar bien a sus mayores. A ve- ces se sienten impotentes para afrontar solas determinadas si- tuaciones. Animamos a todas las personas e instituciones que ya lo hacen a seguir adelante con su meritoria obra. Exhortamos, en particular, a los pastores y a las comunidades cristianas a no descuidar las tareas que ya vienen haciendo en este sentido y a intensificarlas en cuanto fuera posible. La pastoral de los enfer- mos, incluido su aspecto sacramental, ha de ayudar a las fami- lias a vivir humana y espiritualmente las situaciones difíciles. Estar junto a los que sufren, emplear con ellos nuestro tiempo y nuestros recursos es parte ineludible del seguimiento de Cristo.

Madrid, 19 de febrero de 1998

Comisión permanente de la Conferencia episcopal española

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

313

Calendario del Año santo 2000

Diciembre 1

24 viernes

25 sábado

999

31 viernes

Enero 2000

1 sábado

2 domingo

6 jueves

9 domingo

Solemnidad de la Navidad del Señor Basílica de San Pedro Apertura de la Puerta santa Misa de Nochebuena

Solemnidad de la Navidad del Señor Basílicas de San Juan de Letrán y de Santa María la Mayor Apertura de la Puerta santa Misa del día

Basílica de San Pedro Bendición «Urbi et orbi»

Tierra Santa Apertura del jubileo

Iglesias locales Apertura del jubileo

Basílica de San Pedro

Vigilia de oración para el paso al año 2000

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios Basílica de San Pedro Santa misa

Jornada mundial de la paz

II domingo después de Navidad Basílica de San Pedro Jubileo de los niños

Solemnidad de la Epifanía del Señor Basílica de San Pedro Santa misa

Ordenaciones episcopales

Fiesta del Bautismo del Señor Santa misa

Celebración del sacramento del bautismo de niños

314

BOLETIN ECLESIASTICO

18 martes

25 martes

28 viernes

Febrero 2000

2 miércoles

9 miércoles 11 viernes

1 8 viernes

20 domingo 22 martes

Inicio de la Semana de oración por la unidad de los cristianos

Basílica de San Pablo extramuros Apertura de la Puerta santa Celebración ecuménica

Fiesta de la Conversión de San Pablo, Apóstol Basílica de San Pablo extramuros Celebración ecuménica de conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos

Memoria de San Efrén

Basílica de Sta. Cecilia en Trastévere

Divina liturgia en rito siro-oriental (caldeos y malabares)

Fiesta de la Presentación del Señor Basílica de San Pedro Liturgia de la luz y santa misa Jubileo de la vida consagrada

Memoria de San Marón

Basílica de Santa María la Mayor

Divina liturgia en rito siro-antioqueno (maronitas)

Memoria de Ntra. Sra. de Lourdes Basílica de San Pedro Santa misa

Celebración del sacramento de la unción de los enfermos

Jubileo de los enfermos y de los agentes sanitarios

Memoria del beato Angélico Basílica de Sta. María sobre Minerva Jubileo de los artistas

Jubileo de los diáconos permanentes

Solemnidad de la Cátedra de San Pedro, Apóstol Basílica de San Pedro Santa misa

Jubileo de la Curia romana

25 viernes- Congreso sobre la recepción del concilio

27 domingo ecuménico Vaticano II

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

315

Marzo 2000

5 domingo 8 miércoles

9 jueves

10 viernes

1 1 sábado

12 domingo

16 jueves

17 viernes

18 sábado

19 domingo

20 lunes

IX domingo del tiempo ordinario Basílica de San Pedro Beatificación-Canonización

Miércoles de Ceniza

Procesión penitencial desde la Basílica de Santa Sabina hasta el Circo Máximo Santa misa e imposición de la ceniza Petición de perdón

Basílica de San Pablo extramuros Adoración eucarística

Basílica de San Juan de Letrán Vía crucis y celebración penitencial

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

I domingo de Cuaresma Basílica de San Juan de Letrán

Rito de la elección y de la inscripción del nombre de los catecúmenos

Basílica de San Pablo extramuros Adoración eucarística

Basílica de San Juan de Letrán Vía crucis y celebración penitencial

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

II domingo de Cuaresma Basílica de San Juan de Letrán Primer escrutinio de los catecúmenos

Solemnidad de San José, esposo de

Santa María Virgen Jubileo de los artesanos

23 jueves

Basílica de San Pablo extramuros Adoración eucarística

6

BOLETIN ECLESIASTICO

24 viernes

25 sábado

26 domingo

30 jueves

31 viernes

Abril 2000

1 sábado

2 domingo

6 jueves

7 viernes

8 sábado

9 domingo

10 lunes

Basílica de San Juan de Letrán Vía crucis y celebración penitencial

Solemnidad de la Anunciación del Señor Nazaret

Basílica de la Anunciación

Celebración litúrgica en conexión con la basílica de Santa María la Mayor y los principales santuarios mari- anos del mundo, destacando la dignidad de la mujer a la luz de la misión de María (Muliens dignitatem)

III domingo de Cuaresma Basílica de San Juan de Letrán Segundo escrutinio de los catecúmenos

Basílica de San Pablo extramuros Adoración eucarística

Basílica de San Juan de Letrán Vía crucis y celebración penitencial

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

IV domingo de Cuaresma Basílica de San Juan de Letrán Tercer escrutinio de los catecúmenos

Basílica de San Pablo extramuros Adoración eucarística

Basílica de San Juan de Letrán Vía crucis y celebración penitencial

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

V domingo de Cuaresma Basílica de San Juan de Letrán

Rito de entrega del Símbolo y de la Oración del Señor a los catecúmenos

Jubileo de los inmigrantes, refugiados y prófugos

DCTOS DE LA SANTA SEDE

13 jueves

1 4 viernes

1 5 sábado

Semana Santa

16 domingo

1 8 martes

20 jueves

21 viemes

22 sábado

23 domingo

domingo

Basílica de San Pablo extramuros Adoración eucarística

Basílica de San Juan de Letrán Vía crucis y celebración penitencial

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosano

Domingo de Ramos Plaza de San Pedro

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén y santa misa

Martes santo Basílicas mayores

Celebración comunitaria del sacramento de la peniten- cia con absolución individual

Jueves santo Basílica de San Pedro Misa crismal

Basílica de San Juan de Letrán Misa «in cena Domini»

Viemes santo Basílica de San Pedro Celebración de la Pasión del Señor

Coliseo

Vía crucis solemne

Sábado santo Basílica de San Pedro

Vigilia pascual en la noche santa; (celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana de los adultos)

Domingo de Pascua. Resurrección del Señor Basílica de San Pedro Misa del día Bendición «Urbi et orbi»

II domingo de Pascua

Basílica de San Pancracio

Misa de los neo-bautizados adultos

318

BOLETIN ECLESIASTICO

Mayo 2000

1 lunes

6 sábado

7 domingo

13 sábado

14 domingo

18 jueves

20 sábado

25 jueves

26 viernes

27 sábado

28 domingo

Memoria de San José Obrero Santa misa

Jubileo de los trabajadores

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

III domingo de Pascua Coliseo

Conmemoración ecuménica por los «nuevos mártires»

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

IV domingo de Pascua Basílica de San Pedro Santa misa

Ordenaciones sacerdotales

Jornada mundial de oración por las vocaciones

80° cumpleaños del Santo Padre Plaza de San Pedro Santa misa Jubileo del clero

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

Jubileo de los científicos

Basílica de Sta. María de los Angeles

Divina liturgia en rito alejandrino-etiópico (Fiesta de

María, Pacto de la Misericordia)

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

VI domingo de Pascua Santa misa

Jubileo de la diócesis de Roma

31 miércoles

Vigilia de la solemnidad de la Ascensión del Señor

Basílica de San Pedro

Primeras vísperas de la solemnidad

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

319

Junio 2000

1 jueves

4 domingo

10 sábado

1 1 domingo

18 domingo

22 jueves

25 domingo 29 jueves

Julio 2000

2 domingo

9 domingo 16 domingo

Solemnidad de la Ascensión del Señor Basílica de San Pedro Santa misa

VII domingo de Pascua Santa misa

Jomada mundial de las comunicaciones sociales Jubileo de los periodistas

Vigilia de la solemnidad de Pentecostés Plaza de San Pedro Vigilia solemne

Solemnidad de Pentecostés Basílica de San Pedro

Jornada de oración por la colaboración entre las distintas religiones

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Basílica de San Juan de Letrán

Celebración de apertura del Congreso eucarístico

internacional

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo Basílica de San Juan de Letrán Procesión eucarística

Clausura del Congreso eucarístico internacional

Solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo Basílica de San Pedro

Santa misa e imposición de palios a los metropolitanos

XIII domingo del tiempo ordinario Misa estacional del jubileo

XIV domingo del tiempo ordinario Celebración jubilar en las cárceles

XV domingo del tiempo ordinario Misa estacional del jubileo

320

BOLETIN ECLESIASTICO

23 domingo 30 domingo

Agosto 2000

5 sábado

6 domingo

14 lunes

15 martes

19 sábado-

20 domingo

27 domingo

XVI domingo del tiempo ordinario Misa estacional del jubileo

XVII domingo del tiempo ordinario Misa estacional del jubileo

Vigilia de la fiesta de Transfiguración del Señor Basílica de Santa María la Mayor Vigilia de oración

Fiesta de la Transfiguración del Señor Basílica de San Pablo extramuros Segundas vísperas de la fiesta

Vigilia de la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María Basílica de Santa María la Mayor Rito del incienso según la liturgia copta

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María

Apertura de la XV Jornada mundial de la juventud

XX domingo del tiempo ordinario Vigilia de oración y santa misa

Conclusión de la XV Jornada mundial de la juventud Jubileo de los jóvenes

XXI domingo del tiempo ordinario Misa estacional del jubileo

Septiembre 2000

3 domingo

8 viernes

XXII domingo del tiempo ordinario Basílica de San Pedro Beatificación-Canonización

Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María Celebración solemne para recordar el nacimiento de la Madre del Señor, en relación con el-nacimiento de Jesucristo, nuestro Salvador

DCTOS. DE LA SANTA SEDE

321

10 domingo

14 jueves

15 viernes 17 donningo

24 domingo

Octubre 2000

1 domingo

3 martes

7 sábado

8 domingo

XXIIÍ domingo del tiempo ordinario Basílica de San Pedro Santa misa

Jubileo de los docentes universitarios

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

Desde la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén hasta

la Basílica de San Juan de Letrán

Procesión estacional

Basílica de San Juan de Letrán

Vísperas en rito armenio y rito del Antasdán

Apertura del Congreso mariano-mariológico internacional

XXIV domingo del tiempo ordinario Jubileo de la tercera edad

XXV domingo del tiempo ordinario Santa Misa

Conclusión del Congreso mariano-mariológico internacional

XXVI domingo del tiempo ordinario

Fiesta del Pokrov (protección de la Madre de Dios) Basílica de Sta. María sobre Minerva Divina liturgia en rito bizantino

Jornada del diálogo judeo-cristiano

Memoria de Ntra. Señora del Rosario Rezo del rosario y procesión de antorchas

XXVII domingo del tiempo ordinario Basílica de San Pedro

Santa misa

Jubileo de los obispos, con ocasión de la X Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos Acto de consagración del nuevo milenio a la protección de María

14 sábado-

15 domingo

III Encuentro mundial del Santo Padre con las familias

322

15 domingo

20 viernes- 22 domingo

21 sábado

22 domingo

28 sábado

29 domingo

31 martes

Noviembre 2000

1 miércoles

2 jueves

4 sábado

5 domingo

12 domingo

XXVIII domingo del tiempo ordinario Plaza de San Pedro Santa misa

Celebración del sacramento del matrimonio Jubileo de las familias

Congreso misionero-misionológico internacional

Basílica de Santa María la Mayor Reso del rosario

XXIX domingo del tiempo ordinario Basílica de San Pedro

Santa misa

Jornada mundial de las misiones

Basílica de Santa María la Mayor Rezo del rosario

XXX domingo del tiempo ordinario Estadio Olímpico

Santa misa

Jubileo de los deportistas

Vigilia de la solemnidad de Todos los Santos

Basílica de San Pedro

Primeras vísperas de la solemnidad

Solemnidad de Todos los Santos Basílica de San Pedro Beatificación-Canonización

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos

Celebración en rito ambrosiano

XXXI domingo del tiempo ordinario Santa misa

Jubileo de los responsables de la cosa pública

XXXII domingo del tiempo ordinario Santa misa

DCTOS, DE LA SANTA SEDE

323

Jomada de agradecimiento por los dones de la creación

Jubileo del mundo agrícola

19 domingo XXXIII domingo del tiempo ordinario

Basílica de San Pedro Santa misa

Jubileo de los militares y de la policía 21 martes Fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen María

Basílica de Santa María en Trastévere Divina liturgia en rito áiro-antioqueno (sirios y malankares)

24 viernes Apertura del Congreso mundial del apostolado

de los laicos

26 domingo Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo,

Rey del Universo Basílica de San Pedro Santa misa

Conclusión del Congreso mundial del apostolado de los laicos

Diciembre 2000

2 sábado Vigilia del I domingo de Adviento

Basílica de San Pedro Primeras vísperas

3 domingo I domingo de Adviento

Basílica de San Pablo extramuros Santa misa

8 viernes Solemnidad de la Inmaculada Concepción

de la Santísima Virgen María Basílica de Santa María la Mayor Himno Akáthistos

10 domingo II domingo de Adviento

Basílica de San Juan de Letrán Santa misa

1 6 sábado

Basílica de Santa María la Mayor Celebración en rito mozárabe

324

BOLETIN ECLESIASTICO

17 domingo

24 domingo

25 lunes

31 domingo

Enero 2001

1 lunes

5 jueves

III domingo de Adviento

Basílica de San Pablo extramuros

Santa misa

Jubileo del mundo del espectáculo

Solemnidad de la Navidad del Señor Basílica de San Pedro Misa de Nochebuena

Solemnidad de la Navidad del Señor Basílica de San Pedro Misa del día Bendición «Urbi et orbi»

Basílica de San Pedro

Vigilia de oración para el paso al nuevo milenio

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios Basílica de San Pedro Santa misa

Jornada mundial de la paz

Vigilia de la solemnidad de la Epifanía del Señor Basílicas de San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo extramuros Santa misa

Clausura de la Puerta santa

Tierra Santa Clausura del jubileo

Iglesias locales Clausura del jubileo

6 viernes

Solemnidad de la Epifanía del Señor Basílica de San Pedro Clausura de la Puerta santa

Documentos de lo Conferencio Episcopal Ecuatoriano

1^

DCTOS. DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

327

Corrupción y Conciencia Cristiano

Carta Pastoral de los Obispos del Ecuador

Ante el gravísimo mal de la corrupción, en cumplimiento de nuestra misión pastoral, nos dirigimos a los católicos y a los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestra Patria, espe- cialmente a los que administran la cosa pública, para juntos re- flexionar en la realidad de la corrupción, enjuiciarla a la luz de la Palabra de Dios y de la Doctrina Social de la Iglesia y para descubrir los caminos que conducen a la probidad y la honra- dez, mediante la siembra de valores morales y éticos en el cora- zón de la gente y en las estructuras sociales.

La Corrupción una realidad doloroso

La corrupción ha acompañado la historia de la humanidad, pe- ro en nuestros días ha alcanzado tales extremos, que los verbos derivados de su significado etimológico: descomponer, depra- var, dañar, viciar, pervertir, sobornar y cohechar, no parecen su- ficientes para describir plenamente este cáncer de la sociedad, convertido en anticultura generalizada.

La corrupción constituye un fenómeno político, social y econó- mico a nivel mundial. Es un mal universal que corroe las socie- dades y las culturas; se vincula con otras formas de injusticias e inmoralidades, provoca crímenes y asesinatos, violencia, muer- te y toda clase de impunidad; genera marginalidad, exclusión y miedo en los más pobres, mientras utiliza ilegítimamente el po- der en su provecho.

Afecta a la administración de justicia, a los procesos electorales, al pago de impuestos, a las relaciones económicas y comerciales nacionales e internacionales, a la comunicación social. Está por

328

BOLETIN ECLESIASTICO

igual en la esfera pública como en la privada; y una y otra se ne- cesitan y complementan. Se liga al narcotráfico, al comercio de armas, al soborno, a la venta de favores y decisiones, al tráfico de influencias, al enriquecimiento ilícito.

La corrupción refleja el deterioro de los valores y virtudes mo- rales, especialmente de la honradez y de la justicia. Atenta con- tra la sociedad, el orden moral, la estabilidad democrática y el desarrollo integral de los pueblos.

El que la corrupción sea un mal universal no puede consolar a los ecuatorianos.

Estamos informados de la alarmante realidad de la corrupción en nuestro país. Innumerables son las irregularidades en casi to- das las instituciones, en las actividades públicas y privadas, pe- queñas y grandes. Hay "abuso de poder, tráfico de influencias, contratación de funcionarios y empleados públicos no califica- dos, nepotismo, coimas obligatorias en la contratación pública, cobro por contrabandos, aduanas paralelas, datos falsificados, autorización de proyectos sin financiamiento, evasión tributa- ria, despilfarro de recursos del Estado en actos personales y fa- miliares, complicidad privada con la corrupción pública". (Cfr. Comisión Anticorrupción - Ecuador. Informe de Actividades 1998). En algunos contratos colectivos se llega hasta a establecer derechos hereditarios en puestos de trabajo, contraviniendo el principio de que el bien del pueblo es la suprema ley.

Se agrava la lepra del regionalismo, otra forma de corrupción. Una mentalidad empequeñecida, en vez de valorar las diferen- cias y de establecer con equidad derechos y obligaciones, corroe, también, con datos parciales la solidaridad de la Patria común.

Concluimos, con dolor, que en Ecuador la corrupción es una plaga endémica, enquistada en instituciones y personas, que se

DCTOS, DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

329

difunde peligrosamente en todos los ánibitos de la sociedad glo- bal. Particularmente sentimos que ella afecta a los pobres y a los más pobres entre los pobres, los marginados que viven en la mi- seria.

Por este pecado social la Patria sufre de tristeza y desesperanza.

Enjuiciamiento bíblico, doctrinal y moral 1. La Palabra de Dios

La corrupción es consecuencia del pecado original, lamentable- mente presente en todos los tiempos, también en el pueblo esco- gido de Israel.

Con palabras de fuego los profetas la denunciaron y condena- ron: "Han llegado al fondo de la corrupción" (Os. 9,9). "Han ma- drugado a corromper todas sus acciones" (Sof. 3,7) "Por doquier hay confusión, sangre y muerte, robo y fraude, corrupción, des- lealtad, agitación, perjuicio" (Sab. 14, 25-26).

La Sagrada Escritura es particularmente severa para condenar el soborno y exigir justicia a los jueces.

Condena el soborno: "No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás el soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos. Jus- ticia, solo justicia has de buscar, para que vivas y poseas la tie- rra que Yaveh tu Dios te da" (Deut. 16, 19-20).

Amonesta a los jueces: "Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en nombre de los hombres, sino en nombre de Yaveh, que está con vosotros cuando administráis justicia. . . en El no hay iniqui- dad, ni acepción de personas, ni soborno" II Cr. 19,6). "Cada cual ama el soborno... al huérfano no hacen justicia y el pleito de la viuda no llega hasta ellos..." (Is. 1. 23-27).

BOLETIN ECLESIASTICO

Claro y terminante es el mandamiento de la Ley de Dios: "no ro- barás". "Ni los ladrones, ni los avaros, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios".

El Catecismo de la Iglesia Católica explica este mandamiento. Está prohibido apoderarse de los bienes del prójimo o perjudi- carlo de cualquier manera. La posesión de los bienes es legítima para garantizar la dignidad y la libertad de las personas y la sa- tisfacción de las necesidades fundamentales de todos.

El Catecismo enseña que la propiedad privada está subordina- da al bien común. Dios ha destinado la tierra y cuanto contiene para el uso de todos los hombres; en consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa, bajo la égida de la justicia y la caridad.

Por eso, los salarios injustos, la especulación, el despilfarro, el fraude fiscal, la falsificación de cheques y facturas, los gastos ex- cesivos son actos contrarios al mandamiento de Dios. La apro- piación indebida de los bienes comunes es robo y corrupción. (Cf. Catecismo ns. 1962, 2401, 2402, 2409). Condenamos como falsa la idea, común a muchas personas, de que no es pecado apoderarse de los bienes de instituciones púbhcas.

2. Perspectiva desde la Doctrina Cristiana

El ambiente de corrupción generalizada, cuya raíz más profun- da está en la naturaleza humana, caída bajo el peso de la culpa original, nos hace ver la urgencia de retornar a los supremos va- lores morales y religiosos

"Del corazón del hombre, dice Jesús, proceden los malos deseos, asesinatos, adulterios, inmoralidad sexual, robos, mentiras, chismes". (Mt. 15, 19). El condena la corrupción de los fariseos y proclama en el Sermón de la Montaña las Bienaventuranzas,

DCTOS. DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

331

compendio de los valores opuestos a la corrupción: verdad, transparencia, justicia, paz, misericordia.

Juan Pablo II, en su Encíclica "Solidtudo rei socialis" dice que los obstáculos para vencer la pobreza no son técnicos, sino mo- rales. Y cuando los individuos y las instituciones están domina- dos por el afán de ganancia y la sed de poder a cualquier predo, las consecuendas para los más débiles son fxmestas, eUos son los perdedores (Cf. No. 35, 37 y 38).

En consecuenda es necesario un rearme moral. La \ irtoria sobre la corrupción exige dos cambios: la conversión del corazón, que lleva a cada hombre a hacer suyos los valores del Evangelio de Cristo, V el cambio de estructuras.

El pecado individual da lugar a las estructuras de pecado y a los mecanismos per\-ersos, a los que repetidamente hace alusión Juan Pablo n en la dtada Endclica. Se trata, según el Papa, de "mecanismos económicos, finanderos y sodales, los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, fundonan de modo casi automático, hadendo más rígidas las situadones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros" (So. 16).

Reconocer las estructuras de pecado significa tomar condenda de que la conversión y la lucha contra la corrupdón deben tam- bién alcarizar esas estructuras para cambiarlas con estructuras nuevas de equidad y solidaridad.

Para ello, la Iglesia comunidad de los disdpulos de Jesús ha sido enviada al mundo como sacramento de salvadón y signo del amor de Dios a la humanidad y en cuanto tal debe partid- par en el combate a la corrupción en el corazón de cada hombre y en el corazón de la sociedad. La Iglesia, como depositaria v maestra de la doctrina de Jesucristo, proclama los mandatos de

332

BOLETIN ECLESIASTICO

Dios, denuncia, a tiempo y destiempo, las manifestaciones y raí- ces de la corrupción, verdadera endemia universal, e ilumina con la luz del Evangelio y el esplendor de la verdad las acciones a tomar.

El Papa Pablo VI, en su Carta Apostólica "Evangeli Nuntiandi", explica así la tarea de la Iglesia: "Anunciar el Evangelio, para transformar con él los criterios de juicio, los valores determinan- tes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salva- ción" (E.N. 19), como es el caso de la corrupción.

"La Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concre- tos" (E.N. 14).

En efecto, la Iglesia fundada por Cristo no se limita a iluminar y transformar el interior de las personas, ni se queda en expresio- nes puramente culturales. Ella está constituida como una comu- nidad orgánica de personas humanas que con la fe potencian su dimensión social. Los cristianos, especialmente los seglares, no pueden sin traicionar las exigencias fundamentales de su fe renunciar a una presencia vital en la sociedad. "La conducta so- cial es parte integrante del seguimiento de Cristo" decían los obispos en la Conferencia de Puebla (DP. 19).

Los seglares que profesan la fe cristiana deben rechazar la tesis de que la moral evangélica es incompatible con la práctica polí- tica y deben más bien aplicar en el terreno de lo político el mo- delo de vida expresado en las Bienaventuranzas. En medio del mundo político el cristiano debe dar testimonio de esos valores

DCTOS. DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ^^^H

extensamente enumerados por Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica titulada Christifideles Laici: "Libertad, justicia, soli- daridad, dedicación leal y desinteresada al bien de todos, senci- llo estilo de \'ida, amor preferencial por los pobres" (No. 42).

Son las virtudes que han de caracterizar el comportamiento per- sonal del cristiano comprometido en la actividad pública, son los criterios para determinar la coherencia de la fe con la vida. Por eso los que preconizan o practican conductas incompatibles con los ideales del Evangelio no pueden contar con la colabora- ción de los católicos. Es un criterio a tener presente especialmen- te a la hora en que hemos de elegir los mandatarios y represen- tantes de nuestro pueblo.

3. La Evangelización antídoto de la corrupción

Cuando los individuos y las instituciones pierden su norte, cuando la brújula de la humanidad enloquece, cuando desapa- recen los puntos de referencia y los valores, nace la corrupción que luego crece en tierra abonada.

Entonces la Evangelización se presenta como el mejor antídoto para combatir esta plaga de la humanidad. "La superación de la corrupción, dice Pablo VI, se realiza en la Evangelización de la cultura, que ha de conducir necesariamente a la conversión de cada persona y de la sociedad en una interacción maravillosa que otorga a la familia un puesto preferencial en la educación de las nuevas generaciones" (EN 20).

Juan Pablo II en el documento sobre el "Esplendor de la Verdad" nos enseña que "en el ámbito político se debe comprobar que la veracidad en las relaciones entre gobernantes y gobernados, la transparencia en la administración pública, la imparcialidad en el servicio de la cosa pública, el respeto de los derechos de los adversarios políticos, la tutela de los derechos de los acusados

334

BOLETIN ECLESIASTICO

contra procesos y condenas sumarias, el uso justo y honesto del dinero público, el rechazo de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener o aumentar A cualquier costo el poder, son principios que tienen su base fundamental en el valor trascen- dente de la persona" (V.S. 101).

"En cualquier campo de la vida personal, familiar, social y polí- tica, la moral que se basa en la verdad y a través de ella se abre a la auténtica libertad- ofrece un servicio original, insustituible y de enorme valor, no solo para cada persona y para su creci- miento en el bien, sino también para la sociedad y su verdadero desarrollo" (V.S. 101).

4. La conciencia voz de Dios, juez, testigo y acusador

Enjuiciamos el gravísimo mal de la corrupción a la luz de los principios cristianos que deben regir una conciencia recta y de- bidamente informada. A este respecto el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña:

La dignidad de la persona humana, imagen y semejanza de Dios, está enraizada en su corazón. Por sus actos deliberados la persona se conforma o no a Dios, que es amor; y esta conforma- ción es atestiguada por la conciencia moral" (Cf. 1700).

"La conciencia es una ley de nuestro espíritu que nos da órde- nes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza" (1778).

"La libertad hace al hombre un sujeto moral, convirtiéndole en padre de sus actos. Los actos realizados libremente, tras un jui- cio de conciencia, pueden ser calificados moralmente como bue- nos o malos" (1749).

De acuerdo a la inspiración doctrinal, la propia conciencia que es la voz de Dios, es a la vez juez, testigo y acusador, enjuicia los

DCTOS. DE 'uA CONFERENCIA EPISCOPAL

335

actos de corrupción. Quienes cometen actos de corrupción están obrando contra la recta conciencia y los principios cristianos por atentar contra las personas y los bienes de sus hermanos.

Apremiante llamado pastoral

A la luz de estas enseñanzas y angustiados por una realidad de pecado que puede precipitar al país en abismos jamás pensados, nosotros obispos de la Iglesia Católica, invitamos suplica- mos— a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, parti- cularmente a los católicos, a emprender una campaña de lucha contra la corrupción y de educación para la honestidad.

Nosotros mismos, urgidos por nuestra misión de pastores, co- rresponsales del destino moral de nuestra sociedad, junto a nuestros sacerdotes y a quienes han consagrado su vida a Dios, queremos comprometemos en ello, con el ejemplo y la palabra. La Iglesia, como sabemos, es la comunidad de todos los que por el bautismo participamos de la vida de Cristo.

Los seglares tienen la responsabilidad principal de organizar la sociedad, de manera que esta sea huella de Cristo y facilite a las personas ser felices, viviendo como hijos de Dios y hermanos de los hombres.

Está fuera del campo de nuestra responsabilidad el ofrecer rece- tas. Confiando en la capacidad, experiencia y decisión política de los seglares, esperamos que concretícen y hagan realizables las siguientes orientaciones:

Fortalecer los valores morales, éticos, cívicos y solidarios de nuestra sociedad a través de la familia, célula básica de la so- ciedad; los centros educativos, los medios de comunicación social, los partidos políticos, las parroquias, los gremios pro- fesionales y de trabajadores. Fomentando el patriotismo y los

336

BOLETIN ECLESIASTICO

deberes cívicos y en la práctica de la honradez, la justicia so- cial, el respeto mutuo, la solidaridad y el amor fraterno.

Respaldar las iniciativas orientadas a prevenir, combatir y desarraigar la corrupción: leyes severas, ratificación de con- venios internacionales sobre estos asuntos, comisiones de control civil de la corrupción y comités, organizaciones y pro- gramas orientados a tal fin.

Trabajar para que se garantice efectivamente el derecho de to- do ciudadano a la seguridad, contra toda forma de violencia, delincuencia y atentado a sus derechos.

Instar a los organismos oficiales de control para que actúen con fortaleza e independencia de todo influjo político.

Aprovechar el recurso del voto libre y consciente para elegir los mejores gobernantes. Aprovechemos que el voto es secre- to, para actuar libres de presiones y compromisos eligiendo a los que sepamos más capaces de servir al bien de todos y no solo de un grupo.

Exigir al Estado v a sus diversas funciones:

Que la educación hacia la honradez y la probidad sea polí- tica de Estado. Para ello debe implementarse en los progra- mas educativos el área de valores y dar paso a la total pues- ta en práctica de la "Ley de Libertad Educativa de las Fami- lias del Ecuador" que permita la enseñanza de éhca y religión en todos los centros educativos. Ante el desalentador panora- ma de la corrupción nadie puede ya dudar de la bondad de esta ley.

Que el derecho de los ecuatorianos a vivir y desarrollar sus actividades, de acuerdo a las normas éticas, en un ambiente

DCTOS, DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

33

libre de corrupción, sea plenamente respetado y conste en la legislación.

Que la administración de Justicia por la probidad y recti- tud de los jueces y de sus actos recobre la confianza de los ciudadanos y destierre toda forma de impunidad.

Que la ley y las autoridades electorales garanticen la trans- parencia de los gastos de las campañas electorales y de sus fuentes así como el derecho a la información sobre estos asuntos.

Que los servidores públicos cumplan con el deber de hacer declaración jurada de sus bienes y rentas así como de sus fuentes. Esta declaración será suficiente para establecer las responsabilidades de esos servidores.

Que la prohibición de nepotismo y la obligación de contra- tar únicamente a personal calificado para el cargo a desempe- ñar sean efectivas.

Que la administración respete el derecho de acceder a lo que es información pública y a recibir una pronta resolución de las peticiones.

Que los nombramientos de la función pública se basen en méritos personales, que los salarios sean competitivos, que se den estímulos adecuados a los servidores honrados y eficien- tes.

Que la legislación prevea que las acciones y penas por deli- tos de corrupción no prescriban nunca o al menos admitan un largo tiempo antes de prescribir.

338

BOLETIN ECLESIASTICO

Exigir a los partidos políticos que sean sólidos, modernos, participativos, transparentes y promotores de la democracia, lejos de todo populismo y demagogia. Si buscan el bien co- mún y están guiados por una ideología, no pueden ser tan numerosos.

Pedir a los medios de comunicación social que ejerciten su función cívica de orientar la opinión pública hacia la honesti- dad y los valores morales y que desechen todo lo que lleve al fomento del escándalo, la maledicencia, la violencia y las ba- jas pasiones, incompatibles con la dignidad humana.

Invocación final

Portadores de fe y esperanza, emitimos nuestra carta pastoral en este tiempo pascual en que celebramos a Cristo resucitado, nuestra confianza, nuestra vida y nuestra esperanza. El nos lla- ma y nos dice: "Vengan a todos los que están fatigados y ago- biados, yo los aliviaré" llamarnos en estos días nos ilumina y alienta a abrirnos a El, ejercitando nuestra capacidad de refle- xión y nuestra libertad responsable, para influir con nuestro vo- to en el futuro del país.

Tenemos confianza en el pueblo al que nos pertenecemos. Los ecuatorianos hemos manifestado a través de la historia nuestras debilidades, pero también nuestras cualidades: afán de trabajo, capacidad de recuperación de los valores y anhelo de contar con una sociedad y un estado marcados por la honradez.

Nuestra fe cristiana es trascendente. Buscamos, no solo los bie- nes de esta tierra, sino fundamentalmente los bienes eternos. Nos sentimos hijos del mismo Padre de los cielos,

"Hermanos en Jesús, unidos en el Espíritu y entre nosotros no cabe sino la ley del amor, fundamento de toda la moral cristiana".

DCTOS lA conferencia episcopal

Por consiguiente, entre nosotros no debe haber lugar para la co- rrupción, porque solo

"el que siembra en el Espíritu, del Espíritu coseduirá vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien, que a su tiempo nos vendrá la cosecJia, si no desfallecemos" (Gál. 6,9).

La Eucaristía que celebramos cada día nos recuerde y nos de fuerza para llegar a la meta, que debemos alcartzar en la tierra: hacer del mimdo entero vma mesa de pan compartido.

María, que nos recuerda que Dios es Padre y que, por lo mismo, se alegra con el bien de sus hijos, nos acompañe especialmente en estos días en que los ecuatorianos tenemos la responsabili- dad de influir en el futuro de nuestro Pueblo.

Quito, mayo 22 de 1998 -i-Cardenal Bemardino Echeverría R.,OFM +José Mario Ruiz Navas

Presidente de Honor de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana

Arzobispo de Portoviejo Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriar»

+Vicente Cisneros Durán Ot)ispo de Ambato Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoríar^

+Antonio González Zumárraga Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador

-KJuan Larrea Holguín Arzobispo de Guayaquil

-t-Luis Alberto Luna Tobar. OCD Arzobispo de Cuenca

+Luis Alfredo Carvajal Obispo Emérito de Portoviejo

-Gemían Pavón Puente Obispo de Tulcán

+Gabnel Díaz Cueva Obispo Auxiliar de Guayaquil

+Olindo Spagnolo, MCCJ OtHspo Auxiliar de Guayaquil

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BOLETIN ECLESIASTICO

+Raúl Vela Chiriboga Obispo Castrense del Ecuador

+Raúl López Mayorga Obispo de Latacunga

+Julio Parise, CDJ Obispo Vicario Apostólico Emérito del Ñapo

+Hugolino Cerasuolo, OFM Obispo de Lója

+Teodoro Arroyo Robelly, SDB Obispo Vicario Apostólico Emérito de Méndez

+Néstor Herrera Heredia Obispo de Máchala

+Víctor Corral Mantilla Obispo de Riobamba

+Seratín Cartagena. OFM Obispo Vicario Apostólico de Zamora

+Emilio L. Stehie Obispo de Santo Domigno de los Colorados

+Gonzalo López Marañón, OCD Obispo Vicario Apostólico de Sucumbíos

+Eugenio Arellano, MCCJ Obispo Vicario Apostólico de Esmeraldas

+Manuel Valarezo. OFM Obispo Prefecto Apostólico de Galápagos

+Antonio Arregui Y. Obispo de Ibarra Secretario General de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana

+Víctor Maldonado, OFM Obispo Auxiliar de Guayaquil

+Jesús Esteban Sádaba, OFM CAP Obispo Vicario Apostólico de Aguarico

+Címaco Zaráuz Obispo de Azogues

+Miguel Angel Aguilar Obispo de Guaranda

+Frumencio Escudero Arenas Obispo Vicario Apostólico del Puyo

+Francisco Vera Obispo Auxiliar de Portoviejo

+Pedro Gabrielli, SDB Obispo Vicario Apostólico de Méndez

+Lorenzo Voltolini Obispo Auxiliar de Portoviejo

+Carlos Altamirano A. Obispo Auxiliar de Quito

+Jesús Martínez de Esquerecocha Obispo de Babahoyo

+Paolo Mietto, CSJ Obispo Vicario Apostólido del Ñapo

+Julio Terán Dutari, SJ Obispo Auxiliar de Quito

+Mons. José Vicente Eguiguren S. Secretario General Ajunto de la Conferfencia Episcopal Ecuatoriana

DCTOS. DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

Comunicado del Consejo permanente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana

Respetar la Dignidad y discutir programas

La primera etapa de la campaña electoral, que esperamos nos guíe a una democracia participativa, ha terminado.

Uno de los dos candidatos preferidos por la mayoría el Doc- tor Jamil Mahuad o el Abogado Alvaro Noboa va ser nuestro Presidente; uno de los dos va a representar a Ecuador, nacional e intemacionalmente. Uno de los dos tendrá la tarea de guiar- nos, no solo por medio de sus decisiones, sino también con la imagen de su personalidad y con su ejemplo.

El bien y dignidad de la Patria exigen que el elegido llegue a tan alta responsabilidad sin sombra alguna, que disminuya su cre- dibilidad interna y el prestigio internacional del país.

Es derecho y responsabilidad de todos los ecuatorianos el cono- cer la personalidad de los candidatos, enfatizando sus cualida- des. No sugerimos ocultar posibles graves defectos cívicos, que demuestren la menor capacidad de ejercer la más alta magistra- tura; pero hay que denunciarlos, solo si se tienen pruebas evi- dentes. Dejar flotando calurrmias sería acción claramente anti- patriótica.

La campaña electoral debe consistir en la exposición clara de planes y programas reales, especialmente, acerca de la educa- ción, clave del futuro, de la salud, la vivienda, la creación de puestos de trabajo, la defensa de la vida frente a los condiciona- mientos economicistas, la coordinación entre el indispensable aumento de producción y la mejor distribución, las medidas a

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BOLETIN ECLESIASTICO

corto y largo plazo para suprimir el cáncer de la corrupción, la reconstrucción ágil y honesta de la Costa ecuatoriana.

Lo que más importa es una exposición clara y precisa de lo que va a realizar cada candidato, cómo y con qué colaboradores; im- porta la firmeza de las garantías de cumplir sus ofrecimientos. El debate o la exposición de programas y garantías de cumpli- miento es indispensable.

La campaña electoral ha de ser una escuela de civismo, entendi- do como respeto de la dignidad de las personas, especialmente de los pobres, a los que no hay que ofrecer lo que se sabe que no se cumplirá. Civismo entendido como integración de derechos y responsabilidades de las personas y de las regiones. Fomentar la pasión regionalista sería signo de indignidad para presidir a to- dos los ecuatorianos.

Los candidatos en la primera etapa de la contienda no utilizaron como arma la negociación de paz con el Perú. Confiamos que es- ta misma conducta continúe hasta el final, para preservar el ne- cesario ambiente de serenidad.

Jornada de Oración

Junio es el mes consagrado a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Pedimos que en todos los templos del Ecuador, el do- mingo 21 de junio, se eleven plegarias a Jesús, Príncipe de la Paz y a su Santa Madre para que nos mantengan abiertos al don de la paz interna y externa, base indispensable para el desarrollo de nuestra Patria.

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Documentos Arquidiocesanos

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La formación litúrgica de los mir^istros de la Iglesia y la situación del Arte Sagrado en América Latina y el Caribe

"Felipe le dice a Jesús: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo estoy con vosotros y no me conocéis, Felipe?. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. (Jn 14, 8-9)

Muy estimados hermanos Obispos Presidentes y Secretarios Eje- cutivos de las Comisiones Nacionales de Liturgia de América Latina y el Caribe; estimados hermanas y hermanos en el Señor:

Con esta Eucaristía que celebramos, en esta histórica iglesia de San Francisco de la ciudad de Quito, en esta fiesta de los após- toles Santos Felipe y Santiago, iniciamos este Encuentro intera- mericano de las Comisiones Nacionales de Liturgia de América Latina y el Caribe. Encuentro convocado por el Departamento de Liturgia del Consejo Episcopal Latinoamericano, para tratar sobre "La formación litúrgica de los ministros de la Iglesia y so- bre la situación del Arte Sagrado en América Latina y el Cari- be".

En el pasaje del Evangelio según San Juan, que se proclama en esta fiesta, después de que Jesús se declara ante sus apóstoles como El camino, la verdad y la vida y añade "Nadie va al Padre si- no por mí" (Jn 14, 7). "Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre". Ya que tanto les ha hablado del Padre, Felipe le di- ce a Jesús: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta". Entonces Jesús se declara idéntico al Padre, más aún se declara como ima- gen visible del Padre y les dice: ¿Tanto tiempo estoy con voso- tros y no me conoces, Felipe?. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (Jn 14, 8). ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Creedme; yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.

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Con esta declaración, Jesucristo se nos presenta como el Sacra- mento radical de Dios, o Sacramento del Padre. Tomamos en es- te caso la palabra Sacramento como el "Signo sensible o símbo- lo, que por disposición divina significa o representa una reali- dad misteriosa y más aún nos la hace presente en favor nuestro, para nuestra salvación y santificación".

El Dios vivo y verdadero. Padre de nuestro Señor Jesucristo, es una realidad misteriosa y trascendente que solo se nos da a co- nocer y se nos comunica por el signo sensible de la naturaleza humana de Jesucristo. Cuando el Hijo de Dios asumió nuestra naturaleza humana por el misterio de la Encarnación, en el seno virginal de María Santísima por obra del Espíritu Santo, se hizo visible y sensible ante los hombres; más precisamente se hizo signo sensible que hizo presente entre los hombres al Dios invi- sible. En Jesucristo el Dios invisible se hizo presente y visible en- tre los hombres de la Palestina con los cuales trató Jesucristo. En Jesucristo los apóstoles vieron, palparon a Dios y trataron con él. Quien vio a Jesucristo, vio al Padre, por eso Jesucristo es el Sa- cramento de Dios, es el Sacramento del Padre.

Cuando Jesucristo por su misterio pascual realizó la obra de la redención humana y por la ascensión subió al cielo para partici- par de la gloria del Padre, se hizo invisible para los hombres que peregrinamos en este mundo. Sin embargo, él siguió permane- ciendo con nosotros hasta el fin del mundo. Jesucristo resucita- do continuó estando presente y actuante en este mundo para se- guir realizando la salvación de los hombres por medio de su Cuerpo mísrico que es la Iglesia, la comunidad cristiana. Por tanto, la Iglesia, como comunidad visible de los redimidos, es actualmente el Sacramento de Cristo. La Iglesia es signo sensi- ble de la presencia de Jesucristo y de su acción permanente pa- ra la salvación de los hombres.

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Y en la Iglesia, los siete sacramentos son signos sensibles de la acción o acciones salvífícas que Jesucristo sigue realizando en favor Qc los hombres, pero por medio de su Cuerpo místico, que es la Iglesia, para comunicamos su vida divina, que nos santifi- ca y nos salva.

Por tanto, para realizar la gran obra de la salvación en favor de todos los hombres de todos los tiempos. Cristo está siempre pre- sente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presen- te en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, sea sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos. Está presente en su palabra, pues, cuando se lee en la Iglesia a la Sagrada Escritura, es El quien ha- bla. Está presente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, en cumplimiento de su promesa: "Donde están dos o tres congre- gados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (SC 7).

Realmente, en esta obra tan grande, por la que Dios es perfecta- mente glorificado y se realiza el misterio de la salvación de los hombres. Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa, la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno.

La Liturgia, por tanto, no es como se la consideraba antes del Concilio Vaticano II, el conjunto de normas detalladas que regu- lan minuciosamente los ritos y ceremonias del culto público de la Iglesia. Así entendida la Liturgia se reducía al "ritualismo", que solo interesaba a los ministros sagrados encargados de cele- brarlo.

La reflexión teológico-pastoral que realizó el Concilio Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium, nos descubre a la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo, ejercido por su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, pueblo sacerdotal, que

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= OlE' \

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participa del sacerdocio de Jesucristo cor\ el sacerdocio regio o comiin de los fieles y con el sacerdocio ministerial de los minis- tros ordenados. En la Liturgia los signos sensibles significan y cada uno a su manera realizan la santificación de los hombres y procuran la gloria y el culto de Dios y así el Cuerpo nustico de Cristo, es dedr, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto públi- co íntegro. En consecuencia, toda celebración litxórgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es ac- ción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo titulo y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Igle- sia.

Entendida la Litxirgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesu- cristo, realizado por su Cuerpo místico, la Liturgia interesa no solo a los ministios, sino a todos los fieles. Por lo mismo la Igle- sia desea ardientemente que se lle\"e a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones li- túrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma.

Pero los pastores solo podrán aspirar a aquella participación plena, consciente y activa de los fieles por medio de una educa- ción adecuada. como no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmen- te del espíritu y de la fijerza de la liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea, antes que nada a la educación litiirgica del clero (S.C 14). De aquí surge la necesi- dad de una buena formación litúrgica de los ministios en la Igle- sia. Muy oportxmo, pues, que este Encuentio Interamericano de Comisiones Nacionales de Liturgia de América Latina y el Cari- be trate precisamente de la "Formación litúrgica de los ministios en la Iglesia ".

La Constitución Sacrosanctum Concilium da normas muy preci- sas para asegurar la formación litúrgica del clero:

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Se exige que los profesores que se elijan para enseñar la asig- natura de Sagrada Liturgia en los seminarios, casas de estu- dio de los religiosos y facultades teológicas deben formarse a conciencia para su misión en institutos destinados especial- mente a ello.

Se dice que la asignatura de sagrada liturgia se debe conside- rar entre las materias necesarias y más importantes en los se- minarios y casas de estudio de los religiosos y entre las asig- naturas principales en las facultades teológicas. Se explicará tanto bajo el aspecto teológico e histórico, como bajo el aspec- to espiritual, pastoral y jurídico.

Para que la Liturgia no se considere como una asignatura ais- lada, el Concilio indica que los profesores de las otras asigna- turas, sobre todo, de teología dogmática. Sagrada Escritura, teología espiritual y pastoral, procurarán exponer el misterio de Cristo y la historia de la salvación, partiendo de las exi- gencias intrínsecas del objeto propio de cada asignatura, de modo que queden bien claras su conexión con la liturgia y la unidad de la formación sacerdotal.

En los seminarios y casas religiosas, los clérigos deben adqui- rir una formación litúrgica de la vida espiritual por medio de una adecuada iniciación que les permita comprender los sa- grados ritos y participar en ellos con toda el alma, sea cele- brando los sagrados misterios, sea con otros ejercicios de pie- dad penetrados del espíritu de la sagrada liturgia; aprendan al mismo tiempo a observar las leyes litúrgicas, de modo que en los seminarios e institutos religiosos la vida esté totalmen- te informada de espíritu litúrgico.

El Concilio pide que "a los sacerdotes, tanto seculares como religiosos, que ya trabajan en la viña del Señor, se les ha de

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ayudar con todos los medios apropiados a comprender cada vez más plenamente lo que realizan en las funciones sagra- das, a vivir la vida litúrgica y comunicarla a los fieles a ellos encomendados.

Estimados hermanos, participantes en este Encuentro, ustedes tomarán muy en cuenta estas normas conciliares, al tratar sobre la formación litúrgica de los ministros en la Iglesia.

La situación del Arte Sagrado en América Latina y el Caribe

Ustedes van a tratar también, en este Encuentro, acerca de la si- tuación del Arte Sagrado en América Latina y el Caribe. Y que oportuno que traten acerca del Arte Sagrado en esta ciudad de San Francisco de Quito, que en su historia se ha venido convir- tiendo en un emporio de Obras de Arte Sagrado, de arte religio- so. En el Obispado de San Francisco de Quito fueron surgiendo verdaderos monumentos arquitectónicos de iglesias de un pri- moroso arte barroco, de conventos y claustros; grandes pintores como Miguel de Santiago, Rodríguez, Samaniego han ornamen- tado nuestras iglesias y conventos con obras maestras de pintu- ra; famosos talladores como Pampite, Bernardo de Legarda o Caspicara nos legaron preciosas imágenes de madera policro- mada, como las que vemos en esta iglesia: el Bautismo de Cris- to, de Diego de Robles; la Virgen de Quito, de Legarda; San Francisco o la Asunción, de Caspicara.

Las celebraciones litúrgicas deben ejecutarse con perfección y decoro. El decoro en las ceremonias exige que el arte se ponga al servicio de la Liturgia, para que todo redunde en mayor gloria de Dios.

La Instrucción "Inter Oecumenici" de 1964 nos dice que "Las iglesias y oratorios, los objetos sagrados en general y las vesti-

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duras sagradas ofrecerán un aspecto de auténtico arte cristiano, sin excluir el arte moderno".

Así pues, debe asegurarse que el arte arquitectónico guíe la construcción adecuada de las iglesias y oratorios, para que estos sean el ambiente conveniente para la actuación de la asamblea cristiana. El arte pictórico y escultórico deben ornamentar los lu- gares sagrados y especialmente los retablos. El arte musical ade- cuado debe dar mayor esplendor y fervor espiritual a las funcio- nes litúrgicas, sin que se excluya de la liturgia el arte moderno solo por el hecho de ser moderno; debe ser desde luego arte ade- cuado al carácter sagrado de la liturgia.

Piensen también, estimados hermanos, en las orientaciones que podrán darnos en este Encuentro para que nuestras Iglesias par- ticulares tomen las medidas necesarias para la conservación y salvaguardia del arte sagrado que conservan en sus templos y lugares sagrados.

Jesucristo nos dice en el Evangelio: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Que mediante una li- turgia renovada, más consciente y activa, todos los cristianos va- yamos por Cristo al Padre unidos en un mismo Espíritu que da vida.

Así sea.

Homilía pronunciada por Mons. Antonio }. González Z.,

Arzobispo de Quito, en la misa de inauguración del Encuentro Interamericano de las Comisiones Nacionales de Liturgia de América Latina y el Caribe, celebrada en la iglesia de San Francisco, el día lunes 4 de mayo de 1998.

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Mártires Visitar^dir^as Beatificadas

La vida de los justos está en las manos de Dios...

No amaron tanto su vida que temieran la muerte...

Dios las puso a prueba y las halló dignas de (Sabiduría 3, 1-5).

Venerable Comunidad del Monasterio de la Visitación de Santa María de Quito, estimados hermanas y hermanos en el Señor:

Mañana, 10 de mayo de este año del Señor de 1998, V Domingo de Pascua, S.S. el Papa Juan Pablo II, en solemne ceremonia que se celebrará en la Plaza de San Pedro, en Roma, proclamará Bea- tas a siete religiosas visitandinas del primer Monasterio de la Vi- sitación de Santa María de Madrid, que sellaron su consagración a Dios con el martirio, víctimas de la persecución religiosa de la guerra civil española. Ellas fueron las Hnas. María Gabriela (Amparo) de Hinojosa Naveros, Teresa María (Laura) Caves- tany y Anduaga, Josefa María (Carmen) Barrera Izaguirre, Ma- ría Inés Zudaire Galdeano, María Angela (Martina) Olaizola Ga- ragarza y María Engracia (Josefa Joaquina) Lecuona Aramburu, que fueron inmoladas el día 18 de noviembre de 1936 y la Hna. María Cecilia (María Felicitas) Cendoya Araquistaín, que fue sa- crificada el 23 de ese mismo mes en Madrid.

La ceremonia comenzará a las 10 de la mañana. Después de can- tado el Kyrie de la Misa, se acercarán a la cátedra del Santo Pa- dre el Cardenal Arzobispo de Madrid Antonio Rouco Várela, acompañado de los postuladores de la causa de beatificación. El Arzobispo de Madrid pedirá al Papa que inscriba en el catálogo de los beatos a las siete venerables Siervas de Dios Mártires vi- sitandinas. A continuación se leerá una breve biografía de las que serán beatificadas.

En el momento mismo de la beatificación, S.S: el Papa Juan Pa- blo II pronunciará solemnemente la siguiente fórmula: "Nos,

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acogiendo el deseo de nuestro hernrano el Cardenal Antonio Rouco Várela, Arzobispo de Madrid, de muchos otros hermanos en el episcopado y de muchos fieles, después de haber obtenido el parecer de la Sagrada Congregación de las Causas de los San- tos, con nuestra Autoridad Apostólica, concedemos que las Ve- nerables Siervas de Dios María Gabriela de Hinojosa, Teresa María Cavestany, Josefa María Barrera, María Inés Zudaire, Ma- ría Cecilia Cendoya, María Angela Olaizola y María Engracia Lecuona de ahora en adelante sean llamadas Beatas y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y según las reglas estable- cidas por el Derecho, cada año, en el día de su nacimiento para el cielo: el 18 de noviembre para María Gabriela de Hinojosa, Te- resa María Cavestany, Josefa María Barrera, María Inés Zudaire, María Angela Olaizola y María Engracia Lecuona y el 23 de no- viembre para María Cecilia Cendoya. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Un entusiasta y gran aplauso se levantará de la asamblea. Los tapices que representarán a las nuevas Beatas se desenrollarán en la fachada de la Basílica Vaticana. El Cardenal Arzobispo de Madrid agradecerá al Santo Padre por proclamar Beatas a las Venerables Siervas de Dios y continuará la celebración de la Eu- caristía con el canto del Gloria.

Hoy sábado 9 de mayo, a la misma hora en que se iniciará la Beatificación, el Monasterio de la Visitación de Santa María de Quito nos ha invitado a participar en esta Eucaristía, para unir- nos espiritualmente al júbilo que experimenta la Orden de la Vi- sitación en todo el mundo por esta exaltación al honor de los al- tares de estas siete monjas visitandinas y para tributar a Dios una ferviente acción de gracias por tan señalado favor concedi- do a la Orden y a la Iglesia con la Beatificación de estas siete mártires.

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¿Quiénes son estas siete mártires de la Orden de la Visitación?

1. La Hna. María Gabriela (Amparo) de Hinojosa Naveros nació en el pueblo de Alhama de Granada, el 24 de julio de 1872. Fue, por tanto, sacriñcada a los sesenta y cuatro años de edad. A los ocho años pierde a sus padres y su hermano Eduardo, que vive en Madrid, la recibe con todo cariño en su casa. Realiza sus estudios, como interna, en el segundo Monasterio de la Visitación de Madrid, que entonces tenía internado. Allí se encuentra feliz, como en su propio ambiente. A los 19 años entra en el primer Monasterio de la Visitación de Santa Ma- ría de Madrid y emprende con gran fer\'or su formación reli- giosa. A lo largo de su vida ejerce diferentes cargos en el Mo- nasterio. En los difíciles años de 1929 a 1935, como Superio- ra, muestra su gran corazón y es muy maternal con todas. Cuando en 1936 arrecia en España la persecución religiosa, por disposición de los superiores, la mayor parte de la Comu- nidad del Monasterio de Madrid se traslada a Oronoz (Nava- rra), pero la Hna. María Gabriela queda en Madrid como su- periora del pequeño grupo de las siete Hermanas que fueron martirizadas.

2. La Hna. Teresa María Cavestany. Su nombre de pila es Laura. Nace el 30 de julio de 1888 en Puerto Real (Cádiz), aunque vi- ve en la capital de España durante casi toda su vida. Su pa- dre Juan Antonio Cavestany es un gran literato e insigne poe- ta. Sufrió el martirio a los 48 años de edad. Como desea en- tregarse totalmente a Dios, entra en el primer Monasterio de la Visitación de Madrid en 1914. Al tomar el hábito recibe el nombre de Teresa María. Expresa entonces lo siguiente: "No tengo más que un solo deseo, insaciable, inmenso... el deseo, la sed de Dios ¡Dios solo! Fiel hija de la Iglesia, sufre las ho- ras amargas de los años 1931-1936. Cuando les comunican

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que van a incendiar el Monasterio, marcha con sus seis com- pañeras al refugio preparado, donde siguen la vida religiosa como en una pequeña catacumba.

3. La Hna. Josefa María Barrera Izagiiirre. Había nacido en El Fe- rrol (La Coruña) el 23 de mayo de 1881. En el bautismo reci- bió el nombre de Carmen.

El 15 de octubre de 1918 entra en el primer Monasterio de la Visitación de Madrid. Emprende el noviciado con todo fer- vor, esforzándose por corregir sus imperfecciones. Toma el hábito el 20 de abril de 1919 y se le impone el nombre de Hna. Josefa María. Al año siguiente, D. Manuel González, Obispo de Málaga, preside la ceremonia de su profesión religiosa. Pasa casi toda su vida como enfermera y despliega todas sus cualidades de abnegación, cariño y servicialidad. Cuando es- talla la guerra civil, la Hna. Josefa María se queda en Madrid y junto con sus seis compañeras pasa al refugio de la calle Manuel González Longoria.

4. Hna. María Inés Ziidaire Galdeano. Nace en Echávarri (Nava- rra) el 28 de enero de 1900. Por tanto sufrió el martirio a los 36 años de edad. Sus padres, Valentín Zudaire y Francisca Galdeano, le ofrecen un hogar cristiano impregnado de una sincera piedad: jamás se dejó de rezar un día el rosario. De los seis hijos de este hogar dos son llamados por Dios a la vida consagrada: Florencio que ingresó en los Maristas e Inés, que a los 19 años se presenta en Madrid, para ingresar en el Pri- mer Monasterio de la Visitación. Al vestir el hábito en 1919, no le cambian el nombre, según la costumbre. Solo le antepo- nen el de María. La Comunidad está satisfecha de sus adelan- tos y le concede la profesión temporal el 17 de noviembre de 1920. En 1923 se consagra a Cristo para siempre con los votos solemnes. Cuando en 1931 la persecución religiosa obliga a la

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Comunidad a refugiarse durante algunos meses en Oronoz (Navarra), Hna María Inés siente la alegría de volver a su tie- rra y ver a los suyos. La situación empeora en 1936 y la Co- munidad tiene que volver a Oronoz; pero esta vez en el gru- po que queda en Madrid se encuentra la Hna. María Inés, lo que le supone un gran sacrificio, pues es muy miedosa. En el refugio de la calle Manuel González Longoria la Hna. María Inés tiene un acceso de fiebre y quieren ponerla a salvo, lle- vándola a un hospital. Pero ella rechaza la propuesta, porque sabe que la persecución arrecia y no quiere separarse de sus hermanas. Sigue enferma en cama, cuando los milicianos vie- nen a sacarlas del refugio para llevarlas al martirio.

5. Hna. María Cecilia Cendoya Araquistaín. Nace en Azpeitia (Guipúzcoa) el 10 de enero de 1910. Soportó el martirio sien- do aún joven de 26 años. Es hija de Antonio Cendoya e Isabel Araquistaín. En el bautismo recibe el nombre de María Feli- citas. A los siete años recibe la Primera Comunión y desde entonces aumenta su fervor eucarísfico. Decidida y alegre, a los 20 años de edad ingresa en el Primer Monasterio de la Vi- sitación de Madrid, el 9 de octubre de 1930. Hna. María Ceci- lia es el nombre que recibe en la vida religiosa. Desde el prin- cipio sufre las consecuencias de la persecución religiosa: dis- turbios, incendios de iglesias y conventos, dispersión de su comunidad. Pocos meses después de su entrada en el Monas- terio, viendo la maestra que la postulante está asustada, le pregunta si quiere volver a su casa y regresar, cuando la si- tuación mejore; pero ella responde decidida: "No, no, herma- na mía, antes que me corten la cabeza". Hace los votos solem- nes el 27 de septiembre de 1935. Desde el 18 de julio de 1936 vive en el refugio los difíciles meses de calvario hasta la fecha de su martirio.

6. Hna. María Angela Olaizola Garagarza. Su nombre de pila es Martina. Nace en Azpeitia (Guipúzcoa), el 12 de noviembre

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de 1893. Fue martirizada a la edad de 43 años. Es el octavo y último vastago de la familia de José Ignacio Olaizola y Justa Garagarza. Sus padres la hacera hija de Dios por el bautismo el mismo día de su nacimiento. Cuando oye la llamada de Je- sús que la invita a seguirle, no se hace esperar y llega al pri- mer Monasterio de la Visitación de Madrid en 1918, en cali- dad de Hermana externa. La misión de Hna. María Angela es la de guardar las puertas, el torno y el locutorio del Monaste- rio. Es admirable su fidelidad en lo pequeño, en lo cotidiano. Como es inteligente y humilde, las superioras confían en su prudencia y tanto en 1931 como en 1936, cuando la Comuni- dad va a Oronoz, es designada para formar parte del grupo que queda en Madrid y que dará a Dios la suprema prueba de amor. Cuando el portero les dice, el 18 de noviembre, que quiere ponerlas a salvo, ella, igual que sus Hermanas, res- ponde: "Nosotras estamos contentísimas de irnos al cielo. ¡Ah! si por nuestra sangre. Señor, se salva España".

7. La séptima es Hna. María Engracia Leciiona Arambuni. Su nombre de pila es Josefa Joaquina. Es la mayor de 14 hijos que nacieron en el hogar de Pedro Lecuona y Matilde Aram- buru. Nació en el caserío de Oyarzun en Guipúzcoa, el 2 de julio de 1897. Aconteció su martirio cuando tenía 39 años de edad. Desde pequeña había llamado la atención por su amor a la Virgen. Siempre había suspirado por la vida religiosa y en la víspera de la Inmaculada Concepción de 1924 ingresa en el Primer Monasterio de la Visitación de Santa María de Madrid. El 8 de octubre de 1925 tiene la inmensa satisfacción de tomar el hábito, recibiendo el nombre de María Engracia. En 1936 el Señor le pide quedarse en Madrid y este sacrificio es aún más costoso, al ver partir a Oronoz con la Comunidad a su propia hermana María, que ha ingresado también en el Monasterio hace dos años.

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El martirio de estas siete Hermanas Visitandinas de Madrid

Estas siete Hermanas van a ser proclamadas Beatas el día de ma- ñana, porque se ha comprobado en los procesos que ellas murie- ron mártires en la persecución religiosa de la guerra civil espa- ñola.

En 1936 la persecución religiosa arrecia en España. Por disposi- ción de los superiores, la mayor parte de la Comunidad del Mo- nasterio de la Visitación de Madrid se traslada a Oronoz (Nava- rra). Pero el pequeño grupo de estas siete Hermanas se queda en Madrid. El 18 de julio les llegan noticias de incendios en iglesias y conventos. Las siete Hermanas se refugian en un semisótano, preparado con anterioridad en la calle Manuel González Longo- ria, próxima al Monasterio. Transcurren cuatro meses en que vi- ven un prolongado martirio. Alguien las denuncia por ser reli- giosas y comienzan las visitas desagradables, los famosos regis- tros de los milicianos. Tanto el portero de la casa como los fami- liares de las Hermanas quieren ponerlas a salvo de una en una, llevándolas a algún Consulado o Embajada, pero ellas se niegan, pues no quieren comprometer a nadie. En el último registro del 17 de noviembre de 1936 los de las milicias anarquistas se des- piden con una amenaza: "Hasta mañana". Ellas comprenden que es para conducirlas a la muerte y pasan la noche en oración con el fin de prepararse al momento supremo. Cuando vienen a buscarlas salen muy serenas. A la puerta se ha amotinado mu- cha gente. Ellas con gran valentía hacen la señal de la cruz. Se oyen insultos y amenazas y alguien dice: "Ahí mismo tienen que fusilarlas, porque santiguarse es desafiar". Se las llevan en un camión. El trayecto es breve. Al llegar a la confluencia de la calle López de Hoyos con Velásquez, las hacen bajar y una ráfa- ga de proyectiles derriba sus cuerpos que quedan cruelmente destrozados, mientras sus almas justas entran a estar para siem- pre en las manos de Dios. Allí fueron martirizadas seis de las

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siete hermanas. No fue ejecutada con sus compañeras la menor de todas, la Hna. María Cecilia, porque, nerviosa, al bajar del ca- mión echó a correr. Mas pronto se encuentra con unos guardias y se entrega, diciendo: "Soy religiosa".

Al día siguiente por la mañana la llevan a una de las peores cár- celes, las desgraciadamente famosas "checas". En ella están de- tenidas unas doce mujeres. A una de ellas le contesta Hna. Ma- ría Cecilia: "Soy religiosa" y le cuenta todo lo sucedido: "Está- bamos siete religiosas en un piso aquí en Madrid, somos salesas, vinieron por nosotras, nos metieron en un coche y nos llevaron a un sitio oscuro. . . Yo me bajé del coche de la mano de otra her- mana, éramos las dos últimas y al notar que se caía muerta, no lo que me pasó, eché a correr y no sabía lo que hacía". A sus compañeras de calabozo las alienta a sufrir por Dios... Poco a poco van llamando a las detenidas a declarar. A unas las dejan en libertad, a otras las fusilan. Hna. María Cecilia se va despi- diendo de ellas con tristeza. Teme quedarse sola. Les asegura que, cuando le llegue su tumo, no ocultará que es religiosa. Y es consciente de lo que esa afirmación supone en esos precisos mo- mentos. En efecto una marca roja aparece junto a su firma en la declaración que hace en la cárcel. Es la señal de los condenados a muerte. A las afueras de Madrid, en las tapias del cementerio de Vallecas, a la madrugada del 23 de noviembre aparece su ca- dáver. Ha derramado su sangre por amor y fidelidad a Cristo.

Estimados hermanos y hermanas, con esta Eucaristía que cele- bramos hoy en este Monasterio de la Visitación de Santa María de Quito, nos unimos espiritualmente a la grandiosa y solemne ceremonia de Beatificación de estas siete Mártires Visitandinas, ceremonia que se celebrará el día de mañana en el Vaticano. Con esta Eucaristía damos también gracias a Dios por el beneficio inefable concedido a la Orden de la Visitación y a la Iglesia de estas siete nuevas mártires exaltadas al honor de los altares.

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La vida de estas mártires está en las manos de Dios... No ama- ron tanto su vida que temieran la muerte... Dios las puso a prueba y las halló dignas de sí". Así sea.

Homilía pronunciada por Mons. Antonio }. González Z., Arzobispo de Quito, en la Misa de acción de gracias celebrada en la Iglesia del Monasterio de la Visitación de Santa María de Quito, el sábado 9 de mayo de 1998, con ocasión de la Beatificación de las siete Mártires visitandinas del Primer Monasterio de la Visitación de Santa María de Madrid, beatificación celebrada en Roma el domingo 10 de mayo de 1998, a las lOhOO.

Quincuagésimo Aniversario de la Presencia de la Congregación de Religiosas Dominicas de Santa Catalina de Sena en la Clínica Pasteur

Hoy, a los ocho días de Pentecostés, estamos celebrando la so- lemnidad de la Sma. Trinidad

El misterio de la Sma. Trinidad consiste en que en el Dios vivo y verdadero, que es único, hay tres personas iguales y distintas, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Por tanto. Dios en su intimidad no es un ser aislado y solitario. Dios es una familia, una comunidad de tres personas, tan ínti- mamente relacionadas entre por relaciones de conocimiento y amor mutuos, que forman un solo Dios verdadero.

Las tres divinas personas de la Sma. Trinidad están muy estre- chamente relacionadas con nosotros, los cristianos, con la Igle- sia.

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Dios nos ha amado tanto, que ha querido constituirse en nues- tro Padre y ha resuelto elevarnos a nosotros, los hombres, a la dignidad de hijos suyos, mediante una participación o comuni- cación a nosotros de la vida divina por la gracia. A Dios le po- demos dar, con confianza filial, el título de "Abba, Padre". Así hemos sido introducidos, de alguna manera, en la familia divi- na de la Sma. Trinidad.

Jesucristo, el verdadero Hijo de Dios, ha sido constituido en el primogénito entre muchos hermanos. Más aún, Jesucristo nos ha incorporado vitalmente a él, como sarmientos a la vid, como miembros a su Cuerpo Místico. Así la vida de Cristo, que es vi- da de Hijo de Dios, se transmite a nosotros, hasta el punto de que podemos decir con San Pablo: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí".

El Espíritu Santo nos ha sido dado, como don especial, "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo, que se nos ha dado" (Rom 5, 5). Las relaciones de las tres divinas personas de la trinidad con la Iglesia son tan in- tensas y vitales, que los cristianos somos hijos del Padre, herma- nos de Jesucristo y templos vivos del Espíritu Santo.

En esta solemnidad de la Sma. Trinidad, demos gra- cias a Dios por los cincuenta años de la presencia de la Congregación de Religiosas Dominicas de Santa Catalina de Sena en la Clínica Pasteur de Quito

Hace más de cincuenta años, la Clínica Pasteur, que funcionaba en la llamada Mama Cuchara, en el redondel en que remata, al oriente, la calle Rocafuerte, era una prestigiosa casa de salud, sostenida por una empresa o sociedad privada conformada por los doctores Carlos Bustamante y Manuel Villacís. Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl administraban y servían pro-

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fesionalmente como enfermeras en aquella Clínica. En aquella época, las Hijas de la Caridad, en su afán de ser fieles al carisma de servidoras de los pobres, se retiraron de las Instituciones de salud privadas y por tanto, se retiraron de la Clínica Pasteur.

El Padre Inocencio Jácome, importante dominico de entonces, que era capellán de la Clínica Pasteur, interpuso sus buenos ofi- cios ante la Madre María Amada de Jesús, Superiora General de las Religiosas Dominicas de Santa Catalina de Sena, para obte- ner que una comunidad de esa Congregación viniera de Colom- bia a prestar sus servicios en la Clínica Pasteur.

Las gestiones del P. Inocencio Jácome fueron eficaces y una pe- queña comunidad de tres religiosas Dominicas de Santa Catali- na de Sena, compuesta por Madre Celina Jiménez, como supe- riora, por Sor Amalia Cardona y Sor Martha Rosa Fandiño, se hizo presente en la Clínica Pasteur en el mes de junio de 1948, es decir, hace cincuenta años.

Como toda comunidad cristiana o comunidad religiosa, aquella comunidad de Religiosas Dominicas trataba de imitar, en la vi- vencia de su consagración religiosa, a la Sma. Trinidad en sus re- laciones mutuas de amor y en su servicio caritativo a los enfer- mos, en quienes servían a Jesucristo mismo.

Por tanto, con esta Eucaristía, que celebramos en la solemnidad de la Santísima Trinidad, demos gracias a Dios por los benefi- cios concedidos a la Iglesia particular de Quito y a toda la socie- dad quiteña con la presencia y los servicios prestados por la Congregación de Religiosas Dominicas de Santa Catalina de Se- na, a lo largo de esta media centuria en la Clínica Pasteur, tan co- nocida y apreciada en Quito y en el Ecuador.

Agradezcamos a Dios, porque el servicio de las Religiosas Do- minicas en la Clínica Pasteur se fue consolidando y perfeccio- nando con la estabilidad institucional que le dio a esta Casa de

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Salud la presencia de una Comunidad religiosa, que fue sucesi- vamente dirigida por las superioras: Sor Teresita Callejas, Sor Laura Rosa Sánchez.

Se constituyen en verdadera institución, en la Clínica Pasteur, Sor Carlina Benítez Ospina, quien fue superiora desde 1961 has- ta 1973 y luego Sor María Virginia Avila entre 1974 y 1985. Aun- que Madre Carlina Benítez ya fue llamada por Dios al Reino de la vida, su recuerdo y su importante servicio perduran en la Clí- nica Pasteur.

Bajo el superiorato de Madre Carlina, la Congregación de Reli- giosas Dominicas de Santa Catalina de Sena adquiere la propie- dad de esta Casa de Salud en 1963. Esta adquisición se realiza, no con afán de enriquecimiento, sino con el anhelo de organizar libremente mejores servicios en favor de los enfermos de Quito y del Ecuador. Con espíritu emprendedor. Madre Carlina deci- de, ante el deterioro en que se encontraba la Clírüca de la Mama Cuchara, comprar el actual terreno, al norte de la ciudad. En su tiempo y con la valiosa ayuda de la Arquidiócesis de Munich (Alemania), obtenida con la recomendación del Arzobispado de Quito, se logra construir el actual nuevo edificio de la Clínica y se lo equipa adecuadamente, aprovechando de los adelantos técnicos de la medicina.

El funcionamiento de la Clínica Pasteur bajo la dirección de las Dominicas de Santa Catalina de Sena, trata de ser eficiente bajo el aspecto científico y técnico de la medicina y de la cirugía; pe- ro, sobre todo, las religiosas han procurado dar impulso a una verdadera pastoral de la salud desde su Clínica propia. Por el beneficio que ha significado para nuestra sociedad el adelanto y progreso significativo de la Clínica Pasteur a lo largo de estos cincuenta años, demos gracias a Dios con esta Eucaristía jubilar.

Después de Madre Carlina, se constítuyó también en una verda- dera institución para la Clínica Sor María Virginia Avila, quien

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fue superiora desde 1974 hasta 1985. Han seguido, como supe- rioras: Sor María Trinidad Sánchez entre 1985 y 1987; Sor Aura Lucía Moreno entre 1988 y 1992 y actualmente dirige la Clínica como superiora. Sor María Luisa Rojas, desde 1993. A ella le ha correspondido la responsabilidad y el honor de celebrar estas Bodas de Oro de la presencia de las Dominicas de Santa Catali- na de Sena en la Clínica Pasteur.

Agradezcamos también a Dios por el hecho de que las Religio- sas Dominicas en todo tiempo se han sentido eficazmente ayu- dadas por la cooperación técnica competente y generosa de quien ha desempeñado el cargo de director y de los médicos y profesionales que en sus diversas especializaciones han trabaja- do y trabajan en la Clínica. Ha sido también profesionalmente competente y abnegada la cooperación de las enfermeras, ayu- dantes y personal de administración y servicios de la Clínica. A ese personal la Clínica le renueva su gratitud.

En esta Eucaristía jubilar, agradezcamos a Dios por el gran espí- ritu de sacrificio, por la abnegación y tenacidad y por la fe, con la que ven a Jesucristo en los enfermos, con que han trabajado las religiosas y con la visión de futuro que tuvieron para llevar adelante un proyecto de tanta importancia para nuestro pueblo.

Cuando en estas Bodas de Oro de la presencia de las Dominicas de Santa Catalina de Sena en la Clínica Pasteur, formulamos a todo el personal que trabaja en esta Casa de salud, nuestra cor- dial congratulación, también le formulamos este voto: Que el amor de Dios se derrame abundantemente en sus corazones con el Es- píritu Santo que se nos ha dado, a fin de que con ese amor y con com- petencia técnica y profesional sigan sirviendo a los enfermos como a Je- sucristo mismo, que se identifica con los más humildes de sus herma- nos. Así sea.

Homilía pnvninciada por Mons.. Antonio /. González Z., Arzobispo de Quito, el día 7 de junio de Í998.

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Bodas de Plata de la Facultad de Teología de la P.U.C.E.

Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien na- die sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt 11, 27) Mt. 22, 25-30)

El 20 de junio de 1973, el señor Cardenal Gabriel Carroñe, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica y por tanto, para los Seminarios y Universidades de Estudios y su Secretario, atendiendo a una petición que a ese Dicas- terio romano había enviado desde Quito, el señor Carde- nal Pablo Muñoz Vega, Arzo- bispo de Quito y Gran Canci- ller de la Pontificia Universi- dad Católica del Ecuador, sus- cribieron el Decreto por el cual elevaron a la categoría de Facultad eclesiástica al Insti- tuto Teológico que ya funcio- naba en Quito, ligado a esta Pontificia Universidad Católi- ca. Al erigir canónicamente esta Facultad de estudios o ciencias filosófico-teológicas, la Santa Sede le otorgaba la fa- , cuitad de conferir títulos aca-

démicos de Bachillerato, de Licenciatura y de Doctorado. Al crear esta nueva Facultad de Teología, la Santa Sede la creaba dentro de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, que en esa fecha ya tenía más de veinticinco años de existencia, pero al mismo tiempo la complementaba, ampliaba y enriquecía, puesto que una Facultad de ciencias filosófico-teológicas venía a justificar el título de Pontificia Universidad Católica que ya ostentaba nuestra Universi- dad.

Después de pocos días, el 20 de junio del año en curso, se van a cumplir los veinticinco años de la creación de esta Fa- cultad de ciencias filosófico- teológicas. Para solemnizar estas Bodas de Plata de esta

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Facultad eclesiástica de Teolo- gía de la PUCE, convocados por el Decano de la Facultad, Padre Dr. Fernando Barredo, nos hemos congregado hoy los que integramos la comuni- dad universitaria de esta uni- dad académica: Decano, Claustro de profesores, alum- nos, personas que trabajan en administración y servicios, re- presentantes de las diócesis e Institutos de vida consagrada que envían alumnos a la Fa- cultad, para celebrar con esta Eucaristía esta fecha jubilar de . la existencia y funcionamiento de esta Facultad de Teología.

Con esta Eucaristía, demos

gracias a Dios por los beneficios que ha aportado a la Iglesia Católica que peregrina en el Ecuador la creación de esta Facultad de Teología y recibamos también de la Palabra de Dios, que acaba de ser proclamada, el mensaje específico para esta Facultad en esa fecha jubilar.

1 . Dennos gracias a Dios

por el beneficio de la unificación de la preparación intelectual de los aspirantes al sacerdocio

Recordemos que antes del Concilio Vaticano II, aquí en Quito y en el Ecuador, la for- mación intelectual de los aspi- rantes al sacerdocio se hacía en forma aislada y fragmenta- ria. Había un solo centro de formación para el clero dioce- sano de todo el Ecuador. Ese centro fue el Seminario Mayor "San José" de Quito, regenta- do en aquellos años por la Congregación de la Misión o Padres Lazaristas. En el Semi- nario Mayor de Quito se for- maban todos los seminaristas de las diócesis del país. Las órdenes o congregaciones reli- giosas tenían sus propios Teo- logados o centros de forma- ción eclesiástica. La Orden de Predicadores tenía su Teolo- gado en Santo Domingo; la Orden de Frailes Menores te- nía el suyo en San Francisco; los Agustínos mantenían su Teologado en el convento de

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San Agustín; los Mercedarios, en el convento de la Merced. Cada Teologado religioso te- nía su propio cuerpo de profe- sores, que podían ser uno, dos o tres religiosos que abarca- ban o se distribuían la ense- ñanza de los diversos tratados de filosofía o teología, a pocos alumnos. Este sistema de for- mación predisponía a la sepa- ración y en ocasiones, a la ri- validad entre clero diocesano y clero religioso. Después del Concilio Vaticano 11, que tanto insistió en el espíritu de co- munión eclesial, el nuevo Ar- zobispo de Quito, que inició su servicio pastoral a la Ar- quidiócesis en 1967, Mons. Pa- blo Muñoz Vega, impulsó la idea de unificar esfuerzos y constituir en el Seminario Ma- yor "San José" de Quito un Teologado Común, aprove- chando el concurso del mejor o mejores profesores que tu- viera cada Instituto y reunien- do en este Teologado común a los estudiantes de Filosofía y Teología del Seminario Mayor y de los diversos centros de estudio de los Institutos reli- giosos. Este Teologado co-

mún, que contribuyó a la unión entre clero diocesano y religioso, fue la base para la creación en junio de 1973 de la Facultad Eclesiástica de Cien- cias Filosófico-teológicas en la PUCE. Por el beneficio de la unión entre diocesanos y reli- giosos y de la revitalización y mejoramiento de los estudios filosófico-teológicos que pro- dujeron la creación del Teolo- gado comiin y luego la erec- ción canónica de la Facultad de Teología, tributemos fer- vientes gracias a Dios en esta Eucaristía jubilar.

2. Demos gracias a Dios

por el beneficio que sigr^ificó para la Pontificia Universidad Católica del Ecuador la creación de la Facultad de Teología,

La Consfitución Apostólica Ex corde Ecdesiae de S.S. el Papa Juan Pablo 11 (15 de agosto 1990) da a conocer el inmenso beneficio que aporta a una Universidad Católica el fun- cionamiento en ella de una Facultad de Teología.

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"La teología nos dice el Pa- pa— desempeña un papel particularmente importante en la búsqueda de una síntesis del saber, como también en el diálogo entre fe y razón. La teología presta, además una ayuda a todas las otras disci- plinas en su búsqueda de sig- nificado, no solo ayudándoles a examinar de qué modo sus descubrimientos influyen so- bre las personas y la sociedad, sino dándoles también una perspectiva y una orientación que no están contenidas en sus metodologías. A su vez, la interacción con estas otras dis- ciplinas y sus hallazgos enri- quece a la teología, proporcio- nándole una mejor compren- sión del mundo de hoy y ha- ciendo que la investigación teológica se adapte mejor a las exigencias actuales". El Papa llega a esta conclusión: "Con- siderada la importancia espe- cífica de la teología entre las disciplinas académicas, toda Universidad Católica deberá tener una Facultad o al menos cátedra de teología" (E.C.E. 19).

3, Que la Facultad de Teología, al celebrar las

Bodas de Plata de su tundación, descubra el mensaje que Dios le diri- ge en esta celebración

a) Que en los estudios de los diversos tratados de la Teo- logía sea iluminada por la luz de la revelación, que culmina en Jesucristo

El pasaje del Evangelio que ha sido proclamado en esta celebración nos recuerda que el habitual procedi- miento de Dios en la reve- lación de las verdades del Reino consiste en ocultar dichas verdades a los sa- bios y prudentes del mun- do y en manifestarlas y re- velarlas a los humildes, sencillos y pequeños. Lo propio de la teología con- siste en estudiar a Dios y todas las realidades que se refieren a Dios a la luz de la revelación divina, que ha culminado en Jesucristo. Por eso Jesucristo nos dice que "nadie conoce bien al

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Hijo sino el Padre, ni al Pa- dre le conoce bien nadie si- no el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera reve- lar". (Mt 11, 27). Como teó- logos o estudiantes de teo- logía, los profesores y estu- diantes de esta Facultad deben preocuparse siem- pre de realizar sus estudios a la luz de la revelación di- vina, a la luz de la Palabra de Dios interpretada en plena fidelidad al magiste- rio de la Iglesia. Y ya que nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre conoce bien nadie, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar, los estu- diantes de esta Facultad deben tener la convicción de que:

"No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el Nombre, la doctrina, la vida, las pro- mesas, el Reino, el Miste- rio de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios" (EN 22). Por tanto, en la evangeliza- ción hay que anunciar a

Cristo en toda su riqueza y plenitud, tal como se des- prende de las divinas Es- crituras tomadas en su in- tegridad. (LP 50).

b) Que esta Facultad una sólida formación teológica a sus alumnos

La Declaración sobre la educación cristiana de la juventud del Vaticano II di- ce que "La Iglesia espera mucho de la laboriosidad de las Facultades de cien- cias sagradas. A ellas les confía el gravísimo deber de formar a sus alumnos, no solo para el ministerio sacerdotal, sino sobre todo para enseñar en los centros de estudios eclesiásticos superiores, para hacer avanzar con el trabajo per- sonal las disciplinas o para tomar sobre las más ar- duas funciones del aposto- lado intelectual. A estas Fa- cultades concierne así mis- mo el investigar más a fon- do los distintos campos de las disciplinas sagradas, de forma que se logre una in-

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teligencia cada día más profunda de la Sagrada Re- velación".

Por tanto, como un mensa- je de Dios en esta fecha ju- bilar, se le pide a esta Fa- cultad de teología que "promueva con intensidad las ciencias sagradas y las que con ellas se relacionan y sirviéndose también de los métodos y medios más recientes, formen a los alumnos para las más pro- fundas investigaciones" (GE 11).

c) Esta Facultad de Teología debe ayudar de manera efectiva a la Pontificia Uni- versidad Católica a cum- plir su papel específico de realizar un proyecto cris- tiano de hombre. Para ello tiene que estar en diálogo vivo, continuo y progresi- vo con el Humanismo y con la cultura técnica. Este diálogo con la cultura se realizará por medio de la evangelización de la cultu- ra o la inculturación del Evangelio. La incultura-

ción es la encarnación del Evangelio en todas las cul- turas para su transforma- ción con los valores cristia- nos que derivan de la fe. Mediante este proceso se sitúa el mensaje evangélico en el pensar de la cultura, en sus principios funda- mentales de vida, en sus criterios de juicio, en sus normas de acción, a fin de que se proyecte en el ethos del pueblo, en sus institu- ciones y en todas sus es- tructuras. La inculturación es, en síntesis, un proceso de discernimiento y de im- pregnación de los princi- pios fundamentales del Evangelio, desde el actuar de Jesús, en la cultura de cada pueblo. Solo así la Universidad Católica o la Universidad de inspiración cristiana podrá apuntar so- luciones para los complejos problemas no resueltos de la cultura emergente y las nuevas estructuraciones sociales, como la dignidad de la persona humana, los derechos inviolables de la vida, la libertad religiosa.

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la familia como primer es- pacio para el compromiso social, la solidaridad en sus distintos niveles, el com- promiso propio de una so- ciedad democrática, la compleja problemática eco- nómico-social y la veloci- dad del cambio cultural.

Celebremos, pues, esta Euca- ristía de Bodas de Plata de nuestra Facultad de ciencias filosófico-teológicas, para tri- butar, con fervor y gozo, nues- tra acción de gracias a Dios por todos los beneficios con-

cedidos a nuestra Iglesia par- ticular y a esta Pontificia Uni- versidad Católica a lo largo de estos veinticinco años de fun- cionamiento de esta Facultad y también para impetrar del Espíritu Santo aquellas luces y fortaleza que necesita esta Fa- cultad de Teología para cum- plir su misión de formar sóli- damente a sus alumnos, a la luz de la revelación cristiana y de inculturar el Evangelio en las complejas y cambiantes realidades de la cultura técni- ca o emergente.

Así sea.

Homilía pronunciada por Mons. Antonio J. González Z., Arzobispo de Quito y Gran Canciller de la PUCE, en la Eucaristía de Bodas de Plata de la Facultad de Ciencias Filosófico-teológicas, el 10 de junio de 1998.

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En la Fiesta del beato Josemaría Escrivá

"Porque ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación" (I Ts 4, 3)

Estimados hermanos: Rvmo. Vicario del Prelado del Opus Dei, sacerdotes y fieles de la Prelatura personal del Opus Dei, muy amados hermanas y hermanos en N.S. Jesucristo.

Cuando en la primaveral y espléndida mañana del domingo 17 de mayo de 1992, ante la grandiosa fachada de la Basílica de San Pedro en el Vaticano y teniendo delante de a una inmensa multitud de fieles, venidos a Roma de todos los continentes del mundo, que llenaban la Plaza de San Pedro y la Vía de la Con- ciliación, Su Santidad el Papa Juan Pablo II proclamó beatos al sacerdote español, fundador del Opus Dei, Mons. Josemaría Es- crivá de Balaguer y a la religiosa canosiana, originaria del Sudán en Africa, Josefina Bakhita, determinó también que se pudiera celebrar la fiesta del beato Josemaría Escrivá de Balaguer todos los años en los lugares y del modo establecido por el Derecho, el día de su tránsito al cielo, el 26 de junio.

Por esto, hoy 26 de junio de 1998, nos hemos congregado en es- ta Catedral primada de Quito, para celebrar con esta Eucaristía solemne la fiesta del beato Josemaría Escrivá de Balaguer.

Con la proclamación de un beato en la Iglesia, el Pontífice Ro- mano nos presenta a los fieles cristianos un nuevo intercesor en el cielo y un nuevo modelo de perfección cristiana, al que pode- mos imitar en la tierra.

En el beato Josemaría Escrivá S.S. el Papa Juan Pablo II nos ha recordado y enseñado tres aspectos importantes de la espiritua- lidad que él practicó y enseñó especialmente a los miembros del Opus Dei. Esos tres aspectos importantes de su espiritualidad

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son: La Vocación universal a la santidad en la Iglesia. T El va- lor santifícador del trabajo y 3^^ La vocación del fiel cristiano al apostolado.

1 . La vocación universal a la santidad en la Iglesia

En muchos casos de beatificaciones, como en el de Mons. Jose- maría Escrivá, la beatificación es también la aprobación oficial que da la Iglesia a un carisma propio o a una espiritualidad es- pecífica promovida y fomentada por el beato en la Iglesia. Jose- maría Escrivá de Balaguer, que fije un maestro de vida interior, de espiritualidad, se adelantó al Vaficano 11, al promover y fo- mentar en la Iglesia la vocación universal a la santidad. Mons. Al- varo del Portillo, colaborador y sucesor de Mons. Escrivá el cual siguió desde dentro el Concilio Vaticano H, contribuyendo a su desarrollo comenta: "En cuantas ocasiones, durante la aprobación de los documentos del Concilio, hubiese sido de jus- ticia hablar con el Fundador del Opus Dei y repetirle: ¡Felicita- ciones!, porque lo que tiene en su alma, lo que ha enseñado in- cansablemente desde 1928, ha sido proclamado, con toda solem- nidad, por el magisterio de la Iglesia" (Testigo pág. 8). Al reco- rrer la doctrina que vivifica los documentos del Vaticano n, en el que se repiten las enseñanzas tiadicionales remozando su ro- paje — viejo como el Evangelio y como el Evangelio nuevo sorprende ver con qué fidelidad se ajusta a los textos oficiales lo ya predicado por el Fundador. Aquella doctrina, que, treinta y tantos años antes, algunos consideraron descabellada y herética, estaba ahora re\"estida de solemnidad oficial. En primer térmi- no, la llamada universal a santificarse, que el beato Josemaría Escrivá había consignado por escrito en carta del 24 de marzo de 1930: "Hemos de estar siempre de cara a la muchedumbre, por- que no hay criatura humana que no amemos, que no tratemos de ayudar y comprender. Xos interesan todos, porque todos tie- nen un alma que salvar, porque a todos podemos llevar, en nom-

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bre de Dios, una invitación para que busquen en el mundo la perfección cristiana, repitiéndoles, estote ergo vos perfecti, sicut et Pater vester coelestis perfectus est; sed perfectos, como lo es vues- tro Padre celestial". "Hemos venido a decir, con humildad de quien se sabe pecador y poca cosa homo peccator sum (Le 5, 8), de- cimos con Pedro pero con la fe de quien se deja guiar por la ma- no de Dios, que la santidad no es cosa para privilegiados, que a todos nos llama el Señor, que de todos espera Amor. De todos, estén donde estén, de todos, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio. Porque esa vida corriente, ordinaria, sin apariencia, puede ser medio de santidad. No es necesario aban- donar el propio estado en el mundo para buscar a Dios, si el Se- ñor no da a un alma la vocación religiosa, ya que todos los ca- nünos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cris- to". El Concilio Vaticano II, en su fundamental Constitución Lu- men gentium proclamó, el 21 de noviembre de 1964, que hay en la Iglesia ima uiüversal vocación a la santidad; esto quiere decir que en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerar- quía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, segiin aquello del Apóstol: Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Este llamado universal a la santidad en la Iglesia se expresa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida (L.G. 39). El Concilio declaró tam- bién que la santidad es posible en los diversos estados, géneros de vida y ocupaciones, porque cada cristiano debe caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que engendra la esperan- za y obra por la caridad, según los dones y funciones que le son propios. Por tanto, todos los fieles cristianos, en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida y a través de todo eso, se santificarán más cada día, si lo aceptan todo con fe de la ma- no del Padre celestial y colaboran con la voluntad divina, ha- ciendo manifiesta a todos, incluso en su dedicación a las tareas temporales, la caridad con que Dios amo al mundo (L.G. 41).

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2. El valor santificador del trabajo humano

Si, según la espiritualidad fomentada por el beato Josemaría Es- crivá, el cristiano está llamado a santificarse en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida, está llamado a santifi- carse en su trabajo ordinario y por medio de su trabajo o ejerci- cio de su profesión. El trabajo tiene un valor santificador.

Durante muchos siglos, se había tenido el trabajo como una co- sa vil; se le había considerado, incluso por personas de gran ca- pacidad teológica, como un estorbo para la santidad de los hom- bres. En cambio el beato Josemaría Escrivá decía a los miembros del Opus Dei: "Yo os digo, hijas e hijos míos, que a cualquiera que excluya un trabajo humano honesto importante o humil- de— afirmando que no puede ser santificador y santificante, po- déis decirle con seguridad que Dios no le ha llamado a su Obra".

La espiritualidad del Opus Dei se caracteriza porque mete el tra- bajo en la entraña del mundo y lo vincula a la vida contempla- tiva, iluminando todas las capas sociales, empapando cualquier actividad terrena.

De ahí que la naturaleza del trabajo profesional de los miembros del Opus Dei adquiere notas propias y peculiares, cara a la so- ciedad y cara a Dios. Se caracteriza primeramente, por su secu- laridad; puesto que se sigue desempeñando en el mismo sitio en que se recibe la llamada divina a la santificación, en medio del mundo, entre los compañeros de fatigas.

En segundo término, no es algo adventicio. Es una vocación ci- vil, oficio o carrera libremente elegida y preparada, mediante unos estudios o unos años de aprendizaje. Y, además, trabajo que se realiza bajo el principio de unidad de vida. Queriendo

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decir con ello que los miembros, en el ejercicio de su profesión, practican tanto las virtudes teologales como las humanas; que contribuyen al progreso de las naciones y al bienestar social y que sus tareas tienen, simultáneamente, un sentido divino, en cuanto obra ofrecida a Dios. En síntesis, así expuso el beato Jo- semaría Escrivá la eficacia santificadora del trabajo: "Lo que he enseñado siempre desde hace cuarenta años es que todo trabajo humano honesto, intelectual o material, debe ser realiza- do por el cristiano con la mayor perfección humana (competen- cia profesional) y con perfección cristiana (por amor a la volun- tad de Dios y en servicio de los hombres). Porque hecho así, ese

trabajo humano, por humilde e insignificante que parezca la ta- rea, contribuye a ordenar cristia- namente las realidades tempora- les, a manifestar su dimensión divina, y es asumido e integrado en la obra prodigiosa de la Crea- ción y de la Redención del mun- do: se elevará así el trabajo al or- den de la gracia, se santifica, se convierte en obra de Dios" ope- ratio Dei, Opus Dei. (Conversa- ciones, n. 10). Santificar el traba- jo, santificarse en el trabajo y santificar a los otros con el traba- jo, repetía el beato e insistía en la necesidad de fundir en una sólida unidad de vida la actividad profesional, la oración y el apostolado, de modo que todos los aspectos de la existencia cristiana pudiesen convertirse en ofren- da grata a Dios. Josemaría Escrivá insistió también en la consa- gración del mundo o en la ordenación del orden temporal hacia Dios, de la que nos habló el Vaticano II. En una sociedad en la que el afán desenfrenado de poseer cosas materiales las convier-

todo trabajo humano honesto, intelectual o material, debe ser realizado por el cristiano con la mayor perfección humana (competencia

profesional) y con perfección cristiana (por amor a la voluntad de Dios y en servicio de los hombres).

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te en un ídolo y motivo de alejanúento de Dios, Josemaría Escri- nos recuerda que estas mismas realidades, criaturas de Dios y producto del ingenio humano, si se usan rectamenté para glo- ria del Creador y al servicio de los hermanos, pueden ser cami- no para el encuentro de los hombres con Cristo. Todas las cosas de la tierra enseñaba también las actividades terrenas y temporales de los hombres, han de ser llevadas a Dios. (Carta del 19 de marzo de 1954).

3, La vocación de los laicos al apostolado

Forma parte de la espiritualidad enseñada por el beato Josema- ría Escrivá la insistencia en la vocación de todos los cristianos y por tanto, también de los laicos al apostolado.

Cuando en el primer cuarto de este siglo surgió en la Iglesia la Acción Católica, ésta se definió como la participación o colabo- ración de los cristianos seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia. Se pensaba en la necesidad de suplir con la actividad apostólica de los laicos la falta de sacerdotes en ciertos ambien- tes de la sociedad contemporánea. La acción católica o el apos- tolado de los laicos se consideraba solo como una suplencia o sustitución del apostolado jerárquico. Se consideraba que el apostolado de la Iglesia era función y competencia exclusiva de la jerarquía.

Pero Mons. Escrivá de Balaguer ya en 1932 escribía lo siguiente: "Hay que rechazar el prejuicio de que los fieles corrientes no pueden hacer más que limitarse a ayudar al clero en apostola- dos eclesiásticos. El apostolado de los seglares no tiene por qué ser siempre una simple participación en el apostolado jerárqui- co, a ellos les compete el deber de hacer apostolado. Y esto no porque reciban una misión canónica, sino porque son parte de la Iglesia; esa misión... la realizan a través de su profesión, de su

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oficio, de su familia, de sus colegas, de sus amigos" (Citada en Testigo, págs. 20-21).

Esta afirmación de Mons. Escrivá, que en 1932 pudo ser consi- derada como revolucionaria o como no ortodoxa, fue ratificada oficialmente por el Concilio Vaticano II, en el Decreto Conciliar Apostolicam Actuositatem, n. 2, en el que se afirma que la voca- ción cristiana es, por su misma naturaleza, vocación al apostola- do. Los laicos están llamados al apostolado, no solo para suplir el apostolado jerárquico, sino por propia vocación, porque el de- ber y el derecho del seglar al apostolado deriva de su misma unión con Cristo Cabeza. Insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de Cristo, robustecidos por la confirmación en la fortale- za del Espíritu Santo, es el mis-

la vocación cristiana es, "^^ Señor el que los destina al

, 1 apostolado. (A.A., 3). El mismo por su misma naturaleza, ^ ^ \,. , . , ^ Decreto conciliar hablo también

vocación al apostolado. ¿e las características de la espiri- Los laicos están llamados tualidad que deben cultivar los al apostolado, seglares para el apostolado: A

esta espiritualidad seglar debe conferirle un matiz especial o característico el estado de matri- monio y familia, de soltería o viudez, la situación de enferme- dad, la actividad profesional y social. . . Tengan en sumo aprecio el dominio de la profesión, el sentido familiar y cívico y todas aquellas virtudes que se refieren a las relaciones sociales, esto es, la honradez, el espíritu de justicia, la sinceridad, los buenos sen- timientos, la fortaleza del alma, sin las cuales no puede darse una auténtica vida cristiana. (A. A., 4).

Después del Concilio Vaticano II, Mons. Josemaría Escrivá pudo decir: "Una de mis mayores alegrías ha sido precisamente ver cómo el Concilio Vaticano II ha proclamado con gran claridad la vocación divina del laicado. Sin jactancia alguna, debo decir

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que, por lo que se refiere a nuestro espíritu, el Concilio no ha su- puesto una invitación a cambiar, sino que, al contrario, ha con- firmado lo que por la gracia de Dios veníamos viviendo y enseñando desde hace tantos años". (Conversaciones, n. 72).

Al celebrar, una vez más, la fiesta del beato Josemaría Escrivá de Balaguer en la Catedral primada de Quito, todos los cristianos debemos sentirnos estimulados a aspirar a la santidad con la vi- vencia de lo fundamental cristiano, que es la filiación divina por la gracia, mediante la santificación del trabajo en los diferentes estados y situaciones de vida en que nos encontremos y fun- diendo en una sólida unidad de vida la actividad profesional, la oración y el apostolado, de modo que todos los aspectos de la existencia cristiana se conviertan en ofrenda grata a Dios.

A los sacerdotes de la Sociedad de la Santa Cruz y a todos los miembros de la Prelatura del Opus Dei, que viven y trabajan en la Arquidiócesis de Quito, los aliento, con unas palabras que en 1992 les dirigió el Papa Juan Pablo II:

"Que esta gozosa celebración sea ocasión propicia que los aliente a una mayor entrega en su respuesta a la llamada a la santificación y a una más generosa participación en la

vida eclesial, siendo siempre testigos de los genuinos valores evangélicos, lo cual se traduzca en un ilusionado dinamismo apostólico, con particular atención hacia los más pobres y necesitados".

Así sea.

Homilía pronunciada por Mons. Antonio J. González Z., Arzobispo de Quito, el viernes 26 de junio de 1998, en la fiesta del beato Josemaría Escrivá de Balaguer, celebrada en la Catedral primada de Quito.

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Presentación de Tesis Doctoral

Gracias a la cooperación decidida de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y especialmente de su Secretario General, Mons. Antonio Arregui Yarza y de Ediciones Abya-Yala y particular- mente del P. Juan Botasso, se ha podido publicar, en este año 1998, la tesis doctoral "Doctrinas y parroquias del Obispado de Quito en la segunda mitad del siglo XVI", tesis defendida por el Dr. Augusto E. Albuja Mateus, al inicio de la década de los años sesenta, en la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Eclesiástica de Salamanca. Nos podemos dar cuen- ta de la importancia especial que tiene esta publicación para la historia, desarrollo y actividad pastoral del Obispado de San Francisco de Quito, iniciado con la Bula del Papa Paulo III el 8 de enero de 1545 y elevado a Sede Metropolitana mediante la Bula Roinmü Pontífices de Pío IX, el 13 de enero de 1848.

La importancia de la tesis doctoral de Mons. Augusto Albuja ra- dica no solo en los valiosos fondos documentales del Archivo General de Indias, que son las Fuentes de este trabajo de inves- tigación científica, sino en el amoroso interés que pone un pres- bítero de esta Iglesia particular de Quito en la elaboración de la historia de los orígenes y del desarrollo del Obispado Quítense en la segunda mitad del siglo XVI, bajo el gobierno pastoral de aquellos tres pastores gigantes que la Providencia Divina depa- ró para nuestra Iglesia en aquel período fundacional: el limo. Garci Díaz Arias; Fr. Pedro de la Peña y Fray Luis López de So- lís, que termina su gobierno pastoral en Quito en 1606. El tercer Obispo, limo. Antonio de San Miguel y Solier no tuvo tiempo de ejercer su ministerio pastoral en el Obispado de Quito, porque falleció en Riobamba, cuando viajaba a Quito a tomar posesión de su cargo episcopal.

Felicito muy cordialmcnte a Mons. Augusto Albuja por la publi- cación de su tesis en este año de 1998, cuando se cumplen cua-

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tro siglos del fecundo gobierno pastoral del Fraile agustino, muerto en olor de santidad, limo. Luis López de Solís, el gran organizador del entonces inmenso Obispado de San Francisco de Quito. Le felicito de manera especial, porque se publica su te- sis, defendida en las mismas Facultad y Universidad, en las que defendí mi tesis "Sobre el Gobierno Eclesiástico Pacífico" de Fray Gaspar de Villarroel a fines de junio de 1957, tesis que se publicó en Gráficas ESET del Seminario diocesano de Vitoria en Í96L

1. Considero la publicación de "Doctrinas y parroquias del Obis- pado de Quito en la segunda mitad del siglo XVI" en este año 1998 como el último acto recordatorio de la celebración de los cuatrocientos cincuenta años de la erección canónica del Obispa- do de San Francisco de Quito, fecha jubilar que celebramos en el año de 1995.

La tesis de Mons.. Albuja, con sus 16 capítulos y los sesenta do- cumentos de los apéndices, contiene precisamente la historia de la Diócesis de Quito desde su erección canónica, hecha por Pau- lo III mediante la Bula "Super specula militantis Ecclesiae", del 8 de enero de 1545. Trata también de los límites, de la descrip- ción de la extensa geografía y de las ciudades y regiones que comprendía el Obispado. Sobre todo se hace la historia de los cuatro primeros Obispos de San Francisco de Quito. Luego se hace una detallada relación de la organización de las doctrinas y parroquias, su provisión canónica y la acción pastoral de los párrocos y doctrineros en cuanto a la instrucción religiosa, el culto divino, la administración de los sacramentos, libros parro- quiales. El autor dedica algunos capítulos al clero, al seminario y ordenación de mestizos, a los arciprestes y vicarios, al clero re- gular, para terminar con una descripción de la situación del Obispado de Quito a fines del siglo XVI. Por los datos que con- signa Mons. Albuja en su tesis, se ve que, a fines del siglo XVI, el Obispado de San Francisco de Quito era enorme e importan-

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te: en un inmenso territorio de 226 leguas de longitud y de 70 le- guas de latitud, territorio que venía desde Pasto, al norte, hasta San Miguel de Piura al sur; hasta Jaén, Bracamoros y Yaguar- zongo, al oriente; y toda la actual Costa ecuatoriana, con 20 ciu- dades y una villa, había 208 parroquias, 120 confiadas al clero diocesano y 88 al clero regular.

Toda la tesis de Mons. Albuja es una documentada relación his- tórica de los orígenes y organizaciones del Obispado de San Francisco de Quito, relación que es una oportuna celebración de los 450 años de su erección canónica.

2. Este acto de lanzamiento o entrega de la publicación de la te- sis doctoral de Mons. Augusto Albuja Mateus se lleva a cabo dentro del año en el que estamos celebrando el sesquicentenario o ciento cincuenta años de la elevación del Obispado de San Francisco de Quito a la categoría de Arquidiócesis de Quito o de Sede Metropolitana de la provincia eclesiástica de Quito.

Por lo mismo considero este lanzamiento como un acto impor- tante con el cual estamos celebrando este sesquicentenario.

Hay una razón para relacionar el lanzamiento de este libro con el centésimo quincuagésimo aniversario de la elevación del an- tiguo Obispado de San Francisco de Quito a la categoría de Ar- quidiócesis Metropolitana. La razón es la semejanza de la situa- ción en que, en cuanto a parroquias urbanas, se encontraba la ciudad de Quito a fines del siglo XVI y a principios del siglo XVII, con la situación en que, en cuanto a parroquias urbanas, se encontraba la misma ciudad de Quito en 1848, cuando fue ele- vada a Sede Metropolitana de la Arquidiócesis de Quito. Mons. Albuja, al describir la situación del Obispado de Quito a fines del siglo XVI y en los primeros años del siglo XVII, nos indica que en la ciudad de Quito además de la Catedral había ocho pa- rroquias más, que eran las siguientes: San Sebastián, San Blas, Santa Bárbara, San Marcos, Santa Frisca, San Juan de Machán-

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gara, es decir, San Juan Evangelista de Chimbacalle; Machanga- rilla que puede ser La Magdalena, que está junto al riachuelo que da origen al Machángara y San Roque desde 1600.

Durante casi dos siglos y medio, desde 1600 hasta 1848, año en que sube Quito a la categoría de Arquidiócesis, la ciudad de Quito no ha aumentado el número de sus parroquias urbanas y quizá tampoco haya crecido mucho el número de sus habitan- tes; porque en la misma Bula "Romani Pontífices", con la que Pío IX crea la Arquidiócesis, en 1848, se describe a Quito como una ciudad de 70.000 habitantes, que además de la Catedral te- nía seis iglesias parroquiales; nueve conventos de religiosos y cinco de religiosas, una casa de enseñanza de niñas, un hospital muy extenso. Funcionaban también en Quito un Seminario de Clérigos y una ilustre Universidad de estudios. Quizá habrán crecido en Quito en 1848 los conventos de religiosos y religiosas, la casa de enseñanza de niñas, el Hospital y la Universidad de estudios. En cambio, el número de parroquias, al parecer, ha dis- minuido. Esto indica que la situación de la ciudad de Quito ha permanecido estática en muchos aspectos en el lapso de dos si- glos y medio. Así pues, la situación de la nueva Sede Metropo- litana de Quito es semejante, en cuanto al número de parro- quias, a la situación que tenía la Sede episcopal de San Francis- co de Quito a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII.

Agradezcamos y felicitemos a Mons. Augusto Albuja Mateus, porque con el lanzamiento de su libro "Doctrinas y Parroquias del Obispado de Quito en la segunda mitad del siglo XVI" en es- te año de 1998 está también celebrando y festejando el sesqui- centenario de la elevación del Obispado de San Francisco de Quito a la categoría de Arquidiócesis Metropolitana de Quito.

Rendidas gracias.

+Antonio J. González Z., Arzobispo de Quito Primado del Ecuador

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Administración Eclesiástica

Nombramientos

Abril

01 Sres. José y Piedad Vaca, Matrimonio Presidente del Equipo Arquidiocesano del Movimiento Familiar Cris- tiano.

01 Sres. Bolívar y Aída Garrido, Matrimonio Vicepresiden- te del Equipo Arquidiocesano del Movimiento Familiar Cristiano.

01 Sres. Gonzalo y Judith Chávez, Matrimonio Secretario del Equipo Arquidiocesano del Movimiento Familiar Cristiano.

01 Sres. Alfonso y Gladys Villagómez, Matrimonio Tesore- ro del Equipo Arquidiocesano del Movimiento Familiar Cristiano.

06 P. Francisco Ceballos Osorio, claretiano. Párroco y Sín- dico de Ntra. Sra. de los Dolores de la Armenia.

14 P. Juan Antonio Abril Galán, Moderador General de la Fraternidad Femenina "Del Santo Sacrificio y de María Madre de la Unidad".

14 Miembros del Consejo General de la Fraternidad "Del Santo Sacrificio y de María Madre de la Unidad": P. Ja- vier Trujillo, Hno. Antonio Sebastián de la Cruz, Sr. Ro- drigo Espinoza, Ledo. Francisco Salazar Alvarado, Sr. José María Jaramillo, Sor María Patricia Barba, Sor Cla- ra Susana Pallares, Sor Catalina Pérez y M. Claudia Franceschini.

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14 Sr. Marcelo Chalá, Coordinador de la Corrüsión Arqui- diocesana de Pastoral Afro.

14 Sres. Raúl Villalba, Gloria Espinoza, Jimena Chalá y Pa- tricia Ayala, miembros de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Afro.

20 P. Ledo. Jaime Eduardo Tutasi Paz y Miño, Rector de la unidad Educativa "Pedro Pablo Borja 1".

Mayo

01 P. Rubén Eduardo Martínez Cordero, Párroco y Síndico de Santa Bárbara.

19 P. José Germán Suárez Andrade, Capellán de la Casa "Sagrada Familia" de los Hermanos de la Salle.

25 P. José Castro Gutiérrez, SS.CC, Vicario Parroquial de . San Carlos, con el encargo de atender pastoralmente al barrio Atucucho.

28 P. Oswaldo Carrera, S.J., Asesor Espiritual del Equipo Arquidiocesano del Movimiento Familiar Cristiano.

Junio

12 P. Julio Scarparo, SDB., Párroco de María Auxiliadora, El Girón.

12 P. Celso Pontón, SDB., Copárroco de María Auxiliadora, El Girón.

19 P. Vicente Salgado Granja, OSA., Director Espiritual de la Curia "Ntra. Sra. de Guadalupe" de la Legión de Ma- ría.

22 P. Francisco Fabris Talpo, Párroco y Síndico de Madre del Redentor de Carapungo.

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30 P. Ricardo Fernando Cárdenas Freiré, Vicario Parroquial de Sangolquí.

Julio

01 P. Luis Gabriel Mejía Saavedra, Administrador Parro- quial de Tambillo.

01 P. Cornelio Heriberto Navarrete Navarrete, Párroco y Síndico de Jesús del Gran Poder de Palma Real.

01 P. José Alberto Urquizo Oña, Vicario Parroquial de Ma- dre del Redentor de Carapungo.

07 El Excmo. Sr. Arzobispo confirma el nombramiento de la nueva Directiva del Movimiento "María Madre Guar- diana de la Fe", integrada en la siguiente forma: Presi- dente, Sr. Alfredo Baquerizo Mórtola; Vicepresidenta, Sra. María Inés de Vaca; Secretaria General, Srta. Ana María Lanas; Tesorera, Sra. Sonia de Carrasco; y cinco Guardianías.

07 El Excmo. Sr. Arzobispo confirma el nombramiento de la nueva Junta Directiva de la Fundación "María Estre- lla de la Evangelización", integrada de la siguiente ma- nera: Presidente, Sr. Alfredo Baquerizo Mórtola; Vice- presidenta, Sra. María Inés de Vaca; Secretaria General, Srta. Ana María Lanas; Tesorera, Sra. Sonia de Carrasco; y cinco Vocalías.

13 P. Gustavo Riofrío Salvador, Decano de la Zona Pastoral "Quito Colonial-El Sagrario".

13 P. Gustavo Riofrío Salvador, Miembro del Consejo de Presbiterio en representación del Equipo Sacerdotal de la Zona Pastoral "Quito Colonial-El Sagrario".

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Decretos

Abril

06 Decreto de erección de un Oratorio en la Sede de Obras Misionales Pontificias.

Mayo

25 Decreto de erección de una Capilla privada en la pro- piedad de la familia Romo-Leroux-Armijos, ubicada en San Rafael, Valle de los Chillos.

30 Decreto de erección de la parroquia eclesiástica "María Estrella de la Evangelización" de Carapungo Alto.

31 Decreto de erección de la parroquia eclesiástica "Nues- tra Señora del Rosario del Pichincha".

Junio

15 Decreto de erección de una Casa religiosa de la Congre- gación del Santo Nombre de Dios, Hermanas Cavanis, en la ciudad de Quito, destinada a la formación de sus miembros.

15 Decreto de erección de una nueva Casa religiosa de la Congregación de Hermanas Doroteas Hijas de los SS.CC. en la ciudad de Quito, denominada "La Comu- nidad de acogida".

15 Decreto de erección de una Casa religiosa de la Frater- nidad de Hermanas "Misioneras Franciscanas de la Ju- ventud" en la ciudad de Quito, destinada a Noviciado.

24 Decreto de erección de una Casa religiosa de la Congre- gación de Religiosas Mercedarias Misioneras en la pa- rroquia de Conocoto, destinada a Noviciado.

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26 Decreto de ereción de un Oratorio en la Casa Provincial de la Congregación de Religiosas Mercedarias Misione- ras, en la ciudad de Quito.

Julio

01 Decreto de erección de un Oratorio en el tercer piso de la Comunidad Educativa del Colegio Nuestra Madre de la Merced.

09 Decreto de erección de una Capilla privada en la resi- dencia de la señora Leonor Moscoso de González, en Cumbayá.

09 Decreto de erección de una Capilla privada en casa del señor Luis Germán Torres Salgado, ubicada en la Urba- nización Altamira de la ciudad de Quito.

10 Decreto de erección de un Oratorio en las Instalaciones de la Fundación Radio María, en la ciudad de Quito.

10 Decreto de erección de la Casa religiosa "Margarita Le- comte" de la Congregación de la Providencia, en la ciu- dad de Quito.

Ordenaciones

Abril

19 En la iglesia parroquial del Perpetuo Socorro, a las lOhOO, el Excmo. Mons. Antonio J. González Z., Arzo- bispo de Quito y Primado del Ecuador, confirió el orden sagrado del Diaconado al señor José Alberto Urquizo Oña, seminarista de la Arquidiócesis de Quito; y al se- ñor Llovanny Olmedo Llerena Llerena, religioso profe- so de la Congregación del Divino Redentor.

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Junio

29 El día lunes 29 de junio, a las 08h30, en la Catedral Pri- mada, el Excmo. Mons. Antonio J. González Z., Arzo- bispo de Quito y Primado del Ecuador, confirió el mi- nisterio del lectorado a los señores Luis Armando Cam- pués Guatemal y Carlos Richer Yagual Quinde; el mi- nisterio del Acolitado a los señores Franklin Manolo Aulestia Jácome, Jaime Luis Chávez Saguano, Fredy Santiago Hinojosa Bohorquez, Jhan Wilson Morales Pa- vón y Cristhian Humberto Reascos Tirira, seminaristas de la Arquidiócesis de Quito; y al señor Víctor Hugo Vá- rela Arana, Misionero de los Jóvenes de María Inmacu- lada; el orden sagrado del Diaconado a los señores Ga- lo Patricio Guerrero Guerrero, Marco Rodrigo Hernán- dez Jácome, Pablo Aníbal Silva Espinosa y Néstor Alfre- do Viera Sánchez, seminaristas de la Arquidiócesis de Quito; a Fray Alfredo Washington Llumiquinga Casa, religioso profeso de la Orden de la Merced; y a los seño- res Guido Riter Molina Robalino y Aldo Wila Ayoví, se- minaristas de la Congregación de la Misión; y el orden sagrado del Presbiterado a los Rvdos. Sres. Ricardo Fer- nando Cárdenas Freiré, Luis Gabriel Mejía Saavedra, Fleming Giovanni Muyulema Chiriboga y José Alberto Urquizo Oña, diáconos de la Arquidiócesis de Quito; y a Fray Liberato Joly Labadie y Fray Herminio Beatriz Vicente Narváez, diáconos de la Orden de Frailes Meno- res.

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Decreto

De erección de la Parroquia Eclesiástica "María Estrella de la Evangelización" de Carapungo Alto

Antonio J. González Z., por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador,

Considerando:

1 . Que el sector de Carapungo Alto ha experimentado un notable cre- cimiento demográfico, de tal manera que se hace necesario proveer- le de un cuidado pastoral más esmerado y permanente;

2. Que dicho sector cuenta con iglesia y casa parroquial propias, don- de la comunidad cristiana puede reunirse para celebrar el culto reli- gioso y para realizar actividades de carácter pastoral y social; y

3. Que no es posible atender debidamente al cuidado espiritual de los moradores de dicho sector, si no es mediante la erección de una nue- va parroquia eclesiástica;

Oído el parecer favorable del Consejo de Presbiterio, consultado el pá: rroco de Madre del Redentor de Carapungo, y en uso de las facultades que nos competen según el can. 515, párrafo 2 del Código de Derecho Canónico,

Erigimos y constituimos en Parroquia Eclesiástica el Sector de Carapungo Alto

La Patrona de esta nueva parroquia eclesiástica será María Estrella de la Evangelización, quien será al mismo tiempo Titular de la iglesia parro- quial.

Los límites de la nueva parroquia eclesiástica "María Estrella de la Evan- gelización" serán los siguientes:

Por el Norte: Desde la Capilla de San Carlos de Bellavista, en línea recta imaginaria, hasta la confluencia de la Quebrada Pusuquí y Carcelén;

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Por el Sur: La perimetral de la Urbanización San José;

Por el Oeste: La quebrada delimitante con la Urbanización Carapun- go y la futura Urbanización Córdova Galarza; y

Por el Este: El camino desde San Luis hasta San Juan de Calderón, con los barrios asentados a los dos lados de la carretera.

La iglesia de "María Estrella de la Evangelización" será tenida en adelan- te como parroquial y gozará, por lo mismo, de todos los privilegios y prerrogativas que el Derecho concede a las iglesias parroquiales, por lo cual tendrá fuente bautismal y podrán celebrarse en ella todas las fun- ciones parroquiales. Junto a la iglesia funcionará el despacho parroquial.

La parroquia eclesiástica "María Estrella de la Evangelización" deberá ser una comunidad de comunidades y de movimientos, que acoge las angustias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación y misión; y deberá cumplir su misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la promoción humana y de adelantar la inculturación de la fe en las familias, en los grupos y movimientos apos- tólicos y, a través de ellos, en la sociedad (Santo Domingo, N- 58).

El párroco de "María Estrella de la Evangelización" coordinará sus acti- vidades pastorales con el Equipo Sacerdotal "Quito Norte-Cotocollao" y con la Zona pastoral del mismo nombre.

Damos, pues, por erigida y constituida la Nueva Parroquia Eclesiástica "María Estrella de la Evangelización" de Carapungo Alto y ordenamos que el presente decreto de erección sea leído públicamente en esta pa- rroquia y en la parroquia Madre del Redentor de Carapungo.

Dado en Quito, en el Palacio Arzobispal, a los 30 días del mes de ma- yo del año del Señor de 1 998.

+Antonio J. González Z., Arzobispo de Quito, Primado del Ecuador

+Héctor Soria S., Canciller

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Decreto

De erección de la Parroquia Eclesiástica "Nuestra Señora del Rosario del Pichincha"

Antonio J. González Z., por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador,

Considerando:

1. Que la cuasiparroquia "Nuestra Señora del Rosario del Pichincha" ha experimentado un notable crecimiento demográfico, de tal mane- ra que se hace necesario proveerle de un cuidado pastoral más es- merado y permanente;

2. Que dicha cuasiparroquia cuenta con iglesia y casa parroquial pro- pias, donde la comunidad cristiana puede reunirse para celebrar el culto religioso y para realizar actividades de carácter pastoral y so- cial; y

3. Que no es posible atender debidamente al cuidado espiritual de los feligreses de dicha cuasiparroquia, si no es mediante su erección en parroquia eclesiástica;

Oído el parecer favorable del Consejo de Presbiterio, consultado el Equipo sacerdotal de "Quito Moderno- Santa Clara de San Millán", y en uso de las facultades que nos competen según el can. 51 5, párrafo 2 del Código de Derecho Canónico,

Erigimos y constituimos en Parroquia Eclesiástica la cua- siparroquia "Nuestra Señora del Rosario del Pichincha"

La Patrona de esta nueva parroquia eclesiástica será Nuestra Señora del Rosario, la cual será al mismo tiempo Titular de la iglesia parroquial.

Los límites de la nueva parroquia eclesiástica "Nuestra Señora del Rosa- rio del Pichincha" serán los siguientes:

Por el Norte: La prolongación de la calle Mañosea;

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Por el Sur:

La prolongación de la calle Gatto Sobral;

Por el Este: La avenida Mariscal Antonio José de Sucre, desde la ca- lle Gatto Sobral hasta la calle Mañosea.

Por el Oeste: La falda oriental del volcán Pichincha; y

La iglesia de "Nuestra Señora del Rosario del Pichincha" será tenida en adelante como parroquial y gozará, por lo mismo, de todos los privile- gios y prerrogativas que el Derecho concede a las iglesias parroquiales, por lo cual tendrá fuente bautismal y podrán celebrarse en ella todas las funciones parroquiales. Junto a la iglesia funcionará el despacho parro- quial.

La parroquia eclesiástica "Nuestra Señora del Rosario del Pichincha" de- berá ser una comunidad de comunidades y de movimientos, que acoge las angustias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación y misión; y deberá cumplir su misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la promoción humana y de adelantar la inculturación de la fe en las familias, er, los grupos y movimientos apos- tólicos y, a través de ellos, en la sociedad (Santo Domingo, N- 58).

El párroco de "Nuestra Señora del Rosario del Pichincha" coordinará sus actividades pastorales con el Equipo Sacerdotal "Quito Moderno- Santa Clara de San Millán" y con la Zona pastoral del mismo nombre.

Damos, pues, por erigida y constituida la Nueva Parroquia Eclesiástica "Nuestra Señora del Rosario del Pichincha" y ordenamos que el presen- te decreto de erección sea leído públicamente en esta parroquia y en las parroquias de Cristo Redentor y de Santo Tomás de Aquino.

Dado en Quito, en el Palacio Arzobispal, a los 31 días del mes de ma- yo del año del Señor de 1998.

+Antonio J. González Z., +Héctor Soria S.,

Arzobispo de Quito, Primado del Ecuador

Canciller

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Información Eclesial

En el Ecuador

Encuentro Latinoamericano DE Liturgia

Convocado por el Departamento de Liturgia del CELAM, se llevó a cabo en Quito (Ecuador) un Encuentro de Presidentes y Secretarios Ejecutivos de las Comisiones Nacionales de Li- turgia de América Latina y el Caribe, desde el lunes 4 de mayo hasta el viernes 8 del mismo mes. El tema de este Encuentro fue el siguiente: "La formación y capacitación de los agentes de pastoral de la Liturgia y la Liturgia y las Comisiones de Arte Sacro".

El Encuentro se inauguró con una Eucaristía concelebrada por los par- ticipantes, presidida por Mons. Anto- nio J. González Z., Arzobispo de Quito, en la iglesia de San Francis- co, el lunes 4 de mayo, a las 18h30 y con una cena que se tuvo en el re- fectorio del Convento de San Fran- cisco. El resto del Encuentro se rea- lizó en el Centro de espiritualidad que las Hijas de María Auxiliadora tienen en Cumbayá.

Visita canónica a los Semina- rios Mayores del Ecuador

dores apostólicos de los Seminarios Mayores del Ecuador, Mons. Juan Francisco Sarasti Jaramillo, C.I.M., Arzobispo de Ibagué y Mons. Fabio Betancur Tirado, Arzobispo de Mani- zales, llegaron al Ecuador para reali- zar la visita apostólica de los Semi- narios Mayores del Ecuador en la primera quincena del mes de mayo de 1998.

Mons. Fabio Betancur Tirado realizó la Visita Apostólica del Seminario Mayor "San José" de Quito. Se inició esta visita con una Eucaristía presi- dida por Mons. Antonio J. González Z., Arzobispo de Quito y concelebra- da por el Arzobispo visitador, con el Rector y formadores del Seminario Mayor de Quito, el viernes 8 de ma- yo, a las 6 de la mañana. La visita apostólica concluyó con una Euca- ristía concelebrada, presidida por el Prelado visitador, el martes 12 por la tarde.

Mons. Fabio Betancur visitó también los Seminarios del Vicariato de Es- meraldas y del Vicariato Apostólico del Puyo, que funcionan en Quito. Visitó también los Seminarios regen- tados por Eudistas, como el de Am- bato, de Cuenca y el de Portoviejo. Mons. Juan Francisco Sarasti visitó los Seminarios de Ibarra, Tulcán, Le- ja y Guayaquil.

Designados por la Congregación pa- ra la Educación Católica como visita-

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El Monasterio de la Visitación de Santa María de Quito celebró la beatificación de siete márti- res visitandinas de madrid

Con una solemne Eucaristía conce- lebrada bajo la presidencia de Mons. Antonio J. González Z., Arzobispo de Quito, el Monasterio de la Visita- ción de Quito solemnizó la beatifica- ción de siete mártires visitandinas de Madrid (España), que fueron sacrifi- cadas en noviembre de 1936 en la persecución religiosa de la Guerra civil española. El Papa Juan Pablo II proclamó beatas a las siguientes sie- te monjas visitandinas del primer Monasterio de la Visitación de Ma- drid, que fueron martirizadas el 18 de noviembre de 1936: María Ga- briela de Hinojosa Naveros, Josefa María Barrera Izaguirre, Teresa Ma- ría Gavestany y Anduaga, María An- gela Olaizola Garagarza, María En- gracia Lecuona Aramburu, María Inés Zudaire Galdeano y María Ceci- lia Cendoya Araquistaín. Estas siete visitandinas fueron beatificadas en la Plaza de San Pedro, el domingo 10 de mayo de 1998, juntamente con otras y otros siervos de Dios.

Encuentro entre la Iglesia Católica y el Pentecostalis- MO DE América Latina

Organizado por la Sección de Ecu- menismo del CELAM y por el Conse- jo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), se llevó a cabo en Quito, en

el Centro de espiritualidad ' La Inma- culada" del Valle de los Chillos el pri- mer Encuentro de la Iglesia Católica con el Pentecostalismo de América Latina.

Vino un representante del Pontificio Consejo para la promoción de la Uni- dad de los cristianos, estuvo presen- te el Secretario de la Sección de Ecumenismo del CELAM. Mons. Ju- lio Terán Dutari, Presidente del De- partamento del diálogo ecuménico de la Conferencia Episcopal Ecuato- riana, participó también en este En- cuentro, en el que se hizo una revi- sión de la situación de los grupos pentecostales en América Latina y se buscaron los caminos para una relación de estos grupos con la Igle- sia Católica. Mons. Antonio J. Gon- zález Z., Arzobispo de Quito, dio un saludo de bienvenida a Quito a los participantes en este Encuentro en el acto inaugural que se realizó el día martes 12 de mayo.

Se conmemoró el sexagésimo aniversario de la fundación Mariana de Jesús

Con varios actos importantes de ca- rácter religioso y cultural se conme- moró y solemnizó el sexagésimo ani- versario de la Fundación Mariana de Jesús, en la ciudad de Quito.

En primer lugar, el día 15 de mayo de 1998, a las 12h00 se celebró en la Basílica de la parroquia de la Do- lorosa, junto al Colegio San Gabriel una Misa de acción de gracias por la

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vida de la fundadora, doña María Au- gusta Urrutia de Escudero, fallecida en 1987. Acto seguido, se realizó en el Parque Mariana de Jesús el deve- iamiento de un busto de piedra, eri- gido en dicho parque en honor de doña María Augusta.

El día jueves 21 de mayo, a las 17h30, se realizó el acto de inaugu- ración de la Casa Museo "María Au- gusta Urrutia". La casa ubicada en la calle García Moreno 760 y Sucre, en donde residió la señora María Au- gusta, ha sido convertida por la Fun- dación Mañana de Jesús en un Mu- seo de gran valor cultural. En este Museo, a través de la vida de doña María Augusta, se quiere presentar a la sociedad quiteña una parte de la historia que pertenece a todos.

En fin, el viernes 22 de mayo se lle- vó a cabo, en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador la Sesión Solemne con la que se conmemoró el sexagésimo aniversario de la Fundación Mariana de Jesús, que hace mucho bien en favor de los pobres con sus obras de vivienda y urbanización y con sus planteles de educación.

La diócesis de Babahoyo

PARA LOS Ríos CELEBRÓ LOS

cincuenta años de haber sido constituida como Iglesia particular

Hace cincuenta años, en el mes de julio de 1943, Su Santidad el Papa Pío XII desmembró de la diócesis de

Guayaquil la provincia de los Ríos y constituyó en ella un Vicariato apos- tólico y nombró un Administrador Apostólico de dicho Vicañato. Poco tiempo después creó en esa provin- cia una "Prelatura nullius" y la confió a las misiones diocesanas de las provincias vascongadas de España. Mons. Víctor Garaygordóbil fue nom- brado Prelado de los Ríos. La fecha de erección de la Prelatura de los Ríos es el 10 de septiembre de 1951.

Mons. Jesús Ramón Martínez de Ez- querecocha Suso fue nombrado Pre- lado de los Ríos como sucesor de Mons. Garaygordóbil. En 1994 la Santa Sede elevó a la categoría de Diócesis a la Prelatura de los Ríos, nominándola como Diócesis de Ba- bahoyo. El 15 de octubre de 1994 Mons. Jesús Ramón Martínez de Ez- querecocha recibió la ordenación episcopal en la Catedral de Babaho- yo como el primer Obispo diocesano de Babahoyo.

El domingo 19 de julio de 1998, se celebró en la Catedral de Babahoyo una solemne Eucaristía para solem- nizar las Bodas de Oro o quincuagé- simo aniversano de la constitución de la Iglesia particular de los Ríos, que hace cuatro años fue erigida co- mo Diócesis de Babahoyo.

Bodas de Oro sacerdotales

En junio y julio de 1998 celebraron sus Bodas de Oro y Bodas de Plata sacerdotales algunos sacerdotes de la Arquidiócesis de Quito.

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El Rvmo. señor Canónigo Jorge Itu- rralde Hermosa, Secretario de Tem- poralidades de la Curia Primada de Quito, cumplió el quincuagésimo ani- versario de su ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1 998. El Rvmo. Jor- ge Iturralde recibió la ordenación sa- cerdotal, de manos de Mons. Carlos María de la Torre, Arzobispo de Qui- to, el domingo 29 de junio de 1948. Durante cincuenta años ha servido a ta Arquidiócesis de Quito como Coadjutor, como párroco en varias parroquias del campo y de la ciudad. Sus últimas parroquias fueron Santo Domingo de los Colorados y el Sa- grario en Quito. Promovido al Cabil- do primado de Quito, es actualmen- te Canónigo de Merced. Desempeña también el cargo de Secretario de Temporalidades de la Curia Primada de Quito.

El Rvmo. Jorge Iturralde fue a cele- brar sus Bodas de Oro sacerdotales en Tierra Santa. Pero el viernes, 17 de julio de 1998, el Rvmo. Jorge Itu- rralde participó en una solemne con- celebración de la Eucaristía, presidi- da por el Arzobispo y los Obispos Auxiliares, en el Santuario arquidio- cesano de Nuestra Señora de la Na- tividad de Tabacundo, en donde re- cibió el sincero homenaje de sus co- hermanos del presbiterio de Quito y de sus coterráneos de Tabacundo, en cuyo nombre el Alcalde del Can- tón Pedro Moncayo le ofreció un acuerdo de especial congratulación. También la Mutual Sacerdotal de la Arquidiócesis de Quito le brindó con un fraterno homenaje en Betania de El Colegio, el martes 4 de agosto, memoria del Santo Cura de Ars.

Celebraron también sus Bodas de Oro sacerdotales: el P. José Ignacio Gallardo, párroco de Puembo y el P. Germán Salas, párroco de San Pe- dro de Tabeada.

El P. Jorge Baylach y el P. Hugo de Jesús Moreno, O.P. cumplieron tam- bién los cincuenta años de su orde- nación sacerdotal. Para ellos cordia- les felicitaciones.

Bodas de Plata sacerdotales

El P. José Mesías Herrera Baroja, párroco de San José de Calderón, celebró el 25 de julio de 1998 las Bo- das de Plata sacerdotales. En efecto él fue ordenado sacerdote, por el cardenal Pablo Muñoz Vega, Arzo- bispo de Quito, en la tarde del 25 de julio de 1973, en la iglesia parroquial de la Santísima Trinidad, junto ai Se- minario Mayor "San José" de Quito.

El P. José Mesías Herrera fue Coad- jutor de Sangolquí, párroco de Olme- do, fundador de la parroquia de Ayo- ra en Cayambe. En Quito fue párro- co de San Martín de Porros de la Fe- rroviaria Alta. Durante varios años desempeñó el cargo de director de la Escuela Católica "Isabel Tobar" de varones. En ese tiempo fue también miembro del directorio de la FEDEC de Pichincha. Actualmente es párro- co de Calderón.

La parroquia de Calderón celebró el vigésimo quinto aniversario de la or- denación sacerdotal de su párroco con una Misa solemne de Confirma- ciones administradas por el Arzobis-

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po de Quito, en el Coliseo de Calde- rón. Se celebró también otra Euca- ristía de acción de gracias por estas Bodas de Plata, en la iglesia parro- quial de Calderón, el viernes 31 de julio de 1998, a las 17h00.

Título honorífico de Protonotarios Apostólicos PARA DOS Presbíteros

La Santa Sede se dignó conferir el tí- tulo lionorífico de Protonotarios Apostólicos Supernumerarios a dos importantes sacerdotes de la Arqui- diócesis de Quito: a Mons. Juan Francisco Yánez T., Vicario General y Arcediano del Vble. Cabildo Prima- do y a Mons. José Vicente Eguigu- ren Samaniego, Secretario General Adjunto de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

Mons. Juan Francisco Yánez ha ser- vido a la Arquidiócesis de Quito, du- rante cincuenta y seis años, como Coadjutor, como párroco en el cam- po y en la ciudad. Fue párroco de La Paz y El Sagrario. Desde hace va- rios años forma parte del Vble. Cabil- do Primado de Quito, en el cual él es Arcediano. Es también Vicario Ge- neral y miembro del Consejo Guber- nativo de los Bienes Arquidiocesa- nos de Quito y del Consejo de Pres- biterio. Sobre todo Mons. Yánez ha trabajado en la Pastoral de la Cate- quesis, como redactor de textos de Catequesis y Director de la Oficina Arquidiocesana de Catequesis.

Mons. José Vicente Eguiguren fue presbítero de la Diócesis de Loja, en donde trabajó en parroquias y en él campo de la Educación Católica. Ha- ce varios años vino a Quito para co- laborar en la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. En la Santa Sede prestó sus servi- cios en "Cor Unum" y en "Caritas In- ternacional". Ha sido Secretario y luego Presidente de "Caritas Interna- cional" en América Latina.

Incardinado en la Arquidiócesis de Quito, es párroco de La Inmaculada de Iñaquito y Director del Instituto de "Teología a Distancia" de la Arqui- diócesis de Quito. Por segundo pe- ríodo desempeña el cargo de Secre- tario General Adjunto de la Confe- rencia Episcopal Ecuatoriana.

El día viernes, 17 de julio, en un ac- to sencillo realizado en el salón de sesiones de la Conferencia Episco- pal Ecuatoriana, con la presencia de Mons. José Mario Ruiz Navas, Presi- dente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, y del personal de la Conferencia, se les entregó, por par- te del Señor Nuncio Apostólico, el Breve Pontificio por el que se les confiere a Mons. Juan Francisco Yá- nez y José Vicente Eguiguren el títu- lo honorífico de Protonotarios Apos- tólicos Supernumerarios, en recono- cimiento de los méritos acumulados por estos sacerdotes en su largo ser- vicio pastoral a la Iglesia.

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La Santa Sede ha aceptado LA renuncia del Vicario Apostólico de Puyo

En este mes de julio de 1998 se hizo pública la noticia de que la Santa Se- de había aceptado la renuncia que a su cargo pastoral de Obispo Vicario Apostólico de Puyo le había presen- tado Mons. Frumencio Escudero Arenas.

Mons. Frumencio Escudero Arenas nació en España, el 27 de octubre de 1 947.

Terminados sus estudios universita- rios en Europa, vino al Ecuador para trabajar como voluntario seglar en el Vicariato Apostólico de Puyo, cuan- do era Obispo Vicario Apostólico Mons. Tomás Romero Gross. Como Frumencio Escudero se sintiera lla- mado por Dios al sacerdocio ministe- rial, terminó sus estudios de Teolo- gía en la Facultad respectiva de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Fue ordenado sacerdote, incardinado al Vicariato Apostólico de Puyo, el 15 de agosto de 1985. Cuando quedó vacante este Vicaria- to por la muerte de Mons. Tomás Romero Gross, la Santa Sede nom-

bró Vicario Apostólico de Puyo al sa- cerdote Frumencio Escudero Are- nas, que tenía 45 años de edad.

Mons. Frumencio Escudero Arenas, sintiendo la llamada de Dios a una vida de retiro y contemplación, ha presentado a la Santa Sede la re- nuncia a su cargo pastoral de Obis- po Vicario Apostólico.

Ante la vacante que se ha producido en el Vicariato Apostólico de Puyo, ha quedado encargado del cuidado pastoral de esa circunscripción ecle- siástica el P. Francisco Montaluisa, O.P., quien era Provicario, hasta que la Santa Sede nombre al sucesor de Mons. Frumencio Escudero, a quien agradecemos el valioso servicio pas- toral que ha prestado a esa Jurisdic- ción misional por cerca de veinte años, como voluntario seglar, como presbítero y como Obispo Vicario Apostólico desde el 29 de noviembre de 1992. Mons. Frumencio Escudero recibió la ordenación episcopal en la Catedral de Puyo, de manos de Mons. Antonio J. González Z., Arzo- bispo de Ouito, que en ese tiempo era Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

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Nota Necrológica

Rvdo. señor presbítero Manuel Brito Cevallos

En las primeras horas del martes 16 de junio de 1998. falleció en la ciu- dad de Quito el Rvdo. señor presbítero Manuel Brito Cevallos. Falleció a consecuencia de una insuficiencia renal que le aquejó en los dos últimos años de su vida.

El Rvdo. señor Manuel Brito Cevallos nació en Machachi, el 1- de enero de 1925. Fallece cuando cumplió 73 años de edad. Fue hijo del músico compositor. Carios Brito y de la señora Quintina Cevallos. Llamado por Dios al sacerdocio ministerial, realizó sus estudios en el Seminario Menor "San Luis" y luego en el Seminario Mayor "San José" de Quito. Recibió la ordenación sacerdotal, en la Catedral Metropolitana de Quito, el 29 de ju- nio de 1949. Desempeñó el ministerio sacerdotal como coadjutor de Pu- jilí y de San Roque y luego como párroco de Uyumbicho.

Durante muchos años fue director de la Escuela "Rafael Bucheli' de esta ciudad de Quito. Luego pasó a desempeñar el cargo de director del Pen- sionado "Pedro Pablo Borja N- 1", cargo que desempeñó durante 16 años, hasta el mes de mayo de 1998. fecha en la que. por enfermedad, renunció.

Durante sus céisi 49 años de ministerio sacerdotal, el P. Manuel Brito se distinguió por su fidelidad a la vocación sacerdotal y por su lealtad a la Ar- quidiócesis de Quito.

Siendo el P. Manuel Brito director del Pensionado 'Pedro Pablo Borja", se fundó la sección secundaria o Colegio de este establecimiento educacio- nal.

Sus restos mortales se velaron en el salón de actos del Pensionado "Pe- dro Pablo Borja N- 1" y en ese local Mons. Antonio J. González Z.. Arzo- bispo de Quito, celebró una Eucaristía de réquiem. El día miércoles 17 de junio de 1998 sus restos fueron inhumados en el cementerio de Macha- chi, después de unos solemnes funerales celebrados en la iglesia Matriz de su lugar natal.

Que el Señor le conceda el descanso étemo y que brille para él la luz eterna.

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Nota Necrológica

Falleció el P. Luis Pedro Vaccari

El día jueves 18 de junio de 1998, hacia las 09h00, falleció trágicamente el P. Luis Pedro Vaccari, que desempeñaba el cargo de párroco de la pa- rroquia "Madre del Redentor" de Carapungo.

El P. Vaccari regresaba a su parroquia en una moto y en el intercambia- dor de Carcelén un vehículo se aproximó demasiado a su moto, lo arras- tró por un trecho hasta que otro vehículo lo atropello violentamente.

El P. Luis Pedro Vaccari nació cerca de Padua, el 29 de junio de 1955. Fallece, cuando iba a cumplir 43 años de edad

Llamado por Dios al ministerio sacerdotal, se preparó en los Seminarios Menor y Mayor de la diócesis de Padua (Italia). Recibió la ordenación sa- cerdotal, el 7 de junio de 1980.

En 1 988 vino al Ecuador, como misionero voluntario de la diócesis de Pa- dua. Aquí recibió la misión de fundar y organizar la parroquia eclesiástica de "Madre del Redentor" de Carapungo.

Trabajó con intenso celo pastoral en servicio de la nueva comunidad pa- rroquial. Todos sus fieles han sentido mucho su fallecimiento y se volca- ron para recibir, en una inmensa muchedumbre, sus restos mortales en la iglesia parroquial de Carapungo, cuando llegaron a ella en la noche de ese jueves de la tragedia. A las 1 9h30, Mons. Antonio J. González Z., Ar- zobispo de Quito, presidió la celebración de una Eucaristía con la que la comunidad parroquial despidió a su quendo párroco.

Durante diez años, el P. Luis Vaccari ha trabajado como párroco de Ca- rapungo.

Sus restos mortales fueron llevados a Padua, para ser inhumados en su lugar natal.

Presentamos a la diócesis de Padua y a los sacerdotes de Padua, que trabajan pastoralmente en el Ecuador, nuestra sentida condolencia por esta dolorosa muerte de uno de sus sacerdotes, el P. Luis Pedro Vacca- ri. Su doloroso fallecimiento ha sido la culminación de la generosa entre- ga con la que este sacerdote ha servido a esta parroquia de la Arquidió- cesis de Quito.

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En el Mundo

Se celebró el Sínodo de los Obispos para Asia

El día 19 de abril, II domingo de Pas- cua, con una concelebración presidi- da por el Santo Padre Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro, se inau- guró solemnemente la Asamblea es- pecial para Asia del Sínodo de los Obispos.

El tema del Sínodo fue el siguiente: "Jesucristo, el Salvador y su misión de amor y servicio en Asia: para que tengan vida y la tengan en abundan- cia" (Jn 10, 10). Participaron en esa Asamblea sinodal los cardenales de Asia, los jefes de las Iglesias onenta- les en Asia, el patriarca de Jerusalén de los latinos, los presidentes de las Conferencias episcopales naciona- les, los jefes de los dicasterios de la Curia romana, así como los miem- bros elegidos por los diversos epis- copados del continente asiático. Las labores sinodales se prolongaron hasta el jueves 14 de mayo. En este día con una concelebración eucarís- tica presidida por el Santo Padre se clausuró la Asamblea especial para Asia del Sínodo de los Obispos. En la hiomilía que pronunció el Papa en la clausura destacó la importancia de esta Asamblea sinodal con vistas a la evangelización e inculturación del mensaje de Cristo en Asia.

La Escuela Católica en el umbral del tercer milenio

Con fecha 28 de diciembre de 1997, la Congregación para la Educación

Católica hizo pública una Carta Cir- cular en la que dio algunas orienta- ciones sobe "La Escuela Católica en el umbral del tercer milenio".

La Escuela Católica en el umbral del tercer milenio se encuentra ante de- safíos lanzados por los contextos so- cio-político y cultural. Se trata de la crisis de valores, de subjetivismo ge- neralizado, de relativismo moral y de nihilismo.

La Escuela Católica se configura co- mo escuela para la persona y de las personas. La identidad cultural de la escuela católica radica en la síntesis entre fe y cultura. Se indica que la escuela católica está al servicio de la sociedad y se habla del estilo educa- tivo de la comunidad educadora.

El Papa condena el asesinato DE MoNS. Juan Gerardi

El domingo 26 de abril, por la noche, fue asesinado Mons. Juan Gerardi Conedera, obispo auxiliar de la Ar- quidiócesis de Guatemala, mientras estaba entrando en su casa, situada en el barrio San Sebastián.

Apenas tuvo conocimiento de ese execrable crimen, el Santo Padre Juan Pablo 11 envió a Mons. Próspe- ro Penados del Barrio, arzobispo de Guatemala, un telegrama de pésa- me dirigido a la comunidad católica guatemalteca, en el que expresaba lo siguiente: "Al recibir con profunda consternación la triste noticia del asesinato de Mons. Juan Gerardi Conedera, obispo auxiliar de Guate- mala, expreso mi sentido pésame a

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toda la comunidad católica guate- malteca, a la vez que manifiesto la más enérgica repulsa por este acto de violencia, que atenta contra la pa- cífica convivencia y ofende los senti- mientos de esa querida nación, por cuya pacificación y defensa de los derechos humanos Mons. Gerardi dedicó generosamente su vida y mi- nisterio episcopal".

Trágico fallecimiento del Comandante de la Guardia Suiza y de su esposa

Incredulidad, desconcierto y dolor fueron los sentimientos que se vivie- ron en el Vaticano a consecuencia de la trágica muerte, acaecida la no- che del lunes 4 de mayo de 1998, del Comandante de la Guardia Suiza pontificia, Alois Estermann y de su esposa, Gladys Meza Romero, ve- nezolana. El asesinato fue cometido por el vicecabo de la Guardia Suiza, Cedria Tornay. El Papa Juan Pablo II, apenas tuvo noticia del triste suce- so, se recogió en oración para pedir a Dios por el alma de los fallecidos.

Entre los fallecidos estuvo también el vicecabo, Cedric Tornay, quien, después de asesinar al matrimonio Estermann se suicidó inmediata- mente.

El Santo Padre envió a los padres del Comandante, Alois y Annemarie Estermann-Limacher un telegrama de pésame.

Nuevo Documento pontificio para el gran jubileo del año 2.000

A fines del mes de abril de este año, se realizó en la sala de Prensa de la Santa Sede la presentación del do- cumento: "La peregrinación en el gran jubileo del año 2.000", elabora- do por el Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itineran- tes. Intervinieron el Cardenal Gio- vanni Cheli y el Arzobispo Francesco Gioia, presidente y secretario res- pectivamente del Consejo pontificio. Intervino también el Arzobispo Cres- cenzio Sepe, secretario general del Comité Central y del Consejo de pre- sidencia para el gran jubileo del año 2.000.

El documento, después de una bre- ve introducción, en la que se explica el sentido y la finalidad del mismo, contiene seis capítulos, que recorren toda la historia de la salvación desde el punto de vista de la peregrinación: el primero se titula "La peregrinación de Israel"; el segundo, "La peregrina- ción de Cristo"; el tercero, "La pere- grinación de la Iglesia"; el cuarto, "La peregrinación hacia el tercer mile- nio"; el quinto, "La peregrinación de la humanidad"; el sexto, "La peregri- nación del cristiano hoy".

Importantes aniversarios del Papa Juan Pablo 11 en el mes DE mayo

En el mes de mayo de 1998 se cum- plieron importantes aniversarios en la vida del Papa Juan Pablo II. El lu-

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nes, 18 de mayo, el Santo Padre Juan Pablo II cunnplió 78 años de edad. Con esta ocasión, numerosas personas e instituciones de todo el mundo enviaron a Su Santidad men- sajes de felicitación con motivo de su cumpleaños y ofrecieron sus oracio- nes para pedir a Dios que siga ben- diciendo su ministerio al servicio de la Iglesia universal, que le salud y energía y de encontrar en todos los católicos una filial acogida a sus en- señanzas y directrices.

El 13 de mayo de 1998 se cumplió el 17- aniversario del atentado que su- frió Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981. Al fi-

nal de la audiencia general del miér- coles 13 de mayo, el Papa dijo: "Gra- cias, de corazón, a cuantos han que- rido unirse a mí, en la oración recor- dando lo que aconteció en esta pla- za precisamente el 13 de mayo de hace diecisiete años. Agradecido, elevo mi corazón a la Virgen de Fáti- ma, al mismo tiempo que, con filial confianza, le renuevo mi total consa- gración, repitiéndole, como al co- mienzo de mi ministerio petrino: "To- tus tuus, María".

La Fundación Catequística

"LUZ Y VIDA"

instalada en el interior del Pasaje Arzobispal ofrece:

libros y folletos sobre el Espíritu Santo, a quien está dedicado el año 1998.

Local 13

^211451 Apartado Postal 17 - 01 - 139 Quito - Ecuador

r

Oración de S. S. el Papa Juan Pablo II para el Segundo Año de Preparación para el

Jubileo Universal del Año 2.000

taño dedicado al Espíritu Santo)

Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón,

orienta el camino de la ciencia y de la técnica

al servicio de la vida, de la justicia y de la paz.

Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones,

y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.

Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que pones en el curso de la historia.

¡Ven, Espíritu de amor y de paz!

A Ti, Espíritu de amor,

junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos. AMEN.

Princeton Theological Seminary Ubrai

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012 01458 9149

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