LIBRARY OF PRINCETON

SEP 2 7 2004

THEOLOGICAL SEMIMARY

PER BX1472.A1 B68 Boletflm eclesiástico.

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OLETIN ECLESIASTICO

ORGANO DE ORIENTACION E INFORMACION DE LA ARQUIDI0CESI8 DE QUITO

AÑO LXXXIX

MARZO 1982

No. 3

liinn l'ahii) II nmm iiin^iiii otm lUmliju c t-n la historia de In lflli'si(i.i>iii'iir llamaisr .011 sobrada razón hl ¡'apa dv las misiones.

I:n sil i>rrrfrrtnair afmslóluo lia nsilado.rasi toda la I ifrra.llcvan- do (I l<»<ios hi^ inirhl(,s vi misino mriisiiit di l'a: \ \nior ijni . liare dos mih nio'. inii,, a /os liomhirs rl I rrlio linmaiiado I os hoinhn y srraii 1 aftai vs di' 1 oniprnidcr rsh nicnsajt"

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FUNDADO EN 1906 CAPITAL PAGADO Y RESERVAS S/. 384'582 200,oo

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HOLETIN ÍCLESI AST ICO

ORGANO DE ORIENTACION K INFORMACION DE LA ARQUIDIOTESIS DE QUITO

AÑO LXXXIX MARZO DE 1982 No.3

DIRECTOR:

Dr. César Augusto

DávüaG.

Teléfono: 242-917

ADMINISTRADOR: R.P.Hugo Carrillo Teléfonos: 517-466 212-825

OFICINA: Cancillería Teléfonos: 517-446 212-825

DE LA DIRECCION: 242-917

IMPRESO EN: Editora A.E.A. Venezuela 15-85 Quito - Ecuador

Suscripción Anual dentro del país S/ 300,00 Fuera del país $ 30,00 Aéreo $ 35,00

SE ACEPTAN CAN- JES

CONTENIDO

EDITORIAL Pgs.

Tercer Congreso Misionero Nacional

DOCUMENTOS PONTIFICIOS

Exhortación Apostólica" Familiaris Consortio"

(Continuación) 127

Participación en el desarrolo de la sociedad 128

Participación en la vida y misión de la Iglesia 134

La familia cristiana creyente y evangelizadora 137

La familia cristiana.Comunidad en diálogo con Dios

142

La familia cristiana,comunidad al servicio del hombre

149

CUARTA PARTE:

Tiempos,estructuras,agentes y situaciones 152

DOCUMENTOS DIOCESANOS

Mensaje del Cardenal Arzobispo de Quito aa la Iglesia

y pueblo del Ecuador 160

Hornilla en la misa de clausura del Tercer Congreso Mi- sionero Nacional 163

SERVICIO INFORMATIVO DF LA IGLESIA EN RICA LATINA

Lo que pasa en El Salvador: Declaración de la

cia Episcopal 167

La situación de Nicaragua Mensaje de la Conferencia Episcopal 168

Editorial

TKRCER CONGRESO MISIONERO NACIONAL

En los primeros días de Marzo del presente año, se realizó en Quito el III Congreso Misionero Nacional. El carácter misionero que tiene la Iglesia responde ai mandato de Cristo a los Apóstoles: "Id, enseñad" (f.iatheo 28, 19). Este láiandato lo asumieron en toda plenitud, saltan- do las barreras geográficas de las fronteras nacionales y "marchando por el mundo, predicando el evangelio a toda criatura" (iv^iarcos 16, 15).

"La actitud misionera de la Iglesia dirá el Vaticano II (Decreto Ad Gentes No. 9) no es ni más ni menos que la manifestación o epifanía del plan divino y su realización en el mundo y en la historia; con ello. Dios, por medio oe la misión, actúa hasta la evidencia la historia de la salvación la actividad misional tiende a la plenitud escatclógica".

Esta actividad hnplica dos aspectos fundamentales: Lo ijue llama el Concilio la "epifanía" del mensaje de salvación, es decir, la predica- ción, la manifestación, la exposición de ese mensaje que se concreta en el "Id, enseñad"; el segundo su realización, es decir, la vivencia, en otras palabras el traducir en la vida ese mensaje que lo expresa Cristo así: "Enseñándoles a guardar, todo lo (jue os he enseñado" (iviatneo 28, 19).

Estos dos parámetros son inseparables: Conocer y guaruar ese men- saje. Sin ésto se vuelve desde todo punto imposible la plenitud escato- lógica a que aspira todo mortal que viene a este nmndo.

La presencia de Cristo en la iiistoria humana, es una presencia cós- mica, inmanente, y aún más, trascendente. Esto lo expresa la carta a los Hebreos (13, 8) "El mismo Cristo ayer y hoy y por todos los si- glos". Después de su .partida compete a quienes confiara su mensaje, la obligación de difundirlo. Esta tarea en la Iglesia sea que se la tome en sentido vertical u horizontal corresponde no sólo a la Jerarquía si- no también a los seglares que"como testigos a la vez (¡ue como instru- mentos vivos", participan en la misión s;ilvífic;i ciuomeiuíada a la Iglesia (CE. Ad Gentes 40, 41).

¿Cómo ha cumplido esta misión la Iglesia l'niversal uurante estos

dos primeros milenios? riClómo la lia cumplido nuestra América,

este Continente de la esperan/a que sustituye a la vieja Kuropa que

aj;oniza? ¿Cómo ha cumplido esta misión nuestra Iglesia local del

Kcuador? La respuesta a este último interrogante se dió en el

III Congreso misionero ecuatoriano.

IVro escuchemos la voz del Presidente de la Conferencia Kpiscop2Ü Ecuatoriana, nuestro Cardenal Arzobispo Pablo Muñoz Vega s.j., en la clausura de este Congreso: "Hay, dijo, la .prej,unta de fuego con la que la Palabra Divina nos ha interpelado en este III Congreso Nacio- nal Misionero y añadió: habitan en nuestro mundo más üe 3.000'000. 000 de personas a las que todavía no ha llegado el mensaje de salva- ción. Si nosotros no les anunciamos el Evangelio, gracias a la infinita misericorciia de Dios estos hombres podrán salvarse por otros cami- nos; pero nosotros podremos salvarnos si por negligencia, por miedo,

por vergüenza, o por falsas ideas, omitimos anunciárselo? podría

una Iglesia que se gloria de ser católica permanecer tal si no es misio- ñera?

**La respuesta, añadió el Cardenal, ya la iiemos recibido todos en este Congreso. La fe de un cristiano que no asume compromiso alguno en la difusión del Evangelio, es una fe en agonía. La vida de una Iglesia que no fomenta la dimensión misionera es una vida en agonía. ¡Ay de si no evangelizo! decía San Pablo. Igual exclamación debe brotar de nuestros corazones después de este Congreso. ¡Ay de la Comunidad Católica que no evangeliza! ¡Ay del Centro Católi- co que no evangeliza! ¡Ay de la familia (jue no evangeliza! y di- gámoslo aquí con acento vibrante: ¡Ay del joven católico! ¡Ay de la joven católica que no evangeliza!."

Pastas vibrantes frases del primer heraldo del Evangelio en nuestra patria nos mvitan a una profunda reflexión. Nos recuerdan la obliga- ción (jue pesa sobre todos los bautizados en Cristo en la obra de la Evangclización.

En el momento actual en que vivimos, al punto de iniciarse el ter- cer milenio, en medio de una iuimanidad que por todos lados se ve acosada por toda clase de problemas en todos los órdenes de la acti- vidad humana, cuando todo se integra, cuando a través de los medios que ha puesto al alcance del hombre la técnica, y a no hay distancias.. no es posible encerrarse dentro de los moldes estereotipados de

antaño, ya no es posible vivir ni actuar con la miope visión de campa- nario.

Hay i|ue mirar más allá de nuestras fronteras religiosas, hay que sal- tar al otro lado del vallado, hay que integrarse en este mundo que está fuera de la Iglesia y hay que preguntarse si tenemos que hacer algo por

esos iierman«)s ne aquí' lo que plantea en su mensaje de clausura

nuestro flardenal.

Con la visión <jue el Kspi'ritu de Dios que se encarna en el hom- bre que, como Pedro, pudo dar esta respuesta a la interpelación de Cristo: *'rú sabes que te amo", (Juan 21,^5) nuestro Obispo de la Ar(juidiócesis de Quito representando a sus hermanos, resumió en una sola palabra la única condición requerida para que toda acción misio- nera sea tal. Esta palabra es A..1OR. "Kn la tarea misionera, dijo, hay una palabra que es la primera y es también la última: es la palabra AMOR. Y Dios ha hecho el corazón del hombre de tal manera que precisamente en la juventud se nos convierta esa palabra f n lu/. y vida. La caridad infundida por el Kspíritu Santo cuando otorga el don ue la vocación misionera es un dulcísimo y loco amor de Dios y de los liom- bres que no es de la tierra".

Cuando esta palabra se encarne en el corazón de todo hombre y la viva, habrá entonces llegado para él la verdadera parusi'a. Por qué?.... Porque DIOS KS Al lOR.

DOCUMENTOS PONTIFICIOS

\ o T \ :IV)r la cxIciiMÓn (leí prc.MMitc Docu mentó. publica tuos en este número una parte. I'n el si ijuiente lo completaremos. I, \ DIIÍKCCION.

= ExhoftQc¡ón Apostólico =

" Fomilioris Consortío" de Juon Pobló II Sobre lo misión de lo Fomilio en el mundo octuol

( C o N T I N IJ A ( I o N )

127

pin Participación en el desarrollos de la sociedad

La familia, célula primera X vital de la^ sociedad

42. "El Creador del mundo estableció la so- ciedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana"; la familia es por ello la "cé- lula primera y vital de la sociedad" (lüi).

La familia poscj vínculos vitales y orgáni- cos con la sociedad, porque constituye su funda- mento y alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de l;i v del desarrollo de

la sociedad misma.

Así la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en misma, se abre a las dcniá^ lamillas y a la sociedad, asumiendo su función social.

La vida familiar como experiencia de comunión y participación

43. La misma experiencia di- comunión y par- ticipación, que debe carac lori/ai l.i vida diaria de la familia, representa su piimera y fundamen- tal aportación a la sociedad.

Las relaciones entre los miembros de la co- munidad familiar isl;'ni inspiradas y guiadas por la ley de la "grauiiii.ui que. respetando y favo- reciendo en todos > cada uno la dignidad per- sonal como único ihuKi de valor, se hace aco- gida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso > solidaiid.id pro- funda.

Así la promoción de una aiiicnlica y nadiira comunión ile personas en la familia se convierte en la primera e insustituible escuela de sociali- dad. ejemplo y cflínuilo para las relaciones comu-

nililliiis nuis ¡iinpluis cu un cliiuii tic iispcio ilisliciii, cliiilogo \ ;iini>r

He osle moilu 1.1'nu' li.m rcLOicJíitlu los piidrc!« sinodales, la familia conslitiiyc el lugar natural y el insUunicniü más eficaz de huniani/.ación y de personalización de la sociedad: colabora de manera original > profunda en la construcción del inuiulo. haciendo posible una vida propia- mente humana, en particular custodiando y trans- mitiendo las virluile> v los "valores". Como dice el Concilio Vaticano II, en la familia "las dis- tintas generaciones coinciden y se ayudan nuitua- ir)ente a lograr una mayor sabiduría y a armo- nizar los derechos do las personas con Jas demás exigencias de la vida social" (106).

Como consecuencia, de cara a una sociedad que corre el peligro de ser cada vez más desper- sonalizada y masificada, y por tanto inhumana y deshumanizadorn. con los resultados negativos de tantas formas de "evasión" comi> son, por ejemplo, el acolmli^mo. la droga y el mismo terrorismo . la l.nm'i.i posee y comunica todavía hoy energías formidables capaces de sacar al hom- bre del anonimato, de mantenerlo consciente de su dignidad pci^. r > nriquecerlo con profun-

da humanidad > de in>ciiiio activamente con su unicidad e irrepetibilidad en el tejido de la so- ciedad.

Función social y política

44. La función social de la familia no puede ciertamente reducirse a la acción procreadora y educativa, aunque encuentra en ella su priinera e insustituible fotnia de expresión.

I,as familias, lanío scil.i-. como asociadas, pue- den y deben por i.mio iK- lmn ,• a muchas obras de servicio social. c'<pccialmenu i n favor de los pobres y de todas at|uclla> p^.lson■l■^ v situaciones, a las que no logi a llej'.ar la oi gani/at ión ile pre- visión y asistencia de l;is autoridades públicas.

l a aportación social de la familia llene su originalidad, que cxiue se la conozca mc¡or y se la apoye más decididamente, ^^obre todo a medida

que los hijos crecen, implicando de Iieclio lo mí\> posible a todos sus miembros (107).

r.ii cspeciiil h;iy que destacar la importancia cada vez mayor que en nuestra sociedad asume la hospitalidad, en todas sus formas, desde el abrir la puerta de la propia casa, y más aún la del pro- pio corazón, a las peticiones de los hermanos, al compromiso concreto de asegurar a cada familia su casa, como ambiente natural que la conserva y la hace crecer. Sobre todo, la familia cristia- na csiá llamada a escuchar el consejo del Apóstol: "Sed solícitos en la hospitalidad" (108), y por consiguiente a practicar la acogida del hermano necesitado, imitando el ejemplo y compartiendo la candad de Cristo: "El que diere de beber a uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fres- ca en razón de discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa" (109).

La función social de las familias está llamada a manifestarse también en la forma de interven- ción política, es decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las institu- ciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia. En este sentido las familias deben crecer en la conciencia de ser "protagonistas" de la llamada "política familiar", y asumirse la responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indilerencia. La llamada ilcl Concilio Vaticano 11 a superar la ética indi- vidualista vale también para la familia como tal (i 10).

La sociedad al servicio 3e^ ja. familia

45. La conexión íntima entre la familia y la sociedad, de la misma manera que exige la aper- tura y la participación de la familia en la socie- dad y en su desarrollo, impone lambicn t|ue la sociedad no ilcje tie cumplir su deber fiinil;imctil;il de respetar promover la familia mism<i.

Cierlamciilc la familia \ la sociedad licncn un.i

riiiKión Lninpk nu i.i en l;i ilv.-lv.-iis.i y en \i\ promoción del ln.a de lodos los iíoinbivs y de e;id¡i homhre. I'eio l;i sociedad, y in;ís cspecí- ficíinieiilc el I siailo. deben n'eonoeer que la fami- lia es una "sociedad que go/a de un derecho prc pio y primordial" (III) y por tanto, en sus relaciones con la familia. cMíin gravemente obligados a ate- nerse al principio de bubsidiariedad.

Ivn virlud de csle principio, el TstMilo no puede ni debe substraer a las familias aquellas funciones que pueden igualmente reali/nr bien, por solas o asociadas libremenie, sino favorecer positivamente y estimular lo más posible la ini- ciativa responsable de las familias. Las autoridades públicas, convencidas de que el bien de la fami- lia constituye un valor indispensable e irrenuncia- ble de la comuniilad civil, deben hacer cuanto puedan para asegurar a las familias todas aque- llas ayudas económicas, sociales, educativas, políticas, culturales que necesitan para afrontar de modo humano todas sus responsabilid.ides.

Carta de los derechos de la famíTía

46. i'l ideal de una recíproca acción de apo- yo y desarrollo entre la familia y la sociedad cho- ca a menudo, y en medida bastante grave, con la realidad ile su separación e incluso de su contraposición.

lln efecto, como el Sínodo ha denunciado con- tinuamente, la situación que muchas familias en- cuentran en diversos países es muy problemáti- ca, si no incluso claramente negativa: instituciones y leyes desconocen injustamente los derechos in- violables de la familia y de la misma persona humana, y la sociedad, en vez de ponerse al servicio de la familia, la ataca con violencia en sus valores y en sus exigencias fundam -nia- les. De este modo la familia, que. según los planes de Dios, es célula básica de la sociedad, sujeto de dereclios y deberes antes que el listado y cualquier otra comunidad, es víctima de la sociedad, de los retrasos y lentitudes de sus inter- venciones y más aún de sus injusticias rotorias. I'or esto la Iglesia defiende abierta y vigoro-

"-ámenle los derechos de la fiimilia lonlra las iisurpiiciones inloleiiibles de la sociedad y del Hsta- do. En eoncrelo, los padres sinodales han recor- dado, cnire oíros, los siguicnles derechos de la ínmilia:

a exi.slir y progresar como familia, es decir, cl derecho de lodo hombre, especialmonie aun siendo pobre, a fundar una familia, y a tener los recursos apropiados para mantenerla;

a ejercer su responsabilidad en el campo de la transmisión de la vida y a educar a los hijos:

a la intimidad de la vida conyugal y familiar:

a la estabilidad del vínculo y de la insti- tución matrimonial;

a creer y profesar su propia fe. y a difundirla;

a educar a sus hijos de acuerdo con ¡as pro- pias tradiciones y valores religiosos y culturales, con los instrumentos, medios e instituciones nece- sarias;

a obicner la seguridad física, social, polí- tica y económica, especialmente de los pobres V enfermos:

cl derecho a una vivienda adecuada, para una vida familiar digna;

el derecho de expresión y de representación ante las autoridades públicas, económicas, sociales, culturales y ante las inferiores, tanto por misma como por medio de asociaciones;

a crear asociaciones con otras familias e instiluciones. para cumplir adecuada y esmerada- mente su misión:

a proteger a los menores, mediante institu- ciones y Icyés apropiadas, contra los medicamen- tos perjudiciales. la pornografía, cl alcoholis- mo, etc.;

el derecho a un justo tiempo libre que favo- rezca, a la vez. los valcires de la familia;

el derecho de los ancianos a una vida y a una muerte dignas:

cl (I. •rocho ;i cini(irar como tiimiliu. paríi buscar nic|(.>rcs conilaioncs de \icla (112).

l a S.inia Sede, acogiendo la petición cxplíci ta del Sítiiulo s^- cncnrgnrá de estudiar ('rieni

tliiiuonio ».'*>(i»s stij.'i.iciKÍas. claboriindo una " Carla de los tlfiothos tic la familia", pura prcs.'iilnrla .1 ambioMios v autoridades compcicnles.

Gracia V resRpnsabílidad de jg. familia cristiana

47. l.ii [unción social propia de cada fíimiiia compele, por im título nuevo y original, a la Tamilin cristiana, fundada sobre el sacramento del niairimonio. r.sie sacramento, asumi.-ndo la realidad luimana del amor conyugal en todas sus implicaciones, capacita y compromete a los esposos y a los patircs cristianos a vivir su voca- ción de laicos, y por consiguiente a "buse-ir el reino de Dios gestionando los asuntos lornporales y ordenándolos según Dios" (115).

I I cometido social y político forma p;'rtc de la misión real o de servicio, en la que parti- cipan los esposos cristianos en virtud del sacra- mento del matrimonio, recibiendo a la vez un mandato al que no pueden sustraerse y una gracia que los sostiene y los anima.

De este modo la familia cristiana está llamada a ofrecer a lodiis el testimonio de una entrega generosa y desinteresada a los problemas sociales, mediante la "opción preferencial " por los pobres y los marjiiniulos. Por eso la familia, avanzando en el sepuimienio del Señor mediante un amor especial bacia todos los pobres, debe preocuparse especialmente de los que padecen hambic, de los indigentes, de los ancianos, los enfermos, los dro- gadiclos o los que están sin familia.

Hacia un nuevo orden internacional

48. Ante la ilimensión mundial que boy ca- riicieri/a a los diversos problemas sociales, la familia ve que se dilata de una manera total- menie nueva su cometido ante el desarrollo de la sociedad, se iiaia de cooperar también ,\ e^table- cer lui nuevo orden internacional, porque sólo con iíi solidaridad mundial se pueden afrontar v resolver los cnornies y dramáticos problemas

lie la juslitia cii el iminclo. de \a libertad de los puehU)s y de la pa/ de la Inimanidad.

I a eonninión espiritual de las fainilias ciistia- nas. eiirai^ailas en la fe y espcran/a eoiTn'in y vivifit. ailas por la caridad, constituye una eneigía interior que ori^'.ina. iliínnde y desarrolla justicia, •econciliación, Iratetniilad y paz entre los liom- bres. I.a familia cristiana, como "pequeña Iglesia", está llamada, a senvi.;ii7a d.. ' > ">',ran Iglesia", a ser signo de unid.id para Cl mundo y a ejer- cer de ese modo su función profética, dando testimonio del reino y de la paz de Cristo, hacia el cual el mnniK oiu<-U' ^stá en camino.

I.as familias cristianas podrán realizar esto bien sea por medio lic sti aivion educadora, es decir, ofreciendo a los hijos un modelo de vida fundado sobre los valores de la verdad, libertad, justicia y amor, bien sea cOn un compromiso activo y responsable para el crecimiento rulén- licanienle humano de la sociedad y de sus insti- tuciones, bien con el apoyo, de diferentes modos, a las asociaciones dedicadas específicamente a los probleinas del orden inicrnacioníd

pIV Participación en la vida=| y misión de la Iglesia

La famiiia

en ej misterio de la^ iglesia

49. r.nire los cometidos fundamentales de la familia ciistiana se halla el eclesial, es decir, que ella está puesta al soiaíiío de la edificación del reino de Dios en la historia, mediante la participación en la vida y misión i\c la Iglesia.

Para comprender mejor los lundanii nio^. con- tenidos y características de tal parlicipaL ion, h;iy que examinar a fondo los múliiplcs \ profundos vínculos que unen entre a la Ii?!csi;i y a la familia cristiana, y que hacen de esta úliiina como una "Iglesia en miniatura" llicclcsin do- incsl'u(i) (114) de modo que sea. a su manera, una imagen viva y una represeniaciófi histórica

del misterio mismo de la Ijilcsia.

Es ante todo la Iglesia Madre la que engen- dra, educa, edifica la familia cristiana, poniendo en pi «etica pnr« con la misnin In misión de síiIvíi- ción que ha recibido de su Señor. Con el anuncio de la Palabra de Oios, la Iglesia revela a la familia cristiana ><u Veríbidora identidad, lo que y debe ser si ;'ún el plan del Señor; con la celebración de los sacr."iiiíntos, la lgle;.ia enri- quece y corrobora a la familia cristiana con la gracia de Cristo, en orden a , su sanfifie-ición para la gloria del Padre: con la renovada procla- mación del mandamiento nuevo de la caridad, la Iglesia anima y guía ,i la familia cristiana al servicio del amor, para que imite y reviva el mismo amor de donación y sacrificio que el Señor jesús nutre hacia toda la humanidad.

Por su parte la familia cristiana está insertada de tal forma en el mislciio de la Iglesia que participa, a su manera, en la misión de salva- ción que es propia de l.i Ij^'lcsia. Los cónyuges y padres cristianos, en xiruid del sacramento, "poseen su propio don. dentro del Pueblo de Dios, en su estado y forma do vida" (115). Por eso no sólo "reciben" el amor de Cristo, convirtién- dose en comunidad "salvada", sino que están también llamados a " trausn^itii " a los hernv.mo.' el mismo amor de Cristq. haciéndose así connmi- dad "salvadora". De esta manera, a la vez que es fruto y signo de la fecundidad sobrenatural de la Iglesia, la familia cri'-li.ina se hace símbolo, testimonio y pariicipación de la mals."»-nid<id de la Iglesia (1 16^

Un cometido eclesial _propio y_ original

50. l a familia cristiana está IlamaJ.i r> lon\Ti parte viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia v oiiginal, es decir, poniendo a servicio de la Iglesia y de la soeie- ilad su propio ser y obrar, en cuanto •(iniun'ulad •niiiiui (le vida y de muor

Si la familia cristiana es inmunidad ci'yos vínculos son renovados por Crisio mediante la

fe y tos <ncr;imonlos, su pín licipariini , ii l;i misión de la Iglesia debo rc;ili/íirsc <.. "(//» uiui moda- l'uldil coitniiiildria: junios, pues, lus eónyi'gcs cii cuanto pareja, y los padres e hijos cu ciiattlo faiuilia, han de vivir svi servicio a la Iglesia V al mundo. Deben ser en la fe "un cora7Ón y un alma sola" (117), mediante el eomún cspí- riiu apostólieo que los anima y la eol.iboraeion que los empeña en las obras de servicio a la comunidad cclesial y civil.

La familia crisliana edifica además el reino de i")ios en la historia mediante esas mismas reali- dades cotidianas que tocan y distinguen su iini- ilición (le vicia. Así, pues, es en el amor conyu- gal y familiar ^vivido en su exlraordinaiia rique- za de valores y exigencias de tolalidat!, unicitlad, fidelidad y fecundidad (118) donde se expresa y realiza la participación de la familia rijiiana en la misión profética. sacerdotal y real de jesu- cristo y de su Iglesia. ll\ amor y la vida cons- tituyen por lo tanto el núcleo de la misión salví- fica de la familia crisliana en la Iglesia y para la iglesia.

Lo recuerda el Concilio Vaticano II Cuando dice: " l,a familia hará partícipes a oirás familias, generosamente, de sus riquezas cspiriluales. Así es como la familia crisliana, cuyo origen está en el matrimonio, que es imagen y pariicipación de la alianza de amor entie Cristo y la Iglesia, mani- fesiará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la coopera- ción amorosa de todos sus miembros" (ll'í).

Puesto así el fundamento de la participación de la familia cristiana en la misión eclesial, hay que poner de manifiesto ahora su contenido en la triple unitaria referencia a fesucristo Profeta. Sacerdote y Rey. presentando por ello la familia cristiana como 1) comunidad creyenie y jvangeli- zadoia, 2) comunidad en diálogo con Dios. ">) eomunidiul al servicio del hombre.

1 ) La familia cristiana.

gQmun'dad creyente y.

evanqeíízadora

La descubrimiento x admiración del plan ^ Dios sobre la familia

tI. I^iido que p;iili^ipíi de lu vidu y inibiún de la Iglosiíi, la ciuil csciiclia rcligiosnniciilc la Palabra de Dios y la |)rütlama con firme con- fianza (120), lu familia cristiana vive su cometido profélico acogieiiílo y aniiiíciaiulo ¡a Palahra de Dios. Se hace así, cada día más. una comunidad creyente y evangclizadora.

También a los esposos y padres crisiianos se exige la obediencia a la fe (121), ya qut son llamados a acoger la Palabra del Señor que les revela la estupenda novedad la Buena Nue- va— de su vida conyugal y familiar, que Cris- to ha hecho sania y sanlificadora. En efecto, solamente mediante la fe ellos pueden descubrir V admirar con gozosa gratitud a que dignidad ha elevado Dios el matrimonio y la familia, consiituycndolos en signo y lugar de la . ¡lianza de amor entre Dios y los hombres, entre K'su- .rislo y la iglesia esposa suya.

Lu misma preparación al matrimonio c 'sliano se califica ya como un itineiario de fe. lis, en efecto, una ocasión privilegiada para que los novios vuelvan a descubrir y profundicen la fe recibida en el Bautismo y alimentada ccn la educación cristiana. De esla manera reconocen y acogen libremente la vocación a vivir 1. 1 i-egui- miento de Cristo y el servicio al reiiu) ile Dios en el estado matrimonial.

P.l momento fundamenial de la k .le ios ..^sposos está en l.i celebiación del saci.imcnio •Jcl malrinH)nio, c|uc en el fondo tic su naiura- 'eza es la proclimacion. dentro de la Ij^lesia, de la Buena Nuc\.i sobre el amor (.onxugal. Ts la Palabra de l")it)s que "revela" y 'culmina" el proyecto sabio v amoroso que Dios üene so-

bre los esposos. Ihimiulos a hi mislciiosa y ic;il pc\rl¡c¡p{iciün en el ainor misino do l")ios li;)cia l;i IniMKiiiiil.Kl. Si hi celebración sacrainenlal del nialiimonio es en misma una procl.imación de la Palabra de l")ios en euanlo son por li lulo iliverso protagonistas y celebrantes, debe ser una "profesión de fe" hecba dentro y con la Iglesia, comunidad de crejentes.

l'sla profesión de fe ba de ser continuada en la vida de los esposos y de la familia. Un electo. Dios que ba llamado a los esposos "ul" matrimonio, continúa llamándolos "en el" matri- monio (122). Dentro y a través de los becbos. los problemas, las dificultades, los acontecimien- tos de la existencia de cada día, Dios viene a ellos, revelando y proponiendo las "exigencias" concietas de su participación en el amor de Cristo por su Iglesia, de acuerdo con la par- ticular situación lamiliar. social y cclesial— en la que se encuentran.

Hl descubrimiento y la obediencia a! plan de Dios deben bacerse "en conjunto" por parte de la comunidad conyugal y familiar, a través de la misma experiencia luimana del amor vivido en el Fspíritu de Cristo entre los esposos, entre los padres y los bijos.

I'ara esto, también la pequeña Iglesia domés- lica. como la gran Iglesia, tiene necesidad de ser evangelizada continua e intensamente. De ahí deriva su deber de educación permanente en la fe.

Ministerio de evangelización familia cristiana

52. F.n la medida en que la familia cristiana acoge el Evangelio y madura en la fe, se hace comunidad cvangclizadora. Escuchemos ,le nuevo a Pablo VI: "La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es trans- miiiilo y desde donde éste se irradia. Den- tro pues de una familia consciente de esta misión, todos los miembro»- de la misma evjin-

gcli/.aii y son cvangcli/acJus. l os padres no sólu cuiuiinican u los liijos cl l-vangclio. sino que piictlcn a su vez recibir de ellos este mismo l'vangelio profundamontó vivido... Una familia ÍIS.Í se hace cviingclizadora de otras much.is faniili- llas y del ambiente en que ella vive" (123).

Como ha repelido el Sínodo, recogiendo mi iliimada lanzada en Puebla, la futura cvangeliza- eión depende en gran parte de la Iglesia dumés- liea (124). Esta misión apostólica de la familia esui enraizada en cl bautismo y recibe con la íiiacia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe. para santificar y transformar la sociedad actual según cl plan de nioí«.

La familia cristiana, hoy sobre todo, tiene una especial vocación a ser testigo de la {'lianza pascual de Cristo, mediante la constante irradia- ción de la alegría del ainor y de la certeza de la esperanza, de la que debe dar razón: "La familia cristiana proclama en voz alta tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la esperinza ( de la vida bienaventurada" (125). " La absoluta necesidad de la catcquesis familiar

-K surge con singular fuerza en determinadas situa- oui vcioncs, que la Iglesia constata por desgracia en diversos lugares: " F.n los lugares donde una legis- lación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incre- dulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar príkticamente imposible una ver- dadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es cl único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una aulénlica catcquesis" (126)

Un servicio eclesial

53. IJ ministerio de evangelización de los ¡■".idies cristianos es original e insustituible y asu- me las características típicas de la vida familiar, lucha, como dchciía estar, de amor, sencillez, clicicncia y testimonio cotidiano (127).

l a familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud

^ll cumclido. de íiciicrdo con la vocación recibida de Dios. Kícclivíimcntc. la íaniilia que está abier- i:i a It)s valores Iransccndenlcs, que sirve a los hcriniiiios en la alegría, que cumple con generosa liJciidad sus obligaciones y es conseienle de su colidiana participación en el misterio de la cruz jjioriosa de Cristo, se convierte en el primero

V nu'ior semillero de vocaciones a la vida con sagrada al reino de Oio*"

F.l ministerio de cvangelización y catcquesis de los padres debe acompañar la vida de los hijos lamliicn durante ,su adolescencia y juventud, cuando ellos, como sucede con frecuencia, ccntes- lan o incluso reclia/an la fe cristiana :ccibida en los primeros años de su vida. Y así como en la Iglesia no se puede separar la obra de e\ angeli/aeión del sufrimiento del apóstol, así también en la familia cristiana los padres deben afrontar cotí valentía y gran serenidad de espí- ritu las dificultades que halla a veces en los mismos hijos su ministerio de evangeü/.ición.

No hay tpie olvidar que el servicio llivado a cabo por K>'- cónyuges \ p.idies crisli.mos en favor tlel I \ .m^'cliii es esencialmente un servicio eclesial. es decir, que se reali/a en el lonlexio lie la Iglesia entera d i uanlo comunidad evan- gelizada V c\ angeli/<(tlcia 1 n cuanto enraizado y derivado lie la única misión de la !j>lcsia

V en cuaiiln orileiKulo ,i l,i edificación del único Cuerpo lie Cristo tlJí^). el ministerio ile evangc- lización y de caKquesi- de l.i Iglesia doméstica ha de quetlar en iiiiini.i ininiinion v ha de armo- nizarse responsableineitle con los otros servicios de eviiiigelización y de catcquesis presentes y ciperanies en la comimidad eclesial. tanto ili. cesa- na conu) iiairoquial

Predicar el Evangelio E toda criatura

Í4. la imiversalidad -ni Ironleui' ^- >.l huir zonte propio de la ovíUigelización, anim ida iiile- riormente por el afán misionero, ya i|ue es de hecho la respuesta fl la explícita e inequívoca

consigna de Cristo: ''Id por el mundo y predicad el Hvíingcliü a toda ¿rialiira" (129).

También la fe y lu misión cvanycliz.idoia de la familia cristiana poseen esla dimensión misionera católica. LI sacramento del matrimonio, que planica con nueva fuei/.a el deber ¡irraigado en el bauíismo v eij la (jonfirmación de defen- der y difundir la fo (130). constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de Cristo "hasta los últimos confines de la tierra" (131), como verdadero"^ y propios "misioneros" del amor y de la vida.

Una cierta forma de Actividad misionera pue- de ser desplegada ya en el interior de la familia. F.sto sucede cuando alguno de los componentes de la misma no tiene- fe o no la practica con coherencia. Kn este caso, los parientes deben ofrecerles tal testimonio de vida que los estimule y sostenga en el camino hacia la plena adhesión a Cristo Salvador (132).

Animada por el espíritu misionero en su pro- pio interior, la Iglesia doméstica está llamada a ser un signo luminoso de la presencia de Cristo y de su amor incluso para los "alejados", pí.ra las familias que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven coherenicmente la fe recibida. Está llamada "con su ejemplo y testimonio" a iluminar "a los que buscan la verdad" (133).

Así como ya al -principio del ci isli:iiiismo Aquila y Priscila se presentaban como una pareja misionera (134), aw también la Iglesia lostimonia hoy su incesante novedad y vigor con la presencia lie cónyuges y familias cristianas que, al menos durante un cierto período de tiempo, van a tie- rras de misión a ahunciar el Hvangelio, sirviendo al hombre por amor de )csucrislo.

Las familias cristianas dan ima conuibución particular a la causa misionera de la Iglesia, cultivando la vocación misionera en sus propios hijos e hijas (135) y. de manera más general, con una obra edueadola que prepare a sus hiios. desde la juventud, "para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres" (136).

2) La familia cristiana,

comunidad en diálogo con Dios

EJ santuario doméstico de la Iglesia

55. lil aiuincio del Evangelio y su acogidii medíanle la fe encuenlia su plenitud en la cele- bración sacramental. La Iglesia, comunidad cre- yente y evaniíciizadüra. es también pueblo sacer- dotal, es decir, revestido de la dignidad y par- tícipe de la potestad de Cristo. Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alianza (137).

También la familia cristiana está inserta en la Iglesia, pueblo sacerdotal, mediante el sacra- mento del matrimonio, en el cual está cnraiz.ida y de la que se alimenta, es vivificada continua- mente por el Señor y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el ofrecimienlü de la piopia existencia y la oración.

Este es el cometido succnlulal que la fami- lia cristiana puede y debe ejercer en íntima comu- nión con loda la Iglesia, a través de las reali- dades cotidianas de la vida conyugal y familiar De esta manera la familia cristiana es llanwi' a sanlificarsc y a síiiiíijicuv a ¡a coiniiiiitliid t'c' sidi y ni II lulo.

H matrimonio, sacramento de mutua santificación ^ acto de culto

56. Fuente y medio original de sanlificaeiú i propia para los cónyuges y pata la familia cristia na es el sacramento del matrimonio, que presu- pone y especifica la gracia santificadora del büu- lismo. En virtud del misterio de la muerte > resurrección de Cristo, en el que el matrimonio eri.siiano se siiiia de nuevo, el amor > onyugal es purificado y santificado: "II Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevar-

con el don cspcciíil ilc la gracia v la ca ridad" (HH).

1^1 don de Icsiicrisio no se agola en la cele- bración del sacramen(o del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo do toda su existencia. Lo recuerda cxplícitamenle el Con- cilio Vaticano II cuando dice que Jesucristo "per- manece con ellos para que los esposos, con su mu[ua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como El mismo amo a la Iglesia y se entregó por ella... I'or ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están foKiíicados y como consagrados por un sacramcn- !o especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cris- to, que satura toda su vida de fe. esperanza y candad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto. conjuntamente. a la glorificación de Dios" (139).

La vocación universal a la santidad está diri- gida también a los cónyuges y padres i ristianos. Para ellos está especificada por el .sacramento celebrado y traducida concretamente en las rea- lidades propias de la existencia conyugal y fami- liar (140). De «hí nacen la gracia y la exigen- cia de una auténtica y profunda espiriiualidcul conyugal y familiar, que lia de inspirarse en los motivos de la creación, de la .ilianza. de la cruz, de la resurrección y del signo, de los que se ha ocupado en más de una ocasión el Sínodo.

1:1 matrimonio eiistiano. como todos lus sacia- mentos que "están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios " (141) es en mismo un acto litúrgico de glorificación de Dios en jesucrisla y en la Iglesia. Celebrán- dolo, los cónyuges cristianos profesan su grati- tud a Dios por el bien sublime que se les da de poder revivir en su existencia conyugal y fami liar el amor mismo de Dios por los hombres y del Señor Jesús por la iglesia, su esposa.

Y como clel sacramento derivan para los cón- yuges el don y el deber de vivir cotidianamente

la siinlificit. ión rocihida, del misino sacr;imcnlo hrolan tainhicn la gracia y cl compromiso moral do Inmsf orinar dula su vida en im continuo sacriíicio cspiriUia! (142). También a los esposos y padres eri>lianos, de modo especial en esas realidades lerrenas y leniporales cpic los raracleri- 7an. se aplican las palabras del Concilio: "Tam- bién los laicos, como adoradores que en iodo lugar actúan saniamente, consagran el mundo mivmo a Dios- (14 >>

Matrimonio x Eucaristia

57. í:I deber de santificación de la iamilia cristiana tiene su primera raíz en el bautismo y su expresión máxima en la l.ucari^tia. a la que está íntimamente unido el matrimonio cris- tiano. 1-1 Concilio Vaticano II ba querido pvMior de relieve la especial relación cNistenle entre la I-ucarislía y cl matrimonio, pidiendo que habitual- inenlc éste se celebre "dentro de la Misa" (144). Volver a encontrar y profundizar t.d relación es del toilo necesario, si se quiere comprender y vivir con mayor intensidad la gracia \ las respon- sabilidades del niatrimonio y ile la familia cristiana.

I a I uiari^ii.i es I.t fuente niisma del matrimo- nio cii^ii.mo. I n cfcciví. el sacrificio euearíslico repre'-vni.\ I.i .ili:inza de amor de Cii^ti) cc>n la IgKvi.i. vM cu. Hilo 'ell.ida u n I.i -angre do la cruz ( I nv > en e->le s.icrifieii' de la Nueva V I lerna \lianza los cón\iiges crisiianos encuen- tran la laiz de la (|ue bri)la. i|ue eonfigma inte- riormente y vivifica desde dentro ^ii aliaivza con- vugal. I II cuanto representación ilel sacrificio de amor de Cristo por su Iglesia, la bucaristía es manantial de cariilad. Y en el don euearíslico de la caridad la familia cristiana halla el funda- mentci y el alma ile su "comunión" y de su "mi- sión", va que el l'an euearíslico hace de los diver- sos miembros de la comunidad familiar un único cuerpo, revelación v participación de la más am- plia unidad ile la Iglesia: además, la participación en el Cuerpo \ ntiegadt)"' y en la Sangre "derra- mada" de Cristo S(j hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana.

Ü sacramento ^ \a_ conversión X reconciliación

'jS. l'iiilc Cicnci.'tl y permanente del conieli- ilo lie siinlificiieión de la familia cristiana es la iicopida de la llaniada evangélica a la conversión, dirigida a tüdt)s los cristianos que no siempre permanecen fieles a la "novedad " del bautismo que los lia hecho "santos". Tanipoco la familia es siempre coherente con la ley de la gracia y de la santidad bautismal, proclamada nuevamente en el sacramento ilel matrimonio.

lí\ arrepentimiento y perdón mutuo dentro de la familia cristiana, que tanta parle tienen en la vida cotidiana, hallan su momento sacramen- tal específico en la penitencia cristiana. Respecto de los cónyuges cristianos, así escribía l'ablo VI en la I:ncíciica HuinaníW viíac: "Y si el pecado les sorprendiese todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Oios. que se concede en el sacra- mento de la penitencia" (146).

La celebración de este sacramento adquiere un significado particular para la vida familiar, I-n efecto, mientras mediante la fe descubren cómo el pecado contradice no sólo la alianza con Dios, sino también la alianza de los cónyuges y la comunión de la familia, los esposos y todos los miembros de la familia son alentados al encuentro con Oios "rico en misericordia" (147). el cual, infundiendo su amor nuís fuerte que el pecado (148), reconstruye y perfecciona la alian- za conyugal y la comunión familiar.

La plegaria familiar

5^. Iglesia ora por la familia cristiana y la educa para que viva en generosa coherencia con el don y el cometido sacerdotal recibidos de Cristo Sumo Sacerdote. Un realidad, el sacer- docio bauli-mal de los fieles, vivido en el malri- monio-sacraiuciilo. constituye para los cónyuges y para la familia el fundamento de una vocación y de una misión sacerdotal, mediante la cual su misma e\i«;tencia cotidiana se transforma en "síi-

crificio espiritual iitcpt;iblc ;i Dios por Icsiicris- to" (144). rslü sucede no sólo con la celebración de la i.ue.irislía y do ios oíros sacramentos o cotí la ofrenda ile mismos para gloria de Dios, sino también con la vida de oración, con el diálogo suplicante dirigiiio al l'adre por medio de Jesucris- to en el Lspíritu Santo.

l a plcj^aria familiar tiene características pio- pia«>. Ls una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres c hijos juntos. La comunión en 1.1 plegaria es a la vez fruto v exi)íencia de esa comuniófi que deriva de los sacrameiKt.»'- del bau- ti.>mo y ilel matrimonio. A Ids miembros de la fa- milia cristiana |)ueden aplicarse de modo particu- lar las palabras con las cuales el Señor Jesús pro- mete su presencia: "Os digo en verdad que si dos de vosotros conviniereis sobre la tierra en pe- dir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estov vo en medio de ellos" (150).

Esta plegaria tiene como eontcniiio original la misma vida de familia queden las diversas circuns- tancias se interpreta coino vcK-ación de Dios y se actúa como respuesta filial a '-u llamada; alegrías y dolores, esperanzas y tiisic/.is. nacimien- tos y cumpleaños, aniversarios de la boda do los padres, partidas, alojamientos y regresos, elec- ciones importantes y deci>iviis. iinicrii.- de |KrM.>- ñas queridas, etc.. nnicsltan la micr\et)ción del amor de Dios en la historia de la f.iinilia. como deben también señalar el nu'mento fa\ arable do •iceión de gracias, de imploración, de abandono confiado de la familia al Paihc cotnún (pie e^lá en los cielos. Adenl.'is. la dis^nid ul \ rc-pon^abili- dades de la familia etistiana en cuanto Iglesia doméstica solamente imeden ser vividas con la ayuda incesante de Dios (jue será concedida sin falta a cuantos la ¡údan con büfwildad v con- fianza en la oració'i

Maestros de oración

bU. I n virtud de su dignulail n mi>ión. los padres cristianos tienen él deber específico de

cdiicur a sus hijos en la pl^-gMii.i. tic introducir- los progicsivitinonlc íiI tlcsciil>nniicnto del mislerio do niü8 y del coloquio personal con l!l: "Sobre todo en l:i fomilin erisii;ina enriiiiiccidíi con la gracia y los deberes del 5;icr;uiicnlo del nialri- nionio, importa que los hii(>^ iiprendan desde los primeros años a conoc-er y a ndorar a Dios y n amar al prójimo sepún la fe recibida en el bautismo" (15n.

Elemento fundamental c insustituible de la educación a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; sólo orando junto con sus hijos, cl padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profundamente en cl corazón de Sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no logra- rán borrar. F.scuchemos de nuevo la llamada (]uc Pablo VI ha dirigido a las madres y a los padres: "Madres, ¿enseñáis a vucslros niños las oraciones del cristiano? ¿Preparáis, de acuerdo con los sacer- dotes, a vucslros hijos para los sacramentos de la primera edad: confesión, comunión, confirma- ción? ¿los acostumbráis, si c^tán enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda de la Virgen y de los santos? ¿Rezáis cl rosario en familia? Y vosotros, padic^, ¿sabéis rezar con vuestros hijos, con toda la comunidad domésti- ca, al menos alguna vez? Vuestro ejemplo, en la rectitud del pensamiento y de la acción, apoya- do por alguna oración común vale una lección de vida, vale un acto de culto de un mérito singu- lar; lleváis de esto modo la paz al interior de los muros domésticos: "Pax huic donnii'. Recor- dad: así edificáis la Iglesia ' (152).

Plegaria litúrgica privada

61. Hay una relación profunda v viial enire la oración de la iglesia y la de cada uno de los fieles, como ha confirmado claramente el Con- cilio Vaticano II (li>). Una finalidad imporlanlc de la plegaria de la Iglesia doméstica es la de constituir para los hijos la introducción natural a la oración litúrgica propia de toda la Iglesia, en el sentido de preparar a ella y de exlenderla

ii\ úmhilo de la vidü pcisoiiiil, fuiniliiir y social. De aquí deriva la necesidad de una progresiva parlieipación de lodos los miembros de la familia cristiana en la fuiearisti'a, sobre fodu los domingos y días festivos, y en ios oíros sacramentos, de modo particular en los de la iniciación cristiana de los hijos. Las directrices conciliares han abier- to una nueva posibilidad a la familia cristiana, que ha sido colocatia entre los ^;rupos a los que se recomienda la celebración comunitaria del Ofi- cio divino (154). I'oiulnín asimismo cuidado las familias cristianas en celebrar, incluso en casa y de manera adecuada a sus miembros, los tiempos y festividades del año litúrgico.

Para preparar y prolon^^ar en casa el culto celebrailo en la ij:lesia, la familia crisii;uia recurre a la oración privnda. (]ue presenta pian variedad de formas. F.sta variedad, mientras testimonia la rique/a exirao/dinaria con la que el l'spíritu anima la iile{.'ariu cristiana, se adapta a las diversas e\i>;encias y situaciones de vida de quien recurre al ScMDr. Además de las oraciones de ia niañana v de la noche, hav (|ue recomendar explícitamente siguiendo también las indicaciones de los padres sinodales-— la lectura y meditación de la Palabra lie Dios, la preparación a los sacramentos, la devoción v con-^agratión al Corazón de jesús, las varias toinias de culto a la Virj^cn Sanlíbima, la hendieióti de la mesa, las expresiones de la religiosidad popular.

Heniro del respeto debido a la libertad de los hijos de Dios, la Iglesia ha pro)niesto y conti- núa proponiendo a los fieles algunas prácticas de piedad en las tpie pone una particular solici- tud c insistencia. r,ntre éstas es de recordar el rezo del rosario: "Y ahora, en continuidad de intención con nuestros predecesores, queremos re- comendar vivamente el rezo del santo rosario en familia.... no cabe duda de que el rosario a la Santísima Virgen debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comu- nes que la familia cristiana está invitada a rezar. Ouerenuis pensar y deseamos vivamente que cuando un encuentro fainlliar se convierta en tiem- po de oración, el rosario sea su expresión frecuen- te y preferida" (155). Así la auténtica devoción

nuiriiui;», que se expresa en la unión sincera y en el generoso r-et^uiniienlo de las actitudes espi- rituales de In Virgen Santísima, constituye un nieiiiü privilcgiatlo para alimentar la comunión lie anjor de la familia y para desarrollar la espiri- tualidad conyugal y familiar, i lla, la Madre de Cristo y lie la Iglesia, es en efecto y de manera especial la Madre de las familias eiistianas. de las Iglesias domésticas.

Plegaria x v'da

02. No hay que olvidar nunca que la oración es parte constitutiva y esencial de la vida cristia- na considerada en su integridad y profundidad. Más aún, pertenece a nuestra misma "Inmianidad" y es "la primera ex|)resión de la verdad interior del hombre, la primera condición de la auténtica libertad del espíritu" (156).

Por ello la plegaria no es una evasión que desvía del compromiso cotidiano, sino que consti- tuje el tiupujc más fuerte para que la familia cristiana asuma y ponga en práctica plenamente sus responsabilidades como célula primera y fun- damental de la sociedad humana. Fn ese sentido, la efectiva participación en la vida y misión de la Iglesia en el mundo es proporcional a la fidelidad e intensidad de la oración con la que la familia cristiana se una a la Vid fecunda, que es Cristo (157).

De la unión vital con Cristo, alimentada pov la liturgia, de la ofrenda de mismo y de la oración deriva también la fecundidad de la familia cristiana en su servicio específico de pro- moción humana, que no puede menos de llevar a la transformación del mundo (158).

3) La familia cristiana, comunicjad al servicio del hombre

§j nuevo mandamiento del amor

61. I.a Iglesia, pueblo profético. sacerdotal V real, tiene la misión de llevar a todos los hom-

bies a .'icogcr con fe la Palabrn do Dios, a cclcbnirla y profesarla en los sacramentos y en la plegaria, y finalmente a manifestarla en la vida concreta so>;úii el don y el nuevo mandamiento del amor.

La vida cristiana encuentra su ley no en un código escrito, sino en la noción personal del Es- píritu Sumo que anima y guía al cristiano, es de- cir, en "la ley del espíritu de vida en Cristo Je- sús" (15*^)): "el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado" (160).

listo vale también para la pareja y para la fa- milia cristianar su guía y norma es el fispíritu de lesús. difundido en los corazones con la celebra- ción ilel sacramento del matrimonio. Un continui- dad con el bautismo de agua y del Espíritu, el matrimonio propone de nuevo la ley evangélica del amor, y con el don del Espíritu la graba más prorundíinienlo en el corazón de los cónyuges cristianos. Su amor, purificado y salvado, es fruto del l'spíritu que actúa en el corazón de los creyen- los y se pone a la vez como el mandamiento fundamental de la vida moral que es una exigencia de su libertad responsable.

Ea familia cristiana es así animada y guiada por la ley nueva del Espíritu y en íntima comunión con la Iglesia, pueblo real, es llamada a vivir su "servicio" de amor a Dios y a los hermanos. Como Cristo ejerce su potestad real poniéndose al servicio de los hombres (161), así también el cristiano encuentra el auténtico sentido de su par- ticipación en la realeza de su Señor, compartien- do su espíritu y su actitud de servicio al hombre: "l'ste poiler lo comunicó a sus discípulos, para c)ue también ellos queden constituidos en sobera- na libertad y por su abnegación y santa vida ven- zan en mismos el reino del pecado (cf. Rom 6, 12). Más aún, para que sirviendo a Cristo tam- bién en los demás, conduzcan con humildad y paciencia a sus Iicrmanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar. También por medio de los fie- les laicos el Señor desea dilatar su reino: reino (le verdad y de vida, reino de santidad y de gra- cia, reino de jiislicia, de amor y de paz. Un reino

en el cual la misma creación será liberada de la scividumbrc de la corrupción para participar en la libcrlad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8. 21)" (1(32).

Descubrir en cada hermano [a imagen de Dios

64. Animada y sostenida por el mandamiento nuevo de! amor, la familia cristiana vive la aco- gida, el respeto, el servicio a cada hombre, con- siderado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios.

Esto debe realizarse ante todo en el interior y en beneficio de la pareja y la familia, mediante el cotidiano empeño en promover una auttíntiea comunidad de personas, fundada y alimentada por la comunión interior de amor. Ello debe desarro- llarse luego dentro del círculo más amplio de la comunidad eclcsial en el que la familia cristiano vive. Gracias a la caridad de la familia, la Iglesia puede y debe asumir una dimensión más domés- tica, es decir, más familiar, adoptando un estilo de relaciones más humano y fratenio.

I.a caridad va más allá de los propios hermanos en la fe, ya que "cada hombre es mi hermano"; en cada uno. sobre todo si es pobre, débil, si sufre o es tratado injustamente, la caridad sabe descubrir ti rostro de Cristo y un hermano al que hay que amar y servir.

Para que el servicio al hombre se viva en la familia de acuerdo con el estilo evangélico, hay que poner en práctica con todo cuidado lo que enseña el Concilio Vaticano II: "Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable, y aparezca como tal, es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da" (163).

Ka familia cristiana, mientras con la carida(> edifica la Iglesia, se pone al servicio del hombre y del mundo, actuando de verdad aquella "promo ción humana", cuyo contenido ha sido sintetiza- do en el Mensaje del Sínodo a las familias: "Otro

cometido de la familia es el de formar los hom- bres al amor y practicar el amor en toda relación luimana con los demás, de tal modo que ella no se encierre en misma, sino que pcnnanc7.ca abierta a la comunidad, inspirándose en su senti- do de justicia y de solicitud hacia los otros, cons- ciente de la propia responsabilidad hacia toda la sociedad" (lt>4)

CUARTA PARTE

Pastoral familiar: tiempos^ estructuras^ agentes y situaciones

f I Tiempos de la pastoral familiar=^

La iglesia acompaña a familia cristiana en su camino

t>5. Al igual qnc toda realidad vivicnie. lam- bien la familia está llainada a desarrollarse y cre- cer. Después de la preparación duranle el noviaz- go y la celebración sacramental del matrimonio la pareja comienza el camino cotidiano hacia la pro- (jresiva actuación do los valores v ikbcres del mismo matrimonio.

A la hi/ de la fe y en virtud de i.i esperan- za, la familia cristiana participa, en comunión con la Iglesia, en la experiencia de la peregrina- ción terrena hacia la plena revelación y reali- zación del reino de Dios.

Por ello hay qvie subrayar una \e/ más In urgencia de la intervención pastoral de la Iglesia

152

en ítpoyo (le la f;imiMn. Hay que llevar a cabo loila clase de esfuerzos para que la pasloinl de la laniilia ad<iuii'rn consistencia y se desanolle. <le(licándose a un sector verdaderamente priorita- rio, con la cerlc/a de que la evangelización en el futuro, dcpenilo en pr.in parle de la ¡picsin doméstica (16'S).

La solicitud pastoral de la Iglesia no se limi tara solamente a las familias cristianas más cerca ñas, sino que, ampliando los propios horizontes en la medida del Corazón de Cristo, se mostrará más viva aún hacia el conjunto de las familias en general y en particular hacia atiuellas que se hallan en situaciohcs difíciles o irregulares. Para todas ellas la Iglesia tendrá palabras de verdad, de bondad, de comprensión, de esperan- za, de viva participación en sus dificultades a veces draniálicas: ofroci.rá a lodos su ayuda desin- teresada, a fin de que puedan acercarse al modelo de familia que ha querido el Creador "desde el principio" y que Cristo ha renovado con su gracia redentora

La acción pastoral de la Iglesia debe so progresiva, incluso en el sentido de que debe seguir a la familia, acompañándola paso a paso en las diversas etapas de su formación y de su desarrollo

Preparación

60. Un nuestros días es más necesaria quL nunca la preparación de los jóvenes al matri- monio y a la vida familiar. Un algunos países siguen siendo las mismas familias las que. según antiguas usanzas, transmiten a los jóvenes los valores relativo^ :i ';i mi.'! mionial y familiar mediante una progr»...i\;i i t->ra de educación o iniciación. Pero los cambios c|ue han sobrevenido en casi todas las sociedades modernas exigen que no sólo la familia, sino también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de preparar convenientemente a los jóvenes para las respciisiibilidiitl^ ile su íutm o. Miiclios fenó- menos negativos que se lamentan hoy en la vida familiar deri\an del hecho de que. en las nuevas situaciones, los jóvenes no sólo pierden de vista

la justa jcrai(|uía ilc valores, tiiiio que, al no poseer ya eriieiios scí^uios Je eotnporlamiento. no saben eóino afionlar y resolver las nuevas íiitieuitacles. I.a experieneia enseña en cambio que los jóvenes bien preparados para la vida familiar, en jieneral van mejor (juc los demás.

r.sto vale más aún para el matrimonio cristia- no, cuyo influjo se extiende sobre la santidad de laníos lioinbros y mujeres. Por esto, la Iglo- >ia debe jMomovcr programas mejores y más intensos de preparación al matrimonio, para eli- níinar lo más posible las dificultades en que se debaten tantos matrimonios, y más aún para favorecer positivamente el nacimiento y madurez de los matrimonios logradc>s.

La preparación al matrimonio lia ilc ser vista y actuada como un proceso gradual y continuo. I:n efecto, comporta tres momentos principales: una preparación remota, una próxima y otra inmediata.

I.ii prcpuiiicióii vaiiota comieiv/a desde la in- fancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a conducir a los niños a descubrirse a m'tsmos como seres dolados do una rica y compleja sico- logía y de una personalidad particular con sus fuerzas y debilidades. r,s el período en que se imbuye la estima por todo auténtico valor humano, lauto en las relaciones inlcrpersonalcs como en las sociales, con lodo lo que significa para la fonnaeión del carácter, para el dominio y recto uso de las ptopias inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro sexo, ele. Se exige, además, especialmente para los cristianos, una sólida formación espiritual y catcquética, que sepa mostrar el matrimonio como una verdadera vcKación y misión, sin ex- cluir la posiltilidad del ilon total de mismo a Dios en la vocación a la vida sacerdotal o religiosa.

Sobre esta base se piograinará después, en ¡lian amplio, la preparación próxima, la cual comporta desde la edad oportuna y con una adecuada catcquesis, como en un camino catecu- menal - una preparación más específica para los sacramenlos. como un nuevo descubrimiento. Esta nueva catcquesis de cuantos se preparan

al maliimonio ciistiiino es ;ibsoUitamcMlc necesa- ria, a fin cíe que el sacramonlo se celebre y se viva con l;is ciel^iilas clispusieiones morales V espirituales. I.a liirniai.iún reIij:ioM'i de los jó- venes deberá ser integrada, en el nioniciUo opor- tuno y según las diversas exigencias concretas, por una preparación a la \ida en pareja que. presentando el matrimonio como tina n.lación interpersonal del liombtv y de la mujer llamada a desarrollarse conlinunmcnte. estimule a profundi- zar en los problemas de la sexualidad conyugal y de la paternidad responsable, con los conocimien- tos niédico-hiológieos esenciales que están en co- nexión con ella y los eiicnminc a la familiaridad eon rectos métodos de educación de los hijos, fa- voreciendo la adiiuisieión de los elementos de ba- se para una ordenada conducción de la familia (trabajo estable, suficiente disponibilidad finan- ciera, sabia administración, nociones de economía domestica, etc.).

l'inalmente. no se deberá descuidar la prepara- ción al apostv>lado familiar, a la fraternidad y colaboración con las demás familias, a la inser- ción activa en grupos, asociaciones, movimionlos c iniciativas que tienen como finalitlad el bien humano y cri-^iiano de la familia.

La preparación innicJiata a la celebración del sacramento del matrimonio debe tener lugar en los Ollimo'; meses y semanas que preceden a las nu|KÍas. como para dar un nuevo signifi- cado, nuevo contenido y fonna nueva al llama- do examen prematrimonial exigido por el derecho canónico. Pe lodos modos, siendo como es siempre necesaria, t.il ¡■«reivnaeión se imixnie con mayor urgencia para aciuellos novios que presenten aún carencias y dificultatles en la doctrina y en la práctica cristiana.

r.nlre los elementos a comunicar en este ca- mino de fe. análogo al cateeumenado. debe haber también un conocimiento serio del misterio de Cristo y de la Iglesia, de los significados de la gracia y responsabilidad del matrimonio cristiano. a<:í como la preparación para tomar parte activa y consciente en los ritos de la liturgia nupcial.

A las distintas fases de la preparación malri-

inoniiil descritas antcriormonlc sólo a grande rasgos indicaiivos deben scnlirse comproniclidas la familia cristiana y toda la comunidad cclcsial. ÍIs deseable que las Conferencias F.piscopalcs, al ipuai cjuc están interesadas en oportunas ini- ciativas para ayudar a los futuros esposos a que sean ni;is conscientes do la seriedad de su elec- ción y a los pastores de almas a que se cercioren de las convenientes disposiciones, así también procuren que se publique un directorio para la pastoral Je la familia. IZn él se deberán cslablc- cer ante todo los elementos mínimos de conteni- do, de duración y de método de los "cursos de preparación", equilibrando entre ellos is diver- sos asiiectos doctrinales, pedapó^itos ' pales y i\u'dicos c|ue interesan al matrimonio, y eslruc- tur.indolos de manera que cuantos se preparen al mismo, además de una profundi/ación intelec- tual, se sicni.in animados a inscrir'"-e vitalmente :ti la comunidad cclesial.

Aunque no hay que infravalorar la nece- sidad y obligatoriedad de la preparación inme- diata al matrimonio lo cual sucedería si se dispensase fácilmente de ella , sin embargo tal preparación debe ser propuesta y actuada de manera que su eventual omisión no sea un impc- ilimenlo pata la celebración del matrimonio.

Celebración

67. 1:1 matrimonio cristiano exige por norma una celebración litúrgica, que exprese de manera social y comunitaria la naturaleza esencialmente cclesial y sacramental del pacto conyugal entre los bautizados.

En cuanto pesio sacraiiicitíal de santificación, la celebración del matrimonio insenda en la liturgia, culmen de (oda In acción de la Iglesia y fuente de su fuerza santificadora (166) debe ser de por válida, digna y fnietuosa. Se abre nquí mi campo amplio para la solicitud pastoral, al objeto ile satisfacer ampliamente las exigencias derivadas de la naturaleza del pacto conyugal elevado a sacramento y observar además fielmente la disciplina de la Iglesia en lo referente al

libre conscniimictito, los impedimentos, la forma canónica y el rilo mismo ilc 1h cclcbrnción. Este úllimo dcíic ser sencillo y dipno, según las nonnas de las compelcnlcs autoridades do la Iglesia, a lap que corresponde a sii vez según las circuní-tancias concretas do tiemfX) y de lugar

V en conformidad con las normas impartidas por la Sede Apostólica (167) asumir cvcntual- mcntc en la celebración litúrgica aquellos ele memos propios de cada cultura que mejor se prestan a expresar el profundo significado humano

V religioso del pacto conyugal, con tal de que no contengan algo menos conveniente a la fe

V n la moral cristiana.

En cuanto siyjw. la celebración litúrgica debe llevarse a cabo de manera que constituya, incluso en su desarrollo exterior, una proclamación de la Palabra de Dios y una profesión de fe de la comunidad de los creyentes. El empeño pasto- ral se cxprcsavií aquí con la preparación inteligen- te y cuidailosa de la "liturgia de la Palabra"' y con la educación a la fe de los que parti- cii)an en la celebración, en primer lugar de los que se casan.

En cuanto ncsío sacniiuciitul de la ¡ulcsia. la celebración litúrgica del matrimonio debe com- prometer a la comunidad cristiana, con la parti- cipación plena, activa y re"=poiTs;iblc de todos los presentes, según el puesto e incumbencia de cada uno: los esposos, el sacerdote, los testi- gos, los padres, los amigos, los demás fieles, todos los miembros de una asamblea que manifiesta y vive el misterio de Cristo y de su Iglesia,

Para la celebración del matrimonio cristiano en el ámbito de las culturas o tradiciones ances- trales, se sigan los principios anteriormente enun- ciados.

Celebración del matrimonio X evapqelización de los bautizados no creyentes

68. i'recisamente poniiic en la celebración del sacramento se reserva una atención especial a

las disposiciones morales y espirituales de los contraycnics. en concreto a su fe. hay que afron- tar acjuí una dificultad basiante frecuente, que pueden encontrar los Pastores de I.i Iglesia en el cotexto de nuestra sociedad secularizada.

En efecto, la fe de quien pide desposarse ame la Iglesia puede tener,, grados diversos y es deber primario de los Pastores hacerla redes- cubrir, nuiriria y hacerla madurar. Pero ellos deben comprender también las razones que acon- sejan a la Iglesia admitir a la celeltración a quien está imperfectamente dispuesto.

ni ?acran)enlü del matrimonio tiene esta pecu- liaridad respecto a los otros: ser el sacramento de una realidad que existe ya en la economía de la creación: ser el mismo pacto conyugal instiluiilu jHir el Creador "al principio". La deci- sión pues del hombre y de la mujer de casarse según este i>royecto divino, esto es, la decisión de comprometer en su respectivo consentimiento conyugal tv)da su vida en un anuM- indisoluble y en una fidelidad incondicional, iiiijiliea real- mente, aunque no sea de manera plenamente consciente, una actitud de obediencia profunda a la voluntad de Dios, que no puede darse sin su gracia, l.llos quedan ya por tanto inseri- dos en un verdadero camino ile salvación, que la celebración ilcl sacramento y la inmediata pre- paración a la misma pueden completar y llevar a cabo, dada la rectitud de su intención.

Es verdad, por otra parto, que en algunos terri- torios, motivos de carácter más bien social que auténticamente religioso impulsan a los novios a pedir casarse en la iglesia, listo no es de extra- ñar. En efecto, el matrimonio no es un aconteci- miento que afecte solamente a quien se casa. Es por su misma naturaleza un hecho también social que compromete a los esposos ante la sociedad. Desde siempre su celebración ha siilo una fiesta que une a familias y amigos. De ahí ¡mes que ha- ya también motivos sociales, además de los perso- nales, en la petición de casarse en la iglesia.

Sin embargo no se debe olvidar que est^>s no- vios, por razón de su bautismo. esl;in ya realmen- te inseridos en la Alianza esponsalicia de Cristo

con la Iglcsin y que, diitia su reda inicncióii, han aceptado el proyecto de Dios sobre el matrimonio y consiguientemente al menos de manera im- plícita— acatan lo que la Iglesia tiene intención de hacer cuando celebra el matrimonio. Por tanto, el solo hecho de que en esta petición haya motivos también de carácter social, no justifica un eventual rechazo por parte de los Pastores. Por lo deinás, como ha enseñado el Concilio Va- ticano 11, los sacramentos, con las palabras y los elementos rituales nutren y rolnistecen la fe (168); la fe hacia la cual están ya orientados en virtud de su rectitud de intención ciuc la gracia de Cristo no deja de favorecer y siisiener.

Querer establecer ulteríorc; criterios ile admi- sión a la celebración eclesial del matrimonio, que debieran tener en cuenta el grado de fe de los que están próximos a contraer matrimonio, comporta además muchos riesgos. I:n primer lu- gar el de pronunciar juicios infundados y discri- minatorios; el riesgo además de suscitar dudas sobre la validez del matrimonio ya celebrado, con grave daño para la comunidad cristiana, y de nuevas inquietudes injustificadas para la concien- cia de los esposos; se caería en el peligro do contestar o de poner en duda la sacramcnlalidad de muchos matrimonios de hermanos sepaiados de la plena comunión con la Iglesia católica, con- tradiciendo así la tradición eclesial.

Cuando por el contrario, a pesar de los es- fuerzos hechos. los contrayentes dan muestras de rechazar de manera explícita y formal lo que la Iglesia realiza cuando celebra el matrimonio de bautizados, el Pastor de almas no puede admi- tirlos a la celebración. Y, aunque no sea de buena gana, tiene obligación de tomar nota de la situación y de hacer comprender a los interesados que, en tales circunstancias, no es la Iglesia sino ellos mismos quienes impiden la celebración que a pesar de todo piden.

Una vez más se presenta en toda su urgencia la necesidad de una evangclización y catcquesis pre-malrimonial y post-malrimonial puestas en práctica por toda la comunidad cristiana, para que lodo hombre y toda mujer que se casan, ce- lebren el sacramento del matrimonio no sólo vá- lida sino también fructuosamente.

( CONCLUIRA EN EL NUMERO PROXIMO)

MENSAJK DEL CARDENAL ARZOBISPO DE QUITO A LA IGLESIA Y PUEBLO DEL ECUADOR

Con motivo de la preparación al IV Congreso Eucaristico Boliva- riano que tendrá lugar en Panamá del 11 al 18 ae abril próximo, el Cardenal Pablo Muñoz Vega, Arzobispo de Quito y Presiaente de la Conferencia Episcopal dirige el siguiente mensaje a la Iglesia y al Pueblo del Ecuador.

"Ha llegado el momento de dar resonancia nacional al anuncio de un grande acontecimiento religioso ya próximo: La celebración en la ciudad de Panamá del IV CONGRESO EUCARISTICO BOLiVARlA- NO.

"El día 11 de abril, en la Vigilia Pascual, se proclamará solemne- mente la apertura de este Congreso, preparado por la Iglesia de Pana- má a lo largo de todo un "año de gracia". Desde el domingo de Pascua hasta el domingo 18 de abril, los pueblos de las naciones bolivarianas estarán presentes en esta gran cita cucarística mediante sendas Delega- ciones de Obispos y fieles. El jueves 15 es el Día del Ecuador en el homenaje a Jesucristo honrado y glorificado como PAN DE VIDA, según lo proclama el lema del Congreso.

"Este es el programa del grande evento religioso. Pero lo que más importa es valorar debidamente su significado. Mo se comprendería bien el (Congreso Eucaríslico Bolivariano del presente año. si no se tiene en cuenta la trayectoria (jue ha sido preciso recorrer. Hacia el año 1949 los pueblos bolivarianos buscaban a nivel civil un camino de unidad para sus acuciantes problemas y lanzaban el proyecto del "Pacto Andino"; pero necesitaban un fundamento espiritual para consolidar su amistad. Fue en la ciudad de (iali en la que nuestras Iglesias del área bolivariana sintieron por primera vez que era preciso

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dar este sentido de unidad espiritual a su asamblea eclesial y fue así co- mo se celebró en dicho año < 1 primer Congreso F^ucarístico Bolivaria- no.

"La providencial iniciativa permaneció viva en el corazón de la Je- rarquía y así en 1956 la ciudad de Caracas tuvo el privilegio de ser la sede del II Congreso. De nuevo en un mundo que se había horrori- zado ante el espectro de la guerra y que, sin embargo, no lograba su- perar la tentación de la violencia fratricida, los pueblos bolivarianos escuchaban la invitación divina a buscar su vinculación espiritual uniéndose en torno a la F^ucaristía como en su centro de gravedad.

"En ese tiempo la egregia figura de Pío XII abría con sus encícli- cas y mensajes los pórticos del Concilio Vaticano II, que iba a reno- var tan profundamente la acción pastoral de la Iglesia bajo la guía del humilde Pontífice Juan XXllI. Así llegó el año 1974 y llegó para Quito el privilegio de ser la sede del 111 Congreso Eucarístico Boliva- riano justamente cuando recurría el primer centenario de la consagra- ción oficial y pública de nuestra Nación al Corazón de Jesús. El tiem- po transcurrido desde 1956 hasta 1974 estuvo bajo la égida de ese grande Concilio y de la Conferencia de Medellín. La cita eucarística bolivariana de 1974, celebrada en Quito, fue importante porque en medio de las tensiones aun no apaciguadas y resueltas de la renova- ción conciliar, halló para el tema de la Uberación la respuesta lumino- sa e mtegral que dimana del misterio de la Eucaristía, el misterio por excelencia de la fraternidad y de la unidad.

"Este año el contexto en el que va a celebrarse el IV Congreso Eu- carístico Bolivariano es particularmente dramático en el área geopo- lítica en que se encuentra Panamá. Centroamérica se encuentra bajo el signo de la violencia política, fruto a su vez de otras violencias lar- ga e insistentemente perpetradas, y caldeada por la intervención de fuerzas ideológicas y políticas que viven en tensión internacional per- manente por el dominio del mundo. .

En Panamá vamos a unirnos en torno a la Eucaristía para abogar por la paz "que debe realizarse en la verdad, debe construirse sobre la justicia, debe estar animada por el amor, debe hacerse en la liber- tad^' (Juan XXIII y Juan Pablo II).

"Hacemos a todos nuestros conciudadanos un apremiante llama

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miento para unirnos a nuestros hermanos (\v la Ifíicsia de Panamá <'n la realización de este Cotífíreso. acercándonos todos a la Kucaristía pa- ra rendirle nuestro lionícnaje como a l''uent<' de Keí onciliación l'rent»' a la realidad de la violencia''.

Quilo, 27 de marzo de 1^82

o

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HOMILIA EN LA MISA DE CLAUSURA DEL III CONGRESO MISIONERO NACIONAL

En el Coliseo Julio César Hidalgo de esta Ciudad de Quito, su Eminencia el Cardenal Arzobispo de Quito, pronunció la Homilía que se publica a continuación, con motivo de la clausura del III Congreso Misionero Nacional, clausura que se realizó el 5 de marzo de 1982.

Con vuestra marcha de heraldos del ideal de las misiones y con vues- tra presencia en este Coliseo estáis dando vosotros los jóvenes una gran Noticia: la del comienzo de una nueva época misionera para la Iglesia ecuatoriana. Nuestra Iglesia del Ecuador entra en la aurora de un nue- vo periodo de su historia cuya característica será la de su apertura to- tal a la gran empresa de la evangelización del mundo que no conoce aún a su Redentor, Jesucristo.

Si alguien del mundo profano que nos rodea os dirigiera la pregunta: Vosotros ¿quiénes sois? Daríais la respuesta vibrante: somos cristianos por la gracia de Dios; somos la generación joven de la Iglesia católica, y nos gloriamos de serlo.

iSi'! Esta respuesta está en vuestro corazón, vibra en vuestros labios. Pero hay además otra pregunta; hay la pregunta de fuego con la que la Palabra divina nos ha interpelado en este III Congreso nacional mi- sionero. Habitan en nuestro mundo más de 3.000 millones de personas a las que todavía no ha llegado el mensaje de salvación. "Si nosotros no les anunciamos el Evangelio, gracias a la infinita misericordia de Dios, estos hombres podrán salvarse por otros caminos; pero nosotros podre- mos salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza, o por falsas ideas, omitimos anunciárselo?". ¿Podría una joven, podrá un joven, que son cristianos por la gracia de Dios, permanecer tales si hacen caso omi-

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so de toda tarea de evangelización? ¿Podría una Iglesia que se gloria de ser católica permanecer tal si no es misionera?.

La respuesta ya la hemos recibido todos en este Congreso. La fe de un cristiano que no asume compromiso alguno en la difusión y exten- sión del Evangelio, es una fe en agonía. La vida de una Iglesia que no fomenta la dimensión misionera es una vida en agonía. "Ay de si no evangelizo", decía San Pablo. Igual exclamación debe brotar de nuestros corazones después de este Congreso: ¡Ay de la comunidad católica que no evangeliza!; iay del centro católico de educación que no evangeliza!; iay de la familia cristiana que no evangeliza!; y, digá- moslo aquí con acento vibrante, ¡ay del joven católico, ay de la joven católica, si no evangelizan!

Para nuestra Iglesia en el Ecuador ha llegado una hora en la que debe dejar cuestionarse saludablemente por la Palabra divina

Durante las jornadas de este Congreso hemos sentido palpitar el co- razón de la Iglesia ecuatoriana misionera: forman ese corazón los mi- sioneros y misioneras, nacidos unos en esta tierra ecuatoriana, nacidos otros en la madre Patria, o en la bella Italia, o en la hermana República de Colombia, o en otras naciones no menos cultas y generosas. Son sa- cerdotes, religiosas, laicos que nos ha hecho sentir que se reactualiza el prodigio de ser "un alma sola y un solo corazón" como en la Iglesia naciente. En las intimidades de este corazón hemos sentido cuan hon- da es la que estamos llamando pregunta de fuego, pregunta que con razón debe cuestionarnos más particularmente a los que somos ecuato- rianos por nacimiento: ¿eso no nuestra Iglesia en el Ecuador una Igle- sia verdaderamente misionera?.

En una asamblea como ésta, caracterizada por esta presencia masiva de la juventud ecuatoriana, todo debe ser sincero. Pues bien; siendo sinceros tenemos que decir que hasta aquí nuestra Iglesia ecuatoriana no ha llegado a esa madurez que se refleja en una toma de conciencia plena, vital, dinámica, de su deber de ser misionéra, es decir, de sentir- se a fondo responsable de la implantación del Evangelio sea en los gru- pos humanos que no conocen a Jesucristo dentro de nuestro mismo territorio nacional y sea en los pueblos inmensamente numerosos a los que no llega su divino mensaje.

164

Basta hacernos unas preguntas breves: ¿Cuántos son los heraldos del Evangelio que hayan dejado Patria y familia en el Ecuador para ser mi- sioneros en ese inmenso mundo que no conoce a Cristo? ¿Cuántas son en nuestras Diócesis las comunidades cristianas, parroquiales, o de ba- se, que hayan tomado conciencia integral de que tienen que ser por na- turiileza misioneras, como lo es ia Iglesia entera? ¿Cuántos son entre nosorros los católicos que en su oración vivan más que sus preocupa- clones familiares y personales, la gran preocupación de que existan 3.000 millones de no— cristianos cuya conversión hay que implorar de manera incesante?.

Nuestra Iglesia en el Ecuador tiene necesidad de una honda, de una fuerte conversión; necesita de la conversión que la transforme en Igle- sia misionera, en el sentido especifico que tiene esta gran palabra reve- ladora de la naturaleza misma de la Iglesia universal.

Pero ya desde algunos lustros hemos tomado el compromiso de esta conversión. Y hoy, yo quiero llevar a este altar come el fruto más pre- cioso del Congreso misional la decisión que tomamos todos de dar un gran impulso a ia animación misionera de la entera Iglesia ecuatoriana. Hoy, colocando nuestra esperanza en Mana, la Estrella de la evangeli- zación, nos ponemos en marcha para acelerar esa conversión que pon- ga a nuestra Iglesia en una nueva época de su historia. Pero para llevar a cabo esta gran tarea contamos ante todo con vosotros, los jóvenes. Vosotros sois la gran esperanza de la transformación misionera del Ecuador católico.

¿ Por cuál razón podéis ser vosotros el punto central de la anima- ción misionera que puede transformar nuestra Iglesia ? Porque en la tarea misionera hay una palabra que es la primera y es también la úl- tima: es la palabra Amor. Y Dios ha hecho el corazón humano de tal manera que precisamente en la juventud se nos convierta esa palabra en luz y vida. La caridad infundida por el Espíritu Santo cuando otor- ga el don de la vocación misionera es un dulcísimo y loco amor de Dios y de los hombres, que no es de la tierra. El amor a Cristo están bello e inefable que el corazón de los hombres no alcanza a pensarlo, ni sus ojos a verlo, ni sus oídos a escucharlo. Con este Amor todo se hace claro en la vida de un misionero, de una misionera.

En la sociedad moderna unos escogen el dinero, el placer, la gloria;

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otros consagran y consumen su vida por el prestigio de la ciencia, del poder; otros la desgastan por las conquistas de un primer puesto, de un campeonato; ios misioneros lo han dejado todo, se han separado de todos esos afanes, han renunciado a todos los bienes que los tentaban, se han renunciado a si mismo, porque en la sociedad humana han es- cogido única y exclusivamente este Amor: Este Amor por el que no anhelan saber, ver y ainar en el mundo sino los corazones de sus her- manos, para los que quieren este Bien infinito, que es Jesús. Este es el secreto de su misión.

Dijo Jesús: "he venido para enviar fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?" Esta ha sido la grande gracia de estos días. El fuego sagrado del Señor estuvo con nosotros. Fuimos como una zarza ardi- ente estos días dquí en la capital de nuestra Nación. No hay sin duda entre vosotros joven alguno que no tenga ya el don de una centella de este fuego santo. Ahora la Iglesia ecuatoriana os pide por mi medio que lo mantengáis vivo y abrasador y lo llevéis a toda la juventud ecua- toriana, en todo sitio y en cualquier encrucijada en la que se encuen- tre, hasta que arda por doquier, y hasta que de este crisol de anima- ción espiritual de la que quedáis constituidos nuevos heraldos, salga la nueva Iglesia misionera ecuatoriana, que será gloria de Cristo y glo- ria también vuestra.

+PabIo Crad. Muñoz -Vega S.J./

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SERVICIO INFORMATIVO DE LA IGLESIA EN AMERICA LATINA ( SIAL )

LO QUE PASA EN EL SALVADOR DECLARACION DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ( 17 de Febrero de 1982 )

Los Obispos de El Salvador, reunidos en forma extraordinaria el día 17 de fe- brero de 1982, hacen la siguiente declaración:

1. - Para la Iglesia el criterio que la guía e ilumina es el bien integral del pueblo. La

mayoría del pueblo salvadoreño rechaza tanto la violencia de la izquierda y de la derecha como los abusos de elementos del Ejército y de los Cuerpos de Segu- ridad.

2. - Constatamos que el conflicto -que tiene causas internas- se ha internacionaliza-

do de tal forma que las decisiones para la solución del mismo se escapan de las manos de los salvadoreños. Es un hecho que las grandes potencias contribuyen a mantener el conflicto.

3. - El presente conflicto, degenerado en terrorismo, se ha acentuado en este mo-

mento en varias zonas del país por parte de los grupos armados comunistas ( FMLN ) para impedir las elecciones. Los medios de comunicación social, a ni- vel internacional, han maximizado y distorsionado estos hechos creando una imagen falsa de lo que pasa en el país.

4. - Creemos que las elecciones, a pesar de lo anormal de las circunstancias, son un

medio pacífico para que esa mayoría del pueblo que ha dicho NO a la violen- cia tenga la oportunidad de expresar su voluntad. Esto puede ser el inicio de una solución del conflicto curmado.

5. - Reiteramos, una vez más, que el problema de El Salvador lo debe solucionar el

pueblo salvadoreño.

San Salvador, 17 de Febrero de 1982.

José Eduardo Alvarez, C.M. Obispo de San Miguel, Vicario Castrense, Presidente de la CEDES.- Pedro Amoldo Aparicio y Q. Obispo de San Vicente, Vite-Presi- dente de ta CEDES.- Arturo Rivera Damas. Obispo de Santiago de Mana, Ad- ministrador Apostólico de San Salvador.- Marco Rene Revelo. Obispo de San- ta Ana.- Freddy Delgado A Srio. Gral. de la CEDES.

167

LA SITUACION DE NICARAGUA

MhNSAJI l)h LAÍ ONI hRliNCIA FPISCOPAL

( 18 de Febrero de 1982 )

A nuestro pueblo creyente y fiel

A las familias nicaragüenses de niiskitos, sumos y ladinos A nuestros colaboradores: sacerdotes, diáconos, religiosos,

religiosas y delegados de la Palabra de Dios A las autoridades gubernamentales A todos los hombres de buena voluntad

Nuestro saludo de Pastores y Hermanos en la Iglesia de Cristo que peregrina en nuestra Patria y en el mundo.

CONSTATAMOS UNA DQLQRQSA SITUACION:

Los sucesos que ocurrieron en la zona del Río Coco, frontera con Honduras, en el Departamento de Zelaya, Nicaragua, desde Diciembre de 1981 y que han culmi- nado por una parte con el traslado masivo de poblaciones miskitas enteras hacia el interior del territorio nacional, y por otra parte con la huida de un número consi- derable de la población de esa ¿ona a territorio hondureno, han tenido efectos do- lorosos entre los habitantes todos: Miskitos, Sumos y Ladinos de esa región.

Ls bien conocido iiue, los encuentros armados ocuriidos en esos meses y en esa zona piodüjeron la muerte de muchos milicianos y soldados del Ejército Popular Sandinista así como la muerte de muchos de sus adversarios políticos y también la de algunos ciudadanos no involucrados.

Como resultado de estos acontecimientos hay decenas de detenidos y han sido evacuados por el ejército casi todos los pueblos a lo largo del río Coco. Si militar- mente es posible explicar la evacuación masiva de esos pueblos, tenemos sinenibar- go que lamentar, desde el punto de vista humano y cristiano el desplazamiento de los grupos indígenas que ha estado radicados en esas regiones desde tiempos inme- moriables: Desplazamientos, tanto a los asentamientos establecidos por el (iobier- no en el interior de la República, como a territorio hondureño a donde muchos han huido impulsados quizás por el miedo o por las maneras a veces drásticas con que los anteriores fueron trasladados a los asentamientos citados.

Como Pastores de todo nuestro pueblo sentimos profundamente el dolor provo- cado por el desarraigo de sus regiones de todos estos hermanos y queremos hacer llegar a todos ellos constancia de nuestro dolor, de nuestra preocupación, de nues- tro cariño paternal y de nuestra solicitud pastoral.

168

NUESTRA REFLJbjqQN^ANTh fc^STQS HECHOS :

Reconocemos a las Autoridades Gubernamentales, su derecho a disponer las neccsanas medidas para garantí^ar la defensa e mtegridad del territorio de la IV

Reconocemos así misn.o la autonomía del Estado y su derecho para determi- na, la miplantactón de med.das militares de energencia en todo o en parte de Te. rril . rio nacional para hacer efectiva la defensa del país

Smembargo queremos recordar a todos que, hay derechos malienables que en mng..na circunstancia se pueden conculcar y, constatamos con dolo osa so^Pre^ n n ^:«"<':f.«tos, se han dado graves violaciones a los S ^hos hu-

manos de mdividuos y íamüias e incluso de poblaciones enteras

aentiíador^' '''''' ^^^^'^ ' ''''

r^a^coTlotíélSerf'' ^"f^^^^"^^ consideración pa-

ra con los débües, los ancianos, las mujeres y los niños

Las vejaciones y las acusaciones de colaboración contrarrevolucionaria a núcleos enteros de la población. líicvoiucionaria a

La destrucción de viviendas, haberes y animales domésticos

Incluso, la muerte de personas en circunstancias que, muy a nuestro ne-

<.nn i'""h '^'""'"^ '^"^ pueblo' hermanos '

Son hechos que, nos impulsan a denunciar vigorosamente tales actitudes de parte de quienes por tener el poder y la fuerza deben ser siempre iL p mero^^ en ga antizar la vigencia de tales derechos humanos; y a urgir de las autoridres com

Por otra parte, al recordar que, si bien la integridad del territorio nacional se

no ta„,bién la identidad de nuestras antiguas'nacionalidades S^^^^^ ''''' QBSHRVACIQNES F1NAI_PS

Después de haber expuesto brevemente, estos hechos, que denotan una situa- ción de irrespeto a la dignidad de la persona humana y Violación a sus derechos

Por nuestra parle, con,., Db.spos ( aróJicos. I,are,n„s lodo l„ posible porque la

169

tarea de evangelización no se detenga, asegurándoles la visita periódica de su Obis- po, de sus sacerdotes, de sus diáconos y de sus religiosos y religiosas.

Esta Conferencia Episcopal en comunión con nuestros hermanos de la Costa Atlántica, piden a los fieles católicos su oración y su colaboración generosa en la colecta que se efectuará en todas las Iglesias del país y en todas las Misas que se celebren el Domingo, 7 de Marzo, 2do. de Cuaresma

Al decretar este día de oración y colaboración en favor de nuestros hermanos de la Costa Atlántica, somos conscientes que al hacer esta denuncia, no desconoce- mos los esfuerzos del Gobierno, para atender a los damnificados de esta región. Nuestra Institución Caritas de Nicaragua, deberá colaborar de acuerdo a los deseos de la Conferencia Episcopal. Rogamos a las instituciones u organismos no eclesia- les ayudar a los hermanos de la Costa Atlántica. Pedimos al Gobierno que les otorgue facilidades para prestar este servicio directamente a los necesitados.

Finalmente, en la imposibilidad de poder ayudar directamente a los que se en- cuentran por las mismas razones en territorio hondureño, apelamos a la caridad de nuestros hermanos de la Conferencia Episcopal de Honduras y a la fraterna ge- nerosidad de sus instituciones eclesiales.

Bajo la protección maternal de María Inmaculada a cuyo corazón está consa- grada nuestra Patria, hacemos público este mensaje, en Granada a los dieciocho días del mes de febrero de mil novecientos ochenta y dos.

CÜWILIUNllA tPiSCUMAL DL NICARAGUA

irzot) 1 s[)0 ue Pres i dente

MdlldiJUd

Mons . Pdblo A. Obispo de Juiijd VI ce -Pr es i dente

be(. retd rio

O ¿xtu^-U£<Uv^í4«-i<A.^^ Obispo de Mdtdytfijxí y 4ns. .dlvddor bchldefer. Admi nij. trdd;>/Aí^ t. de León

Vicario Apostólico de liluefields

dón.

Müil^ fi^<^*^fvdyK(5be1o, Obispo Auxilidr de Managua

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Morhv,_^uDen Obispo de E

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