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BREVE RESEÑA

DE LOS

Santuarios Marianos

EN LA

PROVINCIA DE SANTANDER

POR

fD. cflfanuef Sáinz éo tos terror os.

CON LICENCIA ECLESIÁSTICA

MADRID

ESTABLECIMIENTO TIP. «SUCESORES DE RIVADENE YRA »

Impresores de la Real Casa

20, Paseo de San Vicente, 20 1906

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SANTUARIOS MARIANOS

EN LA

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BREVE RESEÑA

DE LOS

Santuarios Marianos

PROVINCIA DE SANTANDER

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CON LICENCIA ECLESIASTICA

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THEOLOGICAL SEMINARY

MADRID

ESTABLECIMIENTO TIP. «SUCESORES DE RI VADENEYRA >

Impresores de la Real Casa 20, Paseo de San Vicente, 20

1906

ES PROPIEDAD DEL AUTOR.

INTRODUCCIÓN

El culto á la Virgen María es muy general en la Montaña. Desde los tiempos más antiguos á los más modernos, lo mismo las poblaciones que los individuos, así las grandes villas como las pequeñas aldeas, han le- vantado templos á la Santa Madre de Dios. En todos los misterios, bajo todas las advocaciones, se la han con- sagrado altares. Con fe sincera, con fervor religioso, con humildísima piedad, han orado los montañeses y ofre- cido exvotos en las ermitas de la Santísima Virgen, como expresión de favores recibidos. ¡Quién sabe los pe- ligros y desgracias de que Dios les librara, y los benefi- cios que les concediera por intercesión de la Soberana Señora!

Sería larga tarea reseñar los templos que en el suelo montañés se han edificado en honor de la Madre de Je-

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sús, pues desde la Catedral de Santander y parroquias de San Vicente de la Barquera, Santoña, Laredo y Cas- tro Urdíales, hasta las de las últimas aldeas, son muchí- simos los en que honor se la tributa como abogada y patrona, ostentando su santa imagen el altar mayor; altar y templos expresivos de una idea religiosísima, la de monumentos erigidos á la Divinidad, para que nues- tras súplicas en ellos las haga más eficaces aquella abo- gada y patrona. Pero son además innumerables las er- mitas y santuarios que se la han dedicado. Decir algo de éstos, no de todos ni de la mayor parte, de unos cuantos solamente, es mi propósito, añadiendo ligeras observaciones, sencillas ideas y los puros sentimientos del alma. Al intentarlo, no he de empeñarme en razo- nada reseña histórica, ni en análisis artísticos, ni he de extenderme en digresiones literarias , sin dejar, no obs- tante, de aprovechar datos históricos y consideraciones artísticas, párrafos elocuentes ó inspiradas poesías.

Explicar la devoción que los montañeses han tenido en edades remotas, en las medioevales y modernas á la Santísima Virgen, no demostraría una particularidad, pues igual se la ha profesado todo el mundo cristiano, y es muy común en España y demás países á que llevó su religión y su sangre esta nación generosa; pero que desde que vino el Cristianismo á la región cantábrica, se manifestó en ella por vivo modo, no cabe duda. Sea la cruz enseña de los antiguos cántabros, y pueda este he- cho calificarse de presentimiento; sea simplemente el

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instrumento de suplicio en que, durante las guerras y dominación romanas, terminaban con la vida su coraje bélico, cantando su libertad, reconocieran y adoraran antes del Crucificado á un solo Dios, ó tuvieran los ri- tos religiosos que se quiera, está ya fuera de cuestión y duda que muy pronto se j)redicó y arraigó en la pro- vincia de Santander la religión cristiana. Y como fuese aquí su primer Apóstol el deudo de la Virgen, Santiago, natural era que fructificase pronto la semilla religiosa, formando jmrte integrante la devoción Mariana.

Cuentan que el duque Lucio Lupo fué, con otros es- pañoles, en el año treinta y seis de Cristo, á Jerusalén, para visitar á Nuestra Señora y< pedirla les enviara un discípulo que les predicase é instruyese en la fe y ver- dadera religión de Cristo, su Hijo, y que, venido Santia- go á España, abrazaron y profesaron la ley cristiana este Duque, con su familia y vasallos de Cantabria.

Esto dice el P. Sota, y no lo repugnan, antes bien lo aceptan, Fr. José de León, en su Historia de la Bien Aparecida, y D. Diego Gutiérrez Coronel, en la del Origen y soberanía del condado y reino de Castilla. Téngase por un hecho ó por mera tradición, y sin aqui- latar el relato á la luz de la crítica, en mismo revela que ya antes se ha procurado demostrar la antigua de- voción á María Santísima en Cantabria, Montañas de Burgos ó provincia de Santander.

¡Que esta corta reseña, que someto á la corrección de la Iglesia, contribuya á divulgar datos curiosos que se

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van perdiendo ú olvidando; que estimule á los eruditos que atesoran otros más importantes, para que, exorna- dos con las galas de su ingenio, sirvan de enseñanza al público ; que anime á conservar los santuarios que es- maltan el suelo de la pequeña patria; que principal- mente, y sobre todo, valga algo contra la fría indife- rencia, y concurra á mantener la devoción á la Santísi- ma Virgen y á multiplicar las peregrinaciones diocesa- nas que recomendó el Concilio católico de Malinas!

fiuesttfa Señora Bien fípapeeida.

lia Bien Aparecida.

Patrona de la diócesis y pi'ovincia de Santander.

En Hoz de Marrón, cerca del castillo de Bosquema- do, que se llamó de San Mateo, en el cual, según cuen- tan, se crió el conde de Castilla Fernán-González, y es- tuvo refugiado durante algún tiempo el fundador de la Monarquía española é iniciador de la reconquista, Pe- layo (1), hubo en el siglo ix una capilla dedicada al evangelista San Marcos. En cierta ventana de ella se apareció el 15 de Septiembre de 1605 una pequeña imagen de la Virgen María (apenas mide una cuarta) á unos niños que guardaban ganado. Comprobada la apa- rición milagrosa, trataron los vecinos de Hoz de Ma-

(1) Cuando Vitiza quiso cegar á Pelayo, se retiró éste á la Can- tabria, y para la propia seguridad bien pudo refugiarse el perse- guido en el castillo de San Mateo, junto á la. ermita de San Marcos, alrededor de la cual se encontraron magníficos sepulcros al abrir los cimientos para la iglesia de Nuestra Señora Bien Aparecida.

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rrón de trasladarla á la parroquia del pueblo; pero una ocurrencia extraordinaria les hizo comprender que era la voluntad de la Virgen que en el lugar donde se había aparecido se le diera culto, y fué que estando muy se- reno el día cuando comenzaba la procesión, al poco tiempo una horrorosa tempestad les obligó á volver con la sagrada imagen á la ermita de que acababan de sa- lir. Señalaron con nna cruz el punto, muy próximo á aquélla, adonde habían llegado , y de esa circunstancia

A este sitio, por su inmediación á Laredo, residencia entonces de los Duques de Cantabria, de uno de los cuales era hijo Pelayo, y por la circunstancia de los sepulcros, parece que debieron acudir gente noble cuando la invasión de los moros y durante la recon- quista. Se dice, además, que al saber Pelayo que toda la batalla era perdida en las márgenes dei Guadalete, tomó una hermana que tenía— de cuya existencia con razón se duda hoy y se retiró álas Asturias. Debe advertirse que éstas eran varias: de Oviedo, de Santillana, de Santander y de Santa María del Puerto, y en éstas últimas está comprendido Hoz de Marrón. Por todas esas circuns- tancias parece probable al P. José de León que en los varios años transcurridos desde los tiempos citados hasta la derrota de los árabes en Covadonga, debió estar Pelayo alguna vez en el lugar donde se levanta el santuario de la Aparecida.

El mismo historiador refuerza razones semejantes, respecto á Fernán-González, con lo que la crónica dice, que el Conde de Cas- tilla se crió y educó al lado del caballero montañés Martín Gonzá- lez, en el castillo de San Mateo. Y natural parece que así fuera, teniendo inmediata, en el barrio de Angustina, la casa de los Vé- laseos, del Marqués del Pico, con los que estaba enlazado por vín- culos de parentesco. Todo lo dicho quizá no se considera bastante para establecer como hecho histórico que Pelayo y Fernán-Gon- zález vivieron cerca del sitio en que está el famoso santuario en cuya descripción nos ocupamos; pero tampoco existen razones en contra de esa tradición antigua.

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el nombrar á la imagen Nuestra Señora de la Cruz; otras veces la decían Nuestra Señora de San Marcos, aladiendo á la denominación de la ermita en que se ve- rificó el hallazgo misterioso, y algunas Nuestra Señora de Soma/¿oz, que de Somahoz se llama el monte en que se eleva la hoy suntuosa iglesia.

Otro suceso se verificó á los pocos días de la apari- ción, raro por modo extremo, y fué el siguiente: Los ve- cinos de Ampuero tenían en las inmediaciones del lagar, dedicada á San Sebastián mártir, una pequeña ermita, en la que había también una imagen de la Virgen, se- mejante á la de San Marcos. Movidos sin duda por la fama de lo ocurrido en esta capilla, fueron á la suya con ánimo de festejar á la santa imagen de la Virgen que en ella estaba, y cuál no sería su sorpresa al notar que ha- bía desaparecido. Sospecharon entonces que los vecinos de Marrón se la habrían hurtado, y para recobrarla en- tablaron un pleito que duró cuatro años. Pero le puso término nuevo prodigio, el de que los testigos que por su parte iban á declarar se quedaron mudos y con las bocas ladeadas en el momento de prestar sus declaracio- nes , y manco el escribano que las había de extender. Abandonada por esto la demanda, se falló el litigio á favor de los de Marrón, y á poco se encontró la de los de Ampuero en poder de D. Francisco Ungo , abogado y natural de este jjueblo, residente en Madrid, á donde la llevó para retocarla y pintarla de nuevo, agradecido á haber sanado de una enfermedad por mediación de la Virgen invocada en esta imagen. Como en la citada cuestión judicial los de Ampuero decían que no había sido Nuestra Señora de la Cruz bien aparecida, sinohnr-

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tada, acordaron los de Marrón cambiar el título, llamán- dola desde entonces Muestra Señora Bien Aparecida.

Atraía á muchos el eco de sucesos tan extraordinarios como los de la aparición y traslación, y los que ocasiona- ron el nombre que definitivamente se la dió, creciendo de día en día el número de peregrinos que llegaban de lejos á visitarla, con lo cual las limosnas aumentaban en gran manera. Pero era difícil la estancia de los ro- meros en tan yermos lugares, compadeciéndose mal la pobreza de la ermita con la liberalidad de aquéllos y el generoso entnsiasmo de los mayordomos de ésta. Pen- saron entonces los últimos en remediar dichas faltas , y acometieron la edificación de una hospedería para los peregrinos, y la ampliación, con notable adorno, de la ermita; y concluidas ambas cosas, hicieron nuevas efigies y altares, levantaron un regular campanario, y hasta formaron pequeña renta fija para sostener el culto, do- nando alhajas, censos y terrenos que labraban los devo- tos que venían á visitar la milagrosa imagen. Pero en 30 de Noviembre de 1697 una contrariedad, una in- mensa desgracia echó por el suelo la halagüeña satisfac- ción del buen estado de entonces y las gratas esperanzas de un porvenir más próspero: un rayo que cayó en la torre destruyó la mayor parte de la iglesia, dejándola destrozada é inservible.

Con desapropio y entusiasmo resolvieron los hijos de Marrón levantar más suntuoso temj)lo que el arruinado, y al efecto comisionan la nueva traza y proyecto al maestro de obras D.Juan Rivas Puente, natural de San Pantaleón de Aras. Este los hizo grandiosos y magnífi- cos; pero el Prelado de la diócesis, contando con la esca-

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sez de recursos, ordenó minorar la planta; y así se reali- zó, dándose principio á las obras en Abril de 1701. Ocupados estaban el primer día en la tira de cuerdas y líneas, cuando de improviso se presentó un hombre, ves- tido con el hábito de la Orden Tercera, y pidiendo los planos, parecióle muy pequeña la iglesia reducida que se proponían hacer. Enseñáronle entonces el primitivo proyecto, y agradándole sobremanera, exclamó: Plata sobra, hágase al punto. Como en la notoria de La Bien Aparecida todo es extraordinario, sólo así se explica que, á pesar de hallarse contratada la obra conforme á la planta pequeña aprobada por el Diocesano, en aquel mo- mento, por la mencionada razón, fútil al parecer, cam- biaron las condiciones, señalaron las zanjas para los ci- mientos y empezaron la construcción conforme al pri- mitivo proyecto del maestro Rivas Puente.

¿Quién era ese personaje de la Orden Tercera? Don José de Palacios Villegas, natural de Limpias, que es- taba de teniente en el valle de Mena, hijo de padres no- bles, pero de escasa riqueza, no llegando la suya y lo que reunió al efecto á seis mil duros. Con este capital se comprometió él, y comprometió á los mayordomos, á una obra de más de trescientas mil pesetas. Concluidos aquellos haberes y los que en alhajas, censos y terrenos poseía el santuario; consumidas las limosnas que por la comarca y en todo el arzobispado se pidieran, y adeu- dándose al constructor cantidad de importancia, tuvo que sufrir D. José algunos meses de prisión por no po- der pagar, pues había agotado lo que poseía y lo que en larga peregrinación por México recolectara á ese fin. Con el mismo emprendió otro viaje al Perú, apenas salido

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de la cárcel, y en el año 1704 murió en la ciudad de Cuzco, á donde había ido pidiendo para hacer la iglesia de La Bien Aparecida en el lugar de Hoz de Marrón.

La edificación adelantaba, más rápida ó lentamente, según las circunstancias, arbitrándose recursos por inge- niosas maneras, siendo una el privilegio que alcanzaron para tener ferias dos veces al año en el sitio del santua- rio, por San Felipe y Santiago la primera, y la segunda por San Antonio, lo cual concedió el rey Felipe V en el año 1704, y confirmó Carlos III en el de 1765. En 1722 se concluyó y se bendijo la nueva iglesia, pero conti- nuaron las obras de altares, capillas, espadaña, imáge- nes y reposición de los daños causados por otro rayo, pu- diéndose decir que no terminaron del todo hasta el año 1744. También en el último siglo se han hecho algunas reformas, siendo muy oportuna la colocación de para- rrayos.

Hemos indicado que al finalizar la xvn centuria reci- bía el maestro Rivas Puente el encargo de proyectar una capilla para Nuestra Señora Bien Aparecida. No era obra que sufragaran reyes , hombres poderosos ni ricos cabil- dos , era empresa que acometían pobres labriegos y de- votos mayordomos. Dada esta circunstancia, el proyecto de Rivas Puente debe calificarse de grandioso, relativa- mente y en cierta manera, pues no se trataba de levan- tar una catedral gótica en una ciudad rica, ni una igle- sia herreriana sobre un panteón de reyes ; queríase sólo construir una ermita en alta y yerma montaña, y el maestro iba á dejar su nombre en los planos de ese san- tuario. Satisfecho, no obstante, debió quedar con ello, aunque no tuviera la suerte de algún pariente suyo y de

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convecinos de sus abuelos que perpetuaron su fama en monumentos más importantes, como los aparejadores Gregorio de la Puente y Juan de Ballesteros, de San Mi- guel de Aras, en la iglesia del Escorial; Juan de Morlo- te, de Secadura, en la de Junquera; los Ezquerra, de Ojebar y de Rasines, en la Catedral de Plasencia é igle- sias de Malpartida y de Arenzana, el acreditado arqui- tecto de Hazas, Martín de Solórzano, en la Catedral de Palencia; los maestros mayores Gil de Hontañón, de Ra- sines, en las Catedrales de Salamanca y de Segovia, en algo de la de Sevilla y en el todo de muchas iglesias del centro de España, y al lado y bajo la dirección de los Hontañones, Diego Riaño, Francisco de Limpias y Juan Sánchez Alvarado, y ejecutando los pensamientos del gran Herrera, Diego de Praves y Felipe de Alvarado, en la fortaleza de Simancas, sin contar al excelente maestro de arquitectura J uan de Rivero Rada y á los maestros de obras Lagándara, Llanderas, Nates, Ma- tienzo, del Río y Ruesga, todos los cuales sellaron sus * talentos en las construcciones que levantaron del estilo ojival y del greco-romano, al último de los cuales per- tenece el famoso santuario de La Bien Aparecida.

En 1670 se fundó en este santuario una cofradía con el título de La Buena Muerte, y en Madrid establecie- ron el año 1752 los naturales de la Montaña una con- gregación que celebraba la fiesta de La Bien Aparecida el día 15 de Septiembre, en la iglesia del convento de Padres Agustinos, á cuya congregación concedió va- rias indulgencias el Papa Benedicto XIV.

Muchos milagros se atribuyen á La Bien Aparecida: de ellos da menuda cuenta el P. José de León en la

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Historia de esta sagrada imagen, de cuya obra y de la del P. Fr. Juan Sierra, Adiciones á la historia y mila- gros del Santísimo Cristo de Burgos, están tomados los principales que voy á referir, agregando alguno poste- rior á los por ellos mencionados.

1609 llegó al templo un hombre mudo, y ponién- dose á presencia de la sagrada imagen , al instante co- menzó á hablar.

También en 1673 José Vélez, natural de Laredo, haciendo oración á la Virgen, quedó sano de la paráli- sis que sufría.

Habiéndose embarcado para América el año 1674 D. Francisco Herrán, vecino de Renedo, en el valle de Piélagos, fué antes á visitar á esta milagrosa imagen. A los pocos días de navegación sobrevino furiosa tem- pestad, y dijo D. Francisco al capitán del buque: «Us- ted se encomiende á Nuestra Señora La Bien Apareci- da, especial abogada de los navegantes , que se venera junto á mi lugar.'» Así lo hizo el capitán, y al punto vieron todos en el palo mayor la sagrada imagen, y se apaciguó el viento, desvanecióse el nublado y se serenó la mar, quedando tranquila y en bonanza. El capitán, agradecido , compró dos coronas de oro con piedras pre- ciosas, la una para la Virgen y para el Niño la otra, las cuales, con las cartas, llevó al santuario D.a María de la Riva, madre del D. Francisco.

Por información hecha en 1692 ante el licenciado D. Juan del Hierro, vicario de Castro Urdíales, consta que á María González, natural de Gandarillas, juris- dicción de San Vicente de la Barquera, después de ha- ber visitado muchos santuarios implorando la curación

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de su enfermedad, que consistía en hallarse tullida desde la edad de seis años, teniendo que ser trasladada de una á otra parte en un cesto, la trajeron en esa forma á La Bien Aparecida , por recomendación especial del se- ñor Arzobispo de Burgos, D. Juan de Isla, muy devoto de ella, y después de fervorosa oración, ocurrió el por- tento de quedar completamente sana; por lo que, llo- rando de júbilo, salió corriendo de la iglesia publicando la maravilla.

Si en varias ocasiones, y con toda clase de personas devotas, se han patentizado los prodigios por mediación de la Virgen invocada en esta sagrada imagen, han sido muy especiales á favor de los niños y en las nece- sidades públicas de pestes y malos temporales. Pero aún añadiré algunos casos particulares.

En 1710 María González, de Hoz de Marrón , llevaba en brazos un niño de catorce meses, que dejó en el suelo junto á otros que estaban jugando en las inmediacio- nes de un molino. Cayó el niño al agua, por cuya co- rriente fué arrastrado hasta la canal de dicho molino, que se paró en seguida. Admirados de la novedad los que estaban dentro, salieron á registrar las compuertas y canal, y notando en ellas el obstáculo le sacaron. Era el niño, pero estaba ya sin respiración ni movimiento, y con un color que evidenciaba la asfixia. Su padre, que ejercía á la sazón el cargo de mayordomo del santuario, se lo encomendó afligido á la Virgen, en unión de los circunstantes, y al llamar al niño por su nombre, abrió éste los ojos, recobrando al instante su color natural y la salud más perfecta.

Doña María Guernica sufrió en 1740 tan grave en-

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fermedad que, según el médico que la asistía y el car- melita Fr. Juan de San Elias, que la recomendaba el alma, había dejado de existir. Tenía el marido de aque- lla señora, D. Manuel Gómez Revuelta, especial devo ción á La Bien Aparecida , y tomando en sus manos una estampa de ésta, que había en el oratorio de la casa, la pidió le concediera la gracia de volverle su esposa, la cual recobró vida y salud á las pocas horas de llorarla por muerta.

Milagroso se consideró en 1744 que tornase á la vida un niño de pocos meses, hijo de D. Cosme Alvo y de D.a Jerónima de Arredondo, vecinos de Limpias, cuya criatura fué aplastada por enorme piedra, y, sin embar- go, sanó del todo.

Por intercesión de Xuestra Señora Bien Aparecida empezó á hablar en 1747 el joven mudo Sebastián de la Maza y Sáinz, natural de Mentera de Ruesga.

Maravilla se consideró que fué sanar, de un modo rápido y contra el parecer de los cirujanos, D. Juan Pérez del Camino , correo de gabinete , natural de Bár- cena de Carriedo , de la fractura de una pierna á causa de la caída de caballo que sufrió en Roma el año 1750, cuya curación se atribuyó á haberse encomendado fer- vorosamente á La Bien Aparecida.

Don Antonio de Setién, á principios del siglo ante- rior, en su viaje de Filipinas á España, y D. Pedro Ri- vas, en el de la Habana á esta patria querida, en 1747, experimentaron los beneficios que en los peligros de la navegación les dispensó La Bien Aparecida.

No hay para qué añadir otros testimonios de lo milagrosa que se ha mostrado siempre esta sagrada

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imagen, y de la ferviente devoción que se la ha te- nido.

Vamos á agregar ahora dos palabras sobre un inesti- mable recuerdo que conserva el sagrado edificio. Destá- case airoso el santuario de La Aparecida en excelente situación, con bien entendida proporcionalidad y sóli- dos muros de manipostería recuadrados por los sillares de cornisas y pilastras, rematándole al Poniente ele- gante espadaña-campanario. En este lado se halla la puerta que se abre al ingreso; después se pasa á la igle- sia, de altas bóvedas, grandes retablos y paramentos in- teriores adornados con cuadros y exvotos que acreditan milagrosas curaciones y piadosas ofrendas. Pero al en- trar en el templo llama la atención un hueco en la pa- red de la derecha: es la reliquia del suceso milagroso que indicamos al principio, es la ventana de la ermita de San Marcos, donde el 15 de Septiembre de 1605 se apareció la santa imagen á los niños de Marrón; son los restos venerandos del pequeño santuario, que con acer- tado respeto colocaron los constructores del actual no lejos de la pila de agna bendita. Y los fieles que lo ob- servan, agradecidos, y ven el letrero que lo declara, acércanse devotos y meten su cabeza en aquel sitio, para que se limpien sus pensamientos y se avive su fe por intercesión de la Virgen de las vírgenes, de la Reina de los cielos y de la tierra, sine labe concepta, que allí se apareció en la representación que hemos des- crito.

Dada la extensión que alcanza la devoción á La Bien Aparecida , lo ameno del sitio, la comodidad de la es- tancia junto al santuario y en sus inmediaciones, y la

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facilidad, aun para las personas delicadas, de subir allí por una buena carretera, es muy natural y á la vez con- solador que se repitan con frecuencia las peregrinacio- nes, siendo digna de citarse especialmente la que se ve- rificó en 30 de Mayo de 1897, por iniciativa de los Ca- puchinos de Montehano, para conmemorar el XXV ani- versario del ingreso de Su Santidad el Papa León XIII en la Orden Tercera, y pedir á Dios, mediante la pode- rosa intercesión de su Santísima Madre, por las necesi- dades de la Iglesia católica y de la Nación española.

En estos últimos tiempos han crecido las limosnas, se ha reformado el santuario, y la devoción aumenta de día en día.

El fervoroso anhelo de los católicos montañeses se ha manifestado tanto , que han llegado á Roma las súpli- cas del pueblo y clero de la provincia, pidiendo se de- clare patrona y abogada de ella á Nuestra Señora la Bien Aparecida, é informada favorablemente la peti- ción por la Sagrada Congregación de Ritos , Su Santi- dad el Papa Pío X, con fecha 6 de Diciembre de 1905, ha declarado y nombrado Abogada principal para con Dios de toda la provincia de Santander, con todos los privilegios y preeminencias que á los patronos mayores de los pueblos corresponden en derecho á la bienaven- turada Virgen Madre de Dios, bajo la advocación del santísimo nombre de María Bien Aparecida.

^uestpa Señora de la 6at*quei?a.

A la entrada del antiguo puerto de San Vicente hay un santuario famoso, en el que se venera la imagen de Nuestra Señora , llamado de la Barquera.

¿Fué aparecida dicha imagen? ¿Cuándo y cómo? Nada se sabe con certeza, ni hay documentos en que conste. Preciso es acudir al abundante arsenal de noti- cias, la tradición, á la cual se confiaban muchos hechos que no se escribían, porque no encajaban en los moldes destinados á la historia, pues ni eran relación de bata- llas ni biografiaban un rey ó un caudillo. Mas los re- cnerdos tradicionales pocas veces se han conservado pu- ros, frecuentemente los ha adulterado y revestido la fantasía con circunstancias que les hacen descender a] concepto de legendarios, y entonces suelen lograr la for- tuna que no alcanzó la sencilla realidad del suceso, de transmitirse á la posteridad, sin que ésta pueda ya dis- cernir lo que conserven de exacto y lo que haya agrega-

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do una fecunda imaginación. No es oportuno discurrir ahora sobre el valor de las leyendas, pero ningún in- conveniente resulta de aceptarlas como tales, sin pro- pósito de hacerlas pasar por hechos históricos.

Como leyenda, pues, voy á referir lo que se cuenta sobre la aparición de la patrón a de San Vicente de la Barquera; lo cual también ha recogido el Sr. Conde de Fabraquer en la Historia, tradiciones y leyendas de las imágenes de la Virgen aparecidas en España. En remo- tos tiempos, los moradores de San Vicente observaron que venía de alta mar una misteriosa barca, sin tripula- ción alguna, sin remos, timón ni velamen, rodeada de aureola resplandeciente, y que, surcando majestuosa las serenas aguas de la ría, se acercaba á la población. Ante tal prodigio postráronse de rodillas, y presintien- do algún suceso favorable, congregados sacerdotes y fie- les, se acercaron al punto en que se paró la barca. En- traron en ella los primeros, y encontraron una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos. Hubieron de pensar los más ilustrados del concurso que vendría de Palestina, donde á la sazón los herejes profanaban las santas imágenes (1), y con el mayor respeto y gratitud

(1) Los incrédulos no admitirán estas emigraciones de imáge- nes de un punto á otro; pero les opondremos, haciéndolas nues- tras, las siguientes consideraciones que sobre este particular con- signa D. Vicente de La Fuente en la Historia del culto de la Vir- gen María en España. Dice el erudito y devoto escritor: «Al ver las emigraciones ó traslaciones de algunas efigies de un pueblo á otro, de una iglesia á otra, como las de Magallón y Alfaro, ¿por qué no hemos de suponer que muchas de esas efigies, de carácter notoriamente bizantino, emigraron á España desde Oriente? Si por

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llevaron en devota procesión el sagrado simulacro de la Madre de Jesús á la iglesia parroquial, donde perma- neció hasta que fué construido el santuario en el sitio en que se detuvo la barca, siendo entonces trasladado á él.

Denominaron de la Barquera efigie y capilla, y el mismo sobrenombre se agregó al pueblo de San Vicen- te, conocido con este sólo hasta la décimatercia centu- ria, en que Alfonso VIII, aludiendo al modo con que fué transportada la milagrosa imagen, le llamó Villa de San Vicente de la Barquera, é hizo donación de la vi- lla y del santuario al Monasterio de Cardeña.

Dícese que la primitiva ermita se fué construyendo con los cantos que arrastraban las olas del mar al ex- tremo de la playa, y que el altar se formó con un pe- dazo de la roca de un escollo inmediato; pero al poco tiempo, al entrar en aquella santa casa, veíanse ya sus muros adornados con ramos de coral, conchas marinas, áncoras de salvamento y cadenas de cautivos, elocuen- tes exvotos que pregonaban la fe de los que , piadosos, los ofrecían. Mas se reforma y ensancha la capilla, y

un sacrilegio huye la Virgen de M agallón á Lécera, y esto está au- tentizado, y es indudable; si por descuido ú otra causa ignorada pasa la efigie de la Virgen del Camino de Alfaro á Pamplona, ¿poi- qué no hemos de suponer que muchas de esas efigies sean proce- dentes de iglesias orientales profanadas por los iconoclastas, los turcos ó los infieles, de iglesias incendiadas en Europa y otros pun- tos, y aun de ermitas ú otras iglesias abandonadas, ruinosas ó pro- fanadas en España? Si es por la distancia, ¿qué importan los para- jes y las longitudes á la Providencia, á la Virgen María y á los es- píritus celestiales? El racionalista podrá reirse de esta observación, pero el católico no puede ponerla en duda.))

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los sillares de la nueva también se van cubriendo de ex- votos y pintaras; ya es una afligida madre que ofrece su hijo moribundo á la Virgen, clemente y misericor- diosa, por cuya intercesión le ve restituido á una salud perfecta;, ya un paralítico, que cuelga junto al altar sus muletas por Haberle sanado de la parálisis la augusta Señora; ya náufragos y marineros, salvados milagrosa- mente por la poderosa protección de Nuestra Señora de la Barquera. De este modo se vienen renovando mara- villosas gracias y curaciones y los exvotos que las de- claran.

Es tradicional que en aquella primera capilla se puso la barca que trajo la sagrada imagen; pero habiendo desaparecido, se sustituyó con una pequeña navecilla pendiente de la media naranja de la iglesia, y á la que se atribuye un fenómeno singular, qne consiste en que, con dos ó tres días de anticipación, dirige su proa hacia el viento que va á salir.

Nada más pintoresco que el sitio de la Barquera. Como objeto principal del cuadro, destácase la blanca capilla; á su lado una espaciosa casa, con vistas á la apa- cible ría y al proceloso océano; al frente un sombrío bosque de robles seculares ; poco más lejos, muelles y embarcaderos, y en la parte opuesta las ruinas de un castillo que, según rezan crónicas, sirvió de cárcel á re- yes de Navarra. Todo en aquel punto conduce á reve- renciar la bondadosa omnipotencia divina, todo inspira y mueve el alma; los bellísimos encantos de la natura- leza, las útiles enseñanzas de la historia y la consoladora protección que María dispensa á los devotos que se aco- gen bajo su manto.

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Mucha devoción se tiene á Xuestra Señora de la Bar- quera. De los pueblos comarcanos, especialmente mari- neros, enfermos ó apremiados de gran necesidad, acuden á visitar la imagen milagrosa, ora aislada y silenciosa- mente, ora en animadas romerías y bulliciosas fiestas. Entre las últimas, es muy original y digna de citársela siguiente, que también menciona el Conde de Fabra- quer: En lancha, adornada vistosamente, es trasladada la santa efigie desde su santuario de la Barquera á la parroquia de Santa María de los Angeles el día del Sá- bado Santo, y de manera semejante se restituye á aquél desde ésta el martes de Pascua florida. Acompáñanla otras lanchas y botes engalanados con banderas y ga- llardetes. En la que conduce la representación de la Vir- gen van doncellas cantando antiguos villancicos; en las que la rodean se repiten incesantes vítores, aclamaciones y estampidos de pólvora que llenan el espacio de estre- pitosa alegría.

¿Se desean otras noticias sobre este célebre santuario? ¿Se quiere descripción más elegante? Pues allá van pá- rrafos magistralmente escritos por el eminente literato D. Pedro Madrazo en la carta publicada por La Ilustra- ción Española y Americana el año 1875.

Decía el Sr. Madrazo: «Nadie me da la menor noti- cia de la fundación del célebre santuario, ni de las tra- diciones que á él sin duda van unidas. En balde registré las floridas páginas que consagra Juan García á las Cos- tas y Montañas déla Cantabria; en balde consulté el Diccionario bibliográfico histórico del erudito Muñoz Romero, donde tantos datos peregrinos se suelen encon- trar acerca de las antiguas iglesias y santuarios de Es-

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paña; en balde también recurrí á Miñano y á Madoz, el último de los cuales sólo me cuenta que todos los años, el 8 de Septiembre , se celebra en el santuario de Nues- tra Señora de la Barquera una función de iglesia muy concurrida. Esto ya me lo sabía yo, por desgracia mía, porque en los anales íntimos de mi memoria tengo tris- temente estampada esa fecha , y lie sido testigo presen- cial del torrente de votos y esperanzas, gozos y dolores que los pueblos comarcanos, quienes á pie, quienes á ca- ballo ó en tartanas, quienes en carros de bueyes, llevan en ese día á la misteriosa ermita, rival victoriosa de los templos atestados de exvotos que en su viaje describe Pausanias. Tesoro de gracias y consuelos para aquellos creyentes montañeses, y tesoro que á ellos se brinda, sa- liéndoles, como si dijéramos, al camino con el inefable símbolo de la Eedención levantado á la vera del bosque por donde se va á la santa casa, no pareciendo sino que por mantener oculto el origen de lo que en tiene ésta de frágil y humano, estimula más la fe del peregrino, que sólo busca en ella lo celestial y eterno.»

»Sea cual fuere la historia, auténtica ó legendaria, de la referida ermita, y dejando á un lado enfadosas dis- quisiciones arqueológicas, es lo cierto que todo en esa punta de tierra donde está edificada inspira devoción y levanta el alma: el gracioso y fresco pórtico de arcadas que ofrece descanso al fatigado romero; el añoso roble- dar que medio la oculta; la sencilla y elegante cruz de piedra frente á la entrada de este bosque, enfrente del desembarcadero donde atracan las lanchas que surcan la ría.»

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« EL VOTO.

Virgen de la Barquera,

Virgen bendita, Romeros tus devotos

Van á tu ermita;

Todos lisiados De sus enfermedades

O sus pecados.

El que curado vuelve,

Con fe sincera Te da en ofrenda exvotos

De blanca cera.

Y, pura ejemplo, Muleta, pierna ó brazo,

Cuelga en tu templo.

Virgen de la Barquera, Si me amparas,

Un corazón de oro

Pondré en tus aras: ¡Tal es mi herida,

Que la sangre que mana Funde mi vida!

Virgen inmaculada

De la Barquera, No es dolencia del cuerpo

Mi cuita fiera;

No, Madre mía, Ni es de pasión liviana

Mi herida impía.

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Dos hijas que te invocan,

Dos inocentes, De lejos á estas playas

Traigo dolientes;

Oye de un padre La oración fervorosa,

Sánalas, Madre» (1).

«Milagrosa es en verdad aquella santa imagen, y ¡quiera Dios que estas dos inocentes se vean en el caso de proclamarla por propia experiencia ! Los escépticos se sonreirán ; mas lo que voy ahora á referir es de ayer, y todos los pobladores de aquella marina lo cuentan:

Corría el año 1838 á 1839: una barca de pescadores había salido del puerto ele Llanes: el tiempo era her- moso, convidaba á probar fortuna, y cubrióse de lan- chas la extensa superficie de la mar traidora. Tienen los

(1) Con esta bellísima composición poética del Sr. Madrazo, otras de Zorrilla y de Querol, á alguna de las cuales me he de re- ferir más adelante para amenizar con tan peregrinas flores el árido campo de este librito, y muchas de esclarecidos montañeses, po- dría formarse una corona poética á la Virgen, como la q;ie for- mó D. Vicente de La Fuente al final de su notable obra sobre la Vida de la Virgen María , con selectas composiciones del Arci- preste de Hita, Pero López de Ayala, Juan López de Ubeda, Bartolomé Leonardo de Argensola, Luis de Góngora, Alonso de Bonilla, Francisco de Qaevedo Villegas, Lope de Vega, Diego Cortés, Fray Fernando de Talavera, Juan de la Encina, Fray Ambrosio Montesino, Fray Pedro de Padilla, Diego Ramírez Pagán, Fray Luis de León, Andrés Rey de Artieda, el Conde de Cheste, Alonso de Ledesma, Calderón de la Barca, Francisco de Herrera, Pedro Carrascosa, Joaquín José Cervino y otros muchos, todos los cuales se han esmerado en loar las excelencias de María.

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naturales de los puertos del Cantábrico un proverbio que, aunque no adula al bello sexo, parece sugerido por la experiencia; cda mar dicen es como la mujer, que halaga, atrae y mata». Pero dejo á un lado digresiones. Se levantó de repente un recio temporal con viento de Oeste; amontonáronse las nubes, se ennegreció el cielo, una deshecha borrasca cambió pronto en escena de de- solación y espanto aquella costa antes risueña; las leves barquillas, rudamente combatidas por los incesantes golpes de mar, ó se anegaron ó se deshicieron contra los peñascos de Unquera, Tina Mayor y Cabo Hoyambre, y la nave de Llanes, 1 Levada sin rumbo fijo á merced de los vientos y de las olas, iba á sufrir la mísera suerte de sus compañeras, y sus tripulantes, renunciando á gober- nar el leño, al cual iban encomendadas sus vidas, yacían inactivos, instintivamente aferrados á los bancos; la ma- yor parte de ellos habían ya perdido el sentido. La bar- ca, sin velas, sin palos, sin timón, sin remos, ya casi he- cha pedazos, flotaba cerca del arenal de San Vicente, á la manera de cadáver que devuelve el mar á la tierra; cuando los náufragos, divisando la blanca ermita de Nuestra Señora, la dirigieron, en medio de sus mortales angustias, una deprecación , formulada en lo íntimo de su alma, como una perla de súbito cuajada en el fondo de aquel Ceylán de amarguras. No se serenó el cielo ni se aplacó la tormenta, pero la Santa Madre de Dios oyó aquel voto, porque la barca pescadora, como guiada por una mano invisible, sin vaivenes y tropiezos, salvó la barra, entró tranquilamente en la ría y se detuvo al pie de la ermita de Nuestra Señora , semejante á un pájaro que, escapando de las garras de una ave de rapiña, se

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acoge á un nido extraño, con vida, aunque sin plumas.»

«Repárase en el interior del devoto santuario un pe- queño barco pendiente de la bóveda, á modo de lámpara ó araña: es el exvoto de aquellos pescadores de Llanes, y su sincero agradecimiento al favor recibido del cielo por intercesión de María.»

fiuestPa Señora de las Caldas.

fluestpa Señora de las Caldas.

En el lagar de Barros, valle de Buelna, nace junto al río Besaya un salutífero manantial llamado Caldas, por ser de agua muy caliente. Estando fundada junto á él una antigua ermita, se la denominó también de las Caldas, así como á la imagen de la Santísima Virgen que en ella se veneraba. Era este santuario muy pobre, y bien claro lo revela uno de los primeros milagros de los muchos que allí ocurrieron, según refiere Fr. Alonso del Pozo. En 1567, dice, estaba la ermita con pocas tejas cincuenta, por lo que, viendo el devoto ermitaño Kodrigo de la Vega cómo al llover penetraba el agua en el sagrado recinto y corría por todas partes, suplicó

apenado á la Virgen el remedio de ese mal , y al

punto vióse cubierto el tejado, y aun sobró teja.

A principios del siglo xm supone el erudito ü. Vi- cente de La Fuente, en su notable obra sobre La Vida de laVirgen María é historia de su culto en España, que

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debió verificarse la aparición de esta efigie (1), la cual, añade, «está sentada, tiene un corazón en la mano, es de color moreno y tiene poco más de una vara de altura».

De una sola pieza es la escultura de la Virgen y del Niño, y, aunque de talla, se la ha revestido, como se ha hecho con la mayor parte de las procedentes de los si- glos medioevales (2).

(1) El P. Juan de Villafañe , en su Compendio histórico sobre las milagrosas y devotas imágenes de María Santísima en España, dice que no se sabe el artífice que la labró, cuándo vino , quién la trajo, ó si fué aparecida esta efigie; sólo consta, por manifesta- ción de los naturales del país, que es muy antigua.

(2) Los críticos y arqueólogos censuran el mal gusto de vestir las imágenes , que se introdujo en el siglo xv. Daría motivo á ello el disimular la imperfección artística de algunas, contribuyendo también la razón económica , aunque después frecuentemente se ha convertido ésta en lujoso gasto. Es indudable que la devoción no está reñida con la estética, por lo que, cuando no se opone mo- tivo particular, debe procurarse que no anden distanciados, sino juntos, el arte y esas sagradas representaciones. Además, el ves- tir las imágenes se ha prestado á irreverencias , y el ornato de ves- tidos y cargazón de alhajas en ellas no es muy conforme á lo dispuesto en el Concilio Tridentino, cuando de ese abuso resulta algo indecoroso. Pero como la costumbre de ver un objeto forma en las gentes vulgares el tipo modelo, por no ofrecérseles otros con que compararle, debe no prescindirse ligeramente de lo que por mucho tiempo han contemplado con veneración y respeto. So- bre este punto hay una regla segura, el dictámen del Diocesano, que por su ilustrado celo es el juez más competente para decidir si conviene restaurar alguna imagen, quitarla los vestidos y man- to, ó retocarla y pintarla de nuevo. AfortuDadamente, la moda de vestir las imágenes es ya vieja y desacreditada, y hoy ha rena- cido el gusto, muy conforme á la devoción y respeto, de las bue- nas esculturas y pinturas.

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Recientemente, en 1900, se ha publicado en Barce- lona la Historia de Nuestra Señora de las Caldas y su concento, por el R. P. Fr. Pablo Reginaldo Conrat, con la erudita colaboración de D. Gregorio Lasaga y Larre- ta , obra notable , qne excede en mucho y muy intere- sante á lo escrito anteriormente sobre ese objeto. De ella vamos á tomar una amplia descripción iconográfica de la imagen á que nos venimos refiriendo.

«Las formas exteriores, dice la Historia citada, que, bien examinada, presenta la imagen de que nos ocupa- mos, denuncian que pertenece al grupo de las que fue- ron descubiertas en la época de los visigodos y ocultadas por los cristianos á fin de que los mahometanos no las profanasen sacrilegamente. El M. I. Sr. D. Antonio Ló- pez Ferreiro, canónigo de Compostela, en sus eruditas lecciones de arqueología sagrada , aduce un modelo de imagen de Nuestra Señora, copia ele la del Puig, en Navarra, de formas casi idénticas á la de las Caldas en sus facciones, diadema, ropaje y taburete que le sirve de «illa, sin respaldo. La de Montesclaros, en Campóo, también es muy semejante, si bien de lincamientos menos correctos.

»La nuestra de las Caldas, si se la despoja del manto y delantera que la cubren, de su rostrillo y tocas, apa- rece sentada sobre un taburete parecido al faldistorio que usan los Sres. Obispos; está ligeramente inclinada hacia adelante, tiene al Niño Jesús apoyado sobre su rodilla izquierda, y le sostiene el hombro con la mano del mismo lado; sobre su cabeza lleva un velo azul, que deja ver en su frente el nacimiento del cabello, el cual baja por los dos lados en tirabuzones castaños, que dan

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á la cara nn aspecto muy diverso del que ofrece rodeada del rostrillo de plata. No falta quien opine que la cara de esta imagen, al verla lustrosa y de un color claro que no desmereció en tanto tiempo , haya sufrido algún retoque; mas no hay memoria escrita, ni tradición si- quiera, que tal acredite, y sin recurrirá restauraciones, podemos decir que bien pudo conservarse así natural- mente, pues tenemos á la vista la imagen de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza, que á pesar de estar siempre rodeada de luces y expuesta á la influencia de los grandes concursos de los que la visitan, y sobre todo á la de los siglos, no ha sufrido menoscabo su colorido ni su material se alteró de modo que necesitase repara- ciones. Más maravilla causa que el polvo nunca prenda en el rostro de la délas Caldas, como se viene probando por larga observación, sin embargo de que los objetos que la rodean se cubren de él. Ofrece también la parti- cularidad de notarse en su semblante ciertos visos ó ma- tices. El ordinario es modesto y bondadoso; otro es ri- sueño, otro grave ; algunas veces casi airado , y mirada de perfil tiene formas las más lindas y correctas. Su es- cultura no puede calificarse de bizantina, de griega ni de románica, pero de visigótica, si observamos los za- patos de aguda punta y la diadema ó banda que rodea su cabellera, cubierta con velo azul, como reparó Ro- hault de Fleury, insigne iconógrafo, en la Madona de Aracoeli de Roma.

» Visto bajo el punto de vista iconográfico el exterior tallado de Nuestra Señora de las Caldas, pasaremos á ocuparnos de su origen, fundado sólo en conjeturas y opiniones más ó menos verosímiles. Clasificada, sin

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dada, esta imagen como de la época gótico-cristiana, no parece muy violento pensar que los Obispos del Medio- día de España, inmigrantes al Norte por la persecución, ó algunos de sus familiares ó diocesanos que huían con ellos, la trajesen consigo y le erigiesen capilla propia, aunque humilde; pues también parece que debió formar parte de sus oratorios privados , y estuvo adosada á al- guno de éstos, al verla plana por su parte posterior. De una constante observación se viene deduciendo que los artífices al tallar sus efigies dan á las mismas los rasgos de la fisonomía y el traje que se usa en el país donde las elaboran, y es ley que impera generalmente, por lo cual dijo antes el P. del Pozo que la de las Caldas iba ves- tida al estilo de las de Castilla, esto es, con manto y delantera, y pudiera decir lo mismo de Aragón y An- dalucía, si bien en estos países, en vez de rostrillo, las cuelgan pendientes de valor, peluca, y dan otras hechu- ras al corte del vestido. Es muy razonable que los ar- tistas imiten y acomoden las formas de sus imágenes á las de las gentes entre quienes viven , porque la seme- janza produce amor.

»Las formas finas y el color moreno claro, peculiar de las mujeres meridionales de España, dominan en la imagen de las Caldas; y aunque esta región montañesa abunde en tipos elegantes y bien formados, pues llegó á calificarse en tal concepto de Georgia española, son casi siempre, y generalmente hablando, de facciones más abultadas y menos correctas en sus perfiles casi to- das las mujeres del Norte de España, y aunque hay ex- cepciones, puede asegurarse que las andaluzas, murcia- nas ó valencianas acércanse más á las orientales, de

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donde procedía María Santísima, y todo parece nos da pie para que digamos que la imagen de las Caldas fué labrada en Andalucía.»

3> Además, el camino que hay junto á la fuente termal fué siempre vía de comunicación con Castilla, y la de más tránsito, así es que nada forzado parece ser que los señores Obispos Severino y Ariulfo, fundadores y due- ños del próximo monasterio de Santa María de Yermo, ó algunos clérigos de su séquito, depositaran la imagen en el pobre humilladero donde empezó á recibir adora- ciones, y que con el proceso de los tiempos adquirió tanta Hombradía.»

Los vecinos de Barros cedieron efigie y ermita al con- vento que, dependiente del de Regina Coeli , en Santi- llana, se erigió en las Caldas el año 1605, separándose éste de aquél durante el siglo xvn. El Y. Fr. Juan Malfaz, planteó en el de las Caldas la observancia de las constituciones de Santo Domingo, y al lado de aquél religioso, varios de la misma Orden se distinguieron por su ciencia y sus virtudes, como Fr. Fernando Menocal, de Rumoroso, Prior que fué más tarde de San Ildefonso de Ajo; Fr. Miguel de Reguera, de Cabezón de la Sal, y otros montañeses también como los citados. Pero debe ser mencionada especialmente una ilustre señora, por la importante participación que tuvo en la fundación del convento y las relevantes virtudes que adornaron su alma. Llamábase D.a María Ana Yelarde y Sierra, natu- ral de Agüero, en Trasmiera, viuda de D. Fernando de Herrera, Señor de Miengo, con quien tuvo varios hijos, que crió cristianamente. A los cincuenta y ocho años vistió el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo,

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y profesó poco después en el convento de las Caldas, á cuya edificación y sostenimiento había contribuido con sus bienes, y en el que acabó sus días.

Se dice que por intercesión de Xuestra Señora de las Caldas sucedieron muchos milagros desde el siglo xvi en adelante, tanto respecto á sanar de enfermedades, como á librarse de las consecuencias de despeñarse por aquellas inmediaciones , cosa muy natural y corriente, así andando á pie como á caballo ó en carro, pues de todos modos se iba expuesto en los malos caminos y pendiente terreno de aquellas hoces (1). Suprímase en la imaginación la carretera y el ferrocarril, y se com- prenderá la exactitud de esta observación.

A esta sagrada imagen tributa ferviente culto la Co- munidad de los Dominicos, que siguen ocupando el con- vento y ejercitándose en actos de religión y de piedad, preparándose para la predicación y para la conversión de infieles allende los mares.

Además de los citados Fr. Alonso del Pozo, que histo- rió la antigua imagen, capilla y fundación del conven- to, y P. Fr. Juan de Villafañe, no hace muchos años escribió sobre la misma materia D. Manuel González

(1) «Parece, dice el citado P. Villafañe, que la Providencia divi- na colocó esta santa imagen tan cerca de estos peligrosos pasos para que por su intercesión se libren los pasajeros de peligrar en ellos, habiéndose observado que á nadie ha sucedido desgracia con- siderable al pasar por allí, por no querer Su Majestad que en frente de su santuario, y á la vista de él, lloren los caminantes por causa de alguna pérdida , y esto principalmente sucede á los que vienen á esta santa casa.»

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Riaño, sintiendo sus amigos que esa obra permanezca inédita, si no se ha perdido, pues la vasta instrucción, fecundo ingenio y elegante estilo del malogrado escri- tor formarían cuadro tan brillante sobre ese asunto, como en los demás que trazó su pluma.

lia Virgen de la Cama.

La villa de Escalante, cuya repoblación en 1308 se debe al caballero D. Diego Gutiérrez de Zeballos, á quien por ello pagaban los vecinos mil maravedís ele Mar- tiniega, patria de los Santelice3 y antigua morada de los poderosos Guevaras, Condes de Escalante, además de los conventos de Santa Cruz , convertido en parro- quia; de San Andrés y Santa Agueda, arruinados, tuvo otro fundado á principios del siglo xvn, por disposi- ción y con bienes de un hijo de dicha villa, D. Juan del Castillo Río García de Somaza, convento que se ha llamado de San Juan de Monte Calvario , en razón á que la primera abadesa introdujo en él la devoción del Via Crucis,

Desde el año 1638 existe allí una bellísima imagen de María Santísima, en el misterio de su Tránsito glo- rioso, al que vamos á dedicar algunas palabras para ex- plicarnos la posición de dicha imagen.

Preservada María del pecado original, no se hallaba

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en rigor sujeta á la muerte: sin embargo, murió, según la condición de la carne; pero no fué su muerte efecto de la enfermedad y desarreglo de humores, como en los demás seres humanos, sino del sagrado incendio de puro amor divino en que vivió durante toda su vida. Al sa- ber la soberana Señora que se acercaba el término de ella, sentada en su pobre lecho y rodeada de apóstoles y discípulos del Salvador, los exhortaba á predicar con el mayor celo y valor el Evangelio, asegurándoles su poderosa protección á la Iglesia. Vió entonces aparecer á su divino Hijo, que con todos los coros angélicos ve- nía á recibir su espíritu y conducirle á la bienaventu- ranza, y allá voló el alma de María, quedando su cuer- po sacratísimo como en un sueño, para, sin pasar por el oprobio de la corrupción, ser al tercero día resucitado, subiendo después en cuerpo y alma á sentarse sobre los nueve coros de los ángeles, á la mano derecha de Dios, dentro de su trono.

Aunque el misterio de la Asunción de la Santísima Virgen no está declarado como dogmático, los fieles de todo el mundo creen que María está en el cielo en cuer- po y alma, la tradición apostólica lo afirma, lo aprueba la liturgia y las escuelas teológicas consideran esta ver- dad como indiscutible. Es deseo común de la cristian- dad que llegue pronto la declaración dogmática, de lo que debe citarse como elocuente prueba el Postulatum firmado por 194 Padres del Concilio Vaticano, y pre- sentado á la Asamblea de los Prelados por Mr. Dusmet, Arzobispo de Catania, para ser sometido al Soberano Pontífice Pío IX. La guerra franco-alemana interrum- pió los trabajos del Concilio, pero la expresión escrita

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del Episcopado católico ha quedado como un motivo de esperanza. La definición que el Padre Santo no procla- mó en 1870, puede realizarla otro Papa, sucesor tam- bién de San Pedro y doctor infalible , por la súplica de otros Obispos intérpretes del sentir de sus predecesores y de los fieles cristianos.

Piadosos escritores distinguen en el misterio de la Asunción de la Virgen varias circunstancias: llaman Tránsito la del momento de separarse en la augusta Se- ñora su alma benditísima de su sacratísimo cuerpo; Asunción, la de ser elevada á la gloria celestial en cuer- po y alma, y Coronación la de hacerla Reina de los cie- los la Santísima Trinidad. Y los artistas han querido representar á Nuestra Señora en estos diferentes mo- mentos; pero han resultado sus obras con la imperfec- ción propia de la limitada inteligencia humana, que ni imaginarse puede cosas tan sublimes. Sin embargo , así como han procurado representar de algún modo la Tri- nidad Divina, también lo han intentado respecto á la Asunción y Coronación de la Virgen. Más accesible asunto parece reproducir el primer momento, que he- mos llamado Tránsito, pues ya se alcanza cómo debió quedar el cuerpo santo de Nuestra Señora en una es- pecie de sueño, según hemos dicho; y algo, fuera de los accesorios y el parecido, por no existir retrato alguno de la Virgen, se acercarán á lo que debió ocurrir en aquel solemne instante , al poner la efigie de María recostada en nna cama con los ojos cerrados y cruzadas las manos sobre el pecho , ó sentada en el lecho con una palma en la mano, cuyas representaciones titulan de Nuestra Se- ñora de la Cama.

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Generalmente, han mostrado las monjas vivos deseos de poseer esta clase de imágenes, que suelen colocar en nn camarín detrás del altar de la iglesia, de donde las sacan en el novenario siguiente al día 15 de Agosto, en que se celebra la festividad de la Asunción, tribután- dolas durante esos nueve días piadosos cultos, que ter- minan con procesión para volverlas al sitio mencio- nado.

Pues todo eso ocurre en el convento de Escalante. La imagen de la Virgen excede bastante al tamaño natu- ral, y es estatua yacente, colocada en una cama que po- nen detrás del altar mayor. Esta efigie está muy bien tallada, y se atribuye á inteligente escultor pinciano.

El día 24 de Agosto es cuando se celebra la fiesta principal, que termina á la tarde con procesión por las calles de la villa, deteniéndose en la parroquia y en la capilla de San Roque. Son estas procesiones una nota característica y devota de las romerías montañesas. Como en la mayor parte , en esta de Escalante abren la marcha los músicos y danzadores (1); siguen luego las cofradías con sus estandartes; viene en pos la imagen

(1) Los que no hayan visto los danzadores montañeses podrán dudar si es respetuoso que vayan ejecutando su danza en las pro- cesiones, delante de las sagradas imágenes; pero bien puede ase- gurarse que es una manifestación tan seria y expresiva de respeto y honor, que sólo á Dios y sus Santos debía tributarse. El ser los que la ejecutan jóvenes solteros , el traje blanco que visten , la ca- denciosa y grave marcha que toca el tamboril y la manera espe- cial con que se mueven y llevan las curvas y pintadas varitas, que forman vistoso arco , arco de triunfo movible , son circunstancias que hacen pensar si sería en su origen algo litúrgico, cual los sei-

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del Santo Abogado contra la peste, y rodeado de toda autoridad y pompa, es conducido el venerable simula- cro del Tránsito de Nuestra Señora; detrás el clero, re- vestido con ricos ornamentos, entonando las preces de la Iglesia, que contestan los devotos que cierran el con- curso. Pueblan el aire los voladores; las campanas de las iglesias repican y voltean incesantes; de las venta- nas y balcones, adornados con colgaduras y repletos de gente, llueven flores y picados papelillos de color, y lar- gas filas de romeros contemplan el paso de la procesión y se van agregando á ella. Después de concluida, em- pieza la fiesta profana, los bailes, juegos de bolos y toda clase de diversiones.

De la merindad de Trasmiera y de las inmediatas vi- llas de Santoña y Laredo van muchos en romería á festejar á Nuestra Señora de la Cama de Escalante.

ses de ciertas catedrales. De todos modos, la danza es muy anti- gua, y ni la manera de ejecutarla ni la música han variado, según se sabe por la tradición.

Muy distintos de éstos son, en su origen y significación, esos otros danzadores ó danzantes, también vestidos de blanco con fal- dillas cortas, los cuales trenzan sobre un largo palo vertical las cintas de colores, pendientes de lo alto del mismo, y cantan y bai- lan á la vez , chocando unos con otros los cortos palitos de que van armados, siendo además muy diferente la música de estas danzas de la de aquéllas; por todo lo cual no puede aplicarse y extenderse á los últimos lo arriba dicho de los primeros.

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J4uestr*a Señora del Campo.

Se titula del Campo la imagen de la Virgen que de manera prodigiosa se apareció en el sitio llamado la Pozona, en la villa de Cabezón de la Sal. Así lo cuen- tan allí, sin que lo confirme inscripción, documento ni otro dato fehaciente. Claro está que á la luz de una se- vera crítica pueden ponerse en duda los hechos como éste, que se apoyan sólo en relatos transmitidos de ge- neración en generación, y tal criterio es acertado, ocu- pándose de asuntos de cierta índole; pero tratando de piadosas creencias que contribuyen á sostener el fervor religioso, ¿por qué se han de proscribir, hermanándose perfectamente con la veneración que inspiran á los fie- les las sagradas representaciones de la Santísima Vir- gen, á cuya protección deben eficaz amparo en las nece- sidades de la vida, y pudiendo referirse á hechos ciertos, annque no estén comprobados y excedan al orden na- tural? Por este motivo no despreciamos semejantes no- ticias, dándolas, cuando no hallamos otras más seguras, acogida benévola, sin atribuirles, no obstante, más im- portancia de la qne en tal carácter encierran, pero que

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vienen á llenar el vacío de las qne por ]a injuria del tiempo y de los hombres han desaparecido.

Nuestra Señora del Campo, que se ha venerado en Cabezón de la Sal, es una imagen de madera tosca- mente labrada, de 71 centímetros de altura, que apoya en su brazo izquierdo al Niño , el cual sostiene á su vez un pequeño globo representando el mundo redimido. Aunque se la ha restaurado recientemente, conserva en su forma y disposición marcado carácter de antigüedad. Retirada á la sacristía del santuario, la ha sustituido en el altar mayor otra imagen nueva , revestida , que mide un metro y 37 centímetros de alto.

Además del citado altar, que no carece de valor ar- tístico, tiene la ermita otros dos modernos, en los que se venera á San Ramón y San Cipriano. La capillita es de una sola nave , y nada particular ofrece arquitectó- nicamente considerada.

El 12 de Agosto es trasladada en solemne procesión la Virgen del Campo á la iglesia parroquial, donde el 13, día en que se apareció, según refieren, se celebra gran festividad religiosa, y por la tarde romería ani- mada en la plaza de la villa.

Especial devoción profesan á esta santa imagen las mujeres embarazadas, y quizá alguna relación tenga también con los frutos del campo el sobrenombre que lleva, porque es muy significativo que en tres ocasiones se tocaba la campana del santuario: cuando alguna mu- jer casada se encontraba en el trance de un parto labo- rioso; cuando fuertes vientos amenazaban los sazonados frutos, y cuando se acercaba imponente tempestad.

Ermita de fiuestra Señora del Carmen.

jMuesti*a Señora del Capmen.

Dice el V. P. Señeri; «Aunque en todas las imágenes de la Virgen, aun en las particulares, nos convenga hon- rarlas, con todo eso es razón que lo sea con culto muy especial en las imágenes públicas que ella toma en los sagrados templos por instrumentos para repartir á sus pueblos favores prodigiosos. A estos templos, que son las ciudades de refugio para los pecadores, deben los devo- tos de María emprender sus peregrinaciones, si están distantes, y si cercanos, sus diarias visitas.» Afortuna- damente, mucho de esto ocurre en el oratorio de Nues- tra Señora del Carmen, que existe en Revilla de Camar- go. De las poblaciones inmediatas, principalmente de Santander, acuden á visitarla en peregrinación ó rome- ría el día de su titular (1), y también en otros varios.

(1) El culto de la Santísima Virgen del Monte Carmelo, en donde es piadosa tradición que los primeros cristianos construye-

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Frecuente es ver allí devotos de María tributándola ob- sequios y oblaciones y colgando en las paredes exvotos, como testimonio de especiales favores. En aquella región es Nuestra Señora del Carmen el grito de esperanza que exhalan las almas apenadas, el himno de gratitud de las favorecidas, de bendición y alabanza de las muy pia- dosas. Implóranla en sus adversidades el marino, el la- brador y el caminante, el que sufre amarguras, padece enfermedad ó se encuentra en algún peligro. Y no en vano , pues en los anales de la tradición se registran prodigiosos beneficios alcanzados por intercesión de esta soberana Señora, y aun de nuestros días citaré alguno.

Hace pocos años se salvó milagrosamente una embar- cación noruega, que corría temporal furioso, durante el cual invocó el auxilio de la Virgen del Carmen de Re- villa un grumete montañés que iba en la nave. Habiendo arribado ésta á Santander, la tripulación noruega fué peregrinando á la ermita, y al distinguir la representa- ción de la Virgen, exclamaban llenos de alegría que era igual á la que vieran en el tope del palo mayor cuando á ella se encomendaba el joven montañés, que se ignora por qué causa no los acompañó en tan devota visita.

También se cuenta que una buena mujer se salvó con

ron una capilla para ella, viviendo aún la augusta Señora, trae su origen de la visión de San Simón Stoch, General de la Orden Car- melitana, y de la bula sabatina del Papa Juan XXII, enriquecido con muchas gracias é indulgencias por varios otros Pontífices con- cedidas á los fieles que devotamente lleven el santo escapulario, y con la declaración de solemne festividad para la Orden de los Car- melitas, primero, y después por decreto de Benedicto XIII para la universal Iglesia el día 16 de Julio.

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su hija milagrosamente de las llamas que consumieron su pobre hogar 7 hasta el lecho en que dormían, donde, al apercibirse del incendio, se encomendaron fervorosa- mente á la Virgen del Carmen.

Cuando en el ano 1893, la explosión del vapor Cabo Machichaco sembró en la noble capital montañesa ho- rrores, desolación y estragos, sólo comparables á los apo- calípticos, una devota de la Virgen la invocó con toda su alma exclamando: / Virgen del Carmen de Revilla!, viéndose libre de todo daño prodigiosamente; pues sólo así se explica que no le recibiera del trozo de hierro que á su lado cayó, y que para testimonio trajo á la ermita con una expresiva ofrenda de gratitud, su estimada tren- za de pelo.

Data de muy antiguo este santuario. Fué en su ori- gen una especie de humilladero (1), al que hará dos si- glos se agregó una sacristía. Tuvo esta capilla, como Jesús del Monte y los Mártires de Rasines, una verja

(1) El doble objeto de abrigo contra las inclemencias del tiempo y estímulo á la devoción y á la limosna en sufragio por las almas del purgatorio, tenían los ya antiguos humilladeros, llamados tam- bién, en razón á la última circunstancia, las ánimas, con el sobre- nombre del lugar en que estaban situados. Digo antiguos, porque aunque he conocido muchos y visto fabricar algunos en ellos se refugiaba el viajero y oraba devoto, dejando en el indispensable cepillo la limosna más meritoria, que nadie presenciaba, ni se hacía por vana ostentación de que de ella se enterase el mundo hoy quedan vestigios de muy pocos, que la indiferencia religiosa ca- racterística de los modernos tiempos contribuye á que desaparez- can casi totalmente, sin que la nueva generación apenas llegue á conocerlos.

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en todo su frente, que separaba el pequeño atrio de lo principal del oratorio, circunstancia muy general en los santuarios montañeses, que, aislados en los montes y en las alturas, ofrecen á los transeúntes paraje defendido de los vientos, aguas y nieves, y relativa comodidad para la oración, á la que mueven la soledad del sitio, el pavor que infunde la tempestad ó el dulce sentimiento que inspira la tranquilidad del campo y, más que todo, la contemplación de las sagradas imágenes.

Según se hace constar en inscripción colocada sobre la puerta del oratorio, un hijo del pueblo, fraile jeróni- mo del convento del monte Corbán, más tarde del Con- sejo de S. M., y Obispo de Michoacán en México, Fray Antonio San Miguel, hizo construir en 1790 otra nave, quitando la verja, y envió desde allí una efigie, mejor labrada que la antigua, á pesar de lo cual ésta conti- núa en el altar mayor, y es la más festejada, hallándose colocada aquélla en el de la nueva nave.

En 1894 se ha vuelto á reformar la ermita, amplián- dola y adornándola hasta donde alcanzaron las limos- nas que el celoso capellán recogiera á ese fin , y que , si no llenaron las piadosas aspiraciones del virtuoso sacer- dote, han convertido el antiguo humilladero, notable- mente mejorado por el Obispo de Michoacán, en una iglesia de bastante capacidad y decorada conveniente- mente.

Es sensible para los aficionados á lo antiguo que no se conserven documentos que lo digan ni objetos artís- ticos de que deducirlo; en varias ermitas no habrán existido estos objetos ni aquellos documentos; de otras van desapareciendo, como desaparecen y concluyen las

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obras humanas; pero conservan los pueblos una fuente histórica muy respetable y fecunda, un testimonio con- tinuado de la verdad, la tradición, y es tradicional en la Montaña la antigüedad de la imagen del Carmen de Revilla, la devoción que se la profesa y lo milagrosa que siempre se ha manifestado.

fiti*a. St»a. de las Eseuelas Pías.

lia JVíadf e de Dios de las Escuelas Pías.

Volaba ya por el mundo la fama que los clérigos re- gulares pobres de la Madre de Dio9 habían adquirido de dar á la juventud inmejorable enseñanza religiosa y literaria; el expediente de canonización de Sau José de Calasanz estaba próximo á concluirse y á elevar como kSanto á los altares al ilustre peraltés; más de veinte años hacía que autorizaba á Villacarriedo el palacio que mandó construir el agente general de España en Roma, hijo de aquella villa, D. Juan Antonio Díaz de Arce, con la elegancia y esplendidez combinadas en los pla- nos del arquitecto italiano Fontanelli, cuando otro ca- ballero carredano, D. Juan Antonio Gutiérrez de la Huerta y Güemes, inspirándose en generosos sentimien- tos, quiso dotar á su patria de una institución qne la había de reportar incalculables beneficios, levantando en dicha villa, sobre el solar de la casa de sus mayores, un colegio, que entregó á dicha Orden religiosa y fué inaugurado al año 1746.

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En ese colegio, uno de los primeros que los Padres Escolapios poseyeron en Castilla, hemos recibido la pri- mera y segunda enseñanza muchos hijos de la región y de las inmediatas y aun remotas provincias; en el her- moso templo greco-romano del colegio, los niños que allí se educan cantan los sábados y en las grandes fes- tividades himnos en honor á la Virgen ; y en el altar mayor de este templo muéstrase benigna la hermosa escultura en alto relieve de Nuestra Señora de las Es- cuelas Pías, en su adorable advocación del Nombre de María, del dulce Nombre de María, santísimo nombre bajado del cielo, no inventado en la tierra; nombre, des- pués del de Jesús, el más rico de bienes soberanos, pues ni en la tierra ni el cielo resuena otro con el que expe- rimenten las almas piadosas tantas gracias, confianza y dulzura; nombre, como dijo el poeta Zorrilla,

« de bendición y de esperanza,

Como expresivo santo,

Mayor que todo extremo de alabanza,

De admiración y canto,

Abarca y simboliza

En la expresión que encierra

Cuanto la débil existencia hechiza ,

Cuanto del sumo cielo á ver alcanza

El mísero mortal desde la tierra.

¿Quién explicar ni comprender sabría, Ni con qué á comparar se atrevería En el lenguaje mundanal mezquino El misterio secreto, peregrino, Del dulcísimo nombre de María?»

EN LA PROVINCIA DE SANTANDER 03

Una novena muy devota y solemne se celebra en la iglesia de las Escuelas Pías de Villacarriedo, además de la del fundador de la Orden San José de Calasanz, la del Dulce Nombre de María (1). Nada más conmo- vedor que estos piadosos cultos. El sagrado simulacro de la Madre de Dios , de la que con su divino Hijo en los brazos se apareció á San José de Calasanz, rodeado de luces en su trono; las espirales del incienso eleván- dose por las naves de la iglesia; los ecos del órgano re- sonando en las bóvedas, y un coro de infantiles voces, cual salmodia de ángeles, repitiendo las estrofas:

Virgen Madre, singular Prodigio, que el cielo adora, Grato, oh dulce Protectora, Os sea nuestro cantar.

Oh benigna Madre De la Pía Escuela, Vuestro santo Nombre Nos guarde y defienda.

Los humildes hijos de Calasanz, los clérigos regula- res pobres de la Madre de Dios, llenan su escudo con el

(1) Se ha fijado esta fiesta en el domingo infraoctava de la Na- tividad, según estableció el Papa Inocencio XI el año 1683, en re- cuerdo de la victoria alcanzada por los cristianos contra los turcos que tenían sitiada la ciudad de Viena. Ya antes se celebraba en la ciudad y diócesis de Cuenca por bula del año 1313. Suprimida por Pío V, y restituida por Sixto V, de España se extendió á otras re- giones.

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santo Nombre de María , y la declaración del Concilio general efesino contra Nestorio, de que la Virgen fué Madre de Dios. Por ello en las escuelas y oratorios de los Escolapios, en sus libros y papeles, se ve siempre el sello del emblemático blasón, del escudo cifrado con estas palabras AM MP @T, María, Madre de Dios, timbrado con corona de Reina del cielo y de la tierra.

fiuesttfa Señora de Fresnedo.

La Iglesia celebra los días del nacimiento y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, de su Santísima Madre la Virgen María y de San Juan Bautista; de los demás santos, mártires y confesores sólo conmemora el en que pasaron de esta vida á la eterna bienaventuranza.

El del nacimiento de Nuestra Señora la Virgen San- tísima se viene solemnizando en la cristiandad desde tiempos muy remotos, pues ya habla de ello San Ilde- fonso en el siglo vil. Y San Bernardo siente y cree, con la Santa Iglesia, que el Nacimiento de la Santísima Virgen lia de ser festivo y santo, recibiéndole cada año con júbilo, con votiva celebridad para toda la tierra. Antiguo y constante es, en efecto, celebrarle en la uni- versal Iglesia con fiesta solemne el día 8 de Sep- tiembre.

A esa gloriosa Natividad de Nuestra Señora se han erigido muchos templos y oratorios , y á la misma está

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dedicado el antiguo santuario de Nuestra Señora de Fresnedo, que se eleva en la falda de un monte, á corta distancia de Solórzano, pueblo del partido judicial de Santoña. No se sabe si fué aparecida la santa imagen de la Virgen que en aquél se venera; pero se asegura que la primitiva ermita debió construirse al iniciarse en el siglo xiii el espiritual y religioso estilo arquitec- tónico ojival , y de ella conserva algunos restos, que se han respetado en las restauraciones que lia sufrido.

La actual iglesia es bastante amplia, tiene tres alta- res y un coro. Junto á ella estaba el beaterío, ocupado en remotas edades por veinticuatro freilas ó beatas, re- ducidas á seis ó siete á principios de la xvn centuria. Tenía esta piadosa institución rentas y bienes raíces, y era su patrono el pueblo citado.

Ha sido siempre Nuestra Señora de Fresnedo, objeto de acendrada devoción para los habitantes de aquellas inmediaciones, y de mucha concurrencia y solemnidad la romería con que se la festeja el 8 de Septiembre. Fa- cilitadas las comunicaciones de todas clases, se ha ex- tendido también la celebridad romera y la devoción re- ligiosa , pues de muy lejos vienen los fieles á implorar los auxilios de la Santísima Virgen en dicha ermita; lo cual compensa con ventaja la pérdida del típico y poé- tico pero reducido carácter local que antes presentaban las romerías montañesas de estos santuarios.

JSluestfa Señora de Iiatas.

En el monte de Latas, que hoy llaman de los Lloros, situado entre los pueblos de Somo y Loredo, está la iglesia en que es venerada una milagrosa imagen de la Santísima Virgen María. Templo y efigie evocan re- cuerdos de la antigüedad. De allí fué Arcipreste en el siglo xv el canónigo de la Colegial de Santander fray Pedro de Hoznayo, que elevó y dotó un monasterio de Jerónimos en el actual islote de J organes , antigua pe- nínsula de Santa Marina de Don Ponce, cuyo monaste- rio dependiente fué del de Santa Catalina de Corbán. Abandonado el cenobio de Santa Marina, entre otras razones, porque las aguas del mar iban destruyendo el istmo que unía á tierra firme la pequeña península, hoy islote, en que se asentaba, continuaron los monjes de Santa Catalina de Corbán con la iglesia, hasta que, ex- tinguidas las Ordenes religiosas al principiar el segundo tercio del siglo xix, quedó Santa María de Latas, que

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había sido desde su origen un santuario Mariano, sir- viendo de parroquia para los dos citados pueblos de Ribamontán al mar.

Cómo está formada actualmente la iglesia, es sencillo describir, no conservando mayor mérito que el de una respetable antigüedad. Orientada de Este á Oeste, tiene la puerta al Mediodía, á la que precede un atrio con tres entradas, una al frente y dos á los costados. Cuatro altares ostenta en su interior; en el centro del principal se halla colocada la urna ó camarín en que está la efi- gie de Nuestra Señora de Latas; de los otros tres, uno se ha dedicado á la Virgen de los Dolores , otro á Jesús Nazareno y el último á San Sebastián y San Roque. Se ha aprovechado lo que queda libre en los paramen- tos interiores del pequeño templo para colocar cuadros y exvotos, y de las altas bóvedas penden lámparas y si- mulacros de embarcaciones.

Con el símbolo de la Redención termina la cuadrada y poco subida torre, cuyas troneras ocupan dos campa- nas. ¿Cómo vino una de éstas? El libro de los milagros de Nuestra Señora de Latas lo explica de esta manera: «El año 1569 vieron una campana, á orilla del mar, junto á Santa Marina, ciertos vecinos de Carriazo, los cuales quisieron llevarla á la iglesia de su pueblo. A ese fin la arrastraban hacia aquel sitio con seis parejas de bueyes; pero al llegar frente al santuario de Latas paráronse los animales y no quisieron pasar de aquel punto, viéndose dichos vecinos en la precisión de aban- donar el hallazgo. Ai3ercibidos los de Loredo, pusieron la campana en pequeño carro, que una pareja de vacas llevó sin dificultad hasta el santuario referido, con ad-

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miración y alegría de los que presenciaron el hecho. Y esa campana es una de las dos de la torre.»

Nuestra Señora de Latas es una imagen aparecida. «Aparecióse esta soberana imagen dice Fr. Francisco de la Concepción el año 1264 á una pastorcilla de ovejas, que se hallaba manca de un brazo, sobre la cima de un frondoso árbol qne en el monte de Latas estaba, cuya copa hacía sombra á una muy clara y cristalina fuente; y tan hermosa, admirable y resplandeciente se demostró, que, cual otro Moisés en el Sin ai, quedó ató- nita y deslumbrada la pastorcilla en este monte; pero de modo tal la socorrió la dulce voz de María Santísi- ma, que, cobrando aventajados bríos, pudo y mereció oir de su soberana boca: ((Anuncia al pueblo cómo se »halla aquí su patrona y abogada, que en un templo »que se erigirá será, aun de los más distantes pueblos, »venerada.» Quedó confusa la pastorcilla, y hallándose indeterminada, oyó voz que la decía: «Vé, y de que se- »rás luego creída, por señal que de la mano que ahora »te hallas manca serás ya sana.» Sucedió así, pues ape- nas reveló el misterio, quedó libre de la opresión que en el brazo y mano padecía. Concurrió el dichoso pue- blo á ver la maravilla, descendió del árbol á la Santísi- ma Virgen y la colocó en una ermita que allí cerca es- taba, en donde fué tan venerada de los fieles, que cual soberano sagrario era visitada su santa casa, obrando en ella repetidas maravillas; y aun los que se lavaban en las cristalinas aguas de la referida fuente, sanaban de sus dolencias al contacto físico de ellas, y aun las llevaban por medicinas á diversos pueblos de la comar- ca, y en especial á la villa de Santander, cuyos vecinos

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con gran veneración dieron en visitar su santo templo, en donde hallaban consuelo en sus aflicciones y felici- dad en sus navegaciones, y aun muchos cojos, mancos y ciegos quedaron sanos por intercesión de esta Sobe- rana Reina.»

La imagen que hoy se venera en Latas no llega á un metro de altura; es de talla, pero de escaso mérito artístico, excepto el rostro y cabeza, que tienen seráfica y gloriosa expresión: su color, moreno, y los cabellos re- cogidos por magnífica corona de plata. Con referencia á papeles hallados en el archivo de Santa María de Latas, se dice que la cabeza de la actual imagen per- teneció á la aparecida en el siglo xin, lo que explica satisfactoriamente las diferencias notadas entre las dis- tintas partes de la efigie.

Muchos son los milagros ocurridos en aquel lugar por mediación de Nuestra Señora. Según se consigna en un libro parroquial, el 11 de Octubre de 1330 un viento huracanado removía las arenas de la costa, y arrastrándolas hacia la ermita, la envolvieron en gran parte, habiéndose de celebrar el santo sacrificio de la Misa en lo alto de la torre. Temíase que el santuario quedara completamente cubierto por la arena, y dispu- sieron clérigos y seglares sacar de él en el siguiente día la imagen de la Virgen; pero al irlo á efectuar vie- ron con sorpresa que las arenas amontonadas habían desaparecido , y que todo se hallaba en el estado nor- mal anterior. Atribuyeron el milagro á la intercesión de Nuestra Señora, á la cual , en acción de gracias, de- dicaron una Misa y procesión solemne.

En 1570 hubo tan prolongada sequía en la comarca,

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que temiendo los labradores perder las cosechas, acor- daron celebrar rogativas y pedir á la Virgen los soco- rriera en aquel apuro. En efecto, sacáronla en procesión y empezó á llover copiosamente. Así lo asegura Fr. Pe- dro Obregón, profeso en el convento de Corbán.

También refiere Fr. Pedro del Castillo que de la peste que asolaba los pueblos de España en el año 1597 se vieron libres, por intercesión de la Virgen de Latas, los de Somo y Loredo , aunque experimentaban los ri- gores de la enfermedad sus aledaños y el de Santander, con quien tenían comunicación frecuente.

El mismo religioso que refiere la aparición de esta santa efigie, Fr. Francisco de la Concepción, nos da cuenta del milagro experimentado por Antonio de la Pedrosa en 1666. Aplastado este vecino de Somo por una gran masa de piedras y tierra que se desprendió de la cantera donde trabajaba, quedó magullado y con varios huesos rotos. Encomendóse á la Virgen y fué con muletas á oir una Misa en Latas, viéndose al punto completamente sano.

Bautista de la Llama y González, hijo de D. Pedro y D.a María, vecinos de Güemes, padeció en 1564 tan grave enfermedad, que por muerto lo tuvieron, y ya le habían colocado en el ataúd. Pidieron amparo con fer- vor sus padres á la Virgen de Latas , y gozaron el ine- fable consuelo de verle restituido á la vida; por lo que, agradecidos á favor tan señalado, le pesaron en cera, que regalaron al santuario, pidiendo además limosna por espacio de diez años para el coito de la soberana protectora.

También sanó prodigiosamente el 20 de Septiembre

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de 1706 María de Jorganes, hija de D. Carlos, de la gravísima enfermedad que padecía, para la que no en- contró remedio la Medicina; pero le hubo en esta mila- grosa Virgen, salud de los enfermos.

Podrían aumentarse estos relatos acudiendo á los tes- timonios de María Volado y Santos Somonte, vecinos de San Komán ; Toribio de Cueto , vecino de Orejo ; To- más Díaz, Antonio de la Llama y Juan de la Viesca, de Loredo; Francisco Gómez, de Santander; PP. Fr. Car- los de los Angeles, Fr. Diego de Peredo y otras mu- chas personas , de las cuales en el citado Libro de los milagros de Nuestra Señora de Latas y en el archivo de Santa Catalina de Corbán existen comprobadas ano- taciones.

A los dos misterios de María más celebrados en la época visigoda, la Natividad y la Asunción, están de- dicadas las principales fiestas de la Santísima Virgen en la Montaña, y esas advocaciones representan la ma- yor parte de sus efigies; pues bien, el primero es el que se conmemora en Nuestra Señora de Latas. Por ello gran concurso de personas de todas edades se reúnen el día 8 de Septiembre en dicho santuario, formando una de las características romerías montañesas.

fluestpa Señora de la Iiuz.

Peña Sagra es una gran montaña, de cerca de dos mil metros de altura sobre el nivel del mar, en Cabezón de Liébana. Corona una de sus cimas el célebre santuario en que se venera la imagen de la Virgen que llaman cariñosamente la Santuca, pero cuya propia denomina- ción es Nuestra Señora de la Luz. Anualmente es fes- tejada con solemne novena desde el 24 de Abril al 3 de Mayo, y el último día, en muy concurrida procesión, recorre los pueblos de Aniezo, Cambareo, Frama y la villa de Potes hasta el convento de Santo Toribio.

Caracteres originales revisten estas religiosas funcio- nes, sobresaliendo el celo ardiente y afectuoso con que los independientes lebaniegos practican dichos cultos. No van solos los hijos de Aniezo, pocos ya por fortuna afeados por el bocio, si que también de otros pueblos co- marcanos acuden á la citada procesión. Desde el amane- cer empieza ésta, y no termina hasta que el sol lia de-

üignum Crueis,

Templete y capilla en la iglesia de Santo Toribio de Liébana.

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jado de alambrar aquellas alturas. A la ida no se de- tiene hasta el convento de Santo Toribio, pero el clero de las parroquias por cuya jurisdicción pasa sale á re- cibirla con cruz y pendón , acompañándola feligreses de las mismas mientras recorre el término municipal, y las poblaciones que va visitando se engalanan en sus casas y habitantes in honorem tanti festi. En la iglesia de Santo Toribio se canta, cuando llega el concurso, Misa solemne, con exposición del sagrado Lignum Crucis, la insigne reliquia que en el siglo v trajo de Jerusalén Santo Toribio, Obispo de Astorga (1). A la vuelta se

(1) Dos Santos Toribios tienen íntima relación con el origen del antiguo monasterio que lleva el mismo nombre, y está situado á la inmediación de la capital de Liébana. Es uno de ellos Santo Toribio, Obispo de Astorga, que floreció por los años 447, y mere- ció del Papa León I laudatoria carta por sus trabajos en favor de la fe católica y contra los priscilianistas. También fué Santo el monje fundador de aquel convento, llamado Santo Toribio de Lié- vana, Obispo de Palencia, que asimismo combatió denodadamente dicha secta prisciliana, por lo que el Arzobispo de Toledo, Mon- tano, le escribió congratulándose del celo que demostraba por la verdadera Pteligión. Pero entre el Obispo de Astorga y el de Pa- lencia media cerca de una centuria, y aunque al primero se atri- buye la fundación de la iglesia de San Martín, se cree que el se- gundo fundó á su inmediación el célebre monasterio benedictino, uno de los primeros que se erigieron en España, y que, teniendo éste á aquélla por iglesia, se denominó también e) convento de San Martín, hasta que, en tiempo de Alfonso el Católico, á dicho tem- plo fueron trasladados el brazo izquierdo de la Cruz del Salvador, el arca de reliquias que además trajo de Jerusalén el primer Santo Toribio citado y el cuerpo del mismo, y entonces empezaron á llamarse iglesia y convento de Santo Toribio de Liébana. Dichas reliquias no han sido aún halladas, por más que se supongan es-

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pára en la parroquia de Potes unas horas, durante las cuales se rezan y cantan oraciones á la Santísima Vir- gen. Las ofrendas que se la hacen son numerosas, y á pesar de lo largo del camino, los fieles se disputan el hoijor de llevar las andas en que va colocada la venera- ble efigie, renovándose con frecuencia y dando así oca- sión á que muchos participen de él.

La antigüedad de estas funciones, que con perseve- rancia lebaniega se vienen repitiendo hasta nuestros días, es muy remota, pues según dice D. Ildefonso Lló- rente, ya se practicaban en el siglo xv.

Del siguiente modo se cuenta la aparición de esta santa imagen (1): Cuidaba una pastorcita un rebaño de ovejas en aquel intrincado monte, y atardeciendo, sin poder reunir el ganado, disperso entre breñas y peñas- cos, afligíase sobremanera é invocaba la protección del cielo para conseguirlo, exclamando: «¡Ampárame, Dios mío; socórreme con tu luz, Virgen María!» Oyó á se- guida cánticos angelicales y vió venir hacia ella majes-

condidas en el ámbito del convento; pero el sagrado Lignum Cru- cis, en un relicario de 60 centímetros cada brazo, cubierto de plata y piedras preciosas, se halla expuesto á la veneración pública en un suntuoso camarín que está en el centro de rica capilla, unida á la iglesia monacal. Más noticias sobre esta materia se hallan en el notable opúsculo sobre el monasterio de Santo Toribio de Liébana, por D. Eduardo Jnsué.

(1) En el año 1478, dice D. Vicente de La Fuente que ocurre la aparición de Nuestra Señora del Brezo en las moa tafias de Liéba- na. Sin duda está equivocado el nombre, y quiere decirle Aniezo, pues con el del Brezo no hay imagen alguna de Nuestra Señora en Liébana.

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tuosa Señora con nn Niüo en los brazos; era María San- tísima, que la tranquilizó respecto al cuidado de guar- dar y reunir el rebaño, ordenándola que bajase al pue- blo (Aniezo) y dijera al cura que subiese á aquel lugar y mandara limpiar la maleza que cubría la inmediata cueva, donde encontraría cierta imagen, á la que dedi- cara un santuario, y por este medio alcanzaría el pue- blo gracias especiales. Confió la zagala en que sus des- carriadas ovejas habían de volver al redil y no se había de perder ninguna quedando al cuidado de tan Divina Pastora (la Divina Pastora de las místicas ovejas, de las almas de los pecadores), y descendió rápidamente á cumplir el encargo recibido. Aunque para distraerla de ello antes de salir del monte se la presentó el demonio en traje de peregrino, fortalecida por la misión que lle- vaba y descubierto el engaño al encomendarse á la Ma- dre del Salvador, ahuyentó al enemigo del género hu- mano, y, libre ya de obstáculos, llegó pronto al pueblo y dió cuenta de su embajada al cura. Mas éste no la cree, y con desconsuelo regresa la pastor cita al sitio en que dejó á la Virgen. Mándala ésta que repita al cura lo que le había dicho, y para que fuese creída y el dia- blo no la entorpeciera en el trayecto, la imprime en la frente la señal de la cruz. Entonces ya no dudó el sa- cerdote, que al día siguiente subió con los vecinos y justicia del pueblo al punto señalado, y descubriendo la cueva hallaron una pequeña imagen de la Yirgen, que trajeron á la parroquia y más tarde colocaron con toda solemnidad en la ermita levantada en el lugar de la aparición; y allí quedó también como beata ó san- tera la pastora.

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Parece natural que el precioso título de la Luz que se da á esta santa efigie debió provenir de la anhelante súplica con que la piadosa pastorcita exclamaba: «; So- córreme con tu luz, Virgen María!»; pero, fuese ó no esa la causa, lo cierto es que la especie de sinonimia entre el nombre de María y el de la Luz resulta de suma be- lleza y propiedad, pues así como la luz fué lo primero que creó Dios en el orden natural, María fué en el de la gracia la primera criatura que salió de la voz del Di- vino Verbo, Primogénita de la Boca del Altísimo,

Como estrella de la mañana, como faro que alumbra en el proceloso mar de este mundo y es causa de nues- tra alegría, los devotos libanenses encuentran en la Virgen de la Luz luz, protección y regocijo.

OMOHOHOHSMOti SHOÍI 9WOH SHOHrtMOH SM 511 SH SHWWOti WOM IWOHOHOHOHQHOHOHOHOWaBOWOHOWQHOH

^uestt*a Señora de la ]VIar*.

Sitio solitario y desprovisto de los encantos de feraz vegetación que tanto recrea los sentidos, sin los árboles que suelen amenizar y rodear los santuarios montañeses, contemplando por una parte la inmensidad del mar, por otra el principio de lo eterno, el cementerio de Ciriego, la fúnebre necrópolis que la capital montañesa ha fa- bricado para guardar los restos mortales de los que en ella terminan su peregrinación por este valle de lágri- mas, rocosa isla cubierta por campo de menudas hierbas y olorosas manzanillas, muy visitada de santanderina gente, sobre todo en la estación veraniega, por devoción la mayor parte, quizá alguna por mera coriosidad, es el lugar en que se eleva el santuario de Nuestra Señora de la Mar.

Con sobriedad elegante le describe Juan García en Costas y Montanas. «Entre las ensenadas dice de San Pedro del Mar y de San Juan del Canal, cerca de San-

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tander, encontramos una isla, amarrada á tierra firme por un puente de madera, por el cual , y batidos por el Nordeste que allí se encauza y redobla su vigor, pasan devotos á visitar el santuario de Nuestra Señora de la Mar, Un manuscrito pone la fecha de esta fundación en 1400, tomándola de la piedra sepulcral del funda- dor (1), que yace dentro de su fábrica. Es romería devo- tísima de los marineros ; éralo de los antiguos señores de la Villa, cuyos escasos descendientes la conservan. De sus bóvedas y paredes cuelgan simulacros de embar- caciones de todo porte y aparejo, ofrenda de naufragios singularmente expresiva, allí donde la amenazadora voz del Océano no enmudece jamás.»

En qué tiempo se erigió la iglesia, podría quizá ave- riguarse estudiando la inscripción del referido sepulcro, que se halla cerca del altar , mandado hacer por don Fernando Díaz y Riva Herrera y su mujer D.a María Doquendo y Lasarte en 1630, diez y ocho años antes de que construyeran la suntuosa capilla que se halla en la nave del Evangelio de la Catedral de Santander, y vein- tiséis de que fundara el convento de Santa Cruz en la capital montañesa la piadosa D.a María. Pero qne, des- pués de la dedicación del templo, un suceso extraordina- rio ocurrió con la imagen en él venerada, lo dice el cua- dro puesto en el muro á la parte del Evangelio. Repre- senta esa pintura las costas de Castro Urdíales , Laredo y Santander; una procesión llevando en andas la sa- grada efigie; copia de ésta, alumbrada por dos cirios, so-

(1) Gonzalo Fernández de Fernanes, fijo de Martín Fernández de Pemanes.

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bre las aguas de Castro, á cierta distancia de un buque aparejado de goleta, y por debajo de la desdibujada y descolorida marina, la siguiente explicación: «Reinando en Castilla el Sr. D. Felipe II , y siendo Arzobispo de Burgos el limo. Sr. D. Cristóbal Bela, el ano 1590 la tripulación de una fragata holandesa hecha pirata de esta costa, robó la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Mar que la devoción cristiana venera en el altar ma- yor de este santuario, y habiendo repentinamente sobre- venido una recia tempestad y tormenta, creyendo los piratas ser castigo merecido por su sacrilego robo, la arrojaron al mar, y á la vista de la villa de Castro re- conocieron sus vecinos fluctuaba sobre las aguas, no le- jos de dicha fragata, la santísima imagen, sirviendo de bolisa dos hachas encendidas que á sus lados la alum- braban. A vista del portento salieron en un barco, y re- cogiéndola con la veneración posible , la llevaron á la villa, cuyos dos cabildos, eclesiástico y secular, la traje- ron en solemne procesión hasta la de Laredo: los de ésta, con igual solemnidad, llegaron con ella á Santander, y los de ella, con el mayor obsequio y lucido acompaña- miento, la colocaron en esta su santa casa, admirando éste y otros continuos prodigios y milagros que en su santísima imagen ha obrado y obra la piedad de esta soberana Señora. Copióse de una antigua pintura por maltratada á ésta con toda similitud á devoción de don Juan Antonio del Mazo Herrera y de D.a Josefa Anto- nia Ulivarri y Arteche, sus devotos, vecinos de la ciudad de Santander. Año 1766.»

Todavía en nuestro tiempo los dos cabildos de dicha ciudad, representados, el eclesiástico por un canónigo de

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la Catedral, y el secular por nn regidor del Ayunta- miento, van á presidir con velas encendidas la solemne función religiosa que se la dedica todos los años en el segundo día de pascua de Pentecostés. Es entonces cuando se celebra la romería principal; pero también la hay el segando día de pascua de Resurrección , pues en éste la ofrecen sus votos los inmediatos pueblos de Monte , Caeto y San Román, Pedreña, Bóo, Elechas y Puente Arce, Mortera y Sotolamarina.

Quizá sea recuerdo alusivo al paso por Laredo de la referida procesión la imagen de Nuestra Señora del Mar pintada en el altar mayor del oratorio del Espíritu Santo . en cuya capilla el antiguo, noble y rico Cabildo de mareantes de San Martín, boy reducido á prbre Aso- ciación de pescadores , celebraba el segundo día de pas- cua de Pentecostés, con Vísperas y Misa cantada, po- niendo las acostumbradas mayas y tocando el tamboril ó músico.

No si existe creo que no en la villa de Castro Urdíales algún otro dato sobre ese prodigioso suceso, ni discutiré ahora con la estéril crítica de negación; pero he de concluir diciendo que es muy consolador y signi- ficativo el fervoroso himno de íe y de esperanza que sube al cielo de continuo desde el santuario de Nuestra Se- ñora de la Mar.

lia Virgen del JVTilagtfo.

Actos de ferviente devoción y de humildad piadosa, aspecto pintoresco de brillantes colores en la multitud que rodea el santuario, animadas conversaciones en los grupos de amigos que se encuentran en aquel lugar, ruido confuso de voces y músicas, largas series de pues- tos de dulces, fratás, juguetes y baratijas, corros de bai- les populares por un lado, juegos distintos por otro, ca- rruajes y caballos en los próximos caminos, pobres y tullidos pregonando su desgracia en los sitios por donde pasa más gente ; con algo , con mucho de estas cosas se forma el todo, el ritmo , color y carácter de las romerías montañesas. Mezcla de sagrado y profano , de senti- miento místico y bulliciosa alegría, es, no obstante la nota religiosa, lo típico y saliente de estas festividades. Allí es de ver la satisfacción íntima al cumplir con pe- nitencias, limosnas ó exvotos la promesa empeñada en un peligro ó enfermedad. En aquella pequeña iglesia se ofrece incesantemente el santo sacrificio de la Misa, desde que clarea la aurora hasta que da principio la gran festividad religiosa por la procesión, que encabezan los músicos y danzadores, y terminan los romeros con velas

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encendidas, ocupando el centro la carroza en que se conduce la santa imagen de la Virgen, rodeada por el clero: cántase luego la Misa mayor, y el orador sagrado elogia las excelencias de aquella Virgen misericordiosa, á la cual deben los fieles ardiente devoción y solemne culto por lo mucho que los favorece, citando alguna vez ejemplos ó casos milagrosos por intercesión de la que allí se festeja. Aun terminada la función, vuelven á lle- nar el pequeño templo los devotos que una y otra vez entonan la Salve, confundiéndose en esa plegaria las vo- ces de romeros venidos de distintos lugares.

Esto y mucho más se ve el día tercero de Septiembre en la romería de la Virgen del Milagro, que se celebra en el pueblo de Valle, ayuntamiento de Ruesga. Dicha festividad y la de la Bien Aparecida en Hoz de Marrón son las más famosas y concurridas de la parte oriental de la provincia.

No está aislado el oratorio: se ha construido moder- namente, probablemente en el siglo xvn ó principios del xvni, unido á la parroquia de Valle, pueblo que á las armas, á la iglesia y á la alta administración de jus- ticia ha dado los eximios varones Zorrillas de San Mar- tín, Valles, Cornejos y Arredondos. Cuál fuera la razón de hacerle en esa forma, lo ignoro, pues documentos y archivos van desapareciendo, y no he podido valerme de ellos, si es que existen, para averiguarlo; pero no es du- doso que debió ocurrir al^ún suceso muy notable que determinara á alguna persona piadosa á edificar y en- riquecer esa capilla, de más suntuosidad que la iglesia á que está adosada.

Dos palabras he de añadir sobre una y otra, pues ocu-

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pándome en este libro únicamente de los santuarios de- dicados á la Virgen y no de las iglesias parroquiales con igual advocación, parece á primera vista que falto á di- cho propósito. Pero, sobre que bien lo merecía la espe- cial devoción que en este país se tiene á la Virgen del Milagro, hay la circunstancia de que, si bien unida á la iglesia parroquial, la capilla en que se da culto á la mi- lagrosa imagen constituye un oratorio hasta cierto punto independiente. En efecto, la antigua parroquia, orientada de Saliente á Poniente, de una sola nave, y formando los brazos de la cruz dos capillas en que se ostentan los escudos de Gil de Valle y Fernández de Valle, duque de Noblejas, con sepulturas rotuladas en primer rumen, que guardan los restos de D. Gaspar Zo- rrilla de San Martín, consejero de S. M. , y de D. Fran- cisco Cornejo, mariscal de campo (1724), hace al termi- nar ángulo recto con la capilla de la Virgen del Mi- lagro, oratorio tan principal y más rico que la iglesia parroquial, hasta el punto de que, al penetrar por la única puerta de uso común, dúdase á donde dirigirse, si al primero ó á la segunda; por cuya disposición tanto se puede considerar el todo de los dos pequeños reunidos templos como parroquia de San Félix ó como santuario de la Virgen del Milagro,

Consta éste de una nave, con dos altares laterales y el principal, los tres de la misma época y talla. Tiene el mayor esculturas de Santa Teresa y el Bautista á los lados, en la parte alta un relieve de la Coronación de la Virgen y en el centro la efigie de Nuestra Señora del Milagro, muy pequeña, vestida con manto azul, y los bustos de María y del Niño puestos en el aparato que

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se llama imagen de devanadera. Cubierto el camarín con una cortina, penden á los lados dos huevos de aves- truz; del centro de la bóveda una embarcación, y en los muros diversos exvotos. Consérvase una valiosa sacra de plata que en 1755 regaló D. José Zorrilla de San Martín, Obispo de Salamanca, al cual quizá deba cosa más integrante este oratorio. A un costado de la capilla está la arqueada puerta, que sólo sirve y se abre para sacar en procesión, en hermosa carroza, á la Virgen del Milagro el día de su festividad.

La parte exterior de la iglesia es de sencilla mani- postería; todo lo perteneciente al santuario de bien la- brados sillares calizos, con corrida imposta y volada cornisa echándose de ver en el conjunto que es muy bajo y achatado todo.

Probablemente ocuparía algún altar en la parroquia, la descrita imagen cuando se verificó el milagro á que alude la denominación; y que siguieron muchos lo de- muestran el título de los Milagros que algunos la dan, los exvotos que cuelgan de las bóvedas y paredes y los reverentes homenajes que la tributan los habitantes de esta provincia y de las próximas Burgos y Vizcaya. Pero, ¿cuándo se verificó el suceso aludido? Sin duda un 3 de Septiembre, y por ello se estableció que la fiesta se celebrase en dicho día.

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El 8 del mismo mes es cuando se dedica otra no me- nos solemne á la Virgen del Milagro, que está en una ermita de Torres, junto á Tórrela vega. La capillita es de patronato, y ya á mediados del siglo xvn se había

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fundado en ella una obra pía. Data de muy antiguo la devoción á este santuario, en el que se celebra una de las principales romerías de la región.

Pero siendo el 8 de Septiembre la fiesta de la Nati- vidad, una de las más venerandas advocaciones de la Virgen , ¿ cómo á esta su santa imagen se la llama del Milagro, y en el citado día con tal advocación se la fes- teja, y no con el de la Natividad de Nuestra Señora? Quizá lo explique el suceso extraordinario que vamos á relatar. En tiempos remotos, según ha transmitido la tradición, una pertinaz sequía había marchitado las plantas y agostado los campos de este país. Era ya lle- gado el mes de Septiembre, y las esperanzas de los la- bradores de obtener alguna cosecha se iban perdiendo. Ante tal peligro, los vecinos del pueblo acordaron recu- rrir al auxilio de los cristianos, y al efecto llevaron la imagen de Nuestra Señora del Rosario á la ermita donde se venera la que hoy se llama del Milagro: allí hicieron obsequiosa novena, pidiendo á Dios socorro en tan gran necesidad, por intercesión de la Virgen Santí- sima, invocada en estas dos imágenes. Vinieron pronto abundantes agaas, y aunque era avanzada la estación, reverdecieron los campos, formándose y sazonando rá- pidamente frutos tan abundantes como en los años más prósperos que habían conocido. Probablemente desde entonces darían á esta santa imagen el título del Mila- gro, y á partir de aquella fecha, en todos los años, hasta el presente, se hacen parecidas procesión y novena, en recuerdo del suceso milagroso y acción de gracias á la Virgen poderosa, consoladora de los afligidos.

lia Divina Pastora de JWontehano.

El 2 de Agosto, día de Nuestra Señora de los Auge- Ies, es cuando se festeja á la sauta imagen de María que se venera en la iglesia del convento de Montehano; y como entonces se gana el jubileo de la Porciúncula, j)or razón del tiempo y de pertenecer la iglesia á la Or- den Seráfica, muchos romeros acuden á este amenísimo y religiosísimo lugar, tan á propósito para Ja contem- plación; pues, en efecto, rodeada por el mar la santa casa, aislada y separada del mundo de las gentes, azo- tados sus muros por las olas, como el alma por las pa- siones; pero arrimada al elevado monte para ampararse de él, como el cristiano de la cruz, parece destinada para meditar sobre las eternas verdades , despreciando lo mezquino y terrenal. Bien elocuente lo dice el si- guiente dístico que hay á la entrada del convento: «Hermano, una de dos, ó callar ó hablar de Dios.»

Larga fecha cuenta ya este monasterio, dedicado á San Sebastián, mártir; fué construido en 1421 por la ilustre familia de los Guevaras, que en la inmediata

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villa de Escalante, á cuya jurisdicción pertenece Mon- tehano, tuvo asiento por muchos años. Uno de los no- bles y devotísimos varones de este linaje, Pedro Gueva- ra, caballero de Santiago y Legado del emperador Car- los Y ante el Rey de Polonia, quiso ser enterrado allí, á cuyo efecto erigió un magnífico mausoleo (que hoy no existe) en la capilla mayor, después de haber enrique- cido el templo con muchas preciosas vestiduras, cálices de plata y sacrosantas reliquias de los Santos Inocentes y de las Once mil Vírgenes (1).

Los Reyes Católicos concedieron que doce hermanos de este convento estuvieran libres de todo tributo y exacción real, y pudieran tener lancha propia en la cual pasasen al continente.

Cuenta la tradición que en aquella iglesia recibieron cristiana sepultura los restos mortales de la madre de D. Juan de Austria, D.a Bárbara Blomberg, que en Ambrosero y Colindres pasó los últimos años de su vida (2).

(1) «Honestatur denique conventus hic dice el Provincial Gon- zaga en la Historia de su Orden plurimis iisque pretiosis vestibus sacris, argenteisque calicibus, at sacrosantis sequentibus reliqniis ex septentrionalibus plagis a praefato Petro Guevara allatis, sibique liberali dono datis. Nempe sex ossibus ex Sanctis Innocentibus, tri- bus integris capitibus, duobus ibidem mediis capitibus, duobusque molaribus dentibus ex undecim millibus virginum.D

(2) D.a Bárbara Blomberg vivió algún tiempo en la casa que su mayordomo y aposentador D. Juan de Mazatebe tenía en Ambro- sero, según se deduce de varios testimonios , entre los que se pue- den citar las cuentas y cartas que dejó coleccionadas dicho mayor- domo. Y que la madre del vencedor en Lepanto residió también en Colindres, está fuera de duda, pues sobre otros datos, en un li-

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Digna es de citarse la noticia artística que da Madoz en su Diccionario, pues al describir la iglesia dice: «En- tre las esculturas que quedan se ven los magníficos res- tos de una medalla en alto relieve, al parecer, de la es- cuela italiana; esta medalla, colocada en el segundo tercio del altar mayor, en su parte media, representaba el suplicio de San Sebastián; pero ha sido destruida en su mayor parte en las últimas guerras» (1).

Con alternativas este convento, unas veces ha sido considerable el número de religiosos, otras muy redu- cido, y hasta ha quedado abandonado en ocasiones; pero debe esperarse que tenga aún buenas épocas, porque de

bro de fábrica de la iglesia de dicha villa existe una partida do bautismo del año 1581 , en que se hace constar que D.a Bárbara Blomberg fué madrina en el bautizo de una hija de D. Francisco del Hoyo y Alvarado, y que dicha señora era vecina de Colindres.

Podría dudarse que estuviera enterrada en Montehano ei , como dice D. Luis Cabrera de Córdoba en la Historia de Felipe II, la Blomberg hubiera terminado sus días en el pueblecito inmediato á Madrid, llamado Arroyomolinos; pero si murió en Colindres el año 1598, como se da por hecho comprobado, según D. Modesto La Fuente, natural era que prefiriese para guardar sus restos lugar tan decoroso como la iglesia de Montehano. Debo, sin embargo, decir que, hoy por hoy, aunque se conserva allí la tradición , no existe rastro alguno de tal enterramiento, ni piedra ni inscripción que lo declare; lo que tampoco tiene nada de particular, conside- rando las vicisitudes por que ha pasado este convento, que hasta ha servido alguna vez de colegio para guardias marinas , y otras va- rias ha estado completamente abandonado.

(1) No se halla en el lugar que indica Madoz el alto relieve mencionado, sino en un altar al lado del Evangelio ; y sin duda inteligente artista le ha restaurado completamente, pues se ve muy perfecto y sin ningún deterioro.

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haber casas donde habiten en comunidad los que se con- sagran á la vida contemplativa y ascética, ninguna más á propósito que la de Montehano , por estar situada en un lugar amenísimo y religiosísimo, como decía el fran- ciscano Gonzaga.

Ocúpanla hoy los PP. Capuchinos, y como éstos han elegido por su especial patrona á la Santísima Virgen, bajo el misterioso apellido de Divina Pastora de las al- mas, titúlase la imagen que allí se venera la Divina Pastora de Montehano. En ese convento ha establecido la citada Orden religiosa los estudios superiores de Teo- logía para sus novicios, y á otras mejoras importantes ha agregado el arreglo de su notable biblioteca.

fiuestFa Señora de JVTontesela^os.

Santuarios marianos en la costa del mar como los de Montehano, Somo y San Vicente de la Barquera; á las márgenes de los ríos, como los de las Caldas, Torres y Valle; en medio ele bosques y arboledas, como los de Ro- zas de Soba y Revilla de Camargo, ó sobre cerros , coli- nas y altas montañas, como los de los Castros de Gurie- zo, Hoz de Marrón, Peña Sagra, Peña Labra y Montes- claros, son cual faros de luminosa esperanza y puertos de salvación que lia ido poniendo la fe para que sirvan al cristiano de guía, protección y refugio en los peligros y necesidades de la vida. Unos lian dado origen á fun- daciones monásticas, ó son residuos de ellas; otros han ayudado á las parroquias en su sagrado ministerio; muchos se sostienen por la liberalidad de peregrinos, romeros y devotos, y varios se han convertido en iglesias parroquiales. Tal variedad explica el hecho de que la devoción á la Santísima Virgen ha sido siempre el dis- tintivo de los católicos de tocia clase. Por eso, reyes, ar- tistas, hombres de letras, sencillos pastores é ignorantes labriegos, guerreros y marinos, grandes poblaciones y

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pequeñas aldeas, jóvenes y ancianos, prelados esclareci- dos y humildes sacerdotes todos los que han conser- vado vivos la antorcha de la fe, el calor de la esperanza y la llama de la caridad, se han esmerado en practicar y difundir el culto á la Reina de los cielos. Pero debe- mos reconocer que muy principalmente lo han conse- guido los Institutos religiosos, cuyos fundadores, llá- mense Francisco, Teresa, Domingo ó Ligorio, han em- pezado por ponerlos bajo la protección de algún título ó misterio de la Reina de todos los Santos. La Concepción, el Carmen, la Virgen del Rosario, la del Perpetuo So- corro , siempre María en el oratorio del convento,

bajo la cruz del Salvador ó del misterio de la Santísima Trinidad, como corredentora del género humano. Los hijos de Santo Domingo se han distinguido mucho en honrar á su especial patrona Nuestra Señora del Rosa- rio, pero con igual fervor la reverencian en otras advo- caciones, como sucede en Montesclaros, donde tanto se afanan por levantar la devoción á la Natividad de Nues- tra Señora.

Tiene este santuario una historia muy antigua é inte- resante, y por fortuna está escrita recientemente, en 1892, por Fr. María del Santísimo Rosario «con varia lectura, celo religioso y sana crítica» , que es lo menos que puede decirse de esa monografía preciosa. Ya antes habían tratado este asunto Fr. Pedro Guillén y Fr. José de Santa María, también del Orden de Predicadores, y en el archivo del real convento de Montesclaros hay do- cumentos relativos á ello. Aunque no es fácil registrar éstos ni enterarse de lo escrito por aquéllos, en razón á permanecer inédito, el citado Fr. María los ha exami-

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nado y hace de unos y otros bastantes referencias, y yo, á mi vez, para excusar semejante tarea, me voy á per- mitir copiar más adelante, déla Historia del convento y santuario de Montesclaros , por este religioso, algunos párrafos bien sentidos y expresados.

Cómo surgió este santuario del cerro de Somalomaen los Carabeos, vamos á ver ahora. Al finalizar el siglo xu, en el verano de 1178, un pastor del concejo de los Ca- rabeos fué en seguimiento de un toro á una cueva , de- lante de la cual el toro, parándose, se arrodilló (1). Ad- mirado el vaquero y atraído por el claro resplandor que salía de la oquedad misteriosa, penetró en ella y vió que procedía de una imagen de la Santísima Virgen allí co- locada. Bajó en seguida al pueblo, cuyos habitantes, creyendo la sencilla relación que les hizo, ordenaron una devotísima procesión, y se encaminaron al logar re- ferido. Y en la citada cueva hallaron, rodeada de bri- llantes destellos de luz, la sagrada imagen, y á sus lados varias reliquias del mártir San Alejandro, de San Lo- renzo y de Sania Casilda.

Sucede, por lo común, con las apariciones de efigies de Xuestra Señora, que no se sabe por quién ó cómo se colocaron en el lugar donde luego han sido descubiertas, y aunque probablemente muchos reconocerán origen se- mejante al de la de Montesclaros, en ésta se da la cir- cunstancia de haberle conservado la tradición. Después de la derrota de Guadalete, cuando rápidamente se iban apoderando los musulmanes de nuestra Península, algu-

(1) Guarda alguna analogía esta aparición con la de San Miguel en el monte Gárgano.

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nos españoles abandonaban los pueblos en que vivían, retirándose hacia la cordillera pirenaico-cantábrica, don- de, si no se había iniciado ya, principiaría pronto la épica reconquista. Quizá no faltara quien se cuidase de sus alhajas y tesoros; pero muchos, revivida la fe por el pro- videncial castigo ó justa expiación de las corrompidas costumbres en el último período visigótico, atendían más á las cosas de la religión, defendiéndola hasta con su sangre ó huyendo con imágenes y reliquias á guar- darlas donde no las pudieran profanar los adoradores de Mahoma, para, después de bien ocultas aquéllas, com- batir á éstos bajo la enseña de la Cruz que se alzara en Covadonga. En aquella dirección fué el arcediano Ur- bano, que gobernaba la iglesia de Toledo , cargado de reliquias; y no mucho después siguió la misma, desde la imperial ciudad, un devoto de la Virgen con el sagrado tesoro que hemos visto se descubrió en Montesclaros al pie del cerro de Somaloma. Pero al llegar á León el noble godo, torció á la derecha, y por entre riscos y des- peñaderos , buscando lugar seguro , llega al sitio men- cionado y allí le deposita.

Esta piadosa tradición, como tal muy aceptable y que no repugna á la fe ni á las buenas costumbres, ni á la razón ni á la historia, que de ella nace frecuentemente, se ha transmitido de viva voz, su conducto natural, de padres á hijos, de generación en generación, y se confir- ma con las siguientes indicaciones del repetido Fr. María: «En la efigie (de Montesclaros) , dice , descubren se to- dos los caracteres de una obra escultórica correspon- diente al siglo vi ó poco posterior á él, de formas poco correctas y resentida, como es natural, de la decadencia

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que por aquellos tiempos dominaba en el arte: adelan- tándose aun más aquella voz poderosísima, cuyo eco ha llegado hasta nosotros, rompiendo el silencio de los si- glos é interrogando á las artes y á lo pasado, qne parece corroboran esta afirmación tradicional, no se hace difícil creer que el augusto simulacro de María fué venerado en Toledo durante la época visigoda, hasta que vino so- bre nuestra querida patria aquel castigo severo de Dios

llamado invasión sarracena »

Hecha esta referencia á la imagen sagrada, vamos á completar su descripción , con tanto más placer y des- canso , cuanto que nos bastará para conseguirlo copiar laque hace el P. Fr. María, recreándonos con las atina- das observaciones que le sugiere. «Sentada, dice, la sa- cratísima imagen sobre un rico sillón de respaldo, en de- mostración de majestad, según se veneraba la Santísima Virgen entre los visigodos , que colocaban sus estatuas en esta posición, como signo de autoridad, imitando la forma en que solían pintar á sus reyes, y con el cual forma una sola pieza escultural de 55 centímetros de altura, ni por la materia de que ha sido labrada (pino abeto) , ni por la riqueza de su ejecución , es posible ad- mirar en ella cosa alguna que sea notable. Hecha según las reglas clásicas del primer período cristiano, y pintada al policromo con algún dorado en buena conservación, como obra de estatuaria propiamente dicha se resiente de la decadencia que por aquellos siglos dominaba en el arte; decadencia que cada vez iba en aumento, merced á las vicisitudes de aquella época, en que si bien se cul- tivaban en nuestro suelo las^escuelas de los buenos tiem- pos de Pericles y de Augusto, conservando en parte las

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tradiciones artísticas de Boma y Grecia, éstas se halla- ban muy degeneradas.

»Esto no obstante, al mirar ese tinte moreno y aqui- latado que imprime á los colores el matiz característico de los siglos, sentado sobre el rostro gracioso y notable- mente modesto de la veneranda efigie de la Reina del cielo, cuya frente hállase ceñida por una corona real votiva de mucha semejanza con las que en 1858 se ha- llaron en Guarrazar, cerca de Toledo, y al divino NiñO' que, sostenido sobre el brazo izquierdo de su bendita Madre, muestra extendida la mano derecha en actitud de dar la bendición, mientras oculta el brazo izquierdo, que, según parece, debió sufrir algún detrimento notable, debido á la acción destructora del tiempo durante su permanencia en la cueva, ó acaso á algún accidente im- previsto en los momentos de su apresurada ocultación? observándose lo mismo en la mano derecha de la santa imagen de Nuestra Señora, que le ha sido añadida pos- teriormente, y en la cual sostiene un precioso cetro, per- cíbese una diferencia muy grande entre este venerando- simulacro de la Santísima Virgen correspondiente á aquella época en que el arte, al aparecer fuera de las ca- tacumbas, no había dejado aún las envolturas de la in- fancia, y las que todos les días vemos salir de los talle- res de nuestros modernos escultores.

» Imperfectas cuanto se quiera las sagradas imágenes de la Purísima Virgen correspondientes á la España ro- mano-gótica, pero inspiradas en los tipos más ideales y en las fuentes verdaderamente clásicas del Cristianismo, construíanse con tal sentimiento de honestidad, con tal espíritu de pureza, retratado en la inmutable hermosura

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•y arrebatadora suavidad del rostro, que nada pueden -envidiar á las de los artistas contemporáneos de más talento, de más arte, cierto; pero indudablemente me- nos animadas del sentimiento cristiano (jue dirigía los toscos pinceles de los antiguos.

»A poco que se reflexione se verá cuan diferentes son los sentimientos de fervorosa devoción que excitan en el alma Jas efigies marianas, sean bizantinas ó góticas, de los qne inspiran muchas de nuestros días, más bellas á la vista, más agradables á los sentidos; pero, por regla general, no obstante ser ejecutadas con cierto talento -que á veces revela un genio superior, bien que mal di- rigido, están muy lejos de inspirar la tierna y dulce piedad que imprime en el alma el venerando simulacro de Nuestra Señora de Montesclaros.

»Y si al contemplar, arrobados en una especie de éx- tasis, los mágicos encantos de una efigie tan preclara, anheláis saber el nombre de su piadoso autor, os cansa- réis en vano. En la fecha de su ejecución no se firma- ban estas obras del arte cristiano; no se codiciaban aplausos, no se aspiraba más que á mantener vivo el cariñoso recuerdo de la Reina de los Angeles Com- parad la más perfecta de todas ellas con la esclarecida Reina ele estas venturosas montañas, y veréis que nin- guna como ésta eleva al cielo nuestros ¡:>ensamientos, los purifica de toda escoria terrena y los embellece con todos los primorosos atractivos de la gracia.

»Bien lo experimentó aquel religioso que, estando mirándola una tarde, suplicó le bajaran Ja portentosa imagen del trono en que se halla colocada para verla más á su placer, y observó, con no poca sorpresa, que el

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venerando rostro, sin dejar de ser el mismo, aparecía realmente cual si fuera otro. ¿Cómo se verificó esto? Ni él mismo sabía explicarlo: tan viva era y tan deleitosa la suave animación, si es lícito hablar así, que cente- lleaba sobre aquel semblante, que según iba mirando la portentosa efigie, no parecía ser la misma que momen- tos antes viera sobre el altar. Era un verdadero prodi- gio el ver cómo aquellas facciones tan incorrectas, tan toscas, tan rudimentarias, según las reglas del arte, cual si las bañase un misterioso resplandor, se presentaban cada vez más dulces, más consoladoras, aspirando de Una manera más pronunciada, á proporción que iban pasando loa instantes transcurridos en tan agradable embeleso, la benignidad, la indulgencia, el amor y la bondad, inseparables de tan tierna y cariñosa Madre, dedicada exclusivamente al cuidado de sus amados hi- jos y á la defensa de los que están bajo las alas de su soberano patrocinio.»

Apenas se descubrió esta imagen, se sabe, por pintu- ras antiguas y por tradición constantemente continuada hasta el día, que los vecinos de los Oarabeos la llevaron varias veces á las iglesias del concejo, de las cuales mi- lagrosamente se volvía á la cueva en que se apareció, donde aquellos piadosos montañeses, reconociendo la voluntad divina, la obsequiaban con su culto, y á los pocos años levantaron una pequeña ermita de 18 á 20 pies de largo. Desde principios del siglo xvi á los del xvn ocurrieron en el santuario tres incendios que le de- terioraron considerablemente, haciendo preciso á me- diados de la última citada centuria la construcción de la nueva y capaz iglesia que hoy existe, mejorada y au-

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mentada con camarín, coro y capillas laterales, que se han fabricado después.

También nuestros Reyes han venido demostrando su predilección por este oratorio. Fernando III le acogió bajo su real patrocinio, disponiendo en 1228 que uno de sus capellanes de honor llevase el título de Capellán de Nuestra Señora de Móntese lar os; Felipe II unió á este patronato el de Santa María de Otero, que como tal había declarado en 1337 Fernando IV; y á virtud de real cédula de 25 de Enero de 1566, los capellanes de Montesclaros poseyeron unidas ambas capellanías con el título de Capellanes de la ermita de Maestra Se- ñora de Mónteselos y de Santa María de Otero; al- guna disposición real que denota gran interés por esta fundación piadosa se registra en el reinado de Feli- pe IV; y, finalmente, Carlos II cedió en 1686 el vica- riato de Montesclaros , con su anejo de Santa María de Otero, al convento de Nuestra Señora de las Caldas, para que estableciese allí una Comunidad de Domini- cos; y así se realizó á principios de Noviembre del año referido.

Desde entonces acá, sin más interrupción que la de 1836 á 1880, los hijos de Santo Domingo ocupan el convento de Montesclaros y tributan reverentes cultos á María en la imagen é iglesia de que estamos hablando. Débese al celo de aquéllos, y á las gestiones y limosnas de los campurrianos, el actual estado floreciente del santuario famoso, bastante concurrido de romeros y pe- regrinos, que le eligen como lugar muy adecuado para actos de penitencia y devoción. La casa conventual, hospedería, contiguas edificaciones y reformas de la

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iglesia, á dichos celo y limosnas son debidas. Cuando el convento adquirió importancia, se hizo independiente del de las Caldas, y cuando la extensa merindad de Campóo, dirigida por su capital, Reinosa, reflexionó so- bre los continuados favores que recibía de la Madre de la Divina gracia, mediante esta milagrosa imagen, la declaró abogada y patrona de toda la jurisdicción, esta- bleciendo á mitad del siglo xvin una fiesta especial lla- mada de los Procuradores, á la que asisten los de todos los ayuntamientos de Campóo, y que se celebra el do- mingo infraoctava de la Natividad, en cuyo día la Igle- sia conmemora el Dulce Nombre de María, así como sigue celebrándose la antigua fiesta religiosa el 8 de Septiembre, por representar el misterio de la Natividad Nuestra Señora de Montesclaros. Hoy este convento- santuario pertenece en propiedad á Reinosa, que lo ha cedido á los Padres Dominicos por todo el tiempo que permanezcan en él.

Serían necesarias muchas páginas para relatar los prodigios que mencionan los anales que en Montescla- ros se conservan. Tantos son y tan diversos, general- mente á favor de pobres, enfermos y desconsolados, cuando no suaves castigos para volver á la devoción á los indiferentes ó estimularla en los más religiosos, que á pesar de haberse quemado en los incendios referidos actas y documentos en que constarían la mayor parte, todavía los conservados no caben en los estrechos lími- tes que me he propuesto. Verdad es, como dice con mu- cha prudencia Fr. María del Santísimo Rosario, que no debemos atribuirlos más autoridad que la puramente humana, fuera de aquellas cosas que han sido coniir-

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madas por la Iglesia; y en tal concepto voy á citar unos pocos, aparte de las milagrosas aparición en la gruta y restitución á ésta de la sagrada efigie desde las iglesias de los Carabeos.

Un pintor de este pueblo no pudo restaurarla, así como el más célebre de Castrillo de Haya, Juan Alon- so, tampoco pudo pintarla, desapareciendo de su taller las veces que al efecto á él la llevó, y cuando después quiso hacerlo en el santuario, quedóse ciego y con el brazo rígido; habiendo recobrado el libre uso de éste y de la vista por fervorosa oración, pero abandonado el proyecto de restaurarla.

En el siglo xm el párroco de Retortillo, D. Juan Gutiérrez, y en el xv nn natural de Obregón, así ape- llidado, experimentaron respectivamente la pérdida de la vista y del movimiento, por haber faltado á la oferta de servir al santuario; pero, arrepentidos, los recobra- ron, signiendo después en aquella santa casa hasta el fin de su vida.

En cierta información, hecha á principios del si- glo xvi, consta que á mediados del anterior faé á Montesclaros un religioso sacerdote, que allí estuvo va- rios años como capellán, siendo objeto, á la par que el ermitaño que le servía, de extraordinarios socorros du- rante largo tiempo de nieves que los incomunicaba con los pueblos vecinos. A los siete ú ocho años le llamó el Superior del convento á que pertenecía, y á poco de lle- gar á él murió muy santamente, causando gran edifica- ción en sus compañeros. Poco antes de morir les mani- festó eleseos vehementes de que fueran llevados sus restos á Montesclaros, y objetándole que no conocían el

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camino, les suplicó que pusieran su cadáver sobre el mulo que había llevado del santuario, con sólo un mozo por acompañamiento, y el animal le conduciría á dicho sitio para en él ser enterrado. Así se hizo, en efecto, como lo había predicho el santo varón; de cuyo sepulcro brotaban todos los años tres fragantes rosas el día ele la Natividad de la Virgen, de esta Kosa mística de los cristianos.

En alguna ocasión la santa imagen desapareció y volvió á la capilla, sin poderse averiguar cómo se verifi- caban tan extraños sucesos.

Dos hermanitos, la mayor de siete años y el menor de tres meses, estuvieron extraviados durante tres días y separados entre en los montes de Secadas, conti- guos á Montesclaros. Buscábanlos sus padres, sin encon- trarlos; pero al salir de una misa que se ofreció en el altar de esta santa imagen, halláronlos sin novedad y muy contentos.

De enfermedades se han salvado muchos, y no hay noticias de desgracias, pero de haberse librado de la muerte en aquellas alturas trabajadores y romeros. Y hasta del reciente año 1890 existe certificación de ha- ber sanado de la contracción muscular que sufría en una pierna, hacía ya seis años, D.a Laura Santamaría, por habérselo pedido fervorosamente á Nuestra Señora de Montesclaros.

Tantas son las maravillas allí obradas, tales los pro- digiosos sucesos ocurridos, que, como dice Fr. María del Santísimo Kosario, bien pudiera llamarse este oratorio oficina de milagros. En él, añade, se han realizado ad- mirables hechos, en que se hizo patente la devoción de

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la Real Merindad campuriense á su titular imagen, lle- vándose á cabo actos plausibles que ennoblecen á los pueblos de aquellas venturosas montañas, habitadas por agradecidos fieles, verdadera tierra de la purísima Ma- dre de Dios, donde siempre lia habido fervor inmenso para con la celestial Señora, y, por fin, observa que no tienen rival los portentos obrados en este santuario, ni aun entre los más célebres del orbe católico. «Verdad es, concluye, que los españoles nos contentamos con admirarlos, sin darles una ruidosa publicidad: encerra- mos en el fondo del alma los efectos que nos producen, para saborearlos en la presencia de Dios: otras nacio- nes, más locuaces y menos cristianas que la nuestra, no lo sentirán seguramente tanto; pero es bien cierto que la relación hecha de todos ellos atronarían el mundo y llegaría de uno al otro confín de la tierra.»

Las festividades de la Natividad de Nuestra Señora, de la Exaltación de la Santa Cruz y de los Procurado- res se celebran allí con mucha solemnidad y gran con- curso de romeros, habiendo algunas en que llega á seis mil el número, y en que se distribuye á ochocientos el Pan de los ángeles. Desde ocho, diez y doce leguas de distancia acude allí gente de toda clase y condición, y no sólo del obispado de Santander, pero también de los de Palencia y Burgos.

¡ Loor eterno á la milagrosa imagen que ha colocado la Providencia en las enriscadas y grandiosas alturas de Montesclaros, para desde allí derramar sus bondades sobre los devotos de María!

fluest^a Señora de las flieves.

No sólo lia establecido la Iglesia grandes festivida- des para honrar á la Santísima Virgen en los misterios

de la Concepción, Natividad, Purificación, Asunción ,

si que también ha ordenado fiestas particulares que conmemoran algún hecho notable, algún señalado bene- ficio para la cristiandad en la fecha en que se verificó. Por eso se celebran solemnes cultos el 16 de Julio, el primer domingo de Octubre y el 5 de Agosto, días con- sagrados á Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora del Rosario y Nuestra Señora de las Nieves.

Conocida es la historia de la imagen de la Virgen de Santa María la Mayor en Roma. Trae á la memoria la milagrosa nieve del monte Esquilino, que en pleno ve- rano, por revelación de Nuestra Señora, la noche del 5 de Agosto, hallaron el patricio romano Juan y su mu- jer, cuya nieve delineaba el templo que iban á dedicar- la. Crecida sobremanera la devoción por tal suceso, era natural que los cristianos, tomando ejemplo de aquel noble patricio, consagrasen iglesias á la Madre del Sal- vador, bajo el título de Nuestra Señora de las Nievesr

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ora en elevados montes, ora en bajas llanuras; pero ol levantarlas en aquéllos parece se conformaban más con la denominación.

Lógico era, por tanto, que á la antigua imagen de la Virgen aparecida, según cuenta la tradición, en la alta sierra de Peña Labra, la titularan aquellos naturales Nuestra Señora de las Nieves, Edificóse en aquella eminencia el pequeño oratorio en que se la depositó; pero por la dificultad de la subida, y quizá por otras razones, fué trasladada después á uno más amplio que se construyó como á la mitad de la ladera, y última- mente al llamado de San Miguel , que está en el valle. Es de mucha devoción en aquellos pueblos, y comopa- trona la reconoce la hermandad de Campóo de Suso, que la festeja con animada romería el día 5 de Agosto. Entre las varias cofradías que tributaban especiales cul- tos á la celestial Señora cuando su imagen estaba en la cumbre de Peña Labra, se hizo notar la de los pastores de ovejas merinas, por el singular carácter de sus ritos y el originalísimo baile de la bandera. También se dice que entonces se nombraban doncellas por cada pueblo, que subían la tarde anterior á la fiesta cantan- do villancicos, y pasaban allí la noche, como todos los

que iban, en hogueras, bailes, etc ; cuyas costumbres

han merecido de D. Angel de los Ríos y Ríos discretas observaciones.

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El eminente escritor montañés, gloria de las letras españolas, D. José María de Pereda, en su notabilísimo libro Peñas Arriba habla de otra ermita situada á la

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vertiente septentrional de la misma cordillera, en el Vado de la Reina, bajando al valle de Tudanca, y que, al modo de los humilladeros, tiene vestíbulo separado por una verja de lo principal de la capillita, y en el pe- queño altar de ésta, la santa imagen de Nuestra Se- ñora de las Nieves, de la cual refiere la siguiente leyen- da: «En tiempos muy remotos quisieron los tablanque- ses (tudanqueses) sustituir con otra nueva y de mejor ver aquella misma Virgen , que les parecía muy anti- gua, tanto que no se conocía su origen en memoria de hombres. Acordada la sustitución, adquirieron la ima- gen que deseaban y la colocaron en el altarcillo, des- pués de retirar de él la antigua, á la cual enterraron con gran solemnidad, no sabiendo qué hacer de ella ni cómo honrarla mejor. Pero cuál no sería la admiración de aquellos piadosos montañeses al ver al día siguiente en el altar á la imagen enterrada la víspera, y vacía su sepultura, sin hallar rastro ni huella por ninguna parte del mundo de la imagen nueva. Con este milagro pa- tente se hizo más extensa y fervorosa la devoción á la Virgen resucitada, y en este grado, ó muy poco menos, se ha conservado hasta la fecha.»

Pero además de estos santuarios, sobre el Castro de Guriezo, mogote que se alza 700 metros entre las cuen- cas del Asón y del Agüera, contemplando á sus pies por el Oriente el extendido pueblo de Guriezo; por el Ocaso el moderno y comercial Ampuero; poco más le- jos, al Septentrión, el mar Cantábrico, y al Mediodía, á regular distancia, la cordillera pirenaico-cantábrica, á

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cuyo Castro de Valnera le ha unido con sus líneas la Comisión geodésica al triangular nuestro suelo; sobre la cima de aquel monte se eleva otro oratorio en que también se venera á Nuestra Señora de las Nieves.

La construcción de esta ermita parece ser del si- glo xvi, época en que se edificó la iglesia parroquial de Guriezo, predominando en la fábrica de aquélla la roca arenisca, sin embargo de no existir en las inmediacio- nes y haberse necesitado transportar desde mucha dis- tancia, probablemente de la cuenca del río Agüera ó del monte de Monillo, como fundadamente cree el ilus- trado D. Félix de la Garma. El retablo era también de piedra arenisca, pero destruido por un rayo en 1884, á los dos años se reemplazó con otro de madera.

El agustiniano P. Fr. Juan Sierra, natural de Gu- riezo, en las Adiciones á la Historia y milagros del Santísimo Cristo de Burgos, que publicó en Madrid el año 1682, dice: «La soberana imagen de Nuestra Se- ñora de los Castros, llamada por algunos de las Nieves, es de talla; su rostro, majestuoso y respetable; su esta- tura, como de cinco cuartas; en el brazo izquierdo man- tiene al Niño Xo se sabe cuándo vino, ni quién la

colocó, si bien ancianos del Valle aseguran haberse apa- recido por el año 1356 Tenía hospedería y un ermi- taño »

Consérvase una tradición explicativa del motivo que impulsó á construir esta capilla: el de que un día 5 de Agosto apareció nevado lo alto del monte, sobre el que se levanta la en que se venera á Nuestra Señora de las Nieves ó de los Castros de Guriezo.

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Lia Virgen de la Peña.

Una de las imágenes de la Santísima Virgen que se cree haber sido aparecida en remotos tiempos es la que se venera en ]a ermita de la Peña de Yillanueva.

Pasa cerca de este santuario el cristalino y caudaloso Saja, que después de haber regado el valle de Cabuér- niga, fertiliza y hermosea el lindísimo de Cabezón de la Sal. A la derecha de ese río forman Mazcuerras, Cos é Ibio, uno de los dos ayuntamientos en que se divide el último de los citados valles. Mazcuerras, capital de uno de éstos, tiene, entre otros barrios, el de Villanueva, y en este lugar una peña, cuyos cimientos lame el Saja. Pues bien, el 8 de Febrero de un año que no se precisa, pero que, atendiendo á la tradición y juzgando por los anti- guos reformados muros de la capilla, debió ser de un si- glo muy distante del nuestro, se apareció la santa efigie, ó fué descubierta á un pastor en cierto hueco ó nicho de la mencionada peña. Dícese que el pastor era tonto, y sólo así se explica que al ver la imagen de la Virgen y advertir que la túnica que la cubría estaba sucia , co- giese aquélla y la metiese en el río para que se lavara

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ésta. Esperaba, sin duda, qne del agua había de salir muy limpia, pero se le desapareció al momento, y sus ojos no la encontraban por ninguna parte , hasta que , vuelto al sitio donde la había sacado, en él la halló del mismo modo que al principio la viera, sin haberse mojado nada. Tomóla entonces otra vez en brazos, se dirige al pueblo, y encontrándose en el camino con gente , sin duda tan sandia como él , les cuenta lo ocurrido. Para cerciorarse de ello, se van aquellos ignorantes á la peña; allí repi- tieron la profanación de echarla al río, y sin apercibirse cómo, la volvieron á ver en seguida en el hueco de la peña donde se había aparecido. Ya no la tocaron más, hasta que , reunido el pueblo , fué conducida con el res- peto debido en solemne procesión á la iglesia de Villa- nueva, dedicada á San Juan Bautista. Desde esa época data el añadir á Villanueva el sobrenombre de la Peña, con el que se titula también la imagen referida.

Es ésta muy chiquita, apenas mide media vara de al- tura, y tiene el rostro moreno, carácter distintivo de las de remota antigüedad, pues se necesita mucho tiempo para que se oxide el plomo del albayalde con que se pintaron.

Dicen que la túnica con que fué hallada aun la con- serva bajo los ricos mantos que la visten; pero temen descubrírsela, recordando que una pobre mujer, al pre- tender cambiársela por otra nueva, se quedó con el brazo rígido.

Querían los fieles darla culto, é intentaron construir al efecto una capilla cerca de la iglesia de San Juan; pero observaron -con sorpresa que los materiales allí acu- mulados por la tarde aparecían á la mañana siguiente

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junto al sitio en que se apareció, y vigilando por la no- che, contemplaron el prodigio de que un buey blanco y otro negro transportaban de ¡una vez los muchos mate- riales reunidos.

Esta tradición ó leyenda, aplicada á varias capillas, quizá en algún caso para asegurarlos en el sitio donde se construyeron , así como la de no deberse tocar la tú- nica de la efigie, y el originalísimo relato de la apari- ción, revelan la sencillez y piedad de los naturales de aquella comarca.

De no gran buque y de una nave es la ermita, y junto á ella, y como á su amparo, hízose el archivo de los dos ayuntamientos de Cabezón y de Mazcuerras, cuando formaban uno sólo.

La festividad de la Virgen de la Peña es celebrada el 8 de Febrero, día de su aparición, y por tan milagrosa se la tiene, que es arraigada creencia que concede lo que con verdadera devoción se la pide; lo cual, con el requi- sito de que así convenga, más que caso extraordinario, es lo corriente en la fe cristiana.

piuestira Señojpa del í^osafio.

lia Virgen del l^osarno.

En el promedio del camino que une á Rozas de Soba con su barrio de Manzaneda, hay un hernioso campo cubierto de castaños, cerezos y robles añosos y corpulen- tos qne entrelazan sus ramas y sombrean el césped, cu- briendo en parte el tejado de pobre ermita, cuya cruz rompe el follaje y se eleva entre la arboleda.

No cuenta tradiciones y leyendas la historia del san- tuario, pero adornan sus paredes los exvotos, testimonio vivo de la fe y de la devoción, y han regado su snelo las lágrimas de pobres madres, cuando, en vísperas de au- sentarse sus hijos, se reunía la triste familia en aquel sagrado recinto, y suplicaban á la Virgen protección y amparo para el que, aún niño, iba á cruzar los mares y recorrer el mundo con abnegación heroica, animado por la idea de socorrer á sus padres. Algunas veces se tribu- tan allí gracias por los beneficios recibidos; otras se pide el alivio de enfermedades, y muchas se encomienda á

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Dios las almas de los deudos que arrebata la muerte. Y si el sonido de la campana anuncia á los sencillos mo- radores de Manzaneda que se va á celebrar el santo sa- crificio de la Misa, acuden á oiría devotos con los que acompañan al celebrante, venidos de Rozas ó de algún otro pueblo comarcano.

Muchas clases de súplicas se la han dirigido. ¡Son tantas las necesidades humanas! Hasta se la han pedido buenos temporales y que benéficas lluvias rieguen los campos agostados y secos. ¡Qué espectáculo tan conmo- vedor han ofrecido alguna vez estas rogativas! Las cam- panas de la iglesia de Rozas repicaban incesantes, mien- tras la procesión, repitiendo las plegarias que entonaba el párroco, iba hacia la ermita del Rosario, llevando en andas la imagen de la Yirgen que se venera en la pa- rroquia. Al mismo tiempo otra procesión salía al en- cuentro de la primera desde aquella ermita, llevando también en andas la imagen que la titula, y cantando el Rosario (1), cuyas preces dirigía el cura de San Pedro, y sin que cesase un momento el voltear la pequeña cam- pana del santuario. En medio de un robledal, en la Ca- bañuela, no lejos de la lastra en que estaba grabada la suela de un zapato que se llamaba el piso de la Virgen, se verificó el encuentro. El cielo se había cubierto de

(1) Llámase Bosario ó Salterio la forma de orar instituida por Santo Domingo, Ínclito patriarca de la Orden de Predicadores, con- tra los Albigenses, por la cual se repite quince veces la oración dominical y ciento cincuenta la salutación angélica, distribuida en tres cincuentenas de salutaciones angélicas, en la que, para ex- citar la piedad hacia Cristo y su Madre , se proponen para meditar quince misterios de los mismos.

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nubes, ele las que llovizna menuda se desprendía; los cán- ticos de las procesiones, los ecos graves de las campanas de la iglesia y el atiplado de la del santuario , se con- fundían y armonizaban; por entre la fronda resplande- cían las luces ele las velas y de los cirios, y los distintos verdes de los robles y de las argomas servían de fondo al blanco, rojo y dorado de las sagradas imágenes , al pla- teado de las cruces y al también brillante de los orna- mentos de los sacerdotes: los fieles tocios enternecidos

Era un cuadro lleno de dulzura, rico en tonos y colores y de sublime sentimiento religioso ; y como la gracia de la lluvia se estaba consiguiendo, el extraordinario efecto que ese cúmulo de circunstancias produjo en los circuns- tantes, mejor se sintió que se describe.

Gran concurso de gentes de todas edades y condicio- nes se reúne en aquel santuario una vez al año, el pri- mer domingo de Octubre, en que se celebra la festividad de Nuestra Señora del Rosario (1) con solemne función religiosa y sermón al aire libre, pues serían pocos los que oirle pudieran si se predicara dentro de la capilla.

La efigie de Nuestra Señora que se venera en este santuario es una bellísima escultura que hace cerca de un tercio de siglo salió de los talleres del imaginero de Madrid Sr. Belver, y que costeó el hijo de Rozas D. Ma- nuel Alvarado y Barquín. Que el artista debió inspi-

(1) Aunque sean muy sabidos, no estará demás consignar aquí algunos datos sobre la festividad del Rosario. El 7 de Octubre de 1571, primer domingo del mes, fué trabada la batalla naval de Lepanto, en la que derrotada se vió la armada de los turcos por las naves cristianas del Papa, de Felipe II y de la República de Ve-

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rarse en la que los Dominicos tenían en la iglesia de Santo Tomás, en la calle de Atocha, donde hoy se le- vanta la parroquia de Santa Cruz, es muy probable, observando el parecido de ambas, posición y accesorios; pero, en mi humilde opinión, no desmerece y aun quizá supera la copia al original. La Virgen, sentada en ele- gante sillón dorado, tiene adornada la cabeza con co- rona Real rodeada de ráfagas; en la mano derecha una bandera blanca, recuerdo sin duda del triunfo de Le-

necia. Avisado providencialmente de la victoria San Tío V, mandó hacer conmemoración cada año de Xuestra Señora de la Victoria.

El Sumo Pontífice Gregorio XIII, considerando que fué alcan- zada esta victoria cuando la cofradía del Rosario, según su cos- tumbre, iba en la primera dominica de Octubre en procesión, pi- diendo devotamente á Dios, y que, pensando con piedad, bien se podía creer que aquellas oraciones influyeron mucho en dicha vic- toria, mandó, para que se dieran las debidas gracias á Dios y á su Santísima Madre y para memoria del suceso, que se celebrase el primer domingo de Octubre, bajo el nombre del Rosario, una so- lemne festividad en todos los templos en que hubiese capilla ó al- tar erigido bajo esa invocación.

Por Breve de Clemente XIII, del día 26 de Septiembre de 1671, se ordenó que la fiesta del Rosario se celebrase en todos los reinos de España y demás regiones sometidas á nuestro católico Monar- ca, aunque no hubiese altar ó capilla bajo la advocación del Rosa- rio, y después se extendió á varias diócesis de Italia y de otros países.

A Inocencio XII fué pedido que se extendiera á la Universal Iglesia el Oficio y Misa del Rosario, no llevándose entonces á efecto por muerte del Pontífice; pero lo realizó su sucesor Cle- mente XI, aprobando el rescripto el día de la dedicación de Santa María de las Nieves. De modo que desde 1716 celebra toda la Iglesia en el primer domingo de Octubre la festividad del Rosa- rio con Oficio, rito doble y Misa propia.

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panto, y bien cogidos los pliegues de la encarnada tú- nica, y manto azul sembrado de estrellas, descansando sns pies sobre dos cabezas de ángeles entre nubes. En la rodilla izquierda apoya el Niño, cubierto con graciosa túnica. De la divina cabeza del Redentor del mundo, expresando su universal poder, salen las tres potencias, y alarga la mano derecha en actitud de bendecir. Las potencias, corona y ráfagas son de plata bruñida, y el grupo todo está perfectamente tallado y pintado sobre madera. La hermosura, majestad y dulce expresión de la Virgen y del Niño elevan el alma á meditar en la sublime y celestial belleza.

La antigua imagen, de talla, bien estofada y pintada, con el Niño en el brazo derecho y blanca toca á la ca- beza, hállase colocada en el antiguo altar, que fué tras- ladado á la sacristía, y aunque apolillada y deteriorada por la acción del tiempo y de las humedades, inspira mucho respeto, considerando cuántas súplicas se la ha- brán dirigido por espacio de varias centurias y cuántos consuelos dispensaría á nuestros creyentes antepasados.

Trenzas de pelo, pies de cera, túnicas y vestidos cu- bren los paramentos interiores del santuario, con un Vía Crucis y varios cuadros, en que constan las indulgen- cias concedidas, señaladamente la Bula en que Pío IX la otorgó el privilegio de altar de alma perpetuo.

En las últimas reformas se ha sustituido el postigo abierto de la antigua puerta por dos ventanas yacentes, al laclo de la actual, en el muro de la espadaña; á cuyos tragaluces se acercan los transeúntes á contemplar y rezar devotos á la Reina del Santísimo Rosario.

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Muestra Señora del Soto.

Hubo antiguamente en el barrio de Iruz, llamado el Soto, valle de Toranzo, un hospital, cuya funda- ción se atribuye á Ovechio ú Obeco, capitán de los cántabros, en tiempo ele Alfonso el Católico. ¿En qué fecha y por qué motivo se edificó? La inscripción que estaba en la capilla detrás del altar, lo decía en la siguiente manera: Obecus Port in honorem santce cru- cis conspectee in aere, dum, cum Mauris preliaretur pro Ildefonso Rege, hospicium hoc condere decretit. Era DCCLXII. Convirtióse en 1608 en convento de Franciscanos, antes de lo cual breve tiempo habitaron allí los monjes del Císter. Después de haber servido para correccional de sacerdotes, le ha ocupado la Comu- nidad religiosa de Oblatos de María, y al presente otra de Carmelitas.

Así en la antigua ermita como en la iglesia actual, fabricada, á la vez que la torre, á fines del siglo xvn con la espléndida elegancia del Renacimiento, siem- pre se ha venerado la milagrosa imagen de María en

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su misterio de la Asunción. Remota antigüedad se la concede, profesándola gran devoción todos aquellos pueblos, especialmente los del valle de Toranzo, y como en otros santuarios de la Montaña, adornan las tapias de éste los exvotos, prenda evidente de religiosa grati- tud á los favores extraordinarios que dispensa la celes- tial Señora.

Entre los milagros que se certifican es uno el ocu- rrido con Juan de la Llama, que se libró de la muerte en 22 de Enero del año 1609 en la barra de Suances, donde, encomendándose á la Virgen del Soto, asido á un remo, permaneció por mucho tiempo flotando sobre las aguas sin saber nadar, hasta que le recogió una barca, habién- dose ahogado los diez y ocho compañeros que con él tri- pulaban la que naufragó.

También fué prodigioso que Gabriel López, vecino de Pámanes , estando en la villa de la Guardia enfermo de las piernas, y habiendo dispuesto los cirujanos cor- tarle una, sanase en seguida de ambas, habiéndoselo pedido fervorosamente á Muestra Señora del Soto; por lo cual á los tres días se puso en camino, y anduvo pronto y sin novedad el de aquella población al santua- rio torancés, á donde vino reconocido para dar gracias á la Virgen, publicando la maravilla.

Muy extraordinario fué lo que sucedió á un pobre cautivo, natural de Toranzo, que, cargado de grillos y cadenas, tenían los moros en una cárcel, y por media- ción de Nuestra Señora del Soto se vió milagrosamente libre de ellos y transportado á su valle, trayendo con- sigo las cadenas, que en recuerdo y testimonio se colga- ron en el camarín de la Virgen. No constan particulari-

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dades del caso, conservado por tradición, ni se dice más que lo referido; pero es mny elocuente el hecho de exis- tir aún dichas cadenas en el mencionado camarín.

Hay quien supone que esta sagrada efigie se colocó en la ermita primitiva antes de la invasión árabe, dedu- ciendo además que estando ya allí en tiempos de los romanos y de los godos, sería también una de las que los Apóstoles pusieron en varias iglesias. Si así fuese, habría que anotar dicha imagen entre las que se cuenta que labró Nicodemus, pintó el evangelista San Lucas y trajeron á España Santiago ó San Pablo, y adicionarla á la larga serie de las de Atocha, Almudena, Sagrario, Astorga, Yalvanera, Guadalupe, Santoña, Nieva, Fuen-

cisla, Monserrate , que una equivocada inteligencia

de ilustres escritores, sobre metafórica calificación del citado evangelista, al llamarle pinto?' de la Virgen, por ser el que más extensamente narró los hechos relativos á ella, ó sobre el nombre de San Lucas, ha supuesto que pintó el Evangelista así llamado. Pero arqueólogos mo- dernos y escritores piadosos han deshecho ese error. El P. Scío, en la advertencia que precede al Evangelio de San Lucas; D. Vicente de La Fuente en el cap. n, t. n, de su obra Vida de la Virgen María é Historia de su culto en España, y D. Javier Fuentes y Ponte, en la Memoria sobre indumentaria de las imágenes de la San- tísima Virgen, acabado estudio sobre esta materia, que con otras composiciones forman la peregrina producción literaria con que la Academia Bibliográfica Mariana Leri dense celebró en 1893 el XXXI aniversario de su instalación, demuestran de modo incontrovertible, que ni el evangelista San Lucas fué pintor ni hizo retrato

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ni representación alguna de la Santísima Virgen (1), y que las imágenes de ésta, que se dice fueron pintadas por él, pudieron en todo caso haberlo sido por el pintor florentino llamado Lucas, que tanto se distinguió en el siglo xi, y que por su vida ejemplar se elevó en la opi- nión pública con el renombre de Santo. Mas de la que nos ocupamos ahora, quizá ni al imaginero italiano se deba atribuir. Y para que, tanto respecto á ella como á otras que comprende este sencillo trabajo, puedan apre- ciarse las condiciones artísticas y deducirse algo sobre su antigüedad, apuntaremos aquí breves observaciones históricas é iconográficas.

M en tiempo de los Apóstoles, ni durante siglos des- pués, hubo imágenes de la Santísima Virgen, ni, por consiguiente, se la tributó culto en estatuas y represen- taciones. En las catacumbas de Roma no tenían los cristianos efigies de Jesús ni de María, y las pinturas murales más se pusieron allí por vía de adorno y ense- ñanza que como objeto de veneración y culto. Sin em- bargo, en dichas pinturas se formó el tipo de la Virgen hierática que tanto había de reproducir más tarde el es- tilo bizantino.

Durante las persecuciones, se carecía de esas sagra- das pinturas y efigies, porque se temía la profanación por parte de los perseguidores de los cristianos, y ade- más procuraban éstos no ofrecer pretexto para que se los confundiese con los idólatras.

(1) Respeto, no obstante, la opinión de los que creen que una ó dos imágenes salieron del pincel del Santo artista, y que otros las fueran copiando, llamándose después á todas imágenes pintadas por San Lucas.

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Dada la paz á la Iglesia, empezaron á pintarse en los muros de los templos representaciones de la Virgen con el Niño, como protesta contra los nestorianos; pero no se esculpían ni tallaban, porque preferían los cristianos la pintura á la escultura. Andando el tiempo, se fué introduciendo el uso de tallas, relieves y estatuas reli- giosas, como decoración de algunos miembros arquitec- tónicos; pues en los altares, según el citado Sr. Fuentes y Ponte, no se colocaron en los siete primeros siglos de la Iglesia española é imágenes de la Virgen, según el mismo, no pueden admitirse ningunas como góticas en España, siendo las más antiguas bizantinas, románicas ó mozárabes. Predominan aquéllas en Cataluña; éstas en la parte de la Península ocupada por los árabes, y las románicas en Asturias y Castilla. Cuál sea el carácter de unas y otras, artísticamente consideradas, es difícil precisar, pues sólo puede aplicárselas las generalidades de la historia del arte. Así se dice que se distinguen las de la escuela bizantina por cierta regularidad y ama- neramiento; las del siglo xm, por su estilo místico, y por el realista las del xv y siguientes.

Las primitivas imágenes de la Virgen la representan teniendo al Niño Jesús sobre ambas rodillas, y éste en actitud de bendecir con los dos dedos de la mano dere- cha; posteriores son consideradas las en que está el Niño sobre la rodilla izquierda, y se suponen más modernas las en que se halla el Divino Infante de pie sobre las rodillas, sentado en el brazo izquierdo, ó descansando en el regazo de su Madre Santísima, con el pajarito en- tre las manos, y enseñándole la Virgen el globo ó la manzana.

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Estos emblemas, que fué inventando la piedad de de- votos artistas, contienen simbólica significación. Por la manzana se expresa el pecado original, y en la mano de la Virgen, significa la intercesión que ejerce respecto á los pecadores. Del mismo modo, el Niño tiene otras veces en sus manos un corazón (el amor filial); un po- mo ó frasco (la esencia de las virtudes); un libro, cerra- do, el de la vida; abierto, el evangelio predicado; con siete sellos, el Apocalíptico) ; un globo (el mundo redi- mido), y un pajarito ó paloma (el alma puesta en ma- nos del Señor para que la lleve á la gloria). Otros va- rios objetos simbólicos de fácil declaración suelen po- nerse en las efigies de la Virgen: un cetro de oro, una bandera, el rosario, el escapulario del Carmen, un lirio, flores, cadenas rotas en las de la Merced, la correa en las de la Consolación, etc., etc.

Si, dados estos antecedentes, se examinara con de- tención la imagen de Nuestra Señora del Soto, quizá pudiera calcularse la época aproximada á que corres- ponde; pero, vista desde la iglesia, deformada por los ri- cos manto, vestido y velo que la cubren, ocultando sus brazos y manos y los del Niño, con grandes coronas ce- rradas, ornada de nubes y ráfagas las de la Virgen, apenas puede formarse idea de lo que sería el escultó- rico grupo despojado de esos adornos, quedando única- mente como circunstancias que pregonan su antigüe- dad el color moreno de los rostros y la posición del Niño al lado izquierdo de la Virgen, aunque sin po- derse precisar si está sentado ó de pie, ó apoyado en el brazo ó la rodilla. Por otra parte, como en el archivo del convento no existen datos sobre este punto, forzoso

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es conformarse con el concepto de que es de antigüedad indeterminada. Pero años ó siglos más ó menos, ni aña- den ni quitan, bajo el punto de vista de la piedad, ni rebajan el mérito artístico que pueda tener, ni disminu- yen la devoción que se profesa á la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Soto.

JSlüestna Señora de Valbanuz.

Es de las imágenes de la Santísima Virgen más ve- neradas en toda la provincia la qne existe en el bellí- simo santuario de Valbannz. No sólo Selaya, Carriedo y San Roque, pero también los demás pueblos que ba- ñan los ríos Pisneña, Pas y Miera, en su nacimiento, la profesan gran devoción y la dedican frecuentes cultos.

Hállase la ermita al comienzo de, aunque pequeña, hermosa llanura, que se une á la más grande, donde se asientan las villas de Carriedo y Selaya, y á la jurisdic- ción de ésta corresponde, y de ella ha sido ayuda de parroquia. Pertenecíale antiguamente la gran pradera cercada que la rodea, pero se vendió al comenzar la an- terior centuria, y hoy se sostiene el culto principalmen- te con las limosnas de los devotos.

Créese que Selaya edificó á sus expensas la capilla junto á la inmediata fuente, en la que, según cuentan,

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se apareció la Virgen, diciéndose, además, que deseando los vecinos de la villa construir en el centro de é*ta el oratorio para darla culto, eran trasladados milagrosa- mente por la noche los materiales al sitio ocupado hoy por la capilla. Lo que parece auténtico, que fué de patronato real, según se infiere de la inscripción que se halla en la sacristía bajo las armas reales, y dice: «Viva el Rey de Castilla, patrono de esta capilla: año 1687.»

No es el oratorio grande, aunque bien dispuesto,, con tres altares y una regular sacristía. Para habitación del santero y hospedería de los peregrinos hay al lado amplia casa. A mediados del siglo último se fabricó ar- tística carroza por el trasmerano Venero, bajo plan del ingeniero Eivero, hijo de Selaya, y desde entonces, en las festividades que se ofrecen á la Virgen el 15 de Agosto y el 8 de Septiembre, sácanla en procesión en dicha carroza, dando vuelta por la pradera, que apenas puede contener á los romeros. Son estas fiestas el punto de cita de pasiegos y carredanos, y cuando principal- mente cumplen las promesas que hicieron á Nuestra Señora de Valbanuz: así se ve en ellas andar por den- tro ó alrededor de la capilla, á unos descalzos y de rodi- llas á otros con los brazos puestos en cruz, besando el suelo y practicando actos de humildad y penitencia. En varias ocasiones vienen también á cumplir sus ofer- tas muchos individuos, y aun pueblos enteros, que cuentan ésta entre las fiestas votivas que tienen acor- dadas.

Al contemplar pendientes de los muros y bóvedas del templo las manos, ojos y pies de cera, las muletas,, trenzas de pelo, ataúdes, los trajes militares rotos por

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las armas, los barcos y otras ofrendas; al pensar sobre la elocuente significación de los exvotos que cubren las paredes de los santuarios Marianos, viénense á la me- moria los inpirados versos en que D. Vicente W. Que- rol, hablando de la Virgen, decía:

«Que ella endulzó del mártir la agonía; Á ella invocaba el demacrado asceta En la gruta sombría ; Á ella la virgen púdica decía Los secretos recónditos del alma; A ella en la mar inquieta Pidió el marino la propicia calma; A ella acudió la madre dolorida; Ella inspiró los versos del poeta ; Ella sobre las cumbres Abrió al cansado caminante asilo; Ella aplacó las locas muchedumbres; Ella reinó sobre el hogar tranquilo. Su imagen fué de las sagradas guerras Señera no vencida, Guarda de nuestras tierras, Gloria á las glorias de la patria unida.

»Por eso en sus altares Depuso el héroe triunfador su. aeero, El poeta el laurel de sus cantares, La madre su dolor, la virgen ñores, El pastor la escogida entre sus greyes, El piloto el timón que abrió los mares, La infancia sus amores Y la ambición los cetros de los reyes. t>

Santa Mafia de la Vega.

Oratorio mariano al principio, ayuda de parroquia después, luego parroquia de villa con numeroso vecin- dario en la diócesis santanderina; tal ha sido el origen y transformaciones de la iglesia de la Vega de Pas; es- tando por el primer concepto comprendida dentro de los límites que lie trazado á estas pequeñas descripcio- nes, que no me atrevo á llamar monografías.

Erigida esta ermita, como sus hermanas de San Ro- que de Riomiera y San Pedro el Romeral, á expensas de los vecinos y naturales de Espinosa de los Monteros, los cuales con sus ganados pasaban á apacentarlos y re- sidir en los Montes de Pas, compréndese lo pequeña que sería en un principio, y que quizá se reformara cuando se la dotó con sacramento y pila bautismal. A juzgar por la estructura de la actual iglesia de Nuestra Señora de la Vega, con su elegante espadaña-campana- rio, no debe remontarse mucho más allá de la última centuria, sino fué en ella totalmente edificada, pues no se advierten partes reparadas ó aprovechadas de ante-

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rior monumento; así al menos me ha parecido al con- templarla, sin poder contrastar estas impresiones con documentos ó mejores datos que no he logrado ad- quirir.

Como oratorio mariano es muy antiguo, pues ya en 1170 Alfonso VIII donó á Oña el monasterio de San Pedro el Romeral y de Santa Marta de la Vega, y con ese carácter subsistió por espacio de algunos siglos, pues hasta 1575 las tres ermitas de San Roque, Nuestra Se- ñora de la Vega y San Pedro no se hicieron ayudas de parroquia de las iglesias de Espinosa, pasando á cons- tituir parroquias impendientes á la creación del Obis- pado de Santander (1).

(1) La historia de estas iglesias es la del pueblo pasiego, que no ofrece duda alguna en su origen y desarrollo, ni tiene más dife- rencias con sus vecinos y aledaños que las que nacen de su espe- cial modo de vivir. De ello se han ido formando las condiciones características del pasiego y los rasgos particulares que le distin- guen. Su buen talento, el hallarse fuera del artificio social, apartado del barullo de la población en su cabana, en sus prados y en los mon- tes, presenciando los espectáculos de la naturaleza, las estrelladas noches, Jas salidas y puestas del sol, las tempestades, las lluvias y nevadas, el cambio de las estaciones y los admirables instintos de los animales, es decir, en contacto íntimo con la naturaleza, y sepa- rado del artificio humano, todo ello enriquecido con la meditación á que se habrá entregado en tales circunstancias, ha contribuido á que sea tan religioso como despreocupado y razonador. Son sus cualidades principales el amor y respeto á la Divinidad, la caridad con el prójimo, la honra á los dif untosy la resignación en las adver- sidades de la vida, teniendo además un espíritu tan constante en agradecer los beneficios, como tenaz en vengar las ofensas, pudién- dose decir que el pasiego no olvida y obra conforme al comporta- miento que con él se tiene.

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La Natividad de la Virgen es la advocación á que está consagrada la imagen de Santa María ó Nuestra Señora de la Vega, Patrona de la célebre villa de los Montes de Pas. Es muy curioso conocer la fiesta que la dedican aquellos naturales, sobre todo estando tan bien descrita como lo hace uno de ellos, D. Leoncio Suárez, en la interesantísima carta que publicó el 1 1 de Sep- tiembre de 1901 en el periódico de Santander La Atalaya.

Decía el Sr. Suárez: c<El Corpus y la Natividad de María son las fiestas más solemnes de esta villa; pues á la solemnidad propia de ambas, se agrega la especial con que las dotaron nuestros mayores.

»Ellas, y sólo ellas, tienen el privilegio de congregar dentro de la amplia iglesia de la Vega á la casi totali- dad de los moradores de las cabanas pasiegas.

»En esos días nácese en cada una un verdadero es- fuerzo, y de ellas bajan á oir la santa Misa todos los in- dividuos que las habitan, excepto uno por familia, que, bien á su pesar, tiene que quedarse en casa para cuidar las vacas y el ganado menudo.

» Solamente en tales días es pequeño el templo para contener tantos fieles: en los demás del año, aun en aquellos de incienso, la iglesia está ocupada en la cuarta parte de su extensión, cuando más, porque únicamente los que vivimos debajo de la campana, y los que de los barrios han venido á la plaza para vender la renta y mercar con su producto las hogazas y avíos necesarios para la siguiente semana, somos los que nos encontra- mos debajo de sus bóvedas.

»Y bien sabe Dios que de la falta de creyentes en su

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santa casa no es culpable la poca fe de los mismos. La cnlpa hay que cargarla á la especialísima manera de desenvolverse la vida en la comarca pasiega. En efecto, dedicados todos sus habitantes á la crianza de las dis- tintas clases de ganados, y haciéndose la explotación de tal industria por un procedimiento que puede calificarse de nómada dentro del municipio, por virtud del cual una familia vive durante un año en más de doce caba- ñas, distantes en muchos casos varios kilómetros unas de otras, s acede, como no puede menos, que los vecinos se hallan la mayor parte del año á dos y tres leguas de la iglesia; y como para salvar esa distancia es de todo punto necesario atravesar barrancos muy simpáticos para las cabras, nace de esto una imposibilidad de cum- plir el primero de los preceptos eclesiásticos sobrada- mente justificada.

»Ese mismo género de vida que imposibilita la concu- rrencia á la casa del Señor, impide muchas veces tam- bién el que los que son vecinos por un trimestre vuel- van á verse en largo plazo.

»Por eso se explica uno al momento el edificante fer- vor que preside en las Misas de los días del Corpus y de la Patrona de la Vega, y el carácter fraternal de las romerías, de la parte mundana de los mismo?.

»Sin duda que nuestros abuelos, en vista del aisla- miento á que los condenaba la lucha por la existencia, debiéronse decir: «Ya que no podamos asistir á la igle- »sia con la asiduidad que al buen católico se le pide; ya »que no podamos comunicarnos nuestras alegrías y nues- »tros pesares con la frecuencia que nuestra naturaleza »reclama, convengamos en hacerlo de una vez para cien,

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»elijamos para ello dos días en el año. Y así lo hi- » rieron.

» Y el acierto coronó su santo propósito; porque la elec- ción recayó sobre dos hermosos días de la época estival: el Corpns, al comienzo de ella, y Xuestra Señora, al fina- lizar la misma. Y confortados con la Misa del primero y el abrazo de hermanos dado á la sombra de nuestro secular fresno, filáronse á recolectar la hierba; y termi- nada tan penosa tarea con la ayuda de Dios, á quien no olvidaron en medio de su labor, volvieron á darle gra- cias en la festividad de Septiembre y á celebrar con re- gocijado ósculo la terminación de la campaña.

» Porque así debió ser, así es y así será: nuestras ro- merías no tienen iguales en lo puro, en lo santo y en lo grande. Nos legaron el ejemplo de honrar á Dios por la mañana y de no ofenderle por la tarde, como suele su- ceder en otros pueblos; y como amantes de nuestras tra- diciones, seguimos fielmente el camino que nos tra- zaron.»

Capítulo adicional.

Muchos otros santuarios debía citar en esta breve re- seña. ¿Por qué omitir el de Nuestra Señora de los Re- medios, al Este de Vicrna de Meruelo, donde antigua- mente hubo beatas, y los de Ruiloba y Campuzano, en los que se venera á la Santísima Virgen bajo la misma consoladora advocación? ¿Por qué no tratar del de Nuestra Señora de Llano, en el monte llamado Santa María, perteneciente á Obeso de Puente Nansa, discu- rriendo de paso sobre el fundamento tradicional de que allí vivió algún tiempo San Froilán con sus compañe- ros monjes? ¿Por qué no mencionar el humilladero de Nuestra Señora de la Asunción, situado en las brafías del Moral, donde confinan Iguña y Cabnérniga, y Nuestra Señora del Camino, cuya blanca capilla corona la sierra de Hoz de Añero, y el bellísimo de Nuestra Señora de Irías, en la melancólica hondonada del Ba- Uina, término de los lugares de Aja y San Pedro de Soba, y el de la Virgen de Valencia, en Vioño, y el de la Virgen de la Piedad, ruinoso resto de la ermita de

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San Miguel de Barrieta y del convento franciscano de San Sebastián, junto á Laredo, y tantos y tantos otros esparcidos por nuestras montañas? De cuantos más me ocupara, mayor interés y recuerdo histórico acumularía en esta sucinta relación; pero, sobre no deber olvidar el oportuno precepto de tomar materia adecuada á nues- tras fuerzas, y á las mías excede tal empresa, hay que tener presente que sobre la mayor parte de ellos es difi- cilísimo obtener datos importantes, y además no habrían de tener muy distinta significación en lo substancial de lo expuesto en los reseñados.

Dadas estas noticias sobre algunos santuarios maria- nos, y sin tratar de extenderlas á las muchísimas igle- sias parroquiales dedicadas también á la Santísima Vir- gen, voy á terminar mencionando, por excepción, las de algunas de nuestras principales poblaciones, siquiera sea tan sólo para referirme á las imágenes y advocacio- nes que las titulan.

Empecemos por la Catedral de Santander. Esta her- mosa iglesia está dedicada á la Madre del Creador y llena de sagradas representaciones de la Virgen Vene- rable.

«La imagen de la augusta Señora, á cuyo tránsito glorioso está la iglesia consagrada, prevalece en su re- cinto, titula sus capillas, realza sus retablos, santifica sus aras. Venérala allí el ánima devota del cielo y de la patria bajo tres gloriosas advocaciones, veneración honda y constante de los españoles: la de su Concepción purísima, que aclaman patrona de su tierra, guía de su estado, consolación perpetua de aflicciones y miserias; la del Pilar del Ebro, tutela y escudo de independencia

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y honra, rodeado de sus firmes y leales aragoneses, pe- chos de pedernal, roca y fuego; la del Rosario, festejada por el Santísimo Pontífice Pío V, en agradecimiento y memoria de las galeras españolas sobre la armada del turco en las aguas inmortales de Lepanto. En el inter- columnio central (del altar mayor) campea de alto re- lieve la Anunciación de la Virgen, misterio titular de la iglesia; siéntese esta escultura del gusto de la época, que fundaba el equilibrio de la composición en la si- metría de los grupos y figuras; pero es de mano diestra, dibujada con firmeza, estofada y pintada con delicadeza y suavidad. Más que obra de imaginero, parece obra de estatuario, concebida para ser labrada en mármoles; ofrece reminiscencias de estudios clásicos, apartándose de la tradición nacional, tan viva y gloriosa en Casti- lla y en Andalucía, manera mórbida y ligera, oportuna al asunto, como lo era la robusta y recia de Roldán y Montañés para las trágicas escenas de la Pasión» (1).

* *

La antigua parroquia de Torrelavega, que, sin duda, fué la capilla del palacio ó torre de los Garcilasos, los que ostentaban como divisa de su escudo el Ave María, es también de las iglesias que están dedicadas y tienen como Patrón a á la Virgen María. Festéjase allí el mis- terio de la Asunción con gran solemnidad el día 15 de Agosto. La imagen de la Patrona nada particular ofrece, bajo el punto de vista arqueológico y artístico: es de las que se han hecho para ser revestidas, y con ella se ha

(1) Juan García, en Costas y Montañas.

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querido representar de algún modo la Asunción glo- riosa de la Virgen. Pero iglesia é imagen titúlanse de la Consolación, sin embargo de no guardar relación con la célebre Cofradía del Cíngulo ó de la Correa de la Madre de Dios, del esclarecido Orden de San Agustín. Modernamente, y debido al celo del párroco y limosnas de los feligreses de la segunda ciudad montañesa, se ha erigido la actual iglesia parroquial , enriquecida con bellísimas esculturas de Jesús crucificado y de María, y dedicada, como la anterior, á la Asunción de la Virgen.

*

La parroquia de San Vicente de la Barquera consta de tres naves, «.pero grandiosas, solemnes, llenas de ma- jestad, recordando con ellas, hechas las oportunas salve- dades, la celebrada Catedral hispalense, no pareciendo sino que los moradores de la villa, queriendo por medio de esta iglesia dar testimonio perenne de su amor y de su devoción á Nuestra Señora de los Ángeles, extrema- ron en la obra su magnificencia y sus caudales» (1).

*

* X-

Á la Asunción de la Virgen fué consagrada la parro- quia de Castro Urdíales. Este suntuoso templo de Santa María, «libro abierto, en cuyas páginas todas las gene- raciones castreñas que se han sucedido por espacio de siete siglos han escrito su propia historia» (2), «es una de las mejores iglesias, acaso la más bella entre todas

(1) Historia de Santander, por D. Rodrigo Amador de los Ríos.

(2) Don Javier Echevarría.

Iglesia de Santa JVIapía en San Vieente de la Banquera.

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las de la provincia de Santander» (1). En la vastísima restauración proyectada por el arquitecto D. Eladio La- redo, en gran parte concluida bajo su inteligente direc- ción, lia desaparecido el antiguo altar mayor, reempla- zándole elegante templete de estilo gótico florido, con un camarín para la Patrona de la iglesia. Y en ese ca- marín está colocada la bella efigie de la Asunción de Marta , obra modelada con la artística perfección á que han llegado los imagineros de nuestros días, gracias á la materia dúctil que al efecto emplean.

* * *

Santa María de Puerto se llama la imagen de la Vir- gen que se venera en la parroquia de Santoña, y con el mismo nombre se han distinguido esta villa y su iglesia. Probablemente ante aquel religioso simulacro se pros- ternarían los hijos de Puerto, mientras su iglesia de- pendió de la casa conventual de Nájera; quizá el abad Paterno desde que allí llegó peregrinando de la parte de Oriente, y aun podría creerse que los monjes de San Be- nito, cuando formaban el cabildo abacial, pues efectiva- mente es de fecha remota. Un escritor (2) la describe de este modo: «La imagen de la Virgen María, objeto constante de la mayor veneración de toda la comarca, y con especialidad de los navegantes, vino de Antio- quía (3), y se colocó en la iglesia por su primer Obispo

(1) Don Manuel Assas.

(2) El autor del artículo Santoña en el Diccionario de Madoz.

(3) Esta imagen, aunque antigua, creo no lo sea tanto como aquí se dice, por las razones expuestas en el capítulo de Nuestra Señora del Soto.

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San Arcadio (1), no saliendo baque de la bahía sin encomendarse su gente á la Virgen de Puerto: es de pequeño tamaño, como todas las de la antigüedad, ros- tro moreno muy agraciado, con el Niño Jesús en brazos. Costosos vestidos, lámparas de plata y otros regalos, in- cluso el anual de una araña de cera de dos arrobas for-

(1) Según Yepes, en su Crónica general de la Orden de San Be- nito , «la Abadía de Santa María de Puerto era gobernada por pre- lados, que unas veces se llamaban Abades y otras Séniores. No se habla de los prelados que tuvo esta Abadía hasta el año 863 , pero en éste se dice que lo era el abad Montano, y se hace conmemora- ción de un Obispo llamado Antonio, que vivía en este monaste- rio». Y en efecto, únicamente de dicho Obispo han llegado noticias seguras hasta nuestros días en la inscripción de una lápida que existe en la iglesia de Santofia. Del repetido Obispo habla D. Aure- liano Fernández Guerra en los siguientes términos: «Antonio (Obispo), hijo de Ramiro I y hermano del rey D. Ordoño I. Se afanó en 863 porque se devolviese á las parroquias y monasterios de las Asturias de Cudeyo y Santoña lo que les usurparon hombres atrevidos y poderosos. Edificó el románico templo de Santa María de Puerto, en Santoña, reformado á fines del siglo xv, y en él está enterrado.» Si el San Arcadio que se cita fué el discípulo de San- tiago y además Obispo, de cuyo episcopado en Santoña no han te- nido noticia Yepes y Fernández Guerra; si, por otra parte , se con- sidera que en los primeros siglos del cristianismo se edificaban po- cas iglesias, y hasta comenzado el vi no se colocaron en las de España efigies de María, difícil ha de ser comprobar que la imagen á que se refiere el texto se colocó en la iglesia de Santoña por el discípulo de Santiago, porque ni hay noticia cierta de él como Obispo de Santoña, ni tampoco de que existiera entonces la iglesia de Puerto. Puédese de consiguiente asegurar, sin temor á incurrir en excesiva negativa, que la imagen de Santa María de Santoña ni vino de Antioquía ni se colocó en la iglesia de Puerto por San Arcadio, no obstante ser de remota antigüedad.

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mando cinco cirios, que ardía en las festividades de la iglesia, denotan los beneficios concedidos á los devotos de María Santísima.»

La fiesta titnlar ge celebra el 8 de Septiembre, día en que la Iglesia conmemora el glorioso misterio de la Na- tividad de Nuestra Señora.

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Aunque no se comprueba por los documentos (1), del estudio arquitectónico de la parroquia laredana se in- fiere, que al comenzar el décimotercio siglo, cuando Al- fonso YIII concedió el fuero al clérigo Pelegrín, existía la iglesia de Santa María, constando entonces sólo de la primera nave al Sur de las tres centrales que actual- mente tiene este grandioso templo de estilo ojival. Desde el principio estuvo dedicado á Nuestra Señora ; y entre los milagros que por mediación de la Virgen ocurrieron, debe citarse el que refiere Alfonso X en la cantiga 248. Dos marineros, dice el sabio Rey, estando la iglesia llena de romeros con velas encendidas, empezaron á reñir, sacando grandes cuchillos para Herirse; pero no consintió la Gloriosa que se consumara tan nefando sa- crilegio, porque quedaron inmobles, cual si fuesen dos estatuas de piedra ó de metal. Estando así , se arrepin- tieron, suplicaron á la Virgen ellos y los que lo presen-

(1) La mayor parte de los archivos de Laredo, así públicos como particulares, fueron destrozados en la invasión del Arzobispo de Burdeos.

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ciaban que les perdonase, y oída su oración, quedaron libres, j todos alabaron á la Madre de Dios (1).

(1) Cantiga ccxlviii.

Sen muito ben que nos face O Sennor esperital, Guarda nos que non facanios Quanto podemos de mal.

Ca ú á nossa natura Quer obrar mais mal ca ben, Guarda nos ela daquesto Que non possamos per ren; Et de tan gran píadade Un miragre direi en Que mostrou grand en Laredo Á Sennor que pod é ual.

Sen muito ben

Ca ssa ygreia que dixe Que sobre la mar está Et que uan en romería As gentes muitas alá Rogar á á Groríosa, Aquela que senpre da Consellos á os cuitados, Et que ñas cuitas non fal.

Sen muito ben que nos

Onde foi huna uegada Que foron y albergar Muitos oméés da térra Et sus candeas queimar,

Efigie de la ñsuneión (Liat»edo).

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También esta iglesia de Laredo está consagrada á la Asunción de la Virgen, y con esta advocación se viene

Et enton dous marineyros Filiáronse á peleiar Ben, ant ó altar, estando De peleia muy mortal.

Sen muito ben que nos

E sacaron os cuítelos Log ambos por se ferir; Mas non quis á Groríosa Que ó podessen conprir; Ca mouer non se poderon Nen vn á ó outro yr, Et toda á gent y veuo Uéér este feit atal.

Sen muito ben que nos

E assi como os bracos Foron ambos estender Por se ferir, non poderon Per ren poi los escollen Et estándose catando, Non se podían mouer; Ben como se fessen feitos De pedra ou de metal.

Sen muito ben que nos

E estand assi tolleitos, Cada un se repentiu Muit, et á Santa María Logo mercéé pediu; Et de mais toda á gente Que aqueste feito viu, Rogando Santa María, Logo que non ouu y al.

Sen muito ben que nos

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SANTUARIOS MARIANOS

denominando hasta nuestro tiempo la que está colocada en el altar mayor. El retablo que éste tuvo se dijo que «era de mucha costa y de los mejores que había enton- ces en el reino de Castilla». El actual, de moderno es- tilo greco-romano, ostenta en el centro la imagen de María al ser coronada como Eeina del cielo. La efigie que se saca en las procesiones es una bella escultura en que el artista Valmitjana procuró representar á la Vir- gen en el instante de ser elevada á la gloria.

E ela ó rogo deles Oyu et sa oraron Et estes que se querían Mal, perdonarouss enton; Et á gente que y era Loaron de coracon A Virgen de que Deus quiso Nacer día de Natal.

Sen muito ben que nos. ...

fld majopem Dei glornam.

¡Santísima Virgen María!

He reseñado varias imágenes, ermitas y templos que la Montaña ha erigido en honor á las advocaciones con que el pueblo cristiano te venera y los piadosos cultos que en ellos te consagra. Muevan tan buenos ejemplos en tu obsequio á los lectores; sirvan de estímulo á la devoción que este indigno siervo te profesa , y sea todo para mayor gloria de Dios.

ÍNDICE

Páginas.

Introducción 7

1. La Bien Aparecida 13

2. Nuestra Señora de la Barquera 25

3 Nuestra Señora de las Caldas 37

4. La Virgen de la Cama 45

5. Nuestra Señora del Campo 51

6. Nuestra Señora del Carmen 55

7. La Madre de Dios de las Escuelas Pías 61

8. Nuestra Señora de Fresnedo 65

9. Nuestra Señora de Latas 67

10. Nuestra Señora de la Luz 73

11. Nuestra Señora de la Mar 79

12. La Virgen del Milagro 83

13. La Divina Pastora de Montehano 89

14. Nuestro Señora de Montesclaros 95

15. Nuestra Señora de las Nieves . 109

16. La Virgen de la Peña 115

17 La Virgen del Rosario 119

18. Nuestra Señora del Soto 125

19. Nuestra Señora de Valbanuz 133

20. Santa María de la Vega 137

Capítulo adicional 143

Ad majorem Dei gloriara 157

índice 159

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