<¡> ,o»vfWí»^ 9 • |1 .liographic Notes/Notes techniques et bibliographiques the best atures of this unique, the íitly change ked below. L'lnstitut a microfilmé le meilleur exemplaire qu'il luí a été possible de se procurer. Les détails de cet exemplaire qui sont peut-dtre uniques du point de vue bibliographique, qui peuvent modifier une image reproduite, ou qui peuvent exiger une modificatlon dans la méthode nórmale de fílmage sont indiques ci-dessous. 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Tous les autres exemplaires originaux sont filmós en commen^ant par la premióre page qui comporte une empreinte d'impression ou d'illustration et en terminant par la derniére page qui comporte une teíle empreinte. ofiche ig "COIM- I "END"), Un des symboles suivants apparaítra sur la derniére image de chaqué microfiche, selon le cas: le symbole — ♦- signifie "A SUIVRE", le symbole V signifie "FIN". ned at arge to be filmed ar, left to nes as trate the Les cartas, planches, tableaux, etc., peuvent étre filmós á des taux de róduction différents. Lorsque le document est trop grand pour étre reproduit en un seul cliché, il est filmé ó partir de l'angle supérieur gauche, de gauche ó droite, et de haut en bas, en prenant le nombre d'images nécessaire. Les diagrammes suivants illustrent la méthode. 1 2 3 4 5 6 t i^ m n I n -ai.-:'.^J-'J' . * ñ '/- ^^ ExcMo. Sr. D. JUAN 13. ANTEQUERA Y BOBADILLA MINISTRO DE MARINA ExcMO. señok: Animado por mi entrañable amor d nuestra Armada, me atrevo hoy d dar d luz la in- apreciable joya que durante cien años estuvo encerrada en el polvo de los archivos; y al buscar el nombre de un navegante contempordneo d quien dignamente pudiera dedicdrsela, he hallado que d V. E. asiste el mejor derecho, nb por la alta posición ,¡ue ahora ocupa (cual- quiera que sea la gloria que en ella logre,, mo por los grandes méritos que contrajo como Jefe de la fragata Numancia en su asotnéroso viaje de circunnavegación. No es dudoso que V. E. verd con imo adrado enaltecidos al Jin, por sus propias obras, á esos marinos eminentes que dirigieron la famca expedición de las corbetas Descubier ia y A'rrEviDA. Yo me felicito de que este vnl-'dero desagravio se efectúe en momentos de en- contrarse al frente de la Marina el xntiguo Comandante del primer acorazado que dio la -vuelta al mundo, con sorpresa de Europa, y en momentos de hallarse d punto de emprender un viaje igual la fragata Blanca, d ctiyos Oficiales reportard esta obra grande instrucción y noble estimulo. Con la mayor consideración y respeto saludo d V. E. y B. S. M., Pedro de Novo v Colson. Madrid, Mayo de 1885. :íj^^^m0^^''^¡^s>ss^si^íif»^m¡f',f:^i-!-'^'f' ) ^^. !'■ í ■de la desgracia, causa y prisión de su Comandante Malaspina, alcanzaron á una empresa que nada tenia que ver r,con sus supuestos crímenes, y en odio del autor ó Jefe de la expedición, se sepultaron todos los trabajos propios de nlos hombres científicos y aplicados que llei'á d sus órdenes. Mucho costó sacar de manos de los escribanos y gentes r,que entendieron en el proceso, los Diarios, derroteros y descripciones del viaje. El que suscribe tuvo la satis- ^/acción de contribuir eficazmente á lograrlo, á reunir cuantos papeles se pudo, y depositarlos en la Dirección de «Hidrografía, que se instituyó entonces, cuyas tareas debían comenzar por las cartas y demás trabajos marinos de esta «expedición Quedáronse sin imprimir todos los derroteros y excelentes relaciones delviaje, llenas de luminosas «observaciones astronómicas y mineralógicas, de descripciones físicas y políticas, y de nociones nuevas sobre la Histo- itria Natural de los países recorridos.-^ Martin Fkrnani)e¿ de Navarrete. V\ , s«iíUi!«;wíi<>f,,^^ I H íf _u^s:,s^ V./' / Xi / / (a / f> i /i(fjtil'^>0 -> :,..^": 'h/l/Ak^O ^..v^': % .^.^ sss ' i ■M:í 1 1 4 ' mmí Ml. ^ •' ..' INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Algunas Reflexiones sodre la conveniencia de public.ik esta obra Pocos días hace que, entregado á mi lectura favorita, fijé la atención en una página de la Historia general de los Descubrimientos Marítimos, famosa obra de W. Desborough Cooley. Con más disgusto que 5;orpresa, encontré en ella las apreciaciones que transcribo •literalmente: «En 1775, dos buques españoles, bajo las órdenes de D. Juan de Ayala y de D. An- stonio Maurell, contribuyeron en algo á los progresos de la Geografía, examinando su- »perficialmente la costa N. O. de América entre los 47 y 57° de latitud. Esta expedición shabía recibido orden de llegar hasta el paralelo de 65°; pero los navegantes españoles no ^habían estudiado tanto como los de otras naciones la. ciencia de levantamientos de planos »y su examen de la costa no pasó de los 57°. Una gran bahía ó estrecho en 57° 17' de «latitud, fué nombrado por ellos Puerto Bucarelli, en honor del Virey de Méjico El re- ssultado de este viaje pareció satisfactorio al Virey, pues en 1779 envió una segunda ex- » pedición para que continuara el examen de la costa desde los 58 á los 70". Como la » ignorancia de los españoles igualaba en esta época á su reserva y su silencio, es posible »que el Virey no supiese la existencia de un navegante ingles llamado parnés CqoI\ el »cual había hecho este estudio el año anterior, con el firme propósito de comunicar sus » resultados á todo el universo. Aquella nueva expedición no añadió nada á los conocí - «mientos geográficos Maurelle, á su vuelta, quiso levantar una carta exacta de la costa; >pcro se sabe que cu 1779 los españoles calculaban todavía su lotigitud según la estima, «mientras que los franceses y los ingleses se servían ya, desde algunos años, de cronómc- »¿>-¿?j y de observaciones lunares.» . Si no fuera tan ilustre y respetado el nombre de Desborough Cooley, habría yo leído impasible una vez más ese cúmulo de inexactitudes é injusticias, cosecha añeja y frecuente que recibimos del extranjero; pero el notable historiador británico, es, desde mediados del siglo, el oráculo de muchos eruditos y escritores, así como su obra 'lasto casi univer- sal de los estudiosos; y esto ya merece que conteste España vindicándose, no por conducto ^ \ I. i : a^!í«?S^2SSSE*£: -■■ssra^^''F'Si??í^'*s3'*"^'""-'" ■ '*^»f(»«MW»W i^m II INTRODUCCIÓN HISTÓRICA de SUS sabios, que fuera inoportuna cortesía, sino por uno de los más humildes oficiales de su Armada, lo que toma carácter de severo castigo. Tantos nombres y tantos hechos acuden á mi memoria; tan grande es el número de nuestros marinos ilustres, que necesito concretarme á los que lo fi.ieron solamente por su sabiduría, y de ellos citaré nada más, como aludidos, á los que durante esos años de 1770 á 1780 suicaban el Océano sin otra ayuda que la brújula y la corredera, según afirmación del historiador inglés. ¿Será cierto que D. Francisco Maurelle, ignorase en su segundo viaje al N. O. de Amé- rica, en I 7S8 mandando los paquebots Sania Casilda y Sania Eulalia, rindieron un her- moso estudio descriptivo é hidro^'ráfico del Eslrccho de Magallanes; pues bien: con no menor amplitud los Jefes de las corbetas estudiaron, levantaron planos y recorrieron cuanto solicitaba entonces la curiosidad científica, desde las cercanías de lieering á Nueva Holan- da, des Je la Alta California al Cabo de Hornos, desde el Círculo Boreal hasta las barreras del Polo Sur. Y si en las expediciones de Córdoba brillaron Oficiales tan entendidos como D. José de Gardoqui, D. Alejandro lielmonte, D. Miguel de Zapiain; de tan sobresaliente mérito como D. Francisco Javier de Uriarle, que por espacio de un mes reconoció en un débil bote el proceloso Eslrecho descubriendo islas y puertos, de los cuales uno lleva su nombre; D. Dionisio Alcalá Galiano, que efectuó trabajos admirables; D. Ciríaco Ceva- Uos y D. Cosme Churruca, que unidos soportaron, con valor inaudito, la inclemencia de aquellas regiones, tripulantes de otra lancha, mientras levantaban planos de la Tierra del Fuego en la totalidad de su costa, desde Cabo Dunes hasta el Pacífico , es lo cierto que también á las órdenes de Malaspina y Bustamante, Jefes de las corbetas, sirvieron (escogi- dos por el primero) además de los mismos señores Cevallos y Alcalá Galiano, infatigables y entusiastas, el famoso sabio D. Felipe Bauza, cuyos servicios fueron solicitados más tarde, aunque sin fruto, por los ingleses; el inimitable en la constnicción de cartas, de las que legó un sinnúmero de portentosa exactitud, D. José de Espinosa y Tello, cuyo saber pregonan el reconocimiento que hizo de los canales de Nutbea y de los mares de la India, y aí^os después las extensas Memorias que dio á luz siendo primer Director del Depósito Hidrográfico; D. Juan Gutiérrez de la Concha, digno compañero de los anteriores y á quien estaba reservado alcanzar en América la palma de la gloria y la palma del martirio; D. Ca- yetano Valdés, el más joven de esta Oficialidad, pero no el menos inteligente, según lo prueba su exploración difícil del Estrecho de Juan de Ftica, hecha con rapidez y maes- tría. Y por último, los hermanos D. Arcadio y D. Antonio Pineda, notabilísimo naturalista éste, que á su muerte, acaecida durante el viaje, legó al primero el arreglo y continuación de sus observaciones y escritos. Con tan valiosos auxiliares no sorprenderá que transcurridos los cuatro años de nave- gación hubiera presentado al Gobierno de España el ilustre Malaspina, para que vieran la luz pública, además de la Relación general del viaje, verdaderos tratados de cada una de las ciencias que fueron objeto de sus estudios, á saber: Astronomía, Hidrografía, Física, Historia Política é Hústoria Natural (i). Antes de dar más amplias noticias de Malaspina, de su viaje y de su proceso, debo re- petir las palabras del epígrafe: que es convetiienlc publicar esta obra: Primero: á fuer de vindicación cumplida, y dato irrefutable que hará impresión en el pueblo inglés, marítimo por excelencia y gran maestro en las empresas navales. (i) Para formar juicio de la extensión con que se hicieron estos estudios, basta decir que el Tratado de Historia Natural ocupa cinco tomos de 500 páginas con cerca de 40 mapas y dibujos. Para pensarlos y escri- birlos su principal autor, D. Antonio Pineda) tuvo por guía valiosa un plan ó instrucciones que el célebre na- turalista de Módena, Lázaro Spallanzani, había remitido á Malaspina. ) I INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Vil Se^indo: porque Esparta delK! á aquellos nobles hijos suyos un desaj^íravio, aunque tardío, mostrando al mundo sus prendas eminentes y abriéndoles paso á la inmortalidail ganada por su ciencia, ya que no todos, afortunados como Galiano y V'aldés, la merecie- ron por las armas. Tercero: portjue tanto se adelantaron á su tiempo acjuellos sabios Oficiales y tan pro- funda y discretamente meditaba Malaspina, que, comenzando por los preparativos de los buques y concluyendo por el desarme de los mismos á su regreso, son hoy (¡pasado un siglo!) enseñanzas provechosísimas todas sus páginas para la marina actual, y más direc- tíimente para los que se disponen á emprender el viaje de circunnavegación en la fragata fílanca. A tan buenas razones fáltanos añadir la más poderosa; evitar que España reciba una lección que le avergüence, pues vergonzoso sería que otro país, anticipándose, diera á luz esta misma obra. No era remoto el peligro. Me consta que un hombre de ciencia y alto funcionario de Chile ha sacado copia (por orden de su gobierno y con autorización del nuestro), de todos los manuscritos^ cartas y hasta dibujos pertenecientes al viaje de las corbetas. Trabajo ímprobo y costoso que honra á aquella República modelo y que una vez más confirma su cultura y amor al estudio. Ignoro si iw propósito es publicarlos ó enrique- cer sus bibliotecas con las copias; pero en tal caso á nadie perjudica, el que impreso, fa- cilite yo á todos una lectura selecta. Si era éste también su móvil, entonces perdóneme la patriótica Chile, considerando que desde los tiempos bíblicos es divino mandamiento el DAR AL César lo que es del César. > \ \ ií n Don Alejandro Malaspina. — Su viaje. — Su rRccEso. Este ilustre marino nació el 5 de Noviembre de 1754, descendiente de la casa sobe- rana de Lunagiana y de Mulazzo (famosa entre los güelfos y defensora de Italia contra Federico Barbaroja). Era su padre el Marqués Carlos Morello y su madre Catalina Melilupi, de la familia de los Príncipes de Soragna, circunstancia que facilitó á Malaspina cmzarse de Caballero de Justicia en la Orden de San Juan de Malta apenas hubo sentado plaza de Guardia Marina, en Cádiz, en 1774, entrando al servicio de España. Dos años después, con el empleo de Alférez de fragata, navegó por el Atlántico, Océano Indico y mar de China. En 1778 ascendió á Teniente y en 1779 tomó parte en el glorioso combate del Cabo de Santa María, á las órdenes de Lángara. Su navio (el San jítilian) fué uno de los cuatro que con aquel ilustre caudillo mantuvieron el choque de las triples fuerzas inglesas (14 buques españoles contra 31) para salvar á los restantes. En 1788, ya de Te- niente de navio, asistió al terrible bombardeo de aquella plaza inespugnable y fué de los que tripularon las famosas baterías flotantes (imaginadas por el francés d'Arson) que tan / .í r 'i -5Í\if»»*="i:'^'.=^ K,^^n'Q;íí^ í ^¥!¥-i*F'ArW^q*H»T''I'»»*'r '¥'*^í'" Si'Hffí'WV^ la» ■■ ■ ■ '"y f VIII INTRODUCCIÓN HISTÓRICA vn ctiitlado pusieron al Ciciuiral Eliot por los cxtraj^os que hacían en las niurnllas. Como recurso supremo, aunque opuesto al derecho de frentes, Eliot empicó contra ellas balas rojas de j^rueso calibre, que las incendiaron muy pronto merced al huracán deshecho que á la sazón reinaba. Más de i .000 hombres perecieron ahoj^jados ó carbonizados. Malas[)ina l()j.író salvarse, y poco después embarcaba en la escuadra de I). Luis de Córdoba, quv. atacó en la boca del Estrecho á la del Almirante Scrope (Conde de Howe), el cual se batió en retirada. En 1782 ascendió Malaspina al inmediato empleo, y obtuvo el mando de la fragata Asiitifión, con la que efectuó un largo viaje por Asia y Oceanía, hasta i 784 que, de re- greso á Cádiz, fué nombrado Teniente de la compartía de Guardias Marinas, cuyo destino abandonó pronto para mandar la Asirca, magnífica fragata de condiciones excepcionales, )■ citada con frecuencia por Malaspina en la presente obra. En ella dio la vuelta al tniindo, recorriendo primeramente varios puertos de la costa occidental de América, y, doblado el Cabo de Hornos, otros importantes de la occidental; luego muchas islas del Pacífico, las iMlipinas, regresando al fin por el Cabo de Buena Esperanza á Cádiz. Este largo y penoso \iaje habíale rendido mucha enseflanza y había templado su espíritu para emprender el (|uc hoy se publica, y para llevarlo á término tan feliz como de resultados asombrosos, ya se consideren estos resultados bajo el punto de vista científico, ó político, ó histórico ó marinero. No quiero anticipar á los lectores lo que han de hallar escrito por el ilustre na- vegante en estilo poco correcto sí, pero lleno de frescura, de espontaneidad y de sencillez, condiciones preferibles á todas las otras. Me concretaré, por tanto, á decir lo que no pudo n¡ aun sospechar que le ocurriera cuando volvió á España ceñido de laureles. Publícanse una serie de documentos que, á más de lo curiosos, encierran útil enseñanza. La solicitud de Malaspina y Bustamante pidiendo dirigir la expedición; la respuesta y ob- servaciones del gran Ministro D. Antonio Valdés; las cartas de Malaspina al insigne Ulloa y al Proto-Médico Salvaresa; las que el mismo escribió al Subinspector de Arsenales y al sabio Ingeniero Muñoz, ,son buenos testimonios del profundo conocimiento, sentido práctico j escrupulosidad con que atendía y lo preparaba todo hasta en sus menores detalles; así como las Instrucciones que comunicaba á su inmediato subalterno, el Comandante de la Atrkvida son un modelo de previsión, sagacidad, cordura y sabiduría. Sólo estas Instnucio- ncs revelan que Malaspina era un hombre superior: el Discurso preliminar convence de que sus ideas políticas eran liberales (quizá con exceso para aquella época), sobre todo en lo referente á las colonias; y la Relación de su viaje persuade de la justicia con que de él decía el Ministro Valdés: «Que por sus conocimientos, cuna, nobleza y elegancia de la persona y maneras, arrogante presencia, afabilidad, firmeza de carácter y talento de sociedad, era Ma- laspina el primero de la Armada española y el único para aquel cargo, alma de la culta y distinguida sociedad que nuestros marinos debían representar en los países americanos, para influir favorablemente en el ánimo de los criollos y ayudar á la política y demás fines que la expedición llevaba.» Poquísimos antecedentes se conocían de tan insigne navegante, hasta que, por fortuna, el Académico de la Historia y eruditísimo escritor Sr. Jiménez de la Espada publicó (i) un amplio estudio con el título de Una causa de Estado lleno de revelaciones interesantes sobre (i) AVf/i/.r Coiiírm/'i'niíiea, año de 1881. — Carta dirigida al Sr. D. Gaspar Muros "T ' '«í-ia^WKiíiSJWWfflJMrBííSÍÍP V N INTRODUCCIÓN HISTÓRICA nt cl proceso tic Malnspina. Y como dicho cstutliu es originario d(; las iinioas fiurntcs (pío exis- ten, á él necesito concretarme y referirme casi en absoluto, para lo que me doy por con- cedida la venia del distinguido Académico y buen amigo mío. Dice el Sr. Jiménez de la Espada «que resulta de varios pajjcles, unos res(!rvailos y • confidenciale-, otros probablemente destinados al público, aunque no me consta (jue sa- «lieran á luz, que la causa del insigne navegante s»; relacionaba con un ^ravc suces-i poliliro- ^amoroí-o, que estuvo á punto de dar al traste con la más larga y felieisitua privanza de »las que influyeron en los destinos ó fueron Destino de nuestra patria en el pasado siglo.-. Ello es que Malaspina, á su rcgicso, fué cariflosament(; recibido en la corte y con toda bondad por María Luisa; sábese (juc en aquellos días algunas sombras nublaban la estrella de Godoy; pero que este favorito poseía medios para sobreponerse á las veleidades de la Reina. Véase la luz que acerca de estos puntos nos da D. Joaquín Lorenzo Villanueva, con temporáneo de Malaspina: «A todos nos causó sorpresa su arresto cuando estábamos aguardando la publicación de su viaje. Por largo tiempo se estuvieron haciendo castillos en el aire sobre este inci- dente; atribuíanle unos á escritos .suyos; otros á haber comentado la vida de la Reina María Luisa, que poco tiempo antes había aparecido en Francia. Para mí lo más verosímil, y pu- diera decir cierto, es que aquel célebre marino fué víctima de una intriga entre la Reina y dos damas suyas, que fueron la Matallana y la Pizarro^ y el Principe de la Paz. En un intervalo de desafecto y resentimiento en que a idaba la Reina á caza de medios para cortar la privanza del valido, fué buscado Malaspina por estas damas para que á la vuelta de la Lombardía, su patria, á donde iba con '•:encin., trajese realizado el plan de cierta carta que había de influir con el Rey para tan santa obra. Este plan, escrito incautamente por Ma- laspina y guardado por la Reina en una gaveta, fué revelado á Godoy por la Pizarro, es- trechada de él por sospechas que le inspiró una indeliberada expresión de la Reina. La Ma- tallana^ de quien exigió primero la revelación del secreto, se negó á ello constantemente. El plan, descubierto y pintado por Godoy á Carlos IV con los colores que le convenían, sir- vió de instrumento de su venganza. La Matallana fué presa y desterrada de la corte. A Malaspina., después de haber sido preso en el cuartel de Guardias de Corps y confinado en el castillo de San Antón de la Coruña, se le permitió restituirse á su país, previnién- dole, so pena de muerte, que no volviese á territorio ninguno de la Monarquía española. Los achaques contraídos en sus viajes y en el encierro deterioraron su robusta salud en términos que, á poco tiempo de haber llegado á la Lombardía falleció con el desconsuelo de no haber podido volver á España, la cual llamaba patria suya en las cartas de sus amigos. » «Lo que nunca pude atinar fué qué pecados cometió para el Príncipe de la Paz, en aquella ocasión, el docto Padre Manuel Gil, Clérigo menor de Sevilla, para que fuese lle- vado de Madrid á aqueiia ciudad á la casa de corrección llamada Los Toribios, de que había sido Director. Habíasele dado la comisión de poner en buen lenguaje español la relación del viaje de Malaspina; en su intriga nadie creyó que hubiese tenido parte ninguna, y por lo mismo fué mayor la sorpresa de los que le conocimos al ver tratado á un eclesiás- tico tan digno con aquella especie de escarrio. Estos frutos amargos de la desmedida de- ferencia de los Reyes á las pasiones de sus validos, no se cogen sino en las Monarquías despóticas. En ellos he visto yo envueltos aún á algunos de los que las aman.» II -.J^.Sí .^iJSíawmwj jWi:u 'J ii INTRODUCCIÓN HISTÓRICA «He aquí por qué perdió la causa literaria de la Marina europea la publicación de aquel viaje y de las observaciones de los sabios matemáticos que lo desempeñaron á costa de grandes trabajos y de largas expensas de la nación. Por fortuna pudieron salvarse la rela- ción del derrotero, las obserx'aciones hechas durante la expedición en las costas de Amé- rica, Nueva Holanda, Macao y Manila; las de Espinosa y Bauza, en el interior de la Amé- rica Meridional, con los demás documentos que se acopiaron en aquella empresa. Mas esto se debió á la suma reserva con que se depositaron tan preciosos tesoros en la Secretaria de Marina, de donde, formado ya el Depósito Hidrográjico, venciendo dificultades, pudieron trasladarse á este Establecimiento. En las Memorias sobre las Oósei'vacioucs astronómicas que publicó el año 1809, se imprimió una noticia de 'os descubrimientos y obser\'aciones de Malaspina, única muestra de sus viajes que ha visto la luz pública. » Este Padre Manuel Gil, era hombre de erudición y perspicacia, y aunque tal vez ageno á los planes del marino, no dejaba de agitarse en la política, pues á ello debió más tarde haber sido Embajador en Sicilia y andar en candidatura el año 181 2, para Regente del Reino. Este cura escribió en la casa de los Toribios un gran tomo con la historia prolija de su proceso y su defensa, que apenas terminado en 1797, envió al Príncipe de la Paz, sin resultado favorable por el pronto. La lectura de algunos párrafos de esta Defensa impon- drá al lector cumplidaníente de cuanto importa saber. \\ DEFENSA DEL PADRE GIL, HECHA POR EL MISMO El Marques de Matallana iiabía servido los Ministerios del Rey en Parma y Ñapóles con acep- tación, y la Marquesa lo había acompañado en ellos y había participado y áu'^ contribuido á aqué- lla. Acababan de darse al Marqués los honores del Consejo de Estado y la embajada de Venecia y la Secretaría de éste á su cuñado, hermano de la Marquesa, el Teniente de navio D. José Conock; y ñnalmente, aquellos dos meses antes de su prisión, había recibido de la Reina nuestra Señora la prueba más señalada de su real agrado en el nombramiento y admisión á la Real orden de Damas Nobles de María Luisa. Malaspina gozaba igual y aun quizá mayor aprecio. Al lucimiento y brevedad con que había hecho su carrera, se había juntado la felicidad de la expedición gravísima que se le encomendó, de la cual y de los conocimientos adquiridos en ella, se había dado noticia en la Gaceta con muchos elogios de iquél, y anunciando la historia que se haría y publicaría de este viaje. A pesar de los apuros del Erario con motivo de la guerra, se habían franqueado á Malaspina por el Ministerio las considerables cantidades que había juzgado necesarias y pedido, para que nada faltase á la histo- ria y su impresión, ni de utilidad, ni de adorno, ni aun de magnificencia. Se habían, á propuesta suya, premiado los Oficiales de la expedición; no se habían olvidado los Capellanes, Cirujanos y demás empleados de ella; el mismo Malaspina habla sido, sin consultar la antigüed?'' promovido al grado de Brigadier, y acababa de solicitar y obtener licencia para pasar á Italia con circunstan- cias que manifestaban la gracia en que se hallaba. Considerado mi estado, carácter y genio, podría acaso decirse que eran aún mayores las honras que se me habían hecho. Sin que precediese pretensión mía, deseo, ni aun pensamiento de tal des- tino, se me propuso por el Ministerio de Marina y nombró por el Rey, para escribir la historia del viaje de Malaspina; empresa literaria sumamente difícil por la multitud de materias que había de abrazar, todas gravísimas y algunas bien distintas de mi profesión, y la más importante también y de extraordinario honor, así por estas razones como por la espectación y ansia con que la aguar- daba la Europa sabia. La expresión verdaderamente singular de la Real orden de 26 de Julio de 1795, en que se me encomendó la comisión, el sueldo y facultades que por ella se me conceden, y sobre todo, la honrosa aprobación que en 28 de Setiembre se sirvió el Rey dar al plan de la 'lis- toril, que había presentado, autorizándome para que, como yo proponía, pudiese escribir y e. tre- -.- 1- PkJMnt^WM wamiUmamm mmmm ¡■L-i*» tra con cosas harto graves (no recibí ésta); que acabe de manifes- tarle mis ideas, porque si no me he de conformar y seguir las suyas, más bien que concurrir á la historia, se echará á escritor del Diario, y usa otras expresiones que indican evidentemente que no se aseguraba de mi modo de pensar, que temía que era opuesto al suyo, y que este temor lo tenía en cuidado y desconfianza. L?vXV. — Confirmóse ésta y llegó al más alto grado, cuando en fin de Setiembre se le pasó de oficio copia de la Real orden de 28 del mismo, en que le aprobaba el plan de la historia que yo ha- bía presentado con fecha de 20. \'eía en efecto un plan contrario á los dos que él había dispuesto y entregado al Ministerio mucho tiempo antes; que lo había yo formado y presentado sin acuerdo ni la menor noticia suya; que se había aprobado sin que él informase; que se me mandaba escribir la historia con arreglo á lo que proponía, y quede él no se hablaba ni se le comunicaba sino para su inteligencia y gobierno. ¡Cuántos y cuan graves motivos de dolor y queja! Agregóse á esto, el que cuando recibió esta Real orden trabajaba una larga carta para que me sirviese de plan; que el día antes de recibir aquélla, me había leído grandes retazos de esta carta y yo ni aun le hab'a insinuado el plan que había propuesto en la Secretaría, y cuya aprobación presumirla, y no se engañaba, que yo sabía, pues acababa de llegar del Sitio. Lo vi, é hice, pues, el mayor empeño en satisfacerlo; le mostré el borrador de mi plan, las razones sólidas en que lo fundaba y los elogios que en el mismo liacía de su trabajo y celo; le pedí continuase y aca- base su carta, cuyas advertencias me serían muy provechosas y leería siempre con agradecimiento y con respeto; pero por más que doré la pildora, no pude quitarle la amargura que tenía vcrdade- :•]/ -a ***''*«t><*W>in"MMMwaMIMMHMMÉM »fc«íÉMWIWÉ1I«—W «4*0. /f»*fSí< '*fS^ *.- INTRODUCCIÓN HISTÓRICA XV .^%, ramente y cuyos efectos fueron: i." Cortar la carta en el estado en que se hallaba, expresando sin disimulo lo hacía porque juzgaba inútil continuarla, pues mi plan aprobado ya, manifestaba no es- tábamos conformes en la ideas. 2." No entregármela, sino dirigida á la Secretaría de Marina y so- licitar que se me comunicase de oficio para obligarme por esta n-.anera indirecta á adoptar y seguir sus principios y máximas. Trabajó en esto todo el mes de Octubre que estuve yo en Andalucía; pero como nada hubiese conseguido, me entregó al fin dicha carta con fecha 23 Octubre, á mi vuelta del Escorial en el día de Noviembre, que estará de mi letra al fin de ella. Advierto que esta nota, que acaso parecerá inútil, y la conservación de las cartas y aun de las esquelitas de Malaspina, tenía por fin de parte mía, el que constase en todo tiempo, no sólo de mi correspondencia literaria con aquél, sino aun de las más pequeñas circunstancias de la privada nuestra; prevención que creí merecería muy bien la importancia de la obra de que estábamos encargados, y el temor de que podría interrumpirse nuestra buena harmonía. LXXVIÍ. — Pero busquemos ya pruebas de mi inocencia en hechos más públicos, daado, en efecto, muchas y muy eficaces el trato y conversaciones de las demás personas que nos acompañaban. Cualquiera que haya observado con atención la Italia moderna, ó en el trato con sus nacionales ó en sus historiadores, habrá de convenir en que uno de los vestigios más claros que conservan del antiguo dominio del mundo que gozaron, es la violentísima propensión que los arrastra al estudio de la política y del gobierno que conviene á los demás pueblos, y aun á tomar parte en sus acaeci- mientos y revoluciones. Admira el ardor con que, aun en su situación actual (escribíase esto en Diciembre de 1796) hablan de los intereses de las naciones grandes, de sus lej'es y medios de aumen- tar su poder; los partic'os que forman y aun el furor con que disputan á pesar de su aparente y estudiada flema. Observándolos yo con pasmo, me pareció, más de una vez, que no discurrían con más empeño y calor de aquellos puntos de política, en el Augusto Senado de Roma, los mismos Silas, Antonios, Marcelos, Flavios, Pompeyos y Césares cuando verdaderamente gobernaban desde allí el Universo y eran sus señores y quizás su azote, Malaspina estaba dominado sumamente de este prurito político de su país; su literatura la b"'''- dadogran aumento; el viaje y la facilidad y aun orden que tuvo para r^'-^-j "'•^'-tina a f, útiles y aun los más reservados perteneciente|¡^3^yfé- "estudio general de la política a la p de nuestras Indias, conv.v.:-' . - .^"''^^ t" A carecer como una especie de manía. El ejemplo de que convenia á aquellas, y creció después ^f ^^ .^'^^ ,^ ^-^ ,,^i,i6n y aun contra la voluntad Itos fines de muchas de sus de Minerva, se Hii.. ..""--"-- - - Hel oríiien, motvo y ocultos nnc:, u>= m, conocimiento de la historia de -"^7j"f"^;/^¿;^f ¿ ^ea celebridad, semejante á la buena 6 leyes, y quizá también el deseo de adqu. ir ^^^^^'^l y á otros eternos habladores como él mala de que ciertas gentes han encubierto al A^^ J^^^ ^,,, „,estras Américas. que 1 inspiraron á Malaspina algunas f ^f ^^^^^^olonv encen ía misma publicidad con que las esparcía creía, sin duda, sólidas y ^lo-^^''--^;^ ^^"^^'Z^^vo que en la verdad eran de utilidad muy y la confianza con que las ha dirigido ^^^ ^^ ^;;,P;;,,,;,ecidas. ó destruirian aquellas pose- dudosa, y aun sin temeridad f P"^^/ P ^l^' '^^l, ^'^perio de España sobre ellas.. 1. nprfección aue él se había persuadido, le ciones de los pueblos entre SI, y Américas. Lo exótico de algunas de sus ideas, y aun a español con la perfección que é porque a la verdad, no poseía el '^^'^'^^P;';; ^j^,,;, ^^^ no decir más. Imitábamoslo aun a su hicieron un lenguaje propio suyo, y muy ^^^^^^^^^^^^^^P^.,, ,,bras Merescs soctales y coloniales; de presencia los den.ásburionamente y con el " ° ^^^^ ^ ^ /„,,,, ¿^ esta especie, mostrábamos. liaUecinuenios, ora .niñeros, -«^^ ^^'.^^ ^:";";T yo qué más de aquellas idea, y política y yo acaso masque todos, ""«^^^rade apiobac,„n y q Y 4 ^^^^^^^^^^^ ^ ^^^^^^^ ¿^ extravagantes. Pueden deponer en esta verdad el Bu.adiei j ^_^_^ ^^^.^^^_ ^^ ^^ Comandante del viaje; los Capitanes de "-^ J^^.;„^ ^^^J; '.jrD. José Connok. D. Juan Jacobo pitan de fragata D. Luis Mar a ^^^-^'^J^^^'^ rtuUa y ademls D.Francisco Saavedra. del ní;:Ser:S:hiceespecialmemoriayáundi,d^^^^ i :.y, ■¿y XVI INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Wl Imposibilidad vio*'a¿ de que Aía/aspina vic cotntinicase sus proyectos; necesidad moral de que, comunicados, yo los reprobase y solicitase que no tuviesen ejecución. • • LXXXV. — Malaspina tenía toda la reserva, cautela, disimulación, por no decir doblez, propias del país en que nació. Los talentos, la educación, la lección, el conocimiento y experiencia del mundo y de las cortes, habían perfeccionado y llevado en el más alto punto aquellas calidades, líasta ver los prof^resos que ha hecho en su carrera y la rapidez de ellos; el arte con que ha apro- vechado ó buscado, como dirían sus émulos, las ocasiones de adelantarse; y finalmente, la buena harmonía y subordinación que mantuvo en los buques de su mando en su lai'go y penoso viaje, para persuadirse á que Malaspina sobresalía en prudencia política, en esta ciencia dificultosísima que al- canzan tan pocos, y que pide tanto tino y discernimiento de conocer los hombres, su carácter, vir- tudes, pasiones, inclinaciones y aun vicios, aplicarlos á los destinos más análogos á aquéllas, mane- jarlos, moverlos y aun doblarlos al fin que se desea y sacar de ellos todo el par ido posible. (El Padre Gil hace la pintura de su carácter, enteramente opuesto al de Malaspina). Malaspina había conocido tan perfectamente este carácter mío, que hizo la descripción más cabal de él en una sola palabra. Es el caso que él y los demás quisieron sospechar que yo tendría prontamente destino, y temieron que no me encargaría de la comisión, 6 que, aun cuando la ad- mitiese, no concluiría la obra. Malaspina detuvo algún tiempo la propuesta por estos temores, y me estrechó muchas veces á que lo desengañase con ingenuidad. Díjele que las sospechas suyas y c'e los demás carecían de todo fundamento; pero que lo tuviesen 6 no, y aunque se verificase lo que sospechaban, dada mi palabra, como la daba, de encomendarme de la historia del viaje, ningún interés, ningún honor, ningún destino que se me propusiese podría hacer que no lo acabase. Sin embargo, aún hizo la propuesta con duda ó miedo de si la admitiría; la admití y en res- puesta, entre otras chanzas, me da este título, que no había usado antes ni usó jamás después: Citoyen noir, cuyo espíritu y motivo de él no habrá quien no penetre, stfu'^ _--Ni olvidaré tampoco, la singular con que continuó honrándome su muy digno sucesor iabrasTon que su corresaniÁ'y affei^ .^v»^*^''/; —^ ^^'^'^- ^''*^" '^"^'^^' '" ""' "P'"^" '^' P^" hflhin pI rlp<:r,Pri;.r„» »., «.I T7 -1 'i ?" !"*"*"'"''"" *-^^ "' '^'"'íempeño déla comisión, me hablo al despednme en el Escorial en la noche del 17 de Noviembre: «La Marina (me dijo) no po- drá agradecer b.en el obsequio que V. le ha hecho en haberse encargado de la historia del viije Cuente \ . conmigo y con cuanto yo pueda.,. ¿Y por qué jurar yo la pérdida de personas que mos- traban apreciarme tanto? * ^ i*, i mérhn^ r ^^ ^^.'"'' '■''""°" '° ^"' ^"^ P"^^*° 1^ Corona á mis tales ó cuales méritos hasta casi envanecerme, á saber: Comisión que el Rey sin pretensión y apenas noticia mía se sirvió encargarme Honremo. esta defensa copiando á la letra la Real orden aue decía ai -Ta propuesta del Brigadier D. Alejandro Malaspina , por la confianza ,,. ./ Rey iL J^l^lZtlt de V. A , se ha dignado confiarle la redacción y arreglo de los resultados del viaje, que al mando de aquel Oficial han ejecutado las corbetas D.scuhi.kta y Atkuvioa, y para cuya empresa se ha prestado el celo de V. R, que ha movido el Real aprecio. conoSnt ''^* '' "''■'"'" ^' ^- ^l- 'f '"■'^'^"^'^•"" de este trabajo en los términos que le dicten sus cono amiento ; pero sin apartarse de los hechos, como debe suponerse, y empleando en su narra- ción U sencillez conveniente /am cabal instrucción de iodos y principalmente del Cuerpo de la Ar- ,.Con esta fecha doy el correspondiente aviso á D. Alejandro Malaspina y le prevengo, que acordándose V. R. con él, le entregue lo que sobre la materia tiene ya trabajado y le entere del para su gobierno; y en adelante irá suministrando á V. R. los materiales que haya juntado según irmi'^ipirbít:.^""^ ''' '^' '- '""- ^-^ '"''-^"-^'^^^ ^^-^^^-^^-^^ y -- --d--'- ..Para los gastos que ha de producir á V. R. este encargo, le ha señalado S. M. mil y quinien- tos rea es velh.n al mes; pero esto se entiende si„ perjuicio de mayor asignación si le fuere necesaria 6 o exigiesen las urgencias para la adquisición de libros, manuscritos ó pago de escribientes- pues as. como S. M. se persuade que el estado religioso de V. R. ni su .olunLy desinterés ^há ^7- /estado, le permiten fijar el valor de su trabajo, tampoco quiere dejarlo sin recompensa. ..Comunicólo a V. R. de Real orden para su inte'igencia, en la de que S. M. no duda que co- nespondera a esta confianza con todo el esmero que exige su importancia. Dios, etc. = San Ilde- fonso, 26 de Julio de i795- = Valdés.=R. P. Manuel Gil de los Clérigos menores .. "^^^■■ÍISl*WB6íaSis MEiUH «• ■'*.■'• ^ L 'í OUCCIÓX HISTÓRrcA XVII 1 , r CCXIV.— Aunque sean tantas y tan distinguidas las expresiones de honor hacia mí con que se extendió esta Real orden, como que se descubre algo mis grande y extraordinario en la que se me comunicó aprobando el plan que presenté, decía así: «El Rey se ha enterado de las reflexio- nes que comprende la representación de V. R. de 20 del que acaba, sobre el método conveniente en la publicación del viaje de las corbetas Descubihkta y Atkuvida, y S. M, las ha hallado muy opcrtimas y conforme á las ideas que deben s.-guirse en la obra. A este fin, arreglará V. R. sus pcn- Ramientos, omitiendo todo lo que no deba saber el público en cuanto al gobierno interior de las provincias de América y las variaciones que convenga hacer en él, y tratándolo por Memorias sepa- radas y secretas en la forma que propone V. R., para hacer en los Ministerios á que competan el uso que fuere conveniente.» «Bajo este principio y el de que establecen juiciosamente las mismas reflexiones, de que deben indicarse por separado, y con la extensión científica que se requiere, los diversos ramos que ha de abrazar esta obra, de Historia Natural, Botánica, Medicina, etc., se arreglará V. R. á los tratados que con distinción escriban los profesores de aquellos ramos, para que, dando noticia en la histo- ria general del viaje de lo que sea preciso en aquellas clases, se eviten las repeticiones de lo que abracen y traten con toda la prolijidad que se requiere los profesores de las mismas ciencias. i>Y para resolver con toda su extensión esta obra, se facilitarán á V. R. los libros, manuscritos y documentos que conceptúe precisos de los archivos donde se hallaren, y además pedirá V. R. el escribiente ó escribientes que necesitase. ))Por Secretaría se abonará á V. R. el goce de los 1,500 reales vellón al mes que el Rey le ha señalado y ha de percibir desde la fecha de su concesión. «Todo lo que prevengo á V. R. para fsu inteligencia y gobierno. Dios, etc. = San Ildefonso, 28 de Setiembre de lyqe^. — Valdcs. — M. Padre Manuel Gil, de la Congregación de los Clérigos menores.» Además de las anteriores amplísimas noticias que nos da el astuto é hipócrita Padre Gil (pues nr obstante extremecerse ante la idea de un cambio de ministerio más tarde presidió una Junta revolucionaría), copio otras muy interesantes debidas al señor Conde de Grcppi, Embajador que fué de Italia en España (i) y cuyo abuelo tuvo relaciones íntimas de amistad con Malaspina. Dice el Conde de Greppi respecto al ¡lustre marino: «En su ánimo apasionado, este viaje {/a vuelta al tmindo) le hizo impresionarse por la felicidad de sus semejantes, pensando en la absoluta precisión de un cambio radical en el sistema de gobierno y de la legislación de las colonias. No expresa en sus cartas la ma- nera de conseguirlo, pero bastante se comprende, porque insistía en la necesidad de qui- tar todo cuanto estorbase al libre desarrollo, tratando de hermanar aquel imperio con más amplias y recíprocas relaciones, para que no se consideren tan lejanos dominios como depósitos de ricas minas, sino como una inmensa región capaz de todas clases de produc- tos y apta para formar la felicidad de millones de individuos. Entre las cosas que decía, hay un concepto de singular belleza, que pronto fué el grito del siglo: »Z« harmonía de la naturaleza, no obstante el torcido rtimbo de tantos años que ha pro- curado sofocar los clamores, se oye aún gritar pidiendo que no la opriman, y atiendati sólo d encarrilarla en los lindes de su verdadero camino. »En medio de estos argumentos, confesaba él mismo que tenía la cabeza algo ca- liente, y conservaba, sin embargo, bastante prudencia para comprender que era temible el acreditarse de proyectista en tal ocasión. El olvido de esta máxima fué causa de su ruina » (i) De un legajo que existe en la Academia de la Historia, y que contiene muchos datos biográficos de Malaspina y multitud de cartas dirigidas por éste á D. Paolo Greppi. El señor Conde de Greppi hizo á la Aca- demia el donativo de este legajo, iir ^y ■*"■»*■*■'•'■•' XVIII INj.,iODUCCIÓN HISTÓRICA U< ü^,;'*' !. f } i »En el abíindono de sus confidencias epistolares con Greppi, se revelan sus intencio- nes, no ya sediento de píjder y de gloria, sino dulcemente melancólico y demasiado deli- cado para sostener mucho tiempo los combates de la vida real, como nuevo Fausio, ó como decía un escritor francés, «un hombre ocupado en los negocios de la vida, pero anhelante del reposo de una contemplación filosófica. » »hn la persuasión que tenía de poder servir á España, y por lo que deseaba partici- pación en el Gobierno, le daban ciertas esperanzas que pronto se convirtieron en desen- gaños. Decía Malaspina (en 24 de Diciembre de 1794): He escrito cuan/o mis ideas mesuje- rían para poder ser útil d este pais en momentos tan tempestuosos: un solo día me hubiera fhistado para explicar mi sistema: todo lo he visto, todo lo he visitado; con un pequeño paso i]uí:m se hubiera podido entrar en buen camino y en la sana Jilosofia; todo parecía pres- tarse á ello; me cncontralm ligado con cuanto había de más virtuoso y mejor en el pais; se me concedía grandísima atención, rectitud en mi corazón y una devoción absoluta al bienes- tar general sin egoísmo y sin preocupaciones; pero el súbito advenimiento del Svlt.^n (esto es, del primer Ministro Godoy) lo hacen todo difícil: cuanto le rodea cae en la confusión y en la inacción. »No se desanimaba por eso, pues el 27 de Febrero escribía: En este momento pende de una nada el que yo sea destinado á cosas de la mayor entidad respecto á la prosperidad del Reino en todas sus partes, y que yo vuelva á mi antiguo oficio de marinero. »No se sabe si por maquiavélicas artes ó para perderlo, continuaba el Gobierno tra- tándole con mucha consideración. Así, en Marzo de 1794 el Rey le nombraba Brigadier; en Mayo pedía licencia y le era lisonjeramente rehusada; en Agosto, los íntimos de Godoy decían que podía ser Ministro en lugar de Valdés; en Octubre, Godoy mismo, en pública corte y en su presencia, había hecho un gran elogio de sus méritos; las numerosas relaciones que él envió al Ministerio (convertidas luego en otros tantos capítulos de cargos), le habían sido agradecidas generosamente. Esto no obstante, los presagios de los más e.vpertos le eran siempre desfavorables, y en informes de un Ministro de Malta, Jacinto Malaspina, se expresaba el temor de que á su hermano le tocase la suerte de Colón, así como Greppi se esforzaba en inculcarle pnidencia » Lo verdadero es que él se creía con la misión de iluminar al Rey y al país, de haberlo hecho con honradez, siendo precisa consecuencia de ello ó la ruina ó el triunfo. En cuanto á mi ánimo (decía desde la c^xcéC), juróte que no puede estar más tranquilo, no abrigando el temor de que me desvie de mi camino ni una despreciable apatía ni una baja precipita- ción. La causa que aquí me ha conducido me hace repetir que, en iguales circunstancias , Mil, VECES VOLVERÍA Á K.VCER LO MISMO.» Malaspina permaneció encerrado en el castillo de San Antonio., de la Coruña, hasta 1803. Debióse su libertad á influencias del Conde de Melzi cerca de Napoleón; este gran guerrero solicitó y obtuvo del Gobierno de España la libertad de Malaspina,' que fué desterrado á Milán. Apenas llegado le ofrecieron el cargo de Ministro de la Repúblidn italiana; pero el insigne marino lo rehusó y prefirió retirarse á su casa de Lunigiana, donde murió á 9 de Abril de 1809, á los cincuenta y cinco años de su edad. \a hemos visto que para este hombre superior eran contrariedades de fácil consuelo su prisión y su ruina; pero acaso no fuere exagerado señalar como causa de su muerte pre- matura, el estúpido decreto que sepultaba en el olvido más injusto todo el caudal de sus *>*. '^^T^ ^%,\ ij'iftiii naiiiiiiiuJiííiiüigiijiiiwM. < ;T¿Í^'i«i»^ÍWÉ>i«SlliWiÍ>»iwiíMi»i»«i w . INTRODUCCIÓN HISTÓRICA XIX trabajos; esto es, su nombre, su glor"a, su eterna fama, tan costosa y honradamente adqui rida llora por hora, en cuatro años consecutivos de estudios )■ penalidades. Como testimonio de las últimas huellas que el pié de rialasi)ina dejó en España, pu- blicamos á continuación varios documentos que llenan el alma de melancolía. También in- sertamos, á fin de que pueda apreciarse en toda su excelencia, el plan oue para escribir sir VIAJE entregó el ilustre marino al clérigo Gil, cuyo phm no quiso terminar cuando supo que aun antes de conocido, estaba desaprobado. Tanto este notabilísimo trabajo, como las cartas escritas á varios prohombres de su época, y las Instrucciones que dio á Bustamante, han sido copiadas de borradores origi- nales de puño y letra de Malaspina y se han impreso con todas sus incorrecciones de estilo, por respeto al autor y culto á la verdad. El Sr. Conde de Greppi, tan ai..cinte de la memoria de su ilustre compatriota, termi- naba los datos biográficos con estas palabras: «Un voto me queda que espresar; y es que desenterradas las muchas revelaciones y memorias, goce el público del fruto de tantas medi- taciones sobre España y sobre América y saboree el estilo del viajero generoso». Ya está, pues, complacido. Y ahora, hablen solamente Malaspina y sus dignos compañeros; sean sus relatos bri- llantes manifestaciones de saber, timbres gloriosos que hoy surgen y se estampan en el li- bro de la Historia, dejándome como gratísimo premio el honor y la ventura de haber en- riquecido con tan hermosas páginas nuestra CRÓNICA NAVAL. Pedro de Novo v Coi. son*. Madrid, 8 de Mayo de 1835. M ^0 " ■PPWfPWPIInpwwiI" APÉNDICE A LA INTRODUCCIÓN HISTÓRICA I SOBRE EL DESTIERRO DE MALASl'INA (i) «ExcMO. Sr.: Por el adjunto parte original que en 2 del corriente me dio el Capitán de este puerto, se enterará V. E. de lo ocurrido con el trasbordo que intentó y verificó en el Cabo de las Salinas, do esta isla, Don Alcxandro Malaspina y su criado, procedente de Cádiz, con destino A Gtínova, en la fragata mercante española, su Capitán Santiago Mantica. «iinmcdiatamcntc que reconocí en los términos que iba extendido el pasaporte, donde se advertía la cir- cunstancia de no poder dicho Malaspina saltar en tierra de España, dispuse, no tan solamente el que se man- tuviese en cuarentena el patrón Antonio Roca con su laúd, á cuyo bordo se hallaba Malaspina, sino que mande diese la vela sin pérdida de tiempo para restituirlo á la fragata, con la estrecha prevención y precepto de no saltar á tierra en la costa, caso de no hallarla, y de regresar á este puerto como lo verificó. «Luego de restituido y mantenit'ndor^ en la cuarentena con centinelas de vista, mandé se le proveyese al Patrón Roca de los víveres (jue necesit iso y despacharlo para las costas de Francia, con los dos pasajeros, sin convenirme con la proposición que me hizo Malaspina de permitirle su embarco para Barcelona, desdo donde por tierra, pasaría A Francia. Todo lo cual pongo en noticia de V. E., por si creyese conveniente ele- varlo á la de S. M. »Dios guarde á V. E. muchos años.— Palma, 7 de Febrero de i8o3.=Excmo. Sr.=y/M« Migttel de V¡ves.= Excmo. Sr. D. Pedro de Ccvallos.» (Original). Al margen de esta comunicación va el siguiente decreto: «A Vives, que arreste á Malaspina si desembarca en la extensión de su mando y que avise. Igual orden al Capitán General de Barcelona para que arreste al mismo ^[alaspina si desembarca en B.t lona ó en otro puerto de su departamento.» Debajo de este decreto y de otra letra: aContestado así, menos lo do Barcelona, que so puso en orden aparto, nomo también á Valencia, en 5 de Marzo, según minuta.» El parte original del Capitán del puerto de Palma, dice así: «El Patrón Antonio Roca, mallorquín, del laúd la Virgen del Carmen, con tres marineros, venido de Al- cudia, de donde salió el día 31 del pasado, dice que en el día de ayer por la mañana, á las 11, halló fon- deada en el Cabo do las Salinas una fragata española, su Capitán Santiago Mantcquí (sic), que habia salido de Cádiz el día 21 del próximo pasado, con cargo de azúcar y cacao para Genova. Que de dicha fragata se llamó al declarante y so le embarcó un pasajero llamado D. Alejandro Malaspina, con su criado, cuyo pasaporte y boleta acompaño. Dicha fragata, desde que salió de Cádiz, no ha tenido roce ni comunicación con embar- cación alguna; por lo que me parece, siendo do la aprobación de V. E., se lo puede admitir á libre plática. Dicho pasajero quería escribir á V. E. y le he dicho tuviese paciencia.=ZKí:rfí Orell.n La Real orden causada del decreto marginal de la comunicación de \'ives, dice: «ExcMo. Sr.: Habiendo sabido el Rey que D. Alexandro Malaspina á quien se embarcó para llevarlo fuera de los dominios de S. M. con prevención do que no pudiese saltar en tierra de Esj>aña, ha intentado des- embarcar en la Isla de Mallorca, hallándose á bordo de un buque mercante, quiero el Rey que si efectuare su desembarco en algún puerto ó costa de la Península se lo arresto inmediatamente y se dé parto á S. M. De Real orden lo comunico á V. E. por lo que pertenece á ese Principado de su mando (el de Cataluña.)== Dios, etc.»— Al üe Valencia se le dijo además: Previniéndole lo participe cuanto antes al Gobernador de Cartagena. n=Aranjuez, 5 de Marzo de 1803.» (1) A la.im.ibiiidail de D. Gaspar Muro debo estos documenlos, que fueron liallados y copiados en el .archivo de Alcalá de Henares (legajo 3.013) por el Sr. Jiménez de la Espada. *1K ■"^r^mmi^^m^ ■■■:iimm»mS¿¿«SBiÍm¡S^'- i INTRODUCCtÓN HISTÓRICA XXI Junto con la anterior minuta y los demás papclus copíadiis, nay estos otros: «KxcMO. Sr.: Rolcrcnto .1 lo riiie dijo A V. K, con fecha de 7 del pasado Febrero, lo incluyo el certificado original del Vicfcomisario do comercio do S. M. en el puerto do I'ortvondre ([uo me ha entregado el I'atrOn Antonio Roca, que regresó el a6 dol mes último, acreditando ol dosombarco do laj)crsona do L). Alexandro Malaspina. «Dios guarde il V. K. muchos aftos.=Palma, 2 de Marzo do i8o3.=Excmo. Sr. — /uan A/if,'ue/ t/i ¡'nies.= Kxcmo. Sr. I). Podro Covallos.» {Ori/^imU,) El certificado es como sigue: «Don Josof Miguel llurria, Vicccomisario do Comercio do S. M. C. on ol puerto ilo l'ortvendro: «Certifico: Como el Patrón Antonio Roque (j/V), de la matriculado Mallorca, embarcó el día seis Febrero en el puerto de Palma, en la dicha isla como consta do su pasaporte, al Sr. D. Alexandro Mai.ispina, italiano, y que hoy diez y ocho mismo Febrero lo desembarcó on esto puerto; llegando el dicho Patrón con su barco la Virgen del Carmen.=\ porque consto .1 donde convenga, doy el presente certificado, que firmo y sello con el P. S. de este Vicecpmisariado.™ Portvendre, d 18 Febrero de i8o3.=Por ol señor Vicecomisario «le F^spaña, I.uis Bromoni.n Sello en lacro rojo. Esto, no obstante, el Capitán General do Cataluña dirigía al ministro do Estado esto oficio: «ExcMO. Su.: La justicia dol puerto do Palamós me avisa, ({ue según noticia dada por aquol Comandante militar do Marina, D. Alexandro Malaspina desembarcó on Marsella, adonde lo condujo un barco mercante do Mallorca, según constaba on ol rol de equipaje do su Patrón. Lo noticio A V. F^. consecuente .1 lo que se sirvió prcv(3nirme do orden do S. M. on 5 do esto mes. Dios guardo A V. E. muchos años.=rrBarcolona, 22 de Marzo do i8o3.=Excmo. Si.z=E¿ Conde de Santa C/ara,=iir. D. Pedro Ccvallos. (Origina/.) (Archivo general central do Alcalá do Henares, legajo 3013.) ^ '.<' "i i PLAN PARA ESCRIBIR SU VIAJE, DADO POR MALASPINA AL P. GIL. > Cumpliendo con una orden de S. M. la cual me prescribe ol que entregue á V. P. Rma. todo lo que sea relativo á la parto histórica y política dol viaje do las corbetas Descuiiierta y .'Atrevida para (jue de esto modo llegue á ser público con mayor brevedad y perfección, antes manifestarü la debida complacencia por una terminación que ciertamente refluirá toda á beneficio de la instrucción pública y lutígo procurare' en los siguientes párrafos dar una idea tan exacta cuanto lo permita la extensión de un oficio, del mütodo que me había prefijado para la dicha publicación y del estado en el cual se halla hoy en día la misma obra. La introducción general, la cual precede á la narración del viaje, bastaría á la verdad por sí sola para el objeto propuesto: la he entregado con el mismo diario á V. P. Rma. y si bien no haya aún merecido la Real aprobación la parte que en ella so comprende y es relativa á las materias políticas, debo tranquilizarme en mucho el que, aún no aprobada, en nada trastorna las demás partes del plan propuesto. Pudiera hacerse, sin embargo, digno ae reparo ol estilo algo enfático del cual va vestida. Lo he preferido con el solo intento de convidar á la Nación á reunirse hacia un Oobierno prudente, quo sacrificará cualquiera preocupación ó descanso al deseo del bien público. Y á la verdad, en ol estado deplorable en el cual se hallan nuestra Hacienda, el crédito público y aun la seguridad individual, ó es preciso que las materias polí- ticas se traten con aquel objeto, ó que no presenten sino el infeliz espectáculo do un hombre entregado á la adulación y al cuidado de sí mismo Pero hablaré más difusamente de esta materia en su lugar; básteme por ahora el repetir, que el descubrir la América, sea en cuanto á sus orillas, ó en cuanto á su estado interior, como por precisión lo iiará la narración aún mas superficial del viaje, sería un acelerar ó las invasiones más temibles de las naciones rivales, ó el desmembramiento do sus partos por aquella misma reacción que agita en el día á las sociedades reunidas en los siglos pasados. Anexo á la introducción puede considerarse ol legajo número 1 de los papeles originales; en él so com- prende esencialmente todo lo quo se refiere al objeto del viaje y á las medidas tomadas para su ejecución en los diferentes ramos, sean científicos ó de policía, orden, seguridad y conservación. Las correspondencias originales de algunos sabios de Europa y de varios oficiales de los más expertos de la Armada, hállanse en- cerradas en el mismo legajo. Pudiera por la misma razón darse la extensión que se quisiera á la misma intro- ducción, detallando á la par de las historias do los viajes nxtranjeros, cuanto hubiésemos tenido presento en los aprestos. Pero lo he omitido así por ser estas materias ya harto repetidas entre las diferentes naciones marítimas, como por hallarse la mayor parte recordados ó on la misma narración y on la obra médica, si se refieren á la policía, ó bien en el diario astronómico y materiales de las cartas, si se refieren á las ciencias, que más do cerca procurábamos abrazar. La narración del viaje debía reunir precisamente tres objetos: i,° La responsabilidad mía inseparable I /' r:/ :^'<^--^^f-J_'-%Kfl::'^.':-'^.'*^'\ srxir INTROWCCIÓN HISTÓRICA I I . I «V ;.i .■■/ «leí honor nncionnl. 2.' I.a mayor amonirlad A rlescriprirtn tnünos molesta de las cosa» acaeciflag. 3.* La inv tnicrirtii goneral de la Armada, ¡¡ara la conducta m.is |)ro|)ia on lo» mares y colonia» distante» do los domi- nios de S. W, Con igual atención he procurado no perdt^r tle vista los tros objetos indicados, y si l)ion hallé (|ue la dirmasiada repetición de las tareas hidrogrilficas, sea algo cansada «!n el total, ho debido sin em- bargo decidirme X no hacerla mits superficial |)oriiue era indispensable «d dar una idea clara de la |)roliji- dad con la cual hablamos trabajado en la parte principal del viaje (|ua so reduela 4 la construcción do la* cartas del Mar Pacifico. (J|)inar(a por consiguiente quo ni el orden ni la extensión del ltulo» correspondientes al libro ter- cero y debíMi tratar: el primero, del viaje Av. la corbeta ATKicvn)A ¡1 Macao desde la bahía do Manila, y el se- gundo, del viaje de la misma corbeta en 1 793 y 94 desde la Concepción do Chile hasta el puerto do Monto- video: su Comandante, el Hrigadier I). Jos¿ llustamante y (¡uorra, ha tomado dsu cargo el poner en orden aquello» dos capítulos y remitirlos después al Kxcmo. Sr. Ministro do Marina. Incluyo, no obstante, para cualquier evento las copias s de los Gobernadores, ó mili- tares ó eclesiásticos, de los proyectos soñados do la fuerza y riqueza nacionales; de las descripciones pompo- sas de los países invadidos y do las leyes incautas y no obedecidas de un Gobierno acosado do la necesidad é imposibilitado de examinar con cordura lo que debía juzgar. Quísose ordenar un país inmenso de rnodo que sobrepujase en pocos años á las riquezas, al poderío y á la población de la España; y la miseria, la debilidad y la despoblación, fueron las consecuencias inmediatas de aquel sistema funesto; pero sobre todo el malogro de unos proyectos tan plausibles no pudo menos de acarrear con la justificación de cada uno, las descrip- ciones más equivocadas de los países do los cuales se hablaba. La América se halló d poco tiempo á la dis- posición absoluta do sus Gobernadores, los cuales invadían ó abandonaban centenares de leguas, ya en una, ya en otra dirección. El s>iclo, los productos, los habitantes indígenas, los mismos proyectos de nuevas colo- nias, ya en las orillas del mar, ya en las cumbres de los mi mi . ' los mds elevados del orbe, fueron descritos ó con parcialidad ó con ignorancia. La misma imposibilidad Je descifrar la verdad entre tantas contradic- ciones hizo abandonar el estudio de un país tan inmenso, y fi'j nuestra única felicidad el que, ocultadas por naturaleza descripciones tan equívocas y contradictorir^íí. l.i.': extranjeros se viesen arrastrados en pos de nos- otros d las mismas ideas erradas sobre la cualidad de nuestras Américas, y finalmente, tantas causas reunidas á la supeiñcialidad con la cual se escribe hoy en día, diesen de aquellos países una idea aún más errada de la que teníamos en los principios de la conquista. A la verdad, los límites de nuestros destinos d las orillas delmar; las operaciones hidrográficas y astronó- micas que debían ocuparnos incesantemente; la misma celeridad con la cual debíarnos correr de uno d otro extremo de la América, parecían destinarnos á contribuir mds bien al aumento que á la disminución de aquellos errores, cuando hubiésemos querido mezclarnos en materias tan oscuras y complicadas; pero como quiera que visitásemos de camino d las diferentes capitales de los vireinatos, que en ellas se agolpasen alre- dedor de nosotros los hombres mds ilustrados, creyendo hacer un buen servicio á la patria y al Gobierno, que los Vireyos y Gobernadores nos franquearan las noticias más exactas y reservadas, que nosotros mismos, ó ya con la imparcialidad de unos meros caminantes, ó ya con entrometernos entre los campos y entre los nata- rales de las clases aún mds abyectas, como lo exigían nuestras excursiones, tuviésemos lugar á confrontarlas; finalmente, como quiera que los mismos progresos de las ciencias diesen lugar ahora d que so examinasen INTRODOCaÓN HISTÓRICA XXIII a. Antonio Pineda, que re- uniesen d nuestra obra los apuntes ó notas de aquel hdliil observador, sin escribir otro viajo separado, el cual ciertamente ó debía ceñirse d pocas ideas inconexas y nada útiles jiara los progresos do la ciencia, ó adop- tar como suyos a(|uellos conocimientos que pertenecían d la sola expedición: con esto intento los hdbiles bo- tdnicos í). Luis Neo y 1). Tadoo Hoonko, tributaron siompro al mismo plan aquella parto de sus diarios quo tuviese relación con el examen de la naturaleza cual nos la habíamos prefijado, sin descender con particula- ridad d una ú otra ciencia. Ksto intento, finalmente, futí el que manifestó como esencial la ordenación de la obra en Madrid, en dondo únicamento podían hallarse, ó los manuscritos precisos para formarla, ó los hom- bres ilustrados y testigos do vista quo pudiesen ratificar aquellas ideas. Cudl sea la principal división do la obra,y cndlcs lo- notivos quo así lo han dictado, lo demuestra la Introducción con la mayor claridad. Era preciso dividir la Amtírica Meridional do la Septentrional y do las Filipinas. La utilidad, las relaciones entro sí y con la matriz do cada una do estas partos, oran tan diferontos, quo no alcanzaría d reunirías la imagina- ción mds viva y arrebatada. Siguiendo, pues, el mismo orden, hablar é ahora con distinción do cada uno do los libros premeditados. \ '.1 TOMO PRIMERO Descripción física de la América Meridional comprendida enirc los Cabos de Valdcs y Hornos y el Istmo de Panamá. Capítulo i.° Trataré del mar que corea aquel país inmenso, de los golfos, do las islas, de las sondas, de los vientos dominantes. Grandes harmonías do la naturaleza entro los varios elementos que la componen. 2.» Trataré do los temperamentos y de las diferentes zonas correspondientes. Do Sur d Norte, país mon- tuoso y país llano. Término de las estaciones variables y de las constantes y conformes d la acción del sol, etc. 3.° Población general do la Amt'rica meridional. Indios primitivos. Invasión de los peruleros. Invasiones de los europeos. Estado actual de las colonias. Idea natural de desterrar todos los nombres do tribu y fa- milias para un examen semejante: no se individualizan castas y números. 4." Trátase del Rio de la Plata y do las Pampas hasta el Paraguay y Tucuman. Naturaleza de este terreno. Los ganados, sus utilidades, su multiplicación, su retiro. 5." Descripciones individuales del pais reconocido por nosotros alrededor de Montevideo y Buenos Aires. 6.* Descripciones del Puerto Deseado y Puerto P'-gmont. 7.* Reúnonse estas noticia? d las de los demds navegantes españoles y se forma una idea cabal de las tie- rras Patagónicas y del Fuego. 8." Descripción de la isla de Chiloé y do la parte meridional del continente no sujeta d la dominación española. 9." Recopilación de las diferentes naciones que habitan el país inmenso desde la latitud de 36" y medio hasta el Cabo de Hornos. Sus costumbres, sus enlaces, su número. Historia de los Césares y de los proyec- tos de Fol-Kaner. 10. Descripción de Chile: sus naturales de todas especies, su suelo, sus manufacturas, su temperamento, minas, comunicaciones interiores con el Perú y las provincias del Vireinato do Buenos Aires, Mendoza, San Luis de la Punta y las Pampas. •^¥1 ^1/ I ■ ■ ^r --^ XXIV INTRODUCCIÓN HISTÓRICA s) L II. Del Tucuman, del Paraguay, de las misiones de Moxas y Chiquitos, clase- bien distantes de los pe- ruleros. I .'. Doscripcii^n de las costas desde Coquimbo hasta Lima; minerales y volcanes. Uvas y aceites. Calidades úiú mar y do los vientos reinantes. Tr.ínsitos de comunicación de los pasajeros, acarreo de muías. Varias co- municaciones con la capital de Lima. Temblores, ingenios de azúcar. 13. La Sierra del Perú, su naturaleza y minas. Peruleros que la liabitaban al tiempo de la conquista. Im- perio del Cuzco. Lagunas de Chucuito. País do las Yangas. Elevación de los mo: os, Temperamento y es- taciones que la dimanan; vicuña y llama. Minerales de azogue de Guancavclica. 14. Descripción de Lima, sus costumbres; los colonos, los negros, los indios; mezcla de castas, influjo de hs co.itumbrt-s de la cai^ital sobre toda la costa. Agricultura del valle de Rimac. Industria de los paises in- mediatos de la Sierra. Costumbres antiguas de los peruleros conservadas en la .'.ierra; su naturaleza; viaje de los Sres. Pineda, Hecnke y Neo. Conchas altas, calidad de los montes; causas del carácter actual de los limeños, vicios, ele. 15. Pais comprendido entre Lima y Guayaquil. Navegación, pescas. Limite singular de las estaciones en Payta. 16. Reino do Quito. La quina, el cacao y los demás productos. Misiones y curso del rio de las Amazonas ó Marañón. 17. Montos de Chimborazo Pichincha y Juriguragua. Observaciones de los Académicos franceses y Ofi- ciales españoles. Caminos de Popayan y minerales de oro. 18. Descripción del Brasil en cuanto se combina con las medidas nuestras. Navegación del Marañón. Productos útiles para el comercio. Límites naturales para la conveniencia recíproca. Desembocadero de nuestros frutos por c" Orinoco. 19. Bocas del Orinoco y gobernación de Caracas. Costas de Maracaibo, etc. 20. Curso del rio do la Magdalena hasta Santafé y Popayán. Naturales indómitos que los habitan. Negros y mulatos que atienden á la agricultura. Estado de las minas. 21. El Choco y el Dánon. 22. Istmo de Panamá. 23. Resume; de la población y productos de la América meridional. Beneficio de sus minas; sus industrias rurales y azogues; costumbres de sus habitantes y causas lísicas que se oponen por largo tiempo A su pros- peridad. • . Los materiales para estos capítulos se hallan todos reunidos, en mi entender, con una más que mediana claridad: i.° En las obras áe los Excmos, Sres. Juan y Ulloa, y particularmente en las noticias americanas. 2.° En las memorias manuscritas de lor mismos Oficiales, presentadas al Gobierno á su regreso. 3." En los viajes y reflexiones fínicas de 'js Sres. Bouguer y Condamine. 4." ICn la excelente colección de los mercurios peruanos. 5." En la historia de Chile del Abate Molina. ; 6." En las dos obras de los Sres. A;c,"ele con- arqutís de la res. Ex- %e- ;o; D. N. Ma- to Deseado; Visitador del os D. N. Re- Socorro, ex- jvincias; Don •os tantos su- icias que han acopiado, ni la obra decline insensiblemente al plan de icforma que procuraron introducir y tantos inconve- nientes ha producido en la América. F.n cuanto á Misiones, podrían también suministrar noticias importantes los Procuradores de los diferentes Colegios que residen en esta Corte, y en particular el de Santa Cruz de Ocopa; así como serán útilísimas la Historia física del Paraguay^ escrita por el Capitán de navio D. i'"clix Azara, destinado en la línea divisoria del lirasil, y la de la provincia de Buenos Aires del Oidor de aquella Audien- cia D. Rafael de Videsigue; pero estos dos tratados no han sia^. aún remitidos á Madrid; el primero se ha pedido á Roma al Kxcmo. Sr. D. Nicolíls de Azara, su hermano, quien lo recibió en el año pasado , y el se- gundo debe haberse presentado ahora al nuevo Virey D. Pedro Meló. Algo queda por decir sobre la in- teresantísima colección de manuscritos de D. Manuel de A/ala; este celoso individuo ha empleado, no sólo una gran parte de su vida, si también la mayor parte de sus cuídales, en acopiar la dic'ia colección, la cual, ofrecida reiteradamente á S. M. para que se cust('stra religión y nues- tras leyes. Esta separación, libre de todos aquellos nombres de pueblos y naciones errantes que sólo sirven para cansar la vista y la memoria del que quiere ocuparse en estas materias, y ceñida á la misma razón tan sólo por los puntos fortificados y residencia do Jefos, (lobernadores y Obispos, facilitaría el estudio cabal de nuestios dominios; y últimamente dictaría por sí solo cuáles son las Misiones que deben promoverse, cuáles los terrenos que pueden poblarse, dónde el colono podrá estar seguro sin más reunión que la de su familia, dónde necesitaría ibrmar una sociedad numerosa para resistir á las hostilidades traidoras de los salvajes, cuáles son, c.i fin, los derechos territoriales de cada nación de las que han tomado parte en la posesión de la América: semejante empresa no está fuera del alcance de nuestras fuerzas. Háse adquirido y se van adquiriendo materiales importantísimos, pero de ninguna manera pudiéramos prometernos el llevarla á debido cfeio, mientras D. Felipe Bauza, i)articularmenic encargado de este ramo, no acabe el Atlas Hidrográfico, .iii •' cu, se halla hoy día totalmente ocupado. Este segundo libro será, por su naturaleza, mucho más entretenido y metódico que el primero. La n..:dad do Méjico y varias otras de las principales del Rein8, llevan consigo el semblante de la opulencia, del orden y de las antiguas costumbres españolas. lín ...s minas situadas aquí en terrenos menos altos y estériles que en el Perú, combinan para su labor y beneficio los brazos necesarios, la subsistencia fácil y los fondos inagota- bles; ábrcnse cada día nuevos objetos útiles en la agricultura, sea para el propio consumo ó paradla expor- tación extranjera; y si bien á la inversa del Perú faltan aquí rios navegables que faciliten la comunicación de uno á otro cxtrciro del Reino, pueden considerarse como ventajas casi equivalentes la no mucha distancia íle los dos mares, la igualdad de los productos en todas sus partes, y el inmenso número de muías, cuya destrucción no es tan común por la mayor suavidad del suelo. Los nnjicanos, bien sea por una agricultura mejor ordenada, ó por otras mil causas que ahora es importuno el indagar, se han prestado mucho más para mancomunarse con los conquistadores de lo que se hayan prestado los peruleros, de lo cual ha dima- nado, como era natural, el que las leyes tengan más vigor; que la mano de obra sea más barata y periódica; finalmente, que en todas las empresas relativas á las industrias del suelo, pueda calcularse con la misma pro- babilidad con la cual so calcula en Europa. Saldrán, por consiguiente, muy luego á la vista del observador .-acional, los acopios inmensos de algodones que de las provincias meridionales pasan á tejerse á Puebla: las granas de Oaxaca, los añiles y azúcares que ahora so multiplican con tanta rapidez y prosperidad. Las provincias de Yucatán y Campeche ofrecerán al paso tinte: la Nueva Orleans las maderas, y las mismas [irovincias septentrionales, aunque no bien sistemadas, contribuirán sin embargo, á la prosperidad y reunión de la Monarquía con a([uellos productos, de los cuales no es capaz un país situado en la Zona Tórrida y en particular con la variedad y crecido número que únicamente pueden equilibrar en cierto modo nuestro co- mercii) del Asia. Las Misiones en la América septentrional que ahora tener.ios á la vista, no son tampoco por su misma posición, tan desordenadas como en la América meridional. Las h.iy tan sólo en los dos extremos del Sur y del Norte, poco útiles á la verdad, tanto hac a el Istmo de ^.'anamá como hacia los pueblos rayanos de nues- tras provincias internas; pero que no sería, sin embargo, prudente el abandonar, así por prometer muchos y mejores efectos en ambas Californias, como ponqué son por naturaleza otras tantas guardias vigilantes sobre la mayor extensión de nuestros límites relativamente á las potencias rivale.w de la Europa, y la menor aproxi- mación de los salvajes á nuestras colonias ordenadas. Pero para los razonamientos mis fundados del sistema político nacional, importa mucho el examinar filosóficamente aquellos países, y ver hasta dónde la naturaleza y la legislación han influido para llevarlas al estado en el cual se hallan hoy en día. Una atención particular no puede omitirse relativamente al examen, del cual ahora tratamos, y es el verdadero estado de las provin cias de Sonora y Pinceria, del cual, si bien he prc curado dar una idea cabal en !a Memoria indicada de las j)rovincias internas, la creo, sin embargo, más bien concisa cuando se trate do dcstru!; '''. li :.itivamente los conceptos errados que años há se habían formado de aquellos paises, y qao ah • \i ^ludicfVi conducirnos á consecuencias muy funestas cuando se tratase de establecer los límites del Imp rio sobre I ^ ;scripc¡onos emprendidas. I I i V'!i »$:jRKííMBaMnHNi<^ /■-^ INTRODUCCIÓN HISTÓRICA xxvir I Pero ya es tiempo de pasar al tercero y último libro, el cual hai)lará de las posesiones españolas en Asia, esto es, de las Marianas y Filipinas. En esta parte, para el filósofo observador, la naturaleza no es inc'nos entretenida que la segunda, y la sola Isla de Luzón, examinada por nosotros con bastante exactitud, es capaz de suministictr materiales fecundísimos para la instrucción nacional. Con la diferencia de jiocas horas, puedo conducirse al lector, atónito de la suma fertilidad de un suelo cultivado con todo el arte que purria desearse » á unos bosques impenetrables y húmedos, donde el mismo sol no tiene cabida alguna. De unos pueblos civili- zados, tranquilos y el retrato de la docilidad del malayo y de su feliz multiplicación, á unas tribus errantes, montaraces y parecidas más bien á las ñeras que ¡I los hombres. Y de la suma sequedad á la lluvia casi continua de seis meses. La salubridad del clima de las Filipinas; su posición esencialmente útil para el comercio combinado de Asia con la F.uropa y la America; la misma facilidad con la cual allí se multiplica la especie humana por ma- nera que puedan surtirse fácilmente la navegación y las emigraciones periódicas en una Monarquía tan ex- tendida como la nuestra, han merecido ya en este siglo la atención y la envidia de las níicioncs comercian- tes y europeas, y exigen ahora de nuestra parte un examen reflexivo y dirigido del solo bien nacional. La nación malaya merece por sí el examen del filósofo. Propensa con extremo á la navegación, ha emigrado ella cola con más tino y facilidad que nuestros europeos, en cualquiera siglo se observe; propensa á la multipli- cación, ha adoptado los alimentos, los trajes y la legislación que más le convenían para este intento; tan apacible en las sementeras y en las chozas, como feroz en la guerra, se ha amoldado, sí, á nuestro sistema; pero al mismo tiempo ha modificado, para hacerlos llevaderos, los varios arbitrios tiue habíamos introducido en ambas Américas. Finalmente, del sumo grado de civilización con el cual se presentar en nuestras Filipi- nas, han podido pasar al sumo grado de rusticidad y libertad política, con el cuid se presentan en las varias islas del Mar Pacífico, sin abandonar, sin embargo, su instinto primitivo: el de vivir subordinados, multiplicarse, trabajar para su sustento únicamente y llevar una vida alegre y divertida. No debe inferirse de las hostilió ides y rencor que contra nuestros isleños esplayan los más meridionales de Borneo, Macasar, etc., que la especie no sea la misma de unos y otros. Las invasiones europeas; la tiranía codiciosa de los holandeses; nuestras guerras poco advertidas del siglo pasado en aquella ¡larte del mundo; el mismo afán imprudente de introducir la religión y á su sombra la violación de los derechos, son las verda- deras causas que han atizado y conserA'an aún esta guerra fatal, la cual nos despoja anualmente de seiscientos á ochociciiios vasallos y nos hace malograr los inmensos productos de un crecido número de islas fértilísi- mas. No es arrojo el asegurar que hallado un arbitrio para que cesase esta guerra continua, la población do las Filipinas pudiera crecer inmensamente y subsanar, siquiera en parte, la destrucción peiiódica de hombres que la posesión de la América, y mucho más el beneficio de las minas, causan constantemente á nuestra Pe- nínsula. De lo dicho se infiere que la descripción física do las Islas Filipinas debía tratar con distinción en primer lugar del clima, posición y feracidad del suelo, y después de sus moradores y de las costumbres que los dis- tinguen, sea en cuanto á agricultura, industria y a. tes, como al idioma, música, vida doméstica y genio militar. No merecen menor atención las dos clases diferentes de pueblos que habitan los montes interiores de la Isla de Luzón, y son los igorrotes y los negrillos. Ocúpansc continuamente los misioneros en retraerlos de la vida brutal á la cual están entregados entre los bosques; pero la legisl.ición, ó por mejor decir, aquella serio • de órdenes que se lleva á debido efecto, se le opone directamente ; y así en este momento más bien hemos perdido que adelantado en esta parte esencial de nuestros pasos, ni es fácil conocer si disminuyendo el nú- mero de aquellos sal.ajes en razón del método con el cual viven, podemos esperar ¡¡ara las épocas venideras un día en f^l c"?.l ó se destruyan enteramente ó se agreguen á nuestra sociedad los pueblos indicados. Las Islas Marianas, cuales son en el día, no suministran materiales para un examen tan detallailo. Son cier- tamente falsas las ponderadas descripciones de su numerosa población al tiempo en que las conquistamos. Al contrario, no es en nada ponderada la descripción de su fertilidad; pueden considerarse como el límite de las Monzones que causan la ferti'idad en los mares del Asia; hay, sin embargo, bastante humedad para cjue los frutos de la agricultura, inclusc el beneficio de la azúcar, pudiesen sustentar un número grandísimo de habitadores, y su división en varias 'slas, fáciles ■■'. comunicarse una con otra, daría tal vez lugar á que la repartición de los ramos de industria fuc-c más iretódica, como también la segregación de los díscolos, la introducción de los colonos emigrados de laa '^'■'.as Carolinas, etc. Es á la verdad bien sensible que carezcan absolutamente de puertos para un crecido número de butiucs. El pequeño puerto de Apra ó San Luis, apenas pudiera contener tres ó cuatro embarcaciones de no mucho porte; pero en desnuite las radas de Humata y Finian, son accesibles y seguras en casi todo el año. Después de las ideas indicadas de las Islas Marianas y Filipinas, era mi ánimo el presentar al lector un extracto juicioso de los productos y climas de las demás islas que ciñen el mar Pacífico por el Oeste. Son generalmente habitadas, ó por los malayos ó por los negros. Tal vez exigen alguna atención los habitadores de la Nueva Calcdonia, Nueva Holanda y Nueva Zelanda, los cuales parecen derivar en su origen primitivo de otras castas distintas. Concluido aquí lo que se refiere al segundo tomo, es tiempo ya de pasar al tercero; esto es, al examen político de la América. Obra delicadísima, la cual exige tal vez mayor pulso y cautela de las que caben en mi método de tratar estas materias. Yo había comprendido que después de la inmensidad do proyectos que desde la conquista se habian pro'l*'«^ ' ^:- Jfc no de de la 3u rati- matnz. f ración ndidas. islacióii las tres 5n, edu- is rique- icioso A INTRODUCCIÓN HISTÓ.ÍICA XXXI 8." Reflexiones sobre el impuesto de nuestro continente. 9,» Derechos recíprocos de la matriz y de las colonias. 10. Emancipación moderada de las colonias y prosperidad y fuerza respectiva de 'a matriz. 11. Unión legal de toda la Monarquía. Dos reflexiones de la mayor entidad son las que nos vienen al encuentro después de la difusa enumeración «jue precede; la primera, si efectivamente el tratar de la emancipación de las colonias divididas en los tres grandes trozos ó confederaciones que se han indicado, es una proposición en realidad tan odiosa y temible cual lo parece .-í primera vista; la segunda, si el tratado propuesto puede ó debe sin riesgo alguno ser público para toda la Nación y aun para las demás naciones, ó émulas ó superiores A nosotros en fuerzas. En cuanto A lo primero, dice lisa y llanamente que en todos tiempos, desde la conquista, y mucho más en el día, tanto los empleados en América por parte de S. M., como las mismas colonias, han sido arbitras de eludir cualesquiera órdenes que se opusiesen directamente á sus intereses. Pocas veces con la violencia, de la cual, sin embargo, hay ejemplos impunes en ambas Américas y en las Filipinas, y por lo común con el soborno han triunfado siempre de las .rabas r'e la legislación, y bastaría alegar á favor de lo que aquí se asienta, casi todos los artículos de nuestras leyes, casi todos los asuntos ocurridos ó pendientes en el Consejo de las Indias y en la vía reservada para demostrar que en el mismo choque de las autoridades y de la misma idea equivo- cada que acá se recibe de todos los negí^-íos de allende, dimanan por una reacción na ural la inutilidad de las órdenes, la ninguna responsabilidad en quien manda y en quien obedece, y últimamente todos los síntomas, aunque solapados, de una anarquía incurable. Lejos de mí aquellas ideas de libertad y de independencia que, sacrificando el bien p'i.blico permanente al egoismo momentáneo y por lo común engañoso, sólo conspiran á subvertir el orden de la sociedad y á hacer de los hombres mansos y apacibles unas fieras capaces de devorarse unos á otros. Pero tampoco se conciba la menor esperanza de que paises sumamente distantes y que no tienen entre sí la menor conexión, pueden sacrificarse uno por otro, ó bien en el libre albedrío de sus conveniencias ó en el abandono generoso de sus hogares y de su vida doméstica. Hay, empero, una grande conveniencia en la reunión política de las sociedades numerosas y es la mayor facilidad para resistir á los enemigos externos; con tal que el suelo que se defiende sea proporcionado al número de defensores; con tal que la ofensa de un solo individuo de la sociedad sea trascendental á los de- más; con tal, finalmente, que las fuerzas de todo sean proporcionadas á las del cíensor, estos reparos demues- tran con evidencia que si bien no sea justo ni útil el desmembrar la Monarquía, es sin embargo preciso el templarla de tal modo, que dividida en cuanto á sus intereses y gobernación interiores, sólo se halle reunida en un solo centro, cuando se trate ó de los grandes esfuerzos nacionales, ó de aquella equidad intrínsicr: que excluyendo los monopolios y trabas, sólo se dirige á la mayor comodidad, tranquilidad y seguridad q- íus individuos. Este es el sistema de la Inglatena, la cual, después de las lecciones recibidas en la América septentrio- nal ha emancipado la Irlanda, y apenas conquistada la Ci^rcega, la ha mirado como parte integrante del Es- tado y no como una colonia ó unr conquista. Así en la antigua dominación de la España, la Flandes, el Portugal y la Italia, no dependían de ella sino en la parte militar; así, finalmente, hoy en día la nueva Consti- tución francesa ha acomunado los derechos de la sociedad á todas las partes del mundo y á todas las castas que quisieren agregarse. Nosotros mismos (si recorriésemos con alguna atención nuestras leyes), no vería- mos acaso los derechos concedidos de comunidad A todas las ciudaWes populosas de la América, los fueros de ciudadanos ratificados mil veces á los peruleros, mejicanos y filipinos; los tratados solemnes que nos reúnen á todos en una sola masa, la misma inmunidad y derecho de radicarse, concedidos con tanta justi- cia como necesidad á los negros. Y, en fin, si después de reconocido el suelo tan feraz de nuestras Américas y comparada su despoblación acíual, tanto con el África como con las islas fértilísimas del Asia que bajo de un mismo clima alimentar» i • ••"'«• ^ grandísimo de hombres, puede aún creerse que rengar, remedio los males políticos de aqr " . aoi rau.ido por los medios adoptados desde la conquista: siga enhorabuena nuestra Constitución; y la despoblación, la debilidad y la independencia solapada de nuestras colonias, sean los únicos garantes de aquelk paz interior que con tanta razón anhelamos. Sobre la necesidad de hacer públicos estos razonamientos cuando hubiesen merecido la sanción de S. M. y de sus Ministros, ya no es preciso insistir mucho. Cuando el sistema de gobierno no es público y cons- tante, cada uno, alegando ó la ignorancia ó el no acceder á ello, es inocente si conspira á violarlo en aquella sola parte que se refiere á sí mismo. No así cuando todos son sabedores de lo que por su parte deben hacer cuando cuentan con la estabilidad de las medidas tomadas con las razones que las apoyaron al tiempo de adoptarlas y con las circunstancias que pueden en un tiempo hacer tan útil una reforma como antes hubiera sido perniciosa... Pero me es preciso dejar la pluma. Recibo en este morr<°ito una orden de S. M. que aprueba el plan propuesto últimamente por V. P., y se reduce á tratar estas materias con reserva y separadamente las unas de las otras. Por mi parte coadyuvaré en cuanto pueda á este mismo plan, y ojalá deriven de él todos bienes y felicidades que he deseado constantemente á la Monarquía y á la Nación que me adoptó por suyo. Concluyo, pues, ofreciéndome de nuevo á las órdenes de V. P. Rma., cuya vida ruego á Dios guarde por muchos años.=Madrid, á 3 de Octubre de 1795. #• é I ?li,i' I mí Mv tei»>a«U(yiik)iMasuuf>i>dWK»;9tjb«i&Me»tf£u ,/ ■,'f ^ "^jfjflwnpi ííV f>tt I, 'Hi 'll iiilllililil \ De cómo tuvo origen el viaje de las corbetas Descubierta y Atrevida. PLAN de un viaje científico y político alrededor del mundo, remitido al Exctno. Seflor Bailío D. Antonio Valdés, Ministro de Marina, por los Capitanes de fragata D. Alejandro Malaspina y D. José Bustaniante. ExcMO, Sk.: Desde veinte años á esta parte, las dos naciones inglesa y francesa, con una noble emulación, han emprendido estos viajes, en los cuales la navegación, la Geografía y la humanidad noísma han hecho muy rápidos progresos: la historia de la sociedad se ha cimentado sobre investi- gaciones más generales; se ha enriquecido la Historia Natural con un número casi infinito de descu- brimientos; finalmente, la conservación del hombre en diferentes climas, en travesías dilatadas y entre unas tareas y riesgos casi increíbles, ha sido la requisición mus interesante que ha hecho la navegación. Al cumplimiento de estos objetos se dirige particularmente el viaje que se propone; y esta parte, que puede llamarse la parte científica, se hará con mucho acierto, siguiendo las trazas de los Sres. Cook y la Perouse. * ■ Pero un viaje hecho por navegantes españoles debe precisamente implicar otros dos objetos: el uno es la construcción de cartas hidrográficas para las regiones más remotas de la América, y de derroteros que puedan guiar con acierto la poca experta navegación mercantil; y la otra la inves- tigación del estado político de la América, así relativamente á España como á las naciones ex- tranjeras. El estado del comercio de cada provincia ó reino por sus productos naturales ó artefactos; su facilidad, dificultad para resistir u.ia invasión enemiga ó suministrar fuerzas para intentarla con- tra los mismos enemigos; la situación de los puertos más conducentes á facilitar el comercio recí- proco; finalmente, los interesantes ramos de construcción ó productos navales, serán otros tantos puntos cuya investigación, causa y secreto no será inútil al Estado; tanto más que procurará nive- larse á diferentes axiomas políticos sobre la prosperidad nacional, cuya admisión ó repulsa depen- derá de antemano de jueces respetables que hayan de examinar estas tareas; deberán por consi- guiente quedar divididas en dos partes: la una pública, que comprenderá además del posible acopio de curiosidades para el Real Gabinete y Jardín Botánico, toda la parte geográfica é histórica; la otra reservada, que se dirigirá á las especulaciones políticas ya indicadas, y en las cuales, si el Go- bivino lo hallase conveniente, podrá comprenderse el establecimiento ruso de California y los In- gleses de Bahía Botánica y Liqueyos; puntos todos interesantes, así para las combinaciones de co- mercio como de hostilidad. La Real Armada podiá suministrar todos los sugetospara esta Comisión, menos los dos botá- nicos ó naturalistas y los dos dibujantes de perspectiva, que será posible y aun fácil hallar en Ma- drid voluntarios. En cuanto á la clase de buques y calidad de armamento, podrán fácilmente combi- narse los tres principales objetos de seguridad, comodidad y economía; el armamento de cada uno de los dos buques necesarios se reducirá próximamente á unos cien hombres. El detall, así de cada clase como de los aparejos, repartición interior, calidad y número de embarcaciones menores y per- trechos, y finalmente, cantidad y calidad de víveres, es demasiado prolijo para exponerse en esta ocasión; además, que no puede determinarse con precisión hasta que S. M. no tuviese á bien pre- fijar los límites de la expedición propuesta. ^A •mmt í » fel VIAJí; AI.KÍ-.DF.DOU I)i;i. MCNDO El plan si;,'iiientc pudiera ocupar próximamente el espacio de tres años y medio, á empezarse desde i." de Julio de i/'Hij, época en la cual pudieran salir las dos embarcaciones, si S. M., dij;- n indosc aprobar desde ahora lo propuesto, ó en un todo ó moditicado, diese unos ogho meses de tiempo á los que han de ejecutarla, así para el acopio de todos los materiales precisos, como para los estudios preliminares, y principalmente el ejercicio de la astronomía práctica. Las dos corbetas saldrán de Cádiz en i." de Julio de 1789 y se diri^jirán á Montevideo, en donde se hará nuevo arre,:,'lo de relojes, las posibles observaciones astronómicas y todas las inda- ga^.iones de Historia Natural. Se adquirirán allí también varias clases de víveres para la manuten- ción sucesiva de las tripulaciones, como para las experiencias que han de hacerse: desde este puerto 8c reconocerán las Malvinas, y si el Gobierno lo hallase prudente, la bahía del Huen Suceso, en el Estrecho Le Maire; pues que parece ja evidente cpie este pasaje será la escala más cómoda y más barata para la navegación del Cabo de Hornos. Desde la bahía del Huen Suceso se hará derrota á montar el Cabo de Momos: se procurará reconocer el Cabo Victoria y alguna Tierra del Archi- piélago de Chonos; linalmcnte, se fondeará en Cliiloé, lo que podrá verificarse hacia fines del año de 8'j. Todo el año de 171J0 se empleará en las costas occidentales de América, desde Chiloé hasta Sun Blas. Procurará simplilicarsc la navegación desde Guayaquil, Acapulco, etc., hasta Lima. Se buscarán las Islas del Gallego, y desde Acapulco se hará una excursión á Méjico. Ll reconocimiento de las Islas Sandwich ocupará los primeros tres meses del año 1791. Luego se costeará la California, se seguirá al Xorte, entre el Asia y la América, hasta donde lo permitan las nieves, y hecha escala en el Kamsckatka (si el Gobierno lo tuviese á bien), se seguirá al Can- tón para vender las pieles de nutria en favor de las marinerías. La salida de este puerto tendrá, pues, lugar hacia Octubre ó Noviembre de 1791. Se aprovecha- rá esta Estación para reconocer los Cabos Bogeador y Engaño, en la contra-costa de Luzón; luego se pasará á Marianas, y desde allí se trabajará prolijamente la carta de la navegación por el Estre- cho de San IJcrnardino hasta Manila. Desde esta capital se hará derrota al reconocimiento de Mindanao, y después á pasar entre Célebes y Molucas, y pasando al N. de la Nueva Holanda, desembocar en el Océano índico. Costeada toda la parte occidental de la Nueva Holanda, se haiá derrota (hacia Marzo de 92) á la Bahía Botánica; se visitarán luego las Islas de los Amigos y de la Sociedad, y hacia Octubre ó No- viembre la Nueva Zelanda, de donde finalmente se hará rumbo al Sur, para después navegar al Noroeste, y ya montada la Nueva Holanda, entrar en derrota para el Cabo de Buena Esperanza, y de allí regresar á Europa en Abril ó Mayo de 1793. Los Capitanes de fragata I). Alejandro Malaspina y D. José Bustamantc y Guerra, deseosos de emplear todas sus faenas en el servicio del Ivstado, so ofrecen á la ejecución de este plan, lison- jeándose que concurrirán á dirigirlos para el mayor acierto, no sólo la ilustración y penetración del Gobierno, sino también cuantas noticias puedan facilitar los particulares, así del Continente nuestro como de todas las Américas. En cuanto á los subalternos, la especie de Comisión exige que scí'.n todos voluntarios y que sp conozcan recíprocamente, así por lo que toca á robustez como á capacidad. = Isla de León, 10 de Setiembre de 1788. De la pronta y categórica contestación de un gran Ministro á nn brillante Oficial, aceptando su ofrecimiento de dar la vuelta al mundo con dos buques: oficio modelo de sobriedad, previsión, sencillez y sentido práctico. \ «Ha merecido la aceptación del Rey el proyecto de dar la vuelta al mundo en los términos que propone Vm. en carta de 10 de Setiembre último; y queriendo S. M. que sfe lleve á efecto y que para ello quede Vm. relevado de la tenencia de la compañía de Guardias Marinas de ese Departa- mento de Cádiz, como así lo prevengo al Capitán Comandante de este cuerpo para que pueda Vm. desde ahora dedicarse como desee á las ilustraciones y preparaciones que necesita para desempe- ñar con el fruto que of » "c esta Comisión, lo prevengo á Vm. para su gobierno; y también, que en el concepto de que asi en buques (lo'. qw- Vm. elija), sus aparejos, respetos y víveres, como en oficialidad, pilotos, tropa y marinería ha de aprontarse esta expedición á entera satisfacción de 1';»., medite y proponga sobre estos puntos y demás que comprende el proyecto cuanto nece- site, á fin de que dándose las correspondientes órdenes se apronte todo como Vm. lo considere más k"^.; -?^iíl lllilill'liíllllM ' HillllHi ( OHlUiTAS DIÍSCI'IIIHKTA Y ATRIA'IDA conveniente á su mejor desempeño. Dios guarde á Vm. muchos años. = San Lorcriüo, 14 de Octu- bre de i76S,— Va¡d¿s,= de una dif enciamuy leve, fuera útil el in- tentar averiguarlo, aunque dé por supuesto que ni las operaciones geodésicas ni las del barómetro, aun corregida la escala de Mr. de Lanc, puedan determinarla. Creo, no obstante, que el primer método es el que debe preferirse, si se ha de adoptar alguno; y como nu conozco lo local de aque- llos contornos, quisiera que V, E. me manifestase el modi" el derrotero que más acertado fuera elegir para intentar esta curiosa averiguación. 28. No creo que sea ya prudente, después de lo hecho hasta aquí por los navegantes españoles, ingleses y franceses, el invertir un tiempo precioso en busca del prs -> al Atlántico por los Estre- chos de Ponte ó Juan de Fuca. Todas las noticias relativas á < ' aportante descubrimiento pare- cen infundadas, á menos que no haya una ú otra no pública, ilguna tradición probable que dé margen aún á nuevas investigaciones. 29. Si en las costas desde Guayaquil hasta San Blas (ya harto conocidas) hubiese, al parecer de V. E., algo que examinar con particularidad, además de lo que dicta el orden común de explo- ración, fuera muy útil que se nos indicase, singularmente en lo que toca á drogas medicinales, de que parece abundan aquellos contornos. Acabo ya con renovar á V. E. la utilidad que nos ha de producir su dictamen, sus preceptos, y el agradecimiento y el respeto que así por este nuevo favor como por los que antes he recibido, profesa á V. E. S. S. S. Q. S. M. B.=Cádiz, á 31 de Enero de 1789. m 'i I o VIAJIv ALREDEDOR DEL MUNDO \ ' H * íll; CARTAS que el Sr. D. Alejandro Malaspina escribió al señor D. José Salvar esa ^ Proio-Médieo de la Real Armada^ sobre varios puntos dietéticos, y del régimen profiláctico (pie deberán observarse en el acopio de víveres para el viaje de la vuelta al mando. Con mucha satisfacción mía aprobó S. M. (que Dios haya) el que consultase con \'m. sobre los antiescorbúticos más opoitunos para usarse en el dilatado viaje que se me ha confiado: no mo- leste á Vm. el que yo me extienda sobre un punto de tanta importancia. La conservación del hom- bre es el objeto más digno de sus semejantes. Para proceder con el orden posible en esta materia, la dividiré en tres partes, que serán objeto de otras tantas cartas: indagaremos en la primer parte el mejor método para conservar sano al marinero, y se comprenderán por consiguiente en esta carta los comestibles de ración y la policía, así en el puerto, como en la mar. La segunda carta tratará del navegante, ó como ya próximo á enfermar ó como ya enfcimo; finalmente, la tercera, se dirigirá particularmente sobre aquellas cosas que componen más bien la comida del Oficial que del marinero. Algunas advertencias han de apuntarse, que servirán como base á nuestros razonamientos su- cesivos, y serán: i." Que se da por supuesta la suministración de toda el agua iTecesaria y su reno- vación en bodega todas cuantas veces sea posible. 2." Que la marinería y parte de los Oficiales de mar, será de las provincias septentrioníiles de Lspaña, esto es, asturianos, montañeses y gallegos, j." Que ha de ser, así esta gente, como los Oficiales mayores, libres de toda enfermedad habitual, y dotados por consiguiente de aquella robustez y resistencia, que tanto sobresalen en el navegante español. El método que yo considero más úlil para la conservación del marinero español es, no tanto aquella estúpida disciplina que fácil es de guardar para los del Norte, como un freno racional, y vario, según las ocasiones, adaptado principalmente á las pasiones vivas de aquéllos y á los razo- namientos que de ellas dimanan. El adjunto extracto de mis reflexiones en el último viaje de la Astycd por ¡a Real Compañía de iMlipinas, manifestará á Vm. con la mayor individualidad el ca- rácter del marinero español; y aunque en la preferencia á las provincias septentrionales ha3'a pro- curado precaver, cuanto es posible, esta sensibilidad excesiva, creo que convendremos en ser ésta característica propia también de aquéllos, bien que no en tanto grado como de los andaluces. El entrepuentes será desde luejjo espacioso, y cada marinero tendrá su coi, para que los mias- mas del que acaba de levantarse, y particulai mente de su ropa, no traspasen al que le sucede in- mediatamente en el descanso. El fogón estará igualmente en la misma cubierta en donde duerme la marinería; el humo y el fuego espelerán así naturalmente mucha parte del aire infecto, tanto más que de tiempo en tiempo y con acción major del mismo fuego, puesto oportunamente en cual- quier paraje, se frotarán las maderas de las cubiertas. En cuanto al aseo de ropa, al abrigo opor- tuno de los soles y de las aguas, á unas chaquetas con capucha adecuada al frío, al estar comun- mente en guardias de tres cuartos en lugar de dos; al lavar su ropa con agua dulce más bien que con salada, y finalmente, á cuidar el aseo del buque y de todo cuanto contenga, puede Vm. estar seguro, que más bien sobresaldrá nuestra prolijidad, á todo cuanto han usado iiasta aquí los Oficia- les de la Real Armada. Dos cosas únicamente preguntaré á \'m. antes de pasar al segundo objeto y son: i.° Si consi- dera \'m. preferente al uso del fuego el del vinagre, ó ya rociado ó por vaporóos, para conseguir en las cubiertas el aire menos infecto. 2." Si en los rápidos tránsitos del mucho'frío al mucho calor, debe ser preferente á exponer la marineria á unos resfriados siemp!<; temibles, el molestarlos (contra su genio siempre abandor :do) con una carga kixcesiva de ropa ic abrigo. Pasemos ya á los comestibles; éstos pueden muy bien referirse á c uatro cosas principales: pan, menestras, carnes saladas y tocino, á los cuales luego por vía de condimento, deben considerarse agregados el aceite, el vinagre y el vino. lu'. cuanto al pan, uno de nuestros principales alimentos, yo creo que conviene mucho que lo tengamos de im trigo fuerte, más bien que de otro de mtnos sustancia, en cuyo caso, el de Anda- f immmm BsaM CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA II lucía y Castilla serán desde luego preferentes al de Sicilia, Cerdeña y Berbería; conviene también, que no sea el pan muy abizcochado, pues me parece que cuanta menos cochura tenf^a, tantc» minos habrá exhalado de aquellas partículas, que hs'^en á éste y á los demás vegetales tan sanos. A la verdad adquiere entonces un cierto sabor correoso, que desde luego no es agradable al pala- dar, y que puede aun ser de una digestión algo más difícil. Quisiera que puestas en ima balanza estas dos ventajas contradictorias de la mucha ó poca cochura del pan y los inconvenientes que las acompañan, Vm. me indicase su parecer para dirigir, acorde á él, la fábrica de este importante ramo. Fuera oportuno al misino tiempo, indagar si conviene alternar con el pan de tríf;o, los de maÍ2 y centeno, pues embarcadas harinas de una y otra semilla, pudieran hacerse á bordo unas tortas qi'p sirviendo de variedad, fuesen al mismo tiempo más saludables. A lo menos será útil que Vm. nos dicte algunas experiencias que podrán servir de cimiento á las que hayan de hacerse en lo venidero sobre un punto tan interesante. Las menestras son dotadas por si de cualidades antiescorbúticas; y como quiera que así en este Continente como en el de América abundan ó ya una ú otra especie, pueden desde luego conside- rarse como el alimento mis útil para la navegación. En el viaje que acabo de hacer, no he podido ■^^aminar sino la segunda de las dos propiedades que han de investigarse en sus clases, esto es, la mayor ó menor bondad relativa y la más ó manos fácil conservación relativa en campañas dilatadas, y particularmente en los climas temibles de entre Trópicos. No desagrade á Vm. que analice algún tanto estos comestibles: el arroz es el vegetai que yo he hallado de menor evaporación á bordo y aun en tierra, á lo menos entre Trópicos; sígueseá éste el garbanzo, con preferencia á la garbanza, y finalmente la lenteja: el frijol, asi blanco como cocacho, el chícharo y las habas, aquí cono- cidas bajo el nombre de Tarragona, son otras tantas especies que, con igual ó mayor cuidado cjue las demás, no han absolutamente resistido al caior y humedad, que con tanto daño se hallan mez- clados en tan sumo grado entre Trópicos. Pero como la conservación no es ni el único ni digámoslo así el punto principal en este ramo de víveres, es justo investigar si la bondad respectiva hace más bien preferentes otras sem"!'.as, tanto más que no siempre en nuestra navegación habrá de requerirse la duración, y que una gran parte de nuestras tareas serán mis bien en climas fríos que en calientes. Esta parte, que más corresponde á un análisis químico que á las experiencias marítimas, será peculii.:" "^e Vm., y cual- quiera advertencia que Vm. nos especifique será de una utilidad real para el mejor acierto en la delicada elección de víveres. Sobre la carne salada y tocino, diré lisa y llanamente que es ya casi un axioma en la Armada que el segundo ha de preferirse á la primera, y que, en mi entender, la razón misma afianza este concepto, mucho más si en el salado del tocino (particularmente entre Trópicos) se usan todas aquellas precauciones que con tanto provecho han imaginado los Sres. Cook y la Perouse, y por cuyos métodos hice yo últimamente mis salados en Manila. Desde luego á causa de la abundancia de vasos sanguíneos y de otras sustancias nutritivas imposibles de extraerse, ha de ser más pro- pensa á la putrefacción la carne que el tocino, y aunque la calidad más porosa de éste le haga naturalmente más propenso á la mayor penetración de la sal, también le hace luego más fácil de expele-la con las dos aguas en que se infunde por largo tiempo antes de cocerse. Sigúese, pues, de esto que el tocino es seguramente de mayor duración y probablemente de menor daño que la carne salada, á menos que en la diierencia de calidades entre las carnes de puerco y vaca no haya tal vez (lo que ignoro) una suficiente compensación de 1&^ inconvenientes ya indicados. Mr. la Perouse usó del vinagre para sus salados, teniendo el toCino tres días en una moderada infusión, y después embarricándolo sin salmuera, con solo una capa superior de sal marina. Este método es bien costoso, tanto más que he e irimentado que los vinagres de nuestras Américas no tienen las propiedades necesarias para esta operación; no obstante, es método que merece ser preferido á todos los conocidos hasta el presente. Por lo que toca al aceite, temo mucho que no pueda generalizarse su uso tanto como verá Vm. que he hecho en la Astrea. Ya no se tri,ta de nutrir una marinería andaluza, sino una de las costas septentrionales, en donde el aceite apenas se conoce y ya no es una producción natural. Quisiera que Vm. me determinase los prudentes límites de su uso, particularmente por lo que toca á sopas, ó como almuerzo ó como cena, y que me indicase algunas señales por donde pueda venir en conoci- miento cuando los efectos no sanos de su crasitud y dificultad de digerirse, prevalecen á los buenos de su verdadero alimento y de un gusto agradable. Fuera omisión el no tratar aquí del gazpacho; ¿serán tan útiles sus efectos como en las mari- rinerías de estas provincias? ¿Y deberemos insistir en su uso casi continuo, aunque la marinería lo repugnase algún tanto? Finalmente: en cuanto á vinos hallo preciso su uso casi continuo; y por repetidas experiencias I n 12 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO estoy convencido que la espirituosidad del de Sanlúcar le hace preferente á cualesquiera otros de nuestra España. Me quedan sólo dos dudas que Vin. podrá resolverme; es la primera si la cantidad de un medio cuartillo es suficiente para hacer un efecto saludable, particularmente después que el vino con una larga navegación ha adquirido nuevo vigor; la segunda si conviene que este exce- lente digestivo y antiescorbútico se suministre más bien por la mañana que al medio dia; más bien á esta hora que por la noche. La total exclusión del aguardiente y del pescado salado (incluso el bacalao) son dos cosas en que creo no discrepemos: en cuanto al queso, que también suele usarse en nuestra ración de Ar- mada, hallo difícil de combinar su utilidad, si no se refiere á las ocasiones de tempestad en que se halle expuesto el usar del fuego, y éstos serán los únicos casos en que lo usemos. Acabo esta carta con renovar á la memoria de Vm. cuánto interesa á la humanidad y al paternal amor de vS. M. el que este punto de la conservación de los equipajes se examine con toda exten- sión y cuánto aprecio hará del parecer de Vm. su más afecto y agradecido amigo Q. S. M. B,= Cádi¿:, á 2j de Diciembre de 1788. Carta II Si la conservación del hombre en general, y en particular de la especie preciosa del marinero, me ha arrastrado una y otra ve¿; á rellexiones médicas, en cuanto hayan de combinarse con los de- beres de un Oficial de Marina, y si el próximo viaje mío me obliga ahora á exponerlas con el solo objeto de verlas ó aprobadas ó destruidas, sírvase Vm. mirarlas como procedentes únicamente de un verdadero celo y como dirigidas al solo alcance de la verdad. Nada puede compararse al hombre enfermo en la mar: el alojamiento, la falta de quietud, la evaporación ó fermentación de las medicinas, los alimenior-, el aire que respira, todo concurre á hacerle el más infeliz de la especie humana, y á causar una sensación no indiferente hasta al ma- rino más sordo á las voces de la naturaleza. Sírvase Vm., pues, acompañarme en este examen del navegante ó próximo á enfermar ó ya en- fermo; unidas nuestras investigaciones ó más bien unidos los preceptos de Vm. á la exactitud mia en ejecutarlos, tendremos desde luego la satisfacción de ocuparnos con tesón de la conservación del marinero, y conseguiremos tal vez la de coadyuvar eficazmente á este punto importante de la pi'osperidad nacional. Supuesto en nuestro caso al marinero de una naturaleza no viciada ton enfermedades habi- tuales ni acosado del trabajo, sus enfermedades pueden reducirse á tres únicas causas; la calidad del alimento, la calidad del aire que respira y un tránsito demasiado rápido del sumo calor al sumo r.-io ó al contrario: las dos primeras inclinadas directamente á la putrefacción, y ésta última á una total falta de traspiración si el tránsito es al frío, ó á un excesivo enardecim.iento en la sangre si se pasa al calor. En las navegaciones muy pronto dejan verse al especulativo varios síntomas que de- notan el efecto de aquellas causas cuando ya empiezan su acción: son éstas principalmente una especie de letargo ó sea un sueño excesivo, una sed frecuente, una grande dejadez ó flojera en el trabajo, y finalmente, una náusea á la comida; señales todas que no pueden ocultarse cuando diaria- mente se asiste por mero entretenimiento á los ranchos y en toda concurrencia con el marinero se dirigen los reparos á su conservación ó estado de salud. Ni es de extrañar que se hagan visibles estos efectos, si se considera que alimentados, alojados y atareados todos de un mismo modo, por diferentes que sean las naturalezas, no han de ser muy diferentes los males '^e que se adolezcan. Este es el momento en que, á mi entender, deben obrar con vigor los métodos curativos; lo exigen así la naturaleza de la sangre aún no muy viciada, la utilidad saludable de un trabajo moderado que sabe considerarse como indispensable y los efectos aún muy limitados del aire respirado, que por consiguiente puede no causar enfermedad epidémica. Es, pues, mi ánimo, si Vm. lo aprueba, que luego que los más propensos á estas enfermedades declaren con los síntomas ya referidos, y otros semejantes, que empieza á viciarse la sangre, se adopte inmediatamente para su alimento el Sox'rkrout y el MaU de cerveza: para su bebida, sudorí- ficos con mucho az Icc.--, y aun el agua impregnada de aire fijo; finalmente, que por algún tiempo se les prive de todo salado, para lo cual podrán sustituirle, con las menestras mejores, el caldo en pastillas, ó alguna carne .'eservada en aceite. ^■^. "^^^.^ ■•«y'«-. I n rf) VtAJE ALKUDKDOK DEL MUMDO nnmcnte stiisiljlc y capaz de relle\ión, y nuestro natural hacia ellos nos hizo aumentar las prue- bas casi sin conocerlo. Sabían el rumbo que debíamos A pensábamos seguir, y á cada paso se arri- maban <4 la a;íuja á ver cu into distaba de aquiíl el que sej;uíamos por necesidad. Oían con el ma- yor agrado, y aun nos preguntaban á veces, nuestras observaciones diarias de latitud. Ivl dia del mal tiempo todo les era insufrible; un soplo de buen viento los volvía á su primera docilidad, y linalmente, á medida que descubrí. .n en nuestra un 'mime conducta una mezcla de cariño, de amor al trabajo, de inteligencia, iiía aumentando en ellos, ;'iun en proporción adecuada, una mezcla de amor y respeto hacia nosotros. Ya "jn el largo tiempo que nos contrarestaron los vientos varia- bles de las inm::diaciouejS de la Línía s« nos hizo patente el buen efecto de adoptar este prin- cipio. Yo prefería el dia de viento' contrario al de mal tiempo para mejorar sus comidas con carne fresca y distraerlos con el saludable vino de Sanlúcar. Se toleraron en las maniobras y aun en su misma conducta, algunos defectos leves, que nos era luego fácil remediar 6 cortar enteramente en el dia de buen tiempo; aumentaron nuestros halagos y premiábamos y fomentábamos á los que do- tados de un genio alegre podían excitarlo en los demás; no se hacía un zafarrancho ni otra ma- niobra de aseo que no concurriese un poco de vino y nuestros razonamientos á hacer menos gravosa la disciplina, y esta conducta, seguida con constancia, nos proporcionó ya la agradable perspectiva de verlos después de veintiocho días de chubascos, turbonadas, calma y contrariedades, más ro- bustos aún de lo que habían salido de Cádiz. Concurrió á cimentar este anhelo nuestro de darles gusto, la derrota que nos proporcionó el reloj marino de la liquinoccial hasta la Ascensión. Nave- gamos á viento largo cuando los pilotos vociferaban el riesgo de no montar (aun ciñendo) el Cabo de San Agustín en la costa del Hrasil, y les proporcionamos por rumbo oblicuo la vista de la Ascensión, que les convenció y les hizo confesar por sí mismos, que nuestras navegaciones al O., para salir de la costa de África en las inmediaciones de la liquinoccial y el no haber ceñido los S. E., habían desde luego aventajado de (jiiince á veinte días el viaj« de la Astyca. Los temporales de la costa patagónica dieron nueva fuerza á nuestro amor recíproco; las maniobras se mandaron con método y con la posible seguridad. Ivllos las ejecutaron con el mayor ardor; si fué preciso varias veces ó el exponer algún tanto las gavias ó el maniobrar á cada paso, ya sabían y entendían que nuestra situación lo requería, y sacaban de los mismos peligros el mayor buen humor, de suerte que linalmente todas las contrariedades de la costa patagónica, y los semblantes de un viaje al sumo largo y dilatado, se deshacían fácilmente en su imaginación con las razones, ó ya aparentes ó ya verdaderas, que les alegábamos. A la llegada al Cabo eran más bien nuestros amigos que núes- tros subditos; sin faltarnos al respeto, nos manifestaban sus necesidades, 6sus deseos, ó sus ideas, ó sus aventuras; mezclaban á esto algunas chanzas y veían en nuestros rostros cuánto gustábamos de ellas; llegamos aún á complacerles en sus caprichos moderados, ó ya relativamente á comida ó bebida, ó bien en cuanto á algunos puntos de disciplina. Los veíamos así siempre alegres y aptos al trabajo, y aumentaba su robustez casi á medida que se aumentaba la campaña. A pesar de estas bellas disposiciones, pero en prueba de su grande sensibilidad, les trastornó muy mucho en las inmediaciones del Cabo Pilares, el ver tomar de nuevo las muras estribor, y aunque no duraran estas nunca un día entero ni nosotros nos descuidásemos en hacer compren- der á fondo nuestra ventajosísima situación, y aun en ríjprimir los más tercos, se conocía luego en los semblantes la mura que llevábamos. No les faltaba cosa alguna; antes bien, crecía con el mal tiempo su ración y nuestra toleran- cia, y no obstante menores que todos los trabajos que en el Cabo hacen consigo las muras estribor, desmayaban, y aun entre sí caracterizaban ya á cualquier leve achaque de escorbuto. Nuestra derrota al N. disipó todas aquellas ideas, y los buenos tiempos sucesivos "os han proporcionado de verlos ya en inmediaciones de Concepción en la mayor unanimidad, buen humor y tranquilidad de ánimo, y en un estado de robustez proporcionado á aquellos resortes. No se crea, no obstante, que este preservativo, que por su novedad exigía toda la atención que se le ha dado, nos hiciese descuidar en el uso de otros muchos; hemos contribuido al aseo personal de todos (que en verdad no necesitaba de mucho estímulo) con nuestro ejemplo, y con algunos premios, muchas alabanzas y tal cual reprensión, y no les ha sido un auxilio indiferente la repar- tición de ropa embarcada por cuenta de la Real Compañía, y perteneciendo líiis bien al ramo de aseo que al de abrigo. Daba ciertamente el n* yor gusto el verles peinarse y lavar su ropa casi dia- riamente en los días de mayor frío; y como se tuvo la precaución de comprender en la repartición de camisas á los mismos polizones, aunque no tuviesen con qué descontar su valor para con la Com- pañía, pued» asp-jurarsc que el aseo personal en la fragata Astrea ha llegado al punto máo alto. Los zafarranchos, viceversa, no fueron tan frecuentes como parecía exigirlo nuestro anhelo por la conservación de la salud; pero se omitieron varias veces, ya porque no eran necesarios, ya por- que hallábamos muy sensible al marinero la molestia de descolgar su coi cuando necesitaba más ■^*fc- "iím^mamm wmmmmmmmm s á r CORBETAS nBSCUBIBRTA Y ATRUVIDA t7 bien dormir en él que limpiarlns. Los más tardos en esta parte, que fueron siempre muy pocos, bs aguijonaban con premio, arma que hemos hallado infinitamente más poderosa que el castigo. La ventilación interior, el sahumar y rociar con vinafjrc los parajes menos ventilados, fueron preservativos que empleamos con la posible frecuencia; y á este fin aun en las mares más tempes- tuosas, se aprovechaban los posibles instantes para abrir algunas portas del combés y de las esco- tillas, y desterrar asi cualquiera enfermedad y malos hábitos. Por lo que toca al frío, se procuraron remediar con la mayor igualdad las urgencias de todos, libertando finalmente del servició sobre cubierta y empleando en otros menesteres de la fragata en lugar de pajes, aquellos polizones que ni hablan alcanzado lo bastante en la repartici n, ni traían por sí prenda alguna. I'ué taml)ién menester remediar las necesidades de los reclutas de trasporte; además se tuvo la precaución en los dias de agu/. y frió, no sólo de hacer las maniobras con aten- ción á estos dos fuetes obstáculos de conservación de la salud, sino también de proporcionf.rles el posible abrigo en las guardias, para cuyo fin se entregaron á cada una diferentes capotes, que sir- viesen precisamente al marinero que se hallase en puesto desabrigado. En el régimen importantísimo de comida, se procuró combinar del mismo modo que en las de- más cosas, el conocimiento del carácter y naturaleza española, con las luces que nos sugerían los extranjeros. Preferimos algunas veces lo ijíás vario á lo más sano; el vino de Sanlúcar fué el prin- cipal antiescorbútico que adoptamos, así para Ips calores como para los fríos; la carne fresca se di6 de ración una 6 dos veces á la semana; hasta la altura de Buenos-Aires no se escaseó absolutamente el agua; las calabazas y el Sowrkro U alternaron en hacer más saludables y más sazonadas las co- midas; y el gazpacho por cena, sólo se suspendió en las latitudes muy crecidas, para sustituirles sopa en aceite, que dimos también con el almuerzo durante el tiempo de los fríos. No titubeamos en este último partido, aunque generalmente la crasitud del aceite sea muy propensa al escorbuto, ya porque nuestros aceites eran de la mejor calidad, y ya porque esta especie de comida es muy homogénea á la naturaleza andaluza. No nos pareció conveniente distinguir en el trato unos más que otros; se suministró de un mismo caldero á los marineros, íi los polizones, á los soldados de marina y á los reclutas, y todos igualmente tuvieron parte en la distribución del vino y aguardiente; finalmente, en esta nueva entrada de los calores, después de la recalada á Concepción, han crecido nuestros cuidados hacia ellos, tratándolos aún con mucho más cariño y afabilidad, proporcionán- doles el preciso descanso, y dándoles por almuerzo un abundantísimo plato de Sowrkrout, acompa- ñado con medio cuart-'llo de vino de Sanlúcar, y por cena un buen gazpacho: precauciones que no parecerán inútiles a' . ue advierta en los mayores estragos que ha causado en las navegaciones ;il Perú la entrada de lo calores más bien que la de los fríos. Si después de un régimen como éste y de las razones que lo apoyan, puede creerse que la robustez de la tripulación de la Asirea sea uno de los muchos acasos favorables que suelen experimentarse en las navegaciones al Perú, hágasenos al menos la justicia de no dudar, que este punto principal, asi relativamente á la humanidad como ál buen éxito y concepto de las expediciones de la Compa- ñía, ha ocupado incesantemente nuestros desvelos, nuestra conducta y nuestra aplicación, y que hemos sido bastante dichosos para lograrlo, hasta el punto de ver en un estado, ó nada peor, ó algo mejor de los primeros dias de la salida hombres gravemente enfermos de mal venéreo que en todo el viaje no han podido salir de la enfermería y que parecían, por consiguiente, destinados á ser víctimas del escorbuto.» RESPUESTA del Sr. D, y osé Saharesa á ¡as caj'tas que anteceden del Sr. D, Alejandro Malaspina. RESPUESTA PRIMERA Con el debido reconocimiento al favorable concepto que á Vm. merezco; deseoso de corresponder á la superior confianza y del desempeño en puntos que tan de cerco se refieren al beneficio de la humanidad, expondré bajo la consideración de Vm. algunos apuntamientos en contestación á su muy apreciable carta de 24 de Diciembre pasado, reduciéndome á solo aquellos artículos sobre que su anhelo por el acierto y su modestia no le permiten resolver con la seguridad y mano maestra que relucen en todas las providencias anticipadas por Vm. que se sirve comunicarme y doy por W «' l8 VIAJí; ALKUDEUOU DHL MUNDO . Ü' t > I I HupucHtHs. No puedo, HÍn embarco, desentenderme de las retlex ones que, dimanadas de un estudio profundo y experiencia aprovechada, extiende Vm. sobre el carácter de nuestra marinería y medios de manejarla con veriu.ja á la de cualquiera otra nación. ¡Ojalá prendan estas ideas en todos los que hayan de mandar, superando sin desaire de la K(-'rarquia los obstáculos que susciten el amor propio y el destemple natural! Concibo, pues, en orHen al primer punto, que son preferentes en la eficacia las depuraciones del aire jor el fuego en las cuMertas á las practicadas por medio del vinagre. Tuede, no obstante, el estado de la atmósfera caliente y seco, exigir se rocíen con dicho licor, cuyas exhalaciones ofre- cen con la virtud ar.tipútrida bastante recreo y atemperación; y en este caso, es mejor el rocío que el vapor, por el que se disminuye la fuer/a y pureza del ácido. l'or lo que respecta á graduar las resultas del desabrigo en los rápidos tránsitos del mucho frío al mucho calor y las del excesivo abrigo por la carga de ropa, hallo ser más temibles las primeras; pues por poco que se radique un resfriado en el marinero y haga tiro al pecho, lo consume insensi- blemente hasta inhabilitarlo; y el exceso de lOpa sólo ocasionará una molestia que se irá haciendo tolerable con el convencimiento del motivo y más á los del Norte de España, de genio menos desali- ñado en sus personas y más acostumbrados á andar cubiertos. Dejo, no obstante, en su lugar, lo que exija la ocasión, en que á presencia de excesivo calor puede quizás ser de impedimento á las maniobras ejecutivas la mucha ropa. En materia de comestibles, siendo de tanta consideración el objeto del pan, he reflexionado mucho sobre su cochura, pesando y comparando entre si las ventajas y perjuicios de que esta ope- ración .i»a diminuta; y me parece que toda la salubridad que quedaría en el pan poco cocido, se desvanece.íp por las digestiones trabajosas y proximidad á criar humores glutinosos, que resulta- rían obstrucc.nnes en las visceras del vientre, y en esta situación el escorbuto hace fácilmente presa, siendo también del caso no despreciar la poca satisfacción del paladar en el uso de un ali- mento cuotidiano. Considerando con igual prolijidad las resultas de la alteración del pan de maíz y centeno con el de trigo, se presenta desde luego la bondad de aquéllas semillas y su sabor no ingrato; pero in- duce algún temor su mayor tenacidad y crudeza, especialmente en forma de tortas infermenta- das, y mucho más en uso repetido. Reflexionando, no obstante, que es alimento de gente robusta y laboriosa, y á que están acostumbrados los habitantes de nuestras provincias septentrionales, no desapruebo la tentativa de otras tortas sin frecuentarla, hasta asegurarse en lo posible, de la resis- tencia de sus estómagos. No por eso ocultaré que propendo más á que se suministren las harinas de estas semillas con parte de la de trigo, en forma de poleadas, y con suficiente azúcar, que ade- más de su especial virtud antiséptica avivaría su digestión. En esta preparación es más domable la tenacidad de dichas subsistencias, que el fuego no penetra con tanta inmediación á causa del vehículo del agua. El día de este alimento podía ser menor la ración de pan. Por lo que dice á las menestras, cuya virtud antiescorbútica es evidente, hecho cargo de que deben calificarse respectivamente á dicha calidad y á cualquiera otra saludable con preferencia á su conservación y duración bajo las circunstancias verificables en la dilatada navegación de que Vm. se halla encargado; y en el concepto que alcanzo á formar de qae la análisis química en esta parte no sugiere fundamentos decisivos, se hace preciso recurrir á experiencias, que derivadas en lo ocurrente en el ejercicio de la práctica médica, adquieren alguna presunción de asentadas. Estas me han ensenado que en el arroz y los garbanzos se encuentra cuanto beneficio contienen las demás de uso sin la tenacidad y la aspereza de las otras. Por tanto las contemplo más oportunas; y sólo para evitar el fastidio de la uniformidad, juzgo se dé lugar para alguna alternativa á los fríjoles blancos. Aunque el objeto de la conservación y de la duración sean distintos de virtud, estoy muy incli- nado á creer, que en razón de ésta se verifiquen aquéllos en muchas sustancias; entendiéndose por conservación la corta evaporación del espíritu rector especial que las caracteriza intrínsecamente, y cuya existencia y diuturnidad no se determina por las afecciones externas. Ocúrreseme apuntar que en el arroz del Piamonte, y en el veronés, aunque de exterior menos agradable y menos blanco, se encuentra más proporción para el gusto de la nutrición. Toda la ventaja que lleva en lo saludable la carne de vaca al tocino en estado fresco, se des- vanece con palpable desmedro é inferioiidad en el de salada, y por lo mismo se reputa como casi proscrita de la Armada. Conozco lo costoso del atocinado, y más en vista de la debilidad de los vinagres de América; pero el caso exige esforzar lo mejor conocido, esperando de las experiencias ulteriores todo lo que sin perderlo sea compatible con la prudente economía. Sobre el artículo del aceite, á pesar de que no deben considerarse los marineros septentrionales de España como habituados á su uso, y que por lo mismo no extrañarían su falta; la bondad de >&i\i medio cuartillo por la medida mayor que equivale á ocho onzas, me inclinaba á que se agregasen dos onzas más; y en este caso á que se compartiese en la comida de medio día y cena cuando ésta no fuera de gazpacho, pues entonces, siéndolo, podría suminis- trarse en el almuerzo este eficaz digestivo. Y de todos modos reputo por más oportuna ocasión la de la comida más fuerte del medio día. La exclusión del aguardiente y del pescado salado, incluso el bacalao, me parece acertadísima, como sólida la determinación de circunstancias bajo que pueda darse lugar al uso del queso. Es cuanto, ansioso por el acierto, he alcanzado á deducir de las más serias retlexiores; debiendo sinceramente confesar, que la precisión, solidez é inteligencia con que trata Vm. el asunto en su carta, me han hecho la costa para satisfacerla. Espero los demás artículos referentes á materia tan importante, y órdenes del agrailo de Vm., en cuyo obsequio se empleará gustoso su más apasio- nado y afecto servidor y amigo Q. S. M. B. — Cádiz, 5 de Febrero de 1789 (i). CARTA de Malaspina al Subinspector de Arsenales^ por la que se infiere la inteligencia^ celo é iniciativa del y eje de la expedición hasta en los más insignificantes porinenores. Sr. D. Fermín de Sesma, Capitán de Navio y Subinspector de Arsenales: Expondré á V. S. con el posible detalle, las pocas ideas que tengo presentes sobre armamento de las dos corbetas para la próxima expedición, no tanto para que puedan ser de alguna utilidad en el sumo caudal de conocimientos relativos particularmente á este ramo que V. S. posee, como para cumplir una orden que nos impone S, M., y manifestar por escrito aquellos sentimientos de respeto y concepto que desde tanto tiempo en mí se hallan grabados. El aparejo pendiente (para proceder según orden de inventario) estará por completo al arbitrio de V. S. Ambos Comandantes conformes en este particular, estamos seguros que nada nos quedará que desear, y sólo atentos al número de gente que tendremos para la maniobra y á los parajes que con más frecuencia habremos de trillar y á la duración del viaje, nos aventuraremos á hacer las siguientes insinuaciones, remitiéndolas no obstante todas á la absoluta determinación de V. S. Conviene que las menas en general, así de cabos como de motones (comprendidas aun las jar- cias mayores) sean más bien con algún exceso delgadas que gruesas; que la motonería del propao (1) Suprímense las segunda y tercera cartas, por ser éstas ininteligibles, á causa do lo deteriorado que so halla el manuscrito. Jl A 20 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO t 1/ ' »¡l gire sobre pernos, como en la fragata Astrea, y que se eviten en general todos aquellos casos de re- fuerzo, que, propios tan solamente de maies tempestuosos, en los apacibles sólo sirven de atraso en el andar y de un grave deterioro en los pertrechos. Doy por supuesto que el aparejo, crucetas, guinda y cruzamen de los juanetes y sus velas, han de seguir aquella excelente proporción que admiraban hasta los extranjeros en la Asirea. Supongo que áe facilitará con rolletes el manejo de los cables y que en el laboreo en general de la maniobra se preferirá, con prudente método, no tanto un excesi- vo aligeramiento y desembarazo, como una sólida compensación de fuerzas que no necesite alte- rarse á cada paso. En cuanto á la arboladura de respeto, sólo añadiremos á la dotación general de los buques de S. M., una j ¡melga y dos masteleros de juanete en lugar de astas de hierro. La igualdad de ambos aparejos de popa y proa, excepto los palos y vergas mayores, es una de aquellas ventajas indecibles que 'Icsde luego V. S. nos ha dictado y llevará á debido efecto Las anclas podrán llegar al número de seis, dos de á 2í quintales y cuatro de á i5. Nos ceñire- mos á cuatro anclotes, dos de nueve quintales, uno de siete y otro de cinco, los cuales, si tuviesen cepos de hierro para su más fácil manejo y acomodo interior, desde luego podrían no estorbar el fácil manejo de anclas, l^os cabos y calabrotes correspondientes á estas anclas, pueden, á nuestro entender reducirse á los siguientes: tres cables de 15 pulgadas, cuatro ídem de 13, tres calabrotes de siete y tres de cinco y media. Podrán omitirse los viradores y simplilicarse el número de orin- ques, refiriendo unos y otros á las guindalezas y veteria en piezas completas, en las cuales por con- siguiente, se envolverán todas las piezas cortadas, especificadas en el inventario con el nombre de jarcia de respeto. La cantidad de guindalezas y veteria de repuesto será pues adecuada, no sólo á esas necesidades en atención á cuatro años de un trabajo continuo de amarras, sino también á los climas ordinariamente destructivos de la zona tórrida bajo la cual serán mucha parte de nues- tras tareas. De la jarcia alquitranada de peso llevaremos toda la posible, y aun mucho mayor cantidad de jarcia trozada en cables, que nos servirá también para estiva, pues que -n cualquiera escala nos será tan fácil un acopio de leña como difícil, y aun imposible, uno de jarcia trozada, necesaria, por otra parte, para la conservación del aparejo. En la motonería, herrajes y piezas sueltas, dependerán éstas pnteramente del aparejo pendiente. Sólo sí llevaremos por duplicado, si pareciese oportuno, los cuadernales de tumbar que considero también suficiente para varar, si fuera preciso, una ó entrambas embarcaciones. Los utensilios del Contramaestre y los betunes necesitarán por lo común de aumento. A estos últimos será preciso añadir una cantidad considerable de aceite ,^da partida de las que aquí se expi'esan: Quintales. Lastre, piedra y hierro . 1,000 00 Arboladura pendiente y de respeto 398 50 ' Aparejo pendiente 150 00 Artillería, pólvora y municiones 639 63 Amarras de todas especies 509 25 Embarcaciones menores y sus utensilios 35 00 . Víveres i)47o 30 Vasijería de aguada y rancho 391 10 \ ^ Aguada 1,291 70 ,. ... ,> Rancho ; 216 75 ; Respetos incluso la jarcia trozada 836 50 Velamen 75 °& Equipajes, instrumentos, libros, etc 25 00 í ■ Utensilios de cirujía y cajas 12 00 Armas 9 00 Efectos de cambios y vestuario ro2 00 Cien hombres y parte de sus equipajes 150 00 Total 7,311 75 I iy (II \\l ' ( \^\ sf\ *— JllliJWifJl'i'li IJ" «4 VIAJEM\LREDEDOR DEL MUNDO Los pesos de la Atkkvida podían considerarse próximamente los mismos, pero su estiva estaba más bien proporcionada, aligerada la proa de cerca de 200 quintales de lastre, y hecha la reparti- ción de efectos con atención á lo que se advertía en la Descubierta, cuyos trabajos se anticiparon siempre unos quince dias, intervalo con el cual se botaron al agua. La variedad de efectos embarcados; la precisión de tenerlos casi todos á mano; los mismos plazos de su apresto, y finalmente, la ninguna práctica del mismo buque y de sus verdaderas capa- cidades difíciles de graduarse de un solo golpe de vista, nos aseguran que estamos muy lejos de haber acertado en esta ocasión con el mejor modo de estiva, bien que nos dan esperanzas de po- derlo acertar en lo venidero cuando se haga nuevo arreglo. <, Consideramos nuestros repuestos existentes hoy á bordo, er la proporción que sigue. Toda espe- cie de pertrechos para cuatro años supuestas unas regulares pérdidas y deterioros, así en las altas latitudes por los temporales, como en las inmediaciones de 'a Equinoccial por los efectos del sol y de las lluvias. La aguada y víveres son para diez meses, menos el pan que compone solos seis meses de ración completa. El vino de Sanlúcar, coles agrias, vinagre y aceite, pueden conside- rarse suficientes para un plazo de dos á tres años. Las medicinas, todos los libros, instrumentos simples y utensilios que corresponden á la Historia Natural y á la Astronomía, todo lo necesario á dar de quilla y habilitar entre la tripulación varios obreros de Calafate, Carpintero y Herrero, y finalmente, un acopio, grande y aun excesivo de géneros de cambios, regalos y de vestuarios para la gente, forman una cantidad de efectos difícil de combinarse con la apariencia exterior de las embar- caciones cuyo calado no excede de catorce pies, y en cuyo buque se ha dejado sitio bastante para los acopios de Historia Natural. Las corbetas dieron la vela á las siete y media de la mañana sobre las gavias, juanetes, foque y mesana. La marea era entrante con la velocidad correspondiente á las inmediaciones del pleni- lunio y el viento bonacible del O. Fué menester pairear un buen rato, para que la Atrevida con- cluyese sus faenas de ancla; luego, con el mismo aparejo y la mura babor, empezamos las pruebas al mismo tiempo de comparación de los buques entre sí y de sus cualidades absolutas. Viramos á las diez á un tiempo por avante y se 'lieron las mayores y los estays; reviramos sobre los bajos de San Sebastián y dado nuevo bordo á lac "ostas de Rota, nos hallamos bien franqueados y volvimos á virar al S. O., con viento del O. '/j N. C. A la una nos pusimos al pairo, y mareado nuevamente todo aparejo á las tres, se hicieron en diferentes bordos y sin sujeción unaá otra, varias pruebas hasta las seis y m.edia de la tarde, á cuya hora arribamos, y con trinquete, gavias y juanetes logramos fondear de nuevo en bahía al ponerse el sol. / n Deducción de uis pruebas. El andar, gobierno y aguante de ambas embarcaciones, puede considerarse igual según todas las pruebas de este día. La Atrevida en dos ocasiones ganó algún barlovento á la Descubierta, pero eslo debe atribuirse tal vez al mejor estado de su estiva, que ya se ha manifestado. Las corbetas han virado por avante en dos minutos con gavias, juanetes y foques, viento de cuatro millas y marea contraria. En un minuto, con todo aparejo de bolina, andar de cinco millas y marea contraria; en dos minutos y midió con el timón á la vía, todo aparejo de bolina, marea favorable y andar de seis millas; han virado en redondo en dos minutos, andar de seis millas, todo aparejo y marea contraria; bien que fué menester dilatar la virada por no poderse preparar el apa- rejo con la debida celeridad; finalmente la Descubierta ha virado en redondo, con el í^parejo de proa en facha en dos minutos y la Atrevida había casi alcanzado la virada por avante que inten- taron ambas sobre las gavias, juanetes y estays, con la sobremesana en facha y la mesana cargada; siéndole sin duda obstáculo además de la marea, la ola bien picada de la virazón. Hemos ceñido constantemente en diez cuartas en las dos vueltas. Nuestro mayor andar ha sido de siete millas corredera larga, en cinco cuartas y todo aparejo largo; y al mismo tiempo la inclina- ción de la batería era en la Atrevida de tres pies y dos pulgadas y en la Descubierta de tres pies y una pulgada. En la una se determinaban las inclinaciones con un aplome desde el batiporte ex- terior; en la otra servía un apiomo interior en el puntal proel de la escotilla mayor, comparados sus largos á la semimanga. El aoatimiento no ha sido mayor de cuatro á cinco grados. Bien casado todo el aparejo de popa se necesitaban tres cabillas ó arribar para equilibrar el aparejo, y hasta esta circunstancia era igual en ambas corbetas. \ CORBETAS DliSCUBIERTA Y 'ATREVIDA «5 Como la colocación de las embarcaciones menores, que llegan á cinco y lodas sobre cubierta, podía parecer difícil ó á lo menos peligrosa, se han metido las dos que deben contener las otras dos más chicas. El último bote, destinado particularmente para pescar y medir \a corriente, tiene sólo once pies de quilla, igual á popa y proa. Su acomodo, por tanto, no debe dar el menor cuidado. Se ha conocido palpablemente que ni en los mares más tempestuosos correrán el menor riesgo estas cinco embarcaciones menores. Debía hoy examinarse por m¿dio de pesos conocidos una inclinación que resultase en la batería para deducir luego las fuerzas comparativas necesarias á lograr la mayor inclinación. No lo han permitido las circunstancias, pero se hará á la primera ocasión oportuna. Entre tanto, debemos asegurar que cuantas propiedades hemos examinado en ambas corbetas, al paso ijUe acreditan más y más la pericia de su autor, nos dan las esperanzas más lisonjeras de poder destTipeñar con' acierto el destino que S. M. se ha servido poner á nuestro cargo. "Excmo. Sr. D. Luis de Córdova: ExcMO. Sr.: La adjunta noticia cerciorará á V. E. de las principales ocurrencias del día de ayer relativainentp á las pruebas hechas á la vela en las corbetas de S. M. Descubierta y Atre- vida, que han fondeado nuevamente en esta bahía en la misma tarde. Nuestro Señor guarde la vida de \'. E. por muchos años.=Corbeta Descubierta, á 7 de Julio de lySg. =Alejanciro Malaspma.» i RESUIMEN de los aprestos para ztn viaje alrededn:' del mundo emprendido per las corbetas Descubierta jk Atrevida. 1 Interesados igualmente el paternal amor de S. M. en beneficio de sus vasallos y su constante anhelo de fomentar los conocimientos mirítimos, ha determinado 'su Real ánimo destinar las cor- betas de la Marina Real Descubierta y Atrevida á un viaje alrededor del mundo, con el doble objeto de continuar la grande obra de las cartas esféricas, en todas las costas de sus casi inmensos dominios y de contribuir á los progresos de la Geografía, de la navegación y de la Historia Natural en todos sus ramos. Han sido proporcionados á unos fines tan humanos y tan grandes los aprestos de aquellos buques; y no debe parecer molesto el por menor, así del armamento como de las tareas que han de emprenderse. Buques y pertrechos. • ' Confesando de antemano que la extensión de los dominios de S. M. en las diferentes partes del globo disminuyen mucho las necesidades del navegante español en un viaje de esta especie, y que por tanto los acopios, particularmente de comestibles, no han de ser tan crecidos; podemos aspirar en cualquiera otra relación en que se miren, al concepto de ser nuestras embarcaciones las más idó- neas para el intento, de todas las que se han hecho hasta aquí. Un calado de catorce pies esca- sos, sobre una capacidad de 342 toneladas, y un aguante, gobierno, andar y barloventear, cual lo han acreditado las últimas pruebas, nos hacen creer que no habrá costa cuyo reconocimiento nos sea imposible y que no habrá cala '.i donde no podamos ponerlas al abrigo. Al mismo tiempo la casi total igualdad de propiedades que han manifestado entrambas y la ven- tilación y acomodo interior de todos, nos ponen casi á salvo de una separación involuntaria ó de unas perniciosas enfermedades. El plano número t deja ver claramente que la decencia y comodidad de los Oficiales y demás individuos adictos á la parte científica, están combinados con un regular alojamiento en los Oficiales de mar y con el mejor que puedan desear la tropa y marinería, de lou jllSfci 26 í VIAJli ALUUDEDOR DEL MUNDO cuales ni uno deja de tener su coi colgado. La misma distribución de alojamientos que ha propor- cionado el buque, ha dado lugar al establecimiento metódico de nuestra disciplina, de la cual, siendo bien arraigada, pende casi todo el buen éxito de estas empresas. Durante esta primera navegación, que ni da cuidados ni ocupaciones, correremos el tingladillo de la popa y abrigaremos algún tanto la proa para resistir con más seguridad á los temporales. De este modo, sin perder ninguna de sus buenas cualidades, las corbetas proporcionarán el mayor abrigo á la gente y aun á las plantas ó animales que se quisieran conservar en climas fríos. Las maderas con que se lian constniido estas corbetas son ¿r las más selectas y bien sazonadas. Ade- más, se ha tenido la precaución de masijar las ligazones y calafatearlas. La tablazón del firme, el zulaque, el forro de madera con clavos de metal, y últimamente el de cobre, son otros tantos pre- servativos que nos ponen al abrigo de muchos peligros á que estuviera expuesta una embarcación de las comunes. La colocación del cabrestante mayor en el combés y de las embarcaciones menores sobre cu- bierta, ha parecido á muchos imprudente, ó á lo menos aventurado. Hemos experimentado ya la fuerza del cabrestante y la facilidad de su manejo por medio de un retorno. El uso constante de las embarcaciones inglesas de la India Oriental; el poco peso de nuestras embarcaciones menores; su mismo número y necesidad de usarlas frecuentemente, deben justificarnos en cuanto al segundo partido. El número de nuestros botes, que llegan á cinco, nos suministra los mayores recursos para el objeto primitivo de las tareas hidrográficas, combinadas con las precisas atenciones á la Historia Natural, á la pesca, á la caza y á las urgencias naturales de aguada, leña, etc. La lancha resistirá á levar nuestras anclas de mencr peso. Con mares bonancibles pueden embarcarse á un tiempo 95 hombres. La aguada se hará con suma icilidad por medio de barricas que se han preparado para el intento. Los aparejos de estos botes aún no se han perfeccionado; pero la experiencia misma irá dictando diariamente, con la pericia de manejarlos, los que más convengan á cada especie. Las capacidades del buque, á pesar de lo que hemos dicho al principio, son tales, que nos dan lugar á eml)arcar dos años de toda especie de provisiones de boca, menos el agua y la leña, que deben reducirse á seis meses, cantidad excesiva para unos buques destinados al reconocimiento constante de las costas. En el día, en que los pertrechos navales están arreglados á cuatro años; el vinagre, el aceite y el vino, á tres; las menestras y tocino, á un año; el pan á seis meses, y el agua y la leña, á diez; se acomodan, no obstante, un grande repuesto de efectos de cambios y ves- tuario; muchos efectos para las operaciones de todas especies; muchos utensilios correspondientes á las ciencias con que intentamos abrazarnos, y por último, todos los equipajes correspondientes en la misma proporción. Navegamos, no obstante, con cinco pies de batería, y el día en que hemos hecho las pruebas, un andar de siete millas, corredera larga en cinco cuartas, no nos preci;só á cerrar las portas de Santa Bárbara. Estos efectos, dimanados de la inteligencia y celo del Ingeniero D. Tomás Muñoz, han sido perfectamente correspondidos en cuanto al aparejo y repuestos por el Brigadier D. Fermín de Sesma. Brillan en todo nuestro aparejo pendiente el primor y la resistencia, y á pesar de la poca pericia de una tripulación no reunida ni conocedora aún sus Oficiales, la maniobra, ni las voces, en el día de las pruebas la Atrevida ha virado por avante con todo aparejo en un solo mi- nuto desde las seis cuartas de una amura á las seis de la oti'a; lo ha verificado la Descubierta en pocos segundos más y entrambas han ceñido siempre en cinco cuartas. Nuestras mayores son pro- porcionadas á la manga, las gavias algo menores, los juanetes son grandes y en las mares apacibles nos dan un considerable aumento de vela, que en las tempestuosas no es incómodo, echados abajo mastelero y verga. Seis anclas, cuatro anclotes, siete cables y seis calabrotes, forman todas nuestras amarras. Cerc?. de 200 quintales de jarcia trozada nos proporcionan conservar en buen estado el aparejo. Tres juegos de velas, un buen repuesto de arboladura y los cuadernales correspondientes á dar de quilla ó varar la corbeta para carenarla, todo nos pone al abrigo de los muchos incidentes que suelen hacer fatal una varada ó un viaje excesivamente largo. A imitación de los Sres. Cook y la Perouse, parecía natural la precaución de la lancha en piezas capaz de r<.coger y llevar á grandes distancias toda la dotación con los víveres correspon- dientes. Nosotros hemos creído inútil esta precaución por dos razones: i." En los dos extremos pe- ligi'osos de nuestros establecimientos del mar Pacífico, podrán las colonias inmediatas de Chiloé y Monterey, suministrarnos embarcaciones oportunas con las cuales puedan aún reconocerse más in- dividualmente todas las calas y sinuosidades de las costas, y trabajar con más perfección sus cartas y descripciones. 2." Que ambos navegantes, aun trillando mares más peligrosos, no las han necesitado. MiT¿fii aTT-***"-'^ i / CORBF.TAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA «7 No es tan fácil como á primera vista aparece, la perdida de una embarcación, aunque navegue en mares tempestuosas ó sobre costas muy peligrosas, ni fueran útiles las precauciones de la cons- trucción misma del buque, de todos los utensilios para dar de quilla, varar, etc., si se tratase en una urgencia de abandonar el mismo buque. No debe omitirse hablando de pertrechos, el hacer mención del fogón de hierro con destilador y ventilador, de que irán provistas ambas corbetas. Cuáles sean las ventajas de uno y otro, lo de- muestran evidentemente, además de los razonamientos, las pruebas hechas en el navio de S. M. San Sebastián, en el pasado año de 1788, A la verdad, no es tanta la economía de leña como en un número crecido de raciones á bordo de un navio de 74 cañones; pero si para cocer los tres calderos que usa nuestra marina en las navegaciones largas se necesitan próximamente diez horas de tiempo, nos aseguran repetidas pruebas que el mismo tiempo y la misma leña suministran en un solo alam- bique media ración de agua á cada individuo de los que componen la total dotación de una corbeta. Tenemos, no obstante, otro alambique que puede destilai por el caldero cuando unos balances ex- cesivos 6 una suma escasez hiciesen necesaria una destilación más dilatada, y al contrario cuando fuese necesario cocinar para las dos dotaciones, el caldero de destilar fuera más que suficiente á este doble aumento. Los hornos, la cocina de los Oficiales y las hornillas para dos ollas de Oficiales de mar, son otras tantas comodidades de esta excelente máquina, á la cual da la mayor perfección el ventilador. Aunque nadie en nuestros buques habite en los parajes poco ventilados, lo usaremos para la salubridad de la bodega y particularmente de la sentina; el humo mismo en la cubierta habitada, será, aunque incómodo, un nuevo principio de conservación. Ambos fogones tienen un excelente acopio de repuestos; la duración por tanto no debe darnos ni el menor sobresalto. A los utensilios de repuesto hemos añadido también una fragua y una cocinita portátil para '-x- pediciones de Oficiales. Las herramientas de Calafates y Carpinteros, se han multiplicado p-na. que soldados y marineros hábiles puedan trabajar en cualquier apuro. Dos trozos de cadena ;>ara ama- rrar y otros dos para cables, nos aseguran también de no tener pérdidas en parajes de mal fondo. •■ I ■1 ■ » ■1 ;( INSTRUCCIONES notables que D. Alejandro Malaspina comunicó á D. y osé de Bustamante {segundo y efe de la expedición) sobre la policía de los buques. - . • Fuera agravio recíproco el llamar instrucción á los siguientes apuntes, en los cuales expresaré únicamente el método que ha de seguuse en la Descubierta para que Vm., si gustase, lo adopte también en la corbeta de su mando. El fin que entrambos nos hemos prefijado al abrazar esta comisión, es uno mismo: de servir á la Nación con tareas particulares, acreditar el honor que nos anima y hacernos dignos de la con- fianza pública y del aprecio de los Oficiales que se han brindado á encontrar bajo nuestras órdenes una serie bien dilatada de fatigas y de peligros. Pero ^ tíos variar en el concepto de lo que nos guíe más directamente á conseguir aquel fin; y* como la uniíormidad es, sin la menor duda, la base esencial del servicio, podemos aún, guiados de un mismo celo y de una misma inteligencia, acer- tando aún entrambos en la elección de los medios, destruir sus buenos efectos con el solo incon- veniente cíe haber tomado diferentes sendas. Esta reflexión es la que me hace creer que no parecerá á Vm. frivola la muchedumbre de cosas que he de exponerle; si le pareciese temprana, puede considerar que los cimientos son los que de- ciden de la solidez del edificio, y que han de influir mucho en el concepto general las prim2ras ideas que aquí se formen de la expedición puesta por S. M, á nuestro cargo. Están tan estrechamente ligadas en un buque la disciplina y la conservación de la salud; depen- den tan inmediatamente una de otra la disciplina que llamaremos de policía y la militar; final- mente, dimana tan directamente de esos principios la poca 6 mucha utilidad científica que puede producirla expedición, que fuera imprudencia el no eslabonar entre si estas materias, y contraer- las como á un mismo centro al más cabal cumplimiento de las ideas de S, M, Así la distinción de materias me ha parecido en este caso perniciosa, pues al paso de ser más dilatada traía tam- 1 4 i Ti! 'I i / 28 VIAjn ALRRnBDOR DEL MUNDO bien consigo la idea de que pudiesen mirarse estos objetos desunidos y que el uno tuviese algún rigor si se descuidase el otro. : ■ I En un viaje de esta especie ha de prevalecer precisamente un método opuesto al de los buques ordinarios de la Armada. En éstos la disciplina militar es la que rige; en aquél debe apartarse cuanto sea posible; ni se ocultará la razón de semejante necesidad cuando se considere que la parte militar no há menester para su buena harmonía de que concurra la voluntad gustosa del subdito; pero en la científica, que abraza un número ínlinito de combinaciones, sólo puede lograrse un buen resultado si cada uno, nó lo que le mandan, sino más bien lo que pueda, haya de practicar para el intento. Multiplicados en un solo individuo los cargos á medida que se ha disminuido su número, y la misma comisión arrastrando consigo tales deberes que ya se hacen despreciables los que parecen más graves en otro buque, ¿cómo puede el rigor militar por sí solo obligar á un soldado ó un mari- nero que sufra el insulto de un indio, que coma más bien una cosa que otra, que se transforme, se- gún las ocasiones, en cazador, ó en pescador ó en artesano á medida que lo exijan los infinitos acasos? Dejando aparte la disparidad de carácter del español con el francés septentrional ó el inglés, se deja ver que en esta clase de expediciones los que nos han precedido siempre han dado Id prefe- rencia al cariño sobre el rigor, han tolerado más bien que la disciplina militar sufriese graves ult.'-a- jes, que no truncar aquella grata harmonía del subdito con el Jefe, que hace suaves los mismos sufrimientos y suministra fuerzas y vigor para que una sociedad de pocos se alcance á sí misma y saque de los mismos peligros de que está rodeada nueva seguridad para su mejor conse v ación. Ei ejemplo de los Oficiales era la única arma en los buques del Capitán Cook para persuadir á los ma- rineros á comer cosas, sanas bi, pero asquerosas. Resistióse la marinería en la bahía del Rey Jorge, que es la navegación desde el Norte á las islas de Sandwich, á beber el extracto de la caña de azú- car fermentada, y se usaron el ejemplo, las persuasiones, nunca la fuerza, para atraerlos á esta útil medida; y finalmente, para conseguir la quietud en tierra y evitar un roce intempestivo vio el sabio Capitán lleno su buque de mujeres entregadas á la sed insaciable del marinero, y lo vio con indiferencia porque aquéllas eran voluntarias, y la conducta de éste y su sufrimiento en los trabajos exigían un premio análogo á su carácter. Así es mí ánimo en esta parte que la razón y la uniformidad sean las armas siempre preferidas al rigor militar y que éste sólo se emplee agotados ya todos los demás medios para el buen orden de la sociedad y el buen éxito de la empresa. Miro, no obstante, el rigor militar como cosa bien diferente de la disciplina militar, y seré tan exacto en dar á ésta cotidianamente el útil lugar que se merece, como resistente y aun opuesto á sentar el ejemplo aún más suave del primero. II Sentado ya que ha de constar, no sólo á los ojos de los subditos, sino también á los del público, que la razón y el mejor desempeño de la empresa son casi la única base de nuestro sistema, ha de fijarse la consideración en otro punto igualmente importante, y que apoya el principio anterior; es á saber: que se mirará como supérfluo, y por consiguiente se apartará muy luego todo lo que dis- tante de aquellos dos agentes tenga sólo en su favor, ó el ejemplo de otros, aunque para mí su- mamente respetables, ó el deseo de alcanzar cierta aura popular que, como una ola impelida del viento á la playa, es tan fácil á entrar como á retroceder. III lülS? Supuesto que en esta comisión es la parte facultativa más bien que la militar la que ha de contribuir á la utilidad pública, he creído que deben variar también las reglas del buen orden á bordo, esto es, que el Comandante ha de aproximarse mucho al subalterno, y aun si es posible so- brepujarlo en el ejercicio de todo lo que corresponde á la parte facultativa, aunque distase mucho de la militar. Mil razones, y nuestra misma felicidad, exigen que seamos pocos para muchas cosas: esto envuelve en sí el que todos hayan de hacer lo que puedan, y si es honorífico para un militar, cualquiera sea su esfera, el correr el primero al encuentro del enemigo, creo no será menos gloria para el facultativo humano el correr á tirar ó arriar un cabo más bien que despertar uno ■^ mmmmm ÜiÜiiÉi' 'y 1 f CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 29 que duerme libre de su guardia, 6 atrasar y á veces contrarestar los buenos efectos de una ma- niobra. Las ideas son unas en todos los hombres: la comparación nos hace felices ó infelices: la falta de una pequenez da á veces una ¡dea perniciosa de debilidad que desalienta. El Comandante, di- vidiendo con prudente economía, y nunca sin scesidad, el trabajo de sus inferiores, ya lo hace suave en lugar de ser molesto; y además, infundiendo en cada uno nuevo aliento, les inspira aquel vigor que tantas veces suple al número, y da la más alta idea del propio alcance y resistencia. Son muchos los que en un buque de S. M. están exentos de trabajo personal: nadie lo está cuando el Co- mandante establece con su ejemplo un principio contrario, ni parecerá inútil el acomunar esta idcd si se considera que los peligros, ó por mejor decir, las ocasiones de practicarla, serán casi diarias, antes bien serian continuas, pues que el desempeñar más ó menos lo que espera de nosotros la Nación, pende precisamente de las mayores ó menores fuerzas con que contemos. \ H IV Como es natural me arrastrará lo que acabo de expresar, al principio de que la aproximación del Jefe con el subdito en esta clase de destino, no sólo al trabajo, sino también debe extenderse á la manutención. Mientras llega el hablar del reparto de ración, diré á Vm. que estoy firmemente decidido á verificar esta aproximación cuanto sea posible. Nunca llegará el caso de que el en- fermo carezca del alimento más saludable mientras lo haya para el hombre sano de cualquier clase que sea. La proporción de alimento desde el más alto hasta el ínfimo individuo, ha de ser siempre una misma asi en la cantidad como en la calidad; antes bien, asi como espero qu e el ejemplo mío sea para los Oficiales (si lo necesitasen) un nuevo estimulo para los sufrimientos, lo será la tranquilidad de éstos también para el marinero. En éste no prevalece otra razón que la ne- cesidad; tal pudiera representársele por otra parte si condenado á nutrirse de alimentos igu almente escasos y malos, viese en la abundancia á los que deciden de su suerte y tal vez hasta el fruto han de coger de sus sufrimientos. El buque además no admite en sí un gran número de cosas frescas; y en cuanto al uso de las saladas, queriendo S. M. que no se economice gasto á favor del marinero, y entregada á n osotros la dirección del apresto, no hay motivo para que sea mejor lo de unos que lo de otros ó para que las cantidades sean tan desproporcionadas, que el uno sufra escaseces mientras el otro se halla en la abundancia. Empero esto no implica que la uniformidad sea rigurosamente la misma. Este partido sería pernicioso aun á los fines que me he prescripto, é injurioso al Oficial cuya cuna y sucesiva edu- cación le hacen ya necesarias diferentes cosas, que al soldado ó al marinero fueran más bien mo- lestas. El aseo de comida y el repuesto de varias cosas agradables que ni apetece el marinero ni ocupan demasiado buque, ni son emblemas de la abundancia, serán siempre un distintivo conside- rable que dividirá las clases una de otra y un alivio no indiferente para el Oficial. La costumbre hace suaves, y aun bien agradables muchas cosas que llevaban en sí el sem- blante de sufrimientos. Hay quien aborrece los manjares más delicados. No pocos hacen de- pender su felicidad y su conservación del mismo método de vida que á otro fuera insufrible. La misma costumbre es la que á primera vista nos representa como insufrible la falta de variedad de las comidas, como imposible de sustituir al excelente sabor de vacas, carneros y aves domésticas y de las verduras de nuestros huertos, el de un guanaco, de un ave de mar, de una yerba silvestre. Pero también es positivo que en la clase de viajes como este á que nos hemos comprometido, he- mos de ser felices ó infelices según nuestra costumbre logre mirar con indiferencia unas ú otras pri- vaciones. V Es mi ánimo, pues, por lo que toca á esta necesaria aproximación de comida, el seguir el siguiente plan. Se procurará adaptar á la mesa de plana mayor todo el aseo posible, la abundancia necesaria y la indispensable buena calidad. El uso de las harinas, del té, café, chocolate y algu- nas especies más delicadas de vinos, serán la distinción constante de los demás; al paso que pro- porcionando las primeras una diversidad grande de manjares agradables, y suministrando los segundos ó por sí ó mezclados con el azúcar un entretenimiento saludable, ni con el tiempo pierden su buena calidad, ni el volumen que ocupan es nocivo para otras cosas de mayor impor- tancia. Nunca me sujetaré para el acopio de cosas frescas á la duración de la siguiente cam- I :M ^" VIAJR M.RRDHnOR DRL MUNDO paña; de suerte que suponiendo que en los correspondientes sitios destinados no quepan más de quince terneras y cien gallinas, la misma cantidad ae embarrará para un viaje de dos meses, desde Cádiz á llucnos Aires, que para uno de veinte desde Manila al Cabo de Buena Esperanza por las islas del mar Pacífico y la Nueva Zelanda. Algunas veces será aún más sensible la privación, pues que siendo el ánimo de S. M. que los rastros de esta expedición en los países no sujetos á la Mo- narquía derive más bien de efectos de humanidad que de medallas 6 instrumentos destructivos, de- beremos propajjar en varios parajes las castas de animales más útiles á la sociedad, y por consi- guiente el pescado y las carnes silvestres serán á veces nuestro alimento, mientras tendremos á la vista animales de carnes sumamente apetitosas. VI Bien se deja ver que semejantes privaciones, aunque guiadas de la razón, por lo común saluda- bles y á veces necesarias, fueran, no obstante, muy sensibles si no las atemperase un método uni- forme, en el cual se combinen con recto equilibrio las ocasiones de mucha escasez con las de mucha abundancia. Las diferencias y las privaciones resultan así menos reparables; la necesidad misma dicta nuevos recursos, y finalmente, se establece como sistema la debida aproximación de todos los que naveguen en un mismo buque, como ya se ha indicado. VII Entiendo, pues, que el método proyectado debe empezar al mismo principio del armamento. Debe quedar convencido de la constancia de este sistema, no sólo el que haya de navegar con nos- otros, sino también el público, sean ó no injustas las consecuencias que luego se deduzcan de aqué- llos, dadas por gentes arrastradas de la ignorancia á veces de la emulación, A esta vista irán la seguridad de que no es el capricho el que dicta semejante medida; el navegante podrá deponer cualquiera idea de superfluidad, se irá familiarizando con una vida bien diferente de la que ha se- guido hasta aquí, y podrá pesar sus fuerzas y su constancia con datos mucho más ciertos y des- agradables. El público, por otra parte, verá grabadas en nuestro sistema la unidad, el buen orden, el ejemplo del sufrimiento, la independencia de todo lo que pudiera ó atrasar ó hacer más gravosas al erario nuestras operaciones; finalmente, aquel deseo natural de que emulen nuestros navegantes la constancia tan admirada de los que nos han precedido en semejantes empresas. VIII Admitida esta necesidad, y bajo la consideración de que el alimento es más bien un tributo á la naturaleza que un recreo para los que se han fijado satisfacer las potencias espirituales con prefe- rencia á las animales, se hace presente que en esta especie de comisiones, no sólo ha de privarse uno á sí mismo de lo supérfluo, sino lo ha de extender á los demás, evitando, por consiguiente, toda clase de banquetes. Nuestro objeto en el día es conservarnos, no desperdiciar buque, ocupar- nos enteramente de los altos fines á que se nos ha destinado y acreditar esta verdad, si es posible, á la vista de todos. Cuatro cosas se oponen al banquete. Es pernicioso á la salud, implica el embarco de mil superfluidades, distrae muchas horas útiles, y finalmente, borra la reminiscencia de aquellos mismos trabajos que se hacen sólo sufribles por el deseo de ser admirados de los demás hombres. El que busque examinar de cerca nuestras tareas; el que quiera añadir á este favor el de disfru- tar de la compañía de los Oficiales en la hora en que esté más reunida, más agradable y más chancera, será admitido con aquella confianza y agradecimiento que exige un lazo amistoso de esta naturaleza. Se le manifestarán estos sentimientos de modo que no pueda dudar de ellos. Comerá con aseo y con abundancia, pero será muy luego que el deseo de merecer su aprobación se apoya más bien en el estado de nuestros buques, nuestra disciplina, nuestras tareas y nuestras máximas, que en un número ostentoso de platos útiles únicamente al paladar, muchas veces fatales al es- tómago. CORDCTAS DESCUIUHKTA Y ATKliVIDA 3t IX Consecuente á este sistema será el número de criados que se embarquen. Los he ceñido á un Mayordomo, un Repostero, un Cocinero y un ranadero, todos bien asalariados, pero constituidos á trabajar por bi cada uno en su ramo, y ayudarse recíprocamente siempre que el caso lo requiera. Seguirán á éstos otros cuatro criados, el uno como familiar del Comandante, dos para seiTir á los seis Oficiales y el Guardia Marina, y uno para los de las demás clases que alternen con los mismos Oficiales. Este arreglo se ha hecho de comojí acuerdo, según lo prescribía la Real orden correspon- diente. 3. M. abona el número completo, aunque no se embarquen, habiéndolo así mandado al señor Intendente general de Marina. La ociosidad, temible en todas las clases embarcadas, lo es aún más en la de criados, por la facilidad con que pueden brindarse y cautivar otros regalando una ú otra cosa de rancho. Con pru- dente método han de intervenir los nuestros en los trabajos, particularmente en todo lance que ne- cesite un mayor número de brazos. Pero como quiera que se les haría sumamente gravosa tal nove- dad, contraída á la comparación con los demás buques de S. M., han de atraerse á esta costumbre, nó con la violencia ni con demasiada prontitud, sino más bien '-on el tiempo, con el ejemplo y con el aprovechamiento de ocasiones oportunas; causas todas que sin el menor desagrado arrastrarán seguramente la realización del fin deseado. XI Contribuirá mucho á hacer útil y aun más dócil esta clase de individuos, comunmente díscolos en todos los buques de S. M., el hacerles entender que no están depositados en ellos ni nuestra felicidad ni nuestro lucimiento, y que reduciéndose á pocas cosas el cabal desempeño de su oficio, pueden muy bien ocuparse del trabajo á que mejor se hallen dispuestos y diariamente en las mu- chas horas ociosas contribuir con sus mismos brazos al justo equilibrio de tareas con todas las demás clases. XII Será su alojamiento parte en la repostería y parte en la Santa Bárbara: en entrambos parajes, muy próximos al escotillón de la escala. Tendrán catres inj; loses ó cois, según sea posible acomo- darlos, y así estarán más separados del roce con las demás clases de á bordo, más próximos á la Oficialidad á quien han de servir, y más fácil la inspección de su conducta, lo que considero ne- cesario. XIII En la bahía de Cádiz y aun al salir de la Carraca, se dividirán indistintamente las clases por alojamiento y comida según el método establecido; esto es, que el Piloto, Cirujano, Contador y Guardia Marina, se tratarán en un todo con uniformidad al Oficial, atento no obstante á la diferen- cia de confianza del Comandante, que será proporcionada á unos y á otros; el Contramaestre, Pilo- tines, Condestable, Sargento y Sangrador, comerán y alojarán juntos en un rancho á estribor de la repostería, adaptado sü tamaño al acomodo de los seis catres ingleses correspondientes al primer Carpintero, primer Calafate, dos Guardianes, Armero, Velero y Tonelero, tomarán igual sitio á babor. «I XIV La Real orden que acompaño con el número i, enterará á Vm. del ánimo de S. M. sobre los diferentes puntos relativos á disciplina que había propuesto anteriormente. Era mi ánimo con el nombre de mozos, aproximar los segundos Carpinteros y Calafates al trato y servicio de marineros, 'xJ ^' VIAJR AÍ.RRDUnOR nP.r, MCMOO disminuyendo así laclase de Oficial de mar y simplilicando el régimen interior. Intentaré conse- fíuirlo aunque se miren como Oficiales de mar; pues su número haria muy gravoso el alojarlos y aumentar la comida de cates. XV He indic.ido ya cuanto considero necesario para el buen orden, toda la posible distancia en el roce entre las tres clases primordiales de A bordo: r." Oficialidad de guerra. 2.' Oficialidad de mar. Y j.' Tropa y marinería. Será tanto m-ls salida y segura y tanto menos desagradable, cuanto más temprano sea su establecimiento. Se han dispuesto á este fin las comunicaciones de la cubierta con el alcázar, las reparticiones de comida y alojamiento y el mismo espíritu de disciplina. Bastará por consiguiente una muy leve nclinación A la balan/a, para que propenda hacia este partido tan saludable. Con avisar á cada uno cuando entre á bordo con quiénes ha de familiarizarse y á quié- nes ha de evitar, indicándole blandamente si anduviese errado en sus pasos, y procurando al prin- cipio promover la buena harmonía y amistad entre los que componen una misma clase, se hará el enlace tan sólido que será luego superior á cualquier acaso que quisiese trastornarlo. í . * XVI Conviene mucho que los buzos sean de la misma clase de marineros, 6 si la ciega obediencia á his Reales ordenes y la necesidad obligase á admitirlos de esta clase propietaria, sólo en el nom- bre se mirarán como Oficiales de mar; su agregación, por lo que toca á comida, coi y servicio, será exactamente á la clase marinera. Los que han servido mucho tiempo en esta clase, sea en los ar- senales ó en los buques armados, tienen por lo común dañado el pecho y además son muy inclina- dos á la bebida. Espero que los marineros suplan muy bien esta plaza. XVII He extendido á dos el núm ro de cocineros del equipaje para que tengan á su cargo no menos el caldero del equipaje que las ollas de Oficiales de mar y de la enfermería. De este modo, excluida toda necesidad de ranchero, pues un Grumete de la guardia 6 el mismo Cocinero podrán llevar la comida al rancho; y por lo que toca al aseo del alojamiento, á una misma hora y con igual inter- vención del Oficial de guardia, se vigilará por medio de los grumetes sobre éste y sobre el que corresponde á la marinería. XVIII . Al Oficial de mar se dará diariamente ración de vino y ración de carne fresca cuatro veces á la semana. lil modo de recibir esto de la provisión es los domingos y miércoles; para extenderla á los jueves y lunes se determinará con la menor incomodidad de los buques menores, según el paraje en donde estén fondeadas las corbetas. Con este equivalente, con buenas menestras y tocino, y con una variedad agradable y proporcionada á las circunstancias, apoyaré el partido de que nadie embarque para su uso particular comestibles de cualquier especie que sean. Importa mucho borrar las ideas de ranchos, que al paso que ocupan un crecido número de brazos, son manantial inagotable de discordias, de desórdenes y de enfermedades. La ración que se suministrará será abundante; serán tres las comidas calientes. Habrá alguna distinción en favor del primer rancho de los dos que componen esta clase. Se determinará, aunque no invariable, la cantidad y calidad de comestibles por cada día de la semana, y con este antecedente se prohibirán toda clase de raciones, todo cambio de efectos comestibles que no sea en la misma despensa y con interven- ción y anuencia del Oficial del Detall; finalmente, toda venta particular de-cualquier clase que sea, y se singularizará entre éstas la de vino ó licores, que será grave delito, aun por la pri- mera vez. XIX Apartándome nuevamente del método común de los buques de S. M., así como el Sar- gento y Condestable rozarán mucho con Oficiales de mar, rozará igualmente la tropa con la mari- ■■\ • 1ir"TÍTlÍlt1fi1í111l1 íiimilfl'iii I 'fín"- CORBETAS DBSCUIUERTA Y ATRHVIDA 3.1 nerla, coadyuvando yo mismo y los Oñciales á que se familiaricen unos con otros y sea tan deposi- taría de la autoridad lii marinería como ejecutiva la tropii de todo trabajo. He indicado ya que no es el rigor militar quien ha de mover las ruedas de nuestra disciplina, y que hii de brindarse cada uno voluntariamente al trabajo, no ignorando desde el principio que es de su obli^'ación todo lo que esté en la esfera de sus alcances y de sus fuerzas. XX De ningún modo opino que hayan de nombrarse patrones fijos de las embarcaciones menores. Muy luego formarían una nueva clase que se consideraría superior á los demás, y los gavieros, timoneles y cabos de guardia absorberían inmediatamente casi todo el número de marineros, líl contramaestre ó guardián que esté de servicio, inspeccionará todos los días el estado de las embar- caciones menores y de sus pertrechos, y dimanando de él el .:)mbrar de la gente existente aquellos que parezcan más oportunos, quedará con rapidez pronta la embarcación, y lo que más importa, todos se irán adiestrando en su manejo, práctica sin la cual nos hallaríamos envueltos en mil impo- sibles. Los botes chicos procurarán meterse dentro siempre que no hayan de enviarse á ninguna co- misión; y en general, las mareas y el viento se combinarán y aprovecharán cuanto sea posible para sus movimientos, debiendo por lo común preferirse la lentitud á un excesivo trabajo de remos y á la necesidad de emplear mucha gente en los botes. XXI Hallo muy importante el infundir desde el mismo principio en todos los individuos de las cor- betas una idea harto útil en lo venidero; y es que no hemos de contar con otros auxilios que los de nosotros mismos. Será oportuno bajo este supuesto el valerse de nuestras gentes, de nuestros botes y de nuestros pertrechos para muchas cosas que con más facilidad conseguiríamos pidiendo auxilios extensos á los buques de S. M., á la Capitanía del puerto ó al Arsenal. Por ejemplo, cual- quiera faena de anclas, muchos transportes de efectos cuando los buques menores estén sin des- tino; el mismo amontonarse muchos efectos en los primeros y en los últimos días de nuestra estada en puerto, serán otras tantas lecciones útiles del alcance de las fuerzas al que ha de mandar y al que ha de obedecer. El uno moderará algún tanto el natural principio de celeridad que se mira como único en los demás buques del Rey; el otro se irá insensiblemente amoldando á no graduar por el número de brazos el éxito délas faenas por pesadas que parezcan, y sobresaldrá en este temple de tareas la inteligencia de los Oliciales de guardia y el buen ejemplo de los Oñciales de mar. XXII ■ La debida atención á la comodidad respectiva, y el no hallarse aún reunidos todos los Oficiales destinados á la comisión, ha hecho que indistintamente se ocupasen otros en aquellos objetos que ya desde algún tiempo requerían la presencia del Oficial. Al principio del armamento es muy pro- bable que ya no haya otra atención extraña sino la Astronomía, en la cual se ocuparán únicos los dos Oficiales nombrados en cada corbeta, agregándoles un Piloto para copiar y confiar el diario. Al- ternarán, por consiguiente, los demás Oficiales y el Guardia Marina en el servicio de. á boido, y particularmente en la asistencia al armamento. Sin superfluidades, procuraré no obstante que nada se omita de lo que implicad acto formal é importante que á la sazón llena el Oficial. A éste, sin molestarlo al principio, se procurará atraerlo cuanto antes á la asistencia á bordo aun de noche, y con esto será tan fácil ocurrirá cualquier urgencia que necesite la intervención de un Oficial, como agradable é instructivo el no ocuparse ya de otras cosas cuando los aprestos, los estudios y los mismos ejercicios exigen todo nuestro tiempo y toda nuestra atención. Es este justo sacrificio para los más jóvenes; al cabal desempeño de lo que S. M. ha fiado á nuestro honor, verá el público con mucho agrado que no serán vanas nuestras promesas, y la expedición, desde su misma cuna, adqui- rirá tal vez aquel patrocinio de los hombres sabios, sin cuyas luces y dictamen, particularmente en la parte científica, fueran muy arriesgadas nuestras empresas y muy dudoso el buen éxito de ellas. 1 í II *-.m''-lír^- - 34 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO y m ' XXIII Sin urgente motivo ó de servicio, de salud ó de habilitación propí , el Guardia Marina y el Pi- lotín no empleado en la Astronomía, estarán continuamente á bordo. Aquél se inclinará á la vida activa de aparejar, asistir personalmente á la estiva, transporte y colocación de pertrechos en las lanchas ó botes, ó \'"iTÍlar sobre la exacta observancia de las órdenes, ó soltarse en su manejo al remo ó á la vela. Esovo tendrá corrientes los libros de Detall, atenderá á las señales, será el ins- trumento de comunicación con el Observatorio, y se encargará, finalmente, de toda la práctica del Detall científico á que no pueda alcanzar el Guardia Marina. . . , • , ■ - . XXIV .,■ ■ ■ . • Alternarán en la g\iardia de puerto, uno de los cuatro Oficiales restantes como Jefes, y el Sar- gento y Condestable como subalternos. El traje de uno y otros indicará el destino en que se hallan. La tropa estará dividida igualmente en babor y estribor. Bastarán para el buen orden dos centi- nelas; uno sobre cubierta, y otro en el combés hacia el paraje en donde esté el fogón. Los indi- viduos de '-.rigada harán la guardia unidos á la tropa de marina; se dividirán, no obstante, en los dos cuartos para que no falte diariamente quien pueda manejar la artillería si fuese menester alguna maniobra ó saludo. XXV En la división de sollado he atendido á un paraje oportuno para encerrar las cajas de la oficia- lidad de mar y marinería, pues de ningún modo se permitii^á á los primeros sobre cubierta más que un baúl y una frasquerita, y á los otros más que la ropa que quisieren tener dentro del coi. Se guar- dará todo lo demás en el pañol indicado, abriéndose precisamente una hora antes de mudar la guardia, y accidentalmente siempre que el Oficial ó el Sargento de guardia lo hallen oportuno para que cada uno pueda tomar ó guardar la ropa que le pareciese. El Sargento ó Condestable de guar- dia serán depositarios de esva llave. Las cajas y mochilas podrán dividirse por ranchos, y por ran- chos bajar también al pañol los individuos, ó subir de tiempo en tiempo su ropa para orearla. - XXVI ■ ■-;.^.: .y- ...-v.^- w Casi todas las operaciones periódicas de la embarcación, así por lo que mira á la parte cientí- fica como á la del Detall, se reducirán á un método uniforme con el auxilio de pliegos impresos en los cuales el 'ilta y baja de víveres, agua y gente, ios accidentes relativos al cuadernillo de bitá- cora y todas las observaciones meteorológicas, lograrán su lugar sin confusión de materias ni de estilo. Pero fuera imprudente el coordinar estos pliegos con demasiada anticipación, faltando aún la mayor parte de los instrumentos meteorológicos, é ignorándose hasta dónde en la situación local de nuestros buques podrá extenderse su uso. Así, estos pliegos no se imprimirán sino poco antes de la salida. Con la precaución de anotar metódicamente los acontecimientos, será luego fácil trasladarlos á aquellos impresos, logrando ya que rija un solo método desde el principio hasta el fin de la campaña y consiguiéndose de este modo una más fácil reducción de noticias en la muche- dumbre de cosas que precisamente abrazará la comisión. Pí- xxvii • •; El papel número 2 Je los que acompaño, dará á Vm. una idea cabal del estado de dotación de cada corbeta. En la de Vm. podía suprimirse el velero. Basta uno para dirigir el obrador ó reco- rrida del velamen de ambas corbetas, y por otra parte, el Contramaestre y guardianes, son siempre un equivalente á un Maestro de velas. !>»'A CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 35 XXVIII \. Me ha parecido oportuno (y lo he verificado ya) enterar á los subalternos de la ra^ón que di- rige las innovaciones prefijadas. Debía combinarse con ellos, según la orden de S, M., el número oportuno de criados. Hallé esta la mejor ocasión para indicarles al mismo tiempo que el ejemplo en los sufrimientos, y un noble desprecio de toda superfluidad y distracción, serian lo caracte- rístico de nuestra empresa; que se seguiría precisamente de aquellas máximas una reforma en la mesa, adaptada, no menos á la estrechez del buque y á la dilatada ausencia de todo paraje que proporcionase repuestos de aquella clase , sino á las reflexiones de aproximación nuestra con el Oficial de mar, el soldado y el marinero, y que para combinar con este método inalterable el na- tural exceso de las gratificacio'ies asignadas por S. M. en este viaje, se haría un fondo sobrante reversible después así en aquellos gastos extraordinarios relativos á la comisión, que comunmente suelen ser gravosos á cada uno en particular, como en un dividendo último igual entre todos los comprendidos en el abono de las mismas gratificaciones. Este aviso me pareció tanto más necesario cuanto mayor sería mi tesón en llevar á debido efecto desde sus mismos principios el plan adoptado de evitar toda superfluidad, y cuánto más temible sería en mis jueces externos una siniestra interpretación de mis ideas. El primer cuidado del hom- bre debe ser el de evitar las acusaciones de su mismo corazón; pero el inmediato es no incurrir en la crítica de los demás. Siendo un mero administrador de esta parte, la más gravosa del mando, yo evito las acusaciones así ü.' mi corazón como de los externos; puedo libremente entregarme á los reparos de buen orden, moderación, buen ejemplo, humanidad y disciplina; puedo, finalmente, no aventurar mi propiedad ni mi honor en una administración cuyas pérdidas nadie ha de participar, y las ganancias, si las hubiere, pueden, por lo; dictados de mi misma conciencia, pertenecer legíti- mamente á otros. ¡ ' '' ' . XXIX Acompaño á Vm. en el papel número 3, las pocas señales que servirán en puerto para la inteligencia mejor de las corbetas. Embarcados los relojes marinos, podrá examinarse su marcha por una misma señal, desde tierra, referida á entrambas corbetas y aun referida al resultado de las alturas correspondientes observadas por distintos observadores, como sea en un mismo péndulo. Esto es lo que por ahora he creído preciso manifestar á Vm., no tanto, como dije al principio, por que me parezcan preferibles estos métodos á otros, como porque constituido cada uno en el día á satisfacer á muchos, ó superiores ó amigos, sobre las medidas aun más frivolas de -la expedición, muy luego incurriríamos en una discrepancia de pareceres trascendental á nuestro concepto, al buen orden interior y á la satisfacción de los que sirvan á nuestras órdenes, cuando es fácil después en el dilatado tiempo de nuestras navegaciones, practicar todas aquellas cosas que, apoyadas en la razón, merezcan sujetarse á la experiencia aunque de su utilidad ó necesidad no quedásemos entrambos convencidos.^ Cádiz, á i.° de Abril de 1789. M Él m-' ' *!■ h ! ií;' I i i I V' 1 '■"■*"—" I u RELACIÓN GENERAL DEL VIAJE DISCURSO PRELIMINAR POR D. ALEJANDRO MALASPINA Quien comparase el viaje de ias corbetas Descubierta y Atrevida de la Marina Real, á los ingleses y franceses que le han precedido desde el año 1765, erraría ciertamente sobremanera. Cua- lesquiera que sean los puntos de vista bajo los cuales se miren uno y otros, son otras tantas las dis- paridades que presentan, y bastará el enumerar aquí algunas para que sea fácil inferir las demás sin recelo de error. En el año de 1789, época en la cual se emprendió el viaje, cuyos resultados presentaremos ahora al público, ya el globo habitable podía considerarse enteramente conocido. Fijados en uno y otro polo los límites de la navegación por el hielo constante; detalladas las costumbres, el nú- mero y el origen de los habitantes de las orillas del mar Pacífico; examinadas sus producciones y combinadas las derrotas más seguras y más breves que pudiesen comunicar entre sí los puntos más remotos de la tierra; el intentar un nuevo viaje de descubrimientos hubiera merecido el des- precio de los sabios y aun la mofa de aquellos pocos que buscan en esta especie de narraciones, ó el entretenimiento de una ociosidad perpetua, ó el or;¿en d? nuevos sistemas, bien sean políticos 6 referidos á las ciencias. Los progresos de la navegación habíanme llevado á un punto todavía más alto: ni los aparejos, ni las carenas, ni la calidad y cantidad de los víveres, ni los accoios precisos de agua potable, ni finalmente, la mezcla á bordo de un trabajo continuo y desordenado, con la rápida variación de climas y con la perpetua respiración de un aire infecto, podían mirarse com'^ obs.ú.culos para nn ■ vegar directamente hacia los puntes más distantes del globo: todo lo venció la navegación mo- derna, y variado el semblante de la cistión, se halló tan fácil, tan sencilla y barata la conserva- ción del hombre de mar ó en los países desiertos, ó en aquél mismo Océano que parecía amenazar por todas partes, como era difícil en los parajes poblados y particularmente en las colonias euro- peas del Asia y de la América. No eran, pues, los adelantamientos de la Hidrografía y de la navegación en general los que pudiesen mover el viaje actual con la esperanza de algún suceso; pero una mirada aunque leve al estado de los conocimientos y combinaciones europeas sobre ia America y el Asia, debía descu- brir luego al punto otros objetos de igual ó mayor importancia qut prestaw^n un justo motivo para emprenderie, y prometiesen á la Nación aquella utilidad, si nn aquel lustre, al cual habían aspirado los últimos navegantes extranjeros. Esta variedad del fin propuesto, no podía menos de influir directamente en la suma discrepan- cia de los medios para ejecutarle. Debíamos visitar la mayor parte de nuestras colonias del mar Pacífico y franquear la navegación fácil de unas á otras: debíamos, si fuese posible, apurar los co- nocimientos físicos y astronómicos para vencer, ó los riesgos, ó la rutina de la.i especulaciones mercantiles. ¿Cómo pudiéramos conseguirlo, sin detallar con una suma prolijidad las costas, sin hacer una larga demora en las colonias principales, sin buscar las estaciones favorables á una y otra parte de la Equinoccial, en fin, sin erooner á cada momento, al influjo combinado de los vicios y ■a^jMBHUMIHHBl ■Hn 38 VIAJE ALRIiDRDOR DEL MUNDO I del clima unas tiipulaciones que hubiera sido más fácil preservar en el mar, ó en las soledades de las Malvinas, de la Nueva Zelanda y de la costa Noroeste de la Amírica? En una palabra, dirigía á los pasos ingleses el afán de hallar nuevas posesion-^s y nuevas ra- mas de comercio en los países aún no bien conocidos; }■ de allí la celebridad, la novedad, la econo- mía, el (qUz triunfo de mil obstáculos en la navegación y la fácil "onservación de lo;> navegantes; nuestras miras, al contrario, se dirigían al conocimiento cabal de unas posesiones inmensas, al prudente desprendimiento de las que fuesen inútiles ó perniciosas, y á la reunión precisa de los di- ferentes puntos de una Monarquía tan extendida, de donde dimanaban por precisión la nimiedad hidrográfica y política, la lentitud, los costos, los menores riesgos de la navegación, las ideas más trilladas, y sobre todo, la mayor dificultad de conservar las tripulaciones en buen orden y buena salud. Sin embargo, como la ocasión fuese oportuna, debían sujetarse á una experiencia constante y advertida las diferentes ideas para viajes largos y distantes que sugerían las narraciones ya publi- cadas de ingleses y franceses. Hubiera sido tan reprensible el adoptarla sin reflexión y con una servil admiración, hija á lo menos de la desidia, cuando no lo fuese de la ignorancia, como poco cuerdo el graduar su utilidad por nuestra sola esperiencia sin sujetarlas antes y después á los razonamien- tos nacionales. Son bien distintas la educación, el carácter y la constitución de nuestras marinerías; es tan varia la disposición interior de nuestra disciplina y nuestros buques, y son tantas las colo- nias españolas esparcidas sobre toda la superficie del globo, que la mayor parte de las precaucio- nes di'^tadas por el Capitán Cook para esta especie de viajes, serán siempre en nuestra Marina ó perniciosas ó impracticables. Indicados ya los objetos generales que dictaron como útil el viaje actual y como prudente el no prefijarse una imitación servil de los viajes ingleses, .'s fácil descender á las ideas de donde dimanó el pormenor de su ejecución. La construcción de un Atlas Hidrográfico paralas navegaciones dis- tantes de los buques nacionales, ora atendiesen al abasto recíproco de las colonias con la matriz, ora á un comercio más extendido con los países independientes de la Europa, era por sí un objeto suficiente rara mover hacia el mar Pacífico buques y sujetos que lo verificasen: sin mayores costos era fácil después combinar con este examen nimio de las costas algunos progresos en la Historia Natural, referidos esencialmente al hombre y luego al suelo y á los diferentes animales que lo ha- bitan. Pero sin publicar los resultados de aquellas indagaciones, se malograría su fruto más bien para los nacionales que los extranjeros, y publicándolos, caería finalmente el telón espeso y miste- rioso que había ocultado hasta ahora á unos y á otros el semblante real de la América á fuer de su misma extensión. Entonces sí que la confesión auténtica de nuestra misma debilidad convidaría á la codicia siempre voraz de los europeos á invadirnos por todas partes y con acierto; entonces nues- tro entusiasmo para la defensa general sería tan inútil y desmayado, como los esfuerzos que debían incitarle ¡Triste situación que parecía dictarnos como más útil el caos y la falta de sistema y de conocimientos, que una mirada cabal, generosa y científica á los límites, á la calidad y á los in- convenientes de lo que componía la inmensa Monarquía española! Pero en fin, ¿esta debilidad podía ocultarse? Y aun oculta, ¿debíamos mirarla como un vicio irremediable? ¿O bien existía un choque directo de los principios sociales con la naturaleza capaz de trastornar los cimientos más juiciosos de la legislación? Semejante cuestión debió, en fin, con- vencer á un Ministerio cauto y reflexivo, que cualquiera fuesen los males inherentes á la constitu- ción actual de la Monarquía, no lo habría ciertameníe peor que el de no a>: "'¿..ría por unos prin- cipios sencillos y naturales. Decidióse la publicación del Atlas Hidrográfico y con ella se decidió por precisión un examen político de la América, el cual manifestase con una filosófica indiferencia nuestros males y nuestros remedios, nuestra debilidad y nuestros recursos, nuestros errores pasa- dos y los principios más cabales de nuestra administración del día. ¡Ojalá que semejante encargo, capaz por sí solo de reunir al mismo centro de las virtudes so- ciales al Monarca, á sus Ministros y á las diferentes clases constituidas á obedecer, ojalá que hubiese recaído en unas manos capaces de tratarle como se merece! Pocas verdades aisladas é in- dependientes del f.ürago de sistemas que nos abruma en el día, bastarían tal vez para variar el semblante de la Monarquía. El trabajo común, ya no tuviera otro objeto siüt) la común utilidad ceñida en cada individuo á unos deseos aprobados y asequibles; suelos y climas tan fértiles y tan varios, tributarían un fruto abundante, ó al propietario ó al colono; no habría una lucha continua entre ¡os mismos miembros de la sociedad; cesarían la esclavitud política y la mercantil: satis- fechos de nuestia misma felicidad social, ya no miraríamos con envidia ó con temor los pasos age- nos, y esta sola indiferencia política bastaría por una parte para hacernos respetables alas nacio- nes extrañas, y por la otra, para enfrenar el abuso del sistema militar. ¡Oh! Si alcanzase para tamaño encargo la filantropía más enérgica, el estudio más asiduo de la CORBUTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 39 naturaleza, un examen desapasionado del instinto y del derecho del hombre, referidos á la socie- dad; una reflexión lenta y razonada sobre los tristes desórdenes del día; los sugerimientos, en (in, de la gratitud más viva y más indeleble al Monarca que me ha distinguido y á la Nación que me ha adoptado por suyo, no cesarían, no, mis voces para el intento; los pasatiempos del día y las vigilias de la noche fueran i "-tributo igualmente sencillo á la felicidad general; miraría como dicha más bien el guiar la opinión pública hacia la tranquila prosperidad social, que el con- ducir una falange militar contra un enemigo, quien ignora por lo común cuáles son sus motivos y los nuestros para pelear Pero no; es en vano el aspirar al cabal desempeño de tal empresa; otros más hábiles franquearán muy luego los cortos límites que á mí han proscripto á la par la f.ilta de estudios políticos y las distracciones del mar; seré feliz, sin embargo, si las pocas verdades que he de sentar y son el iruto de las tai^eas de muchos años, sirven siquiera de un primer escalón para el alto edificio del poderío y prospe -idad nacionales. Si dejásemos á un lado para los razonamientos políticos y económicos las ideas elementales que desde la conquista de la América y de ona parte del Asia han establecido su imperio en nuestra Europa, evitaríamos, ciertamente, el ser difusos y el luchar contra una serie de principios endure- cida con el tiempo, con la costumbre y con lar. conveniencias de cada uno, Pero al mismo tiempo, ó dejaríamos en la misma oscuridad en que yace el origer. verdadero de nuestros males, ó sin to- carlos, pretenderíamos infundadamente elevar un edificio sólido y permanente sobre unos cimientos débiles y mal distribuidos. Un nuevo proyecto, parecido tal vez y ya más cansado que los escritos del Abate Kaynal, entretendría por breve tiempo al lector ocioso y s'iperficial, al paso que alentaría al Gobierno á mirar los subditos, más bien como enemigos que como una parte de sí mismo; y tal es la propensión de la opinión pública, que la misma insaficiencií. de los remedios propuestos serviría para desalentar la práctica de los que pudiesen seguirle con ii.ayor utilidad en lo venidero. Es, por consiguiente, necesario en el examen propuesto de la América, abandonar el hilo de los razonamientos adoptados hasta ahora; y después de una ojeada instructiva é imparcial á ese vasto continente y á la utilidad real de sus productos y de su comunicación con la Europa, es pre- ciso descender particularmente á la naturaleza de las posesiones españolas; á las condiciones so- ciales que las unen entre sí; á los motivos que condujeron á su formación; al estado en que se hallan en el día, y finalmente, á los medios que suministran ellas mismas ám violencia para resta- blecerse y contribuir á la felicidad pública. El objeto de las asociaciones humanas no es otro, sin duda, que la propfa seguridad y defensa y una mayor facilidad de los cambios recíprocos que conduzcan directa ó indirectamente á una vida tranquila y agradable. Pródigo el' Creador hacia el hombre, al paso que su infancia penosa, su ve- jez inmóvil, sus armas débiles y su cutis delicado, le hacían tal vez oi animal más expuesto ó á la fiereza de los otros ó á la inconstancia de los elementos, dióle un instinto y una disposición á pen- sar, con las cuales pudiese, sí, señorearse con facilidad sobre toda la naturaleza; pero se viese in- clinado al mismo tiempo á ejercerlas contra su misma especie, movido de la envidia más bien que de la necesidad. De allí dimanan los diferentes periodos de la sociedad; triunfan ai principio la edad y la fuerza para abatir los bosques y vencer las fieras que los habitan: los dictados del en- tendimiento se ejercen después para el abrigo de las intemperies y la fácil adquisición del ali- mento: sigúese, en fin, muy de cerca la tercera época, la cual se dirige, ya no á triunfar de los obstáculos de la naturaleza, sino es á subyugar á sus semejantes y hacerles que trabajen á su fa- vor: de aquí han derivado en diferentes tiempos según la varia constitución ca-Ñual de las socieda- des, las guerras externas para la adquisición de esclavos y la e-,:ensión de dommios; y las internas ó civiles para la destrucción de las facciones ó de lis opiniones; el aprovechamiento de ¡a navega- ción para los cambios y transportes voluminos ^. \ ei afinamiento del discurso para simplificar las artes y las labores: de aquí ha dimanado, por ultimo, el sistema de ios conquistas lejana;; y de Ul- tramar, sistema que ha acarreado consig»^ la multiplicación del lujo j ha confundido todos loa M-<¡'*ii'^*yKf^* '\-:!!'*wui<'WJ!r^'*t;j'yi^g.^!''^^'^1Jftl^T-''''. '.y'-'^''^^'' ,,,^^«^,,s,,»aBaK,asv»>^S3Ki'W««s*.-^^ IMAGE EVALUATION TEST TARGET (MT-3) / O O w ^ * fe -^o c?< fe í^^ í/j & ^ '% I 1.0 l.l 1.25 IM IIM IIIIIB |||||Z2 itó '""= ii£ IIIII2.0 |óo 1.4 1.6 Photographic Sciences Corporation rtV <^ 23 WEST MAIN STREET WEBSTER, N.Y. 14580 (716) 872-4503 ^^ 1. "^S \\ '<=.'. -^^ ■i »yi«Hum>li!|"ji.jl»l-i!V,i!ji:.l,WS' " ' CIHM/ICMH Microfiche Series. Canadian Instituto for Historical Mícroreproductions / Insti CMH che CIHM/ICMH Collection de microfiches. lícrorep.-oductions / Instítut canadien de mícroreproductions historiques 1981 T 44 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO á la fuerza y prosperidad pública aquella cuota que Jes corresponda. ¿Cuáles son, pues, estos enla- ces legítimos de la América con la Europa, enlaces que nos deben conducir á un", independencia absoluta de las potencias rivales, á un sistema de gobierno y de impuestos más moderado y más equitativo, á una población y una educación inís adecuadas á nuestro estado actual, y á unos prin- cipios de legislación y de opulencia que tan impresos en el español de Ultramar como en el de Europa, en el legislador como en el subdito, no presenten ya para una misma sociedad un choque continuo de miras, de intereses y de la fuer/a parcial de cada uno? Semejantes reflexiones, sin las cuales fuera inútil, antes bien, sería pernicioso un examen polí- tico de la América, nos conducen irresistiblemente á un examen de la administración pública de España. Emancipadas, digámoslo así, las colonias por manera que deban considerarse una parte alícuota más bien que una parte secundaria de la Monarquía, y examinada su influencia directa en la fuerza y opulencia del continente, el comercio natural de unas con otras debe inferirse por precisión, y deducir de allí el sistema del impuesto comerciante, distinguiendo lo que damos y consumimos de la Nación de lo que damos y consumimos del extranjero; aquí debemos inmediatamente probar cuán- tos son los vicios de la legi. ilación actual de la Europa y en particular de la España, la cual, con- virtiéndose de golpe en una nación colona industriosa y comerciante, ha hecho casi necesaria una emigración que prohibe y ha abandonado el cultivo de los mismos alimentos que necesita. Sin la infinidad de vicios políticos dimanados de la confusión de nuestros intereses con los de las colonias y de los intereses de las colonias con las discordias parciales de la Europa, acaso el desnivel de nuestros precios sería tal que los trigos de Beauce y del Orleanois, distante ciento y tantas leguas del mar, pudiesen llegar á Cádiz más pronto y con una economía de cierto por ciento en su tras- porte cotejados con los de Palencia, que sólo distará 40 leguas de Santander (i). ¿Acaso el soldado y el minero español, qi;e en su país no pueden lograr las más veces el pago moderado de un tra- bajo asiduo y enfadoso, se convertirían luego al punto en la América tn otros tantos ministros de la autoridad pública, distinguidos, ricos y sin necesidad de trabajar? Pero sobre todo, desembarazada la España de los cálculos políticos en los cuales la envuelven ya la asociación, ya la defensa, ya la administración de sus colonias; sabidos los auxilios ó perió- dicos ó extraordinarios, que la pueden tributar; conocidos á la par los esfuerzos militares á que se halla ligada por los mismos contratos, y desterradas lejos de sí misma aquellas semillas inagota- bles de discor 'ia, ora relativamente al territorio, ora al comercio, ora á los celos políticos con las demás naciones, ¿por qué no podrá ya reflexionar tranquilamente sobre sí misma,, y sin pensar en una mejor ó peor situación de la que permitan la naturaleza, sus brazos reunidos y los auxilios equilibrados de las demás partes de la Monarquía? ¿Por qué no podrá arreglar su impuesto, resta- blecer su erario, emplear directamente sus fondos para su propia opulencia y hacerse respetar sin necesidad de otro alguno por las demás potencias de la Europa? De allí derivaría tal vez un nuevo plan del derecho público confundido en el día, como ya se ha dicho, con el derecho comerciante; derivarían la mutua dependencia de las colonias con la matriz, con medios tan directos, justificados y naturales, cuanto son torcidos, injustos y perniciosos los que rigen en el día; derivaría, finalmente, el método de captar en cada año la opinión pública y el amor al Gobierno, con hacer públicas la administración y la existencia de los caudales y fondos de la Nación. Pero esta empresa pertenece á un ramo particular que no está comprendido en nuestra esfera, y es la organización interior de la España. Para nosotros bastará el sacudirla de los pesa- dísimas grillos que la causan las posesiones de Ultramar, y presentarle un plan general de re- unión, con el cual sean todas felices y no teman las invasiones externas, ni apetezcan las riquezas agenas. El deseo de dar una idea algo clara del plan propuesto en la verificación y en la publicación del viaje, nos ha hecho difusos; pero era indispensable, tanto para justififemente las ventajas y alcances del comercio europeo en aquellos mares. Le han añadido después una narración extractada de todos los viajes nacionales hechos hasta el día sobre aquella costa, y últimamente han procurado dar una idea no menos exacta de los establecimientos rusos de la Siberia, y de las utilidades que prometen comparados á los gastos y á las pérdidas que han causado hasta ahora. Tal vez podrán comprenderse como apéndices á este mismo tomo, los extractos de otras tres ex- pediciones que han dimanado de la de las corbetas; y son la del Capitán de fragata D. José Melén- dez del Departamento de San Blas á las costas de Tecoantepeque y Soconusco, en los Reinos de Nueva España y Guatemala; la de los Pilotos D. Juan Maqueda y D. Jerónimo Delgado en las Islas Visayas ó Filipinas meridionales y la del Capitán de fragata D. Juan de la Concha, con los Pilotos D. José de la Peña y D. Juan Inciarte, al Golfo de San Jorge en la costa Patagónica orien- tal, entre los paralelos de 45 y 47° de latitud meridional. Corresponden á estos cuatro tomos en una masa común setenta diseños, cuyo objeto es el de dar una idea á las veces de las costumbres de algunos paises aún no bien conocidos de los europeos, á las veces de los pobladores, ó indígenas ó colonos de nuestros dominios ultramarinos, y á las veces de la situación y hermosura de algunas capitales de América. Son todos sacados del natural por los hábiles sugetos que en diferentes épocas nos han acompañado, y de los cuales daremos una rela- ción individual al tiempo de hablar de los armamentos de las corbetas. A esta parte del viaje, la cual hemos mirado como preferente, sólo porque se refería á un mayor número de personas, síguense ya los trabajos hidrográficos que distinguimos con el nombre de Atlas de la América meridional, de las demás costas de la Monarquía en el Mar Pacífico, y de las Islas Marianas y Filipinas. Se le han añadido después por una parte las cartas necesarias para las navegaciones nacionales en el Océano Atlántico desde las Islas de Cabo Verde, término de las pu- blicadas por los Jefes de escuadra D. Vicente Tofiño y D. José Várela, y por la otra todas las que indiquen los descubrimientos modernos y las derrotas antiguas nacionales. Reunida esta colección á la de los mares de la India, trabajada por los navegantes ingleses y franceses; y á la del seno me- jicano, actualmente entre manos de orden de S. M., el navegante nacional tendrá siempre á la vista datos individuales y bien claros para dirigir sus viajes con igual seguridad y presteza á do le llamen ó el servicio del Estado ó sus intereses particulares. Comprenderá nuestro Atlas unas se- tenta cartas, parte esféricas, parte de los planos de los puertos y parte con las vistas de las costas. Aunque el diario ó el primer tomo de la narración del viaje aclare en cierto modo la escrupulo- sidad con la cual hemos mirado esta parte esencialísima de nuestro destino, nos ha parecido, sin embargo, un deber anexo á la nimiedad que piden semejantes trabajos, el de individualizar antes los materiales de donde han dimanado, y luego los derroteros que hagan más fácil, menos cansado y más general su aprovechamiento. Todos los objetos indicados se comprenderán ^n dos tomos: el primero se formará con el volu- minoso diario asti-onómico, las observaciones meteorológicas hechas en los puertos y en el mar, y los estados de la declinación de la aguja; lo hará luego sumamente útil é instructivo un tratado de navegación y geodesia que le hará preceder D. Dionisio Galiano, aplicando á una práctica bien comprobada, varios métodos tan útiles como nuevos que le ha sugerido el estudio constante de la Astronomía y de los demás ramos que corresponden al pilotaje sublime; últimamente, en una Me- moria separada, el Capitán de fragata D. Ciríaco Cevallos, expone con mucha claridad el resumen de nuestras experiencias sobre la gravedad de los cuerpos, hechas con el péndulo simple constante en diferentes paralelos de entrambos hemisferios, y las refiere al mismo tiempo á la figura de la tie- rra, nó tan simétrica como se suponía, y luego á una medida universal, cuya comprobación cons- tante é invariable en diferentes parajes, dependa sencillamente de los resultados de las experien- cias hechas hasta ahora, ó por nosotros ó por los viajeros que nos han precedido. Corresponderán después al otro tomo, que será el sexto de la obra general, la recopilación de los elementos que han servido de base á nuestras cartas y los derroteros de las navegaciones '■y '-stas comprenden. Un tratadito sobre los vientos y las corrientes y otro sobre las derrotas más breves por alta mar de uno á otro paraje del globo, cualesquiera sean las estaciones del año, hará ver á continuación, cuántas son las vías, y cuánto son fáciles para comunicarse continuamente entre sí la América, el Asia y la Europa. Siguiendo por naturaleza en los trabajos indicados, por una parte las noticias astronómicas que se nos han comunicado ó sabíamos de antemano, y por la otra la serie casi inmensa de los na- vegantes nacionales que nos han precedido para los reconocimientos parciales de la América, pro- curaremos no defraudar á persona alguna el fruto de sus fatigaíf bien que dejando aparte aque- llas cuestiones hidrográficas sobre la primacía y la legitimidad de los descubrimientos, que ya tantas veces han sido agitadas en la Europa y siempre decididas por el público imparcial á favor ^' /A... / ii/ \*~'' ''r***^ili "T-rfi'T ' 46 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ••'1 ! ^;' de la navegación antigua española. El mejor modo de dispersar las acusaciones, con las cuales á su salvo varios escritores lian tachado la España hasta estos últimos años, será ciertamente el de no impugnarlos sino con los hechos cuando se hallasen infundadas, 6 el demostrarles, cuando fue- sen fundadas, que ni eran absurdos nuestros misterios pasados, ni era otro, tal vez, el objeto de la publicación de sus viajes, sino el mismo que manifestaba la ocultación de los nuestros 6 como pru- dente, ó como necesaria. Con los seis tomos ya indicados, concluiría la obra que ahora presentamos al público, si la habi- lidad y la aplicación constante de los Cirujanos de ambas corbetas, D. Francisco Flores Moreno y D. Pedro González, no diesen ocasión de añadirles otro tomo relativo á la conservación de la salud de los navegantes españoles. En balde intentaremos recomendar esta obra tanto como ella merece; se hallan aplicados á la práctica con igual felicidad los conocimientos más modernos sobre la di- gestión animal, los inventos más preciosos para la depuración del aire y del agua, los métodos más seguros paia preparar }' conservar los víveres, y finalmente, los muchos medios que para la con- servación del navegante en los climas temibles de la Zona Tórrida suministra la naturaleza en las posesiones españolas: se comparan ahora con la reflexión y tino correspondientes, la calidad del marinero español y la de los navegantes ingleses; los vicios que produce el mar y los que dimanan de los países inmediatos á la Equinoccial. El escorbuto, las fiebres pútridas y las catarrales, junta- mente con las causas que las producen, pasan por un examen igualmente científico, claro é inteli- gible; se enumeran las muchas bebidas fermentadas que es fácil aplicar á la navegación; tráense luego á una comparación exacta con los principios prescritos, las varias enfermedades acaecidas últimamente en nuestras escuadras; y finalmente, se prescriben por una parte los temperamentos y métodos de vida que más bien correspondan á los muchos climas que presentan nuestras posf, - siones dilatadísimas, y por otra el sistema de disciplina que parezca más propio para los buqu' s de S. M., reunidos en un sólo punto de vista los objetos militares, los de policía y economía y los de la conservación del individuo. Estos son los límites actuales de la publicación del viaje. Se seguirán luego, con un plazo pr)- porcionado á la multiplicidad é importancia de los materiales, las diferentes obras científicas que se refieren más directamente á la Historia Natural. Los hei manos y herederos del difunto D. Anto- nio Pineda, tributarán ciertamente de mancomún con la Nación entera este nuevo homenaje á las ciencias y á la memoria de aquel hábil filósofo. Luego que regrese D. Tadec Heenke, el cual ha recorrido por un año más la América meridio- nal con indecible ventaja de los varios ramos de la Historia Natural, serán públicas igualmente las colecciones'botánicas y zoológicas que ha formado, y describirá á la par con el otro botánico, Don Luis Nee. Tal vez no sería aventurado el asegurar que las colecciones formadas en el viaje son las más selectas que existan en el día, por sus rarezas, variedad y número. El de las plantas no es ciertamente menor de i.j.ooo. Describirá después el mismo Heenke, con la elegancia que le es propia, los importantes países que ha recorrido últimamente en los Vireinatos del Perú y Buenos Aires, penetrando á Guamanga y Guancavelica, el Cuzco, Arequipa, la Paz, Potosí, los Yungas, Chucuito y el fértil país de los Moxos; las antigüedades peruleras, estudiadas ahora en el Cuzco, darán nuevo material para cono- cer la arquitectura de aquellos pueblos, que j-a D. Fernando Brambila había estudiado y descrito con tanto acierto á la par de la arquitectura mejicana. En fin, cuantas ideas hayamos adquirido y cuantas podamos adquirir en lo venidero sobre los objetos que abraza el viaje, otras tantas se pre- sentarán al público como un tributo que le es debido y como una prueba de nuestro deseo incesante de coadyuvar á las intenciones benéficas de S. M. Aclarado con alguna individualidad el objeto del viaje y el método ahora adoptado para su pu- blicación, debemos con igual claridad manifestar cuáles fueron los aprestos y las medidas tomadas para el intento; serán éstos una prueba bien evidente de la generosa protección del Rey á favor de las ciencias y de la navegación, y harán ver las razones por las cuales nos hemos apartado á las veces y otras hemos imitado servilmente á los navegantes que nos han precedido en esta senda. Las dos corbetas con las cuales se ha verificado el viaje eran absolutamente iguales, y en ellas reunió el Brigadier D. Tomás Muñoz, Ingeniero Director y Comandante del Arsenal de la Carraca, todas las propiedades que parecieron más ventajosas, así parala resistencia como para la capacidad y comodidad del buque: sobre 120 pies de eslora, 31 '/, de manga y 15 de puntal, manifestaban un arqueo de 306 toneladas; macizadas las cuadernas y calafateadas sus juntas, presentaban un se- gundo costado inaccesible al agua del mar, aun cuando el fatal encuentro de algún escollo hubiese roto la tablazón exterior; eran fts fondos forrados antes con madera sujeta con clavos de metal y luego con planchas de cubre, por manera que se destruyesen los perniciosos efectos de éstas sobre la clavazón interior de hierro. El calado no excedía á popa de 13 '/» P'és, facilitando así el poder \ ^ i^A í í : CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 47 internar en cualquiera cala de poco fondo. Y proporcionadas luego las dimensiones de la arbola- dura, para que no se opusiese un aguante extraordinario de vela á una regular velocidad, habíase logrado un excelente gobierno y una deriva más bien moderada, particularmente cuando se hiciese el debido uso de las mayores. Podían contener los buques en su bodega y sollado dos años de víveres para la dotación asignada, y seis meses de aguada y leña; los pertrechos de todas especies y par- ticularmente de hierro, lona y jarcias, eran adaptados á la falta absoluta de estos efectos, que ha- llaríamos en los diferentes puertos de la América. Eran igualmente crecidos los repuestos para ves- tuario de la marinería y para efectos de cambios. Las embarcaciones menores llegaban á cinco para ocurrir á los diferentes objetos de la aguada, leña, caza, pesca, observatorio, Historia Natural y comunicación continua de los buques con la playa; aumentadas las lanchas y aprestadas con cu- bierta de hierro, como lo verificamos después en Guayaquil y San Blas, podían las tres embarca- ciones mayores contener toda la dotación de los buques en el caso de un naufragio. Al mismo tiempo, los fogones de hierro para dulcificar el agua del mar, con dos alambiques, aplicado el se- gundo al caldero de la comida, suministraban el agua necesaria para la subsistencia de todos. Y lo que nos pareció lo más interesante; ni había persona alguna que no alojase en la cubierta principal, esto es, en un paraje bien ventilado y en donde el mismo fogón, con una acción continua, debía re- novar frecuentemente el aire, ni en los alojamientos dejaba de haber aquel método y diferencia que exigen, sí, la conservación de una buena disciplina por largo tiempo. Sería cansado, mas no total- mente inútil, el repetir uno á uno los diferentes reparos que se tuvieron presentes para esta distri- bución de alojamientos, la cual, luego por lo que toca á la Oficialidad de gueira reunía, los objetos de una total independencia entre sí, de la debida quietud para las tareas cientificas y de sitio có- modo y oportuno para reunirse y no olvidar los halagos de la vida sociable, sea con el auxilio de la música ó con la lectura de libros igualmente amenos y entretenidos. Ni en lo que mira á la buena calidad de los aparejos, velámenes y otros pertrechos, fué méno'í eficaz el Brigadier D. Fermín de Seuma, Subinspector del Arsenal de la Carraca. Todo era de la mejor calidad y proporciones, y para un facultativo será buena prueba de esta aserción, el que le aseguremos haber sido una misma la driza de gavia que ha servido en la Descubierta durante el largo espacio de cinco años y dos meses. A estas dos clases de aprestos, de las cuales dependía en mucha parte la seguridad del viaje, siguiéronse luego las no menos importantes que se referían á la conservación de las tripulaciones. No ignorábamos (como se ha hecho ver ya), que nuestras escalas repetidas en los varios puertos de las colonias nacipnales, proporcionarían el renovar los víveres cuantas veces fuese necesario; pero teníamos también á la vista el que mil alimentos de los que suministran las últimas navegaciones, pudieran á veces presentar objetos de variedad y de economía aun cuando no ofreciesen (lo que parecía difícil), ventaja alguna para la conservación de la salud. Adoptáronse con esta atención el Sowrkroíd y las salazones del tocino, éstas por ambos méto- dos usados por el Capitán Cook y por el Conde de la Péyrouse: hicimos grande uso del vino de Sanlúcar, al cual sustituyóse el de Chile, y finalmente, el Groog ó aguardiente aguada. Turnaban después la suministración de las comidas calientes y del gazpacho, el uso de las bebidas fermen- tadas y la diferente distribución de horas, según los climas y las estaciones en los cuales nos ha- llamos. A la-vez se premió el baño, siempre se animó el ejercicio con tal que fuese moderado, ni nosotros, cuando no le hallásemos absolutamente necesario, prescribimos el trabajo en las horas de la mayor fuerza del sol estando en los climas más temibles de la Zona Tórrida. Por la misma razón de promover un ejercicio frecuente en todas las clases de los armamentos, se procuró que la ma- rinería y tropa estuviesen siempre á dos guardias y que los demás individuos fuesen también com- prendidos por lo general en este útil servicio. Nunca se omitieron, cuando estuvimos fondeados, la pesca, la caza y el aprovecnamiento en el caldero de aquellas yerbas saludables que ofrece la na- turaleza al navegante aun en los parajes más áridos y desiertos. La narración del viaje manifes- tará después que muchas veces, más bien debimos reponer en el mar los armamentos harto debilita- dos en los puertos, que no expresar en éstos el restablecimiento de los efectos harto comunes de la navegación. Pero el resorte principal que adoptamos para la conservación de nuestro hombre de mar, fué sin duda alguna la tranquilidad del ánimo. En balde intentaremos suponer en el marinero espa- ñol aquella misma insensibilidad, que tantas veces se advierte y parece incorregible en el mari- nero del Norte, Los nuestros raciocinan, preven, y en una larga enumeración, por lo común abul- tada según los mismos efectos de la imaginación, conservan la idea de todas las desgracias acae- cidas en las navegaciones harto aventuradas del mar del Sur; de allí aquel entrometimiento impei-tinente en todas las providencias adoptadas y en los obstáculos que se encuentran casi dia- riamente; de allí aquel vuelo indecible de la suma valentía á la suma abyección, según los trances 'fi \ 11 ^'4 «i\su-ífl'áaj(!5£Ai--6^.iS.,iUífiií-w<»iw?;?í«w; ■■•m¡&SMí: F^ r- 48 VIAJE ALREDUDOU DEL MUNDO ^ f reales ó imaginarios que se le presenten; de allí, finalmente, un tránsito igualmente acelerado de la salud r.as robusta auna enfermedad epidémica; enfermedad que agrá VLn luego más y más los mis- mos indicios de su fatal existencia á bordo. Por ventura un verdadero espíritu de subordinación les hace tener las miradas sie-npre fijas en la Oficialidad de guerra que los gobierna. Basta que éstos sepan templar con tino el rigor y la dulzura, la fatiga y el descanso, la severidad y la persuasión, el acomunarse en cierto modo con ellos y el apartarse repentinamente á mucha distancia, para que la generosidad nacional se despierte luego al punto y obre con toda la energía debida para infundir antes la tranquilidad del ánimo y triunfar después de los mayores obstáculos. Pero de las ideas relati- vas á la conservación de la salud, se hablará con la debida extensión en el séptimo tomo ó tratado mé- dico. Nos ceñiremos aquí á ratificar lo que había demostrado con la mayor evidencia el Capitán Cook, y es que relativamente álos víveres y á la conservación económica del navegante, no hay plazo, no hay clima, no hay punto alguno de la tierra en donde no sea fácil conseguirlo, con tal que se mo- difiquen las reglas generales á los hábitos y calidades de cada nación. Por lo que toca á nuestros aprestos, el Swrkroxd se mantuvo por dos años largos de buena calidad, exceptuándose, sin embargo, aquellas barricas que por falta de sal ó por una introducción del aire atmosférico entre las tongas no bien comprimidas, pudriéronse muy luego y despedían una fetidez extraordinaria. Los tocinos salados por uno y otro método, han durado por el espacio de tres años, con tal que se les renovase de tiempo en tiempo la salmuera. No resistieron tanto las menestras sin ser invadidas por el gorgojo; lo mismo sucedió al pan. No así á las harinas, particularmente de Filadelfia, las cuales conservaron la misma excelente calidad f'espués de dos años de haberse embarcado en Cádiz. Hízose también una prueba escrupulosa con las carnes saladas de Montevideo. Las tuvimos fabricadas en el año de 1786, y después de habi^r navegado por cuatro años y medio, se conservaban aún de buena calidad en Marzo y Abril de 1794. A estos aprestos para la conservación del hombre, fueron después proporcionados los que exigía con justa razón el hombre enfermo. Las pastillas de caldo se fabricaron por diferentes mé- todos, los más introducidos en Europa. Dispúsose un abundante acopio de zumos de naranja y de limón. No descuidamos el embarcar algunas barricas con cebada fermentada y molida. Las cajas de medicina variaron mucho del método común de los buques de S. M., varió también el sistema de enfermería, evitando el embarcar dietas vivas y el destinar paraje fijo para los enfermos. Cuál haya sido el fruto de cada una de estas medidas, se manifestará después con verdad y método al tiempo de hablar, en el tratado médico, de éstos y de los aprestos que se indicaron en los párrafos anteriores. Aquí añadiremos, que en la dirección de nuestras medidas para este ramo, intervino de orden de S. M. el Proto-Médico de la Real Armada, D. José Salvaresa, cuyo dictamen sobre la conservación de la salud en el mar, se halla comprendido en tres cartas responsivas á otras tantas que manifestaban nuestras dudas ó incertidumbre para apartarnos unas veces de los métodos na- cionales y otras de los que nos prescribían casi invariablemente los extranjeros. Ya es tiempo de decir algo también sobre los objetos científicos que se prefijaron en el viaje y sobre los medios empleados para conseguirlos. Han sido muchos; nos han ocupado incesantemente; los dirigían por la mayor parte hombres bien conocidos en la república literaria, y el sabio Minis- tro que dio el primer impulso á la expedición y la ha protegido después con igual constancia y ge- nerosidad, condescendió desde luego á que se consultasen, con aquella docilidad que es siempre in- separable de la ciencia verdadera y del deseo de coadyuvar con la mayor extensión á la utilidad sólida de nuestros semejantes. Franqueáronse desde el mismo principio los archivos de las Secreta- rías de Indias y Marina, para extractar los materiales hidrográficos que en ellas hubiese. Este pri- mer examen manifestó de nuevo la necesidad del viaje próximo á emprenderse, pues confundidos en una sola masa, materiales á las veces excelentes y otras perniciosos ó en una perpetua contradic- ción los unos con los otros, si descubrían por una parte los esfuerzos repetidos y costosos que habia hecho constantemente el Gobierno á favor de la navegación, convencían por la otra cuánto era fácil ó debilitarlos ó hacerlos inútiles con la sola insuficiencia de los medios adoptados para conseguirlo. Tuvimos, igualmente, una orden circular para que se nos franqueasen en las diferen- tes capitales de la América los archivos de los expulsos jesuítas, en donde con mucha probabili- dad se hallarían rastros recientes de los reconocimientos y viajes interiores que aquellos religiosos habían verificado en el siglo pasado y en el actual, ó con el objeto de coadyuvar á la conversión de las naciones no conquistadas, ó para auxiliar al Gobierno en el estudio é investigaciones de un país de tanta extensión; pero frustráronse también aquellas medidas, hallándose aquellos archivos en parte maltratados, y despojados en parte de lo que tuviesen de más precioso. Fué, finalmente, preciso recurrir á los autores impresos, bien que con la felicidad do poder comparar en las dife- rentes capitales de nuestros reinos ó provincias aquellas nociones qu sirviesen de base para la historia de la América con los manuscritos é ideas locales que de allí mismo pudiésemos derivar. -jí. \ li ■■■ IM w CORBETAS DLSCUBIERTA Y ATREVIDA 49 Sin omitir de indicar lo más difusamente en los parajes de los tomos siguientes que por naturaleza lo exijan, no debemos en esta ocasión pasar en silencio que hemos hallado en todas las personas ¡lustradas de la América, á cualquier ramo á que correspondiesen, otros tantos socios de nuestra empresa, los cuales, por consiguiente, la han facilitado sobremanera y han ratificado así, tanto la necesidad de una reforma, como las causas, harto complicadas, que han llevado la América al es- tado en el cual se halla hoy en dia. A estos elementos esenciales pan el acierto de nuestros pasos y á los encargos más estrechos del Gobierno á los Vireyes y Capitanes Generales de las provincias para que auxiliasen esta em- presa con cuantos medios les dictanen su celo y los conocimientos locales, vimos añadirse des- pués con indecible utilidad del servicio varios dictámenes bien importantes de los Excmos. Seño- res D. Antonio de Ulioa, D, Juan de Lángara y D. José Mazarredo, sobre la Hidrografía y la cons- titución física de la América meridional, sobre la adquisición y el uso de la mayor parte de los ins- trumentos astronómicos, y sobre algunas experiencias relativas al nivel de los dos mares, Atlántico y Pacífico, y sobre varias modificaciones en el casco, en las maniobras y en la disciplina de nues- tros buques. Consultóse también al Teniente General D. Gabriel de Aristizábal. El Marqués de Ureña dio varias nociones sobre la aplicación de los aires fijos á diferentes enfermedades y sobre el mejor uso de los eudiómetros, y D. José Armenteros, Secretario en Manila por la Real Compañía de Filipinas, á instancia del Gobierno, agregó á las nuestras todas las reflexiones físicas y políticas sobre aquellos establecimientos que le había suministrado el estudio más asiduo de veintidós años. Tantos auxilios bastaban por sí solos para alentar á la empresa los hombres aún más tibios y des- confiados de sus propias fuerzas. ¿Pues qué, cuando concurrieron al mismo intento varios doctos ex-jesuitas residentes actualmente en Italia, los abates Córdoba de Castro, Jiménez y de Cesaris, el Marqués Gerardo Rangone y el abate Spallanzani de la misma Italia; el Sr. La Lande, de París, y los Sres. Banks y Dalrymple, de Londres? Cebémosles, ó unas direcciones oportunas sobre aquellos puntos á los cuales con más acierto pudiesen dirigirse nuestras investigaciones siguien- tes, ó aquellac correspondencias sucesivas que aclarasen particularmente, por lo que toca á la As- tronomía, las dudas que debían dimanar por precisión de unas operaciones aisladas é independien- tes hechas á tamaña distancia de la Europa. Intervino después el Sr. D. Alejandro Dalrymple en el acopio hecho en Londres de la mayor parte de los instrumentos astronómicos, de los cuales se dará una razón más extensa en el diario de las observaciones. Empero no fuimos tan felices por lo que toca á una excelente colé cción de instrumentos hecha en París para los progresos de la física. No llegó á Cádiz á tiempo de poderla embarcar en la., jorbetas, y equivocadas después las marcas con otras remesas correspondientes á la minería de Méjico, jamás pudimos recibirla por cuanto fuesen eficaces nuestras diligencias para el intento en los diferentes puertos en donde estuvimos. No faltaron, sin c-mbargo, al genio sumamente laborioso del Teniente Coronel D. Antonio Pi- neda, bastantes medios para esplayar constantemente su amor indecible á los diferentes ramos de la Historia Natural y aquella actividad que finalmente le trajo al fin desgraciado de su vida. Tuvo á sus órdenes una excelente librería, acopiada en parte en Madrid y en parte en París. Los hábiles botánicos D. Luis Nc-í y D. Tadeo Heenke, además de atender con la mayor asiduidad á su objeto principal, no descuidaron el auxiliarle con cuantas indagaciones útiles le viniesen á mano, especial- mente en la Litología. Pintores y disecadoi'es procuraron conservar cada cual en el modo que su profesión les permitía, los objetos más raros que la naturaleza iba desplegando á su vista en los varirs países que recorríamos. Encargábanse otros al mismo tiempo de la caza y de la pesca. Pre- miábase altamente á los naturales que presentasen algo útil para las colecciones y el estudio. Así pudimos remitir en diferentes ocasiones al Real Gabinete de Madrid unas 70 cajas con esos mis- mos acopios ¡Oh! si la suerte nos hubiese concedido el reconducir sano á su patria al mismo Pi- neda, ¡cuánta utilidad no debía ésta prometerse de un examen científico, tan extendido como él había procurado abrazarle y de su carácter tan investigador como filántropo. No defraudaremos á lo menos cosa alguna á su memoria en la actual recopilación del viaje, bien sea conservada en sus manuscritos ó deducida de sus conversaciones verbales; tiempo vendrá en que siendo públivaM tam- bién con el detalle debido todas sus descripciones zoológicas y los muchos objetos particulares sobre los cuales se extendieron sus incesantes observaciones, la Nación conozca la pérdida que ha tenido. Concluiremos ya esta introducción, bastantemente difusa, con recordar al lector la juiciosa advertencia de Mr. de Bouganville al tiempo de escribir la narración de su viaje, viendo cuánto debían por naturaleza apartarse uno del otro, el estilo bronco y árido del hombre de mar, del más ameno, elegante y entretenido, que por sí e.íigen las narraciones de un viaje. Felices nosotros si pueden compensarlas, á lo menos en parte, la verdad, la sencillez y el amor del bien público que 7 J 5*\,í>'&Sfíi.---í'-'Ki'-W i 30 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO . , 1 í,í; no liemos perdido un solo instante de vista. Felices, finalmente, si en la ejecución y en la publica- ción de esta obra hemos acertado á obedecer completamente las benéficas órdenes de S. M. y las sabias providencias de su Ministerio (i). Las corbetas, arreglada la marcha de los relojes marinos en el Real Observatorio de Cádiz, pro- vistas de cuanto les fué necesario y examinadas de antemano sus propiedades marineras, se ha- llaron prontas para dar la vela en los últimos días del mes de Julio; eran voluntarios todos los in- dividuos que en ellas navegaban. Los carpinteros, calafates, herreros y 45 marineros, procedían del Departamento de Ferrol; completáronse los demás en Cádiz. Los armamentos, al tiempo de dar la vela, se hallaban en el pié que á continuación se expresa: Corbeta Descubierta. Comandante D Oficiales Subalternos. Guardia Marina >» Oficial Director de las cartas y planos Capellán » Contador Cirujano > Encargado de los ramos de His- toria Natural » Profesor de Pintura Pilotines. 1 , Alejandro Malaspina. ' Cayetano Valdés. Manuel Novales. Fernando Quintano. Francisco Javier Viana. Juan Vernaci. Secundino Salamanca. Fabio Aliponzoni. Felipe Bausa. José de Mesa. Rafael Rodríguez de Arias. Francisco Flores Moreno. El Teniente Coronel D. Antonio Pineda. José del Pozo. José Sánchez. Joaquín Hurtado. Total de las clases anteriores i^ Oficialidad de mar de todas clases Tropa de marina con un Sargento y dos Cabos. Tropa de brigadas con un Condestable Artilleros de mar Grumetes Criados 14 13 4 35 10 8 Total 102 Corbeta Atrevida. :!1 Comandante D. José Bustamante. • Antonio Tova Arredondo. Oficiales Subalternos. Guardia Marina » Capellán " Contador » Cirujano " Botánico > Dionisio Galiano. Juan Gutiérrez de la Concha. José Robredo. Arcadio Pineda. Martín de Olavide. Jacobo Murphy. Francisco de Paula Añino. Manuel Ezquerra. Pedro María González. Luis Nee. O) On doit tout espner sous un Roi si juste ^ Mais sans un Mecenas a quoi sert un Auguste. Boíl. CORBETAS DESCUHinRTA Y ATREVIDA 5» jlica- y las , pro- e ha- )s in- edían 30 de Pilotines, Piloto D. Juan Maqueda. Disecador y Pintor Botánico. . . » José Guio. !v Jerónimo Delgado. » Juan Inciarte. Total de las clases anteriores iG Oficialidad de mar de todas clases 14 Tropa de marina con un Sarf^ento y dos Cabos 15 Tropa de brigadas con un Condestable • . 4 Artilleros de mar 35 Grumetes 10 Criados 8 ToT'.L 102 I 3 Agregáronse luego á la expedición, como se verá en el diario, el Hotánico D. Tadeo Heenke en Santiago de Chile; los Tenientes de navio D. José Espinosa y D. Ciríaco Cevallos, y los Profe- sores de pintura D. Fernando Brambila y D. Juan Ravenet, en Acapulco; y se separaron D. José del Pozo, en la primera escala en Lima; D. Dionisio Galiano, D. Cayetano Valdés, D. Juan Ver- naci, D. Secundino Salamanca y el Pintor José Guío, en Acapulco; D. Martín de Olavide, D. Juan Maqueda, D. Jerónimo Delgado y D, José María Sánchez, en Manila; D, Tadeo Heenke en la se- gunda escala en Lima; y finalmente, D. Juan de la Concha y D. Juan Inciarte en la segunda es- cala en Montevideo; todos con diferentes destinos relativos á la misma comisión esencial de las corbetas, excepto los dos Pintores y el Piloto D. José Sánchez, á los cuales obligó á este' partido el mal estado de su salud. En los seis meses que estuvimos sobre la costa Noroeste de la América, nos acompañó tam- bién, en clase de Profesor de Pintura, el Académico de Méjico D. Tomás Suria. -,;&-^ í^«j««^ .íft'*w«aifa^a£tiS4j&«&«&iaÉtí¿'ía!f;*iiivii¿iaíiáíiS«2'3i»^iaii«rttó^i«^ [i ?j 11 LIBRO PRIMERO Navegación de las corbetas desde Cádiz á Montevideo^ costa Patagónica^ Maluinas, Chile^ Perú, Guayaquil y Panamá. Acaecimientos y tareas en los ptiertos que visitaron. ,,69 Jul. 30 Ag. i CAPITULO PRIMERO Navegación desde Cddiz d Montevideo. Recibidas las últimas instrucciones para ve- rificar la salida, dimos la vela en la mañana del 30 de Julio, y el viento, ya declarado al Nor- dc&.c desde el día anterior, nos fué tan favora- ble, que pudimos alcanzar la Punta de Naga, en la Isla de Tenerife, al medio día del 3 de Agor to. L .longitud determinada á esta Punta nos dio iutjiíi' á comparar los relojes marinos, entre los cuales manifestaron mucha exactitud el cronóme- tro 61 de Arnold, y el número 10 de Berthoud En la corbeta Atrevida disipóse de nuevo con marcaciones al Pico de Teide, la sospecha del Capitán Cook sobre el error de las longitudes determinadas por D. José Várela; sus resultados y comparaciones fueron las siguientes: Longitud del Pico de Teide, por el nú- mero 10 (occ' de Cádiz) 10.21.44 Por el reloj 105 10.23.17 Por el cronómetro 71 23-49 Eran las deter-í Berdun, Borda y Pingré.. 21.30 minaciones deí D. José Várela 21.00 los señores. . .( El Capitán Cook 43«oo A este tiempo se habían ya manifestado en la Descubierta cuatro polizones (i), y otros dos en la Atrevida, los cuales habían podido frustrar nuestras pesquisas bien eficaces para evitar este desorden. La esperanza de una fácil subsisten- cia en América, y el no inclinarse con esta mis- ma esperanza la educación plebeya á un trabajo asiduo y uniforme, son el verdadero principio de esta emigración constante que hemos vigto as- cender en muchos buques, particularmente mer- (i) Se distinguen con este nombre ó el de llovi- dos los que se esconden en las embarcaciones para emigrar á la América sin licencia. cantiles, á un número no menor de 50 y 60 indi- a». viduos. En la misma tarde desembocamos con viento favorable entre la Gran Canaria y Tenerife; eludiéronse después á la medip noche las apa- '••'i "".ias de huracán, que indicaban probable, así el ; 1' úlunio como el descenso excesivo del mer- curio en el barómetro marino; antes del amane- ce navegábamos de nuevo con fuerza de vela para aaigirn xs á pasar entre la cosía y las Islas de C bo-Verde. A'ry luego nos abandonaron las brisas, tanto que en latitud de 19° empezaron á experimen- tarse calmas, cerrazones y lluvias: las corrien- tes, según las observaciones diarias, parecían dirigidas al Este. Ya próximos á las Islas de Cabo-Verde, al- canzamos algunas embarcaciones que seguían nuestros rumbos. Se reconoció la una, cuyo Con- tramaestre vino á bordo, y era la Philips-Sievens, de Liverpool, que con cinco semanas de navega- ción desde Inglaterra, se dirigía á Old-Calebar para cargar de negros. Se le avisó de su situación en longitud, pues traía errada la estima en grado y medio al Oeste. No bien había llegado la lancha á su bordo y nosotros marcado todo aparejo , cuando nos so- brecogió una turbonada fuerte, la cual dio lugar á experimentar la resistencia de los buques y aparejos, ya que nos era contraria para la de- rrota. Con la noche calmó el viento y al medio ■ día siguiente nos hallamos en latitud de 16" 2', y en longitud de 14° 6'. No distaba el centro del Sol de nuestro zenit, sino 40'. Se aprovecharon los variables en los tres días siguientes^ y aun en la mañana del 13 se logró observar algunas distancias del Sol á la Luna, de las cuales resultó la longitud de 12° 38' igual con los relojes 61 y 13. , Los vientos luego se declararon del Sudoeste, tempestuosos y acompañados de una lluvia tan copiosa como constante; nos aproximaron hacia ti 54 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO %■■ I Hl! m: A?. 1} la costa de África, Iiaciendo muclio más arries- f^ada la conservación de la salud de la mari- nería. En la mañana del 15, nuestra estima, traída desde las últimas observaciones, liabía contraído un error de 44' al Este, y 47' al Norte, y este error, reunido á unos rumbos poco vent?iosos, nos había llevado á las sondas de la costa inme- ''' diata y á solas iG leguas de la Isla Pollón en la- titud de 10" ir', y longitud 9" 46'. Tomamos las muras á babor y continuaron nuestros esfuerzos ^lara aproximarnos á la linea, malogrados en mucha parte, 6 por las calmas ó por la contrariedad de las corrientes. Toda la tarde y n&clie siguientes, conserva- ron los cielos y horizontes su acostumbrado velo de celajería neblinosa. \^elo que, si bien se con- sultase la inmediación del Sol á aquellos para- lelos, debiera manifestá'-senos como un nuevo rasgo de la Providencia, pero que el navegante no aprecia, sólo con ser un símbolo de calmas y vientos contrarios para su viaje, cuyo término ocupa naturalmente todas sus ansias y pensa- mientos. Las ventolinas varias y calmosas del tercer cuadrante, que habían hecho en la noche nues- tra navegación tan molesta como poco prove- 17 chosa, nos compensaron en la siguiente mañana con proporcionarnos por la primera vez una vi- sita recíproca de la Oficialidad y gente de am- bas corbetas. Ya distábamos quinientas leguas del paraje en donde nos habíamos separado la última vez y además una estrecha amis ad y un verdadero aprecio ligaban íntimamente ambas Oficialida- des, á las cuales imitaba, como es natural, toda la demás gente. No parezca, pues, extraño, que aquellas dos solas causas, sin aventuras ó riesgos que con- tarse, ó sin haber pasado en nuestra separación más plazo que el de dieciocho días, infundiese en todos una alegría poco común. Hasta el medio día, los botes transitaron constantemente, ya unos, ya otros, á bordo de las dos corbetas. Los marineros de la Atrevida regalaron á los nuestros un tiburón recien pes- cado; las agradables noticias de una constante buena salud, infundían en todos nuevo aliento, y las mismas ventolinas, ya del Oestenoroeste que al medio día nos obligaban á separarnos para seguir la derrota, nos daban esperanza de unas próximas singladuras más favorables. Metidos los botes poco después del medio día, navegamos con fuerza de vela al Sur. Las ob- servaciones de la altura meridiana del Sol, nos determina1)an 1?. latitud de 9° 42'. Casi acordes los números 61 y 13 daban la longitud de 11" 40' de la cual discrepaban insensiblemente el 10 de Berthoud, y el 105 de faltriquera de Arnold de la Atrevida. Los dos cronómetros recien lle- gados de Londres, eran por consiguiente los únicos, cuyo movimiento parecía aún no bien sentado y uniforme. Un objeto nada agradable y del cual es pre- ciso hablar particularmente, hubo, no obstante, de ocupar mucha parte de nuestras conversa- ciones. En ambas corbetas, al abrir los pañoles del pan, concluido á los siete ú ocho días de la salida el que nos había quedado de la diaria, ha- bían hallado toda la galleta infestada con una oruga, que D. Antonio Pineda después de ha- berla maduramente examinado en todas sus. transformaciones y procedimientos, describió del siguiente modo: II Es una oruga que forma su crisálida, mem- branosa, transparente y amarillenta, de donde sale una palomita de las que llaman polillas, blanquecina y pequeña, la que pone unos hue- vos amarillentos, pegados entre sí como hilitos de araña. I) La oruga á simple vista tiene como cuatro ó cinco líneas de largo y algo más de media de ancho, blancuzca, con tuberculitos y pintas co- loradas, que la dan un elegante tinte de este co- lor; la cabeza de color castaño; de los tuberculi- llos nacen unos pelitos blancos, i>Al microscopio simple ó con una lente de aumento, en la cabeza se registran dos grandes ojos, que verosímilmente serán compuestos de otros muchos, pues se ven' tuberculados: poco detrás hay dos chapetitas. La boca se compone de chapetitas y manecillas; el cuerpo de 19 6 20 anillos; se le registran seis pies en el pecho más distantes que los demás, terminados en pun- tas; luego, á distancia de tres ó cuatro anillos, hay cuatro pares de pies y un par de éstos junto al ano, de figura cónico-truncada, cuyas plantas están bordadas alrededor, de puntos colorados. Sobre el lomo de esta oruga reinan cuatro li- neas de tubérculos puestos longitudinalmente y colorados, de donde nacen unas cerdas ó pelos finísimos. 11 Este insecto, cuando llega al estado de su mayor crecimiento, deja su piel ó camisa y se convierte en una crisálida membranosa amari- llenta, tinturada de castaño; de ella sale una pa- lomilla blanca, cuyas antenas van en disminu- ción desde la base hacia la punta, y son poco mayores que el tórax ó pecho. La lengua es es- piral, y las manecillas o barbillones que tiene junto á la boca, son plumosas. i)Las alas superiores tienen su posición hori- zontal, son más cort"..i que el cuerpo, blancuz- cas con manchas algo negruzquillas. Las alas inferiores son la mitad menos anchas y también blancuzcas. El cuerpo es grande y bastante abul- tado, más que las otras partes. El ano termina en punta aguda; se compone el abdomen de siete Aj. 17 Á\ ccien lie- Ag. >7 ieiite los no bien 1 á CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 55 Ag. 17 anillos. El tórax es de color más oscuro. Las patillas son de color negruzco. Esta polilla pone un grupo de huevos en la galleta, que se unen por lilamentos como telas de araña. Estos hue- vos son amarillitos y algo cilindricos, y se en- cuentran parduscos en toda la sustancia de la galleta. «La oruga que sale primero se forma entre ellos como una tienda de tela de araña; y des- pués entre la miga forma unos agujeritos de donde saca la cabeza, y que agranda al paso que come, hasta que, llegando á su estado de perfec- ción, sigue las transformaciones á que la natu- raleza los destina. «Por lo visto, esta paloma es del género Tec- nes; Geofroi Tcnnia, de Linneo. Y la especie se acerca más á la ig de Geofroi; pero ni su des- cripción ni las que trae Fabricio, cuadran á lo que se ha observado en ésta; y así debe tenerse por variedad ó especie diversa de la Tcnnia Gra- niiclla y de la Farmalis, pues esta oruga difiere de las que dan aquella polilla.» La introducción de este insecto que nos mani- festaba como homogéneo al pan, el no haberse comunicado á muchos sacos de menestras depo- sitados en los mismos pañoles, nos dio fundados recelos, de que desde su misma conducción á bordo, el pan tuviese consigo á lo menos los hue- vecillos del gusano que el mismo calor interior hizo luego fermentar y multiplicar rápida- mente. Pero como quiera que ni las calidades del gu- sano eran nocivas á la salud, ni faltaba oportu- namente nuestro ejemplo para vencer el asco natural en sus principios, muy lue^o se había conseguido en ambas corbetas el no extrañar este mal, y la concurrencia de este día, haciendo común á entrambas la misma suei'te, sirvió desde luego á suavizarla. Atento siempre D, Antonio Pineda á cuanto pudiese cooperar á los progresos de sus ciencias favoritas, había sacado de la calma de la misma mañana otras dos ventajas; la una, en conseguir que un botecillo nuestro le cogiese dos Galeras Holothmia phisalis, de Linneo, que inmediata- mente sujetó al más prolijo examen: la otra, en experinuntar por primera vez un vaso de su in- vención para sacar el agua del mar á una pro- fundidad determinada. Aunque ésta no se sacase sino á diez brazas debajo de la superficie, dio no obstante mtaío grado de diferencia de tempera- mento, sumergido inmediatamente en una y otra el termómetro de Farenheit. 2 Finalmente, en la mañana del 22, alcanzada la latitud de 6" o' vimos entablada la brisa del Sur, con la cual nos dirigimos á la Equinoccial; pero como se mantuviese escasa y aun las aguas tuviesen una dirección á el Oestenoroeste, el cor- 9 te de la línea se retardó hasta el 29 en longi- tud 17" 24' por los relojes marinos y 17° o' por Ag. 39 setenta series de distancias lunares. Cortada la línea, las brisas refrescaron hasta Sci. i," causar en la Descubierta la rendidura de dos masteleros, y se inclinaron de tal modo al Este, que nos fué fácil alcanzar los meridianos de la Isla Trinidad. Era importante la determinación en longitud de esta isla, pues discrepaban consi- derablemente los resultados de los últimos viajes nacionales deducidos de los relojes marinos y de las distancias lunares, con los que se habían inferido de las solas distancias en el viaje de la fragata Sania Rosalía, de la Marina Real (año de 1774). Estos se inclinaban á prefijarle la lon- gitud de 24° 12'; aquéllos la limitaban próxima- mente á 23" o'. En la tarde del 5, se dio vista á la isla y na- 5 vegamos en la noche siguiente de tal modo, que al amanecer fuese aún bien visible para deducir su posición del rumbo y distancia navegada, y de las dos marcaciones en los extremos, cuyas latitudes y longitudes mirábamos por otra parte como seguras, pues las unas derivaban del solo medio día próximo; las otras, estaban observa- das en el mismo extremo. Resultó, agregados á los promedios de 63 series de distancias á Anta- res y Alta del Águila, que la longitud de la me- dianía de la isla era de 23" 7' 35"; su latitud se supuso cual se había determinado en la fragata Santa Rosalía, de 20" 32' o". Al cortar el Trópico de Capricornio, empe- zaron á desmayar las brisas: el viento se incli- naba al Norte y eran los días sumamente placen- teros y templados: siguiéronle vientos variables á veces aturbonados: luego sobre contraste se decidieron del tercero al segundo cuadrante y ,0 arreciando mucho por esta parte, con mares su- mamente gruesas, lluvias coYitínuas y fríos bien sensibles, nos dieron lugar á navegar en buena derrota, precavidos sí en el aparejo, en cuanto lo exigiesen las corbetas, las cuales acreditaban su igualdad de andar y sus buenas propiedades con exceso uniformes. Hasta el medio día del 13, no conseguimos ,3 nuevas observaciones, las cuales nos manifes- taron hallarnos en latitud de 31° 48' y longitud de 40° 2'. Después de una noche tempestuosa, los relámpagos y la cerrazón indicaban la proxi- midad del viento pampero ó Sudoeste. Pudimos á pesar de esto ver disipadas por la tarde aque- llas apariencias y desde el día siguiente dirigir- nos con tiempo claro á la entrada del Rio de la Plata. No nos habían abandonado desde algunos días varias especies de pájaros bobos, tableros, pardelas y pamperos ó martín-placas y aun pocas horas antes habíamos visto una mata de sargazo, que en aquellos paralelos (según voz común), suelen verse de ciento cincuenta á doscientas 56 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO set T3 leguas de la embocadura del rio. Pudieron des- pués observarse distancias del Sol á la Luna que ratiñcaron nuestros conceptos de que el cronó- metro 73 había variado su movimiento; y al con- trario, que le conservaba ton una suma aproxi- mación el cronómetro 6r. 56 series de distancias lunares indicaban la longitud de 41" 22'. Tira la del número 61 al medio día, de 41" 24', latitud observada, 32" 7'. Al aproximarnos á la embocadura, empeza- mos á esperimentar una densa neblina, la cual por dos días nos precisó á valemos de los caño- i:< nazos para la conserva recíproca. Seguimos con fuerza de vela, y al anochecer del 18 sonda- das 32 brazas, arena y conchuela, arribamos á ponernos en el paralelo de la Isla de Lobos, en tuya demanda se navegó luego desde la media noche sin acostar de aparejo. «9 La neblina continuaba espesa en la maña- na siguiente y aun el viento ya del Xornoroeste arrafagado, nos amenazaoa de una próxima alte- ración contraria; no obstante, pareció preferente el seguir en derrota y se avisó á la Atrevida que nos siguiese de cerca. Las sondas desde las ocho hasta las doce fueron entre 15, 13 y 14 brazas. Arena fina, negra y blanca y á rato alguna con- chuela y caracolillo, 3' como este fondo y el de 12 '/, brazas que cogimos un momento hacia las diez nos indicase que estábamos algo al Sur, orzamos al Noroeste, partido que acreditó la observación de la latitud al Mediodía, aunque los horizontes sumamente cortos con la neblina, no le diesen toda la confianza necesaria. Las sondas aumentaban paulatinamente has- ta 18 y 19 brazas; luego encontróse la lama, y finalmente, á ías cuatro, despejada algún tanto la neblina, logramos avistar la Isla de Lo- bos por la serviola de babor. No tardóse en atracarla á distancia de una legua escasa por fondo de rj á 17 brazas: se tomaron horarios, y últimamente, con tiempo despejado se consi- guió ver claras todas las sierras de Maldonado, hasta Solis-chico. Los carices ciaros y apacibles nos anuncia- ban la continuación del Nordeste; así, nos que- damos con poca vela para proporcionar la dis- tancia hasta la mañana siguiente y para sondar con ma\'or comodidad; nuestro andar con las gavias arriadas era de tres á cuatro millas. La corriente ó marea nos parecían favorables. A pe- sar de tan bellas apariencias, no bien había ano- checido cuando empezó á cerrarse el tiempo por el Oeste y poco después tuvimos ventolinas del Norte y Noroeste con algunos truenos, muchos relámpagos y mal cariz. Pareció el mejor partido el de dar fondo á un ancla, pues que el viento variaba en los cuatro cuadrantes y la corriente (según las sondas), nos aconchaba hacia tierra; al mismo tiempo se tomaron dos rizos á las ga- vias, y se prescribió con la bocina igual manió- Set. .<, bra á ia atrevida. Fué la noche excesivamente lóbrega hasta las doce. A esta hora roló rápida- mente el viento al Sur y Sursudeste primeramen- te con lluvia y últimamente con no mucha cerra- zón, y á las cuatro, habiendo ya arreciado y la mar engruesado mucho, nuestras anclas, que hasta entonces habían aguantado sobre medio cable, empezaron á garrear, de suerte que des- caecíamos considerablemente sobre la costa. Toda tentativa para cobrar el ancla fué, pues, inútil; se procuró resistir á la mar con el estai de giivia, la mesana y los foques, y no pudimos cobrar jamás ni dos brazas de cable. Parecía im- prudente aventurar otra ancla. Así, fué preciso últimamente picar el cable y marear con las cua- tro principales, las gavias en dos rizos, para montar las puntas inmediatas. ^ ^!uy luego lo conseguimos, y como después el viento aminorase su fuerza, nos dirigimos, guiados de la sonda, á la Isla de Flores, la cual, poco después del medio día, nos demoraba al Nort¿ distancia de una milla; últimamente, con fuerza de vela y un andar de nueve millas, nos dirigimos á Montevideo, y precaviéndonos de los arrecifes de las Puntas Brava y de las Ca- rretas, logramos dar fondo en el puerto á las tres y media de la tarde y á los cincuenta y un días de navegación. ' Hallamos en él la fragata Santa Sabina y la corbeta San Gil, cntrambas'de la Marina Real; la primera de armadilla y al mando del Capitán de navio D. José Orozco, y la segunda, próxima á salir para los puertos de la costa Patagónica y al mando del Teniente de navio D. Pedro de Messa; dos bergantines pertenecientes á la plaza y confiados á Pilotos de la Armada; las fragatas correos de S. M. el Colón y la Princesa; otras siete fragatas mercantes y veintidós embarca- ciones de dos palos completaban el total de bu- ques surtos en el puerto, perteneciendo todos al comercio de Europa, si se exceptúa una que pertenecía al de Lima. CAPITULO II Estado en Montevideo. — Excursiones desde el mismo puerto y aprestos para la campaña smesiva. La noche apacible nos dio lugar á concluir casi de un todo la faena de amarrarnos según la costumbre del puerto, tendiendo por largo y por la proa dos cables, uno al Sudoeste y otro al Sudeste, y sujetando lapopa con un calabrote al Norte. En esta posición demoraban, la cumbre del cerro al Oeste; su punta caliente con Restin- gas al Oestesudoeste; las piedras negras del fon- deadero al Norte f O; el fondo iG pies, lama V . 11':- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA Sf Set. 19 % Sel. 30 suelta con vientos del Sur y 13 con la; vaciantes del Norte. Distábamos como un cable y medio de la Sabina y dos y medio del muelle. La Atre- vida se amarró del mismo modo > á corta dis- tancia de nosotros. No parecía á primera vista asequible el le- vantar el plano del rio. Del)ía ser objeto más bien de mucbos meses que de pocos días. El em- prenderlo sin esperan;!as de concluirlo bastaba para retraernos de toda idea de esta especie, ni por otra parte debíamos sacrilicar á esta obra un día siquiera del próximo verano, destinado con preferencia á las costas Patagónicas y tierras del I*'uego. Pero examinados con más madurez estos obs- lículos y bien graduadas así nuestras fuerzas, como el tiempo indispensable de nuestra perma- ' . nencia en el puerto, no sólo por la estación tem- prana, sino también por los muchos aprestos que necesitaban los buques, empe;iaron á disiparse las dificultades y á parecer fácil el que una Ofi- cialidad activa é inteligente y un acopio de ins- trumentos astronómicos y geodésicos, cual era el de las corbetas, combinasen en sus pasos esta nueva utilidad. Establecido el observatorio en Montevideo, en el cual al mismo tiempo se comparasen coti- dianamente los relojes marinos y se emprendie- se una serie no interrumpida de tareas astronó- micas, así para la determinación de la longitud como para coadyuvar á los progresos de la mis- ma astronomía, podíamos mirar este punto como el centro ó reunión de nuestras excursiones, y convidaban á ello no menos su posición casi equidistante de todos los parajes importantes que debía abrazar la carta, si también el para- dero en él de las corbetas, e! cual nos daba lu- gar á trabajar con más descanso y á no omitir el apresto más breve de ambos buques. Uesde el día siguiente quedó, pues, decidido que D. José Bustamante y los Oficiales subal- ternos Valdés, Quintano, Concha y Vernaci pa- sasen en una sumaca (i) á Huenos Aires; y de allí, con los aux'lios que el señor \'¡rey les pres- tase, emprendiesen el reconocimiento de la costa meridional del rio desde aquella capital hasta el Cabo de San Antonio. Tomaron otros á su cargo el reconocimiento de la costa hasta Maldonado. No quedaría después sino la parte comprendida entre Montevideo y la Colonia del Sacramento, la cual sería fácil explorar al regreso de Mal- donado. Los tiempos no permitieron navegar á Bue- nos Aires antes del 28. En el entretanto se apro- vecharon todos los instantes para que ü. Felipe Bausa midiese una base en el fondo de la rada (i) Sumaca es una especie de goleta con cubierta y birv )bremancra para la navegación del rio. y otra hacia la punta de las Carretas, y con mar- Sei. caciones correspondientes emprendiese el plano del Puerto y la situación de los puntos adyacen- tes. Vüé luego en la mañana del .26 á marcar con el teodolito desde lo más alto del monte Urdeo todos los puntos á la vista, eutre los cuales el Pan de A/úcar y la Isla Flores tomada en sus extremos, eran objetos de la mayor importancia para nuestro intento. Le acompañaron también D. Antonio Pineda y D. Luis Nee. Habían }a herborizado y cazado en las inmediaciones del pueblo; encontraron, no obstante, en qué pacer su curiosidad y con- firmaron la primera idea de la suma ai)undancia en aquel suelo de plantas aún no bien conocidas en las descripciones botánicas. Las primeras comparaciones de los relojes nos habían indicado que su movimiento era bien diferente del que le habíamos determinado en Cádiz. El 61 había disminuido de j" diarios pró- ximamente. Había aumentado su retardo el nú- mero 13 hasta i' ii" diarios y el número 72 ace- leraba de 14" á 16" por cada día medio. Pero re- ducidos sus resultados á la Isla de Lobos situada por las observaciones astronómicas hechas por el Brigadier D. José Várela en Montevideo, podía conjeturarse que sólo el 72 habia padecido esta alteración en la época en que lo habíamos sos- pechado. Los 13 y 61 combinaban su marcha primitiva con una longitud tan aproximada, que el primero sólo daba 4' menos y el otro 14 de la que inferimos después de nuestras operacio- nes (i), y así nos confirmaban en la seguridad que la situación determinada á la isla Trinidad y sujetada particularmente al 10, poco ó nada se apartaba de la verdadera. La diferencia de meridianos entre la Isla Lobos y Montevideo fué de 1° 24' 42" por el nú- mero 61. Resultó la de 1° 24' 8" por un prome- dio de los números 10 y 105 de la Atkiívida conformes con nuestras operaciones trigonomé- tricas. Ya el 27 D. José Bustamante y los Oficiales 3 destinados á Buenos Aires habían determinado emprender el camino por tierra hasta la Colonia del Sacramento y de allí con la chasquera ó embarcación del correo transitar inmediata- mente á aquella capital. Quedó Vernaci con el cuidado de conducir por agua la colección de instrumentos de la Atki;vida y el cronómetro 61 y tuvieron orden de acompañarle un pilotín y un soldado de Marina. El camino á la Colonia, que los naturales suponen de 42 á44 leguas apartán- dose mucho de la orilla para vadear con más se- I (ij Como se vení m;ís cxtensaniciUe en <■! Diario Astronómico, las ol)servacion<'s correspondientes ;í las nuestras han aproximado mucho m;ls aiiuellns resul- tados. 8 k 58 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Í' hi m •¡■1 sct. 37 guridad los arroyos, resulta, no obstante, mucho más corto en nuestros planos. Pasa por el Cane- lón, el Campamento, San José, Jufre, el Rosa- rio y el Sauce, en donde hay puestos de drago- nes con caballos del Rey. Estos se franquean al pasajero, con un dragón que le acompaña me- diante un pase ú orden de auxilios del Gobierno de Buenos Aires ó Montevideo. Los chasques ó extraordinarios, los correos periódicos y la comu- nicación hasta los puestos del rio ürande por Maldonado, llegan así á su destino con una bre- vedad de la cual fuera difícil dar una cabal idea sin temer de ser tachados de exageración. No faltan en el camino algunos pueblos }■ aun mu- clias estancias (i) en donde el pasajero pueda encontrar un buen acogimiento. La carne y la leche allí, son frutos más bien de la naturaleza que de la industria y pueden caracterizarse de ningún valor. 23 Los Oficiales llegaron á la Colonia en la no- che del 28, y en la mañana siguiente á Buenos Aires, casi al mismo tiempo en que fondeaba la sumaca en la cual Vcrnaci conducía instrumentos y relojes. En una travesía de pocas horas y su- jetado á comparaciones anteriores y posteriores, había determinado el número 61 la diferencia de meridianos entre nuestro observatorio de Montevideo, y la casa de cabildo de Buenos Ai- res de 2" 10' 22", igual absolutamente á la que había deducido de sus observaciones el Briga- gadier D. José Várela. La actividad de nuestros Oficiales encontró la correspondiente protección en el señor Marqués de Loreto, Virey á la sazón de aquellas provin- cias. Establecieron un observatorio, en el cual diferentes distancias meridianas al zenit, to- madas al Norte y al Sur con el cuarto de círcu- lo, determinaron la latitud de 34" 61' 39". Em- prendieron una serie de triángulos sobre base medida, llevándola hasta la ensenada de Barra- gán, sin permitirles el terreno penetrar más al Este; y dispusieron la total habilitación del paquebot Bclái y una chalupa, pues era preciso preferir un reconocimiento por mar á los que pudieran intentarse por tierra, no menos por las dificultades que ofrecían las distancias y cami- oci. nos, como por el riesgo funesto á que podía arras- trarlos la suma proximidad de los indios pampas á las orillas del Cabo San Antonio. Se encargaron de esta operación importante los Oficiales Con- cha y Vernaci, embarcándose en el Belén. El 10 M se perdieron de vista ambos buques, y el 12 re- gresaron á Montevideo D. José Bustamante, D. Cayetano Valdés y D. Fernando Quintano, con una travesía de vemticuatro horas. (i) Llaman "estancia en la provincia de \iv tos Aires & lui terreno determinado en donde haya i eos y ganado vacuno. Desde el 29 del pasado Setiembre, sistema- Oct. la das como ya se indicó todas las medidas para la prontitud de los aprestos, se había emprendi- do por tierra también el reconocimiento de la costa desde Montevideo hasta el Cai)o de Santa María. Iban el reloj 105 del Comandante de la Atrevida, algunos sextantes, un teodolito y todos los utensilios para medir bases y sondar, y se habían unido á D. Felipe Bausa y á en- trambos naturalistas, el Capitán de fragata don Santiago Liniers, segundo Comandante de la Sabina, y el Piloto D. José de la Peña, siendo ; de la mayor utilidad asi la pericia del segundo en el conocimiento de las costas, como la des- treza del primero en acopiar por medio de la caza mil objetos útiles á la Historia Natural. líl 30, por la noche, estuvieron al pié de la montaña denominada el Pande Azúcar. Con este motivo, á la siguiente mañana determinaron su- bir á su cúspide Bausa y Peña para hacer mar- caciones con el teodolito á todos los puntos de • la costa. Pineda, Nee y Liniers, con el de e.xa- • . minar científicamente un suelo montuoso que en aquellos países debía dar otro semblante á • la naturaleza, del que presentan las inmensas ; pampas ó llanuras que le componen por todas partes. Era bien el fin del crepúsculo, cuando llega- ron á Maldonauo los instrumentos y poco después en dos trozos las diferentes personas que habían subido al monte. La Litología y la Botánica, lo- graron en esta excursión de unas ventajas consi- ■ derables: las marcaciones daban ya sujetos todos los puntos principales de la costa y á pesar de lo escarpado del monte, ni los instrumentos ni los viajeros habían padecido el más leve daño. El día I." de Octi re se les presentó con V" un semblante aún más favorable. Empren- dieron inmediatamente el levantar el plano del puerto, el cual, con un trabajo constante hasta las cinco, quedó concluido en todas sus partes. Los naturalistas y Liniers, los cuales habían em- pleado la mañana en poner orden á las muchas adquisiciones hechas en el camino, fuei'on por la tarde al pueblo Chico, población distante de Maldonado como dos leguas y compuesta 6 de familias portuguesas expatriadas del Brasil ó de españolas traídas en los últimos años para po- bladoras de la costa Patagónica y depositadas entonces en las inmediaciones de Maldonado. El 2, concluidas ya las operaciones y exa- a minado el país inmediato en cuanto el tiempo lo permitiese, emprendióse el viaje de regreso, y hechas marcaciones en diferentes puntos de la costa, cuales fueron Punta de Ballena, Punta Negra y la embocadura de Pando, lograron res- tituirse á bordo en la tarde del 4, viendo con 4 mucha complacencia que no se había alterado la marcha del 105, y que sus resultados, cunfor- ^- * ** CORBETAS DESCUBinRTA V ATREVIDA 59 Oct. I a mes con las primeras determinaciones, no discre- paban sino pocos sef,'undos de las operaciones trigonométricas traídas al Pan de Azúcar, desde Maldonado y desde Montevideo. En el entre- tanto, D. Francisco Viana, á cuyo cargo había quedado la corbeta por enfermedad de D. Ma- nuel Novales, adelantaba considerablemente los aprestos. Todos los trabajos emprendidos procedían con igual actividad. No era menor en la Atre- vida la del Teniente de navio D. Antonio Tova; y D. Dionisio Galiano, siguiendo con tesón las operaciones astronómicas, había observado en la mañana del 27 la inmersión del segundo satélite de Júpiter; determinada después la marcha del péndulo y de los relojes marinos, observadas casi diariamente la inclinación y declinación de la aguja, y por diferentes alturas meridianas de es- trellas bien determinadas en el catálogo de Mr. de Lambre, deducida la latitud del observatorio. El trazar diariamente la órbita de la Luna y calcu- lar con operaciones gráficas la hora y paraje de las ocultaciones de las estrellas, había sido un trabajo, que si bien infructuoso hasta entonces, denotaba no menos la exactitud de aquel Oficial astrónomo, que la utilidad que sacaríamos en lo venidero de este examen incesante de la marcha de la Luna. Los Guardias Marinas y los Pilotos desti- nados á sondar el puerto interior y exteriormente, no se habían tampoco descuidado en este exa- men preciso para la exactitud de nuestros planos, bien que lo hacía siempre dudoso la diferencia del nivel del agua en el puerto, más baja por lo común de cuatro á cinco pies con los Nordestes y Noroestes, de lo que lo es con los vientos del Sudeste, Sur y Sudoeste. Ya regresado Bustamante á Montevideo, em- prendióse el 13 de Octubre nueva excursión á Buenos Aires. El tiempo, algo indeciso, nos de- terminó á ir por tierra: los Sres. Pineda y Nee prefirieron la sumaca y tuvieron la felicidad de llegar al día siguiente por la tarde á la Colonia del Sacramento, pocas horas antes que los demás. Era nuestro ánimo llevando un sextante, una aguja y el reloj 105, el examinar desde los parajes más cómodos la continuación de la cos- ta hacia el Oeste, de suei'te que esta parte que- dase bien ligada y sujeta á enfilaciones como las demás: pero comiO fuese c]ue el camino se apar- taba mucho de la orilla, hallamos difícil esta empresa sin el sacrificio de dos ó tres días, el cual parecía tanto más considerable cuanto ma- yor era el riesgo de que unos tiempos más os- curos no permitiesen luego el observar en la Co- lonia, cuya latitud y longitud debían sujetar oportunamente la dirección y extensión de la costa intermedia. Con estas refiexiones seguimos el camino directo apartándonos sólo hacia el arroyo de la Caballería, desde donde por medio de algunas marcaciones se tomó la dirección de la costa al Este en cuanto alcanzase la vista. Los Sres. Pineda y Nee habían ya herbori- zado en la misma tarde con mucha felicidad. La tuvieron aún mayor en la siguiente mañana, en la cual, habiendo pasado á la Isla de San Ga- briel, paraje oportuno para las observaciones de latitud y longitud, juntaron en poco tiempo tal variedad de arbustos, yerbas y flores, que pare- cía más bien fruto del examen de un país entero que de una isla pequeña. Retirados así poco después del medio día á bordo de la sumaca, y hechas nuevas marcacio- ciones, dimos la vela para Buenos Aires con vientos del Sur y Sudeste galenos. Nuestro rum- bo fué, por largo rato al Oeste y Oeste cuarta al Sudoeste, con el cual, y á una distancia andada de cuatro y media á cinco leguas, avistamos las torres de Buenos Aires por el Sudoeste y logra- mos fondear al ponerse el Sol, en -ius inmedia- ciones. La corriente, á la sazón, era muy lenta para fuera. Nuestra demora en Buenos Aires fué única- mente de cur.tro días. Tuvimos, sin embargo, la satisfacción de ver regresar á los Sres. Concha y Vernaci, concluida completamente su comi- sión; y examinada á nuestra vuelta en Montevi- deo la marcha del 105, después de una travesía de pocas horas en la sumaca, no sólo se halló ésta conforme con las determinaciones anterio- res, si también se halló conforme la diferencia en longitud que había asignado el número 61 entre Buenos Aires y Montevideo. No menos había sido favorable esta última época para el doble objeto de completar el plano del rio, sin causar la menor demora en los apres- tos ni en la salida. Bustamante y Valdés habían concluido casi en un todo las obras interiores de los buques y el embarco de víveres y aguada. En una pequeña balandra fletada para el in- tento, los Sres. Robredo, Bausa y Peña, lle- vando consigo el cronómetro 72, habían ob- servado la longitud y latitud en el paralelo y el meridiano del banco Inglés, sondando hasta las inmediaciones de la Isla Flores y por su banda del Norte. Con la misma balandra Don Antonio Tova y el Guardia Marina Aliponzoni, se hallaban ahora en el rio de Santa Lucía para examinar aquel fondeadero, buscar un bajo no distante de la punta del Espinillo, y seguir los triángulos lo más al Oeste que fuese posible; y entre tanto, no se olvidaba el sondar las inme- diaciones del Puerto, y Galiano continuaba sus tareas astronómicas en el observatorio. El 26 regresaron de Buenos Aires los seño- re Pineda y Nee; el primero había hechi en una excursión á las Conchas, nuevas adquisiciones importantes para la Historia Natural. El segundo Ocl. I, I I ^ M i r 60 VIAJK ALliUDEDOR DEL MUNDO .i >i I oli -r. había examinado las inmediaciones de aquella capital, y entrambos, desembarcándose en Mar- tín García, dentro de la eml^ocadura del Pa- raná, habían después, en un \iajc de cinco días, reconocido el terreno comprendido entre acjuct ji puerto y Montevideo. iMnalmentc, el 51, con la reincorporación de los Sres. Concha y Vernaci, logramos vei reunida toda la Oficialidad. Nov. Se reemplazaron on este mismo motivo los marineros díscolos, los enfermos y los deserto- res, librada una paga á la Oficialidad de mar, tropa y marinería, y se hizo señal de aprontarse para dar la vela. ,... Con haber anticipado á la marinería el leve socorro que indicamos, era nuestro ánimo el de manifestarles un premio al tral)ajo, hacer una nueva experiencia de su conducta y desapego del desorden, y finalmente, no enturbiar con sus vicios, si se inclinasen á ellos, las próximas fiestas que en Montevideo se preparaban para 1;', jura de S. M., felizmente reinante. Concluiáas las faenas á bordo, se dio licencia á todos para que fuesen á tierra por tres d'as. vSe detuvieron para el servicio de las em'uarcaciones menores ó los que habían tomado nuevamente plaza en reemplazo de los enfermos y desertores ó los que enfermos desde la salida de Cádiz, sin haber aliviado á sus compañeros en el trabajo, se ha- llaban en el día perfectamente restablecidos. Los primeros días del mes de Noviembre eran demasiado favorables para la Astronomía, para que no intentásemos aprovecharlos, tanto más, que no quedaba aún bien segura la lon- gitud de Montevideo, ó por las circunstancias poco favorables de las observaciones del primer satélite de Júpiter, ó por la órbita de la Luna, que aún no había proporcionado ocultación al- guna visible de las estrellas hasta de sexta mag- nitud. D. Dionisio Galiano había preparado los cálculos preliminares. El eclipse de la Luna y el paso de Mercurio por el disco del Sol, merecían toda la atención. Podía no proporcionarse esta observación en Europa, por la oscuridad bien natural en los principios del invierno; ni allá podía ser >-isible la emersión del planeta, la cual debía acaecer en Montevideo entre dos y tres de la tarde. , En la noche del 2, que fué sumamente clara, pudo observarse el eclipse parcial de Luna: em- pezó á las 7 h 41', tiempo verdadero, y feneció á las (j h 48'. Ya á esta hora habíamos observado la ocultación de la 90° de Mayer por la Luna; tu- vimos luego la de la 93 del mismo catálogo. Asis- tieron todos los Oficiales libres, y en los inter- valos que dejaban las observaciones indicadas, se ocuparon en medir distancias de la Luna á las estrellas, cuyos resultados quedaron luego agregados á los que se habían observado ante- riormente. El día 5 al amanecer, nuestro sobresalto era Nov. 5 por precisión muy grande. Una porción crecida de celajería oscura parecía (|uerer inutilizar los aprestos. No podían conseguirse siquiera dos al- turas seguidas del ÍSol en el cuarto de círculo para las correspondientes de la tarde: se habían preparado los eliómetros, y, sin embargo, no bien disipada aún la celajería fué absolutamente imposible el ver el ingreso del planeta; pero lue- go se observó su ruta por Galiano con el cuarto de circulo y por \'ernaci en el eliómetro. La emersión pudo determinarse con entera satisfac- ción de entrambos. En la misma noche observóse la inmersión y la emersión de "^ Tauro por la Luna; y finalmen- te, en la siguiente del 6 fué también una obser- vación de mucha importancia la inmersión del primer satélite de Júpiter á las 3 h 3' y 11" de la mañana, observación que comparada á las horas de las Efemérides dio para el obser- vatorio la longitud occidental de Cádiz de 50" 5' y 45"'. Tomadas el día 7 las alturas correspondien- 7 tes para la exacta determinación de la marcha del péndulo, se encajonaron todos los instru- mentos y sólo atendióse á ordenar los planos y los acopios relativos á la Historia Natural. El señor Virey había agregado á las dos corbetas un bergantín de la plaza mandado por el Piloto Don José de la Peña. Debía seguirnos al andar de la costa Patagónica y n,gresar desde allí ó desde las Malvinas con los pliegos y noticias que se le diesen; con este motivo le comunicamos ahora las instrucciones oportunas y se le dieron los auxil'os necesarios para que estuviese pronto. Concluidos así todos los objetos que podía- u mos abrazar en aquella parte de los dominios de S. ^L, metidas las embarcaciones menores y ya desamarrados, creímos poder dar la vela en la mañana del 12; jiero ni el viento fué favora- ble ni dejaba de inquietarnos la nueva deserción de algunos individuos en ambos buques. Lo avi- samos la noche antes al Mayor de la armadilla para que trajese algunos reemplazos volunta- rios. Fué preciso traerlos violentos y la mayor parte inútiles; apenas la Atrevida pudo com- pletar su dotación; faltaban aún cuatro hombres en la Descubierta. Hízose con este motivo una leva de gente vaga; á las seis de la tarde tuvi- mos á bordo los cinco hombres que nos falta- ban, desechado uno inútil. La Atrevida com- pletó y mejoró su tripulación. Amaneció con vientos del Nornordeste al 13 Nordeste, frescos y algo arrafagados; emprendi- mos inmediatamente el dar la vela y lo hubiéra- mos verificado en el instante si el Capitán del bergantín no viniese personalmente á avisarnos que el agua extraordinariamente baja y los mis- mos horizontes cargados por el Sudoeste, le ha- If. i COKUHTAS DUSCUBIERTA Y ATUEVIOA 6l ri era Nov. 5 ccidíi r los os aí- renlo ihían ), no nente o liié- uarto o. La ¡sfac- Nov. ij cían creer no tardaría el tiempo sino pocas ho- ras para declararse contrarío y tempestuoso. De- sistimos inmediatamente de la primera idea, y no bien habíamos echado ' ajo las vergas de juanete y calado sus mastelei.>s, cuando el viento se declaró al Noroeste, Nordeste y Este, tem- pestuosos, lil agua habla bajado aún más que en el día anterior y ambas corbetas estaban varadas con proa al Nordeste. A la fuer>;a del viento, que ya en la tarde podía llamarse un \erdadero hu- racán, acompañaron una lluvia abundante y no pocos truenos y relámpagos. Sólo á las dos de la mañana cesó el temporal y amaneció con vento- linas del cuarto cuadrante, las cuales cedieron luego al Sudoeste fresquito con semblantes apa- cibles. M La noche inmediata fue tranquila; amaneció hermoso y con viento bonancible del Nordeste y Norte, con el cual emprendimos inmediata- mente el dar la vela. CAPITULO III Navegación desde Montevideo hasta el Ptierto Desea- do.— Varios reconocimientos de la costa intermedia. Acaecimientos en aquel puerto y algunas concurren- cias con los Patagones. Nuestra derrota, como es natural, debía guiarnos á pasar al Oeste del banco Inglés; exa- minando al mismo tiempo aquellas sondas para que fuese en lo venidero más fácil y más se- gura la navegación del rio, y aproximándonos paulatinamente para la continuación de las ta- reas hidrográficas á los 37" y '/, de latitud, término de los reconocimientos de los señores Concha y Vernaci. Empero en las tareas indi- cadas, debíamos también tener á la vista no sólo el que no se repitiesen ahora inútilmente, reconocimientos hechos hasta entonces particu- larmente por los Pilotos Tafo'-, Peña y Villa- rino en sus navegaciones harto frecuentes so- bre la costa patagónica y las Malvinas, si tam- bién el que se economizase de tal modo la esta- ción favorable del verano, que no fuese difícil verificar igualmente los reconocimientos opor- tunos en las costas occidentales hasta Coquimbo, término verdadero de los efectos harto temibles de! invierno. Dejaremos para un lugar más opor- tuno el desplegar en un solo punto de vista las diferentes expediciones, que con muy varios obje- tos y suerte bien varia han precedido á la nues- tra. Baste el decir por ahora, que el no Uaberlas reunido y publicado, era su mayor, ó tal vez, su único defecto; que no desmentían ni la genero- sidad del Erario, ni la intrepidez de nuestros na- vegantes, ni el sistema hasta aquí temido y ais- lado de nuestras medidas políucas; finalmente. que bastaba un verano para perfeccionariaB, n.iv. u adaptando tan solo á las tareas anteriores los últimos progresos de la astronomía náutica y las útiles indagaciones de la l'"ísica, en cuanto lo permitiese la vida errante y desaliñada del hombre de mar. En el entretanto, la navegación emprendida llevaba consigo el semblante más favorable y halagüeño. Puestas las corbetas y el bergantín en una linea de frente y á regular distancia unas de otras, seguían tres líneas bien simétricas de sonda; repetíanse las marcaciones á Montevideo, asi para la colocación de las mismas sondas, como para la rectificación de los relojes mari- nos; habíamos alcanzado y propasado el veril del Banco, por un fondo de cinco brazas, cas- cajo y piedra, y el v ¿nto, aunque flojo, conti- nuaba favorable del Norte y Nornordeste; sin embargo, no bien el Sol hubo pasado del meri- diano, cuando empezaron á asomarse todas las apariencias de una revolución inmediata del tiempo, y por la misma razón fueron precisas de nuestra parte otras medidas bien diferentes de las que habíamos seguido hasta entonces. Hí- zose fuerza de vela, abandonando ya el bergan- tín, cuyas cualidades con extremo zorreras nos habían atrasado considerablemente y cuyo ca- lado y maniobras hacían arbitro á su Capitán de cualesquiera partido más seguro. Navega- mos al Sursudeste y Sudeste sin abandonar la sonda, la cual se conservaba de 12 brazas; se tomaron algunas precauciones en el aparejo; y así cuando al anochecer el tiempo empezó á de- clararse vario y más bien tempestuoso, ya ha- bíamos conseguido una posición bastantemente aventajada para esperarle sin el menor recelo de la costa ni del Banco. Efectivamente, las primeras horas de la no- che no podían ser más lóbregas ni más con- trarias á nuestro intento. Después de algunos aguaceros acompañados con truenos y relámpa- gos por los cuatro cuadrantes, el viento fué ro- lando al Estesudeste y nos obligó á virar al Ñor- 16 deste; calmó. Declaróse al amanecer por el Sur y Sursudoeste fresco. Nuestra derrota pasada, el rumbo del Estesudeste, que seguimos inmediata- mente con fuerza de vela, y el fondo de 10 bra- zas, arena negra, en el cual nos hallábamos, nos persuadían unánimes que no tardaríamos en son- dar las 14 y 15 brazas, prueba segura de tener ya una navegación libre por una y otra parte. Debió, pues, sorprendernos muy mucho el caer á las siete de la mañana en solas seis brazas arena, accidente tanto más desagradable, cuanto que no dictaba partido alguno conveniente para mejorar la derrota en el caso de ser peligrosa la que actualmente seguíamos. Por largo rato se conservó el fondo indicado; creció luego paula- tinamente hasta las 10 y las 14 brazas, y como i /* 6a VIAJU ALRKnUDOK niiL MUNDO yj 1 ;! ■ ■ Nov i6 hubiese continuado en este intervalo el viento l'resco, al medio día nos Imllamos por las obser- vaciones, en 35" 52' de latitud y unas 15 lej^uas al Ivste de Montevideo. Libres ya de este riesgo y con una navegación aliiería, cualesquiera fue- sen los vientos que hubiéramos de experimentar, debimos mirar como un acaso bien fcli;: el ha- ber preferido la derrota del Sur á la que solía comunmente practicarse por el Norte del banco Inglés. La inconstancia y la contrariedad del viento nos hubieran precisado á dar fondo hacia la Isla Flores; con el Sur fresco, probablemente hubiéramos garreado sobre la costa. Las anclas, cuando no los mismos buques, hubieran sido un nuevo tributo á las inmediaciones harto temibles del Rio de la Plata. :ü Hasta el día 20, el viento se mantuvo al Oeste Sudoeste tempestuoso, y nuestra navega- ción fué por la misma razón lenta y precavida. Habíamos alcan;;ado la latitud de 38" .^i', apar- tados ya de la sonda, y ahora procurábamos con los vientos del Norte el volvernos á apro- ximar á la costa y emprender su reconocimiento, el cual }'a no tendría lugar sino desde las in- * mediaciones del rio Negro, atento á la mucha extensión de los bajos del Colorado y á la im- posibilidad de retroceder al Norte sin un sacri- ficio demasiado considerable de tiempo. A las seis de la tarde conservábamos toda- vía un andar de siete á ocho millas, cuando una densa calina por el Sudoeste nos avisó que muy luego cesaría el viento favora1)le. Efectiva- mente fué así, y aturbonándose en un momento cielos y horizontes amenazaban una tempestad violenta. Ya los truenos y relámpagos fueron temibles y repetidos. El viento rolaba instantá- neamente del Sudoeste al Norte, y según variase la atmósfera, variaba sensiblemente el grado de calor; una media hora de lluvia terminó al pa- recer esta lucha, quedando un viento flojo del Norte, muchos relámpagos muy vivos y una car- gazón fuerte desde el Oeste hasta el Sur; sin embargo, á las nueve el tiempo volvió á tomar un semblante horrilile, al cual sucedieron luego un fuerte granizo, muchos truenos y relámpagos, y algunas ráfagas del Sudoeste; cedieron éstas, pero para que les sucediesen una hora después carices aún peores, una incesante variedad de vientos y una lluv'ia abundante, la cual no cesó sino á las cinco de la mañana, á cuya hora, ha- biendo entablado viento galeno del Norte, pudi- 1. mos emprender de nuevo nuestra derrota y na- vegar con fuerza de vela. No fué difícil con el rumbo y viento indicados el alcanzar en poco tiempo la sonda. Al medio día, por latitud de jg° y un medio grado al Oes- te de Montevideo, estábamos en 52 brazas arena fina neg/a; variación magnética 15" y 13" Nordes- te, siguióse luego una navegación más bien feliz, y á pesar de que en la noche del 23 nos sobreco- Nuv. ¿i giese de nuevo un contraste vivo de los vientos del tercero y primer cuadrante con los truenos y aguaceros acostumbrados, ya poco después del medir, día del 24 estábamos á la vista de la costa ^» por latitud de 41" 24' y longitud de 56" 15'. Co- rría del Norte al Oeste toda igual suavemente alomada en la orilla, y no quedaba duda, si consultásemos el fondo de 25, 24 y rg brazas cascajo y chinitos, por el cual á la sazón nave- gal)ámos, que sería la que conduce desde la em- bocadura del Rio Negro á la Punta de Helen y á las costas interiores del puerto de San José, Parecían formarla unas capas horizontales de tierra franca algo negra, otras blanquecinas, rojizas, y sobrepuestas una á otra en número de veinte próximamente, y se compondrían todas probablemente de arenas, margas, arcillas, etc., presentando un suelo más bien estéril y despe- jado en un todo, no sólo de árboles grandes, si que también de cualquiera especie de arbustos. En éste y en el día siguiente nuestra nave- gación debió ceñirse al examen del golfo indi- cado, que los navegantes antiguos solían distin- guir con el nombre de liah'ui sin fondo, y á pesar de que los vientos coadyuvasen muy poco á nuestros deseos, siendo j'a varios, ya calmosos, y á veces ocultándonos el sol con una densa ne- blina y tal cual llovizna, pudimos, sin embargo, alcanzar la vista de la sierra San Antonio, colo- cada precisamente en el fondo, y últimamente, torcer hacia el extremo septentrional de la Pe- nínsula San José. Corridas diferentes bases y repetidas las observaciones astronómicas hasta donde las circunstancias las permitiesen ó las hiciesen útiles. La sonda en este intervalo había aumentado hasta las 70 brazas lama. Volvió luego á disminuir hasta las 45 y 50 bra- zas, así que nos aproximamos á la Península. La mañanita del 26, con un semblante apacible 26 y hermoso, debió, pues, mirarse por nosotros como el principio de una época mucho más feliz en cuanto á tiempos de la que habíamos disfru- tado hasta entonces. Soplaban vientos del Norte y Nornordeste fresquitos. La mar era apacible, y frecuentada ya por las ballenaSj ya por los lobos, ya por mil especies de aves acuáticas, las cuales volateaban alrededor de las corbetas. Una atmósfera pura descubría sobre la costa los objetos aún más pequeños; finalmente, el vSol, brillando constantemente sobre el horizonte, daba lugar á multiplicar las operaciones geodé- sicas y astronómicas con una exactitud, y sin em.- bargo con un aprovechamiento de tiempo, que poco antes apenas hubiéramos alcanzado ú de- sear. Usábamos frecuentemente de la medida de la altura del tope para deducir una base exacta; se repetían los horarios, los azimutes y la sonda. Con la claridad del día cesaban luego á un mis- •H1- CORBF.TAS DESCUBIERTA Y ATklíVlDA 63 Nuv, J\ Nüv ao mo tiempo (si bien por pocas horas) nuestras tareas y la continuación del'viaje. Así era fácil al dia siguiente coger por principio de los trián- gulos los mismos extremos de las tareas de l;i tarde anterior, y nuestros progresos eran por la misma razón igualmente útiles y acelerados. 30 Kn la tarde del yy ya las corbetas se hallaban inmediatas al puerto de San Gregorio, por lati- tud de 45" 9', longitud 59" 20'. Habían, por consiguiente, en los cuatro días anteriores reco- nocido un tro/o bien considerable de costa, en el cual estaban comprendidas las inmediaciones del puerto nuevo de San Antonio, Santa Elena y la Bahía de los Camarones. El clima, el abrigo y la seguridad de la na- vegación sobre aquellas costas son otros tantos incentivos para que en lo venidero las frecuen- ten con menos recelo, así los buques que nave- gan al Perú, como los que en las épocas felices, y no muy distantes de la Monarquía, abracen los varios objetos de la pesca con toda aquella ex- tensión de la cual es capaz y puede refluir tan extraordinariamente hacia el bien público y la opulencia nacional. Al aproximarnos al Puerto de San Gregorio, habíamos experimentado unos remolinos bien vivos, los cuales á veces llegaban á alucinar á los vigías de nuestros topes hasta hacerles creer que serían restingas; otras veces nos hacían ó difícil ó imposible el gobierno de los buques. Así atravesamos el canal entre las Islas de Leo- nes y Arce por una parte y la Isla Rasa por la otra; así navegamos luego á reconocer otra islita exterior guai-necida con arrecifes, la cual no era fácil descubrir á los navegantes cuando se halla- sen muy aterrados; así, finalmente, se nos pre- sentaba ésta como una nueva razón para que omitiésemos á la sazón como ageno de nuestros objetos esenciales el reconocimiento del Golfo inmediato de San Jorge. Era, á la verdad, bien extraño que la extre- mada internación de este Golfo (á lo menos se- gún las noticias adquiridas por los Patagones) se hubiese totalmente ocultado á los hidrógrafos europeos, aun de las épocas más modernas. Ha- bía muy pocas nociones de ella entre nosotros; la derrota de Lord Anson en la carta que acompa- ñaba á la narración de su viaje seguía en esos paralelos una tal inmediación á la costa, que na- die pudiese dudar que la llevaba continuamente á la vista. El mismo Comodoro Biron, á pesar que aterrase sobre el Cabo Blanco y viese correr la costa hacia el Oeste, no indicaba siquiera sus sospechas sobre la existencia del Golfo. "La na- tural actividad de nuestros navegantes fué la que en los últimos años aceleró é hizo evidente esta singular internación de la costa. El Piloto D. Bernardo Tafor, partiendo desde el Puerto ' San Gregorio con una lancha, reconoció hasta unas 30 leguas de la orilla septentrional del Nov. 30 Golfo, bien que sin poder alcanzar su término; y esta única excursión fué la que dio nuevo realce á las aseguraciones de los Patagones so- bre el extenderse aquel Golfo unas 70 leguas próximamente al Oeste y no distar, por consi- guiente, el mar Atlántico del Pacífico en esos paralelos sino unas 20 á jo leguas (r). La naturaleza de las costas reconocidas por el Piloto Tafor, todas ellas pedregosas, rodeadas de arrecifes y extremadamente áridas, bastaba por sí sola para disuadirnos de este reconoci- miento, el cual, por otra parte, ni dejaría de absorber la mayor parte del verano, ni evitaría el hacer inútiles las corbetas, debiéndose em- i>ic. prender con lanchas y éstas permanecer separa- das por largo tiempo y sufrir por su debilidad y tamaño unos riesgos y fatigas que pudieran muy bien remediarse si se adoptasen con el regreso nuestro á esas costas unos auxilios más preme- ditados y más eficaces para el conseguimiento deseado. Hízose con estas reflexiones derrota directa desde la caída de la tarde hacia el Cabo Blanco; se mantuvieron las sondas de 49 á 52 brazas, arena lamosa y fango; el viento fué constante- mente bonancible del Norte al Nornordeste, y ■ " así no fué difícil el que poco después del medio dia siguiente avistásemos nuevamente la costa, observadas ya la latitud de 46" jj', la longitud de 59" 18' y la variación magnética de 19" 15'. Había procedido á este aparecimiento, la ilusión harto frecuente en esos parajes, de una calima en el horizonte perfectamente parecida á la ex- tructura común de las costas. Por más de una hora no hubo en entrambas corbetas quien no asegurase sai extensión verdadera desde el Sur por el Occidente hasta el Norte, ni bastaban á desengañarnos ó los avisos del Comodoro Bi- ron, después de haber caído en una equivoca- ción semejante, ó las noticias de nuestros na- vegantes, los cuales mil veces la habían visto correr desde el Cabo Blanco hacia el Oeste di- rectamente. Disipada finalmente esta ilusión, á las tres de la tarde pudimos dar nuevamente principio á nuestras tareas acostumbradas. La costa era la misma que había señalado al medio día la Atrevida y la que Anson llamaba el Cabo Blan- co, bien que fuese en realidad el Cabo de Tres Puntas. Desde el verdadero Cabo Blanco , fácil de conocerse por un islote que tiene inmediato y que teníamos á la vista, corre como al Esnor- deste hacia el Cabo 3'a dicho de Tres Puntas, desde donde sigue luego hacia el Este y forma la (1) Se verá después por el viaje del Capitán de fragata D. Juan de la Concha, verificado con un fa- lucho y una lancha en Diciembre de 1794, que esta internación no es tanta como debíamos suponerla. kh \irmmmt ble de la en que nos hallamos ú la siguiente ma- ñanita. El tiempo sumamente claro, la costa y el mismo Cabo Blanco á la vista y á no mayor distancia de tres leguas, la mar agradablemente llana y muchos ballenatos que suicaljan el agua con tanta tranquilidad como majestad, todo anunciaba ([ue aun en estos climas desiertos al- canzaban los benignos efectos de la primavera. Con las ventolinas del Sur que reinaban á las cinco de la mañana gobernamos á aproximar- nos aún más. Luego se midieron bases, y como nos hallásemos aún con poco viento y distantes de la costa sólo una legua escasa, ceñimos al primer cuadrante el viento llojo del Sudeste, el cual últimamente, llamando al l'^ste después de habernos desatracado algún tanto de la costa, nos dio lugar á navegar zafos de ella con rumbo del Sursudeste. A las seis habíamos caído de las 4j á las JO brazas. El fondo que tuvimos en las restantes horas hasta el medio día, fué de 19, 20 y 21 brazas chinitos y conchuela. Era nuestra latitud de 47" 29' y la longitud 59" o'. Pasado el Sol del meridiano el viento tomó algún leve incremento y se declaró favorable al Norte, con el cual navegábamos á distancia de una ó una y media leguas de la costa, conser- vando un fondo igual de 2Í, ro y 18 brazas chi- nitos. A las tres de la tarde se declaró virazón fresquita del Este y con ella pudimos ya navegar en demanda de) l'nerto Deseado, el cual no debía estar distante cuando veíamos clara la Isla de Ke\es. Acechada por la misma razón la piedra en figura de torre que sirve de marca para hallar la entrada algo difícil del puerto, logramos avis- tarla como á las cuatro y luego que la vimos de- morar al Oeste arribamos sobre la costa, dando últimamente fondo á poca distancia de la boca del puerto en siete brazas cascajo. La marea era aún vaciant' con velocidad de una milla. La Atrevida lo vei "ó poco después á poca distancia de nosotros. No tardamos en avistar una lancha que salía del puerto con remo y vela, y que conocimos inmediatamente ser la del bergantín Carmen con su Capitán D. José de la Peña. Vino inmediatamente á bordo de la Descubiekta y avisándonos que parada la ma- rea era entonces ocasión oportuna de entrar en el puerto, instó á que lo verificásemos sin per- der tiempo, para lo cual se ofrecía á servir de práctico aunque ya no quedasen sino pocos mi- nutos de crepúsculo. La marea en el puerto y particularmente en su boca, corre con una velocidad difícil de imagi- narse, á lo cual se agregan los muchos escollos y el poco lugar que hay para fondear. Debe se- \\ Tf«L'aS!!í?J'ÍÍWf«T«Bai««KI«S iríiBriíVÍ^A^*^WiV*C:¥l'r ^^[^^iV^^^^-^^SSi,» i-'-'TptHr!'>'",-'^5ííMÍ4ÍWVí guramente considerársele como uno de los puer- tos de más difícil acceso (i). Pero en esos paniklos el tiempo favorn.I)le era un don con el cual no del)iii contarse por mu- cho tiempo. No titubeamos, pues, en dar la vela, manifestándolo así á la Atuiívida, la cual se dispuso luc^o á se^íuirnos, pero sin poderlo últi- mamente verificar por habérsele corrido el cable ya suspendida el ancUi. Eran ya cerca de las nueve cuando la Dks- CUBliiKTA estuvo á la vela, con velacho sobre nie- sana y foques. El viento se conservaba bonanci- ble del Estenordeste, la marera llana y la marea entraba con aljjuna fuer/a. Antes ceñimos al Norte para atracarnos á aquella costa y franquear la boca huyendo de los arrecifes que salen de la punta Sur del puerto. Luego arribamos en busca de las piedras del medio, y avistadas éstas las dejamos por estribor, penetrando así muy luego en paraje oportuno para dar fondo. A las nueve y media dejóse caer el ancla de estribor en seis brazas y combinadas después las horas de la marea para las diferentes faenas de amárrame >, conseguimos que para el amanecer ya estuviese la corbeta bien segura sobre dos anclas. Había, pues, la Atuiívida debido desistir de la idea de entrar en aquella misma noche, ya que no podía seguirnos de cerca. 1). José de la Peña, con su acostumbrada actividad, volvió á 3 salir del puerto para servirle de práctico; pero como en toda la mañana soplase viento algo fresco del Sudoeste, que aún la hizo garrear con- siderablemente, no consiguió dar la vela sino á la caída de la tarde, y aún por largo rato no podía contrarestar la marea. Declarada ésta favorable como á las ocho, le permitió finalmente entrar y dar fondo en las inmediaciones nuestras. El ber- gantín Carmen, para lograr una menor fuerza en las mareas, estaba fondeado como una milla más adentro. Su Capitán nos informó que en la no- che de nuestra separación en el Rio de la Plata había arribado á la costa de Samborombon y permanecido cuatro días á su abrigo. De allí, abonanzado el tiempo, había hecho derrota di- recta al Cabo Blanco, y abierto el pliego de re- unión que fijaba á este Cabo por primer punto de crucero, había creído preferente no exponer su débil embarcación á nuevos riesgos y entrar en el puerto. En la tarde anterior había tenido á su bordo un Cacique y algunas otras personas, la mayor parte conocidas suyas de una corta tri- bu de Patagones, la cual en el dí& vagaba por aquellos contomos. La componían precisamente muchos, así hombres como mujeres, que al^iem- po de nuestro desgraciado establecimiento en el (i) Con motivo de haberse establecido allí la Compañía marítima de Pescas, se ha conseguido una práctica mucho mayor de la entrada y fondeaderos. puerto habían tomado alguna idea de nuestro díc. j idioma y nuestras costumbres. Cambiada, pues, la marea de la mañana y disipada la esperanza, como ya se insinuó, de que la Atrevida fondease antes de la noche, pensamos aprovechar el día en el examen del puerto, á cuyo objeto se reunía naturalmente el deseo de trabar, si fuese posible, una correspon- dencia amistosa con los Patagones. Iban en el bote D. Antonio Pineda, D. Ca- yetano V'aldés y dos soldados armados: nos ha- bíamos prevenido con algunas bagatelas de re- galo, y mientras atendíamos á la ca;;a en la costa del Sur, acechábamos con ansia el aparecimiento de los Patagones en la costa opuesta. Finalmen- te, al medio día se dejó ver uno de ellos á caballo eü un altito no distante, l'uimos con el bote hacia él, y dejada la escopeta al tiempo de saltar en tierra, le ofrecimos algunas bagatelas, lo cual visto por los demás de la tribu, que á muy corta distancia de nosotros estaban en espera detrás de un montecito, fueron poco á poco aproximán- dose todos á caballo, y últimamente enviaron en busca de las mujeres, que no tardaron en reunirse y echar pié á tierra. Se componía entonces la tribu de unas 40 personas, de las cuales eran 10 las mujeres y 12 los niños, entre ellos tres ó cua- ■ tro aún de pecho; dos mujeres solas eran ancia- nas, y á pesar de esto sumamente ágiles. Entre el restante número de hombres, el Cacique y otro eran ancianos, y habría otros cinco cuyos añoa podían más bien corresponder á la pubertad que á la virilidad. En general eran todos (inclusas mu- jeres y niños) de una cuadratura agigantada. La talla era inferior á aquella proporción, pero natu- ralmente alta. El Cacique J linchar, medido excru- pulosamente por D. Antonio Pineda, tenía de alto seis pies y iü pulgadas de Burgos. La an- chura de hombro á hombro era de 22 pulgadas y 10 líneas. Sentados " en cerco, y desechada por una y otra parte toda desconfianza, empezó á esplayar- - se el deseo innato en el hombre de querer cono- cer más de cerca á su semejante. En esta escena, compuesta naturalmente más bien de gestos que de palabras, las mujeres pa- tagonas no tardaron en abrogarse la principal parte, y 6 fuese curiosidad ó una mayor propen- sión al discurso, muy luego se hicieron cargo de nuestras preguntas, y no faltó entre ellas quien esforzándose en usar palabras españolas con aquella volubilidad de lengua que siempre han admirado los viajeros, añadiese á este nuevo cebo de la conversación un cierto agrado que aun entre un traje y unas costumbres extrañas, de- jaba traslucir esta característica principal del sexo. Les regalamos varios adornos de vidrio, al- gunas cintas y algunas gargantillas; nos dieron 9 íAá h 66 VIAJH AUKEDUnOK DKI, MUNDO M uu: I en desquite una piel y un bezoar de guanaco y | un fjunnaco vivo pequeño, al cual podía muy bien aplicaise la elefíantc pintura que el Como- á sí misma, consultaba á los suyos, todos le aconse- jaban que usase del poncho que llevaba en forma de camisa debajo de la piel del guanaco; pero era preciso desnudarse á presencia nuestra; y luchaban á porfía sobie el partido que debiese adoptar, la honestidad por la una parte y por la otra e! consejo de los demás; venció, finalmente, no tanto éste cuanto el amor filial; se decidió á quitar el poncho para envolver los comestibles; mas lo verificó con tal arte y tal modestia, que dio un n levo resalte no menos á sí misma que al sexo en general, en quien es característica aquella ca- lidad y sobresale hasta en los pueblos más incul- tos. Despidiéronse, finalmente, y nosotros regre- samos á bordo. 9 Puntuales al día siguiente, concurrieron en mayor número á la orilla acostumbrada, y no tardó la mayor parte de la Oficialidad en ir á su encuentro: conducían un solo caballo para la vi- sita proyectada en sus hogares; pero como en este caso hubiese sido mucha imprudencia el aventurar uno solo de nosotros á tanta distancia de cualesquiera recursos que hiciesen temibles si- quiera las consecuencias de un insulto, les mani- festamos, que desistíamos del viaje propuesto, y les convid;>-nos por la misma razón á que vi- niesen á bordo: fué imposible el persuadirlos ó bien dimanase de nuestro número algo crecido, ok. 9 ó del cabello rubio y de los trajes de la mayor parte de la Oficialidad, lo cual podía (según Peña) hacerles sospechar fuésemos de otra na- ción: debimos, por consiguiente, contentarnos con repetir sobre la orilla una larga sesión, ani- mada como era natural con varios dones, parti- cularmente de comestibles y dirigida ó bien á estrechar una amistad reciproca ó á progresar cuanto fuese posible en las nociones adquiridas sobre sus costumbres y principios sociales: adver- timos er esta ocasión cuan macilentos eran sus caballos, débiles y pequeñosf los perros y cuál era el afán con el cual comían, todas pruebas nada dudosas de una subsistencia más bien mez- quina é incierta en todos esos contornos. Aproximándose ya el Sol al horizonte, fué finalmente preciso el separarnos: dio el Cacique la orden para que la tribu montase á caballo, y obedecido con puntualidad, no tardó en empren- der la marcha, bien que dejando atrás algunos que ó no habían sido tan expeditos en apretar sus toscos ameses ó esperaban con este pretexto algún otro regalo capaz de hacerles más felices que á los demás: en este número se hallaba ca- sualmente la joven patagona, cuya modestia ha- bíamos reparado en la tarde anterior. No se había desviado de su padre, y su mayor atención ó más bien cuidado, era en aquel momento el de montar á nuestra vista sin ofender en modo al- guno á su pudor: usan allí las mujeres el montar á caballo en el modo siguiente: lorman con la brida una especie de estribo, en el cual hacen firme el pié derecho; asidas luego con la rodilla izquierda sobre la coyuntura alta de la mano del caballo, tienen finalmente lugar para sentarse trepando sobre la albarda y después pasar La pierna derecha al otro lado; parecíanle, pues, arriesgados para su extremo pudor estos movi- mientos. Ya pedía á su padre que la ayudase, ya que se ocupase más bien en ocultarla de nuestra vista, y mientras tanto quedaba casi sola: deter- minóse por último á montar, pero fué esto con tal cuidado é incomodidad, que mal asegurada sobre el caballo, apenas se ausentó de nosotros unos doscientos pasos cuando volvió á apearse para montar con aquella libertad que le era ne- cesaria. Un grado tan sobresaliente de honesti- dad entre un. pueblo casi desnudo y bárbaro, no puede menos de producir en el filósofo moral y amante de nuestra especie, algunas reflexiones que la vistan tal vez á sus ojos con unos colores menos viciosos y propensos naturalmente á la vida brutal. Concluidas en el entretanto todas las opera- ciones que nc^ hacían ó útil ó necesario el puerto, y tocándose á cada paso con mano los muchos riesgos que en él sufrían amarras, embarcacio- nes menores y los mismos buques, pareció finai- ^áfc.^^M^>jvi. ' i Viftfaiiifi A>^ ry" ,k mn ■1 COKDETAS ÜKSCUBIERTA V ATREVIDA t^ Dic. 9 mente lo más acertado el abandonarle. Diéronse instrucciones al bergantín Carmen, atento á su corto andar y á la práctica de su Capitán sobre aquellas costas, para que navey;ase S(ilo y recono- ciese los rios de Santa Cruz y Gallegos, al Sur del Puerto San Julián. Debían las corbetas na- vegar en derechura al extremo occidental de las Maluinas, y allí, con una travesía directa al Cabo de las Vírgenes, ligar en uno y otro extremo con las tareas del año anterior, de los paquebotes Eulalia y Casilda, de la Marina Real; y como los Patagones no se dejasen ver más en los contor- nos del puerto, se* aceleraron de tal modo los ,, aprestos, que en la noche del ii pudimos consi- derarnos prontos para dar la vela, reincorporados ya en aquella hora los Sres. Pineda, Bausa y Quintano, los cuales, como ya se dijo, habían internado en la ría con un bote chico, y dado cada cual nuevo ensanche á las tareas útiles de su profesión. El viento al Norte que habla soplado con mucha violencia en toda la tarde, nos había per- suadido á meter dentro los botes; y pues que en el día siguiente la continuación del mismo viento no nos daba lugar á desamarrarnos, la emplea- mos en sistemar la marcha de los relojes, y tra- zar la carta de la costa que habíamos reconoci- do entre el rio Negro y Puerto Deseado. ,j Poco después de salir el Sol al día siguiente, pareció entablar viento bonancible del Sur, la marea debía can'.biar á la vaciante hacia las diez '. y como por la proximidad de la Atrevida á la piedra no era posible quedase sobre su ancla del Oeste, aprovechamos entrambas la marea en- trante para levar aquella ancla. Alas diez ya es- tábamos á pique de la otra y enteramente prontas • . a lar la \ela: el bergantín que según las señales hechas de antemano lo había verificado ya, vio imposible peder montar unas isletas que media- , ban entre til y nosotros, y volvió á dar fondo. No fué otra tampoco la suerte de la Descubierta por haberse declarado en el mismo instante de , dai la vela ventolinas flojas del Este. Así pasa- mos entrambas el restante día, en el cual el viento se mantuvo flojo; por la misma parte, la marea con velocidad de tres y media á cuatro millas, y el . tiempo no sólo neblinoso, sino también por la tarde algo aturbonado con truenos distantes. Si- guiéronse por la noche algunos chubasquillos, los cuales, finalmente, produciendo á las cuatro de la mañana siguiente algunos soplos del terral del Oeste, dieron lugar á que en pocos instantes, pa- rada la marea, ambas corbetas estuviesen á la vela y franqueasen, aunque con algün riesgo, la boca del puerto. El bergantín, fondeado más adentro, no pudo seguirnos y le perdimos inme- diatamente de vista. CAF'ITULO IV Navcf(acióii de las corbetas á las Islas Maluinas y de allí alrededor del Cabo de Humos hasta el puerto de San Carlos de Chiloé. — Reconocimientos de las Tierras del Fuego y otros accidentes ocurridos en aquel tiempo. Nuestros conceptos no iban errados cuando r>:c. m al amanecer habíamos procurado dar la vela con la posible precipitación. Apenas propasada la boca del puerto, declaróse al mismo tiempo la marea contraria y calmó totalmente el terral. En diferentes ocasiones la Atrevida se vio casi pre- cisada á dar fondo. Ambas corbetas eran arras- tradas rápidamente hacia la costa del Norte; pero á las ocho empezó á entablar viento galeno del Sur y las muras á estribor con fuerza de vela nos franquearon á poco tiempo de aquellas in- mediaciones, de suerte que pudiésemos conside- rar como libre la navegación siguiente, cuales- quiera fuesen los vientos que debiésemos expe- rimentar. Un nuevo bordo hacia la costa antes del me- dio día, nos dio lugar á multiplicar en la restante tarde las tareas hidrográficas, las cuales debían ligar varios puntos externos con el extremo in- terior de nuest'^os triángulos; repitiéronse tam- bién las obseí vaciones astronómicas; diferen- tes azimutes manifestaron la variación de 20" 4' Noroeste. Al ponerse el sol ya demoraba la Isla Reyes al Sur 40° Oeste, distancia de 'seis le- guas; la mar era llana y los vientos empezaban á entablar por el Norte y Noroeste, favorables sobremanera para nuestra derrota. Emprendimos, pues, el atravesar directamen- te al extremo occidental de las Islas Maluinas; crecieron las sondas hasta las 60 y 65 brazas fango duro; creció también rápidamente la va- riación de la aguja hasta los 23". Las ballenas, los lobos, las muchas aves acuáticas, solazándo- se frecuentemente alrededor de los buques, ha- cían más divertida la navegación, al paso que ati- zaban nuestros deseos de ver cuanto antes abier- to por medio de las pescas este nuevo ramo, tal vez inagotable de la industria nacional. Los rumbos del Sursudeste y Sudeste que se- guíamos constantemente, no podían menos de conducirnos en breve tiempo al término prefi- jado. Eueron casi momentáneas las contrarieda- des que experimentamos de los vientos del Sur, los cuales, aunque al principio oscuros y tempes- tuosos, no tardaban en rolar más claros y apaci- bles al Sudoeste y Oeste. Así no nos fué difícil para la tarde del 17 el avistar á larga distancia -r los Salvajes, Islas Altas, las más occidentales de las Maluinas, y poco después, favorecidos extra- ordinariamente del viento, el emprender en ese ^^ mmf 70 VIAJI! ALREDEDOR DEL MUNDO i I II § Di.. 17 mismo extremo las tarcas hidrojíráficas acostum- bradas. Importaba mucho en aquellos contornos su máxima exactitud, en cuanto debían compa- rarse al mismo tiempo con las del Capitán inglés Mac-Bride y servir de norte en las navefjaciones venideras de los buques nacionales al mar del Sur, para que ni se retardasen los viajes con unos bor- dos retrófírados, á veces infundados, ni con las oscuridades harto frecuentes en esos mares, peli- p;rase algún buque en las inmediaciones de la Isla Kasa, difícil á ser vista á una mediana distancia. Con este intento fué nuestro objeto en la res- tante tarde el de reconocer de cerca aquella isla y costear después entrambos Salvajes. En cada meridiano se observaban longitudes con los relo- jes marinos, sondábamos frecuentemente, aun- que sin encontrflr londo con iid brazas de son- daleza; observábamos desde los topes con cuanta vigilancia fuese dable, los diferentes canales que allí forman un laberinto sumamente complicado de islas, pero ya veíamos imposible el alcanzar hasta la mañana siguiente el puerto Egmont, en donde era nuestro ánimo el dar fondo y com- binar con un nuevo examen de la marcha de los relojes marinos, el reemplazo completo de la aguada y un mediano reconocimiento físico de aquellos contornos. Fué, por consiguiente, preciso el procurar mantenernos hasta la mañanita siguiente en la misma posición. Se seguían los bordos más opor- tuno;-., ya con las solas gavias, ya agregándoles mayores y estáis; y sin embargo, como tuviése- mos una corriente bastantemente fuerte al Nor- te, nuestra distancia de los .Salvajes al amané- is cer no era menor de unas cinco leguas. Inme- diatamente, entablado viento fresco del Oeste volvió á atracarse al mismo extremo de la tarde anterior; costeamos varias islitas, á muy corta distancia, dejando las unas á estribor y á babor las otras y no tardó mucho cuando ya empezaron á descubrirse las inmediaciones del puerto y pu- dimos dirigirnos liacia él. Estas inmediaciones, formadas por la mayor parte de islas, son por lo común altas y acanti- ladas; si hay una ú otra punta baja, despide al- gunas restingas, las cuales, viniendo del Oeste, se dejan á la izquierda; el mismo inconveniente y el de un bajo al Sur de otra isla, indica, como preciso, el atracarse mucho á la derecha y muy luego se iiace notable el blanquizar de arena, del cual hizo memoria el Comodoro Biron, como un paraje oportuno para dar fondo, cuando el viento ó la noche impidan internar en el puerto Egmont, pues sobre un braceaje de 12 á 20 bra- zas arena, puede un buque estar bien cerca de tierra, abrigado de todos los vientos que sean contrarios á la entrada, y con un riachuelo á la vista que le suministre en el entretanto el agua que necesite. No tardamos, cont-nuando á un viento favorable del Oeste , en internar en el díc. is puerto: navegábamos con gavias, foques }' vela de estai de gavia; costeábamos las orillas del Oeste á un tiro de fusil, por fondo de 12, 1 1 y 10 brazas arena, y acechábamos cualquier riachuelo para dar fondo enfrente de él. Le vimos muy luego y era fácil apercibir en sus inmediaciones muclios fragmentos de la colonia antigua ingle- sa; asi no diferimos un instante en dar fondo y á poco tiempo quedaron amarradas las dos cor- betas á corta distancia la una de la otra y en una ' excelente disposición para los objetos que se ha- bían prefijado. Algo más adertro estaba fon- / deada una sumaca del Key, procedente pocos días antes del establecimiento de la ív^L.'.^á, en el extremo oriental de las Maluinas. En el entretanto, se habían destacado algu- nos Oficiales para reconocer con un bote los pa- ■ rajes inmediatos y dirigir con el mayor acierto la aguada. Nada había en aquellos contornos que no debiese recordar al navegante los dones pró- digos de la nf.turaleza, siempre uniforme en sus / hechos, siempre superior á cuanto pudiesen sumi- nistrar el arte y el trabajo lento, mezquino y contradictorio del hombre. En el fondo de una ensenadita ó más bien dársena, descendía al mar un arroyuelo cuyas aguas cristalinas apenas á no . "' mucha distancia de allí asomaban unidas, desplo- mándose de los altos inmediatos; cuando se agol- paban á aprovechar de sus derrámenes y á de- ;. berles una subsistencia lozana y saludable, varios gramenes, la coclearia y el apio silvestre: éstas < dos plantas, destinadas esp' ialmente á la con- servación del navegante, reúnen en sí la otra ven- taja no menos apreciable de su constante inme- diación al agua. Tanto es hallar la una cuanto en- contrar el otro. Queda casi suspenso á la primera vista, el que pisando apenas la tierra se ha apro- ximado por el solo instinto á una ú otra de estas cañaditas; unas veces extasiado contempla la inagotable abundancia de lo que poco antes le era imposible el conseguir; el suave murmullo con el cual desciende, le recuerda un momento el rápido correr de la vida humana y de sus trances ó los más felices ó los más desgraciados; pero atónito y casi olvidado de sí mismo, ten>e perderla de nuevo. El apetito por una parte, el agradeci- miento por la otra, le arrastran hacia ella: no bien ha satisfecho sus ansias, no bien ha besado mil y mil veces en este símbolo de la vejetación la próvida mano de la naturaleza, cuando mira en tomo y ve moverse por un vientecillo suave ó por el mismo salpicar de las aguas, el apio y la coclearia: las coge, las masca, las bendice: el cansancio y la quietud le excitan un breve sueño; disipa en un momento aquella languidez que le oprimía poco antes. K intanto obbtia La nosa, ú il mal de la passata vía. u lll tm 'Ji'j'.'iitf -'T" mmmfmmmmf'^ CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 71 Dic. i8 Las aves acuáticas varían luego esta escena, pero sin aminorar su semblante agradable: las hay de hermosa pluma; las hay de mil tamaños: sus voces alli no son los símbolos ó de una cons- tante emigración según las estaciones, ó de la pérdida sufrida poco antes déla compañera fiel y de Ins tiernos hijuelos. Denotan tan solo aquel afán natural con el cual se hacen casi indivisi- bles entre sí, con el cual se llaman cuando mudan de morada ó de aposento y se convidan cuando ó el mar les presenta una subsistencia diaria y abun- dante ó las costas no trilladas del hombre les . . brindan con la facilidad de solazarse y de volatear á su albedrío. Ni es menos entretenida la vista del mar, en donde los peces, los anfibios y aveces las mismas ballenas, ignorantes de su propio po- der y del genio destructivo del hombre, se presen- tan casi con emulación para saludai"le y no ima- ginan jamás que esto baste para ser destruidas. Con un semblante tan favorable cual acaba- mos de describir, y sin la interrupción de aque- llas distracciones que en los países habitados son inseparables del navegante, ó ya para precaverse de las tretas, ó para ultrajar los derechos, ó finalmente, pai'a se» víctima de los halagos en- gañosos de sus semejantes, no parezca extraño que muy pocos días bastasen para cuanto nos habíamos propuesto en aquella escala. En la misma tarde tuvo cada corbeta una lancha con agua; siguióse llenando el vacío durante la no- che, y al día siguiente, no bien el Sol había disi- pado la calima, cuando estuvieron cada cual ocu- 11 pados con ansia en las tareas de su destino. Los naturalistas, los hidrógrafos, les astrónomos, los cazadores y los que se habían destacado para la pesca, subieron los primeros al monte de la Vi- gía, en donde D. Felipe Bausa hizo marcaciones bien importantes con el teodolito, y D. Antonio Pineda reconoció el suelo, las plantas que le vestían y los animales que le habitaban; D. Dio- nisio Galiano y D. Juan Vernaci, establecieron el observatorio y empezaron con las alturas co- nespondientes del Sol, el examen de la marcha de los relojes marinos. Midiéronse por los demás Oficiales muchas series de distancias lunares; sondaban los Pilotos; oíanse frecuentes y siem- pre con buen éxito, los tiros de los cazadores; la aproximación de la noche debía por la misma razón presentar á bordo un espectáculo más bien agradable, cuando llegaban por todas partes y se veían uno sobre otro los barriles del agua, los atados del apio silvestre, los peces, las aves y los anfibios, presentando cada uno, ó en su pluma y en sus caracteres, si estuviesen muertos, ó.en sus graznidos y movimientos si viviesen aún, aquella variedad continua que hace el mayor adorno de la Naturaleza. Referidos al medio día del 20 los resultados ío de las tareas astronómicas, dieron para el obser- vatorio la longitud siguiente occidental de Mon- n.c. ¿o tevideo. Cronómetro 61 3" 5 2' 38" Cronómetro 72 3° 5'' 25" iSS series de distancias do la Luna al Sol. 3" 49' 15" El promedio de los relojes de la Atrevida, bien conformes entro si 3" 5-' 3°'' Latitud, 51° 2r' 3" por astros al Sur y al Norte. Variación rnEgnética, 22" 34' al N. !•:. Las observaciones de la latitud, habían á la verdad encontrado un obstácul.) cual no era fácil imaginarle. La hermosura del día, la conclusión de las faenas de á bordo, y la misma útil nece- sidad de alejar á veces la marinería de aquel yugo constante y opresivo de la disciplina, el cual en una nación sumamente viva, si bien no cause frecuentemente la desesperación, debe cau- sar á lo menos la melancolía, nos habían dictado como prudente, el permitir á entrambas mari- nerías que pasasen en tierra la piayor parte del día. Repartiéndoles jabón para que lavasen su ropa, tolerando er otras y pai..icularmente en la tropa, el que lle\ asen el fusil para cazar, de- bían errar á su albídrío por aquellos contornos y no reunirse en la orilla sino á la entrada de la noche: dispersados así en muy poco tiempo, no tardaron en dar muestras de su genio natural, inclinado al desorden y á la destrucción. Pren- dieron fuego á un montón de turba en donde esta planta se hallaba más espesa, y en un momento, no sólo vimos arder por diferentes partes el monte inmediato, sino que el humo que salía del incendio, ocultábalos objetos aun más cercanos. Fué, pues, preciso enviar utensilios de la Diis- cuuiERTA para atajarle. Oficiales, Contramaes- tres y cuanta marinería estuviese á mano, traba- jaban con igual vigor, pero inútilmente. Era im- posible el asolar de un todo aquellos contornos, y era por otra parte imposible el extinguir el fuego como quedase una mata siquiera. Así, des- pués de repetidos esfuerzos y de las esperanzas por tres veces frustradas de haberlo conseguido, debimos, finalmente, retirar la gente á las nueve de la tarde y dejar que á más del destrozo siem- pre nocivo, nos inundase una columna de humo, la cual á veces imposibilitaba el vernos de una á otra corbeta. Debiéronse con este motivo apro- vechar todas las claras que los vientos quisiesen proporcionarnos. Apenas se pudieron observar en la noche inmediata dos alturas meridianas de •'■ astros al Sur del zenit. En la mañana siguiente, en la cual debíamos deducir de las alturas de los topes la distancia verdadera de una á otra cor- beta para que nos sirviese de base, fué preciso acechar por lai'go rato una clara favorable antes de poderlo conseguir. Ivn esta última operación tuvimos también la casualidad bien extraña de no poder jamás com- *■ ! 'ti*^iiilM¿^3É^ffi^ii ' •.■f-^¡ ''«tw?T'^^''r- ■*#-»" 72 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO i»k. 3. binar una medida uniforme en las dos-corbetas, si bien la mar estuviese en una completa calma y la elevación de Tos topes fuese positivamente igual. Parece difícil el adoptar para esta clase de operaciones una mayor prolijidad de la que solía usarse en las corbetas. Ivxcelentes instru- mentos, medidas exactas, cálculos rigurosos, mu- chos observadores bastantemente expertos, no podían, sin embargo, evitar el que incurriésemos frecuentemente en errores de muclia monta, los cuales últimamente nos han convencido que en la necesaria multiplicación de las tareas hidro- gráiicas, sin descuidar est , método realn.ente exacto, deben, sin embargo, emplearse constan- temente las bases por corredera. Frustradas de este modo, ó ya por el humo de la quema indicada, ó á veces por las nubes que ofuscaban el cielo particularmente cuando reinasen vientos del Norte, varias observaciones astronómicas que debían acacceren el corto inter- valo de nuestra demora en el puerto, fué preciso acelerar la salida. Se había ya sustituido á la primera i)ase otra medida con cadena en el corto terreno que permitían las orillas; se habían re- petido las marcaciones en diferentes parajes al- tos, los más oportunos para ligar interior y exteriormente los triángulos, y completada la aguada, hecho un cuantioso acopio de apio silves- tre, y dispuestos últimamente velamen y aparejo para la próxima navegación alrededor del Cabo de Hornos pensábamos dar la vela en la mañana del 23, para lo cual se habia ya levado un ancla y metidas las embarcaciones menores. 3j Debió, pues, parecemos bien inoportuno el viento al Norte, el cual, tomiando en aquella mis- ma mañana mucho incremento, nos hizo desistir de la idea de da'* la vela. Calmó sin embargo por la tarde, roló poco después al Noroeste y decla- rado finalmente al Sursudoeste, después de una leve garúa, nos dio lugar para que á las cuatro ■ de la siguiente mañana entrambas corbetas estu- viesen á la vela y franqueasen poco después la boca del puerto. j. Empero, apenas distaríamos de él unas dos milh'.s, cuando las ventolinas calmaron entera- mente, se ocultaron con calima la mayor parte de las islas inmediatas y un maruUo grueso del Norte y Noroeste empezó á aconcharnos sobre la costa occidental del puerto. Sondamos 19 brazas arena y á pesar que trabajásemos constantemente para hacer algo menos arriesgada nuestra posi- ción, veíamos á cada paso aminorar la distancia de los arrecifes del Este. Peimarecimos cerca de una hora en esta posición poco agradable, en la cual además la suma variedad de las ventolinas nos exponían frecuentemente al riesgo de un abordaje con la Atrevida; pero alas ocho, enta- blado finalmente viento fresquito del Sudoeste pudimos con fuerza de vela continuar la derrota y pasado el canal entre los Hermanos y las Pie- d¡c. 24 dras blancas, islotes fronteros y distante-^ unas dos leguas de la boca del puerto, considerar ya libre la navegación siguiente hacia la costa pa- tagónica. Al medio día era la latitud de 51° 2', la longitud de 4° 5' de Montt v¡dco y demoral)a al Sur verdadero, el extremo occidental de los Her- manos. Calmosa, sí, pero despejada la tarde inme- diata, nos dio lugar á repetir á la vista del puer- to las observaciones de longitud por las distan- cias lunares: 102 series observadas en la Descu- niEKTA sólo discreparon en tres minutos de la •. longitud asignada á aquel meridiano por loj re- lojes marinos. Era ésta una nueva evidencia del grado de exactitud que solía comunmente alean-' zar esta especie de observaciones tan útil en el mar y tan fácil á repetirse. Hasta la media noche quedamos en la misma posición; pero entablado á aquella hora casi re- pentinamente viento fresco del Norte, pudimos in- mediatamente aprovecharle con fuerza de vela y propasar antes de las seis á distancia de cuatro leguas las Islas Salvajes y la Rasa. Con las 25 cuatro principales y los foques, llevábamos un andar de nueve á diez millas. El viento era muy fresco y arrafagado: la mar ya gruesa y los carices bastantemente aturbonados. Emprendido de este modo el atravesar de nuevo á la costa patagónica y el ligar sobre el Cabo de las Vírgenes nuestras tareas con las de los paquebotes EuliiUíi y Casil- , '. da, la navegación debía ser naturalmente sencilla y expedita. Los vientos fueron sumamente va- riables, pero comunmente frescos y achubasca- • dos. Los ceñíamos ya de la una ya de In otra mu- ra, rara vez decidiéndose por el Oeste nos aparta- ban de una derrota directa. Era común á pesar de las cerrazones el conseguirlas observaciones de la latitud. Pai-a la variación magnética, después de muchas desigualdades que la hacían vacilar entre los 22 y 25°, habíamos adoptado en la tarde del 26 la de 22" 30' dimanada de muchos azimutes de bastante satisfacción, y en la tarde del 28 de- clarados nuevamente vientos favorables después de algunas turbonadas recias del Sudoeste es- perábamos de uno á otro instante la vista opor- tuna del Cabo de las Vírgenes. Le avistamos efectivamente á las cinco y media de la tarde. Demoraba al Oeste '/i Sud- oeste verdadero y su longitud, atracádole después á la sola distancia de tres leguas escasas, resul- taba por nuestras observaciones, bien conformes entre sí los relojes marinos de entrambas corbe- tas, de 12° 12' al Occidente de Montevideo. Conseguido este objeto, y siendo nuestro ánimo el atracar á la costa del Fuego desde el Cabo de F^spíritu Santo, hízose señal á la Atre- vida para que pasase á nuestra voz, y se encargó á D. José Bustamante, que pues tenía á su bordo 33 m > \ ../■i CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 7i Dic. 24 Dic. ss los diarios de Sarmiento, navegase aquella no- che de tal modo que pudiésemos pasar entre la costa y el bajo que indicaba aquel navegante, adquiriendo al paso aquellas señales sobre su existencia que las circunstancias dictasen por . prudente. Se le prescribía después, que la distan- cia por navegar hasta la mañanita siguiente, no fuese mayor de diez leguas, lo cual logrado, estaríamos seguramente á la vista del Cabo de Espíritu Santo. El viento á la sazón era del Norte, los horizontes cerrados con garúa y los . rumbos adoptados por la Atrevida, variaban, según las sondas, del Sursudeste al Sudeste de la aguja. Fueron éstos tan acertados, que á la hora in- dicada, nuestra posición era en efecto cual nos ay la habíamos propuesto. De la Atrevida nos di- jeron á la voz que en la noche le había dismi- nuido el fondo hasta las 14 brazas y aumentado después á las 45. La tierra se conservaba aún fosca y el tiempo muy calimoso y vario. Pero declarado poco después viento bonanci- ble del Nordeste y despejada algún tanto la tierra, pudimos dirigirnos á reconocer su verdadera po- sición, precavido, sí, en los rumbos, pues que el viento parecía quererse mantener fresco y la di- rección de la costa se inclinaba mucho más al Este de lo que la indicasen las cartas del Capitán Cook y del viaje al Magallanes. Desde luego, guiados del derrotero de los Nodales, aunque bien confuso, pudimos reconocer la costa inmediata al Cabo. Dejamos con Anson el nombre de Cabo . . de la Reina Catalina á la punta más Sur de la tierra medianamente alta que es contigua al pri- mero, y ya nuestro principal deseo se dirigía á fijar los términos del Canal de San Sebastián, con cuyo objeto costeábamos la tierra baja á dis- tancia de dos á tres leguas. Pero como el tiempo volviese á ser bastantemente calimoso, y el vien- to ya fresco del Esnordeste hiciese más bien imprudente el descaecer demasiado sobre las cos- tas, quedó finalmente alguna duda sobre el extre- mo Sur de dicho canal, nó á la verdad porque ca- reciésemos de muchos datos bien probables para . . determinarle, sino porque noera posible combinar su latitud con la que habían indicado los Noda- les. Convenía en geneial su configuración, parti- cularmente la señal de empezar las tierras altas y nevadas, desde el extremo Sur del Canal de San Sebastián y desde el Cabo de Penas. Era nues- tra latitud de 53° 23' y la longitud de 11" 14' 30", deducida ésta de un promedio de las obser- vaciones de la mañana con la tarde, y traídas con la estima, en la cual no se hacía .¿fisible efecto alguno de corrientes. El viento, inclinado ya al Estenordeste, fué arreciando con la tarde y oscureciendo la tierra, de la cual no distaríamos á las cuatro sino dos á dos y media leguas, y era en nuestro entender la inmediata al Cabo de Penas. Las sondas se c - servaban de 39 y 35 brazas fango. Viramos al Norte, y poco después rolando el viento al Este, le ceñimos al primer cuadrante, aumentándolas á 44, 42 y 40 brazas, chinitos y caracolillo. Ya no se desculjría la costa y aun á ratos se nos hacía difícil la conserva con la Atrevida. Calmó luego en un todo el Nordeste hacia las diez, y á la media noche ya se había declarado al Sur y Sursudeste bonancible. Amaneció con tiempo hermoso; distábamos de la costa unas cinco le- guas y todo nos convidaba á dirigirnos inme- diatamente á su reconocimiento y situación, tan- to más que alcanzábamos en las tareas de este día la vista del Cabo de Penas, en el cual ha- bían concluido las bases del día anterior. En efecto, la costa desde este paraje empie- za á ser alta y nevada, pero no con tal horror que no descubra en las inmediaciones del mar diferentes valles y llanuras, en donde la vegeta- ción parece esplayar todo su verdor y hermosu- ra. La nieve ó hielo sólo deja verse en las cimas agudas de los montes hacia la parte del Sur, y sembrada, digámoslo asi, en pequeños monto- nes en los cuales brilla el Sol, representa un contraste más bien agradable de las dos estacio- nes más opuestas entre sí. Esto nos dio lugar á congeturar que el verano estaba más bien ade- lantado sobre las costas, concurriendo unánimes á apoyar aquella idea, los tiempos apacibles que habíamos disfrutado á lo largo de la cofta pata- gónica y la serenidad y temple agradable que experimentábamos en aquel día. A medida que íbamos entrando en meridiano, de diferentes puntos notables se observaban longitudes con el número 61. El todo se ligaba con pequeñas bases y aun para no alterarlas se habían puesto las sondas al cargo de la Atrevida, la cual nos se- ñaló á las ocho y á las diez 40 y 37 brazas de fondo, distando entonces como dos leguas de la costa. Las tareas astronómicas del Capitán Cook empezaban en el Cabo Santa Inés, desde cuyo punto hasta el Cabo San Juan de la Isla de los Estados y hasta la Isla de la Recalada al Oeste del Cabo Negro, nos aseguraba aquel navegante que todas las longitudes estaban ligadas entre sí por medio de los relojes marinos y sujetas á la que había determinado al Cabo de Hornos, por muchas series de distancias lunares en 61" 30' de Cádiz. Cualquiera fuese, por consiguiente, el eri'or de esta determinación que el mismo Capitán sospechaba pudiese llegar á un cuarto de grado, debía manifestarse en el Cabo Santa Inés, del mismo modo que en cualquiera otra parte de las determinadas. Con esta atención, luego que estuvimos en posición oportuna, hicimos señal á la Atrevida de observar longitudes y las obsen'amos nosotros 10 l>ii:. >9 .1 pr íT|f 1 \ ^' ' i 'í ; i 'll i ! >íJ (ti ;i 74 VI ají; alrededoií del mundo I iiic. JO con el número 6i, de cuyo movimiento casi uni- l'orme y aun sujeto á una corrección en sus pe- queñas alteraciones, no nos dejaban la menor duda las comparaciones diarias con los otros re- lojes; sus resultados fueron para el Cabo de Santa Inés de 6o" 40'. Pero no fueron tan uniformes con las suyas nuestias ilaciones de las siguientes longitudes, que referidas al Cabo San Diego en la entrada del Estrecho de Maire y al Cabo San Juan en el extremo Oriental de la Isla de los Estados, de- notaron unánimes que las longitudes del Capitán inglés determinadas en su segundo viaje, estaban afectadas de un error de 21' próximamente en longitud que las inclinaba demasiado al Oeste. Al medio día estábamos en latitud de 54" 10' y en longitud occidental de Montevideo 10" ig', variación magnética por diferentes azimutes 25 grados 19' Nordeste. Marcábamos el Cabo Santa Inés al Oesnoroeste distancia de cuatro leguas y el Cabo San \'icente á la entrada del Estrecho de Maire nos demoraba al Sueste cuarta al Este distancia de 20 leguas. Navegamos con fuerza de vela hasta las tres de la tarde, que arreciando mucho el viento del Oesnoroeste y cerrándose con carices cargados los cielos y horizontes, aferramos las velas me- nores y con gavias y trinquete seguimos costean- do de modo que no se ocultasen ni la configura- ción de la costa, ni las longitudes de sus puntas salientes, ni ünalmente aquellas vistas que sir- viesen de guia para las recaladas venideras. Entre las últimas merecen el primer lugar l'os Tres Hermanos y el Pan de Azúcar; la posición que les da Frezier, nos ha parecido equivocada, aunque merezca ios elogios del Lord Ansón. Es sumamente exacta la que indica en su carta el Capitán Cook. Hasta las seis de la tarde no pudimos alcan- zar el Cabo San \'icente, del cual distaríamos á dicha hora una legua y media; las corrientes no habian influido en modo alguno en nuestra derro- ta, pues unánimes lo denotaban así las diferentes bases corridas, las muchas longitudes observadas y la misma exacta uniformidad de nuestras lati- tudes estimadas con las correspondientes de la costa, según la carta del Capitán inglés. No siendo nuestro ánimo el fondear en la bahía del Buen Suceso, ya debía parecemos pre- lí ente el costear la Isla de los Estados por la '"'.ada del Norte. Combinábanse así un reconoci- .1.. rito más prolijo de las inmediaciones del puer- to ¿ú Año Nuevo, una determinación más segu- ra de la longitud del Cabo San Juan, para que en lo venidero dirigiese con más acierto las recala- das de los buques nacionales y también un mayor aprovechamiento de tiempo ya que contraria á la sazón la marea y amenazando el viento de incli- narse rápidamente al Sur, era preciso que nos mantuviésemos paireando al abrigo de la costa, nic 30 El atravesar desde el Cabo San Diego á la Isla de los Estados, debió, pues, ocupar la poca clari- dad del dia que aún nos quedaba; de suerte que eran bien las nueve cuando estuvimos Norte-Sur con el Cabo San Antonio, distancia de dos le- guas. El viento al mismo tiempo habia girado al Noroeste fresco y arrafagado y por un acaso di- fícil á precaverse, apenas habíamos atracado la isla, cuando nos sobrecogió una corriente tan fuerte al Sur que nos aconchaba sobre la costa, de la cual no distaríamos á las diez sino dos mi- llas escasas. Fué, pues, preciso orzar al Nordeste y resistir una fuerza desproporcionada de v jla, la cual, sin embargo, llevándonos á las once á propasar las islas del Año Nuevo á muy corta distancia, nos permitía ñnalmente á las doce navegar al Este corregido, con un aparejo regular. No podían ser más exactas la conliguración y la dirección de aquellos contornos de lo que los habia descrito el Capitán Cook. Las islas que forman el fondea- dero del Año Nuevo, se dejan ver á regular dis- tancia y como sobresalen mucho al Norte, siendo al mismo tiempo bajas mientras toda la tierra de la Isla de los Estados es alta y escarpada, puede mirarse aquel fondeadero como el menos equí- voco para venir en busca suya, A las tres de la mañana ya nos era fácil tomar 31 algunas vistas de la costa. Midiéronse después horarios en diferentes horas y marcaciones y dieron unánimes al Cabo San Juan la longitud de 7" 25' al Occidente de Montevideo, atendien- do sólo al número 61, pues c_ue los 13 y 72 se apartaban de aquél considerablemente, el uno al Oeste y el otro al Este, dando, no obstante, un promedio enteramente igual á los resultados del primero. Desde la mañanita, el viento, á veces claro á veces achubascado, había rolado al Oeste y Sursudoeste. Le ceñimos á ratos, otras veces na- vegamos algo arribados para contrarestar una corriente viva la cual nos arrastraba al Sur y hacia el Cabo San Juan; pero á las once, con una tur- bonada del Sudoeste ya se declaró viento fresco por aquella parte, y engruesando luego el mai', nos obligó á precavernos con dos rizos en las gavias y con éstas y el trinquete á seguir el bordo del Sursueste Siguió en toda la tarde bien fresco y arrafa- gado; al anochecer eran las mares excesivamente gruesas, y nuestro aparejo se había reducido al solo trinquete y á la gavia en tres rizos, arriada ó izada según lo exigiese la mejor conserva con la Atrevida. Sólo en la mañana siguiente empezó el tiem- po á minorar su contrariedad. El viento luego fué rolando hasta el Oeste y últimamente al Sursu- doeste. Tomáronse las muras á estribor con f uer- 1790 En. i.« COKUnTAS DKS.^..;-.ERTA Y ATREVIDA 73 l)ic. 3Q 1790 En. i.« Kii. ! za. de vela y esto nos condujo para el medio día del 2 á la latitud de 57" 38' y longitud 57" 6'. Desde esta época la navcf^ación del Cabo de Hornos fué para nosotros más bien una de las más placenteras de cntretrópicos, que de las pe- nosas á que la embarcación \' el i'uiimo del nave- gante están ya bien dispuestos , La mar fué constantemente llana, los vientos variables del Nornoroeste al Sur, por lo común bonancibles y á veces acompañados ó de neblina ó de garúa ó de alguna granizada casi momentánea; observa- mos siempre la altura meridiana del Sol y los ho- rarios para la longitud. F,n los días 4 y 5 se pro- porcionó observar a/imutes, los cuales dieron unánimes la variación de 26" 30'. Las distancias lunares observadas en la ma- ñana del 8, en número desG series, a])roximándo- se mucho á los relojes, dieron lugar á la espe- ranza de que su marcha se conservase uniforme. 6 El 6 había sido la mayor latitud observada de Co" 43'. Las diferencias con la estima eran considerables, pero unas veces al Sur y otras al Norte. En la longitud no las hubo de entidad al principio; pero desde el 8 hasta el 12 se mani- festaron corrientes bastantemente rápidas hacia el Este entre los par ' 'los de 57" y 59". • Fué también muy leliz para nosotros en aque- llos días el encuentro que tuvimos de la fragata del comei-cio de Cádiz, Saitía María Magdalena, su Capitán, Piloto y Maestre D. Martín Antonio de Iturriaga, la cual, con 112 días de navega- ción, se dirigía á los puertos de Valparaíso y Arica. La tripulación, en número de 44 perso- nas, gozaba de la mejor salud, ni le hacia falta la menor cosa para concluir su navegación, se- gún lo aseguraron al Teniente de navio D. Ca- yetano Valdés, el cual había ido desde la mañana á reconocerla. Metido el bote á las tres de la tarde, procura- mos aprovechar para nuestra^derrota las diferen- tes ventolinas que se nos presentaban y las cuales (si se exceptúa un chubasquillo del Este casi mo- mentáneo) nos dejaron casi siempre sin gobier- 13 no. Sólo por la mañana entabló viento flojo del cuarto cuadrante, que ceñimos inmediatamente con todo aparejo al Sudoeste. Hablóse ala Atkk- viDA para comunicarle las noticias adquiridas el día antes, y supimos en aquella ocasión, que la longitud de sus relojes, conformes entre sí, coin- cidía al medio día anterior en el minuto, con nuestras longitudes sujetadas al número 61. La latitud fué de 58" 6' y la longitud de 20" 24' 30'' al Occidente de Montevideo. La fragata mercante distaba de nosotros unas tres leguas al SKdeste, y como no tardase el Viento en pasar del cuarto cuadrante al tercero y aquélla le ciñese de la vuelta del Sur opuesta á la que seguían las cor- betas, se perdió de vista hacia las seis de la tarde. i Restituidos poco después los vientos á su an- tu. 13 tiguo semblante apacible é inclinándose paulati- namente del Noroeste al Norte y Nornordeste volvieron nuestros progresos en longitud á ser más bien considerables; los rumbos que procurá- bamos seguir torcían al Norte, aprovechábase tal cual hora de calma para comunicarnos con la otra corbeta aquellas dudas ó noticias las cuales pudiesen acelerar la ordenación de las pasadas tareas y hacer útil en cierto modo la inacción hidrográfica en la cual vivíamos en la actualidad. Repetíanse las observaciones y los exámenes sobre los relojes marinos, y considerándonos ya en el Mar Pacífico, vencida la longitud de 22" 33' de Montevideo, se avivaba la esperanza de poder cuanto antes emprender de nuevo y para mucho ' .. tiempo aquella serie de operaciones científicas á : la cual nos habíamos contraído. La situación del navegante en aquellos ma- res y en unas regiones tan distantes de las que le vieron nacer, es sin duda alguna de las más extraordinarias que puedan acontecerle. La incertidumbre le rodea á cada instante; una sola mirada hacia las costas más cercanas le recuerda en una complicada perspectiva el nau- fragio, el frío, el hambre y la soledad. Vuélvese al Polo, y una nueva clase de peligros, aún más temibles, se desplega instantáneamente á su imaginación; campos inmensos de escollos de hielo, amenazan la frágil nave. No basta procu- rarlos evadir con cuantos auxilios dicta un arte falible: ellos mismos son los perseguidores, y su posición, variable á cada instante y con tantas direcciones cuantas son las islas, aumenta el riesgo y la desconfianza. La tenacidad de los Oestes parece al m.ismo tiempo oponerse direc- tamente á la continuación del viaje: su violencia no permite á veces sino poca vela, las olas mo- vidas con un impulso tan violento y tan cons- tante agitan la nave con balances extraordinarios y la exponen á cada paso á desarbolar. Las c--- rrientes le son al mismo tiempo contrarias, el re- troceso ignominioso y mil veces fatal á su mis- ma conservación. Tales son las contrariedades que opone la navegación en aquellos parajes, y que, sin embargo, vencen cada día con más faci- lidad, reunidas á porfía la codicia y la ciencia del arte marinero. Pero ya en la posición en la cual nos halla- i» hamos, debíamos consideramos libres de los pe- ligros indicados, pues los vientos tempestuosos del Sudoeste podían ceñirse constantemente con las muras á babor, y este rumbo nos conducía á di ininuir rápidamente la latitud. En efecto, para el medio día del 18, aunque hubiésemos sufrido temporales recios, nuestra latitud era de 52" 35'. líl Cabo Victoria nos demoraba al Este 49 ó 50 leguas. En esta disposición, y franqueado el paso al 76 VIAJE ALRUDEOOR DEL MUNDO En. i3 Mar Pacífico, debíamos tomar á la vista los ob- jetos de la expedición para dinf;ir con más acierto la deiTOta siguiente. Hran éstos de lijar los limi- tes en longitud de la costa occidental patagónica, sin exponer intempestivamente los buques, de re- unir nuestras tareas á las cjue se hubiesen heclio anteriormente y mereciesen alguna conlianza; finalmente, de llegar á Chiloé en estación opor- tuna para continuar el reconocirniento prolijo y científico de la costa siguiente al Norte, el cual debía ocuparnos en todo el año de 1790; no igno- rábamos al mismo tiempo que los vientos reinan- tes sobre la costa eran travesías tempestuosas con mares gruesas, y que en los meses siguien- tes de Febrero y Marzo no sería tampoco extraño el aparecimiento de los vientos Nortes, los cuales por su fuerza, duración y cerrazones, han sido siempre temidos en aquellos mares. El Cabo Victoria y los Evangelistas podían ya considerar- se como situados con la mayor exactitud hidro- gráfica, dependiendo directamente de las obser- vaciones de los Tenientes de fragata D. Cosme Churruca y D. Ciríaco Cevallos (i). Por otra parte, la expf^dición del Piloto Machado desde San Carlos de Chiloé en 1765, conducía las mar- caciones por allí hasta el Cabo Corso en latitud de 49" 30'. Así no quedaba realmente para reco- nocerse sino el trozo comprendido entre aquellos extremos ó entre los paralelos de 52° y 49°, en donde podían mirarse como algo dudosas las de- terminaciones del Capitán Sarmiento, si bien he- chas por un navegante tan experto é interpreta- das luego con exquisita crítica por los Tenientes de navio D. Dionisio Galiano y D. Alejandro Belmonte (2). No tardó mucho, adoptado ya el plan que dimanaba de aquellas reflexiones, en manifestár- senos tiempo al parecer oportuno para el in- tento. En la noche del 19, sobre algunos chu- bascos con granizo, se declaró viento fresco del Si'r y Sursudoeste, el cual, convidándonos á na- vegar hacia la costa y prometiendo la ocasión favorable para hacer al mismo tiempo algunas observaciones, ya para el medio día siguiente por latitud de 51" 17', nos había aproximado á unas 20 leguas del Cabo ÍSanta Luc.a. No pare- cían, pues, infundadas nuestras esperanzas de empezar en aquella misma tarde los reconoci- mientos proyectados; pero muy luego debimos recordarnos del paraje en el cual nos hallába- mos, siendo así que á las cuatro nos había al- canzado viento tempestuoso del Oeste con las 30 acostumbradas cerrazones y mares gruesas, el (i) En la expedición de los paquebotes Eulalia y Casilda (año de 1789) mandada por el Brigadier Don Antonio de Córdoba. (2) Fueron destinados en 1786 al Estrecho de Ma- gallanes en la fragata Cal'cza, mandada por el Briga- dier D. Antonio de Córdoba. cual nos obligaba á precavernos con otros rum- bos de los que habíamos seguido hasta en- tonces. Empero como á este tiempo hubiésemos al- canzado una distancia de la costa no mayor de 17 leguas, y por otra parte, antes de cerrarse los horizontes, pudiésemos con toda certeza fijar la extensión de nuestras visuales hasta unas ro le- guas, los límites en longitud para aquel cabo podían considerarse determinados con una cer- teza evidente, á lo menos por lo que tocaba á una posición más occidental de la que le supo- nía la carta agregada á la narración del último viaje al Estrecho de Magallanes. La noche fué lluviosa con viento arrafagado y mares gruesas; siguióse la vuelta del tercer cuadrante hasta la mitad de ella; viramos luego con vientos del Oeste al Nornoroeste; así al me- dio día siguiente, por latitud de 51" 17', el Cabo Santiago demoraba al Este 21" Norte 22 leguas próximamente; y pues el tiempo había tomado un semblante algo más favorable volvían á revi- vir nuestras esperanzas de avistar la costa. El cogerla al Norte del Cabo Santiago y el cogerla temprano para que recorriéndola por todo un día nos condujese á la vista del Cabo Corso, debió ser por la misma razón el objeto esencial de la navegación siguiente; continuá- ronse en la tarde rumbos del Norte; arribamos al anochecer hacia el Este, y hechas desde la me- dia noche algunas horas 3e pairo, ya que la ca- lima nos avisaba de hallarnos en muy buena po- sición, logramos efectivamente á las tres y me- dia del 22 la vista de un trozo considerable de costa. Las tierras avistadas se extendían desde el Nordeste hasta el Esueste, eran altas, entrecor- tadas y semejantes en un todo á las ^le había- mos visto en la parte oriental, y á pesar que no distásemos de ella^ino unas cnico ó seis leguas, ni la sondaleza alcanzaba el fondo con 120 bra- zas, ni veíamos á nuestro alrededor aquel núme- ro de pájaros que suele comunmente solazarse en los días placenteros á la vista de la costa. Creímos desde luego unánimes con los Oficiales de la Atrevida, que era este trozo el compren- dido en las narraciones de Sarmiento entre los Cabos de Santiago y Tres Morros; veíase un ca- nal el cual debía ser el del Oesudoeste. Ambos extremos parecían sin tierra contigua; su direc- ción era del Norte '/i Noroeste y Sur '/v Sueste verdaderos y se veían pospuestas á larga distan- cia otras sierras sumamente altas y nevadas, próximamente en la dirección del Norte-Sur, las cuales serían con mucha probabilidad una conti- nuación de la Cordillera de los Andes. Todo pre- sentaba á la vista un semblante árido y (por cuan- to pudiese conjeturarse á tan larga distancia) parecía ser su masa de granito oscuro. h m.^ /.I COKBUTAS DESCUBIERTA Y ATRUVKM 77 OS riim- ista en- :nios al- laj'or de rarsc los lijar la is ro le- le] cabo .mu cer- tocaba á le supo- último En. i i:ii. .3 No tardamos un instante en emprender las tareas correspondientes; se repetían las alturas del Sol, medidas con el sextante para deducir los horarios, se corrían base? .jrdenadas, aprove- chando toda vela; observáronse hacia el medio día unas ochenta series de distancias lunares, y como se consij^uiese también el observar la al- tura meridiana del Sol, justamente cuando mar- cábamos á larga distancia el cabo Corso, no de- bió parecemos enteramente malogrado nuestro intento, aunque el viento hubiese sido débil en toda la mañana, y muy luego le sustituyese el Noroeste y Oesnoroeste tempestuoso con las ma- res y cerrazones que solían acompañarle. Nues- tíV latitud había sido de 50" 4' jo"; la longi- tud de 20° 11' al Occidente de Montevideo; la variación magnética por diferentes a/imutes de 21" 2u' y el resultado medio de las distancias lunares, diferentes de los relojes solamente en ocho minutos. Podía deducirse de los datos indi- cados, que la latitud del cabo Corso seria de 49" 27' 30" y su longitud al Occidente de Cádiz de 69" 40' algo más occidental de lo que mani- festaba la carta al Magallanes, pero mucho más al Este de lo que había sospechado el Sr. D. An- tonio de Ulloa. Cerrado casi enteramente el tiempo con llu- via, ráfagas y mares tempestuosas, fué preciso navegar al Oeb:\loeste de la aguja, con el solo trinquete y la gavia en dos rizos; á ratos se nos hacía difícil la conserva con la Atrevida, los ba- lances nos amenazaban á cada instante de algu- nas averías en la arboladura. Pocas aves y algu- nos lobos marinos eran los únicos compañeros que dividían con nosotros en estos climas de- siertos la tenacidad de los elementos, constantes sólo en su dureza y contrariedad. =1 Al mediodía del 24 fué cuando pudimos con- cebir de nuevo algunas esperanzas de lograr unos tiempos algo más favorables: con vientos del Oeste menos recios y algo más despejados reviramos al Norte y fué nuestro intento el re- sarcir las pérdidas adquiridas en la latitud, las cuales, más bien por efecto de las corrientes, que del rumbo seguido, no habían sido menores de 50 á 6c minutos. Nos fué fácil en esta oca- sión el alcanzar la latitud de 49° 32' y el em- prender inmediatamente después rumbos direc- tos hacia la costa, siendo nuestro ánimo el atra- carla por los 49", de tal modo, que ligásemos con las tareas del día 22 sobre el cabo Corso, las que ah jira se nos pudiesen proporcionar; pero no bien he bíamos empezado en la tarde del 25 á aproximaría " de nuevo á la costa, cuando volvi- mos á vernos rodeados de las contrariedades acostumbradas. Este tercer ensayo ya no dejaba duda de la constancia de los vientos contrarios, tanto más recios, cuanto mayor fuese la inmediación á la costa. Además, que siendo momentáneos los vientos del Sur, igualmente cerrados y tempestuo- sos los del Noroeste y siempre inmediata á ellos la travesía del Oeste, ni fjria asequible recono- cimiento alguno, ni pudiera á veces evitai-se el ser cogidos á poca distancia de la costa, con un riesgo evidente de naufragar. En el entretanto nuestras circunstancias, sea en cuanto al tempo- ral ó en cuanto al aparejo, eran en mucho peores de las que habíamos sufrido en los días anteriores. Fué preciso ceñir de nuevo hacia el Sur y resistir una fuerza extraordinaria de vela; se nos hizo á ratos peligroso el solo aparejo del trinquete y la gavia en dos rizos arriada: pasá- ronse así días enteros entre esta lucha continua con los elementos, y era, sin embargo, una pers- pectiva para nosotros bien desagradable, la que nos recordaba que en el espacio de seis días, apenas habíamos ganado un medio grado en latitud, si bien los masteleros y los mismos bu- ques se hubiesen comprometido más de una vez entre las ráfagas y contrastes que nos ocasiona- ban frecuentemente. Pareció, pues, haber llegado el tiempo opor- tuno para que abandonásemos unas regiones tan directamente opuestas á la navegación y pensá- semos en transferirnos á Chiloé. Alejados de la costa con los bordos que habíamos debido se- guir en los días anteriores, pudimos conservar el del Norte, y éste, conduciéndonos muy luego á latitudes más suaves, nos presentó ya por algu- nos momentos las ideas casi olvidadas de los cli- mas apacibles de los trópicos. Nos hallamos el 28 en latitud de 47" 41' y longitud 22" 50' de Montevideo; la variación magnética por ambos métodos de los azimutes y de las amplitudes era de 19° o' al Nordeste. Debía á la sazón complacernos mucho el es- tado bien robusto de una y otra tripulación. La Atrevida nos dijo que no tenía enfermo alguno de entidad. En la Descubierta, tres ó cuatro marineros que habían tenido algunos principios de calenturas catarrales ó tal cual ardentía de sangre, se hallaban curados en pocos días; y lo que debía parecer extraño, á pesar de los fríos y de las lluvias, apenas se hacían perceptibles en uno ú otro los síntomas tembles del mal vené- reo. Atento á los principios adoptados para la conseiTación de la salud, y de los cuales dare- mos en otro lugar una idea más individual, cesó en estos paralelos la distribución del cuartillo diario de vino, se le sustituyóla ración de Soie»»'. krout 6 coles agrias por tres veces á la semana. El gazpacho tomó el lugar de las sopas de aceite, y la ventilación, el aseo y la tranquilidad del ánimo, fueron nuevamente los resortes princi- pales que se adoptaron por nuestra parte para la conservaci'^n sucesiva de la salud, la cual en es- tos tránsitos rapidísimos del calor y el frío, me- Kn j( MililiiiiiWiiiiBi^ ^ 78 VIAJH ALKUOHDOU DliL MUNDO ú:v i ' í f'] F.n jt rece sin duda alguna la atención más prolija y rctlexiva. Abandonadas como se ha dicho las costas oc- cidentales (|iie acíiháliamos de \isitMr en parte y en parte debíamos mirar como inaccesibles, ja nuestra derrota debió acercarnos rápidamente A las costas de Chiloé. ¡a V.n la tarde del _\o, rodeados de una neblina espesísima, sondamos 90 bra/as piedra, lo cual nos hizo sospechar que estaríamos inmediatos á la Isla de üuafos, no distante al Sur de la de Chiloé; y sobreco(,'idos en la noche siguiente de un fuerte contraste del Sudoeste, el cual nos pre- cisó á navef^ar con dos rizos en las fjavias, pro- curamos al principio se/^uir tales ruml)os, que nos alejasen alfjo de la costa, avistada al parecer hacíala media noche; después volvimos de nue- vo á dirij^irnos hacia ella para atracarla y apro- ximarnos al puerto. !■ La tierra á la vista era bastantemente eleva- da; bajaba luépo desde su medianía para el Norte y presentaba un semblante tan aí,'radal)le por lo frondoso de sus bosques, como horrible por lo ^ escarpado de sus costas, cuyas desigualdades sin embargo no descubrían entrada ó puerto que las hiciese accesibles. Eran las que corren desde los altos de Cucao hasta la punta septentrional de la isla y cuya vista si continuase el viento fresco del Sudoeste, hacía esperar que no sería difícil alcanzar para el día siguiente el puerto de S'ui Carlos. Paireamos en la noche con el mismo intento hasta c|ue siguió el viento fresco: abonanzado és- te, arribamos hacia aquel extremo; así, al ama- necer no distábamos sino tres leguas de la costa y nuestra posición era tal que en pocas horas hu- biéramos podido internar en el puerto; pero nos estabadestinada una extraña equivocaciónla cua' deb'a en parte apoyar con la experiencia cuánta fuese la necesidad de unos planos exactos de aquellas costas; el que nosotros teñíamos era evidentemente equivocado en la escala de las distancias y en la posición respectiva de las pun- tas que formaban la boca, lo cual nos persuadió á que la entrada estuviese en una ensenadíta al Sur de la punta de Cocotuya, confundida ésta con la Punta Capitanes en el Continente. Es aquella ensenada no muy honda, con algunos is- lotes entresembrados y unos altitos notables en la tierra alta, los cuales hacen de tal modo en- Kth. 1." ganosa la proyección real de la costa, que á la distancia de dos leguas no es fácil apercibir el error, tanto más que coincide la latitud con la del pueblo interior y como sucede frecuentemente no se distingue otra tierra al Norte. Con estos antecedentes no parecerá extraño que continuase nuestro error aun después de ob- servada la latitud, y que aprovechando los vien- tos variables á las veces del Norte, á las veces del Oeste, los cuales nos proporcionaban difercn- re\> 1 • tes bordos, no alcanzásemos hasta las tres de la tarde á resolver enteramente las dudas contraí- das desde el principio de la mañana. lachamos el bote al agua, paireóse algún tiempo á media legua de la playa, en lacual, (inalmente disipada también la neblina que la ofuscaba, se conoció claramente que en lugar de abra sólo habia una continuación peligrosa de arrecifes; el fondo era de 22 brazas conchuela y cascajo; al medio día le habíamos hallado de 30 brazas, misma ca- lidad. Fué, pues, preciso ceñir con todo aparejo para separarnos algo de la costa; hízosc señal á la ,\tui:vii).\, la cual estaba á barlovento nuestro, para que reconociese con mayor individualidad las inmediaciones del puerto, y efectivamente, señaló poco después el que las distinguía clara- mente al Norte de la punta de Cocotuya; nos- otros entonces ya nuevamente á media milla de la costa, del)imos revirar al tercer cuadrante y na- vegar hacia el Oeste, tanto por la proximidad de la noche, como porque las apariencias del tiempo amenazaban próximo un temporal. En esta oca- sión perdióse la Atuiívida de vista, la cual no distinguiendo la señal de unión se habia conser- vado á barlovento. Y pues la noche y el día si- guiente fueron con exceso cerrados y tempestuo- sos obligándonos sólo á cuidar del aparejo y de los bordos que nos conservasen en buena dispo- sición, no fué fácil el reincorporarnos hasta la tarde del j; en la noche anterior la Dhscuiukrta í había atracado nuevamente la costa, y paireado á dos leguas de ella; pero reconociéndola con más claridad por la mañana de suerte que estu- viese aún distante al Norte la boca del puerto, le fué preciso revirar y con este motivo encontrar la Atuiívida, la cual navegaba de la mura opuesta. No permitieron los vientos sumamente varia- bles y lluviosos, el conseguir ventaja alguna en la restante tarde y en la noche inmediata; pero finalmente, en la mañana del 4 entablado viento t fresco del Sur y Sudoeste nos fué fácil, hecha toda vela, el atracar la punta de Cocotuya, y á pesar de la contrariedad dé la marea el alcanzar para el anochecer las inmediaciones del puerto, en donde extinguidas casi al mismo tiempo las úl- timas ventolinas de fuer.' dejóse caer un ancla en seis brazas fango: en Lsta posición la batería de la punta de Yaqui, extremo occidental del puerto, nos demoraba al Sudoeste distancia unos cuatro cables; no tardamos en la mañana siguien- te en aprovechar de la marea para internar en el puerto con el auxilio de los remolques. Al medio 5 día entrambas corbetas estuvieron amarradas en buen paraje y todo dispuesto para acelerar cuan- to fuese posible las operaciones que debían de- tenernos en el puerto. i tOKBETAS DESCUBIKRTA Y ATRUVIDA 79 (lil'eren- reh. i.< . (le la cnntraí- chumos inedia isipada i'onoció )iíi una ndo era ¡dio dia mu ca- Ftb. i En efecto, desde las primeras horas de la ma- ñana se había remitido á hi población la mayor parte «"s los instrumentos astronómicos, y tran- queada casa oportuna desde donde fuese fácil la comunicación por señales con las corbetas, se habia armado el péndulo y dispuesto el cuarto de círculo. Así en la noche inmediata, los Oficia- les astrónomos pudieron observar diferentes al- turas meridianas de estrellas al Sur y al Norte '■ del ;;énit, nulof^rada por la interposición casi momentánea de alKunas nubes la observación de una estrella ocultada por la Luna; y en la maña- na del G ya las lanchas y botes se ocupaban con tesón de los reemplazos de a^,'uay leña, mientras los restantes üliciales atendían cada cual á mul- tiplicar los objetos útiles de la expedición. Era á la sa/ón Gobernador de la Isla de Chi- loé ti Coronel 1). Pedro üaroi; guarnecían á la plaza, además de una plana mayor, algunas compañías de infantería, artillería y dragones. Y pues que en las últimas combinaciones del üo- bierno relativamente á la América Meridional, se había particularmente comprendido aquella parte hasta entonces olvidada de los dominios ultra- marinos, las primeras medidas útiles para este intento eran las de atraer por una parte la amis- tad y confederación de los pueblos contiguos no bien sujetos á la Monarquía; por la otra, de re- conocer y describir con la posible exactitud hi- drográfica las costas y los muchos puertos útiles de toda la isla. Apenas habia concluido este ob- jeto el Pilote de la Armada D. José Moraleda con algunas piraguas. Entendían con asiduidad en la pacificación indicada, así el Presidente y Gobernadores de la frontera del Chile, como los de Valdivia y Chiloé, haciendo respetar á las veces el nombre español cuando hubiese alguna traición que quebrantase la buena fé de los tra- tados, á las veces agasajando con regalos cuan- tiosos á aquellos caciques y soldados que más bien se inclinasen á la vida sociable y amistosa con nuestras colonias. Debió, pues, parecemos una verdadera felici- dad, la que nos proporcionaba en los mismos días de nuestra llegada el conferenciar por la una parte con el mismo Moraleda sobre el éxito de su pa- sada comisión y por la otra el asistir á las con- currencias de algunos caciques y soldados vili- ches, los cuales por primera vez hacían una visita al Gobernador. Tuvieron éstos su primera audien- cia en la mañana del 6; eran unos cuarenta y cua- tro, presididos del Cacique Catiguala; dos ó tres Capitanes de amigos procedentes de Valdivia y acostumbrados á vivir entre ellos desde, mucho tiempo les servían como intérpretes; y para dar una mayor solemnidad ala visita, habíase de nues- tra parte reunido la Oficialidad, y por parte de ellos, se procuraba conservar en la comitiva un cierto orden; la acompañaba con el mismo in- tento una música no muy grata y compuesta de ►>i' « algunas cañas largas y huecas, cerrado casi del todo el un estremo con hojas de árboles; los más robustos soplaban con mucha fuer/a por un agu- jero lateral y cuando estuviesen cansados les reemplazaban algunos otros inmediatamente. Puestos nosotros en tf)rno, los viliches, A imitación del Cacique, fueron desfilando y dán- donos la mano uno á uno, acompañada esta muestra de amistad con la vo/ Ac tniii/xi, la cual seguramente aludía al epíteto de compadre. ICm- prendió después una arenga bien larga el Cacii', • cxcurHJón h:ist . lii ciipital de CMtrO, situada en In costa oriental de la ÍNla, con el objeto de in- áiii^nr más de cerca el país interior y las costum- i)rcs (le loH naturales. l/osdias siguientes, por lo común serenos y templados, dieron lujjar á que no procediesen con lentitud los muchos ramos cientilicos <|ue in- tentábamos abrazar. I). Antonio Pineda, con un Guardia Marina, extendió sus excursiones unas veces hacia Chacao, otras hacia las orillas del Oeste. 1). Felipe Hausá, levantado el plano in- terior del puerto, se^uia luéfío los triángulos por medio del teodolito, hasta donde lo permitiese nuestra demora en aquellos contornos. Alf^unos soldados cazadores suministraban nuevos obje- tos de curiosidad y de instrucción para la Histo- ria Natural; admiraba I). Luis Nee, vagando ya á una ya á otra parte con una actividad singu- lar, la variedad indecible de las plantas y la fer- tilidad del suelo. I'inalmentc, los Oficiales as- trónomos, aunque á veces contrariados por las nubes, habían sin embargo llevado sus tareas con tal felicidad, que el examen de la marcha de los relojes y la determinación segura de la lon- gitud podían mirarse como bien conseguidas al lo poco tiempo de nuestra llegada. f>a inmersión del primer satélite de Júpiter observada en la noche del 6, manifestó (corre- gidos los errores de las tablas) que el obser- vatorio estaría 67" ¿6' o" al Occidente de Cádiz. Los relojes uniformados con las ecuaciones co- rrespondientes, determinaban 17" 48' 30" entre el mispio observatorio y el de Montevideo. Final- mente, 80 series de distancia del Sol á la Luna, indicaban la longitud de 67" 21' menor en 15', ¿e la que se había deducido del primer satélite ex- presado; variación de la aguja por muchos azimu- tes, 17^ 20' Nordeste; latitud Sur, 41" 51' 50". ,1 Solicitada por nosotros, tuvo lugar á bordo en la mañana del 11 una visita de todos los vi- liches, de los cuales se ha hecho memoria: co- mieron abundantemente, manifestaron su cons- tante propensión á las bebidas; hubo lugar para que el pintor ü. José del Pozo retratase con mu- cha propiedad á Catiguala y á su hijo; pudimos, finalmente, en una larga y bien ordenada conver- sación, enterarnos de muchas costumbres suyas y de su roce y comunicación con las tribus de 'o- Patagones. •Reconcentradas el mismo día á su destino las diferentes partidas que se habían destacado, y completados los acopios de agua y leña, se de- terminó acelerar la salida, y en el observatorio tuvieron orden los Oficiales para que hacia el 13, observadas, si era posible, algunas otras inmer- siones de ¡os satélites de Júpiter; se fijase por medio de las alturas correspondientes del Sol, la última época relativa al e.xamen de la mar- cha de los relojes. Empero estas medidas no pudieron veriñcanie por alguno* dias, porque r«h las inmediaciones del novilunio inclinaron des- de aquella misma tarde los vientos al Norte y al Noroeste, tempestuoso, con cerrazones y lluvia; de suerte que tuviésemos interrumpida & veces hasta la comunicación de los botes y se hiciese infructuosamente arriesgada la conduc- ción de los instrumentos. Así sólo en la noche m del r5 pudimos ver concluidas aquellas medidas y restituido el tiempo á su antiguo semblante apacible, disponernos sin perder tiempo para la salida. No se omitió en aquella misma noche la observación en la plaza inmediata de la emersión del primer satélite de Júpiter, la cual, compara- do inmediatamente con señales de pistola, el reloj conducido á tierra con los demás de á bordo, confirmó con iguales resultados la longitud {|ue habíamos deducido en la noche del (> Un solo ramo en el entretanto había tras- tornado en cierto modo la felicidad con la cual habíamos podido abrazar en pocos días los dife- rentes objetos del viaje; y era éste la conserva- ción á bordo de una disciplina exacta, cual con- venía, ó más bien era necesaria en los muchos trances en los cuales debíamos encontrarnos en lo venidero. El puerto á do nos hallábamos, no podía á la verdad ser más oportuno para que de- jando algún tanto la rienda á la disciplina mili- tar, intempestiva por otra parte en esta comi- sión, fundásemos sobre la experiencia, más bien que sobre tradiciones ó caprichos, el método más oportuno que habíamos de seguir en los demás. El vecindario de Chíloé (mediante su ninguna comunicación con la matriz) carecía enteramente de españoles, lo cual daba un nuevo realce á los que procediesen directamente de los puertos del Continente; y los representaba á las veces como poseídos del mismo valor, constancia y domina- ción de los conquistadores, á las veces como los únicos capaces de dirigir y fomentar una familia entre las labores del campo y la industria del comercio. Reuníase después á estos anteceden- tes, por sí razonables, una suma mezquindad en las mujeres, ;;?turalmente propensas al liberti- naje, ima cier(;., indolencia incorregible en los hombres, h. .ual les hacía como necesaria la bebida; íin..lmente, un desmayo indispensable n el sistema gubernativo, para que unas veces mirase la presencia de nuevos colonos como un aumento feliz de su fuerza y autoridad, otras no hallase resortes oportunos para refrenar los pasos uniformes de la colonia al tiempo ó de vi- ciarlos ó de seducirlos. Tantas razones reunidas no podían menos de dar, finalmente, al hom- bre de mar, una errada idea de la felicidad. Por una parte todo le convidaba al desorden y á la deserción; por la otra recordaba aún las fati- gas y peligros pasados en la navegación del Cabo de Horcos. ¿Cómo resistiría á tamaña perspec- w X í1a_ I CORBlTAt DlBCt'btERTA V ATREVIDA 8f porque r.i. II m (Ics- N'nrte iii(,'H y impida '. V se iiirluc- iioche M 1 (lidns lilante para la )i.lic la 1 cisión m pára- nla, el bordo, ud que r>ii is tiva y no se decidiría, linalmt-ntc, A variar de Huerte abandonando el buque de nu destino y ol- vidando en un solo instante su patria y su (sí- miliu? Así, casi en los primeros momentos de nues- tra comunicación luii el pueblo de San Carlos, pudo advertirse la falta casi constante á la hora señalada para el regreso ú bordo del mayor nú- mero de nuestros soldadcjs, marineros y criados; algunos permanecieron \ani>,s dias en tierra á pesar de una expresa prohibición para verilicar- lo; muchos se entregaron con abandono á la be- bida; no lardó después un soldado de la Arui'.vi- UA, el cual solía permanecer en tierra para cus- todia de las fraguas y de la ropa lavada de los marinenw, en ceder á las seducciones de un la- brador no distante, quien le convidó á la deser- ción y al robo de muchos utensilios de la misma fragua y de toda la ropa que tuviese á mano. Ta- maños desórdenes exigieron por sí unos reme- dios bastantemente activos; y por la misma ra- zón, al paso que se ofrecieron premios íi cual- quier paisano que entregase ó soldados ó mari- neros, después de haberse separado los botes del embarcadero, se castigaron los delincuentes con algún rigor, según los métodos establecidos en la Armada. Aprehendióse también por la actividad del Teniente de fragata U. Francisco Viana, el soldado de la Atkuviua que habla robado los utensilios de la fragua, y se le castigó con tres carreras de baquetas reunida la tropa de entram- bas corbetas. Esto no bastó, sin embargo, para que pudiésemos cortar del todo la deserción y el desorden; y al tiempo de dar la vela echábamos aún de menos ocho marineros: los cinco, de la Atrevida, y tres de la Uiíscubikkta. Quien con- sidere con alguna atención cuánto se apartaba por necesidad en una comisión como la nuestra el método de disciplina del que siguen comun- mente los buques de S. M., conocerá que era im- posible el no abandonar mil veces al marinero á sí mismo, siendo así que cinco embarcaciones menores estaban en un continuo trabajo; que la sola caída maliciosa de un instrumento al tiem- po de embarcarlos ó echarlos en tierra pudiera causarnos una pérdida irreparable; finalmente, que la quietud y una subordinación habitual y voluntaria serían los medios segures para aque- lla harmonía de nuestras fuerzas y ocupaciones, sin la cual no se hallarían á cada paso, sino in- convenientes y lentitud. ,6 Todo así dispuesto para dar la vela en la ma- ñanita del i6, cuando aún fuese favorable la marea, estuvimos efectivamente á pique con las primeras claras del día, y la Descubierta, ayu- dada de los remolques, emprendió el aproximarse á la Punta de Yagui para estar algo más fran- queada y aprovechar la otra marea. La Atrevida no varió de posición, y como no empezasen á asomar sino á las dos de U tarde las primeras '•'• «• ventolinas del Ocsudocste al tiempo que apuntaba la vaciante, sólo á eia hora pudimos «ntrambas dirigirnos con todo aparejo hacia la boca del puerto, y empezar una lucha con los tiempos contrarios, la cual no imaginábannos jamás que dt.biese durar por el espacio de cuatro días. Em- pero era tiJUa la variedad y llojedad de los vien- tos y tal la facilidad de la marea en oponeise directamente á nuestro intento ó en aconcharnos sobre los muchos bajos é islotes del l'.ste, que en balde en el intervalo indicado estuvimos ma- niobrando á lo menos cuatro veces al día para levarnos y dar fondo, pues siempre teníamos que volver á nuestra antigua posición con el fin de no exponernos ó al albedrío de las mareas ó á un giílj;t repentino de vientos contrarios y tempes- tuosos. ICl bosque espeso que cubre casi toda la isla, es sin duda alguna la causa más activa para {)ue reinen en aquellos contornos con tanta fre- cuencia los vientos del Norte, húmedos en sí y directamente opuestos á la salida del puerto. Suelen durar en el invierno hasta treinta ó cua- renta días seguidos. En los veinte de la estación favorable del verano que habían corrido después de nuestra venida á la costa, á lo menos diez habían sido lluviosos y dominados del mismo viento. Procurábamos, sí, de eludir esta especie de inacción, con in(|uirir por medio de la caza y de la pesca algún nuevo tributo para los progresos de la Historia Natural; y como se nos proporcio- nase á veces el poder medir alturas absolutas del Sol con el sextante, no habíamos descuidado un nuevo examen del movimiento de los relojes ma- rinos , el cual era ahora tanto más necesario/fc cuanta mayor piolijidad nos habíamos propues- to para las operaciones venideras: efectivamen- te, en los relojes de la Descubierta habían su- cedido alteraciones de mucha consideración , lo eral, combinado con las ecuaciones dimanadas de la comparación diaria, daba el siguiente re- sultado: nías, Longitirles por marcarión. I.ongitiiilci del 6r. I-niigitucles del 72. I.ong:Illdc Fer- ) .;.v,-io lación, ncia V Mar. lo arrumbamiento con la Isla Santa María por una estima llevada con la mayor exactitud por el se- ñor D. Antonio UUoa; y siendo los vientos pro- porcionados para que la navep;ación fuese direc- ta, nada podía oponerse á que Jesempeñásemos con toda brevedad la excursión emprendida. Arreciaron mucho los Sures luép;o que con el andar de la noche nos fuimos alejando de la cos- ta; á las veces nos era preciso arriar las gavias á medio mastelero y eran bastantemente frecuen- tes los polpes de mar que se nos introducían á . bordo. Esto, sin embargo, aceleró de tai modo " nuestro viaje, que al amanecer del 12 ya está- bamos á la vista de la Isla. Observáronse latitud y longitud en las mejores posiciones, reconocióse de cerca el extremo Sur y navegamos después con fuerza de vela para alcanzar en el día si- guiente las inmediaciones de la Isla Matafuero. r'ero en aquella ocasión, mucho más calmo- 'jS los vientos de lo que dcl)íamos esperarlo, causaron una tal lentitud en la navegación pro- '3 puesta, que al amanecer del 13 aún distábi.mos de ella unas nueve leguas, sin que pudiésemos contar sino con ventolinas variables del Oeste al Noroeste, las cuales no nos permitían una base ordenada siquiera; por ventura despejadas una y otra isla, y bien determinados sus extremos, da- ban mcuin:, para ligar en cierto modo con tal cual evidencia el total de nuestras operaciones; esto bastó para que conseguidas al medio día unas observaciones exactas de latitud y longitud, volviésemos nuevamente la proa al Este, y con la brisa, que entabló fresquita por la tarde, atra- cásemos la isla de adentro por su extremo del Norte, del cual distaríamos ni anochecer unas cinco leguas: Matafuero quedó situado por nues- tras operaciones en latitud de ^t," 41' Oeste y en longitud de 6" 44' 30" al Occidente de Chiloé. El extremo Norte de la de adentro en 33" 37' 30" y longitud 5" C>' 30''. La distancia de una á otra isla era por las mismas ilaciones de 70 millas. A medida que nos apartábamos de ellas, an- dada en la noche una regular distancia, volvie- ron la mar y el viento á la misma fuerza (|Ui ha- bíamos experimentado en la travesía anterior. Recibimos algunos golpes de mar, nos fué pie- ciso navegar con menos aparejo, los tiempos mantuviéronse claros lo más frecuentemente; ■5 nuestra derrota, interrumpida en la noche del 15 por el arrumbamiento inexacto de las costas en las cartas trazadas hasta entonces, y en el día siguiente por varias ventolinas del Norte entre- mezcladas con algunas calmas, solónos permitió el avistar nuevamente ¡a costa en la tard©-del rfi, y ¡ondear en la bahía de Valparaíso al medio día >7 del 17. Hallábase fondeada desde el 11 la corbeta AtiíIíVIDA, cuya navegación desde Talcahuano había sido más dilatada de lo que debiésemos sospechará primera vista. Molestáronle mucho •^'•"•'^ las neblinas, calmas y la mar gruesa del Sud- oeste, unas veces separándole de la costa, otras haciéndole casi indispensable el dar fondo con un anclote: había, sin embargo, trazado con la mayor exactitud las costas desde la Quiriguina por las bocas del rio Itata, hasta la Ensenada del Sorro las inmediaciones del Morro de Topo- calma, los bajos de Rape!, las playas de Carta- gena, y finalmente, el trozo comprendido entre las puntas d; Coronmilla y los Angeles. Ya el observatorio se hallaba establecido en el ángulo del Norte del Castillo del Rosario. Los Tenien- tes de navio Galiano, Concha y Vernaci, agre- gádoles un pilotín y un soldado, alojaban en sus inmediaciones para que las tareas de la noche pudiesen seguirse sin la menor inten-upción. Las solas cerrazones y neblinas habían podido es- torbar que no estuviese ya empezado el proyec- tado catálogo de las estrellas dt-l hemisferio aus- tral. No había tampoco diferido el Teniente de navio D. Cayetano Valdés en transferirse á la ca- pital de Santiago, y ahora avisaba que el Maris- cal de Campo D. Ambrosio O-Higgins. Capitán General y Presidente del Reino, volvería inme- diatamente de los baños á do se hallaba, para coadyuvar con aquel celo y actividad que le eran naturales, al mayor aprovechamiento de la ex- pedición. Vagaba á su albedrío D. Luis Nee por aquellos contornos; no diferiría tampoco D. An- tonio Pineda en internar hacia Santiago, y la cordillera inmediata; finalmente, nuestra demora en la l-:ihía, dsbiendo ser algo más dilatada con atención á las observaciones indicadas, podía también un número competente de Oficiales trans- ferirse á Santiago, y allí multiplicar en varios modos las tareas útiles de la expedición. No pa- recía á la verdad, asequible la conducción de los triángulos por el terreno intermedio, como nos le habíamos propuesto. Ese tránsito, aunque corto, es todo pedregoso y con muchas vueltas; atraviesa tres hileras de montes, los cuales au- mentan considerablemente su elevación á me- dida que se aproximan al pié de la cordillera; la primer', llanura e*! de bastante extensión, y al- gún *.anto aprovechada, ó en pastos ó en siem- bras: el lugarejode Casa Blanca hace más amena y útil la segunda; y si se exceptúan los valles de la Viñilla y Puangni, entrambos de muy corta extensión, el tercer llano es el hermoso valle que baña el Mapocho, y en donde á las faldas de la cordillera de los Andes, está situada la ciu- dad de Santiago: algunas haciendas intermedias hacen á la verdad m.ás fácil y más entretenido el camino, explayando los que las poseen un tal grado de hospitalidad generosa, que á pesar de ser ésta una propiedad casi innata del carácter español, allí sobresale con unos colores y ador- nos difíciles para describirse; pero como los m ^f 9é VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO •ilf' \ M»r 17 montes sean por sí casi inaccesibles, y que á más del tiempo que debiera absorber la coloca- ción previa de las marcas en los parajes opor- tunos fuesen también temibles en aquella es- tación los rij(ores del Eslío, debe finalmente inferirse, que la operación proyectada excedía los límites del tiempo y de las fuer/y.s, que po- díamos á la sazón sacrificarle. Apoyaron estos inconvenientes la necesidad de C|ue se transfiriese á Santiaf;o la sej^unda co- lección de los instrumentos astronómicos, y allí se repitiesen ol)servaeiones directas para fijar la posición geográfica de aquella capital: hízose así en efecto, y si bien el mal estado del reloj 105 no permitiese deducir por él la longitud, como lo habíamos intentado, pudieron suplirle dos obser- vaciones del primer satélite de Júpiter, las cua- es determinaron (hechas las correcciones de las tablas) la de 64" 26' 30"; latitud, ¡f 26' 16"; va- riación de la aguja, 13" 20' al Nordeste. Deja- remos para otro lugar más oportuno el dar una idea adecuada de la feracidad de las t' .ti.s y de la amabilidad de los moradores de los 1 1 nos de Santiago y Valparaíso. Obra es esta pide una mayor extensión de la que permitei. los limites de un diario, y cuyo detall, si bien di- fuso, no podrá menos de parecer importante á los que sigan de cerca la prosperidad de la Mo- narquía y el bienestar de sus conciudadanos. Por ahora baste el decir que los primeros días de nuestra permanencia en la capital, nos descu- Ijrieron una tan feliz unión de los depositarios de la autoridad pública con la satisfacción su- bordinada de los pueblos y con los donss pródi- gos de la Naturaleza, que en 'jalde procurarían el tiempo ó la multiplicidad tic objetos nuevos, e! borrar jamás de nuestra memoria un espec- táculo tan agradable. D. Antonio Pineda hizo al mismo tiempo una excursión á lo alto de la Cí^rdillera en las mi- nas de plata denominadas de San Pedro Nolas- co. Sirvió ésta á aumentar con algunos conoci- mientos de la mayor importancia la idea cabal que procuraríamos dar á la Nación de esos dé- ., pósitos peligrosos de su opulencia y de su mi- seria. Tal vez una mirada filosófica hacia ellas, guiada de la humanidad y de lo que realmente son en sí, volverá finalmente la ^lestión á pocos principios sencillos, y nuestros cá ailos económi- cos reducirán los diferentes produ.tos de la tierra y del trabajo del hombre á su nivel verdadero: el de las necesidades recíprocas de cada uno. Conforme á las medidas tomadas de ante- I mano nos alcanzó también en la capital de San- ; tiago el hábil Botánico D. Tadeo Heenke, el cual había sido agregado á la expedición por órdenes posteriores de S. M. Sus peregrinaciones hasta aquella época podían mirarse como sumamente penosas; pues si bien apenas determinada su ad- misión á instancias del Consejero Hom y del se- ñor Jacquin de Viena, emprendiese precipitada- mente su viaje desde Alemania, no había podido llegar á Cádiz sino en el mismo día en el cual las corbetas daban la vela; y después, á más de no alcanzarnos en Montevideo, haljía padecido ' naufragio en las inmediaciones de aquel puerto, , con la pérdida lastimosa de casi todos sus libros, ; papeles y equipaje. Con un verdadero amor á las ciencias y particularmente á la botánica, consideraba sin embargo resarcidos en mucha I parte los sufrimientos pasados, pues le habían; deparado la casualidad de atravesar las Pumpas ó llanuras de Buenos Aires y las cordilleras del'i Chile, logrando acopiar hasta 1.400 plantas, laii mayor parte nuevas ó no bien caracterizadas. ¡ En \'alparaiso no habían sido los pasos de la expedición menos activos y felices. Una asidui- dad indecible de los Oficiales astrónomos (agre- gados e ahora nuevamente D. Juan Vernaci) ha- cía que ni se malograse hora alguna en la", no- ches claras, ni fuese por la misma razón ya nic- nor de 300 el número de las estrellas, cuya de- clinación y ascensión recta podían determinarse ó rectificarse con toda seguridad. Se habían re- petido las observaciones de los satélites de Jú- piter, levantado el plano de la bahía y sondada ésta con la mayor escrupulosidad, observadas 361 series de distancias del Sol á la Luna, y final- mente dispuestos los buques y aparejos por ma- nera que, abastecidos de agua y leña, efectos bien escasos en la costa siguiente al Norte, pudiesen dar la vela al primer instante oportuno. Ya no debíamos extrañar los nuevos desórde- nes de la tro' a y marinería en un puerto don- de todo estaba dispuesto para seducir y fomentar los vicios entre las marinerías harto díscolas de la carrera mercantil de Lima; ni por nuestra parte ó por la de la plaza cabía otro arbitrio, sino el de sufrir más bien que comprometer el decoro de la atitoridad descubriendo la debilidad de sus resortes. Así, contentándonos con que no desma- yase la disciplina á bordo ni hubiese la menor demora en las tareas emprendidas, vimos casi con indiferencia la deserción de utro:j 15 indivi- duos, ya soldados, ya marineros de las dos cor- betas. Repitiéronse sí los ofrecimientos de los treinta pesos fuertes por cada desertor que .se nos presentase en Lima, y al señor Capitán General se remitieron listas exactas que pudiesen coadyu- var en cierto modo á una pesquisa más exacta sobre este punto importante del servicio. Aprovechada , finalmente , toda la noche del 13 para las observaciones celestes, 3' embar- cadas por la mañanita siguiente la tienda, el cuarto de círculo y el péndulo, únicos efectos que habíamos dejado, levamos la amarra de tie- rra, quedando sobre un solo calabrote, y nosdis- Ah 'fty:- \ MHÜ ■i CORHETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 87 Al.. pusimos á dar la vela a! primer soplo de viento favorable. Lacuenta.de los relojes marinos se había cerrado para el medio día del 12, y desde el 7 se había colocado sobre esferas el cronóme- tro 72, para ver si aquella situación le era efec- tivamente tan ventajosa como lo había sido para el número 71 de la Atkiívida. En lugar de suceder el viento Sur á las horas de calma comunes al principio de la mañana, declaróse una neblina espesa procedente del Norte, que imposibilitaba la vista de los objetos aun más cercanos; y manteniéndose sin asomo de viento hasta las cuatro de Ja tarde, ya casi nos había precisado á desistir de la esperanza de dar la vela en el mismo día. Pero en ín, habién- dose disipado la neblina con algunas \entolinas del Sur, pareció que el buen andar de las corbe- tas, el auxilio de los remolques y de la corriente, y la muy corta distancia que era preciso nave- gar para considerarnos libres de todo pelig«o, nos proporcionarían el veriticar la salida en el plazo prehjado y sin exponernos á que las ven - tolinas del Norte, bastantemente comunes en el mes de Abril, nos detuviesen algunos más días en el puerto. Así entrambos buques emprendi- mos luego el cobrar el cable del Norte, reco- giendo el calabrote de tierra. A las cuatro y media levamos el ancla, y re- molcados de la lancha , procuramos con las gavias, juanetes y estai, aprovechar las ventoli- nas favorables del Sur. Al principio fueron lentos nuestros progresos y estuvimos algo aconchados sobre las pif 'ras ae 'a entrada, luego fué mejo- rando nuestra situació.'»; al anochecer ya había- mos ganado dos millas al Norte de la punta de la Batería, y las ventolinas aún nos permitían el gobernar. La Atuevida nos siguió de cerca y con igual buen éxito. Metimos la lancha y de- lermniamos á las seis por Puerto Salido según las marcaciones, la latitud de ^¿'' o', y la longi- tud de z" 7' 39" al Oriente de San Carlos de Chiloé. Era nuestro primer ánimo el fondear en el puerto del Papudo, distante 10 ó 12 leguas de Valparaíso, porque nos habían persuadido que tendría algún abrigo; indicándolo así por otra parte el que le frecuentasen mucho los buques franctses, cuando al principio del siglo concu- rrían en tanto número á las costas del Perú y Chile. Tuvieron allí muchas bodegas, de las cuales aún subsistían las ruinas, bien que siem- pre fué más bien el comercio ilícito que otra causa cualquiera, la que los guiaba hacia aque- llos parajes menos habitados. El señor Presidente previno de antemano á los Subdelegados del par- tido para que concurriesen á auxiliarnos; pero en fin, debimos desistir de aquella idea, no sólo por la escasez del tiempo, por los nuevos riesgos de la deserción y el actual semblante calmoso y oscuro de los horizontes, si también porque en el año anterior el Ingeniero ü. Pedro Rico había Ab. 14 levantado el plano, así de aquella rada, como de la siguiente dt . ichichangue ó del Gobernador. Pasamos la mayor parte de la noche en cal- ma y rodeados de una densa neblina; al amane- n cer declaróse viento favorable del Sursueste con el cual, aunque flojo, gobernamos al Nornordeste y Nordeste para atracar la costa; ésta, á la sa- zón, se nos presentaba confusa y cargada de neblina aunque no distásemos de ella sino unas tres leguas. A las ocho pudimos ya avistar distintamente como al Sudeste '/* Este el puer- tecíto de Quintero, hasta donde habían llegado i.uestros reconocimientos desde V'alparaiso. No distábamos, por consiguiente, ni del Papudo ni de la Ligua, y pues la costa se distinguía con bastante claridad con motivo de la poca distancia, empezamos á correr bases con todo aparejo en vuelta del Norte '/i Noroeste, siendo el viento á la sazón muy flojo del Sursueste al Sur. \ las nueve y media, á distancia de dos leguas escasas, la sonda dio 92 brazas arena gruesa blanca; á las doce, la boca del Papudo nos demoraba al Este, y la costa avistada hasta entonces parecía bajar con algunos playazos, particularmente hacia la Ligua; había tal cual iólote entre el Papudo y el puerto de Quintero, y se veían algunos arreci- fes en las inmediaciones del segundo: al Norte del Papudo se presentaba un monte aislado, que podía servir de reconocimiento para buscarle. En un paraje en el cual no debíamos dudar de un efecto considerable de las corrientes y en donde la dirección de la costa no variaba del Sur al Norte, la falta de la latitud observada ei'a precisamente un mal que debía alarmarnos para la exactitud de las tareas emprendidas. Acechábamos dos alturas del So! en cualesquiera claras, auuquf; mom?ntáneas, que se nos presen- tasen. Pero no nos fué posible alcanzar sino la una ^ las dos y cuarto de la .c.rde, de la cual, sin la latitud, no deduciríamos sino una longi- tud sumamente dudosa. La Atrevida había ya sondado 85 brazas; y como el viento tomando algún vigor conservase su dirección del Sur, con- tinuáronse las bases hasta el anochecer, y á esta hora nos pareció preferente el seguir también la derrota, siendo así que ya sabíamos por una tra- dición envejecida, que los tiempos sobre aquella costa, eran por lo común igualmente oscuros y calimosos. La noche fué apacible, pero igualmente ce- rrada con calima; viéronse algunas candeladas; á la una de la mañana no se encontró fondo con todo el largo del cordel; le hallamos sí á las cinco en 80 brazas, lama y chinitos; y como se iiubiesen hecho algunas horas de pairo, pudimos amanecer á corta distancia de la costa, por ma- nera, que antes de salir el sol se empezasen á correr bases, navegando c^p todo apareje^ al Ñor- ''i m il! ■ 88 VIAJE ALRKUEDOR DEL MUNDO f m' i! m Ab, 15 noroeste. La costa que teníainos á la vista, era la ( íe desde la silla del Gobernador ror la puntp del Neí,'ro, corre bástalas inmediaciones de Cun- ,6 cliali. Se veía aquel pueblo y la tierra parecía bastantemente alta, advirtiéndose en nuestra po- sición por cuanto pudiésemos combinarla con la. de la tarde anterior, que no había sido i \cesivo el error contraído por las corrientes, limitándose á dos ó tres leguas solamente. La falta de las observaciones en el segundo aia, debió inquie- tarnos ya mucho más que en el anterior, pues no solo iban multiplicándose los errores irremedia- bles en la ni vegación y dimanados de las corrien- tes de la marejada y de otras causas, sino que ya nos queuaba á la espalda un trozo no mediano de la costa sin sujeción alguna en sus posicio- nes respectivas; pero acechando las claras, aun- que repentinas, por ventura fuimos algo más fe- lices que en el día anterior; tuvimos varias altu- ras del Sol con diferentes intervalos y algunas no distantes del medio día, cuyos resultados nos prometían una latitud bastantemente aproxima- da á la verdadera. Finalmente, despejado por la tarde el cielo, pudimos á las tres y á las cua- tro observar dos series de alturas, las cuales, mul- tiplicando las combinaciones con las de la ma- ñana, afianzaban con mayor probabilidad nues- tras pesquisas sobre la latitud, al paso quedaban la verdadera longitud según el útil método halla- do por D. Dionisio Galiano. Adoptáronse á este fin la^) últimas dos series de l.\ tarde y una altura en la cual dos observa- dores habían convenido alas ii horas 39' de la mañana. Acordes entre sí entrambos resultados, dieron la latitud al medio día de 31° 36' 16" di- ferente en 19' al Norte de nuestra estima. .' a longitud deducida fué de 12' al Este de Valpa- ••aiso, la altura meridiana á las seis y cuarto dio la latitud de 31° 30' 3" la cual, confií-mando la del medio día, servía al mismo tiempo de ratifi- cación á nuestras longitudes, de las cuales aqué- lla había dimanado. Las irregularidades de los relojes 61 y 13 y la uniformidad de la marcha del 72, nos habían precisado á adoptar al último por magistral, aun- que nos fuese fácil igualar los otros por medio de la ecuación diaria: sus resultados, compara- dos á las longitudes estimadas y á la que ha- bíamos observado en la tarde del 15, nos pro- porcionaron el con-egir la latitud de aquel medio día y pudo deducirse, finalmente, de tan feliz combinación, que los errores habían sido propor- cionales y que nuestra posición inferida en los dos medios días anteriores era muy aproximada á la verdadera. Luego que empezaron á entablar ventolinas del Sudoeste y Sur con hermoso semblante, hi- ; ■■; cimos proa del Nornoroeste siguiendo así la costa á regular distancia para ligarla con la exactitud posible. Los azimutes indicaban la variación ^^ ,(, de 14" íil Nordeste. Al ponerse el sol nos hallá- ")amos casi al listeoesle con el extremo vSur de bs altos de Chuapa y la última tierra al Norte distaba de nosotros unas seis leguas. En las horas del pairo que debimos mantener- nos en la noche siguiente, se conoció claramente el efecto de la corriente al Norte en la dificultad de orzar que tenía la corbeta. Conjeturamos des- de luego, que debía atribuirse á aquellas 'loras la mayor parte de los errores que encontrásemos en la latitud del día siguiente: amanecimos en efecto algo más al Norte de lo que debía supo- ,, nerse. El rio de Chuapa y la (Quebrada de Liina- rí, punto de tierra bien notable, eran los parajes que teníamos más inmediatos. No distaríamos sino unas cuatro millas de la costa. Nuestros rumbos de bases fueron el Norte y después el Nornoroeste, con los cuales, y un andar de tres millas con todo aparejo, se conservaba la costa á regular distancia. Observáronse al medio día la latitud de 30" 39' y la longitud de 18' al Oeste de Valparaíso. La Quebrada de Limarí demoraba al Sueste corregido de tres á cuatro leguas, y parecía la Lengua de Vaca la última tierra que se alcanzaba á la distancia de seis leguas. Con muclia propiedad en la navegación costanera se ha dado este nombre á la punta de tierra baja, muy saliente al mar, desde donde empieza ha- cia el Norte la grande ensenada, la cual condu- ce al puerto de Coquimbo y Frezier llama de Tongoy. Fué luego más feliz y más acelerada nuestra navegación en aquella tarde, habiendo refresca- do mucho la brisa sin que se acelajasen los cie- los y horizontes. Así, para el anochecer ya ha- bíamos propasado la punta indicada de la Lengua de Vaca, sobre la cual sondarnos 71 brazas arena blanca, y veíamos como á unas seis leguas de distancia la entrada del puerto íe Coquimbo, de suerte que paireando en la .uche inmediata no nos fuese difícil el alcanzarle al otro día con los primeros soplos de la brisa. Descaecimos de tal modo en las horas del pairo, especialmente por el efecto de las corrien- tes al Norte, que al amanecer del 18 apenas dis- taríamos una legua de la entrada del puertecito de la Herradura. El viento del Sur, á la sazón flojo, parecía deber tomar algún incremento lue- go que saliese el sol, lo cual, combinado con el natural deseo de reconocer de cerca las inme- diaciones de un puerto importante, nos indujo á atracar la costa á distancia de una milla esca- sa. Así hízose rumbo del Este en vuelta de la Punta de 7, obo, de la cual ya no distaríamos á -s las ocho sino la milla prefijada. Pero en aquel momento y en aquella situa- ción, contra todas nuestras espectativas, dieron algunas ventolinas del Nordeste, las cuales y la CORBETAS DESCUBIURTA Y ATREVIDA 89 lacion Al. ,(, hallá- 3ur de Norte ras del lorrien- las dis- jrtecito i sazón ito lué- i con el inme- indujo a esca- 1 de la amos á is mareta gruesa del Sur, nos hicieron al mismo tiempo imposible el ¡gobierno, por cuanto inten- tásemos auxiliarle con la maniobra y fueron causa para que entregados á la revesa, nos vié- semos arrastrados con rapidez hacia la costa in- mediata, de la cual ya á las nueve y media no distaríamos sino unos cuatro cables. Ni el bote c(ue habíamos echado de antemano al agua, ni la lancha que echamos á la sazón, podían vencer el embate de la ola para ponernos en dirección de aprovechar las ventolinas de la virazón, que ya empezaban á dejarse sentir. Finalmente, atando al mismo tiempo la lancha por la proa y el bote por la popa en sentido contrario, conse- guimos caer de la vuelta de tierra y ponerla proa al Nornordeste, largando toda vela y haciéndonos al mismo tiempo remolcar de las embarcaciones menores. La Atrevida, que había podido man- tenerse algo distante del peligro y se había va- lido de los remos, aunque con la mortificación de romper el mayor número de ellos, envió in- mediatamente su lancha á auxiliarnos. Se man- tuvo ésta corto rato por la proa, hasta que em- pezando á tomar vigor la virazón, la devolvimos á su bordo y metimos la nuestra, dejando sólo el bote en el agua al remolque y ayudado de sus velas. A las doce ya habíamos pasado la boca de la Herradura, y pues el viento se mantenía flojo, pareció tan aventurado como inútil el entrar en el puerto por el canal que forma el islote de adentro con la tierra firme: se hizo rumbo á dejar por estribor el Pájaro Niño de fuera, y antes de la una pudimos atracarle y cctearlo á tiro de pistola. Ciñóse luego por estribor; y sobre el mismo bordo acercándonos mucho á las pie- dras sumamente acantiladas, conseguimos alcan- zar el fondeadero: algunas espías nos internaron después en paraje oportuno, y la corbeta quedó amarrada á distancia de un cable de tierra en fondo de cinco brazas. Bajamos demorando la punta Sur de la boca del puerto Norte 8° Oeste y la Torre de Santo Domingo de Coquimbo al Nordeste. La Atrevida fondeó como cable y medio al Norte, y quedó amarrada casi en la misma dis- posición que nosotros. En la orilla inmediata á las corbetas, había unos almacenes bien acondicionados y pertene- cientes á un vecino de Coquimbo, los cuales se nos franquearon inmediatamente para que allí estableciésemos el observatorio. En la mañana siguiente, dos destacamentos de marinería los asearon y ordenaron en cuanto fuese ne(;esario, y armado inmediatamente el péndulo, se adoptó el cronómetro 71 para las alturas correspon- dientes mientras se sistemase en cierto modo su movimiento. Ya en la noche anterior se habían observado en la playa dos emersiones del se- gundo y primer satélite de Júpiter. El 72 acre- ai,, is ditú en aquella ocasión, que no habían sido in- fundados nuestros conceptos sobre su marcha uniforme: se había deducido y cerrado la cuenta de los relojes el día 12 en Valparaíso, y las al- turas correspondientes del ij nos habían indi- cado que los tres Iiabían tenido algi-na altera- ción en las veinte y cuatro horas anteriores; pero la del 72 mucho más corta que la de los 61 y 13, y en todos procedente tal vez del cañonazo de leva, que habíamos disparado en la mañana del 12. La sucesiva deducción de su marcha en el observatorio de Coquimbo, ratificó esos mismos conceptos y pudimos determinar los siguientes resultados: Corrección 1 tiempo. Niím. 72 3" 7S Núm. 61 29" 40 Niím. 13 18 22 Las dos emersiones del pri- mer satélite de Júpiter, ob- servadas en la noche ante- rior y en la siguiente del 20 y corregidas de los errores de las Tablas l.onKitutl que resiitt.i de Vülparaiso. •5 16 >7 47 54 73 38' 30" Mientras así procedían con actividad las di- diferentes tareas que debíamos abrazar en el puerto, emprendimos la mejor parte de los Ofi- ciales una excursión á la ciudad no distante de Coquimbo ó la Serena. El camino es en mucha parte por la playa, agradable al tiempo de la baja mar, si bien algo molesto cuando la marea está alta. Luego interna para huir del teireno pan- tanoso que media entre el mar y el terreno algo más elevado en el cual está situada la ciudad. Según los naturales, son tres leguas las que com- prende; pero pueden andarse con comodidad en 45 ó 50 minutos. La situación de la ciudad no puede ser más amena ni más cómoda. La vista de la marina, la abundancia de aguas cristalinas, las llanuras inmediatas todas capaces de riego, un rio cons- tantemente caudaloso aunque sin riesgo de inun- daciones, el cual al mismo tiempo fecundiza los campos y da varias acequias para molinos y trapiches; las minas no distantes y ricas; el puer- to excelente; la mar abundante en peces; los ali- mentos sabrosos y baratos y el clima agradable- mente templado y uniforme en todo el año, for- man uno de aquellos e.il^ces maravillosos de la naturaleza, que parecerán más bien ficciones poé- ticas que realidad á los que ciñan sus combina- ciones al solo examen de una parte nó la más feliz del globo. Contribuyen la labor de las minas y la fer- tilidad de los campos á que la ciudad parezca desierta. Ambas orillas del rio siguen pobladas 12 J—^ .y*». yo VIAJE ALRRnP.DOR DEL, MUNDO Ai>. i8 liasta la cordilk-rn, hasta donde llegan también las pesquisas y el beneficio de las minas, aun- (|iie disten del mar un;is 40 o 50 leguas. Así la población d'j Coquimbo puede considerarse com- puesta de unos 15 ó 20 comerciantes mercade- res que labilitan á los mineros; de seis ú ocho familias de conquistadores bien acaudaladas; de algunos empleados por el Rey y de un número crecido de religiosos de San Francisco, Santo Domingo, la Merced, San Agustín y San Juan de Dios; ocupan los Agustinos la casa de los ex- pulsos jesuítas. ICl Subdelegado D. José Antonio Corvera, nos liabia prevenido una comida igualmente abun- dante y sabrosa; pero como el día se mantuviese despejado, lo que no es frecuente en aquellos parajes, nos pareció preciso el restituirnos casi todos inmediatamente al observatorio para me- dir algunas distancias de la Luna al Sol. Entre dos y tres de la tarde 80 seríes observadas con muy i)uenas circunstancias, determinaron para el observatorio la longitud media al Oriente de Chiloé de 2." 2^' 50". Igual número y con igua- les circunstancias nos indicó al medio día si- guiente la de 2" 15': así el promedio de i6u se- ries manifestaba la longitud occidental de París de / j" 5G' mayor tan solamente en 15 á la que señalaban las observaciones del primer satélite de Júpitei'. • Una situación tan placentera como la que ■ acabamos de desciíi)ir, la tranquilidad del puerto y el temple agradable del clima, debieron preci- samente acalorar también las operaciones geo- désicas del mismo modo que lo habíamos conse- guido con las observaciones astronómicas. En los dos días indicados, alternando los Guardias Ma- rinas en el cuidado de las sondas y repitiéndo-e las bases y las marcaciones del teodolito en cuantos puntos fuesen necesarios para el plano exacto del Puerto Grande, del de la Herradura y para la conliguración de la costa hasta donde alcanzasen las visuales, pudieron considerarse concluidos también aquellos objetos; por manera, que inferida en la noche anterior la latitud del observatorio por diferentes alturas meridianas de estrellas al Norte y al Sur del ^énit, á las cua- renta y ocho horas de nuestra llegada á Coquim- bo ya hubiéramos podido emprender de nuevo la continuación del viaje, sí la sola Hidrografía hu- l)iese sido el objeto de nuestras tareas. Pero el país en el cual nos hallábamos, ade- más de contener en sí una cantidad indecible de minas de oro, plata y cobre, había sido tam- bién en estos últimos años un objeto de nuevas especulaciones importantes para la Monarquía, con descubrir en las minas no distantes de Pu- nítaqui la esperanza de una nueva suministra- ción abundante de azogue, la cual, ó alcanzase á reemplazar los beneficios bien desmayados de üuancavelica, ó tal vez .nese en lo venidero las ai. is crecidas cantidades que la Nación solía recibir de ios minerales de Alemania. Reuníanse á es- tos objetos, por sí de la mayor importancia, las observaciones del eclipse de Luna y de dos ocultaciones de estrellas que debían proporcio- nársenos de alli á pocos días; y en el entretanto no serían tampoco inútiles ó las excursiones con- tinuas de los botánicos, ó un estudio algo más prolijo de las costumbres y riqueza intrínseca de aquellos contornos. Quedó pues decidido, que la salida de las corbetas para la continuación de sus tareas no tendría lugar sino en el día 30, y que mientras por la una parte atendiésemos al estudio de los contornos de la ciudad y á las dis- posiciones necesarias para las observaciones in- dicadas, por la otra D. Luis Nee no abandonaría sus excursiones botánicas, y los señores Pineda y Heenke, con el Teniente de navio D. Femando Quintano, internarían hacía las minas de Anda- coUo y Punitaqui para visitarlas y ensanchar sus conocimientos físicos en cualesquiera otros ra- mos que les viniesen á mano. Acompañábales el Administrador Superintendente de Punitaqui Don Miguel José Lastarria. El Teniente Coronel Don Tomás Shee, Oficial cuyas prendas morales se describirán con laindividuplidad correspondiente en las rellcxiones siguientes, dirigía más de cer- ca el examen nuestro en las inmediaciones de la ciudad. La caza, la pesca, el cuidado de las tri- pulaciones, con una mezda ordenada de traba- jos y de entretenimientos, finalmente, la instruc- ción militar de la tropa con unos ejercicios dia- rios de fusil, repetidos después con fuego y algunos tiros al blanco, eran otros tantos objetos, que reunidos á la suma hermosura del tiempo, debían hacer nuestra demora en el puerto con extremo agradable y entretenida. Cuantos objetos nos habíamos propuesto, otros tantos efectivamente se llevaron con la ma- yor felicidad á debido efecto. Reconcentráronse á bordo los naturalistas y bótameos; se lograi-on las observaciones de los eclipses con tanta ma- yor complacencia, cuanto mayor había sido nuestro temor de malograrlas por el cielo siem- pre fosco después de los dos días primeros; y ob- servadas el 29 las alturas correspondientes del Sol para el último arreglo del movimiento de los relojes, quedaron embarcados en aquella misma tarde los instrumentos, y todo dispuesto para dar la vela en la siguiente mañana. No habían sido en el entretanto menos es- candalosas las deserciones en aquel puerto, de las que habíamos experimentado en los puertos visitados anteriormente. Y lo que debía causar- nos una mayor extrañeza, era el que hubiesen incurrido ahora en ese delito, aquellos precisa- mente de los cuales debíamos tener mayor con- fianza y en un momento en que ni los desórde- } COKHliTAS DIÍSCUBIERTA V ATKliVIDA 9' (i\o las Al. ii recibir A es- líincia, (le dos lorcio- etanto es con- () más seca de o, que ciúii de i JO. y nios al as dis- incs in- onaría neda \' nando Anda- liar sus ros ra- bales el cjui Don lel Don rales se ndiente de cer- es de la las tri- : traba- instrue- ios dia- »9 J9 nes diarios de la población, ni una demasiada fatifía 6 un excesivo rifíor en las corl)etas, podían convidarlos siquiera remotamente á abandonar su destino; pero 6 fuese aquella una ocasión de las que llevan á su albedrio el ánimo de la tiente nuestra de mar, exactamente como una ola im- pelida del viento en una dirección cualquiera, ó bien (lo que no parece imposible) precediesen su- gestiones y promesas de los vecinos para aumen- tar su número con personas bastantemente ro- bustas y trabajadoras, ello es que en la misma no che del aS, viéronse faltará la lista tres soldados, v.i artillero y un marinero de la Dp.sccbiI'UTa; y después se halló también abandonado el bote, el cual debía reconducirnos á bordo concluidas las observaciones astronómicas. ICn balde desde el amanecer del día siguiente D. Fernando Quin- tano recorrió á caballo las chozas más distan- tes, por si alguno de los fugitivos hubiese que- dado en ellas durmiendo, acosado del vino ó del cansancio. Su regreso á las dos y media de la tar- de, sólo sirvió para convencernos, mediante las noticias adquiridas, que la fuga era efectiva: los soldados procuraban hacerla más expedita con dos muías que habían tomado violentamente: cuando los marineros fueron vistos, iban aún á . pié, pero alcanzarían muy luego el auxilio de los caballos para alejarse con más rapidez. Desertaron casi al mismo tiempo otros dos marineros de la Atuhvida. Un accidente apoplé- tico aiTebató en pocas horas al mejor gaviero de la Dhscubiiírta, Tantas pérdidas y tan repetidas, no podían á menos de debilitar con extremo los armamentos, y no sólo hacer arriesgada en lo venidero nuestra navegación, si también indicar bien próximo el momento en el cual, si acaecie- sen nuevas deserciones, ya las corbetas se halla- rían imposibilitadas para navegar hasta Lima. Esas reflexiones nos persuadieron fmalmente como el mejor partido, el de cortar toda comuni- cación con la tierra. Se aceleró la salida para el día siguiente, y la precaución de hacer embarcar en cualquier bote un Oficial de guerra con dos soldados armados, debió tranquilizarnos sobre la conservación de los pocos i-estos de la mari- nería. Finalmente, en la mañana del 30, entablado viento bonancible del Oeste Noroeste, ambas corbetas pudieron dar la vela, y con todo aparejo emprender sobre bordos la salida del puerto. i\l medio día el Pájaro Niño de fuera demoraba al Oeste Sudoeste. Al anochecer ya distábamos unas tres leguas de la boca del puerto, y le mar- cábamos al Norte 43° Este de la aguja^ varia- ción magnética por varios azimutes 13 grados al Nordeste. En el último examen de la marcha de los re- lojes, el número 72 había manifestado la misma exactitud que se le había conocido en la travesía desde \'alparaiso, acreditando asi no sólo las \ii jo determinaciones que sobre él se habían hecho antes, si también el partido tomado de colocarle sobre esferas: ti 61, al contrario, eontinuab;t con una cx'"aña irregularidad en su movimiento, el cual determinado en \'alparaiso de 5.S" if) llega- ba en este puerto á i' 3" 45, promedio de todas las observaciones bien diferentes una de otra: t! número 13 ya no daba la menor esperanza de que llegase á ser ni medianamente exacto: variaba considerablemente de un día á otro, aunque en la mayor (|uietud, en el temperamento más uni- forme y manejado con el posible cuidado; el cronómetro 71 y el reloj 105 de la Atuiívioa, continuaban con una marcha regular; se habia notado alguna alteración en el número 10, reloj de una exactitud sobresaliente hasta aquella época. No dejó de aprovechar I). Felipe Hausá la situación de la tarde misma para hacer nuevas marcaciones al cerro del Guanaquero y á la M'v punta de Lengua de Vaca, las cuales, ligadas actualmente con los puntos bien situados de las inmediaciones del puerto, ratificasen nuestr.as determinaciones traídas desde el Sur al tiempo de dirigirnos á Coquimbo: tuvimos la satisfac- ción de verlas confrontar con una exactitud que no podíamos esperar, mucho más cuando se le agregaron las marcaciones de la mañana siguien- te, pues teníamos aún á la vista los mismos puntos de la tarde anterior. Hasta la mañana del 3 de Mayo nuestras ta- i reas hidrográficas pudieron continuar con el método y exactitud acostumbradas. Reconocié- ronse bien de cerca los fondeaderos del Guaseo y del Totoral; las observaciones repetidas de lon- gitud dieron, un nuevo grado de exactitud á laü bases por coiTedera. Tomáronse varias precau- ciones para no propasar en la noche los extre- mos de los reconocimientos hechos en la tarde anterior. Así alcanzamos, finalmente, las inme- diaciones del Morro de Copiapó, á cuya vista debían separarse de nuevo las dos corbetas, la una para atravesar al reconocimiento de las Islas de San Félix y describir á su regreso la costa del Perú desde la latitud de 15" 30' hasta Lima; la otra para continuar sus tareas al andar de la costa hasta aquella latitud, fondeando antes en Arica, y reincorporándose después en Lima. Se abrazó la Atiuívjüa con el segundo destino, y por la misma razón se reforzó su armamento con ocho hombres de la Descubiiíuta; hízose nueva comparación de los relojes marinos para su mayor exactitud, y á las tres de la tarde apenas se decidían las primeras ventolinas de la brisa, cuando ya recogidas las embarcaciones menores, navegaron las dos corbetas, cada cual al rumbo de su destino. Perdiéronse después de vista ape- nas entr/ida la noche. La Desci'BIEKTA, al ama- vi 'I I w^ w M I i y- VIAJIÍ ALKUDIÍDOU DEL MUNDO Muy .1 nccer del (lia sifíuientc yn st- liallnbn engolfada y con vientos más variables de los que solían experimentarse sobre la costa. Pero á medida que aproveciíados aquellos «y 7 vientos la distancia andada aumentaba conside- rablemente, los tiempos ibim tomando el más hermoso semblante, y los vientos, aunque cal- mosos, inclinándose más al Sur y Sueste, nos daban luf^ar á progresar en nuestra derrota. Se conoció por las observaciones diarias un efecto de corrientes al Oesnoroeste; y como ya en la tarde del 7 avistásemos un lobo marino y algu- nos pelicanos, hallándonos aún en latitudes de 26" 25' arribamos en aquella misma noche, 8 logrando así en la mañana siguiente observar la latitud de 26" oí' y longitud al Oeste de Co- ([uimbo de 5" 51'. La variación magnética, por una serie no interrumpida de observaciones de azimutesy amplitudes hechas con circunstancias las más favorables, se había conservado hasta esta época de ij á 12" Nordeste. Como es natural, habíamos aprovechado el cuarto menguante de la Luna para observar sus distancias al Sol. Las considerábamos como un nuevo apoyo de la posición que determinásemos á las Islas de San Félix con los relojes marinos, de cuya exactitud ya debíamos tener la más fun- dada seguridad , particularmente después d.e haber colocado ambos cronómetros sobre esfe- ras: así las emprendimos desde la mañana del 5, y en los siguientes días 6, 7 y 8, se procuró aplicarles toda la exactitud que estuviese á nuestro alcance, así en cuanto á las observacio- nes como á los cálculos. Debe pues imaginarse cuál sería con aquellos antecedentes nuestra sorpresa en ver sus resultados bien distantes de los relojes marinos: confirmábanse una á otra las observaciones anteriores con las posteriores. Con- currían el conocimiento de tiempos y el almana- que náutico en las mismas determinaciones de los lugares de la Luna; nuestras deducciones para el meridiano de Coquimbo no podían apo- yar sobre datos de mayor confianza; finalmente, nuestra uniformidad en observar tan crecido nú- mero de distancias y la misma correspondencia entre las diferencias diarias en longitud deduci- das de las distancias y las que indicaban los re- lojes, parecían exigir tanta confianza en los unos como en los otros. L)t.i9 en que se obacrvn. Numero de series. Lonpitini medida por las dia- tnncias de París. Los TL-IOJCS al mismo tiempo. Diferencia de las distancias á los relojes. 5 6 7 8 49 143 88 16 74- 53' 21" 76 47 57 78 6 10 78 48 22 75* 32 30 77 26 00 78 .«7 00 79 !•.: . j E 39' 30" 38 00 40 50 38 40 Así la diferencia andada en longitud desde el día 5 hasta el 8 era: Por las distancias. Por los relojes. . . Diftrtnciii. . 3" 55' '" 3 53 38 i' »3" May. t El cielo, por lo regular calimoso ó nublado en las horas próximas al amanecer, no dio lugar á observar diátancias con astros occidentales á la Luna como lo hubiéramos deseado; tal vez nos darían alguna luz sobre las causas verdaderas de una diferencia tan extraña, que de ningún modo podía atribuirse á los sextantes ratificados con la mayor prolijidad y siendo casualmente de los mejores artífices ingleses Ramsdem, Do- llond. Nairnc, Stanchff, Wright y Troughton. En la tarde del <; se avistó al Oessudoeste y á larga distancia, la Isla bien alta de San y\m- brosio, y con el objeto de descubrir las otras de San Félix en la mañana siguiente, continuá- ronse en la noche rumbos proporcionados con fuerza de vela; por manera, que al anochecer pudiésemos marcar la primera al Norte 17" Oeste, distancia de tres leguas, y avistar las otras más occidentales que parecían merecer el nombre más bien de pedruscos que de islas. Varios chubasquillos, con una extraordina- ria variedad en el viento hasta las dos de la tar- de, hicieron luego algo más complicados, bien que no menos exactos, los reconocimientos que intentábamos. Lográronse las observaciones de la latitud y longitud. Reconocimos bien de cerca las calidades de la masa pedregosa de la cual se componía la isla mayor, y á las cuatro, pare- ciéndonos ya supérflua cualquiera ulterior demo- ra en aquello:; contornos los más áridos y mal- aventurados qut puede presentar la Naturaleza, pusimos de nuevo la proa hacia el Continente con brisa galena del Sursudeste. El Archipiélago reconocido se compone de una isla grande, tres medianas y un islote, ade- más de algunos pedruscos aislados que se hallan inmediatos al extremo oriental de la isla grande, y otro que está á igual distancia en el extremo occidental. Todos presentan un semblante igual- mente horrible y escarpado. Las dos capas que componen su masa, parecen contener muchas partículas férreas; son algo inclinadas al hori- zonte, y las negras ó ferruginosas son mucho más espesas que las coloradas, ó de una sustan- cia córnea. . La isla grande de San Ambrosio es ciertamente inaccesible por todas partes, pudién- dose considerar como cortada á pico, si bien de una elevación no menor de 190 á 200 tcesas. Sólo se advierte en una especie de meseta alta una vegetación bien mezquina, compuesta de po- cos arbustos de dos á tres pies y de algunos gra- menes; ningún rastro de agua, ningún semblante de abrigo que pueda convidar al navegante ha- cia ella. Las mismas aves y los lobos marinos que debían considerarse en crecido número en ■■ C0RB1ÍTA8 DESCUIUERTA Y ATRBVIIM yj Mty. 3 Mjy 1'. este asilo, el más seguro y el más templado para lii subsistencia, parecen ahuyentados de su sem- blante horrible. No debe (|ucdar duda (jUe sean ij,'ualmente francos para la nave;(ación todos los canales que forman entre sí las islas y los is- lotes. La latitud del extremo Oeste df la misma isla grande, es de ¿G" 20' 15", su longitud de 8" 28' al Occidente del observatorio de Co(|uim- bo. La variación magnética ha c|uedado algo du- dosa, pues fuese casualidad ó realmente un efecto de las muchas partículas ferruginosas de las cuales se ha hecho mención, no tuvimos sino 8" al Nordeste en aquellas inmediaciones, cuan- do en la tarde anterior, á una distancia de ij leguas, observábamos 11° 30', cantidad propor- cional á las que habíamos observado en las tra- vesías desde la costa. Nada ocurrió en la navegación siguiente que merezca ser referido. Los cielos fueron comun- mente foscos, los vientos galenos del segundo cuadrante, y nuestros rumbos por lo común los '<* que permitiese una bolina descansada. Arribóse últimamente al Norte y en la mañana del lO por latitud de 16° 29' ya teníamos á la vista una par- te no mediana de costa, la cual, á distancia de unas cinco leguas, demoraba desde el Norte has- ta el Este corregido. Compónense allí las costas de unas andanas altas de arenales, prolongadas en su misma di- rección y terminadas hacia el Oeste con puntas uniformes desde las cuales empie/a nuevamente y en forma de escalón la otra andana; se advier- te igualmente en todas partes un semblante casi desierto; hay algunas calas, pero son de poco abrigo, particularmente en donde bate la mar constante y siempre temible del Sudoeste. Nuestros reconocimientos desde el paraje in- dicado hasta Lima, si bien emprendidos con cuanta exactitud pudiésemos alcanzar, debieron sin embargo ceder á las veces á la mucha con- trariedad que allí ponen las corrientes y las ca- limas casi con emulación una de otra. No es fá- cil en algunas ocasiones el no dejarse arras* rar de las corrientes en las noches largas que ha> en aquellas latitudes. Las nubes impiden otras veces ó las observaciones ó la vista de la v^^sta más inmediata. Es preciso, que en la mucha re- petición de opei'aciones se deslice algún error; empero, los que hayamos cometido jamás serán tales que arrastren el menor riesgo al navegante aun más descuidado, particularmente desde la Nasca y el Morro Quemado á donde suelen por lo común recalar los que vienen de las costas .le Chile ó de las inmediaciones del Cabo de Hor- nos. Nos ocuparon aquellos objetos hasta la ma- =0 ñaña del 20, en la cual, finalmente avistada la Isla de San Lorenzo y montado su extremo sep- tentrional á distancia de un tiro de fusil, logra- mos internar en la bahía del Callao y sobre el mismo bordo dar fondo en paraje oportuno, ha- .M»y. .« cia las once de la mañana. En el entretanto la ¿\tki:vii)A, la cual, como se dijo ya, debía seguir sus reconocimientos y tareas al andar de la costa, no había sido menos feliz que la I)i¡scruii'.i;dalcnii, mientras las corbetas permaneciesen desarma- das en el Callan. lis l.i Magdalena, un pueblecito de indios, como muchos (|ue amenizan el hermoso valle del Rimac, sito a! de la ciudad y no distante de ella sino dos millas marílimas: la amenidad de su suelo, la salubridad de sus uires y a^'uas, la tal cuiil separación de la vida bulliciosa de Lima, le hacen concurrido de muchos eníernio.i y conva- lecientes, para los cuales el cielo de la ciudad es conocidamente pernicioso y funesto. Muchas ra/ones habían demostrado la nece- sidad de que nuestro real se estableciese algo distante del Callao y de Lima, de modo (¡ue com- binásemos la reunión necesaria de todos para las muchas tareas á (|ucdcbiamas arrostrar, con aquella natural independencia que es sola el pri- mer móvil del descanso y del recreo. \'A Callao, además de ser conocidamente expuesto á unas tercianas constantes, nos arrimaba demasiado á los armamentos para que ni dejasen de incomo- darnos á cada paso con su método poco arre- glado de vida, ni á la inversa ká incomodásemos con nuestra presencia demasiado frecuente, la cual no nos diera luj^ar á d.'siinular uno ú otro desorden. Además, que si la ülicialidad estuviese distante de Lima y precisada á unas tareas casi diarias, mal pudiera dedicar las pocas horas que le quedaban á la vida sociable )■ no menos instruc- tiva con que le brindaba la capital inmediata. No era tampoco oportuno el establecernos dentro de la ciudad misma, así porque serían las distracciones y la dificultad de reunimos mucho más frecuente, como porque la misma curiosidad y ociosidad natural arrastrarían continuamente hacia el centro de nuestras tareas un número crecido de personas, con un grave perjuicio de la mayor economía del tiempo que nos propo- níamos. En la Maffdalena, además de evadir los inconvenientes indicados, disfrutaríamos de un cielo algo más despejado para nuestras observa- ciones, de un clima mucho más sano, y particu- larmente de una cierta libertad campestre inse- parable del sosiego. Así, desde el momento en el cual la Descu- lUERTA fondeó en si Callao, como pasase el Te- niente de navio D. Cayetano \'aldés á cumpli- mentar al Virey y por la tarde lo verificasen también los demás Oficiales con los vSres. Pine- da y Heenke, quedó aprobado por su excelencia el plan propuesto y accediendo los religiosos de la Buení. Muerte á la total cesión de la casa ya in- dicada, pudieron en la mañana siguiente.tomar- se medidas bien activas para la verificación del establecimiento y particularmente del observato- rio. Los instrumentos astronómicos y geodési- cos, los acopios de Historia Natural, la mayor parte de los libros y planos, se transfirieron allí sin la menor demora y acompañándole muy lué- >"" go algunos de los Oficiales, al paso que vigila- ban sobre el buen orden y acomodo de cada co- sa, acechaban cuales(|uiera momentos favorables para las observaciones astronómicas, tan difíci- les de constguirse en el cielo continuamente nu- blado de aquellas inmediacione:i. Los días que á la sazón corrían, eran preci- samente los que la ciudad de Lima había desti- nado para la entrada pública del nuevo \'irey del l'erú, el Teniente General I). Francisco de üil y Lemus. liste General reunía á su alto carác- ter y á unos talentos y cualidades personales dignas de mucha admiración, aquel amor hacia nosotros que debía dictarle el ser el mismo un individuo de la Real Armada, lo cual, al paso que nos hacia participar de aquellos regocijos públicos, excitaba también una natural ciu-iosi- dad, hija de unos aprestos tan magníficos cua- les eran los que por todas partes se nos presen- taban á la vista, lil Sr. U. Antonio de Ulloa, en la narración de sus viajes, ha descrito el porme- nor de esas funciones con tanta puntualidad y elegancia, que fuera reprcnsiiile el describirlas nuevamente, tanto mas, que ' estituídas ahora á su antiguo lustre todas las ceremonias propias de aquella ocasión, en nada podía la nairación lacharse de poco exacta, si no es en el número ya mucho mayor del puei)lo y en las aclíimacio- nes procedidas ahora de un afecto más vivo ha- cia el augusto Soberano noi)lemente represen- tado á tamaña distancia del trono. Verificada la incorporación de la corbeta AriíKvruA, fueron las primeras atenciones en entrambos buques la de examinar el movimiento de los relojes con alturas absolutas del Sol, me- didas con el sextante. La buena posición de ver- ticales en las primeras horas de la tarde, facilita- ban mucho la exactitud de aquel método; así para los primeros días del mes de Junio, conseguido el examen indicado, pudimos proceder sin mayo- res dilaciones al arreglo de las cartas, las cuales debían abrazar las costas reconocidas hasta en- tonces. Tuvimos también sobre pocas claras, la casualidad de poder observar para el anochecer del día 5 la emersión del primer satélite de Jú- piter, la cual, según los métodos adoptados, de- bía ligar las deducciones de los relojes marinos con los resultados de las observaciones celestes. El primer día de junio había sido la época en la cual empezamos el método de disciplina últimamente adoptado. D. José Bustamante, con su Oficialidad, se había establecido en una her- mosa casa de campo del Conde de San Carlos, á muy poca distancia de la Magdalena. Cada Ofi- cial tuvo muy luego un caballo con el cual nues- tras visitas al Callao, nuestra concurrencia casi diaria á Lima, y á veces nuestros paseos, crpn tan fáciles y frecuentes como sanos y entreteni- i ■ if'<'Tt-i «lütiwi-riaiirii 96 viAjí; ALKi:ni;DOR dhl mundo m jiMi. dos. La ' isma recopilación de los materiales acopiados que se hacia de mancomún en ambas casas y que trabadas precisamente entre sí las dilercntes materias exigia la solución continua de una ú otra duda, se hizo de este modo muy fácil, destacándose en el mismo traje de caza una ú otra persona á caballo que iys preguntase y re- solviese. Empero muchos más objetos debieron tenerse presentes para adaptar á aquellas cir- cunstancias un método general y oportuno, por manera que en las clases subalternas tuviésemos á la vista la menor familiaridad entre sí, una distracción no enfadosa de los vicios Iiarto co- munes en el Callao, una regular asistcíicia á sus dc'beres, la nii'^una deserción, }■ si fuese po- sible la co!Tíervación de una salud robusta en medio de los muchos riesgos que la i'odeaban. Con dichos objetos, en el mismn ilia primero pasó á acuartelarse en la Magdalena la tropa de ba- tallones y brigadas de ambas corbetas, haciendo que los destacamentos á bordo fuesen de cuatro hombres á las órdenes del sargento, conderca- l;le ó primer cabo. Un solo Oficial de guerra, al- ternando los de una y otra corbeta \- los mismos Guardias Marinas, quedó encargado de la guar- dia de entrambos buques ! jndcados en una gran- de inmediación uno de otro. Pasaron también á la Magdalena los pilotines y pintores y el san- !';rador de la Di;scuBirRTA, para encargarse de las disecaciones y aprestos correspondientes á la Historia Natural. Se permitió á la Oficialidad de mar vivir indistintamente á burdo ó en tierra en el Callao, siempre que su conducta no fuese es- candalosa; sólo í;í que el Contramaestre y dos guar- dianes, debían precisamente turnar en dormir á bordo con la tercera parte de la tripulación, á cuyo cargo estarían la lancha, bote y chinchorro varados en paraje oportuno, para menor distrac- ción las otras dos embarcaciones menores. En el día de trabajo ninguno estaría exento de él si no pi-ecediese licencia, cuyo término se encargaba á los Oficiales de guardia no excediese de tres días, castigando por otra parte severamente los que interrumpiesen aquella distr"' xión equitativa. Pero aunque no hubiésemos conocido de an- temano ¡os desórdenes de la marinería en el Ca- llao, no hubiéramos podido ocultarnos que se- mejantes providencias en poco ó ev. nada se lle- varían á efecto, si no ligasen con agentes mu- cho más poderosos que los consejos ó el castigo; aquéllos poco eficaces, cuando el halago, los ejem- plos, el clima, la ociosidad y una fácil subsis- tencia, convidaban ai vicio; éstos otros difi'.iles de reali;;arse cuando la fuga era tan fácil como el delito. El interés debió, por consiguiente, pare- cer la única arma propia e;i aquella ocasión, y la misma necesidad en que nos hallábamos de dar algunas pagas á las marinerías, así para que no echasen á menos la gratificación del vl..o, cuya distribución sólo dsbía verificarse en Manila, como porque eran acreedores á premios los po- cos que en las costas de Chile no se habían aban- donado á la deserción ó al desorden, dictó el me- dio más oportuno de reunir los objetos de interés á la conservación de una disciplina tan poco mo- lesta como lo permitiese el buen servicio del Rey. Bajo de estos principios, se estableció que en los meses en que permaneciesen las corbetas en el Callao, además de la ración, se abonarían á cada marinero que asistiese al trabajo, cuatro reales diarios á cuenta de su^ pagas; por manera quj, sujetado á las listas, no sólo el ausente :>o tri .mfase de sus faltas ó vicios, sino que perdiese una parte correspondiente de su paga á favor de la Real Hacienda; debía también preferirse esta '■spccie de castigo pecuniario, á los que desli;?án- dose en alguna falta digna de castigo, quisiesen lavarla con el trabajo en lugar de vegetar ocio- samente en el cepo. A la tropa, pilotines y Ofi- cialidad de mar, para mayor decoro, se üió la paga á principio de cada mes, i-eservándose, no obstante, el detenerla oportunamente á los que no siguiesen un método arreglado de vida. Fi- nalmente, para los enfermos se adoptó, sí, el hospital muy bien asistido de Bellavista, pero en ;.na sala separada, bajo la inspecci"" de nues- tros cirujanos y al cargo inmediato del sangra- dor de la Atkeviua. Entretanto, nuc'^rí's tareas científicas se habían emprendido y llevEÍban adelante con todo aquel vigor que debía exigir nuestro anhelo, de que correspondiesen á las intenciones de S. M. en pro de la navegación nacional. Se examinaron de nuevo y arreglaron sobre datos más proba- bles las marchas de los relojes marinos, parti- cularmente en las épocas comprendidas desde Buenos Aires á Chiloe, resultando con esto al- terada la posición en longitud del Puerto De- seado. Los diarios meteorológicos, los estados de \ ariaciones y mareas, el diario astronómico, las tablas de las variaciones diarias en el movi- miento de los relojes, todo recibió un nuevo orden debido á los diferentes Oficiales á cuyo cargo se puso; se repasaron }• extractaron las o'/servaciones de lat'cud ó de longitud que sir- iesen de base á las operaciones hidrográficas; se emprendieron los derroteros por los señores Quintano y \'ernaci, y ü. Dionisio Galiano en una bien hilada disertación que hizo preceder á las observaciones astronómicas, explicó por ex- tenso los instrumentos relativos así á aquella ciencia, como á la Física, y los métodos con qtie hasta entonces se habían aplicado á la Hidro- grafía los principios más sólidos de la Astro- nomía. No estaban tampoco ociosos los natura- listas; antes bien encontrando por todas partes nuevos objetos de admiración en los diferentes ra- mos de Historia Naturul, aprovcchabtJ.n de aquel Jim -- A}^^ »i-¿tlta M CORBETAS nESCUI?ri!RT\ V ATRKVIDA 'J7 I Manila, jim. s los po- jían abán- ete') el mu- de interés poco mo- 0 del Rey. ció que en orl)etas en )onarían á jo, cuatro or manera úsente :>o c pei-diese á favor de erirsc esta ; deslizán- quisiesen etar ocio- ines y Oti- se üió la índose, no ; á los que vida. l'"i- )ptó, si, el ¡ta, pero en 1 de nues- iel sangra- ntífñcas se te con todo anhelo, de de S. M. en examinaron iiás proba- inos, parti- lidas desde :on esto al- Puerto De- 3 estados de nómico, las n el movi- un nuevo les á cuyo ictaron las jd que sir- irográficas; los señores Galiano en i preceder á licó por ex- i á aquella los con que L la Hidro- ; la Astro- Ios natura- odas partes f erentea ra- 3.n de aquel ) ¡"'\ clima uniforme para vagar á su albedrío los I contornos del ameno valle de Rimac. D. Antonio Pineda, á cuyo cargo estaban los ramos de la Historia Natural, excepto la Botánica, no pudo á la verdad apartarse tan luego de la Magdalena; pero los Sres. Nee y Heenke, ya desde la mitad de Junio emprendieron excursiones dilatadas y de la mayor importancia, dirigiéndose el primero hacia las (Quebradas de Canta, y el r.egundo por Tarma al otro lado de la cordillera ¡.tióta Gua- nuco, cuyo rio, vertiendo ya sus aguas hacia el Este, comunica con el Marañón y empie/a á ser navegable. Se prescribieron á 1). Luis Nee ;(olos treinta días de ausencia; se amplió has' i cin- cuenta días la de 1). Tadeo Heenke; y les acompañaban los Sres. Tafallas y Pulgar, bo- tánicos pensionados por S. M. en Lima y dos dragones milicianos medianamente prácticos del idioma indio. Todas las medidas indicadas necesitaban á cada momento ó bien la autoridad ó el influjo del señor Virey. No nos faltaron uno ni otro, en cualquiera ocasión que los solicitásenms; antes bien, tranque; ndo S. E. á D. Cayetano V'aldés, á cuyo cargo había puesto el examen del Archi- va vo de temporalidades, cuantas noticias pudiesen . conducir al mayor ensanche de nuestra obra, vimos que el plan propuesto podría llevarse á debido efecto en cuantos ramos nos permitiese extenderle ei tiempo de nuestra demora en aque- llas inmediaciones. Los armar.-iCiicos de entrambas corbetas, har- to desmembrados así en cuanto á tropa como á marinería desde aue ':¡itr?mos en el mar Pací- fico, exigían también una atención tanto más se- ria por lo que toca á su reemplazo, cuanto que debíamos temer que las escalas siguientes de Guayaquil, Panamá y Acapulco, nos arrastrasen nuevas deserciones y desórdenes. Para la tropa y brigadas suplicamos desde luego al señor Vi- rey que nos permitiese completarlas con aquella ¿ente ve. mtaria que del re-^imiento Fijo de Li- ma ó de la Artillería, quisiese pasar á nuestras banderas. Exigíamos las cualidades de robustez, buena conducta y de que procediesen de los re j„i. gimientos veteranos de Soria y Extremadura, los cuales, al tiempo de regresar á España, ' -i- bían comp.etado dicho regimiento, y dejábamos al arbitrio de D. Cayetano Vaiuiis el decidir, después del examen más prolijo, cuáles entre los muchos que se brindaron voluntariamente, fue- sen ó no oportunos para el intento. En cuanto á la marinería, conociendo el genio inconstante de esa clase infeliz, y pudiendo comljínar-con el corto núm lO que á la sazón nos liabía quedado así el desempeño de las faenas diarias como una prudente economía al Erario, dejamos pa- ra el último mes de nuestra estada en el Ca- llao el completarla, ó bien con los muchos que en los navios mercantes habían venido de Euro- j,.i. pr. '"n aquel mismo año, ó con los que Uegf.oen en la fragata Liebre de la Marina Real, destinada según los últimos correos á la mar del Sur y particularmente al puerto del Callao. La policía del puerto, harto abandonada des- de que no li frecuentaban los buques de la Ma- rina Real, fué otro objeto que debió precisa- mente ocuparnos mientras no hubiese otra em- barcación que le tomase á su cargo. Se prescri- bieron á este fm á los Capitanes de los buque.i mercantes las precisas instrucciones sobre an- clas, amarradero y número de gente á bordo, particularmente de noche, para su seguridad. Debía rondar el Oficial de guardia para el exac- to cumplimiento de la instrucción indicada; de- bía examinar el estado de los buques que salie- sen, para que, poco advertidos, no careciesen de aquellas precauciones que son indispensables aun en ¡a más extricta economía mercantil; fi- nalmente, debían per sí cortar con igual dul- zura, rectitud y prudencia, todas aquellas quejas diarias que ya el Capitán, ya el marinero, en los buques mercantes, encuentran en sus ideas harto contrarias y opuestas entre sí. Estas precaucio- nes no alcanzaron sin embargo á evitar, que en la noche del 7 de Junio un buque mercante, in- cendiado por descuido del Oficial de mar y pocos marineros que le habían abandonado, pusiese en evidente riesgo las mismas corbetas y particu- larmente la ÜESCUBIEKTA, á cuyo orinque del ancla del Nor.e quedó j^or largo tiempo agarra- do con el timón. El Guanea Marina D. Jacobo Murphi y los dos primeros ,-ontramaestres de las corbetas con ambas lanchas, desplegaron en aquella ocasión una actividad é inteligencia dig- nas de elogio, logrando remolcar y varar en la playa del Ancón el buque incendiado, ya que se habían frustrado todos sus esfuerzos para apa- garle ó aprovechar los palos y alguna otra parte de sus pertrechos. En los buques mercantes recién llegados de Europa, el Intendente general de Marina en la Isla de León, nos había dirigido varios efec- tos que aún no estaban prontos al tiempo de nuestra salida. Entre ellos tuvimos la satisfac- ción de ver comprendida una ecuatorial de Do- llón, la colección de libros acopiados en París para los objetos de Historia üatural, y dos cajas de cristales, cí.-íí todos utensilios pertenecientes á las experiencias de los aires, siendo entre ellos dos máquinas de mucha importancia, los eudio- mctros de los Sres. \'olta y Fontana; pero no pudimos menos de extrañar y hallar sumamente perniciosa para los objetos que nos proponía- , mos seguir en el viaje, la falta no sólo de laexce- , lente colección de instrumentos físicos que aco- piada en París por disposición del Excelentísimo Señor Conde de Fernán-Núñez estaba )a embar- 13 % i .1 i ^.'JUgSmk-MMi-iiB-^ ' '.(U k«|' '° parte de la noche; solíamos medir una ú otra altura de los montes más elevados. La variación de la aguja disminuía paulatinamente desde el Nordeste y los derroteros antiguos, los nombres conocidos en nuestras historias de la conquista, y sobre todo, los rastros apreciables de la expe- dición de los Sres. D. Jorge Juan y D. Antonio UUoa se seguían tan de cerca, cuanto lo permi- tiesen los límites de la exactitud que nos había- mos prefijado para la descripción hidrográfica de unas costas tan extendidas. Para el amanecer del día 27 estuvimos afee- ^7 tivamente en las inmediacioner. de Paita. L.irgas Lis insignias, atracóse el fondeadero por sondas de 14 y 15 brazas. .Reconocimos con bastante exactitud ese teatro harto célebre de las haza- ñas militares del Almirante Anson; algunos bu- ques mercantes fondeados, dos balsas grandes á la vela á pesar del mucho viento, muchas canoas varadas en aquellas inmediacio-^es, eran objetos que hacían más agradable la vista del puerto, y como no tardasen en ceder los últimos soplos del terral á la brisa nuevamente fresca del Sur, á las nueve nuestra derrota ya nos conducía di- rectamente hacia el Cabo Blanco, y para el ano- checer habíamos conseguido el montar aquel Cabo, orzando después inmediatamente para el golfo de Guayaquil. Aquí anocheció con viento galeno y sem- blante algo calmosos. Navegamos dos ó tres le- guas con poca vela, y luego nos atravesamos de la vuelta de tierra .con ánimo de aprovechar cuanto fuese posible la mañanita siguiente, y si la virazón se declarase fresca, alcanzar el fon- deadero de Punta de Arenas en la Isla de la Pu- na. La mar gruesa sorda que oíamos romper en las orillas y la vista de la costa, nos avisaban en las horas del pairo, que nos aproximábamos con- siderablemente á la tierra; pero como el fondo se mantuviese aún mayor de 80 brazas y el viento galenito de la brisa pareciese no querer cesar de un todo, continuamos el pairo hasta las cuatro de la mañana • •! cuya hora marcamos sobre las gavias algo desviados de la dirección de la costa. Al amanecer no distaba ésta efectivamente sino una legua escasa y parecía según las noti- cias, la comprendida entre las ventas de Mero y Mancova: el Cabo Blanco y la costa reconocida en la tarde anterior aún estaban á la vista. Era el fondn de ño y 65 brazas arena lamosa. No tar- damos un instante en emprender las bases con toda vela; pero el desmaya, considerablemente el viento hi.ro que adelant 'iscmos poco hasta el 'S medio día, ti'.nto más, que ki precisión de reco- rrer la costa ya algo baja, no nos permitía se- pararnos de ella y hacti rumbos directos al is- lote el Amortajado. Observóse la latitud de ¿" 40' y la lon^íitud de 3° 41' 25" al Occidente íifiuii CORBETAS DESCUBIEHTA Y ATRIÍVIDA lOI mayor s li otra riación ;sde el imbres luista, . expc- ntnnio permi- habia- gráiica Sel. ai del Callao. Floja aún la virazón después del medio día, quedó la atmósfera tan cargada de va- pores, que se nos dilató la vista del Amortajado hasta ponerse el '■'■ol. A la sazón veíamos tam- bién á distancia de dos leguas la Punta de Mal- paso y las rompientes inmediatas, y nos hallá- bamos en fondo de 20 brazas lama. L? noche fué lóbrega, la marcación al Amortajado y la , sonda no nos dejabin. sin embargo, el menor re- ^.^-!o oi/I)re nuestra derrota; antes bien, navegá- bamos algo orzados con el objeto de avalizarnos de nuevo con aquel islote y evadir los bajos de Poyana que salen muy afuera del rio de Tum- bes. Empero contra nuestras expectativas, cuan- do ya nos considerábamos próximos á dicho islote á las nueve y media de la noche y le ace- chábamos por entre la oscuridad, caimos de las 20 brazas lama en 15 arena, y la Atrevida sondó nueve brazas piedra. No nos quedaba du- da que habíamos caído sobre bajos; orzamos por consiguiente, y hallamos de nuevo las 20 brazas lama que en un momento llegaron á 30. Por este fondo, ya puestos nuevamente en de- rrota, avistamos á las 11 por nuestro babor el Amortajado, que supusimos distase una y media leguas, y considerándonos ya en buena derrota nos dirigimos hacia la °uná. Era la voz común, que desde el Amortajado con el Nordeste cuarta al Este, se subía próxima- mente á la Punta de Arenas, aminorando el fon- do hasta 10 brazas lama. Este fué, pues, el rum- bo que seguimos con toda vela desde las once de la noche; pero como encontrásemos á las dos solas 10 brazas, inciertos del cantil hacia el cual nos habíamos aproximado, dimos fondo á un ancla, y precedida la señal correspondiente lo verificó á poco rato la Atrevida. Este acaso ^, en la mañanita siguiente, debió parecemos bien favorable, pues nos hallábamos en la posición más oportuna de hacer buenas marcaciones á las Puntas de la Salina y Arenas en la Puna, al Amortajado y á varios puntos de la costa de Tumbes, sobre la cual habíamos caído con rum- bos demasiado del Este. En el entretanto, calmado enteramer . el viento, ó más bien , declarado el terral , fué nuest''o primer paso el de enviar el bote con un sargento al pueblo de la Puna para que saliesen prácticos del rio á encontrarnos en Punta de Arenas. Algo elevado después el Sol sobre el horizonte, se observaron algunos horarios, l'i- nalm.cute, no queriendo malograr el tiempo que la brisa algo tarda nos obligase á pasar fondea- dos, destacamos por cada corbeta un bote con un pilotín para que á diferentes rumbos empren- diesen dos líneas de sonda. A las diez y media empezó á declararse la \irazón; llamamos luego los botes y avisamos á la Atrevida que se man- tuviese fondeada hasta el medio día para ob- servar la latitud, mientras nosotros alejándonos sei. j, algún tanto, proporcionaríamos una regular dis- tancia y dirección para medir una base por altu- ras de topes sobre la cual los puntos principales á la vista, quedasen al mismo tiempo bien situa- dos entre sí y sujetos á una cabal posición astro- nómica. En efecto, al medio día la DhscubierTa había abierto una regular base sobre la cual se hicieron las operaciones indicadas, conviniendo una y otra corbeta en el ángulo medido. Nos di- rigimos luego con fuerza de vela á la Punta de Arenas, en cuyas inmediaciones fondeamos á las tres de la tarde en iz brazas arena, habiendo navegado por 15 y 18 brazas igual fondo. La ma- rea á la sazón entraba con fuerza de tres millas escasas. '''oda la noche permanecimos en la misma posición; y caída, según costumbre, la brisa an- tes del amanecer, le sucedió un terral ilojo, con el cual y con carices bastantemente neblinosos, w salió el Sol, dejándose ver poco después el bote que regresaba de la Puna. Sólo á las diez de la noche había alcanzado aquel pueblo atracada por equivocación la Punta Salinas en lugar de la de Arenas, e inmediatamente embarcados los prácticos, habían emprendido el regresará bordo. El pilotín que iba destinado para las sondas, las había ejf;cutado muy oportunamente. Como á las siete de la mañana se nos presentaron algu- nas claras que aprovechamos inmediatamente para observar distancias lunares, sus resultados indicaban una longitud j8' más corta que la in- dicada por los rplojes. Las distancias observa- das en la Atrevida fueron aún más cortas que las nuestras. Hasta después de las dos de la tarde, ni ami- noró la fuerza de la marea contraria, ni entabló la brisa regularmente fresca para que pudiése- mos aproximarnos al fonúeadero. Uimos pues la vela, y antes con proa del liaste para rebasar el bajo de Mala luego arribando paulatina- mente por fondo .le siete á ocho brazas lama, navegamos la restante tarde para aproximarnos á la Puna. El viento escaso en sus inmediacio- nes nos obligó á dar un repiquete hacia los bu- ques fondeados, pero alargándose después dio lugar á que nos propasase la Atrevida, y que entrambas favorecidas con extremo de la brisa y la marea, alcanzásemos la boca del rio, en cuya angostura nos dirigían unánimes la sonda, y ambas orillas que veíamos claras, aunque la noche fuese bastantemente lóbrega. Se aproveclió hasta las once la marea favo- rabie navegando dentro del rio; dimos luego fon-- do cerca de la Punta de Piedras en cinco brazas lama, para esperar que se declarase de nuevo la otra entrante, la cual, aprovechada desde las seis de la mañana siguiente con los remolques ^ iBIÍí>Pi(f!fifi?i--V ric ■^■iumiíHJ^n-mi-íi*:^''-''*x'v^;s>ms-t't04f»^Aiii^-iM^ ^ é\w í,;l í¡- Ocl 1.' 102 VIAJIÍ ALKUDUDOU DEL MUNDO y las ventolinas variables, nos condujo para el medio día á fondear á solas dos lef(uas de la ciudad. I'"inalmente, en aquella misma tarde á favor de la virazón y cesada la fuerza de la marea \aciante, volvimos á emprender la navegación para adentro, y auxiliadas de la sonda fondearon á las siete de la noche entrambas corbetas en frente de la ciudad y distantes como un cable de la orilla. La faena de amarrarlas á son de marea ocupó después muy poco tiempo, y para evitar las vueltas procedentes de la alternativa de las mareas, se tomaron los dos cables á estribor, abpxándolos uno con otro. No bien había amanecido, cuando se presentó á la vista de todos y particularmente de los que no habían frecuentado los paises amenos de la Zona Tórrida, un espectáculo tan nuevo como placentero. Las orillas agradablemente vestidas de varios verdes cuyas graduaciones mismas con un nuevo contraste aumentaban el primor de la escena, muchas aves enteramente nuevas así por el canto como por los colores, las balsas, las canoas, la mezcla de casas, árboles, agua y em- barcaciones casi en un sólo grupo; todo recor- daba al espectador admirado, que la naturaleza tan varia como extendida, excede en sus primo- res maravillosos á las imaginaciones aun más vivas y arrebatadas. Los Oficiales astrónomos no tardaron un solo instante en dar principio á sus tareas; y á pesar de la imposibilidad de valerse de casa alguna para la colocación del péndulo y del cuarto de círculo; aquél porque la cimbra de los tablones que forman el piso alto causaba un movimiento extraordinario con el solo andar de las personas, el otro porque la inmediación del Sol al zenit hacía que los techos fuesen desde muy temprano un ef.torbo irremediable, combinaron la posición de i'nr^ y otro instrumento en la plazuela inme- diata con tanta actividad, que pudo deducirse en medio día en el péndulo por medio de alturas correspondientes y referirse por las comparacio- nes á los relojes de una y otra corbeta. Nues- tras deducciones fueron las siguientes: Nuti Medio día verda- dero en ( "tuaya- quil Id. en el Callao. Diferencia de Me- ridianos Ecuaciones con- frontadas con el niím. lo.. . . 8.17.56.40 2.10.38.55 7.36,48.10 8. 7.15.25 1.59.57.23 7.26. 8.14 10.41. 15 10.41.32 10.39.56 2.52 3-09 1-33 Resulta la dife- rencia corregi- dla 10.38. 23 '0.3S.23 10.38.23 En graduaciones y Occidente del Callao 2° 39' 36" Los relojes de la AtkIíVIda daban al mismo oct. > tiempo los resultados que siguen: Núm. 10. NUin. 71. Niini. 105. Diferencia de Me- ridianos 10' 41" 10'' II. 4.40 10.50.20 licuación 4 oo 27.40 i3'4° Difciencia corre- gida 10 37 10 10.37.00 10.36.30 l'ln graduaciones y Occidente del Callao 2» 39' 13" Tanta uniformidad, ya no sólo debía tranqui- lizarnos sobre la diferencia consideral)le que hallábamos con la longitud deducida por la es- tima desde Quito por el Sr. D. Antonio Ulloa la cual era mucho más oriental que la nuestra, si también nos autorizaba á emprender la cons- trucción de la carta de las costas reconocidas, sin esperar los resultados de las observaciones astronómicas, ó en la Luna ó en los satélites de Júpiter, que ya no discreparían sino muy poco y de una cantidad, que sólo pudiéramos emplear al tiempo de dar la última mano á la obra. Fué al mismo tiempo muy buena precaución de los Ofi- ciales astrónomos, la de deducir por la posición nuestra y la del Chimborazo en la carta de Don Antonio de Ulloa, el rumbo y elevación á que debía verse si el ticn;po claro fuese en esta parte fa- vorable á nuestros deseos: debía demorar al Nor- te 59° 40', E. i" 20', ángulo apreciable sobre la horizontal de Guayaquil* y desde luego según los puntos hacia donde decían verle estos habi- tadores confrontara su posición en la aguja con la que sospechábamos. Los pasados incidentes en cuanto á los desórdenes ó extravío de la tropa y marinería, el riesgo de malograr otros con tanto mayor sentimiento cuanto mayores eran los objetos de que se habían libertado los pocos re- zagos de los armamentos primitivos; finalmen- te, las noticias no favorables del país, en el cual nos hallábamos á la sazón, precisaban á imagi- nar nuevos resortes, que sin violencia ni sujeción consiguiesen el fin deseado. A este intento uná- nimes entrambos Comandantes fijamos nuestro sistema para la conservación de la disciplina y de la salud, en una ocupación constante mas no violenta, en una ración diaria algo crecida en dine- ro, que les franquease sí algún pequeño desahogo mas le sujetase á un pronto castigo y á la lista diaria; finalmente, en una frecuente suministra- ción del vino por vía de ración, que apagándoles algún tanto el deseo innato de la bebida los apar- tase insensiblemente del desorden, tan opues- to á la salud como á la disciplina. Una idea aunque remota de libertad, en dejarles elegir á su albedrío la clase de comida, debía concurrir á hacerles más agradable este r'fresco; nuestra intervención sólo sería necesaria cuando el des- orden ó el abandono lo requiriesen, y entre tanto §\ m MmmmimmmmMm^kmíSwrs i j CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 103 mismo oct. •K/í^j^v^ír ooi. 2 el uso constante de los refrescos sazonados se- gún sus antoi"s, ahorraba para nuestros pasos venideros un^ igual cantidad de víveres de re- puesto. No por esto se permitió la subdivisión del caldero: con igual método que en Lima, siempre se preparó una sola olla para la marinería y otra para la tropa; se repitieron las comidas calientes tres veces al día y á las horas más regulares para la recta distribución del trabajo; finalmente, su- ministrada á cada uno después de la lista de la mañanita la ración igual á la de Lima, se les permitió que pactasen la cantidad diaria que ha- bía de invertirse en los comestibles, y la que so- brase se dividiese entre todos por igual porción diaria ó semanalmente. En cuanto al trabajo, se ciñó por ahora á los dos objetos del aseo y del ser- vicio de embarcaciones menores. La segunda par- te era bastantemente penosa así por las ocurren- cias nuestras diarias de observatorio, Historia Natural y comunicación recíproca, como por las muchas excursiones que se requerían para el cabal reconocimiento del rio y para «1 reemplazo mis- mo de la aguada, que la mucha internación de las mareas precisaba buscar á una distancia consi- derable. Tanta individualidad en nuestras medidas para el mejor régimen de Ir. marinería, parecerá tal vez tan afectada como importuna si no se tienen presentes el natural desaliño de todo ma- rinero, las pasiones sumamente vivas de la ma- rinería española y los extragos harto destructivos á que se ve sujeto en aquellos climas el europeo transeúnte. Cuanto más sencillo ó bien desco- nocido fuese nuestro sistema para unas gentes naturalmente opuestas á toda monotonía, tanto mayor debía ser nuestro arrimo hacia él; y á la verdad no dejaba de alentarnos á la empresa la vista agradable de una suma robustez y del sem- blante de una satisfacción natural en 1 js rostros de entrambos armamentos. En el mismo paraje en donde se habían observado las primeras altu- ras, se colocó después la tienda de Observatorio y se le cercó con un recinto de caña, tomando la precaución, que un soldado de marina en las ho- ras del día y uno de la plaza en las de la noche, vigilase sobre la seguridad del cuarto de círculo y el péndulo. D. José Elizalde, cuya casa estaba bien inmediata, nos franqueó al mismo tiempo los cuartos oportunos para que atendiésemos con líi mayor comodidad al dibujo, á la pintura y á todos los demás ramos de la Historia Natural, y un balcón por medio del cual los pistoletazos de comparación indicasen al medio día á ambos buques las horas del péndulo. Las pequeñas excursiones que los natura- listas emprendieron en el primer día, muy lue- go les dieron una idea grandiosa de la natu- raleza. Todo les prometía un caudal grande de nuevas adquisiciones y excitaba su celo ardien- Ocl. 3 te para los progresos, particularmente de la Bo tánica. Todo el día siguiente se empleó en disponer 3 nuestras excursiones principales, las (|ue en efecto tuvieron lugar en las mañanas del 4 y 5, según el plan que nos habíamos propuesto; muy poco pudo proseguirse la parte astronómica, por- que las inmediaciones del novilunio, al paso que con una revolución natural en el tiempo tuvie- ron los cielos por lo común nublados y aun á ve- ces achubascados, imposibilitaban toda especie de observaciones por la Luna. No debían pro- porcionarse antes del 17 las primeras observa- ciones de los satélites de Júpiter. Nuestras excursiones cientílicas, según el 415 plan propuesto, debían pues, dirigirse á los ob- jetos siguientes: los Tenientes de navio Tova y Robredo de la Atrevida, con un piloto de la Descubierta se dirigieron en una balandra del rio, fletada para el intento, á desembocar per el naranjal y costear por Tenguel y Máchala hasta la embocadura de Tumbes; quedó al arbitrio de dichos Oficiales el internar ó no hasta Tumbes; pero se les recomendó estrechamente que pro- curasen observar á la vista de los bajos de Po- yana. F.l cronórr_°*'ro Gi y los sextantes, sumi- nistrarían en esta navegación los datos princi- pales; pues las mareas harían por lo común muy difícil é inexacto el método de las bases. La lancha de la Descübiekt,'. , provista con 15 días de ración y á las órdenes de D. Juan Ver- naci, con otro pilotín, fué destinada á internar por el rio hasta las bodegas de Babahoyo. Lle- vaba el cuarto de círculo pequeño y el reloj 105, con los cuales no sólo pudiese hacer las precisas observaciones astronómicas, si también renovar la medida geométrica del Chimborazo sobre l)a- ses exactas para aproximamos con estos datos á las precisas observaciones de la meridiana de Quito. C n buenas guías, D. Antonio Pineda y D. Luis Nee debían penetrar hasta el mismo Chimborazo; y el unoco. objetos físicos y el otro r con los botánicos, aprovechar cuanto fuese po- j sible el plazo de quince días que se les prefijaba. í Las dos expediciones dieron la vela en la | mañanita del 4 con las dos mareas oportunas, i En la del 5 lo verificó también la lancha de la \ Atrevida á cargo del Alférez de fragata Murpby y del piloto Maqueda. Debían recorocer la Isla de la Puna por las puntas de Arenas y Salinas, hacer las observaciones oportunas con el cronó- metro 71 y los sextantes, y finalmente, determi- nar la extensión de los bancos de Mala. Un teodolito, una aguja y los escandallos, eran utensilios de que no carecían ninguna de las tres expediciones. Quedaba á D. Tadeo Heenke el examen físico y botánico de los contornos y una excursión á los montes de Taura, depósito de las mejores maderas; finalmente, los demás Oficia- n :í^^.v:vflt.?5a¿;--~ír»'WifcKii;\ir¿v*ri„^jiíi&\v>~*Lí«^ f 104 VIAJIÍ ALREnnDOK DKI. MUNDO y ÍÍ-- (1.1. o5 les se ocupaníin ya en una, ya en otra parte del rio con los objetos reunidos de la Hidrofíraíía, de la pesca, de la caza, de las mareas y del buen orden á bordo. Ya no nos quedaba rtro cuidado que el de la afíuada, cuyo corto reemplazo confiamos á un bote chico de cada corbeta, despachándole dia- riamente rio adentro hasta que entrase la ma- rea, para llenar á la baja mar sif^uiente; estas precauciones, (¡ue son las acostumbradas en el país, suministran desde lué^o un ajjua entera- mente dulce y de mucha duración para las em- barcaciones, pero arrastran el sacrificio de tres mareas, el cual nos pareció excesivo para los usos á que debía destinarse; así, se determinó que nuestras embarcaciones penetrasen río aden- tro en las últimas dos horas de la marea entran- *e, esperasen dos horas de vaciante ¡¡ara empe- ziY á llenar, y con las últimas dos horas de la núsma vaciante se restituj'esen últimamente á bordo. La obra intentada de agrandar y disponer las lanchas para expediciones dilatadas, era dema- siado fácil y barata en el país donde nos hallá- bamos, para que omitiésemos el emprenderla; pero pareció más oportuno el trabajar antes la una que la otra, para que cualesquiera defectos que se advirtiesen en su construcción ó en su apa- rejo, pudiesen remediarse con mayor facilidad - en la sef^unda. Lograríamos así también el ocu- par con mucha economía de tiempo la maestran- za de ambas corbetas en ui; solo buque; la can- tidad y excelencia de los cedros del Realejo, Amapala y San Blas, nos darían lugar á innovar la de la AruiiviDA con igual facilidad en cual- quiera de aquellos puertos á donde los objetos de Hidrografía é Historia Natural nos detuviesen por diez ó quince días. No diferimos un instante con este concepto para encargar el preciso aco- pio de maderas, disponer la fragua y emplear algunos aserradores. Al cargo del Teniente de navio D, Cayetano Valdés, las medidas corres- pondientes á ese ramo debían precisamente pro- ceder con la mayor actividad é inteligencia. Tuvimos los días siguientes por lo común foscos y á veces achubascados, las mareas se ma- nifestaban con una viveza y elevación conside- rable; el calor fué á ratos bien sensible cuando el ciiariduí ó viento periódico del Oesudoeste y Sudoeste, cedía á la calma ó á los terrales, y un temblor repentino que pudo percibirse también á bordo á las tres de la tarde del 7, atemorizó algún tanto los ánimos de los poco acostumbra- dos á ese azote temible de la Naturaleza. lín la mañana del >S los vSres. Valdés, Hecnke y Arias, hecha con el auxilio de las mareas una excursión al rio Daule, regresaron no menos complacidos de la amenidad de las orillas que habían recorri- do, que de las nuevas adquisiciones, así de aves como de plantas, que traían para las colecciones de la Historia Natural. Tuvimos también á bor- do un lagarto, caimán ó cocodrilo vivo, cuya descripción, extendida á algunos objetos ana- tómicos, ocupó hi atención prolija del señor Heenke. Hasta el día 21 puede decirse que estuvie- ron en una acción continua todos los individuos de la expedición. 1). Juan V'ernaci se había in- corporado el 11: el Alférez de fragata Murphy regresó al día siguiente: vimos llegar el 15 la balandra de los Sres. Tova y Kol)redo: del ly al 19 otro destacamento de un Oficial y un pi- loto había penetrado hasta el Morro para exten- der desde allí las marcaciones á la Punta de Santa Elena y regresar por el canal que forma la Puna con las bocas del rio: estaban bien cerca los Sres. Pineda, Nee y Heenke; final- mente, logradas por los Oficiales astrónomos la vista del Chimborazo y varias otras observacio- nes importantes para la longitud, todo nos anun- ciaba no distante el plazo en el cual debiésemos verificar la salida y alcanzar el Golfo de Pa- namá antes que alli cambiase la monzón del Nordeste. D. Antonio Pineda había penetrado por Gua- Orl. 8 i randa hasta el Chimborazo, y después hasta la cima del volcán del Tunguragua. Este monte, cuyas faldas con producir abundantes los dones de la naturaleza abrigan y mantienen un número considerable de familias mdias y mestizas, arro- ja aún por diferentes bocas ó cráteres un humo espeso compuesto en la mayor parte de vapor acuoso. Examinóse la boca inmediata á la línea de la nieve, hallándose que por unas grietas de un palmo de ancho y á veces de seis ú ocho va- ras de largo, era por donde el volcán arrojaba llores de antimonio y otras sustancias metálicas que se veían pegadas á las piedras inmediatas. En el año de 1772 la erupción habia sido temi- ble y á primera vista se dejaban ver también los rastros de otra mayor y más antigua; no quedaba tampoco duda que el Chimborazo era un volcán extinguido: tanto abundaban en él las piedras pómez, las lavas, las piedras alteradas por el fuego y las tierras puzolánicas, bien que fuesen éstas comunmente calificadas con un color de ceniza. Los resultados de las observaciones astronó- micas y geodésicas no habían sido menos favo- rables á nuestro intento, como ya se ha indicado. La elevación del monte se midió con ambos cuartos de círculo. Su posición verdadera rela- tivamente al observatorio, se dedujo del ángulo medido entre la cúspide y un objeto no distante, referido éste en la mañana siguiente al Sol, cu- yos azimutes se observaron y calcularon. No parecerá tal vez molesfa una enumeración pro- lija de aquellos resultados. ■y , J counnTAs niíscuniiíRTA y athevioa 105 ELEVACIÓN Dlílv CHIMBORAZO I.;l Diff- Tocíiui. nucstm. rencíii. l'or Ids Kxctnos. Srcs. Juan y Ullo.i 3.380 3. 161. 7 218.3 Tur los Srcs. Uougiicr y La- coiulamiiif 3.217 3.161.7 55.3 En cuanto á la longitud de Guayaquil dedu- cida por el medio indicado en ambos mapas es- p;iñol y flanees, que manifestaban -el rumbo y distancia del Cliimbora/o relativamente á Quito, podía mirarse bajo los aspectos siguientes: Según los Exentos. Srcs, Juan y Ulloa. Longitud occidenlftl .-'. ■'"■,rst'?MV>'-''-*«i'. " aiaTMt-afe.''>»*tt-.r'^<:v'?riwBSio»'»w»¡ii"i¿í;flBft¿,, HM V- p' í8 ro() VIAJIi ALKlinEÜOR DI'.L Ml'NDO ,(, fccción (ie nuestra obra; y así, se le contrajo in- mediatamente á la dotación de la Diísci'Iíiiíkta; en cuanto al diario é informe del I'iloto sobre la navef;ación de la Copacavana, á los Galápa- gos; se dejó el encardo al üol)ernador I). José Afíuirre para que nos le remitiese á Aladrid como parte de los documentos relativos á nues- tra comisión; sej^ún las noticias de alf^unos pa- sajeros, las islas eran muciías, y aljjunas tan grandes, que formaban un estrecho de 20 leguas: ciirecian por la mayor parte de agua, según lo denotaba su sequedad, y el mismo suelo por la mayor parte de pome;í (del cual dieron muestras á I). Antonio l'ineda) las manifestalia como un fragmento de varios volcanes, destinados por la Naturaleza á ser proljallemente un desierto: unánimes avisaban la duración constante de cal- mas y chubascos, en la inmediación de aquellas islas, y su distancia de la costa en lOo leguas, siendo su latitud próximamente entre i" al Sur y i" al Norte de la liquinoccicil. listas noticias, )• una vo;; envejecida entre l,)s prácticos, deque los Galápagos se extendían mucho hacia el liste, debieron precisamente ha- cernos cautos sobre el partido más oportuno, para que ni el tiempo dejase de aprovecharse cuanto fuese posible, ni bien comprometiésemos por cosas de poca entidad los plazos y destinos que nos habíamos propuesto en los puntos im- portantes de la costa siguiente al Norte. De ningún modo podía determinarse una separación de las corbetas cuando nuestras tareas en Pa- namá, extendidas tal vez hasta Fuertovelo, se- rían muchas, penosas y delicadas; cuando sería aquel partido probablemente necesario en las costas de la Nueva España, cuyos productos y situación debían mirarse como muy interesantes para la Monarquía; finalmente, cuando toda an- ticipación en la llegada nuestra á San Blas arrastraría precisamente grandes utilidades para la próxima campaña sobre la costa Noroeste. Finalmente, en la tarde del 27, deducido el medio día por las alturas correspondientes, y cerrada la cuenta de los relojes, se embarcaron los instrumentos astronómicos y geodésicos; se habían encajonado ya las aves y cuadrúpedos di- secados, y los herbarios de los Sres. Heenke y Nee; y votada al agua al anochecer la lancha, ya casi concluida, no faltaba cosa alguna para dar la vela. La marea del 28 no debía declararse á la va- ciante hasta el medio día; por consiguiente, sólo á las diez de la mañana, cedida un poco su fuer- _ za, suspendimos ambas corbetas la amarra del Norte y quedamos á pique de la otra; y última- mente, á la una de la tarde, con prácticos del rio en uno y otro buque, dimos la vela con las solas gavias. Como el viento, por lo común, sea del Sud- oeste, y muy estrecha y aun sembrada de bajos la oci. is canal navegable, es costumbre y ct'si siempre precisa el entregarse á la marea para bajar á la l'uná; paireando siempre que se esté á media canal , y valiéndose de las gavias únicamente para arrimarse ú una ú otra orilla, según el caso lo requiera: á veces es oportuno el navegar á popa para (|ue el plazo en que se pueda buscar la canal, sea algo más largo; y entonces la in- mediación de los árboles, reunida á la mayor ac- tividad de la marea, presenta el espectáculo di- vertido de una navegación de retroceso: la tran- ([uilidad del agua, la amenidad de los contornos, y el vientecillo, contrario sí, pero templado; la seguridad misma de poder con un anclote ivadir cualquier peligro, hacen aquel tránsito á lo me- nos divertido, ya que debe ser muy lento: en al- gunas partes disminuye el fondo de tal modo en la bajamar que }a no son navegables; y en aquel caso es preciso, aun sacrificando una parte de la marea favorable, dar fondo para esperar el paso con el agua alta al principio de la vaciante. El estar la Luna en el cuarto menguante hacía que la" mareas á la sazón fuesen lentas y poco elevadas. Las causas indicadas, y principalmente la del poco fondo entre la punta Sur de Santay y la Punta Gorda, nos obligaron á fondear como á las cuatro y media de la tarde, andadas sólo dos leguas; no obstante, no se malogró el tiempo enteramente, pues se dirigieron algunos unciales á reconocer unos bajos no distantes y marcar en una punta de la costa del Oeste. Luego que se declaró á las diez y media de la noche la otra marea favorable, nos levamos de nuevo, y algo favorecidos üel viento, á veces con bordos cor- tos, á veces con otros má« largos, alcanzamos á fondear entre la Punta Miel y la Punta León, no distantes de las bocas de Taura. Ya á las once, declarada con alguna fuerza -íy la vaciante, pudimos levar nuevamente el ancla, y continuar paulatinamente nuestra derrota la cual nos condujo al Sur de la Punta de Piedras, proporcionándose también á D, Felipe Bausa el salir con el bote á reconocer la piedra sola, que angosta mucho el canal en esta parte, bien que le compensa ventajosamente, el mucho fondo que hay así á pique de la misma piedra, como de los árboles de la costa. El chanduy no nos permitió en la tarde el aprovechar toda la va- ciante, con la cual, siendo muy endeble, no era fá"il contrarestar el impulso opuesto del viento: dimos fondo al ancla á las dos y media, y per- manecimos en la misma disposición hasta la si- guiente marea. Debía ésta conducirnos hacia la Isla Verde; pero como en la dificultad de con- servar la media canal, se hiciesen temibles Icci bajos inmediatos á la Isla Mondragón, á las nos de la mañana, y con solas dos horas de vaciante ,0 COUHHTAS DliSCUDIHRTA Y ATRHVIDA 107 ijns la Oci. j8 .inprc I' .i la nK.'ciia mente I caso u;ir á )uscar lii in- or He- lio di- i liíiii- ornos, ido; la evadir o me- en al- modo .; }• en i parte ciar el ciante. ; hacía y poco oct. JO volvimos A dar fondo entre la Punta de Alca- traces y aquella isla. Lucíjo que amaneci/) fué un bote de cada corbeta á la orilla inmediata para cortar leña, y medida una base en la l'unta de Alcatraces, se ligaron oportunamente con las marcaciones hechas en Guayaquil los diferentes puntos importantes á la vista, (|ue ceñian a(|ue- 11a parte exterior del rio. Al medio dia pudimos ya dar nuevamente la vela, y antes buscando la medianía de la canal, y conservándola después, vernos hnalmente como á las cuatro y media de la tarde, casi franqueados de la Isla \'erde. ífu- cesivamente con el auxilio de la virazón y con todo ;i parejo, pudimos dar un bordo con las mu- ras á estribor, del cual revirando últimamente á las cinco, alcanzamos al ponerse el Sol el fon- deadero de la Puna, en donde dejamos caer el ancla algo distante de la población, asi por el efecto ya sensible de la marea contraria, como por la mejor disposición para continuar en la si- guiente noche nuestra derrota. Ilízose así efec- tivamente. Tuvimos la sonda de cinco á siete brazas lama; y como no diésemos fondo hasta las cinco de la mañana, precisados de la calma y de la marea contraria, pudimos ya hallarnos Esteoeste con los altos de las Salinas en la Isla de la Puna, demorando la Punta de Jambeli al Sur 5" Este de la aguja (i). 31 Desde las nueve de la mañana siguiente em- pezaron á declararse ventolinas favorables del Noroeste, con las cuales, i casi parada la marea contraria, dimos la v la con ánimo de proporcionarnos mejores bordos al tiempo de entablar la vira/^ón, con cuyo fin inclinamos también nuestros rumbos hacia la Punta de Sa- linas y el Amoi'tajado: no pudimos á la sazón desentendernos de las distancias de Sol á Luna que por un corto intervalo se nos presentaban fáciles y seguras, para agregar aquel dato por medio de los relojes marinos, á lo 1 demás que nos habían suministrado la longitud de Guaya- quil. Treinta series observadas á bordo de la Descl'BIKKTA poco antes del medio dia, y cal- culadas con la mayor exactitud por las fórmu- las del caballero Borda , dieron una longitud de 30' 26" más oriental que la de los relojes; por consiguiente, muy aproximada á nuestras de- ducciones por las observaciones hechas en Gua- yaquil. Entablada poco después la virazón y despe- didos los práctico,, continuaron nuestros bordos según lo exigían las circunstancias. No tardó el fondo en aumentar hasta 16 brazas, disminu- yendo luego paulatinamente á 10 á medida que (1) Parecerá demasiado difusa y cansada la des- cripción de la salida de las corbetas de la ria de Gua- yaquil, si no se atiende A que son importantes aque- llas noticias para las ideas sucesivas de la navega- ción y defensa de aquellos contornos. nos aproximamos A la costa firm( . La lama nos 'xi. u avisaba que conservábamos la canal, y las dife- rentes marcaciones á los muchos puntos en tor- no, entre los cuales ya conseguíamos también la vista del Amortajado; nos daba lugar á reunii con las actuales, lastareasde los Sres. Tova, Robre- do V Murphy y aun las que las mismas corbe- tas habían verificado á la venida: era el tiempo agradablemente placentero, y la mar únicamente algo picada de la virazón. La noche siguiente fué algo más penosa por la necesidad continua de maniobrar, con el lin de conservar sobre bordos el canal entre la costa de Tumbes y la Puna. Preferimos este partido al de dar fondo, como por lo común debe verificarse en aquel tránsito, porque no teniendo ya los efectos de la marea, deseábamos no perder momento á pesar de ser el viento algo llojo y vario. Nuestros bordos fueron, por consiguiente, repetidos, y siempre con atención á que nos encontrásemos sobre la costa de la Puna antes del amanecer para apro- vechar con más ventaja los terrales del Noroes- te. Conservamos el fondo lama, y alcanzába- mos por lo común las 10 brazas en uno y otro extremo, no extendiéndose los bordos á más de dos leguas, y viéndonos muchas veces precisados á virar rápidamente, porque pocos minutos nos hacían caer de las 15 a las nuev; brazas. Al amanecer vimos con mucho agrado que n.v. i.» nuestros esfuerzos no habían sido infructuosos; por fondos de 17 brazas lama, nos hallábamos entre el Amortajado y los Islotes de Payana que luego conducen á Tumbes; y la vista del alto de las Salinas, nos proporcionaba un nuevo en- lace de marcaciones con nuestra posición de Guayaquil. Demorai)a el Amortajado al Nor- te 70" Oeste de la aguja, distancia tres á cuatro leguas; á la sazón calmó enteramente el viento y creímos vernos precisados á dejar caer un an- clote, pues la marca nos arrastraba considera- blemente sobre la punta de los Manglares; pero por ventura no bien habían llegado las ocho, cuando un viento galeno del Nornoroeste nos dio lugar á ceñir al Oeste y apartarnos algo de la costa de Payana: las bases corridas en aque- lla ocasión debían destruir por medio de la la- titud observada algunas dudas sobre la ver- dadera latitud del Amortajado originadas de la demasiada proximidad del Sol al zenit, al tiem- po de nuestras primeras observaciones con las corbetas. En efecto, observada al medio día la latitud de 3° 20' 30", y tomados de antemano diferentes horarios, nos cercioramos que la latitud del extremo Sur del Amortajado, era de 3" 14', y su longitud de o" 32' 40" al Oeste de Guayaquil. Franqueada la navegación con el aprove- chamiento de la virazón de la tarde, y evadidos al dia siguiente los efectos de algunas turbona- _„...imi f i()8 VIAJU ALliUUüUUK DLL MUNMU Niiv I i • da» con mantencriios nobre poca vela casi en una posicii'm iiniCormc, \ii en • i tnrdf del \ de Nn- vienibre pudieron empezar de nuevo liis tarea» aco^tUitiLradas al andar de la costa. Debíamos atravesar ahora los límites '-onstantcmente llu- viosos de las dos estaciones opuesius en aquellos mares; debíamos luchar al mismo tiempo con las calmas, las corrientes, las lluvias y las turbona- das que casi á porfía dominan allí en todo el año; la Isla del Gallo, la üorgona, la bahía de San lUienaventura eran nombres hasta entonces temidos con mucha razAn en aquellas inmedia- ciones, y sin embargo, debíamos reconocerlas y sujetarlas á observaciones exactas de latitud y lon;;itud; finalmente, las costas á donde se diri- gían ahora nuestros pasos, si bien sujetas á la Monarquía, no podían á menos de reunirá nues- tra vista en una sola perspectiva, los sufrimien- tos de los primeros navej^'antes españoles, las invasiones d'- los filibusteros y la despoblación natural de un j ais aún no desmentada, y sujeto por la misma ra-cn á unas lluvias y tempestades tan duraderas. Atracada en el entretanto la costa para las dos de la tarde, ya que la calima no había per- mitido el distinguirla hasta entonces, conocimos que nuestra posición, al paso de facilitarnos la reunión prolija de las tareas emprendidas, con las que se habían efectuado en las excursiones al Morro desde üuayaquil, exigía una no media- na precaución en los rumbos siguientes, los cuales, si nos descuidásemos en no hacerlos con- trarestar á la corriente, pudieran muy bien arras- trarnos sobre los muchos arrecifes de que están llenas aquellas costas: demoraba la punta Santa Elena al Norte i8" Oeste, las costas de Chanduy y los altos del Tambo, se extendían hasta el ICsnordeste. Vencida en la noche aquella punta, y pro- porcionándose después de algunas horas de pairo el marcarla de nuevo en la mañana siguiente, al tiempo que un vientecito favorable y galeno nos conducía con bastante velocidad hacia el Norte, ya la navegación emprendida dejó aproximarnos rápidamente hacia la línea Kquinoccial. Pasá- ronse el pueblo de Colonche, la Isleta Salango, la Isla de la Plata y el Cabo San Lorenzo: atraca- mos luego el fondeadero de Manta, paraje fre- cuentado ó bien por un pequeño comercio de co- mestibles y manufacturas, ó bien por las muchas arribadas de las embarcaciones, que navegando desde las costas del Norte á Guayaquil ó al Perú, se ven al mismo tiempo contrariadas del viento de la marea y de la corriente, y como carezcan de agua y víveres, les es preciso el reemplazarlas en aquel paraje. La observación de un eclipse de Luna hecha por Mr. Bouguer en el pueblo de Monte-Christi, dio allí un nuevo dato importante para la comparación de nuestras longitudes. Fi- nalmente, en la tarde del 5, por fondo de 40 y Nw. \ 45 brazas lama, \a marcábamos el Cabo Pasado al liste á distancia de tres leguas, y por consi- guiente se aproximaba muy ipucho nuestro in- greso en el hemisferio del Norte. I'!fectivumente, como siguiesen los vientos favorables del Sur y Sursudoeste y nosotroH en la navegación de la noche continuásemos siem- pre con las mismas precauciones de no propasar los límites de la tarde anterior en los extremos de la costa, ya al día siguiente observamos la laíituddco" 49' al Norte de la Lquinoccial. La longitud era de solos 15' al Oeste de Guayaquil. lil cabo San Trancisco se veía al Sur 25" Este y la Punta de la Galera al liste; en las pifixi- midades del rio de las ICsmeraldas, la sonda- leza en aquella misma tarde no alcanzaba el fondo con cien brazas, cuando á las dos y á las tres habíamos navegado por 10 y 1 7 brazas arena, prueba evidente, que el placer que desde la Punta de la Galera se extiende hasta la Gorgona sale á veces con el poco fondo hasta dos leguas mar afuera, y conforme con los derroteros hace aque- lla navegación bastantemente arriesgada. Nunca la navegación nuestra fué más fe- liz que en los días siguientes, en los cuales, como ya se manifestó, debíamos luchar con unos obstáculos tan constantes como difíci- les de vencerse. Las lluvias, lo más frecuente- mente, eran sólo copiosasi durante la noche; y los días, al contrario, despejados, nos propor- cionaban al mismo tiempo la vista individual de las costas y la repetición necesaria de las ob- servaciones: verificadas éstas oportunamente y combinadas en una masa común las latitudes, las longitudes y las marcaciones, descubrían una á otra los errores respectivos, por manera que fuese fácil en las bases de corredera hacer fren- te á las variaciones cómplice Jas y oscuras de las corrientes, las cuales ya daban diariamente un error á lo menos de ¿o' en latitud y otros tantos en la longitud estimada. Recorriéronse así y pu- dieron describirse con mucha exactitud, las cosi- tas que desde el cabo San Francisco corran por las Puntas de Mangles y Salaonda, por las Islas del Gallo y la Gorgona y por la ensenada de San Buenaventura, hasta la Punta de Chirami- ra y el Cabo Corrientes. En las inmediaciones del cabo yá las tierras son bien altas, cesando los Manglares que vienen sin interrupción desde el cabo San Francisco; no se encuentra fondo á tres leguas de la costa con cien brazas de son- daleza. Finalmente, siguen allí muchos ríos de los que inundan el Choco, tributando al mar al mismo tiempo, los despojos de una ve jetación siempre lozana y las arenas de oro, que con su brillo engañoso atraen hasta aquellos bosques al hombre codicioso. Las inmediaciones del Cabo Corrientes fue- \ m k- 40 y Noy. í Pasado consi- tro in- COKIIKTAS DRHCUHIÜKrA V MKIAIHA in() Nnv 1 ron para nosotros el verdadero término del mé- todo de tareaH seguido hasta entontes con tanta felicidad. Va las lluvias eran igualmente copio- sas y constantes; los estallidos de los rayos nos indicaban próxinio otro pelif,To mayor. Las co- rrientes sumamente rápidas, no podían corregirse por medio de las observaciones, ni era posible con aquellos tiempos el conservar siempre á la vÍHta una costa á las veces baja, á las veces co- ronada de peligros. Navegábamos, ya con mucho, ya con poco aparejo, ya al Nordeste ya al Nor- oeste según parecían dictarlo las circunstancias y carices, h lo pedían imperiosamente los vien- tos varios desde el Sudoeste al ()t .1, uoeste y en- tremezclados con algunas calmas. 11 Aprovechábase, finalmente, cualquier clara para reconocer los trozos intermedios d( la cos- ta, la cual seguíamos á distancia de cuatro le- guas, pero las inmediaciones del Golfo de Pana- má pusieron finalmente un término á los obs- táculos indicados, y en la tarde del 1 1 , restituida la serenidad á los cielos y horizontes, fué fácil descubrir las costas que desde el I'uerto de Pi- nas conducen á la Punta de Garachine, extremo occidental del Golfo. En el día siguiente, á me- dida que atracábamos aquella punta, se perci- bían más eficaces los impulsos de la marea, y con este auxilio, más bien que con el del viento, la pudimos marcar al anochecer hacia el Este; vcíartse al mismo tiempo una parte considerable de la costa del Darien, varias islas de las Perlas, la de la Galera y la de San Telmo. La entrada del Golfo de Panamá se hace algo cuidadosa por una laja sumergida llamada el Bajo de San José, la cual media entre la Punta de Garachine y la Isla Galera. Las vaciantes lle- van hacia ella con bastante rapidez; las entrantes arrastran hacia el Darien también sembrado de bajos. Así, cuando el viento calma, parece el partido preferente el de fondear; y ést" fué efec- tivamente el que tomamos á las ocho de la no- che, ya que se reunía á la marea contraria un viento flojo y directamente opuesto á nuestra de- rrota. Pero aquella situación no duró mucho, pues á las tres de la mañana ya estábamos nueva- mente á la vela para aprovechar las mareas y los vientos variables hasta alcanzar el puerto de Pe- rico. Quien conozca la flojera inseparable de los navegantes de aquellos mares y la clase de sus buques, no extrañará que muchas veces la sola navegación desde la Punta Garachine á las Islas de Perico, les detenga después de repetidos ries- gos, por un plazo de diez ó doce días, Nosotros, sin dar nuevamente fondo y contrarestados di- rectamente del viento, el cual á veces calmaba, á veces des.fogaba con algunas turbonadillas va- riables, no tardamos sino dos días; á las dos 16 de la mañana del 16 se dejó caer un ancla á poca distancia del fondeadero, y apenas hubo I amanecido, cuando entrambas corbetas mejora- Nnv m I ron su posición y qufíiaron amarradas. Los es- i eolios y el poco fondo que rodean las orillas de Panamá, y su desabrigo con los vientos del Su- doeste, han dado la preferencia para el fondea- dero á la parte Nordeste de las dos isletas de Perico y l'lamencos, faltas á la verdad de agua y leña, pero bien cultivadas, favorecidas con un buen fondo de arena, y sobre todo, no distantes de la ciudad sino una legua escasa. ICra el paraje donde nos hallábamos, el más importante tal vez de cuantos habíamos visitado hasta entonces, bien le refiriésemos á los o!)- jetos científicos de la Hidrografía y de la Histo- ria Natural, ó á los objetos políticos de las con- quistas nacionales y de la prosperidad actual de la Monarquía; tnmbinábanse allí, á muy poca distancia unas de otras y en una tan grande in- mediación de la Equinoccial, unas playas fértiles y amenas, un país áspero y montuoso, varios bos- ques apenas trillados, y una variedad inmensa de maderas, gomas, aves, cuadrúpedos y conchas, dignas cada una por sí de la mayor atención del naturalista, lira precisa la determmación más escrupulosa de la longitud, en cuanto á la po- sición nuestra tan inmediata á los puertos de Chagres y Portovelo; podría arrastrar errores incompasibles en los arrumI)amientos del Istmo por ambos mares, si las observaciones astronó- micas no fuesen conformes con las que debían repetir en las orillas del Atlántico los Oficiales destinadoa á las cartas d^: la América Occiden- tal. Por otra parte, un golfo importante y las Islas renombradas de las Perlas, ni s recordaban al mismo tiempo, ó el tránsito de tantos millones de numerario ó el antiguo comercio de los ga- leones, ó finalmente, los extragos y proezas de los corsarios filibusteros. Era aquel el primer paso que había conducido nuestros antiguos con- quistadores al mar del Sur, y debíamos mirarle todavía como el centro de las expediciones ma- logradas de los Almirantes ingleses Vernon y Anson; su fortificación y sus fuerzas, suficientes apenas aunque con extremo costosas, para hacer frente á los indios inmediatos del Darien; sus calles desiertas, sus casas arruinadas y el puerto abandonado; todo hacía un contraste singular en nuestra imaginación, de las vicisitudes del tiempo, de los progresos actuales de la navega- ción y de la diferente robustez de la Monarquía en este y en los siglos anteriores. Desde luego el Brigadier de la Real Arma- da I). José Domas y Valle, á la sazón Gober- nador y Capitán General de la provincia, acce- dió gustoso á coadyuvar á nuestras medidas para que aquellas atenciones no dejasen de realizarse hasta donde lo permitiese el plazo prefijado de nuestra demora; era entonccK tanto más necesa- ria una cierta precipitación en nuestros pasos, I 'ú ■l ■:í. 4 >-.-vn(^.TS,'(;#rí^'"fr^5í^rf,VV!«»^.*.-",-^^Vsí!-- M no VIAJí; ALREDEDOR DEL MUNDO ■\-^M .k cuanto que en los días inmedi.'itos debían propor- cionársenos íilfíunas observaciones las más im- portantes para el objeto prefijado de la longitud; en efecto, en la misma tarde del i6 quedó esta- blecido el observatorio en las inmediaciones de un bastión, desde el cual era fácil comunicar á las corbetas, por medio de fusilazos, las horas del péndulo referidas á los relojes marinos, y el día icS, malogradas algunas obserVK':iones por la interposición de las nubes, pudo á lo menos de- ducirse la longitud por los relojes y compararla á algunos otros resultados. La longitud deducida fué la siguiente: N'nm. '11 , Xiini. 7J N'iiin. I t. 'l'icinpo medio de Panamá 1(1. (lo ("u'.ayaquil. Adelanto. 3. i<). 28.15. A/ntso. 3.48.28. 4 3.46.50.55 A/rus,'. 3.49.30.14 3.48. 9.30 Diferencia do me- ridianos Ecuación por las co mparacio - nes. /I/." . . . . 1.22.4 4.42 ••37- 9 20. 6 1.20.38 4.12 Diferencia co- rregida 1.17.22 "•'7- 3 1. 1 6. 26 Cuvo promedio daba la longitud Orien- tal de (luayaquil en grados Que referidos :1 aqiu'l ^!er^diano según nuestras series. . . o'Vq' 14" 73.24.15 Daban finalmente á Panamá la longitud occidental de Cádiz de 73. 05.01 Era la deducción por la observación de Mr. Houguer en Manta traída con nuestros relojes 73.06.06 Y 243 series de distancias de la Luna al Sol observadas en los días 13, 14 y 15 y traídas con los relojes mari- nos, daban 73- 1. o Del 1 9 al 23 se dispusieron y emprendieron todas las excursiones cientilicas de cuyo regreso dependería únicamente el plazo de nuestra de- mora en el puerto. Al cargo de U. Secundino Salamanca iba la lancha de la Atkevid.a con un Pilotín, }■ sus operaciones debían limitarse á de- terminar con buenas sondas el fondo de tres bra- zas al andar de la costa desde Panamá la Vieja hasta las Islas de Majaguar y el Pelado: debía particularmente determinar la verdadera exten- sión del bajo de la Punta Manglares, hacer en los puntos más altos marcaciones con el teodo- lito, que reuniesen el pormenor de toda aquella costa con las tareas que se emprenderían en el ]nierlo, y sf- le encargaba que observase algunas latitudes, ligándolas, sí fuese posible, con el ex- treme de una ú otra base, D. Juan V'ernaci con un Pilotín de la Des- criiiERTA, el cuarto de círculo de Kamsden, el leloj 105 de Arnold y un teodolito, tuvo orden de dirigirse á Cruces, y de allí por el rio hasta nov. ;i Chagres, con el objeto de referir la longitud á la orilla del otro mar. La lancha de la Desclhierta, con otro Pilo- tín, un práctico natural, el cronómetro 71, dos sextantes y un teodolito, se puso en el cargo del Teniente de navio Novales, para que recorriese y trazase cuidadosamente todas las islas, que bajo el nombre de las Perlas y del Rey, compo- nen aquel Archipiélago. Debía examinar el bajo de San José, medio entre la Punta Garachine y la Isla de San Telmo; y debía procurar que to- do este trabajo ligase con los otros por medio de marcaciones hechas en algunos altos con teo- dolito y aguja. Quedaba luego al cargo de D. Felipe Bausa y del Piloto D. Juan Maqueda, el poner orden á los materiales hidrográficos acopiados. Los botá- nicos y D. Antonio Pineda debían correr á su all)edrío, ó el país llano ó el montuoso, á do les llamase su actividad indecible; ocupábanse al mismo tiempo algunos individuos en las diseca- ciones, y ur. joven bastantemente experto de la corbeta Descubierta había tomado á su cargo el representar con el dibujo los objetos más pro- pios, ó bien fuesen de perspectiva ó relativos á la Historia Natural. La sondas, el corte periódi- co de la leña y el cuidado diario de los buques y sus pertrechos, donde era tan temible, el efecto de la bruma, como el dg las lluvias y def Sol con exceso ardiente, fueron últimamente otros tantos objetos má;. i)ien de entretenimiento que de fatiga para la demás gente de entrambas tri- pulaciones; se añadían á la ración algunos re- frescos y vino, se les permitía un esparcimiento útil en las playas inmediatas, en dónde frecuen- temente les convidábamos con el ejemplo á ba- ñarse; rara vez iban al pueblo, y correspondien- do felizmente los efectos á las medidas indica- das, lográbamos combinar con el trabajo continuo una robustez y alegría que no pueden ser comu- nes en aquellas regiones. Fueron allí más frecuentes y nocivas que en otra parte alguna las inmediaciones y la sombra del árbol del manzanillo. Los botánicos, movidos seguramente de un cierto pundonor, y nuestras gentes destinadas al corte de la leña por un efecto á las veces de su antojo, á las veces de su ignorancia, en cuantas ocasiones se arrimaron á ese árbol extraño, en otras tantas sufrieron con- siderablemente. La hinchazón en difeientes par- tes del cuerpo, una grande propensión al vómito y un dolor general en todo el cuerpo, eran efectos repentinos de su sombra, los cuales no se disi- paban sino después de muchas horas. Es aún más extraño el que siendo tan temible la som- bra, ó lo que es lo mismo, la emanación en las hojas causada por la acción del Sol. el tronco al mismo tiempo no sea en modo alguno nocivo, y CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA iri 1 rio hasta sm. longitud á 1 otro Piló- lo 71, dos 1 cargo del recorriese islas, que ;y, compo- nar el bajo iaracliine y rar que to- por medio os con teo- :lipc Bausa ler orden á . Los botá- :orrer á su 30, á do les pábanse al las diseca- perto de la ;í su cargo os más pro- relativos á ¡rte periódi- os buques y le, el "fecto s y def Sol mente otros miento que Tambas tri- algunos re- parcimiento ide frecuen- :mplo á ba- respondien- idas indica- ij o continuo n ser comu- ivas que en y la sombra os, movidos y nuestras 2ña por un veces de su arrimaron á frieron con- ei entes par- m al vómito eran efectos no se disi- is. Es aún ble la vsom- ción en las el tronco al 10 nocivo, y I ) Xov. 33 ó conviértase en leña para quemar, ó se aplique á uiferentes usos de la vida sociable, nunca cau- se al tiempo de emplearle el menor daño ó mo- lestia. Ld actual mudanza de la estación lluviosa del Sudoeste con la otra seca y despejada del Nordeste, la cual, como ya se ha insinuado, de- bía proporcionarnos la continuación fácil de las tareas hidrográficas al andar de las costas de la Nueva España, no pudo menos de acarrearnos en aquellos días muchas lluvias mezcladas á ve- ces con ráfagas violentas y con algunos rayos. Seguíase luego naturalmente el correr los vien- tos calmosos con rapidez por toda la aguja. En- tablado, finalmente, el Norte y el Noroeste, vol- vía el tiempo á su antiguo semblante hermoso, y á medida que se aproximaban los primeros días de Diciembre, ibau esos vientos arraigando más su imperio. Estas alternativas del tiempo debie- ron precisamente causar alguna lentitud en las excursiones emprendidas; hicieron malograr va- rias observaciones astronómicas, y ocasionaron el naulVíigio de una lanchada la Atkiívida carga- da de leña, la cual, i'ota la amarra por una re- saca extraordinaria, se desfondó sobre las pie- dras é hizo infructuosos los esfuerzos de la gente, que procuraba libertarla. En una playa desierta, mojada, sin ropa para mudarse y sin comida, debió por naturaleza sufrir mucho en la noche siguffente. Los auxilios que le condujo al otro día D. Antonio Tova fueron por la misma razón recibidos con el gozo correspondiente; se com- prendía también entre los náufragos una partida de cazadores dirigida por el Cirujano de la Atre- vida, la cual debió malograr en aquella ocasión varias adquisiciones preciosas para nuestras co- lecciones naturales. Todos, finalmente, volvie- ron á bordo, y poco después el Teniente de na- vio Robredo, con maniobras bien entendidas, condujo también la lancha para vararla en las playas inmediatas y atender á su composición. uic, El día 4 de Diciembre, ya se hallaron recon- centrados á bordo, además de la lanciía del Te- niente de fragata Salamanca, la cual lo había verificado mucho antes, también todos los natura- listas y D. Juan Vernaci. El primero, además de los reconocimientos que se le habían encargado, había hecho marcaciones bien importantes en los altos de las Islas Chapera y Pacheca, precisado .i ir á ellap por falta de agua. El último había con la mayor felicidad repetido las observacio- nes en Chagres y conseguido al mismo tiempo el observar dos inmersiones del primer satélite de Júpiter y un nuevo examen en Cruces prara la marcha más segura del reloj 105. Tampoco fue- ron menos felices los Oficiales astrónomos en el conseguimiento de unos datos exactos para la deducción de la longitud y á pesar que se hubie- sen malogrado diferentes observaciones, pudie- ron, sin embargo, agregarse á los que ya se han uic. ., expresado los resultados siguientes: T riígituíl occidental (ic Pa.ís. Por la ocult.ición de la 88 del cat.llogo de Mayer por la Luna, calculada por las tablas de Mr. Masón 81.44. 32 Por la 243 del mismo catalogo (no ob- servada con igu".l co ilianzaj 81.57.15 Por las diferencias ascensionales de la Luna deducidas por las comparacio- nes ;í Régulus, y al corazón do la Hi- dra con el cuarto de circulo 81.43. 22 Una inmersión del primer satélite de Jü- pitei corregida de los errores de las tablas 81.51.00 Ocultación de n^ Virgo 81.46.21 listos resultados, cuando alcanzásemos á co- rregirlos é igualarlos por medio de los errores de las tablas averiguados en algún observatorio de Europa, debían ya tranquilizarnos sobre el obje- to primero de evitar una contradicción ó discre- pancia con las determinaciones hechas en la orilla del mar Atlántico; pues la diferencia de 29' 11" al Este, que indicaba el reloj 105 para el observatorio de Panamá relativamente al de Chagres, bastaba para la exacta comparación de unos y otros elementos. Finalmente, en la tarde del '7 vijnos también reincorporarse la lancha ? de la DiJSCUBlERTA á las órdenes del Teniente de navio Novales. Como lo ha])íamos sospecha- do, desde el día 2 estaba detenido en la Pacheca acosándole los vientos contrarios, los cuales, una vez le liahían rendido el palo mayor y otra he- dióle peligrar en el mismo fondeadero. Eran frutos de esta excursión, el prolijo reconocimien- to de todo el Archipiélago de las Perlas y del bajo de San José, una multiplicidad grande de marca- ciones á los puntos más distantes de ambas cos- tas, y una serie de observaciones de latitud y longitud que no podían ya dejar la menor duda sobre la posición verdadera de cada punto. Así, concluidos los diferentes objetos que hacían ó útil ó necesaria nuestra estada en el puerto de Perico y auxiliados al mismo tiempo los almacenes de la plaza enteramente exhaustos con aquellos pocos efectos que pudiesen sumi- nistrar nuestros repuestos, ya no debió diferirse por más tiempo la salida de las corbetas. . El 12 la transferimos al fondeadero de la ^ Isla de Taboga, donde debíamos reemplazar la aguada, lo cual \erificado en los dos días si- guientes muy á nuestro placer por la amenidad . del sitio, la abundancia, la comodidad y la pu- reza de las aguas; y sobre todo por la facilidad de i"epetir allí también varias tareas importan- tes relativas á los objetos esenciales de nuestra comisión; finalmente, en la mañanita del 15 di- 'S mos la vela para la continuación de loo recono- cimientos emprendidos. "'i lio VrAJR ALREDEDOR DEL MUNDO M W'^ Wi Nnv. .'. cuanto que en los días inmediatos debian propor- cionársenos algunas observaciones las más im- portantes para el objeto prefijado de la longitud; en efecto, en la misma tarde del i6 quedó esta- blecido el observatorio en las inmediaciones de un bastión, desde el cual era fácil comunicar á las corbetas, por medio de fusilazos, las horas del péndulo referidas á los relojes marinos, y el día iS, malogradas algunas observíL^iones por la interposición de las nubes, pudo á lo menos de- ducirse la longitud por los relojes y compararla á algunos otros resultados. La longitud deducida fué la siguiente: Niim. 61. Niini, 7J Xlim. i(j. Tiempo medio do Panam.ii 1(1. do (ji'ayaquil. Adela» fo. 3"iS' í'"i'"' 3. i(i. 28.15. 3.48.28. 4 3-46.50.55 1-37- 9 20. 6 3.49.30.14 3.48. 9.30 iJircrciicia do me- ridianos Ecuación por las co mparacio - nos. Ai." . . . . 1.22.4 4.42 1.20.38 4.12 Diferencia co- rregida T.17.22 1-1 7- 3 1. 1 6. 26 Cuvo promedio daba la longitud Orien- tal de Guayaquil en grados o"^9' 14'' Que referidos A aquel Meridiano según nuestras series. 73.24.15 Daban finalmente á Panamá la longitud occidental do Cádiz de 73.05.01 Era la deducción por la observación de Mr. Bouguer en Manta traída con nuestros relojes 73.06.06 Y 243 series de distancias de la Luna al Sol observadas en los días 13, 14 y 15 y traídas con los relojes mari- nos, daban 73-2 1. o Del ig al 23 se dispusieron y emprendieron todas las excursiones científicas de cuyo regreso dependería únicamente el plazo de nuestra de- mora en el puerto. Al cargo de D. Secundino Salamanca iba la lancha de la Atrevida con un Pilotín, y sus operaciones debían limitarse á de- terminar con buenas sondas el fondo de tres bra- zas al andur de la costa desde Panamá la Vieja hasta las Islas de Majaguar y el Pelado: debía particularmente determinar la verdadera exten- sión del bajo de la Punta Manglares, hacer en los puntos más altos marcaciones con el teodo- lito, que reuniesen el pormenor de toda aquella costa con las tareas que se emprenderían en el puerto, y s^ ¡e encargaba que observase algunas latitudes, ligándolas, si fuese posible, con el ex- treme de una u otra base. D. Juan Vernaci con un Pilotín de la Des- cuuiERTA, el cuarto de círculo de Ramsden, el leloj 105 de Arnold y un teodolito, tuvo orden de dirigirse á Cruces, y de allí por el rio hasta nov. : Chagres, con el objeto de referir la longitud á la orilla del otro mar. La lancha de la Descubierta, con otro Pilo- tín, un práctico natural, el cronómetro 71, dos sextantes y un teodolito, se puso en el cargo del Teniente de navio Novales, pai^ que recorriese y trazase cuidadosamente todas las islas, que bajo el nombre de las Perlas y del Rey, compo- nen aquel Archipiélago. Debía examinar el bajo de San José, medio entre la Punta Garachine y la Isla de San Telmo; y del^ia procurar que to- do este trabajo ligase con los otros por medio de marcaciones hechas en algunos altos con teo- dolito y aguja. Quedaba luego al cargo de D. l'elipe Bausa y del Piloto D. Juan Maqueda, el poner orden á los materiales hidrográñcos acopiados. Los botá- nicos y D. Antonio Pineda debían correr á su albedrío, ó el país llano ó el montuoso, á do les llamase su actividad indecible; ocupábanse al mismo tiemr ■> algunos individuos en las diseca- ciones, y ui. joven bastantemente experto de la corbeta Descubierta había tomado á su cargo el representar con el dibujo los objetos más pro- pios, ó bien fuesen de perspectiva ó relativos á la Historia Natural. La sondas, el corte periódi- co de la leña y el cuidado diario de los buques y sus pertrechos, donde era tan temible, el efecto de la bruma, como el dg las lluvias y def vSol con exceso ardiente, fueron últimamente otros tantos objetos más bien de entretenimiento que de fatiga para la demás gente de entrambas tri- pulaciones; se añadían á la ración algunos re- frescos y vino, se les permitía un esparcimiento útil en las playas inmediatas, en donde frecuen- temente les convidábamos con el ejemplo á ba- ñar'-.e; rara vez iban al pueblo, y correspondien- do felizmente los efectos á las medidas indica- das, lográbamos combinar con e! trabajo continuo una robustez y alegría que no pueden ser comu- nes en aquellas regiones. Fueron allí más frecuentes y nocivas que en otra parte alguna las inmediaciones y la sombra del árbol del manzanillo. Los botánicos, movidos seguramente de un cierto pundonor, y nuestras gentes destinadas al corte de la leña por un efecto á las veces de su antojo, á las veces de su ignorancia, en cuantas ocasiones se arrimaron á ese árbol extraño, en otras tantas sufrieron con- siderablemente. La hinchazón en difei entes par- tes del cuerpo, una grande propensión al vómito y un dolor general en todo el cuerpo, eran efectos repentinos de su sombra, los cuales no se disi- paban sino después de muchas horas. Rs aún más extraño el que siendo tan temible la som- bra, ó lo que es lo mismo, la emanación en las hojas causada por la acción del Sol, el tronco al mismo tiempo no sea en modo alguno nocivo, y i ) í ..i CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA III rio hasta nov, onfíitud á otro Pilo- 1 jr, dos cargo del ecorriese islas, que compn- ar el bajo irachine y ir que to- )or medio s con teo- ipc Bausa ;r orden á Los botá- irrer á su ), á do les ábanse al as diseca- erto de la su cargo s más pro- •elativos á te periódi- s buques y , el efecto y def Sol leute otros liento que ambas tri- Igunos re- arcimiento le frecuen- nplo á ba- ^spondien- las indica- 0 continuo ser comu- •as que en la sombra s, movidos V nuestras ia por un ■eccs de su ■rimaron á ieron con- , entes par- 1 al vómito "an efectos 10 se disi- j. Es aún le la som- ión en las •1 tronco al I nocivo, y } ' Nov. 33 Ó conviértase en leña para quemar, ó se aplique 'á u.'ferentes usos de la vida sociable, nunca cau- se al tiempo de emplearle el menor daño ó mo- lestia. La actual mudanza de la estación lluviosa del Sudoeste con la otra seca y despejada del Nordeste, la cual, como ya se ha insinuado, de- bía proporcionarnos la continuación fácil de las tareas hidrográficas al andar de las costas de la Nueva España, no pudo menos de acarrearnos en aquellos dias muchas lluvias mezcladas á ve- ces con ráfagas violentas y con algunos ra\-os. Suguiase luego naturalmente el correr los vien- tos calmosos con rapidez por toda la aguja. En- tablado, finalmente, el Norte y el Noro"ste, vol- vía el tiempo á su antiguo semblante hermoso, y á medida que se aproximaban los primeros días de Diciembre, iban esos vientos arraigando más su imperio. Estas alternativas del tiempo debie- ron precisamente causar alguna lentitud en las ex'cursiones emprendidas; hicieron malograr va- rias observaciones astronómicas, y ocasionaron el naufragio de una lancha de la Atrevida carga- da de leña, la cual, rota la amarra por una re- saca extraordinaria, se desfondó sobre las pie- dras é hizo infructuosos los esfuerzos de la gente, que procuraba libertarla. En una playa desierta, mojada, sin ropa para mudarse y sin comida, j debió por naturaleza sufrir mucho en la noche sigüifente. Los auxilios que le condujo al otro día D. Antonio Tova fueron por la misma razón recibidos con el gozo correspondiente; se com- prendía también entre los náufragos una partida de cazadores dirigida por el Cirujano de la Atre- vida, la cual debió malograr en aquella ocasión varias adquisiciones preciosas para nuestras co- : • lecciones naturales. Todos, finalmente, volvie- ron á bordo, y poco después el Teniente de na- vio Robredo, con maniobras bien entendidas, condujo también la lancha para vararla en las playas inmediatas y atender á su composición. uic, El día 4 de Diciembre, ya se hallaron recon- centrados á bordo, además de la lancha del Te- niente de fragata Salamanca, la cual lo había verificado mucho anles, también todos los natura- listas y D. Juan Vernaci. El primero, además de los reconocimientos que se le habían encargado, había hecho marcaciones bien importantes en los altos de las Islas Chapera y Pacheca, precisado á ir á ellas por falta de agua. El último había con la mayor felicidad repetido las observacio- nes en Chagres y conseguido al mismo tiempo el observar dos inmersiones del primer satélite de Júpiter y un nuevo examen en Cruces para la marcha más segura del reloj 105. Tampoco fue- ron menos felices los Oficiales astrónomos en el conseguimiento de unos datos exactos para la deducción de la longitud y á pesar que se hubie- sen malogrado diferentes (il)servaciones, pudie- ron, sin embargo, agregarse á los que ya se han díc. ,, expresado los resultados siguientes: T '^iigítud occidental la tarde y noche siguiente, aunque muy lentos. FA viento era calmoso del Sudoeste y no': prometimos lue- go el aproximarnos al Golfo de Nicoya; sólo sí que á la una de la mañana, ya bastanteinente inmediatos á la costa, y recelando el efecto de las corrientes contrarias, viramos al Sur con viento calmoso, acompañado de algunos cbu- basquillos. Desde la tierra baja, que siempre habíamos creído Isla del Caño, v desde la tierra alta in- mediata, que en todos los días anteriores de cal- ma marcábamos como extremo Oeste de la tie- rra firme, empieza ésta á bajar paulatinamente terminando luego en una punta baja, extremo oriental del Golfo Dulce. Su extremo occiden- tal es igualmente bajo; pero escarpado, se eleva muy luego considerablemente y co "«tinúa así la costa por espacio de cuatro ó cinco leguas al Oesnoroeste, retrocediendo después algo más al Norte y volviendo á bajar hasta la Punta Ma- la, que distará de la otra una distancia casi igual á la que acabamos de expresar. Se dejaban ver á larga distancia en la parte interior del Golfo Dulce diferentes serranías algo confusas y toda la costa parecía igualmente frondosa y acan- tilada. Hasta el día 6 las calmas, las corrientes y los vientos contraríos, nos hicieron permanecer de nuevo en una inacción total, ó más bien nos costaron algunos sacrificios, particularmente en la latitud, pues en este último medio día apenas contábamos la de 6° 29', por longitud de 4° 26' al occidente de Panamá. Habíanse, no obstan- te, aturbonado ahora los cielos y horizontes por los cuatro cuadrantes, había relámpagos al Sur y Sueste, y con esto reposábamos algún tf^ ito del calor excesivo de tantos días dimanado de la acción no interrumpida del Sol, y nos prometía- mos más próxima la revolución deseada del tiempo. En el entretanto, las circunstancias que nos rodeaban no podían á menos de trastornar casi enteramente el plan formado para nuestros pa- e.i. sos del año empezado de 1791; pues ó bien lle- gásemos demasiado tarde á .Vcapuíco y San Blas, para poder emprender el \iaje oportuna- mente á la costa Noroeste, ó el omitir una parte de las costas de la Nueva España nos obligase á retroceder después para reconocerlas, siempre el atraso de un año en la totalidad del viaje pa- recía indispensable, y por la misma razón de- bíamos precaverle con la anticipación posible. Una nueva separación de Ins corbetas debió por consiguiente presentársenos á la vista como el único medio para ocurrir al día á tamañas con- trariedades, y asi sin perder momento quedó decidido que la Atrevida, reconociendo la is- la de Cocos y aproximándose á la derrota de Lord Anson para entrar en los límites de los vientos generales, navegase directamente hacia el puerto de Acapulco, allí se enterase de las últimas órdenes de S. M. y conforme á ellas (si exigían una campaña á la costa Noroeste), pasa- se á San Blas y completase lancha, víveres, pertrechos y cuanto fuese necesario antes que se le reuniese la Diíscubieuta hacía los últimos días de Febrero. Esotra corbeta debía en el en- tretanto continuar las tareas hidroíráficas al andar de la costa, y reconocido princ'palmente el puerto del Realejo, arribar por últin o á Aca- pulco y San Blas, para reincorporarse con la compañera. Hízose inmediatamente una compa- ración de los relojes marinos, \- en aquella mis- ma mañana, como reinasen vientos bonancibles del Oesnoroeste y los ciñéramos con las muras opuestas, perdiéronse de vista y la Descubierta procuró aproximarse nuevamente á la costa. Fueron, sin embargo, nuestros esfuerzos in- fructuosos hasta la tarde del ij, acosados unas veces por turbonadas y lluvias abundantísimas que movían los vientos bonancibles del Oeste, otras veces por las calmas y la contrariedad constante de las corrientes. Pero, en fin, avista- dos en aquel día el Cabo Blanco y los extremos del Golfo de Nicoya, devuelto el tiempo á su se- renidad primitiva, cesadas por otra parte las corrientes contrarias, y entablados con alguna fuerza y constancia los vientos del Nordeste, pudiéronse emprender de nuevo los reconoci- mientos interrun. pidos de la costa, y aproximar- nos paulatinamente al puerto del Realejo. Acosados del tiempo, ya no podíamos á la sazón sujetarnos á la prolijidad adoptada hasta entonces, sacrificando la mayor parte de la no- che y navegando de tal modo en el día, que la derrota siguiese siempre de cerca todas las en- senadas de la Cücjta: es esta sin embargo y por ventura bien alta y escarpada, de modo que no cupiesen errores considerables en su descrip- ción, y así pudiéronse recorrer brevemente las que conducen desde la Punta de Santa Catalina 1 ■¡ f „ji.. rtaim Il6 VIAJK ALREDEDOR DliL MUNDO Kn 13 hacia el üoll'o del Papafrayo, fíolfo cuya comu- nicación con Nicaragua y de r.lli por el rio vSan Juan con el mar Atlántico, se ha mirado siem- pre como un punto de la mayor importancia, no menos para la jíeojírafía general del globo que para los intereses nacionales. Atravesamos aquel golfo en la noche del 16, apercibiendo, pero sin ser muy violentas, aque- llas ráfagas del Nordeste que tanto amenazan los derroteros antiguos, aunque Dampierre sólo las llama medianamente fuertes; aprovecháronse también diferentes estrellas para deducir la la- titud y la longitud en algunas horas de la no- che y referirlas á algunos puntos altos que tenía- mos á la vista; y continuada la navegación en todo el día siguiente, pudimos al amanecer del 18 hallarnos á la vista del puerto deseado del Realejo. >7 Se presentaba la costa con el semblante más noble y majestuoso. Desde el volcán de beón por el de Telica hasta el del Viejo, diferentes montes, ya más, ya menos elevados, erguía! sus caberas volcánicas y puntiagudas. Seguían al Noroeste, después de un terreno bastantemente bajo, los Sierras de la Cosivina, la Mesa de Roldan y los Montes de Peltacartepe, ya próxi- mos á la Conchagua; una ilusión no extraña re- presentándonos como fuego ó humo de los vol- canes las quemas alias de los rastrojos, hacía aún más entretenida la vista; y asomándose j'a con la salida del Sol los primeros soplos de la virazón, todo parecía prometernos un nuevo teatro agradable para nuestras tareas. Obser- vóse al medio día la latitud de 12" 19', la cual disipó cualesquiera dudas sobre el conocimiento del Volcán del Viejo, marca precisa para descu- brir laboca bien oculta del Puerto; y finalmente, aprovechada la virazón para disminuir conside- rablemente la distancia, distinguiéronse clara- mente al anochecer la Isla del Cardón y las de- más inmediaciones del Puerto, á cuya vista nos obligó poco después á dar fondo la calma que sobrevino y duró toda la noche. Aprovechado este intervalo para enviar el bote con un Piloto, el cual sondase y exami- nase la entrada, que sabíamos ser algo peligro- sa, tuvimos la satisfacción de verle regresar al amanecer del día siguiente, trayendo además un Práctico, el cual se hallaba casualmente en aque- llas inmediaciones. No dio lugar la virazón á que nos levásemos antes de las diez; pero en el entretanto, para aprovechar todos los momentos I favorables, destacáronse en el bote los Sres. Pi- neda, Heenke y Valdés, con ánimo de internar hasta el pueblo del Realejo y emprender desde allí sus excursiones científicas, las cuales, por parte de los primeros, debían tener por objeto un país tan poco conocido y tan lleno de rique- zas naturales; por la del tercero una prudente investigación de cuanto fuese relativo á la cons- trucción y apresto de las naves en esas inmedia- ciones. No tardó después en seguirles la corbeta, declarados los primeros soplos de la virazón, fueron las sondas al principio de 14, 10 y ocho brazas lama, dióse resguardo á un arrecife que sale med" cable al Norte del extremo de la Isla del Cardón, luego orzamos al Este á atracar bien de cerca, y á menos de medio cable la parte in- terior de la misma Isla, con el (in de huir de los bajos que salen de la tierra firme y que estre- chan el canal á poco más de un cable, cayendo entonces casi repentinamente de las cuatro A las diez brazas arena y lama, cuyo fonda se en- cuentra hasta tocar con los penóles en la punta; y en fin, ya reliasado este paso y favorecidos más y más del viento y de la marea, fuimos por medio canal dando resguardo á algunos peligros, y comunmente por sondas de ocho, siete, seis y cinco l)razas, hasta que ya á las once en el fon- deadero interior del Xaquei dimos fondo á un ancla y quedamos amarrados poco después. De- moraba la cima del volcán al Norte 25" Este y la punta de Icacos al Sur 10° Oeste; una fra- gata pequeña del comercio de Lima estaba tam- bién surta á un cable de nosotros. Era demasiado favorable la estación, y nues- tros pasos eran harto acelerados por la estrechez del tiempo, para que, ó sacrificásemos un mo- mento siquiera á objetgs menos importantes, ó no aprovechásemos cualesquiera ocasiones que pudiesen hacernos más útil aquella escala. Por ventura la claridad constante de los días y las noches, la excelente disposición del fondeadero, la multiplicidad de nuestras embarcaciones me- nores, y á un mediano trecho varias poblaciones numerosas que coadyuvaban á los acopios y ex- cursiones de los naturalistas, combinaban un tal conjunto de ventajas que difícilmente hubiéranse podido hallar en otra parte alguna. Así, á pesar que la falta de la corbeta Atrevida disminuyese de una buena mitad el número de personas ca- paces de dirigir las diferentes excursiones cien- tíficas, y que por nnestra parte estuviesen enfer- mos D. Fernando Quintano y D. Felipe Bausa, fué tal el empeño de los demás, que casi al mis- mo tiempo de haberlas emprendido, estaban con- cluidas la mayor parte de las tareas proyectadas, \- por consiguiente podíamos pensar de nuevo en aproximarnos á Acapulco. En el solo plazo de diez días fueron suma- mente importantes las observaciones que tuvi- mos para la latitud y longitud del observatorio; multiplicáronse de tal modo las tareas hidiográ- ficas, que ni las sondas importantes de las dos bocas de la entrada, ni los canales internos, el puerto de los Aserradores, la elevación exacta del Volcán del Viejo y la deducción por ésta y el rumbo de demora de la posición respectiva de En . 1 7 J CORBETAS DKSCUniRRTA Y ATRIÍVIDA "7 a COnS- En. i; imedia- orbeta, i- i razón, y ocho :ife que e k Isla car bien arte in- ir de los e estre- cayendo :uatro á Q se en- a punta; orecidos irnos por peligros, :e, seis y n el fon- ndo á un hues. De- 25" Este una fra- taba tam- n, y nues- estrechez s un mo- rtantes, ó iiones que scala. Por días y las >ndeadero, nones me- oblaciones )pios y ex- iban un tal hubiéranse sí, á pesar ísminuyese irsonas ca- ones cien- ssen enfer- ipe Bausa, :as¡ al mis- staban con- royectadas, r de nuevo iron suma- , que tuvi- )servatorio; ls hidiográ- de las dos internos, el uión exacta por ésta y :spectiva de En. 17 algunos otros pueblos, careciesen de toda aque- lla prolijidad á la cual estábamos acostum- brados. Kn la excursión que hicieron algunos Oficia- les con dos botes al puerto de los Aserradores, ■X intentaba durante la noche una caza de tor- tugas, que solían comunmente venir á la playa, cuando se encontró, que una ciase de rivales bien temibles les habían precedido en una hora, y eran éstos un número considerable de tigres, casi Jos únicos habitadores del terreno anegadizo y lleno de mangles y de icacos, que media entre los dos puertos y abriga el canal por donde se comunican entre sí, dando ingreso á los muchos esteros que conducen á los astilleros las precio- sas balsas de los cedros y de los pinos. Hubo una entre aquellas fieras, que si bien acosada de las voces de nuestra gente, no abandonó la presa, y con tanta constancia como maña, fué arrastran- do la tortuga desde la playa hasta el bosque. Otras, al amanecer, se veían aún en la playa, á poca distancia de nuestra barraca; puede consi- derarse que no fué largo ni tranquilo el sueño de los que allí se hallaban, resarcidos sí en parte con los frutos abundantes y exquisitos que les suministraban la pesca, la caza y los mariscos. Mientras la Oficialidad y los botes se em- pleaban de esa manera en los diferentes objetos indicados, no dejaba la demás gente de atender diariamente á los reemplazos de agua y leña, los cuales pusimos al cargo de un sargento y un contramaestre; sólo sí, que los escarmientos de Panamá nos dictaron ahora como más pru- dente el que no se trabajase en aquellos objetos sino desde el amanecer hasta las diez de la ma- ñana, abandonando las demás horas como exce- sivamente arriesgadas para las tercianas, de las cuales ahora adolecía de nuevo uno ú otro r.ia- rinero; la pesca y la pesquisa eficaz del infinito número de preciosas conchas muy varias entro si, que hermosean aquellas costas, era otro ob- jeto que nos ocupaba diariamente. Fuimos en esta parte con exceso felices, y vimos en un momento enriquecerse considerablemente nues- tros acopios para el Real Gabinete de Madrid. Atentos como se ha indicado ya, D. Dionisio Galiano y D. Juan Vernaci á cuanto pudiese ser útil en el observatorio, habían deducido los re- sultados siguientes: Diferencia occi- dental de Pana- má Ecuaciones con- frontadas con el número 10 de la Atrevida al tiem- po de separarse. Diferencia iguala- da en tiempo. . Cron."* 72. 30' 1 1" 28'" Cron." 61 3i'35"36"' r8. 00 I. 6. 13 ,^S. 14 Cron. o 71. 29'5I"I2'' 30.29. 24 130.29. 24 30.29. 24 En grado y Occidental do Panamil. . . 7" 37' 21" Nuestras series corregidas le asignaban. 81.41. 30 Era por consiguiente la longitud del observatorio 89.18.51 Por la.s inmersiones del primer satélite (I(! Júpiter observadas en los días 25 y 27 89.2 t.oo Ochenta y cuatro series de distancias del Sol ;i la Luna, traídas con los re- loj(!s marinos 89. 16.00 Omitióse por entonces el hacer uso de otros muchos materiales que se habían acopiado para el intento; resultó la latitud del observatorio de 12" 29' 50" Norte y la variación magnética de 7" 15' Nordeste; y como se incorporasen ja para la noche del 28 los diferentes individuos que se habían destacado á una ú otra parte, se pudo prefijar para el día ,50 la salida. Conside- rábanse los naturalistas con extremo felices, bien sea por las disecaciones y colecciones botánicas y de conchiología que se habían hecho, bien sea por el examen científico de los volcanes y te- rrenos adyacentes. La cres'.a del volcán del Viejo descubría un doble cráter, algunos depó- sitos de azufre, varias otras piedras 'jingulares, y sobre todo, una vista realmente majestuosa, la cual compensaba en mucha parte la fatiga de dos días para alcanzarla y el riesgo que había corrido D. Tadeo Heenke de ser mordido por una víbora de cascabel. Aunque no tan alto el volcán de Telica, presentó á D. Cayetano Valdés objetos aún más interesantes. Su caldera, desde luego, no le era inferior, no bajando una ni otra de 1. 000 varas de diámetro próximamente, ni puede darse vista más hermosa de la que pre- sentan las paredes de la caldera con un amari- llo sumamente vivo é igual en todas partes, di- manado del azufre que las viste. El humo es casi general, no sólo en lo interior, si también en las inmediaciones externas. Cede el terreno bien fofo aproximándose á la cima; una piedra echada á la cavidad, por largo tiempo devuelve un '-"'rmuUo distante, prueba segura de la pro- funu. ' á que penetra; se oyen á lo lejos hacia las partes menos altas las conversaciones de los que están en el monte; la vejetación es bien mezquina; en fin, todo denota un hueco suma- mente profundo, del cual emana en mucha abundancia un vapor acuoso, y en donde parece una obra periódica é incesante de la Naturaleza la liquidación de muchos materiales, y en par- ticular de varios montoncitos de piedra, que con una prudente igualdad se advierten sembra- dos en lo interior. No era muy remota la época de los últimos extragos del volcán. En 1762 una lluvia de cenizas y arenas, cubrió las cam- piñas inferiores hasta el pueblo del Viejo, dis- tante unas diez leguas. Los extremecimientos ó temblores duraron unos quince días. Los acom- r.n. 17 "CT'^fi.*¡Tty07s-t:> ttmm edab 118 VIAJli ALREDEDOR DFX MUNDO Kn j8 pañaban á veces los bramidos del mismo monte, y la Naturaleza, K''a"fliosa hasta en sus convul- siones, se explayaba al mismo tiempo aún con más vigor en el volcán del Rincón de la Vieja, in- mediato al Istmo de Nicaragua. Se conservaban además bien vivos en la memoria de aquellos na- turales los extragos dimanados de las lavas del Momotambo y del Nindiri, habiendo la primera indicado como prudente la traslación del pueblo de León, y la otra por casualidad, dirigido cuatro lavas diferentes hacia unos parajes no bien ha- bitados. Kn general, la dirección de esta dilatada cordillera de volcanes parece próximamente del Oesnoroeste al Esueste. A sus faldas se extiende hacia el mar una porción de tierra baja, regada en ,>arte de los rios y en parte de las mareas. Su mucha fertilidad es difícil de describirse, y las maderas excelentes que por todas partes crecen en sus orillas, convidan tanto más á una construcción activa, cuanto que el conducirlas y el labrarlas es obra de poco costo. No oponiéndose dificultad alguna á la conti- nuación de nuestro viaje, le pudimos efectiva- 30 mente emprender para la mañana del 30, como lo hablamos proyectado; al medio día ya estábamos fuera del puerto; y al anochecer, el terral fresco con el semblante más hermoso, nos hacía conti- ) uar con bastante velocidad nuestro viaje y nuestras tareas, si juzgásf;mos, pues, por aque- llas primeras apariencias; la travesía hasta el puerto de Acapulco no debía costamos tanto tiem- po ni tantas inquietudes como la anterior. Con so- los dos días de navegación estábamos delante de Sonsonate, cuya rada fué fácil reconocer; apenas anochecía, cuando entablaba el Nordeste. La ele- vación de los montes y la claridad de las noches facilitaban aún más las tareas emprendidas; y era tal la útil posición de aquellos volcanes, que á la vista de Sonsonate se alcanzaban al mismo tiempo el de la Cosivina sobre el Realejo, y los de Guatemala á cuyas faldas se halla situada la capital del reino. A pesar de su fondeadero bien incómodo, es Sonsonate el paraje por donde se extraen casi todos los frutos del reino de Guatemala, desti- nados á los del Perú y Méjico. Los tintes para sus manufacturas, las breas y alquitranes, el al- godón y una cantidad grande de maderas precio- sas, forman los ramos principales de esta ex- tracción; siendo los de introducción los vinos, aguardientes y algunos comestibles secos del Perú y Chile, alguna azúcar del reino de Méjico, y una proporcionada compensación en dinero efectivo. Hasta las inmediaciones de los volcanes de Guatemala nuestro viaje pudo todavía carac- terizarse por feliz; pero desde aquel paraje, fue- ron tales las oposiciones que tuvimos por las calmas y oor las corrientes contrarias, que el detallarlas por menor, fuera tan difícil comocan- Ktb. t- sado. El i() de Febrero aún estábamos á la vista Feb t^ de los mismos volcanes, aunque por unos ocho dias liubiésemos procurado alejarnos á distan- cia de 40 leguas de la costa. Pocas horas del Nordeste fresco del Golfo de Tecoantepeque, nos separaron, hacia el 24, de aquellas inme- diaciones; pero como atracásemos nuevamente la costa hacia los puertos de los Angeles y de Aguatulco, volvimos á hallarnos rodeados de las mismas calmas y ventolinas contrarias, con las cuales habíamos luchado desde tanto tiem- po, y la desconfianza de poder realizar en el próximo verano la campaña proyectada, debió, por la misma razón, adquirir un nuevo vigor bien desagradable. Entre tanto, los calores eran exce- sivos, influyendo no sólo en la salud en general, si también en el mal trato de la arboladura, de las cubiertas y de las embarcaciones menores. No aparecía una nube, que al paso de modificar el ardor del Sol nos indicase algunos preludios de vientos más favorables; varias especies de aves y peces se presentaban á nuestra vista miiándo- nos casi como los habitadores de aquellas cos- tas; finalmente, debíamos temer que la excesiva sensibilidad de nuestra marinería no trastornase en cierto modo la mucha tranquilidad, de la cual habíamos go;?ado hasta entonces, influyendo la calma lo que tal vez no lograrían influirle los mismos peligros de las latitudes altas septentrio- nales. Ya para compensar la falta casi total de carnes frescas, debimos también ocuparnos dia- riamente de la pesca de la tortuga, valiéndonos á las veces de la fizga, á las veces de un boteci- 11o, según lo requiriese la posición de la corbeta; solía esta pesca ser más abundante á medida que nos apartábamos de la costa, y éste fué el par- tido que adoptamos de nuevo el 6 de Marzo, si bien tampoco le hallásemos útil hasta el 21. No debe pasarse en silencio el efecto que experi- mentamos en aquellos quince días por las co- rrientes contrarias, pues no fué menor de 92 le- guas al Sur y 68 al Este, cantidad que de ningún modo pudiéramos contrarestar con las ventolinas contrarias, que por lo común nos rodeaban. En el mismo día 21 pudimos atracar de nuevo la costa á no mucha distancia de Aca- pulco, y gozando ya con una mayor fuerza y duración de los terrales y virazones, hacer diariamente algunos progresos hacia el puer- to, por el cual anhelábamos con tanta efica- cia. Se destacó la lancha á las órdenes del Teniente de navio D. Cayetano Valdés para que reconociese las costas fronteras; y alcanzado después el puerto de Acapulco, nos saliese al encuentro con las órdenes y avisos que allí hu- biese para la expedición. Nosotros continuamos luchando hasta el 27 con las contrariedades acostumbradas; pero en fin, como lográsemos en la mañana de aquel día el hallarnos algo á bario- Mar. 6 CORBIiTAS DESCUBIERTA Y ATRP.VIDA II() Fcb. i> t- M.ir. 6 M.r. J7 vento de la entrada y al mismo tiempo recibir por medio de la lancha diferentes órdenes y noticias que exigían medidas complicadas para la conti- nuación del viaje, fué preciso determinarnos á entrar en el puerto y lo verificamos así, quedan- do fondeados y amarrados en muy buena posi- ción antes del anocliecer. Como se verá después, la Aturvida había ** hecho la escala prescrita en el puerto y empren- dida luéf^o su navegación hacia vSan Hlas, bien que con la probabilidad de necesitar próxima- mente un mes de tiempo para aquella travesía. La estación estaba extraordinariamente adelan- tada para la campana proyectada sobre la costa Noroeste de la América, ni sería prudente em- prenderla antes de reunir las dos corbetas abas- tecidas además con cuanto fuese necesario para unos reconocimientos útiles; por otra parte, aten- to á los vientos y corrientes que reinaban sobre la costa, parecía tan fácil este conscj^uimiento para la otra corbeta, como difícil para la Dr.s- cuuikkta; así fué últimamente la medida adop- tada con anticipación á todas las demás, la de encargar á la Atkuvida que retrocediese con la posible brevedad á Acapulco, no descuidándonos en el entretanto en reponer aguada y víveres, y completar aquellas obras en el casco, arboladu- ra y velamen, que el último viaje penoso dictase ya como necesarias. Al). Mientras cuidábamos así de la mayor econo- mía del tiempo, y según costumbre, los Oficiales astrónomos, los naturalistas, los hidrógrafos, los cazadores y los disecadores, atendían cada cual á los muchos objetos que le suministraban los alrededores de Acapulco, no pareció intem- pestivo el que se destacase también un Oficial hasta la capital de Méjico, y allí, al paso de re- cibir verbalmente del señor Virey el Conde de Revillajigedo, las órdenes é instrucciones opor- tunas para las campañas siguientes, verificase algunas observaciones astronómicas, entre la8 cuales merecían sin duda un lugar preferente una emersión del primer satélite de Júpiter y la oci. ^ación por la Luna de O Cáncer, que de- bían acaecer en las noches del 7 y 12 de Abril, y eran visibles en Méjico, Acapulco y San Blas; contábamos con que no faltarían los instru- mentos oportunos aunque la precipitación del viaje y el camino largo y pedregoso imposibili- tasen el transporte de los nuestros, pues ade- más de los que pertenecían al Real Observa- torio de Cádiz y habían sido entregados al Comandante de San Blas D. Bruno de Hezeta, sabíamos que existían aún allí los que habían ' wivido en San José de California al .Abate Chappe y eran ahora propios de D. Antonio Gama, per- sona sumamente instruida y habitualmente incli- nada á los estudios y tareas astronómicas. Malográronse en mucha parte las observacio- nes indicadas, por las turbonadas periódicas que desde el medio dia hasta la media noche .suelen comunmente en aquella estación oscurecer los cielos y horizontes. No asi con las combinacio- nes más favorables relativamente á nuestro via- je y con aquellas ideas políticas del estado ge- neral del reino que tanto anhelábamos; pues en cuanto á lo primero, dos extraordinarios de San Blas, participaron casi á un mismo tiempo al señor Virey la llegada de la corbeta Atrevida, las órdenes de S. M. que allí había para que ve- rificásemos la navegación á la costa Noroeste de la América y sus activas disposiciones para re- unírsenos cuanto antes en Acapulco; por la otra, el mismo señor Virey y todas las personas más ilustradas de la capital, concurrieron eficazmente ya con libros, ya con instrucciones y noticias útiles, para que extendiésemos nuestras ideas y llevasen los pasos venideros una dirección me- nos incierta hrcia el bien público y la prosperi- dad de la Monarquía. y/aje efectuado por la Atrevida durante su separación de la otra corbeta^ según relación de Bustamante. Navegación de la Atrevida al reconocimiento de la Isla de Cocos, y sucesiva á los puertos de Acapulco y San Blas. La constante tenacidad de los tiempos se oponían tanto á los progresos de nuestra derro- ta, que su atraso daba ya algún cuidado para evacuar los objetos que debían ocuparnos el ve- rano próximo. Esta justa reflexión produjo la Al.. necesidad en D. Alejandro Malaspina de dividir desde este punto las corbetas, y prevenirme que con la de mi mando me dirigiese á los puertos de Acapulco y San Blas, combinando, si era po- sible en este tránsito, la posición astronómica de la Isla de Cocos por ser preferente el desempeño de otros objetos comprendidos en su instruc- ción. Dando cumplimiento á ella, se trasbordó in- 1/ ._.:! ' I y\ M' '■ iJ'U ',( .:: t2ü VtAJB ALRBOBDOR DEL MUNDO I- Kn 7 mediatamente á la Descubierta el equipaje del Kc(,'cnte de Guatemala, sobre cuyas costas debia (1irif,'irse )• fondear en el puerto de Realejo. A esta diligencia siguió la comparación de los relo- jes, y ciñendo ambos el viento del Oeste-Noroes- te con muras encontradas, quedamos fuera de la vista á las diez y media de la mañana, Al medio día observamos la latitud Norte de 6" 15' y la longitud de 77" 02' occidental de Cádiz, aunque estas observaciones no merecían toda conlian/a por carecer de ella la altura me- ridiana. La inconstancia de los vientos entre el tercero y cuarto cuadrante alteraban con fre- cuencia las bordadas para seguir aquella más próxima al Oeste. La noche fué oscura y cerra- da con chubascos repetidos que precisaban á guardar la debida precaución en el aparejo. Del mismo modo permaneció el tiempo hasta el día 10, en términos de no permitir averiguar por observaciones nuestra posición verdadera. Todavía boy no pudo conseguirse con exactitud pomo estar bien determinados los limbos del Sol y el horizonte algo interrumpido, vSin embargo, siempre era muy preferente á la de estima, en la cual se habían reunido y multiplicado las causas que producen sus errores comunes. Estas ob- servaciones señalaban la latitud de 5" 46' Norte, y la longitud de 80" 00' con una diferencia de 34' al Sur de la estima en los tres días y jo' al Este. Si la abundancia de pájaros fuese aquí señal cierta como lo es en otros parajes, de tierras in- mediatas, sin duda que la Isla de Cocos no de- ])ía estar muy distante. Los alcat;.,ces y pelíca- nos en mayor número eran exactamente iguales á los que nuestros naturalistas describieron en Coquimbo: su frecuente ejercicio de los primeros en precipitarse desde grande altura para buscar el sustento, era indicio evidente de su abundan- cia por estos mares. En efecto, nuestros marine- ros le conseguían también con el anzuelo, lle- gando á veces á tal exceso, que para aumentar su agradable diversión en la pesca restituían á la presa su libertad. Pero esta misma abundancia de pescado produjo algunas indigestiones y re- caídas á los convalecientes, contra cuyos excesos, aunque por otra parte fuesen disculpables, no alcanzaba nuestro celo á precaverlos. Desde el medio día nos favoreció el viento fresquito por el Nordeste hasta las cuatro que abonanzó, á cuya hora avistamos con sorpresa la Isla de Cocos al ángulo corregido de 48" en el tercer cuadrante, distancia de seis á siete le- guas, cuando á la sazón nos considerábamos como 60 de ellas; error á la verdad muy consi- derable, que excita tanto el deseo de corregirlo como el de justiñcar la admiración de hallarle. Nos era sensible á este intento no tener la mayor confianza en las observaciones de hoy por 8Í le frustrasen las calmas ú otros accidentes muy comunes en estos parajes; también el viento era flojo y desigual, circunstancias que aumen- taban el error de las operaciones que empren.lié- semos. No obstante, se corrió una base cuyos re- resultados determinaban al centro de la isla la latitud de 5" 54' Norte, y la longitud de 80" j6' _'q" occidental del Reiil Observatorio de Cádiz. Durante la noche se procuró conservar la in- mediación de la i.ila ;í pesar de las ventolinas variables que lo dificultaban. Logramos, no obstante, amanecer á tres leguas escasas le ella, y dirigiéndonos á favor único de una ma- rejada del Norte, á buscar con proa del Sur su paralelo antes de la observación del medio día, no pudimos alcanzarle, bien que la inexactitud de la observación la liizo también desatendible para el efecto. Al día siguiente otras apariencias más favo- rables nos lisonjeaban de satisfacer nuestros de- seos. Toda la mañana tuvo el tiempo el mejor semblante, y sólo cerca del medio día se presentó un chubasco, que sin embargo de acortar el hori- zonte, le dejaba bien determinado. Apesardeesto se doblaron todas las precauciones para asegurar la mayor exactitud, arreglando un reloj, y con él á la \'ista se observó la latitud con mucha confian- za, resultando á la isla la de 5" 34' por el prome- dio de siete observadores muy acordes entre sí, marcándose al mismo ti»mpo el centro de ella al Sur y¡" Oeste, corregido á distancia de cuatro millas. Nuestra longitud, observada por el nú- mero 10, fué de 80" 48' j4", habiéndose hallado la variación Nordeste de 8°, Hasta las tres de la tarde se había barajado la isla con una ventolina de Noroeste, á cuya hora, reconocida la parte del Sur, un chubasco fuerte nos obligó á separamos de ella, siendo mi ánimo pasar por la del Norte, No se presen- taba la noche con las mejores apariencias, y aunque era con-espondiente el celo y cuidado en el aparejo, no fué posible precaver un contraste fuerte por el Nordeste á la . cuatro de la maña- na, que por fortuna no nos causó la menor ave- ría, y el viento cedió con la mucha agua que llovía. La cerrazón impidió verse la isla hasta las ocho, que demoraba lo más Oeste de ella al Sur 30" Oeste,' y lo más Este al Sur 23" Oeste, dis- tancia como de seis leguas. Se midió luego una base tomándose horarios. Las observaciones las mirábamos de tanta mayor importancia, cuanto que sus resultados decidirían la situación de la isla, por no estar conformes entre si los de los días anteriores. El viento no fué muy constante ni igual su fuerza, cuyo defecto para las bases se corregía midiendo frecuentemente la distan- cia de corredera. A pesar de todo, puede adoptar- se sin grave escrúpulo de error una base medida 'lili 1 identes Tn. 7 viento aumen- lien lié- ijos re- islii la Hu" j6' Cádiz. r la in- iitolinas IOS, no II usas le na ma- Sur su (lio flia, ¡actitud tendible / 1.V) en O < < H , -1 I •4j < t.j ir. ff T !i i' *^W' &''^ , f 1 1 MlJlUWlJJUJit.iJIUS' ■aaeon CORBRTAS DRSCUBIRRTA Y ATRRVIDA tat K.n I) de Im doa á laa cuatro da la tarde con horaHoa antes y después de ella, y con i^ual confianza se ha adoptado la latitud dei medio día tomada por siete observadores. Ve la relación que acaba de referirse para conocimiento de los navegantes, se puede con- cluir que las observaciones de los días 12 y i.) merecen absoluta preferencia para la situación astronómica de la Isla de Cocos; por consi^juien- te, la que he adoptado para su latitud fué obser- vanrl ) próximos á su paralelo, y es de 5" jj' 10" y la longitud del día ij también casi en su me- ridiano, de Ho" 47' ji" occidental de Cádiz. lista Isla de Cocos corre del listenordeste al Oestesudoeste y tiene de extensión algo más de una legua. Desde el centro hacia la parte del Oeste ei su mayor altura, y en ésta se eleva un pico agudo de donde va descendiendo suavemen- te para el Este, en que remata con punta baja formada por dos islotillos inmediatos entre si y á la isla; al Noroeste hay también otro próximo; toda la superñcie está cubierta de una frondosa y verde arboleda hasta sus orillas; en la parte del Nordeste tiene fondeadero al frente de unas palmas, según noticias que tenemos; y en la del Sur se vio una playa corta en donde infiero no le tenga por ser allí la isla tajada al mar. Hay agua en ella, produce abundancia de co- • eos, y abriga multitud de pájaros, los cuales, en tiempos oscuros, podrán indicar sus cercanías. Si se coloca la isla por el promedio de las observaciones antes referidas, estará su centro en latitud Norte 5" a' 10" y en longitud 8" 42' Oeste de Cádiz. Esta posición de la isla se aparta de la del Lord Anson desde 5" 20' de latitud en que la es- tablece á 5° 34' en que ahora queda, siendo aún más notable la diferencia con la que asignan los pilotos particulares de este tráfico con la del re- ferido Almirante. Es de notar que en la relación elegante de su viaje, no exprese las circunstancias ó méto- dos para la situación de la citada isla, mucho más habiendo permanecido cinco días á su vista, cuya circunstancia induce á creer algún error en sus operaciones, ó días con observaciones de la- titud muy inciertas. xo No pudo perderse de vista la isla por las con- tinuas calmas hasta la tarde del 16, y si aprove- chando ventolinas se granjeaba algo, las corrien- tes para el Sur lo volvían á perder. Las diferen- cias en este sentido eran constantes, lo mismo que aguaceros fuertes y el calor, para aumentar el número de nuestros enfermos y de Jiuestros cuidados. Sin embargo, no eran aquellos de tanta gravedad que no contásemos su alivio como se- guro luego que se entrase en la región de las bri- sas, y este era de mucho tiempo el término de nuestros deseos. i Hablamos podido rectificar con obaervaciones de distancias á Kégulus y Aldebarán la longitud del número 10, con la cual estaban muy con» formes. Esta seguridad de la exactitud de nuestra po- sición verdadera después de tantos días y tantaa causas para alterarla, nos era ciertamente muy apreciablc y disminuía el fastidio de una nave- gación desagradable por todas sua circunstan- cias. Esta misma oposición no nos abandonó sino después de treinta y cuatro días, declarándose las brisas aunque todavía sin pasar del Norte en la mañana del 22, hallándonos al medio día en lati- tud de 5" 37' Norte y en longitud de 83" 19', ob- servando la variación de 9" 30' Nordeste. Al día siguiente las brisas estaban en el pri- mer cuadrante con tndas las señales de su fir- meza. Habían cesado las diferencias al Sur y nuestro objeto no era ya más que forzar constan- temente de vela para llegar cuanto antes á Aca- pulco; nuestra longitud del número 10 pudimos comprobarla con 26 series de distancias luna- res el día 26, cuyo promedio correspondía exac- tamente á la misma longitud que señalaba el reloj; la variación por amplitud señalaba 8° 27' Nordeste, hallándonos en latitud de 10° 24' Norte y en longitud de 90° j8'. Al día siguiente volvimos á observar distan- cias cuyo promedio de sesenta y cuatro síries nos indicaba con sorpresa una diferencia de i" 38' al Este de la del número 10, cuya novedad tan repentina nos produjo la admiración que era consiguiente. No podíamos acertar con la verdadera causa de esta notable diferencia, y aun cuando en esta clase de observaciones son fáciles de deslizarse algunos errores, no pudimos, sin embargo, ad- vertirlos, ni tampoco conceder uno tan conside- rable en esta ocasión, para no presumir alguna causa ó alteración en el reloj, difícil de averi- guarse aquí. Se había observado desde ayer una mayor abundancia de pájaros, y un color en el agua que indicaba sonda; pero no se encontró con go brazas. Nuestros rumbos desde el medio día se dirigieron al Noroeste, siendo la distancia al con- tinente como de 90 leguas. A las cuatro, después de calcularse los horarios, se orzó al Noroeste '/^ Norte, rumbo que nos conducía á recalar al Nor- te de Acapulco. Por la noche fué rolando el vien- to para el Este, aumentando también su fuerza desde que se puso la Luna; al amanecer era ya bastante recio por el Estesudeste, tanto que obli- gó á navegar con solo las principales. Estas se- ñales anunciaban la permanencia de las brisas y con esta seguridad fué ya mi ánimo buscar el puerto directamente. Los grandes armamentos que sabíamos des- 10 Kn. lA 36 iiif»iiii ¡iiwinmiiii \Hmk»íiMmtt '■' "iritirmiñr^hii ■^ Kl '.] t 4. ( r » 122 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO r.n. 28 de Panamá habia en Europa, ciaban justo recelo para que hubiese rompimiento con la Inglaterra. Aun cuando éste se hubiese verificado, podía- mos mirar como remoto todo encuentro de ene- mij^'os por estos mares; pero no obstante estos antecedentes, y de una debida consideración á nuestra escasa y fatigada tripulación, se procuró ejercitarla en el manejo de h;s armas, montán- dose antes toda la artillería. Las observaciones del medio día, advniicndo grandes diferencias, parece querían frustrar mis deseos sobre la recalada. Observamos la latitud de 13° 43' que diferenciaba al Sur de la estima en 17', y la longitud de 94" oo' también se apar- taba en 52' al üestf . Pareció muy considciable esta diferencia para atribuirse toda á error de la estima á pesar de que el viento recio y á fugadas y lámar muy elevada pudieran justificarle. Pero observadas nuevas longitudes por la tarde, con- formaban con las del medio día, y por consi- guiente repetían la misma diferencia. Desde las siete de la mañana se gobernó al Norte para atracar la costa por los meridianos de Acapulco en que a la sazón casi nos consi- derábamos. La brisa fué cediendo al principio de la tarde, y siguiendo el propio rumbo se for/ó al instante de vela. Con sospecha de haberse corrompido algunos barriles de coles agrias, se procedió á su reco- nocimiento, hallándose sólo en ertado consumi- i;lc aquellas que por estar en vasijas bien acon- dicionadas habían conservado la salmuera, y por el contrario corrompidas cuantas carecían de ella, siendo preciso echarlas al agua como in- útiles ó perjudiciales ala salud púlilica. Esta ex- periencia hace conocer cuánto cuidado exige el acondicionar este saludable alimento con toda la escrupulosidad que merece la conservación de tan poderoso anlieocorbútico. M Alcanzamos al medio día siguiente la latitud observada de 14" 56' y la longitud de q¿" 34', ésta diferenciándose en 35' al Este de la estima; esto es, en sentido contrario de ayer, pero no así con la latitud, cuya diferencia de 12' fué hoy también para el Sur. Aunque estas diferencias hacia el segundo cuadrante venían conformes con las noticias que teníamos de ia dirección de las corrientes en estos parajes, no obstante, para confirmarlas, se repararon los horarios y otros nuevamente tomados á las tres de la tarde repi- tieron la misma diferencia. Con esta confirma- ción, mandé gobernar p' Noroeste '//, Norte con el viento ya inclinándose para el Sudeste bonan- cible. A las nueve de la noche llamó al Sudoeste y esto indicaba el término de las brisas sustitui- das por los variables del 3." y 4." cuadrante. ,„ Avistóse la tierra al amanecer, reconociéndo- se luego las Tetas elevadas de Coyuca, la del ICste es algo más baja y redonda que la del Oes- te, demorándonos al Norte 14" Oeste. Estas se- ñales y la del cerro de la Brea que está sobre el mismo puerto de Acapulco, unidas á que todo el frontón de costa er" nucho más alto que las tierras al Este y al Oeste de su entrada, no dejó género de duda de haber recalado frente del re- ferido puerto. En efecto, por marcación hecha al medio día á las Tetas de Coyuca al Norte corregido, y la la- titud observada de 16° 10', nos demoraba Acapul- co al Norte 13° Este, distancia de 14 leguas. Una carta española que nos guiaba en esta derrota, se le corrigió la longitud en medio grado al Ges- te que se advirtió de error á las Islas de Coiba, con cu3'a corrección resultaba por longitud de Acapulco 93° 56' casi la misma qué señalaba el reloj estando hoy en su meridiano. Las bonanzas hicieron imitiles nuestros es- fuerzos de atracar la costa hasta la mañanita del día i." que con ventolinas del primer cua- drante gobernando al Nornoroeste, se pudo dis- tinguir la Isla Roqueta por la proa, entre la cual y el continente hay paso estrecho pero honda - ble, por donde entran las naves de Filipinas cuando vienen con vientos bien entablados. Esta isla ¿scarpada, tiene unas manchas blanquizcas, mi;y propias para distinguirla y conocer la boca del puerto en tiempos oscuros, ó cuando la niebla, frecuente en algunas estaciones del año, oculta las altas montañas de sus^ inmediaciones. Estábamos al ponerse el Sol entre el puerto Marqués y la Isla Roqueta, á distancia de ésta como dos cables y en sonda de 35 brazas lama. Rebasada la Punta del Grifo se ciñó el viento al Nornordeste y Norte, intentando con un re- piquete alcanzar el fondeadero. Se vio luego la candclnda que se enciende en el sitio del Vigía cuando se avistan embarcacio- nes, y las luces de la población; calmó el viento, y las ventolinas variables obligaron á dar fon- do á un anclote en 23 brazas lama, demorando la Vigía a! Oeste 5" Norte, y lo más saliente de la Roqueta al Sudoeste '/i Sur. A media noche por garrar el anclote con unas rachas del Noroeste, se dio fondo á un ancla, permaneciendo así hasta por la mañana. Entrada en el puerto de Acapulco, — Observaciones ejecutadas y otras ocurrencias. Al romper el día salí en el bote para tierra, con el fin de anticiparme las noticias sobre el es- tado político de la Europa y aprovechar los ins- tantes para combinar con la estrechez del tiempo las providencias y aprestos necesurios. Pero antes previne al Teniente de navio D. Antonio de Tova, que echada la lancha al agua, dirigiese la corbeta á la vela ó al remolque alparaje donde se ama- rra la Nao de Manila, la cual, no viéndola en el En. 30 1ii- I- 1- -)Éi'""l"i rr-'-TiBii'rr mi^-' ■ CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA T23 Estas se- ta sobre e¡ que todo Ito que las a, no dejó ite del re- nedio día á o, y la la- Im Acapul- ;guas. Una :a derrota, ido al GeK- de Coiba, on^itud de icñalaba el lestros es- f<;1j. i> mañanita limer cua- ; pudo dis- itre la cual ;ro honda- Filipinas ados. Esta anquizcas, ;er la boca í la niebla, ño, oculta íes. ; el puerto :ia de esta azas lama. i6 el viento con un re- nciende en mbarcacio- I el viento, á dar fon - iemorando ís saliente elote con indo á un 1 mañana. servaciones ira tierra, )bre el es- ir los ins- lel tiempo 'ero antes 1 de Tova, la corbeta e se ama- lóla en el Fcb :: puerto, inferimos no hubiese venido este año, pues nunca sale para su destino hasta Mar;;o. Sólo había fondeada la fragata marchante la Pastora, que salió de Guayaquil después de las corbetas con carga de cacao, y á los treinta y cinco días avistó estas costas sin poder cojer el puerto hasta completar los cincuenta de su sali- da, á causa de las corrientes para el Este y su poca diligencia; defecto común de todas las em- barcaciones de este tráfico. Por ausencia del castellano el Coronel Don . José Manuel de Álava, ejercía las funciones de Subdelegado D. Diego Carrillo, quien me infor- mó la subsistencia de la tranquilidad de Europa, pareciendo casi segura la transacción amistosa entre la España y la Inglaterra, á pesar de que existían los grandes armamentos de ambas co- ronas. El referido Subdelegado me entregó las órde- ! nes de S. M. dirigidas á D. Alejandro Malas - ' pina, advirtiéndome se hallaba con o):,''s repeti- das del Excmo. Sr. Conde de Revillajigtdo, Virey de estos dominios, para franquear á los buques de esta expedición los caudales y auxilios nece- sarios para la continuación de su viaje, y además tenía especial encargo del Gobernador para obse- quiarnos en su nombre mientras estuviésemos en la jurisdicción de su mando. Inmediatamente regresé á bordo, encontrando la corbeta á la vela con ventolinas del Nornor- deste y ayudada de remolques dirigiéndose al fondeadero prevenido. A las ocho y media de la mañana quedó ya amarrada con un ancla afuera y dos calabrotes de reguera dados al árbol más Este de los dos inmediatos al muelle; bajo las marcaciones del asta de bandera del castillo nue- vo de San Carlos (antiguamente nombrado de San Diego) al Norte 59° Este; el Islote del Obispo al Norte 69° Este; y el convento de San Hipólito, que ahora sirve de Hospital, al Norte 46° Oeste; rumbos de la aguja, en fondo de 5 y '/j brazas lama. Por la tarde despaché extraordinario al Virey . con aviso de mi llegada, las ocun-rnciaí de la na- vegacabe, y pidiéndole las órdenes de S. \[, rela- tíiwi A la expedición que tal vez hubiesen llegado á su poder por el último correo, en inteligencia que daría la vela luego de recibirlas y se me in- corporasen los Tenientes de navio D. José de Espinosa y D. Ciríaco de Cevallos, que suponía en camino para este puerto, habiendo sabido su llegada al de Veracru.' el 19 del pasado. Por informes que recibí sobre la comparación de precios en los víveres entre este pueljlo y San Blas, hallé preferente hacer el acopio de ellos -en aquel departamento, así por ser allí mucho más fácil y equitativa su adciuisición, como por poder contar al mismo tiempo para su apresto con otros auxilios y recursos que no hay en este puer- to. Esta resolución nos facilitaba emplear el Frh. ;• tiempo en otras operaciones y observaciones combinables con nuestro objeto hasta el momen- to de la salida. Desde luego se principió al día siguiente el i corte de leña, )'■ el reemplazo de la aguada. Se ai'mó el cuarto de círculo en el patio de la pro- pia casa del castellano, llevándose también el reloj 105 para las comparaciones diarias, y el uso de otras observaciones que ofreciese la Astrono- mía. Por otra mano se emprendió levantar el pla- no del puerto, para cuya operación se midieron dos bases, la una de 1.830 pies ingleses en la pla- ya grande al Este del Islote del Obispo, y la otra de 588 inmediata á la población y á la popa de la corbeta. Las sondas verificadas en el número posible, se prefirieron aquellas más importantes, siéndolo la del canal formado por la Roqueta y la tierra firme, y la del bajo falsamente supuesto en nuestros planos cerca de la Punta del Grifo, en donde se hallaron nueve brazas de agua. La ejecución completa de todas estas aten- ciones debía considerarse como segura y breve si u I suceso acaecido la noche del 8 no hubiese « querido malograr mis deseos. A las oche de la noche, cuando con la Oficialidad me iba á embar- car en el muelle, hallamos que toda la esquifa- ción del bote, excepto el patrón, le habían aban- donado. A pocas diligencias practicadas á bordo, averigüé haber desertado toda esta gente, á pe- sar de ser de la de más confianza. Comisioné al punto á los Oficiales D. Juan Concha y D. Fran- cisco Viana con el sargento y cinco soldados para que imponiendo del hecho al Subdelegado, tomasen de acuerdo las medidas más prontas que dictasen su actividad y las circunstancias. Este Jefe facilitó á dichos Oficiales tropa escogida de la guarnición muy práctica del pueblo y cami- nos, y registrando primero las casas sospechosas contestaron la fuga de dichos individuos al prin- cipio de la noche. Con estas noticias, se forma- ron dos divisiones, dirigiéndose á los caminos de Méjico y Coyuca, únicos poi donde podían ha- ber salido; siguieron sus respectivas direcciones toda la noche haciendo diligencias grandes á ca- ballo, pero con el seiilimiento de haber sido in- fructuosas. Sin embargo, haciendo especial en- cargo á ias Justicias para prenderlos, también á los pueblos de su jurisdicción hicieron saber la recompen I pecuniaria que oiitendrían como los cogiesen, según y» lo había prometido. Nuestros Oficiales fundaban tanto sus esperanzas en este recurso pm- informe de las propias justicias, que cuando rcf^esaron, ya vieron cuadrillas de indios lanceros apostadas cautelosamente, y no dudaban de su celo lograsen resultas tan felices como po- dían esperarse de medidas las más oportunas. En la mañana del 9 recibí '.ontestación del Vi ■ 9 rey, incluyéndome pliegos de la Corte llegados 124 VIAJlí ALREDEDOR DEL MUNDO V'h.'i Últimamente á aquella capital, y manifestándo- me no ser tan fácil la pronta reunión de los Ofi- ciales Espinosa y Cevallos como yo lo deseaba, si acaso no dilatase yo de algunos días la salida. Como al mismo tiempo me advertía el haber an- ticipado sus órdenes preventivas al Comandante de San Blas para el acopio de nuestros aprestos; y por otra parte, miraba de tanta importancia la aprehensión de los desertores, no pude dudar en la resolución de detenerme ni de manifestársela para que también se sirviese estrechar sus pro- videncias para conseguir el coger los desertores, cuya falta, así por el número como por su sufi- ciencia marinera, me era de notable importancia para la campaña venidera. Se conoció muy breve la falta que nos hacían tan buenos marineros, entre los cuales se hallaba el gaviero mayor, pues las faenas ocurridas por la noche la justificaron. A las diez principió A relampaguear por el cuarto cuadrante con true- nos bastante frecuentes. Apuntó después el vien-" to al Este, y dando una fuerte fugada cambió con violencia al Noroeste aturbonado, ráfagas muy fuertes y mucha agua. No tomé hasta aquí pre- caución alguna atendiendo á la excelencia del puerto, y hallamos justamente en el rigor de la estación más benigna del año. La noche se puso del peor semblante, haciéndola más horrorosa la repetición de truenos y relámpagos, que causaban un estrépito espantoso entre las montañas eleva- das que circundan este puerto. Pero se tomaron luego las precauciones debidas de reforzar las amaiTas de tierra, en donde faltaron luego dos de los calabrotes. Al Este se tendió el ancla de ba- bor, y de este modo se pudo resistir la fuerza del viento hasta las ocho de la mañana, en que el tiempo serenó enteramente. ¡6 Para el 16 se consideraban ya evacuados to- dos los objetos que me había propuesto, y en disposición de dar la vela en el instante que lle- garan nuestros Oficiales de Méjico. No era poca satisfacción el verlos verificados, y agregar á ella la de haber conducido hoy presos los nueve ma- rineros desertores, por varios individuos de las j usticias que los cogieron á 30 leguas de esta población; á quienes como también á los indios Hecheros que los custodiaban, se satisfizo á pre- sencia del Subdcl'^gado los gastos de conduc- ción y gratificaciones o/recidas por este servicio, cargándoselos en sus asientos respectivos. Se ha hecho relación prolija de este suceso para que en lo sucesivo pueda servir de gobier- no á otros buques de S. M. que frecuenten este puerto, por si acaso tomando iguales medidas correspon-len con el mismo fruto. La suma claridad de ia» aguas en este sur- gidero nos ha proporcionado hacer una observa- ción importante, aunque contraria á la del Capi- tán Cook. Este navegante supone que el forro de cobre en las embarcaciones impide que se Feb. ns arrime el pescado, fundándose en que el carde- nillo sea un veneno activo que le mate, en cuya opinión se apoyó para proponer al Almirantazgo el foiTO de madera á los buques de su último viaje, como medio de facilitar la pesca, y un ali- vio tan considerable en semejantes expedicio- nes. Nosotros, aquí, después de repetidas expe- riencias, podemos con seguridad oponernos á la opinión de aquel ilustre navegante. Muchos días hemos notado, que acudiendo el pescado con abundancia á las conchuelillas pegadas á las planchas de cobre, se detenían en ellas para arrancar algún alimento que encontraban, pro- l)ándose así que lejos de serle nocivo, le era muy sabroso y agradable. Por el resultado de nuestras observaciones de esta ciudad nombrada de los Reyes, queda determinada su situación astronómica, referida á la casa del Gobernador en donde se colocó el observatorio, como se expresa. Latitud observada por estrellas al Nor- te y al Sur del zenit N. 160 50' 30" Longitud observada de confianza por el primer satélite de Júpiter en la noche dul 18 de Febrero por D.Juaii Concha, occidental de París 1020 22' 38'' Longitud por el promedio de 48 series de distancias lunares observadas el día 12 102.22.00 * Deducción de la longitud por la relojes marinos. Nün Diferencia al tiem- po medio por las alturas co- rrespondientes el día 3 de Fe- brero Por sus diarios A Panamá 2'' 42' 43" 20'" o'' 32' 31" 40"' 4.4.36.20 Diferencia de me- ridianoscon Pa- namá 1.21.53.00 Longitud Geste de Panamá 20" 28' 15" Panamá al Oeste de París Si" 53' 4;;" 0.52.31.52 1.25.03.32 21" 15' 53" 8i«53'45" Longitud de Acá- pulco occiden- tal de París. . . 102.22.00 103.09.38 la variación de la aguja por el teodolito resultó de 7° 12' Nordeste. Renunciando ya la esperanza de reunimos aquí con la corbeta DEScuiunRTA, dejé en poder del Subdelegado un cajón con los pliegos de la Corte, planos y documentos relativos á nuestras operaciones desde la separación, rotulado á Don Alejandro Malaspina, para que á su arribo se le % CORBETAS DliSCUBIERTA V ATREVIDA T25 |Ue se Feb. líi carde- n cuya ntazgo último un ali- edicio- expc- os á la os días do con á las ; paia , pro- ra muy Kei). 19 entregase inmediatamente. También dejábamos otro caj'ón de aves disecadas y preparadas por la diligencia recomendable dtl Cirujano D. Pedro González, para que Malaspina, si lo hallase por conveniente, pudiese determinar su remesa por Veracruz á España. ■I Tuve yo noticia la tarde del 24, que ios Ofi- ciales Espinosa y Cevalíos debían llegar tem- prano en la mañana siguiente, con cuyo antece- -5 dente me dispuse á dar la vela en aquel instante. En efecto, nos hallábamos con las gavias ensun- chadas é izadas cuando llegaron, pero advirtién- dome que su equipaje no estaría aquí hasta la mañana siguiente por lo malo de los caminos, cuya propia causa había también dilatado su lle- gada, tuve que suspender la salida, cortando toda comunicación con la tierra á fin de evitar nue- va deserción en los últimos momentos que tanto , favorecen á los que Ui intentan sabiendo también la imposibilidad de perseguirlos. Salida de Acapulco y navegación hasta San 'Has. jfi Apenas llegó el equipaje de dichos Oficiales por la mañana, y apuntó la brisa, dimos la vela con todo aparejo atracando la punta del Grifo, en donde escaseando el Sudoeste obligué á se- guir el bordo sobre la de la Bruja y á costa de otros dos repiquetes conseguimos estar fuera de puntas al medio día; á esta hora, por marcacio- nes á la punta de la Bruja al Norte 26^ Este, la del Grifo al Norte 4° Oeste, y el farallón del Obispo al Norte 5° Este, resultó la latitud Norte de 16" 48' y longitud occidental de Cádiz de 93° y43'- Siguióse la vuelta del Sur con viento fres- quito del Oesudoeste, conduciéndonos este rumbo al ponerse el Sol á 6 ó 7 leguas de la costa. No podíamos espere'* mutación muy favorable en los vientos, pues por noticias adquiridas en Aca- pulco, nuestra navegación á San Blas, debiendo hacerse con vientos constantes del 4.° cuadrai/o debía ser por precisión bien larga. Sobre esta causa se agregaba la de las grandes diferencias hacia el segundo cuadrante, causas que produ- cen atrasos en este viaje aunque sea corto en razón á la distancia. Por esto la derrota ordina- ria que se hace, es separarse de la costa, buscan- do fuera de ella las variaciones favorables de vientos. Habían conducido los Oficiales Espinosa y Cevalíos dos relojes pequeños que dejamos en el Observatorio Real de Cádiz, pertenecientes á los dos cronómetros que traen las corbetas, los cuales se pusieron desde luego en movimiento. Estas máquinas, fabricadas igualmente por Ar- nold, tienen los números 344 y 351. Los vientos desde aquí entre el Oestemr- oeste y Oeste con poca fuerza, nos produjeron sacrificios considerables en la latitud y longitud: i'^i j^ á medida que fuimos saliendo para el Oeste fue- ron inclinándose paulatinamente hacia el Norte, pero con las diferencias al Sur constantes y no pequeñas, aumentaban el atraso de la derrota: nuestra situación el 4 de Marzo era bien desven- ^'■" ' tajosa estando en latitud Norte de 13" 50' y en longitud de 95" 46', observando la variación Nordeste de 7". Todavía hasta el 7 fuimos perdiendo en la- ? titud, pues sin embargo de que los vientos ha- blan tomado im giro algo más favorable llegan- do á veces hasta el Nornordeste, como las diferen- cias al Sur eran grandes, no pudimos excusarnos de bajar hoy hí'.sta la latitud de 13" 41' Norte, en longitud de 97" 2.5', desde cuyo punto ya em- pezamos á sentir menores diferencias y también á lograr otros progresos para el Norte. Los vien- tos tomaron asimismo más fuerza y esta cir- cunstancia con la constante fuerza de vela dis- •minuía el abatimiento, y los efectos de las corrientes, ya en este paraje eran bien poco sensibles. Las observaciones del día it nos mani- " festaron la latitud Norte de, 14° 51', y longitud de 99" 12', por las cuales, y otros indicios como abundancia de pájaros, algunos chubascos y ra- mas de árboles, nos indicaban la cercanía de la Isla de Posesión. Esto nos hizo navegar con vi- '- gilancia todo el día siguiente por si algún error presumible en su situación podía hacer que la avistásemos. En los días 15 y 16 notamos una constante 'sy""' variedad en los vientos, pero sin salir del primer cuadrante. Esta nlteración, ó naestros deseos, nos daban esperanzas de que llegásemos breve á en- contrar los vientos del Oeste y Noroeste, para tomar luego la otra vuelta. Nos considerábamos al medio día del hoy l^, como loo leguas dis- i* tantes de la costa, y á esta causa atribuíamos el ningún efecto ya de las corrientes para el Sur y también tal vez á hallarnos al Oeste del meri- diano del mar de Cortes, cuyo desagüe derra- mándose en su misma dirección, producirá al- guna corriente, cuya conjetura podremos quizá comprobarla si experimentamos sus efectos sobre las Islas Marías. Desde la media nodie ¿íó el viento algunas llamadas del Norte al Nomanroeste, pero con tan poca subsistencia, que no permitió seguir la otra vuelta. A la mañana se t-mó k del Nordeste un ,7 coito intervalo favorable, llegando al medio día á la latitud de 17" 34', y longitud de 105" 46' Oeste. Notóse en esta última una grande dife- rencia con la de estima en i" 09' para ei Oes- ,a te. También hubo 12' de diterencia al Sur: no obstante, como al día siguiente no encontramos alguna en la longitud, puede suponerse que aque- lla tan considerable dimanase de a\ ' enor en A m 126 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Mar, .8 las alturas, ó al contar en el reloj al tiempo de tomarlas. Por las comparaciones de los relojes resultó haber alterado su movimiento el número to en 3" con el 105, diferencia que no se atribuiría á defecto de aquella sobresaliente máquina, á no repetirla los otros dos relojes de Arnold, cuya uniformidad de movimiento entre si desde Es- ]iaña habían dado muy buenas longitudes. El temperamento había alterado muy sensiblemen. te, y desde luego esta repentina mutación puede haber causado en el número 10 aquella novedad. '9 Sin embargo, en las comparaciones del día si- guiente volvió á uniformar su movimiento con los relojes 105 y 344. ;iy22 Los días 21 y 22 estuvo el tiempo cubierto, y á veces achubascado ó garuando, lo cual oca- sionaba variaciones de vientos con las que se tomaba la vutlta que granjease más para el Es- te. Estos aparatos parecían anunciarnos la pró- xima mutación de viento favorable, pero no" :i tuvieron lugar estos deseos hasta pasada la me- dia noche del 24, en que aclarando, roló el viento 25 al Nornoroeste y Norte bien fresco al amanecer, prometiéndonos por todas las bellas apariencias con que se entr.bló la seguridad de su constancia y el pronto arriuo al puerto deseado. Estábamos al medio día por la latitud observada en 22° 01'; y en longitud de 108° 34' Oeste hallando la variación por amplitud occidua de 7° Nor- deste. La Carta española que nos guiaba difería en 1° en la longitud entre la bahía de San José y el puerto de San Blas de la que señalaba un pia- nito remitido por D. Francisco Maurelle, Tenien- te de navio de la Real Armada, residente en Mé- jico. Pero la longitud que resulta de San Blas según la distancia estimada de 60 leguas entre ambos puntos, y la diferencia en latitud, es de 100° 30' occidental de Cádiz. El Abate monsieur Chappe, comisionado por la corte de Francia á observar el paso de Venus acaecido el 3 de Junio de 1769, á cuya comisión le acompañaron los Ofi- ciales de la Armada D. Vicente Doz y D. Salva- dor de ]\Iedina, establece la longitud de San José por la observación de Doz en 112° 2' 30" occi- dental de París, ó en el mismo sentido de Cádiz de 103" 26' 30" y la latitud de 23^ 3' 30" Norte. El citado Chappe es quien pone la distancia es- timada de las 60 leguas, bien que las contrarie- dades que sufrió para navegarías, por corrientes, calmas, etcétera, dan motivo suficiente para creer algún error en su cálculo y conceder la preferen- cia á la estima de Maurelle no habiendo tenido aquellos obstáculos No nos abandonó después el tiempo favora- 27 ble del Norte y Nornoroeste ni sus bellas apa- riencias, de modo que al medio día del 27 con- tamos la longitud de 103° 15' Oeste, por latitud de 21° 30' Norte, considerándonos como 50 le- Mar? guas de las Islas Marías, demorando la del centro al Este coiTegfdo, cuyo rumbo es el que seguimos desde haber licgado á su paralelo. Esta longitud, indicada por los relojes, tuvimos en esta mañana ocasión de comprobarla por 36 se- ries de distancias lunares, cuyos resultados sólo diferenciaban en 8' al Este del reloj. La suma confianza que teníamos en estas ob- servaciones nos persuadía la exactitud de nues- tra verdadera posición. Así, aunque el viento continuase fresco, seguimos toda la noche con fuerza de vela en vuelta de las islas, pudiendo distar de ellas al medio día siguiente como ocho 28 leguas por una Carta reducida que teníamos; pero por el plano de Maurelle, ya estábamos al Este de ellas; sin embargo, no era de creer error con- siderable en su longitud considerando estuviese referida á las observaciones ejecutadas por Don Vicente Doz en el Cabo de San Lucas, y creo también en San Blas. Efectivamente, ala una de la tarde, estando en latitud al medio día de 21° 25' y longitud de 100° 25' se avistaron desde los topes las islas demorando por la proa. Tardamos poco en atra- carlas y barajándolas á distancia de dos leguas, nos dirigimos á pasar por el Sur de ellas. Estas islas corren Noroeste -Sueste, son muy limpias, la más Norte tiene dos puntas bajas y un isloti- 11o en la del Noroeste, pero carecen de puertos. Por noticias que tenemos abundan de varias y excelentes maderas, con especialidad de guaya- can que se conduce á San Blas para los usos del Departamento; se coge buen carei y se hace una bebida de la corteza de cierto árbol, cuyo uso está prohihido. De las longitudes observadas á las diez ho- ras y veinte minutos de la mañana por el número 10 llevadas con la estima hasta la hora de avis- tarse la isla más Norte estimando la distan- cia de e'la de seis leguas, se deduio la longitud de ella de 100° 30' occidental Oc Cádiz que di- ferenciaba en 7' de la que indicaba la Carta es- pañola, y i" al Este de la de Maurelle. No será esta la situación que establezcamos á estas islas porque sólo hago mención para indicar aquellos errores, respecto á que en San Blas deducire- mos con toda exactitud la referida situación des- pués de averiguar el movimiento del número 10, cuya marcha no fuera extraño haberse alterado después de cuarenta días que se cerró en Aca- pulco su diario. Con r'imbo del Estesueste íbamos á atracar la isla más Sur de la cual al anochecer por tres marcaciones hechas á las dos del Norte, señala- ban la distancia á ella de diez leguas. El poco viento (■> calmas desde la media noche no dio lu- gar á rebasarlas todavía al amanecer, tenittidola ?« á esta hora por el través á cuatro millas. Ciñóse CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 127 50 le- Mar la del el que lo. Esta mos en 36 se- os sólo iMar. 39 luego cl vicnto frcsquíto del Nordeste en demanda del puerto, y cuando el Sol tuvo una competente altuii, se convino estar próximos al meridiano de la isla, para correr bases en estas circunstan- cias y observar longitudes. Por las referidas al mediodía por los relojes, llegamos á la de 99° 32' Oeste, y latitud observada de 21" 13' Norte; teniendo de variación por amplitud ortiva 7° Nord- este. A este tiempo demoraba lo más Norte de la isla, más Sur al Norte 75" Oeste, y el isl Oti- lio que tiene á la parte del Sur, al Norte 87' 30' Oeste. Ala una de la tarde se descubrió la costa de San Blas y notablemente el monte de San Juan por la proa, cuya elevación y figura formando dos cerros redondos en la cúspide, puede servir de marca muy segura para buscar el puerto. Perdíamos las esperanzas de alcanzarle hoy por haber entrado tarde la brisa del Noroeste, y sólo al ponerse el Sol pudo verse poco á barlovento el islote de piedra blanca, el cual dista del puer- to como seis leguas. Seguimos en demanda de él hasta las diez de la noche que calmó la brisa, sondando entonces 3" 26 brazas lama. Por la mañanita conocimos el efecto de las aguas para el Sur, y así declarándo- ■ , . se la brisa á las ocho por el cuarto cuadrante (que sopla aquí desde Noviembre á Mayo) se orzó al Noreste. En qste paraje suele fondearse con bonanzas por no caer á sotavento del puerto, y más siendo en la estación benigna en que esta- mos, cuya maniobra hubiera yo ejecutado al contar menos en la diligencia del buque, y á querer evitar este trabajo á la gente, y á los ca- bles que tanto padecen en esta faena. A las diez y media marcábamos la segunda piedra blanca situada cerca de la entrada de San Blas, cuya figura representa una embarcación á la vela, al Norte 72" Este, por cuyo rumbo nos dirigíamos al fondeadero con todo apare )o. Des- pués del medio día se divisaban ya las banderas < del Rey en el fuerte de la entrada y en la altura de la población donde se halla la Contaduría del Departamento, cuyo edificio representa una for- taleza. Poco después llegó á bordo el Secretario del Comandante el ("apitár. de navíd 1). Juan Francisco de la Cuadra, quien me informó ha- llarse en el pueblo de Tepaue, pero que Ucearía aLdía siguiente. Cerca ya de la seguníia piedra blacTío nave- gamos sobre las gavias por fonio de ¡wf te. seis y medaa y seis brazas lama, y Tíbasadn se dio liando ai ancle iie babor en cini •> v media la mis- il ma calidad, y seguidamente st tendió la otra al Este, quedando de este modo en las marcaciones del asta de bandera del fuerte de la entrada al Norte 7" Este, la que esta en la Contaduría al Noele 46 Este Sur 81" Este. y d Cerro de San Juan al Estada en San Blas y aprestos para la ejecución de la campaña al Norte, consecuente d las últimas órdenes de S, M. recibidas en este puerto. En la mañana siguiente llegó de Tepique el *'' '° Comandante Cuadra, y me manifestó el particu- lar interés que tomaría en contribuir con sus pro- videncias eficaces en que nos aprestásemos con todos los auxilios que exigiese el éxito feliz de nuestra comisión. Y á este efecto se hallaba con órdenes anticipadas y amplias del Virey, para que nada faltase al desempeño cabal de un ob- jeto tan importante y recomendado muy espe- cialmente por S. M. No bien se habían concluido las faenas mari- neras, cuando se empezaron todos aquellos repa- ros para el aparejo y velamen en que podía ocu- parse la marinería sin auxilio del arsenal. Con igual celeridad se dio principio por la maestran- za á la recorrida de costados y trancaniles, limi- tándose estas obras sólo á lo muy preciso para reducir los gastos grandes que aquí causan, y contando con que en la invernada en Manila se completarían con notable economía. Las em- ba"caciones menores fué también preciso en- viarlas á carenar al Arsenal por los terribles extragos que había hecho la broma en sus fon- dos, y una lancha nueva que estaba ya prin- cipiada, fué también necesario alimentarle su capacidad y resistencia, sin cuyas circunstancias no podría desempeñar los objetos á que debía destinarse. Por el correo del 5 recibí pliegos de Su 5 Majestad para D. Alejandro >íalaspina, previ- niénuole expresamente la verificación de la cam- paña al Norte con el fin de determinar la falsa ó verdadera existencia del estrecho ó paso de co- municación entre el msir Pacífico y el Atlántico. A este efecto se acompañaba una Memoria pu- blicada en Francia por Mr. Bauche, miembro de la Academia de Ciencias, leída en aquella sabia .asamblea el 13 de N 'liembre del año próximo pasado, en la cual se trata de .imbar como cierto el rt'ferido estrecho, fundándose sobre la auto- ridad de un viaje por el n,i^--.¿í.inte español Lo- renzo Ferrerde Maldonad Ignoraba yo el parader de Malaspina, y su retardo tn llegar á Acapulcu siendo considerable, me hacía recelar algún cohcaliempo en su na- vegacioíB, pues según aviso del Virey con fecha. de 27 ée Ifatfzo todavía no había entrado en Aca- pulco, swndo asi que segur, me indicaba tn su instrucción contaba para «í jo de Febreri) ^og«r aquel puerto. Par«ci6nr indipaisable. no obs- tante, dirigirle per eMBnordtaam á Méjico la& últimas órdenes de S. M>, aaftiaKiáo al Virv:> las trasladas 1 á sus mano» en d instante de *AÍ»er su arribada sobre cmieapÉBra puertn de la costa. I ■ í i ' '\ ':í!:> m:': : í * , '■!'• ■i -■!. 128 VIAJIÍ ALREOEUOR DEL MUNDO Yo consideraba ya muy continfíeiite el reunimos, por lo tanto juzfí^t-' preciso avisar á Malaspina il plan de la derrota que me proponía ejecutar para cumplir las órdenes recientes de S. M., en el caso de que las suyas para el 24 del corriente no me previniesen el alterarle. lira, pues, mi ánimo hacer navegación directa á la altura de 6u", atracar la costa y reconocerla al Norte y al Sur del monte de San Elias, en donde la citada Memoria supone el cuestionable paso, buscándole por las señas que advierte en la entrada de esta parte; si no le hallaba, como parecía lo más probable, pensaba dirigirme para el Sur á reconocer los tronos de costa sin trazar- se hasta aquí por navegantes nacionales ó ex- tranjeros. Después entraría en Nutka y Monte- rey, si la estación lo permitiese, y rectificando las Cartas del Continente de la América ó corri- giéndolas de los errores que incluyen los métodos empleados en semejantes operacicnes por la fal- la de relojes, regresaría luego á Acapulco en Octubre ó Noviembre de este año. Al mismo tiempo que con fecha de hoy parti- cipaba al Excmo. Sr. M nistro de Marina todas es- tas medidas como cons2cuentes á haberme ente- rado de las últimas órdenes de S. M., le avisaba la llegada también del péndulo simple destinado por S. M. á esta expedición para que en el dis- curso de ella se repitiesen las observaciones con arreglo á la reducifio. instrucción que acompañaba el Capitán de fragata D. José de Mendoza, que lo remite desde París. Se reducen éstas á comparar el movimiento del péndulo con el tiempo medio para determinar así las distintas relaciones de la gravedad, y deducir por ellas una medida univer- sal y la verdadera figura de la tierra. Habíase colocado el observatorio en la plaza de la iglesia para el arreglo de los relojes, y eje- cutar las observacJi nts celestes que ocurriesen, en cuya inmediación se tomó una casa para alojar á los Oficiales encargados de este ramo, pues la gran distancia á que se hallaba el buque de la población, hacía indispensable esta providencia para asegurar aquellos objetos. Con el propio empeño se principió á levantar el plano del puer- to, y este cúmulo de atenciones para evacuarlas con la brevedad á que estrechaba el tiempo, no dejaba de hacerme recelar en un país tan mal sano el que la gente enfermase. Por la mañana del 11, recibí aviso de Don Alejandro Malaspina de haber llegado el 27 de Marzo á Acapulco, después de 57 días de una can- sada navegación desde Realejo, en la que por calmas y comentes no le había sido posible si- tuar la costa intermedia desde que dejaron los volcanes de Guatemala; y atendiendo á las cir- cunstancias que nos rodeaban y á las tareas de nuestros navegantes españoles, y de los señores Cook, La Perouse y Ui.von, soImv las costas sep- tentrionales de la California, determinaba diri- girse á las Islas de Sandwich, y recorriéndolas en lo restante del verano, regresar por Octubre á Acapulco, atravesando después á las Filipinas. Como para la ejecución de este plan me recomen- daba la mayor diligencia en trasferirme á aquel puerto, yo, desde el instante, estreché mis pro- videncias para dar la vela pasado mañana, avi- sándoselo así por extraordinario que salió inme- diatamente. A la sazón teníamos la aguada y leña completa, habiendo hecho también 160 quintales de lastre para reemplazar los pesos muy dismi- nuidos desde la salida de Cádiz, cuya falta en la- titudes altas perjudicaría á la resistencia y bue- nas propiedades del buque, justamente en oca- sión en que eran más precisas ambas circuns- tancias. Habíamos concluido á la sazón así las obser- vaciones que determinaban la situación exacta de San Blas, como el plano del puerto con una línea de sonda desde la rada ó paraje donde se ha- llaba la corbeta hasta la entrada al rumbo del Sur- sudoeste por fondo de 36, 35, 26 y 18 píes siem- pre fango. Esta calidad disminuye en parte la po- ca seguridad del fondeadero de la rada, con espe- cialidad en los meses de Julio, Agosto y Setiem- bre por los vientos reinantes del «Sur y Sudeste que soplan con fuerza y frecuentemente traen turbonadas. Son pocas las embarcaciones que pueden entrar en el puqj'to por el poco fondo de la entrada, y para evitar la detención de alijar, fondean como á cuatro ó cinco cables del islote pequeño que está á la entrada y á tres de la punta Sudoeste de la misma. Sobre ésta se halla una ba- tería, y se extiende para el Este de ella un arre- cife de piedra comode 80 íoesas, en cuyo extremo empiezan las valizas indicando el paso estrecho que conduce al interior del Arsenal. El fondo en pleamar (que sucede en novilunio y plenilunio á las ocho y media de la mañana) entre las prime- ras es de 16, 15 y 14 pies; continúa así hasta cerca de la chata que baja á nueve y ocho; en la baja- mar disminuye de tres á cuatro pies el fondo, y éste es variable á uno y otro lado de las valizas, á causa de los cantiles ó placeres formados por el rio de Santiago que desagua por esta parte. Todo el día siguiente se empleó en recibir del arsenal los efectos para entrambas corbetas como eran clavazón, madera, brea, la pipería com- puesta y nueva, 220 quintales de pan y 150 arro- bas de tocino. La lancha nueva, como también el observatorio, equipajes y los útiles de tonelero y herrero, quedaron también á bordo, de modo, que al anochecer nada faltaba para efectuar la salida desde que apuntase el terral. Por nuestras observaciones, habíamos esta- blev^ido la posición astronómica de San Blas referida al paraje del observatorio en la forma sigu>«ntc: Al., II CORrriTAS DRSCUBIURTA Y ATRKVIDA 129 a dirt- lolas en tubre á lipinas. ícomen- á aquel nis pro- na, avi- ó inme- a y leña uintales dismi- Itaen la- y bue- en oca- circuns- Ah ti Longitud de San Blas deducida por la emersión del primer sa- télite de Júpiter en 7 de Abril de 31 occidental do París. . . . 107" 42' 00" ddiz al O. do París 8" 34' 00" Longitud do San Blas occidental de CMdiz 99° 08' 00" í-ongitud de San Blas por el nú- mero 10 occidental de Aca- pulco 5° 12' °"" Acapulco al O. do Cádií'. 93*^ 44' 00" Longitud do San Blas por vM 10 occidental de Cádiz 980 56' 00" Latitud observada en San Blas por estrellas al Norte y al Sur del Zenit N. 21" 32 40'" N'ariación de la aguja por el pro- medio do seis aziniutos obser- vados ;í bordo por dos observa- dores N. K. 9" 26' 00'' Descripción del dcpayUímento de Siw Blas, origen de su estíiblccimiento, y ventajas que ofrecería trasladado (í Acapulco. La villa de San Blas se halla situada á un cuarto de legua del Arsenal, á la falda de una eminencia que presenta su cara á la brisa, por lo general reinante desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. El terral la sustituye á pocas horas, pero la situación local impide gozar de este beneficio tan saludable en estos climas calurosos. La población, reducida á muy pocos regulares edificios, se compone de chozas cubiertas de paja, presentando aquella vista po- bre y miserable de un pueblo situado en un clima insano, habitado sólo por la necesidad ó por las ventajas que su conservación produce á los inte- reses del Estado. Algunas casas de particulares, y uno ú otro edificio del Rey, están hechos con alguna solidez, pero en .'a estrechez de las prime- ras no se ha combinado la capacidad que piden las habitacionco entre trópicos. El terreno de las calles desigual y pedregoso, hace su tránsito bastante incómodo. El temperamento de Gan Blas, por naturaleza enfermo, lo es excesivamen- te en la estación lluviosa de Mayo, Junio, Julio y Agosto. Por estas y otras causas locales que re- feriremos, los naturales tienen una languidez y tristeza en sus semblantes, que las justifican tan- to como la necesidad de abandonar el pueblo por aquél tiempo en que tanto aflijan las enferme- dades agudas. Así no puede fijarse el número de sus habitantes como tampoco la multiplicado i de la especie humana puede tener aquí aquel aumento proporcionado á su número, -cuando tantas circunstancias lo embarazan. Podrá as- cender la población en tiempo menos mal sano á 4.500 almas, y á la mitad de este número cuan- do la abandonan trasladándose á Tepique. Para que asi este pi'eblo como el Arsenal sean poco sanos, concurren causas físicas que existirán ah. mientras existan ambos establecimientos, y por consiguiente habrá de sufrir sus pernitiosas con- secuencias. Hállanse uno y otro rodeados de esteros 6 pantanos, cuyas aguas y las llovedizas que los forman, comunicándose con las marinas, producen la putrefacción destructora terrible de la humanidad. Únese á estas causas una pla- ga casi continua de mosquitos conocidos aquí con el nombre de gegenes ó perjuicios. Divídense en dos clases, unos son pequeños, de tamaño poco mayor de una pulga, y otros mayores que se distinguen ccn el nombre de zancu- dos. Una y otra esp.'ície de insectos tienen una actividad singular en la picada, y molestan especialmente en las conjunciones y oposiciones de un modo inexplicable. Si este es un motivo tan poco agradable para habitar en la población y en el Arsenal, puede inferirse cuanto debe au- mentarse á los operarios de este sitio, en donde el terreno más bajo y menos ventilado hace in- sufrible su residencia, causando atrasos muy grandes en las obras que allí se ejecutan. Fué el objeto de formar aquí este Arsenal el de resguardar y de extender los reconocimientos de la costa Noroeste de este continente y facili- tar el socorro de los presidios de Monterey, San Diego, Loreto, etc. Esta idea, protegida por el Excmo. señor Marqués de Sonora, desde la visita general que hizo en este Reino el año de I "6g, empezó .í formalizarse en el inmediato, destmándose un constructor y alguna maestran- za para la fábrica de las pequeñas embarcacio- nes con que se abrió este establecimiento. Lo enfermo del paraje y la mayor abundancia de mosquitos obligó á abandonarle el año de 73 y fijar la residencia en donde hoy se halla la vi- lla; en el de 74, se consideró precisa la forma- ción de un Departamento, destinando al efecto Oficíale- de la Armada y Pilotos, los cuales, después de haber hecho algunos descubrimien- tos sobre estas costas septentrionales, se retira- ron los primeros en el de 83. Por este tiempo, la Rusia había emprendido sobre las mismas costas algunas expediciones, formando en las al- tas latitudes Hf ellas uno ú otro establecimiento para facilitar el comercio de la peletería. El exa- men de estos, ó el averig-.ar sus intenciones siendo un punto que llamaba la atención del Go- biern.^, volvió á restablecerse el Departamento en 89, nombrando S. M. por Comandante, al Ca- pitán de navio D. Juan Francisco de la Cuadra, con sus Oficiales subalternos. Las embarcaciones que actualmente perte- necen al Departamento, son tres fragatas como de 300 toneladas, un paquebot y una goleta. Es- tos buques se hallan en muy buenas condiciones, excepto la fragata Concepción, por cuyo motivo se ha propuesto al Virey la construcción de 17 L''; 1 " r\\ 4 130 Vl.VJIi ALRUDEDOR DEL MUNDO Al., 11 Otra del mismo tamaño, la cual podrá estar de- tenida por el excesivo costo de 120.000 pesos en que se ha presupuestado su valor. Yo creo seria preferente que asi ésta como otras embarcacio- nes que hayan de emplearse en estos mares fue- ran construidas en España bajo otros principios ó conocimientos para desempeñar los objetos á que se destinen, y economizando sumas inmensas que aquí se sacrifican. No en vano asciende á una tan considerable de 374. 4K8 pesos fuertes los ¡gastos del Departamento, debiéndose á su celo el liaberlos disminuido con arbitros que ha me- ditado hasta 50.0OÜ pesos anuales el citado Co- mandante. Se han hecho ver ya los inconvenientes que ofrece el hallarse en este puerto el Departamen- to, pero todavía resta otro mucho más grave. En la relación del diario se ve la imposibilidad de entrar dentro del puerto las embarcaciones que calen 14 pies, y aun éstas no pueden ejecu- tarlo sin la molesta y á veces amesgada ma- niobra de alijar. La capacidad del puerto no ofrece tampoco toda la que necesita un Arsenal, por muy reducido que sea, y tan solo estas dos causas pudieran convencer de la necesidad de trasladarle á paraje más conveniente y seguro. Este punto de tanta importancia al servicio de S. M., ha sido muy disputable hasta ahora, en que el actual Virey, tan celoso en su acierto, ha propuesto el traspaso del Departamento á Acapulco, precediendo varios informes y á mí me lo pidió también cuando regi'esé á dicho puerto. Es cierto que no cabe comparación entre el puerto de Acapulco y el de San Blas, sin que liara decidir las superiores ventajas de aquél sobre éste, se necesiten más conocimientos que el cotejo de sus planos respectivos. Acapulco ofrece la major comodidad para formar el De- partamento con la precaución que exigen los grandes intereses que abraza, facilita para ce- larlos la residencia en él de todos los Jefes, su inmediación á la capital y á Veracruz disminu- \e mucho el costo de la conducción de efectos, las fortificaciones grandes que tiene, y las que provisionalmente pueden formarse en tiempo de guerra para defender su entrada con el auxilio de la Marina, daría á este punto de la América todo aquel grado de seguridad que necesita para no temer un ataque por ninguna potencia marí- tima que lo intente. En cuanto al temperamento, es también pre- ferente el de Acapulco, porque además de no tener su disposición local los inconvenientes que San Blas, también es fácil corregir los que tiene. La necesidad haría muy luego conocer la precisión de cegor una pcciueña laguna que hay á la salida dil pueblo, así como éste sería nece- sario irlo extendiendo hacia la cañada, por donde viene la brisa, cuya providencia, y la de desmontar los alrededores aumentando la ven- tilación, se disminuirá la humedad que aquí tanto ofende la salud pública. vSi con estas saludables diligencias no se al- canzase el objeto á que se dirigían, siempre hay aquí el recurso de mejorar de clima á muy corta distancia de la población. Ni aquéllas son ase- quibles en San Blas por la localidad del terreno, ni Tepique dista menos de 12 leguas ó más de aquel Departamento, cuando á las doce de Aca- pulco se experimenta la influencia de un tempe- ramento sano en todas las estaciones del año. Se deja, pues, conocerla utilidad que resultaría al servicio del Rey en este caso, residiendo los Jefes constantemente ó en el mismo Arsenal, para inspirar con su presencia todo el celo y actividad necesaria, ó más próximos á él, y sólo la corta estación que afligen ahora las enferme- dades. A pesar de estas ventajas tan palpables, ti Comandante Cuadra me informó, cómo no fal- taban opiniones para disminuirlas, ó informes á la superioridad dando la preferencia á San Blas para Departamento. No podía Cuadra suscri- birse á un dictamen tan difícil de apoyarse, ó de superar las razones de la opinión contraría, y así estábamos conformes en la misma, de que algún día había de triunfar de todas las dificul- tades ú obstáculos que encontrase. No obstante, expondremos aquí los fundamentos que apoyan el sentir de los primero» para aejar al público la facultad de decidir con acierto en la opinión de que se trata. A dos puntos reducen el apoyo de su opi- nión; el primero hallarse San Blas más al Norte que Acapulco, y por consiguiente, en dis- posición más fácil de socorrer los presidios, de- biendo ser más corta la navegación, lo mismo que la que se verifica todos los años á las ex- ploraciones en las latitudes crecidas; y segundo, en la abundancia de maderas que tiene San Blas de las cuales suponen que carece Acapulco. Para juzgar del primer punto bastará saber que la derrota para entrambos objetos es siempre una misma, por razón de los vientos constantes desde uno y otro paraje, y que debiendo sepa- rarse siempre de la costa para buscar los del Oeste y Noroeste, no hay en este caso más dife- rencia en distancia que la diferencia corta en la- titud entre ambos puertos l e. cí -rS^'í /I "^ ^l. ^m> o 7 /Á Photograpi Sciences Corporatií wátk mm IMAGE EVALUATION TEST TARGET (MT-3) W / O O <^ "\^ ^ %^ CIHM/ICMH Microfiche Series. Canadian Institute for Historical Microreproductíons / Institu MH ie CIHM/ICMH Collection de microfiches. roreproductions / Institut canadien de microreproductions historiques 1981 _.-,..rik IJ4 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Ah -o turales la gratificación prometida. Las órdenes del señor Conde de Kivillajifíedo, recibidas al re- greso del extraordinario, no podían en el entre- tanto ser más favorables A los proj^resos sóiic'os de la expedición. S. E. habia dado ya las órdenes correspondientes en el Departamento de San Blas para la co.istrucción de la lancba solicitada; ha- bía destinado á D. Tomás de Suria, Dibujante liábil de la Academia de Méjico, para que reem- plazase la falta de D. José del Pozo, quedado en Lima; avisaba, finalmente, á D. José Bustaman- le que sería oportuno se detuviese en el puerto hasta qve lograsen incorporarse los Tenientes de navio D. José Espinosa y D. Ciríaco Cevallos, últimamente llegados de Europa al puerto de Veracruz, y destinados de orden de S. NL á ser- vir en las corbetas. No tardaron, efectivamente, entrambos Oficiales en llegar á Acapulco, y al día siguiente 26, la corbeta estuvo á la vela para emprender la navegación á San Blas. No cahía duda sobre la preferencia de la de- rrota de altura ó golfo á la que pudiese em- prenderse por una navegación costanera, acosada igualmente de los vientos y corrientes contrarias. Efectivamente, fué aquélla la que siguió la Atre- vida, enmarándose inmediatamente con rumbos del Oeste y ciñendo con las muras á estribor los vientos del Norte, variables al principio y luego más firmes á medida que se alejaban de la costa. Viéronse al paso todas las señales que indicaban inmediata la isla desierta de la Posesión; se aumentó después paulatinamente la latitud hasta cojer los paralelos de San Blas, unos 15" al occidente de Acapulco; y finalmente, cambiada la mura cuando ya los vientos se inclinaban del Norte más bien al Oeste que al Este, en pocas singladuras se halló la corbeta á la vista de las Islas Marías, y poco después en la rada de San Blas, por cuanto fuesen precipitados los apres- tos en aquel puerto, los cuales exigían la per- fección de la lancha grande empezada ya, una recorrida del casco, aparejo, velamen y alguna tonelería, y el natural repuesto crecido de víve- res, aguada y leña; no por eso se omitieron las acostumbradas tareas de levantar el plano de la rada y del puerto, de seguir una serie no inte- rrumpida de observaciones astronómicas y de es- tudiar el estado político y natural de aquellos contornos, estudio á la verdad tanto más impor- tante en el paraje en donde se hallaban, cuanto que estaba aún por decidirse la cuestión impor- tante, si convenía allí más bien que en Acapulco la permanencia de un Departamento ó depósito de las fuerzas de la Marina Real. La latitud del observatorio prefiriendo en esta ocasión las de- terminaciones de los sextantes á las del cuarto de círculo, quedó de 21" 31' 00", la longitud de 5" 12', al occidente de Acapulco, y la variación magnética de 9" 26' al Noreste. Son muchos los elogios y las expresiones de un justo agradeci- miento que tributa D. José Bustamante al Co- mandante del Departamento el Capitán de navio D. Juan PYancisco de la Cuadra, pues brillaban en él diariamente, y casi á porfía, la actividad para los aprestos y la generosidad para el re- galo de todos los individuos de la corbeta. Reci- bidos, finalmente, en la mañana del 11 los pliegos relativos á la reunión de las corbetas, dieron la vela en la madrugada del 13, y aprove- charon de tal modo los vientos favorables del Oesnoroeste y Noroeste que, sin dejar de tra- zar con mucha exactitud trozos considerables de costas, llegaron á Acapulco, como se ha dicho ya, en la mañana del 20. Reunidas en una sola masa las observaciones de ambas corbetas, y adoptadas para la diferen- cia de longitudes entre Acapulco y San Blas, más bien que los primeros, los resultados de la últi- ma travesía de solos siete días referidos ade- más á un mayor número de relojes, pudieron, finalmente, adoptarse para la longitud del obser- vatorio los datos siguientes: Atpevida Determinación del núm. 10 referido it Panamá 102.20.00 Inmersión del primer satélite de Júpi- ter el 18 de Febrero 20.38 Cuarenta y ocho series de distancias lunares 22.00 De San Blas traídas con los relojes.. 20.28 Descubierta Detenninación do los tres relojes del Realejo 24.00 Inmersión del primer satélite observa- do el 7 de Abril con la mayor con- fianza y corregido de los errores de las tablas 24.00 La diferencia de longitud entre Aca- pulco y San Blas quedó finalmente adoptada de 5" 20' Latitud 16° 50' 30" Variación de la aguja N. E. 7° 12' El diario astronómico manifestará después cuántos son los resultados que además de las observaciones indicadas han concurrido á afian- zar la posición verdadera de aquel meridiano, por manera que pueda ya considerarse, como uno de los que sobre las orillas del mar Pacífico se han determinado con mayor prolijidad. Al día siguiente 21, los Tenientes de navio D. José Espinosa y D. Ciríaco Cevallos, entre- garon los instrumentos que traían á su cargo, y eran dos relojes chicos de faltriquera de Arnold nún cros 344 y 351, y un péndulo simple constan- te, construido en Londres por dirección del Ca- pitán de navio D. José Mendoza Ríos. Según lo prevenía el Sr. Ministro de Marina en oficio particular, debían repetirse cuanto fuese posible por medio de dicho péndulo las experiencias de la gravedad de los cuerpos en diferentes para- lelos de la tierra, no sólo para una medida uni- Ah. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA Ii5 M 102. 20.00 20.38 22.00 20.28 24.00 24.00 Ab. 91 versal dimanada del mismo cotejo de las obser- vaciones nuestras comparadas á las que verifi- casen los astrónomos de Europa en el paralelo de 45", si también para no perder de vista las pesquisas sobre la verdadera figura de la tierra en la cual no sin mucha probabilidad se sospe- chaban algunas desigualdades de uno á otro hemisferio. Inmediatamente se emprendieron las observaciones indicadas, referido como era na- tural el número de oscilaciones del nuevo pén- dulo al número de segundos del tiempo medio contados en el péndulo del objervatorio, y los primeros resultados bastaron para indicarnos que de ningún modo pudiera considerarse aque- lla máquina arreglada al tiempo medio del Ob- servatorio de üreenwich 6 de cualquier otro pa- ralelo de la Europa. Entretanto, procedían con toda la actividad posible los aprestos para la próxima campaña, pues que era nuestro ánimo el verificar la salida en la mañana del primer día de Mayo: la Descu- bierta recibió la mitad del pan y tocino que la Atrevida había tomado en vSan Blas, y entregó á ésta 30 quintales del pan, mucho mejor que se había fabricado en Acapulco y Tiscla; se hizo una compensación de betunes y maderas; ambas dejaron en los almacenes del Rey una parte con- siderable de las arboladuras de respeto y cure- »9 naje. La Descubierta dejó también unos diez fai-dos, parte de ropa de abrigo y parte de efec- tos de cambios. Se completaron los acopios de agua y leña y se asearon exteriormente los bu- ques, y como al mismo tiempo lográsemos ver ya casi prontas las cartas, manuscritos y aco- pios de Historia Natural, que debían remitirse á Madrid, parecía que ya no pudiera trastornarse el plan proyectado. Este, sin embargo, no era ya tan sencillo como á primera vista lo habíamos imaginado; pues un examen maduro de todas las circunstan- cias, que en el día rodeaban á la expedición, nos había determinado á subdividir algunas comisio- nes, que al mismo tiempo acelerasen la perfec- ción de la obra emprendida y combinasen las po- sibles ventajas científicas á la nación: nuestras circunstancias (determinada ya la campaña al Norte), no podían dejar de recordarnos que las últimas contrariedades de los tiempos entre Rea- lejo y Acapulco, y el regreso precipitado de la Atrevida desde San Blas, habian causado una gran imperfección en las cartas por lo que toca á aquellos parajes, la cual no pudiera corregirse ó á lo menos se conseguiría muy tarde y con mucho extravío, si cualquier evento, ó muy feliz ó muy desgraciado, impidiese para el próximo Octubre el regreso de las corbetas á Acapulco. Y l)ien mirada aún la naturaleza de los recono- cimientos indicados, y la importancia de que se trazasen con exactitud no sólo las costas, si tam- bién los putrtos importantes de Singuatanejo, Aguatulco, Los Angeles y Tecoantepeque, una embarcación menor fácil á adquirirse en San Blas, verificaría aquel objeto con una mayor puntualidad y seguramente con una mayor eco- nomía de tiempo y de caudales. Semejantes re- flexiones nos conducían directamente á otras no menos útiles, y eran la de poder los mismos Ofi- ciales que desempeñasen aquel objeto, ocuparse después en los reconocimientos de los golfos de Amapola y Nicoya, en los cuales no habían po- dido internar las corbetas y examinando con pro- ligidad el Istmo que media entre el mar Pacífico y el golfo de Nicaragua, pasar después al mismo golfo, trazar sus orillas con exactitud y pene- trar por el río San Juan hasta el Atlántico. Ni nos guiaban los solos objetos hidrogiáficos, re- feridos ú las cartas, si bien una nueva traslación de nuestras longitudes al otro mar por medio de los relojes marinos no debiese mirarse con in- diferencia. Las inmediaciones del río y golfo de Nicaragua, eran en el día un cebo harto efi- caz para las naciones émulas, por consiguiente, su conocimiento cabal debía mirarse como muy importante para la defensa marítima nacional y además era aquel el único desembocadero có- modo para el tránsito á Europa de una porción considerable de frutos preciosos hasta aquí ma- logrados, que producía aquella fértil provincia, sin que nuestros navegantes intentasen aún el adquirirlos ó bien por las frecuentes hostilida- des de los mosquitos ó por el poco conocimiento de la navegación del río. Este deseo de ir así comunicando á la costa opuesta nuestras longitudes y examinando cua- lesquiera puntos interesantes para la navegación y defensa nacionales en cuanto lo permitiesen los Oficiales, instrumentos y tiempo destinados á la expedición, debió también naturalmente inclinar- nos hacia la parte del continente comprendida entre la desembocadura del Guazahualcos por el mar del Norte y el puerto de la Ventosa por el del Sur; pues no sólo la comodidad de la internación de los ríos del corto terreno llano que mediaba, y de la barra transitable del Guazahualcos habían llamado hacia aquella parte la atención de los primeros conquistadores y luego del Gobierno; si también debía mirarse como un punto de fácil invasión para el Reino de Méjico, y tal vez ' úni- co que pudiese temerse por la comunicación abri- gada con el mar; por el terreno muy entrecortado con canales, y bastante despoblado, y por la dis- tancia de Méjico, desde donde debieran dimanar precisamente los socorros, no sólo para aquella parte, sino también para el Reino invadido de Guatemala. Se agregaba á las reflexiones indicadas, la de ser de tal naturaleza la próxima campaña nuestra al Norte, ceñida á pocas salidas de lanchas des- ■ '» ^1 i A'] Ju •u..- 136 VIAJli ALRUDKDOR OliL MUNDO 3» Cl 'SES. Oficiales de mar Marineros.. . Soldados de marina. . Id, de hriga das. . . . Criados. . . Total. . , tinadas á operar casi siempre debajo del cañón df las corbetas, que quedaría, sin duda alguna, ociosa y casi oprimida de su misma habilidad, una parte considerable de los buenos Oficiales é instrumentos que en el dia se hallai)an en anibas corbetas, y era más dij^no de atención este repa- ro, si le refiriésemos á la Historia Natural, cuyas indafjacionts serían tan cautas y limitadas en las orillas harto peligrosas que intentábamos vi- sitar, como copiosas y útiles en la Nueva Espa- rta, en donde D. Antonio Pineda, con su constante amor al trabajo, pudiera hacer una comparación sumamente útil y nueva de todos sus productos con los de la América meridional, que tan recien- temente y en tantos parajes había visitado. Así concluidos para el día prefijado todos los objetos que nos habíamos propuesto, completa- dos los armamentos hasta u'i total de loo perso- nas por cada uno, y los víveres pair. "n año, las corbetas en el último dia de Abril pudieron con- siderarse enteramente prontas para dar la vela, y realiijar en los siguientes meses el plan proyec- tado. Un examen de las bajas sufridas desde la salida de Cádiz que insertaremos á continuación, . no parecerá tal vez molesto ó inoportuno, cuando se advierta que podrá servir de escarmiento á los buques de la Marina Real, que frecuentasen las costas del mar Pacífico con tripulaciones más nu- merosas y menos escojidas que las nuestras. Atrevida Ah, :»o íi Muerto* g A tmiílii ú « I en los ^ I hospitales 5 39 53 I I )ejad()3 en los hospitalcív rasbor- dadr)« por discülu!) lí litros ac- cidentu<4. Despedi- dn-í por acciden- tes habí- tuiíleü. 32 Raja total en ambas corbetas. 143 DF.SCrBIEKTA CLASES i S Mueitná á burdo ó tn los luwpiules Dejadns en los hospitales Trasbüi- dados yn-n discoln» tí otros ñc.' cidenics. Ocspedi- dos por acciden- te* habi- tiude^. TUT\I. Oficiales df mar. . . . 2 » » » 1 Marineros.. . 28 I I 6 4 Soldados de marma. . . 8 1 n 2 i> Id. de briga- das 2 I n i> n Criados. . . . » » » n 3 Pintor 40 » )) n I Total . . 3 i 8 9 61 CAPITULO II Objetos de la sif^uientc campaña sobre la costa Noroeste (lela América, —Navegaciones, escalas y reconoci- mientos en cl paralelo de 60". — Regreso al Ar chipié- lago de Nutka. — Reflexiones sobre las dos Memorias que dieron lugar á estos reconocimientos. Como se ha manifestado en el capítulo ante- May 1 ■ cedente, las últimas órdenes de S. M. prescribían un examen prolijo sobre la lejitimidad del viaje de un Lorenzo Ferrer Maldonado, el cual decía, según una Memoria hallada en los archivos del Sr. Duque del Infantado, haber pasado en 1588 desde las costas de los Bacallaos ó Nueva Ingla- terra, hasta el mar Pacífico, desembocando en él próximamente por el paralelo de 60". — Leída esta Memoria en la Real Academia de Ciencias por Mr. de Bauche, habíanse hallado más bien pro- bables todas las señas y parecía plausible un nuevo ensayo, el cual, por la misma razón, se nos encargaba estrechamente. No será importuna para el lector una copia literal de las dos Memo- rias indicadas. Ab. -ío spcdi- pnr i.l.Ml- 1kiI,í alca. i 7 143 82 Ha Noroeste y recouoci- ü Archipié- s Mcmoriiix cutos. 3Ítul0 ante- May 1 ■ prescribían d del viaje cual decía, irchivos del ,do en 1588 lueva Ingla- cando en él -Leída esta iencias por ás bien pro- ilausible un azón, se nos importuna i dos Memo- RELACIÓN del desc7tbr{m{ento del Estrecho de Ajtimí qtie hice yu el Capitán Lorenzo Ferrer Aíaldonado, el año IJ)S8, en la cual está el orden de la navegación y la disposición del sitio y modo de fortalecerle^ y así mismo las utilidades de esta navegación^ y los daños qtw de no hacerla se sigilen. Señor: Ante todas cosas conviene saber cuá- les son las comodidades que se pueden conse- guir por la navegación del Estrecho de Anian al mar del Sur, y habiendo considerado la navega- ción que hasta ahora se ha tratado para ks Fili- pinas, China y Japón, y las otras partes de aquel mar, parece por buena cosmografía, que navegando por este Estrecho se ahorra casi la mitad del camino. Donde esto se conoce bien es en un globo terrestre, ó un mapa que tenga por centro el Polo, y no en las cartas planas, las cua- les, tan grande y dilatado muestran el punto del Polo como es la línea equinoccial; y por esta ra- zón en ellas no puede parecer menor el un camino que el otro; y supuesto que esta doctrina quiere práctica visible, es escusado tratarla aquí; basta decir que por este Estrecho se ahorra la mitad del camino poco menos; fuera de que tiene otra comodidad mucho mejor, y es que de una embar- cación se puede ir desde Espaiía á las Filipinas, y esto no puede ser por donde ahora se camina, por haber de desembarcar en la Nueva España, y caminar 150 leguas por tierra, y esto es causa que la más de la gente que se envía á aquellas partes para los presidios y socorros, se quedan en la Nueva España, ó cansados del mar, ó asidos á las delicias de aquellas tierras. Fuera de esto, tiene otra notabilísima utilidad, y es que puede V.M., navegando toda la especiería (del Maluco y todo el Archipiélago y otras partes), por este Estrecho hacerse total señor de ella con mucha facilidad; porque almacenándola en la ciudad de Sevilla, le importará más de 5.000.000 por año, obligando á muchas naciones que vengan á Es- paña por ella, y en su recompensa traigan abun- dantemente todas las cosas necesarias á estos reinos, con lo cual se escusará llevarse toda la plata que cada año viene de las Indias, poniendo al reino en tanta necesidad: así mismo se consi- dera que haciendo este Estrecho navegable, se muda el trato y comercio que tiene la China con las Indias, y se pasa á España; la cual comodi- dad alcanza á las Filipinas y á todas aquellas partes, porque el trato de la China con las Indias ha sido dañosísimo para España; tanto, que ha impedido la mayor parte del que solía tener, lo que está probado con que V. M. (por este respecto) tiene ahora estrechado el comercio que la China y Filipinas tienen con las Indias, tanto que es im- posible sustentarse aquellas partes, como es ra- zón, para resistir sus enemigos, que son muchos, y de necesidad aquellos reinos han de venir á disminución 3 no poderse sustentar, y por el con- trario, podrían por este camino y navegación crecer y aumentarse en tanto número y posibili- dad por sus riquezas, que traerían flotas en esta carrera,, tan grandes como las que van á 'as In- dias, trayendo á España mucha abundancia de riquezas de la gran China y Tartaria y de otras partes, que serían muy baratas, porque de sólo oro se puede traer 2.000.000 cada año, en que se puede conseguir muy grande interés, porque el oro vale en la China menos de la mitad de lo que aquí vale, y junto con esto se traerán otras mu- chas cosas, las cuales ahora estos reinos se pro- veen de ellas de manos de sus propios enemigos; con lo cual se enriquecen y cobran fuerzas para hacer guerra. Es de mucha consideración, así mismo, pro- veer de gente de guerra aquellas partes para la defensa de aquellos reinos, y hacerlo con tanta facilidad como poi*este camino se puede, con lo cual se impide que los enemigos se puedan hacer señores de ellos, como es posible hacerse, por falta de gente y socorro; y siendo Dios servido de que nosotros hagamos semejante navegación, se abre con ella una puerta por la cual se facilita la conversión de aquellos gentiles habitadores de aquellas partes, por cuyas almas quiso Dios pa- decer, que no es esta la menor, sino la mayor utilidad. Otras muchas puede ofrecer el discurso del tiempo; empero, la más esencial de todas co- nocidamente, es prevenir los grandes daños que podrían sobrevenir por no reconocer el Estrecho de Anian y fortalecerle, porque siendo verdad que lo hay, como yo testifico haberlo visto, sería 18 f í WSmm»-^^ rjS VIAJE ALREDIÍDOR DEL MUNDO notabilísimo el daño que podría suceder si fuese liailadr y lortalecido de los enemif.^os, los cuales con mucho cuidado desean hallarle, pues sabe- mos cómo el año pasado de 1608 salieron unos navios de Inf;Iaterra ú le buscar. Porque siendo tomado de enemigos pueden desde allí hacer mu)' grandes daños, que por la vecindad que tie- nen sus tierras con aquel estrecho, les sería fácil cosa enviar por él una armada, la cual repartida de JO en 30 navios, se enseñorearan de las tic ñas de la Nueva España y Perú, á donde publi- cando ancha conciencia y libertad de indios po- dría ser que muchos y aun todos se les viniesen á las manos, y de tal suerte encastillarse en todo aquel mar, que no teniendo por donde enviar breve socorro quedasen por señores de él irre- mediablemente; y tanto se puede temer este peli- .i^ro, que cuando no supiéramos por cierta ciencia y vista de ojos tener esta entrada del mar del Sur, la habíamos de buscar para fortalecerla, ó para desenjíaño si no la hay, y quedar sosegados los corazones sin temer este peligro, y aquí se advierte, que si los enemigos no tienen hechos muy grandes daños en aquel mar, es por no tener en todo él un puerto que sea de consideración, como lo es el que tiene el Estrecho de Anian, se- gún adelante se dirá, y porque ahora parece tra- tarse de semejante navegación por mandado de V. M. y su Consejo de Estado, y del modo de fortificar el estrecho, parece ser cosa al propósito lacer relación de las derrotas de la navegación, el sitio y puerto de aquella parte con todos los discursos de mi viaje, y habiendo de comenzar por la navegación, se advierta á la doctrina si- guiente, según la cual todo buen marinero la po- drá hacer. Pártese de España y presupónese que es des- de Lisboa, desde donde conviene poner la proa al Noroeste por camino de 450 leguas hasta lle- gar á los 60" de altura de Polo ártico, á donde se dará vista á la Isla de Frislandia, antiguamente nombrada Tyle ó Tule. Es una isla poco menor que Irlanda, desde la cual se toma la vuelta del Oeste corriendo por los 60" de altura por navegación de iSo leguas, hasta llegar á tierra del Labrador, que es á donde comienza el Estre- cho del Labrador ó Estrecho Davis, cuya entrada es bien ancha por más de 30 leguas, y la tierra que tiene á la parte del Labrador que es al Oeste es baja; mas la parte contraria que es aquella de la cual se forma aquella boca del Estrecho es de montes muy altos: allí se muestran dos bocas en medio de las cuales están aquellos montes altísimos y la una de ellas corre al Estenordeste y la otra al Noroeste, y así conviene dejar la que corre al Estenordeste que es la que está á la mano derecha mirando al Norte, porque esta boca la hacen la Grutlandia y unas islas por donde últi- mamente se torna al mar de la Frislandia; y de otra suerte, tomando la otra boca se ha de poner la proa en el Noroeste entrando por aquel Estre- cho por camino de 80 leguas hasta llegar á losp4° escasos de altura. Allí hace el estrecho otra vuelta al Norte por 120 leguas hasta llegar á los 70° de altura y allí toma aquel estrecho á hacer otra vuelta al Noroeste, por la cual se ha de navegar 90 leguas hasta llegará los 75" de altura algo escasos, con lo cual queda desembocado todo el Estrecho del Labrador, como que el dicho comienza en 60" y acaba en 75" y tiene de largo 290 leguas, haciendo tres vueltas muy grandes: la primera y última se corren de Noroeste- Sud- este y la del medio Norte-Sur, y es por donde más angosto de jo leguas, y por donde más ancho 40 leguas, y hacen muchos puertos, calas y abrigos que pueden ser socorro de cualesquiera necesidad, y hasta los 73" pareció ser habitado de algunas gentes, porque en muchas partes de aquellas costas se vieron humos, así en la una parte como en la otra. Paréceles á algunos inconsideradamente ser imposible navegar por tan grande altura de Polo. A esto se responde, que los anseáticos viven en 72" de altura, en cuyo puerto, que es el de San Miguel y en toda aque- lla bahía de San Nicolás, entran todos los años casi i.ooo naves de trato, las cuales por haber de pasar al mar de Flandes, de necesidad han de subir á 75° de altura para dar vuelta á la Dinamarca. Habiendo desembocado el Estrecho de La- brador, se comienza á bajar de aquella altui'a navegando al Oesudoeste y Sudoeste por 350 leguas y se llega á los 71° de altura, que es á donde nuestro viaje, al tiempo que volvimos, descubrimos una tierra altísima, sin que se pu- diese entender si era tierra firme ó isla; mas hácese consideración que si es tierra firme es contracosta de la Nueva España. Desde esta tie- rra vista á 71" de altura se ha de caminar la vuel- ta del Oesudoeste por 440 leguas hasta bajar á los 60° á donde ha de ser hallado el Estrecho de Anian, con lo cual será observada la misma na- vegación que yo hice, á lo menos desde la Fris- landia, pues es de saber que yo partí de los Ba- callaos en demanda de esta isla por llevar ne- cesidad de bastimentos, los cuales tomé en unas islas que están cerca de ella llamadas Gelandi- llas, que siendo tres solamente es habitada la una, y las otras dos son pastos para los ganados de aquella gente que es muy rústica, aunque pa- recían ser católicos ó cristianos. Tornando á nuestra navegación, digo, según mi parecer, que será más acertado cuando se haya desembocado el Estrecho del Labrador, costear toda la contra- costa de la Nueva España por dos razones; la una por entender que aquel tiene población, y la otra para buscar en eiia escalas y refrescos para las Armadas que por este camino han de navegar. de poner el Estre- á I0SÓ4" cho otra L'gar á los I á hacer se ha de de altura mbocado ; el dicho de largo grandes: cíile- Sud- or donde na'j ancho calas y lesquiera habitado las partes asi en la á algunos vegar por responde, a, en cuyo toda aque- todos los cuales por necesidad vuelta á la 10 de La- ella altura e por 350 ra, que es volvimos, que se pu- isla; mas a firme es de esta tie- lar la vuel- >ta bajar á estrecho de misma na- de la Fris- de los Ba- Uevar ne- ne en unas s Gelandi- abitada la )s ganados lunque pa- ornando á irecer, que sembocado L la contra- nes; la una 1, y la otra )s para las ; navegar. ^ CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 139 Según la relación hecha, parece haber di 'Es- paña á la Frislandia 450 leguas, y desde allí al Labrador 130; á desembocar el estrecho suyo| 290, que todas son 920 leguas, las cuales suma- das con 790 que hallamos desde la parte septen- trional del estrecho del Labrador, hasta el lis- trecho de Anian, hacen 171 o leguas, que tanto es lo que hay desde España al Estrecho de Anian. El tiempo en que desemiiocamos el Estre- cho del Labrador fué muy riguroso por ser en los principios de Marzo, porque por el estrecho se navegó parte de Febrero; así padecimos gran- dísimos trabajos de oscuridades, fríos y tormen- tas, porque el día era breve en todo aquel tiem- po, y el frío tan grande, que el agua del mar que salpicaba en el costado del navio se helaba de tal suerte que parecía el nav'o hecho de cris- tal, y había necesidad de picar los hielos porque se iban engrosando de t?) suerte, que algunas veces los hallamos ue más de un palmo de gruesos, y es grande yerro pensar que aquel mar se puede helar todo, porque como es grande, y aquel estrecho de grandes corrientes, estas y las grandes olas por su continuo movimiento no le dejan helarse; mas en las orillas y partes donde el mar está quieto, creo que se puede helar, se- gún pareció en tierra que el agua que salpicaba se helaba; solamente se sabe, y así nos fué di- cho por aquellas gentes de las Gelandillas, que un estrecho de mar que hay entre la Frislandia y laGrutlandia,está helado la mayor parte del año, porque está en medio de grandes montes y ce- rros de la parte \e la Frislandia y no da lugar á los rayos del Sol, y por estar abrigado de altísi- mos montes no tiene combate de vientos, que les inquieten sus aguas, y así el continuo sosiego le hace estar helado como dicho es, y no se puede navegar, y lo mismo es en la misma bahía. Mas- cuando tornamos por aquel Estrecho del Labrador, que fué por el mes de Junio y parte de Julio, siempre gozamos de continua claridad, y tanto, que cuando llegamos á cortar el círculo ártico, que se hacen 66° y '/j, comenzamos á no perder el Sol de vista, ni jamás se cubrió por el horizonte hasta que otra vez le tornamos á cortar. En medio del Estrecho del Labrador, por la continuación del Sol sobre el horizonte estaba el aire tan caliente, que nos causó más calor que el que hace en la parte que mayor es en España, mas no que cuando nos poníamos al Sol, sus rayos ofendiesen mucho y siempre nos corrieron vientos largos del Norte, con los cua- les se desembocó fácil y prestamente el Estrecho del Labrador. Verdad es que sus grandes corrien- tes del flujo y reflujo ayudan mucho á entrar y salir, aunque sean loa vientos contrarios, por- que así como son muy continuos los del Norte, hay necesidad á la ida de España á Anian, de valerse de las mareas, con la cual relación se con- cluye con lo que es la derrota de esta navegación y sus accidentes. Ivl estrecho que descubrimos en 60° de altura, que está 1710 leguas de España, parece, según tradición antigua, ser el que los conmógrafos nombran en sus mapas, de Anian, y si es verdad que lo es, de necesidad ha de ser estrecho de la una parte del Asia y de la otra de América, lo cual parece ser así, según el discurso siguiente.. Después que hubimos desembocado por et mar Grande, fuimos costeando por la parte de la América por más de ido leguas la proa en el Sueste hasta llegar á los 55" de altura, en la cual costa no se halló población ni boca del mar que fuese indicio de otro estrecho, por el cual, pasando el mar del Sur ai mar del Norte, pu- diese aislar aquella parte; y de aquí se coligió ser toda aquella parte de América, y que continuán- dola podría llegar brevemente á Quivira y cabo Mendocino; dejamos esta parte, la cual como dicho es, conocimos que se iba continuando, y puesta la proa al Oeste, caminamos cuatro días con un viento tal, que se pudiera contará 30 le- guas por singladura, y habiendo caminado 120 leguas según esta fantasía y punto de la carta estimado, descubrimos una grandísima tierra, y continuando la costa de la que nos apartamos por convenir así á nuestro intento; siempre enmara- dos, navegamos unas veces al Nordeste, otras al Nornordeste y otras al Norte, de donde nos pare- ció (por mayor) que se corría aquella costa Nor- deste Sudoeste. No pudimos conocer las cosas particulares por ir (como dicho es) tan enmara- dos, y así tan solamente puedo afirmar que tiene población hasta muy cerca del estrecho, porque en muchas partes se vieron salir muchos humos, y así, según buena cosmografía, nos pareció ser tierra de Tártaros ó del Catai, y que á pocas leguas de aquella costa estaría la gran ciudad de Cambalu, metrópoli del Gran Tártaro; finalmen- te, siguiendo la dicha costa, nos hallamos en la boca del mismo Estrecho de Anian, por donde quince días antes habíamos desembocado al mar Grande, el que reconocimos ser el del Sur, don- de son Japón, China, Molucas, India y Nueva Guinea, con el descujrimiento del Capitán Qui- rós y toda la costa de la Nueva España y Perú. En la boca que hace el estrecho por donde desemboca el mar del Sur, hay un puerto á la banda de la América, capaz de 500 navios, aun- que en cierta parte de él es desapacible y de mal surgidero, á causa de las corriente-: que en la marea que baja del Norte al Sur, entrít por la boca de él, y bate fortísimamente en una punta que hace el puerto cerca de la boca, entrando en él en la mano derecha, porque se ha de enten- der que la boca del puerto está abierta al Norte y entra haciendo una espiral ó caracol. Pareció no haber sido tocado aquel puerto de pies huma- i I 1 i Am WtSSSSSmm.- 140 VrAJE ALREDEDOR DEL MUNDO nos, digo sus orillas, porque en cierta parte de él tiene un remanso, en cuya orilla se hallaron infinidad de ciscaras de huevos de las aves ma- rítimas que á las orillas del mar suelen desho- var, y éstos pareció ser traidos de las corrientes del Norte, y eran en tan grande número, que hacían un muro de una vara de alto y ocho pal- mos de ancho; hallóse en este puerto un rio de agua dulce muy grande, y tan fondable, que se pudo entrar con nuestro navio á hacer agua en él , y me parece que pudiera entrar una nave de 500 toneladas: la mayor parte de este puerto e-s arenisco, particularmente á donde se hace este 1 io y á donde baten las corrientes; mas por la banda del Norte tiene un abrigo de peñas corta- das de más de dos picas de alto en algunas par- tes, sobre las cuales se hace un sitio llano, largo y angosto, al cual circunda el mar, dejándol-j un pico de tierra tirme por la banda del Este, en el cual sitio se puede hacer una grandísima pobla- ción, y por ahora un fuerte que será de mucha consideración. La tierra, que es continente con este puerto, es muy apacible y tiene llanos gran- dísimos á la parte del Sueste, haciendo punto en el puerto, y éstos son poblados de un monte bajo que en algunas partes de él se hallaron ro- meros, los cuales llanos siendo desmontados pue- den servir de lindas labranzas y huertas, porque según su disposición, se puede regar 1.a mayor parte de ellos, porque es de saber que aunque esta tierra está en 59" de altura de Polo, es de muy precioso temperamento, porque todo aquello que está á la banda del Sur, le abrigan y le defien- den los montes que tiene á la banda del Norte, lis muy templado adonde el frío del invierno no es con exceso, sino muy moderado, porque siem- pre está descubierto á los rayos del Sol y libre de los vientos del Norte, y solamente le soplan los del Sur cua.ido corren, que estos siempre son templados, y más allí que vienen por cima del mar, que es lo que suele hacer caliente el aire. El efecto fué conocido por los géneros de fruta que allí se hallaron, y es de considerar que aunque esta tierra está en tanta altura, no por eso dejará de ser muy buena de habitar, pues lo son otras muchas que corren por este paralelo, como son Edimburgo de Escocia y los principios de la Suevia, Hapselia y Riga, ciudades de la Libonia, Dublin de Hibemia y Nidrosia, ciudad de Noruega y muchas partes de la Moscovia y otras tierras muy buenas que son habitadas, tra- tadas y conocidas, que aunque están apartadas del calor de la costa son de frío tolerable. El mayor día del verano en esta tierra es de diez y ocho horas y media y lo mismo la mayor noche de invierno, y por esta razón es In noche del ve- rano de cinco horas y media y el día de invierno de otras tantas. En el rio que entra en el puerto y en otro que está más abajo á la banda del Sud- este, hay muchos y grandísimo árboles, y los más de ellos frutales, de frutas buenas y algunas Semejantes á las de España, como son manza- nas, peras y ciruelas silvestres, y otras no cono- cidas de diversas formas; y así por no caer en al- gún gran peligro (como fuera posible) ordené á mi gente no comiesen de la fruta que primero no se hallase picada y comida de las aves, y con esto se conoció no haber fruta dañosa, y todas las más de ellas eran pasadas en sus mismos árbo- les del año pasado, porque en aquella sazón no había frutas maduras por ser el tiempo que allí tuvimos parte de Abril, todo Mayo y parte de Junio; y así de conservarse las frutas de un año para otro pasadas en sus árboles se conoció no haber sido su invierno muy riguroso. Hallá- ronse en un valle que el río de abajo hace (que era hondo y parecía muy templado), vides de uvas silvestres, y lechias, que es urta fruta sabrosa de la India, que siempre se halla en tierras tem- pladas. Por cima del puerto, mirando entre el Norte y Este por toda aquella cuarta de aguja, hay unos montes no muy altos, sino muy trata- bles y abundantes de todo género de caza, á donde se hallaron perdices y Conejos algo diferentes á los de España, venados pintados de pintas blan- cas y negras sobre lo pardo, y por cuernos unas grandes palas, aunque algunos no las tenían: viéronse dos géneros de puercos; los unos como los que se crian en las Indias, que tienen en el espinazo el ombligo, aunque mayores, y los otros como jabalíes de España. Halláronse algu- nos búfalos y otros muchos animales; mas no se vio ninguno que fuese feroz. El mares abundan- tísimo de pesca, y todo marisco .tiuy bueno y sa- broso, aunque mayor que el que acá conocemos, porque se tomaron cangrejos de media vara de través, siendo los de nuestras costas no mayores que la palma de la mano. La parte frontera que es á la band i de Asia ó Tartaria, tiene montes altísimos, tanto que en algunas partes de su mayor altura se sustenta la nieve todo el año, particularmente aquellos que miran al Norte, y estos son tan montuosos, ásperos y fragosos, que parece imposible poder- los tratar, y la mayor parte de sus árboles son pinos muy altos, los cuales nacen hasta la orilla del mar. En la misma parte del Asia, enfrente de la boca del puerto, se hace un remanso de aguas del mar, adonde hay un cañaveral muy grande de carrizos que nacen dentro de la mis- ma agua, cerca de la cual hallamos ser la mayor pesquera de todas aquellas partes. Allí se mata- ron muchos pescados y muy grandes, y algunos conocidos como son corvinas, congrios, lengua- dos y otros semejantes, aunque mayores que los que por acá se hallan; viéronse pasar á veces grandes pescados los cuales iban del mar del Sur al mar del Norte y entre estos se conocieron ' COKBUTAS DB8CUIUUKTA Y ATREVIDA 141 ballenas y bufadores, y otros monstruos muy grandes. El Estrecho de Anian es de 15 le^ua^ de* largo, porque fácih.iente se desemboca y pasa con una marea que dura seis horas, y estas ma- reas son allí recísimas; tiene seis vueltas en todo este largo y las dos bocas que tiene de Norte á Sur, digo, que está la una con U otra Norte Sur. La boca que tiene á la banda del Norte (que es por donde nosotros entramos), tiene menos de medio cuarto de legua de anchura y de la una y otra parte tiene dos peñones cortados, aunque la peña que tiene á la parte del Asia, es más alta, y más pendiente que la otra, de tal suerte, que hace debajo de sí un abrigo en tal modo (|ue ninguna cosa que cayese de la parte alta, podrá dar en el pié de ella. La boca que sale al mar del Sur por junto al puerto, es de más de un cuarto de legua de anchura y desde allí se va siempre ensanchando y abriéndose aquellas dos costas. Tiene el Estrecho en medio de sí en el fin de la tercera vuelta, un gran peñón ó isleta hecha de una peña tajada de tres estados de altura poco más ó menos, y porque es en forma r^d )nda, muéstrase su diámetro de 200 pasos; está dis- tante de la tierra del Asia un muy breve es- pacio, mas todo es de vagíos y arrecifes y no se puede navegar sino con barcos; mas aquella que hay desde la isleta á la tierra firme de la Amé- rica es su anchura menor de medio cuarto de le- gua, y aunque su canal es tan fondable que dos navios y aun tres pueden pasar juntos por él, es hacia las orillas de vagíos, y sobre los cuales con una fácil diligencia puede levantar y fundar dos baluartes en angostando la canal á tiro de mosquete; sobre esta isleta ó sobre los vagíos que se podrían levantar, y sobre la contraria costa se pueden hacer (como dicho es) dos ba- luartes, los cuales con la artillería podrán muy seguramente guardar y defender el Estrecho, y si las corrientes no fueran tan grandes se le pu- diera poner una cadena que fuera de gran im- portancia aunque ya se podría hacer con tal in- dustria flue pudiese sustentarse y resistir á las corrientes. La disposición del Estrecho es en tal forma, que con tres atalayas que se miraran la una á la otra se puede descubrir treinta leguas dentro del mar del Norte y con ahumadas dar aviso á los baluartes y al fuerte del puerto si descubriesen navíjs, para que se les impida el paso si fueren de enemigos, y teniendo conti- nuamente en el puerto dos navios aprestados para semejantes necesidades, podrán ésto ; atravesarse entre los dos baluartes (que paj'a todo tendrán tiempo), supuesto que el que quisiere entrar ha de esperar la marea, y allí entretener y embara- ísar los navios enemigos, en el ínterin que los ba- luartes los cmonean y ponen á fondo, porque es de saber que aunque vengan muchos navios ene- migos, no podrán pasar más de dos ó tres por la canal y si conviniese descubrir el mar del Sur, aunque pienso no ser necesario por ahora, tiene el Estrecho dos montes altos, uno á la parte del Asia y otro á la de América, los cuales se miran uno al otro y ambos juntos al fuerte y á las ata- layas, y éstos descubren las dos costas en contra- rio puesto cada uno, los cuales podrán dar aviso de todos los bajeles que se descubriesen por el mar del Sur para que haga la prevención ya di- cha con la que será este Estrecho defendido, y solos los españoles lo podrán navegar con gran libertad y ',o/arán de las grandes utilidades que promete, porque verdaderamente no sé yo, qué puerto hay en todo lo descubierto, que así tenga correspondencias con casi todas las tierras del mundo como éste, porque desde allí se puede navegar á todas ellas, y asi se puede presumir que vendrá á hacerle el tiempo una grandísima y riquísima población. La boca del Estrecho por la banda del Norte es dificilísima de conocer, porque tiene una costa continuada de Este á Oeste, y las dos partes que hacen el Estrecho se encubren una con la otra, porque su entrada y vuelta se describe Nordeste Sudoeste y no se deja ver desde el mar afuera, y por esta causa no es mucho que no se haya ha- llado de los que le han buscado, porque cuando nosc 'ros llegamos, no lo conocimos por algunos días que allí estuvimos barloventeando por aque- lla costa, con tener una muy buena relación de Juan Martínez mi Piloto, que era un portugués natural de Algarbe, hombre muy viejo y de mu- cha experiencia, mas faltábanle las señales de aquellos montes, que son las que yo tomé y pinté para hacer otra segunda navegación si se me ofreciera, porque aunque sabíamos haberle de hallar en los 60° de altura, por ser aquella costa muy larga de Este -Oeste, nos hizo estar en dudas, tanto, que al Piloto le pareció no ha- ber llegado á él por más de 100 leguas, según la fantasía de su derrota, y á m.í me pareció que ya estábamos sobre él, como sucedió, que saliendo en una chalupa á costear la orilla del mar, la mis- ma corriente me embocó por el Estrecho, con que fué conocido. La razón por donde me pareció ha- ber llegado al Estrecho y estar sobre él, fueron las grandes coiTÍentes que allí hallé, las cuales venían de tierra, y tomaban á ella; tanto que algu- nas veces, estando con nuestro navio enmarado y mar en través, muy apartado de la costa, lo halla- mos junto á ella, y otras veces, estando junto á la tierra, lo hallábamos muy enmarado. Tienen aquellos montes junto al Estrecho una peña altísima sobre un alto monte á la banda del Asia, de color blanca, y siendo la peña tajada y en forma inaccesible, tiene en su mayor altura tres muy grandes árboles, que mirados de Norte á Sur se ven bien distintos el uno del otro, y de la 142 VIA;ií ALRRDUnOR DEL MUNDO '. una y ntra parte de rata tütlnimn peAa, muentrsn los montes una perspectiva a manera de dos silla- res muy conocidos, l'na le^ua de la boca del es- trecho, á la banda del Oeste, hay un pcftAn alto y pelado, al cjue circunda el mar, y que cuando está la marea más baja me parece que distará de la costa firme cuatro picas de larj^o; á la banda del ICste de la boca del estrecho, hay un f,''«i"cíe y hermoso río de linda agua y de muchos árboles, á donde hicimos af^ua. porque allí tiene un media- no abrigo con dos grandes peñones que se hacen en una punta: los montes que se descubren á la parte del Asia por esta banda del Norte, son al- tísimos mirados desde el mar del Norte y tienen grandes arboledas, y llegando cerca parece ser todo pinares; mas los montes de la América son más bajos y de árboles menores, mas no parecía haber frutales en ninguna de estas dos partes. En el puerto donde nuestra nave surgió, que es el que está dicho en la boca del estrecho en la banda del Sur, estuvimos desde los principios de Abril hasta mediado de Junio, y en este tiempo vino por allí una nave grande de 800 to- neladas de la parte del mar del Sur á embocar por el estrecho, con la que tuvimos ocasión de ponernos en armas, y habiéndonos apaciguado los unos con los otros, tuvo aquella gente gusto de darnos algunas cosas de las que traían por carga y mercancía, que era mucha y toda cono- cidamente, ó la mayor parte de ella eran cosas semejantes á las de la China, como son broca- dos, sedas, porcelanas, plumas, cajones de pie- dras, perlas y oro, y esta gente pareció ser anseá- ticos, que son los que habitan en la bahía de San Nicolás ó en el puerto de San Miguel, y para mejor entendernos con ellos nos fué for;;oso ha- blar latín, los que lo sabían hablar con los que lo sabían hablar; mas no parecían ser católicos, sino luteranos; decían venir de una ciudad muy gran- de que estaba poco más de loo leguas del estre- cho, que aunque no me acuerdo bien de su nom- bre , me parece que la nombraban Roba 6 un nombre á este modo, la cual decían ser un buen puerto, y un río navegable, y que era sujeta al Gran Can, porque dijeron ser de Tartaria, y que en aquél puerto dejaban ellos otra nave de su misma patria. No pudimos informarnos más de esta gente, porque siempre procedían con re- cato y poca confianza, temiéndose de nuestra gente; y por esta causa nos dividimos los unos de los otros, y habiéndolos dejado cerca del es- trecho dentro del mar del Norte, nos vinimos de la vuelta de España; y es cosa muy de creer que estos fueron anseáticos, porque como habitan en 72° de altura, les es cosa fácil y muy á propósito tratar este estrecho y navegación, y pues aueda bastante relación de todas las cosas particula- res de esta navegación, y los daños que de no hacerse se puede ofrecer, parece ser cosa puesta en ra/ón tratar cuales ncan las cosas que ha de prevenir la persona á quien le fuese encomenda- do este negocio y saber los gastos que en seme- jantes prevenciones se pueden ofrecei para que con esto tenga efecto el ¡nteito de ^ M. y su Real servicio. Prevenciones y /gastos de este iiiaje. Primeramente conviene hacer tres navios, In Capitana de 150 toneLidas, y los otros dos cada uno de á 100, y éstos sean hechos con unos ca- jones debajo del agua, según la traza que para ello se dará á su tiempo, y con esto se excusa irse al fondo una nave aunque se abra por la parte de abajo, porque solamente se hinche de agua aquel cajón que responde á la rotura y los demás no, por ir todos calafateados, y también que si recibiese el navio algúv bombardazo entre dos aguas por donde el agua en -ase, por allí tor- nará á salir sin echarle á fondo, como me consta por experiencias del mismo navio con que hice la navegación y descubrimientos. Estos navios han de ser de contracostado y emplomados, hechos con muchos y muy gruesos corbatones y pernos muy largos, cuya forma ha de ser cerrados por la parte alta, digo metidos de bordo, y por la parte baja chatos y mu;' bien lastrados, y siendo fabri- cados en este modo, podrá cualesquiera de ellos salir orzando contra el viento si se hallare cerca de la tierra en alguna tormenta con viento en travesía, que es el mayor peligro en que una nave se puede hallar, pues que siempre estos navios son grandes bolineros y pueden meterse del Oeste cinco cuartas, y si por desgracia viniese á enca- llar en algún vagío, por ir por mares no conoci- das, podrán salir mejor que otros mayores, por- que como son chatos de abajo, no se trastornan y pueden esperar socorro de los suyos en la pleamar. Asimismo, conviene llevar dos lanchas, una armada y otra desarmada en madera para armar- la al tiempo de la necesidad si la que va armada se perdiese; y éstas han de llevar remos para mejor llegar á sus navios en todos tiempos, ó hacer otras cosas que se puedan ofrecer, porque esta lancha ha de ir cerca de la costa y á vista de los tres navios, los cuales, siempre han de ir apartados cuatro leguas metidos á la mar y les avise de todas las cosas particulares y señaladas que hallasen en la costa, y por esta raión con- viene que su Capitán sea hombre experto, hábil, animoso, prevenido y muy fiel, y esta lancha 'a de ser tan grande, que pueda en una necesidad hacer 20 pipas de agua, la cual y los tres navios y la lancha desarmada, todos envelados y pues- tos á punto de navegar, bien enjarciados, costa- rán 8.000 ducados. Es bien llevar en estos navios seis piezas de lie ha de comenda- en seme- para que M. y su navios, In dos cada unos ca- que para se excusa bia por la linche de ura y los también azo entre orallí tor- me consta que hice la navios han os, hechos s y pernos ados por la or la parte endo fabri- ra de ellos illare cerca viento en le una nave 5tos navios le del Oeste ;se á enca- no conoci- yores, por- trastornan ¡ayos en la nchas, una Jara armar- va armada emos para tiempos, ó :er, porque y á vista de han de ir mar y les ' señaladas ra¿;ón con- erto, hábil, i lancha 'a L necesidad :res navios ios y pues- ios, costa- i piezas de CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA '•/3 Sí artillería reforzadas para la amura, porque sien- do ellos muy fuertes, como dicho es, muy bien las podrán sustentar, y mas otras doce menores, las cuales i8 piezas se repartan en los tres na- vios, que costarán 1.501) ducados. Mas ¿oo mos- quetes á tres ducados cada uno, costarán Oot) du- cados (i). Mas 150 arcabuces para si se ofreciese saltar en tierra en alj^una ocasión de muchas (|Uf se ofrecen en los descubrimientos, á dos ducados cada arcalniz, valen 300 ducados. Picas, pólvora, plomo, cuerda, bombas, ar- tificios de fue},'o, balas de artillería y todas mu- niciones, 700 ducados. Hay necesidad de tres pilotos, hombres cuer- dos, fieles, vigilantes y españoles, y sus ayudan- tes, y dos docenas de bonísimos marineros que vayan repartidos por los tres navios, los cuales quedan de este viaje diestros para ser pilotos de esta carrera, y finalmente, es bien llevar de toda suerte de gentes 200 hombres, y que éstos sean los más que se pudiese, hombres de mar, porque el marinero cuando es menester, sirve de solda- do, mas el soldado no sabe en ninguna ocasión servir de marinero; todos los cuales se han de repartir en esta forma: que en la Capitana vayan 8ü hombres y en cada navio á 50, y los 20 res- tantes en la lancha primera; que si se ofreciese to"'íT- ■ 1 remo en las manos haya gente para ello, y toda esta gente vaya pagada pr • un año, dán- doles á los pilotos 1. 000 ducados á cada uno; y todos los 20G hombres á 48 ducados cada uno, que es á razón de cuatro ducados cada mes, que montan 9.600 ducados por un año. Y porque entre estos 200 hombres hay aven- tajados Oficiales de guerra y mar, y acompaña- dos de los pilotos, me parece que podrán montar las ventajas de un año 3.000 ducados. Hánse de llevar respetos de jarcia, cables, áncoras, lona, brea, estopa y todo velamen, he- rramientas, clavazón y tiras de plomo para repa- rar algún daño de la artillería enemiga, que todo montará 1.500 ducados. Mas 200 ducados de achotes de cera para el farol de la Capitana y Almiranta, que por ser en esta navegación los días muy largos y las noches breves, no pongo más, pues es sin duda que en muchos días no se verá cubrir el Sol. Repártanse en todos los navios 200 ducados de botica. Y porque las cosas del mar son dudo- sas, es bien llevar bastimentos para dos años, porque á lo menos, lo que es el vino puede ser- vir á la vuelta, y así guardando la orden de las raciones ordinarias, son necesarios para los tres navios 2.200 quintales de bizcocho, que pagadus á cuatro ducados, montan 8.800 ducados. (i) La mayor utilidad de esta relación es osta nota pormenor de los precios de aquella época. Y porque suele dañarse el bizcocho y por esta falta venir la gente á padecer grandes tra- bajos, es bien llevar 400 quintales de harina, que pagados á dos ducados, montan 800 ducados. Las raciones de vino en dos años suman y. 125 arrobas, qui pagadas á razón de seis rea- les, hacen 4.977 ducados. De toda carne, cecina, tocino y gr' Hiñas para los enfermos, 2.500 ducados. Mas 40Ü ducados de todo pescado. De aceite, vinagre y legumbres, 600 ducados. Mas joo ducados de queso. Mas 100 ducados de sal, porque es de mucha importancia llevar buena cantidad, pues que en las necesidades suele aprovechar, que ó bien to- mada alguna cantidad grande de pescado (como suele acaecer), ó llegando á donde se pueda ha- cer alguna carne, con la sal se sustenta para todo el viaje. Todas las cuales dichas partidas y gastos su- man 47.077 ducados, y esto es lo más que puede costar el despacho de unos navios, aunque dejo algunas cosas menudas que se pueden ofrecer y nr pueden excusar, y mirado bien se compra hartv rato un beneficio tan grande, que es uno de los tnayores que ahora se pueden ofrecer, y se •xüusan grandísimos daños como de no hacerse .e podrían ofrecer á los Reinos de \ . M.; y final- mente, es bien tomar todo lo que otro puede to- mn y Lacemos daño con ello; porque no sé yo por qué es bien hecho que la parte descubierta y conocida por hombres españoles la dejemos to- mar á extranjeros y más si con ella nos puede dañar y hacer guerra, y no sólo esto, que si la toma es sin duda, que éste tal le dará a! demonio las mejores primicias de aquellos Reinos, que son las almas de sus naturales, sembrando entre ellos su m^'i.la y perversa secta, que todo este riesgo tiene desamparar esta navegación y de- jarla á que la haga el enemigo, para que por ella se venga á apoderar de todos aquellos Rei- nos y más fácilmente de aquel nuevo descubri- miento de la tierra austral, que siendo tan grande y tan dilatado como nos informan, aquél que se hiciese señor de él lo será de todo el mar del Sur, y pues habiendo de caminar por tan largo y prolijo camino como es el del Cabo de Buena Esperanza, han tenido medios los enemigos para tener en la India y en aquellas partes siete fac- torías (como se dice que las tienen hoy día) y ocho fuertes en la Isleta de Terrenate con tan- to perjuicio de la Hacienda Real de S. M., claro está de entender que si hallasen este camino tan breve y puerto tan acomodado, sería mucho ma- yor el daño que podrían hacer. Por lo cual, pare- ce ser cosa más justa atender al daño que puede suceder de no tomar y fortalecer este estrecho, que no á los gastos que de hacerlo se pueden ofrecer, porque quien quisiera tener y goEn el diario de sabios del mes de Noviembre de 1773, se halla igualmente una carta de Mon- sieur de la Lande, que dice que un navio danés, llamado la Corona del Norie y mandado por el Barón de Ulfeld, había pasado el año de 1769 del Océano^l mar Glacial, de éste al del Sur, de donde volvió á Europa por el Estrecho de Le Maire. «Toda esta relación, unida al testimonio del navegante español, no dejan duda, á mi parecer, de la comunicación de la bahía de Hudson con el mar Glacial, y consiguientemente del paso del Noroeste , del cual esta comunicación hace la parte principal. i)La navegación del mar Glacial, desde el Es- trecho del Labrador hasta la entrada del Estre- cho de Anian, tal vez parecerá difícil, pero no imposible, como se hubiera podido inferir de los viajes de Phipps y Cook. Por la derrota del nave- gante español se ve que la costa declina hacia el Sur á la salida del Estrecho del Labrador, y que se halla á los 71° de latitud hacia la mitad del espacio que separa los dos Estrechos. Mr. Hear- ne ha hallado la embocadura del río de la Mina de Cobre por cerca de 71" 40', y Mr. Pound, en una carta de sus descubrimientos presentada á la Academia en 1786 por Mr. de la Rochefoucault, indica la embocadura del río Arabosca hacia los 65°. Este último no ha llegado hasta el mar Gla- cial; pero nos dice que parlamentó cerca del lago Arabosca con cuarenta de los naturales que vi- ven á corta distancia de la costa. «Estos le confirmaron que en este mar había flujo y reflujo; le aseguraron que no conocían ninguna tierra al Norte, y que habían visto mu- chas veces allí hielos flotantes; pero que la na- vegación de los ríos que allí embocan, se hallaba franca desde principios del estío. También pre- guntó Mr. Pound á muchos salvajes que habían acompañado á Mr. Hearne en su viaje, y nos dice que le ocultaron las principales circunstan- cias de él, y que en el día es prohibido á todos ir hacia el Oeste: lo mismo sin duda sucedió en el viaje de Mr. Young, del cual jamás se ha tenido conocimiento alguno y en el del Capitán Cluny; pero en lo poco que nos enseña Mr. Pound, no3 anuncia bastante que el mar Glacial no es im- practicable por la parte de la América. Sólo me resta hablar del Estrecho por donde el navegante español pasó del mar Glacial al del Sur y que él llamó Estrecho de Anian, según las cartas de su tiempo. Se ve que este Estrecho, que él pone por 60° de latitud y al cual no le da más que un cuarto de legua de anchura, no puede ser el es- trecho de Bering que halló Cook á los 66° de latitud y de 15 leguas de anchura: luego hay otro Estrecho que todavía no conocemos en esta parte del Noroeste de la América, y por consi- guiente de las islas al lugar de las tierras que nosotros tenemos por una parte del continente. »En efecto, esto es lo que nos indican muchas cartas de los rusos, y particularmente la que Mr. S. Thailin publicó de sus descubrimientos. Se ve en ella una gran isla á continuación de otras muchas pequeñas situadas al Este del Es- trecho de Bering y separadas del continente de la América por otro Estrecho. i)La relación del navegante ofrece aquí una gran dificultad, que yo no puedo pasar en silen- cio. El cálculo de su derrota al salir del Estrecho del Labrador, coloca el Estrecho de Anian al Oeste del de Bering y sobre la parte del Nordeste del Asia, donde sabemos por otro lado que allí no hay Estrecho, y así es menester suponer que haj' in error considerable en la estima que ha hecho de su derrota. No me atrevo, por consi- guiente, á confiar poder determinar de un modo satisfactorio la posición de este Estrecho, y solo propongo como verosímil lo que voy á decir so- bre esta materia. i)La latitud del Estrecho de Anian, establecida ó fijada á los 60°, deb ser casi cierta, respecto que estaba así indicada en la relación del Piloto, que halló exacta el navegante, quien por otra parte permaneció allí mucho tiempo para poder asegurarse. Esto supuesto, debe estar el Estrecho hacia Shoal Ness al Oeste del rio de Cook, ó ha- cia el Monte de San Elias al Este del mismo río, porque estas son las únicas partes del lado de la América que se hallan en la latitud dicha. Los rusos han reconocido todas las inmediaciones de Shoal Ness, como se ve en la última carta de sus descubrimientos, y no han hallado ningún Estre- cho; por consiguiente estamos en la precisión de fijarnos en las cercanías del Monte de San Elias. Por otra parte se adoptará esta posición conside- rando el camino que hizo el navegante á su sa- lida del Estrecho ó á su entrada en el mar del Sur. Se advierte que él navegó dirigiéndose al Sudeste, y hasta los 55" de latitud no puede estar sino la costa de la América situada al Sudeste del Monte de San Elias. Del mismo modo la cos- ta que halló á las 120 leguas al Oeste de In Amé- _ án Cluny; ound, nos no es im- Sólo me navegante ir y que él irtas de su e él pone las que un ser el Hs- os 66" de luego hay os en esta por consi- ierras que ontinente. an muchas te la que rimientos. luación de ¡te del Es- itinente de : aquí una r en silen- ú Estrecho an al Oeste 1 Nordeste do que allí uponer que ma que ha por consi- ,e un modo cho, y solo á decir so- establecida ;a, respecto 1 del Piloto, :n por otra para poder el Estrecho Cook, óha- mismo río, ¡1 lado de la dicha. Los liaciones de carta de sus ngún Estre- precisión de e San Elias, ion conside- ite á su sa- el mar del igiéndose al puede estar i al Sudeste nodo la cos- : de In Amé- T% CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 149 rica y que siguió en la dirección del Nordeste y hasta el puerto, no puede ser representada sino por la costa de .Maska y las tierras vecinas al rio de Cook. El navegante ha supuesto que esta última costa era una parte de la Tartaria; pero por lo que él mismo dice bajo la fe de las cartas de su tiempo, y porque había supuesto que su Es- trecho era el que significaban estas cartas con el nombre de Anian. "Todavía me inclinaría á admitir esta posición del Estrecho, la consideración de las reclamacio- nes de la España y de sus pretensiones sobre esta parte de la cosía de la América. No cabe duda en que los españoles han tenido conoci- miento del Estrecho, supuesto de que indepen- dientemente de la relación de nuestro navegante, se lee en Purchas que habiendo entrado Drake en el mar del Sur, quiso el Virey de Méjico cons- truir un fuerte á la entrada del Estrecho por la parte del Mediodía; y que por casualidad pasó por allí el año 1609 un bajel de Acapulco, el cual vino á Lisboa. Con este motivo se reconoce la data de la Memoria de nuestro navegante y su proyecto de fortificar el Estrecho. Las cartas an- tiguas indicaban una continuación de costas de 1.700 leguas de extensión, que iban de la punta del Sur de la California hacia el Japón, y es ve- rosímil que esto fuese el resultado de los prime- ros descubrimientos que se hicieron y que des- pués se ha suprimido, porque no se conocía con fundamento. Extendiendo los españoles su de- recho hasta Williams Sound á la entrada del Príncipe Guillermo, sin duda que lo han hecho con conocimiento de causa, y es de presumir que han querido incluir el Estrecho en los límites que ellos han reclamado. i)En cuanto á los nuevos establecimientos que se forman en esta parte, tendremos en breve co- nocimientos ciertos. Se sabe que los rusos han avanzado más allá del río de Cook y tal vez in- tentarán de nuevo su antigua navegación por el Estrecho donde fueron vistos por nuestro nave- gante en 1588; también es verosímil que los in- gleses no esperen á publicar los conocimientos que hoy día tienen del paso del Noroeste, sino es en el momento en que se hallen asegurados de la posesión de esta parte de la Améi'ica que dispu- tan á los españoles. i>Se ha visto en la Memoria del navegante es- pañol, que su Piloto tenía una relación exacta del paso del Noroeste; de donde se debe inferir que semejante paso era ya conocido, ó por lo menos se había descubierto antes del año de 1588, épo- ca de su viaje. El nos dice que su Piloto era por- tugués, viejo y muy experimentado; pero nosotros sabemos por Purchas, que un portugués llamado Martín Chaeke había descubierto en 1553 un paso desde las Indias al mar Septentrional, que había hecho una relación de su viaje, y que este paso se hallaba á los 59" de latitud, que como se ve es la del Estrecho descubierto por nuestro na- vegante. » Un piloto inglés llamado Tomás Cowles, tes- tificó por escrito en 1579 que había leíd(. la rela- ción impresa en 1367, pero que después de este tiempo no la había podido volver á ver, á causa de haber sido prohibidos y recogidos los ejem- plares por orden del Rey de Portugal, temiendo que este descubrimiento acarrease algún perjui- cio á su comercio. "También se lee en Purchas, que este paso del mar del Sur al mar del Norte fué confirmado por un portugués que aprisionaron los ingleses en tiempo de la Reina Isabel; que otro portugués de Guinea había hablado á Forbisher, como habiéndolo pasado; y en fin, que era comunmen- te reconocido por los pilotos de Lisboa. "Después de todas estas consideraciones, me parece que se puede tener por un hecho cons- tante el descubrimiento que acabo de exponer del paso del Noroeste, buscado uospués de tan largo tiempo. Para conservar la memoria y ase- gurar la gloria á quien corresponde, he creído debía dar el nombre de Ferrer al estrecho descu- bierto por el navegante español, tanto más, cuanto es muy incierto c|ue esté allí el verdadero Estrecho de Anian. De este modo llamaré al Es- trecho que hace la comunicación de la bahía de Hudson con el mar Glacial, y que hasta ahora se ha llamado Estrecho sin nombre ó Namess Strait. Sacando á luz este descubrimiento, he da- . do la solución de un gran número de dificultades, que siendo verdades interesantes, habían decli- nado á la clase de fabulosas, y en adelante harán leer con mayor interés la historia de las antiguas navegaciones. Acaso habré destruido también las preocupaciones que se opondrían todavía por mucho tiempo á los progresos de la navegación en los mares del Norte, y me atrevo á confiar que el fin del siglo xviii añadirá el conoci- miento de las tierras próximas al Polo, y aun del Polo mismo, á todos aquellos con que este siglo ilustrado ha enriquecido la Geografía.» Ya, pues, con las medidas tomadas anterior- mente, desde el amanecer del día i." de Mayo entrambas corbetas se hallaron enteramente dis- puestas para dar la vela; el correo de Méjico que llegó antes de las ocho de la mañana, en nada se oponía á nuestro intento, de suerte que á lai; nueve y media, con las primeras ventolinas del Noroeste, pudimos zarpar la última amarra y navegar con todo aparejo á franquear con la mayor brevedad la boca del puerto. Por un acaso poco común, el viento se llamó y mantuvo después al Sursudoeste flojo; la marea no nos era favorable sino en la mucha iroximi- dad de la costa del Sur, y así debimos continuar ■79' May. I . iMMÉMMtMMMál* MMHHHüiíIL ÍÍA'-.i.I'/V»?,*- ■ I50 VIAJK AMÍBIIEDOK DUL MUNDO M«y. ..» nuestros bordos hasta las dos de la tarde, á cuya hora, inclinándose finalmente e! viento al Oeste (galeno, pudimos con la mura estribor pasar como á un cable y medio de la punta de la Uruja y media milla del Diamante, y últimamente, á las cuatro de la tarde, considerarnos libres de toda necesidad de dar fondo. Si consultásemos las derrotas de las Naos de Manila, lo acaecido :d Comodoro Anson próxi- mamente en principios del mes de Mayo y la misma voz común sobre aquellas costas, no era tan fácil el alcanzar las brisas, y aun para este ' intento debian hacerse sacrificios considerables al Sur; pero las navegaciones últimas de nues- tras corbetas parecían oponerse mucho á la infa- libilidad de estas reglas, pues la Dkscubierta, en los 13" de latitud y distante unas jv leguas de la costa, no había hallado más que calmas y ventolinas variables, y la Atrevida había tenido la fortuna, de que las brisas en su primera trave- sía le alcanzasen hasta casi la vista del puerto, lográndolas también frescas en su navegación á San Blas luego que distant" de Acapulco unos 6 ó 7" al Oeste, pudo repo..erse en la latitud de , 15 y 16". En cuanto á la preferencia de una de- rrota de altura sobre las costaneras que al mis- mo tiempo hacían difícil los vientos del Noroeste y las corrientes muy vivas, ninguna duda podía admitirse, tanto más, que cualesquiera derrotas, , - si hubiesen de conducirnos con brevedad á latitu- des altas, siempre debian dirigirse á mucha dis- tancia de la costa de California para evadir los Nortes y tener mejor bordada con los Noroestes. Con estas reflexiones se prescribió desde lue- go el rumbo del Oeste aprovechándole con mayor andar, siempre que los vientos, particularmente por la .madrugada, se inclinasen al terral, y apro- ximándonos de él con preferencia á los rumbos del Sur, siempre que estuviesen á la virazón, ó del Oeste y Oeste-Sudoeste; demasiado descae- . ceríamos al Sur con el solo efecto de las corrien- tes y de los vientos, sin coadyuvarles por nues- tra parte con derrotas voluntarias que nos atra- sasen. 5 No fueron sin embargo frecuentes al princi- pio las ocasiones en que pudimos apartarnos de . la derrota com.ún. Después de cuatro singladu- ras, al medio día del 5 apenas habíamos adelan- tado 1° al Oeste con el sacrificio de 2° en la la- . titud, y los carices no manifestaban aún la pro- 6 ximidad de las brisas; pero al día siguiente ya los vientos se declararon algo más fresquitos y constantes del Nornoroeste y Norte, con los cuales nuestros progresos empezaron á ser con- siderables y los carices á indicar la brisa no dis- tante. A la sazón, y aun al otro día de haber perdido la costa de vista, eran pocas las aves que alcanzábamos en el horizonte, y éstas por lo co- mún se ceñían á las dos clases de los pelícanos y lariir.; un solo bonito de muy corto tamaño ha- M«y i< bía sido presa de nuestros anzuelos. La claridad de los cielos y horizontes, la mar y el viento sumamente apacibles nos recordaban casi con emulación nuestra existencia en el mar Pacífico. Las variaciones de la aguja, que observába- mos diariamente, bien sea por los azimutes ó por las amplitudes, aún manifestaban casi constante la de 6° 30' al Nordeste, y la segunda compara- ción de nuestros relojes con los de la Atrevuw hecha al día siguiente, indicaba muy poca dife- rencia entre unos y otros, manifestando las ecua- ciones diarias que aquéllas debían atribuirse más bien á atrasos del número 72 que á adelan- tes del número 10. Hasta entonces había sido el objeto esencia, de nuestro método de disciplina, el atender á los dos únicos inconvenientes de la deserción y de la falta de asistencia al trabajo; hubiera sido imprudente con una disciplina más molesta e intempestiva, ó representar á los armamentos la idea de un peligro próximo que pidiese el uso de las armas, ó cuidarles con un tesón opresivo una salud que á cada paso podían aventurar en los diferentes puertos visitados hasta aquel mo- mento; de este modo habíamos podido insensi- blemente disponerlos para nuestro intento, in- fundiéndoles otras dos cJidades, de las cuales ya no podíamos prescindir, y eran la robustez y un cierto amor y confianza hacia nosotros, de suerte que nos mirasen más bien como amigos que como superiores, en todas las ocasiones que no tuviesen conexión directa con el servicio mi- litar. Pero en el día no podíamos desentender- nos de la necesidad de una disciplina militar, la cuai al mismo tiempo pusiese á cubierto de cual- quier riesgo nuestras vidas y las de los natura- les cuyas costas visitásemos, y no distrajese un roce amistoso del cual dependían nuestros pro- gresos en las indagaciones científicas que nos habíamos propui sto; tampoco debíamos omitir cuanto pudiese conducir á la conservación de la salud, en una mudanza tan rápida de clima como la que debíamos encontrar, y en la estrechez con la cual debíamos naturalmente vivir por lai'go tiempo. Con este objeto se aumentaron á bordo las precauciones para el buen orden y « aseo, se encargó estrechamente á la Oficialidad de guardia que vigilase cuotidianamente sobre ambos puntos; pero con tal pulso que ni un mo- mento se perdiesen de vista el cariño y la con- fianza recíproca; se repartió alguna ropa de abrigo; finalmente, se formó un plan militar que trazado sobre los escarmientos de los que nos hal.an precedido en esta especie de viajes, pu- diese al mismo tiempo combinarse con todos nuestros intentos y con cualesquiera otras cos- tas que hubiésemos de visitar en lo venidero. Cualquiera que conozca el carácter de núes- ■»TT" CORBETAS DBSCÍJBIERTA Y ATREVIDA 151 mano ha- M«y '• a claridad el viento casi con r Pacífico, bser vaha- ntes ó por constante compara- \.TREV11).' poca dife- lolasecua- atribiiirse á adelan- 0 esencia. ;nder á los Tción y de hiera sido molesta é imentos la ese el uso in opresivo ■enturar en aquel mo- io insensi- itento, in- las cuales robustez y jsotros, de mo amigos Lsiones que 2rvicio mi- ísentender- militar, la rtode cual- los natura- strajese un estros pro- \u que nos ,mos omitir ación de la clima como i estrechez s vivir por mentaron á :n orden y 4 Oficialidad lente sobre e ni un mo- 3 y la con- la ropa de militar que los que noK viajes, pu- ¡ con todos i otras cos- ^enidero. ;er de nues- May. 6 tras marinerías, insensibles á otro freno más que á la razón y al ejemplo de una Oficialidad que respete, y por otra parte tan entregadas á unas pasiones excesivamente viva? f.omo resistentes á una sujeción directa, no extr lará que nuestras medidas en esfa parte lleven siempre consigo un sistema casi diametralmente opuesto al que han seguido los ingleses bajo las órdenes del Capi- tán Cook; bien que en las memorias relativas á la conservación de la salud se anotarán estas ra- zones con mayor extensión, de suerte que ma- nifiesten hasta dónde es preciso extender en el marinero español aquella sensibilidad, razona- miento y viveza de pasiones que tanto difieren del carácter de las marinerías del Norte. Ya en la estación en la cual nos hallaba- \ mos, debimos desistir de toda idea de reconocer ó algunas ó todas las islas intermedias entre el continente y las de Sandwich. Los Comandan- tes Hezeta y Cuadra habían visto las del Socorro; el Piloto Maurelle la Roca Partida, y el Conde de la Peyrouse, corriendo el paralelo de las de Ulua y los Majos, había conocido ser estas mis- mas las de Sandwich, con el solo error en longi- tud, que por lo común encuentran las Naos en la travesía desJe Acapulco á las Marianas: el rumbo del Oeste, fué por consiguiente, el que seguimos, y los vientos, aunque algo varios del Nornordeste al Esnordeste, nos fueron tan fa- vorables, que al medio día del 13 habíamos al- canzado la latitud de 16° 25' y la longitud al occidente de Acapulco de 14° 22', demorándonos casi al Norte la Isla de Santa Rosa (ó tal vez la Nublada), según la disposición de las costas de San Blas. La variación de la aguja había por ese tiempo disminuido hasta 2° y 3" al Nordeste, conformes en manifestarla así diferentes azimutes, pues que la mucha celajería imposibilitaba el obser- var las amplitudes occidua y ortiva. Volvió luego =1 á aumentar con bastante celeridad y el 23, por latitud de 27° 22' y longitud de 28° 20' al Oeste de Acapulco, ya la hallábamos de 8° 40'. - — Hasta ahora nos habían parecido, si no su- pérfluas, á lo menos muy tempranas las expe- riencias de los eudiómetros, las cuales denotasen con certeza la salubridad del aire que respirába- mos, y los progresos de las enfermedades sépti- cas á medida que la dilatación del viaje, los alimentos, el frío y cualesquiera otras causas cooperasen juntamente á producirlas; pero ya con veintidós días de viaje, con un temple bien diferente del que habíamos experimentado en Acapulco, y precisados, ó bien por el frío ó por la mar algo gruesa á cerrar la portería de barlo- vento en la'i noches, hubiera sido omisión repren- sible el no darlas principio con toda aquella exac- titud que requería la novedad y la importancia de esta materia: encargáronse, pues, de dicho examen D. Francisco Flores y D. Tadeo Heenke, y los primeros resultados debieron parecemos bien agradables, pues veíamos reunida á una sa lubridad considerable en el aire atmosférico, una grande aproximación de todos los demás que ha- bíamos examinado, entre ellos los de la bodega y entrada de la sentina. Renovadas las mismas experiencias en la mañana del 31 , dieron los mis- mos resultados, aunque sustituyésemos el uso del agua salada á la dulce para el traspaso de los . aires. Todo conducía á convencernos que el sólo desaseo y la falta de ventilación eran las causas de respirarse un aire más infecto en el mar que» no en la tierra. Todo el mes de Mayo no podía haber sido más feliz; por latitud de 31" nos hallábamos entre los vientos variables; la estancia de la costa nos permitía indiferentemente aquellos bordos que con mayor brevedad nos elevasen hacia el Norte y las tripulaciones más bien se habían robustecido; sólo sí, que en la corbeta Atrüvida habían te- nido la desazón de ver inutilizado por una extra- ña casualidad el reloj número 10 del Sr. Ber- thoud: olvidado accidentalmente el darle cuerda, no fué después posible el volverle á poner en mo- vimiento, por cuanto se adoptasen las sacudidas y un calor violento artificial; el temor de romper una máquina tan preciosa, dictó como más pru- dente el dejarle así parado más bien que desar- marle; pues no debía quedar duda que lo espeso y crasoso de los aceites, combinados con algún frío que le condensase, era la verdadera causa de la imposibilidad para adquirir nuevamente el an- tiguo movimiento. Ya desde los paralelos indicados nuestra na- vegación hacia el Norte debió por naturaleza ser más acelerada: experimentáronse algunos tem- porales por el Oeste y Oesnoroeste, los cua- les no tenían para nosotros sino el sólo inconve- niente de hacernos descaecer algo más sobre la costa; repetidas con mucha frecuencia las dis- tancias lunares, nos indicaban un error al Oeste de medio grado próximamente para los relojes marinos; y como á medida que nos elevábamos hacia el polo, la costa inclinaba más y más su dirección al Oeste, finalmente, por latitud de 56° 17' avistóse el día 23 la tierra bastantemente distante y elevada. Era la comprendida entre el Cabo Engaño y las islas septentrionales al Cabo San Bartolomé, reconocida por el Capitán de fragata D. Juan de la Cuadra en 1775, por el Capitán Cook en 1778 y por el capitán Dixon en 1786: no tardamos en distinguir el monte Edgecumbre, llamado por Cuadra, de San Jacinto, la grande ensenada que él mismo llamó del Susto, y poco después el abra del Cabo Landers y puerto de Banks visitados por el Capitán Dixon; nos demoraban el Cabo Engaño al Norte 14" 30' Oeste de la aguja, la May. ij Jiin. ..^-.^:-:;7.-:;,i mtam i52 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO i . !.,! I Jun. ij punta Sur de la ensenada del Susto, que llama- mos Serena por la seienidad del dia que lográ- bamos á la sazón, al Nortes" 30' Este; y los ex- tremos al Este, al parecer una punta roma, no distante de una isla algo grande, al Norte 77" 30' ICste; la descripción de este tro/o bien individuii li/ada por el Capitán Cook, nos pareció corres- ponder puntualmente á la exactitud de aquel na- vegante exclarecido: un número crecido de mo- . gotes altos (probablemente islas) indicaba un nú- mero casi igual de buenos puertos; entre la isla y la punta roma, en el extremo del Este, se veía • claramente una abra ó estrecho considerable; no se nos ocultaba tampoco que la tierra del monte Ivdgecumbre era otra isla; y el erguido descuello del mismo monte le hacía notable entre todos los demás, y por consiguiente, muy oportuno para guiar en este paraje al navegante incierto, que carezca, como frecuentemente sucede, de la la- titud observada; las vistas que damos de este '' monte lo manifiestan tal vez menos alto de lo ¡ que pudiera inferirse del viaje del navegante in- glés; logramos medir su altura con toda exacti- tud, y como la diferencia de latitudes determina- se con mucha seguridad la distancia, podemos creer que nuestros resultados se aproximen á la \erdad. U. Juan de la Cuadra había ya determi- nado á la Punta ó Cabo de Engaño la latitud de 57° 2'; no le excede más que en un minuto la que . supone el Capitán Cook, y asi no debíamos tener la menor desconfianza de la distancia de leguas al monte, y finalmente, de 1 altura sobre el nivel del mar. Era muy poca, á la sazón, la nieve que notá- bamos sobre su cumbre; antes bien, nos pareció que la conservaban más baja y más copiosa va- rios otros cerros interiores á la ensenada del Susto y a la Punta Serena. No se halló fondo con 120 bra;ias de sondaleza; la variación mag- nética, así por el azímute meridiano, como por varios otros azimutes, fué de 24" á 25° Nordeste. La comparación de nuestras longitudes con las del navegante inglés era un punto importante para que le descuidásemos en esta ocasión, tanto más oportuna, cuanto que el Cabo Edgecumbre ó del Engaño era un paraje de los que había deter- minado con mayor exactitud, y dependía de una travesía de pocos días desde Nutka, después de una conformidad grande entre las distancias la- nares y una observación del primer satélite de Júpiter, y después de un arreglo bien prolijo de sus relojes marinos. Se agregaba á estas razones en favor de la determinación indicada, el reparo de convenir exactamente en la carta inglesa la longitud del puerto de San Pedro y San Pablo en Kamshatka, con la que resultaba de las ob- sen'aciones del primer satélite de Júpiter hechas en el mismo puerto por el Sr. de Krissilinkof, y examinadas con tanta sagacidad por el Sr. Coxe; de suerte que sujetos ambos extremos, parecía ju». ij que las longitudes medias debían también consi- derarse como seguras. Hé aquí nuestros resultados y los del Capitán inglés: Cronúm. 71 Cronrtm. 71 Cronóm. Oí Reloj 105. . Promedios.. l.oilKittldcs 'icciileiitalcH le l'antt narii el Cali.i Kil- Kecunibrc por l.'is relnjrs mnrinus. Idetn por Itu (tist.'incías limares. 19S senes en los días „ cu ivja uiti (do junio. . 138.48.30I » 138.42.10 138.44-37 I 23- ídem por «I Capitán Cunk. I38-3I-38 138.15-30 i37-3« 138.1.19 138.15.30 Pareció preferente el adoptar los resultados del Capitán Cook, á lo menos hasta que tuviése- mos por nuestra parte observaciones celestes que determinasen más directamente su exactitud. Algo más feliz que nosotros el Sr. Heenke^ en sus pesquisas para la Historia Natural, logró en el mismo dia examinar diferentes especies de moluscos, entre las cuales una enteramente nue- 1 va, que distinguió con el nombre de Spcciosa,\ merecía particular atención, no monos por su ta- maño y movimiento vivo ondulatorio, que por los colores mezclados de perla y púrpura que en diferentes partes presentaban el contraste más vivo y agradable: no debía sernos extraño que las demás especies, conocidas anteriormente con los nombres de Medusa eguorea cruciata aurita, fuesen en un todo semejantes á las que se halla- ban en el mar Báltico: una grande harmonía en los productos de la naturaleza trasluce á cada paso cuando éstos se examinen y comparen, so- bre todo, la extensión del globo. No era nuestro ánimo el sacrificar un día si- quiera de la actual estación favorable al recono- cimiento prolijo de las costas que teníamos ac- tualmente á la vista; antes bien, con el deseo de alcanzar cuanto antes los paralelos inmediatos al de 60" hacía donde debían dirigirse nuestras pesquisas, no podíamos desentendernos que el recalar en paralelos tan bajos era sólo efecto de los últimos vientos escasos, y que la misma corta distancia á la costa sería un nuevo obstáculo para gozar de vientos frescos y favorables. Así, luego que pasadas algunas horas de calma, logramos en la mañanita del 24 ver entablado viento galeno del Este, hicimos rumbos más bien algo divergentes de la costa, la cual, sin embar- go, lográbamos no perder de vista con el auxilio de un tiempo bien claro y placentero; á las tres de la mañana el Monte Edgecumbre nos demoraba al Norte de la aguja, y al medio día ya le mar- ^ - r ^ • os, parecía jun. 15 ibién consi- del Capitán el Capitán Cook. 38 138.15.30 :g 138.15.30 3 resultados :iue tuviese- celestes que xactitud. Sr. Heenke( Ltural, logró especies de imente nue- de SpeciosaA Ds por su ta- \ io, que por •pura que en ntraste más extraño que ormente con wiata aurita, ijue se halla- larmonía en iluce á cada imparen, so- ir un día si- le al recono - eniamos ac- 1 el deseo de 5 inmediatos rse nuestras irnos que el 5)lo efecto de misma corta vo obstáculo- orables. Así, ; de calma, er entablado bos más bien , sin embar- on el auxilio ro; á las tres ios demoraba a ya le mar- 24 Jun, 14 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 133 cábamos al Norte 72° 30' Este, viéndose al mis- mo tiempo el monte nevado de Tairweather ó Buen Tiempo al Norte 25" jo' Oeste; en este punto era nuestra latitud de 67" 10' y la longitud por el cronómetro 72 de 37° 23' 30" al Oeste de Acapulco; la variación magnética, próximamente de 25°. En balde, á la distancia á que navegábamos de la costa, intentábamos determinar la verda- dera posición de los puertos de Guadalupe y de los Remedios, visitados en el año 75 por el Te- niente de navio Cuadra: varios mogotes que ya en una, ya en otra parte, se hacían visibles ha- cia el Noroeste del Cabo de Engaño, debían na- turalmente confundirse unos con otros, abriendo á veces unas al parecer bocas, que á poco rato notábamos ser más bien efecto del terreno, en partes nevado y en parte no. Pero no podía ocul- társenos el Monte de la Cruz, así llamado por el Capitán Cook, desde donde sigue la cordillera que termina en el Monte Tairweather; medimos su altura y la de este último monte notable, el cual en aquella estación tan benigna estaba aún cubierto de nieve hasta la falda. Hasta las cuatro de la tarde habíamos go- zado del viento favorable del primer cuadrante, bien que ya muy calmoso, pero poco después roló al Noroeste precisándonos á ceñir al Oeste- sudoeste con mar algo gruesa, que en nuestro mal estado de estiva nos causaba un abatimiento considerable. Continuamos el mismo bordo hasta las cuatro de la mañana, á cuya hora marcába- mos el Cabo Tairweather al Norte 15° Este de la aguja, y luego tomamos las muras á babor, li- sonjeándonos que con el día el viento que aún se mantenía del Noroeste rolaría algo más á la virazón. No puede imaginarse un tiempo más sereno y placentero del que gozábamos á la sa- zón. D. Felipe Bausa había conseguido, tomar á la una y media de la mañana una vista del Cabo Buen Tiempo, aunque bien distante, y al salir el Sol, una marcación segura á su centro nos manifestaba la variación de la aguja de 24° 15' al Nordeste. En la misma mañana, 105 series de distan- cias lunares conformes entre sí y medidas con circunstancias bien favorables, manifestaban una longitud aún más oriental que lu del día 23, pues se apartaba en 1° y 32' de la dei cronómetro 72, cuyo movimiento, sin embargo, continuaba tan arreglado y uniforme como ie habíamos adver- tido hasta entonces. "Fué nuestra longitud al medio día, de 39° 35' y la latitud de 57° 59' demorándonos á este tiem- po el Cabo Buen Tiempo al Norte 3" Este de la aguja, )• el monte, al Norte 11° Este, de suerte que ya podíamos sin el menor recelo continuar nuestro bordo hacia la bahía de Bering, tanto más que las estimas diarias nos manifestaran casi segura la dirección de una corriente favora- jm, ,^ ble hacia el Norte. En efecto, ya á las ocho de la tarde conseguimos marcar el Monte Buen Tiempo al Norte ¿¿" Este, distancia como siete leguas, viéndose al mismo tiempo una parte de la costa hacia el Oeste, en la cual nuestra ima- ginación y nuestros deseos nos representaban como existentes algunas abras grandes que á veces sospechábamos ser las de Bering y á ve- ces otras de una internación mayor y más favo- rable. A la verdad, por cuanto se ciñesen las conjeturas de Mr. de Bauche sobre la existencia del paso al paralelo de 60", no podíamos desen- tendernos después de un examen maduro, ni de la poca exactitud de los instrumentos náuticos por los años de 158&» que pudieran muy bien equivocar la latitud en i", ni de las adver- tencias del Capitán Cook, el que había nota- do hacia la bahía de Bering un trozo de tierra llana que por consiguiente debía reconocerse con toda exactitud; pero temiendo que las cali- mas ó los vientos contrarios no permitiesen este examen con las corbetas, hallábamos preferente el verificarlo con las lanchas, mientias las cor- betas en el puerto Mulgrave (i) se abasteciesen de agua, leña y lastre. Con estas reflexiones pareció prudente el dar una mirada siquiera á la calidad de aquellas cos- tas, de suerte que las lanchas pudiesen aventu- rarse con mayor conocimiento ó inclinarse ha- cia los parajes á donde más fácil fuese hallar un abrigo para los vientos contrarios. Con este solo inteiiLO se prolongó por la tarde el bordo hasta muy corta distancia de la tierra, y sólo á las once fué preciso tomar la vuelta de fuera, porque cerrado el tiempo con chubascos y ven- tolinas variables por lo común escasas y á ve- ces calmosas, nos aconchaba demasiado sin dar- nos ventaja alguna ni en latitud ni en longitud: la sonda aún no había dado fondo con 120 brazas. Ya á las dos de la mañana entabló viento fresquito del Sudoeste, que despejado mediana- mente el cielo nos dio lugar á navegar con ga- vias y mayores al Noroeste; pero la costa estaba aún muy cargada de arrumazón, de suerte que no pudimos verla hasta las tres, aunque á la sa- zón no excediese su distancia de cuatro ó cinco leguas; nos hallábamos precisamente entre las dos bahías avistadas en la tarde anterior; se nos representaba una isla que creíamos la indicada en las cartas inglesas, y los montes distantes esta- ban todos cubiertos de nieve hasta la falda: á las ^^ cinco ya no distábamos más que cuatro millas de la costa y particularmente de unos pedruscos amogotados, que al principio creímos islotes, (i) Así llamado por el Capitán Dixon, qi primero á visitarla. 20 que fué el tm ) '54 VIAJIi ALREDI'DOR DKL MUNDO jiui. íft pero que vimos luúRO unidos A líi tierra firme por medio de un arenal: el viento era aún escaso y calmoso y la marejada algo f,'ruesa, lo cual nos obligó á navegar hasta las siete del bordo de fuera. Inmediata á la orilla y antepuesta á toda la cordillera nevada que desciende del Cabo Buen Tiempo, se extendía por iarj^o trecho una faja de terreno l)ajo tan poblada de pinos hermosamente frondosos, que si pudiesen por algún tiempo ocul- tarse las nieves ((ue le dominan, sin duda darian una idea más bien de un paralelo inmediato á la Linea, que de uno no distante del círculo polar: se agregaban á aquella hermosa perspectiva di- ferentes manchas de nieve en los ángulos salien- tes, que 6 bien retlejaban con nuevo brillo los rayos benéficos del Sol ó representaban á la ima- ginación con diferentes sombras, ya un camino bien ancho ó ya unos campos perfectamente ni- • velados: muchas bandadas de chorlitos voletea- ban en nuestras inmediaciones; el agua habia to- mado un color más verdoso y la hallábamos mu- cho menos salada de la común del mar; final- mente, á medida que se iban disipando la calima 6 las nubes, parecían extenderse más y más ha- cia el Oeste las arboledas que daban tan her- moso realce á aquella escena. Se observaron algunas series de horarios; se corrieron constantemente bases, y ni medio día ' . se halló la latitud de ¿g° Oeste, considerándonos en longitud de 38" 46' y manifestando el azimute meridiano una variación de 34", que muy extraña si se comparase á las demás, debía sin duda atri- buirse á un efecto extraordinario de la atracción de los montes inmediatos. Hacia las cuatro de la tarde, la Atrevida encontró fondo con 50 bra- zas, hallándonos á la sazón desviados de la orilla unas tres leguas. En el actual reconocimiento ya disipadas cua- lesquiera dudas sobre la existencia de un paso ó de un abra siquiera más bien nuestras pesquisas se dirigían á combinar lo que había visto el Ca- pitán Cook; pues no existiendo la isla que pone en la entrada de la bahía de Bering, deseába- mos acertar con la parte de costa que le había causado aquella equivocación nada extraña en la distancia de siete leguas á que navegaba. La que nos había parecido isla por la mañanita, distaba mucho al Oeste de la caída de la cordillera que desciende del monte Buen Tiempo, y desde ésta hasta el principio de la ctra que sigue hacia el monte de San Elias, ningún monte chico aislado se dejaba ver entre la tierra llana que efectiva- mente veíamos extenderse más adentro de la pri- mera cadena de montes. Si el Comandante Be- ring (como lo sospecha ti Capitán Cook) recaló á esa parte de costa que de ningún modo puede llamarse sino una costa brava, no debía ser ex- traño que no hubiese podido mantenerse fondea- do por largo tiempo, bien que el haber desem- barcado sus gentes precisamente en una isla y el hallarse ésta en latitud de 58" 28', hacen creer (|uc deba más bien suponerse su recalada hacia la entrada de la Cruz. Las observaciones de longitud hechas á las seis de la tarde, nos indicaron una corriente no muy rápida hacia el Este, y en efecto, por cuanto nos esforzásemos en aprovechar cualesquiera ventolinas, apenas habíamos ganado desde el medio día unos diez minutos en longitud y nues- tra distancia á la costa no era mayor de siete ú ocho millas: advertíamos á la sazón en la inme- diación de las arboledas una ú otra llamarada, señal segura d'.- habitantes. El viento se conser- vaba aún calmoso del Sur, y los cielos y horizon- tes bien despejados y apacibles, no tardaron, sin embargo, en llenarse de calima, cuando ya pues- to el Sol empezó el viento á rolar hacia el Este: con él navegóse alguna distancia, y á la media noche ya por fondo de 70 brazas arena nos ha- bíamos alejado unas cinco leguas de la costa. Asegurado á lo menos por algunas horas el viento favorable, no nos descuidamos en empren- der de nuevo un reconocimiento bien prolijo, or- zando antes al Noroeste y luego al Norte sobre las gavias, por manera que á las tres de la ma- ñana sólo distásemos dos millas escasas de la playa, por fondo de 22 brazas arena negra tina: antes de llegar á esta posición, la casualidad de estar claros los horizontes ael primer cuadrante, nos había proporcionado la vista de los montes traseros á la bahía de Bering, cargados de nieve y regularmen».- altos, formando una segunda cor- dillera que disipaba por consiguiente cualesquie- ra sospechas de la existencia de un mar hacia el Norte, como parecía indicarlo el Capitán Cook: al mismo tiempo veíamos sin la menor duda el montecito aislado que desde lejos pudiera equi- vocarse por isla; bien que si consultásemos la la- titud de 59" 18' determinada por el Capitán In- glés, debían más bien recaer nuestras sospechas en un trozo de tierra llana que sigue al Oesno- roeste. Continuábamos á distancia de una ó dos le- guas reconociendo la costa que conduce á la Pun- ta Carrew (i) del Capitán Dixon, y aun favore- cidos del viento, ya á las seis de la mañana ha- bíamos atracado aquella misma punta, examí- ¡ nando prolijamente la entrada del puerto Mul- grave, cuando en la cordillera de montes cuyas faldas baña el mar en lo más hondo de la ba- hía del Almirantazgo, descubrióse un abra cuya boca é internación culebreada parecían aseme- jarse á las tierras de Ferrer Maldonado; muy hi lA (i) Por la comodidad de la pronunciación y or- tografía española más bien que para tomar el derecho de descubridores, se ha variado el nombre de la Pun- ta Carrew y algunos otros parajes de aquella costa. ' »cr descm- |,ii ,r, líi isla y el lacen creer Inda hacia ;chas á las orriente no por cuanto jalesíiuiera ) desde el ud y nues- de siete á •n la inme- liamarada, se conser- y horizon- rdaron, sin do ya pues- ta el liste: á la media na nos ha- la costa. as horas el ■■•7 en empren- prolijo, or- Sorte sobre s de la ma- casas de la negra fina; sualidad de cuadrante, los montes dos de nieve egunda cor- cualesquie- nar hacia el pitan Cook: ñor duda el idiera equi- semos la la- Capitán ¡n- s sospechas e al Oesno- la 6 dos le- ce á la Pun- áun favore- Tiañana ha- nta, examí- merto Mul- ontes cuyas o de la ba- n abra cuya ;ían aseme- )nado: muy :iac¡ón y or- ir el derecho re de la Pun- tella costa. COKBBTAS DUSCDUIRKTA V ATKHVIDA iSS lui. j; luego la imaginación prestó mil razones aparen- tes al desro: contemplábamos todo lo que pare- cía poderse combinar con la descripción del paso; rechazábamos ó procurábamos justilicar lo que de ningún modo concurría con el terreno descri- lo; finalmente, cada uno á su albedrio, ó alarga- ba la extensión de la cañada hacia el Norte ó atribuía á la distancia y á la vista la falta de aquellas circunstancias que aún no podían re- unirse para disipar las últimas dudas. Tuede imaginarse que no tardamos un momento en or- zar hacia el abra indicada, pues, sin embargo que no fuese nuestro ánimo el aventurar las corbetas sobre la sola relación de Ferrer Maldonado, era muy importante examinar de cerca la probabili- dad de su continuación hacia el Norte, y si ústa quedase enteramente destruida, continuar nues- tra derrota hacia la entrada del Príncipe Gui- llermo. Toda la costa que desde la bahía de Bering corre hacia la Punta Muñoz, es igualmente for- mada de la misma faja de arena, cascajo y tie- rra vegetal que en el día anterior habíamos no- tado hermosamente poblada de un monte majes- tuoso de pinos: puede creerse que á distancia de una ó dos millas conserva el mismo fondo de ¿o á 22 brazas arena, pero no presenta el menor abrigo que convide al .lavegante á frecuentarla: ya en las inmediaciones de la punta, el fondo crece rápidamente á 50 y á 60 brazas cascajo; ni se halla menor en parte alguna de la bahía ex- terna, luego que se aparte una milla siquiera de las costas ó de los arrecifes. La playa desde la Punta de Muñoz y mucho más desde la que le sigue, tuerce rápidamente hacia el Norte inclinándose después al Oeste, y como le estén muy próximas y fronteras diferen- tes islas tendidas ya en una ya en otra dirección, forma naturalmente algunos puertos tan cómo- dos para su seguridad y abrigo como agradables por la lozanía de la vegetación: estas islas y tie- rra baja salen afuera como tres leguas desde la cordillera inmediata, la cual luego vuelve á apro- ximarse al mar hacia el abra indicada y fondo de la bahía, y se retira de nuevo para dar lugar á otra faja igualmente lozana de tierra baja, que después de algunas barrancas corre hacia el Oes- te hasta las faldas de la montaña de San Elias. Ya navegando hacia la boca indicada, empe- zamos á precavernos con la sonda de cualquier peligro, tanto más, que atravesando como á una y media milla del extremo exterior de la isla más Sur, habíamos encontrado 11 brazas cascajo y veíamos hacia la costa algo sospechosos los arre- cifes salientes; pero muy luego conocimos que los fondos de la bahía, aun comprendida la in- mediación de las islitas internas, más bien te- nían el inconveniente de un grande exceso que de una cortedad peligrosa; pues, ni nosotros con 40 y 50 brazas, ni á veces la Atki'VIDa, podia j.í n alcanzarle cem menos de Ho; y (lo que ya exigía alguna atención) ambas puntas del abra eran tan escarpadas y á pique, que no debían dejar duda de un fondo probablemente excesivo y pe- dregoso en sus mismas inmediaciones. A las nueve de la mañana ya con viento cal- moso del liste, horizontes achubíiscados y algu- na garúa, distábamos una y media legua de la boca sospechosa; y aunque la suma debilidad de las mareas concurriesen á la sazón á confirmar la sospecha de conocerse á la vista la muy corta internación del canal, como no pudiese esto real- mente asegurarse sin recelo de equivocación harto posible en la proyección de las (¡uebradas, pareció debido el dirigirnos al puerto inmediato de \Iulgrave para emprender luego con las lan- chas un reconocimiento prolijo, al paso que los buques se abasteciesen de agua y leña. Revira- mos, por consiguiente, para alcanzar sobre bor- dos ei mismo canal que desde la punta Filipps conduce al puerto; el viento á la sazón se ha- bía declarado al Este y Esueste bonancible con tiempo cerrado de llovizna y algunas ráfagas no fuertes. No ignorábamos por las relaciones del Capi- tán üixon, que estas islas eran habitadas por un corto número de gentes; pero ja á las diez nos lo confirmaron dos canoas grandes y una pe.. jui. ¿7 tratase también el morrión (i) (que nos enseñaba) ' del caudillo enemigo, vencido en la reyerta, sino que se expresase individualmente que era el fru- to y la señal de la victoria; finalmente, ya bien adelantada la tarde v empleados de nuestra parte cuantos halagos pudiesen estrechar la con- fianza y la amistad, se despidió el Cacique de á bordo y pudimos comer tranquilamente, r; Según amaneció al día siguiente, parecía que el tiempo contmuaría aún constante del Sueste con cerrazón y llovizna, debimos, por consi- guiente, desistir aún de toda idea de operaciones hidrográficas y astronómicas; no así de las tareas de proveernos de agua y lastre, ique se empren- dieron con las dos lanchas armadas á las órdenes del Teniente de navio Tova, de la Atrevida: en las inmediaciones del paraje en donde debían ha- cerse estos acopios, no había, á la verdad, sino muy pocas chozas y éstas muy distantes unas de otras; pero como nuestro ánimo fuese prevenir aun el origen más remoto de una discordia, no sólo los botes fueron siempre con un Oficial y algunos soldados armados, sino que procuramos atraer hacia nosotros el respeto de los naturales y cualesquiera quejas contra nuestras tripulacio- nes, distinguiendo la Oficialidad con una banda encarnada en el sombrero y manifestándoles ser ésta entre nosotros la señal de los principales ó depositarios de la autoridad. La inclinación al robo que ya los naturales habían manifestado desde el principio, se espla- yó aún más luego que á la sombra ó de la va- riedad de los cambios ó de su mismo número, creyeron poderlo verificar impunemente. En la Atrevida habían robado un candado de hierro en la mañana anterior, pero por ventura lo ha- bía advertido tan oportunamente el Alférez de fragata Murphy, que uetenido el reo, aunque le amenazase con el puñal, había logrado que el mismo Cacique, á la r.azón presente, obligase luego la restitución de la prenda robada; no fué así en la misma roi-'ueta en la otra mañana con dos pasadores de hierro, cuya restitución no pudo co' seguirse aunque procurásemos apremiar mu- cho al caudillo y éste manifestase grande em- peño para complacernos; fué preciso creer á sus aseguraciones, que habían sido otros y de una familia distante los autores del robo; pero se to- maron nuevas precauciones para que no sucedie- ra otra vez aquel inconveniente, no tan sólo evi- tando que los naturales subiesen á bordo, sino también asignando el paraje de los cambios en la orilla frontera á las corbetas: era ésta domi- nada de nuestra artillería, algo distante de los ranchos habitados y enteramente libre de escon- drijos, arboledas ó abrigos: así, pareció también (i) Este morrión tenía tres cercos do plancha del- gada de cob o. la más oportuna para la colocación del observa- jui. j„ torio. Plantada, pues, inmediatamente la tienda y no cesando aún la lluvia, se acogieron en bas- tante número en sus inmediaciones y continuaron los cambios con mayor actividad; se reducían estos más bien á la adquisición de los utensilios, armas y manufacturas que debíamos acopiar para el Real Gabinete de Madrid, que al cam- bio de las pieles de nutri'x que solían traer en poco número: fué tambiéi/ una nueva y esencial ventaja de este primer contiPto el establecer un precio fijo por el salmón fresco, que deseábamos dar día. iameme á las tripulaciones; quedó éste fijado en un clavo de eres á tres y media pi;\";a- das por cada salmór , cuyo peso medio podía considerarse próxirnaiTiente de siete á ocho }■ media libras, y se logró después la felicidad de conservarle invariable hasta el último día, aun- que á veces por una ú otra parte, el natural des- nivel de su número convidase á trastornarle. Ya al medio día, el tiempo parecía querer me- jorar mucho; y apenas cesada la lluvia, había tenido lugar D. Felipe Bausa de medir una base desde la tienda del obseí .'atorio hasta la punta de Turner, haciendo en sas ext -emos todas aque- llas marcaciones que permitiese la poca claridad de los objetos distantes: á las tres de la tarde empezó también á manifestarse el Sol en algu- gunas claras, y finalmente, hacia ías cinco logra- mos ver ya no infructuosas nuestras prevencio- nes de haber establecido la tienda y traído á ella el cuarto de círculo de Ramsden.Se tomaron al- turas absolutas, y referidas por medio de señales á los relojes marinos, fijaron con mucha satis- facción nuestra la primera época de las compa- raciones de su movimiento. La concurrencia de los naturales hacia nues- tra tienda crecía á cada paso; ya deseaban mirar con los anteojos, ya aproximarse á las cajas y reconocer sus contenidos, y como la experiencia de dos días no nos dejase duda de su mucha in- clinación al robo, pareció más seguro el traer á bordo todos los instrum.entos y la misma tienda, que ó cansar la tropa con una continua vigilan- cia de noche ó exponernos á las causas de una rotura que en la natural confusión puuici.^ ""r mal interpretada é injusta: por lo que toca á nuestro roce con los naturales, no podía á la sa- zón llevar un semblante más halagüeño; nos habíamos familiarizado con ks palabras más ne- cesarias del idioma, visitábamos francamente sus chozas; U. Tomás Suria pudo retratar algunas mujeres y representar la no crecida cantidad de utensilios domésticos; los cambios se habían aca- lorado mucho por una y otra parte, y ya se nos había dado el permiso de proveernos de la leña necesaria en las mismas inmediaciones de las chozas sin contrato alguno, preliminar al cual, X- I'IVK' J*i-Í«^Í'¿B tm^ ' ion del observa- jui.jr; ente ia tienda y ogieron en bas- es y continuaron ad; se reducían le los utensilios, ebiamos acopiar id, que al cam- solian traer en lueva y esencial el establecer un que deseábamos jnes; quedó éste y media p i:\Ta- eso medio podía siete á ocho y s la felicidad de último día, aun- e, el natural des- trastornarle. irecía querer me- la lluvia, había e medir una base ^ hasta la punta ;mos todas aque- la poca claridad tres de la tarde el Sol en algu- a las cinco logra- ¡stras pre venció - da y traído á ella n.Se tomaron al- medio de señales :on mucha satis- ;a de las compá- rales hacia nues- a deseaban mirar se á las cajas y no la experiencia de su mucha in- seguro el traer á la misma tienda, continua vigilan - s causas de una sión pudicic, «=«>r :• lo que toca á no podía á la sa- halagUeño; nos palabras más ne- francamente sus retratar algunas dda. cantidad de os se habían aca- rte, y ya se nos ernos de la leña Jiaciones de las eliminar al cual, CORBEVAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 159 )>il. 19 sin embargo, no hubiéramos dejado de acceder inmediatamente. En las mmediaciones del observatorio se hallaba enterrado el cadáver de un individuo muerto en las últimas reyertas; lo indicaba un palito plantado entre las yerbas y un tejido de juncos que con algunas piedras sobrepuestas le abrigaba: los naturales manifestaron bastante re- pugnancia para airimarse hacia aquella parte, y aun insistían en que nosotros no lo ejecutásemos, acompañando las instancias con aquellas seña- les y aquel silencio que corresponden al temor de interrumpir un sueño tranquilo. Entre las muchas cosas que á la sazón habían venido al mercado, se dejaban ver frecuente- mente los rastros de la escala en aquel puerto del Capitán Dixon con el bergantín Reina Carlo- ta: vimos alguna hacha y cacerolas, una cuchara de plata, dos ó tres libros y algunos vestidos: frecuentemente los más jóvenes repetían la Sa- loma (i) de ¡as maniobras y una ú otra palabra inglesa; y por lo que toca á los pedazos de hie- rro, debíamos creer que prontamente los convir- tiesen con el auxilio del fuego y dj las piedras, en el puñal 6 daga que llevaba siempre cada uno consigo suspendido debajo del brazo izquierdo y escondida con la piel de lobo, nutria ú oso: no era un rastro menos evidente de aquella misma escale, la continuación de las instancias para que usásemos de las mujeres, siendo preciso en este día el reprender seriamente al viejo Cacique, quien trajo una mujer hacia la tienda del obser- vatorio á donde nos hallábamos á la sazón, y re- petir las órdenes para que no se aproximasen ha- cia las chozas, otros individuos que los Oficiales de una y otra corbeta: crecieron con este motivo los halagos, y hacia las seis de la tarde vimos próxima á la popa de la Descubierta, una canoa con tres muj'.-i es, dos de las cuales no excederían la edad de diez y ocho á veinte años; repitieron algunas palabras inglesas, ejercitaron después por largo tiempo su natural locuacidad, y final- mente, entonaron un canto bastantemente melo- dioso que O. Tadeo íleenke copió con su natural exactitud ^ inteligencia de la música. Pero con la caída de la tarde, despejado en- teramente el tiempo, era ya igualmente nuevo y grandioso el espectáculo que se nos presentó á la vista: semejante al telón de un teatro, que corri- do con la mayor prontitud descubre en un solo instante al espectador admirado un número cre- cido de objetos tan nuevos como varios y agra- dables, así disipadas las nubes y cerrazón que habían hasta entonces interceptado los objetos distantes, se dejó ver toda la cordillera majestuo- (t) Saloma en el vocabulario do Marina, significa la voz del que dirige los movimientos ur>iforrnes de una maniobra, para que repetida ¡t un mismo tiempo por todos, sirva de señal para el esfuerzo unánime. sa que desde el monte Buen Tiempo sigue hasta Jmi. ,9 el de San Elias. El hielo de que estaban cubiertas desde su cima hasta la última falda, rellejaba con nuevo brillo los rayos del Sol: se dejaba ver an- tepuesto á la tierra alta por algunas leguas todo el bosque de pinos con una lozanía y frondosidad difíciles á describirse; finalmente, la atmósfera sumamente pura con un vientecito suave del Nor- oeste, dilatando mucho la duración del día con la mayor claridad del crepúsculo, ni aún á la media noche nos hacía carecer de esta vista agradable y majestuosa. D. Felipe Bausa, con el teodolito, inmediatamente se dirigió á uno de los extremos de la base para extender las marcaciones y rec- tificar las que se habían hecho anteriormente, y como ya fuesen las diez de la noche cuando re- gresó á bordo, debimos entregarnos por algur.ús horas al descanso, para aprovechar con mayor constancia la esperada hermosura del día si- guiente. En efecto, no eran aún las cuatro de la ma- ¿u ñ?na cuando D. José Espinosa, en quien recaía el turno de servicio, fué con las lanchas y bombos armados á continuar los acopios de agua. Don Felipe Bausa, con un bote igualmente armado, emprendió la continuación de sus tareas hacia el canal de la entrada hasta la punta Filipps; D. Juan Maqueda examinó con otro bote las sondas interiores del puerto, y los Oficiales as- trónomos empe- aron á disponerse para todas \zlí observaciones que estuviesen á nuestro al- cance: ocupaba el primer lugar entre ellas el examen de las oscilaciones del péndulo simple constante, el cual se colocó bajo la tienda en el mismo paraje del día anterior, sustituyéndose para el examen del tiempo medio, el cronómetro 71 al péndulo compuesto; pues hubiera sido im- prudente entregarnos á sus resultados casi al mismo momento de ponerle en movimiento. Con el cuarto de círculo de Sissón, debían luego to- marse las alturas correspondientes del Sol, de- terminar la latitud por la altura meridiana del mismo astro y medir en el extremo de la base la elevación del monte San Elias sobre el nivel del mar. Entendiendo aún hacia las seis de la mañana en los aprestos para estas operaciones y no siendo sino muy corto el número de los naturales que se habian aproximaao al observatorio, vimos venir repentinamente hacia nosotros el viejo Ankati (i), acompañado de otra persona cuyas preeminencias entre los demás eran bien gran- des, sin poder, sin embargo, alcanzar jamás ó sus derechos ó sus funciones en la tribu: uno y otro con mucho afán y no sin Jas muestras de un temor grande, nos anunciaron la aproximación de (i) Es la voz p*opia, con la cual distinguen al Cacique ó Jefe principal. MaMÉi irtfiíi '-' 1 6o VIAJR ALREDEDOR DEL MUNDO 1 i; s^í jií. 30 dos canoas que acababan de descubrir y cuyas ideas ignoraban aún si serian hostiles ó pacíficas: solicitaron con ansia (no distando ya las dos canoas más que una ó dos millas del puerto) que fuésemos á la orilla frontera y disparásemos un fusilazo para obligarles á manifestar sus ideas, y entretanto, dispusieron que toda la tribu to- mase las armas, se retirasen las mujeres y se echasen al agua las dos canoas grandes que estaban varadas en la playa: desde luego deter- minamos complacerles en lo que solicitaban, y pasando á la playa opuesta, disparóse un fusil luego que nos hallamos en paraje oportuno para ser vistos de la gente de las canoas. Con esta señal prorrumpieron inmediatamente en el him- no de paz todos los que las esquifaban, que se- rían próximamente cuarenta, continuaron luego el mismo cr.n'm á medida que se iban aproxi- mando, y finalmente, se acercaron á la orilla interna, no sin nuevos recelos y precauciones de pai'te de nuestro Ankati, quien no cesaba de gri- tarles que mirasen bien lo qv.e hacían, pues éramos sus aliados. Ya disipados casi todos los recelos de una rotura pero no aún inermes los habitadores del puerto, se aproximaron á las piraguas y recibie- ron en sus brazos á los caudillos para co.iducir- los á la playa sin mojarse; fueron inmediata- mente presentados por nuestro Ankait. Siguióse á esta ceremonia una pacificación general; muy luego, unos y otros entre abrazos, regocijos y narraciones se dirigieron á las inmediaciones de las chozas; y si se exceptúa el paraje en donde enjugaban sus pieles y preparaban la comida, parecían más bien todos de una misma tribu que personas dispuestas una hora antes á des- truirse recíprocamente. No es fácil acerl-ti si los muchos naturales que se aproximaban al observatorio entenderían las ideas religiosas hacia el Sol con que procu- ramos colorear nuestras observaciones astronó- micas, ó si aun entendidas conducirían algún tanto á que lográsemos de toda la quietud que nos era precisa; pero es bien positivo que en esta parte debimos considerarnos sumamente felices, pues en nada nos molestaron en el espacio de do- ce horas próximamente, en que estuvieron á su vista los instrumentos astronómicus: se repitie- ron por tres veces las comparaciones del péndulo simple al cronómetro, y no siendo menor cada una de una hora, logramos sin embargo, verlas corresponder entre sí hasta el cuarto de segundo, precaviéndonos además para la determinación se- gura del tiempo medio, con sujetar por repetidas señales comparativas el número 71 á los demás relojes marinos de una y otra corbeta: en cuanto á las demás circunstancias que concurrie-on al tiempo de hacerse aquella observación dCiicada, podemos lisonjearnos, que parecerán satisfac- torias á los físicos, cuando les aseguremos, que jui. 30 el péndulo estaba con la mayor estabilidad; que el termómetro de Farenheit se mantuvo entre los 67 y 68"; el terreno se hallaba considerable- mente distante de toda montaña y por sí mismo despejado y formado por la mayor parte de las- tre; que las experiencias se hicieron inmediatas al medio día; y que la marcha del cronómetro de comparación se halló en el mismo segundo por las observaciones del día anterior y del si- guiente: examinada la salubridad del aire de la tienda en la cual se hicieron las experiencias, dio en el eudiómetro de Fontaud. la bondad de (j,92. No se había descuidado D. José Espino- sa en observar también en las inmediaciones de la aguada la altura meridiana uel Sol con un excelente sextante de Stancliff, acompa- ñado de un pié y de un horizonte artificial: sus resultados, referidos al observatorio en nuestro plano, confirmaron la latitud deducida por el cuarto de círculo en este y en el día siguiente: y con el medio día derivado de las alturas co- rrespondiences, pudimos ya también investigar cuál fuese la lon^;itud del observatorio así por las distancias lunares como por los relojes ma- rinos. .\ las cuatro de la tarde volvieron á enca- jonarse todos los instrumentos y la tienda, y re- 1 gresados al mismo tiempo los Sres. Espinosa, ISausá, Heenke y Maqueda, que como se ha di- cho habían sido comisionados á destinos de su brofesión, pudimos comer tranquilamente y em- plear las horas restantes de la tarde en el exa- men de los habitadores d aquellas regiones. 1). Tomás Suria rectificó en esta ocasión para representarlas al vivo, todas las ideas adquiridas en los días anteriores; D. Cayetano Valdés y D. Fernando Quintano, examinando las armas y utensilios, hallaron muchos que merecían adqui- rirse para el Real Gabinete; se advertían por otra parte las mujeres muy ocupadas en hacer los canastillos de coser, así como los hombrea en hacer muñecas, cucharas y otros utensilios de madera que la Oficialidad y aun la marinería habían adquirido con ansia; finalmente, unos en la adquisición de nuevas voces y otros en el estudio de sus costumbres doinésticas, habían esplayadc aquel constante amor á las ciencias y al trabajo que tantos frutos había producido á la expedición. Fué también oportuna la ocupación de tirar al blanco, á la cual se entregaron por algún tiempo el Comandante y Oficiales de la corbe- ta Atrevida; pues esmerándose en el acierto y estando á la vista un crecido número de natu- rales, no podía á menos este ejercicio de influir mucho en la continuación de un trato tan pací- fico como debíamos desf^arlo: no faltó entre los cxpectadores uno bastantemente advertido, que I, ^ "f / remos, que jui 30 )ilidad; que tuvo entre nsiderable- )r sí mismo arte de las- inmediatas cronómetro mo segundo ior y del si- el aire de la xperiencias, bondad de osé Espino - mediaciones uel Sol con ff, acompa- irtificial: sus o en nuestro ucida por el a sipjuiente; s alturas co- ín investigar torio asi por relojes ma- pron á enea- tienda, y re- 5. Espinosa, mo se ha di- ;stinos de su imente y em- de en el exa- regiones. ocasión para as adquiridas no Valdés y a las armas y recian adqui- dvertían por das en hacer los hombres os utensilios la marinería :nte, unos en otros en el icas, habían as ciencias y producido á ción de tirar n por algún de la corbe- ¡n el acierto ero de natu- -io de influir ito tan pací- Itó entre los Ivertido, que CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 161 m j„i, JO con general aprobación ó mas bien admiración de los demás, creyó haber hallado un remedio en sus vestidos para que fuesen impenetrables á la bala del fusil: mojó muy bien la piel que le cubria, luego muy ufano la puso por blanco á la distancia prefijada, y estaba tan persuadido de la impenetrabilidad, que cuando I). Ciríaco Ce- vallos la hubo agujereado con la bala, se enfadó agriamente y se retiró de aquellas inmedia- ciones. En la aguada todo había procedido con la mayor quietud, aunque se apareciesen algunos naturales más que en el aía anterior; antes bien, D. José Espinosa había tenido lugar de enterarse entre una familia inmediata, de varias costum- bres domésticas y adquirir una ú otra cosa de los trajes y adornos mujeriles: debió cí.usarnos una admiración particular en cuanto al carácter de aquellos naturales, lo que acaeció en la Atkkvi- DA con un criado natural de las Islas Filipinas: Desde el primer día que visitaron aquella corbe- ta le habían creído por uno de los suyos, exami- nándole prolijamente los cabellos, el cutis, las facciones de la cara y aun diferentes miembros: le pidieron ahora que quedase en la tribu, y pro- curaron enterarse cómo estaba entre nosotros, y si había sido vendido ó aprehendido. Los recien venidos traían, como es natural, algunas pieles buenas de nutria, las cuales, por la tarde, empegaron á aparecer en el mercado que se celebraba en las canoas, debajo del portalón de cada corbeta; pero ligados ya sus intereses con los de la tribu antigua y aún acompañados siem- pre por uno de éstos, no sólo no disminuyeron sus pretensiones con la concurrencia, sino que fueron poco á poco aumentándolas á tal extre- mo, particularmente para la adquisición de ves- tidos, que uno ú otro marinero nuestro perdió considerablemente en los cambios aún si se re- firiese el valor de las pieles al mercado de Cantón. Era, sin embargo, un espectáculo bien singu- lar y curioso el ver á la sazón una buena mitad de la tribu antigua y algunos de la nueva, vesti- dos tan extrañamente con uniformes viejos de soldados, chaquetas de la marinería, gorros, pañuelos, camisas, calzones, etc., indistinta- mente de invierno y de verano, que sin duda hu- bieran causado la mayor novedad á una embar- cación á cuyo bordo fuesen, y probablemente hé- chole sospechar que la tripulación de un buque español hubiese sido asesinada en aquellas inm*'- diaciones. Según refirió D. Felipe Bausa, la parte de costa comprendida entre la aguada y la Punta Muñoz, era con exceso frondosa y los campos in- mediatos tan abundantes de una especie de fresa silvestre, que en vano hubiera intentado agotar- los toda su comitiva, en la cual se hallaban unos cinco marineros; además había internado algo en i'" ¡" el río contiguo y visitado no sin mucha admira- ción, f' paraje de los entierros ya indicados por el Capitán Dixon: las rircunstancias de todo lo que rodeaba aquel paraje eran demasiado curio- sas y podrían dar tanta luz sobre los principios religiosos de aquellos pueblos, que hubiéramos sido culpables en no visitarle. Asi en la mañana siguiente, D. Tomás Su- J»i ■■• ria, D. José Espinosa y otros Oficiales, fueron con el bote directam.ente al río, v poco después de las nueve ya estaban en el pari^je indicado; se aparecieron oportunamente cuatro ó cinco natu- rales que erraban en los campos inmediatos bus- cando fresas para su alimento; parecían, á la verdad, de la última plebe, y por consiguiente, poco aptos á satisfacer la curiosidad; pero como fuese el principal objeto de aquella excursión el recojer para el Real Gabinete una ú otra cosa de los sepulcros, esta compañía era á la sazón más oportuna que cualesquiera otras de la po- blación del fondeadero; la cual, ó por ideas de temor ó de veneración, no hubiera tal vez permi- tido la ejecución de las ideas inú.cadas: midié- ronse al principio, y í). Tomás Suria represen- tó en una vista de perspectiva, los postes y vigas que encerraban una habitación larga y dispuesta al parecer para el invierno; luego, les ocupó por largo tiempo con los mismos objetos el sepulcro antiguo, y últimamente el nuevo, que por su co- locación, adornos y buena conservación, no podía á menos de causar extrañeza y admiración: final- mente, no repugnándolo los naturales, pues se les habla prevenido con algunos dones, se sacó y envió al bote una de las cajas que estaban en el sepulcro antiguo. Era ésta ligeramente adornada por fuera con los caracoles aco.^íumbradcs: ence- rraba otra caja menor, en la ci al halláronse en- vueltos en una especie de espo. I.:"a, sólo pocos huesos calcinados y en mucha parte pulveriza- dos. Empero, la vista de dichos sepulcros que acompañan á esta narración, dará mejor idea de sus diferentes partes y de sus proporciones, de lo que pudiera alcanzar una descripción por sí di- fícil y cansada; sólo especificaremos aquí, que j'a comprendióse por los naturales ser éstos los se- pulcros únicamente de los Aiikaits ó familia rei- nante, y que no quedó duda de la combustión de los cadáveres alrededor del figurón; pues además de señalarlo así ios naturales, vieron tres ó cua- tro pequeñas fosas del largo de un hombre, en las cuales estaban cubiertas con algunas tablas y piedras los carbones ó leña que habían servido parala pira: se hablará después con más exten- sión de esta parte interesante de las costumbres de aquellos pueblos y aventuraremos nuestras conjeturas sobre la interpretación de cuanto he- mos podido advertir. Entretanto, á las órdenes del Teniente de 21 í62 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO jiii. I " navio Concha, de la Atrevida, las lanchas y bombos armados habían hecho un nuevo acopio iibundante de a},'ua, y D. Juan \'ernaci, conti- nuando la hermosura del día con la misma cla- ridad del anterior, había logrado otra observa- ción de latitud y un medio día bien satisfactorio pnr las alturas correspondientes, el cual ratificó la marcha del cronómetro 71 determinada en Acapulco, y manifestó una aceleración no indi- ferente en los cronómetros 61 y 72. Ya, pues, concluidos los acopios de af^ua y lastre, para los cuales eran precisas las lanchas, no diferimos un instante en emprender el reconocimiento del abra que nos había atraído al puerto en el cual nos hallábamos actualmente; y pues era nuestro ánimo si existiese el paso deseado conducir hacia él las corbetas, quisimos examinar aquellos para- jes y decidir fuera de toda duda una parte tan importante de nuestra comisión. A este fin, las lanchas bien armadas y esquifadas, se previnie- ron con quince días de víveres y una surtciente cantidad de agua y leña: iba D. Felipe Bausa en la lancha de la Descubierta, y mandaba la de la Atrevida el Teniente de navio D. Antonio Tova; se embarcaron también el reloj de faltri- quera 351, el cuarto de circule de Ramsden, un calafate y un carpintero, con todos los utensilios necesarios. Dejado, por consiguiente, el cuidado de las corbetas á D. José Bustamante y destinados los bombos para el acarreo de la leña, bien tem- prano en la mañana siguiente dimos la vela, prefiriendo el transitar por entre las islas, así porque el viento á la sazón achubascado y del Sueste nos sería más favorable, como porque haríamos un nuevo examen de la verdadera po- sición de sus canales: al principio debimos na- vegar al remo por largo trecho, pero luego ya próximos á salir fuera de las islas, empezamos á gozar de un vientecillo galeno del Sur, que en breve tiempo nos aproximó al abra. Flotaban hacia la costa del Oeste varias bancas sueltas de hielo, y por la del Este se dejaba ver, próximo al mar, un trozo de tierra llana que estando bien abrigado del Norte por los montes contiguos, manifestaba ser cl asilo de algunos indios, por el humo que advertíamos en uno ú otro paraje; sólo se encontraba un fondo de 20 ó 30 brazas á un tiro de fusil de la costa; á una mayor distan- cia, ni aún con 60 brazas podíamos alcanzarle, }• jltimamente, pasado el terreno llano, y ya próxima la entrada, acrecentaba de tal modo el fondo, que la lancha de la Atrevida, á un solo cumplido de bote de la orilla, no le podia alcanzar con 120 brazas. A la sazón nos había abandonado el viento del Sur, y á veces una total calma y otras un viento contrario y lluvioso del Nordeste, nos habían precisado á valemos nuevamente de los remos, aunque la gente estuviese cansada y las lanchas algo sobrecargadas. No bien habíamos pasado en las inmediacio- nes de las chozas, cuando vimos venir hacia nosotros una canoa con un solo indio, cuyo traje no era fácil distinguir aun ¡ue le contemplásemos cuidadosamente: en efecto, no era posible acer- tarlo, y lo juzgamos así, cuando ya próxima la canoa á nuestra lancha, no sólo vimos que el traje se componía de un gorro, camisa, calzones y uniforme, sino que el recién llegado en la ca- noa era un hijo del Ankaa del puerto, que nos había visitado á bordo repetidas veces: con el traje nuevo parecían haberse humanizado mucho sus costumbres, pues habiéndole en diferentes ocasiones debido caracterizar por el mas altane- ro y provocativo de la tribu, ahora advertíamos en su conducta una mansedumbre y subordina- ción, cuyas causas no fuera fácil el acertar; trasbordó á la lancha de la Descubierta; nos indicó que era el caudillo de la población inme- diata y que allí estaban sus mujeres é hijos los cuales nombraba con mucha ternura; se prestó á acompañarnos precedido el regalo de algun.is frioleras y una regular comida, déla cual tenía, al parecer, una no mediana necesidad. La poca fuerza de la T.area y todas las res- puestas del nuevo Ankaii, ya nos convencían que no sólo no existía en estos parajes el paso de- seado, sino que era muy corta y ya casi termi- nada la internación de este canal: veíamos por otra parte guarnecida d-j un perpetuo hielo toda la orilla interna del Oeste, lo que no pudiera tener lugar si las aguas en algún tiempo del año tuviesen una rapidez proporcionada ó á la co- municación de otro mar, ó á los recodos que su- ponía Ferrer Maldonado; per,) la cerrazón del tiempo y el viento contrario, dilataren aún por dos horas nuestra ilusión, á la cual coadyuvaba únicamente, como hemos dicho, la excesiva can- tidad del fondo por una y otra parte, y la tal cual semejanza en el ancho, escarpe y sinuosi- dad de la entrada. Como á la una de la tarde, guiados del indio pudimos alcanzar un fondeadero en la parte in- terna de la bahía: era una playa de bastante cascajo, frontera á una cañada de dos mon- tes bastantemente altos, la cual, regada con un riachuelo y gozando de un poco de tierra lla- na, presentaba á la vista el semblante más hala- güeño de la vejetación: pero exceptuando estos trozos pequeños, que pudieran con propiedad Ua- mai'sc manchas verdes, todo cuanto rodeaba la bahía era una masa de piedra cubierta de hielo, "y éste tan constante, que en las muchas bancas que nadaban en nuestras inmediaciones y oíamos desplomarse de tiempo en tiempo con notable es- truendo de los montes vecinos, se advertían sobre el hielo primitivo las nuevas capas recientes que luí. L ;ansada y las ini. < inmediacio- venir hacia io, cuyo traje templásemos posible acer- ba próxima la vimos que el lisa, calzones ado en la ca- ¡rto, que nos veces: con el lizpdo mucho en diferentes 1 mas altane- . advertíamos y subordma- 1 el acertar; ubierta; nos jlación inme- 5s é hijos los ira; se prestó lo de algunas a cual tenia, ísidad. odas las res- jnvencian que s el paso de- a casi termi- veíamos por tuo hielo toda le no pudiera lempo del año ia ó á la co- codos que su- cerrazón del taren aún por il coadj'uvaba excesiva can- tarte, y la tal rpe y sinuosi- ados del indio 1 la parte in- 1 de bastante de dos mon- regada con un de tierra 11a- mte más hala- ptuando estos propiedad Ua- ito rodeaba la ierta de hielo, luchas bancas ones y oíamos on notable es- dvertían sobre 5 recientes que CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 163 jui a se le habían amontonado; y ni siquiera en los pocos parajes en donde se manifestaba la veje- tación dejaban de encontrarse masas enormes de hielo, tan sólida y tenazmente afianzadas que pa- recía imposible pudiesen disolverse en el corto espacio del restante verano. A pesar de que continuasen aún la lluvia y el frío, mientras ambas esquifazones aprestaban su comida, nosotros no descuidamos el ocupar- nos en adquirir una idea más cabal de aquellos contornos: D. Felipe Bausa midió una base c hizo marcaciones, aunque bien limitadas, así en los extremos como en otro altito inmediato al fondeadero; D. Antonio Tova se encargó de la caza, y otros emprendieron el acopiar todo lo re- lativo á la Historia Natural, que sujetaríamos luego al examen científico de D. Tadco Heenke: insistiendo el Ankati en querer regresar á su cho-j za antes de la noche, lo despedimos con algunos regalos y nos prometió volver á la mañana si- guiente con algunos salmones frescos. El deseo de aprovechar el tiempo y el temor de que continuasen ó aún aumentasen la cerrazón, lluvia y frío, no permitieron dejar á las marine- rías más descanso del que exigían las mareas, que ya advertíamos periódicas y casi uniformes con las del puerto Mulgrave. Por consiguiente, hacia las nueve de la tarde emprendimos el in- ternar con los remos y examinar el término de las abras contiguas á la línea del hielo constante, y el canal, que parecía dividir del continente una islita que habíamos visto frontera al fondeadero: mil circustancias hacían esta pesquisa realmente molesta y cansada á la marinería, pero más que todas lo eran sin duda la dificultad de vogar en- tre las muchas bancas flotantes que nos rodea- ban, la precisión de dar mil tornos para evadir- las, y la dificultad de encontrar fondo, que Don Antonio Tova, mucho más aterrado que nosotros hacia la derecha, no podía alcanzar con 120 brazas. Finalmente, á las once y media de la no- che, aún antes de alcanzar la isla, encontramos la línea del hielo constante, y nos fué preciso re- troceder al fondeadero antiguo, en el cual, dado fondo poco después de la media noche, pudo permitirse á la gente el descanso necesario. El tiempo, hasta entonces cerrado con llu- via, no nos había sin embargo permitido el for- mar una idea tan cabal de la cordillera sobre estante á la bahía, cuanio la deseábamos para la exactitud de nuestras operaciones: tampoco ha- blamos podido determinar el verdadero extremo de una entrada que notábamos al Noroeste, pues estaba comprendida en los límites del hielo cons- tante; por último, quedaban inútiles los ins ru- mentos astronómicos, y malfijadala posición geo- gráfica de aquel puerto, aunque á la verdad, sólo pudiera ser útil á los navegantes venideros más bien para evadirle que para buscarle. La sue. quiso favorecernos en aquella ocisión, y un vientecillo galeno del Noroeste dando lugai- á que desapareciese toda la cerrazón y calima, ya nos permitía contjnuar nuestras operaciones. Se agregó á esta felicidad el aparecimiento de va- rias canoas de la ranchería contigua á la boca, que nos proveyeron con abundancia de un exce- lente salmón fresco, y así pude la marinería lo- grar de un completo descanso, y nosotros fina- lizar poco después del medio día las observacio- nes emprendidas: logramos de una excelente vista de perspectiva que podrá manifestar el horror de aquellos contornos; se observó en el cuarto de círculo la latitud de 59° 50' 30"; seis azimu- tcs del Sol indicaron conformes la variación mag- nética bien extraña de 32" 49'; se ratificaron y aumentaron las marcaciones del día anterior, y hubiéramos deducido directamente la longitud, si ó ia marcha irregular del reloj ó alguna equi- vocación en las observaciones, no nos hiciesen malograr en aquella parte nuestras tareas, im- posibles de combinarse con las marcaciones li- gadas hasta el fondeadero de las corbetas. Ya en las primeras horas de la tarde, empe- zando á declprarse la marea favorable, y em- barcados los insta'umentos y utensilios, nos dis- poníamos á emprender el viaje de regreso, cuando entre los marineros de la Atrevida, se advirtió la falta del artillero de mar Manuel l'^ernández, refiriendo sus compañeros que se ha- bía separado de los demás hacia las ocho sin decir á dónde iba, y que sólo habían extrañado su falta á la hora de comer. Este marinero tratado en su corbeta con un rigor moderado desde que había sido aprehendi- do con los demás desertores en Acapalco, ahora había solicitado con mucho empeño el ser desti- nado en la lancha, para acreditar con su conduc- ta el arrepentimiento de aquel desliz involunta- rio: se nos hacía, por consiguiente, tanto más di- fícil el combinar sus ideas, cuanto que creíamos que la puntualidad y asiduidad en el trabajo se- rían el único medio que alcanzase para acreditar- se; por ventura, sabíamos que su ruta había sido por la orilla de la derecha hacia la isla y fondo de la ensenada, y con este antecedente no tarda- mos en destacar otro marinero, que siguiendo sus huellas le gritase y le trajese: puede, pues, imaginarse cuál sería nuestra confusión cuando hallamos también infructuosa esta medida, aun- que el marinero, ya á mucha distancia de las lan- chas y sobre unos: riscos casi impenetrables, gri- tase á toda fuerza y casi alcanzase la vista del fondo de la bahía: ya fué preciso que D. Antonio Tova, con la lancha, enprendiese por sí mismo una nueva pesquisa. Se le encargó que internase cuanto fuera posible; que disparase de tiempo en tiempo algunos fusilazos y reconociese pro- Jul •n?? mmiiimm m 164 VIAtK ALREDEDOR DEL MUNDO .1"! í lijamente toda la orilla, por si alj;unii enferme- dad ó caída le imposibilitasen al mismo tiempo el fíritar y el re/^resar á boi'do. A medida que la lancha internaba y casi se aproximaba al hielo, crecían los recelos sobre la sujrte de aquel infe- liz, pues no hallando el menor rastro, ni ce res- pondiendo señal alfíuna á los fusilazos, dtoiase temer, ó que se hubiese dado una muerte volun- taria, ó que hubiese sido presa de alf^unos osos, que, seí;i'in informes de los naturales, erraban en mucho número en aquellos contornos; pero final- mente, loj^ráronse disipar estas sospechas con verle aparecer á larf^a distancia; y aun habiéndo- le recocido después en la lancha, debió reprimir- se el natural enfado y deseo de reprenderle cuan- do satisñzo con decir que era su ánimo el descu- brir el Estrecho por el cual ansiábamos. En efec- to, su deseo de contraer este mérito y el oir nuestras conversaciones sobre el no haber reco- nocido el término del abra de la derecha, le ha- bían persuadido á dirigirse hacia ella por tierra, y temeroso de que otros quisiesen participar de esta gloria, no sólo había ocultado su pensa- miento á todos, si que también llevado con un tesón correspondiente, caminando unas seis ho- ras por riscos y hielos de una escabrosidad real- mente difícil de imaginarse. Ciertamente debió causarnos tanta risa el poco acierto en a^uiel plan, como admiración el pundonor que le di.^igía; el marinero, no sólo fué perdonado de su mala entendida ausencia, si también devuelto por D. José Bustamante á su destino antiguo de gaviero mayor, y no parecerá ni frivola ni ociosa la relación de este hecho, cuando se refiera, ó bien al objeto de reflejar el noble pundonor del carácter nacional, ó de con- vencer cuánto yerran los que piensan asemejai- el marinero á un bruto destituido casi en un todo de las facultades de sentir y de pensar. Antes de abandonar la bahía, dejamos ente- rrada una botella con la inscripción de nuestro reconocimiento, la fecha en que lo habíamos he- cho y la posesión tomada en nombre de Su Ma- jestad, que acreditaba una moneda enterrada al i lado de la botella; el puerto tuvo el nombre del / Desengaño, el abra externa la de Ferrer, por el navegante antiguo que actualmente dirigía nues- tras pesquisas, y la isla interna el de Heenke. en obsequio del Botánico, que dividía con nos- ' tros en aquel viaje todos los peligros é incomo- ..idados de la navegación. Con el auxilio de la marea y del Noroeste i¡i.e á la sa;;ón soplaba galeno, creíamos que nuestros progresos en la próxima tarde serían considerables, pero muy luego, abandonándonos una y otra, debimos valemos de los remos y con- tinuar constantemente con ellos, aunque molesta- sen mucho á la marinería de ambas lanchas. Los naturales nos habían precedido con sus canoas. y nos salieron al encuentro cuando inmediatos al J"' » paraje de las chozas atracamos á él para que se hiciesen algunas marcaciones con el teodolito, comprendida en ellas la del Monte de San Elias que teníamos á la sazón á la vista: el joven Ankaii continuó con la misma afabilidad que ha- bía esplayado en el día anterior, y aun trajo á bordo en una canoa dos hijos suyos de edad muj' tierna, hacia los cuales manifestaba un. cariño extremado, y que, por consiguiente, fueron bien regalados: el trozo pequeño de tierra llana en el cual estaban establecidas estas chozas, se halla- ba á la verdad bien abrigado de los vientos sep- tentrionales, y su dirección bastantemente incli- nada hacia el Sur, para que pareciese preferente para habitarle; pero en desquite era la orilla en exiremo hondable y seguramente tan expuesta á la ola muy gruesa de la travesía, que muchas ve- ces, particularmente en invierno, no sería ase- quible el intentar la pesca: ésta debia creerse muy abundante en aquellos contornos, si consul- tásemos los muchos salmones de que nos prove- yeron en el primer día y en el siguiente. Navegando en toda la restante tarde como á dos tiros de fusil de la costa por fondos de 25 y 30 brazas, unas veces piedra y otras cascajo, tu- vimos lugar al mismo tiempo de reconocerla pro- lijamente y de buscar un mediano abrigo para pasar la noche: eran las diez de ella cuando de- jamos caer la amarra, y no obstante, se hicieron las marcaciones necesarias con el teodolito, su- jetándolas nuevamente al Monte San Elias que aún teníamos á la vista. El paraje donde se hallf^ban á la sazón las 4 lanchas, era un canal que forma la tierra firme con una isla de mediana altura y que sería un excelente fondeadero si el fondo en una y otra orilla no subiese rápidamente á 40 y 50 brazas, y las mismas orillas no fuesen rodeadas de pie- dras, bien incómodas para la comunicación de embarcaciones menores: un enjambre de mos- quitos nos hizo luego acelerar la saüda en la ma- ñanita siguiente; pei'o antes se midió una base para trazar aquel puerto, y luego, con viento bo- nancible del Oeote, á veces achubascado y á ve- ces calmoso, emprendimos el continuar nuestras pesquisas sobre aquel corto Archipiélago, y últi- mamente alcanzar las corueías. La isla que actualmente reconocíamos, es su- mamente frondosa, y por partes llena de maris- cos; además se dejan ver en su costa del Sur otros sepulcros, iguales en un todo á los que habíamos visitado en las inmediaciones del puer- to: se advierten sembradas, ó en la islas ó en la costa firme inmediata, muy pocas rancherías de naturales, y si juzgásemos por el crecido núme- ro de 30 6 40 salmones que vendieron dos solas canoas á bordo de las lanchas, deben ser aque- llos canales bien abundantes en pescado, y por ffflwfiiiiiiifrópff^^ ■T* iimcdiatos al J"' para que se 1 teodolito, le San Klías ta: el joven idad que ha- aun trajo á de edad muy )a un.eariño fueron bien i llana en el as, se halla- vientos sep- mente incli- se preferente la orilla en ,n expuesta á muchas ve- o seria ase- iebía creerse os, si cónsul - Lie nos prove- iente. tarde como á ndos de 25 y 3 cascajo, tu- onocerla pro- ) abrigo para a cuando de- e, se hicieron teodolito, su- lan Elias que la sazón las a. tierra firme que sería un !n una y otra y 50 brazas, eadas de pie- lunicación de nbre de mos- ida en la ma- idió una base :on viento bo- scado y á ve- nuar nuestras iélago, y últi- :iamos, es su- ma de maris- :osta del Sur do á los que tnes del puer- islas ó en la rancherías de recido núme- •on dos solas en ser aque- íscado, y por m ^ CORBETAS Dí;S ,'J8 ERTA Y ATRlíVIDA 16^ J"i 4 consiguiente de una fácil subsistencia para sus moradores. Ya el viento continuó favorable aunque acom- pañado con lluvia: le aprovechamos con todas las velas, y frustrado nuestro intento de internar ha- cia otro canal interno, pues le conocimos cerra- do y que sólo formaba una bahía bastantemente ancha; á las cinco avistamos las corbetas y poco después estuvimos á bordo. En los tres días anteriores, según informó D. José Bustamante, habían variado mucho las circunstancias de nuestro roce con los naturales; y á pesar que ni hubiese habido el menor daño por una ni por otra parte, los trances habían sido bien delicados y exigían otra circunspección en nuestros pasos. En el mismo día en que salieron las lanchas para el puerto del Desengaño, fueron nuestras partidas al corte de leña en un paraje poco dis- tante de las chozas; recayó el turno de servicio en D. Cayetano Valdés, quien tomó todas las disposiciones para la seguridad, el trabajo y la conducción; y en efecto, aunque concurriesen en aquel paraje muchos naturales, ni en la asidui- dad ni en el roce amistoso se había notado la me- nor interrupción; pero como luego se descuidase un marinero de la L ,ubiekta en poner su cha- queta en el paraje en donde estaban las demás, y que prudentemente se había puesto al cuidado de un centinela, no faltó un natural que la qui- tase con lijereza, ni dejó el marinero de echarla de menos y advertirlo así al Oficial Comandante; informado éste muy luego por uno de los circuns- tantes de quién era el delincuente, lo avisó al Ankatí, estrechándole á que le obligase á la res- titución y le castigase del mismo modo que nos- otros lo ejecutaríamos con quien quisiese violar los derechos de su propiedad; sin embargo, ó fue- se mengua de autoridad, ó (como es probable), no dejase el mismo jefe de ser cómplice en esos atentados, aunque siempre bajo el semblante de la mayor amistad hacia nosotros, no volvió la chaqueta á nuestras manos, y D. José Busta- mante (aconsejándole así el mismo Ankmi á bor- do de la Descubierta), prohibió para el día si- guiente los cambios é insistió en la restitución de la prenda robada. Los naturales habíanse irrita- do con esta medida, y así, cuando al día siguien- te D. José Robredo emprendió con las partidas acostumbradas el corte de leña, no sólo advirtió en ellos una conducta provocativa é insolente, sino que debió presentar el fusil contra uno, que insultada la centinela á quien estaba confiada la custodia de las chaquetas, á la menor reconven- ción se volvió con el puñal desenvainado hacia el mismo: insistían al mismo tiempo al costado de ambas corbetas, no sin mucha altanería, que nos fuésemos luego si no queríamos continuar los cambios; finalmente, en todos sus pasos ma- nifestaban que la sola falta de una ocasión opor- J"i. tuna los detenia de una rotura sangrienta y des- tructiva. Oportunamente, á la sazón los Oficiales de la Atuiívida emprendieron de nuevo, por diver- sión, el tirar al blanco en la playa, y un acierto continuado con la internación de la bala en el tronco de un árbol, perforada de antemano la piel mojada, les convenció de nuevo que la su- perioridad de nuestras armas decidiría muy lue- go cualquier refriega á favor nuestro; con estos antecedentes, regresada la Oficialidad á bordo y retiradas las partidas que se hallaban en el corte de la leña, continuaban sí una ú otra vez las instancias de los naturales para la verificación de los cambios, pero ni manifestaban un enojo inmediato, ni cabía el sospecharle después del escarmiento que se les había repetido á la vista, y después de las aseguraciones del Comandante de la Atrevida, que al día siguiente se renova- rían los cambios: era difícil, á la sazón, acertar con las intenciones verdaderas del Aiikaii: á bordo de las corbetas parecía querer coadyuvar á nuestras intenciones de recobrar la chaqueta; entre los suyos, ó peroraba con debilidad, ó ma- nifestaba con una conducta apacible que no des- aprobaba el robo; bien que como se entregase tan frecuentemente en nuestras manos y nos ase- gurase de la constancia de su amistad, jamás debían recelarse consecuencias funestas, tanto más, que cada uno de los nuestros se preca- vía con las armas oportunas para la seguridad propia. A las cuatro de la tarde, D. José Bustamante con el ánimo de dar algunos pasos para la paci- ficación y continuar la diversión del blanco á la sazón ya casi necesaria, determinó bajar á tierra hacia la playa frontera á la Descubierta: esta- ban los naturales amontonados alrededor de sus chozas, y algunos entre ellos iban dirigiéndose hacia la misma playa en donde atracaba el bote. Dejado, pues, éste al cuidado de los mariner :■ que le mantuviesen á flote, los demás empezaron á aproximarse hacia las chozas, precediendo á alguna distancia el Comandante y mediando po- cos marineros entre él y los Tenientes de navio Cevallos, Concha y Viana. Pareció esta ocasión demasiado oportuna á uno de los naturales para la empresa que meditaba de hacerse dueño de uno de nuestros marineros, que advertía sin ar- mas, y probablemente obligarnos para su recobro á la continuación de los cambios 6 á cualquiera otro partido que quisiesen prescribirnos; y así no tardó en cogerle por la espalda, y corriendo con la posible velocidad se dirigió hacia los su- yos: el marinero era un joven americano, el cual, ó persuadido que fuese uno de sus compañeros el que le llevaba, ó bien amedrentado con este hecho, ni aun se precavía con avisar á los Oficia- I •ixmfíeiliilfíi... 1 66 VIAJE ALRED» I30R DEL MUNDO Jiii. 4 les; pero por ventura, ai éstos podían dejar de advertirlo, ni omitieron el avisarlo inmediata- mente á D. José Hustamantc, el cual no tardó en amenazar ai natural para que soltase al marine- ro; logró, en efecto, verle suelto; pero al mismo tiempo vio dirigirse hacia él con el puñal desen- vainado al mismo natural de la contienda, el cual, ya á muy corta distancia, se detuvo por un momento y gritó á los suyos, qu-^ no tardaron en moverse, hallándose entre ellos el mismo Anlin:i. Ya el semblante de la contienda era bastan- temente serio: el fusil de Bustamante no estaba cargado ni tenia la bayoneta; y ya el natural enfurecido le amenazaba muy de cerca: por una parte iba creciendo considerablemente el número de los naturales armados, y por la otra, los tres Oficiales ja nombrados, el Contador Ezquena y unos dos marineros que se habían armado con sables, se disponían á defender á su Comandan- te, tanto más, que advertían en su adversario algunos movimientos para cojerle diestramen- te por la espalda: en aquel trance no olvidó ISus- tamante ni los principios de humanidad, ni los de la seguridad propia; presentó su fusil como si estuviese cargado, difirió el advertirle á los suyos paraque aún suspendiesen las hostilidades, y llamó con denuedo al Aiikaii para que refre- nase la osadía en sus subditos; éste, suspenso por algún tiempo, se decidió á hablar al más alentado, bien que no en el tono acostumbrado de mando; y el otro tal vez persuadido ó ate- morizado, no tardó en abrir los brazos y cantar el himno de paz. Este paso, sin embargo, no parecía merecer aún la aprobación de los demás, quienes perma- necían armados alrededor de sus chozas, y ale- jadas las mujeres llamaban con ansia las po- cas canoas que estaban al costado de las cor- betas. Advirtieron los Oficiales estas circuns- tancias, pero no hallaban prudente embarcarse 'an luego, dando muestras de inferioridad, ni Its parecía oportuno avisar á las corbetas, para que les auxiliasen con nuevas fuerzas, tal vez mal interpretadas y prevenidas por los natura- les: permanecieron, por consiguiente, aún por algún tiempo en la playa, dieron *iuevas mues- tras del desprecio con que miraban á sus adver- sarios y de sus deseos de una pacificación, y finalmente, regresaron con el bote á bordo. Una mezcla semejante de tesón y dulzura, no podía menos de dar un nuevo aspecto á estas circunstancias desagradables, y convencer á los naturales, así de nuestras fuerzas, como de nues- tras ideas realmente pacíficas: no tardó el Ankau en manifestarlo así á los suyos en u.ia arenga bien larga y enfática, que se advertía desde las corbetas; y finalmente, en ati"aerlos á que pidie- sen unánimemente la paz, entregada la chaqueta origen de la discordia. Con ella, pues, se dirigió á la Atrevida, acompañándole las muestras más j,ii , solemnes de una paz verdadera, y suplicó á Don José Hustamante para que en una y otra corbeta cantasen nuestras gentes la paz, así como los suyos la ejecutarían en la orilla opuesta; muy luego este agradable coiruendo repetido en am- bos buques y en tierra, no sin alguna harmonía, y con la expresiva acción de los brazos abiertos, presentó á la vista de los nuestros un espectáculo bien diferente del que poco antes habían imagi- nado, y nuestras tripulaciones, olvidado el enojo que les había inspirado el oir el riesgo de sus Oficiales, volvieron á recibir aquellas ideas de compasión y humanidad, que con tantas ansias deseábamos inspirarles á cada paso. Bien establecida la paz, quisieron los natura- les después de puesto el Sol ratificarla aún con mayor solemnidad, y con este intento, encendi- dos algunos fuegos sobre la orilla inmediata á las corbetas, emprendieron algunos bailes y fes- tejos, los acompañaron con cantos harmoniosos y alegres (que el Sr. de Heenke no omitió de copiar inmediatamente) y mezclaron con bastan- te frecuencia las voces de Atrevida y Descu- bierta, procurando dirigirse hacia los buques é imitando nuestro modo de llamar una y otra. En el día siguiente que fué lluvioso, pareció á D. Jcisé Bustamante tanto más oportuno el de- sistir de todo trabajo, cuanto que ya era crecido el acopio hecho de leña; la gente necesitaba de algún descanso; así pudieron examinarse con más despacio el carácter é intenciones de los natu- rales: los Oficiales de la Descubierta, acompa- ñados del mismo Ankau, visitaron el paraje de los sepulcros y acrecentaron mucho en aquella ocasión sus conocimientos, así de las costumbres, como del idioma: se a\ávaron los cambios bajo el sistema primitivo de no subir los naturales á bordo, fué abundante la cantidad de salmones traídos al mercado sin alterar -•• precio, y agi'e- gada ya á las antiguas una nueva tribu, que acababa de llegar y estaba regida por un hijo de nuestro Ankau; finalmente, al momento de la llegada de las lanchas, todo estaba en el mejor orden y tranquilidad, repitiendo el caudillo las aseguraciones de una sincera amistad y su satis- facción por nuestro regreso. Concluidos todos los objetos que nos habían inducido á entrar en el puerto, era nuestro áni- mo el abandonarle con la mayor prontitud para aprovechar la estación favorable en el reconoci- miento de la costa siguiente hacia el Oeste; pero como el tiempo estuviese cerrado con lluvia, y por otra parte fuese muy útil para nuestra estiva un nuevo acopio de agua, se determinó que en la mañanita siguiente, las lanchas y bombos bien armados y á las órdenes del Teniente de navio Cevallos, se ocupasen en este servicio, mientras á bordo se acelerarían los demás apres- -,. — , — -«*._. mm CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA lfi7 rustras más j„i. 4 plicó á Don )tra corbeta si como los luesta; muy tido en ain- . harmonía, os abiertos, espectáculo bían imagi- ulo el enojo esgo de sus las ideas de intus ansias t los natura- rla aún con o, encendi- ¡nmediata á jailes y fes- larmoniosos D omitió de con bastan- )A y Djiscu- os buques é una y otra, oso, pareció trtunoelde- i era crecido ¿cesitaba de irse con más le los natu- TA, acompa- el paraje de 3 en aquella costumbres, imbios bajo ; naturales á 3e salmones ¡cío, y agre- tríbu, que por un hijo nomento de en el mejor caudillo las i y su satis- nos habían luestro áni- )ntitud para ;1 reconocí- Oeste; pero >n lluvia, y lestra estiva nínó que en y bombos Peníente de ;e servicio, :más apres- jui 3 tos para una pronta salida: luego, tomando el día mejor semblante, y aún prometiendo uno ú otro aparecimiento del Sol, al mismo tiempo se destacó I). Juan Maqueda con un bote armado, para examinar algunos fondos que aún faltaban, y el Teniente de fragata 1). Juan Vernaci con el cuarto de círculo de Kamsden, el reloj de lon- gitud 351, un pilotín y dos soldados armados, tuvo orden de acechar algunas ciaras en la pla- ya próxima por si lográsemos una nueva época distante para el examen de la marcha de nues- tros relojes. Bien temprai.o el Aiiktiu se había transfe- rido á bordo de la Atrevida, atendiendo á los canibios en los cuales lograba siempre de una grande ventaja sobre los demás, con la prefe- rencia de subirá bordo de la cual él solo disfru- taba; muchas canoas entendían igualmente en el mismo objeto; y en el paraje en donde estaba el cuarto de círculo para esperar las alturas co- rrespondientes de la tarde, sólo se advertía un corto número de naturales expectadores tranqui- los de aquellas operaciones: pero poco antes del medio día, ó bien fuese un nuevo efecto de una curiosidad ociosa, ó un nuevo prurito de abusar de nuestra paciencia, empezaron luego á concu- rrir allí el mayor número, luego á pretender tocar ya uno ya otro utensilio, y últimamente, en rodear los soldados que procuraban apartarlos, llegando hasta pedir los fusiles no sin algunas muestras de insolencia; no omitió D. Juan Vernaci de avisar muy luego estas circunstancias al Coman- dante de la Atrevida, á cuya voz estaba, y éste les participó inmediatamente avisando que tenía á su bordo el Aitkau y que para obrar de con- cierto, deseaba se le previniese lo que había de hacer: la debilidad de nuestras fuerzas actual- mente en tierra, el riesgo de la pérdida de una pieza cualquiera del cuarto de círculo difícil luego de reemplazarle, y sobre todo el deseo de evitar una discordia que fuese tal vez funesta á unos y otros, no dejaba elección sobre e! partido más conveniente: se le previno que detuviese al Ankau, y que éste instase á los suyos para que se apartasen de las inmediaciones del cuai-to de círculo, y que tuviese la artillería pronta para usarla si fuese necesario: al mismo tiempo fué el bote de la Atrevida con el Teniente de navio Concha, y ya nos precedía algún tanto D. Caye- tano Valdés con cuatro soldados armados. En esta ocasión ya hubiera sido imprudencia pretender mantenernos en aquel puesto hasta la hora i'e las observaciones de la tarde y ha- cer del cuaií'^ de círculo un paladío que fuese la causa de una reyerta sangrienta; así los prime- ros pasos de los Tenientes de navio Valdés, Vernaci y Concha, se dirigieron á cubrir con la tropa el cuarto de círculo, á apartar un poco los que estaban inmediatos, y aun á convencerles (encargándonos nosotros mismos de esta opera- Jui » ción), á que era necesaria esta medida, y acom- pañada siempre de las ideas más pacificas y sua- ves; dióse después la orde . al pilotín para que encajonase los utensilios, y á la marinería para que los llevase al bote: resistían los naturales el retirarse; manifestaban en sus posturas y ros- tros (ya bien conocidos^ el deseo de usar de sus puñales si se les presentase unii ocasión favo- rable; todas las canoas se habían retirado de las corbetas, y al mismo tiempo veíamos apro- ximarse algunos por la parte de la laguna y al abrigo de algunos árboles, mientras de la Atre- vida nos avisaban, que ya toda la tribu armada se encaminaba hacia nosotros; procuramos en- tonces dirigirnos con algún imperio á los natura- les más adelantados y enseñándoles los fusiles les dijimos que se retirasen, pero el uno de ellos solo retrocedió dos ó tres pasos, y sacando su puñal nos manifestó que él tampoco estaba sin armas y que no temía: en balde á la sazón el Ankau detenido contra su voluntad en la Atre- vida, gritaba á los suyos que se retirasen y les avisaba de estar la artiileria pronta para ofen- derlos: insistían en su primer ánimo y más bien redoblaba su furor ciego, llegando al punto de presentarse un natural pecho á pecho contra el Teniente de navio Valdés, quien tenía pronto su fusil y bayoneta: ya, pues, en este trance, pa- reció lo más oportuno acelerar el embarco del cuarto de círculo sin detenerse en encajonarlo, y avisar á la Atrevida que disparase un cañonazo sin bala, mientras nosotros nos aproximábamos en buen orden y paulatinamente á la orilla: al estruendo miraron todos en torno para ver el daño acaecido; el Ankau solicitó que no se diri- giese la puntería á las chozas, y algunos pare- cieron determinados á retroceder, pero muy luego volviendo á cobrar aliento, uno de ellos que nos seguía de cerca empuñó la daga con noble audacia y gritó al Ankau que pusiese su persona en salvo y entonces no tardaría en ata- carnos. Ya embarcado el cuarto de círculo, próxima á los botes toda nuestra gente cuyo número se ha- bía aumentado con la reunión de los que estaban sondando, nuestros cuidados no debían dirigirse tanto á la seguridad nuestra como á evitar que uno ú otro natural no buscase por sí mismo la muerte entre nuestros fusiles y bayonetas; por consiguiente, se dispuso que se embarcasen al- gunos soldados, y después lo ejecutamos nos- otros, considerándonos bien felices de haber po- dido evitar toda efusión de sangre humana en una ocasión tan próxima á derramarla. Con la retirada de nuestros botes ya variaban mucho las circunstancias de la contienda, pues sin tener los naturales objeto alguno para sus tretas y venganza, veían su jefe y otro indio de- 1 68 VtAJB ALRBDUDOK Dl'.l. MUNDO iflHi j"i .1 tenidos á bordo de la Atuuviua, y por consí- fluiente, de nuestra parte aquellas mismas ven- tajas <|ue Inihicran deseiulo tener en los días an- teriores por medio del marinero: se atírej^aban ú esto las repetidas voces del mismo .l«/, spccie, peto u ajínuleci- itad de una del niño, y lió; ura ac- te las mues" sí, no tarda- jalarle una ú viesen á ma- aquella oca- le su natural i;ompetircon devolviendo s regalos, ya iño, y conti- ipeño. hasta :le le.s pieles que últi'ma- )erioridad de a de la justa aquella con- uando reba- ceñir el vien- ite, para sa- la Isla Dixon istos bordos, n cuya punta ido el fondo V, al tiempo e proa, aun- opa no fuese ;as: inmedia- 3ara caer con antes, tendi- ilando por la á las once á laber experi- destacado su ragata Viana i dar fondo en ivisó á su Co- ar fondeados lasta las cua- salido el Sol , o galeno del íldarla vela. ;ia una y otra eramos safes jui 6 de la punta Muño;;, cuyas restingas salen al mar unos cuatro ó cinco cables; pero á las nueve, in- clinad(. el viento al cuarto cuadrante, logramos rebasarlas á distancia de una medía milla, y se- guir al Sudoeste con todo aparejo, viento ga- leno del Üesnoroeste, mar bastantemente llana y tiempo hermoso y apacible. La latitud de 39" 24' observada al medio día y diferentes marcaciones hechas á todos los pun- tos que teníamos á la vista, dieron lugar á una prolija confrontación de nuestras tareas desde el puerto; que pudimos reunir de nuevo á las inme- diaciones del Cabo Buen Tiempo, al fondo de la ensenada 6 abra de l''errer, y ¡í la costa que desde este abra sigue hacia el Oeste á las faldas del Monte San Elias. Era la navegación que ahora emprendíamos el verdadero objeto del viaje; pues como se diri- giese á la parte de costa comprendida bajo el paralelo de 60", en ella debiera hallarse precisa- mente, según las reflexiones del Sr. de liauche, el pretendido paso de Ferrer Maldonado: por nuestra parte, á la verdad, ya no podía subsistir ni la esperanza más remota de la legitimidad de aquella Memoria, pues á todas las reflexiones ocurridas al tiempo de examinarla y que com- prenderemos para mejor orden en un capítulo separado, se agregaba ahora la seguridad, no sólo de estar estrechamente unida toda la cordillera que desde el Cabo Buen Tiempo sigue hasta el Monte de San Elias, si también de estarle ante- puesta y saliente al mar una faja de tierra baja que de ningún modo indicaba el navegante Mal- donado. Al Oeste del Monte San Elias no pudie- ran tampoco verificarse jamás sus narraciones, cuando era una precisa circunstancia de las tie- rras inmediatas al canal, que toda la costa del Oeste fuese sumamente alta é impenetrable, y muy lozana y capaz de toda siembra la del Este. Sin embargo, aquel trozo de costa no había sido hasta entonces prolijamente reconocido ni por nuestros navegantes, ni por el Capitán Cook, ni por los Capitanes Portlock y Dixon; y por consiguiente, resultaría de nuestras tareas una ventaja no mediana á la Hidrografía, aunque malográsemos el intento primitivo del descubri- miento de un paso desde el mar Pacífico al At- lántico: así, pareció conveniente emprenderlo con la posible exactitud, cualesquiera fuesen los sa- crificios del tiempo que hubiese de costar, en los meses restantes del verano. Las navegaciones anteriores á la nuestra y las mismas observaciones que habían podido ha- cerse después de nuestra recalada sobre la costa, debían convencemos unánimemente que ningún reconocimiento pudiera hacerse con los vientos del primero, segundo y á veces del tercer cua- drante, siendo solos los Noroestes y Oestes, los que despejando la atmósfera, facilitaban la vista clara de todos los puntos de la costa y las ohser- vaciones correspondientes para la determinación de la latitud y longitud; movidos de estas refle- xiones habíamos precipitado en la tarde anterior la salida del puerto Mulgravc luego que asoma- ron las primeras ventolinas del Noroeste, y aten- to á ellas, dispúsose ahora la navegación que de- bíamos seguir. Ninguna duda cabía ni en la calidad ni en la posición de la costa desde la entrada de Eerrer hasta la punta Barrientos: la hablamos visto en diferentes ocasiones, correr al principio algo estéril y escarpada y luego extenderse en una frondosa arboleda más allá de la punta indicada, no descubriendo otra boca que la de una ría ó canalizo muy parecido á los muchos que forman las islas últimamente reconocidas. Además, la costa de la orilla distaría en estos parajes unas cuatro leguas de las faldas de la cordillera, y presentaba el mismo aspecto lozano que había- mos notado en el puerto Mulgrave: por consi- guiente, no sólo no era preciso un nuevo arrimo a esos parajes, sino que malograríamos en el caso de repetirlo, el tiempo claro y bonancible de que gozábamos á la sazón. Prefirióse con estos antecedentes un bordo largo al Sursudoeste, declarado ya el viento al. Oeste; á las ocho de la tarde cambiamos la mu- ra, y en la mañana siguiente debimos variar el bordo otras dos veces, así para adelantar cuanto fuese posible al Oeste con los vientos varia- bles y flojos, como para esperar ocasión más oportuna de reconocer la costa, pues que se ha- bía cerrado con calima y llovizna luego que el viento había rolado al tercer cuadrante. No nos habíamos descuidado, sin embargo, en aprovechar de todas las claras que el tiempo nos proporcionase y aun en mantenernos en tal posición, que la tierra no pudiese ocultársenos hacia el medio día ó las primeras horas de la tar- de: así el Moi.te Buen Tiempo y las tierras con- tiguas al fondeadero antiguo se habían marcado ! á las seis de la mañana, se habían observado luego dos series de horarios, y conseguida al me- I dio día la altura meridiana del Sol, podíamos ya ver extendidos algún tanto y cimentados con igual solidez nuestros reconocimientos: era la latitud de 59° 30' y la longitud de 55' al Oeste del puerto Mulgrave, cuyo meridiano adoptamos para hacer independientes las cartas siguientes de cualesquiera dudas sobre la verdadera longitud de aquel puerto; y nos demoraban la Punta Ba- rrientos al Nomordeste, y el extremo occidental del abra de Ferrer al Nordeste corregido. Pasado el Sol al meridiano, la tierra despejó sí suficientemente de la calima que le cubría, pero al mismo tiempo se escaseó el viento al cuarto cuadrante obligándonos á seguir rumbos del primero para atracarla; á las dos ya no dis- 22 Jul « X70 VIAJR ALRRr>nDOR DV.L MUNDO b jui 7 tábamoR de la costa máu que don leguan y la Atkbvioa nos señalaba el fondo de 68 brazas, pudiéndose al mismo tiempo reconocer con indi- vidualidad el tro;:o de costa hasta la Punta No- vales, en la cual, si bien habían llc^jado nuestras marcaciones desde el Cabo Muño/ con el teodo- lito, la dirección era demasiado oblicua para de- terminarse con propiedad todo lo que hubiese entre los varios recodos que formaba: no fué fácil marcar con seguí idad las tierras altas in- cluso el Monte de San Elias; en cuanto á la baja que teníamos actualmente á la vista, no nos que- daba duda de estar perfectamente unida, y veía- mos (|ae cesada la arboleda poco después de la Punta Marricnto'', se extendía luego en una es- pecie de barrancas rojizas con el terreno inte- riormente amogotado hasta la falda del mismo monte. En esta posición viramos por avante, y casi al mismo tiempo, el viento que había estado por un corto intervalo calmoso del tercero y cuarto cuadrantes, se declaró de nuevo por el üesud- oeste, cerrando en muy poco tiempo toda la costa con calima. a Así se mantuvo también en todo el día si- guiente; y como se dirigiese nuestro intento á ganar siquiera una regular diferencia al Oeste, antes de recalar nuevamente sobre la costa reco- nocida, nos ocuparon únicamente los bordos más ventajosos, desentendiéndonos de la costa que por la mañana veíamos confusa y tomada del Nornoroeste al Noroeste. Aunque no tuviésemos sino un conocimiento muy superficial de los anuncios del tiempo, ya los semblantes que se nos manifestaban, no nos dejaban duda de una próxima variación al Sues- te, tanto más segura, cuanto que acrecentaba á cada paso la cerrazón, imposijjilitándonos el me- dir siquiera una altura del vSol. En efecto, antes Je la media noche, ya el viento había rola'' fres- quito al Sudoeste y Sur con agua menrd « mu- cha cerrazón, y podíamos, por consigu.w.ice, na- vegar al Oeste, como lo ejecutamos muy luego con todo aparejo. j, Como era natural, del Sur pasó el viento rápidamente al Sueste y Este bastante fresco, pero tan calimoso, que nos haría malograr cualesquiera reconocimientos. No cabía, por con- siguiente, la menor duda sobre el partido que debiese preferirse, y era el de navegar con fuer- za de vela hasta la entrada del Príncipe Guiller- mo, y allí esperar la alteración favorable del viento para retroceder reconociendo prolijamente la costa. Para que, sin embargo, no se malogra- sen nuestros pasos por lo que toca á las tareas hidrográñcttS, desde el medio día emprendimos el navegar en una misma línea Norte -Sur, dis- tantes los dos buques una legua uno de otro, para indagar la existencia de un bajo, visto ha- cia aquellos parajeH por nuestras corbetas la !"■ « Princesa y la Favorita, en 1779. Estábamos entonces persuadidos por la esti- ma, (le hallarnos en los paralelos proporcionados á aquel intento, combinando los diarios origina- les del Teniente de navio Arteaga y del Piloto MaurcUe, con la carta de aquella expedición, sa- cada del Archivo de Indias en la Corte, pero como luego en las inmediaciones del medio día tuvié- semos con el auxilio de algunas claras la altura meridiana del Sol con bastante exactitud, y por otra parte, inclinándose el viento hacia el lísnor- deste despejase regularmente la costa, nos pa- reció deberse omitir aquel empeño y navegar di- rectamente hacia el Cabo Suckiing del Capitán Cook, para extendernos luego hacia el Oeste ó al Este según los vientos lo exigiesen, en la ma- ñanita siguiente. Hasta las seis de la tarde se mantuvo el vien- to fresco sin disiparse la cerrazón y llovizna, aunque se dejaba ver confusa la tierra, pero des- pués abonanzó considerablemente, y despejando al mismo tiempo la costa, pudimos distinguir con certeza toda la Isla Kaye, el mismo Cabo Suckiing y unas tres leguas de costa oriental contigua al mismo Cabo, la cual, no omitimos de reconocer. Las sondas que en toda la tarde habían estado á cargo de la Atuuvida, aunque examinadas con roo brazas de sondaleza aún no estaban á nues- tro alcance, y no obstante, á las nueve ya no dis- tábamos más que tres á cuatro leguas de la costa y el agua tenía un color muy cargado y verdoso. En la pasada corta travesía y aun en la re- calada al Cabo Suckiing, si la refiriésemos á la carta del Capitán Cook debía causarnos mucha extrañeza la variación de la aguja, la cual, bien determinada en el pueito Mulgrave de 26° 40', la hallábamos luego en el puerto del Desengaño y por los azimutes meridianos de este día y del 6, de 32" al Nordeste; no adoptándola, hallábamos muy equívoca nuestra posición; y sin embargo, veíamos que era mucho menor la que había ob- servado y usado el Capitán inglés para sus cartas. Fueron 'nuy pocas las pardelas que vimos á alguna dislaicia de la costa: nos abandonaron luego j i< volvimos á atracarla y en su lugar ó de cualquiera otra especie de aves sólo aparecía de tiempo en tiempo uno ú otro lobo marino. La tierra reconocida al Este del Cabo Suc- kiing se componía en la orilla del mar de una ar- boleda de pinos, tan unida, espesa y frondosa, como las que habíamos visto en las inmediacio- nes del puerto Mulgrave: sobresalían á la espal- da, los montes medianamente altos y nevados en- tre los cuales se distinguía el que (según el Ca- pitán inglés) se elevaba sobre el mismo Cabo; no se advertía la menor abra en este trozo de costa, y desde su extremo oriental que termina- ba en una punta no muy saliente, la costa pare- ..mii^ T h CORBETAS DBSCUmERTA V ATKBVIDA X7' N í cia inclinarse de nuevo y huavemciitc m&>i bien al Norte que al Sur del Oeste del mundo. A las diiv V media de la límlf, p Ar- cadio. Este trozo de costa, reconocido con no mu- cha prolijidad por el Capitán Cook á causa de los malos tiempos que le acosaban, había sido luego avistado por nuestras corbetas Princesa y Favorita, las cuales, aunque no se aproximasen á menos de seis ó siete leguas (según los diarios del Comandante Arteaga y del Piloto Maurelle) habían logrado de unos días bien despejados y largos, y trr;.'dr:' algunas puntas salientes con la posible exactitud: mucho mayor debíamos su- ponerla en los írabajos hechos por D. Salvador Fidalgo en el año próximo anterior, pues pene- trando con lancha por el canal interior desde el puerto de la Magdalena hasta la Ensenada de Me- néndez, había observado con be .n sextante la la- y ii i\" r-:,: (i) Es en nuestras cartas el Cabo Arcadio por la misma atención á la sencillez y ortografía. tíBSim 172 VIAJE ALREDEDOR DRL MUNDO i 1 .iiii. I" titud en un islote saliente, sondados todos sus contornos y determinada su extensión con bas- tante regularidad: con estos antecedentes, nues- tro trabajo actual más bien se dirÍRia á la deter- minación de las longitudes, independiente de la pesquisa de un paso que parecía muy poco pro- bable en aquellos contornos, y desde luego no comprendido en las combinaciones del que indi- caba Ferrer Maldonado. Las tierras al'as, que- bradas y lu biertas de hielo, en el cual iv-Üejaba el Sol, ya nos habían representado otras abras hacia el Este como 'ns que habíamos notado en las inmediaciones del puerto Mulgrave; pero con aquel escarmiento, algo cautos sí en no juzgar- las como tales, bien que no precipitados en ex- cluirlas, dejamos paia el regreso hacia el Este el destruir cualesquiera d;idas hidioj^rártcas en aquella parte. A las diez, ya veíamos el Cabo Arcadio, y ha- cia las once también el extremo de la Isla Mon- tagut, aunque confuso. Se anteponía á ésta una isleta rodeada de arrecifes, de la cual no dista- ríamos más que unas tres millas, y dejándose . ver sobre la tierra del Cabo aleunos mogotes que no especificaba el Capitán Cook, podía caber al- guna leve duda en nuestra actual posición, tanto más, que cerrado nuevamente el tiempo con chu- bascos y ráfagas fuertes, exigía mayor cautela en la navegación, y ésta misma sería muy peligi'O- sa, si la entrada á que nos dirigimos fuese ca- sualmente la de la Ensenr.da de Menéndez. Paireamos con este antecedente como un cuar- to de hora de la vuelta del Sur y á distancia ie una milla larga del Cabo Arcadio; sondóse ra mismo tiempo sin encontrar fondo con 8o biza- zas, y luego, confirmadas con disiparse algo la cerrazón nuestras ideas del paraje donde nos ha- llábamos, arribamos nuevamente para at-icar la iieiTa del Cabo y dirigirnos sobre las givias al fondeadero. No fué posible por las muchas nubes obser- var al medio día la altura meridiana del Sol, que deseábamos con ansia, porque discrepaba muclio la latitud determinada por el Capitán Cook de la que determinaban nuestros navegantes: distába- mos á dicha hora media milla de la costa, la cual •■;orre sumamente acantilada desde el Cabo Arca- dio hacia el Nordeste y Este, para alcanzar el fondeadero. El viento á la sazón soplaba con ráfagas bien fuertes que venían por las cañadas de los ce- rros inmediatos, y además, á medida que orzába- mos, se escaseaba más y más y variaba su d'- rección, segan la figura ''» los monies. Puede imaginarse, por consiguiente, que ni nos descui- dábamos en atracar la costa cuanto fuese posi- ble, ni en buscar con el escandallo, ó el fondo de 17 Hrnzas que I.abía hallado el Capitán Cook delante del Cabo Jnchinbrook , 6 los que habían proporcionado el dar fondo al Comandante Ar- J»i ><> teaga. Hubiéramos dejado caer inmediatamente un ancla, y esperado mejor ocasión para inter- nar en el puerto; pero aunque ya á distancia de unos dos cables de la orilla, fué inútil aquella precaución, y hubimos de empf nder algunos bordos entre unos pedruscos qu^ nuestros nave- gantes llamaron los negrillos, y la costa sobre la cual deseábamos fondear. Las ráfagas, demasiado inconstantes y recias, hacían estos bordos no tan sólo incómodos y arriesgados, sino también inútiles, tanto más, que la marea parecía á la sazón y debía ser más bien contraría que favorable; pe. o á tan cr^r- ta distancia del fondeadero, era desagradable el abandonarle, y el internar más hacia el Norte, ó el buscar abrigo de la Isla Montagut, parecían partidos poco convenientes para aprovechar des- pués todas las horas del primer Noroeste que nos favoreciese en el prolijo reconocimiento de la costa que dejábamos al Este. Determinamos, por consiguiente, continuar en el mismo intento, y desde luego el Piloto Sánchez fué en el bote á buscar en la costa más inmedíp^a y á nuestro alcance, un paraje en donde pudiere caer el ancla con alguna seguridad: poco después, .lo distando en el bordo del Este más que un cable y medio de la orilla, fué picciso virar por avan- te, aunque las ráfagas continuasen muy fuertes y varias ycon ellas una misma posición del apa- rejo, fuese á ratos ó contraria ó favorable para el íín que deseábamos. De este modo permanecía aún la Descubier- I TA sin caer de la mura opuesta, cuando una ráfa- ' ga excesivamente fuerte partió por la-cruz la ver- ga de velacho y nos obligó á variar de idea. To- mamos la mura de babor con trinquete y gavia, y recogido el Bote, metiéndole nuevamente, se sustituyó despuvis á la rota otra verga nue\a, pero ya distábamos dos leguas del Cabo Arcadio, y las rompientes al Este de la Isl... Triste nos de- moraban próximamente al Sur distancia de dos millas. A la s'izón el tiempo había abonanzado y des- pejado mucho, de suerte que parecía prometer una próxima variación al Norte y Noroeste, afian- zando este concepto la vista de todos los montes internos, que advertíamos sin la menor celajería ó calima: tomáronse en estas circunstancias las muras á estribor nuevamente; costeamos á poca distancia la parte de la Isla Montagut, que forma su extremo septentrional, y á las seis de la tarde nos hallamos bien internados en la entrada; de suerte, que no distando de la costa más que media legua, ya marcábamos al 'íste y al Esues- te el fondeadero de la rnañaní no sin espe- ranzas de vemos dueño de alean, arle, según la mat.'í nos sostenía hacia el Este, la vuelta del Sueste pareció ahora la más conve. iente, y así « ■Q CORBETAS UESCUEII'.RTA Y ATRUVIDA 173 Comandante Ar- j"i i» r inmediatamente ;asión para inter- ya á distancia de fué inútil aquella prender algunos u^ nuestros nave- y la costa sobre onstantes y recias, sólo incómodos y ítiles, tanto más, sazón y debía ser ble; pe-.<-. á tan c:te de la Isla Triste: \' linalmente, á las once d la noche hubimos de decidirnos á pasar al O .ste de ella para fran- (juearnos algo de aquellas inmediaciones. Unas tres canoas de naturales, de las cerra- das con piel de lobo, ya se habían dejado ver á las seis de la tarde cuando tomamos las muras á babor: gritaron con sus acostumbradas señales y tono enfático á la Descubierta que navegaba algo distante, y luego alcanzaron á la Atrevida; fueron, sin embargo, inútiles cuantas instancias y ofrecimientos se hitieron para atraerles á bordo; usaban frecuentemente de la voz Capitín; parecían poco ó nada expertos en el idioma del puerto Mulgrave; sus señales se dirigían en un todo á convidarle fondease al abrigo de la Isla Montagut; y en sus canoas se notaba una mayor perfección que en las del puerto Mulgrave: como poi una y otra parte, ó no fuese fácil ó no pa- reciese r>rudente el dar cun.plimiento á los de- seos del otro, muy luego se separaron, dirigién- dose aquella!» hacia el puerto de Santiago é in- corporándosenos tácilmente la Atrevida. Eran próximamente las once de la noche cuando nos decidimos á pasar al Oeste de la Isl.-^. Triste, por cuya parte no advertíamos restinga alguna, mientras las que se tendían al Este y no podíamos rebasar, no tenían menos extensión de media milla escasa; á la media noci.e la re- basamos, no encontrando fondo á dos muías de distancia con unas 30 brazas de sondaleza á pi- que; orzamos luego al hueste, é hicimos al- guna fuerza de veb ^jara separarnos algo de la Isla Montagut II Por ventura, nuestros navegantes habían visto en aouellos contornos unas islitas (llama- das de Hijosa), que ni el Capitán Cook, ni el Capitán Dixon (i) habían comprendido en sus cartas; omisión de la cual no podía prescindir el primero por uciuc<- salido al Oeste de le Isla Montagut; pero que no debía disimularse en el segundo, así porque su derrota del primer año, (i) Kn las cari .s inglesas i>ostcriorcs al vitje del CapiUu Dixon, está señalada dicha isla. le llevaba en aquellas inmediaciones, como por .i"i '» que tachaba ¡nr.pávido á nuestros navegantes an- tiguos por uno ú otro error en la Hidrografía del sin número de costas que habían reconocido; los bordos sin este antecedente á que nos pre- cisaba nuestra situación actual, y el tiempo que ya se había declarado del Ivste al mismo tiempo cerrado y tempestuoso, pudieran tal vez haber- nos acarreado algún error que nos produjese las consecuencias más funestas, pues que ;ra na- tural el ceñir al segundo cuadrante, .o sóln para separarnos de la Isla Montagut, si también para coger de nuevo los meridianos en que de- bían comenzar nuestros reconocimientos. En efecto, poco después de salir el Sol, el tiempo se había cerrado extraordinariamente, engruesando la mar y refrescando el viento, de modo que no podíamos resistir las gavias izadas: debíamos también atender á la composición del trinquete envergado, cuya relinga estaba tron- chada desde la tarde anterior, y con este objeto, sustituímos otro trinquete mientras aquél se compusiese, pero volviendo á desenvergarle de nuevo, luego que el primero estuvo compuesto. Nuestra derrota corregida fué próximamente al Sur. Con la cerrazón perdimos muy luego toda tierra de vista, y no cediendo la mar, el viento, ni la lluvia, continuarnos de la misma vuelta hasta el medio día, á cuya hora viramos en re- dondo sobre las cuatro principales, un rizo en las gavias, considerándonos en Utitudde 5cj";5ü'. No tardó mucho en ceder el \-iento, y aun en convertirse en ventolinas flojas, bien que sin variar de dirección; se disipó algo la cerrazón, y á las dos de la ta.riíe pudimos descubrir por nuestro través de barlovento á distancia de tres leguas, una isla rasa que desde luego creímos las de Hijosa, aunque variase mucho su posición en latitud y longitud, y no pareciese ".ino una sola isla. La calma no fué tampoco muy duradera; á las siete de la tarde el viento estuba nue>'amente fresco del primer cuadrante y acompr ado con mucha lluvia; sin cesar ésta, quedamos luego en calma, habiendo disfrutado por algún tiempo dé- los vientos del segundo cuadrante: últimamente, al amanecer disipada en mucha parte la cerra- zón y caído el maruUo considerablemente, pudi- mos creer que el tiempo tomase mejor semblan- te y nos permitiese continuar nuestras tareas. La navegación, desde la tarde anterior, había tenido por único objeto el conservarnos al Sur de la isla avistada y de la de Montagut, mientras co:''tinuasen los vientos variables tan interpola 13 dos con las calmas y acomi^añadosde una lluvia y cerrazón constantes; pero como al amanecer del día siguiente pareciese muy próxima una variación favoiable, no tardamos en aprovechar con todo aparejo las ventolinas del primer cua- "mvsmmmm ""'^"*^-^"^^ B3B1 174 VIAJE ALREDEDOR ÜEL MUNDO i.M I im J"' " drante para emplear oportunamente el tiempo. Ya á las ocho logramos nuevamc'.te ver la isla rasa, de la cual distábamos unas nuatro leguas: el rumbo del Noroeste 4" Norte nos fué luego aproximando hacia ella, y al medio día s>.'s extremos Norte y Sur nos demoraban del Norte 82° Este, al Sur 86" Este distancia tres leguas escasas, viéndovSe al mismo tiempo la punta Sur de la Isla Montagut al Sur 86" y '/■.• Oeste de la aguja, y señalando la Atrüvida un fondo de 67 brazas arena. A esta hora, por dos series de a/imutes ha- bíamos deducido con mucha satisfacción la va- riación Nordeste de 26", y aunque careciésemos de la exacta altura meridiana del Sol, los ele- mentos acopiados para la latitud eran tales, y tan conformes, que la podíamos considerar sin equivocación de 59" 30'. siendo al mismo tiempo la longitud de 6" 58' al occidente de Mulgrave. El viento aunque apacible, no varió en toda la tarde del Nordeste; le ceñimos al cuarto cuadrante corriendo liases para la exacta determinación así de varios puntos de la Isla Montagut, como . de la rasa; según las señales de la Atreviuv, navegamos por fondo de 40 á 50 bra2as; y final- mente, á las siete nos hallábamos otra ve.^ una milla y media al Sur de la Isla Triste por fondo de 74 bra,:as, demorando al mismo tiempo la punta Nordeste de Montagut al Norte 41" Oeste, y el extremo interno del puerto de la Magdalena al Norte 36° Oeste de la aguja. En esta posición, nos fué preciso virar al Essueste; el viento fué refrescando paulatina- mente bien que sin impedirnos el aventajar con- siderablemente al Este con los bordos que variá- is mos á la media noche y á las cuatro, así, á esta última hora navegando de nuevo al Essueste, marcábamos al Norte 15" Oeste de la aguja á distancias de solas cuatro leguas las puntas in- mediatas: al Cabo Arcadio. Los dos rizos que á las diez habíamos tomado á las gavias, porque además del viento, la mar había engruesado mu- c'. .., hubieron de largarse de nuevo al medio día para montar la isla rasa, que descubrimos al Sur 5" Oeste á distancia de tres leguas. Nuestra posición en latitud y longitud á este medio día, ■ ratificaba enteramente los resultados del dia an- terior para la situación de la isla, y como depen- diesen de las mismas tareas los puntos de la cos- ta oriental de Montagut, parecía que podíamos sin temeridad asignarles un grado más que me- diano de exactitud; así el extremo Sudoeste de la Isla Montagut quedó últimamente en latitud de 59° 47' y 8° 16' al occidente de Mulgrave, di- feriendo nuestra latitud de la del Capitán Cook en la cantidad de 11' al Sur, lo que había adver- tido también el Capitán Dixon, observando pró- ximamente en su paralelo. «.' Montada la isla rasa á distancia de una le- gua larga, y continuando el bordo del Sur, ya J" nuestra posición era nuevamente la misma que en los días anteriores; y pues que el viento en todo el día siguiente y las primeras horas del 15 se conservaba bien fresco y arrafagado con mar gruesa por el Nordeste, fué más bien nuestro an- ivelo la conservación del apí'..ejo, ya tomando, ye 'argando los riz9S, que el aventajar algo hacia el Es'e, lo que conseguiríamos con mucha difi- cultad. Sin embargo, el tiempo claro favorecía en esta ocasión algo más nuestros bordos, que pudimos siempre llevar hasta dos ó tres leguas al Sur de la is'a, y finalmente, en la mañana del 15 (no sin preceder algunas ráfagas, variedad de viento y no pocas horas de calma) se apa- recieron algunas ventolinas del Sudoeste, que combinadas con muy bu^n cariz y el semblante bien risueño de la costa, parecían anunciarnos una próxima alteración análoga á nuestros de- seos; no distáI)amos más que dos leguas de la isla, cuyas rompientes hacia el Este se perci- bían con la mayor claridad; se veían á larga dis- tancia la Isla Montagut y las inmediaciones del Cabo Arcadio, y la mar, agradablemente llana, nos presentaba un espectáculo que desde la sa- lida del puerto Mulgrave no habíamos podido re- ■. novar á la memoria. Para coadyuvar con la vari .;dad á la hermo- sui.i Je este dia, se nos apareció hacia las diez de la mañana, no distante del costado, una canoa cerrada, con dos naturales; hablaban, ó más bien, gritaban, repitiendo las mismas voces, cuya significación no pudim.os alcanzar; mantenían alta sobre un palo una piel de nutria, que nos pareció de las más finas que habíamos visto has- ta entonces, y nos señalaban constantemente con el canalete, que nos dirigiésemos hacia la isla, á cuya parte del Oeste encontraríamos un buen aljrigo y un regular comercio de pieles. Fué imposible el atraerles á bordo, aunque usásemos, no solo de la señal acostumbrada de paz con los brazos abiertos, sino también de la precaución de manifestarles varibs pedazos grue- sos de hierro y algunas otras bagatelas. Se des- pidieron á las once y se encaminaron con mucha velocidad hacir. la isla. En cuanto á ésta, las observaciones del me- dio día y su prolijo reconocimiento por la parte del Este, conformes con las de los días 12 y 13, ya afianzaban de tal modo su extensión y posi- ción astronómica, que pedíamos consideramos con algún derecho para asignarle otro nomb/e. Tuvo, por consiguiente, el de Galiano, por el Teniente de navio agregado á esta comisión, que por su talento y amor al trabajo debía co.iser- var en nuestra memoria un lugar bien distingui- do, y quedó determinada s 'i latitud p' 1 \n rccíia- nia de 59° 26', y su longitud de ' ' 37' al Oü" .^ 'd puerto Mulgrave. E? casi redo ida, extendiendo- ii 1 r del Sur, ya J"i ■? misma que ;1 viento en horas del 15 ido con mar 1 nuestro an- )'& tomando, ir algo hacia mucha diti- ro favorecía bordos, que tres leguas la mañana ;as, variedad ma) se apa- doeste, que :1 semblante anunciarnos luestros de- íguas de la ;te se perci- á larga dis- iaciones del nente llana, desde la sa- )S podido re - á la hermo- cia las die^ o, una canoa ban, ó más i voces, cuya ; mantenían ■ia, que nos os visto has- temente con cía la isla, á os un buen es. rdo, aunque umbrada de mbién de la edazos grue- las. Se des- 1 con mucha nes del me- por la parte lías 12 y 13, sión y posi- msideraraos itro nomb/e. iano, por el )misión, que ;bía co.iser- ¡n distin¿íui- ^'.i la rxcíia- al Otí'v.L Ó.Ú :xíen3iendo- CORBETAS DESCUB..ÍRTA Y ATREVIDA 175 '"I '5 se algo más del Nordeste al Sudoeste; presenta por todas partes en la orilla una tierra abarran- cada, elevándose algo más la parte del Sur, y manifestando en el solo centro una buena arbo- leda; los arrecifes que la rodean de la parte del Este, deben hacer temible al navegante el atra- cada por allí; no asi por la del Oeste hacia don- 1 de nos convidaban los naturales, pues el verla enteramente libre de arrecifes y el fondo de are- na que hemos hallado á tres leguas de distancia, nos hacen creer que presente un abrigo cómodo para los vientos del primero y segundo cuadran- te, aunque á la vista no se aperciba punta algu- na saliente que suministre la idea de un puerto ó bahía. La canoa de que se ha hecho mención, venía seguramente de la isla, y sin embargo, no nos aventuramos en asegurar que sea poblada constantemente, pues tal vez la pesca de las nu- trias ruede en ciertas estaciones atraer hacia allí los ' atúrales. En los cuatro días que hemos cs- t? .0 á su vista, jamás se notó la menor huma e- da, y sin duda no se hubieran descuidado en ;s- ta señal, así por el deseo de un comercio, que manifestaron después, como porque hemos nota- do esta práctica bastantemente puntual en toda la costa. Hasta las tres de la tarde, el viento se mantuvo calmoso del Sudoeste, y ó bien fuese efecto de al- guna corriente ó de la maretita que aún perma- necía del Este, nos fué preciso hacer rumbos del Esnordeste para desatracarnos de la Isla üalia- no: finalmente, la perdimos de vista á las siete, y casi al mismo tiempo se retiró otra canoa gran- de, que con unos 20 hombres se nos había apro- ximado, no omitiendo el himno acostumbrado de paz; la Atrevida que le estaba algo más próxi- ma, orzó, le tiró un cabo para que atracase, y usó de todos los medios que pudiesen atraerla; pero no fué posible decidirlos á eí>tp paso, y así, como , el viento refrescase algo m'.s, continuamos nues- tra derrota, y ella pareció dirigirse hacia la isla. Nos dirigidnos, como era natural, hacia la ^ '.osta orientpj del Cabo Arcadio, desde donde en ' . mañana leí 10 habíamos empezado los r-í'^o- nocimientos; el viento se conservó bonanciblí, la mar sumamente llana, y el tiempo, particu • larmente desde las diez de la noche, bien cali- moso. Sin embargo, antes de las nueve de la maña- na del 16 ya podía distinguirse claramente el extremo meridional de la Isla Kaye, del cual no distaríamos al Oeste más que unas cuatro ó cinco leguas; y aunque la costa estuviese algo calimo- sa, no reinando tampoco á la sazón sino unas ventolinas variables; muy luego conocimos (jue nuestra situación, relativamente á las tareas hi- drográficas, era cual podíamos desearla: la sonda manifestaba 70 brazas lama, y la variación de la aguja, deducida de algunos azimutes de la tarde anterior y de aquella mañana, parecía con has- j"i 15 tante probabilidad ser de 28" próximamente. Hasta las nueve y media permanecimos de este modo en una casi total inacción; pero, final- mente disipada la calima con los primeros soplos de la virazón, no sólo pudimos navegar hacia la costa, sino también extendei nuestra vista y mar- caciones hasta el mismo Cabo Arcadio é intentar el paso entre la Isla Kaye y la tierra firme. En la mañana del 10 habiamo ; creídi ver al- gunas abras considerables al Oeste de la Punta Sarmientos entre la cordillera no muy alta pero enteramente nevada que desde la Ensenada da Menéndez corre basta el Cabo Chupador. No nos costó ahora mucho tiempo el disipar aquella sos- pecha con el aparecimiento de una porción de tierra baja antepuesta á la alta y poblada de ar- boleda, la cual presentaba una orilla igualmente cerrada y sin punta alguna saliente; pero sucedía lo contrario con otra abra que á la sazón nos de- moraba al Nornordeste, y cuya existencia, así por el término de la costa como por el abra de los montes internos, parecía tanto más probable, cuanto más nos aproximábamos. Al medio día no distábamos de ella más que tres leguas; al mismo tiempo nos demoraban los extremos de la Isla Kaye del Sur 75° Este, ai Norte 66" Este de la aguja, eran nuestras sondas de 65 brazas lama y las observaciones nos indi- caban la latitud de 6" 3' y longitud de 5" 20' al Oeste de Muí grave. Como con el poco viento del Sudoeste y Oe- sudoeste nuestros progresos hacia la costa fue- sen bien ;entos aun en las primeras horas de la tarde, eran ya las dos cuando conseguimos des- engañarnos de la primer idea de la existencia del abra hacia la Punta Sarmientos. Se le anteponía otro trozo considerable de tierra, por partes casi anegadiza y por partes algo frondosa, y si bien hacia el Este, entre la misma tierra baja, pro- yectase una pequeña boca cuyo término no al- canzábamos, no podía caber duda de ser ésta la boca de un río, así por 'as rompientes que se manifestaban de tiempo en tiempo en sus inme- diaciones, como porque en las serranías internas no apárrela la menor cañada. Ya, pues, pudimos arribí'/ paulatinamente al Este, refrescando algo la V u'azón y continuando aún las sondas de 65 á 60 brazas lama. El valle reconocido tuvo el nombre de Valle de Ruesga, y se dio el de Cabo Nodales á la punta que le terminaba hacia el Es- te, inclinando luego la costa para la bahía del I Contralor. i Es el Cabo de los Nodales una punta de tie- I rra baja y arenisca, de la cual salen hacia el j Este dos pedruscos notables y continúa luego la ! costa interna toda de arena en la orilla, pero á muy poca distancia poblada de una hermosa ar- boleda; los montes en este paraje hurtan rápida- aí¿. mmmmtíu''' ijp r '/ ^1 ! 176 VIAJK ALREDEDOR DEL MUNDO J"i ". mente a! Norte; son de medi.ina elevación y van á unirse luego con la cordillera, que postergada al Cabo Chupador, corre casi Esteoeste hasta el Monte de San Elias. A las seis de la tarde, continuando aún la vi- ratón bonancible, pudimos rebasar este Cabo y emprender el paso meditado, pues que veíamos ya claramente el Cabo Chupador y los extremos del Norte de la Isla de Kaye: precavidos, como era natural, con el escandallo, debimos á la ver- dad extrañar poco después el fondo 'le i¿ brazas arena; pero creyéndolo efecto de nuestra inme- diación á la costa (irme, inclinamos muy luego la derrota hacia la derecha: sin embargo, el fondo iba disminuyendo rápidamente; á las nue- ve, ya le teníamos de solas cinco brazas, y la proporción con que había disminuido siendo arena, hacía creer que muy en breve no per- mitiría navegar, pero en esta posición nos era fácil ya examinar toda la parte interna de la bahía, y por consiguiente, disipar el concepto que hasta entonces nos había alucinado. L . q le nos- otros habíamos creído Isla Kaye, no en. 1 '' ' una península unida á la tierra firme p. ■ lengua de tierra baja toda cubierta de árbol; í y dispuesta en una forma casi semicircular: se le posponían el Cabo Chupador y el extremo Nor- deste de la península; y si creyésemos la dispo- sición interna de la bahía, el mismo islote alto y escarpado en cuyu inmediación estábamos, debía hallarse unido i la península por otra lengua no muy extendida de tierra baja, que en la actuali- dad nr>s era difícil investigar. Le llamamos con atención á esto la Isla Dudosa : la península conservó el nombre de Kaye; á su extremo Sur se puso el nombre de Cabo lí::pañol, y dejando á la bahía en que nos hallábamos el de Contralor, que liabía puesto el Capitán Cook, apellidamos bahía de Burgos, la que formaba hacia el Este el Cabo Chupador con la tierra escarpada y saliente de la península. No pareció habitador alguno en todos aque- llos contornos, aunque la calidad del terreno, la tal cual distancia de los montes y el abrigo de la bahía, convidasen ciertamente á habitarlos: si hay ó no un buen puerto al Nordeste de la Isla Du- dosa, fuera difícil decidirlo, atendiendo al poco fondo en que nos hallábamos no á menor distan- cia de dos millas; hubiéramos querido poderlo averiguar con el auxilio de los ^otes, pero la ne- cesidad de aprovechar los poco , días claros en la continuación de nuestras tareas, nos hicieron creer como preferente, el salir cuanto antes sobre bordos de la ensenada, y por el Cabo Español reconocer la costa siguiente al Este. Muy luego aumentamos el fondo hasta 17 brazas lama, ciñendo hacia la tierra alta de la península, pero los disminuíamos nuevamente aproximándonos al Cabo Nodales, del cual dis- taríamos dos millas largas, cuando la sonda ma- nifestaba solamente seis ó siete brazas arena. Contrariados de la marea, aunque el vien- to se mantenía galeno y la mar sumamente llana, no hicimos muchos progresos para nues- tro intento hasta las cinco de la mañana, á cuya hora la costa de la península y en general los cielos y horizontes, se habían cargado con calima, y navegábamos por 15 y 17 brazas lama. Algunas ventolinas del Oeste dieron después lugar á ganar considerablemente al Sur; á las nueve y media, disipada algo la calima, vimos el islote que sale del Cabo Español, y á las once )• media ya no distando de él más que dos millas, viramos al Oeste con viento bonancible del Sur- sudoeste y tiempo despejado. Con la tarde, el viento fué paulatina^iente rolando por el Sur al Essueste galeno, que de- bíamos precisamente ceñir con la mura á babor, apartándonos de la costa; no cambiamos la mura hasta las tres de la n¡añana siguiente; aunque no teníamos otro objeto en estos bordos que el montar el Cabo Español, al medio día ¡,o 'o ha- ! bíamos aún conseguido; antes bien, distábamos ; de él unas seis leguas, marcándole al Norte ¡3° I Este, cuando apenas era este el rumbo que po- \ díamos seguir. i Pero, después, variando el viento al Sueste, I este bordo nos fué más favorable de lo que ima- ginamos, y nos condujo á barlovento del islote, j inmediatos á las piedras aisladas que en este í nuevo reconocimiento conocimos, sin la menor I duda ser las mismas que el Comandante Ar- ' teaga había creído en otro arrumbamiento y á ! mucha mayor distancia del Cabo Español. I En esta posición, y sin hallar fondo con 65 i brazas, vi. canos á las seis al Sur */^ Sueste y continuamos la misma vuelta hasta las nueve y media en cuya hora declarado el viento al Sur navegamos algo al Este; y arribamos después al Norte para atracarnos al frontón del Cabo Chu- pador, y continuar nuestras tareas. El Cabo Español, que en la navegación de estas costas será siempre un punto no indife- rente, se haila en latitud de 59" 50' 15" y en longitud de 138° 34' 15" occidental de Cádiz, y si atendemos á las diferentes observaciones que se han hecho á su vista y que concurren exacta- mente en las marcaciones, podemos lisongear- nos que esta determinación no admita error al- guno que pueda influir ni remotamente en la se- guridad de la navegación. Nuestros proyectos para el día siguiente se deshicieron con el Sur y Sueste, que como se ha dicho se había declarado en la tarde ante- rior, pues cerrándose inmediatamente con lluvia y neblina toda la costa, ya ni era posible su reco- nocimiento, ni careciendo de observaciones pu- diéramos sujetarle como deseábamos. Al medio Jul. 15 jO. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 177 a sonda ma- jui. .5 !as arena. que el vien- 17 sumamente para nues- ana, á cuya ;,'eneral los con calima, ama. :ron después I Sur; á las na, vimos el í las once y dos millas, ble del Sur- ilatina^iiente no, que de- ura á babor, mos la mura nte; aunque ,3 lordos que el lía lic 'o ha- , distábamos al Norte 33° Tibo que po- 0 al Sueste, : lo que ima- to del islote, que en este sin la menor andante Ar- jamiento y á ipañol. "ondo con 65 7, Sueste y las nueve y iento al Sur )s después al :1 Cabo Chu- ivegación de ) no indife- jo' 15" y en e Cádiz, y si iones que se rren exacta- s lisongear- ita error al - nte en la se- siguiente se m ue como se tarde ante- :e con lluvia ible su reco- 'aciones pu- is. Al medio jui. 19 dia por fondo de 65 brazas lama, marcábamos el Cabo Chupador al Norte 10° Oeste de la aguja á distancia de tres á cuatro leguas. Aunque la precisión de suponer las tierras altas al Oeste para la verificación del paso de Ferrer Maldonado excluyese también de nuestro examen el trozo actual de costa comprendido en- tre el Cabo Chupador y el Monte de San Elias, sin embargo, en el plan adoptado de nuestras ta- reas, de ningún modo podíamos descuidarle, pues que le habían trazado á mucha distancia, así el Capitán Cook como nuestros navegantes; en este supuesto no quedaba duda sobre el partido pre- ferente en la actual situación y era el de conser- varnos próximamente en aquellas inmediaciones, hasta que cedido el Sur tuviésemos nuevos so- plos favorables del Noroeste, que su corta dura- ción nos hacía más preciosos á cada paso; en el ioyji día 20 y hasta el medio día del 21, fué éste por consiguiente el único intento de nuestras ma- niobras, bien que adelantándonos algo hacia el Este para aprovechar con mayor extensión las primeras claras á una y otra parte; á este último medio día por la altura meridiana del Sol, está- bamos en latitud de 59° 36' y nos consideramos como ocho leguas al Este del Cabo Chupador. Como e! tiempo se mantuviese aún cerrado con agua, y nuestra inacción, necesaria más bien, nos obligase á retroceder algo al Oeste, intenta- mos en la tarde inmediata navegar al Norte, precavidos con la sonda, y examinar luego la costa del Oeste á tan poca distancia que pudiese ésta remediar la falti de claridad y evidenciar- nos siquiera de su direi."¡ón y calidad hasta ei Cabo Chupador, ya que n^ sería posible por aho- ra determinar su posición astronómica. La avistamos, en efecto, á distancia de dos 6 tres leguas, como á las cinco y media de la tarde, y poco después la Atrevida á cuyo cargo se había puesto la sonda, por medio de la señal correspondiente nos indicó haber hallado 87 brazas. La costa más inmediata al Norte y Nor- oeste era una arboleda enteramente igual á las que habíamos visto al Este y Oeste del puerto Mulgrave: la excesiva arrumazón no permitía dis- tinguir claramente su continuación; pero no de- jaban d; apercibirse algo más al Oeste otras puntas at parecer escarpadas, y que no debían distar mucho del Cabo Chupador: esta idea im- perfecta de la costa (ni fuera posible á la sazón conseguirla más exacta aun á la distancia de dos leguas) no pudo, por consiguiente, evitar que re- trocediésemos hasta las ocho hacia el Oeste y paireásemos luego con la mura babor. El sem- Llante del tiempo, aunque continuaba el viento bonancible al Sueste con mucha lluvia, prometía, sin embargo, no distante una revolución favora- ble, y esto nos animaba doblemente á sostener- nos hacia el Oeste. Aquellas apariencias no nos habían engañado: en la mañana del 21, después de algunas horas de una total calm'' empezaron á apercibirse ven- tolinas del tercer cuadrante, las cuales, despeja- dos en poco tiempo los cielos y horizonte, final- mente nos proporcionaban la vista de la costa, cual la habíamos deseado; y así, al medio día por latitud de 59" 49' marcamos el Cabo Español al Sur 59" Oeste de la aguja, viendo al mismo tiem- po toda la costa desde el Cabo Chupador por el Sur 84" Oeste hasta el Norte 21" Este. Desde el extremo oriental de nuestros recono- cimientos del día 10 (del que distaríamos ahora unas ocho leguas), la costa parecía continuar con muy poca entrada, toda compuesta de terreno bajo y frondoso en la orilla, y algo adentro, ce- ñida de una cordillera de mediana altura, nevada hasta la falda, la cual, por una parte, estaba con- tigua á los montes postreros de la bahía del Con- tralor, marcados en la tarde del 17, y por la otra venía á unirse, después de haber formado un valle considerable, á un monte bastantemente alto, que por el modo en que tenninaban sus ci- mas, hemos Mamado el de las Coronas. Ninguna abra considerable podía apercibirse en esta parte alta, y ni se conocía que en la baja antepuesta hubiese algún puerto ó boca del río, bien que siempre de muy poca importancia, se- gún la dirección de la arboleda en uno y otro ex- tremo. Esta misma arboleda, cuya vista cogíamos de nuevo, como al Noroeste de nuestra posición ac- tual, seguía luego sin interrupción hasta la Pun- ta Verde, no distante de las faldas del Monte San Elias, y en toda la costa, cuya extensión Este-Oeste no era menor de diez leguas, no se manifestaba ni la más remota apariencia de un abra: por lo común, á distancia de cuatro leguas hallamos fondo de 65 á yo brazas lama. Las pocas horas del crepúsculo (siendo el tiempo oumamente placentero) nos habían per- mitido el continuar nuestras bases y marcaciones sin interrupción, y habían sido frutos de esta ta- rea constante los reconocimientos expresados; aunque el viento en toda la tarde anterior, y aun en la mañanita del 22 se mantuviese sumamente flojo; así, á las dos ya marcábamos el Monte de San Elias al Norte 29° Este, y á las tres, por fondo de 55 brazas, no distábamos más que dos leguas de la costa, la cual, desde la Punta Ver- de, es pedregosa tajada al mar y dimanada de un frontón de tierra alta que se antepone á la cordillera majestuosa en la cual está compren- dido el Monte de San Elias. Puede imaginarse, que no nos descuidamos en aprovechar la actual claridad de los cielos para todas las observaciones que estuviesen en nues- tro alcance: la longitud, por los relojes marinos y por distancias del Sol á la Luna; la variación 23 jiii. «I I assxsasamaa ' I 'i'l1imiliiiiWi8Htri">'iVliLt8 178 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO m :0-Í I jui jj magnútica, y la continuaci'" de las bases, fue- ron, por consiguiente, objetos que nr>^ ocuparon incesantemente en las primeras huais de 1? ^ ¡s- ñaña, en las cuales procurábamos al mismo tiem- po aprovechar cuanto fuese posible el viento, na- vegando á dos leguas escasas de la costa por sor- das de 35 á 40 brazas lama. Contra nuestras expectativas , y aun mucho más contra nuestros deseos, el viento á las nue- ve de la mañana calmó enteramente, y desde este momento nuestros progresos fuei-on tan lentos y el tiempo tan calmoso, que hasta la mañana del 01. 26 puede decirse que no variamos de posición. Las pocas ventolinas que á veces nos alcan- zaban, e-an sumamente flojas y por lo común del segundo ó tercer cuadrante; nuestra distancia á la costa desde dos á cuatro leguas, las marcacio- nes al Monte San Elias, desde el Norte '/t Nord- este hasta el Norte '/, Noroeste, y esta altera- ción, efecto más bien de las mareas las cua- les en la tarde y principios de la noche pare- cían correr al Nordeste y en las restantes horas al Noroeste con velocidad de una ó dos millas. La serranía, de mediana elevación, antepuesta como se ha dicho á la cordillera é inmediata al mar, termina en la Punta ülavide ó más bien se une á la falda del Monte San Elias, cuyo pico (según nuestras operaciones trigonométricas), está por la perpendicular más interna de la ori- lla de siete leguas y media marinas, y elevado sobre el nivel del mar 2.792 toesas: desde aquél Cabo la costa forma una ensenada poco conside- riible, que en nuestras cartas tuvo el nombre de Extremadura, y en ella sólo se advierten dos abritas ó calas, la una al Oeste cerrada con hielo al parecer perpetuo; la otra al Este inmediata á la Punta del Indio y abrigo de una pequen, ran- chería de naturales. Entre estas dos puntas, la orilla aunque pe- dregosa no carece de alguna arboleda, la cual cesa después dando lugar á las barrancas amo- gotadas que por la Punta Novales se dirigen ha- cia el Este hasta la de Barrientos y distan algo más de la cordillera, dirigida como es natural, hacia el Norte del puerto del Desengaño. Como en todo este tiempo nuestras sondas no variasen desde 30 hasta 47 brazas, siendo su calidad lama suelta hacia la Punta Olavide y arena fina hacia la del Indio, cansadas las tripu- laciones de trabajar con los remolques para que las corbetas, aprovechando las ventolinas no ca- yesen excesivamente sobre la costa, hubimos de decidirnos en la noche del 24 y en la mañana del 25, á dar fondo con un anclote grande, cuya ma- niobra, en este último día, nos produjo la feliz casualidad de la visita de un natural de los que habitaban las inmediaciones de la Punta del Indio. Aunque no distásemos á la sazón menos de siete millas de la orilla, ese Joven se aventuró á Jhi >6 reconocernos con su canoa; á una milla de distan- cia, parecía, sin embargo, arrepentido de su pro- yecto, y más bien se inclinaba á retroceder que no á aproximarse; pero como á la sazón se diri- giese hacia él con el bote el Teniente de navio Valdés y le repitiese las muestras menos equívo- cas de paz y de cariño, finalmente se dejó alcan- zar, y determinó venir con el bote á bordo; su poca estrañeza, sus ansias para convidarnos al fondeadero inmediato, finalmente, su prontitud á brindarnos con la misma facilidad para usar de las mujeres, que se nos había ofrecido tantas veces en el puerto Mulgrave, no nos dejaron duda que no éramos los primeros europeos conocidos por aquellos naturales; i ien que examinando los viajes anteriores al nuestro, parece más probable que haya derivado aquel conocimiento del roce con los vecinos del puerto Mulgrave, que de al- guna visita directa á sus hogares. Las costum- bres, las facciones y el idioma de aquel joven, parecieron totalmente iguales á las que habíamos advertido en aquel puerto; nos regido algunas fresas, y cambió su manto de pieles de nutria, aunque no se le concediese el hacha que tanto apetecía: finalmente, hacia las nueve, regalado con varias frioleras , se despidió de nosotros y regresó á la costa. Tampoco habíamos omitido en la casi total inacción de estos días, de aprovechar siquiera la uniformidad de nuestra posición para ratificación de las longitudes, no sólo repitiendo las observa- ciones de las distancias lunares, sino también examinando la marcha diaria de los cronómetros por riicdio de las longitudes comparadas á las marcaciones del Monte San Elias, y sujetas con la latitud observada. Las distancias lunares ob- servadas en ambas corbetas volvían á ratificar con mucha admiración nuestra los resultados del mes anterior distantes al Este de los relojes ma- rinos i" 15' próximamente, ' lo que no era menos extraño, el movimieni' de esta máquina quedaba bien acreditado con no discrepar más que en dos minutos la determinación diaria ac- tual de la longitud del Monte San Elias, con la que habíamos deducido de las operaciones geo- désicas en el puerto Mulgrave; éstas, que hemos preferido por depender del teodolito, sitúan el pico alto en latitud de 60" 17' ^o" y en longi- tud occidental de Cádiz de 134° 45' 45". La determinación del Capitán Cook difiere de la nuestra. Finalmente, en la mañanita del 26, entablado aS viento galeno del primer cuadiante y dada en po- cos instantes la vela, pudimos separarnos de la cosía .-^mo unas cuatro leguas ó cinco y consi- derarnos libres de la necesidad de dar nuevamen- te fondo aunque el viento hacia el medio día . fuese calmoso del Sur y los horizontes cerrados wm CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 179 e aventuró á jni ib Hade distan- ido de su pro- ¡tioceder que a/ón se diri- nte de navio néiios equívo- e dejó alean- á bordo; su onvidarnos ai su prontitud lad para usar f recido tantas dejaron duda eos conocidos laminando los niíis probable ento del roce ve, que de al- Las costum- aquel joven, que habíamos egíüó algunas les de nutria, icha que tanto leve, regalado de nosotros y la casi total lar siquiera la ira ratilicación lo las observa- sino también )s cronómetros paradas á las y sujetas con ias lunares ob- ían á ratificar resultados del os relojes ma- 0 que no era esta máquina discrepar más ion diaria ac- 1 Elías^ con la eraciones geo- tas, que hemos )lito, sitúan el 1" y en longi- 45' 45". La i diñere de la 1 26, entablado ^.ú £ y dada en po- páramos de la cinco y consi- dar nuevameii- el medio día . ontes cerrados ful. 16 con arrumazón y alguna llovizna: á la sazón ya no hallábamos fondo con 100 brazas de sondale- za; le habíamos, sí, alcanzado desde 51 hasta 85 brazas lama ai tiempo de no distar más que cin- co leguas de la costa, la cual, cogidas de nuevo las puntas Novales y Barrientos que habíamos examinado y colocado con las marcaciones del puerto Mulgrave ó de la tarde del 7, ya no deja- ba la menor duda, ó bien de su calidad ó direc- ción, ó bien de su continuidad al Este y al Oeste contra las aseguraciones de Ferrer Maldonado. A la verdad, cuanto más examinásemos aque- llos contornos, la tierra baja que los ciñe por to- das partes á la orilla, y la alta, que tenazmente unida sin el abra siquiera de una cañada ó de un rio mediano termina con una noble y natural arquitectura, por una parte en el Monte de San Elias, y por la otra, en el de Buen Tiempo, tanto más debíamos extrañar, 6 bien el origtii de la Memoria de Ferrer Maldonado, ó la facilidad con que se le había dado por el Sr. de Bauche un as- censo tan público y legitimado: si las tareas nuestras ya descritas (por ser posteriores á las del célebre navegante inglés) no nos dan siquiera la complacencia de poderlas considerar como importantes para los progresos de la Geografía, puedan á lo menos, evitando en lo venidero nue- vos discursos sobre la existencia de un paso ha- cia esos paralelos, no aventurar más en semejan- tes pesquisas un número no mediano de vidas y de caudales. 7 El tiempo á la sazón, con una nueva altera- ción favorable, nos dirigió hacia el partido más conveniente para nuestras tareas siguientes, pues que podíamos considerar ya concluido el objeto principal del viaje á esos paralelos: na\'egamos en derechura hacia el Cabo Buen Tiempo, rati- ficando con nuevas marcaciones y observaciones la posición y encadenamiento de toda la cordille- ra que desde el Monte San Elias corre hasta el de Buen Tiempo; repetidas observaciones magné- ticas nos indicaron la variación de 29 á 29 y '1^" Nordeste, y á pesar que al principio mereciesen más bien el nombre de ventolinas que de viento las que á la sazón disfrutábamos del Noroeste, fueron éstas poco á poco acrecentando su impe- rio, de modo que al medio día del 28 nos hallá- bamos al Oeste del Cabo Buen Tiempo, á distan- cia de unas tres leguas. =3 Si sea aquélla ó no la misma p;,nta que dis- tinguió con ese nombre el Capitán Cook, fuera difícil asegurarlo en la dirección real de la costa que veíamos casi seguida sin objeto alguno con- siderablemente saliente al mar; es, sin embargo, la que termina la bahía de Bering, algo amogo- tada y escarpada ál mar, llena de nieve hasta la orilla, y próximamente al Sudoeste del i.ionte del mismo nombre: la cima de éste se interna desde la orilla unas 5 y '/a leguas, está elevada sobre el nivel del mar 5.,568'3 varas castellanas, J"' ■'« y resulta en latitud de 59" 00' 42" y longitud de 131° i2> 15" occidental de Cádiz. Aunque hastfi entonces hubiésemos navegado bien desatracados de la costa, habían sido con- siderables los efectos de una corriente hacia el Sur, la cual pareció cesar luego (¡ue empezamos de nuevo á costear de cerca y sujetar con nuevas bases y observaciones la verdadera posición de las orillas. Eran bien las cuatro de la tarde, cuando perdimos de vista el Monte de San Elias, y á este tiempo con vientos frescos del cuarto cuadrante , navegamos á distancia de dos á tres leguas de la costa. Esta, pasado el Cabo Buen Tiempo, se deja ■fír poblada de arboleda, pero sin la faja C°. tie- rra llana que se nota desde la bahía de Bering: se disipan, al atracarla, las apariencias de mu- chas abras, unidas luego entre sí por medio de tierra baja, y no pudimos dudar qu»; estuviese po- blada, advirtiendo en una humareda que veíamos por la tarde, y en otra candelada, que al princi- pio de la noche se apercibió hacia la entrada de la Cruz: la sonda es de 70 á 80 brazas como á dos leguas de la costa del Cabo; á la misma dis- tancia no es posible hallarla después congo y 100 brazas de sondaleza. Eran próximamente las diez de la noche, cuando la oscuridad nos obligó á terminar nues- tras tareas; aprovechamos las pocas horas hasta la mañana siguiente para atracar la ensenada de la Cruz, en cuyas inmediaciones advertimos por nuestro costado un trozo flotante de hielo, y á las tres, ya muy próximos á su extremo Sur, hubi- jo mos de variar de rumbo y pudimos emprender las bases. Ya la costa que examinábamos era bien dife- rente de la que dejábamos al Oeste y correspon- día con las sospechas del Capitán Cook, de ser fonnada de un grupo numeroso de islitas con al- gunas abras y puertos bien útiles para la nave- gación; se anteponen á no mucha distancia va- rios pedruscos también por la mayor parte po- blados con árboles; el fondo á dos y tres millas de los pedruscos, se manifiesta de 50 á 60 brazas piedra. La mucha calima que en toda la mañana nos había imposibilitado el renovar como de- seábamos las observaciones de longitud é inves- tigar las calidades de los montes internos, cedió al aproximarse el Sol al meridiano; de- modo que D, Felipe Bausa pi"^'-' con su acostum- brada perspicacia, fijar casi sin recelo de la menor equivocación, el número y posición de este pequeño Archipiélago, y nosotros, obser- • vando para el medio día la latitud de 57° 29' y la longitud de 3° 28', confrontar la posi- ción de los puertos de los Remedios y Guada- lupe, delante de los cuales nos hallábamos. ,mM*»mi^í^ i8o VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO .ii: • H: "■■ !'n"-' jui. JO La vista de aquellos puertos no podia me- nos de recordarnos con mucha complacencia, así la intrepidez del ComandaiUe Cuadra que con una golctri los había visitado en*Agostode 1775, como los derechos de primacía que habíamos adquirido sobre aquella costa, igualmente que en casi todas las demás de la América, antici- pándose dicho viaje unos tres años al del Capi- tán Cook: y si fuera posible hacer honrosa memoria de dicho viaje en pocos renglones, se- guramente no ocultaríamos ahora muchas cir-, cunstancias que le acompañaron; pero se refe- rirán en otra parte más por extenso, y aun re- presentadas por el buril, lograrán tal vez de la Nación aquel justo tributo á que se han hecho acreedoras. Aclarado por la tarde el tiempo y conti- nuando viento fresco del Noroeste, nos fué fácil continuar nuestras tareas por el Cabo Engaño y Ensenada del Susto hasta las islas meridionales de aquella Ensenada: deseábamos con ansia un examen prolijo déla entrada del puerto de Banks, visitado por el Capitán Dixon, y aún paireamos algunas horas de la noche siguiente que fué lóbrega y lluviosa; pero una corriente algo fuerte al Este nos hizo malograr estas medidas, encon- trándonos propasados á las seis de la mañana del 30, hora en que pudo verse con alguna cla- ridad la costa: nuestros rumbos fueron por con- siguiente dirigidos á atracar el extremo -Sudoeste de la bahía del Príncipe, lo que conseguimos hacia las ocho de la mañana, y luego á inter- narnos algún tanto en la Ensenada, bien que prefiriendo últimamente el pasar al Sur de las Islas Nubladas del Capitán Dixon, de las cuales distaríamos al medio día una milla larga por latitud de 55" 57' y longitud 5° 14' del puerto Mulgrave; ya á este tiempo no alcanzábamos fondo con 90 brazas; le habíamos sí cogido de unas 95 brazas chinos en la noche anterior; y en las primeras horas de la mañana, nos le había señalado la Atrevida de 76 y 82: la variación de la aguja había bajado casi instantáneamente á 26° Nordeste. La felicidad con que habíamos podido describir la costa con toda individualidad, era demasiado cebo para que no intentásemos seguirla estando la elección de nuestra parte: así, apenas rebasadas las Islas Nubladas, orza- mos de nuevo para atracar el principio del Ar- chipiélago de Bucareli, reconocido también por el Comandante Cuadra en 1775 y luego exami- nado también prolijamente en 1779 por el Piloto Maurelle á las órdenes de los Tenientes de navio Arteaga y Cuadra, A las cinco de la tarde ya • estábamos inmediatos á algunas islas, pero como por la mucha cerrazón no nos fuese fácil extender nuestras marcaciones hacia dentro, mal pudiéra- mos ligarlas entre sí con la exactitud que deseába- mos. El viento calmó al mismo tiempo casi de un todo, se cerró el tiempo más y más con llovizna J"i ) y neblina, y finalmente, debimos prefijarnos por único objeto separarnos algo de la costa, tanto más que la sonda constante de 55 y 60 brazas parecía confirmarnos las sospechas de una co- rriente ó marea hacia los canales internos. A la suma inconstancia de ventolinas que 3' continuó en la noche y mañana siguiente, se agregó una neblina tan espesa, que era preciso el uso de los cañonazos para conservamos uni- dos con la Atrevida. La sonda era de 70 á 76 brazas arena lamosa, y al medio día era aún im- posible el acertar con nuestra actual posición, bien fuese respecto á las observaciones ó bien á las marcaciones, pero no duraron mucho esta inacción y desconfianza. A las doce y media la neblina empezó á disiparse poco á poco, y á la una y media no solo teníamos lugar de repetir con seguridad nuestras observaciones, si tam- bién alcanzábamos á la vista la costa firme pró- ximamente desde los puntos del medio día an- terior hasta las primeras Islas, extendiéndose luego éstas en una cadena bien unida hasta la entrada grande y últimamente hasta la Isla de San Carlos: esta última demoraba al Sur 50° Este de la aguja, y el Cabo San Bartolomé al Sur 87° Este, distancia de tres leguas. Con la tarde, aunque el viento nos abando- nase enteramente, nuestra posición debía pare- I cernos bien agradable, pues reuníamos nuestras tareas astronómicas y algunas vistas exactas de las inmediaciones de aquellos fondeaderos á los trabajos harto útiles y penosos de los navegan- tes nacionales que nos habían precedido sobre la costa; cuyo conocimiento y utilidades (si juz- gásemos por las noticias y cartas del Capitán Dixon), podían considerarse corno enteramente ocultos á la navegación Europea. El Cabo San Bartolomé está en latitud de 55" 17' y longitud 6° 5' al Este de Mulgrave; es una punta de piedra que cae con poca loma de un monte bastantemente alto y frondoso, y tiene hacia el Este á poca distancia tres farallones ó más bien islotes, detrás de los cuales con una abra considerable se deja ver la costa también frondosa del otro lado de la entrada, que sale más al Oeste y va luego á. unirse con los extre- mos de la costa que forman el Canal de Dixon. O bien se considere el paralelo en que se halla este número crecido de buenos puertos, 6 bien su inmediación por el Sueste con el Canal de la Reina Carlota, ó por último, la muchedumbre de los naturales que lo habitan, debe sin duda mi- raise como preferente á los demás parajes cono- cidos hasta ahora para emprender el comercio de las pieles sobre un establfecimiento sólido y permanente, bien que parece harto dudoso que puedan jamás sostenerle las combinaciones de- masiado arriesgadas, precarias y limitadas de I m «Ha ■tt con llovizna J"' * efi jarnos por costa, tanto y 6o brazas 5 de una co- ntemos. ntolinas que n siguiente, se : era preciso rvarnos uni- rá de 70 á 76 a era aún im- ual posición, ones ó bien á mucho esta e y media la poco, y á la jar de repetir ones, si tam- 3ta firme pró- ledio día an- extendiéndose nida hasta la ista la Isla de ba al Sur 50" rtolomé al Sur nos abando- n debía pare- imos nuestras :as exactas de ieáderos á los los navegan- ecedido sobre idades (si juz- s del Capitán ) enteramente en latitud de Mulgrave; es poca loma de ndoso, y tiene 3 farallones ó ales con una costa también rada, que sale on los extre- al de Dixon. n que se halla rtos, 6 bien su Canal de la chedumbre de sin duda mi- parajes cono- r el comercio ento sólido y ) dudoso que inaciones de- limitadas de CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 181 ,l„l. j, As. esta especie de comercio, particularmente en ma- nos de una nación por necesidad poco económi- ca; pero dejaremos para su lugar esta discusión política y volveremos ahora á la sola narración del viaje. En las horas de calma la corriente nos había llevado algo al Su: , bien que sin separarnos de la boca del puerto, de la cual distaríamos unas dos leguas á las seis de la tarde, por fondo de 70 brazas, arena tina, parda y variación por varios azimutes de 23° 30' Nordeste: á esta hora se de- jaron apercibir algunas ventolinas del Norte, las que declinando poco después al Nordeste, pare- cían convidamos tan solamente á navegar algo más desatracados, pero no á cesar de la empresa de continuar el reconocimiento de la costa hasta Nutka, de modo que los navegantes venideros no nos tachasen de omisos en un punto tan inmediato á los objetos esenciales del viaje. A la verdad, su- puesta de nuestra parte una necesidad de visitar el nuevo establecimiento de Nutka y uno ú otro puerto de nuestra Califomia, y de no diferir de la mitad de Octubre la llegada á los puertos de San Blas y Acapulco, el reconocimiento de la parte interior del Estrecho de la Reina Carlota no pudiera ser tan prolijo que describiese toda la costa, particularmente, si como parecía proba- ble, ésta fuese más bien formada de islas que de tierra fiíme 6 contigua; pero á lo menos se ase- guraría la navegación y se dirigirían con más acierto las pesquisas venideras, si tuviesen por objeto el perfeccionar la hidrogi"afía de aquella parte del Globo. Abandonada con este intento toda idea de una escala aunque breve en el Puerto de la Cruz del Archipiélago de Bucareli, nos dirigimos á pa- sar al Este de la Isla San Carlos unas dos ó tres leguas y orzar después hacia lo interior de la ca- nal. Pero muy luego vimos frustradas entera- mente estas medidas, con los vientos, que des- pués de la media noche se declararon frescos del segundo cuadrante, engruesando considera- blemente el mar y cerrando cielos y horizontes con calimas y lloviznas: el bordo del Sur que se- guimos al principio, nos hizo perder toda tierra de vista desde las siete de la mañana, y al medio día, por latitud de 54" 32', nos considerábamos en longitud de 4° 44' de Mulgrave, variación magnét'Cd ¿j^" 23' Nordeste. No por esto era nuestro ánimo desistir ente- ramente del reconocimiento proyectado, el cual también si pareciese arriesgado ó largo inten- tarle por el canal interno, pudiera á lo menos resarcirse en algún modo por la costa externa, en donde las atenciones bien diferentes del Ca- pitán Dixon nos dieran lugar á explayar un ma- yor grado de exactitud, particularmente en los arrumbamientos referidos á uno y otro extremo de la costa firmé; pero en estos conceptos está- bamos bien distantes de imaginar los tempora- les que desde aquella época debíamos encontrar, pues ya poco después del medio día, rodeados de una lluvia y cerrazón constantes y con mar bien gruesa, nos fué preciso precavernos con dos rizos en as gavias y aun en el día siguiente na- vegar con las dos mayores y la gavia arriada. Sin embargo, nuestros bordos habían sido ta- les, que para las siete de la mañana del 3 avis- tamos á distancia de cinco ó seis leguas el extre- mo oriental de las Islas de la Reina Carlota pro- bablemente por el Cloíih Bay del Capitán Dixon: era una costa medianamente alta, con algunas abras al Sur, generalmente vestida de una arbole- da hermosa, y para nosotros en la actualidad ter- minada en sus extremos, del Norte 72" Este, al Sur 87" Este de la aguja: aunque el tiempo continuaba muy oscuro y de mal cariz, navega- mos hacia ella hasta las nueve de la mañana, y luego reviramos al Sudoeste frustradas nuestras esperanzas de conseguir á su vista las precisas observaciones de latitud y longitud, tanto más necesarias, cuanto que las observaciones inme- diatas no nos dejaban duda de un error consi- derable en la estima, que influía en ambas deter- minaciones; si en este caso pudiésemos dejar correr nuestras conjeturas en cuanto á la lon- gitud (adoptada la latitud del Capitán Dixon^ nos persuadiríamos, combinadas las estimas des- de el día I." y desde el 4 en que tuvimos ob- servaciones de regular confianza por los relojes marinos, que la longitud de este extremo está 7" 5' al Este del puerto Mulgrave y por con- siguiente algo más interna, ó al Este de la de- terminada por el Capitán Dixon, según el arrum- bamiento con la Isla San Carlos, que él llamó Isla de Forest, No bien habíamos virado, cuando empezó ei viento á arreciar de nuevo y á precisamos á na- vegar bien precavidos en el aparejo; desde esta época hasta la tarde del 7, puede decirse que no experimentamos más que un temporal seguido del Sueste, en el cual, sin embargo, sobresalió mucho la noche del 5, mereciendo el viento en aquella ocasión más bien el nombre de huracán: las olas con exceso gruesas, la lluvia continua y el viento seguramente más tempestuoso y arra- fagado que todos los que habíamos experimen- tado desde la salida de España, dieron lugar á las corbetas de acreditar sus propiedades sobre- salientes, no habiendo tenido la menor avería, sin embargo que resistiesen constantemente á la mura con trinquete y gavia en dos rizos arriada. Al medio día del 7, cedido este temporal, nos hallamos en latitud de 53° 20' y en longitud de 3" i', distantes por consiguiente mucho de la costa y al Sur de los extremos reconocidos. Esta posición nos persuadió de que sería el par- tido más conveniente el hacer derrota directa A» I.' iNwmjuüiiaEaa t83 VIAJB ALRBOBOOR DBL MUNDO >ii r hacia Nutka ó á lo menos hacia el extremo sep- tentrional de su costa, y así pues que & las seis de la tarde se declaró viento bonancible del Sud- oeste y Oeste navegamos con todo aparejo al Es-Sueste. Los tiempos continuaron bonancibles y aún algo variables en los días H )■ (j, en los cuales, aprovechando los cielos bien despejados, se ob- servaron en una y otra corbeta hasta 200 series de distancias lunares: su resultado debió causar- nos nuevas confusiones, aproximándose de tal modo á la lonj;itud de los relojes marinos, que no difería menos de i" de In lonf^itud deducida en Junio y Julio, y por las observaciones hechas á la vista del Monte Buen Tiempo y del de San Elias; pero nos lisonjeábamos de lof^raren Nutka tales observaciones, que decidirían luego son se- guridad esta cuestión harto desagradable y nue- va enel mátodo seguido para nuestras tareas. I' A las diez de la mañana del día 11, ya logra- mos ver la tierra, aunque confusa; y la latitud de 51° 17' oliscrvada al medio d¡a, nos convenció que no distábamos de los extremos meridionales del Canal de la Reina Carlota, entre los Cabos Cox y Woody del Capitán Dixon: próximos á este último Cabo á las tres y media de la tarde arribamos con viento bien fresco al Sueste un cuarto Sur, y empezamos á reconocer con proli- jidad la costa, pues el rumbo que traíamos de mar en fuera no nos había permitido trazar más que los puntos altos al Norte del mismo Cabo. Es sin duda aquel trozo de costa más tendido del Noroeste al Sudeste de lo que lo suponían las cartas publicadas hasta entonces; y el Cabo Woody, fácil de distinguirse no menos por su hechura amogotada y frondosa que por el islote que tiene saliente al Oeste y taladrado, quedaba por nuestras observaciones en longitud de i r" 50' al Este del puerto Mulgrave; de suerte, que los resultados de nuestros relojes debían acercarse mucho más en Nutka á las longitudes del Capi- tán Cook de lo que lo habíamos conseguido en el puerto Mulgrave y entrada del Príncipe Guiller- mo. Aproximándose la noche, calmó mucho el viento, y los cielos y horizontes acrecentando su claridad, hicieron que en las horas siguientes ja- más careciésemos de la vista de la costa: distá- bamos de ésta á la sazón unas dos leguas por sonda de 50 brazas chinos; nos demoraba el islo- te del Cabo Woody al Oeste 20" Norte unas seis ó siete leguas; y al Norte 88° Este de la aguja la punta que suponíamos de la entrada de Nutka: en aquella posición pareció lo más prudente el pairear hasta las primeras claras del día próximo, siguiendo una á otra mura, según lo exigiesen, ó la sonda que alcanzamos de 35 L ■«•"hs ó el vien- to que parecía calmar de un todo al abrigo de la tierra. la Antes de rayar el día empezamos de nuevo nuestra navegación, y aimque el viento fuese *• " calmoso con exceso, pm"a las ocho de la mañana estábamos delante del puerto de la Esperanza, marcando sus islotes internos á distancia de una legua y media, y desengañados de la que creíamos en la tarde anterior ser Punta de Nutka; ésta, que ya marcábamos con seguridad al Este de la aguja, distaba aún cuatro ó cinco leguas, y sin embargo, se nos habían ya acercado algunas ca- noas, bien que al parecer más bien con objetos de pesca que de comercio: notamos del mismo modo que en la noche anterior varias hogueras ó fuegos en las playas contiguas. No entabló la virazón hasta 1»? desde la tar- de; debimos al principio apartarnos algo de la costa para evadir algunos remolinos que nos ^conchaban sobre los bajos de la Punta Macuina; últimamente arribamos no sin alcanzar por fon- dos de 17 y 20 brazas piedras los extremos del mismo bajo que había reconocido el Capitán Cook. Dos ó tres canoas de naturales, á la sazón habían atracado á ambas corbetas anhelando por las conchas de Monterey y por algún pan ú otra especie de comida, manifestándonos, que ni le era extraña la bandera, el idioma y las costumbres nuestras , ni ignoraban los nom- bres de los comandantes Martínez y Elisa: nos hicieron comprender que había una sola em- barcación nuestra en el puerto, y después de al- gún tiempo, se separaron, para regresar á ¡a orilla. A las cinco de la tarde no distábamos más que unas dos leguas de la boca del puerto, cuyo extremo Sur nos demoraba al Nordes e; ceñimos hacia este rumbo las pocas ventolinas variables que aún dejaban apercibirse, y largamos las insignias con la esperanza de que en el estable- cimiento inmediato las viesen y supiesen nuestra proximidad. Puede imaginarse cuál sensación nos haría el ver poco después tremolarla bandera nacional en un altito inmediato á la punta Sur, y entre los árboles distinguirse los tres palos de una embarcación desaparejada: no ignorábamos de antemano la existencia de un establecimiento nuestro en esias costas; no ignorábamos cuántos caudales se habían derramado y cuánta sangre pudo haberse esparcido para sostener su posesión legítima; y sin embargo, es tal el instinto del hombre hacia la sociedad; tal el anhelo de ha- llarse entre los suyos libre de las trabas que dic- tan, ó bien la envidia, ó la codicia, ó un pundonor mal entendido, que en aquel momento nos pare- cía una felicidad loque tal vez debiéramos mirar como un objeto funesto y malaventurado. Puesto el Sol debajo del horizonte, quedamos en una total calma, no distando á la sazón media legua de la boca del puerto y una milla escasa de la costa inmediata: sondadas al mismo tiem- n- rr^ ■■ CUKBBIAS OESCUBIBRTA Y ATREVIDA 183 icnto fuese a« >» e la mañana Esperanza, ncia de una uecreíamoa jutka; ésta, Este de la fíuas, y sin algunas ca- con objetos del mismo AH hogueras 08 de la tar- al^'o de la os que nos ta Macuina; ar por fon- Ds extremos 3 el Capitán á la sazón anhelando iRÚn pan ú idonos, que lioma y las 1 los nom- Elisa: nos a sola em- 5pués de al- gresar á la abamos más uerto, cuyo s e; ceñimos as variables irgamos las 1 el estable - ;sen nuestra :nsación nos la bandera )unta Sur, y es palos de inorábamos blecimiento nos cuántos inta sangre su posesión instinto del lelo de ha- las que dic- n pundonor o nos pare- amos mirar rado. , quedamos azón media lilla escasa ismo tiem- Ag tí po 55 brazas fondo lama, dejamos caer un an- clote para esperar la virazón del día siguiente, nos alcanzó poco después la lancha de la fragata Concepción, de San Blas, que venía para auxiliar- nos, y se mantuvo en la noche á nuestro cos- tado, u El terral sopló fresquito en las primeras ho- ras de la mañana, cedió luego al salir el Sol, y hacia las siete le sustituyeron las primeras ven- tolinas de la virazón con las cuales dimos inme- diatamente la vela: nos siguió de cerca la Atke- vinA, y costeada á un cumplido de corbeta la a« <% punta Oeste del puerto, logramos dar fondo en él á las nueve y media. Evacuados de este modo los objetos esencia* les que nos hablan conducido en aquellos mares y particularmente al paralelo de 60", ya pudimos examinar con una mayor individualidad las Me- morias que habían dado lugar á la campaña an- terior, y ordenar nuestros razonamientos en la di- sertación siguiente, la cual no parecerá tal vez totalmente inútil ó cansada al lector: DISERTACIÓN so¿fre la legitimidad de la navegación hecha en 1^88 por Ferrer Maldonado desdB las ininediaciones de le- rranoiHi al mar Pacífico, y al contrario. Se examinan en esta ocasión las reflexiones del Sr. de Banche, presentadas á la Real Academia de Ciencias en ij de No7>ieml)re de ijgo., los rastros engañosos de otras navegaciones semejantes y la utilidad verdadera para la navegación al Asia, de una comunicación cualqtiiera entre los dos mares. Es realmente una suerte bien desgraciada para los progresos de la Geografía y para su uti- lidad hacia el bien público, el que le sea más bien nociva la subdivisión natural de las ope- raciones que le dan origen y la fomentan, cuan- do en la mayor parte de las demás ciencias, esta misma subdivisión ha coadyuvado extraordina- riamente á sus progresos. La Física, la Mecáni- ca, la Medicina, divididas actualmente en otros muchos ramos secundarios, han multiplicado al mismo tiempo la ocupación útil de los sabios y sus inventos para el bien de la sociedad; con ¡guales ventajas les ha seguido de cerca la nave- gación, y ciertamente, si hubiese tenido igual suerte la Geografía, no hubieran sido otros tam- poco los progresos del comercio, primitivo enla- ce de los hombres, juez verdadero del equilibrio de las naciones, y único móvil de la paz, de la civilización y de la opulencia, cuando se con- tenga en sus justos límites. Así, este fué el afán unánime de la Europa, y seguramente lo hubie- ra conseguido, si su sistema cientíñco ó su no cabal atención á las cualidades de esta cie.i- cia, no la hubiesen arrastrado á confundirla con las otras. Esta equivocación no debe parecer extraña. Los progresos de la Geografía, dependen como en las demás ciencias de los razonamientos y de la experiencia, y la ruda educación del navegante á quien debe fiarse necesariamente la segunda, le hace comparecer á los ojos del público como incapaz de no equivocar los primeros; de suerte, que en esta ciencia, más bien que en cualquiera otra, parece precisa una subdivisión natural del que raciocina y del que experimenta. De aquí dimanan, sin embargo, todos los errores. El primero no interviene en las expe- riencias y el segundo no está autorizado á con- tradecir los razonamientos. Los navegantes, por consiguiente, abultan á su albedrío las narracio- nes. Los sabios, con igual libertad, adoptan ó desechan á veces la veracidad, á veces aun la exis.encia del navegante, y finalmente, este caos de ideas equivocadas, más bien trastorna que favorece los progresos deseados. Por desgracia, con el recto conocimiento de la Geografía está enlazado estrechamente el sis- tema po'ítico de la Europa, y siendo éste en el día la ocupac' ' ' T^redilecta del mayor número de los hombre" 1 -'.iosos, particularmente alrede- dor de las capitales, es más fácil la equivoca- ción, ó más bien diré, la ninguna inteligencia en- tre el navegante y el geógrafo (i), si el magne- tismo opere ó no directamente sobre los nervios; (i) Es preciso adoptar esta voz para distinguir al que combina ó amasa los materiales suministrados por el navegante; pero á la verdad en el día no debía aplicarse sino al que observa y raciocina sobre sus observaciones del mismo modo que el físico, el mé- dico, el fisiólogo, etc. tmmmáagmmssáesí i84 V1AJB ALMOBDOR DBL MONDO HÍhaya ñ no existido una Atlántida; si ia pobla- ción de la América liaya dimanado del Norte, del Este ó del Oeste, y si el estado de ¡a Luna sea efectivamente cual nos lo describe llerschel, tal vez con igual aceptación con la cual poco há leíamos en las épocas de la naturaleza su total enfriamiento; son verdades aisladas que intere- san á pocos y cuya admisión ó repulsa no influ- ye en el bienestar de la sociedad. I'ero la existencia de un Continente austral cuyos habitadores y productos á veces enriquez- can, A veces aniquilen toda la Europa; la legi- timidad de los anuncios del Capitán Carver so- bre sus montañas brillantes, la sejjuridad de que haya una fácil comunicación por agua entre el mar PacíHco y el Atlántico sin deber navegar al hemisferio Austral, son verdades en qi|p todas las naciones toman una parte directa, ó bien para aumentar su propio poderío ó para debilitar el agcno con el objeto de conservar un soñado equi- librio. Aún es más desagradable en esta parte la constitución de la Geografía: las experiencias son costosas, arriesgadas para los que las em- prenden, y de un éxito bien dudoso para aquella evidencia física que depende de los sentidos de cada individuo; de suerte que finalmente debía ser una fatal consecuencia de tantos inconve- nientes, el que ó los principios fundamentales de esta ciencia se admitiesen con un respeto servil de la boca de pocos navegantes que los revelasen como oráculos, ó continuase el mismo descarrío de ideas , tanto mayor ahora cuanto mayor era el número de las noticias que concurrían á pro- ducirlo. La Inglaterra fué la primera en conocer la necesidad de decidirse por uno ú otro de estos dos partidos, y prefiriendo con mucho acierto el pri- mero, depositó toda su confianza en el Capitán Jaime Cook (i). La útil consecuencia de una de- terminación tan piudente, no tardó sino muy po- cos años. Desapareció el Continente Austral del Presidente de lírosse; se cerró la comunicación de los dos mares, tan sostenida por Mr. Dobbs, se confirmaron los límites del hielo constante hacia el polo del Norte, que el Capitán Phipps y los navegantes rusos habían explorado de an- temano, y pudo la nación despachar sus buques á la bahía Botánica y á la costa Noroeste de la (i) Por cuanto los ingleses se esfuercen particu- larmente en la introducción del tercer viaje del Ca- pitán Cook A reunir bajo un mismo punto de vista las expediciones de los Capitanes Biron, Wallis y Carte- ret y las del Capitán Cook, no deben absolutamente confundirse por quien las considere atentamente. Las primeras fueron una sola consecuencia de su sistema de aproximarse á los dominios españoles de la Amé- rica meridional, y combinadas sobre principios pura- mente militares: las segundas han manifestado si- quiera un noble arrimo á los progresos de la ciencia y en particular de la Geografía. América con la misma seguridad, con la cual los despachaba ó al Mediterráneo ó á las Antillas. La expedición del Conde de la Péyrousc, pa- reció confirmar la aceptación de este mismo sis- tema entre los franceses. Aquel viaje no tenia por objeto sino el completar las tareas del nave- gante inglés en las costas, que ó no había reco- nocido, ó la necesidad le había hecho dejar in- formes: y fijados ya los conocimientos del globo habitable sobre estas dos expediciones, la Geo- grafía podía considerarse concluida, y tanto más libre de todo razonamiento externo, cuanto que los navegantes por sí solos los habían hecho: además accedía ahora la España y aun coadyuvaba á este sistema con la expedición, de las corbetas Dus- cuniEKTA y .'VfRKVinA, las cuales debían recono- cer prolijamente todas sus costas de la América y del Asia. Ivn efecto, tantas indagaciones ó ya públicas, ó próximas á ,jublicarse; con aquella exactitud que suministra la Astronomía; con aquella verdad que la filosofía debe dictar; con aquella claridad metódica que ya no debe con- siderarse opuesta á la educación del marino; finalmente, con aquella excelencia que la perfec- ción del buril y la generosidad de los Monarcas ofrecen actualmente, debían ya hacer considerar la sana Geografía como regenerada; representar los derechos de las naciones sin la menor equi- vocación; y guiar con toda certidumbre á los de- positarios del bien público en las diferentes com- binaciones de derrotas y de comercio: resultaba por consiguiente inútil la ocupación del geógra- fo, y el menos experto en esta clase de operacir nes, podía, con el solo auxilio de dos compase seguir de cerca á los navegantes venideros en los progresos útiles que hiciesen para la sociedad. Sin embargo, no es así: han vuelto los razo- namientos á oponerse directamente á las nave- gaciones, y si la existencia del Continente Aus- tral no ha podido en modo alguno revalidarse, á lo menos el Sr. Lemonier (i) ha defendido, en cuatro Memorias la existencia del Cabo Circun- cisión del Capitán Bouvet; el Doctor Barrigton ha amontonado, tal vez con alguna predilec- ción (2), diferentes noticias de viajes al Polo Norte, que han pasado del grado 82 de latitud; se ha autorizado y casi toda la nación inglesa ha suscrito á las combinaciones del Capitán Meares, quien no contento con denigrar la memoria del Capitán Cook sobre las indagaciones que hizo en la ría de su nombre, ha revivido las derrotas casi olvidadas del Almirante Fontc y de Fuca (3); (i) Véase la introducción y el apéndice al tercer viaje del Capitán Cook. (2) Véanse las Memorias de la Real Sociedad de Londres, año de 1774- C3) Véanse la introducción al viaje del Capitán Meares y su Memoria sobre la posibilidad de que exista el deseado paso del Noroeste. J .'Mi.'^f-BWjivn-jw.'Wf n wm z CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA I «5 in la cual los Iii8 Antillas, íyroiisc, pa- ; mismo sis- aje no tenía cas del nave- habla reco- ¡10 dejar in- os del globo íes, la Geo- y tanto más lanto que los clio: además uvaba á este )rbeta8 Dlís- bían recono- 2 la América aciones ó ya con aquella inomía; con dictar; con 10 debe con- del marino; lUC la perf ec- os Monarcas er considerar representar menor equi- ibre á los de- érenles com- ;io: resultaba i del geógra- de operacir os compase venideros en a la sociedad. :ltci los razo- : á las nave- itinente Aus- e validarse, á lefendido, en ;;abo Circun- :or Barrigton ina predilec- ajes al Polo 2 de latitud; 6n inglesa ha )¡tán Meares, memoria del s que hizo en derrotas casi de Fuca (3); idice al tercer 1 Sociedad de e del Capitán ilidad de que Hnalmente, se ha leído á la Real Academia de Ciencias de París una Memoria, en la cual, no &6I0 se expone como cierto el viaje hecho en 1588 por Ferrcr Maldonado, hallando la comunicación de los dos mares. Atlántico y Pacífico, sino que de 61 se deduce la verdad de otros muchos he- chos que refieren diferentes autores, los cuales, como hasta ahora no se han podido compren- der, se han mirado como fabulosos 6 como dis- putables. A la primera de estas aserciones respondió inmediatamente Mr. Walcs; la segunda no debe haber hallado muchos partidarios cuando no se ha tratado de hacer nuevos ensayos hacia el Polo; resolvieron en parte las goletas Mejicana y Sutil, y en el todo la expedición inglesa del Capitán Vancoaver, los términos de la internación del Estrecho de Fuca descrito por el Capitán Mea- res; la cuarta, finalmente, cuyo examen, ck ;,i- den de S. M. fué puesto al cargo de las corbetas Descubierta y Atrevida en el año de 1791, no exigiría para satisfacerla otras pruebua fiue el diario de aquella navegación y las diferentes vis- tas y descripciones de las costas reconocidas en- tonces con el mismo objeto. Seria por consiguiente inútil y seguramente nubiéramos omitido un examen detallado de las circunstancias del viaje de Ferrer Maldonado, si no se advirtiese al mismo tiempo una facilidad grande en los geógrafos de arrimarse aún á las opiniones antiguas, cualesquiera sean los ci- mientos sobre los cuales estriban, y si no tuvic sernos fundada razón para creer que no es el solo papel de Ferrer Maldonado el que corrió enton- ces, para apropiarse uno ú otro individuo ó bien el honor de un descubrimiento ya creído ó bien las ventajas de una comisión ardua y distante, la cual, por otra parte, traía consigo la administra- ción de una suma más que mediana de cauda- les (i). La utilidad verdadera de una comunica- ción de un mar á otro es también un objeto del cual no debe absolutamente desprenderse todo razonamiento sociable; pues es bien diferente la proposición aislada de que exista una comunica- ción 6 la hilación común, de que deba buscarse á cualquier costo y riesgo. Tal vez no será indife- (i) Hállase en los archivos de Palacio y Santo Do- mingo de Manila, una copia de la Real Orden si- guientet «El Rey. D. Pedro de Acuña á quien he proveído por mi Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas, Presidente de mi Real Audiencia de ellas. Con esta os mando enviar copia de una carta que Fernando de los Rios, Coronel, me escribió de las dichLj islas, en que trata de un astrolabio que es- taba haciendo para tomar la altura del Polo A todas horas; y del descubrimiento de dos Estrechos por donde se podía entrar en aquellas islas, uno que lla- man de Anian que divide la tierra de la China y costa de Asia de la América y tierra de la Nueva Es- paña, y el otro Estrecho por el nuevo Méjico; y otras cosas sobre la navegación de aquellas islas á la Nueva rente la utilidad que derive de un examen de esta especie; y en lo venidero, ó las relaciones anti- guas se examinarán con mayor pulso ó aun sien- do auténticas se desecharán cuando sus hechos no intluyan en modo alguno hacia el bienestar de la sociedad. Existia efectivamente en la corte á princi- pios del siglo XVII un I.oren/o Ferrer Maldo- nado, Cosmógrafo mayor de Indias, pero nada en el Archivo de Simancas acredita que fuese este mismo el autor del memorial presentado, ni el memorial se halla en otra parte (|ue en el Ar- chivo del señor Duque del Infantado. lis tam- bién positivo, que en los años próximos anterio- res se trataba en el Consejo de S. M. del paso del Noroeste, no sóh) porque asi consta en la or- den citada en los párrafos anteriores, si tiim- bien porque era aquella precisamente la época en la cual los esfuerzos de los navegantes ingle- ses Davis, Lancaster, Weymorth, Hudson, But- tons y C'ibons, más deb'an despertar la aten- ción del Gobierno español. Sin embargo, estos datos no bastaban en Madrid para que se admitiese por verídica la navegaciónde Maldonado: Malo de Luque (i)veía crecer á tal punto las dificultades entre If auieii- tiiidad de la Memoria y la ex'idencia de las prue- bas contrarias, que no pudo decidirse á admi- tirla; y en el plan del viaje que debían seguir las corbetas Descubierta y Atrevida, las ór- denes de S. M. sólo indicaban que se empren- diese esta averiguación en el caso que las apo- yasen las noticias adquiridas en la continuación del mismo viaje. En el entretanto, un examen de la relación hecho con tanta mayor atención cuanto más se acercaba el tiempo de deberle caracterizar á los ojos de la Nación, ó como verídico y glorioso ó como apócrifo é infundado, descubría un nú- mero crecido de incompatibilidades que se ex- pondrán ahora con la mayor brevedad. i.° Era bien extraño que no se presentase á S. M. sino en 1609 la noticia de un descubri- miento el más importante para la Monarquía, que había tenido lugar en 1588, habiéndose ca- llado por consiguiente por el largo espacio de veintiún años y precisamente en una época en la España y sobre la mucha gente que se consume y muere en estas islas, de la que se lleva de la Nueva España, y porque todas las cosas que apunta son de mucha consideración y particularmente lo que toca al descubrimiento de los dichos Estrechos, os mando que veáis la dicha carta y confiráis y tratéis con el di- cho Fernando de los Rios, sobre lo que contiene su carta y también con las otras personas que tuviesen inteligencia de ello, si será conveniente tomar pose- sión de la Isla de Armiño para hacer escala allí las Naos que salen de estas islas para la Nueva España, como lo advierte el dicho Fernando de los Rios.= Fecho en Zamora á 16 de Febrero de 1603 años, (r) Tit. IV, pág. 587. 24 ■ i mmtn i86 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO cual esta 'a más encendido el deseo de semejante descubrimiento. 2." Reducidas las derrotas por rumbos y dis- tancias, no resultaba sino la latitud de 72" al extremo del Estrecho del Labrador, que Maldo- nado hacía alcanzar al grado 75. 3." Mal podían combinarse la situación del navegante buscando víveres en las Celandillas, después de haberse ocupado en la pescí de los bacalaos, v su pronta determinación ó más bien inspiración de navegar para el mar Pacífico á costa de infinitos trabajos y en la dura estación del invierno; á lo cual tampoco accederían fá- cilmente sus marineros no presentándoles ob- jeto alguno de utilidad. 4,'' No era tampoco fácil averiguar cual se- ría el puerto de San Miguel ó bahía de San Ni- colás, en donde según nuestro viajero entran todos los años casi mil naves de trato, las cua- les para haber de pasar al mar de Flandes, pre- cisamente han de subir á 75" de altura para dar la vuelta sobre la Dinamarca. 5." En un canal no menos ancho de 4c á 20 leguas, se veian ahora fuegos, puertos, calas y abrigos á una y otra costa, y al mismo tiempo nuestro navegante ign' raba si se helaría el mar en las orillas, siendo así que se helaba el agua que salpicaba alrededor del buque y las veías tenían un palmo de espesor por el efecto del ir.ismo hielo. 6.° Como á la ida para el mar Pacífico los vientos reinantes fuesen contrarios del Norte y fuese preciso valerse de las mareas, debíamos creer que seguiría la costumbre de fondear y le- varse al principio y al fin de cada marea contra- ria, lo cual no solo se hacía difícil por ia manio- bra en sí, sino también por la precisión de na vegar á medio canal con motivo de los hielos y de las vistas de ambas costas. 7 " Se r.percibió una contradicción bien clara entre la práctica del Piloto portugués y su ig- norancia en el solo paraje en donde la necesi- taba; en*re la casualidad del beneficio de las mareas para mantener el bajel por algunos días á la vista del Estrecho de Anian ensenando el bote luego que ¡.e echó a" agua, y la consecuen- cia de Ferrer Maldonado de que no hubiese otro Estrecho. (^." Admirábamos también la felicidad con ',1 cual este navegante había logrado siempre de unos vientos sumamente favorables; había en su navegación al Oeste, desde la costa de la Amé- rica, Ciicontrado después de solos cinco días la del Asia, y sacrificada á unos fines ocultos la evidente necesidad en la cual debía hallf.rse de comestibles, saliendo de un puerto que según él mismo dice, padecía no haber sido tocado de pies humanos. 9." No era posible combinar esta misma na- vegación en el mar Pacífico con las costas reco- nocidas por el Capitán Cook, de cuya posición segura nadie podía dudar. 10. No era fácil comprender la demasiado poca cordura de Maldonado en apropiar por suyo el descubrimiento de un Estrecho, por el cual no sólo navegaba ya descuidadamente una emi)arcación anseática de 800 toneladis cargada de brocados, sedas, porcelanas, plumas, cajones, piedras, perlas y oro, y cuyos navegantes eran luteranos y hablaban latín, sino que había de seguirle otra muy luego, y entrambas proceden - es de una ciudad muy grande al parecer lla- mada Roba, sujeta al gran Can de Tartaria. 11. En estas circunstancias era aún mucho más de extrañarse, que nuestro navegante en- cargase repetidamente el sigilo y la celeridad en el proyecto que proponía, y sobre todo, que ima- ginase la construcción tosca y el tamaño reducido de los buques exploradores, cuando ni eran ne- cesarios semejantes descubrimientos habiéndolo ya todo reconocido, fii podía haber el menor riesgo á donde él mismo hnbía navegado en in- vierno y las embarcaciones anseáticas transita- ban ricamente cargadas. 12. Dejábamos aparte la improbabilidad del terreno, de las frutas, de los animales y de los pájaros que describía; el calor que experimenta- ba al regreso, mayor que el de verano en Espa- ña; finalmente, la tenaz unión de las costas de la América y Asia en ;:odo lo que había recono- cido, de suerte que no hubiese en las 300 leguas costeadas en el espacio de once días, ya al Sues- te, ja al Norte, sino únicamente la boca del Es- trecho. A tantas razones se agregaron luego el reco- nocimierto nuestro de la costa entre la entrada del Príncipe Guillermo y el Cabo Buen Tiempo, y las investigaciones en el año anterior del Te- niente de navio D. Salvador Fidalgo i acia el fondo de la Ensenada del Príncipe Guillermo; todo contribuía á manifestar la total inverosimi- litud de semejante pas.o y debilitaba mucho los razonamientos de la nueva Memoria, de los cua- les examinaremos ahora solamente la parte que corresponde al mar Pacífico; no pudiéramos ex- tendernos al otro mar sin envolvernos en otras hipótesis que probablemente nos apartarían de la verdad. Omitiremos, por consiguiente, el indagar por qué el Sr. de Bauche ha dejado en el extracto de la derrota los nombres de la fabulosa Tule con los cuales distingue Ferrer la Frislandia; por qué varié al Nordeste la dirección del Es- nordeste que supone Maldonado á la boca falsa que se deja para ir ai Estrecho del Labrador; por qué en oposición á los hechos positivos que alega la Compañía de Hudson y á las últimas medidas del Cobierno Británico al cual segura- \ \ CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 187 mente no hubiera aquélla ocultíido todas sus noticias, sólo opone las noticias de Purchas y Seijas, las Gacetas inglesas de 1769, el Diario de Sabios de 1779, y una orden confusa del Conde de Monterey, el cual seguramente no tenia tales conocimientos, cuando por los 43" de lati- tud uno de los buques del General Vi/caino, creía alcanzar el Estrecho de Anian (r) porqué finalmente, puede suponerse que no hayan arre- drado en invierno á nuestro navíigauíe los peli- gros y trabajos que en verano hiciei ur. . etroce- der á los navegantes ingleses, de los cuales hay memoria. Sin embargo, aun sin entrometernos en este pormenor de inconvenientes, y no apartánr" -nos de las costas del mar Pacífico, en balde nos es- forzaríamos á suponer, que ó el paralelo de 60° sea el que determine la posición de la boca Sur, ó haya un paraje en aquellas inmediaciones en el cual quede al Norte toda la tierra alta y mon- tuosa y al Sur la que describe como apacible y suavemente alomada. En primer lugar, es el ex- tremo Norte del Estrecho el que debe suponer- se en los 60°, y el extremo Sur, por consiguien- te, debe quedar n 59" 15', lo cual confirman, no sólo las descripciones que da Ferrer del hermoso puerto del Sur, si también la narración del viaje, haciéndole llegai- con rumbo del Sueste por mas de lou leguas á la latitud de ss"". Ya entonces sería el Monte Buen Tiempo el que debía, quedar á la derecha ó al Norte del paso en lugar del Monte San Elias que supone el Sr. de Bauchc, y á la verdad, sería esto algo más favorable á los defensores del viaje, porque las tierras, desde aquel monte son realm.ente algo más bajas, si bien se conserven nevadas aún en Agosto, y el Monte de la Cruz y el mismo Monte Edgecumbre no sean de una altura des- preciable. Pero lo que envuelve las mayores nulidades geográficas, es sin duda alguna la dirección Este-Oesi'; que supone Ferrer á la costi del Norte; ¿có lo es que no atraviesa el Monte vSan Elias, las inmediaciones del Cabo Suckling y de la entrada del Príncipe Guillermo, aún conce- diendo un error favorable de medio grado á las observaciones del Piloto Martínez? Es precise* confesar que si aun adoptada la veracidad de ' Memoria (2) «se consiguiese evidenciar la verdad de otros muchos hechos, los cuales, como hasta ahora no se han comprendido se han mirado como fabulosos ó como disputables», siempre quedaría para los geógrafos una igual ó una mayor dificultad, debiendo mirar con aquel ca- rácter todos los viajes modernos desdt el 1774. Era bien favorable para conservar tal cual esperanza sobre el problema propuesto, la casual ex:,. : sión del Capitán Cook al tiempo de recono- cer la bahía de Bering que entre los extremos dc lasdos cordilleras que se dirigían al Monte Buen Tiempo y al de San Elias, veía un claro de al- gunas leguas al cual no podía acertar si se pos- tergaría tierra baja ó agua (r); pero tuvimos la felicidad de disipar también esta duda y ver que el solo hielo había causado aquella ilusión es- tando tenazmente unida toda la cordillera. Pero aunque se hayan manifestado las razones que convencen para no admitir como legítimo el viaje de Ferrer Maldonado. falti. aún para la evidencia un dato esencial, y es el de hallar el origen de una Memorir., en la cual se advierte un estilo adecuado al tiempo en el cual se sscri- bió, un desinterés que no hace ?Obpcchoao al autor, la cita del viaje de Quirós que acababa de rendirse en 1606, por último, un sello bas- tantemente auténtico, que es el de hallarle en un archivo bien acreditado. No es fácil dar una solu- ción juiciosa á estas dudas ni nosotros lo em- prenderemos directamente, contentándonos por consiguiente con indicar sólo algunos puntos autorizados de la Historia Nacional, los cuales pueden haber dado lugar, ó á este proyecto ó á otros semejantes, que el actual prolijo examen de los archivos manifestará seguramente (2). Que por los años de 1524 anduviese ya muy válida en España la noticia del Paso del Noroes- te, ó á lo menos, que se hubiese dado una no ex- traña interpretación á las expediciones misterio- sas del Caboto, nadie pue^e ponerlo en duda cuando atienda á la carta escrii^ en aquella fe- cha por el célebre Hernán -Cortés al Señor Car- los V. Aquel esclarecido caudillo no sólo no se había descuidado en esta parte guiado como él mismo dice «del continuo cuidado y ocupación «en pensar todas las maneras que se puedan te- »ner para poner en ejecución y efectuar el deseo «que al Real servicio de S. M. tenía, sino que con «aquel cabal juicio que desplegó constantemen- iite hasta el último término de su vida», había dispuesto dos expediciones para el mismo intento, (i) Venegas, tomo III, pdg. 116. (2) Son palabras de \\r. de Hauche al fin de su Memoria. I (i) Vol. II, del tercer viaje: «The chain ofmoun- ; *:ains is interrvpted by aplain of á feiw leaques extent, i beyond Wich the sight was vnlimited, so that theve is either a Icvel coantry, or \vi,ter be hind it.» (2) Al mismo tiempo que se jscribía esta Memo- ria en Manila con las solas noticias adquiridas en América, el Capitán de fragata D. Martín Fernández Navarrete desenvolvía en España el carácter y cir- cunstancias de Lorenzo Ferrer Maldonado y aun de Fernando de los Ríos: hallóse bien claro lo de Mal- donado en vi libro V de los Comentarios de la emba- Jí.da que de parte del Rey do Kspafta D. Felipe III hizo D. García de Silva y Figueroa al Rey Xaabas de Persia, el año de 1618 Publicado por el señor D. Eugenio Llaguno al fin de la Historia del Gran Taniorlan de Persia y de la Crónica de D. Pedro Niño, en la imprenta de Sancha, año de 1782. mmmm&KKttm^s^-' ■'* w :m i88 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO íi'Pj i' i I na que costease la Florida en el mar 'íel Nor- te y la otra que en el Pacífico ó hallase paso para el Este al Norte de la California, ó precisa- da por la costa á navegar al Oeste encontrase íinai mente las Filipinas (i). Hé aquí su plan digno de emular al que ha formado el Gobierno británico en este siglo feliz para lu navegación. Porque sí le hay (son sus palabras), «no se pue- II de esconder á éstos por la mar dtl Sur, y á los «otros por la mar del Norte, porque éstos del II Sur llevarán la costa hasta hallar el dicho Es- » trecho, ó juntar la tierra con la que descubrió 'iMagallanes, y los otros del Norte, como he di- ncho, hasta juntarla con los Bacallaos. Asi, por «una y por otra parte, no se deje de saber el se- »creto. Porque (habla de la tierra de los Baca- nllaos) se t'ene cierto, que en aquella costa hay «Estrecho ^lue pasa á la mar del Sur, y si se ha- iillase, según cierta figura que yo tengo del pa- '1 raje á donde está aquel archipiélago que des- II cubrió Magallanes por mandado de V. M., pare- pice que saldría muy cerca de allí, y siendo Dios 1) Nuestro Señor servido que por allí se topase el «dicho Estrecho, sería la navegación desde la es- «pecería para esos reinos de V. M., muy buena y «muy breve, y tanto, que sería las dos tercias par- «tes menos que por donde ahora se navega, y sin «ningún riesgo ni peligro de los navios que fue- «sen y viniesen, porque irían siempre y vendrían «por reinos y señoríos de V. M., que cada vez que «alguna necesidad tuviesen, se podrían reparar «sin ningún peligro, en cualquiera parte que qui- iisiesen tomar puerto de V. M.« No merece menos fé la aserción de que antes de terminar el siglo XVI j-a estas mismas voces habían tomado preciso incremento, tanto más na- tural entre nosotros, cuanto que suponíamos er los ingleses igual ansia de ocultar sus descubri- mientos: y ya empezado el terrible período de la decadencia de la Monarquía, no faltaban proyec- tistas que aspirasen á devorarla. Por los años de 1615, refiriendo el Padre F. Juan de Torquema- da la jornada de Sebastián Vizcaíno á la costa de California, y satisfaciendo á lo que había movi- do al Señor Felipe III para servirse mandar la ejecución de dicha jornada, añ' de lo siguiente: «Supo también S. M. cómo otros Vireyes «habían intentado este mismo descubrimiento «por mandato de su padre, y cómo no habían sa- «lido con él (como en adelante se dirá), halló (x) Véanse las cartas de Cortés, páginfis 382 y 83. En esta segunda navegación, discrepamos como se ve, de la interpretación del Excmo. Lorenzana, el cual creo que el Estrecho buscado por Cortés en el mar del Sur estaba liacia Panamá, más bien que en paralelos más septentrionales de la Nueva España. Todo depende de la intención de Cortés do hablar ít la sazón, ó de las Filipinas ó Molucas, ó más bien de la Tierra del Fuego; el FAcmo. Lorenzana cree lo segundo; nosotros nos arrimamos á lo primero. «también S. M., entre otros papeles, una mfor- «mación que ciertos extranjeros habían dado á «su padre, en que se dicen algunas cosas nota- «bles que ellos en aquella tierra habían visto, «llevados allí con fuerza de tiempos en un navio «desde la costa de los Bacallaos, que es en Te- «rranova, dando en ella razón de haber pasado «de la mar del Norte á la del Sur por el Estrecho «de Anian, que es más adelante del Cabo iMen- «docino, y que habían visto una populosa y rica «ciudad bien fortalecida y cercada, y muy rica «de gente política y cortesana y bien tratada y «otras cosas dignas de saberse y ser vistas. «Confirmábase, por otra parte, esta noticia «ó sospecha por el mismo Padre Torquemada, «cuando continuando esta narración y descri- « hiendo el viaje de Martin de Aguilar, volvía á «f^^rdar que ese sería probablemente el río que '>;. á dar á una gran ciudad que descubrieron «los holandeses viniendo derrotados, y que aquel «era el Estrecho de Anian, por donde el navio «que le descubrió atravesó y pasó de la mar del «Norte á la del Sur, y que sin falta era en esa «comarca ó vecindad la dicha ciudad que sf. «llamó de Quivira, y de este sitio parece que es «de quien trata la relación que S. M. leyó, por lo «cual se movió y aficionó á mandar que con mu- «cho cuidado se hiciese este descubrimiento y se «le diera aviso cierto de todo.« Ya, pues, no debe dudarse que fueron muchos los proyectos presentados desde el tiempo de Fe- lipe II á la corte de España, que todos ó á lo menos la mayor parte estribaban sobre la nave- gación de un buque holandés, y que nuestro Fe- rrer Maldonado adolece de estas mismas ideas. En tal caso, ¿por qué será absurdo el suponer una de estas tres cosas; ó que Maldonado, movi- do de un justo celo nacional, en un tiempo en el cual los descubrimientos eran el objeto de los afanes europeos, intentase apropiarse lo que otros habían hecho, ó que pensase en otras empre- sas á costa del Erario, diciendo no haber hallado la boca misteriosa, como ya se había ocultado en su presencia al Piloto Martínez; ó finalmente, que fuese éste un solo borrador, que los amigos le aconsejasen después á sepultar más bien que á producirle delante del Rey.'' ¿Pero á qué no'j ocuparemos tanto en .sta es- pecie de indagad jnes; ó creeremos que pueda ser í^rídica la relación de Ferrer Maldonado porque no se hallan rastros positivos de su origen, cuan- do á nuestros mismos ojos, en una época que lla- mamos filosófica é ¡lustrada no sólo se escriben, sino se publican relaciones parecidas á la de Fe- rrer Maldonado y del Coronel Ríos? Han revivido ya los viajes del Almirante Fonte y de Fucaí como si la esperanza de hallar un paso en los 48 y 55° hubiese de combinarse precisamente coii un absurdo, y seguramente si cesasen en este h «■^ s, una ínfor- abían dado á cosas nota- abían visto, s en un navio ue es en Te- liíiber pasado or el Estrecho el Cabo Men- pulosa y rica y muy rica )¡en tratada y r vistas. esia noticia Torquemada, ion y descri- lilar, volvía á nte el río que ; descubrieron is, y que aquel onde el navio de la mar del lita era en esa ciudad que sf parece que es M. leyó, por lo ir que con mu - ibrimiento y se fueron muchos tiempo de Fe- e todos ó á lo sobre la nave- ue nuestro Fe- mismas ideas, urdo el suponer Idonado, movi- in tiempo en el objeto de los ipiarse lo que en otras empre- D haber hallado bia ocultado en Snalmente, que los amigos le nás bien que á into en sta es- s que pueda ser donado porque u origen, cuan- i época que Ha- lo se escriben, idas á la de Fe- 3? Han revivido te y de Fuca. un paso en los ecisamente coii :esasen en este CORBETAS DESCUBIEKTA V ATREVIDA 189 momento las pesquisas, harto costosas para la resolución de esta cuestión hidrográfica, ¿cuál no sería la confusión de un lector del siglo XXI en leer antes los apéndices del docto Padre Vene- gas, y la introducción del tercer viaje del Capi- tán Cook y luego las reflexiones del Capitán Meares; cuáles no serían, finalmente, sus des- carríos si creyese verídico el viaje allí citado del bergantín americano Lady Washington des- echando, por consiguiente, los reconocimientos de los Oficiales españoles Quimper, Elisa, Ga- liano, \'aldés y Caamaño, y del Capitán inglés Vancoaver, y entregándose para la diferencia de longitudes á un diario, en donde se nombra un reloj marino, se citan á cada paso las distan- cias lunares, é intervienen en su publicación las personas más ilustradas de la nación britá- nica? Por ventura el Capitán Dixon, picado por di- ferentes acusaciones que le resultaban del mismo diario, emprendió responderle con aquellos colo- res que le suministraban su encono y el libro , contra el cual se explayaba (i). Por ventura las juiciosas reflexionts de la instrucción dada al Capitán Cook en su tercer viaje, podrán siempre poner la cuestión en unos términos claros y se- guros sin que alcancen á variarla, ó la existen- cia de unas islas en lugar de costa seguida ó la internación de algunos buques al Este; pero ello es que semejantes razonamientos poco á poco nos habían conducido á considerar el continente sep- tentrional déla América como dividido en dife- rentes trozos que diesen otras tantas comunica- ciones de un mar á otro, y á llamar, por consi- guienle, bien desgraciada y tím x la navegación actual; pues no llevando otro tentó, no había podido, sin embargo, encontrar lo que n tros a. .iguos habían encontrado sin buscarlo, sin los auxilios, ó de los demás viajes ó de nuestra exactitud en las determinaciones geográ- ñcas. Aquí concluiría esta disertación bastante- mente difusa, si el ansia general en Europa para descubrir el paso del Noroeste, habiendo por lo común hecho perder de vista la verdadera utili- dad de semejante descubrimiento, no precisase á mirar este examen como bien importante para los intereses nacionales. Nuestros armamentos son con exceso costosos, nuestras miradas hacíalo que pasa en todo el continente de la América, aún tímidas, silenciosas y mal interpretadas; finalmente, es aún fatal nuestra disposición para oir cualesquiera proyectos, como parezcan aspi- rar á la completa restauración de la antigua opu- lencia y poderío de la Monarquía. La cuestión del paso del Noroeste fué desde el principio conducida por los geógrafos á una latitud tan alta, que desde luego excluía toda po- sibilidad de ser útil, y seguramente hubiera corri- do la misma suerte que ha corrido la navegación del Estrecho de Magallanes, comparada á la de altura por el Cabo de Hornos, si la protección decidida de Mr. Dobbs ó más bien su encapri- chamiento acaudalado no hubiese (según cos- tumbre) cambiado el semblante de la proposi- ción. La cuestión primitiva era si había en el hemisferio del Norte un pasaje ;í*7 por mar para la comunicr-ción de la Europa con el Asia; seles sustituyó luego la otra de si existía una comuni- cación cualquiera entre el mar Pacífico y el At- lántico en el hemisferio del Norte. Esta confusión de ideas era á la verdad re- prensible al tiempo de Mr. Dobbs, pero sin duda lo es ahora mucho más, cuando se conoce la na- vegación del globo en un grado que no es fácil sobrepujar. El objeto de la navegación es, sin duda alguna, el comercio, y así en sus especu- laciones jamás deben perderse de vista la breve- dad, la seguridad, la comodidad y la economía del viaje. ¿Cuáles son, pues, las vent :jas en estas nuevas derrotas que puedan compararse á las que disfrutan los europeos navegando á la Chi- na pt r el Cabo de Buena Esperanza? Será pre- ciso contar continuamente con la felicidad del Al- mirante de Fonte, el cual, no sólo navegó las Sóf) leguas desde el puerto Abel hasta el río de los Rt .es en veinte días (i), sino que las 260 eran por los canales que culebrean entre las islas del Archipiélago de San Lázaro, en el cual iban sus 'halupas ó botes una milla por delante para son- la profiiiidiuau del agUH >■ ; ir .conocer los bajos, escollos y rocas ciegas 1 1. NI inagine alguno aie la utilidad de este paso, á lo lénos para s extranjeros, no esté ceñido sólo á la navegación de China, sino que pueda comprenderse en aqut ;is ventajas una comunicación más 'revé con el mar Pacífico, hacia donde en lo iglos venideros la navega- ción europea sea tan numerosa y rica como es ahora mezquina, inútil y aventurada. Los escar- mientos actuales de los ir eses en la bahía Bo- tánica, y los recom ms bien repetidos por todas las naciones ii -.uimas en el crecido nú- (i) Es frase bien insultante la que usa al principio de sn carta responsiva y dirigida al mismo Capitán Meares. El descifrar una sola mitad de los absurdos que Vm. ha dicho, llenaría un tomo tan volumino- so como el suyo. «To point out hal fiour absurditcis would fiU á volume aslangc as yours.n (i) Se incluyen en estos días como completos, el de la salida y el de la llegada: la relación dice desde 26 do Mayo hasta 14 de Junio. (2) Se omiten por dcmasiíido chocantes, las 86 leguas andadas el día 11 de .\gosto, pasadas las ca- taratas del río de Parmrntieres y la facilidad con la cual el Cupitán Bernarc'.o había llegado hasí. el gra- do 80 de latitud, reconociendo hasta las lagunas, y hallando quién se encargase inmediatamente de la correspondencia con el Almirante. P IWMM 1 90 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO J V i ^*-« í mero de las Islas del Mar Pacífico son pruebas bien seguras que \ariará toda la constitución po- lítica del globo antes que los habitadores ó los productos de aquellas puedan Uamai á si los me- nores esfuerzos de los europeos. Por lo que toca al proyecto del Sr. de la Bas- lide, presentado al difunto señor Conde de Fer- nán Núñez en París, con objeto de detallar las operaciones oportunas para el logro de esta co- municación en el Lago de Nicaragua; debiendo luego resarcir todos los gastos con los impuestos correspondientes á la navegación extranjera, se conoce desde luego que no fstán calculados los limites de est^ navegación, lo cual bastaría para tachar aquella Memoria de importuna aun cuan- do nos desentendiésemos de los muchos errores que contiene asi mecánicos como hidrográficos y políticos. Un viaje regular á la China desde los puertos de Europa, puede considerarse de cinco meses siempre que lo haya de verificar una embarcación buena y bien gobernada, es mucho menor el pla- zo que necesita para las costas de Coromandel y Malabar. Todas las estaciones lo permiten, el temple no es incómodo, las escalas al mismo tiempo sanas, agradables y útiles páralos intere- ses mercantiles, los vientos periódicos y bien co- nocidos; y la navegación tan económica y tran- quila que apenas puede considerarse alguna des- mejora en el velamen. ¿Cómo podríamos, pues, referir estas circunstancias al único paraje en el cual quedan aún fijadas las miradas inflexibles de los geógrafos, esto es, entre los óo" y 80° de latitud septentrional, en donde un mar eterna- mente helado ó un conjunto inaccesible y bien entendido de islas horribles y desiertas, no ofre- cen al navegante sino riesgos y peligros? La cuestión que en el dia vierten con tanto ardor los geógrafos, puede reducirse por consi- guiente á estotra proposición desnuda ya de aquellos velos agradables con que la han co- loreado hasta aquí á los ojos del público: ¿cuál será la nación cuyos navegantes, por un exceso de felicidad más bien que de habilidad, logren propasar al Norte los términos de la navega- ción fijados por los Capitanes Cook y Clerke y navegar, si hay paso, alrededor del extremo de la América hasta entrar en los mares de Europa? A la vista de esta proposición desmayarán tal vez los clamores de los geógrafos sobre semejan- te hallazgo, cesarán sus insultos científicos hacia la navegación moderna, y el Monarca amante de la humanidad, y el navegante desdeña^ o de ser- vir para la duración de un proyecto siempre in- útil, dirigirán unánimes todo su conato, ó bien al perfecto reconocimiento de los pocos puntos útiles para la navegación, que todavía no se han examinado, ó al prÓ5pe''o beneficio y fomento de los dulces lazos de la sociedad que suministra el comercio (i). CAPÍTULO III Acaecimientos en el Archipiélago de Nntka durante, la demora de las corbetas en él. — Navegación siwesiva hasta Monterey y estada en aquel puerto. — Últimos reconocimientos al andar de las costas de California y Nueva España. — Escala de la Descubierta en San Blas, — Reunión de las corbetas en Acapulco, — Acaecimientos en aquel puerto y aprestos para las campañas y operaciones siguientes. Era á la sazón Comandante de la fragata Concepción el Alférez de navio D. Manuel Saave- dra, por haberse encargado del paquebot San Carlos el Teniente de navio D. F'rancisco Elisa con el fin de continuar con la goleta Saturnina los reconocimientos de la costa al Norte y al Sur del puerto de Nutka: estaba al cargo de aquel Oficial todo el establecimiento, compiendidas las bate- rías; y como se hubiese embarcado, en clase de auxiliar la compañía suelta de voluntarios de Ca- taluña, hallábase allí al mismo tiempo su Capi- tán D. Pedro Alberni, retirados ya en clase de enfermos el Teniente y Alférez que le habían acompañado. Todos los enfermos, la mayor parte escorbú- ticos y en muy mal estado, se habían restituido á San Blas en la fragata Princesa á las órdenes del Teniente de navio D. Jacinto Caamaño. El es- tablecimiento había recibido los auxilios necesa- rios con el paquebot San Carlos y la fragata Aranzazú, y el regreso de esta última desde el puerto de Monterey á donde se había despacha- do en busca de carnes frescas, debía con un so- corro tan importante asegurar para el próximo invierno el bienestar de la marinería y tropa existentes entonces en el presidio. Veíanse en el fondo del puerto diferentes baiTacas construidas con tablazón; vigilaban, para su custodia y buen orden, el mismo Alberni con la tropa acuartelada en tierra; la fábrica del pan fresco, que se sumi- nistraba diai límente á todos, el cultivo de las huertas, en las cuales la Naturaleza ya prodiga- ba sus dones, el cuidado de los víveres y pertre- chos contra un enjambre harto destructivo de ratas, las herrerías, la misma continuación ó in- cremento de ¡as casas con el corte necesario de maderas, eran otras tantas ocupaciones en las cualec brillaban con igual tesón la subordinación y constancia de los súbcli»os y el buen ejemplo y acierto de los Oficiak , Comandantes Elisa, (i) Siendo pública muy luego (romo debe espe- rarse) la Memoria escritn sobre esta cuestión por el ya citado D Martín N:i' irrete, el lector hallará todas las demás r.oticias relativas al decantado paso del Noroeste, qu'3 aquí se han omitido. í^^m iuministra el lutka durante ación sucesiva to. — Últimos de California ¡CUBIERTA en Acapulco. — estos para las ntes. e la fragata anuel Saave- laquebot San incisco Elisa Saturnina los e y al Sur del aquel Oficial das las bate- ), en clase de itarios de Ca- Tipo su Capi- t en clase de ue le habían larte escorbú- .n restituido á is órdenes del maño. El es- ixilios necesa- y la fragata ;ima desde el bía despacha- lia con un se- ra el próximo tiería y tropa Veíanse en el is construidas ustodia y buen la acuartelada , que se sumí- cultivo de las ;a ya prodiga- 'eres y pertre- lestructivo de inuación ó in- ; necesario de Lciones en las subordinación buen ejemplo idantes Elisa, mo debe espe- cuestión por el or hallará todas litado paso del CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA tgr Saavedra y Albemi, influyendo últimamente en la conservación de la salud y en la buena har- monía que á la sazón reinaba entre todos. No diferimos un momento en establecer el observatorio en sitio oportuno y no distante de las barracas. Examinóse el paraje de la aguada, y D. Felipe Bausa emprendió sus marcaciones desde el castillo, ya que la tarde placentera y se- rena proporcionaba la vista de muchos objetos distantes, entre los cuales sobresalía muy mucho un pico interno bien notable para el reconoci- miento del puerto. Continuaron luego estas ope- raciones, medida una base para la exacta deter- minación del puerto, multiplicadas las marcacio- nes en algunas de las islas del Archipiélago interno y sujetado J todo á otros tantos azimutes para que no influyese en la exactitud de nuestros tra- bajos la mucha variedad de las declinaciones magnéticas que había advertido el Capitán Cook. Últimamente se emprendió el reemplazo de la aguada con las lanchas y bombos, los cuales, como debiesen separarse una legua, a'provechar de las mareas y no enturbiar la buena harmonía con los naturales, se pusieron siempre al cargo de un Oficial acompañado de dos soldados ar- mados. Varias causas (cuyo origen es extraño para esta narración) influían entonces á que hubiese de parte de los naturales una conducta tímida y precavida con el establecimiento nuestro. Eran pocos los pescadores que veíamos concurrir á las corbetas, y por cuanto deseásemos conocer los diferentes Caciques ó Taquis, á los tres días de nuestra llegada aún no había parecido alguno, sin embargo que varios dones á las canoas y no pocas promesas á los que nos visitasen, debían ser incentivos harto fuertes para atraerlos. Finalmente, en la mañana del 14, el Cacique secundario Tlupananú, venció esta barrera, con- fiado á la verdad en la amistad constante que había reinado entie él y los nuestros, y sin em- bargo, tímido y casi asombrado á la vista de tantas fuerzas unidas, se le regaló por nuestra parte abundantemente, se le prometieron dones aún mucho mayores, si nos visitase de ni: -o con su canoa grande, bien esquifada, y disputo.a á verificar varias evoluciones así de guerra como de alegría. Y con estos incentivos, no tardaron en seguirle varios otros, ó subalternos ó parien- tes de Macuina, Jefe principal de toda la co- marca. Nos ponderaban á veces, ó la extensión de sus dominios, ó la solidez de su autoridad; otras veces, sin embargo, con diferentes pretex- tos y disculpas daban á entender que aquel Jefe temía visitarnos, confirmándose particularmente este temor en la mañana del 15, cuando dirigi- dos D. Cayetano Valdés y D. Felipe Bausa á la ranchería misma de Macuina (pues que re- corrían aquellas costas con objetos geodésicos), encontraron desamparadas las casas y apenas consiguieron que se les aproximase uno ú otro de los much>7S que estaban escondidos en los bosques contiguos. Esto, no obstante, luego que se concluyó la aguada pareció un deber esencial de nuestro destino el reconocer los canales internos del Ar- chipiélago en el cual nos hallábamos; pudiera aquel reconocimiento ser útil á la sazón para eliminar la cuestión de dominios sobre aquellos parajes, agitada con tanto vigor en Europa; nos dejaría lugar para estudiar las costumbres de los habitantes con algún despacio, ya que los di- ferentes viajeros que nos habían precedido ha- bían discrepado tanto en describirlas; finalmen- te, nos sería fácil el atender á las diferentes ur- gencias del establecimiento para que no care- ciese de cosa alguna en el invierno próximo aun cuando no regresase la fragata de Monterey. Destináronse, pues, en la mañana del 18 entram- bas lanchas para el reconocimiento proyectado. Las mandaban los Tenientes de navio Don José Espinosa y D. Ciríaco Cevallos, y estaban provistas de los instrumentos y demás útiles que pudiesen conducir á su mayor seguridad 6 apro- vecliamiento. Se perdieron muy luego de vista, siguiendo rumbos que les guiasen hacia la ca- leta, en donde había fondeado el Capitán Cook. Nosotros al mismo tiempo seguimos con i.csón los objetos prefijados, y favoreciéndonos extre- madamente la estación y los tiempos claros y bonancibles, todos ellos pudieron adelantarse con un paso más bien acelerado. En el observatorio; además del examen de la marcha de los relojes marinos y de las experien- cias del péndulo simple, constante para la gra- vedad, se repitieron por dos días las observacio- nes de las distancias lunares, ya que no era po- sible en la actual posición de los astros el adop- tar otro método para la deducción de la lon- gitud: 4U0 series manifestaron en aquella oca- sión la longitud de 119° 50' al Occidente de Cádiz, menor en 28' de la que había determina- do el Capitán Cook. Para la diferencia de meri- dianos con el puerto Mulgrave, se adoptó la que indicaban el cronómetro 71 y el reloj 105, y era de 13° 10' al Este, latitud observada por diferen- tes estrellas al Norte y al Sur del zenit 49" 26' 30". Las atenciones nuestras en cuanto al bien- estar del establecimiento, debieron ser al mismo tiempo bien varias é importantes. Cediéronsele una parte considerable de nuestros víveres, ves- tuario, tabaco, medicamentos y jarcias; se com- pusieron las armas y los utensilios de labranza y se les enseñó con mucha utilidad el método de hacer la cerveza con la hoja del pino, que llama- remos con los franceses s(i/>!ne/íi. A la verdad, no era ésta sino una corta retribución de la genero- iS ■M ■MM «■p 192 VIAJE ALREDEDOR DEL MUKDO i^ 1} sidad, que la tropa y marinería del destacamento desplegaron hacia nuestras «entes franqueándo- les cuantas verduras puf'icsen sumiiii^trar las huertas; y brindándoF^ á cuantas fatigas les ocuiTÍan diariamente, si podian llamarse tales ó las diferentes atenciones del servicio, ó un corte metódico de leña, en el cual alternaban para su mejor conservaciói , la tropa y marinería de ambas corbetas. En 'm paraje tan abundante de buenas arboladuras , hubiéramos sido por otra ',- parte reprensibles, si nc repusiésenios las pie::cis rotas en el viaje anterior, iv. cual =Uiumisiio eran absolutamente infructuosos los pasos de la,> cor- betas sobre aquellas costas, aun después dt ha- berse frustrado el objeto primitivo del descubri- miento de un paso leí mar Pacífico al Atlántico. I,; y JO Nuestro roce pacífico con los naturales hibía á la sazón echado ra'ces mucho más sólidf.s, si bien á costa de varios '-egalos que pedían indis- tintamente los Jefes y lb"5 subditos, además de una continua contribución de galleta. Ya no huían las canoas á la vista de nuestras embarca- ciones menores, nos rodeaban diariamente los pescadores con muchas y excelentes calidades de pescados; algunos naturales hacían noche al lado del observatorio; eran pocos los Jefes que no nos hubiesen visitado, y habíamos merecido igual atención á Macuina, si bien manifestase en su rostro mucha desconfianza y no permitiese su- bir á bordo á tres mujeres suyas que le acompaña- ban; no blvidé tampoco en aquella ocasión su in- terés propio con la venta de una niña esclava que traía consigo. Los Oficiales de la fraga Concep- ción solían adquirirlas ó con dos fusiles 6 con una ó dos planchas de cobre. Esta especie de cam- bios Demasiado ligada con las ideas de religión, de moral y de política para poderse discutir en pocos renglones, era á la sazón bastantemente introducida en nuestro establecimiento y se con- taban unos 2¿ niños de ambos sexos, que, ó se habían transportado á San Blas, ó estaban próxi- mos á transportarse, confiados para su educación y manutención venidera á uno ú otro individuo de los buques de S. M., siempre elegido entre los que agregasen á una buena conducta el hallar- se casados en el Departamento. Los regalos hechos á Macuina y á los que le acompañaban ó le habían precedido, atrajeron aún más en los días siguientes la concurrencia á bordo de los naturales; entre ellos se distinguió siempre el jefe Tlupananuc, el ci'.--l, en la tarde del 20 nos presentó cartas y noticias de los Tenientes de navio ^is^'nosa y Cevallos que le habían entregado en la noche anterior al tiem- po de dirigirse á los Canales q'íI Tasis. En la mañana del 23, bien temprano, vino finalmente, á visitamos con la canoa deseada; la conducían unos 30 remeros, cuyo canto, evolu- ciones y destreza nos sorprendieron en las pri- meras vueltas que dio alrededor de las corbetas; siguiéronse varios bailes ejecutados por los mis- mos remeros antes á bordo de la corbeta y luego en la playa inmediata al obsei-vatorio. Tanta efi- cacia de parte de aquel Jefe no podía menos de exigir de la nuestra unos regalos correspondien- tes entre los cuales se comprendió también la vela de un bote, que deseaba con las mayores ansias y destinaba para sus canoas. El medio día del 25 regresaron ambas lanchas con 1? mayor felicidad; venían de mar en fuera, pues que biis reconocimientos las habían condu- cido por un canal interno b^ista el puerto de Ir Esperanza, paraje en cuyas inmediaciones esUi- vieron las corbetas en la mañanita del i2, ^' eran frutos de una tan útil excursión, no sólo ¿i plano exacto de aquel puerto, si también un conoci- miento prolijo de todos los canalla internos, pe manera que ni quedase ya dud^t de ser una isla el terreno disputado hasta rntonces como parte del continente, ni dejasen de adquirirse cuantas nociones eran necesarias pira juzgar con recti- tud de las circunstancias y de la utilidad de aquel puerto. Es verdadíTamente singuK^r el terreno del cual se compone el Archipiélago. llz?.t?. cinco canales ó brazos no más anchos por lo común de un tercio de milla, internan por diferentes rumbos, terminando en unas ensenadas pequeñas, elegidas por los naturales para otras tantas po- blaciones ó rancherías. Los dos canales del Es- nordeste y Este, cuyos principios había recono- cido el Capitán Cook, terminan en los pueblos de Tlupananuc, y el canal que conduce al puer- to de la Esperanza, se ramifica al Norte en otros tres, de los cuales el primero ó más oriental va á parar al Tasis, residencia del soberano Ma- cuina; el segundo se dirige al pueblo del jefe subalterno Natzape, y el tercero, aunque no de menor extensión, parece, sin embargo, tener desiertas ambas orillas y la ensenada del fondo. Por lo común en todos los canales no se alcanza el fondo con 60 brazas aun en la inmediación de las orillas; los árboles y las piedras suplen aquel inconveniente para dar espiar "ina embarcación que quisiese internar en ellos, ó bien navegando desde el puerto de la Esperanza á Nutka, ó al contrario. Según referían los Oficiales Comandantes, fueronal principio recibidos en las diferentes ran- cherías, con el semblante más desapacible y tur- bulento. En la de Tlupananuc (estando ausente este jefe).vieron retirarse las mujeres y los niños al paso que se les aproximabar. varios hombres armados con bastones, y sordos así á las protestas CORBETAS DESCUBIP-RTA Y ATREVIDA 193 prano, vino deseada; la into, evolu- en las pri- as corbetas; por los mis- beta y luego p. Tanta efi- ia menos de iTespondien- 1 también la las mayores nbas lanchas lar en fuera, ibían condu- puerto de Ir aciones es*,u- lel i '2, verán EÓlo ¿i plano 1 un com^ci- internos, pe ser una isla ;s como parte rirse cuantas gar con recti- L utilidad de [ terreno del llz?.t?. cinco por lo común lor diferentes das pequeñas, ras tantas po- males del Es- labia recono - :n los pueblos iduce al puer- •íorte en otros ás oriental va soberano Ma- leblo del jefe aun'que no de nbargo, tener ida del fondo, no se alcanza nmediación de ,s suplen aquel a embarcación ien navegando ;a á Nutka, ó Comandantes, diferentes ran- apacible ytur- stando ausente res y los niños 'arios hombres á las protestas de paz, como á los regalos qie les ofrecían. Fué aún m jcho mayor el número de gente armada que se les presentí^ ^n el Tasis ó ranchería de Ma- cuina, tomac'a además por los naturales la pre- caución de dispaicti áz ?ntemano algunos fusila- zos. La alarma se había difundido por todas partes; las canoas abandonaban ln pcaca, al momento que los apercibiesen. El mismo Ma- cuina, aun después que los dos Oficiales le manifestaron la mayor confianza, saltando solos en tieira y haciendo apartar las lanchas á alguna distancia de la orilla, no solólos recibió con una mezcla de enfado, de frialdad y de temor, sino que quiso ostentar su poderío, manifestándoles un armero con quince fusilar, para cuya custo- dia estaba inmediato un natural descansando con la mayor formalidad sobre el arma. Esta escena bastaba, sin duda^ para ocupar toda la atención de nuestros Oficiales; pero de- bieron muy luego torcerla á otros espectáculos dignos de una mayor admiración; y eran antes la vista de algunas vidrieras puestas en la casa de Macuina, y luego el rostro agradable de la mu- jer favorita de aquel jefe: era ésta una joven de veinte á veinticinco años, hermana de Natzape y en su agrado, color y facciones, capaz de so- bresalir aun donde estén bien determinadas las ¡deas de la hermosura. En el entretanto, Macuina se había vuelto mucho más humano y afable, pues podía no du- dar de las intenciones pacíficas de nuestros Ofi- ciales; los condujo á ver su tesoro de barras de cobre, los acompañó después tn un corto paseo que dieron al frente de ' que hicieron á Natzape, quiso también seguirlos hasta sus mismas lan- chas, en donde se le regaló como era debido, quedando desde aquel momento bien vindicadas nuestras intenciones pacíficas y al parecer enta- blada con nudos mucho más estrechos una amis- tad sólida y duradera. No había incurrido Tlupananuc en esta des- confianza general. Aunque fuesen .las diez de la noche atracó á las lanchas al tiempo de volver de la pesca con una seguridad que manifestaba así la rectitud de sus intenciones como el cono- cimiento de las nuestras: brindóse á visitarnos en la mañanita siguiente, y se despidió tan sólo cuando dirigiéndose los nuestros hacia el Tasis, debió temer la indignación de Macuina, si le su- pusiese, ó cómplice, ó el autor de aquella nave- gación. Se despidió con varios pretextos, bien que prometiendo entregar muy luego á la corbeta la carta y credenciales que le habían confiado. Bien examinado por los Sres. Espinosa y Ce- vallos el número de habitantes que existían en los contornos, y formaban digámoslo así, la so- ciedad subordinaba á Macuina, le .supusieron próximamente de 4.000, constituidos por la ma- as casas y en la visita su suegro; finalmente. yor liarte á vivir de una pesca no muy abundan- te, y alternando su morada según aquella nece- sidad, en el verano hacíala orilla del mar, y en el invierno hacia los canales internos. Agregaron iambién á esos conocimientos el examen del suelo y de la vegetación, la colocación geodésica de vaVios montes internos, y finalmente, la visita de un cementerio en una isla desierta, todos da- tos que nos proporcionarán en los capítulos si- guientes el dar una idea cabal de aquellos con- tornos. Para este último intento fueron también con extremo felices para nosotros los dos días si- guientes del 26 y 27, pues concurriendo á bordo de ambas corbatas los dos herma os Natzape y Nanikiur, jóvenes de un talento, comprensión y afabilidad singulares, nos suministraron tales ideas, tan claras y tan extrañas sobre su religión, origen, leyes, costumbres, sistema gubernativo, comercio y geografía interna, que nos pp.rccía una ilusión el comprendernos recíprocamente con tanta velocidad. E- ire los muchos Oficiales que como era natural, conociéndola importancia de esas ideas se cebaron con más ahinco á desentra- ñarlas de la oscuridad en que estaban envueltas, merecerá siempre en nuestra memoria un lugar distinguido el Teniente de navio D. Antonio To- va, el cual, usando oportunamente de una sin- gular paciencia y agrado, de un mediano conoci- miento del idioma y, sobre todo, de un método bien claro y ordenado de preguntaí', nos guió con pasos rápidos á aquella serie importante de ideas fisiológicas, que procuraremos extender con cla- ridad en los tomos siguientes. En h mañana del 27 tuvimos también una nueva vista de Macuina, que habíamos solicita- do por diferentes emisarios, insinuándole que deseábamos con ansia ratificar nuestra amistad con él, y atestiguarle con regalos de mucho va- lor cuánto ' os interesábamos en la solidez de una paz recíproca éntrelo? suyos y los de nuestro establecimiento. La condu>. a de las lanchas y el trato acorde de las corbetas ya no podían de- jar la menor duda sobre la rectitud de nuestras intenciones, tanto más que las afianzaban así el ningún empeño para la adquisición de las pieles, como la prontitud de la salida, luego que nos habíamos proveído de agua y leña. Tantas razo- nes, y mucho más la esperanza de un buen rega- lo, habían efectivamente obrado con mucha fuerza en el corazón de Macuina, y se leía aho- ra bien clara en su semblante esta transforma- ción deseada. Tomó algunas tazas de té á bordo de la Atrevida, costumbre que se hallaba bien introducida entre sus parientes y jefes subal- ternos; adornó la cabeza con una especie de tira de grana, en la cual se cosieron algunas estre- llitas de cristal; alegó las razones de pesca y de su poca robustez, que no le habían permitido vi- 26 F 16 y 3} ¡ üt — ffiiTiiía ,*ii^ «94 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO a; sitamos con más frecuencia; tínalmente, encare- ció con colores bien vivos y nobles la actual si- tuación suya, que precisándole á vivir á alguna distancia del mar, le hacía carecer del alimento y le tenía ahora tanto más débil y extenuado, cuanto mayores habían sido anteriormente sus fuerzas y su destreza, hasta el punto de atacar sólo una ballena para arponearla. Dos velas para canoa, cuatro cristales de ventana, una plancha de cobre, algunas varas de paño azul y pocas piezas de quincallería, fueron luego los regalos que se le dieron en la Diíscubiiíuta. Ratiticó en aquella ocasión la cesión del terreno que había liecho anteriormente para d actual estableci- miento nacional; nos aseguró que iiabría entre unos y otros una paz duradera; y últimamente, se despidió manifestando liacia nosotros, con ex- oresiones difíciles de equivocarse, tanto agrade- cimiento y amistad, cuantas habían sido al prin- cipio las muestras de su enojo y desconfianza. A la sazón todos los instrumentos y efectos se habían recibido á bordo, y las tripulaciones de las lanchas hal)ian logrado de un regular des- canso y libertad; nos pareció, por consiguiente, que en la misma noche pudiéramos dar la vela con los primeros soplos del terral, y á este fin se dispusieron ó recogieron las amarras para levar- nos sobre el ancla. »i Pero en cKie concepto no estaban bien funda- dos nuistros razonamientos, los cuales, á la ver- dad, suponían en las coibetas unas calidades de- masiado aventajadas; pues que era preciso con- tra la revesa de la marea montar de bolina las piedras inmediatas de lu punta del puerto, de las cuales no distábamos á pique del ancla sino dos cumplidos de corbeta. Dos veces la Descubier- ta dio la vela, y dos veces cayó sobre las pie- dras, de las cuales, sin embargo, bastaban á pre- caverle los solos botalores por el fondo con e.xce- so acantilado; á la sazón refrescó mucho el te- rral; fué inútil una espía que habíamos tendido afuera; y las que dimos á la Atrevida para que nos sostuviese sobre su ancla, no sirvieron, sino para hacerla garrar hacia el mismo paraje. Debimos, por consiguiente, desistir hacia la media noche de la idea de levarnos y disponer al- gunas espías para tomar una posición mejor, la cual se consiguió sin la menor avería hacia las dos de la mañana. Nos franqueamos al otro día sobre espías, de modo que el terral ya nos fuese favorable, y así luego que puesto el Sol se dejaron apercibir las primeras ventolinas del Nordeste, no diferimos en dar la vela y gobernar con todo aparejo á los rumbos, que con más brevedad nos franqueasen de la punta de los arrecifes. No fué este objeto difícil mediante el viento del Norte, el cual continuó fresquito en toda la noche. Al amanecer demoraban la punta San Es- teban al Norte 52' Este de la aguja distancia cinco á seis leguas la tierra más Este al Norte 87" Este, y la boca del puerto al Norte 15° Este, cuya posición combinada con un tiempo suma- mente apacible y placentero, nos hacía arbitros de la navegación siguiente. La costa que seguía al Sur del puerto de Wutka hasta unirse á la de California ya podía considerarse para la oportuna dirección de nues- tras tareas bajo un semblante bien diferente al con que debíamos mirar las costas más septen- trionales. No ignorábamos, que en el año pasado los Oficiales Martínez y Quimper del Departa- mento de San Hlas, habían costeado hasta entrar en el Estrecho de Fuca; que actualmente se ha- llaba con el mismo objeto el Teniente de navio Elisa que no distaba, de allí sino muy poco el puerto de los ^Mártires, visitado en 1775 por el Comandante Cuadra; que D. Bruno Hezeta en el mismo año había continuado aquellos reconoci- mientos hasta el puerto de la Trinidad; y que allí podía luego fijarse con seguridad el principio de las útiles tareas de Sebastián Vizcaíno en el año de 1602. Con esas reflexiones ya nuestra derrota si- guiente la cual debía conducirnos á la bahía de Monterey, pudo prefijarse para que fuese más segura y expedita, á una mayor distancia de la costa: sería fácil después el atracar y reconocer de cerca aquellos puntos que pareciesen los más importantes; y entre ellos merecía seguramente un lugar no postrero la entrada de Hezeta, la cual si bien conforme en mucha parte con las señas del río y entrada de Martín de Aguilar, no dejaba sin embargo de suministrar nuevas combinaciones favorables á los defensores de la comunicación de ambos mares. Navegábamos en el entretanto á no mucha distancia de las islas que desde la Punta de San Esteban conducen hasta la entrada del Estrecho de Fuca. Vióse entre ellas antes á la vela y des- pués fondeado al abrigo de las isletas más fora- nas una fragata mercante de los Estados Unidos de la América, ocupada sin duda en el tráfico de las pieles de nutria para conducirlas á Can- tón. Nosotros con un mediano andar propasa- mos muy luego aquellos parajes, y alcanzamos en la noche inmediata las cercanías del Estrecho de Juan de Fuca. Las sondas, á una distancia de cinco leguas de la costa, indicaban el fondo de 58 brazas piedra. Nos hallábamos, pues, al amanecer del 3, de- lante de aquel Estrecho decantado, que en los tiempos pasados y en los presentes había sido el objeto de muchas navegaciones apócrifas, las cuales, facilitando en esos paralelos la comuni- cación de los dos mares, deleitaban á lo menos, cuando no convenciesen, las ansias del político y del comerciante. Debimos separarnos de ella, á Sel. CORBETAS OBSCUBIBRTA Y ATREVIDA i95 ja distancia ste al Norte rtei5°Este, empo suma- acia arbitros 1 puerto de nia ya podía ción de nues- i diferente ai más septen- :\ año pasado del Departa - hasta entrar mente se lia- nte de navio muy poco el 1775 por el He^eta en el los reconoci- dad; y que allí :1 principio de aino en el año ra derrota si- á la bahía de ue fuese más listancia de la ar y reconocer ciesen los más 1 seguramente de Hezeta, la parte con las n ds Aguilar, nistrar nuevas efensores de ia 3 á no mucha L Punta de San a del Estrecho i la vela y des- etas más fora- 3stados Unidos a en el tráfico ucirlas á Can- •indar propasa - y alcanzamos as del Estrecho ma distancia de 1 el fondo de 58 necer del 3, dé- lo, que en los ntes había sido s apócrifas, las ¡los la comuni- an á lo menos, ias del político arnosde ella, á ?.cr j Spt. la verdad con algún rubor, viendo cuánto serian útiles unas pesquisas diligentes en aquel \rclii- piélago inmenso; pero la estación y el plan de nuestro viaje asi nos lo dictaban, y por consi- guiente los rumbo:> del Sur, muy luego nos con- dujeron á paralelos más bajos. En la navegación siguie jte hasta el Cabo Mendocino ya los tiempos fueron tan apacibles y constantemente favorables, que nos recordasen más bien los climas placenteros de entre trópicos. Reconocíamos frecuentemente la costa, cuando no lo hiciesen absolutamente imposible las cir- cunstancias. Las sondas á una distancia de cua- tro 6 cinco leguas alternaban desde las 40 d las 60 brazas; veíamos en tomo solazarse tranquila- mente las ballenas, los lobos marinos y las nu- trias; eran más frecuentes las aves; y las costas presentaban siempre un semblante frondoso y alomado. Delante de los Cabos Perpetua y Flattery del Capitán Cook, debíamos admirar de nuevo la exactitud de las descripciones de aquel navegan- te. No se equivocaba, por cierto, cuando contra el dictamen de los demás creía ser barrancas, las que tenían el semblante de ser pedazos de hielo. La costa efectivamente es toda abarran- cada á la orilla, ó más bien llena de manchones blancos de arena, siendo luego interiorm ;nte de regular altura, algo desigual, cubierta d^; arbo- leda y con varios cerritos que encadenándose terminan en otros montes más altos hacia el Norte. Siguiéronse luego reconociendo el Cabo Di- ligencia del Comandante D. Bruno Hezeta, el Cabo Blanco de Martín de Aguilar, las inmedia- ciones del Puerto de la Trinidad; y finalmente, en la mañana del 6 estuvimos á la vista del Cabo Mendocino. Este Cabo debe considerarse como el verdadero término de los reconocimientos de Sebastián Vizcaino; pues á pesar que la fragata destinada en su conserva alcanzase el Cabo Blan- co y boca del río de Martín de Aguilar, fué esta navegación hecha con demasiados riesgos y pre- cipitación, para que pudiese describirse la costa intermedia con Ja misma escrupulosidad, exacti- tud y primor que había empleado aquel Almirante hasta el dicho Cabo. Ya nuestra navegación hasta la Punta Reyes, en las inmediaciones del puerto de San Francis- co, debió por naturaleza ser bastantemente ace- lerada. Corren allí los vientos constantes del Noroeste; las aguas toman por la misma razón una dirección permanente al Sur; son las costas acantiladas, y la sonda extendida hasta unas cin- co leguas mar en fuera, pero rara vez se disipa la neblina y esto hace que haya un peligro verda- dero para el navegante cuando intenta fondear en el puerto de San Francisco ó en el de Mon- terey. Por lo que toca á las inmediaciones del primero, fuimos bastantemente felices, logrando después de algunas horas de pairo ó bordos cor- tos, avistar la Punta Reyes, y aun situarla por medio de algunas observaciones en buena la- titud y longitud, pero fuimos al contrario rodea- dos dt muchos riesgos, antes navegando desde el Sur del Puerto de San Francisco á la Punta de Año Nuevo, y después desde ésta al fondea- dero de Monterey: equivocáronse en el segundo tránsito las situaciones respectivas, al tiempo ([ue refrescaba mucho el viento; oíanse confusos los cañonazos de correspondencia del presidio, y la neblina se hacía aún más espesa; orzamos al Este ya propasada la Punta de Pinos, y el hallar- nos repentinamente sobre una costa llena de arre- cifes, cuando aún ignorábamoü nuestra situa- ción verdadera, nos dictó como el partido más prudente el de dar fondo á un ancla en 28 bra- zas arena y conchuela. Esta posición de ningún modo podía pare- cemos favorable, y desde luego hubiéramos dado nuevamente la vela, si el viento, la mar gruesa, la oscuridad y la demasiada inmediación de la costa no nos lo hubiesen manifestado como im- practicable. La tarde y noche del 11, debieron por la misma razón causarnos, un cuidado no común. Todo nos indicaba un fondo lleno de piedras, en el cual no resistirían tal vez los ca- bles; la mar era gruesa, y la costa á muy poca distancia tan llena de arrecifes, que pareciese imposible salvar persona alguna, si naufragá- semos en ella; por otra parte, oíamos por los tiros de conserva de la Atrevida (necesarios por la neblina constantemente espesa) que se ha- llaba en la misma situación que nosotros. Debió pues parecemos al día siguiente bien feliz la no esperada alteración del viento que roló al Nornoroeste y al Norte, y así no titubeamos en picar el cable dada la vela sobre codera, ciñendo luego con regular aparejo para adquirir nuevo barlovento, y dirigirnos al fondeadero. Todo el día fué necesario para este intento. Internamos en la bahía hacia las cuatro de la tarde: la vista accidental de la costa, el ruido de sus rompientes, y á veces los cañonazos del pre- sidio servíannos de guía para los diferentes bor- dos que se ¡liciesen preferentes, ya que el viento se había declarado flojo por el Sudoeste; final- meúce, calmado éste de un todo hacia las ocho, dimos fondo á un anclote en 20 brazas arena, y como después nos enterásemos con el bote cuál era nuestra posición relativamente al fondea- dero, emprendimos el arrimarnos á él con espías, y en la mañanita del 13 pudimos ya quedar amarrados en ¡/araje oportuno, distando una me- dia milla escasa de la playa del presidio. Hasta entonces, la idea que debíamos formal- de aquel puerto era bien contraria al semblan- te favorable con que la habíamos mirado desde S«. rt i^í^.}<^.-i^i:' ^r Sel. II t96 VIAJIi ALRRDKDOK DHL MUNDO lejos. Considerábamos ya bien fundados los de- seos de los navcKsntes de Filipinas, para que no se hiciese escala en aquella rada á pesar de las escaseces que después de una navc^íación tan di- latada debían precisamente molestarnos hasta Acapulco: una entrada bien dudosa poi íalta de observaciones, y de la vista de tierra, un cielo constantemente triste y neblinoso, las inmedia- ciones harto peligrosas de la Punta de Pinos y la misma disposición del fondeadero, cuyo ex- tremo del Norte mal podría abrif,'ar!e de los vientos reinantes, distando próximamente unas doce leguas por la Punta del Año Nuevo, eran otros tantos obstáculos para que pudiésemos for- mar una idea mediana siquiera de aquellos con- tornos. Pero no eran fundadas nuestras conjetu- ras; antes bien, variando muy luego la faz de to- das las circunstancias, debíamos conocer que di- fícilmente pudiera proporcionarse mejor escala páralos buques, que de la costa septentrional de la Amúi ica vienen ya para la caída del verano aproximándose al clima menos temible de los Trópicos. En la recopilación de las noticias políticas y naturales de la California, se hablará con la de- bida extensión de cuanto sea relativo al descu- brimiento y sucesiva reducción de las costas y de sus habitadores á la Monarquía española. Ahora nos ceñiremos á decir, que el presidio de Monterey, residencia del Gobernador de la pro- vincia, se compone de un cuadrilongo cerrado y fortificado, en el cual habita una compañía de 63 hombres de á caballo con Teniente y Alférez: habiendo lugar, aunque con alguna estrechez, para que cada uno viva con su mujer é hijos. In- mediato á la Marina está un pequeño almacén, sin duda dispuesto para el uso de los buques del Departamento de San Blas, que con diferentes objetos arriban anualmente á la rada, y no dista más de dos leguas hacia el Sueste la Misión de San Carlos, que sobre el río Carmelo reúne bajo la dirección de los Padres Franciscanos, un número crecido de indios recién atraídos á la re- ligión y á la vida sociable. No bien habíase disipado la neblina, cuando ya prontos en la playa los instrumentos necesa- rios, D. Juan Vcrnaci pudo tomar las alturas co- rrespondientes del Sol y deducir la longitud por los relojes marinos, fijando al mismo tiempo la primera época para el examen de su marcha. Los resultados de aquella observación, fueron los si- guientes: Cronómetro 7a. Cronómetro 71. Longitud oriental de Nutka... 4.45.32 4.46.38 De suerte quc v.cr.íInuando la serie de nues- tras longitudes y adoptada con preferencia la del cronómetro 72 por conformarse mucho su actual movimiento con el que se le había determinado en Nutka, resultaba la longitud occidental de Cá- diz de 124" 2j' 14" para el observatorio, el cual para mayor comodidad se había transferido á una buena habitación del cuadrilongo. Como la escala nuestra en Monterey no tu- viese en sí otro objeto sino el natural progreso de aquellas ciencias, que estuviesen á nuestro al- cance, y al mismo tiempo aquel descanso y ali- vio á las tripulaciones, que las hiciesen aptas á resistir á las enfermedades y á los trabajos con que debían nuevamente arrostrar bajo de la Zona Tórrida, muy luego nuestras medidas debieron di- rigirse por la una parte á la combiníición de una ración sabrosa y abundante, con aquella libertad y dis'ersiones que fuesen compatibles con el ser- vicio; por la otra, á las excursiones botánicas y demás noticias instructivas del país importante que ahora trillábamos: ciertamente es difícil ha- llar otra parte alguna más adecuada para uno y otro intento: eran los días suavemente serenos, por manera que las observaciones astronómicas no tuviesen la menor interrupción; la caza, la pesca, la actividaa de los soldados del presidio y los ganados e.\celentes que pastaban en aque- llas inmediacionea, suministraban ya una comi- da bien sabrosa, ya varios objetos tan nuevos como instructivos para la Zoología. Proporcio- nábase luego por las tardes una alegre corrida de novillos; á las veces las excursiones á caballo á la Misión no distante del Carmelo; en otras unos paseos entretenidos en aquellos contornos, y por último, la reunión puntual de todos á bordo, cuando se retiraban las embarcaciones menores, no podían á menos de robustecer extremadamente á la marinería. Admiraba D. Tadeo Heenke que en un Hima tan favorable á la vejetación, se hallase ahora una nueva fructificación casi tan completa como la de la primavera, y que las ori- llas frondosas del Carmelo reuniesen en sus in- mediaciones al mar una tal variedad de plantas (traídas sin duda sus semillas con las vertientes del invierno), que parecían pertenecer más bien al dilatado espacio de más de cien leguas, que al término bien limitado de nuestras excursiones. Era natural, que ó bien p¿)r una honrosa emulación ó por aquel instinto sociable que reúne los intereses de los que se hallan en un mismo trance, no nos fuesen indiferentes las noticias aun más frivolas de los accidentes de la ex- pedición francesa mandada por el Conde de la Péyrouse. \'arios le habían conocido, y to- dos unánimes admiraban las propiedades que caracterizaban á los individuos de aquella ex- pedición. El observatorio de Mr. Dagelet había permanecido en el almacén de la playa. E! se- ñor Lamanon y el Abate Mongés alojaron por ! algunos días en la Misión, desde donde empren- dían sus exámenes físicos y las excursiones bo- tánicas. El Sr. de Vancij dejó representado con Sel. II mñ ental de Ca- brio, el cual aiisferido á ), terey no tii- nl prof^ieso á nuestro al- canso y ali- :sen aptas á trabajos con 0 de la Zona debieron di- ición de una ella libertad s con el ser- botánicas y importante s difícil ha- i para uno y nte serenos, istronómicas la caza, la del presidio )an en aque- a una comi- tan nuevos . Proporcio- ;re corrida de í caballo á la n otras unos tornos, y por los á bordo, íes menores, •emadamente deo Heenke ■ejetación, se :ión casi tan y que las ori- n en sus in- d de plantas as vertientes cer más bien eguas, que al excursiones, una honrosa )le que reúne ;n un mismo las noticias ;s de la ex- 1 Conde de locido, y to- )iedades que aquella ex- agelet había laya. El se- llo jaron por nde emprpii- ursiones bo- ssentado con Sil, u CORRKTAH DESCUBIERTA Y ATREVIDA «97 Á muchr- artt en una lámina pequeña el recibi- miento hecho en la misma Misión á los señores de la l'cyrouse y Lnngle con muchos de sus Oh- cíales; finalmente, hallábamos como dignos ras- tros de aquella expedición y de la humanidad de sus jefes, así una porción de semillas y árboles frutales ya propagados en aquella Misión y en las contiguas, como una pequeña máquina para moler trigo, (¡ue el Vizconde de Langle había regalado á los Padres de la Misión. Por lo que toca á los resultados de sus tareas científicas, no era menor al que habíamos hallado en Con- cepción de Chile el sigilo que habían guardado, haciéndose por consiguiente imposible de nues- tra parte una comparación cuidadosa, que diese margen á toda la perfección (|ue deseábamos particularmente en las cartas hidrográficas. Eran varios los conceptos sobre el paraje y las cau- sas de la desgraciada pérdida de las dos l^.nchas de la misma expedición, sobre cuyo trance la Oficialidad guardó siempre el mayor sigilo, aven- turándose solo uno ú otro de las clases subalter- nas á hablar con los nuestros de aquella espe- cie lastimosa, y resultando por consiguiente muy equívocas y confusas cualesquiera interpretacio- nes de semejantes voces. Entre los que con más juicio y conocimiento pudieron satisfacer en esa parte á la natural curiosidad nuestra, débese sin duda el primer lugar al Presidente de las Misiones el Padre Fray Matías de Lasuen, del Orf' n de San Fran- cisco, sugeto de una doctrinr. , un semblante y una conducta realmente apostói.cos, y de unos modales é instrucción poco comunes. Este reli- gioso, había con mucha ra;{ón merecido el apre- cio y amistad de entrambos Comandantes fran- ceses y del mayor número de sus sul)alternos, logrando darles una idea de nuestro sistema re- ligioso de las misiones, que debió causarles tan- ta mayor admiración, cuanto era maxor el en- cono mal cimentado de muchos escritores mo- dernos contra ese sistema confundido hasta aquí, á las veces con la superstición, otras con los vicios particulares de uno ú otro individuo, y á veces con los defectos indispensables de la demasiada distancia y exunsión. Al medio día del í6 tuvimos también la sa- tisfacción de ver aparecer inmediata al puerto una goleta nacional, que para las dos de la tarde ya consiguió el dar fondo cerca de las corbetas. Era la Santn Saturnina del Departamento de San Blas, que en conserva del paquebot San Car- los y á las órdenes del Teniente de navio Don Francisco Elisa, había salido de Nutka para con- tinuar los reconocimientos de la costa al Norte y al Sur, y los vientos habían precisado á entram- bos buques á emprender sus tareas desde el Es- trecho de Fuca, en el cual luego habían perma- necido todo el verano por la mucha extensión de los canales internos. Últimamente, desemboca- ^'' "* dos para regresar á Nutka, se habían separado, y luchando en balde la goleta por muchos días para elevarse á la latitud piecisa, bahía debido, por falta de agua, arribar A Monterey. Debía parecemos bien feliz la llegada de aquel liU(|uc cuando la refiriésemos á una tentativa (|ue me- ditábamos hacer con nuestras lanchas para el n cobro de las anclas perdidas al Sur de la Punta de Pinos. Debi.i fondear á alguna distancia del ras- treo para depósito de los víveres y pertrechos que se llevasen, recibir las anclas y cables si acaso pudiesen recobrarse, y convoyar las lan- chas si alguna adversidad las obligase á correr al Sur no pudicndo reincorporarse á las cor- betas. Se le proveyó por consiguiente con agua- da, víveres y amarras oportunas, y en la noche del r8 dio la vela con las mismns lanchas. Diri- gía esta operación el Teniente de navio D. Caye- tano Valdés en la lancha de la Descitbierta; la de la Atrevida iba confiada á D. José Robredo, y D. Ii.inoisco Viana tuvo el cargo déla goleta, de modo que las lanchas no careciesen jamás de aquellos auxilios y abrigo que les eran tan nece- sarios. La ausencia se ciñó á dos días. Las ins- trucciones eran terminantes para que no se ex- pusiesen ni remotamente á un naufragio; y las esquifazones de ambos buques, se formaron con aquellos marineros que reuniesen en mayor gra- do la inteligencia, la quietud y la resistencia al trabajo. lira bien extraordinario (jue mientras en el iJ puerto gozábamos (particularmente desde las nueve de la mañana) de una claridad singular en los cielos y en los horizontes, nuestras lanchas tuviesen á tan corta distancia una neblina tan espesa y constante, que á veces sujetas con la rastra, no se distinguían sin embargo una á otra: un inconveniente de esta especie hubiera sido por sí decisivo para el malogro de la em- presa, á no concuiTÍr una actividad é inteligen- cia poco comunes en los que se habían encarga- da de llevarla á efecto. Trabajaban indiferente- mente de día y de noche cuando una clara aun- que momentánea les permitiese buscar las mar- caciones del fondeadero; los cañonazos de la go- leta fondeada, los avalizaban entre las neblinas; el ruido de las rompientes y la sonda, eran otras guías para las distancias; finalmente, el rastreo era tan seguido en las ocasiones favorables, que á veces no se interrumpiese en ocho y diez ho- ras, pero era un obstáculo invencible para el buen éxito, la muchedumbre de piedras que ha- llaron en el fondo: con este inconveniente debie- ron perder mucho tiempo, interrumpir la direc- ción de la rastra, rozar las guindalezas, y aban- donada toda esperanza de cobrar un ancla si- quiera, regresar al puerto para el plazo prefijado. Á I9S VIAJE ALREDBnOR DEL MUNDO J »*l i« Concluidos nsi los diferentes objetos que nos habíamos propuesto en a :"eiia cicala, pareció ya licn'ado el pia^o oportuno de la salida, para aprnvirriTrpos pauliitinanientc á Acapiilto, La lijamos para la mañana del ¿5, ocupindonos en los pocos días restantes á extender las sondas de la bahía por difcrentcH rumbos, h proveernos de algún ganado fresco para el uso de las tripula- ciones, y á completar nuestros acopios para el Real Gabinete. Las corbetas quedaron efectiva- mente á pique de un ancla á las nueve de la ma- ñana del día prefijado; poco después, con los primeros soplos de la vira/ón, se hicieron á la vela ciñendo al primer cuadrante con todo apare- jo, y en la noche siguiente después de varios bordos se hallaron bastantemente enmaradas pa- ra continuar su navegación al Sur. Era esta ya por su naturaleza bien sencilla, frecuentándola anualmente los buques de San Blas y las Naos de Filipinas; al paso que los vientos cois'antes y favorables del Noroeste la hacían sumam.nti corta y descansada, continuó con estoü antecedentes nuestro método de nave- Kar durante la noche propasando sin reconocer- los, algunos trozos de costa. Logróse sin embar- go el situar con mucha exactitud por medio de observaciones repetidas, la Punta de Pedernales á la entrada del canal de Santa Bárbara, algu- nas de las islas que forman el dicho canal, la otra de San Nicolás, que está al Oeste de todas, y la de Guadalupe que suele muchas veces ser- vir de reconocimiento ó recalada para las Naos ya indicadas. Esta última isla puede verse desde la cubier- ta á distancia de 13 ó 14 leguas; es más eleva- da por la parte del Norte, sus orillas son escar- padas y sin abrigo alguno. No se encuentra fon- do á distancia de una milla y media. Parecen igualmente cortados á pico los islotes ó pedrus- cos del Sur; es su latitud de 28° 49' y la longi- tud 3° 23' al Este de Monterey. Atracada nuevamente la costa por latitud de 28" 22', nos fué fácil reconocer de cerca las Islas de San Benito y la del Cerro. En la segun- da, ya inmediatos al Cabo vSan Agustín admirá- bamos de nuevo la exactitud de las descripcio- nes de Sebastián Vizcaíno, ni las hallamos me- nos prolijas sobre la Isla Navidad, el Cabo San Bartolomé y la Punta de Abre Ojos, todos para- jes que reconocimos después con una atención ni- mia. Finalmente, alcanzados en la tarde del 4 el Mono de San Lázaro y la bahía de Santa Mari- na, y al día siguiente la Misión de Todos San- tos, pudimos para la mañanita del 6 estar delante del célebre Cabo de San Lucas, extremo meridio- nal de la Península de California. Nos era doble- mente agradable aquella posición, así porque pudiéramos referir á nuestras cartas las obser vaciones hechas en la Misión de San José por el Abate Chappc y O. Vicente D02, como porque 'm. .i ij él Separación de la Atrevida á perfeccionar el reconocimiento de la costa entre Cabo Corrientes y Acapulco, üct. 6 Desde la mañana del 4 me había prevenido D. Alejandro Malaspina el separarme para com- pletar las operaciones del mes de Abril, aten- diendo á la escasez de anclas de este buque para fondear en la rada dt: San Blas, á donde la Descubierta se dirigía para recibir en aquel departamento los auxilios necesarios que no pudiésemos encontrar en Acapulco; y como de- jase á mi arbitrio el momento de la separación, acordamos á la vez navegar unidos hasta el Cabo de San Lucas, en cuyo, meridiano pensaba yo observar longitudes. Efectivamente, puestos á dos millas del refe- rido Cabo poco después de las ocho de la ma- ñana del 6, observamos longitudes en su meri- diano. Corrigióse para la marcación del Cabo con la variación de la aguja de 7" Nordeste, resultando la longitud por el 105 de 11" 56' oriental de Monterey. Según noticias adquiridas en Méjico por el Teniente de navio D. José Espinosa, supimos que la diferencia de meridianos entre el Cabo de San Lucas y la Misión de San José, era sólo de 26' y no de 1° 00' como suponían las cartas de Cuadra y la del Piloto Mendizábal; y conside- rando aquella deducción sin duda por una estima Ue-t. r. .,.J 200 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO "'"<'' piolija Ó por marcaciones ligadas entre ambos puntos, debíamos mirarla como bastante exacta. Longitud (le San José astronómica- mente occidental de París II20O2'OO El Cabo de San Lucas al Oeste por su posición 00.26.00 Longitud del Cabo de San Lucas Oes- te de París 112 , 28.00 Monterey al Oeste del Cabo de San Lu- cas por los horarios 11.56.00 Luego longitud de Monierey Oeste de París 124.24.00 Longitud asignada por los cronómetros á Monterey : 124.53 14 Inmediatamente que se tomaron los horarios, se forzó de vela gobernando ?.' Sudeste '/; l^ste á buscar el paralelo de Cabo Corrientes, y la Descubierta siguió barajando la costa á la en- trada del CfoH'o de California ó puerto de San José, y ya al medio dia nos perdimos de vista. Ni el tiempo hermoso, ni el viento aunque , bonancible no dejó de ser constantemente favora- ble, alcanzando de este modo á ver las Islas . 9 Marias en la mañanita del 9 á distancia algo más de diez leguas, según lo indicaron las bases, llegando al medio día a la latitud de 20" 43' y longitud de 15" 13' oriental de Monterey. y á las cuatro de la tarde avistamos confusamente al Este las tierras inmediatas al Cabo Corrien- tes. Continuóse el riiivimo rumbo del Este Sud- este, distando á la sazón unas ocho á nueve le- guas de la costa.- Cumplida la latitud del Cabo, se entretuvo la noche entre bordos )■ pairear, á fin de amanecer á distancia conveniente para dar principio á nuestras tareas acostumbradas. Desde las diez empezó á aturbonarse por el Nordeste . con relámpagos frecuentes y algunos truenos, cuyos aparatos y la inmediación áque estábamos de la tierra obligó á ceñir el viento para fuera sobre las gavias. 10 Al rayar el día todo había despejado, y mar- camos el Cabo Corrientes al Norte 60" Este dis- tantes unas cinco á seis leguas. Ceñido el viento al Norte y Nornoroeste se forzó de vela parí atra- car la costa: las corrientes habiéndonos arras- trado al Sur del Cabo, cía. imposible ya ganar su paralelo para la hora de observar la latitud como era mi deseo. El Cabo Corrientes se nos presentaba for- mando á la vista dos puntas que creímos al prin- cipio la más distante, por el verdadero Cabo pero advirtióse luego que rolaba ésta tanto para el Este, que Ir enfilábamos con la más saliente, ó el mismo Cabo al Norte 40° Este; la tierra que le domina más interna es alta y la unen dos órdeiies de montañas que aumentan su número y altura hacia lo interior de ella. Al propio tiempo se alcanzaban á ver el Monte de San Juan y las tierras inmediatas representadas por Oct. .0 la gran distancia bajo la vista de otras tantas is- las como puntos descubríamos. A las nueve de la mañana distando tres leguas del Cabo arribamos al Sudeste '/^ Este, rumbo paralelo á la costa. El viento igual y fresquito, la mar llana y un sumo cuidado en el gobierno para la exactitud de las bases, eran circunstan- cias todas que ocupaban justamente nuestro cuidado para esperar resultados favorables; pero frustróse esta confianza con una diferencia de 7' al Sur por la latitud del medio día siendo ésta de 20° 03', y la longitud de 15" 51', mar- cándose entonces el Cabo Corrientes al Norte 8° Oeste distancia de ocho á nueve .'eguas. Desde esta hora estrechando más la distrn- cia á la costa, seguimos por la tarde favoreci- dos de las mismas circunstancias para trazarla, pero la demasiada inmediación á ella nos hizo conocer visiblemente por las marcaciones, que las corrientes violentamente nos arrastraban en la misma dirección del rumbo. Esta observación nos obligó á reiietir los horarios á las dos y media y cinco de 1. tarde, para también disminuir los errores si la corriente conservase la propia fuerza. Los resultados de unos horarios á otros in- dicaban una diferencia uniforme con la estima, ascendiendo la total desde el medio día á los úl- timos horarios á 28' para el Este. Esta compro- bada experiencia autorizaba la necesidad de co- rrCi^ir proporcionalmente las latitudes de las bases. La costa desde el Cabo hasta rebasar un islote de piedra poco separado de la tierra cerca del Morro Coronado es muy seguida y baja regular- mente desde una ensenada pequeña situada al Sur de dicho Cabo, de tal modo, que nos era di- fícil 'ilegir para las bases puntos notables en la oiúila, y sólo la inmediación á ella iacilitaba el distinguir algunas manchas negras eii la dila- tada playa que casi limita á toda la costa re- corrida hasta aquí. A medida que se interna en el continente, las tierras se elevan por varios órdenes de montañas pobladas de un bosque tan frondoso como impenetrable. A la caída de la tarde hubo muchos truenos y relámpagos que aumentaron al anochecer y una turbonada preparada, todas estas eran cir- cunstancias que exigieron por la noche separar- nos algún tanto de la costa; pero con atención á marcar por la mañana el último punte recono- cido en esta tarde. Así, después de volver áatra- , car la costa, reconocimos al amanecer hallarnos á la vista del puerto de Navidad según lo indi- caban unos islotes que hay á su entrada, los cuale:: no se advertían en otro punto de lo res- tante de la costa. Hiciéronse rumbos paralelos á ella miencras duró el terral, al que no sustituyó 1.:*. ■.l^;.'.jiM h^. M -^f^.y' representadas por Oci. lo i de otras tantas is- s. listando tres leguas te '/i Este, rumbo igual y fresquito, ado en el gobierno i, eran circunstan- ustamente nuestro Itados favorables ; con una diferencia i medio día siendo I de 15" 51', mar- corrientes al Norte nueve leguas, ido más la distcn- la tarde favorecí - icias para trazarla, ón á ella nos hizo i marcaciones, que nos arrastraban en n. Esta observación os á las dos y media mbién disminuir los iservase la propia horarios á otros in- )rme con la estima, medio día á los úl- Este. Esta compro - la necesidad de co- s latitudes de las sta rebasar un islote ; la tierra cerca del uida y baja regular - pequeña situada al odo, que nos era di- mtos notables en la 1 á ella facilitaba el negias ei. la dila- á toda la costa re- a qae se interna en e elevan por varios as de un bosque tan abo muchos truenos .ron al anochecer y odas estas eran cir- or la noche separar- pero con atención á timo punte recono- 3ués de volver áatra- amanecer hallarnos i'idad según lo indi- y á su entrada, los tro punto de lo res- se rumbos paralelos 1, al que no sustituyó /■ Jn'- - 7i£- • -..■'r-^-Mi ".i\ ■V .1 UJ rj a- -j UJ Q 2 0 ' ) < 0 u.i s 7^. 0 Ü IT ( ) -¿ ^ < U3 -0 « f-U rO C5 UJ 0 1-^ x; i ; >- UlJ rr- ( > 0 m 0^ U-¡ <; ,.-1 — j UJ w •p» 0 MJ LO r-j 1x4 (^1 O- •-Í UJ (yO r ) Uh f-> UJ 0 _J ^ 0 Uh r:) 1— ' < !^ ^ -<, u. UJ u¡ 0 < •n ''■ M4 J 'ámímu*^ ['7 í í ■*^* ^ >►''•■• ■í:^.:;..;^. 1 / ¥ •' -j' timil I HMW. . ■' ■■ ■'><-. ^i. IMWBW* ■MM» iiiiiiÉiuiim jMwwwKrfWtewi»» *' i-A,'- CORBETAS DESCUBÍERTA Y ATREVIDA «•r«i la virazón hasta el medio día, hallándonos en latitud Norte de 19° 06' y longitud de 16" 48' 30'' al Este del Meridiano de Monterey, notándose una diferenri al Sur de 18'. Habiendo por la tarde refrescado la brisa? pudimos reconocer la boca del puerto de Navidad por un frontón ó promontorio que aparece isla á cierta distancia con una quebrada notable en medio, y un islote inmediato en el extremo de fuera, y otro algo mayor al Este en la ensenada de Selagua cerca de tierra firme, po/ cayo color y no tener nombre en laá cartas, le pusimos el de Islote Blanco. La costa desde el Islote que está sobre el puerto de Navidad, es de mediana altura, con escarpados de color rojo, y en el extremo Norte tiene varios faralloncitos. Toda la ensenada de Sehgua la limita una playa igual, y ha':ia su medianía se advierten en la falda de un monte - cito dos ó tres manchas blancas, siguiendo des- pués la costa para el Este, escarpada hasta Pun- ta de Suchiche de la cual anochecimos siete á otho leguas. Nuestras operaciones en los dos días siguien- tes, no fueron tan felices como en los anteriores: el poco viento, á veces variable, la costa tomada, y una marejada del Sur difícil de vencerla, fue- ron inconvenientes para malograr el trazarla por esta parte. Sin embargo, la esperanza de po- dei'se adoptar los trabajos por este paraje de nuestro anterior viaje, hacía menos sensible aho- ra la oposinió:i de estas dificultades. También consideraba yo por otra parte, que el punto im- portante en ejíe tramo de costa, era el de las Tetas que engañaron al Lord Anson con las de Goyuca, y llamaremos aquí del Engaño, las cua- les quedaron exactamente situadas en aquella campaña; pues no obstante, al amanecer del 13 se reconocieron muy bien en medio de una cade- na de montañas bien elevadas que las ciñen al Este y al Oeste. Observando al medio día la latitud Norte de 17" 50' y la longitud de 18" 15', marcamos las Tetas del Engaño al Norte 6° Oeste, cuyas ob- servaciones indicaron la diferencia al Sur de 14 y 18' al Este. Con la virazón bonancible del Oesnoroeste seguimos rumbos paralelos á la costa para deter- minar su arrumbamiento, no habiendo puntos notables en este trozo que mereciesen detenerse á reconocerlo. No fueron menores los obstáculos que tuvimos al día siguiente para la continua- ción dé nuestras tareas, y nos consolaba la espe- ranza de que tal vez no los encontrase por aquí la corbeta Descubierta logrando evacuarlas con la perfección necesaria, restando sólo un corto trozo haSkiel puerto Siguatane jo en dondedebían concluirse. Nos contentarnos, pues, con aprove- char todo nionsento favorable á nuestro intento. —■ ^ ^"^^^^77^. ~~ ■""" — ^i=^^.'" . En la mañana del 15 con víentecito de^Ia tierra, se fué costeando á buscar la entrada de Siguatanejc, marcando al medio dhi una isla que está en la misma boca de este puerto al Norte 42° Este, observando la latitud de 17" 32' Norte, y longitud de 19° 51', á distancia de Acapulco como 42 leguas. No fué ya mi objeto otro que el de buscar este puerto con toda diligencia, respecto á nuela costa intermedia quedó bien trazada anterior- mente. Al amanecer, abandonados por el terral nos favoreció luego la virazón fresquita, con la cual contamos coger temprano el puerto, auxi- liados de las corrientes. No distaríamos de él poco después del medio día más de cuatro leguas, cuando vimos un bote dirigirse hacia nosotros, cuyo patrón me informó había salido con dos ca- noas grandes á buscar y socorrer la fragata par- ticular el S-Knimento, que nuy maltratada de un temporal, había quedado como abandonada y casi sin recurso para poder navegar. Con una noticia tan poco circunstanciada para poder inferir el paradero de este buque, no se presentaba partido que tomar, no habiendo podido descubrirle desde los topes, hasta que los informes en el puerto me iluminasen para el acierto de las providencias más conducentes. A las cuatro de la tarde, dentro ya de la Punta del Grifo, emprendimos sobre bordos con todo aparejo tomar el fondeadero, y después de muy poco llegamos á él, quedando sobre un ancla afuera, y rejera á uno de los árboles pró- ximos al muelle. Tercera estada de la Atrevida en Acapulco, y ucurrencias hasta la reunión á la Descubierta, Considerando á la ripulación algo cansada con las maniobras de bordear y de amarrarse, no fué mi ánimo completar esta última hasta el día siguiente, fiado en las bellas apariencias del tiempo, y en mi deseo de proporcionarla^algún descanso. A esta reflexión se agregaba otra no ménus atendible, cual era la agradable ocupación en que todos se hallaban con el cúmulo de cartas de Europa que habíamos recibido, cuyas noticias así públicas como particulares, tan suspiradas por tanto tiempo, debían ser las más interesan- tes aun para quien fuese más indiferente á sen- tir la complacencia que causan. Entre ésííis tu- vimos también la de haber merecido de la piedad del Rey, el ascenso á los grados inmediatos de varios Oficiales subalternos y yo, con otras gra- cias para diferentes individuos de la misma ex- pedición. Apenas nos habíamos ocupado las primeras horas de la noche en gozar el gusto de estas sa- tisfacciones, cuando lad feas apariencias del ti-ímpo vinieron á ocupar justamente nuestro se I» . I a ■mJWBWíH^M'III* 202 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO oct. i5 cuidado. Preparada una turbonada por el Sudes- te, y precediendo muchos truenos y relámpagos, descariñó con muclia fuerza como antes de la me- dia noche. Inmediatamente se calaron vergas y masteleros, dejando caer la esperanza antes que no lo permitiese la falta del cable 6 jarrásemos muy poco; con estas diligencias quedamos tran- quilos, y mucho más viendo pasar por nuestro costado la falúa y canoas que habían salido á auxiliar la fragata el Sacramento, justamente en el momento en que hubieran corrido el peligi'o más inminente. No bien nos habíamos desembarazado de las faenas ordinarias para asegurar el buque des- ■ r pues de serenar el tiempo en la mañana siguien- te, cuando el Subdelegado interino D. Ramón Escalante, acompañado de D. José de la Kiva Agüero, Superintendente de la Real Casa de Mo- neda de Lima y pasajero de la fragata el Sacra- mento, vinieron á proponerme que comisionase la lancha con los auxilios correspondientes para so- correrla, la cual había dejado el segundo pocos días antes en el estado más deplorable, desarbo- lada y sin timón. A la relación menuda de este suceso que me hizo Riva Agüero, me añadió ha- ber podido persuadir al Capitán de la fragata para permitirle venir en el bote á este puerto desde la distancia de 40 leguas á la mai "n donde la dejó para disponer y dirigir los soco- rros necesarios á evitar al buque ó á su tripula- ción el fin más funesto, contando con la .^gu- ridad de ser su paradero al Oeste de Acapulco, en cuya dirección habían notado corrientes muy violentas, y algunos días también para el Norte. Estas últimas noticias dirigidas á probarme el paraje donde podíamos buscar la fi'agaía, se oponían tanto á nuestras recientes observaciones que no pude menos de suponer en las primeras todo el error tan preciso como disculpable en quien carece de los conocimientos del arte. A uno y á otro les hice ver lo infructuosa y aun aiTiesgada que sería la salida de la lancha hasta donde pretendían, y más no p'idiendo apoyarla sobre razones capaces de justificar las resultas. Yo no hubiera titubeado en conceder estos ó ma- yores auxilios, á pesar de que la tripulación ne- nesitaba el descanso después de una campaña tan penosa; y aún con esperanza algo probable de lo- graise el objeto, yo mismo iría con la corbeta á salvar un buque considerado en el último trance según también les manifesté; y suponiendo el que debiese tomar algún puerto ó playa al Sur de Acapulco, conducido por los vientos y corrientes constantes y favorables hacia aquella parte, se- ría entonces socorrido tan completamente como lo exigían la humanidad y nuestra obligación. «9 Con la llegada de la Descubierta el 19, ce- saron ya mis cuidados sobre las combinaciones 6 preparativos para en caso de tenerse rastro de la fragata el Sacramento, pues enterado de todo lo Oci. 1» ocurrido D. Alejandro Malaspina, tampoco halló por conveniente tomar medida alguna ínterin ig- norásemos su paradero. Por fortuna el día siguiente confirmándose a» mis conjeturas, se disiparon nuestros recelos so- bre la seguridad de la tripulación con la agrada- ble noticia de que ésta, desamparando el buque, cogió con las lanchas las orillps del río Papaga- 11o, 18 leguas al Este de este puerto, logrando así salvar sus vidar. y 20.000 pesos de plata acu- ñada que forr.iHbaii la parte más rica de su car- , gamento. El Capitán por una buena precaución de arriar un ancla con 130 brazas del mejor ca- ble, logró salvar también el buque, fondeando éste después en las playas inmediatas á donde había atracado la lancha. Nueva reunión de las corbetas en Acapulco. Muchas causas debían concurrir á represen- tarnos como bien agradable la escala en Acapul- co, pues no sólo veíamos ahora vestidos de un verde hermoso los montes inmediatos que agos- tados del Sol en Abril último llevaban consigo el solo semblante de la aridez y de la quema, sino que dependían también de la llegad :i al mis- mo puerto, el término de una parte considerable de nuestras tareas, la reunión de los compañeros ausentes y el próximo abandono de aquellas cos- tas; ni merecían en nuestro ánimo un menor apre- cio las conveniencias locales del puerto para el alijo de 1, buques, la comodidad del observato- rio, la seguridad del amarradlo y dificultad de la deserción; todo, en fin, parecía prometernos una tranquilidad y descanso poco comunes. Debía seguramente á la sazón causarnos una no mediana complacencia el estado de nuestros buques y de entrambas tripulaciones particular- mente, cuando comparásemos el semblante ro- busto, contento y cariñoso de las últimas, con el color amarillento y la natural desidia, abyección y tristeza que se advertía en los moradores del puerto. No tardamos, pues, un momento en aprove- 1 char una situación tan agradable; desde el día; siguiente se suspendió la suministración de víve- res sustituyéndole la ración en dinero: el señor de Heenke emprendió sus excursiones botánicas, se destinaron á una y otra corbeta parajes opor- tunos para atender al examen de sus víveres, á la recorrida de la tonelería, al reemplazo de la aguada y al depósito de sus pertrechos; final- mente, se estableció el observatorio en una casa bien inmediata al muelle, puesto que no parecía ya prudente el usar de la casa del Castellano, que no tardaría en llegar á su destino, habiendo Su Majestad nombrado el Teniente Coronel D. Pe- dro de Tueros con obligación de residir constan- CORBÜTAS DESCUBIERTA Y ATHEVIUA ap3 de todo lo Oct. ir, mpoco halló la ínterin ig- )nfirmándose »» s recelos so- m la agrada- lo el buque, río Papaga- to, logrando ie plata acu- ;a de su car- , i precaución el mejor ca- ;, fondeando itas á donde icaptUco. á represen- a en Acapul- ;9tidos de un os que agos- fiban consigo le la quema, egacla al mis- considerable i compañeros aquellas cos- 1 menor apre- iierto para el el observato- dificultad ííe prometernos omunes. ausarnos una ■) de nuestros ;s particular- emblante ro- timas, con el iia, abyección loradores del o en aprove- desde el dial ación de vive- ro: el señor de es botánicas, parajes opor- 5us víveres, á mplazo de la rechos; final- o en una casa ue no parecía astellano, que habiendo Su oroncl D, Pe- sidir constan- oct. 20 temente ó en la plaza, ó á lo menos en sus con- tomos. Las primeras alturas correspondientes se de- dicaron como era natural á la deducción de la longitud con los relojes marinos: vimos con mu- cha complacencia, que no sólo concurrían los cronómetros 71 y 72 en determinar la misma di- ferencia de meridianos de 5" 21' entre San Blas y Acapulco, que había determinado el núm. 10 en la travesía anterior de la Atrevida, si tam- bién que se reunían con una exactitud difícil de imaginarse los misi.-'os cronómetros, con el re- loj 105, para determinar 'a diferencia de longi- tud de 9° 45' 18" entre el Cabo San Lucas y nuestro observatorio de Acapulco. Los reconocimientos de la corbeta Atrevida en esta últim.a separación, eran por otra parte bien importantes para la exactitud de nuestras tareas, las cuales ahora ligando entre sí las de- terminaciones de ambos viajes de aquella cor- beta y las del viaje último de la DEscubUíRTA, hacían casi independiente de las bases la coloca- ción en latitud y longitud de cada punto de la costa, y nos ponían al abrigo de los muchof- ye- rros que naturalmente debía arrastrar consigo la fuerza y la constancia de las corrientes al Sud- este. Las que había experimentado la Atrevida eran aún mayores que las nuestras. Debieron no sólo repetir á cada paso las observaciones de longitud, si también precaverse de los errores en la latitud con diferentes alturas meridianas de estrellas medidas al principio y en las últimas horas de la noche, y como desp^ és de nuestra separación en la mañana del 6 sobre el Cabo San Lucas hubiese hecho buena derrota hacia el Ca- bo Corrientes; sin detenerse en un nuevo examen infructuoso de las Islas Marías, no le había sido difícil atracar aquel Cabo en la mañana del 11 después de una fuerte turbonada, y últimamente fondear en el puerto para la noche del 16 poco antes que rompiese una tempestad temible del Nordeste y Sudeste, jue le obligó á dejar caerla esperanza. Esta recalada de la Atrevida, que producía ya todas las ventajas propuestas, debió parecer- nos aún más feliz por el casual encuentro que en la misma tarde del 16 había tenido á cuatro ó cinco leguas del puerto, de dos canoas grandes y la falúa de la plaza, las cuales con mucha gen- te y un mastelero de los respetos que habían de- jado las corbetas, amadrinado entre las dos ca- noas vogaban en busca de una embarcació"" del comercio de Guayaquil, desarbolada pocos días antes en aquellas inmediaciones y hecha actual- mente una boya sin timón ni respeto alguno con que repararse. No avistándose buque alguno desde los topes, D. José Bustamante les había mandado volver inmediatamente y no bien ha- bían alcanzado la boca del puerto, cuando la ''"• *" turbonada que acabamos de indicar manifestó á cuánto peligro se habían expuesto aquellas gen- tes inconsideradamente. Cesaron también en mucha parte al día si- guiente nuestros recelos de la seguridad de la tripulación, con la noticia de que había desam- parado el buque, y atracadas con la lancha las orillas del río Papagallo como 18 leguas al Este del puerto, logrando así salvar sus vidas y unos 20. 000 pesos de plata efectiva que formaban la parte más preciosa de la carga. El Capitán tuvo la precaución de arriar un ancla con 130 brazas del mejor cable; y esa maniobra produjo, que también el buque desarbolado y hecho juguete del mar, se hallase seguro y fondeado en las pla- yas no distantes del paraje á donde había atra- cado la lancha. Entretanto, la casualidad de haberse atrasa- do muchg las aguas en aquel año, y de romper copiosas lluvias con vientos del Sudeste en los últimos días del mes, había empezado á descu- brir la falibilidad de nuestras esperanzas harto lisonjeras, relativamente al estado de robustez, del cual á la sazón gozábamos. La serenidad de! tiempo de vuelta en la mañana del 28, con '^ la total despedida de las aguas, dancio lugar con la acción constante del Sol á una ev^poi ación in- decible de miasmas, las cuales por la demasiada inmediación de los montes y una vegetación har- to lozana no podían disiparse con los vientos benéficos del mar, empezó á manifestar en ambas tripulaciones y en todos los contornos la existen- cia de las calenturas propias de aquella estación en unos climas tan temibles. Muy luego ios dos desórdenes inseparables del marinero, esto es, el uso del aguardiente y la preferencia de los remedios propios y caseros á la útil mano del médico, enfui^ecieron la epide- mia; y como era natural, aumentando el número de los enfermos en el hospital, aumentaba al mis- mo tiempo la parte correspondiente de trabajo á los que aún se mantenían sanos. Las maes- tranzas de ambos buques estaban á la sazón bien ocupadas en rehacer así la lancha de la Atrevida, construida en San Blas, cuyos defec- tos esenciales pe habían advertido en diferentes ocasiones, como el bombo de la Descubierta que ya pasado de la broma y estropeado con dos años de un servicio continuo necesitaba renovar- se enteramente. Las fraguas, los toneleros y el armero, apenas daban abasto á sus diferentes obradores; y las embarcaciones menores, así con esas atencionies como con el preciso pronto alijo de los buques y los diferentes objetos científicos, no tenían otro momento de reposo que el conce- dido cotidianamente á las tripulaciones desde la mitad de la tarde hasta las ocho de la noche, ho- ras destinadas para su recreo y libertad. m Pl ti i ili 204 VIAJE ALREDEDOR DEL MfXDO ott. )» Hubiera por consiguiente sido á la sazón im- posible el coadyuvar al recobro y habilitación del buque desarbolado, que como se ha dicho, había cogido fondo próximamente á la embocadura del Papagallo, si el aparecimiento en la tarde del 30 de la fragata Santa Gertrtulis de la Marina Real, armada completamente en guerra, no hubiese con un crecido número de brazos dado nuevo vi- gor á nuestros esfuerzos para la habilitación de aquel buque. El Capitán de fragata Ü. Alonso de Toires y Guerra, Comandante de la Sania Ger- tnidis, nos informó que traía cincuenta y seis días de viaje desde el Puerto del Callao, en donde permanecían las fragatas A íií/;»'.' y Santa B'rbara de la Marina Real; que este plazo sin embargo había dependido del recalar á sotavento del puerto, pues que á los veintidós días de na\ega- ción estaba á la vista de las playas de Naguala; finalmente, que los últimos temporales del Sud- este le habían incomodado mucho, haciéndole rendir un mastelero y aconchándole sobre las cos- tas de Siguatanejo; había sido bastantenunte feliz para cciservar en todo aquel tiempo su tri- pulación sana, y para esplayar los impulsos de Nov. la humanidad, auxiliando sobre Paita una embar- cación inglesa destinada á la pesca de la ballena, que ya acosada extraordinariamente del escor- buto, se hallaba amenazada del último estrago. , Con este auxilio, y regresado con la lancha de la Descubiekta el Capitán de fragata D. Ca- yetano Valdés, que había reconocido prolijamen- te el buque abandonado, y halládole en estado de navegar luego que se le habilitasen gente, víveres, arboladura y timón, fué fácil ocuparnos eficazmente de dicha habilitación, y así para la tarde del 3 de Noviembre ya navegó desde el puerto un pequeño convoy de dos lanchas y dos botes á las órdenes del Teniente de navio Don Juan Gutiérrez de la Concha con la maestranza, víveres y útiles necesarios para la habilitación de aparejo y timón. La Oficialidad y tripulación del mismo buque, reunidas de antemano y comple- tadas con voluntarios de la fragata Santa Gertru- dis, un excelente gaviero de esta fragata, susti- tuido á aquel Contramaestre enfermo, el .-Mférez de fragata D. Francisco Benítez entregado del miVi'do de la otra lancha, y las instrucciones diri- gidas á que la comunicación con el puerto fuese la más segura y expedita; todo debía conspirar á que con la mayor economía y prontitud se logra- se ei fin propuesto. No tardó Concha en conocer que el único par- tido para el buque era el de navegar al Realejo, ó tal vez á Guayaquil, tanto más, que se habían declarado nuevamente las corrientes contrarias para aproximarse á Acapulco. Lo dictaban así también los cálculos mercantiles, pero exigía de nuestra parte un sacrificio harto considerable, y era el de la lancha, sin la cual ni la tripulación podía considerarse segura en cualquiera evento '»'•* i ni procurarse de las costas de Guatemala y Tie- rra Firme, aquellos auxilios y correspondencia que pudiesen contribuir á una navegación feliz y expedita. A la verdad, el reemplazo de la lancha no era imposible en ,\capulco, pero era preciso emprender hasta el corte de las maderas necesn rías y ocupar la poca gente sana, dilatando tal vez con este mismo motivo la salida. La protección que deben los buques de la Ma- rina Real á los mercantes, prevaleció sin embar- go sobre estas reflexiones. Para el medio día del 10, cedida la lancha, concluidas las bandolas, "> asegurado el timón de espadilla, reemplazadas aguada y víveres, cobrada el ancla, aunque se hallase en 96 brazas, y hechas algunas pruebas del andar y gobierno del buque que fueron bien satisfactorias, ü. Juan de la Concha regresó al puerto habiendo concluido su comisión con toda la actividad é inteligencia que podían desearse. Los comerciantes comisionados en Méjico por el dueño de la embarcación, satisfacieron pun- tualmente así el valor de los efectos suministra- dos de la Real Hacienda como los jornales ven- cidos por las maestranzas y marinerías; acce- dieron también á satisfacer el valor, cualquiera fuese, de la lancha nueva que se pondría inme- diatamente por obra; y manifestando en repeti- das cartas cuánto se consideraban agradecidos en aquella ocasión á los esfuerzos de la Marina Real á su fa\-or, nos dieron la satisfacción de ver correspondidas de nuestra parte no sólo las ór- denes generales de S. M. por lo que toca al au- xiliar el comercio de sus vasallos, ,si también las providencias del señor Virey de Méjico, que mo- vidas de una actividad y humanidad poco comu- nes, se dirigían antes á la seguridad de los indi- viduos y luego del buque, si apareciese sobre la costa. Tal vez una narración tan difusa, y aun diremos nimia, parecerá á primera vista ó in- oportuna, ó artificiosamente dirigida al deseo de ensalzar los que son meramente unos deberes morales: no es así; la hemos individualizado úni- camente para demostrar cuánto pueden á veces 1, j fuerzas unidas para un mismo fin recto, y cuánto debe complacerse el marino, viendo refluir á beneficio de la sociedad, aquellas mismas fuer- zas y combinaciones que parecían únicamente dispuestas para destruirla. No eran pocas á la sazón las circunstancias ó favorables ó adversas que habían variado en un todo el semblante de la expedición produ- ciendo la necesidad de nuevas medidas, harto distantes de lo que á primera vista nos debíamos proponer. Si el temor de errar á pesar de lo que dicten la conciencia, el examen maduro de las circunstancias , y la aprobación de legítimos jueces, fuese en las grandes Monarquías una razón suficiente para no modificar las órdenes i.>liWliiii«*i"éJWfci CORBIiTAS DIÍSCIJBIERTA Y ATREVIDA ^«5 aiera evento '<•» ^ mala y Tie- espondencia ación feliz y de la lancha era preciso eras necesa lilatando tal es de la Ma- ú sin embar- ledio día del s bandolas, '" ¡emplazadas , aunque se ñas pruebas fueron bien a regresó al ion con toda an desearse, n Méjico por icieron pun- I suministra- ornales ven- lerias; acce- , cualquiera indria inme- o en repeti- agradecidos e la Marina icción de ver sólo las ór- toca al au- también las ico, que mo- poco comu- de los indi- iese sobre la ifusa, y aun vista ó in- al deseo de mos deberes lalizado úni- iden á veces fin recto, y iendo refluir lismas fuer- únicamente xunstancias variado en ción produ- lidas, harto os debíamos ir de lo que iduro de las e legítimos irquías una las órdenes Nov. 10 primitivas según lo indiquen las circunstancias, nuestra conducta fuera á la sazón seguramente reprensible; pero adviértase cuánto sería culpa- ble malograr en una parte siquiera por este temor el fruto que debía exigir de nosotros la Monarquía después de la inversión de tantos cau- dales, y se verá que si bien el bueno ó mal éxitode aquellas medidas dependiese precisamente de mil circunstancias difíciles de precaverse, sin embargo, hubiera sido una culpa verdadera y bien reprensible el ver con una pusilánime inac- ción malograrse crecidas cosechas por el solo temor de arrimar una mano poco experta al hierro que debía disponerlas. Unas órdenes recientes de S. M. al señor Vi- rey, exigían que al mismo tiempo que se termi- nasen en Nutka las últimas diferencias ocurridas sobre derechos territoriales entre la Corte nues- tra y la británica, se hiciese un prolijo reconoci- miento del nombrado Estrecho de Fuca, el cual según las últimas navegaciones de los Capitanes Verklay, Meares y Quimper, parecía da»- ingre- so á una nueva extensión de mar, que los pocos cautos hacían ya llegar hasta muy poca distan- cia ó hasta una comunicación con el mar Atlán- tico: S. E. tuvo á bien participarnos aquellas ór- denes y avisar al mismo tiempo, que la goleta Mejicana del Departamento de San Blas, á las ór- denes del Teniente de fragata D. Francisco Mau- relle, navegaría muy luego para verificar aquel reconocimiento, mientras el Capitán de navio Don Juan de la Bodega y Cuadra, con las fragatas Gertrudis y Princesa, y otra goleta, se dirigirian á Nutka para encontrar ó esperar allí los buques ingleses destinados á la convención indicada. Quedaba luego la goleta Sutil para que se con- cluyese de nuestra parte la costa imperfecta den- de Aguatulco hasta Tecoantepeque, Soconusco y las embocaduras del Lempa, y debían de este modo combinarse las diferentes atenciones del Departamento, por manera que se llevasen con igual perfección hasta su término. D. Francisco Maurelle reunía á la verdad, á una suma expe- riencia marinera y á los conocimientos regulares del pilotaje, una resolución y entusiasmo capa- ces de las mayores empresas; pero ni el estado de su salud podíc corresponderlos, ni la falta de los instrumentos astronómicos y geodésicos, y por consiguiente de todo medio para determinar unas latitudes y longitudes ciertas, dejaba de ser un nuevo obstáculo para la empresa, en cuyo malogro no dejaría últimamente de influir mucho el hallarse Maurelle solo, y el no tener á sus ór- denes otra goleta siquiera. Estas reflexiones no podían ya ocultarnos cuánto se aventuraban irremediablemente el Era- rio de S. M. y el honor nacional, si la expedición nuestra con la e.xcelente Oficialidad é instru- mentos de que estaba dotada no procurase aho- ra coadyuvar á las ideas del señor Virey. Eran del mismo parecer todos los Oficiales, y diaria- mente, ya uno, ya otro, explayaban su actividad y noble pundonor, agregando por su parte nuevas tareas á las que se proponían actualmente, y brindándose á darlas pronto y exacto cumpli- miento, cualesquiera que fuesen las fatigas, ¡as incomodidades y los riesgos á los cuales hubie- sen de arrostrar. Propúsose por consiguiente al señor Virey que los Capitanes de fragata D. Dionisio Galiano y D. Cayetano Valdés, y á sus órdenes los Te- nientes de fragata D. Juan Vernaci y D. Secun- dino Salamanca, navegarían en las goletas desde Acapulco. Estos Oficiales harían luego derrota directa al Puerto de Nutka, y de allí, completa- das aguada, víveres y gente, entrarían hacia la mitad ó últimos de Abril en el Estrecho de Fuca, y le reconocerían (si fuese preciso) hasta Setiem- bre ú Octubre, retrocediendo últimamente al Puerto de San Francisco en la California para completar los reconocimientos de las corbetas y restituirse pasada la estación lluviosa, á las costas de Nueva- España; Vernaci y Salaman- ca podrían luego recorrer con un. i goleta las cos- tas no bien reconocidas de Nueva-España, y de- jándola en las inmediaciones del pequeño Istmo de Nicaragua, podrían examinar la calidad, ex- tensión y elevación de éste, para decidir li cues- tión de las comunicaciones de los dos mares; y últimamente, tomaríarí á su cargo el formar un mapa hidrográfico bien exacto del misrno golfo de Nicaragua y de la navegación del río San Juan hasta su desembocadura en el mar Atlánti- co; objeto á la verdad bien importante para la prosperidad nacional, y que podía combinarse con el plazo de nuestra llegada á Es'jaña, para la total conclusión de la obra. S. E, aprobó desde luego el plan propuesto; dio las órdenes oportunas para la total habilitiv- ción y venida de las goletas Mejicana y Sutil y nosotros, en el restante tiempo, dedicamos nues- tro •"' "or conato á la completa suministración de cua, necesitasen: debían servirse del cuarto de círculo y péndulo de Ellicot, del acromático grande y del reloj de longitud de faltriquera que se hallaban actualmente en poder de Don Dionisio Galiano; se les agregaron el cronómetro 6 1 ya compuesto en Méjico, un segundo acromá- tico, un barómetro, algunos termómetros, un circulo de reflexión con pié, un teodolito, una aguja azimutes y una de marear; se les dieron ordenados en diferentes cartas no sólo los reco- nocimientos nuestros del último viaje, si también los de los Capitanes Meares y del Teniente de na- vio Elisa en el Estrecho de Fuca; finalmente, re- cibidos unos nueve marineros voluntarios de la fragata Santa Gertrudis á bordo de la Descubier- ta, diez de los mejores marineros de esta tras- Ni.v i« ■< 1^1 ao6 VIAJE ALRRDEDOK DUL MUNDO Nov lo bordaron voluntarios á las [goletas para servir con preferencia en todos aquellos trances peli- grosos que no podían dejar de encontrarse en la campaña proyectada. En el entretanto eran á cada paso más agra- dables las noticias que recibíamos de Méjico: D. Antonio Pineda y D. Luis Nee, con una ac- tividad incansable, habían enriquecido sus aco- pios de Historia Natural, recorriendo unas 400 leguas de terrenos varios, cuales son los que se _ extienden desde Acapulco á Méjico por Chilpan- cingo, Tistla, el Río Azul, Real de Tasco y Cuer- navaca; y desde Méjico hasta Guanajuato, por Zempoala, Pachuca, Real del Monte Santa Rosa, y Semiquilpan, Querétaro, las Termas de Atoto- nilcoel Grande, San Hartólo, Quereguaro, Acam- bai ', las Fuentes termales de Ucarco, Salvatie- rra, y Salamanca; habían además enriquecido la importante narración de sus viajes con muchas experiencias físicas y con diferentes vistas de perspectiva sacadas por un pintor mejicano que llevaban consigo; ni se habían descuidado en ha- cer una útil comparación sobre el beneficio de las minas con las nociones inás selectas de la Euro- pa y con los métodos adoptados en el Perú, to- dos objetos de la mayor importancia para la ver- dadera ilustración nacional en una parte tan esen- cial de sus riquezas. D. Dionisio Galiano no había sido menos ac- tivo y feliz durante su demora en Méjico, ocu- pándose eñcazmente en ordenar todos los ele- mentos del viaje pasado, en continuar la serie de sus observaciones astronómicas, acopiar nuevos materiales hidrográficos y dar la última mano á su problema de deducir la latitud en el mar por dos alturas del Sol; fmalmente, D. Arcadio Pi- neda, con no menos actividad y penetración, ha- bía recogido un número tan crecido y tan impor- tante de documentos útiles para el recto conoci- miento del estado actuil de prosperidad de aquel Reino, que sin duda no desmayarían nuestros deseos de ser útiles á la Nación, en cuantos mo- dos estuviesen á nuestro alcance. D. Manuel Novales gozaba ya de su primer estado de robustez, debido á la mucha inteligen- cia y cuidado del Doctor O'SuUivan, de Mé- jico; y si bien el pintor Guío, acosado de las ter- cianas no pudiese ya pensar sino en su regreso á España, habían llegado oportunamente á Méji- co para reunirse á la expedición D. Juan Rave- net y D. Fernando Brambila, hábiles Profesores de pintura nombrados por S. M. para reempla- zar á D. José del Pozo y al mismo Guío. La reunión amistosa de tantos y tan útiles sujetos con los cuales no sería difícil en lo veni- dero arrostrar nuevas fatigas y peligros, de- bía por consiguiente coadyuvar mucho á ha- cernos agradable la demora en Acapulco, tanto más que nos la constituían como un verdadero descanso las tareas asi astronómicas como geo- désicas concluidas en la arribada anterior y el plazo no precipitado para los aprestos: aprove- charon efectivamente de esta última circunstan- cia el Comandante de la .Airevida, D. Tadeo Heenke, D. Fernando Quintano y D. Francisco V'iana, para emprender una excursión científica hasta Méjico, y los demás se prefijaron con un trabajo moderado, ó bien la ordenación y repaso de los últimos datos hidrográficos, ó las expe- riencias del péndulo simple, y el acechar cuales- quiera observaciones que pudiesen corresponder con las repetidas en Méjico por D. Dionisio Ga- liano. Pero la mezcla natural en las cosas huma- nas, de lo dulce con lo amargo, no dejaba á la sazón de compensar tal vez con mucho exceso todas las ventajas de nuestra situación cual la acabamos de describir. Las calenturas epidémi- cas, que al principio parecían de poca monta, se declararon ahora por unas intermitentes infla- matorias, complicadas á veces con putrefacción, ó á veces acompañadas con delirio, cólicus bi- liosos y disenterías de sangre, cuya mejor ter- minación parecía ser el período tercianario para aprovechar el uso saludable de la quina ex- quisita, que con tanta generosidad nos había regalado en el año pasado el Sr. D. José Villa- lengua, ex-Presidente de Quito y actual Regente de Guatemala. Muy luego unos 90 hombres de la fragata Siutta Cicrífudis y á lo menos 50 de las corbetas, se vieron acosados de la misma enfermedad: una buena mitad de los Oficiales del primer buque y por nuestra parte D. Ciríaco Cevallos, D. José Robredo, D. Felipe Bausa y el Ciru- jano de la Atrhvida acrecentaban nuestros cui- dados y nuestras desazones. Si por la mayor sa- lubridad del aire, por el mejor orden y aun por la mejor asistencia de los enfermos parecía por una parte preferente el curar los contagiados á bordo, por la otra la demasiada estrechez, el ruido casi continuo y la mucha inmediación de los sanos parecían disuadirlo: no podían abando- narse los obradores aunque nos costasen repeti- dos sacrificios: la construcción de la lancha nueva procedía paulatinamente; la de la Atre- vida aún no estaba concluida: el corte de la leña ya no podía seguirse y apenas había los brazos suficientes á bordo para no desistir enteramente de las faenas indispensables de aguada, estiva, aparejo y compostura del velamen. Entretanto, el marinero nunca escarmentado y nunca sacio, agregaba nuevas causas á las influencias harto temibles de un aire maléfico y pretendía envol-. ver su temor y enfado en la capa harto espesa del abandono y del estrago; tanto más, que no faltando á las horas destinadas del trabajo, pa- recía de nuestra parte injusto y aun imprudente el quererle sujetar con una disciplina tan inútil Nov. MHiÜI CORBETAS URSCUBIERTA Y ATREVIDA ¿07 i como geo interior y el tos: aprove- circunstan- V, D. Tadeo >. Francisco ón cientiñca aron con un ;ión y repaso ó las expe- ;char cuales- :orresponder .)ionisio Ga- cosas huma- ) dejaba á la lucho exceso ación cual la iras epidéini- ca monta, se lentes infla- jutrefacción, ), cóliios bi- a mejor ter- ;ianarío para a quina ex- ,d nos había . José Villa- :tual Regente e la fragata las corbetas, enfermedad; 5 del primer ,co Cevallos, á y el Ciru- nuestros cui- la mayor sa- en y aun por 3 parecía por ontagiados á estrechez, el ■nediación de dian abando- tasen repetí - la lancha de la Atre- rte de la leña a los brazos enteíamente uada, estiva, Entretanto, nunca sacio, encías harto endía envol-. harto espesa más, que no trabajo, pa- rí imprudente na tan inútil Nov. ,e Nnv. 15 como molesta. No teníamos tampoco tropas, pues se habían devuelto á la plaza las que ha- bíamos sacado en Abril último como auxiliares; uic. se había dado pasaporte para regresar á líspaña á un cabo de la Atkiívida, y tres soldados de la Descubierta, enfermos habituales é incurables á bordo, y los pocos restantes además de sufrir también mucho de las enfermedades, debían di- vidir con el marinero las fatigas del buque y de las embarcaciones menores. Por ventura el método seguido desde el prin- cipio por nuestros Cirujanos é imitado en el hos- pital y en la fragata Gcrtrnáh, disipó todo recelo de un fin funesto á las enfermedades indicadas por cuanto pareciesen anunciarle los síntomas lastimosos que las acompañaban; pero como los remedios dependiesen principalmente de una re- petición grande de sangrías, de muchas purgas y vomitivos y de una rigurosa dieta, el conva- leciente se hallaba en un estado tal de debilidad, que ó el menor exceso en la comida le producía nuevos cólicos realmente tenibles, ó la misma propensión de la atmósfera les causaba nuevas recaídas de la terciana. Agregóse después á este estado nuestro de debilidad y de sinsabores, el que el Teniente de navio D. Fernando Quintano, debió finalmente ceder á nuestras instancias y á los consejos del Doctor O'Sullivan para curarse radicalmente de sus males del estómago, harto constantes y te- ■ mibles; bien que no le sería difícil el alcanzar nuevamente la expedición en Manila por medio de la Nao de Filipinas el San Andrés, que había llegado al puerto á las órdenes del Teniente de fragata D. Joaquín Berenguer de Marquina. Fué muy oportuno el arribo de este navio para concu rir á nuestra habilitación bien atra- sada. Reforzáronse por consiguiente nuestras obras de cortar la madera en el puerto Mai'qués, aserrarla y disponerla para la construcción de la lancha; y así pudimos contar, que si bien no aca- bada interiormente, la tendríamos a lo menos para la mitad de Diciembre en estado de poderse conducir á bordo y embarcarla. Continuaban, pues, los estragos de la epide- mia con el mismo tesón con el cual se había ma- nifestado al principio de Noviembre. Ni basta- ban para evadir su imperio, ó una vida metódica y tranquila, ó las sangrías anticipadas, 61a lim- pieza de todos los contornos del pueblo, que se- gún costumbre ya establecida se despojaban por aquel tiempo de las malezas que las aguas ha- bían hecho crecer y multiplicarse. No quedaba, por consiguiente, otro partido sino el de acelerar la salida, tanto más que con- seguida ya con el observatorio de Méjico la co- rrespondencia de una buena observación con el primer satélite de Júpiter, repetidas con la ma- yor escrupulosidad las observaciones del péndulo simple, embarcada la mayor parte de los instru- Di' mentos, emprendido nuevo arreglo de la marcha de los cronómetros, y contando con la Nao para el tr.' isporlc á Manila de aquellos efectos que no pudiésemos recibir en aquel momento, nada esen- cial podía detenernos luego que la lancha estu- viese en estado de conducirse á bordo. Un raro acaso debimos advertir en la manu- factura del tocino para la cual habíamos prefe- rido el método descrito por el Capitán Cook al que solía usar el Conde de la Péyrouse con el auxilio del vinagre. Aunque sobrecargásemos con pesos considerables las tandas del tocino y la sal fuese bien activa, no alcanzaba ésta á penetrar- le, de modo que al principio nos malogró una pequeña parte , y hubiéramos probablemente malogrado el todo, si no adoptásemos la precau- ción de tajar más menudamente los pedazos y darles una buena infusión de agua hir\'iendo an- tes de cubrirlos con sal y sobreponerles los pesos. Se ha hecho memoria de este accidente aunque frivolo, para recordar á los que dispon- gan sus víveres para navegaciones largas, cuánto es aventurado el seguir ciegamente un método aunque bien acreditado, y cuánto es necesaria una atención constante á los diferentes trances que no hayan podido preveerse. Es bien sabido el método con el cual en to- das nuestras costas del mar Pacífico y en el Río de la Plata se dispone el tasajo. Muerta la res y dividida en diferentes tajadas, toda la carne se deja veinticuatro horas en salmuera, y luego se expone al sol hasta que se seque enteramente quedando así esta carne con muy buen gusto y no mucha sal, de suerte que no pierda casi nin- guna de sus virtudes alimenticias, pero precisa- mente de muy poca duración por no haberse des- pojado de todas aquellas partes, que útiles al principio para e' alimento, son luego sumamente propensas á la putrefacción. Esta especie de precipitación nuestra para abandonar el puerto, no pudo á menos de consti- tuirnos en la necesidad de solicitar de la fraga- ta Gertrudis y de la Nao algunos auxilios, bien fuese en cuanto á gentes ó en cuanto á víveres, pues les sería fácil á entrambos buques, ó el omi- tirlos ó el reemplazarlos en San Blas y en Aca- pulco con un mayor despacio del que nosotros teníamos á la sazón. Se nos concedió por aquellos Comandantes todo lo que fuese absolutamente indispensable para la continuación de nuestro viaje. Llegaron al medio día del 14 las remesas de caudales de Méjico, que en parte recibimos á , bordo y en parte se repartieron en cuatro pagas á la Oficialidad, tropa y marinería, satisfaciendo además por completo hasta fines de año las pa-, gas y gratificaciones á los que se separasen de las corbetas, ó bien con motivo de enfermedad ó para servir en las goletas Mejicana y Sxitil. Los lü '1^ h*t ' 208 VIAJH ALREUIiDOR nFX MUNDO itic i« arrieros que conducían los caudales, asegura- ban que no llegarían las harinas hasta el 24; y como en esta ocasión no sólo debiese atenderse el pla/o, aunque corto, de cuatro días para el aumento de las enfermedades epidémicas, si también la demasiada inmediación de las fiestas de Navidad para el recelo de nuevos desórdenes y deserciones, quedó linulmente resuelto el dar la vela en la mañana del 20 sin esperar las gole- tas las harinas ni otra cosa alguna. Lo verificó el 19 la fragata Santa Gertrudis en Dk. 19 demanda del puerto de San Blas, recibidos ya todos los efectos que le estaban destinados. Nos- otros el mismo día embarcamos la lancha y los enfermos , no siendo éstos en ménrs número de 30 á 35 por corbeta, y emprendida al amane- cer del 20 la faena de desamanarnos, esperamos m los primeros soplos de la vira/ón, la cual, final- mente, nos dio lugar á levar el ancla hacia las diez para salir cuanto antes del puerto. - • V-, ■■ Santti Gertrudis en dí.: m íla^, recibidos ya 1 destinados. Nos- s la lancha y los 1 méno.í número rendida al amane- rarnos, esperamos to )n, la cual, iinal- el ancla hacia las :1 puerto. LIBRO TERCERO Cont¿nnació7i del viaje de las corbetas á las Islas Marianas y Filipinas. — Varias excursiones en entrambos Archipiélagos^ y navegación de la Atrevida al piierto de Al acao.-- -Ultimas reconocimientos en el Mar Pacífico sobre la tierra austral del Espi, 'tu Santo, la Nueva Zelanda, la Nue%'a Holanda y las Islas de Vavao en el Archipiélago de los Amigos. — Regreso al Puerto del Callao- -Nuevas indagaciones hidrográficas, hechas sobre las Tierras del Iniego^ las Maluinas, la Costa Patagónica y el Río de la Plata. — Regreso al puerto de Cádiz. CAPITULO PRIMLRO Navegnción dssde Acapulco i las Islas Marianas, es- cala, reconocimienios y observaciones en la de Guakam. Travesía siguiente las Islas Filipinas. — Acaeci- m entos en los puertos de Palapa y Sorsogon, prime- ra escala en Manila y tareas dí%a Descubierta en la misma bahía y sobre las cosías de la provincia de Pangasinan. Cuanto más la ciencia de la navegación ha hecho fácil á los europeos el atravesar los mares más dilatados y tempestuosos, en igual razón han crecido los riesgos, á los cuales han debido arrostrar visitando los países inmensos que ya- cen bajo de la Zona Tórrida; y bebiendo con el afán de su descubrimiento, posesión ó conquis- ta aquellas miasmas pútridas que tan directa- mente conspiran á su propia destrucción, más bien que á su mayor felicidad. Si formásemos un paralelo de los sacrificios innumerables de gente que las posesiones ultramarinas han costado á la Europa con los beneficios sociales, que el comer- cio y la navegación le han producido, bien sea relativamente á la suavidad de las costumbres, ó á la multiplicación de nuestra especie, segura- mente se disiparían con la mayor rapidez una porción grande de las ventajas ponderadas del descubrimiento de la América; y cesarían los proyectos abultados sobre la extensión ilimitada del dominio y la rivalidad poco reflexiva de las naciones. Estas á lo menos debían ser nuestras refle- xiones al tiempo de dar la vela del puerto de Acapulco, enferma una mitad de las dotaciones de entrambas orbet-ís, y desmayados y pálidos los demás, que dos meses antes no manifestaban sino el semblante de la robu tez y de la alegría. En la navegación siguiente hacia las Islas Ma- rianas nuestros objetos esenciales debieron par la mism razón dirigirse más bien al restableci- miento conservaci-^n de las tripulaciones que á la idea de nui vos descubrimientos. Ni á la ver- dad serían éstos más que imaginarios, cuando la derrota constante de las Naos por el espacio de dos siglos, había hecho aquella navegación la más fácil trillada y segura que hubiese en parte «alguna del globo, cuando en el año anterior el Teniente de fragata D. Manuel Quimper con un buque del Departamento de San Blas había vi- sitado de nuevo las Islas de Sandwich, y cuando el desgraciado Conde de la Péyrouse corriendo un mismo paralelo habíase convencido de nuevo que aquel Archipiélago era el que en 1555 des- cubrió Juan de Gaitán, navegante español, y denominó en sus diferentes Islas de Monge, Ulua, etc. Abandonadas pues las costas, y dirigidos los bordos de tal manera, mientras continuaban los vientos variables, que con poca pérdida en la latitud adquiriésemos constantemente las posi- bles ventajas al Oeste, pudimos finalmente álos diez y seis días de navegación, alcanzar las brisas entabladas por longitud de 20° al Oeste de Aca- pulco; latitud 12° 41' y variación magnética 6 á 7° Nordeste, Un número inmenso de voladores, 27 Kn. ■«á ■V MMüANfaUHÉIMWiaiiUM aio VIAJE M iv ROEDOR DRL MtlMOO h t ti :^ll -l'-:; ■ •' que habiamoH visto poco antes, nos le indicuban con bastante probabilidad. Acreditaron lué^o su permanencia todos los enfermos, (|ue conforta- dos cusí instantáneamente Lon im aire mis puro y activo, manifestaron en la mat^ana si^'uiente una mejoría v ali\ ir» considerables: conlirmal)an tambiún los eudiómelros esa mayor salubridad del aire atmosférico, y al paso que las distancias 1.1. lunares obscvadas frecuentemente nos indica- ban los petiueños crrore:i de los relojes marinos, crecían nuestras esperanzas de ver casi con emu- lación acortados los términos de una tan lar^n travciía, y desterradas las enfermedades epidé- micas que tan (le cerca nos amenazaban. II El tiempo, el sosiego, la babilidad de en- trambos Cirujanos, y sobre todo, el régimen de dieta á que pudieron sujetarse los enfermos más graves encerrados en la camarita alta igualmente limpia y ventilada, triunfaron, tinal- mentc de la perversidad del mal: asi, cuando en la tarde del ii de I'ebrero se avistaron los altos de las Islas de Seypan y Tinian, ya casi no ba- bía enfermo alj^uno de cuya vida pudiésemos recelar, y por consiguiente, nuestras tareas no procederían en adelante con lentitud y desmayo. A las cinco de la tarde terminábanse bien y podían marcarse los extremos de Tinian del Sur 71" Oeste al Ncúc 84"" Oeste de la aguja. Se emprendieron después las operaciones acostum- bradas para las bases, borarios y marcaciones. Al anochecer se veían también distintamente los canales que forman con la de Tinian las Islas de Seypan y Aquiguan. Esta última es mediana- ;, mente alta y tendida, y suele pasarse el canal indicado para dirigirse al fondeadero de aquélla, como lo ejecutaron los Comandantes ingleses Anson, Biron y Wallis. En la noche siguiente el viento fué fresco, los horizontes se conservaron nublados y nuestra navegación tuvo por objeto el dejar al Norte la Isla de Rota para atracar después los extremos de la de Guahan. Sólo en estas dos islas subsis- ten algunos restos de la población antigua del Archipiélago. La residencia del Gobernador es "' en San Ignacio de Agaña, pueblo principal de la segunda. Logróse el todo conforme lo deseábamos: se disiparon las sospechasde la existencia de un bajo en aquellas inmediaciones que señalaban algunas cartas españolas, equivocándole seguramente con un islotillo no distante del extremo Sudeste de Rota; atracóse después el extremo Norte de Guahan, tierra alta, bastantemente pedregosa y acantilada al mar; finalmente, largas las insignias, empezamos á costear de cerca la parte occiden- tal, en donde se hallan los dos fondeaderos de San Luis y de Umatac. Presentan estas costas un semblante realmenie agradable desde el uno al otro extremo, ó bien se considere la frondosi- dad y la suave elevación de sus colinas alomadas >'•*' ó la mar constantemente llana, y los muchos riachuelos que le tributan sus aguas cristalinas: ¡i.iLÍa las once y media ya nos fué fácil distin- guir los ediñcioH de la capíti^l Agaña, y al medio día marcar su torre al Sur (>" Oeste y la Punta Oróte al Sur 41 " Oeste de la aguja. Esta punta es la que ciñe el pequeño puerto de San Luiíi único abrigo de los vendavales y cuyo reconoci- miento debíamos por la misma razón mirar co- mo interesante. Dirigimos pues nuestras proas hacia él, sin que pudiese servirnos del menor au- xilio una embarcación pequeña de naturales, (lue vino á bordo, para saber en toda su extensión la verdadera dirección de las restingas; y esta falta de noticias pudo arrastrarnos las consecuencias iniis funestas, porque nos bailamos repentina- mente sobre la misma restinga con cuatro bra- zas escasas de agua. \'encióse fácilmente con el timón el riesgo indicado, y pudieron las corbetas dar fondo poco después en paraje medianamente seguro; pero como nos manifestase el escandallo las calidades pedregosas del mismo fondo, y todos los objetos en torno, además del reconocimiento que hizo en un bote el Teniente de navio D. Francisco Viana conlirmasen ya nuestras sospechas de ser aquel fondeadero poco ó nada oportuno para nuestro intento, no bien con las primeras claras del día siguiente vimos declararse el terral, cuando di- mos nuevamente la vela, no sin riesgo de perder alguna amarra, y fuimos á la rada no distante de Umatac, en donde quedaron ambas corbetas in- J mediatamente amarradas una media milla 2*1 Este^p del castillito que le defiende. . JL ', "'^ Como en la noche anterior hubiésenWfcrtra avisado al señor Gobernador al tiempo de ttmi- tirle las cartas cuáles eran los objetos principa- les de la escala de las corbetas en aquella rada, nos alcanzaron poco después de haber dado fon- do cartas sumamente atentas de aquel Oficial, en las cuales nos avisaba que no tardaría sino pocas horas en llegar á la rada, en donde le sería mátj fácil ocurrir con oportunas órdenes y avisos á todo cuanto pudiese contribuir á la prosperidad de la comisión. En efecto, á las nueve de la no- che estuvo en la villa acompañado de algunos Padres Recoletos de las misiones contiguas, pero nos habíamos retirado anterionnente á bordo des- pués de un paseo tan agradable como útil en aquellas inmediaciones. Esta activa inmediación del Comandante de la isla no podía menos de producimos las ma- yores utilidades. Desde la mañanita siguiente, unos 14 individuos de la Descubierta y seis de la Atrevida, parte gravemente enfermos y parte convalecientes, quedaron alojados con mucha comodidad en el cuerpo de guardia de la misma casa del Gobernador: los Sres. Cevallos y Bausa ^^^-^ ' ''LitjtMfliMaiii CORBETAS DKSCUniBRTA Y ATKBVIDA JI I colinas alomadM '•'• " i, y los muchos filias cristalinas: tuú fácil distin- ,>íañu, y al nicdio )este y la Pimtii juja. Ksta punta to de San Luis, y cuyo reconoci' raz6n mirar co- :s nuestras proas ios del menor au- de naturales, que la su extensión la infjas; y esta falta las consecuencias lamos repentina- a con cuatro bra- tim6n el riespo ;as dar fondo poco :nte seguro; pero lallo las calidades ,■ todos los objetos niento que hizo en t. Francisco Viana ¡chas de ser aquel uno para nuestro iras claras del día ;erral, cuando di- in riesgo de perder ada no distante de mbas corbetas in- nedia milla al Este. or hubiésetnHjjuyK .1 tiempo de kmi- objetos principa- s en aquella rada, e haber dado fon- e aquel Oficial, en ardaria sino pocas londe le sería mát» rdenes y avisos á r á la prosperidad as nueve de la no- •añado de algunos les contiguas, pero •mente á bordo des- ible como útil en el Comandante de oducimos las ma- añanita siguiente, CUBIERTA y seis de e enfermos y parte -I jados con mucha lardia de la misma Cevallos y Bausa lob M que neeetitslMín también para restablecerse de alguna quietud y reposo, lograron un alojamien- to cómodo en la casa inmediata de la Misión; en la misma pudo conseguirse un paraje oportuno para armar ambos péndulos, compuesto y simple, y custodiar los demás instrumentos: el cuarto de circulo abrigado de! ob.icrvatorio portátil, se co- locó A muy poca distancia, y así de^c el mismo día se emprendieron las tareas astronómicas con la constancia y actividad acostumbradas. No anduvieron tampoco omisos los encarga- dos de la Historia Natural; dirigiéndose D. Tadco Heenke hacia Agañay los extremos septentriona- les de la isla; D. Luis Nee hacia los montes de la Vigía no distantes de la rada, v ocupándose Don Antonio Pineda con particularidad de la litolo- gía y zoología de aquellos contornos, que pa- recían bien importantes y curiosos. La epidemia recibida en Acapulco, y cuyos rezagos eran por la mayor parte los enfermos que ahora intentábamos restablecer, ayudada en mucha parte de los desórdenes inevitables del navegante opuesto al régimen, á las privaciones y á la dieta, había echado en el día tales raíces, que en balde pudiera intentarse restablecer á bordo los que ya repetidas veces habían sido per- seguidos de las tercianas. La debilidad era tal en un marinero de la DiiscumiiUTA, que á veces no prometía veinticuatro horas de vida: otro del mismo buque y uno de la AruKvrnA, habían de- generado en disenterías mortales; de este mismo achaque la Atrevida había perdido en la trave- sía un marinero, y para que hasta hi variedad conspirase á hacer más nociva la epidemia, se agregaban á los anteriores otro soldado y un ma- rinero de la DEScumiíRTA , el primero con un afecto cólico ya muy arraigado, y el segundo con un vicio temible de escorbuto que podía muy bien caracterizarse de segundo grado. Debíamos, lison- jearnos que los aires, la quietud de la tierra, unos alimentos sanos, y particularmente el ejer- cicio cuotidiano, contribuirían luego á su total restablecimiento. Así no se omitió cuidado por nuestra parte ni por la del Gobernador sobre el bienestar y mejor asistencia de esos infelices. La aguada fué en aquel día la principal ocu- pación de entrambas lanchas: la poca distancia de las corbetas, la comodidad y abundancia del riachuelo que nos la suministraba, y la actividad de la marinería, hicieron que pudiesen repetirse los viajes y que para la noche tuviésemos reem- plazada casi una mitad de la que nos faltaba, proponiéndonos también éste como el objeto principal de las tareas del día siguiente. Entretanto, se aproximaba el novilunio: los vientos se habían declarado del Norte y Nornord- este frescos, con lluvias, ráfagas fuertes y mu- cha mar, y el ancla de la Descubierta se hallaba casualmente sobre piedra: no pareció, pues, pru- dente el diferir más allá del siguiente día el le- varla, examinar el cable, y darla fondo en are- na, tanto más, que los botes enviados á sondar, indicaban (|uc el buen fondo apenas dis aba un tercio de cable. Por la mañanita del lO, dada por consiguiente una espía á la Atruviua, hici- mos (|iie la lancha tendiese sobre ella otra an- cla y levase por el orin(|iif la que (|ueríamoH apartar de las piedras. Reconocimos en aquella ocasión, que ya estaba falto un cordón del cable, bien que á poca distancia de la entalingadura; enmendamos también el anclote del Oeste, y ya nos considerábamos tranquilos para los resitantes días que hubiésemos de permanecer en el fon- deadero. Puede por consiguiente imaginarse, cuál de- bió ser nuestra desazón, al momento que el es- candallo nos avisó ([ue á pesar de las faenas eje- cutadas el ancla estaba nuevamente en piedra, y {|ue el único fruto había sido hasta entonces el de tener ambas amarras en diez ó doce brazas de mayor fondo del que teníamos antes; fué pre- ciso emprender nuevas faenas para la mañanita siguiente, las cuales se hacían ya más complica- das por el viento fresco del Norte, la mar gruesa de la misma parte, una lluvia continua, la nece- sidad de atender al mismo tiempo á un fondo con exceso acantilado, y el recelo de no moles- tar la Atrevida, que parecía bien amarrada. Todo quedó concluido á las tres de la tarde, bien que inutilizada un ancla habiéndose par- tido por la cruz entre las piedras. Pero nos es- taba aún reservada una serie no mediana de fa- tigas. El viento bien fresco y arrafagado del Nordeste que soplaba desde el amanecer, hizo que hacia las ocho empezáramos á garrar sobre el ancla y últimamente sobre ésta y el anclote; nos hallábamos ya en 42 brazas y demasiado atraca- dos á la costa del Sur, de suerte que parecía por todas razones imprudente el dejar caer segunda ancla; fué por consiguiente preciso el determi- narse á dar la vela soltado con buena boya el calabrote para recobrar después el cable que á la sazón teníamos enteramente fuera. Por fortuna nos había alcanzado poco antes la lancha, que alijamos luego; siguiéronle después en la falúa del Gobernador los pocos Oficiales que á la sa- zón se hallaban en tierra ocupados en el obser- vatorio 6 para la Historia Natural. Pudimos por consiguiente emprender con aliento nuestra faena de meter el cable, ya tomada sobre el ve- lacho arriado, los foques y la mesana, la mura estribor que á la sazón nos convenia. El viento recio, las turbonadas, el velamen que teníamos envergado, la misma dificultad de gobernar bien sea por el ancla ó por las embar- caciones menores que teníamos en el agua, hi- cieron que hasta las siete de la noche no se consiguiese echar el ancla arriba; envergáronse itii. 10 2t2 vi.a;e alrededor del mundo :í|- lili i a: íli ff- I w Fcb. 18 después otrari velas y á las ocho pudimos ce- ñir sobre las cuatro principales al cuarto cua- «9 drante. Li mar era aun gruesa y el viento fresco; pero éste ya del Lsnordeste con carices hermosos, los cuales nos facilitaron en la ma- ñanita siguiente la vista de toda la iila aun- que no distásemos mtnos de siete leguas de su extremo del Sur que nirxrcamos al Hssueste. Enterados así algún tanio de k variedad de la brisa en las diferentes horas del d'a y de la noche, pudimos disponer los bordos con mayor acierto, aprovechando todo el día y parte de la noche siguiente en navegar con la mura estri- bor, y revirando luego desde las once de la no- che al segundo cuadrante. 20 Logramos de este modo amanecer el 30 á unas nueve leguas de la Punta de Oróte que marcábamos al Sueste, y como al mismo tiempo abonanzando el mar, la brisa soplase fresi,iiita y algo más inclinada al Norte, fueron nuestros progresos hacia el puerto tan rápidos y directos, ■ ' que para las die2 apenas distábamoí unas dos leguas de la punta; alcanzábamos á las once la vista del fondeadero y de la AriíiíVinA, y para el mismo día rendido ya el primer bordo sobre las rompientes de la Isla de Cocos, ceñíamos con todo aparejo, mura estribor, no distando sino tres á cuatro millas del Caotillo de Hu- mata: latitud observfida 13" 15' 30". Continua- ron los bordos hasta las cuatro de la tarde, y entonces sondadas 14 brazas ari na, quedó la cor- beta fondeada próximamente en el mismo pa- raje desde donde habla empezado á garraren la mañanadeliS. La lanchade la Atrevida que ha- . bía logrado coger con rastra nuestro anclote, nos le trajo y tendió inmediatamente al Noroeste; echair.os luego las embarcaciones menores al agua y se permitió en la restante tarde y en toda * la noche siguiente un completo descanso á la tropa y marinería. ■ ' No había sido poca en los pasados días la ac- tividad de D. José Bustamante, del Gobernador D. José Aslegui y de todos los demás individuos ocupados en los diferentes objetos de la comi- . . sión: los enfermos manifestaban por la mayor parte una mejoría considerable: los Sres. Pineda y Heenke, esplayada su acostumbrada actividad en los contornos de Agaña, acababan de llegar á Umatac: D. Felipe Bausa había emprendido sus operaciones geodésicas; había pasado al pue to de Sp.n Luis el Piloto Inciarte; habían llegado los abundantes refrescos mandados acopiar por el Gobernador; y en el ^oservatorio, los Sres. Con- cha y Cevallos, conseguido el examen de la mar- cha del 105, y la observación de la inmersión del segundo satélite en la noche del 18, habían dis- puesto los péndulos pan las experiencias de la gravedad, sintiendo sí, que una nube intempes- tiva, les hubiese imposibilitado observar en la si- guiente noche del 19 la inmersión del primer sa- télite. Ya estando las cosas en una disposición tan favorab'e, y estrechando mucho por otra parte el plazo de la estación buena para la continua- ción de nuestras tareas, pareció lo mis prudente abandonar cuanto antes aquella rada, y con el mismo intento, en la mañana siguiente del 21 se procuró completar la aguada; se dio con las alturas correspondientes nueva época para el examen de la marcha de los cronómetros; se em- prendieron las comparaciones del péndulo simple con el tiempo medio, y el Sr. Gobernador remi- tió á bordo los refrescos y víver^is acopiados. Destinóse al mismo tiempo al Piloto Sánchez con un teodolito á la costa opuesta para ligar con buenas marcaciones los extremos de nuestros reconocimientos ala vela; un soldado cazador inquirió para D. ,\ntonio Pineda todas las espe- cies de aves que pudiese alcanzar; y D. Juan Ravenet representó con la mayor propiedad dos naturales de la isla de uno y otro sexo y un na- tural de las Carolinas. Con ias alturas correspondie'ites del 22 ya los relojes de ambas corbetas pudieron consi- derarse sujetos á un examen seguro. En la mis- ma tarde por consiguiente se embarcaron los instrumentos y los enfermos; de éstos sólo tres de la Descubuíkta y uno de la .\tkevida de- bían quedarse para incorporársenos después con la Nao; y iiechos por otra parte en aquel día y en el siguiente considerables acopios de leña por medio de un trabajo asiduo de la tropa y marinería, ya en la tarde del 23 pudimos con- siderarnos enteramente prontos para dar la vela. Las comparaciones de los cronómetros con el tiempo medio, nos habían indicado como sospe- chábamos, una aceleración de 5" próximamente en el 71 y en el 105 y el atraso de i" en el 72; y atento á lo que habíamos advertido en el mar, este segundo movimiento parecía más bien el que habían llevado aquellas máquinas que no el deteiminado en Acapulco: así fué lo más opor- tuno adoptarle para la deducción de la longi- tud por los cronómetros y para la ecuación total de las variaciones. Era indiferente el suponer al 105 el movimiento determinado en Acapulco, pues las ecuaciones corregirían sus trastornos, y corregidos éstos seria luego fácil aplicar tam- bién la corrección correspondiente al 351, que había sido en el viaje diariamente comparado al 105. Estos fueron los resultados que tuvimos referidos al medio día del 15. Diferencia occidental de Ac.iputco Ecuaciones corrcspou- dientes Longitud igualatia, . . Nürn. 71. 7''-40-54-39 7 .^l. 49.00 Núm. y 3. 7l>42'l3"5o'' 24 50 7 4' 49 .00 AVot. 101 Súm. SS' 7.43.50.00 7. I.OO 7.41.49.00 '•■7 43 7.41.49 .00 'Tf'Mi "ilíír-'iií ■ iiii7fiíi''V' ''r'iVli1lirii|Biíiiaiiiii>iiWniiiii«tirri»MMti-rin¡wwii MMliÜiiii* .^...•A-^ Vi",:'-,; ,|T^ CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 213 nmersión del primer sa- tct. 2^< en una disposición tan 1 mucho por otra parte uena para la continua- pareció lo mis prudente aquella rada, y con el nñana siguiente del 21 aguada; se dio con las nueva época para el los cronómetros; se em- iones del péndulo simple 1 Sr. Gobernador remi- ■)s y víveres acopiados, mpo al Piloto Sanche;? osta opuesta para ligar los extremos de nuestros la; un soldado cazador í Pineda todas las espe- se alcanzar; y D. Juan la mayor propiedad dos no y otro sexo y un na - respondie'-.tes del 22 ya i, :orbetas pudieron consi- mien seguro. En la mis- ínte se embarcaron los rmos; de éstos sólo tres ino de la Atrevida de- rporársenos después con otra parte en aquel día erables acopios de leña jo asiduo de la tropa y de del 23 pudimos con- ; prontos para dar la le los cronómetros con el an indicado como sospe- ión de 5" pró.\imamente el atraso de i" en el 72; nos advertido en el mar, to parecía más bien el ;llas máquinas que no el :o: así fué lo más opor- deducción de la longi- y para la ecuación total , indiferente el suponer :terminado en Acapulco, egirían sus trastornos, y uégo fácil aplicar tam- ;spondiente al 351, que diariamente comparado resultados que tuvimos el 15- iVtim. y 3. Xú»i. io¿ A>i«i. sji. 41 .49 .00 7.43.50.00 7. I.OO 7.41.49.00 7.40'3.".,"' '■■7 -43 7.41.49 .00 Feb. . Mar Niim. SSf La longitud Occidontal de C.-ídi/ dr 2090.17'. m'' Ijt observación del seg'-ndo satélite en la noche del i8 (se- gún U<. tahlas.) 209 .21 .55 Las distancias de la Luna á AlJehnran y Régiilus observa- das en las noches del 3 y del 4 y traídai cnn el cronóme- tro 73 , 209 .36 .30 La longitud determinada en la fragata Astrea por 44 se- ries de 4istanclas 309 . % .jn La del Comodoro Wallis en Timan traída con nuestros cro- nómetros 209 . >> .45 I^» limites de la longitud menor por el primer satélite, pues que se veía á las a*< 7' con toda claridad y A la-i 2(1 9' 50" disipada la nube ya habia sucedido la inmersión 209 .18.00 Latitud del Obscrv-itorío por astros al Sur y al Norte i-},^.!^' .\/* 1 Por el teodolito en tierra. .,N. E. S^-is' Variación magnética.. \ Por las agujas de Gilbert y Mar- tínez á bordo 2"-45' í Se adoptó la longitud determinada por los re- lojes marinos y para las leves dudas que pudie- sen ofrecerse sobre su exactitud, pareció prefe- rente el dejar su decisión á los mismos relojes que ligasen este punto con los demás que había- mos de encontrar hasta Manila, y cuya longitud ya bien determinada por los Sres. Le ''lentil y Dagelet pudiera confirmarse ahora coi; uestias observaciones. Al amanecer del 24 estuvimos efectivamente á la vela, emprendimos luego derrota directa hacia el Cabo de Espíritu Santo en la Isla de Samar, y fueron las brisas en aquella travesía tan constantes y favorables, que para el día 4 de Marzo ya estábamos delante del mismo Cabo. Fórmase aquella parte de costa por una tie- rra suavemente elevada y pedregosa, la cual con dirección al Sueste por espacio de cinco á seis le- guas, declina poco á poco hacia el horizonte, de suerte que su extremo á la vista sea realmente bajo. Los montes y los llanos están igualmente vestidos de un verde hermoso, corren al andar de las orillas muy inmediatos á ellas algunos pedruscos aislados: la sondaleza con 120 brazas no alcanza el Ibndo á distancia de dos leguas del Cabo. " • Un viento favorable del Esnordeste, regular- mente tresquito y apro\ echado con todo aparejí nos condujo en poco tiempo á la entrada del puerto de Palapa. Se observaron hn-arios en al- gunos puntos importantes, se continuó por la corbeta .\trevu)A aunque infructuosamente el examen de la soi.Ja; y nosotros no abandonando el orden de las bases, nos acercamos paulatina- mente á la Isla de Batag, cuyos extremos rodea- dos de arrecifes veíamos ya claiamente á las nueve de la mañana. Una embarcación que venga del Este puede entrar en el puerto, costeando uno ú otro extre- mo de la isla; la boca más costanera ó del Sur conduce más directamente al río, pero en el ca- nal se encuentran diferentes bancos con pocu agua; la del Norte entre Batag y Cagahiaga, si bien ceñida por dos restingas v casi en dirección opuesta al viento reinante, ogix sin embargo la preferencia, por ser el canal más ancho y en- M" 4 teran-.ente limpio de los bancos temibles de arena. Este último canal es el que se prefirió ahora para entrar en el puerto, tanto más, que el vien- to casi del Esnordeste proporcionaba un bordo Ijreve y seguro: atracamos á dos cables la restin- ga de Batag, cuya isla en su frente del Norte habíamos costeado á casi igual distancia; ceñi- mos luego al Sur pur fondo de 14 y 15 brazas la- ma, logrando así contrarestar la marea que nos aconchaba sobre Cagahiaga, y hacia el medio día ya bien internados en el puerto, dimos fondo al ancla del ajuste en nueve brazas la- ma, á distancia del '/j de milla de la costa de Hatag. Cuanto más considerábamos las excelentes calidades del puerto, así por sus abrigos, abun- dancia de agua y leña y poblaciones no distan- tes, como por su posición en la parte exterior del embocadero ó Estrecho de San Bernardino. tanto más debían crecer nuestros deseos de acer- tar con una exacta descripción hidrográfica, que le franquease con toda seguridad á la navega- ción nacional. Era no menos importante el exa- minar sus productos naturales y su opulencia; y en esas investigaciones, debían no perderse de vista el aprovechamiento de una estación real- mente preciosa, y la seguridad nuestra en las di- ferentes excursiones que naturalmente habíamos de emprender, atento á los piratas que suelen en muciio número recorrer frecuentemente aquellos contornos. Los del puerto, por cuanto alcanzá- semos á la vista, parecían enteramente desiertos. .\sí, fué nuestro primer intento el destacar una lancha armada, con algunos Oficiales, para que examinasen la navegación interna, y por me- dio de los religiosos, curas párrocos de los pue- blos no distantes, adquiriese datos menos oscu- ros sobre nuestra posición. Encargóse ¿los mis- mos Oficiales para aquella noche, la observación prolija de la latitud con el cuarto de círculo, y la de una inmersión del primer satélite de Júpi- ter, que sirviese á determinar la longitud, ya que el tiempo aparentaba el más sereno y apacible que pudiésemos desear. Varios accidentes con- tribuyeron, sin embargo, á que no fuese tan fá- cil para la lancha la ejecución del plan propues- to. Huían los naturales al arrimarse nuestra gente, suponiéndolos piratas, con el sólo moti- vo de no ser allí frecuente el aparecimiento de unos buques como los nuestros. La noche sobre- vino rápidamente, debióse internar en un rio, sin conocer sus fondos ni la dirección ni ele- vación de la marea; esto hizo que la lan--ha quedase varada sin esperanzas de volver á flo- te sino en la mañanita siguiente; y por largo rato pareció malograda enteramente la expedi- ción proyectada. En balde algunos marineros filipinos de nuestras dotaciones que con la mis- \ i 214 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO \s ma atención se habían embarcado para servir como intírpretes, gritaban á las canoas distantes que no temiesen, antes bien que contasen con premios en ropa ó en dinero si atracaban á bor- do. Todo fué infructuoso hasta las once, á cuya hora, aproximáronse dos canoas y condujeron los Oficiales al pueblo no distante de Palapa con los instrumentos oportunos para la observación del satélite. Se abandonó ya la latitud y empren- der algunas marcaciones con el teodolito, y al amanecer del día siguiente, logrados los demás objetos, pudieron los Oficiales regresar á bordo con unas noticias bastantemente exactas de aque- llos contornos. A la sazón los naturales habían depuesto toda especie de recelo, y atraídos no menos de la facilidad nuestra de comprar, como del alto pre- cio con que adquiríamos cualquiera objeto satis- faciéndole con plata efectiva, acudían en crecido número con sus canoas para vender todo cuanto estuviese en la esfera de su actividad. Con este motivo fué extraordinaria la abundancia de co- mestibles, y en ella merecieron siempre los ga- llos la primera atención, pues agregaban á su utilidad intrínseca, la de distraer las tripulacio- nes en las horas de su descanso con unas riñas que sirven de entretenimiento aun en nuestra Europa. Como era natural, la amenidad de los contor- nos, la facilidad de usar de las embarcaciones remeras de los pueblos inmediatos, la constancia de los tiempos favorables y la misma emulación nuestra en sobresalir entre los muchos ramos que abrazaba la comisión, debieron causar una acti- vidad extraordinaria en nuestros pasos: extendié- ronse las marcaciones con el teodolito hasta las inmediaciones del Estrecho de San Bernardino. enriqueciéronse las colecciones de Historia Na- tural y particularmente la conchiologia: las lan- chas armadas se ocuparon en la escrupulosa con- tinuación de las sondas así en la parte interior como en los diferentes canales que conducen al río, y pues que una islita nc distante del fondea- dero brindaba con sus playas un paraje excelen- te á los Oficiales astrónomos para las observa- ciones que ocurriesen, fué igualmente acelerado este ramo irT>.p mayor d^ seis días, debió pa- recer como baslaDlemente útil para la verifica- ción del plan propuesto de tareas. Las correspondientes á la Astronomía consis- tían en la determinación de una buena latitud con el cuarto de circulo, en observar la oculta- ción de las 414 del catálogo de Mayer por la Luna; y en una nueva inmersión del prmier sa- télite de Júpiter que pudo observarse con bas- tante seguridad por los Sres. Espinosa, Concha y Cevallos, se prefirió para el examen de la marcha de los relojes marinos el método de las alturas absolutas, pues lográbamos por la mañana de un 1 buen horizonte, y con este motivo pudo conce- derse á las tripulaciones un regular descanso, no siendo preciso de noche custodia alguna en tierra para el observatorio. Los resultados de las tareas indicadas fueron los siguientes: IvOngitud del fondeadero al Oeste- de Cá- ' diz por los cuatro relojes marinos. . . . 228.53. 5 El satélite de la noche del 4 228.53.48 El de la noche del 6 228.53.13 Latitud N. i2''37'5" Variación magnética N. E. o" 200'' Extendida la voz de nuestra llegada y digá- moslo así, de las ventajas de nuestro comercio en las poblaciones no distantes de Palapa, se ani- maron á visitarnos á bordo otros tres ó cuatro reli- giosos franciscanos, y sus conversaciones fueron sumamente útiles, en cuanto pudimos formar una idea exacta de la Isla de Samar y de sus produc- tos y habitadores: aumentaba con este motivo la cantidad inagotable de comestibles que llegaban diariamente á bordo: y como varias canoas, bien por costumbre ó por una debida precaución, fue- sen tripuladas con toda la gente armada, fué fá- cil enterarnos de la calidad de sus danzas milita- res ejecutadas repetidas veces á bordo y repre- sentadas por 1). Juan Kavenet con mucha pro- piedad. En la noche del 9 regresaron á bordo los naturalistas, y en la mañana siguiente entrambas corbetas dieron la vela para dirigirse al Estrecho de San Bernardino, Nuestras marcaciones desde el pueblo de La- guán, manifestaban que la distancia entre Pala- pa y el Estrecho de San Bernardino, no excedía de unas 15 á 16 leguas. Todo por consiguiente nos convidaba á apro- vechar la tarde bien placentera para examinar la costa; aproximándonos luego en la noche á la boca del estrecho, por manera que en la mañana siguiente con el viento y marea favorables, al- canzásemos en pocas horas el puerto de Sorso-, gón: la Naturaleza parecía vestirse en aquellos contornos con el semblante más agradable: el res- plandor de la Luna casi manifestaba querer com- petir con el del astro supremo: la continuación de una brisa fresquita sin que se notase en todo el cielo una nube siquiera, daba finalmente á la navegación toda aquella seguridad que mal pu- diera combinarse con la reunión de una calma, de la oscuridad y de unas corrientes bastantemente vivas. Para el anochecer ya la Isla Jabones nos de- moraba al Sur 82° Este distancia de cuatro le- guas; sondáronse 50 brazas arena, y á esta dis- tancia se hacía apenas perceptible el efecto de la marea: no distábamos á la sazón sino unas siete leguas de la Punta de Viri, que nos demoraba al ca CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 215 la mañana de un Mar. t tivo pudo conce- ular descanso, no a alguna en tierra indicadas fueron de Cá- ■ - )S. . . . 228.53. 5 . . . 228,53.48 . . . 228.53.13 . . N 12° 37 '5" . N. E o" 200" a llegada y digá- nuestro comercio dePalapa.se ani- i tres ó cuatro reli- .'ersaciones fueron [dimos formar una r y de sus produc- :on este motivo la bles que llegaban arias canoas, bien a precaución, fue- te armada, fué fá- sus danzas milita- á bordo y repre- t con mucha pro- cesaron á bordo los guíente entrambas rigirse al Estrecho le el pueblo de La- itancia entre Pala- irdino, no excedía convidaba á apro- a para examinar la 1 en la noche á la i que en la mañana rea favorables, al- I puerto de Sorso- Estirse en aquellos :s agradable: el res- estaba querer oom- 10: la continuación ; se notase en todo iba finalmente á la iridad que mal pu- in de una calma, de ates bastantemente ila Jabones nos de- incia de cuatro le- rena, y á esta dis- tible el efecto de la zón sino unas siete ue nos demoraba al Míir. .0 Norte 83° Oeste; pareció ésta por consiguiente una buena po.ición para esperar la mañanita si- guiente, y así á veces ciñendo, á veces paireando con viento del Este y Essueste fresquito, procu- ramos eludir cualesquiera efectos de las corrien- tes ó mareas; á las tres de la mañana estando 'le la vuelta de Samar, se sondearon 40 braza s arena y cascajo: el día sumamente placentero nos ace- leró luego la vista de los muchos puntos que de- seábamos marcar, y dándonos asi lugar de em- prender nuestra derrota con fuerza de vela, para la hora de salir el Sol ya nos hallábamos á una legua y media de la Islita de San Bernardino, que se marcaba al Sur 67" Oeste. La Punta Viri al mismo tiempo demoraba al ángulo de 27" en el mismo cuadrante. Luego que hubimos rebasado á distancia de una milla dicho islote y sujetada con algunos horarios la longitud de la parte saliente del es- trecho, nuestra derrota, como era natural, fué directa hacia la Punta de Galeras en la Isla de Capul. Es bien sabido que la marea entrante y favorable, se dirige con mucha fuerza á aquella isla, aconchando á veces las embarcaciones ó por efecto de poca precaución 6 por la falta del vien- to, de modo que hayan de pasar al Sur ó encon- trarse remolinadas entre los Islotes Naranjos. Esta reflexión nos persuadió á atracarnos más á la costa de Luzón, -zn la cual ya veíamos á no mu- cha distancia el pueblo de Calantas. Nonos des- cuidábamos al mismo tiempo en sujetar á mar- caciones y er.filaciones cuantos puntos impor- tantes nos rodeasen en aquél Archipiélago, de suerte que los muchos Islotes de Valiguatrc, la Punta de este nombre y la de Viri, ambos extre- mos de la Isla de Capul; la de Muertos ó Dalu- piri, los Volcanes de Albai y Bulusan y las cos- tas todas de la Isla de Luzón, fujronse poco á poco enlazando entre sí y haciendo indepen- dientes de las bases, que en aquellos parajes se- rían, si no peligrosas, á lo menos inútiles. A las ocho de la mañana no distábamos sino unas dos leguas del bajo de Calantas, que podía- mos marcar con seguridad. Nos vimos pues al- gún tiempo detenidos, y aun precisados á seguir bordos poco ventajosos con las ventolinas flojas del Noroeste y Norte ; pero como no tardase el viento en rolar nuevamente al Esnordeste, para las diez nos hallamos en el canal que for- ma la Isla de Capul con la Punta y bajo de Ca- lantas; y al medio día navegábamos (pasados los Naranjos), entre la Isla de Ticao y la costa de Luzón. Un horizonte libre al Sur nos propor- cionó la observación de la altura meridiana del Sol, y tsto con las observaciones de longitud que habíamos repetido por la mañana, y renovamos poco después, daba ya tanta mayor solidez á nuestros trabajos, cuanto que debíamos ligarlos con loa que verificásemos en Sorsogón con toda la prolijidad astronómica. Los volcanes de Al- M:,r ir. bai y Bulusán eran los eslabones principales de esta cadena importante de marcaciones. No es fácil para el que no haya surcado aquellos mares el formarse una idea cabal de tan amena perspectiva como la que allí se presenta: con la serenidad del cielo y la suave dirección de los vientos del Este, apenas el navegante ad- mirado tiene lugar de ocuparse de la felicidad del viaje: las escenas que se le presentan á la vista son harto '.arias y multiplicadas: una frondosidad uniforme, unos terrenos ó suavemente aloma- dos ó entrecortados con volcanes y otros montes más altos: los varios caminos que han abierto las aguas para buscar inútilmente entre esas islas un equilibrio tranquilo: las torres de uno ú otro pue- "- blo, en Calantas, Capul y Ficao; el recuerdo mismo filosófico de las vicisitudes que han pasa- do esos moradores, y de lo mucho que puede ex- , tenderse allí la especie humana, sin teñir de su propia sangre la tierra, que sólo debía alimen- tarle, hacen casi enfadoso y molesto el viento favorable, que semejante á un telón, arrebata de golpe una vista tan agradable y reflexiva. Costeábamos, pues, la Isla de Luzón á distan- cia de dos millas por fondos de 15 á 18 brazas arena fina, con ánimo de alcanzar muy luego el puerto de Sorsogón; y seguramente le hubiéra- mos conseguido si al principio de la roche, de- clarado el terral fresco directamente opuesto á nuestro intento , no nos viésemos precisados á fondear al abrigo de la isla inmediata de Bagatao distantes unos tres cables de sus playas: fueron las lanchas armadas lujgo que amaneció, á son- dar y hacer díferfntes marcaciones. Las corbe- tas dieron después la vela, y con la marea favo- rable alcanzaron sobre bordos un paraje oportu- no para fondear y amanarse. El puerto de Sorsogón es sin duda alguna de los más hermosos que haya formado la N.fura- leza: capaz de contener escuadras innumerables con un fondo que no excede de 15 á 16 brazas lama; con unas orillas bastantemente acantila- bas, con algunos pueblos no distantes que pue- den abastecerle de lo necesario, sumamente abun- dante de peces sabrosos, rfrece realmente un abrigo cómodo y agradable, particularmente en la estación de los véndateles: jjucs mientras rei- nen las brisas y no se necesEsn más ;|.ae agua, leña V algunos refrescos, parece preferente fon- dear fuera del puerto algo íi Sur de la Isla de Bagatao en frente de una cascadilíi bien notable de agua. Una vejetación lozana, dos volcanes á la vista y la extensión indicada del puerto, no po- dían á menos de atizar en sumo grado la curio- sidad de nuestros naturalistas: agregáronse la abundancia de peces y de jonchas exquisitas, el cultivo del aiToz, el henefic'o del ' y los ¿i6 VIAJE ALREDUDOU OKL MUNDO Mar lo principios de la propagación del gusano de seda, todos objetos que podían estudiarse en los pue- blos inmediatos. No tardaron por consiguiente en extender cuanto fuese posible sus excursiones, y pareció aún más adecuado á la utilidad del . viaje, que D. Luis Nee se separase de las corbe- tas, y por el espacio de tres meses, hasta el de- clararse de la estación lluviosa del vendaval, re- corriese á su albedrío los países que median en- tre el extremo meridional de Luzón y la capital de Manila, ;í donde debía reunírsenos. Nuestras lanchas y botes en el entretanto fueron destina- das á diferentes rumbos los más distantes del puerto, por manera c|Uf no quedase informe el plan emprendido, \ además de esto tuviesen lu- gar D. Francisco Viana y D. Felipe Bausa para trasferirse á la orilla oriental de la isla, }• multi- plicar alK las marcaciones del teodolito. Ni des- mayaron por otra parte las tareas astronómicas, si bien se frustrasen por la mucha celajería algu- nas inmersiones del primer satélite: observamos por diferentes alturas meridianas de estrellas la latitud de 12" 52' 10". y un promedio de los cuatro relojes marinos, adoptadas las pequeñas ecuaciones, fijó la longitud del fondeadero ac- tual de las corbetas r" 10' 47" al Oeste del ob- servatorio de Palapa. Como las ocupaciones indicadas no alcanza- ban tan generalmente al total de nuestras mari- nerías, que hubiese para todos un trabajo metó- dico y cotidiano el cual mii'ábamos como uno de los estribos esenciales para la conservación de la salud, se emprendió inmediatamente y con este solo objeto, un corte diario de leña, de la cual había una suma abundancia en ¡as orillas inmediatas. Por lo común alternando según cos- tumbre la tropa }• marinería en aquella útil ocu- pación, no duraba el corte sino hasta las diez de la mañana; comían luego tranquilamente y re- posaban á la sombra de un árbol. Por la tarde embarcaban la leña cortada y regresaban á bordo. Nunca faltaron un Oficial ó un sargento que di- rigiesen aquellas partida^, y un trozo, aunque pequeño de gente armada que custodiase las armas cargadas y pudiese usarlas oportunamente contra cualquiera aparecimiento de los piratas, j. En la mañanita del 22 cstu\'imos nueva- mente prontos para dar la vela: algunas turbona- dillas del Este interrumpidas con la calma nos ' ■ llevaron después fuera del puerto, y reconocidas en aquella tarde las inmediaciones del puerto San Jacinto en la Isla de Ticao (abrigo acostum- brado de las Naos para esperar el momento fa- vorable de la salida del Estrecho), antes del anochecer estu\ irnos en el canal que forman las Islas de Burias y Masbate. Hízose la navega- ción con mucha proximidad á la primera, pairea- . ' mns después hasta el día con el objeto de con- tinuar un reconocimiento útil y prolijo de las islas siguientes hasta Mindoro; y efectivamente, Mar. »i al amanecer del 23 presentó á nuestra vista un espectáculo realmente agradable. La Isla de Burias no distante y suavemente alta; la cos^a siguiente de Luzón hasta la Cabeza de Rondoc con una hermosa cordillera que la cercaba inte- riormente; la Isla de Masbate, las del Cobra- dor, Romblón y Sibuyan más altas y más dis- tantes, no podían sino entretener la vista con una hermosa variedad, mientras no se omitía medio alguno para trazarlo todo escrupulosa- mente. La calma en todo el día apenas nos dio lu- gar á atracarnos á los islotes inmediatos á Ma- rinduque: fuimos más felices en la noche si- guiente; y si bien paireásemos en las últimas horas de ella, ya en la mañanita del 24 nos ha- llamos atracados á Mindoro y solas cinco le- guas distantes de la Isla Verde, la cual marcá- bamos al Oesnoroeste de la aguja. Un nuevo encuentro concurrió á la sazón á representarnos como más agradable aquella po- sición, y fué la vista de tres pancos ó embarca- ciones piratas que no distaban al salir el Sol, sino una milla de nuestra proa hacia el Norte. No tardamos á ceñir con toda vela á estribor disponiéndonos al uso del cañón y del arma blanca; nos siguió la Atrevida, y las embar- caciones sospechosas emprendieron el rumbo que más le convenía, para evadirse por me- dio del remo que usaban con la mayor des- treza. Pasaron como dos tiros de cañón de nues- tra proa: nosotros viramos luego que nos demo- raron á las ocho ó nueve cuartas de barlovento; se hizo señal á la .\tkevida de seguir el primer bordo, y aunque no estuviésemos á tiro, se dis- pararon en una y otra corbeta algunos cañona- zos, con el objeto de que todo concurriese á in- fundirles algún temor y tal vez hacerles confun- dir las maniobras más oportunas. Pero muy luego conocimos que no lograríamos el intento: con mu- cha pericia luego que empr>. jí^ron la fuga ha- bían abandonado la conserva entre sí, y sin em- bargo, maniobraban uniformemente virando al mismo tiempo que las corbetas. Conocieron des- pués que no les convenía la vela y volvieron á usar del remo echado abajo el palo; finalmente, después de una hora de bordos, ya las dos ma- yores y mas veleras nos habían ganado una milla y media á barlovento: la tercera aunque mucho más zorrera, había ganado también considera- blemente. En esta posición sólo un viento bien fresco que no les hiciese útil el uso del remo liubiera podido dejarnos alguna esperanza de coger si- quiera la última y más zorrera; pero sin este re- quisito, del cual no había la menor apai'iencia. nada más debíamos esperar sino el sacrificio de un tiempo precioso; abandonamos por consi- CORBETAS DHSCUBIIiRTA Y ATREVIOA 217 fectivamente, m- ;p':ra vista un La Isla de alta; la cos^a za de Rondoc cercaba inte- as del Cobra- s y más dis- r la vista con no se omitía escrupulosa - is nos dio lu- ediatos á Ma- la noche si- n las últimas leí 24 nos ha- olas cinco le- a cual marcA- .. ) á la sazón á 3le aquella po- ;os 6 embarca- ai salir el Sol, lacia el Norte. ;ela á estribor 5n y del arma \, y las embar- 2ron el rumbo dirse por me- la mayor des- cañón de nues- I que nos demo- i de barlovento; iCguir el primer s á tiro, se dis- Igunos cañona- DHCurriese á in- acerles confun- Pero muy luego intento: con mu- ron la fuga ha- tre sí, y sin em- ente virando al Conocieron des- a y volvieron á alo; finalmente. ya las dos ma- anado una milla aunque mucho ibién considera- nto bien fresco el remo hubiera iza de coger si- pero sin este re ;nor apariencia, el sp-crificio de mos por consi- .Mar ,3 guíente la caza, y arribamos en derrota, atracan- do la costa de Luzón para pasar entre ésta y la Isla Verde. No nos fué posible alcanzar el Estrecho sino después del medio día, y no debimos mirarlo como una desgracia, pues así se nos proporcio- naba un excelente horizonte al Sur para la altu- ra meridiana del Sol, de suerte que la latitud bien segura en aquel punto diese lugar también á una mayor exactitud en las observaciones de longitud que habíamos repetido por la mañf.na. Insensiblemente el viento ya más fresco y la marea, nos condujeron á la otra parte de la isla Verde propasada á muy corta distancia una go- leta de guerra que había fondeado y dio poco después la vela: costeando la Isla de Mancaban examinamos prolijamente los bajos salientes que hacen algo peligrosa su costa del Oeste. Por último, no omitiendo el tomar horarios en meridianos de todos aquellos puntos cuya coloca- ción nos pareciese importante, atracamos para las cuatro de la tarde la Purta de Santiago en la Isla de Luzón. Ya á la sazón nos vimos obligados á navegar con trinquete y gavias: fuese luego alargando el viento con la caída de la tarde y cediendo de su fuerza; sin embargo, para el anochecer no distá- bamos sino una legua del islote Fortún, y mar- cábamos el Corregidor al Norte 5" Este y lo más alto de Mariveles al Norte 6'^ Oeste. Por la mis- ma razón desistimos después de la idea de nave- gar con poca vela: tuvimos algunas ventolinas del Sur, las cuales, aprovechadas con todo apa- rejo, nos hicieron creer hacia la media noche que nos sería asequible entrar en la baiiía antes del día, teniendo á la vista la Isla del Corregidor, y hallándonos atracados á la costa de Limbones por fondo de 65 y 60 brazas arena. Últimamente, después de una media hora de calma sin gobier- no, entabló viento fresco del E^snordeste, .-¡ue ce- ñimos de una y otra vuelta sobre las tres gavias algo arriadas para no entregarnos á los efectos de la marea contraria. .5 Amaneció con semblante hermoso: se veían sobre bordos para entrar en la bahía diferentes embarcaciones costaneras, entre las cuales se distinguían con la bandera del Rey las Jos go- letas del corso. Hallábase tendeada en Marive- les una fragata mercante; algunos pontines sa- xatgaban para afuera. Toda.s las tierras estaban haen despejadas; y marcábamos el Fr»ei4- al Nor- te 65 Este; Pulo Caballo al Norte ij Este, la Monja al Norte 3° Este, y la Medianía de For- tún 9I Sor. 5° *fl8te. En esta punición empren- dimos con todo aparejo los bordi).s precisos para entrar, precaviéndonos al principio de la marea contrai'ia con no atracaí demasiado el Corregi- dor n: ia costa de Marigjndon; y al medio día ha- bíamos adelantado conudcrablemente logrando en fin para las dos de la tarde montar Pulo Mrr. 15 Caballo y costear el Corregidor por su banda del Este á distancia de media milla. Como es costumbre en la I)ahía de Manila, el viento con el adelantamiento de la tarde fué rolando más fresco al Sueste, de suerte que pudimos seguir constantemente con las muras á estribor, y al ponerse el Sol marcar Manila al Norte 71" Este distancia cuatro leguas, hallán- donos á la sazón en fondo 10 brazas lama: se sondaron poco después ocho )' media brazas á distancia de una legua de la costa, y en esta po- sición, viramos navegando con gavias y trinque- tes hacia las costas inmediatas á Cavite: la res- tante noche que fué con exceso hermosa, se pasó • después A veces paireando, á veces ciñendo so- bre las gavias para conservar un fondo de ir, 12 y 13 brazas lama, y de este modo, logramos al amanecer hallarnos una sola legua distantes de ', - la barra de Manila, que dcímoraba próximamente al Nordeste. Permanecimos luego hasta las ocho, ó en ¡c calma ó con ventolinas vaiiables, que apenas permitían el gol)ierno aun auxiliándonos el bote con un remolque; pero llegíron tan oportunas algunas ráfagas aunque momentáneas del Sur, quv pudimos á las nueve y nedia dar fondo á una milla de la playa en seis bra.^'as lama. Dife- rentes champanes chinos y algunas embarcacio- nes mercantes nacionales, se hall.iban á la sa- zón fondeadas en aquellas inmediaciones. La escala actual en la bahía de Manila no debía ser á la "erdad sino momentánea, y más bien dirigida á la i-.itrega de las cartas y pliegos recibidos en Acapulco \ á la subdivisión útil de los muchos ramos de la expedición, que á cualquiera otro objeto tAtraño ó bien fuese cien- tirico ó militar. No podíamos ignorar cuánto im- portase ya un recto conocimiento de aquel Ar- chipiélago feliz para el rápido incremento de la prosperidad nacional, ó bien fuesen sus navega- ciones ó en sus cálculos mercantiles. No ignorá- bamos el periódico imperio de las monzones, que en los primeros --as de Junio jon la en- trada de k s VI ndavales harían miructuosas cua- lesqu .ra operaciones científicas, ó dependieren de la navegación ó de las e- carsiones por tierra. Debían, por consiguiente, e»tOvS reparos aunar con extremo la mejor combí ...Ación de nuestras fuerzas y su empleo más celerado; lo cual dictó las medidas siguientes. la corbeta Atre- TIDA tuvo orden de emprender viaje para el psotn 4e Macan, con el objeto de repetir allí las experiencias de la gra«t!dKl con el péndulo simple, ya que sería imfxírtante en el .irresic proyectado de medidas el obtener iina Tvlacsón directa de aquel paraklo con el pnnario que se admitiese: debía deapaás recrnuir con )a mayor brevedad á ManAt, ▼ m el LiiliilHMn la í 2l8 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Mar ji ^^li: Descubierta procuraría recorrerlas costas sep- tentrionales hasta el Cabo Bojador, por manera que se franqueasen sus calas, puertos y comer- cio útil, no tanto á una rutina local y perma- nente, como á los buques más distantes, con tal que íuesen provistos de buenas cartas y den'o- teros. D.Antonio Pineda recorrería al mismo tiempo á su albedrío los montes y los llanos más ó me- nos distantes de la capital, con dos .¡íoletas de Cavite; los Alféreces Aliponzoni y Bausa traba- jarían en el plano de la bahía y extenderían las operaciones hidrográlicas á las islas no distan- tes de Cabra, Lubán, Anibil y Mindorn; tínal- mente, si la Dlscuuiekta pudiese verificar su viaje á las costas de la provincia de llocos, que- daría al cargo de D. Tadeo íleenke registrar cuidadosamente las mismas provincias septen- trionales, regresando por tierra á Manila. Así, con los destinos anteriormente indicados de Don Antonio Pineda y D. L uis Nee e¡i el centro y en el extremo meridional de la isla, ya no quedaba parte alguna por reconocer, en cuanto lo permi- tía la demora de las corbetas en aquellos con- tornos: coadyuvaron con la mayor eficacia al logro de las medidas expresadas, las diferentes personas de la colonia, de las cuales dependían. El Brigadier de la Armada D. P'élix Berenguer de Marquina á la sazón Capitán General de las islas, el Teniente de Rey D, Francisco Muño^ de San Clemente, los Directores de la Real Compañía, los Padres provinciales de las dife- rentes religiones que suministran los Curas Pá- rrocos á las provincias, se esmeraban á porfía en dar aquellas órdenes é instrucciones que fue- sen oportunas para nuestro intento. La Atke- viDA dio efectivamente la vela en el primer día de Abril; y el 3 lo verifiíó tamb'én la Descu- bierta. Pero en la demora indicada, si bien no exce- diese de ocho días, no habíamos omitido las ta- reas astronómicas acostumbradas; y el método de las alturas absolutas adoptado en una } o.ra corbeta desde la misma tarde en la cual dieron t'ondo, nos había puesto in situación de conti- nuar la serie de nuestras longitudes referidas por el meridiano de Palapa al occidente de Cá- diz. El lesultado de entrambos buques (descui- dadas por el corto plazo las ecuaciones diarias) fué el siguiente: t>c)(i."7/. CViwi." 7». Rtl. loj Rfl.jjl. cuyo movimiento en las comparaciones actuales era más conforme con el determinado en Sorso- gón y atendida la diferencia de meridianos entre el fondeadero y lacatedral, quedó determinada la posición de ésta. Ab. , l^or la serie de nuestras longitudes al Occidente do Cádiz Por las observaciones de Mr. Le Gentil. Por las determinaciones en el año an- terior del Conde de Roselí, Coman- dante de la fragata francesa la Ca- lipso Por la inmersión del primer satélite de Júpiter observada en la noche del 27. V la que acaeció en la noche del 29. . S»-4S 50.15 i,6.iS I.üiiKÍtud occüiíKtal (le PaUpa cu titiupos.. , . i6.s'V34'" 16.16.01" 16.35.13 i6.l9"6'" Pareció preferente en este caso el arrimarnos á los resultados de los dos cronómetros solos, Ahora, como en muchas otras ocasiones, I echábamos de menos para la debida comparación I los resultados del Sr. Dagelet en la desgraciada 1 expedición del Conde de la Péyrouse, bien que no \ podíamos dudar que debiesen precisamente apro- j ximarse mucho á las determinaciones ya indi- I cadas. La navegación de la DEScuriERTA hacia el . Norte y al andar de las costas de tambales y , Pangasinan, no tardó en descubrir todas aque- , lias dificultades que ya nos habían sugerido dife- i rentes prácticas de Manila. Era la costa por lo 1 común bastantemente fosca para que no pudiesen ' determinarse con claridad sus diferentes puntos: i los vientos contrarios del Nordeste y Noroeste, I entremezclados con algunas calmas y acompa- j nados siempre con las corrientes bastantemente I rápidas al Sur, hacían aún más difíciles nuestros I progresos, cuando no quisiésemos alejarnos con- siderablemente de las plaj'as; finalmente, á los siete días de nuestra salida apenas habíamos alcanzado la Punta Bolinao, y sin embargo la costa intermedia no podía caracterizarse por exac- tamente trazada. Estos inconvenientes los cuales manifesta- ban el plazo del viaje emprendido seguramente más largo y menos útil de lo que habíamos su- puesto al principio, debieron finalmente sugerir- nos como más oportuno el retroceso de la corbeta á Cavite, para que se destacasen Oficiales á las costas no bjen reconocidas de llocos y Cagayan: á la laguna de Bay y á la contra-costa del Este y con embarcaciones del país y unas marchas aceleradas, aprovechasen en unas tareas tan im- portantes los últimos restos de la estación seca:' púsose efectivamente la proa al Sur en la ma- ñana del g, y el j^ la corbeta ancló en Cavite, tomadas ya las medidas oportunas para la con- tinuación proyectada de tareas, conforme se verá en los capítulos siguientes. mes actuales (lo en Sorso- idianos entre eterminada la Ab 1 Navegación de la Atrevida desde Manila á los mares de China y entrada en el pncrto de Taipa. 52-45 •as ocasiones, a comparación a desgraciada e, bien que no isamente apro- [ones ya indi- ERTA hacia el le tambales y ir todas aque- sugerido dife- a costa por lo ue no pudiesen ¡rentes puntos: te y Noroeste, ñas y acompa- bastantemente fíciles nuestros 1 alejarnos con- lalmente, á los enas habíamos sin embargo la izarse por exac- les manifesta- lo seguramente 2 habíamos su- Imente sugerir- so de la corbeta i Oficiales á las icos y Cagayan: ■ costa del Este unas marchas 5 tareas tan im- 1 estación seca: Sur en la ma- ndó en Cavite, as para la con- 3n forme se verá Mar. ji Recibidas las instrucciones de D. Alejandro Malaspina, al a :ochecer nada faltaba para poder dar la vela por la mañana temprano con los pri- meros soplos del cerral ó ^^e la brisa. Este Co- mandante me acompañaba a! mismo tiempo con carta suya para el Gobernador de Macao, otra del Capitán General de estas islas, comunicándo- le á ambos el objeto del destino de la Atrevida al establecimiento de su mando, y suplicándole que para desempeñarle me franquease los auxi- lios necesarios. Las experiencias del péndulo simple era un punto de mucha importancia para toda Europa, y no podríamos excusarnos de eje- cutarlas en aquel territorio sin dejar de cumplir las intenciones de S. M. Ah. I.» Al amanecer estábamos á pique del ancla y muy luego dimos la vela con velacho y sobreme- sana con viento fresquito del Esueste, dirigién- donos á pasar entre las Islas de Mariveles y el Corregidor, gobernando entonces al Oesiul- oeste 5° Oeste. Concluidas las faena;: de asef^u- rar las anclas y meter las embarcaciones meno- res, se forzó de vela con la brisa ya fresca, go- bernando al Oeste un cuarto Sudoeste para atra- car la Punta de jMariveles, precaviéndonos del bajo de San Nicolás, cuya posición, según el práctico, no era la más exacta en el plano. Se- guimos después por el canal entre las dos islas al rumbo del Oesudoeste, pasando por la parte Norte de la Monja. La derrota común que se ejecuta en esta es- tación para Cantón dcL'le las Filipinas, se hace sin perder de la mano la Isla de Luzón hasta Cabo Bojador. ^or esta razón los vientos sue- len ser más variables y flojos, aunque este atra- so lo compensan las corrientes para el Norte, con especialidad desde Punta de Bolinao y no se ex- perimentan tan fuertes para el Oeste no sepa- rándose de la costa. 6 Adelantamos no mucho en los días siguien- tes, pues hasta la tarde del 6 no llegamos á ver el fondeadero de Santa, en el cual había tres em- barcaciones pequeñas que hacen el comercio de arroz con Manila; su pueblo lo marcamos al po- nerse el Sol, al Nordeste 5" Este y la Puntí' gorda de Santa María al Sur 72° Este. Por la noche tuvimos algunas horas, viento galeno del Sudeste, con el que gobernamos al Norte '/i Noroeste para precavemos del bajo de Saloma- que distante algo más de una legua de la tierra, del cual pasaríamos á la misma distancia. Si- guióse después barajándola á corta distanda por el abra notable de Bigan, que pudimos dis- tinguir muy bien con la claridad de la Luna lle- na, advirtiendo ser bastante abierta y formada por dos cerros de bastante altura. Las marcaciones d.^ la mañana próxima de las dos Islas de Salomaque y Sinay, que son bajas, la primera al Sur 42" Este y la segunda al Nor- te 62" Este, nos hicieron ver diferencias sensi- bles al Norte, y concebir la esperanza de ver en el día el Cabo Bojador. La latitud observada del medio día de 18" 05' diferenciándose en 17' al Norte de la e.tima, com.probó también el resulta- do de las rraicaciones. La longitud observada por el promedio de los relojes 73 y 105, era 37' 57" occidental de Manila. Hacia las cuntro de la tarde se avistó el Cabo Bojador, formado por una punta baja saliente; marcóse luego al Norte 43" Este, distancia de cinco leguas. Era mi animo hacer diligencias para corregir su situación, sin embargo de que la DiíscuiiiEKTA debía dirigirse á este objeto, pero el viento, calmando á la sazón, no hubo medio para correr una base durante la tarde, por la coEsiancia de la calma; no obstante, empleando la distancia estimada para establecer su posi- ción, siempie será bastante aproximada, ó á lo menos, con mucha más exactitud de la que le se- ñalan las cartas de Mr. Dalrimple. Latitud observada al medio día ;i bordo Por estima al Norte hasta las seis de la tardía, aumentando sólo dos mi- llas de corrientes á la distancia no.vegada, pues apenas hubo dife- rencia en la marcación desde las cuatro á las seis qw; se marcó la última vez ...... Latitud del buque á las seis de la tarde. Diferencia de latitud al Norte |)or la marcación al Cabo, y la distancia estimada de 14' Ali, (1 18" 05 '5 00 . 10 . 00 18. 15.15 Latitud del Cabo. N. Longitud observada Oeste de Mani- la por los relojes marinos al medio día con el promedio de los dos. . Diferencia en longitud Este al Cabo por la murcación Longitud que resulta al Cabo Boja- dor, occidental de Manila 00 . 9 . 40 18" 24' 55" 00" 37' 57'' 00 . 1 3 . 00 00° 24' 57" ffS^BFlSB-Vl^^it'gSi S^; í-í¿-<'>^^^^-ik^^^f^&7^¥h^¿i^l^M.i itjMiijiiiiWífm ■K. 220 VIAJIi ALREDEDOR DEL MUNDO Ah 7 Esta longitud puede considerarse bastante- mente exacta aun cuando no se hubiesen repeti- do los horarios á la hora de la marcación respecto de no ser necesarios por haberse seguido cons- tantemente el rumbo del Norte desde los obser- vados por la mañana, y las corrientes tiran tam- bién en la propia dirección. En cuanto á la latitud puede también gra- duarse de suficiente confianza atendiendo á que sólo entra parte del error que incluye la distan- cia estimada al Cabo, y es muy corto de corrien- tes habiendo mediado tan pequeño intervalo al medio día; de modo, que no creo exceda el de la latitud en 2' y siempre es muy preferente á la que expresa Dalrimple, pues se aparta en 17' al Norte (I), ' Al anochecer abandonamos la vista del Cabo con brisa fresquita por el Nordeste, gobernándose al Nornoroeste 5° Norte hasta el medio siguiente, en que advirtiendo una extraordinaria diferencia al Norte de 33' hallándonos en longitud de i" o_)/ arribamos al Noroeste '/■. Norte. A pocas horas de calma por la tarde sucedieron ventolinas del cuarto cuadrante, la atmósfera cargada suma- mente de calima representaba á los astros con una grande refracción aparente, señal que rara vez se advierte cuando soplan las brisas y casi es inseparable de las bonanzas. Pasamos la noche en continuas maniobras con las ventolinas varia- bles del Noir.ordeste al Nornoroeste y Noroeste, advirtiendo un ruido fuerte causado por la co- rriente, comprobándose esta observación por los remolinos y choques fuertes de las aguas contra el buque ; sin poder atinar por entonces hacia qué dirección nos arrastraban. 1 Las observaciones del medio dia siguiente nos sacaron de estas dudas. La latitud observa- da de 19" 53' Norte no indicó diferencia alguna con la estima; pero la longitud por los relojes se apartaba de ésta en 30' al Oeste, señalando el 105 i" 50', y el 72 i" 48'. Por la posición de estas observaciones demoraba la extremidad Nordeste del bajo de la Plata al Norte 60" Oeste distan- cias de 130 millas, ateniéndonos á la situación en que le establecieron el año 1779 las corbetas de S. M. B. la Resolución y la Descubierta, man- dadas entonces por los Capitanes üore y King, por fallecimiento de los Sres. Cook y Clerk. En el último tomo de sus viajes se halla la descripción que hace King de este bajo, pues le reconocieron desde su extremidad Nordeste, si- tuándola en latitud de 20" 58' Norte, y 117" de longitud oriental deGreenw'ch; y la del Sudoeste en 20" 45' Norte, aunque no pudieron determinar (i) Esta determinación del Cabo Bojador ha re- sultado muy conforme con la determinada después por el Teniente de fragata D. Francisco Viana, comi- sionado desde Manila á situarle. con precisión sus límites al Oeste, y en longitud de iif)" 44'. Mr. Dalrimple supone de extensión •íeis leguas en cuadro á este escollo, el cual, puesto por la Naturaleza en la derrota directa de las Filipinas á Cantón se hallará en nuestras car- tas con toda la exactitud que importa á la segu- ridad de la navegación, debida ai celo infatiga- ble con que se interesaban en sus progresos aque- llos ilustres navegantes. Entablóse el viento desde el principio de la noche por el Nornordeste, y ciñendo mura á estri- bor para pasar al Norte del bajo de la Plata, cuyo paralelo de la parte más Sur alcanzamos al medio día siguiente, observamos la longitud de 3° g', que volvió á repetirnos la misma diferen- cia de 30' al Oeste con la estima. Nuestra posi- ción no dejaba de ser un poco crítica, continuan- do yo en el ánimo de seguir la misma derrota si el viento nos abandonaba al estar por el través del bajo, y las corrientes conservasen las propias fuerzas para el Oeste. Como era mi intención también situar la Piedra Blanca, por ser un punto á donde recalan ó reconocen los buques que navegan á Cantón en la estación presente, no era tan fácil conseguirlo si alterase la derro- ta pasando por el Sur del bajo. Cobrando el viento más fuerza después del medio día, aunque sin pasar del Esnordeste y á veces más escaso, se arribó al Noroeste '/i Norte para disminuir el abatimiento aumentando el andar, y desde aquí navegamos con vigilancia desde los topes, pues no sería extraño avistarse el bajo respecto á que gobernando á este rumbo y dando un error proporcional para el Oeste, pasaríamos á las cuatro y media como á cinco leguas de la parte septentrional. Una cerrazón bastante oscura reunida sobre la situación del bajo, acortaba de tal modo el horizonte, que no le divisábíimos por aquella parte más de dos leguas. A la caída de la tarde navegábamos sólo ya con las principales, por haber refrescado bastantemente el viento. Las apariencias del tiempo no eran las mejores y la mar había engruesado con proporción al vien- to. Sin embargo, proseguimos con los mismos esfuerzos de vela, en la noche, á pesar de las fugadas repetidas, y de haber faltado en una de ellas la relinga del pujamen del trinquete, y de consiguiente, haberse rifado este de alto á bajo, obligando envergar otro que quedó marcado á las nueve y media. Con esta diligencia antes de romper el día avistamos ya varias embarcaciones pescadoras de los chinos. Aunque éstas conocidas aquí con el nombre de Lorchas, suelen salir á pescar hasta el bajo de la Plata, nos sorprendió, no obstante, verlas tan desatracadas de la costa con tiempo, al parecer, muy superior á su resis- tencia, creyéndonos así más inmediatos á ella Ab.1) Bairi««%rM¿>etMW CORBETAS DKSCL'BIRRTA Y ATREVIDA 221 y' en longitud de extensión lio, el cual, )ta directa de nuestras car- ta á la segu- ;elo infatiga- ¡;resos aque- incipio de la muraáestri- dc la Plata, ikanzamos al a longitud de isma diferen- Nuestra posi- a, continuan- ma derrota si por el través en las propias i mi intención por ser un en los buques ción presente, rase la derro- ;a después del ísnordeste y á oeste '/i Norte umentando el con vigilancia :raño avistarse 0 á este rumbo para el Oeste, L como á cinco reunida sobre Je tal modo el os por aquella ida de la tarde rincipales, por el viento. Las las mejores y ¡orción al vien- en los mismos 1 pesar de las tado en una de trinquete, y de de alto á bajo, ;d6 marcado á romper el dia íes pescadoras icidas aquí con salir á pescar sorprendió, no de la costa con ir á su resis- nediatos á ella \h ,. de lo que indicaba la estima desde el medio dia antecedente, considerando sus mayores errores en parajes de corrientes, y con vientos desigua- les y arrafagados. Mis conceptos se justificaron muy pronto con la vista de la tierra á las ocho de la mañima. Por una sola altura de Sol que pude acechar á esta hora, y calculado el horario con la latitud de estima, resultaba la longitud de 5" 01' occiden- tal de Manila ó 2° próximamente al Este de Ma- cao; situación que nos ?.,seguraba el situar la Pie- dra Blanca si la preferencia del Sol, al parecer tan contingente, nos lo proporcionase. Nuestros rumbos sucesivos del Oesnoroeste y Noroeste 5° Oeste, nos condujeron á dar vista á los islotes de Kingao demorando al Norte 3" Este distancia como cuatro leguas, y esto confirmó al práctico que llevábamos, la confianza de nuestra longitud observada. Como esta marcación nos situaba casi en el meridiano de dichos islotes, observamos longitudes resultando á ellos la de 5° 19' de Manila. No bien observamos la latitud de 22" 30', cuando al poco rato vimos al Sur- Sudoeste Pie- dra Blanca, á tres y media leguas, cuya figura representa una embarcación á la vela. Puesto Norte-Sur con ella, á la una y cuarto se dedujo la longitud á este punto de 5" 47', y en latitud de 22" 20' Norte por la estima llevada prolija- mente hasta la hora de los horarios. Desde aquí al rumbo del Oesudoeste5" Oeste, llegamosá las cinco y media á estar al Sur de la Isla Single á una y media legua, avistando entonces la Gran Lema al Oesudoeste, continuamos el propio rum- bo para pasar por el canal que forma ésta con la Isla Pootoy. y marcando al ponerse el Sol el ex- tremo más Sur de la primera al Sudoeste '/, Oes- te, y la de Single al Norte, proseguimos al mis- mo rumbo del Oesudoeste 5" Oeste sobre las ga- vias, para manejamos más fácilmente por los canales que íbamos á atravesar. El viento al anochecer estaba fresquito. y con- servando la sonda de 18 ó ig brazas fango que tiene el canal, seguíamos para dentro. A las diez ymedia teníamos cerca por babor la Isla Lema y ! otras diferentes por estribor. Había sido mi áni- mo fondear al abrigo de algunas de estas islas durante la noche, pues la poca claridad de ella mientras no saliese la Luna, hacía algo cuidado- sa la navegación; iban prontas dos anclas para fondear en el instante de obligar á ello la calma ó la corriente, y sin estas causas empezamos á navegar con las gavias arriadas braceadas unas en contra de otras para medir la distancia al ama- necer á vista de Macao, con el fin de excusar la molesta maniobra de dar fondo y levarse en tp.n corto tiempo. La Luna sobre el horizonte desde poco an- tes de media noche facilitaba el conocimiento su- ficiente de los canales, y aun hacer algunas enfi- laciones imnortantes; al mismo tiempo demo- rando la Punta Norte y Este de Lema al Sur 2K" Este, j el 1 .lote Waglaang al Norte, se gober- nó al Oesnoroeste y poco después al Noroes- te un cuarto (Jeste: después á las doce y media se hizo rumbo al Oeste para pasar á la parte del Norte de Ling, á cuyo rumbo se marcaba, y lo más saliente de Lama al Oesnoroeste 5° Oeste, y lo más Oeste de Lama al Sur. A la una ycuarto estábamos Norte-Sur con lo más Oeste de Lama y marcábamos lo más Norte de Lingtin al Oe- sudoeste 5" Sur. Bajo de estas marcaciones se orzó al Oeste '/i Noroeste pi.ra separarnos un poco de Lingtin y acercarnos también al extre- mo Sur de Chamchow. ¿arribamos á las dos al Oeste buscando el paso entre Chichow y los is- lotes del Norte llamados Chow. Orzamos á las tres á la isla de este nombre, gobernando al Oeste 5° Sur, y á poco rato al Oesudoeste 5" Oeste sondando ir brazas fango suelto cuando demoraba Lingtin al Sueste '/i Este. Estan- do á las cuatro y media con lo más Oeste de las Islas de Chow se orzó al Noroeste á pasar al Este de Latsanv y se largó todo aparejo, amaneciendo entre la Isla de Lantao yLongsi- tow con viento bonancible del Esnordeste, el mismo que nos había acompañado toda la noche. Seria difícil describir la agradable perspec- tiva de nuestra situación al aclarar el día ha- llándonos rodeados de una multitud de islas, que no obstante de ser áridas ó estériles, no dejaban de causar una vista tan divertida como liarmo- niosa, por su número, simetría y diversidad de tamaños. A esto se agregaba una infinidad de lorchas pescadoras, que formadas en diferentes cuerpos, representaban á la distancia que las teníamos escuadras muy numerosas, para aumentar )a vista lisonjera que causa la varieda'" de ob- jetos. Nuestros rumbos se dirigieron á pasar cerca de Longsitow por la parte del Norte, y cuando llegamos á estar con esta isla, ya descubríamos al Oeste '/, Sudoeste la entrada del puerto de Taipa: como las corrientes tiraban á la sazón para el Sur, precisaron á gobernar al Noroeste. Avistábase ya la ciudad de Macao á las siete de la mañana, y tremoladas nuestras insignias, nos dirigimos para el puerto con viento del Esues- te, alcanzando á estar antes de dos horas entre la Punta de Cabaret y la isleta del Norte de la entrada de Taipa: de aquí seguimos al Oeste de la Punta Sur de su entrada por fondo de tres á cuatro brazas, hasta descubrir por la boca del Norte á Macao, dando fondo en cuatro brazas escasas fango: en esta situación demoraba la fortaleza más elevada de la ciudaó al Norte 2" Oeste, y la Punta Norte de la entrada al Este 5" Ah |t ' i: fmmmm aaa VIAJE ALKEDliDOR DEL MUNDO ^■■t1 At> t) Xorte, quedando luego amarrados con dos anclas Norte-Sur. Ocutrcncias en el puerto de liitfxi y en la citutad de Mactio. — Atenciones recibidas del Gobernador y de las Compañías extranjeras; descripción de la ciitdtul con la forma de su Gobierno; idea de su comercio, producto de sus rentas y f(astos que produce su con- servación á S. M. F. — Reflexiones sobre el comercio de peletería, con las ventajas de la Espafia para des- truir el de otras naciones que le ejecuten. Apenas hablamos dado fondo cuando llegó el práctico portuguCs que reúne las funciones de Capitán de puerto, y un dependiente de rentas: el primero de orden del Gobernador para ente- rarle de las novedades de nuestra navegación y objeto de la arribada: el segundo venía comisio- nado por la aduana para en el caso de no ser buque de guerra proceder al reconocimiento de la carga y á nombrar guardas que subsistiesen á bordo según costumbre con los mercantes. Sa- tisfechas estas preguntas se restituyeron uno y otro enviando yo al propio tiempo un Olicial á cumplimentar al Gobernador y convenir en la correspondencia del saludo, el cual ejecutaría siempre de asegurarme el ser respondido tiro por tiro. A muy poco tiempo de haber fondeado, re- cibí carta de los comisionados de la Real Com- ñía de Filipinas D. Manuel de Agote y D. Ju- lián Fuentes, ofreciéndoseme atentamente para cuanto pudiesen contribuir á nuestro obsequio: yo les contesté agradeciéndoles el paso de aten- ción que venían de significarme, y deseoso de correspondería. No tardaron los Sres. Agote y Fuentes en venir á bordo por la tarde, para manifestarme verbalmente las expresiones que les había mere- cido por escrito, convidándome á comer con toda la Oficialidad para el día siguiente en la casa de la Compañía. A este tiempo enteré por menor al primero como primer factor, cuáles eran las necesidades urgentes que nos conducían á este puerto, para las cuales contaba con su di- ligencia eficaz para poder remediarlas en el corto tiempo que pensaba subsistir aquí; siendo entre estas muy esenciales las de proporcionar- nos una casa cómoda para establecer nuestro observatorio en donde verificásemos las experien- cias de la gravedad, objeto principal de nuestro destino; la adquisición de algún artífice inteli- gente para componer el reloj número lo, y la de otro pequeño de esta misma especie, con pin- turas de todas clases para proveer á nuestros profesores de las que necesitaban, sin las cua- les no podían seguir en la continuación de sus trabajos. También regresó en la misma tarde el Oficial comisionado, quien me informó que el Goberna- a* >3 dor y Capitán General D. Vasco Luis Carneiro de Sonsa y Faro, Caballero de la Orden de Cris- to y Jefe de Escuadra en los mares de la India, le había recibido con las señales menos equi- vocas de urbanidad y política, haciéndole espe- cial encargo me asegurase cuánto anhelaba con- tribuir con sus facultades personales y del em- pleo, al desempeño de la comisión y obsequio de la Oficialidad de mi mando. .\ún nc se había visto en estos mares la ban- dera del Rey, y la concurrencia de todas las na- ciones europeas en Macao exigía un celo par- ticular sobre la conducta de nuestros eciuipajcs. \ este efecto se dirigieron mis primeras órdenes, intimándoselas para que su moderación y pru- dencia correspondiesen á mis deseos, en inteli- gencia de que usaría del mayor ri^or para con- seguirlo. Saludamos á la plaza á la mañana siguiente con nueve cañonazos, á que respondió con el mismo número; y seguidamente pasé con la Ofi- cialidad á visitar al Gobernador, quien nos re- cibió con todo el agasajo y expresiones las más atentas, agregando para justificarlas el habernos proporcionado ya una casa para el observatorio, que con gusto la cedía el Sr. Antonio José de Acosta, cuya situación y conveniencia la hacían preferible en su concepto á cualquiera otra. Como después supe por D. Manuel de Agote las grandes instancias que hacía el dueño de la casa para que la admitiésemos, mandé conducirá ella todos los instrumentos al día siguiente. Las alturas tomadas por los Oficiales D. Juan de Concha y ü. Ciríaco Cevallos, dieron las si- guientes diferencias de meridianos con Manila: Diferencia al tiempo medio día 14 Por sus diarios á Manila. . Núm. ^2. i'.26".48 27 .47 .86 29.14 .72 Diferencia de meridianos. . Longitud occidental de Ma- nila 7"-i8'-45 Niim. loj. 3.26'.3i".i4 3.55.41 .00 0.29 .05 .76 7».i7'25" Esta diferencia de meridiano hallada en una época de pocos días y dentro del minuto por dos relojes, dan un grado de conñanza para deter- minar la longitud de Macao, preferente á la del Capitán King, porque no habiendo ejecutado ob- servación alguna en Macao, la que determinó fué por distancias observadas antes y después de abandonar este punto, referidas con un solo reloj. Mr. Bayly está conforme con nosotros, aunque su longitud también la deduce por dis- tancias, tomando el promedio de varias series que discrepan mucho entre sí. Igual conformidad encontramos con la que trae el conocimiento de tiempos del año de 88, pero ignoramos quién, 6 á qué observación absoluta se refiere. ,á»i¿m CORBETAS DBSCUBIERTA Y ATREVIDA aaj u (1 Goberna- *•> 'j Luis Carneiro )rden de Cris- s de la India, menos equi- ;iíndole espe- anhelaba con- iles y del em- y obsequio de mares la ban- : todas las na- Fi un celo par- ros equipajes, ñeras órdenes, ración y pru- eos, en inteli- ifeor para con- ñana siguiente spondió con el >asé con laOfi- quien nos re- ísiones las más las el habernos :1 observatorio, ■ntonio José de encia la hacían uiera otra, anuel de Agote el dueño de la landé conducirá a siguiente. Las les D. Juan de , dieron las si- los con Manila: 78. Nüm. 105. '.48 3.26'.3i".i4 .86 3.55.41 -oo .72 0.29 .05 .76 •45 7».i7'»S" 3 hallada en una I minuto por dos inza para deter- sferente á la del do ejecutado ob- i que determinó ites y después de as con un solo le con nosotros, deduce por dis- varias series que ual conformidad conocimiento de ramos quién, ó á sre. *!■ M Como era nuestra frecuente asistencia en la casa de los Sres. Agote y Fuentes, fueron luego á visitarnos el Gobernador, Sindicante, los pii- meros Sobre-cargas de las Compañías, Francesa, Sueca, Dinamar(|uesa, Holandesa, algunos su- balternos de la Inglesa, y varios particulares de la ciudad. El Gobernador y estas Compañías exceptuando la Inglesa, nos convidaron á comer alternativamente, mereciéndoles á cada paso las mayores demostraciones de aprecio, que no son fáciles de describirse, listos obsequios tan gene- rales, hizo más notable al público la falta en imi- tarlos de Mr. Harrison, primer Sobre-carga de lu Compañía Inglesa, haciéndose aún mucho más ex- traño por la circunstancia de hallarse con orden de Lord Cornwallis, Comandante general de sus establecimientos de la India oriental, para que, consecuente á las que había recibido de Su Ma- jestad Hritánica, auxiliase con cuanto pudiesen necesitar las coi-betas de S. M. C. Drscubiürta y Atrevida, en su viaje alrededor del mundo. lista conducta tan rara y contraria A la repre- sentación preferente que goza la nación inglesa por su opulencia en esta parte del globo, exci- tó tanto el sentimiento de los compatriotas de Mr. Harrison, como el empeño de lavarla con im esmero de urbanidad hacia nosotros, que jamás podrá boiTarse sin injusticia, ni de nuestra me- moria, ni de nuestro agradecimiento. Entre éstos ocupará un lugar muy distingui- do en nuestro aprecio, Mr. Daniel Real, Cónsul de Prusia, á quien debimos frecuentes pruebas de atención y la adquisición apreciable de un re- loj pequeño de longitud, número ir, que hizo ve- nir en diligencia, de Cantón, perteneciente al di- funto Mr. Cox, con quien tuvo compañía para el comercio de pieles sobre la costa Noroeste de América, en cuya navegación le había servido con mucha utilidad esta máquina, .\unque el tiempo estrechaba para examinarla, corriO era la única que había podido encontrarse, me decidí A comprarla, así por los informes que me dio Mon- sieur Beal, como por las experiencias que tenía- mos del crédito de su autor Arnold. La ciudad de Macao es península de la Isla de Un-zao, y sé halla situada en la embocadura del río del mismo nombre. Tuvo su primer ori- gen por una colonia de portugueses, hace cerca de dos siglos, con permiso del Emperador de la China á quien pagan tributos ó contribuyen con ciertos derechos para disfrutar la posesión de este esta- blecimieao Antiguamente t;ra una ciudad muy rica, mi y poüi \da y capaz de defenderse de los Gobernare res le las provincias inmediatas, pero en el íía ha dr:aído de su opulencia y de su po- der. La prciioición del comercio con el Japón ^a. disminuido ia actividad de los negocios y aunque habitada por portugueses y mandada por un Go- bernador nombrado por S. M'.. F., está, sin em- bargo, á discreción de los chinos, pudiendo pr¡. varia cuando quieran de los víveres para su sub- sistencia y posesionarse con facilidad de ella. Por estas razones la conducta del Gobierno aquí es siempre cuidadosa y circunspecta para no cho- car ó más bien contcmp'ar á los chinos. Macao está situada desde la orilla del mar, en terreno desigual y por partes elevado; las calles participan de este defecto y son también irre- gulares y estrechas. Sus edilicios consisten en una catedral, tres feligresías, dos colegios que fueron de los jesuítas, tres conventos de religio- sos Agustinos, Franciscos y Dominicos; otro de monjas de Santaclara, una iglesia y casa de Mi- sericordia, dos hospitales y tres ermitas y casa del Senado, la cual termina la única calle espa- ciosa y plana de la ciudad; pero así estos edifi- cios como las casas de los europeos, carecen de todo gusto y elegancia exterior. La del (ioberna- dor, situada frente del desembarcadero, goza de unas vistas las más agradables, aunque sin dis- tinción alguna notable en su arquitectura. Inme- diato á ella está la factoría inglesa, de bastante extensión, y todas las restantes factorías fabri- cadas bajo el mismo estilo, están rodeadas de jardines. Las alturas de la ciudad dominan unas vistas muy considerables hacia el mar y á la cam- paña. El puerto es muy cómodo y abrigado de los vientos, pero su profundidad no admite bu- ques grandes. Macao está defendida en todas di- recciones por cinco fortalezas que la dominan, llamadas Nuestra Señora del Monte Carmelo, Nuestra Señora de Guía, Nuestra Señora del Buen Parto, San Francisco y el Fortín de San Pedro; todas montan artillería gruesa, aunque según me inforrr.aron se hallan tn bien mal esta- do. Las guarnecen, como asimismo á la ciudad, 300 soldados portugueses con el correspondiente número de Oticiales. La j urisdicción de esta plaza está dividida entre los portugueses y chinos, sujetándovse á cada una sus respectivos pueblos. El Gobierno político de la ciudad, por lo correspondiente á portugueses, perteneceal Senado de Cámara, compuesto de tres Veedores, dos Jueces ordinarios, un Escriba- no que sirve de Alférez Mayor, otro de la Mesa, y ambos los son también de la Aduana, y un Te- sorero. Preside el Senado el Gobernador y Capi- tán general y el Oidor actual (llamado aquí el Sindicante) el Sr. Lázaro de Silva Ferreira, Caba- llero de la Orden de Cristo, desembargador de los agravas, casa da Suplicacao de Lisboa. Las sesio- nes de este Tribunal se tienen en la casa de que se ha tratado, fabricada el año de 1786, y es el mejor edificio que tiene la ciudad. La policía corresponde al Oidor y á los dos Jueces ordinarios: y el Procurador de la ciudad está encargado de conocer en los asuntos rela- tivos á los chinos. Los empleos de Veedores, Ali II ■■ Aá <\y. ^2^y' ^^^ IMAGE EVAI TEST TARGE <^ '^f 7 "■/£ -^ O 7^^ /Á 1.0 .25 US I» — 6" Photographii Sciences Corporatior *'■«, y.iiMlSim MMU ■■ IMAGE EVALUATION TEST TARGET (MT-3) 4 // {•/ :A <. k° m. (/^ íS» U>- 1 1.0 l.l .25 ajo 11111== íí IIIIM IIIII2.2 1.4 — 6" m fi'o 12.0 1.6 Photographic Sciences Corporation €^ ^ <^ \ \ 23 WEST MAIN STREET WEBSTER, N.Y. 14580 (716) 872-4503 «^ ^. <í Ó^ ^""v^^^ -#^^ CIHM/ICMH Microfiche Series. Canadian Institute for Historical Microreproductions / Insl CMH CIHM/ICMH Collection de microfiches. IVIicroreproductions /Instituí canadien de microreproductions historiques r^ir *H VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO (■?•■■.■ 4- £¿*:' > ■ '• fe' É Al', ij Jueces, Procurador y Tesorero son anuales, y se nombran en la capital de Goa por elección que se hace cada tres años: siempre se confieren á los vecinos de mayor respeto, en ciuienes ha de concurrir la precisa circunstancia de ser portu- {^ueses, casados ó naturales de Macao: el mando militar reside en el Gobernador. A pesar del poco costo que produce al Rey de Portugal esta colonia por haber reducido el número de empleados y de sus sueldos, apenas las rentas del Erario alcanzan á cubrir estos gas- tos. El ingreso de éstas no puede sujetarse á un cálculo cierto, porque depende del mayor ó menor número de embarcaciones que llegan, y de lo más ó menos j-iecioso de sus cargamentos. En los dos años anteriores ascendieron á 30.000 Laidos (i) los que entraron en las diferentes cajas que administra el Senado. Los derechos que pagan los géneros proce- dentes de puertos extranjeros, están reducidos á solo el 6 por 100 de entrada en la Aduana sobre un avalúo moderado, y á 4 por roo sobre los que vienen de puertos nacionales: la plata y oro paga 2 por 100, rebajándose el uno por especial gracia á los buques españoles que vienen de Manila. Del 6 por 100 de los géneros gruesos, cujo avalúo no llega á diez taldcíi el pico (2), se aplica el uno y medio para el Convento de Santa Clara y Casa de la Misericordia. El Senado para aumentar el producto de las cajas que adminis- tra, da de sus fondos á riesgo de mar hasta 40.000 lakbs sobre buques grandes, y la mitad en los de menor porto, á imitación de lo que se practica en Manila con los grandes fondos de las Obras pias que se embarcan en la Nao de Acapulco. También sobre propiedades hace em- préstitos el Senado por tiempo limitado al pre- mio de tierra de 5 por 100 ai año. Para fomentar la navegación, concede Su Majestad Fidelísiina á las embarcaciones nacio- nales que cargan en este puerto, en los de Ben- gala, costa de Coromandel y Malavar, la rebaja de ¿¿ por 100 de sus reales derechos, como los efectos de sus cargamentos sean destinados á puertos extranjeros bajo el avalúo hecho á este fin por la casa de Indias. Sin embargo, no corres- ponden los efectos de esta franquicia á los bené- ficos deseos de aquel Monarca, pues el año ante- rior llegaron á 22 laá embarcaciones de todos portes que se emplearon en este tráfico, y sólo una era procedente de Lisboa. Las Compañías extranjeras reciben ín Ban- pú de 30 á 34 buques cada año, de los cuales ninguno baja de 8oü toneladas, y de este núme- (i) Equivalen A 40.000 pesos fuertes según el cambio de 75 cundriues. (2) Cada pico consiste en 37 y '/j libras por peso, que es el corriente ;í r.ayor prontitud. Su conducción á la China goza igualmente de las propias ventajas, pues cuando la Nao de Filipi- nas recala sobre las costas de Nueva España en Noviembre ó Diciembre, están ya de regreso en ■ Acapulco las embarcaciones que se destinan á este tráfico; el flete y gastos desde este puerto al de Manila debe ser sumamente moderado, por- que aquel buque regresa con poca carga y es ca- pa^ de una bien considerable. Compárense, pues, ahora estas proporciones para hacer tan ventajosamente este comercio, con las que tienen los extranjeros que le emprendan: sus expediciones deben salir de Europa por el Cabo de Hornos, ó del Asia, haciendo escalas costosas en Macao, en las Islas de Sandwich ó invernando en alguno de los puertos de las altas latitudes septentrionales de la América, á costa de mil peligros y zozobras como sufrió el año de 86 el Capitán Meares y describe con tanta ele- gancia. Asimismo, los efectos que conducen pa- ra cambio van perdiendo mucho su valor en la estimación de los naturales, porque convencidos por la experiencia de que los que abordan á sus costas sólo buscan las pieles, teniéndolas en su mano pueden darles la ley en la seguridad de que han de sufrirla. No estamos nosotros en este caso con la posesión de la costa de California, la cual, no sólo nos las proporciona para eximirnos de recibirla, sino produce también el renglón de las conchas peculiares de aquel suelo, muy apre- ciable de los indios si se les ofrece con econo- mía: el cobre de la Nueva España y los géneros ordinarios que en ella se fabrican, también loa desearían con codicia según nuestra propia expe- riencia. Aun sin conocer muy bien los extiuujeros estas ai. 13 ventajosas proporciones porque todavía ignoran los efectos favorables que deben resultar á la Es- paña, me han concedido sin repugnancia, que nuestra concurrencia á este género de comercio arruinará siempre sus especulaciones por bien meditadas y dirigidas que sean. Las pieles entre los chinos pueden considerarse como un objeto de primera necesidad y de lujo, usándose entre todas las clases para abrigo y muchos para su adorno; y por consecuencia, aunque la abundan- cia haya disminuido su estimación, jamás deja- rá de ser un género apetecible y de mucho con- sumo. De todo lo expuesto se concluye la prefe- rencia exclusiva de nuestra nación, para un giro sin competencia y con utilidades conocidas. No dejó de extrañarse por ) )s chinos nuestro arribo á este puerto, como siempre lo acostum- bran cuando entra algún buque de gueira. El Mandarín de Casablanca (pueblo inmediato á Ma- cao) acudió luego á saber de D. Manuel Agote cuál era la causa de nuestra llegada, y sólo pudo tranquilizarse con la seguridad de que en pocos días dejaríamos el puerto. Estas inquietudes son ¡ en el día mayores por los muchos piratas que en ! el mes anterior han infestado estos contornos. i Los continuos robos y vejaciones que han come- ¡ tido contra cuantas embarcaciones chinas encon- I traban, sin perdonar las pescadoras, obligó á pe- dir el Gobierno á los portugueses el armamento de buques capaces de perseguirlos y exterminai-- los. Este paso justifica á la "erdad el atraso de la Marina de este imperio, siendo el mismo que el del siglo XVI cuando en iguales apuros apela- ron á los portugueses para desalojar de Macao y de sus cercanías al famoso pirata Tchang-Silao^ por cuyo particular servicio logró aquella nación europea establecerse en estos dominios. Condescendió ahora el Gobierno portugués con esta instancia después de examinada en el Senado, al parecer, con las mismas ideas de lo- grar algún privilegio de los chinos. Compró á este efecto dos bergantines, y mientras se prepa- raban, pasó á Cantón el Sr. Botello, comisionado por el Gobierno para pedir en premio de este ser- vicio la libertad de edificar casas en Macao sin contribución alguna á los mandarines; eximir á las embarcaciones portuguesas del derecho de an- claje, y navegar libremente entre Cantón y Ma- cao, sin otro permiso que el del Senado; pero bien hubiesen parecido excesivas estas gracias ó por- que en realidad hayan dejado estos mares los pi- ratas, regresó Botello á fines del pasado sin con- seguir otra alguna que la de manifestar el Em- perador su gratitud al Gobernador y Senado por el apresto de dichoé buques; y que sin embargo de haber cesado el motivo, no por esto olvidaría un mérito tan especial de la nación portuguesa, para recompensarla oportunamente: por de con- \ r CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 227 jeros estas ai. 13 la ignoran ar á la Es- uicia, que ; comercio i por bien leles entre un objeto idose entre os para su a abundan- imás deja- lucho con- ■e la prefe- ara un giro )cidas. nos nuestro 0 acostum- guerra. El :diato á Ma- muel Agote y sólo pudo je en pocos lietudes son •atas que en ¡ contornos. e han come- linas encon- obligó á pe- armamento exterminar- el atraso de 1 mismo que puros apela- r de Macao y :hang-SilaOj uella nación líos. o portugués linada en el ideas de lo- . Compró á ras se prepa- comisionado ) de este ser- n Macao sin es; eximir á :recho de an^ anton y Ma- lo; pero bien lacias 6 por- mares los pi - 3ado sin con- star el Em- ' Senado por sin embargo 3to olvidaría portuguesa, ; por de con- Ai) >3 tado las embarcaciones quedan sin destino y su costo de 22.000 pesos fuertes sin satisfacerse. Los portugueses pretenden atribuir esta incon- secuencia de los chinos á la mala fé del Manda- rín Giang-Chang, quien deseoso de contraer un mérito con el Emperador alcanzando este auxi- liOj había prometido á los portugueses aún ma- yores franquicias de las que fué á solicitar el co- misionado. No pudiéramos sin injusticia omitir las par- ticulares honras que hemos debido constante- mente al Gobernador de esta plaza, ni ocultar al público las excelentes prendas personales que dis- tinguen su carácter, unidas á una instrucción, rectitud y firmeza,, cuales son necesarias para el desempeño del mando, y un mando de tanta de- licadeza como complicado por todas sus circuns- tancias. A estas cualidades ejercidas con la con- veniente prudencia, ha debido la tranquilidad y sosiego de que goza esta colonia, y á las compa- ñías extranjeras una estimación particular, con- ci liándose así el aprecio de todas, el respeto del vecindario y la inclinación de cuantos le tratan. Tan poderosos motivos no podían menos de penetrar nuestro reconocimiento y corresponder por mi parte á tantas distinciones como había- mos merecido á este jefe. Para estoy cumplir al mismo tiempo igual obligación con otras perso- nas principales de la ciudad, convidé á todos á comer á bordo el día 22: en la mesa se siguió la costumbre practicada en estos países, de brindar- se primero á la salud del Gobernador y después por la prosperidad del comercio, acompañando á estos actos (aquí de ceremonia) el saludo al ca- ñón. Así á este tiemoo c .mo cuando saludamos al Gobernador al cañón á su salida, correspondía la plaza inmediatamente tiro por tiro: por la tar- de fuimos acompañando á tierra á este jefe va- rios Oficiales y yo, manifestándose en todos estos hechos tan satisfecho como agradecido, á un pe- queño testimonio de nuestra parte en obsequio á su elevado carácter y satisfacer la obligación en que nos hallábamos. Fuera asimismo culpable no hacer aquí men- ción de la actividad y esmero con que ha contri- buido D. Manuel de Agote para cuanto hemos necesitado en este país, ni sin injusticia pudiera yo negar cuánto debo á sus auxilios para haber evacuado tan presto los objetos que me trajeron á Macao: su instrucción y conocimientos mercan- tiles qu^ igualan á un genio laborioso y activo, le harán siempre digno de ocupar los primeros desti - nos de la Compañía, y que goce con justicia aquí de la estimación pública y del aprecio de to- dos los que le conocen. Regreso á Manila. 34 Desde ayer habían quedado embarcados los instrumentos y pinturas que llegaron el día an- terior de Cantón, y nada faltaba ya para el ^'' »i cumplimiento de las órdenes con que me ha- llaba. Empezada la faena de levarnos con la cre- ciente para concluirla en este intervalo, se ten- dió al mismo tiempo una espía para franquear- nos, y ya á las cinco de la tarde marcando todo aparejo con viento al Sueste, ceñimos al rumbo del líi.'ordeste para rebasar ambas islas de la entrada antes que volviese á crecer la marea que á la sazón nos ayudaba poco. Estábamos Norte - Sur al ponerse el Sol con la punta Norte de la entrada, como á dos millas; siguióse el mismo rumbo del Esnordeste hasta las siete y media en que virando al Sur- Sudoeste nos condujo la es- peranza de poder montar la Isla Montaña si el viento conservase igual fuerza para exceder á la de la corriente. íbamos prolongando la Isla de Taipa, cuando se avistó la de la Montaña, cuyos esfuerzos para rebasarla fueron infructuosos, porque habiendo escaseado y calmado después el viento, nos obli- gó á dar fondo á las once de la noche en cinco brazas fango. Volvió el viento á velar durante la noche, pero siendo bonancible y por el Sueste, no era suficiente á superar la marea, que llevaba en este paraje la dirección para el Este. Al ama- necer marcamos lo más Oeste de la Isla Mon- taña al Norte 60" Oeste y Punta Peack al Nord- este. Entrada la mañana, refrescó el viento por el Sur, y al momento de perder la corriente su fuer- za, dimos la vela con viento del Sur-Sudoeste, tomando la vuelta del Sueste, y atravesando por entre una multitud de embarcaciones pescadoras; y con dos bordos, favorecidos ya de la corriente, pudimos rebasar el Gran Ladrón. A las nueve de la mañana se avistó al Sur- 35 sudeste una fragata, por cuyo tamaño y no haber llegado aún la Concepción, de Manila, nos hizo su- poner fuese ella. Para confirmar nuestra presun- ción y poder llevar esta Agradable noticia á la Real Compañía á quien pertenece, procuramos reconocerla, y nos largó la bandera inglesa. Esta fragata, según me informaron los de la Compañía de esta nación, se aguardaba por instantes pro- cedente de la parte Norte de la Nueva Holanda, Nueva Guinea é ísTa de Borneo á donde había sido destinada por la Compañía de la India para hacer reconocimientos con ideas mercantiles: nos fué sensible á la verdad, que por tan corta dife- rencia de tiempo no nos hubiésemos juntado en Macao para saber las resultas de esta comisión importante á la Geografía de unos parajes poco trillados ó reconocidos imperfectamente . Al medio día demoraba el Ladrón, más occi- dental al Norte, observando la latitud de 21° 45' Norte, y desde aquí favorecidos de u':: viento fres- quito, nos desembarazamos de las Islas Asses jm f ¿28 VIAJE ALRBOEDOR UKL MUNDO Ab. >5 é islotes al rumbo del Sudeste '/^ Sur, perdién- djías de vista al ponerse el Sol. Sin cesar de relampaguear y tronar por la noche, el viento no arreció hasta la madrugada, a cuya hora empezó | á llover con mucha fuerza. Tardó poco el vien- to en saltar al Nornoroeste muy fresco, arre- ciando más con los chubascos repetidos, sien- do tan frecuentes los truenos y relámpagos como en la noche. Gobernóse al Sudeste '/i Sur, con trinquete y gavias con la precaución co- rrespondiente á estas circunstancias. Por la tarde el viento no era ya tan constante, variando del segundo al tercer cuadrante, y cuando se acercaba al Sur, se prefería la vuelta del Oes- •7 sudoeste, porque las corrientes en esta estación tiran aquí con fuerza para el Este. Estos aparatos del tiempo que siguieron al día después, nos hizo creer fuesen para determi- nar la crisis de la monzón del Nordeste en estos mares y sustituirla la de los vendavales. Esta suposición fundada sobre los efectos que expe- rimentábamos, la apoyaban también las noti- cias de Mr. d'Apres y el Capitán King afir- mando que esta última empieza ó se anticipa en Abril. Atendiendo á esto fué preciso variar el pensamiento de hacer derrota directa, y ser preferible franquearnos de la Isla de Luzón para en el caso de anticiparse los vendavales como todas las señales lo indicaban. Volvió el tiempo desde el medio día á cerrar- se por todas partes con espantosos truenos y re- lámpagos acompañados de agua muy fuerte y continua: con el viento á fugadas entre el Este y el Sur se tomaba la vuelta más próxima ó más directa para disminuir latitud, pero sin abando- :'.-i narnos durante la noche y el día siguiente las mismas feas apariencias de los días anteriores. .■; No logramos la presencia del Sol hasta el medio día del 29, cuyas observaciones nos indi- caron la situación de 19° 7' en latitud, y la lon- gitud por el número 72 de 00" 02' al Este de Macao. No era fácil acertar muchas veces la vuelta que sería mis conveniente, por las continuas va- riaciones del viento, y éste siempre bonancible por lo común, giraba rápidamente del Sudoeste al cuarto cuadrante y después al primero, de modo que nuestros progresos eran bien lentos, M.iy. 2 pues todavía al medio día del 2 de Mayo, está- bamos en 17° 28' de latitud Norte, y en longitud 1° 29' oriental de Macao: notamos en estas ob- servaciones diferencias al Sur y mayores hacia el Oeste, siéndonos bien extrañas, porque en el es- tado avanzado de la estación, ordinariamente se experimentan en sentido opuesto. Toda esta sin- gladura nos ha acompañado un tiempo hermoso, la mar muy llana y el viento ya más ya menos fresquito del Nordeste al Este. Nuestros rumbos han sido ciñendo por babor, y la noche, con la inmediación al plenilunio, ha estado de laí< más •'^'•y » claras y apacibles, bajo cuyas iguales circuns- tancias se presentó el Sol sobre el horizonte, 3 pero sintiéndose mucho los efectos de su- rayos, en razón de la altura en que nos hallábamos y de sus cercanías al zenit. Ya por las observaciones de hoy notamos en orden inverso las diferencias, especialmente en cuanto á la longitud, que discrepaba en 30' al Este, con lo cual y la propia experiencia al * día siguiente, aunque no tan grande, nos confir- mó el concepto sobre el curso de las corrientes para el Este en estos parajes en la estación actual. Desde el principio de la tarde empezó el viento á inclinar al Es-Sudeste y hasta el Sudeste con el que era preferible la vuelta del primer cuadrante, y ésta hubiera j'o seguido, á no supo- ner, apoyado en el parecer del práctico, de que subsistirían ya los vientos por el Sudeste y pro- bablemente más al Sur, con cuya reflexión pensé seguir la singladura con las muras á babor, pasar al Sur del bajo Scarboroug, y revirar para el Este desde la latitud de 14" 40' á atracar la tierra por donde lo permitiesen. Estas combinaciones nos prometía el tiempo realizarlas, según las varias llamadas que dio el viento en la noche hacia la parte que deseábamos. Nuestras conjeturas quedaron destruidas á la 5 mañana siguiente, declarándose el viento de nue- vo al Este; y aun lo que fué peor, que cuando esperábamos con ansias las observaciones del medio día para ver lo que las corrientes nos ha- bían conducido al Este, hallamos, contra nues- tras esperanzas, que lo habían ejecutado 19' en dirección contraria, y sin poder apelar á haberse deslizado algún error en los horarios, pues repe- tidos por la tarde comprobaron la propia dife- rencia para el Oeste. Nos hallábamos á la sazón en latitud de 15" 06' Norte, y en longitud de 2° 34'; se siguió la vuelta del Sur-Sueste con viento del Este para pasar al Sur del bajo Scarboroug bajando al pa- ralelo de 14° 25', ó más al Sur si los vientos hi- ciesen preferible rumbos en el segundo cuadrante á los de en el primero. Al medio día, observando la latitud de 14° 29' 6 estábamos 31' al Sur de la parte mei-idional de Scarboroug, pero muy distante de su meridiano ■ si suponíamos exacta la distancia de 35 á 40 le- guas de la costa á que me aseguraba el práctico se hallaba. Bajo de esta suposición será preciso ex- cluir déla carta de Mr. Dalrimple el bajo con aquel nombre que coloca á la distancia de 57 leguas de tierra, y establecer por único y verdadero Scarbo- roug otro que sitúa en la misma latitud, pero más próximo á ella. Yo hubiera deseado el haber de- bido á los vientos la proporción de correr su pa- ralelo, siendo tan importante la posición exacta ' CORBETAS DESCUBIERTA Y ATRliVIUA e la^ más *'•» » s circuns- lorizonte, 3 sun rayos, abamos y )tamos en mente en )a en 30' riencia al 4 los confir- conientes estación empegó el el Sudeste el primer á no siipo- o, de que :ste y pro- xión pensé ibor, pasar ara el Este a tierra por ciones nos las varías le hacia la truídas á la 5 nto de nue- |ue cuando iciones del :e8 nos ha- mtra nues- tado 19' en r á haberse pues repe- ropia dife- tud de 15" e siguió la Este para indo al pa- vientos hi- ) cuadrante 1 de 14° 29' 6 lidional de meridiano 55 á 40 le- práctico se preciso ex- ) con aquel leguas de ro Scarbo- , pero más haber de- rrersu pa- ión exacta 2¿9 M»y. ó de este escollo como que han perecid' en él va- rias embarcaciones nacionales y extrun jeras (i). Continuaron las diferencias aunque ya me- nores para el Oeste, cuya disminución se notaba á medida que caminábamos á latitudes más ba- jas, lo cual y la flojedad ó bonanza de los vien- tos, iba produciendo mucho atiaso en nuestra lle- >;ada á Manila. Atendiendo á estas razones, y á la de no hallarnos muy abundantes de víveres, con especialidad de pan, pues sólo existe para diez y seis días completos, ha precisado á reba- jar una cuarta parte de la ración diaria de este alimento, pero aumentando tres onzas de menes- tras de que había mayor cantidad. >" Todavía al medio día del 10 no habíamos po- dido coger mas longitud que la de 3" 09' oriental de Macao, y ésta discrepr.ba mucho entre la que señalaban los tres relojes: el 105 se apartaba en 42' más al Oeste respecto á la el, 1 72 por el que nos guiábamos con preferencia; y 30' en igual sen- tido la del II. No habíamos tenido ocasión de rec- tificar algunas de estas longitudes con las de dis- tancias, para sujetar el grado délos errores á un cálculo aproximado y dirigir con más acierto la recalada á la tierra; no obstante se presentó hoy la ocasión de observar una sola distancia por ocultarse los astros con las nubes, y los resulta- dos de ella dieron una longitud muy conforme con el número 72, pues sólo diferenciaba en 13' al Oeste, lo cual nos confirmaba en la justa pre- ferencia dada á esta máquina sobre las otras dos. ,, A la mañana siguiente observamos 14 series de distar ias cuyos resultados dieron 29' de di- ferencia al Oeste de la longitud por el 72 y 49' en el propio sentido el día inmediato. Estas prue- bas tan repetidas como averiguadas con cuanta exactitud nos era posible, hicieron atribuir algu- na alteración también á esta máquina, por la sen- (i) Hemos sabido posteriormente, que el Capitán Clawson en el navio Sofía Magdalena, de ta Compa- ñía sueca de la India Oriental, salió de Pulo Zapata á las seis de la tardé del 19 de Setiembre de 1793, y el 25 á la salida del Sol vio rompiente del Nor- nordcste al Noroeste '/, Oeste como á cuatro millas de distancia. ' La mañana era nublada, pero á las 8h 20', pudo observar la longitud de toda confianza por medio de su cronómetro, y tuvo buena observación de latitud al medio día: con estos datos coloca el extremo Sudoeste del bajo, en latitud de 15° 02' Norte y en longitud 8° 22' Este de Pulo Zapata y 3" 8' al Este de la Gran Lama que vio el 10 de Octubre. Pulo Zapata oriental de Greenwich. . . . 109° 02' Diferencia observada 8° 22' Longitud del bajo. 117" 24' Macao "de Greenwich y 3* 30' La Isla del Gran Lama al Este » 44' El bajo al Este del Gran Lama ..... 3* 08' Longitud del bajo 117° 22' Promedio 117* 23' II* . sibilidad que experimentan con las grandes va- May u riaciones de la atmósfera, pasando de un tempe- ramento medio á cualquiera de los dos extre- mos de frío ó calor, como en esta ocasión ha su- cedido. Volvimos nuevamente á tomar distancias lu- nares poco antes del medio día del 14, á fin de asegurarnos por tercera vez si las diferencias al Oeste del reloj, eran constantes. Kl resultado medio de 16 series daba ya r" 15' más al Oeste, y por consiguiente, no podía dudarse de hallarnos más distantes del destino. Si á esto también se agregaba la flojedad de los vientos y éstos esca- sos, las pocas señales de que mejoren, la conti- nuación de las diferencias al Oeste, y un calor tan excesivo que el termómetro de la cámara llegó á 86° 8', es cierto que esta navegación se nos hace una de las más molestas, )- en proporción á la dis- tancia, una de las más dilatadas. Para compen- sarnos en parte esta tediosa campaña, el viento era constantemente hermoso y apacible, y de este modo subsistió hasta el anochecer del 16, v n que afirmó el viento fresquito por el Es-Sudeste, y pa- sando después al primer cuadrante, ceñimos para el Este, llegando al medio día siguiente á la lati- tud de 14° 17' y á la longitud de 5" 46', aunque por estima creíamos estar 15' más al Este. Observados por la tarde nuevos horarios, in- dicaban la longitud de 6" 00' por el 72, y la de 5" 14' por el 105: si la primera fuese exacta, la inmediación á la tierra obligaba á navegar por la noche con vigilancia, pero como nuestra confian- za en las distancias debía ser correspondiente á las repetidas pruebas que teníamos de su exacti- tud, adquirida en la práctica continuada con que las ejecutábamos, no podíamos menos de creer firmemente ó atribuir á la longitud del 105, la mayor proximidad á las distancias, y esto se con- firmó con no verse la costa á la mañana siguien- te con un horizonte muy despejado. Tal vez la oscuridad que hubo por la tarde impidió la vista de las Islas de Lubang y Cabra, pues advertíamos como al Sudeste '/> Sur,' una cerrazón más espesa, y aun algunos quisieron afirmar haber visto una de las citadas islas. Puesto el Sol, empeoró el semblante del tiempo, con relámpagos y truenos muy repetidos, y espe- rando los diferentes contrastes presentados en el horizonte: en efecto, se experimentaron éstos varias veces durante la noche, pero sin ofrecer cuidado alguno por su poca fuerza, y tan sólo la oscuridad tan grande, aumentad'^ i)or frecuentes aguaceros, no nos permitía hacer la diligencia necesaria que proporcionaba el viento del Nor- nordeste fresquito, á fin de amanecer en disposi- ción oportuna para coger temprano la boca de Mariveles, sobre cuyos parajes seria arriesgado si entraba la colla (llamados asi los temporales de la monzón del Sudoeste) como desde luego la ! ii .^*% 33° VIAJB ALRBOBDOR ÜKL MUNDO M^y IV anunciaban las apariencias: aun el navegar para el Este era también arriesgado en el paraje don- de nos haliíibiimos, pues si se verificaban estos recelos, era muy conveniente la posible separa- ción de la costa, para tener más espacio en don- de capear A resistir el temporal. Pero todas estas reflexiones, al parecer fundadas, del)ieron des- atenderse, porque la escaie/ de pan, y no hallar- se el buque en buen estado de estiva, no daban lugar á la consulta de otras medidas que pide la seguridad en distintas circunstancia>s. No cesaron los aguaceros á la mañana si- guiente, ni el viento de variar entre el segundo y primer cuadrante, en ocasiones fresco, con los borizontes aturbonados por diferentes partes: forzóse de vela, no ob.stante, afirmando el viento por el Sur y Sur-Sudoeste, disminuidos ya los aguaceros fuertes. Nuestra posición cerca del medio día por la estima traída desde la longitud observada de ayer, no avistándose aún la tierra ni las Islas de Lubang y Fortún, era á la verdad cosa bien ex- traña, cuando por la latitud no podían estar dis- tantes, á menos de suponer corrientes fuertes para el Oeste ó para el Norte, cuya averiguación era dificultosa careciendo de la presencia del Sol, y sin esperanzas de que aclarase. Estando en esta incertidumbre sobre nuestra verdadera posición, se aparecen á la vista las Islas de Lubang y después Fortún. Se coi rió una base que determinase la distancia exacta de ellas y supliese las observaciones, en la suposición de ser bastante segura la situación de estas islas res- pecto á Manila. Concluida esta operación, arriba- mos al medio día al Este '/v Nordeste á cuyo rumbo nos demoraba la entrada grande; y la ce- rrazón nos ocultó la vista de la tierra hasta la una que marcaba la Isla del Corregidor al Esnor- deste, nos dirigimos á pasar entre ella y Marive- les, con el viento más y menos fresco entre el tercero y cuarto cuadrante. Antes de anochecer llegamos á estar al frente de la ensenada de Mariveles, desde donde go- bernamos al Nordeste 7.4 Este, advirtiendo en la carta de Mr. d'Aprés un error considerable en la posición de estos puntos de la entrada, en la cual si nos guiásemos por ella, debía gobernarse desde aquí dos cuartas más para el Este: error muy notable para un navegante de su crédito y que ha estado en estos parajes. Luego que se marcó al Sur lo más Este del Corregidor, y navegadas doce millas al mismo rumbo para franquear el bajo de San Nicolás, se orzó al Es -Sudeste sondando 15 brazas, y con gavias y trinquete seguimos para dentro en ánimo de coger el puerto de Cavite, hacia la me- dia noche; pero abandonados á esta hora por el viento, dimos fondo en diez brazas fango suelto. »o Con unas ventolinas por el Sur-Sudeste di- mos al amanecer la ela adelantando bien poco, ""«y mientras un chubasco por el üesudoeste afirmó el viento para conducirnos á fondear al costado de la DiiscuniiiUTA, que ya veíamos, y lo verifi- camos á las nueve de la mañana en cinco brazas fango. Poco antes llegó á bordo D. Alejandro Ma- laspina, y me informó haberse visto precisado á regresar á este puerto el 12 del pasado, cono- ciendo la imposibilidad de trazar la costa hasta Cabo Bojador con mediana exactitud. Este Co- mandante se restituyó á Manila por la tarde, lle- vándose consigo los tres relojes, cuyas longitudes deducidas por las comparaciones con el 71 daban bastante diferencia, siendo así por todas razo- nes preferente para nuestras cartas la diferencia de meridianos entre Manila y Macao de 7° 18' hallada unánimemente á la ida para aquel puerto por el 72 y el 105, pues está también conforme con la que pone el conocimiento de tiempos del año de 88, aunque ignoramos á quién se deba la observación absoluta ejecutada en Macao. CAPÍTULO III Diferentes excursiones científicas en la Isla de Lu~ón durante la estada de las corbetas en Cavite. — Apres- tos para las campañas siguientes. — Ocurrencias prin- cipales relativas á los armamentos y á los buques, — íHande las siguientes campañas c individuos quedados en Manila con este intento. Sería difícil, cuando no imposible, el dar una idea cabal de las diferentes excursiones que se ejecutaron en la Isla de Luzón mientras no inte- rrumpiesen imperiosamente nuestros pasos las lluvias abundantes, que ya en una ya en otra es- tación, fecundizan y hacen intransitables las cos- tas del Este ó las occidentales de la misma isla. Ciertamente en aquellas ocasiones no se econo- mizaron en modo alguno la salud y la misma vida de los Oficiales y Pilotos que se encargaron de su ejecución; y el no decir aquí lisa y llana- " mente que sus sacrificios fueron proporcionados á los deberes contraidos con la sociedad en ge- neral, y particularmente con la patria, sería defraudarles de aquellos justos elogios que han procurado merecer. En el corto intervalo de treinta y cinco días, el Teniente de navio Viana ••ecorrióy dejó descritas con la mayor exactitud hidrográfica, todas las costas que van desde la Punta de Bolinao hasta los Cabos de Bojador y de Engaño. D. Tadeo Heenke desplegó en un plazo du- plicado un genio tan laborioso y una tan cons- tante aplicación, que pudo examinar científica- mente las provincias de la Pampanga, llocos, Cagayan y Pangasinan. Se nos incorporó el 20 de Junio D. Luis Nee, que desde la mitad de Marzo CUKHBTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA ají n bien poco, ^'"y )este afirmó " al costado y lo vcrifi- :inco brazas jandio Ma- precisado á ado, cono- costa hasta . liste Co- i tarde, lle- s lon^íitudes el 71 daban todas razo- i diferencia lio de 7° 18' que] puerto n conforme tiempos del n se deba la acao. slade Lu~ón nte. — Apres- •rendas prith 'os buques, — luos quedados e, el dar una iones que se tras no inte- >s pasos las i en otra es-X bles las eos- misma isla, 0 se econo- y la misma encargaron isa y llana- • porcionados sdad en ge- atria, sería ios que han ntervalo de lavío Viana 3r exactitud an desde la le Bojador 1 plazo du- a tan cons- • científica- ga, llocos, oró el 20 de id de Marzo M.iy JO corría las provincias meridionales de Albay, Ca- marines, Tayabas y La Laf^una. Habían, por otra parte, D. Felipe Hausá y un Piloto trabado con la maye exactitud la bahía grande de Ma- nila y los puertos que le son contiguos: la habla- mos sondado, examinando el bajo peligroso de San Nicolás. D. Juan Maqueda recorriay descri- bía las costas orientales que desde Mauban se ex- tienden hasta la Ensenada de Albay, término de nuestras tareas emprendidas desde Sorsogon: otro trozo, con un Oficial, un Piloto y algunos marineros, examinó en la misma contracosta las Islas de Alabat y Polillo, y el puerto de Lampón, célebre por los antiguos proyectos de la construc- ción y navegación de las Naos. Visitó I). Juan Ka- benet en la provincia de Hataan los negrillos ha- bitadores indígenas de la isla, y logró retratarlos con sus costumbres principales. Finalmente, al cargo del Teniente de navio I). José Espinosa siguiéronse en Manila las observaciones astronó- micas por manera que no dependiesen ya la lati- tud y longitud de aquel punto bien interesante de los dominios de S. M., sino de observaciones directas, las cuales referidas luego á Cantón por medio de los relojes de la corbeta Atrevida, reunían con los resultados dimanados del Oeste los que nosotros traíamos sin la menor inte- rrupción por el Este. Jim. Pertenecerá á las descripciones físicas, dc" una idea más individual de los diferentes aspec- tos ó sumamente amenos ú hórridos con exceso, que tomaba la naturaleza á nuestra vista, según torciesen las excursiones á las fértiles llanuras cultivadas por los malayos sujetos á la Monar- quía, á los montes ásperos, albergue inaccesible de mil insectos, de los reptiles y de los pocos habitadores indígenas, ó á las playas peligrosas, por los huracanes, por los escollos que las rodean ó por los piratas que las infestan con cuantos ar- dides pijeden dictar el odio, el furor, la codicia y la experiencia. Si por una parte los religiosos Cu- ras Párrocos, con un amor, un celo y una genero- sidad indecibles, suavizaban nuestras fatigas del día ó dirigían con mayor conocimiento nuestros pasos siguientes y los auxilios que á cada instante necesitábamos de los naturales, tan dóciles como industriosos; por la otra nos veíamos trasplanta- dos á corto rato, donde el Sol y la humedad luchaban á porfía para hacernos igualmente pe- ligrosos el día y la noche, ó donde fuésemos ame- nazados, aun en el corto intervalo de nuestro re- poso, de la fatal sorpresa de unos enemigos sangrientos y traidores. En los reconocimientos de la costa oriental entre el Cabo de San Ildefonso y el Estrecho de San Bernardino, fueron casi diarios los encuen- tros con los piratas, los cuales, aproximándose ahora en aquella parte la monzón clara y apaci- ble, mientras los Sudoestes tempestuosos domi- naban en la otra, seguían á su placer el instinto envejecido de saquear nuestros pueblos y escla- vizar sus habitantes, cuando más descuidados atendían al cultivo de los campos ó al transporte de sus frutos sobrantes de una provincia á la otra. Varias veces 1). Juan Maqueda, amadrina- das sus tres embarcaciones de remo para mul- tiplicar los fuegos y reunir la defensa, debió ha- cer aguada, leña y marcaciones á la vista de sie- te ó nueve embarcaciones piratas. Vio una vez en un islote inmediato al puerto de Sisiran los tristes rastro,; de esos piratas, apercibiéndose aún recientes los huesos de dos cadiíveres huma- IMS, devoradas sin duda sus carnes, después que rechazados del pueblo de Pambujan, vinieron á descansar en aquel islote con el triunfo bien mezquino de dos solos cautivos: otro día, dando caza á ocho embarcaciones, las obligó á huir con tal precipitación, que dejaron en la playa dns cautivos, los cuales fueron con este motivo feliz- mente redimidos. Eran el uno de Mauban y el otro de Mambulao, cogidos veinte días antes en las sementeras inmediatas á sus pueblos. Tenían por único vestido un collar de bejuco y una cuer- da, con la cual les sujetaban de noche cabeza, pies y manos. Declararon que á bordo de los ocho pancos había unos cincuenta hombres cautivos y varias mujeres. Unos diez de uno y otro sexo habían sido cogidos dos noches antes en la visita de Poronglooc de la Isla Catanauan. Describían al mismo tiempo D. Luis Nee, D. Tadeo Heenke y D. Francisco Viana el sin- gular contraste de los países que visitaban. Es- tudiaban las costumbres de sus habitantes, los vicios ó las ventajas hacia el bien público de los diferentes ramos de nuestra legislación, y los indecibles progresos que pudieran adquirir en lo venidero á medida que fuesen enlazándose entre sí los intereses recíprocos de la Monarquía, y adoptasen aq'uellas islas felices como el centro de todas las operaciones políticas y mercantiles. De lo dicho hastn aquí puede inferirse que los pocos Oficiales que habían triunfado de los climas harto temibles de la América, debieron ceder ahora á los efectos combinados del tem- peramento y de la fatiga; pero en hn, los tres ó cuatro meses que debíamos aún permanecer en Manila, antes que la estación oportuna del Nord- este estableciese su imperio, nos aseguraban casi con evidencia que podíamos arrostrar de nuevo con la robustez necesaria, las fatigas de la campaña siguiente. Emprendiéronse por la misma razón las tareas menos violentas pero igualmente importantes, de poner en orden los muchos elementos acopiados hasta entonces, bien fuesen hidrográficos, políticos ó económi- cos, y entre tanto, nuestras miradas y nuestros afanes externos ya tenían por solo objeto el regreso feliz de D. Antonio Pineda, el cual des- Jiin. »it VIAJP. AURBDBDOlt DBL MVMDO II : b Si í üi- de loH primcroH dian de Abril liab'ta cmprL-ndido una derrota sumamente penosa hacia el Norte. A cada instante, nuestros deseos nos le repre- sentaban como presente y próximo á trozar del fruto de sus pcosn» peregrinaciones... ¡vanos dcseo.i! ¡esperan/as infundadas! Casi en los mismos momentos en que nos poseíamos de aquellas ideas, estaba acabando en Hadoc, pue- blecito de la provincia de llocos, una vida tan jjloriosa como importante para el bien público, N'ictima de unas tareas tan asiduas, después de un viaje combinado más bien por el celo propio que por el eximen del país y de sus fuerzas, y ya acelerando demasiado tarde sus pasos bacía Manila después de haber errado por larjío tiem- po entre unos monti s y parajes casi inaccesi- bles, debió doblarse tinalmente bajo el yuj^o im- perioso de tamañas faii^^as, \ perder para el beneficio directo de las ciencias y del honor na- cional, una vida que mil veces se había salvado entre los peligros mayores de la guerra. No pare- cerá importuna al lector una narración más di- fusa de los últimos pasos de este hombre filó- sofo; la cual se ha deducido directamente de sus mismos apuntes. Determinado D. Antonio Pineda á empren- der sus excursiones científicas, quiso abrazar con los objetos más útiles la mayor extensión del país que pudiera combinarse en el corte tiempo que faltaba para la estación lluviosa en la re- gión septentrional de la isla, para lo cual con- sultó á las personas más prácticas y más instrui- das de ella. D. Juan de Cuellar, celoso natura- lista comisionado en las islas por la Real Com- pañía, quiso acompañarle en sus primeros pasos, y ambos convinieron en un plan; en que después de recorrer prolijamente las amenas orillas de la Laguna de Hay, examinando el plantío de la canela en ('alunan y los baños termales del Ma- quilin, D. Antonio Pineda atravesase de Sur á Norte La Laguna y toda la Pampanga alta para continuar después por lo largo del río de Ca- gayan, primero hasta las misiones de Ituy y Pa- niqui, y luego hasta Lalloc y Aparri en el ex- tremo Norte de la isla: torcería después hacia el Oeste para retroceder á Manila por las provin- cias de llocos y Pangasinan, y siempre que se encontrasen objetos que lo manifestasen opor- tuno se apartaría más ó menos del derrotero in- dicado. Debía á la verdad oponerse á este proyecto el calor excesivo que manteniendo el termóme- tro en una altura de 24 á 35° en la escala de Keaumur, constituye un clima insufrible «que «embotando las potencias y enflaqueciendo la • memoria por la continua disipación de espíritus «animales, arrastra al viajero á una especie de «letargo interrumpido sólo por las molestas pun- Kxadasdel sarpullido y los insectos, que le diti- • cultan la continuación de sus tarean reflcxi- )"" • vas» (I). Pero D. Antonio Pineda, poco escar- mcnt lo de semejantes inconvenientes en otros paises mal sanos, arrostra) á todos con vigor, y entre sus útileH observación' brillan además de su ingenuidad genial, elegan.,s descripciones de (|ue resumiremos algunos trü;(os que acrediten el curso de sus viajes. «Provisto de un pintor joven de mediana ha- bilidad, que diseñase los objetos más intere- santes, salió de la capital el 1 1 de Abril. Las frondosísimas orillas de la Laguna de Hay, cu- yas fértiles campiñas son interrumpidas frecuen- temente por arroyos y arboledas, le ofrecían es- cenas deliciosas. Los pueblos emboscados entre palmas y platanares, con ingeniosas calzadas ro- deadas de arrozales, conservaban los indicios de la vejetación más lozr.na, al paso que muchas ca- sas }• tiendecillas es «arcidas en desorden, cons- tituían una poblaciÓK -ontinuada, y los cuadros y cuadrilongos con que detienen las aguas y divi- den los terrenos para el cultivo del arroz, daban el aspecto de un jardín artificiosamente desorde- nado. Se agrega la estructura de las casas bien adaptadas á las estaciones y clase de vida de los naturales; luego al todo la continua agitación de tareas en que se emplean los naturales para cosechar su arroz; el carabao en aquel país pan- tanoso presta al hombre maravillosos socorros; cualquiera otro animal metido en el lodo hasta las rodillas, se atora, se fa*"¿a y trabaja suma- mente; el flemático carabao se encuentra en su elemento, la humedad le recrea y la frescura le anima; sea enfermedad, sea comezón ó disposi- ción particular de su piel, ama los refrigerios, las fricciones le deleitan y hasta en el color lo- doso, parece que fué criado para habitar los ce- nagales.» A II leguas de Manila y cinco de La Laguna, está la hacienda de Calanan, propia de D. Fran- cisco Salgado, provista de no malas ofícinas. Circunvalan su parte oriental más de dos leguas de montaña. «Los ríos de Calabang, San Nicolás, Lamot y 17 manantiales, riegan en su jurisdic- ción más de 5.000 canelos que ya fructifican, y otros 500.000 de varias especies que están en el mejor estado próximos ya á la fructificación; ofreciendo por todas partes terrenos aprovecha- dos, que promcien á su dueño la crecida recom- pensa de sus excesivos costos bien patrióticos.» Las aguas termales del Maquilin, específico para los tumores, piedra y toda clase de obstruc- ciones, analizadas según el método Bergmann por el sabio Mr. Mongé en la desgraciada expedi- ción del Conde de la Péyrouse, lograron un nuevo examen cuyos resultados comparados con los de (i) Las expresiones y palabras así señaladas, son á la letra las de su mismo Diario. ti CORBETAS DB8CUB1BRTA Y ATREVIDA «33 las reflexi- 10C0 cscnr- ;s en otros )!! vif{or, y iulemás de ipcionescle acrevliten el nedianii lia- nas intere- Abril. Las le Hay, cu- las frecuen- frecian es- tados entre ;alzada8 ro- indicios de muchas ca- rden, cons- los cuadros guas y divi- rroz, daban ite desorde- casas bien vida de los la agitación Urales para el pais pañ- is socorros; lodo hasta baja suma- entra en su frescura le 1 ó disposi- refrigerios, el color lo- )itar los ce- La Laguna, ie D. Fran- as oticinas. dos leguas >an Nicolás, su jurisdic- •uctifican, y están en el jctifícación; aprovecha - cida recom- latrióticos. K 1, específico de obstruc- I Bergmann ada expedi- da un nuevo 5 con los de inaladas, son jtiii. Jim aquel hábil químico, afianzasen el concepto y co- nocimiento de ellas, añadiéndoles ahora la des- cripción local del terreno, que no hizo aquel viajero. Despedido ya de Cuellar, atravesó I^a Laguna haciendo noche en la Isla de l"\ilin, y al día si- guiente en Binangonan, pueblo situado sobre una punta en la costa Norte, en cuya inmediación como á tres cuartos de legua hacia el Nordeste, yace un peñasco tajado por todas partes y una fuente cuyas aguas merecen el titulo de las fres- cas lie Táselo: el peñasco es de una tierra afgila- c¿a amarillosa con un socabón al pié, donde se re- unen las aguas que destila gota ú gota. La at- mósfera, que al aire libre hace llegar el termó- metro de 25 á 27", se mantiene en este delicioso paraje de 18 á 19", y examinadas las aguas con reactivos á instancias de su celoso Ministro el Padre Perdigón de la Orden de San Francisco, que le acompañó al examen, resultó que podían reputarse por las más simples que se beben. Milla y media al Sur-Sudoeste de Moróng, lu- gar situado en el continente firme pero que se comunica, por agua, con La Laguna, hay u' \ fábrica de balas, cuyo dueño tiene celebrada contrata con la provisión de Manila, y por me- dio de un subarriendo á un Sangley las consi- gue á unos precios comodísimos. La fáb es umamente sencilla y aún lo son mucho más sus jnaniobra^, que se reducen á cinco, sin emplear más que otros tantos operarios: calcinar, moler, fundir, vaciar y perfeccionar sobre un yanque las balas ya formadas, es todo cuanto hay que hacer; sin que sea menos sencilla la estructura de los fuelles y del horno, de que hizo sus des- cripciones. En los días siguientes hizo nuestro naturalis- ta una excursión á los Montes de Santa Inés, si- tuados 12 leguas al Nordeste de Moróng, para exa- minar los Mineros de que se provee la fábrica. Pasó por el mezquino pueblo de Bosoboso, y de- jando en él la mayor parte de sus muebles, subió á una región elevada, por caminos ásperos y casi intransitables, en donde ni era posible sin grave riesgo seguir la marcha á caballo, ni á pié se hacía sin grande incomodidad. El equipaje, aun- que compuesto sólo de una manta, una almoha- da, barómetro, pesalicores, estuches, algún pa- lay (i) y la comida más penitente, formaba sin embargo un acompañamiento sumamente em- barazoso eii tan fragoso paraje. Ni fueron me- nores las molestias que luego se siguieron de trepar los cerros sostenidos de las yerbas, pasar la noche en el campo sin otro abrigo que la man- ta de la cama, y sobre todo, no tener ctro ali- (i) Palay es el arroz con cascara, y sirve para alimento de los animales á manera de nuestra ce- bada. mentó que fiambres, los cuales no le sufría el '''"• estómago: estos accidentes debieron causarte un quebranto difícil de reparar. Dos erguidas cordilleras que corren del Sur á Norte y de Suoeste á Nordeste hasta unirse ó estrecharst en el Monte Pola hacia el centro de la isla, forman la frondosa llanura en que está Manila, comprendiendo desde el pji del Caraba- lio las provincias de Tondo, Bulicán y ambas Pampangas, con hermosísimas campiñas inte- rrumpidas por deliciosos ríos, en cuyas plácidas aguas se duplican refiejados los árboles de la orilla. «Muchos trozos de este país aplanado se 11 ven luego en unas situaciones más bajas, y se ■> inundan tanto en las estaciones lluviosas, que »se hacen navegables, y el comercio, que se in- Kterrumpe por tierra, empieza á hacerse por »agua. » Multitud de pueblos ocupan esta vasta extensión, en que nuestio viajero sació su curio- sidad con útiles observaciones, entretanto que en ellos ejercitaban los naturales su industria en cultivar el arroz, maíz, añil y tabaco, si bien el estanco dr este último, les atrajo sobre sí mu- chos defraudadores armados que hostilizan y 'csolan el país, y contra cuyas invasiones han lortiticado algunos pueblos con dobles filas de es- tacas terraplenadas. Iva factoría de Gapán pro- porcionó la completa vista de aquella escena, nartandose desde ella el empinado Monte Arayat 1 Sur 56" Oeste. El paso peligroso del Caraballo, única gar- ganta ó puerto para pasar á las Misiones de los Innayas ó de Ituy de los Padres Dominicos, sc emprendió a nde Mayo, debiendo entonces Don Antonio Pineda abandonar por algún tiempo las especulaciones de un naturalista, para sustituir- les las no menos molestas y mucho más destruc- tiva« del arte militar. La vecindad de los Igorro- tes habitadores de aquellas serranías, y sordos hasta aquí á todo atractivo de una vida menos bárbara y salvaje, obliga á los pasajeros-, á varias precauciones militares, si bien por fortuna estos enemigos traidores, incapaces de atacar á un hombre armado como se encuentre despierto, profesan tanto horror á toda arma de fuego, que un solo fusilazo disparado al embocar los desfi- laderos, alarma toda la montaña, sin que por eso se atrevan á acometer. Pero si los pasajeros se desnudan, se descuidan ó se duermen, tienen casi seguro amanecer degollados; y por consiguiente, superfinas cuantas precauciones se toman para evitarlo. Candeladas, guardias y centinelas que pasasen la palabra, todo se puso en ejecución en aquel pequeño campamento, para pasar una no- • che en despoblado. La escolta consistía en un criado europeo, un dragón, y el pintor, todos con armas de fuego, que hacían la fuerza más respe- table. El resto se componía de 20 indios recien convertidos, que sobre sus cuerpos desnudos car- so 234 VIAJí; ALREDEDOR DEL MUNDO Inii gabán con lanza, flechas, bolas y tablachines, en quienes debía confiarse poco, por más que hubie- sen empeñado su palabra de mantenerse leales. El paso de esta pequeña caravana, reglado por el de su infantería, fué sumamente pausado. Cuestas penosísimas, caminos tortuosos y som- bríos entrecortados de arroyos v cascadas que destila el monte por todas parte», la hacían ex- tremadamente molesta, pero en contraposición, la amenidad de la más frondosa primavera y la multitud de aves y árboles poco comunes, recrea- ban dob! «amenté los sentidos. En esta e;;traña re- gión en que se compiten los peligros y los place- res, el barómetro se fijó en el paraje más eleva- do en 24 pulgadas, seis líneas y 7i:i f*'" ^l"'^ ^1 termómetro pasase de 18" en la escala de Kcau- mur, pero no es esta altura la del verdadero Ca- raballo; otro monte á la izquierda de éste, que se eleva al parecer más de 500 varas sobre su mis- mo yugo y toma la forma de un pan de azúcar, es el que ostenta este titulo. Ya vencidos estos obstáculos que los mis- mos religiosos caracterizaban constantemente como invencibles, la continuación de las tareas de D. Antonio Pineda, resultaba sí, algo menos penosa y más sociable; pero en desquite ^ra mu- cho menos saludable por las continuas emana- ciones de un terreno al mismo tiempo cargado de minerales y de humedad. Las amenas orillas del Nuevo Tajo, en cuyas fértiles márgenes los religiosos Dominicos han formado de medio si- glo á esta parte poblaciones numerosas con tí- tulo de misiones, ofrecían nuevos objetos su- mamente interesa. "tes. « Estas sociedades nacien- tes en que bajo un gobierno semipatriarcal, se presenta el hombre en los diversos aspectos de su civilización; en que se examinan sin embozo las costumbres sencillas del salvaje, su frugali- dad, sus rencores y sus necesidades recíprocas, su docilidad y su inconstancia; estas pruebas sensibles pero constantes de las debilidades del hombre cuando no subordma sus pí".siones á ima razón ilustrada, eran la contemplación frecuente del filósofo observador; pero sobre todo merecie- ron su admiración los prudentes misioneros que con la dulzura de su trato civilizan aquellos mon- taraces: estos benéficos hombres, condenados con un corto sínodo á habitar perpetuamente en- tre infieles, removidos de toda sociedad en pa- rajes mal sanos ó arriesgados, expuestos siem- pre á las astucias é inconstancias de los bárba- ros, sufren pacientes sus repetidos engaños; in- sen-^ibles á la sed, al hambre, al cansancio, tre- pan á pió por las más ásperas cuestas, atravie- san los ríos, colgados ó arrastrados de un be- juco, sin apartarse jamás de su memoria el horroroso martirio en que han perecido muchos otros. I) La parte local la constituyen una conti- nuada serie de valles que progresivamente se suceden, estrechados por ambas cordilleras que caminan á encontrarse. Los tejidos, el algodón y el cacao, proporcionan á sus habitantes una descansada subsistencia que empieza á ser prolí- fica desde la edad de doce años y da á los Pan- gasinanes (laboriosos catalanes de esta isla) un lucrativo comercio con el cambio de aquellos frutos. No habla objeto alguno que evadiese á la atenta y filoaófica especulación de D. Anto- nio Pineda, pero su salud empezaba á no estar de acuerdo con sus deseos, molestada desde los primeros pasos; «pues la repentina alteración i)del temperamento en este nuevo terreno y los «fríos del Caraballo, le hincharon la órbita iz- «quierda, y una molesta fluxión le detuvo ence- i>rrado algunos días. »La común enemistad que reina entre las «varias naciones habitadoras de Luzón, no per- nmite viajar pacíficamente si no es por las pro- "vincias marítimas; los caminos interiores se «encuentran siempre cubiertos de armados gine- »tes provistos de lanzones, corazas 6 escudos «cuadrilongos y encorvados, flechas, arcos, chu- Dzos de caña y espartanas de la pesada palma »del hurí. Para librarse de las sorpresas en los "desfiladeros y montañas, es forzoso pedir auxi- » lio -al Alcalde ó Teniente del partido que pro- Dvee la escolta y las armas necesarias. En los «parajes aboscados se echa pié á tierra, se en- 11 vían delante las guías, y las hileras de guerre- aros siguen exactamente sus huellas, que se pro- I) curan borrar para encubrir la derrota. Los za- 11 cátales, sembrados á veces de duras puntas por 11 los enemigos, no se transitan sin un buen reco- «nocimiento, y nadie pone el pié sino donae otro »lo puso: de noche se forma un pequeño campa- amento, y las picas clavadas en el suelo sirven "de parapeto al cordón de centinelas.» Las cuestas de Abungul y Mamparang, si- guiendo hacia el Esnordeste de Bagabag en la espaciosa cordillera que corre del Sudoeste al Nordeste, forman un puerto elevado que termi- na ios grandes valles de Ituy, donde nuestro via- jero volvió á poner en ejecución sus prácticas militares. Este elevado paraje, aunque algo me- nor que el Caraballo, presenta no menos agra- dables perspectivas; su extensión horizontal es de 10 á 12 leguas, contiene bosques, llanadas, terrenos entrecortados, r'os y lejanas serranías, que varían y amenizan aquel cuadro. En las faldas del Mamparang sesteaba una caravana de más de 40 personas de los pueblos de Bayomljong y Bamgabag, que iban á proveer- se de sal, aceite de coco, lati y algodón á las tie- rras bajas; se componía de hombres armados y de mujeres cada una con dos caballos, y esta- ban atrincherados con las petacas delante de su vivac, de que puede deducirse el penoso progreso Jnn. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATU iVIÜA 235 ■esivamente se cordilleras que dos, el algodón habitantes una ie>;aáser prolí- ■ da á los Pan- e esta isla) un Ijío de aquellos que evadiese á ¡n de D. Anto- jaba á no estar stada desde los itina alteración o terreno y los on la órbita iz- le detuvo ence- reina entre las Luzón, no per- > es por las pro- os interiores se e armados gine- ra;?as 6 escudos ;has, arcos, chu- a pesada palma sorpresas en los •zoso pedir auxi- partido que pro- esarias. En los i á tierra, se en- i leras de guerfe- ellas, que se pro- lerrota. Los za- duras puntas por sin un buen reco- é sino donde otro pequeño campa- n el suelo sirven nelas.i) Mamparang, si- : Bagabag en la del Sudoeste al ívado que termi- onde nuestro via- ón sus prácticas aunque algo me- no menos agra- ión horizontal es 3sques, llanadas, ejanas serranías, ladro. mg sesteaba una LS de los pueblos le iban á proveer- algodón á las tie- mbres armados y caballos, y esta- as delante de su penoso progreso Imi. de este comercio y los cortos recursos de estas provincias internas. Todos los terrenos que corren hacia Caga- yan empiezan á declinar desde el Mamparang: las eminencias se aplanan y van progresivamente suavizándose. Una veta de cerros que se descu- bre á trechos, ocupa todo el país desde Carig hasta Sama: estos pueblos, los de Camarag y Ca- gayan, formados sobre ella, carecen de frondosi- dad y buenos pastos. De un plantío de 3.0ÜO pies de cacao, apenas prenden 300, pero de ca- lidad sobresaliente. Los recodos del río fecun- dan los arrozales, y á éstos les deben la subsis- tenci.»".. Describiendo esta parte del país que re- corría D. Antonio Pineda, lamenta la deplorable situación de algunos pueblos ó rancherías, á quienes por solo las conveniencias dol camino han arrancado de su primitivo asiento, priván- doles de las ventajas del riego. No bastaban aún todas las adversidades que hasta aquí se habían opuesto con tanto tesón á nuestro viajero incansable; en Carig estuvo á punto de que pereciesen sus trabajos por un in- cendio repentino que redujo á cenizas el conven- to; este accidente, si bien no pudiese evitarse con todas las medidas que le dictó su actividad é inteligencia, fué causa de que puedan en lo sucesivo evitarse otros muchos, mediante un re- glamento de policía que entregó al Padre Misio- nero para semejantes casos, y que éste se ofreció á comunicar inmediatamente á las demás pcíbla- ciones. Desde Ganig, primer pueblo de la jurisdicción de Cagayan, donde llegó el jo de Mayo, se em- pieza ya á navegar por el anchuroso río: su cau- ce en los parajes medios no baja de loo á 150 varas, y sus frondosas orillas alimentan frecuen- tes objetos de admiración. Los pueblos de lla- gan, Tamavien, Guagua y otros varios, situados en sus márgenes ó comunicables por esteros, tienen un muelle ó rampa para el desembar- cadero, viéndose comunmente al lado algu- nos camarines flotantes y una ú otra panga. Estas extrañas embarcaciones sin quilla, presen- tin su fondo plano en figura de una artesa; dos gruesas curvas á popa y proa fortifican las obras muertas, y tienen sus carrozas bien tejidas de l)ambú y palma. Todos los pueblos que constitu- yen la provincia hacían un buen comercio con el tabaco; sus créditos de ser el mejor de la Isla atraí á los pangasinanes é llocos que lo com- praban con ansia: estancado en el día no aprove- cha cosa considerable á la renta; mantiene diez empleados y ha destruido totalmente aquel co- mercio. La cosecha de la cera, que exige un tem- peramento templado, ni muy seco ni muy lluvio- so, ha disminuido también, y el cacao no pro- gresa. Los pueblos de Tupiparao y Puig, Amuling, Nasipin y üattara proporcionaron á nuestro via- jero la nación numerosa de los calingas, á quien poder examinar. El Vicario del primer pueblo, el Padre Lobato, le fué sumamente útil. «Su avan- Dzada edad, su venerable semblante y su desali- 1) nada compostura, le daban un aspecto monacal «al cual anadian veneración, sus tareas apostóli- Dcas realmente singulares y las diversas obras itque ya tiene publicadas: en él encontró un «verdadero hombre de mérito á quien debió un «decidido cariño, y á su experiencia y observa- Kción continuada, una multitud de noticias inte- «resantes con que aumentar y confrontar slis «trabajos.» Lalloc, cabecera de la provincia y residencia de su Alcalde, goza del título de ciudad por sólo esta circunstancia, sin que lo merezca en lo de- más. Habitan en ella algunos españoles que tra- fican en sus barcos, pero su tenue comercio, consiguiente á las tristes circunstancias en que se halla la provincia, no les permite enriquecer- se. Sus vecinos, nada afectos á la agricultura, se dedican al tráfico de la sal y otros cortos efectos que transportan por el río; hay, no obstante, bastante aplicación á los tejidos, apenas se en- cuentra una mujer que no tenga su telar, si bien estos son tan poco ventajosos, que duplican el trabajo y alargan infinito la labor. Cuando se les encarga hacen pañuelos que podrían competir con los finos de la costa de Coromandel, pero no tienen valor porque les falta el fomento y la sa- lida. La ciudad, situada entre un bosque de plata- nares, tiene al Este una elevada cordillera que corre en forma de barba, distante 10 ó 12 le- guas, y por el Sur forma horizonte la llanada. D. Antonio Pineda daba en todas estas ocasiones una prueba nada dudosa de su excesiva atención á todas las tareas útiles, anotando las marcacio- nes y distancias desde todas las torres y parajes eminentes, á cuantqs objetos notables se des-, cubrían. Nuestro observador advierte que las aguas impuras del Cagayan propagan entre sus habi- tantes las obstrucciones del hígado; hombres jó- venes, mujeres de todas edades se veían adolecer de este mal: los vientres abultados y las durezas son comunes; sin que en toda su peregrinación advirtiese media docena de personas de hábito sanguíneo; observación tanto más verídica, cuan- to que empezaba á comprobarse funestamente en toda la comitiva. El pintor, achacoso desde que bebió sus aguas, se agravaba por instantes, y ei mismo Pineda, atormentado de una fiebre ya de algunos días, no podía, sin grave molestia, con- tinuar sus tareas. Los pueblos de Aparri y Banqui, apenas le permitieron algunas observaciones ligeras. Este úhimo, en donde llueve lo más del año y hay seis Juií. 4.?U yiAJB ALREDKDOR Ohl. MUNIiO i I }»n meses en que no cesa, go>:a de un temple tan hú- medo que el higrómetro indicaba ()" más que en los pueblos anteriores: sus indolentes naturales, sin barcas ni cosa que indique navegación, pescan al anzuelo y viven en todo con gran miseria. La salida de este pueblo puede considerarse por la Nación como la verdadera época en la cual ha perdido uno de sus mejores adornos. To- dos los apuntes de D. Antonio Pineda, con algún desconcierto en sus noticias, con los rumbos equi- vocados y en perpetua contradicción, empezaban á dar las primeras muestras del fatal estado de su redactor. Enflaquecida la memoria, confundi- das ya las especie>s, y el cuerpo postrado en un talabón ó cama portátil (conducido por indios) no dejaba desembargada otra potencia que la volun- tad: envejecida ésta en el perpetuo trabajo, se esforzaba en vano á continuarlo. Debilitados los órganos y trastornada la mente, obraba á ralos con desconcierto, anunciando en todo, los indi- cios de la humanidad que perecía. Perseguido de un excesivo ardor que lo iba conduciendo hacia su fin, procuraba, erradamente, templarlo con li- monadas y refrescos exteriores, que sobre extre- madamente ácidos le eran quizás muy nocivos; en vano le exhortaban cuantos le veían, al sosie- go y á procurarse otras medicinas más análogas: seducido del pasajero deleite que éstas le pro- porcionaban, clamaba por seguir en sus tareas y regresar á Manila. Conducido como en un letargo con frecuentes desarreglos de sentidos que advertían hasta los mismos indios, luchaba contra el destino que le llevaba de vencida; pero sin dejar jamás de des- cribir los terrenos y formar su itinerario. Llegó últimamente á Badoc, pueblo de la provincia de llocos, administrado por los Padres Agustinos, á veces nuevamente aletargado, siempre inquieto sobre la continuación de su viaje para el cual había tomado j'a las providencias más activas, amante en los pocos intervalos tranquilos de conversar aún con el religioso sobre el fatal ob- jeto desús tareas.; nada dócil á las insinuaciones d-il Padre para la calidad de sus alimentos y la necesidad de un reposo, ni á los dictados de sus mismos conocimientos médicos para precaverse con el útil método de las sangrías, ó no creía tan próximo el término de sus días, ó entregado desde mucho tiempo á un celo patriótico y á un amor incansable á las ciencias, le veía 3a muy de cerca con una superioridad y tr? .quilidad filosóficas, Así pasó todo aquel día, y en aquella misma noche le sobrevino un accidente apoplético, del cual no volviendo ya (tal vez por la poca pericia del curandero indio) sino para dar mues..-as al Padre de un alma tan firme en su religión como lo había sido en sus deberes sociales, terminó en la noche del 23 la gloriosa can-era de su vida á los treinta y ocho años de edad. No es fácil encerrar en pocos renglones el elo- J™ gio de un vasallo tan esclarecido y los trances aún más singulares de su vida. Don Antonio Pineda, después de una educa- ción adecuada á su nacimiento, había entrado á servir en clase de cadete en el regimiento de Reales Guardias de Infantería Española: su ca- rácter sociable, su amor al estudio y su idea bien entendida de los deberes hacia la patria, muy luego le dictaron la necesidad de ensanchar, cuanto fuese posible, sus conocimientos. Los que había adquirido con preferencia y eran los del arte militar, se hicieron bien patentes en los ataques de üibraltar durante la guerra empezada en 1779, quedando bien cimentados, cuando sin nombre del autor se presentó y practicó un plan suyo para el detall de las operaciones del Ejér- cito, dirigidas en la noche del 13 de Agosto á abrir la nueva paralela: sus servicios fueron igualmente distinguidos y su vida extraordinaria- mente expuesta en la batería flotante La Pastora, en la cual, y en el encuentro sucesivo de las dos Escuadras á poca distancia del Cabo Espartel, sirvió á las órdenes del Jefe de Escuadra D. Bue- naventura Moreno. Finalmente, hecha la paz y desdeiíando vivir en una cansada ociosidad ó tomar por único objeto de sus tareas la des- trucción de sus semejantes, volvió el rostro ha- cia la Física y la Historia Natural, en cuyas ciencias había adquirido ya muchas nociones ge- nerales. Su constancia y su talento le llevaron muy luego á un grado bien provecto en una y otra ciencia, y su celo patriótico y pundonoroso le dictó la ocasión de aprovecharlas en la expedi- ción de las corbetas Descubierta y Atrevida al mar Pacífico; cuál haya sido después la serie dé sus tareas útiles para los hombres en general y para sus conciudadanos en particular, lo ma- nifiestan la narración del viaje y la inscripción puesta en el monumento elevado á su memoria en las inmediaciones de Manila, y lo manifestará aún más la publicación de todas sus observacio- nes, las cuales redoblaron en su variedad, mul- tiplicación y utilidad, justamente cuando las gracias del Soberano, el aplauso de la Nación, una rica herencia de los bienes de su familia, y sobre todo, los ruegos incesantes de sus compa- ñeros de viaje, debían recordarle las satisfaccio- nes honoríficas que le esperaban á su regreso á la patria. Dividido así repentinamente y para siempre de sus compañeros, no pudo menos de ocuparlos después incesantemente con su memoria. En un momento perdieron un ejemplo acrisolado, un hombre extraordinariamente humano, un filósofo con exceso instruido y laborioso, un amigo siem- pre sociable y un compañero afable y ameno. A estas pérdidas por sí solas irreparables, debieron i agregarse luego las que hacían de mancomún con BMM I » IÍ! CORHHTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA ^hl )nes el elo- J" os trances na educa - entrado á ¡miento de ola: su ca- u idea bien atria, muy ensanchar, utos. Los y eran los ntCvS en los aenripezada cuando sin có un plan del Ejér- e Agosto á ios fueron raordinaria- La Paatora, 3 de las dos )o Espartel, idra D. Bue- la la paz y ociosidad ó eas la des- :1 rostro ha- ll, en cuyas nociones ge- D le llevaron to en una y pundonoroso enlaexpedi- Atrevida al s la serie de ;n general y jlar, lo ma- a inscripción su memoria manifestará observacio- iedad, muí- ' cuando las ; la Nación, su familia, y sus compa- i satisfaccio- su regreso á jara siempre de ocuparlos noria. En un irisolado, un o, un filósofo amigo siem- y ameno. A les, debieron ancomún con j>.u, la Nación, sua ideas tan grandiosas romo cabales sobre el suelo y los habitadores de casi todo el continente americano sujeto á la Monarquía; so- bre el beneficio comparativo de los minerales; so- bre el análisis de los idiomas, y sohíe la policía, situación y costumbres de nuestras colonia'-, ai bien en parte apuntadas entre sus cuadernos, pa- recieron casi enteramente con él. ¡Ir feliz suerte del hombre, que no derivando su felicidad sino de la felicidad agena, este mismo afán le causa mil sinsabores y lo arrastra frecuentemente á malograr su intento por su propia debilidad I jui. u No se supieron las noticias en Manila sino en la tarde del 13 de Julio; para ei t6 se tributaron á su memoria en la iglesia de San Agustín las pompas fúnebres y las exequia: más solemnes: inmediatamente después se ocuparon D. Juan Rabenet y D. Fernando Bramhila. el primero en representar con la maj'or propiedad á la nación que lo ha perdido el extremado lance de este buen vasallo y el segundo en diseñar y hacer ele- var en la huerta de Malate, propia de la Real Compañía, un monumento fúnebre que recordase á la posteridad nuestra pérdida y nuestras lágri- / mas, las que dejó grabadas D. Tadeo Hecnke con la siguiente inscripción latina: ANTONIO rINKDA \ r R t D f N O M I L I T L' M . VIKTUrESIN fATRIAM, UELLO, AKMlsgt'E, INSIGNI. natfrje uemlm inüefesso scrutatoki. triennu ahdt'o itinkre, ordis extrema adiit. • tellüri3, bisckra. pklajl. avissos. anolcmqlie. cacl'mina. i.isthans • vita: siml'L, et labokuc graviam niEM. SUPREMUM. O \' 1 1 T IN l.L'CONtA Klt. I I- 1- 1 N A K r M VI kalendasjl-lii 179a. PREMATrRAM OPTIMI MORTEN. LUGET PATRIA, 1,UGET FAINA, LIGENT AMICl. QUI HOCCE POSt'ERE MONl'MENTL'M. \g. En el entretanto había establecido su impe- rio la monzón lluviosa de! Sudoeste, la cual por un conjunto feliz de combinaciones debe mirarse en Manila como la más saludable; restable- ciéronse nuestros enfermos, se continuaron pau- latinamente los aprestos de los buques, víveres y pertrechos para la continuación del viaje, y si bien las aguas fuesen tan repetidas que en sólo cinco días no bajase la llu\ia de 50 pulga- das y llegase en los cuatro meses comprendidos hasta Octubre á ochenta y seis, pudieron ace- lerarse las medidas de tal modo, que no espe- rásemos para dar nuevamente la vela sino una constancia mediana en los vientos favorables del Nordeste. Desde la mitad de Setiembre habían ya em- prendido nuevamente sus excursiones D. Luis Nee y D. Tadeo Heenke, paia sus acostum- bradas investigaciones de Historia Natural, diri- gidas ahora en las inmediaciones de la Laguna de Hay, á un' nuevo examen de los plantíos de canela, á los análisis de diferentes aguas terma- les, y particularmente á un reconocimiento pro- lijo del volcán recientemente extinguido de Taal. Al mismo tiempo I). Antonio Tova hizo un.i '"!■ '.' nueva excursión hidrográfica en la provincia de Tayabas, hacia las ensenadas de Paquilao y de S" Bondoc, donde no habían podido penetrar nues- tras marcaciones con las corbetas cugndo venía- mos de Sorsogon; finalmente, D. Felipe Bausa examinó con una exactitud geométrica las son- das inmediatas al tiro de cañón de la plaza, y I0S demás puntos al andar del rio Pasig y de la Laguna, para que en lo venidero no se ignorasen todas las ventajas locales de aquellos contornos felices. Establecióse después el observatorio en Ca- vite para arreglar nuevamente la marcha de los relojes marinos, completáronse las tripulaciones con naturales voluntarios, y el Capitán inglés Dunlop del navio mercante el Yannoiith, tomó á su cargo conducir á aquella colonia nuestras remesas y cartas, para que desde allí se condu- jesen á Londres y últimamente á España, ya que no había en la colonia nuestra embarcación alguna de la Compañía, que regresase al Conti- nente. Fuera injusto de nuestra parte no hacer aquí una honrosa y particular memoria de aquel hábil navegante, el cual alcanzado en los primeros días de^Iayo el puerto de Macao, habíase propuesto ahora regresar igualmente contra monzón por el Estrecho de Macassar, costeando antes las Filipinas. Un temporal vio- lento le obligó á arribar desde el extremo meri- dional de Mindoro, y debió ya determinarse á esperar ia otra monzón para seguir después por la derrota común del Estrecho de Malaca. Le debimos la noticia de varias determinacio- '^'■> nes hidrográficas en los mares de la India, según las observaciones más modernas y más exactas de sus navegantes; le debimos la nueva carta de Robertson de los mares de las Molucas, Filipinas y China, que tanta claridad producía sobre las navegaciones modernas; le debim.os, finalmente, una amistad y un aprecio tan instructivos que no podrán jamás borrarse de nuestra memoria. Antes de abandonar la bahía fué también una ocupación no mediana para entrambos armamen- tos, la de aparejar una goleta que á las órdenes del primer Piloto D. Juan Maqueda, agregádole como segundo D. Jerónimo Delgado, debía em- plearse en los seis meses próximos en continuar la descripción hidrográfica de las Islas Visayas ó Filipinas meridionales. Reconocimiento impor- tantísimo, así para los desembocaderos al mar anchuroso desde los Estrechos de San Juanico y Mindanao, como para la facilidad de las nave- gaciones internas que muy luego habían de re- petirse con el aumento de la prosperidad nacio- nal. Quedó luego al cargo del Teniente de fragata D. Martín de Olavide continuar con la orde- nación prolija de nuestros manuscritos, y regre- sar últimamente á España en la Nao de Acapul- lii r^r "1 23S VIAJU ALKliÜEUOR IJliL MUNDO Ocl. N..V, 6 co con los papeles originales que formasen el ! duplicado de nuestras remesas anteriores. Así ' evitábamos el riesgo de cualquiera pérdida su- cesiva y se iban paulatinamente reuniendo en Europa, una parte no mediana de nuestros Ofi- ciales, que dando la última mano á las tareas ejecutadas, acelerasen en lo posible la publica- 1 ción del viaje. Finalmente, en la tarde del 14 de Noviembre todo estuvo pronto para dar la vela; al amanecer del día siguiente las corbetas se espiaron para fuera, y poco después, con los primeros soplos del viento Este, navegaron hacia la boca de Ma- riveles. CAPÍTULO IV , . Navegación de las corbetas hasta el presidio de Min- danao, y reconocimientos intermedios. — Escala en aqiul presidio. — Derrotas sucesivas en el mar Pací- fico.— Vista del extremo Sur de la Tierra austral del Espíritu Santo y de las costas inmediatas á Dttsky-Bay en '.a Nueva Zelanda. — Escala y acaeci- mientos en la colonia inglesa de Sidney, en la Nueva Holanda. Cuanto más examinásemos las navegaciones de los europeos en el mar Pacífico; cuanto más se atendiesen los objetos, la fuerza, la constitu- ción y la utilidad de los armamentos de las cor- \ betas Descubierta y Atrevida, tanto más deb 1 variar nuestro plan de los que habían seguido I los navegantes anteriores; y abandonada la espe- ' ranza de podernos llamar descubridores, debía- mos dirigir las investigaciones nuestras á los progresos sólidos de la navegación y al desem- peño de los diferentes ramos científicos, con los cuales nos habíamos abrazado. Exigía, por otra parte, este plan, que visitá- semos una vez más los diferentes paralelos de la América meridional, en donde debían repetirse las experiencias de la gravedad de los cuerpos con el péndulo simple constante, que atento á la medida proyectada en Europa, invariable y de- pendiente del mismo péndulo en un paralelo de- terminado, se consultase particularmente el de 45° en el hemisferio austral; y finalmente, que re- conocido el pequeño Archipiélago de Baban, par- te de las Islas y confederación de los Amigos, don- de había casualmente recalado el Teniente de fragata D. Francisco Maurelle en 1789, se recti- ficasen después varias cuestiones hidrográficas, bien sea al Oeste ó al Este del Continente de la América. Ni nuestros armamentos podían considerarse capaces de mayores esfuerzos, aunque tuviesen á su frente una Oficialidad hábil, constante y digna de los mayores elogios, pues debilitados con las enfermedades propias de los Trópicos y con las fatigas de tres años los pocos restos de Nov. .j las tripulaciones y tropas sacadas de Europa, y sustituidos los que faltaban con un número creci- do de filipinos débiles y poco expertos; ni po- díamos contar con aquella disciplina, inteligen- cia y humanidad que decide por lo común de la suerte de los viajes, ni su robustez era capaz de resistir unas fatigas repetidas y violentas. Se adoptaron con este mismo reparo todos los preservativos que pudiese dictar la nráctica so- bre la conservación de la marinería nacional; sustituímos el uso del Grog ó aguardiente agua- do, al vino de Sanlúcar que habíamos embarca- do en Cádiz; la calidad de los víveres, el aseo interior, un trabajo periódico mas no excesivo, y una cierta tranquilidad de ánimo, inseparable de la conservación de la salud, fueron luego los estribos principales de nuestro plan para este in- tento. Así, veíamos, aunque distante, la época fe- liz que nos proporcionase el regresar al seno de la patria y el ofrecerle aquellas nociones prácti- cas que reunidas á las tareas de los demás na- vegantes europeos, pudiesen algún día fijar su verdadera robustez y opulencia. En el entretanto, nuestros pasos no podían menos de dirigirse hacia el Sur, costeando las diferentes Islas de Mindoro, l'anay. Negros y Mindanao. Ceñiríamos de este riodo al Oeste el Archipiélago Filipino mientras D. Juan Maqueda lo verificaría en sus canales internos; y un reco- nocimiento exacto del presidio de Zamboanga, nos daría lugar á examinar por aquella parte los verdaderos intereses nacionales, decidiendo la cuestión importante y agitada desde dos siglos: si era útil ó no su conservación harto costosa y sangrienta. La brisa fresca del Esnordeste no entabló en la bahía de Manila hasta las cuatro de la tarde. 1 aprovechamos inmediatamente con todo aparejo; al anochecer no distábamos sino una milla del Farallón de la Monja, islote forano á la bahía; y como en la noche inme- diata continuase nuestra navegación hasta pro- pasarnos de la Isla de-Cab/a; en la mañana . del 16 ya'nuestras tareas acostumbradas pudie- ,6 ron emprenderse con actividad, y costeadas Lu- ban y Ambil, atracar á las dos de la tarde la Punta Calavite y las orillas fértiles de Mindoro. La mitad septentrional de aquella isla es más bien montuosa, encadenándose unos con otros cuatro órdenes de montes que terminan en la misma orilla poblada al principio con un bosque impenetrable y más llana después con unas lo- mas que convidan á la agricultura, cuando se hallen menos desiertas de lo que están en el día. ■ No se advirtieron en la noche los muchos fue- gos que habían sorprendido al Capitán inglés Meares, ni ignorábamos por otra parte que ape- nas en toda aquella larga extensión se anidaban pocos piratas, ocupados en la estación favorable M 1 s restos de nov. .5 Europa, y lero creci- os; ni po- inteligen- común de era capa/ violentas. todos los áctica 80- naciona!; ente agua- embarca- , el aseo excesivo, nseparable luego los ira este in- la época fe- al seno de nes prácti- demás na- lía fijar su no podían steando las Negros y al Oeste el m Maqueda ; y un reco- 'amboanga, la parte los cidiendo la dos siglos: 0 costosa y nordeste no i las cuatro idiatamente distábamos onja, islote jche inme- hasta pro- la mañana , idas pudie- ,(, teadas Lu- la tarde la le Mindoro. isla es más 3 con otros linan en la i un bosque an unas lo- cuando se 1 en el día. luchos fue- itan inglés :e que ape- le anidaban a favorable CORBETAS DESCUBIERTA Y ATRHVIDA 239 Nüv lo á veces con la pesca del balate (i) en el bajo de Apo, á veces en sus correrías acostumbradas á las Calamianes y Paragua. Es luego mucho más agradable la otra mitad de la isla que recorri- n mos en la tarde del 17 a3'udados de una brisa Iresca con el tiempo más placentero que pudié- semos desear. Ya lacosta mucho más llana y fron- dosa presentaba todos los halagos de la vida so- ciable para que bajo un gobierno pacífico y jui- cioso multiplicasen hacia aquella parte los ha- bitantes tranquilos de la orilla. Diferentes ria- chuelos, unas playas apacibles, la poca distan- cia de otras muchas islas útiles y de la misma capital, todo debía recordarnos la importancia y la utilidad de semejantes poblaciones, al paso que la vista en el horizonte, de un panco ó em- barcación pirata, nos demostraba que esas mis- mas posesiones nos eran en extremo nocivas, por ser el abrigo de los que conspiraban con tanto tesón á nuestro daiño. Pudimos en este tránsito marcar los islotes que fijan el extremo oriental del bajo de Apo, y algunos altos de las Calamianes; costeáronse de cerca las Islas de Illin, y las otras bajas de Simiraba que median entre Mindoro y Panay; y atracadas después las frondosas y fértiles orillas de esta isla, no sin algunos amagos de huracán que se disiparon luego, reconocimos el fondea- dero de Antique, llamado con mucha propiedad el granero de Filipinas, pasamos á la Isla de Negros, y logramos en los días siguientes del s:? 21 y 22 mantenernos á muy poca distancia de los extremos occidentales de Mindanao. En las navegaciones indicadas nos favorecie- ron las brisas del Nordeste extraordinariamente. Repetíamos á nuestro placer las observaciones de longitud y las marcaciones distantes. Eran las bases y los aparejos uniformes por la igualdad en la dirección y en la fuerza del viento. Las emanaciones saludables de mil plantas aromáti- cas que cubrían las orillas inmediatas, embalsa- maban el aire á mucha distancia. Se recreaba la vista, se enardecía la imaginación enti-e tantos objetos tan varios y tan agradables; y en el corto espacio de solos ocho días, habíamos disminuido la latitud de unos 7", siguiendo pró- ximamente los meridianos del observatorio nues- tro de Cavite: las corrientes, como debe imagi- narse, conservaron siempre una dirección bastan- temente rápida al Sur, que causaba un error de 15 6 20' diarios en la latitud de estima y la va- riación magnética fué constante de i" al Nor- deste. En la misma tarde del 22, declarada la ma- rea contraria para aproximarnos á la rada de Zamboanga, dimos fondo á poca distancia del (1) Especie de marisco conocido por los natura- listas con el nombre de Méntula marina. puerto de la Caldera en doce brazas arena, y en no la mañanita siguiente, apenas la tuvimos favo- rable, cuando levamos de nuevo el ancla , y con los remolques, ya que no había viento alguno, emprendimos el aproximarnos al presidio. Eran importantes las precauciones que nos habían indicado en Manila para este caso, y es- tribaban particularmente, en la necesidad de con- servar una grande inmediación á la costa para no ser arrastrados por la marea á un fondo crecido y de mala calidad, como también en la atención de no apartarnos á más de dos cables de la playa cuando diésemos fondo, para no encontrar las muchas piedras sueltas que á mayor distancia le hacen bien molesto / peligroso. Entrambas pre- cauciones, sin embargo, pudieron costar bien ca- ras á la Descubierta, pues antes consei"vándose á un cable escaso de la playa por sondas de 15 brazas arena, en donde la marea era más viva, se vio arrastrada por un remolino, sobre una puntita de piedra, en la cual no tuvo sino tres brazas de agua, y luego ya inmediata fi. jes marinos is había sido valemos del ísultaba con es paradas, 1 Atrevida, » 72 para las . o omitiendo m los demás ue lograsen ud que esta- ; los relojes reciso adap- n como más ;n el mar y almente, la luy aproxi- te: CroMÓm. 71 . 3' «" 13'" 38 .14 Cmim. 71. Cuyo promedio de 4' 1 3" 45'" daba en grado la longitud oriental de Manüa de , , . . i» 3' aft" V siendo aquella por lodnt las obaervacione^ del primer aa- t*lile al Opsle (le C'íidi? 9.32.53 Kc!. -¿sidio, hasta donde el des- agüe en el mar, dM río Balabac, forma ;n la más occidental de su i bocas un hermoso pueilo, cuya entrada en la ''" "< guas, y quedaban rápidamente al Oeste las islas avistadas al Sur 4" Este en la Urde del i¿, de quienes no distábamos ahora más de unas tres leguaH. Examináronse con este motivo prolijamente, no ocultándose el canal y la restinga ya in'lica- das por el Capitán Meares; pero de ningún modo podía combinarse lo (|ue veíamos, con las noticias harto confusas de los navegantes que nos habían precedido, sin exceptuar la misma carta de Kobertson. Va no debíamos extrañar sin embargo los errores del Capitán Torrest a>ií en la latitud como en el número y dirección de aquel pequeño grupo; á las tres primeras que pue- den considerarse reunidas, siguen luego casi con iguales intervalos de cuatro á cinco leguas en la dirección del Esueste, otras dos islas media- namente altas cuyos alrededores parecen sin peligro alguno. Las corrientes son allí tan rápi- das al Sur, que navegando las corbetas con un andar de cinco á seis millas al ICste corregido, apenas lograban el rumbo directo del Sues- te 7. Este según lo indicaban las marcaciones. Sus nombres en la carta del Capitán Torrest, no eran los naturales, los cuales hubiéramos ad- mitido con preferencia á cualquiera otros. Se les asignaron ahora por la misma razón los de Ania- ga, Anda y Armadores, que les había dado el Pi- loto Tompson en su navegación desde Zamboan- ga á Acapulco, en el año de 177.]. Comprende su latitud desde los 4" 48' hasta los 4" 25' Norte, su semblante es árido, su elevación da lugar á que se distingan desde el alcázar á cinco ó seis leguas. Al medio día, tanto por la altura meridiana del Sol como por otras medidas tomadas poco antes, inferimos la latitud de 4° 40'. No era fácil á la sazón combinar con alguna probabilidad la verdadera longitud en la cual nos hallábamos; la isla más Este nos demoraba al Sur 23° Oeste una - atro leguas. En el entretanto continuaban nuestros ade- lantos al Este aunque con muchos sacrificios al Sur, y siendo como ya se ha dicho sumamente incierta la posición de las islas en todos aquellos contornos, navegábamos con tanta mayor vigi- lancia cuanto que los horizontes se habían cerra- do con celajería más espesa, y era difícil de comprender la verdadera posición de los bajos inopinadamente encontrados por los Capitanes üouglas y Meares. No presentándose nada á la vista hasta las cinco déla tarde, aunque la distancia na- vegada al Este desde el medio día no fuese ya menor de 30 millas, empezábamos á creer que un error grande en su latitud nos hubiese ocul- tado las islitas de Kakarcoralong al Norte y las de Salibabo al Sur, hallándonos con una nave- S4( VIAJE ALKI'.OHUOK DHL Mt'NW) lÍ! - ■J ■ I : i 5(- i * , H ffc- Bf - Oit <• (pación libre y bien á barlovento del Cabo Norte en la IsU Norintuy. Nuestros rumbos se conser- vnhHn al liste '/, Sudeste con fuerza de vela; al- ^;unas clirasdcl Sol, y particularmente al tiempo de ocultarse sus dos limbos en el horizonte, nos habían dado lugar de observar por ambos medios la longitud en la cual nos hallíinimos. Pero próximamente á esta hora se apercibie- ron desde los topes y aún desde la cubierta, dos montes bastantemente elevados que marcába- mos al lisueste 5" Sur y creímos inmediata- mente ser las Islas de Salibabo, aun(|ue debiese hacérnoslo dudar en cierto modo la falta de una isla al Sur, que según la carta del Capitán Ko- bertson, hai)ian avistado pocos años antes los navegantes ingleses. De cualquier modo, no nos era posible pasarlas á barlovento y nos era pre- ciso navegar con mucha precaución, atento á las circunstancias que nos rodeaban. La noche, mu- cho mis clara que el día, favorecía nuestros pa- sos; y aunijue navegásemos sin los juanetes y á veces sin la mayor, ni fué difícil avistar de nue- vo las mismas tierras por la proa hacia las ocho de la noche, ni mucho menos el atracarlas hacía las diez á distancia de dos leguas próximamente, calmado ya mucho el viento y allanado entera- mente el mar. Ya no quedaba la menor duda, que nuestros primeros conceptos habían sido acertados. La dirección bien diferente de las Islas Tannala- bu y Salibabo, el canal comprendido entre ellas, el otro que formaba Salibabo con la Isla Ka- bruang, la elevación de esta última y direc- ción de entrambas próximamente al Sueste '/. Sur, todo nos lo descubrían evidentemente, así la Luna con su claridad, como la corta distancia á que navegábamos de ellas. Procuró D. José Espinosa determinar la posición del extremo Nor- te de Salibabo, valiéndose para la latitud de « de Eridano, y para la longitud de algunos horarios de Sirio; las bases y las vistas, que no omitió D. Felipe I3ausá y las favorecían ahora el viento, la mar y la cesación de las corrientes, debían dar á esas tareas nocturnas un nuevo grado de exactitud. Hasta la una de la ¡nañana continuamos el reconocimiento emprendido, sin que halláse- mos fondo con 60 brazas de sondaleza empeza- ii mos luego á ceñir el viento, y para el amanecer del 21, como hubiese refrescado mucho desde que salimos del abrigo de las islas, nos hallábamos ya distantes de ellas unas cinco leguas. El extre- mo Sur de Kabruang demoraba al Norte 64" Oeste, su extremo Norte al Norte 53° Oeste; el extremo Norte de Salibabo al Norte 51° Oeste; el extremo Sur de Tannalabu al Norte 41° Oeste, y el extre- mo Norte al Norte 30° Oeste. Se confirmaba aho- ra de nuevo con mucha exactitud la descripción que de ellas había dado el Capitán Torrest, ha- ciéndose particularmente notable It elevación de Wt la Isla Kabruang, la frondosid' dy llanura de Sa- libabo y el semblante amogntado de Tannalabu. Ningún luego ni canoa nos indicó en la noche la muchedumbre de habitantes que encierran todas. No nos descuidamos luego que estuvo el Sol elcvadoalgunosgradossobreel horizonte, endeter- minar hi longitud deeste pequeño grupo; adopta- mos para la latitud del extremo Sur de Kabruang, la determinación de la carta del Capitán Kobert- son, que parecía bien cimentada según los apun- tes de su Memoria, y que confumaban ahora las bases nuestras desde el principio de la noche. La longitud se dedujo del cronómetro 71, y fueron, ésta de ó" Oeste al Este de Manila, aquélla de 3" 48' Norte para dicho extremo: resultaba por con- siguiente en la misma carta inglesa, un error de seis á siete leguas al Oeste para la diferencia de longitud determinada entre Haycopk ó Seranga- ni y estas islas; error á la verdad de mucha con- sideración, en un paraje en donde se reúnen á lo menos, según lo hemos experimentado, los vien- tos escasos y frescos, las corrientes extraordina- riamente contrarias, y los tiempos por lo común foscos y aturbonados. No nos decidiremos á aventurar nuestro pa- recer sobre la existencia de las Islas de Kakar- coralong que pudiéramos haber visto en nues- tro tránsito, si fuesen medianamente altas y en su colocación relativa á Serangani regularmente exactas. Se hace sin embargo reparable, que Dampierre no las vea en los muchos bordos que debió dar por los vientos contrarios fuera de las Islas Serangani, y que e¡ Capitán Torrest, el cual las comprende en su carta sin duda por informes de su práctico Juan Hadjée, omita las Meangis, de cuya existencia y posición aproxi- mada relativamente al Cabo San Agustín, no nos queda la menor duda, leídas las noticias de Dampierre. En la restante mañana el viento continuó bastante fresco del Nornordeste y le aprovechamos con todo aparejo, de suerte que para las diez de la mañana ya habíamos perdido . las islas de vista, y para el medio día nos hallá- bamos en latitud de 3° 29' y longitud de 6° 45'. No era menor de 30' el error contraído en la la- titud desde el medio día anterior, y la mayor parte lo había sido positivamente antes de atra- car las Islas Salibabo, desde cuya época nos in- dicaron siempre las marcaciones, que caíamos muy poco al Sur. Ya, pues, con solas veinticuatro horas de tiempo favorable habíamos triunfado de una porción considerable de obstáculos. El Cabo Norte de la Isla Morintay demoraba al Sueste '/i Este unas 34 leguas; el viento se con- servaba fresco, y aun por la tarde, habiéndose inclinado más al Norte, nos daba lugar á navegar al Este corregido, si bien la mar hubiese en- W CORHBTA» DBSCUBIBRTA Y ATRBVlnA «47 Icvación de mira de Sa- I'annalabu. la noche la Mían todas, tuvo fl Sol tf.endeter- po; adopta- ; Kabruan^, tan Koberl- in los apun- to ahora las a noche. La I, y fueron, quélla de 3° aba por con- un error de iferencia de 6 Seranga- mucha con- reunen á lo do, los vien- extraordina- )or lo común nuestro pa- i de Kakar- to en núes- e altas y en egularmente parable, que )s bordos que fuera de las 1 Torrest, el lin duda por ée, omita las iición aproxi- Agustín, no Ls noticias de' na el viento nordeste y le le suerte que amos perdido . lía nos hallá- ;ud de 6° 45'. lido en la la- , y la mayor intes de atra- época nos in- que caíamos tro horas de ifado de una os. £1 Cabo iba al Sueste ento se con- e, habiéndose gar á navegar ' hubiese en- Dtu grueíado mucho. Las primeras horas de la no- che nos la prometían igualmente riena y favo- rable, y lo que debía parecemos aún más ex- trmAo y feliz, la altura meridiana « de Eridano, medida á las ocho por D. José Kspinosa y otros ()hci"'es, manifestaba má.. bien al Norte quu al Sur las difcrenci ts en latitud por electo de las corrientes. No tardó después en alcanzarnos en la ma- f)anadcl;2 una turbonada bien fresca del Sueste, con la cu p I navegamos inmediatamente al Nor- deste con aparejo proporcionado :í su fuerza. La Atruvioa, precisada á navegar con más vela por la inferioridad que ahora tenia de andar, tuvo notables averías en su velamen; le fué ne- cesario envergar otra mayor, otro juanete y otros foqups; navegamos luego unidos hasta el medio dia, pero el viento á esta hora había calmado casi de un todo, y nos considerábamos próxima- mente en la misma posición en la cual habíamos amanecido. Las observaciones disiparon por fin nuestras dudas, y al medio día pudimos consi- derarnos como realmente introducidos en el mar Pacífico. La latitud observada de 3" 57' y la longitud de 6" 9' por el cronómetro 71, nos hacían al mis- mo tiempo demorar el Cabo Norte al Sur '/» Sud- oí»8te 25 leguas, y nos indicaban una corriente en favor, la cual nos había llevado 13' al Norte y 32 al Este de la estima. Por la tarde volvieron á entablar vient*" bo- nancibles del primer cuadrante, con los cuales y las muras á babor, continuamos nuestra derrota jírecaviéndonos de algunos chubascos: uno de és- tos, por la noche hizo que variase el viento, vol- vie.ido luego, sin embargo, para el amanecer, bien bonancible al primer cuadrante. Nuestra de- rrota ahora no tenía otro objeto sino adelantar cuanto fuese posible al Este, procurando no apro- ximarnos á las costas de If Nueva Guinea y Nue- va Bretaña, para lograrle unos aires menos in- fectos, de una navegación más seguida y tal vez de unas lluvias más intermitentes. Las dificultades que acabamos de experimen- tar en la última travesía desde Zamboanga y las que han experimentado en este mismo paraje va- rios navegsmtes que nos habían precedido, nos daba lugar á aventurar algunas conjeturas no del todo I .fundadas sobre aquella parte de la nave- gación nacional, que, 6 bien tenía por objeto el dirigirse luego á las costas del Noroeste de la América y del Reino de Méjico, ó el hacer derro- ta hacia los Reinos del Perú y Chile. En entram- bos casos, no es temeridad asegurar que debe mirarse como aventurada, y que á lo ménós, la han de emprender embarcaciones buenas, bien aparejadas y bien manejadas, cualidades todas que se echan de menos en los buques mercantes nacionales, y particularmente en los de Manila. Debemos llamarla aventurada, aunque lo acrecí- »>> do á las corbetas y las derrotas de varios buques ingleses denoten que no son tan rápidas las co- rrientes al Sur desde los paralelos de Sanguir, Sitto y Kabruan;;, porque los (!apilaiic8 Meare», lúisenhrook y Uampoon, han expci ¡mentado bien á su costa lo contrario en estos últimos años, viéndose arrastrados, el uno entre Morintay y üilolo, y los otros entre Gilolo y Célebes, de donde no pudieron salir sino con crecidos ries- gos y peligros. Además, que no es fácil ni aun para los que salen del estrecho de Pitt, elevarse i)astantemente al ICstc para poder montar del otro bordo á lo menos las Palaos, y no pocas pruebas en estos años han manifestado cuánto es fuerte y contrario el efecto de las corrientes, luego que se acercan á los paralelos de las Pa- laos. No dudando que en los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre, s"h fácil con las mareas y los vientos variables la salida del estrecho de San Hernardino, y resultando de las tarear del i'iloto 1). Juan Maqueda la navegación libre y fácil del estrecho de San Juanico entre las Islas de Samar y Ley te, podemos asegurar que cual- quiera de estos dos desembocaderos para el mar Pacífico, nos parece más fácil; así como en el caso de adoptarse el que nosotros hemos segui- do por la precisión de tocar en Zamboanga, de- nemos aconsejar que se procuie siempre nave- gar bien atracados á la costa de Mindanao é Is- las Serangani, sacrificando á veces uno 6 dos días en las inmediaciones de la bahía de Sugud-Bo- yan, para esperar vientos bien frescos del Norte, con los cuales se emprenda la travesía á montar el Cabo Norte de la Isla Morintay. Por lo que mira á la navegación á Chile, séa- nos permitido insistir sobre la preferencia de la denota, que desde la mitad de Diciembre condu- ce por los estrechos de Sonda al Océano Indico, y de allí, por los extremos de la Nueva Holanda y Nueva Zelanda á las costas de la América. Es fácil proveerse abundantemente de agua y leña antes en la isla del Norte inmediata á Sumatra, y luego en los estrechos de Cook sobre la Nueva Zelanda, y seguramente el plazo del viaje no ex- cederá de cinco á seis meses, por paralelos ahora bastante trillados y siempre tan saludables, como son infectos y peligrosos los que hay que correr bajo la Zona Tórrida, precisamente en la may^r fuerza de la estación lluviosa. Si al contrario, fuesen los meses de Junio, Julio y Agosto, el principio de una navegación al Perú desde Mani- la, nos parece que disfrutados los vendavales á lo menos por unos 40 6 50" al Este de aquel meri- diano, cualesquiera fuesen los sacrificios de la la- titud, sería luego lo más seguro con los Nordes- tes y Estes, navegar directamente al Sur y Su- este , y cumplir el viaje en latitudes altas del 24^ VIAJE ALREDEDOR DEI. MUMDO Eli. ijic. 3J hemisferio Austral: en nin^íuna ocasión debía pa- sarse la Línea á menos de 50 á 60" al Oeste del continente de la América. Nuestros pasos primeros en el Mar Pacífico fueron bastantemente felices si se atendiese á la celeridad del viaje 6 á la conservación de la sa- lud en m^dío de los chubascos y turbonadas que casi diariamente nos acompañaban; pero si le mirásemos con aquel afán natural de los descu- bridores, ansiosos de encontrar alpo nuevo que alimente su pundonor, con el dominio aunque imaginario de nuevas tierras por la nación que los envía, debíamos á la verdad considerarnos bien desgraciados, pues recorriendo un espacio no menor de 40" en longitud entre los 4" Norte y la equinoccial, no habíamos encontrado el me- nor rastro siquiera de tierras próximas no cono- cidas. Nos favorecieron al principio, corrientes bas- tante fuertes al Norte y al Este. Interrumpi- dos los vientos frescos y aturbonados del Oeste con algunos días igualmente lluviosos pero con calma, nos dieron lugar á examinar, primero, la posición de Pulo Mariese, y después las inme- diaciones de las Islas de Freewill y de la res- tinga aislada del Capitán Carteret. Navegamos comunmente de noche con poco aparejo: la una corbeta precedía alternativamente á la otra á dis- tancia de una milla, dirigía la derrota y las ma- niobras según fuesen más ó menos per eptibles los objetos en el horizonte, con el brillo casi moi lentáneo de la Luna ó con la más frecuente oscuridad de las turbonadas; finalmente, preca- vida con extremo, bien sea con la vigilancia de las guardias ó con la disposición de las señales, prometía, casi con evidencia, la seguridad del segundo buque cuando algún encuentro inopina- do la pusiese en los riesgos comunes á esta es- pecie de navegaciones. Al medio día, solía el termómetro, puesto á la sombra, fijarse comunmente entre los 82 y 84". Atravesa ido después por las I..¡v.cdiaciones de las Islas Matías y Ohonjava trilladas por los navegantes Dampierre, Bogainville, Carteret y Maurelle, veíamos casi evidente la exactitud de su posición por el vuelo de las aves, la dirección de las turbonadas y el curso de las aguas; ni de- bimos extrañar últimamente la vista bien repeti- da de muchos troncos de árboles, á veces mons- truosos, á veces con ramas, pero siempre con una costra casi continua de conchas que los ase- guraban entregados desde mucho tiempo á las olas del mar. Los viajeros que- han frecuentado las costas de la Nueva Irlanda siempre los han encontrado en mucho número, y Dampierre los aprovechó para proveerse abundantemente de leña. No habíamos tampoco omitido en la travesía indicada, repetir cuanto fuese posible las ob- servaciones de longitud por las distancias luna- •="• res, valiéndonos de los astros orientales y occi- dentales de la Luna; tuvimos una prueba recien- te en la Descubiiíkta de la exactitud de aquel método, cuando en los días 18 y 20 de Enero vimos corresponderse con una total uniformidad los resultados de éstas y de los relojes marinos en los términos que á continuación se expresan: Dias. Número (le léries. L^ongitutl orien- ta! de Manila por las di^itancins. Id. por el 71. 37.15.00 39-55-17 2.40.17 Id. por el ir. i8 34 21 ■ 30 36-S7-I3 39i32-4f' 37- 3-37 39-38.15 Diferencia contraí- da en el intervalo. 2-35-33 2-34-38 Por lo que toca á la variación de la aguja, la vimos aumentar hasta los 9° Nordeste cuando nos hallamos próximamente en meridianos de 32" de Manila. Disminuyó después hasta los 7" á me- dida que adelantábamos al Este, y cuando tor- cimos al Sur para acercarnos á las tierras de Qui- rós ó Nuevas Hébrides, aumentó ¿2 nuevo con bastante rapidez, ^or manera que en latitud de 16" ya volviese á los H^ 30'. A la sazón nos habían abandonado entera- mente, así las brisas ilojas y variables del Nor- deste, como los temporales intermedios de la monzón favorable del Oeste, y les habían suce- dido los vientos regulares del Esueste con los cuales ceñimos constantemente al Sur. A las ocho de la mañana del día ri de Febre- ro, se nos presentó á la vista (disipada algún tantc la calima) la Isla de Erroman en las Nue- vas Hébrides, que conocimos luego por su corta extensión y por la elevación considerable que le había notado el Capitán Cook. No se equi- vocaba aquel navegante incomparable, cuando contra el dictamen del mayor número de sus Oficiales, suponía unido á la demás tierra por medio de una lengua, un Morro alto que advertía saliente al Sudoeste: puede llamarse más bien escarpada, y si juzgásemos por lo que hemos advertido en su costa del Oeste (ciertamente la más abrigada) no hay en ella población alguna. Al medio día, con tiempo bastante.'iente her- moso, ya marcábamos los extremos de Erroman, del Norte 69" á los 85° Este, y nuestra distancia era próximamente de tres leguas, causada más bien de las corrientes fuertes al Oeste, que de los rumbos que habíamos seguido, siempre di- rectos á la isla, cuanto lo permitiese el viento. En esta posición, nuestra latitud era de 19" 32' 10", exactamente acorde por las marcaciones á la que había determinado el Capitán Cook. Re- sei /ose la deducción de las longitudes hasta que comparásemos los horarios observados en -neri- dianos de aquella isla á los que tuviésemos á la Fcl.. .'j'SqiLi CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 249 stancias luna- ;ntales y occi- prueba recien- titud de aquel ' 20 de Enero il uniformidad slojes marinos n se expresan: En. ¡ir el 71. 15.00 S5-I7 40.17 Id. por el II.. 37- 3-37 39-38.15 2-34-38 de la aguja, la )rdeste cuando ridianosde 32" sta los 7" á me- , y cuando tor- tierras de Qui- I d2 nuevo con e en latitud de donado entera- iables del Nor- srmedios de la :s habían suce- isueste con los .1 Sur. lía II de Febre- (disipada algún lan en las Nue- ;go por su corta )nsiderable que ik. No se equi- larable, cuando número de sus ímás tierra por Ito que advertía liarse más bien lo que hemos (ciertamente la ilación alguna, tanic.'iente her- os de Erroman, lestra distancia ;, causada más Oeste, que de lo, siempre di- tiese el viento. 1 era de 19° 32' I marcaciones á itán Cook. Re- tudes hasta que vados en Tieri- tuviésenios á la ÍV.l.. Id. II vista de Annatom. Era bien singular que una ca- lima extraordinariamente espesa, nos imposibili- tase en todo aquel tiempo el ver la isla inmedia- ta deTanna, á la cual hubiéramos deseado más bien el referir directamente nuestras compara- 'íiones. Refrescando por la tarde el viento del Essues- te, no tardamos en alcanzar la vista de Anna- tom, cuyos extremos eran más extendidos al Este y Oeste de lo que á la distancia creída de diez leguas había podido advertir el Capitán Cook. Poco antes de ponerse el Sol, estuvimos á corta distancia del extremo Oeste, á cuyo abrigo quedamos por poco tiempo en calma. La Atre- vida nos señaló entonces que había sondado 55 brazas, y nosotros poco después lo verificamos en 80. Entrada ya la noche no nos quedó duda por los diferentes fuegos que advertimos en las al- turas inmediatas, que la isla estaba habitada: también habíamos notado algunos cocales plan- tados sin orden en las orillas inmediatas, en las cuales se hacían al mismo tiempo visibles va- rias cascadas de agua y no pocos parajes de un fácil desembarco; sin duda alguna pudiera con- siderarse aquel fondeadero de mucha utilidad, si los vientos fuesen constantes del Nordeste al Sueste y no hubiese inmediato un puerto tan abrigado como el de Tanna. L,a comparación de nuestras longitudes era pues el único objeto al cual debíamos atender en aquellas inmediaciones, logrados ya los horarios en posiciones oportunas relativamente á una y otra isla. Desde luego una mayor nimiedad en esta especie de operaciones, nos convenció que era. mayor en 6' de la que suponía el Capitán Cook ia diferencia de meridianos entre las dos IsLis indicadas, y esta di*""rcncia, atento á las distancias y posiciones en las cuales se había ha- llado el Capitán inglés para entrambas determi- naciones, nos inclinó á preferir la de Erroman como más aproximada á Tanna, dándole, sin embargo, la corrección de una tercera p? .e del penueñc error hallado. Los resultados fueron los siguientes; 39 serie» Cronóm. 71. Reloj nUm. 11. (le uistancia oc. traídas con ambos relojes. Longitud al ex- tremo Oeste de Erroman por el Capitán Cook. Or. de Gr. . . . 170. 22.30 170.22 .30 170. 22. 30 Longitudes nues- tras sin ecua- ciones 170.28.3 169.43 .21 :7o. 18.30 Difieren nuestras determinacio- nes E. 5 33 0.39.9 0.4.00 Como quiera que según nos aseguraban en Feh. n sus narraciones el Capitán Cook y Mr. Wales, se diesen extraordinariamente la mano entre sí las observaciones de longitud hechas en Mallicolo, en Tanna, en el puerto Balade y la Isla de Pinos de la Nueva Caledonia, de suerte que conviniesen siempre las diferencias parciales del reloj marino de Mr. Rendal con lasque indicaba cada prome- dio de las observaciones; pudimos considerar co- mo bien auténtica esta nueva comparación, la cual, al mismo tiempo ananzaba la exactitud de nuestras últimas distancias y nos indicaba con la mayor complacencia la marcha uniforme del cro- nómetro 71, después de sesenta y ocho días la mayor parte excesivamente húmedos ó ardientes. Ya, pues, conseguido uno de los objetos que n nos habíamos propuesto en la navegación actual y entablada nuevamente en las primeras horas de la noche la brisa fresca del Esueste, nuestra derrota debió precisamente continuar al Sur, tan- to con el objeto de dar vista si fuese posible á la Isla de Norfolk como para dirigirnos después á la Nueva Zelanda y repetir en Dusky Bay las ex- periencias de la gravedad. El día 21 ya nos hallamos en latitud de 40° o' 31 y longitud de 45° 30' al Este de Manila; nos de- moraban las inmediaciones de Dusky Bay al Sur distancia de 100 leguas, y el Cabo Farewell en el canal de la Reina Carlota al Este 107 leguas. Un r ?vo temple agradable en la atmósfera, los días más duraderos, lab estrellas con un her- moso brillo, todo nos recordaba ahora cuánto para la navegación eran aventajados aquellos cli- mas á los de trópicos. No nos abandonaron ni aún en aquella latitud los vientos favorables del Este, y á medida que nos aproximábamos á la costa, tuvimos á la vista un mayor número de aves ricuáticas, cerrándose por otra parte los cielos y horizontes con una densa calima. Así, aunque m desde el medio día del 24 por latitud de 44° 34' y longitud de 46" al Este de Manila nos conside- rábíinios ya bien próximos á la costa y aun la Atrevida nos la señalase á la vista, no fué posi- ble cerciorarnos de ella por los obstáculos de la misma calima; y al principio de la noche, aun- que no encontrásemos fondo con toda la sonda- leza, ceñimos al Oeste las ventolinas ya bien cal- mosas del Nornordeste. Debieron éstas después ceder á un viento ga- leno del Sursudoeste, el cual empezó á entablar hacia la media noche, despejando luego la nebli- na que cerrábalos horizontes, de suerte, que to- madas hacia las tres nuevamente las alturas á es- tribor, nos hallamos al amanecer de un día con ai exceso placentero, á distancia de cinco leguas de la costa, la cual veíamos tendida desde el No.xi- este al Sursueste. Las seriales nada equívocas que con su acos- tumbrada exactitud había dado el Capitán Cook 88 I 250 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO i Víh.ts (le aquel trozo de costa, no nos dejaron titubear ni un solo instante sobre todos los puntos que Icníamos á la vista. La punta Five-Fingers ó Cinco Dedos, terminaba nuestros alcances al Sur, se distinfjuía claramente el abra del Norte de Duski 3ay, y el bordo que actualmente seguía- mos nos conducía muy poco á sotavento de la entrada de Doubtiull Bay, de la cual, no dis- tando á las nueve sino dos á tres millas, y i-econocidos con la mayor prolijidad sus alrededo- res, debimos separarnos para dar un repiquete y recalar del otro bordo algún tanto á barlo- M;nto. Seria difícil una descripción más cabal de la aspereza y elevación de aquellas costas de la que liizo ya el Capitán Cook en los reconocimientos de su prir-.pr viaje. A dos millas de la orilla no cn;,ontrábamos fondo con loo brazas, y en la en- trada de Doubtfull Bay, si bien la isla interme- dia presentase bastantes rastros de una vegeta- ción no mezquina, todo el fondo del puerto, ce- rrado por una y otra paue con montañas inacce- sibles y cortadas á pico, apoyaba en mucho las leHexiones del Capitán, que le habían hecho mi- rar aquel puerto como temible para la salida. Sin embargo, su latitud de solos 45° ij', el ! tenerle á sotavento si continuasen los vientos del Sur, y la importancia del tiempo ya bien co- nocida sobre aquella uosta, de modo que el día hermoso del cual ahora gozábamos debiese más bien amenazarnos, nos aconsejaban á no malo- grar aquel momento favorable para el fin pro- puesto; tanto más que cualquiera alteración del \iento y el mismo examen del diario meteoroló- gico del Capitán Cook en Üuski Bay, debían ha- cernos creer que nos veríamos nuevamente aco- sados de los vientos del Este, directamente opuestos á )iv entrada de ambos puertos. Con estas reilexiones, conseguida al medio día una posición cómoda á barlovento para cual- quiera paso sucesivo que las circunstancias ma- nifestasen por más útil, fué el bote armado de la Descubierta á las órdenes de D. Felipe Bausa, con el objeto de examinar interiormente el puerto y particularmente la facilidad de hacer agua y leña: se le prescribió el regreso más pronto, y en el entretanto, las corbetas unas veces al pairo y otras sobre bordos cortos, conservaron la misma posición rp'ativamente á la entrada. No regresó el bote sino á las nueve de la tarde; sólo á la entrada ó parte exterior de ia isla había encontrado fondo de 20 y 25 brazas cascajo, pero después en ambos canales se perdía con cincttenia, ni en parte alguna alrededor de la isla podía nue- vamente hallarlo á un cumplido de lancha siquie- ra: interceptaban á uno y otro canal algunos pe- druscos aunque no arriesgados para la navega- ción: abundaban interiormente el agua y leña; la extructura de la costa algo más llana y arenisca en un seno más interno al Norte, prometía allí un i' paraje seguro y cómodo para fondear; el tiempo, muy limitado, no le había permitido examinarlo con el escandallo. Seguía luego al Esueste un canal de dos á dos y medio cables, formado en los mismos montes, los cuales caían extremada- mente á pico, y últimamente el canal mucho más estrecho, torcía más al Sur á encontrar tal vez los términos de los canales internos de Dus- ki Bay. No se advertía una grande velocidad en la marea: según las señales en la orilla parecía el principio de la vaciante próximamente al me- dio día: pocas aves , nhigún lobo marino, solas algunas lapas chicas por lo que toca á marisco, y ningún rastro, aunque remoto, de habitantes, eran las demás circunstancias dignas de aten- ción en aquel puerto, á las cuales debía luego añadirse la falta total del pino, componiéndose allí la vegetación de una especie de arbusto de mediana altura. En resumen, si no son las expe- riencias del péndulo sirnple ó una verdadera ne- cesidad las que guien á algún navegante á di- cho puerto, debemos creer que está destinado á ser perpéuiamenie desierto, y que Duski Bay será siempre la que convide en aquellas inme- diaciones, á sus orillas, con un abrigo más có- modo, más seguro y más sano. Ya entrada la noche y metido el bote, per- manecimos algún tanto en calma sobre la costa, objeto que nos fué luego bien fácil vencer, ha- biéndose declarado poco después viento Hojo del Norte, con el cual á la media noche ya distába- mos de la costa unas tres leguas. En esa situa- ción, deseando nr erder momento, arribamos al Sur, y á las tres de la mañana, andadas sólo tres leguas de las siete que la latitud nos mani- festaba faltar, orzamos nuevamente para atra- car la costa y entrar en Duski Bay al rayar de las primeras claras del día. El viento á la sazón iba aumentando considerablemente; la costa se había cerrado con mucha neblina, y todo ame- nazaba una alteración contraria en el tiempo. Las primeras claras del día nos debieron parecer con exceso oportunas para dirigir con mayor acierto nuestros pasos. Estas, sin em- bargo, ya variaban mucho de semblante, y un solo momento parecía haber trastornado entera- mente nuestra situación ventajosa para alcanzar el puerto deseado. A las cuatro de la mañana, disipada por un breve intervalo la neblina, nos hallamos repentinamente á la entrada de Duski Bay y á la sola distancia de dos ó tres millas de la Isla de las Rompientes, la cual de ningún modo nos era posible montar con el viento que á la sazón reinaba. Hallado así un error de tres leguas en la estima desde la media noche, vira- mos inmediatamente al Oeste, y con viento ya recio y aturbonado, rev:''amos nuevamente á las nueve en vuelta de tierra, aguantando para lo- ■h. 15 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 251 tía allí un vrh el tiempo, examinarlo isue.ste un ormado en extremada- nal mucho icontrar tal ios de Dus- elocidad en lia parecía nte al me- rino, solas á marisco, habitantes, as de aten- lebía luego poniéndose arbusto de on las expe- rdadera ne- ;gante á di- destinado á Duski Bay iellas inme- igo más có- 1 bote, per- ore la costa, vencer, ha- nto flojo del ya distaba- ^n esa situa- arribamos al ndadas sólo d nos mani- e para atra- al rayar de to á la sazón la costa se y todo ame- sl tiempo, os debieron • 3, i dirigir con :as, sin em- lante, y un lado entera- ara alcanzar la mañana, leblina, nos la de Duski es millas de de ningún viento que á rror de tres noche, vira- 3n viento ya imente á las do para lo- tcb. j« grar de algún barlovento, una fuerzu rr,4s bien excesiva de vela. Pero todo fué infructuoso; recalamos nueva- mente en las mismas marcaciones de la maña- nita, y el viento del Nordeste, á cada paso más recio y tempestuoso cuanto más nos aproximá- bamos á la costa, nos avisó que una mayor tena- cidad en nuestro empeño pudiera acarrearnos algunas pérdidas de la mayor consecuencia. De- bimos por consiguiente decidirnos á tomar de nuevo las muras á estribor y á navegar para el medio díi' con las cuatro principales, las gavias en dos rizos. A esta hora se veían aún á ratos algunos trozos de la costa, y en particular la punta de Cinco Dedos cuyas señales eran bien notables. Lejos de ceder el vient", por la tarde arreció de tal modo y con mares tan gruesas, que podía llamarse un verdadero huracán; tuvimos averías considerables en el aparejo y en el velanen. To- do el aguante de las corbetas parecía inútil para resistir el trinquete y la gavia en tres rizos arriada, velas que creíamos necesarias para que los golpes de mar no nos inundasen con exceso, y para las diez ya se nos hacía temible á cada paso una avería. .7 Después de la media noche empezó á ceder el tiempo, pero no pudimos considerarle concluido sino á la mañanita siguiente, á cuya hora nave- gábamos con las cuatro principales y las gavias en dos :izos. Sucesivamente nos alcanzaron al- gunos leves intervalos de calma, á los cuales últimamente sucedió un viento bonancible del Sur y Sudoeste, acompañado de una calima su- mamente espesa. Los rumbos que necesariamente habíamos seguido en el temporal pasado, nos habían des- atracado considerablemente de la costa; las ob- servaciones nos manifestaron también una co- rriente fuerte al Norte, y así no era menor de 30 leguas la distanda nuestra de la bahía. En esta situación, y después del escarmiento pasado, debimos precisamente dar lugar á algu- nas reflexiones, las cuales nos demostraban co- mo aventurado el empeño de ínLernar en Duski Bay con el solo objeto de las experiencias de la gravedad: se le agregaban luego la extraña im- presión que habían hecho los fríos y el último temporal, en la ya débil y cansada marinería fili- pina y las lluvias abundantes que reinaban en el puerto; por manera, que á veces pudiesen pasar los quince días sin lograr de observac.'ón alguna; finalmente, debiendo nosotros trillar aún por dos veces el mismo paralele de 45" á una y otra parte del Gabo de Hornos, no sería difícil hallar oca- sión más oportuna y más expedita para aquel intento. Nos convencieron estos razonamientos que sería preferente para el reparo de los bu- ques y el descanse de las tripulaciones una es- cala en el puerto de Jakson ó en la bahía Bota- '''^''' -"z nica de la Nueva Holanda; pusimos, poi- consi- guiente la proa al Oeste sin mayor demora, y al medio día siguiente del .28 ya no distábamos menos de 70 leguas del extremo Sur de la Nueva Zelanda. Nuestras longitudes referidas á las del Capi- tán Cook, delante de la bahía dudosa dieron los siguientes resultados, bien entendido que en nuestras cartas habíamos ya corregido los erro- res de 30 y 20' que á las dos islas de la Nueva Zelanda había hallado el mismo Capitán cu su segundo viaje. Longitud por marcación oriental dt! Manila Longitud por el reloj Croitúui. 71. 45-3S-38 45.41. i Num. 11. 45-35-38 4S-I3-Í2 Dilerencia dnl reloj ]•; » 5.231 0.22.26 La diferencia hallada ahora en el cronóme- tro 71 era pues la misma que se había notado á la vista de Erromán, y esta uniformidad, al paso que afianza, ía su buena n, archa nos manifestaba hasta qué grado habían alcanzado en su apro- ximación las determinaciones de los navegantes ingleses. En cuanto al número 11 ya no que- daba duda que las últimas alteraciones en la comparación diaria, dependían de él enteramen- te; pero no dejaba también de hacerle recomen- dable la compensación hallada ahora de una par- te del error que había manifestado antes á la vista de Erromán. La variedad de vientos, que corrían á veces en veinticuatro horas toda la aguja, pero fiján- dose más bien y refrescando al Sur y Sudoeste, hizo efectivamente, que si bien mo fuese posible con este motivo el seguir una derrota, antes bien, que las mares gruesas del Noroeste y Sudoeste y los vientos frecuentemente arrafagados y osc^.- ros nos causasen alguna precaución en el aparejo, fuese, sin embargo, al medio día del 8 la latitud de 37" 30' y la longitud de 3" 30' próximamente al Este de Bahía Botánica. Varios azimutes ha- bían manifestado en la tarde anterior la varia- ción de I r" 30' Nordeste. Sustituían á las aves acuáticas de las longitudes más altas, diferentes procelanias y algunas pardelas. El temple de la atmósfera era ahora mucho más agradable, en- turbiándola sólo en éste y en el día siguiente, algunas turbonadillas distantes con truenos y re- lámpagos, las cuales nos recordaban la poca dis- tancia de la costa. Estas mismas turbonadas nos quitaron al día siguiente deducir la latitud de la altura meridiana del Sol, algunas alturas me- didas en otras horas y calculadas por el método de D. Dionisio Galiano nos hicieron suponer en latitud de 35° 45', longitud 2" próximamente al Este de bahía Botánica; ambos resultados ma- ..-.wL.a*J , jíf' i 232 VIAJE ALREDEDOK DEL MUNDO M^r. 6 10 y II i nifestaban con mucha probabilidad una corriente bastantemente fuerte al Nordeste. Continuó el día 10 nuestra navegación hacia la costa, y en la mañanita del 11, con las pri- meras claras del día, fué por consiguiente fácil hallamos á no mayor distancia de siete á ocho leguas. Algunas alturas meridianas de estrellas que había medido en la noche anterior D. José Espinosa, y las mismas pinceladas maestras del Capitán Cook, no nos dejaban dudar que era la que corre desde la Punta Roja hasta las inme- diaciones de la Bahía Quebrada. Se hacían par- ticularmente notables el alto semej"nte á la Copa del Sombrero, y las quebradas ó mogotes de la costa algo más meridional que la entrada de la bahía: el viento bonancible del Sudoeste nos dio lugar á aproximarnos más en la restante mañana. A las diez encontramos fondo de iio brazas are- na fina, y al medio día por latitud de 34" 18', no distábamos sino unas cuatro leguas de la costa del través; siéndonos fácil al mismo tiempo mar- car la Copa del Sombrero al Sur 62" Oeste, la Punta Roja al Oeste, y la tierra más Norte al Norte 22° y '/o Oeste, todo de la aguja. Entró poco después virazón bonancible, con la cual y todo aparejo navegamos inmediata- mente en demanda de la Bahía Botánica, sién- donos ya fácil distinguir su entrada por ambas Puntas de Banks y Solander. A las tres, no dis- tábamos sino una legua de la costa del través y dos de la boca del puerto, el cual creíamos al- canzar antes de la nochp, pero á la sazón esca- seándose más el vient,) hacia el Nordeste y notán- dose los efectos de la marea contraria que nos aconchaba extraordinariamente, fué preciso va- riar de idea , y tomar las muras á babor con la proa del Sudeste. Largamos al mismo tiempo las insignias, y no tardamos en ver desplegada la bandera inglesa en un ahito intermedio entre el puerto Jackson y la Bahía Botánica. Se aproxi- maba en el entretanto la hora en la cual, según lo había calculado D.José Espinosa, debía acae- cer un eclipse de Sol: nos dispusimos á obser- varle con los sextantes, y la posición en la cual nos hallábamos, nos dio lugar á esperar que no sería difícil con buenas marcaciones y el auxilio de los relojes marinos, referir sus resultados al obserA'atorio que muy luego estableciésemos en las inmediaciones del puerto. Las muchas nubes hicieron dudosa la deter- minación del principio del eclipse, cuyo apulso determinó D. Francisco Viana 4 tpe. v." 3 54' 39" y '/■>• I^' José Espinosa, por hilación de la parte que se advirtió eclipsada en las primeras claras, a 3 54' 49". Despejando después la atmósfera, emprendi- mos con los sextantes las medidas bien frecuen- tes de la parte no eclipsada y de la distancia de los cuernos, medidas las cuales podían alcanzar un grado útil de precisión por los sextantes ex- m»'. célenles de los cuales hacíamos uso. Se midie- ron dos series de horarios y comj^araron los re- lojes de la una corbeta con la otra, y finalmente se sujetó con buenas marcaciones á los puntos más notables de la costa, el paraje en el cual se logró determinar con la mayor precisión y las mejores circunstancias el fin del eclipse. Acaeció éste por D. Francisco Viana en tiem- po vario, á s** 54' 36" 9; por D. José Espinosa, á 5" 54' 40". Se consideró (según las marcaciones) la lati- tud de este punto de 34" 17' 45", y su longi- tud de 11' 30" al Este del puerto Jackson. Bar. Mar." 29" 73'. Termómetro al aire libre 70. 5. Con la caída del Sol, el viento se había inclinado mucho al Norte bonancible, de suerte, que ya podíamos navegar en busca del paralelo del puerto, el cual era nuestro ánimo conservar en la próxima noche, atento á las corrientes que según el Capitán Cook y la experiencia de la tar- de anterior contábamos constantes al Sur, y aten- to i la virazón que debíamos prometernos para el medio día siguiente. Se advirtió desde el prin- cipio de la noche una grande candelada en el mismo punto en el cual por la tarde habíamos visto la bandera inglesa, y el tiempo á cada paso nos anunciaba una noche de las más templadas del verano. A pesar de esto, á las nueve se nos declaró un viento del Sudoeste fresco, el cual antes que acortásemos de vela nos llevó rápidamente al Norte y nos precisó por consiguiente á virar hacia las diez. Reviramos luego á las doce y con las gavias á rnedio mastelero mantuvimos de la vuel- ta de tiena. Cesaron las ráfagas fuertes á las tres de la mañana, se sondaron á las cuatro 90 brazas arena fina, y poco después emprendimos con fuerza de vela el atracar la costa y dirigir- nos al fondeadero. Nuestra posición luego que amaneció, era tan agradable cuanto podíamos desearla. La en- trada de la Bahía Botánica nos demoraba al Sur . 87" Oeste, y la del puerto Jackson al Norte 45° Oeste de la aguja: no distábamos de la segunda sino unas tres leguas: se veían los extremos de la costa. Tremolaba la bandera inglesa en el mis- mo paraje de la tarde anterior, y el día era su- mamente despejado. Pero el viento no sólo se mantenía constan- te al Sudoeste con mar bastante gruesa, sino que no prometía la menor alteración en las ho- ras siguientes. Esta circunstancia debió decidir- nos á abandonar lu idea de fondear en la Bahía Botánica, y preferir el puerto Jackson que tenía- mos á sotavento. Así aprovechada con fuerza de vela la buena calidad de las corbetas, para las ocho pudimos recibir á bordo un práctico inglés que salió á nuestro encuentro; atracamos des- ^ CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 253 ixtantes ex- M"- Se midie- ron los re- finalmente los puntos n el cual se cisión y las pse. ana en tiem- é Espinosa, nes) la lati- y su longi- to Jackson. il aire libre to se había , de suerte, el paralelo o conservar rrientes que :ia de la tar- Sur, y aten- iternos para ;sde el prin- lelada en el le habíamos á cada paso s templadas s declaró un 1 antes que idamente al á virar hacia :e y con las s déla vuel- uertes á las is cuatro 90 mprendimos ta y dirigir- laneció, era irla. La en- araba al Sur , il Norte 45° ! la segunda tremos de la i en el mis- día era su- lía constan - ruesa, sino n en las ho- ibió decidir- en la Bahía n que tenía- >n fuerza de is, para las etico inglés camos des- M-r. II pues la punta Sur, y las piedras salientes de ella, como á un tiro de fusil; y á las diez, dados dos ó tres bordos dentro del mismo puerto, dimos fondo á un ancla, no permitiéndonos el viento ni la marea internar á la sazón hacia el Sidney Cove distante cinco millas del fondeadero ac- tual y punto elegido para colonia principal: la Atrevida fondeó al Sur de nosotros á distancia de dos á tres cables. Ya de antemano un bote esquifado con el ma- yor orden y aseo, había pasado al costado de la Descubierta y atracado á la Atrevida. Venía en él un Oficial de la Plaza, el cual nos cumpli- mentó de parte del actual Gobernador interino el Mayor Grose, ofreció en su nombre cuantos au- xilios suministrase la colonia, y debiendo regresar inmediatamente, se ofreció á conducir en el mis- mo bote al Alférez de fragata D. Jacobo Murphy, el cual, como experto en el idioma inglés, debía corresponder en nuestro nombre al Gobernador con iguales atenciones y manifestarle los motivos de nuestra escala en el puerto. Reducíanse éstos esencialmente al preciso reemplazo de agua y leña y al natural reparo de los buques y aparejos después de un viaje de noventa y siete días; al acopio de una colección botánica y zoológica para el Real Gabinete, cual pudiesen permitida la es- tación y el tiempo; á las experiencias de la gra- vedad con el péndulo simple, y á un pequeño descanso á entrambas tripulaciones, antes de arrostrar á las navegaciones á las cuales es- taban destinadas: Murphy debía al mismo tiem- po proponer el saludo á la Plaza siempre que cor- respondiese tiro por tiro, y asegurar al Mayor Grose, que si bien fuese nuestro ánimo apro- ximarnos al Sidney Cove ya que los vientos no nos habían permitido entrar en la Bahía Botáni- ca, serían tales nuestras medidas relativamen- te á la seguridad de los sentenciados y al buen orden interior de la colonia, que no se extrañaría la existencia en el puerto de dos buques de otra nación. Despedidos con este encargo el Capitán Johnston y D. Jacobo Murphy, y no permitiéndo- nos aún el viento ni la marea el emprender la navegación hacia el Sidney Cove, nos pareció aquella una ocasión favorable para destinar un bote á la pesca, la cual debíamos prometernos bien abundante á favor de las tripulaciones, atento á los informes del práctico y al pescado excelente que ya nos habían vendido dos botes pescadores. Entretanto eran ya las tres de la tarde, y aunque continuase viento fresco del Oesudoeste nos disponíamos á dar la vela para ganar sobre bordos y con la marea favorable el fondeadero deseado; pero empezaron á declararse ráfagas tan fuertes del mismo viento, con mal cariz y lluvia, que nos persuadieron i diferir la empre- sa para el día siguiente, tan., i más. qu hablen- M^r n do garrado la Atrevida por dos vece;, ,¿ había visto precisada á dejar caer la segunda ancla, y ahora necesitaba con espías buscar una posición más ventajosa para dar la vela. A la caída de la tarde cedió mucho el viento y despejaron cielos y horizontes: con este moti- vo no tardó en regresar .1 bordo el Alférez de fragata Murphy, al cual acompañaban en el mis- mo bote el Teniente Rowley, Ayudante mayor de la Plaza, el Capitán David Collins, Juez toga- doy Secretario de la Colonia, y el Capitán Bamb- ton, con algunos oficiales del navio Shaiv-Harnto- sia, que últimamente había llegado de Bengala con efectos vendibles, logrando de una navega- ción de siete semanas desde Calcuta hastn. Sid- ney. Con nuevas expresiones y ofrecimientos su- mamente atentos, ratificaron las primeras ideas que habíamos podido formar por la mañana, no sólo del buen acogimiento que recibiríamos, sí también del buen orden y de la abundancia de refrescos que ya suministraban aquellos con- tornos. Estas noticias agradables nos hicieron espe- rar con ansia la mañanita siguiente; y las ráfa- gas del Sudoeste con aguaceros, que tuvimos nuevamente desde las dos de la mañana, debie- ron ahora parecemos tanto más molestas, cuanto más nos amenazaban de podti- mal o,^rar también la próxima marea favorable: sin embargo, á las cinco ya estuvimos á pique, y poco después de las seis á la vela, con viento coritrario pero más claro y sin ráfagas, el cual nos precisaba á bor- dos frecuentes sobre las gavias, estays y jua- ,, netes. ' No cabe una descripción adecuada de la her- ¡ mosura del puerto y de la admiración que debe I causar á todo navegante luego que interna en él. : La naturaleza ha ocurrido á cuanto podía hacer- le igualmente cómodo y seguro. Las mareas mismas que ahora hubiéramos deseado más fuer- tes, no son bastante causa para estorbar la na- vegación interna á cualquiera hora del día ó de i la noche. Muchas ensenaditas, la mayor parte con buen fondo para buques de cualquier porte, algunas islas pequeñas y las orillas por lo co- mún escarpadas por una parte y otra, hacen la escena aún más agradable, , inalmente, una dis- tancia de cinco millas por diferentes direcciones siempre no distantes del Oeste, conduce al Sid- ney Cove, pequeña cala bien situada y elegida por el Comodoro Philipps para capital de todas las colonias de la Nueva Holanda. A las diez de la mañana ya pudimos fondear en paraje oportuno para no hacer demasiado fre- cuente el roce de nuestra marinería. La Atrevi- da nos alcanzó por la tarde logrando de una vi- razón fresquita, '• inmediatamente la Oficialidad de entrambos buques encontró en el Mayor Gro- I , t 2^4 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO M.ir i i |ii $' m W ' W'- kí ': i'- ' í ■ se y en los demás individuos principales de la colonia aquel acogimiento generoso que podía mirarse como propio de la Nación que represen- taba. Ya entablada de este modo un. confianza re- cíproca, de la cual no podían raénc 5 de disfrutar al mismo tiempo las demás clase' subalternas por una y otra parte, nuestras medidas en la ma- ñana del 14 para ocurrir á las causas que nos ha- bían guiado al puerto, pudieron ser bastante- mente activas. Se adoptó para obsei-vatorio una punta al Este, distante de las corbetas un cable y medio, prefiriéndola al observatorio de Mon- sieur Deoawse, por la menor comunicación con el pueblo y la mayor inmediación á las corbetas y á la orilla del mar. Las barracas de los tonele- ros y herreros pudieron también colocarse en las inmediaciones del obs-Tvatorio: se trabajó con tesón en el velamen y aparejo, quedó todo dis- puesto para empezar la aguada al día siguiente; ambos botánicos lograron en tierra un regular si- tio para el cuidado de las plantas que recogiesen, y finalmente, diéronse á bordo las instrucciones necesarias para que en los pasos sucesivos todo contribuyese á la mejor conservación de aquella amistad. Estas medidas se reducían principalmente á que un Oficial de guerra de una ú otra corbeta pre- sidiese diariamente la aguada, ya que era preciso hacerla en la población; que en el bote destinado á la pesca fuese un sargento ó condestable con algunas armas de fuego para evitar cualquier sor- presa por parte de los naturales, bien temibles, según nos habían informado en la colonia; que de noche se custodiase el observatorio con un cabo y dos soldados nuestros, los cuales pasa- rían la palabra con las centinelas de las dos cor- betas; que por ningún motivo se admitiesen mu- jeres á bordo; que se pasasen dos listas al día para castigar rigurosamente cualquiera que falta- se á ellas; que no se admitiese convicto alguno en los botes ni en las corbetas; que se evitasen desde su mismo principio las borracheras y desórdenes de la marinería, y más que todo, cualquiera alie- nación de su ropa; finalmente, que desde las ocho de la nuche no se permitiese atracar á bordo á bote alguno extraño, á menos que no diese una contraseña, de la cual convendríamos después reservadamente con la plaza. Enterado de estas medidas el Mayor Grose y particularmente de la última, la cual miraba más directamente á evitar »la fuga de cualquier convicto, tuvo la bondad de ofrecemos la conti-aseña diaria de la plaza que el Ayudante Mayor nos enviaría cerrada; pero la omitimos mientras la experiencia no la indicase necesaria, agradeciendo sí esta prueba de con- fianza no menos que los honores de amas que nos hacían las guardias en tierra, iguales ente- ramente á los de sus Generales. Con estas precauciones y contribuyendo tan- .M.ir, to á su exacto cumplimiento la serenidad del tiempo, la tranquilidad del puerto y el buen or- den de la colonia, pudimos para el 25 ver con- cluidas en una y otra corbeta la aguada y la leña, hechas con la mayor prolijidad las expe- riencias del péndulo simple, examinada la mar- cha de los relojes, y finalizados en el casco y aparejo todos los reparos que fuesen necesarios y que por su n .'imero y por su calidad no podían parecer indiferentes. La buena conducta de entrambas tripulacio.- nes hasta este tiempo, y el deseo de proporcio- narles un justo descanso y esparcimiento, hizo luego necesarios dos ó tres días de libertad para que lavasen sus ropas; sin embargo, para el 27, si se exceptúan algunas obras pequeñas de he- rrero y tonelero, las corbetas podían considerarse enteramente prontas para dar la vela. Pero para esta época las colecciones botánicas de loá Sres. Heenke y Nee estaban aún bien in- formes, aunque entrambos hubiesen desplegado una actividad singular; nuestros conocimientos hidrográficos se hallaban, digámoslo así, en su niñez, y las muchas atenciones que habíamos recibido y recibíamos diariamente de los indivi- duos principales de la colonia, exigían unas muestras nada equívocas de nuestro agradeci- miento. Así, pareció que el sacrificio de pocos días á estos objetos no se miraría como absolu- tamente infructuoso; y le abrazamos con tanta mayor satisfacción, cuanto más favorables eran todas las circunstancias para reunir á las demás tareas nuestras el aprovechamiento de la obser- vación última del eclipse de Sol. Ignorábamos efectivamente no menos los re- sultados de las observaciones astronómicas de Mr. Dawse, que las operaciones hidrográficas del hábil Capitán Hunter, y nos ofrecíamos por otra parte en hacer públicos antes de la salida los frutos de nuestras tareas, por manera que pudiese después hacerse la debida comparación de unos con otros y deducir la verdad con una mayor aproximación. Con este solo objeto se di- rigió la lancha de la Descubierta á la bahía Bo- tánica para levantar geométricamente su plano, y de allí traer una serie bien ordenada de trián- gulos hasta el mismo observatorio, por las ense- nadas interiores del puerto. Don Juan Rabenet combinó con esta expedi- ción otra suya por tierra hasta la bahía Botánica, á la cual le acompañaron el Capitán Johsnton y el Teniente Prentice para que tuviese mejor oca- sión de concurrir con algunos naturales y retra- tarlos con sus armas y costumbres. D. Antonio Tova hizo algunas salidas para cazar; D. Fer- rando Brambila emprendió algunas vistas de perspectiva; los botánicos se internaron hacia Parramata y Tungave; se continuaron las ta- mmí CORBtT>/i 'lESCUBtKRTA Y ATREVIDA 253 iiyendo tan- lenidad del el buen or- 25 ver con- guada y la d las expe - ada la mar- el casco y necesarios i no podían tripulacio-. proporcio. liento, hizo bertad para para el 27, ;ñas de he- onsiderarse es botánicas lún bien in- desplegado nocimientos ) asi, en su e habíamos e los indivi- cigian unas o agradeci- io de pocos 3mo absolu- >s con tanta orables eran á las demás de la obser- lénos los rC' )nómicas de lidiográficas Ecíamos por le la salida manera que ;omparación lad con una )bjeto se di- la bahía Bo- ;e su plano, la de trian - tor las ense- :sta cxpedi- ía Botánica, Johsnton y : mejor oca- les y retra- D. Antonio ir; D. Fer- s vistas de naron hacia uon las ta- Aljr. j,^ M ir '.-, reas del observatorio y entrambos Comandantes nos dispusimos á obsequiar á bordo, para el pri- mero y segundo día de Pascua, al Mayor Grose y A las personas más distinguidas de la colonia. Ya en los días anteriores les habíamos mere- cido que concurriesen con las señoras á almorzar i'.i una pequeña barraca dispuesta para el intento en las inmediaciones del observatorio, y en la cual, se nos permitía siiTÍésemos con preferencia el chocolate y varios comestibles de nuestra Es- paña. Además de esto, no sólo entre las clases respectivas con recíprocos convites y regalos se había estrechado cada vez más y más una amis- tad cariñosa, sino que se advertía entre todos una unión tan estrecha, que no dejaba duda á una verdadera simpatía nacional ligada con una bue- na educación; y fué para nosotros un feliz acaso que por este tiempo llegase también al puerto, con quince días de navegación desde la Isla de Norfolk, la embarcación inglesa la Ritty y en ella el Capitán Patterson, Mis Patterson su es- posa, y el Teniente de navio Woodreef, de la Ma- rina Real, quien navegaba como Superintendente en el mismo buque desde los puertos de Ingla- terra. El primero, ya conocido del público por tres viajes hechos desde el Cabo de Buena Es- peranza hacÍE países interiores del África con objetos de Historia Natural, había ahora expla- yado su aplicación y amor á las ciencias por el espacio de catorce meses que había permanecido en Norfolk con su compañía. El tiempo favoreció mucho el primer convite á bordo de la Descubierta en donde se hicieron al Mayor Grose los honores de Teniente General embarcado y además se acompañaron con salvas los siguientes tres brindis: i." El Rey de Ingla- terra, el Rey de España y ambas Reales fami- lias. 2° El Comodoro Philipps, el Mayor Grose y la prosperidad de la colonia. 3." Las seño- ras que nos favorecían con su presencia. To- dos los convidados repitieron el brindis, ante- poniendo el Rej»^ de España al Rey de Inglaterra; hicieron eco á estos sentimientos de cariño y ¿. respeto los ¡viva el Rey! de la marinería, y la mú- sica del regimiento tocando al mismo tiempo el aria God save the King dio á esta escena agrada- ble y tierna todo el semblante majestuoso que merecía: el tiempo lluvioso y con viento algo arrafagado, no permitió al día siguiente que las .señoras concurriesen á bordo de la Atrevi- da, pero no faltó otro alguno de los convida- dos; se hicieron al Mayor Grose los mismos ho- nores del día anterior y se renovaron los mismos brindis. En aquel día tuvimos también la satisface ujn de ver regresar la lancha, concluidas sus opera- ciones por la parte exterior del puerto, no que- dándole, sino Ip.s marcaciones internas, que de- bía emprender con un bote. Efectivamente, en la mañana siguiente lo verificó el bote de la Descubierta, y en la tarde del j de Abril, que- daron concluidas todas las marcaciones. No habíamos sido tan felices en el observato- rio, á lo menos por lo que toca á la deducción de la longitud, pues relativamente á esta, se habían frustrado por las nubes todas las inmersiones vi- sibles del primer satélite de Júpiter, y no acaecía ocultación alguna de estrellas por la Luna, de suerte que aproximándose ya mucho el plazo de nuestra salida, y siendo preciso como lo había- mos prometido el presentar en un orden ostensi- ble los resultados de nuestras tareas astronómi- cas para la longitud del observatorio, debimos ceñirnos á los datos siguientes: longitud or. de Or. Por el fin del eclipse de Sol acaecido en la tarde del 1 1 observado A bor- do de la Descuiiierta y calculado por D. Juan de la Concha por las fórmulas de Mr. Cagnoli 151' 02' 30'' Por los relojes marinos, adoptada la longitud de Duski Bay del Capitán Cook 151 . 15 , 25 Por la inmersión del segundo satélite de Júpiter acaecida en la noche del 24 de Marzo 151. 10. 15 Por 42 series de distancias de la Luna al Sol 151 . r8 . 15 Latitud del observatorio por muchas alturas meridianas al Norte y al Sur del Z 33 . 51 . 26 Variación magnética. . . . Nordeste. 8.45 Para adquirir una idea más cabal del estado y suerte venidera de aquellas colonias, nos que- daba aún el paso más interesante, y era el de una excursión á los establecimientos de Parra- mata y Tungave. El Comodoro Philipps, no ha- llando en los contornos de Sidney Cove sino un terreno sumamente ingrato é infecundo para las siembras, debió decidirse en favor de Parra - mata para el centro de la agricultura, m tanta más razón, cuanto que además de prometer sus tierras unas cosechas menos inciertas y escasas, la conducción de los frutos al Sidney Cove era sumamente fácil y barata con el auxilio de los canales inteinos. Y era esta la única perspectiva, aunque distante, para que la subsistencia de las colonias no dependiese como en el día de la navegación complicada de una mitad ó más bien diré de todo el globo, y para que aminorasen con el tiempo los gastos crecidos que causaban á la matriz; así no hubo parte alguna de actividad, de policía y de orden, que el Comodoro y sus subalternos no desplegasen en su fomento: en breve tiempo los soldados, los colonos, los sen- tenciados, criaron de la nada una población bien ordenada, con buenos cuarteles y almacenes: le precedieron al andar de las orillas diferentes M.t , ^36 VtAJU ALRIÍDF.nOK OKÍ. MUNDO t^ :■':'■ I Mar n haciendas, con las moradas de alpunos colonos. El maiz, ti trigo y la cebada, dieron aunque mezquinos, sus productos seductores. Más abun- dante la papa, prometió desde luego una subsis- tencia menos dudosa en lo venidero. Los árboles Al', frutales, la hortaliza, y sobre todo el limón y la vid, dieron nuevos resortes á la actividad y es- peranzas comunes; finalmente, las primera,", crias del número aunque e.'jesivamente corto de los ganados vacuno, ovejuno y caballar, hallando en esos mismos contornos un clima saludable y unos pastos abundantes, pudieron fomentar la agradable esperanza de que no tardaría en re- unirse en ese nuevo centro de la opulencia nacio- nal, la actividad y policía inglesas con el clima 5 y el suelo de nuestras Andalucías. Después de esta breve pintura, no parezca extraño que fuese á lo menos igual al nuestro el deseo de los individuos principales de la co- lonia para que visitásemos á Parramata. Esta excursión se emprendió en la mañanita del 5 por el mayor número de la Oficialidad en los dos botes de las corbetas. Nos acompañaron los Sres. Collins, White, Johnston y Prentice. ^' para no olvidar enteramente nuestros objetos hidrográficos, se añadieron á una aguja y al teo- dolito, el reloj de faltriquera número 11, y el sextante de Stanchf f con horizonte artificial pro- pio de D. José Espinosa. El tiempo, que al rayar el día nos amena- zaba con frecuentes aguaceros, tomó luego el semblante más apacible y hermoso. A las siete y media de la mañana estuvimos en casa del Gobernador, desde donde emprendimos un paseo á Tungave y á la colina inmediata para alcan- zar la vista de las montañas de Rickmond y Caermaithen; una senda diferente, vistos ya los sembrados, nos condujo luego á ver los ga- nados. Era la una de la tarde cuando alcanzamos de nuevo nuestro cuartel general y nos reunimos á los Sres. Espinosa y Brambila, los cuales ha- bían conseguido, el primero observar con la ma- yor satisfacción la altura meridiana del Sol, y el segundo tomar con su acostumbrado pulso algunas vistas de perspectiva, que darán mejor idea de los contornos de Parramata y de los elogios que merecen ambos Jefes de la colonia, de cuanto pudiésemos añadir aquí con una des- cripción mezquina y mal entretejida. Después de cuatro ó cinco horas de paseo de- bió luego ser igualmente alegre y sabrosa la co- mida: y conseguidas á las tres de la tarde las al- turas absolutas para la deducción de la longitud, regresamos al Sidney Cove, i donde llegamos á las siete, trazada porD. Felipe Bausa una par- te de los canales hasta donde lo permitía la apro- ximación de la noche. Dedujo en la mañana si- guiente D. José Espinosa la posición astronómi- ¡ ca de la casa ya indicada, la cual resultó en la- i titud de if 48' y 19' 45" al Oeste del observa- j torio nuestro, distante de él por consiguiente, ' 16,8 millas marítimas al Norte 78" Oeste del I mundo. I En estos últimos días, no había sido, á la ' verdad, tan arreglada como antes la conducta de ' nuestra gente en tierra, no porque creyésemos j asequible que resistiesen á las seducciones con- 1 tinuas de las mujeres sentenciadas, arrastra- ' das del vicio más bien que del interés, y tan des- enfrenadas en su conducta, que p^ireciesen cas- tas en su cotejo las mujeres de Tenerife cual las pinta Mr. White en su Diario, sino porque se entregaron á la bebida de algunos licores, dis- puestos seguramente para aletargarlos y robarles después el poco dinero que tuviesen. Hubo ma- rinero de la Atrevipa, que con este motivo faltó á la lista hasta cuatro días seguidos. En la Desclbii-uta faltaron igualmente á un tiempo cinco marineros, y por cuanto fuesen activas las medidas del Mayor Grose para castigar estos ro- bos, aunque frivolos, y cortar de raíz semejantes desórdenes, no sólo no fué posible conseguirlo, !;ino que más bien iban aumentándose diaria- mente. Esta era una nueva razón para que acelerá- semos la salida de las corbetas, la cual quedó fijada para la mañanita del 11. El 8 nos despe- dimos unidos, del Gobernador, de cuya mesa y atenciones continuamos, sin embargo, disfru- tando hasta el último momento, y los restantes días, si bien se aprovechasen porcada uno en es- trechar y hacer más duraderas la amistad, sim- patía y agradecimiento que nos ligaban, debie- ron amargar mucho nuestra situación, con re- cordarnos una tan próxima separación y á tama- ña distancia. Merecerán siempre en nuestra memoria un lugar preferente y un aprecio y amistad incapa- ces de borrarse, el Capitán Nepean, el Teniente Mr. Arthur, el Párroco Johnston y los Sres. Co- llins y White, los cuales manifestaron desde el principio un deseo particular de complacemos y distinguirnos. Sus casas fueron constantemente las nuestras; sus dones tan finos como aprecia- bles, y su trato tan atento como amistoso y lleno de cariño. El Párroco Johnston extendió aún mucho más sus principios sociales, aproximándose particu- larmente á nuestros Padres Capellanes con una dulzura, una humildad y una sencillez realmen- te evangélicas, y persuadiendo con infinitas ins- tancias al Padre Mesa, de la Descubierta, á que disfrutase de la tranquilidad y hospitalidad de su casa, para restablecer (como lo consiguió) su salud bien quebrantada; ejemplo digno de los mayores elogios y agradecimiento, y el cual no recordaremos jamás sin la mayor complacencia Ah. í CORBETAS DBSCUBIBRTA Y ATRBVIDA 337 sultó en la- *•• " leí observa- nnsiguiente, Oeste del sido, á la conducta de creyésemos xiones con- s, arrastra - s, y tan des- eciesen cas- enerifc cual lo porque se licores, dis- os y robarles Hubo ma- motivo faltó dos. En la á un tiempo n activas las gar estos ro- ; semejantes conseguirlo, idose diaría- I quí, acelerá- cual quedó 1 nos despe- cuya mesa y rgo, disfru- los restantes la uno en es- mistad, sim- aban, debie- ión, con re- ón y á tama- memoria un stad incapa- , el Teniente los Sres. Co- ren desde el ' nplacemos y istantemente >mo aprecia - ístoso y lleno n mucho más lose particu- mes con una lez realmén- infínitasins- ¡CUBIERTA, á hospitalidad lo consiguió) digno de los y el cual no omplacencia Al' 8 y deseo de imitarle, venerando los decretos in- comprensibles de la Providencia. Che tutu axcolta, e por ^e a tutti aita. — F"i- LICAJA. Por nuestra parte, en las pocas cosas que lii constitución del viaje nos permitió ofrecerles, debió más bien sobresalir la conocida imposibi- lidad de satisfacer á nuestros deseos y agradeci- miento, que la esperanza de corresponderlos: el Mayor ürose recibió con agrado dos vistas del puerto y una de Parramata, trabajadas por Don Femando Brambila con mano maestra y capa- ces de dar en Inglaterra una idea bien cabal del estado actual de aquella colonia. lil mismo lirambila ofreció al Capitán Patterson la pers- pectiva de una cascada en la Isla de Nor'""lk, cual la habia descrito él mismo; y D, Juan Ka- benet, desplegando en los últimos días un igual grado de destreza, de felicidad y de complacen- cia en hacer retratos en miniatura, pudo satis- facer los deseos de la mayor parte de las señoras y caballeros de la colonia, que se reducían á recordará sus amigos y parientes en Inglaterra, la extremada distancia á que se hallaban unos de otros. Correspondieron igualmente entrambos Cirujanos á las excelentes colecciones de instru- mentos quirúrgicos que les ofreció Mr. White: D, Fernando Quintano y D. Felipe Bausa, re- partieron la poca quina excelente que les había quedado del precioso regalo del Regente de Gua- temala; finalmente, entrambos Comandantes nos desprendimos de todas aquellas provisiones que no nos hiciesen absoluta falta y tenían algún in- centivo para agradar. En la tarde del lo quedaron á bordo los ins- trumentos astronómicos y los demás utensilios; fueron luego incesantes nuestras precauciones para que no se admitiese ni escondiese á bordo individuo alguno extraño; y por último, frustra- das de nuevo en la noche inmediata y en las dos anteriores algunas observaciones del primer sa- télite de Júpiter, estuvimos desamarrados al ama- II necer del ii, y poco después dimos la vela. El terral del Sudoeste era á la sazón tan flojo, que apenas podíamos contrarestar la marea en- trante, y una neblina sumamente densa nos ocul- taba á veces hasta los puntos más inmediatos de la costa. Esos accidentes nos proporcionaron la satisfacción de que permaneciesen algún tiem- po más con nosotros los Capitanes Nepean, Bampton y Alt y el Teniente Woodreef, que habían venido á bordo á damos un último abra- zo; i ero a]canza''a á las nueve de la mañana la boca Jil puerto, disipada la neblina y entrada casi al mismo tiempo la virazón galenita, nos despedimos, y entrambas corbetas ciñeron el viento, con el cual para las diez ya estaban fue- ra del puerto. CAPÍTULO V Navegación Je las corbetas desde el puerto Jackson hasta las Islas de los Amif^us. — Escala en la Bahía Maurelledel Arch'piélago de Vavao y reconocimien- tos interiores del mismo Archipiélago. —Navegacionis sucesivas al Sur hasta perder de vista las Islas de Tongatabu y Eua. Navegábamos con todo aparejo para alejar- nos de la costa antes que la virazón calmase ó rolase más al Este, cuando se avistó fuera de la boca del puerto el bote del Gobernador, que yo- gaba en nuestro seguimiento con una banderoli- lla ó señal en proa, la cual no dejaba duda de su deseo de alcanzarnos. Paireamos inmediatamen- te, y antes del medio día le tuvimos á bordo, siendo su objeto el de conducir de parte del Ma- yor Grosc un soldado de su regimiento, culpado de fraude por algunas frioleras que le había en- tregado para venta ó cambio el carpintero de la Atrevida: en pago de aquellos efectos, deseaba el Mayor que se recibiesen otros equivalentes que el soldado había presentado, y lo cual no de- jamos de admitir, con la esperan;;a de que este mismo paso diese nuevo vigor á nuestras instan- cias para que se aminorase el castigo que debía seguirle. Despedido el bote y observada la latitud de 33° 47' ly" marcamos de nuevo con todo apa- rejo; el viento estaba á la sazón al segundo cua- drante, calmoso. Viramos al Sur á las tres de la tarde, y para la puesta del Sol, distábamos unas siete millas de la costa de través. Entrada la noche, las ventolinas cedieron en- teramente, dando lugar á que la marejada nos aconchase algo más sobre la costa, según el fon- do de 53 y 6i brazas arena que encontramos á las ocho y á las diez; pero para la media noche empezaron á hacerse sensibles las primeras ven- tolinas del terral, con las cuales y todo apare- jo, gobemamos al Este para separarnos. Nues- tra derrota debía dirigirse por el Sur de la Nueva Zelanda á las Islas de los Amigos, en cuyas in- mediaciones nos lisonjeábamos que no serían en- teramente inútiles nuestras pesquisas para los progresos de la Hidrografía. Los vientos fueron al principio variables, y más bien flojos; pero las corrientes decididas hacia el Este con una velocidad extraordinaria, contribuyeron de tal modo á los progresos de nuestra derrota, que para el día 26, por latitud de 35° no distábamos sino 60 leguas de las costas de la Nueva Zelanda: variación magnética 11" o' al Nordeste, Ya desde el día anterior, la muchedumbre de procelarias, los horizontes sumamente cargados, las proximidades sospechosas del plenilunio y el viento más recio y arrafagado, nos anunciaban un 83 Ab II :C HM mm^mmmm 258 VIAJB ALRríDRDOR ORÍ. Ml'NPO ;«■■ .! m ir -'MI' M> i'^ temporal no distante, el cual, si juznáscmos por las experiencias del Capit ín Cook en esos mis- mos paralelos, podía muy bien ser excesivamente recio á pesar de la latitud tan baja y de la esta- ción aún benigna del otoño. Desde el principio de la noche nos vimos precisados á 'iave|,':ir sin jua- netes: al amanecer deivif) ya las corbetas no po- dían sufrir las fjavias i/:idas; y antes de pasar el Sol por el meridiano, navegamos con dos ri/os y se habían echado abajo las vergas de juanete. Nada era inútil; á la media noche la mar y el viento habían acrecentado extraordinariamente, de modo que fuese más bien demasiado aparejo el del trinquete y la gavia arriada: fué preciso '7 aferraría á las seis de la mañana, y en las demás horas hasta el medio día. nada puede dar una idea cabal de la fuerza que hablan tomado el viento y la mar: eran continuos los golpes que mundaban las corbetas; se hacía sumamente ex- puesto el capear con sólo el trinquete: había fal- tado una cadena ;i la mesa de guarnición mayor: no había á bordo paraje alguno enjuto y carecía- mos de la vista de la Atrhvida por la suma ce- ri'azón de los horizontes. Al medio día, después de una oscuridad ex- traordinaria y algunas ráfagas excesivamente re- cias, venció por contraste el viento del Este, el cual, sin embargo, desfogando con una lluvia May abundantísima, calmó á poco rato y nos dejó en- tregados á las olas para su jugucie; capeamos, aunque inútilmente sobre el cont/afociue y estays mayor y de mesana; cada balance nos amenaza- ba de averías considerables; y fué el solo momen- to para nosotros agradable en toda la tarde, el que sobre una clara nos proporcionó la vista de la Atrevida y le dio lugar para que con trinque- te y velacho arribase para rcunírsenos. No cedieron la lluvia y el viento ha.>ca el otro día, y fueron precisas repetidas faenas en ambas corbetas para reparar siquiera en parte las ave- rías sufridas; pero no bien hubo pasado el Sol del meridiano, cuando el viento roló rápidamen- te al Norte y Noroeste, de suerte que antes de la una ya pudiésemos navegar con las cuatro prin- cipales y las gavias rizadas, j Al medio día del 2 de Mayo, el Cabo Norte de la Nueva Zelanda nos demoraba al Sur dis- tancia de 50 leguas, y por consiguiente, nuestra navegación venidera podía mirarse como más libre y expedita. Sólo en la mañana del día anterior habíamos tenido lugar, así en ésta como en la corbeta .\TREvrDA, de observar diferentes series de dis- tancias de la Luna al Sol, habiéndolo imposibi- litado hasta entonces, las mares con exceso gruesas 6 los cielos por lo común nublados y lluviosos: nuestros resultados por un promedio de 32 series y 5 observadores, dieron! a longitud de 182° 3' 36" al Oeste de Cádiz: diferían de esta longitud, el número 11 25' al Oeste, y el Muy cronómetro 72 sólo dos y medio minutos en el mismo sentido: las observaciones de la Atkf.vida según nos dijo después á la voz su Comandante, aproximaban más bien á un promedio de nues- tros dos relojes y conformaban enteramente con los 105 y 71 á la sazón bien próximos uno de otro. Vencidos los meridianos de la Nueva Ze\an- <, da, tuvimos nuevos temporales recios por pa- ralelos de 29 á 32" que causaron diferentes ave- rias en el aparejo y una debilidad extraordinaria en las tripulaciones: la Atkkvida tuvo la desgra- cia de perder un marinero filipino que cayó al agua cuando eran más tempestuosos el viento y la mar: y alcanzada próximamente la longitud de las Islas de los Amigos, y ya sensibles los prime- ros soplos de la brisa por latitud de 29° 28' nave- gamos al Nornordeste. El Archipiélago de Mayorga, visitado por el j Comandante Maurelle en 1782, y sin duda el j mismo de que había hecho memoria el Capitán I Cook en su tercer viaje, distinguiéndole, según las noticias adquiridas en Annamoka y Tongata- bu, con el nombre de Vavao. era ahora el paraje al cual se dirijian las corbetas para continuar sus investigaciones náuticas, y seguramente un examen atento de los pocos reconocimientos úti- les que aún quedaban por hacer en el mar Pacífi- co, no dejaba duda que era este el que debía prefe- rirse á todos, atento álos últimos reconocimien- tos del Conde de la Péyrouse en el Archipiélago de los Navegantes y á los anteriores del Capitán Cook en las islas inmediatas de Happai, Annamo- ka y Tongatabu: ni para esta preferencia eran menos poderosas las rellexiones que nos hacían mirar el Archipiélago de Vavao como un descu- brimiento enteramente nacional y nos prometían en él aquel abrigo y abundancia de refrescos que difícilmente hubiéramos encontrado (á lo menos con igual seguridad) en cualquiera de las islas inmediatas. No cabían muchas dudas sobre su posición exacta en cuanto á la latitud, niá la- verdad debía haberlas tampoco en cuanto á la longitud, atento á la estima de sólo dos días con la cual el Comandante Maurelle ligaba á Jas islas inmediatas de Happai los extremos meridionales de este Archipiélago. Pero para el derecho usur- pado últimaniente por los navegantes europeos sobre esta i.lase de descubrimientos, faltaban aún dos circunstancias, las cuales deseábamos revalidar ahora con la mayor autenticidad; y eran un reconocimiento científico por loa métodos adoptados en el día, y una posesión pública que vindicase á los ojos de la Europa la seguridad del descubrimiento y el convenio de los natura- les. ¡Triste ambición solapada con el semblante apacible de las ciencias y de la filosofía, que dictando unos pasos al mismo tiempo injustos y CORBBTAIl DBSCUBIBKTA Y ATR8VIUA ■ÍSQ Oeste, y el M«y liniitos en el la Athkvida 'omandante, (lid de nues- ramcnte con mos uno de ueva Zelan- 9 cios por pa- trentes ave- xtraordinaria vo la ilesj^ra- que cayó al s el viento y íi lonfíitud de les los prime- 29° 28' nave- sitado por el sin duda el ia el Capitán ndole, según ca y Tongata- liora el paraje ira continuar juramente un cimientos úti- el mar Pacífi- e debía prefe- reconocimien- 1 Archipiélago :s del Capitán )pai, Annamo- ferencia eran ue nos hacían mo un descu- los prometían de refrescos intrado (á lo Iquiera de las s dudas sobre atitud, niá la- cuanto á la } dos días con aba á ]as islas ; meridionales derecho usur- ites europeos itos, faltaban 5 deseábamos licidad; y eran los métodos n pública que la seguridad le los natura- el semblante filosofía, que ipo injustos y NUy. V costosos á una nación alucinada, obliga á las de- más á seguirla de cerca en sus conquistas imugi- narias, no adquiridas por ventura con rio» de sangre y de dinero, sino con pocos instrumentos astronómicos, algunas bagatelas cambiadas por efectos de mucha mayor utilidad y una ú otra descripción enterrada en parajes señalados! Con estos antecedentes, no era difícil el tra- zar una derrota breve á las islas indicadas, ni ya permitían distraerla con otro objeto alguno, la necesidad de alguna agua y refrescos y los mu- chos reparos indispensables en los aparejos y cascos de entrambas corbetas. El viento ya fresco del Sueste, iba aumen- tando mucho su (ucr/.a. ú inclinando á veces al Esueste, pero con cerra;{ones y aguaceros particularmente de noche, los cuales nos preci- saban á navegar algunas horas bien precavidos en el aparejo, sin que excediese nuestro andar de cuatro á cinco millas. El día 16, por latitud de 24" y longitud de i" 30' al Este de Vavao, debimos aún multiplicar nuestras precauciones en la nocKe, prefiriendo el capear sobre la gavia en dos rizos, el contrafoque y la vela de estay de mesana: sin embargo, eran las brisas tan fres- cas, que aun malogradas tantas horas de cada ,;; singladura, en la noche del iH ya pudimos con- siderarnos próximamente en el paralelo deseado. Diferentes series de distancias de la Luna al Sol, medidas en la tarde anterior y en la del 17, nos indicaban por más exacta la longitud del nú- ,, mero 11, la cual, por la mañanita del icj, nos hacía suponer unas solas 20 leguas distantes del Archipiélago indicado. Pusimos inmediatamente la proa al Oeste, con vientos del Este menos frescos que los días anteriores, pero arrafagados y acompañados al- gunas veces con lluvia, y fuimos bastante feli- ces para que al mediodía, por latitud de 18" 52' y longitud de 35" 15' al Este del Puerto Jackson, se nos presentasen á la vista las islas deseadas: corrían á la sazón del Noroeste al Oeste, distan- te de nosotros unas seis leguas, y parecían su- mamente bajas hacia el extremo Sur, elevándose luego paulatinamente hacia la parte septen- trional. A las dos y media de la tarde, nos hallamos Norte -Sur corregido con el extremo Norte, al cual se anteponían dos islas medianas y lozana- mente frondosas, ligadas luego por medio de arrecifes á otras muchas isletas de inferior ta- maño: éstas se daban la mano con los arrecifes más meridionales, y sus rompientes eran ya visi- bles desde la cubierta. El rumbo del Sudoeste • parecía conducimos con seguridad al Sur de to- dos esos peligros, y era, por consiguiente, el que seguíamos; doblando la vigilancia á medida que el viento muy fresco nos empeñaba, sin pexini- timos sondar al Oeste de las islas reconocidas. No era inútil tatUa vigilancia; antes de las m..» 1, tres y media demorándonos ya las isletas más Sur al Oesnorocstc y distantes de sus arreci- fes unas tres ó cuatro millas, descubrimos un bajo bastantemente extendido á distancia de do» leguas. La tarde adelantada y el viento bien fresco y de travesía, de modo que ni fuese fácil sondar ni posible el retroceder si hallásemos nuevos peligros, dictó muy luego como parti- do más prudente tomar las muras á estribor con proa al Nordeste y lu posible fucr/a de vela. Aún este partido nos debió parecer suma- mente arriesgado, porque caímos rápidamente sobre los arrecifes, arrastrados seguramente de la dilección de las aguas hacia los canales inter- nos, y ya esta nueva contrariedad, á cada instan- te más peligrosa, nos había casi decidido á pre- ferir antes de la noche el paso entre los arreci- fes, cuando los vigías que biibiamos enviado de nuevo á los topes para examinar el canal proli- jamente, nos avisaron que se veían otras rom- pientes entre uno y otro extremo: fué por consi- guiente preciso el continuar con el partido adop- tado, si bien la mar fuese gruesa, el \iento bien fresco y nuestras pérdidas visiblemente conside- rables. Por ventura las buenas cualidades de las corbetas y el viento ([ue se alargó próxinjamente de una cuarta, decidieron la cuestión á nuestro favor. Para las cinco, ya libfcs de la corriente de las aguas, no descaecíamos en modo alguno sobre los arrecifes; á las siete marcábamos el extremo Norte del Archipiélago al Oeste distan- cia unas tres leguas, y poco después, tomado un rizo á las gavias, ya nuestro único intento era el de conservarnf6l doble, de It Muy. •■> ) anciano y Ofreció in- III que traia, el recíproco ió amÍHtosR compensada bayeta esta uégo á nues- mucho de- odeaba, noH la corbeta y I para conte- fs en la mu- ,'a hablan ve- ra de la bue- 1 cual estos nido, no tra- nsido, ó si la que cambian ' siquiera en entinelas ar- e armas, y de nos de anun- a particular- ios hacer uso 08 naturales, de voces del ■svi, que de la diferencia de a paso á uras ligrosas. ,'or que en la los naturales, do á D. José lad crecida de icha: la plebe inquila, y ya 3 una regular ximándose la á bordo: pre itro reposo, si • 3 en la noche, >8 cuales nos nación de la á cualquiera erse recogido s este antojo, el que se in- líese siempre len de esta es- los cuales hay k los distingue s pueblf^s la de de las narices \\,y.m pecie, se descubrió uno en la Atkbvioa que había { donado» 1 m trabajos, insultadas Ibh ordene» y M«y <• robado un puAuelo de [tm faltriqueras de I), josc ' penetrados Ioh acceíos aún mát distantes de la líübredu, y otro en la IJüscuiiü'.kta abriendo con costa inmediata, & vecen para abusar del temor, arte las diferentes vcntanitas de hm camarotes de i á veces para alentar la osadía de los naturalcH estribor, había podido sacar algunos vestidos (|ue I que nos rodeaban. Convino la Oticialidad en la llevaba consigo: se castigó el de la Atkiívida con algunos a/otes sobre un cañón , enseñándole al mismo tiempo el fusil; y la actividad de IJubou pudo conseguir en la Diíscuhikuta que se alcan- zase con otrn:i canoas al ladrón y se readquirie- sen las cosas robadas. E\ reemplazo del agua era A la verdad el punto más importante que debíamos tener á la vista, tanto más que era preciso emprenderlo á alguna distancia, no siendo ya nuestro ánimo el cansar las tripulat iones y aventurar las amarras, para sustituir á éste otro fondeadero tal vez mé- no* abrigado. Pero al mismo tiempo no podía- mos olvidar el establecimiento de un observa- torio, la necesidad de algunos trabajos de fra- gua, un repaso grande indispensable de los cascos y aparejos bien destrozados por los últi- mos temporales, y sobre todo un reconocimiento hidrográfico y físico del Archipiélago en el cual nos hallábamos, hasta donde lo permitiesen las circunstancias. La seguridad nuestra y el evi- tar todo motivo de discordia con los naturales, debían luego combinarse con las operaciones an- teceda *.e3, y entrambos objetos no podían me- nos de recordarnos cuántos inconvenientes pu- diera arrastrar consigo la menor tolerancia en el uso de las mujeres. Sea enhorabuena ó plausible ó digna de dis- culpa esta tolerancia entre los navegantes in- gleses y franceses, de modo que no parezca un tropiezo para la conservación de la disciplina á bordo, el que el Oficial y el marinero se vean casi acomunados en entregarse á uno de los vi- cios más soeces que infestan la naturaleza hu- mana. Ello es, que en nuestra marina, el ma- rinero pretende (y con razón) tener mayores derechos que el Oficial, para ser vicioso; y que es esta pasión en él con exceso vehemente, de suerte que no seria extraño ver al hombre más quieto disputar con un puñal en la mano el uso de la misma mujer á sus mejores compañeros ó superiores, y á veces aspirar aun con mil ardides á suplantaren sus goces al Oficial. Debían rece- larse también como una consecuencia de este permiso, los robos repetidos á bordo, los cuales confundiendo á veces al culpable con el ino- cente, harían incurrir á los nuestros en estos de- litos, y caer probablemente la culpa sobre los naturales. Ni eran menores los tropiezos para la conservación de una buena disciplina y la inmu- nidad del derecho natural de los habitadores, aunque la tolerancia desterrada enteramente de los buques se ciñese sólo á los que estuviesen en tierra, pues en breve tiempo se verían aban- precisión de estas medidas, y dispuesta á preca- ver con el ejemplo y con la vigilancia tamaños desórdenes, alentó mucho el sistema que nos ha- bíamos propuesto. Lu mañana del .¡i fué destinada principal- mente al reconocimiento de la aguada, á la cual coadyuvaban mucho, no sólo la amenidad del día, sino también la concurrencia de un número cre- cido de naturales impelidos al mismo tiempo de la curiosidad, del interés y de la ociosidad en la mal viven: puntuales el Kije l)ul)ou y otros dos amigos suyos, vinieron temprano á bordo para acompañarnos; traían consigo algunos frutos y raíces, y era el objeto del primero, ofrecer (si mal no entendíamos) una especie de monopolio en los abastos venideros, los cuales prometía abundantes, aunque acompañase estas propues- tas con un sigilo misterioso y extraño, y sus ofrendas aun para cambio fuesen sumamente mezquinas. Debió en esta ocasión contribuir mu- cho para que le creyésemos una persona de mu- cha autoridad, no sólo el convenir su nombre con el de otros dos que el Capitán Cook y el Coman- dante Maurelle habían hallado en Tongatabu y en Vavao, si también el ver desplegada en la tarde anterior su autoridad con buen éxito contra uno de los ladrones. Pero esta equivocación debía disiparse muy luego, pues ya se había transferido desde su mo- rada á aquellos alrededores el Eije Ko-Vuna y se disponía á visitarnos. Todos los que á la sazón se hallaban ' bordo ensalzaban su poderío y au- toridad, extendiéndola no s;')lo al Archipiélago, si también á las islas no distantes de Happai, Anna- moka y Tongatabu, y precedían luego á su ve- nida á bordo algunos emisarios para hacer apar- tar del costado las canoas: le acompañaron des- pués las muestras menos equívocas de respeto de parte de los Eijes inferiores, y el regalo que ofreció de un puerco grande, muchos frutos y raíces y algunas esteras del mayor tamaño y finura, debieron darnos una idea cierta de su ge- nerosidad y grandeza: el Eije Dubou, ya se ha- llaba á la sazón confundido en el cerco de los demás, que sentados (i) con mucho orden, pa-' lecian prestar el debido homenaje á este nuevo Jefe, cuyo porte grave y majestuoso no coad- yuvaba menos á confirmarnos la verdad de su clase soberana. No fueron muchas, como puede imaginarse, nuestras primeras conversaciones, las cuales se ( I ) 1 ,a postura de mayor respeto, es entre aquellos pueblos la do sentarse con las piernas cruzadas. ^HP 26: VIAJE ALREDEDOR DHL MUNDO suy. ji dirigieron al principio, á estrechar cuanto luese posible nuestra amistad, después á un convenio no equívoco para que se contuviesen los robos, y finalmente, á que no tomase á mal que le dejá- semos para transferirnos al sitio de la aguada: la promesa de que por la tarde le visitaríamos en tierra y algunos regalos, parecieron afianzar lue- go la amistad; cambió nombre con D. Felipe Bausa, y finalmente, poco después de las nueve ref resó á la playa, dejándonos 'ngar á que pu- diésemos emprender el reconocimiento proyec- j tado. i Iban en el bote armado los Sres. Heenke y Bausa y el Eije Dubou con otros dos naturales, los cuales nos guiaron hacia los canales internos á una playa no distante una legua del fondeade- ro. La aguada que allí había, parecía al mismo tiempo, cómod~ abundante y de buen sabor. En el entretanto, ya se habían reunido mu- chos naturales en el paraje donde estábamos, y no era Dubou menos eficaz para que concurriése- mos á beber el cava (i) en un sitio inmediato destinado seguramente para esta especie de re- uniones, y apto desde luego á hacerlas más agra- dables y duraderas con la fresca nombra que pro- curaba y con la limpieza de las esteras que le servíaíi de alfombra. Hombres y mujeres sentá- ronse en torno: tuvo lugar D. Tadeo Heenke de emprender una aunque corta herborización, y mientras Dubou se entretenía en contar lo aut había advertido de más notable en las corbetas, no era menor la eficacia de los hombres en ocu- parse da los diferentes preparativos de' »a'a, de lo f'ue fuese la de las mujeres en solicitur rega- los de cualquier friolera, ofreciendo por su parte la más fácil complacencia á nuestros antojos. La vista de los aprestos deí cava segura- mente no podía alentar los deseos de beberlo; sin embargo, le admitimos con la solf;mnidad corres- pondiente; pasamos luego á recoiiocer otra agua- da no distante de que hacían muchos elogios; pero esta segunda excursión nos procuró más bien un paseo delicioso que el logro del fin pro- puesto, pues la poza era sumamente mezquina y distaba de la orilla del mar próximamente una milla. Debimos, pues, decidirnos al regreso á bordo, el cual se aceleró mucho con el viento fresco del Sueste que á la sazón se había enta- blado. Inmediatamente se tomaron las precauciones para el debido orden en ambas corbetas, y á este intento quedó prohibida .'a admisión á bordo de toda mujer, cuyp clase y objeto no fueren bien conocidos, ^ vitado f"' riesgo de nda sorpresa, qui- tados del medio cuanto fuese posible los alicien- (i) El caiki es una bebida fermentada servida por aquellos naturales á todas horas y eu toda concu- rrencia. tes del robo, ceñidas nuestras excursiones á tie- May. rra á los solos objetos del servicio, animados bajo la inspección del Oficial de guardia los ca.nbios de comestibles, y precavido particular- mente el doble defecto bien común en CvStas oca- siones de omitir los repuc^' os por la desordenada profusión de la marinei . ., y de quedar ésta sin ropa alguna cediéndolo todo para la satisfac- ción de un antojo momentáneo. Para este últi- mo objeto pareció confo/me con las intenciones generosas de S. M. el que más bien se expendie- sen por cuenta del Erario los efectos embarcados para cambios, prohibiendo así todo otro medio de adquirirlos, que ó ver en un par uí días alie- nada la mayor parte de la ropa de abrigo ó su - jetado importunamente con órdenes aún difíciles de llevarse á debido efecto el apetito saludable del navegante para toda especie de refrescos. Hubiéramos deseado que pudiese llevarse á efec- to al mismo tiempo otra precaución ya adoptada por el Capitán Cook, y seguramente no sólo oportuna sino necesaria en estas ocasiones, cual era no permitir cambio alguno que no fuese de'coméstibles, excluyendo, por consiguiente, la adquisición de mil bagatelas que satisfacen el an- tojo y la ociosidad más bien que el estudio de la Naturaleza, y que sin embargo atraen á bordo un número crecido á importuno de vendedores; pero son tan vai'ias las interpretaciones del buen orden, tan vario y á veces tan plausible el an- tojo; tantos los que entre una nación demania- do viva sienten con extremo el freno aún más suave de la disciplina, que no creímos oportu- na esta especie de prohibiciones en una. ni otra corbeta sin embargo de los muchos inccnvenien- tes que debía acarrear por precisión. Eran las cuatro de la tarde, cuando nos dis- pusimos unidos los Oficiales de ambas corbetas á visitar ú Eije Vuna; la marea y la clase del fondo inmediato á la playa no permitía verificaí" el desembarco en la pro:.imidad de las chozap- preferimos un recodo no distante, desde el cual una sendita con exceso frondosa, nOvS conducía , po; los altos postreros al paraje deseado: fué en esta ocasión muy advertida la conducta del que nos guiaba, el cual, sabiendo que Vuna deseaba recibirnos con agasajo, nos condujo por otra sen- da no distante, hacia su choza, de suerte que precedido el aviso, aunque no nos demorásemos en ella sino pocos instantes, nuestro apareci.'iien- to á la vista de la ranchería fué saludado coi el mejor orden y con las aclamaciones generalas del cerco numeroso que acompañaba á Vuna. Cantaban bastantemente acordes y acompa- ñados de las cañas, ó hu cas ó rajadas (i) unos #^ fi) Estos instrumentos, at imás de hallarse dibu- jados en la colección de están las, se verán también naturales en el Real Gabinete. kSH CORBFTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 263 uisiones á tie- icio, animados le guardia los do particular- n en estas oca- la desordenada [uedar ésta sin a la satisfac- Para este últi- as intenciones n se expendie- tos embarcados ido otro medio r uí días alie- e abrigo ó sil- es aún difíciles ctito saludable de refrescos, llevarse á efec- ín ya adoptada mente no sólo ocasiones, cual que no fuese ;onsiguicnte, la atisfacen el an- el estudio de la atraen á bordo de vendedores; ciones del buen ¡ausible el an- ición demaoia- freno aún más ;re¡mos oportu- en una ni otra 3S inccnvenien- ióii, uando nos dis- imbas corbetas y la clase del rmitía verificar de las chocas; , desde el cual :, nos conducía leseado: fué en nducta del que Vuna deseaba io por otra sen - de suerte que ! demorásemos "O apareci.nien- aludado coi el ines generales iba á Vuna. les y acompa- jadas (I) unos e hallarse dibu- 3 verán también May. m May. ji veinte hombres sentados en el centro del cerco, y advertidamente dividido éste en tres trozos, de ios hombres, de las mujeres y de los muchachos, dividía también naturalmente el agradable soni- do de las aclamaciones, de suerte, que ya por una, ya por otra parte; las diferentes edades y sexos concuiriesen con una bien ordenada har- monía á aplaudir y festejar nuestra llegada. Sa- ludamos á Vuna y á los pocos Eijes que cono- cíamos y le hacían corte, y como acompañasen á este Jefe enla choza donde se hallaban, diferen- tes mujeres la mayor parte jóvenes, cuya clase distinguida no era fácil equivocar, muy luego el mayor número de la Oficialidad no halló una ocu- pación violenta r 1 desagradable, la de reunirse en este pequeñi cerco combinando la sencillez y el decoro con ana no extraña inclinación al otro sexo; no faltaron tampoco quienes se esforzasen á manifestar á las del cerco exterior, que sus gracias y afabilidad podían muy bien compensar la más alta esfera de las otras; así, pasamos la tarde en la mayor unanimidad y alegría, y no fueron pocos nuestros progresos en el importan- te conocimiento del idioma. La noí^he fué sumamente tranquila. Las lan- chas estuVieroi: prontas al amanecer del día si- guiente, y D. Antonio Tova pudo dirigirse con ellas al paraje prefijado de la aguada. Uíi aco- pio regular de armas, tres soldados y un arti- llero de brigada en cada una, algunas frioleras para regalos v compras de comestibles, y la orden de que no se escasease medio alguno para que la cesión del agua de parte de los naturales fucse absolutamenvO voluntaria, fueron las de- más precauciones que nos parecieron oportunas para aquella comisión. Entretanto, los nuevos amigos no se ha- bían manifestado perezosos. Casi desde la sa- lida del Sol empezaron á acercarse muchas ca- noas á una y otra corbeta, y aunque las hiciese retirar por un corto intervalo una orden circular que las llamó inmediatamente á tierra, volvieron luego en mayor número } emprendieron al mis- mo tiempo los cambios y los robos. Procurába- mos á la sazón consen'ar en mucho valor los efectos que más ''bundaban en nuestros repues- tos, ocultp^úolas hachas y los adornos mujeriles para '.uando aquéllos desmereciesen de valer. Dos 6 tres cuchillos medianos ó bien una vara de bayeta, eran la recompensa de un puerco re- gular. Las navajitas, los hilos de abalorio y de coral suplían luego para las gallinps, las raíces, los plátanos y ios cocos, de los cuales parecería cas. incicible la cantidad que se adquiría y con- sumía diariamente. Entre todo," los que hasta enl:on::es habían concurrido á bordo, se habían cautivado parti- cularmente el amor de toda la Oficialidad, Fei- leua, joven de unos ocho á diez años y Príncipe heredero de las Islas, y Tufoa, sobrino de Vu- May 31 na, algo rriayor de edad que Feileua y dotado de una viveza y comprensión poco comunes: acom- pañaba luego constantemente al primero como en clase de ayo, otro joven algo más adui^o lla- mado Lalu, cuyas ocupaciones, se reducían más bien á la conservación que á la enseñanza del Príncipe. Todos tres habían sido bien regalados en la tarde anterior, y Feileua, cambiado ya nom- bre con D. José Espinosa, habii sido completa y elegaricemente vestido en am' as corbetas. Era pues natur.il con estos antecedentes, que fuese igual en unos y otros el deseo de estrechar e.sta amistad. Por nuestra parte, siempre que tuvié- semos á bordo á Vuna ó Feileui, no sólo logra- ríamos un mejor orden y una mayor quietud, si también estaríamos seguros de cualquiera resti- tución, si las prendas robadas fuesen de alguna importancia ó para los objetos del servicio ó para el respeto de nuestras armas. Tufoa luego se destacaba inmediatamente adonde le enviáse- mos ó le llamásemos, y su activa autoridad sobre la plebe, reunida á una más fácil inteligencia de nuestros deseos, disipaba un número no creci- do de pequeños altercados, en los cuales hubiera sido tan pernicioso que la plebe triunfase con sus tretas, como triunfar nosotros con la supe- rioridad de nuestras armas y disciplina. Todos estos jóvenes y aun el crecido núme- ro de naturales que teníamos á bordo, nos anun- ciaban para la tarde próxima unas diversiones bien ordenadas; yes tal .?u propensión á esta cla- se de ocupaciones, que desde la mañana misma no era extraño verlos á cada paso bailar y can- tar á nuestro kdo, como si ya la música y el con- curso general avivasen y pusiesen en movimien- to todas sus'fibras: ni á la verdad, pudieran lue- go ocultársenos estas disposiciones, cuando hacia ks diez, con objeto de reconocer un pedrusco ais'ado que parecía oportuno para el observato- rio y fragua, pasamos á la playa inmediata. La marea y la calidad con exceso desigual del fondo, hubieran hecho á la sazón ar; ,sgado el desem- barco; pero Tufoa ocurrió á este inconveniente, mandando á una porción de naturales, los más corpulentos, que nos condujesen scbrc sus .lom- bros. Inmediatamente fuimos á saludar á Vuna, el cual, rodeado de muchas gentes y entretenido .igradablemente con el cava, veía poco á poco ordenarse y crecer las pequeñas pilas de comes- tibles destinadas en la tarde próxima para nues- tro regalo. Procuramos que entendiese los obje- tos que á la sazón nos conducían átieria; y aten- to á éstos, le pedi'nos el permiso de llevarlos á efecto y el de no admitir el cava y el descanso que nos ofrecía con muchas instancias. El islote ó risco cuyo reconocimiento em- prendimos ahora, parecía á primera vista in- MMk^d&báiAiJ jmkm/tk^ÍMamtmááééálmAM •sm 264 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO (■■ I .May ji accesible , por las infinitas desigualdades que en una materia enteramente 'calcárea habían labrado con igual tesón el tiempo , las intempe- ries y ias olas; pero su mediana elevi,ción, su en- tera independencia de las orillas pol.'adas, su grande inmediación alas corbetas y sobre todo la lacilidad de atracar á él los botes sin la ini./rup- ción de las mareas, le hacían demasiado importe n- te y precioso á nuestra vista para que no pro- curásemos cualquiera medio de hacerlo útil. \i se frustraron nuestros deseos hallando ase- (juible á fuer;ja de picos y mazos suavizar algún tanto las desigualdades más puntiagudas para abrir una senda accesible, siquiera á un mari- nero, y formai en la parte más alta un l,,naplén huliciente para la tienda y el cuarto de círculo. Todas las inmediaciones brindaban luego un fácil acomodo para la fragua y una pequeña barraca de guardia; y la« solas piedras podían apartar á cualquiera natural , para que disfrutásemos de una completa quietud y segundad en este depó- sito importante de nuestros electos los más pre- ciosos, sin usar de las armas de fuego para su custodia. Conseguido con la mayor felicidad este objeto que mirábamos como el más importante para la tranquilidad recíproca de los naturales y im€Stra, regresamos á bordo y fueron destinados para el intento 20 hombres de la Di!Scrn»GKTA. La concurrencia á bordo de los natuiales era á la sazón extraordinaria; se habían agregado dos embarcaciones grandes procedentes de Apay y Annamoka, y más cargadas de personas de ambos sexos que de comestibles. Un crecido número de mujeres, la mayor parte jóvenes, insistían lue- go desde las canoas que se les permitiese subir, recordando á los poco cautos admiradores de la tarde anterior ó los regalos prometidos, ó la no olvidada articulación de los apellidos cambia'^os, ó finalmente, la esperanza de que no fuesen sor- bos á las voces seductoras de la Naturaleza. Y no eran menos eficaces los hombres, incluso Feileaa y Tufoa, en persuadir á que 110 se retardase ya por más tiempo la preferencia á favor de ima ú otra de las que parecían llamar á sí mismas una atención más general. No sería fácil :,in incu- rrir en k acusación bien frecuente de las narra- ciones harto abultadas de los viajeros, describir con exactitud el grado de amabilidad que en aquel clima feliz ha tocado en suerte á las mu- jeres, y del cual no podíamos formar sino una idea bien imperfecta; pero tal cual ella era, bas- taba para probar con un crisol bien fino, no tan- to la virtud de unos navegantes, cuanto el vigor de la disciplina cuando la guía el buen ejemplo de los que deben mirarse como los depositarios del buen orden. A la verdad, del mismo modo que la marinería y la tropa atentas á los trabajos importantes que tenían entre manos, se consola- ban en parte de esta privación satisfaciei.do sus apetitos con unas comidas del mejor sabor, abun- M.y. 31 dancia y variedad, no faltaba tampoco para las clases más sensibles un consuelo eficaz en aquel amargo contraste de la razón con la naturaleza; y era el deber á estas nuevas sacerdotisas del templo de Gnido, tan c^r.t^ntas con recibir el re- galo de un simple r.jorno, como debíamos ima- ginar, según su eficacia, que lo hubieran sido viéndose ya preferidas alas demás con la elec- ';ión. Por «íentura este último arbitrio de los le/alos pudo amitiorar las instancias por una parte y los impulsos de agradecimiento por otra, y á cesta de algunos pañuelos ú otras bagate- las, nuestro concepto en aquella ocasión gano en lo expléidido, lo que podía haber perdido de lo sensible y i-atural. Eran muchos á li sazón los trabajos de re- paros y aprestos que se habían emprendido en ambas corbetas. Las jarcias de trinquete de la Atrevida habían sufrido considerables averías en la última travesía. Las cadenas de las mesas de guarnición mayores, estaban por la mayor parte altas en la Descubierta. Las mares, con exceso gruesas sobre la Nueva Zelanda, no.3 ha- bían manifestado como igualmente nece"?riv unos guarda mesas; el velamen pendiente ':>.■•>; taba reparo; la estiva un nuevo orden y nue ;tra:< tripulaciones formadnos en parte de hombres ya cPTisados que seguían el viaje desde España, y tn parte de muchachos filipinos, nopodíai. ó por falta de número ó de inteligencia, explayar toda la actividad necesaria; sin embargo, no podían llamarse lentos los progresos que íbamos ha- ciendo, y les cuales se debían en mucho á la excelente Oficialidad de mar que dotaba ambos buques. Era ya próximamente el medio día, cuando tuvimos una nueva visita de Vuna. Le acompa- ñaban en aquella ocasión la mayor parte de las mujeres jóvenes que habíamos visto en la tarde anterior, y entre las más ancianas, las cuales apenas llegaban á tres ó cuatro, se hacía par*i- ;at. cularrriente notable una Dubou, hermana de Vu- . na y madre de Tufoa, pues no solo á su ingreso á borc'o, diferentes plebeyos ie habían prestado el honenaje acostumbrado, sino que después animada de un tono igualmente lascivo y respe- tuoso, entonaba y dirigía para el canto el coro en- tero de las demás jóvenes. Se dio principio á esta música seductora luego que estuvieron sentadas todas en torno, distinguiéndose en ei lado de Vuna las dos Fatafejis, ya conocidas por sus mujeres. El canto era pausado y bastantemente vario y > acorde, pero no era posible acertar con el ob- jeto de las palabras; pero si debiésemos juz-, gar por la facilidad con la c^al *c>(1o el coro ar- ticulaba las mism.ij ve- ¡~s. p.id;ei/ os inferir que su composición no era lueva, n^;¡ • ■ debíamos convencernos por los .lifefentes ademanes que la 1^' *rami"í(i iiiiiiiii4p MHTM^i CORBETAS JRSCUBIERTA Y ATREVIDA ¿6s ■\ sabor, abun- May. n co para las ;a2 en aquel naturaleza; rdotims del ecibir el re- )íaiTios ima- bieran sido :on la elec- trio de los las por una ito por otra, ras bagate- ;asi6n ganó r perdido de lajos de re- prendido en iquete de la bles averías e las mesas ir la mayor mares, con ida, no.í ] I- necf."?ri.->:', "-/íT; ente r : . :', n y nut ,tra.« hombres ya ' España, y )odíai. ó por Lplayar toda , no podían íbamos ha- nucho á la •taba ambos día, cuando Le acompa- parte de las en la tarde , las cuales liacía par+i- lana de Vu- á su ingreso ian prestado |ue después ivo y respe- 0 el coro en- ncipio á esta on sentadas ado de Vuna US mujeres. , *'r,t V; nte vario y con el ob- isemos juz- ) el coro ar- i inferir que debíamos lanes que la M») " acompañaban, que el placer era el móvil única ó principal de esta agradable melodía. No acertaremos á interpretar en aquella oca- sión el ánimo de \'una, relativamente á todas las demás jóvenes que traía consigo; pues lo que loca á sus dos mujeres manifestó desde lue- go decididamente que no las profanaría una mano agena. Pero lo que no admitía duda al- guna, era que los regalos las consolarían ente- ramente, y así no tardamos en adoptar aquel partido; no siéndonos fácil á la verdad conser- var entonces ana recta indiferencia, para que no fuesen absolutamente preferidas la juventud, la amabilidad y la hermosura, á las edades más an- cianas y ya despojadas de todo atractivo. A los regalos siguióse luego una comida abundante de raíces que habíamos hecho prepa- rar de antemano. Le agregamos el condimento de la azúcar; comió Vuna abundantemente, y no le era fácil á la sazón disimular su ilegría por los muchos regalos que hechos á él directamen- te ó á sus mujeres ó al joven Feile ua, debían reconcentrarse en su Tesoro. Exam.naba aten- tamente ya una, j'a otra bagatela; usaba mil ardi- des á veces para prevenirlas, á veces para no encargar su custodia á otros; y no teniendo por otra parte ocupación alguna que le llamase á tie- rra á cada paso, se cebaba más y más á perma- necer á bordo, tranquilo espectador de nuestra generosidad y de los ardides de las mujeres que le acompañaban. Un accidente no precavido le despertó sin embargo de esta tranquila ociosidad. Ya regre- sadas las lanchas de la aguada, nos disponíamos á comer, y para lograr un mayor sosiego había- mos solicitado que se retirasen á tierra las mu- jeres, alejando al mismo tiempo de á bordo el crecido número de los plebeyos que desde la ma- íiana habían conc>:rrido sobre el alcázar: con est.í mismo intento D. Antonio Tova, quien re- gresaba á la Atrevida, se había encargado de recibir en el bote las mujeres que pretextaban no '.ener canoa, y el Jefe por su parte, daba las órdenes para que se retirase igualmente la plíbe: pero bien hubiese entre ésta a.guno bas- tantemente osado para no obedecerk , ó le pa- reciese aquella una ocasión oportuna pira ha- cer alarde á nuestros ojos de su autoridad lurr.i- tada, en un solo momento, el tono más tranquilo y pausado para comunicar sus órdenes, se con- virtió en el más cruel y turbulento. Tres ó cua- tio ejecutores bien robustos, de su voluntad se avalanzaron con sus macadras sobre la plebe, y el mismo Vuna agarrada poco después una lan- za que allí tenían para cambio, se mezcló entre los perseguidores con tanta crueldad, que hubie- i-a muerto á un plebeyo escondido en la proa, si nosotros no le hubiéramos oportunamente refre- nado. Faltó poco para que no zozobrase el bote de D. Antonio Tovq, por el mucho número de los «¡"y que se habían salvado en el. La mayor parte se echaron á nado y cogieron sus canoas; y final- mente, Vuna, ya bien satisfeciio al parecer de las muestras dadas, así de su atención á nos- otros, como de su autoridad, volvió á tranquili- zarse y se acercó á nuestra mesa, en la cual se hallaban también Feileua, el ayo Latu y el hijo de otro Lije. Todos tres se resistieron al prin- cipio á comer por la consabida etiqueta de la , presencia de Vuna; pero vencida esta dificultad, pudieron entregarse á satisfacer sus apetitos sin el menor sobresalto, y fueron dignos de reparo en aquella ocasión no solo la facilidad con la cual apibos muchachos aprendieron á comer con el mayor aseo, usando dol tenedor y cuchillo, si tami)icn la extremada atención de \'una. el cual pedía permiso para tocar cualquier cosa y aun para escupir fuera de la cámara. Se aproximaba entretanto el plazo prefijado para los bailes, y Vuna hacia las tres de la tarde nos había precedido para disponer todas las cosas necesarias al intento. Asi cuando próximamente á las cuatro y media nos acercamos con lo.s botes á la playa (para evitar los rodeos de la tarde anterior) estuvieron prontas muchas canoas para conducirnos poco á poco al paraje oportuno para desembarco, ya que el banco exterior de coral y la resaca bastantemente fuerte imposibi- litaban esta maniobra para los botes. Tomáronse pocas precauciones y bien sencillas para la se- guridad común. Como quiera que la falta del idioma y de un •ecto conocimiento de las ideas sociales de cada uno, haga en estas ocasiones tan natural en los habitantes el deseo de frustrar la ventaja de las armas y de la disciplina á los recién llegados, como en éstos el deseo de frustrar á los otros la ventaja del número, sucede comunmente en se- mejantes concurrencias, que la menor equivoca- ción acarrea las consecuencias más serias, y que entonces sin consultar mucho las circunstancias, sólo se atiende á precaver los riesgos con antici- pación al adversario. Ya reunidos en la playa, nos dirigimos á sa- ludar á Vuna, el cual, como en la tarde anterior, se hallaba rodeado de muchas mujeres, siguien- do luego á la parte interior del tingladito el cer- co grande de las clases inferiores, y siendo fácil de distinguir entre ésta 'a de los Eijes subalter- nos, por su mayor inmediación al Soberano. La música no era tampoco diferente de la que ya conociámoR, si bien excediese ahora en el núnic- ro de los cantores y en los vivas más alegres de la plebe, ciertamente no menor en número de 1.800 á 2.000 personas. A los ofrecimientos no extraños del cava, á la ratificación de nuestra amiátad con Vuna y los demás Eijes y á las instancias no desaten- .14 ■ « .-.lu ¿».I^...-.V^.a r.. Sil 266 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO 1 May 21 didas de las mujeres jóvenes para que nuestra Oñcialidad se sentase á su lado, siguiéronse in- mediatamente los bailes prometidos. Los ejecu- taban unos treinta hombres, la mayor parte de la clase de los Eijes, y no menos dispuestos por su agilidad que por la gallardía de sus personas, á dar mucho resalte á la escena. Cantaban al mismo tiempo acompañando la música de las cañas. La cabeza, los brazos y las piernas se mo- vían con igual compás; una media risa, bien que varonil, las diferentes actitvdes de los ojos, la misma respiración modulada y concertada (di- gámoslo así) con la harmonía general, manifesta- ban que no había fibra alguna en toda la máqui- na que no participase de' placer que á la. sazón los ocupaba. A medida que el calor, la agitación y el hábito hacían más fáciles y más naturales los movimientos uniformes del baile, la música, penetrada casi de la misma sensación, aceleraba paulatinamente su compás, hasta que, llegada al mayor grado de celeridad, sin causar sin em- bargo el menor desorden, anii . b i casi con igual grado de sensibilidad y de aleg j ^s los de- más espectadores. Variadas por de. , las figu- ras del baile, y con ellas variada tai .úi la mú- sica, debieron estos atletas entregarse por algún rato al descanso, nu sin haber recibido de nuestra parte y aun de los demás espectadores los mayores elogios y pálmeteos. No quedaba ya sino una me- dia hora del día y aún no habíamos tomado pose- siónde lasdos pilas ó pirámides de comestibles que veíamos inmediatas y sabíamos ser destinadas para nuestro regalo: pero esta atención, que de- bía ser de la mayor importancia, no lo era á la verdad para los den ás Oficiales, los cuales, cam- biados ya sus noínbres con otras tantas jóvenes, convencidos mas y más á cada paso de su ama- bilidad, y obviamente agotadas sus faltriqueras de cuanto tuviesen útil para el regalo, deseaban ahora ver desplegadas en un baile mujeril todas aquellas gracias y atractivos que anunciaban su trato familiar y el deseo de agfi-adarnos. Condes- cendió Vuna inmediatamente á nuestras instan- cias, mandando que saliesen las mujeres al área; pero en esta ocasión estaba destinada á él y á nosotros una mortificación no mediana con la re- pugnancia de tas mujeres en obedecer esta or- den, impelidas tal vez, del reparo de no estar prevenidas de antemano ó más bien (en mi en- tender) de aquella n destia común, de la cual decía el Tasso en su Aminta: «Tu i dolci atti lasci'vi Testi ritrosi. é schivi.» Nada extraña debía ser para nosotros esta negativa, y ya nos disponíamos á regresar á bordo; pero no lo fué así para Vuna, el cual en un momento, convertida de nuevo como en la mañana toda su mansedumbre en cólera y fiereza, y correspondido admirablemente por May si sus ayudantes, empezó á perseguir sin distin- ción hombres y mujeres, an)enazándolos con fuertes golpes si no corriesen con la mayor diligencia. Dos Eijes subalternos , debieron en esta ocasión esforzarse á contener la coleta de Vuna; desapareció el concurso, y aunque se juntasen después hasta una docena de mujeres para bailar, fué esto ejecutado con tal frialdad y sobresalto, que ya no debíamos desear otra cosa sino ver cesado el desorden, y pr-der regre- sar á bordo con el auxilio de las canoas que nos condujesen hasta los botes, liste tránsito fué también peligroso, y D. José Robredo y D. Luis Nee, se hallaron aún más expuestos que los de- más, pues el conductor les amenazó mn condu- cirlos á otra parte ó aventurar su vida en el mar, si no le cedían un pañuelo, á lo cual puede bien imaginarse que no tardaron en condescender. Va reunidos á bordo, y bien satisfechos no tanto del fin i,omo del principio de las diversio- nes anteriores, nos dispusimos á continuar para la mañana siguiente las tareao emprendidas; y no pareciendo inútil una confrontación metódica, así de los progresos hechos en el idioma como de los diferentes grados de autoridad y amabili- dad que habíamos advertido en los Eijes subal- ternos, D. Antonio Tova previno á los que de- bían seguirle en la dirección de las lanchas, que era mucho el concurso de los naturales, y éstos se hacían sumamente importunos en solicitar re- galos; que no había Eije alguno de mucha auto- ridad, y que se precaviesen particularmente, de una vieja, la cual solía arrimarse y entretener, ya á uno, ya á otro, con mil caricias, ofreci- mientos y ademanes, para que otros al mismo ticiupo le vaciasen las faltriqueras. Tuvimos la noche con exceso tranquila, y las '3 primeras claras del día siguiente pusieron ya en movimiento las lanchas para la aguada, las cua- les iban confiadas á los Tenientes de navio Don Juan de ia Concha y D. Francisco Viana. Por nuestra parte nos disponíamos ya á concluir la • habilitación del observatorio sin omitir los demás trabajos emprendidos á bordo, cuando antes de las siete nos sorprendieron Vuna y Feileua en una y otra corbeta, llevando cada uno la mitad de los comestibles acopiados en la tarde anterior para nuestro regalo. Fueron correspondidos más bien con genero- sidad, y la amistad recíproca pudo ya conside- rarse de nuevo como sólidamente arraigada. No faltaron de allí á poco diferentes causas accidentales, que podían haberla quebrantado. Vuna, concluidas sus ofrendas en la Descubier- ta pasó á bordo de la Atrevida, sin duda con el ánimo de solicitar nuevos regalos; por desgracia la centinela, la cual tenia orden de no dejar entrar natural alguno, se opuso á sus deseos, um CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 267 ¡mente por sin distin- ndolos con la mayor debieron en a cóleía de aunque se de mujeres tal frialdad desear otra icder regre- oas que nos tránsito fué lo y D. Luis que los de- '•on condu- a en el mar, puede bien, escender. tisfechos no las diversio- ntinuar para prendidas; y ón metódica, idioma como id y amabili- Eijes subal- los que de- lanchas, que ■ales, y éstos n solicitar re- mucha auto- ilarmente, de y entretener, icias, ofreci- ros al mismo mquila, y las usieron ya en jada, las cua- je navio Don o Viana. Por á concluir la ■ litir los demás indo antes de y Feileua en uno la mitad tarde anterior a con genero- ) ya conside- irraigada. rentes causas quebrantado, a DnscüBiER- in duda con el por desgracia de no dejar í sus deseos. May. ;■! M'y '} sin que pudiesen luego (como era natural) en- tenderse uno ni otro en la exacción terca de su opinión. Esto bastó para que Vuna empezase á volver á sus antiguos enojos y para que mani- festasen sus subditos presentes, que hallaban en esta ocasión la majestad sumamente ultrajada. Pero el aparecimiento de un Oficial logró en fin disipar la contienda, y recibido inmediatamente á bordo, pudo Vuna poco después llamarse casi feliz por los ultrajes recibidos, ya que le aca- rrearon el regalo de algunas quincallerías de mu- cha estimación. El trabajo de suavizar el risco destinado para el observatorio, había en el entretanto progresp do mucho; condujéronse allí al joven Tufoa y al otro Eije Dubou, los cuales evitaron el arrimo de los demás. Pudimos así para el medio dia ver enteramente vencido aquel objeto, y sistemadas . la fragua y la barraca en que debían custodiarla. Tanta variedad de objetos, y el número no menor de 30 personas que estaban actualmente ocupadas en los diferentes destinos indicados, no podían menos de atraer á Vuna hacia aquel pa- raje; ni á la verdad, aunque no le moviese esti- mulo alguno de curiosidad, podía presentársele ocasión más favorable para distraer algo más su ociosidad perenne, satisfechos en el día sus de- seos ó á lo menos sus esperanzas en cuanto á regalos, nada inquieto sobre la calidad ni sobre el plazo de sus comidas, y sin otros juzgados que los producidos por nuestras quejas sobre algún robo, el cual, en su sentir, terminaba con igual equidad, c ■^■en pasase á sus manos la prenda robada si el lav'rón lograba ocultarse, ó éste per- diese la vida si lo aprehendíamos, podía dividir tranquilamente sus horas entre el sueño, el re- poso y las bebidas del cava. Admirando aten- tamente y con aquella estúpida admiración de los pueblos no civilizados, todas nuestras obras y utensilios, nos confirmó que no había cono- cido al Capitán Cook en ninguna de sus visitas á las islas más meridionales. Traía al mismo tiempo consigo una mujer de la plebe, que ofre- ció con la mayor eficacia para nuestro uso, pero manifestado por nosotros un cierto enfado, miti- gó sus súplicas, refiriéndose solamente á los trabajadores; y persuadido últimamente á de- sistir de aquella idea, no tardó en despedirla, consolándose muy luego con sentarse en las in- mediaciones de la fragua y distraerse con algu- nas tazas de cava mientras concluíamos la obra emprendida. Era para esto la última parte la de sistemar una guardia, la cual, no sólo contuviese la idea de cualquiera robo, si también no trastornase por sí las medidas introducidas para las corbetas. Se puso á cargo de los sargentos y condestables de entrambas corbetas para que turnasen por cada día con cuatro soldados: en la noche debían pasar la palabra con las centinelas; debían avisar »'•'> '3 á la Atrevida cualquiera novedad, pues no dis- taba de ' í sino un cable escaso; finalmente, un depósito regular de armas y municiones y la misma situación del puerto, les daban lugar á defender la fragua é instrumentos mientras se les enviase socorro. No parecieron indiferentes estos preparativos á Vuna: preguntó por el objeto de aquellas ar- mas: prometió solemnemente que ningún natural se aproximaría por esos contornos, y desde luego él mismo solicitó el permiso para que uno de la plebe le trajese algunos frutos y un poco de cava. Procuramos, por nuestra parte, disiparle cualquiera sospecha, manifestándole que nues- tras gentes no ofenderían en modo alguno mien- tras no se intentase robar ó aproximarse de no- che al observatorio; y para que depusiese con mayor seguridad cualesquiera recelos, le prome- timos que en una tarde de las inmediatas toda la tropa haría un ejercicio de fusil con fuegos en las playas próximas á la ranchería. Era ya la hora de regresar á bordo: admitió Vuna nuestras instancias para que nos acompañase á comer y le siguieron igualmente los dos Eijes Üubou y Tufoa. Los cambios á bordo habían sido más bien escasos aunque el concurso de la plebe fuese realmente excesivo: los cuchillos y navajas con- servaban un valor regular: despreciábanse por lo común los corales y abalorios; y al contrario las bayetas, toda especie de ropa y particularmente los granates habían adquirido un valor cuantio- so; divididas al mismo tiempo las ocupaciones de los naturales y nuestras, ó en procurar el robo de cualquier friolera ó en evitar que lo consi- iíuiesen. En este contraste de intereses resulta- ron sismpre aventajados los naturales, porque era imp'^sible precaver todos sus ardides, y por- que aun descubierto el delito, apenas podíamos contar con la restitución de la prenda robada, no pudiendo mirar con indiferencia la pérdida de la vida del agresor que Vuna y los demás Eijes nos ofrecían con el mayor sosiego. No tardó tampoco en llegar la ocasión en la Descubierta de que se explayasen con mayor evidencia aquellas ver- dades: uno de la plebe fué cogido con un marti- llo robado á la maestranza, que trabajaba á la sazón en los guardamesas de las jarcias ma- yores; corrió la voz inmediatament-e: Vuna, que á la sazón se hallaba á bordo, pronunció sin la menor alteración la sentencia de muerte, despi- diéndose inmediatamente dos emisarios para eje- cutarla en el castillo de proa, en donde se halla- ba el delincuente: fueron testigos nuestros Ofi- ciales así de la fiereza con que los emisarios . alzaron sus macanas para vibrar el fatal golpe, como de la humillación con que el delincuen- te se dispuso á recibirlo, puesto de rodillas y des- ii>.liiiÉiwilliirfÉi>.>M 268 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO m ?k i May 's cansada su cabeza oobre las iranos cruzadas que tocaban humildemente el ■ i';lo: suspendieron in- mediatamente, como era natural, ia trhte eje- cución de la orden, no sinext'-añar así la terque- dad de los emisarios en quererÍH llevar á debido tfecto, como la indilerencia de Vuim sobre la suerte de sus vasallos. La comida de este día, ;i la cual como ya se dijo, habíamos convidado á V'una, debía condu- cirnos á desenvolver una nueva parte considera- ble de los ritos y costumbres de aquellos pue- blos: V'una, ya familiarizado con nosotros, pidió que le trajesen su comida: se componía de una especie de pasta de raíces, sobre la cual el sir- viente ecliaba oportunamente una salsa com- puesta de algunos jugos y del agua de coco, y de un pescado no bien asado entre las hojas que le envolvían: las hojas frescas del corifa sumi- nistraban luego modificadas en diferentes modos, ya los platos, ya la cuchara, y el mismo sirviente, dividida en partes proporcionadas la coniida, te- nía después á su cargo el conducirla hasta la boca del indolente Vuna, tomando todas las pre- cauciones que pudiese dictarle el recelo de en- suciar los manteles y cuanto le rodeaba: despe- dido el sirviente después de haber recogido con mucho aseo los residuos de la comida, fué llama- da sin perder tiempo una mujer de la plebe, cuj'o cuidado fué antes el de satisfacer la sed del Soberano con un coco lleno, y después el de des- cortezar con sus dientes algunos trozos de caña dulce, que ya limpios y subdivididos, pasaba á la boca de Vuna: satisfecho á la sazón el Monarca del papel grandioso que creía explayar á nuestra vista, y no omitiendo una seriedad y una ma- jestad que apenas les permitían pbrir la boca cuando veía próxima la comida, debió por estas mismas causas ceder muy luego á los impulsos del sueño, á los cuales procurábamos coadyuvar por nuestra parte, ofreciéndole que se tendiese sobre los cojines inmediatos: lo hizo así sin que fuesen necesarias muchas súplicas, y entonces, como aún no se hubiese retirado la mujer que le había servido la última parte de la comida, le insinuamos que acabase de conciliar el sueño á su Soberano con el acostumbrado tuque tuque 6 percusión suave y acelerada de las manos ce- rradas, en los lomos y muslos del durmiente. No eran precisas tantas precauciones. Los cuidados del alma no interrumpían las series de las fun- ciones animales; y así Vuna casi en un mismo instante se acostó y quedó dormido; dejándonos en la restante comida con la sola compañía de Tufua y Dubou, quienes algo recatados al prin- cipio sobre la precisa etiqueta de no comer á la vista del Monarca, habían después insensible- mente adquirido una mayor confianza para ocu- nat-se solamente del alimento. Los vasos y botellas de cristal y los diferen- tes utensilios de loza, eran sin embargo un in- M»y 'j centivo demasiado fuerte para que el sueño de Vuna durase por largo tiempo: despertó efecti- vamente antes que nos sirviesen el café, y ya mucho menos aletargado, manifestó fija*- par- ticularmente su atención en algunas bagatelas de las que estaban sobre la mesa, explayando en esta ocasión un respeto y una atención igua- les al deseo que tenía de poseerlas: no omitió tampoco para este conseguimiento el arma que con justa razón debía creer la más eficaz paiti nosotros, y era una nueva instancia para que usásemos de las mujeres, añadiéndoles ahora con un chiste y una eficacia realmente agradables, que condescendería enhorabuena á que uno ú otro desechase agriamente sus propuestas, pero que por esto no debían dejar de admitirlas los demás Oficiales, los cuales señalaba uno á uno recorriendo en torno los comensales. Esta chanza realmente divertida no dejaba sin embargo de refluir hacia los depositarios del buen orden un carácter realmente ignominioso, particularmente en un país donde todo convi- daba al placer, y en donde no se conocía otra ley á lo menos por lo que toca á la clase de la plebe, sino la que indicaba el Tasso para el siglo del oro. La leggc áurea, e felice, Che Natura scolpi: S.' ci piace ei lid. am. Lo cual dictó un ardid que no dejó de sumi- nistrar nueva materia á las chanzas, y que nos fué al mismo tiempo útil en los días siguien- tes. 1). Juan Kabenet, en una de aquellas ho- ras en las cuales el espíritu oprimido del nave- gante y la idea siempre varia del pintor, necesi- tan de un cierto alivio y distracción, se había ocupado en representar con mucha propiedad, una mujer dotada de todas las gracias persona- tes que más comunmente solemos admirar en , nuestra Europa, y vestida luego á imitación de las Panameñas y tendir'.a descuidadamente sobre una hamaca, formaba un conjunto de imágenes, en el cual admirábamos á las veces la pródiga • mano de la Naturaleza, y á veces recordábamos la triste soledad del navegante: presentado este cuadro á Vuna, dijímosle que era el retrato de la mujer de uno de nosotros; que semejantes á aquélla eran las de los demás Oficiales; que no nos seguían, porque considerábamos los trabajos del mar demasiado sensibles para su delicadeza, y que ahora nos disponíamos á navegar directa- mente hacia el paraje donde las habíamos de- jado, con el justo deseo de no separarnos otra vez de su amable compañía. La saludó inmedia- tamente Vuna con el acostumbrado contacto de iaa narices, examinó después una por una sus facciones, sus trajes y sus adornos, y á medida que las iba comprendiendo, crecía su admiración ) el elogio que hacía de la persona allí represen- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 269 argo un in- "»y 'i el sueño de lertó efecti- 1 café, y ya ;ó fija*- par- ís bagatelas explayando encion ¡gua- no omitió el arma que eficaz para cía para que idoles ahora e agradables, que uno ú )uestas, pero dmitirlas los ba uno á uno a no dejaba positarios del ignominioso, todo convi- locía otra ley e de la plebe, siglo del oro. ¿¿c¿. am. ejó de sumi- is, y que nos días siguien- ! aquellas bó- lido del nave- fintor, necesi- ión, se había la propiedad, .cias persona- 3 admirar en imitación de lamente sobre de imágenes, es la pródiga ■ recordábamos esentado este el retrato de semejantes á iales; que no •s los trabajos iu delicadeza, 'egar directa- labíamos de- pararnos otra ludo inmedia- 3 contacto de por una sus 1, y á medida lu admiración allí repreaen- M.^y 'i tada; pero no podían ser éstos los límites de los deseos de un hombre acostumbrado á una auto- ridad ilimitada y reducido á los solos goces que suministra la Naturaleza. Propuso su deseo de conocerla, se siguió muy de cerca el de poseerla, anduvo inmediatamente pródigo con ofrecer en su cambio cuantas mujeres quisiésemos de las Islas de Vavao; finalmente, reconvenido por nos- otros de la imposibilidad de llevar á efecto estos contratos, propuso como una feliz ocurrencia, el que Feileua viniese con nosotros para casarse en Europa, y condujese al regreso algunas mujeres con las cuales él también pudiese casarse, pa- reciéndole ya despreciables y no adecuadas al tálamo real, las mismas hijas del difunto Paula- jo, que nosotros, á la verdad con mucha razón, preferíamos infinitamente al objeto imaginario de la pintura: no fué ésta tampoco la última com- binación de Vuna para el consej^aimiento pro- yectado: nos manifestó que se decidiría él mismo á acompañarnos, y fué preciso un nuevo ardid para disuadirlo, valiéndonos para esto del aviso que no era permitido entre nosotros sino una mujer sola, aunque á veces habitualmente enfer- miza ó no constante en sus primeras inclinacio- nes; esta noticia, pareció moderar mucho sus de- seos, ni debíamos sorprendernos que le pareciese extraña, cuando no estaban á su alcance los dul- ces lazos del instinto sociable que busca en la unión de los sexos, no tanto un tributo poco du- radero á los dictados de la Naturaleza, cuanto la felicidad de los hijos y el mutuo alivio en los muchos males que cercan por todas partes á la vida humana. Sumamente entretenido con tstas conversa- ciones, y no descuidando al mismo tiempo ha- cer las posibles investigaciones sobre los dife- rentes ritos y costumbres de aquellos pueblos, lográbamos ya hacia las cuatro de la tarde de la satisfacción de ver regresar las lanchas de la aguada: un accidente extraño les había causado la demora de unas tres horas, bien que había sido últimamente útil para evitar mayores des- órdenes y para cerciorarnos del respeto y de la buena fé de los naturales: un marinero de la lancha de la Descubierta, reprendido acremen- te por el patrón y movido de una mezcla poco proporcionada de locura y de pundonor, había tomado el partido de desertar, llevándose un ha- cha y una pistola: esta determinación suya no conocida sino al momento de concluir la aguada y disponer el regreso de las lanchas, había pre- cisado á entrambos Oficiales á exigir la restitu- ción del marinero, con un tesón proporcionado al delito; ocultaban al principio ser sabedores siquiera de la fuga; manifestaban luego una to- tal ignorancia del paraje á doide pudiera ha- berse dirigido, y á veces aún parecía que creían fingido ó sin consecuencias el natural enojo de nuestros Oficiales: debieron éstos por consi- M-y^a guíente acalorar más sus medidas, reuniendo la gente nuestra en buen orden y protestando alta- mente que de ningún modo abandonarían aquel paraje sin la restitución del marinero prófugo: esta declaración oportuna produjo un buen efec- to; se destacaron inmediatament'; muchos hom- bres armados, y después de un par de horas vol- vieron á aparecer conduciendo al desertor, el cual había pasado á la playa opuesta, sin saber él mismo cuáles eran los objetos y cuál el sis- tema de su vida venidera, ó más bien cuáles se- rían los medios de regresar á bordo sin castigo alguno. D. Juan de la Concha recompensó pró- digamente este importante servicio de los natu- rales, que dieron en aquella ocasión una prueba inequívoca de su buen corazón, in, ercediendo con mucha eficacia á favor del marinero culpable: su castigo, aun sin esta atención, debió aminorarse mucho porque su edad y conducta pasada en los puertos de la América no daban la menor sos- pecha de una deserción derivada de causas pre- meditadas que ofendiesen la disciplina ó la reli- gión; se le puso una cadena, y se le destinó dos días después en el bote armado que á las órde- nes de D. Felipe Bausa debía reconocer la parte interior del Archipiélago. Aproximándose en el entretanto la noche, Vuna había pedido permiso para retirarse, y al contrario se habían decidido á pasarla á bordo los tres jóvenes Feileua, Tufoay Latu: coad..!- varon estos mucho á que las restantes horr^ hasta las once nos fuesen igualmente entreteni- das é instructivas, pues ocupándose al principio en hacer varias habilidades con el cuerpo, seme- jantes á las de nuestros saltimbanquis, pasaron luego á una serie bien entretejida de conversa- ciones, en las cuales nos fué fácil desenvolver una porción grande de sus costumbres y de los acaecimientos pasados desde la visita del Capi- tán Cook. Debimos sí extrañar en rquella con- currencia, que traídales la cena de tierra, el ayo Latu prestase el homenaje acostumbrado á los pies de Tufoa, y que este joven lo exigiese tam- bién del niño Feileua, el cual según creyeron advertir algunos entre nuestros Oficiales, quiso más bien privarse de la cena que prestar á nues- tra vista este homenaje humillante á Tufoa. Hasta entonces los tiempos se nos habían n manifestado poco favorables para las tareas as- tronómicas, siendo por lo común nublados cuan- do reinaban fuera los vientos casi constantes del Es-Sueste al Es-Nordeste. La mañana siguiente nos fué aún más contraria con una lluvia ince- sante, la cual, sin embargo, ni detuvo á nuestras lanchas para que continuasen la aguada á las ór- denes de los Tenientes de navio Robredo y Quin- tano, ni retardó un solo instante la venida á bor- do, antes de muchos plebeyos y poco después del 270 VIAJE ALKUDlíUOR DEL MUNDO M«y '4 mismo Vuna, al cual acompañaba ahora otro her- mano suyo llamado Xavea, menor de edad y de un aspecto y caiácltr extremadamente apacibles. Fué oportuna esta venida, porque echada de me- nos una lantia de la bitácora casi en el mismo instante en que habían entrado los naturales, pudimos reconvenirle con algún enfado y aun exigir que saliese inmediatamente de las corbe- tas, cuya amenaza, como quiera que desconcer- tase en un momento todo su plan de enriquecer- se, no pudo menos de moverlo á dar las órdenes más estrechas para la restitución del robo y cas- tigo del delincuente. Se logró inmediatamente el primer objeto y aprehendido el reo en la playa inmediata ape- nas alcanzaron todas nuestras súplicas para evi- tar el castigo, el cual, según nos manifestaron, debía ser precisamente el de muerte. A cada mo- mento Vuna y los Eijes inmediatos nos instaban con la mayor eñcacia á que no tuviésemos escrú- pulo alguno en matar á todo ladrón: nos recor- daban con este motivo los castigos del Capitán Cook en Annamoka, Happai y Tongatabu, y nos aseguraban que semejantes medidas en nada trastornarían la paz y quietud establecidas. Adelantado ya mucho el día y recorridas se- gún costumbre entrambas corbetas por Vuna y Feileua con nuevos tributos de nuestra parte al deseo de una concordia duradera, nos manifestó aquel Jefe que no se agotarían tan pronto sus ardides para el continuo incremento del tesoro empezado: le vimos ahora aparecer de nuevo á bordo de la Descubierta, acompañado de unas doce jóvenes, la mayor parte reunidas á la fami- lia real y todas primorosamente adornadas con flores frescas en forma de collar, y con el acos- tumbrado (i) aceite en la parte superior del cuer- po. Les seguían unas tres viejas, comprendiendo entre ellas la Dubou, hermana de Vuna; lleva- ban todas consigo algunas frioleras para rega- lo, y precisadas á sentarse unidas en paraje visi- ble, entonaron suavemente sus cantos no descui- dando medio alguno de hacerlos más agradables con la harmonía y con los movimientos: era la Dubou la que dirigía el coro, la que insistía con mayor eficacia sobre la continuación del canto, y la que manifestaba, aunque anciana, la mayor sensibilidad y ternura en sus movimientos: ni á la verdad era inútil semejante maestra ó directora, porque las jóvenes interrumpían á cada paso el canto, llamando á los Oficiales con quienes habían cambiado nombres con mucho cariño, con mil chanzas agradables y llenas de decoro, y con todos aquellos sobresaltos que dictan á cada paso entre los jóvenes de ambos sexos los celos, el (i) Usamos varias veces la voz acostumbrado, por no repetir con demasiada frecuencia todo lo que está prolijamente escrito en los viajes del Capitán Cook y de Mr. Forster. > enojo y el cap' !cho. Las florc&, los peines, b'- ■ flautas y una ú otra estera de poco valor se re- partían luego prudentemente y con todas las gra- cias del capricho; finalmente, si hubiese alguno sordo, aún á todos aquellos atractivos, sedirigían á él particularmente las miradas, las modulacio- nes y las palabras más tiernas y expresivas del canto. Puede imaginarse que nuestros dones no fueron en aquella ocasión mezquinos, ni pocas las instancias para que después de satisfecha su curiosidad con la vista de las cámaras, camaro- tes y entrepuentes, se retiraran á tierra y nos de- jasen comer tranquilamente con los jóvenes Fei- leua y Tufoa, ya que Vuna había determinado el comer con D. José Bustamante en la Atrevida. En aquella corbeta debían á la sazón consi- derarse mucho más felices que nosotros, si se atendiese al progreso más rápido y más claro de los conocimientos fisiológicos: las conversaciones con Tufoa en la noche anterior les habían dado mil nociones importantes sobre los efectos de las visitas del Capitán Cook en el Archipiélago, y sobre los acaecimientos en la Isla de Kao de la lancha del Boimty á las órdenes del Capitán Bligh. D. Ciríaco Cevallos había adquirido nocio- nes importantísimas sobre el idioma, y estrecha- da la amistad con el Jefe ó Arráez de una embar- cación recién llegada de Tongatabu, iba desen- volviendo muchos puntos relativos á la historia, á las costumbres y á la religión de esos pueblos; finalmente, los acopios para las campañas y los aprestos del buque y del aparejo, no eran en nada inferiores á la celeridad con la cual continuaban en la Descubierta. Nuestra aguada fué también feliz, pues no sólo hubo en ella ei mayor orden y tranquilidad, sino que se consiguió la restitución de un hacha que los naturales habían robado y ocultado ya en un paraje bastantemente distante. No aparentaba mucho más favorable del an- terior el día 25, por lo que toca á las observacio- nes astronómicas: los aguaceros continuos hacían aún molesta la continuación de la aguada á las órdenes de los Tenientes de navio Novales y Ce- vallos, y se agregaba ahora á estos inconvenien- tes un viento fresco arrafagado del Sursueste, que contra nuestras espectativas levantaba algu- na mar en el fondeadero; sin embargo, eleván- dose más el Sol sobre el horizonte, no tardaron después en disiparse esos amagos, y á sucederle el día más placentero que hubiésemos consegui- do hasta entonces: no tardaron en transferirse al observatorio D. Juan de la Concha y D. Fernan- do Brambila para atender cada uno álos objetos interesantes que debían abrazar. D. Felipe Bau- sa, con la escolta del joven Tufoa, emprendió el medir una base y hacer marcaciones relativas á nuestro fondeadero en la misma playa de la ran- chería, y la tropa de entrambas corbetas tuvo or-. ;.>•»! CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 271 peines, leo valor se re- odas las gra- biese alguno s, sedirigían modulacio- presivas del os dones no os, ni pocas atisfecha su ras, cámaro- rra y nos de- jóvents Fei- tenninado el la Atrevida. sazón consi- isotros, si se más claro de )nversaciones hablan dado fectos de las chipiélago, y de Kao de la del Capitán íuirido nocio- a, y estrécha- le una embar- u, iba desen- á la historia, esos pueblos; :mpañas y los ) eran en nada 1 continuaban í;1Í2, pues no tranquilidad, 1 de un hacha ►' ocultado ya te. »rable del an- ís observacio- itínuos hacían aguada á las • Novales y Ce- inconvenien- el Sursueste, yantaba algu- argo, eleván- no tardaron y á sucederle ios conseguí - ransferirse al y D. Fernán- álos objetos . Felipe Bau- emprendió el es relativas á lya de la ran- jetas tuvo or- .'..y May ij (jen de estar pronta para hacer en tierra y á la vista de Vuna algunas evoluciones militares, con tres ó cuatro descargas de fusilería. Alegráronse mucho con estas noticias así Vuna como los demás naturales, y se dispusieron por su parte á correspondemos con unas diver- siones mucho mejor ordenadas que las de los pri- meros días: todo anunciaba en los rostros la ale- gría y unión recíproca que daba lugar á estos re- gocijos públicos, y Vuna y Feileua no se habían descuidado antes en ofrecer dos puercos y luego en acompañarnos al sitio de la fragua y observa- torio en donde nos habíamos transferido: mani- festó entonces con menos recato el deseo de las hachas, y no fué poca su satisfacción cuando le prometimos regalarle una, pues no traíamos las bastantes para hacerlas un efecto de cambio. Co- mió luego en la Atrkvida recomendando parti- cularmente a) Capitán de la embarcación de Ton- gatabu, del cual parecía hacer un aprecio extre- mado: nosotros tuvimos á Feileua y Tufoa, el primero tantas veces vestido, como luego despo- jado por su padre cuando llegaba á tierra, el segundo siempre pronto á dar cumplimiento á nuestros deseos, con una autoridad y un despe- jo que parecían difíciles de concillarse con su edad y su clase subalterna. Llegada la hora que debía dar principio á las diversiones, y enviada de antemano la tropa bajo la dirección de D. Francisco Viana y ü. Jacobo Murphy para que la conservasen unida y en buen orden, nos dirigimos con algunos Eijes y el mismo Vuna, al paraje destinado. Inadvertidamente nos habíamos armado casi todos á un tiempo y á la vista de los naturales; y esto, aunque ni fuese extraordinario ni nuestras armas se redujesen sino á pocaá pistolas y sa- bles, combinados sin embargo con las fuerzas ya respetables que teníamos en tierra, fué inme- diatamente prevenido á Vuna, y le causó todo aquel sobresalto y desconfianza que eran bien na- turales: procuramos disiparlos luego que llegaron á nuestra comprensión, pero eran vanos nuestros esfuerzos y apenas este Jefe se consideraba se- guro bajo nuestra escolta. A este mismo temor debimos atribuir poco después el nuevo obsequio que se nos hizo de desplegar una larga alfombra desde la orilla hasta la casa del cava, en la cual, áei mismo modo que en los días anteriores, esta- ban ya unidas las mujeres acostumbradas, seño- reándose entre ellas la hija de Paulajo, mujer de Vuna. Ya dispuestos los espectadores en el cerco consabido, empezó nuestra tropa el manejo del fusil. Eran generales los aplausos en cada mo- vimiento uniforme. Sobresalían aún más en las vueltas á derecha é izquierda, en las marchas de frente y en los diferentes modos de desplegarse en batalla. La hermosura de la tarde, el brillo del Sol sobre las armas, la me/cla agradable á 1 '«y- >« veces de un total silencio, á veces de unos cla- mores generales y harmoniosos, el mivsmo sitio ameno en el cual nos hallábamos, daban á la es- cena un no sé qué de grande y majestuoso. Las res descargas que se hicieron después de diferen- tes modos, alarmaron mucho, particularmente á las mujeres, á pesar de que las hubiésemos preve- nido de antemano y que la tropa diese el frente al mar en cada descarga. Concluido aquel espectáculo con la satisfac- ción general de los naturales, inmediatamente se retiró la tropa á los botes que estaban amarra- dos cerca del arrecife, y esta providencia, al paso qne disipó en el ánimo de los espectadores cual- quier recelo, dio lugar á que con mayor salisfac- ción emprendiesen luego los espectáculos pre- venidos. La música fué la primera que ocupó el cen- tro del área; Xavea, el hermano de V' una, tocaba el palo hueco; le acompañaban, ó más bien, se- guían, la caña rajada y los bombones, y sobre su compás cantaba harmónicamente un coro de ja hombres. Cedieron éstos luego su lugar á unos 60 hombres, que divididos en dos bandos, figura- ban una batalla. Para no alarmarnos en modo al- guno, habían sustituido á las macanas, remos cortos, y otros palos pequeños. No omitían el canto ni el compás; pero precipitados poco á poco uno y otro, á medida que la mayor proximidad, los ademanes más violentos y tal vez más irrita- dos, las mismas palabras del canto, enardecían con más furor á los combatientes: finalmente, se estrechaban, y sin abandonar las filas ni entre- mezclarse los dos bandos, convertían su estudio en buscar una posición que les permitiese vibrar el propio golpe y evitar el del enemigo. Era co- mún en este trance repetir todo el bando las cortas voces que entonaba su conductor; pro- curar con movimientos rápidos de la cabeza, que se encrespasen los cabellos, embijarse la cara con la tierra amarilla que encontraban, y va- riar á cada paso de posición, ya como fugitivos, ya como perseguidores: en todos estos choques se hacía particularmente digno de atención uno de los caudillos, el cual, en un momento, con- vertía todas las muestras del furor más vivo en otros tantos ademanes, más bien propios de un arlequín ó de un payaso, causando así frecuente- mente la risa de los circunstantes, con repetidas muecas que dirigía á unos y otros. La violencia de los movimientos no permitía que durase por largo tiempo esta diversión. Le sustituyó inmediatamente un baile de los hom- bres, cuyo número no era menor de cuarenta, y cuya clase, era en nuestro entender, toda de Eijes. Bailaron por largo tiempo, cantando ellos mismos y dando diferentes vueltas alrededor de la música instrumental. El placer, la harmo- *'3 VIAJE ALKKDKDOR DBL MUNDO wMM w.y as nía, el obsequio y la aRÜidad sobresalían casi con emulación. Doblaban el cuidado y la habi- lidad cuando desfilaban delante de nosotros, y las ideas reunidas de la robustez, del placer y de la tranquilidad interna, nos recordaban ácada paso una viva imagen de la edad del oro. l'ero estas ideas debían lué^o ensancharse nuicbo más y causarnos un forado de admiración superior á cuanto habíamos visto é imagina- do hasta entonces; cincuenta mujeres, la mayor parte de las liguis y casi todas jóvenes, salie- ron al área y se dispusieron á emprender un nuevo baile. Al paso que la modestia y el pudor las contenían algún tanto al principio y que aten- tas á la mejor compostura de sus trajes no des- mentían el intento de agradar, la música com- puesta ahora de un coro numeroso de hombres y la alegría universal que penetraba igualmente á todos, las incitaba á no perder momento. La sola hija de Paulajo y mujer de Vuna, se abs- tuvo en esta ocasión de manifestarse al público. Sus hermanas y las demás principales que nos habían visitado á bordo, todas estaban compren- didas en el cerco. La Dubou, hermana de Vuna, parecía la maestra. No desdeñaban las mujeres más adultas mezclarse con las más jóvenes, y aún no había empezado á avivarse el baile, cuando era ya preciso fonnar un segundo cerco exte- rior para que pudiesen bailar todas con alguna comodidad. El compás, las figuras y el paso, no eran di- ferentes de las de los hombres, ni diferían mu- cho el vigor y la sensibilidad que ahora sobresa- lían. Pero cuando en lugar de estas propiedades casi innatas en aquellos pueblos, se atendiesen las gracias, la dulzura y aquella agradable son- risa, que tan propia de la mujer descubre al mismo tiempo la voluntad, la modestia y los adornos del rostro, la escena á nuestros ojos va- riaba mucho de semblante, y nos representaba más bien los templos de Gnido y Amatunta que el pobre asilo de unas naciones al parecer incul- tas y siempre infelices. No faltaban tampoco en- tre unas ú otras de las más jóvenes aquellas mi- radas preferentes, que mezcladas con el antojo y la publicidad, deciden en nuestra Europa de la suerte del corazón de los hombres. El enfado, los celos, el amor y el pudor parecían disputarse entre sí la posesión del rostro. Al aproximarse bailando en torno hacia aquellos á quienes que- rían dirigir más de cerca sus cuidados, se para- ban algún tanto, explayaban en los pasos nue- vas habilidades, las acciones parecían más ex- presivas y el canto más sonoro. Se les veía un momento después, despertadas casi de las ideas que las distraían, esc^r'- ir y seguir la música con la mayor atención y entregarse todas á la agradable elasticidad de las fibras. Entonces aceleraba el compás, los movimientos más vivos disipaban la languidez de los ojos, todo respira- m»km ha el placer; y no sólo los espectadores, sino la misma Naturaleza parecía tomar parte en esta escena tan agradable. Varios objetos debían á la sazón distraer la atención nuestra para que la narración de estos hechos no careciese de la exactitud posible. Eran éstos en primer lugar, una mujer bastan- temente anciana, que fuera de las filas y con mil ademanes burlescos, imitaba al payaso ya advertido en el baile de los hombres; en segun- do lugar, las niñas de una edad aun menor e seis ó siete años procurar imitar y envidiar casi á las más adultas la agilidad y expresión con las cuales bailaban; finalmente, la igualdad y el compás, que dependían, al parecer, del número determinado de repeticiones del canto, y que anunciaban con bastante seguridad que eran fre- cuentes estos entretenimientos, aunque tal vez no tan solemnes y generales como en el día. La continuación no interrumpida de estas di- versiones, había ya ocupado casi toda la tarde, y sin embargo, era tal la satisfacción general, que si bien cansados, no cesaban aún de saltar, ya por una, ya por otra parte los hombres, y Vuna, complacido, solicitaba abofa que viésemos bailar una de sus niñas. No fué menos divertida esta vista para nosotros: tal era la agilidad y la resistencia qutí se veían explayar; mas aproximán- dose ya la noche, nos dispusimos á regresar á bordo, prevenidos con algunas frioleras que de- jasen contentos á nuestros conductores de las canoas, para no exponernos enteramente á su albedrío. Fo habían sido menos felices los Oficiales destinados á la aguada y al observatorio. Se ha- bía establecido por las alturas correspondientes una primera época que sirviese para la deducción de la longitud, el nuevo examen de la marcha de los relojes, y las experiencias de la gravedad. La longitud determinada al observatorio por este método, fué la siguiente: Nüm. II. Croním. 71. Longitud oriental del puerto Jackson 34°46'55" 34°S»'«4" Resulta (según nuestras su- posición es) la longitud oc- cidental ae Cádiz 167.40.35 167.36.09 Para la determinación del cronómetro 71, fué preciso adoptar el movimiento que había indica- do la última época en el puerto Jackson; pero ai bien de este modo se aproximasen mucho sus re- sultados á las últimas observaciones de las dis- tancias lunares, pareció siempre preferente el nú- mero 1 1 , cuy a marcha se conservaba exactamente la misma: se aproximaba mucho á esta determi- nación la del reloj 105 de la Atrevida: discrepa- ba al contrario en una cantidad fuerte el cronó- metro 72. CORRBTAS DRSCITBIERTA Y ATRP.VIPA «73 odo respira' «">• adores, sino )arte en esta n distraer la ¡ion de estos tud posible. ujer bastan- filas y con iil payaso ya s; en segun- un menor >; envidiar casi esión con laa ualdad y el del número anto, y que que eran fre- ue tal ve;: no 1 dia. 1 de estas di- oda la tarde, ñon general, ín de saltar, hombres, y que viésemos nos divertida agilidad y la .s aproximán- á regresar á leras que de- :tores de las amenté á su los Oficiales torio. Se ha- espondientes . la deducción la marcha de la gravedad, torio por este Cronóm. 71. ' 34°S»'a4" 167.36.09 metro 71, fué iiabía indica- kson; pero sí nucho sus re- s de las dis- "érente el nú- exactamente ;sta determi- da: discrepa- rte el cronó- M>y •> Ni habia sido menos activo D. Felipe Bausa, pues concluido el plano de la bahía, ya se dispo- nía para la mañana siguiente á navegar en el bote de la Descubii;kta al reconocimiento de los ca- nales y fondeaderos interiores: se ofreció Tufoa á acompañarle. Vuna quiso presenciar el método ' nuestro de hacer la aguada, y efectivamente, poco después de la salida del Sol, las lanciías, ú l7y»« líos días siguientes, los cuales estuvieron cons- tantemente nublados y con vientos bonancibles leí Esueste al Este: se hicieron, sin embargo, las experiencias de la gravedad, esperando una poca favorable para deierminar la marcha de los relojes: concluyéronse las obras interiores y los icopios de agua, y se destacó la lancha de la \TKEVIDA á las órdenes de D. José Robredo para que al mismo tiempo sostuviese el bote de Bau- sa, y le auxiliase en las sondas y reconocimien- tos emprendidos: era muy cómoda para este últi- mo objeto la comunicación frecuente que tenía- mos unos con otros con el auxilio de I03 natura- les. El regalo más frivolo bastaba para que con ;us canoas se dirigiesen inmediatamente á unas y otras partes del Archipiélago. D. Felipe Bausa alababa constantemente las disposiciones activas y cariñosas de Tufoa, y su inteligencia de todo el Archipiélago, de modo que conduciéndole á un alto le hubiese manifestado la vista de un crecido número de islas y la dirección de otras mucho más distantes; encarecía luego en extre- mo la seguridad de los puertos, la amenidad de ios campos y la hospitalidad de los habitantes; y aseguraba que para la tarde del 30 estaría reuni- do á las corbetas. Mucho insistía Vuna, á la sa- zón, para que abandonásemos el fondeadero, en donde él mismo estaba incomodado por la estre- chez y distancia de la capital, y nos dirigiésemos á los interiores, en donde sus agasajos serian más proporcionados á sus buenos deseos. Mani- festaba al mismo tiempo el mayor empeño para castigar los ladrones, y efectivamente, había mandpdo que se diese luego la muerte, á uno que cogí • í: la Atrevida con el robo de un escoplo, le habii echado maliciosamente al agua para que no le hallasen sobre su persona. Suspendió Don José Bustamante la ejecución de este castigo y le sustituyó el de cien azotes que le dieron los mis- mos Eijes, emisarios de Vuna, haciendo luego (á imitación del Capitán Clerke) que se le rapa- se á navaja la cabeza como una señal indeleble del delito cometido. Pero no podíamos perder de vista el estado de la ej;peu:r'6n, de modo que evacuados los ob- jetos esenciales que nos habían conducido á «5 •74 VIAJR ALRRDRnCR DIL MVlfDO M*y >ii aquellas islas, no sacrifkáHcmos un tiempo pre- cioso al sólo aumento de pocas noticias, tal vez equívocas, ó ,i lo ménoH origen en>,'añoso de al- gunos sistemas, listas rellexiones por si bastan- temente poderosas, aumentaron o.i vi(,'or mucho más en ul día siguiente, en el cual, conseguida en el observatorio una serio bien satisfactoria de al- turas del Sol, se declaró viento fresco del Sur- Sueste con mar bastantemente picada del mismo, de suerte ([ue no sólo se hiciese anies^ada la co- municación con la playa y el observatorio, si también debiese causarnos no poco cuidado la demasiada inmediación de las corbetas á la orilla, siendo asi que el ancla de fuera estaba en jft brazas, y su cable no podia considerarse sef;u- ro por las piedras ó ratones que debíamos sos- pechar le fuesen inmediatos. Sin embargo, la lancha de la Drscuüihkta á las órdenes de Üon l''rancisco Viana, hizo un nuevo viaje á la agua- da, y el Comandante de la Atkiívida, acompa- ñado de los Sres. Espinosa, Cevallos,(^uintano, Hrambila y Nce, emprendió con Vuna una ex- cursión realmente importante .'i visitar el sepul- cro de Paulajo, último Soberano de la Isla de los Amigos, y particularmente conocido del Ca- pitán Cook, en su viaje desgraciado á aquellos mares. Los trances igualmente instructivos y curiosos que fueron las resultas de aquella ex- cursión, han sido descritos con la mayor puntua- lidad por D. José Bustamante, y la copia de dicha narración inserta literalmente á continua- ción de estos párrafos, no desagradará segura- mente al lector. «Con grande empeño había deseado Vuna que las corbetas fuesen á fondear en las inmediacio- nes de Leyafú, donde habitaba. Su pretensión, en que unía á su propia utilidad nuestras venta- jas, la esforzaba haciendo una pintura la más hermosa de sus contornos, y prometiéndonos una abundancia de provisiones muy superior á la que teníamos donde nos hallábamos. Hubiera desde luego condescendido á sus instancias D. Ale- jandro Malaspina, si nuestras urgencias esencia- les no estuviesen ya remediadas, ó si la escasez de refrescos nos obligase á buscarlos en aquel paraje. «Sin embargo, Leyafú era un pueblo digno de nuestra atención, y la circunstancia de existir en él un monumento consagrado á la memoria del Rey Paulajo, añadía un mayor motivo para nuestro examen. Vuna, á quien debíamos tam- bién esta noticia, se ofreció á acompañarnos sin que precediese de nuestra parte pretensión algu- na, ya por una consecuencia en obsequiarnos, ó porque esperaba con justicia lisonjear su vani- dad en nuestra excursión á Leyafú. Las atencio- nes importantes del servicio y las circunstancias, hablan dictado la providencia de que uno de los dos Comandantes no abandonase la inmediación de las corbetas, y consecuente á ella, dispuso M«r 14 D. Alejandro Malaspina que yo me encargase de este viaje, acompañado de los Tenientes de na- vio. Espinosa, (^uintano y Cevallos, el botánico Nee y el pintor Hrambila. «Para la mañanita del 21), quedó ñjada la sa- lida. l'L'ileua, que nos había favorecido durmien- do á bordo la noche del 28, fué á tierra tempra- no por la mañana á llamar á su padre, que llegó poco después de las seis; le acompañaban cuatro de sus mujeres, inclusas la madre de este Prín- cipe y la favorita actual Patafegi; número de personas con quienes no habíamos contado, y que, atendida ' < japacidad del bote, hacían in* cómodo nuestro viaje. «Nuestro único práctico de la derrota que íbamos á emprender, era el mismo Vuna. Desde que abandonamos las corbetas tomamos la costa de la izquierda, siguiendo por cerca de una hora al remo el mismo rumbo de las lanchas para la aguada. Doblada la punta Sur de esta costa ó de la Isla de Vavao, nos dirigimos como al Nor- deste hacia el fondo de una ensenada, en cuyo punto veíamos la lancha de la Descibierta al . Sueste muy cerca de la aguada. El poco viento que hasta aquí nos había sido contrario del Este al Sudeste, cobrando alguna más fuerza por esta última parte, nuestros progresos empezaron á ser mucho más rápidos y á prometernos un tér- mino corto á la navegación que nos faltaba. «Otra circunstancia debió contribuir no poco á hacer sumamente agradable nuestro e. El encuentro de nuestra lancha y del * le. DEscf BiKRTA á las órdenes de D. José xvooredo y de D. Felipe Bausa, nos produjo toda aquella complacencia que necesariamente debían causar- nos las agradables noticias que dieron estos Ofi- ciales comisionados en las operaciones hidrográ- ficas del Archipiélago. En el fruto de sus tareas habían tenido el feliz descubrimiento de dos fondeaderos excelentes, agua delicada y todas las islas vestidas con la misma ó mayor frondo-, sidad que la que admirábamos en la inmediata á las corbetas. Bausa nos informó de cuánta utilidad le había sido la compañía del Jefe Tu- foa, no sólo para que los naturales se prestasen á cuanto deseaba, si también para dirigirle á las aguadas buenas y á las eminencias donde dominando los objetos, había conseguido el ma- yor grado de exactitud en sus trabajos y el nom- bre propio de cada una de las islas. Entonces manifesté á Tufoa lo agradables que nos eran sus buenos servicios, y contase por mi parte con una buena recompensa al regreso á bordo. Pero sobre todo, las maravillas con que me pintaron entrambos Oficiales el lugar á donde nos enca- minábamos, dieron ocasión para acelerar nues- tra despedida y doblar nuestras diligencias para alcanzarle. Vuna á este tiempo destacó una ca- 1 CORHBTAS OUSCUBIURTA Y ATKBVIDA 375 lia, dispuso Muy M incargase de snles de na- el botánico li jada la sa- do durmien- erra tcmpra- c, que Ileg6 '):il)an cuatro (.' este Prin- número de 8 contado, y , hacían in> derrota que Vuna. Desde mos la costa de una hora lanchas para : esta costa 6 como al Nor- lada, en cuyo iSClBIERTA al ,1 poco viento rario del Este lerza por esta empezaron á :ernos un tér- íos faltaba, ribuir no poco ístro e. El el * le. José xvooredo •) toda aquella lebian causar- ¡ron estos Ofi- ones hidrográ- de sus tareas liento de dos icada y todas nayor f rondo- . la inmediata mó de cuánta i del Jefe Tu- s se presjtasen ira dirigirle á ^encias donde ieguido el ma- ajos y el noir- ilas. Entonces le nos eran sus mi parte con á bordo. Pero e me pintaron nde nos enca- icelerar nues- ligencias para ;stac6 una ca- Mijr.a» noa que seguía nuestras aguas para anunciar ■in duda nuestro próximo arribo á I-eyafú. • En efecto, á las dos horas de navegación, desde el fondeadero llegamos á este sitio deli- cioso. Un crecido número de naturales de am- bos sexos salieron á recibirnos á la orilla. Como en este acto no advertimos ni la curiosidad es- túpida de su carácter, ni la inquietud importuna que en tales casos acostumbran, creímos fuese efecto de la veneración y respeto que les infun- día la presencia de su Jefe. • Vencida una pequeña elevación que forma la ribera en donde desembarcamos, andados cien pasos salimos á un terreno llano rodeado y cui)ieito de árboles frondosos y encadenados, A cuya sombra defendiendo las fuertes impresio- nes del Sol en estas regiones, hacia una man- sión la más deliciosa. A la derecha vimos lu6go el sepulcro de Paulajo, y á la izquierda dos ca- sas, la una mucho mayor que la otra. Vuna nos condujo al interior de la más pequeña, por cuya arquitectura y decencia nos pareció digna para alojarle y por consiguiente fuese la en que ha- bitaba. «Catorce columnas de madera elevadas en la ftgura de un óvalo perfecto, sostenían todo el edificio; su techo bajaba en forma de tienda de campaña hasta una vara del suelo, acabando de cerrar este espacio por todas partes (excepto el frente reservado para la entrada) una estera de lina palma que fácil de mover en todos ntidos, se quita ó se pone según el grado de luz 6 ven- tilación que se desea. La elevación de la casa por el centro pasaba de cinco varas, cuyo largo ó mayor diámetro constaba de 30 pies y de 15 su ancho. La parte inferior del techo se formaba de maderas fuertes y primorosamente unidas entre sí; estas maderas bien curvas ó la- bradas en la forma conveniente, daban á la casa vista por dentro, una figura cóncava, simétrica y regular. El pavimento cuidadosamente nivelado, se elevaba como pié y medio, cubierto de dos este- ras, la una que tocaba el suelo y otra más fina que la primera y sobrepuesta á ella. Entre las va- rias vigas que corrían de columna á columna para trabar y unir el edificio, se cruzaban cuatro per- pendiculares en el centro, formando un cuadro que sostenido por sus cuatro ángulos de igual número de pilares, servía á sostener cinco lan- zas, tres mazas y otros instrumentos semejan- tes á los que usan en sus bailes, y casi de la misma forma y dimensiones que sus canaletes. Estas armas, entalladas con un gusto y primor que no esperábamos del estado de las artes de estos pueblos, se hallaban carcomidas algunas de sus molduras y relieves, y el polvo que las cubría anunciaba su antigüedad y que no se usa- ban de mucho tiempo. »No comprendimos por la significación que nos dio Vuna de esta casa, los objetos á que estu- m») vi^'se consagrada; sin embargo, varios anteceden- tes nos condujeron á creerla como un paraje des- tinado á la práctica de algunas de sus institu- ciones religiosas. Nuestros informes posteriores guiados por el nombre de Falcotun con que nos distinguió esta casa Vuna, no permitieron dudar que aquella voz equivalía á Custi de Dios, ni que su verdadero objeto era el mismo que habíamos sospechado. Vuna, desde el instante que entra- mos en esta casa, se sentó y procuró mantener- nos en la propia actitud. l'"l pueblo, reunido y sentado en la forma respetuosa que acostumbran, le advertíamos, como á su Jefe, penetrados de aquella profunda veneración que inspira á todos los hombres todo lugar sagrado; pero nosotros, sin conocer entonces el alto y piadoso objeto á que estaba destinndo, le escudriñamos todo, y cometeríamos tal vez algunas irreverencias aun- que disculpadas con nuestra propia ignorancia. '•Estaba construida esta casa en el centro de un pequeño recinto formado de cañas entreteji- das con artificio y elevadas más de doce pies. Cerraba la entrada una puerta cuadrilonga de ma- dera, que girando sobre cuerdas en lugar de goz- nes, podía cerrarse dando vuelta á una tornaja fija al maico con un clavo de madera. Todo el espacio cerrado era llano, cubierto de verde y menuda grama; los árboles que lo rodeaban por afuera, elevados á una altura prodigiosa; sus fron- dosas ramas caían con majestad sobre este edi- ficio rústico; finalmente, el arte y la Naturaleza parece se complacían en añadir medios de ins- pirar á estos lugares sagrados toda la veneración y culto que les rinden los naturales. «Después que D. Fernando Brambila había concluido el diseño de esta casa, pasamos á otra no distante, más capaz, pero construida bajo la misma forma. Habitaba en ella una Dubou de quien vaiias veces nos habían hablado ccn vene- ración los insulares. Todavía no sabíamos con certeza el origen y sucesión de la Corona de Vuna, quién fuese esta Dubou, cuál era el ca- rácter que representaba en el día, ni por qué cau- sas gozaba de los naturales y aun del mismo Vuna una consideración que casi se confundía con la de su propia pe-sona. «Nuestras dudas se aclararon muy presto, unas allí mismo y otras al día siguiente á bordo de la Atrkvida. La Dubou era viuda de Paula- jo y madre de Fatafegi y de Taufa. Feileua era hijo de la segunda, y no existiendo otro herede- ro que pudiese disputarle los derechos de la su- cesión, recaían en él todos los de la Corona. No en vano estas dos hermanas eran el objeto de las ternuras de Vuna, á pesar de no verse tan favo- recidas como otras de la hermosura, que es ordi- nariamente la razón que mide el cariño entre los pueblos bárbaros. •'■'■■í>.--,jmmm i ,ni uxn_ . 276 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO M«y ¿o i>La noble Dubou, con un semblante dulce y majestuoso, nos recibió con tanto agrado como dignidad. Su aspecto, su compostura y hasta su color, todo la distinguía de los otros naturales, todo anunciaba la elevación de su carácter. Ad- mitió nueslros presentes con una viva gratitud, la cual signilicaba añadiendo á las señales del sem- blante la expresión y ceremonia que acostum- bran. Ninguna de nuesfas bagatelas la causó el asombro que á los naturales, aunque más capa- ces de cau ivar el corazón de una mujer, ni su dignidad la permitió jamás de prostituii-. .' pe- dirnos una ú otra cosa de las muchas que le pre- sentábamos á sus ojos. El único antojo q "; le advertimos fué una botella y dos vasos de cristal de que nos servíamos; pero para ser consecuen- te en su conducta y tal vtz no comprometerse 6 una negativa, pidió á Vuna me interpretase sus deseos, los cuales dejé satisfechos; este sólo pre- sente, creo la obligó tanto como todos los oíros juntos. Foreste modo de conducirse debía esti- mular más y más nuestra generosidid hasta qup agotó los bolsillos de todos. Pero, sin embargo, como había yo dejado en el bote la parte más considerable de nuestros regalos, pensé volver á hacerle otro nuevo presente á la despedida. » Cuando visitamos á Dubou, la acompañaban sus dos hijas: todos los Eijes que nos seguían, quedaron fuera, á excepción de Vuna, que tomó asiento casi á la entrada: sus mujeres ocupaban el lado opuesto, Dubou la testera, y nosotros en el centro de unos y otros. Poco después Uegó un anciano llamad j Tagarnia, y se colocó á la iz- quierda de Dubou, que tenia á su derecha á la mujer del mismo Tagacala, próxima parienta de Paulajo. Estando todos en esta disposición, nuestro amigo Vuna, que no había permitido co- miésemos en la casa del Otiui, me insinuó que podiimos hacerlo en ésta. Lo hicimos, en efecto, pero con el sentimiento de que los cortos princi- pios que teníamos del idioma, nos privasen el gusto que se go^a en la sociedad de una mujer amable: sin embargo, fueron suficientes para procurar lisonjearla, con la memoria de la vive- ra y grac-.as de su nieto Feileua. Aprovechando esta ocasión, le insinuamos hiciese un viaj' á las corbetas, donde nos sería fácil hacerle pr sentes que llenasen nuestra generosidad y corre pendie- ran á su carácter. A todo nos respondió la au- gusta viuda de Paulajo, con cierto rubor en su semblante dulce, para anunciarnos la impresión viva de nuestras atenciones y de nuestras ofer- tas, temiendo el ofendernos si no las aceptaba. ■n Hasta e! punto de la despedida . no habíamos aún penetrado toda la autoridad de esta Dubou. Vuna en ';ste acto se quedó el último, y vimos (no sin poca sorpresa nuestra) rendirla todos los honores de la majestad ó de vasallaje que pies- criben las leyes de estos pueblas. Vuna, fin faltar al ritual de ellas, se dirigió á la Dubou, le tocó May. a, con la cabeza la pbnta del pié, después con la mano, y besó ésta seguidamente. Dubou recibió el homenaje con la misma dignidad que presidía todas sus acción' 3, pero también con aquella in- diferencia de quien recibe un tributo que de jus- ticia le pertenece. Nuestras inducciones de este ceremonial, fueron tan varias como inciertas. En lo que convinimos, fué que su ejecución la re- servó Vuna con estudio para cuando todos estu- viésemos fuera de la casa, humillación que se- guramente hubiera querido no presenciásemos, y á toda costa hubiera omitido de poderlo hacer impunemente. Pero esto nada influye par?, poder dudar que este Príncipe goza en el Archipiélago de Vavao de todo el poder de la soberanía y de una autoridad sin límites. i> Saliendo de la casa de Dubou da principio un ilanc oblongo, en cuyo extremo opuesto se deja ver el sepulcro de Paulajo. Vuna parecía poco dispuesto á conducirnos hacia él, y fueron nece- sarias mis insinuaciones para que nos acercáse- mos á distancia conveniente de examinarle. Un terraplén se elevaba sobre el nivel del llano más de tres pies, formando un cuadro perfecto, cuya ái^ea tenía 4.000 pies. El borde superior de este cuadro se cerraba con grandes piedras sillares negras, puestas de canto y bien unidas enire sí. Sobre el centro de esta superficie se veía una casa de la misma a'quitectura que la descrita antece- dentemente, y dentro del humilde edificio yacían las cenizas del Príncipe. Los dos lados colatera- les del cuadro y el de la espalda los rodeaban á 30 pies en forn'a de semicírculo dos especies de árboles plantados con orden y simetría. Estos ár- boles, cuya aplicación usan los naturales para símbolo de la tristeza en esta especie de lugares, son conocidos por los naturalistas con el nombre de casvarino eqiiisetifolia el uno, }' elate el otro. ' El primero, semejante al ciprés de Europa, y el segundo es una especie de palma, cuyas hojas son muy lustrosas y están siempn? verdes. «La multitud que nos acompañaba tomó r.siento á 40 pasos del teatro, sin que se les diese .orden particular para hacerlo. Vuna, Tagacala y nosotros, a /anzamos hasta 10 pies del terraplén, donde se nos mandó sentar, indicándonos por se- ñas, no era permitido acercarse á lugares tan de- votos sin el riesgo de profanarlos. Sentados to- dos, creíamos esta la ocasión más propia para hacer algunas cuesi.'ones sobre la religión de es- tos pueblos, de la cual eran ideas bien escasas la^ que teníamos, ó muy confusas. Pero en vano lo intentamos; Vuna y Tagacala empezaron luego á arrancar yerbas, cuya operación que no inte- rrumpieron mientras permanecimos allí y que repitier in después á la vista de otro Fiatoga, debe tener a'guna alusión misteriosa. Estos Jefes, con sus ojos ñjoj en el suelo, 9 tes bien acreditada entre nosotros, pero ahora quería esforzarla á un extremo que no cono- cíamos. Añadía á sus presentes un agrado ó un esmero que casi reprobaba la dignidad de su carácter, y el anhelo que á cada paso respiraba en complacernos era buen indicio de los sinceros principios que le guiaban á practicar aquella vir- tud noble y plausible: virtud cuyo ejercicio pare- ce reservado á las grandes almas, porcjue tam- bién son las únicas capaces de sentir la dulce complacencia de ejercitarla. «Procurábamos en esta casa girar las conver- saciones sobre aquellas materias cuya expl'ca- ción estuviese más al alcance de nuestros cono- cimientos en el idioma, y nos facilitase el per- suadir los efectos que á la sazón nos penetraban. «Don Ciríaco de Cevallostuvo la ocurrencia, que si se juzga por las resultas, no podía otra alguna desempeñar mejor el objeto. Hizo com- prender á Vuna que desde Espaiía había de vol- ver á Vavao para vivir y morir en su compañía. Vuna no supo como corresponder más dignamen- te á esta fineza sino pidiendo á Cevallos que apoyase la cabeza sobre su regazo, y cuando lo tuvo de este modo, lo adoptó por hijo suyo en toda forma. Pronunció después una arenga á los naturales, cuya sustancia no pudimos entender; pero á consecuencia, Tagacala y otros Jefes tri- butaron á nuestro Oficial los honores debidos á su Príncipe. 11 Deseábamos dar un paseo á lo interior del país para reconocerle, y Vuna nos condujo por un camino llano que dividía hermosas y dilata- das plantaciones, entre las cuales estaban espar- cidas casas tn un desorden agradable. La diver- sidad de árboles que las cubrían y lo frondoso de los contornos todos, presentaban la vista más amena y divertida. Alguna de estas casas tenían como la de Vuna, una fosa á donde acudían las aguas manantiales y se bañan los dueños; su for- ma era exactamente la de un cono invertido, cuya altura no pasaría de cuatro pies, ni de cinco su base. «En la extensión de nuestro paseo encontra- mos con abundancia casi todos los árboles fruta- les que se conocen en Vavao, pero al cultivo de los plátanos se aplican los naturales con más esmero, ó á lo menos en su conservación. Las plantaciones de este truto estaban dispuestas en la propia forma que nuestras viñas en España, y cerradas todas para preservarlas de los cerdos, únicos animales que pueden aquí perjudicarlas. La rima, el coco, el árbol de que sacan sus te- las, etc., crecen mezclados entre sí sin sujeción á ningún orden. Nada podía compararse á la her- mosa variedad de perspectivas que se presenta- ban á nuestra vista en esta pequeña excursión. La regularidad de las plantaciones la graciosa har- ""IWrWÍSWHBitlRaH 378 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO May 39 monía de sus contornos, y la confusión de árbo- les siempre maliciados de flores, todo nos repre- sentaba con los colores más vivos las maravillas de la Naturaleza. La imaginación más apagada no podría resistirse en estos amenos lugares á las sensaciones dulces y apacibles que inspiran. Aquí la nuestra se suspendía tiernamente en hacer re- flexiones filosóficas sobre la vida y felicidad de estos pueblos. Admirábamos el estado de su agri- cultura, á la cual se aplicaban como la más útil y primera ocupación de las sociedades; ocupación á la cual no sólo debían una constitución vigorosa, sino vivir tranquilamente en el seno de la abun- dancia y de los placeres. i>En nuestro paseo novelamos el término del camino, ni la fertilidad del suelo tampoco presen- taba variaciones que interesasen nuestro examen, y Vuna, que sospechaba si llegaría el nuevo '^••°- ser.te antes de nuestra partida, procuró e» ■'-•.e- nernos hacia estos lugares, y conducirnos des- pués á la casa de un Eije, que lindaba con el pro- pio camino. En nada se diferenciaba la estrechu- ra y forma de esta casa de las que habíamos visto, aimque en su capacidad igualaría á la de Dubou. Aprovechó Vuna esta ocasión para hacer tributar á D. Ciríaco de Cevallos otras ceremonias que como Principe debía gozar en todos los dominios del imperio. Cevallos, un poco fatigado de la ca- minata, manifestó á Vuna quería entregarse por un rato al descanso, cuya prevención anticipó, por si en esta libertad se faltaba á alguna de sus cos- tumbres. »Tan lejos de oponerse Vuna á ella, dirigió una breve arenga al dueño déla casa, de cuyas re- sultas vimos ir hacia nuestro Oficial una hermo- sa joven con todos los encantos del agrado y de la g;acia, á cumplir el mandato que se le pres- cribía. Sentada al lado de Cevallos, principió á tocarle blandamente con los puños á lo largo del cuerpo. Esta costumbre, que distinguen los na- turales con la voz de Toq.iitoq ti, la practican con los Eíjes, sus mujeres; pero Vuna la exigía in- distintamente de hombres ó de mujeres, siempre que á bordo la necesitaba en el uso que tiene de conciliar el sueño. Yo no sé si este auxilio le fa- cilite á pesar de usa''ie como tal, en una de nuestras colonias (1) pero por lo menos en Don Ciríaco de Cevallos, produjo virtudes muy con- trarias el remedio; remedio á la verdad más propio para promover las vigilias que par? con- seguir el descanso. No fué interrumi.ida esta ope- ración hasta asegurarse que f n suspenderla no se desairaba la linda joven que la ejecutaba: y con- cluida recibió un presente del nuevo príncipe, en el cual quedaron tan satisfechos sus deseos como los derechos justos de su hermosura. «Debiendo D. Fernando Biambils. sacar la (i) £n las Islas Filipinas. vista del sepulcro de Paulajo y de la plaza don- May. j.^ de estaba erigido, regresamos lu¿go á ella. En medio de esta plaza, y sobre uno de sus lados, hay un edificio superior á todos los restantes en capacidad y magnificencia. Esta circunstancia y algunos tambores que contenía, nos inclinaron á creerlo como un lugar destinado á las juntas y regocijos públicos. Nuestros informes posterio- res correspondieron á estas sospechas. Sentados aquí nosotros, Vuna y todo el pueblo, tuvimos cerca de dos horas de conversación. Notamos que la mayor parte del concurso despejó al presen- tarse en esta casa Fatafegi y la madi'e de Fei- leua, sin haber precedido orden para ejecutarlo; nosotros inferimos que en este acto de respeto se exceptuarían á las familias de los nobles 6 de los Eijes, según el corto número de los que des- pués nos acompañaron. i> Concluidas las vistas por D. Fernando Brambila y examinadas las producciones veje- tales de estos parajes por D. Luis Nee, llegó á este tiempo el cerdo que esperaba Vuna, y se hizo en el instante conducir al bote. Ya nada nos detenía en Leyafú, y sólo restaba desp'.'dirnos de la Dubou, lo cual insinué á Vuna para que nos acompañase. La multitud de dentro y fuera de la casa se levantó con nosotros, pero Vuna, á pretensión mía la hizo sentar otra vez, y única- mente sus mujeres se exceptuaron de esta orden, á quienes se permitió acompañarnos. "Encontramos la viuda de Paulajo acompa- ñada de la mujer de Tagacala, ambas empleadas en sencillas ocupaciones domésticas muypropias para gozar con más gusto de la sombra de un árbol bajo del cual reposaban. Nuestra intro- ducción produjo la sorpresa de una visita inespe- rada y de ceremonia; pero la Dubou compuso su semblante y su vestido como podía hacerlo la mujer más celosa de la decencia y del decoro debido á los que la visitan. Recibió los segun- dos presentes con la misma gratitud que los pri- meros, y nos dio los últimos saludos con la afa- bilidad y dulzura con que sabía disponer su ' semblante, pero sin prescindir de representar la majestad con todos los atributos del trono. Por último, no es fácil explicar toda la sensación y complacencia que nos había causado la conduc- ta de eslf. mujer amab.e, conducta que sorpren- dería ánn mirada como frut"^ Je una educación ilustrada en el centro mismo de la Europa. II La estatura de Dubou es más que mediana, su color bastante claro, la fisonomía agradable y el cuerpo gallardo; en cuanto á su primera her- mosura, no creo hallamos estado todos muy con- formes, tal vez por la dificultad de juzgarla á la edad Je cuarenta y ocho años, ó por el modo de medir las diferentes perfecciones en que cada uno constituye este precioso don de la Naturaleza. • Antes de restituirnos á la ribera, visitamos el L plaza don- May. =7 á ella. En ! sus lados, restantes en :unstancia y inclinaron á as juntas y es posterio- s. Sentados jIo, tuvimos Motamos que ó al presen- idre de Fei- a ejecutarlo; o de respeto s nobles 6 de los que des- ). Fernando ;ciones veje- Nee, llegó á Vuna, y se Ya nada nos isp'.'dirnos de jara que nos o y fuera de )ero Vuna, á vez, y única- le esta orden, s. lajo acompa- as empleadas s muy propias iombra de un uestra intro- visita inespe- u compuso su lia hacerlo la y del decoro ' lió los segun- d que los pri- 3S con la afa- . disponer su ' epresentar la el trono. Por 1 sensación y io la cenduc- que sorpren- ma educación Europa, que mediana, a agradable y primera her- )dos muy con- juzgarla á la jr el modo de que cada uno naturaleza. i, visitamos el CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 279 May. J9 cementerio general de los Eijes. Estaba á la iz- quierda del camino y como 70 loesas distante de la playa. La mayor parte de los edilicios que cu- brían cada cadáver, eran humildísimos ó estaban arruinados, á excepción del que contenía al pa- dre de nuestro Vuna. El amor y respeto filial que distingue á estos pueblos, no pudo aquí ins- pirar á Vuna tanto sentimiento como las tristes cenizas de Paulajo: tal es el imperio que ejercen sobre el corazón humano los remordimientos de la propia conciencia: las virtudes de la justicia obran como innatas sobre todos los pueblos de la tierra, y apenas habrá un hombre tan depravado que se resista á conocerlas ó se niegue á respe- tarlas. »La marea, cuando llegamos á la playa, esta- ba baja, y sin el auxilio de las canoas, no pudi- mos embarcarnos. En nuestro tránsito, tuvo Vuna la pretensión de que tocásemos en Lontu- nague, en lo cual pareció justo complacerle. Este es otro pueblo situado sobre la costa Sur y á lo largo de una hermosa playa, que hace el desem- barco muy oómodo en cualquiera estado se halle la marea. »E1 Eije de este pueblo Tuenuculaba, de la familia de los Dubous. á quien verosímilmente se habían anticipado noticias, nos tenía preparado un presente de cocos. Vuna, sospechando que yo no tendría ya con qué poder obsequiar á Tuenu- culaba, me ofreció dos cuchillos con este dt ,tino: por fortuna, nuestras prevenciones no estaban todavía apuradas, ni fué necesario hacer uso de la generosidad sospechosa de nuestro Vuna. »E1 jefe de Lontur p,ue tenía cerca de su casa, bajo de un tingla ), la mayor cmoa que hemos visto en estas islas. Tenía iiés de quilla, cuatro ¿z manga, y tres y mcUio de puntal. »La tarde, estando ya muy adelantada, fué necesario dejar este pueblo antes de lo que qui- siéramos. Tuenuculaba y su familia no podían ser más amables ni más cariñosos. Sus acciones y sus palabras las dirigían todas á que no nos fuésemos tan pronto, y aún interpusieron por empeño al mismo Vuna para dilatar la partida. La impresión que causan estos hechos no es fá- cil describirla; son sensaciones que penetran tanto como no se aguarda. El viento nos favo- reció constantemente, de modo que antes de las cñicu d? la tarde, llegamos á las corbetas. Vuna n\e manifestó que deseaba dormir en la Atre- vida, pero sospechando si querría le acompaña- sen sus mujeres, fué conducido á tierra por el bote, quedando nosotros en la Descubierta.» Poco después de haber regresado el Coman- dante de la Atrevida, se apareció también á la vista y se nos incorporó al anochecer la lancha mandada por D. José Robredo. Confirmó este Oficial las excelentes noticias que había escrito D. Fciipe Biusá, y anunció su llegada pira la .May 39 tarde siguiente concluida ya la mayor parLe de los reconocimientos útiles. El tiempo había ce- dido mucho y prometía ser claro, pero la mar continuaba aún gruesa é incomodaba mucho particularmente la correspondencia con la pla- ya y con el observatorio. La situación de las corbetas en este tiempo no podía á menos de dictar como partido más conveniente, el de acelerar mis bien que no re- tardar nuestra salida del actual fondeadero. Ya se habían completado así la aguada como todas las obras interiores que la última campaña nos había dictado como precisas. Los abundantes ref. jscos que habían disfrutado las tripulacio- nes, disipaban todo recelo de la existencia más remota del escorbuto. No teníamos falta alguna de leña, sino para mejorar la estiva; pero este sólo objeto no podía justificar el que invirtiése- mos una porción considerable de marineros pre- cisamente v-on aquellas mismas hachas que tan- to excitaban la codicia de los naturales. Ni á la verdad, si volviesen á entablarse vientos del Sur algo más frescos del que acabábamos de ex- perimentar, el fondeadero podía considerarse en modo alguno útil ni seguro. Además que no po- día ocultarse que la quietud y sosiego de nues- tras tripulaciones de la cual había dependido la pacifica comunicación con los naturales, estri- baba más bien en la conlínua ocupación de aquéllas, que en su disposición á esta especie de privaciones. Estas reflexiones dictaron como partido me- jor el de abandonar el Archipiélago sin omitir, no obstaiiie, todos los medios que pudiesen au- mentar el acopio de nuestros refrescos. Con este último intento, en lamnñanita siguiente, el ."Mfcre/ de fragata D. J d Murphy, fué á ver ■' Jefe Vuna, le presento dos hachas y algunos otro^ reg.'los que le habíamos prometido, y le aviso tiue debían .icelerarse los cambios ya que nos disponíamos á paitir dentro de dos días; sorprendió esta noticia a Vuna y i las personas de ambos se .(.^ qut- á la sazón ¡e acompañaban en la acostu.ubrada ocupación del cava; pero á los primeros impulsos de un cierto cariño que empezaba á echar ' ices entre unos y otros, se siguió muy luC^ atención, mucho más impor- tante, de aume; ,.ir cuanto fuese posible los cam- bios y no descuidarse tampoco sobre regalos. Efectivamente, se despacharon emisarios á ju las poblaciones para la pronta conducción de co- mestibles al mercado, y declarado en una y otra corbeta unánimemente el precio de un hacha por un puerco grande y un chico, empezaron á fran- ';uearse los cambios; de suerte, q- ■; en la Descu- bierta, para las ocho ó nueve de la mañana, ya se hubiesen adquirido unos diez puercos. Era ésta próximamente la hora de la pleamar, y por <*. 'f-: ■mmaxvsiumujus!. rfsss 28o VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Wr Muy. ^o consiguiente, la más oportuna para embarcar la fragua y los instrumentos astronómicos. Se dis- puso, pues, que lo verifica."'e el Piloto Hurtado con dos botes oportunamente fondeados, y esta señal pública de la verdad de nuestras asegura- ciones debió acelerar la venida á entrambas cor- betas de Vuna, Feileua y de todo su acostumbra- do acompañamiento mujeril. Manifestaba el pri- mero con unas expresiones y muestras realmen- tü cariñosas, cuánto le era sensible la resolución nuestra, y que si ésta dependía de los pocos ro- bos que habíamos experimentado, tomaría tales medidas que seguramente no los sufriríamos máa. Feileua, más ióven, pero no menos sensi- ble, apenas podía, ya desatendidos los cariños, ocuparse de la multiplicada adquisición de tra- jes. Finalmente, el tropel numeroso de las mu- jeres jóvenes, aunque reunido en la parte de al- cázar que siempre les estaba destinada, dividía sus cuidados entre el deseo de los regalos, el sintimiento de la ausencia, el desengaño de los amantes y los improperios no desagrad.ibles que solían echar contra el autor verdadero de los sufrimientos actuales. El Piloto Hurtado tuvo orden de enterrar en el sitio donde estaba el cuarto de círculo, una bo- tella, la cual encerraba el papel auténtico de la llegada nuestra y de la posesión que habíamos tomado de todo el Archipiélago en nombre de Su Majestad con el consentimiento del mismo Vuna; y para que este acto solemne tuviese la mayor autenticidad asi á la vista de los naturales como para noticia de los que nos siguiesen en aquellos mares, ya enterrada la botella se arbolaron en el mismo sitio las insignias, y las saludaron antes entrambas tripulaciones con siete veces de ¡Vmi el Rty¡ y luego los naturales, que estaban en la Descubierta, los cuales, á imitación de Vuna, hicieron igual número de aclamaciones. El restante día, que fué bastantemente pla- centero, se empleó por nuestra parte y la de los naturales, en dejar correr á su albedrío aquel instinto sociable que sin otra razón alguna nos liga á nuestros semejantes y nos convida á ali- viamos recíprocamente la vida: en esas inclina- ciones, hijas de la misma Naturaleza, era luego indispensable que sobresaliesen las que con ma- }or actividad atraen un sexo hacia el otro, y los regalos por una parte, las repeticiones de un mismo nombre por la otra, de suerte que pae- ciese uno sólo á la vista de estas jóvenes el Ley- ley, ó cosa buena, caracterizándose todos los de- más con el título de anacobi (. "osa mala, debían causar una sensación tanto más viva, entretenida é inocente, cuanto que giraban sobre un conoci- miento recíproco del alcance honesto de sus de- seos. A las cuatro de la tarde vimos regresar á D. Felipt Pausa, concluidas felizmente con el bote de la Descubierta las tarcas emprendidas. Tufoa recibió nuestros agradecimientos y la pro- M»y ^ mesa de rrcos regalos para el día siguiente. Con las mismas esperanzas regresó Vuna á tierra, manifestándole antes de comer un surtido com- pleto de herramientas para que agradeciese su uso y supiese de antemano que le estaba desti- nado al tiempo de la despedida. Fué increíble en este día el acopio que se liizo de toda especie de frutos y raíces, las cua- les, al cargo del condestable y sargento solían por lo común adquirirse con cuchillos y navajas de diferentes tamaños, ó con sartas sencillas de abalorios y coral. La noche bien tranquila nos dio lugar á un regular descanso, y era éste á la ver- dad tanto más necesario cuanto que la concu- rrencia ú bOrdo había sido excesiva y prometía ser aún mucho mayor en la mañana siguiente. Era ésta nublada, pero calmosa, confirman- v donos de este modo nuestros recelos que poco ya pudiera haber adelantado las tareas astronómi- cas. Aprovecháronse, sin embargo, algunas cla- ras por D. José Espinosa, el cual, consegu das dos alturas absolutas con el sextante de horizon- te artificial, dio una nueva época para la dtter- minación de la marcha de los relojes; y D. Feli- pe Bausa, acompañándole D. Luis Nee, dos sol- dados y Tufoa, quiso subir con el teodolito á los altos inmediatos para tomar una idea más cabal de los puntos más distantes: fueron sumamente útiles estas excursiones en cuanto procuraron la medida de una buena base y una herborización importante. No se habían descuidado (como debe imagi- narse) los naturales en concurrir á bordo desde muy temprano con cuanto tuviesen digno de ven- ta, ni en seguirles de cerca el mismo Vuna, el cual, con el nuevo regalo de un puerco además de otro que había enviado en la tarde anterior, procuraba no desmerecerla inesperada prodigali- dad de entrambos buques. La vúz de ufa, expre- sión para ellos que significa un pesar grande, se oía repetir á cada momento entre los Eijes. Les :u'>mpañaba la más estudiada pronunciación de uno 'i otro apellido. No era extraño el verlos á veces, ó ya no pudiendo contener las lágrimas ó dándonos estrechos abrazos, ó manifestándonos finalmente, que al tiempo de nuestra salida no omitirían las muestras de mayor dolor con darse repetidos golpes en la cara y en el pecho. Habíamos solicitado de Vuna desde la tarde anterior que condujese consigo á la hija de Pau- lajo, su mujer, para que D. Juan Rabenet pu- diese retratarla on la mayor propiedad. Ve.ifi- cádolo así, y no permitiendo que la aeompaña- ;-en sino otras ' res mujeres para evitar una ma- 3 or confusi M, pudimos al principio conseguir el hn propuesto de verla retratada, y luego enta- blar á presencia de Vuna varias conversaciones que pudieron manifestar con mayor propiedad tos y la pro- m») h ruiente. Con na á tierra, surtido com- p-adeciese su 2staba desti- copio que se ees, las cua- gento solían os y navajas Kencillas de iquila nos dí6 éste á la ver- ue la concu- a y prometía siguiente, a, confirman- v que poco ya is astronómi- algunas cla- , consegu das te de horizon- )ara la deter- ís; y D. Feli- Nee, dos sol- leodolito á los lea más cabal in sumamente procuraron la herborización 0 debe imagi- á bordo desde 1 digno de ven- ismo Vuna, el )uerco además ;arde anterior, lada prodigali- de o/a, expre- sar grande, se los Eijes. Les ¡nunciación de ño el verlos á las lágrimas 6 inifestándonos 2stra salida no lolor con darse 1 pecho, desde la tarde a hija de Pau- 1 Rabenet pu- piedad. Ve.ifi- la acompaña - ;vitar una ma- lo conseguir el y luego enta- conversaciones .yor propiedad t<3 C^ t>-J Ul O iPj Q 13 H H < .J ■^' 0-) c^ — ' UJ Q O r-d cf. O LO ■< 2 !J ii) UJ UJ Q Q OD í (.\i ^ u ,^ i_j í-i t ) . -, O LU O [U c-' > '.ti ^ *3 LO UJ (J Q Q "-■-. '/) < '■■) S: 2 < n m ,_i UJ Di >- H ■^ uJ ■< a > íj-i cd. (— ' < < i—> (-j tn cC o u M .n>^ ""'■??f*¥*^^s J CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 281 Miy 3' el catácter de esta nación. No desagradaban á Vuna nuestras promesas de regresar luego á las islas acompañados de las mujeres cuyo retrato le habíamos manifestado ai principio; solía en estas ocasiones solicitar nuevamente el verla, y en aquel mismo día ya las conversaciones acos- tumbradas nos habían conducido á una nueva manifestación del retrato. Le saludó con mucha ternura la Paulajo, miró atentamente sus ador- nos y manifestó iguales deseos á los de Vuna de que viniesen sus semejantes á las islas. En balde procuramos entonces excitarle los celos y mucho más el temor del desprecio, insinuándole que las persiguiese, si acaso venían, y recordase á Vuna la amabilidad y fidelidad de las hijas de Vavao. Con la mayor dulzura respondía siempre, que antes bien procuraría agasajarlas en cuanto estuviese á su alcance, celebrando, aunque le fuesen preferidas por Vuna, el cual se mantenía constante en asegurar, que ya á sus ojos nada merecían sus mujeres, después que habia visto el retrato de las europeas. Estas chanzas familiares y realmente agra- dables, nos condujeron después á que nos pro- metiesen de nuevo el cuidado de las semillas que les dejábamos. La calabaza, la papa, la sandía y el melón, formaban la parte esencial de este pequeño repuesto; y como quiera que ya habían comido las dos primeras con una grande compla- cencia, no nos quedó duda que procurarían con el mayor cuidado su multiplicación más breve. Eran muchas las caricias que la misma Paulajo hacía á dos gatitos, macho y hembra, que lá re- galamos. Cuando la veíamos en su casa, solía- mos comunmente encontrarla con estos dos ani- malejos, envueltos en su misma ropa y con todo el cuidado posible para que no los 'ocase perso- na alguna. Nos disponíamos ya á come • con esta com- pañía y la de las otras Fatafegis, cuando se nos apareció sobre el alcázar una mujer vieja y ma- cilenta, á la cual todas las demás mujeres y el mismo Feileua prestaron inmediatamente el de- bido homenaje. Creímos al principio que pudiese ser la viuda de Paulajo, á quien había visitado D. José Bustamante en su excursión del 29; pero desengañados por los Oñciales que le habían acompañado, debimos extrañar é inquirir al mismo tiempo su verdadero carácter entre los demás. Nuestra juventud estaba á la sazón de- masiado ocupada en el cerco cariñoso de sus conocidas, para que no desatendiesen en cierto modo los dictados severos de la etiqueta, y así fué, que apenas después de mucho tiempo esta anciana pudo encontrar quién la condujese don- de debía sentarse. Bl único regalo que le había tocudo en suerte, era el de una botella vacia, la cual sin embargo, parecía estimar en mucho, dis- poniéndose finalmente á regresar á tierra, ya que no debía prometerse ni mayores atenciones, ni m»y. ji mayores regalos. Avisados á la sazón de las cualidades de esta mujer, preguntamos á Vuna quién era; y si le importunaría que nos acompa- ñase á comer; lo cual, concedido de muy buena voluntad por este Jefe, la hicimos bajar á la ' cámara y disfrutar de nuestra mesa. Le siguió, aprovechando de aquella ocasión también la Dubou, hermana de Vuna, y fué la única felici- dad nuestra, que entrambas por su misma mo- deración y por los consejos de Vuna, prefiriesen dos asientos algo distantes de la mesa, á los que con mayor satisfacción nuestra, disfrutaban aho- ra la hija de Paulajo y sus hermanas y compa- ñeras. Por cuanto fuese, sin embargo, elevada la es- fera de estas últimas, vimos con mucha admira- ción que para comer se ocultaban todas de la vis- ta de la vieja, y que solo Vuna era el que dis- pensándose de aquella etiqueta, manifestaba un grado superior. Por ventura, las dos determina- ron retii irse, cuyo partido le aprobamos muy de veras, y ya libres de etiquetas, pudimos aprovechar el restante tiempo ^n un trato más ameno y sociable. Tufco Feileua y Latu eran á la sazón los que más de cerca interesaban nuestro cariño. El pri- mero recibió en pago de sus atenciones pasadas, un hacha, un pedazo de bayeta, algunos cuchi- llos, y otros adornos mujeriles. Todos se esme- raban en regalar al segundo con cuanto pudiese, ó adornar su persona ó recordarle nuestro cariño, y en Latu se hacía tanto más recomendable un cierto desinterés y desprendimiento de los rega- J»". los, cuanto que le reemplazaba un triste silencio, que es el símbolo verdadero del sentimiento, Fué , en fin , preciso que nos separásemos antes de la noche. Nuestros botes condujeron á tierra hombres y mujeres, concluidos los cambios de cuanto habían traído al mercado; y vimos poco después, ro sin alguna complacencia, que en la casa de Vux . nabían las mujeres arbolado y hecho tremolar un pedazo de lienzo, como señal positiva de los adioses que nos daban, cuando /a no alcanzaban las voces. Al anochecer ya todo estaba pronto para dar la vela; á las diez de la noche avisaron los cen- tinelas que veían rondar una canoa alrededor de la Descubierta, con un siler.'^io y cuidado tan grande, que no se sentía el ruido de los remos ni respondía á nuestras voces de quién vive. Fué preciso dispararle un tiro de fusil con perdigones, porque debíamos recelar que intentase cortar la boya del ancla de tierra, lo cual nos hubiera cau- sado una detención grande; esto bastó para que se retirasen. Emprendimos los trabajos de anclas á las .,.■> dós de la mañana, contando con que al amane- cer pudiésemos estar algo distantes del fondea - 36 2j;j VIAJK ALREOFnOR OHI. MlINnO j.iii 1 " dero; pero como se oriRinasen luego alonas de- tenciones leves, rayaba el día cuando estuvieron las corbetas á la vela, y el poco viento al salir el Sol apenas las había separado una milla de la costa. Recibimos con este motivo una nueva visita ií bordo de la mayor parte de nuestros co- nocidos, deteniéndose \'una y el mayor número de las canoas á bordo de la Atkiívida que nave- gaba atrasada por nuestra popa con el auxilio de los remolques, y dirif^iéndose á la Dksclhii'.k- TA, Feileua y Latu. Se renovaron en esta oca- sión las muestras recíprocas de un cariño verda- dero; aumentó considerablemente el número de los puercos cambiados, y linalniente, declarado Iiacia las siete \iento liesquito del Ivsnordeste, nos fué preciso despedirnos por la última ve/, y entrambas corbetas navegaron unidas á conti- nuar sus tareas. A medida que el Sol se iba elevando sobre el hoi-izonte se disipaba la calima, el viento galeno aumentaba agradablemente su fuer/a, y nuestra navegación hacia el Sur con todo aparejo de bo- lina hacia que poco á poco se confundiesen con el mar los parajes menos elevados y más septen- trionales de N'avao. Nuestros rumbos á la sazón no podían lle- var otro objeto sino completar por el Oeste el reconocimiento emprendido del Archipiélago, atencüenuc á la verdad más bien aquella nimie- dad hiarográiica que exigía la navegación del día, que á la utilidad real va bastantemente coires- pondida asi pof las nTarcaciones de D. Felipe liausá desde los altos septentrionales, como por los boi-dos bien repetidos en aquella parte del mar por el Comandante D. Francisco Maurelle. Costeáronse al principio algunas islas de media- na extensión; y áridas }■ escarpadas por su parte del Oeste, no tardaron luego en descubrirse las otras más orientales que habíamos atracado al tiempo de recalar al Archipiélago, y para las once y media ya distábamos dos ó tres millas de la islita sola, que Maurelle llamó del Sur; pare- ciéndonos lo más oportuno el pairear hasta el medio día. para referir con mayor certeza á ■ aquel extremo la observación de la altura meri- diana del Sol: nos hallábamosá la sazón en sondas de 59 brazas piedra y conchuela: v la latitud fué de r8"5i'oo". Nada denota en la parte occidental del Ar- chipiélago el semblante lozano que le favorece interiormente. Sin rastro alguno de frondosidad ni de habitadores; sin aquella suavidad en las orillas, que doma el ímpetu de las olas y abriga las obras lentas y misteriosas de la Naturaleza, presenta al navegante una perspectiva árida y triste, en la cual no es difícil descubrir al mis- mo tiempo los efectos destructores de la monzón tempestuosa del Noroeste y la falta constante de la mano próvida del hombre, destinada á dar un nuevo brillo y vida á las grandes combina- '™ ' " clones de la Providencia. Ya, pues, para el medio día podíamos consi- . derar concluidos nuestros reconocimientos en esta parte del mar; se descubría al Sur un hori- zonte despejado, el cual combinado con las na- vegaciones del Capitán Cook y de 1). Francisco • Maurelle, disipaba toda sospecha de cualquiera objeto intermedio entre estas islas y las de Hap- pay; al F^ste nuestra derrota del día i8 nos de- jaba bien conocidas las restingas peligrosas que interceptaban la navegación por aquella pa^f , y al Oeste el solo monte volcán de Late seño- reándose con una altura no indiferente, parecía llamar hacia él nuestra navegación inmediata. No titubeamos efectivamente en adoptar aquel partido como el más útil que actualmente se nos presentaba; y ya con fuerza de vela y una buena brisa del Este, pusimos la proa al Oeste, no omitiendo para la una y tres cuartos exa- minar con la sonda por medio de la Atrevida, si continuaba aún el banco hallado al medio día á no mucha distancia de la Isla del Sur, No ha- llamos fondo con loo brazas de sondaleza; ob- selláronse luego longitudes de 26' al Oeste del observatorio, y como quiera que el viento se mantuviese fresquito y claro, para las cinco de la tarde ya no distábamos sino unas dos ó tres le- guas de la costa oriental de la isla, de modo que la pudiésemos reconocer antes de la noche con bastante exactitud. Si bien no presentase por aquella parte la me- nor'apariencia de un mediano abrigo, viéndose romper las olas en la misma orilla, y no advir- tiéndose en la costa sino una dirección igual y continua, no debía, sin embargo, desalentarnos de la esperanza de encontrar un fondeadero, el reparo de ser probablemente la costa del Norte " la más abrigada. La noche, ya próxima, no da- , ba lugar á emprender luego esta averiguación: debimos, por consiguiente, diferirla hasta la ma- ñana siguiente, conservando ya con algunos bor- dos y ya con tal cual hora de pairo, próximamen- te la posición en la cual habíamos anochecido. Con estas precauciones no debió sernos difí- a cil amanecer en tal posición, que las primeras claras del día nos diesen lugar á reconocer de cerca los extremos Norte y Oeste de la misma, y así, á las seis y media, favorecidos de un vien- to galeno, ya veíamos frustradas en esta parte nuestras esperanzas, pues ni á media milla de la playa se encontraba el fondo con 100 brazas de sondaleza, ni se veían en la o»411a más que pe- ñascos enormes, prueba nada equivoca de una costa cortada á pico. Habíamos prevenido ei bote y un ancla con el ánimo de reconocer siquie- ra algunos de los productos volcánicos que supo- níamos se encontrarían fácilmente en todos los contomos; y en esta ocasión el roce con los ha- CUKBUTAS UUSCUBIUKTA Y ATKUVIDA a83 les combina- '"" bitadorcs nos pudiera proporcionar nuevos cono- cimientos sobre los verdaderos límites de la con- federación visitada: pero debimos desistir lué^o de semejantes esperanzas, advirtiendoquetodala isla, desde su cima hasta las faldas, estaba i^'ual- mente poblada de arboleda silvestre, sin (|ue se percibiese rastro alguno de lavas ó erupciones, y que eran pocos y bien mezquinos los parajes cul- tivados, sin verse, por otra parte, canoa ni choza que indicase un número siquiera mediano de ha- bitadores. Reconocida de este modo la mayor parte de la isla, á corta distancia, de suerte que pudiése- mos determinarle la circunferencia de cuatro le- íjuas próximamente, y desvanejer toda idea de un fondeadero mediano y alfío útil: continuamos la navegación aprovechando las ventolinas varia- bles que al abri¿;o de la isla solían á veces, con- fundidas con una total calma, dejarnos entera- mente sin gobierno. Desatracados poco después algún tanto, vimos salir una canoa mediana de los pedruscos del Oeste: no pareció oportuno esperarla, porque al mismo tiempo íbase enta- blando la brisa fresca y no distábamos menos de una legua de la orilla. La embarcación retroce- dió luego y nosotros ceñimos al Sur para conti- nuar los reconocimientos emprendidos sobre las trazas del Comandante Maurelle, Debían éstos tener ahora poi objeto otras is- las que el mismo Comandante había visto en aquellas inmediaciones: atracada la una hacia las diez á distancia de una legua, descubrió inme- diatamente que no era sino un pedrusco árido y amogotado de poca elevación y extensión, y pro- bablemente formado de las mismas materias vol- cánicas que debían ser la base de la isla no dis- tante de Late. No parecía la otra, y debíamos creer que D. Francisco Maurelle la había equi- vocado con las islas cercanas de Kao y Tufoa, las cuales, en aquella dirección, parecían formar una isla sola, y ésta bastantemente el&vada para apercibirse desde los parajes en los cuales nos hallábamos. La mañana sumamente placentera, no nos había hecho descuidar la ocasión bien oportuna de fijar con nuevas obser\'aciones de las distan- cias del Sol á la Luna la longitud del observato rio de Vavao; fueron éstas por nuestra parte 55 series, dé las cuales resultó por medio de ambo . relojes la longitud del observatorio al occidente de Cádiz de 167° 39' 39": 24 series obnervadas en el mismo tiempo en la corbeta Atrevida, ma- nifestaban la longitud del mismo meridiano 167" 31' 00". Navegamos luego al Sur, y ya desde las tres de la tarde, vistas las islas de Kao y Tufoa, al mismo tiempo que podíamos aún marcar los al- tos de Late, lográbamos no sólo ratificar con la longitud la posición recíproca de los dos Archi- piélagos, sino también hacer más segura la n:i • vegación nuestra de la próxima noche sin que nos condujese sobre los alrededores peligrosos de Ofolanga, Bui y Mangone, islitas las más sep- tentrionales del Archipiélago de Happai. Fueron el viento fresquilo del ICsnordeste, la mar sumamente llana, y la noche más bien oscu- ra y calmosa, sin que se nos ocultasen, sin em- bargo, desde las dos de la mañana los altos de Kao, á los cuales nos habíamos acercado consi- derablemente, más bien por efecto de las corrien- tes que de la navegación nuestra, la mayor parte invertida hasta aquella hora en ceñir de uno y otro bordo. Arribamos sobre las gavias y los juanetes, y navegando así hasta que se disipase totalmente la oscuridad, logra.nos que las prime- ras claras del día nos descubriesen un conjunto de objetos realmente agradables é interesantes. Las islas de Kao y Tufoa, abierto ya el canal intermedio, elevaban sus peladas cimas hasta las nubes y nos demoraban desde el Oesudoes- te hasta el Oesnoroeste á distancia de tres le- guas: las otras, tanto más frondosas cuanto más bajas, descubrían por el liste un semblante mucho más fértil y risueño; no eran menos de diez las que teníamos á la vista, y entre ellas, con el auxilio de la excelente carta del Ca- pitán Cook, no era difícil distinguir particular- mente las de l'otua y Kotu , demorándonos aquélla al Sur 20" Este y la última al Sur 72" Este. Distaríamos de ésta unaK cuatro millas, y era fácil descubrir las diferentes restingas que habían hecho en aquella parte de mar más breve y feliz la navegación del Comandante Maurelle que la del Capitán Cook (i). Continuando nues- tra navegación hacia el Sur, con vientos antes bonancibles y varios del primer cuadrante y lue- go más entablados del Este, fué nuestro primer objeto el rectificar las longitudes; lo cual, por dos series de horarios tomados en paraje de mar- caciones seguras, pudo conseguirse con la mayor escrupulosidad. La \ ista de Annamoka, las inme- diaciones de la restinga saliente al Oeste, y por último, para las cuatro de la tarde el alcanzarse igualmente desde las cubiertas las dos islitas de Ungatonga y Ungakapai, nos recordaban luego á cada paso lar. huellas harto memorables del Ca- pitán Cook, mientras en la otra más áspera é in- culta de Kao veíamos un nuevo escarmiento para los europeos, con lo acaecido al Capitán Bligh en la lancha ddjlnuniy, acaecimiento ya muchas veces confirmádonos con la mayor desaproba- ción, por los habitantes de Vavao. Adoptadas las determinaciones del Capitán (i) Don Francisco Maurelle, determinándose á pa- sar entre la restinga, atravesó directamente desde Hap- pai á Annamoka, cuya derrota no se decidió á seguir el Capitán Cook aun después de haber enviado un bote algunos días antes para que sondase. Jim' i UM»Wdt«MÉUÉrf^M h» a84 VIAJB ALKI'.DI'.UUK OBL MUKDO í| Jun 1 Cook relativas á ia longitud y referidas con nuestros relojes enteramente acordes entre sí al observatorio de Vavao, podían últimamente con- siderarse los datos principales para esta deter- minación en los términos sifíiiientes: lA)nKÍliid necídental (le Cáilil. Por el número 1 1 con una marcha muy exacta desde ol puerto Jackson . . 167.40.35 Por 75 series do dislancias del Sol ¡1 la l» actual combinada con las dos derrotas no dis- tantes del primero y segundo viaje del Capitán Cook, y con las noticias sueltas de las nave- gaciones últimas nacionales, disipaba ya toda sospecha de la existencia de cualquier isla en aquellos contornos. La variación magnética ha- bía á la sazón disminuido progresivamente has- ta 3 y3 y Vi "' Nordeste, volviendo después de nuevo á aumentar á medida que nos aproximá- bamos á las costas del continente de América. Muy luego alcanzamos en el mismo paralelo ji los meridianos de 60" mayores en 20" próxima- mente á los que habíamos creído sospechosos, y ciertamente superiores á cualesquiera errores que pudiesen recelarse en una estima. Casi al mismo tiempo debimos considerarnos ya en los términos de la derrota que desde Guayaquil y Lima conducen á los puertos más meridionales de Chile y Chiloé, y así pudieron igualmente cesar las pesquisas hidrográticas y las cautelas indispensables de una navegación poco trillada. No nos habíamos descuidado en los últimos jr días del mes, en repetir frecuentemente las ob- servaciones de las distancias de la Luna al Sol y á las estrellas, y sus promedios (siendo preci- samente el número de loo series) se aproximaba mucho á la longitud adoptada del número 11, la cual confirmaba una alteración considerable en la marcha del cronómetro 71, como nos lo ha- bían hecho ya sospechar las comparaciones re- petidas con los relojes de la Atrevida. Al aproximarnos al continente de la Améri- ca, y ya disminuidos de 2" los paralelos que co- jui rríamos, empezaron á suavizarse mucho la mar y el viento, sus.ituyéndose ahora á los días achu- bascados y tempestuosos que nos habían acom- pañado constantemente, otros más placenteros y suaves, en los cuales, entremezclada alguna cal- ma, podíamos á V':es disfrutar por largo tiempo del brillo benéfico del Sol. Conociendo ya el tem- peramento de estas costas en el rigor del invierno y las causas físicas que debían hacerle bien frío en la actual estación, no debimos extrañar que el termómetro de Farenheit puesto al aire libre se mantuviese en los 60 y 6i°. Aun con este leve inconveniente toda la débil marinería filipina pa- reció adquirir nuevamente algún vigor; los res- tantes individuos de las clases inferiores, entre los cuales había dos ó tres gravemente enfer- mos, dieron muestras no menos equívocas de un próximo restablecimiento. No faltaron en los siguiente"? días algunas „ variaciones contrarias del tiempo, aunque con- servásemos aún la latitud de 30°; fueron éstas, sin embargo, de muy poca duración y aun me- nos incomodidad. Al medio día del 13 de Ju- lio, por la latitud de 28° 19' y longitud 86° 28', ya navegábamos otra vez con vientos galenos del iírv--ria"ítr.S".>^ (OHIIüTAS nr:S( fHIUKTA V ATRBVIPA i%7 )S le navegación otan no clís- del Capitán c las nave- l)a ya toda uirr isla en B^nética Im- mente has- después de aproxima- América. IDO paralelo m" próxima- lospechosoH, iiicra errores ina. Casi al )s ya en los Guayaquil y tncridionales igualmente las cautelas ^co trillada. los últimos ente las ob- Luna al Sol siendo preci- aproximaba úmero ii, la isiderable en 0 nos lo ha- raciones re- IDA. íe la Améri- lelos que co- lcho la mar y s días achu- abían acom- )lacenteros y 1 alguna cal- largo tiempo lo ya el tem- • del invierno ;rle bien frío extrañar que 1 aire libre se on este leve 3. tilipina pa- ?or; los res- riores, entre lente enfer- ívocas de un las algunas lunque con- ueron éstas, 1 y aun me- l 13 de Ju- tud86"38', i galenos del Jiliv JJ lul i , ) 16 Jul Oeste; y contirmadas de r.uevo en los días si- guientes con 76 series de distancias del Sol á la Luna, las longitudes del número 11 y el error del 71, pudimos ya considerarnos no distantes del fondeadero deseado. iCn los pocos días (|ue mediaron después hanta la recalada á la costa, tuvimos la denAXí>i^ de perder en la Diíscubihrta el soldado armero que habíamos recibido en Lima, de la Iragíita ¡.iehrc. ICra éste un hombre sumamente útil 6 ingenioso cuya aplicación y amor ul trabajo le había hecho últimamente hábil para limpiar, cuidar y compo- ner frecuentemente la mayor parte de los ins- trumentos astronómicos. Continuaba siempre, á pesar de ésto, su servic o Je soldado: ana tisis envejecida le arrebató casi repentinamente en la mañana del ly. ■* Ya en la noche del 21 nos fué preciso (con- siderándonos no distante de la costa) navegar con alguna precaución en el aparejo, tanto más que el viento era bien fresco y nuestros rumbos del Nordeste nos inclin&ban á las costas más sa- lientes del Oeste. Desde la mañana del ¿¿ tuvi- mos luego la vista agradable, aunque común en aquellos contomos, del agua de color de sonda, de los lobos marinos, de las ballenas y de un nú- mero crecido y vario de aves acuáticas, y, final- mente, observada al medio día la latUud de 18°, se nos presentó, aunque envuelta entre calima, la deseada costa del Perú. Era ésta precisamente la que corre desde la Nasca para el Morro Quemado, y en los parajes más inmediatos, no distando ya de ellos á las cuatro de la tarde, más que unas dos y media leguas, nos era fácil reconocer particularmente la Mesa de Doña María y los pedruscos los In- fiernillos. Tomamos horarios para la i'ectitica- ción deseada del arrumbamiento de la costa, y corrida .'na base para la mayor exactitud de esta especie de tareas, navegamos en derrota y con fuerza de vela á unos rumbos paralelos á la costa. La exactitud de nuestras cartas y la excesiva claridad de la noche estando la Luna en su ple- nilunio, debieron luego hacernos mirar como una nueva felicidad la brisa excesivamente fresca que tuvimos, siendo nuestro andar de ocho á nue- ve millas con el trinquete y las gavias arriadas, asi con el aumento supuesto en la distancia por la dirección de las aguas; para la mañana del 23 pudimos ya considerarnos en una situación pro- porcionada para alcanzar el puerto en la misma tarde. Cedieron á la sazón el viento y la mar, y la neblina sumamente espesa que ofuscaba extraordinariamente la costa y hacía que nues- tros vigías creyesen ver las rompientes de las inmediaciones de Chilca y Cañete, causó una variedad natural en nuestros rumbos hasta el medio día: á esta hora, conseguida por un acaso bien feliz la altura meridiana del Sol y calcu- ladas para la longitud algunas otras alturas, n'anterior en el mis- mo puerto. Antes de conducir los relojes al obsen-atorio, no habíamos omitido en la Descubierta rectifi- car con algunas alturas momentáneas del Sol la longitud dfel fondeadero, cual nos la manifes- taban los relojes marinos: debía ligar en cierto modo esta nueva cadena que venía del Oeste, así como en los años pasados la habíamos condu- cido con igual prolijidad en la dirección opuesta. Adoptada para el observatorio de Vavao una lon- gitud media entre nuestras determinaciones y las del Capitán Cook, esto es, considerándole 167" 45' al Oeste de Cádiz resultaba por el: l'il jc és. 28S VIAjn ALREDEDOR OEI, MUNDO I f- Jul. J, 'W-. Longitud del fondeadero occi- dental de Cádiz Kran nuestras suposiciones. ■ . . Y la diferencia actual de los re- lojes O. Núm. II 70-S4-2S 70,46.00 Cronóm. 71. 8. 25 71 •55-45 70 .46.00 i"o9'4S" Se afirmaban de este modo nuestras determi- naciones de la escala anterior con el número ii, el cual no menos por las muchas observaciones de las dist^".eias lunares que por el nuevo exa- men hecho ahora, habla indicado una marcha uni- forme: el error del cronómetro 71 correspondía igualmente al nuevo examen y á las compara- ciones diarias, de siierte que hubiese sido de 53" su adelanto diario al tiempo medio, en lujjar de los 49 que habían indicado las observaciones de X'avao. El cuidado de los enfermos, la mayor parte ó lastimados del pecho por el cansancio y conti- nuación de las fatigas ó estenuados por los ata- ques del mal venéreo, fué en aquellos días otro punto al cual debimos atender con mucha vi- gilancia: el hospital que les era destinado igual- mente que á los demás buques de S. M., por su desaseo, ninguna disciplina y poca pericia de los facultativos, parecía dispuesto más bien á debi- litar que á fortalecer las tripulaciones, y las nuestras, ya por sí sumamente débiles y poco numerosas, hubiéranse sin duda aniquilado con este solo vicio: fué, por consiguiente, necesa- rio buscar otro paraje en donde se evitasen aque- llos inconvenientes: un hospital particular de los varios que hay en Lima, pareció lo más oportuno para el intento por los muchos enseres de que abundaba; y siendo la manutención en él mucho más cara que en el Hospital Real, quedó prefijado que se cargase el exceso á los indivi- duos, exceptuada sólo una ú otra persona d..- las más beneméritas de los armamentos: un Oficin' de las corbetas debía por turno visitarle diariamente: frecuentarle los cirujanos para que no permane- ciesen en él por demasiado tiempo los convale- cientes; ñnalmente, alternarlos mismos cirujanos en las visitas á bordo para que ni pretextasen en- fermedades ni dejasen de atenderse Jos achaques ■íun más frivolos antes que tomasen un semblan- te serio y temible. No eran infundados nuestros conceptos sobre deberse preferir á cualquiera otro paraje el de la Mpgdalena para las im- portantes experiencias de la grafedad ; en la actual estación no debían esperarse ni un día si- quiera las alturas correspondientes, y las abso- lutas necesitaban no sólo de una vigilancia con- tinua para aprovechar cualquiera clara momen- tánea, si también para su cálculo, del conocimien- to cabal de la latitud: establecióse, pues, el cuarto de círculo exactamente en el mismo paraje en que le habíamos tenido la otra vez; y fué mucha ventura que en los primeros días de Agosto se consiguieran ya diferentes series de alturas ab- solutas para determinar exactamente la marcha de los relojes, de suerte que no se demorasen las experiencias del péndulo simple: concurrían a estas experiencias los Tenientes de navio Don Juan de la Concha y D. Ciríaco Cevallos, no era menor de dos horas la duración de cada una, y la tranquilidad y el tiempo nos daban lugar á cnsa3'ar ahora todos aquellos medios que pudie- sen producir en lo venidero una mayor exactitud en estas pesquisas tan importantes. Procediendo así con un paso uniforme todas las medidas que á la sazón parecían las más oportunas para el decoro y la utilidad actual de la expedición, pudimos ya mirar atentamente hacia sus pasos venideros pora que se combina- sen de cerca con nuestros últimos deberes en la comisión recibida. Hiciéronse algunos trasbor- dos en ambas corbetas. Con el dictamen de los cirujanos, quedó determinado el viaje de Don Felipe Bausa por Valpai'aiso y Santiago á Bue- nos Aires, para no exponerle al tránsito del C ;bo de Hornos con exceso temible para el as- ma, dimanada d^ "-ais ti"abajos incesantes. Y fué un feliz acaso que mejorado algo en su salud también el Teniente de navio D. José Espinosa pudiese acompañarle por la misma razón; y con su sextante de horizonte artificial, con un ralo- jito de segundos, y un amor invencible en en- trambos á las tareas geográficas, pudiese pro- meterse la expedición nuevo lustre y nuevas uti- lidades. El destino de l'^s naturalistas era otro pun- i to que debia ocuparnos seriamente: uno y otro j igualr.ente infatigables, inteligentes y átiles, hubieran al mismo tiempo sufndo inútilmente /los trabajos de nuestras navegaciones próximas y sacrificado una estación entera, mientras las partes interiores de la América meridional esta- ban aún desconocidas para las ciencias físicas y particularmente para la botánica. Quedó, pues, jdecidido con aprobación del señor Virey, qu© ¡D. Tadeo Heenke caminaría á Buenos Aires por Huancavelica, el Cuzco y Potosí, atendiendo no sólo á la botánica, sino también á la zoolo- .gia y litología: á cuyo fin le acompañaría en clase de disecador el artillero de mar Jerónimo Arcángel, de la Descubierta. D. Luis Nee de- jaría la Atrevida tan solamente en Concepción de Chile, desde donde arrimado á la cordillera y á los Pehuenches, continuaría con mucho fruto sus investigaciones botánicas hasiia Santiago y últimamente hasta Buenos Aire": este segundo viaje podía combinarse con la escala en Monte- video de una ú otra corbeta; no p"! con e) viaje de D. Tadeo Heenke, el cual por la exten^;6n del país que había de recorrer y por la impor • tancia de los conocimientos que podía prodt'cir, \pi Ar. . 5 y 7 is de Agosto se de alturas ab- en; e la marcha e demorasen las e: concurrían a s de navio Don [levallos, no era de cada una, y daban lugar á dio , que pudie- mayor exactitud tes. unionne todas irecían las más iidad actual de ar atentamente 4ue se combina- os deberes en la ilgunos trasbor- dictamen de los :1 viaje de Don Santiago á B'ae- al tránsito del lible para el as- icesantes, Y fué go en su salud ). José Espinosa ma razón; y con ial, con un relo- n vencible en en- is, pudiese pro- tre y nuevas uti- as era citro pún- ante: uno y otro igentcs y útiles, ndo inútilmente icjones próximas ;r;i, nieiiiras las meridional esta- •iencias físicas y a. Quedó, pues, eñor Virey, qu& á Buenos Aires otosí, atendiendo bien á la zoolo- acompañaría en de mar Jerónimo D. Luis Nee de- te en Concepción ) á la cordillera y con mucho fruto hasta Santiago y a: este segundo iscala en Monte- p-^í con el viaje por la exten^i6n y por la impor- ; podía producir, Air. ». 5 y CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 289 tuvo permiso en sus instrucciones j ara dilatar la llegada á Buenos Aires hasta Octubre ó No- viembre del año siguiente de 1794. Desde los primeros días de nuestra llegada al Callao, ya eran acordes todas las noticias en anunciarnos un próximo rompimiento con la nue- va República francesa, cuyos caudillos, quitada ignominiosamente la vida sobre un cadalso al Rey pasado Luis XVL amenazaban con un furor arrebatado de trastornar el orden público y el sis- tema político de casi todos los demás Estados de la Europa. Efectivamente, no pasó mucho tiempo sin que estas sospechas se viesen verificadas, y ha- cia últimos de Agosto, un extraordinario desde Buenos Aires condujo la desagradable noticia de la declaración de la guerra por nuestra parte, avisándose en esta ocasión á los Gobernadores de las plazas y á los Comandantes de los bu- ques de S. M., para que acogiesen y abrigasen todas las embarcaciones de la nación británica, la cual hacía la guerra de mancomún con nos- otros. Semejantes circunstancias no podían mirarse sino como extremadamente importunas para el feliz término de la comisión en que se hallaban las corbetas Descubierta y Atrevida, dotadas con poca artillería y de corto calibre, armadas con un corto número de brazos, y más bien dis- puestas en su casco y aparejo á luchar con los temporales, que á perseguir ó evadir los enenú- gos: ni era fácil combinar una mejor habilitación militar con los destinos que ahora debíamos arrostrar, ó bien con el puerto, en que nos hallá- bamos escasos de pertrechos de marina, particu- larmenti cuando al mismo tiempo debían habili- tarse las tres fragatas de S. M. Liebre, B.írbara y Gertrudis; y sobre todo, falto de gente útil para formar una tripulación mediana. Un buque anfi- bio de esta especie no podía ser sino un verda- dero peligro para los que le navegasen y un tro- piezo continuo, para que ni sus destinos primiti- vos ni sus funciones militares correspondiesen al buen servicio de S. M. La distancia á que nos hallábamos del teatro de la guerra y la reunión de una superioridad tan grande de fuerzas navales cual era la de ios enemigos de la Francia, hacía á la verdad suma- mente remoto el aparecimiento de fuerzas nava- les francesas en el mar Pacífico, y se hacía aún más remoto para nosotros un encuentro de esta especie, luego que vencidos los paralelos de Chi- loé, debiésemos inclinar nuestra navegación ha- cia la costa Patagónica occidental y á las inme- diaciones del Cabo de Hornos. Estas reflexiones, dictaron como partido más conveniente el de dejar las corbetas próximamen- te en el mismo estado de fuerza en que habían nevegado hasta entonces, de considerarlas sin embargo envueltas en la actual guerra (i). de Ag ; mirar como conveniente separarlas para que multiplicasan las tareas científicas, dividiesen los riesgos de un encuentio y abreviasen la publica- ción del viaje en España; finalmente, de proscri- birles una guerra defensiva, más bien que una ofensiva; esto es, una clase de guerra, que tuviese por objeto la sola defensa propia y no la ofensa y perseguimiento de los enemigos. FuKion los destinos de la corbeta Atrevida, reconocer la Isla de Diego Ramírez al Sur del Cítbo de Hornos, visitar el extremo oriental de lab .Maluinaá y el Establecimiento nacional de la Soledad, determinar después la posición ver- dadera de algunas islitas más orientales que los navegantes del Perú distinguían con el nombre de las Islas de la Aurora; y finalmente, atracada sei, la costa Patagónica al Norte de los ríos Negro y Colorado, arribar al Río de la Plata y al puerto de Montevideo. Quedó al cargo de la Descubierta un nuevo reconocimiento de la costa Patagónica occiden- tal, si los tiempos por una rara casualidad se le brindasen favorables, desde 46" hasta el Cabo Pilares; recorrer después la costa exterior del Fuego, repetir cuanto fuese posible y en los paralelos más convenientes las experiencias del péndulo simple; finalmente, rectificar la Isla de Diego Ramírez y los trozos últimos de costa inmediatos al Cabo San Antonio, que habían to- cado en suerte á la corbeta Atrevida. El arreglo de los buques y sobre todo el de sus víveres y dotaciones, al cual, como ya se ha dicho, debimos atender al mismo tiempo, no fué tan fácil de combinarse como sus destinos: nues- tros armamentos eran por todas razones suma- mente débiles al tiempo de entrar las corbetas en el puerto; puede imaginarse hasta cuál grado debían serlo después, introducidos ya entre la marinería los desórdenes del Callao, que muy luego los amstraban al hospital 6 á la deser- ción. Algunos otros adolecían de achaques habi- tuales, ó su edad cansada les imposibilitaba de resistir la próxima campaña: debían precisíimen- te alejarse los díscolos y poco subordinados; últi- mamente, el número crecido de grumetes filipi- nos, parecía poco apto al manejo de la maniobra así por su poca pericia y fuerza, como por la di- ficultad de resistir á unos climas fríos tan dife- rentes del en que habían nacido. Por un acaso feliz, la natural instabilidad del marinero y tal vez el deseo nada extraño de re- (i) Esta expresión alude á las cartas del Conde de lal.ucerne, Ministro en París por la Marina y colonias en 1789, el cual prercribió ú los Comandantes gene- rales de los establecimientos ultramarinos, que auxi- liasen nuestra expedición en cuantos modos estuviesen á su alcance. El Gobierno británico nos liabíi fran- j queado iguales órdenes para todas sus colonias. S7 29(^ VIAJE ALRKDEDOR DEL MUNDO 'i' ii m Stt. gres&i" á sus hogares y familias, había hecho que la mayor parte de la marinería matriculada en la fragata Bárbara solicitase trasbordar á las corbe- tas; en balde les abultaron algunos los peligros de nuestra navegación ó la parte de trabajo co- rrespondiente á un corto número de brazos. Se mantenían constantes en su resolución, y deses- peranzado de conseguir el permiso de su Co- mandante, presentaron un memorial al señor Virey solicitando el trasbordo, con tanta más ra- zón, cuanto que la Bárbara saldría después de nosotros, y que siendo matriculados, tenían un derecho de aproximarse á sus hogares, con pre- ferencia á cualesquiera otros: por nuestra parte, podíamos ofrecer un igual número de personas entre los enfermos, tos díscolos y los filipinos, la mayor parte útiles en un buque dotado en pié de guen-a y en los mares tranquilos del Perú, cuando no serían sino perniciosos en las cor- betas, y alegar á favor nuestro, no sólo la ne- cesidad de que la marinería fuese voluntaria, oki inteligente y quieta, sino también las Reales órdenes que prevenían se mirase como prefe- rente á cualquiera otros objetos, la habilitación de las corbetas en los diferentes puertos de la América. No condescendió sin embargo S. E. á nues- tras representaciones en esta parte, y segura- mente (siéndonos imposible el recibir gente de leva, única que nos proponían) nos hubiéramos visto precisados á formar de los dos armamentos uno sólo en la Descubierta, para que pudiese verificarse la campaña pro\'ectada en el próximo verano, si los Capitanes de navio D. Tomás Ge- raldino y D. Alonso de Torres, Comandantes de las fragatas Liebre y Grrtniília, no se hubiesen unido en auxiliarnos con un esmero coi respon- diente á la situación nuestra, al buen servicio de S. M. y á los vínculos de compañeros. Estos Ofi- ciales reemplazaron desde luego con las dota- ciones desús buques, aunque extremamente cor- tas, 12 de los i8 marineros matriculados de la Bárbara, que solicitaban el trasbordo, y prome- tieron después, completar al tiempo de la sa- lida todos los demás que nos hiciesen una falta absoluta. Tributaremos siempre á aquellos do? Oficiales los más sinceros agradecimientos, por la eficacia con que decidieron en aquel momen.'o de la suerte de la expedición, y evitaron que fuese molestada la corbeta Atrevida, como has- ta entonces lo habíamos creído indispensable. Al mismo, tiempo el señor Virey previno que podíamos considerar como agregados á las cor- betas, cuatro marineros ingleses, piófugos en la costa, de varios buques balleneros, y un marine- ;:o español que debía restituiré á su patria; con éstos y los r8 hombres indicados, pareció ya re- mota toda déme nda ulterior de gente, tanto más que ya habíamos en una y otra corbeta determi- I nado conservar los filipinos, excluyendo sólo los ^'^'■ I enfermos y díscolos. No había sido tan difícil combinar el reempla- zo de vive, es, si bien por otra parte debiese cau- sarnos no poca desazón ver que el pan fabricado en Manila y depositado en un buque del comer- cio con objeto de aminorar el enjambre de cuca- rachas, se hallaba inútil no sólo por los destro- zos anteriores, sino también por los efectos de la humedad: fué igualmente preciso excluir para condimento el aceite de nuestros repuestos de España, no siendo posible consumirlo sino para luces, y entre la crecida cantidad de menestras debió también desecharse una porción de lente- jas ó mongos, que además de empezar á picarse del gorgojo, no podían combinarse con el natural enfado que debía causar la suministración de una misma cosa por el espacio de un año. Se re- emplazaron en parte estas partidas excluidas, con otras de excelente calidad, y el repuesto de víveres de una y otra corbeta quedó reducido á las cantidades necesarias. Tuvimos después nuevas deserciones de la mayor parte de los grumetes filipinos, los cuales fueron igualmente reemplazados con marinería voluntaria de las fragatas, y por fin, en la maña- na del 1 6 estuvimos prontos á dar la vela. Sólo á las tres de la tarde empezaron á apercibirse las primeras ventolinas de la brisa; las aprove- chamos inmediatamente con todo aparejo, y au- mentando luego paulatinamente su fuerza, para las cinco y media ya habíamos atracado la Isla de San Lorenzo por su extremo del Norte y ce- ñíamos con buen viento al tercer cuadrante. La Atrevida, que había dado la vela al mismo ins- tante que nosotros, navegaba algo distante por- nuestra proa, y se veía sobre las gavias, aún pró- xima al fondeadero, la fragata El Águila, en la cual debían navegar á ^^alparaíso el Teniente de navio D. José Espinosa y el Alférez de navio D. Felipe Bausa: nuestra posición á las seis de la tarde nos hacía considerar á una legua de la Isla de San Lorenzo en latitud 12" 4' y 8' 45" al Oeste del meridiano adoptado para los relojes. Fué luego constante t.i toda la noche la brisa fresquita, con la cual ya para el amanecer distá- bamos considerablemente del fondeadero. No nos habían engañado las apariencias de 1; la tarde anterior sobre la ventaja de andar, tan- tas veces disputada, de la corbeta Atrevida, Amaneció con los juanetes á medio mastelero y sin embargo adelantada en más de una l«gua; y la señal convenida que se le hizo para que nave- gase con total independencia de la Descubierta le dio lugar á que hecha nuevamente fuerza de vela aumentase más la distancia en todo el día. Continuaron luego las brisas del Sueste á au- ,^ mentar su fuerza, engrosando de tal modo la mar, que cansase mucho la proa y nos obligase á ve- CORBETAS DBSCUBIEKTA Y ATREVIOA 291 lycndo sólo los O" nar el reempla- te debiese cau- pan fabricado que del comer- ambre de cuca- por los destro- )os efectos de iso excluir para repuestos de mirlo sino para d de menestras rción de lente - pe^ar á picarse e con el natural Tiinistración de un año. Se re- das excluidas, y el repuesto de ledó reducido á serciones de la )inos, los cuales s con marinería fin, en la maña- ar la vela. Sólo 3n á apercibirse isa; las aprove- ■) aparejo, y au- su fuerza, para atracado la Isla del Norte y ce- r cuadrante. La la al mismo ins- igo distante por- gavias, aún pró- El Águila, en la D el Teniente de ilíérez de navio ón á las seis de una legua de la :2''4'y8'45" al ara los relojes, noche la brisa amanecer distá- ideadero. i apariencias de 1; a de andar, tan- beta Atrevida, ;dio mastelero y de una lf;gua; y 3 para que nave- la Descubierta nente fuerza de i en todo el día, del Sueste á au- ,., tal modo la mar, s obligase á ve- uci "> ees á acortar algo de vela; los días se mantenían más bien nublados, el viento era á veces arrafa- gado, y para el medio día del 19 las observacio- nes nos ! arían considerar en latitud de 15° 26' y longitua de j" 34'; variación 8° 30'al Nordeste, La Atrevida ya se había perdido de vista por la proa. '} La alcanzamos de nuevo el 2j por la maña- na, ayudados sin duda más bien de haber sufrido más vela, que de alguna ventaja en el andar, á pesar de que variásemos muchr la estiva, zo- llásemos adentro una parte de la artillería y sa- crificásemos dos vergas de juanete. ■•5 Muy luego los rumbos del Sur y aún á veces inclinados al primer cuadrante nos condujeron al encuentro de los variables por latitud de 24" 45' y longitud de*io° 13'. Con ellos la otra corbeta nos dejó nuevamente por la popa, y como los vientos le fuesen en esta ocasión más favorables que á nosotros, debimos abandonar toda espe- ranza de precederla en el puerto de Talcahuano, como nos lo hacía desear al principio una loable emulación. Un objeto que debía á la sazón inquietarnos mucho, era el de las enfermedades bastante- mente peligrosas de tres marineros, el uno un gaviero que nos acompañaba desde Cádiz y ado- lecía ahora de un cansancio y debilidad irrepara- bles; el otro un grumete que había pasado de la Atrevida para agregarse al pilotaje y sufría de una innarnación del hígado; el tercero, una de las muchas víctimas que diariamente causa el des- orden y los males venéreos: no faltaban tampoco algún-" s disenterías aunque fáciles de corregirse y así casi al momento de abandonar el puerto, apenas alcanzaban nuestros cuidados y el acierto de D. Francisco Flores para evitar que no se debilitase más la tripulación. í6 Si como lo aparentaba el día siguien^.,, hu- biésemos ya alcanzado los vientos del Sudoeste y Oeste en la actual posición, nuestro viaje hu- biera efectivamente poflido ser breve; pero muy luego nos desengañaron los vientos del Sueste bien frescos y arrafagados, los cuales debimos )i ceñir de nuevo al tercer cuadrante, de modo que hasta el 31 no alcanzamos la latitud de 31" y á este tiempo hubiésemos caído 14" 40' al Oeste: esta longitud la indicaban conformes ambos re- lojes marinos; el termómetro de Farenheit se mantenía por los 60° próximamente; y ya en este último día, alcanzados nuevamente los variables nos prometían una próxima alteración favora- ble, la cual nos condujese brevemente á Talca- huano. No podía efectivamente desearse una tarde más placentera; el viento se había declarado fres- co por el Sudoeste, y con él navegábamos al Siesce en buena derrota; no se apercibía una nube sobre el horizonte, y en las primeras horas de la noche el brillo de las estrellas nos presen- uct. ,u taba una escena que desconocíamos desde mucho tiempo: pero también esta vez quedaron nuestras esperanzas lustradas, pues á la media noche retrocedió el viento al Sur y al Sursueste atrafa- gado y lluvioso, con el cual aunque con las muras Noy. á estribor, salimos nuevamente de la derrota directa. Así continuamos en los tres días siguientes en 3 los cuales debimos á veces precavernos algo en el aparejo, logrando sin embargo hallarnos para el medio día del 3 en latitud de 34° 21', y longi- tud de 10" 00': en esta posición después de algunas horas de calma vimos declararse las primeras ventolinas áA Noroeste, y á estas, si- guiéndose poco deapués vientos má'j entablados del Oesnoroeste y Oeste, pr.dimos en la mañana siguiente navegar con un tiempo placentero en 4 demanda del puerto. Hasta el medio .lía del 5 hicimos rumbos del Sursueste para entrar en los paralelos de la Con- cepción y obviamente afianzar más los vientos favorables: orzamos luego al Este corregido con vientos bien frescos del Nornordestey Noroeste, los cuales, para el anochecer nos redujeron al trinquete y las dos gavias con un rizo tomado; fueron tempestuosas y cerradas con lluvia las primeras horas de la noche; pero antes del ama- necer ya había rolado el viento al Oeste, y des- pejado enteramente el cielo, de suerte que pu- diésemos forzar nuevamente de vela. Ya los tres días siguientes, nuestra derrota con la continuación de vientos favorables fué bastante acelerada: corrigiéronse los rumbos oportunamente, de suerte que no nos apartasen del paralelo de la Isla Santa María, las comen- tes bastante fuertes al Sur que nos indicaban las observaciones diarias de latitud: muchas series de distancias del Sol á la Luna en los días 7 y 8 confirmaron un error de 13' al Oeste en el núme- ro II, siendo algo mayor en el mismo sentido el del cronómetro 71, y en este último día, no distá- bamos más que 40 leguas del puerto, habiendo á la sazón calmado casi de un todo el viento Oeste » que nos había acompañado hasta entonces con mares bastante gruesas: la variación magnética alcanzaba ya los 14° al Nordeste, y el color del agua y la muchedumbre de aves, lobos y balle- nas, nos anunciaban próxima la vista agradable de la costa. ■ • Sólo á las tres de la tarde nos alcanzó "I viento costanero del Sursudoeste: le aprovechamos con fuerza de vela; á las diez de la noche se propor- cionó luego un andar de seis y siete millas; pai- reamos una hora hacia las tres de la mañana, y poco después las primeras claras del alba nos dejaron ver las Te^^as de Viovio y la Isla Santa María en la distancia que suponíamos: á las siete distábamos un cable del islote Quiebra Olí .: á M kjAlMMMKffiU^i ^^ 392 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Nov I las. ocho estuvimos dentro de la bahia, y á la una y media de la tarde después de seis bordos en los cuales procuramos seguir otras tantas líneas de sonda, logramos alcanzar el fondeadero en Tal- cahuano, y quedar amarrados en seis brazas fan- go con el ayuste al Norte. La corbeta Atre- vida había fondeado después de la oración de la tarde anterior y experimentado los vientos algo más frescos y achubascados, por manera, que careciendo por tres días de las observaciones de latitud, no advirtiese los efectos de las corrien- tes que le hicieron recalar al Sur de la Isla San- tránsito demasiado repentino á los climas fríos: para el alivio de estos últimos se tomaron las precauciones más eficaces, y desde luego pa- saron á ser cuidados en tierra los tres que ha- bían sido atacados de la enfermedad con ma- yor violencia: al mismo tiempo se empezó á suministrar á todos ración fresca de pan, car- ne y verduras, añadiéndoles para mejor benefi- cio un cuartillo diario de vino. La agnada, )a leña, la conservación de una disciplina extricta á bordo y una ú otra ocupación de los botes en soiid^.:; y planos, suministrarían después aquel Nov. 3 ta María. Se hallaron también surtos en la bahía | ejercicio continuo y moderado para la conser- dos buques del comercio de Lima la Barca y el '■. vación de la salud que mal pudieran haberse Rosario, destinados á tomar carga de trigo. , combinado con los desórdenes irrf m.ediables en Las primeras visitas á bordo de los antign.os i los contornos de la Mocha: fueron uniformes amigos y conocidos, debieron desde luego enti- biar mucho la natural complacencia nuestra de vernos en el puerto que considerábamos como la última escala del mar Pacífico: el señor Gober- nardor Intendente, se hallaba distante, habiendo debido pasar á la frontera para contener á los indios vecinos, mientras transitase á Valdivia el nuevo Gobernador interino Coronel D. Pedro Quijada; no había carta alguna para nosotros y las noticias públicas posteriores á las que ha- bíamos recibido en Lima, no nos ".nunciaban más que una serie de desórdenes, destilaciones y ca- lamidades que agobiaban á nuestra España de mancomún con los demás países de Europa; de- bía aún tranquilizarnos y más bien producirnos una más que mediana satisfacción, ver entre to- das las demás naciones sobresalir la nuestra por el amor á su religión y á su Gobierno, ver cada clase prodigar con emulación sus bienes y su misma vida para conservar el orden y quietud pú- blicas; ver finalmente apurados casi los medios de manifestar un valor y una lealtad incorrvp- tible^. Acostumbrados sin embargo á rnirar de cer- ca el marinero por espacio de veinte años, no fiamos á los solos estímulos del ejemplo ageno la seguridad de los .armamentos; en carta al se- ñor Gobernador Intendente insistimos en que se tomasen las medidas más estrechas para arres- tar á todo prófugo, y solicitamos una leva de de 10 á 12 marineros hábiles entre los muchos desertores de los buques de S. M. que se halla- ban anidados en aquellos contornos harto se- ductores. A la verdad, por cuanto hubiesen sido acti- vos los auxilios en Lima dei Comandante Don Tomás Geraldino, no era fácil ocultarnos que la Descubierta se hallaba aún muy mal dotada de brazos, tanto más, que ahora por una singular fatalidad, no sólo no habían podido repararse en el mar los extragos de la última escala del Callao, sino que se habían declarado entre mu- chos lae enfermedades agudas propias de un con éstas las medidas tomadas por el Coman- dante de la Atrevida , el cual , por e,u parte, pensaba hacer un mayor acopio de leña, aten- to á la menor cantidad que había recibido en Li- ma y á la escasez de este ramo en Montevideo. En la mañana del 10, que fué sumamente placentera, no nos descuidamos en establecer el observatorio en el mismo paraje en que lo había- mos tenido la otra vez: se consiguió para el me- dio día la primera época de la marcha de los re- lojes, los cuales eran ahora el número 11 y el cronómetro 71 para las experiencias de la gra- vedad, siendo así que ninguna confianza podía- mos aún tener del péndulo astronómico; y en la mañana del 12 tuvo ya lugar la primera de aquellas importantes experiencias: en la misma ■•arde, reunida la mayor parte de la Ofi.:ialidad de entrambas corbetas, confimió con muchas series de distancias del Sol á la Luna la longitud del observatorio ya que las circunstancias eran las mejores que podían desearse y carecíamos aho- ra de todo otro medio de determinarla. Adoptada para el fondeadero del Callao la longitud de nuestras series anteriores, fueron nuestros resultados en esta ocasión los siguien- tes: Longitud occiden- tal de Cádiz. . . Niim. II. 67.07.18 Cronóm. 71 67.15.22 Niini. 105. 67-5-30 Cron6m. 72 67-3045 Las 55 series de distancias medidai.' en el observatorio 67" 2' 2" Las 63 series observadas en los días 7 y 8 y traídas con el número 11 6.29 Promedio y longitud del observatorio. . 67. 4.15 Kran nuestras determinaciones del año de 1790 66.56.00 En los dos días siguientes quedó intercepta- da casi de un todo nuestra comunicación con la tierra, por el viento Norte que reinó con mar gruesa, hasta rolar al Oeste con ráfagas y agua- ceros bien violentos, los cuales últimamente ce- i M CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 393 ¡limas fríos: N"' ' tomaron las e luego pa- ires que ha- ad con ma- te empezó á de pan, car- ncjor benefi- a agnada, la ílina extricta los botes en spués aquel r;i la conser- er.an haberse mediables en )n uniformes r el Coman - por s,u parte, e leña, aten- ■cibido en Li- Montevideo. é sumamente 1 establecer el que lo habia- ó para el me- cha de los re- ímero ii y el ias de la gra- ifianza podía- nómico; y en a primera de u ; en la misma Ofi>;ialidad de machas series 1 longitud del ncias eran las reclamos aho- arla. del Callao la riores, fueron n los siguien- 4iim. 105, 37-5-30 Cronóm. 72 67-3045 en y8 67" 2' i" 6.29 3. . 67. 4.15 año . . 66.56.00 dó intercepta- ,¡y ,^ icación con la einó con mar ífagas y agua- :imamente ce- V v. 11 dieron á la brisa con la serenidad acostumbrada: este viento, que en la actual estación no podía ser más que una imagen sumamente débil de los (|ue reinan casi diariamente en los meses de Ju- lio, Agosto y Setiembre, nos recordaba cuánto hubieran sufrido la seguridad y el decoro de la expedición, si no hubiésemos preferido el fondea- dero del Callao al de la Mocha. La mañanita del 15, con el regresa del tiem- po hermoso y apacible, dio lugar á que em- pezasen de nuevo nuestras tareas del observa- torio y pudiét-imos destacar una mitad de la tri- pulación y trop" al corte de leña: la tropa iba armada y á las ('rdei¡?s del sargento y condesta- ble; el paraje del corte estaba bien desviado de la población; además de estas precauciones, se había tomado la de mantener á bordo los más sospechosos, y debían atenderse en esta útil ocu- pación, más bien que la necesidad del ejercicio y un agradable entretenimiento: tuvimos la satis- facción de ver que la mayor parte, por la tarde solicitaron volver al día siguiente, ai paso que no era menor de unos 70 á 80 quintales la cantidad acopiada diariamente. Continuando así sin intermisión nr.estras ta- reas diarias, para el medio día del 17 vimos concluidas con la mayor prolijidad las experien- cias del péndu'o simple, y al día siguiente se sustituyó en el observatorio el reloj 105 de la Atrevida al cronómetro 71, el cual, para una mayor seguridad en las determinaciones venide- ras, debía afianzar su marcha después de haber- se trasportado á bordo. El 19 quedaron igualmen- te completas la aguada y leña y los aprestos de nuestro aparejo y velamen. Nuestras precauciones para el cuidado y res- tablecimiento de la tripulación, eran la única cosa á que no correspondían aún los efectos; de los tres enfermos que teníamos en tierra, dos no indicaban mejoría alguna y ya debía perder- se toda esperanza de que pudiesen seguirnos; otros once que permanecían á bordo afectos tam- bién de las enfermedades del hígado y de las ca- lenturas inflamatorias acompañadas con dolores de costado, manifestaban un^ próximo restableci- miento; pero á pesar de enviarlos diariamente á tierra á las órdenes del sargento, para que en las mejores horas de la tarde, sin desorden alguno, gozasen de la amenidad del campo, era muy len- ta su convalecencia y difícil de recobrarse el ani- quilamiento de sus fuerzas, dimanado de las mu- chas sangrías que les habían sido necesarias. Don Francisco Flores comparaba estas enfer- medades á las que llaman autumnal^-, en nues- tra Europa, y dimanan comunmente de la deten- ción de transpiración y el espasmo de los vasos pequeños de la superficie del cuerpo, influyendo últimamente, ó en el hígado ó en el pecho, se- gún el paraje á donde se fijase el humor: cedían á beneficio de las sangrías, ios emolientes y de- más partes que constituyen el método antiflogís- tico, y nos recordaban á cada paso cuánto nos hubiera sido fatal tolerar el menor desorden en tierra á las tripulaciones: el acogimiento más agradable en todas las casas y la prodigalidad de los comestibles y del vino, son efectivamente unos incentivos demasiado fuertes para que el marinero no aproveche un momento de libertad y se abandone al desorden acostumbrado. Otros dos objetos que debían ocupamos, ha- bían logrado de una mejor suerte; y eran éstos, el acopio de alguna tablazón y de cuatro vergas de juanete en las inmediaciones del Tomé, y la sonda y un examen más cuidadoso del puerto de Coliumo: se encargaron del segundo el Alférez de navio D. Jacobo Murphy, y los Pilotos Inciarte y Hurtado en el bote de la Atkiívida; el de la Des- cuiíiERTA condujo al medio día del 20 las made- ras del Tomé, sobre cuya elección había vigilado el primer carpintero nuestro, reconociendo al paso los bosques menos distantes, para la utili- dad dp una construcción. En un extraordinario despachado á Santiago al tiempo de nuestra llegada á este puerto, ha- bíamos suplicado al señor Capitán General tu- viese á bien remitir cualesqu era cartas ú órde- nes correspondientes á las cc-betas, sin dife- rirlas del día 25, plazo prefiji'o para la salida; llegaron efectivamente las respuestas en la ma- ñana del 2j , pero tuvimos la mortificación de no recibir carta alguna, ni noticia del estado de la Europa que pudiese dirigir con más acierto nuestros pasos venideros. Por una serie poco co- mún de combinaciones, corría ya el tercer año que carecíamos de toda contestación á nuestras cartas. Ya las alturas correspondientes de la tarde del 24, habían fijado la última época del arreglo de los relojes marinos; y por consiguiente, en la mañana del 25, mientras embarcaban instrumen- tos, provisiones y utensilios, pudo el Piloto In- ciarte, en el bote de la Atrevida, examinar pro- lijamente las inmediaciones del bajo, marcán- dole con dos teodolitos, el Alférez de navio Alí desde el Morrito de Talcahuano, y el Piloto Hurtado desde el Castillo de Gálvez; se confir- maron en esta ocasión las sondas del bajo de fuera de Cnoros, y se disipó toda sospecha de que existiese el otro bajo del Belén, asi llamado por el Piloto Moraleda. Si en la tarde del día 25 al tiempo de regre- sar el bote á bordo, no hubiesen faltado cuatro marineros hubiéramos sin duda dado la vela en la mañanita siguiente, pues ya liquidadas las cuentas, despedidos dos marineros gravemente enfermos y recibidos en su lugar dos naturales sentenciados, los cuales reemplazaban con la ro- bustez lo que les faltaba de pericia marinera, Ni'v. i() •!Íl i,í 294 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO N" 'i nada absolutamente podía detenernos luego que entablase la brisa: inmediatamente se destacó D. Francisco Viana á buscarlos en las guaridas donde podían anidarse, mientras las patrullas de tropa evitasen su fuga hacia la Mocha; y efecti- vamente, hacia la media noche ya se habían aprehendido dos de ellos, con los cuales regresó »'" Viana á bordo al amanecer; pero los otros dos no se nos incorporaron sino bien entrada la ma- ñana, y este motivo, reunido al deseo de dar un buen descanso á la marinería ya cjue había tra- bajado con actividad en los días anteriores, hizo que se suspendiese la salida hasta el 27, tanto más, que la continuación de la brisa fresca y la distancia del novilunio parecían prometernos la duración del tiempo favorable; pero en esta últi- ma suposición nos hallamos enteramente equivo- cados. '7 No bien estábamos á pique del ancla del Sur, levada la del Norte y metidas las embarcaciones menores, cuando empezaron á declararse vientos fresquitos del Nornoroeste con aguas y cerrazón; fué preciso espiarnos y dar nue\ mente fondo al ancla del ayuste: continuó la lluvia en toda la tarde y noche; no así el viento que habia sido '8 reemplazado por una total calma, y ésta al ama- necer del 28, por algunas ventolinas del terral acompañadas de un semblante hermoso y apa- cible. Siguieron luego los tiempos variables é inde- cisos hasta el 2 de Diciembre, sin que fuese po- sible dar la vela; pero, en fin, en este último día lo pudo verificar la Descubierta y hallarse á las dos de la tarde fuera de la bahía. La Atrevida defirió igual maniobra hasta el día si- guiente, CAPÍTULO Vil Navegación ch la Descubierta desde la Concepción de Chile hasta el puerto de Montevideo. — Reconoci- mientos de las Tierras del Fuego y de la Isla de Diego Ramírez. — Escalas en el puerto Egmont de las Islas Maluinas y en la bahía Santa Elena de la Costa Patagónica. — Experiencias de la ir'^avidad y otras tareas y acaecimientos. Dic. Aunque no se hubiesen aún extinguido las fiebres atabardilladas de las cuales se hizo me- moria en el capítulo anterior, y cuatro 6 ciftco de los últimamente afectos apenas pudiesen con- siderarse libres de las garras de b. muerte, de- bía consolarnos ver que la convalecencia era por lo común bastante breve, y que ya la enferme- dad no se declaraba en otro alguno: en el rostro de ios demás, en su fuerza, en su agilidad y buen humor sobresalían ahora tanto las utilidades de aquella arribada, cuanto eran tristes, desmaya- dos y macilentos los semblantes del mayor nú- mero al tiempo de la salida del Callao. Suspen- dióse en el entretanto suministrar el grog por ración hasta que consumiese cada cual el vino que había recibido de regalo de los vecinos de la Mocha, y repartida abundantemente la ropa de abrigo, se procuró combinar en los trabajos diarios que tuviesen algunas horas de sosiego para coserla y prepararla á su albedrío. Hasta el 10 fueron lentos nuestros progre- sos por no haber salido aún de los limites de los variables; pero entablados en aquel mismo día los vientos tempestuosos del Oeste y Noroeste, nos condujeron con tanta presteza hacia el Sur, que para la noche del 14 ya habíamos alcanzado el paralelo de 49". Aquí, los vientos, las mares y las cerrazones, lejos de ceder tomaron un semblante aún más horrible y tempestuoso, y cu la penosa alternativa ó de luchar contrr. ellos iufructuosamente con las muras á babor 6 de dejarnos arrollar hacia los paralelos de los Ca- bos Pilares y Victoria, pareció el segundo partido más adaptado á las circunstancias nuestras á la sazón, y á las ideas que nos habíamos formado sobre nuestras tareas á la otra banda del Cabo de Hornos. Diferentes veces, la derrota que ahora se- guíamos nos llevó á surcar la misma senda que habíamos corrido en el año 1790, y el encon- trar ahora con un mes de an.icipación tiempos aún menos favorables de los que habíamos ex- perimentado entonces, nos convenció de nuevo cuánto era casual un momento feliz en aquellas regiones. No nos era extraña la acostumbrada compañía de un crecido número de pájaros pam- peros cuando reinasen los vientos tempestuosos del Oeste, así como en los instantes más bonan- cibles se nos aparecían las gaviotas, las parde- las y una ú otra vez tal cual lobo marino. Las últimas horas del 16 parecieron que- rer transformar en un todo la escena que nos rodeaba desde ocho días; á las ráfagas suma- mente recias del Oeste (símbolo ya casi seguro de su poca duración), á las cerrazones, á l^s mares ya descritas, sustituyese ahora un tiem- po sereno y apacible entremezclado ó con una total calma ó con algunas ventolinas del se- gundo cuadrante. Revivieron nuestras esperan- zas ya enteramente desmayadas y ceñimos in- mediatamente con todo aparejo al Esnordeste y Este, aprovechando interiormente para el aseo y conservación de la salud, la hermosura del día y el brillo del Sol; y como las ventolinas aun- que débiles continuasen en la noche siguiente, ya para las primeras ciaras del 18 habíamos es- trechado de unas 10 leguas la distancia con el Cabo Victoria. Poco acostumbrados á la claridad y hora tem- prana del crepúsculo, admirábamos á la sazón á veces el brillo lisonjero de las .estrellas, á veces Ük. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 295 llao. Suspcn- r el grog por cual el vino os vecinos de nente la ropa n los trabajos as de sosiego :drío. estros progre- límites de los lel mismo día e y Noroeste, hacia el Sur, mos alcanzado tos, las mares tomaron un pestuoso, y cu ir contrf. ellos á babor ó de los de los Ca- egundo partido s nuestras á la amos formado )anda del Cabo que ahora se- sma senda que o, y el encon- pación tiempos s habíamos ex- ;nció de nuevo liz en aquellas i acostumbrada le pájaros pam- s tempestuosos ites más bonan- tas, las parde- ) marino, larecieron que- sscena que nos ráfagas suma- ya casi seguro rrazones, á l^s ahora un tiem- lado ó con una tolinas del se- estras esperan- I y ceñimos in- al Esnordeste nte para el aseo rniosura del día ventolinas aun- oche siguiente, 8 habíamos es- istancia con el dad y hora tem- IOS á la sazón á itrellas, á veces V>k la aproximación del astro vivificador de toda la Naturaleza, á veces las muchas aves y lobos mari- nos que parecían esperarle con ansia y saludarle cada cual con sus voces broncas y poco melodio- sas, cuando contra todas nuestras espectativas se aumentó esta escena con la vista de una embar- cación hacia el Sueste; y variando de un t;olpe el hilo de nuestras ideas, que casi nos separaban del mundo habitado, debimos sólo entregarnos á aquellos pensamientos que la inconstante ambi- ción del hombre alimenta para su propio daño. Reconocimosla á poco rato por una fragata ballenera americana. Enviado después el bote á su bordo, supimos con harta mortificación que había salido de los puertos de la América unos seis meses antes, de manera que sus noticias sobre el estado de la Europa fueron aún más añe- jas que las recibidas en Lima y en la Concep- ción. Dímosle algunos refrescos y las direccio- nes oportunas para la navegación siguiente, ya que su ánimo era buscar paralelos más bajos para la continuación de la pesca, y la despedimos, pues el tiempo se apresuraba á tomar su sem- blante acostumbrado. Era ya nuestro plan reconocer la costa des- de el Cabo Deseado, y no perderla de vista hasta la Isla de los Estados. Considerábamos el Diario del Capitán Cook, para suponer que logra- ríamos de un viento igualmente claro y maneja- ble que nos permitiese recalar á imitación suya con alas y rastreras; pero en esta ocasión, como en otras muchas, nos estaba prevenida una nue- va oposición, la cual nos recordase que si era di- fícil imitar á aquel célebre navegante en su pe- ricia y tino marineros, no era menos intempestivo y osado aspirar á un igual grado de felicidad. . Desde la media noche del 19, el tiempo em- pezó á tomar tan mal semblante y el barómetro á bajar tan considerablemente, que nos parecie- ron precauciones indispensables ceñir ai Sur el viento ya arrafagado del Oeste y limitar el apa- rejo al solo trinquete y las gavias en dos rizos arriadas: no eran infundadas nuestras sospechas, ni vanas nuestras precauciones, pues á las ocho de la mañana nos sobrecogió tan fuerte contraste del Sudoeste y Sursudoeste, que á pesar de la re- sistencia casi indecible de nuestro casco y apare- jo, se noj hacía sumamente arriesgado resistirlo: ignorábamos su duración, las mares con exceso gruesas nos amenazaban de una deriva consi- derable sobre la costa, si nos descuidásemos en una capa sosegada; y asi nos pareció un partido inevitable conservar largos el trinquete y la gavia en dos rizos arriada, y con esta vela más bien excesiva, continuar hasta franquearnos con las muras á estribor. I/OS islotes del Cabo Deseado, nos demoraban unas veinte leguas al Nordeste. Si el viento hu- biese continuado por largo tiempo con la fuerza y dirección con que había entrado por la maña- i>k-. i, na, la deriva inevitable de una mar gruesa y un aparejo limitado nos hubieran acarreado sobre los islotes del Cabo Negro ó precisádonos á na- vegar con no menos riesgo sobre las muras á ba- bor; ni debía parecer extraordinaria semejante duración, ciíando consultásemos las navegaciones nacionales de los últimos años, las cuales dicta- ban últimamente, como preferente el partido de surcar aquellos mares con atención á los vientos, más bien en la oscura estación del invierno que en la clara pero más tempestuosa del verano: por ventura no fueron acertadas nuestras sospe- chas; el viento y la mar cedieron mucho en la no- che siguiente, y declarados después por el Su- doeste bonancible con buen semblante, nos die- ron lugar á navegar con fuerza de vela en de- manda de tierra. Fueron los vientos demasiado bonancibles ,0 para que consiguiésemos avistarla antes del os- curecer del 20, pero ya á esta hora estábamos de ella á tan corta distancia, que aun con un andar muy lento y paireando desde la media noche, para las tres y media de la mañana del 21, veía- „ mos á distancia de unas ocho leguas los Cabos ülocester y Negro, el p-imero hacia el Nomor- oeste y el segundo al líordeste '/^ Este de la aguja. Luego que la claridad del día y el viento aunque Hojo nos permitieron combinar con la continuación de la derrota nuestras tareas acos- tumbradas, seguimos rumbo del ¿sueste, el cual nos conducía aunque paulatinamente, á pasar á unas cuatro leguas del Cabo Ne^jo: admirábamos de nuevo la exactitud de las descripciones del Capitán Cook en este nuevo t<;atro de su felici- dad é inteligencia navegantes, y guiados así por mano, dejábamos aparte la idea de descubrido- res, para tomar el semblante no menos útil del que para el bien público rectifica y á veces per- fecciona con una cierta nimiedad ciei\tífica las primeras obras, siempre algo informes cuanto más útiles y grandiosas. m Cabo Glocester pareció á nuestra vista un fro. "1 de tierra algo pendiente al mar y con un islote casi igualmente alto á corta distancia de él: seguía luego la costa de mediana altura formada de muchos picachos todos entrecortados con ca- nalizos, de modo que parecían más bien islas; y últimamente casi Noroeste-Sue jte con aquel Ca- bo, se dejaba ver con igual altura y con un color bien oscuro la isla grande del Cabo Negro; en ella se hacía particularmente notable una que- brada con dos piquitos agudos por su parte del Este y del Oeste; diferentes islotillos difíciles de percibirse sino á muy poca distancia, rodeaban luego la punta más meridional; y no era posible (tal vez por la calima) distinguir lengua algu- na de tierra que le uniese á latierra firme, antes igG VIAJE ALREDBDOR DEL MUNDO ]>ÍC. 91 \u •i ! : bien, el terminar la parte oriental y baja de la isla en un mogote bastante elevado, parecía indicar que ústa fuese realmente una isla: fue- ron vanas nuestras diligencias para avistar los dos islotes salientes al Sur '/. Sueste, aunque nues- tra derrota nos condujese á pasar de ellos unas tres leguas apenas. El poco viento no nos permi- tió el estar Norte-Sur con el Cabo Negro hasta después del medio dia, habíamos observado la latitud Sur de 54° 48' 30", y al mismo tiempo la longitud de 67" 9' 40" occidental de Cádiz deducida por el número 11, nos daba lugar de confrontar nuestros resultados con los del Capi- tán Cook. Pasado el Sol por el meridiano fué el viento aumentando considerablemente sus fuerzas y agregándosele al mismo tiempo una corriente rá- pida hacia el Este, de suerte que nuestros pa*os fuesen en esta ocasión expeditos; antes navega- mos al Esnordeste para internarnos hacia la grande ensenada en la cual el Capitán Cook había sospechado la existencia del Canal de Santa Bár- bara y luego aproximándonos para las seis hacia el Cabo Desolación, corrimos la restante tarde al andar de la costa y á una distancia de ella de tres leguas próximamente. Era el tiempo suma- mente claro y hermoso y esto nos dio lugar á que avistando el golfo intermedio entre el Cabo Negro y el de Desolación tuviésemos la casual felici- dad de poderle describir tal vez con alguna ma- yor individualidad de la quese había proporcio- nado al Capitán inglés. A la parte del Nordeste del Cabo Negro, se advierte efectivamente una grande ensenada cu- yos límites al Norte no es fácil descubrir á lo menos en una distancia de seis leguas próxima- mente desde los extremos del Cabo; pero pasada esta distancia, se vuelve á unir la costa, y si bien las proyecciones indiquen la existencia de una ú otra isla, no parece que sean éstas las que for- man la mayor porción de la costa, y no es fácil descubrir otra entrada alguna hasta llegar al Cabo Desolación. Los picachos siempre dispues- tos en una figura regular volcánica empiezan aquí á multiplicarse mucho, se les vé cubiertos con manchas grandes de hielo, despoblados de arboleda y sólo en una ú otra parte de las más bajas, vestidos aunque mezquinamente de tal cual fruto de una corta vegetación. La sonda, si consultásemos así las observa- ciones del Capitán Cook y nuestras, como el co- lor del agua, no debe tampoco suponerse muy saliente al mar; y por cuanto pueda inferirse de lo acaecido á aquel Capitán en la bahía de Na- vidad, y á los úliimos navegantes nacionales en la parte interior del Estrecho de Magallanes, no debe por ella navegante alguno entregarse des- cuidado á la seguridad ¿le hallar fondeadero don- de vea abrigo; la mayor parte de las veces se ha- llará sin fondo á muy corta distancia de las pie- díc " dras. Efectivamente, desde el Cabo Desolación, la Tierra del Fuego toma un semblante horrible, así por su aridez como por su elevación y escarpe: á poca distancia del Este se advierte una entra- da como de cuatro millas, y con dirección al Nordeste le forma el mismo Cabo al Noroeste y otra punta no menos alta y escarpada al Sueste; no se descubren interiormente masque tres 6 cua- tro islotes bastante distantes, y los arrecifes ó pedruscos que bordan luego la costa siguiente al I'2ste, no parecen obstruir en modo alguno toda la anchura de la boca indicada; pasada ésta ya por largo trecho, no se descubre otra entrada al- guna, y la costa con dirección del Esueste, corre bastante unida, hasta presentar las dos entradas grandes, de las cuales es la más oriental la de Na- vidad que visitó el Capitán Cook. unas seis leguas al Este del Cabo Desola- ción, nos sobrecogió la poca luz del crepúsculo, que nos precisó á poner término á nuestras ta- reas, esperando con ansia que la claridüd del nuevo día nos permitiese continuar con la mis- ma felicidad que ahora parecía querernos acom- pañar. Unánime toda la Oficialidad, había con- venido en que podía aún reconocerse un trozo re- gular de costa antes de buscar el paralelo de la Isla de Diego Ramírez, cuyo reconocimiento debíamos mirar como de la mayor importan- cia; y con este mismo plan esperábamos pai- reando sobre las gavias á unas tres leguas de la costa la hora oportuna para dar principio á nuestras tareas: en esta posición, eran nuestras sondas de 65 brazas piedra y coral, y la varia- cjón magnética de 25" 30' Nordeste. Estos conceptos realmente lisonjeros, no fue- ron sino momentáneos; á la una de la mañana el tiempo inclinándose el viento al Oesnoroeste, había tomado su acostumbrado semblante tem- pestuoso, y nos había precisado á precavemos con dos rizos en las gavias. Semejante sorpresa alteraba nuestro plan primitivo de operaciones, porque siendo probable que el temporal durase algunos días con las cerrazones inseparables, de- bía recelarse que la deseada Isla de Diego Ramí- rez, ó se nos ocultase, ó la viésemos sin poder lograr de observación alguna, ó que finalmente nos quedase al Oeste, cuando lográsemos de tiempos más oportunos para reconocerla. Con estas reflexiones abandonamos inmediatamente la costa, y sin dejamos descaecer nada del me- ridiano en que nos hallábamos, navegamos al Sur para entrar en el paralelo de 56" 28'. Con el temporal del Oesnoroeste, que ya ha- bía establecido su imperio, nos fué fácil alcan- zar la posición proyectada: capeamos inmedia- tamente sobre la gavia y el contrafoque, y debió, á la verdad, tranquilizarnos mucho sobre el lo- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVtnA 297 cia de las pie- díc. ji Desolación, la te horrible, asi ion y escarpe: rte una entra- 1 dirección al al Noroeste y }ada al Sueste; que tres ócua- os arrecifes ó ita siguiente al o alguno toda )asada ésta ya ra entrada al- Ksueste, corre s dos entradas ental la de Na- Cabo Desola- del crepúsculo, á nuestras ta- a claridad del lar con la mis- uerernos acorn- ad, había con- rse un trozo re- el paralelo de reconocimiento lyor importan - )erábamos paí- ses leguas de la lar principio á , eran nuestras ral, y la varia- ste. Dnjeros, no fue- 2.. i de la mañana al Oesnoroeste, semblante tem- > á precavernos e jante sorpresa íe operaciones, emporal durase iseparables, de- de Diego Ramí- emos sin poder que finalmente lográsemos de :onocerla. Con nmediatamente r nada del me- navegamos al 56" 28'. !Ste, que ya ha- "ué fácil alean - amos inmedia- foque, y debió, ;ho sobre el lo- iJi. »• gro de nuestros deseos, considerar que aún dis- tábamos unas 35 leguas á barlovento de la posi- ción probable de la isla, y que por consiguiente no la propasaríamos tan luego. Con esta atención misma, ya que la mar y el viento eran extraordi- nariamente tempestuosos, y los horizontes á veces no se extendían ni á una milla siquiera, nos pa- reció preferente capear, que navegar con algu- na más vela sobre bordos, los cuales, ó nos hubie- rin separado mucho del paralelo en que quería- mos mantenernos, ó con las muras á babor hu- bieran en mucho menor plazo, consumido la dis- tancia favorable á barlovento. Nuestra curiosidad sobre la existencia de esta isla era extremada; pareciéndonos bien ex- traño que los solos Nodales entre nuestros nave- gantes la hubiesen visto, y que poco conforme en esta ocasión la Naturaleza con la harmonía general que se advierte en todas sus obras, cuasi á la vista de unas tierras elevadas, ásperas y tan pedregosas que pudiesen resistir al ímpetu de las olas, hubiese colocado como un antemuro de ellas mismas una islita baja, débil y de tan poca extensión cual nos la representaban en el día las cartas modernas, inclusa la del Capitán Cook: resolver esta duda era además un punto harto importante para la navegación nacional, y (di- gámoslo así) la única pesquisa útil en esos ma- res que había dejado el Capitán Cook á los que le siguiesen. ,3 Atento á este plan, no sólo en la tarde y noche actuales, sino también en todo el día si- guiente, no varió nuestra capa de la gavia y el contrafoque, ni nos apartaron nuestros bordos más de siete á ocho minutos á una y otra parte del paralelo sospechoso: acechábamos con vigías cualesquiera claras, aunque momentáneas, que piidiesen extender nuestra vista á una legua en torno siquiera, y los sacrificios actuales de su- frir á costa de mil incomodidades un temporal que parecía destinado á sacarnos con. brevedad de esas mareas tempestuosas, nos hubieran pa- recido con exceso frivolos si no los viésemos in- fluir extraordinariamente en la salud y en el mis- mo desaliento de las clases inferiores. .., A las diez de la mañana del 24, cuando más reunidos parecían los elementos para hacernos desagradable aquella demora, vimos repentina- mente dividirse las nubes, rolar el viento al Sud- oeste, y al mismo tiempo serenarse el cielo y tranquilizarse poco á poco el mar: no anduvi- mos omisos ni en examinar por medio de las ob- servaciones nuestra posición verdadera, ni en hacer rumbos y aparejo proporcionados á este intento. Nos manifestaron aquéllas que en los solos dos días últimos habíamos contraído 1° de error al Este en la estima; de suerte, que un solo día más de temporal nos hubiera hecho pro- pasar de los meridianos sospechosos, y los otros nos guiaron á avistar hacia las dos de la tarde nu- ,4 al Nordeste la isla deseada. Era bien diferente la idea que ahora podía- mos formar de las Islas de Diego Ramírez, de la que antes nos habían dictado las noticias anti- guas; es éste más bien un pequeño Archipiélago de una más que mediana elevación, con el mismo semblante árido y pedregoso que presentan lis tierras de Cabo Desolación con una extensión tal vez mayor que la de las Islas de San Ildefon- so, y con una dirección de Norte á Sur, que in- dica al mismo tiempo su homogeneidad con las tierras inmediatas al Norte, y su estructura si- métrica según las leyes admirables de la Natura- leza. Para las cuatro de la tarde habíamos atra- cado ei extremo Sur á distancia dedos leguas; le vimos rodeado á corto trecho de muchos pedrus- cos escarpados en los cuales rompía el mar con una fuerza extraordinaria; le situamos en latitud de 5O" ¿¿' y longitud occidental de Cádiz de 62° io' 00", y pareciéndonos que éste se miraría por los navegantes venideros como el verdadero tér- mino de las Tierras del Euego, y el punto al cual debiese referirse la navegación de altura, le dis- tinguimos con el nombre de Cabo Valdés para re- cordar en él al mismo tiempo el protector cons- tante de la navegación nacional y el agradeci- miento que le profesaban los que habían sido destinados á este intento en la corbeta Descu- bierta. El grupo de las islas conservó el nombre de Diego Ramírez, se trazaron sus términos y arrumbamientos con repetidas bases y observa- ciones, y como el color del agua y disposición de la tierra nos asegurase que no había sonda en aquellas inmediaciones, continuamos, hacia las seis de la tarde nuestra derrota para aproximar- nos al Cabo de Hornos. Efectivamente, á las tres de la mañana siguiente logramos ya de la vista de aquel célebre Cabo y de sus inmediaciones, aunque los repetidos chubascos del Oeste nos la interrumpiesen á veces: la mar era llana y el tiempo no manifestaba en su semblante la menor apariencia de querernos contrariar. Este Cabo, el que más se señorea sobre el mar en todos aquellos contomos, parece cortado á pico, le rodean varios islotillos, y aunque con la mayor verosimilitud, no pertenezca el mismo sino á una isla de las muchas que com- ponen la Tierra del Fuego, se presenta, sin embargo, como el verdadero límite de unas pie- dras inmensas, áridas y desiertas por la parte del Oeste; y por la del Este de unos terrenos más suaves y fecundos, y por consiguiente de un clima menos áspero y temible: no es extra- ña esta singular variedad de todas las circuns- tancias de la Naturaleza á una y otra parte del Cabo para nuestros navegantes del Perú, loa 38 i''rr''rTtir"-iraiiii T 2(j8 VIAJE ALRP.DBDOR DEL MUNDO Ule 14 cuales, consif^uiendo por lo común atravesar el Estrecho de Maire, y á veces aún costear con Noroeste las tierras sif;uientes al Cabo Hifcn Su- ceso, encuentran iué^o en su mcriiliano aquellos temporales del Sudoeste, que han hecho siempre tan duradera y arries(,'ada esa navegación. "5 Reconocidas para laii seis de la mañana to- das sus inmediaciones, y poco inquietos c|ue la cerrazón y la hora intempestiva no nos permitie- sen referir á este punto ni ionf^itud ni latitud, ya que el Capitán Cool; había verilicado uno y otro objeto con las mejores circunstancias, continua- mos nuestra derrota hacia el Cal)o Ivnfíaño y las l!ernal)elas, y nos favorecieron de tai modo los \ ientos, que para el medio día nos hallamos en latitud de 55" j¿' y longitud de 60" 5', marcando al mismo tiempo la Isla l'Aout al Oeste 5" Sur, y el extremo Sur de la isla nueva al Noroeste ver- dadero: el tiempo había tomado un semblante apacible y despejado, y después de veinte días de temporales casi continuos, podíamos final- mente revivir en nuestra memoria tal cual idea de la existencia de un verano. Los rumbos del Nornordeste al Nordeste que seguimos en la tarde con el viento del Sur-Sud- oeste á cada paso más bonancible, nos condujeron muy luego á unas tres leguas de la isla nueva, viendo sucesivamente las tierras altas interiores que parecen formar varias bahías profundas y abrigadas. A las ocho y media de la tarde, el Ca- bo Buen Suceso demoraba al Norte 8" Este, dis- tancia de ocho á nueve leguas, y el Cabo San An- tonio en la Isla de los Estados al Norte 38" Este de la aguja, sin que á la sazón pudiese aperci- birse efecto alguno de corrientes. Poco después nos abandonaron de un todo las últimas vento- linas del Sur, y quedamos en una perfecta calma hasta las primer:' s horas de la siguiente maña- nita, en las cuales entabló viento fresco y con- trario del Norte. '(■ La mañanita del 26 en que se nos habían declarado vientos contrarios para entrar en el Estrecho de Maire, no nos hizo tampoco variar de idea: era el tiempo sumamente placentero y despejado, la mar llana y el viento galeno, de suerte que nos parecía evidente una próxima alte- r:ición favorable que diese lugar á los vientos reinantes del Sudoeste; así nuestros bordos que se habían dirigido al principio al Este, variaron muy luego hacia las Tierras del Fuego; y como el viento fuese aumentando su fuerza á medida que el Sol se aproximaba al meridiano, ya para el medio día por latitud de 55° 4' no distábamos más que unas tres 6 cuatro leguas al Sur 61° Este del Cabo Buen Suceso; se veía la bahía de este nombre al Norte 32° Oeste y el Cabo San Anto- nio en la Isla de los Estados al Norte 12° Este de la aguja. Muy luego el Norte más recio y algo más in- clinado, nos precisó á navegar sin juanetes y con nic. i{uicntc del .j no hubiese sido constan- temente lluvioso á causa dot viento Norte, la pri- mera época de nuestras observaciones se hubiera sin duda establecido en a(|uel inismo día, no pudo el tiempo contrarestarnos con iguales dilicullii- des en los demás objetos de nuestra escala, los cuales, si bien secundarios, no podíamos mirar con indiferencia; y eran la caza, la pesca y un acopio abundante de apio silvestre: fué la prime- ra abundante, pero no tanto que no se extrañase ya la mucha concurrencia de butjues en aquellos contomos: tuvimos la felicidad en cuanto ¡I la segunda de coger con corral cerrado en la ma- rea alta una cantidad no menor de 40 á 50 quin- tales, todos de la misma especie del bacalao y de un sabor y tamaño realmente agradables. Una atención no menos precisa en nuestras medidas actuales era sin duda el restablecimien- to de los enfermos, los cuales en mucho número y sumamente debilitados, esperaban con el espar- cimiento y recreo de la tierra aquel alivio que ya de ningún modo pudiera proporcionárseles en el mar: con este intento se había ya construido una tienda, á donde pudiesen comer, descansar y abrigarse ó de las aguas ó de los rayos ardien- tes del Sol, y como no tardasen en disfrutarla cuando el tiempo no era absolutamente contrario, se advirtieron inmediatamente sus efectos y vi- mos disiparse poco á poco en el mayor número las calenturas, obstrucciones y debilidades casi invencibles hasta entonces. No era, sin embargo, la estación actual la más favorable para este intento ni para las ob- servaciones celestes: con mucha frecuencia nos acosaban recias granizadas y vientos del Sudoes- te, los cuales hacían á veces molesta la comuni- ción con tierra, malograban las alturas corres- pondientes de la tarde, é imposibilitaban la caza y la pesca; esto mismo era un nuevo inconve- niente para la marcha uniforme de los relojes marinos en el observatorio, pues variaba de un momento á otro de 10° y 12° el temperamento, y la humedad repentina nos amenazaba de varia- ciones aún más temibles en su movimiento. Aprovechándose á pesar de estos inconve- nientes las ocasiones oportunas para los objetos que nos habíamos propuesto, y sustituyendo cuando hubiese alguna alteración notable de los relojes el método de las alturas correspondientes á las absolutas, deducida ya de antemano la ex- centricidad del cuarto de círculo, pudimos en un corto plazo de ocho ó diez días, ver repetidas con bastante pulso y seguridad las experiencias de la gravedad, de modo que ya sus resultados en esta parte importantísima del hemisferio austral pu» diesen mirHi>ie corno birn satisfactorio-^, V.n el entretanto habían sido varios los inci- dentes ocurridos, relativamente á los diversoa buques americanos surtos ó en el mismo puerto ó en sus contornos. Casi diariamente las lanchas grandes recorrían las islas interiores; había fon- deado el día (j en el puerto una goletilla de la misma nación perteneciente á un buque surto hacia la Punta Oeste de las Islas, i. imposibili- tado por su mal estado de navegar; todos nece- sitaban galleta y este último algunos efectos na- vales que había pedido, mas no conseguido en el establecimiento nuestro de la Soledad; finalmen- te, á medida que se dilataban estas demoras, cre- cía el cxtnigo de los lobos marinos de modo que su destrucción, como ellos mismos confesaban, parecía bastante próxima. Semejantes procedi- mientos combinados con la interpretación menos equívoca del artículo 6." del último tratado del Escorial, nos decidieron, á no ser testigos indi- ferentes de un daño tan considerable para los in- tereses nacionales ó un medio poco cauto para que con los auxilios solicitados fuesen aún más duraderas estas pescas; combinando una y otra atención, con el derecho más inviolable de la hospitalidad, con la mayor seguridad de no en- turbiar la tranquilidad pública y particularmente con el cuidado de que no se ajase el honor del pabellón con unas intimaciones fáciles de eva- dirse sin el menor escarmiento. Llamados los dos Capitanes de los buques surtos en el puerto y el Capitán White de la goleta pequeña, se les hizo ver por cuántos títu- los debía considerarse como posesión nuestra, todo lo que se comprendía bajo el nombre de las Islas Maluinas: cuánto eran nocivas á los inte- reses nacionales las pescas en que entendían; cuánto sería reprensible que fuésemos testigos indiferentes de semejantes abusos, y cuánto- les sería fácil eludir nuestras medidas transfi- riéndose á otros puertos no distantes, mientras durase el plazo breve de nuestra demora en aquellos contornos, el cual seguramente no ex- cedería de doce días; de suerte, que esta últi- ma circunstancia nos precisaba á desalojarlos sin pérdida de tiempo cuando no alegasen razón alguna justificativa para una demora ulterior; razón á la cual suscribiríamos gustosos, ya que ni era nuestro animo molestarles su fondeadero ni dejar de auxiliarlos en cuanto fuese posible: semejantes proposiciones no podían menos de estrecharlos; presentaron al día siguiente entram- bos Capitanes de los bergantines surtos en el puerto, papeles que acreditaban su intención de salir luego que concluyesen la aguada. En las Kii, COkUBTAII DBSCUUIKKTA V ATKI'.VIUA 301 repetida» con •'» ricnciasdc la Itadds en esta ío auHtral pu* orioít. iiios los inci- los divcraoH mismo puerto te las lanchas es; había fon- olctilla de la buque surto é imposibili- todos ntce- los efectos na- mscífuido en el ad; (inalmen- demoras, crc- dc modo que )s confesaban, antes procedí- ctación menos no tratado del testigos indi- Ic para los ¡n- ico cauto para lesen aún más ido una y otra iviülable de la idad de no en- articularmente le el honor del fáciles de eva- de los buques 1 White de la r cuántos títu- esión nuestra, nombre de las ras á los inte- ue entendían; sernos testigos !0s, y cuánto- ;didas transfi- ites, mientras •a demora en imente no ex- jue esta últi- i desalojarlos llegasen razón ñora ulterior; tosos, ya que m fondeadero fuese posible: an menos de líente entram- surtos en el intención de ;uada. En las r.» • instancias para auxilios, todos comprendieron la condición precisa de abandonar inmediatamente las islas, y hnalmcnte, convenido ti modo de sa- tisfacerlos, cambiando el uno una barrica de to- cino por el equivalente en pan, y el otro entre- gando pesos fuertes según precio de ¡«ima por otros 20 quintales de pan, quedó resuelto que el Capitán White, ya (|ue no tenía plata efectiva ni cosas útiles de cambio, descontase los auxilios que se le daban, sirviendo con su goleta en una excursión de siete diiis á los puertos inmediatos, la cual Hi puso al cargo del Piloto Inciarte: era sobremanera interesante reconocer particular- mente los fondeaderos de la Punta Oeste hH;ia el Cabo Percíbal, los cuales, por su más fácil en- trada y salida y por una igual ó mayor seguri- dad cómoda á la que había en el puerto ligmont, parecían desde luego los únicos útiles para esca- la en la sucesiva navegación del Perú y mar Pa- cifíco: quedó diferida para el regreso de la gole- ta la entrega de la mayor parte de los efectos, y en la mañana del 10 dio efectivamente la vela el Piloto Incíarte, con orden de no dilatar su regre- 16 80 más allá del 16: efectivamente lo verificó asi, haciendo en aquel corto plazo varios reconoci- mientos importantes, enterándose por menor de las pesquerías inmediatas, y logrando sobre todo, de una agradable y lina hospitalidad de parte del Capitán de otro bergantín americano fondeado en la punta Oeste, el cual, en los catorce meses que allí había permanecido, había logrado una cantidad más que mediana de excelentes horta- lizas y multiplicado en una isla inmediata algu- nos puercos y conejos. En conserva del Capitán White y del Piloto Incíarte, vino también al puerto otra lancha es- quifada con seis marineros ingleses, tres de los cuales solicitaron y obtuvieron plaza á bordo: separados voluntariamente (según aseguraban) de la embarcación inglesa á que pertenecieron siete meses antes, y abastecidos con esa lancha y bastantes víveres, habían continuado por su cuenta la caza de los lobos marinos, y entregado últimamente á un buque americano que navega- ba á la China esta especie de pacotilla para su venta sucesiva. I, Concluidos así todos los objetos que nos ha- bían conducido al puerto; hechos á la vela los dos buques americanos; auxiliados los demás para que lo verificasen en igual modo; restableci- da mucho la tripulación; «¡ompletada la aguada y hechos en este mismo día los posibles acopios de aves y de apio silvestre, ya pareció tiempo oportuno de abandonarle, y en la misma tarde del 17 quedó levada el ancla de tierra, y metida la lancha de suerte que pudiésemos dar la vela con las primeras claras del día siguiente, si el viento, como lo prometía, fuese favorable del Sudoeste. ,s y 19 Pero sucediéndole yientos fresquitos del Nor- te, entremezclados con algunas calmas las cua- ''""> les absorbieron los dos días siguiente», nos fué preciso permanecer en la misma posición hasta que hubiese ocasión oportuna de dar la vela. Se presentó ésta en las primeras horas de la '■■ mañana del ¿d, en las cuales se declararon con buen cariz vientos galenos del Nordeste y Es- nordeste. Dimos inmediatamente la vela, y al medio día, después de algunos bordos, conse- guimos vemos fuera del puerto, y con proa al canal entre los Hermanos y las Piedras Hhiii- cas. Nada ocurrió (|uc mere/ca recordarse en la siguiente travesía hasta la bahía de Santa Elena; avistamos el Cabo Blanco y observamos en sus inmediaciones para rectificar algunas du- das sobre la latitud que le habíamos asignado en 17S9. Los vientos del Oeste, bien frescos, nos condujeron después en pocas horas al otro extre- mo del Golfo San Jorge. En la tarde del 28 por sondas de 55 brazas chinos, ya no distábamos sino cuatro leguas de la Punta alta de San José, y al medio día siguiente pudimos dar fondo en ocho y media brazas arena y chinos en la caleta más Norte y Oeste. La aparente seguridad que debían inspirarnos la estación en que nos hallábamos, la tradición de los pilotos de aquellas costas y nuestras mismas experiencias de 1789, reunida á la inmediación de las playas }■ <•) regular abrigo de los vientos reinantes del Noroeste- Norte hasta el Sudoeste, nos hizo parecer al principio bastante agradables, así nuestra situación como aquellos contornos, aunque la una nos dejase descubiertos próxima- mente desde el Este al Sur, y los otros no presen- tasen más que unas lomas áridas en un todo semejantes á las del puerto deseado: miróse por la misma razón como accidental la excesiva fuerza con que en toda la tarde sopló el Nordeste y Nomordeste, obligándonos á dejar caer segunda ancla; y como la noche y la mañana siguientes fueron sumamente apacibles y calmosas, tuvimos lugar de aproximarnos sobre las espías tendidas en la taide anterior cogiendo últimamente la mayor inmediación á la tierra en la caleta indi- cada por fondo de tres y media brazas arena en bajamar: en esta posición, y ya amarrados .on dos anclas Norte y Sur, distaríamos medio cable de los pedruscos de la punta Este de la cala y un cable del frontón opuesto: serían otros dos cables la distancia de la playa interior en la cual ha- bíamos determinado colocar el observatorio para las importantes experiencias de la gravedad, y por cuanto hubiésemos reconocido con el escan- dallo las calidades del fondo, no parecían ame- nazarnos peligro alguno nuestras amarras: ya 49 tranquilos por esta parte, no tardamos al mis- mo tiempo en tomar aquellas medidas que pu- diesen conducir á la mayor seguridad del bu- que y á emprender las proyectadas tareas astro- o 302 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO m £»• >9 nómicas: se condujeron á tierra los relojes ma- rinos, se plantó el cuarto de círculo con la tien- da, y en la misma mañana, conseguidas las al- turas correspondientes, pudo deducirse la longi- tud del observatorio por los relojes marinos y fijarse la primera época de su nueva marcha: el tiempo á la sazón parecía sumamente favorable á las operaciones proyectadas, brillaban sobre el horizonte con igual cir-iridad ó bien el Sol ó las estrellas: la playa inmediata al observatorio pre- sentaba un abrigo fácil y constante para los bo- tes y para la atención precisa á las mareas: era sumamente corta la distancia de la corbeta al observatorio, y finalmente, el viento del Sudoeste que soplando con exceso fresco en aquella tarde nos había precisado á dejar caer la esperanza, había cedido casi de un todo a! ponerse el Sol. Este semblante placentero que había tomado á nuestra vista el paraje que ahora ¡sitábamos, no debía ser sino momentáneo, y debieran al contrario sucederle otros muchos riesgos que no podíamos imaginar. Desde Im diez de la noche inmediata empezaron á entablar ráfagas suma- mente fuertes del Oesudoeste y Sudoeste, las cuales, como quiera que nos aproximasen con la popa á las piedras de la punta del Este, hacían nuestra situación bastante precaria si faltara el cable ó garrara algo el ancla: era la mar gruesa, se hacía sumamente arriesgado y penoso el que la lancha, aprovechando tal cual recalmón, ten- diese el anclote grande i.l Sudoeste para que nos sirviese al mismo tiempo de amarra y de espía si fuese preciso dar fondo á la esperanza. No fueron vanas estas precauciones; el vien- to, poco después de salir el Sol, arreció de tal modo, que parecía imposible pudiésenle resistir los cables; fué preciso destacar al mismo tiempo un trozo de marinería que rehiciese las tiendas derribadas; toda la restante fué empleada inme- diatamente con la lancha en tender el ancla de la esperanza por la espía, y el peligro de un nau- fragio pareció ya tan inminente, que debieron comprenderse entre las medidas del momento las de remitir á tierra los utensilios más precisos de carpintero y calafate, diferentes armas y muni- ciones de guerra y algunos aparejos para varar la lancha; al mismo tiempo para que no desmayase la empresa, ya que todo parecía amenazarnos la continuación de aquel viento, emprendiéronse las experiencias de la gravedad; el Piloto Inciarte se ocupó en medir una base y repetir las marcacio- nes con el teodolito para un plano breve y exacto del puerto; -^ destacaron algunos cazadores, no tanto con el objeto de la caza cuanto con el de buscar agua en esos contornos; era este un pun- to demasiado importante para que le descuidá- semos en semeja \te trance. Pero por ventura resistieron los cables la ba- jamar (aunque estuviésemos en el novilunio); fué menor de lo que nos anunciaban las noticias ad- E" >9 quiridas anteriormente, y en fin, hacia las once llamó el viento de golpe al Sursueste, el cual, á pesar que nos obligaba al mismo tiempo á ten- der una espía y sobre ella la cuarta ancla, calmó inmediatamente y disipó todo recelo del nau- fragio. Apenas bastó toda la tarde para desenredar- nos algo de una parte de las amarras que tenía- mos en el agua, tanto más que continuaba una ola gruesa sorda del Sueste. Las primeras horas de la noche se aprovecharon en el observatorio para determinar su latitud con varias alturas meridianas, y la mañanita siguiente, sin que se interrumpiesen las experiencias de la gravedad, la pesca, la caza y las pesquisas interiores de la aguada, se dedicó también desde las primeras 3' claras al reconocimiento de los cables que tenía- mos averiados, debiendo sospechar la existencia de algunos ratones, aunque el escandallo no nos la hubiese indicado. Efectivamente, los calabrotes tendidos al Sudoeste, el cable de tierra y aun el de fuera estaban considerablemen*^' rozados, y como al mismo tiempo el poco fondo en que nos hallába- mos combinado con el incremento diario de las mareas nos expusiese á tocar en bajamar, fué preciso determinarnos á mejorar de amarradero y de amarras, antes que nuevos vientos tempes- tuosos sustituyesen á la calma de que gozába- mos: al medio día se emprendió esta faena, y antes del anochecer ya nos hallábamos en seis brazas arena distantes dos cables del amarrade- ro antiguo y fortalecidos ó cambiados los cables. Este día, que fué medianamente apacible, aunque con exceso caluroso, había dado muchas esperanzas á nuestros cazadores de poder en parte con la vigilancia y destreza, y en parte con la constancia, conseguir la muerte de algún guana- co: pero eran éstos tan excesivamente finos en el olfato y ágiles en la fuga, que quedaron aquéllas enteramente ilusas, y apenas pudieron resarcir- las siquiera en parte varias perdices y otras mu-, chas aves acuáticas que aumentaron , ó nuestra comida ó nuestras colecciones de Historia Natu- ral. Ningún rastro de agua ni de habitantes se había hallado aún; si se exceptúan i-elativamente á la primera algunos pozos bien salobres inme- diatos á la playa y señalados en el plano, y en cuanto á los segundos, algunas piernas de gua- naco recién muertos, y los mismos huesos y pozos sepulcrales que ya había advertido mu- chos años antes el Teniente de navio D. Manuel Pando. Entretanto, una marcha bien uniforme de los relojes, nos había dado en el observatorio resultados seguros para las experiencias de la gravedad: el plano de la bahía estaba casi ente- ramente concluido: reconocidas, bien á pesar MI ■J CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 303 as noticias ad« hacia las once £ste, el cual, á tiempo á ten- ia ancla, calmó ecelo del ñau- ra desenredar- •ras que tenía- ;ontinuaba una primeras horas el observatorio varias alturas nte, sin que se c la gravedad, interiores de la e las primeras bles que tenía- ar ia existencia candallo no nos es tendidos al :n el de fuera os, y como al ue nos hallába- to diario de las n bajamar, fué de amarradero ientos tempes- de que gozaba - ó esta faena, y abamos en seis s del amarrade- ados los cables, mente apacible, ía dado muchas e poder en parte sn parte con la le algún guana- lente finos en el edaron aquéllas dieron resarcir- ees y otras mu-, iron , ó nuestra Historia Natu- e habitantes se n relativamente salobres inme- 1 el plano, y en siemas de gua- smos huesos y advertido mu- avío D. Manuel ¡n uniforme de el observatorio tenencias de la ataba casi ente- , bien á pesar En. Kn. 3' Fcli. nuestro las sondas, deducida la latitud, y final- mente, con nuevos resultados de los relojes ma- rinos, comparada la longitud actual con la que habíamos determinado en el viaje anterior, re- sultaban ahora las longitudes al Oeste del puerto Egmont. Por el núm.o ii. Por el cronóm. 71. Y eran las del año 1 7 89. 5° 32' 52 5 -24.15 5° 3°' 52 5-24-iS La diferencia actual por consiguiente «•37 al Oeste 6.24 Error, á la verdad, bien despreciable, mucho más si se atendiese que una parte de esta dife- rencia se había advertido ya sobre el Cabo Blan- co; que el movimiento de los relojes había va- riado según el nuevo examen, y que una breve travesía desde allí á Montevideo, pudiera disi- parle todavía casi de un todo. La latitud del ob- servatorio resultó de 44" 30', alf ( menor de la que habían dado las bases de 1789; lo. variación mag- nética de 19" 7' al Nordeste y el establecimiento de la pleamar en el día del novilunio á las cuatro de la tarde creciendo el a^ua hasta 17 y '/.. P'<ís de Burgos, bien que por Jas señales advertidas en algunas partes de la costa, podía sospecharse que en algunas ocasiones llegase hasta 20 ó 22 pies. Después de todo lo que habían desfogado los vientos del tercer cuadrante, debíamos prometer- nos en la apariencia una demora mucho menos incómoda, tanto más que había pasado el novi- lunio, y que la constante serenidad del cielo pa- recía apoyar tales conceptos: á pesar de esto, para las diez de la noche ya nos acosaban nuevas ráfagas recias del Sudoeste con algunos aguace- ros, y para la media noche ya nos habíamos vis- to precisados á dejar caer por cuarta vez la es- peranza: tantr * incomodidades y un trabajo tan asiduo de la gente, cuyo término ya no era fácil acertar, nos determinaron á abandona, lo más luego el fondeadero, con cuyo objeto se destinó tado el día siguiente , qwr fué bastante apa- dMe, á repetir por dos veces la-, experiencias 4ci péndulo simple, y á reconducir luego á bor- do los relojes marinos y los muchos utensilios que en los días anteriores habíamos depositado en tierra: últimamente, para el principio de la noche quedó levada el ancla del Norte y metida la lancha y demás embarcaciones menores, pron- tos, por consiguiente, á dar la vela en la mañanits siguiente. Cuanto más nos apartábamos de las latitu- des altas, eran tanto más agradables y placen- teros los días, más suaves los vientos y más vi- va la memoria de aquellos paralelos felices en el hemisferio opuesto, por los cuales ansiába- nlos después de cuatro años y ;.iedio. Hicimos inmediatamente derrota para atracar la costa al f«1j ' Norte de los bajos del río Colorado, siguiéronse periódicas las líneas de sonda al andar del banco y en la mañana del g por fondo de 24 brazas arena fina parda, se vio una larga extensión de costa presentada bajo el aspecto de diferentes islotes, según sobresalían unos á otros los mu- chos méganos de los cuales se compone. La latitud en que nos considerábamos; la di- rección siguiente de la costa hacia el Oeste y la misma disposición de las puntas apenas salien- tes, no nos dejaron duda que la tierra más inme- diata era la que habíamos distinguido en nues- tras cartas con el nombre de Punta San José, extendiéndose luego los extremos más occiden- tales hacia la bahía de la Asunción, poco dis- tante del río Colorado. Todo cuanto veíamos en torno desde el Oesnoroeste hasta el Nornord- este no presentaba más que un suelo arenoso y seco, en todo semejante á los méganos del Cabo San Antonio; ni era fácil descubrir ensenada al- guna que presentase un abrigo siquiera mediano, ó alguno de los muchos riachuelos, ya descritos en aquellos mismos contomos por los Padres Car- diel y Quiroga. A medida que nos habíamos acercado á la costa había avanzado mucho el viento; y aun llamádose al Sueste de suerte que nos fué pre- ciso con la mura estribor para continuar los re- conocimientos: las sondas se mantuvieron en- tre 21 y 26 brazas arena fina negra, y no omiti- das las bases ni las observaciones reiteradas de longitud, pudimos al medio día hallarnos á tres y media leguas de la costa por latitud de 38° 50' y longitud 6" 15' de Santa Elena. Fué igualmente clara y calmosa la tarde, la cual se aprovechó cuanto fuese posible, atra- cando las playas hasta una distancia de tres le- guas escasas, sin que disminuyesen las sondas de las 26 á las 27 brazas: últimamente, á las cinco y media rolando ya al Este y Esnordeste el viento más fresquito de la virazón, tomamos las muras á babor para disponernos sobre un bordo nuevo largo á reconocer otro trozo de costa en el día siguiente. La calidad ya indicada del terreno de las ori- llas, hace que no puedan extenderse á mucha distancia las marcaciones, y muy luego con el sólo apartarse de seis á siete leguas de la playa, se o' MJtan casi á un mismo tiempo todos los ob- jetos, no quedando rastro alguno de las inmedia- ciones de la tierra, sino la sonda, pues no suelen avi-starbuc las aves en toda ia extensión del hori- zonv»^ No lardó en las primeras horas de la noche en rolar el viento algo más al Norte, siéndonos así asequible desde las nueve no descaecer más hacia el Sur, y ceñir desde las dos de la ma- ñana al Nordeste con un andar de cuatro á 3U4 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Kh. I • cinco millas, y con sondas uniformes de 30 á 34 10 brazas arena íina; aumentaron éstas luego en la mañana siguiente hasta 40 brazas, mientras con- tinuábamos el bordo de fuera, y disminujeron al contrario, así que á las diez inclinándose nueva- mente el viento al Nornordeste, viramos con todo aparejo al cuarto cuadrante. Estos rumbos, y el mismo viento algo más fresco que en la mañana, nos proporcionaron ya para as dos la vista de la costa, cargada con muc'ia calima y distante en solas seis leguas: en efecto, para las cuatro y media, por sondas de 17 brazas, ya nos hallamos á dos leguas y media de la orilla, en donde veíamos sobre las lomas in- mediatas pastar tranquilamente manadas nume- rosas de caballos: pudimos de este modo añadir á las tareas de la tarde anterior un nuevo trozo importante de costa é igualmente exacto por lo que toca á la longitud y latitud, y terminado ahora en el Cabo San Andrés, el cual quedó si- tuado en latitud de 38" 12' y longitud de 7" 30'. Este punto puede considerarse como algo más notable de todos los demás que se piesentan en aquellas inmediaciones, así por su mayor entra- da en el mar y por ser el principio desde donde la costa inclina mucho más al Norte, como por- que tiene una pequeña altura ó montecico por su parte del Oeste, compuesto de las mismas are- nas, pero mucho más elevado y con figura alo- mada por todas partes. Ya, pues, nuestras tareas de este día se da- ban la mano con los trabajos hechos en 1789 por el Teniente de navio D. Juan de la Concha, cu- yas marcaciones se habían extendido hasta los f»i,. ,c, 37" y 7i próximamente, cuando las nuestras al- canzaban ahora los 38°; esta reflexión debía tran- quilizarnos mucho sobre los eventos venideros, aunque no fuese nuestro ánimo el alejarnos de la costa, si los vientos, variando como en los días pasados entre los terrales y las virazones, aunque siempre inclinados al Norte, hiciesen esta navegación más útil y expedita. En efecto, no tardamos en experimentar nue- vas contrariedades, bien sea por la variedad 6 por la fuerza y dirección del viento, laa cuales al principio nos precisaron á navegar algo desatra- cados de la costa; y después, ya próximos al pa- ralelo del Cabo San Antonio, nos dictaron como necesario ceñir al Este para pasar al Sur del banco Inglés: corría á la sazón viento tempes- tuoso del Sursueste con mar gruesa y tiempo bien cerrado; por con>siguiente, aunque la son- da nos guiase crm bastante seguridad, siempre nos hubiéramos visto precisados, careciendo de la latitud, á dar fondo á mucha distancia de Montevideo y con una grande probabilidad de garrar. Cedió finalmente el viento en la noche del 13. 13 Al día siguiente pusimos la proa á la Isla de Lo- bos, y habiéndola avistado en aquella misma tarde, hicinjos inmediatamente derrota para el puerto de Montevideo, y le alcanzamos en la no- che del 14, con la satisfacción que de allí á po- cas horas fondease igualmente la Atrevida, } entrambas quedasen amarradas en las inmedia- ciones de la fragata Comandimie de ArmadiUa. j¡ Separación de las corbetas desde el ptierto del Callao y navegacmi de la Atrevida al de Talcahuano. '793 n.i. ,< Atendiendo á las órdenes de S. M. para los objetos en que debían emplearse las corbetas antes de llegar al Río de la Plata, y á la decla- ración de la guerra con la Francia, se había acor- dado en junta dt Comandantes y Oficiales la separación de rslos buques, á fin de emplearse cada uno en los trabajos convenidos; siendo muy remoto el encuentro de los enemigos por estos mares para que los mirásemos como un obstáculo á desempeñarlos. Con este fin me mandó D. Alejandro Malas- pina que desde la salida de este puerto me con- siderase para maniobrar sin sujeción alguna á la conserva, y con toda independencia aunque fuésemos á un mismo destino, ó hiciésemos un mismo rumbo. La salida se prefijó para el día 15, y era difícil verificarla si el arreglo de las listas hubiese de concluirse para este tiempo. Pero estas dificultades se vencieron, trasladán- dose al Callao el Comisario de Marina D. José de Tagle, y con un trabajo constante de nuestros Contadores en los últimos días, que pudo alcan- zar la ordenación de aquellos precisos documen- tos, sin los cuales no podría ejecutarse el ajuste final de las tripulaciones en Montevideo, según S. M. lo tenía mandado. Algunos reemplazos de gente y la conclusión de otras pequeñas diligencias, no dieron lugar á la salida hasta el día siguiei'tc. Esta demora aumentó el concurso de diferentes amigos de Lima que vinieron á despedirse para darnos las pruebas más sinceras de su estimación, iiasta el CORBETAS DESCUBIERTA Y AT.IEVIDA 305 lo hasta los Fti, nuestras al- n debía tran- s venideros, alejarnos de ;omo ep los :; virazíjnes, liciesen esta mentar nue- i variedad 6 lao cuales al alfjo desatra- ximos al pa- ictaron como al Sur del nto tempes- sa y tiempo 'que la son- lad, siempre arecicndo de distancia de habilidad de noche del 13. la Isla de Lo- uella misma ■rota para el mos en la no- de allí á po- Atrevida, ^ las inmedia- Armadüla. vegación irreglo de las este tiempo, in, trasladan - arina D. José te de nuestros e pudo alean- sos documen- arse el ajuste evideo, según la conclusión [ieron lugar á Esta demora ;s amigos de ira darnos las :ión, iiasta el «3 15 momento que probablemente sería el último que nos cparase durante nuestra existencia. Entre aquéllos, hemos merecido un aprecio singular á D. Matías de Larreta, á quien por las cualidades ■ notorias que adornan su persona, se liaría tanta injusticia al referirlas, como seríamos ingratos en no publicar el celo y esmero i on que se ha en- cargado de dirigir á España todas nuestras reme- sas ahora y anteriormente. Desde por la mañana nos pusimos prontos á dar la vela en el punto que apareciese la brisa, la cual no entró hasta las tres y media de la tar- de, á cuya hora mareamos todo aparejo en de- manda de la punta Norte de la Isla de San Lo- renzo, haciendo la misma maniobra por nuestras aguas la Descubierta. Al ponerse el Sol habiamís rebasado aquella Isla, y advertimos que daba también la vela para Valparaíso la fragata mercante El Águila que trasportaba los Oficiales D. José Ivspinosa 3' D. Felipe Bausa, que debían desde aquel puerto pasar por tierra á Buenos Aires, .".tendiendo á que el estado de su salud no les pf/mitía seguir por el Cabo de Hornos. Durante la noche, la brisa se mantuvo fresca del Sudeste, y nuestros rumbos fueron ciñéndola al Sursudoeste, y la Descubierta constante- mente por la popa: á la mañana siguiente, pre- cedida la correspondiente señal para pedir per- miso de navegar independiente, se forzó de vela akínzando al medio día la latitud de i2"48'Sur y longitud por el 105 de yz" 01' occidental de Cádiz; hallándose la variación de la aguja por amplitud de 13° 7' Nordeste. Perdimos de vista á la Desciibierta en la tarde del día siguiente; y desde hoy principiamos ya á establecer el plan de combate y tomar todas aquellas disposiciones compatibles con nuestras circunstancias y el estado reducido de fuerzas en que nos hallábamos, aunque sien\pre miráse- mos sumamente remoto el encuentre de los ene- migos. Se hizo saber á cada uno el sitio que de- bía ocupar en aquel caso, y dividida la gei te en trozos se dio principio á los ejercicios de cañón y fusil, presenciados por los Oficiales encarga- dos de su instrucción para conseguirla tan com- pleta como era necesaria. La ejecución de estas medidas, tenían por principio buscar los me- dios de hacerla lo menos incómoda al marinero Nuestro objeto principal era la verificación de los ramos científicos que abraza por su natura- leza este viaje, para cuyo fin no sólo es precisa la conservación física de los individuos, sino su buena disposición del ánimo, de la mayor impor- tancia en esta clase de comisiones. Y estos prin- cipios suaves 6 contemplativos que para esta se han mirado como preferentes, no fueran adapta- bles ó más bien serían perjudiciales, á la disci- plina rigurosa de todo buque de la Armada con oct. ■« diferente destino. Así este plan de combate como la orden que le acompañaba incluyendo otras prevenciones oportunas para los Oficiales, se escribieron en el libro de guardias á fin de que constasen y tuvie- se cada uno á la mano la instrucción competente para su destino, encargando á los de guardia la doble vigilancia en reconocer con frecuencia los horizontes y registrarlos también de noche con anteojos, particularmente en esta travesía á Montevideo mientras nos hallemos en altas lati- tudes, para evadir el encuentro de bancas, no poco probable en la estación que debemos tran- sitarlas. Nos rodeaban la tarde del 20 algunas proce- ao larias, cuyos pájaros anuncian por lo común al- teración de tiempo, aunque su presencia, siendo entre los Trópicos no podíamos recelarla, á pesar de que los carices parecían más bien los que pre- siden en laiitudes más crecidas en la estación de invierno, que aquellos agradables y templadas de los paralelos bajos por donde navegamos. Durante la noche, soplando el viento á fugadas y con algunos chubasquillos, obligó al amanecer n tomar un rizo á las gavias. Todavía el 24, en que cortamos el Trópico, ^\ no nos abandonaban una ú otra procelaria ni los mismos chubasquillos de los días anteriores: ob- servamos al medio día la latitud de 24" 11' Sur y la longitud de 80" 39' Oeste, teniendo ya de error la estima 2° 42' al Este de la del 105: la variación de la aguja por cuatro azimutes resultó de 10" 15'' Nordeste. T a t;'rde del 25 se vio distante por la popa la corbeta Descubihrta, la cual no volvió á ver- se al amanecer; el viento, á la sazónj había ro- lado al Esnorceste bonancible, y por el Norte dio la vuelta al fircer cuadrante. Se hicieron en- tonces rumbos del vSursueste 5" E-^e, prefiriendo ganar más bien latitud que longitud, apoyado de ¡/¡formes de los que practican desde Lima ^sta navegación, pues suponen no encontrarse los vientos del tercer y cuarto cuadrante en estít es- tación, hasta de los 30" para arriba. Sin embargo de que fundados en las referi- das noticias no encontrásemos los vientos por la parte y en la aitjxa t.^iresada-s. al día siguiente por la noche apret* tanto e' viento al Sueste, que poco después de amanecer fué preciso to- mar dos rizos á la* gavias para impedir un des- calabro que sin esta precaución hubiera sido ine- vitable. Nos hallábamos al medio día cri la lati- tud de 27" 37' Sur y en la longitud de 80° 44'. Los mismos vientos inclinados más al Este pero no tan frescos, nos acompañaron las dos singla- duras siguientes; de modo que al medio día del 30 cogimos la latitud de 30° 42' y longitud dt 84" 32' Oeste de Cádiz. '5 ¡¡6 8» /> 3o6 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Oci. 31 Desde este punto, fueron perdiendo los vien- tos su fuerza, tanto, que á la media noche tuvimos ya ventolinas del Sur y Sudoeste y navegamos por la mañana con viento entablado por esta parte. Nuestros rumbos fueron al Sudeste 5" Sur co- rregido, para precavernos en caso de llamar los vientos hacia el Polo como lo acostumbran. Muy presto comprobamos estas conjeturas, Sov. 1." pues no bien había pasado la media noche, que despejando la atmósfera, se fijó por la mañana el viento al Sur bien fresco, con la mar bastante gruesa. En los dos dias sucesivos se mantuvo el T viento próximo al Sur no tan fresco, y aún por ^ hi noche del j se quedó calma para pasar al día siguiente y entablarse por el Üesudoeste; pero presumiendo yo que volviese á llamar de nuevo al Sur los rumbos que se hicieron del Sueste 5" Este, era una precaución que podría acelerar nuestra llegada á Talcahuano, si se verificasen aquellas conjeturas. Las obseiTaciones del me- dio día, indicándonos la latitud de 35" 53' Sur y la longitud de 77" 03', fué }'a preciso principiar 5 la singladura del día inmediato gobernando al liste '/i í^ueste hasta tomar el paralelo de la isla de Santa María por los 37". El viento había lomadr más fuerza por el Oesnoroeste y nada limpio como acontece aquí cuando soplan en este cuadrante; no obstante, le aprovechamos de día y noche con alas y rastrera, sin bajar la distan- cia por corredera, de ocho millas por hora. Al mismo tiempo que nos lisonjeaban estas circunstancias con la llegada próxima al puerto del destino, un accidente casual ú olvido invo- luntario en dar cuerda á los relojes, disminuyó en parte esta complacencia. La falta del Sol para ejecutar observaciones, produjo se olvidase esta diligencia al Oficial saliente de guardia, que ordinariamente la ejecutaba. Advertido por mía media noche en el 105 este olvido, le di cuerda al instante, pero no anduvo. Esta misma nove- dad le había sucedido en otras ocasiones, y con dos ó tres sacudidas horizontales se había logra- do restituirle luego el movimiento: en vano re- petimos ahora este recurso , ni aun esforzarle como era regular, teniendo al fin que renunciar toda esperanza y persuadirme á que correría ya la misma suerte esta máquina que el núm. lo, habiendo sido las causas exactamente iguales. Sin embargo, queriendo yo apurar los medios de repararla, me pareció podría ser la causa una contracción de los metales, originada del frío que sentíamos ya bien sensible, y que algún calor mo- derado aplicado al reloj podría volverle á su es- tado anterioi ; en efecto, correspondieron las con- secuencias á mis deseos, pues envolviéndole en una bayeta, me acosté poniéndolo debajo del cuer- po para que recibiese suavemente el calor hasta penetrar todas sus partes interiores; y cuando al cabo de cuatro horas me pareció tiempo suficien- te de conseguirlo, logré al fin á la segunda sacu- Nov. 5 dida restituirle el movimiento,, y salvar una má- quina, de cuyo uso hasta Eurojia había perdido las esperanzas. Una oscuridad sin intermisión de día y de no- che nos había acompañado, y no nos abandonó hasta la mañanita del 7 ; por consiguiente , aun- 7 que guiados por la estima á falta de observacio- nes de confianza, nos pusimos en el paralelo de la Isla de Santa María, cuando aquélla nos lo manifestó. Por fortuna logramos observaciones seguras, estando al mediodía en latitud de 37" 47', la cual se diferenciaba en 42' al Sur de la estima en los tres días que carecíamos de observaciones de confianza. No bien advertimos esta novedaa, que se gobernó desde el instante al Nordeste '^ Nor- te, porque siendo nuestra longitud de 68" 46', y llevando un andar de siete á ocho millas, tam- poco debíamos dudar de ver la tierra por la tarde. La mar era correspondiente al viento tan fresco entre el Oeste y Oesnoroeste, como era extraño por esta parte en las inmediaciones de la tierra en la estación presente. Como las señales del tiempo aseguraban su permanencia, se diri- gió la derrota á dar vista durante el día á la Isla de Santa María, Antes de las seis de la tarde avisaron los ga- vieros de verse la tierra por la serviola de estri- bor. Por la latitud del medio día, inferimos fue- sen unos altos ó cerros más al Norte de los de Tucapel, y por consiguiente, muy breve alcanza- ríamos á ver la citada isla. El tiempo estaba tan calimoso hacia la tierra, que no era fácil recono- cerla sin llegar á cuatro ó cinco leguas de ella; y efectivamente, cuando cumplimos esta distancia, se nos presentó á la vista la Isla de Santa María, la cuai, siendo la tierra más saliente al Oeste, no era posible confundirla. Desde el anochecer, ce- ñimos el viento del Oeste con muras á babor, para cumplir durante la noche la latitud de la boca del puerto. Al romper el día, con la costa á la vista arri-> s hamos al Esnordeste con fuerza de vela, cuyo rumbo indicado por las marcaciones, nos condu- cía á la tierra baja antepuesta á las Tetas de Viovio, las cuales, cubiertas de calima, se nos ocultaban todavía. Por las marcaciones sucesi- vas á los extremos de la isla, el del Norte al Sur 5S" Este y el del Sur al Sur 42" 30' Este, nos de- moraba la boca del puerto al Nordeste 7» Este distancia de cinco leguas. Nos abandonó después el viento hasta el me- lio día, que entablado por el Sur iba refrescan- do por instantes, y nosotros acercándonos al puerto, gobernando al Esnordeste desde que nb- servamos la latitud de 36" 40' Sur, marcándose las Tetas de Viovio al Este 7" Sur. Sucesivamente se orzó á pasar muy cerca de 1 CORBETAS DKSCUBIEKTA Y ATRKVIDA 3ft longitud de 74" 31' Oeste, por cuya situación está- bamos próximamente en el paralelo de los Evan- gelistas á distancia de Cabo Victoria 73 leguas. No fueron tan felices lus dos singladuras siguien- tes, pues en la primera no pudimos alcanzar la latitud de la Isla del Aterrage de Cook, ni en !a segunda la del Cabo Glocester, observando sólo la de 53" 59' Sur. En estos dias se había notado una mayor abundancia de pájaros negros y de carneros, y que el viento había .soplado con tanta fuerza cuando estábamos en los paralelos de la boca del Estrecho de Magallanes, que sólo nos permitía navegar con el trinquete y la gavia arriada sobre dos rizos; no obstante, tuvimos también varias horas de calma ó ventolinas del primero y segundo cuadrante. La variación de la aguja observada por azimutes era de 23" 22' Nordeste. Para entrar desde el medio día en el paralelo déla Isla de Diego Ramírez, situada por 56" 40', se gobernó al Sueste, habiendo adelantado bien poco hasta entrada bien la mañana del día si- guiente, en que entablado el viento por el Sur- sudoeste, conseguimos cumplir la latitud de la citada isla á las nueve y media de la tarde, ácuya hora arribamos al Esnordeste 5° Norte, con- tando en aquel momento la longitud de 71" 02', no distando menos de 100 leguas de la isla dcL'eada. Ya en estas latitudes crecidas era el frío tan pcietrante, con especialidad soplando los vientos del tercer cuadrante, que no alcan- zaba precaución alguna de abrigo en el alcázar y castillo, haciéndose mucho más sensible á los marineros filipinos, á pesar de la ropa que se les había suministrado á la salida de puerto y de estar encendido el fogón todo el día. Algunos chubascos presentados en el hori- zonte al amanecer por el primero y segundo cua- drante, se disiparon muy presto, tanto, que alas seis navegábamos con ala y rastrera de estribor. vSin embargo de precavernos en el rumbo por algunas diferencias al Sur, todavía la latitud observada de hoy de 56" 50', nos indicó una di- ferencia de 10' al Sur, ó de exceso á la que de- seábamos conservar: la longitud era de OH" 13' Oeste. En el instante se metió al Nordeste á dis- minuir aquella diferencia en latitud hasta las cuatro de la tarde, y desde aquí se siguió nave- gando de día y de noche, pues como los cre- púsculos se alcanzaban unos á otros la distan- cia que se descubría de horizonte á las nueve, no daba recelo de navegar con riesgo de propasar la isla, de la que al medio día inmediato sólo nos considerába-nos 36 leguas en longitud observada de 65° 2< ', y la variación por azimutes no daba más de 21° 2S' Nordeste. Al anochecer, descubuendose un horizonte de siete á ocho leguas, distábamos 18 de Diego Ra- mírez: tomaroriHe dos rizos á las gavias, y con éstas y el trinquete, navegamos hasta cumplir «c ^i aquella distancia mientras no aclarase. Hacia la media noche se largaron los rizos " para estar prontos á forzar de vela desde el ins- tante de romper el día. A la una y media avisa- ron la vista de tiena por el través de babor como al Norte, y á poco rato se descubría con clari- dad á distancia de seis á siete leguas, dirigién- donos al propio rumbo del Norte á que se mar- caba. Todas las razones que nos asistían en aquel momento, debían convencernos con evidencia de ser la Isla de Diego Ramírez la que teníamos á la vista, bien que afectada de un error en la la- titud casi igual á la distancia á que estábamos de ella, sujetándonos á la estima desde el medio día: pero esta novedad no era extraña si atendié- semos á los cortos auxiliobj de la navegación en aquellos tiempos en que la situaron sus descubri- dores. Nuestra latitud á las dos de la mañana era de 56° 39', y por la longitud de estima traída desde la observada del medio día antecedente, nos considerábamos en meridianos de las Islas de San Ildefonso y tan sólo diez leguas del de la isla que anhelábamos. Apenas habíamos navegado cuatro millas en vuelta de la tierra, cuando me avisó el Piloto que puse en las crucetas, de no ser una sola isla la avistada, sino tres pequeñas, sin comprender va- rios islotillos separados como al Noroeste de ellas, lo cual comprobamos con nuestra vista, á poco rato, desde el alcázar. Esta novedad debió hacerme sospechar de que no fuese la isla que buscábamos, pues las noticias constantes hasta ahora, sólo aseguraban la existencia de una sola, cuyos antecedentes me inclinaron á ■que íuesen estas las Islas de San Ildefonso, situadas por el Capitán Cook en su segundo viaje en latitud de 55° 53' S^i"* Es evidente que para apoyar esta suposición mía, era necesario atribuir á la esti- ma un error en la latitud de 30' al Norte desde el medio día anterioi-; diferencia, á la verdad, bas- tante considerable, y más habiéndose notado en sentido opuesto en los días antecedentes; pero, como éstas no fueron crecidas para atribuirse á efecto de corrientes hacia aquella parte, tampoco era una consecuencia infalible de que ya por esta causa y por la irregularidad de su curso, guarda- sen hoy con nosotros la propia dirección que en los días pasados. Por otra parte, apoyaba tam- bién mi opinión de ser las Islas de San Ildefon- so, la descripción que hace de ellas Cook, dicien- do: «Que son un grupo de islas y rocas sobre el «agua, distantes cerca de seis leguas de la costa, «y en latitud de 55" 53' Sur.» Esta exacta co- rrespondencia que advertíamos en esty relación con la presencia de las islas, aunque era sufi- ciente para persuadirnos de la seguridad de esta conjetura, todavía teníamos otras razones para apoyarla. • CORBETAS OKSCUBIEKTA Y ATltKVIDA 309 sta cumplir uic. 31 se. on los rÍ2;os " esde el ins- ledia avisa- babor como a con clari- is, dirigién- que se mar- lían en aquel evidencia de teníamos á or en la la- e estábamos sde el medio a si atendié- ivcf^ación en US descubri- mañana era ístima traída antecedente, de las Islas uas del de la tro millas en el Piloto que sola isla la mprender va- Noroeste de ístra vista, á ivedad debió ; la isla que stantes hasta L de una sola, á Tjue fuesen :uadas por el en latitud de apoyar esta uir á la esti- lorte desde el verdad, bas- se notado en dentes; pero . : atribuirse á irte, tampoco le ya por esta urso, guarda- cción que en poyaba tam- San Ildefon- Cook, dicien- )cas sobre el s de la costa, a exacta co- tsie relación [ue era sufi- idad de esta azones para pie =3 La posición en longitud de las islas de San Ildefonso era preciso mirarla bajo aquel grado de exactitud tan comprobado por los relojes que sirvieron á establecerla; y como nuestra longitud de aquella hora por el 72 3- 105 también estaban acordes con la que determinó Cook á dichas is- las, parecían reunirse todas estas rabiones para convencernos á la probabilidad de que las co- rrientes nos hubiesen arrastrado hacia el canal entre el falso Cabo de Hornos y la Isla de la Hermita, de cuy.i punta occidental no distaría- mos más de 16 le^juas bajo de esta suposición, y era justamente el rumbo ó dirección en que notábamos la diferencia. También era cierto que esta cuestión se de- cidía, ú observando la latitud al medio día, ó con navegar en vuelta de la tierra firme, para que por la distancia, siendo esta mucho menor de las islas de San Ildefonso á la costa que la de aquí á la de Diego Ramírez, nos convenciése- mos así para excluir toda duda. Yo hallé prefe- rente ir á buscar el paralelo de esta isla, pues fuesen ó no ciertos mis conceptos, la latitud de- bía resolverlos, con la ventaja de que si no eran equivocados, resultaría entonces la doble utili- dad de observar al medio día sobre ella, sin atra- so alguno en la derrota: sin embargo, á precau- ción de toda contingencia por lo falibles que sue- len ser los juicios en la mar, se gobernó desde aquí al Sueste después de corrida una buena base, hasta cumplir la distancia de 26 millas para llegar á la latitud propuesta de Diego Ra- mírez, en la cual nos consideramos á las 4;ete de la mañana favorecidos del viento fresco á la sazón. Las apariencias del tiempo cerrado y ga- ruando, nos prometían pocas esperanzas de ver el Sol en circunstancias oportunas á nuestro in- tento. No obstante, fuimos bastante felices Don Manuel Novales y yo, en acechar algun£>s claras desde las diez de la mañana, y se anotaban las que eran de más confianza, por si (como así su- cedió) nos privase el Sol de la altura meridiana en uno de los días que más nos interesaba. Pero esta falta nos la compensaron las altu- ras tomadas en las mejores circunstancias para esperar resultados tan exactos como por la altu- ra meridiana. Calculadas las primeras inmedia- tamente por el método de Mr. Dowes, result(') la latitud de 57° 17' Sur: novedad que me sorpren- dió tanto, cuanto presumiendo error en el cálculo ó en sus elementos, mandé gobernar forzand< de vela al Norte '/; Noroeste, en ánimo de avis- tar, si fuese posible, las tierras del Cabo de Hor- nos en lo restante del día, para que la marcación decidiera de una vez si habíamos ó no de dar por cierta la latitud averiguada. Esta desconfianza se destruyó con los resul- tados uniformes de otras dos operaciones distin- tas, la primera con dos alturas tomadas 18' antes del mediodía la una, y la otra el propio in- "^^ " tervalo después; y dando iodos tres cálculos, con una igualdad que admiraba, la latitud lleva- da al medio día de 57" 17'; no quedaba ya la menor duda de ser las Islas de Diego Ramírez las reconocidas, y no las de San Ildefonso como yo lo había imaginado. Aunque fuese ya inútil á nuestro principal objeto continuar en demanda del Cabo de Hor- nos, seguimos sin embargo, el propio rumbo del Norte '/i Noroeste con las princiiiales y el viento bastante fresco por el Oeste, con el deseo de poder avistar hasta las nueve de la tarde este punto del glooo tan famoso por su nombre como tem'ble de los navegantes. No era sólo pura cu- riosidad el seguir esta derrota, sino la importan- cia de rectificar la longitud de nuestros relojes, á fin de que la determinada á las Islas de Diego Ramírez, tuviesen toda la exactitud que exigie- sen las facultades de nuestro alcance. A las cuatro de la tarde se observaron longi- tudes por los relojes y señalaron la de 61" 15' el 105; y 61" 20' el 72, occidental de Cádiz: con esto y ser imposible ya verificar mis deseos en avistar la tierra, hube de abandonarlos para dirigirme á dar vista al Cabo de San Juan en la Isla de los Estados con el propio intento. Para no perder ei orden en la relación de nues- tras ocurrencias de este día y volver á tomar el hilo de las operaciones practicadas en la colo- cación de las referidas islas , daré primeramente una ¡dea de ellas que sirva de gobierno á los na- \egantes, y una noticia individual de los medios empleados para determinar su posición verdade- ra: obligación precisa en que por naturaleza de la comisión estamos constituidos, para que cons- te la escrupulosidad con que miramos semejan- tes trabajos, aplicando los auxilios que facilita la navegación moderna, y expresando las circuns- tancias de su uso para no salir garantes en lo enidero si á otras más felices que las nuestras se utaen invenciones más exactas de las que sirven en el día en la práctica y progresos de la Geogra- fía marítima. Las Isiífts de Diego Ramírez fueron descu- biertas en el año de 161 9 por Bartolomé García de Ni dal y Gonzalo Nodal, hermanos, marinos de reputación, que mandando las carabelas Núes- Ira Señora de Aiocluí y Nuestra Señora del fíiien Su- ceso, salieron de Lisboa para estos mares en 27 de vSetiembre de 1618. Según parece, tomaion el nombre del Piloto Diego Ramírez Arellano, des- pués Cosmógrafo y Piloto mayor del Rey en la casa de Contratación en Sevilla. Es verosímil que aquellos navegantes hubie- sen descubierto á larga distancia dichas Islas, y por esta razón se les hubiese representado como una sola, según acontece con los giupos de ellas, cuando un punto determinado de vista ó la dis- 31" VIAJK ALREDEDOK DEL MUNDO ^ i'it " tancia conveniente, no facilitan distinguirlas con claridad. Nosotros hubiéramoi padecido igual error habiéndolas avistado con el horizonte que teníamos á mayor distancia de la de seis leguas, pues desde este punto, según resultaba de las ba- ses, ya confundíamos el todo de las islas bajo la ilusión de una sola. Asi desde la cubierta como desde los topes, no se distinguieron mus que dos islotes, el uno al Este y el otro al Oeste de la isla; el primero más alto que el segundo: también se vieron algu- nos pedruscos inmediatos. La isla es de suficien- te altura para poderla ver en días claros á diez ó doce leguas, pues careciendo nosotros hoy de esta ventaja, la perdimos de vista al cumplir 28 millas distante de ella. Por los resultados de las operaciones y ob- servaciones verificadas hoy, retrocedidas á la hora de haberse corrido la base sobre las islas, quedan determinados los extremos orientales y occidentales de ellas entre los meridianos de 62° j5' 42", y de 62° 43' 36" Oeste de Cádiz, sien- do su extensión de Este á Oeste de ocho mi- llas próximamente: en cuanto á la latitud, las hemos situado entre la de 56° i^ 30" y 56° 27' 24" Sur (I). Habiéndose opuesto á mis deseos las circuns- tancias del tiempo á dar vista al Cabo de Hor- nos, nos dirigimos para la Isla de los Estados. El viento del Oeste, á la caída del Sol arreció mucho, sin abandonarnos tampoco la garúa. Con trinquete y gavias arrizadas gobernamos al Nor- nordeste, notando que á medida de acercarnos al Estrecho de Maire soplaba el viento con más ■a fuerza, la cual fué disminuyendo hacia la ma- drugada, logrando á las diez y media de la ma- ñana avistar la Isla de los Estados á distancia de nueve á diez leguas. Mientras estuvimos á la vis- ta de ella, apenas nos dejó una cerrazón cons- tante, y tan sólo aprovechamos un momento por la tarde para determinar el hallarnos á 15 y '/s millas distantes de la isla, y por consiguiente nos consideramos en latitud de 54° 56' Sur y en lon- gitud de 57" 18'. Desde este punto, hicimos rumbo directo á la Punta de Porpus en la islita más meridional de las Maluinas. Era mi ánimo recalar sobre aquel para- je para costear el cúmulo de islas pequeñas que ciñen la grande de la Soledad por la parte del Sur. El viento fresco del Sudoeste nos favoreció sin intermisión toda la singladura, y nuestro andar, no bajando de seis á ocho millas, nos prometía- :4 mos entrar en el puerto de la Soledad al día si- guiente, pudiendo contar ésta corno una travesía (i) Estos resultados vinieron conformes con los que ejecutó separadamente la corbeta Descubierta, aun habiendo logrado en su ejecución circunstancias más favorables á las nuestras. de las más felices, pues lográbamos á los veinti- Wc -.>, dos días atravesar desde Chile á las Maluinas. No bien hubo lugar á entregamos á esta re- flexión tan lisongera, cuando un fatal accidente vino á amargarla. El marinero Jorge Ramón cayó al agua desde la uña del ancla de estribor, y aun- que nuestro andar era de seis millas llevando todo aparejo, no sólo quedamos en facha sino se echó el bote al agua ante i de cumplir ocho minutos de tiempo medido por el reloj; hasta este instante me aseguraban los gavieros el verle pró- ximo á un gallinero, al cual se dirigía por estar más cerca que de la guindola, con lo cual ••onscn- timos en que nuestra presteza en las maniobras salvaban la vida de este infeliz. Pero al llegar el bote al paraje indicado ya no vieron otro vestigio de su persona que el gorro sobre el agua, ni por más diligencias que hicieron no le encontraron. Este individuo era irlandés, desertor de una em- barcación inglesa destinada á la pesca sobre las costas de la América, que vióse precisada á aiTÍ- bar al puerto del Callao, en donde así éste como otros tres marineros, también prófugos de la propia embarcación, fueron destinados á las cor- betas por disposición del Virey á consecuencia de órdenes de S. M. Volvimos al instante á forzar de vela en la confianza de descubrir alguna de las Maluinas antes del anochecer, tanto más preciso el conse- guirlo, cuanto la falta de observaciones nos hacía desearlo con más empeño para dirigirnos en la noche próxima con otra seguridad. El horizonte que nos rodeaba era bastante calimoso para anticiparnos la vista de las islas; no obstante, á la media tarde se descubrió una isla marcando sus extremos el del Sur al Sur 71" Oeste, y el del Norte al Sur 75" 30' Oeste, rum- bos á los cuales se marcaron al tiempo de medirse una base, pues viéndose una islita rasa al Oeste de la otra creímos, fuesen éstas las Islas de Beau- chenes, mucho más no divisándose otras hasta horas después como era forzoso si fuesen las de los Leones ú otras contiguas. Nuestras dudas tardaron poco en disiparse, pues siguiendo al principio los rumbos del Nor- noroeste y Noroeste '/t Norte con el viento muy duro por el Sudoeste, se consiguió con fuerza de vela qne apenas podía resistir el buque avistar las islas poco después de las nueve, y á poco tiempo fué preciso ceñir el viento con trinquete y gavias arrizadas la vuelta del segundo cua- drante. El viento continuó soplando por la noche con bastante fuerza, aunque por esto no se dis- minuyó el aparejo, atendiendo á conservar el mis- mo punto y empezar nuestros trabajos en la ma- ñana siguiente desde la parte más meridional de las Maluinas. Después de una noche sumamente fría, y cuando el viento desde las siete de la mañana era ^s n CORBETAS DESCUniRKTA Y ATRRVinA 3" los veinti- í^ 'í vlaluinas. á esta re- 1 accidente w- „ a no temer o. Al mis- eá iba ere- cubrirse las íamos algo se tendió le babor al res brazas, ados media cof^er seis fondo al an- permane- ado á bordo ndante Don a de la Real e Goberna- juebot Santa el práctico entonces no per el día, y ro momento de marea favo- te sobre las uito del Sur. mitido en el os Noroesu- is lama, de- ^ 64" Oeste, 32" Este. n el puerto de '.do actual de 1 situación. reunía para 3inar con un el reconoci- ;as inmedia- : la entrada, is isletas ad-. puertos con- eran objetos i manos para 1 lancha por ese la agua- blecer el ob- ¡ituado en la ba fondeado ieseos resol - ite puerto, y íovales, Don día 28 en la ^g stante como in Gutiénez i>;. ,s de la Concha quedó encargado de observarla por el cuarto de circulo, pues las noches no eran las más despejadas para determinarla por estrellas al zenit, Ivl día fué uno de los más hermosos, y así no sólo conseguimos nuestros deseos, sino que Concha lograse tomar también alturas correspon- dientes, por las cuales resultó la longitud del ob- servatorio de 52° 16' 30'' por el núm. 72 y 52° "7' 13" por el 105 occidental de Cádiz. La lati- tud observada en la playa fué de 51" jj' Sur á la cual restándose las dos millas que el observato- rio está al Norte de aquel sitio, resulta éste en la latitud de 51" 31', próximamente la misma en que estableció Mr. de Hougainville la colonia, situado también un poco más al Norte de nues- tro observatorio. Pero estas longitudes, sin embargo de no ha- berse rectificado con toda exactitud sobre el Cabo de San Juan, con cuyo intento dirigí aquel día la derrota para avistarle, no obstante las úni- cas alturas tomadas en muy buenas circunstan- cias aquella propia mañana, y calculadas con la la latitud hallada por la base medida al referido Cabo; producen una longitud de 9' más oriental en el núm. 72 y 16' en el propio sentido por el 105 de la que resultaba por la marcación al Cabo. De aquí se concluye que adoptándose esta co- rrección, es preciso aumentar á la longitud de- terminada por los relojes el error que indicaron sobre el Cabo de San Juan, resultando así por longitud del observatorio la de 52° 16' 15" occi- dental de Cádiz por el 105, al cual damos aquí, por más confianza, la preferencia; y de consi- guiente, se acorta mucho la diferencia de meri- dianos entre el puerto de Egmont y este de la So- ledad, según los planos que me ha enseñado el Comandante Sanguineto. Hoy nos ocupamos en la formación del plano de estos contomos, para el cual se midieron dos bases: la una sobre la altura que está á la izquier- da á la entrada de la darsenita haciendo frente al puerto de Cornejo y playa contigua, y la otra en la parte opuesta, desde cuyos extremos se li- gaban otros puntos distantes, como el Islote Pe- lado, los bajos de Viamon y los extremos de las islas que nos rodeaban. El mal tiempo en los días subsiguientes, á veces con truenos y granizando, imposibilitó la conclusión de la aguada y la expedición pro- puesta de la lancha. Estos mismos obstáculos se opusieron también á conseguir alturas correspon- di'-n^es y sólo podían lograrse absolutas una ú otra vez d';sde á bordo entre cinco y seis de la rr.ariána, de modo que esta experiencia justifica- ba a;;i los informes que nos daban el Comandan- te y Oficiales del paquebot, de lo rt^o que era en estos climas conseguir un día claro aun en la estación benigna en que nos hallábamos, como las fundadas quejas de Mr. Bougainville de lo Kn. w ingrato de este cielo para la Astronomía. Sin "'-• "■ embargo, este navegante determinó la longitud de este punto, por las observaciones de su astró- nomo Mr. Verrón, en óo" 50' occidental de París, la cual concordando casi con la de nuestros relo- jes, se puede inferir fuese deducida á observación absoluta, aunque no lo expresa en la relación de su viaje. Pudo al fin la lancha desempeñar los objetos á que fué destinada al punto de luiberlo permi- tido el tiempo: no obstante, estando fuera no le fué tan favorable para completar los objetos de su destino. Ivn la mañana del ¿ din la vela á las órdenes del Teniente de navio D. José Robredo, prevenida de todos los auxilios necesarios y re- gresó á los tres días después. Este Oficial, lle- vando consigo al Piloto Hurtado, se dirigió, con- secuente á mis órdenes, al puerto de Salobreña y á Puerto Bueno, hallando en este último buen fondeadero en la extensión sola de dos á tres ca- bles con fondo lama ó arena lamosa, siendo en lo restante de cascajo 6 piedra: observó la la- titud en la playa que le antecede de 51" 37' y determinó la línea de sonda por lo y 12 brazas entre las orillas opuestas. Los malos tiempos no permitieron á Robredo pasar á la costa del Norte ;í reconocer el puerto de la Barra, y aun las ope- raciones antecedentes le costaron algunas ave- rías en el casco y aparejo de la lancha. Para pre- caver yo esta contingencia había destinado al propio tiempD otra lancha de la colonia con un pilotín del paquebot, que sondase el citado puer- to de la Barra, de cuya diligencia é informes re- sulta la inutilidad de su fondeadero en ningunas circunstancias. El mismo pilotín sondó también la costa hasta los bajos de Viamon y los canales del Galón. Seguidamente comisioné á reconocer el puer- to de Cornejo al Piloto Hurtado, cuya sonda eje- cutó en bajamar y no era menos de tres á tres y media brazas lama. Por esta razón y ser un paraje mucho más abrigado, yo hallaría preferente que las embarcaciones invernasen en este puerto con preferencia á donde ahora lo ejecutan, y no falta ejemplar para justificarla. Lo cierto es que sería muy remoto el desamarrarse aquí los buques con los vientos duros del Sueste y Norte en invierno como frecuentemente acaece amarrados en la dársena, exponiéndolos muchas veces á bien ma- las consecuencias. No sólo ofrece este sitio ven- tajas tan conocidas, sino que hasta la misma co- lonia debería establecerse en las cercanías de dicho puerto si hubiese de tomar otra forma ó sistema político, pues siendo un terreno más bajo y mucho más abrigado que el otro, propor- cionaría no sólo una mansión más cómoda, sana y agradable, sino llanuras muy oportunas para la producción de los ve jétales tan útiles para la subsistencia de 8us habitantes, 40 k.-S»1 IMAGE EV; TEST TARG! Photograptiic Sciences Corporation wm IMAGE EVALUATION TEST TARGET (MT-3) W 5? // {•/ :/. í/j 1.0 Si 1.25 M illlM 12.2 l.l f,.«- IlllM U I 1.6 A" Photograptiic Sciences Corporation « ^• V •n>' \ \ % ^. '^^ '^' 23 WEST MAIN STREET WEBSTER, N.Y. 14580 (716) 872-4503 o^ CIHM/ICMH Microfiche Series. [i Canadían Instituto for Historical Mícroreproductíons / 1 ^ ^ICMH Fiche CIHM/ICMH Collection de microfiches. al Mícroreproductíons / Instituí canadien de microreproductions historiques ■¿¿SftifeiW-» *^r-fW»^U'.<¿«¿..M¿T*^-É,iia»ia¿-i-»¿ ftWttuiwfl!^ ^ 314 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO En. (< Después se siguieron las sondas desde la sa- lida de Cornejo por la orilla de la i;íquierda por tres y tres y media brazas cascajo hasta el bajo visible que teníamos al Sudoeste, y desde aquí vino subiendo el fondo á cuatro y cinco brazas « lama dura, hasta la corbeta, ütros días se verifi- caron las sondas restantes, y particularmente, el veril del Este de la Isla de la Paja desde la ca- cabe/a del Sur, cuyo fondo, á distancia de un cable de la orilla, jamás bajó de tres brazas cas- cajo; de donde se infiere que nuestra varada la causó alguna desigualdad del fondo en aquel paraje, y no de piedra como habíamos imaginado. Rí'ficxinncfi sobre el estaio actual de este establecimiento. El número de habitantes que compone en el día esta colonia se reduce al de 38 sentenciados, y 102 individuos que forman la dotación del pa- quebot. Aunque parezca reducido este número pa- ra emplearse en aquellas primeras ó más fáciles labores que fructifiquen el terreno, á lo menos siempre sería conveniente dedicar estos hombres al cultivo de la hortaliza tan necesaria para su alimento. Este útil ejercicio, mirado hasta aquí con la indiferencia que no merece, no sólo es trascendental á la salud pública, sino también á las buenas costumbres en general. En vano se pretende disculpar este descuido con la esterili- dad del terreno á toda especie de frutos, porque no faltan parajes tan estériles, ni los recursos del arte dejarían de suplir los defectos de la Na- turaleza, produciendo las verduras suficientes para consumo de los colonos, del mismo modo que ahora las tiene el Gobernador y algún otro indi- viduo que las busca. Esta ocupación, si es tan saludable y necesaria en todos los pueblos de la tierra, en ninguno parece más indispensable que en donde no hay otra alguna en que ejercitar á los hombres, ni que facilite más la distracción pre- cisa de una porción de individuos á quienes la ociosidad conduce á fatales consecuencias en lo moral y en lo físico. Otra causa contribuye también á multiplicar con exceso ambos objetos. La prohibición de mu- jeres aquí ha sido una cuestión muy agitada por todoslos Gobernadores desde la fundación de esta colonia; pero venció al fin aquella opinión con- tra lo que dicta la razón y la propia experiencia. Vo me excusaré de referir los horrorosos delitos cometidos por la falta de aquel sexo que parece formó la Providencia solo para evitarlos. No pue- den oírse sin espanto crímenes tan repugnantes á la Naturaleza como ofensivos á las sociedades civilizadas. Los patronos de este dictamen le han apoyado en la imposibilidad de contener otros desórdenes cuando el número de las mujeres no fuese proporcionado al de los hombres. Yo quiero suponerlos ciertos; pero negar los medios En. 3 de destruirlos no me es fácil comprenderlo, pues para estos casos tienen las Hyes un derecho positivo de aumentar el rigor para conseguir el escarmiento, y jamás deja éste de lograrse en una población reducida, en donde si además de no poder ocultarse el delincuente, sabe con evi- dencia que ha de sufrir prontamente los efectos de la justicia. El perjuicio de la población es también aquí un daño bien notable para desatenderse. Tal vez será esta la única colonia que carezca de la parte más esencial para fomeiitarse. Esta pro- videncia dimanada de la pluralidad de opiniones por los Gobernadores comunicadas á los Vire- yes de Buenos Aires, ha sido la causa de ha- berse adoptado, pues recientemente hemos visto la contraria para los establecimientos de la costa Patagónica con motivo de la Compañía Marí- tima. Es de esperar que esta Compañía piense con el tiempo establecer su pesca en estas islas para hacerla con abundancia , prestándose aquí la mayor comodidad y seguridad al intento, y en- tonces es consiguiente consiga la misma forma en su plantación aquí, que la que tiene en los puestos que ocupa sobre la costa. A lo menos, según me informó D. Pedro Sanguineto, este pensamiento estaba muy próximo á realizarse, y fuera sensible que algún informe equivocado al Gobierno, lo embarazase. Según las noticias del propio Sanguineto, es cierto que es ya conside- rable el número de embarcaciones extranjeras que concurren todos los años á la pesca, y aun algunas hacen invernada en los excelentes puer- tos descubiertos por sí mismas en las islas occi- dentales de este Archipiélago, cuyo crecido nú- mero de buques es una prueba incontestable de la utilidad que aquí sacan y la razón porque le prefieren. Sin embargo de la excesiva economía de sus armamentos para esta clase de navegaciones, llegando ya al extremo de desertarse muchos marineros á nuestra colonia, prefiriendo el riesgo eminente de su vida para alcanzarla, á sufrir las miserias que padecen, yo creo, no obstante, que las ventajas locales para la pesca no nos las po- drán disputar los extranjeros; y á poco tiempo abandonarían estas islas, ó disminuiría su con- currencia cuando viesen desaparecer las utilida- des que antes encontraban. Este sería igual- mente el único medio político para separarlos de este Archipiélago, hacia donde también los llama la esperanza de poder matar furtivamente algún ganado para la subsistencia en sus inver- nadas. Estos recelos han dado lugar á una dis- posición, que aunque justificada por la necesi- dad, se opone á la propagación rápida que goza aquí esta especie, obligando á reducirle el pasto I ' 1 CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 315 En. 3 En, 8 al pequeño espacio desde la población á la bahía del Oeste; á la verdad espacio bien corto para el número de 6.000 cabezas que se cuentan en el día. De esto se siguen dos inconvenientes gra- ves; el primero de que se apuren en breve los pas- tos, privándosele también de los abundantes que hay en la parte del Sur, de donde ahora se le se- para para tenerlo á la vista; y el segundo debili- tarse y adulterarse la excelente casta que existe actualmente. Otra prueba convincente de las ventajas de la pesca por estos mares, es de que las invernadas han empezado á hacerse ya en el puerto de Año Nuevo, en la Isla de los Estadcc;. Esta noticia, comprobada por relación de diferentes marine- roo desertores ingleses americanos, me añadieron que el Capitán de la fragata había forr.iado allí una buena barraca para ejecutar las faenas ne- cesarias y abrigarse del rigor de la intemperie en aquellas regiones. Yo no dudo que este ejemplar sea imitado por otros, ni que en adelante se ex- cedan á pretensiones más formales, si encuen- tran medios par^. autorizarlas. La situación de la Isla de los Estados, teniendo un buen puerto, agua y leña abundante, son ventajas muy cono- cidas para que no las aprovechen y no quieran extenderlas con el tiempo á otras muy perjudicia- les á los intereses de la España. Los tratados de paz prohiben en efecto todo establecimiento ex- tranjero sobre nuestras costas é islas adyacentes, pero eludidos aquéllos con la fuerza del primer momento favorable, no se consultan para em- plearla otras razones, sino la utilidad propia ó el daño ageno. Si algo sería capaz de malograr estas intenciones venideras, yo comprendo como único medio el que la Compañía Marítima prefi- riese para establecerse el puerto de Año Nuevo al Deseado; pues llevando el primero muchas ven- tajas sobre el segundo, así por la excelencia del puerto como por la abundancia de leña, agua muy buena, de que carece el Deseado, y creo también sea el terreno de aquél muy superior al de éste; son estas razones que justificarían siem- pre la prefereiícia, y la Compañía hallaría en las resultas de esta diaposición otras utilidades que le niega la existencia en puerto Deseado. En este caso los auxilios y comunicación en- tre las Máluinas, sería fácil y útilísima á en- trambos establecimientos. Si el ganado no pu- diese conservarse en Año Nuevo, á lo menos no sería difícil preservar en el invierno el que hubiese de consumir una colonia reducida, imi- tando lo que se practica en las partes septentrio- nales de la España, y cuando no procrease de este modo con la rapidez que en las Máluinas, siem- pre sería este establecimiento de la utilidad más grande para los buques de la carrera de Lima. La derrota de éstos los conduce á dar vista á la Isla de los Estados, y sin notable atraso en su viaje, entrarían á refrescar la aguada, reemplazar ^" la leña, mejorar la estiva, dar un regular des- canso á las tripulaciuiics, y alguna carne fresca, á lo menos á los enfermos. Todas estas atenciones, de una grave consi- deración para montar el Cabo felizmente, salien- do de aquí también pi-eparados para resistir los fuertes temporales que cuesta el conseguirlo. , Esta escala, aun sin proponer establecimien- to alguno, se halla anteriormente recomendada en la relación del viaje á Magallanes, publicada en 1788, para evitar muchas veces la arribada costosa y dilatada al Río de la Plata. Una pe- queña colonia trasplantada aquí de la costa Pa- tagónica, no sólo confirmaría la posesión exclu- siva del puerto de Año Nuevo, sino que esta pro- videncia disiparía las ideas ó proyecto que pue- dan formar otras naciones sobre este sitio; y tal vez algún día encontrarían los registros de Lima su propia utilidad en hacer esta corta escala, pues no pudiendo separarlos para hacerla ni los riesgos ni los gastos que tanto deben consultarse en los negocios mercantiles, le resultaría la ven- taja de disponer de más buque para la carga, con la menos cantidad de agua y leña que en tal caso llevarían. Yo creo habría entonces una ra- zón justa para obligarlos el Gobierno á esta arri- bada, sin que sea violenta ni nueva esta disposi- ción en Europa. Los ingleses precisan á sus em- barcaciones de la Compañía de la India á tocar en la Isla de Santa Elena, con solo el objeto de disminuir lo dilatado del viaje para conservación de los equipajes. Esta razón tan humana, justi- fica por sí sola cualquiera providencia de esta naturaleza, tanto más necesaria en nosotros, cuanto el viaje es más penoso que el de la India, y OMe nuestra marinería más sobresaliente es la que frecuenta esta carrera, en la cual ha pereci- do una parte muy considerable de ella. Salida de las Máluinas, — Navegación á las Islas de la Aurora. — Descubrimiento de una nueva si- tuación de todas y reunión en Montevideo á la Descuuierta. Dispuesta la salida para el 11, previne con anticipación al Comandante Sangi.ineto, que contase con cuantos auxilios pudiese necesitar para su subsistencia y conservación de la colo- nia que pudiese yo franquearle de la corbtiJ.'^e mi mando, pues estaba resuelto á quedarme c^.i solo aquellos muy precisos para llegar al puerto de Montevideo después del reconocimiento de las Islas de la Aurora á donde me dirigía; pero el próximo arribo de la corbeta Santa Escolástica, y no ser muy urgentes las necesidades del esta- blecimiento, hizo no admitir Sanguineto sino tal cual cosa muy precisa. Habíamos ya observado la variación de la li ' . . .. 3i6 VIAJE ALKEUUUPR DIÍL MUNDO aguja por diferentes azimutcs de 20° 00' Nor- deste; y la pleamar en el plenilunio la observa- mos también á las cuatro y media de la tarde, elevándose el agua siete pies. Después de indecible trabajo que nos costó suspender las anclas por lo pegajoso y duro del fondo, dimos la vela á las cuatro de la mañana gobernando á rebasar la Isla de la Paja, desde cuyo punto con rumbo del Esnordeste y fuer;;a de vela, nos franqueamos del Cabo San Felipe ;i las ocho de la mañana, perdiendo dos horas después la vista de ella enteramente. Nuestra derrota se dirigió desde aquí á entrar breve en los paralelos de las islas de la Aurora por 53 á 54" para correrlos con los vientos favorables y constantes del Oeste. Hallamos por la tarde la variación de la aguja por amplitud de 32" 59' Nordeste, y con viento fresquito del Oesudoeste al Sudoeste y un temperamento agradable, llegamos al medio día siguiente á observar la latitud de 53° ly', y la longitud por el 105 de 50" 39' occidental de Cádiz, en donde nos asaltó la calma sucediéndola una ventolina que afirmó por el Este, la cual ce- ñimos al Sursueste hasta cumplir los 53" 40' de latitud por la misma que habíamos de bujcar las referidas islas conforme á las noticias adquiri- das en Lima de su situación. Estos vientos del Este no dejaron de sorpren- dernos, cuando pov lo común sólo soplan en la estación de invierno, en cuya experiencia se fun- dan algunos Pilotos mercantes para preferir aque- lla estación á la de verano, con la probable es- peranza de montar el Cabo de Hornos con más brevedad, y consiguientemente acortar de mu- cho la navegación á Lima. Sin embargo, yo creo esta opinión falsificada por la razón, y que para seguirla se prefirió el interés á otros motivos que reclama la humanidad y que no deben jamás posponerse. Los armadores en Cádiz necesitaban mucho tiempo para cargar sus buques, ya por su excesivo tamaño, como por la imprudencia con que los sobrecargaban en otros tiempos: seguíase de esto por una parte su poco andar, y por otra el temor de fo'-zar ó de resistirla vela, hasta en los casos más seguros para embarcaciones prepara- das bajo de otras precauciones. Era una forzosa consecuencia de estos dos inconvenientes el lle- gar al Cabo después de una navegación mucho más larga de lo que debiera ser, y que las enfer- medades se propagasen rápidamente con los ri- gurosos efectos de aquellas latitudes, multipli- cándose en razón de la debilidad de la naturale- za para resistirlas, y de las más ó menos contra- riedades que ofreciese desde entonces la nave- gación. Otra causa también ha contribuido en aque- llos tiempos á aumentar el número de los desas- tres en estos viajes. La propia razón del interés ha inducido á los propietarios de estos buques á des- K" <' preciar la elección de las estaciones, habiendo de ser la primera que debiera consultarse. Por lo común, cada uno ha echado ai mar sus expediciones precisamente al tiempo de ir á do- blar el Cabo de Hornos en lo más riguroso del invierno, resultando de aquí todos los males que pueden inferirse de transitar unos mares de los más tempestuosos aun en la estación de verano. Sólo los navegantes se hallan en estado de juz- gar de los indecibles trabajos que acarread la gente de mar esta disposición, tanto más sen- sible cuanto sólo ha querido falsamente coho- nestarla el informe de algunos Capitanes, atri- buyendo una bondad de tiempos al invierno, que no encuentran en el verano. Yo quisiera pregun- tarles si las noches casi continuas entonces en aquellas altas latitudes, facilitan al marinero maniobrar ó hacer los esfuerzos de vela que pro- porciona lo largo de los días en la estación opues- ta. Ni cómo puede resistir la gente el duro tra- bajo de sufrir la nieve, la garúa y el frío inten- sísimo de aquellas regiones sin sentir las tristes consecuencias que padece. Por de contado aquellos informes deben mi- rarse como sospechosos, porque interviene en producirlos el interés propio de los Capitanes en asegurar su opinión lisonjeando el de los dueños, los cuales no tratan de la salida de sus buques sino después de no poder admitir ya mas carga. Algunos ejemplares de navegaciones felices los ha engreído en repetir estos viajes, desatendien- do la estación, sin reparo á lo que sufre y se sa- crifica la gente de mar más escogida del Estado, siendo víctima de su ambición y de su codicia. A las tres y media de la tarde del día si- '3 g.uiente entramos en el paralelo propuesto, ha- biendo obsei-vado al medio día la latitud de 53" 48' Sur, y la longitud de 49° 50', advirtién- donos una diferencia de 20' al Oeste, y la propia en igual sentido tuvimos al día siguiente. El >^ tiempo continuaba desde ayer con mal aparato, y con viento del Sursudoeste corríamos con la vigilancia correspondiente, presumiendo no estar distantes las islas, habiendo visto hoy sargazo y también abundancia de pájaros. El horizonte al anochecer, difícilmente se extendería á más de tres millas, y el viento so- plaba ya con tal fuerza, que nos obligó á capear toda la noche con trinquete y gavia con dos rizos arriada. Desde las tres y media de la mañana, hablen- 1, do cedido el viento, se cazó el velacho, arribando al Esnordeste. Veíamos el sargazo más abundan- te, y también la vista de algunas gaviotas nos daban esperanza de alcanzar breve la de las is- las, cuyo meridiano cruzamos antes del medio día, suponiéndole por varias noticias en 44° 15' occidental de Cádiz, aunque siempre esta longi- les á des- Kn. u liendo de mar sus ir á do- roso del lales que s de los ^^ CORBliTAS DliSCÜblEKTA Y ATKliVIDA J'7 Tn is tud discreparía mucho de la verdadera: la nues- tra de hoy por el 105 era de 43" 45', apartándo- se de la de estima en 16' al Este, estando en la- titud de 53" 25' Sur. Debíamos suponer en la situación de estas islas aquel error al Este que se contrae en esta navegación desde Lima á la equinoccial, y por lo tanto, doblamos desde hoy el celo y las precau- ciones, para ni propasarnos al Este de ellas, ni navegar para evitarlo sino con lat-tudes muy se- guras y horizontes medianamente claros. El frío á la sazón se hacía muy senüible, de modo que fué preciso relevar con frecuencia la guardia de los topes. Antes del medio día, me avisaron éstas la vista de un bajo como al Nornordeste. Al instan- te nos dirigimos á reconocerle con fuerza de vela, y aunque no dejásemos de dudar de su existen- cia mientras la distancia no lo confirmase, sin embargo, todas las noticias de los que yo envia- ba á las crucetas, escogidos entre los de mejor ojo, me las repetían con firmeza, pormás descon- fianza que yo les inspirase con ser base de algu- na banca pequeña de nieve sobre la cual rom- piese la mar, y fuera ésta la reventazón que no- taban. Pero nada pudo disuadirlos, ni aún cuan- do descubrí yo con un buen anteojo desde la tol- dilla el engaño, todavía sostenían su ilusión, au- mentándola viendo otros dos bajos semejantes al primero, hasta tanto que la corta distancia fue sólo capaz de desengañarlos. Yo hago aquí men- ción de este suceso, tan solo para prevenir á otros navegantes la desconfianza con que debe proce- derse en otros casos sentiRntes, y que si aquí las circunstancias no nos hubiesen facilitado el desengaño, y se hubiese de ceder sin examen al informe de los marineros, era preciso situar en la carta unos bajos en donde jamás han existido. '6 En la mañana siguiente se vio al Nordeste una banca no distante que iba tomando las dife- rentes formas en que quedaba después de des- prenderse las masas que de ella se desploma- ban. El sargazo nos acompañaba con más fre- cuencia y también bastantes pájaros. Las obser- vaciones al medio día nos indicaron un error al Norte de la estima de 15', siendo la latitud obser- vada de 53" 25' Sur, y la longitud de 42° 42', la cual también diferenciaba en 28' al Este. Se go- bernó desde luego al Sur '/; Suoeste para coger prontamente el paralelo de las islas, cuya vista podría escapársenos con un rumbo menos directo en las cerrazones frecuentes; y por esta causa ,7 tampoco navegamos para el Este al día siguien- te sin aventm-arnos ya á malograr nuestro obje- to. La noche fué de las más tenebrosas, llovien- do sin cesar, y estas circunstancias nos impo- nían el cuidado correspondiente á evitar com- premeternos inevitablemente sobre las islas. lá Logramos al fin hoy averiguar por observa- ciones exactas nuestro verdadero lugar al cabo ►.". 18 de dos días que carecíamos de ellas, gozando un día de los más hermosos que podían apetecerse en estas laiitudes: la observada de 34" 12' nos manifestaba una grande diferencia al Sur, sien- do no menor otra para el Este señalando el 105 la longitud de 42" 24'. .\1 ponerse e! Sol ya ha- bíamos bajado para el Norte á entrar en la lati- tud de las islas, y á este tiempo se vio al Nor- noroeste á distancia de siete á ocho leguas un mogote blanco por la mayor parte, que creímos fuese una banca respecto á que por la latitud no podíamos presumir fuese una de las islas. Desde este punto ceñimos con las muras á estribor las gavias sobre dos rizos en ánimo de mantener este paraje; pero el viento ya al Oes- te '/i Noroeste enturbió tanto los horizontes, que apenas en los dos dias siguientes alcanza- 19 y w hamos á ver más espacio en circunferencia que el de una milla. Estas contrariedades tan tenaces se aumen- taban á medida de lo que se acercaba el recono- cimiento de las Islas, para empeñar más nues- tros deseos de conseguirle. Todas las circuns- tancias se conspiraban á malograrle. Unos tiem- pos ó tempestuosos ó cerrados con diferencias continuas que nos apartaban con exceso del pa- ralelo de las islas, en cuya latitud discrepaban tanto las noticias de los que las habían avistado, era una reunión de causas ó de estorbos difíciles de superar sin ocuiTÍr á unos de los acasos fe- lices de la suerte; tal era nuestra desconfianza en conseguir ya nuestro intento, y tal era mi sentimiento de verme quizás obligado á abando- nar el crucero si el conjunto de razones me es- trechasen á perder la esperanza de reconocer las islas tan deseadas, A este tiempo nos considerábamos ya 2" al Este del meridiano de ellas, y ni esto ni la ce- rrazón, todavía continua á la mañana siguiente, desalentó mi empeño para proseguir en busca del fruto de la campaña. Apurando ya todos los recursos de la esperanza, tan solo podíamos aguardar de una suerte dichosa, la recompensa de nuestra constancia, digna á la verdad del pre- mio que mereció. Apenas hubo tiempo de formar otras combi- naciones para en caso de bailarnos propasados de las islas, cuando la vista de una de ellas á las^cinco de la tarde vino á eximirnos del cuida- do continuo en que habíamos estado. Por fortu- na, observamos también en una clara la latitud de 53" 40' Sur y la longitud de 42" 24'. La isla, mirada á la distancia de seis leguas y cubierta de nieve, hacía dudar de su verdadera existencia. Con fuerza de vela nos dirigimos á ella al rumbo de Norte, asegurándonos á las seis y media de ser efectivamente la isla; desde en- tonces se arribó al Norte '/« Noroeste con toda 3i8 VlAJü AIKBOBOOK DEÍ. MUNDO r En. JO vigilancia en los topes, para ( ^" iTtiar un bajo reconocido el año de 1790 por la fragata Priti- cesa, de Ib K'.al Compañía de Filipinas, según constaba OtI Diario de su Capitán D. Martín Oyarvide, que me manifestó antes de nuestra sa- lida de Lima. Esta fragata, habiendo capeado la noche anterior de avistar las islas, considerán- dose cerca de su paralelo mareó poco antes de amanecer, y no bien habia enfpezado á aclarar cuando no solo se encontró sobre las islas sino también próxima á un bajo, demorando al Esu- ;ste de ellas distancia de unas once millas, pa- sando por entre ellas y el mismo bajo. Pero nos- otros en vano pretendimos buscarle hasta las ociio y ■•i;arto que nos pusimos Este-Oeste corre- gido con la isla á menos distancia de una milla. En esta situación reconocimos que la isla por muchas partes estaba cubierta de una capa muy profunda de nieve, y por otras teniéndola super- ficial, descubría un color oscuro ó negro, refleja- do por el de la piedra ó color del terreno de la misma isla; y solamente en sus orillas se descu- bría la piedra, con especialidad en las del Sur, porque siendo la parte más batida de los vientos, permitía menos á la nieve depositarse en las in- mediaciones del agua en donde la marejada con- tinua la consumía. Traídas nuestras observaciones del medio día á la hora de estar Este-Oeste corregido con la isla, resulta su posición en la latitud y longitud siguiente: Latiti'd observada Sur al medio día. . 53" 40' 16" Por estima al Norte hasta estar Este Oeste corregido á las ocho y cuarto. 24 . 54 Latitud que resulta á la isla 53.15.22 Longitud por el 105 traída al medio ^i día 42.24.30 Por estima al Este hasta el paralelo de la isla 24.30 Luego longitud de la isla (i) 42.00.00 Comparados estos resultados con nuestra si- tuación de la tarde del 18 en que avistamos el mogote tenido por banca, se concluye que esta isla debió ser la misma que aquel día se nos pre- sentó á la vista. Al tiempo de llegar sobre la isla, avisaron de las crucetas descubrirse cerca un bajo al Noroeste de ella. Maniobrando prontamente á evadirlo, ad- vertimos el engaño de la noticia, viendo ser una banquilla de nieve desprendida de la misma isla, y que estando muy á flor de agua representaba un bajo á cierta distancia, con las apariencias más engañosas. Este hecho me dio lugar á pre- 'i) A todas estas longitudes deben restarse 20' que á la llegada á Montevideo tenía de error al Oes- te el reloj nüm. 105, y quedaran entonces corregidas. sumir que cometiese el mismo error la fragata *'■« -o Princesa, y que ocupada en desembarazarse pron- . tamente de las islas y del bajo, atendiese pocoá reconocerle con prolijidad, siendo difícil después en tales casos destruir la ilusión primera que se concibe. Sin embargo, fué siempre mi ánimo in- sistir en las diligencias para aclarar la cuestión, á cuyo fin mantuvimos toda la noche la isla á la vista, no habiendo encontrado fondo cerca de ella con toda la sondaleza. Muy poco favorable se nos presentóla maña- jj na siguiente á completar nuestros deseos: el vien- to había llamado flojo al Norte y los horizontes tan cubiertos, que la presencia del Sol la mirá- bamos muy remota. Pasando después el viento al Oeste, gobernamos con todo aparejo al Esnor- deste y Nordeste á fin de reconocer la parte del Este y Norte de la isla, para buscar de camino la otra y registrar también nuevamente la parte de horizonte por donde se suponía el bajo. A las cuatro y media avisaron verse tierra por la ser- viola de babor, la cual una hora después distin- guíamos con claridad, y no dudamos fuese la otra isla, cubierta también de nieve, sólo negros los dos extremos, y un pico más elevado hacia el Noroeste: su extensión de Norte á Sur sería de unas seis millas, mucho mayor que la otra y más rasa, pues difícilmente se alcanzará á ver en días claros á cinco ó seis leguas, cuando la primera podrá conseguirse á nueve ó diez. Era mi intención acercarme á medirla y asimismo la distancia relativa con la isla más al Sur, para luego volver á costear ésta por la parte del Este, para confirmar si era ó no cierta la existencia del bajo referido. Navegando á este fin con la misma diligencia á cruzar entre las dos islas, nos asal- tó repentinamente una cerrazón y garúa, que apenas nos permitió hacer las últimas marcaci*^- nes á las islas, precisándonos á estimar las dis- tancias deseadas por si acaso no permitía el tiem- po practicar luego estas operaciones por bases, como lo anhelábamos. Marcábamos á las seis y media la isla más meridional al Sueste y la más Norte al Norte '/^ Nordeste de la aguja, cuya variación Nordeste se observó por azimutes en la tarde, de 18° 20'. En estas marcaciones nos supusimos distantes de la primera isla seis millas y de la segunda de ocho . á diez. Media hora después perdimos ésta de vis- ta y la otra á muy corto rato. El viento estaba fresco por el Oesnoroeste , el cual ceñimos al Norte sobre las gavias un poco arriadas, esperan- do abriese el tiempo, observásemos horarios y la latitud en las inmediaciones de las islas: alas diez se sondó con 80 brazas y no se halló fondo; á esta hora, continuando la oscuridad y garúa cada cada vez con más fuerza, perdimos la esperanza de conseguir la vista del Sol ni tener observa- ción alguna en lo rest nte del día. ^■a ■■ CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA JIQ En. 91 Bajo de este concepto y de que las islas quedaban ya situadas dentro de aquel grado ár precisión que exige la seguridad de los navegan- tes, arribamos al Este, asi para separamos de su inmediación como porque si acaso apareciese el Sol tuviese menos error la latitud referida á las islas. No tuvimos al fin altura meridiana, pero por fortuna, pasando el viento al medio dia del Oesnoroeste al Suuoeste, fué disipando la cerra- zón y acabándose la garúa. Antes de la una y media ya teníamos la vista agradable del Sol. aunque estábamos fuera de la de las islas. Desde el instante observamos alturas para horarios, y para deducir la latitud por dos diferentes, según el n- Uodo de Mr. Dawes, para no omitir diligen- cia alguna en la exacta posición de las islas, apli- cando en ella todos los medios que prescribe la navegación moderna. Resultados de estas observaciones para la situación de la isla. Latitud observada por dos alturas to- madas la primera poco más de media hora después del medio día, y la se- gunda á la una y media de la tarde, cuyo resultado corresponde á esta última hora 53» 25' 00" Latitud referida al medio día 53.20.00 Por estima al Sur desde las siete de la mañana que se marcó la isla al Sur corregido distancia de seis millas. . 00.02.00 Réstense las sois millas que estábamos al Norte de la isla 53- 18.00 6, 00 Luego resulta la isla en latitud Sur dei. 53 . 12. 00 Longitud observada retrocedida al me- dio día desde la una tres cuartos. . . 41° 18' 50" Por estima al Este desde las siete do la mañana que se marcó la isla al Sur corregido 45.00 Luego longitud que resulta á la isla pri- mera 42* 03' 50" SittMción de la isla rasa ó la mis Norte, 06' 30" 05.00 Latitud del buque á las seis de la ma- ñana 53' Longitud á la misma hora 42 Por la marcación de la isla rasa á las seis de la mañana al Norte 29° 15' Este corregido, suponiendo la distan- cia de catorce millas de una isla á otra, resulta la diferencia de latitud, ala isla rasa 12' 20" al Norte de la primera isla. Latitud adoptada á la isla primera ó más Sur como preferente . 53* 15' 00' Diferencia en latitud al Norte en que resulta la segunda respecto á la pri- mera ii.ao Latitud en que resulta la segunda isla á la rasa 53. 2.40 Longitud del buque á las seis de la ma- ñana 4a • 5 -oo Diferencia en longitud Este por marca- ción á la isla rasa 7 . 20 Luego longitud do la isla rasa 41. 57 .40 Se deduce de las operaciones antecedentes, que hemos preferido para determinar la latitud de la primera isla la observada ayer, traída con la estima hasta la hora de llegar á su paralelo, á la de las dos alturas; pues aunque entre una y otra sólo hay de diferencia tres minutos, con- curre en la primera la circunstancia para pre- ferirse, el estar conforme con la asignada por el piloto de la fragata Aurora, poco después del medio día en el año de 1762, á quien se debe el descubrimiento de estas islas. En cuanto á la longitud, se advierte la conformidad de los re- sultados de ayer con los de hoy, y que el error, poco despreciable al situar la segunda isla, de- pende del que incluyen las distancias estimadas, jamás de consideración cuando éstas no son crecidas. Abandonamos ya las islas, tratando sólo de I seguir aquella vuelta que proporcionase ganar más bien longitud al Oeste que latitud al Norte. Al medio día, sin embargo de estar el viento al Sudoeste '/» Oeste, se tomaron las muras á es- tribor, fiados en el giro para el Oeste que acos- tumbra á tomar. Precediendo chubascos con rachas bastante fuertes, roló en efecto al Oeste con fuerza y la mar bastante crecida. Siguióse el bordo del Sur con preferencia al del Norte, en el concepto de que tan dificultoso como es ganar aquí al Oeste, es fácil bajar al Norte, además de la ventaja en adquirir la longitud donde los grados son más pequeños. Por las observaciones de hoy, nos hallábamos en latitud de 54" 49' Sur y en longitud de 42° 18'. El viento por la tarde, entrando en el cuarto cuadrante^ causó la cerrizón acostumbrada, lo cual con abundancia de pamperos y procelarias, hacían desconfiar de la seguridad del tiempo. No por esto dejó de hacerse toda fuerza de vela para aprovechar los rumbos próximos al Oeste, te- niendo favorable la variación crecida de la aguja. Se presentó la mañana siguiente con lluvia y mal semblante, y el viento fresco por el Noroes- te, desde donde pasando al Oeste arreció bas- tante. Nuestra situación hacia el medio día pró- ximos á los paraleloi del Cabo de Hornos, y sin hallar los vientos del tercer cuadrante que nos prometíamos, me obligó á tomar la vuelta il I 11 i.' .5-í" VIAjn ALREDEDOR DEL MUNDO r.n. del Norte para huir de los temporales de estas latitudes, y buscar en otras más bajas otra sua- vidad de tiempo para ;íanar en ellas la longitud al Oeste. No solo estas razones estrechaban la necesidad de seguir este partido, sino la novedad de alguna agua que hacíamos por la proa de re- sultas de la continuación de los malos tiempos. Pero este motivo no nos daba gran cuidado res- pecto á no ser agua baja, pues sólo aumentaba estando a la capa ó con esfuerzos de vela: de aquí inferíamos fuese defecto en las costuras (le las curvas bandas, á cuya sospeciía nos indu- cía el no haberse recorrido en Manila, no ha- biendo encontrado entonces causa para ejecu- tarlo. No bien habíamos deducido nuestra situación al medio día de 55" _'8' de latitud Sur y 44" .¿o' de longitud, que la fuerza del viento por el Oes- noroeste nos obligó á capear con el trinquete y la gavia hasta la madrugada siguiente, que ce- diendo, volvimos á marear la vela proporcionada á la serenidad del tiempo, de la cual gozamos toda la singladura próxima, soplando el viento del tercer cuadrante. Con estas proporciones ejecutamos cuantas observaciones facilitase la presencia del Sol, por las cuales estábamos en latitud de 53" 05' Sur y en longitud de 42" 53' manifestándose como ayer diferencias al Norte y también al Este pero más crecidas. La varia- ción de la aguja resultaba por diferentes azimu- tes de 18° 10' Nordeste y 17" 20' por amplitud occidua. Hacia las cinco de la tarde que vimos pasar por el costado dos ramajes de sargazo, se avistó desde el alcázar una banca de nieve demorando al Este un '/i Nordeste distancia de seis á siete leguas. Mandé luego al Piloto á reconocerla cui- dadosamente desde las crucetas, y me avisó ser desde luego una isla, cuya superficie aunque cu- bierta de nieve, .« . reconocía por el color oscuro no ser banca como lo sospechábamos. A la primera impresión de esta noticia nos inclina- mos á que fuese la propia isla del día 21, pero se falsificó muy breve este concepto, comparando nuestra posición á la de ella, y también su ele- vación, figura y el reconocimiento prolijo que hi- cimos con anteojos nos persuadió á que era una isla enteramente nueva. Nada podría excusarnos de rectificar estos an- tecedentes, ni disculparía nuestra omisión sobre un punto tan importante á la navegación y en que tanto se interesaba la satisfacción de todo descubridor. Arribamos pues al Sueste 7* Este, nave- gando hasta las diez en que cefámos de una vuelta y otra á barlovento de la isla logrando por este medio amanecer como tres leguas de ella marcándola al Esueste 5° Este. Con rumbos convenientes fuimos á costearla enfilando con ella un islote saliente de su extremo oriental F.n »; al Norte H4" Oeste. Cuando lleg mos á estar Norte-Sur distábamos dos millas, y reconocimos que su circunferencia era mayor que la de la primera isla reconocida, pues no bajaría de dos millas; su altura también era mayor y las orillas igualmente escarpadas é inaccesibles. Consei-vadas sobre las gavias la inmediación prudente, se repitieron las alturas y horarios, eligiendo las circunstancias más oportunas para conseguir resultados más exactos cuando la pre- sencia del Sol, muchas veces interrumpida, nos la proporcionaban. También no habíamos hallado fondo con toda la sondaleza á la distancia de las dos millas, descubriendo á este tiempo un arrecife qne arrojaba la isla hacia el Sueste no de menos extensión de las mismas dos millas, rematando el extremo en un pedrusco más ele- vado que los restantes, formando el citado arre- cife algunos ocultos por la rompiente. Al mismo tiempo de observar la latitud en esta situación con la maj^or confianza de 52° 38' Sur, se marcó la isla al Sur 89" Oeste y su is- lote al Sur 87" Oeste; y procediendo á determi- nar la situación de esta isla (que llamaremos Isla Nueva) resulta del modo siguiente: I^atitud observada al medio día 52* 38' 00" Diferencia de latitud por la marcación A la isla al Norte 73" ueste corregido 00 .36 Latitud en que resulta la isla Sí.37.24 Longitud observada traída al medio día 41.43.46 Diferencia de longitud por marcación .1 la isla al Norte 73" Oeste corregido distancia de 2 millas 02.20 Longitud de la isla al medio día occi- dental de Cádiz 41.46. 06 Se ha preferido en esta longitud la del 103 á la del cronómetro 72, por la mayor seguridad que nos prestaba el primero con presencia del examen de entrambos en el puerto de la Soledad: sin embargo, su diferencia recíproca no es tan gran- de, pues sólo se aparta hoy el 72, 11' al Oeste del 105. Concluidas las observaciones nos dirigimos con el viento fresco del Nornoroeste al rumbo del Sur á reconocer bien los límites del arrecife, y no habiendo notado nada más de lo que se ha manifestado, franqueados de él, forzamos de vela para aprovechar el rumbo favorable del Oeste. A la una de la tarde me avisaron de los topes no descubrirse otra rompiente, ni la del arrecife se dilataba tampoco á más distancia de la que habíamos conceptuado. Hoy también habían resultado de las obser- vaciones diferencias al Norte y al Este; pero no se ha corregido este error para la longitud de- terminada á la isla por no poderse considerar CORHRTAS DH8CIIBIRRTA Y ATREVIDA 3«í oriental [■« >; á estar nocimos :i de la a de dos is orillas 03.30 tu. «7 proporcional en cada hora respecto á haber con- currido mayores causas pai a producirle desde la arribada de ayer tarde, y la navegación durante la noche, que en la de la mañana, 6 por lo menos desde la hora de los horarios hasta el medio día. Si admitiésemos este eiror proporcional á cada hora, es cierto que la isla resultarla 2' .50" más al Este de en lo que la hemos establecido: canti- dad bien despreciable aquí para tomarse en con- sideración. Observada asimismo la variación de la a^u- ja por azimutes de 19° 21' Nordeste, nada nos quedó que desear para añadir á la complacencia de este feliz descubrimiento, la de haber logra- do todas las observaciones precisas para colocar esta isla nueva dentro de unos límites los más exactos. Al paso de ir descendiendo el Sol, el viento arreciaba sin salir del Nornoroeste ó Norte '/» Noroeste, con el cual resistimos cuanta vela era posible mientras hacíamos rumbos tan ventajo- sos y las malas apariencias del tiempo no llega- sen á realizarse. A las cuatro y media de la tarde se avistó desde las crucetas un frontón blanco como de cuatro á seis millas de extensión de Este á Oe?! ,•. El horizonte, á la sazón fosco, hacía represen- tar aquel objeto con una oscuridad por la distan- cia de seis leguas á que le mirábamos al rum. bo del Oesnoroeste, que los marineros por esta causa se engañaron creyéndole otra nueva isla. Nuestro rumbo casi hacia ella con un andar de cinco y medio millas por hora, y lo que la isla engañosa la arrastraba el viento hacia nosotros, produjo muy luego nuestro desengaño y la agra- dable perspectiva de ver navegar majestuosa- mente una banca de nieve de tan extraordinaria magnitud: por el costado pasaron otras peque- ñas, y esto causaba para nosotros uno de aque- llos pocos espectáculos que ocupaban con agrado nuestra vista y cuya novedad entretenía gustosa- mente nuestros equipajes. El tiempo al anochecer tomó muy feo sem- blante, y el viento, sin permitimos ya más que el trinquete y las gavias sobre dos rizos. La mar, creciendo excesivamente, nos ocasionó ba- lances extraordinarios hacia la media noche, que ei viento era bonancible ya por el Oeste '/^ Nor- oeste, La oscuridad, aumentada con la garúa constante, era tan densa, que difícilmente daría tiempo para eludir el encuentro repentino de al- guna banca, y esto no dejaba de ocupar justa- mente nuestro cuidado. ,s Llamando el viento al Sudoeste, á las prime- ras horas de la mañana aclaró la cerrazón, y principiamos á descubrir desde el alcázar dife- rentes bancas, y mucho mayor número desde arriba, según avisaron los guardias de los topes. El tiempo, aunque frió, estaba hermoso y apaci- ble, y el viento permitiéndonos andar cuatro ó "o «' cinco millas por hora. Observada la latitud de 52" r 3' y la longitud de 4 j" 07', volvimos á tener las mismas diferen- cias de 23' al Norte y 32 para el Este. A esta hora contábamos ya como 100 bancas de todos tamaños, y este número se iba multiplicando á medida de avanzar para el Oeste. Seguimos, sin embargo, el propio rumbo del Noroeste ó Nor- oeste '/t Oeste, así porque el tiempo favorecía nuestra derrota, como por la probabilidad de re- basarlas en el grande espacio de día que nos res- taba, tanto más de considerar yo siempre segura la salida por el Norte, en donde no se reconocían entonces los mismos embarazos. A este t'¿mpo, relevadas las guardias de los topes, vinieron á decirme llenos de espanto cómo ya se descubría un archipiélago inmenso desde el Sursuoeste al Oeste y Norte, sembrado con tal espesura, que era absolutamente imposible poder atravesarle por ninguno de los rumbos comprendidos entre ambos extremos. Parecióme un poco exagerada esta noticia, y para compro- barla, mandé al Piloto á las crucetas que desde allí me informase después de un prolijo examen en el horizonte, por los parajes indicados; pero sin necesidad ya de este informe, no tardamos todos en justificar desde el alcázar las primeras noticias, y en convencerme yo de la necesidad de variar el rumbo para separarnos del empeño á donde n.s conducía el que seguíamos. Desde luego arribamos á la una y media con toda vela al Norte '/» Nordeste, rumbo en cuya dirección no veíamos obstruido el paso. Mien- tras seguimos á este rumbo ya atravesábamos por entre algunas bancas grandes, pasando de ellas á tiro de pistola, y dejando por consi- guiente á la izquierda toda la cordillera del cuar- to cuadrante, prolongándola paia el Norte en donde creíamos rematase. Navegamos bajo este concepto hasta las cuatro de la tarde presentán- dose por aquella parte á nuestra vista un campo dilatado cubierto de islas flotantes de nieve, cuya hermosa perspectiva no cabe representarla con exactitud, ni la pluma más elocuente, ni el pincel más penetrado de aquel fuego ó entusias- mo con que una habilidad de primer orden sabe imitar todas las obras maravillosas de la Natu- raleza. No nos es fácil concebir, aun oprimiendo la imaginación, el contraste raro que formaba á nuestra vista este número infinito de grandes masas, por sus figuras las más extravagantes y pintorescas. Nosotros nos contemplábamos al frente de una inmensa población, que arruinada por algún terremoto, había perdido la regulari- dad de su plpnta y la magnificencia de sus edi- ficios. Un cúmulo de objetos tan diversos y ex- traños sobre los cuales reflejaban los rayos del Sol para aumentar la harmonía graciosa, debía 41 fi íif m ¡ «i I mr Í22 VIAJE ALRKIIKDOR DRÍ. MUNDO K.n él por prccisií'in atraer toda nuestra curiosidad y conducirnos á consideraciones bien distintas. La imaginación no podia menos de recordar á nues- tra memoria, que la propia causa <|uc aliort. ser- via para suspenderla y divertirla, lo había sido para producir el naufragio á otros navegantes: á la sazón nos acordábamos de la triste reciente suerte del navio ingles lloiinty (jue se estrelló contra una banca navegando desde el Cabo de ¡Suena lvsperan;;a á bahía Hotúnica; y del riesgo inminente y descalal)ros que sufrió la fragata I.uiicHii, del comercio de Cádiz, hace pocos años en estos mismos mares. Nos considerábamos bien distantes de vernos en semejantes peligros, creyéndonos antes del anochecer estar fuera de todo cuidado, l'ero las conjeturas en la mar son comunme.ite muy pre- carias, aunque muchas veces haya de fundar en ellas el navegante su seguridad. Nosotros hasta ' las cuatro de la tarde tuvimos viento entablado del Sudoeste, el tiempo hermoso, y los marineros de los topes nada avisaban que pudiera darnos el menor recelo para que la tripulación estuvie- se toda tan agradablemente entretenida con la vista de estos objetos, como distante de los grandes peligros que la esperaban. Cumplida aquella hora me avisaron de los topes cómo se prolongaba hasta el Este la cor- dillera de bancas, pero tan menudamente sem- bradas, que parecía á la vista impracticable el paso. De este aviso, y del de que se distinguían sólo algunas claras entre el Norte y el Oeste, debí persuadirme á ser estas dos cordilleras en dirección de Sudoeste al Nordeste, por entre las cuales era forzoso atravesar al Oeste de ellas. Con este ánimo se gobernó al Nornoroeste 5° Oeste, en cuya dirección se veían las islas me- nos numerosas hasta las cinco en que volvió á ce- rraise el canal que seguíamos, apareciéndose otras nuevas según íbamos avanzando, y esto nos obligaba á variar la dirección de la salida, buscándola sucesivamente por el Nornoroeste, Noroeste, Oesnoroeste- Oeste, y últimamente por el Oesnoroeste 5" Oeste. Nuestra situación, como se conoce, principiaba á ser cuidadosa, viéndonos rodeados de bancas, no tratando ya sino de entrar por donde cupiese la corbeta, el viento con un chubasco había abonanzado, y que una calma en estas circunstancias, ó la os- curidad de las noches anteriores, necesariamente nos veríamos á cada paso comprometidos. Reconocimos franco al ponerse el Sol el hori- zonte del último rumbo que seguíamos como unas tres á cuatro leguas, y todo el restante estaba cu- bierto de grandes islas de nieve, entre las cuales medimos dos de ocho millas de largo cada una. No podíamos lisonjearnos de navegar con se- guridad aquella distancia, sin recelar el encuen- tro de alguna banca por la frecuente alteración que tienen, originada de las varias causasque con- curren en el elemento en que habitan para pro- ducirla. Con este conocimiento se tf marón ante» de anochecer aquellas justas precauciones para navegar en la noche próxima con toda la vigilan- cia indispensable en nuestra situación, las de- más dictadas por la prudencia para tal casos. For de contado quedó el bote sobre los apare- jos, los botalones de desatracar á la mano, y la madera de respeto pronta á echarse al agua en el instante necesario. Mandé que la gente estuviese toda sobre cubierta, señalando su lugar á cada uno; y los Oticiales por mitad alternando duran- te la noche, debían repartirse en los parajes con- venientes para avisarme con tiempo de toda no- vedad, previniéndoles era mi ánimo navegar por el canal franco descubierto la distancia indicada, y si cumplida se cerrase, buscar la salida á vien- to largo y poca vela, pjra entretener de este modo la noche. Esta me pareció la maniobra más adaptable á las circunstancias^ oues la de pairo ó capa privando al buque de la \ "locidad preci- sa en sus movimientos , podría esta falta acon- charnos sin recurso sobre alguna banca. Por fortuna, la noche se mantuvo regular- mente clara, el viento también galeno del Sur- sudoeste, y con el auxilio de los anteojos de no- che descubríamos las bancas á distancia suficien- te para maniobrar sin temer el empeño. Estas, fuese ya por haber variado de posición unas, y ctras dtóplomadas de las más grandes, no pudi- mos conservar el propio rumbo del Oesnoreste 5° Oeste, para no tropezar con las que se atra- vesaban por la proa. No obstante, gobernando entre los rumbos del Oeste y Oesnoroeste, las íbamos sorteando, y tan sólo nos causaban algún cuidado las que por su corto tamaño no se dis- tinguían sino á distancia muy corta. Hasta las once había sido nuestra navegación bastante tranquila, pero á esta hora se presentó por la proa una banca muy grande, cuya extensión no bajaría de una milla, y toda era pareja. A pri- mera vista parecía como partido preferente el de arribar para rebasarla por sotavento, pero inclu- yendo los dos inconvenientes, de la calma que nos daría su abrigo, y el ignorar si habría otras inmediatas que dificultasen el tránsito, resolví prontamente orzar cuanto permitía el viento con todo aparejo, teniendo lista la maniobra para to- mar la otra vuelta si .^o la montábamos, y por fortuna, lo conseguimos con felicidad á muy poca distancia. Desde esta hora fuimos viendo más raras las bancas por uno y otro costado, y cuando esta observación nos daba fundamento para esperar hallarnos al amanecer fuera de ellas, reconocimos á esta hora todo el horizonte cubierto entera- mente desde el Noroeste por el Oeste y Sur hasta el Esté, advirtiendo en el restante también algu- Kn, ■! «9 as que con- para pro- larnn antes iones para la vi^ilan- , las de- al casos. L- los apare - mano, y la agua en el e estuviese i)^ar á cada ndo duran - arajes con- le toda no- avegar por a indicada, ida á vien- ler de este niobra más la de pairo :idad preci- falta acon- ica. vo regular- no del Sur- ojos de no- da. sufícien- eño. Estas, ion unas, y 58, no pi'/li- Oesnoreste ]ue se atra- gobernando oroestf, las saban algún ) no se dis- .. Hasta las 3n bastante entó por la xtensión no reja, A pri- Ferente el de , pero inclu- L calma que habría otras sito, resolví :1 viento con bra para to- amos, y por 1 á muy poca las raras las cuando esta }ara esperar reconocimos erto entera- ! y Sur hasta imbién algu- Bn. ti «9 CORBKTAS DBSCUBIBRTA Y ATRKVlIlA 3*3 En ") naa. El viento estaba al Oeste, y tomamos el bordo del Norte, por donde nos parecía más pro- bable la salida, viéndola con menos obstáculoH que la embarazasen. El tiempo no podía ser á la sa^An más agra- dable, y nuestro andar de bolina de 4 á 4 '/, nii- llaB nos prometía el libertarnos de pasar otra noche con los cuidados de la anterior. For nues- tras observaciones estábamos al medio día en la latitud de 50° 43' Sur, y en la longitud de 43" 41', notando de diferencia al Norte ¿o' y 11' al Este. A esta hora llamando el viento al Oesnor- oeste y seguidamente al Noroeste, fué necesario virar con muras á estribor para no meternos si- guiendo la vuelta del Nornordeste, entre la cordi- llera reconocida la tarde última, adonde necesa- riamente nos conducía aquel rumbo. Declarado el viento por esta parte, tomó un aspecto el tiem- po nada favorable, y tampoco lo eran las noticias de los topes para prometernos una noche de me- nos zozobras que la pasada. Al ponerse el Sol, los carices iban empeoran- do, la cerrazón creciendo, y el viento por el Nor- noroeste soplando con más fuerza. Reconocido á esta hora desde las crucetas el horizonte por el piloto, me informó como todo estaba cubierto Je grandes bancas; el comprendido desde el Oeste al Nordeste por el Norte, y el del Sudoeste al Sudes- te por el Sur, advirtiéndose una única clara para poder segu'rse su dirección entre el Sudoeste al Oeste wi.c.:-0 á cinco leguas. A este tiempo fuú también preciso arribar al Sudoeste '/t Oeste por la imposibilidad de montar cuatro bancas, que rebasamos á las nueve, y desde esta hora nos preparamos con aquel aparejo más conveniente, para navegar lo menos que fuese posible hasta cumplir la distancia reconocida; pero como el viento fué arreciando, no era verificable este pen- samiento., debiendo por consiguiente meditar otro compatible con las reflexiones marineras y los apuros de la situación que nos amenazaba la noche próxima. Esta situación nos ponía en la dura necesi- dad de resolver un partido con conocimiento se- guro de ser cualquiera muy peligroso. La ma- niobra de capear no podía ni aun pensarse en este caso, porque en la rapidez de un movimien- to consistiría salvarnos de un naufragio; y por otra parte pavegar á viento largo sorteando los peligros, tampoco la fuerza del viento ni lo tene- broso de la noche lo aconsejaban. En esta triste alternativa de providencias, no era, pues, fácil adivinar la que incluyese resultas menos funes- tas. Nuestra suerte estaba tan pendiente de su elección, como era dificultoso el acierto, y no es fácil sentir cuánto oprime al que manda la obli- gación de disponer de las vidas inocentes de los que le obedecen. Pasando, pues, estas circunstancias críticas en que nos hallábamos, determiné mantenernos »'n '•» durante la noche sobre lus gavias rizadas, y ceftir el viento en el claro reconocido, procu- rando conservarle ha>:ta amanecer. Desde las diez ya la noche era muy oscura; el viento soplaba A ráfagas bien duras, y la garúa ó llovizna aumcn- tal)a la cerrazón, al ext";mo á veces de no divisar un cumplido de la corbeta en su circunferencia. vSin cmoaigo de esta grande oscuridn I , siempre esperábamos que el reflejo de la nieve facilitaría alcanzar la vista de las bancas á mayor distan- cia, que diese tiempo á huir de su encuentro, casi inevitable por más celo y precauciones que doblásemos para impedirle. Antes de la media noche se vieron por la ser- ; viola de sotavento dos bancas inmediatas. Era muy dudoso montarlas aun en el caso de poder- se resistir y amurar las mayores con la presteza necesaria, y así, tomando prontamente la resolu- ción de virar poniendo en facha el velacho, lo- gramos felizmente ejecutar la maniobra. Pero no por esto imitamos la propia maniobra en otro encuentro á las tres de la mañana, pues v> avistada una banca entre el portalón y la mura de sotnvento, emprendimos al instante el tomar el otro bf'i lo, cuidando mucho de aumentar la velocidad il j1 buque más bien que disminuirle como ai.leiiormente, debiendo así á la rapidez del m'v .-nientc. jscapardc este nuevo inminente pe- lij^ro, á co; 'a d( liaberlo consentido, inevitables las resulta- de un naufragio. A cta hora puede inferirse cuánto ansiaría- mos la claridad del día, para que disminuyendo á lo ménoi> los peligros, pudiésemos entregarnos á gozar de algún descanso. Como subsistía aún la cerrazón, se dilataba la noche y también el número de nuestros cuidados. Por fortuna esca- pamos de uno muy grande después, que absolu- tamente no se hubiera evadido si la noche liubie- se sido poco rnáa larga. Presentáronse al romper el día á sotavento tres bancas situadas en una misma línea, inme- diatas entre sí, y mucho más á nosotros. No ha- bía á la sazón espacio bastante para virar, y de consiguiente, no estando el viento tan recio, á fa- vor de la actividad con que se amuraron las ma- yores é izaron las gavias, conseguimos montar la primera y luego las otras dos, tan de cerca, que recelábamos varar en alguna de sus bases sumer- gidas: maniobras que ejecutadas de noche se hu- bieran sin recurso malogrado por la imposibili- dad ni de combinarlas con acierto, ni ejecutarlas tan oportuna y prontamente como se requieren. Este triunfo para nosotros fué tanto más plausible, cuanto la presencia del día y el viento ya manejable, nos ponía en el caso de no temer ott js peligros semejantes, y aunque los horizon- tes neblinosos limitaban nuestra vista á un espa- cio bien corto, nos contemplábamos bastante fe- ; i.UV I ; m iii ■Si* -^ man ÓH VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO fn, t * F». 30 Hces en no temer ahora otro enemigo que el de la calma. Seguíamos la vuelta del Sudoeste con el mismo viento del Oesnoroeste, cuya mura era la que nos alejaba más del archipiélago de las bancas, y la misma que yo pensaba continuar mientras el informe de la vista nc falsificase este concepto. Con poca confianza obsei*vamos la latitu .' de 50° 51' y la longitud de 45° 02', advirtiendo al Este una grande diferencia de 52'. No aclaró el tiempo hasta pasado el medio día, en que nos sobrevino la calma ó ventolinas del tercer cua- drante, y esta novetad, tan sensible como peli- grosa anteriormente, nos era á la sazón indife- rente con encontrarnos distantes por todas par- tes de las bancas. En esta forma permanecimos hasta ponerse el Sol, en que ciñendo el viento del Sudoeste bonancible con muras á babor, sólo se descubrían dos al Sursudoeste, bien que no era fácil reconocer el horizonte por calimoso desde el Noroeste al Sudeste, y el de la proa se limita- ba á cinco ó seis leguas. Lo despejada de la noche no nos daba ya cui- dado, navegando hacia la parte por donde no descubríamos tropiezo alguno. El viento fresqui- to por el Sudoeste permitiéndonos un andar de tres á cuatro millas con todo aparejo, nos facili- taba prevenirle oportunamente sin riesgo de em- peño, y así, aunque navegábamos con el celo correspondiente, pudo seguirse el orden de las guardias para que la gente pudiese descansar de sus fatigas tan continuadas. 3t Hasta el amanecer no vimos bancas, y aun entonces sólo se reconocieron tres, las dos por las muras y la otra por la pi 'a como á tres le- guas. Pasando pocas horas después cerca de la de más á sotavento, volvimos á divisar otras dos también por la proa. Entretanto, el tiempo era bello, la mar muy apacible, y habiendo logrado las observaciones con toda confianza, observando la latitud de 49° 53' Sur y la longitud de 45" 23' Oeste, repitiéndose otra grande diferencia de 56' al Este de la estima. Desde las primeras horas de la tarde que roló el viento a! Oesnoroeste, tomamos la vuelta del Sudoeste, prefiriendo ganar aquí la longitud que no disminuir la latitud, pues además de lo que cuesta adquirir aquélla, también era mucho más importante acercarnos á la costa en donde jamás recalan las bancas, y muy rara vez se han visto en los meridianos de las Maluinas. Por la tarde, no viéndose más que una ú otra, nos lisonjeábamos de salir de entre ellas, y las últimas que desnués volvimos á ver fueron dos por sotavento, á las once de la noche. Esta fué enturbiándose, y aunque no se disminuyó de vela navegábamos con todo el celo que exigía el deseo de triunfar al fin, de tantos peligros como nos habían rodeado. La cerrazón y la garúa crecieron considera- blemente á la mañana siguiente, y por esto no pudimos descubrir si teníamos algunas bancas en las inmediaciones. Si hubiésemos de sacar una inducción cierta por las observaciones de nuestra experiencia, debíamos suponerlas no dis- tantes de nosotros, atendiendo á que el color verdoso del mar como de sonda y un frío mucho más penetrante, habían sido señales seguras de hallarnos entre ellas, y las notamos aquí para que sirvan de aviso á otros y naveguen con las precauciones correspondientes, de noche ó con tiempo oscuro. Ptro nada había hecho impresión en la salud de la gente con una fatiga tan continua por es- pacio de cuatro días: su corto número les aumen- taba el trabajo, por la necesidad de concurrir toda á muchas maniobras, á las cuales se han prestado con una actividad y disposición la más recomendable. Yo faltaría gravemente á mis de- beres, si no hiciera aquí el justo elogio que merece la Oficialidad en esta parte y cuánta influencia ha tenido su ejemplo para inspirai' en la conducta de la gente toda la vigilancia, serenidad y celo que constantemente ha observado en los diferen- tes trances de la campaña. Nuestra obligación y la debida recompensa de su trabajo, nos ha con- ducido con gusto á procurarla todo el alivio y descanso compatible con las circunstancias. Se ha tenido el fogón encendido aún de noche, así para aumentar el abrigo en donde dormía, como para que los de la guardia bajasen alternativa- mente á calentarse, pues hasta en la cámara ne- cesitábamos también de igual au.xilio, teniendo siempre encendida la chimenea para poder resis- tir el excesivo frío que sentíamos, á pesar de ha- llarnos en el rigor del verano. En los días malos se distribuyó ración doble de aguardiente, y asi- mismo de carne fresca en estos últimos de mayor fatiga, debiendo sin duda á estos medios y á la ropa de abrigo repartida de antemano á los que la necesitaron, el tener la gente en el estado más sano y robusto, y tan sólo se contaba un enfer- mo del mal venéreo desde la salida de Chile. Libres ya de los cuidados de una navegación tan peligrosa en los días antecedentes, nos en- tregamos á formar opiniones sobre el paraje de donde viniesen estas islas flotantes de hielo, y del modo como se forman. En este último pun- to hay poco ó nada que discurrir después de las observaciones del Capitán Cook en lü. Isla de la Georgia. Su opinión se resiste á admitir la reci- bida hasta entonces, de que la coagulación de es- tas grandes masas se forma helándose el agua en las bocas de los ríos Cauüalosos, ó porque se acu- mulan allí por grandes cataratas hasta que se abren ódividen por su propio peso. Si se formasen en esta forma las islas de hielo que se hallan en la mar, precisamente se habían de encontrar algu- Kcb. 1 ( ' T eron considera- ;, y por esto no algunas bancas sernos de sacar bservaciones de ponerlas no dis- á que el color y un frío mucho nales seguras de amos aquí para aveguen con las de noche ó con sión en la salud ontínua por es- mero les aumen- ad de concurrir cuales se han posición la más imente á mis de- logio que merece nta influencia ha en la conducta serenidad y celo io en los diferen- stra obligación y ajo, nos ha con- todo el alivio y rcunstancias. Se ún de noche, así de dormía, como asen alternativa- en la cámara ne- auxilio, teniendo para poder resis- os, á pesar de ha- Sn los días malos ;uardiente, y asi- últimos de mayor Ds medios y á la smano á los que en el estado más )ntaba un enfer- lida de Chile. e una navegación edentes, nos en- bre el paraje de intes de hielo, y este último pun- ir después de las : en líi Isla de la í admitir la reci- oagulación de es- ndose el agua en , ó porque se acu- tas hasta que se !0. Si se formasen que se hallan en le encontrar algu- Kcb. I CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 325 Ftb. 1.» ñas partes terreas entre su composición, las cua- les buscaba Cook y jamás las encontró, ni tampo- co pudo reconocer en toda la costa de la Georgia y otras tierras del Sur, río ni arroyo capaz de que pudieran formarse en sus entradas. .\sí este in- signe navegante establece su dictamen sobre lo que observó en la bahía de Posesión. «Los va- xlles, dice, están cubiertos de muchas brazas de «profundidad con nieve eterna, y hacia la mar se • terminan por unos promontorios de hielo de al- »tura prodigiosa. Aquí es donde se forman las «islas de hielo por la nieve consolidada y la que «cae continuamente en el invierno ó se desploma «de las montañas. Durante esta estación rigu- «rosa, los promontorios de hielo es forzoso se va- «yan acumulando hasta llenarse todas las bahías, «sean de la extensión que fuesen. Congregados «ya por la nieve continua que cae y la que se les, «aumenta de los montes, llegan hasta el punto «de no poder resistir su propio peso, y entonces «se despedazan formando las que llamamos islas «de hielo.» Después extiende la probabilidad de sus con- jeturas á determinar la causa de la diversidad de formas ó figuras que toman estas islas. Su- pone que las que se presentan con una superficie plana sean formadas en las bahías ó al frente de los valles; y otras que la tengan desigual es por haberse formado sobre rocas, picachos, pre- cipicios ó terrenos de una superficie irregular. Yo pienso que su primitiva forma la reciban, sin duda, de esta causa; pero después de aiTojadas de las costas deben alterarla notablemente, no sólo por el choque de las aguas y el de unas con otras, sino también por la nieve que caiga sobre ellas mientras no se deshagan. Nosotros apoya- remos esta opinión con haber notado á muchas de estas islas vestidas de varias capas concén- tricas de nieve desde cierta altura del agua, más ó menos consolidadas según el orden de su anti- güedad. También advertimos en otras un color verdoso ú oscuro, especialmente en el primer cuerpo, que probaba una ancianidad intermina- ble. De aquí deducíamos que cuando estas enor- mes masas se conservaban á la caída del verano de magnitud tan considerable y de una materia tan compacta que no alcanzaban los rayos del Sol á derretii'a, por precisión aumentarían su tama- ño 6 recuperarían el anterior con la nieve que re- cibiesen en el invierno próximo, y por consiguien- te, no es Fisí fácil contar la edad ni el término de la peregrinad ii de estos cuerpos flotantes, que navegan según el orden de los vientos en las di- ferentes Citaciones del año. En estas mismas causas y en la de la situa- ción de la Georgia, me fundaba yo para creer que este vasto archipiélago encontrado por nos- otros fuese procedente de aquella isla. La lati- tud de ella entre 53° 57' y 54° 57' Sur, y su lon- gitud desde 10" hasta 12° 46' al Este de las Islas de la Aurora, es verosímil que con los vientos del Sueste y Este tempestuosos en el invieno se acerquen las bancas á estos meridianos, pues ordinariamente las han encontrado por aquí los que frecuentan la navegación al mar del Sur. Por esta razón yo aconsejaría para los que re- gresan á 'España, que atracasen las Maluinas como medio muy seguro de no verse en semejan- tes peligros, infinitamente mayores para todo buque mercante, privado por la naturaleza de su destino, de aquellos recursos para hacer inevita- ble un naufragio aun sin hallarse en situación menos crítica que la nuestra. El pintor D, Fernando Brambila se dedicó á formar en los días que navegamos entre las bancas, el diseño de algunas que atrajeron nues- tra curiosidad, contemplando su figura rara y extraña; representando al mismo tiempo la si- tuación y maniobras de la corbeta, ya navegando por entre las islas ó para evadir los peligros que nos han amenazado. En esta obra se reconoce la mano maestra del autor, y no pudiéramos pres- cindir, sin injusticia de hacer notoria su habili- dad, poseyendo todas las reglas del arte para conseguir las bellezas de esta profesión agra- dable. Habían sido bien pausados nuestros progre- sos hasta el día 3, porque los vientos soplaban comunmente cerca del Oeste, y esto nos había hecho preferir la vuelta del Norte para gozar á lo menos de un temperamento suave y un cielo mucho más despejado. Las observaciones repi- tieron hoy las grandes diferencias al Norte y al Este; esto es, 18' en la primera dirección y 1* 00' en la segunda, hallándonos en latitud de 48" 21' Sur y 48° 44' de longitud. La singladura siguiente, acompañados de un viento fresco por el primer cuadrante, navega- mos á rumbos próximos del Oeste hasta la me- dia noche, que se variaron al Noroeste 5° Oeste, el cual nos conducía á las mmediaciones del río Colorado, por donde me proponía atracar la cos- ta Patagónica. Carecimos al medio día de obser- vaciones, y desde esta hora, el viento fué en- trando en su estación 'acostumbrada del cuarto cur. jrante, causando la oscuridad y garúa con- siguientes. Con la misma alternativa de vientos, alcan- zamos á estar al medio día del 7 á 71 leguas de la tierra más próxima, que era la Península de San José, pero sin encontrar todavía fondo con toda la sondaleza. La falta de estas noticias, la niebla muy den- sa y los malísimos aparatos del tiempo, me obli- garon á tomar la vuelta del primer cuadrante y conservarla durante la noche con poca vela. Di- sipó después la niebla para sustituirla alguna agua en las primeras horas de la noche, y cesan- Veh. i 326 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ir F^b. 8 do también ésta, principió después á relampa- guear sin intermisión, y á declararse una tem- pestad horrorosa que duró hasta las once y me- dia, arrojando precisamente muchos rayos, con especialidad por el Norte y Sudeste. Ya á las cuatro y media de la mañana, dio lugar el tiempo á marear todo aparejo en vuelta del Norte con viento Oesnoroeste. A poco rato, se advirtió visiblemente la rapidez con que las aguas nos arrastraban hacia el Nordeste, efecto que atribuimos al desagüe de los ríos Colorado y Negro, y otros diferentes que reciben estos mares de la costa. Asaltados de nuevo por otra niebla espesa, la desvaneció un viento repentino del Sursudoeste, dejando el cielo lo más hermo- so y despejado. Hicimos rumbos al Nornoroeste 5° Oeste para reconocer la costa desde poco más al Norte del río Colorado, en donde próxima- mente habíamos dado principio á nuestras tareas en el año de 89; y el ligar este trozo de costa hasta el Cabo de San Antonio era la única ope- ración que me restaba por desempeñar para cumplir la instrucción hasta el puerto de Monte- video. 9 Llegamos al día siguiente á coger sonda en 50 brazas arena fina al medio día; observando la latitud de 41° 25' y longitud de 52" 56' situándo- nos distantes de la bahía de la Asunción 52 le- guas. Las diferencias habían crecido en el pro- pio liOAtido que e:; lot: ¿íu¿> iaileLcJerAtts, pue£> todavía hallamos hoy 1° 02' al Este y 21' para el Norte, de suerte que á medida de acercarnos á la tierra, se multiplicaban las dificultades de atracarla. 10 Aún aumentaron éstas al día próximo según se dedujo de las observaciones, que nos situaron en latitud de 40" 44' Sur y 53" 20' de longi- tud, la primera apartándose en 12' al Sur, y por consiguiente, también contraria ahora esta dife- rencia que no lo había sido en los días anterio- res, y i" 24' r' Este de la longitud estimada, ha- llándonos de la costa 35 leguas. Esta rapidez con que las corrientes nos llevaban violentamente para el Este, hacían desconfiar de poder recono- cer el trozo de costa proyectado. No era mi áni- mo insistir demr.siado en este empeño á costa de sacrificar mucho tiempo en vencerle , porque no siendo de una grande importancia á la navega- ción nacional, sería mucho más preferente apro- vechar en Montevideo los pocos restos del vera- no, en perfeccionar el plano del río, cuya exacti- tud era más interesante para la seguridad del comercio marítimo de estas provincias, y no hubo tiempo de conseguirse en el año de 89 por nues- tra corta mansión en aquel puerto. Manteníamos la misma sonda de las 45 bra- " zas arena fina negra, y paulatinamente fué dis- minuyendo á 40 á las tres de la madrugada. Desde esta hora empezaron los relámpagos y oscuridad por el Sudoeste á indicar una turbonada hacia •■■ aquella parte. Las precauciones empleadas para recibirla fueron tan inútiles, que á muy poco nos sorprendió un contraste duro por el Sursueste, de cuyos efectoj 6 averías no hubiéramos podido escapar sin cargar y preparar el aparejo con una presteza indecible: de aquí saltó de nuevo tem- pestuoso al Sudoeste,' volvió luego al Sur con agua, truenos y relámpagos, y por último, dete- nido un corto tiempo en el Esueste , escaseó al Norte '/^ Nordeste, con el cual más claro, ya vi- ramos en vuelta del Este. A esta hora no dista- hamos de la costa más que unas 16 leguas, ob- servando pocas horas después la latitud de 39" 59' Sur, y longitud de 53° 22' Oeste de Cádiz, encontrando L'na excesiva diferencia de 53' al Sur y i" 21' al Este de la estiii Apuntamos aquí cuidadosamente los extraordinarios efectos que producen las corrientes, para instruir á los navegan*-es venideros y justificar mi resolución si abandonase el deseo de reconocer la costa. Viendo, pues, por la tarde, muy distante la esperanza de mejorar el tiempo para triunfar con nuestro intento, lún dejarnos absolutamente la misma inconstancia de los vientos, la perma- nencia de los feos aparatos de! tiempo sin cesar los truenos y relámpagos, debí ceder al deseo de abordar la costa, prefiriendo el de dirigirme á buscar el paralelo de la isla de Lobos, pcrsua- diénáornc á que debiendo también D. Alejandro Malaspina procurar reconocer este mismo trozo de costa, quizás sería más feliz en los tiempos para ejecutarlo. Con rumbos del Nordeste 7* Norte y Nordes- te, nos dirigimos á buscar el paralelo propuesto, anteponiendo esta derrota á la de ir en derechura por el cabo de San Antonio á Montevideo, á cau- sa de evitar un empeño si continuasen en aquel tránsito las mismas malas apariencias del tiem- po, y que allí sería mucho más arriesgado cual- quiera partido que la necesidad dictase, cuando entrando en el río por el camino ordinario siem- pre hay tiempo para resolverse á la entrada com- binando ó esperando fuera de la isla de Lobos circunstancias favorables. Declaróse muy pronto el viento al Sueste fresco acompañado de una suma oscuridad, lo cual justificó tanto el acierto de mi resolución, como nos prometía llegar al paralelo de la isla, en un corto plazo. Para esto sólo tratábamos ya de aprovechar con fuerza de vela el tiempo tan favorable, teniendo solo la mortificación de pri- varnos el Sol de su presencia, ó á lo menos á ho- ras oportunas para ejecutar nuestras observacio- nes ordinarias. E«tas mismas circunstancias que nos acom- pañaron al día siguiente, se opusieron también á poder determinar algunas sondus con la exacti- tud debida, sin cuyo auxilio me pareció inútil "cb. 11 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 327 F«b. 13 sacrificar el tiempo en ejecutarlas. Nuestro a 1- dar no era menos de seis á ocho millas, na'-cgan- do desde el anochecer con el trinquete y las ga- vias, observando poco antes la variación de la aguja por amplitai de 16° 48' Nordeste. Había- mos notado la frecuente alteración en el color del agua, tanto que aveces nos ponía en el recelo de que pasásemos sobre algunos bancos de mu- cho menos fondo del que indicaban los planos, obligándonos á sondar sin atravesarse, y con 20 brazas no encontrábamos fondo. r4 Pudimos hoy al medio día averiguar nuestra verdadera situación por observaciones exactas; nos hallábamos en latitud de 36° 01' y en longitud de 48° 12' resultando de diferencias en los dos días anteriores 1° 43' al Este y 14' al Sur de la estima. Sondamos á esta misma hora en 36 brazas arena negra fina. Nos considerábamos á este tiempo 26 millas al Este del Meridiano de la isla de Lobos, y como todas las señales del tiempo no nos da- ban el menor recelo para mirar con indiferencia el recalar al Este ó al Oeste de dicha isla, nos fiamos enteramente á la seguridad de los relojes para entrar en el río, marcándola antes, como una precaución que aconsejan fundadamente los prácticos de esta navegación, en defecto de no tener de antemano latitud observada. Cumplida á las once de la noche la latitud de la Isla de Lobos, seguimos corriendo su paralelo con las debidas precauciones, teniendo de ante- mano prontas las anclas con vitadura doble la del ayuste. Desde las nueve fuimos sondando por 15, tG y 18 brazas arena fina parda. La noche, la más clara y apacible con el viento al Este fres- quito; no podía ser más oportuna la entrada en el río sin el menor cuidado. Nuestro andar con trin- quete, gavias y juanetes, no excediendo de cua- tro millas, nos facilitaba sondar con seguridad sin precisión de atravesarse: la calidad del fondo variaba algunas veces en arena fina y conchuela, y rara ocasión la encontrábamos mezclada con >5 cascajo y por 19 ó 20 brazas. La lama suelta no la cogimos hasta las cuatro de la mañana por 20 y 21 brazas, que es la dirección del canal, y con esta señal nos bastaba para estar seguros de la vista de la Isla de Lobos, luego que amane- ciese. Efectivamente; á las cinco y media de la ma- ñana se nos presentó por la proa esta isla con la tierra firme del Cabo de Santa María para Punta Negra, distando de ella por base medida dos y me- dia millas, y demorando al Norte 52° 30' Oeste. El viento al Norte galeno tomando sucesivamente alguna fuerza, nos acompañó hasta cerca del me- dio día, que quedamos sin gobierno. Nuestros rumbos habían sido al Oeste, y el fondo, conser- vando la misma calidad de lama suelta, había disminuido á 15 y 14 brazas, marcando á este tiempo la Isla de Lobos al Norte 68" Este, la Pun- ta de la Ballena al Norte 8° Este, y Punta Negra Fcb. al Norte 55" Oeste. Observada la latitud de 35° 03', demoraba di- cha Punta Negra al Norte 25° Este, estando en fondo de 12 y '/a brazas lama suelta, sin distin- guirse ya la Isla de Lobos. Declaróse luéga la brisa, y aumentando sucesivamente nuestro an- dar hasta seis millas, seguimos con toda vela á alcanzar la marcación importante de la Isla de Flores antes de anochecer. Por fondo de 1 1 y i o brazas , llegamos á divisar en este tránsito, desde los topes, una embarca- ción de tres palos navegando para el Este del bor- do del Norte. Sin embargo de no poderle imaginar enemiga, sin alterar nuestra derrota, se hizo pron- tamente zafarrancho de combate. Como nuestro rumbo nos acercaba á ella, advertimos que sus maniobras se dirigían á huir á Montevideo, y con- testadas las señales de reconocimiento que nos hizo entonces, volvió á tomar su primera derrota con muras á babor. El Comandante de Maluinas me había preve- nido haberse colocado en la parte más elevada de la Isla de Flores, un asta en que debía tremo- larse una bandera para gobierno de las embar- caciones que se dirigiesen al puerto, y de noche izarse un farol en ella con el propio objeto. Esta providencia dictada por el Comandante actual de laArmadilla, justifica tanto su utilidad como la práctica que tiene de la navegación de este río, y su celo para contribuir á la seguridad de ella. Puede desde luego asegurarse que el Río de la Plata es una de aquellas navegaciones más cuida- dosas, sobre todo en el invierno. Los vientos fre- cuentes del Sudeste, sucios y tempestuosos enton- ces, no dejan arbitrio desde el meridiano de la Isla de Lobos para dentro, sino á la práctica de buscar á Montevideo por la sonda ó á fondear en el placer del banco Inglés, en donde el fondo de are- na impide garrar las anclas como sucede fuera de este paraje. Bien se reconoce cuan precarios son estos recursos en muchas ocasiones; pues no han sido suficientes á salvar la pérdida de muchas embarcaciones, no sólo sobre aquel escollo temi- ble, sino también sobre la costa del Norte. Yo creo sería un auxilio grande que disminuiría mu- cho los riesgos por este río, si en la Isla de Flo- res hubiese dos ó tres cañones gruesos para co- rresponder á los cañonazos que pidan las embar- caciones que entren, pues próximas ya ala isla, la vista de los fogonazos de noche ó el estrépito en todos casos, las iluminaría para salir felizmente del paso más arriesgado, cual es entre el banco y la citada isla. No dudo que la experiencia jus- tificaría la utilidad de esta disposición, así como otra providencia semejante la ha comprobado al mismo objeto en el puerto de Monterey. No di- mos vista á la Isla de Flores hasta estar bien cerca de ella al ponerse el Sol: la marcamos al lili X 338 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Feb. ij Oeste '/i Sudoeste, y por fondo de seis á seis y media brazas lama suelta y conchuela, entramos en el canal de ella y del banco, gobernando al Sudoeste hasta tanto de ponernos Norte -Sur con el asta de bandera, y desde aquí al Oeste '/i Sud- oeste, rumbo que continuamos hasta llegar al meridiano de Punta Brava, ó navegar la distancia de II millas. La brisa permaneció fresca las pri- meras horas de la noche y como ésta fuese suma- mente clara, seguimos con fuerza de vela, sin perdonar por esto la precaución de sondar á vo- leo por una y otra banda, y dar el correspondien- te resguardo al bajo de Punta de Carretas. Poco después de las nueve divisamos ya una luz al Oeste 5" Norte del pueblo de Montevideo, y á poco rato distinguíamos también con la cla- ridad de la Luna las embarcaciones del puerto, hacia las cuales nos dirigíamos. Las sondas fue- ron disminuyendo desde seis á cinco y media, cinco, cuatro y media, cuatro, y más paulatina- mente hasta tres; este fondo tan corto probaba bien lo l>ajo que estaba el río. Antes de alcanzar 'as puntas de la entrada abonanzó y escaseó et viento, imposibilitando así ir para adentro aunque fuese sobre bordos como lo habíamos emprendido; dimos luego fondo á las once de la noche en tres brazas lama suelta demorando el cerro al Noroeste, y la pun- ta de San José al Nordeste j" Este distantes de ella poco más de una milla. Inmediatamente se echaron al agua lancha y bote con ánimo de ir al fondeadero aunque fuese á costa del penoso trabajo de la espía, pues aun- que la serenidad del tiempo no daba sospecha alguna, suele sin embargo alterarse aquí repen- tinamente formándose unas fuertes turbonadas, en cuyo caso nuestra situación no era la más segura. No bien se iba á poner el anclote en la lancha, cuando el viento á la tierra bastante fresco, obligó á arriar hasta 50 brazas de cable, y desistir durante la noche de toda tentativa, como inútil para emprender la maniobra de- seada. Apenas dimos fondo, atracó á bordo la lan- cha del correo creyendo fuésemos el que se es- peraba con ansia de la Coruña hacía más de dos meses. Los correos cuando entran aquí de no- che disparan un cañonazo al estar sobre Punta de Carretas, como una señal de reconocimiento para la plaza, y entonces sale la falúa de ren- tas á recoger los pliegos. Nosotros ignorando esta práctica disparamos un cañonazo y produjo luego el engaño para que también viniese la fa- lúa en busca de la correspondencia. iñ Desde el momento de amanecer con el viento bonancible ya se tendió la espía con cuatro calabrotes y llegando á pique de ella pudimos con ventolinas de la brisa marear las velas de estay, y coger muy luego el fondeadero por la proa de la fragata Santa Rufina que arbolaba el *■'•> '^' gallardetón del Comandante de la Armadilla. Por la mañana temprano se había trasladado á bordo I). Alejandro Malaspina, quien me dijo haber fondeado la tarde anterior, sin novedad particular en su navegación desde las costas de Chile, y que sin poder vencer la tenacidad de los vientos tempestuosos ó de travesía sobre las tie- rras del Archipiélago de Chonos había en vano empeñado sus esfuerzos para reconocerlas; pero que con menos contrariedades en adelante, pudo atracar después la costa al Sur del Estrecho de Magallanes, y situar también las islas de Diego Ramírez: teniendo la complacencia de que sus resultados estuviesen exactamente conformes con los nuestros, y de habernos reunido feliz- mente en este puerto donde contemplábamos el término tan suspirado de nuestras fatigas con tanta satisfacción como la habíamos tenido en dar principio á arrostrarlas desde aquí en el año de 89. CAPÍTULO IX Ultima escala de las corbetas en Montevideo: varios acaecimientos en aquel tiempo y reunión en el puerto de la fragata Gertrudis de la Marina Real, cott cuatro buques mercantes de Lima: salida del onvoy reunido, de Lima y Montevideo, y su navegación hasta llegar al puerto de Cádiz, F 1 objeto esencial de la segunda escala de las corbetas en el puerto de Montevideo, había sido al principio el de liquidar el haber de las tripula- ciones, para que no sufriesen un descuento creci- do á su llegada al Continente y no trastornasen los balances de las Cajas Reales; empero ahora se le agregaban otros no menos importantes, y eran el apresto de los buques e.» un pié regular de gue- rra, y la reunión nuestra al convoy de Lima, el cual, bajo la escolta de la fragata Gertrudis, de- bía hacer escala en Montevideo antes de empren- der la navegación para España. E) primer pun- . to nos pareció indispensable, aunque lleváse- mos salvo-conductos del difunto Rey de Francia Luis XVI, el cual recordaba las muchas atencio- nes que el conde de la Péyrouse había recibido en los establecimientos españoles: solicitaba lo segundo el Virey de Lima, y nuestras mismas circunstancias lo dictaban como prudentes, ya que debíamos recibir caudales de Buenos Aires y por la misma razón considerarnos comprendidos en los trances de la guerra. Atento á este plan, ya la salida nuestra del puerto debió retardarse á lo menos un par de meses, y buscar, por consiguiente, aJgunos obje- tos, en los cuales pudiera invertirse aquel plazo con veiitajas del servicio. Ciertamente, no eran pocas las atenciones naturales de la expedición CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 329 bolaba el ^'^ ''• adilla. lasladado n me dijo novedad costas de dad de los re las tie- a en vano rías; pero ante, pudo strecho de de Diego le que sus conformes nido feliz- lábamos el Fatigas con tenido en lí en el año video: varios ; en el puerto trt Real, con la del cinvoy navegación ■tz, escala de las I, había sido e las tripula- cue.'ito creci- stornasen los 0 ahora se le tes, y eran el ular de gue- de Lima, el Gertrudis, de- s de empren- primer pun- ique lleváse- y de Francia ;has atencio- abía recibido solicitaba lo stras mismas rudentes, ya aenos Aires y ¡emprendidos 1 nuestra del 3s un par de algunos obje- e aquel plazo ;nte, no eran la expedición Fcb. 16 hasta la mitad de Abril, en cuya época podíamos por nuestra parte considerarnos prontos para dar la vela. La renovación de la carta del río, erra- da en algunos puntos determinados en 1789; la multiplicación de las sondas; el cuidado del ob- servatorio; la redacción de las tareas hidrográfi- cas emprendidas desde Lima; el mismo apresto de los buques y la instrucción militar de la tro- pa y marinería, bastaban solos para ocuparnos incesantemente. Multiplicáronse después más bien las ocupaciones, cuando empezaron á llegar los buques de Lima y particularmente la fraga- ta Gertrudis. Sus amarraderos, sus reparos, las instrucciones y el traspaso de víveres de unos á otros, todo combinado con la escasez de los al- macenes y de gente y con la estación tempes- tuosa del invierno, la cual hacía imposible en muchos días la comunicación de los botes, de- bieron por precisión tenernos igualmente ocu- pados. No merecía menos atención en nuestras me- didas actuales el reconocimiento deseado del Golfo de San Jorge en la costa Patagónica. Hí- zose presente al Virey de Buenos Aires, que Su Majestad le había mandado para aquel verano, oponiéndose seguramente después, los incidentes de la guerra, á que viniesen de Europa las per- sonas y los instrumentos que debían realizarle. Si no se verificase debían mirarse como igual- . mente desatendida la seguridad de nuestras pes- cas y la perfección de las cartas. Y era un acaso . bien feliz el que se arrojase á tomarle en su car- go, aunque bien enfermo, el Capitán de fragata D. Juan de la Concha, acompañándole el piloto Inciarte, y que las corbetas pudiesen ceder los instrumentos necesarios para el intento. Fué des- tinado el mismo Concha á Buenos Aires para - acordar estas materias con el Virey, el cual con- descendió inmediatamente á cuanto solicitába- mos, y no tardaron tampoco en emprenderse las excursiones necesarias para la corrección ya in- dicada de la costa. Fué preciso un nuevo viaje á Maldonado y á la Isla Gorrite; se hicieron marcaciones con el teodolito en la Isla de Lobos; por tres veces se itravesó el bajo Inglés hasta conseguir el nave- garlo en tomo; se reconoció igualmente el bajo de la Panela frontero á la barra de Santa Lucía; otra piedra, no distante de la Isla de las Palo- mas, dentro del puerto de Montevideo, fué liga- da con buenas marcaciones, y debimos mirar como un caso bien feliz, el que naufragado en la costa inmediata al Pan de Azúcar el falucho en el cual regresaba desde Maldonado el Piloto Hur- tado con los instrumentos astronómicos y el reloj número 11, pudieran éstos redimirse del naufra- gio sin la menor avería y conducirse salvos á Montevideo. Los Capitanes y Pilotos de los co- rreos marítimos el Colón y la Cantabria contribu- yeron también por su parte á la perfección de la ^'^ ■''■ carta con cuantas noticias útiles tuviesen parti- cularmente por lo que toca á las sondas. Las primeras épocas de las alturas corres- pondientes en el observatorio habían indicado las siguientes longitudes para los relojes ma- ili rmos: Longitud del ob- servatorio, occi- dental deCiídiz. Niim. 49.57.00 L'rnnóm. 71 So.48.30 Cronóni. ya 49.58.00 Nüm. 105, So-9-«S No debió sorprendernos el error del cronó- metro 71, cuando ya por las comparaciones dia- rias en la última travesía desde Santa Elena habíamos advertido sus irregularidades bien ex- trañas, y los resultados de los relojes de la Atrevida debieron, por el contrario, mirarse por tanto más satisfactorios, cuanto que ligando admirablemente por dos medios diferentes la longitud del puerto de la Soledad, la cual no ha- , bían podido sujetar á otro punto alg'.'üo bien si- tuado de las Maluinas, dejaban sin embargo bien situado aquel punto, y fuera de toda duda la verdadera extensión de las islas, del Oeste al Este. No se descuidaron después tampoco las expe- riencias de la gravedad en el péndulo simple, y comparándolas el Teniente de navio D. Ciríaco Cevallos, con las demás que se habían hecho en uno y otro hemisferio, confirmaron lo que había sospechado el Abate Lacaille, esto es, que había una mayor gravedad en el hemisferio austral que en el boreal, y por consiguiente, que no de- bían suponerse los dos hemisferios tan simétricos como se había imaginado hasta entonces. Para que la maestranza de á bordo no estu- viese en la inacción, se agregó después á las obras interiores de las corbetas, la habilitación de la lancha de la Descubierta, á fin de que pu- diese servir en la expedición de D. Juan de la Concha al golfo de San Jorge: agrandada y for- . talecida esta embarcación y agregádole un fa- lucho, sería fácil antes escoltarlas con una su- maca hasta el puerto de San Gregorio, y después verificar con ellas solas el reconocimiento inte- rior, ya que los muchos bajos le haría más ex- puesto y dilatado para cualquiera otra especie de buques. Finalmente, el día 3 del entrante Mayo, con el aparecimiento en el puerto de la fragata mer- cante La Princesa una de las del convoy de Lima, pudieron revivir de nuevo nuestras esperanzas de emprender muy luego el viaje deseado para los hogares patrios. ^ La llegada en la noche del 10 del Paquete Ma> ,0 correo de España, no debió tampoco variar en modo alguno nuestro plan primitivo: á p-ísar de 42 f-íi 33" VIAJE AI.RnDRDOR DEt, MUNDO .May. lo la evacuación de Tolón por nuestra parte , las fuerzas marítimas de los enemigos habían que- dado harto debilitadas, y en muchos meses no se contaba tal vez una sola presa suya sobre los bu- ques de las naciones aliadas. Las escuadras na- cionales é inglesas cruzaban en los varios puntos de recalada. Todo anunciaba que nuestra navega- ción seria feliz mucho más si la emprendiésemos con brevedad: este mismo correo traía aviso de haber sido compi'endido en las últimas gracias de Su Majestad, el Brigadier D. Antonio de Córdova, Comandante de la Armadilla, para el grado de Jefe de escuadra; tributáronsele con este motivo los honores que prescribe la Ordenanza, al tiempo de arbolar la insignia en la fragata Rufina, y se arrió por la misma razón el gallardete distintivo de la DiiscuBiiiUTA. No fueron los siguientes días tan favorables á la Astronomía como debimos esperarlo: malo- gráronse varias ocultaciones de estrellas por la Luna y no pocos eclipses del primero y segundo satélites de Júpiter, por estar los cielos por lo común ofuscados, ó con celajería ó con cali;na. Las pocas observaciones que se consiguieron en el primer satélite fijaban la Ir .gitudde 50" 9', tal vez algún tanto crecida por hallarse generalmen- te el cielo con vapores y estar además el planeta proyectado con la vía láctea, la cual reflejaba una claridad siempre contraria á la exactitud de las observaciones. Kl invierno, en el entretanto, parecía aproximarse á paso más bien lento; eran escasas las aguas, templado el frío, y habian ce- sado en un todo las turbonadas temibles del ve- rano. Muy oportuna fué la estación tan benigna para que el Ncptuno y Concordia, otros dos bu- ques del convoy de Lima, fondeasen aquél en Montevideo y el segundo en Maldonado: logra- ron amarrarse con seguridad y en buen aposta- dero, antes que les hiciese peligrar un pampero algo recio que tuvimos para el 17, y á favor de estas mismas bonanzas pudo librarse una fragata mercante de Europa, que había varado en el ban- co Inglés, lográndosele traer en vandolas al puer- to, alijada en otras lanchas una parte muy con- siderable de su carga, casi sin avería alguna. Ni á la verdad podíamos considerar estos úl- timos meses por menos útiles para la continua- ción de las tareas de la expedición nuestra, aunque pareciese á la sazón casi entregada á la inacción y á los objetos militares. La llegada antes á Buenos Aires y últimamente á Montevi- deo de los Sres. Espinosa y Bausa, había enri- quecido nuestro diario astronómico y nuestros apuntes sobre la geografía interior de América, con mil noticias útiles: confirmábase la determi- nación hecha en el año 90 de la latitud y longi- tud de Santiago, esta última deducida ahora de un eclipse de Luna y de una inmersión del primer satélite de Júpiter. Las observaciones tan proli- May. jas como importantes sobre la velocidad del so- nido, en la misma capital, abrían un nuevo cam- po á esta clase de indagaciones físicas, hasta aquí no bien sujetadas á la experiencia. La ele- vación de la cordillera inmediata, su dirección, tránsito y albergues, la posición de Mendoza y Punta de San Luis, un examen diario de la va- riación de la aguja, y finalmente, una serie no interrumpida de observaciones de longitud y la- titud que sujetasen la ruta de las Pampas hasta Buenos Aires, debían mirarse como adquisiciones de tanta mayor importancia cuanto que habían contribuido al mismo tiempo á que mejorase mu- cho la salud de los Oficiales indicados. Llegó casi en los mismos días el botánico Don Luis Nee, cuyas excursiones habían sido bien útiles y laboriosas. Después de nuestra separa- ción en Talcahuano, había internado en las tie- rras de los Pehuenches, arrimándose siempre á las montañas; hecha luego una breve demora en Santiago, había atravesado la cordillera, y her- borizado sucesivamente así en aquella parte mon- tuosa como en las inmediaciones de Mendozay en todo el camino de las Pampas, que conduce hasta Buenos Aires. Una preciosa colección de las pie- dras que componen por aquella 'parte el hueso de la montaña, debía servir ahora á perfeccionar mu- cho nuestras indagaciones Ttológicas: diferentes excursiones sucesivas á los minerales, no distan- tes de la ruta, habían por lo común derribado las esperanzas siempre lisongeras de los poseedores; y al contrario, sus reconocimientos de los surgi- deros de agua salada en los mismos montes, ha- bían abierto unas combinaciones mucho más úti- les para el abasto de la sal en el reino de Chile. / P'.ro eran aún cortas estas utilidades, cuando las comparásemos á las que nos anunciaba en dos cartas suyas D. Tadeo Heenke, la una escrita desde el Cuzco y la otra desde Arequipa: ade- más de sus prolijas investigaciones en la botáni- ca y litologia; además de unas excelentes y nue- vas colecciones de aves en el largo trecho que . había corrido, eran fruto de la mayor importan- cia para el público; sus análisis de muchas aguas minerales y de la célebre mina de azogue en Huancavelica; las determinaciones de la diferente elevación de la cordillera por medio del termó- metro en el agua hirviendo; su reconocimiento del volcán de Arequipa y de las exquisitas aguas termales; las internaciones á los países de los Yungas y de los Chunchos; su estada en la lagu- na de Chucuitos y las muchas investigaciones hechas en el Cuzco. Proponíase luego continuar su ruta hasta Potosí, visitar desde allí el país de los Mofos y de los Chiquitos, y últimamente es- tar en Montevideo para los primeros meses del año siguiente. En la tarde del 21 estuvo á la vista y fon- jt _ tan proli- M«y.io lad del so- luevo carn- eas, hasta ia. La ele- dirección, Mendoza y ) de la va- la serie no itud y la- mpas hasta quisiciones jue habían ;j orase mu- s. ítánico Don n sido bien itra separa- en las tie- ; siempre á demora en era, y her- . parte mon- [endozay en nduce haslJa de las pie- el hueso de ¡ccionar mu- diferentes i, no distan- erribado las poseedores; le los surgi- montes, ha- cho más úti- 10 de Chile, [des, cuando ciaba en dos una escrita iquipa: ade- ;n la botáni- entes y nue- trecho que , ir importan - uchas aguas : azogue en : la diferente del termó- onocimiento lisitas aguas líses de los : en la lagu- estigaciones ',0 continuar Hí el país de ñámente es- s meses del vista y fon- ,t CORBETAS DESCUBIEKTA Y ATREVIDA 331 »3 Miy Ji deó poco después en el puerto la fragata Snnta (rcrtriidis; la conserva con el Levante, el cual había rendido la verga mayor en el mar Pacífi- co y fondeó ahora al mismo tiempo, le había atrasado considerablemente. vSu llegada dio, pues, lugar á que pudiese ate; ¿rse seriamente á la salida de Montevideo, en la cual ya no pa- recía caber otra demora que la indispensable de los aprestos en una estación y en un puerto á la verdad poco oportuno para el intento. El estado en el cual había salido de Lima la Gerírmlis, exigía una atención seria. Las dos ter- ceras partes de su tripulación se componían de levas que jamás habían visto el mar; la mitad de su tropa de reclutas ó desechos del regi- miento Fijo de Lima; mortalmente enfermo el Contramaestre; faltos el Contador, el Cirujano, el Maestre de víveres, el Condestable y un Ofi- cial de guerra; sus víveres de reemplazo espar- cidos en los cuatro buques; su velamen muy de- teriorado; su artillería del corto calibre de á ocho y desfogonada; eran inconvenientes tanto más difíciles á remediarse, cuanto que por la una parte los almacenes de Montevideo carecían éc todo, y por la otra debía también reempla- zarse por estar gravemente enfermo el Oficial de detall D. José Quevedo , Teniente de navio; agregábase luego á tamaños males el que mal estivada la plata, ocupaba la parte de sollado correspondiente á los cables, los cuales por la misma razón empachaban en el entrepuente; que en el costado de babor se habían quitado las hi- leras altas del forro del cobre; finalmente, que la fragata en la última navegación había descu- bierto un agua de cuatro pulgadas diarias, can- tidad muy leve á la verdad, pero que no podía desatenderse atento al tiempo que había corrido desde su carena, á los caudales que ahora con- ducía y á la misma desproporción de estiva que éstos causaban irremediablemente. Entre los cuatro navios del comercio, los nombrados Levante y Princesa podían considerar- se en cierto modo capaces de una mediana de- fensa, pero los NeptuHo y Concordia, apenas es- taban dotados cada uno con catorce cañones de corto calibre, y aun tan mal abastecidos de mu- niciones, que parecía importuno darles el sem- blante siquiera de una fuerza mediana; todos, por otra parte, estaban tripulados por un corto número de marineros, y según los informes más acordes, tan zorreros los últimos dos, que no pu- diese prometerse sino una navegación larga y pe- nosa. Pero el pormenor de estos armamentos se comprenderá mejor en el estado último, y aquí sólo podemos añadir que las tripulaciones eran por lo común robustas y bien disciplinadas, y que por una de las muchas contradicciones que diariamente se encuentran en el complicado sis- tema nuestro de la América, se hallaba autori- zado para estas marinerías el ajuste de las tra- M»y»j vesías, habiendo presidido como ayudante del V'irey en el Callao el Teniente de navio D. Pe- dro Colmenares. Al mismo tiempo de tomarse las medidas para la habilitación de estos buques, se avisó también á los del comercio de Montevideo que se les admitiría en el convoy siempre que estuviesen prontos para el 15 ó 20 del entrante Junio, plazo que habíamos prefijado para la salida, bien mi- radas las circunstancias del puerto en la actual estación y los muchos objetos á los ciiales debía- mos atender para su habilitación. No parecía en modo alguno prudente una mayor demora, aun cuando no llegasen los otros tres buques de Lima, quienes con escala en Guayaquil debían última- mente reunirse con los demás, y eran los nom- brados Cralga, Rosa y Santa-idcr. Una mirada en torno á las circunstancias del viaje próximo debió manifestar en el entretanto cuáles eran las nulidades que le rodeaban , y cuáles, por consiguiente, los puntos de defensa que debían adoptarse. Los tres buques del Rey, débiles en su fuerza y en su tamaño, si por la una parte debían cuidar de la seguridad de los demás, por la otra, siendo depositarios de una crecida cantidad de caudales, debían con prefe- rencia atender á su propia seguridad. Los del co- mercio al contrario: incapaces de una resistencia mediana siquiera, presentaban, sin embargo, con su mole, aparejo y baterías, unas fuerzas bas- tante considerables; pero el todo era en sí dé- bil, lento y difícil de amalgamarse, atento par- ticularmente á la clase de nuestros armamentos y al indispensable desaliño militar de los buques mercantes. Ya con estas consideraciones no ca- bía alternativa en el plan nuestro de defensa, si acaso tuviésemos un encuentro con fuerzas ene- migas. Habilitáronse los buques de Lima para la línea, y á cada una de las tres divisiones se hizo presidir un buque del Rey, de suerte que dirigie- se con acierto y sujetase con tesón, cuando íuese necesario, los pocos movimientos militares que exigiesen las circunstancias. Todos á la vista de embarcaciones sospechosas debían tremolar la bandera Real, la insignia de Comandante arbo- larse en el Levante, el cual era mastelote de proa de la Descubierta. La tercera división, com- puesta de los navios más zorreros y débiles, el Neptuno y Concordia, presidida de la corbeta Atrevida, debía maniobrar por lo común sepa- rada, cuidando con este motivo del convoy de Montevideo. La Saniañder, cuyo aparejó, tamaño yli'.ereza, podían más bien equivocarla con un buque de la Marina Real (si acaso nos alcanzase) serviría en clase de batidora y repetidora, dotada en este caso con un Oficial de guerra y las corres- pondientes banderas: la repetición de noche de ciertas señales de cañonazos y la mayor unión, m , ^^'fi^■^^^1Vt?^^i9f^f'^ m 333 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ii ; i'-'- M M»)r >3 debían conservar en la oscuridad aquella ilusión que fiábamos de día al orden y al bulto. Las ca- zas confiadas generalmente á los buques de la Marina Real, debían siempre manifcctar aquella seguridad, que naturalmente infundo una escua- dra fuerte: finalmente, para el caso en el cual fuese inevitable un choque, se atendían igual- mente la seguridad del convoy con una pronta fuga 6 desparramarse; y la seguridad de la Ger- trudis, en el modo con el cual había de huir, dis- jiin. trayendo á los perseguidores del verdadero rum- bo que esta seguía. Quedaba después para la divi- sión del centro, compuesta de los navios Z.errt;/íi', Princesa y Descubierta, el sostener la ilusión ó el choque cuanto fuese posible, y asegurar así la fuga de los demás. Este fué el plan propuesto, al cual se dirigieron las señales é instrucciones comunicadas, y fué á la sazón oportuna la sali- da del Paquete correo de Espaiía, para avisar por menor todas las medidas indicadas al señor Ministro de Marina. Entretanto, los aprestos habían procedido con la mayor actividad. En la fragata Santa Gertrudis, aunque el tiempo y la mar gruesa in- terrumpiesen en muchos días un trabajo segui- do y bien ordenado, y á pesar que tuviese mu- chos faltos, 6 bien por la natural inconstancia del marinero ó bien por las hospitalidades y otros muchos inútiles y entretenidos, recibieron los víveres de los cuatro buques mercantes, comple- tai-on la aguada, se hizo la entrega complicada del contramaestre, se perfeccionaron aparejo y velamen, se mejoró la estiva (]•■ la plata, y los demás aprestos siguieron una proporción aún aventajada. En las corbetas ya nada faltaba. El lo navio Levante había podido reemplazar su verga mayor con una de la fragata Loreto, y así para el día ID de Junio ya todo podía considerarse pronto para la salida. Fué éste precisamente el día en el cual llega- ron los caudales y correspondencia de Buenos Aires. Nos prevenía el Virey que ya quedaba en nuestro arbitrio dar la vela, y con este motivo pudieron tomarse las últimas medidas para veri- ficarlo. En el mismo día se comunicaron á los buques pequeños instrucciones para su próxima navegación: enn éstos en número de diez;, pero algunos, aún tan atrasados en su habilitación, que de ningún modo pudieron seguirnos: como quiera que e ,ta conserva no estaba ligada por orden alguna, debimos mirarla por una y otra parte como voluntaria, y por la misma razón no usar de la menor violencia ó amenaza para que tuviese lugar. Se emprendieron con igual actividad las le- vas, las cuales, contando con los díscolos, inúti- les y algunos voluntarios que cedió el General Comandante de la Armadilla de su fragata y del paq"'ebot Sania Eulalia, debían reemplazar no menos de 50 hombres á la Gertrudis y aumentar J»». 10 de unos 30 la tripulación de cada corbeta. Segu- ramente, lo local de Montevideo convida murho más á este arbitrio que cualesquiera otros países de los que hemos recorrido. El número de vaga- bundos europeos es mucho mayor, las guaridas ó escondrijos no tan comunes, y la policía cierta- mente más activa y vigilante. Túvose también la precaución de aumentar hasta cuatro meses y medio los víveres de las corbetas, además de las partidas sobrantes de tocino y menestras; y en la fragata Santa Gertrttdis, con anuencia de su Co- mandante y del Cirujano, se adoptó en lugar de las dietas vivas, el uso de las pastillas del Conde de Liniers, del mismo modo que debíamos usar- las en entrambas corbetas. Los Capitanes de los buques de Lima hicieron á la sazón presente, que les parecía justo y aun indispensable para la mayor puntualidad de sus marinerías, hacer un pagamento, aunque corto, entre ellas, de suerte que permaneciendo dos ó tres días en tierra según costumbre antigua, se restituyesen luego puntualmente á sus destinos. Concedióseles este permiso, no sin previo aviso del General Comandante; y el Teniente de navio D. Francisco Viana, recorriéndolos buques, in- timó de antemano las multas y los castigos á los cuales quedarían expuestos los infractores de este convenio si se les aprehendiese en tierra cumplido el plazo, como parecía sumamente pro- bable. Bien inoportuna fué esta ausencia de las ma- rinerías de los buques de su destino en la si- n guíente noche del 13, en la cual un temporal re- cio del Sueste los hizo garrar todos, aconchando principalmente los Princesa y Neptuno, hacia el Cerro, en donde, si no trabajasen inmediata- mente con las aguas altas que siguen siempre de cerca á estos temporales, quedarían con mucha probabilidad varados por largo tiempo. Atento á esta circunstancia, que podía sernos ó muy fa- vorable ó muy adversa para la verificación de la salida, enviáronse 16 hombres de las corbetas . con un Oficial de mar al Neptuno, cuyo Capitán había avisado que sólo tenía á bordo unos seis hombres; y manifestando el Capitán de la Prin- ij cesa que estaría por sí solo en estado de trabajar, recogida la mayor parte de su tripulación, se des- tacó una lancha gi'ande al Levante para que pu- diese enmendar sus anclas y tender las espías. La mañanita del 14 presentó con estas pre- 14 cauciones el espectáculo bien agradable de ver últimamente á flote, aunque no sin mucho es- fuerzo, entrambos navios Princesa y Neptuno; no pudo ser tan feliz el Levante, pero al día siguien- te lo consiguió también aprovechsmdo un buen repunte de aguas; y finalmente, en la mañanita del 15 ya todos los cuatro buques estaban de tal modo franqueados, que á cualquier hora pudieran CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 333 ■ aumentar ¡w- m eta. Segu- vida murho tros países ro de vaga- guaridas ó icía cierta- e también la ro meses y emás de las tras; y en la a de su Co- en lugar de is del Conde )íamos usar- ma hicieron justo y aun lidad de sus inque corto, leciendo dos : antigua, se lus destinos. previo aviso nte de navio buques, in- :astigos á los Tractores de se en tierra lamente pro- lia de las ma- íno en la si- ■, temporal re- , aconchando uno, hacia el 1 inmediata- juen siempre m con mucha ipo. Atento á s ó muy fa- icación de la las corbetas . ;uyo Capitán rdo unos seis ri de la Prin- ij ) de trabajar, ición, se des- para que pu- :r las espías. >n estas pre- m dable de ver n mucho es- ' Nepiuno; no 1 día siguíen- ndo un buen la mañanita staban de tal lora pudieran (un 14 dar la vela. Vencido con tanta felicidad este obs- táculo esencialisimo para la salida, ya los últi- mos aprestos de los buques de S. M. debían ace- lerarse cuanto fuese posible; y á pesar que en los dos días siguientes los vientos frescos del Noroeste al Oeste con levantar mucho las olas y causar por otra parte una excesiva bajamar en el puerto, interrumpiesen en todos los buques así la facilidad del embarco como los viajes de las embarcaciones menores, consiguióse sin em- bargo que al medio día del i8 todos hubiesen re- cibido la pólvora, ranchos y ganados, y que en la misma noche los buques de S. M. pudiesen emprender sus faenas de desamarrarse y ponerse en franquía: fueron en esta ocasión bien útiles, particularmente á la Gertrudis, los auxilios de la Armadilla y la activa asistencia i su bordo del segundo Comandante del resguarc'o D. Manuel Cipriano, el cual quiso seivirla en clase de prác- tico. La Atrevida continuó sirviéndose de la lancha de las corbetas, esquifada con gente del paquebot Santa Eulalia. El correo marítimo fran- queó otra grande para la Descubierta. ,u Cortada así casi de un todo la comunicación con tierra, pudimos al día siguiente recibir en los tres buques de la Marina Real todas las levas que nos estaban destinadas. Pero como no pudieron estar con igual prontitud las listas, atento á la muchedumbre de trasbordos, ni por otra parte se hubiese franqueado un buque pe- queño siquiera, fué preciso diferir la salida en un día más, plazo para nosotros tanto más feliz y oportuno, cuanto que en todo el día no hubo sino ventolinas, las cuales coadyuvaron con ex- tremo á que se completasen los pocos consu- mos de aguada, se levase segunda ancla, todos metiesen dentro sus lanchas y botes y se fran- queasen varios de los de Montevideo. Al ponerse el Sol de la misma tarde, tomó el tiempo las más bellas apariencias, y empezaron á entablar ven- tolinas galenas del Noroeste, y estas, á medida que adelantaba la noche, fueron tomando más fuerza é inclinándose al Norte. j, Con las primeras claras del 2i, continuan- do el viento fresco del Noroeste, pudo hacerse señal á todos los buques de dar la vela. La ex- celente disposición en la cual habían anoche- cido los buques de S. M., los del comercio de Lima y seis de los de Montevideo, hizo que lo eje- cutasen todos con la mayor brevedad á la vjz que la Descubierta. No así los otros cuatro bu- ques del mismí^ comercio, los cuales, ó por desi- dia ó por no estar prontos, no se habían xran- queado en la tarde anterior, y ahora, disminuida el agua en ei. puerto, po pudieron quedar á flote en modo alguno. A las diez de la mañana estííbamos Norte-Sur con la Isl 1 Flores á distancid de dos millas. Las £c^as nos habían abatido algo al Sur, pero des- pués las marcaciones nos manifestaron que de- jun. >• caímos aún más, lo cual, sin embargo, no debía parecer extraño atento á los vientos que á la sa- zón corrían. Al aproximarnos á la Isla 1 'lores, c.t nos habían presentado á la vista tres embarcaciones extra- ñas; la una un paquebot, el cual desde la par- te oriental del banco ceñía con todo aparejo al Oeste; la otra grande y al lísucste de la Isla como cuatro leguas, la cual seguía la misma vuel- tdL del Oeste; y finalmente, la tercera de mediano tamañD y más distante que ceñía con todo apa- rejo al Nordeste. Su semblante y su misma ban- dera las manifestaban que eran todas nacionales, pero jamás pudimos imaginar que dos de ellas eran una parte hasta ahora desmembrada del convoy. La Princesa nos informó á la voz que la segunda era la Galga; y efectivamente, arribados sobre ella, nos enteramos era así, por un bote que su Capitán envió á bordo. La fragata Gertrudis, á quien hicimos señal de reconocer la otra, no tardó en señalar la numeral de la Santander, y enterada después á la voz y por un Piloto suyo de las demás circunstancias que la rodeaban, vino á comunicarlas con la posible fuerza de vela. Entrambas habían salido del puerto Je Gua- yaquil en los primeros días de Abril y logrado una travesía sumamente feliz hasta la embocadu- ra del río; pero acosadas después de una contra- riedad constante de vientos y tempestades, en balde llevaban sacrificados veinte días para la re- unión deseada en el puerto de Montevideo. La Santander había tocado con el pantoque en la cola del banco In'^'lés, y alijado una parte considerable de sus vívci s había conseguido salir á flote sin daño alguno. La Galga, nueve días antes, había hablado á la fragata Asírea de la Marina Real, di- rigida á Lima en conserva de la Rosalía; pero se- parada ahora y con precisión de hacer escala en Montevideo. En ambos buques era igualmente vivo el de- seo de continuar en nuestra conserva, y á este fin no se habían descuidado en presentar estados in- dividuales de cuanto necesitasen relativamente á aguada, víveres y rancho. La Galga además de esto se hallaba no sólo con una tripulación bien corta, sino que entre ésta había unos ocho enfer- mos con afectos catarrales y calenturas intermi- tentes, enfermedades propias, no menos de los climas qne habían dejado, que de los que ahora habitaban. Ya que á la sazón eran los momentos dema- siado preciosos para la continuación de nuestro viaje, tuvo orden la Galga de seguirnos, pues se le habilitaría en la primera ocasión oportuna, de cuanto le fuese necesario; dejé arbitra la Santan- der de hacer ó no escala en Maldonado, con tanta más razón, cuanto que su destino á las costas de Cantabria debería separarla de nosotros, justa- 3.H VIAJB ALREDEDOR DEL MUNDO jiii <■ mente al tiempo de la recalada, cuando el con- voy parecía más necesario. ICntretanto no ha- bíamos descuidado la ocasión oportuna de rec- tificar con buenas marcaciones la marcha del cronómetro, ni nuestra derrota había sido menos feliz de lo que pudiéramos desear. La prime- ra por dos series de horarios (si i)icn por al),'una casualidad no bien conformes entre sí) indicaba un resultado correspondiente ú la lonj^'itud de las marcaciones; la scfjunda, ayudándonos casi con emulación el viento y la corriente, nos había con- ducido para el ponerse el Sol á la vista del puer- to del Maldonado, del cual distaríamos unas seis leguas apenas. La Islr. üorrite demoraba en esta posición al Norte 26" liste; la de Lobos al Norte 45" Este, y el Pan de Azúcar al Norte 21° liste de la aguja, fondo 16 brazas lama, y veía- mos, no sin alguna complacencia, así por éstas como por las muchas marcaciones repetidas, como ya se ha dicho, en todo el día, que la carta últimamente construida había combinado aquella exactitud, que solíamos y debíamos desear. Los buques de S. M. y del convoy de Lima estaban al anochecer bastante unidos, y todos proporcionaban su vela con el ConcordUi y Ncptit- no, seguramente los más zorreros. No así los seis de Montevideo, los cuales se hallaban la ma- yor parte considerablemente atrasados. El viento continuó fresco y con buen semblante en toda la noche, y así no nos fué difícil estar para las nueve Norte-Sur con la isla de Lobos, ni para la mañanita siguiente haber perdido toda tierra de vista con el rumbo del Este '/i Nordeste que seguimos constantemente, ja _ Todo denotaba al amanecer del día siguiente ta suma disparidad de andar y aun de manejo en los diferentes buques cuya conserva nos estaba encargada. Cogían una extensión grande; se ha- llaban los unos muy á sotavento y otros muy atrasados: los de Montevideo ni aun cruzaban sus juanetes; el navio Concordia estaba á unas dos leguas por nuestra popa; finalmente, aun con las gavias arriadas hubiera sido difícil la incor- poración del mayor número, si no nos hubiése- mos á ratos atravesado: aprovechóse, sin embar- go, esta ocasión para dar á la Galga las instruccio- nes y la orden para los buques que debían auxi - liarla en los diferentes artículos de los cuales carecía. Igual orden se dio después á la Saiitan- der, y desde luego, en aquella misma tarde que- daron una y otra completas de la cuota corres- pondiente á ésta y á la corbeta Atrevida. Hasta el 6 de Julio nuestro viaje debió mi- rarse como el más feliz que pudiésemos desear. Los vientos eran comunmente galenos del Oeste: los interrumpía tal cual calma, la cual no era im- portuna, pues coadyuvaba á la habilitación com- jui. pleta de los buques últimamente incorporados; y siendo también favorable el efecto de las co- rrientes (según lo indicaban los relojes mari- nos), no había sido difícil alcanzar la latitud de 30" Oí)'. Renováronse al mismo tiempo las obser- vaciones de las distancias lunares, y pareció últi- mamente oportuno comunicarlas por señal á los diferentes buques del convoy, referidas, como dei)e suponerse, al medio día anterior. Nuestros elementos eran los siguientes: Jnl. 3" iUiervtuiorfs. Xmui. étrif». /.■'H^itHli tifíituií/a oi- /'rttwf- tiiil. Error lifl crnnó' mttro. Junio. . . Tova, . . Malaipina 37.5ii.30 M ■ 3" 36.16, 5« 7.00 aj. 10 3> 30.'5 40 40 ^'.39 1 37-4Í.30 36,30,00 3»-34. 4 E. jo'jo" Julio. . I" ('evalloi Viaiiu Mnl.itpina e. is'oo Junio . Cevallos Mnluspinn E. » 49 Así por ser estas últimas las observaciones de mayor confianza, como porque realmente igua- laban el error medio con las demás, fueron las que se comunicaron con la longitud de ji° 44'. La Atiíi¡vid,\, al mismo tiempo, había señalado para igual época la de 31° 46', y la fragata Sania Gertrudis la de 32" 10'. Quedó por la misma ra- zón admitido en el cronómetro 71 este mismo error de 23' al Este, el cual, sin embargo, no de- bió persuadirnos á variarle su marcha, porque era igual ó menor al que en los primeros días ha- bíamos deducido de las comparaciones con el 105. Los vientos variables, generalmente inclina- dos al primero y cuarto cuadrante, no nos per- mitieron abandonar las bolí.ias para adelantar hacia el Norte. Deseábamos dar vista á lá Isla Trinidad ó á los islotes de Martín Vaz, pero los bordos nos con '•••eron á pasar unas 20 leguas al Este de estos últimos, y por la latitud de 20" al- canzamos la brisa del Sueste, con la cual se em- prendió derrota para el corte de la equinoccial. Ya en la mañana del 16, manifestándose un día apacible con viento galeno del Oeste, había- mos procurado dar una leve idea del sistema militar propuesto. Importaba demasiado que no le mirasen generalmente con ojeriza 6 con des- precio, considerándole á las veces como molesto é importuno, á las veces como supérfluo é inase- quible. Así, nos habíamos decidido á no exigir esta clase de movimientos cuando, 6 los vientos contrarios hacían molesta la fatiga, ó las mares y vientos hacían su ejecución demasiado compli- cada. Pero en aquel día, además de la mar Uaná y del tiempo bonancible que convidaba al uso de las bocinas, se juntaban la mucha unión en que habíamos amanecido y el rumbo que seguíamos unas nueve cuartas distante del viento. Hlzose, pues, la señal al convoy de navegar á babor de la escuadra, ya que los más estaban por aquella parte, y á la escuadra la de formar la línea de combate mura babor: tomó inmediatamente su Injes mari- íi latitud de n las obscr- ¡areció últi- señal á los idas, como r. ientcs: dio. 7-4". 30 Rrr»r dft croné' mftro. L. 30*30'' K. i6'oa F.. 33 49 rvacionesde mente igua- fueron las de ji° 44'. }ia señalado ragata Santa a misma ra- este mismo jargo, no de- cha, porque eros días ha- :scon el 105. ente inclina- no nos per- ira adelantar ista á lá Isla laz, pero los } 20 leguas al ud de 20" al- a cual se em- equinoccial. sstándose un Deste, habia- del sistema siado que no !a 6 con des- lomo molesto rñuo é inase- > á no exigir ó los vientos , ó las mares siado compli- ; la mar Uaná aba al uso de unión en que je seguíamos into. Hízose, á babor de la por aquella r la linea de latamente su j,.i. CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 335 J"i " puesto la fragata Gertrtuiis; el Levante y PrinceM se colocaron oportunamente; fué rlgo más tarda la Galf^a; se adelantó con tino la Santander; y ya que se habla últimamente prescrito á la tercera división que navegase en el convoy á estribor, la Atkuviua dirigió oportunamente sus señales á la una y al otro, y alucinados casi de este nuevo semblante los buques de Montevideo, arribaron á incorporarse en su lugar con una prontitud difí- cil á ser expresada, ^'a formada medianamente la línea, era esencial manifestar el semblante militar que podía dársela. Se lii/o la señal de (|ue ciñese el viento á un tiempo, y la de izar la ban- dera Real el Levante, izado también el gallarde- tón y disparado un cañonazo, hi/o al todo de la línea que ya navegaba de bolina, realmente respetable. Una media hora después, parecién- donos que la ilusión perdería mucho de su mé- rito si fuese demasiado familiar, se mandó arri- bar á un tiempo al rumbo de derrota, cesada la formación y arriadas las insignias. En aquellos mismos días tuvimos también la felicidad de ver incorporado un paquebot de los rezagados en Montevideo al tiempo de nues- Ae- tra salida. Entretanto navegábamos con bas- tante celeridad hacia la Línea; y la variación magnética que sobre la isla Trinidad había sido de 1° al Noroeste aumentó después hasta 7 y 8°. Para el día i." de Agosto, favorecidos no solo de las brisas, si también de unas dife- rencias diarias al Norte, pudimos ya vernos en latitud de 0° 40' Sur y por consiguiente ya tan próximos al deseado corte de la equinoccial, que le debiésemos mirar como seguro para la no- che siguiente. En efecto, fué así, y con una complacencia general quedó vencida esta nueva barrera para el feliz término del viaje; indicando á la sazón diferentes azimutes la variación de 8° 45' y el cronómetro 71 la longitud de 19° 25'; longitud, sin embargo, que debíamos creer erra- da en unos 30 6 40' al Este, ya que concu- rrían unánimes en manifestarlo así, no solo nuestras observaciones de las distancias lunares, si también las de la corbeta Atrevida y fragata Gertrudis, las cuales señalábamos frecuente- mente al convoy para indicarle no solo la uni- formidad de nuestros resultados, si también la frecuente alteración en la dirección de las co- rrientes. Nada pudo justificar mejor que este viaje la preferencia de nuestra derrota, sobre la que suele seguirse comunmente y sin atención á la diferencia de vientos en el invierno ó en el vera- no. Enhorabuena que en esta última estación, contándose constantes los Nordestes sobre la cos- ta, se hagan casi desde el mismo día de la salida del Río de la Plata, rumbos más bien inclinados al Norte, pero en el invierno todo convida á apro- vechar los Oestes de los paralelos altos hasta po- nerse en meridianos de la Trinidad, para huir al mismo tiempo de los Nordestes costaneros, y con Iñs brisas del Ksueste navegar algo descuartela- dos y en buena derrota, sin recelo de caer sobre la Isla de I'ernando Noroña. l''llo es, que ha- biendo nosotros navegado ahora de tal modo cjue apenas pudiésemos evitar cinco ó seis grados constantes de abatimiento, sin embargo, desde el paralelo de ¿o" hasta la equinoccial, apenas pu- dimos conservar el mismo meridiano de 20" al occidente de Cádiz. Casi al mismo tiempo declinaron ya los vien- tos al Sur y Sursudoeste frescos, y con ellos nuestros progresos en los tres días siguientes, fueron de los más lisonjeros que pudii-semos de- sear. Al medio día del 4, ya nos hallamos en 4" 45' Norte y en longitud de kj" jo'. líl error con- traído en la estima desde la entrada de las bri- sas, no era menor de 3" 45' al Oeste, y por con- siguiente, nos indicaba como prudente el conser- var aún el rumbo adoptado del Nornordeste has- ta entrar en meridianos de las Islas de Cabo Ver- de, hacia los cuales se inclinan comunmente los que regresan del Perú, para ir con bastante bar- lovento al encuentro de las brisas del Nordeste, Esta derrota nos proporcionó para la maña- na siguiente el encuentro agradable y deseado de una, embarcación nacional que con las muras á babor navegaba hacia el Sur: la señaló la Atre- vida á las ocho de la mañana, y habiéndosele prescrito que siguiese dirigiendo el convoy y de- más buques de Lima, hízose luego señal á la Gertrudis para que siguiese la Descubierta, la cual, ya con todo aparejo y el rumbo del Nor- te 7» Nordeste, navegaba al encuentro y recono- cimiento de la embarcación avistada. El viento á este tiempo cedió mucho de su fuerza y tuvimos repetidos aguaceros: así eran bien las once, cuan- do pudimos atracarla, ya puesta al pairo, y en- viar el bote á su bordo con un Oficial de guerra. Era la Esmeralda de 200 toneladas y del co- mercio de Sar der, la cual desde este puerto navegaba para el de Montevideo con carga de hierro y fardería, y treinta y ocho días de nave- gación; confirmó el no buen suceso de nuestras armas en el Rosellón y el encuentro bien reñido de las escuadras francesa é inglesa en la Mancha, conforme nos lo habían hecho sospechar las úl- timas papeletas recibidas en Montevideo: nos en- teró después del grande número de buques ó na- cionales ó aliados, que protegían la navegación y el comercio sobre las Azores y las costas de Cantabria y Portugal; y finalmente, enterado por nosotros de las noticias individuales del convoy para que no se equivocasen en Montevideo y en Lima, se despidió poco después de las doce, ci- ñendo con las muras á estribor. No nos abandonaron los Sudoestes acompa- A*. iéñ w ;. -fl I 336 VIAJR ALRBDnnOR DPX MUNDO A( « fladoi con mucha lluvia, lino en la tarde del q por latitud de ii" 46'. Debimos después luchar por alguno» díus con muchas calmas y variedad de ventolinas, las cuales nos condujeron á poca distancia de hw Islas de Cabo Verde. I'inalmen- •n te, s61o en la tarde del 20 por latitud de 15" \¿' pudimos alcanzar la brisa verdadera del Nordes- te, y ceñirla con las muras á estribor en buena unión con el convoy. Se comunicaron al mismo tiempo con señales los últimos resultados de las distancias lunares, los cuales fueron los si- guientes: l>i* CllxarvHiltirc». Niimrrn de seriei. 6 6 (> l.DnilillKl ileduciilu. l*ri)iiicillo. Krrot ilcl croni^mctro. ■"1 Cevallos. . Alí Malaspinn. . 23.12.30 45° 8.25 23.8.35 K. i"8'3S Asi referidos al medio día del 20 pudimos continuar las longitudes siguientes en los tres buques de S. M.: Corbeta DEscuniERTA. Corbeta Atrevida. . . Fragata Gertruiiis. . . Lotiijitiiil Ull.illcilt.ll (le Cáitii. 23» 19 24 ProDicdií 23" "' Variación magnética por diferentes observa- ciones 10" 30' Noroeste, distanciad la Isla Brava 95 leguas próxímn mente. Puede inferirse de los datos antecedentes, que en los últimos días las corrientes nos habían lle- vado vivamente al Oeste y que en la noche últi- ma habíamos cortado casi sin precaución algu- na el paralelo de una vigía situada al Oeste de la Isla Brava. En cuanto á estas vigías diremos lisa y llanamente que sin atrevernos á hacer frente á las ideas generalmente admitidas, esta- mos, sin embargo, bien convencidos que la Na- turaleza, siempre consecuente en sus obras ma- ravillosas, no ha colocado en medio de un golfo inmenso unas pÍLuiezuelas apenas perceptibles, y que en la situación nuestra, ó de no internar ve- lozmente en el límite no bien cogido de las bri- sas, ó de aventurar adelantándole uno de los buques de guerra, pareció preferente no tomar medida alguna precavida, la cual por otra parte, hubiera sido en mucho frustrada con la crecida diferencia al Norte que tuvimos al medio día si- guiente. Cogidas las brisas, á las cuales pasando el trópico, vimo" ceder, según costumbre, vientos largos var .iIiIlo del Este al Sur, nos hallamos en pocos días con el convoy unido en latitud de 30° próximamente. En diferentes intervalos de cal- mas ó de vientos bonancibles, habíamos antes socorrido la fragata Gertrudis con algunos víve- res que pudiesen reemplazar los que tenía ave- riados; y despuús los tres buques de S. M., for- mados en linea, hablamos hecho un ensayo mi* litar de las diferentes clases de ataque y defen- ,a, logrando así soltar mucho los equipajes en el uso de las armas de fuego y del abordaje. Ni de- bimos tampoco descuidar una nueva repetición de las experiencias eudiométricas, la cual mani- festase hasta dónde serían útiles estos datos en lo venidero para juzgar de la atmósfera interior de un buque. Para eute intento se había dispuesto que además de los aires, que solíamos comun- mente comparar entre si, se examinasen ahora el de los pañoles de comestibles, y el que despe- día una de las vasijas de la estiva, las cuales se habían llenado con el agua llovediza recogida sobre cubierta en las inmediaciones de la equi- noccial: agui que manifestaba, al tiempo de su- ministrarse pl ganado diariamente, una cierta fe- tidez, indic'o casi seguro de su corrupción: el éxito man-iestó de nuevo la exactitud de nues- tras experiencias y la posibilidad de mantener interio: mente un buque libre de toda corrupción. Los diferentes aires hecha la absorción del ácido nitroso, dieron los siguientes grados de salu- bridad: A(.M Aire atmosférico á las diez de la mañana 95 Aire del entrepuentes d las once de la noche. . 87 Aire do la sentina 90 Airo de un pañol de comestibles do rancho, . . 89 Aire de la pipa estivada de agua llovediza. ... 82 Repetidas experiencias de los físicos han ma- nifestado ya que no siempre la fetidez es una prueba indubitable de la corrupción. Estas lo ma- nifestaron de nuevo, á lo menos hasta el grado, el cual nos fuese útil no ignorar. Más importantes debían parecemos aún las experiencias de los alambiques para dulcificar el agua, los cuales bien sea por la poca necesidad que habíamos tenido, ó por la demasiada esb-e- chez del buque aún no se habían podido sujetar á un ensayo formal el cual nos diese lugar á co- nocer la máxima cantidad que pudiese conseguir- se con el menor consumo de leña. Desde luego el destilador aplicado al recipiente lateral, al cal- dero, y único para el uso diario mientras se co- ciese la comida, no excedió en mucho los resulta- dos que habíamos conseguido las demás veces: no fué necesario aumento alguno de leña: el agua destilada en cuatro horas no excedió de 64 cuar- tillos. Pero luego que concluida la comida de la tripulación pudimos aplicar al caldero el otro destilador y hacer que trabajasen los dos á la vez por el espacio de cinco horas y media, la can- tidad de agua destilada en este plazo, con el sólo consumo de dos quintales de leña no fué menor de 189 cuartillos, siendo digno de reparo que la por- ción de agua suministrada por el destilador del caldero excedía á la otra en mucho; probable- C0RBBTA8 DBSCUBIBRTA Y ATRRVIDA 337 S. M., for- cimayo mi- ne y defen- iipajesen el (laje. Ni de- repetición cual mani- os datoH en era interior ía dispuesto nos comun- lasen ahora 1 que despe- as cuales se i/a recogida de la equi- empo de au- na cierta fe- rrupción: el ;ud de nues- de mantener L corrupción, ion del ácido os de salu- Afl.M la. . . . noche. ncho. . liza. . . 95 87 90 89 83 lieos han ma- tidez es una Estas lo ma- ista el grado, mos aún las i dulcificar el )ca necesidad lasiada esti'e- odido sujetar le lugar á co- ;se conseguir- )esde luego el iteral, al cal- ientras se co- 10 los resulta- más veces: no leña: el agua ó de 64 cuar- comida de la Idero el otro los dos á la media, la can- ;o, con el sólo fué menor de ro que la por- destilador del lio; probable- Ai t» mente por las dos causas de ser mayor este reci- piente, y de usarse de la man^jucra para la con- ducción del agua fresca condénsente en lugar del embudo y llave del refrigerio, que á imitación de la máquina del navio San Seha'iti in habíamos puesto en el alambique del uso diario. tt.t Ivntre lant las apariencias de un viaje fe- liz se iban á cada paso haciendo múiios equí- vocas, y por la misma razón más agradables. ICn la mañana del 2 yi navcgáhamos con vientos del Sur y Sursudoeste bonancibles, se sentía la mar del Noroeste y el rumbo adoptado del Nordeste de la aguja, debía conducirnos luego á los para- lelos de las Azores. Se confirmaron en la miiima tarde con nuevas observacioníís los primeros re- sultados de las distancias lunares, los cuales con una suma uniformidad asignaban al cronómetro el error siguiente: Oúi. (>f>Sftfa- ¡S'üm Agofto. . í' 1 Tova . ... C'evfillok, . 9 3 1 Vinna.... . Mulntiiina . 4 4 Selimib. 2 1 ovu AIÍ M»l;i->|iin;i . 4 i 4 ,//./. 10.19.15 15.40 16.40 2f> 41 1 0 , 40 , f Hl 45.45 4 1 . 'J<> ¡3<''».34 trffHÓMli'lriK E. I''.4^».a9 E ■".44 45 Una embarcación á la vista al amanecer del día siguiente, contribuyó también no poco, á di- sipar la rronotonía siempre enfadosa del mar. Distaba de nosotros unas dos ó tres leguas por la proa, navegaba próximamente al Esnordes- te, y su construcción, rumbo y aparejo contri- buían unánimes á hacerla creer nacional y tal vez una de las atrasadas del convoy nuestro de A' iitevideu. Hizose inmediatamente señal á la Atrevida de que mantuviese unido y dirigiese al rumbo primitivo el grueso de la escuadra y convoy; y llamada la Gertrudis para que nos si- guiese, nos dirigimos con fuerza de vela á reco- nocerla. Alcanzada á las nueve, en parte por la superioridad nuestra de andar, y en parte por- que acortó de vela, largas ya las insignias na- cionales en nuestros topes, dijo ser la fragata Esperanza, procedente de Montevideo, con es- cala en el Río Janeiro y con destino á Santan- der. Había dejado la costa del Brasil en 10 de Julio último; había visto en aque' puerto la fra- gata Rosa, del comercio de Lima, única que fal- taba en nuestro convoy de los registros del Sur; no necesitaba : «xilio alguno; pero si solicitaba que se le admitiese en el convoy hasta que su derrota le permitiese navegar incorporada. La mar, algo gruesa, no hacia á la sazón fácilel uso de los botes para remitirle una copia de las se- ñales oportunas; pero se le dijo que siguiese á la corbeta Atrevida é imitase los movimientos de los demás , quedando luego en la conserva. En aquella misma tarde el viento se declaró fresco y constante al Noroeste, lo cual nos decidió á in y vt li preferir la derrota al Sur de las Azores; y not ••« • fué este tiempo tan favorable, que al amanecer del 9 pudimos avistar al Norte la isla Santa 9 María. La perdimos de vista poco después del medio día, y como continuasen ios mismos vientos, pu- dieron separarse luego y seguir derrota al Nor- deste, los buques de Santander. El restante con- voy, si se e.\ceptúan algunas averías que tuvo en los días II y i¿, con viento recio y aturbonado del Nornordestc, siguió con la mayor unión y fe- licidad; y en la tarde del 18 estuvo á la vista del Cabo San Vicente. Algunas calmas, la necesidad de aprovechar los terrales y el ningún efecto de las corrientes favorables, nos detuvieron después basta el me- dio día del 20 á la vista del Cabo Santa Maria; pero en la mañanita del 21 estuvimos delante del puerto. Descubriéronse ya á las cinco de la mañana las costas de Rota, la población de Cádiz y su extensa bahía, en la cual, formando un espeso bosque, se veían ancladas innumi rabies embar- caciones. Varios buques de guerra, la mayor par- te nacionales, descollaban sus topes alterosos. Distinguíanse las insignias, y los últimos soplos del terral que continuaban aún reunían al mis- mo tiempo y aproximaban hacia el puerto todos ios buques, de nuestro convoy. Tuvirros en breve á bordo varios botes y fa- luchos eos tañeros, otros se repartieron de igual r jdo por los demás buques grandes: nos alcan- zaran después los prácticos, y como el viento paulatinamente rolase del Norte al Este y al Esueste, se hicieron preferentes para las nueve de la mañana las muras á estribor, y con ellas y todo aparejo navegamos en demanda del puer- to, ordenándose por una feliz y casual combina- ción, la posición y distancia de los buques entre sí de tal modo, que se evitase todo atropella- miento y se guardase, sin embargo, un orde;i re- gular de convoy precedido por los tres buques de la Marina Real. Fué importuna á la sazón una neblina con extremo densa, la cual precisó á los buques gran- des á mantenerse cerca de una hora sobre las ga- vias, de la vuelta de fuera. Nosotros pudimos continuar hacia el puerto, viéndola felizmente disipada casi al mismo instante en el cual, do- bladas las Puercas, atracábamos ya los primeros buques fondeados; antes saludamos la insignia del Teniente General D. Juan de Lángara, la cual tremolaba en el navio Reina Luisa, y des- pués fuimos atravesando los muchos buques mercantes fondeados á la boca del puerto. Eran éstos por la mayor parte ingleses y holandeses, prontos á dar la vela al día siguiente bajo la es- colta de cuatro buques de guerra ingleses. A las diez, ya próximos á los Corrales y salu- 43 » «1 ■ 338 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO s«t ». dada también á la vex la insignia del General Co- mandante, en cuyas inmediaciones nos hallába- mos, dimos fondo en cuatro brazas lama. A po- co tiempo ejecutaron ifjual maniobra y con no menor felicidad , la coibeta Atrevida y la fra- gata Gertrudis. Fueron después entrando uno á uno los buques de Lima, dirigidos, según cos- tumbre, á la poza Santa Isabel y quedaron amarrados los de S. M., conservándose por este tiempo sus tripulaciones en tan buena salud, que no fuese necesario enviar a.1 hospital un enfermo siquiera. El estado que sigue indicará con bastante exactitud el número y el valor de los buques que navegaron unidos desde Montevideo. Aquí ya nada tendremos que añadir sino es que, en el lar- go espacio de cinco años y dos meses, fueron las Set. ji corbetas bastante felices para no perder á bordo y en los hospitales más que diez individuos , los cuatro de la Descubierta y seis de la Atreví-, da; pero dos de la segunda caídos accidental- mente al agua sin poderlos salvar. ¡Ojalá ¡os de- masiados halagos de la vida tranquila é indepen- diente de nuestras colonias no hubiesen seduci- do para desertar á una buena mitad de la tropa y marinería! ¡Ojalá, en fin, que el demasiado afán para los progresos de la Historia Natural y para la ilustración de su pairia no hubiese con- ducido al último término de su vida al Coronel D. Antonio Pinada, cuya muerte temprana llora- rán siempre los que le han conocido en el grande teatro de sus tareas militares y científicas! Úi \ •-^miismmami- ■'JV.-&- RMI neses, fueron las set. ai 10 perder á bordo z individuos , los is de la Atreví-, aídos accidental- 'ar. ¡Ojalá los de- nquilaé indepen- hubiesen seduci- mitad de la tropa ^ue el demasiado listoria Natural y no hubiese con- vida al Coronel te temprana llora- ocido en el grande científicas! Descripción física de las costas del Noroeste de la América visitadas por las corbetas. El número crecido de descripciones de esta especie (i) que han salido ya á la luz pública, debiera sin duda aconsejar á todo hombre cauto y amante de la verdad, á no agregarle otra al- guna; tanto más, que la poca congruencia de unas con otras, multiplicando más bien que disi- pando las dudas de los sabios, fomenta sólo el origen de nuevos sistemas y con ellos el velo es- peso que envuelve actualmente la verdad, Pero la Nación exige de nosotros este nuevo tributo, y. no rendirlo por el sólo recelo de in- currir en una ú otra equivocación, fuera tanto más culpable, cuanto que ni hemos cirecido de muchos excelentes medios para alcanzar la ver- dad, ni nos ha de tachar ó de omisos ó de adictos á otro sistema que el de la realidad. Esta Memoria abrazará sólo las costas no su- jetas á la Monarquía y al alcance de nuestros re- conocimientos, esto es, desde el Cabo Blanco (2) hasta la eniíada del Príncipe Guillermo. En el libro siguiente, se tratará de lo correspondiente á la California ó á ios dominios de S. M. en esta parte del mundo; pues el auxilio de las Histo- rias de los Misionei"os y del Gobierno, nos dan lugar á poderlas tratar con mayor extensión y seguridad. La costa desde el Cabo Blanco hasta la en- trada del Príncipe Guillermo, comprende tres trozos totalnicnte diferentes uno de otro, si se considera su dirección, el clima, las cualidades y productos del suelo. Las orillas, al principio, son por lo común abarrancadas y continuas, sin puertos ó ensenadas grandes, casi tn dirección Norte-Sur ceñidas á la espalda por diferentes (i) Después del viaje del Capitán Cook, cuyos mérilos sólo pueot comprender el que sigue sus hue- llas, han parecido los de los Capitanes Dixon y Mea- res; será público algún día el del infeliz Conde de la Péyrouse¡ y corren manuscritos de los que han verifi- cado nuestros buques de San Blas, desde el año de 1774 hasta el presente de 1791. (a) El Cabo Blanco es un término de nuestras po- sesiones, que no admite duda alguna. Lo hace autén- tico la declaración del Contramaestro de la fragata Los Tres Reyes, cuyo original existe en el archivo de Simancas con los demás documentos del viaje de Sebastián Vizcaíno. Aunque los Pilotos Martínez y Haro han llegado hasta Oanalaska y el Comandante Arteaga hasta la entrada de la ría de Cook, sus Diarios no suministran idea at(;una relativa á los conocimien- tos físicos. cordilleras de montes no muy elevados; y de un temperamento bastante benigno, si consultáse- mos, ó la poca elevación de los mismos montes, ó el temperamento de nuestra California, ó el que se ha advertido en dos años en Nutka. El término de esta faja de costa puede considerarse en el extremo meridional de la entrada de Fuca, desde donde empieza un archipiélago inmenso, que ramificándose hacia el Noroeste -Norte y tal vez al Nornordeste, termina, por lo que toca á la dirección primera de que ahora hablamos, al Norte del Cabo de Engaño por las inmediaciones de la entrada de la Cruz y Monte de Buen Tiem- po. Ya en este último punto, la costa con una dirección casi del Este- Oeste, sigue compacta, poblada de pinos en la orilla, y cerrada á no mucha distancia por una cordillera majestuosa i y constantemente nevada, entre la cual se seño- rean noblemente los montes de San Elias y Buen Tiempo, elevado :l primero 2.793 toesas sobre el aivel del mar y el segundo 2.282. Nuestras conjeturas sobre el temperamento de estas costas pueden ya fijarse sobre datos menos oscuros, pues á las repetidas noticias de los navegantes que han trillado estos mares en la estación favorable, pueden agregarse las no- ticias de los rusos (i) y del Capitán Meares (2), por lo que toca al primer trozo de costa, en la helada estación de invierno; las de nuestro es- tablecimiento de Nutka en el segundo trozo, y los viajes de Sebastián Vizcaíno, relativamente á la última parte de costa entre los Cabos meri- dional de Fuca y Blanco. Ya se ha dicho que una grande cordillera constantemente nevada hasta la falda, forma toda la costa desde el Monte de la Cruz hasta el extremo oriental de la ría de Cook. Le hará tal vez poco creíble, que en los meses fuertes del estío, cuales son lob de Junio y Julio, es- tos montes continuasen excesivamente cargados de hielo; pero las vistas, bien sea de perspectiva (i) Estas solo pueden inferirse de la colección de viajes de Mr. Coxc y do las noticias sueltas del Ca- pitán Cook, después de visitadas las islas ochumagin. (2) La elocuencia (otras veces sospechosa) del Capitán Meares, no puede exagerar la situación do un buque mercante, rodeado de hielo en un paraje tan malo como el Sung-Corner de la entrada del Príncipe Guillermo. m %ú 34" VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO h de marina, manifestaran que no serían enca- recidas nuestras expresiones, cuando ase^^uráse- mos que estos montes, aunque no abandonados de la Naturaleza, están sin embargo destinados áser perpetuamente la habitación de pocos osos. El reconocimiento del puerto del Desengaño en los primeros días del mes de Julio nos dio aún más lugar de afianzar esta conjetura. El puerto está en la falda de la cordillera, su orilla del Oeste formada con algunas restingas ó pe- druscos salientes al mar, sirve casi de base ó de cadena al hielo, que por consiguiente puede re- sistir con vigor bien sea á la internación del agua ó al efecto de una tenue marea. Mucho más aún debe resistirlos todo el banco de hielo que advertimos antepuesto á la Isla Heenke, y que ligado á la costa por todas partes menos la del frente de la bahía, z^ hace firme, impenetrable y perpetuo Ni es su separación ó disolución la que forma las bancas sueltas, en las cuales nos era fácil examinar sobrepuestas á la primera, una ó dos capas de hielo más reciente y á veces no bien formado. Una explosión continua de los montes inmediatos, semejante á la de un volcán ó de un trueno distante, nos indicaba á cada paso que ae desplomaban crecidas masas de hielo (i) las cuales, luego menos adherentes entre sí, por una ú otrr. parte, daban lugar á que el agua del mar, labrando continuamente en ellas, las subdi- vidiese, las varase á veces por efecto de las ma- reas, ó bien las extrajese del puerto á donde las veíamos flotar. Con estos antecedenies debieron sernos tanto •nás agradables en aquellos contornos y entre el horror que parecía rodearles, las huellas de la próvida Naturaleza. Chi tiiiti ascolta, c poi-f^e á tutti ííí'íií.-Filicaja. En los pocos parajes inmediatos á la orilla que dejaban libre las manchas ó pedazos inte- rrumpidos de hielo, sobresalía una vegetación abundante y florida: anidaban en sus contomos, aprovechando este corto descanso del frío, varias perdices y otra especie de aves chicas (2). Los mismos peces y en particular el salmón, apro- ximándose siquiera á la boca del puerto en el aduar inmediato de los naturales, parecían que- rer por su parte coadyuvar á esta hermosa aun- que momentánea escena de la Naturaleza (3). No le son menos favorables las orillas del (i) F.sta descripción corresponde enteramente con los efectos advertidos por los Pilotos dol Tenien- te de navio D. Salvador Hidalgo en el puerto de Re- vülagijedo de la entrada dol Príncipe Guillermo. (2) Don Tadeo Hucnke describe esta parte de la botánica y zoología con su acostumbrada exactitud. (3) La reunión de los Sres. Rabenct y Brambila, pintores agregados .1 lo expedición, dará lugar ;t que se represente esta pintura con aquellos colores A que no puede alcanzar uua descripción de mano suma- mente débil. Este que continúan hasta la Isla de Pineda, las cuales así por la dirección perpendicular del monte, como por la suma profundidad del mar(i) no dan lugar á que puedan asirse firmemente la;i masas del hielo, las que convertidas por consi- guiente en otros tantos riachuelos 6 cascadas pe- rennes, fecundizan en un modo admirable y hacen que se vista de un verde hermoso la mis- ma roca que parecía destinada á una desnudez árida y triste. Al Oeste y al Este de esta cordillera, consi- derada sólo en su falda de la bahía del Almiran- tazgo, se extiende al mar una porción de tierra baja, cuyo semblante es bien d'stiiiío del que acabamos de describir. Diferentes canales y puer- tos; una vegetación extremadamente rica y com- puesta de plantas útiles ó á la conservación del hombre ó á los progresos de la vida sociable; la concurrenciadel salmón, delpejerey, de la nutria y del lobo marino en sus orillas, todo convida al navegante en esos contornos, así como parece asegurarle que la Naturaleza puso p«r término de sus pesquisas y de los pasos á una cordillera tan dilatada é impenetrable. Ni parecerá extraño que sean tan constantes la permanencia del hielo en la parte montuosa y la lozanía de la vegetación en la parte baja, cuan- do se considere que son harto raros en toda esta costa los vientos del Noroeste, únicos para fran- quear al Sol la directa y constante acción desús rayos benéficos; siendo al contrario muy frecuen- tes los del Sueste, que impregnados de vapores pueden, sí, ser sufribles en un bosque frondoso, pero son inútiles ó insuficientes para la disolu- ción del hielo. Desde el puerto Mulgrave á las faldas del Monte de San Elias y del Buen Tiempo, veía- mos con un sólo día de Noroeste, disolverse en mil riachuelos y aun desplomarse enteros, creci- dos trozos de hielo. Las aguas del mar por la bahía de Bering, aun á distancia de dos y tres leguas de la costa, conser\'aban un color blanqui- noso y un gusto muy poco salobre. Pero estos efectos saludables no eran sino momentáneos: se declaraba el Sueste, y la lluvia, la calima, y á veces la tempestad, sus compañeras insepa- rables, no sólo daban al todo un semblante ló- brego y triste, si también absorbían la mayor parte de los pocos meses saludables del verano. Hé aquí, pues, por qué en el fondo de la en- trada del Príncipe Guillermo (2) en el puerto del Desengaño y en la entrada de la Cruz (3), se en- fi) La lancha de la corbeta Atrevida encargada de sondaí, no encontraba á veces fondo á un cumpli- do de bote déla costa, con 100 brazas de sondaleza. {i) Véase el Diario ya citado de D. Salvador Hi- dalgo, hablando del puerto de Revillagijedo. (3) Véase el viaje del buque inglés la ífigenia, re- copilado por el Capitán Meares, CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 34X le Pineda, iiciilar del del mar(i) emente laii por consi- scadas pe- Imirable y so la mis- a desnudez era, consi- el Almiran- m de tierra uo del que ales y puer- ricay com- rvación del sociable; la de la nutria ) convida al orno parece per término a cordillera constantes montuosa y I baja, cuan- en toda esta s para fran- cción de sus luy frecuen- j de vapores Lie frondoso, ra la disolu- s faldas del empo, veía- isolverse en iteros, creci- mar por la e dos y tres olorblanqui- Pero estos entáneos: se a calima, y ;ras insepa- imblante 16- m la mayor del verano, ido de la en- el puerto del iz (3), se en- riA encargada ) á un cumplí- de sondaleza. Salvador Hi- ijedo. a IfigeniaySQ- contrase tan fácilmente el hielo constante y sus montes estuviesen cargados de hielo aun en los meses de Julio y Agosto. Y si no se advierte el mismo efecto en la ría de Cook, debe sin duda atribuirse á la violencia de sus mareas y á la ave- nida del río Grande interno, que no permiten á las aguas la estabilidad necesaria para consoli- darse. No nos aventuraremos á decidir cuál sea el estado de la cordillera hacia el lado opuesto del Norte; si hemos de juzgar por lo que hemos visto en la enirada del Príncipe Guillermo, en el Valle de Ruesga, al Nordeste de la Península de Kaye, y lo m.ás interno de la bahía de Rering, los montes, bien sea en una ó en muchas hileras, pueden coger un espacio de 30 á 40 leguas de Sur á Norte y la misma extructura del Monte de San Elias parece confirmar esta sospecha. ¿Cuál sería, pues, la masa enorme de hielo que cubra la parte opuesta de la cordillera, á donde no alcanza jamás la dirección de los rayos del Sol, y adonde operan más directamente los vientos hiemales del Norte? ¿Cuáles los pies hu- manos que hayan de transitarla? ¿Cuáles, en fin, los objetos que al alcance de las débiles fuerzas del hombre puedan gn'ar hacia esta parte su ili- mitada curiosidad ó codicia? Lo que si pudiéramos asegurar con mucha menos desconfianza, es la época, no muy distan- te, en la cual los fuegos subterráneos causaban en esta parte del globo nuevas vicisitudes y transformaciones: aun en el día son muchos los volcanes en la ría de Cook y en las islas del do- minio ruso; entre las muchas que componen el Archipiélago de Bucareli, no se cuentan menos de siete, cuyas erupciones son tambi-^n nota- bles (i), y la misma extructura del Monte San Elias, si se compara á los volcanes de la costa de Guatemala, y se supone una cierta harmonía bien notable en las grandes obras de la Natura- leza, parece acreditar que el mismo monte, si no lo es, fué alo menos un volcán no indiferente: además de esto, las Islas del Puerto Mulgrave abundan en piedra pómez, y no es extraño ha- llar entre los guijarros de sus orillas y particu- larmente de la Punta Furner, varios ferrugino- sos negros, esponjosos, que no pueden ser sino erupciones volcánicas. El Sr. de Heenke, quien examinó científica- mente las diferentes piedras que de un verdadero brazo de la cordillera inmediata al Puerto del Desengaño se condujeron á bordo, las halló (x) En el Diario de la navegación de la goleta Sonora (año de 1775) á las órdenes del actual Capi- tán de navio D. Juan de la Bodega y Cuadra, se lee el adjunto párrafo hablando de este Archipiélago: «Las noches son sumamente claras y templadas á causa de siete volcanes de nieve y fuego que con sus vapores la iluminan y templan.» compuestas de las calidades siguientes, las cua- les pudiéramos, por consiguiente, considerar sin temeridad, que forman casi toda la masa de estos montes. I .* Calcárea cruda, compacta, granulosa, pu- rísima y blanca. 2.° Calcárea riuda, cenicienta y sembrada con venitas bb.ncas también calcáreas. 3." Gran-^osa con grano blanco, compuesta de cuarzo y feldespato. 4.' Granitosa granulosa, compuesta de mica negra y feldespato. 5.' Granitosa verdosa, con puntas cristali- nas, compuestas de cuarzo, feldespato y basalto. Pero no fuera fácil asegurar cuál de las dos calidades primarias componen la base de la cor- dillera, si bien que puede creerse lo sea la cal- cárea, á la cual estén después sobrepuestas va- rias capas granitosas que componen últimamen- te la cima de los montes. Causal ía mayor admiración no hallar río al- guno, ni mediano siquiera, en el largo trecho indicado de costa desde la ría de Cook hasta las faldas del Monte de la Cruz por Ioí^ ^7", si no se considerase que los montes están demasiado in- mediatos á la orilla para que las aguas tengan lugar de reunirse antes de llegar a! mar, y que así es una infinidad de riachuelos ó cascadas la que conduce los hielos derretidos al OcéV'0;pero cuando se dé una mirada ó bien á la masa in- mensa de hielo que probablemente existe á la parte opuesta, ó al paradero de las aguas llove- dizas, que tal vez en el verano no tengan lugar de consolidarse y contribuyan á la disolución dé parte del hielo, no puede el físico dejar inme- diatamente de fijar sus conceptos en aquellas lagunas inmensas que forman la admiración de los viajeros que han internado por el Este, y la esperanza de los que aun sostienen la posibili- dad de un paso por esas latitudes. Ya fuera tiempo de abandonar un examen tan incierto de la constitución física de esta par- te del globo, si no debiésemos hacer memoria de la existencia del cobre en sus contornos y de las reflexiones meteorológijas en cuanto tengan una conexión directa, ó con el tránsito ó con la subsistencia del navegante. Que haya cobre en los contornos del Principe Guillermo y del Puerto del Desengaño, podía tal vez no dudarse ante- riormente (i); pero ahora nos lo ha confirmado el Ankau ó Jefe del Puerto Mulgrave, el cual presentándonos un morrión de guerra, ganado á sus enemigos en una batalla y ornado con dife- rentes cercos ó anillos de cobre (2) satisfizo á (i) Véanse los viajes de los Capitanes Cook y Meares. (2) Rl Ankau nunca quiso ceder este trofeo de sus victorias, y por consiguiente debimos contentarnos con el auxilio de la pintura. ü^ 34S» VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ¡■ñú nuestra curiosidad sobre la adquisición de este metal, con asegurarnos que lo había en las inme- diaciones de la cordillera, á donde les era fácil cogerle. Sin embargo, casi se limitaron á éste los utensilios ó adornos de aquel metal que ad- vertimos entre ellos; y así podemos tal vez ase- gurar, que si no es dudosa su existencia en estos montes, á lo menos ó su cantidad ó su beneficio son sumamente limitados. Por nuestra parte, vistas las circunstancias que precisamente han de acompañar á este beneficio, no titubearemos en inclinarnos á que arredre por sí solo á todo emprendedor, aunque fuesen crecidas las can- tidades que pudiera suminiy rar, tanto más 4ue supliendo ahora los europeos con el útil hierro la necesidad ya conocida de los metales, mal pu- dieran los naturales abandonar la pesca, que les vale aquella adquisición, para ocuparse del be- neficio menos útil y más destructivo de la mina. A pesar de la triste perspectiva con que hasta aquí hemos representado este larg*^ trecho de costa, no es su constitución, sin embargo, ente- ramente opuesta á la existencia de una sociedad civilizada, y digámoslo así, á su bienestar en el vario curso de un año. La faja de tierra llana que se antepone, como hemos dicho, aunque con muy corta extensión á la cordillera, y corre casi seguida desde la bahía de Bering hasta la parte occidental de la península de Kaye (i) presenta al hombre un asilo en el cual puede al mismo tiempo precaverse de las intemperies y proveer opíparamente á su subsistencia. El Sr. de Heenke, examinada científicamente la calidad del suelo y la lozanía de la vege- tación en el puerto Mulgrave, y vista la singu- lar harmonía de la Naturaleza, así en éste como en sus demás productos, no dudó en asegurar que se lograría-^ allí la mayor parte de nuestras semillas, debiendo probablemente llegar á su completa madurez hacia fines de Julio, pues que en sus principios advertimos ya muy adelantados los gramenes, la fresa y la mora. En efecto, si se considera el mayor número de las plantas, se hallarán éstas de las mismas especies de la Europa boreal, excepto algunas que, ó son de la América boreal, ó Alpinas de todo el globo; si los árboles, se verá que el pino ahie, el pino pi- cea y el cupreso disticha, hermosean noblemente sus bosques, sin interceptar el paso, ó al Sol ó al caminante, antes bien dejando de trecho en tre- cho como entre sembrados, diferentes prados en los cuales crecen lozanamente la fresa y la mora; si la calidad del suelo, se hallará que los prados son de una arcilla arenos finalmente, el tem leramento, se verá en nuestro Diario meteorológico que el termóme- tro de Farenheit llegó á los 67° 00', y nosotros podremos asegurar, que ni en el abrigo de las casas, ni en la inclinación de los árboles por efecto de los vientos reinantes, ni en las noticias que pudimos adquirir de los naturales, se halla absolutamente rastro de un invierno ó tempes- tuoso, ó muy frío. No se crea, sin embargo, que se asemeje á esta pintura la de toda la demás costa que ac- tualmente describimos. Las faldas del Monte de San Elias y un buen trecho al Este y al Oeste, no presentan sino algunos manchones mezquinos y poco internos de arboleda, la cual luego vuelve á tomar su primer espesor y lozanía por el Cabo Chupador y las bahías de Burgos y el Almiran- tazgo. En esta última ensenada, agregándose á la frondosidad de las orillas las apariencias de algunos valles internos y la menor elevación de los montes contiguos, la Naturaleza parece ofrecer al hombre otro abrigo no indiferente, antes bien, tanto más agradable, cuanto que probablemente una embarcación puede considerarse segura al Este de la Isla Dudosa, si el fondo de cuatro á cinco brazas arena fina le deja internar hasta allí. Los naturales, que desde la Isla Rijosa salie- ron á nuestro encuentro, nos señalaban á la ver- dad otro fondeadero bueno al Oeste de la isla, en el cual, si existiese, se conseguiría en el invier- no un temple mucho más suave que en las inme- diaciones de la entrada del Príncipe Guillermo, por ser esta isla al mismo tiempo baja y bien se- parada del Continente. Pero nosotros, que la cos- teamos por aquella parte á distancia de dos ó tres leguas, no pudimos advertir la menor señal de un abrigo; sólo sí haciéndosenos creíble, que esta isla esté constantemente habitada, y que la con- currencia de la nutria á sus orillas le haga un objeto no indiferente pai-a la navegación europea. Pero CF. tiempo ya de pasar á los moradores, cuyo número, costumbres y relaciones recíprocas se recorrerán poco á poco con un examen filosó- fico, para que los progresos de la especie huma- na que tanto deben interesar á sus semejantes, no parezcan haber ocupado un lugar secundario en la atención nuestra á estos objetos. Podemos desde luego sentar como una ver- (i) La poca inteligencia del idioma y nuestros re- celos de una equivocación, han dejado dudoso este punto interesante, aunque no nos descuidásemos en procurar descifrarle. árboles y cidad de la la inmedja- !Íble (i) que te ni la na- ión del in- ito, se verá 1 termóme- y nosotros rigo de las árboles por las noticias es, se halla ó cempes- asemeje á )sta que ac- el Monte de al Oeste, s mezquinos luego vuelve por el Cabo el Almiran- ;regándose á ariencias de vacióndelos irece ofrecer :, antes bien, obablemente se segura al de cuatro á iternar hasta Hijosa salie- .ban á la ver- de la isla, en en el invier- i en las inme- e Guillermo, aja y bien se- s, que la cos- i de dos ó tres )r señal de un )le, que esta y que la con- s le haga un ción europea. s moradores, íes recíprocas íamen filoso - ipecie hunia- mej antes, no ecundario en mouna ver- y nuestros re- o dudoso este cuidásemos ea CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 343 dad incontestable, que es un mismo el ori ,en de los habitadores de la orilla desde la ría de Cook hasta la entrada 6 Archipiélago de Bucarpli (i); sean enhorabuena distintos uno de otro los idio- mas de la entrada del Príncipe Guillermo y del puerto Mulgrave (2), sean frecuentes las reyer- tas entre una y otra tribu, antes bien, no se vean nunca juntarse entre si sino para destruirse, no por esto podrá jamás rechazarse una verdad que estriba sobre una total uniformidad: i." del mé- todo de vida. 2." De las inclinaciones y progre- sos sociales. 3.° De los trajes, armas y utensi- lios. 4.° Finalmente, de los ritos religiosos. Por ventura, en esta discusión importante no nos es preciso echar mano de otros conocimientos más que los nacionales; y las narraciones de D. Salvador Hidalgo por lo que toca á las rías de Cook y el Príncipe Guillermo, las de D. Ig- nacio de Arteaga, relativamente al Archipiélago de Bucareli, ceñidas á la verdad sencilla y sin preocupación alguna á favor 6 de la novedad 6 de un sistema, nos dan ya lugar á combinar con toda seguridad algunas propiedades generales de estos moradores, que últimamente puedan guiarnos á otras indagaciones más importantes para la historia de la sociedad. Desenvolviendo poco á poco las nociones sobre los cuatro pun- tos ya indicados de comparación, por lo que hemos notado en el puerto Mulgrave, seguire- mos al mismo tiempo lo que dicen los señores Arteaga é Hidalgo; y la descripción y la compa- ración seguirán un mismo paso uniforme y me- nos molesto. Las propiedades animales de estos moradores han sido ya descritas por diferentes viajeros, en- tre los cuales la prolija y filosófica atención de los Sres. Cook y Anderson en el Príncipe Gui- llermo, parece que no dejaban cosa alguna que desear: son altos, membrudos, sanos y ágiles, bien sea para la pesca, ó la caza, ó la guerra: son igualmente sanas las mujeres, aunque cons- tituidas á una vida sedentaria, y si juzgásemos, 6 por la disposición exterior de sus miembros, ó por el número de niños que las rodean, se puede asegurar que son igualmente dispuestas al emba- razo, al parto y á la rianza, y que esta disposi- ción les continúa hasta una edad bastantemente adulta. El semblante de los hombres, es por lo (i) Se verá después hablando de las costas si- guientes, que no sería temeridad extender esta misma Nación hasta el paralelo de 50 o 51° por las islas de la Reina Carlota y Princesa Real. (2) El Capitán Dixon que tocó en una y otra par- te y que dio nombre al puerto Mulgrave, sospecha la total diferencia de uno á otro idioma. No así el Capi- tán Meares, hablando de los que habitan en latitud de 56* 38'. Es muy sensible á la verdad que estos dos autores, confundiendo frecuentemente los objetos de interés y de rivalidad, con la ilustración pública, conspiren más bien á contradecirse que á confirmar lo que han visto. común algo fiero; siendo, por otra parte, fácil hallar un mayor grado de fiereza en i is que f' inclinan á la caza, y que no pocas veces, sin ventaja de armas, tienen que luchar pecho á pe- cho con osos y otras fieras (i). No así por lo co- mún con los que siguen el oficio más apacible de la pesca, ni tampoco con las mujeres y los jóve- nes, brillando á cada paso en éstos una docilidad no estúpida y en aquéllas los sentimientos de pudor y de afabilidad que puede dictar en su ni- ñez la ruda sociedad de la especie humana. Ni eran equivocadas las sospechas del Capi- tán Cook sobre una grande diferencia de fisono- mías entre estos naturales: nos fué fácil distin- guirla entre la plebe y las familias adictas al Aiikau, y D. Tomás Suria las ha representado con tanta propiedad, que ya no admitirá duda esta diferencia á lo menos por lo que toca á los hombres. Varias veces con una leve recompensa conseguimos que algunos jóvenes lavasen sus rostros, descubriendo, por consiguiente, su color natural : era éste bastante blanco y sonrosado y la tez más bien fina, sin embargo del uso ya continuado del aceite y grasas, con las cuales se abrigan comunmente para resistir al frío, y que después de algunos años deben ya penetrar la película y variarles el color. No omitiremos tampoco de recordar los carac- teres realmente singulares que sobresalen en es- tas tribus; y son el pié desproporcionadamente chico, el hueso pómulo y el ojo, ceja y borde ciliar, muy semej antes á los de los chinos, el segundo en su color y pequenez, la tercera en la mucha esca- sez de pelo y la cuarta en su elevación y distancia del ojo: esta parte principal del rostro, que los físicos admiran como uno de los hechos más bien combinados en la estructura del cuerpo humano y nosotros naturalmente caracterizamos con el distintivo de sobrescrito del hombre, debe proba- blemente permanecer constante en una misma rama de la especie humana, por cuanto influyan ó el temperamento, 6 las costumbres morales, 6 la clase de vida, en variar las demás partes de su cuerpo; y adoptando este principio análogo á la bella harmonía de la Naturaleza, ¿cómo podremos no recordar al mismo tiempo las excelentes refle- xiones de Mr. de Saint-Pierre en sus sublimes es- tudios de la misma Naturaleza, y contemplar cuantas conjeturas sobre la emigración de la es- pecie humana se han descarnado de toda proba- bilidad, sólo porque se han desentendido los es- critores de estos rastros patentes é invariables de la Naturaleza? Por lo que tocii á la comprensión ó amolda- miento de la cabeza desde que nace el niño, ya (i) Para la tribu del puerto Mulgrave, se ha podi- do inferir, que la caza del oso es sólo en las inmedia- ciones del puerto del Desengaño. i )i 341 VIAJR ALRnnF.DOR pnt, MUNDO l',-< \m nos han precedido diferentes viajeros en adver- tirla y describirla: sin embargo, como D. Fran- cisco Flores tuvo ocasión de estar presente una tarde á esta operación, no parezca inoportuno el que le añadamos aquí una breve descripción: na- cido el niño, no sólo no se ocupa la madre e, ' co- rregirle la natural prolongación de la cabe a á la sazón cartilaginosa, sino que más bien coa lyu- va, comprimiéndola con las dos manos en varios sentidos y por algunos días, particularmente en los huesos parietales, de suerte que la sutura sa- gital sobresalga con exceso y se forme una especie de cono, que desde las dos tuberosidades del hue- so coronal, se incline considerablemente hacia la horizontal. La cortadura del labio inferior difie- re algún tanto de la que advirtieron el Capitán Cook y D. Salvador Hidalgo en la entrada del Príncipe Guillermo. La tribu del Puerto de Mul- grave sustituye á las dentaduras falsas ó á los otros adornos subdivididos de las mismas cisuras, una especie de roldana con figura elíptica, que su- jeta á los labios.por ambos bordes y colocada en una posición norizontal, sirve de adorno sólo á las mujeres; esta roldana (i) muy bien bruñi- da por todas partes y hecha de madera de pino, tiene en su eje mayor dos pulgadas y una línea inglesas, una pulgada en el eje menor y siete lí- neas de grueso de uno á otro canto; suelen, sí, los hombres tener perforado el septum de la nariz, para poner algún adorno, el cual, sin embargo, nunca hemos visto compuesto sino de huesos ó clavos, en lugar de anillos, ensartas ó hileras de caracoles, que suelen usar los habitantes del Príncipe Guillermo. Pero¿á qué entretenernos más sobre estas cua- lidades materiales, tan poco varias en la espe- cie humana, que haciéndose apenas perceptible apoyan á cada paso las próvidas atenciones de la Naturaleza para nuestro bienestar? (',)■ Es pre- ciso fijar nuestra atención en las cualidades mora- les: allí es donde el filósofo mira con una curio- sa admiración los vicios y las virtudes naturales en el hombre, las inclinaciones innatas, ó para su sustento ó para su multiplicación; los princi- pios informes de la Sociedad, sus progresos y sus términos; allí es donde últimamente la refiexión, caminando siempre á pasos lentos y sobre las ori- llas del precipicio, conduce atenta el hilo de las ideas, para dar siquiera algunos rasgos imperfec- tos de la importante historia del hombre. Nuestro viaje en esta parte ha sido más bien liz; y entre la oscuridad del idioma, la novedad ) Se remite uno de estos adornos al Real Ga- ■Lii,,ote. (2) Aiitattt ¡a nature (dice Mr. de Saint-Pierre) d affecU de varietés dans les especes d'animaux du meme genre, guoid ils habitassent le mime sol, et recussent des memes alimenís, autant elle d ol'Sirvé duniformite dans tesplce kumaine malgré la difference des c limáis, el dei npurritures. de las ideas y la importunidad de los sistemas, hemos podido rastrear algunos conocimientos, que dcvsde luego no desagradaran al filósofo. La dificultad de la subsistencia, es la causa primitiva, digámoslo así, la sola causa que impi- de los progresos de la sociedad y la multiplica- ción de la especie humana en estas tribus: cons- tituidos á vivir de la pesca (i), á ejecutarla con canoas bien endebles que no les permiten apar- tarse mucho de la orilla; finalmente, á proveer en seis meses escasos (2) á la subsistencia de todo el año; habitadores por otra parte de una costa pobre de aves marítimas y de mariscos (3), han debido precisamente subdividirse en muchas tribus; y éstas mismas, lejos de concurrir á un mismo centro (jue les procurase el agradable soni- do de la vida sociable, se han visto precisadas á divi'^irse de nuevo para poseer cada familia como propiedad un pequeño trozo de costa: en esta si- tuación que consideraremos con el doctor Fergu- son (4) como la de las Naciones rudas antes del establecimiento de la ^íropiedad, dos causas con- cun-ieron muy luego á acelerar algún tanto la ci- vilización; éstas fueron la pesca y beneficio de la ballena, que necesitaba muchos brazos á un tiem- po, y la defensa del propio terreno que sin duda alguna quisieran usurpar otras tribus, á veces por necesidad, á veces por capricho; para ambos ob- jetos fué, pues, preciso reunirse, ordenarse, con- siderar como sus intereses recíprocos, y elegir algunos que al mismo tiempo dotados de la pre- cisa fuerza, habilidad y concepto público, guia- sen la muchedumbre en los varios trances peli- grosos, en los cuales se hallaban. La cordillera inmediata, no permitiendo, por otra parte, inter- nación alguna desde la ría de Oook hasta el mon- te lídgecumbre ó San Jacinto, debió hacer más frecuentes estas discordias y más escasa la pobla- ción; y seguramente pudiéramos inferir de la si- tuación de la tribu del puerto Mulgrave la de to- das las demás costaneras hacia el Sueste, si la Naturaleza, igualmente próvida en cualquiera parte del globo, no hubiese presentado á estos , emigrantes marítimos un archipiélago inmenso que los acogiese y alimentase ásu albedrío. Hasta aquí la historia de estas naciones, derivada de los efectos poco dudosos del instinto sociable, pare- (i) Aunque algunos so ocupen de la caza y en par- ticular de la muy arriesgada del oso, no por esto deben mirarse estas naciones sino como pescá'Joras. (2) Véase el viaje del Capitán Meares para el prin- cipio de la pesca, en la entrada del Príncipe Guiller- mo. En últimos de Agosto, los habitantes de Nutka se ocupaban incesantemente en abastecerse para el in- vierno y aun en mudar de morada, como se verá des- pués. (3) El Capitán Cook no dejó de advertir esta es- casez, particularmente comparando estas costas á las de la América meridional. Véanse también nuestros Diarios. C4) Sección II, parte II. CORBETAS Dh.Xi UínriTA Y ATREVIDA 345 OS sistemas, nocimientos, filósofo. , es la causa isa que impi- a multiplica- tribus: cons- jecutarla con imiten apar- te, á proveer bsistencia de parte de una mariscos (3), se en muchas oncurrir á un jradable soni- precisadas á familia como a: en esta si- octor Fergu- das antes del )s causas con- in tanto la ci- íeneficio de la zos á un tiem- que sin duda is, aveces por ira ambos ob- rdenarse, cón- icos, y elegir dos de la pre- público, guia- 1 trances peli- La cordillera a parte, inter- liasta el mon- bió hacer más cásala pobla- iferir de la si- grave la de to- l Sueste, si la :n cualquiera ntado á esto? , lago inmenso Ibedrío. Hasta erivada de los ociable, pare- a caza y en par- por esto deben :a'ioras. •es para el prin- ríncipe GuiUer- tes de Nutka se ;rse para el in- tno se verá des- dvertir esta es- tas costas á las nbién nuestros ce al abrigo de toda equivocación, tanto más, que si se examina su estado actual, poco ó nada hay que añadir al estado rudo del hombre, que acabamos de indicar (t). Pero al momento que tratemos de indagar cuáles son los motivos que actualmente afiancen la primacía, no sólo en una l'amilia hereditaria, si también en una familia cuyos rostros difieren mucho de los de la plebe; cuáles los límites del derecho de propiedad y del derecho público; cuáles, en fin, los cimientos de sus principios ó legislativos ó religiosos, nos vemos en la precisión de abandonar una serie hi- lada de ideas y hacer una narración sencilla de lo que hemos visto, dejando al tiempo ó á la pers- picacia de otros el reunir estas ideas en un solo punto de vista. Esta tribu se llama la de los Tejunés: habita las diferentes islas del puerto Mulgrave, y no pocas familias están establecidas en la tierra firme ó bien frontera á las mismas islas ó in- mediata al puerto de! üesengaño ó exterior del Cabo Muñoz; de suerte que pudieran conside- rarse sus límites actuales desde la bahía del Al- mirantazgo hasta la bahía de Bering: sin em- bargo, los que habitan hacia esta última bahía, no debieran en la realidad considerarse como una misma nación, poraue no es fácil su comu- nicación con los de h Jas por falta de cana- les internas, ni posible su reunión para la pesca de la ballf na; pero como tuviesen por caudillo un hijo del Ankan Juné (2), del mismo modo que otras rancherías internas, hemos creído que precisamente en el caso de una guerra sus inte- reses serían comunes. No así con los que habitan hacia el Este, á las faldas del Monte San Elias y aun más in- mediatos en las puntas de Novales y Barrientos, los cuales, si bien después de su entrada en el puerto el día i." de Julio vivieron en buena unión con sus habitantes y manifestaron una es- trechez y amistad antigua diferentes individuos, pudimos conocer sin embargo, que sus intereses eran bien distintos, las guerras harto fáciles y sus caudillos naturalmente opuestos entre s'(3). El indio que vino á bordo desde aquellas faldas, manifestó á la verdad muy poca idea del nivel en que habían estado nuestros cambios en el puerto Mulgrave; pero por su idioma y por sus ofrecimientos pudimos inferir indubitable- mente que ni le eran nuevas las embarcaciones (i) Las pocas alteraciones que indicaremos muy luego, son muy recientes y aun no bien cimentadas, pues dimanan en mucha parte de la concurrencia de ¡os europeos en estas costas. (j) Es el que se ha nombrado ya muchas vccos, y se ha representado con mucha exactitud en nuestras láminas. (3) Véase el Diario sobre los acaecimientos de aquella venida. i europeas, ni sus objetos ó comerciantes 6 v¡- I ciosos; y asi pareció probable que habitasen algo más al Este é inmediatos á la bahía los que ! nos visitaron en el puerto; bien que habiendo de I tiempo en tiempo alguna comunicación entre unos y otros. Parecerá también extraño que en la ensenada del Contralor, no hallásemos rastro alguno de habitantes, cuando la calidad del te- rreno y las mismas orillas parecían deberlos atraer allí más bien que en otras partes más montuosas de la costa; pero si como es probable, el poco fondo interno aparta los cetáceos, lobos y nutrias y tal ve;^ también el salmón de aque- llas inmediaciones, se hallará evidente la razón por qué ni en ésta ni en otras muchas partes de la costa hayan podido extenderse estos habi- tantes. Ya con estos antecedentes, no será difícil deducir próximamente el número de moradores desde la entrada del Príncipe Guillermo hasta las faldas del .Monte de la Cruz (r): 600 en aquella entrada, otros tantos á las faldas del Monte San Elias, 400 de la tribu del puerto Mulgrave y otros 600 desde la bahía de Bering hasta la entrada de la Cruz, componen un nú- mero de 2.200 vivientes, que á lo sumo pueden contarse en este largo trecho de costa (2). Y si no fuese tan sólo temeridad sino también apar- tar.-.e de nuestro sistema adoptado el aventurar algunas conjeturas sobre lo venidero, debiéra- mos decir que este número menguará más bien que crecerá con la concurrencia de los europeos en estos mares. El cebo de nuestro comercio y de la adquisición de las nutrias; el deseo de tener algunos esclavos para aumentar en nuestras ma- nos el número de estos infelices ó franquearnos su uso si son mujeres; finalmente, la adquisición de nuevas annas, ó ya hechas ó sacadas del hie- rro, serán nuevos principios de discordia y con- secuentemente de una destrucción recíproca. Es, pues, indubitable, que en estas pequeñas tribus hay una familia en quien recae por heren- cia la sucesión del mando, y por consiguiente, un jefe que las gobierna en la paz y las dirige en la guerra. El Ankan Juné, era en nuestro enten- der, verdaderamente digno de esta pública con- fianza, reuniendo en sí todas las cualidades de edad, valor, corpulencia y penetración, que de-, ben precisamente acompañar la elección de un Jefe en el estado aún naciente de una pequeña sociedad. Su padre, á la cabeza de la tribu, ha- (i; Los rusos dijeron á D. Salvador Hidalgo que en la i./i/(ir/i) lid idioma Miili^ravc. A K„SPAlíOI. MUU-.KAVK, Abrazar Kinashakushu». Afirmación j AU ó Aáo. Agua: gcnéricamentü F.u ó Hiu. Agua do lluvia ó qui/,ii la acción de llover Hin ó Yin. Ama do loche Kutl.l. .Amigo Knkiti). Ai)i() silvestre ó yerba en gene- ral Kicgany. Arrodillaise Munmuk. Atado del pelo Kcchiny. .Abalorio Kukuet. B ltarl)a Kakü. liarriga Kayü. licbcr Huitennat/.. Beso Fklrf. Bigote Kagdatai. Boca Kategl. Bonito., Kanaktunikitá. O Cabellos Schejau. Cabeza Ka.shakuy. (,'alzones Keguen. Cambiar Kutzek. Canalete -'^tíjá. Canastillo Kashú. Canoa grande de madera y casa de lo mismo Yauk. Canoa de cuero Chokuti. Casa fúnebre ó cementerio., . . Jkitá. Capitán ó Jefe .Ankau ó .Ancao. Cara Kaagá. Carrillos Kaaguish. Ceja Kakag. Chaqueta Cutetz. Choza Hijt. (i) Puede verse en nuestro Diario lo acaecido en diferentes ocasiones. (i) Lo que en nuestros buques que han frecuen- tado estas costas ha sido algunas veces efecto de una excesiva aunque prudente tolerancia, puede creerse que en los buques ingleses ha derivado del uso de las mujeres, franqueado con demasiada facilidad d la marinería. fS!« 1^ 35° VIAJU ALKBl)UtX)K UBL MUNDO nwAilni, MULORAvr. Cilindroi cur^oi de hueio y co- bre que pasan por la ternilla de la nariz Zuot ó Kakletii. Cíelo Kilchiió Kurukthi/,- Comer Atimuthy. Costillas Katzukt. Cortar Yguashech. Cuchara Shetfl. Cuchillo Cot7,ld. Cuello Kashlo. Cnerpo Kagkit/.i'n. D Dar la mano Yshán. Dedo pulgar Kakutz. Dedos: genéricamente Katlex. Delinear ó pintar Kshekit. Dientes Kauls. Dormir Kantitlix. E Echarse en tierra Ta.1 ó Yart. Efectos de cambio Kanaktunitz. Escopeta Un. a. Especie do cuna en que ponen los niños Tutu-Utv'i, Estómago Kutexk. Enemigo Kutel' ó Kutek. P Figura humana colosal de ma- dera que ponen sobro un palo en las inmediaciones de sus sepulcros, ya represente per- sona 6 ídolo Kutzlá ó Kutzá. Flechas Sakz. Flor Kentok. Frente Kakak. Fresas Shuk ó Shok. Frío Shaa ó Atzevet. Fuego Kaniketek. G Gono ó sombrero Zauk ó Zakuk. H Hacha ó la acción de cortar con ella Taguitz. Herir Iguakhak. Hombre Juazitim. Hombro Kafik. J Juego de los palillos Esllehká. L Lengua Kakshlut. \ lUtrADOI. MUIXtRAV* . Mano Kaachin, Manta exterior K.agjugu. Manta interior Cudetz. Mañana Kennitk. Mar Eer ó Etch. Mascar A^k4. Matar Unni. Mirar Katllatini. Monto genéricamente ó o¡ de San Elias Guá ó WhuA. N Nada ; Flext. Navaja Zutla. Nariz Kaashluú. Niño, ó hijo Zannaguetí. Nieve Shaa. No: negación Gannukut. Nombre de cacique Junuelo. ídem del enterrado y muerto se- gún parece en la refriega .... Kataukt'i. ídem do la riación ó tribu Tejunué. ídem á un indio de la jUebe.. . . Cheutukü. Nutria ó su piel Yuks. Nubes Aligatchín. O Ojo '. Ketok. Ojos Kaavak. Orejas. Kaakux. Oso Huteh. P Palma de la mano Katchintak. Pecho Kasellká. Pelo: genéricamente. jitil. Polo de la barba Kakanatsané. Perro Teitil. Pestañas Kaguakjekú. Pié Kagkutz. Piel: genéricamente Skutí. Piel de zorrillo Kakou. Piernas Katzeyú. B Rodiií:, Kakxi. Roncar Ackitz. Ropa Kuteutz. Revolución diaria del Sol Titz. Salmón Jhot. Sentarse ó siéntate JCudnuk. Sí Shek Shaam ó aa. Siéntate Kannrt. Sol Akán ó Kekán. Sombrero Zakuk, MUIXJKAVK Achin. Kiugu. (leu. nnitk. 6 Ktch. kit. nd. tllatiní. , > COmiTAA DRSCUBIBIITA Y ATRRVrDA 35« t IWAtOL MULORAVC Tetas •«•••! K*/,U. Tüjer un sombrnru Ayák Kaktile. Tierra TIeu. Todo Junto I'otntokko. ü Ufla KttKkJak. V Von acd Jnkut. Vettido Kudcl/.. Vete yutch ó VuteJ. 2 Zarcillo* Jkenot y Cunajif. Numerales. Uno Tlex ó Tlej. Do» Tejé. Tre» Nutzk. Cuatro Taftjün. Cinco Kuhin. Seis . . Kletushú. Ocho NutíkatHshú. Nueve Kutshako. Diet Chinkat. Once Chinkat-tlex. Doce Chinkat-tejé. Veinte Tlekii. Veintiuno Tleka-tlex. Veintidós Tlcka-tejtí. Treinta Tleka-chinkat. Treinta y uno Tleka-chiukat-tlox. Treinta y dos Tleka-chinkat-tojé. Cuarenta Tejka. Cincuenta Tejka-chinkat. Sesenta Nuzkeka. Setenta Nuzkeka-chinkat. Ochenta Tajutiat. Noventa Tajutiat-chinkat. Ciento Kechin Kaa. Ciento veinte Kletushü-kaa. Aunque nuestra indagación no pasó de este último número, parece que siguiendo el mismo orden pueden contar crecidas cantidades. Por no haber sonido equivalente en castella- no, hemos adaptado el sh del inglés y se hace uso de él en las voces que exigen el Aonido que se le da en este idioma. La pronunciación de la h es mucho más fuer- te y gutural que la nuestra aspirada. La k se ha admitido en las voces que piden una pronunciación más cargada que la de nues- tra c, apoyando fuertemente la lengua al paladar al modo de los tartamudos. El tiempo no permite comparar ahora éste á los dialectos de Nutka y el Principe Guillermo. Pero c» tiempo de volver al hilo primitivo c, nuestros reconocimiento» y emprender el examen del segundo trozo de costa: es éate, como ya se dijo al principio, un Archipiélago inmenHO, que corre desde los 58 escasos, pasada la entrada de la Cruz hiislu los 48" en In entrada de Fiica, ex- tendiéndose consideniblcmentc al Kste, particu- larmente por el Archipiélago de la Princesa Real entre los 54 y 5)", y presentando ¡i la navegación europea un nuevo campo inagotable, bien para los proyectos comerciantes ó para los sistema» hidrográlicos: dejaremos por ahora examinar hasta dónde la imaginación ó los objetos políticos han desligurado la realidad en ambos puntos, y nos contentaremos con una atención prolija á las cualidades del suelo y de sus moradores. Sea cualquiera el origen de esta extraordina- ria intensión de las aguas, dependa ó no de una de aquellas grandes revoluciones del globo que apenas alcanza la sublime imaginación del hom- bre, no cabe duda á lo menos que la clase del suelo es una misma y bien semejantes entre si sus productos, si se atiende tan sólo á la peque- ña diferencia derivada del diferente grado de la- titud: nuestras vistas (i) desde luego manifesta- rán al examen del físico una estructura singular de costa desde la Ensenada de la Cruz hasta el Cabo San Agustín; pudieran seguirle luego las po- cas de los Capitanes Dixon y Meares para la parte que no hemos reconocido desde los 55 hasta los 50, y últimamente reunirles las que ahora hemos trazado de las tierras avistadas desde el Cabo Frondoso hasta la entrada de Fuca: todas concurren á demostrar, que bien sea al andar de la costa ó en el Archipiélago separado de la Reina Carlota, la composición de estas islas es de la misma naturaleza que adveitimos en Nutka; esto es, una piedra gra Mtosa, granulosa, varia en el color ya más osero y gris ó ya más blanco y compuesta de cuarzo, feldespato y cristalizaciones pequeñas y reunidas. Bien sea por efecto de las lluvias, del corto tiempo de esta revolución 6 de la misma corta extensión de muchas islas, ello es generalmente que la capa de tierra vegetal es bien corta á pesar que la formen al mismo tiempo al- gunas sustancias calcáreas ó fragmentos de las conchas, y la natural descomposición anual de las plantas que la fecundiza y negrea con mil especies de miriadts pútridas: el pinabete (pinus abm) parece sin duda el árbol preferente y más homogéneo á este suelo: se le encuentra con ex- ceso lozaní; en los puertos de los Remedios, Gua- dalupe y Bucareli; por los Sres. Cuadra y Artea- ga en el puerto Banks; en las Islas de la Reina Carlota por el Capitán Dixon, y en las inmedia- ciones de Nutka hacia el Norte y al Sur, por los (i) Don Felipe Bausa las ha representado con sU exactitud acostumbrada. ^i: -v--" 352 Ví\]P. ALREDEDOR DEL MVNDO muchos que han visitado aquellas costas; y es tanto más admirable la lozaní i de este árbol, cuanto que no pudiendo penetrar sus raíces sino á una cortil profundidad por efecto de la piedra inferior, ni le suministran todo el jugo nutritivo que fuera necesario, ni aun pueden conservarle firme por largo tiempo, desplomándose por con- siguiente con mucha facilidad y frecuencia. No siempre las partes más salientes de la costa se componen en este dilatado Archipiélago de islotillos frondosos y destacados, como al Sur de la entrada de la Cruz, al Norte de la de Fuca y probablemente en los canales de la Princesa Reíd: otras veces corno al pié del monte San Ja- cinto, en la entrada de Bucareli y en los extremos de las Islas de la Reina Carlota, se elevan desde la misma orilla algunos montes, los cuales, si bien sean también parte de otras islas y no carez- can de una frondosidad lozana, deben, sin em- bargo, causar un mayor grado de frío, así por su natural posición en paralelos más altos, como por la duración del hielo que ha de dilatar con su misma elevación. En los parajes en los cuales no se presentan inmediatamente á la orilla los .nontes altos, no dejan de descubrirse interiormente á muy poca distancia las serranías, aunque no tan elevadas como en la costa que acabamos de describir: son estas serranías entrecortadas, puntiagudas en muchas partes, con el aspecto natural de volcanes y á veces divididas en dos y tres hileras, y por lo común (á lo menos en el mes de Agosto) ya libres enteramente del hielo, si se exceptúa unf ú otra cañada en la cual no impidan su liqui- dación, o la poca concurrencia de los rayos dei Sol, ó la misma disposición, de las peñas á Iíls cuales esté asido el trozo de hielo: consultan- do los Diarios de las navegaciones hasta aquí conocidas, algunas propiedades singulares de esta costa pued^^n desde luego sentarse como se- guras, y son: primera, la existencia casi cons- tante d" las neblinas más espesas y más frecuen- tes que en el primer trozo descrito; neblinas que, ó bien sea la mengua del frío ó la multiplicación de las aguas inte';nas, á medida que va dismi- nuyéndose la latitud van condensándose más y m-'.s y haciendo al mismo tiempo más tranquilo el mar y más incierta la navegación: segunda, la alternativa, ó de los vientos del Non^este al Oes- te ó de los del Sueste y Sursueste; aquéllos claros, manejables y no frecuentes; éstos, nebli- nosos, incómodos y acompañados unas veces de calma, particularmente en el verano, otras veces con tempoi.iles fuertes, lo que sucede por lo co- mún en el invierno. La demasiada interr .pción de estos terrenos, 6 aislados ó rápidamente montuosos , deberá también arrastrar otro inconveniente de mucha monta, y este es ui falta de terrenos liaros y algo seguidos para el beneficio de las semillas, que tanto importa á la multiplicaciói, de nuestra es- pecie. Deberán, por consiguiente, sus moradores dedicarse precisamente á la pesca; deberá ésta suministrarles el único, ó á lo menos, el princi- pal sustento; y así podrá asegurarse de antema- no que no son estas costas, ni est paralelos del continente de la América, los que hayan algún día de ser el dulce asilo de una crecida sociedad civilizada (i). La Naturaleza sin embargo no ha desmentido aquí la grande harmonía que se admira en todas sus obras, y ya que el mar era un tropiezo con- tinuo para la subsistencia del hombre, f'^ au ■'eno mismo ha querido que se satisfacie'-.dn al mismo tiempo las dos necesidades esenciales del ali- mento y del abrigo: ni el pescador pudiera á la verdad extender sus deseos á otra situación que la que presenta este Archipiélago. La corta an- chura de los canales no expone á un naufragio sus débiles canoas y permite la pesca en todo el año: la multiplicidad de las costr.s aumenta la cría y concurrencia de los peces: es cómodo el traspaso de sus casas de una á otra parte, con el ingenioso ardid de amadrinar dos cant -i que su- fran juntas el peso y el tamaño de la tablazón; se consigue variar con facilidad de morada se- gún las diferentes estaciones; el lobo y la nu- tria suministran ampliamente para sus vestidos y para un comercio activo; las orillas inmediatas pr.>veen con abundancia, ó bien las plantas anti- sépticas que le > liberten del escorbuto ó los ar- icóles corpulentos de donde saquen canoas y utensilios para la pesca; finalmente, la misma extensión de la costa favorece admirablemente la reproducción de la especie, en cuanto puedan alcanzarla unas tribus pescadoras y por consi- guiente desparramadas. Hemos indicado al principio de este capítulo, que mirábamos como una verdad casi incontes- table ser del mismo origen y calidad los pue- blos habitadores de este Archipiélago y los que se han descrito del Príncipe Guillermo y puerto Mulgrave: 'jas^^ana recorrer la narración de los difei'entes viajes emprendidos hasta aquí para admitir esta aserción; y particularmente la des- cripción del Capitán Dixon de los habitantes de las Islas de la Reina Carlota (2), y los reparos del Capitán Meares al tiempo de visitar sus cos- tas de los 56" 28'. Pero estas reflexiones están pu- blicas y sería importuno repetirlas. Nos ceñire- mos, por consiguiente, á aquellas otras quede- (i) Seguramente en una época en la cual la sed de lo que esconde la tierra va cediendo al deseo de lo que produce su superficie, ó oxi,int;íiiertineiite ó ayudada de la mano benéf:';a del hoi brc, debe pare- cer muy distuntc la realización de la conjeturas de Mr. Carver cu'' ido habla de las nionl.las lírillantes. (2) Traducción francesa de este vi ie, carta 37, página 558, tomo II. ^■a mf CORBETAS DESCl'l.IRRTV Y ATREVIDA 353 las semillas, que iói. de nuestra es- te, sus moradores )esca; deberá ésta menos, el princi- rarse de antema- est paralelos del que hayan algún a crecida sociedad no ha desmentido se admira en todas a un tropiezo con- lombre, r"^ ou "eno facie'^.en al mismo esenciales del ali- cador pudiera á la otra situación que lajío. La corta an- ne á un naufragio la pesca en todo el costr.s aumenta la sces: e:í cómodo el i otra parte, con el dos cant ii que su- iño de la tabla;í;ón; dad de morada se- í; el lobo y la nu- ; para sus vestidos s orillas inmediatas en las plantas anti- escorbuto ó los ár- saquen canoas y almente, la misma ce admirablemente , en cuanto puedan doras y por consi- )iode este capítulo, rdad casi incontes- Y calidad los pue- hipiélago y los que Guillermo y puerto ' a narración de los )s hasta aquí para iculannente la des- 2 los iiabitantes de (2), y los reparos de visitar sus cos- sflexiones están pu- tirlas. Nos ceñire- lellas otras que de- ica en la cual la sed ediendo al deseo de cxi^intílncaineiite ó 1 hoi brc, debe parc- dc la conjeturas de niont, °ias brillantes, liste vi ie, carta 37, pendiendo de los viajes nacionales, aún no han visto la luz pública. Desde luego D. Juan de la Cuadra, en el puer- to de los Remedios, advierte no sólo los adornos del septum y de las orejas muy semejantes á los del Príncipe Guillermo, si también el labio infe- rior cortado y la misma especie de armas: en el puerto Bucareli, D. Francisco Maurelle halla los mismos monumentos fúnebres, armas, trajes, fie- reza, deseos de la adquisición de nuevos hom- bres, inclinación al robo y sobre todo el mismo adorno en las mujeres, del palo ó roldana elípti- ca colocada en el labio inferior (i); finalmente, los habitantes de Nutka enterándonos de las tri- bus limítrofes de los Nuchimases (2) hacia el Norte, las caracterizan c nstantemente por las del labio cortado, reconocen luego sus trajes, armas y cantos, confiesL.n su genio belicoso, y aun en sus costumbres manifiestan aquella uni- formidad que es inseparable del roce con otra nación. Con estos datos ya la aserción indicada no debe ponerse en duda, y podemos asegurar que á lo menos las orillas del mar, desde la ría de Cook hasta el paralelo de 52", están habitadas por una clase de hombres cuyo origen, costumbres y estado de civilización es uno mismo próxima- mente. No así con las naciones más meridionales, inclusa la confederación de Nutka, en la cual, si bien traslucen varias características de los pue- blos septentrionales, se halla sin embargo, en un grado más provecto de civilización, que ó bien sea efecto de un clima más templado, de unos vecinos más comerciantes y apacibles, ó final- mente, de un roce más repí.iido y duradero con los europeos, no puede ocultarse al que mira con alguna prolijidad sus costumbres: evitaremos ya el hablar de las disposiciones materiales de estos moiadoresj que los Sres. Cook y Anderson des- cribieron con tanta exactitud y verdad: son me- nos corpulentos que los que habitan más al Nor- te; su pié es desproporcionadamente chico, su ca- rácter belicoso y más bien fiero; finalmente, sus leyes sociales y particularmente la subordinación más bien establecidas. No eran sino muy limitados nuestros conoci- mientos en esta parte, y apenas hubieran podido pretender al sacrific'-. ae pocos momentos en su lectura, cuand<" en los últimos días de la demora de las corc.ias en el puerto, tuvimos la felicidad de CGuocer á los dos hermanos Nanikius y Nat- zapí, cuñados de Macuina, y el segundo última- mente viudo de la hija del Jefe Nuchimás, y por consiguiente admitido en Lre aquellos pueblos á la (i) Los Diarios originales de uno y otro viaje, están en nuestro podeif y si han consultado. (a) Se hablará muy luego extensamente de esta nación importante. clase de Tahi ó Primate: entrambos son jóvenes, y Nanikius no tendrá más edad de diez y seis á diez y ocho años: en sus ojos, en su porte, en la inclinación al roce con los europeos, y en la faci- lidad de entender y hacerse entender estos dos henrianos, dejan traslucir una tal perspicacia, un carácter tan humano y una docilidad tan pronta á las ideas nuevas, que seguramente pudieran considerarse con facilidad, como los reformado- res de estas naciones si los europeos coadyuvasen á esta útil reformt;. El acaso como en otras muchas or^siones, dio lugar á que Nanikius, á bordo de la Atrevi- da, desplegase los primeros rastros de su perspi- cacia: tenia inmediatos papel, pluma y tintero, :il tiempo que le daban una taza de té (i): em- pezó á señalar con algunas rayas la posición in- terna de algunos canales, y como ya supiésemos por los de nuestra colonia la segura existencia de las lagunas de los Nuchimases, la curiosidad de parte de los Oficiales y el natural deseo de produ- cirse en Nanikius, muy luego dieron á la conver- sación un mayor grado de interés: el joven ex- plicó distintamente esta parte importante de la Geografía; y como en esto manifestase á cada paso nuevos grados considerables de inteligencia, D. José Bustamante me lo advirtió; y ya ni en una ni en otra corbeta nos descuidamos en apro- vechar todas las ocasiones de atraerle y pregun- tarle; concurriendo últimamente el mismo Nat- zapi para confirmar separadamente las ideas que habíamos bebido de su hermano. Si no fuese al mismo tiempo impertinente y difuso manifes- tar los medios ó rodeos por los cuales alcanza- mos la inteligencia recíproca de las ideas si- guientes, no titubearíamos en producirlas, tanto más que de ellas refluiría un debido elogio á aquellos Ofic.ai'^'i que más se esmeraron en estas pesquisas: puede sin embargo, estar seguro el que recorra estas hojas, que ni nos henos des- cuidado en lisponer las preguntas de modo que no alucinasen á los dos hermanos, ni en recibir y confrontar las respuestas para que nos -aparta- sen de toda idea Je c'stema; y que as: tenemos la agradable confianza de que no se confundan nuestros progresos científicos en estas indagacio- nes con las comunes de los viajeros, que prefie- ren á la verdad el deseo de agradar. La confederación de Nutka, no excede el nú- mero de 4.000 individuos, según p'jdieron infe- rir después de un examen prolijo los Tenientes de navio Espinosa y Cevallos, habiendo recorrido con las lanchas todos los canales internos; no se extiende su ter -itorio más allá del terreno reco- nocido por los mismos Oficiales; y son sus limi (i) El uso de tomar té está, bastante introducido entre estos Jefes; los Capitanes Colnet y Kendrik, han contribuido mucho & ello: no gustan tanto del vino, que comunmente llaman agua de España. 4& H- 354 VIAJB ALREDEDOR DEL MUNDO trofes hacia la punta rompiente, los pueblos Izcuates, dependientes probablemente á.' Wica- nanish (i); otras tribus hacia el Norc^.ste ó el Cabo Frondoso, cuyas circunstancias no nos fué fácil acertar, y finalmente, á la espala.T los Nuchimases, cuyo número y poderío pare- cen muy superiores á los de Nutka: esta voz no denota sino Archipiélago en general; es pro- bable, sin embargo, que de ella deriven su nom- bre estas tribus confederadas, pues jamás le ol- mos otro alguno hablando de sí mismos. Reconocen todos un mismo Jefe, cuyos privi- legios son grandes; le son inferiores ó subordi- nados los Jefes de los otros distritos ó rincona- das (2), los cuales, sin embargo, tienen un nú- mero determinado de subditos que les obedecen en las operaciones particulares de la sociedad, debiendo sólo reunirse para la causa común de la defensa ó del ataque de sus enemigos: estos Jefes subalternos, bien sea casualidad, constitu- ción ó política derivada tal ve^ de unas gutrras anteriores y sangrientas, están enlazados entre sí por medio de los matrimonios, y es probable que bien decidida la autoridad suprema, sirva esta reunión para conservar el buen orden y no multiplicar con nuevas incorporaciones el núme- ro de los primates: la autoridad suprema reside en poder de Macuina (3), el cual, por su parte, preside á las rancherías del fondo de la Tasis y á las que están esparcidas en la isla grande, que comprende el puerto de Yucuat (4): son tres los Jefes subalternos, Natzapi, Tlupananulk y Ca- lacan; bien que muerto este último por el Piloto Comandante de la fragata Princesa (5) al tiempo de establecerse en Nutka, no sabemos en quién ha recaído esta parte de dominio que Tlupa- nanulk apellidó todavía con el nombre de Ca- lacan. Estis familias fonnan la clase de los TaJiis 6 Grande:., destinada á gobernar la plebe que distinguen con el nombre de Mkliimis: la legis- lación y la religión concurren á hacer más deci- f^^.a esta diferencia; y así, ni la subordinación desmaya, ni el deseo del mando acarrea nuevas (ij Consúltese el viaje del Capitán Meares: Tlu- pananulk, ii la verdad, dijo ;1 los Oficiales Comandan- tes de las lanclias, que pertenecía d Wicananish el fon- da ó recodo más Kste de nuestros reconocimientos; pero os probable que entendiese hablar de los terre- nos que están á su espalda. (2) Visto el plano de estas inmediaciones, no pa- recerá impropio esta voz do rinconadas. (i) El Capitán Meares le llama Maquilla: llama Callicun al que nosotros apellidamos Calacan. (4) Este puerto es el Triendly Cove del Capitán Meares, en donde está en el día nuestro estableci- miento. (5j Estamos bien distantes do querer justificar la conducta del Piloto Martínez en esta ocasión, pero por los informes accidentales de Natzapi, á ia sazón presente, vemos que el Capitán Meares ha recargado ette hecho con unas adiciones no necesarias. discordias: en unas tribus débiles, pescadoras y constituidas á guerrear con frecuencia, no debe tampoco parecer extraiio que llegado el Jeje á una edad incafiaz de dirigir con el brazo, el valor y el ejemplo las acciones públicas, entregue el Gobierno al hijo: no pudiéramos asegurarlo así C". Macuina, porque creemos no viv:: su padre; pt' T seguramente Anapi, padre de Natzapi y el padre de Tlupananulk, que vino á bordo confun- dido C0.1 los Michimis, no disfrutan ya ni de la autoridc:d ni del respeto que en el día se tribu- ta á sus hiji.^s: tampoco pudiéramos acertar si las hembras pa.rticipan del derecho de sucesión, bien que es probable que no sea así, si debemos juzgarlo por el poco aprecio que merece entre ellos esta agradable mitad de nuestra especie: extinguidas las familias de los Tahis, la elección de otra nueva línea dominan e pende del voto común de los Michimis, y combinado éste, inme- diai imente recaen en ella todos los fueros de la soberanía y del sacerdocio que deben distinguir esta clase preciosa: ignoramos, sí, cuál es la es- pecie de regencia que tomará las riendas del go- bierno, cuando el heredero presuntivo, muerto su padre, no tuviese aún la edad y calidades nece- sarias para el msndo. Sea esto como fuere, estos pueblos veneran los Tahis, y en el respeto y subordinación que lodos profesan á Macuina, como asimismo en la propiedad y gobierno de éste, resplandece sin duda un adelantamiento de la sociedad, que en nuestras ideas mal pudiera combinarse ó con su subsistencia ó con su desnudez (i). El ca- rácter de Macuina no es en el día fácil á desci- frarse: su genio parece al mismo tiempo fiero, sospechoso é intrépido; pero deben enturbiar mu- cho al curso natural de sus inclinaciones, por una parte las ansias de los europeos para cauti- var su amistad, un tesoro amontonado en pocos años, las discordias acaecidas entre los mismos europeos, y tal vez la sugestión de unos ú otros para conseguir el monopolio de las pieles; por la otra, la debilidad de sus fuerzas, los escarmientos sufridos, la utilidad del comercio y la demasiada frecuente concurrencia de buques europeos en aquellos contomos. La personíi de este Jefe no corresponde á su dignidad: es bajo y macilento, bien que de una constitución nerviosa y la musculación abultada: atribuía su actual estado macilento á la escasez de alimento desde que había debido abandonar el puerto de Yucuat, y recordaba, no sin dolor y valentía, al Comandante de la Atrevida, el tiempo feliz en el cual él solo se atrevía á arpo- near una ballena, gozando entonces de una salud '!^ ' (i) .No usan el taparabo come los ru' '. ns naás septentrionales: las mujeres, sil) t.f burfi:o, v'Si'.a cou mucha decencia. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA !scadoras y a, no debe [) el Jeje á zo, el valor entregue el gurarlo así su padre; ¡atzapi y el do confun- n ya ni de lía se tribu- acertar si e sucesión, si debemos lerece entre ra especie: la elección e del voto éste, inme- fueros de la n distinguir uál es la es- ndas del go- D, muerto su idades nece- )los veneran linación que mismo en la jlandece sin ;dad, que en narse ó con (I). El ca- fácil á desci- tiempo fiero, ¡nturbiar mu- aciones, por s para cau ti- ldo en pocos ■■ los mismos unos ú otros pieles; por la escarmientos la demasiada europeos en esponde á su 1 que de una ion abultada: I á la escasea lo abandonar o sin dolor y ATREVIDA, el revia á arpo- de una salud ru'-'.ios más To, V si'.n con k. ■'..fL 355 y robustez poco común (i). Es una cuestión muy vertida si sea ó no caníbal; y puede imaginarse que no nos hemos descuidado en indagar esta verdad, tanto más que en nuestro establecimien- to todos estaban firmemente convencidos que lo era, y le habían reconvenido diferentes veces: una digresión sobre este punto no desagradará tal vez á los que recorran estas hojas, mucho más, después que el Capitán Meares le ha trata- do con método y prolijidad, alegando razones positivas para decidir el hecho. El Capitán Cook, quien reconocía con ojos realmente filosóficos las costumbres de las na- ciones que visitó, debió extrañar desde luego el mucho número de huesos, cráneos y manos hu- manas que le presentaron por diferentes ocasio- nes para cambios: sin embargo, combinando úl- timamente el carácter de estos naturales, infirió sí, que trataban á sus enemigos con un grado brut! ! de crueldad no diferente del que se ad- vi''.te en todos tiempos y en todas partes e:i el ' ombre no civilizado; pero no creyó que por esta razón se les pudiese acriminar con una inhi ma- nidad extraña que los guiase á alimentarse Je la carne humana por solo antojo. Este fué el concepto que conservaron después estos pueblos, y seguramente sobre este solo con- cepto se aventuró á quedar entre ellos Mr. Mac- cay, dependiente de la expedición de Mr. Strange en el ano de 1786: la suma escasez que hubo á la sazón en Nutka pareció dar nuevo peso á esta idea: Maccay fué asistido con la posible abundancia, y no sólo jamás notó el proyecto de comerle, sino que no advirtió tampoco que en este estado ni Macuina ni los otros Jefes se va- liesen de este recurso inhumano (2). Sin embargo, en el año siguiente, el Capitán Meares tuvo nuevos motivos para revivir la cues- tión, y decidió sobre los informes de Anapi y Callicun y sus mismas observaciones, que á lo menos Mi'.cuina era caníbal, y que le acompa- ñaban á este hórrido convite mensual los demás jefes de las Iríbus, La V07 común en nuestro establecimiento era próximamente la misma; y esta idea esparcida probablemente al tiempo de concurrir allí la Ifi- genia, el Argonauta, el Ladi Washington > la Columbia, lograba ya mayor vigor con la decla- ración que hacían les diferentes niños vendidos en varias ocasiones á bordo de la fragata Concep- ción: decía uno de éstos, que efectivamente Ma- cuina gustaba de la carne humana, y que la elec- (i) Don Tomás Suria ha tenido especial acierto, así en el retrato de este Jele, como ái' todos los de- más que ha formado en Nutka. (2") Debe inferirse así, porque seguramente el Ca- pitán Meares no omitiría un punto tan importante en su artículo Story 0/ Mr, Maccay, tanto más que condu- cía á probar la calidad de caníbales á Macuina y sos súbditoii. ción del niño para este horrible banquete depen- día de la dirección de su mano, estando con los ojos vendados, pero no hacía memoria alguna ni de las ceremonias que indica el Capitán Mea- res, ni del uso de hombres adultos, ni de la asis- tencia de los demás Jefes: nuestros Oficiales ya le habían reconvenido y aun amenazado, man- teniéndose él, sin embargo, tan constante en ne- gar este hecho, como los nuestros en creerlo positivo. Con estos antecedentes ya nuestras nesquisas sobre este asunto parecían á lo menos fáciles, y el haberlas por consiguiente omitido sería en nosotros tanto más culpable cuanto que (séa:""os permitido el decirlo así) nos lisonjeamos aún por el honor de nuestra especie de ver de nuevo reducida la cuestión á los límites que le había prefijado el Capitán Cook. Desde luego las primeras indagaciones nues- tras nos convencieron que no había otros datos hasta aquí para acriminar á Mac: ina este delito extraño, sino una relación sencilla del niño (de edad de ocho á nueve años) cuya interpretación era dudosa: diferentes visitas á su ranchería des- de el Establecimiento de nuestro fuerte, jamás habían proporcionado el menor indicio, ó de la existencia de este terrible repuesto de víctimas, ó de los fragmentos de un sacrificio reciente de esta misma especie (i); finalmente, cuanto más iban conociendo el carácter amable de los demás je- fes de la nación, tanto más se veían dispuestos á eximirlos de esta nota inhumana, y por consi- guiente, á agregar la de singular á este cruel apetito le Macuina. Ig'Mi éxito tuvieron nuestras pesquisas con los naturales; preguntado el joven Teyocot, cuñado de Macuina, cuáles eran los alimentos de este Jefe, satisfizo siempre con ceñirse á los peces, venados y yerbas ó raíces, sin que jamás ni remo- tamente nombrase la carne humana; Nanikius. que al principio había respondido afirmativa- mente á nuestras preguntas, muy luego nos con- venció que las había entendido mal, y repugnó con horror hasta la idea de semejante convite: finalmente, Natzapi, con quien hicimos por largo tiempo una triste memoria de la venida del Ca- pitán Cook á Cv"tc puerto (2), nos aseguró que las nanos, cráneos y huesos presentados á bordo ^i) Pudiera agregarse que el señor de Ingraham, Piloto de la Columbia, describiendo en una carta al Piloto Martínez todo lo que haL'a observado entre estos naturales en el largo tiempo de un invierno, no demuestra ni la menor sospecha de esta horrible in- clinación de Macuina. (2) Natzapi, aunque á la sazón joven de solos trece á catorce años, tenía muy bien en su memoria varios trances de aquella expedición: la casa y ranchería vi- sitadas por el CapiWn Cook, fueron las de Calacan: reconoció el retrato del Capitán, nombró por sí al Ca- pitán Clerhe, y manifestó su creencia de que el Te- niente King fuese hijo del Capitán Cook. 5-1 4' tt: 336 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO de la Resolución, no eran sino fragmentos de ios cadáveres de sus enemigos, y que no serian ex- trañas las señales en las manos de una ú otra mordedura, porque los Michimis enfurecidos so- lian á veces saciar de este modo los impulsos harto vehementes de su furor: pero ni él ni Ma- cuina serían capaces de hacer un banquete de la carne humana, idea que le chocaba extremada- mente, obligándole con frecuencia á usar de la voz Pishek, Pishek: malo, malo; y aun á decir á Macuina (quien poco después se halló por casua- lidad con él á bordo de la Descubiert\) cuáles eran las injustas sospechas que de él habíamos formado. Por otra parte, no se advirtió jamás en los Michimis, la menor señal de aborrecimiento ha- cia este Jefe , antes bien en la excursión de las lanchas á los canales internos, los Tenien- tes de navio Espinosa y Cevallos, no pudieron dejar de admirar la complacencia con la cual respondían de algunas canoas, que eran subdi- tos de Macuina; estos mismos Oficiales visitan- do su casa, armería (r), tesoro y mu' ve, no advirtieron ni el menor rastro de fragme. ., ■■ manos; finalmente, la venta continua á la cepción de uno ú otro muchacho por cosas : muy poco valor, y el plazo de algunos días que necesitó últimamente (según voz común) para adquirir la sola niña que vendió á nuestra pre- sencia, todo parecía convencemos que eran algo precipitadas las aserciones del Capitán Meares, sobre esta calidad de caníbal. Nos lo convenció aún más un análisis de las razones sobre las cuales este Capitán apoyaba su concepto: la primera, de la confusión de Ma- cuina al tiempo de presentarle la mano y anillo del infeliz Mr. Millar, del .'.(¡¡tila Imperial, mal pudiera atribuirse á él haber él mismo sido par- ticipe de sus carnes, cuando aquel asesinato acaeció en las costas de otro dominio: la decla- ración de Anapi y Callicum., es difícil de com- binarse con el carácter humano que el mismo Capitán Meares atribuye á lo menos ai segundo; y seguramente, si debiésemos juzgar por las apariencias, debía parecer más probable que se alimentase de carne humana quien descansaba su cabeza sobre un canasto de fragmentos huma- nos, que no quien chupaba la sangre de una he- rida propia, aunque pareciese saborearse con ella: últimamente, el vanagloriarse Macuina de la reciente celebración de uno c' estos banque- (i) Debe imaginarse cuál sería la admiración de los dos Oficiales, cuando en esta visita encontraron i la puerta do Macjina un armero con 16 fusiles, custodiados por un Michimi que descansaba sobre el arma: dos vidrieras, muchos útiles de hierro, una cantidad indecible de abalorios, botellas, planchas do cobre, etc., formaban el tesoro que Macuina des- plegó en esta ocasión con mucha complacencia, á la vista de nuestros Oficiales, tes, > el atribuir repentinamente esta calidad de caníbal á todas las tribus de Nutka, excepto el benéfico Callicum, no podrán jamás combinarse ni con el hambre que presencia Mr. Maccay en el invierno del 86, ni con el manantial ó depó- sito de tantos esclavos que debiera precisamente suponerse. Pero, es tiempo ya de terminar esta digre- sión, la cual, desde luego parecería tan difusa como impertinente, si no tuviese por objeto la importante justificación de nuestra especie, y al mismo tiempo no pudiese alegar en su favoi igual grado de probabilidad, á lo menos al que hasta aquí llevaba consigo la opinión contraria: el filósofo moral que halla en los hechos har- moniosos de la Naturaleza todo lo que conspire á nuestro bienestar y á nuestra multiplicación no se complacerá tal vez en recorriendo estos renglones y el plazo á lo menos dilatado, para admitir una verdad tan ignominiosa á nuestra es- pecie, le recordará que hemos luchado siquiera á favor de la humanidad, y que entre las dudas hemos preferido este concepto al natural anhelo de todo viajero de distinguirse con nariuc'ones maravillosas. Existe entre los pueblos de Nutka un Código penal, depositado al parecer, en la tradición ge- neral y en la autoridad de los Tahis, del cual hemos podido rastrear con certidumbre las si- guientes leyes. I." El que mata á otro, expía su delito con una prisión de diez días; pero la reincidencia en este delito se paga irremisiblemente con la vida. 2." Al ladi"ón le cortan el pelo y los dedos de las manos, le hacen cortaduras en la cara y con estas señales inextinguibles de infamia le destie- rran como indigno de vivir en la sociedad. 3." El aJ'lterio se castiga en el hombre con la muerte, modificándose este castigo en las mu- jeres á cuatro días de reclusión: si el adúltero es algún Jefe y la adúltera mujer de otro Tahi, se juntan el ofensor y el ofendido, se injurian de palabra y se separan luego para siempre. Pudiéramos añadir á estas leyes, que Natzapi nos aseguraba no haber ejemplo de un adulterio entre los Tahis, que parecía igualar en la cla- se de delitos la muerte de un Tahi, con la de un Michimi, y que no alcanzamos á descifrar si Macuina solo, todos los Jefes ó todo el pueblo, eran los depositarios de la potestad legislativa, si acompañaban á estos actos de justicia, ó los preliminares necesarios para la evidencia del de- lito ó las señales sucesivas del escarmiento y de la infamia; y si atento á las gueiras frecuentes en que se hallan envueltos, existia también entre ellos un Código militar, referido especialmente á la poca puntualidad ó á la inobediencia en tomar las armas, y á la cobardía ó fuga en el tiempo de la pelea, calidad de excepto el combinarse Maccay en ial ó depó- ecisamente esta digre- tan difusa )r objeto la specie, y al ■en su favor énos al que n contraria: hechos har- ue conspire tiplicación endo estos atado, para á nuestra es- lo siquiera á e las dudas Ltural anhelo nariuj'ones n :a un Código tradición ge- lis, del cual ubre las si- u delito con ncidencia en ; con la vida. los dedos de a cara y con niale destie- ñedad. 1 hombre con ;o en las mu- i el adúltero e otro Tahi, , se injurian siempre. que Natzapi un adulterio ir en la cla- li, con la de I á descifrar do el pueblo, 1 legislativa, isticia, ó los encia del de- rmiento y de s frecuentes imbién entre ipecialmente lediencia en • fuga en el f CORBETAS DUSCUBlüRTA Y ATKliVIDA 337 A la verdad, en unas naciones naturalmente dispuestas á la guerra y que beben con la leche el odio de sus enemigos, la subordinación á sus Jefes y aquel instinto militar que depende ó de la propia debilidad ó del cebo de la venganza, es bien probable que las leyes debiesen más bien dirigirse á refrenar, que á hostigar el furor mili- tar, cuyos excesos son luego harto patentes en el fin trágico que está destinado á todo herido ó prisionero. No será tampoco muy frecuente en nuestro entender el uso de las otras leyes criminales: lo aseguraban asi Natzapi y Nanikius, y desde luego la mansedumbre de estos naturales al tiempo de concurrir al mercado, la repugnancia de las mu- jeres á cohabitar con los europeos; la reunión de los pocos Jefes entre sí, y la subordinación de los Michimis, respondiendo inmediatamente cada uno á qué jurisdicción pertenece, pueden dar no poca fuerza á esta aserción. Y á la verdad, debe pare- cer bien extraña á un filósofo desapasionado la comparación de lo que se advierte en este puer- to (i) con lo que pasa por lo común eu nuestros puertos de Europa. Aquí, rodeada la embarca- ción de canoas con los mismos efectos de venta, y. con los mismos deseos de cambio, atracando indistintamente todos con una especie ds cascos sumamente endebles, cuyos choques son precisa- mente frecuentes, se advierte sin embargo, un silencio, una harmonía, una quietud que nada puede interrumpir, y bien se concluya el contra- to ó la concurrencia de muchos haga que se pre- fiera después un segundo contratante al primero; la misma diferencia, 'a misma humanidad se de- jan ver en todas las Ovasiones: al contrario, en los puertos de Europa a^^enas hay dos botes de transporte al costado de un buque, apenas se to- can recíprocamente, sin daño alguno, cuando los gritos de una rivalidad indispensable se dejan oír por todas partes, y aun le sigue no pocas veces una ofensa civil que exige la intervención de la ley criminal (2). Deben sin duda concurrir los principios de la religión á la solidez y perseverancia de esta conducta: nuestras pesquisas en esta parte fue- ron bien felices, partiendo, según costumbre, en las preguntas de las ceremonias ó ritos que acompaian los funerales, y dirigiéndonos des- pués a la creencia ó supersticiones que los diri- gen (3). (i) a la conducta de los naturales en esta parte, l)i\ede muy bien apropiarse todo lo que hemos dicho anteriormente de los habitantes del puerto Mulgravc, (a) Esta mansedumbre y harmonía general nopudo evadirse de las miradas filosóficas del Capitán Cook. (3) Este método de penetrar en los arcanos de las diferentes religiones nos ha parecido el más expedito y oportuno: las ideas de la suerte venidera están tan ligadas con las pompas fúnebres, y los deberes socia- les tan naturalmente explayados en esta crisis terrible Son solemnes las pompas fúnebres que acom- pañan la muerte de Macuina (i): un llanto uni- versal de los Tahis y Michimis, interrumpido á veces de un canto lúgubre, es el primer tributo que consagran á su memoria sus antiguos subdi- tos: acuden inmediatamente al Tasis convidados los pueblos vecinos de los Nuchimases; el cadáver permanece en la casa por cuatro días; un Tahi le llama frecuentemente, y como no responda, se dispone ya al cuarto día su conducción al Conu- ma (2); los canales internos dan lugar á que haya en esta conducción la mayor solemnidad: cuatro hileras de canoas, dos á la derecha y dos á la izquierda, acompañan la canoa que sirve de féretro: el canto es continuo y lúgubre (3): no hay iii víctimas ni ofrendas de comestibles: lle- gada al Conuma la comitiva, se le llama nueva- mente, y á la falta de respuesta sigue luego el cerrarle entero en una caja sin otra ceremonia alguna, y finalmente, el elevar la caja en alto dejándola próximamente en la misma posición de las de puerto Mulgrave. Macuina entre tanto, rodeado de fatigas y de peligros, con un sumo cansancio y sin comer cosa alguna, se dirige hacia el Sol, á donde no llega sino al noveno día después de su muerte, y allí encuentra nuevamente su cuerpo que ha per- manecido otros cuatro días en Conuma, y luego ha sido llevado casi instantáneamente al Sol: reunidas nuevamente las dos sustancias, se pre- senta á todos sus antepasados, que le reciben amistosamente y le saludan con la voz común Gtuicash, Guacash Maciuna: se olvidan todas las pasadas ofensas; aun el que hubiese muerto á Macuina, al llegar es recibido por él como ami- go, y allí residen eternamente todos en una paz duradera y gozando una salud robusta. No es igual la suerte de las mujeres de los Tahis: van, si, al Conuma, pero no alcanzan el Sol, y per consiguiente, no vuelven á cohabitar con sus múridos, oien que estando en paraje no distante tienen éstos la satisf£--ión de oirías cantar de tiempo en tiempo, y hacer con esto dulce memoria de la pasada fé conyugal (4): un de la Naturaleza, que puede muy bien considerarse como el centro de las ideas de lo pasado y de lo ve- nidero. (i) No nos atreveremos á asegurar que sean las mismas para los demás Jefes subalternos. (2) La posición del Conuma en la rinconada de Tlupananulk puede examinarse en nuestros planos; y nunque esta voz en el idioma nutkefto no signifique po- sitivamente sino monte, aquél, por antonomasia, se distingu"? con este solo nombre. (3) Decía con mucha gracia Nanikius que canta- ban en esta ocasión en el mismo modo en que en los buques del Rey cantamos ía Su/re Virgen pura: canto que él había oído sin duda á bordo de la Concepción. (4) Natzapi, quien últimamente había perdidn su segunda mujer en un viaje emprendido á los Muchi- mases, nos decía que en aquel momento la estaba oyendo cant&r. .'.ig \1 '.77'j-^_\ .^--T Tíí^asStr' mm ■■p 358 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO U-.. 4M.Í li-' , olvido dimanado de este atropcUamientode ideas nuevas y tai vez de la estr, .íícz del tiempo, nos hace ahora echar de menos con mucbc. sentimien- to el detalle de las funciones de las mujer , en los funerales de Macuina. La diferencia advertida hasta aquí entre los Tahis y los Michimis, sobresale aún más cr? Ip.j materias religiosas: al Michimi muerto, después de la formalidad de llamarle repetidas veces, se le hacen algunas cortaduras en la lengua y en el vientre, se le sobrepone una .;«miseta ó estera y se entierra en paraje separado (i): el cadáver permanece siempre en la tierra alimentándose de gusanos y de piojos; la sustancia espiritual es la que vuela al Sol y disfruta allí de una perfecta igualdad von los Tahis, concurriendo siempre á recibir y abracar los recién venidos (2). Lo que parece extraño en esta parte tan im- portante de la religión, es la ninguna distinción que se hace en la otra vida de los buenos y de los malos, lo cual nos confirmaron entrambos herma- nos en muchos modos nada equívocos, depen- diendo, por consiguiente, la suerte de cada uno de la clase que tenga en el mundo. Hasta aquí llegaron nuestros conocimientos religiosos, no siéndonos posible rastrear cosa al- guna relativamente á las ideas de la Creación, de la Providencia, de la Justicia, etc., adictas al Supremo Hacedor, ni mucho menos del objeto, ritos y ofrendas del culto. No adoran las sombras de los Tahis, no el astro del día, ni la Luna; no la imagen de sus antepasados que representan pru'cablemente los figurones de los postes y de lasmíscaras: no temen, al parecer, ni la voz del trueno, ni los accidentes inopinados, ni los mis- mos agüeros; y por lo que pudimos deducir, sus principios religiosos, desentendiéndose de lo pa- sado y de lo presente, parecen ceñirse sólo á lo venidero. Estas averiguaciones, sin embargo, á pesar de su importancia, novedad y multiplicación, no nos distrajeron tanto que no aprovechásemos los talentos de Natzapi y Nanikius para otros obje- tos no menos importantes; y eran éstos la divi- sión del tiempo, el origen de estas naciones, las obligaciones y fueros domésticos de cada uno, sus combinaciones mercantiles, y la geografía inter- (1) Los Sres. Espinosa y Cevallüs visitaron en su excursión con las lanchas la Isla de los Cementerios, y vieron allí varios cadáveres de Michimis cubiertos con una estera y acomodados parte en el suelo y par- te en unas canoas medio enterradas: la canoa para un pescador es tan honorífica como la espada para un militar. (í) Nos quedan algunas dudas en esta parte; por- que si bien se dedujo do Natzapi que los Michimis muertos se alimentaban de gusanos y piojos, yque sin embargo, se presentaban en el Sol al recibimiento de Micuina, la división de las dos sustancias es un arbi- trio nuestro para reunir estas ideas combinado sí con «•; viaje de los nueve días al Sol. na del país contiguo de los Nuchimases: descri- biremos las ideas adquiridas en estos ramos, con la misma sencillez que hemos procurado seguir hasta aquí. Los nutkeños dividen el tiempo en meses lu- nares, diez de los cuales forman un Sol, cuya du- ración está derivada al parecer del tiempo del embarazo de la mujer; la división del día depen- de enteramente del Sol y aun más de la pesca, anticipíndose ó atrasándose las horas de la co- mida y del reposo, según lo requieran las ocu- rrencias y necesaria calidad de la misma pesca: como estos naturales no exceden en su numera- ción de diez, les es difícil expresar los números mayores sin algún auxilio material ó de los dedos ó de otros datos semejantes: así nos manifesta- ban sus edades, contando siempre como se ha dicho, por Soles compuestos de diez lunaciones. Estas nociones bien escasas é incómodas en cuanto á la importante división del tiempo, no nos hicieron, sin embargo, desmayar sobre las pesquisas del origen de estos naturales: halla- mos que la ignoraban enteramente , si debiese atenderse á una tradición segura, pero sí el hábil Natzapi nos aseguró, sin recelo de duda, que su ascendencia hasta tres generaciones había perma- necido en el Tasis, se perdió luego en las épocas más distantes, á las cuales queríamos hacerle re- troceder, é indicó su persuasión de que los pobla- dores habían venido del Norte (i). Mucho mayores fueron nuestros progresos por lo que toca á los derechos domésticos: la poligamia está permitida á los solos Tahis, limi- tada sin embargo al número de cuatro mujeres, y justificada por Natzapi su necesidad de la cos- tumbre de no usar de las mujeres que crían, y de repugnarles las muy adelantadas en el embau-azo: nos contaba el mismo Natzapi, que cada mujer duerme con su estera en uno de los cuatro án- gulos de la pieza, y que el marido visita á su al- bedrío una ú otra, usando sí en estas ocasiones no sólo del silencio, de la oscur dad y del pudor, si también de aquellos halagos que precedidos del amor conyugal nos distinguen aun en este caso de los brutos: Natzapi en el día no tenía sino una sola mujer; encarecía mucho su amor por ella y sus prendas personales; y seguramen- te, el detalle que nos dio de las lindas proporcio- fi) Si quisiéramos hacer para la persuasión del que recorra estas hojas, una fiel relación de los mé- todos que nos han guiado i desenvolver estas ideas, sería este un objeto harto difuso y á veces ridículo, aunque instructivo: la sagacidad de D. Antonio Tova dictó para el alcance de estas ascendencias la repe- tición i Natzapi de la unión del hombre con la mujer; del embarazo de ésta, del sucesivo nacimiento, adolescencia, etc., por cada generación: los padres y el hijo, se representaban después con objetos ma- teriales, y se ponían aparte en una mesa grande: en el Diccionario se han comprendido las voces de abue- lo, bisabuelo y tatarabuelo, que usan los naturales. ilíi- k CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA J59 lases: descri- os ramos, con Lurado seguir en meses lu- Sol, cuya du- el tiempo del el día depen- de la pesca, iras de la ce- eran las ocu- misma pesca: n su numera- r los números ó de los dedos os manifesta- como se ha ez lunaciones, incómodas en el tiempo, no lyar sobre las tárales: halla- te , si debiese pero sí el hábil : duda, que su s había perma- I en las épocas nos hacerle re- : que los pobla- tros progresos domésticos: la los Tahis, limi- latro mujeres, y dad de la cos- que crían, y de sn el embarazo: [ue cada mujer los cuatro án- } visita á su al- istas ocasiones ad y del pudor, que precedidos n aun en este 1 dia no tenia nucho su amor ; y seguramen- idas proporcio- . persuasión del Lción de los mé- Iver estas ideas, á veces ridículo, ). Antonio Tova idencias la repe- hombre con la isivo nacimiento, ición: los padres con objetos ma- esa grande: en el ; voces de abue- los naturales. nes de su cuerpo, de la finura de su tez y de la blancura de su color, no desmiente las ideas de la hermosura que comunmente se han admitido en Europa. No pudiéramos determinar si está admitido el repudio, pero debemos creer que no rija esta costumbre donde ni las mujeres faltan á los de- beres conyugales, ni en la elección se oyen otras voces que las del instinto, desentendiéndose por consiguiente de la desigualdad de clases, de la cantidad del dote y de la posibilidad de combinar una excesiva diferencia de edades. No fueron tan frecuentes nuestras visitas á sus rancherías que nos proporcionasen exami- nar distintamente la suerte de las mujeres ar cu- nas, el grado de aprecio de las que no son favo- ritas, el grado de amor con que miran los hijos según el favor particular de que gocen á la sazón sus madres, finalmente, ó los derechos de estas mujeres (i) en la república ó los límites de es- tas elecciones de los Tahis en la clase de los Michimis: pero los Tenientes de navio Espinosa y Cevallos, quienes fueron presentados por Ma- cuina á su favorita (2), conocieron sin embargo en aquel Jefe en esta ocasión una mezcla grande de amor y consideración hacia su mujer y al mismo tiempo un caudal no indiferente de celos, aunque según confiesan, en aquel momento no dejasen de sentir la agradable sorpresa de una hermosura tan perfecta como no esperada. Ni era Macuina quien ocultase estos impul- sos de sus celos, cuando le instábamos que vol- viera á establecerse en Yucuat, á poca distancia de nuestras casas, respondía con mucha pronti- tud que muy luego los nuestros intentarían vio- lar los derechos conyugales, aunque nuest."?s Je- fes, con el ejemplo y los castigos, procurasen su- jetarlos, y que así, prefería la incomodidad y estrechez de la vida actual, á este riesgo evi- dente. No advirtieron nuestros Oficiales en la visita indicada, otra persona preferida en la casa de Macuina, bien que no habiendo allí á la sazón (i) Si como es probable era la mujer de un Tahi la que dio los golpes y un Michimi el quo los recibió A la vista del Capitán Douglas de la Ifigenia en las in- mediaciones del Cabo de la Cruz, ya este hecho no nos suministrará la idea de una costumbre bien extra- ña en estas costas. (2) Hé aquí la pintura que en su Diario dieron es- tos Oficíales del citado encuentro agradable: a El Cacique nos presentó á su mujer, cuya bella figura no nos sorprendió menos que »•'. centinela y los fusiles: tendrá como veinte años de edad y se distinguía entre otras muchas por su color blanquísimo, del propio modo que por la delicadeza y la proporción de sus facciones: si después de una navegación dilatada se pudiera Juzgar de la hermosura con rectitud, nos atre- veríamos á decir que esta graciosa muchacha excede en belleza á las heroínas de novela, tales como nos las hacen concebir los prestigios de la poes'a y la imaginación de los poetas. sino algunas ancianas, la comparación era preci- samente defectuosa. En la segunda visita que hizo aquel Jefe á las corbetas, le acompañaron en la canoa tres 6 cuatro mujeres, entre las cuales estaba compren- dida la favorita: no permitió que subiesen á bor- do por muchas que fuesen las instancias y ofre- cimientos hechos; todas asistieron en la canoa á su comida, que se compuso aquel día úe frutas silvestres, y advirtieron los Oficiales que la mu- jer favorita era la que le suministraba directa- mente la comida. El amor de estos naturales hacia sus hijos ha sido visible en muchas ocasiones: Tlupananulk i nos presentó uno, como muchacho de muchas es. I peranzas: se deleitaba en mirarle y en ver que le I agasajábamos, y si como es probable, el padre .le Tlupananulk entró con los Michimis °n la danza, sólo para dar con un mayor número y con su ejemplo nuevo resalte á la autoridad y dispo- siciones de su hijo, será esta seguramente una prueba del amor filial que tenga pocas seme- jantes. Debimos, por consiguiente, extrañar mucho que Natzapi no titubease en acceder á la venta de un hijo suyo, que se le propuso para examinar en esta parte sus pensamientos: bien que como el hijo no estuviese presente, ni en nuestra pro- puesta se mezclase objeto alguno Je cambio 6 regalo, es creíble que Natzapi no entendiese bien nuestras preguntas, ó á lo menos nos induce á creerlo así el deseo de no suponer á ese Jefe tan desprendido del amor filial. No cabe duda que estos pueblos eran comer- ciantes aun antes de las primeras visitas de los europeos, que comunicaban con los pueblos in- mediatos del Sueste y del Norte, y que á veces legítimamente, á veces con la violencia, adqui- rían varias cosas extranjeras: el Capitán Cook halló entre ellos no sólo una cantidad considera- ble de hierro, si también los cubiertos de plata que el Comandante Cuadra había perdido en la Ensenada de los Mártires on latitud de 47°; pero cuáles fuesen los productos de estas islas que daban los nutkeños en cambio, no fuera fácil acertarlo, á menos que no les considerásemos como el canal por donde comunicriban los Nu- chimases con los pueblos meridionales, 6 bien no supusiésemos que el rescate de los esclavos se sa- tisfaciese de tiempo en tiempo con estos efectos: peto si bien en aquellos tiempos sean dudosos los efectos que constituían este comercio, ya en el día nosotros le hallamos tan periódico y bien ordenado, que no fuera tfci.ieridad atribuirle los progresos rápidos que han hecho estos naturales en las ideas de la vida sociable. Desde mucho tiempo los nutkeños tenían una estrecha amistad con los Nuchímases; pue- blos numerosos é igualmente pescadores que ha- ^ ■MMHMaOBBSXi:;^-.^.'. n: m 360 VIAJB ALREDEDOR DRL MUNDO hitan en la orilla de dos grandes lagunas no dis- tantes del Tasis al Norte, y rayanas al Este con los pueblos del labio cortado 6 de las islas fron- teras á la Reina Carlota: Natzapi, consiguiendo por esposa la hija del Jefe Nuchinias, había lo- grado la distinción de Tahi entre aquellos pue- blos (i), y 6 bien él, ó su mujer, ó su hermano, se ocupaban frecuentemente en acanear á aque- llos pueblos los productos útiles del comercio europeo, cambiándolos con pieles de nutria, que los Nuchimases sacaban en mucho número de las lagunas; los objetos principales de estos cambios de parte de los nutkeños, eran el cobre y los aulunes ó conchas de Monterey (2): solían alguna vez introducir, algún hierro y paños, pero eran estos artículos más bien de poco valor, par- ticularmente si se comparasen á los primeros destinados generalmente á los adornos y usos domésticos de ambos sexos (3). Con este desem- bocadero les era fácil ocurrir con un número más crecido de pieles al mercado europeo de lo que pudiesen suministrar cualesquiera otros puntos de la costa, y una cuenta bastantemente prolija nos hacía creer que la máxima cantidad de estas pieles suministradas por los Nuchimases pudiese anualmente llegar á 6.000, si se empleasen en su pesca todos los moradores con una felicidad correspondiente. El viaje desde el Tasis á la residencia del Jefe de los Nuchimases (4), no deja de ser algo arriesgado, largo y penoso: es preciso llevar á hombro las canoas hasta la laguna próxima; las tempestades hacen luego peligrosa esta navega- ción: en el boquete de comunicación de las dos lagunas, debe contrarestarse una vertiente rá- pida de las aguas, que cuelan de la más Norte á la del Sur; finalmente, queda aún por navegar la segunda laguna, que es igualmente penosa, y que limita á diez días la duración de todo el viaje: Nanikius y luego Natzapi, trazaron en pa- peí la posición y distancias de estas lagunas (5), y añadió el segundo que la pesca de las nutrias se imposibilitaba á veces (particularmente en el liiviemo) por el dem.asiado oleaje, el cual les exponía á un naufragio; que el agua era profun- da, no teniendo á veces pié en las inmediaciones de la orilla, y que una de estas tempestades era la que había causado la muerte de su mujer (i) Alegaba para prueba de ser Jefe de los Nuchi- mases, el que llevaba una especie de cabellera posti- za con los bucles prolongados, bien parecida en cuan- to á la figura á la del Ankau de Mulgrave. (3) Aliotis Myde, dé Linneo. (3) Las conchas sirven entre los Nuchimases par- ticularmente pata la comida, y así las de mayor tama- ño aumentan extraordinariamente de valor. (4) Para la inteligencia de la situación de estas lagunas, véanse nuestras cartas, y la explicación de los materiales que han servido para construirlas. (5) Se remite este papel curioso, con el depósito de los elementos de nuestras cartas. al tiempo de navegar con una porción de cobre hacia la residencia de su T>adre. No eran contratos sino regalos recíprocos los que constituían el comercio con los Nuchimases, á la pronta entrega de los nutkeños de todo lo que llevasen de algún valor, correspondía el Jefe N'uchimas con el regalo de una cantidad propor- cionada de pieleb; y aun le acompañaba la cere- monia de sobreponerse de antemano al hombro con mucha solemnidad cada piel que entregase como prueba de ser un legítimo regalo procedido de la hospitalidad y del buen acogimiento (i). La pesca de las nutrias en esas lagunas, se hace (según Natzapi) con canoas esquifadas por dos hombres, de los cuales como es naturaí, cuida el uno de la dirección y andar de la canoa, y el otro del alcance y oportuno golpe á la nu- tria: no cesa esta pesca con la entrada del in- vierno, á menos que no la imposibiliten los días tempestuosos; antes bien, les es ventajosa la estación fría, porque entonces la nutría pierde casi de un todo la vista y se hace mucho más fácil alcanzarla: la canoa más feliz y diestra, ja- más (según Natzapi), pudiera coger en un día más de cuatro nutrias: muchas canoas, al llegar la noche, aún no han cogido ni una siquiera. Los Nuchimases confinan y comercian al No- roeste y Oeste con los del canal de la Reina Carlota: distinguía Natzapi estos últimos pue- blos por los del labio cortado, los describía por muy belicosos, fáciles á irritarse y no pocas ve- ces en guerra con sus vecinos: dí6 á entender que las canoas de guerra de unos y otros eran con mucho mayores á las de Nutka. Trazó luego una cordillera que desde el extremo de las lagu- nas seguía casi en la misma dirección del Nor- nordeste por otras 15 ú ¿o icguaSi' haciendo di- ferentes tornos y presentando el abra de dos ó tres canales; pero siempre manifestó una total ignorancia de los países y habitantes que raya- sen interiormente con los Nuchimases, ó bien al Sueste ó al Nordeste. ', '' - Como era debido, no nos descuidamos en preguntar cuál era el paradero de las aguas que en tanta cantidad acudían á la laguna inmediata al Tasis, á lo cual satisfizo Natzapi asegurando que no había río alguno; pero si que el Sol en el verano absorbía una parte no indiferente de estas aguas: con mucha perspicacia consiguió no dejarnos duda de esta explicación, mojando su propia mano con saliva y señalando después que el Sol quitaba aquella saliva. Pero si como es probable, son realmente estas lagunas muy cau- dalosas y de una giande extensión, no debiéra- (i) Este mismo método quiso adoptar Natzapi cambiando á bordo tres pieles de nutrias por una plancha de cobre: estas pieles que existen en la co- lección del Real Gabinete, darán una idea de la cali- dad de las nutrias do agua dulce. o i < 2: CA) OQ o Q 1 — ( ■«*?![""'**''- CORBETAS DBSCUBIBRTA Y ATREVIDA 3«i mon dudar en atribuir una parte considerable en la disminución de sus aguas á la filtración sub- terránea y constante hacia los canales inmedia- tos de Nutka, de donde derive lué|c;o el gusto me- nos salobre que en cualquiera mareas se expe- rimenta en dichos canales. Ni el tiempo, ni tal vez una prudente refle- xión á todas las circunstancias del día, no hu- biera permitido emprender un viaje á los Nu- chimases, para el cual se brindaban Nanikius y Natzapi: pero si se examinan ó bien el actual fu- ror de los europeos para penetrar en los parajes más ííscondidos del globo ó la unión amistosa de las dos naciones, podemos asegurar que la Europea á quien pertene/ca últimamente la de- cantada manzana del puerto de Yucuat y Ar- chipiélago de Nutka, no tardará en verificar este reconocimiento, pues ni será difícil conseguirlo con el cebo del comercio y hacerlo seguro, exi- giendo en clase de rehenes en el establecimiento, á Macuina ó Natzapi mientras estén ausentes los dos ó tres individuos que se aventuren con el caudal necesario de ciencia, á los trabajos inse- parables de esta especie de comisiones. Dos objetos de no poca importancia no se han tocado aún en esta Memoria, y que merecen, sin embargo, la prolija atención del físico: y son, la venta repetida de niños de parte de los naturales, y las observaciones agronómicas derivadas de los ensayos hechos en nuestro establecimiento. Casi desde el momento en que los Pilotos Martínez y Haro llegaron al puerto de Yucuat, el deseo, ó suyo ó de los Capellanes para aumen- tar el número de prosélitos á la religión católica, hizo que propusiesen á los naturales la venta de algunos niños, ó que accediesen á los ofrecimien- tos de éstos; y la facilidad y ansia por una y otra parte de continuar en esta especie de cambio, muy luego arraigó esta costumbre, extendiéndose indistintamente á ambos sexos y últimamente á cualesquiera edades. Al tiempo de nuestra salida de Nutka, no era menor de 22 el número de niños de ambos sexos rescatados en los buques de San Blas y vendi- dos indistintamente por Macuina 6 los demás Jefes subdternos: solían llevar por cada niüo una 6 dos planchad de cobre y á veces algún ca- ñón de fusil 6 pocas varas de paño, distinguién- dose particularmente en el celo desinteresado para esta especie de adquisiciones el Padre Don Nicolás de Luera, Capellán de la fragata Conce^- ción, el cual después vigilaba sobre sus buenas costumbres é instrucción social y cristiana, y úl- timamente los fiaba para su vestido, alimento y sucesiva instrucción á aquellos individuos del armamento que pudieran cuidarlos y sacar en sus familias una utilidad de la adopción indicada de estos niños. No fuera temeridad asegurar que estos ni- ños, hasta en su situación social, mejoraban mucho de suerte, aun cuando no fuesen verdade- ras las acriminaciones hechas á Macuina sobre su propensión á ser caníbal; pero la repugnancia natural á la esclavitud de sus semejantes y el temor de que loa encargados de estos niños no pretendan al abrigo de la religión justificar una especie de dominio indeleble sobre estos infeli- ces, nos induce á desear que ó se pusiese un li- mite á estas adquisiciones, ó la legislación se ocupase de su bienestar sucesivo, atento á las inclinaciones que los muevan, á la pureza de nuestra religión y á los derechos inseparables del hombre. Ivsto solo podrá justificTr los inconvenientes procedidos de semejantes contratos: inconvenien- tes que advirtió Mr. Carveren el Canadá exami* nando el celo de los jesuítas para esta especie de adquisiciones. «Sin duda, dice aquel escritor, son sus miras dignas de elogiarse, pues han creído que sería un medio no sólo para prevenir las barbari- dades atroces y la efusión de sangre arraigadas entre estos pueblos, sino también para introducir ; su religión entre ellos, con cuyo motivo empeña- ban los tratantes á comprar cuantos esclavos le» viniesen á mano; pero los efectos no lian corres- pondido á las esperanzas de estos religiosos: en lugar de prevenir las crueldades y la efusión de sangre, este partido aumenta más bien sus dis- I cordias y les da mayor actividad y duración. No siendo ya la venganza ni el amor de la gloria el objeto de sus guerras, y sí la adquisición de los I licores por los cuales cambian sus prisioneros, ¡ y que todos apetecen con exceso, se han hecho 'i ahora más activos en inquietar á sus enemigos y estar siempre alerta para inquietarlos y escla- ' vizarlos.i» I Deseábamos con ansia datos positivos para averiguar de dónde y cómo traen estos prisione- ros, estando divididas nuestras conjeturas en in- terpretar lo que dijesen los muchachos mismos. Nos han quedado, sin embargo, muchas dudas en esta parte, de modo que no pudiéramos decidir si scii robos diestramente hechos á los vecinos Nuchimases ó Izcuates, si son fruto del dominio absoluto de los Tahis sobre sus propios Michi- mis; ó finalmente, si la necesidad obliga á éstos á veces á desprenderse por cosas de poco valor de unos niños, cuya subsistencia es harto penosa y ningunas la "tilidades en la última vejez de los padres. , Si juzgásemos por todas las circunstancias, nos inclinaríamos á creer que proceden casi todos de robos hechos á los Izcuates, tal vez repetidos por éstos del mismo modo (i) cuando la ocasión %■ (i) En este mismo año el Teniente de navio Elisa y el Piloto Carrasco, han adquirido otros cinco ó seis niños en Cayucat é inmediaciones de la entrada de Fuca. 4e 3(>4 VIAJB ALRBDBDOR URL MUNDO >!•'' IcN !tea ÍAvorablc: á In menos estns dos naciones son naturalmente rivalcH; y los I/cuatcH (i) al parecer más crueles, traidores é inclinados al robo; de suerte que serían más frecuentes las hostilidades entre unos y otro», si la existencia de los europeos en Yucuat y sus enlaces con Ma- cuina, no diesen ya á este Jclc una preponderan- cia de fuer/as sobre sus enemigos. líllo es, en (in, (|ue á pesar de esta bárbara costumbre de robar los niños ó descuidarlos y abandonarlos, ios pueblos de Nutka pueden sin duda considerarse como bien adelantados en la civili<{-ición, si se comparan á todos los demás que pueblan las orillas orientales del Mar l'íici- (ico al Norte del Trópico, y que no pasará mu- cho tiempo sin que el uso de las semillas y de loa ganados, les preste para el invierno aquellos auxilios que mal pudieran derivar de la pesca anticipada en el verano: á lo menos no parece- rán intempestivas estas conjeturas cuando con- sideramos que Macuina nada aprecia ya sino los cristales para ventanas, las armas de fue^'o y el paño azul; que Tlupananulk nada ansiaba sino pólvora, velas y cabos de cáñamo para el uso de sus canoas; que el robo ya está casi desterra- do (2) y que el talento de los hijos de Anapi es capaz por si solo de causar esta revolución favo- rable y aun comunicarla muy lue^o á los Nu- cbimases. Estas reflexiones nos guían ya rápidamente á los verdaderos productos útiles que pueden ofre- cet estos con tomos, ó bien á sus actuales habi- tantes ó los que hayan de acompañarles, y por ventura la activa penetración del Capitán Don Pedro Alberni y las noticias que nos ha comuni- cado, nos ponen en situación de poder detallar muchas circunstancias que seguramente pueden mirarse como importantes para las medidas ve- nideras. El temperamento de Nutka es más bien tem- plado, aun en el invierno (j). Los hielos no se conservan, y en ti año pasado no ha helado sino dos ó tres veces; las mismas lluvias jamás pue- den ordenarse hasta una completa formación de (1) Es probable que tístos fuesen los intrusos en el comercio de la Resolución y de la Descubierta, que advirtió el Capitán Cook como próximos A causar una guerra entre las dos naciones. (2) En nuestro establecimiento y en nuestros bu- ques, ya desde mucho tiempo no se habla de robos, aunqae el roce de los naturales sea continuo y fran- co, b. Francisco Elisa y D. Pedro Alberni, debieron, sí, escarmentar á los Izcuates que les molestaban de noche. Natzapi, viendo una canoa de esta nación ca- sualmente A nuestro costado, empezó á decirnos el Pishek, Pishek; malo, malo, y ellos se retiraron. (3) Hemos dejado al Capitán D. Pedro Alberni un termómetro de Reaumur para seguir con mayor exac- titud el Diario meteorológico en el próximo invierno. Se puede ver en nuestros Diarios que el temperamen- to del mes de Agosto ha sido igual al de igual mes en Europa. la nieve, y la escarcha es igualmente rara en las ncct'cs y mañanitas: las lluvias son al contrarío bien copiosas y frecuentes, las mueven por lo común los vientos del Sur y Sueste y las disipan los del Norte con los cuales regresa siempre el tiempo claro, si exceptuásemos los últimos meses antes de nuestra llegada, en los cuales estos vien- tos han sido flojos, lluviosos y no muy claros. Las neblinas no fueron muchas, y los truenos sólo se oyeron por dos veces, en 5 de Noviembre y en 21) de Enero. A no haber temporales del Sueste y Sur, puede contarse con los terrales y virazo- nes periódicas, en cuyas ocasiones, particular- mente en el verano, el tiempo está despejado, los montes limpios y la mar llana y placentera: no se han correspondida en las variaciones me- teorológicas los mismos meses de los dos años de 1790 y 1791, antes bien, ha sido tanta la di- ferencia, que merece una mayor individualidad. Afecciones melcnroló fricas , J/.i/í. ,\Íio fie ifi^u. AHo ti* ijgt. Knero Variable* con mucho frío, trueno* L-l n), helada el \t. Kebraro. ... * Miichu lluvia y templado, vientoi del SueMc. -Mur/i ' Krio y lluvias iiiterrumpidux, tempo- ral fuerte del Suelte, co^i graiiir/) el Ji. Abril Apncible y clnro Apacible y templado, algunas llovi/- nait. Mayo. ..... Claro y trniplado Claro y templado. Jumo Claro y templado Excesivamente lluvioto. Julio IJiivtoao con Sueste. .. . Uuvía haftta el 13, luego claro y bast- íanle calor. Agosto Muy lliivio*o .... Hermoso con calor; viraxonei floja*. , , Noviembrí;. Lluvia yncblinnt. Kl us una helada inerte . . . ■ Diciembre, Variable, bastantes llu- vias, poco frío • Si examinamos por otra parte el influjo u^ las estaciones así en la salud de los hombres como en la producción de las plantas, se nos ofre- cen ya á la vista otros .datos no menos útiles y singulares, cuya individual descripción no des- agradará tal vez al físico amante de la sociedad. No serían en menor número de 250 personas las pertenecientes á las dos fragatas de San Dla^ que han permanecido un año entero en el puerto de Yucuat: D. Francisco Elisa y D. Pedro Al- berni, conocieron muy luego que la conservación de estas gentes dependía más bien del continuo ejercicio, que de los preservativos con que pu- diese auxiliárseles: el desmonte hacia la marina y el establecimiento de algunas huertas fueron el primer ensayo útil de estas tareas, á las cua- les siguieron muy luego la construcción de una goleta y el principio de diferentes casas destina- das 6 bien para obradores, para alojamiento ó para repuestos: debieron acelerarse mucho los que sirviesen á este último objeto, porque una epidemia destructiva de ratas, nada dejaba seguro en las embarcaciones; y así llegó el invierno an- tes que pudiera alojarse gente alguna en tietra. COKHI'.TAS DKSCOBIERTA V ATKKVIOA 363 te rara en las n al contrario nieven por lo :: y lan disipan isa siempre el liltimos mescH les estos vien* uy claros. Las ruenas sólo ae viembre y en es del Sueste ales y virazo- ;s, particular- itá despejado, y placentera: riaciones me- los dos años lo tanta la di- (lividualidart. í» df I7gi. mlicluj frin, truenuii I templado, vientoi del interriimpiduii, tempfj- Siie»le, cojí graiiiro nplndo, alfrnnaa llovíit- do. lltivioio. 1 3, luego cUro y ba.4- L-ulor; viraronrK floja*. ;e el influjo «>. le los hombres tas, senos ofre- nénos útiles y ipción no des- de la sociedad, e 250 personas as de San Dla^ ¡ro en el puerto D. Pedro Al- a conservación n del continuo is con que pu- acia la marina ^luertas fueron eas, á las cua- ucción de una casas destina- a alojamiento irse mucho los o, porque una i dejaba seguro el invierno an- :una sn tieira, excepto la tropa; y antes que hubiese parajes cu- biertos en donde la marinería pudiese en los dias lluviosos ocuparse en las útiles tareas de la sie- rra y carpintería. La necesidad de vivir á bordo, la falta de todo 'alimento fresco, excepto el pescado, la mucha humedad que se encontraba en todos los contor- nos y la dificultad de no suspender el trabajo en los días lluviosos, debieron por consiguiente dar mil zozobras sobre el bienestar del estableci- miento: y ciertamente, á no haber prendido tan luego las hortalizas, estas circunstancias hubie- ran sido desagradables y tal vez funestas: pero la facilidad con la cual empezaron á prender vi- gor las coles, las lechugas, las cebollas, los ajos, las acelgas, rábanos, nabos, zanahorias, peregil y alcachofas, desde luego no sólo inclinaron mu- chos más ala útil ocupación del cultivo, si tam- bién pusieron un fuerte obstáculo á los progresos irremediables del escorbuto: así, á la caída del in- vierno, apenas se hallaban unos 30 individuos ata- cados de este mal con diferentes síntomas: y como al mismo tiempo se remitiesen éstos á Monte - rey con una de las fragatas y se hubiesen he- cho progresos considerables en todos los ramos más necesarios del establecimiento, ya éste se vio libre de enfermedades y desde entonces la más perfecta salud se arraigó en todos sus indi- viduos. Fué mucha la tablazón aserrada que para el pronto adelantamiento de las casas prepararon y vendieron los naturales: al mismo tiempo pu- dieron hacer.<»e nuevos ensayos en las semillas, y aunque no correspondiesen á las esperanzas If) garbanzos, el trigo y el maíz (i), desde luego la cebada y las papas con muy buen éxito, y el fri- jol y el chícharo, siempre que las lluvias no fuesen excesivas, manifestaron que no sería ya precaria y dependiente ó de la caza ó de la pes- ca la cómoda existencia de una colonia en esta costa: en cuanto á la vegetación, no encarece- mos nada cuando aseguremos que hemos visto rábanos de tres cuartas de circunferencia y le- chugas de nueve cuartas en la parte superior de las hojas. Agregarase que las vacas y las galli- nas han manifestado ya poderse multiplicar ad- mirablemente, no necesitando aquéllas sino unos tres ó cuatro meses de pasto seco; las otras resis- tiendo de tal modo al frío, que extienden sus crías á dos cluccadas al año, y no necesitan otro .cuidado más que el preservar los pollitos de las ratas y de los hurones, y finalmente, se podrá co- nocer cuáles son las comodidades que para su bienestar brindan estos contornos al colono eu- ropeo. Mé aquí las ideas de los contornos de Nutka. que nos ha permitido adquirir el corto espacio dt quince dias (i): si satisfacen á la prolija curio- sidiid del fisiólogo; si pueden algún día contri- buir ú los progresos de una civilización inde- pendiente entre aquellos pueblos ó á la prosperi- dad de una nue. .1 ct lonia curopeít, lograrán nues- tros esfuerzos el único fin á (jue se dirigen, y les será un vcrdadcv-o premio el ver (|ue otros, con más tiempo y luces, arrostren el trabajo de pro- porcionaríais; así como el ver que se derive su narracim de las ideas de una verdad sencilla y no importuna, la misma que nos hace omitir una nueva repetición de l.is armas, utensilios, trajes, etcétera, de estos pueblos, que el Capitán Look describió con su acostumbrada prolijidad ele- gante. Pero es tiempo de abandonar estas orillas y continuar el examen de las costas siguientes: si consultásemos la sola fieieza característica de las naciones meridionales, no debiéramos temer de asegurar que los Izcuates se extienden á lo menos hasta el estrecho de Fuca y probable- mente hasta la ensenada de los Mártires y el puerto de Queenkytké: es este trozo de costa el teatro de la destrucción de los europeos , y por consiguiente el que deberán mirar los navegan- tes venideros con más cuidado, para que no se renueven ya las trágicas comparaciones del sa- crificio de un hombre por la adquisición de una piel: la pérdida de siete hombres del Comandan- te Cuadra en el año de 1775 por paralelos de 47° a6' (2) la del Capitán Berkley, del Águila Imperial, de igual número y casi en el mismo si- tio; la desventurada del Capitán Duncan con cuatro marineros en el bote del Argonauta sobre la punta de los Arrecifes; los riesgos que corrió en el mismo sitio una lancha del establecimiento nuestro de Nutka; finalmente, así la prontitud con que el Capitán Meares vio sacrificar por los subditos de Wicananisk el hombre extraño aca- bado de llegar, como el tesón con que los natu- rales del Estrecho de Fuca han atacado su lan- cha y la nuestra del paquebot San Carlos, todo concurre á disipar las dudas sobre el carácter fiero y excesivamente traidor de estos nt.tu- (i) Para quo las pruebas sobro estas semillas fue- sen mas completas, Albemi tuvo la precaución de sembrarlas con intervalos de una semana; de suerte, que repetida esta operación muchas veces, hubiese lugar de probar directamente el efecto de las esta- ciones; sin embargo, no han granado. La cebada ha dado de doce á catorce fanegas por una. (i) Ya se ha indicado cuánto nos han sido útiles las experiencias anteriores del Capitán Albcrni y los rudimentos del idioma entre muchos de nuestro esta- blecimiento. Hubiéramos deseado aproximarnos algo más de las descripciones y conjeturas del Capitán Meares. (2) Las circunstancias de esta sorpresa irremedia- ble, y particularmente de la sucesiva salida al mar de la goleta Sonora, constituyen una época bien memora- ble en los fastos nuestros de la Marina, que en esta ocasión procurará hacerse pública y duradera con el auxilio del buril. m M. 364 VIAJE ALREUEUC)K DUL MUNUO r-'l * I rales (i). Son además muy numerosoíi, más dies- tros en p\ manejo de las canoas, más unidos en- tre s; y más belicosos que los de Nutka; y si he- mos de ju/{jíar po>- las adquisiciones y observa- ciones hechas hasta aqui, si bien abunden en es- tas costas con exceso las ballenas, varios otros peces y las mismas nutrias, la calidad de t-stas puede considerarse desde luego como muy infe- rior á las más septentrionales: en cuanto á los productos que enriquecen las orillas, además de lo que suministra el mar, creemos que no serian diferentes después de un examen físico de los que se advierten entre el Cabo Frondoso y Nut- ka; bien que la naturaleza del suelo y la mayor benignidad del clima pueden tal vez llevar á una mayor robustez y tamaño los árboles que ya ha desciíto y caracterizado con tanta exactitud el Sr. de Heenke. Examinando la parte interior del Estrecho de Fuca, hasla aquí navegada por nuestros buques, y comparándola, ó bien á las leyes naturales de la estructura del globo y á las noticias interiores del Capitán Corver, ó bien á los últimos d'^talles bien sospechosos del Capitán Meares y al ansia de las naciones europeas para ver realizados los viajes del Almirante Ponte y del Piloto Fuca, no podemos á menos de "üferir la publicación de ! nuestras conjeturas, tanto más, que si la espe- ranza no nos engaña, no tardará la Europa en deber este nuevo conocimiento científico á los p-ogresos de la Marma española: una sola ad- i vertencia física terminará est.' artículo ya harto \ difuso, y es el peligro de los Suestes en las lati- \ tudes comprendidas entre los 45 y 55": la de- '] bida atención á los temporales de ambos equi- | noccios, y la influencia de la Luna sob: e las al- j teraciones de los tiempos: el Capitáii Meares | advierte una extraordinaria operación de los ¡ mpres del Sueste en la costa al Sur del Estrecho j de Fuca: los temporales que nosotros hemos ex- I perimentado en pnncipios de Agosto por los 54", ¡ lor> que experimentaron el Comandanta" Cuadra j y el Capitán Cook en los mismos paralelos,, fi- nalmente, los riesgos de los buques de D. Fran- cisco Elisa y el desarbolo del Capitán Colnett que le obligó á arribar á Cayucat, todo parece confirmar que estas costa no deben frecuentarse sino eritre los términos equinocciales de Marzo y Set.em.bre; á lo menos por lo que toja al método hasía aquí introducido de seguir el comercio d las pieles recorriendo un largo trecho de costa. Apéndice. Cuando- se escribió el capítulo antecedente, no se tuvieron presentes (por no haber ai n Ue- (i) Puede recojTcrse el viaje del Capitón Meares sobro estas costas. gado de Méjico) el viaje del Piloto Pérez en 1774 y el de D. Bruno Hezeta en 1775: como entram- bos tuviesen frecuente roce con los naturales, el primero en el extremo septentrional de las Islas de la Reina Carlota, y éste en las costas com- prendidas entre los paralelos de 48 y 47", sus des- cripciones pueden influir algún tanto en la mayor ó menor exactitud de nuestraíi conjeturas sobre la cualidad del suelo y los moradores de los pa- ralelos que no hemos visitado; el tiempo no per- mite ahora confrontarlos, pero advertiremos, que atento á la natural estructura del globo, no nos fuera fácil suponer, que !a entrada de Hezeta en os 46° conduzca interiormeni° á una masa gran- de de aguas, cuando el fondo en la entrada ni es ■""e piedra, ni es mayor de 28 brazas. Debe advertirse igualmente, que las mantas, de las cuales se ha hecho memoria hablando del puerto Mulgrave, y se remite una al Keai Gabinete, son tejidas de lana y no de cortezas del pino, bien que no nos es fácil acertar á cuál es- pecie de animales correspondan aquella , lanas. Eraincn político de la:s co¡íu:; del isorocste de la América. ICxaminadas en el capítulo antecedente las calidades físicas del suelo y de los moradores en las costas del Noroeste de la America, es tiem- po ya de referir estos conocimientos á la pros- peridad nacional. Sin un examen de esta especie, las tareas y los gastoo de la actual expedición no acarrearían sino una nimiedad hidrográfica para el eptietenimiento de pocos ociosos: la Nación exige de nosotros un tributo más interesante, y antes casi de franquea de la navegación de unas costas que poco há se miraban como abandonadas de la misma Naturaleza, es preciso indicarle cuál es la utilidad de semejante navegación; cuáles las medidas que pueden hacerla al mismo tiempo útil y segura al particular; cuáleL ;n fin, las consecuencias que del acierto de estas medi- das pueden refluir directa ó indirectamente hacia la prosperidad y podcrio nacional, comparado con las naciones más poderosas de la Europa. Si no atendiésemos á la historia del hombre en todos tiempos y en todas situaciones; si su deseo innato de dominar, procedido del resorte de sus talentos ó de la fuerza adquirida de ven- cer sus pasiones, ó finalmente una ú otra vez del instinto social de contribuir á la felicidad de sus semejantes, pudiese ocultarse un solo instante al filósofo no preocupado, tal vez pudiéramos alucinarnos en las razones que guiaron á los europeos hacia esta parte del globo; pero no es posible que sea así, cuando á la reflexión se reúne la necesidad de desengañar á una nación sobre su situación política; cuando la sola falta de este desepj,año hace que se malogren diariamente las CORBETAS niiSCUBU'KTA Y ATKIiVIDA 365 loto Pérez en 1774 J775: como p.ntram- (on los naturales, el trional de las Islas |en las costas com- ie 48 y 47°, sus des- 11 tanto en la mayor conjeturas sobre ¡oradores de los pa- ; el tiempo no per- advertiremos, que del globo, no nos trada de Hezeta en á una masa gran- en la entrada ni es brazas. ite, que las mantas, memoria hablando le mi te una al Rea» y 110 de cortezas del 1 acertar á cuál es- dan aquella, lanas, del Xoroeste de la lio antecedente las de los moradores la América, es tiem- imientos á la pros- men de esta especie, actual expedición no ad hidrográfica para ociosos: la Nación ) más interesante, y navegación de unas 1 como abandonadas es preciso indicarle lejante navegación; en hacerla al mismo ular; cuálei. 2n fin, ierto de estas medi- idirectamente hacia acional, comparado ias de la Europa, historia del hombre 5 situaciones; si su ocedido del resorte a adquirida de ven- e una ú otra vez del í la felicidad desús >e un solo instante tal vez pudiéramos que guiaron á los I globo; pero no es a reflexión se reúne i una nación sobre la pola falta de este ;ren diariamente las más p.certadas providencias de un rey únicamente ocjpado del bienestar de su? vasallos. Sean ó no verdaderos los viajes del Almiran- te de Fonte (i), del Piloto Fuca, de FerrerMaldo- nado, de otros holandeses, etc., puedan ó no al- canzarse el fin que guiaba á estos navegantes, las derrotas que hicieron y el motivo de no lia- llarse rastro alguno fidedigno de aquellas nave- gaciones; las indagaciones nuestras sobre el exa- men político de estas costas no deben partir de otra fuente que la ligue directamente oon ¡os acae- cimientos del día, y esté afianzada ■,:' '•c docu- mentos ciertos y despojados de toda equivoca- ción. Así nuestros razonamientos no empezarán sino desde los viajes rusos, de los cuales l:?n di- manado muy luego los nacionales y los ingl'^ses. Nada deja que desear en esta parte Mr. Coxe, historiador tan curioso como exacto (2), el cual, reuniendo en un solo punto de vista los diferen- tes viajes emprendidos desde las costas de la Si- beria, ó bien para intentar el paso del Norueste ó para extender el comercio y conocimientos geo- jráficos hacia el Sur y Este, termina su narra- ción con los viajes del Teniente Synd y del Piloto Otchered'n, por el año de 1770, habiéndolos em- prendido desde z\ de 1747, en cuyo plazo se ve- rificó la célebre expedición de los Comandantes Bering y Tchincow. Los deseos de una gloriosa é ilimitada extensión del Imperio, más bien que la utilidad del comercio, movieron sin dudn los primeros pasos de los rusos en la Siberia: se conquistó un país casi dcsicrtu, y la sola comu- nicación con la capital del Imperio para conser- varle ó regirle i_ostó cuantiosas sumas: su si- tuación en el Asia y su inmediación á la América, lisonjearon sin embar<:^o la feliz imaginación de aquella nación conquistadora: unas veces las mi- nas (j), otras los pi'oductos felices del Asia, alen- taban sus pasos escarmentados. Fué destinada una compañía de sabios y de navegantes para (i) El Padre Venegas en sus apéndices á la Histo- ria de b California, trata prolijamente y con mucho juicio df' viajo del Almirante Fonte: seguramente cualquier.^ que lea aquellos capítulos extrafiarii que muchos sabios del día para ;)robar la existencia de un paso, se ocupen en legitimar la verdad del via- je de Fontc ó Fonta; lo mismo pudiera decirse del de Fuca, y en cuanto al de Ferrcr Maldouado, s-~ examinarií su legitimidad en una Memoria aparte: entretanto no podemos á menos de compadecerr '■•; de la triste constitución de las cosas humanas; vie. 'lo que no sólo se decida en París y en Londres, lo que había de decidirse en el mar, sino qne los mismos na- vegantes se vean acarreados de este 'uror sistemáti- co, é incurran, como sucede á los Capitanes Dixon y Meares, en muchas contrad'cciones y aun insultos sobre la verdad de lo que han visto. (2) No se puede recomendar demasiado la lectura de esta histoiia para comprender bien las ideas que siguen. 'X) Aur con los conocimientos del día no se ha destruido la manía harto envejecida en Europa, que tanto sea hablar de la América, ó más bien de las po- sesiones españolas, comohablar de las minas: nuestros reconocer prolijamente el suelo y los mares con- tiguos: se describió el suelo, las cartas geográfi- cas fundadas sobre los mejores datos astronómi- cos a'canzaron muy luego un grado bien alto de pt ríecciún, y reconocidas las costas y archipiéla- gos inmediatos; muy luego diferentes buques tri- llaron aquellos mares, y en la corte de Peters- burgo pudi.rron formarse combinaciones más ex- tensas y fundadas sobre aquella parte remola de sus dominios (i). Debemos confesar que en la serie bien larga de cincuenta años {2) los pasos rusos denotan al mismo tiempo aquella firmeza en el sistema y aquella constancia en la ejecución, que solas pueden conducir á un feliz término las grandes empresas de las naciones: y si por una parte no se han economizado ni las medidas bien meditadas ni los caudales necesarios, ni los sabios y navegan- tes oportunamente escogidos, por la r tra ni las pérdidas comerciantes, ni los naufragios repeti- dos, ni un archipiélago rodeado de bajos, de co- rrientes y de hielos, han podido arredrar ó al negociante ó al mariro intrépidos. Tantos afanes, tantos gastos y tantos desve- los, no lograrán jamás en nuestro entender, del fruto á que debían aspirar; pero á lo menos han contribuido á que la Rusia abriese los ojos á sus intereses verdaderos, y ya abandonadas las con- quistas, las navegaciones distantes, las minas y los proyectos mercantiles, se ciñese únicamente á una pesca y caza costaneras, hechas con la mn - yor economía, y dirigidas ó á la manutención pro- pia ó al abasto de las pieles en el mercado de Kiackta. Es difícil aceitar cuáles sean en el día las verdaderas ventajas dt a((uel comercio, que ya la concurrencia de las pieles de nutria en Cantón debe haber desnivélelo considerablemente del estado en el cual le consideraba Mr. Coxe (3). establecimientos en las islas Uatanes ó Hashees, quo seguramente no tuvo otro origen que el furor de con- quista, ó más bien de la extensión de dominios, hace l>roducir así al Capitán Moarés: Aboutfour years be- fore thc Spaniards luid tahcn posessión of íhcsc ¡síes in thc espcctation of fitidiiix t/te bemcels of theim cnikhed withthe precions viciáis. (i) Véanlo los viajes impresos de los Sres. Gmo- ling, Mullcr, Pallas, etc., y los citados de Mr. Coxe. (2) Desde el año do i 717 en el reinado de Pedro el Grande, hasta el 1770 en el cual se sistemaron al- gún tanl'j en Rusia las ideas y proyectos sobre la Si- beria. (3) Mr. Coxe presenta un estado de las pieles en- viadas desde Inglaterra á Kiackta por Petersburgo (mi los años 1775, -"ó y 77, y son las siguientes: Aiios. Castores. Nutrias. 1775 46.460 7-743 1776 27,700 72.086 1777 27-376 ■ 70-703 .Añade después que la plus grano <■ partie de ees p(- lleteries (traídas al mercado de Kiackta), vient de la Siber'e, et des isles nottvelletnent decoui\rís, de suerte que puede porlas primeras inferirse la cantidad de las segundas. !fr m^w^mim %. 366 VIAJE ALREDEüOR DEL MUMDO '■'I i , i El Capitán Meares demuestra en su impor- timte capítulo del comercio de la China <;on la Oiíta Noroeste de la América, que no seiía difí- cil á la Inglaterra destruirlo por la vía de Can- tón; pues que ya se han visto en esta ciudad co- merciante, compradores chinos de las provincias más remotas; pero si se hace una comparación de la& nutrias vendidas anualmente en Kiackta, y del total vendido hasta aquí en Cantón (i), pa- rece ai'in remota la época en la cue.1 puedan rea- lizarse aquellos conceptos; y de cualquier modo nuestras comparaciones políticas no podrán ja- más referirse al comercio ruso. Los j>asos de esta nación en las costas de Siberia, no habían sin embargo llamado la aten- ción pública hasta los años de 1771, y ó bien fuese el no buen éxito ó el silencio de la corte, apenas las empresas vigorosas de la Rusia al- canzaban los elogios y la admiración de pocos hombres cii^ntificos , únicamente deseosos de combinar sus sistemas con las noticias más es- tendidas del globo. Pero en el año siguiente de 177J, el Conde de Lacy, Ministro de S. M en !a corte de Petersburgo, enterado de nuevas id';as de conquista, ó usurpación relativamente á las costas contiguas de la América, halló preciso avisarlo á Madrid con cuanta individualidad es- tuviese á su alcance; y por nuestra parte no se defirió un instante en tomar medidas eficaces para atajar este mal. Estas medidas eran justas, y aun diré preci- sas; las conducían Ministros sabios y un Virey activo é inteligente (2) y debían practicarlas Ofi- ciales acreditados é intrépidos: sin embargo, es- tribaban sobre los cimientos harto engañosos de nuestro sistema de la América, y esto bastó para que desde el principio nos fueran bien nocivos, y últimamente nos arrastrasen unas discordias funestas. Plugiese al cielo que en esta ocasión un es- critor amante de la verdad pudiese continuar el hilo de sus reflexiones sobre la prosperidad na- cional sin tocar de cerca esta parte de la Histo- ria política de nuestra América; un velo espeso no daría libre tránsito, sino al respeto y á los elogios que por tantos títulos habían merecido aquellos sabios legisladores; y la memoria de los males pasados se borraría con la esperanza del (i) No comprendidas las pieles vendidas en Can- tón por cuenta de los españoles, las del Conde de la Péyrouse, las de los Capitanes Kendrik y (".rey, ame- ricanos, y las de la Ijlí^aúa y Felice del Capitán i.'ca- res, que pudii.'ran tal vez llegar á 4.000 las vendidas anteriormente, se componían (según el Capit.-ínDIxon), de 5.033, cuyo valor había sido en el mercado de Cantón de 746 842 pesos fuertes, ó bien á un precio medio de 26 y '/«pesos fuertes poi piel. (2) Los Excmos. Srcs. D. Julián do Amaga y Don José de GAivez, fueron rt la sazón Ministros de In- dias. El Excmo. Sr. D. Francisco Bucareli eia Virey de Nueva España. bien venidero: pero no es posible conseguirlo; un Ministerio ilustrado no advertiría en el día sino un silencio, o adulador ó malicioso, y la falta ó de la verdad ó de la sencillez en esta ocasión, acarrearía tal vez un plazo más dis- tante á aquella útil reforma de nuestro sistema en América que hasta aquí nos ha costado tan- tos sacrificios. En el mi.>mo momento en que se advirtieron por nuestra Corte las intenciones de los rusos, se trató de explorar con cautela sus movimien- tos; pero como al mismo tiempo fuesen oscuros nuestros derechos sobre unas costas cuya exten- sión, antes bien, cuya existencia era aún dudosa, nuestros pasos debieron encubrirse con un mis- terio funesto, evadir un tratado en Europa, que muy luego hubiera descubierto los intereses re- cíprocos; finalmente, derramar caudales inmen- sos para la aveiiguación de una cosa que una s-'.xa ¿íregunta á la corte de Petersburgo hubiera ..■.icdiatamente aclarado. Ni eran estos los peores males que debía pro- ducir la errada idea de los límites de nuestros dominios. La Marina estaba á la sazón en su in- fancia; y los Vireyes no habían aún depuesto la errada máxima de sus antecesores, de retrocede;' cuanto fuese posible los límites del Imperio, con preferencia á las ventajas de los países ó ya con- quistados ó á lo menos conocidos (i). Con tales antecedentes, casi en el mismo prin- cipio se torció ó más bien se abandonó el hilo de nuestros intereses: en lugar de atravesar al Kamskatka con el fin plausible que dirigía á la sa- zón en otras partes del globo los Bouganville, IJiron, Wallis, Carteret y Cook, navegamos ce- ñidos al Continente; y cuando la exploración de 1774, ó al sumo de 1775 hubiera podido in- formarnos no sólo de los nuevos, si también de los establecimiertos antiguos de la Siberia, ape- nas en 1782 logramos satisfacernos algún tanto por el viaje del Capitán Cook del estado de los rusos en las islas de Oanalaska: pocas cruces so- lemnemente plantadas á veces en parajes que aún, no sabíamos si eran islas ó continentes, si eran ó no habitadas, alucinaron nuestras miris políti- cas con el agradable semblante de nuevas con- quistas; y creyendo que no fuese necesario reva- (i) Para los párrr.ios antecedentes se ha tenido presentes los docunentos original-^s existentes en el Archivo de Méjico, y recopilados con murh.j juicio por (■' Teniente de fragata D. Francisco Maure'ie: para li. justificacién de éste, baste decir que la instrucción del Excmo. IJucareli al Comandante del primer buque de exploración, empieza en estos términos: «La benig- nidad Arí\. Key, que fió ;t mi cuidado este Cíobierno do Nueva Espafia, no sólo me impone en la obligación do conservarle estos vastos dominios, sino también en la do procurar aumentarlos en cuanto me sea posible por medio de nuevos descubrimientos en ¡a extensión de lo no conocido, etc.» Son casi iguales las expresiones del Excmo. Flores en v\ Instrucción de 1788, Jonseguirlo; en el día tcioso, y la ílez en esta fo más dis- stro sistema lostado tan- advirtieron fe los rusos, movimien- ;sen oscuros cuya exten- [aún dudosa, ¡con un mis- Europa, que ¡intereses re- íales inmen- fosa que una Hfío hubiera ae debía pro- de nuestros zón en su in- 1 depuesto la de retrocede!' Imperio, con ises ó ya con - ■}■ _ 1 mismo prin- tidonó el hilo atravesar al iirigía á la sa- Bouganville, avegamos ce- 1 exploración ra podido in- si también de Siberia, ape- i algún tanto estado de los as cruces so- rajes que aún. ites, si eran ó miris políti- nuevas cón- ;cesario reva- se ha tenido xistentos en el urh.j juicio por Maure'ie: para i la instrucción :1 iirimer buque ios: II La benig- te Gobierno do 1 obligación do < también en la sea posible por a extensión de las expresiones ; 1788. CORIUiTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 3^7 lidarlas en un tratado, malogramos aún á la vista de la Europa esta pequeña utilidad de nuestros vía j es , y finalmente , nos vimos en 1 788 constituí - dosá emprender de nuevo las mismas exploracio- nes emprendidas en 1774, y ya por los señores Cook y la Péyrouse, verificadas con el mayor su- ceso. Tiembla la pluma al sólo echar la vista á los caudales inmensos que se han derramado en San Blas; y aunque en este momento no sea nuestro ánimo extender el examen político á las costas de la California y á las provincias del Nuevo Mé- jico, tiembla la imaginación al solo considerar la extensión inmensa de territorio que se pensa- ba agregar á la Monarquía. Entre tanto, el'Gapitán King, digno heredero de los talentos y penetración del Capitán Cook, habia echado las semillas de un comercio de pie- les de nutria, entre Cantón y la costa del Nor- oeste de América: su ánimo no era, á la verdad, sino el de ocuri'ir á los gastos de los descubri- mientos y perfecta descripción de las costas que no había visitado; pero las especulaciones mer- cantiles, siempre dirigidas á un desnivel y á un abuso por la excesiva abundancia de fondos y de concurrentes y por la natural rivalidad de las na- ciones europeas, muy luego abandonaron aquella senda, y últimamente nos han llevado á un con- venio que hará una época memorable, y en mi entender feli^ para la Nación (i). Ya, pues, se han fijado límites á los domi- nios de la Monarquía. Ya, aunque apenas pueda alcanzarlos toda la ilustración de la Geografía moderna, están ceñidos, no por una Bula arbi- traria que corra de un polo al otro, sino por tra- tados auténticos con las demá"^ 'Dtencias de Eu- ropa: y si en lo interior del Ce. inente de Amé- rica, la política de las naciones rivales nos > aún ";har en uno ú otro rincón con los indi( civilizados, ya podemos lisonjearnos que ó ta aniquilamiento de nuestras fuer/as, ó un examen maduro de nuestra situación, nos desprenderán muy luego de esta senda errada: no será, por con- siguiente, inoportuno el considerar toda la costa al Norte del Cabo Blanco, cciiio no sujeta á la Monarquía; ó á lo menos, deberemos lisonjearnos que nuestros derechos para con las naciones eu- ropeas, se limitarán en cuanto á esas costas y países internos, á exigir que nadie los posea, sin pararnos ahora en que este convenio, ó nos au- torice ó nos convide á custodiarlos: así siquiera, no veremos renovados con otras naciones los pa- sados disturbios, y custodiando un solc palmo de terreno que nos sea útil ó necesario, miraremos (i) Los proyectos comerciantes de D. Francisco Basadre, relativamente á la venta de pi(íies de nutria de la California por cuenta de la Real Hacienda, per- tenecen al libro siguiente, porque no abrazan las cos- tas de que hablamos ahora . tal ve¿ algún día con una compasión escarmen- tada, derramarse la sangre y caudales ágenos, por la posesi',ii de una costa que nos hubiera tan sólo acarreado los mismos males. Al momento que nos miremos como comer- ciantes en estas costas, ya caen por sí solas to- das las cadenas c|ue nos agobiaban, y al ruido espantoso del cañón y de la guerra, sustituyendo los dulces la/os de un cambio lucroso, de una navegación apacible y del auxilio reciproco de las naciones para su prosperid^/í y opulencia, ya las combinaciones políticas pueden seguirse con mayor agrado, y la defensa nacional fundarse sobre la base sólida de su prosperidad. ¿Cuál es, pues, este comercio que ha mere- cido en el día toda la atención de la Europa, y que ha sid: poco menos que el origen de una nue- va guerra, y desde luego de una nueva rivali- dad entre las principales naciones comercian- tes? ¿Cuáles son las ventajas cpie nos convida á abrazarlo, y cuáles los medios de no malograrlas? La costa del Noroeste de la América no ofre- ce al comercio eiiropeo sino una muchedumbre de pieles finas, la mayor parte de nutria, que cambiadas á poca costa á unas naciones que no aprecian ni las comodidades ni el lujo, logran luego en el mercado de Cantón un valor cuantio- so, el cual es tanto más apreciable, cuanto que allí la balanza del comercio está c';cididamente contra la Europa. El poco precio á que se adquieren, el mucho á que se venden y la utilidad de ocupar los bra- zos y fondos nacionales y sobre todo la navega- ción nacional, son otros tantos objetos que han hecho en el dia comprender este comercio entre las grandes combinaciones políticas, llamando particularmente la atención de la España y de H Inglaterra. Mr. Pitt, hecha la paz de 178^5, dando una mirada política hacia todas la-, p tes del globo á dnndí >udie.se penetrar el c^ meri-io inglés, úni- co resorte de su sistem» para extinguir ó mode- rar siquiera la Deuda 1. ional, comprendió que el Asia y particularmente la Cliina, serían siem pre los estribos en los cua . debía descansar todo el sistema de comercio: arreglados mmedia- tamente así los líi ¡les df la autoridad económi- ca y gubernativa de la compañía, como los abu- sos y malversaciones de los empleados; escar- mentada con un rasgo severidad contra el Gobernador Hastin;" iquella misma autoridad que tantas conquistas mercantiles había produ- cido á la Nación; extendida la introducción de los paños y manufacturas inglesas por Surate en la Persia y Turquía, por el Bengala en el Mogol y en el Thibet, por Cantón y por Kiackta en am- bos extremos de la China; procurada últimamente la adq'iisición de cüp.ntos frutos preciosos pudie- se suministrar el globo entero al lujo excesivo de ! Sí 4^ -? í mmmA^.^^^t\^r-- 3^'^ VIAJl', ALRHDRPOU DEÍ. MUNDO é I- i !a Europa y A sus colonias, no olvidó, sin embar- re, que esta opulencia nacional no habla llegado al grado más alto de que fuese capaz y que tal vex una actividad y una industria oportunas pu- dieran dar á su nación toda aquella parte en el comercio de China, que aún dividían con olla las demás (r): la historia de Mr. Coxe y los cálcu- los del Capitán King, eran datos hartos positivos para que en estas combinaciones no tuviese un lugar postrero el comercio de ias pieles de nutria: vn este debió luego ver con muci:o agrado, que si bien fuese al principio aventurado y no su- jeto á unos cálculos positivos, lograba sin em- bargo la nación la utilidad Je franquearse la na- vegación del mar Pacifico por el Cabo de Hor- nos y la comunicación del Asia con la América, por las decantadas derrotas de la Nao de Filipi- nas: propuso inmediatamente sus ideas á Benga- la, á Cantón y al comercia, de Londres: varios particulares recibieron como orden la propuesta del Ministro y no tardaron en Har sus caudales á unos Capitanes bien expertos, guiándolos linal- mente estos mismos ensa\'os (2) sino á unas ga- nancias considerables, á lo menos á la utilidad de la nación de ensanchar el derecho de sus pes- cas á todas nuestras costas de la América. No debe suponerse, examinando los pasos del comercio inglés, que precisamente hayan de ser éstos siempre acertados, ó bien que cuales- quiera sean las circunstancias de aquella nación relativamente á una empresa, pueda siempre torcerlas á su favor y aun sobrepujar en el con- curso á otras naciones á quienes la Naturaleza parece brindar el buen éxito de la misma empre- sa: la costa del Noroeste de la América está pre- cisamente en este caso; y ó bien se examinen la facilidad de la navegación, las combinaciones mercantiles ó los géneros de cambio que consti- tuyen este giro, todo parece convencer que la Rusia y la España son indispensablemente ¡as naciones arbitras de este comercio. La adquisición de las pieles de nutria no es tan fácil ni tan sencilla como hasta aquí se ha imaginado en Europa: ni su número es tanto que puedan indeterminadamente suponerle crecido los aventureros que al principio la emprendan: desde luego cualesquiera sean las suposiciones del Capitán Meares relativamente á un contra- íi) Se verá en las reflexiones correspondientes á las Filipinas, que positivamente el sistema del Gabi- nete inglés se dirige en el día A conseguir el monopo- lio de todo comercio del Asia, le será muy útil la actual revolución de la Francia. (2) Mr. Pitt, hablando .1 los Co; >unes de la vio- lación de los derechos públicos por ■' Piloto Mar- tínez en Nutka, llama con mucha propiedaí' el co- mercio de la costa del Noroeste de la América fen- fant conurce. Los ensayos se han hecho con todo el tino comerciante: el primer buque del Capitán Hauna que salió de Cantón en 1785, era do solas 70 tonela- das con 30 hoinbres de dotación. bando ó á un comercio libre entre los estableci- mientos rusos, los cálculos mercantiles no pue- den emprenderse sino desde la entrada del Prín- cipe Guillermo {lY ni por cuanto se extiendan las costas desde esta entrada hasta la de Huca- reli, podrán jamás (según las experiencias de los años pasados), exceder las pieles de nutria de un número aproximado de 600 por año: esta aser- ción no parecerá temeraria cuando se considere que fuesen sólo 300 (2) las que pudo adquirir el Capitán Meares en el Sung Comer de la entrada del Príncipe Guillermo, desde el mes de Setiem- bre hasta el de Mayo, que nosotros apenas hemos encontrado otras tantas en el puerto Mulgrave, comprendidas algunas tribus del Este y del Oes- te; hnalmente, que recorrida toda la demás costa desde el Cabo 13wen Tiempo hasta el de San Bar- tolomé por los Capitanes Uixon, Portlocky Dou- glas, sus adquisiciones han sido muy cortas, á pesar que hayan sido muchas las diligencias para aumentarlas: una sola embarcación jamás pu- diera recorrer todos estos puertos, ni consecuen- temente completar el número indicado en una sola expedición. Ignoramos los progi'esos comerciantes que hiciese la balandra Princesa Real en el Archipié- lago de su nombre; pero debemos creer que no serían muchos, cuando no se ha hecho memoiía de ellos, ni la balandra cesó después sus opera- ciones mercantiles para navegar hacia Cantón: en tal caso pudiéramos aventurarnos á creer que las islas de una y otra parte que forman el canal de Dixon y que luego siguen hasta el Cabo Boisé, podrían cuando más suministrar i.ooo nutrias anualmente (5) deducidas éstas por la mayor parte del Archipiélago de la Reina Carlota. Ya en Nutka la inmediación de las célebres (i) Sería muy útil comprender la Rusia en nuestro próximo tratado de límites con la Inglaterra, y así como Fe! fijen los de la España en el Cabo Blanco, fijar Ins do aquel Imperio en la ría ae Cook, quedan- do todas las costas intermedias, como las de Afriri, al arbitrio del que quiera establecerse en ellas: bien, en- tendido que para evitar princ¡[)ios de discordias, nin- iiún esta! í'-cimiento mercantil debe hacerse sin aviso lecíprocc 111 fíuropa para atender d los derechos an- teriores i.i alegar otras Jurisdicciones en el terreno in- mediato A uii establecimiento, que el que se disfrute con cortes, siembras y factorías. Nutka ó el .Archipié- lago do Macuina deben comprenderse en este esta- do; pues que á el Criend'y I'ovc ó puerto de Yucuat no corresponde sino un pequeño distrito cedido por Ma- cuina al Capitán Meares: en las expediciones del pró- ! imo año de 1792 convendrá sustituir este método de compras de un terreno señalado al plantío de muchas cruces, que en los tratados de Europa no. logra luego la rnvalidación necesari ' {2¡ Suponemos que s 57 restantes que cita el Ca- pitán Dixon, se hayan ndquirido en la ría de Cook. (3) Aunque el Caj 'ín nixon pudo adquirir algu- nas máii, no sería prudí ate calcular por esa adquisi- ción, porque siendi' el primer buque que comerció con aquellos natur ;cs, recibió las que tenían acopia- das en nuchos años. CORBHTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 369 los estableci- itiles no pue- rada del Prín- se extiendan a la de Buca- riencias de los le nutria de un 10 : esta aser- o se considere udo adquirir el r de la entrada mes de Setiem- apenas hemos erto Mulgrave, Este y del Oes- la demás costa el de San Bar- Portlock y Dou- muy cortas, á diligencias para ción jamás pu- s, ni consecuen- ndicado en una )merciantes que ; en el Archipié- ics creer que no . hecho memoiía spués sus opera- ir hacia Cantón: arnos á creer que 2 forman el canal 3ta el Cabo Boisé, ar 1. 000 nutrias is por la mayor lina Carlota, n de las célebres la Rusia en nuestro la Inglaterra, y así ;n el Galio Blanco, 1 ae Cook, queJau- umo las de Afrira, se en ellas: bien.en- dc discordias, nin- )e hacerse sin aviso á los derechos an- uos en el terreno in- ! el ciue se disfrute íutka ó el Archipié- iderse en este esta- juerto de Yucuat no rito cedido por Ma- ipediciones del pró- tuir este método de il plantío de muchas •opa no. logra luego intes que cita el Ca- u la ría de Cook. pudo adquirir algiJ- ar por esa adquisi- uque que comerció i que tenían acopia- Lagunas de los Nuchimases, ofrece una canti- dad mucho más considerable de pieles, las cua- les podrán tal vez sin imprudencia hacerse llegar hasta 3.000; pues que Natzapi, calculados todos los pescadores, los días inútiles del invierno y la dificultad de coge! las nutrias, las llevaba en su máximo á 4.000. No deben ser tan abundantes las Islas de Wi- cananish, el puerto de Cayuclá, antes bisn, si atendemos á las noticias verbales de la goleta Saturnina, á los recoiiocimientos hechos en el año anterior por el Alférez de navio Quimper y á los progresos bien limitados de los Capitanes Bar- kley y Mearas, no pueden formarse ni aun unas esperanzas lisonjeras sobre la mayor facilidad de esve comercio: después de las desgraciadas pérdi- das del C'-inandante Cuadra y del Capitán Bar- kley, la una en la ensenada de los Mártires y la otra en el Queenithee, aventurar las lanchas á tanta distancia de sus propios buques parecerá cada día más imprudente y reprensible, y si se omiten estas expediciones, ya al Sur del Estrecho de P^uca, los puertos son tan malos ó más bien carece tanto la costa de puertos, y las neblinas y temporales son tan frecuentes, que fundar los cálculos mercantiles sobre las adquisiciones que de ella dimanen fuera sumamente arriesgado: no supondremos, por consiguiente, hasta el puer- to de la Trinidad, sinc i .la adquisición anual de 800 nutrias; de donde puede inferirse que la can- tidad total de pieles de nutria que pueda sumi- nistrar la costa hasta aquí conocida en el espa- cio directo de 500 leguas, no excede anualmente de 5.400. Ni nos alucinan contra estos cálculos los ejem- plos de los rusos en sus pesquerías, bien sea de las islas ó del continente: las islas abundan cier- tamente de un mayor número de nutrias: las del continente son harto dudosas en cuanto á su pros- peridad; todas han costado inmensos sacrificios de gente v de dinero; la comunicación de un es- tablecimiento con otro y de todos con la capital de Bolcheresk, les dio una consistencia y otro mé- todo, gubernativo: la vida económica, y digámoslo así, más bárbara que la de los mismos naturales, á la cual se ven constituidos los emprendedores de esta pesca, debiendo además sacrificar a* ^\^ mente á su propia seguridad un número crecido de naturales (r) no da lugar á una comparación cabal con otras naciones distantes, hechas á un temple, á una legislación y á una vida más sua- ves que las de los rusos (2); finalmente, así el no (i) Véanse los Diarios del Capitán Cook, del Pilo- to Haro y del Teniente de navio Hidalgo. (2) A la verdad, la determinación de Mr. Maccay en quedarse y la de Mr. Strange en dejarle entre los pueblos de Nutka, que á la sazón y aun en el día tie- nen el concepto de caníbales, ó no hace mucho favor A la civilización de los ingleses, ó hacen el mayor elo- gio de su codicia comerciante. haber concurrentes en las islas y costas de aquel Imperio, como el tener un desembocadero más cómodo en las fronteras de las provincias septen- trionales de la China, el surtirlas con el auxilio del Canadá y de la bahía de Hudson con un nú- mero proporcionado á sus necesidades, haría muy defectuosos cualesquiera cálculos que tendiesen á deducir nuestra prosperidad, del semblante con que se hallan las pesquerías rusas. En cuanto al incremento del número indicado de pieles, que seguramente han supuesto los in- gleses en sus combinaciones, es menester refle- xionar que sólo podría conseguirse (aun cuando el número de nutriaí-- lo permitiese), ó por medio de los naturales, ó por medio de los marineros nacionales de las factorías, que á imitación de los rusos, se ocupasen por si en la pesca: lo pri- mero no es tan fácil á suponerse, puesto que no sólo los vemos ocupados todos y casi diariamen- te en 'a pesca, sino que la necesidad de proveer en el verano á su subsistencia para el invierno; la de alcanzar algún abrigo para el frío; el corto número de población, y sobre todo, el no haber aumentado sus acopios (i) á pesar de las visitas repetidas de los europeos, con cuanto pudiese ex- citar sus antojos, no dejan muchas esperanzas de que por su parte pueda crecer ni medianamente este ramo industrial: la experiencia dictará tal vez en Nutka lo que hayan de aprovechar los in- gleses con una pesca nacional protegida de una factoría: por nuestra parte nos ceñiremos áó'o á indicar que esta experiencia probablemente los desengañará muy luego (2), y que aun en el caso de no malograrla, ni el pié de nuestros sueldos y alimentos, ni nuestra pericia en el ramo de la pesca, ni la dificultad de sujetar en la conducta y subordinación nuestros menestrales en el caso que se encuentren hábiles y constantes, nos con- (i) Pudiéramos citar A favor de esta aserción, los chascos repetidos de las emb-'.rcaciones que han lle- gado postreras á la costa: el Capitán Meares en la corbeta la A'ootka, precedido por el Capitán Fipping en la entrada del P-íncipe Guillermo, no encuentra una piel: los Capitán- ¡s Portlock y Dixon, para auxi- liarle en sus apuros, al año siguiente lo constituyen en una obligación de no hacer más comercio en la costa, y á pesar de esto, sin el encuentro casual de las Islas de la Reina Carlota, sus acopios hubieran .íido suma- mente mezquinos: el Capitán Barkley, aprovechando el encuentro y aprestos anticipados de Mr. Maccay, apenas recibe 600 pieles en Nutka, é inmediatamente queda el Capitán Hanna, sin encontrar más que po- cos retazos: el Capitán Colnett, á su salida de San Blas, aunque llegue por Febrero á Clayucat, se vé pre- cisado á comprar por diez pesos fuertes cada una las pocas que había en nuestro establecimiento; finalmen- te, son increíbles los sacrificios que en el presente año de 1791 ha hecho el Capitán Kendrik en Nutka para surtirse de un corto número do pieles. (2) Pudiera aventurarse la proposición de que no será permanente el establecimiento inglés en Nutka, á pesar de ser éste el paraje más jportuno para inten- tarlo. •■f> í«B»aBR«.í--2'i^^WW«íi'--*í 37» VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO 11 *. vidan á ser los primeros á engolfamos en esta es- pecie de empresas. No podremos por consiguiente en nuestras combinaciones mercantiles suponer un mayornú- mero de pieles de las que se manifestaron al prin- cipio; deberemos tener presente que deteriora mucho la calidad de las pieles á medida que se disminuye de latitud (i) y no perderemos de vista así la natural concurrencia de los ingleses y de los americanos, como la imposibilidad de que los tiempos, las estaciones y un feliz acaso, propor- cionen entre los muchos concurrentes una distri- bución tal de distritos de la costa, que ninguno quede sin ser visitado, y por consiguiente, sin contribuir su cuota proporcionada de pieles. En este caso apenas nuestros cálculos los más felices podrán extenderse á la adquisición anual de 1.500 á 2.000 pieles, las cuales en el mercado de Cantón, al precio de 26 y '/i. pesos fuertes (2) por cada una, darán un caudal efec- tivo de 40 á 50.000 pesos fuertes: estas á lo me- nos deben ser nuestras suposiciones, mientras no demuestre la experiencia una probabilidad gran- de de hacer exclusivo á favor nuestro este ramo de comercio, con preferencia á los ingleses y americanos. Una comparación de ventajas con aquellas naciones, es por consiguiente, necesaria para aclarar la cuestión primitiva, reducida ya al do- ble objeto de examinar: i ." Si debemos concurrir. z.° Si podemos excluir ó á lo menos aventajar á los demás concurrentes. La comparación de los concurrentes á una misma especulación, natural- mente se divide en los tres ramos siguientes: i." Cuáles son los géneros que se pueden traer al mercado. 2." Cuál valor puede darse á los géne- ros recibidos. ]." Cuáles son los gastos que trae consigo esta doble importación (j). Por ventura la segunda de estas indagaciones puede omitirse, no habiendo más mercado para las pieles que el de Cantón, en d' nde los privilegios son unos mismos para todas las naciones y una misma la necesidad de equilibrar cuanto sea posible la balanza del comercio: nuestros razonamientos no se dirigirán por consiguiente sino al primero y al tercer punto. Bien examinadas las necesidades y antojos de los naturales en las diferentes tribus recono- cidas hasta aquí, y considerado con no menor atención el efecto político dimanado en toda la (i) Puede verse esta diferencia en nuestra remesa fie pieles al Real Gabinete. (z) Sería m.is prudente suponerlo algo más bajo, esto es, de 20 á 25, si el mayor número es de parale- los mfSs bajos que Nutka. (3) Los cíílculos mercantiles son por lo común molestos si han de p a .laros: el refrán de Sir Roger de Coverly en £¿ Espen. 'dor inglés, Appeny saved is » penny f^ot, es el modo \ \1s exacto de discurrir en materia de comercio. costa, de la concurrencia poco unánime y bien desordenada de las naciones europeas, pudiera deducirse como verdad, que las ganancias exce- sivas ó bien de los buques del Capitán Cook 6 de los del Capitán Portlock, deben olvidarse como ya inasequibles; y que ha desmerecido de tal modo el valor del hierro, que ya este artículo puede considerarse como de segunda necesidad entre aquellos naturales: ¿cómo podíamos ima- ginar jamás que en las rancherías de Macuina, al tiempo que se rehusaba una piel á un marinero por 50 conchas de Monterey (i) se le diese por dos un pote de hierro de 10 á 12 libras, en muy buen estado? Sin embargo, esto acaeció á nues- tras lanchas al tiempo que recorrían los canales iiíternos á las órdenes de los Tenientes de navio Espinosa y Cevallos: y por lo que toca á las partes más septentrionales, si bien tuviesen aún bastante valor las hachas en la entrada del Prín- cipe Guillermo y en el puerto Mulgrave, las de- más cosas de hierro fueron siempre pospuestas con mucho á la ropa de abrigo y aun á los bo- tones. Entre los efectos de necesidad relativos á los naturales, no podremos por consiguiente com- prender sino el hierro labr?.do y dispuesto en utensilios útiles, particularmente los que ne- cesitan el temple del acero, y la ropa de abrigo: son inciertas y sumamente inciertas sus nece- sidades relativas al lujo; los abalorios, los bo- tones dorados y plateados y los de metal con preferencia á los de hilo, fueron los efectos pre- feridos en el puerto Mulgrave, asi como en Nutka se decidieron generalmente por los espe- jitos, en los cuales ya miraban con mucho em- peño sus fisonomías y se justificaban á veces de no haberse lavado el rostro ':omo solíamos recomendarles (2), pero un efecto que correspon- diendo á los de lujo, puede sin embargo consi- derarse entre los de necesidad, y aun como el más esencial en el comercio de las pieles, es segura- mente la concha de Monterey, Aullun, que des- cribe Linneo bajo la denominación de Haliotis Myde: puede agregarse el cobre para las inmedia- ciones de Nutka, pues que como ya se ha dicho en el capítulo antecedente, aquellos naturales lo llevan luego á los Nuchimases (3) y ya tene- mos agotados todos los efectos que pueden con- currir en el mercado de la costa. (1) Se verá después hablando del valor de estas conchas hasta qué punto está desnivelado pl comer- cio europeo. (2) No puede omitirse el hablar del progreso en el aseo que han hecho estos naturales, particular- mente los Tahis: á bordo de la Descubierta Natzapi ha pedido otro vaso de agua, porque había un mos- quito en el que le presentaban. (3) Me aseguró Natzapi qne por una plancha da cobre de las dimensiones de las del forro, pero algo más gruesa, daría siempre tre > pieles de nutría de la mejor calidad. CORBETAS DKSCUBIEKTA Y ATREVIDA 37^ anime y bien eas, pudiera nancias exce- tán Cook 6 de Ividarse como recido de tal este artículo nda necesidad odiamos ima- de Macuina, al á un marinero le le diese por ibras. en tnuy icaeció á nues- an los canales entes de navio ue toca á las n tuviesen aún lirada del Prín- f;rave, las de- pre pospuestas aun á los bo- dad relativos á )nsiguiente com- y dispuesto en ite los que ne- ropa de abrigo; iertas sus nece- balorios, los bo- os de metal con 1 los efectos pre- ^e, así como en nte por los espe- con mucho em- tificaban á veces 3 como solíamos to que correspon- I embargo consi- f aun como el más pieles, es segura- Aullun, que des- ación de Haliotis para las inmedia- to ya se ha dicho iquellos naturales ses (3) y ya tene- i que pueden con- :a. o del valor de estas ¡nivelado pl comer- lar del progreso en atúrales, particular- )escubierta Natzapi rque habla un mos- por una plancha de del forro, pero algo ieles de nutria de la Ahora, pues, examinpnd") nuestra situación política, se deja ver no con poco agrado del que desee la prosperidad nacional , que seguramente las colonias ep- -ñolas parecen aventajarse á las demás en suministrar estos efectos: el hierro la- brado, si es de manufactura española, es sin duda alguna mucho más caro que el de manufactura in- glesa: pero como estas en sí sean cosas de poco valor, y los rendimientos no puedan ser cuan- tiosos, la diferencia jamás será de mucha monta ni capaz de desnivelar el comercio: en la con- ducción á Manila, y de allí á la costa, ó de Nueva España 6 de California, ya nuestros cos- tos pueden considerarse á lo menos iguales á los extranjeros, ó bien vengan por Cantón ó por el Cabo de Hornos: en desquite de este ramo en el cual tenemos alguna inferioridad, se nos presentan los demás muy favorablemente. El cobre y las ropas de abrigo, sacado aquél de las muchas minas de la Nueva España y éstas de Méjico y demás ciudades en donde el temple obliga al uso del paño y de las bayetas, son efec- tos bien baratos y de bien fácil transporte al pa- raje de su consumo: y por lo que toca á las conchas de Monterey, debe creerse positiva- mente que siendo aún allí limitadas á un corto trecho de costa, no sólo no tendrán en los bu- ques extranjeros quien las compita, sino que será fácil darles por nuestra pane y conservarles un valor precioso. Estas conchas poco há no tenían valor al- guno en Monterey: la más leve recompensa á un neófito de la Misión que las recogiese, bas- taba para juntar centenares de ellas, tanto más, que era indiferente su principio de calcinación, por estar desde largo tiempo sobre las playas: en toda la costa las han apetecido con iguales ansias (i) pero la misma facilidad de adquirir- las, ha hecho que nuestros navegantes dt San Blas las malbaratasen, habiendo caso dr, dar 50 conchas por una piel, cuando al principio en Nutka y últimamente en la entrada del Príncipe Guillermo (2) una ó dos conchas alcanzaban una piel fina. Sin embargo, es fácil poner un freno á este abuso; y desde luego sea como fuere, podemos ya asegurar que la parte de comercio en la cos- ta del Noroeste de la América, correspondiente á los efectos de importación, es bien favora- ble á las colonias nuestras de Nueva España, sobre las demás extranjeras, ya que éstas ni pueden conseguir las conchas (3) ni suministrar el cobre y las ropas usadas de abrigo con tanta prontitud y tan poca distancia como nosotros. Queda ya por examinar el ramo más impor- tante de un comercio, y es el transporte de am- bos efectos cambiados: se combinan en esta parte todas las trabas de la legislación europea que favorecen á una más que á otra nación; la posi- ción de las colonias ó puertos amigos de cada una, á donde hayan de aprodar las naves; pero sobre todo la economía y práctica de la navega- ción, para que los viajes sean al mismo tiempo periódicos, cortos, lucrativos y seguros. Desmaya, á la verdad, la pluma del que mire los intereses nacionales, cuando se considere que nos cuesta hartos sacriticios la vista de una pu- sición como la nuestra para el comercio de las pieles: la posición es, sin duda alguna ventajo- sa, ó bien se emprendan nuestras operaciones mercantiles desde Acapulco, desde Monterey ó desde Manila; pero cuánto cuesten estas colonias á la Monarquía, cuánto le hayan costado hasta aquí, no fuera fácil describirlo tn pocos religio- nes; ello es, sin embargo, que nuestros viajes desde Acapulco } San Blas son igualmente bre- ves y seguros de ida y vuelta en todo el año, que los puertos de Monterey y San Francisco á don- de nuestro navegante halla todos los auxilios así para su segtiridad, subsistencia y recreo, como para la continuación de sus operaciones mercan- tiles, pueden muy bien considerarse un distrito de la misma costa del Noroeste; finalmente, que el puerto de Manila, mediant'í sus conexiones mercantiles con la Nueva Espaf.a y con la Chi- na, liga de tal modo sus navegaciones para la costa del Noroeste, que pueden considerar casi li- bres ele fletes los efectos que componen este cambie, cuando los buques extranjeros, sobre ellos sclos deben recargar todos los gastos de un viaje peligroso y dilatado. Más felices también en este ramo por lo que toca á la economía, podemos considerar nuestra navegacii .1 aventajada á la extranjera, no sólo en la multiplicidad de -«'Metos que pueden abra- zarse de ida y vuelta, si .ambién en el poco cos- to de las embarcaciones, marinería y víveres que han de verificarlos: cualquiera dé una mirada, aunque ligera, á la navegación nuestra de Fili- pinas, á la excelencia de los buques construidos en sus provincias, á la muchedumbre de buena marinería que puede suministrar (i) y á la cali- (r) Las destinan por lo común para la comida; d veces les sirven de adorno: aumentan sin proporción de precio en razón de su tamaño, el cual puede con- siderarse apreciable, cuando la circunferencia llega á tres gemes. (2) Nos lo ha dicho verbalmente D. Salvador Hidalgo. (3) Parecía que los nácares ó conchas de la perla i de Panamá, Realejo, Acapulco y Filipinas debieran ser también apreciablcs; pero no ha sido así, y los na- turales del puerto Mulgrave han manifestado á Don i Cayetano Valdtís, que las tenían en aquellos con- tornos. (i) Un marinero filipino de primera clase gana en la Nao 12 pesos fuertes por mes, y en aquellos buques mercantes dos á tres: los marineros i gleses escriturados por el Capitán Meare? á bordo del Rey Jorge, debían ganar cuatro libras esterlinas. El pago i7i VIAJE ALREÜbUOK DEI. MUNDO 'i J dad y abundancia de los víveres, conocerá desde luego que mal pudieran competirle los armamen- tos ingleses del Cantón, Bengala y costas de Co- romandel y Malavar, y mucho menos los que sa- liendo de Europa por el Cabo de Hornos, lleguen á la costa del Noroeste próximamente con un año de viaje y con unos riesgos que exigen seguros no indiferentes. Luego en el comercio de las nutrias están á favor nuestro los costos del transporte ó de la na- vegación (i) y el valor y calidad de los efectos de importación, debiéndonos por otra parte parecer iguales con los demás, los precios de las pieles exportadas para el mercado de Cantón: en este caso sólo unas medidas directamente opuestas á la prosperidad de este comercio pudieran des- truir esta superioridad: no será supérfluo el in- dicarlas, no tanto con el ánimo ó de precaverlas todas ó de ostentar una penetración inoportuna, como con el deseo de alentar á los primeros em- prendedores, de suerte que sus operaciones en unos asuntos no bien experimentados, logren en sus mismos principios de toda la felicidad nece- saria. Este comercio debiera en primer lugar depen- der únicamente de las medidas comerciantes de un corto número de accionistas combinados en Méjico y en Manila: las primeras expediciones deberían ser sueltas, independientes una de otra y como por vid de ensayo: los buques destinados á este objeto serán dt poco porte, se dirigirán á Monterey para abastecer libremente aquel presi- dio y encontrar allí el ac^opio oportuno de cobre, ropas usadas y conchas, de donde, finalmente, se dirigirán á la costa, emprendiendo derrota direc- ta para los puertos inmediatos al Monte San Elias: estas operaciones, movidas desde un pun- to distante (2) acompañadas del deseo de abar- carlo todo en un solo año y de dar un semblante de éstos en la costa, es sin embargo, de 74 rupias ó siete pesos fuertes próximamente. Pudieran hacerse muchas comparaciones útiles de los demás precios de estopa, cables, etc., sobre aquel viaje, como de todos los demás comestibles en el viaje tercero del Capitán Cook. (i) Estas ideas de comercio se desplegarán aún con más claridad en el libro siguiente, cuando se unan como es debido á la prosperidad de la California, de modo que no sea ya un gravamen constante á la Mo- narquía: por ahora nos contentaremos con indicar que los paquebotes y bergantines de Filipinas empleados en el comercio costanero de las pieles, y haciendo "is- cala en Monterey, aunque no se ocupasen sino en esto solo, siempre lograrían muchas ventajas económicas sobre los que se habiliten en Cantón y Bengala. Los pilotos de San Blas, instruidos en poco tiempo de las reglas del pilotaje más exacto, pudieran guiar con mu- cho acierto aquellas embarcaciones. (2) La residencia de la dirección de la Compañía de Filipinas en Madrid, sería capaz por sí sola de des- truir todas las ventajas si estas negociaciones se apro- piasen á aquel cuerpo: las providencias son tardías, las ideas magníficas, los empleados muchos y los des- carríos de la primera senda sumamente fáciles. guerrero á las miras mercantiles, inmediatamen- te refluirían considerables gastos contra los em- prendedores, y por ultimo, no hallarían sino pér- didas á donde todos los cálculos les prometían crecidas ganancias. Tampoco será útil, que en las primeras com- binaciones de esta especie se mezcle ni remo- tamente la Real Hacienda, á lo menos por lo que toca á unos prontos ahorros. Son harto frecuen- tes los proyectos engañosos de economía que últimamente produciendo solo nuevos empleos vitalicios y la subvención del derecho público, acaban por extraer del Erario ó con nuevas pro- mesas, ó por una compasión mal entendida, aquellas mismas sumas con las cuales se habían brindado á acrecentarle. Por consiguiente no de- biera al principio admitirse ofrecimiento al- guno de esta especie. Sea rico el vasallo sin ve- jación de sus conciudadanos, y lo será muy luego toda la Monarquía (i); manifiesten los pri- meros ensayos cuáles son las ventajas del co- mercio emprendido, y luego que se cimente será fácil extraerle la cuota correspondiente al equilibrio de la prosperidad pública. Así, si las primeras empresas nacionales tendiesen á imi- tar las que han hecho los ingleses desde el Asia, con sola la diferencia de tocar ida y vuelta en Monterey, el Monarca debía desentenderse de todo derecho, á lo menos hasta la llegada de re- greso á Manila, en donde podrían pagar lo mismo que todos los demás, los géneros importados desde Cantón. Pero el golpe más destructivo para la infan- cia de este comercio sería sin duda el pensar en un establecimiento. Ninguna nación debe estar en esta parte más escarmentada que la nuestra; y la constitución de estas costas ha demostrado ya, que apenas recorriéndolas todas en la esta- ción oportuna puede completarse un mediano cargamento, pues los pocos y diferentes antojos de aquellos naturales, como su ninguna inclina- ción á los licores nuestros (que hacen el princi- pal objeto de los cambios del Canadá y bahíade Hudson), no dan lugar á que se tengan almace- nados crecidos efectos para ocurrir como es el objeto de un establecimiento, á una concurren- cia frecuente y periódica de compradores (2). Últimamente, el temor del contrabando pu- diera en esta ocasión, como en otras muchas, interrumpir la felicidad de las primeras empre- sas. Un celo aparente para el buen orden de las (i) El sistema de derechos correspondientes se desplegará también al tiempo de combinar este co- mercio con el de las Californias y Filipinas, relativa- mente á la Nueva España. (2) La facilidad con la cual (segúu se ha dicho generalmente) la Compañía de Filipinas se brindaba á entregarse del establecimiento nacional de Nutka, hace ver que no eran acertadas las ideas de este Cuerpo, sobre las ventajas de aquel comercio. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA .573 lediatamen- Intra los em- lían sino per- es prometían imeras com- le ni remó- os por lo que arto frecuen- Iconomía que vos empleos cho público, nurvas pro- I entendida, les se habían Iruiente no de- cimiento al- asallo sin ve- lo será muy Jfiesten los pri- itajas del co- e se cimente espondiente al ca. Así, si las idiesen á imi- desde el Asia, la y vuelta en sentenderse de . llegada de re- pagar lo mismo -os importados ) para la i nf an- da el pensar en Lción debe estar que la nuestra; ha demostrado das en la esta- se un mediano erentes antojos inguna inclina- bacen el princi- pada y bahía, de tengan almace- rrir como es el una concurren - pradores (2). lontrabando pu- ; otras muchas, rimeras empre- en orden de las respondientes se ombinar este co- 'ilipinas, relativa- egúu se ha dicho }inas se brindaba acional de Nutka, as ideas de este I comercio. rentas públicas no es sino el abrigo de un inte- rés verdadero en mezclarse un mayor número de empleados en un objeto nuevo, del cual se es- peran crecidas ganancias: á veces con el objeto de coadyuvar servilmente al sistema adoptado, por lo común con el afán de ostentar un nuevo mérito en el mismo momento en que no se res- pira sino una ambición interesada, no bien se ha hecho público un proyecto r'e comercio y ha merecido para sus ensayos la justa sanción del Soberano, cuando un sin fin de planes económi- cos se desploman de todas partes para sofocarle en su misma infancia: no son éstas unas abejas que chupando suavemente de la flor la convierten muy luego en cera y miel: son más bien unas langostas que no dejan otro rastro de su venida á un campo sino la desolación y los llantos de! que pensaba cosecharle. El contrabando de la plata no es fácil si hay un buen resguardo en Acapulco, en donde las avenidas son pocas y los buques están anclados con mucho orden é inmediación al muelle: ade- más, que si bien el traspaso directo á Cantón del numerario daría unas ventajas enormes, no es creíble por ahora que lo alcancen los comer- ciantes de Méjico, para las debidas combinacio- nes en el giro de letras con las ciudades comer- ciantes de Europa (i). Fuera de este caso no es posible suponer un contrabando: el comercio de Méjico debe considerablemente al de España, y este pago le absorbe anualmente todo el pro- ducto de las minas: debe también al de Mani- la; pero está tan distante de satisfacerle con prontitud, que además de haberle precisado ú reformar la mitad de sus remesas (2) ni éstas se le satisfacen puntualmente: luego si no hay una deuda anterior ni puede recelarse una com- binación nueva, está patente que no debe temer- se la extracción de la plata, á menos que la intro- ducción de géneros prohibidos no haga preceder un crédito á nuestro comercio. En este crédito ó introducción de efectos ex- tranjeros, debe también distinguirse un comercio periódico del accidental y despreciable de las anchetas particulares de uno ú otro Capitán ó Contramaestre: éstas no merecen un lugar en los (1) Se verá á su tiempo cuántas ventajas produci- ría este giro oportuno á la Monarquía; esto es, hacien- do pasar los comerciantes españoles á Manila y Can- tón toda la plata de la deuda extranjera, tomando le- tras sobre Inglaterra, Amsterdan, Lisboa, etc., y nego- ciándolas luego en Europa: este giro equilibra taniijfén, alo menos enmucha parte, el valor del dinero del Perú con el de Nueva Espcña, da un resorte muy activo á nuestra navegación y debilita la extranjera, bajando además el valor de los efectos de sus fábricas en ,el mercado de Cantón: lo que más importa es que con esta precaución, la circulación en el continente viejo no es violenta ni ahogada de su mismo peso. (2) La Nao de Manila ya no viene á Acapulco sino de dos en dos años y nunca lleva el dinero corres- pondiente á sus efectos. cálculos politicna, y basta para contenerlas el escarmiento del infractor, que tarde ó temprano es por lo común victima de un delator infame: aquél, al contrario, debe precisamente tenerse á á la vista, así por lo que influye en el sistema general de Hacienda, como por la imposibilidad de atajarle, cualesquiera sean los gastas, los ar- dides y las personas que se destinen al intento: pero por ventura, vemos en el día que los efec- tos del Asia son más bien importunos y sobran- tes en la Nueva España que necesarios; y ade- más, una asociación de comerciantes que en estos ensayos tiene á la vista más bien el be- neficio público que el particular, no puede abusar de la confianza del Gobierno para unas ganan- cias soeces y de poca monta. Sería esta la ocasión de manifestar por exten- so todas las combinaciones favorables que pro- porciona el puerto de Monterey en este giro; sin embargo, le omitiremos ahora contentándonos con decir que los fondos para el comercio de las pie- les pueden indistintamente enviarse á Manila ó á Monterey; esto es, en cuanto á los tres ramos preciosos de conchas, cobre y ropas usadas; pues como se ha dicho, el hierro labrado y las quin- callerías, tal ve;í se adquirirá con mayor econo- mía en aquella colonia que en las de la Nueva Es- paña occidental: por lo que toca á los gastos necesarios para la habilitación de un buen pa- quebot ó bergantín del comercio de Manila, que invernando en Monterey pudiese hacer segunda campaña á la costa antes de venir á Acapulco y de allí regresar á Manila, parece qiit los fondos debían también derivarse del comercio de Méjico más bien que del de aquella colonia, pues que éste está acostumbrado á su rutina envejecida de dar al dinero el solo giro de una ganancia exor- bitante por premio, ocurriendo principalmente las Obras Pías á la duración de este vicio mer- cantil (i). Hasta aquí no se ha mirado el comercio del Noroeste de la América sino como referido á los naturales y al solo objeto de las pieles; pero si no nos engañan mucho las apariencias, éste pu- diera tal vez extenderse á la Siberia, y en parti- cular al Kamskatka con los objetos siguientes. Embarcaciones construidas, arroz, trigo, azú- car, jarcias de abacá, tablazón de las Filipinas, vi- nos, aguardientes, tabaco, tablazón, betunes, jar- ciasdc San Blas, menestras secas, carnes saladas y t'iia ú otra vez frescas del reino de Nueva Es- paña, cuyos efectos, aunque no lograsen cambio directo por no producirse en aquellas provincias cosa alguna de extracción útil, pudieran compen- sarse sin embargo, por letras sobre Peteisbmgo, en donde la Corona, con motivo de las arbola- I (i) Se propone de oficio al consulado de Méjico un ensayo de esta especio de comercio. !■ 374 VUJU ALRBUEDOK DEL MUNDO duras, no tiene en el día objeto alj^uno de com- pensación mis (|ue el dinero físico. Ks inútil manifestar en esta parte, que He- mejanteH empresas no pudieran aventurarse sin un tratado anterior de comercio entre las dos cortes; y particularmente sin saber el estado ac- tual de aquellas provincias, los valor'" de cada efecto vendible, las neccsidndes á (¡ue no han podido remediar hasta aiiora, la mayor seguridad de la navej;ación ha-.ita Okosk, el permiso para internar hasta a(|uella capital, las ideas del üo- bierno ruso relativamente al fjrado de fuei/a y prosperidad á que quisiera llevar la Sibtria; anal- mente, una idea cabal de la actual feria de Kiac- kta, por si nos conviniese enviar á ella por la Si- beria algunas manufacturas nacionales (i). lín estas especulaciones es también evidente que debíamos mirar como un objeto de mucha monta conservar á favor nuestro el transporte y navega- ción, no permitiendo la venta sino de embarcacio- nes de poco porte; y favoreciendo mucho la ex- portación de nuestras colonias en los bajeles na- cionales, finalmente, que debíamos dejaral pro- lijo cálculo mercantil, aquellos detalles, escalas y ramos secundarios que nunca puede alcanzar el que calcula sobie los intereses ágenos á una dis- tancia excesiva del mercado. Ello es bien seguro á lo menos, que nuestros viajes á la Siberia, particularmente desde Aca- pulco y Monterey, no nos utilizan la estación oportuna del mismo año para comerciar en las pieles, y que dependiendo este comercio de una corta cantidad de efectos nada voluminosos y la mayor parte útiles para lastre, el Hete de los que se importen á la Siberia, aunque moderado, debe ser bien ventajoso á nuestros navegan- tes (2). (i) Las noticias de Mr. Coxe son imperfectas; pa- rece que no carecen del menor grado do exactitud las de Mr. Pallas, que no están en nuestro poder: sin embargo, serán infinitamente más individuales las ((ue se adquieran por un comerciante inteligente de Petersburgo. (2) Los pilotos del Departamento de San Blas, enterados en poco tiempo del pilotaje fino, son ca- paces de dirigir estas navegaciones: haría muy buen servicio uno ú otro Oficial de la Marina Real, que no Si se pregunta últimamente cuál ha de ser la conducta nuestra relativamente á una colonia in- glesa en estos mares, insistiremos en solicitar que se aparte de ella cuanto sea posible la cir- culación de la plata; que en las nuestras inme- diatas abunden los tabacos, vinos, aguardientes, paños, maderas, harinas, hierro, armas, etc., fa- cilitandoá los extran jeros su compra, bien que sin mas intervención de parte del Rey que la que conduzca á la conservación del derecho público; que la comunicación>del reino de Nueva España con las colonias antiguas ó nuevamente estable- cidas, sea únicamente por Acapulco, tn donde las demás costas de Chile, Perú, Quito y Guate- mala, envíen aquellos efectos que puedan com- petir con Nueva España en el mercado nueva- mente establecido; finalmente, que sea Acapulco el centro del comercio de todos los dominios de S. M. que baña la vasta extensión del mar Pacífico entre sí; y de éstos con la China, la Si- beria oriental y las costas de la América no sujetas á la Monarquía. Pertenece á una época posterior á ésta (i) sistemar las ideas de este comercio; en el día su novedad, no bien aclarada, sólo influiría en pre- venir los ánimos políticos contra su admisión, cuando nuestro objeto no es otro que el de con- firmar lo que ya se indicó en los axiomas políti- cos; esto es, que la plata es un fruto como los demás que produce la tierra á beneficio del que la habita, que es la última necesidad de las nacio- nes, y por consiguiente, que no está en nuestra mano el darla un valor imaginario, mientras otras necesidades de mayor monta nos esclavicen á las demás; finalmente, que de cuantos frutos produ- cen las inmensas conquistas españolas, es el que menos puede contribuirá la prosperidad nacional, y el que hasta aquí ha contribuido á su total de- cadencia. desdeñando los trámites no indecorosos de la Mari- na mercante, coadyuvase con sus conocimientos po- líticos y facultativos al verdadero progreso de la prosperidad nacional en estas navegaciones. (i) Como muy luego se han de examinar de cer- ca las Filipinas y la China, fuera imprudente ensan- char estas ideas antes de la comparación necesaria de unos intereses con otros. |ál ha de ser la ina colonia in- )s en solicitar Iposíble la cii- lucstras inme- aguardientes, lirmas.ctc, fa- ra, bien que sin [ey que la que Techo público; Nueva España [mente eatable- lilco, ".n donde Qi'ito y Guate- e puedan com- lercado nucva- le seaAcapulco Is los dominios lensión del mar a China, la Si- la América no erior á ésta (i) ;io; en el día su nlluiría en pre- a su admisión, que el de con- axiomas politi- fruto como los leficio del que la ad de las nació - está en nuestra j, mientras otras i esclavicen á las os frutos produ- añolas, es el que eridad nacional, lo á su total de- irosos de la Mari- onocimientos po- ) progreso de la ¡aciones. examinar de cer- nprudente easan- ción necesaria de Examen físico del Are hipié lago de Wnuio y de sus produce iones y habitantes. — Se individualizan diferentes puntos históricos^ relativos á toda la confederación de las Islas de los Aimgos, desde las últimas navegaciones del Capitán Cook, y se continúa la serie importante de las reflexiones del misino navegante. Los capítulos que anteceden con la narración individual de lo que experimentamos en el fon- deadero de las Islas de Vavao, bastarían para dar una más que mediana idea de las cualidades del suelo y de sus habitantes, aun cuando no nos hubiesen precedido en esta senda los Cook, Fons- ter y Anderson, cuyas miradas sobre cuanto abraza la inmensa variedad de la Naturaleza, merecerán siempre los elogios y la admiración de todos los navegantes: pero el método adopta- do en la serie de nuestras tareas actuales, la no difícil obligación nuestra de continuar un edifi- cio, cuyos cimientos se hallaban ya tan sólida- mente establecidos; finalmente, una nueva feli- cidad accidental, no diferente" de la que había- mos experimentado ya en Nutka, de poder com- binar al mismo tiempo, quien ipiese preguntar y quien supiese responder, e," / in que se abrace con mayor extensión esta espe<.ie de observacio- nes; ni á la verdad debemos creer, atento á su variedad y á su importancia, que parezcan abso- lutamente inútiles ó cansadas al hombre filósofo, el cual en toda la extensión del globo, ó se con- templa á sí mismo, 6 atónito admira la próvida mano del Autor de la Naturaleza. El Archipiélago de Vavao no desmerece en modo alguno la hermosa idea que de él había formado el Capitán Cook; abraza un número grande de las islas que el mismo Capitán com- prendió en la lista de las que pertenecían á la confederación de los Amigos; finalmente, abre un nuevo asilo mucho más cómodo y seguro, á los navegantes que trillen en lo venidero esta parte del mar Pacífico. Se extiende desde la lati- tud Sur de 18° 35' 30" hasta la de 18° 52', y en la dirección de Este-Oeste es su mayor extensión de solas cinco leguas. No son diferentes según el examen físico del Sr. Heenke, las mateVias de las cuales se com- ponen estas islas, de las que ya los viajeros in- gleses admitieron en las otras más meridiona- les; esto es, que la madre 6 la parte sumergida que forma la base, es una piedra calcárea, po- rosa, gris y con exceso puntiaguda: ú bien, para decirlo lmi una sola palabra, es una piedra co- ralina; probablemente la misma también en loa demás parajes (|ue no hemos reconocido, la cu- bren luego en algunas orillas las arenas blancas derivadas de los testáceos, y en la superlieie in- terio." una tierra arcillosa bastante dura, rojiza por el ocre marcial y mezclada en los parajes más cultivados, con una buena capa de tierra ve- getal. listas islas, si bien algo elevadas, á lo menos en su parte septentrional están muy distantes de poderse considerar como altas: sería difícil avistarlas á una mayor distancia de seis ó siete leguas, y quien las comparase con la parte más allade Tongatabu, tal vez se aproximaría mucho á la verdad: pero las vistas de D. Felipe Bausa darán una idea más cabal de su elevación, la cual por otra parte puede considerarse también re- presentada con igual exactitud por D. F'ernando Brambilaen la hermosa vista de perspecliva que ha formado del fondeadero de las corbetas. Cualquiera que examine aunque levemente lo que acaba de indicarse, deberá naturalmente inferir que nna extructura semejante, no puede á menos de producir una variedad extrema en los muchos canales que estas islas forman entre sí. Y efectivamente, no es extraño ver unas veces al- gunas islas ó más bien pedruscos tan perpendi- culares sobre el mar, que se hallen á pique las 50 ó 60 brazas; encontrar otras veces unas restingas tenaces, que oljstruyen toda comunicación con los canales interiores, favorecidos c'j nuevo con un fondo proporcionado para la navegación. En todas partes en donde han penetrado nuestras embarcaciones menores, son los arrecifes de una misma calidad, y ciertamente sería este un grave inconveniente para los fondeaderos, si oportunamente la Naturaleza no hubiese for- mado diferentes playas, en las cuales es igual- mente seguro el tenedero de las amarras y el atracadero de los botes. Es, sin embargo, una preferencia notable de J" ■:(> VIAJB ALRRDf'.DOK DRL MÜMDO ¡¡»ns p, ■ ■'i í cHte Archipiélagn Nohre Ina demás ya reconocidos (le liappai, Annamnka y Ton^atabu, el que sea mÍH fácil y man Hefjura la posición de sus puer- tos, siendo asi que con <\ .>l«.s(|uiciii vientos son los bordos i^jualmente sencillos para alcanzarlos, »■ :|uc üobiéndoBc sospechar (como después se verá con mayor extensión), la .¡uiedad de monzones un estos mares próximamente cono en los mares de las Molucas y Nueva Guinea, ya las cualida- des de un puerto deben referirse i),'u.ilmente á los vientos del Noroeste y del Sueste para que He consideren útiles en cualesquiera estaciones: el puerto \'aldés loj^ra sin duda de todas estas ventajasen un ^rado bien favorable; pues á la mucha se^^uridad de sus amarraderos, particu- larmente en el sitio que hemos llamado el Care- nero, reúne la inmediación cómoda de los para- jes oportunos para ajanada y leña; un pedrusco accesible y aislado para el establecimiento de un observatorio, ó de las frafjuas, y la poca distan- cia de diferentes rancherías, sej^uramente las más pohl idas \- mejor provistas de toda especie de comestiiJes, no debe, por consi^juiente, pare- cer tenierarif. .'u ase^juración nuestra, de que es. con mucho, preferente al puerto de Tonf^atubu, en el cual, el mismo Capitán Cook tocó los in- convenientes bien K'aves de la casi absoluta ne- cesidad de un viento larf,'o para entrar y para sa- lir, de la mucha distancia de las poblaciones y de l;i no buena calidad del agua: este último objeto que los navegantes deben siempre considerar en sus escalas con la mayor predilección, correspon- de en las Islas de N'avao á la pintura que de ellas hizo el Rey Paulajo al Capitán Cook: pudiéramos asegurar que aprovechadas á un tiempo las dife- rentes aguadas, no distantes del Carenero más de una legua, pueden conseguirse diariamente y en muy pocas horas hasta 30 ó fio pipas de agua bien limpia \ despojada de todo gusto salobre. No es fácil empresa acertar con las causas verdaderas, ó más bien diré, con unos razona- mientos siquiera probables, sobre la formación primitiva de estas islas: el volcán no distante de Late, debe asemejarlas á las de Annamoka, las cuales en una casi igual distancia y dirección, \en frecuentemente los fuegos del volcán de Kao: y si se comparan en unas y otras la elevación mayor, las capas ya formadas así de la arcilla, orno de la tierra vegetal, el estado excesivo de las producciones y los mismos incrementos de todas las especies animales que las habitan, no debemos dudar á lo menos que sea en entram- bas una misma la época en la cual han salido del mar y han sido posteriormente pobladas. Pero si estos efectos hayan dimanado de U acción viva de los fuegos subterráneos, ó bien de aquel natural incremento, del cual, aun- que tardo, sen capaces las plantas marinas; si elevadas ya sobre la superficie del mar en una ma;i;i desigual pero continua, hayan debido ce- . 1 1er luego á la acción constante de las mareas y (le los vientos, tranqueando los muchos canales ijue se advierten; finalmente, si puedan con el liempo vigorizarse estas conjeturas con el exa- men sucesivo de los arrecifes que en el día se ludían aún sumergidos, son todas cuestiones que dejaremos á otros, ó más inteligentes, ó más fe- lices, para no alucinar ahora con razonamientos infundados á los que aspiran á un cabal conoci- miento de la formación del globo. La Hidrogra- fía, cual se sigue en el dia, podrá á lo menos coactivar algún tanto á esta especie de pesqui- sas, y los rastros ingleses y los nuestros, después de una larga serie de años, podrán tal vez ma- nifestar á los fisicos ó el acrecentamiento per- pendicular, ó la mayor extensión horizontal de los arrecifes actualmente reconocidos y anota- dos (I). Si parece temeraria la empresa de querer in- dagar con alguna verosimilitud la época de la formación de estas islas, no lo es menos segura- mente la de investigar el tiempo en el cual fue- ron pobladas, aunque todo denote que no debié- ramos retroceder á unos siglos muy remotos: hemos advertido nosotros y lo advirtió el Capi- tán Cook, que hay muchos parajes no sólo in- cultos, sino también sin el menor rastro de ha- ber sido otras veces cultivados; que la población puede considerarse mezquina á pesar de la ro- bustez general; que su subsistencia es suma- mente fácil; ninguna la necesidad de ¡a pesca; legítimos todavía los derechos de la sucesión en la famil'a reinante; pocas las discordias y la en- vidia por la posesión del terreno, á lo menos si se comparan á las de las Islas de la Sociedad; muy reciente según el Capitán Cook la propaga- ción de Ins puercos y gallinas en Annamoka y Tongatabu; y últimamente ninguno el rastro de invasiones anteriores á la clase actual de los po- bladores. Tal vez la finalización del viaje, reunidas en un solo punto de vista las navegaciones antiguas, nacionales y holandesas y las más recientes del Capitán Cook, con todo lo que hemos podido ad- vertir en la grande extensión de las costas que ahora se han recorrido, nos conducirá á aven- (i) Una carta física de esta especie no sería tal vez inútil á las indagacion'\s venideras, distinguiendo en punto grande y con diferentes colores, además de la verdadera extensión de los arrecifes, los que velan y los que están aún sumergidos á poca distancia de la superficie. Desde luego debo parecer extraña la son- da de la misma calidad que nosotros hallamos al Sur del Archipiélago y los ingleses al Norte do Happai; la misma dirección Norte-Sur, desde lo mas Norte de Vavao hasta el extremo Sur de Eüa y Tongatabu; la misma cordillera de restingas al Este y los mismos volcanes, y sobre todo, la mayor elevación y calidad precisamente al Oeste, acantilada de uno y otro ex- tremo de esta cordillera. CORBETAS DF.SCUBIRRTA Y ATRHVIDA 377 an deliido ce- . luH mareas y luchoH canaicH puedan con el as con el exa- e en el dia se cuestiones que itcs, (") más fe- razonamientos cabal conocí- La Hidrof^ra- i;í á lo menos cié de pesqui- lestros, después án tal ve/ ma- itíimiento per- horizontal de Kidos y anota- sn de querer in- Ih época de la ■. menos scgura- en el cual fue- e que no debié- i muy remotos: idvirti/) el Capi- ijes no sólo in- ir rastro de ba- que la población pesar de la ro- encia es suma- iad de la pesca; le la sucesión en scordias y la en- o, á lo menos si de 1p. Sociedad; ^ook la propaga- en Annamoka y juno el rastro de actual de los po- aje, reunidas en iciones antiguas, las recientes del emos podido ad- e las costas que nducirá á aven- pecie no sería tal ras, distinguiendo olores, además de ifes, los que velan >ca distancia de la or extraña la son- is hallamos al Sur Norte do Happai; e lo mas Norte de i y Tongatabu; la ite y los mismos ivación y calidad le uno y otro ex- turar algunas conjeturas sobre este caos tan os- curo como importante de la historia de nuestra especie; pero si aun esta empresa así combinada sobre unas miradas generales, debe parecer no sólo arriesgada, sino mái; bien imprudente, ¿cuan- to mayores deben ser las acusaciones y las mo- tas contra el que se uventurast á hiicerlas de- pender del solo examen de pocas leguas de te- rreno, sin amalgamar antes, digámoslo asi, las nociones de la historia del globo y las de la his- toria de la especie humana? Abandonada, por consiguiente, esta doble cuestión de la época de la formación de estas is- las y de su población sucesiva, séanos permitido abrazarnos con el examen más agradable y me- nos incierto de las cualidades físi'-as y morales de los habitantes del dia. Su civilización, sus principios sociales y religiosos, su constitución robusta, sus ideas de la felicidad, probablemente alcanzarán á manifestar al filósofo juii oso, que las combinaciones morales son tan limitadas como las combinaciones físicas, y que en balde nos esforzaríamos á hacer dimanar de los solos razonamientos, ó una prosperidad de la máquina, 6 unas satisfacciones del alma que no pueden combinarse con las causas extrañas que nos ro- dean (i). La confederación de los Amigos debe consi- derarse limitada por el Norte á las solas Islas de Vavao y por el Sur á las de Eüa y Tongatabo. Jamás los naturales nos han comprendido las de flamoa como reunidas ó dependientes de este Imperic, ni atento á todas las direcciones que nos han dado desde los parajes altos, pudiéra- mos convenir con el Capitán Cook (2) á que sea otro Archipiélago, La navegación de D. Fran- cisco Maurelle en 1781, demuestra positivamen- te que no hay otras islas en la dirección indica- da, sino la que llamó de Amargura. Nunca pu- dieran considerarse como reunidas á un mismo Archipiélago las otras descubiertas por el Co- mandante Wallis, ó lo que es lo mismo, las Islas de Consolación, de D. Francisco Maurelle, las cuales le suministraron diferentes refrescos para la continuación de su viaje. En lo que no debe caber duda, es en la frecuente correspondencia que tienen entre sí todos estos habitantes y también los de las Islas Fichis. El Eigui Tu- moala, que frecuentó mucho en la corbeta Atre- (i) Es imposible en este momento poder apartar de la vista la triste escena que presenta la Europa por el soñado deseo de una felicidad imaginaria, y por unos derechos que tantas veces se ultrajan cuantas se nombran. (7) Debe advertirse, que para la mayor concisión y la precisa economía del tiempo, entendemos indis- tintamente bajo el nombre del Capitán Cook, ó sus propias noticias ó las de los Sres. Forster y Ánder- son. Un mayor despacio nos dará lugar á disipar estas pequeñas equivocaciones. VIDA, era de tus (últimos; entre loa q\ie dirigían el baile de los Liguis en la tarde del ij, sobre- salía por su agilidad y por la natural alegría, un habitante de Hamoa, vc^iuramentc igual en sus facciones y costumbres ú ios que ahora nos ro- deaban. La frecuencia del trato que acabamos de in- dicar, debe, sin embargo, considerarse propor- cionada á las conexiones particulares de estos di- ferentes Archipií^'lagos entre sí; esto es, que debe ser mayor entre los cuatro grupos que forman la confederación y cuyas distancias y arrumba- mientos son mucho más proporcionados para la navegación; será luego más escasa con Hamoa, cuyos enlaces no son ni comerciantes ni repú- blicos; Hnalmentc, aún más tarda y remota con los Fichis, los cuales, á una distancia de 84 le* guas y á una dirección de Este-Oeste, nada favo- rable para la navegación, reúnen Ja misma dis- crepancia de intereses, y probablemente, unu cierta fiereza inseparable de un suelo menos fértil y menos extendido en razón de su número (i). A estos conocimientos pueden considerarse ceñidas las ideas geográficas de los naturales, á lo menos por lo que corresponde á una época an- terior á la venida df los ingleses y nuestra, ümai les dejó ideas bien claras de la Nueva /íelanda y de las Islas de ütahiti: Vuna y algunos Eiguis (como se ha visto ya en la narración), han podi- do comprender con bastante individualidad la po- sición de nuestro continente déla América: pero inquiriendo yo repetidas veces sobre las Islas de los Navegantes, jamás he podido descubrir que tuviesen la menor idea de su existencia; ni tn la actual tradición de sus navegaciones sería fácil hallar los rastros de descubrim'entos más dis- tantes. Sea como fuere de estas nociones, es bien po- sitivo, que deben serles y les son sumamente in- diferentes: habitan un país fértil bajo de un cli- ma templado; pueden multiplicarse mucho, sin que los alimentos les sean ó más escasos ó menos varios y sabrosos: la división de estos pequeños Archipiélagos, subdividiendo los enlaces y las combinaciones sociables, suministra bastantes objetos para excitar con las navegaciones, con los cambios, con la misma envidia y emulación aque- lla variedad continua sin la cual, aunque llena de sobresaltos, la vida del hombre se asemejaría muy luego á la de los brutos; finalmente, la na- tural codicia de los Fichis para invadir y hacerse dueños de un país como éste, les recuerda siem- pre la necesidad de la unión propia y el bien que perderían, si 6 abandonasen 6 dejasen indefen- sos sus hogares. (i) Debemos suponer que las Islas Fichis sean las del Príncipe Guillermo de los holandeses y las pri- meramente avistadas por el Capitán Bligh en la lancha del Bouiily. 4t> MAi^MIfi 378 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Luego nada absolutamente debe convidarlos á nuevas empresas, ó de conquista ó de descu- brimiento; ni en sus navegaciones pueden desca- rriarse frecuentemente cuando la dirección Nor- te-Sur las hace sencillas, sus precauciones son constantes para aminorar la travesía y asegu- rar algún barlovento con las inmediaciones de Happai, y su comunicación deriva más bien del antojo que de la necesidad. Este conjunto de circunstancia^ debe hacer- los naturalmente pacilicos, así como la abundan- cia en que viven y las leyes sociales que les go- biernan, atentos y amantes del decoro: tales son efectivamente sus características; sobresalen to- das ácada paso; la misma diferencia de conducta entre los principales y la plebe les da un nuevo resorte; y seguramente no hibrá navegante algu- no que no ratilique en lo venidero el nombre jui- cioso con el cual los ha distinguido el Capitán Cook. Ni la infracción de ¡as leyes de propiedad, aunque común solamente entre la plebe, puede con razón tacharse por nosotros con aquellos mis- mos colores negros, con los cuales solemos carac- terizar el robo: es el antojo, es la costumbre la que los guía, más bien que la codiciaóel desprecio de las fuerzas y derechos ágenos; y el mismo ple- beyo, el cual poco antes vio con indiferencia que la autoridad del Eigui le despojaba del fruto de su industria y de sus sudores, procura poco des- pués, á costa de su propia vida, quitar indiferen- temente ó un trapo inútil, ó el hacha para él tan preciosa; de allí á un instante se le ve de nuevo regalar con empeño frutos y bagatelas que trae, y con los cuales hubiera podido adquirir lo mis- mo que ha robado: se hace aún menos feo este delito ó toma más bien el semblante de una ac- ción inocente, cuando se advierta, que por lo co- mún los robos de la plebe son luego obsequio para los Eiguis; y que las ideas de la propiedad no son en esta sociedad las mismas que entre los europeos. Entre nosotros todo lo que se posee, ó es fruto de un trabajo nuestro ó de un trabajo ageno cuyo valor se nos ha cedido, ó representa el ahorro de un trabajo venidero que ya sostie- ne auténticamente ia sanción de las leyes: cons- tituidos por una emulación viciosa á procurar sobresalir entre los demás, nada miramos con indiferencia, y la posesión de una cosa envuelve en sí la doble complacencia de nuestra comodi- dad y del envilecimiento de los demás: pero en- tre stos pueblos, cuya clase inferior nada posee, en donde la Naturaleza no necesita de la mano del hombre para prodigar sus dones, donde vis- ten, JiabiLan y bogan igualmente en una canoa el Rey y el plebeyo más ínfimo, los derechos de la propiedad se reducen insensiblemente á los de- rechos del individuo, esto es, á la preservación de sí mismo, de sus mujeres y de sus hijos; cua- lidades todas propias del hombre animal, tal vez en mayor grado que del hombre sociable (i). De allí es, que ni la plebe procura evadir las usurpaciones dianas de los Eiguis, ni dejan de advertirse en las concurrencias ue unos con otros aquella familiaridad, aquel cuidado común del alimento y aquella franqueza en la cesión de lo sobrante, que mal pudieran combinarse con las ideas de la tiranía y de la opresión. Cuando en la Descubierta, ó se repartió á Vuna y á las muchas personas de ambos sexos que le acom- pañaban una cantidad abundante de comida, ó" tuvo aquel Jefe un asiento en nuestra mesa, se notó frecuentemente su cuidado para que parti- cipasen otros muchos de aquellas comidas; sus mujeres no cesaban de pedir, señalando indis- tintamente para estos regalos á cualquier ple- beyo que se les aproximase: Feileua repetía sus \iajes desde la cámara baja al alcázar siempre que le permitíamos llevar alguna cosa á sus in- feriores: los mismos plebeyos, llegando la hora de la comida, di\idían descuidadamente lo que tuviesen; y fué muy frecuente reparo entre nos- otros, que esta hora, aunque fuesen muy pocos los dueños de los comestibles, todos comían con la mayor alegría y unanimiaad. Esta reflexión del derecho casi universal so- bre la plebe, de todo lo que sea relativo al ali- mento, no debe sin embargo considerarse exten- dido hasta los Eiguis, en los cuales hay un de- recho de propiedad, así por lo que toca á ¡os pa- tajes cercados, como al trabajo de la plebe: en general, pudieran considerarse los límites de cada uno en los términos siguientes: los pro- ductos de la tierra son comunes, fuera de los pa- lajes cercados, á los Eiguis y á los Tuas 6 ple- beyos; los cercados corresponden solo á los Ei- guis, para su mayor recreo }• más fácil subsis- tencia: su cultivo es fruto en mucha parte de los brazos de los Tuas, los cuales en desquite dis- frutan de una especie de cesión generosa de todo lo sobrante de los Eiguis. Los Tuas dfben igualmente, sin premio al- guno, contribuir al orden público con toda espe- cie de trabajos personales; y éstos en los peque- ños pueblos se dictan únicamente por los Eiguis; en toda la sociedad dependen, ó del Rey mismo, ó de los intereses de su voluntad. Los vestidos, las armas y las canoas, no deben tampoco causar í i) El filósofo imparcial debo advertir en esta oca- sión, que toman un mismo seml)lante el tesón de los españoles en querer introducir sus iirin".ipios religio- sos y el do los ingleses en la ¡ntroducción de sus principios sociales: en la violación ó repugnancia de ios últimos, se hace aún más iiyusto el castigo do muerte, porque no precede como en aquéllos el sem- blante (le la revelación, que apoya en cierto modo la necesidad de disipar con anticipación U barbprie. iCufíntas declaraciones contra los pasos españoles en sus Américas se harían ridiculas con una sola mirada á estos datos comparativos dfs las naciónos europeas! '^h CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 379 ; animal, tal vez sociable (i). ocura evadir las ;uis, ni dejan de le "unos con otros ¡dado común del n la cesión de lo mbinarse con las sión. Cuando en á Vuna y á las os que le acom- nte de comida, ó nuestra .nesa, se para que pani- llas comidas; sus scíialando indis- á cualquier pie- eileua repetía sus alcázar siempre ana cosa á sus in- , llegando la hora dadamente lo que reparo entre nos- fuesen muy pocos todos comían con casi universal so- sea relativo al ali- ;onsiderarse exten- cuales hay un de- ) que toca á ¡os pa- ijo de la plebe: en rse los limites de iguientes: lov»? pro- es, fuera de los pa- / á los Tuas ó ple- nden solo á los Ei- V más fácil subsis- mucha parte de los es en desquite dis- ¡esión í3;enerosa de s. nte, sin premio al- ilico con toda espe- éstos en los peque- lente por los Eiguis; 1, ó del Rey mismo, ntad. Los vestidos, ben tampoco causar e advertir en esta oca- blante el tesón de los sus priii'iipios religio- ¡ntroíiucción de sus ion ó repugnancia de ; injusto el castigo de 10 en aquéllos el sem- nva en cierto modo la icipación U barbarie, os pasos españoles en ; con una sola mirada as naciones europeas! la me lor codicia: sirven de entretenimiento estas manufacturas; y basta dar una ojeada á los adornos prolijos de las macanas, á la muche- dumbre de las canoas y á la sencillez de los vesti- dos, para estar firmemente convencidos, que to- dos estos objetos deben mirarse con la mayor indiferencia. La prueba menos equívoca de la veleidad y ninguna codicia de estos naturales, debe sin em- bargo, buscarse en el poco aprecio que manifies- tan haber hecho de los efectos europeos. Ningún rastro se halló ahora en estas islas de las visitas del Capitán Cook, si bien debiesen recaer en Vuna todos los bienes del difunto Paulajo; y los mismos que habían cambiado nombre con los Oficiales ingleses y no habían olvidado circuns- tancia alguna de aquella época, apenas conserva- ban algunas cuentecitas de vidrio; ni aun contes- taban con empeño cuando indagábamos el estado de los ganados en Tongatabu y Annamoka: los utensilios de labranza ó de las artes mecánicas, (pasado el furor del deseo) deben efectivamente serles poco necesarios y aun poco agradables; los adornos no pueden en modo alguno adaptarse ó á la sencillez de los trajes, ó á una cierta com- petencia con las flores que les ofrece la Natura- leza. I,.a ropa de abrigo si es útil un día, en otros muchos les es inútil, y la dificultad de guardarla debe causar su rotura inmediata. Finalmente, las pamas nuestras no les parecen en modo alguno afetecibles, antes bien, en las pocas veces que nos vieron cazar, manifestaron una firrne persua- sión de las ventajas de las suyas, atento á los riesgos, ó de no encenderse la pólvora, ó i^e errar el tiro. Con estos antecedentes, no debe parecer ex- traño que nos fuese difícil ó más bien imposi- ble, lescubrir cuáles eran las leyes penales rela- tivas al robo, pues no siendo un delito entre los Eiguis, y siendo tan remoto como inútil entre la plebe, es probable que carezcan tal vez de ejem- plos que hayan dado m.otivo á semejantes esta- tutos. No así por lo que toca á los delitos correspon- dientes al adulterio y á la muerte alevosa: pudi- mos comprender, que aquél se castigaba entre los plebeyos con algunos palos; se expiaba con la muerte, si uno, ó de la plebe ó de los Eiguis su- balternos, fuese el delincuente con la mujer de un Eigui, y ai contrario, eri una acción indife- rente, ó para los Eiguis con la mujer de un ple- beyo, ó para el Rey con las de entrainbas clases. El solo individuo de la plebe es igualmente su- jeto á la pena capital si quitase la vida á un Eigui: ci'áles sean los castigos destinados en este caso á aquella clase, no nos fué fácil ave- riguarlo. Ya en los párrafos antecedentes se ha hecho tantas veces memoria de la diferencia entre los Eiguis y los Tuas ó entre los principales y la plebe, que diferir por más largo tiempo las no- ciones adquiridas sobre este punto esencial de la subordinación, sería envolver al lector en una confusión de ideas difícil luego á disiparse aun con digresiones bien largas: bien examina- das todas las ocasiones diarias, en las cuales debían naturalmente aclararse nuestras dudas sobre este punto, hallamos que en nada discre- pan las nociones de los habitantes de las Islas de Vavao, de las que con mayor evidencia ad- vertimos entre los Tahis y los Michimis de Nut- ka; esto es, que una clase se halla privilegiada con todos los goces de la vida presente y de la venidera; mientras la otra, confundida con los brutos, sólo es destinada á una vida servil en el mundo y á un total aniquilamiento después de la muerte. Estos principios mora es y religiosos, si bien absurdos en sí y en -ladr* correspondientes á l;i nobleza del hombre y á la justicia del Supremo Hacedor de la Naturaleza, son, sin embargo, juiciosamente reunidos para no trastornar el or- den público, particularmente en donde la educa- ción respectiva de cada individuo y la más pro- vecta organización de las leyes civiles no pue- den enfrenar, como entre nosotros el libre albe- drío de cada uno: la imaginación debe mirarse en la especie humana como el móvil de los razo- namientos, así como éstos son el móvil de las acciones: vencida aquélla, es, por consiguiente, tanto más fácil ordenar cualquier sistema repúbli- co, cuünto menos frecuentes son las ocasiones que pueü,'>n trastornarla con una influencia di- recta sobre los sentidos: así, el Tua de las Islas de los Amigos ya no considera en el Eigui su- premo un tirano arbitro de su suerte al abrigo de la violencia y de la opresión, sino le mira como el Soberano y el Sacerdote, como un ser su- perior, como un semidiós de la antigüedad, cuya existencia, cuyas acciones y cuyo fin están movi- das y protegidas de una mano invisible y pode- rosa: de allí t>, que los principios sociales, in- alterablemente determinados desde el nacer de cada uno en la educación, en las ideas, en los hábitos y en el temple de la imaginación, logran otras tantas raíces que los hacen sólidos é inva- riables; de allí es que el Tua ve con la mayor in- diferencia, que si son felices sus tretas para un robo, la prenda está destinada para el Eigui, y si son malogradas, aquel mismo Eigui le quita el único bien suyo, que es su propia vida; de allí es, finalmente, que la expiación de los delitos, la invocación de la asistencia divina, los lutos pú- blicos, la preservación de las leyes, todo estriba sóbreles sacrificios de esta clase infeliz, la cual, sin embargo, persuadida de que así debe ser, ama á sus jefes, vive contenta y espera con indi- M-i 3S0 VIAJE ALREDEDOR DEI, MUNDO e ferencia su propia destrucción 6 la privación de lo que le es preciso. La comparación del Capitán Cook de estas leyes con las leyes feudales de nuestros antepa- sados, debe, por consif^uiente, parecer muy poco adecuada; en cuanto el Tua entre estos pueblos, se considera aún menos que esclavo; esto es, como un verr' idero bruto, cuya vida inútil para todo pende del solo capricho del Eigui. Las clases de los Eiguis son, sin embarj^o, tan multiplicadas y guardan entre si tal orden descendente, que no podemos creer que final- mente no se confundan casi con los Tuas: pero no sería fácil para nosotros determinarlas y mu- cho menos definir sus funciones y autoridad, tanto más, que echamos muy á menos una no- ticia esencial, y ésta es la de saber si la elec- ción de los Eiguis, cuando falte alguno, dima- na en primer lugar de la voluntad del Rey ó de la de los Tuas; y en segundo lugar, si recaiga sobre alguno de éstos (como en Nutka) ó sobre algún otro de las familias privilegiadas: hay po- sitivamente una ley de sucesión ó de herencia, la cual entre una nación sana é inclinada á los pla- ceres conyugales, puede hacer muy raras las oca- siones de necesitarse semejantes nombramientos; pero, en fin, las dos causas, de una guerra y del establecimiento de una población nueva, no pue- den á menos de dar lugar á esta especie de nom- bramientos, cuya ley averiguada podrá producir en lo venidero una comparación menos vaga de estas costumbres, con las de Nutka. Entre tanto, podemos, sin embargo, asegu- rar, por lo que toca al respeto y subordinación de los Tuas á diferentes clases de Eiguis, que en la primera tarde de nuestra llegada el viejo Tubou explayó mucha autoridad sobre la plebe, hasta llegar el caso de detener un robo y de despedir á tierra todos los que nos incomoda- ban; siendo así que en los días siguientes llegó su temor del enfado y autoridad de Vuna hasta el término de manifestarme que le mataría si se atreviese á regalarme en presencia suya: al mis- mo tiempo Tufoay los demás allegados á Vuna, nos aseguraban que la clase de Tubou era de las ínfimas; y efectivamente, todos los Oficiales que dirigieron la aguada vieron que su autoridad era sumamente limitada; al contrario, el joven Tu- foa y un niño de solo ocho años, hijo de otro Tu- bou, que cambió nombre con D, Jacobo Murphy, ejercían tal autoridad sobre la plebe, que con la mayor indiferencia les arrojarían piedras para apartarla de uno ú otro paraje; y sin embargo, á la presencia de Vuna, particularmente en tierra, se sentaban con la muchedumbre y apenas po- dían distinguirse entre ella según el respeto y el porte de sus movimientos y acciones: Latú, ayo de Feileua é hijo de Javia se humilló á nuestra vista delante de Tufoa; y siempre la autoridad de éste fué mayor sobre los Tuas que la de aquél: Javia, ó fuese por su genio ó por su rango, jamás desplegó á nuestra vista el menor rasgo de auto- ridad ni respeto popv.lar en los, bailes, en los cambios, en la corte á Vuna; en las concurren- cias á bordo siempre parecía más i^'en un hom- bre de la plebe que un hermano del Rey; muchos prestaban el homenaje público á la Tubou, her- mana de Vuna y madre de Tufoa; y CvSta mu- jer, sin embargo, no podía conseguir que se desatracase una canoa para dejarla atracar con alguna decencia y comodidad. La vieja que nos visitó en la Dhscubiekta en el último día, era superior (según manifestó la etiqueta) á las mujeres de Vuna, hijas de Paulajo, y era inferior á Vuna, mientras éste se consideraba inferior á la madre de las Fatafegis. Pero los depositarios de la autoridad y de las órdenes de Vuna, los cuales probablemente sobresalían más por su ro- bustez que por su nacimiento, manifestaron siempre, que la autoridad de este Jefe es ilimita- da, aun cuando su clase reconozca otras; y Tu- foa, Latu y Feileua manifestaron siempre un desprecio tan grande por ios Tuas, que siendo ad- mitidos á un trato más frecuente y familiar con nosotros, de modo que notasen á cada paso el servicio de nuestros criados y la obediencia de las clases inferiores, ya caracterizaban unos y otros con el nombre de Tuas, pretendían ajarlos con vilipendio y poderlos echar de su presencia, con el solo motivo que les incomodaban. Para no abandonar el orden propuesto, ya que hemos hecho derivar una parte esencial de la veneración de los Tuas hacia los Eiguis, de unos principios religiosos, es justo examinar cuáles son estos principios, debiéndonos ceñir en esta ocasión á los informes del Teniente de navio Don Ciríaco Cevallos, el cual por su perspicacia, constancia y nimiedad en las preguntas, y por su amistad bien oportuna con Mafi, Eigui de Ton- gatabu, puede con mucha razón apellidarse nues- tro Anderson y exigir que se copien á continua- ción sus mismas palabras. «Nadie (según Mafi) parió ni creó el Sol, la Luna ni las estrellas; estos cuc^jos existían de toda eternidad tal como los vemos, pero sin su- jeción á un orden regular en su movimiento; tan pronto se apartaban á distancias inmensas, como se chccaban entre sí: la tierra, cubierta por to- das partes de una masa profunda de agua, esta- ba desierta, cuando repentinamente salieron del seno de las sondas todas las islas conocidas: so- bre la más privilegiada de todas Tonga, apare- cieron un hombre y una mujer singulares, Mo- hiin Atónita y Tanha-Quimi. Estos dos padres de cuanto tiene vida y movimiento, estaban sujetos á todas las necesidades y á todos los males de nuestra naturaleza: la necesidad les forzó á surcar las aguas y á cultivar la tieira; hicieron CORBETAS DHSCUBIERTA Y ATREVIDA 3«i a de aquél: ango, jamás sgodeauto- iles, en los concurren - en un hom- iey; muchos lubou, her- y esta mu- guir que se atracar con vieja que 1 último día, queta) á las y era inferior ba inferior á depositarios de Vuna, los nás por su ro- manifestaron efe es ilimita- otras; y fu- siempre un jue siendo ad- familiar con cada paso el obediencia de izaban unos y cndían ajarlos : su presencia, daban. propuesto, ya e esencial de la íiguis, de unos aminar cuáles ceñir en esta e de navio Don u perspicacia, untas, y por su Eigui de Ton- )ellidarse nues- en á continua- creó el Sol, la pos existían de )s, pero sin su- lovimiento; tan nmensas, como ibierta por to- de agua, esta- ite salieron del conocidas: so- Tonga, apare - ingulares, Mo- s dos padres de estaban sujetos s los males de id les foi'zó á tieiTa; hicieron la primer canoa y los primeros útiles de pesca; cogieron las primeras rimas y los primeros pláta- nos: no hay instrumento cuya invención no se les deba, así como no hay planta cuyo germen no es- parciesen sobre 1 tierra. »S¡ Mohun Atunítay Tanha-Quina partieron con los mortales todas las miserias de su existencia, gozaron también los únicos placeres que pueden hacer esta existencia soportable: el primer fruto de su amor fué una mujer hermosa (Coloafu To- nÍM) que en el instante de nacer voló á los cielos, y tomando las riendas del Universo, sujet-'» á le- yes invariables y eternas e! movimiento de los astros: su residencia ordinaria es la Luna, desde donde preside á tedas las obras de la Naturale- za, manda los elementos y dirige el destino de los mortales: al nacimiento de Coluafu Tonlia su- cedió el de otros seis dioses, todos ministros de su poder y que tienen á su cargo otros tantos ramos de ¡a Creación. La relación entre el poder de estos dioses y el de Coloafu Tonha, no puede asignarse: pero como quiera que dejen algunas veces sus mansiones y metamorf oseados en pája- ros ó bajo formas invisibles vaguen por los aires y desciendan á las islas, los Eiguis en consecuen- cia de estos principios les preparan casas que ningún mortal puede habitar y cuyo número y magnificencia son conformes al poder y devoción de cada uno. iiEl tiempo fué debilitando las virtudes pro- ductivas de Tanha -Quina: después del último dios nació el primer hombre, y muertos final- mente Mohun Aionha y Tanlia-Quiíia, subieron después de morir á la Luna, donde gozan de una autoridad pasi' a, siendo respetados de los dioses sus hijos, pero sin influir nada en el orden del Universo. »La cava es el único nutrimiento de Cnloafii Tonha, á quien la sirven los dioses inferiores: esta diosa, la más bella criatura que ha existido ni puede existir, tiene una lengua proporcionada á sus otras facciones; pero cuando quiere la di- lata y extiende desde el cielo hasta ei mar, donde por su medio bebe la cava: casi todos los natu- rales nos aseguraron haberla visto, y de donde pudo inferirse que confundían las trombas mari- nas ó algún otro fenómeno natural, con la len- gua de su diosa. «No han sido con mucho igualmente extensas las nociones adquiridas sobre la inmortalidad del alma 3' su suerte venidera. Paulajo (según Mafi) se halla en la Luna, y Vuna allí ha de en- contrarse con él; perc los Tuas tienen precisa- mente el mismo fin de los brutos; y su muerte física es el total aniquilamiento de su existen- cia (i). (i) Véi.se cuánto se asemejan estos principios re- ligiosos á k 5 admitidos en Nutka. «Después de estos principios, nada extraños deben parecer á nuestra vista los diferentes ras- gos que á cada paso se nos ofrecieron de las cos- tumbres de estos pueblos : los templos ó Tule Otilas podían distinguirse fácilmente de los se- pulcros ó Tia Tukas; y éstos solo estaban desti- nados para los Eiguis: los Tuas, al contrario, se consideraban como las victimas destinadas para el holocausto, siendo así que casi eran feli- ces al verse en esta parte cojí fundidos con el puerco y con las plantas, y que no titubeaban on confirmarnos con bastante indiferencia la reali- dad de estos sacrificios humanos; y si no es poca la repugnancia con la cual se aproximan todos á un sepulcro, tal vez los despojos de un alma que ya goza de mejor suerte y puede influir en. las cosas humanas con un poder semejante a! de la Divinidad, son á lo menos iguale^;, si no son superiores las muestras públicas y materiales de su dolor y de su respeto: ya advirtieron los in- gleses que los árboles distinj;uidos por los natu- ralistas con los nombres de ( 'asuariiut Jujuisdi/u- lia y Elate anuncian siempre la inmediación de un Tia Tiika; advirtieron también con mucha pro- piedad hasta qué grado son aflictivas estas mues- tras, ó ya haciéndose algunas cortaduras sobre las carnes, ó golpeándose con piedras en diferentes partes del cuerpo, ó acompañando con suspiros y con la voz correspondiente de ofíi estas prue- bas nada equívocas de su dolor, ó finalmente, decidiéndose con la mayor indiferencia al corte del dedo pequeño de la mano. Relativamente á esta última costumbre, nosotros hemos podido individualizar algo más sus límites verdaderos, y se reducen (con mucha probabilidad) á que la muerte del padre exige este sacrificio de parte de todos los hijos; la de la madre lo exige sola- mente del hijo menor, y la del Key, de todos los vasallos sean Eiguis ó Tuss; basta en cualquie- ra de estos casos cortar una sola coyuntura; al tiempo de enterrarse el cadáver se echa en la fosa el trozo cortado y la operación debe pare- cer bastante penosa cuando se considere que entre nuestros efectos de cambio dieron siempre preferencia grande á los cuchillos, sólo porque consideraban que les sería más fácil en lo veni- dero el corte del dedo. ;>No siempre, sin embargo, es esta una prueba de luto ó duelo por la pérdida de los padres ó del Rey; ó digámoslo así, no es esta una etique- ta limitada solamente á las circunstancias indi- cadas: la expiación de un delito ó la invocación de la Divinidad suelen exigirlo á veces, bien que no debe ser ésta sino una acción libre á cada uno, pues que las víctimas, ó humanas ó de los ani- males, serán siempre las que representen las pre- ces de toda la sociedad.» Determinados de este f^odo los principios re- ligiosos, y refundida en los Eiguis y particular- m m\: É 382 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO mente en el Rey, la autoridad y el respeto que de ellos dimanan, no es menos fácil fijar los de- más puntos de la legislación, de lo que lo hayan sido los derechos de la propiedad: si se excluye naturalmente del derecho del hombre la parte más numerosa de la sociedad, ya el gobierno público se reduce al >íobierno de una sola fami- lia en la cual los intereses son comunes y dijí- nos de una atención particular; es igual y menos rústica la educación; finalmente, son más fre- cuentes los enlaces y la comunicación recíproca de unos con otros. Este es precisamente el caso en el cual se hallan los habitantes de las Islas de los Amigos: y si son (como parece muy pro- bable) fundadas las sospechas de D. Ciríaco Ce- vallos sobre el ser la bebida diaria del cava la representación de un dogma teórico de su creen- cia, renovada siempre con la misma solemnidad y á las mismas horas y siempre presidida por un Jefe, no hay duda que este recuerdo frecuen- te del influjo de una autoridad divina sobre las cosas de la tieiTa, debe arraigar muy mucho las ideas del orden y de la subordinación, contribu- yendo últimamente á que se conserve el ánimo alegre y la salud robusta. En la sucesión legítima de la familia reinan- te y en au no interrumpida descendencia desde los dioses, se advierte aún más el encadenr-niento feliz del sistema que examinamos actualmcrte. Según los naturales, el Imperio de este Archipic- tago cuenta tanta antigüedad como el mundo: Tuguloto tuvo dos hijos que lo repartieran en- tre sí; pero esta división parece que duró poco tiempo, pues Potulaje reunió en su persona to- dos los derechos del primer Emperador: no ha habido después otro desmembramiento del todode la Monarquía, sino el que dimanó de la revolu- ción de Tutartle en dos islas llamadas Niuas, no sin sostener una guerra obstinada y cruel contra su señor legítimo, y estas i-las se conservan aún separadas, mandándolas en el día MahatU; des- cendiente de Tutafile: Vuna, cuando respondía á esta especie de preguntas, siempre se revestía de un aire noble y grandioso, y con la majestad correspondiente, nos explicaba que Mariagüy, él y Feileua dimanaban del cielo directamente, y el nombre de los Fatafegis anexo á la corona y la serie de los reyes conservada en una época bien larga, confirman este principio con el testimonio de los Sres. Cook y Anderson. No es fácil, sin embargo, en el día combi- nar con exactitud la descendencia, después de la grande revolución que tuvo lugar entre estos pue- blos hacia el año de 1784. Paulajo, á quien ha- bla conocido el Capitán Cook en Happai y Ton- gatabu, fué destronado y muerto por una cons- piración tramada entre Vuna, Monmuy y Tubou, mujer del mismo Paulajo. Los conspiradores sa- lieron de Tonga con unas 20 piraguas grandes, abordaron las Islas de Annamoka y de Happai, las cuales sujetaron después de muchos comba- tes: de Happai pasaron á Vavao, donde Paulajo los recibió á la cabeza de sus gentes; hubo un choque, el cual terminó con la muerte de éste á manos de Vuna, después de haber peleado estos dos caudillos cuerpo á cuerpo: inmediatamente huyeron los del partido, quedando así todo sujeto á los conspirados: Vuna fué declarado Rey de Vavao; su hijo Tubou-Toa, de Happai; Monmuy, de Tongatabu,y su hijo Coloucala, de Eüa. Fata- fegi, que heredaba todos los derechos de su padre Paulajo, huyó dz Tonga, donde hizo partido y se opuso Monmuy, de quien fué segunda ve¿ de- rrotado; llevándole, finalmente, su suerte des- graciada á ser asesinado, según algunos, y según otros á vivir confundido con la última plebe en Tongatabu: no hubiera sido posible descifrar con individualidad el pormenor de esta grande revolución sin ¿1 auxilio del astuto Mafi, el cual la detalló con toda claridad á ü. Ciríaco Ceva- llos, añadiendo que él había sido de los conspi- rados, pero sin haber podido asistir á la guerra de Vavao porque recibió antes en Happai tres heridas, cuyas cicatrices enseñaba, y de cuyas resultas perdió un ojo: todos los demás evita- ban cuidadosamente estas conversaciones, in- ventaban mil novelas contradiciéndose á cada paso sobre los derechos de Vuna y Feileua al trono, y dieron lugar en los primeros días, á que inadvertidamente yo presentase á la hija de Pau- lajo el retrato de su padre, inserto en las lámi- nas del tercer viaje del Capitán Cook; vista que no puv menos que chocarle y excitar en 'jU rostro todas las muestras de un verdadero amor filial, recordándole el fin trágico de su vida á manos de su marido á la sazón presente. Contribuía sin duda bastante á multiplicar la variedad de estos informes el aprecio que ha- cíamos de los Eiguis y particularmente de cuan- tos tuviesen alguna conexión con Vuna; y fué un accidente bien natural , pero no menos ri- diculo, que aumentase el número de las madres de Feileua á medida que aumentaba nuestro ca- riño hacia este joven; de modo que contándose ya tres, según las noticias adquiridas, todavía, sin embargo, nos quedase la duda, si lo era real- mente alguna de ellas. El examen atento de la verdadera ascenden- cia de Feileua (en cuanto pudo deducirse de la mejor combinación de las noticias guiadas siem- pre por las de Mafi) parece justificar en mucha parte los pasos de Vuiia en sus esfuerzos para alcanzar el trono; debiéndose, por consiguiente, inferir que más bien convenia á Paulajo el títu- lo de usurpador, de lo que convenga á los que movieron y llevaron á feliz término la conspira- ción indicada: Mariagüi y Tubou (entrambos co- nocidos por el Capitán Cook en Tongatabu, y el i de Happai, jchos comba- Diide Paulajo tes; hubo un ¡rte de éste á peleado estos lediatamente ú todo sujeto irado Rey de lai; \fonmuy, de Eüa. Fata- os de su padre i/o partido y gunda ve¿ de- u suerte des- unos, y según tima plebe en ¡ble descifrar e esta grande 0 Mafi, el cual Ciriaco Ceva- de los conspi- tir á la guerra 1 Happai tres a, y de cuyas demás evita- rsaciones, in- éndose á cada a y Feileua al ;ros días, á que la hija de Pau- to en las lámi- [^ook; vista que excitar en 'jU .verdadero amor 0 de su vida á resente. 2 á multiplicar aprecio que ha- rneóte de cuan- jn Vuna; y fué 3 no menos ri- j de las madres aba nuestro ca- que contándose iridas, todavía, a, si 1>) era real - idera ascenden- deducirse de la s guiadas siem- ificar en mucha esfuerzos para )r consiguiente, Paulajo el títu- 'enga á los que ino la conspira- 1 (entrambos co- Tongatabu, y el CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 383 segundo por el Comandante Maurelle en Vavao) eran efectivamente heiTnanos: fueron hijos del primer Monmuy, Rey actual de Tonga, Tubou, viuda de Paulajo, actualmente visitada por Don José Bustamante en Leyafú y Tuyalafatai, ya muerto años hace en Tonga; los hijos de Tubou, fueron Vuna, Rey actual de Vavao, Xavea segun- do Jefe, y la Tubou iMlumanumá, viuda de Tuya- lafatai y madre de Tufoa: han sido ¡aégo los fru- tos del matrimonio de Vuna con las dos I'^atafegis, hijas de Paulajo, primeramente Feileua, Principe heredero de Vavao, Happai y Annamoka, y luego otros dos niños igua'mente recomendables por sus gracias y viveza: '■s probable, que Tubou- Tua, Eigui actual de Hap.-^ai y Annamoka, si bien hijo de Vuna haya perdido por la madre los derechos al trono y sea más bien un Virey, hasta que la edad más adulta de Feiieua lo re- duzca insensiblemente á la clase de particular: de este modo á lo menos podemos rcinbinar las aseguraciones de todoc. de ser extendidos los derechos de Feileua hasta Tongatabu y de ser infructuosos para los de Annamoka los cambios que allá hiciésemos después, porque muy lue- go pasarían á manos de Vuna en la visita qut. ahora proyectaba á aquellas islas: á lo menos á este intento de conducir las personas rea- les había venido el Comandante Mafi con su doble canoa, y segure 'nente si su pericia ma- rinera corresponde á la fidelidad y al valor de que ha dado á Vuna tamañas pruebas y á la pene- tración que ha explayado á nuestra vista, mere- ce con justa razón todas las distinciones con las cuales le favorecía aquel soberano siempre que lo encontraba: á pesar de las aseguraciones de Vuna, yo no creeré, sin embargo, v.;ue se extien- dan ni su autoridad, ni mucho menos los dere- chos de Feileua á las Islas de Tongatabu y Eüa: deben éstas ser el patrimonio preferente de Ma- riagüi; permanecer sujetas á sus descendientes Monmuy y Coloucala, y por consiguiente que- dar divididas de la Monarquía hasta que algún nuevo enlace de una con otra familia las reúna en un solo soberano con las Islas de Vavao. Pero aun mientra; permanezca esta división, y mucho más cuando algún acaso la destruya, parece probable que durará por largo tiempo una paz tranquila entre la confederación, de suerte que puedan muy luego restaurarse, particular- mente en Annamoka, los daños de la última gue- rra, y estos naturales merecen al mismo tiempo el justo apellido de amigos y la felicidad que la Naturaleza les ofrece con la prodigalidad de sus dones. Dejaremos á la excelente pluma del Ca'"li;án Cook y á su nimiedad filosófica el describir uno por uno los utensilios domésticos, los útiles para líi pesca, la caza y la guerra, la calidad y cons- trucción de sus casas y canoas, la amenidad y orden de sus cultivos, la fertilidadde sus tierras, la excelencia de sus frutos, las ocupaciones dia- rias del uno y el otro sexo, las enfermedades que los acosan, las diversiones que los entretie- nen y las diferentes especies de animales que di- viden con ellos una tranquila subsistencia en es- tas islas felices: la traducción literal de aque- llos párrafos será siempre el medio más seguro de no faltar ni á la elegancia, ni á la claridad, ni á la verdad; y así limitaremos ahora la conti- nuación de estos apuntes, á aquellas circunstan- cias que miradas por nosotros ó en diferente época, ó en unas ocasiones más favorables, nos hacen discrepar algún tanto de las nairaciones de aquel navegante. El número de los habitantes del Archipiélago de Vavao fué considerado por el Comandante Maurelle de unas 15.000 personas próximamente: nosotros, atento á las concurrencias que pudi- mos advertir á un mismo tiempo en el fondeade- ro, en la aguada, en los parajes visitados por los Sres. Robredo y Bausa y en la excursión de Don José Bustamante, y suponiendo una cortísima población en la isla de Late que reconocimos á muy corta distancia, no pudiéramos extendernos sino á un número menor de una tercera ó cuarta parte, en el cual, sin embargo, con mucha extra- ñeza nuestra, no puede considerarse una porción correspondiente de párvulos y de ani ianos. Esta especie de contradicción de "a Natura- leza es tanto más extraña en estas islas, cuanto que la robustez de sus habitantes y todas las de- más circunstancias que concurren á hacerlos fe- lices, deberían sobresalir especialmente en una vida lar;';a y en una rápida multiplicación de su especie; sus alimentos son tan sanos, que com- puestos por la mayor parte de sustancias fariná- ceas, sazonados por la misma Naturaleza y mo- dificados comunmente por ellos con la fermenta- ción agria, manifiestan sus efectos no menos con el razonamiento que con la experiencia; oportu- namente el agua del coco y la caña dulce les sirven de un suave y agradable diluente, al paso que no les hacen necesario el uso del agua co- mún, siempre algo mezclada en estas islas con partículas terreas y salinas: no precisados ni por la ambición ni por la necesidad á un trabajo asi- duo y violento, pueden evitar igualmente los ar- dientes rayos del Sol y los tiempos fríos y llu- viosos: la poca aistancia á la equinoccial, igua- lando casi la división del día en todo el año, concurre maravillosamente á que sean unifor- mes las horas de la vigilia y del sueño y á que las dirija según las leyes de la Naturaleza el as- tro que vivifica y conserva todo su ser y sus adornos: finalmente, la mansedumbre y la tran- quilidad de ánimo, hr.ciendo casi un contraste harmónico con la veleidad, con la soltura y con el instinto alegre que los acompañan, dictan un^ 3^4 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO muchedumbre de ejercicios entretenidos, en ios cuales se enla^^an casi con emulación el cui- dado y el sosiego, la actividad y el reposo, el an- sia de sobresalir á los demás y el deseo de no desprenderse de un verdadero amor fraternal. Al poco abri(,'o y al uso inmoderado de los placeres conyuí^ales, debe por consi/;uiente atri- buirse, en mi entender, esta no proporcionada duración de la especie , conrtnnándose desde luefjo esta sospecha con la mayor falta de vie- jos entre los hombres, de la que se note entre las mujeres; y con una, aunque mediana aten- ción á la clase de alojamientos y camas de las cuales usan fíeneralmente: son éstos sumamente desabrij;ados, como lo denotan nuestras vistas y como lo describió ya con la mayor individua- lidad el Capitán Cook;ni la estera ó biombo in- terno que debe abrigarlos del viento liori/ontal cuando duermen, puede compensar la falta de techo propio que impida la comunicación con el aire externo, aun cuando esta especie de comodi- dad pudiese ser general y no fuese limitada ó á los solos iviguis ó más bien á un pequeño número de ellos: en las noches muy bien templadas ucl in- vierno tampoco puede ser saludable dormir en el suelo, ni pueden suministrar bastante abrigo po- cas esteras por lo común usadas, cortas y de un mal ajuste al andar del cuerpo: estas incomodi- dades á las cuales fácilmente se acostumbra el joven, no dejan por esto de influir considerable- mente en el hombi'e anciano, hasta el caso de ace- lerar su destrucción unas veces con una total fal- ta de transpiración y otras con el ingreso de las miasmas pútridas que los rodean. Es, á la verdad, bien extraño para el que tenga á la vista las diferentes muestras de la agude/a y talento de los naturales, verlos des- pués tan poco industriosos, relativamente á esta parte esencial de su conservación: el hábito pue- de sólo justificar semejante descuido y el que se confundan tal ve/ las demandas naturales de la última edad, con las que suelen entre los jóve- nes llamarse vulgarmente impertinencias del viejo. Pero no debe mirarse ésta sino como una causa secundaria del corto término de la vida, cuando se compare al uso inmoderado de las mu jeres: los Eiguis, particularmente, con la liber- tad de poder extender hasta cuatro el número de sus mujeres y con los muchos atractivos con los cuales han sido éstas favorecidas de la Natura- leza, ni dejan de aprovechar la edad aun más jo- ven, ni de imaginar después todos los recursos que puedan multiplicar los placeres del himeneo: en los intervalos de la noche se siguen en un or- den inalterable la vigilia, la comida y el sueño, éste último incitado siempre y luego conservado por largo tiempo con la singular operación del toquitoqui, de la cual están encargadas única- mente las mujeres: la duración de la noche debe precisamente dar lugar á que se renueven estos turnos, y la fidelidad conyugal no puede á menos de desearlos y promoverlos: cuando aseguremos que el número de las mujeres nobles de Vuna no era menor de doce, además de las plebeyas que pudiesen excitar su antojo; cuando se atienda que entre aquéllas las dos P'atafegis y otras dos le acompañaban diariamente, no debe extrañarse que con .a sola edad de unos cuarenta y cinco años, ya se hallase casi ciego y con muestras evidentes de una estupidez dimanada de la laxi- tud de las libras: mis chanzas en este asunto cuando á bordo solia repentinamente rendirse a! sueño, no le eran de modo alguno desagradables, y sus respuestas, sin desentenderse de un más que mediano grado de pudor, no dejaban, sin embargo, de conlirmar mis sospechas. Al mismo tiempo, si debemos en esta especie de reflexiones seguir ciegamente los pasos de la Naturaleza en la manutención y acrecentamiento de todos sus productos, podemos hallar en los mismos inconvenientes que acaban de indicarse, la principal causa del estado floreciente, al cual alcanzan hasta una cierta edad todos estos natu- rales; sin atrevernos á contradecir lo que advirtió en esta parte el Capitán Cook por lo que toca á los habitantes de Happai y Annamoka, no pode- mos á menos de ensalzar mucho la estatura y las bellas proporciones del mayor número de los de Vavao, hasta poderlos asemejar á los que habi- tan las islas no distantes de los Navegantes, se- gún la excelente idea que de ellos ha dejado el Conde de la Péyrouse entre los ingleses del puer- to Jackson. La no proporcionada cantidad de pái-vulos, particularmente si se atiende á la robustez y al número de las mujeres, no debe al contrario pa- recer tan extraña: hay positivamente una ley entre estos pueblos, que previene la muerte de algunos niños, sin que podamos sin embargo prefijar si esta ley se entiende á todos los que sigan al cuarto hijo (como lo manifestó Mafi en la corbeta Atrevida) ó si, como repetidas vec^s nos lo explicó Latu en la Descubierta, son el quinto y el noveno solos los destinados á muerte, cualquiera sea el sexo, no sólo de estos niños, si también de los otros que les preceden. Esta ley por sí sola no sería tan nociva, respecto al número ya bien, crecido en el cual empieza á tener vigor, si no produjese de ante- mano indispensablemente una cierta cruel indi- ferencia de los padres hacía los hijos: indife- rencia que puede muy bien hacerles anticipar ó prolongar este abuso, siempre que haya ó una incomodidad grave ó tal cual dificultad en la sub- sistencia propia. La edad de doce años es comunmente entre los hombres la que parece destinada á empren- der la vida conyugal: Tufoa y Latu tenían ya nueven estos uede á menos 1 aseguremos s de Vuna no plebeyas que io se atienda is y otras dos be extrañarse irenta y cinco con muestras ida de la laxi- este asunto >te rendirse al esafíradables, se de un más dejaban, sin las. n esta especie )s pasos de la recentamiento hallar en los n de indicarse, cíente, al cual los estos natu- lo que advirtió lo que toca á noka, no pode- a estatura y las mero de los de i los que h ahi- la vegan tes, se- s ha dejado el ;leses del puer- id de pái'vulos, a robustez y al il contrario pa- mente una ley e la muerte de s sin embargo i todos los que inifestó Mafi en repetidas vec^s JBiERTA, son el lados á muerte, ; estos niños, si edén. ía tan nociva, ;ido en el cual iujese de ante- erta cruel indi- i hijos; indife- rles anticipar ó ue haya ó una ultad en la sub- íiunmente entre ada á empren- Latu tenían ya CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 385 dos 6 tres mujeres cada uno: según ellos, Feileua no esperaba sino aquella edad para conseguir igual suerte; no nos fué posible comprender si habla alguna persona ya destinada para este en- lace, 6 sí dependería únicamente de su gusto la elección de sus mujeres: aunque lo advirtiese con mucho tino el Capitán Cook, y que la narra- ción de nuestros acaecimientos lo confirme á cada paso, no dejaremos de disipar aquí de nue- vo la errada idea de que en estas islas sea fácil y general la prostitución de las mujeres: muchas veces nos ha manifestado la experiencia que los ofrecimientos de Vuna y de los demás Eiguis se reducían á las solas plebeyas, así como los hala- gos y las caricias de las más jóvenes y distin- guidas, no tenían otro móvil, que una mezcla de hospitalidad, de franqueza y de interés: aun en las primeras muestras de aquel instinto recípro- co (i) que atrae el uno al otro sexo, distinguie- ron siempre (para no prodigarlas) las que en su sentir eran menos equívocas é indiferentes: ja- más procuraron atizar nuestros deseos con mo- vimientos lascivos ; jamás insultaron nuestras repulsas, ó con el vilipendio de una inseasibili- dad natural, ó con las quejas de las voces ultra- jadas de la naturaleza: conocían una ley que ponía freno al instinto; la hallaron en nosotros y no la extrañaron, y últimamente, se manifes- tai'on ufanas de desplegar á nuestra vista con el hermoso semblante de la inocencia, aquellas mismas ideas que entre nosotros apenas pueden conservar la educación, la religión y la disci- plina. No es mi ánimo encarecer en esta ocasión los diferentes adornos que contribuían con su hermosura á causar nuevo brillo al carácter in- dicado: parecerían estas pinturas tan violentas para el navegante, como enfáticas par!\ el via- jero; se confundirían el filósofo y el poeta, *.a! vtz se caracterizaría por ignorancia ó por de- mencia la sola idea de una virtud natural que enseña á moderar las pasiones y á sujetarlas á los dulces lazos de la sociedad; pero no podré á menos de reunir en un solo punto de vista aque- llas gracias que son comunes á todas, y que deben naturalmente hacernos envidiar á los que tengan en lo venidero ocasiones más oportunas de contemplar en este cielo feliz la Naturaleza (i) El lector comprenderá que esto alude á aque- llos versos del Car." Guarini en su Pastor Fido. Bacj pur bocea curioea, é Scahrn o seno, 6 fronte, ó mano Ni debe hallar ó importunas ó poco modestas estas noticias, cuando tienen por objeto el vindicar la modestia y el pudor, representándolas como una pro- pensión natural del alma y no como un antidoto vio- lento: De ta legge áurea, é fftücc Che tMur» tcoipi; t'fi fiact f i lict vestida de sus más bellos adornos: las bodas de Feileua serán sin duda una ocasión de esta es- pecie: entonces se desplegarán á la vista del filósofo viajero la honestidad medio desnuda, la sensibilidad sin educación, la subordinación sin castigo, el respeto sin mengua de la alegría; la felicidad sin envidia }■ la suerte del hombre combinada con la religión, con el instinto, con los principios sociales y con todos los adornos de la Naturaleza: ¡felices habitadores si no oscu- recen una escena tan lisongera, con el sacrificio lúgubre de las víctimas humanas, si reconocen en la Divinidad el Padre de la Naturaleza, el centro de la pa/- y el Arbitro justiciero del rayo, del temblor y de los límites del mar; felices finalmente nosotros si entre los cantos enérgi- cos(i) que lesdictará una natural alegría enaque- 11a ocasión, recordaran con afecto y sin el menor sobresalto el nombre español; y en las semillas ya multiplicadas, en los utensilios útiles para sus usos domésticos, en los adornos inocentes con los cuales se distinguirán los novios, halla- ran otros tantos rastros de una visita no entur- biada con la mengua de las costumbres ni con la destrucción de sus semejantes! La cantidad de las provisiones que hemos hallado no ha sido correspondiente á las ideas que teníamos anteriormente fcnnadas, á lo me- nos por lo que toca á los dos ramos esenciales de gallinas y puercos: difícilmente pudiéramos suponer que haya quedado siquiera una mitad de lo que nosotros hemos adquirido y cuya can- tidad no debe considerarse mayor de unas 500 gallinas y 60 puercos entre las dos corbetas: de estos últimos vimos venir al mercado los más grandes y los más chicos; vimos cruzirse las ca- noas en busca de uno ú otro á los piarajes más distantes; vendieron hasta las hem iras preña- das, y seguramente la codicia de las. hachas les hubiera movido á cualquiera diligencia y á cual- quiera sacrificio para su adquisición: las fritas, las raíces y los limones parecían más bien in- agotables; y esta sola abundancia bastaría para convidar al navegante á estas orillas, particular- j. '^e cuando un corto número de buques na- vega de los mares del Asia hacia la América meridional: no desmenuzaremos con un detalle importuno los efectos más útiles de cambio: las hachas y la ropa serán siempre de una utili- dad real: lo serían aún más que aquéllas, nues- tros machetes de la Nueva España; pero por lo que toca á los adornos mujeriles, debemos avisar que podrán desde luego satisfacer un antojo momentáneo, mas nunca serían un suficiente in- centivo para la cesión de las cosas más útiles. (i) Con mucha razón suponen los Sres. Cook, Foster y Andersou, quo las poesías que son entre es- tos pueblos el objeto del canto, sean sumamente ex- presivas y siempre adaptadas ¡i ¡as circunstancias. 4i> T^ 386 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Terminaremos este capitulo con dos reparos que merecen verdaderamente la atención del filósofo cuando quiere reflexionar con madurez sobre sus semejantes; y son, el primero la aten- ción con la cual entre estos pueblos se saluda á todo Liigui al tiempo de estornudar, usando oportunamente del mismo modo que nosotros, una voz destinada sólo para el intento, y es la de Sei/uil; y el otro la familiaridad y fre- cuencia con la cual ejecutan el juego nuestro de la mona. No desdeñaba Vuna en confundir- se en estas ocasiones con los Eiguis; y no bien empezaba una, cuando se veían instantánea- mente otras muchas parejas ocupadas con el mismo entretenimiento. Estos datos esenciales de un mayor grado de civilización, de una seme- janza de costumbres á las nuestras y particu- larmente del rastro de una ceremonia que es en- tre nosotros de origen desconocido, podrán tal vez aproximar la historia del hombre con datos menos equívocos de los que se han usado hasta ahora (i). (ij Un mayor despacio dard lugar á ordenar algo mejor estos apuntes y á comprender entre ellos todo lo que ha escrito el Capitán Cook y conviene con nuestras propias observaciones. Los razonamientos sobro las monzones pertenecerán á la prácti;:a de la navegación. \W 386 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Terminaremos este capitulo con dos reparos que merecen verdaderamente la atsnción del filósofo cuando quiere reflexionar con madurez sobre sus semejantes; y son, el primero la aten- ción con la cual entre estos pueblos se saluda á todo Ei¡íui al tiempo de estornudar, usando oportunamente del mismo modo que nosotros, una voz destinada sólo para el intento, y es la de Sei/uií; y el otro la familiaridad y fre- cuencia con la cual ejecutan el juego nuestro de la morra. No desdeñaba Vuna en confundir- se en estas ocasiones con los Eiguis; y no bien empezaba una, cuando se veían instantánea- mente otras muchas parejas ocupadas con el mismo entretenimiento. Estos datos esenciales de un mayor grado de civilización, de una seme- janza de costumbres á las nuestras y particu- larmente del rastro de una ceremonia que es en- tre nosotros de origen desconocido, podrán tal vez aproximar la historia del hombre con datos menos equívocos de los que se han usado hasta ahora (i). (i) Un mayor despacio danl lugar á ordenar algo mejor estos apuntes y á comprender entre olios todo lo que ha escrito el Capit^in Cook y conviene con nuestras propias observaciones. Los razonamientos sobre las monzones pertenecerán á la prdcti-ia de la navegación. VIAJE DE DON JOSÉ DE ESPINOSA Y TELLO desde Cádiz hasta Acapuico, donde se ret nió á la expedición de las corbetas Descubierta jk Atrevida,^ continuación de este viaje. Contiene muy buenas noticias de Historia Natural, Geografía^ costumbres^ etc. Hallándome en Sevilla disfrutando de Real li- cencia en Abril de 1790, recibí un oficio del Capi- tán General de la Armada con fecha 13 de aquel mes, en que me prevenía haber resuelto Su Ma- jestad el 6 del mismo que pasase á Méjico para embarcarme en Acapulco en la expedición de las dos corbetas Descubierta y Atrevida, que ha- bían salido de Cádiz el año anterior destinadas á dar la vuelta al mundo. Para cumplir esta so- berana resolución, me trasladé inmediatamente al Departamento de Cádiz; pero como á la sazón se armasen allí varios buques sospechándose un próximo rompimiento con la Inglaterra, hice re- presentación al Rey ofreciéndome á este servi- cio de mayor mérito y preferencia que el de la expedición de la vuelta del mundo, y habiendo remitido la instancia al señor Capitán General, recibí por su mano el 14 de Junio la contestación siguiente: «El Sr. D. Antonio Valdés me comunica la siguiente Real orden con fecha 8 del corriente, que traslado á V. para su gobierno y en respues- ta á su representación de 28 del antecedente.— Excmo. Sr.: El honroso deseo de permanecer en ese puei ro para emplearse en el actual armamen- to, que manifiesta el Teniente de navio D. José de Espinosa en la representación que V. E. me dirige con carta número 734, es muy propio del celo que tiene acreditado: le es á S. M. aprecia- ble; pero considerando que no será de menor re- comendación el mérito que contraiga en la expe- dición destinada á dar la vuelta al mundo, es su Real voluntad vaya á Acapulco á embarcarse se- gún está mandado: lo que advierto á V. E. para su gobierno y á fin de que lo comunique á Es- pinosa.» A consecuencia de esta soberana determina- ción y de la de que me embarcase prontamente para Veracruz en compañía del Teniente de na- vio D. Ciríaco Cevallos, nombrado también para la propia expedición, se trató de nuestro embar- co en la fragata del comercio Sania Rosalía, per- teneciente á D. Miguel Caraza. Detuvímonos al- gún tiempo á causa de varias dilaciones del due- ño del buque; pero al fin dimos la vela del puer- to de Cádiz el 25 de Noviembre en la mañana, con viento flojo del Norte.- Entre varias obras nuevas, almanaques náu- ticos y otros papeles que acababan de publicar- se en Europa y podrían necesitar las corbetas durante su largo viaje, puso á nuestro cuidado el Capitán Comandante de las Compañías de Guar- dias Marinas D. José de Mazarredo, losrelojitos de segunda suerte números 344 y 351 de Arnold, que pedimos á dicho Jefe considerando la mu- cha utilidad que podían rendir estas máquinas en nuestra expedición. Conducíamos asimismo un péndulo simple constante, construido de intento, que remitía el Ministerio para que se hiciesen experiencias sobre la gravedad, en todos los lu- gares donde se detuviesen algún tiempo las cor- betas, y como estas experiencias tenían por ob- jeto el poder comparar y ligar los resultados de la expedición con los que hallasen los Académi- cos franceses en el paralelo de 45° Norte, pues se trataba entonces de arreglar en Francia un nuevo sistema de pesos y medidas, derivado de la longitud del péndulo que oscilase segundos en la latitud de 45", nos fué sumamente doloroso el que los n, os días que mediaron entre la llegada del péndjdo á Cádiz y nuestra salida, no nos per- mitiese hacer en aquel puerto las experiencias que deseábamos. El 27 nos alejamos del saco de Cádiz, hacien- do rumbos del Oesuoeste y Oeste, aprovechan- do con toda fuerza de vela el vientecito flojo del Norte y rumbos próximos con anuncios bien cla- ros de vendabal, el cual lo tuvimos con efecto el 29, aunque de corta duración, pues el 30 ya vol- vió á entablarse al Nordeste calmoso con carices bonancibles, rolando al Este y acrecentando más su fuerza al paso que bajábamos de latitud. Resueltos á no ver las Canarias ni otro punto alguno, sino navegar en derechura á la Isla Es- pañola por la derrota más próxima, cortamos el 6 de Diciembre el meridiano de Tenerife por la- titud 30° 40', en cuyo punto había retardado la estima 1° 40' sobre la longitud observada. Este atraso fué aumentando en razón del tiempo hasta que el 25 llegó á ser de 4° 50' corriendo el para- 388 VIAJB AI.RBOBDOK DBL MUNDO h{ lelo de 20° 4u'. Aquí ob;ervamo8 la variación de la aguja 2° al Nordeste. Navegábamos tan asegurados de nuestra po- sición con el auxilio de los relojes, que dirigi- mos la recalada á Cabo Cabrón por el paralelo de 19° .50'; y en efecto, le avistamos á las siete de la manada del 31 de Diciembre, dcmorahdo al Sur ji" Este y Cabo Francés al Sur 61" Oeste corregido distancia de cuatro leguas. Desde el medio día del 30 hasta la hora de esta marcación, tuvimos ¿o' al Norte de la esti- ma, y nos acercamos, por consiguiente, demasia- do al Hajo de la Plata, lo que debe servir de pre- vención para tornar rumbo más Sur en otra oca- sión. Costeamos la parte Norte de Santo Domin- go, favorecidos siempre del viento fresco del Este que no nos desamparaba desde el meridia- no de Canarias, y el 7 de Enero marcamos Cabo de Cruz de la Isla de Cuba, que resultó en lon- gitud de 71" 39' al Oeste de Cádiz, según la ob- servación que hicimos con el 344 referida á di- cho Cabo. En toda la navegación por el Sur de Cuba ex- perimentamos corrientes muy vivas, y la noche del 8, á las 10" 45', nos hallamos de repente so- bre el Caimán Chico, que felizmente montamos cerrando el timón á la banda y orzando de seis á siete cuarta». Corríamos su paralelo considerán- donos todavía lejos de dicha isla; pero como nos manifestó después el reloj, estábamos 21 millas más Oeste de lo que juzgábamos, y el Caimán se halla 12 más al Este de lo que lo sitúan las car- tas, de modo que lo vimos debajo de la proa cuando le considerábamos á ¿¿ millas. Por nues- tras observaciones, queda ahora situado en lati- tud Norte 19° 40' y longitud Oeste de Cádiz 73° 25' 30". El 10 del mismo mes por la tarde, avistamos lá tierra, y siendo muy baja y de arboleda, la to- mamos por Cabo San Antonio lo más occidental de Cuba, que demoraba al Norte '/* Nordeste co- rregido distancia cinco leguas. Continuamos al Norte 70" Oeste del mundo en vuelta de la sonda de Campeche, y el 11 al medio día observamos 21" 52' de latitud. El cie- lo se cubrió de celajería espesa, y empezó á ven- tar duro por el Norte con mucha mar y lluvia muy copiosa. A las diez de la noche nos conside- rábamos en sonda, y lo anunció además el her- videro de las corrientes, que á pesar de lo fresco del viento Norte no permitían gobernar á la fra- gata. El 12 observamos la latitud 22° 29' y la es- tima era á la misma hora de 22° 19'. Desde el paralelo de 22° corrimos al Oeste corregido con viento duro del Norte. Al amanecer gobernamos más Sur, y á medio día nos hallábamos en 21° 48' df latitud por estima y por observación. Ultima- mente, el 15 á las nueve de la mañana estábamos en el veril occidental de la sonda que según nues- tras observaciones reducidas X medio día , no distará mucho por el braceaje de luo brazas de 21" 31' de latitud y 86" y '/, al Oeste de Cádiz; y desde aquí navegamos envuelta de Punta Delga da con ventolinas del Sur y Sueste. En la noche hubo mucho relente, indicio seguro de Nor^c, y con efecto, lo tuvimos muy recio el día siguiente pero cedió alguna cosa el 17 y habiéndonos per mitido reconocer Punta Delgada el 18, fondea mos en Veracruz el 19 por la tarde. No podemos dejar de advertir que la breve dad de este viaje la hemos debido enteramente á la buena determinación de navegar directamente ú la Isla Española, no disminuyendo de latitud sino á proporción que lo pedía la derrota, y cuando conocíamos que por ser muy arriba no estaban los vientos bien entablados al Nordeste y Este, ó que por la propia causa y lo crudo de la estación recalaban hasta el Trópico los vientos recios y variables del Océano Atlántico. En ge- neral, cuando el objeto principal con que se na- vega es hacer el viaje lo más pronto posible, será bien tener presente las siguientes adverten- cias que nos ha sugerido la experiencia de este viaje al mismo tiempo que la» noticias adquiri- das de varios prácticos de la carrera. Saliendo de Cádiz se gobernará al Oesuoes- te (r), á cuyo rumbo demorará la Isla Madera, y siguiendo este rumbo se cortará su meridiano por la parte del Sur á distancia de 20 ó 25 le guas, porque hay que contar con 10 6 12 millas de diferencia al Sur en cada día de los tres pri- meros de navegación, y con 20 ó 25 en cada uno de los restantes hasta llegar por latitud de 32°. Entre los 34 y 35° se encuentra ya la brisa ó viento general del Nordeste, que empieza á ven- tar por el Norte y Nornordeste. Se continuará al Oesudoeste, porque se consigue andar más dis- tancia que si se navega, sea á viento más largo, como comunmente se practica para pasar entre la Gran Canaria y Tenerife. Es preferente la de- rrota por el Norte de estas islas, porque se expe- rimentan vientos más frescos y más iguales, no se corre el riesgo de dar con calmas y vientos cal- mosos del Norte al Nornoroesíe que suele haber al Sur de Canarias, siendo probable que de dos buques que salgan de Cádiz con igual andar, ga- nará dos singladuras el que navegue por el Norte de Canarias sobre el que dirija su derrota i>or entre estas islas. Desde el meridiano de la Ma- dera y latitud de 31 y '/, á. 32°, se puede hacer el Oesuoeste 5° Oeste, pues no hay necesidad de disminuir mucha latitud, debiendo considerar ya entablada la brisa; siempre la deriva y la mar abaten cuatro ó cinco millas al Sur por día res- pecto al punto de estima, y como el viento se { I ) Todos los rumbos son corregidos do variación y las longitudes al occidente de Cádiz. ■apMMtMM 388 V1AJ8 AKKEDBOOK DKL MUNDO íK' h iü lelo de 20° 4»'. Aquí ob crvamos la variación de la aguja 2" al Nordeste. Navegábamos tan asegurados de nuestra po- sición con el auxilio de los relojes, que dirigi- mos la recalada á Cabo Cabrón por el paralelo de 19° 30'; y en efecto, le avistamos á las siete de la manada del jt de Diciembre, dcmorahdo al Sur ji" Este y Cabo Francés al Sur (n" Oeste corregido distancia de cuatro leguas. Desde el medio dia del 30 hasta la hora de esta marcación, tuvimos ¿o' al Norte de la esti- ma, y nos acercamos, por consiguiente, demasia- do al Bajo de la Plata, lo que debe servir de pre- vención para tomar rumbo más Sur en otra oca- sión. Costeamos la parte Norte de Santo Domin- go, favorecidos siempre del viento fresco del Este que no nos desamparaba desde el meridia- no de Canarias, y el 7 de Enero marcamos Cabo de Cruz de la Isla de Cuba, que resultó en lon- gitud de 71" 39' al Oeste de Cádiz, según la ob- servación que hicimos con el 344 referida á di- cho Cabo, En toda la navegación por el Sur de Cuba ex- perimentamos corrientes muy vivas, y la noche del 8, á las 10" 45', nos hallamos de repente so- bre el Caimán Chico, que felizmente montamos cerrando el timón á la banda y orzando de seis á siete cuartas. Corríamos su paralelo considerán- donos todavía lejos de dicha isla; pero como nos manifestó después el reloj, estábamos 21 millas más Oeste de lo que juzgábamos, y el Caimán se halla 12 más al Este de lo que lo sitúan las car- tas, de modo que lo vimos debajo de la proa cuando le considerábamos á ^¿ millas. Por nues- tras observaciones, queda ahora situado en lati- tud Norte 19° 40' y longitud Oeste de Cádiz 73° as' 30". El 10 del mismo mes por la tarde, avistamos lá tierra, y siendo muy baja y de arboleda, la to- mamos por Cabo San Antonio lo más occidental de Cuba, que demoraba al Norte '/» Nordeste co- rregido distancia cinco leguas. Continuamos al Norte 70" Oeste del mundo en vuelta de la sonda de Campeche , y el 1 1 al medio día observamos 21" 52' de latitud. El cie- lo se cubrió de celajería espesa, y empezó á ven- tar duro por el Norte con mucha mar y lluvia muy copiosa. A las diez de la noche nos conside- rábamos en sonda, y lo anunció además el her- videro de las corrientes, que á pesar de lo fresco del viento Norte no permitían gobernar á la fra- gata. El 12 observamos la latitud 22° 39' y la es- tima era á la misma hora de 22° 19'. Desde el paralelo de 22° corrimos al Oeste corregido con viento duro del Norte. Al amanecer gobernamos más Sur, y á medio día nos hallábamos en 21° 48' de latitud por estima y por observación. Ultima- mente, el 15 á las nueve de la mañana estábamos en el veril occidental de la sonda que según nues- tras observaciones reducidas \ medio dia , no distará mucho por el braceaje de luo brazas de 21» 31' de latitud y 86" y '/, al Oeste de Cádiz; y desde aquí navegamos envuelta de Punta Delga da con ventolinas del Sur y Sueste. En la noche hubo mucho relente, indicio seguro de Nor^e, y con efecto, lo tuvimos muy recio el día siguiente pero cedió alguna cosa el 1 7 y habiéndonos per mitido reconocer Punta Delgada el i8, fondea mos en Veracruz el 19 por la tarde. No podemos dejar de advertir que la breve dad de este viaje ¡a hemos debido enteramente á la buena determinación de navegar directamente á la Isla Española, no disminuyendo de latitud sino á proporción que lo pedía la derrota, y cuando conocíamos que por ser muy arriba no estaban los vientos bien entablados al Nordeste y Este, ó que por la propia causa y lo crudo de la estación recadaban hasta el Trópico los vientos recios y variables del Océano Atlántico. En ge- neral, cuando el objeto principal con que se na- vega es hacer el viaje lo más pronto posible, será bien tener presente las siguientes adverten- cias que nos ha sugerido la experiencia de este viaje al mismo tiempo que la» noticias adquiri- das de varios prácticos de la carrera. Saliendo de Cádiz se gobernará al Oesuoes- te (i), á cuyo rumbo demorará la Isla Madera, y siguiendo este rumbo se cortará su meridiano por la parte del Sur á distancia de 20 ó 25 le guas, porque hay que contar con 10 ó 12 millas de diferencia al Sur en cada día de los tres pri- meros de navegación, y con 20 6 25 en cada uno de los restantes hasta llegar por latitud de 32°. Entre los 34 y 35° se encuentra ya la brisa ó viento general del Nordeste, que empieza á ven- tar por el Norte y Nornordeste. Se continuará al Oesudoeste, porque se consigue andar más dis- tancia que si se navega, sea á viento más largo, como comunmente se practica para pasar entre la Gran Canaria y Tenerife. Es preferente la de- rrota por el Norte de estas islas, porque se expe- rimentan vientos más frescos y más iguales, no se corre el riesgo de dar con calmas y vientos cal- mosos del Norte al Nornuroesíe que suele haber al Sur de Canarias, siendo probable que de dos buques que salgan de Cádiz con igual andar, ga- nará dos singladuras el que navegue por el Norte de Canarias sobre el que dirija su derrota por entre estas islas. Desde el meridiano de la Ma- dera y latitud de 31 y '/, á 32°, se puede hacer el Oesuoeste 5° Oeste, pues no hay necesidad de disminuir mucha latitud, debiendo considerar ya entablada la brisa; siempre la deriva y la mar abaten cuatro ó cinco millas al Sur por día res- pecto al punto de estima, y como el viento se ( I ) Todos los rumbos son corregidos do variación y las longitudes al occidente de Cádiz. i / rOKMBTAB nUSCUBIUKTA V ATKBVIDA 389 io dia, no brazas de de Cádiz; y unta Delga- ín la noche de Nor^e, y a siguiente; idonos per- i8, fondea- ue la breve- teramente á irectamente de latitud derrota, y y arriba no 1 Nordeste y crudo de la los vientos tico. En ge- >n que se na- nnto posible, tes adverten- encia de este cias adquiri- L. . al Oesuoes- Isla Madera, su meridiano 3o ó 25 IC' ) ó 12 millas i los tres pri- i en cada uno ititud de 32°. ya la brisa ó npieza á ven- continuará al ndar más dis- ito más largo, a. pasar entre eferente la de- srque se expe- ás iguales, no i y vientos cal- le suele haber )le que de dos ual andar, ga- ae por el Norte u derrota i>or sino de la Ma- puede hacer el necesidad de do considerar eriva y lámar ir por día res- 0 el viento se dos de variación alarga iil Nordeste y Ksnordeste, se consigue con no arribar de golpe, retardar el que esté á popa, en beneficio del mayor andar. Por latitud di- 2j" el viento es del liste y la mar gruesa y tendida como conviene A la meri- diana del üolfo. La variaci6n de la aguja va disminuyendo al paso que se aumenta de longi- tud, pero no guarda una ley uniforme que pueda servir de luz para rectificarla. Sin embargo, á quien carezca de mejores datos le puede ser de alguna utilidad la noticia de que por latitud de 21" y longitud de 52" 30' coincidía en 1790 el meridiano magnético con el meridiano verda- dero. Aun antes de llegar á estos parajes, suelen verse rabij uncos, pardeias y sargazo, con otros indicios que por sí solos no deben mirarse como anuncios de tierra. Se inclinará el rumbo al Sur lo preci: para recalar al Cabo Cabrón de la Isla Samaná, tiue está por latitud de rg" 22' y Gfy j' de longitud. Esta recalada y la navegación su- cesiva por el Norte de la Isla de Santo Domingo, hace tanta ventaja á la derrota antigua con que se iba á dar vista á las Islas de San Martin, la Anegada y Puerto Rico, y por el Sur de la Isla Española se buscaba á Cuba, que en la elección no cabe duda. Las observaciones diarias de latitud dirán lo que debe enmendarse el rumbo con respecto á las diferencias al Sur que suelen experimentarse al cortar los meridianos de estas Islas, liara la longitud tendrá presente quien carezca de observaciones seguras, que por lo re- gular se anticipa el buque 5 " á la estima calcu- lada con corredera geométrica de 47 y '/, piés de París para 30" de experiencia. Reconocido el Cabo Cabrón se gobernará á pasar á regular dis- tancia del Cabo Viejo Francés, bajo el concepto de que la corriente arrastra 20 ó 24 millas por singladura al Oesnoroeste ó á longo de costa; por lo cual, para aprovecharla y no acercarse demasiado á los veriles del Cayo de Plata, con- viene navegar á 3 ó 3 y '/j leguas de tierra. Las brisas son muy frescas por el Norte de Santo Domingo, y se anda muy pronto la distancia que media entre el Cabo Viejo Francés y la Isla Tor- tuga, desde cuyo meridiano se gobernará en de- manda de la costa meridional de Cuba á recono- cer el Cabo de Cruz, situado en latitud de 19° 47' y en 71° 27' de longitud. Es conveniente dar vista á este Cabo para hacer con conocimiento la travesía á las Islas de los Caimanes Chi- cos, cuyo extremo oriental está en latitud de 19° 43' 40" y 2° 00' al Oeste del Cabo de Cruz. Se pasará al Norte 6 al Sur de dichas islas se- gún convenga, y desde su meridiano se goberna- rá en demanda del extremo occidental de Cuba ó Cabo de San Antonio, situado por combinaciones de estima en latitud de 21" 52' y en longitud de 5° 7' al Oeste del extremo oriental de los Cai- manes Chicos. Servirá de prevención que las aguas tiran de ordinario 15 ó 16 millas al Oeatfl en veinticuatro horas, desde el meridiano del muelle de San Nicolás hasta los Caimanes, y desde éstos ul Cabo San Antonio se experimenta menos corriente al Oeste; pero su influjo lleva también al Norte x¿ ó 15 millas cada día. Re- conocido el Cabo San Antonio se pueden hacer dos derrotas; ó bien entrar en sonda de Campe- che por latitud de \2" jo' y correrla del Este al (Jeste para salir por entre el líajo nttevoyel Trian- f^i'lo, ó picar sonda más al Norte yporíjy 23" y '/, de latitud navegar siguiendo su veril septen- trional. La primera de estas derrotas es la que se practica comunmente, pero la hai c ventajas la segunda, en la cual se na ega más iibre de cui- dados, la acción de las iij;uas al Hcste es más rápida, y en caso de cargar un Norte recio hay mar suficiente para mantenerse ó arribar. En la derrota ordinaria luego que por 22" y'/, de latitud se sonda 35 ó 40 brazas, se gobernará al Sud- oeste hasta entrar en 22", se corre este paralelo por 18 y 20 brazas fondo arena fina, blanca y conchuela, sin bajar de esta latitud en el primer tcrcin de la sonda, porque suelen abatir las aguas al Sur ocho ó diez millas por singladura. Se irá descaeciendo insensiblemente á buscar el para- lelo de 21" 45', sondando de hora en hora por r8, 20 y 22 brazas fondo arena, conchuela y coralillo, y rebasado el meridiano de la Desco- nocida se bajará á la latitud de 21° 30' en de- manda del canal que forma el Rajo nuevo y el Tri ¡ngulo, cuyo fondo es de arena con lama y de lama suelta. Toda b seguridad depende en este paso del conocimiento de la latitud, y así deben ponerse en práctica cuantos métodos hay de averignnrla. Po. fortuna no se experimentan dentro de sonda diferencias crecidas, siendo lo común ob- servar seis ú ocho millas al Sur y 10 ó 12 al Oeste en veinticuatro horas. Pero con esta can- tidad que abata la corriente y otro tanto que tenga de error el rumbo, si es en propio sentido, acer- cará demasiado á uno ú otro de los puntos por entre los cuales se ha de pasar. Pero no basta la latitud; es asimismo preciso el conocimiento del. fondo en confirmación de aquella, y para formar prudente juicio de la distancia Este-Oeste que se navega. Debe haber un cuidado especial do ase- gurarse del tiempo en que empieza á estar la aiena mezclada con lama, que con corta diferen- cia será el mismo en que de zü y 22 brazas au- menta de pronto el fondo á 26 \ 28. Entonces dista como 20 leguas el veril occidental que por observaciones exactas se considera en 85° 24' de longitud. Ya en este punto, si es de noclie se es- pera algunas horas de una vuelta y otra y se marea á la madrugada para salir de sonda al si - guíente día. El fondo lama es la señal infalible de que se va por canal y por consiguiente en i 1 l-r^ i 390 VU|1 ALRRPRtMR DEL MUNDO I»; . -áv I ■' buena derrota. El braceaje va aumentando á 30, 36 y 40 brabas, y ya en enta a^ua, andadas seis ú ocho millas, falta de íío'pe- '^' después de prac- ticadas las prevenciones anteriores y con la coii- ñanza y seguridad consiguientes se diera alguna escandallada en 28 6 2t) bra/as piedra, no df be causar sobresalto porque este fondo es de un ro- dal que hay en la medianía del canal; pero si con- tinuase la misma calidad, se mirará como indicio de que no está lejos el Unjo tttiern y se inclinará el rumbo más al Sur, hasta volver a! fondo lama. La navegación por el Norte de la sonda, que e» la otra derrota que se puede hacer obliga á menos cuidados. Cogido el veril orienta! que por buenas observaciones se cuenta por lon>;itud de 2° 3' al Oeste del Cabo San Antonio en Cuba y 80° 33' al Oeste de Cádiz, no hay más que correr el paral&lo de 23" 30' por 50 y 60 brazas fondo arena. En e>>tando á prudente distancia del pa- raje donde sitúan 1 is cartas el bajo del Negri- llo (i), se gobernará al Sudoeste '/, Oeste á pasar al Norte de la Isla Bermeja, sondando de seis en seis horas hasta asegurarse cogiendo 80 6 100 bra/as, de que se ha rebasado el codillo y veril occidental de la sonda. La comparación de los puntos de estima y de observación en varios via- jes por el Norte de ella, manifiesta que en esta derrota se debe contar con 16 ó 18 millas de co- rriente al Oeste en veinticuatro horas. El mayor empeño que puede ocurrir es que cargue mucho el viento si se navega con Norte, y que sea es- caso para montar el bajo nombrado el Alacrán. Si tal sucediese se cambiará de bordo en vuelta del Este y con la ventaja que ofrece el mayor barlovento se emprenderá la derrota primera. Desde el veril occidental se hará derrota á recalar á barlovento de Veracruz, según los vien- tos reinantes. En la estación de Nortes, se re- conoce Punta Delgada, que está en latitud de 20° 07' y según se juzga que el viento si es recio del Norte, será ó no manejable sobre Veracruz, se resuelve ó retarda la arribada. Del veril occi- dental al puerto hay 4" 30' de diferencia de lon- gitud por observación, y por estima es común encontrar 3" 30' ó 3° 40', de suerte que es casi seguro el curso de 16 á 18 millas de corriente diaria al Oeste ó rumbos próximos. Si estando en las inmediaciones de Veracruz calmase el viento, se puede dar fondo por 20 ó 25 brazas fango al Nornoroeste del castillo de San Juan de Ulua, y á distancia de dos leguas de él. Es el partido más prudente para de noche y siempre que falte viento entablado con que se pueda ven- cer la fuerza de la corriente que tira como al Noroeste. El muelle de Veracruz está en latitud de ( i) Este baj 1 se halií en latitud de 2$' 24' 54" y 1 ongitud 83" 55' 15" Oeste de Cádiz. ig' I a' Norte y en longiti.d observada 90* 5' al Oeste de Cádiz; y el Pico de Orizaba (montaña muy notable y de muy fácil reconocimiento) ettá asimismo en latitud de 19" i' y en i)r" jo' de lon<^'lud al Oeste de Cádiz; su altura sobre el ni- vel del mar es de 3.2 rS toesas, s el largo de au tangente al horizonte 1^2 millas, distando 105 próximamente cuando aparece un grado elevado. La ciudad de Veracruz, mnocida en todo el mundo por los grandes tesoros que en ella se han embarcado para remitirse á Espatía, no co- rresponde en su capacidad, riqueza, ni gentío á la idea que puede haberse formado de ella por lo extendido de su nombre. Keducida á dos calles principales que conen del Nordesteal Sudeste con otras varias pequeñas paralelas á éstas, carece de edificios suntuosos y de todos los adornos y hermosura exterior que caracterizan las grandes y ricas poblaciones. Sus casas, dispuestas más bien para recibir ¡as mercancías que por osten- tación ó grandeza, son por la mayor parte bajas, humildes y de mala vista, adornándose con rejas y barandillas de madera por no permitir el uso del hierro la cualidad salitrosa del aire, que con- sume en breve tiempo hasta los cañones de arti- llería, y ennegrece las paredes de las casas de un modo muy singular. Las iglesias son regulares sin cosa particu- lar. Hay una sola parroquia con dos capillas se- paradas, que le sirven de ayudas, y los conven- tos de San Francisco, Santo Domingo, la Mer- ced, San Agustín y de San Juan de Dios, con va- rios hospitales y uno particular destinado para la Marina. El vecindario de la ciudad se compone de las cuatro clases de españoles, criollos, europeas, negros y las castas que resultan de las mezclas de las anteriores, siendo muy reducido el núme- ro de todas. Entre las familias blancas hay al- gunas bastante acaudaladas; pero ni en éstas, ni en las demás clases del pueblo se conoce el lujo ni la opulencia. Los europeos que aquí se avecindan empiezan su fortuna por la ocupacij6n ordinaria de pulpero. Este ejercicio, no sólo no es reparable, sino que lo hermanan también con las demás clases de comercio, que aun los hom- bres de más caudal tienen en las accesorias de sus casas estas tiendas pulperías, donde se ven- de todo género de comestible al lado de la tela más noble y rica. Por este medio adquieren al- gunos riquezas bastante considerables, sin que éstas se hagan visibles por la opulencia en su trato público ó privado. Hállase esta ciudad, según nuestras propias observaciones, en latitud aproximada de ig" 12' 20" Norte, y longitud Oeste de Cádiz de 90° i' según un promedio de 15 distancias de ® (f ob- servadas en la mar y referidas á Veracniz por medio de los relojes y el movimiento uniforme •mmm .W> VtAJB ALRnPBDOR DBL MUNDO btiena derrota. El braceaje va aumentando á 30, 36 y 40 braza», y ya en esta a^ua, andadas seis ú ocho miilaíi, falta de «olpe- 5^' después de prac- ticadiis laa prevenciones anteriores y con la con- ñan/a y scRuridad consiguientes se diera alguna escandallada en 28 6 ¿9 brazas piedra, no debe causar sobresultn porque este fondo es de un ro- dal que hay en la medianía del canal; pero si con- tinuase la misma calidad, se mirará como indicio de que no está lejos el ¡íajo nuevo y se inclinará el rumbo más al Sur, hasta volver a! fondo lama. La navegación por el Norte de la sonda, que es la otra derrota que se puede hacer obliga á menos cuidados. Cogido el veril orienta! que por buenas observaciones se cuenta por lonj;itud de 3° 3' al Oeste del Cabo San Antonio en Cuba y 80° 3j' al Oeste de Cádiz, no hay más que correr el paral&lo de 2_\" 30' por 50 y fxi brazas fondo arena. En estando á prudente distancia del pa- raje donde sitúan 1 w cartas el bajo del Negri- llo (I), se gobernará al Sudoeste '/, Oeste á pasar al Norte de la Isla IJermeja, sondando de seis en seis horas hasta asegurarse cogiendo 80 6 100 brai^as, de que se ha rebasado el codillo y veril occidental de la sonda. La comparación de los puntos de estima y de observación en varios via- jes por el Norte de ella, manifiesta que en esta derrota se debe contar con 16 ó 18 millas de co- rriente al Oeste en veinticuatro horas. El mayor empeño que puede ocurrir es que cargue mucho el viento si se navega con Norte, y que sea es- caso para montar el bajo nombrado el Alacrán. Si tal sucediese se cambiará de bordo en vuelta del Este y con la ventaja que ofrece el mayor barlovento se emprenderá la derrota primera. Desde el veril occidental se hará derrota á recalar á barlovento de Veracruz, según los vien- tos reinantes. lín la estación de Nortes, se re- conoce Punta Delgada, que está en latitud de 20° 07' y según se juzga que el viento si es recio del Norte, será ó no manejable sobre Veracruz, se resuelve ó retarda la arribada. Del veril occi- dental al puerto hay 4" 30' de diferencia de lon- gitud por observación, y por estima es común encontrar 3" 30' ó 3° 40', de suerte que es casi seguro el curso de 16 á 18 millas de corriente diaria al Oeste ó rumbos próximos. Si estando en las inmediaciones de Veracruz calmase el viento, se puede dar fondo por 20 ó 25 brazas fango al Nornoroeste del castillo de San Juan de Ulua, y á distancia de dos leguas de él. Es el partido más prudente para de noche y siempre que falte viento entablado con que se pueda ven- cer la fuerza de la corriente que tira como al Noroeste. El muelle de Veracruz está en latitud de ( i) Este baj 1 se hal¡í> en latitud de 23* 24' 54" y 1 ongitud 83" 55' 15" Oesie de Cádiz. 19" I a' Norte y en lonf^itr.d observada go* 5' «1 Oeste de Cádiz; y el Pico de Orizaba (montaña muy notable y de muy fácil reconocimiento) está asimismo en latitud de 19" i' y en 91° 20' de lon'^'tud al Oeste de Cádiz: su altura sobre el ni- vel del mar es de 3.218 toesas, y el largo de su tangente al horizonte 152 millas, distando 105 próximamente cuando aparece un grado elevado. La ciudad de Veracruz, conocida en todo el mundo por los grandes tesoros que en ella se han embarcado para remitirsi á España, no co- rresponde en su capacidad, riqueza, ni gentío á la idea que puede haberse formado de ella por lo extendido de su nombre. Keducida á dos calles principales que corren del Nordesteal Sudeste con otras varias pequeñas paralelas á éstas, carece de edificios suntuosos y de todos los adornos y hermosura exterior que caracterizan las grandes y ricas poblaciones. Sus casas, dispuestas más bien para recibir las mercancías que p ni Kcntlo á la e ella por lo a á dos calles al Sudeste con éstas, carece 08 adornos y in las grandes spuestas más ue por osten- or parte bajas, idose con rejas permitir el uso 1 aire, que con- artones de arti- las casas de un 1 cosa particu- dos capillas se- , y los conven - mingo, la Mer- le Dios, con va- destinado para compone de las )llos, europeos, de las mezclas nucido el núme- blancas hay al- ;ro ni en éstas, leblo se conoce paos que aquí se )or la ocupaci.ón icio, no sólo no lan también con le aun los hom- is accesorias de 3, donde se ven- lado de la tela io adquieren al- 5rables, sin que opulencia en su lucstras propias mada de 19° la' Cádiz de 90° i' icias de ® C ob- s á Veracruz por niento uniforme del n;)mero 344 (i). Ea cabeía de partido, y su jurisdicción se extiende, según los cákulos más aproximados, á unas 3.000 leguas cuadradas de superficie, sirviéndole de límites de Norte á Sur, por la costa el rio Goa/acualcos y el de Tampico, distantes entre si lio leguas. En esta extensión se cuentan tres villas, diez pueblos grandes y unos i^u pequeños, de los cuales el mayor nú- mero se halla en la marina, habitados por pesca- dores que conducen pescados salados á Méjico y otras ciudades interiores: las poblaciones mayo- res están tierra adentro, y el número total de iiabitadores se puede computar en lOo.ouu perso- nas. Su temperamento en lo general es cálido. Los frutos que produce la comarca son el mai/, cuya cosecha anual se gradúa en 300.000 fane- gas, el algodón en ¿40.000 arrobas, el frijol, la zarzaparrilla, pimienta, vainilla, el ixtle ó pipa Hoja, tabaco, azúcar, piloncillo y toda especie de legumbres, cera, achiote, seda, cacao silvestre y otros frutos, graduados todos en unos dos y me- dio ó tres millones de pesos de producto anual; seria también un articulo de mucha considera- ción y utilidad para estos naturales el de las va- rias y exquisitas maderas que producen sus bos- ques, como caobilla, cedro, roble, ébano y otras diversas, si la escasa población de la provincia y otras causas particulares que obran en su de- cadencia y apuntaremos más adelante, no hi- cieran inútiles estos dones preciosos con que convida por si misma la Naturaleza, siendo tal la fertilidad del terreno, que con el único auxilio de los grandes rocíos de la noche, los campos y montes se mantienen siempre verdes y se cogen al año dos cosechas de las semillas ordinarias, tanto en la una como en la otra costa de las la- terales del puerto de Veracruz. Paieciera, pues, que siendo este terreno tan feraz como acabamos de decir y sus frutos na- turales tan preciosos, que bastarían por sí so- los para hacer rico á cualquier pueblo mediana- mente industrioso, debería ocupar la capital uno de los más amenos y fértiles parajes, ó aprove- charse á lo menos sus moradores acaudalados, de las riquezas peculiares de su suelo temtorial, pero ni lo uno ni lo otro se verifica en Veracruz. El territorio en que está fundada no produce ni cria cosa alguna, le faltan aguas dulces y corrientes, comestibles, verduras y hortalizas; no tiene fá- bricas ni industria, y en una palabra, carece de todo, siendo meramente un paraje de tránsito de cuanto extrae y recibe por este mar el Reino de Méjico. El sitio en que está fundada se compone de un arenal muerto y de méganos ó montes de arena que circuyen la población y mudan conti- (i) Las últimas observaciones establecen esta ciudad en 19* 11' 53" de latitud Norte y 89* 45' 15" de longitud Oeste de Cádiz. Así la sitúan las cartas de la Dependencia. nuamente de lugar á esfuerzo de lop r:r*'^'; «ivn- tos del Norte en la estación que éstos reinan, y aunque á cierta distancia de V eracruz en las lla- nuras (|ue median entre los méganos de arena se cultivan al presente algunas huerteciiluH que surten en parte á la ciudad, sin embargo, la taita de aguas corrientes y la impetuosidad de los Nortes que todo lo agostan, es causa de que no prosperen, y tiene que abastecerse por agua, de comestibles y demás frutas de las poblaciones circunvecinas, etipecialmente de Al varado y Tal- cotalpan, que son lasque más remiten. Las car- nes que aquí se comen no son tampoco buenas, por la íalta de pastos, pero se encuentran con abundancia toda clase de aves domesticas. Las buenas aguas que hay en estos contornos, tanto por su calidad como poi- su abundancia, son las del río Medellín, y es lástima no haya lle- gado á tener efecto el pensamiento de conducirla á la ciudad, como hubiera sido acertado, á pesar de los costos de la empresa, siendo ciertamente extraño que una ciudad como Veracruz carezca enteramente de agua dulce y corriente. En otro tiempo fué muy temible este tempe- ramento por la enfermedad harto conocida del vómito prieto, que ha sepultado aquí innúmera» bles europeos. Se atribuía principalmente, á que no teniendo declive suficiente las llanuras com- prendidas entre los méganos de arena, se estan- caban las aguas, formando pantanos cuyos noci- vos vapores causaban las enfermedades. En el día se ha remediado mucho con la providencia tomada de empedrar las calles, quitando con esto la humedad continua que había en ellas, especialmente en el tiempo de las lluvias desde Marzo hasta Noviembre. Es de advertir que cuando las aguas son copiosas y casi diarias, el país se mantiene sano, pero cuando escasean empiezan á reinar las tercianas, enfermedad casi común, y que rara vez se quita hasta que en- tran los Nortes. Para la salud, los vientos peores son los Sur y el Sueste, pues si llegan á durar un día entero, inmediatamente sobrevienen pasmos mortales. En el verano, el termómetro de Reau- mur sube hasta 25 y '/,° en las piezas donde no bate el Sol; en el invierno varia desde 16 has- ta 22, cuya alteración depende de los vientos Nortes, y por regla general el termómetro ex- puesto al aire libre durante la noche señala poco antes de salir el Sol i y'/,ó 2° menos que en lo restante del dia, con tal que no reciba la fuerza de aquél ni le alcance el reflejo de sus rayos. A la parte Norte de la ciudad y á la distancia de algunas vaias está el castillo de San Juan de Ulua, construido sobre un placer que en vacian- te cubre el agua un pié ó pié y medio, y en cre- ciente de cuatro á cinco. Entre la playa de Veracruz y los placeres mencionados que entran al mar, formando como 39^ VIAJE ALREDEDOR DEL MUhÍDO cordón, queda un espacio bastante grande con muchos bajos y ningún abrigo de los vientos; por esta causa carece la ciudad de puerto formal, consistiendo el que hay en el que forma el Casti- llo, en cuya muralla del Sudoeste se aseguran las embarcaciones en argollas que tiene para este tin. El modo ordinario de amarrar los buques, es dar los dos chicotes de un cable al Nordeste á las argollas, un cable de baLor por largo al Nor- oeste y otro por la popa al Sueste. Cuanto han observado los mejores prácticos acerca de las mareas y de ios vientos que se ex- perimentan en Veracruz y su costa, se reduce á las noticias siguientes. El flujo y reflujo no guarda regularidad, ni en su duración, ni en su retardo de uno ú otro, notándose á veces dos en veinticuatro horas, y por lo común sólo uno. Hacia los equinoccios y sols- ticios ascienden las mareas de tres á tres y medio pies, y de dos á dos y medio en las demás . A- gies. Crezca ó vacíe el agua, la corriente va con el viento, y así corre al Sueste si los vientos son del Nordeste al Norte y corre al Noroeste cuando los vientos son del Esnordeste al Sueste y aun con el Sur que es viento de corta duración, y en la estación de Nortes suele anunciarlos. Sin embargo de ser el viento Este el dominan- te, se divide al año en dos estaciones: en el seno de Veracruz una de Nortes desde Setiembre á Abril y otra de brisas ael Esnordeste al Esueste en los meses restantes. En Noviembre, Diciembre 3' Enero, vienta el Norte cuarenta y ocho ó cincuen- ta horas con gran fuerza, con carices oscurosyNor- oestes más que en los meses siguientes, permitien- do orzar hasta el Nordeste. En Marzo y Abril no pasa de veinticuatro horas la mayor fuerza de oste viento; viene más de tarde en tarde y los carices que lo acompañan son más claros. De nueve de la mañana á tres de la tarde sopla por lo regular muy fresco, abonanza á la puesta del Sol y suele rolar al terral á la noche; pero si no pasa del cuarto cuadrante vuelve al Norte á la salida del Sol. Si el terral llega al Oesudoeste ó pasa más al Sur, hay probabilidad de que siga su giro al segundo cuadrante y con el día se enta- ble la brisa. Del mismo modo, aunque al ama- necer haya Norte fresco, suele caer conforme va entrando el día y rolar al primer cuadrante hasta quedar en la brisa. Varias señales hay para co- nocer la proximidad de esie viento temible; pero las más ciertas son el viento Sur entablado con neblina baja y espesa, despedida de la misma parte, mucho fósforo que los marineros llaman ardentía, en el agUa del mar y telarañas por las jarcias. Pero el anuncio infalible le da el baró- metro descendiendo á 29 pulgadas 80, de 30 pulgadas 20 (i) medida de Inglaterra que es su (i) No es una misma en todos barómetros esta at- estado regular- en este clima en tiempos buenos. Al menor ascenso después de tal bajada, rompe el viento por el Norte y será más ó ménoa tenaz en su duración y en su fuerza, á proporción de la menor ó mayor lentitud con que suba el mer- curio. Desde el equinoccio de Marzo hasta mediado Mayo que el Sol llega al zenit de Veracruz, so- plan con fuerza las brisas en los intermedios que dejan los Nortes, y se alargan hasta el Sueate, ve- lando algunas noches. Mientras el Sol se aparta de dicho punto para el Norte y hasta que afines de Julio vuelve á él, son calmosas las brisas con cerrazones y turbonadas y aun suele fijarse el viento del Noroeste al Nordeste por algunos días, Mnalmente, mientras el Sol baja á la equinoccial y pasa algo al Sur, esto es, desde Agosto hasta Octubre, continúan las brisas en su poca fuerza, son mayores las turbonadas con mucha lluvia y feos carices que traen viento duro si aparecen por el Este. En estos meses se experimentan huracanes en las Islas y aun en el seno mejica- no. Su entrada regular es por el primer cuadran- te y dan la vuelta por el segundo ordinariamen- te, aunque en esto no hay regla fi'a. Una brisa fresca con cerrazón y llovizna suele preceder es- tos vientos, que por fortuna no alcanzan á Ve- racruz, y cuando más se siente en este puerto la mar sorda del huracán que ha habido en mayor latitud. Seguidamente se entablan los vientos á la cabeza y se renueva el año. Siendo Veracruz el único puerto habilitado del Imperio Mejicano en la costa del Océano Atlántico participa, por consiguiente, de todo el comercio de géneros que allí se descargan, y es el paraje donde se hacen las primeras compras de cuanto remite la Península. En tiempo de las flotas concurrían á él con este motivo en las oca- siones de ellas, recuas i lecidas de muías para la conducción de las mercancías á las ciudades in- ternas del reino, igualmente que á los minerales; y los vecinos de Veracruz, haciendo sus comprac de primera mano, las conservaban para vender- las después con ventaja, en el tiempo muerto, á los traficantes de las poblaciones interiores que allí llaman Uerm-entrefios, dejándoles esta especie de negociación exclusiva utilidades conocidas. En el día sólo se hace este tráfico paulatinamen- te y á medida que llegan las remesas de la Pe- nínsula; pero siempre es Veracruz el centro don- de se ráüne todo el giro de los negociantes euro- peos y mejicanos. Los efectos principales que aquellos introdu- cen, consisten en toda clase de géneros de seda, especialmente blondas, cintas, medias y pañue- tura, á causa de las capacidades diversas de sus cube- tas; pero debe serlo la diferencia de las alturas que se comparan, y en esto estriba la observación. tiempos buenos. il bajada, rompe ís ó menos tenaz proporción de la ue suba el mer- zo hasta mediado de Veracruz, so- s intermedios que asta el Sueste, ve- s el Sol se aparta hasta que áñnes )sas las brisas con in suele fijarse el por algunos días. jaá la equinoccial esde Agosto hasta n su poca fuerza, 3n mucha lluvia y duro si aparecen se experimentan n el seno mejica- el primer cuiídran- ndo ordinariamen- :1a fiia. Una brisa suele preceder es- 10 alcanzan á Ve- e en este puerto la 1 habido en mayor iblan los vientos á 3. 5 puerto habilitado costa del Océano guíente , de todo el se descargan, y es 3 primeras compras a. En tiempo de las ; motivo en las oca- ts de muías para la ; á las ciudades in- jue á los minerales; ciando sus compras liaban para vender- ¡1 tiempo muerto, á ínes interiores que ándeles esta especie ilidades conocidas, áfico paulatinamen- ¡ remesas de la Pe- acruz el centro don- s negociantes curó- le aquellos introdu- ie géneros de seda, 5, medias y pañue- diversas de sus cube- i de las alturas que se bservación. CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 393 los de seda, raso, sarga, terciopelo, tafetán, etc., géneros de lana como bayetones, paños y som- breros; telas de lino y cáñamo, lienzo pintado, pañuelos y encajes y aun ropas interiores ya fa- bricadas; indianas y medias de algodón, espece- ría y licores, principalmente aguardiente y vino; varias clases de drogas y artefactos, armas, cera, ladrillos, loza, hierro labrado, acero, papel, hoja de lata, muebles y utensilios; toda clase de quin- calla, vidrio y cristal, etc. Los frutos de extracción son la plata amone- dada y en barra, algunas alhajas, algodón de to- das clases, azúcar, pimienta de tabasco, vaini- llas, grana, granula, el palo tinte, algunas pie- les y toda clase de drogas. Según el estado publicado por la Secretaría del Departamento del fomento general y comer- cio del Reino, era la balanza de este giro en el año de 1792, de 3.901.000 pesos fuertes en que excedió la exportación á la importación en esta forma: Petos. Efectos nacionales. 5.525.00C1 Importac.ónjjj^,^ extranjeros. . 3.287.000) '-«'^ °°° ü ^ ., lEn plata 8.045.000! Exportación jg,^ frutos 3.768.000 ('^-7 «S.ooo ■**' Diferencia 3.90T.000 A cuya cantidad, agregando 3.257,000 pesos extraídos también de Veracruz en aquel año, pertenecientes á vS. M., resulta la extracción total de 15. 971. 000 pesos y la diferencia á favor de la Península de 7.158.000 pesos en aquel año. Es imposible fijar en el día á datos exacta- mente positivos los progresos de este giro, sien- do así que ha corrido muy poco tiempo desde que empezó á tener efecto el nuevo sistema del libre comercio, y que el ansia con que han que- rido aprovecharse de aquel beneficio los 1 omer- ciantes de la Península, ha sido causa de que se agolpen las expediciones, acumulando las reme- sas en mayor cantidad de lo que permiten los fondos actuales del Remo, de modo que no pu<'- den servir de guía fiel para aquel cómputo los estados de importación de estos iltimcis años. Tampoco son muy seguros en e»t« parte los in- formes particulares, porque todos participan más ó menos de la infiuencia de la opinión propia, no estando todavía acordes sobre la utilidad común que ha de producir el reglamento de libre co- mercio; además que las epidemias y esterilidad que ha padecido el reino y de las que aún se re- siente su población é industria, son otros tantos obstáculos que impiden caminar con seguridad en este difícil y delicado cóniputo. Sin embargo, atendiendo á los aumentos sucesivos que va te- niendo el laboreo de las minas, á la grande esti- mación con que se venden eu los mercados euro- peos los frutos principales de la agricultura me- jicana y á las grandes cantidades que expende el Rey en salarios y paga de empleados, que son los verdaderos artículos que constituyen la cir- culación del Reino, se puede establecer que en los años sucesivos no bajará de 12.000.000 de pesos fuertes la importación anual por la vía mencionada (i). Es necesario advertir que mucha parte de esta cantidad pertenece al extranjero por los gé- neros con que concurre al surtido de nuestra América. Los artículos principales de su impor- tación son los lienzos, la quincalla, alguna par- te de efectos de seda, lana y las manufacturas de algodón inglesas. Ateniéndonos al estado de 1792, parece que la introducción ext.-anjera se puede reputar en algo más de la mitad de la im- portación nacional; pero hay fundamentos para creer que en adelante se disminuirá mucho esta perjudicial introducción por los visibles acrecen- tamientos que diariamente adquiere nuestra in- dustria en el Continente. Aun ahora se notan ya los saludables efectos de las providencias dicta- das por el Gobierno desde la feliz abolición del monstruoso sistema de las Ilotas, y todo corazón verdaderamente patriótico halla un motivo de justa complacencia en ver desterrados de estos mercados muchos de aquellos artículos con que en días más aciagos se enriquecieron á nuestra costa los enemigos de la patria. El industrioso catalán provee casi exclusivamente al consumo que hace la América de blondas, encajes, listo- nería, medias de seda, algodón y pañuelos, vino, aguardiente, papel y pintados. Los paños de nuestras fábricas y los tejidos de seda de Va- lencia, Granada, Manresa, Málaga, Sevilla, To- ledo y Talavera, han sustituido en mucha parte á iguales géneros extranjeros, y nuestra marina mercantil ha recibido un nuevo impulso, al mis- mo tiempo que han logrado de ventajosa estima- ción los frutos preciosos de nuestra agricultura colonial. Como nuestra demora en Veracruz no podía dilatarse y era preciso que emprendiésemos la marcha sin pérdida de momento, dispusimos nuestro viaje para el 24, y con efecto, salimos de aquella ciudad si 25 de Enero en la madruga- da, dejando nuestro equipaje al cuidado de un (1) La importación medía en el trienio corrido de 1802 ;í 1804 ha sido de 17.929.000 pesos. En los años anterii'res y posteriores ha habido grande varie- dad prnccdiua de la guerra marítima > :on Inglaterra; y habiendo tenido á liicn permitir ,S. M, con estemo- tivii !■! romerto de Iniques neutrales en América, han enlraflf^ en este puerto de \'eracruz desde mediados de Setifml>r>> de 1805 liasta fm de Abril de 1807, 64 buques de d »*fTsas naciones, cuyos cargamentos as- cendieron .1 4.862.556 pesos en géneros y frutos; y hap extraído en la misma época 12.456.454 pesos en «sta forma: 10.857,914 posos en plata; 9.277 arrobas de grana, cuyo valor es 927.746 pesos y 670.794 pesos en otros frutos: tota! 12.456.454 pesos, m 'm 394 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ii conductor de confianza, que salía el mismo día para llegar poco después que nosotros á la ca- pital. Desde luego que se abandonan las arenosas riberas de Veracruz, se sigue al Poniente por la costa, y á las cinco leguas de distancia se halla la pobliición de la Antigua ó N'ieja Veracruz, si- tuada en la orilla occidental de un río bastante caudaloso, distante de la marina cosa de media legua: tiene este nombre por haber sido aquél el paraje en donde estuvo á los principios la ciu- dad de Veracruz, y que se abandonó después por no poder llegar hasta él los buques grandes, no teniendo otro puerto que el mismo río, f' cual no admite embarcaciones de mucho calado. La población se compone de una corta porción de casas bajas de madera con techo de paja, espar- cidas por entre los árboles que cría el terreno na- turalmente; hay entre sus vecinos algunos blan- cos, pero la mayor parte es gente de color que se mantiene con los frutos de sus sementeras, el cultivo de legumbres y la engorda de algún ga- nado de cerda y \ acuno, con todo lo cual provee en parte á la jiudad de \'eracruz; su tempera- mento es cálido y el terreno muy frondoso. El río por esta parte es bastante ancho y tiene buena corriente; críase en él un delicado pez que llaman Bobo, y es tan apreciable que se lleva por regalo á Méjico y se proveen de él Jalapa, Veracruz y otras ciudades en los tiem- pos de su pesca. Desde la Antigua sigue el camino para Mé- jico, dirigiéndose por Jalapa, hasta donde cuen- tan 1 7 leguas. El camino, al principio, es llano aunque algo arenoso, y sigue á poca distancia el curso del río siempre acompañado de arbole- das de la especie que llaman guarangos. A la legua y media ya muda el piso, convirtiéndose en una piedra cortada qu( parece se ha que- brado de intento para reducirla á pedazos peque- ños, y de este modo continúa hasta llegar al pa- raje que nombran Lencero, desde donde descu- bre la vista parte del territorio bajo que forma valles y prados vestidos de árboles. Hasta aquí el camino ha ido subiendo por cuestas tendidas y pedregosas en cuanto alcanza la vista. Lencero tiene ya una competente altura res- pecto al nivel del mar: las observaciones baro- métricas practicadas á las diez del día con tiempo claro y viento Este determinan su altura de 1. 071 varas respecto de aquel nivel. Jalapa es pueblo de mediana extensión; sus casas son bajas y con terrados ó azoteas, según la práctica común del Reino. El temperamento de esta ciudad es templado y con muy corta di- ferencia el mismo que se experimcita en lo in- terior de aquel Reino por largas distancias. Al amanecer señala el termómetro 16° y 'f, en lo in- terior de las viviendas, 15 en lo exterior, r8 á las dos de la tarde, y á las once de la noche 17. Es- tas cantidades son como constantes en todo el año, á excepción de aquellos días en que se mantiene el Sol nublado y vienta por la parte de los dos volcanes que tiene inmediatos. Exami- nado el barómetro en tres días consecutivos con tiempo claro y viento fiojo de la parte del Este, se observó constantemente en 23 pulgadas nue- ve líneas, siendo su mayor variación '/j de línea. Esta buena proporción del temperamento jun*o con la bondad de sus aires y lo saludable de las aguas, ha hecho elegir á este pueblo para lugai* de residencia de los que enferman en Veracruz. Sin embaigo, es país propenso á tercianas, y cuando las lluvias se dilatan, se experimentan otras enfermedades que molestan á los natura- les igualmente que á los forasteros. Las lluvias son aquí muy continuas y se ad- vierte que mientras en Veracruz reinan los Nor- tes, que son los que retiran las nubes, cae en Ja- lapa una agüilla menuda y continua que llaman «lia salud del pueblo,» porque en tanto que se re- pite se mantiene sano el país; así los vientos que retiran las nubes de la costa y parajes bajos, las arrastran á los altos y causan esta humedad ó lluvia frecuente. Próximo á la ciudad hay dos altos cerros que corresponden, el uno al Oesnoroeste y el otro al Üesudoeste: liámanse la silla de Perote y el vol- cán de Orizabal: el primero, sólo conserva la nie- ve algunos tiempos del año en las concavidades de las peñas que forman su cumbre; pero el se- gundo tiene tanta, que por la parte que corres- ponde á Jalapa aparece siempre cubierto de ella como hasta un cuarto de su altura. El terreno es fértilísimo y se halla poblado de árboles frondosos y prados siempre verdes. El más común de aquéllos es el árbol de la Chi- rimoya, y entre las plantas menores lo es la del Jalapa, de que se conducen á Europa crecidas porciones. Por estos campos viven espajcidos los indios, habitando en sus jacales, donde cultivan semen- teras de maíz ó las legumbres más análogas» al clima. Uno de sus ejercicios más frecuentes es el de la arriería, en el cual se emplean por el tráfico continuo que hay entre Veracruz y las ciudades y poblaciones del interior del Reino. No podemos pasar en silencio el uso particu- lar que hacen estos indios de los baños de estufa, para cuj^ fin tienen en cada jacal una estufa, que ¡laman Temascal; y consiste en una chocita ó cuarto ijequeño hecho de adobes de figura circu- lar, en el centro del cual se Isvanta una piedra grande que sirve' como de sole'-ía, y en uno de los lados está un hornillo, cuyo fogaril corres- ponde debajo de la piedra. Cuando quieren ba- ñarse ponen fuego en el fogaril, se calienta la piedra y el indio perc'he aquel calor, con el cual \^ I oche 17. Es- ;8 en todo el i en que se r la parte de itos. Exami- ecutivos con rte del Este, ulgadas nue- 7j de línea. imento jun*o udable de las lo para lugar en VeracruíT. tercianas, y experimentan á los natura- nuas y se ad- nan los Ñor- es, cae en Ja- aa que llaman mto que se re- os vientos que )arajes bajos, ;sta humedad tos cerros que te y el otro al eróte y el vol- onserva la nie- concavidades e; pero el se- •te que corres- ibierto de ella halla poblado empre verdes, rbol de la Chi- cs lo es la del uropa crecidas idos los indios, ultivan semen - las análoga» al i frecuentes es mplean por el í^eracruz y las r del Reino, el uso particu- años de estufa, ina estufa, que una chocita ó le figura circu- ita una piedra , y en uno de fogaril corres - do quieren ba- se calienta la 01', con el cual CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 395 empieza á sudar abundantemente. Al cabo de al- gún tiempo se retira abrigándose bien, se seca el sudor y se viste. Tienen la costumbre de bañarse todos los sábados como por vía de descanso de la fatiga que han tenido en el discurso de la sema- na y para curarse de sus indisposiciones, ó des- pués de salir de una grande enfermedad, pues con ello dicen consiguen dos cosas; la uia, con- valecer más pronto; y la otra, limpiarse de los aceites y unturas que por regla general se apli- can para curar toda especie de dolencia. El modo de la estufa es bastante ingenioso y parece que la experiencia confirma la utilidad de su práctica. Saliendo de Jalapa, á las tres leguas muda el terreno, y parece que abandonando repentina- mente los países de la América se ha transporta- do uno á los del Norte de la Europa. Las cerca- nías del camino están cubiertas como en aquella parte del mundo de pinares muy derechos, altos y fornidos; ya empiezan á verse sementeras de cebada, y el temperamento cambia igualmente que las producciones del terreno; el termómetro que marcaba 11" á las seis de la mañana en "A pa- raje de las Vigas, cinco leguas de Jalapa, señaló 18° en el pueblo de Perote con tiempo claro y vien- to moderado del Noroeste. La línea que divide la parte cálida de la templada puede fijarse ocho le- guas distante del mismo Jalapa en el paraje que llaman la Cruz Blanca, y es el principio de una llanura dilatada. En ésta se halla el cerro nom- brado Pizarro, que señorea en aquel espacio como una 'slaen medio del Océano, distando dos leguas la serranía :nás cerca en esta llanura. En lo in- terior del Reino se hallan otros en la misma dis- posición que no dejan de causar admiración por no tener en sus inmediaciones serranías, lomas, ni otras desigualdades. Antes de este paraje se pasa un pedazo de te- rreno como de media legua de extensión y sigue á lo largo del camino, al que llaman Mal País por estar cubierto de una costra que sale de la tie- rra vara y media en alto, de color negruzv-o al modo de las escorias del hierro: en su color y es- tructura parece á una materia ferruginosa derre tida y derramada por aquella tierra; es muy dura, pesada y porosa, formando ojos, por cuyas cir- cunstancias se hace notable aquel paraje y llama Is atención de cuantos pasan por él. Perote es un pueblo de indios situado en una llanura dilatada distante 10 leguas de Jalapa; lo único particular que tiene es una pequeña forta- leza construida de pocos años á esta parte, que ocupa casi el centro y medianía de la llanura. Ob- servado el barómetro en este paraje, se halló á las once del día en la altura de 21 pulgadas 2 y 7a líneas, lo cuahletermina la altura de este terreno, respecto al nivel del mar, de 3.186 varas caste- llanas. El termómetro marcó á la misma hora 18° según dijimos antes. En las diez legaas que median entre Jalapa y Perote, no se encuentra sino un solo arroyo de agua: en general, parece que este es un defecto común á todo el Reino. Desde Perote cuentan siete leguas á la Venta de Soto, el rumbo es al Oeste inclinado al Sur; pero así estas leguas como todas las anteriores, son cortas y pueden computarse de 5.000 va- ras (r). El terreno es llano y en partes arenisco. Los árboles que se encuentran son de dos espe- cies, unos tienen la hoja al modo de cipreses, pero con ramazón abierta, y los otros son pal- mas y palmillas, diferenciándose de las que se crian en los temperamentos calientes, en el tronco y la hoja. El barómetro marcó en la Venta de Soto 21 pulgadas, 3 líneas, al tiempo mismo que señalaba el termómetro 16" estan- do lloviendo algunas gotas de agua, aunque no muchas. Pasando de Soto sigue el camino 11 leguas hasta la Venta de San Diego: mucha parte del terreno i;s de la misma naturaleza que el ante- rior, pero desde el paraje que nombran Balcon- cillo en adelante hay sementeras de maíz en las llanadas, y de cebada en las faldas de los cerros. A distancia de cuatro leguas de la Venta de San Diego, en la hacienda que nombran de Pie- dras Negras, se descubren ya los volcanes de Méjico, teniendo también al Este el deOrizabal; todos tres aparecen de igual volumen y altura. De los dos de Méjico, el de Poniente presenta una cumbre extendida como llanura; el otro re- mata en punta en figura de pan de azúcar, pero ésta se mcnifiesta cortada y desnuda de la mu- cha nieve que ''.ubre en gran parte á aquel sober- bio monte, por lo «.ual c:: dt; presumir despida algunos vapores que impidan conserve la nieve en aquel espacio. No "ís fácil describir la impre- sión que causa en el c&mínante la vista de estos tres majestuosos cerros, cuyas moles inmensas campean aisladas en estas dilatadas llanuras aumentando su magnificencia con los rayos re- verberad ores del astro del día. Desde Acatepeque, que es una hacienda dos leguas distante de Piedras Negras, empiezan á (i) Este camino, según lo anduvimos nosotros y es la práctica del país, se camina en litera desde Ve- racruz hasta Perote, por no p dueños, dedu- e les paga como ra; pero los me- mos arriba por is mineros, exi- rechos. Diaria- s 50 jornaleros, están incorpo- Lis utilidades lí- 55.000 pesos. ) para construir as formas que ones quíiciicaS; Igualmente se fabrica aquí el agua fuerte para la disolución de la plata y separación del oro, y esta elaboración no baja de 15,000 libras anuales, de cuyo ácido apenas tiene de costo al Rey 7 y '/> reales vellón cada libra. Hay también hornos para reducir los metales á partículas pequeñas , para hacer barras de plata, para formar tejos de 010, y últimamente para fundición de tierras en la misma forma que se practica en los Reales de Minas. El oro que sale del apartado extraído por la vía húmeda, que es la única que aquí se usa, tiene regularmente de 23 i'uilates, tres y medio granos á 24 quilates. Debe advertirse que en estos últimos años entran regularmente en la casa de Moneda de 16 á 17.000 barras ó tejos de oro, plata y metales mixtos, de cuya cantidad la cuarta parte, más bien más que menos, procede del Real de Minas deGuanajuato,y la mitad de lo de este Real per- tenece á la sola mina de la Valenciana, de modo que esta mina rinde tanto como la octava parte de todas las del Reino, y el Real de Minas de Guanajuato, vale como la cuarta parte de todos los demás minerales. Razón de las cantidades de oro y piala acuñadas en la Real Casa de Moneda de Méjico desde i." de Enero hasta 31 de Diciembre de 1807, con distinción de lo labrado en cada mes. En oro. Pesos, £11 plftU. PeSyis. Reales. TOTAK Pesús. Reaiíi. 41 í. 754 1.100,512 698.095 33/4 1.898.693 1.396.939 01/4 2.153.059 "í/2 t .421. 112 1.668.413 6 1/2 3.076.490 3 i/a 3,050.207 3 i/i 1.533.520 a 1/2 369.435 33/4 3.613.958 2.633-520 608,00^ ^ -Jx Febrero Marzo Abril 1.898.693 1.396.929 0 1/4 Jumo 3,080.167 6 1/3 Julio 3.076.490 2 r/2 Agosio Setiembre..... Octubre Noviembre.. .. Diciembre 3.050.307 3 1/3 1.533,520 2 1/3 369-435 J3/4 2.613.958 3.724.03= Eh todo el afío. i.5i3.a66 + 2 ■ 503.433 7 1/4 =23.014.699 7 1/4 Méjico y ji de Diciembre de 180?. Ya advertimos antes, que dentro del Palacio estí^.n las Cajas Reales, donde entran los cauda- les pertenecientes á la Real Hacienda según las resultas que dan los Directores principales de cada ramo. No hace mucho tiempo que todos ellos $e sacaban á pública subasta, dándolos en aiTcndamiento al mayor postor; pero en ei dia, mejorado aquel sistema , se administran por cuenta de la Real Hacienda con conocidos ade- lantamientos de ésta. Los ramos principales qu^ componen las rentas de Méjico consisten en el derecho de alcabalas, en el de la plata y oro, •amonedación de éstos, tributos, tabaco, pólvora, pulques y otros varios. El estado que sigue ma- nifiesta cuáles han sido las entradas y salidas de las rentas de este Vireinato en los años que se expresan: Tutitl Ue líi* rentnt Oasln.s l'ensione. nn-M. ' Ano» — de y r.-'t-gaa p^irii- de t'fsos. Admiiiislr.iciün < iilnren los |([H«tOt. •775 II.845.IJO 3.435.88; 6.738,370 10. 154.157 1776 "■455 77" t 3.303.136 7,030.207 'O 333-333 t777 14. 118 759 3 453.658 8.593 355 12.047 413 ■ 778 ■5.277 "54 3.812 148 8.485 -3'6 12 .•97,464 1779 "5, 544,574 3,937 841 10.984.984 14.922,815 1780 15.010.974 3 882 739 12.844.829 ■6.727,568 .781 18.091,639 4-274-751 14.104. 181 ■8.378 93» .7IÍ3 18.594.490 4.56S (.24 15 .041 . 500 19.610,194 ■7«3 19 579.718 5. 034 -832 14. 923. 338 19.957.090 1784 ■9-605 ■374 4-995-939 8.819.631 ij. 814 470 1785 18,770 056 5.010.014 I3.093.°55 ,18.107 069 1786 16.836.416 4-553 668 ■1.527.572 16.081 ,240 1787 ■7-983,448 4.704.600 14. J29.57.1 iH 934.170 1 7 88 >8.57J,S6< 5,228.357 14.198,887 19. 426. 334 17S.1 19-044. 8.,o 4 804.584 12.957.588 17.762.172 I7MI 19. ■.•36,548 5. U6.369 14,756,033 30. 07 3. -393 17^3 I9.,'i2i.698 4.745 4"» Por este estado se leduce el progresivo au- mento que han ido teniendo las rentas del Rey á beneficio del impulso que ha recibido sucesiva- mente el comercio en general; también se mani- fiesta que el total de los gastos iguala, si no ex- cede, en muchos años al producto de las rentas, de modo que son muy pocos ó ningunos los aho- rros anuales. El renglón que se menciona de gastos de Ad- ministración, comprende los cuatro artículos de sueldos de los empleados en ella, gastos pecu- liares de este ramo, compra de especies estanca- das y gastos de fábrica. Tomando por término de indagación el decenio de 1783 á 1792, resul- ta que los gastos de Administración están con los productos de ésta muy próximamente en la razón de 28 á 100. Las pensiones y cargas par- ticuipres que anuncia lu tercera columna, com- prende los artículos de sueldo, varios pensionis- tas, cargas peculiares del Reino y cargas ultra- marinas. Este último ramo, es el más gravoso á las rentas de Méjico, pues sin él serían cierta- mente muy crecidos sus productos líquidos, Com- pónese en lo principal de los situados que remite á Filipinas, la Florida, la Habana, Puerto-Rico, Campeche, Caracas y otras partes y presidios del Reino, cuya suma puede computarse en unos 9.000.00C de pesos anuales, respecto á que se- gún los estados de Aduanas, el total de las car- gas ultramarinas en el quinquenio de 1785 á 1789 ha ascendido á 44.807.365 pesos. El ramo del tabuco que es uno de los más considerables que componen las Rentas reales, fué libre hasta algunos años á esta parte, en que se estancó, y ahora se manufactura por cuenta del Rey, empleando al intento crecido número de personas de ambos sexo.s y de todas edades. Los Lclificios en que se hace esta manipulación, no tienen cosa particular, pues sólo consisten en grandes patios cubiertos para poder trabajar en ellos al resguardo de la intemperie; lo que sí admira es el rápido incremento que sucesiva- mente ha tomado esta renta, pues habiendo sido su producto en 1766 de i. 41 7.846 pesos, ya en í-lí' 40!) VIAJE ALREUEOÚR DBL MUNOO r el año de 1777 era de 6.355.303 pesos, y final- mente, en el de 1789 de 6.294.048 pesos. Deseábamos mucho la llegada de nuestros instrumentos para determinar la posición Reo- grálica de esta ciudad, ¡{inorando se hubiese he- dió alf;o iiasta entonces sobre esta materia: pero á los muy pocos días de nuestra mansión en Mé- jico, supimos con harta satisfacción nuestra, que además de lo practicado por el Dr. Álzate, cuyas observaciones parecían aún capaces de mayor perfección, habían trabajado por varios años sobre el mismo asunto los Sres. I). Joaquín \'elá/que/ y I). Antonio üama, resultando final- mente de sus tareas una determinación así en latitud como en lonjíitud.quc apenas podía apar- tarse una muy pequeña cantidad de la verdadera. Nó obstante, habiendo recibido nuestros instru- mentos t\ 12, nos preparamos para la observa- ción, y al día siguiente, en una casa inmediata á Palacio, observamos el paso del Sol por el me- ridiano con un sextante de Stanctif y horizonte artificial de azogue, resultando la latitud de Mé- jico referida á Palacio de ly" 25' 37" Nor- te, siendo de advertir que como no nos era dable repetir por entonces la observación, empleamos para mayor exactitud la aplicación ingeniosa de la fórmula de los cuadrados de los tiempos pro- porcionales á las diferencias en altura, como aconseja Mr. Borda (i). El temperamento de esta ciudad, según lo anuncian las observaciones del termómetro, di- fiere considerablemente del de los países de la marina. Por una observación diaria hecha en tiempo de verano y en el espacio de tres meses por el Sr. D. Antonio Ulloa, resulta que el ter- mómetro puesto al aire libre marca constante- mente 11" y '/j á las cinco de la mañana y á las once de la noche, y 20 á las dos de la tarde. El barómetro observado durante el mismo tiempo se mantuvo siempre en 21 pulgadas, 6 líneas, siendo su mayor variación, media línea por ex- ceso ó defecto, experimentándose su mayor al- tura con vientos del Noroeste fríos. En el ve- rano se goza de un temple benigno sin altera- ción sensible durante el día; pero en invierno cuando vientan los Nortes, se hace sentir el frío. El mercurio del barómetro no se altera en todo el año más de dos líneas, que sube ó baja de su altura ordinaria. En los parajes altos de la ciu- dad, los vientos que más frecuentemente reinan son los de la parte Norte, rara vez soplan del Sur ó Sueste, y esto sólo al fin de la prima- vera y principios del estío; y cuando van á en- (i) La longitud se ha establecido en 290 48' al Oeste de Crtdiz por observaciones del Brigadier de la Armada 1^. Dionisio Alcakl (¡aliano, como puede verse en la Memoria que sirve de suplemento al viaje de las goletas Sutil y AfejiciiHd al Estrecho de Juan de tuca. t iblarse se dilatan las lluvias y se experimen- i ui fiebres y otras enfermedades. listos vientos son por lo regular bastante húmedos; no arre- cian, y en general los vientos que corren no son fuertes, ni se conoce en Méjico lo que es un verdadero huracán. Es esta ciudad tan poco propensa á nieves, que apenas acaece este fenómeno dos ó tres ve- ces en un siglo. Las lluvias son por el estío, así como en Europa en el invierno, y ordinaria- mente empiezan de Mayo á Junio; lo particular es que en la estación de verano parece que no puede caer un pequeño rocío sin que preceda una fuerte tronada. Estas son mayores y más frecuentes cuando empiezan y acaban las llu- vias; el día, por lo común, se mantiene despe- jado hasta la mitad de la tarde, y á esta hora se presenta por el Norte alguna pequeña nube que corriendo con la mayor velocidad se acrecenta hasta cubrir enteramente el cielo; entonces se oyen truenos disformes que acaban en aguace- ros copiosísimos y duran como una hora. Des- pués vuelve á despejarse la tarde y queda tan se- rena y apacible como antes. Parece que un clima como este, tan propenso á tempestades, estaría por lo mismo exento de la terrible pensión de los terremotos, pero aun- que aquí no sean tan frecuentes como en ios paí- ses orientales del Perú, sobrevienen de cuando en cuando algunos extremecimientos cuya dura- ción es grande. El más terrible de los que se han experimentado en este siglo sucedió el 4 de Abril de 1768 á las 6*^ 47' de la mañana, du- rando las oscilaciones seis minutos del Sueste al Noroeste; el último acaeció el 21 de Abril de 1776 en que se verificaron dos temblores. La menor densidad que el aire tiene en este territorio produce un efecto contrario al de los países de la marina; allí se dijo corroe en breve tiempo el hierro reduciéndolo á escoria; pero en Méjico á pesar de la mucha humedad del suelo, de los canales que lo atraviesan y de las lluvias abundantes del verano, nunca se enmohecen los herrajes, y los alimentos y aun el azúcar se con- serva en unos almacenes cuyo suelo mana en agua. Esta sequedad, parece no obstante poco favorable á la vida, pues ya dijimos que cuando las lluvias son escasas ó faltan por algunos días, empiezan á experimentarse las enfermedades; y no á otra causa puede fundamentalmente atri- buirse las continuas fluxiones que padecen estas gentes, de donde resulta que sus dentaduras sean por lo general defectuosas, lo que se hace muy reparable en el bello sexo. También puede de- pender de la calidad del aire el mal que se pa- dece en esta capital, de diarreas, que se haceii habituales sin causa conocida; su curación es difícil y el único remedio encontrado hasta ahora es el uso continuado del chile, nombre :, í} 400 VIAJE ALRKnnDOR DRL MUNDO el año de 1777 era de 6.355.303 pesos, y final- mente, en el de 17^9 de 6.2^4.048 pesos. Deseábamos mucho la llegada de nuestros instrumentos para determinar la posición geo- fjrálica de esta ciudad, ii^norando se hubiese he- cho algf) hasta entonces sobre esta materia: pero á los muy pocos días de nuestra mansión en Mé- jico, supimos con harta satisfacción nuestra, que además de lo practicado por el Dr. Álzate, cuyas observaciones parecían aún capaces de mayor perfección, habían trabajado por varios años sobre el mismo asunto los Sres. I). Joaquín N'elázquez y I). Antonio üama, resultando hnal- mente de sus tareas una determinación así en latitud como en longitud, que apenas podía apar- tarse una muy pequeña cantidad de la verdadera. Xo obstante, hal)iendo recibido nuestros instru- mentos el 12, nos preparamos para la observa- ción, y al día siguiente, en una casa inmediata á Palacio, observamos el paso del Sol por el me- ridiano con un sextante de vStanclif y horizonte artificial de azogue, resultando la latitud de Mé- jico referida á Palacio de 19" 25' 37'' Nor- te, siendo de advertir que como no nos era dable repetir por entonces la observación, empleamos para mayor exactitud la aplicación ingeniosa de la fórmula de los cuadrados de los tiempos pro- porcionales á las diferencias en altura, como aconseja Mr. Borda (r). El temperamento de esta ciudad, según lo anuncian las observaciones del termómetro, di- fiere considerablemente del de los paises de la marina. Por una observación diaria hecha en tiempo de verano y en el espacio de tres meses por el Sr. D. Antonio Ulloa, resulta que el ter- mómetro puesto al aire libre marca constante- mente 11" y '/j á las cinco de la mañana y á las once de la noche, y 20 á las dos de la tarde. El barómetro observado durante el mismo tiempo se mantuvo siempre en 21 pulgadas, 6 líneas, siendo su mayor variación, media línea por ex- ceso ó defecto, experimentándose su mayor al- tura con vientos del Noroeste fríos. En el ve- rano se goza de un temple benigno sin altera- ción sensible durante el día; pero en invierno cuando vientan los Nortes, se hace sentir el frío. El mercurio del barómetro no se altera en todo el año más de dos líneas, que sube ó baja de su altura ordinaria. En los parajes altos de la ciu- dad, los vientos que más frecuentemente reinan son los de la parte Norte, rara vez soplan del Sur ó Sueste, y esto sólo al fin de la prima- vera y principios del estío; y cuando van á en- (1) La longitud se ha establecido en 290 48' al Oeste de C.idiz por observaciones del Brigadier de la Armada O. Dionisio Alcalá (inlianO, como puede \erse en la Memoria que sirve ile suplemento al viaje de las goletas Sutil y McjiniHtt al Estrecho de Juan de h'uca. t iblarse se dilatan las lluvias y se experimen- t m fiebres y otras enfermedades. Estos vientos son por lo regular bastante húmedos; no arre- cian, y en general los vientos que corren no son fuertes, ni se conoce en Méjico lo que es un verdadero huracán. ICs esta ciudad tan poco propensa á nieves, que apenas acaece este fenómeno dos 6 tres ve- ces en un siglo. Las lluvias son por el estío, así como en Europa en el invierno, y ordinaria- mente empiezan de Mayo á Junio; lo particular es que en la estación de verano parece que no puede caer un pequeño rocío sin que preceda una fuerte tronada. Estas son mayores y más frecuentes cuando empiezan y acaban las llu- vias; el día, por lo común, se mantiene despe- jado hasta la mitad de la tarde, y á esta hora se presenta por el Norte alguna pequeña nube que corriendo con la mayor velocidad se acrecenta hasta cubrir enteramente el cielo; entonces se oyen truenos disformes que acaban en aguace- ros copiosísimos y duran como una hora. Des- pués vuelve á despejarse la tarde y queda tan se- rena y apacible como antes. Parece que un clima como este, tan propenso á tempestades, estaría por lo mismo exento de la terrible pensión de los terremotos, pero aun- que aquí no sean tan frecuentes como en los paí- ses orientales del Perú, sobrevienen de cuando en cuando algunos extremecimientos cuya dura- ción es grande. El más terrible de los que se han experimentado en este siglo sucedió el 4 de Abril de 1768 á las d^ 47' de la mañana, du- rando las oscilaciones seis minutos del Sueste al Noroeste; el último acaeció el 21 de Abril de 1776 en que se verificaron dos temblores. La menor densidad que el aire tiene en este territorio produce un efecto contrario al de los paises de la marina; allí se dijo corroe en breve tiempo el hierro reduciéndolo á escoria; pero en Méjico á pesar de la mucha humedad del suelo, de los canales que lo atraviesan y de las lluvias abundantes del verano, nunca se enmohecen los herrajes, y los alimentos y aun el azúcar se con- serva en unos almacenes cuyo suelo mana en agua. Esta sequedad, parece no obstante poco favorable á la vida, pues ya dijimos que cuando las lluvias son escasas ó faltan por algunos días, empiezan á experimentarse las enfermedades; y no á otra causa puede fundamentalmente atri- buirse las continuas fluxiones que padecen estas gentes, de donde resulta que sus dentaduras sean por lo general defectuosas, lo que se hace muy reparable en el bello sexo. También puede de- pender de la calidad del aire el mal que se pa- dece en esta capital, de diarreas, que se haceti habituales sin causa conocida; su curación es difícil y el único remedio encontrado hasta ahora es el uso continuado del chile, nombre CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 401 expenmen- istos vientos os; no arre- onen no son o que es un sa á nieves, 03 ó tres ve- el estío, así y ordinaria- lo particular arece que no que preceda ayores y más iban las llu- itiene despe- esta hora se ña nube que se acrecenta entonces se in en aguáce- la hora. Des- • queda tan se- tan propenso >mo exento de tos, pero aun- )mo en los pal- ien de cuando tos cuya dura- Ios que se han cedió el 4 de a mañana, du- )s del Sueste al 1 21 de Abril temblores, e tiene en este xario al de los :orroe en breve iscoria; pero en edad del suelo, Y de las lluvias enmohecen los , azúcar se con- suelo mana en obstante poco nos que cuando 3r algunos días, enfermedades; ntalmente atri- ; padecen estas tentaduras sean le se hace muy bien puede de- Tial que se pa- , que se haceü su curación es :ontrado hasta . ciUlc, nombre que dan aquí al pimiento, tomando además á to- do pasto el p'ilqu^y retirándose á parajes donde no se respiren los vapores de estas tierras en- guacharnadas. Aun así la curación no es siem- pre perfecta, y el enfermo por lo omún viene á morir de este mal. Otra de las enfermedades que más afii jen á estos naturales es la de pleuresías, que se e^cperimentan en la estación del invierno, y no es extraño porque entonces se une á la se- quedad natural del aire, la frialdad de los hielos. Según el empadronamiento formado en Mé- jico el año de 1790, resulta que el vecindario de esta ciudad, sin contar con los que pasan revis- ta, compone un total de 113.232 almas: de ellas se enumeran 2.359 europeos, 49.587 españoles, 12.542 mestizos, 23.743 indios. 6.977 mulatos, 269 negros y 9.458 de las castas mixtas; siendo los restantes hasta el total mencionado, 1.495 re- ligiosos y religiosas y 6.802 seculares empleados en los conventos, hospitales, colegios, etc., y otros establecimientos públicos sin sujeción á profesión. Entre esta crecida población hay como en las grandes capitales, familias de muy ilus- tre nobleza, varias que gozan privilegio de tí- tulos de Castilla, muchos caballeros cruzados en las Ordenes militares y mayorazgos que poseen rentas crecidas. Una parte considerable del ve- cindario distinguido se dedica al comercio, por cuyo medio, no sólo conservan los caudales, sino que los hacen mayores: tan general es la propen- sión que tienen estas gentes al comercio, que desde el grande al pequeño, desde el rico al hu- milde, no hay casa en donde no se vea tienda de géneros traficables. La parte de población que componen los artesanos y gente de oficio, es muy crecida y consta principalmente de individuos de todas castas, pues estimándose cada uno en la suya tanto como los de las demás, no es sonro- jóse en línea de castas ser menos blancos los de una que los de otra. Algunos han sobresalido bastante en las artes, y han florecido en varias épocas profesores diestrísimos de pintura y escul- tura, que hacen honor á su patria. Los indios de uno y otro sexo, cuyo número es crecido, como se dijo, andan por la ciudad vestidos á su modo; las mujeres usan un género de enaguas que nombran en su lengua gilotepcque, y en el cuerpo llevan una especie de chamarra 6 sobrepelliz que llaman guilpil, y además, la co- bija con que se cubren á modo de rebozo. Las mestizas gastan enaguas, y en el cuerpo, de cin- tura arriba, el que llaman pafw con que se rebo- zan. Los mestizos visten á la española; pero la mayor parte anda en cueros, cubiertos de un pe- dazo de manta ó de lona, viejo y estrecho, que les baja desde los hombros. Esta clase de gentes así vestida, se distinguen en el Reino con el nom- bre de Saragates: su número es considerable y ninguna su ocupación, pues todos vagan por las calles, llevando para vender, en la mano, algunas baratijas ó cosas de poca monta. Las costumbres de estas gentes se asemejan bien á su traje, y no dejan de dar en qué entender á menudo á los principales encargados de la policía y buen orden. Como entre las personas distinguidas del ve- cindario hay muchas acaudaladas que pueden sostener el porte y decencia que corresponde á su estado, se vé crecido número de coches que rue- dan diariamente, y trenes muy lucidos destinados para los días clásicos, particularmente en los del Rey y familia Real, que se hace paseo público al cual concurre el Virey con lucida comitiva: en estos días se presentan las; damas en público con el porte correspondiente; !:s demás días comu- nes visten al modo Je España, cuyas modas se imitan con brevedad. Los hombres acostumbran mucho el uso de la capa y sombrero redondo, y este es el traje cuotidiano de parte de tarde. Acostumbra mucho esta gente ir de noche á los portales de la plaza, adonde están los mer- caderes, para comer pato con chile, compuesto por varias mujeres que se dedican á este ejerci- cio, estando esto tan en uso, que es común y bas- tante frecuente en toda clase de personas. El uso del chile ó pimiento se halla tan arraigado, que entra en la preparación de cuantos manjares hay que no sean dulces, de modo que chile, pulque y cigarrillos, son tres cosas esenciales, sin las cua- les parece no puede pasarse en este país. Para el despacho del pulque hay grandes tabernas públi- cas, adonde concurren diariamente los indios de uno y otro sexo, y regularmente pasan allí mu- cha parte de la tarde: esta bebida equivale aquí á la chicha de maiz, tan usada en todo el Perú: sus derechos valen al Rey 866.796 pesos por año común, deducido de los datos de un sep- tenio. Puede referirse por cosa particular, uno de los manjares que se acostumbran en este país, y cuyo uso parecería fabuloso á no verse. Tal es el que nombran Aguanck, y no es otra cosa que los huevos de mosquito: su tamaño es proporcionado al del animal que los produce: á la simple vista asemejan á una tierra blanquecina, pero mirados con anteojo se descubren perfectamente los hue- vecillos blancos y muy semejantes á los de ga- llina: con ellos sazonan los platos más delicados y dan cierto gusto á las tortillas de huevos co- munes: las criollas, por lo menos, lo encuentran exquisito, porque les comunica-un sabor algo ma- riscoso. Los mosquitos es mercancía que tam- bién se vende en la plaza pública, y sin'en para mantener los pájaros cantores que viven de estos insectos. Esta cosecha la hacen los indios y mu- chachos en las orillas de la Laguna y de los cana- les: los mosquitos son de la figura y tamaño de ios que llamamos en España zf.ncudos. 61 4oa VIAJE ALREDHnOR OEL MUNDO t: ' 'l| m Esta ciudad es abundante en comestibles, pero las carnen, aunque gordas, no tienen el gusto que las de España: lo mismo sucede en las aves: las silvestres 6 de cacoría de agua son abundantes, como patos de varias especies, ga- llinazos, etc., y su precio es correspondiente á la abundancia. Hay un tiempo en que aparecen unas aves al modo de gallinetas, y son las más gusto- sas entre las especies de caza: los conejos abun- dan mucho, igualmente que las liebres; pero no estando en uso el comer estas últimas , andan por los campos sin huir por no haber quien las persiga, E\ pescado escasea algo por la distancia que hay desde esta ciudad al mar; pero en la La- guna se pescan algunos peces al modo de los al- bures de río de España: son gustosos y no tienen más espinas que la del medio: distínguenlos de los pescados salados con el nombre de pesca- do blanco. Últimamente, creemos que nada pue- de dar una idea mus perfecta de la abundancia de esta capital que el siguiente extracto de una Memoria auténtica, que manifiesta los artículos principales que se consumieron en ella en el dis- curso del año de 1789: Toros y terneras 18. 750 Carneros 298 . 923 Puercos 50 . 000 Cabritos y conejos 24 . 000 (iallinas y pollos i .255.340 Patos 125. 340 Pavos ó huaj olotes 250.860 Pichones, perdices y codornices O5 .300 Varias clases de pájaros 140.000 Cargas de pescado salado de España y Campeche 39 . 300 ídem del Reino 4 . 600 ídem de harina 130.000 ídem de garbanzo *-SS3 ídem de arroz i . 900 ídem do fríjol 18.208 ídem de maíz para comer 142.448 ídem para cebar cerdos 92.860 ídem de habas 2.911 ídem de chile 12 ídem de sal 5 ídem de cacao de varias partes 7 ídem del de Guayaquil 7 ídem de azúcar 28. 202 ídem de panocha 6.598 ídem de miel 8.297 ídem de queso 4. 198 ídem de verduras 90.498 ídem de ajonjolí i . 359 ídem de algodón 6 . 250 ídem de sebo 10.361 ídem de cebada '. 46. 219 Ídem de paja 71-964 ídem de leña 298.873 ídem de carbón 384 . 342 ídem de cera i . 500 Ídem de papas :0.80o ■155 ,808 ,486 ,005 Cargas tío huevos 7 . 680 ídem (le pulque j^ 394.790 ídem dü tosquezquite 9. 198 Mein du madera para coches 7. 311 Idom do hierro 3-074 ídem de cobre 1 . 553 Cajones do acero 964 Arrobas de manteca que entraron do afuera i a . 680 ídem do pe.fcados de varias especi "s. . . 3-650 ídem de aceitunas 10. 154 ídem de aceite do Kspaña t; 305 ídem del Reino 565 ídem de nieve 1 5 • 642 Cuñetes de pescado de Voracruz i . 130 llarrilcs de aguardiente 12. 800 ídem do vino 4-S07 Ídem de vinagro de Castilla 637 Pieles de curtiduría 165 .000 Ladrillos i . 445 . 1 35 Brazados de piedra 4 . 296 Canoas entre grandes y chicas cargadas de bastimentos, flores y otras especies. 68. 165 Las aguas que se beben en Méjico vienen de unos manantiales de las alturas circunvecinas so- bre dos arquerías de bastante altura y buena fá- brica; llaman á la una la Traspala, cuyo cir- cuito será como de dos leguas y atravicüa la La- guna; la otra sale del paraje nombrado Chapulte- peque y corre hasta la ciudad atravesando tam- bién la Laguna, aunque por íiistinto lado que la antecedente. Estas dos arquerías forman también dos de ios paseos que tiene la ciudad, pues la prirr.cra pasa por el de la Alameda y la otra por el extremo del paseo que nombran de Bucareli. La Alameda es de figura cuadrada y está cercada de balaustrada con varias puertas: los coches andan por fuera de ella, y dentro pasea la gente de á pié por distintos cuadros de verdura y arboleda. Además de este paseo hay en Méjico otros varios dispuestos por los Vireyes en distintas épocas, siendo grande el esmero con que cada uno ha que- rido perpetuar su nombre y dejar á los venideros estos mudos testimonios de su celo y amor porla causa pública; pero sin pretender agraviar la bue- na memoria de cuantos han gobernado hasta aho- ra esta grande capital, parece cierto que la pos- teridad reconocida hará siempre una honrosa mención de lo mucho que aquélla debe á su ac- tual Virey Conde de Revillagijedo. Sus reglamen- tos y bandos, tanto como sus obras públicas, re- cordarán siempre al fundador del buen orden y de una arreglada policía. Fuera de esta ciudad y á diversas distancias de ella como de dos ó tres leguas, hay parajes de diversión, con casas cómodas á donde suelen las familias en ciertas ocasiones del año salir á mu. dar de temperamento. Tales son Cacubaya, San Miguel, San Agustín y los varios pueblecillos de indios que se sitúan alrededor de la Laguna, en CORBKTAS DBSCÜUIERTA Y ATRBVIDA 403 7.680 294.790 9.198 7.31. 3 074 '•553 964 1 3 . 680 3-650 10.154 ^ 5^5 565 15.642 1.130 1 2 . 800 4-507 «'37 165.000 '•445-I25 4.296 .s. 68.165 ico vienen de unveoinas so- 11 y buena fá- ira, cuyo cir- ruviesa la La- ido Chapulte- ivesando tam- to lado que la )rman también Lidad, pues la y la otra por el ; Bucareli. La stá cercada de i coches andan la gente de á ra y arboleda. :o otros varios tintas épocas, da uno haque- L los venideros y amor porla Efraviar la bue- ado hasta aho- to que la pos- una honrosa debe á su ac- Sus reglamen- 3 públicas, re- uen orden y de sas distancias lay parajes de nde suelen las ño salir á mu- lacubaya, San ueblecillos de la Laguna, en donde se goza en tiempo de la primavera, de la amenidad del campo y de la vista agradable de las flores. Hasta los Vireyes participan de esta clase de diversiones, y el Sr. Gálvez construya) al miento un palacio de recreo en el paraje que nom- bran Chapuntepec sobre las ruinas de otro que tuvo allí el emperador Moctezuma. La Historia de la Conquista no sólo trata de la Laguna, como de un paraje que sólo contenia agua, sino que era navegable en toda su e.\ten- sión; pero al presente únicamente puede nave- garse por los canales, estando lo restante seco en la mayor parte del año: el suelo, no obstante, es pantanoso, y por esta razón hay construidas las célebres calzadas levantadas en la misma Lagu- na, lo suficiente para que el camino sea siempre traficable. El canal ó acequia principal corre por la ciudad y llega hasta muy cerca del palacio del Vircy; por ella navegan diariamente cargadas de frutas, flores y comestibles , crecido número de canoas, cuya construcción difiere bastante de la que usan los indios en la costa del mar: son al modo de bateas planas, igualmente anchas en toda su longitud y por abajo de figura cuadrilonga, las manejan con palancas y canaletes, son gran- des y cargan bastante peso. De las tierras de esta Laguna sacan los natu- rales una sal mixta que llaman {esqMzqiiHe, la. cual tiene mucha parte de salitre y alguna de sal co- mún; la usan mucho, particularmente para cier- tas comidas, por el gusto picante que les comuni- ca; también la emplean para las tinturas, y es de creer sea grande su consumo según la abundan- cia con que la llevan las indias al mercado. Como el país que rodea á Méjico en la distan- cia de algunas leguas forma una profundidad á donde se estancan las aguas que bajan de las al- turas vecinas, sin que haya garganta natural ú otro desaguadero por donde corran aquéllas á bus- car los ríos que descargan en el mar, ha resulta- do formarse tres lagunas en distintos niveles ó planicies y que las aguas de la más alta vayan á dar á la de Méjico, de modo que acrecentándose la altura de ésta en los tiempos de grandes llu- vias, ponen en peligro la ciudad y aun han causa- do daños considerables en distintas ocasiones. Para evitar en lo posible este riesgo, se constru- yó en lo antiguo un socavón que atravesando una garganta donde se juntan dos serranías, diese sa- lida á las aguas de la laguna más alta, evitando así el que se aumentase en las ocasiones dichas, la masa de la Laguna de Méjico. Dp este modo en los tiempos de abundantes If'á'iHi. f -re por esta profundidad, á que nom- bran el Ci'aal f^e Guaquetsca, un caudaloso río que p'j'ii-a. En el fondo de este gran valle casi nivela- ndo, se reúnen las aguas de sus derrámenes for- » mando varias lagunas, entre las cuales, la de » TezcHco, al nivel de la capital , es la más exten- i»sa. Todo el terreno comprendido entre ella y San «Agustín, se ocup"». de unos grandes farallones «de lavas sólidas y esponjosas, compuestos de «capas inclinadas al horizonte y quebradas. Su «totalidad podría compararse á un lago extenso .)de fuego, violentamente agitado de un terremoto «que le hiciese reventar las grandes ondulacio- iines y de repente se congelase. Las raíces de es- atas ondas son, no obstante, muy profundas y «forman un cuerpo continuado de bancas. Los «farallones salientes, recortados entre sí, presen- «tan superficies escabrosas: algunos forman cue- «vas; éstos tienen las capas concéntricas amelo- « nadas, y en otros se forman estrías ó escarola- «dos como las que toma un cuerpo lapídeo cuan- »do en el estado de fluidez se congela agitada la «superficie. «Todos los valles que llevamos expresados, «deben considerarse como en un plano, y serían «en algún tiempo otros tantos lagos de fuego que «destruyeron y asolaron los terrenos y les dieron «nueva forma. La imaginación se sublima al con- » templar cuál sería el inmenso ruido, cuál el es- «trago y cuáles los torrentes de materias infiama- «das que vomitarían estos montes si ardieron «todos á un mismo tiempo; cuáles serían las in- » mensas masas de piedra arrojadas por los aires; «qué agente tan poderoso sería el que agitaba üdfe. •rr-.-.'^st'---^- itaM IMAGE EV TEST TARG 1.0 l.l 1.25 Photogmphii Sciences Corpomtior WJi'ili»J'«>WlMWIIW.WIWIH|l'-«ll)»W!MWMWMilUilWUHil>JII^^ MH ■■ IMAGE EVALUATION TEST TARGET (MT-S) // 4í. tí, '*'' «", W.i fe 1.0 l.l 1.25 t IM ¿2 2.0 iiim U i 1.6 Photographic Sciences Corporation 23 WEST MAIN STREET WEBSTER, N.Y. 14580 (716) 872-4S03 fV ^v ^ %\^ CV •L' CIHM/ICMH Microfiche Series. C C r Canadian Instituto for Historical Microreproductions / Institut ©1Í le CIHM/ICMH Collectíon de microfiches. sreproductions / Instituí canadien de microreproductions historiques 404 VIAJE ALRliDEDOR DEL MUNDO ^^f. » violentamente aquel espeso licor para que to- itmase forma de ondas y quedasen congeladas del • modo que ahora se encuentran después de una «serie tan dilatada de siglos. 1) Además de los volcanes que forman la cor- iidillcra, hay otros pequeños, como los de Itza-- "palapa, San Isidro, la Compañía, etc., que hi- «cieron sus erupciones en la parte honda del va- iiUe y corren, formando línea, á encontrarse con ■lotra serie de montes volcánicos que salen desde • las sierras nevadas entre Amecameca y Puebla. «Ellos sirven de canteras, de donde se saca el ie- »sonUe ó lava porosa en grandes masas, para la «construcción elegante de edificios, y reúnen las «circunstancias de un gran tamaño con la solidez «y la ligereza; sus fragmentos y cenizas descom- «puestas, producen la puzolana y la tierra vege- «tal, que ambas contribuyen mucho á las gran- «dezas de Méjico. En partes se encuentran her- «mosas canteras de hidrófanos que se hacen muy «transparentes dentro del agua; pero esta rara •> materia, tan preciosa en otros países, está sin «estimación y se emplea solamente en la fábrica «de vidrio. Una infinidad de pueblos y de sem- «brados se han erigido sobre las ruinas de laLa- «guna en la parte que ocupaban en otro tiempo «sus aguas estacionarias: sea que hayan dis- «minuído las lluvias ó que el terreno de la capi- «tal se haya elevado, es cierto que hasta sus «aguas permanentes se han retirado de modo que «sólo ocupan una parte muy pequeña; sus orillas «despejadas, presentan por unas partes un terre- «no pantanoso en que pastan los ganados, y por «otras en que se mezclan sus arenas con el te- «quezquite ó álcali mineral nativo que abunda «mucho, sólo ofrece unas marismas estériles de «aspecto desagradable. «Las ciénagas y canales que rodean la capi- «tal, en donde llegan las aguas perennes de las «lagunas, están cubiertas de yerba, aunque han «desaparecido -ísos jardines flotantes conocidos « con el nombre de chinamp ís, que en otro tiempo «cubrían la gran laguna, y de quienes aun sólo «la descripción recreaba; pero se encuentran, no «obstante, algunas huertas palustres, cuyo pa- «vimento adhiere tan poco al fondo, que se mue- »ven de un sitio á otro con solo el impulso de «una canoa: su extructura singular es de una es- «pecie de rinfer cor raíz fibrosa; sus tallos son «rollizos y ligeros; su hoja, arriñonada de una «pulgada de diámetro, compuesta de una SMstan- «cia porosa celular como la médula del s 'uco ó «de la enea; esta materia sobrenada y puede «sostener sin sumergirse cierta cantidad de peso «en proporción de su volumen: las hojas exten- «didas en el agua forman planos; las raíces se ■ entrelazan y tejen un ensamblaje; sobre este «ambulante pavimento que nada como el sarga- •izo, caen las semillas del cipazus, de la grama y » otras plantas ; el cieno que acarrean las aguas «ordinariamente turbias, se enreda entre las rai- «ces; las hojas podridas se acumulan, se van «con virtiendo en tierras y con el tiempo forman ))un suelo particular poco unido al de las lagu- »nas, que sobrenada cuando aquéllas tienen agua «y resultan esos pedazos de tierra en que forman «las chiiuiinp.ls: sólo la laguna de Xochicalco con- «serva todavía algunas tan grandes, que sostie- «nen arboledas y ganados, y los transportan de «un sitio á otro á discreción de los vientos. «La estructura local del valle, la abundan- «cia de sus aguas y la benéfica tierra que resulta «de las lavas, le dan un temperamento feliz, «donde no se sufre con exceso el rigor de las es- «taciones; donde no penetran con gran furia los «vientos impetuosos, por su figura aconchada; y «donde se goza, en fin, la vegetación de una «eterna primavera, bajo del temperamento mo- «derado del otoño. Su atmósfera, aunque en- « vuelta en ciénagas y pantanos, es no obstante, «muy reseca, como lo tiene demostrado al pú- «blico el docto Álzate, por el mucho álcali mi- «neral de que está impregnada, el cual absorbe «las partículas acuosas y los vapores, dejándola «purificada. En sus montes y llanadas se ha- «llan admirablemente reunidas cuantas frutas y «hortalizas se cultivan en América y Europa (i). «Sus campiñas, rodeadas de arboledas y de ace- «quias, ofrecen al pasajero una acogida risueña «que le distrae de contemplar los prodigios que «obró la Naturaleza en los terrenos que rodean «á la capital del Nuevo Mundo. «En las faldas de las montañas es donde «prospera mejor la vegetación; su flora oficinal «está ya descrita por D. Vicente Cervantes en un «discurso elocuente; este digno Profesor ha de- « mostrado, como hizo en otro tiempo el gran «Hernández, los inmensos beneficios que debe á «las plantas de este suelo la especie humana, la «comparación de algunas de ellas con las que «crían las campiñas matritenses y la grande «analogía que guardan en este punto jos terrenos «que rodean las dos grandes capitales de la Mo- «narquía española. En los cerros del desierto es «sin dificultad mucho más copiosa; este paraje, «elegido por los religiosos carmelitas para esta- «blecer la vida heremítica, es el más frondoso de «cuantos rodean el valle, casi el único en que se «conservan con feracidad los cedros que antes «adornaban todas sus inmediaciones; sus rai- «ces horizontales se extienden, se entrelazan y (i) Debe advertirse que aunque es cierto prueban bien en el suelo de este valle las plantas exóticas, á las dos ó tres veces ([uo sucesivamente se siem- bran degeneran considerablemente y quedan por fin en un estado interior al de su patria natural. Las le- gumbres son de menor tamaño y solidez; las vitua- llas y plantas potajeras menos sabrosas, y final- lonte, Itis frutas méuos dulces y agradables. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 405 n las aguas itre las rai- an, se van npo forman le las lagu- tienen agua que forman diicalco con- que sostie- nsportan de ientos. la abundan- a que resulta mentó feliz, :or de las es- ran furia los iconchada; y ción de una amento mo- aunque en- no obstante, trado al pú- o álcali mi- cual absorbe ;s, dejándola adas se ba- litas frutas y • Europa (i). las y de ace- gida risueña prodigios que s que rodean ias es donde llora oficinal •yantes en un fesor ha de- mpo el gran s que debe á humana, la con las que y la grande ios terrenos , es de la Mo- 1 desierto es este paraje, is para esta- frondoso de co en que se s que antes ;s; sus rai- intrelazan y ierto prueban itas exóticas, inte se siem- ledan por fin ;ural. Las le- !z; las vitua- y final- lontc, • fortifican bajo las piedras, sin que la poca ana- «logia del terreno impida que imiten en la robus- ittez á los del Líbano. Todas estas arboledas dis- iiminuyen á proporción que se elevan los terre- ónos; de suerte que en la línea de la nieve sólo «se cría una especie de grama. El reino animal «casi se extingue en la misma proporción, y los «pocos insectos que se conservan están muy «torpes. »E1 núcleo de las sierras nevadas entre Ame- iicameca y Puebla (i): es el Pórfido ó Brecha por- » f írica alterada por el fuego en diversas modilíca- «ciones. Lasnubes que se elevan de los valles in- «mediatos, chocan ó se rompen contra ellos. Las «montañas se cubren de espesa niebla, y estas «grandes masas colocar'.as en los espacios del aire «ejercen una fuerza de atracción sobre las nubes «cuando el viento ú otra causa superior no des- «truyesus efectos. El barómetro estuvo sobre uno «de sus picachos en 16 pulgadas 11 líneas; y el «termómetro en 10", efecto de los vapores de los «valles inmediatos. «Todo el terreno hasta Zempoala, abunda en «tesontles y otras especies de lavas, los pórfidos «que hay en él varían mucho de colores, hay al- «gunos granitos con base de esteatita shrol y «feldespato: se ven fragmentos de un pechstein, «que tiene lustre de pez, y algunas canteras de «basalto negro en masa. Los campos se adornan «con los nopales silvestres, los magiielles y los «molles que á veces parecen árboles corpulentos: «los edificios arruinados de los antiguos Tulte- »cas, esparcidos por estos campos, conservan el «esqueleto de una arquitectura sólida, compuesta «de los tesontles y tierra ocrácea, la cual adquie- »re una dureza extremada. Otro de los objetos «más dignos de admiración que ofrece aquella «comarca, es la soberbia arquería por donde se «condujo el agua á Otumba, haciéndola pasar »de un cerro á otro por una altura de 45 varas, «poco después de la conquista de aquellos rei- «nos; en ella hay arcos cuyo diámetro pasa de 14 «varas sobre una elevación de 45. «La tierra que sigue al Oeste de Zempoalay «compiende el resto de la provincia, es ocrácea, «al parecer cubierta de una costra calcárea. »E1 Real de Pachuca (2), tal vez el más an- (i) Nos ha parecido recibiría el público con agra- do la continuación de la descripción anterior, que contiene la de la parte de Nueva España que reco- rrió D. Antonio Pineda. Las notas son en parte ex- tractadas de varios apuntes de Ü. Antonio Ulloa, igualmente que algunas de las reflexiones que siguen á esta descripción. 1 2) Pachuca dista unas 20 leguas al Nordeste de Méjico. La población se halla situada en una gran lla- nura, rodeándola muy de cerca la serranía por la par- te del Norte y Poniente. Sus casas están esparcidas, ocupando un gran espacio por el cual pasa un arroyo; tiene varios concentos , una iglesia parroquial y el vecindario es bastante crecido. «tiguo del Reino, comprende reunidos ios cerros «a«- S="i Cayetano, Magdalena, San Cristóbal, hx «Mesa y la Rejnna. En ellos hay denunciadas «más de 130 minas, de las cuales las más están «en bonanza: sus vetas corren del Elste al Oeste «y atraviesan las montañas de unas á otras. Es- atas parecen á las de Chile (i): constan de pór- «fidos morados con espato blanco, su fondo es de «esteatita y petrosilex. El criadero está en es- « pato calcáreo, y el metal que he reconocido de • ellos abunda en plata que contiene mucha blen- «da. El temperamento de aquel Real es templa- «do, por su situación local al abrigo de las mon- «tañas. Los Sures, comunes en aquel país, son «los que reinan; pero no nieva y llueve muy «poco. «Las montañas que van al Este hacia el «Real del monte, se componen del pórfido mora- ndo de que hablo en Chile, indicios seguros de «pertenecer ala gran cordillera, ^cuya materia «común es esta roca compuesta. Las vetas co- «rren por lo general cruzadas: las principales «del Este al Oeste, otras de Norte á Sur y otras «inclinadas. En él se halla el famoso socavón «del Conde de Regla, admirable más por la gran- «deza que por el primor de la obra, tan superior »á las fuerzas de ningún particular. Su plano en «unos parajes corre á 100 varas de la superficie, «en otros, en que atraviesa farallones ó crestas «de montañas, llega á 200; su excavación sigue «siempre al Oesudoeste un espacio de 3.000 «varas, atravesando por una diagonal todas las «vetas del monte; pero éstas están todas en bo- «rrasca, sus planos se hallan más hondos, y era «necesario profundizar más para encontrar los «criaderos. La anchura del socavón no es más «que la suficiente al laboreo, y su altura es la de «un hombre, aunque á veces es necesario doblar «el cuerpo, «La célebre hacienda de Regla en donde se «benefician los metales con una finura é inteli- «gencia de que no se da ejemplar en otra parte, «se sitúa en una baiTanca de un emplazamiento «oval (2): su parte superior está revestida de una (i) El autor se reñere varias veces á las observa- ciones que tenia hechas en !a .America meridional. Cuando tratemos de aquella parte del mundo inser- taremos igualmente las noticias que nos franquea. (2) La historia de esta ii.ir-' ofrece á un tiempo el ejemplo do 1p. suerte del niin , y de uno de los más raros caprichos de la fortuna. Perteneciendo estas mi- nas á un tal D. N. Bustamante, sujeto bien ¡lustrado, de particular inteligencia y conocimiento de la mine- ría, trabajal)a en ellas con el fin de desaguarlas, per- suadido por su antigua reputación y por algunas mues- tras de metales que se sacaban, que conseguido el desagüe seria dueño de las riquezas que en otro tiem- po habían dado estos minerales. En este empeño con- sumió todo su caudal y las cantidades que le facili- taron algunos de sus amigos, los cuales, viendo el poco acierto y lo mucho que se había gastado en un primer socavón retiraron ios auxilios y sólo continuo I ^ '1 '1 ' . f ■ 406 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO soberbia columna de basaltos, cuyas cabezas se terminan en un plano y se coronan de arbus- tos; algunas de estas columnas se quiebran, otras se desgajan de su sitio y en las paredes de la barranca se ven sus grupos en diversas posiciones: los trozos de las columnas rotas forman rampas que llegan hasta un arroyo y son anuncios de las frecuentes ruinas que sufre la ostentosa arquitectura, las cuales arrastran tras sí no pocas veces pedazos de la hacienda, de metal. El agua de un crecido arroyo baja oprimida entre la columnada basáltica por un espacio de 700 á 800 varas sobre las cabezas pentágonas de otras columnas, y se forma un pavimento empedrado de ellas, semejante á otro que se halla en Irlanda y ha debido á los ingleses el titulo de (Uaiili, Cansay H'n.v, para indicar su grandeza, lista cascada grandiosa, propiamente gigantesca, se despeña últimamen- te de 12 a 14, varas, y forma con su caída un estanque circular á quien rodea igual columna- da de 30 varas de altura, que se descubre al través de una vegetación vigorosa. La arquitec- tura natural, el ruido del agua, la frondosidad del sitio y la singularidad de iodo el conjunto, forman el paisaje más pintoresco que puede crear la imaginación. La variedad de lavas po- rosas, las piedras de gallinazo y otros fra;^men- tos volcánicos que hay por sus inmediaciones, estimulan á creer que toda esta columnada sea una cristalización formada por la vía húmeda, contribuyendo la acción del fuego. «En el Real de Atotonilco el Chico, se cuen- en ellos D. Pedro Romero Terreros, comerciante acaudalado do Querétaro, de tal modo, que se asegu- ra haberle franqueado su caudal sin interés alguno ni otro fin que el de darle esta mayor prueba de su amis- tad. Hallábase ya el socavón actual en la mitad de su longitud, cuando por un raro accidente murió Busta- mante, dejando declarado en su testamenlo que las minas y cuanto en ellas había, pertenecía á Terreros por el dinero que le había facilitado, sin que sus hijos puiliesen pretender más que hasta cierta cantidad que él había gastado, suya propia. Terreros, en fuerza de esta declaración, de ha- ber invertido su caudal allí y del concepto que había formado de las minas por lo que había oído á su ami- go Bustamante, se vio en la precisión de abandonar i. Querétaro, renunciar al comercio y dedicarse Anal- mente al ejercicio de minero, jjara el cual no tenía conocimientos suficientes ni inclinación. Empezó por continuar el socavón y ya se deja entender que trabajó en él mucho tiempo gastando nuevos caudales, antes de ver el fin de su empresa, pero una vez concluido el socavón quedó dueño de la mayor riqueza que puede haberse conocido. La plata se ha extraído de esta mina á millones: son in- finitos los caudales que el Rey ha cobrado por razón de sus derechos, y nadie puede calcular todo lo que este hombre poseía. Terreros, sin embargo, tan modesto en su nueva fortuna como antes, ha contribuido con mano liberal al fomento de las obras públicas del Reino, mantenía el convento de Recoletos de Pachuca, para el fin de las misiones, y últimamente, no ha cesado de contri- buir al bien del Estado eu varias ocasiones, igualmente «tan de 16 á 18 vetas que todas corren igualmen- »te del Este al Oeste si se excepti'.an algunas «cuya dirección es Noroeste-Sudeste que aquí «llaman diagonales. Sus metales son general- iimente azules ó colorados y sus matices son el Despato y la tierra blanca. )>En las inmediaciones de Tecozautla vuelven i)á aparecer los indicios de volcanes, se observan naguas termales, lavas, puzolanas y otras mate- »rias de cuya descomposición resulta la hermosa "tierra que fecundiza las frondosas arboledas. 11 Este valle que en el día asemeja á un pequei^o 11 paraíso, conserva en su vecindad las indelebles «señales de cuando era un doloroso teatro de las «desolaciones volcánicas. Las orillas del rio que «lo ameniza, tienen enormes tesontles: hay una «colina con capas horizontales de varias tierras «ya volcánicas, ya con calcáreos; su altura será «de 60 varas, y en ella se cuentan hasta 32 capas «bien discernibles, cubiertas de una tierra vege- «tal, que son sin duda otras tantas erupciones cu- «yo intervalo se ignora, pero que tienen un es- « pesor desigual y comprueban la idea de los mu- «chos siglos que duraron los volcanes. Algunas «capas tienen dos varas de grueso: en ellas se «ven las pómez vitrificadas que se van subdivi- «diendo hasta que se pulverizan y forman las pu- «zolanas. «Habrá muy pocos parajes en el globo, donde «se encuentren acumuladas tantas materias vol- «cánicas como en las inmediaciones de Queré- «taro (i):. los guijarros, los farallones y hasta los «cerros son de tesontles. que al de los particulares necesitados que imploran su auxilio. Por todas estas razones el Rey le ha concedido título de Castilla con la denominación de Conde de Regla y las minas por juro de heredad con otras gra- cias y privilegios que no había ejemplar se hubiesen concedido á otro alguno. En el día ha decaído mucho el producto de las minas como se anuncia arriba. (1) Sitúase b ciudad de Querétaro al pié de una cuesta y al Sueste de una espaciosa llanura. Su capa- cidad es bien grande, las calles derechas y anchas y las casas muy cómodas, muchas de ellas con fuentes por haber abundancia de aguas corrientes que se coa- ducen á la ciudad sobre una hermosa arquería de 62 arcos. Tiene dos plazas grandes, una parroquia y tres ayudas de parroquia, cuatro conventos de religiosos y otros cuati o de monjas, incluso el beaterío que nom- bran de Santa Rosa, que es asimismo colegio para en- señanza de niñas. Las iglesias de los conventos son hermosas y están ricamente doradas en los altares y adornadas con el mayor primor. En el patio externo del convento de San Francisco hay cinco capillas grandes que hacen de otras tantas iglesias separadas de la principal, cada una con su torre y campana- rio. El vecindario se computa dentro de las goteras en 18.000 almas de comunión sin comprender los in- dios. Hay bastantes personas de calidad y distinción y se cuentan más de 60 coches que ruedan. Su tem- peramento es benigno, la gente afable, y especialmen- te las mujeres sobresalen eu lo agradable de su ca- rácter. Hállase bien abastecida de toda clase de géne- ros europeos, y los naturales se ejercitan en hacer te- jidos de lana y algodón, fabricar fresadas, paños vas- tos, lienzos blancos y listados y los que llaman paños •7 r :en igualmen- )túan algunas ste que aquí son general - natices son el lautla vuelven s, se observan y otras mate- Ita la hermosa 3as arboledas, á un pequeño las indelebles o teatro de las as del río que itles: hay una varias tierras SU altura será hasta 32 capas la tierra vege- erupciones cu- tienen un es- dea de los mu- anes. Algunas o: en ellas se ; van subdivi- forman las pu- sl globo, donde materias vol- nes de Queré- nes y hasta los que imploran su ■ le ha concedido )n de Conde de d con otras gra- )lar se hubiesen 1 decaído mucho uncía arriba, ro al pié de una lanura. Su capa- ichas y anchas y illas con fuentes antes que se coiv ;a arquería de 62 parroquia y tres 3s de religiosos y laterio que nom- i colegio para en- )s conventos son i en los altares y el patio externo ly cinco capillas ;lesias separadas 3rre y campana- o de las goteras mprender los in- ídad y distinción ruedan. Su tem- e, y especia Imen- adablo de su ca- da clase de géne- itan en hacer te- sadas, paños vas- juo llaman paños CORHETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 407 »üna grande hondonada ó concha oval se pre- usenta rodeada de una columnada de basaltos, cu- «yas cabezas terminan en un plano: la materia de «estas columnas es una tierra argiláceacon gra- »nos de shorl negro y pequeños fragmentos de la- »vas vidriosas de colores. En las grandes Uana- i)das de Querttaro y Celaya (i) se ven lagunas y «abrevaderos en que aprovechan las lluvias y sus- «tentan los ganauos. El suelo tiene una vara de 1» tierra negra espon j osa de las lavas mezcladas con »la caliza y dan el 100 por uno de sembradura. X Están tan aprovechadas que el diezmo del partido «de Querétaro asciende á 4.000 fanegas de maíz, • sin contar las sim'entes ni las frutas. El tempe- .)ramento de la ciudad se mantuvo por una serie «bien seguida de observaciones, de 65 á 71" en la «escala de Farenheit, en el campo no varió de 63 »á 65°. El eudiómetro absorbía 53 partes de aire «vital de 100 del común: pero cuando sopla el «viento Nordeste, que es conocidamente el más « sano, es tan superior que absorbe hasta 75 partes. «El cerro Cimatario, distante una legua de la «ciudad, es un pequeño volcán extinguido, todo «cubierto de lavas; su núcleo, como el de los de- «más de Nueva España, es el pórfido, y se notan «algunos fragmentos ferruginosos. Este volcán, á «quien no se le reconoce cráter ni respiradero al- aguno, erupíó probablemente por alguna boca in- «ferior, como en nuestros días el Jorrullo, y el «siglo pasado el Monte Novo en Italia. »E1 Real de Guanajuato(2), el más abundante «en minas y tal vez el más opulento que se cono- »ce en el orbe, ocupa varias colinas que se revis- «ten de flores hasta su cúspide, pero á veces des- 1» cubren sus farallones desnudos de una especie de «arenario con partículas de esteatita 6 serpentina que usan las mujeres para rebozarse, cubriéndose el cuerpo desde los hombros ala cintura. Las salidas de la ciudad son muy amenas por las muchas huertas que hay en su circuito. (i) Celaya ocupa casi la medianía de una extendi- da llanura: sus plazas son cuadradas; las calles anchas y derechas, y por lo general las casas bajas con terra- dos ó azoteas. La torre de la iglesia parroquial es par- ticular por su mucha altura; tiene cuatro cuerpos y en los tres superiores dos arcadas acompañadas de co- lumnas en cada uno. La iglesia de San Francisco sir- ve de parroquia, y su comunidad mantiene colegio de estudios y Universidad. Además se cuentan cuatro conventos de religiosos y un beaterío con la advoca- ción del Niño Jesús. El vecindario es bastante crecido pero de gente humilde y no de muchas convenien- cias; su ocupación en parte es la fabricación de teji- do» y lienzos de algodón como en Querétaro y parte la arriería para el tráfico interior del Reino. (2) La población de Guanajuato ocupa un estre- cho espacio que dejan entre sí dos cordilleras de ce- rros por donde empieza á entrarse desde el para- je que nombran el Marfil; de modo que yéndose uniendo aquéllas desde este punto viene á ocupar la ciudad las desigualdades de sus concurrencias. Por esta razón las calles son pendienles, bastante ásperas, y para fabricar las casas hay que hurtar A los cerros parte de sus faldas labrando á pico el suelo. Es bastan- te grande y su vecindario pasa de 80.000 almas, atraí- «que, endurecida, asemeja á la piedra de afilar, «y en sus inmediaciones se ven pudins dedistin- «tas piedras. En los bosques contiguos abunda e\ «palobobo, los combolbiilus, el cactustuna, la «zinnia y otras diversas. El temperamento de «üuanajuato es bastante igual. El barómetro «marcó 22 y '/j pulgadas cuando el termómetro «mantenía en 12". Hechas las correspondientes se «reducciones, resulta que se halla este Real si- «tuado 997 ^Vioo toesas sobre el nivel de la mar, «ó lo que es lo mismo, 2.393 "/10o varas caste- » llanas: 100 partes del aire vital que se respira «en sus calles, tuvieron ordinariamente 60 par- atas de absorción. «La mina de Tepeyas, una de las principales, «está en un monte esquistoso con incrustaciones «ferrugineas; su veta madre corre del Sudeste al «Noroeste con una inclinación constante de 43°, «sus cañones de comunicación están dispuestos «de tal manera que dan al aire una perfecta cir- «culación. La profundidad perpendicular en don - «de se halla el principal tiro pasa de 220 varas, «pero no es posible dar una idea del conjunto bu- «llicioso y la grandeza que se observa en aque- «llas cavernas subterráneas en que se emplean «cerca de 3.000 trabajadores. En ella se encuen- «tran las oficinas para el despacho, los almace- «nes de pertrechos, los depósitos de minerales, «las contadurías, y en fin, cada tiro ocupa para «sí más empleados que los que- hay ordinaria- « mente en las minas mis ricas de otros parajes. «Su administración se dirige con una formalidad «cual si fuera la de un reino, y el encargado par- «ticularde cada boca-mina rinde sus cuentas se - «manalmenteal Administrador general (r). das únicamente por el atractivo de las riquezas, pues no tiene territorio laborable para sementeras. Hay en la ciudad algunos buenos edificios, y generalmente las casas tienen alto y balconería. Se encuentra con abundancia todo género de merc.incías: tiene Ayun- tamiento, Alcaldes y Regidores, con un Tribunal de Hacienda, siendo cab'-.ia de partido y asiento de los Intendentes de su provincia. La grande pensión que padece es en punto de a^uas dulces: en tiempo de llu- vias las que bajan precipitadas de los cerros ponen en peligro los edificios, porque acumulándose en to- rrentes, caen sobre ellos angostándose en el estrecho cauce de las dos cordilleras y arrastrando consigo lo que encuentran al paso; cuando lassecas,nocorreagüa ni la hay para el consumo de la población; para estos casos hay construido un estanque que se formó á tres cuartos de legua de la población eu el concurso de las dos cordilleras, atravesando una gran presa de cantería de cerro. (i) Esta mina se descubrió en lo antiguo y se abandonó al poco tiempo por no haberse encontrado metales de ley, pero para que se comprenda en algún modo lo que contribuye la casualidad y la constan- cia al descubrimiento de los metales ricos, se dirá aquí lo acaecido con esta mina. Don Antonio Obregón había entablado en el dis- curso de su vida el trabajo de varias minas sin lograr encontrar alguna regular foituna; su corto caudal se hallaba enteramente consumido y el crédito estaba perdido porque la fortuna no le había dado propor- 4ü8 VIAJE ALREDIÍDOR DHL MUNDO uToda la parte de Nueva España que hemr.s • corrido deberá considerarse un entrelazado de «montañas, cuya dirección general es de Norte á n.Sur ó del Noroeste al Sudeste; en sus faldas se • dilatan muchos valles que se formaron por los • volcanes cuando en sus respectivas erupciones • trastornaronpor esta parte la superficie del ^lo- »bo. Sus lavas, descompuestas con el transcurso • del tiempo, con las aguas y con la estación del • ácido aereo, se hacen tierras vegetales y han • cubierto las llanadas de Celaya, Salvatierra, "Querétaro, Méjico, Toluca, Puebla, Cuernava- • CR y otros muchos que deben considerarse como • graneros del Reino. • Si atendemos á la situación geográfica de • todos los Reales de minas, tanto antiguos como • modernos que se conocen en Nueva España, y • estamos á los informes de los prácticos que los • han reconocido, deben considerarse comprendi- «dos en tres zonas ó cordilleras metálicas, guar- » dando el orden siguiente. La primera corre del » Sueste al Noroeste con alguna ligera inflexión al • Norte: en ella se comprenden los Reales de Tete- • la del Río, Tepanticlan, San Juan üuetario, • Culcupaseo, Santa Clara, el Río del Oro, el del • Sombrero, Rizaclan, el Nuevo de Guadalupe y • Tecalitan, á quien sigue el de Santa María de • la Yesca y va á parar á Holaños, • Esta primera cordillera ocupará una extensión • de 200 leguas, porque suelen distar mucho unos • de otros. Los más de ellos estañen tierra calien- • te ó cuyo nivel no se eleva mucho sobre el del • mar, y sólo se exceptúan de esta regla los de • Tétela, Tepanticlan y Pisiaclan: en esta misma • cordillera se encuentran en actual indicio los • volcanes Jorrullo y Colima, cuya corresponden- • cia interior está confinnada por la exacta al- • ternativa que guardan en sus erupciones. • La segunda co>isei-va su dirección del Esnor- ción para corresponder á los empeños que había contraído. En esta disposición tuvo la humorada de inclinarse á la Valenciana y en 1760 hizo la denuncia registrándola en la Caja Real contra el dictamen de los inteligentes y de sus amigos que con las mayores persuasiones intentaron apartarle de tal pensamiento considerando que sería el ttírmino final de su ruina; entonces tenía solo de 20 i 25 varas de profundidad y hasta 35 de tendido de veta. Durante nueve años no se hizo más labor que las que podían las fuerzas naturales del dueño ayudado de uno ó dos indios que le acompañaban, pues hallándose en la mayor indigencia carecía enteramente de todo otro auxilio. Subía diariamente con su barreta y trabajaba cuanto podía; pero el adelantamiento era muy corto y se ne- cesitaba mucho tiempo antes qne se conociese algún progreso. Al cabo de los nueve años en que fué ne- cesario para subsistir la mayor constancia que se deja entender, empezó á descubrir algunas muestras de metales y con estos indicios solicitó y obtuvo la compañía de algunos sujetos y principió el trabajo formal con la lelícidad de que á proporción que se profundizaba, se iba haciendo patente la riqueza. Al presente es la más rica de la Nueva España, como dijimos hablando de la Casa de Moneda de Méjico. «deste al Ocsudoeste: en ella están comprendidos 11 todos los Reales que están al Sur de Guajaca, «Tejomulco que es criadero de oro, San Jeróni- .>mo, el Real Viejo, todos los de K Misteca, el de lüautla, el de Cosclatlan, el de Julián, eldeCho- • malpé, el de Reguilotepcc, el de Tasco, los de • Zagualtepec, Sultepec y Temascultepec, el de Tapajagu y Guanajuato, el de los Asientos de • Ibarra, Ojo caliente, el de Zacatecas, el del >> l'iesnillo, el de Plateros y últimamente, el del ■1 Sombrerete. • La tercera cordillera, de quien hemos reco- ■irrido mucha parte, sale de Teguantepec, coge las • minas antiguas de Zempoala, el de San Miguel iide Talca, el bajo de Villalta, el Real Nuevo, • los descubiertos últimamente en Guajaca, los »de Capulalpa, Santa Catharina de Chatoa, San "Pedro Mariche, los antiguos de Teguacan, de • las Granadas, los dos tételas de oro y de Jono- • cla, el Real de Monte, Atotonilco, Pachuca, • Santa Rosa, Capula, Zimapan, Cardenal, San • José del Oro, el Jacal, el Doctor, el Pinar, el de • la Targea del Sichu, el de los Catorce, Guadal - »cá;?ar, San Luis, Potosí y Boca de Leones, con • otros pequeños que no se nombran. Al lado de • esta cordillera se halla Perote y el volcán de • Orizaba." De lo expuesto arriba, y según lo dan á en- tender las observaciones barométricas practica- das en la parte que hemos recorrido de la Nueva España, se deduce claramente que el territorio de este Reino no tiene una altura á corta dife- rencia igual, respecto á la superficie del mar, ni que la elevación que toma á cierta distancia de éste es por cuestas rápidas y montañas elevadas, que hacen pasar repentinamente del terreno bajo al alto. Este se va elevando Ii.sensiblemente por países altos y espaciosos hasta llegar á cierto término, el cual conserva después en largas dis- tancias (i). Según un estado comunicado por el Administrador de ella D. José Quijano, ha producido la Valenciana en los cuatro años y medio corridos desde i." de Enero de 1787 hasta Junio de 1791, C85.221 cargas de metal que valieron beneficiadas 13.02 7.890 pesos. Los gastos semanales ascendieron en la misma épo- ca á 2.052.073 pesos, los consumos y pérdidas de azogue á 22.229 quintales y se gastaron 17.540 cajas de pólvora, cuyo valor es de 213.783 pesos: se ocu- pan diariamente en todas las dependencias y laboreos de esta mina 3.123 personas. fi) Desde Veracruz hasta Jalapa, que cuentan 22 leguas, las ocho primeras son enteramente llanas, y en las 14 restantes se van subiendo por cuestas tendi- das las 1.667 varas que está Jalapa sobre el nivel del mar; de modo, que á cada legua de este tránsito co- rresponden 119 varas de desnivelamiento, ó una vara ú. cada 60 de camino, suponiendo de 7.000 varas la extensión de la legua. Lo mismo se verifica desde Jar lapa á Perote. Entre estos dos puntos hay diez leguas de distancia y 1.519 varas de diferencia de nivel, en qr ^ está Perote más alto que Jalapa, por lo cual co- rresponden á cada legua 152 varas de desnivelamien- to ó á cada una de éstas 46 de distancia de camino *■■ comprendidos r de Guajaca, o, San |er6ni- Misteca, el de lian, eldeCho- Tasco, los de ultepec, el de os Asientos de atecas, el del amenté, el del n hemos reco- tepec, coge las de San Miguel 1 Real Nuevo, Guajaca, los e Chatoa, San Teguacan, de oro y de Jono- ilco, Pachuca, Cardenal, San . el Pinar, el de itorce, Guadal- de Leones, con in. Al lado de y el volcán de n lo dan á en- xicas practica - ido de la Nueva |ue el territorio a á corta dife- icie del mar, ni ta distancia de tañas elevadas, del terreno bajo isiblemente por llegar á cierto 3 en largas dis- \idrninistrador de la Valenciana en 1 desde i.° de , 685.221 cargas 3.027.890 pesos, n la misma épo- is y pérdidas de ron 17.540 cajas ^3 pesos: se ocu- encias y laboreos , que cuentan 22 ■amenté llanas, y )or cuestas tendi- obre el nivel del I este tránsito co- iento, ó una vara de 7.000 varas la verifica desde Jar i hay diez leguas ncia de nivel, en por lo cual co- e desnivelamien- mcia de carnitiü TW CORBETAS DB8CUBIBRTA Y ATREVIDA 409 La línea que limita y subdivje la parte baja de la alta, puede considerarse pasa por el paraje nombrado de Perote, 32 leguas distante de Vera- cruz en la dirección del camino, y 14 y '/, de la marina en línea recta desde la ensenada de Cha- chalaca 6 de San Carlos. Según las observacio- nes barométricas que anunciamos en nuestro via- je de Veracruz á Méjico, es la elevación de Pe- rote sobre el nivel del mir 1.365 y '/, toesas de París, altura igual, muy próximamente como en adelante veremos, á la que tiene la América me- ridional cuando allá se sube al país alto; y sin embargo, esta misma altura es la que conserva esta América en muchas leguas, casi hasta Gua- najuato, como lo confirman las experiencias ba- rométricas, las cuales determinan las alturas de los parajes siguientes sobre el nivel del mar en esta forma: Tocia* de París. El Lencero 459% Jalapa 714 Perote ' • 365 Vj La Venta de Soto i • 35° Méjico 1 . 323 La Goleta: una hacienda 59 leguas de Perote y 19 de Guadalupe i ■336'/.2 En Guanajuato la Mina de la Valenciana, i . 330 Fn la casa del Administrador de la Va- lenciana 1 . 341 V|¡ Pachuca i . 350 Keal del Monto en la posada del lugar donde están las minas del Conde do Regla 1.612 Ve i"a se vé, pues, cuan pequeñas son las dife- rencias de nivel que hay entre los parajes que mencionan estas experiencias, y que pueden muy bien considerarse todos en una misma altura ros- pecto á las grandes distancias que median de unos á otros. Nótanse, sin embargo, algunas irregularidades, que proceden pi-rticularrnente del decli /e que forma el terreno pa.-a que corran las aguas á buscar su centro. La jioblación de Guanajuato, por ejemplo, 128 y '/, leguas de Pe- rote por camino y 87 en línea recta . está más baja que lo ordinario del país unas Poo varas caste- llanas, según la referida obse;vacióji de D. An- tonio Pineda, que concuerda bit? con otra hecha en 1777 por el Sr. D. Antonio Ulloa; pero esta diferencia estriba únicamente en que esta pobla- ción se halla situada en una quebrada cuyo suelo difiere casi toda aquella cantidad del terreno ad- yacente, el cual empieza á descender á distancia de diez leguas en el paraje que nombran la venta de Temascatio. Por el contrario, entre el lugar de San José de Jula y la hacienda de la Goleta, cantidad con efecto bastante insensible y que prueba la poca pendiente de las cuestas por donde se sube hasta Perote. distantes entre sí cuatro leguas, se atraviesa una cordillera no muy elevada, pero lo suficiente para dividir los países; y el nivel de altura permane- ce, sin embargo, con muy corta diferencia á uno y otro lado, mediante que la Goleta está sólo 56 varas más bajo que Perote, y todo el país como 3.150 más alto que el nivel del mar; ter- mino que parece fijó la Naturaleza para que se experimentase en este país un temperamento templado é igual, favorable para los vivientes y propicio para las producciones de la tierra. Indí- case bien esta igualdad de temple en las expe- riencias del termómetro: en parajes resguarda- dos del aire frío ó de las impresiones del Sol, marca constantemente desde 17 a 20": expuesto al aire libre en los meses de Junio, Julio y Agos- to, baja á 13" con la frescura de la mañana, y sube á 22 desde las doce á las dos del día, no dando en él el Sol ni toldándose el cielo, como sucede muy de continuo. La misma regularidad se nota en las observaciones del barómetro: este instrumento, que en las orillas del mar padece alteraciones muy frecuentes y sensibles, perma- nece constante semanas enteras desde luego que se sube á la parte alta, siendo su mayor varia- ción de una línea. A este respecto conservan tam- bién igualdad las producciones del terreno, como lo manifiestan varias de las plantas que en él se crían, y tienen una analogía muy marcada con las del clima cálido de nuestras provincias meri- dionales de España. En la estación que el Sol se retira al trópico uc Capricornio, el frío aumenta, y en parajes llegiT á helar, aunque no en todos los años, y nunca con exceso. Siéntese, sin embargo, el frío, y se necesita de abrigo; pero siempre se hace sensible la influencia del Sol por su menos dis- tancia al zínit, y al paso que parece frío, siente el cuerpo If. ardentía del Sol de un modo parti- cular; las '/entes carecen de aquella fuerza física que parece demostrar la robustez de sus cuerpos, y áuii los animales no tienen todo el vigor que en otras partes. Una carreta regular, que en Eu- ropa la arrastran dos bueyes, aquí necesita de cinco ó seis para tirar del mismo peso; y bien sea que por 'a intensidad del calor experimentan los animales una grande disipación, ó que ésta se verifique en las plantas y sean los pastos de poca sustancia, siempre parece que este decaimiento de fuerzas procede del calor. No á otra c'ausa de- be atribuirse también la falta de vigor que expe- rimenta aquí aquella clase .íc gentes, cuyas ocu- paciones diarias piden un tr.abajo sedentario y mental de muchas horas. Les faltan las fuerzas para sobrellevarlo en las tardes y noches, y el que re ve obligado á ello, siente muy luego los efectos funestos de aquellas tareas, en la mengua de su salud. Esta debilidad la experimentan los jóvenes igualmente que los de edad avanzada, y 62 i\ . i li! ,í •^•mmmrfí^ V ' 410 VIAJE ALREDnmR DEL MUNDO es una prueba de que la laxitud y flojedad que se atribuye á estas gentes procede más bien de los efectos del clima que de vicio contraído por la costumbre, listo mismo lo confirma á cada paso la experiencia, en los europeos que se establecen iiqui, pues á poco tiempo participan como los na- turales de los mismos bábitos que éstos, de for- ma que cualquier individuo hace en su ejercicio en Europa duplo ó triple trabajo que trasladado á estos países. Otras señales del efecto del calor que aqui se experimenta, son la debilidad de estómagos y la dificultad de perfeccionaise la digestión; la contrariedad de ciertas bebidas y particularmente j el que sea nocivo el uso del vino. Parece que el cuerpo tiene necesidad de adquirir vigor con be- bidas más espirituosas como el aguardiente y los licores: la experiencia ha manifestado á estas gentes, que el uso moderado de estos últimos y á ciertas horas es provechoso, así como contra- rio el del vino, á menos que no se use con mucha moderación y poca frecuencia. El vino, dicen, les enciende la sangre, relaja los estómagos, irrita las bilis y causa diarreas que no se corri- gen fácilmente. Las iiuxiones que continuamente se padecen, son también efecto del calor de la sangre, y la mayor parte de los accidentes que se contraen en estos países, tienen origen en lo cálido del clima, á pesar de lo templado del aire )• de la frescura que manifiesta exteriormente. No puede, á la verdad, ocultarse que esta parte de la América que ahora describimos, es la región peculiar del Sol, según las señales que muestran los meteoros de la atmósfera. Durante el verano, desde Mayo hasta ñnes de Setiembre, se sienten tormentas formidables de rayos y true- nos que terminan en copiosas lluvias. Las ma- ñanas de esta estación son, por lo regular, sere- nas, y el cielo se mantiene despejado y alegre hasta que ha pasado el Sol el meridiano; algún tiempo después empiezan á levantarse algunas nubes por el Norte, y en breve tiempo ocupan parte de la atmósfera, hasta que á las cuatro de la tarde se extienden, cubren enteramente el cie- lo, empieza la tormenta, y á breve rato caen aguaceros copiosísimos que templan el calor que ha percibido la tierra en el discurso del día. En estas lluvias parece consiste la sanidad del país; cuando se retardan 6 dejan de ser frecuentes, son comunes las enfermedades y éstas en general las que proceden por efecto de mucho calor. Hay lar- gas temporadas en que estos aguaceros y tormen- tas se repiten diariamente y con igual fuerza en unos días que en otros, sin que por esto se for- men pantanos, ni la tierra se enguacharne, pues con poca pendiente que tenga el terreno se en- cuentra seco á la mañana siguiente. En la esta- ción del invierno, cuando el Sol pasa al hemisfe- rio opuesto, cesan enteramente las tormentas y las lluvias y re. lan vientos fuertisimoa y secos, que se hacen tan incómodos como las recias tor- mentas del verano. En cuatro meses del año no cae enteramente gota alguna de agua. Los vien- tos más frecuentes entonces, aunque no conti- nuos, son los del Norte: con ellos viene el frío, y en algunos años llega al término de helar. La falta de lluvias, la cualidad seca de la atmósfera y la frecuencia de los vientos recios que aumen- tan ordinariamente desde el medio día en ade- lante, ocasionan en esta estación enfermedades correspondientes á ella, siendo comunes las pleu- resías y constipaciones. Cuanto hemos dicho relativamente á las fre- cuentes turbonadas del verano en la parte alta, se verifica igualmente en la baja, siendo ordina- rias las tormentas de aguaceros y truenos. La única circunstancia en que se diferencian consis- te en que por lo regular empiezan después de puesto el Sol, ó bien entrada la noche, y que también vienen acompañadas de vientos violen- tos, cuya duración es la misma que la tormenta. Esta abundante humedad con que se templa la tierra, del calor que adquiere durante el día, hace menos incómodo el temperamento de la parte baja: no obstante, es bien sensible, y lo sienten los cuerpos con bastante fuerza. Hay algunos años en que se adelantan los calores, y hace en Marzo y principios de Abril un bochorno y sofo- cación tan fuerte, como en los meses más rigu- rosos del verano. Esto sucede cuando reinan los vientos del Sueste ó Sur, pero pasados algunos días, vuelve á moderarse y á ser más soportable su temperamento. Sabido es "ae en los parajes cálidos de la Zona Tórrida, los efectos del aire en el barómetro son más sensibles que en los países situados fue- ra de ella, y que aun en aquéllos lo son más don- de reinan con fuerza los vientos Nortes. Esto mismo se verifica en Veracruz, y anteriormente hemos manifestado las grandes variaciones que experimenta el barómetro entre los vientos hú- medos del Este ó los secos del Norte, pero en la parte alta de esta América, las alteraciones del barómetro son poco considerables, y no puede de- terminarse con seguridad el efecto de los vientos secos del invierno respecto de los húmedos del verano: esto parece conduce á creer que en las alteraciones del barómetro tiene más influencia la elasticidad del aire que su peso ó gravedad. El calor intenso propio de este clima, juntamente con la dilatación del aire en esta región de la at- mósfera, no deja de causar alguna novedad en la respiración, mucho más cuando se camina por terreno desigual, aunque no sea muy áspero: los naturales, como criados en el aire sutil de esta atmósfera, no encuentran novedad y trafican por todas partes con la mayor agilidad; pero los no acostumbrados sienten la fatiga desde los prime- CORBBTAS UKSCUBIKKTA Y ATKBVIUA 4" ni08 y secos, las recias lor- es del año no ua. Los vien- que no contí- vicne el frío, (le helar. La c la atmósfera )s (|ue aumen- día en ade- enfermedades unes las pleu- snte á las fre- ía parte alta, siendo ordina- truenos. La encian consis- in después de noche, y que /lentos viólen- le la tormenta. L" se templa la ite el día, hace to de la parte e, y lo sienten . Hay algunos )res, y hace en ichorno y sofo- eses más rigu- indo reinan los asados algunos más soportable s cálidos de la en el barómetro es situados fue- lo son más don- s Nortes. Esto ' anteriormente rariaciones que los vientos hú- orte, pero en la dteraciones del , y no puede de- ;o de los vientos )s húmedos del reer que en las más inñuencia I 6 gravedad. El na, juntamente región de la at- a novedad en la se camina por nuy áspero: los re sutil de esta d y trafican por id; pero los no lesde los prime- ros pasos y una sensación desagradable por la falta de densidad en el aire que se respira. A esta propiedad del aire debe sin duda atri- buirse í'l de que sean desabridas las carnes que | sirven de alimento. Se tiene notado que en los temperamentos verdaderamente fríos y aun en los cálidos, son de gusto y sabor regular, pero aqui, á pesar de los abundantes pastos con que se nutren, son generalmente insípidas y de poca sus- tancia: los pichones, los pollos, pavos; y gallinas y las aves de caza, tienen el mismo defecto y pa- rece continnan la idea de que la calidad del aire que se respira contribuye mucho á que los jugos nutritivos produzcan en las carnes la variedad ',ue se nota. Debe también atribuirse á la calidad del aire la particularidad de que no cause perjuicio á la salud la abundancia con que se usa del picante, siendo tal, que entra siempre como ingrediente principal en el alimento común de las gentes po- bres. Este consta del chile ó pimiento mojado y molido en piedra, condimentado después con sal y aceite, en cuyo compuesto que llaman cremole, mojan las tortillas de maíz, v es el único alimen- to que tienen y con el cual se sustentan y viven como si usasen comidas más sustanciosas. Antes digimos que el uso del aguardiente era general y que probaba bien: ahora añadiremos que sucede lo mismo con el cremole, y que á pesar -le que uno y otro parecen contrarios á lo reseco del clima, viendo que los efectos no son malos, es menester convenir en que ó estas cosas obran como estimulante, ó que la costumbre las hace soportables, sin que por esto suceda lo mismo á los que no se hallen connaturalizados con ellas. Todo lo expuesto hasta aquí debe entenderse en términos generales y sin las excepciones á que da lugar en muchos parajes las circunstan- cias locales del terreno. Es digno que no pase- mos en silencio de que hallándose el pueblo Ja- lapa en la medianía de altura que corre desde el mar hasta Perote, participe de los mismos fenó- menos que la parte alta del país: el aire no se altera con los accidentes que sobrevienen en la atmósfera; las plantas participan algo de las que son comunes en una y otra altura, y finalmente, el temperamento de aquel lugar es con muy corta diferencia igual al de la parte alta, como lo de- muestran las observaciones del termómetro de que dimos razón anteriormente, de modo que todo nos lleva á pensar que sin elevarse en la Zona Tórrida más altura que laque tiene Jalapa, la atmósfera es inalterable. Sin embargo, puede muy bien suceder que el grado de calor constante de esta villa sea causado en parte por la figura particular del terreno, compuesto de varios ce- rros medianos que forman valles y quebradas, y por la inmediación de los dos cerros de Perote y Orizabal, que corresponden al Poniente y Sui de aquella población. Aunque el reino de Nueva España sea de una extensión tan dilatada como lo manifiestan los mapr.s, es menester advertir que lo poblado y verdaderamente reconocido hasta el día se ex- tiende únicamente hacia el Norte iiasta los pre- sidios que hacen frontero ú los países habitados por naciones bárbaras. Más adelante daremos al- gunas noticias sobre estas naciones, y ciñénd(.i- nos á tratar por ahora de esta parte que denomi- namos poblada, es preciso distinguir también que nuestras ideas en ICuropa relativamente á lo que se entiende por país poblado no pueden aplicarse con exactitud á esta nueva región del mundo. Habítanla en el día, según los cálculos más probables, unos tres millones de almas que, como repartidas y subdivididas en tan dilatada extensión, apenas permiten se conserven en al- gunos parajes los rastros de la especie humana. En los puntos que se aproximan al centro y que á voz común pasan por los más poblados, se ve que esta población sólo consiste de unas hacien- das de muchas leguas de extensión, en donde hay ranchos ó lugares de indios que se mantienen en paz y encuentra el caminante los auxilios que necesita á distinción de lo que sucede en pro- vincias más distantes, en cuyos tránsitos s? co- rre el riesgo de padecer los insultos de los indios bárbaros. Hay no obstante algunas grandes ciu- dades como Méjico, La Puebla, Guanajuato, Guadalajara, Querétaro, Valladolid y otras de menos nombre, cuyo vecindario, no sólo es cre- cido, sino que de algunas de ellas podrían for- marse otros muchos lugares sin que sintiesen aquéllos la falta de sus vecinos inútiles; pero en centraste de estas gruesas poblaciones, se pre- sentan otras varias que sólo sirven de llevar el nombre. La mayor parte de los pueblos constan únicamente de indios, adonde están congre- gados unos cuantos españoles, muy pocos son de españoles solos, y aun en este caso su número se aumenta siempre con el de indios y otras cas- tas mixtas; los demás, aunque toman el nombre de pueblos, usurpan en realidad este título, pues no parece deba dárseles tal á unas chozas mal concertadas y confusamente esparcidas sobre un terreno habitado no en todo de indios. Tal es en realidad la constitución de los poblados á dife- rencia de que en algunos parajes son los negros, mulatos, coyotes y sus semejantes los que hacen la pluralidad. Esto puede traerse como una prueba irrefragable de que las frecuentes trans- migraciones de nuestros europeos á ésta América no han sido capaces de indemnizar en ella los perjuicios que su falta causó desde luego al s''.í,io patrio. Como el comercio de este Reino se halla re- ducido en sus artículos de extracción á los que .\í ■| i VIAJK ALKUDUDOK l>BL MUNDO U., henos mencionado anteriormente, la agricultura por consiguiente no ha hecho hasta ahora los progresos que parecía prometer. Hablando en general, los habitantes de Nueva ICspaña sólo siembran para comer, y no es extraño porque faltando extracción y no pudiendo guardar las semillas en muchas partes, no se encuentra des- tino para lo sobrante, y los labradores miden sus siembras á aquello sólo que pueden vender pron- tamente. Esto tiene el grave inconveniente de (jue en dos ai^os seguidos, uno de esterilidad y otro de corto acudir, entra la escasez, sigue la necesidad y á ésta las epidemias, como se veri- ficaron en los años de 1785 y 86, de cuyas resul- tas retrocedió el Reino perdiendo mucha parte de su población, de la que aún no se ha restableci- do enteramente, pues trastornos de esta clase no se remedian en muchos años de bonanza. Opinan algunos que siendo el Reino fértil y el terreno que ocupa capaz de contener al mayor número de habitantes de la Europa para culti- varlo, si se extendiese ámás manos la agricultu- ra, suponiéndola hoy abatida, acaso por la abun- dancia se vería entonces arruinada, mayormente correspondiendo el terreno con su natural fertili- dad. Pero este argumento tiene origen en un principio equivocado, porque la decadencia de la agricultura no procede del número grande ó pe- queño de los que en ella se emplt.m ni se trata tampoco de extenderla hasta llegar á cultivar el Reino entero. Hay en esto como en todas las cosas un límite que parece fijprla Naturaleza, y que ésta enseña bien á los interesados por medio de la experiencia, pues ninguno ciertamente se empeña en continuar las empresas que ve le arruinan. Lo que parece cierto es que en el modo y me- dios de disfrutar la tierra consiste mucha parte de la felicidad á que aspira la fatiga de conse- guirla, 'o hay país más abundante de oro y plata que el \ ¡:ino de Nueva España, y á pesar de esta a' i' .Jancia son infinitos los pobres misera- bles, acaso sin ejemplar en otros reinos de Eu- ropa, aunque muchos lo sean voluntarios. Esto mismo puede decirse de la agricultura, su aba- timiento no depende de la feracidad del terreno ni de su mucha extensión sino de los medios y modo con que se disfruta. Aclararemos esto. En los tiempos de la conquista y poco después, las circunstancias obligaron entonces á señalar por premios de servicios porciones crecidas de tierras en los repartimientos que se hicieron, y vincula- das éstas en los sucesores, se han formado unas haciendas tan dilatadas de 20, 30 y más leguas, que es imposible las cultiven sus poseedores sin grandes fondos y una cierta probabilidad de la extracción de los frutos; tan desigual división de las tierras ha traído por consiguiente un sistema particular de agricultura. Esta honrosa y útil ocupación sólo se practica en lo general por los indios, y ellos solos cultivan los campos acaso bajo de un modo demasiado severo y falto de arte, mientras que unos poce españoles hacen su suer- te á costa del ^ añún, p' jue los demás dueños de fincas sólo las obtienen casi precariamente y sa- crificando sus utilidades al obsequio de los arren- datarios y oprimiéndolos violentamente siempre que no corresponden las cosechas, vienen los de- más al fin á abandonar sus rústicas tareas ó si al» gunos subsisten es á costa de valerse de buenos ó malos medios. Llamámosles malos ó buenos porque no fal- tan de ambas clases. De la primera especie son ciertas tareas que sin paga alguna hacen vencer á los indios en ocasiones extraordinarias y días de fiesta, y de la segunda, la ganancia que sue- len adquirir en los avíos de ropa y otros repar- timientos qufí acostumbran darles á cuenta de sus salarios cub ^do son á precios justos. Regla- dos estos últimos arbitrios en las haciendas que por su situación y distancia traen comodidad al trabajo, serían indiferentes ó cómodos, pero si las poblaciones mejorasen de condición en su si- tuación y accidentes, no serían tan precisos estos surtimientos que con facilidad caen bajo la tira- nía y la usura, porque no hay otra parte de don- d'- pueda tomarlos el trabajador sino del hacen- dero. Hay otra causa no tan conocida, pero ro me- nos cierta, que influye de algún modo en la de- cadencia de la agricultura. Todos 6 los más de los indios de los pueblos, hacen sus pequeñas siembras, cuyas cosechas, multiplicadas por el número de estos trabajadores, componen un todo bastante regular. Jamás entra el indio en el cálcu- lo de costos ni cuenta con su trabajo: ve delante de sí seis 6 siete cargas de trigo, necesita dineros para el tributo, para la bebida, para la obvención ó para otras urgencias menos justas, y se desha- ce á cualquier precio del fruto de sus sudores. Continuamente se ve que la carga de trigo que apenas podía salir de la era por 50 reales vs- llón, la dan por dos pesos, y aun por un peso en las provincias internas menos distantes, y es cla- ro que esta baratería ofende al valor que debie- ran tener las cosechas de aquellos que necesitan diveuo modo de subsistir y costear las labo- res; de suerte, que no aprovechándose ellos de estas semillas, ni cediendo en beneficio público por las manos en que caen, forman un comercio vicioso de regatonería, que daña al cuerpo de la- bradores. También puede decirse que los consumidores no son hoy todos los que debían ser, porque la superfluidad de gentes en el pequeño recinto de un pueblo falto de hidustria, es un mutuo per- juicio entre ellas mismas para tener todas ocu- pación. De este principio se sigue la escasez de W- m ■:■ " s ñera I por los ampos acaso falto de arte, lacen su suer- lás dueños de amenté y sa- I de los arren- lente siempre vienen los de- tareas ó si al- rse de buenos lorque no fal- a especie son lacen vencer inarias y días ncia que sue- otros repar- á cuenta de justos. Regla- haciendas que comodidad al nodos, pero si lición en su si- 1 precisos estos n bajo la tira- i parte de don- ino del hacen - a, pero ro mé- todo en la de- 3 ó los más de sus pequeñas pilcadas por el nponen un todo idio en el cálcu- lajo: ve delante lecesita dineros ,ra la obvención tas, y se desha- le sus sudores, a de trigo que r 50 reales va- por un peso en :antes, y es cla- alor que debie- s que necesitan stear las labo- .ndose ellos de neficio público in un comercio il cuerpo de la- i consumidores ser, porque la eño recinto de in mutuo per- ner todas ocu- e la escasez de CORHBTAa DBSCUBIUKTA V ATREVIDA 4>3 medios, para subsistir la miseria, el abatimiento de espíritu y todos los males que como sombra de la indigencia la acompañan generalmente. Ksta necesidad hace desconocido de millares de gentes el sabor del pan, y el niai;r y los frijoles son todos los alimentos en que libran su conser- vación por más baratos aunque más groseros, y si algún dia alcanzaron sus fueivras á tomar un poco de mala vaca, es sin duda porque la fortu- na no les mira entonces del peor aspecto. Todo esto sucede con aquella multitud de castas que componen la que llaman en el país gente de ra- zón, pues tratando del indio, ya se dijo anterior- mente que el cremole y unas tortillas de maiz eran su alimento diario. Hé aquí, pues, por ejemplo, en el trigo, una abundancia provenida de falta de consumo, á la que llamaremos mejor sobrante, que produce la miseria. Estas son, en nuestro entender, las causas principales que contribuyen 'a la decadencia de la agricultura; la experiencia que el local su- pedita y las reflexiones de sujetos instruidos y prácticos en la materia (i), nos confirman en la idea de que el daño principal estriba c ''"' due- ños de fincas y en los trabajadores. En ai, . 'os, por la razón explicada, y además, porque ; icndo muy rara la posesión rústica que no soporta so- bre sí una cuantiosa suma de princ' es, los más piadosos, siempre que las cosechas no corre pon- den con liberalidar' ó que su abundancia '"^ace bajar de precio los frutos, son consecuencias precisas los concursos, sesiones, enbargos, etcé- tera, quedando perdido un hombre y con él mu- chos sin ejercicio, si no hay otro, pronto á tentar fortuna donde el desgraciado acaba de desenga- ñarse de la suya (2). Finalmente, estriba tam- bién en los trabajadores, porque siendo é'^tos to- dos indios ó de otras castas de color quebrado, falta esta ocupación á los españoles, que se desdeñan de igualarles en tareas que ya han hecho menos correspondientes á su calidad y je- rarquía. El comercio de la Nueva España se puede di- vidir, como el de los demás reinos, en las dos clases de externo é interno. El primero es el que hace con la Península, y en cuanto á su estado y progresos, hemos dicho lo suficiente hablando de Veracruz, y nada nos resta que añadir á lo allí expuesto, pues los consumos de este Reino de- penderán siempre de la mayor ó menor abundan- (i) Dictamen dado por el Sr. Areche, Fiscal de Real Hacienda en Méjico, al Virey de aquel Reino. (2) Por estas razones, y convencido el Rey de los males quo causa una desigualdad tan notable en la propiedad y distribución de las tierras ha resuelto Su Majestad entre otras cosas, á petición do muchos Cuerpos ilustrados del Reino de Nueva España, que Tos poseedores 4e tierra la pueblen dentro de un año con apercibimiento de perder el dominio y venderse A otros.^Real Cédula de 14 de Febrero de 1805. cia de la plata que produzcan las minas y ae los que rinda de su agricultura. Por lo que toca al giro interior, éste se h ce en parte con las cosas mismas que vienen de afuera, y los demás artículos que le componen, son m.iy débiles y de poca monta. El algodón y la lana únicamente pueden exceptuarse de esta regla, por el gran consumo (|uc tienen ambas es- pecies en varios tejidos que de ella ^ - hacen; no obstante, tampoco forma un ramo opulento, ni hay operario alguno que viva socorrido de estos artefactos. Cada indio tiene en su casa los tela- res correspondientes para trabajar sus toscos vestidos de lana, y en las castas que llaman de razón, es casi general la inteligencia en la fábri- ca de manteles de algodón, y es la tela de su uso. Las hilanderas son tantas cuantas son las muje- res de estas mismas castas y las españolas po- bres, porque siendo el arbitrio que más fácilmen- te se presenta, sin otro costo que el del algodón en greña y el de un huso á vtces sin rueca, á él se aplica por necesidad un número considera- ble de familias. Llegada la tarde, que es la hora de este giro, y poniendo los compradores la ley del precio por la abundancia del efecto, sacri- fican las vendedoras sus afanes por el miserable precio de un real 6 medio que emplean luego en un corto y grosero sustento. Los demás ejercicios requieren á estos fondos que no pueden alcanzar todos, y algunos otros ramos han mudado su giro I per precisas alteraciones á que indujeron las cir- cunEtancias del Estado. Puede también decirse en este ramo como se dijo en el de la agricultura, que los consumidores no son todos los que debían ser. Cerca de 420.000 indios tributarios que se consideran por las matrí culas, son otras tantas familias que nada gastan ni reciben del comercio de nuestras manufactu- ras. Todos ellos se visten con una piel de venado, de que forman unos imperfectos calzones, y ocho ó diez libras de lana muy basta, que seguida á lo largo y descosida en su mitad vale por cami- sa, y se la atan con un orillo ó cinta de la misma materia, sin mangas ni otra figura. A esto aña- den un pequeño sombrero de palma muy mal te- jida, y hé aquí todo lo que necesita un indio para presentarse igualmente d alante del arado que del altar. Las mujeres visten de la misma lana; en unos pueblos la dan figura de enaguas cortas, y en otros se envuelven en tres ó cuatro varas de tejido, atándolo con un cinto. El huípil de lana ó algodón sirve en unos parajes de sobretodo, en otros de camisa, y en algunos se ponen del mis- mo modo que los hombres dos varas de lanilla basta, ceñida como se ha dicho. La diferencia de temperamento, la comodidad ni la decencia les mueve á más industria; pero esta es obra de sus manos, pues poco 6 nada reciben de nosotros. Sin embargo, ha decaído mucho en estos últimos ^ 414 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO im años el trabajo grosero de sus géneros con la me- jor vista que tienen los que traen los catalanes, y ya los usan preferentemente por su mejor apa- riencia y más cómodo precio. Debe agregarse igualmente al número de in- viduos que no concurren como consumidores al fomento interno del Reino, el que componen las diferentes castas que llauíttn de razón y resul- tan de las tres principales, blancos, indios y negros. Estas cautas son muchas y se multiplican en gn n minera, como que además de ellas mismas contribuyen continuamente á su propagación las tres ramas principales. Las mclinaciones de es- tos raros entes son correspondientes á su color y esfera. El número de ellos, que es excesivo, tiene por vestido unas bragas de mantas de algo- dón y tres varas de la misma materia, que al dormir sirve de cama y al levantarse de capa; otros llevan una colcha, sin más camisa, y no pocos andan sin calzones. Esta es la clase que constituye la pluralidad de habitantes, y la falta de arraigo les facilita mudar de domicilio cuando la miseria, la persecución ó el capricho les lison- jea de mejor fortuna en otro pais. El Gobierno, con las más eficaces providen- cias, ha disminuido considerablemente este tro- pel de gente desnuda y holgazana que inundaba antes las grandes ciudades; se han vestido mu- chos, otros se han ahuyentado, y últimamente no se ven ya tan frecuentemente en las plazas y calles; pei'o siempre faltan estos consumidores al ramo de comercio, que unidos á los indios, componen u" número prodigioso. Ya se deja inferir que á proporción del es- tado de los ramos anteriores debe ser igualmente débil el de la industria de este Reino. Con efec- to, bien examinadas las ocupaciones que á ella tocan, se ve que en la mayor parte no son otra cosa que unos entretenimientos transitorios. El excesivo número de artistas, en todas clases, trae por consecuencia la abundancia de artefac- tos; el exceso de éstos, su menor valor; éste, la poca utilidad de los artistas, y de consiguiente la pobreza. Para persuadirse de estas pocas reflexio- nes, basta entrar en cualquiera de los puestos públicos de Méjico y otras grandes ciudades, y deteniéndose á oir las persuaciones de los que intentan vender sus obras industriales, se verá que desde el desatinado alto precio que solicitan, bajándoseles más allá de lo creíble y mantenién- dose firmes, entregan por dos ó tres reales de América una pieza cuyo justo valor se acerca al de un par de pesos. Finalmente, como esta in- dustria no hace un articulo de comercio exterior para esperarse por ella alguna riqueza dentro del Reino, tiene su origen y destrucción, sin que su consuno pueda ocasionar la dependencia de al- gún extraño, ya en lo relativo al lujo 6 en los artículos de segunda necesidad (i). Todas las clases, pues, de la iortuna de Nue- va España, quedan reducidas según lo expuesto, á las que produce el giro y laboreo de las minas. Estas son muchas y muy ricas, y no hay duda que este Reino tiene un gran interés en su fomento y conservación. También lo tiene el Real Erjirio por los derechos que recauda, y lo tiene en gene- ral toda la Nación, porque cuanto mayores sean los fondos del Reino, tanto mayores serán sus consumos en artículos de lujo y otros esenciales de que le provee la Península. Pero hay que ad- vertir que aunque los montes de la Nueva Espa- ña sean unos perpetuos criaderos de los metales preciosos, no pueden, sin embargo, extraerse de sus entrañas, sino exponiéndose á muchos ries- gos, aventurando grandes capitales y exigiendo úl- timamente la concurrencia de varios materiales, de cuya abundancia ó escasez depende en gran manera la decadencia ó el aumento de la extrac- ción. A tres pueden reducirse los ramos de auxilio que indispensablemente necesita el laboreo y bene- ficio de los metales, á saber: el azogue, la sal y los instrumentos y utensilios de hierro labrado y sin labrar, acero, bestias, sebo para alumbrarse, con otros varios enseres que se introducen en los Rea- les de Minas. El primero del azogue, se adminis- tra por cuenta de la Real Hacienda, que lo tiene estancado con el fin de que nunca falte y para fo- mentar también los consumos de las minas de Almadén en España, cuya calidad se recomienda mucho, y con cuyo motivo nunca se han aproba- do los experimentos hechos para descubrir y tra- bajar en este Reino las minas de azogue; perO como la calidad del estanco, las crecidas cantida- des de este ingrediente que se necesitan anual- mente (2), los acaecimientos de las guerras, y úl- timamente los varios estados que han tenido las minas de Almadén, han sido siempre causa de que escasee este preciso material, de modo que actualmente en la mina de la Valenciana, la más rica de todo el Reino, se benefician generalmente, por fuego los metales que denominan polvillo y jabones, aunque con más costo y menos ptoduofo de plata por ia escasez de azogue; parece consi- guiente que el beneficio de las minas de azogue del Reino debería ser libre y conservar los que la labrasen la peipétua propiedad de ellas, semejan- (i) El comercio interior de este Reino, igualmente que su industria, han recibido un nuevo impulso des- de que S. M. tuvo d bien en 1795 establecer dos con- sula(i<-":, uno eu Veracruz y otro en Guadalajara, ademas del que ya existía en Méjico desde tiempos muy antiguos. (2) En 1767 rayaban en 80.000 quintales de azogue los (lue se consumían anualmente en ¡as minas de Nueva España, según los datos de un quinquenio; en el día seián mucho más por el conocido adelanta- miento de las minas. MI CORBETAS DESCUBIERT/ Y ATREVIDA 415 al lujo ó en los I). Ibrtuna de Nue- !giín lo expuesto, eo de las minas, no hay duda que en su fomento y el Real Erario lo tiene en genc- ito mayores sean ayores serán sus otros esenciales Pero hay que ad- ; la Nueva Espa- )s de los metales rgo, extraerse de ; á muchos ries- les y exigiendo úl- -arios materiales, depende en gran •nto de la extrac- ramos de auxilio el laboreo y bene- logue, la sal y los :rro labrado y sin i alumbrarse, con ducen en los Rea- ogue, se adminis- inda, que lo tiene :a falte y para fo- de las minas de lad se recomienda :a se han aproba- a descubrir y tra- de azogue; pero crecidas cantida- necesitan anual- las guerras, y úl- je han tenido las siempre causa de ial, de modo que alenciana, la más ian generalmente, minan polvillo y y menos pfodvujto ue; parece consi- minas de azogue nservar los que la le ellas, semejan- Reino, igualmente nievo impulso des- ;stablecer dos con- ) en Guadalajara, ico desde tiempos quintales de azogue en las minas do un quinquenio; en onocido adelanta- temente á lo que se practica con los dueños de las de plata y oro. .• Por las mismas razones, tampoco debería es- tancarse la sal, tan necesaria para el beneticio de los metales, y aun sería muy conveniente corrie- se libre de todo derecho desde sus criaderos hasta los parajes en que se consume. Y aunque para fomentar el ramo de minería, libertó S. M. del derecho de alcabalas á los ins- trumentos, herramientas y otros enseres que sir- ven en las minas, siempre que se introdujesen por mineros, es claro que esta ventaja sólo pue- den disfrutarla los acaudalados que los hacen ve- nir desde luego por su cuenta, y no los pobres que faltos de fondos suficientes tienen que com- prarlos paulatinamente á los introductores de distinta profesión y con el sobrecargo del enun- ciado derecho. Estas reformas y concesiones que ya propuso el Consulado de Méjico en 1788, originarían al pronto en el Erario una disminución anual de 200.000 pesos en los derechos que ahora cobra según los cómputos del mismo Consulado; pero siendo evidente los aumentos que en adelante tendrían ias minas, lo es también el que este au- mento produciría á la Real Hacienda otro muy superior al que ahora rinden la sal y demás ren- glones que se introducen por cuenta de los dueños en los Reales de minas, concillándose de este modo la comodidad del vasallo con las utilidades del Erario. Habiendo recibido nuestros instrumentos en Méjico el 12 de Febrero como antes dijimos, nos preparamos para el viaje, y lo emprendimos el 15, dirigiéndonos á Acapulco, adonde ya nos aguardaban las corbetas. El camino, por consi- guiente, fué precipitado y pocas las observacio- nes que con este motivo pudimos hacer. No obs- tante, indicaremos brevemente lo que advertimos, mezclando nuestras noticias con las que nos co- municó D. Antonio Pineda, y adquirió en su tránsito desde Acapulco á Méjico, advirtiendo que todo lo relativo á Historia Natural perte- nece exclusivamente á éste benemérito natura- lista. Desde que se deja á Méjico se encuentran arboledas, cuya frondosidad no recrea tanto por su variedad, como las que hay en otras partes. Las componen los pinos , los madroños y algún olmo; pero lo que más abunda en esta sien-a son los plantíos ordenados del maguey, de donde se saca el pulque. Hasta llegar al llano de Cuerna- vaca, el terreno se ocupa todo con las materias volcilnicas; el casco del caballo resuena en hue- co, la capa de tierra vegetal es muy escasa, los árboles disminuyen y se extenúan, signos todos positivos de que esta montaña es un volcán ex- tinguido, en cuyo cráter, según las apariencias, se sitúa el pueblo de Guichilague. El azogue apenas llega en estos parajes á 11° en la escala del termómetro de Reaumur. Luego que se atraviesa una gran calzada y se desciende al llano de Cuernavaca, el tem- ple varía sensiblemente y el mercurio sube has- ta 20°. En las inmediaciones del pueblo hay un gran pozo de mina de que se sacan piedras verdosas y unos hermosos hidrófanos. En él se cuentan al- ternadas las capas de lava y tierra hasta el nú- mero de 20. Debajo se encubrirán otras tantas, que por lo menos indican un número igual de erupciones, y si es aplicable en el Nuevo Mundo lo que se dice del Vesubio y Etna, será inmensa la antigüedad de este país. El pequeño volcán de Suchiltepec exhala aún humo por algunas de sus grietas, pero esto no impide el que se alojen en ellas una multitud de arañas. Sus faldas están cubiertas de arbustos que nacen entre las piedras calcáreas vitrifícales. La amenidad de aquel llano abundante de aguas vivas y canales que propor- cionan los riegos, es comparable, aunque en es- cala menor, con la frondosa Granada. Hasta muy cerca de Aguastlán en que acaba la región de los volcanes, aparecen las bancas y pudins de lavas en abundancia; la puzolana se mezcla con la tierra vegetal, y las piedras son cenizas endurecidas, señales todas de la inmedia- ción al volcán de Jumiltepec. Desde aquí hasta Atquilapan, domina prin- cipalmente el granito de diferentes colores; en adelante el terreno abunda en esquisto negro y arenario con partículas de shorl en capas que inclinan al Oriente. Las plantas herbáceas abun- dan poco, pero prosperan las arboledas. En ellas figuran los espinos blancos, amates, quiebra achas y mamanchif-, cuya fruta es comestible Los huecos se ocupan por las mimosas y los aro mos plumarios que llaman en el país Tepeguajes en la inmediación de los arroyos ó aguas enchar cadas, los aritmca3a donde vive el Gobernador, y en unaexcur- iisión encontré dos víboras del país, cuya mor- üdedura es de mucho peligro, si el enfermo no 1) recibe pronto socorro. « Celebran mucho para ello el antídoto de una pepita que viene de Chi- na y llaman C/iahalonga, mascada y tragada con la saliva: el sabor de esta pepita es amargo, y general entre estas gentes el concepto de sus vir- tudes. Hállase esta ciudad en latitud Norte de 16° 50' 41" y longitud occidental de Cádiz de 93" 41' 00" (r). Su clima está caracterizado por uno de los peores de la América y expuesto 1 terri- ble azote de los terremotos, con que la ¡Naturale- za compensa en estos contornos la prodigalidad de otros bienes. Hallándose fondeada en el puer- to la corbeta Dhscubiekta el 30 de Marzo de 1791, se percibió á la una y media de la ma- ñana un temblor muy fuerte que se sintió aun á bordo, precediéndole desde algunas horas todos los amagos de una próxima tempestad, y algunos minutos ante.i un ruido fuerte subterráneo, acom- pañado del aullido acostumbrado de los perros, y de la natural propensión de una muchedumbre de peces que se aproximaban á la superticie del agua, abandonando instantáneamente la mayor profundidad. La duración de este terremoto fué de 20" y su movimiento de trepidación no dejó de causar extragos considerables en algunas casas. Hace en este país un calor excesivo, y la be- bida que tienen en mayor estimación para re- frescarse es el CharapL'. Esta la componen co- giendo en adecuada vasija cierto rocío ó agua que destilan los racimos de cocos mientras vege- (i) Omitimos repetir aquí los medios quo han servido para establecer esta situación, igualmente que los de la costa Noroeste de América, pues todos se han detallado con plolijidad en la Memoria antes citada que sirve de apéndice al viaje del Estrecho de Juan de Fuca. tan en sus altas palmas, á cuyo fluido llaman Tuba; después le echan la melaza concreta que aquí llaman panocha y es la Chancaca de la América meridional, y hecho esto la dejan fer- mentar y resulta una bebida agridulce, análoga á la limonada y muy parecida al Guarape que en el Perú sacan de la caña. El Charape, bebido en cantidad, hace tiro á la cabeza y embriaga. Tam- bién se hace ¡uiuí la chicha de pitia, conocida en varias partes y de que hablaremos luego. Los hombres de este país y de la clase que puede llamarse la plebe, que es el mayor núme- ro, andan en chaleco y calzones, usando muy rara vez las medias. Las mujeres van igualmen- te descalzas y en mangas de camisa. Esta es de miliñaque, y las enaguas de telas pintadas de listas de azul en fondo blanco. El mayor lujo lo ponen en lo que llaman el paño, y es una pieza cuadrilonga de algodón, bordado ó con listas. Al- gunas lo llevan con fondo de oro y de mucho precio. Todos los vecinos, casi sin excepción, es gente de color y negros libres, y tienen varios privilegios por estar alistados en las compañías de milicia, y en ocasiones de guerra se arman y ejercitan en la táctica militar. Los vecinos más acomodados y que tienen los empleos de tropa, son los pulperos; el vecin- dario parece pobre y su comercio e'rencial se re- duce al de la Nao de Filipinas y á lo que se gasta en el tiempo de la feria de ésta. El surtimiento de las tiendas es la mayor parte de efectos de la Nao, como telas de algodón listadas, miliñaque, etcétera. Para formar juicio de la calidad de este giro podrá servir el estado siguiente que mani- fiesta el valor parcial y general de los artículos que se introdujeron en Acapulco procedentes de Filipim , en 1791, á saber: V'alores en pesos fuertes. Géneros de oro y plata 112 ídem de seda 209.309 ídem de algodón 311.897 . De comestibles y especería 7.108 De drogas 3.018 De varias clases S • 87 1 Total. 537 -SIS De Acapulco para Filipinas se extrajo en 1792 lo siguiente: Valotes en pesos fuertes. Plata 1.832.402 Comestibles. 10.881 Drogas 40 . 262 Varias clasos 7. 161 Total 1.890.706 fluido llaman concreta que ancaca de la la dejan fer- ulce, análoga aarape que en pe, bebido en briaga. Tam- conocida en luego. e la clase que mayor núme- usando muy an igualmen- a. Esta es de pintadas de mayor lujo lo es una pieza con listas. Al- 5 y de mucho s excepción, es tienen varios las compañías ra se arman y y que tienen eros; el vecin- i-rencial se re- lo que se gasta El surtimiento e efectos de la las, miliñaque, calidad de este inte que mani- e los artículos procedentes de Valores en pesos fu-rtcs. 112 209.309 311.897 . 7 . 108 3.018 •_ 5^871 537-315 ixtrajoen 1792 Valoiei en pesos fuertes. 1.832.402 10.881 40. 262 7. 161 I .890.706 "T 1 CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 419 Los ramos comunes de la Real Hacienda, y los particulares y ágenos que componen el total de las rentas Reales que entran en la Caja de di- cha ciudad, ascendieron el año de 1790 á 462.954 pesos fuertes, en esta forma: Valores en pesos fuertes. Por los ramos comunes de derechos que pagan las embarcaciones y su carga- mento á la entrada y salida del puerto. 205 . 759 Por los ramos comunes de tierra, como al- cabalas, tributos Rciilcs, bienes mos- trencos, etc 17.267 Por los ramos i:art¡culares de tabacos, in- válidos y otros 30 . 988 Por ídem ágenos, como depósitos. Monte- píos, ingresos extraordinarios, etc 208.940 Tí/íir/ 4O2 . 954 Con el producto líquido de estos ramos se cu- bren las atenciones de la Caja, que se reducen á gastos de la Nao de China, aparte del situado de Filipinas.subsistenciadelatropa y hospital Real, sueldos de empleados y otros gastos eventuales, tomando ó depositando en la Tesorería general lo que falta ó sobra según los años, para cubrir las cargas referidas. Los sueldos de individuos empleados que se satisfacían en .\capulco por esta misma Caja, ascendían en 1790, á 10.346 pesos. El puerto de Acapulco, el mejor y más segu- ro de toda la costa meridional de Nueva España, es de figura tan circular como lo manifiesta su plano; de buen tenedero y abrigado de todos vien- tos. Viniendo á tomarle del Oeste y aun del Sur siempre que no haya una seguridad absoluta en el punto de longitud, será bueno dar vista á los farallones que llaman los Ciguatanejos que están como 35 leguas al Oesnoroeste de Acapulco. Son de corta extensión, muy unidos y blanquean tan- to, que se distinguen á más de cinco leguas. Entre ellos y la costa hay canal limpio con g, 12 y 15 brazas de agua, y como dos leguas al Norte está el puerto de Ciguatanejo. que es seguro y capaz, }' para tomarle se dejan á estribor dichos islotes. Casi en la medianía desde ellos á Acapulco está la punta ó morro de Satlan, y sigue la costa al Esueste, alta en lo interior pero baja hacia la marina. Entre seis ó siete leguas al Oeste del puerto, están las playas de Coyuca, de arena muy blanca y de más de tres leguas de extensión: delante tiene placer de 20 y 25 brazas de agua que sale dos millas y es muy bueno para fondear. Desde que se llega por el Oeste á estas playas se ven dos picos altos, cuya figura mirada en el primer cuadrante ha hecho llamarlos las Tetas de Co- yuca; corren Nomoroeste, Sursueste, con la boca de Acapulco, y se enfilan uno con otro cuando demoran casi al Norte. Más al Este está un cerro aislado que llaman de la Hrea, muy no- table por ser igualmente que las Tetas de Coyu ca, las tierras más altas de todas las inmediat al puerto. Corre con la boca de éste , Norte - Sur, y es mu ^ buena marca para buscarle viniendo de mar en fuera, pues sin más que situarse de modo que demore el cerro de la Brea al Norte '/i Nordeste, ó más Norte, y atracar la costa en esta dirección, se distinguirá la Isla Roqueta que á alguna dis- tancia se confunde con la tierra firme, y se verá el abra que dicha isla hace con las tierras orien- tales que llaman del Marquéji. Entre las dos r.e forma la entrada del puerto, y es imposible des- conocerla aunque por mucha cerrazón ú otra causa no se vean las marcas anteriores, pues bas- ta saber que está al fin de todas las tierras altas y que desde ella para el Este sigue por más de 20 leguas una playa de arena dilatadísima. A ve- ces lleva el agua bastante fuerza para el Esues- te, y así, si sobreviene la noche y se resuelve pasarla fuera, es preciso ceñir con tiempo á tres ó cuatro leguas del puerto y mantenerse en bor- dos cortos sobre las gavias para no descaecer. Al entrar se atracará la Isla Roqueta, sin otra aten- ción que pasar á regular distancia de la isla rasa llamada la Baja, y con vientos escasos ó contra- rios se darán los bordos que convengan para ga- nar el fondeadero delante de la población. En estos bordos se tendrá cuidado con el bajo de Santa Ana, que es de arena y cascajo, y no tiene más de dos brazas y media de agua. Desde él se marca el farallón del Obispo al Este 6° Norte, y al Sur 4° Este la punta de Grifo. Hasta el día ha sido costumbre amarrar los buques en Acapulco Este-Oeste, dando este últi- mo cable en tierra á algún cuerpo muerto de la playa, pero en esta disposición quedan las em- barcaciones muy expuestas, especialmente desde Mayo hasta Octubre, que hay recias turbonadas y fuertes golpes de viento del Nordeste, Norte y Noroeste. Nuestro dictamen es que se tiendan las anclas á barba de gato Nordeste y Noroeste, con lo cual también se preservará más de la bru- ma, el cable que siguiendo la práctica estable- cida, se había de dar á tierra. Casi es insensible la fuerza de la marea en esta costa, y en el puerto asciende y baja con poca regularidad entre cuatro y cuatro y medio pies. Siempre que anochece á la vista alguna em- barcación, hacen candelada en un montecito in- mediato al pueblo, donde está la vigía, lo cual sirve de buen reconocimiento durante la noche. 4 r^r Noticia de las principales expediciones hechas por nuestros pilotos del Departamento de San Blas al reconocimiento de la coste Noroeste de América^ desde el año 1774 hasta el lygi, extractada de los diarios originales de aquellos navegantes (i). Habíanse abandonado ya mucho tiempo hacía los descubrimientos emprendidos por mar para conocer las costas septentrionales de la Nueva España, cuando el Conde de Lacy, Ministro del Rey en la corte de Rusia, avisó en 7 de Febrero de 1773 al Marqués de Grimaldi, Secretario en- tonces de listado, que había sc^bido continuaban los rusos desde 1764 sus expediciones de Ar- changel y Kamchaka á las costas del Este, que no podían s'^. otras que las costas de la América: que en consecuencia de las utilidades con que re- tornaban de dichas navegaciones por los acopios que hacían de pieles de nutrias, martas y zorras, había autorizado la Emperatriz en 176G á una compañía de negociantes de Kamchaka, para hacer este comercio exclusivo. Que dicha com- pañía constaba de 24 comerciantes y 200 cosacos que habían formado establecimiento en la costa de América por los 64" de latitud, y que se em- pleaban en la caza, persuadiendo y aun obli- gando al mismo tiempo á los indios á que paga- sen tributo de pieles á la Emperatriz. V última- mente, que la Rusia tenía miras de mucha im- portancia en estas exploraciones. Enterado de todo el Rej', mandó comunicar estas noticias al Virey de Nueva España, Don Antonio Bucareli, ordenándole al mismo tiempo precaviese los inconvenientes que podían se- guirse en el continente de América, por los des- cubrimientos de los rusos. Contestó el Virey que le parecía indispensable saliesen anualmente al- gunas embarcaciones de San Blas, para que re- corriesen la costa al Norte de Monterey; y ha- liiéndose dispuesto así, fueron nombrados á su solicitud seis ülicialcs de Marina con destiño á mandar dichos buques. Mientras llegaban á California estos Oficia- les, dispuso el \'irey á fines de 177J se equipa- (i) Incorporado ya el Teniente de navio Espinosa it la corl)eta do su destino, nos abstendremos de publi- car aquellos puntos del Diario de su navcg.- .ción que ya están expuestos al tratar del viaje de las corbetas, y nos limitaremos á insertar únicamente los estudios y datos curiosos dignos do ser conocidos que cons- tan en el Diario de tan ilustrado Oficial. — {Nota de P. de N.) se en San Blas la fragata Santiago, nombrando para que la mandase al primer Piloto de la Ar- mada, graduado de Alférez de fragata D. Juan Pérez, único Oficial de Marina que había enton- ces en California y á cuyo cargo estaba el De- partamento. En la instrucción que se dio á este Oficial, se le mandaba salir de San Blas á principios de Enero, y que después de tocar en Monterey para dejar las Memorias que anual- mente se remiten á aquel presidio, navegase has- ta la latitud de 60", atracase la costa recono- ciéndola, y que bajase al Sur, inmediato á ella. Y aunque las órdenes de la Corte mandaban expre- samente qi'3 se desalojase de grado ó por fuer- za á cualquier extranjero que se hallase estable- cido en estos parajes, tomando el Virey un par- tido más suave, dispuso que en el caso de encon- trar algún establecimiento se subiese más al Norte y se tomase posesión del país en latitud más septentrional á fin de poder alegar este de- recho cuando las circunstancias lo exigiesen. El primer párrafo de la instrucción decía así: «La benignidad del Rey que fió á mi cuidado .leste Gobierno de Nueva España, no sólo me «impone la obligación de conservarle estos vas- 11 tos dominios, sino también la de procurar 1) aumentarlos en cuanto me sea posible por me- i)dio de nuevos descubrimientos en la extensión »de lo no conocido, para que atraídos los nume- "irosos indios sus habitantes, del dulce, suave', » apetecido vasallaje de S. M., se derrame en «ellos la luz del E\'angelio con la conquista espi- «ritual que les separe de las tinieblas de laidola- «tría en que viven, y les enseñe el camino de la «salvación eterna, que son las verdaderas inten- «ciones que en tales empresas animan el piadoso «Real corazón de S. M. Con este objeto justo é «importante, he resuelto que D. Juan Pérez, «graduado de Alférez de fragata de la Real Ar- «mada, se encargue de este descubrimiento. En «todos los parajes en que tome posesión, pondrá «por señal una cruz grande de madera, forman- »do su peana de piedras, en la que esconderá «una redoma de vidrio, dentro de la cual intro- «ducirá una copia de escritura de posesión, fir- nuestros to de ¿a el 17^1, lites (i). nombrando oto de la Ar- ia ta D. Juan había enton- ;stal);i el De- |iie se dio á de San Blas á ís de tocar en is que anual- navegase has- costa recono - diato á ella. Y ndaban expre- lo ó por fuer- illase estable - Virey un par- caso de encon- biese más al )aís en latitud llegar este de- exigiesen. El :cía asi: 3 á mi cuidado i, no sólo me ríe estos vas- L de procurar osible por me- n la extensión dos los nume- dulce, suave', ie derrame en :onquista espi- las de la idola- camino de la laderas inten- nan el piadoso objeto justo é Juan Pérez, le la Real Ar- brimiento. En sesión, pondrá dera, forman- jue esconderá la cual intro- posesión, fir- CORBRTAS DESCUBIERTA Y ATREVIPA 421 «mada por si, por el Padre Capellán y los dos «Pilotos, tapándose bien la botella con pez para »que en los tiempos futuros se conserve mejor «este docume"*o y sirva de auténtico testimo- iinio.» Salió Pérez, de San lilas, el 25 de Enero de 1774, y aprovechando los terrales del Nornor- deste y Nordeste, procuró embocar entre las Is- las Marías y la costa; pero no pudo y arribó el 31 á media noche á pasar al Sur de ellas. Los vien- tos continuaron del cuarto cuadrante y la mar venía picada, de forma que hasta el 20 de Febre- ro no pudo cambiar del bordo del Norte. A este tiempo, después de algunas calmas, roló el vien- to al tercer cuadrante, cuando se hallaba por 26" de latitud y en 20" al Oeste de San lilas. Sobre }¡^^ 50' rindió los baos mayores y arribó por esta causa al establecimiento y Misión de Santa Bárbara, que está por 32° 44' de latitud. Este puerto tiene su boca al Sur, ancha de una y media milla, y la canal corre tres al Nornordeste, inclinándose más al Este, torciendo después hasta el Sueste, de modo que no es posible hallar surgidero más abri- gado. El 5 de Abril se hizoá la vela para Monte- rey, y con viento siempre del Norte ó Norte '/^ al Nordeste, siguió la vuelta de fuera, hasta que por 31° 50' de latitud y casi 200 leguas á la mar, ro- laron al segundo cuadiante y aun al tercero, y atracó la costa fondeando el 7 de Mayo en Mon- terey. Dejó este puerto el 6 de Junio y con vientos del Norte y Nornoroeste y aun Noroeste, siguió alojándose al Oeste, descaeciendo al Sur hasta 33°. En este paralelo y á distancia de 120 leguas de tierra, se le ilargó el viento hasta el Nordeste y hasta el Sueste, y aun más cuando se hallaba por 37° Norte y 170 leguas de tierra. Le acompañó el Sueste con cerrazón hasta 47" y '/j» y entonces, llamándose al Sur y Sudoeste, aclaró el tiempo y pudo atracaí- la costa. Subió hasta 55°, y viendo que las cerrazones le impedían examinar la costa, desistió de continuar más al Norte, y con ánimo de tornar retrocedió el 21 de Julio, reconociéndo- la y costeándola á la distancia que permitían los vientos. A las tres de la tarde del 7 fondeó por 25 brazas de agua, fondo arena negra y lama, á una legua de la tierra más cercana y en latitud de 49° 30' y 3° 5^' ^1 Oeste de Monterey. Llamó á este surgidero, de San Lorenzo, y una punta que estaba seis leguas al Nordeste , la nombró Santa Clara, y otra que quedaba dos leguas al Sueste, la denominó punta de San Esteban. Desde ésta sale una reventazón considerable, casi una legua en vuelta del Noroeste. Habiendo entrado viento duro de travesía, no quiso Pérez empeñarse, y dio la vela conti- nuando su navegación, sin otra ocurrencia par- ticular hasta su llegada á Monterey que la de haber reconocido un cabo que llamó Cabo Men- docino por 40° 8' de latitud, sin embargo de que los primitivos navegantes cuentan á aquél 1° 37' más al Norte. En 55" de latitud trató Pérez con los indios, y observó que eran robustos, alegres y de her- mosos ojos. Las mujeres de buen parecer, y te- nían el labio inferior taladrado, en cuya aber- tura introducían un óvalo de diferentes tamaños. Hizo cambios con los naturales y advirtió tenían en sus manos una mtdia bayoneta y un pedazo de espada, que conceptuó Pérez serían de la gente que el Capitán Tschirikoio mandó en su lancha en este mismo paraje y jamás volvió. Llegó Pérez á San Blas el 3 de Noviembre de 1774. El año de 1775 dispuso D. Antonio Buca- reli se armasen en San Blas la fragata Santiago, al mando Hel Teniente de navio D. Bruno Hezeta que llevaba de segundo al Alférez de fragata D. Juan Pérez; la goleta Felicidad al mando del Teniente de fragata D. Juan Manuel de Ayala, y por su segundo el Oficial de igual clase Don Francisco de la Bodega Cuadra: el paquebot San Carlos, al Teniente de navio D. Miguel Manrique, siendo su Piloto D. José Cañizares. Este buque debía pasar á examinar el puerto de San Fran- cisco, y los dos primeros tenían destino de des- cubrir y reconocer lo no visto hasta entonces en la costa Noroeste, desde los 65" de latitud para el Sur. Con este objeto se proveyeron de víve- res para un año, y dieron ia vela, de San Blas el 16 de Marzo de 1775. El 19 del mismo mes, por enfermedad del Comandante del paquebot se le confirió su mando á Ayala y quedó Cuadra con el de la goleta, y habiéndos echado al Oeste, reconocieron el 3 de Abril la Isla del So- corro, que no ofrece ninguno á los navegantes. A 120 ó 130 leguas de la costa se alargó el viento hasta el Nordeste fresco, y con él navega- ron al Norte y Oeste hasta los 32° de latitud que calmó y roló al Sudeste flojo con tiempo oscuro; subieron al Norte y resolvieron atracar la costa para fondear en ella, como lo verificaron, en un puertecito que llamaron de la Trinidad, que está situado por 41" 7' de latitud y 19" 4' al Oeste de San Blas. Aquí permanecieron desde el 11 de Junio hasta el 19, hicieron agua y leña con toda como- didad, observaron las mareas que en el discurso de veinticuatro horas '/^ crecen y menguan dos veces, y habiendo sucedido la conjunción el día 13 fué la pleamar á las doce y bajó el agua nue- ve pies. El Puerto de la Trinidad es un perfecto care- nero, resguardado de los vientos del cuarto, pri- mero y segundo cuadrantes, y sólo descubierto á los del tercero; es tan hondable, que pueden los buques atracarse hasta echar la plancha en tierra, pero precisa forrar los cables de tierra, porque hay mucha zahorra en las inmediaciones .1' ■1 4>a VIAJE ALRUDEDOR DEL MUNDO de la playa. La variación de la aguja era en esta época de Í4" y '/» al Nordeste. La tierra es muy adaptada para producir todos los frutos de Eu- ropa; los montes están cubiertos de elevados pinos envejecidos por los siglos, y de cuyos restos se mejora por instantes «.. terreno. De aquí resulta una perspectiva verde y olorosa que encanta los sentidos, pues la mezcla de la rosa, orégano, lirios, llantén, apios, cardo, manzani- llas y otras infinitas, producidas con aquel vario desorden con que sabe la naturaleza divertir los ojos del observador, forman el jardín más deleitoso y agradable. Los pinos son de ex- traordinaria altura, y de los que se hallaban de- rribados en las playas, se midieron algunos de sesenta varas de largo y dos de diámetro por la parte inferior. Esta madeía es muy propia para arboladuras, baos y tablazón, y de hebra tan de- recha, que los naturales con sólo aplicar cuñas en un extremo, dividen aquellos grandes tron- cos rajándolos directamente hasta el extremo opuesto. El 19 de Junio dieron la vela con vientos del Nornoroeste y Norte, los cuales duraron hasta hallarse 120 leguas de la costa, y entonces mu- daron al Oeste y otros rumbos que permitían ga- nar al Norte. El 13 de Julio volvieron á fondear sobre la cor.ta por 47° 24' de latitud y 21° 19' longitud de estima al Oeste de San Blas. La go- leta ancló como á una legua al Norte de la fra- gata, y estaba rodeada de airecifes, entre los cua- les impensadami nte se metió. El i4rompíanlos bajos y fué preciso esperar la creciente para dar la vela, y queriendo aprovechar el tiempo de ba- jamar en hacer agua y leña, despachó una canoa con siete hombres bien armados con sables, pis- tolas y diez y ocho cartuchos para su defensa; pero apenas desembarcaron cuando salieron de un bosque inmediato 300 hombres, que dando so- bre los nuestros los hicieron pedazos á lo que se cree, pues sólo se vio á dos que se defendían con sus sables, y se arrojaron, por huir, al mar, donde seguramente perecieron. De los otros no se supo más, y al cabo de dos horas se retiraron los naturales abandonando la playa. Era medio día, los arrecifes no reventaban, y perdida la esperanza de volver á ver los mari- neros, se dio la vela. En esto, los naturales bien persuadidos del poco número de hombres _ que quedaba á bordo, armaron sus canoas y llegaron por la popa de la goleta. Allí se detuvieron, y al cabo de muchas conferencias destacai'on una ca- noa con nueve mozos de gallarda estatura, que se acercaron á cuatro ó seis varas del costado, vestidos con hermosas cueras de defensa, y tem- plando los arcos para el ataque. Dispararon sus flechas, y «nosotros, dice el Diario, aunque ape- »nas éramos los suficientes parala maniobra, na- «vegando por entre aquella cordillera de bajos, >> teníamos preparadas las armas sobre cubierta y itles hacíamos fuego con tres fusiles, pues no • éramos en más número los combatientes.» Se hicieron á la mar los dos buques que ha- bían atracado la costa por este paraje en busca del Estrecho de Juan de Fuca, que coloca por esta latitud la carta de Bellin de X766, y corrieron cerca de tierra desde 48" 20' de latitud para el vSur, y no hallaron puerto, ensenada ni boca que diese margen para sospechar dicha entrada. Los vientos duros del Noroeste, las enfermedades que empezaban á manifestarse en la fragata, y lo ade- lantado de la estación, determinaron al Coman- dante Hezeta á arribar, y recorriendo la costa para el Sur, tomar puerto en Monterey. No fueron de este parecer los de la goleta, que llenos de entusiasmo de descu' ridores y fa- vorecidos de la oscuridad de la noche, se sepa- raron de intento de la fragata, ciñendo para el Oeste cuando aquélla arribó el 30 de Julio, y si- guiendo después su navegación llegó á Monterey el día 30 de Agosto. Ya habían recibido en la go- leta el reemplazo de los siete hombres, pero aun así, era una temeridad increíble tentar á subir á mayores latitudes con un buque tan pequeño, de malas propiedades, con pocos víveres, y última- mente, sin los requisitos necesarios para ta- maña empresa. Sin embargo, poseídos de su idea, el día 4 de Agosto ya estaba la goleta como 170 leguas de la costa, por latitud de 46" 16', y habiendo llamado el viento al Oeste, navegaron en vuelta del Norte. El 5 renovaron su conferencia el Comandante y T'loto, toman- do en consideración la estrechez á q; c debían re- ducirse por los pocos víveres, siendo así que la pequenez de la goleta les había obligado á depo- sitar las carnes en la fragata: el corto número de tripulación que exigía la reunión de las fuerzas de todos, la falta de recursos en aquellas costas desconocidas, y otras dificultades que le sugería su buen juicio; pero ocupados del mismo entu- siasmo que les obligó á separarse de la fragata, se mantuvieron firmes en su primera resolución. El 16 vieron la costa, y notaron perfecta- mente un monte, que colocado sobre un cabo muy saliente, se distinguía por su figura de pan de azúcar. Su cumbre estaba cubierta de nieve, y de ella bajaban varias canales hasta su falda. Por las cercanías á la nieve la tierra era muy encarnada, pero en los llanos se presentaba cu- bierta de altos pinos, y se descubrían campos verdes y limpios, formando el todo la perspecti- va más agradable. Dieron al monte el nombre de San Jacinto, y al cabo el del Engaño, el cual está en 57° 2' de latitud, y en 34° por estima al Oeste de San Blas; y dando la vuelta á una en- senada situada al Norte, fondeó la goleta en el puerto que llamó de Guadalupe, por latitud de 57° 11 y abrigado de todos vientos, excepto del tre cubierta y iles, pues no lentes.» ques que ha- aje en busca loca por esta y corrieron Ltitud para el a ni boca que entrada. Los rmt'dades que íata, y lo ade- in al Coman - 0 la costa para de la goleta, ' ridores y fa- che, se sepa- ñendo para el de Julio, y si- go á Monterey ibido en la go- bres, pero aun ntar á subir á n pequeño, de res, y última - rios para ta- oseidos de su taba la goleta )or latitud de ento al Oeste, íl 5 renovaron ["'loto, toman - que debían re- ndo asi que la (ligado á depo- 3rto número de de las fuerzas iquellas costas que le sugería 1 mismo entu- de la fragata, era resolución, aron perfecta- sobre un cabo 1 figura de pan ierta de nieve, lasta su falda. :ierra era muy presentaba cu- ubrían campos lo la perspecti- :e el nombi-e de igaño, el cual ' por estima al lelta á una en- la goleta en el por latitud de >s, excepto del CORBETAS DESCUBIERIA Y ATREVIDA 423 Sur, que le hiere de lleno en la enñlación del Cabo de lingarto. Poco satisfechos nuestros navegantes de este fondeadero, zarparon, y costeando tirada la go- leta de un remolque, navegaron al Norte y fon- dearon en nueve brazas arena y lama, dentro de una ensenada que los abrigaba de los vientos del primero, segundo y aun cuarto cuadrantes, á la cual nombraron el fondeadero de los Remedios. Aquí trataron con los naturales, cuyo número era corto, y viendo que los nuestros llevaban vasijas de agua, pretendieron que se les pagase, como en efecto se verificó, regalándoles muchas bujerías. En la unión de las aguas salada y dulce ha- bía muchos salmones y róbalos; pero la falta de anzuelos y aparejí s privó á los nuestros de este regalo, hasta que formando fizgas con bicheros y clavos, lograron arponar algunos peces, cuyo gusto dicen es exquisito. Loo naturales sólo se diferenciaban de los del puerto de la Trinidad en las ropas, pues para defenderse de los fríos usaban pequeñas chaquetas con capuchas, al modo de los marselleses cortos de Cataluña. Con el excesivo frío que experimentaban, en- fermó la gente hasta el punto de quedar reduci- das las guardias á dos solos individuos cada una. Se hicieron á la vela el 21, y con viento Sueste continuaron hasta el 22, que habiendo observado 58° de latitud cambió el viento al Noroeste con mucha fuerza. En este punto resolvieron cam- biar la vuelta del Sur y regresarse costeando, contentos en lo posible de haber subido á t il altura, aunque con el disgusto de que no bastase su arrojo y deseo á ;^roseguir la campaña, con- trarestando las enfermedades y los vientos. Pro- pusiéronse seguir las orillas de la costa para tomar conocimiento de las entradas y puertos, y como se hallaban en la latitud del famoso Ar- chipiélago de San L zaro del Almirante Ponte, doblaron de cuidado y desvelo á fin de descu- brirlo, pero no lo consiguieron. De noche se mantenían á la capa y de día corrían el fondo de las ensenadas y se atracaban, aunque sin fru- to, á todas sus puntas. El 24 de Agosto, por latitud de 35" 14', entraron en una ensenada tan abrigada, que las aguas parecían por su reposo á las de un sosega- do estanque; fondearon en 20 brazas lama á dos tiros de fusil de tierra, levantaron el plano, to- maron posesión del puerto y se le dio á éste el nombre de Bucareli. Está rodeado de montes muy altos que se levantan rápidamente de sus orillas, con un bosque impenetrable de pinos, que derribándolos los vientos ó cayéndose de ve- tustez, se forma de sus ruinas un terreno blando y de poca consistencia, donde se cría mucha ace- dera y apio silvestre. Por este paraje recaló el Capitán ruso Tschirikoio, si se supone que se ha- daba en 55° 36' de latitud, que es la de una de las bocas del puerto y en 1.^2'' al Oeste de París. Concluidas las faenas precisas dieron la vela nuestros navegantes el 26, sin haber visto habi- tante alguno. Se dirigieron á una isla que tenían al Sur distancia de seis leguas, que es laque llamó Pérez, Isla de Santa Cristina, y fondearon dos leguas al Norte de ella por 22 brazas, para man- tenerse contra una corriente impetuosa. Desde allí marcaban al I'ste y á distancia de cuatro le- guas un cabo donde terminaba la ticna, pues no se veían señales de ella más allá. Por lo recio de las corrientes coligieron, como sucedió á Pé- rez, que allí había otra entrada por donde desem- bocaba algún río caudaloso, como se infería también por el color del agua; pero no pudieron averiguarlo por los vientos reinantes del Su- este, con cuyo motivo, y considerando que éstos durarían, formaron el ánimo de subir á mayores latitudes, y cambiaron de la vuelta del Norte. Atracaron la costa entre 56 y 56" y '/, de lati- tud, pero habiendo rolado el viento al Oeste bien fresco, les fué preciso desistir de su empresa, te- merosos de que cargasen demasiado, y salieron en vuelta del Sursueste el 29 de Agosto, en cuya época se contaban siete hombres de los once de la tripulación, acometidos de escorbuto, sin movimiento en las articulaciones de los bra- zos y piernas, quedando por tanto solamente cuatro hábiles para el servicio de guardias, y obligados á trabajar con ellos el Comandante y Piloto. Uno y otro resolvieron navegar á Monte- rey sin demora, pero á la vista de la costa, para determinar en lo posible su verdadera dirección. Los vientos, á la sazón, eran del Sueste y tan recios, que el 7 de Setiembre á las dos de la ma- ñana, rompió un golpe de mar sobre la goleta, y arrancando batayolas, candeleros y bordas, arrastró consigo cuanto había sobre cubierta, no viéndose en ella por espacio de cinco ó seis mi- nutos sino una mar espumosa de la cual pasó mucha agua á la cámara y bodega. Al pronto creyeron que el golpe de mar se había llevado á la gente, pero no tardaron mucho en oir lamen- tos de los heridos, que lo habían sido unos en la cabeza, otros en las espaldas y piernas, y el contramaestre que dio un golpe contra la uña de un ancla que estaba al pié del palo mayor, quedó enteramente inútil y murió poco después á la llegada á San Blas. Para huir á la mar arribaron en popa sobre la tierra, con la esperanza de que antes de cumplir la distancia á ella, cediese la tempestad. Por el espacio de veinticuatro horas, el C'^mandante, el Piloto, un guardián y un criado, dieron á la bom- ba para achicar el agua que había en la bodega. El 7 en la tarde abonanzó el tiempo y el vien- to se llamó al Noroeste; reconocieron rota una hembra del timón, y en esta disposición no fué jl ^IW 4¿4 VIAJK ALKIÍOUnOK DKL MUNDO posible atracar la costa por más arriba que los 47" 14' el día 20 de Setiembre. líl 21 con vientos Sur y Sueste, ciñeron en vuelta de afuera, y aun- que el 22 volvió el viento al Noroeste y aclaró el cielo, no pudieron acercarse á tierra porque el Piloto y el Comandante enfermaron y cayeron en cama con fuertes calenturas, cuyo accidente cons- ternó mucho á la tripulación. Algo mejorados el 24 se esforzaron á subir sobre cubierta, y hacien- do rumbo al Piste, reconocieron la costa con 44" y Vj'^"" ^' mayor empeño que les fué dable. Tenían sumo deseo de reconocer el rio de Martin de Aguilar; pero no pudieron encontrarlo desde los 44" 27' hasta loí 42" 50' de latitud, entre cu- yos paralelos corrieron las orillas viendo en ellas las piedras de la playa. En 42° 50' notaron un cabo con manchas blancas, cortado en forma de mesa y con farallones al Sudoeste: la mar se ma- nifestaba de color de sonda, y juzgaron por esta circunstancia era dable desaguasen en él las co- rrientes del río visto por Martín de Aguilar. So- bre este cabo, que es el que Vizcaíno llama Cabo Diligencias, tuvieron vientos del segundo cua- drante, y para el día 28 que cesaron, las corrien- tes les habían arrebatado al Sur, de forma que no les fué posible tomar la costa sino por 40° 28' á la vista del puerto de la Trinidad. Lo mismo había sucedido á Pérez y á Hezeta dos meses antes. Desde la última recalada fueron por la inme- diación de la costa, solicitando el puerto de San Francisco, y el 3 de Octubre por latitud de 38° 18' y longitud de 17° 57' al Oeste de San Blas, to- maron puerto en uno muy abrigado, cuyo examen convendría hacer, y entonces no fué posible. Lla- maron á este puerto de la Bodega, y creyeron era el mismo que el que denominó Drake de San Francisco, desde el cual demora la Punta de Re- yes al Sur distancia seis leguas. Pero este puer- to es diverso del que los navegantes antiguos lla- maron de San Francisco, pues éste corresponde al Sueste y á muy poca distancia de la Punta de Reyes, demorando desde él al Sursudoeste los fa- rallones, y también lo es del Puerto de San Fran- cisco, donde existe actualmente nuestro estable- cimiento, porque éste cae ocho leguas al Este de la Punta de Reyes. Como quiera, nuestros nave- gantes sufrieron al ancla y entre puntas mucha mar y vientos calmados, y vieron sobre las ori- llas y en pequeñas balsas de tule á manera de canoas, crecido número de indios robustos, pero del mismo color que los de Nueva España. Sólo dos llegaron á bordo, y con mucha generosidad re- galaron plumajes, rosarios de hueso, un tejido de plumas que traían colgado de un palo á modo de bandera, y ruedas de plumas que ponen en la ca- beza como guirnaldas, correspondiendo los nues- tros á estos presentes, con varias maritatas que fueron muy estimadas de los naturales. Observa- ron el establecimiento de la marea al medio día del plenilunio y la variación de la aguja de 16" Nordeste. El día 4 á las dos de la mañana entró la creciente, y encontrándose con la fuerte bajan- te, causó tal hervidero de mares, que varias veces cubrieron la cubierta de la goleta, y arrebataron la canoa haciéndola mil pedazos contra la playa. Mucho riesgo corrieron de perderse y faltó una amarra. Cuando cesó la fuerza del tiempo, dieron la vela, navegando al Sur para montar Punta de Re- yes, y el 5 en la mañana pasaron por entre unos islotes del mismo nombre, atracaron la costa á reconocer el puerto antiguo de San Francisco, y después de costearlo fueron á dar vista al nuevo á las seis de la tarde, sondando desde los islotes 27 brazas de fondo arena y lama, que disminu- yeron después hasta 12. No tomaron puerto por el mal estado de la gente, y navegaron al Sur en vuelta de Monterey, que consideraban en latitud de 36° 40' y 17" al Oeste de San Blas, y fondea- ron en él á ia caída de la tarde del día 7. El i." de Noviembre de 1775 dieron la vela: el 18 al ponerse el Sol vieron las Marías, y pasando al Norte fondearon en San Blas el 20 á las dos de. la tarde. No será fuera de propósito advertir aquí que el editor del tercer viaje del Capitán Cook ob- serva en su introducción que los de la goleta se glorían de haber llegado á la latitud de 58°, mu- cho más allá del punto adonde habían podido ámbar los demás navegantes (r), y con este mo- tivo, forma una comparación odiosa con los ad- mirables descubrimientos de aquel Capitán. Pero á.n que se pretenda ni competencia ni semejan- za, haremos la descripción de la goleta, de su tri- pulación y armamento, y los inteligentes juzga- rán si fueron posibles mayores esfuerzos. Tenía la goleta 18 codos de quilla, cuyo lar- go es el mismo que el de la lancha de un navio, y se construyó con el intento de que sirviese para atravesar desde la costa de la Sonora á la Penín- sula de California. Toda su seguridad y aloja- miento consistía en una cubierta y un pequeño camarote: no había más baúles ni equipaje que la cama y lo poco que cabía en un cajón coloca- do debajo de ésta. El poco puntal del alojamien- to, no permitía otra postura que la de estar sen- tado, y como la pequenez de la cubierta no deja- ba pasear, vivieron en esta inacción por espacio de diez meses. (i) Es de advjrtir que el Diario de esta expedi- ción, escrito por D. Francisco Maurelle, Piloto de la goleta y hoy Capitán de fragata de la Real Armada, lo ha publicado el inglés Barrington entre sus misce- láneas, página 508. En español no se ha publicado hasta ahora, sino las noticias qae contiene la intro- ducción al viaje para reconocer el Estrecho de Juan de Fuca. 4*4 VIAJK ALKBDBDOK UUL MUNUO ■ "k posible atracar la costa por más arriba que los 47" 14' el dia 20 de Setiembre. ICl 21 con vientos Sur y Sueste, ciñeron en vuelta de afuera, y aun- que el 22 volvió el viento al Noroeste y aclaró el cielo, no pudieron acercarse á tierra porque el Piloto y el Comandante enfermaron y cayeron en cama con fuertes calenturas, cuyo accidente cons- ternó mucho á la tripulación. Algo mejorados el 24 se esforzaron á subir sobre cubierta, y hacien- do rumbo al Este, reconocieron la costa con 44" y 7»'^"" ^' mayor empeño que les fué dable. Tenían sumo deseo de reconocer el río de Martín de Aguilar; pero no pudieron encontrarlo desde los 44" 27' hasta Ioí 42" 50' de latitud, entre cu- yos paralelos corrieron las orillas viendo en ellas las piedras de la playa, lin 42" 50' notaron un cabo con manchas blancas, cortado en forma de mesa y con farallones al Sudoeste: la mar se ma- nifestaba de color de sonda, y juzgaron por esta circunstancia era dable desaguasen en él las co- rrientes del río visto por Martín de Aguilar. So- bre este cabo, que es el que Vizcaíno llama Cabo Diligencias, tuvieron vientos del segundo cua- drante, y para el día 28 que cesaron, las corrien- tes les habían arrebatado al Sur, de forma que no les fué posible tomar la costa sino por 40" 28' á la vista del puerto de la Trinidad. Lo mismo había sucedido á Pérez y á Hezeta dos meses antes. Desde la última recalada fueron por la inme- diación de la costa, solicitando el puerto de San Francisco, y el 3 de Octubre por latitud de 38° rS' y longitud de 17° 57' al Oeste de San Blas, to- maron puerto en uno muy abrigado, cuyo examen convendría hacer, y entonces no fué posible. Lla- maron á este puerto de la Bodega, y creyeron era el mismo que el que denominó Drake de San Francisco, desde el cual demora la Punta de Re- yes al Sur distancia seis leguas. Pero este puer- to es diverso del que los navegantes antiguos lla- maron de San Francisco, pues éste corresponde al Sueste y á muy poca distancia de la Punta de Reyes, demorando desde él al Sursudoeste los fa- rallones, y también lo es del Puerto de San Fran- cisco, donde existe actualmente nuestro estable- cimiento, porque éste cae oci^o leguas al Este de la Punta de Reyes. Como quiera, nuestros nave- gantes sufrieron al ancla y entre puntas mucha mar y vientos calmados, y vieron sobre las ori- llas y en pequeñas balsas de tule á manera de canoas, crecido número de indios robustos, pero del mismo color que los de Nueva España. Sólo dos llegaron á bordo, y con mucha generosidad re- galaron plumajes, rosarios de hueso, un tejido de plumas que traían colgado de un palo á modo de bandera, y ruedas de plumas que ponen en la ca- beza como guirnaldas, correspondiendo los nues- tros á estos presentes, con varias maritatas que fueron muy estimadas de los naturales. Observa- ron el establecimiento de la marea al medio día del plenilunio y la variación de la aguja de 16" Nordeste. F.l día 4 á las dos de la mañana entró la creciente, y encontrándose con la fuerte bajan- te, causó tal hervidero de mares, que varias veces cubrieron la cubierta de la goleta, y arrebataron la canoa haciéndola mil pedazos contra la playa. Mucho riesgo corrieron de perderse y faltó una amarra. Cuando cesó la fuerza del tiempo, dieron la vela, navegando al Sur para montar Punta de Re- yes, y el 5 en la mañana pasaron por entre unos islotes del mismo nombre, atracaron la costa á reconocer el puerto antiguo de San Francisco, y después de costearlo fueron á dar vista al nuevo á las seis de la tarde, sondando desde los islotes 27 brazas de fondo arena y lama, que disminu- yeron después hasta 12. No tomaron puerto por el mal estado de la gente, y navegaron al Sur en vuelta de Monterey, que consideraban en latitud de 36° 40' y 17" al Oeste de San Blas, y fondea- ron en él á la caída de la tarde del día 7. El i." de Noviembre de 1775 dieron la vela: el 18 al ponerse el Sol vieron las Marías, y pasando al Norte fondearon en San Blas el 20 á las dos de. la tarde. No será fuera de propósito advertir aquí que el editor del tercer viaje del Capitán Cook ob- serva en su introducción que los de la goleta se glorían de haber llegado á la latitud de 58°, mu- cho más allá del punto adonde habían podido airibar los demás navegantes (i), y con este mo- tivo, forma una comparación odiosa con los ad- mirables descubrimientos de aquel Capitán. Pero a.n que se pretenda ni competencia ni semejan- za, haremos la descripción de la goleta, de su tri- pulación y armamento, y los inteligentes juzga- rán si fueron posibles mayores esfuerzos. Tenía la goleta 18 codos de quilla, cuyo lai"- go es el mismo que el de la lancha de un navio, y se construyó con el intento de que sirviese para atravesar desde la costa de la Sonora á la Penín- sula de California. Toda su seguridad y aloja- miento consistía en una cubierta y un pequeño camarote: no había más baúles ni equipaje que la cama y lo poco que cabía en un cajón coloca- do debajo de ésta. El poco puntal del alojamien- to, no permitía otra postura que la de estar sen- tado, y como la pequenez de la cubierta no deja- ba pasear, vivieron en esta inacción por espacio de diez meses. (i; Es de advjrtir que el Diario de osta expedi- ción, escrito por D. Francisco Maurelle, Piloto de la goleta y hoy Capitán de fragata do la Real Armada, lo ha publicado el inglés Barrington entre sus misce- láneas, página 50S. En español no se ha publicado hasta ahora, sino las noticias que contiene la intro- ducción al viaje para reconocer el Estrecho de Juan de Fuca. CORRBTA8 UBSCUBIUKTA Y ATKKVIIiA al medio día aguja de i6" mañana entró fuerte bajan - e varias veces y iirrebataron ntra la playa, ic y faltó una npo, dieron la r Punta de Re- )or entre unos on la costa á 1 I'Vancisco, y vista al nuevo sde los islote» que disminu- ron puerto por aron a) Sur en ban en latitud ílas, y fondea- 1 día 7. El I." vela: el 18 al , y pasando al 0 á las dos de k'ertir aquí que )itán Cook ob- le la goleta se ud de 58°, mu- habian podido y con este mo- }sa con los ad- 1 Capitán. Pero ia ni semejan- :oleta, de su tri- iligentes juzga- ifuerzos. uilla, cuyo lar- la de un navio, ue sirviese para lora á la Penín- iridad y aloja- y un pequeño li equipaje que n cajón coloca- 1 del alojamien- la de estar sen- abierta no deja- ón por espacio de esta expedí- ille, Piloto de la la Real Armada, entre sus misce- se ha publicado ontiene la intro- i^strecho de Juan 4^5 La tripulació I se componía de 14 hombre». | el Capitán y el Piloto, y entre aquella gente ape- nas cuatro habían navegado, y los demás eran vaqueros acabados de salir de las haciendas. VA Capitán y el Piloto trabajaban igualmente que los marineros, y cuando éstos fueron heridos por el golpe de mar que se derramó en la bodega, ellos fueron los que dieron á la bomba para achi- carla; de suerte que se resolvieron á esta fatiga nada conforme á su ejercicio y que sólo podían resistir dos jóvenes que ardían por reputación y fama. La menor enfermedad pedia una estrecha unión de todas las fuerzas restantes, y en ia oca- sión de quedar la mayor parte tullidos, sin mo- vimiento, sin medicinas y sin facultativos, -es- tando aún sobre los 57" de latitud, debieron pa- decer, es creíble, una congoja extrema. Los víveres, era otro punto que exigía una constancia temeraria, pues la pequenez del bu- que no había dado lugar á llevar las 72 arrobas de carne que le correspondían, y que por dicha causa se embarcaron en la fragata. Las propie- dades de una lancha mal construida, tampoco daban lugar á medir por ella la viveza de la co- misión, y así es, que se vieron obligados á recibir un remolque hasta los 41" de latitud á pesar de los continuos abordajes que esta maniobra pro- ducía, üe este modo se hallaban en '.a latitud de 47° después de haber perdido siete hombres á manos de los bárbaros, otro motivo para abatir su ánimo, cuando por razones que obligaban al Comandante y existían en su buque, se determi- nó á arribar al puerto de Monterey, y cuando á pesar del referido estado formaron el temerario proyecto de separarse y morir en su lancha antes que volver sin lucimiento. Tal fué la conferen- cia que tuvieron en su pequeño alojamiento sobre los 48" de latitud el 29 de Julio desde las siete á las diez de la noche, después de haberse esforza- do por la tarde en persuadir al Comandante que el temporal no les permitía dar la popa á los mares. En dicha sesión, bien tuvieron presente que se exponían á perecer de miseria en costas des- conocidas; que navegarían por mares no frecuen- tados; que tal vez se hallarían en archipiélagos de donde no sería fácil saliese felizmente un solo y pequeño buque; que cualquiera enfermedad los pondría en el último apuro, especialmente en una estación tan avanzada; que desde el punto de la separación debían acortar la ración por lo res- tante del viaje; finalmente, que sí volvían al puerto sin que sus progresos fuesen dignos de la consideración de los Jefes, resultarían al punto contra ellos las acusaciones de insubordinación y otras que son naturales en un dilatado viaje. Pero nada pudo preponderar al sentimiento vergonzoso con que se figuraban estos jóvenes su regreso á San Blas desde aquella latitud sin haber hecho descubrimiento alguno, y nsl, forTiaron de vel» á las diez de la noche en vuelta del Oeste, resuel- tos á seguir este rumbo basta hallar los viento» del tercer cuadrante, quedando por tanto dueño» de sus acciones desde el día siguiente por la ma- ñana. Si este estado es comparable ai de dos buques bien tripulados, l)ien provistos y con muchos y sabios Oficiales, jú/gueloel público que adminis- tra justicia con imparcialidad, pero jamás se les quitará á los de la goleta la gloi ui de haber sido los primeros que corrieron desde aquella altura un vasto continente con más ó menos averigua- ción de sus costas y puertos, según fué mayor ó menor la proporción que tuvieron por las enfer- medades y los tiempos. N'iaje digno de servir de modelo de constancia á los navegantes futuros y de estímulo á los jós'enes que quieren sobresalir en la práctica marinera de su profesión. Los nuevos conocimientos adquiridos en la expedición anterior, dieron causa á que desde principios de 1776 se ordenase este tercer viaje, el cual no pudo emprenderse entonces por falta de embarcaciones en el Departamento de San lilas; pero desde luego se dispuso con.struir la fragata Princesa y se trajo de Guayaquil la Fa- vorita, y pronta una y otra, dieron la vela de San Blas el II de Febrero á media noche. Mandaba la fragata Princesa el Teniente de navio D. Igna- cio Arteaga, siendo su segundo el Teniente de fragata D. l'ernando Quirós: la Favorita tenía por Comandante al Teniente de fragata D. Fran- cisco de la Hodega Cuadra y llevaba por segun- do al Alférez de fragata D. Francisco Maurelle. Hasta el 26 lidiaron infructuosamente con los vientos y corrientes, intentando pasar por el Norte de las Marías, pero desistieron y arribaron á pasar por el Sur con vientos del Norte y Nor- nordeste. Su navegación no tuvo cosa notable hasta el 4 de Mayo que fondearon en la entrada de Bucareli. Allí trabajaron en reemplazar agua- da y leña, y la gente descansó de las fatigas de la campaña. El 14 dieron principio á la formación de la carta de aquella entrada, saliendo al inten- to armadas las lanchas á las órdenes del Alférez de fragata D. Francisco Maurelle, en cuya comi- sión permanecieron hasta el 12 de Junio, que volvieron después de haber examinado muchos y hermosos puertos, para cuyo prolijo reconoci- miento sería preciso emplear muchos meses. Observaron también que los naturales de esta entrada son de color trigueño clare y algunos de un blanco regular. Su estatura es buena, tienen fuerzas considerables y espíritu arrogante, lo que los hace propensos á la guerra. Su vestido consta de una ó más pieles unidas de nutria, lobo marino, venado y oso, que les cubre desde el cuello hasta media pantorrilla, y de unos som- breros bien tejidos y de figura semejante á la 64 4a6 VIAJU ALREDEDOR DUL ML'NDO parte ancha de un embudo. Uüan pulscrnii de hierro 6 cobre, y en su defecto emplean la barba de ballcnií. Tienen el pelo i^rucHo, ncgi-o y (Hr^o, y lo traen por lo común reco^jido en coleta. Para cu- brir liiN espaldas j^astan unas fresadas de vara y media de ancho y una de lar^o, tejidas del mis- mo modo (|uc la sarna, cuyo hilo medianamente torcido es de lana bien suave. Las mujeres son de cara muy agradable, tie- nen el color baütnnte claro, las mcf^illas muy ro- Radas, el pelo iiej^ro y Inr^o, tendido en dos trenías. Su vestido lo traen cerrado y con man- flas, compuesto de pieles que las cubren todo el cuerpo. Alfíunas se presentan en las canoas ves- tidas de esta suerte, y pueden en cierto modo compararse á las bien parecidas de nuestra lis- paña; sin embarf^o, se desfi^;uran mucho A la vista de los europeos por el uso sin;;ular que tie- nen las casadas de introducir un óvalo de una puljíada de diámetro en un af^ujcro hecho al in- tento en el labio inferior, quedando éste pen- diente en aquellas (¡ue por su edad no tienen el resorte necesario para mantenerlo derecho; y aun asi les sirve para que sus hijuelos, reciban allí la comida (|uc antes han masticado las madres. Las doncellas por esta razón sólo tienen un delgado alambre que mantiene abierto el conducto por donde algún día introducen el óvalo referido, en- sanchando la pequeña abertura para que pueda colocarse. Los indios, á quienes el clima y sus necesi- dades constituyeron de un carácter feroz y gue- rrero, se presentan á las batallas con un peto y espalda de la misma hechura que las cotillas de nuestras europeas, pero formados de tablitas muy angostas tramadas con muchos hilos, de tal modo, que dejándolas flexibles para ceñirlas al cuerpo con libre movimiento de los brazos, quedan sin embargo tan estrechamente unidas, que no es posible atravesar por sus intersticios una aguja. En el cuello ponen una ancha y grue- sa gola que les cubre desde el pecho á loa ojos, y en la cabeza llevan un morrión de madera que representa un animal feroz. Desde la cintura á media pierna us^n un delantal, el cual, junta- mente que con la cuera de la espalda, los deja impenetrables á las flechas, aunque sin su agili- dad ordinaria, por cuyo motivo cuando se hallan en esta disposición acostumbran hacer uso de la lanza. Esta tiene cuatro varas de largo y len- güetas de hierro; las demás armas ofensivas son las flechiis, cuchillos de más longitud que nues- tras bayonetas, y hachuelas de pedernal y de otro color verde, tan duras, que partiendo cual- quier madero no se percibe mella en su fílo. La difícil pronunciación de sus voces puso un nota- ble inconveniente al conocimiento de muchas noticias que fueran apreciables entre nosotros, pero no es extraflo que la articulación gutural se hiciese incnmprcnsibh en tan poco tiimpo. La vivacidad y el afecto al cambio de uque- lloN naturales hizo conocer los mueblen y mai u< facturas suya». Conducían diariameiit»* rsturaa bien tejidas matizadas de varios colores, pieleH de lobos terrestreti y marinos y de nutrias, vena- dos, osos y otros animales pequeños, de las cua- les unas estaban bien curtidas y otras dobladas con su propio pelo. Traían tami)ién fresadas de lana mezcladas de color partió y blanco, bien teji- das é hiladas, fajas, lana limpia tan suave como la de nuestros países, y madejas de hilo de ella, que compraron nuestras gentes. Vendían igual- mente bateas, canoas pequeñas pintadas de va- rios colores, formando casi siempre en sus dibu- jos cabezas con todas sus partes, ranas de made- ra bien imitadas, que abriéndose como cajas de polvos, les servían para guardar sus frioleras; cajas de tabla de tres cuartas cúbicas con mu- chos dibujos representando animales, algunos de éstos, ya terrestres, ya volátiles, con cabos inte- riores; figuras de hombres representadas con ca- bezas por sus pies; morriones que figuraban la cabeza de una fiera tal vez no conocida; y por último, redes y cordeles de pescar, cobre en co- llares ó pulseras; hierro en todo género de armas, cuyos metales nunca vendían á menos de recibir crecido precio por ellos; y pitos que tocan como flautas, de cuyos artículos compraron los Co- mandantes y todos los de á bordo. Aliméntpnse estas gentes de pescado fresco 6 seco, bien sea cocido ó asado, de varias yerbas y raices del monte, en especial del peregil, de la carne del venado y de otros animales cuyas pie- les manifestaban, y para cuya caza mantienen muchos perros. No fué posible adquirir ideas ciertas sobre la religión de estos pueblos, y úni- camente puede decirse, que ya sea por indiferen- cia hacia su generación ó por el ansia con que solicitaban el hierro, vendían por éste sus hijos, especialmente aquellos que carecían de presen- cia ventajosa y agradable, y de este modo se compraron en la Princesa dos niñas, la una áe siete y la otra de tres años, y en la Favorita tres muchachos de diferentes edades, de cuatro has- ta diez años. Los montes de toda la entrada son bien ele- vados y pendientes hasta las playas, á excep- ción de las quebradas de los puertos, donde se encuentran algunas playas, y el cuerpo de todos los cerros es de piedra viva, sobre la cual crió la Naturaleza una espesura de pinos muy grue- sos y derechos, á propósito para emplearlos en la construcción de buques, y tan altos, que fal- tándoles con el tiempo la firmeza correspon- diente en las raices, caen á esfuerzo de los vien- tos y forman al fin un terreno de poca consis- tencia, en donde nace el apio, anís, llantén, cele- 4a6 VIAJB ALRIDBDOR DBL MUNDO '% parte ancha de un embudo. Unan pulscrnN de hierro 6 cobre, y en su defecto empican la barba de ballena. Tienen el pelo f,'rucHo, ne^ro y largo, y lo traen por lo común recn>;ido en coleta. Para cu- brir las espaldas jjastan unas fresadas de vara y media (le anclio y una de larf;o, tejidas del mis- mo modo que la sar^^a, cuyo hilo medianamente torcido es de lana Iñen suave. Las mujeres son de cara muy agradable, tie- nen el color bastante claro, las megillaa muy ro- sadas, el pelo iicf^ro y Inr^o, tendido en dos trcn/as. Su vestido lo traen cerrado y con man- ejas, compuesto de pieles que las cubren todo el cuerpo. Al^junas se presentan en las canoas ves- tidas de esta suerte, y pueden en cierto modo compararse á las bien parecidas de nuestra Es- paña; sin embargo, se desfiguran mucho A la vista de los europeos por el uso singular que tie- nen las casadas de introducir un óvalo de una pulgada de diámetro en un agujero hecho al in- tento en el labio inferior, quedando éste pen- diente en aquellas que por su edad no tienen el resorte necesario para mantenerlo derecho; y aun asi les sirve para que sus hijuelos reciban allí la comida que antes han masticado las madres. Las doncellas por esta razón sólo tienen un delgado alambre que mantiene abierto el conducto por donde algún día introducen el óvalo referido, en- sanchando la pequeña abertura para que pueda colocarse. Los indios, á quienes el clima y sus necesi- dades constituyeron de un carácter feroz y gue- rrero, se presentan á las batallas con un peto y espalda de la misma hechura que las cotillas de nuesti"as europeas, pero formados de tablitaa muy angostas tramadas con muchos hilos, de tal modo, que dejándolas flexibles para ceñirlas al cuerpo con libre movimiento de los bra/os, quedan sin embargo tan estrechamente unidas, que no es posible atravesar por sus intersticios una aguja. En el cuello ponen una ancha y grue- sa gola que les cubre desde el pecho á los ojos, y en la cabeza llevan un morrión de madera que representa un animal feroz. Desde la cintura á media pierna usf.n un delantal, el cual, junta- mente que con la cuera de la espalda, los deja impenetrables á las flechas, aunque sin su agili- dad ordinaria, por cuyo motivo cuando se hallan en esta disposición acostumbran hacer uso de la lanza. Esta tiene cuatro varas de largo y len- güetas de hierro; las demás armas ofensivas son las flechüs, cuchillos de más longitud que nues- tras bayonetas, y hachuelas de pedernal y de otro color verde, tan duras, que partiendo cual- quier madero no se percibe mella en su filo. La difícil pronunciación de sus voces puso un nota- ble inconveniente al conocimiento de muchas noticias que fueran apreciables entre nosotros, pero no «■ extraflo que la articulación gutural »c hiciese incomprensiblí en tan poco tiempo. La vivacidad y el afecto al cambio de uijue* líos naturales hizo conocer lo8 mucblcR y mai °u> facturas suyas. Conducían diariamente rntenit bien tejidas matizadas de varios colorea, pieles de lobos terrestres y marinos y de nutrias, vena- dos, osos y otros animales pequeños, de las cua» lea unas estaban bien curtidas y otras dobladas con su propio pelo. Traían también fresadas de lana mezcladas de color pardo y blanco, bien tejí- (las é hiladas, fajas, lana limpia tan suave como la de nuestros países, y madejas de hilo de ella, que compraron nuestras gentes. Vendían igual- mente bateas, canoas pequeñas pintadas de va- rios colores, formando casi siempre en sus dibu- jos cabezas con todas sus partes, ranas de made- ra bien imitadas, que abriéndose como cajas de polvos, les servían para guardar sus frioleras; cajas de tabla de tres cuartas cúbicas con mu- chos dibujos representando animales, algunos de éstos, ya terrestres, ya volátiles, con cabos inte- riores; figuras de hombres representadas con ca- bezas por sus pies; morriones que figuraban la cabeza de una fiera tal vez no conocida; y por último, redes y cordeles de pescar, cobre en co- llares ó pulseras; hierro en todo género de armas, cuyos metales nunca vendían á menos de recibir crecido precio por ellos; y pitos que tocan como flautas, de cuyos artículos compraron los Co- mandantes y todos los de á bordo. Aliméntpnse estas gentes de pescado fresco 6 seco, bien sea cocido ó asado, de varias yerbas y raices del monte, en especial del peregil, de la carne del venado y de otros animales cuyas pie- les manifestaban, y para cuya caza mantienen muchos perros. No fué posible adquirir ideas ciertas sobre la religión de estos pueblos, y úni- camente puede decirse, que ya sea por indiferen- cia hacia su generación ó por el ansia con que solicitaban el hierro, vendían por éste sus hijos, especialmente aquellos que carecían de presen- cia ventajosa y agradable, y de este modo se compraron en la Princesa dos niñas, la una áe siete y la otra de tres años, y en la Favorita tres muchachos de diferentes edades, de cuatro has- ta diez años. Los montes de toda la entrada son bien ele- vados y pendientes hasta las playas, á excep- ción de las quebradas de los puertos, donde se encuentran algunas playas, y el cuerpo de todos los cerros es de piedra viva, sobre la cual crió la Naturaleza una espesura de pinos muy grue- sos y derechos, á propósito para emplearlos en la construcción de buques, y tan alto:^, que fal- tándoles con el tiempo la firmeza correspon- diente en las raices, caen á esfuerzo de los vien- tos y forman al ñn un terreno de poca consis- tencia, en donde nace el apio, anís, llantén, cele- CORHIiTAS Dr.SCI'lílBRTA V ATRBVIOA 4*7 iciAii gutural co ti( mpo. hio de u(|ue< hlen y mai u» ci.tf! rstera* olores, pielcB lutrias, vena- iM, de laH cua- tinn dohladaH fresadas de neo, bien tcji- n suave como e hilo de ella, elidían if;ual- tadas de va- cu sus dibu- iias de made- orno cajas de sus frioleras; bicus con mu- ies, algunos de ;on cabos inte- ntadas con ca- : figuraban la nocida; y por •, cobre en co- nero de armas, unos de recibir [ue tocan como )raron los Co- o. escado fresco 6 varias yerbas y 1 peregil, de la ales cuyas pie- ;aza mantienen I adquirir ideas pueblos, y úni- X por indiferen- I ansia con que • éste sus hijos, ían de presen - este modo se ñas, la una áe a Favorita tres de cuatro has- a son bien ele- ayas, á excep- :rtos, donde se .uerpo de todos ire la cual crió i nos muy grue- emplearlos en altos, que fal- eza correspon- zo de los vien- e poca consis- s, llantén, Cele- donia, Hauco, agcnjo y muchas otras yerbas. Gn los paseos que dieron nuestros navegantes por las orillas encontraron ciertas piedras mineralcH que les dieron lii;;ar á sospechar que ti cobre que tanto aprecian sea metal que extraigan ellos de aquellas vetas. Las de hierro son sin duda muy abundantes, pues las agujas de marear lle- vadas á tierra, perdían luego su virtud y sus mo- vi.Tiientos. Observaron la pleamar el día de la conjun- ción, á las doce y cuarto del día, subiendo el agua 17 y 7, pi^»- K' i-" «!«■' julio dieron la vela, y á las dos de la tarde se hallaban ambos buques al Sudeste de la Punta de San liartolom»^ dis- tancia de dos leguas, y por consiguiente sobre 55" 10' de latitud Norte, y 27" 7' al Oeste del Ca- bo San Lucas, desde cuyo paraje navegaron en el tercer cuadrante hasta el día j, que con vien- to del Oesudoeste tomaron la vuelta del Norte. El 9 de Julio á medio día viíron tierra desde el Norte '/t Noroeste al F.snordestc, y tenían á la vista el elevado promontorio de San ICIÍas, que tiene la forma de pan de azúcar. Con vientos del primer cuadrante continuaron en vuelta del Nor- oeste á reconocer el Cabo San Elias, y el 16 á las cinco de la mañana se hallaron cerca de un bajo , que consideraron en yf 2' de latitud y 35" 40' al Oeste de San Lucas. El 17 á la'* dos de la tarde estaban á una legua de Cabo San Elias y de la punta de la isla próxima, que lla- maron del Carmen. Casi en la boc comprendida entre dicha isla y el cabo sondaron 41 brazas de agua. Dicho cabo le consideran en 59 " 53' de la- titud Norte, y al Oeste de San Lucas 37" 14', aunque no tuvieron observación aquel día Reconocido el cabo y la parte Nordeste de la isla, arribaron al Sursudoeste en demanda de su parte meridional, la cual montada, navegaron al Oeste '/i Noroeste, dirigiéndose á la costa occi- dental que tenían á la vista, y reconocieron un gran seno que se forma al Oeste. El 19 estaban en el centro de él por 59° 57' de latitud, demo- rándoles las tienas más distantes al Oeste y la del Cabo de San Elias al Este. Aquí experimen- taron fuertes corrientes que guardaban el orden de las mareas, ;' que los acercaban ó alejaban de tierra según su curso. Sondaron 47 brazas lama á cinco leguas de las orillas, donde vieron bas- tantes bocas que seguramente producían el im- petuoso curso de las aguas hacia una y otra parte. El 20 se les acercaron dos canoas con un in- dio en cada una, los cuales, sin detenerse, se aproximaron al costado, y mostrando las flechas con puntas de cobre, se las arrancaban y entre- gaban las varas como denotando sus intenciones pacifícas, al mismo tiempo que hacian muchas instancias para que entrasen los nuestros por una boca que les demoraba al Oeste. En efecto, el 21 fondearon las fragatas en un puerto abrigado que llamaron de Santiago, y es el mismo que denominó Principe Guillermo en 1778 el Capitíln Cook. Los indios que habitan estas comarcas están ¡ vestidos de pieles para abrigarse del frío; sin em- bargo, están endurecidos á la irjtemperie, son ro- [ bustos, del mismo color que los de Hucareli, y ' naturalmente industriosos en cuanto lo exigen sus necesidades: viven de la pesca y son diestri- simos en este arte, para el cual empican unas flechas que parecen hechas al tomo, y un asta larga de madera con una vejiga llena de viento, , un arpón de hueso en la punta, y cordeles bien I fabricados, de tripas de animales. liste instru- I mentó lo arrojan contra el pez, lobo ó nutria, á I manera de dardo, y traspasado con él el animal, aunque pretende zambullir no se lo permite la fuerza de la vejiga, y de este modo lo cogen en I la canoa. Merece particular descripción el modo con que estos naturales Cahrican sus canoas. En ' primer lugar forman el esqucl "to de varas del- gadas, afianzadas con hilos de tripa ó tendones de mediana consistencia, y cubriéndolo de pieles por todas partes, dejan únicamente en la superior una claraboya semejante á la boca de una tinaja, j de suficiente cavidad para contener la cintura de I un hombre; y á fin de precaver la introducción de las aguas, visten una camisa de vejiga y la ci. ñen al borde de la indivada claraboya, quedando de este modo sin riesgo de sumergirse. La figura de estos débiles buques es la de un arpa, y son tan livianos, que un hombre solo los maneja fácil- mente con la mano. El idioma de estos naturales se diferencia tanto del de los de Bucareli, que los pequeños indios adquiridos en aquella entra- da no pudieron hacerse entender, ni comprendie- ron una sola palabra de los de este puerto. Como los montes que atraviesan estos para» jes están perpetuamente cubiertos de nieve, des- piden varios arroyos que fertilizan sus faldas y en todas partes conservan una yerba de más de vara de alto, tan verde y mezqlada de flores sil- vestres, que alegran la vista del espectador. Mientras los nuestros permanecieron en este puerto, hicieron agua y leña, descansaron las tripulaciones y experimentaron alivio los enfer- mos con la comida de buen pescado, salmón, pargo y la yerba que llaman acedera: observaron la variación de la aguja, que á la sazón era de 26" 30' al Nordeste y situaron el Puert„ .. 60° 13' de latitud Norte y 39° 46' al Oeste de San Blas. La marea ascendió, según observaciones, . 18 pies. El 28 de Julio, en la tarde, zarparon nuestros buques, costándoles sumo trabajo levantar las anclas, porque el barro del fondo se las había tragado hasta la uña superior, y el i.° de Agosto anclaron en las islas que están inmediatas y al fsT^ ■^■*t III »ii iii tmttmmm 428 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Sur, á las cuales llamaron de Regla. Últimamen- te, el 7 de Agosto se pusieron otra vez á la vela, de regrrso para San Blas, en atención á que el estado de las tripulaciones no les permitía se- guir más al Norte ni atracar la costa y reconocer- la en vuelta del Snr, y con vientos frescos del Noroeste hicieron, breve su navegación, recalan- do el 4 de Setiembre á Cabo Mendocino, cuya la- titud rectificaron con nuevas observaciones, re- sultando en ellas estar en 40" y'. Es un frontón de tierra alta, tajada al mar, coloi'ada, con cua- tro barrancas en su frente. El día 4 estaba la fragata Favorita media le- gua al Sur de la punta de Reyes, marcando los farallones de San Francisco del Sur 7" Este al Sur 17" Oeste distancia de tres leguas, y el mis- mo día anclaron uno y otro buque en el puerto de San PVancisco, cuya latitud observaron de 37" 50' Norte y su longitud de estima 12" 54' al Oeste del Cabo San Lucas. La aguja variaba entonces 13" al Nordeste. Recobrados los enfer- mos se hicieron al mar el 30 de Octubre y fon- dearon en San Blas el ¿i de Noviembre del mis- mo año de 1779. ? Con motivo de la gueira emprendida contra los ingleses hacia el fin del tiempo de la expedi- ción anterior y de la atención que exigía enton- ces el estado de la Europa, se abandonaron en- teram'^nte los i-econocimientos emprendidos á la costa Noroeste de América, hast.* que á princi- pios del año 1787, el Ministro de Indias, Marqués de la Sonora, á consecuencia de un aviso que le comunicó el Maestre de Campo de Concepción de Chile, de que habiendo Uegedoallí las fraga- tas Bfújulay Astrolabio, de la marina de Francia, mandadas por el Conde de la Péyrouse, le había manifestado la carta general que llevaba, expre- siva de cuatro establecimientos que tenía la Ru- sia al Norte de California, en Nutiía 767 leguas de Acapulco, en el Prmcipe Guillermo sobre bo'', on la Isla Trinidad y en Onalasca, de los cuales el primero distaba muy poco de nuestro estable- cimiento en Monterey; prevenía el Virey de Mé- jico era la voluntad de S. M. se armasen en San Blas dos buques apropósito para reconocer la costa hacia el Norte y averiguar si existían, con efecto, tales establecimientos. Había muerto el Virey D. Bernardo de Gálvez cuando llegó á Mé- jico esta orden, y gobernaba la Audiencia en su lugar, la cual dio vista al Fiscal, y sucediendo en el mando el Arzobispo de Méjico en calidad de Virey interino, se tomaron en su tiempo pro- videncias oportunas para dar entero cumplimien- to á dicha Real orden. En 21 de Julio del mismo año la repitió el Ministerio, y el Virey ya nombrado, D. Manuel de Flores, contestó á ella que la expedición sal- dría á principios de 1788 á pesar de la suma di- ficultad que había de encontrar sujetos á quien encomendar cosa tan importante, representando con este motivo era preciso fuesen á San Blas Oficiales hábiles de la Armada, capaces de man- dar las embarcaciones y de cumplir las órdenes de Su Majestad relativas á expediciones de tanta monta; y que por lo demás, añadía, era notorio desde que regresaron en 1780 los Capitanes in- gleses Gore y Iving del tercer viaje- del célebre Cook, que los rusos tenían dichos cuatro esta- blecimientos en la costa Noroeste de América, pero que áui^ el más próximo estaba bien distante de los nuestros. E.ruipada, pues, la expedición referida, com- puesta de la fragata Princesa y el paquebot Fj/t- piíto, se nombraron sus Comandantes, recayendo el mando de aquélla en el Alférez de navio gra- duado D. José Esteban Martínez, y el del paque- bot en el primer Piloto D. Gonzalo López de Haro, siendo el primero el Comandante en Jefe de la expedición. Su objeto, según las instruí;- clones del Virey, era subir hasta los 60 ó 61° y examinar con certidumbre si existían ó no tales establecimientos de los rusos en aquella parte. Salier">n estos buques de San Blas el 8 de Marzo de lyC^. y navegaron sin ocurrencia no- table hasta el 18 de Mayo que reconocieron unas islas pequeñas y rasas que llamaron de Hijosa y ge hallan situadas de 10 á 12 de la Isla Mon- tagu, por 59° 30' de latitud Norte. El 25 fondea- ron en esta última isla, pero se levaron el 26 y continuando hacia el Norte anclaron el 28 en una ensenada que llamaron de Flores, por 60" 7' de latitud y 37" 32' al Oeste del Cabo San Lú- eas. Aquí trataron con los naturales y recono- cieron las inmediaciones, encontrando en ellas una casa de madera fabricada por europeos. Al atracar los indios á bordo de nuestras em- barcaciones, entonaban una canción dirigida por el más respetable de ellos á cuyas voces se mo- vían guardando compás, y dando con harmonía ciertos golpes con palos en los bordos de las ca- noas y últimamente extendían los brazos en se- ñal de amistad, sin cuyas ceremonias no se aproximaban á los costados. lin una de estas ocasiones llegó una canoa con 18 indios, man- dados por uno de íigura resnetable. Era blanco, tenía los ojos azules, la barba larga y medio rostro pintado de rojo. Su autoridad se advirtió particularmente en una especie de tributo que le pagaban los demás, de cuanto podían adqui- rir. Todos ellos son robustos, de color claro y pelo negro, y tienen el labio inferior taladraüo, por cuya abertura pasan un hueso liso, del cual cuelgan sartas de abalorios del propio modo que en las orejas. Las mujeres se distinguen de los hombres, únicamente en que ellas llevan la ca- beza descubierta, y éstos usan unes sombreros cónicos de yerbas, bien tejidos. Si i canoas son de figura de un arpa, hechas primorosamente de e, representando :sen á San Blas apaces de man- lir las órdenes de iciones de tanta día, era notorio os Capitanes in- viajedel célebre hos cuatro esta- ste de América, aba bien distante m referida, com- al paquebot Flet- antes, recayendo ez de navio gra- z, y el del paque- mzalo López de nandante en Jefe ;gún las instruv",- a los 6o ó 6i" y íistían ó no tales 1 aquella parte. San Blas el 8 de n ocurrencia no- reconocieron unas marón de Hijosa 2 de la Isla Mon- te, El 25 fondea- e levaron el 26 y nclaron el 28 en Flores, por 60" 7' leí Cabo San Lú- turales y recono- ontrando en ellas por europeos. lo de nuestras em- nción dirigida por y as voces se mo> do con harmonía bordos de las ca- los brazos en se- ¡eremonias no se lin una de estas 18 indios, man- ible. Rra blanco, c larga y medio :)ridad se advirtió ie de tributo que ito podían adqui- de color claro y nferior taladraüu, eso liso, del cual 1 propio modo que distinguen de los illas llevan la ca- a unes sombreros . Si i canoas son rimorosamente de CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 429 delgadas varas y forradas con pieles de anima- les, dejando en la cubierta una, dos ó tres fogo- naduras donde se meten los bogadores, que- dando de este modo defendidos de las aguas que pudieran entrar por la parte superior. Estos ha- bitantes dieron suma estimación al hierro, que no es de admirar les tentase su codicia á robar una materia que por su grande utilidad es preciosa y de valor inestimable para ellos. En las orillas del mar notaron nuestras gen- tes se cría mucho apio silvestre, cuyo uso es muy conveniente para las tripulaciones, como se advirtió en la expedición de 1779, con la de las lanchas que reconocieron el puerto de Bucareli, sanando con el uso de aquella yerba y la ace- dera todos los efectos del escorbuto. El 15 de Junio dieron la vela ambos buques de este fondeadero, dirigiéndose al Oesudoeste, y el 26 fondeó la fragata en la Trinidad, por 56" 44' de latitud. El paquebot recaló el Cabo Greenwi- Ue, y habiendo fondeado en el de dos Puntas, por las noticias que le dieron los naturales de que allí había rusos, buscó y encontró efectivamente el establecimiento; áu Capitán y Comandante se llamaba Haro, y esta conformidad con el nombre del Comandante del paquebot, estrechó la amis- tad y produjo muy buenos efectos. Dijo que era griego, natural de Constantinopla; manifestó in- teligencia en el pilotaje, y habiéndole presenta- do una carta, señaló al punto un espacioso canal que principia al Sur del río de Cook y sale por el C'.'.bo Trinidad. Sobre esta misma carta dio las noticias siguientes: Que en el Cabo de dos Pun- tas que él mandaba, había 60 rusos y dos galeo- tas; á la parte occidental del Cabo lilisabel, 40; en Cabo Rada, 37; sobre 58° de latitud, 40 en una islita; una goleta armada con 70 hombres de tripulación para proteger el comercio de pieles á la boca del río Cook; 55 rusos en 55" '/^ de lati- tud en el continente, y una goleta; y finalmente, 120 hombres y dos goletas en Onalasca; de suer- te, que en todos había 422 hombres, repartidos en seis establecimientos y seis goletas, añadien- do que cada tres ó cuatro años venían dos fraga- tas de Kamchaka con gente y auxilios para mu- dar á los empleados en estos establecimientos. Y habiéndole preguntado si tenían alguno en Nutka, contestó pensaban formarlo el año 1790. Los nuestros repararon en el buen orden que reinaba en este pequeño pueblo de europeos, cuyas habi- taciones eran cómodas y muy aseadas, tenían huertas, almacenes, capilla, casa de enseñanza ó escuela de primeras letras; y vieron, finalmente, varios matrimonios y mujeres de porte y trato tan fino, como el de las mujeres educadas de Eu- ropa. El Comandante ruso Haro y sus principales Oficiales, pasaron á ver el paquebot, y extraña- ron mucho la nueva bandera española, que hasta entonces no habían visto. El 3 de Julio abandonó el paquebot aquellas orillas, y en la tarde del 3 se reunió la fragata que estaba fondeadasobre la cabeza del Nordeste de la Trinidad, cuyo fondeadero conceptúan en 56° 44' de latitud. Ambos se levaron el 5 y en vuelta del Sueste se dirigieron á Onalasca, don- de fondearon á principios de Agosto, habiendo tardado tanto por los vientos flojos y variables que tuvieron, acompañados de continuas nebli- ,nas. I>as noticias que adquirieron en Onalasca, fueron las siguientes: Contaba el establecimiento veintiocho años de fundación, y su fuerza en aquella época cons- taba de 120 individuos mandados por Saycof Cos- michi. Los rusos esparcidos en el continente é islas inmediatas, ascendían al número de 500 con seis goletas de seis pedic s cada una. Ha- bía en la isla 200 familias de naturales bajo la dirección de uno de ellos á quien la Emperatriz de Rusia tenía concedido el título de Juez de los habitantes de aquella parte, y todos pagaban tri- buto de pieles á la Emperatriz, cuyo dominio re- conocían y por cuya sola circunstancia eran tan infelices con respecto á los naturales del Px-íncipe- üuillermo y otros vecinos, que parecían al pronto naciones diversas. Cosmichi aseguró que desde Bering y Schiricoof no había pasado ningún ruso al Este del Cabo San Elias y que esperaban dos fragatas de Kamchaka el año de 17K9, para pasar ron ellas á Nutka, dejar allí una colonia é impe- dir á los ingleses el comercio de peletería, pues según había oído Cosmichi en 1775 al Capitán Grey que retornaba á Cantón, se creían los in- gleses autorizados á hacerle desde Nutka has<:a las islas Shumagins. .\ñadió también que en 1786 se había perdido una fragata inglesa en la isla de Mandanoy sobre 54' 44' de latitud, de cuyo ni "- fragio sólo escaparon dos hombres, que ^e envia- ron á Petersburgo. Adquiridas estas noticias, resolvió el Coman- dante de la expedición el 18 de .'VgosLo regresar para Montcrey, y así lo verificaron: el 15 de Se- tiembre, estando á menos de 90 leguas del conti- nente, empezaron á ver señales de tierra, sonda- ron en 75 brazas de agua por 39° de latitud y el 17 dieron fondo en Monterey y saliero:; el 14 de Noviembre para San Blas adonde fondearon e! 5 de Diciembre. Cor. estas noticias y persuadido el Virey de Méjico, D. Manuel de Tlores, no sólo del legítimo derecho que tenía la Nación Española á todo el país que corre desde Nutka hasta los 61" de que habían tomado posesión las expediciones de 1774, 75 y 79, sino f^e la necesidad de precaver las tentativas de Rusia y las que podían empren- der los ingleses desde bahía. Botánica, dispuso al intento una ocupación provisioniil de Nutka, y nombró para que la realizase al mismo D. Es- ivban Martínez, el cual debía salir de San Blas 1 I 430 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO I con la fragata Princesa llevando á su bordo al- j^una tropa y cuatro Religiosos Fernandinos para que insinuasen dulcemente á los naturales la voz del Evangelio, encargando muy particularmente el Virey al Comandante de la expedición, tratase con toda suavidad á los indios. Salió Martínez de San Hlas el 17 de Febrero de 1789 y sin ocurrencia particular llegó á su destino el 5 de Mayo, tomó posesión de él, for- mó un fuerte de 10 cañones )• levantó barracas para la tropa en el puerto amistoso a la izquier- da y en la misma entrada. La primera embarca- ción que se vio fué el paquebot portugués La Ifigeíiia, su Capitán D. Francisco José Viana, que siguió para Macao, con pieles. Llegó después el paquebot inglés Argoiiiiuia mandado por James Toinct, Teniente de navio de la marina inglesa, y la balandra la Princesa Real al mando del Ca- pitán Tomás Hudson. F.stas embarcaciones se pu sieron en facba á la boca del puerto y viéndole ocupado por nosotros, enviaron su bote á cumpli- mentar á Martínez y á saber si podian entrar, y con el si de éste entraron y fondearon. Por el mismo tiempo llegó la fragata americana la Co- htmbia mandada por el Capitán Kendric, con quien hizo mucha amistad Martínez y fué quien le sugirió que desconfiase de Colnet, diciéndole que iba éste á formar un establecimiento en Nut- ka. No es de este lugar el tratar sobre lo absur- do ó verosímil de esta conjetura, pero las resul- tas fueron echarse Martínez sobre los dos buques de Colnet y tomarlos por sorpresa á las doce de la noche con las dos lanchas armadas de nuestras fragatas, arrestar al Capitán y á los ingleses, y poniéndolos bajo de escotilla, enviar con gente nuestra los dos buques ingleses á San Blas. Después de un año de prisión se devolvieron á Colnet y Hudson sus embarcaciones, carenán- dolas y equipándolas completamente. A codos los que venían en ellas se les pagó sueldo doble de San Blas, que es lo mismo que el cuadruplo del nuestro en Lima: y aunque los ingleses presen- taron un avalúo de lo que habían perdido por el malogro de la expedición, haciendo subir aquél á 600.000 pesos, se les satisfizo sólo 200.000 res- pecto á que habían obrado de tan mala fé que su- pusieron habían cargado 6.000 pieles en la costa, y que se las habían ¡vagado á 100 pesos porcnda una de Macao, cuando pudieran darse por satis- fechos haber adquirido 2.000 y haberlas vendido á 13 ó 15 pesos fuertes, que era el precio que en- tonces tenían en aquel mercado. Al tiempo de comunicar al Ministerio el Vi- rey de Nueva España los resultados de la expe- dición de 1788, y cuanto creía conveniente sobre nuestro indisputable, derecho al dominio de las costas septentrionales de la América, daba también cuenta de las disposiciones que había tomado acerca de la ocupación provisional de Nutka, acompañan- do copia de la instrucción que pasó á Martínez como Jefe de la expedición, añadiendo que que- daban entonces en San Blas las fragatas Prince- sa, AransazH, Concepción, Favorita y el paquebot Filipino para las providencias ulteiúores que dic- tase el estado de este negocio. Todas estas providenci-is merecieron la apro- bación de S. M. (i), quien conformándose con el parecer de su Consejo de Estado, y queriendo sostener lo dispuesto por el Virey para la ocupa- ción de Nutka con el tesón y decoro convenientes, mandó pasasen á San Blas el Capitán de navio U. Juan de laBoJegay seis Oficiales inteligentes, para emplearse en las navegaciones que dispu- siese el Virey á la costa Noroeste, y que en el ín- terin se haría saber por S. M. á la Corte de Rusia en términos generales, que por noticias recibidas de la América se sabía que algunos navegantes rusos se habían situado en parajes descubiertos y reconocidos con mucha anticipación por los es- pañoles, y que se esperaba de la buena harmonía y sincera amistad que mediaba entre lasdos Cor- tes, que si fuesen hacia aquellos mares y costas otros descubridores rusos, no se excediesen inten- tando establecerse en dichos parajes que pertene- cían á los españoles. Consiguiente á las anteriores disposiciones de la Corte, ordenó en 7 de Diciembre de 1789 el Virey de Méjico, Conde de Revillagijedo, al Co- mandante del Departamento de San Blas, que la fragata Concepción, el paquebot Argonauta y la balandra Princesa Real, debían salir sin falta en todo Enero siguiente, para relevar en el Puerto de Nutka la fragata Princesa que lo ocupaba. En estos buques, que conforme á las órdenes del Virey debían estar bien tripulados, equipados y armados, se embarcaron 50 voluntarios de Ca- taluña á las órdenes del Capitán D. Pedro Alber- ni. El todo de la expedición lo mandaba el Te- niente de navio D. Francisco Elisa; el paquebot el Teniente de navio D. Salvador Hidalgo, y la balandra el Oficial de igual clase D. Manuel Quimper. Dieron la vela estos buques el 3 de Fe- brero, y sin ocurrencia particular cogieron el 5 de Abril el fondeadero de Nutka, en donde trataron de fortificarse formando una nueva batería, en la que arbolaron ei día 10 la bandera nacional, ha- ciendo con los cañones el saludo que exigía este acto. Concluidas estas primeras formalidades, en- tregó Elisa al Teniente de navio D. Salvador Hi- dalgo las órdenes é instrucciones que había reci- bido del Virey de Méjico, y prevenían que se re- conociese toda la costa desde los 60" de latitud para el Sur, facilitándole á este efecto los auxi- (i) Oficio del Ministro dclndias, D. Antonio Val- dés, al Virey de rviéjico con fecha de 14 do Abril de 1789. so á Martínez ndo que que- igatas Prime- y el paquebot iores que dic- ieronla apro- ándose con el , y queriendo para la ocupa- convenientcs, pitan de navio £S inteligentes, íes que dispu- y que en el ín- Corte de Rusia ticias recibidas IOS navegantes ;s descubiertos ción por los es- uena harmonía itre las dos Cor- mares y costas [cediesen inten- es que pertene- disposiciones de ibre de 1789 el lagijedo, al Co- >an Blas, que la Argonmda y la ilir sin falta en 'ar en el Puerto que lo ocupaba, ne á las órdenes lados, equipados luntarios de Ca- D. Pedro Alber- mandaba el Te- isa; el paquebot )r Hidalgo, y la lase D. Manun! jques el 3 de Fe- r cogieron el 5 de 1 donde trataron va batería, en la ira nacional, ha- I que exigía este )rmalidades, en- D. Salvador Hi- i que había reci- tenían que se re- ís 60" de latitud efecto los auxi- 3, D. Antonio Val- a de 14 de Abril CORBETAS DESCUBIERTA Y ATRliVIDA 4.} I lios necesarios, dándole el segundo Piloto Mon- dofia que sabía la lengua rusa, y un marinero que hablaba inglés, con otros varios socorros '¡ue ne- cesitó. Preparado de este modo dio la vela Hidalgo el 4 de Mayo, y gobernando en el tercero y cuarto cuadrante, según se lo permitían los vientos, se hallaba el 17 en los 50" 55' de latitud, y en jr" 50' de longitud al Oeste del Cabo vSan Lucas, desde cuyo punto hicieron rumbos del cuarto cuadrante para recalar sobre el Príncipe Guillermo, como le verificaron el 23, entrando por su boca y con- tinuando hacia el Norte por la inmediación de la Isla Magdalena, reconocieron toda la parte orien- tal de aquel espacioso seno, y fondearon en una ensenada á que dieron el nombre de Menéndez. El 9 de Junio se pi!;iieron ú la vela para doblar una islita que les demoraba desde el fondeadero al Noroeste '/i Norte, y habiéndolo ejecutado descubrieron la boca de un puerto en la costa oriental del seno principal, adonde se dirigieron y permanecieron hasta el 21 levantando el plano de aquel puerto, porque su mucho abrigo mere- cía toda atención. Llamaron á este puerto de Gravina, y lo sitúan en latitud de 60° 40' y lon- gitud 36" 53' al Oeste de San Lucas, Mientras permanecieron en el puerto Gravi- na despachó el Comandante dos Pilotos con la lancha, acompañados de unos indios que se ofre- cieron á servir de prácticos para reconocer hasta su fin p1 seno del Príncipe Guillermo. Esta lan- cha llegó á la boca de un puerto muy abrigado, de buen fondo y que tiene dos bocas formadas por una isla, sobre la cual observaron la latitud de 60° 54'; y estando en ella oyeron muchos truenos que se aumentaban al paso que el Sol se acercaba al meridiano; y conducidos por sus prácticos hasta lo interior de dicho puerto, des- cubrieron en su fondo septentrional una gran lla- nura de nieve que empezaba en las orillas del mar y remataba en las faldas de los montes más elevados. Apenas estuvieron á su vista cuando reconocieron que cada trueno despedía, con bas- tante elevación, una gran masa de nieve que, ca- yendo dentro del puerto, les impedía continuar la inspección de aquel fenómeno. A su regreso pasaron por un canal formado por la tierra orien- tal del seno y muchas islas que siempre habían tenido por costa firme, hasta que los indios los condujeron por él. Concluido de este modo el reconocimiento de la parte más septentrional de la entrada del Príncipe Guillermo, resolvió Hidalgo ponerse á la vela y reconocer igualmente la costa del Sud- oeste, á cuyo efecto salió del puerto de Gravina el ai de Junio, y ayudado de la vaciante y de las ventolinas del Este, se halló el mismo día á las doce á corta distancia de la punta Noroeste del puerto de Santiago. Las tempestades, cal- mas, aguas y neblinas que continramente sufrie- ron hasta rebasar la punta meridional de la Isla Montagu, les obligaron demorarse al ancla por aquellas inmediaciones hasta el 30 de Junio, que mejorados los tiempos, se vieron libres del canal que forma dicha isla con la de San Antonio. Desde el 23 de .Mayo que entraron en el Prín- cipe Guillermo, hasta el 30 de Junio que salie- ron de él, tuvieron muchas visitas de los natura- les, á quienes regalaron con generosidad para captarse su estimación; y de la comunicación con ellos resultaron las observaciones siguientes. Son estos indios de una estatura proporcio- nada, tienen el pelo negro y laxo, cortado por delante hasta media cabeza y de cuatro dedos de largo lo restante; los ojos grandes y negros, los dientes blancos c iguales, y la ternilla inte- rior de las narices taladrada, por cuyo agujer^ atraviesan un cilindro de hueso de tres dedos de largo, y en sus extremos cuelgan varias sartas de abalorios. Llevan el labio inferior partido y representando una pequeña boca, por la cual sa- can la lengua y hacen varios gestos que les im- pcrlccciona. De Ijs labios de esta boca fingida cuelgan también sartas de abalorios que los afianzan á otro hueso semejante al anterior, co- sido con nerviecitos de animales. Son lampiños, pues sólo tienen bigote, con una pequeña perilla en la barba, negra y derecha. Las orejas las lle- van taladradas por toda su circunferencia, y de sus agujeros penden igualmente rosarios de aba- lorios de bastante longitud. Se pintan el rostro de rojo }• negro, for- mando varias figuras de aspecto horroroso; vis- ten túnicas de pieles de animales, que les cuel- gan hasta los tobillos, y una can. isa formada de vejigas de peces para defenderse de las aguas; y finalmente, tienen sombreros bien tejidos de junco, cuya copa es baja, y el ala de corta ex- tensión. Las mujeres se diferencian n que en el labio inferior atraviesan por pequeños aguje- ros varios huecesitos blancos que figuran dien- tes, debajo de los cuales tienen otros pequeños conductos que sirven para afianzar sartas de abaloi-ios. También se pican la barba del mismo modo que suelen hacerlo en los brazos nuestros marineros, y por este medio la dejan de un co- lor azul oscuro; en lo demás imitan á los hom- bres y se pintan como ellos, pero desde luego que los españoles las hicieron entender cuánto les desagradaban aquellas pinturas, tuvieron cuidí.do de lavarse y de presentarse limpias en lo sucesivo. Algunas de ellas eran blancas, de facciones regulares, y tenían el pelo largo y atado en castaña. Las criaturas de muy poca edad, llevaban ya hechos los taladros en las ore- jas, ternilla y labios, sin duda para evitarles el sumo dolor que deberían sufrir por esta opera- ción, ejecutada en edad más avanzada. 4J3 VIAJE ALREDEDOR UHL MUNDO ?!S, Las annas ofensivas de estos naturales son | una lanza de dos varas y media de largo, con su I lengua de hierro, mayor ó menor, según la pro- ! porción que tienen para conseguir este metal; | Hechas con puntas de pedernal y algunas de co- ' bre cuyos tiros dirigen con notable acierto. Las I defensivas son unas cotillas de estrechas plan- i chas de madera, impenetrables á las Hechas, so- ' bre la cual ajustan una túnica sin mangas, he- cha de dos dobleces de piel de oso para resistir 1 á la lanza, llevando en la cabeza un morrión de ' madera que representa la de un lobo marino ó de otro cualq lier anfibio. Las canoas tienen la figura de un arpa y las forman interiormente de varas delgadas \- flexibles, forradas luego por la superficie exterior con pieles de ballena para , que no se introduzcan las aguas, y en la parte ¡ superior dejan abieitos uno, dos ó tres agujeros I por donde introducen el cuerpo, quedando de ' este modo sentador, en el fondo del buque. Los I instrumentos de pesca son flechas y unos dar- dos de cuatro y media varas de largo, armados | con un arpón bien hecho de hueso en un ex- tremo y una vejiga de lienzo en el otro, que sirve para que sobrenade el pez herido con el arpón. Los animales cuadrúpedos vistos en la en- trada del Principe Guillermo, fueron osos con mucha abundancia y de gran tamaño, ciervos crecidos, coyotes y zorros: los peces, ballenas, lenguados, sardinas, salmones y rodaballo cuyo peso llegaba á seis ari'obas, además de los lobos marinos y nutrias, de las cuales aprovechan la carne, el aceite y la piel. Vieron igualmente muchas gaviotas, patos de varias clases, águilas de gran tamaño y cuervos. Las mareas guardan el orden regular de 6 '/i horas en cada flujo ó reflujo, y observaron que el día del plenilunio sucedió la creciente alas 12'/. y subió el agua 24 pies: las corrientes son de poca fuer /a en las inmediaciones de las orillas, pero llevan un impulso extraordinario en el cen- tro y los canales que forman las islas. El extre- mo septentrional del Príncipe Guillermo, lo con- sideran en 61° 10' de latitud, y desde este punto hasta el extremo meridional de la Isla Montagu cuentan ¿¿ leguas de distancia. Habiendo reba- sado, como dijimos, el extremo meridional del Príncipe Guillermo, continuaron con vientos va- riables )• neblinosos hasta las inmediaciones del Cabo Elisabet y Ensenada de Regla adonde abor- daron diez canoas de indios que manifestaron la proximidad de los rusos, cuyo establecimien- to se hallaba algo más al Norte y sobre la mis- ma costa. El 5 de Julio fondearon en el puerto que llamaron de Revillagijedo para hacer agua y leña, y cuando ya se disponían á continuar sus re- conocimientos hacia el Norte por el río de Cook, tuvieron noticias por el Jefe ruso, que la falta de puertos y los muchos arrecifes, les expondrían á perderse en aquella navegación, y que por tanto les aconsejaba la emprendiesen con la lancha, ya que su intención era penetrar hasta el estable- cimiento ruso situado en los 60° 30'. Persuadi- do Hidalgo de estas razones, envió, con efecto, la lancha ti expresado reconocimiento, y ha- biendo regresado el día 20, se supo por ella que los rusos están en el río de Cook desde el año de H7, que dependen de una compañía de comercio de Petersburgo que les paga cuatro pesos y dos pe- sos de tributo al año á la Emperatriz, y final- mente, que tenían 3.000 de los naturales cate- quizados y amigos que pagaban asimismo tri- buto á su soberana. El número de rusos sería de unos 80 hombres, armados con otros tantos fu- siles, pistolas }• sables y pedreros montados so- bre cureñas de campaña. El ejercicio de estos nuevos colonos es la pesca de nutría, lobos marinos, ballenas y otros peces, á cuyo efecto lleva cada ruso consigo 10 ó 12 indios que trabajan bajo su dirección y los pagan con tabaco de polvo, abalorios y ropa. En el invierno se dedican, cuando el tiempo lo per- mite, á la caza de diferentes cuadrúpedos, cuyas pieles benefician, y aprovechan también sus car- nes, para que con ellas y el pescado no les falte el alimento preciso, pues carecen de otros frutos para su manutención. Estos indios son de la misma constitución y propiedades que los del Príncipe Guillermo, y así ellos como los rusos usan las mismas canoas, á excepción de que los últimos tienen algunas grandes en que bogan 14 remos; pero siempre están construidas de varas y forradas con pieles. La costa desde las bocas del Sur del Prín- cipe Guillermo, está formada por una cadena de montes elevados, cubiertos la mayor parte de nieve. El Cabo Elisabet es el extremo meridio- nal de la Isla Maurelle; y si desde este Cabo se sigue hacia el Norte costeando sus orillas, se halla luego una ensenada de mal surgidero, de la cual sale al Noroeste un cabo que llamaron de Gastón y poco después una islilla próxima al continente oriental con algunas restingas que se extienden milla y media. Desde este paraje se ve una pequeña ensenada donde hay casa de madera en que habitan los rusos, sin que puedan anclar en ella los buques por el fondo piedra que hay en sus centros. Dos millas al Nordeste de esta ensenada se halla la boca del puerto de Revillagijedo, y algunas más adelante la Punta de Cuadra, desde donde sigue la costa rasa y limpia por espacio de tres millas, al fin de cuya distancia empiezan las rancherías de indios y varias piedras que salen de la tierra y siguen hasta llegar al último establecimiento que habi- tan los rusos de aquel paraje en los 60° 30' de latitud, por cuya causa es preciso navegar con más aproximación á la parte occidental del ca- '# que por tanto on la lancha, ista el estable - jo'. Peisiiadi- con efecto, miento, y ha- o por ella que esde el año de de comercio de »esos y dos pe- atriz, }■ final - atúrales cate- asimismo tri- rusos sería de tros tantos fu- montados 80- 1 colonos es la llenas y otros uso consigo lo dirección y los rios y ropa. En tiempo lo per- irúpedos, cuyas ambién sus car- ado no les falte 1 de otros frutos idios son de la les que los del como los rusos jción de que los en que bogan 14 iruidas de varas :l Sur del Prín- )r una cadena de mayor parte de xtremo meridio- ide este Cabo se I sus orillas, se lal surgidero, de bo que llamaron slilla próxima al Ls restingas que esde este paraje nde hay casa de 1, sin que puedan el fondo piedra illas al Nordeste ca del puerto de leíante la Punta la costa rasa y s, al fin de cuya rías de indios y tierra y siguen niento que habi- in los 60° 30' de :iso navegar con cidental del ca- CORBETAS DRSCUBIERTA Y ATREVIDA 4.U nal. Esta costa occidental es una cadena se- guida de montes elevados, entre los cuales se distingue por su mayor elevación y continuas erupciones el volcán de Miranda. Su tempera- mento parece más benigno que el del Príncipe Guillermo y la tierra más fértil, así por el color de ella como por la abundante yerba que la cubre. Salió Hidalgo del puerto de Revillagijedo el 8 de Agosto y fondeó en el Cabo de Dos Ca- bezas el II del mismo, habiendo experimentado en su travesía chubascos, neblinas y oscurida- des. A poco rato de haber dejado caer el ancla, llegaron á bordo tres canoas que conducían al Jefe y dos individuos del establecimiento ruso que está situado al Sudoeste del Cabo mencio- nado. En esta visita adquirió Hidalgo las noti- cias siguientes. El establecimiento de la Isla Codiac se ha- llaba en el mismo estado que lo describió el Pi- loto D. Gonzalo de -faro el > de 89. Había tres galeotas, dos pilotos y 200 marineros de- pendientes de una compañía de comercio de Pe- tersburgo ejercitados en la pesca de nutrias, y repartidos entre dicha isla y el rio de Cook: las galeotas se tripulan con aquella maiinería, y re- conocen la costa comprando pieles, de modo que el año de 89 se habla despachado uno de aque- llos i)uques á la Siberia con 9.000 pieles. Supo también que en 1792 debía ser relevada aquella gente con otra que llegaría del Asia, y que entre la Isla Codiac y el río de Cook contaban con 9.ÜÜ0 indios vasallos y amigos de la Emperatriz. Adquiridas estas noticias dio la vela Hidalgo el 17 de Agosto, y el 15 de Setiembi-e llegó á Monterey, en cuyo puerto halló r. Quimper que había reconocido parte del Estrecho de l'^uca, y juntos los dos salieron para San r3las el 24 de Octubre y fondearon en este puerto el 14 de Noviembre del mismo año de 1790. Descripción física y costumbres de la California. Divídese comunmente la California en Vieja y Nueva. Aquélla comprende toda la Península que corre desde el Cabo San Lucas hasta el puer- to de San Diego en latitud de 32° 16', y por Nueva California se entiende el terreno que sigue desde este último paralelo hasta el de 43° en que se ha- lla situado el Cabo Blanco de Martín de Aguilar. La porción que denominamos Vieja Califor- nia y corre del Sueste al Noroeste entre los lí- mites mencionados, fué mirada en lo antiguo como un país rico en minerales de oro y plata y fértil de toda clase de frutos y producciones na- turales; pero los reconocimientos posteriores des- mintiendo la primer idea, han dado también á co- nocer que esta fertilidad, si tal puede llamarse, se halla únicamente encerrada en su extremidad mc.idional. Descubriéronse hace algunos años varios minerales que se trabajan aún en el día, pero la escasez de sus productos hace creer que la ponderada riqueza de este suelo está limitada á la de los placeres de perlas situados dentro del seno califórnico. La Sierra Madre que empieza desde el extremo austral, divide á lo largo en oriental y occidental á toda la California hasta ahora descubierta, y de esta circunstancia unida á la de la faz que presenta el terreno en ambos lados, ha tomado origen la denominación particu- lar que algunos dan á sus habitadores, distin- guiendo á los orientales con el nombre de mora- dores di pinas, y á los occidentales con el nombre de moradores de picdrecitas. Esta sierra, que co- rre en la dirección indicada, se acerca siempre más al seno califórnico, apartándose del mar Océano, aunque en ciertos parajes extiende hasta él sus ramas. Su extremidad austral está po- blada de arboleda, y en la eminencia hay pinos, pero al paso que sube hacia el Norte, sigue más áspera y eriaza, componiéndose sus vertientes de peña viva ó lomas enteras de piedras sueltas y amontonadas. En los parajes adonde se cubre de tierra, su profundidad no pasa de media vara, y consta, por lo general, de una especie de arcilla ó tierra blanca, como de yeso quemado, teniendo debajo peña viva y pedregales formados de cier- ta especie de tierra, cuya dureza no iguala á la de las otras piedras. La sierra, por lo común, se presenta desnuda, y solamente produce espinos y otras malezas. En las vertientes que caen ¡lacia el golfo califórnico, escasean las aguas perma- nentes, y en parajes se encuentran algunos pozos abiertos en la tierra, de agua por lo común grue- sa y salobre; pero en las vertientes occidentales falta aún este recurso, y varios buenos puertos que tienen sus costas, quedan como inútiles por aquella causa igualmente que por la carencia de leña. En la sierra vecina hay varios manantiales que forman arroyos hondos cuyo curso no exten- diéndose hasta el mar, se detiene formando gran- des salitrales y méganos de arena que mudan continuamente de situación y figura á esfuerzos de los vientos recios. El agua llovediza conduci- da por aquellos aiToyos, entra y se difunde en los 65 mifmmmi mrm 434 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO KfVk ^ ' .1^, ' imi salitrales ó niéganos mencionados, y permane- ciendo encharcada, se convierte con el tiempo en sal, por cuya causa se encuentran grandes co- marcas cubiertas enteramei te de sal maciza ó en pedazos sueltos. Finalmei te, si hemos de ate- nernos á las pruebas que comí nmentc pasan como signos irrefragables de que ei mar cubrió en otros tiempos paises que en el día se hallan á mucha distancia de sus aguas, no queda duda que estos parajes fueron en lo antiguo la mansión del gran- de Océano. Así lo persuaden los muchos ostio- nes, caracoles y conchas que se encuentran pe- cadas á los peñascos de los arroyos, de tal modo, que hay cerros de pura concha, como lo son parti- cularmente los que se denominan de vSan Juan, tres leguas distantes de Loreto, siendo de adver- tir que entre ellos y el mar se interpone una cor- dillera de lomas altas que merecerían el nombre de sierra en otro país menos montuoso. A pesar de la esterilidad de que vamos ha- blando y de la falta de aguas tan general en la Vieja California, se cría en su suelo una planta que conocen vulgarmente con el nombre de dátil, y es una especie de la palma que produce el fru- to así llamado, aunque la de las Californias es mayor y en lugar del hueso duro del dátil legí- timo tiene aquélla un agregado de pepitas ne- gi"as, chatas y redondas, con cascara algo dura. Esta planta está en Hor á tínes de Julio y despi- de un olor suave y agradable; por Setiembre, Oc- tubre y Noviembre da el fruto, y sólo se logra la cosecha en las abundantes lluvias. La fruta, aunque dulce y laxante, debe ser muy sana y sustanciosa, según lo da á entender la constitu- ción robusta de los naturales que la usan. En la Sierra Madre se halla una especie de árboles altos, cuyas hojas son de un verde ame- no y claro. Los llaman palo-alto ó palo-blanco, no porque su corteza sea de este color, sino por- que en todas las hojas y ramas delgadas se lle- nan en Mayo de una goma blanca, transparente y dulce que agrada mucho á los naturales. La plan- ta que produce la pepita conocida vulgarmente por iohova, es un matorre útil: se halla con más abundancia en las vertientes que caen hacia el Océano, pero siempre escasea cuando no llueve: la masa de la pepita es como de avellana muy aceitosa, con un leve sabor amargo y varias vir- tudes medicinales; pero la planta que hace el pri- mer papel, es el mezcal 6 maguey de Nueva Es- paña, que sirve de pan cotidiano á los indios, asándolo debajo de tierra. Su tamaño y calidad varía con respecto á las latitudes en que se cría. En la parte austral es grande, aunque nunca igual al de la América ulterior; por los 26° queda chico, pero dulce, y en los 29", especialmente en- tre la sierra y el Océano, vuelve otra vez á cre- cer como en el Sur, pero con el defecto de ser amargo en el todo ó en mucha parte. Para usarlo, cortan sus hojas por más arriba del tronco y en- volviéndolas entre cenizas y piedras caldeadas de antemano, las dejan cubiertas por uno 6 dos días, y al cabo de este tiempo se encuentra el mezcal bien asado, jugoso y dulce. En los años que las aguas son abundantes, nace en varios parajes cierta especie de yerba llamada teda, cuya semilla es poco mayor que el anís. Los naturales la comen tostada, echando al intento una porción en una batea formada de los palos flexibles de cierta mata pequeña (i), y sobre ella carbones encendidos con los cuales se tuesta y revienta la semilla descubriendo una ha- rina blanca. En el día, que ya tienen ollas y al- gunos de nuestro j usos, limpian y muelen la se- milla después de tostada, y la comen hecha ha- rina, ó bien en poleadas. Otra cosecha muy agra- dable para estos naturales es la que llaman mede- sa, fruta de unos árboles grandes, cuyo tronco y ramas son de color verde claro; la semilla se paiece al fríjol, aunque es algo menor, pero difí- cilmente se consigue todos los años. También hay otra especie de árboles que lla- man higiícra de monte por asemejarse su fruta á los higos blancos europeos, aunque son sin comparación mucho más menudos y desabridos. Estas higueras dan también como aquéllas dos frutos al año, pero crecen generalmente sobre peñascos y en los cantiles de despeñaderos. Es ciertamente maravilloso el modo con que sus gruesas raices van inti'oduciéndose por las an- gostas hendiduras de los cantiles, ó bien cómo ellas mismas se forman estas hendiduras. Pros- peran mucho en parajes muy secos, haciéndose altas y copuaas, y aunque no dejan también de crecer en terreno húmedo, siempre ha de ser pie- dra. El color del tronco es blanco tirando á pa- jizo y su madera vidriosa y quebradiza, por cuya causa no es raro el que se despeñen algunos na- turales al tiempo de asirse de las ramas para co- ger el fruto. Finalmente, todos los árboles res- tantes que produce este país y sirven de alimen- to á sus naturales, se p.ieden reducir principal- mente á cuatro clases (2). La primera es la que (i) En el Compendio del Padre Venegas, parte primera, párrafo IV, se describen estas bateas co;. el nombre de coritas, diciendo, en cuanto á su tamaño, que las hay tan grandes que caben dos fanegas de maiz, y en ellas pasan de una orilla á otra sus frutos sin tocarlos el agua, yendo los indios nadando y em- pujando las bateas. Desde .'\capulco remitió la expe- dición para el Real Gabinete algunas muestras de estas primorosas manufacturas. Merece reparo el que se halle tan extendido su uso en toda la costa Nor- oeste para el apresto de las comidas, que casi lohcnios visto uniforme en toda la California hasta el Puerto de Muí gravo. (2) Estas cuatro plantas corresponden todas á la clase de los Cactus, según los Sres, Nee y Heenke, quienes aseguran que su número es tal en los Reinos de Nueva España, Perú y Chile que tal vez no está descrita la mitad en el sistema natural. el tronco y en- dras caldeadas por uno 6 dos ;e encuentra el n abundantes, pecie de yerba 3C0 mayor que )stada, echando tea formada de pequeña (i), y )n los cuales se briendo una ba- ñen ollas y al- y muelen la se- men hecha ha- echa muy agra- ue llaman mede- cuyo tronco y i; la semilla se lenor, pero dif í- ños. árboles que 11a- e jarse su fruta lunque son sin )s y desabridos, no aquéllas dos ¡raímente sobre espeñaderos. Es do con que sus ose por las an- es, ó bien cómo indiduras. Pros- ¡cos, haciéndose ejan también de re ha de ser pie- ;o tirando á pa- iradiza, por cuya ñen algunos na- i ramas para co- les árboles res- iirven dealimen- ¡ducir principal - imera es la que re Venegas, parte itas bateas co:. el anto A su tamaño, 1 dos fanegas de i d otra sus frutos )s nadando y em- o remitió la expe- unas muestras de ece reparo el que )da la costa Nor- que casi )o hemos ia hasta el Puerto onden todas á la i, Nee y Heenke, tai en los Reinos e tal vez no está ral. '>¡< BTAS DESCUBIERTA Y AT.v VIDA 43S en Nueva España llaman viznaya, y es un tron- cón grueso sin brazo alguno, de dos varas y me- dia de alto, más ó menos, y media de diámetro, rodeado de espinas sólidas y largat,, que algunos emplean por mondadientes. En su parte superior echan unas hermosas flores matizadas de varios colores, y debajo de ellas hay unas bolitas que contienen la semilla, la cual es delgada y negra. Este árbol es de tal calidad que comienza á dar el fruto desde que nace. La segunda especie que los españoles llaman garambullo, es un montón de vasos que desde el suelo nacen de un tronqui- to; su fruta, aunque mucho menor y menos sa- brosa, es algo parecida á la pitahaya que forma la especie tercera. Esta se divide en las dos cla- ses de pitahayas agrias y dulces. Las agrias, que sólo se dan en las costas de uno y otro mar, forman un matorral de órganos enmarañados, cubiertos de espinas gruesas que por la mayor parte arrastran por el suelo. Su fruta se asemeja á una bola casi redonda, colorada ó morada, y rara vez es blanca ó de colores mezclados. La pitahaya dulce, propia sólo de la sierra, admite alguna variedad, siendo blancas ó encar- nadas y aun de color anteado: el árbol que las da sube del suelo en un sólo tronco, y á poca dis- tanc'' e divide en muchos brazos formando una copa considerable. Cada brazo echa en su punta el fruto, y éste está lleno de espinas que fácil- mente saltan cuando está madura la pitahaya. Las dulces son algo menores que las agrias, y éstas realmente son agridulces y tan regaladas, que regularmente son más estimadas que las dulces. Su semilla es menuda como la de los higos, pero negra. La cuarta especie es el cardón que sale de la tierra muchas varas, y á alguna distancia de ella llena de brazos que suben hacia arriba, todos igualmente gruesos y tanto como el tron- co del mismo árbol. Otros hay que no crían es- tos brazos, y suben derechos á manera de altas vigas. La fruta de estos arboles que llaman ór- ganos, se compone de unas bolas llenas de cier- ta semilla negra, más gruesa c;ue grano de pól- vora, sin masa alguna y unidas sólo entre sí por un humor grueso y viscoso; la aprecian mucho los naturales, y la comen tostada, entera ó mo- lida. Este árbol, igualmente que las especies an- tes mencionadas, ofrecen la particularidad de que su carnaza, así interior como exterior, es siempre muy aguanosa, especialmente la del cardón como más gruesa, pues con sólo un pe- dazo que se corte y se exprima fuertemente, se logra una gran copia de agua ó caldo, siendo asi que estos árboles no nacen en la humedad, sino en la tierra más seca y enjuta. Sus i Ices se ex- tienden por la superficie, y jamás profundizan mucho dentro del terreno. Este es sumamente seco, los soles muy ardientes, y siendo raro el que en estas tierras caiga sereno 6 rocío, es cier- tamente digna de investigación la causa de esta aguanosidad, tanto más cuanto que por muy es- casos que sean los años de lluvia, nunca se en- tristecen estos árboles, y siempre perseveran con la misma frescura, color y aguanosidad. Hemos hecho esta prolija enumeración de los medios con que pro\ce la Naturaleza al sustento de la especie humana en un suelo tan poco fa- vorable á ella, asi para manifestar cuáles sean las producciones naturales de la Vieja Califor- nia, como para fijar de una vez la idea verdadera que debe tener la Nación, de un país que en otro tiempo mereció los más encarecidos elogios por una riqueza y fertilidad que sólo existía en la acalorada imaginación de los autores que la for- jaron. Nuestras noticias presentes están apoya- das en el testimonio común de los Padres Misio- neros que han transitado esta región del mundo, y de los muchos viajeros nacionales que han es- crito de ella, entre los cuales merece un distin- guido lugar la descripción del docto Padre Fer- nando Consag, de quien hemos extractado mucha parte de lo antecedente. Por lo que toca á la pon- derada riqueza de las minas de la California me- ridional, oigamos lo que añade este mismo Padre para completar la descripción física de su suelo. «Hay cerros, dice, y lomas que pintan en la » mayor parte de metales, porque «chadas algunas i>de sus'piedras en la lumbre, rinden plata; mas á «vista de tanta esteriliviad y falta de leña, la que «cuanto más se sube al Norte escasea más, «hasta ahora solamente en la extremidad austral «que es fértil, se trabaja en minas de plata, líl «cobre se halla á veces en unas piedras con un «color verde muy vivo, de que los naturales se «sirven para pintar sus flechas. Este color echa- «do en la lumbre, aunque blando, no se deshace, «pero se tupe de granos chicos de cobre. Se ha- «Uan pedazos de hierro virgen de varios tama- «ños, con poca guija, pero por varias diligencias «que se han hecho no se pudo encontrar con la «veta. Azufre virgen hay en cantidad, que no «necesita más beneficio que cargar y llevarlo. «Alcaparrosa la hubo más en el mismo paraje* «donde se cogía ya no se halla, ó porque se aca- »bó, ó porque falta la inteligencia y conocimien- »to. Mármoles hay de varios colores que se apre- «cian en Europa, y también del color que llaman «verde antico. El mármol blanco está algo más «al Norte de las misiones actuales, como tam- »bién una piedra transparente, semejante al dia- «mante de Almazón. Aunque varios ceiTos que «tienen boca parecen ser volcanes, sin embargo, «no se ha notado hasta aquí erupción alguna, si «bien humean algunas veces: se halla sí arena «caliente en el contorno de la boca de uno de «estos cerros, la que sumiéndose mucho con las «pisadas, sale inmediatamente humo. Se advier- »ten también en estos parajes dos como respira- i; i ! '■;*niiiii,ü.fi«_i »■ 436 VIAJB ALREDEDOR DEL MUNDO »deros de viento, el uno en una ladera pcdrego- »sa y el otro en un arroyo. La costa occidental «es bien fría por el continuo viento Noroeste «que á menudo trae neblinas espesas, y por lo Dcomún desbarata las nubes que prometían llu- >ivias. En la costa oriental, cuyo temperamento -puede llamarse caliente, sucede lo contrario por «estar defendida del viento Noroeste por medio ide la Sierra M-dre, de modo que por el mes iide Junio, al despuntar el Sol, en que se suda «por el mucho calor, si cruzando la sierra se «llega áparaje en donde bate este viento, aunque «sea en punto del medio dia, se apeteced abrigo «de la ropa y calor del fuego. « Un terreno, pues, tan poco apto para la agri- cultura, debía alimentar y alimenta con efecto un corto número de habitadores, haciendo al mis- mo tiempo difícil su reunión y civilización. Por el empadronamiento general formado el año de 17G8 en la visita de este Reino, consta que el número de habitantes de la California inclusos los párvulos recién nacidos, era en aquella época de 7.8(j8 entre españoles, indios y demás castas. Su alimento, como ya se insinuó, son las semi- llas cogida ; en el monte y en pocas ocasiones el ciervo ú otro animal, entre los cuales se com- prenden aun los más asquerosos, como la tarán- tula, la araña, avispa, el murciélago, el piojo y las pieles podridas del coyote, prueba evidente de que la Naturaleza, poco propicia en este suelo para la multiplicación del hombre, no lo es me- nos para el fomento de las demás especies de animales. No deja de parecer extraño cómo estos naturales, faltos de agricultura y aun de los me- dios de alimentarse con la caza, no han tratado de adquirírselos por la pesca, siendo así que en una y otra costa se encuentran muchos y buenos peces, entre los cuales merece, aunque anfibio, un lugar no postrero, la nutria (i). Pero si se atiende á la total falta que hay de aguas dulces en las orillas del Océano, á la demasiada can- tidad de bajíos, y á las tempestades harto fre- cuentes en el seno califórnico, es posible suponer que en todo tiempo han distraído de la navega- ción á los naturales estas causas poderosas, tanto más que para la s"bsistencia de un número tan corto de familias no era preciso variar las cos- tumbres de sus antepasados. Así es, que el único producto del mar que han comprendido siempre entre sus alimentos es el marisco, y no tuvieron otro lugar en lo antiguo las conchas de las per- las (2), tan abundantes en el seno, y primer mó- (i) En la historia del Padre Vcnegas se hace una larga enumeración de ''stos, citando el viaje de Se- bastián Vizcaiiio. La nuiria es la que describe con el nombre de castor. (2) Así lo asegura el Padre Torquemada, quien dice que los indios echaban en el fuego las ostras, y quemaban ó tostaban las perlas, aprovechándose de la carne sola. vil de nuestros últimos pasos nacionales hacia esta parte. El estado de la Vieja California según se halla al presente, comprende varias misiones si- tuadas de Norte á Sur sobre la costa, á mayor 6 menoi üistancia de ella, á saber: San José del Cabo, cinco leguas de la playa del Cabo San Lucas; Nuestra Señora del Pilar ó todos Santos; Santiago de las Coras; San Francisco Javier; San José Comondú; Loreto, situada en el presi- dio del mismo nombre que hace cabeza de esta parte de la Península; Guadalupe; Santa Rosa- lía ó Mulege; la Concepción ó Cadegomo; San Ignacio; Santa Gertrudis y San Francisco de Horja. Todas estas misiones fueron fundadas y corrieron al cargo de los Jesuítas hasta el tiempo de su expulsión, y en el día se administran por los Padres Dominicos, los cuales han fundado en su tiempo las de San Fernando, Velicata, Nuestra Señora del Rosario ó Viñadaco, Santo Domingo, San Vicente, Santo Tomas y San Mi- guel. Según los informes dados por el Goberna- dor de California, D. Pedro Tages, en Diciembre de 1790, resulta que estas últimas y nuevas mi- siones colocadas en los puntos salientes para el Norte de la Península, están rodeadas de bastante gentilidad que paulatinamente 3e va reduciendo. Las otras que se hallan entre el mar del Sur y el golfo, no tienen gentilidad alguna y se disminu- yen poco á poco, de modo que ya las de San Javier y Santiago tocan ásu último extremo. Los frutos que en estos estados se mencionan como cosecha de alguna de las misiones antiguas, se reducen á la uva, de que hacen algún vino, aguardiente y pasa, trigo candeal, considerable porción de hi- gos de no buena calidad, carnes y la pitahaya de que antes hemos hablado, pero la cantidad de estos frutos debe sin duda ser muy limitada, si se atiende á que ha sido preciso socorrer estas mi- siones el mismo año 1790 con porciones ere; cidas de comestibles que se enviaron desde San Blas con la fragata Pnncesa, quedando de este modo frustradas ya las muchas providencias dic- tadas en la última visita del Reino, para el soste- nimiento y fomento de esta provincia. Uno de los medios poderosos con que juz- gó el Sr. Gálvez se lograría la regeneración de la península de California, según el infor- me que dio al Virey, D. Francisco Bucareli, fué el de «poner en corriente algunas de las mi- 9 ñas descubiertas en ella, para que sirviesen de «incentivo y movimiento á los nuevos pobladores «establecidos en los pequeños Reales de Santa «Ana y otros del Departamento del Sur.» Pero aunque la experiencia de cerca de dos siglos debía habernos convencido de la verdadera utili- dad de estos medios en cuanto á la población siempre que faltan otros arbitrios, parece, sin embargo, estaba reservado para esta época el .r,5^i^Mi^ icionales hacia omia según se as misiones si- sta, á mayor 6 : San José del del Cabo San ó todos Santos; ancisco Javier; ada en el presi- cabeza de esta Santa Rosa- Cadegomo; San Francisco de ron fundadas y hasta el tiempo dministran por es han fundado ando, Velicata, /iñadaco, Santo ornas y San Mi- por el Goberná- is, en Diciembre as y nuevas mi- alientes para el adas de bastante e va reduciendo, mar del Sur y el a y se disminu- ías de San Javier emo. Los frutos an como cosecha las, se reducen á D, aguardiente y e porción de hi- y la pitahaya de I la cantidad de ly limitada, si se correr estas mi- 1 porciones ere; iaron desde San uedando de este ¡ro videncias dic- 10, para el soste- 'incia. os con que juz- la regeneración según el infor- icisco Bucareli, funas de las mi- que sirviesen de levos pobladores leales de Santa del Sur.» Pero i de dos siglos verdadera utili- á la población ios, parece, sin a esta época el CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 4.J7 último desengaño, creciendo la necesidad cada día más de enviar comestibles al presidio de Lo- reto, habiéndose también reducido todo el labo- reo de las minas á dos pequeños Reales de corto producto, situados en el Sur, en que se mante- nían como 500 vecinos el año citado de 1790. No es fácil determinar cuánta parte tenga en la expresada esterilidad la calidad de este suelo y cuánta la frecuente sequedad de su tem- peramento; pero si para la subsistencia cómoda del hombre en cualquier país es preciso exista á lo menos una cierta abundancia de los dones de la Naturaleza, no será temeridad asegurar que en toda la península de California al Sur del puerto de San Diego en una y otra costa, no hay cosa alguna que convide á habitar)';, aunque en la misión de San José, extremo meridional y pró- ximo al Cabo San Lucas, no sea tal vez tan pre- caria la subsistencia como lo es en Loreto y en las demás misiones. Las lluvias escasean casi todos los años; la arena de las orillas del Oeste no sólo absorbe el agua que le cae directamente, sino también la que denama la Sierra Madre; y esta misma sierra, hallándose demasiado conti- gua á la costa del golfo, no tiene lugar para fer- tilizar con sus escasos dones una tierra por sí quebrada y de tan poca extensión; finalmente, siendo tan pernicioso el frío á una banda como lo es á la otra el calor, ambos extremos concu- rren á destruir toda esperanza aunque remota, de que alguna vez pueda llegar esta Península á alcanzar un grado mediano de opulencia. Abandonémosla, pues, á su pobreza y deje- mos la inútil descripción de las costumbres, tra- jes, armas y principios religiosos de los pocos moradores que aún mantiene, ya porque en el compendio de la historia del Padre Venegas se ha- lla formada con toda la puntualidad posible, ya también porque será más fácil reunir después estas noticias á las de otras naciones más sep- tentrionales que habremos de examinar luego. En las inmediaciones meridionales del puerto de San Diego, la Naturaleza varia enteramente de semblante, y ofrece á la vista una graciosa variedad de árboles, arbustos y plantas odorífe- ras, y cerca de la playa lindísimos prados. Ale- jándose de aquel puerto ya se encuentran caña- das muy vistosas y amenas con muchos pastos, arboleda y agua, y luego sigue un país alegre com- puesto de lomas de tierra negra, cubiertas de pastos, en donde hay matas y algunos árboles de los que llaman alisos. Finalmente; el Capitán D. Juan Bautista Ansa, que transitó en 1773 desde la Sonora á la Ilusión de San Gabriel, vadeando los ríos Gila y Colorado y atravesando la Sierra Madre por los pasos difíciles del Cerro ó Puerto de San Carlos, describe este país como formado de hermosísimas llanadas muy verdes y floridas, sierras nevadas con pinos, encinas y otros árboles propios de tie- rra fría, y el terreno apto para siembra de tem- poral y plantíos de árboles frutales, igualmente que para la manutención de ganado por sus pas- tos abundantes. La grande y vistosa laguna del Príncipe se halla circundada de floridos y amenos valles, y de varias sienas nevadas que les tribu- tan sus derrámcnes, además de otros veneros de agua muy agradable. Le sorprenden los dos va- lles siguientes de San Patricio y San José y la la- guna no distante de San Antonio; Bucareli, para- jes (dice) en el mes de Marzo tan llenos de fron- dosas alamedas, llores, pastos y otras yerbas úti- les, que no es fácil adivinarlo á la vista de la nie- ve tan cercana. Últimamente, el puerto mismo de San Diego de un excelente abrigo para buques de cualquier tamaño, las islas inmediatas de Santa Catalina, Santa Bárbara, San Ambrosio y San Clemente, situadas en una latitud en que no de- jan de suavizarse con el benéfico viento del Nor- oeste, los ardientes calores del estío, y en donde los hielos de las montañas internas no pueden contrarestar el temple suave de la marina; todo indica que la Naturaleza, siempre varia, siempre admirable, ha derramado aquí sus dones para el bienestar del hombre. Desde San Diego hasta el Puerto de Monte- rey y aun hasta San PVancisco, puede conside- rarse como uno mismo el semblante halagüeño de la costa; y aunque las neblinas harto frecuentes y espesas parecen en cierto modo oponerse á la fertilidad del terreno y á la seguridad de la na- vegación, bien examinados estos inconvenientes, parecen, sin embargo, de ningún valórala vista misma del país. Los vientos del Noroeste que casi reinan todo el año, son naturalmente claros, apacibles y fríos, y los del Sueste que traen las aguas y regularmente son tempestuosos y húme- dos, apenas se sienten seis ú ocho veces en todo el invierno. Con este motivo las neblinas, lejos de causar un daño real, producen un beneficio po- sitivo, en cuanto á que conservando activa la hu- medad del suelo, mitigan los rayos del Sol y hacen del otoño una risueña y nueva primavera. Puede imaginarse cuál debió ser la agradable sorpresa de todos nosotros al ver en el mes de Setiembre florecer por algunas leguas en contor- no de Monterey una vegetación general tan loza- na y copiosa que no bajaban de 100 el número de plantas que devolvían á la Naturaleza esta sin- gular fertilidad (i). Adornábanse los campos con unos bosques ya claros, ya espesos del pino- teda, del álamo, roble y encina, y á éstos seguían en las cumbres más elevadas el pino colorado, árbol mucho más alto que los demás, varias plan- tas medicinales, algunas venenosas, y otras úti- ii (i) Don Tadeo Heenke halló en el laurel la se- milla madura y la flor que empezaba á brotar. ■*;■ (.•r ^''"■ifcjyrsssB 438 VIAJB ALKUUKUÜK UUL MUNUO &lk$ kü lr*f les ó agradables, haciendo subir como á 250 el nú- mero de las que reconoció U. Tadeo Hcenke (i). «Fecundizado por consiguiente el suelo con • doble vigor, presenta una tierra (dice D. Tadeo «Heenke), negra y pingüe de uno ó dos pies • de espesor, formada de la:i miriades pútridas y • sobrepuestas á una arcilla arenosa y cenicienta • que por lo común se halla en todos los con- » tornos, excepto en las inmediaciones del mar, • las cuales se componen de bancos movibles de • arena, muy dispuestos para la filtración de la • sal, que aquí se produce en mucha cantidad 6 • de una piedra granitosa cuyas hojas mayores • están formadas, primero de cuarzo blanco; se- • gundo, de mica nigricante; tercero, de feldes- • pato amarillento, formando por lo común con »el horizonte un ángulo de 80 á 90": siendo su • principal dirección al Sudoeste y atravesadas de • alto á bajo con una capa, por lo común tan es- » trecha, que no excede de una ó dos pulgadas, • compuesta de cuarzo puro granuloso y blan- • quizco. »La coiíiposición de la piedra que forma el • hueso interno, digámoslo así, de las inmediacio- • nes de Monterey, halló el mismo Sr, Heenke en • sus análisis, que es una piedra blanquinosa • ó amarillenta, sumamente ligera en su peso, • seca y friable al tacto, quebradiza y dispuesta »á teñir; compuesta esencialmente de marga ar- • ciilosa, muy propia para ed-íicios, y que insen- • siblemente se convierte ¿n calcárea á medida • que se acerca á la cima de los montes. En to- adas partes es oportuna para hacer cal, aunque • no de la mejor calidad, mezclándole una gran • cantidad de arcilla, con la cual hierve aunque • lentamente en el agua fuerte. De esta misma • clase son todas las piedras que eñ masas muy • enormes guarnecen y hacen tt .oles todas las • costas al Norte y al Sur del río Carmelo.» Según los naturales, se hallan con facilidad aun en las colinas más elevadas que conducen desde el presidio á la misión, varias petrificacio- nes de testáceos y aun algunos dendrites , y las playas producen con abundancia la concha cono- cida vulgarmente por concha de Monterey, y que llaman los naturalistas Alyotis Myde. En cuanto á la dificultad que debe ofrecer á la navegación las frecuentes y espesas neblinas con qlic parece quiso la Naturaleza ocultar en estos parajes la vista de los astros y de la tierra. (i) Entre las plantas medicinales cuenta este bo- tánico, la malva, el tropcolum-majus, la arthemisia-ab- sintium, la arthemisia-dracumculus^ la arthemisia-mariti- tna; scorconera-dentata, solidago-cricetorutn, solidago-ci- nerea, gtntiana-centaurium, salvia-frulesaus; sambuctts- racemosa, verótika anagallis, verbena Carolina, rhanntis maritimitSi sichorium, virgetum, melissa prostraía, oxalis prostrata, tmnareaachillea, mille/olium, etc.; y entre las venenosas rhusradicans, rhustóxico, dendron, la cicuta' sudes; el hippomane dis''oloi . •está suficientemente compensada con una sonda bastante saliente de la costa, y con la circuns- tancia particular de que jamás corren en ella vientos de travesía, y qqe los mismos Noroeste ó Sueste que siguen su dirección, pocas veces ó ninguna pueden llamarse tempestuosos. Por lo demás es claro que estas continuas neblinas no pueden ser de una utilidad general en la agricul- tura para toda clase de semillas, puea es bien sa- bido que varias especies de granos y casi todos los frutos cultivados, necesitan más 6 menos del calor del Sol, tanto para granar como para madu- rarse ó endulzar. Este inconveniente causa, con efecto, una notable diferencia entre las produc- ciones de nuestras misiones de la orilla, compa- radas con las de las situadas en el país interno; no obstante se tiene notado que en el maiz, semi- lla la más útil para la vida humana, parece me- nos sensible que en las demás, y particularmente en el trigo, los efectos de la escasez del Sol. Debemos tambiún exceptuar del inconvenien- te mencionado las misiones fronterizas ai canal de Santa Bárbara, en el cual ya sea porque las islas que lo forman reciban y contraresten las ne- blinas, ya porque su dirección Este-Oeste no dé lugar á c íe obren allí los Noroestes conlamisma actividad que en otras partes, logran de cierto calor más natural y permanente, y con él de unas cosechas más seguras y abundantes como repeti- damente nos lo han asegurado los Padres Misio- neros. Las semillas que principalmente se siembran y cosechan en las misiones de la Nueva Califor- nia (i) son el trigo, cebada, maiz, frijol, gar- banzo, lenteja, chícharos y habas. También se dan las frutas en muchas de ellas, y en las de San Buenaventura y San Diego hay parras, y en la de Santa Clara se crían particularmente ricas y abundantes peras, melocotones y ciruelas, para lo cual contribuyen mucho, así la cantidad de agua y el clima hermosamente claro y tem- plado de aquel paraje, como los huesos 6 pra- quetas frutales que les dejaron de Monterey los Sres. Conde de la Pcyrouse y Vizconde de la Langle, los cuales estuvieron en Monterey por Setiembre de 1786, y explayaron su generosidad dejando igualmente diferentes granos de la me- jor calidad, que en el día han multiplicado mu- cho en la misión de San Carlos (2). (i) Las misiones que hay establecidas en la Nue- va California son las siguientes, situadas do Sur á Norte, á saber: San Diego, San Juan Capistrano, San Gabriel, San Buenaventura, Santa Bárbara, Concep- ción, San Luis, San Antonio, San Carlos, Santa Clara y San Francisco. Puede verse en la relación del viaje al Estrecho de Juan de Fuca el estado comparativo de las siembras y cosechas de todas estas misiones en los años de 1785, 1790 y 1791. (2) Merecen los mayores elogios los rastros de humanidad que han dejado estos navegantes france- ses en las misiones de la Nueva California. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 430 on una sonda on ia circuns* ;orren en ella mes Noroeste pocas veces ó tuosos. Por lo as neblinas no I en la aRricul- 7ues es bien sa- y casi todos ás ó menos del mo para madu- nte causa, con trc las produc- orilla, compa- I país interno; el maiz, semi- na, parece mé- articularmente sez del Sol. leí inconvenien- Lerizas al canal sea porque las traresten las ne- ite-Oeste no dé tesconlamisma ogran de cierto y con él de unas tes como repetí- >s Padres Misio- ;nte se siembran i Nueva Califor- úz, fríjol, gar- ts. También se lias, y en las de hay parras, y en cularmente ricas nes y ciruelas, , asi la cantidad ute claro y tem- 33 huesos ó pra- de Monterey los Vizconde de la ¡n Monterey por íi su generosidad ;ranos de la me- nultiplicado mu- ía). lecidas en la Nae- iituadas de Sur á a Capistrano, San Bárbara, Conccp- arlos, Santa Clara relación del viaje do comparativo de tas misiones en los ios los rastros de lavegantes france- lUfomia. ■P«¥fW55r.T'»«a»i«ftW No podemos continuar con igual prolijidad que hasta aqui, la descripción fisica de las tierras contiguas al mar desde la misión de San Fran- círco, situada en jS" escasos hasta Cabo Blanco; pero si atendemos á los ¿onocimientos (¡ue pres- tan de esta parte los viajes nacionales y algunos extranjeros que ciertamente han visitado este trozo de costa, se puede asegurar que la misma suavidad del clima y la fertilidad del suelo que acabamos de indicar, se extiende por toda ella hasta el paralelo de 42", teniendo siempre pre- sente la natural diferencia de los paralelos entre sí. Así nos lo han manifestado desde el mar las frecuentes neblinas y la calidad de la costa, la cual, favorecida por una sonda bastante saliente, se compone al principio de arenales 6 barrancas, siguiendo después á corto trecho un terreno alo- mado y bien vestido de arboleda. Los Sres. He- zeta y Cuadra, que en 1775 estuvieron en el puerto de la Trinidad y en al río inmediato de las Tórtolas, hacen mención particular de la frondosidad de estos parajes, igualmente que de la del puerto de Cuadra, (|ue visitó este Coman- dante el año de 1790 á su regreso del Norte. ICI río de Martín de Aguilar presenta en sus orillas y hasta en sus mismas aguas, árboles y troncos de un tamaño singular, y finalmente, el inglés Francisco Drake asemeja estas costas á las de Inglaterra por su frondosidad y ameno semblan- te. Lo que debe exceptuarse de esta general fer- tilidad son las sierras que forman el Cabo Men- docino, el cual, como más saliente al Oeste y puesto casi como una barrera á los violentos es- fuerzos del Océano, se presenta acantilado, com- puesto de una sola masa de piedra y escarpado casi á pico, de modo que la vegetación parece ser un objeto secundario en este oportuno antemural. Es bien sensible que no esté á nuestro al- cance poder dar una noticia de la calidad del suelo que forman las islas del canal de Santa Bárbara, ni de las que están fronteras á las cos- tas Norte del puerto de vSan Diego. Ninguno de nuestros navegantes modernos las ha descrito, y probablemente no las han disfrutado, y las noti- cias que da el redactor del viaje de Sebastián Vizcaíno, además de no comprender aquellas par- ticularidades que en el día son tan necesarias, parecen también algo exageradas, comparándo- las con el estado actual de estos países. Nosotros sólo hemos visto á cierta distancia las más occi- dentales del canal y la de San Nicolás, y á juzgar de aquéllas por las muchas barrancas blanquino- sas que presentaban hasta la cima y por su mez- quina vegetación, compuesta de muy pocos arbus- tos esparcidos en una ú otra parte, se puede aven- turar la idea de que son bastante estériles. La isla de San Nicolás que costeamos más de cerca, y vimos con individualidad por su mitad del Sud- oeste carece aún de estos pocos arbustos, y su superficie abarrancada no presenta la menor apa- riencia de que haya manantiales ó aguas corrien- tes; lo único que sospechamos es que esté habi- tada, pues así parecía indicarlo una humarcd.i (|ue salía de lo más alto del monte. De lo expuesto hasta aquí se puede deducir con bastante fundamento: i." Que la California Vieja, esto es, desde los 22 hasta los jo" de la- titud, es un país árido, montuoso, estéril y seco, poco dispuesto prna la subsistencia del hombre é incapaz de suplir con sus polircs minas todos aquellos inconvenientes, ó de convidar á una útil navegación en una y ntra costa, ;í pesar del be- neficio de las perlas en la oriental, y en la occi- dertal de la pesca de lobos, nutrias y ballenas. .?." Que de los }o" en adelante varía enteramente el semblante del país, ofreciendo una vegetación Ri/ana que casi continua sin interrupción hasta los 37" .}ü' en que se hallan las misiones de San Francisco y Santa Clara y con muy corta varie- dad relativa sólo á la diferencia de latitudes, hasta el Cabo Blanco en los 43" de latitud. V aunque las dos cordilleras de islas fronterizas al canal de Santa Bárbara y á la punta de la con- versión, parecen naturalmente estériles como di- jimos, pueden no obstante ser capaces de una crecida población, ya sea por la abundancia de la pesca en el mar que la rodea, ya también por la seguridad de la navegación y finalmente por su inmediación jil país mucho más fértil de la tierra firme. Proporcionada á estas disposiciones del suelo, es la concurrencia de los animales que la Natu- raleza destinó para que lo disfrutasen. Expon- dremos en un breve resumen cuanto contienen los | viajes y descripciones nacionales de esta parte j de la Monarquía, y las observaciones prácticas • que pudo rectificar D. Tadeo Heenke durante nuestra mansión en Monterey. Además de los cuadrúpedos y aves domésti- cas introducidas por los misioneros, se hallan en la California meridional dos especies de monte- ría que no se conocen en la antigua ni en la Nueva España. La primera es laque los califor- nios en la lengua Monqui llaman Tayc. Este es un animal de la corpulencia de un ternero de año y medio, y muy parecido á él en su figura: la ca- beza se asemeja á la de los venados; tiene las as- tas extraordinariamente gruesas, aunque pareci- das á las del carnero; la pezuña grande, redonda y hendida como la de los bueyes; el pelo como de venado, pero más corto y algo manchado; la cola pequeña y la carne sabrosa y regalada. La se- gunda especie se distingue poco del carnero man- so, aunque es mucho más corpulento y crecido; los hay blancos y negros, pero todos son muy la- nudos y de lana á propósito para hilar y tejer. Hay también coyotes y se encuentran algunos venados, liebres, conejos y berrendos, aunque 440 VIAJB ALRBDRDOR DRI. MUNDO Wl no en mucho número. Son más abundantes los insectos ó reptiles propios de tierra caliente, como vlvoras, culebras de varias especies, sala- manquesas, escorpiones, alacranes, arañas, cien pies, ^'rillos, lagartijas, lagartos y hormigas, ex- ceptuando, sin embargo, lus pulgas, chinches, niguas y otras comunes de lii América. También hay gran variedad de aves de rapifka, de caza, acuáticas y cantoras, pero no las nombraremos para referirlas después á la California septen- trional, en donde su ni'imeroes ciertamente ma- yor que en la meridional. No sucede asi con los peces, y en particular con los anfibios, los cuales abundan en una y ot"a costa de la Vieja California, haciéndose en el día sumamente útiles para los intereses na- cionales las nutrias, los lobos marinos y las ba- llenas. Kn la costa oriental, además de los galá- pagos, tortugas y muchos caracoles de varios gé- neros, se cuenta la concha de la perla, la cual sobre ser bastantemente copiosa tiene para el buceo la comodidad de darse en solas cuatro bra- zas de agua y el ser ésta tan cristalina que se ven las perlas como si efectivamente estuviesen sobre la superficie del agua. Advertiremos, sin embargo, que según los Diarios del Padre Consag escasea ó falta enteramente este rico producto y aun casi toda especie de peces en las partes septentrionales del golfo, desde que vencido el paso de Sal si puedes, las orillas y los bancos in- termedios de la desembocadura del río Colorado no ofrecen sino montes inmensos de arena, opuestos igualmente á la navegación que al ca- mino por tierra (i). Mucho más fértil la Nueva California (2) (i) En la descripción de la Caliroruia, del Padre 1 Cons.ig, so haco sobre las perlas las siguientes ad- ¡ vertcncias. «Lo que reparo es, que hasta 22° poco más ¡ ó menos desdo el Sur, la perla es blanca y legítima; ¡ pero en lo restante para el Norte la perla blanca es más rara: la mayor parte de las perlas remeda el en- carnado do las nubes heridas del Sol, por lo que las llaman rosadas ó de nácar; otras remedan el azul del ciclo. Las perl".i verdes son raras pero hormosps por su lustre; otras se sacan en gran cantidad de ci)ior.>s muertos. Como se diferencian las perlas, se H;,er ru- cian también las conchas, la que comunincfoto s<.* llama madre de perla, es coucha gruesa sólid '. r <5n su interior de un blanco lustroso. La conc ¡in. ¿ 1 las otras perlas es delgada y su seno de varios colores. Cuando la perla es de cuenta por su tamaño, de or- dinario al abrir la concha se suele topar; sin em- bargo, algunas están tan metidas en el callo ó car- naza de la concha, que por más que se estruja y ex- prime el callo, quedan escondidas, por lo que los ar- madores, en unas tinas de cuero echan á podrir los callos, y deshechos éstos por la putrefacción, bajan todas las perlas do todos tamaños.» (2) El país que así denominamos y corre con este nombre en nuestras cartas nacionales, es el mismo que llamó la Nueva Albión el inglés Francisco Drake, á quien siguen todos sus paisanos . Pero nues- tros derechos en esta parte son incontestables, te- niendo presente la navegación que hizo en 1542 Juan Rodríguez Cabrillo, siendo Virey de la Nueva Es- deadc los paralelos de ji' de latitud prAxima- mentc, ofrece no solo una mayor variedad en to- das las eapeciea de animales, sino también una proporción aventajada en sus tamaños, propios ya de estos paralelos felices. Cuéntanse particu- larmente entre los cuadrúpedos, los venados (i), berrendos, liebres, conejos, rirdillas, gatos mon- teses, ratas, osos y tigres, y entre las aves, las tórtolas torcaces, las codornices, calandrias, sensotlcs, tordos, cardenales, chupamirtos, gra- jos, cuervos, gavilanes, alcatraces, gaviotas, bu- zos y otras aves marítimas de rapii^a, sin que falten patos y ánsares de diferentes especies y tamaños. Los peces más abundantes son las centollas, langostas, cazones, sargos, pargos, viejas, caballas, roncadores, bacalaos, guita- rras, barberos, puercos, rayas, educhos, salmo- nes (2) y una muchedumbre innumerable de sa- brosas sardinas. No podemos abandonar la descripción de las costas amenas de Monterey, sin dar un leve bos- quejo del hermoso semblante con que se mani- festaba la naturaleza á nuestra vista desde el puerto, cuando disipada la neblina entre las diez de la mañana y las dos de la tarde, se reunían al brillo del Sol y á la frondosidad de los contornos, los céfiros suaves de la virazón del Noroeste. Mirando hacia el presidio, la variedad de objetos en que entendían los soldados, sus tallas y sus rostros extraordinariamente sanos y robustos, sus mismos hijuelos ocupados en guardar los gana- dos ó entretenidos en enlazar una res ó montar á caballo, renovaban á la memoria la utilidad y los placeres de la vida campestre. Corriendo la vista algo más al Oeste, unas lomas matizadas con diferentes verdes y flores, al mismo tiempo que descubrían en el poco espesor de sus arbole- das la amenidad y la sombra, dejaban ver an- siosamente ocupados en sus pastos las especies más útiles del ganado doméstico, á cuyo alrede- dor voltejeaban pacíficas mil especies de aves y saltaban tímidos y ligeros el conejo, la liebre y la ardilla. Y si un bosque no muy espeso de pi- nos y cipreses y una costa algo árida y muy pe- dregosa parecían querer oponerse por un momen- paña D. Antonio Mendoza, Conde de Tendilla, en cuyo obsequio se llamó Cabo Mendocino el extremo de la costa saliente al Oeste por los 40" de latitud. Él mismo navegante, en 10 de Marzo de 1543, to- mando altura alcanzó hasta los 44* de latitud. (i) En la vida del venerable Fr. Junípero Serra, página 207, se habla de unos venados ó especie de ellos, tan grandes como el mayor buey, con una cor- namenta de la misma hechura que la del venado, pero tan larga, que se le midieron de punta á punta 16 palmos, y habiendo muerto tres de ellos y que- riendo llevar uno entero, no pudo una muía sola car- garlo y fué preciso á trethos remudar muías. (2) La época en quo suben á desovar estos peces exquisitos en los ríos de San Francisco y del Carmelo es próximamente por Febrero y Marzo. ititud priSxima- variedad en to- lo también una martos, propios íntanse particu- lo» venados (i), lias, (jatos mon- re las aves, las es, calandrias, lupamirtoa, gn.' :s, gaviotas, bu- rapiña, sin que !ntcs especies y idantes Hon las sarpoa, pargos, )acalaos, guita- íduchos, salmo- umerable de sa- escripción de las dar un leve boa- on que se mani- rá vista desde el na entre las diez de, se reunían al de los contomos, m del Noroeste, riedad de objetos 8U3 tallas y sus os y robustos, sus :uardar los gana- una res 6 montar oria la utilidad y tre. Corriendo la lomas matizadas al mismo tiempo sor de sus arbole- de jaban ver an- istos las especies o, á cuyo alrede- ¡pecies de aves y )nejo, la liebre y uy espeso de pi- árida y muy pe- se por un momen- le de Tendilla, en idocino el extremo os 40" de latitud, larzo de 1543, to- ' de latitud, r. Junípero Serra, ados ó especie de 3uey, con una cor- ue la del venado, de punta á punta es de ellos y que- una muía sola car- dar muías, esovar estos peces ¡SCO y del Carmelo irzo. s i i UJ O UJ o I— lii 1^ :::) m X- < <; < o o, < < UJ C/) Z 1-1 i X fi ím ír^ fi% m í"; 'a- Rl ■1 r CORtETíS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 441 to á la continuación de esta escena maravillosa, era sólo para que apareciese de nuevo con un sentblante no tan agradable y mucho más gran- dioso. Con la vista de un mar sereno é ¡limitado hacia el Noroeste y Norte, se aparecian al es- pectador mil especies de aves acuáticas, ya ocu- padas en la adquisición del alimento, ya en el cuidado de su multiplicación ó en las muestras nada equívocas de su tranquila felicidad en estos parajes. La monstruosa ballena, el lobo marino y la nutria, aplaudiendo unas veces el risueño semblante de la atmósfera, otras á la suma tran- quilidad de qu'i disfrutaban, no temían solazarse caoi en la mi ,ma playa, y en ésta, finalmente, acudía á la ed ó al anzuelo un número casi in- finito de pf jes tan varios como sabrosos y tan oportunos por consiguiente para el catudio ¡limi- tado del naturalista, como para el sucesivo recreo del navegante. Pero dejando aparte estas ideas risueñas, pasemos ya al examen interesante de nuestra especie, con la extensión conveniente, según las noticias adquiridas y las que prestan los Misio- neros. No cansaremos al lector sobre el número y los noml res de las muchas naciones que pue- blan la California, desde su extremo meridional hasta el paralelo p'-efijado de 43". Tampoco nos ocuparemos sobre su origen y los cim¡entos de sus princ¡p¡os reügiosos, y comprend¡endo todas estas confederac¡ones bajo el nombre general de Californias, examinaremos primero aquellas pro piedades en que todos convienen, y distinguire- mos luego aqu'^llas en que se aparta ca.da tribu de por sí. Averiguaremos en primer lugar el número de estos habitantes, y aunque no sea fácil deter- minarlo con exactitud, tampoco nos apartaremos mucho de la verdad, reuniendo á la poblac¡ón actual de nuestras m¡s¡ones, la que indica para la Vieja California el censo ya citado de 1768, y las conjeturas probables á que dan lugar las difereníe-, exploraciones hechas hasta aquí por los viajeros nacionales. Son éstos el Ingeniero D. Miguel Costanzo, en su expedic¡ón por tie- rra en 1769 desde San Diego hasta San Franc¡s- co; los d'^.i-entes viajes del Comandante D. Juan Bf.usta de Ansa al Oeste del río Colorado; la excursión del Teniente Moriaga al Este de San Francisco; los diarios manuscritos de nuestros navegantes por las costas siguientes, desde San Francisco hasta Cabo Blanco; las noticias de los misioneros y otras adqu¡r¡das por nosotros, con c'.yos datos se puede computar la población total de indios como sigue: Habitantes de la Vieja California, según el eoipadrcnamiento del año de : 768. . . . 7. 898 Idetn de los que en el día corresponden á ]■ s misione'! recíentemenit' ^stiblccidas por los Padres Dominicos, y que perma- nocían errantes al tiempo de la visita. , 4.000 Habitantes de las naciones situadas desde San Diego hasta San Francisco al tiempo de nuestra llegada en 1769 15.000 ídem de las tribus desparramadíis y conti ■ guai 1 los Yumas y al Oeste del río Colorado, incluso los danzantes y las ran- cherías al Este do S.in Francisco, según las noticias del Comandante Ansa y las noticias del Teniente Moriaga 4.000 ídem de las costas siguiente j hasta Cabo Blanco 4.000 ídem de las islas según un cómputo pru- dencial de los Padres Misioneros 6.000 De este modo resulta, finalmente, toda la población de la Californ¡a desde Cabo San Lúeas hasta Cabo Blanco, de 41.000 v¡v¡entes próx¡- mamente, al tiempo de nuestra entrada en !a Ca- l¡forn¡a Nueva por los años de 1769 y 7o¡ y de la sucesiva comunicación por tierra entre ésta y la provincia de la Sonora en 1774 y 75, siendo la población actual de nuestras misiones de la Nueva California referida á fines del año de 1790, de 7.718, sin contar con los españoles y otras castas de las que nombran de xazón en la Amé- rica, cuyo número asciende á 997 individuos, y viven repartidos en los cuatro presid¡os de Mon- terey, San D¡ego, San Francisco y Santa Bárba- ra, y las dos colonias ó poblaciones de San José de Guadalupe y la Reina de los Angeles. Conviene advertir, que el cálculo anterior está fundado en la seguridad positiva de que la Cali- í"om¡a Nueva sólo se halla regularmente poblada en las orillas del mar, y que esta población dis- minuye al paso que se corre al Este hacia el país interior: todos los viajeros mencionados con- cuevdan sobre este punto, y las internaciones del Padre Fr. Francisco Garcés, desde la Sonora hasta San Gabriel y desde las ¡nnied¡aciones del río Colorado hacia el Norte hasta los 36° de la- titud, confirman la mismu op¡n¡ón, á cuyo testi- monio puede agregprsc; el de los neófitos redu- cidos de nuestras mis¡one .os cuales pregunta- dos por nosotros sobre este punto, ninguna noti- c¡a han dado de naciones algo crecidas hacia el Este, y por el contrario, queriendo ipdiv¡dual¡- zar las confederaciones eriem¡gas entre sí, siem- pre distinguen stf po3Íc¡ón de Norte á Sur y nunca hacia el Oriente. También es un reparo digno de no om¡tirse para suponer una grande despoblación interna, en no haber halladoen estas orillas la menor idea del caballo al tiempo de nuestro establecimiento en la Nueva California, siendo así que las repetidas expediciones ejecu- tadas en el siglo pasado hacia el Nuevo Méjico, y los robos consecuentes hechos por los ind¡os contiguos,, de las caballadas nuestras, hubieran segoiamente hicho traspasar hacia esta parte unoc animales de tanto valor y utilidad si hubic- 44a VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Bi- se algunas tribus capaces de guerrear con ellos y de adquirirlos. Finalmente, para no aví."• Mi ^ra \j :nte. La vida ¡empre de la a falta de un es y la esca- os, son unos al hombre á uidado de su le entorpecen /a representa- ■cia presentan IOS aborí jenes los tiempos Irados y difí- experiencia, lados al pren- sen creer que ic ¡fieos, y que más civiliza- de sus repeti- dores de per- das en la cos- primeros con- isiones jesuí- de 17 '. ,'las . .. r,. . -o- eopecie ruda :im¡ento á la 1 desprecio de ña. debilidad, y la alevosía, itros de estos r las explora- cierto que el ;ipalmeníe en ; las semillas de los hay, y ó pornecesi- co. irmenores so- 3s naturales. indaaa.i.;?n*'í' hombres la nal de Santa nuestros re- todo de vida, nismos ritos sobre todo, i 2 Noviembre ales el Padre y un carpinu memoria, ji>í; stiana que ■.-•^ DsPadícs Mí iías, y nalldn- r de los mis- il la cantidad cngadoo. Los 'no ol perdón 1 CORB-TAS DESCUBIRRTA Y ATREVIDA 443 cierto equilibrio de fuerzas y de civilización en las tribus comarcanas, son unos datos que indican de un modo conjetural, pero probable, que todas estas naciones parten de una misma época y de un propio origen. Nuestras conferencias en Monterey con los naturales de la misión conti- gua de San Carlos, auxiliadas también de dos intérpretes que á la sazón se hallaban en la mi- sión (i), nos han suministrado datos bastante, para esta útil comparación. Tres tribuid diferentes y perpetuamente enemigas entre sí, existen aho- ra unidas en esta misión, y en todas tres se hallan arraigadas las mismas supersticiones, los mis- mos trajes y adornos, un igual amor á la danza, un método igual de vida, un igual pudor en Ifts mujeres, y finalmente, todas aquellas propieda- des con que se hallan tan bien caracterizadas en la historia del Padre Venegas las tribus meridio- ftales, añadiendo sobre todo «aquella prodigiosa flojedad y languidez con que, dice el redactor de esta historia, pasan en perpetua inacción y ocio- sidad su vida, con horror á cu ilquier trabajo y afán. i> Denomínanse estas tribus, la de los Runsieu, de los Eslenes y de los Vaysh, á las cuales siguen hacia Santa Clara y San Francisco las de Ymu- racan y Aspasniac. Todas ellas están en continua guerra, concibiendo «aversión y odio y enarde- ciéndose á la venganza con causas ligerisimas: pero con las mismas ó sin ellas sosegándose des- pués de tomarla y aun antes de satisfacerla» (2). No llevaremos más adelante el hilo de nues- tras comparaciones, y el que guste continuarlas, podrá leer en la relación del viaje al Estrecho de Fuca las noticias que se han insertado allí de estos naturales y son conformes á las adquiridas por nosotros en la campaña de 171JI. Pero á fin de extender en cuanto nos es dable el conoci- miento de los habitantes de esta parte del conti- nente americano, extracta'-emos á continuación las notici^.c que comprende el Diario del viaje á es*-ao costas, hecho por los señores Hezeta y Cua- dra en 1775, y son relativas á las tribus comar- canas del puerto de la Trinidad. Son estos indios afables confiados y fieles en todo aquello que por nuevo y útil no cauti* a su atención. Sus casas se com,ionen de '.ñas barracas subterráneas, cuadradas, construidas de grue.m tablazón con el techo rasante y la (i) Eran CAtos, dos jóvenes convertidos en una edad ya adulta, ambos favorecidos de un entendi- miento claro, y sobre todo, tan adelantados en nues- tro idioma, que no cabo duda cupiese equivocación alguna en la interpretación de nuestras preguntas ó de sus respuestas. Debe también suponerse que estos in- terrogatorios se hicieron con todas las precauciones posibles de quietud, confianza, despacio y confronta- ciones. (2) Son las mismas expresiones que se leen sobre el propio asunto en ol Compendio ya citado del Padre Veaegas. puerta formada por un agujero circular del grueso del cuerpo humano. Su suelo está llano y limpio, y en el centro hay un hoyo cuadrado de vara de hondo para hacer y conservar el fuego. La firmeza de estas habitaciones basta para libertarlos de los animales voraces durante el tiempo de su descanso. Los hombres, si el frío les hostiga, se cubren con pieles de venado, lobo, nutria, etc., pero si aquél es tolerable, an- dan desnudos como verdaderos hijos de la Na- turaleza, á excepción de algunas coronas de flo- res que llevan en la cabeza. Llevan el tabello largo, unas veces en castaña y otras suelto so- bre las espaldas. En la parte inferior de las ore- jas se abren un agujero y por él pasan un pernete de hueso muy liso y lustroso. Acostum- bian ligarse la cintu'*a y las piernas por la in- mediación del tobillo, con una correa que aprie- tan fuertemente, y en los brazos tienen varios circulados picados en la misma forma que nues- tros marineros suelen traer figuras ó rótulos en algunas partes de su cuerpo. Las mujeres cubren la cabeza con una copa muy tejida de la fibra de algunos árboles flexi- bles ó yerbas, pero tan tupidas, que no se filtra el agua cogida en ellas. Su cabello cae en dos trenzas entre las orejas y las megillas, adornado de muchas flores, y usan los mismos pernos que los hombres en lugar de pendientes. También tienen picado el labio inferior con tres rajas, dos de las cuales bajan desde los ángulos de la boca hasta el extremo de la barba y la tercera desde la parte superior inmediata del labio hasta el punto inferior de ella. Estas señales que son tan perceptibles en las viejas, cuanto que apenas de- jan algunos claros en los intermedios, son por el contrario tan leves en las niñas, que con difi- cultad se descubren á una corta distancia. ¿Quién sabe si serán los caracteres de su edad para que á primera vista manifiesten justamente la vida que ya corrieron? Usan las mujeres por enaguas un tejido de pieles con fleco de hilos que les baja hasta la pantorrilla, y cuando el frío las molesta, llevan el mismo abrigo que los hombres, y se aprietan como ellos la pierna por la inmediación del tobi- llo. En el cuello traen rosarios de pequeñas fru- tas, de huesos y de conchas que cogen en las playas. Obedecen estos naturales las disposiciones de un Je.'e que lo- divide por mar y tierra para que salgan á buacar el común sustento. Se reco- gen á puestas del Sol, pero después que se reti ran las gentes de los buques, sale uno r. recono- cer la playa y las inmediaciones de! pueblo. Mu- chas veces solicitaron el socorro de los españo- les para vencer sus enemigos en la campaña, se- ñal cierta de las guerras que sostienen con otros pueblos vecinos, sin embargo de que viven en \U 444 VIAJE ALUEDlíDOR DEL MUNDO paz con varios que en b.eve tiempo se alojaron en las playas, en número de 300 personas de ambos sexos y de todas edades. Estos estaban divididos por cuerpos ó reuniones de familias, en una de las cuales había un niño de poco más de un año, que con arco y Hecha proporcionados á su edad, daba en la palma de una mano presen- tada por blanco, á distancia de dos varas. De la religión de estos pueblos ro pudo ad- quirirse información cierta. Sólo se vio á uno que parecía revestido del carácter de orador público, hp.blar algunas palabras volviéndose alternativa- mente á los puntos cardinales del horizonte, como para invocar la protección de algunas deidades (r) que considerarán ár¡)itras de aquellos vientos. Habiendo fallecido uno de los naturales, se notó que cumplido el llanto, quemaron el cadáver y recogieron las cenizas. Las armas ofensivas de esta tribu son flechas con puntas de pedernal, cuchillos de lo mismo y algunos de hierro, mal fabricados, los cuales, se- gún manifestaron, les vienen, por vía de cambio, de parajes más septentric '-s y nuede bien su- ceder, que del Nuevo Méj. .' ..omunicación de unas naciones con otras, ya íes, ya erran- tes, circulen estos útiles y el hieiro viejo hasta ponerlos en manos de los habitantes de las pla- yas, que siempre son por las pescas los más ricos y capaces de comprarlos. De todo cuanto se les presenta nada les llama más su atención que el hierro, bien sea en bruto ó en armas cortantes; siendo cierto que cometerán todos los excesos por adquirirlo, siempre que se consideren superiores en fuerzas, y no es extraño, pues les facilita la construcción de sus débiles buques, de sus casas y el logro de la pesca, y tiene para ellos un cebo mucho más racional y poderoso que el del oro para nosotros, por cuya adquisición despedaza- mos, sin embargo, hasta las entrañas de la tie- rra. Reciben con aprecio los abalorios y el taba- co, que cultivan con cuidado y lo fuman en tu- bos parecidos á una trompa. Cazan venados, cíbolos, osos, lobos marinos y nutrias, aunque estas dos últimas especies pue- den corresponder á la pesca. Las aves que pre- senta el país son cuervos, gavilanes, patos, ga- viotas, tórtolas y pájaros muy pequeños y en poco número. La pesca se hace de sardina, pejerey, morcillones y pies de cabra, de cuyas especies es (i) Esta misma iperstición ó costumbre se halla arraigada en todas 1 s tribus meridionales. Con mo- tivo de un temblor que acaeció en la ranchería, así llamada, en el río de los Temblores, á la sazón de hallarse allí el Ingeniero D. Miguel Costanzo, uno de los gentiles (dice este viajero) que sin duda haría en- tre ellos el oticio de sacerdote, estaba entonces en el Real, y aturdido del suceso no menos que nosotros, empezó con voces horrorosas y grandes demostracio- nes de espanto, á deprecar al cielo, volviéndose á todos vientos y haciendo como que conjuraba los tiempos. muy abundante la costa, y no hacen otras quizá, porque les faltan aparejos y anzuelos , ó porque la necesidad no les obliga á pescas más difíciles y trabajosas. Hasta el tiempo de esta expedición parece no habían visto estos naturales embarca- ciones como las nuestras. Fijando ya nuestras miradas sobre las costas del canal de Santa Bárbara y las islas que lo for- man, parece que el espíritu cobra nuevos alientos al ver vindicados en esta tosca pero feliz colonia los nobles dictados del hombre, que tan vergon- zosamente ultrajan las naciones circunvecinas. Compónenla en el día, según los cómputos más probables unas 21.000 personas, las 15.000 esta- blecidas en el continente y las otras 6.000 en las islas, arraigadas de tal modo, que sus principios sociales, el método de vida, la fisonomía, el ta- lle y hasta su misma capacidad, todo ''oncurre á caracterizar á esta nación con mucha diferencia á las demás que habitan esta parte del continen- te; viven reunidos en pueblos cuyas casas son de figura esférica (i), cubiertas de enea, y de unas 20 varas de diámetro. Cad.n casa contiene tres 6 cuatro familias: el hogar está en medio, y en la parte superior abren un respiradero para dar sa- lida al humo. El carácter de estas gentes es afa- ble; su talle bueno, igualmente que el aspecto: gustan mucho de pintarse, y usan por adorno grandes penachos de plumas. Andan enteramente desnudos y sólo en tiempo de frió gastan unas capas de pieles de nutria ó unos mantos forma- dos de tiras de estas mismas pieles, las cuales ías tejen torciéndolas, de modo que el pelo que- da por fuera, y forman una trama con el tejido de estos hilos. Las mujeres andan con mucha honestidad, ciñéndose la cintura con pieles de venado, que les cubre hasta media pierna, y un capotillo de nutria sobre el cuerpo. Son de bello aspecto y muy hacendosas: ellas tejen las bateas y vasijas de junco que les sirven para comer, be- ber y guardar las semillas, pues no conocen estas gentes el uso del barro, y dan á estas manufac- turas mil formas diferentes y graciosas, según los usos á que las destinan. Los hombres labran hermosas bateas de ma- dera con embutidos firmes de coral ó hueso, y unos vasos de mucha capacidad y cerrados de boca, que parecen hechos á torno, con un lustre tan perfecto, que cualquiera dirá es obra acaba- da de la mano de un artífice hábil. Nosotros de- bimos al Padre presidente de las misiones da Monterey, diferentes muestras de estas preciosas manufacturas, las cuales se remitieron después para el Real Gabinete. Las vasijas grandes que sirven para el agua, son de un tejido robusto de (i) Esta descripción se ha tomado del viaje de D. Miguel Costanzo, cuyas noticias confirman los Pa- dres Misioneros. Dtras quizá, 6 porque las difíciles expedición ;s embarca- e las costas s que lo Tor- vos alientos eliz colonia tan vergon- cunvecinas. nputos más 5.000 esta- .000 en las s principios mía, el ta- •oncurre á diferencia el continen- :asas son de , y de unas tiene tres 6 iio, y en la Dará dar sa- ntes es afa- ' el aspecto: por adorno ¡nteramente ;astan unas itos forma- las cuales el pelo que- )n el tejido con mucha n pieles de ierna, y un ion de bello n las bateas i comer, be- nocen estas s manufac- )sas, según teas de ma- ó hueso, y :errados de n un lustre )bra acaba - osotros de- nisiones de is preciosas on después ;randes que robusto de del viaje de man los Pa- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 445 juncos embreados por dentro y de la misma figura que nuestras tinajas. Para comer las semillas que gastan en lugar de pan, las tuestan primero en grandes bateas, echando entre las semillas algunos guijarros ó chinas caldeadas ; luego mueven la batea para no quemarla, y en estando la semilla tostada, la muelen con morteros de piedra perfectamente labrados. Son ciertamente dignas de admiración la constancia y prolijidad que emplean en acabar estas piezas, tan apre- ciables aun entre ellos mismos, que á los que dejan á su fallecimiento semejantes obras, se las colocan encima del sepulcro como un monumento que recuerde siempre su aplicación y habilidad. Entierran á los muertos, tienen sus c.inente- rios dentro del mismo pueblo , y hacen con gran pompa los funerales de los Capitanes, colocando sobre sus cuerpos unas perchas altas en que cuel- gan los muebles que eran de su uso. Ponen ade- más en el mismo paraje g, andes tablas de pino con diferentes pinturas, que servirán sin duda para explicar las hazañas de aquel personaje. No es lícita la pluralidad de mujeres, y sólo los Capitanes tienen derecho de casarse con dos: los matrimonios usan de camas separadas, com- puestas de tarimas que s-í levantan del suelo y de unos colchones ó simples petates ó esteras de enea con almohadas de lo mismo. Estas camas están colgadas con iguales esteras, que sirven á la de- cencia y para defenderse del frío, y últimamen- te asegura el Padre presidente de las misiones, han perfeccionado el uso de los catres cerrados, imitando con mucha pejfección los de Europa. ria_' entre estos naturales una especie de hombres que viven como las mujeres, se acom- pañan con ellas, visten su mismo traje y se ador- nan con abalorios, pendientes, gargantillas y otros mujeriles, logrando entre ellos de grande consideración: los llaman joyas, y el vicio abo- minable que deriva de esta costumbre, ha tras- cendido ya hasta las misiones de San Francisco y Santa Clara, según pruebas incontestables de los Misioneros que han cogido ya á varios en el acto mismo de su delito. Sobresale la industria de estos naturales en la construcción de sus lanchas de pino, las cua- les tienen de ocho á diez varas de largo y vara y media de manga. No entra en su fábrica hierro alguno, y para sujetar las tablas abren unos ba- rrenos de trecho en trecho y á distancia de una pulgada del canto, los cuales correspondiéndose unos á otros en las tablas superiores é inferiores, pasan por estos barrenos fuertes ligaduras de nervios de venado, y luego embrean y calafatean las costuras, pintando el todo de colores muy vistosos. Para manejarlas se sirven de remos de dos palas con los cuales las comunican una in- decible velocidad y ligereza y salen mar á fuera á pescar en ellas con tres ó cuatro hombres. Abunda el pescado sobre su costa, conocen todas las artes de pescar y tienen comunicación con loo naturales de las islas inmediatas, de donde sacan ciciios abalorios de coral que corren por esta tie- rra en vez de moneda, aunque aprecian mucho más los abaloiios de vidrio que les dan los es- pañoles, ofreciendo por adquiiirlos sus bateas, pieles, jicaras, platos de madera y todo cuanto poseen. El alimento principal de estos habitantes es el pescado fresco y varias semillas, como bello- tas, atole, gachas y otras diferentes comidas. Reina en esta grande y pacífica sociedad una paz sólida, cierto amor á la concordia, á la reunión y á la vida sociable, y en general mucha aten- ción para obsequiar á los extranjeros. Jamás se ve en sus manos ni en sus chozas otros ins- trumentos que los propios de su pesca, y no han dado hasta ahora el más leve motivo que indique desafecto hacia las débiles naciones sus vecinas, ni de que exista entre ellos el menor rastro de discordias pasadas, de rencor ó de celos, y los habitantes de las islas ya sea atraídos por la curiosidad, por el interés ó por la costumbre, viven ahora en mucho número entre los domici- liados en el continente. Dichosos ellos si con- tentos con la situación en que los colocó la Naturaleza, sin enemistades con los vecinos, sin disputas por la propiedad y libres de la ambición que atormenta á la culta Europa, subsisten largo tiempo en aquel apacible estado que les ofreció la madre bienhechora de los mortales. No hemos podido rastrear por muchas dili- gencias que se han hecho, cuál sea el influjo ó autoridad de que gozan los Caciques de cada po- blación ni si existe un Jefe supremo que domine en todas ellas. Por las noticias adquiridas y las que dan los Misioneros, sólo puede deducirse con algún fun- damento, que la autoridad de los primeros es li- mitada y que fa'^a enteramente la del segundo, siendo así que ni remotamente la han podido traslucirlos viajeros nacionales y que todos ha- blan de la unión que existe en esta confedera- ción, citando como ejemplr -^1 que en varias oca- siones se encuentran reunidos en una sola ran- chería los caciques ó jefes de otras distintas. Si retrocedemos al tiempo de Sebastián Vizcaíno cuando navegaba por estos mares, hallamos en la relación de su viaje no sólo la existencia de este Régulo supremo, sino otras varias particu- laridades dignas de fijar nuestra atención. «Sa- idió (dice) de tierra firme una canoa con cuatro «remeros, en la cual venia un indio (i) que era el »señor ó rey de aquella costa ó tierra firme. iiEsta canoa llegó á la Nao Capitana, y con «grandísima diligencia y presteza, dio tres vuel- (i) Venegas, parte IV, apéndice II, pág. 95. ■i BM düki Í1^ i f r • tas alrededor del navio, cantando todos los que • iban en ella c: su lengua, al modo que cantan • los indios en la Nuevn iispaña el mitote, y lutgo • se llegaron á ella, y sin recelu alguno ni temor • entró dentro de la dicha Nao Capitar.a aquel in- • dio reyezuelo 6 cacique a^ aquella tierra, y lo • primero que hizo en entrando, Tué dar alrede- • dor de la plaza de armas utras tres vueltas can- • tando, y luego, delante del General y de los de- • más, hizo un largo razonamiento en su len^;u i, • que no se le entendió cosa de las que dijo, y • habiéndole acabado, por señas claras dijo que • los de la isla Santa Catalina le habían avisado • por cuatro vías con canoas, cómo habían llega- • do allí aquellos navios, y que era gente vestida »y barbada, y de buen corazón y buen trato los • que en ellos venían, y los habían regalado y • dado muchas cosas, que saliesen á verlos, y que • por esta información y aviso había venido allíá «ofrecer su tierra y regalo si lo quisiesen recibir, • que él lo suplicaba, pedía y rogaba, que se lle- • gasen con los navios á tierra y que allí los pro- • veería de lo que hubiesen menester, y como no • hubiese mujer alguna en el navio, preguntó por • ellas por señas, señalando las partes de su pu- • ridad, y fué tan natural la señal, que si habla- »ra en nuestro español, no pudiera decirlo más • claro. • El General le dijo que no las llevaban ni • las habían menester; entonces el indio importu- »nó al General con más eficacia se fuera á su tie- • rra con la gente que traía, que él le prometía de • dar á cada uno de todos los que en el navio iban • diez mujeres, de lo cual se rió toda la gente mu- • cho, y el indio, entendiendo que era por burlarse • de él, y que no había lo que prometía, tornó á • dar sobre ello, diciendo fuese un soldado en la • barca que él habia venido, á su tierra, á ver si • era verdad lo que él prometía y que él quedaría • en rehenes con un hijo suyo en el navio, en el • ínterin que el soldado fuese. • Esta difusa pero verídica narración, nos con- duce á desenvolver, además de la existencia de un Jefe supremo, varios otros puntos no menos importantes sobre el carácter y las costumbres de estos pueblos. Hallamos desde luego una mi- sión muy antigua entre los habitantes de la isla y de los del canal: hallamos á la vista de unas gentes extrañas, cierto denuedo y franqueza pro- pia de una civilización adelantada: hallamos tam- bién una solemnidad grande, varias ceremonias y una dilatada arenga en el primer encuentro con los extraños, y hallamos finalmente, un grado tal de hospitalidad y buena fé, que no pudiera creer- se sin el apoyo de la experiencia. La conformidad que se nota entre las noti- cias anteriores, aunque de época tan remota, y las que contienen nuestros últimos viajeros, además que sirven para caracterizar á estos na- turales, muestra palpablemente el mucho tiempo que hace ha salido esta sociedad del estado rús- tico y salvaje en que subsisten sus vecinos del Norte y Sur. Con efecto, á excepción de la exis- tencia de un Jefe supremo, todas las demás propiedades se han confirmado sucesivamente, pues á lo que ya manifestamos antes sobre la confederación con los de las islas, su hospitali- dad y buena fé, agregan también nuestros viaje- ros la solemnidad de la primera arenga ó saluta- ción con que recibe el cacique de cada ranchería á todo recien llegado. Estos naturales, llevando aún más adalante los impulsos de su hospitalidad, proporcionaron á D. Miguel Costanzo alguna idea de sus bailes y de su música. «No se contentaron los genti- les (son sus propias palabras) con regalarnos de sus comidas, quisieron también festejarnos, co- nociéndose la porfía y contienda mutua de so- bresalir cada pueblo en los regalos y fiestas para merecer nuestra aprobación y aplauso. Vinieron en la tarde los principales y caciques de cada pueblo, unos después de otros, adornados á su manera, embijados y cargados de plumajes con unos carrizos rajados en las manos, á cuyos ino- vimientos y ruido marcaban el compás de sus canciones y la cadencia del baile, tan á tiempo y tan uniformes, que no causaban disonancia. Du- raron los bailes toda la tarde, y nos costó harto trabajo desprendemos de ellos; por fin les des- pedimos, encargándoles mucho por señas, que no viniesen de noche á incomodarnos; pero en vano, volvieron cerrada la noche, con gran comi- tiva de truanes ó juglares tocando unos pitos, cuyos sonidos rasgaban los oídos. • Son mucho más confusas las ideas adquiri- das hasta ahora sobre la religión y los ritos de estos naturales, y sólo se halla algún rastro en la narración de Sebastián Vizcaíno, pero sin que la confirmen los viajeros últimos ni los pa- dres misioneros. Por lo mismo, fuera desacierto el fundar conjeturas sobre aquellos débiles indi- cios, ciñéndonos per ahora á desear que se ave- ngüen con toda puntualidad y sin mezcla de ideas extrañas. Advertiremos no obstante, que en nuestro concepto nunca será medio oportuno para esta clase de indagaciones, el de los Padres Misioneros, pues los naturales impulsos de su celo les hace mirar con demasiado horror todo lo que descarría al hombre de la recta senda. A las propiedades ya indicadas, reúnen estos habitantes la del agradecimiento, habiéndose ofrecido al Padre presidente de las misiones dos pruebas bien evidentes de esta cualidad; la una en un muchacho gentil, el cual habiendo recibido por la tarde unos pocos abalorios, volvió al dia siguiente con su padre para presentarle en re- compensa una cantidad crecida de piñones. Ocu- rrió la otra en un cacique anciano que habién- VIAJU ALREDEDOR DEL MUNDO ucho tiempo estado rús- vecinos del 1 de la exis- las demás esivameiite, tes sobre la u hospitali- estros viaje- fía ó saluta- la ranchería las adelante porcionaron e sus bailes n los genti- ígalarnos de ejarnos, co- útua de so- ' ñestas para so. Vinieron ues de cada )rnados á su lumajes con á cuyos ino- mpás de sus n á tiempo y )nancia. Du- costó harto fin les des- r señas, que ios; pero en n gran comi- unos pitos, leas adquiri- los ritos de ún rastro en o, pero sin >s ni los pa- a desacierto iébiles indi- que se ave- I me;:cla de )stante, que lio oportuno e los Padres )ulsos de su jrror todo lo senda, eunen estos habiéndose iisiones dos dad; la una ido recibido 'olvió al dia :arle en re- íones. Ocu- lue habién- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 447 dele visitado otrtí ver el Padre presidente y parti- cularmente en una noche muy lluviosa, en la cual ya muy agravado de sus achaques le había enviado á llamar, restablecidoirtuégo, vino per- sonalmente á la misión aunque cargado de años y de más üe ocho leguas que distaba su ranche- ría, y manifestó cuánto le movía el recuerdo de las visitas pasadas y la esperanza de no carecer de ellas en lo venidero. Entre los isleños fronterizos se ha notado hasta aquí una mayor dificultad para la intro- ducción del Evangelio; se ha advertido también en las mujeres la costumbre de abortar con el auxilio de ciertas yerbas, p; r'-. no ajarse, según dicen, y ser así más gratas á los ojos de sus ma- ridos; y en éstos, la facilidad de cortar el pelo á sus mujeres por una causa aunqu». frivola. Los pueblos de las misiones del canal y en particu- lar los de San Buenaventura, tejen ya muy bien las lanas y éstas alcanzan á vestir al mayor nú- mero de los neófitos. Su inclinación á la socie- dad y al decoro, crecen cada día más y más y las manufacturas y siembras van echando entre ellos más sólidas raices. Correspondía ahora, según el orden de nues- tros razonamientos, explicar el método adoptado en estas misiones para la propagación de la fe católica, y para la reunión, instrucción y civili- zación de sus naturales; pero además de que una exacta descripción de esta especie nos dilataría mucho más de lo que permite nuestro plan, he- mos querido omitirla de intento, conociendo no podía menos de parecer exagerada á los ojos de un público prevenido de antemano por las ridi- culas inventivas de muchc« autoces extranjeros, que confundiendo á veces el sistema con los abusos, é ignorando siempre el objeto primario de semejantes establecimientos , han pintado como opresivas y temibles todas nuestras misio- nes de la América. Días llegarán, es probable, en que algún extranjero ilustrado que visite es- tas costas suministre á la Europa un desengaño nada sospechoso, y á la parte sana de nuestra Nación un verdadero objeto de complacencia. Nosotros nos contentaremos por ahora con ase- gurarla, que la venida de los españoles ha tiaído á estos naturales, sin la más leve efusión de san- gre, la cesación de mil guerras intestinas que los destruían, los principios sociales, una religión pura y santa, unos alimentos sanos y seguros, y finalmente, un grado tal de confianza entre unos y otros, que un Misionero no teme en el día atravesar sólo y sin escolta las 40 ó 50 leguas habitadas por naciones distintas y enemigas, ni el natural, aunque no convertido, deja de asistir diariamente á las misiones y presidios en busca del alimento 6 de un jornal satisfecho. El precio de los ganados, frutos y semillas, ^¡ según regía por tarifa en todos los estableci- mientos de la Nueva California, el año de 1791, era el siguiente: Puoi. RmIm. Por un tor 7 » arsena- Kripción s en la Amé- de todo asti- 1 únicos obje- leñas ó costa- las naves que rquia dirijan más distantes sita el arsenal existencia de itnciales, los i aquí con al- igar, un esta- e un depósito i efectos pue- ilatada de va- inmediatas, y la utilidad de solos la aten- anto, una de- i con precisión nenor número atenderse á la Je elegido sea los buques de 3 buques unas crecidos auxi- ( evitan el mo- una embarca- para conducir ocasiones los n el auxilio de I que como el 1 comercio ac- población, las Erario no tie- 1 oficio por no ontraxle cuan- >reciso atender establecimien- ;ión como para es. Estas ven- igación, lase- COKBBTAS t)liSCUBIBRTA V ATRKVIDA 449 guridad del puerto, la facilidad de seguir en sus edificios asi particulares como del Rey, aquel orden y economía que hace se emplee un nú- mero menor de brazos en las conducciones, ma- niobras y otras faenas cotidianas; la mejor dis- posición del puerto para entrar y salir (. él en todas las estaciones del año, su oportuna po- sición geográfica para comunicarse sin violencia ni extravío con las diferentes costas que ha de proteger, y últimamente, su distancia del centro del gobierno de los mares inmediatos y sobre todo de la metrópoli. En cuanto al segundo obje- to de la utilidad de los pobladores, deben ser sus principales fundamentos los de un aire sano 6 menos malo, la mayor comodidad de los caminos intemoíi, aun en la estación lluviosa, una canti- dad suficiente de terreno para extenderse con co- modidad y orden, al paso que lo exijan las cir- cunstancias ulteriores del establecimiento; final- mente, la mejor proporción de los contomos y de los países distantes, para que á medida que au- menten las necesidades del establecimiento, au- mente también la población sin violencia alguna ni sacrificios del Erario. Sentadas estas reglas como preliminares pre- cisos que deben servir de guía para la oportuna elección de un establecimiento como es el de San Blas, es fácil demostrar que en el paralelo de las ventajas y nulidades anejas por naturaleza á uno y otro puerto, es infinitamente aventajado el de Acapulco á la rada de San Blas, y también, que Acapulco es el único puerto que tiene el Rey en las costas occidentales de Nueva España, capa^ de un establecimiento de esta especie. La disposición de la costa en las inmediacio- nes de este puerto, es tan favorable para una re- calada, que á más de divisarse desde mucha dis- tancia las iicñales infalibles de él, puede cual- quier buque aproximarse á muy poca distancia sin comprometer en nada su seguridad, en caso que un temporal ú otra causa inopinada le obli- gue á separarse. Desde la entrada hasta el sur- gidero, la distancia es tan corta y el fondo tan cómodo y seguro, que toda embarcación, cual- quiera sea su porte, puede hallarse inmediata- mente amarrada ó alcanzar sin dilación los auxi- lios que necesite. No hay en aquel puerto peli- gro alguno que exija, como sucede en otros , los gastos de prácticos, boyas y anclas sueltas, para espiarse, ni tampoco incertidumbre en el nave- gante para entrar y salir: una escuadra entera puede maniobrar en él á un tiempo con actividad y sin estrechez: los vientos reinantes, tanto en la estación lluviosa, desde Mayo hasta Octubre, como en la seca, de los seis meses restantes, permiten una conHinicación fácil y segura con las costas de Guatemala, Guayaquil, Perú y Chile; finalmente, la seguridad interior de los buques sin el auxilio de muchas amarras y sin el menor ries- go de un botecillo siquiera, son ventajas tar con- siderables, que pocos puertos hay las reúnan en tanto número y con tanta utilidad. Pudieran in- dicarse aquí también como relativas á este lugar, otras muchas ventajas que no son indiferentes entre los objetos generales que abraza la navega- ción. No es indiferente, por ejemplo, la imposi- bilidad de desertar que encuentra en Acapulco la tropa y la marinería. Tampoco lo es la inmedia- ción del puerto del Marqués, en el cual puede fon- dear una escuadra ó buque aliado y socorrérsele sin necesidad de tener con él roce alguno, y últi- mamente, no lo son los ejemplos de un viaje de veintidós días, hecho por la fragata Sania Gertrn- (iix desde Lima hasta las playas inmediatas de Naguala, poco tiempo antes de nuestra llegada á Acapulco, y el que acababa de hacer entonces en veintiocho días desde Guayaquil, un buque mer- cante de aquel comercio. Cuando se considera el segundo ramo de las utilidades que proporciona para un depósito de fuerzas navales la concurrencia de diferentes buques mercantes en un puerto, no podemos desentendernos de lo mucho que habrán costado en el Departamento de San Blas todos los efec- tos llevados de allí por tieira desde Veracruz, cuando un corto flete desde Cádiz hasta Lima ó Manila, y otro desde estos puertos al de Aca- pulco, haría que nuestros almacenes estuviesen bien provistos de pertrechos navales de mejor calidad, sin todos aquellos costos y con mucha ma3'or abundancia. Las anclas, la artillería, las jarcias de Europa ó de Chile, las lonas, }■ final- mente el mucho hierro labrado y en bruto que consume la navegación, todo podría transpor- tarse á Acapulco con grande facilidad y sin los inconvenientes que ya se han tocado de tener que pasar la artillería por tierra desde el río Guaza- cualcos á Teguantepec, ó de establecer una fundi- ción en Manila, ó de tener que suplir las anclas de hierro y las jarcias de cáñamo, con otras an- clas mal equilibradas de bronce y con la jarcia poco resistente de pita. Pero la máxima utilidad que produce la re- unión en un mismo paraje de los bajeles de la Marina Real y mercante, y cuya ventaja es pe- culiar de Acapulco, por ser éste el único puerto habilitado para el comercio que tiene el Rey en las costas occidentales de Nueva España, con- siste ciertamente en la economía recíproca. El mercante compra y aprovecha todos los efectos usados que siendo útiles para sus cortas trave- sías, no pueden ya servir para un buque de la Marina Real que se destina indiferentemente á obrar en todos parajes y en todos tiempos: la se- guridad de encontrar auxilios en caso de necesi- tarlos, le hace navegar con mayor economía: el jornal y asistencia de los peones, ocupados unas veces en los almacenes Reales y otras en las 6T 43«' VIAJE ALRBDBDOK DEL MUNDO i , cargaH y deítcar^uM de los mercantes, ca inferior y má» uniforme por la ra/ón misnr.a de que lo encuentran periódica y constantemente: ultima- mente, los reemplazos de marinería y maestran- za, tanto por una como por otra parte, aceleran consifíuientemente lus faenas de unos y otros, y no hay precisión de precaverse de antemano, manteniendo con mucho costo un cierto número de marinería para eti caso de una necesidad que tal ve/ no acaece en muchos años. En cuanto al tercer objeto, que se refiere á las circunstancias locales del establecimiento, es el único en que cabe dar alguna preferencia á la rada de San Hlas sobre el puerto de Acapulco, pues por lo que toca á los dos anteriores es bien palpable que están absolutamente contra el primero. Para socorrer las provincias que bor- dan el mar de Cortés, la situación de San Hlas es preferente á la de Acapulco (i); pero las na- vegaciones á la California 6 á las costas más septentrionales de la América, aunque pueden emprenderse indiferentemente desde uno ú otro paraje, tiene, sin embari^o, el puerto de Acapulco la ventaja de que no hay necesidad de volver á fondear desde el día en que se da la vela, y de que se pueden hallar con más brevedad los vien- tos generales. Por lo que toca á la seguridad del puerto de Acapulco, además de las circunstan- cias que se expresaron ya relativamente al en- trar, salir, bordear y espiarse, debe agregarse que en muy pocos cuartos de hora, el hombre más sencillo puede en toda estación conducir una embarcación desde el amarradero al carene- ro, cuando en San Blas, en la mitad del año, in- funde mucho cuidado al navegante hasta la vista de las tierras cercanas por las travesías que le abaten sobre una cosía llena de arrecifes; y en la otra mitad, las faenas de aligerar un buque para entrarle en el río, las otras mucho más compli- cadas, de habilitarle para la mar, las demoras é incomodidades que son consiguientes á estas fae- nas dilatadas y la imposibilidad de valerse para ellas de muchos botes chicos, son otros tantos inconvenientes que destruyen de un modo incon- cebible la economía y celeridad en las operacio- nes, que tanto apetece el navegante. La sola fae- na de hacer la aguada, que en Acapulco no nos ocupó sino el bote más chico con un solo hombre para conducir á veces lo ó 12 cuarterolas de agua en cada viaje, no puede hacerse en San (i) Aun esta ventaja ({uedaría nula, sí como ya se ha verificado, continuase surtiéadosc el presidio de Loreto con embarcaciones menores destinadas á este objeto. Del mismo modo podrían surtirse todas las costas de la Sonora ó bien con flatos al comercio, y es claro que scrlr iu'r ideute equivocar la idea de un üstablecimieuto para este solo fin, cori el de ocurrir A las muchas necesidades que debe cubrir un departa- mento formal. Blas sin las lanchas grandes, que ocupan 10 y 15 hombres y en las horas de la virazón, que son las más cómodas del día. Sobre todo, una embarcación de mucho porte que necesite cualquiera obra de carena, no puede absolutamente entrar en San Blas por el poco fondo de su canal; necesita además descargar y volverse á cargar para seguir hasta Acapulco; finalmente, el costo de una recua para bajar loa pertrechos desde los almacenes hasta el embar- cadero, el natural deterioro de éstos en seme- jante faena, el riesgo de una inundació' en el astillero, las demoras necesarias para la comu- nicación onortuna de las órdenes, y la vigilancia continua de los Oficiales sobre los artesanos, y últimamente el limitado espacio que hay en San Blas para el astillero y embarcadero de pertre- chos, son todas circunstancias que pudiendo con- cillarse ventajosamente en Acapulco, manifies- tan de un modo palpable cuánto se apartan de la recta senda los que no sólo opinan de que sea San Blas el depósito de las fuer/as nava- les en el mar Pacífico, sino también un asti- llero capaz de suministrar navios para la Marina Real. Los que apoyan este sistema se fundan en la abundancia de maderas y en la buena calidad que tienen las que hay en el Departamento de San Blas; pero convencidos como lo estamos de que es casi imposible construir en América con economía y acierto, resulta pues que una excesi- va abundancia de madera no es una ventaja ver- dadera para el fin á que debe destinarse un es- tablecimiento en aquellos mares. Es cierto que las carenas, la construcción de "mbarcaciones menores y el total de obras que necesariamente han de hacerse en un astillero, necesita un acopio regular de maderas, pero aun para este objeto el puerto de Acapulco no es in- ferior al de San Bh.s, pues en el puerto inme- diato del Marqués .10 sólo hay abundancia de ex- celentes maderas para toda especie de construc- ción y arboladura, que en el día pueden condu- cirse por agua hasta atravesar una sola playa de 50 pasos, sino también que en lo venidero seria muy fácil cortar esta misma playa, de modo que las balsas no necesitasen para su conducción sino el auxilio de un pequeño bote. Además, supuesto que los buques que anualmente auxilian los pre- sidios de la Nueva California retornan siempre vacíos, sería fácil el que i su regreso tocasen en San Blas y cargasen allí de maderas, particular- mente de tablazón aserrada. Se dijo que una de las ventajas á que debia atenderse para fundar un establecimiento de la clase del que vamos hablando, érala proporción de poder extender la población y de darla toda la salubridad necesaria, pero ni en San Blas hay esta facilidad, ni medios de hacerla saludable, ííi ' n X' 451' VIAJB ALRBOBDOK DEL MUNDO ll = IIPí " ..i':%l-f' <-i fl-í; •t f: ' 1 I^^^HIU ' i H^H carRBH y dcscai)»uH de Iob mercantes, es inferior y más uniforme por la razón misma de que lo encuentran periódica y constantemente: última- mente, los reemplazos de marmeria y maestran- za, tanto por una como por otra parte, aceleran consiguientemente las faenas de unos y otros, y no hay precisión de precaverse de antemano, manteniendo con mucho costo un cierto número de marinería jiara cii caso de una necesidad que tal vez no acaece en muchos años. lín cuanto al tercer objeto, que se refiere á las circunstancias locales del establecimiento, es el único en que cabe dar alguna preferencia á la rada de San HIas sol)re el puerto de Acapulco, pues por lo que toca á los dos anteriores es bien palpable que están absolutamente contra el primero, l'ara socorrer las provincias que bor- dan el mar de Cortes, la situación de San Hlas es preferente á la de Acapulco (i); pero las na- vegaciones á la California ó á las costas más septentrionales de la América, aunque pueden emprenderse indiferentemente desde uno ú otro paraje, tiene, sin embargo, el puerto de Acapulco la ventaja de que no hay necesidad de volver á fondear desde el día en que se da la vela, y de que se pueden hallar con más brevedad los vien- tos generales. Por lo que toca á la seguridad del puerto de Acapulco, además de las circunstan- cias que se expresaron ya relativamente al en- trar, salir, bordear y espiarse, debe agregarse que en muy pocos cuartos de hora, el hombre más sencillo puede en toda estación conducir una embarcación desde el amarradero al carene- ro, cuando en San Blas, en la mitad del año, in- funde mucho cuidado al navegante hasta la vista de las tierras cercanas por las travesías que le abaten sobre una cosva llena de arrecifes; y en la otra mitad, las faenas de aligerar un buque para entrarle en el río, las otras mucho más compli- cadas, de habilitarle para la mar, las demoras é incomodidades que son consiguientes á estas fae- nas dilatadas y la imposibilidad de valerse para ellas de muchos botes chicos, son otros tantos inconvenientes que destruyen de un modo incon- cebible la economía y celeridad en las operacio- nes, que tanto apetece el navegante. La sola fae- na de hacer la aguada, que en Acapulco no nos ocupó sino el bote más chico con un solo hombre para conducir á veces lo ó I2 cuarterolas de agua en cada viaje, no puede hacerse en San (i) Aun esta ventaja quedaría nula, si como ya se ha verificado, contiuuasc surtiéndose el presidio de Lorclo con embarcaciones monoros destinadas á este objeto. Del mismo modo podrían surtirse todas las costas de la Sonora ó bien con fletes al comercio, y os claro que serie ii.": ideute equivocar la idea de un ostablecimteuto para este solo fin, cor» el de ocurrir á las machas necesidades que debe cubrir ua departa- mento formal. Rías sin las lanchas grandes, que ocupan lo y 13 hombres y en las horas de la virazón, que son las más cómodas del día. vSobre todo, una embarcación de mucho porte que necesite cualquiera obra de carena, no puede absolutamente entrar en San Blas por el poco fondo de su canal; necesita además descargar y volverse á cargar para seguir hasta Acapulco: finalmente, el costo de una recua para bajar los pertrechos desde los almacenes hasta el embar- cadero, el natural deterioro de estos en seme- jante faena, el riesgo de una inundado- en el astillero, las demoras necesarias para la comu- nicación onortuna de las órdenes, y la vigilancia continua de los Oficiales sobre los artesanos, y últimamente el limitado espacio que hay en San Blas para el astillero y embarcadero de pertre- chos, son todas circunstancias que pudiendo con- cillarse ventajosamente en Acapulco, manifies- tan de un modo palpable cuánto se apartan de la recta senda los que no sólo opinan de que sea San Blas el depósito de las fuerzas nava- les en el mar Pacífico, sino también un asti- llero capaz de suministrar navios para la Marina Real. Los que apoyan este sistema se fundan en la abundancia de maderas y en la buena calidad que tienen las que hay en el Departamento de San Blas; pero convencidos como lo estamos de que es casi imposible construir en América con economía y acierto, resulta pues que una excesi- va abundancia de madera no es una ventaja ver» dadera para el fin á que debe destinarse un es- tablecimiento en aquellos mares. Es cierto que las carenas, la construcción de v-ímbarcaciones menores y el total de obras que necesariamente han de h.icerse en un astillero, necesita un acopio reguUr de maderas, pero aun para este objeto el puerto de Acapulco no es in- ferior al de San Blf.s, pues en el puerto inme- diato del Marqués >io sólo b.ay abundancia de ex- celentes maderas para toda especie de construc- ción y arboladura, que en el día pueden condu- cirse por agua hasta atravesar una sola playa de 50 pasos, sino también que en lo venidero seria muy fácil cortar esta misma playa, de modo que las balsas no necesitasen para su conducción sino el auxilio de un pequeño bote. Además, supuesto que los buques que anualmente auxilian los pre- sidios de la Nueva California retornan siempre vacíos, seria fácil el que 1 su regreso tocasen en San Blas y cargasen allí de maderas, pailícular- mente de tablazón aserrada. Se dijo que una de las ventajas á que debía atenderse para fundar un establecimiento de la clase del que vamos hablando, érala proporción de poder extender la población y de darla toda la salubridad necesaria, pero ni en San Blas hay esta facilidad, ni medios de hacerla saludable, e ocupan lo virazón, que : mucho porte ena, no puede por el poco nás descargar stii Acapulco: para bajar los sta el embar- tos en seme- (liició- en el ara la comu- \ l:i vigilancia artesanos, y je hay en San ro de pertre- pudiendocon- co, manirtes- 4e apartan de pinan de que fuer;;as nava- bien un asti- )ara la Marina e fundan en la buena calidad )artamento de lo estamos de I América con ue una excesi- la ventaja ver- tinarse un es- onstrucción de de obras que ti un astillero, eras, pero aun 3ulco no es in- puerto inme- ndancia de ex- e de construc- pueden condu- \ sola playa de venidero seria i, de modo que onducción sino más, supuesto ixilian los pre- ornan siempre eso tocasen en as, pailicular- 18 á que debía ñmiento de la lia proporción de darla toda I San Blas hay irla saludable, CORRRTAg DKSCUBIBRTA Y ATMIVtUA 431 ni es posible abreviar de modo alguno la co- municación con la capital, mucho menos la de adquirir marineros que no sean socados del campo, ni últimamente la de vencer una pre- ocupación tal ve/ fundida v>ntra aquel clima, que ya relativamente á Acapulco lo han venci- do indistintamente los ñiipinos y los de Uua- yaquil» ' . Quedan, pues, á favor de Acapulco todas las reflexiones que nos habíamos propuesto, y de- mostrada la preferencia que decididamente me- rece este puerto sobre la rada de San Blas, lín nuestro concepto, disminuida á lo menos en la mitad la dotación de las Cajas de Méjico para el departamento de California y remitiendo A Europa aquella cantidad, pudiera muy bivn sin recargo alguno del Erario, mantenerse constan- temente en aquellos mares algunos buques de la Marina Real, bien construidos y dispuestos para navegar á todas partes y aun para alcanzar al enemigo, en cuyo caso estos mismos buques continuamente armados, aimque diferentemente en tiempo de paz al de guerra, conservarían opor- tunamente y con muchas ventajas económicas la comunicación del Perú y Filipinas con aque- llas costas, y se lograrían finalmente en Aca- pulco, para nuestras fuerzas navales, aquellas mismas ventajas que con igual método disfru- tan los ingleses en Bomljay, los holandeses en Batavia y los franceses en la Isla de Francia. En tal caso era preciso dejar al cuidado de los buques comerciantes de Manila ó á otros toma- dos á flete por el Rey ó por particulares, el cui- dado de socorrer los presidios de la California, y que los del mar de Cortés, continuasen como hasta aquí surtiéndose de comestibles en San Blas, pero aun esto trae ventajas peculiares, como ya se dijo, al comercio y á los estableci- mientos. Casi desde el trópico de Cáncer, esto es, unas 8o leguas al Norte de Méjico, empieza aquella parte de nuestros dominios que se co- noce con el nombre de provincias internas y se comprende entre las aguas de los dos Océanos Pacífico y Atlántico, los cuales ciñendo al prin- cipio este continente en la extensión de unas 150 leguas, se inclinan después con tal divergen- cia, que por el grado 43 de latitud no baja de 54° 15' de longitud la distancia de uno á otro mar, 6 hiende 880 leguas próximamente; y como las colonias americanas ocupan en esta exten- sión unas 200 leguas contando los Kentukis hasta las orillas del Mississipí, se puede por consiguiente computar en 500 ó 600 leguas Este- Oeste la extensión de los dominios nacionales en esta parte, que nos disputan en el día los Seris, Moquis y Apaches al Oeste del Nuevo Méjico y los Lipanes y Cumanches al Este, con igual te- són y buen é.xito al que tuvieron en el conti- nente austral Ion pueblos contiguos del reino de Chile (i). Renovando en este lugar nuestras anteriores conjeturas sobre una grande despoblación al Este de los limites asignados á la Nueva Cali- fornia, y siguiendo como allí los indicios de los viajeros nacionales, no cabe ya duda en que en las tierras intermedias entre el río Colorado y la Sierra Madre, pueden considerarse igualmente estériles que despobladas: tanto más cuanto que el Comandante D. Juan Bautista Ansa, que atra- vesó este terreno en dos viajes consecutivos, ase- gura positivamente que desde las márgenes occi- dentales del Colorado hasta la Sierra Madre, sólo se encuentra un país árido y á veces tan escaso de aguas que el transitar por él se hace igualmen- te penoso que arriesgado. El río Colorado tuvo sin duda esta denomi- nación por el color de sus aguas, ((ue según ad- vierte el Padre Consag se manifiestan tales en unos pantanos inmediatos á su desembocadura. Recibe el río Gila 18 leguas al Norte de aquel paraje, y luego sigue casi en la misma dirección hasta los 34" 15', en donde tuerce próximamente al Nordeste; se une después por los 37" con el Za- guananas, que aumenta mucho el caudal de sus aguas, y subdividiéndose igualmente que éste en una infinidad de arroyos, remontan ambos á su origen por los 39 y 40" de latitud. Por cuanto hemos podido indagar hasta aho- ra, sólo ha sido \adeado el Colorado en tres pa- rajes diferentes. Una en el contluente con el Gila, por las dos expediciones del Capitán Ansa desde la Sonora á la California. Otra el año de 1775 en los 35", por el Padre üarcés (2) al tiempo de su viaje desde la California á los Moquis; y final- mente, por los 37° en 1777, por los Padres Vélez y Escalante en su viaje desde el Nuevo Méjico á las lagunas de los Yamparicas en 41° 20', desde donde regresaron por el país de los Moquis al presidio de Santa F^é. La primera idea que se ofrece al contemplar este crecido río, cuyo curso atraviesa por muchas leguas las provincias vSeptentrionales de Nueva Españí», es la de que siendo navegable podía fa- (i) Exceptuamos en la descripción quo sigue, á las dos Californias Vieja y Nueva de quo hemos tratado anteriormente. 12) El Padre Fray Francisco Carees, franciscano, ' j la provincia de Aragón, es un sujeto cuya memo- ria merece un lugar distinguido en los fastos naciona- les. Con un solo indio de compañero, anduvo muchas naciones que no se conocían antes de poblarse el Co- lorado; vino á la California, entró en la provincia de Moqui, y de allí pasó & la Sonora, siempre entro gen- tiles, sin escolta ni compañero, comía lo mismo que ellos tas frutas silvestres, y le estimaban entrañable- mente. Era conocido con el Vi m Jesús, que era su sa- lutación ordinaria para los indios, y hacía que éstos le saludasen del mismo modo. Más adelante hablaremos de su muerte trágica en las misiones del río Colo- r?.do. tll 45* VIAJB AI.KRI>KIX)R OUU UUNIM> t:;. Iv- cuitar y dar movimiento á la extracción y tráHco de aqucilaa provincia»; pero examinado» atenta- mente Ion diarios de nuentron viajeros, es prcctHO, parece, renunciar ú tan lisonjera esperanza. No podemos individualizar, por falta del diario co- rrespondiente, cuál fué el cauce, ni ct'imo se pre- sentaban los contornos del rio en el paraje por donde pas6 el l'.idre Gurcés; pero los l'adres Ve- le/ y lilscalante cjU'! lo utiuvesaron sin j^uius, encontraron mil tropiezos. «Antes (dicen), en un «rincón todo cercado de cerros y crestones de • tierra colorada, muy elevados, que teniendo va- »ria8 formas y siendo el plan intermedio de abajo «del mismo color, tiene un aspecto af;radable- » mente confuso, luéjjo arenales muy escarpados ••y pasos difíciles con bancos peiif;rosís'mos de • peñas, finalmente, un vado de un ascenso tan es- ncabroso, que fué preciso hacer con un pico alqu- il nos escalones en la piedra viva para lascaballe- •u'ias, ybajará mano todas las carj^as y aparejos. >iP21 vado es bueno; tendrá aquí de ancho una «milla poco más, y ya vienen incorporados los I- ríos de Nabajo y de Dolores. En todo lo que por «aquí vimos no se puede establecer en sus ribe- »ra8 población al},'una, ni aun caminar por una y • otra banda hacia abajo y hacia arriba una bue- «na jornada con la esperanza de que sus aguas • sirvan para la j;ente ó caballada, porque á más •de ser el terreno malo va muy encajonado el río. • Todo lomas inmediato al río es de peñones y «picachos muy elevados; ocho ó diez leguas al «Norte de él está una sierra alta, redonda y con • poca base, que los Puycbis llaman Tucané ó «Cerro Negro; se encuentran también á poca dis- «tancia muchas minas de yeso transparente, al- • gunas de talco y también algunas metálicas. F¡- «nalmente, pueden servir de un mediano alimen- • to las pencas de nogal chico tostadas, y el ato- ule de una frutilla que da en las orillas del río, • bien que el prepararla así, molida y con agua, la • quita todo el sabor que tiene por si sola.» En el vado que halló ü. Juan Bautista de Ansa en su primer viaje, cogiéndolo corto trecho al Norte del confluente, tenía 95 brazas de ancho y cinco palmos de fondo en lo común, yendo allí de menos el brazo que forma una isla de donde habían salido: «y no se midió, dice el Diario, al mismo tiempo el Gila, por tener ya introducido el brazo mencionado del Colorado, pero seg'm el informe de los indios se puede regular la mitad menos en todo, pues sólo en la mejo. ía de agua le excede el Gila, bien que las de ambos ríos no son las mejores, pues tiran un poco á saladas. Las orillas, miradas desde un alto inmediato, eran sumamente frondosas, con una inmensa ar- boleda de sauces y álamos que las pueblan tanto para arriba como para abajo, y hasta donde puede alcanzar la vista, útiles todos por su derechura para vigas. Se veía igualmente una sierra inn>e- diata, por cuya abra sale el rto Colorado al Ñor- noroeste; y al Eunordeste otra abra en una sierra que corta el Gila; y la conversación con un indio Soyopa proporcionó el saber que tres días de ca- mino río a. riba se partía el Colorado, siendo éste el más caudaloso, y el menor brazo tiraba á jun- tarse con otro río mayor que el mismo Colorado, y (|ue a(|uél en la realidad tenia el agua más co- lorada que éste. Manifestaron los mismos natu- rales que el río no tenía salto alguno hasta la mar, ni tampoco sabían lo tuviese arriba en mu- chas leguas.» Al regresardel mismo viaje, pasaron nuestros viajantes los ríos, en balsa, un poco más abajo del confluente, por un ancho de 600 varas (i); y volviendo á pasar el Gila por más arriba, nota- ron que, tanto allí como en todo lo andado, no bajaba su fondo en lo general de cuatro raímos, á pesar de ser aquel el tiempo de su mayor seca. Los naturales dieron á entender que en el tiem- po de las avenidas, con las aguas del verano, no I bajaba su ancho de 500 varas, concurriendo á I manifestarlo a'oí las señales particulares del te- I neno. 1 Estaba algo más caudaloso el río en Diciem- bre de 1779, cuando el mismo Comandante Ansa ; conducía á Monterey y San Francisco la tropa y ^ familias destiradas á aquellos nuevos estableci- mientos, y prefirió, sin embargo, vadearle algo I más arriba, en donde dividido el río en tres bra- 1 zos, podía pasarse el primero en cinco palmos y medio de agua en lo general y seis en el centro, el segundo brazo en cuatro y cinco • el último, que era el más ancho, te.iía dondi )eis y me- dio palmos de agua, y cuatro er ún; pu- diendo suponerse que, sí los tres brazos estuvie- ran unidos, no bajaría su anchura de 240 varas, como las tendrá en donde no se divide. La desembocadura del Colorado en la mar, según la carta y los diarios del Padre Fernando Consag, tendrá unas cinco leguas de ancho, aun tomando esta dimensión en las inmediaciones de las Islas de los Reyes, empezando los bancos por mayor anchura y mucho más al Sur. «Estos ban- »cos (dice el citado Padre) obstruyen casi de un • todo la navegación: la corriente del rio en las » vaciantes es tan rápida, que no pueden las ca- (i) Aquí añade el Diario original estas palabras: «Fueron inútiles cuantas pesquisas se hicieron para «averiguar entre tos naturales la existencia de la fa- »inosa Sierra Azul y laguna de azogue que noticia »el Teniente D. Mateo Maagé, compañero dol Padre dKíuó ea una obra que dedicó al Éxcmo. Sr. Virey nDuquc de Alburquerqiie, como también el río Ama- Dfillo del otro lado del Colorado.» Demostración ma- nifiesta de la facilidad que ha habido en foijar rela- Dciones de paíjcs maravillosos, semejantes al Dorado, á la grande Quivira, al Estrecho de Aniam, etc. Ksto Mangé acompañó efectivamente al Padre Kinó, se- gún noticias de la historia del Padre Venegas, tomo n,^ pág.90. p^ mss^m .•..,, *i 4SI VlAJIi AI.KROKDOR DBt MUNIN) I" eiliíai y dur movimiento á U extracoiAn y tráíko de aquellaH provincian; pero cxaminadoü atenta- mente loHdiarioH de nuentros viajcroa, es preciso, parece, renunciar ú tan lisonjera esperanza. No podemos individualizar, por falta del diario co- rrespondiente, cuál fué el cauce, ni cómo se pre- sentaban los contornos del río cu el paraje por donde pasó el P.idre Uarcés; pero los Padres V'é- lez y Escalante que lo atravesaron ain guían, encontraron mil tropiezos. «Antes (dicen), en un «rincón todo cercado de cerros y crestones de «tierra colorada, muy elevados, que teniendo va- «rias formas y siendo el plan intermedio de abajo »dcl mismo color, tiene un aspecto at^radable- «mente confuso, luego arenales muy escarpados «y pasos difíciles con bancos peligrosísmos de • peñas, linalmente, un vado de un ascenso tan es- xcabroso, (|ue fué preciso liacer con un pico algu- »noN escalones en la piedra viva pura lascaballe- "rías, ybíijará mano todas las carj,'as y aparejos. »lil vado es bueno; tendrá aquí de ancho una «milla poco más, y ya vienen incorporados los I-ríos de Naba jo y de Dolores. En todo lo que por «aquí vimos no se puede establecer en sus ribe- «ras población alf;una, ni aun caminar por una y «otra banda hacia abajo y hacia arriba una bue- »na jornada con la esperanza de que sus aguas «sirvan para la gente ó caballada, porque á más «de ser el terreno malo va muy encajonado el río. • Todo lomas inmediato al río es de peñones y «picachos muy elevados; ocho ó diez leguas al • Norte de él está una sierra alta, redonda y con «poca base, que los Puychis llaman Tucané ó «Ceno Negro; se encuentran también á poca dis- "tancia muchas minas de yeso transparente, al- agunas de talco y también algunas metálicas. Fi- • nalmente, pueden servir de un mediano alimen- «to las pencas de nogal chico tostadas, y el ató- ale de una frutilla que da en las orillas del río, «bien que el prepararla así, molida y con agua, la «quita todo el sabor que tiene por si sola.» En el vado que halló Ü. Juan Bautista de Ansa en su primer viaje, cogiéndolo corto trecho al Norte del confluente, tenía 95 brazas de ancho y cinco palmos de fondo en lo común, yendo allí de menos el brazo que forma una isla de donde habían salido: «y no se midió, dice el Diario, al mismo tiempo el Gila, por tener ya introducido el brazo mencionado del Colorado, pero seg'm el informe de los indios se puede regular la mitad menos en todo, pues sólo en la mejo.ía de agua le excede el Gila, bien que las de ambos ríos no son las mejores, pues tiran un poco á saladas. Las orillas, miradas desde un alto inmediato, eran sumamente frondosas, con una inmensa ar- boleda de sauces y álamos que las pueblan tanto para arriba como para abajo, y hasta donde puede alcanzar la vista, útiles todos por su derechura para vigas. Se veía igualmente una sierra inme- diata, por cuya abra salo «1 rio Colorado al Nor- norocHte; y al Eunordeste otra abra en una sierra que corta el Oila; y la conversación con un indio Soyopa proporcionó el saber que tres dius de ca- mino río a. riba se partía el Colorado, siendo éste el más caudaloso, y el menor brazo tiraba á jun- tarse con otro río mayor que d mismo Colorado, y que aquél en la realidad tenia el agua más co- lorada que éste. Manifestaron los mismos natu- rales que el rio no tenia salto alf^uno hasta la mar, ni tampoco sabían lo tuviese arriba en mu- chas leguas.» Al regresardcl mismo viaje, pasaron nuestros viajantes los ríos, en balsa, un poco más abajo del confluente, por un ancho de 600 varas (i); y volviendo á pasar el Gila por más arriba, nota- ron que, tanto allí como en todo lo andado, no bajaba su fondo en lo general de cuatro palmos, á pesar de ser aquel el tiempo de su mayor seca. Los naturales dieron á entender que en el tiem- po de las avenidas, con las aguas del verano, no bajaba su ancho de 500 varas, concurriendo á manifestarlo aiií las señales particulares del te- rreno. Estaba algo más caudaloso el río en Diciem- bre de 1779, cuando el mismo Comandante Ansa conducía á Monterey y San Francisco la tropa y familias destinadas á aquellos nuevos establecí- mientos, y pre lirio, sin embargo, vadearle algo más arriba, en donde dividido el río en tres bra- zos, podía pasarse el primero en cinco palmos y medio de agua en lo general y seis en el centro, el segundo brazo en cuatro y cinco • el último, que era el más ancho, te.iía dondi ieis y me- dio palmos de agua, y cuatro en lún; pu- diendo suponerse que, s; los tres brazos estuvie- ran unidos, no bajaría su anchura de 240 varas, como las tendrá en donde no se divide. La desembocadura del Colorado en la mar, según la carta y los diarios del Padre Fernando Consag, tendrá unas cinco leguas de ancho, aun tomando esta dimensión en las inmediaciones de las Islas de los Reyes, empezando los bancos por mayor anchura y mucho más al Sur. «Estos ban- ucos (dice el citado Padre) obstruyen casi de un utodo la navegación: la corriente del río en las «vaciantes es tan rápida, que no pueden las ca- (i) Aquí añade el Diario original estas palabras: «Fueron inútiles cuantas pesquisas se hicieron para «averiguar entre los naturales la existencia de la fa- »mosa Sierra Azul y laguna de azogue que noticia »cl Teniente D. Mateo Maugé, compañero del Padre sKinó en una obra que dedicó al Excmo. Sr. Virejr »Duquc de Alburqucrqiie, como también el río Ama- »rillo del otro lado del Colorado.» Demostración ma- nifiesta de la facilidad que ha habido en foijar relá- Dciones de países maravillosos, semejantes ai Dorado, á la grande Quivira, al Estrecho rie Aniam, etc. P'sto Mangé acompañó efectivamente al Padre Kinó, se- gún noticias de la historia del Padre Venegas, tomo Ü, pág,9o. ^^ ■ ! i i lorado al Ñor- ru en una sierra ón con un indio res díus de ca- ído, siendo ¿ate ¿o tiraba á jun- ismo Colorado, a^'ua más co- mismos natu- l^uno hasta la : arriba en mu- isaron nuestros loco más abajo Mi) varas (i); y ts arriba, nóta- lo andado, no cuatro palmos, Hu mayor seca, que en el tiem- 1 del verano, no concurriendo á culares del te- río en Diciem- mandante Ansa cisco la tropa y levos establecí - I, vadearle algo río en tres bra- cinco palmos y is en el centro, co ' el último, 9e¡8 y me- ún; pu- brazos estuvie- a de 240 varas, divide. ado en la mar, 'adre Fernando 3 de ancho, aun imediaciones de ) los bancos por ur. «Estos ban- lyen casi de un £ del río en las pueden las ca- tl estas palabras: se hicieron para stencia de la fa- :igue que noticia jañero dol Padre Acmo. Sr. Virey l)¡éti el río Ama- emostración ma- o en foijar relá- antes al Dorado, iiiiam, etc. P'sto Padre Kiiió, se- ^enegas, tomoU^ CONHRTA8 |)KH( liniKKTA V ATKKVIDA 453 «noas ccntrarestarla al remo, y no entra con • menos fuerza la marea, tomando tal resaca y •embates, t'rtt- • nan una especie de semillas semejante al trigo, • pero tan menuda como el ar.is: finalmente, • desde la Visitación, y mucho más desde San • Felipe, la navegación parece impracticable, aun • para vasos muy medianos.» El país comprendido entre el Gila y el Colo- rado puede considerarse como extremadamente fértil, según el testimonio de todos nuestros via- jeros. Lo habitan en el día los Vumas, y apro- vechándole á veces con riego artificial y otras con las ramiticaciones accidentales del agua, lo- gran de cosechas abundantes de mai¿, trigo, fri- jolea, garbanzos y algodón, además de un creci- dísimo número de sandías, calabazas, etc., las cuales contribuyen no menos al bienestar y re- creo de los naturales que al alivio de los tran- seúntes. Sin embargo, es muy poca la extensión de este terreno fértil, porque aprovechándole para las cosechas y no quedando sitio oportuno para pastos, no han podido propagarse los gana- dos, por cuya causa carecen estas tribus casi en- teramente hasta del caballo. A excepción de las inmediacniies del Gila todos los terrenos que rodean al Colorado pare- cen igualmente estériles y desieiios, siendo aún mucho peor esta perspectiva al paso que se re- trocede al Sur hacia las provincias de la Sonora, costeando el seno de Cortés por su parte Kste. Desde los últimos años del siglo pasado todos los Misioneros Jesuítas, y especialmente el docto Padre Kinó, habían manifestado que componién- dose generalmente la costa de la Sonora sobre el golfo califórnico de ásperas montañas y estériles arenales sin agua dulce, debía mirarse esta pro- vincia como mediterránea (i). Lo apoyó después con mayor individualidad el Comandante Ansa, quien en el Diario de su primer viaje á la Cali- fornia, hablando de algunas familias Papagas ó Pimás, encontradas en las inmediaciones de Bai- pia dice: «Que en invierno bajan á nuestros es- «tablecimientos dejando su país casi desierto, •porque éste es de los más desdichados que pue- •den imaginarse, pues les escasea hasta el agua «precisa para su manutención, y que por falta de «ella no poseen ninguna siembra segura, siendo «los únicos frutos que alcanzan, algunas calaba- «zas, sandiasy melones que arriesgan al tempo- (i) Historia del Padre Venegas, tomo II, pág. 78. • ral, y se pierden siempre que las aguas no son • extremadamente buenas; y últimamente, que • aqui parece reunida toda la infelicidad, pues no • se ven si(|uiera árboles frondosos para techos*. I'ern aún mucho más que las reflexiones anterio- res evidencian en el día la esterilidad de esta provincia los pasos sucesivos de nuestros misio- neros, quienes para adelantarse al Norte se han visto precisados á establecer las misiones apar- tándose de las orillas, y aun así las más no han medrado y casi todas se han visto inmediata- mente destruidas por los Seris no habiendo bas- tado .os esfuerzos harto costoyos del Gobierno á favor de la Sonora, para desalojai' de sus esté- riles inmediaciones á aquellos pueblos enantes que viven de la pesca y andan particularmente en la Isla del Tiburón y sui contiguas. Al Norte del río Gila y de los brazos orienta- les del Colorado, el país presenta un semblante mucho más placentero. Una cordillera bastante áspera y elevada, que corriendo in la dirección Norte-Sur atraviesa este país en la extensión de 71) leguas siendo su ancho de \o á 40, termina al Oeste casi por meridianos del río Colorado y hasta la latitud de 41" 10' unos campos y valles sumamente fértiles y amenos, siguiendo al Sud- este las hermosas y agradables vegas que habitan los Cosminas y los Moquis, naciones contiguas por el Oeste al Nuevo Méjico, y que en el siglo pasado fueron reducidas á la Religión y á la Mo- narquía, dos cosas que han abandonado después. Hállanse en estas distantes regiones (i) montes poblados de pinos y álamos de un tamaño singu- lar, varias y grandes lagunas entre las cuales merece particular memoria una formada al Sud- oeste por las aguas de la serranía indicada, de seis leguas de ancho y 15 de largo, que corriendo al Noroeste por una angostura, comunica con otras mucho mayores, todas abundantes en peces, án- sares, nutrias y otros anfibios; varias minas de yeso transparente, un hormiguero grande de pie- dra alumbre muy menuda, purificada y cristalina, una cordillera de mesas altas que desde la cima hasta su mitad se compone de tierra blanca y desde allí abajo se ven uniformemente matizadas de amarillo, blanco y almagra muy subida; varias aguas termales, el origen de cuatro ríos media- nos, las ruinas de dos pueblos antiguos, y para el alimento en ciertos parajes algunas truchas, en otros tal cual cíbolo, liebre y camero silvestre, y generalmente donde hay naturales, los pínolos, semillas y yerbas que suelen recoger de antema- no las mujeres para las provisiones del invierno. En el valle de los Timpanogotzis al Norte del río de San Buenaventura y próximo á la lagu- na citada, los campos se cubren de pastos loza- (i) Relación del viaje de los PP. Vélez y Esca- lante. 7 454 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO nos, y bajo un temple de 'os más benignos y sua- ves se producen naturalmente y con abundancia el lino, el cáñamo, de cuyas semillas y otras mu- chas yerbas se alimentan los naturales los sa- buagaiias 6 com: piscado y hacen atole logrando también de la caza de liebres, conejos y gallinas que hay abundantemente además de la de los cí- bolos que tienen no muy distantes. Las inmediaciones de Santa Fé, conocidas con el nombre de Nues'o Méjico, son montuosas, áridas é intransitables, y sin duda muy abun- dantes en minerales, pues sólo los valles dan lu- gar á siembras y pastos, y el terre; o fértil, no vuelve á encontrarse hasta los 28° caminando al Este hacia los límites de la Nueva v'izcaya con la provincia de Cohahuüa. En ésta, y parti- cularmente hacia el presidio actual de Santa Rosa y el abandonado de San Sabá, por loo 32" escasos, se presentan al viajante unas campiñas regadas por el río grande del Norte ú otros infe riores, y otras lomerías y bosques tan espesos de morales, ciruelos, perales, manzanos, con una in- finidad de parras enlazadas, mezquites, cedros y palos blancos, que con diticultad perr.íit¿n paso para un hombre á caballo. No es menos fértil, llano y agradable, el terreno de 40 á 50 leguas que media Mitre San Sabá y Béjar, capital de la provincia de Tejas, desde cuyo ounto, ya sea en dirección del Mississipí 6 del mar, se encuen- tran bosques tan espesos y pantanosos, que si es molesto atravesarlos en tiempo de secas, es imposible casi verif cario en el de lluvias ó inun- daciones. Fuera es';e lugar oportuno'fle verter la cues- tión sobre lu facilidad y utilidad de navegar el río del Norte hasta las inmediaciones de Santa Fé; pero careciendo de documentos suficientes para aventurar un parecer siquiera probable, nos ceñiremos por tanto, á desear que no se dilate H'ucho esta importante averiguación, cuyo influjo ün el sistema político de estas regiones, no sería tal vez indiferente. El Ingeniero D. Nicolás La- fora, que acompañó ai Marqués de Rubí en la revista general de los presidios de esta frontera, pasó en balsa el río mencionado, cerca del Ca- rrizal, esto es, en la división, digámoslo así, del Nuevo Méjico con la Nueva Vizcaya; u ió tam- bién á su regreso de San Sabá por Iof 31°, ha- llando el río bastante rápido y caudaloso, y final- mente, le encontró con mucha exti-r^r'^n y fondo en las inmediaciones de Laredo, en el nuevo Santander; pero los datos que suministra la na- rración de estos viajes, son insuficientes por sí solos para fijar con alguna certidumbre la posi- bilidad é imposibilidad de navegar en toda su extensión este río caudaloso. No son menos inciertas las noticias que pue* den darse de nuestras provincias septentrionaleo rd querer penetrar más allá de los paralelos con- tiguos al Norte de los que acabamos de describir, aun fijando el límite de nuestras indagaciones en el paralelo de a]", como lo hicimos para las po- sesiones de la Vieja y Nueva California. Con efecto, las lagunas de los Padres Vélez y Esca- lante están contiguas á las llanuras que lindan con las tierras altas del puerto de San Francisco, del Cabo Mendocino ó del nuerto de la Trinidad. La cordillera ya citada de San Buenaventura va á unirse con las montañas brillantes de Carver, 6 tienen esta preferencia las sierras montañosas de Cohahuila que por los 32" y al Este del Nuevo Méjico, párete 0° dirigen por largo trecho hacia el Norte en un país aún no trillado por nuestros exploradores. ¿El terreno que media í.ntre el río Norte y el Mississipí, es montuoso ó se asemeja al que entre ei Ohío y el Missouri hacen en el día la felicicidad de los Kentukis y r.¡ objeto de las investigaciones comerciales de la Inglaterra? Hé aquí una porción de dudas entre otras mu- chas, que no pueden resolverse según el estado actual de nuestros conocimientos, y que dejan campo abierto para las indagaciones sucesivas de los viajeros venideros que tengan tiempo y opor- tunidad para hacer este servicio importante á la Geografía. En el entretanto, volviendo la espal- da á estas distantes regiones, continuemos hacia el Sur el examen físico d^l suelo que compone nuestras provincias internas. Entre lus causas principales que pueden servir de aliciente para que se pueblen algún día estas provincias como corresponde á su dilatada extensión, debe com- pi'enderse el artículo importante de las minas, las cuales son tan abundantes así en la Sonora, como en el Nuevo Méjico, la Nueva Vizcaya y el Nuevo Reino de León, que pueden muy bien com- pararse con las ricas de Nueva España, y aun concederles tal vez cierto grado de sup.írioridad; prueba de esta aserción los lavaderos de oro tan abundantes en casi toda la Sovora, y particular- mente en las sierras inmediatas á Arispe, los de Bacuache, la Cananea y Peñuelas, que han dado granos hasta de siete marcos: la mina de Bana- mitzi y la de Santa Rosalía, que dio oro de 17 y '/, quilates, con tal abundancia, que algunas cargas llegaron á rendir i. 000 pesos, y duró esta bonanza por el di' atado espacio de veinticinco años hasta el de 1748. Pero aún más abundantes que las de este precioso metal ¿en las de plata, de las cua- les en todo el distrito de Arispe se han abierto hasta 37 minas, siendo las más acreditadas las del líspíritu -Santo, que rendía á 18 marcos por carga, la de Rocha á 12 y la Babicanora y otras varias desde tres hasta seis marcos, á las cuales se pueden agregar en la misma provincia de la Sonora hacia el mar de Cortés, las inmediatas al presidio del Altar; las de San Marcelo, de Vino- tac, las de Guachuca y la Longoreña cerca de Terrenate: las .luevamcnte descubiertas en el ^mm CORBETAS ÜUSCUBlERiA V ATREVIDA 455 s de describii-, dagaciones en para las po- lifornia. Con /élez y Esca- is que lindan an Francisco, e la Trinidad. 3naventura va s de Carver, 6 nontañosas de te del Nuevo 3 trecho hacia por nuestros ia í.ntre el río ó se asemeja hacen en el y r'i objeto de la Inglaterra? íre otras mu- gún el estado y que dejan ;s sucesivas de tiempo y opor- nportante á la endo la espal- inuemos hacia que compone tre lits causas aliciente para ovincias como on, debe com- de las minas, en la Sonora, 'a Vizcaya y el muy bien com- España, y aun t sup'.'rioridad: iros de oro tan i, y particular- Arispe, los de , que han dado nina de Bana- ')oro de i7y 7j algunas cargas •ó esta bonanza neo años hasta ites que las de ta, de las cua- je han abierto Lcreditadas las 1 8 marcos por canora y otras >s, á las cuales irovincia de la ) inmediatas al celo, de Víno- )reña cerca de abiertas en el arroyo del Infierno y en el pot ero de las Tetas, entrambas muy inmediatas al Real del Rosa- rio (i), y sobre todo, la célebre mina de la Ari- zona ó las Bolas, ocho leguas del pueblo d.^ Surie de los Pimás altos, en la cual se hallare. i en 1736, bolas de plata virgen hasta el peso de 150 arro- bas (2). Siguiendo por la Nueva Vizcaya y Nuevo Mé- jico, se encuentian las minas de Cosaguirichi con otras vajias no m.éncs ricas de oro y plata. En el Nuevo Santander sru nombradas las de la Iguana inmediatas á Laiedo, y en el Nuevo Reino de León, además de la famosa mina de Boca de Leones, existen aún los rastros de las labores de otras muchas, fijando especialmtnte la atención de todo curioso, las que se llamaron de San Die- go y se beneficiaron por algún tiempo. Además de estos dos metales preciosos, un terreno tan montuoso debía producir y produce con efecto otros muchos minerales que, aunque de menos valor, son por lo común más útiles al país que los produce y á la sociedad en general. Tales son, especialmente en !a Sonora, el plomo, el cobre y el hierro, á los cuales se agregan tam- bién el talco, el alumbre, el almagre, el ocre y la caparrosa. Aunque todo el pais hasta aquí descrito se considere generalmente montuoso y estéril, hay, sin embargo, en casi todos los paralelos bas- taate terreno llano, ó á lo menos ciertos va- lles en donde puede óubsistir el hombre, sana, cómoda y felizmente. El valle de San Bartolo- mé, por ejemplo, el pueblo de Buenavista, la villa de Santiago de Salitre, las demás inmedia- tas de las Col':inas Tlascaltecas, las inmensas haciendas del Mr^rqués de San Miguel de Agua- ya y las inmediaciones del río Norte desde que se separan los méganos que con las arenas movi- das por los vientos tempestuosos forman una cordillera de can 60 leguas de extensión, son to- dos parajes sumamente amenos y fértiles de los (1) En el Real del Rosario, según certificación del Intendente de la provincia, publicada en la Gaceta de Méjico de 10 de Mayo de 1785, se habían presentado en todo el año anterior 27.168 marcos de plata azogue, 5 296 de fuego, que pagaron á S M por los derechos de uno por ciento y décimo 3.¿ / pesos. En el propio tiempo se presentaron taml! .n 702 mar- cos de oro, que contribuyeron por el derecho de tres por ciento 2,244 pesos, y ^.w junio de 86 se preseu- taron 30.416 marcos de plita azogue, 6.526 de fue- go y 7 1 1 marcos de oro. (2) Habla de estas bolr.s monstruosas el Compen- dio del Padre Vcnegas, tomo III, capítulo último, y el Capitán D. Juan Bautista de Ansa se expresa en estos términos: «Esta particularidad se ha dudado, pero es »tan cierta, que viven muchos de los que las poseyc- «ron, de lo que puede dar igualmente documentos «que lo acreditan, como que mi padre, con dictamen »Je sujetos peritos en leyes, las embargó por pare- ucerle pertenecer i. S. M., cuya conducta no se le apro- sbó por el acuerdo de la ciudad de Méjico, pero sí •por el Consejo Real de Castilla.» Reinos de Nueva Vizcaya, Cohahuila y Santan- der, y no lo son menos toda la provincia de Te- jas, las inmediaciones de Monter<>y, en el Nue- vo Reino de León; las de Alburquerque, en el Nuevo Méjico, y las de San Miguel de Orca- sitas en la Sonora; extensión vastísima de te- rreno, á la cual puede también agregarse el de Ips inmediaciones del Gila y Colorado, y el paíj de los Moquis y Ccsminas anteriormente desc.i- to. En todos estos parajes se dan, como es de creer, con más ó menos abundancia todos los frutos y semillas principales y las más útiles para la vida; pero la cosecha total de ias que se cultivan es demasiado corta, porque el cebo de las minas, acarreando insensiblemente la pobla- ción hacia las sienas y haciendo fijar la idea de las riquezas en las entrañas de la tierra, ha descuidado enteramente la agricultura, de modo que el objeto primario de las vsiembras es sólo ocurrir al sustento del corto número de los colo- nos, y la mayor parte de las vegas útiles de estas provincias han quedado desatinadas para los ga- nados. Estos, sin embargo, hacen un servicio muy particular en unos parajes que, como tan distantes de las costas y de la capital, escasean de todo: la lana de las ovejas suministra el ves- tido; los caballos el medio precisa y único para contrarestar las invasiones de los indios enemi- gos; las muías sirven para el beneficio y acarreo de los metules, y las vacas, además de ocurrir hasta cierto punto al sustento de los naturales, proporcionan un ramo muy regular de jomercio con la Nueví Galicia, en donde se venden con mucha estimac.'ón el tasajo, el sebo y los cueros. Fmalmente, en ui. corto espacio de terreno be- neficiado, l^s uvas aan los vinos y aguardientes que pueden bastar para el alivio y recreo de es- tos distantes vasallos. Limitaremos á lo expuesto el examen físico de esta parte de la Monarquía, cuya prolija des- cripción requiere la concurrencia de otros me- dios que los que hasta ahora hay, y empezare- mos desde luego á examinar al hombre en estos países dilatados. Las primeras naciones que se encuentran al Noroeste de la Sonora y en el confluente ó in- mediaciones de los ríos Gila y Colorado son los Yumas. Estos liabían sido visitados por el Pa- dre Kinó y otros misioneros de la expulsa Con* pañía, y luego atravesó sus rancherías con muy buen acatamiento el Padre Fr. Francisco Gar- cés, lo cual dio lugar á que con el mismo buen éxito las transitase después en sus dos expedi- ciones para la California el Comandante Don Juan Bautista de Ansa, y últimamente que á ins- tancias de los mismos natiu-ales se planteasen dos misiones ó poblaciones en las orillas del Colorado, á poca distancia del confluente. Los des Diarios de D. Juan Bautista de Ant.a ■t . íf :^ 456 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO y las noticias anteriores, concurren en suponer esta nación de los Yumas nomo muy adelan- tada hace tiempo en la civilización. El cacique nombrado Palma, que era el jefe principal de esta tribu cuando pasó Ansa por ella, manifestó en todas ocasiones un grado de autoridad grande sobie toda la comunidad, explayó su opulencia, generosidad y buena fé, regalando diferentes co- mestibles á la expedición, cambiando álos nues- tros los caballos inútilef que llevaban custodian- do una parte de las cargas del convoy que no podían seguir, )• castigando a! mismo tiempo con el mayor rigor á un subdito suyo acusado de un robo. Ayudó y se afanó para que nuestras expe- diciones vadeasen el río con la mayor seguridad, disponiendo que todos sus subditos concurriesen á este acto, y finalmente dio pruebas nada equí- vocas de un carácter noble y confiado, en la fran- queza con i|ae se determinó á entregar el mando f' uno de sus parientes y subalternos pn' :: « iguir al Comandante Ansa como cfectivame.ue lo eje- cutó, acompañándole hasta las fronteras de la Sonora y luego después hasta Méjico. Las cuali- dades esenciales que advirtió el mismo Coman- dante en los demás individuos de esta nación la describe en la forma que sigue: «Esta nación, dice, es por lo general muy ro- iibusta, de más de oclio palmos de talla, su genio »lo mejor que se ve en indios, pues son muy «festivos, cariñosos y liberales. Su color, no otan negro como otros, y no son de los más ra- «yados; tienen naturalmente buenas caras, pero »se hacen feroces con el embije de todo el cuerpo »y en especial la cara. Van todos los hombres • enteramente desnudos sin el más leve asomo de «rubor, y esto 1) tienen por hombría, y el ir • algo cubiertos por acción mujeril, que ellos mis- amos me lo han dicho: tienen buen pelo, que se «lo componen de mucho5 y diversos modos, con «lodo muy fino, sobre el que se echan un polvo «de tan buen relumbrón que parece lo es de «plata, y para que este peinado no se les des- «haga duermen sentados. La cara se ha dicho «ya, se pintan extremadamente de los colores «negro y colorado, y en esto se incluj^en tam- «bién las mujeres; llevan los hombres horada- «das las orejas, el que menos con tres agujeros, «y lo más común con cinco, )• en todos ellos zar- «cillos. Las narices ó ternillas también se hora- «dan y atraviesan en ellas un montón de plumas »ó más generalmente un palillo de palmo de «largo, y más grueso que el rrayor c, ñon de jiaves, con lo que se acaban de hacer sobre fe- «roces, espantables. A las armas y güeñas pa- «recen poco inclinados; raro tiene carcaj y po- «cos cinco flechas malas y con peor arco, de «cuyo modo va armada la tercera parte; las otras «dos sólo llevan unas astas de cuatro varas (ins- «trumento para jugar) y unos garrotes. Son los «ancianos los que usan del arco, pero á poco «frío que haga por la mañana ó tarde, general - «mente las deponen adonde quiera, y cogen unos «tizones que regularmente se los pegan á los «estómagos ó partes posteriores, para calen - «tarse. Atribuyo á que tres horas que solo dor- «mirán de las veinticuatro del día, es por el poco «abrigo que tienen, en especial cuando están fuera «de sus rancherías, que alo menos en ellas tienen «sus racalillos (chozas) en terrenos bien blan- «dos en que se entierran y reúnen cuantos com- «ponen una familia. Su lengua es fácil para «pronunciarla y lo mismo me parece para escri- » birla. Les es muy fácil una buena pronuncia- ación del castellano. Las mujeres, en la robus- «tez y tamaño corresponden á los hombres; sus «rostros son regulares, sin apercibirse, ni extre- «madamente feas, ni especialmente hermosas; «van vestidas ó medio cubiertas de la sola cin- «tura á las corbas y rodillas con unas nagüillas «que hacen de las cortezas del sauce y álamo, «divididas en dos piezas, poniéndose la más «corta por delante. Hacen de las mismas corte- «zas y de la del mezquite unas piezas anchas «que salen poco menos ásperas, í.unque más «tupidas que lo que en el Reino llamamos guan- »goche bruto; éstas les sirven para taparse, y la «que las lleva puede llamarse rica, y mucho «más las que consiguen otras piezas de cueros «de nutrias, liebres ú otro animal cualquiera. «Uno y otro sexo va con el pié enteramente «descalzo. Por lo que he visto de ellos é in- » formado de lo que me resta, regulo habrá 3.300 «almas de esta nación Yuma, en cuyo número «conviene también próximamente el Padre Car- nees.» En cuanto á los ritos religiosos y á las cos- tumbres sociales de esta nación, nada puede in- ferirse de los Diarios citados, y sólo en una oca- sión, se dice, que estando Ansa repartiendo al- gunos dones á un crecido número de naturales, llegó á interrumpirlos uno de ellos dando unos ayes tan lastimosos, que parecía le ocupaba la mayor aflicción y dolor. Cada uno de los circuns- tantes correspondía á estas demostraciones, dan- do también otros tres gritos y tentando al mis- mo tiempo el hombro del paciente, y pregun- tando Ansa la c?usa de semejante escena, le res- pondieroii que aquel recién "egado era uno de las rancherías del rio de abajo, nne traía la no- ticia de habérsele muerío su padre, y que venía en consecuencia, á convidar á todos los presentes á que fueran á llorar al tiempo que daban fuego al cuerpo del difunto, que era la especie de fu- neral acostumbrado entre ellos. Notó también el mismo Anss, que no parecía mujer alguna emba- razada 6 parida que no demostrase más de vein- ticinco años de edad, é indagando la causa llegó á saber le~ era licita la poligamia, y que no les ^ sro á poco e, general - cogen unos ;gan á los ara calen - e solo dor- por el poco están fuera ellas tienen bien blan- antos com- fácil para para escri- pronuncia- n la robus - imbres; sus e, ni extre- hermosas; la sola cin- is nagüillas ce y álamo, ose la más smas corte- tzas anchas Lunque más lamos gmtt' iparse, y la a, y mucho s de cueros cualquiera. 5nteramente ellos é in- habrá 3.300 uyo número Padre Gar- y á las CO8- 3a puede in- en una oca- artiendo al- ie naturales, dando unos ! ocupaba la : los circuns- ciones, dañ- ando al mis- , y pregun- icena, le res- era uno de traía la no- y que venía os presentes daban fuego ipecie de fu- ó también el .Iguna emba- más de vein- L causa llegó y que no les CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 457 convenían las mujeres muy jóvenes, porque no sabían trabajar. A corta distancia de hs orillas occidentales del Colorado, se encuentra otra rama de la mis- ma nación Yuma, distinguida con el nombre de Cofak, y que frecuentemente está en guerra con aquélla, aunque usa del mismo idioma, tiene las mismas costumbres, y se halla dotada de igual afabilidad. Su número es algo mayor que el de los Yumas, y el territorio que habita menos extendido que el de éstos, lindando al Oeste con los méganos y parajes inaccesibles de la California. En los úl- timos años se había cimentado la paz entre unos y otros por medio de recíprocos casamientos, y esta paz, en la cual influyó el mencionado Ansa con dones, con súplicas y aun con amenazas, fué sin duda una de las causas principales de la des- trucción de nuestras misiones y poblaciones del río Colorado en 1782 (i) con muerte de cuatro Misioneros, ocho soldados y de algunos pobla- dores cuyas mujeres quedaron prisioneras y se rescataron después por una crecida cantidad de ropas , Lis indios de la provincia de la Sonora, se pueder, dividir en dos naciones diferentes por los dos idiomas enteramente diversos que hablan, re- duciéndolos á Pimás y Ópatas. Los primeros se dividen en altos 3' bajos, ó septentrionales y me- ridionales, incluyendo los que habitan los are- nales y páramos de los Papagos al Sur del Gila, los amenos valles de Sobas, Chispurís y vegas del Gila y Colorado, comarcanos á aquéllos: á los se- gundos corresponden los Eudebes y Tovas. Reduciremos también á los Seris, lo > Guai- mas y los Hiaquis. ; 'U: la parte Norte, deben considerarse como i ■■migns crueles que la han destruido 3' aniquiUm, de sucie que son muy pocos los Reales poblados en qi- :^t' trabajan las minas y hacen muy difícil la des- cripción política de esta provincia, porque muda al paso que sus ventajas y desventajas. Entre todas estas naciones, los Ópatas son los más aplicados al cultivo de la tierra, y también los más animosos para la guerra, en la cual han mostrado siempre su valor y fidelidad auxiliando á nuestras armas. Sus siembras consisten en tri- go, maíz, frijol, calabazas, sandías, melones y otras varias de que hacen sus buenas cosechas. (i) Tuvo lugar esta desgraciado accidente un do- mingo después de misa, habiéndose convenido los naturales en quitar la vida á todos los de ambas mi- sioues, que distaban tres leguas una de otra. Entre las víctimas fue comprendido «1 Padre Garcés, de quién hemos hablado anteriormente . Puede verse el por- menor de este acaecimieato, en la vida del vcnerabl'") Fray Junípero Serra, capítulos 52 y 53. Tienen cierto miramiento hacia sus mujeres, en wuyas circunstancias se distinguen de los Apa- ches, pues no les cargan sino el trabajo más lle- vadero, del cual las exceptúan también en los úl- timos meses del embarazo, y entonces las aplican á hilar y tejer algodón, á guisar su posóle, á hacer esquite y á tostar el maíz para el pinole. Muy adictos á sus costumbres antiguas, no quieren admitir los telares, y siguen sus tejidos en la misma disposición que antes del conoci- miento de los europeos, sin embargo de que se nota en ellos una imitación particular á cualquier modelo que se les presenta. Para la fábrica, dos mujeres disponen la tela entre cuatro estacas cla- vadas en el suelo, determinando con ellas la ex- tensión de la tela, después de lo cual, por medio de varios modelos mueven la urdidura según ne- cesitan para las labores, aprietan la trama y con gran trabajo y morosidad acaban su tejido. En lo general, ningún natural de la provinc'a mira con cariño ni aprecio las artes de los europeos, no obst^^nte de que algunos se aplican á «.lias. Tañen instrumentos con bastante habilidad, y aprenden oficios mecánicos, como los de sastre, carpintero, herrero, cantero y albañil. Hay algunos Ópatas y Eudebes que saben todos éstos, y basta en ellos la voluntad para que los aprendan con la ma3'or facilidad. Puede muy bien aplicarse á los Ópatas la ca- racterística de sufridos, industriosos, robustos y esforzados, particularmente á la vista de los es- pañoles. Nada estiman tanto como aquellos ho- nores y distinciones que acreditan su fidelidad al servicio del Rey 3* su valor contra los enemigos. Si alguno se casa con mujer española, no quiere ya tratarse como natural , desdeña las ocupacio- nes y ministerios de sus parientes, y se conside- ra como de clase superior; lo propio sucede á las mujeres cuando 'asnn con españoles. Unos y otros afectan nn sti < traje y tratamiento y se manifiesta muy deseosos de aprender el idioma; jnro el po cuidado con que se han tratado, es causa de que aún mantengan la práctica de algu- nos abusos y co' imbi( s antiguas. Sus bailes son muy b libaros, y se acompañan del ronco ruido de ur calabaza; las canciones consisten en una repetición de pocas voces, sin expresión, caden- cia ni harmonía, de tal modo, que en estaparte no se diferenci le los Apaches sino en que los Opa- tas ticiv ,unos bailes de religión, que conser- van toá.u la después de más de siglo y medio de sujeción voluntaria. Los más de sus juegos y di- versiones se dirigen á ejercitar las fuerzas, la lige- reza 3- el arco, en cuyo último ejercicio son bas- tante diestros , 3' tan aficionados á él , que aun cuando vuelve., cansados del trabajo, se les ve en el canino tirar al blanco. Lo" Eudebes se deben ^ insiderar bajo el mis- mo aspecto qué'los Ópatas, aunque están más 58 1 ^1 ■5 wr I 453 VIAJE ALREDEDOil DEL MUNDO atrasados que éstos en la imitación de los euro- peos, y ie acercan también más á sus costumbres y usos antiguos. Pero aún más zafios y agrestes que todos son los Tobao, especialmente los que no quieren reducirse á vivir en poblaciones que son la mayor parte, excepto los de Ponida, Teo- \arí y Mochopon. Viven en los campos y se mantienen de raices, yerbas y frutas silvestres, reduciendo sus siembras á tal cual mata de maiz y á algunas calabazas y sandias. Su principal ocupación en la de hacer esteras (hipel), de las muchas y buenas palmas que se encuentran en su territorio y las llevan á los pueblos ópatas para cambiarlas por semillas ó ropas. No aten- tan contra las vidas ni contra las haciendas, y sólo son bravos y valientes con los Apaches, á los cuales tienen un odio mortal. Todos estos naturales tocan las puntas de las flechas con veneno, y para curar las heridas chu- pan la sangre de ellas, por cuya causa muchas veces sigue á la muerte de los heridos la de los curanderos. Las poblaciones de los Ópatas son Natora, Aritberí, Bacanora, Tonitci, Soyopa, Nacorí, Alamos, parte de Ures, Nacamerí, Opodepe, Cucuspe, Arispe, Chimaya, Bacoatzú, Curguia- ratai y Babispe. Los Pimás forman en sí una nación muy cre- cida: los que se denominan bajos habitan los pueblos de Taraitzí, Cumuripa, Onapa, Nuri, Moboes, Onabas, Suaquí, San José de Pimás, Santa Koialía, Ures y Nacamerí. Hacia el Po- niente hacen frontera contra los Seris, y ellos son los primeros que recibieron la fé en esta provincia, pero no están tan adelantados en ella como los Ópatas, porque les falta la docilidad que éstos tienen, y tampoco los imitan en la lealtad á nuestro Soberano. Los Pimás altos ocupan todo el terreno que hay desde Cucarpe á Santa Ana, Cabo';ca, Do- lores, Remedios, Cocospera, el presidio de Terrenate, las orillas del rio de San Pedro, lo que media desde éste hasta su unión con el Gila. las dos orillas de éste hasta que se une con el Colorado, y aun la de éste hasta su de.iem- bocadura en el golfo, pero en estos trechos hay muchos espacios despoblados y varias marismas que por la falta de agua son incapaces de po- blarse. Se pueden considerar los Pimás altos, di- vididos en cuatro parcialidades que son los redu- cidos á pueblos; los Papagos, los Sobaípuris y los Gilas. También se pueden llamar Pimis altos los Opas, Comaricopas, Hudcoadnes, Yu- mas, Cuhuanas, Quiquimas ' otros más allá del río Colmado, por ser todas t .1.33 naciones que usan de un idioma bastante semejante. Estos Pimás están aún más atrasados que los otros en la fé. Les Pimás son en general muy inferiores en el valor á los Ópatas, y sólo su número suele á veces infundirles osadía. Las armas que emplean son el arco, la fle- cha y una macana ó porra de un palo muy pesa- do y duro con que tiran á la cabeza de sus ene- migos. Los más aguerridos de los Pimás altos son los Sobaípuris fronterizos de los Apaches y encarnecidos contra ellos, pero se van retirando hacia el Sur y guareciéndose á los pueblos de Santa María Joamea, San Javier del Bacoy, Tue- son y Senoytac, abandonando su ameno valle 1 los enemigos. La nación de ¡os Seris, aunque la más corta, es, sin embargo, la más cruel é indómita de to- das; y aunque algunos se redujeron á vivir en las poblaciones del Pópulo, Nacamerí y los An- geles, m;' ' fué por servir de espías que con in- tento de continuar en la fidelidad; de lo cual se seguía que los asaltos y daños de los demás eran más ciertos y seguros. Estos indios untan sus flechas con un veneno que hace la herida mortal, por leve que sea; y tan eficaz, que acaba las más veces la vida del herido á las veinticuatro ho- ras. Cuando se ven perseguidos acostumbran re- fugiarse á los cerros, que les proporcionan en sus cortaduras y picachos una defensa natural incontrastable, y á la Isla del Tiburón v sus in- mediaciones en el golfo. Aunque los Apaches viven al Norte y fuera de los límites qu hemos asignado á la provin- cia, se hace preciso tratar de ellos en este lugar, por la inmediación que tienen con ella, y porque son la causa de su decadencia y destrucción; pues con sus continuas correrías asolan y des- truyen los trabajos, hurtan los ganados y matan los habitantes. Son muchas las minas que han obligado á abandonar cuando su estado prome- tía el premio de los trabajos del minero; y aun- que hay presidios establecidos que sirven de ba- rrera para contenerlos, como la extensión del país es tanta, no es posible impedir del todo sus correrías. Estos indios andan por la mayor parte erran- tes, según se les presentan las cosechas natura- les de las tunas, dátilefs, mescales y otras frutas y ! Mices que les sirven de sustento. Las mujeres llevan el trabajo de las cortas siembras que hacen de maiz, y curten las gamuzas de los caballos, ve- nados y otras que emplean para vestido. Este se reduce en los hombres á un coleto nue les baja hasta más abajo de la cintura, á una especia de calzones y á los zapatos, pues todos desde chi- quitos andan calzados. El de las mujeres con- siste en unos i antelitos ajustados al cutUo; pero tan cortos, que apenas llegan á cubrir.' es ios pechos, y ;i lemas unas enaguas que no les bijan de las rodillas. Son muy ágiles y buenas jinetes. No se encuentra entre estos indios señaies de CORBHTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 459 e a ndo de ue- e ú in- idolatria; sólo sí algunos usos supersticiosos: hoy día temen particularmente al diablo, y le nombran con la misma escrupulosidad que nos- otros, pero esta parece idea que han recibido después de nuestro reconocimiento. Los que lo- gran entre ellos conceptuarse de hechiceros, consiguen el mayor respeto y ventaja, apode- rándose también del lucroso oficio de curanderos. Este arte tiene por principal objeto, curar las heridas que reciben en la guerra, lo que eje- cutan cSi» el preparativo de chuparlas, y aplicar después algunos bálsamos salutíferos con algo- dón, el cual penetra hasta lo interior de las he- ridas, cuya cura se repite cada día. Las borra- cheras no son tan frecuentes en esta nación como entre las demás, y la bebida que usan la hacen He maiz, mescal, trigo, tunas y saúco, siendo la más fuerte la de este último. Las ceremonias de las bodas entre los que no han al)rnzado la Re- ligión Católica, se har:en formando una fila de mancebos y otra de mujeres, y corriendo éstas con alguna delantera, las siguen aquéllos hasta alcanzarlas, asiéndoles del pecho izquierdo; des- pués de aquella ceremonia se restituyen al paraje de la junta y se ponen á danzar, habiendo pre- parado de antemano dos esteras para cada ma- trimonio: éstos se acuestan y los demás conti- núan toda la noche en sus danzas, festejando á los novios. El ejercicio que estos naturales miran como de más honor es el de las armas, y el alistarse entre el número de sus soldados les cuesta un estrecho noviciado y las pruebas más rigurosas. Tienen que tolerar con la mayor entereza que les rasguen muchas partes del cuerpo, y manifestarse tan insensibles al frió como al calor y á la lluvia, para lo cual se les hace pasar por muchas prue- bas. De este modo y no de otro consiguen el honroso título de soldados, y se destinan á de- fender la patria centra sus enemigos, precedien- do en estos casos una especie de arenga ó ser- món del Capitán, que les recuerda y encarga el cumplimiento de su obligación. Cuando salen á campaña, el mayor trofeo con que á la vuelta acre- ditan su gloria es traer las cabelleras de vsus ene- migos, y aun algunos se extienden hasta cortar- les pedazos considerables; si elven vencidos entran de noche en sus pueblos, pero cuando al- canzan los trofeos de la victoria, se ejecuta esta entrada con toda ceremonia en el discurso del día, después de haber avisado anticipadamente para que salgan á recibirlos; entonces cada cau- dillo lleva una anciana que toma el trofeo, en el cual ejercitan sus iras, y á éstas siguen las ce- lebridades de las lanzas y festejos. No consideran estos indios que las necesida- des corporales de la vida finalizan con la muerte, pues entierran á los muertos con cuanto pueden proporcionarles de sustento y ropa, echándolo todo en un hoyo, y aun las madres continúan re- gando por algunos días el de los párvulos, con la leche que extraen de sus pechos. Hay con todo, en esto, alguna diferencia entre las diversas cla- ses de Apaches, pues otros dejan los cuerpos en el paraje en que acabaron la vida á menos que sea en terreno enemigo, en cuyo caso se obstinan en retirarlos divididos en cuartos cuando no pue- den conseguirlos enteros, aunque sea á costa de todo riesgo. Parece muy propio de este lugar agregar la descripción de los Apaches que nos ha dejado con su acostumbrada maestría el redactor de la Historia del Padre Venegas, y cuyas circunstan- cias las hemos rectificado nosotros mismos, por varios sujetos que se mencionarán luego. «El «nombre de Apache se da ya también comunmen- «te á todo gentil, apóstata, belicoso y enemigo, «siendo sin embargo los Apaches de que aquí se «trata los comprendidos en aquel tramo de tie- «rra casi circular que comenzando desde el río «Chiguagua, y cruzando hacia el Presidio de Ta- «nos, fronteras y Terrenate, llega al río Gila, y «subiendo al Norte hasta el Moqui y Nuevo Mé- «jico, revuelve al Oriente al presidio del Paso «y remata hacia el Sur en el Real de Chigua- »gua (i). En este terreno y vuelta de 300 le- «guis, viven los Apaches en sus rancherías pe- » quenas situadas entre valles y quebradas de «sierras difíciles de penetrr"'se por su aspereza y «escasez de agua. «Por algunos prisioneros rescatados, se sabe «su barbarie y rusticidad, sus cortas siembras y • frutos, el mal tratamiento que sufren de ellos «los que caen en sus manos, y que hay entre «ellos algunos apóstatas. Viven desnudos, pero «hacen sus entradas en caballos robados, sin si- «llas y con solas unas pieles en que corren lige- «rísimamente; de las mismas pieles hacen botines «y zapatos de una pieza, que sirven de rastros en «su huida. Acometen con tal gritería y algazara «que asusta de muy lejos; su valor no es grande «pero le hacen sus buenos sucesos; son alevosos «en ei modo de guerrear; vencidos se humillan, «pero no guardan fé alguna en sus tratos; sus ar- «mas son las comunes de arco y flecha (2). El mo- «tivo de sus entradas es el robo, especialmente de «caballada, no sólo para montar sino para comer, «porque esta carne es su mayor regalo; de esto «nace ser hediondos en tal grado, que sienten y se «retienen de su mal olor nuestras muías.» A las noticias anteriores añadiremos las que (i) La voz de Apacho se ha extendido tanto en el idioma de Nueva España, que hemos oído llamar así áuii á los Lipanes, Navajos y Natajes que infestan co- mo antes digimos, la parte oriental del Niiayc Mé- jico. (2) En el día hacen ya uso con bastante Irecuencia de las armas de fuego. 460 VIAJlí ALREDEDOR DEL MUNDO f... ¥ ■!■- contiene el Padre Murphi en su historia manus- crita de la provincia de Tejas, igualmente que la de diferente:- misioneros; luces bien instruc- tivas nos han comunicado sobre este punto im- portante los Coroneles D. José Rengel y Don Antonio Bonilla, Oficiales empleados por mucho tiempo en las provincias internas. Hé aquí lo que de ellos resulta: «El indio goza generalmente de un tempe- ramento sano, por la dureza en que se cría y la simplicidad de los manjares que le sirven de alimento: nace y vive en la inclemencia, tan in- sensible al frío como al calor; pues su cutis tos- tado le sirve de tanto abrigo como á nosotros los tejidos más compactos. Su alimento es invaria- ble; p'jes su única y continua subsistencia la de- ben á las frutas y carne asada, y de esta unifor- midad de principios y el incesante ejercicio de la caza y de la guerra pende la robustez de que ordinariamente goza. «Los Apaches tienen una especie de creencia que puede llamarse dogma, aunque informe y sin arreglo. Titulan Capitán grande, á una prime- ra causa que conocen, y aseguran que hay destino en la otra vida para el bueno y para el malo; pero limitan sus premios y castigos al placer ó al dis- gusto de oír cantar en la tierra sus acciones. Su- ponen que estos distintivos existen en el aire, y así, los que viven, tienen la obligación de formar una especie de canciones que rezan todos los días como oficio de difuntos; sólo son dignos de esta gloria el guerrero valiente y la esposa fiel; estas dos virtudes, que son las mayores que co- nocen, excluyen de toda felicidad á los que ca- recen de ellas, condenando á un eterno descon- suelo la cobardía y el adulterio. El solo funda- mento de esta creencia guerrera bastaría para hacerlos terribles en el combate aun cuando su vida frugal y activa no fortificase sus espíritus. «La poligamia es el uso favorito de estas gen- tes, sin otro límite que el antojo; pero el dema- siado trabajo á que destinan las mujeres hace ventajoso el tener muchas. Las de los hermanos se heredan tengan ó no hijos, y la afinidad no es un impedimento para el matrimonio; pero sí lo es grande la consanguinidad, que evitan escru- pulosamente. Las esposas sólo se miran como unos libres instrumentos del placer para quienes no se dedican atenciones ni cuidados; las truecan ó cambalaclian con grande facilidad, dando ó po- niendo un ribete, según las reconocen útiles. Fi- nalmente, las prestan, las alquilan ó las venden por un caballo, un fusil ó por cualquiera bu- jería. » La ligereza es una de las propiedades carac- terísticas, y la que les es mis ventajosa, y que sin duda han adquirido por la necesidad de per- seguir la caza i yé antes de que tuviesen caba- llos, y que hoy día .'a ejercitan en juegos y ejer- cicios cotidianos. Como sin ganados, sin siem» bras y sin cultivo no es posible que la caza baste para el sustento aun más frugal, y menos para satisfacer los antojos, y como por esta parte es- tos indios carecen de caballos y de muías, que son su delicioso alimento, desean municionas y escopetas para la guerra y la caza, y todo esto lo hallan en los españoles: este es el origen de sus continuas guerras. • Cuando emprenden la campaña, si es con la idea única de robar, juntan pequeñas partidas, y si tienen por objeto destruir los pueblos, unen en- tonces muchas rancherías; pero en todas ocasio- nes es uno mismo el modo de conducirse y gran- des sus precauciones. Unidas las tropas se nom- bra entre ellas un Jefe, sin distinción de clasea, sin intrigas y sin cohecho: la causa pública pre- side en esta elección y siempre decide por el más apto. Su autoridad en campaña se extiende has- ta poder quitar la vida á sus subditos; pero que- da de soldado independiente con ellos cuando se deshace el campo. Cada soldado trae su caballo sin más arneses que un fuste muy ligero, y pre- servan los cascos con una funda de cuero, que quitan con prontitud cuando llega el caso de montar, lo que sólo verifican el día de la acción. • Tienen en las marchas grandísimas precau- ciones. Observan cuidadosamente los caminos, y si descubren algún animal que huye, por el cual seguían, mudan al momento de dirección, ó in- vestigan la causa de aquella fuga si se dirigía hacia ellos. Marchan desunidos, pero á la vista unos de otros para evitar la polvareda y la huella; se cubren con ramajes para no ser vistos de lejos; reparten centinelas en las copas de los árboles; destacan exploradores por muchas leguas en con- torno; duermen poco y siempre desconfiados; se alarman al menor aviso; la mayor parte velan mientras descansan los restantes, y continuamen- te exhortan la vigilancia. Las noticias interesan- tes que ocurren en la provincia, se comunican por humos en que saben distinguir el que los convo- ca, el que les manda huir ó les intima algún cui- dado; de suerte, que en un momento corre la alarma por todas las rancherías. Las ideas del valor consisten en el mayor sufrimiento; saber resistir las inclemencias sin abrigo; despojai-se de las pieles cuando hacen grandes fríos , y aun revolcarse en el hielo, son otras tantas pruebas que acreditan á un g"'errero. Se asegura en las provincias que los costeños llevan consigo una yerba vulneraria con que detienen la sangre de las heridas; y de los Apaches se dice que tienen un palito detrás de la oreja, cuya virtud los hace incansables. De estos fenómenos sólo consta la tradición entre las tropas; pero acaso son nues- tras malas punterías y su habituado ejercicio, este palo y aquella yerba. •Con el precavido silencio que dejamos indi- ^ r sm siem» caza baste énos para parte es- lulas, que nicion-í: y >do esto lo ;en de sus i es con la íartidas, y unen en- as ocasio- se y gi an- ís se nom- de clases, JÜca pre- pon el más iende has- pero que- cuando se 3U caballo ro, y pre- cuero, que ;1 caso de la acción, as precau- caminos, y por el cual ion, ó in- se dirigía á la vista ^ la huella; )s de lejos; js árboles; las en con- nñados; se arte velan tínuamen- interesan- unican por los convo- algún cui- 3 corre la ideas del ito; saber lespojarae ios , y aun s pruebas lira en las nsigo una sangre de |ue tienen d los hace consta la son nues- ejerc'cio, mos indi- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 461 cado, se dirif,cn á nuestras poblaciones, dupli- cando las astucii.s á medida que se acercan para asegurar el golpe. Acechan desde las alturas nv .ros pueblos, haciendas y caballadas, y por la noche bajan á reconocerlas. Para este acto de- jan los caballos á alguna distancia y marchan los más ligeros por parajes diferentes, para acercar- se cuanto puedan. En este último reconocimien- to son admirables las tretas de que se valen para lograrlo: con el cuerpo cubierto de lodo y la ca- beza de ramas , de modo que no presentan más objeto que el de un pequeño matorral, van arras- trando por el sueloy llegan al destacamento hasta contar los soldados , y en tan silenciosa espía se comunican, sin embargo, lo que observan con el canto de varias aves nocturnas y animales que imi- tan perfectamente. Espiado bien el paraje, quitan los cueros de los cascos de los caballos, y mar- chan con gran silencio hasta la precisa distancia á que consideran pueden ser sentidos, y embisten con ímpetu y algazara, sin dejar tiempo de que se acuda á las aimas ni de ponerse en defensa. Esta refinada astucia, incapaz de precaverse, casi siempre acierta el golpe. Con los cautivos son crueles, y las más veces les privan de la vida con mil suertes de tormentos y crueldades; gustan de disfrutar nuestras mujeres, y no perdonan medio para hacerlas más insufrible aquel tormento. Este corto rasgo de la conducta de dichos indios en campaña, basta para dar á conocer lo inevita- ble de sus golpes, para cuyo buen éxito tienen la constancia de espiar meses enteros.» Con los Apaches occidentales rayan hacia el Norte los Cosminas y Moquis, á los cuales siguen los Yutas, visitados por los Padres Vélez y Esca- lante, y últimamente en cuanto alcanzan nu Ca- iras noticias, los Cumanches, Yamparicas, qi'e deben darse la mano con los pueblos más occi- dentales de Carver. Los Cosminas y Moquis, i.omoya se insinuó, fueron reducidos en el siglo jiasado á la religión y al dominio español; pero diferentes causas ac- cidentales contribuyeron después á que hacia el año de 1680 sacudieran ambos frenos al mismo tiempo que los pueble s aboríjenes del Nuevo Mé- jico. Y aunque estos últimos admitieron de nue- vo la predicación evangélica al principio de este siglo, aquéllos prefirieron su nuevo estado, y ha- ciendo una especie de confederación han disfru- tado desde entonces sus vegas excelentes, aban- donando la vida enante para gozar pacíficamen- te del fruto de sus siembras y pastes á cuyos artículos han agregado también algunas manu- facturas bastas de lana para ocurrir á su propio abrigo , y para establecer un mediano comercio con los pueblos más meridionales. Son, por con- siguiente, unos vecinos pacíficos, y aun útiles siempre que se abandone de nuestra parte la idea de conquistarlos. Los Padres Vélez y Escalante, y aun el Padre Fray Francisco Garcés que les había precedido dos años antes, hallaron efecti- vamente entre los Moquis, mucha mayor hospi- talidad y un sistema más bien entablado de lo que podía imaginarse, Al principio los recibieron en el pueblo de Uribi con alguna sospecha hasta examinar sus fuerzas, su conducta y sus inten- ciones; mas luego con dignidad y atención les franquearon alojamiento, les vendieron los co- mestibles necesarios, ratificaron la amistad anti- gua, y el cacique advirtió á los pueblos inmedia- tos que asistiesen con amor á los viajeros. Con efecto, así lo verificaron todos los demás caciques por cuyas jurisdicciones transitaron, pero siem- pre con cautela, por temor de que los Misioneros manifestasen sus ideas y propuestas para una nueva conversión. Sin embargo, tuvo esto lugar por medio de un anciano apóstata de las misio- nes de Santa Fé, el cual dio á entender la nece- sidad en que estaban aquellos naturales de «n so- corro de nuestros presidios contra los Apaches- nabajos, cuyas últimas correiías les habían cau- sado daños considerables. No malograron, como es de suponer, nuestros Misioneros estas circuns- tancias tan favorables para proponerles una nue- va sumisión á la Monarquía, y que se les auxilia- ría con todos los medios necesarios para vengar- se di, a"S enemigos. Juntáronse los magnates de éste y de los pueblos inmediatos en la mañana siguiente para deliberar sobre un punto de tan- ta importancia, y habiendo llamado á los Misio- neros á la estufa de la asamblea (i), les respon- dieron, finalmente, jue aunque deseaban algún auxilio para contener las irrupciones enemigas, y que sabrían corresponder á este beneficio con una amistad constante, lo sacrificaban todo de buena gana y sufrirían gustosos nuevas invasio- nes, más bien que hacerse cristianos y entregar- se al dominio nacional. Las arengas de la asam- blea tenían á la sazón el semblante más solemne, empezaban á hablar los de mayor autoridad, y á éstos seguían los demás por el orden de ésta, y aunque cad? uno hablaba, la arenga parecía más bien un diálo(^ ., pues concluía su discurso ha- ciendo varias preguntas á los demás, ouienes respondían asintiendo, ó negando resr.;tiva- mente, conforme á la calidad de las preguntas. En estos discursos referían las tradiciones de sus antepasados , y se exhortaban recíprocamente á su observancia, de lo cual resultó , como era na- tural, una total repulsa ác las proposiciones he- chas de nuestra parte. El mismo viaje de los Padres Vélez y Esca- lante, nos suministra también algunas ideas aun- que escasas de los pueblos que habitan al Norte (i) No individualiza el Diario 1?^ circunstancias de la estufa, y si era parecida A las de Monterey ó Nueva España, que hemos descrito. 462 VIAJB ALKUDBUOR DBL MUNDO m? de los paralelos de 36", adonde pueden conside- rarse acaban los Moquis, Conminas y Apaches, Son aquéllos en muy corto número, y están re- ducidos á la nación ó idioma Yuta, la cual vive aún errante, valiéndose de las semillas, de las tu- nas, de la ca¿a y del pescado para su alimento. Sólo tres fueron las rancherías alf^o numerosas que encontraron en esta exploración. Los Yutas Lagunas se presentaron por los 38" 30' en nú- mero hasta de 80 guerreros, bien montados á ca- ballo y con otros de remuda, algunos de los cua- les cambiaron con las caballerías cansadas de nuestros exploradores. Son estos indios afables, cariñosos, subordinados á sus Jefes y dispuestos á suministrar guías y á cumplir con sus contratos, cuya puntualidad arengaron á la tribu, el Jefe principal que era joven y casado con dos muje- res, según dijo, y otro Jefe subalterno más ancia- no. Advirtieron en el camino en un pedrusco bien notable señaladas con pinturas toscas, tres adar- gas 6 chímales, una hoja de lanza y dos hombres peleando. Las comidas más comunes de estos indios, son el cíbolo y el cuervo, los capulines, garambuyos, limitas y algún pnióndelm.ismoaño, advirtiéndose en cuanto al garambuyo, que si bien en la mata es sumamente agrio, después de muy asoleado, como lo usan, resulta de un agridulce muy gustoso. Estos pueblos están en continuas discordias con los Cumanches Yamparicas, si- tuados al Nordeste de éstos, que son mucho más feroces y están también acostumbrados al uso del caballo. A estos indios siguen hacia el Noroeste, y en los 41° largos de latitud, sobre las lagunas y río de San Buenaventura, los Timpanogotzis, otra rama de los Yutas, los cuales parecen reunir afabilidad y mansedumbre de los otros, un sem- blante más varonil y una subordinación mayor. Vendieron á nuestros exploradores algún pesca- do seco, los recibieron, alojaron y despidieron con el mayor cariño y ternura, y habiéndose juntado el Capitán mayor, otros dos inferio- res, varios ancianos y los subditos de ambos sexos, determinaron unánimes afianzar con una señal auténtic? sus aseguraciones de que desea- ban un establecimiento nuestro en sus tierras. Consistía esta señal en una pieza de gamuza, en la cual estaban toscamente representadas con tierra y almagre cuatro figuras de hombres, alu- sivas, según dijeron, la más roja ó ensangrenta- da, al Capitán mayor Tururianchí, porque en las batallas con íos Cumanches había recibido más heridas; las otras dos que no estaban tan ensan- grentadas, representaban á otros dos jefes su- balternos, y la cuarta, que no tenía sangre algu- na, al hermano del Capitán mayor llamado P¡- cuchi, el cual, aunque no era Capitán de guerra, tenía, sin embargo, bastante autoridad sobre los demás. El número de estos naturales es bastante re- ducido; tienen buena fisonomía, y los más son cerrados de barba; llevan todos por vestido un sayo de gamuza y botas largas de lo mismo, usando además para el frío, fresadas de pieles de liebres y conejos. Alojan en unas chozas ó raca- lillos hechos de mimbre, de cuya materia forman también curiosos cuévanos y otros útiles necesa- rios. Finalmente, para evadir los encuentros con los Cumanches, prefieren para el alimento la pesca en la laguna á la caza del cíbolo, y con efecto, no pudieron vender en la expedición otros comestibles que pescado seco. En las orillas de la laguna mayor y más sep- tentrional, cuyas aguas son extremadamente no- civas y saladas, habita la nación Puacuanqut ú hechicera, la cual habla el mismo idioma que los Cumanches del Este, y aunque no son enemigos, iiay en el dia alguna frialdad entre unos y otros á causa de una muerte acaecida algunos años antes. Esta nación se- alimenta con yerbas, es bastante numerosa y vive repartida en chozas. Aunque sumamente reducida, no merece me- nos la atención de un curioso, la tercera tribu ó nación que encont aron nuestros exploradores en este viaje, y la llamaron de los Barbones. Habita por los 39" 4' de latitud, casi al Sur de los Tim- panogotzis, igualmente dócil, afable y pacífica que las anteriores, cobijada con fresadas de pie- les de conejo y liebre, y con la barba tan cerrada y larga, que parecen Belemitas ó Capuchinos (i). Tienen la ternilla de la nariz agujereada y en el agujero traen por canalete, atravesado un hueso pequeño y pulido de ciervo, gallina ú otro ani- mal. En la fisonomía se parecen á los españoles más que á los demás indios hasta ahora conoci- dos en esta América, y esto tal vez dio lugar á algunas noticias antiguas fabulosas, equivocando al río Colorado con el que llaman río del Tizón. Entre las últimas naciones que acabamos de mencionar y los Cosminas, no existen sino pocas familias dispersas , particularmente hacia los 36" 30', distinguidas con el nombre de Yubunica- ris, los que no usan la siembra de maiz y se ali- mentan sólo de las semillas y caza; pero éstas deben ser muy abundantes si hemos de juzgar por los comestibles que vendieron á nuestros via- jeros, de carnero silvestre, tuna en torta y en masa y zurrones de semillas de diferentes yer- bas. Estos naturales están aliados con los Apa- ches mescaleros, y en la ocasión de visitarlos los mencionados Padres, había entre ellos uno de estos Apaches en calidad de huésped, el cual fá- cilmente se distinguía de los demás por su fiso- nomía poco agraciada y simpática, por el dis- gusto con que miraba á los españoles, y por un (i) Esta es la expresión á ta letra del Diario ort- giual. ^y CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVtDA 463 látante re- más son 'estido un o miíimo, : pieles dt; as ó raca- ia forman esnecesa- cntros con limento In olo, y con ición otros y máb sep- amenté no- uacuanqut ma que los enemigos, los y otros unos años yerbas, es 1 chozas. Tíierece mé- era tribu ó oradores en ncs. Habita le los Tim- ! y pacifica idas de pie- tan cerrada uchinos(i). ada y en el o un hueso ú otro ani- s españoles ora conocí - dio lugar á ;quivocando ) del Tizón. :abamos de 1 sino pocas : hacia los e Yubunica- úz y se ali- pero éstas s de juzgar uestros via- torta y en xentes yer- m los Apa- isitarlos lo;; líos uno de , el cual fá- por su físo- por el di8- s, y por un si Diario ori- cierto ánimo y descoco del cual procuraba hacer alarde á la vista de los demás. Ignoramos cuáles sean los ritos y ceremonias religiosas de estos naturales, pues aunque una extraña casualidad proporcionó el medio oportuno de investigarlos, el horror con que miran nuestros Misioneros to- das estas prácticas supersticiosas, nos priva del placer de publicar'as. Aconteció aquella casuali- dad á uno de los exploradores, el cual, habiendo entrado en una choza en donde había algunos naturales de ambos sexos, se fingió enfermo, é inmediatamente el más anciano de los concurren- tes se puso á curarle con diferentes cantos y ce- remonias. Pero al llegar los Padres á esta parte de su Diario, declaman altamente contra este he- cho, que reprendieron agriamente al supuesto enfermo, y con este motivo omiten el describir- nos aquellos cantos y ceremonias. Hasta aqui, pues, se extienden nuestros co- nocimientos del dia sobre el número y calidad de las naciones que habitan esta parte de los domi- nios nacionales, y se comprende entre los 30 y 43" de latitud y en los 20" próximamente de lon- gitud, ó lo que es lo mismo, desde las orillas del mar Pacífico hasta los meridianos de Santa Fé: recorramos ahora, aunque brevemente, las que desde este propio meridiano siguen al Este por los mismos paralelos. En lo antiguo, las montañas y arenales del Nuevo Méjico dividían de los Apaches á los Re- res, Tiguas, Piras, Jumos y Mansos, los cuales, aunque unidos con los Moquis y Cosminas, con- tribuyeron á la expulsión sangrienta de los espa- ñoles en el siglo pasado, volvieron no obstante á escuchar de nuestros Misioneros los halagos de la religión y de la sociedad, y se redujeron á vi- vir reunidos bajo la dirección de los Francisca- nos, parte en las amenas orillas del río Norte, á poca distancia del fuerte del Pilar, y parte en la villa de Alburquerque é inmediaciones de Santa Fé. Son estos naturales bastante humanos, y muy inclinados á la agricultura, pero se hallan contiguos al Norte los Cumanches y más al Este los Lipanes y Natajes, dos naciones sumamente feroces, y por costumbre 6 por codicia enemigas nuestras, y que anidan entre las sierras ásperas de Cohahuila ó vagan por el país al Este de los Yutas. De las costumbres de estos naturales sólc sabemos, además de lo que se ha dicho ya, que hacia el presidio de San Sabá (i), los Lipanes dieron algunas esperanzas de civilización, aun- que se malograron; que el cebo de todos ellos es particularmente el robo de nuestras caballa- das; que los Mansos del Nuevo Méjico se ausen- taron al tieippo de la segunda conquista, y que (i) Pertenece á la provincia de Cohahuila y es de presumir esté abandouado en el dia. lo mismo han hecho después por los montes de Cerro Gordo los indios Pames que fueron redu- cidos á poblaciones por D. José Escandón, Mar- qués de Cerro Gordo, y que gobernaron é hicie- ron felices los Padres Franciscanos (i) coadyu- vando con la mayor actividad y buen éxito, á las medidas de aquel vasallo exclarecido que em- prendió á su costa esta conquista y la concluyó felizmente sin muchos sacrificios del Erario (2). La Nación Cumanchc se compone de 5.000 hombres de armas con corta diferencia, dividida en cinco tribus de nombres diferentes. Es muy superior á las demás por el número de sus gen- tes, la extensión del terreno que ocupa, la ho- nestidad en el traje, su hospitalidad con todos los que visitan, su humanidad con los cautivos que no son Apaches; y finalmente, por el valor que es admirable aun en las mujeres; pero su vida errante los hace malos, y es el mayor obs- táculo que hay para su reducción, pues miran con fastidio la vida sedentaria, y aborreciendo las fatigas del cultivo, la necesidad de subsistir los obliga al robo: sin embargo, son generosos con lo que poseen y tan arrogantes, que uno solo arrostrará contra un ejército como no pueda ve- rificar su fuga sin testigo. Continuando al Este de la provincia de Co- hahuila, y atravesando las provincias de Tejas, el Nuevo Reino de León y Nuevo Santander, hasta llegar á las tierras inundadas por el golfo de Méjico y el río Mississipí, el número de los in- dios disminuye considerablemente, y sus cualida- des son tales, que si bien reducidos no nos pu- (i) Sobro la muerte dada por los Cumanches á dos Misioneros y un soldado, sobre lo hecho en las misiones de los Pames de Cerro Gordo, pueden leerse por extenso los primeros capítulos de la vida del venerable Fr. Junípero Serra. Allí se individualiza también el ídolo (.achún, de los Pames, quo era una cara perfecta de mujer, fabricada de íecale, que te- nían en lo más alto de una encumbrada sierra en una casa como adoratorio ó capilla, á la que se subía por una escalera de piedra labrada, por cuyos lados y en el plan de arriba había algunos sepulcros de los principales que antes de morir habían pedido que los enterrasen en aquel sitio. La voz tachiim significa Madre del Sol. Había un sacerdote al cual acudían para que pidiese remedio en las necesidades de agua para las siembras, de salud en sus enfermedades, de felicidad en sus viajes y guerras, y de una acertada elección de mujer. Paralo último se presentaban de- lante del anciano sacerdote con un pliego de papel en blanco por no saber leer ni escribir, el cual servía como do representación. De estos papeles se halla- ron canastos llenos, Juntos con muchísimos idoliüos que se dieron al fuego. (2) Era D. JosC Escandón Coronel del vegimiento de Querétaros, cuando empezó la pscificáción de este país el año 1 748, estableciendo á su costa 26 misiones; visitó y reconoció el país en cuatro entradas genera- les, yúltimamentc, protejido por la superioridad, fun- dó en 1755, 2o poblaciones con 1.245 iamilías, por cuyos servicios y otros méritos le condecoró el Rey con la merced de hábito do Santiago y Utulo de Con- de de Cerro Gordo . .1 a! i 1 464 VIAJB ALKKDBDOR DBL MUNDO dieran acarrear la menor utilidad, estando por su lugar nos incomodan mucho. Infestan á veces las inmediaciones de Béjar, capital de Tejas, co- lonia española á la cual se han reunido después unos Son indios de castas diferentes. Han hecho inútiles nuestros fuertes y misiones de los Ayse- scs, Nacodechefi y Adacses mediatas al Missis- sipí, y particularmente los Pelones hacen muy peligroso el tránsito y difícil la subsistencia en las inmediaciones de Monterey en el Nuevo San- tander. Finalmente, si hemos de creer como pa- rece bien averiRuado, que los Cumanchcs adqui- rían de los franceses del Mississipí las armas de fuego con que nos hostilizaban, no cabe ya duda en que son estos mismos los que extienden sus correrías hasta las orillas occidentales de aquel rio; y por consiguiente, están fronterizos á los Kentukis, y que rayan por el Sur con las nacio- nes visitadas por el Capitán Carver hacia los de- sagdes del Misouri 6 del Ohío. Hay otra nación conocida por el nombre de Norteños, muy numerosa y que habita al Norte de la provincia de Tejas, á la cual pueden apli- carse con mucha exactitud las mismas cualidades con que los anglo- americanos han caracterizado las naciones sus vecinas. Un odio irreconciliable y antiguo existe entre éstos y los Apaches: regularmente no se encuen- tran sino para reñir, y muchas veces nos han avi- sado en las fronteras de Tejas de las traiciones que aquéllos meditaban, y que poco creídas, nos han costado en ocasiones crecidos sacrificios. Han deseado siempre comerciar con nosotros, y han mirado como pasajeras las discordias ocurri- das. Finalmente, á juzgar por las diferentes muestras que han dado lugar á conocerlos, se inclinan más á la nación española que á las de- más europeas, dueñas poco hace de la Nueva Or- leans y de las Floridas. Nada, dice el Padre Murphi, dará más á co- nocer el carácter heroico de esta nación, como el suceso de D. Antonio Treviño. Caminando este Ofícial (i) con una pequeña escolta, fué asaltado de muchos Tavaoyases (una tribu de los mismos Norteños). Desamparado de los suyos y muerto el caballo, se respaldó con un árbol, y escudado con su espada, sostuvo solo el combate por largo tiempo; pero el generoso caudillo de aquella em- presa, á quien agradó su esfuerzo, hizo suspen- der las armas y reconvino á Treviño con su triste situación, pidiendo que se rindiese á los que le tratarían como á su mayor amigo, Vencido en fuerza de sus heridas, fué el primer cuidado de los indios el contenerle la sangre y co-^-'ucirlo en hombros con gran cuidado al pueblo de San Teo- doro, donde se le destinó casa, quien le sirviese y mujer para su convalecencia. Esta fué larga y (1) El año de 1760. temible por falta de medicinas, pero llegó á con- seguirse, y él ganó su confianza hasta admitirle en sus juntas reservadas como si fuese uno de ellos. Pero tan repetidas ñnezas no hicieron ol- vidar á Treviño su religión, patria y familia; se sostuvo casi dos años, y al cabo cayó en una lan- guidez que publicó su disgusto. Solicitado por los Tavaoyases, venció su flaqueza con declararles la causa; ellos admiraron su constancia, y decla- rándole que jamás había sido prisionero y que si le detenían era por creerle gustoso, le dieron su libertad proveyéndole de caballos y compa- I nía hasta Béjar, donde le dejaron con grandes I muestras de sentimiento, y la precisa palabra de que iiabía de visitarlos, ya que ellos no podían hacerlo por la guerra que mantenían declarada. Así me lo refirió Treviño en el presidio de Béjar, lo contesta el Barón de Riperdá que le comisio- nó algunas veces, y lo confirma D. Atanasio Des- mesier, que fué testigo de las demostraciones de los indios y de sl roble carácter. La población total de las provincias internas, deducidos los Aboríjenes, Ópatas, Pimás bajos, KereS: Pimás, Sumos, Pames y Tejas, está re- duriJa á un corto número de colonos, y á otro crecido de soldados que guarnecen los presidios esparcidos en esta vasta extensión de fronteras. Las poblaciones, aunque no de gran extensión ni hermosura, tienen la suficiente para los objetos á que se destinan, y á fin de no cansar al lector con una explicación prolija de cada una de por sí ó á lo menos de las capitales, daremos aquí una descripción del pueblo de Arispe, destinado por S. M. para capital de las provincias internas y del modo con que se maneja en cuanto á los indios su Gobierno civil y militar, y esto basta- rá para deducir por ella con muy corta variedad, la disposición y gobierno de los demás pueblos de su especie. La población de la misión de Arispe ocupa en su cabecera un terreno de 730 varas castella- nas de largo, sobre 400 de ancho, en la orilla occidental del río de Gondrá y en la pendiente de un cerro de piedra arenisca, que se levanta 150 pies sobre el nivel del río. Las casas están fabricadas en dos llanos ó mesas que corren Nordeste-Sudoeste, distando un tiro de fusil del río, cuyas aguas entran en lo más bajo del lugar por una zanja mal dirigida y peor conservada. Está cercada de serranías más 6 menos elevadas, que se extienden á todos rumbos por espacio de muchas leguas, y no permiten otra entrada ó sa- lida que las cañadas que forman los ríos Bacua- chí al Nordeste, el Bacanuchi al Nomordeste y el Sinóquipe al Sudoeste. En la primera, y hasta sólo el paraje Chinapa, se viidea el río 32 veces y algunas más en la última, lo que hace el ca- mino bastante molesto y más en el invierno y en los meses de lluvias. ■tt IcRÓ á con- a admitirle ese uno de licieron ol- familia; se en una Un- tado por los declararles :ia, ydecla- nero y que ), le dieron y compa- on prandcH palabra de no podían declarada, io de Béjar, le comisio- anasio Des- raciones de as internas, imás bajos, as, está re- os, y á otro os presidios e fronteras, extensión ni los objetos lar al lector una de por iremos aquí e, destinado ;ias internas :uanto á los ' esto basta- •ta variedad, más pueblos irispe ocupa ras castella- en la orilla la pendiente e se levanta ¡ casas están que corren I de fusil del ijo del lugar conservada, ios elevadas, )r espacio de entrada ó sa- ri os Bacua- ornordeste y ñera, y hasta río 32 veces e hace el ca- ;1 invierno y CURBUTAS OKacUBIRRTA Y ATREVIDA 465 La mayor y man lucida parte del vecindario de Arispe habita en el llano superior por estar en él la Plaza Mayor, la Casa de la misión y la iglesia. I'Ista ocupa, con la Casa de la misión, la fachada del Sur de la Plaza, yes un edificio muy elevado, sin método ni proporciones, de 70 varas de largo y 20 de ancho, incluso el grueso de las paredes, que son de adobes. El techo está soste- nido por gruesas vigas. Tiene dos sacristías, aunque algo estropeadas. Hl adorno interior de la iglesia no sólo es decente , sino rico; los va- sos sagrados, los ornamentos y otros adorros son preciosos, sobresaliendo un gran trono de plata á martillo, un cáliz de oro y un cuadro de Nuestra Señora de Loreto, cuya exquisita pintu- ra se adorna con un marco de este precioso metal. El Comandante general ocupa la Casa de la misión, que aunque no tiene comodidad alguna, es la mejor del pueblo y la única con vivienda alta. Esta se reduce á una gran sala con recámara para aquel Jefe y un cuarto para otros criados, y en la extremidad opuesta está la Secretaría, en tres pequeñas piezas y la principal con puerta al coro, donde se sufre la incomodidad del órgano y cantores. Hacen la habitación baja seis cuartos donde se aloja la demás familia, con botica, co- cina, etc. El resto de la población forma un con- junto de 130 casillas sin orden ni dirección, la mayor parte de adobes, pocas de piedra y lodo, y todas mal fabricadas. En el día las habitan 305 vecinos españoles y 337 Ópatas. Los oficios qv mantiene la población para su gobierno se cl/t jonen actualmente de un Go- bernador indio, un Alcalde y dos verdugos, que llaman Topiles, por lo que toca á lo civil; pero para lo militar hay un Capitán, un Teniente, un Alférez y dos sargentos, y para el culto y ser- vicio de la iglesia un Mador ó Maestro de doc- trina, dos Fiscales y dos Tenastianes ó sacris- tanes. La elección anual de estos oficios se hace regularmente con intervención del Padre Minis- tro y del Teniente de Justicia, á la puerta de la casa de éste, el cual propone los sujetos ade- cuados y el pueblo se conforma, poniéndolos desde luego en la posesión de sus empleos, sin otra formalidad que la de darles á conocer por tales Oficiales y entregar su baatón al Gober- nador. Los oficios dedicados al culto divino se eli- gen siempre al arbitrio del Padre Misionero y con anuencia del Juez. El Gobernador y el Al- calde se ocupan en el gobierno económico y po- lítico del pueblo, cuidando de las labores de co- munidad, de la distribución de los trabajos y de la conservación del buen gobierno y quietud. El alguacil prende á los delincuentes, y el Goberna- dor ó Alcalde los castiga por medio de los To- piles; pero cuando el delito es grave se aprisiona el reo con orden de uno de los dos, y se da cuenta al Teniente de Justicia, el cual toma sus provi- dencias. El Capitán de guerra manda en todas las salidas y campañas contra los enemigos, con facultad de castigar la cobardía, la deserción, el robo y la inobediencia. líl oficio del Mador ó Maestro de doctrina, es el que la enseña por tarde y mañana en la Igle- sia á los niños de ambos sexos, é insta á los padres para que envíen sus hij al de las di- leo y la Isla Kl placer inmediato de arena, se ha deducido de los mejores planos y noticias, y áe ha disminuí- do de lo que suponían muchos planos anteriores, así por ser igualmente arena todo el fondo al Sur del paralelo del mismo bajo, come por ser inútil el suponer banco en donde el fondo ya se iguala con todos los inmediatos en calidad y en canti- dad. Son nuestras las sondas entre el bajo y la Isla Flores y las que están en el paso del Norte de la misma isla; lo son igualmente todas las comprendidas desde Punta Brava hasta las res- tingas del cerro y todas las interiores del Puerto de Montevideo. Siguen los triángulos hasta el río Santa Lu- cía: la posición de sus puntos interiores y parte de la costa siguiente al Oeste, y sobre todo, las sondas, así del río como de la barra y aun de una parte de mar en fuera, son igualmente obra nuestra: han sido vanas las diligencias repetidas por tres veces para reconocer un bajo, en el cual se han perdido algunas lanchas años há (según personas fidedignas); pero que aún parece algo dudoso, mediante el tránsito continuo de las em- barcaciones: lo hemos situado según las marca- ciones que por estos prácticos se nos han indicado. ' Una longitud observada en el 105, desde la mar y Este-Oeste con el ceri'O de Montevideo, sirve con las marcaciones hechas desde el mismo punto, á colocar otra parte de costa al Oeste desde el término de los triángulos: la restante hasta la colonia está deducida de los mejores planos y noticias prácticas. El reloj 105 y una altura meridiana del Sol, tomada con el sextante, determinan directamente la posición de un extremo de la Isla San Gabriel: las demás contiguas, los arrecifes que las rodean y los puntos de la costa inmediata, inclusa la misma colonia, están sujetas á marcaciones y enfilaciones, aunque capaces de algún Ice error, por haberse tomadocon una aguja portátil y estar sujetas, noá base medida, sino á unas distancias echadas aojo. La diferencia de meridianos entre Montevideo y Buenos Aires, está determinada por el cronó- metro 6r en una travesía de pocas hora?,, y exa- minada su marcha inmediatamente antes y des- pués: la latitud se ha observado con el cuarto de círculo grande, y entrambos datos se han traído al Fuerte, Ignoramos dónde observaría el Brig''.- dier ü. José Várela, cuya diferencia de meridia- no con Montevideo excede en tres minutos de la nuestra. Desde la Plaza .Mayor de Buenos Aires hasta la ensení da de Barragán, vuelven todos los pun- tos á estar sujetos á una serie de triángulos de- terminados sobre base medida y marcaciones del teodolito. El número 61 y los sextantes, deter- minan toda la costa siguiente hasta el frontón del Cabe San Antonio, cuya posición queda así, fuera de toda duda, ratificándola igualmente que á todos los puntos intermedios, la determinación al regreso de los mismos puntos, enteramente conforme con la primera, y la marcha constante del número 61. Las sondas inmediatas á la ensenada de Ba- rragán, las que rodean los arenales del Cabo San Antonio, y las que han derivado de los bordos he*hos por las embarcaciones destinadas á este reconocimiento, son todas nuestras. Pero la con- figuración, colocación y sondas de los bancos Or- tiz y Chico, y todas las que están desde el meri- diano del Cabo Santa María hasta la embocadu- ra, son deducidas, ó del plano del primer Piloto D. Bernardo Tafor, ó de las noticias sumamente exactas del segundo Piloto D. José de la Peña, ó de los planos y noticias de las fragatas correos de S. M. El Brigadier D. José Várela, cuya exactitud conoce el público así en cuanto á la Hidrografía como á la Astronomía, añade á nuestras tareas la continuación de los triángulos por la colonia del Sacramento hasta el Paraná y toda la costa desde el Cabo Santa Maria hasta la embocadura del río Grande, que ha trazado yendo por tierra á la de- marcación de límites: así, nada se echará de me- nos en cuanto á la configuración de estas costas, y. la navegación nacional podrá emprenderse ha- cia ellas con mayor seguridad y presteza. Derrotero desde las Islas de Cabo Verde hasta Monteindeo. situada por . su vista en .1 fondeade- prolijamen- rt su parale- nómetro 72. itá determi- jn día claro. Ha parecido oportuno el emprender el derro tero desde las Islas de Cabo Verde para el Sur, así porque la explicación á la carta de aquellas islas, trazada por el Brigadier D. José Várela, debe abrazar cuantas noticias instructivas pue- den desearse, como también porque hasta este paraje han de considerarse desunidas las derro- tas de los que navegando desde las costas de Eu- ropa al Sur, pasan unas veces al Oeste y otras entre los diferentes canales de las Islas Cana- rias. Siempre que la navegación se dirija á la equinoccial, parece prudente pasar entre las islas y la costa: ni debe ser obstáculo para esta de- 470 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ! rrota el que en algunos meses del año, y parti- cularmente en los de Julio, Agosto y Setiembre, las brisas del Noroeste se pierden en mucha al- tura. Las calmas en aquellos paralelos son de muy corta duración, y los mismos variables dan lugar á enmendar la situación de la nave si se inclinase demasiado á la tierra firme ó á las islas. No parece nati ral que se contraigan errores considerables en la estima entre las Islas Cana- rias y las de Cabo Verde: á pesar de esto hay ejemplos que indican lo contrario, así para el Este como para el Oeste; con cuyo motivo será prudente hallarse 30 leguas á barlovento de Buenavista, antes de dirigirse á su reconoci- miento, pues haciendo una derrota más direc- ta para la recalada, pudiera pasarse entre las islas de Sal y San Nicolás, y hallarse después al Oeste de Buenavista cuando se creyera al Este, perdiendo así el fondeadero de Praya, como ha sucedido á no pocas embarcaciones. La recalada á estas islas suele ser difícil muchas veces, con motivo de las neblinas que son muy frecuentes en sus inmediaciones, y esas mismas neblinas son á menudo las señas de su proximidad: en atención á esto debe navegarse con mucha cautela cuando se viene del Norte. Entre Buenavista y Santiago, cuya distancia es próximamente de 20 leguas y el arrumbamien- to al Sudoeste, haj' un arrecife de rocas, muy pe- ligroso: está á seis leguas de Buenavista y el derrotero portugués le da dos cables de largo y uno de ancho (i). La Isla de Mayo está 14 leguas al Sursudoes- te de Buenavista: elevada principalmente hacia el centro, tiene en su extremo Norte un arrecife de piedras que sale á la mar sobre tres cuartos de legua: cuando se atraN'iesa de Buenavista á Santiago y es preciso pasar la noche sobre bor- dos, deben tomarse precauciones para no atra- carla, como tampoco el arrecife de piedras de que ya se ha hablado. Montada la punta del Norte de la Isla de Mayo, se ceñirá al Sudoeste para atracar la de Santiago y se seguirá costeando hasta la rada de la Praya, que es el fondeadero más frecuentado. Tres leguas antes de llegar á esta rada se vf; una ensenada cuyas orillas están pobladas úe cocos, y en donde hay algunas casas, parecién- dose así á la ensenada de la Praya (2). Muchos navios, alucinados con esta semejanza, se han hallado en inminente peligro de perderse, por los muchos bajos que tiene. Aunque el fuerte de la Praya, situado sobre un altito, sea una buena marca para no equivo- (i) El Capitán Cook los vio en su tercer viaje, (a) El mismo Capitán la equivocó en su segundo v¡<\je. car una bahía con ctra, lo más seguro es que la punta del Norte y Este de esta bahía falsa, es baja y ceñida de arrecifes, en lugar que la de Praya, qw. le sigue, es alta, escarpada y sin es- collos: para ir al fondeadero es preciso atracar á ésta muy de cerca; el acta de bandera del fuerte debe demorar al Noroeste 3° 4' Norte de la agu- ja, y entonces demorará al Oesudoeste, la punta del Oeste de la ensenada, en cuyo extremo se ven las rompientes de un arrecife. En lo interior de esta bahía ó cala y hacia su banda del Oeste, hay un islote llamado de las Co- dornices, y por encima de la tierra de la isla Grande, se descubre en la noche, como al Oeste, el volcán de la Isla ael Fuego. Siempre conviene más dar fondo en las inme- diaciones de la costa del Norte y Este que en las del islote de las Codornices, en ".tención á la facilidad de dar luego la vela sin riesgo de verse arrastrado por las corrientes sobre la punta de arrecifes que queda á babor, antes que el buque haya tomado el arranque necesario para no des- caecer. También se puede pasar al Sur de la Isla de Mayo para ir á la rada de la Praya: bas- tará para esto, que después de haber montado la punta del Sur de esta isla, se haga rumbo á recalar á barlovento de la punta del Este de la Praya (i). El Capitán Cook, en su segundo viaje alre- dedor del mundo, examinó prolijamente el fon- deadero de puerto Praya, y no será supérfluo el añadir aquí, traducida casi á la letra, la descrip- ción que hace aquel célebre navegante. Puerto Praya es una bahía pequeña, situada hacia la mitad de la parte Sur de la Tala de San- tiago, y en latitud de 14" 53' 30" Norte, longi- tud 23" 30' de Gr. (2). Se conoce, en particular cuando se viene del Este, por el montecito más Sur en la Isla Grande, que es redondo, termina en pico y está algún tanto más adentro de la ori- lla y al Oeste del puerto: esta señal es tanto más necesaria, cuanto que hay una caleta, como una legua al Este, con un arenal en su fondo, un valle, y detrás de él algunos cocales, lo que pue- de equivocarse con el puerto Praya, como nos- otros mismos lo experimentamos. Las puntas que forman la entrada del puerto Praya son más bien bajas, y corren una con otra Oeste-Sudoeste Este- (i) Los párrafos antariores están traducidos casi literalmente del derrotero do Mr. D'Aprés de Maune- villette. {2; Es la longitud occidental de Cádiz de 17* 18', al siguiente viaje el mismo reloj la determinó de 17" 19. En el Atlasnacional, enel cual la posición del puerto Praya se ha deducido de las observaciones del Sr. Verdün do la Crenne, resulta ser en 14° 55' dn la- titud Norte y en longitud occidental de Cádiz de 17* 17', conforme ésta con la primera determinación del Capitán Cook. |ifl'{»J CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 471 es que la falsa, es que la de a y sin es- iso atracar del fuerte de la agu- e, la punta emo se ven y hacia su 5 de las Co- de la isla 10 al Oeste, n las inme- ste que en tención á la igo de verse punta de Je el buque ara no des- de la Isla raya: bas- ar montado ga rumbo á 1 Este de la viaje airé- ente el fon- supérfluo el ., ladescrip- te. sñfi, situada Tala de San- orte, longi- n particular •ntecito más do, temiina :ro de la orí- es tanto más a, como una u fondo, un lo que pue- , como nos- s puntas que ion más bien doeste Este- iducidos casi és de Manne- liz de 17* 18', ieterminó do i posición del rvaciones del 14° SS' dn '»- rio Cádiz de etermiuacíóa Nordeste á distancia próximamente de media le- gua: inmediato á la punta del Oeste se hallan varias piedras anegadas, en las cuales se ve rom- per el mar; adentro está la bahía, y demora como medi ' legua al Noroeste, disminuyendo progre- sivamente el fondo desde 14 á cuatro brazas. Las embarcaciones de mucho porte no debieran an- clar en menos de ocho brazas, en cuyo fondo, el extremo Sur de la Isla Verde (i) demora al Oeste. La aguada se hace en un pozo que está aden- tro de la playa en el fondo de la bahía; el agua no es mala pero escasea, yes iucómodo el hacerla por la mucha resaca. Los refrescos que pueden encontrarse son vacas, puercos, cabras, ovejas, gallinas y frutas; las cabras son de la especie antílope, y tan extraordinariamente flacas, que nada puede igualarlas. No lo son mucho menos las vacas, puercos y ovejas; las vacas pueden adquirirse por dinero; suelen valer doce pesos fuertes por cabeza, y pesan de 250 á 300 libras inglesas. Las demás cosas pueden adquirirse cambiando con los naturales alguna ropa de ves- tir; pero la venta del ganado vacuno está estan- cada en una compañía de negociantes, á quienes se ha concedido este privilegio, y tienen un apo- derado en el mismo sitio. Son importantes los reparos del Comodoro Wallis, quien fondeó en el puerto Praya á fines de Setiembre; dice que muy luego supo que era esa la estación er^ermiza, y que las lluvias im- posibilitaban casi el traer cosa alguna de la cam- paña: no obstante, en tres días pudo reemplazar la aguada, lograr que le trajesen algún ganado y coger mucho pescado con la rea que hacía tender dos veces al día. Halló también con suma abundancia en el mismo valle de la aguada, una especie de verdolaga silvestre que les pareció muy agradable, ó bien la comiesen cruda como ensalada ó la cociesen con las menesírr^s en el caldo. La escala en la bahía indicada de la Praya, puede ser útil muchas veces cuando ó un viaje largo desde las costas de Europa, ó un excesi- vo número de pasajeros, hacen indispensable abastecerse nuevamente de refrescos y agua; la suelen frecuentar mucho ingleses y holande- ses; y en las navegaciones nuestras al Sur, ade- más de !os motivos indicados, puede también tener el de ser el mejor punto de reunión. Sean enhorabuena muy acertados los precep- tos de Mr. D'Aprés sobre el corte de la Línea, cuando la navegación se dirige al Cabo de Buena Esperanza, y sean plausibles sus recelos de que el inclinarse demasiado al Oeste pueda arrastrar consigo el fafal inconveniente de no montar el (t) Es la que Mr. D'Aprés llama do las Codor- nices. Cabo San Agustín; no dejará de ser verdad, que pasando la Línea actualmente á lo menos doble número de embarcaciones de las que iban en años pasados, ninguna deje de montar dicho Cabo, aventurándose aun sobre las huellas del célebre Cook á cortr'r casi por el meridiano de la isla de Fernando Noroña. En las navegaciones á la Costa Patagónica, y por consiguiente á la del Brasil y Rio de la Pla- ta, fuera inútil y más bien pernicioso procurar inclinarse á los 4 ó 5" al Este del Meridiano de Tenerife, tanto más que repetidas experien- cias (i) demuestran que las corrientes se incli- nan al liste en razón de la mayor aproximación d la costa de África. O las calmas sin excesivas y por consiguien- te larga la demora en las inmediaciones de la Lí- nea y puede asegurarse con mucha probabilidad que las diferencias por corrientes son al Este, 6 son pocas las ca'mas y rápida la derrota y en este caso no hay por qué desconfiar de la estima, ratificada pocos días antes á la vista de las Islas Canarias ó de las del Cabo Verde. Así, las únicas reglas que pueden recomen- darse para un corte expedito de Línea, son las de consultar las estaciones para saber el término de las brisas, la de seguir siempre la bordada del Oesudoeste con preferencia á la del Esudeste (2) y la de resistir siempre la vela posible, y no ce- ñir demasiado con un afán mal entendido de ga- nar latitud. Mr. D'Aprés, sobre el examen de 250 Dia- rios, pone por límites ó términos de la brisa en diferentes estaciones, los paralelos siguientes: en Julio, Agosto y Setiembre se pierden las brisas del Nordeste entre los 13 y 14°; en Junio á los 10°; en Diciembre, Enero y Mayo entre 6 y 4°; en Febrero entre 5 y 3°: en Marzo y Abril entre 5 y 2" (3). No por i,sto debe imaginarse que algunas veces la brisa uel Nordeste no alcance al Sur de la Línea, y en otras no cese á los 18 y 19° (4), pero el piloto, atento á aprovechar de todos los elementos, podrá aceptar con grande probabilidad estos términos aun antes de alcanzarlos. (i) Desde que los relojen marinos han dado en la navegación un punto diario de longitud observada, y diferentes navegantes se han valido de botecillos, co- rrederas, etc., para examinar las corrientes, la direc- ción y velocidad de éstas pueden mirarse como de- terminadas con mucha mayor aproximación á la verdad. (2) Mandando la Astren en Setiombí'^ de 1780 he debido hacer rumbos hasta del Oeste. El reloj marino me avisaba do un error en la estima de 7" al Esto desde la vista de las Canarias. (3) El Easi India- niot y n\iestras cartas nacionales, prudentemente lo señalan en la rrísma carta con una figurita que indica al viento y está puesta en los diver- sos paralelos en que cesa la brisa. (4) Esto último caso ha sucedido en Setiembre y Agosto de los años de 1786 y 1789. P 472 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ^ Cuando las brisas se inclinen del Norte para el Oeste, cese la celajería parda y movida, se vea celajería blanquinosa, y á veces algunos re- lámpagos hacia el Sur, puede considerarse la brisa ya próxima á sus términos, y entonces, se- gún las estaciones, ha de precaverse el piloto con los vientos que encontrará con más probabilidad en los meses desde Junio hasta Octubre inclusive, ha de contar con Sudoestes frescos, con los cuales por consiguiente ha de prolongar la bordada del segundo cuadrante cuanto lo permita la pruden- cia; y en tal caso conviene inclinarse con la de- nota más bien al Oeste que al Este. En los otros meses al contrario, como quiera que los vientos ó más bien las turbonadas han de incli- narse al Sueste, será prudente alcanzar los 5° en el Meridiano de Tenerife, ó cuando más i 6 2° al Este, y luego, como ya se ha insinuado, preferir indistintamente los rumbos que propor- cionen mayor ventaja en latitud, como no aca- rreen demasiado al Este combinados con unas calmas repetidas y largas (i). Así como es fácil pronosticar de un par de djas la cesación de las brisas del Nordeste, es fácil también conseguirlo para la entrada de las del Sueste:' si las turbonadas que se han declarado por esta parte siguen luego despejadas ó con celajería movida y de una regular dura- ción; si la mar toma un color \>vo azul; si los horizontes no están ni aturbonados, n" calimosos; si despiden más bien celajería parda; si á la pe- sadez de la atmósfera, entre la calima y los va- pores de los variables, se sigue un aire de una respiración agradable y de una sensible ligereza desde luego la brisa no está distante; y en tal caso, los bordos del Oesudoeste y Oeste '/, Sud- oeste, son los que deben afianzarla. Fuera arrojo después ele las muchas diferen- cias que diariamente se hallan en las variaciones de la aguja, dictar aún este método para cono- cer la posición de la nave, en longitud: además que son casi continuos los escannientos por otra parte inaveriguables de este método, podemos asegurar sin recelo de temerarios, que la peor observación de distancias lunares (que ya en el día consideramos al alcance del piloto menos experto) será mejor guía para el conocimiento de la longitud, que la mejor observación de la aguja. La misma multiplicidad de bajos, sembrados desde los paralelos de las Islas de Cabo Verde hasta la Linea, ha hecho que generalmente se dudase de su existencia; bien que naturalmente (I) La brevedad de nuestro viaje á Montevideo ha dependido esencialmente de seguir el bordo del segundo cuadrante con vientos del tercero, hasta las sondas de la Isla Poilon y de allí con las muras babor cortar la Línea en los 17' 5' de longitud occidental de Cádiz. cauto el piloto, sacrificase luego muchas noches y un viento á veces precioso, al riesgo de tropezar con alguno de estos bajos. El haberse transferido á la carta todos los pe- ligros que en este trozo de mar supone con mu- cho juicio el East India-Pilot, no es con otro objeto que el de excitar más y más la vigilancia del navegante . Fuera inútil indicar peligros muy dudosos, si pudiese suponerse siempre la vigilancia, mediante la cual estarían casi de un todo á cubierto las vidas y los intereses: con los vientos largos y apacibles y las noches no lar- g?.r> de entre trópicos, ¿qué peligro aislado se ha- bía de presentar al navegante, que el timón y una maniobra pronta no evadiesen? Pero en la desidia y abandono que reinan en los buques mercantes de casi todas las naciones, será tan prudente el incluir en las cartas de navegar cuantos bajos tengan aún la más remota apa- riencia de existir, como preciso en nosotros el encargar encarecidamente, que á lo menos en esos paralelos sospechosos se navegue con vigi- lancia y con aparejo manejable. El dar resguardo á todos estos peligros, 6 bien á unos sí y no á otros, fuera ya tanto más repren- sible cuanto más influye actualmente la celeridad de los viajes, así en las especulaciones mercan- tiles como en el honor y lustre de la Marina Real (I). Es común, ya alcanzada la brisa del Sueste, y haciendo derrota hacia el Río de la Plata, el re- sarcir de algunos grados los errores contraídos al Este en la estima, al tiempo de permanecer en las inmediaciones de la Línea. Así será fácil (según la estación y plazo en que se haya permanecido (i) No posecerd inoportuno nombrar uno á uno estos peligios: los que están al Este de Buenavista se suponen vistos, el más Norte por el Capitán Levings- tone en la Bonetta año de 1730, y el más Sur por el Capitán Webb, año de 1734. Pudieran tal vez ser uno mismo: el que está 95 leguas al Gesto de la Isla Bra- va depende de una estima de dos días del Capitán Dubrewil año do 1753, y por consiguiente, merece al menos su situación alguna confianza. Setenta leguas al Oeste V» Noroeste, está un bajo indicado en muchos Diarios ingleses y franceses: el bajo Dtts Garzas de los portugueses está situado, según Van-Keulen 107, le- guas al Oesudoeste de la Isla Brava. El Capitán Hay- ter, inglés, sitúa este mismo bajo al Esnordeste 13 le- guas; la vigía d« Cinco Palmas tiene igualmente dos posiciones: la más Oeste es; según los portugueses, la otra es según Hiunian:larocade Longchamp, puede ser la Isla Solís de los antiguos navegantes: en los 4" de latitud se halla una vigía vista al parecer por buques franceses. Los Diarios del Capitán Hayter en 3° y '/, y próximamente en el mismo meridiano. Hay en 2* unos bajos apropiados al César, navio francés, que los vio en 1730. Finalmente, entre los 20 y 40' Sur y i* 35' de la misma latitud, sospecha Mr. D'Aprés que puede habtr algunos parajes de poco fondo en que hayan tocado momentáneamente algunos navegantes , cu- yos nombres y Diarios cita : la longitud de estos bajos pudiera ser la de 140 30' para los primeros, y la do 11* 40' al Occidente del meridiano de Cádiz para el último. í le s noches y e tropezar dos los pe- e con mu- con otro vigilancia : peligros siempre la casi de un es: con los íes no lar- ado se ha- el timón y Pero en la os buques será tan navegar mota apa- losotros el menos en e con vigi- E^ros, ó bien nás repren- a celeridad es mercan - la Marina del Sueste, Plata, el re- Dntraídos al necer en la.s fácil (según lermanecido r uno á uno iuenavista se tan Levings- ts Sur por el 1 vez ser uno ? la Isla Bra- del Capitán :p, merece al ;nta leguas al ^ en muchos 7tirzas de los lien 107, le- IDapitán Hay- ■desto 13 le- almentc dos rtugueses, la np, puede ser en los 4" de r por buques 3ren3°y V, j. Hay en a* ncés, que los o' Sur y 1*35' ís que puede n que hayan pgautes, cu- ud de estos rimeros, y la 3 Cádiz para CORBETAS raSCÜBIBRTA V ATREVIDA 473 en la Línea), graduar los errores que se hayan compensado, y dirigirse á avistar la Isla Trini- dad: la vista de esta isla puede tal vez ser útil á los que se consideren muy al Este de la es- tima, pues en tal caso más bien han de desqui- tarse algunos grados de longitud en estos para- lelos, siempre apacibles y con viento favorable, que en los del Río de la Plata, on donde las tem- pestades y pamperos pueden ser doblemente no- civos. Pero de ningún modo es útil el ver esta isla, á loB que tengan alguna confianza en su punto, y habiendo» cortado la Línea algo al Oeste, no la en- cuentren t-" la derrota directa que han de seguir para el Ríe de h Plata. No podemos dar mejores noticias relativa- mente á su posición, que la copia del extracto ori- ginal de los Diarios de 1". Santa Rosalía, que de orden del Rey navegó en 1774 directamente á esta isla (r). Es tanto más preciosa la prolijidad en esta materia, cuanco que decide al mismo tiempo la inexistencia de la Ascensión en estos mismos paralelos, y demuestra hasta qué grado habían progresado las ciencias náuticas en nuestra Ma- rina desde aquella fecha. Copia de lo relativo al paralelo meridional de 20° y '/, en el mar Atlántico, sacada del extracto dn la na- vegación a- la fragata Santa Rosalía en 1774. Travesía en el paralelo meridional de 20" y '/,. Si interesa á los navegantes el conocimiento ó noticia de las diferencias ordinarias que se ex- perimentan de ida y vuelta por sus respectivos parajes en el crucero de la Zona Tórrida en este mar, y el muy esencia? de la variación nara corre- gir por ella sus estimas, no se hacía menos ne- cesaria é importante una ilustración de este pa- ralelo y sus inmediatos, en que se figuran tan- tos tropiezos, pues señala el derrotero portugués con las cartas holandesas cuatro ó cinco islotes con el nombre de Martín Vaz y Santa María de Agosto, entre 20 y 21" 15' de latitud y desde los 10° 22' hasta los 14" 16' de longitud occidental de Cádiz; y corrigiendo los 7° 32' en que Pimentel y los antiguos erraban hacia Oriente la situación de Cabo Frío, y relativamente toda la costa del Brasil, debían recelarse los reteridos islotes en- tre las longitudes de 17° 54' y ci" 48' de nuestra cuenta. Ya Mr. D'Aprés tenía advertido, que dos balandras expresamente despachadas por la com- pañía oriental francesa, el año de 31 habían re- corrido las latitudes entre 19 y 20", sin encon- trarlos; que en el de 39 Mr. Bou"et, Capitán de (i) El Exorno. Sr. D. José de Maíarredo, tuvo ta bondad de remitirme el original, cuya copia es laque se incluye en este derrotero. un navio de la compañía, partiendo del Cabo de Buena Esperanza, se puso en la de ao" 30' co- rriéndola sin ver más que la Isla de la Trinidad; y que por último, el autor, volviendo de China en 52, hizo 700 leguas, como hasta 80 de la costa del Brasil, por entre los paralelos de 20° 50' y 21° 15' navegando con todo cuidado, y principal- mente con la precaución de no hacer camino de noche, sin descubrir alguno de tales Martín Vaz, ni tener los menores indicios de su cercanía, como había sucedido á los anteriores. Esto es lo que hace á dichos islotes; pero no han ocurrido menos dudas y opiniones sobre la existencia de dos islas, una nombrada la Tri- nidad y otra la Ascensión , sosteniendo los portugueses (y las cartas holandesas), ser dos realmente con distinta descripción de una y otra (á que ya avenían también las cartas francesas), y los demás no haber más de una, diversamente denominada, según las estimas de los que la han encontrado. Tenía esta opinión el gran vigor de acaudillarla Edmundo Halley, que continuando sus observaciones de vientos, mareas y magne- tismo, á que fué sometido, recorrió el paralelo de 20° y 7i> y sus inmediatos muy prolijamente, y vio sólo una isla á que llamó Trinidad (porque venia del Este 3' era el nombre que se daba á la oriental), situándola 12° largos al Este de Cabo Frío, de que los españoks la han contado siempre distante sólo poco más d-í xi" (bien que denomi- nándola Ascensión cuando la han visto), según la estableció después Mr. D'Aprés, quien primero seguía la opinión de Halley y más común, pero cedió finalmente á la autoridad de la reciente no- ticia de Mr. Duponcel, Capitán de la fragata La Faiiía, que en 1760, navegadas desde la Trinidad como 100 leguas al Oeste, vio la Ascensión, dando su latitud 15' meridional ala de la primera. Pareció, pues, al Comandante necesaria una nueva travesía por el paralelo de 20° y '/, á fin de con nuestra observación, agregada á las no- ticias referidas, poder determinar la seguridad ó cuidados con que deba navegarse en él en lo sucesivo, y á este objeto arribó al Oeste el 23 de Marzo, hallándonos como se ha dicho en 13° 14' de longitud occidental por estima y todavía con 3° de diferencia al Este, según tan contestes ob - servaciones. Al llegar al paralelo, y aun desde dos días ante :, tuvimos frescachón el viento al Este con mar del Sueste más gruesa de lo ordinario en estas latitudes y una cerrazón de semblante tal, que nos indujo á sospechar había muy mal tiempo en altura (revolución del equinoccio) con- firmándolo con la casi calma que sucedió del 25 al 28, volviendo después á entablarse la brisa bonancible al primer cuadrante, interrumpidas al principio con algunas variedades del Norte al Noroeste. •O m ítw (V 474 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Navegamos como pudiera hacerse para una descubierta primera, esto es, atravesándonos por la noche de uno y otro bordo, así que se ca- minaba la mitad y aun menos de lo examinado con la vista al ponerse el Sol, haciendo nuestra derrota dentro del mismo paralelo, sin otra alte- ración, que la de las constantes diferencias al Sur que se enmendaban diariamente. Antes de navegar 3" de longitud empezamos á ver corvas, rabi-ahorcados y bobos é inmedia- tamente algunos charranes, otro pájaro negro de su tamaño y vuelo, con tal cual rabijunco; si los charranes guardasen aqui la ley comunmente observada en Santa Elena, debiéramos haber tenido tierra no lejos; pero de nada nos aperci- bimos que nos indujese á sospecharla aún hasta que crecieron las especies de pájaros, entre otras los gaviotones, como mangas de beludo, multi- plicándose al infinito el número de todas desde los 21° de longitud; y siguiendo nuestra derrota con todas las precauciones debidas, á las seis de la mañana del 4 de Abril avistamos desde el tope, tierra que demoraba al Oeste y se reconoció muy pronto, aun de abajo, ser i s islotes orien- tales de la Isla de la Trinidad, que se vio igual- mente desde él alcázar, para las ocho, á más de 16 leguas de distancia. Pusimonos para medio día precisamente en el paralelo del islote mayor, á fin de determinar exactamente su latitud, que se observó de 20° 30' por muchos buenos observadores acordes: y de- morando al mismo tiempo lo más septentrional de la Trinidad al Oeste i" 30' Sur como 13 le- guas, debimos notar que la menor latitud de aquel extremo ha de ser de 20" 31' y no 20" 25' en que se contaba la isla. Aflojando entonces más el viento que era del Norte al Nordeste, se mandó al bergantín cer- car los islotes, que los contase, enfilase y sonda- se en sus inmediaciones y canales, dirigiéndonos con la fragata al Norte de ellos: no pudo cumplir el todo de su encargo á causa de la calma; sin embargo, estuvo por la noche entre el islote grande y mediano, no halló fondo con 70 brazas é hizo varias enfilaciones acordes á las practica- das por nosotros desde fuera, sin que nareciese necesario otro examen del que se ofrece á prime- ra vista á un mediano cuidado. Estos islotes pueden considerarse dos, uno grande, como de tres cables de largo, casi igual en bise y altura, terminada ésta en cinco puntas semejantes, visibles éstas desde el tope á mis de diez leguas; y el otro pequeño, sumamente pare- cido á un torreón como el de San Sebastián de Cádiz, bien que de alguna más altura, y estará dos millas escasas al Sur del grande, el cual tie- ne tres hijuelos, á saber: un morro á la parte del Norte y dos pirámides del Sudoeste á Sur, desta- cado el que más un cable, y el torreón tiene tam- bién su hijuelo muy cerca al Sueste, de figura de una vela latina y como de la mitad de su ele- vación; de suerte, que en todo componen seis js- lotes, si quiere darse este nombre á todas las pie- dras que aparecen separadas, y pueden si lla- marse de Martín Vaz por su situación oriental á la Isla de la Trinidad, respecto á haberse deno- minado así los que se recelaban hacia la misma parte en tan disparatadas longitudes, y que á la verdad no existen. El 5 persevera- nos entre aquéllos y ésta, algo al Norte de su paralelo, tanto porque lo flojo del viento no daba lugar á acercarse y reconocer de día la isla, como por hacer cói;iodamente las úl- timas observaciones de longitud en cotejo de las anteriores, con marcaciones seguras de ambos objetos. Tabla de las longitudes observadas en este far aislo. ^ w Diferen- •Sí- i?. Meses. ^ ■s LalifKif Longitudes cias de observa' NI lis Ill 1 .-i de tuga r. observadas. ciÓH C5 y estima. lí* Sur. Occidental. Este. Sur. NvrtnU. «/ „ I-» 10' 00" 2» 43' 26" 1^5 '5 200 26' 00 '3 =6 45 ce 15 2 I 11 36 Ib 20 31 00J14 21 30 ' 57 51 3 40 4 50 '7 17 20 23 J'\.3i 45 » 53 >9 {ft f> M Mario '"4^47 30 ( 4'' () I 37 34 3 00 4 tj ■jR iR 20 26 oo'5 ■' " 1 20 14 7 00 4 10 ■15 21 45 I 16 44 ««delAg.' 30 20 ao 40 00! 18 54 15 ("8 49 45 0 8 5. 0 13 31 10 00 .3' 31 20 35 00' 20 9 15 0 19 06 1 1 20 35 45 0 7 34 10 00 3 30 1 dt « Abril "" 22 20 27 00^21 13 00 0 j8 45 » 45 121 30 45 0 00 55 2 n 20 26 00 1 22 24 00 0 19 14 5 00 f 10 A la vist» 1 de los islo- (33 17 '5 0 13 II tes dcMai- ) 3 24 30 39 00,23 27 45 0 3 5 5 00 0 5» tín Va7 y. '23 15 30 0 15 40 de la istaJ I23 48 00 0 24 48 o 6 18 de la Tri-I * 25 34 6 30 »3 30 0 15 nidad .( 1 1 Resulta de estas observaciones, que en los 11° de paralelo que recorrimos por estima, se adqui- rió al Oeste la diferencia ó desvío di; tres que teníamos al Este, recalando en la Isla de la Trinidad con la misma estima. Bien natural era un movimiento como este en las aguas, después de tanta parada en su direc- ción general hacia Occidente; y para persuadirse á que sucedió así, no parece necesario considerar más que el orden con que sucesivamente indicar ron las observaciones la disminución de la dife- rencia: debe, sí, repararse en que todo este mo- vimiento se muestra hecho desde los catorce has- ta los veintiún días de Lu'ia, y no añadiri poco mérito y f é á las observaciones una reflexión se- mejante: y todavía más {l favor de las de Sur, és de dife- jmo justa- :irse sea la de Newton, fecto sobre Ip cual se ido un gran r y mayor dad de pa- nes, todas desde tan ndancia de i, especial - CORBBTAS DBSCUBIüRTA Y ATRBVIOA 477 mente los meros cuyo atigrado es singularísi- mo. En la Isla de Francia causan grandes es- tragos estos peces de colores, que por su hermo- sura punzan más á los marineros, hambrientos de refrescos; sin embargo, aqui, por la gran se- mejanza á los conocidos buenos meros d( la sonda de la Tortuga, se comieron sin recelo, encontrándolos de exquisito gusto, y sólo en los que se excedieron hubo algunas resultas de in- digestiones ligeras. Hay también gran número de tiburones, á que se dio buen mate, que apro- vechó la marinería, celebrando este bocado como de los más ñnos. Es cuanto ambas ocasiones nos proporciona- ron observar principalmente de esta isla, cuyo feísimo pedregoso aspecto anuncia bien la uni- formidad de la materia con su base; su altura es tal, que se vé distintamente de más de i6 le- guas de distancia, y su reconocimiento, viniendo de la parte del Este y Nordeste es inerrable por el encuentro de los islotes de Martín Vaz, y aun sin éstos la hace muy señalada el morro del Su- este, que desde muy lejos parece una isleta, se eleva perpendicular y tiene á su Noroeste una pirámide bastante más alta, muy gruesa en su base, algo inclinada sobre el morro, y que tam- bién parece islada desde larga distancia, como de 12 á 14 leguas. Con todo, por su ñgura la hace aún más conocida desde el Sursueste y Sur- sudoeste el agregarse á las mismas señales la de otra pirámide en el extremo del Noroeste, de casi tanta elevación como la del Sueste, pero de me- nos groóor en su base, la cual en cualquiera otra marcación que no sea del Nornoroeste al Nornor- deste, está confundida con las tierras más altas que tiene á su espalda, y Pimentel, que por su posición vertical la llama Fraile en Pié (más bien pudiera Dedo Pulgar) se equivoca describiendo que entre ella y la isla hay canal transitable á las lanchas, pues se eleva desde la misma riba de ésta: es verdad que en toda su noticia y la que da de la creída Ascensión hay algo indistintamente que conviene con lo aquí visto, pero lo es igual- mente que debió formarse de relaciones ignorantí- simas, tanto, que indujeron al celoso cosmógrafo portugués á creer dos islas, evidenciando este jui- cio dos señales notables con que describe la As- censión: la una de una lapa ó buraco grande (es agujero) que dice tiene al pié del pico más alto, donde entra mucho la mar, y debe ser el taladro en forma de ojo de puente que hemos observado en el extremo del morro colorado del Sueste, su dirección del Sursudoeste ''«/^ Sur al Nornordes- te V»/^ Norte: y la otra de cinco islotes, que la sitúa inmediatos por la parte del Oeste en pers- pectiva desde el Norte, y aparecen así, vista la isla desde el Nornoroeste á tres leguas , sin em- bargo de verse en el fondeadero, que están con- fundidos con la costa. Los navegantes españoles, al encuentro á« esta isla que llamamos Trinidad, la han nom- brado Ascensión, cometiendo sólo un error de voz, pues la han contado en J46" de longitud de Tenerife, que corresponde á 34" 18' de la occi- dental de Cádiz, considerando mucho más orien- tal la que creían Trinidad, bajo la fé de las car- tas; pero los portugueses al contrario, cuentan la Trinidad aún más cerca de la costa dei Brasil, y entre una y otra la Ascensión. Concluiremos este punto advirtiendo que to- madas con el ociante dos alturas del picacho más alto sobre una base de 48^ varas castellanas, re- sultó su elevación de 719 y de 47 '/, millas la tangente de su txtremo al nivel del mar; de que se sigue deberse ver distintamente la isla desde cualquiera embarcación á 17 leguas largas, y de igual operación se dedujo la altura de la pirámi- de septentrional de 478 varas. Salida de la Trinidad y cfitccro hasta volver á fondear en la misma, y largarnos de ella. El mismo día 7 de Abril á las dos de la tarde nos pusimos á la vela, faena en que perdió el bergantín su ancla ya suspendida faltándole el cable, lo que entonces atribuímos á mal estado de éste, y después se pudo reflexionar muy bien que le tendría cortado en parte alguna piedra. El viento estaba flojo del Noroeste, y propo- niéndose el Comandante cerciorarse de la exis- tencia de la isla de la Ascensión, ceñimos al Oesudoeste, entreteniendo la noche y mañana siguiente en diferentes bordadas, á causa de las variedades que cesaron después de una turbonp da del cuadrante tercero, entablándose el viento desde las cuatro de la tarde al Sur-Sueste fres- co, poca mar y buen semblante; y así nos pusi- mos en derrota á conservar el paralelo de 20° 40' en que debía suponerse dicha isla, según la re- lación de Mr. D'Aprés, que bajo el atestado de Mr. Duponcel, la cuenta 15' meridional ala Tri- nidad, dejando antes establecida ésta en 20° 25'. Favorecidos como estábamos del tiempo, bre- ve se habían de caminar cien leguas, que se decía haber de una isla á otra: sin embargo, no se quiso ahora hacerlas tan presto como se podía para que en caso alguno pudiera tener lugar la sospecha de si la habríamos rebasado sin verla. A medio día del 9 teníamos contraídas 155 millas de apartamiento de meridiano al Oeste de la Trinidad; hasta ponerse el Sol la misma tarde contragimos 41 más, y hecha una descubierta cuyo alcance excedería de 12 leguas, para cual- quiera tierra medianamente elevada, á favor de lo muy despejado de los horizontes, navega- mos hasta las dos de la noche (ésta muy limpia) sólo 39 millas, atravesándonos entonces de una y otra vuelta á amanecer en el mismo paraje en i lili! 478 VUJJi ALKUOEüOK UBI. MUNDO' !Í que después de la descubierta sin novedad, pu- simos otra vez en derrota, quedando a) medio dia del lo con 261 y '/i millas de apartamiento de la Trinidad, precisamente en 20° 41' de la- titud. Empezamos á entrar en sospecha de la exis- tenciade la isla, porque aun prescindiendo de que las 38 y 7i millas que faltaban á cumplir las lou leguas, no eran bastante á tener la fuerza de la vista, y supuesto un errorde ochoá diez leguas en la estima, no se presentaban señales ninguna de tieiTa cercana, estando tan acostumbrados á ver los pájaros con tanta anticipación en la de que ha- bíamos partido; y á la verdad, no se podía comprender natural el que de dos islas sólo dis- tantes lüü leguas, y considerables de igual abundancia de peces, estuviese la una desierta de pájaros, sabiendo la otra habitada de infinidad de ellos, pero se doblaron los recelos al ponerse el Sol, hora en que con 26' de apartamiento navegado, la suma de todas 288, no parecía du- dable deberse ver la isla en una descubierta lo menos de 14 leguas para la elevación en que la supone Pimentel, y no aparecía. Determinó aquí el Comandante cruzar entre los paralelos de 20" 45' y 20° 25', haciendo los rumbos del Sursudoeste y Nomoroeste á fin de granjear al Oeste sólo 27 millas entre los puntos de salida y llegada en las referidas latitudes, medio por el cual no podía faltar á la vista una piedra que fuese del tamaño de las menores de Martín Vaz, con la circunstancia de entrete- ner la noche ceñidos para amanecer donde se anochecía, y desde la salida del Sol contragimos así hasta medio día del 11 sólo 12 millas de apar- tamiento, completando cabalmente ei de 100 le- guas de la Trinidad en 20" 26' de latitud. En el punto de medio día se vio una bandada de charranes, mezclados con ella algunos bobos (desapareció presto, excepto tal cual charrán) é indujo á bajar hasta los 20', de donde volvimos al cuadrante tercero, y maniobrando en todo como antecedentemente, hicimos aquella singla- dura poco más de 18 millas al Oeste, observando el 12, en latiuid de 20" 30', horizontes clarísi- mos que facilitaban un alcance extraordinario, y que no nos presentó más objeto que el de un cha- rrán instantáneamente (iba del Este al Oeste) y una balandra pequeña que ceñía al Esueste mura á babor. Del 12 al 13 navegamos del mismo modo, ad- quiriendo 23 y '/j millas de apartamiento, que con las anteriores hacen ya 114 leguas, á que agregado el alcance de la descubierta, aunque no sea más de diez, resulta un exceso, fuera del error que cabe en una travesía de roo, que ordi- nariamente se hace con vientos favorables; se observó la latitud de 20° 34', y empezó á cubrirse el tiempo, aparentándose una revolución de las incesantes en la costa del Brasil en esta e»- tación. Del 13 al 14, tampoco hubo novedad en el método de derrota desde los 23 hasta los 45' del 2u", si la de aclarar de nuevo el tiempo; y contragimop 29 millas de apartamiento, que con las pasadas, hacen 124 leguas, y nada se descu- brió, alcanzando la vista más de la: quedamos á medio día en 20" 46' 47" de latitud. Poco antes (cuarto dia de Luna) habíamos me- dido dos distancias de C ^®i 2\ as 45 38" 43' 00 36" 38''^i5" 0 ,' 3" Este. 0 39' 48" 0 57 33 ao 53 00 36 00 30 4 30 ao 35 3 34® 10' 15 0 91 16 • S-3 . •S 1. s C Q f* Fondeamos esta segunda vez en la Trinidad, con objeto de tentar si podía hacerse alguna agua y leña en reen plazo de la consumida, que ya era considerable; en efecto, la falta de marejada de! Sudoeste desde muchos dtas antes, dejó accesible el atracadero en la medianía de la isla, detrás de un peñasco y se reconoció una gran vertiente de agua, que sólo podía hacerse á barrilea, por no haber medio de liisponer manguera, 6 dea- embarcar pipería con seguridad, pareciendo que aun así alcanzaría á llenarse diariamente de 15 á 20 pipas; pero llenó la marea, impidió el trá- fico, y eran las diez de la mañana del 36, sin que se observase in la lancha movimiento para regresar con sólo diez vasijas, que llevó la tarde anterior. A la misma hora, aproando la fragata al Sur, adonde quería apuntar el viento, se notó ín las enfilaciones, más variedad de la correspondiente al rabeo: indujo á sospecha, se sondó sobre el ancla 28 brazas, habiendo caído en 26, y que por marea debía haber igual agua: se viró sobre el ancla, con el ánimo de suspenderla, se advirtió falto un cordón del cable, que se rompió á poco rato á tres brazas de la entalingadura , y dimos fondo á otra ancla; pero reconociéndose la taja- dura de piedra, metido el primer cable, sin em- bargo de que la sonda, en un gran círculo sobre el ancla, no indicaba otro fondo (|ue el de arena blanca y negra, se pensó, lo que realmente es, que sólo hay una capa de ella sobre piedras como navajas; por tanto determinó el Comandatite dar la vela, mandando al bergantín no levarse hasta recoger nuestra lancha, á quien se hacía señal para que se retirara, y acreditó lo fundado del juicio sobre el fondo, el cable segundo que salió muy rozado también, cerca de la entalingadura, sin embargo de que apenas estuvo media hora en el agua. Asi que quedó entablado el viento al Sur, creció tanto la resaca en la costa, que fué in- mensa la fatiga que costó á la lancha el largarse de ella, forzándola poco después á abandonar las pipas que traía arrizadas, tardando no poco aún así en coger el bergantín, á causa de la gruesa mar que ya estaba formada; tanto, que no pu- diendo ir éste sobre su ancla, pues balanceaba á embarcar agua por ambas bordas, picó el cable para ponerse á la vela. Formó el Comandante el designio de reco- brar nuestra ancla y la del bergantín, esperando inmediato á la isla á que cayese la mar; y efec- tivamente, el 29 por la mañana se envió el ber- gantín á aquella faena, que empezó por su an- cla y la perdió faltando el orinque cuando la te- nía ya suspendida, viéndose luego que estaba aquf^l rozado de piedra: tomó el del ancla, la le- vantó con facilidad, y la tenía ya bien alta, cuan- do entrando á las dos de la tarde un ventazo del Oesudoeste al Sursudoeste con mucho aguacero y * gran cerrazón, se vio cu !a necesidad de picar el orinque porque zozobraba sobre el ancla y se iba ^ ' marejada del dejó accesible isla, detráHde fran vertiente barriles, por Ruera, 6 des- areciendo que amenté de 15 mpidifi el tra- ía del 26, sin t vimiento para lie Vi') la tarde Tragata al Sur, se notó tn las Drrespondiente inndó sobre el 1 26, y que por viró sobre el la, se advirtió rompió á poco dura, y dimos índose la taja- :able, sin em- 1 circulo sobre ue el de arena realmente es, e piedras como omandatite dar ? levarse hasta se hacia señal lo fundado del undo que salió entalingadura, media hora en viento al Sur, ta, que fué in- cha el largarse i abandonar las lo no poco aún a de la gruesa 0, que no pu- s balanceaba á , picó el cable ignio de reco- itin, esperando a mar; y efec- e envió el ber- ezó por su an- : cuando la te- go que estaba el ancla, la ie- >ien alta, cuan- un ventazo del cho aguacero y • dad de picar el ancla y se iba J 1^ CORttBTAS DRSClj. (ERTA Y ATRHVIDA 4ír á ta costa, en que estuvo en gran empeflo por haberle cogido el viento de mala vuelta y no te- ner aguas para virar; mas logró montar el mo- rro de Sueste, y circundando hi isla por hu costa oriental, amaneció el jo incorporado. Recogimos el bote y gente que se le habla dado para aquellos trabajo», y tomándole de re- molque, pusimos al Norte '/, Nordeste, viento Sueste frescachón, observando al medio día la latitud de 20° 11' 20" Norte-Sur con la punta septentrional de la isla, y asi quedó establecida para punto de salida la longitud de 24" 12' al Oeste de Cádiz. Esta parte de derrota, igualmente que las demás, necesita una especial atención, no sólo á las estaciones, si también á loa semblantes del tiempo, combinados con las lunaciones: en el in- vierno, esto es, en los meses de Marzo á Octu- bre, suelen experimentarse uno^ vendavales tanto más frecuentes cuanto mayor es la latitud en que se halla, y en atención á esto conviene más bien el no llegar al paralelode la Isla Lobos ó del Cabo Santa Maria hasta estar muy cerca de la costa; al contrario en verano, como quiera que la alter- nativa de terrales y virazones influye natural- mente en las calmas y bonanzas, conviene entrar en el paralelo de la isla Lobos con una ventaja en longitud de jo ó 40 leguas; las corrientes en este tránsito desde la Isla Trinidad hasta el Río de la Plata, suelen inclinarse más bien al Oeste. Todo el placer puede considerarse de arena, y aun pueden sentarse sin temeridad varios prin- cipios que sirven á dirigir la recalada por la sonda. i.° La arena es blanca y mezclada con conchuela y caracolillo, si en iguales meridianos se está al Norte, ó en el mismo paralelo del Banco Inglés; es al contrario parda fina y á ve- ces lamosa, si está al Sur de dicho paralelo. 2." En iguales meridianos crece rápidamente el fondo navegando al Sur, y crece tanto más rápi- damente, cuanto más se dista del meridiano de Cabo Santa María. 3.° La lama es el indicio se- guro de estar en buena derrota. 4." Hasta las 40 brazas no puede formarse juicio de la posición verdadera, y por consiguiente puede excusarse el sondar frecuentemente. La sonda hasta las 80 brazas sale á unas 40 leguas del meridiano de Cabo Santa María; pero su declive no es pro- porcional, siendo bastante rápido desde las 80 hasta las 30 brazas, y conservándose luego, ó disminuyendo paulatinamente á un número menor. El Cabo Santa María está en latitud de 34° 57' 20" y longitud occidental de Cádiz de 48° 36' 40". El extremo Este de la restinga de la Isla de Lobos está en 35° 4' 35" y en longi- tud de 48" 39' 17''. Como los vientos se incli- nen regularmente al Norte y Nordeste, cuando se atraque la costa parece preferente mante- nerte en paralelos del Cabo Santa Ma.ia, y más bien algunos minutos al Norte, tanto más, que comunmente y con vientos foranos, las aguas co- rren aquí al Sudoeste. Conservada esta latitud, y cogidas 2^ á jo brazas arena ñna y caracolillo, podrá conside- rarse el navegante á 20 leguas de la costa; el fondo de 15 á ¿o bra/as le indicará que está ya cerca y que es tiempo de buscar la vista de tie- rra y el fondo lama. Poco hay que decir si la recalada es con tiempo claro y vientos galenos; nada puede es- torbar el navegar con todo aparejo, aunque sea de noche; pues si la latitud al ponerse el Sol es deducida de la observación del medio día pró- ximo, y no se avista tierra por paralelos algo más Norte del Cabo de Santa Maria, teniendo aún de 20 á jo brazas arena y conchuela, no debe quedar duda que la distancia á la costa, es aún considerable. lín este caso deben hacerse rumbos del Oeste para buscar las 16 brazas arena, y descaecer con el solo efecto de las co- rrientes al Sur, pues de otro modo pudiera cor- tar el paralelo de la lama demasiado al liste, y por consiguiente no encontrando sino arena, se- guir sin valiza para el Oeste y hacer contrarios los terrales del Nornoroeste y Norte. Las tierras del Norte del Cabo de Santa María deben verse con tiempos clanes á 10 ó 12 leguas y por fondo de 15 brazas. Merece entre ellas particular cui- dado la ensenada de Castillos, en donde han solido los correos echar oportunamente los plie- ¡ gos á tierra con un bote, cuando el pampero I no les ha permitido alcanzar el puerto de Mal- donado. Cogidas las 16 brazas, si la estim.a manifes- tase estar aún al Norte del Cabo Santa Maria, po- drán hacerse rumbos del Sursudoeste hasta al- canzar el paralelo de la Isla de Lobos; pero con la atención de inclinarse al Oeste si las sondas aumentasen á más de 20 brazas, y de inclinarse al Sur si disminuyesen de las 16. El fondo entre el Cabo Santa María y la punta de Castillos, disminuye repentinamente y casi sobre tierra. El rumbo indicado llevará precisamente á una arena lamosa, en la cual, y en el paralelo de la Isla Lobos, se puede ya navegar al Oe'-.íe conser- vando fondo lama y 18 á 22 brazas. Puede estar- se en la seguridad que este fondo llevará aún de noche, con la mayor precisión, á la vista de la Isla Lobos, la cual se procurará dej ;ir á estribor distancia de una legua, y se seguirá en derrota. No pocas veces, á pesar de esto, se hace algo complicada, mas no peligrosa , la entrada en el Río de la Plata: suele carecerse de la latitud ob- servada: debe suponerse una corriente, y laa ne- blinas ó cerrazones (particularmente en invierno) imposibilitan ver la Isla de Lobos á alguna dis- tancia: en estos casos siempre conviene asegu- fll ^ 482 VIAJE A'^REDEDOR DEL MUNDO rarse de estar al Norte de la Isla de Lobos, con- tando para la estima con un efecto de corrientes al Sur luego que la distancia á la costa no sea mayor de 20 á 30 leguas, ó lo que es lo mismo, luego que la sonda no sea mayor de 40 brazas: la sola seguridad de estar al Norte bastará en- tonces para dirigir la derrota, pues que cogidas las 18 brazas no s'í titubeará en arribar al Sursud- oestc hasta que, como ya se ha indicado, el fon- do no haya crecido y 20 y 22 brazas: ya en este caso, si conviniese aún aliaiii'ar más y más la po- sición que se sospecha, no deberá abandonarse el rumbo del Sursudoeste, y aun se inclinará algo al Sur, consigiéndose de este modo, que disminuya nuevamente el fondo, y afiance así (aun sin el auxilio de la lama) rjue se ha pasado el paralelo del canal: muy luego con esta averiguación se harán rumbos del Oeste al Norte, y paulatina- mente aumentando el fondo é inclinándose á la lama, disipará toda duda para buscar la Isla de Lobos. Importa tanto más esta precaución de averi- guar por la sonda el parale'o de la Isla Lobos, cuanto que si se estuviese al Sur de él con 16 bra- zas arena, pudiera ó irse á sotavento, navegando al Sur, ó dar en el Banco Ingles navegando al Oeste, rumbos indispensables en uno de los dos partidos, ó de buscar la canal, ó de avalizarse con la costa del Norte del Cabo Santa María. Si en otras ocasiones y particularmente en la oca- sión precisa de saberse la latitud, el navegante puede acertadamente iirigirseal Ríode la Plata, pasando al Sur del Banco Inglés, de ningún modo debe intentarlo cuando se halle sin seguridad de ¡a latitud, y sin haberse avalizado con la tierra; pues tanto como le son útiles las sondas para pa- sar al Norte del Banco Inglés, tanto le son per- niciosas cuando se incline á pasar al Sur sin el auxilio de la latitud. Ya cogidos los paralelos inmediatos meridio- nales de la Isla de Lobos con fondo de 19 y 20 brazas lama, sólo se ocupará el navegante de conservarlo al principio y luego disminuirlo pau- latinamente con rumbos del Oeste '/^ Noroeste hasta 17 brazas, en cuyo fondo le demorará la Isla Lobos, del Norte al Noroeste dos ó tres le- guas. La precaución de conservarlo al principio es importante por no pasar entre la isla y la tierra firme, hacia donde pudiera acarrear tam- bién la lama, pero bajando precisamente á 15 y 16 brazas. La restinga del Este de la Isla Lobos sale una milla escás?, y hace que por esta parte sea imposible el atracarla: es, al contrario, muy acantilada en todos los demis rumbos. Es preciso advertir aquí que esta derrota puede en algunos casos ser peligrosa, particular- mente cuando un tiempo no decidido en el in- vierno y con malas apariencias, hace recelar de un Sueste, en cuyo caso es preferente á todo, el ponerse en paralelos más al Sur de la Isla Lo- bos de 15 c 20' antes de bajar de las 30 brazas de fondo. En este caso, y conocida la latitud, puede buscarse en derechura el placer del Banco por las siete ó seis brazas, y por él, ó navegar al Norte en busca de la canal, ó dar fondo si el viento saltase al Sudoeste. El rumbo del Oeste 5" Norte es el que co- munmente lleva á la vista de la Isla Flores, pues como las corrientes con los vientos oportunos para entrar se dirijan continuamente al Oeste, suele este rumbo, inclinándose algo más al Nor- te, resarcir aquellos efectos, y promediar la de- rrota más oportuna: el extremo Sur de la Isla Flores, situado en latitud de 34" 58' 00" y longi- tud de 49° 52' 30'', corre con el extremo Sur de la Isla Lobos Este 6" ^5' Sur y Oeste 6° 45' Nor- te 19 y 7» leguas. Suele proyectar en forma de dos islas, particularmente si se ve con una mar- cación que incline al Sur, se alcanza á ver á dis- tancia de cuatro ó cinco leguas, y no presenta en su superficie sino arenales y algunos escarpados bajos, que son el abrigo de una infinidad de lo- bos marinos. En esta navegación ó travesía no debe aban- donarse la sonda, cuyo braceaje y calidad son igualmente importantes: la canal tiene una lama suelta que casi no se pega al escandallo, y su fondo va disminuyendo progresivamente, desde las 17 brazas hasta las siete, por cuya sonda se está ya inmediatos á la Isla de Flores. Son casi iguales los fondos al Norte de la ca- nal; pero la calidad es una lama dura que avisa de inclinarse al Sur (i), al contrario, el menor fondo y la calidad de arena que pudieran encon- trarse, avisan el estar al Sur la canal, y deberse, por consiguiente , torcer los rumbos al Norte para no caer en el Banco Inglés. Es inútil advertir, que cuando no se hubiese avistado la Isla de Lobos, se hacen precisas ma- yores precauciones para cerciorarse de su situa- ción: tales son, particularmente, el saborear el agua y el avalizarse con arena, haciendo rumbos del Sur antes que el fondo lama haya d.sminuí- do de 13 o 14 brazas, pues si se esperase á estar en 10 ú II, y se hiciesen rumbos del Sur y Oes- te, pudieran tal vez arrastrar á las inmediaciones del Banco Inglés. Con mucha prudencia y muy buen éxito, las fragutas correos de S. M. que han sido sobreco- gidas de los pamperos en esta travesía, han preferido dar fondo á salir de la costa; pero como la lama suelta que se encuentra en el ca- (I) El carecer de esta noticia hizo que ambas cor- betas se ensenasen de tal modo, que marcaron la Isla Flores al Sudoeste, y necesitaron de todos los esfuer- zos y buenas cualidades para pasarla al Sur á distan- cia do una milla escasa. m 1 «■« nte á todo, el le la Isla Lo- as 30 Iwazas da la latitud, cer del Banco I, ó navegar ar fondo si el s el que co- Flores, pues tos oportunos nte al Oeste, más al Nor- Tiediar la de- ur de la Isla ' 00" y longi- ítremo Sur de te 6° 45' Nor- n forma de con una mar- ?a á ver á dis- 10 presenta en os escarpados nidad de lo- no debe aban- y calidad son ¡ene una lama landallo, y su imente, desde :uya sonda se )res. Norte de la ca- ura que avisa ario, el menor idieran encon- lal, y deberse, nbos al Norte no se hubiese n precisas ma- e de su situa- ;1 saborear el :iendo rumbos aya d.sminuí- ¡perase á estar leí Sur y Oes- inmediaciones uen éxito, las sido sobreco- travesía, han a costa; pero itra en el ca- que ambas cor- larcaron la Isla idos los csfucr- il Sur á distan- 1 CORBETAS DBSCUBIBRTA Y ATREVIDA 48J nal frustraría toda medida de esta especie dando lugar á que garrasen las anclas, se han inclinado al Sur á coger las siete brazas del placer de arena, en donde la tenazón segura, y el mismo abrigo del Banco, no le expondrían á perder las amarras, y luego, con los vientos que regular- mente pasan, del Sudoeste al Sur, se hallarían á barlovento para navegar hacia la Isla Flores; y desde luego en mejor disposición para enmarar- se sin recelo de la Isla Lobos en el caso que fal- tasen las amarras. Si al contrario, se escogiese para fondeadero en estas ocasiones el cantil del Norte, en donde la lama dura puede ofrecer una tenezón igual- mente buena, desde luego se incurriría en los dos graves inconvenientes de exponerse á no montar la Isla Lobos, faltando los cables, y de estar á sotavento rolando el viento al Sur. Parece, no obstante, que los franceses que al principio del siglo frecuentaban estas costas, se inclinaban á esta parte, tal vez por demasiado recelo del Banco Inglés (i). Ya cogidas las siete bid-as lama suelta y con la seguridad de estar en buena derrota, así por la misma calidad del fondo que se ha traído de an- temano, como por las valizas que se haya.; to- mado en uno ú otro cantil, se seguirá el rumbo del Oeste inclinándose al Norte, si se viesen así la Isla Flores, como la punta de las Carretas; pero no verificándolo, si las tierras estuviesen de un todo ocultas ó confusas: el fondo en este caso irá disminuyendo hasta 5 y '/a brazas, y se con- servará así por algún tiempo, siendo su calidad constantemente la lama suelta. Importa mucho no inclinarse al Norte cuando no se ve la tierra, así porque pudiera no estarse aún exactamente Norte-Sur con la Isla Flores, como porque la dirección de las aguas pudiera aconchar algo más después sobre la punta Brava, cuyas proximidades son realmente sospechosas; pero andadas tres leguas, después de encontra- das y ratificadas las siete brazas lama suelta, y encontradas cinco y media brazas á seis, puede estarse seguro que la punta Brava demora del Nornoroeste al Norte dislnnrui de una legua, y que por consiguientf- s t'-,; ipo de ceñir en de- manda del puerto. Los arrecifes mis salientes de la punta Bra- va estín al Oeste 7° Norte del extremo Sudoeste de la Isla Flores, á distancia de 14 millas. De- (i) Se infiere así de los viajes del Kídie Ffiuille y del Ingeniero Prezier: es de advertir que de-.i;l>í Solís Grande para el Oeste, el fondo en las inmediaciones de la costa rs más bion barro que lama. Fuera muy útil alcan/;ir los derroteros portugueses para la nave- gación drl rio hasta la colonia del Sacramento. Los navegantes de esta nación, precisamente han cimen- tado la navegación práctica en razón del descuido con que han mirado la navegación astronómica. mora el cerro 6 monte Video al Norte 71" 45' Oeste del extremo Sudoeste de la isla I'lores, distancia 14 millas, y el paso entre la isla y el bajo de las Carretas, que de ningún modo debe emprenderse sino por necesidad, tiene de abra dos y media millas y un fondo de cinco á seis brazas lama suelta. Ya asegurada la posición propia relativamen- te al puerto, si no se viese el monte Video ó la población, sería imprudente intentar coger el fondeadero. El monte efectivamente suele cu- brirse con vapores tan espesos, que á veces ni aún desde el puerto y á distancia de una legua es fácil conocerlo. En tal caso parece lo más prudente ceñir algún tanto hacia el puerto, y ó buscarlo haciendo navegar el bote á estribor y con la posible distancia, ó finalmente dar fondo en cinco brazas lama hasta que aclare. En la dirección al puerto, poco hay que in- sinuar más de lo que dicta el mismo plano, cuyo braceaje y bajos salientes de las puntas Brava y San José, hacen ver palpablemente que es menester navegar con la proa al monte hasta franquear bien la boca, desde la cual última- mente se hará derrota á dejar caer el ancla en las inmediaciones de los demás buques y al Oes- te de la medianía de la ciudad. No deben esperarse en este paraje sino tres brazas escasas en mareas grandes y 13 á 14 pies en mareas bajas, de suerte, que fuera temeridad para embarcaciones grandes el intentar internar- se; antes bien, como el fondo por largo trecho es casi igual, se hace sumamente molesto este puer- to para embarcaciones que calen más de 18 pies, pues les es preciso fondear muy afuera, cogiendo sonda de cuatro á cinco brazas (i). El fondo de estos parajes es todo de lama tan suelta, que arrastra consigo el grave incon- veniente de no agarrar las anclas, desamarrán- dose los buques á cada paso, á pesar de la galga tendida en ayuda del cable del Sudoeste y de otro cable al Sueste, sobre las cuales y una codera al No; te, se mantiene continuamente la proa ha- cia fuera ó al Sur. No os leve tampoco el riesgo que de esta ca- lidad de lama resulta á las personas que echán- dose ó cayendo al agua, lleguen, como es fácil, al fondo: se empantanan de modo, que todo es- fuerzo les es inútil, y muy en breve quedan víc- timas de esta especie de fondo. En desquite de estos inconvenientes, hay, nn obstante, la ven- taja de poder quedar varados ó sentados en el fango, sin la menor avería, á menos que un d¡- ¡ ferent? calado de popa y proa (por falta de cui- ; dado) lio expusiese á un quebranto, la embar- (1) Los navios de 74 cañones que invernaron en esto puerto en el año 1777, pasaroa una serio cons- tante de peligros y litigas. rite 484 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO cación, que estuviese varada á popa y flotase á proa (i). En el puerto, el agua crece de una braza y á veces de dos brazas, cuando soplan Oeste y Sud- oeste. Baja mucho, al contrario, cuando los vien- tos son del Norte. Las mareas, trastornadas por este influjo de los vientos, no pueden, por consi- guiente, considerarse periódicas; y de allí viene que todas las faenas de espiarse para ir á mayor fondo ó con el ánimo de completar la carga ó de dar la vela, han de ejecutarse precisamente cuan- do con los vientos Oeste y Sudoeste, aunque llu- viosos, el agua sube de su nivel. Para franquear- se, es menester tomar la media canal, y más bien aproximarse al cerro; y fuera imprudente el bordear cuando no lo exijan circunstancias de mucha entidad, pues ni las distancias son exce- sivamente largas para no usar de espías, ni el fondo es tal que dé lugar á aprovechar los bor- dos favorables. En general, el nivel del agua del puerto de Montevideo no depende del nivel del río y sólo sí de la dirección de las aguas: éstas vienen ha- cia el puerto con los vientos del segundo y tercer cuadrantes, y crece el nivel del agua. Salen, al contrario, y siguen la vertiente del río con los vientos del primei^o y cuarto cuadrantes, y en- tonces disminuye el fondo. En cuanto á la corriente exterior, esto es, desde el meridiano del Cabo Santa María hasta el Banco Inglés, parece no admite duda que en- tra con todos vientos menos el Noroeste; pero también que en una y otra costa hay revesas que corriendo continuamente para fuera, equilibran en cierto modo las aguas que entran: siempre ha de entenderse á pesar de esto, que la fuerza de las corrientes no se extiende al Sur del Banco In- glés, en donde no encontrando tropiezo alguno, al contrario de lo que sucede en la costa del Nor- te, no adquiere velocidad alguna, ni por las re- vesas, ni por la resistencia. En ninguna parte se convence mejor esta verdad, que en el puerto de Maldonado, forma- di; únicamente con el abrigo de la Isla Gonite: ¡sean cualesquiera loj ■ i«ntos reinantes, siempre las aguas corren rápidamente del Oeste para el Este, saliendo por el freu que forman la Isla Go- rrite y la tierra firme, y al mismo tiempo Este- Oeste con la Isla Lobos, las aguas corren con velocidad poco menor del Este para el Oeste. Este puerto debió ser hasta aquí muy apre- ciable, por la facilidad que había de cogerlo y de abandonarlo sin ajTOStrar los muchos riesgos que se encontraban al dirigirse á Montevideo (2), pero (i) Ksta atención es precisa, particularmenle para los buques ■->' [erra fin ■'-, incia á esta sos. La ca- leda de me- no y medio 2 freu una 1 fuera; lo que inten- se á él con mda de no inalmente, [lasta salir :mo Sur de te extremo con la co- para ama- del cuartel itro cables á seis bra- i Noroeste, )que así se ) por aque- I virazones "os dos ca- :ogido8 del y el otro de ser sobrecogidos del Sueste en disposición de poderle alcanzar: este último caso, frecuente en invierno, pide á la verdad, que más bien se in- cline el navegante á tomar la vuelta de fuera, ó á dirigirse á Montevideo, porque la costa por sí se cierra con exceso, y es fácil empeñarse sobre la Isla Gorrite, hallándose luego sin partido por el viento fresco y la travesía" pero si algún acci- dente hiciese precisa la determinación de entrar con Sueste tempestuoso, creo que el mejor, antes bien, el único partido es el de pasar bien cerca de la Isla Lobos, costeándola á estribor, y por ella ir á buscar la punta del Este, inter- nando últimamente por la canal. En esta punta hay algunas chozas que pudieran verse. En la Isla Gorrite solo sobresalen una casa blanca y algunas paredes arruinadas, cuya permanencia por largo tiempo no parece probable. La entrada con Sur y Sudoeste, que aquí son claros, no tiene el menor inconveniente hacien- do proa á la punta de la Ballena hasta descu- brir el extremo Norte de la isla y la entrada del puerto, en cuyo caso arribará al Este y última- mente ceñirá al Sueste y al Su sueste cuando ya salga de la dirección de la restinga del Noroeste hasta estar en paraje oportuno para dar fondo. Con los vientos del Sur y Sueste la mar es muy gruesa en el freu de la Isla Gorrite; cho- cando, por consiguiente, con la corriente que sale, forma uti marullo excesivamente grueso, del cual se originan balances muy incómodos: los cp.bles al contrario, no trabajan en esta oca- sión á causa del mismo choque, y la embarca- ción fondeada pudiera de este modo considerar- se segura, si no debiese también tener recelo de algunos ratones que hay, según prácticos, en las mismas inmediaciones del fondeadero, y los cua- les, según las disposiciones de las orillas, deben ser más frecuentes hacia la tierra firme que hacia la isla. Hay dos pozos en la Isla Gorrite, de los cua- les se pudiera sacar una regu'ar provisión de agua, además que sería fácil o'^ros nuevos: y ciertamente debe ser preferible el iiHcer agua en este paraje, así porque puede conse^juirse sitio más abrigado para las lancha;;, en la^ caletas que forman ios mismos pedruscos, como porque la embarcación está más próxima y 'a marinería no tiene distracciones ni medios de separarse de su destino. La comunicación con la tierra firme, debe hacerse para la seguridad de las embarcaciones menores, más bien hacia las chozas de la punta del Este que hacia la playa de la aguada, en donde la menor marejada del Sur y Sudoeste hace ya difícil y expuesto el atracar: los arena- les y la misma distancia hacen algo escabroso el camino á Maldonado, en donde no es difícil abastecerse de comestibles. Ci.antas razones militaban á favor del puerto de Maldonado, antes de saberse con certeza la posición del Cabo San Antonio, han perdido todo su valor desde que no deja la menor descon- fianza el paso al Oeste del Banco Inglés. Muy pocas prevenciones necesita este paso, pues que la esencial se ha indicado ya, de no buscarlo viniendo de mar en fuera sino con un pleno conocimiento de la latitud ó de la tierra. Navegando al Norte han de inclinarse los rum- bos al Oeste, de tal modo, que se cojan las ocho ó diez brazas lama por latitud de 35" .^o', y si no se hubiese alcanzado á ver tierra del Cabo de San Antonio ú de la punta de Piedras, cogida la lama se inclinarán luego los rumbos al Este, de tal modo, que por los 35" 15' se cojan cinco á seis brazas arena, cascajo y conchuela; con este fon- do se estará seguro de estar Norte -Sur con el cerro de Montevideo; y se hará la navegación que exijan las circunstancias. La valiza del Banco Inglés, por las cinco bra- zas cascajo y arena, es también útil para la sa- lida, y no debe omitirse, mucho más cuando se aproxima la noche y calma el viento: en este caso será siempre preferente el dar fondo en unos parajes en donde no hay peor partido que el de entregarse voluntariamente al albedrío de una corriente, que por lo común lleva hacia el Banco Ortiz. La experiencia manifiesta, y parece dictar lo mismo la reflexión, que al Sur del Banco Inglés no son *'\n rápidas ni tan irregulares las corrien- tes, siempre que se esté ó por meridianos del mismo Banco ó algo al Este; pero en las inme- diaciones de la costa de Samborombon y del mis- ii^o Cabo de San Antonio, han experimentado los Oficiales que fueron á su reconocimiento, que las corrientes tienen la misma fuerza é irregulari- dades que en la costa opuesta. No creo pueda haber el menor inconveniente en reconocei las costas del Cabo San Antonio, cuando con tiempos galenos ce viene al Novíe '.n demanda de Montevideo: á lo menos debe buscar- se en su paralelo las 10 brazas arena qu ; condu- cen luego á la lama, v últimamente al extremo Oeste del Banco Inglés. Parece también que no es violenta la conse- cuencia de deber navegar al Sur toda embarca- ción que ya cogida sonda., y próxima al Cabo de Santa María, se viese coo señales de mal tiempo y particularmena con viento Norte; pues como quiera que ya desde el Norte el viento ha de ro- lar muy luego por el Oeste al Sur , esta derrota proporcionará la doble ventaja, en primer lugar de ser siempre arbitro el navegante del partido y rumbos que les convengan; en segundo lugar, de estar á barlovento, para con el tiempo claro del Sur, dirigirse sin el menor peligro al fon- deadero. íl KQ Mg aafi ^M lí'^ 486 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO En cuanto á la navegación sucesiva á la co- lonia del Sacramento, ó bien á la ensenada de Barragán, puede emprenderse por la costa del Sur, y pasando entre el Banco Ortiz y otro ban- co pequeño que está más inmediato á la costa: la sonda y las precauciones de hacer navegar los botes, ó por la proa 6 per la banda, adonde esté el peligro más inmediato, proporcionarán mante- ner un fondo lama suelta de tres y media á cua- tro brazas (i). Las embarcaciones de menor cala- do, pueden pasar entre el b'-.nco pequeño y la cos- ta, no perdiendo, por consi{,uiente , ésta de la vista. (i) Mr. Bougaínville explica con claridad la de- rrota desde Montevideo á la ensenada de Barragán . Derrotero desde Monteiñdeo á Chiloé por el Cabo de Hornos. Trata también del Puerto Egino7it en las Islas Malvinas y de la descripción de toda la costa intennedia. Saliendo de Montevideo para dirigirse á pasar el Cabo de Hornos, estando como á dos leguat. Norte-Sur con el cerro de Montevideo, podrá di- rigirse al Sur 5" Oeste, con cuyo rumbo irá en- contrando por espacio de cinco leguas, fondo de cin'-.o á seis brazas lama, hallándola sucesivamen- te mezclada con arena y conchuela , y finalmen- te, arena á 18 leguas en 12 brazas. Pasará á diez leguas del Cabo de San Antonio, distancia muy proporcionada no habiendo apariencias de vien- tos frescos del Norte. En su paralelo encontrará 13 á 14 brazas arena y piedra, y á distancia de dos millas se hallarán tres brazas fondo de lama dura, por lo que en caso de necesidad se podría fondear. Rebasado el Cabo de San Antonio, determi- nará su derrota al Este de la costa Patagónica, con presencia de la carta que acompaña este de- rrotero, según la estación, embarcación y demás circunstancias que pueden concurrir á la nece- sidad de variar de rumbo. Convendrá sí advertir, que el temor de ia costa separa demasiado de ella casi general- mente á los pilotos que hallándose con los Sud- oestes tan frecuentes en estos parajes, experi- mentan las fatales consecuencias de no poder atracarla por donde les convendría para rectificar su punto, ó siendo aquellos tan fuertes que no les pe mita ceñirlos de arribará Montevideo con atraso de la comisión y gastos inseparables de las arribadas. La experiencia demuestra, que desde Marzo á Setiembre soplan con más frecuencia los vien- tos Esuesfe, Sursueste Sudoeste y Sursudoes;.< y desde Setiembre hasta Marzo del Este al Sueste. Las corrientes tiran mucho al Nordeste des- de los 40 á 50° de latitud yendo como á 70 le- guas de la costa (i), y á mayor distancia ó pró- ximo á la costa, se han hallado casi insensi- bles; aunque éstas deben considerarse también modificadas por los vientos que hayan reinador Con estas prevenciones y la continua aten- ción á los carices, pájaros llamados pamperos, etcétera, puede prometerse el acierto en las más de las ocasiones. El dato de la sonda para inferir la distancia de tierra es muy erróneo, pues se tiene experi- mentado que suele haber más fondo á mayor distancia y uno mismo con diferencia de 10 á la leguas. Sin embargo, respecto á que la que se ha puesto en la carta es lá hecha en puntos co- locados por observación, derrota segura ó noti- cias las más verosímiles (2), será prudente te- ner atención á ella y combinarla con los demás datos. Hasta aquí, el mayor número de los navegan- tes se han empeñado en pasar entre las Malvinas y la tierra firme, aun cuando los vientos fuesen decididamente ce'- . íoa y sólo acarreasen con- siderables sacrificios de tiempo y de aparejo. No aconsejaremos pasar al Este de las Mal- vinas cuando los tiempos permitan pasar al Oeste, pero estamos muy distantes de prescribir en estos paralelos otros rumbos que los más fa- vorables á ganar considerablemente en latitud. La prudencia ha de dictar en la travesía del Cabo de Hornos, los rumbos que deben hacerse y la distancia á que convendrá pasar de tierra. La calidad de los tiempos, la dirección de los vientos que se experimenten y las propiedades de (i) Primer viaje de D. Antonio de Córdova; viajo de la fragatii Aslrea año de 1787. (2) Hablando de la formación de la carta, se in- dica cuanto falta para que las sondas do un placer tan dilatado pucc'an fijarse con acierto. V edia á cua- nenor cala- ño y la C08- ésta de la ridad la de- ,e Barragán. f/ornos. y de la ancia ó pro- asi insensi- irse también yan reinado^ itínua aten- s pamperos, o en las más la distancia :iene experi- ido á mayor :ia de lo á 12 ue la que se n puntos co- ;gura ó notí- prudente te- on los demás los navegan- ;las Malvinas ientos fuesen irreasen con- e aparejo, e de las Mal- :an pasar al de prescribir e los más fa- e en latitud. travesía del eben hacerse \x de tierra. ección de los ropiedades de Córdova; viajo la carta, su iii- ! dü un placer CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 487 la embarcación, deben decidir de los paralelos por donde convendrá pasar el Cabo y ganar al Oeste. Parece indudable la existencia de corrientes hacia el Este (i), al Sur de la Tierra del Fuego. Se han experimentado éstas, de mucha, de poca y ninguna fuerza, á mucha y á poca distancia del Cabo, con aquella variedad que deben producir las comunes navegaciones en que faltan medios para determinarlas con exactitud. Lo que parece más verosímil, según las no- ticias de los navegantes más acreditados, es que las aguas vienen del Océano Picífico, tocan con la parte Sudoeste de la Tierra del Fuego, y si- guen su dirección en la mayor paite y variadas en pequeño según las diferentes canaíes que hay entre las islas y entre éstas y la tierra por donde pasan. Por lo que dice el Capitán Cook en su se- gundo viaje, que no teniendo precisión de tomar fondeadero, no se acercaría á tierra, porque es- tando separados se evitan las corrientes, que es- taba persuadido perdían su fuerza á 12 leguas de la tierra. Puede parecer las hay á mayor distancia, porque soplando casi generalmente los vientos desde el Noroeste al Sudoeste por el Oeste, man- tienen la dirección de la marejada haci? rl liste, y en muchas ocasiones la mucha fuerza ie ella abatirá las embarcaciones más de lo que estén persuadidos sus pilotos. Por tanto, es oportuno llevar en cuenta el tiempo que se haya tardado en hacerla travesía, y los vientos que haya tenido para graduar el abatimiento hacia el Este. A la ida convendrá pasar mis al Sur que á la vuelta, pues si hallándose al través de la parte Sudoeste de la Tierra del Fuego le cargase los vientos por aquella parte, le precisarían tomar la vuelta del Sueste, á no tener el barlovento su- ficiente para seguir la bordada del cuarto cua- drante; pero no debe hacerse esta prevención lle- vado del temor, de suerte que navegue nauchas leguas y dilate su viaje inútilmente, siguiendo la común inclinación de la seguridad (2). El Excmo. Sr. D. Antonio de Ulloa determina como lo mis conveniente pasar á la ida por en tre los paralelos de 6u á 64" y á la vuelt por entre los 5S á 6 1", pero no viéndose obligados á seguir las bardadas del Sur, de sue.ie que no sea posible tomar la del Oeste srr una disminu- ción considerable de latitud, parece excesivo el retiro hasta tes 62 6 63* (i) Véanse las reAnione* hfltrhas en la oavegai ÍHlnada de la Astf^m al ivtuipu de navegar alre- dector d'-l Cabo de luirnos. (2) Lus lobo* rati luos en estos paralelos, no de- ben causar el menor reculo de una demasiada apro- xirnaciói) d U costa; así en esta navegación como en la de la Asiría s« haii visto coaocidatneute á 50 leguas de distancia. Parece suficiente la distancia de 30 á 40 le- guas a! Oeste de Cabo Pilares en tiempo de ve- rano para seguir en vuelta del Norte, ó de 40 á 50 en tiempo de invierno, en medio de la poca constancia de los vientos en estos parajes. No convendrá tampoco arrimarse mucho más á ella no precisando reconocerla, pues se experi- mentan tiempos más ásperos del Norte y cerra- zones mucho mayores cerca de tierra que lejos de ella. Derrota de Malvinas. Estando Norte-Sur con Punta Negra se na- vegará al Sursueste de la aguja hasta llegar al paralelo de 38° de latitud, de donde se dirigirá al punto del de 47" que diste de la costa 25 á 30 iegruas Sur, deberá encontrar 50 á 55 brazas are- na, fango y piedra, y si sondase 60, será la arena gruesecita, quizá barrosa, señal que dista 30 le- guas, entre 47" 30' y 48" se hallarán algunos chi- nitos. En esta situación parece lo más conveniente navegar al Sueste '/i Sur para recalar á la isla Concha y difri'tar los vientos reinantes. Si lle- gase á recalar con alguna cerrazón (que es muy frecuente) y viese tres montes altos separados que se enfilan Noroeste- Sueste, debe persuadir- se son los Salvajes. Estando Norte-Sur con ellos, puede suceder no verse otra tierra; )5ero si demorasen al tercer cuadrante, no siendo mucha la neblina, se verán 'as montañas que sobre pueito Egmont forman di 'ersas figuras. Al Norte de Puerto Egmont hay varias isli- llas: las Redondas, las de Piedra Blanca, la Cu- lebra y la> del Rosario; pero para distinguirlas es menester estar muy próximo á ellas, por ser muy bajas y rasas. Si se avistase una sierra que hace como un pabellón en su medianía y en los extremos como picos de loro, se tendrá entendido que es la isla donde los ingleses tenían su vigía. Si apareciesen siete cerros casi iguales en tamaño > ngura, son los Órganos > Siete Her- manos, situados en la gran Malvina, siendo el más al Este poce mayor y le nombran el Monte de Diamantes, rtar estar situado en la bahía de este nombre. Al Norte dr^ ísto.s está la Isla BortoB, que tiene tres cerritos distantes unos de «tras, d más al Es e es el mayor. V asi, si se viene por las cercanías de la gran Malvina, la última tierra que se vea &erá la bahía de loa DiamaMKs. pero si se viánepióximo áia Isla de B cerca de la punta acertada: tiene una i&leta que está cubierta en pleamar, pero se ve su reventa- zón y puede pasarse sin recelo entre ésta y la punta dicha. Entrando por la banda del Sur irá á medio frcu de la isla y punta de St Fulgen- cio para darle resguardo al bajo Florido, y puede fondearse demorando la inleta al Sueste. El flu- jo máximo sucede á las cuatro y media de la tar- de y sube el agua cuatro brazas. La cala de San Sebastián, que está 2" 30' al Sur de Santa Elena, es bien desabrigada y 861o buena para barcos chicos. Inmediatamente se en- cuentra la ensenada de Camarones, cuya abertura es de cinco leguas y un tercio, con seis y un ter- cio de profundidad, y aunque su fondo es limpio y de 25, 30 y 35 brazas hasta cerca de la costa en que hay 10, su desabrigo lo hace incómodo: el flujo máximo sucede á las cuatro de la tarde. La variación de la aguja 20" 15' Nordeste. Desde la ensenada de Camarones hasta el puerto de San Gregorio, es la costa limpia, pues entre la isla Arce y Chicas, todo su fondo es de 20 brazas. Para buscar este puerto, situado en 45° 6' 35" de latitud y 3" 38' y 30" de longitud viniendo de mar afuera se procurará pasar al Norte de la Isla Rasa dos leguas, procurando entrar entre la de Arce y Leones para descubrir libremente la boca del puerto, advirtiendo que el mejor fondeadero es próximo á la costa del Sur frente de dos ensenaditas con playa de arena, pues el demás es muy sucio y de piedra. Si se ofrece voltejear entre las Islas Arce y Chicas, Leones y Rasa, ó entre ésta y Arce, se podrá hacer por ser muy limpios sus canales, aunque la fuerza de la corriente forma tal escar- ceo entre ellas que parece reventazón de bajo, y cuando en el puerto crece el agua corre entre las islas al Norte y Nordeste, y al contrario cuando baja. El establecimiento de la marea en el puerto ea á las cinco de la tarde, subiendo el agua 28 pies. Hay paso entre la Isla de Leones y la tierra firme, pues su fondo no baja de una y media brazas. En los puertos hasta aquí nombrados, se echa muy á menos la falta casi total de leña y agua. Esta última, á la verdad, se encuentra sa- lobre en algunos parajes algo distantes (i), pero la sola necesidad puede aconsejar su uso. Desde puerto de Santa Elena hasta puerto Manso, son las sierras altas y peñascosas, y des- de éste á Punta Taforo (hasta donde está reco- nocido), es la tierra baja, continuando más alta para el Oeste 4'; al Oeste de ésta se halla el Cabo del Sur, que con el Cabo Blanco forma la entrada del golfo de San Jorge (2), desde aquel (i) Son muy contradictorias cu esta parte las dife- rentes noticias de los que nos ha» precedido, (2) S'igún noticias de los Patagones, interna hasta la cordillera. hasta la tierra para el Norte por espacio de cinco leguas, y luego corre casi Este-Oeste. Desde el Cabo del Sur para el Oeste, sólo puede navegarse en barcos chicos por ser la costa muy sucia y ha- ber mucha corriente. El flujo y reflujo de la marea es casi igual al de San Gregorio. La parte Sur de este golfo, no está reconocida ni la medianía. El Cabo San Jorge está en 46° 54' 13'' de la- titud y 60° 10' de longitud, y al Sur 36" Este 25' de éste, está el Cabo Blanco que se le antepone un islote casi Este-Oeste. Al Esnordeste 5 Sur á distancia de cuatro leguas del cabo, está el bajo reconocido de Tres Puntas por ei Comodoro Biron, y en cuyas inme- diaciones nuestras sondas nos han confirmado con grande probabilidad su existencia (i). Desde Cabo Blanco á la punta Norte de puerto Deseado, corre la costa Norte-Sur pró- ximamente, formando dos herraduras de poca profundidad. Al principio baja, y después de una regular altura escarpada en la orilla con mucha igualdad; en lo interior tiene varios mon- tecillos y picos bastantes notables. El fondo es limpio hasta llegar al paralelo de 47° 42' donde estar las islas y arrecifes de San Francisco que salen á la mar i 7:i millas (2). En 47" 44' 37" de latitud y 59" 54' 10" de longitud está la punta Norte de puerto Deseado: los arrecifes y piedras que están en su boca algo estrecha, exigen que para entrar en él atienda con cuidado al estado de la marea y viento. Se deberá tomar por marca una piedra, de lejos se- mejante á una pequeña torre (3), que se baila en la parte del Sur, y gobernando á ella se descu- brirá la boca del puerto. La reventazón de la punta del Sur se ve re- gularmente de cuatro á cinco millas; viniendo con viento Sur se procurará pasar á un cable de ella para franquearse de las piedras del medio, y conocerá lo ha conseguido cuando le demore la barranca de la punta de la isleta al Nordeste corregido. Y si por casualidad se vicie empe- ñado con dichas piedras (que por lo común re- vientan ó velan) podrá pasar por la parte del Norte, pues muy próximo á ellas hay cinco bra- zas chinos, y si quiere fondear, podrá hacerlo pasando la punta del Arenal que está en la costa del Norte dando resguardo á la piedra que se descubre en bajamar, por lo que no será bueno rebasarse mucho de la expresada punta. Se advierte, que si se recalase allí cuando la (i) Adviértase que el Comodoro Biron llamaba Cabo Blanco, con Anson. el que ahora es Cabo de Tres Puntas. (2) Primer viaje de D. Antonio de Córdova. Viaje de la fragata /íí/ría, año de 1787. (3) El examen local de las piedras que forman esta marca excelente, nos hacen temer que no per- manezca mucho tieripo. fiÉ X 49a VIAJE ALKBDBDOR DEL MUNDO marca tenga mucha fuerza, convendrá fondear afuera, donde se hallará buen fondo, y esperar que el agua esté casi parada, porque de lo con- trario se expone á que le abata alguna revesa de corriente sobre una ú otra restinga por su mucha rapidez. Dentro del puerto podrá fondearse al Nordeste de punta Rasa, 6 entre la Islas Paganos y Ba- rrancas para librarse de la mayor fuerza de la marea, que en los parajes estrechos llega á seis millas. Los auxilios de agua y leña que proporciona este puerto, son muy poco ventajosos, pues aun- que hay varios manantiales, son escasos ó distan- tes de las orillas y todos salobres; sólo en el que está en el paraje donde estuvo el establecimien- to, se puede hacer la aguada con alguna comodi- dad. No hay otra leña, que espiniilos, que se ha- llan con abundancia al Oeste de la Isla de Guana- jos. La abundancia de guanacos, aves, liebres de exorbitante tamaño y buen gusto y de peces, en particular de una clase que curados se asemejan mucho al bacalao, hace útil este puerto al que venga necesitado de víveres ó necesite remediar prontamente u;na avería. En este puerto merecen especial atención las embarcaciones menores, no sólo en las ocasiones en que se destaquen de á bordo, si también cuan- do regresen á él ó estén amarradas. Para los viajes de la aguada (suponiendo sea la interior que se ha indicado cerca de la pobla- ción) es menester calcular únicamente con las ma- reas sin atender al viento, excepto en el poco tiem- po en que aquéllas ó están paradas ó llevan poca fuerza. Además, si la dirección de la marea fuese contraria á la del viento, y éste algo fuerte, se arman en muchas puntas remolinos y revesas su- mamente temibles para una embaicación sobre- cargada, con cuyo motivo las lanchas deben nave- gar siempre muy marineras. No es fácil acertar por primera vez con el si- tio de la aguada si no se compara prolijamente con el plano la navegación que se haga con el au- xilio de la marea. Cuando con la fuerza de la ma- rea fuese preciso dirigirse á una ú otra costa del fondeadero, sea al remo ó á la vela, se procura- rá atravesar la canal, de la fuerza de la dirección de la marea con la mayor rapidez posible, sea el que fuere el paraje adonde se lleve la proa. Será luego fácil en la inmediación de las orillas re- sarcir al remo loque se haya perdido al tiempo de atravesar. Al atracar á bordo, son también precisas mu- chas precauciones en la embarcación menor. Por lo común solían las nuestras ponerse muy á bar- lovento de la proa, y luego dejarse caer con la marea á una distancia regular, para que le alcan- zase el cabo sin tocar en el costado. Hs preciso en eata ocasión, que esté suelto en la popa, y pronto á echarse un cuerpo flotante firme en dos ó tres guindalezas, cuyo peso pueda resistir auxiliándole en caso de duda para este ñn con algunos otros cuerpos intermedios. En el caso que la embarcación menor ae vie- se arrastrada á la popa del buque antes de al- canzarle, se echará al agua la boya indicada, la cual, corriendo con la misma velocidad que la marea, podrá desde luego ser cogida por la em- barcación, la cual, ó con los remos ó con las ve- las, resista algún tanto á dicha fuerza. El modo de amarrarse en este puerto, es en la misma dirección de la marea con el ayuste al Este y el cable sencillo al Oeste; no parece pru- dente usar de boya, porque ó se anegarán, 6 con- tribuirán á levar el ancla. Se deja ver también que para tender las anclas es menester consul- tar absolutamente la marea, que es sumamente dañoso al cable el no tener el timón á la vía, y que, aun fondeados, se puede evitar un abordaje con el solo timón. La importante caza de los guanacos debe buscarse en las inmediaciones de las dos agua- das que están en la costa del Sur, en cuyo caso será oportuno que el cazador esté dentro 6 en la Isla de los Guanacos, cortándoles el paso con la tierra ñrme al tiempo de estar alta la marea: siempre será bueno preferir el tirarles con bala. La pesca debe emprenderse con preferencia en la Isla Pingües, pasada la de Paganos: es me- nester tender la red á la marea vaciante, y reco- gerla al instante, pudiendo asi repetirse esta operación muchas veces en una misma marea, y recogerse en poco tiempo cuanto pescado se quie- ra, que es de la especie del bacalao. Desde la punta de Guanacos hasta Cabo de los Reyes corre la costa al Sur 28° Este, for- mando muchas ensenadillas, y una grande desde las Barrancas Blancas hasta la Isla de Megillo- nes. Y tanto las que siguen próximamente á la punta dicha como las que anteceden al Cabo de los Reyes, tienen muchas piedras y arrecifes que se les anteponen. En latitud de 47° 35' 15" y en longitud de 59" 44' 40" se halla la Isla de Reyes, de media- na altura. Tiene á la banda del Oeste una pe- queña herradura donde puede una embarcación quedar fondeada al abrigo. El intermedio entre esta isla y la costa está sembrado de isletillas y piedras, quedando sólo un estrecho canal entre las Islas de los Leones Marinos y la costa fírme con dos brazas de profundidad. Entre Cabo de los Reyes y punta Lobeira hay una ensenada de legua y cuarto de abertura, interm'.ndo casi el mismo espacio (i). (i) Es donde estaban los mariueros ingleses reco- gidos por el Capitán de navio Cordova y los cañones hallados por el Piloto Peña. ' CORBETAS UBSCUBIBRTA Y ATREVIDA 49S té suelto en po flotante peso pueda para este dios. ñor se vie- ntes de al- ndicada, la idad que la por la em- con las ve- a. erto, es en il ayuste al parece pru- irán, 6 con- er también iter cónsul- sumamente á la vía, y un abordaje macos debe i dos agua- n cuyo caso ntro 6 en la paso con la i la marea: es con bala. preferencia anos: es me- inte, y reco- petirse esta na marea, y ado se quie- sta Cabo de Este, for- rande desde de Megillo- amente á la al Cabo de rrecifes que longitud de , de media- ste una pe- mbarcación nedio entre isletillas y canal entre costa firme ita Lobeira le abertura, agieses reco- ' los cañones Desde punta Lobeira hasta el puerto de San Julián, sigue la costa la dirección del Sur lo" Oeste próximamente, es bastante alta y montuo- sa. En la latitud de 48" 38'oo" y longitud de 49" 53' 30", á cinco leguas de la costa, está un arre- cife llamado el bajo Bellaco, que tiene de exten- sión Este-Oeste un cable, y sólo revienta en ba- jamar (t). Al Sur del cabo de los Reyes hay dos cerros, de los cuales el mayor y más Norte es muy se- mejante al de Montevideo. El otro más pequeño, redondo y avanzado á la mar. Son muy conocidos porque cuando demoran al cuarto cuadrante (que es cuando se necesitan), no hay con qué equivo- carlos. Estos son una excelente marca para conocer el bajo dicho, pues demorando el primero al án- gulo de 28" en el cuarto cuadrante y el segundo al de 34°, se estaría sobre él. Distante de éste co- mo un tiro de cañón y casi Norte-Sur, se descu- bren tres piedras á los dos tercios de marea, for- mando un pequeño triángulo isósceles, con cuyo motivo la corriente hace unos grandes remolinos que arrastran las embarcaciones hacia ellas; y al Sueste, á distancia de un tiro de mosquete, hay 25 brazas fondo piedra. Noroeste-Sueste con éstas y en latitud de 48" 43' distante de la costa como ocho leguas, hay otra piedra que en plea- mar está escavando aunque el tiempo se halle sereno; y como la marea tiene en estos parajes cuatro y media brazas de diferencia del flujo al reflujo, éstas sson las que quedan descubiertas en la bajamar. El flujo máximo sigue en estos bajos la mis- ma hora que en el Cabo de los Reyes, que son las once de la mañana: en la travesía de las pie- dras de afuera á las otras, es todo fondo igual de 25 brazas y 30, todo piedras y chinos. De la de afuera sale otro placer de la misma calidad para el Sur á distancia de más de una legua. Desde punta de los Desvelos á Cabo Mira- bien, corre la costa al Sur 48° Oeste, y desde éste á Cabo Curioso, va formando ensenada, quedan- do éste en el mismo arrumbamiento: toda la tie- rra es bastante alta y montuosa; por el paralelo de 48° 25', á 24 leguas de la costa hay 72 brazas arena y fango (2); por 49° 3' á cinco leguas dos tercios de la costa más inmediata, 32 arena fan- go y piedras. Por 49°, ii á 12 leguas 40 arena, fango y piedra. Para buscar este puerto, situado en latitud de 49° 10' y longitud de 61° 42' 30", se goberna- rá á un cerro llamado San Ildefonso, parecido 1 1 PaT de Azúcar del Río de la Plata, y deján- (i) Sacadas de las noticias o.'«;inales del piloto Peña, que acaba de reconocerle. (a) Primor viaje de D. Antonio de Córdova: viaje de la fragara Asíma, &ño de 1787 . dolo algo al Norte se avistará la entrada del puerto. Si fuese la hora de la pleamar, estando en diez brazas de agua, arena y chinitos y de una á dos millar, de la punta del Desengaño, verá la reventazón de la restinga, que pasando á dis< tancia de ella como dos cables, irá en busca de la punta de Peña para ir zafo de lou islotes que descubren en bajamar, y rebasada, todo el puer- to es abrigado para dar fondo. Siendo la recalada en bajamar estando en tres ó cuatro brazas de agua chinos con greda debajo, y como dos y medio cables á la piedra más afue- ra de la punta del Dcaengaño, dará fondo hasta que haya agua en la barra, siendo conveniente se leve á media marea para pasar el banco que está más adentro y queda descubierto en baja- mar antes que salga el agua, pues la velocidad de la corriente que es de cinco á seis millas, no le dejaría adelantar. El flujo máximo es en el día de la conjunción á las once de la mañana, subiendo el agua veintiocho pies. Al Noroeste de la punta de la Base á dos y media leguas, hay manantiales de muy buen agua, y al mismo rumbo, tres cables de distancia, hay una cañada, y cavando en su suelo se encuentra agua dulce. Hacia el fondo del puerto todas son barran- cas de yeso superior, y siguiendo un arroyito que está inmediato, al fondo se encuentra una sali- na (i), sólo se encuentran algunos espinos, pues todo el terreno es estéril y salitroso; recompen- sando la naturaleza en sal lo que rehusa de ve- getales; hay mucha de espuma y de piedra en una laguna de tres leguas de largo. Desde la punta de la boca de San Julián has- ta la de San Francisco de Paula, corre la costa al Sur 3° Oeste, y desde éste á la punta de Santa Cruz al Sur 24° Oeste próximamente: la tierra no es alta ni abarrancada y el fondo limpio, pues arrimado á tierra hay 30 y 40 brazas de agua. Para conocer la entrada del rio de Santa Cruz situado en 50" 17' 30" de latitud y 62° 21' 30'' de longitud, se tendrá por marca el cerro de San- ta Inés, único entre este río y el puerto de San Julián, y debe darse resguardo á un bajo de pie- dra que está en la punta Norte de la boca del río: su terreno es peñascoso y su fondeadero bueno sólo para embarcaciones menores. La punta Sur de Santa Cruz con la punta de Sánchez corren en dirección del Sur 12° Oeste formando una grande ensenada, en cuyo fondo están Cabo Redondo y unp herradura á que llaman bahía de Coy: en la misma dirección á cinco leguas de distancia está el Cabo de Barre- (i) Estas noticias son á la letra del Piloto Tafor, excepto las de la aguada que son del Piloto Berlin- guero. ■■ d^ sfy .# <^^..^ <> .^x"^ \ V <^ .w /a /a Vi 5, ■;> *^ <*: ■' / / y # t >^ IMAGE TEST T l.l 1.2^ Photogra] Scienc( Corporal IMAGE EVALUATfON TEST TARGET (MT-3) 1.0 l.í SIM ilM ■'■" itó 11 2 2 ;■ ta iiiizo 1.25 LA. III 1.6 Photogmphic Sciences Corporation f/ // .// ' %' ^. < % W' ^ í/jL 4 (/^ s. :i>^ .•V C\> ;\ \ ^9) V <^ >> 23 WEST MAIN STREET WEBSTER, N.Y. 14580 (716) 872-4503 r^ wniRH CIHM/ICMH Microfiche Series. M Canadian Institute for Historical Mícroreproductions / I aai ICMH iche CIHM/ICMH Collection de microfiches. al Microreproductions / Institut canadien de microreproductions historiques 1981 [i%¿¿A.i^; itf^'m'A ••^t$ lLVlÍ«ViH|-W1l*l»-i 'liiM ; i>ii\i¿fa*»'Mi'|'*i»iWiiili"'iiU lir i>'»i«*Y.i-iB.-jni>ira£^ 494 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO ras blancas, y entre éste y la punta Sánchez hay una pequeña ensenada toda sembrada de piedras. El Cabo de Barreras Blancas (6 de Buen Tiempo) situado en 51° 32' de latitud y 62° 50' 25" de longitud, forma un frontón de mediana altura, abarrancadoy con manchones blancos que á la caída al mar remata por la parte del Norte en una punta rasa y en la del Sur en una costa baja y pareja que sigue hasta el Cabo de las Vírgenes. Como al Sur '/i Sueste del Cabo de las Ba- rreras Blancas, sale un bajo que parece es en el que dio el Capitán Walis. Como al Oesudoeste de dicho cab ■ se ven en la otra costa siete mo- gotes de mediana altura é iguales á que llaman los Frailes. Desde el Cabo de Barreras Blancas va hur- tando la costa para el Oeste y con el de Gracias á Dios, forman la embocadura del río Gallegos: ésta tendrá como nueve millas de ancho, después el río va estrechando hasta la punta del Car- men, donde queda en una milla y sigue de este ancho por mucha distancia: al Oeste de esta punta está la islita Deseada. En el reconocimiento que hizo D. Andrés Peña de este río, halló que el agua estaba solo salobre á la entrada de él y habiendo crecido algo la marea, por lo que debemos creer que en lo interior y al fin de la vaciante será entera- mente dulce. Vio grande abundancia de guanacos, admi- rándose pudiesen subsistir en un terreno estéril todo cubierto de chinos, y donde solo halló un matorral de leña y algunas manchas de pasto muy malo. Desde el río Gallegos al Cabo de las Vírge- nes, corre la costa al Sur 27" Ivste, hasta la mitad de la distancia es de tierra baja y la otra mitad algo alta y rasa, por arriba toda árida y de mal aspecto. El fondo es limpio y se puede ir cos- teando la tierra por 12 y 15 brazas. El Cabo de las Vírgenes, situado en 52° r9'4o" y 62° 19' longitud, es tajado al mar á poca é igual altura por alguna distancia que parece un trozo de muralla. Al Sur 5" Oeste del Cabo de las Vírgenes, está el del Espíritu Santo corriendo la costa casi en esta dirección hasta el Cabo Reina, desde donde va formando una grande ensenada, laboreado con otras muchas pequeñas, y sa- liendo para el Este. En su interior , y por latitud de 53" 28' está la boca del canal de San Sebastián, como de dos leguas de anclio; este terreno es bajo hasta los 53" 40' que empieza á elevarse. Desde la punta Adriancel hasta los Tres Her- manos, corre la costa al Sur 58° Este, entre aque- lla y el Cabo de Santa Inés hay una pequeña en- senada y en su fondo se ve la embocadura de un canal bastante estrecho. Este cabo es alto y la costa que sigue va elevándose algo más; en lo interior se ven cerros de varias figur is, entre los cuales se distinguen tres mogotes casi de una altura, muy próximos y que tienen á su espalda una montaña en figura de pan de adúcar; estas sirven para el reconocimiento de la embocadura del Estrecho de Maire, del que sólo distan cinco leguas. Esta la forman, el Cabo San Diego, de tierra muy baja, en la del Fuego, y el Cabo del Medio en la Isla de los Estados. Es clara la utilidad de pasar por este estre- cho, y solo debe atenderse á las circunstancias, en algunas ocasiones pueden ser muy desfavo- rables y causar una incomodidad del buque. Cuando sube el agua (que entonces viene del Sur) y los vientos soplan del Norte al Nordeste se forma un escarceo muy vivo, como si hubiese barra, y además de ser detenidas en estas oca- siones las embarcaciones por la contrariedad de las corrientes, les causa los más violentos mo- vimientos (i). Cerca de la Isla de los Estados (é Islas de Año Nuevo) las aguas corren mucho, y por el Cabo de San' Juan aumentan su velocidad , si- guiendo como un torrente la dirección del Nor- oeste ; pero no se elevan sino cuatro pies in- gleses. Dice el Capitán Cook que en este estrecho la marea y la corriente del Sur se hace en la cre- ciente, ó en la menguante empieza á obrar pre- cisamente alas cuatro del día del novilunio: toda es muy hondable, pues casi tocando á las piedras en la Tierra del Fuego hay 20 y 30 brazas de agua. La costa Sueste de la Tierra de Fuego, alta, pedregosa y quebrada, proporciona un gran nú- mero de fondeaderos; pero la mayor parte no es- tán conocidos y exigen un gran cuidado en sus cercanías por las muchas piedras ahogadas que se les pnteponen y que dichosamente están muy próximas á tierra, y puede conocerse su cercanía por la sonda cuando la oscuridad del tiempo no permita su vista. La bahía Mauricio es muy poco útil por su desabrigo; pero la del Buen Suceso, situada en la medianía del estrecho, proporciona una buena arribada para cualquier buque: se encuentran ha- bitantes; por consiguiente, agua dulce, mucha fertilidad en la tierra y no poco pescado. Su boca tendrá una milla y tres cuartos de ancho y dos millas de j rofundidad. Puede fondearse en siete ú ocho bn -as de fondo fango á distancia de me- dia milla de la costa del Sudoeste. (i) Con algún más despacio podrá construirse una tabla que determine las horas oportunas para en- trar y salir del Estrecho de Maire según los días do la Luna. es alto y la más; en lo is, entre los casi de una á su espalda .-rucar; estas embocadura distan cinco n Diego, de el Cabo del r este estre- •cunstancias, luy desfavo- del buque. es viene del al Nordeste 10 si hubiese n estas oca- ntrariedad de iolentos mo- s (é Islas de ho, y por el elocidad , si- ;ión del Nor- atro pies in- te estrecho la ce en la cre- . á obrar pre- Dvilunio: toda o á las piedras 30 brazas de ; Fuego, alta, i un gran nú- ir parte no es- lidado en sus ahogadas que ite están muy >e su cercanía el tiempo no o útil por su o, situada en na una buena ncuentran ha- iulce, mucha cado. Su boca ancho y dos sarse en siete :ancia de me- Irá construirse rtunas para en- i'in los días do CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 495 También en la bahía de Valentín, al Sudoes- te Vi Oeste de aquélla, se encuentra agua y ar- boleda (i). La Isla de los Estados es muy alta, su eminencia quebrada y llena de picos, cuyas sombras le dan un color arenisco. Cuatro leguas al Oeste del Cabo San Juan en la costa septen- trional, está el puerto de Año Nuevo; es abrigado y muy hondable. Puede también fondearse entre las islas, en las que se hallará agua, yerbas antiescorbúticas, muchas aves y leones marinos: de la bahía del Buen Suceso, para el Oeste la Tierra del Fuego elevándosenos, y va tomando un semblante más desagradable y la intemperie va siendo más incó- moda. Al Sur 40° Oeste de k punta Norte de la bahía de Valentín, y á 63 millas próximamente, está el Cabo de Engaño. En este mismo rumbo están las Islas Bernabelas, 10 millas al través las Evouts y 15 las Nuevas, todas á la parte del Oeste. El Cabo Engaño es la punta Sur de las Islas de la Ermita, toda quebrada y rodeada de peñas- cos: á tres leguas de ésta está el Cabo de Hornos en latitud de 55° 58' y longitud de 61" 13' 40'': entre estos dos cabos parece haber un paso que conduce directamente á la bahía Nassau, se vén en éste una porción de islas pequeñas, y la costa parece formar á la parte del Oeste bahías buenas y abras. El Cabo de Hornos forma el extremo meridional de un grupo de islas de varias magni- tudes que están delante de la bahía de Nassau y que se conocen con el nombre de Ermita. El cabo se conoce de lejos por una colina elevada y re- donda que tiene. Entre la punta Oeste de la Isla Ermita y el falso Cabo de Hornos, está la entrada para la bahía Nassau. Por latitud de 55" 55' 15" y co- mo á seis leguas de la costa, está un grupo de islas, llamadas de San Ildefonso, cerca de algu- nos peñascos ahogados. Como al Oeste '/, Noroeste del falso Cabo de Hornos, 11 leguas de distancia, hay un canal de siete leguas próximamente que corre al Esnordes- te: fuera de esta dirección hay algunas islas, y en la punta Oeste de la embocadura hay dos co- linas elevadas en forma de pico, y al Este dos colinas redondas ó islas situadas Nordeste-Sud- oeste. Del falso Cabo de Hornos hasta el Cabo de la Desolación, corre la costa próximamente al Oesnoroeste. Las altas, peñascosas y estériles montañas que presenta, cubiertas en parte de nieve que no se derrite ni con el calor de lo^rayos del Sol en el verano, ponen horror á los más atre- vidos marineros y movieron al intrépido Cook á (1) Fondeó en ella el chambequín Andaluz. Vi^&n- so las noticias del Piloto Berlinguero. nombrar Cabo de la Desolación, á aquél que daba principio á esta porttntosa multitud de peñascos que parece desafían la bravura del Océano, que con su violentísimo batidero ha destrozado sus orillas, y entre éstas innumerables quebradas se halla la de la Natividad en 55" 21' 30" de la- titud. El canal de este nombre lo forman la tierra á que llamó tierra de Natividad Cook y una por- ción de islas: éste ofrece muchos y buenos sur- gideros; entre las marcas que dio el Capitán Cook para tomar el uno de ellos, son las siguientes: viniendo de lámar, déjense á babor todas las islas y peñas con que están de través, y más adentro el \^ork Minster (cuyo nombre se da á un promon- torio que hay en una de las islas que forman el canal) y á estribor el peñasco Negro que está de- lante de la extremidad Sur de la Isla Shagg, y estando delante de la extremidad Sur de esta isla, tírese al lado del Oeste, evitando las capas de sargazo, porque crecen siempre sobre los pe- ñascos. En estas abras se encuentra agua y leña, pues en los parajes en que las aguas de las lluvias y nieves derretidas han traído escombros, se han formado capas de grama; ésta en ciertos parajes sirve de alimento á los arbustos. Como á II leguas del canal de Maridad está la Isla de Gilbert, de igual elevación que la cos- ta, y presenta una superficie compuesta de mu- chos peñascos puntiagudos de alturas desiguales: algo al Sur de esta Isla hay otras pequeñas, y fue- ra de éstas, rompientes. El Cabo Desolación está por latitud de 54° 55': cerca de cuatro leguas de este cabo, hay un ca- nal profundo en cuya entrada hay una isla bas- tante gruide y otras pequeñas. Al Noroeste del Cabo Desolación, está la grande bahía de Santa Bárbara, de la que dice Cook que al pasar como unas siete leguas, apenas se veía tierra de su fon- do, y que en el espacio que corre al Esno'deste de Cabo Negro, no se descubrió tierra, creyendo po- dría estar allí el canal de Santa Bárbara (i). Cabo Negro, situado en 54" 30' de latitud y 67" 00' de longitud, es una roca escarpada de una altura considei'able y punta Sudoeste de una gran- de isla, que parece separada una legua ó legua y media de la tierra firme. Como al Norte 10° Oeste del Cabo Negro á 28 millas de distancia está el Cabo Glocester: ej una punta avanzada, que presenta una superfi- cie redonda de una altura considerable y parece isla. Al Nornoroeste 5" Oeste, á 17 leguas de éste, está la Isla de Landfall. La costa comprendida 'W,\ (1) Aunque se han adoptado las frases del Capitán inglés, son compatibles con la configuración de la cos- ta en su carta. X 496 VIAJE ALREDEDOR DEL Ml'NDO entre estos dos puntos, forma dos bahías sembra- das de islotes y rompientes. La costa parece muy quebrada y con varios canalizos, 6 compuesta de un gran número de islas. Cabo Deseado está por 52" 49' 20" de latitud; es alto, y se ven sobre él montañas puntiagudas con sus cimas cubiertas de nieve. Como al Nordeste del Cabo Deseado, y á dos leguas de distancia, está el Cabo Pilares, por la- titud de 52" 44' 23" y longitud de 68" 56'. A la costa comprendida entre estos cabos, se anteponen por más de una legua muchos islotes 6 rompientes conocidos con el nombre de los Doce Apóstoles. El Cabo Pilares es un conjunto de peñascos que se terminan en dos rocas cortadas 'n fomna de torres inclinadas hacia el Noroeste y forman la punta del cabo. De seis á siete leguas al Noroeste de este cabo se ven cuatro islotes llamados los Evangelistas, tres raros y el otro de figura de un ha/ de heno y bastante separado (i). Al Nornordeste, y á cuatro ó cinco leguas pró- ximamente de los Evangelistas, está el Cabo Vic- toria por latitud de 52" 22' 36" y longitud de 69" 00' 30". Al Norte de éste 10 y '/j leguas, está el de Santa Isabel: no puede darse descripción de la costa intermedia por no estar reconocida. Al Noroeste '/i Norte del Cabo Santa Isabel, está una punta que dista como 10 millas al Su- este 7* ^u'" ^^^ Cabo de Santa Lucía. Dicha punta y el Cabo de Santa Isabel forman la boca de uno de los canales que forman los destrozos de la tierra lirme en esta parte. El Cabo de Santa Lucía se conoce por su figura amogotada, y al Nordeste '/, Norte de él, distancia de cinco leguas, está la Roca Partida, en que Sarmiento observó 51" 10'. Al Oesudoeste de ésta, dos leguas á la mar, hay dos farallones, y desde ellos sale una anda- na de otros muy pequeños y bajos. Al Nornordeste próximamente de la Roca Par- tida, dos leguas, está la Isla de San Francisco. y Este-Oeste con ella el Cabo de Santiago, for- mando estos dos puntos la boca del brazo de la Concepción, que corre al Nordeste 5" Este. Recorriendo los diferentes canales que for- man el gran número de islas situadas entre Cabo de Santa Isabel y Cabo Primero, se encontrarían una infinidad de ensenadillas, caletas y puerteci- llos, que podrían servir de abrigo á embarcacio- nes menores en caso de necesidad. Pero la estre- chez de estos canales, las muchas y encontradas corrientes que giran ordinariamente en las direc- ciones de aquélla, y la multitud de islotillos y bajos de que están sembradas, hacen casi impo- (i) Noticias do Mr. Bougainvillc, sible el tránsito de embarcaciones de mucho porte. De los mejores surgideros que proporciona este archipiélago, son el puerto Bueno, situado en la tierra firme, de mucha extensión y con siete, ocho y nueve brazas, limpio, arena y lama. El puerto del Ochavarlo , á cinco leguas al Sueste de la Isla de los Inocentes, es una caleta abrigada y tiene fondo de 20 brazas arena. La ensenada de Guadalupe es tpmbién abri- gada. Una legua al Sudoeste de la punta del Hocicó del Caimán, hay un buen surgidero en 12 brazas arena. El puerto Bermejo (llamado así por tener una playa de este color), al Nordeste '/^ Norte ocho y media leguas del Cabo de Santiago, es seguro de todos vientos y de buen fondo, en r ie- te, ocho ó nueve brazas; pero solamente pueden entrar hasta embarcaciones de mediano porte, porque sale mucho un placer de la isleta que está en su boca. También en la Isla de la Roca Partida, hay por la banda del Este un puertecito en que se halla agua dulce. Desde Cabo de Santiago hasta una punta de poca altura situada en 50" 57' 30" y 69° 38', no está reconocido. Desde esta punta corre la costa al Norte 7° Oeste hasta Cabo de Tres Puntas, y se representa como una cordillera de cerros de piedra, mediana- mente altos, tajados casi á pico, con muchas quebradas y trozos de terreno bajo, notándo-e un abra grande por los 50". Cabo de Tres Puntas, situado en latitud de 49" 46' y longitud de 69" 47' 30", lo forma un monte con tres puntas, volado y bajo hacia la orilla,, y se reparan en él manchas blancas, par- das y negras; en la orilla hay bajos con mucha reventazón. Como al Norte 5° Este seis leguas de Cabo de Tres Puntas, está Cabo Corso, ó Pri- mero; es un morro alto y gordo, con caída hacia el Norte y parece isla, demorando al Nordeste. Tiene muchos islotes separados y muchos bajos. Estos dos cabos forman la boca del golfo de la Trinidad. Este Cabo Corso parece formar con otra punta al Norte algunos grados al Oeste siete mi- llas de distancia la Boca de la Campana, según la relación del Diario del Piloto Machado. Reco- noció éste el canal que hay entre la tierra firme y la Isla de la Campana donde esperaba hallar el puerto de Nuestra Señora, que dice Cedillo; pero no vi8 otra cosa que dicho canal Nornordes- te Sursudoeste, de seis á siete leguas, tan honda- ble que no es posible dar fondo sino muy cerca de las elevadas montañas que le cercan, y sobre piedra, y se divide después en otros angostos canales llenos de pedrones. CORBETAS D1SCUBÍERTA Y ATRBVIDA 497 s de mucho proporciona leno, situado ;nsi6n y con irena y lama. ICO leguas al s una caleta arena, pmbién abri- ita del Hocico en 12 brazas isí por tener este 7t Norte Santiago, es fondo, en r ie- nente pueden ediano porte, sleta que está Partida, hay ito en que se una punta de y 69° 38', no ta al Norte 7° ' se representa idra, mediana- con muchas , notándor,e un en latitud de , lo forma un bajo hacia la blancas, par- os con mucha ;te seis leguas o Corso, ó Pri- Dn caída hacia 3 al Nordeste, muchos bajos, el golfo de la Tiar con otra )este siete mi- impana, según achado. Reco- i tierra firme y raba hallar el e Cedillo; pero ú Nornordes- as, tan honda- no muy cerca ercan, y sobre jtros angostos Se infiere por su relación, que no hubieron hallado en todo el espacio desde la isla de la Campana hasta el extremo Sur de Chiloé, puerto que merezca mayor atención que la bahía de Quintín. Dice que tiene de ancho poco más de una legua y dos de fondo, que tira al Sudoeste; tiene 14 brazas en la boca y siete en lo interior, con una playita en la parte del Norte. La isla de San Javier tiene por la banda del Este una gran playa de 12 á 15 brazas de fondo arena, está abrigada de los vientos desde el Nor- noroeste al Sursudoeste, aunque con Norte hay marejada. También cerca de la bahía de Santa Bárbara hay una ensenada que tendrá de ancho como una milla y de largo dos ó tres y corre Norte-Sur. En el viaje del Lord Anson ae celebra mucho el puerto del Pingüe Ana. Y en las Guaitecas parece haber también al- gunos medianos fondeaderos: pero este archi- piélago, asi como el de Chonos está muy poco conocido. 63 Construcción de las cartas desde el puerto de Montevideo hasta el de Cliiloé. Hasta los },f' 30' la costa está trazada por nuestras tareas verificadas en la parte meridio- nal del Río de la Plata por los Tenientes de navio y fragata Concha y Vernaci. El primer meridia- no de estas cartas es el del observatorio nuestro de Montevideo, al cual se ha supuesto la longi- tud occidental de Cádiz de 50" 5' 45". Cualquie- ra diferencia que resultase en esta longitud, calculadas las ocultaciones de estrellas por la Luna, que allí se observaron, ó bien comparada á íilgún observatorio de Europa, nuestra observa- ción del primer satélite de Júpiter que da margen á aquella determinación, es una cantidad abso- luta que no inHuye en la carta siguiente. No está reconocido en nuesti'a navegación el trozo de costa comprendido entre la latitud indi- cada de 37" y 7ji y la embocadura del río Negro; pero la derrota de los Padres Cardiel, Estol y Quiroga (i) y las navegaciones y derrotas de los Pilotos D. Bernardo Tafor y D. Alejo Berlingue- ro, no dejan la menor desconfianza. Las embo- caduras del río Colorado y del río Negro y los bajos que salen á la mar en sus paralelos, están igualmente reconocidos por los Pilotos Tafor, Villarino y Peña: éste último ha intervenido en su colocación en la carta actual. Nuestras observaciones y bases corridas des- de la embocadura del río Negro hasta la punta Belén, sujetan ya con evidencia en latitud y longitud la parte comprendida de costa: pende la determinación de latitud de la observación de la altura meridiana del Sol, conforme en las dos corbetas, dos horas antes de avistar la tierra próximamente en el mismo pai'alelo en que se observó. La parte interior del golfo de San José está terminada por las sierras altas que hemos avis- (i) Esta derrota que tuvo lugar en el año de 1746 y se emprendió desde la bahía de San Julián, por mar, :í las órdenes del Capitán de navio ü. Joaquín de Olivares, ha sido trazada con mucha prolijidad por el Brigadier de Kjército D. José Custodio de Saá y Ta- rria, residente en Buenos Aires: existe en mi poder una copia del original, que el mismo Brigadier ha re- visado y me ha entregado en aquella capital. D. Ale- jo Berlinguero presentó á S. M. ea 1778 una descrip- ción de la costa Patagónica en la cual consta que re- conoció por sí mismo la costa desde los méganos do .irena hasta el Cabo de San Andrés. tado: su configuración depende de la derrota que hizo el Piloto Villarino en estas orillas, recono- cidos los puertos de San José y de San Antonio. El plano de aquel puerto, extractado de los del Piloto Tafor, puede tal vez ser capaz de una ma- yor perfección, y tanto más, si, como parece pro- bable, ha de ser aquel paraje el de mayor concu- rrencia de nuestros balleneros. En tal caso, las embarcaciones de S. M. que protejan la pesca, pueden fácilmente ocuparse de este objeto. De cualquier modo esto sea, desde luego toda embarcación podrá sin el menor sobresalto di- rigirse al puerto de San José, pues que la reca- lada, así en cuanto á sondas como á la vista de tierra, no puede especificarse con más seguridad; y la entrada del puerto y aun el paraje más oportuno para fondear, están claramente expli- cadas. En el puerto de San Antonio, faltándonos el Diario de Villarino, hemos comprendido los ba- jos que con presencia de aquel Diario ha puesto el Brigadier Saá y Tarria. No salimos garantes ni de su existencia, ni de su exacta posición, si existiesen. Rechazamos, sin el menor recelo, un bajo puesto en algunas cartas al Nordeste del extremo Norte de la península de San José: hemos nave- gado algo distantes una de otra las dos corbetas en el mismo paraje, y ni la mar ni la sonda nos han dado la menor sospecha de su existencia. Ya desde el extremo Norte de la península de San José, toda la costa siguiente está recono- cida y trazada por nosotros con la posible exac- titud, y á pesar que su igualdad, la falta de pun- tas salientes á la mar y de parajes elevados hicie- se difícil no equivocar unos con otros puntos, la continuación de las bases por corredera, la repe- tición de las de por altura de topes (i) y una es- tima llevada con una atención constante, nos po- nía al abrigo de todo error que tenga el menor influjo en la seguridad de la navegación. No sólo por lo que hiciesen sospechai'los pla- nos de Tafor, si también por lo que nos manifes- taba la sonda, admitimos un banco situado en el (i) Véase la introducción á las operaciones astro- nómicas sobre los resuliadus de nuestras bases dedu- cidas de las alturas de lus ipes. r^^^m ' ntevideo derrota que las, recono - an Antonio, o de los del ; de unama- :) parece pro- layorconcu- :al caso, las in la pesca, objeto, e luego toda ibresalto di- que la reca- í la vista de s seguridad; paraje más Tiente expli- Itándonos el idido los ba- io ha puesto nos garantes . posición, si ilo, un bajo ; del extremo hemos nave- dos corbetas la sonda nos xistencia. la península está recono - )osible exac- falta de pun- evados hicie- )s puntos, la lera, larepe- (i) y una es- mte, nos po- iga el menor ción. ichai- los pla- nos manifes- situado en el aciones astro- is bases dedu- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 499 frontón de la península, y en el paralelo de 42" 17'. En esa misma tarde, una continuación de corrien*ed y remolinos y la alteración de rumbos dimanada del trastorno de sondas, hacen que las bases de corredera sean irregulares, y dificil á deducirse la prolija determinación de los puntos de la costa. Siguen nuestros reconocimientos sin omitir punto alguno hasta el extremo Norte del golfo de San Jorge, y confrontadas la entrada del puer- to de Santa Clara y el de San Sebastián, la bahía de Camarones y la posición de las Islas Leones, Arce y Engaño, con las posiciones determinadas en el plano de Tafor, adoptamos de la carta de está hábil Piloto, también la bahía de San Grego- rio y el paso entre la costa firme y las islas in- mediatas. En la situación de la Isla Rasa, nuevamente avistada, y en el término de sus arrecifes, hemos puesto la mayor atención, sujetándolas á bases y observaciones particulares: pende de iguales datos la colocación del Cabo San Gregorio, del cual, parte luego la costa reconocida por el Pi- loto Tafor en el canal de San Jorge, Como quiera que en todas las costas indica- das no hemos carecido diariamente ni de la altu- ra meridiana del Sol, ni de las observaciones de longitud y variación de la aguja, conviniendo entrambas corbetas en un mismo resultado, que paireando en las pocas horas de la noche, no he- mos omitido punto alguno de la costa que no estuviese sujeto á dos ó tres marcaciones, po- demos responder de la exactitud de este trozo de costa, y al mismo t- mpo, tributar ai Piloto Tafor los elogios debidos, por la mucha aproxi- mación con que le había trazado. Son suyos los planos interiores del puerto Santa Elena y San Gregorio: hemos tenido presentes al mismo tiem- po, aunque con muy poca utilidad, los planos del Piloto Berlinguero, que navegó á las órdenes del Sr. D. Domingo Perler. El Cabo Blanco está situado en longitud por dos series de horarios tomados en su meridiano: su latitud (i), que hubiéramos deseado determi- nar en su paralelo, pende, á la verdad, de bases y puntos fijados á no mucha distancia del me- dio día: pero no ocultaremos, que habiendo expe- rimentado en este día errores considerables de estima, y debiendo, por otra parte, depender di- cha latitud Je estimas parciales, la determina- ción de la Atrevida difiere en 2' de la nuestra, y por consecuencia, este es el máximo error que tuviese, si no prefiriésemos próximamente la me- dia entre las dos, y es la que le hemos asignado. Las bases corridas desde la vista del Cabo (i) Está equivocada la posición del Cabo Blanco en la carta que se remitió desde puerto Deseado por manos del Piloto Peña, Capitán del bergantfn Carmen. Blxnco hasta el puerto Deseado, alargan la costa (' 7' en latitud, sobre la que determinan las la- titudes combinadas del trabajo interior y exte- rior del mismo puerto. Es tanto más singular esta diferencia, que de ningún modo podemos combi- nar con el curso de las mareas, cuanto que todas las circunstancias no podían ser á la sazón más favorables. En el Diario se deja ver la grande probabili- dad de que el bajo hallado por el Comodoro Bi- ron, esté en las mismas marcaciones y distancia á que lo pone aquel navegante; así lo hemos si- tuado en nuestra carta, en la cual manifestaran la sonda y la derrota, que indagamos su existen- cia tan de cerca, cuanto lo permitían las cir- cunstancias. Están acordes en el minuto las latitudes de las dos corbetas tomadas cuatro ó cinco leguas al Sur del Cabo Blanco y á su vista. La la- titud del puerto Deseado está observada en el cuarto de círculo, y con estrellas septentriona- les y meridionales. La de la Isla Reyes, resulta de las operaciones geodésicas con que se ha tra- zado todo el canal interior del puerto Deseado. Nuestra llegada á este puerto, en el cual se emprende nuevo examen de la marcha de los re- lojes marinos, cierra sólo una época de diezisiete días desde perder de vista el cerro de Montevideo; el número 10 de la Atrevida está confrontado en el meridiano de aquel cerro el día mismo de la sa- lida; y el número 61 de la Descubierta, confor- ma con aquél, de tal modo, que la longitud del fondeadero es por éste de 9" 52' al occidente de Montevideo, y por el número 10 de 9" 51' 00" (i). La marcha de estos dos relojes se halla, no obstante, considerablemente acelerada en las comparaciones del puerto Deseado, y esta dife- rencia nos inclinaría á hacer una corrección á la longitud última y á las intermedias, si no nos de- tuviesen, no sólo los resultados siguientes hasta San Carlos de Chiloé que ligan exactamente con la longitud del primer satélite de Júpiter, sino la igualdad diaria de los relojes, incompatible con una variedad tan grande en la cantidad de aceleración, cual se deja ver en sus marchas respectivas. Las distancias lunares observadas en puerto Deseado determinan una longitud me- nor en 23' á la asignada por los relojes. Las longitudes y latitudes desde la Isla Re- yes hasta el Cabo las Vírgenes, están deducidas de las tareas de los paquebotes Eulalia y Casilda, tomada la diferencia en longitud entre la punta del Guanaco y el Cabo Vírgenes, que deterrr:- nan aquellos Oficiales, tiene solos cinco minutos menos que la diferencia que resulta por nuestros relojes: esta pequeña cantidad se ha repartido en todo el trozo de costa .-on proporción á las di- (i) Véase el Diario astronómico . .' f ■ 300 VIAJU ALKEUUDOK UV.L MUNUO feí'cncias de latitud, y una tan grande uniformi- dad como la que se encuentra en esta multipli- cidad de tareas es la prueba más evidente de su seguridad. Las deteiininaciones nuestras son las si- f^uientes: CAIIU VIRU£NES. ClINrAdUANACl). Sa ■9.43 5a.19.4j LoHgittttiri. 63.19.56 Latitudfi. Li^ngituiifs. l'aqueboteii 47 4ft ■: Corbetju 59-54. «9 DiferenciiiA ei) lonKÍtud 1.15 6.41 Diferencian IduIck entre lojt nicriUianus intiicatJos nieno». . . 5,a6 El Cabo Nirgencbdebe también considerarse ya como uno de los puntos ultramarinos a la Europa, cuya exacta colocación ch longitud pue- da más bien asegurarse, y no desagradará un re- sumen de las tareas emprendidas últimamente, i|ue servirá al mismo tiempo de demostración en favor del mOtodo de las distancias lunares. Por el segundo viaje del Capitán Cook con observaciones de toda confianzu hechas cu el Christmas Sourd, .cfcridas al Cabo de Hornos, traídas con sus re- lojes al Cabo San Diego y con (i) los nuestros, de allí al Cabo Vírgenes. . . . Por el promedio deducido de las obser- vaciones del dicho Capitán en sus dos viajes Distancias Determinaciones de los Sres. Galiano y Belmontc en la fragata Nuestra Señora lie la Cabeza Reloj. ídem de los Sres. Chumaca y Cevallos en los pac|uobotes Eulal-i y Casilda Determinación de las corbetas Descu- HIF.RTA y ArREvn)A (2) Long itud nccidentAl de Cádií, del Cabo Vfrgenei. 62. 5.40 62.32.40 62. 9.43 62. 24.30 62. 19.56 62.18.41 (i) La dilercncia de meridianos entre Grrenwich y Cádiz, se ha supuesto de O" 19' o'' deducida de las diferencias parciales entre Cádiz, París y aquel ob- servatorio. Se advierte la de 6» 11' 50" en el Regui- site iabtes que no conviene con la anterior: siempre que comparemos nuestras longitudes á las del Capi- tán Cook debe entenderse que suponemos la primera diferencia. (2) .Aunque en la Atrevida y en la Descubierta se corriese base para deducir la verdadera distancia al Cal)o Vírgenes, no la hemos adoptado por el mu- cho extravío que advertimos por las corrientes, com- probado en una y otra corbeta por las observaciones en longitud de aquella mañana y tarde: se ha prefe- rido la distancia graduada á la vista, la cual no dis- crepa sino en tres minutos de la que determinan las bases de la Atrevida: la longitud está observada á la vista del cabo y la que se incluye es la del número 61 porque llega á Chiloé igual con la longitud del pri- mer satélite de Júpiter: el número 10 no discrepaba á la sazón sino cu dos minutos del número 61. En esta costa, comprendida entre el Cabo Vírgenes y el puerto Deseado (en la :ual como se ha dicho hemos adoptado las latitudes y lon- gitudes de los puntos esenciales, como las deter- minaban los Sres. Chumaca y Cevallos), debe- mos particularmente á los Pilotos Tafor y Peña la descripción detallada de los trozos interme- dios: son del primero los planos del puerto San Julián y Santa Cruz y la descripción de la costa intermedia. El segundo ha conseguido examinar últimamente el río Gallegos, y el bajo Bellaco, de los Nodales, completando así con la mayor exactitud esta parte esencial de la costa (i). El bajo liellaco se ha situado por nosotros en la misma posición, relativamente á la costa, que le determina el Piloto Peña y va inserta á la letra en el derrotero (2). No es fácil determinar con exactitud el veril del banco: esta es obra de mucho tiempo y de re- sultas de un examen de muchos Diarios que en el día, ni están á mano, ni pudiéramos examinar con la madurez necesaria. Hemos adoptado inte- rinamente las sondas que determina la carta del Piloto Tafor. Las Islas Malvinas se habían mantenido hasta aquí al abrigo de la navegación astronómi- ca; de suerte, que no sólo su distancia á la costa y su verdadera posición quedaban dudosas, si también en su extensión y figura cabían diferen- cias notables: basta comparar la carta de mon- sieur de Bougainville con la del Capitán Mac- Bride (j), y ésta con la de nuestros pilotos para ver palpablemente estas diferencias. No es nuestro ánimo el acertar exactamente las distancias y anumbamiento del sin fin de is- las que forman este archipiélago r-^.nplicado; pero podemos asegurar que toda la costa septen- io Mr. de Bougainville. no haciendo memoria que esta vigía había sido vista anteriormente por los hermanos Nodales, la sitúa por 48° 34' á seis ó siete leguas de la costa: había sido la determinación de los Nodales con los astrolabios, de 48" 30', dicen: /«/>wí nuestro camino: if las cinco ó nids de la tarde encontramos muí baja que lavaba la mar en ella cinco leguas ti la mar foco miís ó menos: es muy bellaco bajo, porque está debajo de la mar, que con ir con buen tiempo y poco mar, rom- pía y lavaba la mar en el bajo. Sondamos junto del bajo y hallamos 2Ó brasas y piedra. (2) El Excmo. Sr. Virey de Buenos Aires me ha remitido á Santiago de Chile copia certificada de la relación del Piloto Peña. La he recibido del mismo Piloto, á Lima. (3) Adviértase que en la carta del segundo viaje del Capitán Cook está equivocada la extensión de las islas, según lo notaron los Sres. Galiano y Belmente (pág. X70 del Viaje al Magallanes \. También merece atención el error del Dr. Hausket Worthk en la reco- pilación del viaje del ComodoroBiron, determinando la distancia entre el puerto Egmont y las dos islas bajas del Norto ó Piedras Blancas: supone i6 leguas hablando de la (entrada, cuando el plano y la misma navegación de la salida no dan sino tres á cuatro; incurro en la misma equivocación la traducción fran- cesa. ' tre el Cabo :ual como tudes y Ion- io las deter- Uos), debe- afor y Peña os interme- puerto San de la costa lo examinar ijo Bellaco, )n la mayor 3Sta (i). 3or nosotros á la costa, inserta á la tud el veril mpo y de re- trios que en IOS examinar optado inte- la carta del mantenido 1 astronómi- ia á la costa dudosas, si lían diferen- rta de mon- apitán Mac- pilotos para exactamente sin fin de is- r->'.nplicado; ;osta septen- ido memoria lente por los A seis ó siete nación de los dicen: Fuitnos ie encontramos ef;uas ti la mar me está debajo .ívaciones de latitud con el ociante, particular- mente en la isla de San Fernando, inmediacio- nes de la isla de Guayanecos, y en el extremo Sur de la de la Campana: alj;unas se aíian/an re- ciprocamente, y manifiesta en su Diario haberlas hecho con buen Sol. Su derrota, pasando las piraguas á hombro por el istmo de Ofgui, y luego siguiendo por los canales de Tallos y del Castillo hasta la boca de la Campana, guiadu de una india, merece una noticia particular: corresponden los tiempos que experimentó con los de Sarmiento y con los nues- tros. Todo demuestra que el navegante debe se- pararse de estas costas. De las latitudes indicadas , ha sido preciso deseciiarlade la isla de San Fernando en 45" 47', pues si admitiese ésta y se graduase su carta que no tiene troncos con atención á ella, quedarían los minutos desde Chiloé hasta ella, de la mitad del tamaño de los que siguen desde esta observa- ción hasta i¿;. .r'inediata A Sur: al contrario, to- mp'^'do la de la isla de San Pedro y la que hizo más al Sur, que fué en extremo meridional de la isla de la Campana, y dividiendo igualmente el tronco de latitudes de la carta, se acuerdan to- das las demás observaciones á muy corta diferen- cia; pero la isla de San Fernando quedaría en 46° 17' en lugar de 46° 47'. Si á esto se añade que el abra del puerto del Pingüe Ana, de la es- cuadra del Almirante Anson, está al Sur y la co- locan en la relación del viaje de este Almirante en 46" '/,, se aumenta la precisión de desechar la tal latitud; por otra parte, reflexionando que la península de los Tres Montes, quedaría en nues- tra graduación dicha mucho más al Norte de lo que la ponen las cartas que tenemos de esta par- te, y teniendo una marcación del Cabo de Tres (i) Machado llegó hasta el Cabo Corso, aunque dé este nombre al que ahora es Cabo Tres Morros: equivocado de unas noticias poco verídicas, y sin con- sultar el viaje de Sarmiento, creyó ser el Cabo Corso una tierra alta que veía desdo la tierra firme, inmedia- ta á la Isla de Santa Bárbara, así supuso que había una tierra baja en un canal que veía abierto, y que es sin duda el canal de la Trinidad, cuya anchura determina de seis leguas, exactamente la misma que determinó Sarmiento y nosotros hemos advertido. Es un acaso muy feliz que convengan las latitudes de Sarmiento y Machado con las nuestras; y esto hace tanto honor á la exactitud de aquel primer navegante como á los Üíiciales que le han interpretado. Morros, que hizo el dicho Machado estando una legua al Norte de las .Xyaotas, se ha bajado el Cabo de Tres Montes y toda la península de este nombre, y' más al Sur para buscar asi la marca- ción dicha, respecto al tronco de las longitudes, se ha dividido en la carta de Machado, de suer- te que resulte entre el extr mo Sudoeste de Chi- loé y el Cabo de Tres Montes, la diferencia que hemos hallad») por los relojes referido; por la car- ta de .Moraleda al dicho extremo (i). Además de las dudas y combinaciones indica- das, hay también la esencial para una exacta co- locación de la costa que Machado no costeó la parte exterior de la peninsnla de Tres Morros, la cual, por consiguiente, en sus puntos interme- dios, pudiera variar considerablemente. Lo mis- mo puede decirse de la Isla de Santa Hárbara: finalmente, que la existencia de la Isla de San- ta Catalina pende de sola una noticia de los in- dios dada al mismo Machado. Ya desde la Isla de luiajos y extremos de Chiloé, varía considerablemente la probabilidad de una exactitud constante. D. José Moraleda, primer Piloto de la Keal Armada y Alfcrez de fragata j^rnduado, ha costeado y trabajado pro- lijamente dt len del Gobierno, ambas costas del canal entro a isla y la tierra firme. Desde el extremo Suiocste de la isla, desde los altos in- media^ 1 al e::t : mo Norte, y desde algunos pim- íos intermedio;! á lo;, cuales ha transitado por tierra, ha logríido arrumbar prolijamente' toda la costa ocrii.;níal, y tius latitudes comparadas á las nuestras ;,obre la punta de Yaqui, no dejan la menor desconfianza en esta parte (2), si se ex- ceptúa un trozo de costa inmediato á las Tetas de Cucao, en el cual hemos trabajado nosotros mis- mos, y hallamos una diferencia considerable en latitud, bien que nada extraña, por no haber po- dido Moraleda transitar en aquella costa, y de- terminar, por consiguiente, diferentes distancias. Toda la parte septentrional de Chiloé, desde el Chacao hasta la entrada del Chasco, deducida de una serie de triángulos formados con el teo- dolito, no hay punto en que no concurran tres ó cuatro marcaciones, y así podemos asegurar que este trozo de costa es de los que piden de nues- tra parte una mayor confianza. Las sondas únicamente son las que hemos adoptado dgl piloto Moraleda: las ha ratificado (i) Se han tenido presentes la navegación desde Chiloé de un Sr. Mancilla en el año de 1767, que pa- rece forjada maliciosamente, y existe en la Secretaría del Vireinato del Perú; los detalles de Herrera que indica algunas distancias y arrumbamientos, y el viaje del Padre José García Alsac, de la extinguida Com- paftíd. Jel que nada útil puede deducirse. (2; T'foraleda se ha valido del ociante para las ob- servaciones del frente y del cuadrünte para la de es- palda; siempre se ha valido de las declinaciones cal- culadas en el conocimiento de tiempos. -J0 i ^ 504 VIAJE AI.KEDEDOK DHL MUNDO muchas veces, y no podemos desconfiar de su exactitud, confrontada también en lo que hemos navegado. La longitud de San Carlos de Chiloé es uno de aquellos puntos que merece ser desmenuzado, pues que le miramos como el verdadero concur- so de las longitudes determinadas á ambas cos- tas Patagónicas. El número 61 de Arnold (i) la prefijó de 17° 34' 13" al Occidente de Montevideo, sobre una marcha determinada en puerto Deseado, confrontada en puerto Egmont, y ratificada en los primeros días en San Carlos de Chiloé. El número 10 de la Atriívida, con iguales datos, la hacia llegar á 17" 38' 30", y las ecua- ciones correspondientes conducen los demás re- lojes á ese mismo resultado: ahora, pues, la ob- servación de la noche del 6 de Febrero en el pri- mer satélite de Júpiter, hecha por tres observa- dores con las circunstancias más favorables, de- termina la de 17" 35' 30" cuando el promedio de los relojes indicados es de solos 45" más occi- dental que ésta. Concurren agradablemente á afianzar este resultado, no menos otra observación de la mis- ma especie hecha en el mismo puerto, si tam- bién los resultados de las observaciones del Padre Teville en Penco, con los cuales combina dentro del minuto la diferencia de meridianos asignada por los relojes entre San Carlos y Talcahua- no (2), con cuyos antecedentes ya no es temeri- dad el asegurar la longitud de ambas costas in- termedias en una aproximación á la verdadera „uaiido esté en el alcance de las operaciones ma- rítimas. Como los resultados del número 61 fuesen tan aproximados á las observaciones celestes, ha parecido inoportuno el variar las longitudes intermediaii para el error leve de i'; tanto más, que teniendo correspondientes en Europa así las observaciones de Montevideo como las de Chi- loé, cuyos meridianos son los que terminan el trozo de que se Ivabla, puede tal vez la pequeña diferencia que resulte en las comparaciones ab- sorber aquel error por otra parte insensible. Estas mismas diferencias no deben ya variar las combinaciones de los relojes, sí sólo repar- tirse en el total de la costa proporcionalmente, á cuyo fin (como ya se dijo) se ha separado la costa en distintos trozos, dependientes de un me- ridiano en el cua! ,e hayan hecho observaciones de mucha confianza. Siendo la verdad la base esencial de nuestras (i) Véase para mayor claridad e! Diario astronó- ir_■,■. mmmmmm m i 506 VIAJE ALREUliDOR DHL MUNUO contraste del Norte á la travesía, 6 de ésta á aquél, ó al Noroeste, que son muy frecuentes, y lo mismo el retroceso de los vientos del Sur y Sudoeste al Oeste habiendo pasado de éste á aquellos, lo que en el común sentir de estos na- vegantes no sucede aquí sino que sigue contra el orden de la aguja al Sueste y Este hasta volver á establecerse al Norte, pero esta regla tiene muchas excepciones. En la costa occidental de esta isla y algo fuera de ella, no se experimentan más corrientes que el continuo choque del mar, siempre agitado de Occidente á Oriente, pero desde la entrada de los canales de Chacao y boca del Huajo para adentro, es tanta la multitud de corrientes y va- rias direcciones que toman las mareas, cuanto es de las inílexiones de las costas, puertos y ensena- das de la isla principal por su parte del Este, y de los canales que ésta forma con las inmediatas, y lo mismo sucede con la rapidez de su curso ó cantidad de movimiento con lespecto á la mayor 6 menor angostura de los citados canales, y con- figuración y distancia al suelo del mar en ellos, lo que se manifestará en sus respectivos lugares. .Vote. I." Que los rumbos que se expresan en estas derrotas son corregidos de abatimiento, corrien- tes ó mareas y variación de la aguja, que es al presente de 14" en la costa del Norte de la isla y de 15" 14' en la del Sur de la especie del Nord- este. 2.' Que en cualquiera de los puertos de estas derrotas, como en la mayor parte de las costas de la isla, se encuentra excelente agua y leña en abundancia. lininida al puerto de Sun Carlos, situado en la la- titud Sur d:- 41 5j' j» en la longitud de 303° 21' de Tenerife. 1." Todo navegante que de los mares de Eu- ropa ó de esta America venga á entrar en el puerto de San Cirios, debe proporcionar su re- calada á él por los 41° 45' á 50 de latitud, á dar vista á las puntas de Pologüe, Gabun, Huechu- cucuy y lluapacho, que es la más Norte de la Isla de Chiloé, las que están contiguas en la pe- nínsula de Hiupi-Lacuy (los naturales le lla- man la Isla) y no hallándose muy aterrado, ten- drá también á la vista, con tiempo claro los fara- llones de Carelmapu hacia el Nordeste y acaso la Isla de üo'ia Sebastiana, lo que reconocerá, no- tanJo que de la citada punta de Huapachoó de la de Huechucucuy corre hacia el rumbo del Sur '/» Sudoeste la costa de la isla grande de me- diana elevación, con algunos mo.ritos y farallo- nes pequeños cerca de ella, y de las puntas di- chas de Huechucucuy y Huapacho para el Norte no se verá 'joi-ta alta ninguna, sino á larga dis- tancia, pues toda la que está al Este de los ci- tados farallone ' de Carelmapu é Isla de Doña Sebastiana es la más baja de toda esta inme- diación. 2." Recalando por los 41° y 50', se llevará casi al Este la punta de Pologüe, la que se reco- nocerá, porque de ella para el Sur empieza la grande playa de Cocotue, y su ensenada, que no admite confundirse ó equivocarse con otra al- guna de sus inmediatas, que son pequeñas. Reco- nocida líicha punta seguirá el rumbo Norte 7» Nordeste o Nornordeste á distancia como de una legua de la costa, hasta estar tanto avante con la punta de Huechucucuy que avistará casi al Este la de Huapacho, y continuará al i-um- bo del Esnordeste para resguardarse del bajo de Huapacho, hasta que la punta de este nombre que se reconocerá por ser como se ha dicho la más Norte, y por un islote árido que tiene cerca, demore al Esueste, que entonces se dirigirá á ella, llevándola algo descubierta por estribor, y suce- sivamente al morro de Huapi-Lacuy en los mis- mos términos, el cual corre con dicha punta Su- este '/^ Sur, Noroeste '/* Norte. Montado este morro se verá al Sursueste distancia como de una legua, la punta de Agui que es la del Oeste del puerto, y tiene sobre sus lajas un pequeño cerrito frondoso que aparece un islote, poco separado del grueso de la punta, el que se llevará algo descu- bierto por babor hasta estar de dos y medio á tres cables de ella, que se arribará á montarla, lo que verificado se hallará ya dentro del puerto de San Carlos y á la vista de su pueblo, que le demo- rará al Sueste 7» Sur, y orzando seguirá para den- tro al rumbo del Sursudoeste hasta rebasar los sargazos del bajo de Pechucura, que son visi- bles, y conseguido orzará á atracar mis á la cos- ta para fondear entre los dichos y las puntas de Barcacura y Arenas, que es el mejor surgidero de este puerto, donde dejará caer el ancla en seis á siete brazas de agua fondo de lama y arena, á distancia de tierra como de media mi- lla, y se amarrará de Nordeste-Su.loeste. 3." Advertencias. Para entrar en este puerto, especialmente de noche, se ha de tener mucho cuidado con el estado de la marea y su curso y violencia, por lo que se hace preciso advertir, que entre las puntas de Huechucucuy y Huapacho, los días de novilunio y plenilunio es la pleamar á las once del día, su curso casi de Este-Oeste y su movimiento de tres millas por hora con cor- ta diferencia, bien entendido, que siempre la va- ciante es algo más velaz que la creciente, y que aquélla se aumenta mis en el invierno, por razón de las avenidas de los r!os con Ir s lluvias, y ésta por los impetuosos vientos de fuera. 4." Tan.bién se advierte, que si entrando en ^ jara el Norte á iarga dis- íte de los ci- sla de Doña a esta inme- se llevará i que se reco- r empieza la nada, que no con otra al- ueñas. Reco- bo Norte Yi como de una o avante con stará casi al lará al rum- .se del bajo este nombre 2 ha dicho la 2 tiene cerca, lirigiráá ella, ■ibor, y suce- y en los mis- ha punta Su- Montado este i como de una del Oeste del :queño cerrito o separado del á algo descu- os y medio á á montarla, lo del puerto de , que le demo- uirá para den- la rebasar los que son visi- mis á la cos- ías puntas de ;jor surgidero r el ancla en 0 de lama y de media mi- loeste. 1 este puerto, tener mucho y su curso y I advertir, que y Huq pacho, es la pleamar le Este-Oeste hora con cor- iempre la va- :ciente, y que no, por razón luvias, y ésta i. í entrando en CORBliTAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 307 San Carlos con vientos escasos se intenta llegar al amarradero dicho bordeando, se ha de tenc cuidado de no prolongar la bordada hacia la cos- ta del Este más que hasta la medianía de la dis- tancia que hay de costa á costa, porque del dicho paraje para la del Este, es placer de cuatro bra- zas á menos agua; y así, con embarcación gran- de, es mejor ir á remolque con marea favorable 6 á la espía, y no exponerse á varar como sucedió al navio de guerra San Pedro Alcántara en 1780, al que una feliz casualidad de viento y mar, en las cincuenta y tres horas que estuvo varado, li- bertó de una pérdida, que acaso hubiera sido de mucha consideración é irreparable en la ocasión en que ocurrió aquel acontecimiento. 5." Se debe tener presente también, que la recala á la punta dicha de Pologüe, es en tiempo de verano que reinan los Sures; porque en el de invierno que vientan los Nortes, no se ha de pa- sar de los 41" 40' para el Sur por ningún caso, pero por esta altura, se presentará en aptitud de tomar el puerto con cualesquiera de los vientos propios de la estación, que como se ha dicho, son del Norte al Oeste impetuosos y con cerrazones, y la costa que desde la citada punta sigue para el Sur, toda sin guarecedero alguno, no sólo para la embprcación, pero ni aun para las vidas de los infelices que tengan la desgraciada suerte de naufragar en ella, porque toda es inaccesible. 6." Entre las puntas Huechucucuy, Huapa- cho y Tenuy, se halla el bajo de Huapacho, que es de arena con algunas peñas, especial- mente hacia su parte del Norte; tiene de largo media milla, tendido casi del Nornordeste y Sur- sudoeste, y de ancho como la mitad de dicha distancia; está por enfilación al Ivste 19" 45' Nor- te de la punta de Huechucucuy lo más Norte de él distancia de tres millas, y al Oeste 2" Norte de la punta de Tenuy (ésta es el islote de Hua- pacho, de quien se ha hablado) distancia de ima milla, y lo más Sur de él distancia del fondo de la ensenada de arena de Huechucucuy cosa de media legua, cuyo espacio es de buen fondo de 12 á 14 brazas de agua, donde por haberse gua- recido el Piloto D. Juan Golindano con el paque- bot Monserrate, suelen también llamar de Golin- dano á dicho bajo; en las peñas que tiene en s"j parte del Norte y Oste, se perdió la fragata Bal- bancda del comercio de Lima la noche del 23 de Diciembre del año pasado de 1788, conduciendo el Real situado para esta provincia, del que no se salvó nada casi más que las vidas, por lo apreciable del tiempo: y en la misma noche po- cas horas antes de la Balhancda, se perdió tam- bién en la playa de dicha ensenada de Huechu- cucuy el paquebot El TránsUo (alias el Papudo), de quien se salvó casi toda su carga. 7." Nota. Que el puerto de San Carlos es el principal de la provincia y donde se ejecuta el comercio de ella con las demás del reino: su si- tuación es la más ventajosa para el efecto y para la seguridad de la navegación; tiene varios sitios de excelente agua para proveerse de ella; es seguro de buen tenedero sobre fondos propor- cionados, y capaz de contener bastantes embar- caciones resguardadas de los vientos que domi- nan especialmente en el invierno; pero se surge á una legua de distancia del pueblo, la que suele ser intransitable muchos días en la expresada estación. El terreno vecino es regular para la- bor, tiene muy poca, y casi todo está cerrado de espesísimo bosque, á excepción del que se des- montó para la formación del fuerte y pueblo. Este último, aunque desordenado, es el único que merece nombre de tal en toda la provincia, porque los habitantes de ésta están dispersos por las orillas del Norte y Este de la Isla Grande, y en las contiguas á ella, con las habitaciones en distancia unas de otras de media milla, una, dos y algunas mucho más. El vecindario de este pueblo consiste en 248 familias; pero desde Di- ciembre hasta Marzo ó Abril se aumenta por ser el tiempo en que viajan á él las embarcaciones de comercio: no tiene el pueblo puerto seguro para embarcaciones menores, como lanchas, pi- raguas, etc., por cuya razón, aunque la escasez de víveres es general en toda la provincia, se hace más sensible en este lugar por faltarle los recursos que le proporcionarían en el particular la mayor abundancia de piraguas de otros para- jes de la costa c islas pobladas, teniendo aquí un buen surgidero en que guarecerse del rigor de los tiempos de dicha estación. 8.° El fuerte de San Carlos (no hay cosa más distante de serlo) sólo es provisional, muy reducido, y está casi desecho; pero en cual- quiera disposición que se ponga, ó bien reedifi- cando el actual, ó bien construyendo de mam- postería, es inútil, y los 27 ó 28.000 pesos que costó, según dicen, al Rey, un sacrificio que la ignorancia hizo del Erario Real. Igualmente son inútiles, ínterin no haya tropa suficiente para su guarnición, todas las baterías provisiona- les que se construyeron el año de 1780 (están desechas) á excepción del fuerte situado en la punta de Agui, que en mi concepto debe edifi- carse de obra firme, y la batería de la punta de Barcacura. Aquí, porque debajo de su cañón han de entrar indispensablemente las embar- caciones grandes y medianas que vengan á este puerto; y la batería dicha, porque el surgide- ro mejor y aun preciso del invierno, está bajo su tiro de cañón; por lo que concibo, que aunque sea provisional, debe tenerse siempre en estado de buen servicio. En lo demás, no creo absoluta- mente preciso otra fortificación que la movible, esto es, tropa bien disciplinada, que es de lo que enteramente se carece aquí. .•I ■■ ^n '>■} 508 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Entrada al Puerto del Cluicao, situado en latitud Sur de 41" 54' en longitud de 303" 47'. g.° Si desde el Océano fuese el intento ir al puerto del Chacao, luef^o que haya montado el bajo del Huapacho, se hará el rumbo del Este hasta estar Norte- Sur distancia de una milla de la punta de su nombre, desde cuyo paraje se hará el Este 6" Sur la distancia de 12 millas, por el que pasará una y media de la isla de Doña Sebastiana, por su parte del Sur 2 al Norte del bajo del Ing;lés, y como media legua de la punta de Chocoy, y morro de la Picuta de Carelmapu, sin riesgo alguno de las peñas de Punguñon; y al cumplir dichas 12 millas, se hallará tanto avante con la punta de Punguñon, demorándole al Sur: desde este punto se hallará el rumbo del Este 12° Sur distancia de ocho millas, llevando casi por la proa algo descubierta por estribor la punta de San Gallan, que en esta situación es la tierra más Este que llevará á la vista por dicha ban- da, á la que se atracará hpsta la distancia de dos á tres cables, y á esta misma seguirá cos- teando á rumbo del Sueste '/* Este poco más de una milla, y lo mismo al Sueste '/^ Sur, y cumplidas ambas, se hallará tanto avante con la punta de Remolinos (es de peña tajada al mar) y con el pueblo del Chacao á la vista demorán- dole al Sur, cuyo rumbo se hará hasta estar Nor- noroeste Sursueste con la iglesia, distancia como de un cuarto de legua ó media milla, donde se dejará caer el ancla en 10 ó 12 brazas de agua fondo de lamp., y se amarrará de Noroeste Sueste. 10. Advertencias. En esta derrota es también absolutamente indispensable el cuidado con la marea para navegar con la favorable, á menos que no sea acompañado de un viento largo capaz de vencei la violencia de la contraria, que es de cinco á seis millas por hora, particularmente de Quiníerquen para el Este y aun al pasar por la boca chica, que la forman lo más Este de la isla de Doña Sebastiana, y la punta del Chocoy ó centinela de Carelmapu, si el viento no es muy superior á la acción de la marea contraria, es menester fondear en 18 ó 20 brazas de agua an- tes de abrir dicha boca, porque en ella adquieren una rapidez extraordinaria las mareas, siguien- do su curso al Norte y Nornoroeste y lo chupará, como sucedió á la fragata Favorita, propia de D. José Ostolaza, en 1774, la que habiendo sa- lido del puerto de San Carlos donde la construyó, la marea creciente la introdujo en el canal del Chacao, y la contraria la arrebató, obligándola á salir al Océano por la exp.esada boca chica que es bastante hondable. 11. El curso de las mareas crecientes es casi al Este hasta estar tanto avante con la punta de Punguñon, y desde aquí según la dirección de la costa al Este '/i Sueste, Esueste y Sueste; y su velocidad tanto avante con San Gallan, donde se estrecha el canal á menos de media legua en los días de novilunio y plenilunio, llega cerca de ocho millas por hora, y casi lo mismo en la punta de Remolinos. Los vaciantes siguen curso opuesto al dicho, y su mo/imiento algo más acelerado que el de las crecientes. 12. La razón de atracarse á la punta de San Gallan y de ésta para adentro como se ha di- cho, es la de libertarse del riesgo de la laja que está á media canal al Este 13° Sur de dicha punta distancia de dos millas escasas, la que á un tercio de vaciante se descubre, y aun en la mar llena la indica la multitud de revesas y grande escarceo que forma el encuentro del agua en ella; lo que hace huir su inmediación (es bas- tante peligrosa) sin embargo de ser muy acan- tilada la peña. 13. Si se quisiere venir á este puerto del Chacao, saliendo del de San Carlos, se pondrá á la vela en éste á media marea vaciante, y luego que se halle zafo de la punta de Aguí, se diri- girá al runrbo del Norte '/* Noroeste guiñando para el Norte, llevando el morro de Huapilacuy bien descubierto por babor, hasta que el dicho demore al Oesnoroeste distancia como de media legua, desde cuyo punto se hará el rumbo del Norte 7i Nordeste hasta que la punta de Hua- pacho ó su farallón (éste se ha dicho que es la puntilla d- Tenuy) demore al Oeste 15" Sur, que estará casi enñlado con Huechucucuy, y entonces empezará á navegar al Este 6° Sur, obrando en lo demás como se ha dicho en el número 9. 14. El puerto de San Antonio del Chacao, desde la población de esta provincia hasta el año 1768 que por Real ord->n se pobló el de San Carlos, era donde veníau las embarcaciones del Perú para hacer el comercio de tablas de Alersi y demás cortos ramos de industria de los moradores de esta isla, por cuyo motivo la po- blación era bastante crecida respecto á la pro- vincia: residían allí el Gobernador político y militar de ella, los Oficiales y tropa veterana de su guarnición, y los Tenientes de Oficiales rea- les, pero ha quedado como el resto de la costa con muy pocos vecinos dispersos, porque todo se ha trasladado al de San Carlos. 15. El terreno vecino es bastante apropósito para cultivado, y lo está á proporción del núme- ro y circunstancias de las gentes que lo habitan, que come á todas las de la provincia domina la pereza, especialmente á los hombres. 16. El puerto es bastante capaz y seguro en la benigna estación del verano, pero no así en la del invierno, porque para abrigarse de los vien- tos propios de ella, particularmente del Norte, apenas hay suficiente extensión para tres embar- 1 ^^ a dirección e y Sueste; an Gallan, s de media lunio, llega íi lo mismo ntes siguen liento algo s. nta de San se ha d¡- a laja que de dicha s, la que á aun en la revesas y ro del agua ón (es bas- muy acan- ir puerto del se pondrá á nte, y luego ui, se diri- te guiñando Huapilacuy |ue el dicho no de media rumbo del ita de Hua- 10 que es la 15" Sur, que y, y entonces obrando en I mero 9. del Chacao, cia hasta el pobló el de tibarcaciones de tablas de ustria de los lotivo la po- to á la pro- r político y veterana de )ficiales rea- de la costa porque todo e apropósito )n del núme- e lo habitan, ía domina la s. y seguro en I no así en la de los vien- e del Norte, i tres embar- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATKBVIDA 509 caciones, y no á la gira, en la poza ó ensenada del listero, que es donde pueden estar resguardadas; esto, los riesgos de bajos, largo del canal y vio- lencia grande de las mareas , hace mucho más cómodo á los navegantes el comercio con el de San Carlos, donde entran y salen las embarca- ciones, libres en la mayor parte de los citados riesgos. 17. Sobre un pequeño ribazo á la orilla del mar, hay un fuerte provisional, como el de San Carlos en mal estado é inútil; el Cerro de la Er- mita al Este lo domina á tiro de fusil , y puede ser atacado y tomado por la espalda con mucha facilidad y prontitud, desembarcando en la ense- nada de Manao que está una legua al Sur del puerto, el que para su defensa no necesita otrir fortificación que la tropa, y cuando se conciba preciso algún fuerte, parece debe construirse so- bre el cerro de la Ermita, cuya natural disposi- ción y no tener otro vecino que le domine, le hace á propósito para el efecto. 18. La pleamar en los días de Luna nueva y llena, es en este puerto á las doce del día; crece el agua 22 pies de Castilla, y en las mareas re- gulares 18; unas y otras son de á seis horas. Derrota del puerto de Chacao al de Linao, situado e» la latitud Sur de 42° 3', y en la longitud de 303° 47'- 19. Puesto á la vela en el puerto del Chacao, se gobernará al Este '/i Nordeste distancia de tres ymedia millas, lasque cumplidas, tendrá la punta de Tres Cruces que es la tierra más Este del Cha- cao al Oesudoeste como á una milla, desde donde se hará el rumbo del Sur guiñando algo para el Este la distancia de tres leguas, la que verificada, se hallará ya rebasado de la punta de Chillen, de la cual sale un pequeño bajo de arena como hasta un tercio de milla, y le demorará lo más Norte de la peninsulita Huapi-Linao al Oeste 26 ó 28" Sur distancia cuatro millas, á la que llevará descu- bierta por babor, atracándose hasta tiro de fusil por ser muy acantilado por esta parte; seguirá para ''entro al rumbo del Oesudoeste y Sudocs- t' Oeste hasta dar fondo en la inmediación de la Capilla sobre diez ó 12 brazas de agua fondo lama disíarcia de tierra como dos á dos y medio cables. 20. Advertencias. En esta navegación se ex- presa el desvío de una milla de la punta de Tres Cruces, no obstante ser tan hondable, que en ba- jamar á 50 varas hay 120 brazas, porque en ella tienen las mareas casi tanta violencia como en la de Remolinos, con grande escarceo y revesas que más de una vez han hecho sumergir las embar- caciones menores, y aun á principios áz este si- glo, una grande del comercio del Perú tocó en la laja del canal, y con la violenta acción de la marea, detenida en la iiunta de Tres Cruces, las revesas y el viento Sur fresco, la sumergieron, pereciendo toda la gente á tiro de pistola de tierra. 21. El desvío de la punta de Chillen, es no tanto por su pequeño bajo, cuanto porque allí Si' encuentran las mareas contrarias, esto es, la que entra por el canal de Chacao y desde la punta de Tres Cruces sigue al Sur, y la que entra por la boca grande del Huajo, y discurriendo por los demás estrechos y canales sigue hacia el Norte hasta dicho punto, donde la línea de división que forma el encuentro es tanto más peligrosa, cuan- to el viento sea más fresco, la embarcación más pequeña y la marea esté más próxima á su me- diación. Desde dicho lugar toman las vaciantes un curso diametralmente opuesto, pues la que desagua por el canal de Chacao al Océano, re- trocede hacia el Norte, y la que se dirige á salir por la boca del bajo, forma su retroceso hacia el Sur; esta raya del encuentro de las mareas, pro- curan cuidadosamente huir los naturales por las muchas desgracias que han ocurrido en cíia; fór- mase otra igualmente peligrosa entre la punta de Tres Cruces, ensenada de Parua é Isla de Abtao: en todo el canal del Chacao, hasta fuera del Huapacho al encontrarse la vaciante y creciente, con particularidad si la marea que acaba es acom- pañada de viento fresco: sobre los bajos de Chay- huau y en otras varias partes, pero las más peli- grosas son las dichas. 22. En el tránsito de la punta de Tres Cru- ces á la de Chillen, está la grande ensenada de Manao, que es sondable y de buen surgidero, aunque desabrigada á los vientos del Este y Nordeste que suelen soplar algo frescos, pero res- guardada de los más impetuosos y frecuentes del año. 23. En el puerto de Linao pueden abrigarse bastantes embarcaciones, pero es necesario en tiempo de invierno surgir en la ensenada de Guel- dan á distancia de dos á tres cables de tierra so- bre 16 á 18 brazas fondo lama y arena, y en el de verano á la misma distancia de la Capilla ó en el principio del Estero sobre fondo de 10 á 12 bra- zas arena; que de estos parajes hacia el medio del puerto va aumentando el fondo á 30, 40 y 60 brazas hasta la boca, en que hay ido. El terreno que forma el puerto es propio para el cultivo, y lo tiene, en lo que pueden las 12 ó 14 familias naturales que pueblan su contorno. 24. Este puerto se reconoce por la penínsu- la Huapi-Linao; su parte del Norte es la boca que se presenta como una isla tajada al mar por la parte del Este y Sur que es donde altea más; á corta distancia al Este se verán algunas rocas del Arrecife de Lobos, el cual sale de lo más Norte de dicha península al Este 18" Sur, distancia media milla, y á tiro de piedra de él, hay "^«" 5IO VIAJE ALREDEDOR UEI. MUNDO en bajamar de seis á siete brabas de agua; tam- bién sirve para el reconocimiento, la igualdad de la tierra algo alta que está sobre el puerto, y la playa del Llihuco, que desde Huapi-Linao corre hacia el Sueste, distancia de tres leguas, y es la mayor que hay en toda la costa oriental de la Isla de Chiloú. 25. Los días de novilunio y plenilunio es la pleamar en este puerto á las doce y tres cuartos del día, su aumento 22 pies, respecto á la baja- mar de dichos días y en las aguas muertas 18 pies. La velocidad que llevan en la boca, es de tres millas la creciente y tres y media la men- guante á media marea, que es su mayor fuerza. Derrota cid Puerto cíe Linao al de Castro, situada su hoca en latitud Sur ^2" e^o' y en longitud 303" ¡g' por los canales qus forman las Islas Quinchao y Chiloé, y ésta con la parte del Norte de la de Lemuy. 26. Saliendo de dicho Puerto de Linao, des- de la medianía de su boca se gobernará al Este hasta que lo más Sur del Barranco de Huapi-Li- nao demore al Sudoeste, que halh'ndose ya sin riesgo del Arrecife de Lobos, s . gobernará al Sueste Vi. ^ur, guiñando un poco para el Este y llevando la punta de Lobos de la Isla Caucahue, que es escarpada por estribor; á las 1 7 y '/a millas navegadas se hallará al Sueste '/i Este y Nor- oeste Vi Oeste, distancia como de una legua de la costa de la punta dicha, y demorándole el ca- nal de entre Cuicabi y los Chauques al Sur, á cuyo rurnbo se dirigirá, y habiendo navega- do 11 '/j millas, estará en la embocadura del ca- nal, y á medio freu de él sobre el rumbo del Sur ¿" Oeste, se seguirá hasta que lo más Sur de di- cha Cuicabi, que se llevará por estribor, quede al i-Iorte '/* Noroeste, que entonces se volverá á seguir el rumbo del Sur distancia seis millas, que cumplidas se estará Noroeste -Sueste con la punta de Tenaun, demorando al Oeste el canal de Quinchan, que empie/a entre la punta ó Mo- rro Calen y la islita Linlin; desde dicho punto se navegará al Oeste siete millas, con que queda rebasada dicha isla, que es escarpada por la parte del Norte y morro Calen. Desde aquí gobernará al Oeste 6° Sur, cuatro millas hasta estar Norte- Sur con la Capilla de Cuetalco á estribor, y punta IJuyará babor, desde cuya situación se hará el rumbo del Oeste 29" Sur cuatro y media millas, que cumplidas se estará próximo á la mayor an- gostura del canal de Quinchao, que es como de 800 varas, y se pasará á medio freu en vuelta del Sursudoeste, distancia de media milla hasta montar la punta de Cuyumuy, que es lo más Oeste de la Isla Quinchao* 'uégo se pondrá á go- bernar ai Sueste '/i, ^u' espacio de tres mi- llas hasta estar Esnordeste-Oesudoeste con la Ca- pilla de Curaco en dicha isla; desde este punto na- vegará al Sur 4" Este, distancia dos millas; lue- go el Este 28" Sur, y á las ocho millas estará rebasada la punta y bajo Aguantao, y á la vista demorándole al Oeste 32" Sur la punta Chalihue, en la Isla de Lemuy, y distante media legua al Sur la de Chelín. Desde dicho punto navegará al Oeste 25" Sur, hasta que la punta de Aguantao que llevará por estribor, demore al Norte una milla 6 poco más, desde cuya situación hará el Oeste 8" Sur, distancia ocho millas, y se halla- ra en la embocadura del Estero ó puerto de Cas- tro, qne la forman la punta de Tutil al Este, y la islita de Linlinao al Oeste. Del citado punto se dirigirá al Norte 8" Oeste hasta estar como á un tercio de milla de la costa del Norte, que en- tonces gobernará al Oeste 15" Norte, y á poco más de media legua se pondrá al Norte 28" Oes- te hasta navegar una milla, que cumplida, se ha- llará tanto avante con la punta de Pebque (es la más saliente de la costa del Este de este Es- tero) y á media canal de la mayor angostura. Desde este paraje se gobernará al Este 37° Norte distancia dos tres cuartos millas, y de este sitio al Norte 14" Este una y un tercio, que verifica- do, se hallará al Esnordeste-Oesudoeste con la ciudad, y en el mejor fondeadero respecto de ella, donde dejará caer el ancla en 13 á 14 bra- zas de agua, fondo lama, ó lama y arena, distan- te de la punta de Niculao, que e^ el desembarca- dero de la ciudad, y se amarrará de Norte á Sur. 27. Advertencias. Practicando esta derrota, si por alguna urg^^cia fuese necesario surgir en la playa del Lliuco, será en 20 á 25 brazas arena, á distancia como de media milla de tierra, porque más afuera aumenta el fondo repentinamente á 50, 60 y más brazas; y de dichas 20 para la costa se encuentra el placer de poca agua con muchas piedras sueltas desde Huapi-Linao hasta la Capi- lla de Lliuco para las puntas de Ahucho y Que- ñiau; el citado fondo de 20 á 25 se halla 400 6 500 varas de tierra, y su aumento para fuera es pronto y considt. nble, desapropósito para surgi- dero. Toda la playa es desabrigada de los vien- tos desde el Sueste para el Este y Norte hasta el Noroeste, y muy peligrosa con los del Este y Nordeste; de los demás está cubierta, y tiene los ríos de Metenguen y Ahucho para aguada. 28. Continuando en la expresada derrota, se hallan los surgideros de Terraun y Calen, ambos son buenos, con 25 á 30 brazas de agua fondo lama, á 500 varas de tierra; son desabrigados de los vientos del Sudoeste para el Sur hasta el Este, pero están á cubierto de los restantes, que como se ha dicho son los más impetuosos, y tie- nen dos riachuelos de buen agua con particula- ridad el 'e Terraun. De Calen para el Oeste, que ya es el canal de entre Quinchao y Chiloé, cualesquiera de las dos costas que lo forman son surgidero para toda suerte de embaixaciones mé- BMI 1' w 1 millas; lué- lillaB estará y á la vista :a Chalihue, dia legua al navegará al le Aguantan I Norte una ición hará el y se halla- ierto de Cas- 1 al Este, y citado punto star como á orte, que en- te, y á poco orte 28° Oes- plida, se ha- l'ebque (es de este Es- ir angostura. :ste 37" Norte de este sitio que verifica - doeste con la respecto de 13 á 14 bra- irena, distan - desembarca- ; Norte á Sur. sta derrota, si o surgir en la razas arena, á tierra, porque ntinamente á < para la costa a con muchas hasta la Capi- hucho y Que- ; halla 400 6 para fuera es to para surgi- de los vien- ' Norte hasta os del Este y ta, y tiene los agúala, da derrota, se Calen, ambos e agua fondo sabrigadns de Sur hasta el ■estantes, que tuosos, y tie- on particula- ira el Oeste, lao y Chiloé, lo forman son •caciones mé- COHBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIBA 5" nos para las que calen más de tres bra/as de agua; pues no pueden pasar por entre el astillero de Dalcahue y la costa de Quinchao sino á pleamar ó antes de media vaciante, porque es necesario fondeen antes de montar la punta ( Cuyurmie, que será lo mejor, é inmediatamente que se haya montado, esperar marea para pasar sin riesgo en dicho poco fondo; teniendo siempre cuidado de surgir más inmediato á la costa del Norte que á la del Sur, porque de tísta sale un bajo de arena y concha con mucho sargazo que á bajamar casi se descubre, y se avanza hacia el Norte hasta un tercio de canal, cuyo resto hasta la costa de Quinchao tiene á bajamar escorada tres y media brazas de agua, y este poco fondo scMo se extiende á un tercio de milla de Esueste Oesnoroeste, según la dirección del canal. La ensenada de Curaco en Quinchao, es también aplacerada, por cuya razón se debe pasar más inmediato á la cos- ta de Quelinquehue en Chiloé que se lleva á es- tribor, que A la dicha de Quinchao que es la de babor. 29. De la punta de Aguantao sale al rumbo del Este hasta la distancia de media milla, un bajo de arena que remata en punta aguda, que tiene á bajamar media braza de agua cerca del extremo del Este, pero casi repentinamente se cae á cinco brazas, profundidad suficiente para un navio de guerra. 30. De la punta de Yenue cerca de la Capi- lla de Nercon, en el Estero de Castro, sale un bajo de arena lama y marisco, que con varias inflexiones sigue hasta la punta de Niculao, p' cual se avanza en algunos parajes hasta 800 varas de la costa del Oeste, por lo que desde la punta de Pebque hasta el fondeadero de la ciu- dad, es necesario atracarse más á la costa del Este que á la dicha del Oeste. Este bajo queda casi todo descubierto á bajamar de aguas vivas, y á pique de su veril hay de cinco brazas de agua á más. 31. En orden á mareas se debe advertir que desde la boca de Linao hasta la cercanía del ca- nal ó estrecho de Quincabi y los Chauques, es el movimiento de poca consideración, pero de allí adelante son de absoluta necesidad para el via- je, y siguen con leve diferencíalos rumbos que expresa la derrota y sus opuestos, y sólo resta que advertir que en dicho estrecho es la veloci- dad que llevan como de legua y media por hora; hacia el Sur, del de una milla ó poco más hasta la angostura entre Calen y Linlin, de aquí en ade- lante, su velocidad, á proporción que va angos- tando el canal (razón común á todos los demás que se expresarán) de Quinchao, y en la mayer angostura de éste es de tres á cuatro millas, la que luego se disminuye á dos y media y dos hasta estar rebasado de las puntas de Aguantao y Chaliue é Isla do Chely que se disminuye más, pues apenas llega á media legua por hora hasta estar entre la punta deTu-tin c islitade Linlinao, que se vuel- ve á aumentar á dos y dos y media millas para adentro del listero de Castro; debiéndose suponer que todos estos movimientos son á media marea, y que se altera algo en las aguas vivas y tiempo de lluvias fuertes. 32. También se advierte, que en la derrota del rumbo al Sur para navegar desde la punta de Lobos de la Isla Caucahue hasta el Estrecho de Cuicabi, se halla al paso el bajo de Lumulmul, que es de peñas, y vela hasta un tercio de marea creciente: tiene de extensión Noroeste Sueste media milla, es muy acantilado, está Noroeste- Sueste con la punta de Quinf|uerquen que es la más Sueste de dicha Isla Caucahue; y siguiendo la citada derrota se deja por babor al liste dis- tancia como de dos millas. 53. Noiii. El Estero de Castro, que sin dis- puta es el mejor puerto de toda la provincia, y acaso también de los reinos del Perú y Chile, es excelente surgidero para grande número de embarcaciones de todos portes, con fondos muy proporcionados desde 20 hasta seis brazas que se hallan á tiro de piedra de sus costas, y en al- gunos parajes aún á menos distancia, á excep- ción de la que comprende el placer ó bajo citado. Sobre suelo de lama por lo general especial- mente de la punta de Pebque para el Norte, en él se está á cubierto de todos vientos, y su mar nunca se agita con ellos en términos de ocasio- nar riesgo. Todo el terreno vecino, aunque algo alto el de la parte del Este, es muy á propósito para poblaciones y siembras, con particularidad el del Oeste. La población es como se ha dicho; habitaciones dispersas por la campaña; aunque por las ventajas que ofrece esté terreno de^de Chonchí hasta las Capillas de Tey y Quilquico, están las casas más contiguas que en el resto de la provincia, y á consecuencia, es lo más culti- vado de toda ella. 34. La ciudad de Santiago de Castro, capital, está situada en la costa occidental del Estero por latitud de 42" 45' y longitud de 303" 39'. Sobre una bella y espaciosa meseta que se levanta des- de el nivel del mar de 55 á 60 varas, y en el mar lleno, queda hecha una especie de península for- mada por el río Gamboa, que la baña por los la- dos de Occidente y Mediodía y el Esterito de Tenten por el Norte. Se dice que en los princi- pios fué bastante regular la ciudad, y á pocos años de su fundación la arruinó u 1 formidable terremoto; que reedificada de nuevo, la devastó el pirata inglés Baltasar Cordes en 1600, y en el de 1615 el holandés Jorge Spilguert. 35. En la cara del Occidente de la plaza hay un fuertecillo más despreciable que los de que se ha hablado. Ei la costa del Estero, y como media legua hacia adentro de su boca, hay una m.}. r^\ ■MMÍiAMHHMBriHáaiáMlHIidflMll I^MAü 5" „ ViAJE ALRKDBDOR DEL MUNDO bateria provisional sobre el terreno nombrado Tauco, capaz de ocho cañones, y está casi des- hecha. 36. Nota 2.' La derrota anterior desde el putrto de Linao hasta Castro, sólo se puede eje- cutar con embarcación grande, ó median» en una absoluta urgencia, porque aunque los canales que en ella se discurren tienen suficiente profun- didad paia los mayores navios, sus angosturas é inflexiones causan por lo común varios embates de vientos d'versos, ya frescos, ya bonancibles, lo que unido al defectuoso gobierno que aun á las embarcaciones más finas ocasiona la corrien- te ó marea en popa y sus revesas, las llevan á aquéllas continuamente expuestas á varar ya en una ya en otra costa, que casi son todas acanti- ladas y en muchos parajes con piedras sueltas y algunas lajas, por cuya causa, la derrota más segura de uno á otro de dichos puertos, ha de ser por fuera de los citados canales. Islas de los Chauques y demás que están contiguas á la costa del Este de lade Chiloé, yendoá recalar alas pun- tas de Detif y á Pavón, que están en lo más Sur y Este de la Isla de Lemuy, ya sea para entrar por el canal del Norte de ésta, ó ya por el del Sur de ella, que será lo mejor, á cuyo efecto se hará la siguiente. Derrota de Linao n frondosas, Ignnos man- isbitados de in tienen al- Yalad al de ,'lin, desde su lo '/(. Oeste de Lúa, y na- oeste Sudes - icha situación millas, y al ste con la Is- ernará al Su- adas éstas, al hallará tanto era de los ba- 1 Nornoroeste jeste con pun- boca de Guil- Dbrará á la le- recientes, que o, siguen los |ue se explicó lovimiento es de Compu. > ya de espías, nta Tutil de- e se hará ai :lo por la proa Fanqui, y por rá al Noroeste jo de Chahua , sobre cuyo ando luego al ' rebasado el is al Norte y ta Yeculinao, ste Vi Oeste itará ya en la morro de Tu- CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 521 maumón; y desde este punto hasta el surgidero hará como queda dicho en el número 59. 107. Advertencias. Se tendrá presente lo di- cho en los números 67 al 71 y en el número 105 en orden á mareas. Derrota de Huylad á Compu y Qiieylen por fwra del canal de Tanqiii. 108. Fuera de Guildad se gobernará al Este hasta est£ir Norte-Sur con punta Tutil, desde donde se hará el Esueste cinco millas, y luego se gobernará al Nordeste '/i Este ocho millas, donde tendrá la punta de Huechupicun al Nor- oeste '/i Oeste una legua, hará el Norte por es- pacio de dos y media millas, conque montará di- cha punta y se pondrá á navegar al Noroeste '/t Norte 10 millas, que estará Este-Oeste con punta Poquenco, llevándola por la proa al rumbo del Oeste, y luego que se halle á dos tercios de mi- lla, se pondrá al rumbo del Sudoeste '/i Oeste hasta medio freu del estrecho entre las Puntas de Queylen y Mapu; desde este punto se hará el Noroeste '/^ Oeste hasta rebasar la rasa de Queylen; si se quiere surgir en este Estero, se ha- rá el Nornordeste; si en el de Compu el Oeste '/. Noroeste siete y media millas, obrando en todo como queda dicho en los números 53 y 59. log. Advertencias. En los números 77, 78, 79, 56. 57» 60 y 63, se han hecho todas las concer- nientes á esta derrota Derrota desde Qiteylen y Compu á Terao. lio. Desde el Estero de Compu hasta su bo- ca, se navegará como se expresa al número 6¿, y como al 75 hasta el Norte de punta Mapu: puesto á la vela en el surgidero de Queylen, hará el Sur- sudoeste media legua y seguirá al Sueste '/i Este hasta que punta Mapu demore al Sur. Desde este punto es común á ambos puertos la derrota siguiente. 111. Desde esta situación se hará el Nordes- te 7» Este tres y media millas, y zafo del arreci- fe de la islita de Aqui y punta Poquenco, nave- gará al Norte cuatro y un tercio millas hasta es- tar Este-Oeste con la punta de la centinela de Ay- tuy, y fuera ya del riesgo de los bajos de su nombre. Hará luego seis millas al Nornoroeste, que quedará tanto avante con la punta de Ahony, se gobernará al Oeste '/t Noroeste cinco y media millas, y hará el Norte, hasta que la Punta de Terao demore al Sudoeste dos tercios de milla, desde donde haciendo el Oeste entrará en la ba- hía á surgir en el paraje que quiera. 112. Advertencias. A las hechas en el núme- ro 54 hasta el57, resta que añadir, que siendo las mareas crecientes las que favorecen navegando al Norte, llevan su curso opuesto á las vaciantes, que se han explicado en dicho número, siguiendo unas y otras los de las derrotas. Derrota desde la bahía de Terao al Estero de Castro. 113. Desde la medianía de su boca hará el rumbo al Nordeste '/. Norte media legua y luéRo al Noroeste '/i Norte una milla para rebasar las islitas y bajo de Yal, se pondrá al Oesudoes- te 5" Oeste media legua, y luego cambiará al Oes- te 7i Noroeste una milla, y dos al Noroeste: navegando luego al Norte el espacio d.' una, y al Norte 14° Este 3 se hallará en el Estfíro de Cas- tro, y Nordeste Sudoeste con lo más Este de la Isla de Linlinao, desde cuyo punto al fondeade- ro ejecutará lo prevenido en el número 26. 114. Advertencias. En los números 30, 31, 32, 105 y 112 quedan hechas las precisas á esta derrota. Derrota de Castro á Linao por el Canal de la Isla Quinchao. 115. Desde el surgidero de Castro '.asta si- tuarse Nordeste-Sudoeste con lo más Este de la Islita de Linlinao, se har;m los rumbos opuestos á los dados al fin del número 26 entrando. En esta suposición, desde el citado punto se hará el rumbo del Sudeste '/^ Sur una milla, y luego al Este '/. Nordeste 10 millas, pasando á medio freu del ca- nal entre las Islas de Lemuy y Chiloé, y entre la Isla de Chelín y la punta Aguantao sí hará el rumbo del Noroeste 7i Norte, y navegada media legua estará rebasado el bajo de Aguantao, y hará derrota al Oesnoroeste 5" Norte 6 y '/.^ millas, que estará rebasado de la punta de Queil en Quin- chao; desde aquí hará el Norte 4" Oeste distancia de dos millas, luego el Noroeste '/, Norte 2 ''l^: gobernará al Nornordeste media milla hasta reba- sar la punta de Cuyumue á medio freu de la ma- yor angostura del Canal de Quinchao, se nave- gará cuatro y media millas al Este 29 Norte, y quedará tanto avante con la capilla de Quetalco en Chiloé, desde donde hará el Este 6° Norte 1 1 millas, que cumplidas, estara fuera del canal, habiendo pasado á 7i milla de la costa de punta Tenaun; desde esta situación hará al Norte cinco millas, y se hallará Este-Oeste con punta Chiliz- qui, que es lo más Oeste de las Islas Chauques, gobernará al Nornordeste tres millas, y al cum- plirlas se hallará fuera del Estrecho de Quicabi: hará luego el Norte '/^ Noroeste i4millas, que ve- rificadas, quedará Este-Oeste con punta de Lo- bos, de Caucahue, y se pondrá al Noroeste 7. Nor- te 15 millas, donde estará Este-Oeste con la me- dianía del abra de Linao, á donde se dirigirá con proa Oeste '/^ Sudoeste hasta la boca del puerto, obrando luego como se I11 dicho al número 19. 116. Advertencias. Al Esnordeste de lo más 66 m 522 VIAJIi ALREDIiDOR DEL MUNDO I) í- Sur del barranco de Quicabi, como á un cable y medio, hay una peña que se descubre á bajamar, y otra al Sueste de ésta, que sale de las Islas de los Chauques, dejando entre ambas canal de poco más de una milla, por cuya causa se ha de >;uardar exactamente el medio freu; ambas son pequeñas y acantiladas por fuera, con mucho sar- '^SLZO la de Quicabi, la otra está oculta, y no faltan razones para dudar de su existencia; las mareas son diametralmente opuestas al númei'o 31. Derrota de Castro d Linao por los canales del Norte y Este de Lemiiy y fuera de las demís islas. 117. Habiendo salido del fondeadero de Caü- tro hasta la boca del Estero, se harán los rumbos opuestos á la derrota dada al núm. 26, y luego que se halle Noroeste-Sueste con la Isla de Lin- linao navegará al Este '/j Nordeste nueve millas y cuatro al Sur 5" Oeste, y se hallará entre la costa del Oeste de la isla Quehuy y la del Este de Lemuy, habiendo pasado á medio freu de entre ésta y la de Chelin; hará luego el rumbo del Sur- sudoeste 5" Oeste media legua y al Sursues- te '/i Sur dos millas; navegará otras dos al Este 7, Sueste, llevando por babor la Isla de Quehuy, y ^afc ya del canal de Lemuy, hará el rumbo del Sursueste por espacio de cuatro millas y 13 al Este, de donde le demorará lo máb Este de la Isla de Apiao al Norte '/^ Noroeste como seis millas; navegará 21 al Nornordeste y estará Este-Oeste á cuatro millas de la Isla de Tac; hará luego el Norte xi millas y se hallará Este-Oeste con lo mis Norte de las Islas Chauques, habiendo pasado á cinco millas de la de Coy, que es la más Este; desde este punto hará 37 millas al Noroeste, ciuedará Este -Oeste con la boca del puerto de Linao, á donde entrará como llevo j dicho en los números 19 y 115. 118. Advertencias. De la punta de Chalihue, j (jue es la más Nordeste de la Isla le Lemuy, sale un bajo de piedras hasta la distancia de dos ca- i bles en vuelta del Nordeste '/i Norte: á pique tie- ne siete brazas de agua en bajamar, y su veril ■■lueda con dos y media. iig. LsLti mareas son de poca consideración liasta la entrada del canal del Este de la Isla de Lemuy, pero desde este sitio son absolutamente precisas; sus direcciones en los canales del Este y Norte son casi á los rumbos que se dirige la derrota; su velocidad en el del Norte apenas lle- ga á media legua por hora, pero en el del Este no baja de cuatro millas, desde que se monta la punta de Chahihue hasta que se desemboca por la de Apabón, y entre lo más Oeste de la Isla de Quehuy y la costa de Lemuy que es casi la me- dianía y mayor angostura de este canal, llega á seis millas por hora. 120. Nota. La derrota anterior debe preferir- se á la que le antecede, discurriendo el canal de Quinchao, así por lo dicho en el número 36,como por la mayor prontitud del viaje, pues aunque e.i ésta, en el canal del Este de Lemuy hay riesgo en la violencia de las mareas en favor, es incompa- rablemente menor que el canal de Quinchao, donde también debe fondearse, ^or el bajo de Dalcahue. 121. Otra. En cualquier paraje de Ir. costa del Norte de la Isla de Lemuy se fondea sobre 16 á 18 brazas lama de dos á tres cables de tierra. Se puede surgir en la costa del Oeste de Quehuy y en la ensenada de la Capilla de Detif al Oeste de la punta de Apabón como á una milla, que es buen abrigo en verano y aun en invierno. Derrota de Castro al puerto de Calbuco, situado el fiKrte en latitud Sur de ^°^<)'Sury en longitud 304". 122. Desde el fondeadero de Castro salien- do para el puerto de Calbuco, se hará la derrota anterior hasta estar Este-Oeste, comoseha dicho, con la Isla de Tac á distancia de cinco millas, y y desde este punto, el rumbo del Norte conduce directamente á pasar dos millas al Este de lo más oriental de la de Tabón, llevando lo más Sur de la de Peluqui por la proa: á las 41 millas so- bre dicho rumbo se estará Este-Oeste con la Isla Tabón distancia tres millas, desde donde se con- tinuará el mismo rumbo hasta estar como á una milla de la costa de Pulucuy; desde aquí se pon- drá al Noroeste '/i Oeste, llevando por la proa la Isla de Quenu, y por estribor las de Pulucuy y Chizhuapi, costeando á ésta como á media milla, y navegadas luego cinco al mismo rumbo, que- dará al Este de la de Quenu, y á media canal de la boca que forma ésta con la de Chizhuapi, por lo que hará el rumbo del Norte 20" Oeste dos y media millas y al Nornordeste '/^ Norte tres mi- llas, llevando la pequeña Isla de Chaulin por la proa, por estribor la de Pulucuy y por babor la de Caycahen, donde está el fuerte, y fondeará como á una milla escasa al Oesnoroeste de él en 20 ó 25 brazas lama, amairándose Norte-Sur. 123 Advertencias. Este-Oeste con la isla de Tac, siguiendo al rumbo del Norte se lleva por ba- bor como de seis á nueve leguas la costa Este de la isla de Chiloé, y por estribor la de tierra firme distancia de cuatro á cinco, cuya dirección es casi Norte -Sur hasta la península de Queulin lo más Oeste de ella por esta parte, y en su interior á poca distancia sigue igual dirección la cordille- ra de los Andes, con alturas que pueden versea más de 40 leguas. 124. Hallándose como á seis leguas de la isla de Pulucuy se avistará la de Tabón, que está al Sudoeste de aquélla como cinco millas, se pre- senta dividida en tres poiciones que parecen islas, pero como á dos leguas, se distinguen las gar- do el canal de mero 36,como )ues aunque e.i i hay riesgo en r, es incompa- de Quinchao, or el bajo de je de 1?. costa ondea sobre i6 bles de tierra. ste de Quehuy Uetif al Oeste \ milla, que es vierno, hiico, situado el longitud 304°. Castro salien- lará la derrota no se ha dicho, ;inco millas, y ^orte conduce al Este de lo ido lo más Sur 5 41 millas so- :ste con la Isla donde se con- ar como á una e aquí se pon- i por la proa la de Pulucuy y á media milla, ) rumbo, que- nedia canal de [^hizhuapi, por i" Oeste dos y Norte tres mi- ^haulin por la ' por babor la e, y fondeará loroeste de él 3se Norte-Sur. con la isla de >e lleva porba- costa Este de de tierra firme i dirección es de Queuln lo en su interior 6n la cordille- )ueden verse á e;uas de la isla n, que está al lillas, se pre- parecen islas, juen las gar- CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA Sa3 {(antas ó estrechos de arena que las unen; no tie- ne surgidero cómodo sino para piraguas. 125. Las islas de Chizhuapi y Quenu tam- poco tienen surgidero ni leña, pero sí la de Pulu- cuy que tiene los esteros de Chauquicel, Chipu, Machi y Pulucuy, su costa del Este es alta, es- carpada y de mucha profundidad en su cercanía. La isla de Caycahen es alta y tendida Nordeste- Sudoeste. Las de Quenu y Chizhuapi bajas y ten- didas Noroeste-Sueste, y lo más Oeste de Quenu es punta rasa de arena muy blanca, y con lo más Noroeste de Chizhuapi que también es punta de arena blanca, forman la boca del puerto, que es de una milla y acantilada por ambas partes. 126. La Isla de Pulucuy es la mayor de las del partido de Calbuco, la de Tabón está prolon- gada Este-Oeste: á lo más Este de ella y lo más Este también de la de Quenu, está el bajo Tabón Norte-Sur con la medianía de la de Chizhuapi á dos millas, por esto se hace la derrota con tanta inmediación á Chizhuapi; el bajo es de arena y marisco, su extensión una milla Noroeste -Sues- te, y queda cavsi todo manifiesto en bajamar de aguas vivas, acantilado por todas partes. 137. Al Nornoroeste del Oeste de la isla de Tabón, como á una milla, empieza el gran bajo de Lame-huapi ó isla de Lobos, que se extiende al Nornoroeste cuatro millas y tiene de ancho una y media. A bajamar quedan descub ertas va- rias porciones que parecen islas, y velan algunas hasta pleamar; lo más del bajo es de arena y lastre, y es infinito el marisco de varias clases que se coge en él; el recelo de este bajo impide la entrada á Calbuco por la parte del Oeste de Tabón, como el de la Lagartija que está entre lo más Norte del anterior y la Islrt de Abtao; es de arena, se extiende una milla de Noroeste- Sueste, y al extremo Noroeste tiene el pequeño islote de su nombre, escarpado por la parte del Este. 128. El puerto de Calbuco es capaz, está desabrigado de los vientos de la parte del Norte y Sur, que son bien frescos y frecuentes en sus respectivas estaciones. Su fondo es de 10 á 12 brazas lama á menos de un cable de tierra; forman el puerto las islas ue Caycahen, la de Pu- luqui al Este de ella dos millas, las de Quenu y Chizhuapi al Sur á distancia de una legua, y la costa de tierra firme al Norte; en la costa de Pu- lucuy que mira al puerto, está el estero de Chau- quial y el de Chipu, ambos son capaces de algu- nas embarcaciones gi'andes: el primero se interna dos millas en fondo de 18 hasta seis brazas lama y tal cual manchón de lastre, ambos están des- cubiertos del Noroeste al Oeste que son los do- minantes y fuertes, en la costa firme, cerca del fuerte al Norte, está el estero de Hu3'tu, que se interna dos millas, es buen invernadero para todo género de embarcaciones, pero para pasar á su interior es lo mejor sólo á pleamar: hay ''uatro brazas de agua sobre el banco que atraviei^a la angostura, por lo que es necesario que entren descargadas y se amarren acoderadas más de dos que estarán á la gira. Los fondos desde el banco para adentro y fuera son desde cinco hasta 20 brazas lama, arena y lastre: para entrar se to- mará el medio freu, para huir una peña que suele descubrirse algo á bajamar. 1 29. El terreno de las islas es apropósito para cultivo, y no tanto el de la tiena firme, en las fronteras de las Islas Abtao, Caycahen, y el Estero dicho de Huytu, hay algunas habita- ciones, sin embargo de haber quemado dos veces los indios el fuerte en el terreno de Calbuco y en la capilla de San Rafael. 130. Las mareas desde la Isla de Tac sonde Norte á Sur y su curso insensible hasta cerca de la entrada de Pulucuy y Tabón, que su dirección es al Nordeste y Noroeste: al Nordeste para con- tinuar hacia el seno de la cordillera, golfo de Re- loncabi, donde llega su movimiento á cinco mi- llas; y al Noroeste de dos y media entre Pulucuy y Tabón, y así sigue á los rumbos de la derrota, aumentando su velocidad hasta tres y media mi- llas entre Chizhuapi y Quenu. 131. Nota. Al avistar la Isla de Pulucuy, ó poco después viniendo en demanda de Calbuco, se verá la península de Quehulin, que por el me- nor tamaño de ella, no se confundirá con la Isla de Pulucuy. 132. Los días de novilunio }■ plenilunio, sv- cederá la pleamar en el desembarcadero del fuer- te á la una del día con corta diferencia. Derrota de puerto Calbuco al de Linao. 133. Desde el fondeadero de Calbuco r,e go- bernará al Sur una milla, y dos y media al Sud- oeste 7v Sur, llevando la medianía de la Isla de Quenu por la proa, se hallará á medio freu de la boca entre Chizhuapi y Quenu, y goljernando al Sursueste dos millas, tendrá rebasada la boca, go- bernará al Sueste '/^ Este dos y media millas y 4 al Sueste '/i Sur, desde donde le demorara lo más Este de Tabón dos millas al Oeste, hará el Sursudoeste cinco millas, y 26 '/, al Oeste, con que estará rebasado del arrecife de Lobos de Li- nao, y se hallará á media boca del puerto, que to- mará como se ha dicho al número ig. 134. Adverlaicias. Al Sur de la Isla de Tabón, siguiendo al Oeste se llevarán por babor casi á una vista las Islas Chuuques, )' por la mura mis- ma la Isla Caucahue, por la banda de estribor las Islas Quenu, Caycahen, Quihua y costa firme, y por la mura la Isla de Abtao, y luego se empe- zará á distinguir demorando al Oeste '/* Sudoes- te !a península Huapilinao que se presenta escar- pada alteando algo más por el Sur. 524 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO .J>i^í^, %.: 135. Las mareas, desde el fondeadero del fuerte hacen su curso casi Norte-Sur y desde la punta Sur del fuerte Sursudoeste y Oesudoeste tres millas por hora, fuera de la entrada del puerto se dirige al Sueste la que sale por el Oes- te de la Isla de Tabón, y al Oesudoeste la que sale por entre lo mus Este de dicha Tabón y lo más Sur de Pulucuy, en velocidad de dos millas. En el resto de la derrota se navega por la línea casi divisoria de mareas de quien ya se ha habla- do al número 21. De punta Chilen al puerto de Linao, siguen su curso casi Norte-Sur con movi- miento de dos millas, que aumentan á más de tres á la boca del puerto, y de ella para adentro disminuye. Derrota del puerto Linao al dj Chacno. 136. Fuera del puerto Linao se gobernará tres y media millas al Esnordeste, y rebasada la punta de Cheylen se hará el rumbo al Nor- te nueve millas, y quedará rebasada la punta de Tres Cruces, demorando al Oeste 30" Sur. üesde este punto se hará el Oeste 3° Sur tres y media millas, fondeando en la poza de Chacao en nueve á diez brazas arena á distancia de dos cables de tierra. 137. AdvcrUncia. La salida de Linao se hará antes que acabe de llenar la marea, para encon- trar la vaciante rebasado ya de la punta de Chi- len; al montar la punta de Tres Cruces con vien- tos del Sur, se orzará inmediatamente, no obs- tante el rumbo dado, cuanto el vento dé lugar á reparar el impulso de la corriente, no impida á tomar el fondeadero obligando á embocar el ca- nal de Remolinos. Derrota del puerto de Chacao al de San Carlos. 138. Norte-Sur con la iglesia del pueblo, se navegará al Norte dos millas y hallará Este- Oeste á media milla de la punta de Remolinos. Desde este punte á la del Noroeste, costeando la tierra que sigue para San Gallan por babor á dis- tancia de tres á ouatro cables, y cumplidas tres millas, gobernará al Oeste 9° Norte 16 millas, y quedará con la Isla Doña Sebastiana Norte-Sur por su parte del Oeste, zafo ya del bajo Inglés: hará el Sudoeste '/^ Sur cinco millas, y estando como á media escasa de la costa de Agui, hará el Es£i ce, y montada la punta de Agui, pasando á d - tres cables de las lajqs que lo forman, han Sursudoeste ya dentro del puerto hasta rebasa: «os sargazos del bajo de Chucura, que llevará por estribor, atracando luego á la costa de dicha banda para surgir en el paraje citado al fin del número 2. 139. A.ívert'.nc<'as. Las mareas variantes fa- vorecen en el viaje de Chacao á San Carlos 6 para el Océano, y siguen su curso por los rum- bos opuestos que se han dicho en los números 10 y ir. Del morro de Huapilacuy para San Carlos son de tres millas por hora en dirección Nor- noroeste Sursueste. 140. Si en esta derrota se quisiese fondear, puede hacerse en cualquier paraje en 16, 18 j'2o brazas lama, y mejor en la ensenada de Huapi- lacuy ó puerto del Inglés, al Sur '/* Sudoeste 6 Sursudoeste del morro de su nombre en ocho ó nueve brazas fondo no de buen tenedero, pero con bastante abrigo y aguada. 141. Si quisiese salir al Océano sin tocar en San Carlos, estando Norte-Sur con lo más Oeste de la Isla de Doña Sebastiana, el rumbo del Pesnoroeste le conducirá libre de todo riesgo. Derrota de Calbnco al Chacao y San Carlos. 142. Saliendo de puerto Calbuco para el del Chacao estando al Sur de la Isla de Tabón, se hará el Oesnoroeste 5° Oeste 16 millas, y al cumplirlas se hallará Norte -Sur con lo más Oeste de la isla de Abtao, punta Chodoy: hará derrota al Noroeste '/* Oeste, y atracándose á la punta de Tres Cruces y costa que sigue, cuanto pueda, fondeará en la poza como se ha dicho en los números 9 y 136. 143. sldvsrtincias. Por el violento impulso de las mareas se atracará á la punta de Tres Cruces cuanto sea dable para asegurar tomar el puerto de Chacao. 144. Nota. Queriendo seguir desde Calbuco á San Carlos ó al Océano, demorando la punta de Tres Cruces media milla al Sueste, se navegará al Noroeste '/t Oeste dos millas, y estando, Este-Oeste como media milla de punta de Remoli- nos, obrará según se expresa en los números 138 y 141, sin olvidar lo advertido respecto á mareas y laja del canal. Salida del puerto de San Carlos al Océano. 145. Se dará la vela á marea parada para aprovechar la vaciante, especialmente si el vien- to es poco: zafo de la punta de Agui hará el Norte '/i Noroeste, llevando el morro de Huapi- lacuy descubierto por babor, hasta que demore media legua al Oeste; gobernaiá al Nornoroeste dos y media millas y estará el farallón del Oeste de punta Huapacho al Oeste 15° Sur, y enfilado con la punta de Huechucucuy, la tierra más Oeste de la Isla de Chiloé; desde aquí el Oes- noroeste lo conducirá al Océano, y zafará de entre puntas, y violenta acción de las mareas de tres y más millas por hora. El encuentro de las ma- reas entre sí, 6 con vientos opuestos, causa en el mar notable agitación y escarceo muy incómo- do, formando varias líneas ó hileras de reven- ís» ^' i ^) por los rum- )s números lo ra San Carlos lirección Nor- iiese fondear, en i6, i8 y 20 da de Huapi- '/t vSudoeste 6 bre en ocho ó snedero, pero 10 sin tocar en lo más Oeste el rumbo del todo riesgo. ?rtM Carlos, ICO para el del de Tabón, se millas, y al • con lo más Chodoy: hará racándose á la sigue, cuanto se ha dicho en lento impulso Dunta de Tres gurar tomar el desde Calbuco ido la punta de e, se navegará las, y estando. mtadeRemoli- is números 138 pecto á mareas al Océano. 3. parada para ente si el vien- Agui hará el irro de Huapi- ta que demore ú Nomoroeste illón del Oeste sur, y enfilado la tierra más i aquí el Oes- lafará de entre Tiareas de tres itro de las ma- 9s, causa en el muy incómo- eras de reven - CORBETAS IJESCUii:«.n ATREVIDA 1 523 tazón, tan semejante á la de un gran bajo, que es capaz de sorprender á cualquiera á primera vista. 146. Advertencius, -En la derrota anterior, desde dar la vela hasta la punta del Sur de Agui, se lleva por babor el bajo de Pechucura, de quien se ha hablado en los números 2 y 138 cuyos sargazos están siempre manifiestos, y mu- cha parte de él á bajamar, tiene cuatro brazas á pique. 147. Desde que se monta punta de Agui has- ta rebasar morro de Huapilacuy, se lleva lo más Oeste del bajo Inglés enfilr.do con la medianía de la Isla de Doña Sebastiana y fuerte San Car- los al Norte 5" Este y Sur 5" Oeste y casi Este- oeste con el morro de Huapilucuy en distancia de una legua, su dirección es Este 5" Sur Oeste 5° Norte tres millas, la reventazón á bajamar se manifiesta en su centro como de una milla, tiene de ancho de Norte á Sur de cuatro á cinco cables, y es todo de arena con tal cual manchón de lastre. 148. Desde el morro de Huapilucuy hasta la distancia de un cable escaso, sale envuelta del Este el arrecife de piedras que vela en bajamar, á pique tiene seis y siete brazas fondo piedra. Nota. — Adición al número ^j. No obstante mi continua indagación en soli- citud de los bajos y placeres en estas derrotas, no tuve noticia del banco de Tigui, donde suelen algunos indios pescar lobos. En ti viaje de visita de provincias del Gobernador Hurtado, tuvo noti- cia de él, y le colocó entre las islas desiertas y Chaulin y Tac, y al Este de lo más Sur de la de Cahuache ocho y un tercio millas, dándole la ex- tensión de dos y media de Norte á Sur y una del Este-Oeste y significó ser de rocas. Este bajo es obstáculo para la derrota que doy en el número ^y desde Linao á Castro , que lleva por el veril del Oeste del citado bajo. Para evitar este riesgo estando Este-Oeste con la Isla de Tac, se gober- nará al Sudoeste '/i Oeste ocho millas, llevando lo más Sur de la Isla de Cahuache por la proa, y así pasará más de una legua al Norte de di- cho bajo, seguirá al Sur 11 millas, quedará Este- Oeste con lo más Este de la Isla de Caulinec á distancia de cuatro millas; desde esta situación navegará al Sursudoeste cinco millas, y cumpli- das, hará el Oeste como se dice en el menciona- do número 37 y lo demás de la denota como se previene en ella. F^ pMOTMVi^ Constniccwn de las cartas hidrográficas desde Cliiloé hasta Coquimbo. . Establecidas la latitud y longitud del observa- torio de San Carlos de Chiloc sobre datos de la mayor confianza, pero que dependen de las ob- servaciones correspondientes hechas en Europa, adoptamos para la continuación de nuestras ta- reas el meridiano de San Carlos por primer me- ridiano; así, cualesquiera innovaciones que cau- sen en la longitud, se reparten en el total de la costa que abraza, pues ya las combinaciones de los relojes, no alcanzan, á lo menos en nuestro entender, á desenvolverlas con probabilidad de una mayor aproximación. Nuestras marcaciones con el teodolito llegan hacia el Norte hasta la punta Capitanes de la tierra firme; es inútil recordar con cuánta proli- jidad se han heclio todas las marcaciones que conducen á la formación del plano del puerto San Carlos; estas mismas afianzan la posición de los islotes inmediatos y de la punta ya nom- brada. Ha sido preciso combinar con las tareas del Piloto Moraleda la continuación de la costa hasta el río Bueno: no conveníamos con él en el arrumbamiento de aquella punta, por consi- guiente ha parecido oportuno referir á nuestras posiciones de la misma y del río Bueno los pun- tos salientes intermedios, que Moraleda había marcado. Una ilusión sobre la vista de tierra después del pequeño temporal que pasamos á la salida de Chiloé, nos arrastró involuntariamente á propasarnos de este trozo de costa. Volvemos á cogerla por paralelos del río Bueno, y las bases nos guian desde allí hasta la entrada del puerto de Valdivia, cuyas vistas, arrumbamientos exteriores y longitud, determi- namos con grande probabilidad de que se apro- ximen muy mucho k toda la exactitud necesa- ria: los relojes tienen á la sazón una época muy corta, y concurren á afianzarlos, muchas series de distancias lunares medidas con las circuns- tancias más favorables. Nuestras bases referidas al medio día ante- rior, en el cual obser\'amos si la latitud con mu- cha confianza; pero distábamos considerable- mente de la costa, viéndonos luego precisai. s á buscarla con rumbos del Este, determinan al Morro Gonzalo una latitud mayor en siete mi- nutos á la que prefijaba el Piloto Moraleda. Por ventura, se reúne con la exactitud natural de este hábil Piloto la casualidad de haber obsei-vado tres veces á la vista del mismo Morro Gonzalo con buen octante y declinaciones bien calcula- das, de suerte que no titubeamos un momento en abandonar los resultados de nuestras tareas, y prefijar al mismo Morro la latitud de 39° 50', en lugar de la de 39" 57' que inferíamos de las bases y navegación traídas desde el medio día: el fondeadero del Milagro, inmediato al río Bueno, está comparado á las noticias del Capi- tán Orejuela. La costa siguiente hasta la Isla Mocha se ha combinado^on los derroteros antiguos y con la cai'- ta del Piloto Moraleda, hubiéramos á la verdad deseado dar unas vistas de) Morro Bonifacio que dirigiesen la recalada al puerto con los vientos del Norte harto comunes; pero en estos parale- los, como nos pareciese lo demás costa de muy poca importancia en proporción de la que se sigue al Norte de la Isla Mocha, cuya posición pudiéra- mos trabajar prolijamente con el tiempo á la sa- zón claro y apacible, cosa no muy común en es- tos mares, navegamos una noche entera omi- tiendo este trozo ya reconocido muchas veces, y de un arrimo nunca útil por las naciones que le habitan: los puertos de que carece, los tiempos por lo común tempestuosos y la costa coronada de arrecifes. La Isla Mocha, en cuyas inmediaciones se han observado con la mayor satisfacción latitu- des y longitudes, se ha situado también en cuan- to á sus extremos por bases corridas con toda la prolijidad posible. El arrecife saliente en su ex- tremo del Sur, no ha sido visto por nosotros; es de la extensión que le determinan los deiToteros antiguos, y no debe diferir mucho, por cuanto en la navegación costanera que antiguamente se ha- cía, no pudo equivocarse su distancia con otro objeto alguno extraordinario. La lancha del navio San Pablo, del comercio de Lima, ha pasado últimamente entre la misma isla y la tierra firme: las noticias verbales de su Capitán el Alférez de fragata graduado D. An- tonio Cazulo, se han tenido presentes para el de- rrotero y el paraje más oportuno para fondear: el preferir nosotros el paso exterior, dependió del deseo de coger su vista á una regular distan- 1 ié hasta tural de este er obsei-vado rro Goruzalo >ien calcula- un momento istras tareas, de 39° 50', amos de las :1 medio día: :diato al rio ias del Capi- Mocha se ha osyconlacar- s á la verdad Bonifacio que n los vientos estos parale - costa de muy a que se sigue ición pudiéra- iempo á la sa- común en es- ; entera omi- ichas veces, y iciones que le ;, los tiempos osta coronada lediac'ones se acción latitu- ibién en cuan- as con toda la snte en su ex- r nosotros; es los derroteros por cuanto en amenté se ha- ncia con otro del comercio ¡ntre la misma 'erbales de su luado D. An- tes para el de- para fondear: ior, dependió :gular distan- CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 327 eia para aclarar más y más las recaladas veni- deras. Siguen las posiciones deducidas de nuestras bases desde el paralelo de la Isla Mocha hasta la punta de Rum'ína. Habíamos corrido nueva base para la posición y dirección de la Isla Santa Ma- ría, pero por algún accidente inaveriguable, no nos fué posible ligarla con los puntos interiores de modo qne no discrepase, ni de los reconoci- mientos hechos por el Excelentísimo UUoa, ni de las latitudes anteriormente observadas por el Piloto Moraleda en el mismo paralelo: las hemos adoptado con tanta mayor seguridad, cuanto conservan luego los misinos arrumbamientos de la isla con la tierra firme, cuya descripción hi- drográfica está deducida de elementos tan segu- ros como multiplicados: toda la parte exterior desde la Isla Santa María hasta el puerto de Co- liumo pende de marcaciones del teodolito y de unos triángulos ligados con bases de la mayor satisfacción. La latitud del puerto de Talcahuano se ha observado con el cuarto de círculo: su longitud está determinada con los relojes marinos de la Descubierta, examinado y hallado conforme su movimiento en el mismo puerto: conviene esta longitud dentro del minuto con la que determinó el Padre Feuille por tres observaciones en el pri- mer satélite de Júpiter, todas referidas á las ob- servaciones correspondientes de los Sres. Maral- di y Cassini en París (i). Discrepan en esta ocasión considerablemente los relojes de la Atrevida, y la ecuación que re- sulta de la averiguación de su marcha en Valpa- raíso, no alcanza con dos minutos de diferencia á igualar la que termina la Descubierta. Un tiempo constantemente neblinoso y acom- pañado de calmas realmente temibles en estas costas, imposibilitó á la corbeta Atrevida el recorrer el trozo de costa comprendido entre la embocadura del rio Hitata y la punta de Lora: la hemos deducido de los mejores derroteros que merecen alguna fé en esta parte, porque con ob- jeto de acopiar algunas maderas, y aun de cons- truir buques pequeños, ha solido frecuentarse el río Maule, y por otra parte los ha examinado con mucha prolijidad el Piloto Moraleda. Desde la punta de Lora por el morro de To- pocalma, bajos de Rapel y punta de Coroumilla hasta Valparaíso, toda la costa está deducida de las tareas de la corbeta Atrevida, la cual, aun- que no pudiese por la muchas calmas y cerrazo- nes continuar ordenar'.amente sus bases , ha po- (i) No podemos acertar co»i los motivos que han dado lugar á variar en e! conocimiento de tiempo la longitud del Padre Feuille, sustituyéndole otra que difiere de medio grado: es probable que proceda de una equivocación antigua de cifras y que corrobore Mr. Dagclet los resultados del Padre Feuille. dido, no obstante, observar latitudes y longitu- des en unos puntos importantes; de suerte que ninguna sospecha de error considerable puede quedarnos en cuanto á los puntos esenciales de este trozo de costa: son todas ba: es bien asegu- radas las que conducen desde la punta de Corou- milla hasta la de los Angeles. No cabe mayor exactitud de la que se ha em- pleado para la latitud de observaciones de Val- paraíso, como que dependía de ella el catálogo de estrellas meridionales que se ha intentado ra- tificar ó arreglar por los Sres. üaliano, Concha y Vernaci: en cuanto á la longitud está deducida de dos emersiones del primer satélite de Júpiter exactamente acordes entre sí, y convienen en ella con la misma uniformidad los relojes de la Atre- vida. Los de la Descubierta, que determinan la longitud de las Islas de Juan Fernández, trnídos luego al observatorio de Valparaíso, sólo discre- pan un minuto y medio de la longitud de los sa- télites, y esta cantidad en el mismo sentido re- lativamente á los relojes de la Atrevida, en que difieren los unos de los otros en Talcahuano, fija, finalmente, entre Concepción y Valparaíso, una misma diferencia por los 5eis relojes, y por las observaciones hechas en Chiloé y en este úl- timo puerto (r). La posición de las Islas de Juan Fernández queda, pues, evidentemente segura: se ha obser- vado la latitud á la vista de una y otra, fijada la distancia nuestra á la de más afuera por una base corrida y suficientemente proporcional, y ratifi- cadas las determinaciones de un día con las del otro en cuanto á la de adentro: hemos sacado mucho partido de los reconocimientos hechos por el Excmo. Ulloa en su fondeadero, el cual tam- bién deducimos en cuanto á sonda, así de nues- tros planos actuales (visitada ya repetidas veces esta isla por los buques de S. M.), como de las noticias harto individuales del Almirante Anson. El braceaje de la de más afuera, el sitio desu aguada y la configuración de la parte occidental está copiado de las noticias exactas que costaron al célebre Capitán Carteret mil fatigas y peli- gros (2): muchas vistas que se sacaron de estas islas pudieran completar su descripción hidro- gráfica; pero nos obliga la escasez del tiempo á omitirlas por ahora, igualmente que una carta (i) El Padre Feuille determina la longitud de Val- paraíso medio grado más occidental que la nuestra: no parecerá extraña esta diferencia, cuando se advier- ta que el Padre la deduce de una sola observación del primer satélite sin correspondiente y sin una marcha bien segura del péndulo: véase el viaje del Padre Feui- lle, tomo I, pág. 380. (a) Las contrariedades que experimentó y venció en esta ocasión el célebre Capitán Carteret deben mirarse como una verdadera lección para on taae rinero. m 5í8 VIAJB ALKnt)Br)OR t)KL MUNOU que las maniticste en punto mucho mayor que el general de la coHta fronteriza. La posición de la ciudad de Santiago pende en cuanto á latitud de muy buenas observaciones en el cuarto de círculo; y en cuanto á la longitud, de una observación muy satisfactoria en el pri- mer satélite de Júpiter. Difiere considerabiemen te de esta determinación la del reloj 105 de Ar> nold, pero como su conducción por tierra pudo trastornar algún tanto su movimiento, y la falta del cristal de la muestra hiciese muy expuesto é incómodo el darle cuerda, no titubeamos en abandonar su resultado: el olvido involuntario de no darle cuerda á la vuelta al tiempo de llegará Valparaíso nos ha quitado el inferir nuevos re- sultados. También se ha observado la latitud en Casa- blanca, y todo el valle de Santiago sujetado á operaciones trigonométricas; pero el tiempo no nos permite trazarlas. Era muy dificil sin muchos sacrifícios de tiempo, salud y caudales, la operación que in- tentábamos de conducirlos triángulos desde Val- paraíso á dicha capital. • Todas las inmediaciones de la rada de Val- paraíso hasta el Concón, se han inferido, como era natural, de las operaciones trigonométricas en el teodolito; pero no ha sido tan fácil el ligar el trozo siguiente hasta Coquimbo. En este trabajo concurrieron á interrumpir la exactitud que nos prometíamos, no menos un tiempo muy calimoso y unos vientos calmo- sos reunidos á una corriente bastante fuerte, si también la falta casi absoluta de observacio- nes de latitud y longitud por el espacio de dos días y medio. El excelente método de hallar la latitud por dos alturas de Sol, propuesto por D. Dionisio Galiano, nos ha sido en esta ocasión muy útil, pero ha sido preciso sujetarlo á nuevas combinaciones, en cuanto no todas alturas en un cielo cerrado con calima eran de igual confian- za, y además en el primer día teníamos una sola altura, cuya longitud mal podía deducirse ig- norando la latitud: la aplicación de los relojes á la resolución de esta duda nos ha ofrecido por ventura datos muy aproximados, pues indicán- donos las marcaciones desde Valparaíso y nues- tras bases, en qué longitud nos debíamos suponer próximamente, hemos inferido ser error déla la- titud la diferencia que nos resultase, y así, de la longitud verdadera se ha deducido la corrección á la latitud del medio día. Paireando en una parte considerable de la noche, navegando muy próximos á tierra, y ayu- dados de los datos antecedentes, podemos lison- jearnos de haber triunfado en esta parte de costa de las contrariedades que querían imposibilitar- nos su exacta colocación. Los tiempos hermosos de los cuales hemos disfrutado, después nos han dado lugar á trabajar con toda la exactitud; aHÍ, las inmediaciones al Sur de la Lengua de Vaca y toda la costa comprendida entre ésta y la entra- da de Coquimbo, deben ser muy aproximadas á la verdad: estas últimas están también sujetas á las operaciones trigonométricas en el teodolito, y confrontadas con diferentes marcaciones y en- Hlaciones, á la salida. La latitud del observatorio nuestro de Co- quimbo, observada en el cuarto de círculo, y la longitud, inferida de dos emersiones del primer satélite de Júpiter, de varias fases de un eclipse de Luna, y de dos ocultaciones de estrellas por la misma Luna; pero mientras se logren los cálcu- los y errores de las tablas para estas observacio- nes de la Luna, nos atenemos al resultado de las observaciones en el primer satélite de Júpiter, que conviene exactamente con los relojes ma- rinos (i). Así, la diferencia en longitud entre San Car- los de Chiloé y Coquimbo, se halla, con mucha complacencia nuestra, determinada uniforme- mente por los seis relojes marinos (2) de entram- bas corbetas, examinado su movimiento en Chi- loé, Talcahuano, Valparaíso y Coquimbo; y con- curren á fortalecerle, varias observaciones hechas en el primer satélite, en los r '"smos puertos (3). También deben sernos tanto más agradables estos resultados, cuanto que asegurando uná- nimes la longitud del puerto de San Carlos, quedan también aseguradas las diferencias en- tre aquel puerto y el de Montevideo, y por con- siguiente todos los de ambas costas Patagó- nicas. En una costa tan abundante de puertos y ra- das como lo es la que acabamos de describir, hubieran sido muy defectuosas nuestras tareas, si no nos hubiésemos dedicado con el mayor fer- vor cL reconocer y trazar siquiera las que pare- ciesen importantes para la navegación. (i) El Padre Feuille determina á Coquimbo una longitud bastantemente aproximada á la nuestra; si debiésemos atenernos & la observación del primer sa- télite, que no tiene correspondiente, pero que difiere en 10' 15" de la que resulta de la observación del segundo satélite correspondida por los señores Ma- raldi y Cassini en París; ésta diera la longitud de nuestro observatorio de 73» 36' 12", la nuestra es de 73P 52' o". (2) Cuando se habla de la uniformidad de los tres relojes de una corbeta, so entiende siempre que están traídos á un mismo resultado por las ecuaciones que resultan do la compat clon diaria entre sí. Véanse las tablas de estas ecuaciones. (3) No pare^.ca extraño que adoptemos como igual á la nuestra, la longitud del observatorio 6 fon- deadero de Talcahuano, determinada por el Padre Feuille, cuando las de Valparaíso y Coquimbo se nos apartan considerablemente: cualquiera que recorra su viaje verá que las observaciones hechas en Penco son tres; todas con correspondiente en París, todas en ol primor satélite y todas uniformes entre sí. Están muy distantes las otras de hallarse en circunstancias iguales. ■'ya<:on trccr hasta nqiií, que no piiiML.n fiarst; ,i mils du los trus cuartos dü grado. I^os planos de Ins poblacioneN que se com- prenden en loH particuiiue» de este trozo, están todos conformes con el estado en que lujuéllos se luillim en principios de 1790. Lo mismo debe en- tenderse por lo que toca A fortilicacioncs: s6lo si quedamos por concluidas al faunas que no lo están. Dcrroti'i'o de C/nloc á Coqiiini/w, Saliendo del puerto de San Carlos de Chiloé deben reconocerse, ó la nunta de Quedal en la costa tirme de Ciiile, situada en 41" 4' de latitud Sur, y en 67" 5.}' 15" de loiif^itud occidental del meridiano del observatorio de Cádiz, ó la de Capi- tanes, sol)rc la misma costa, 10 millas al Sueste de aquélla. I^i primera es de mediana altura, y aunque escarpada, su descenso al mar es mucho menos violento que el de la sejíunda, cortada á pico y de doble elevación: una y otra estiin cer- cadas de bajos como toda la costa al Norte hasta la entrada del rio Hueno, que se hace distinguir á primera vista por la profunda (|uel)radaen que desemboca. En esta porción de costa que corre al Nor- te 7, Nordeste 48 millas, se hallan de Sur á Nor- te las caletas de San Pedro Caramavidamo y Ma- manavidamo.por loa ríos de sus nombres, y entre las dos últimas, la f^rande ensenada de los Juncos, llamada así del nombre de la nación india que habita sus costas. Desde río Hueno sifcue la costa limpia, y so- bre ella empiezan los altos de San Antonio: su dirección es al Norte 16" Este, formando una grande ensenada poco profunda y dominada de aquellos cerros. La punta falsa de la Galera, en que termina, es tan semejante á la verdadera qae no pueden distinguirüc si no se tiene una buena observación en latitud, circunstancia poco común en este sitio, especialmente en invierno: "sin em- bargo, como las tierras próximas á aquélla al Norte y Sur, son altas, y al Norte de ésta des- cienden sensiblemente, puede ser regla para el navegante esta diferencia, y tomar por punta fal- sa la que vea unida á tierras elevadas por una y otra parte. Toda la costa comprendida entre esta punta y la de Capitanes, es desabrigada , mucha parte escarpada y cubierta de bajos, y especialmente desprovista de fondeadero: asi por esto como por reinar sobre ella casi todo el año los vientos del Norte al Oesudoeste huracanados, tempestuo- sos, y siempre acompañados de lluvia y cerrazón, conviene no acercarse á ella aun en verano, es- tación en que sorprendiendo á poca distancia una calma, podrian ser tan funestas las mares gruesas y perennes del Sudoeste como el mayor temporal. La estación sola debe decidir del paraje de recalada: de .Marzo á Octubre, en que reinan los Nortes, Noroestes y Oestes, parece prudente atra- car la costa á barlovento respecto de ellos, para reconocer el morro Bonifacio y lastres quebradas que presenta al Sur, llamadas de Nabos, de Val- divia y Chaininu, dirigiéndose después d la del medio, que es el puerto, y conservando por la proa ó poco descubierto por estribor el morro Gonzalo, hasta estar tanto avante con el Oeste que demore al Sur á distancia de una milla: en esta posición, tendrá ya á la vista el pequeño fuerte de San Carlos que pondrá por la serviola de estribor hasta que demore al Oesudoeste á dis- tancia de dos cables, que se costee ahora á la mi- tad de esta distancia la tierra del Oeste, y pa- sando la ensenada de Amargos, se dirigirá á la siguiente del Corral, donde fondeará luego que haya entilado la punta del Calvario con la de la Uña del Ancla: el modo de amarrarse es Noroes- te-Sueste con el ayuste al primer viento, el cuer- po del buque estará en seis brazas y media de agua, fondo lama. La entrada del puerto de Valdivia no tiene otros riesgos que los visibles, si se exceptúa la piedra sala dos cables al Nordeste de morro Gon- zalo, que se cubre á media marea, pero manifies- tan bien, la rev-:n:nzón y escarceo de las aguas sobre ella. Por lo que h-.ice al interior del puerto, puede decirse que j! SoiSte de una línea tirada desde la punta de Niebla al extremo Este del Castillo del Corral, sólo hay de tres á tres y media bra- zas de agua: el fondo á la parte del Oeste es de ocho á seis brazas lama. El fondeadero del Corral, única parte abri- gada, es tan pequeño, que no pueden estar en él más de dos embarcaciones á la gira ni más de seis acoderadas. De Octubre á Marzo, aunque no tienen los Nortes fuerza ni constancia, puede fondearse en- tre el Castillo de Amargos y Chorrocamayo, en- I' (juc «c com- tiozo, están ic aquélloH se ismodcbe cn- :innc8: sólo st ic lio lo están. .'is las marea ino el mayor ol paraje de ue reinan los rudente atra- de ellos, para res quebradas labos, de Val- jut's d la del vando por la bor el morro con el Oeste ima milla: en a el pequeño )or la serviola udoeste á dis- iihora a la mi- Oeste, y pa- : dirigirá á la uá luego que o con la de la rse es Noroea- iento, el cuer- s y media de livia no tiene e exceptúa la le morro Gon- pero manities- de las aguas luerto, puede tirada desde ; del Castillo y media bra- :1 Oeste es de a parte abri- en estar en él ra ni más de no tienen los fondearse en- )camayo, en- CORBBTAM DMCUBIBHTA Y ATKI¿VIIiA 5J» frente de la ensenada que los divide: en este sitio se chtá deHahrigado, |)eio el fondo es bueno, y para levarse no se necesita la espía, maniobra laH más veces indispensabU' en el Corral. lín uno y otro fondeadero hay abundancia de excelente agua, y se hace con la ma\f>r comodi- dad. Todo el puerto de la parte del Oeste está cercado de malc/a, de modo, que en cualquiera parte se corta cuanta leña se necesita. Los Nortes meten tanta mar, que no permi- ten el paso de las embarcaciones menores á Val- divia, por cuya ra/ón, los castillos de la costa del Oeste tienen á prevención cierto número de raciones de repuesto. La pleamar sucede en el fondeadero del Co- rral. Kl plenilunio á las once y media de la ma- ñana, y su elevación sobre la vaciante de seis y medio á siete pies; cuando hay viento fresco del Norte, son iguales en duración y corriente, pero con Sur 6 calma, la creciente es de tres millas entre los castillos, y de cuatro y media la vacian- te, que suele durar siete horas por razón del desagüe del r'io. Es difícil en tiempos cerrados distinguir el morro Bonifacio que sólo tiene de notable un pe- queño escarpado algo colorado en lo más salien- te, particularidad en que se le parecen algunos otros al Norte de morro Gonzalo: es redondo, grueso, escarpado y saliente, de modo que no puede equivocarse. Para salir de \aldivia es necesario contar con viento de bastante fuerza que supere las va- rias direcciones de la marea, pues de otro modo será fácil en la angostura caer sobre la costa de Niebla y punta de la Uña del Ancla, una y otra cercadas de piedras, con vientos bonanci- bles y varios: conviene salir á la espía hasta po- ncse fuera de los Castillos de Niebla y Amar- gos, de donde puede salirse con cualquier viento flojo. La plaza de Valdivia está á seis leguas del Corral sobre la orilla del río á que da nombre; los muchos y mudables placeres de (jue está lleno, hacen su navegación difícil para las lanchas car- gadas, y absolutamente impracticable á embar- caciones de más de ocho piéa de calado. El río desemboca en la bahía por dou canales, dejando en medio una isla bastante grande en que pastan ganados: el brazo del Sur que llaman Tornaga- leones es tortuoso, y mucho má» largo y aplace- rado que el del Norte ó de Valdivia, de que se ha hablado; por consiguiente, está sin uso. Las tierras al Norte de morro Bonifacio son de mediana altura y muy desiguales, se presen- tan sobre ellas los altos de Cucule, formados de muchos cerros, que prolongan la costa en su di- rección hasta poco del río de Totten, donde ba- jan sensiblemente, y la costa hace varias peque- ñas ensenadas sin abrigo; de alli se mantiene en el mismo aspecto hanta la punta de tierra media- namente alta y iiplanada en su cumbre, con al • gunas piedrus en su pii á poca distancia; está marcada en j8" 28' 34" de latitud Sur y en f'7" jS' }() " de longitud algunas millas al Norte del río Canter de la Imperial; desde morro Bo- nifacio á este punto, corre la costa al Norte 10" Oeste 7M millas. La Isla de la Mocha, cuva latitud es de 3M* 23' 10" y su longitud de 67" 56' 35" en hu e.xtremo Sudoeste está 13 y medin millas al Nor- te 68" 45' Oeste de esta punta. Su dirección es casi Norte-Sur y su extensión de ocho á nueve millas, lis montuosa, escarpada por la parte del Oeste y mucha del Nordeste, y su altura bastan- te para dejarse ver á 14 leguas, en días claros. El freu entre ella y la costa es de cinco á seis leguas, limpio por una y otra parte, y su fondo de 28 á ¿¿ brazas lama y arena. En su medianía forma la isla una pequeña ensenada donde puede fondearse en necesidad, al abrigo del Noroeste, sobre 15 brazas, á media milla de la playa. Todos convienen en que de su extremo Sur sale una restinga de piedras al Sudoeste, pero hay variedad en su extensión; no obstante, creen los más que es de cinco á seis millas; una terce- ra parte suele descubrirse á mar baja, y con vien- tos del tercer cuadrante revienta el mar sobre ella furiosamente. Hay en el interior algunas aguadas y exce- lentes potreros para cría de ganado: la posición de esta isla respecto de los puertos próximos hace tan infructuoso el paso del freu, que sería imprudencia emprenderlo sin urgente necesidad: tal es en mi sentir una recalada anticipada que acerque á la costa Sur en disposición de no poder montar con el viento al Sur y Sursudoeste el bajo, ó la tenacidad del viento al Noroeste y Oes- te cogiendo cerca de la costa. Desde la punta de Tirua forma la costa una grande ensenada que termina en el cerro ó morro de Tucapel viejo, bien notable por su Kgura de un morro tajado, de más que mediana altura y de color pardo confuso. Las tierras de esta ensenada son bajas, alo- madas, sin serranía á la espalda, escarpadas al mar y con algunas playitas: cinco millas al Sur'/. Oeste de Tucapel, se ve otra punta menos alta, que parece islote, de donde salen al Norte á dis- tancia de tres cables algL'nos pedruscos bastante visibles: pasado el frontón de Tucapel, cuya ex- tensión es de una milla, escarpadoy tajadoal mar, sigue la costa al Norte formando una ensenada regularmente honda, llamada del Carnero; su te- rritorio es desigual en la cumbre y bastante in- clinado á la playa: las tierras más bajas están en el fondo de la ensenada, y poco al Norte, parece el morro del Carnero, con puntt i un pié poco saliente: se ven próximas á la costa sobre los pe- w 532 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO queños monteciUos que la cercan, algunas man- chas veidosas, blanquecinas y rojas. La costa sigue escarpada hasta punta Rume- na, donde empieza á ser desigual, aunque eleva- do, el territorio; entre esta punta y la de Lava- piés, se vé otra bíxia de piedra escarpada, y el terreno á que está unida se eleva insensiblemente á formar un monte de regular altura. La punta de Lavapiés es alta y escarpada pero delgada y bastante caliente Dos millas al Norte 21" Este está el extremo Sudoeste de la Isla de Santa María, cuya direc- ción es en aquel rumbo, y su extenuión de cerca de seis millas; tiene algunas piedras en esta punta, y una restinga de dos y media á su parte del Noroeste; no tiene fondeadero y el paso entre ella y la costa es infructuoso y arriesgado; es; baja y se crían ganados. Desde la punta Rumena hace la costa una grande ensenada, al principio escarpada, pero en su medianía se ven las playas de Lota al Norte de la punta de su nombre, y poco después la del desagüe del río Queule: la ensenada se prolonga hasta la embocadura del Viovio, en cuya parte del Norte hay un islote unido por una restinga a la costa de la punta; es de arena aplacerada, por cuya razón es impracticable la entrada en él. \ la parte del Norte é inmediatas al Este, se presentan las Tetas de Viovio, altas, casi iguales Nornordeste-Sursudoeste, sobre un frontón sa- liente escarpado de piedra, con un islote tres cabies al Oeste de la punta Sur: doblada la más al Norte, se ve la boca del puerto de San Vi- cente, formado por ella, y otra que del extremo Sur del monte de Talcahuano sale para el Sud- oeste. Este puerto está situado en 36" 42' 40" de latitud Sur, y en 67° 7' 35'' de longitud occiden- tal al Norte, y próximo á las Tatas, cuya punta saliente lo cierra al Sur: aunque bastante grandt, como su mayor parte está descubierta á los vien- tos del Norte al Oeste, sólo puede llamarse tal aquella porción que cubre de ellos la punta de los islotes, y presenta un excelente fondeadero ca- paz de seis embarcaciones á la gira; pero su se- guridad y proporciones, especialmente en invier- no, son \ iti esenciales, que lo hacen preferente á la bahía de Concepción y puerto de Talcahuano, donde á pesar del resguardo que baja de Mari- nao, del buen fondo, y en las mejores amarras, están siempre expuestas las embarcaciones. Respecto á las mercantes, á la mayor seguri- dad de que en él gozan pueden agregarse las ven- tajas de car¿,ar y descargar sobre una piaya siempre tranquila, á nn cable del c^marradero, y la iacilidad de conducir á Con'--^pción sus carga- mentos, en carros, con mayor ahorro que en Tal- cahuano, donde se ven precisados á ejecutarlo sobre muías, porque la demasiada pendiente del cerro de su nombre y los pantanos que en él for- man las continuas aguas del invierno, lo hacen intransitable á aquéllos. La aguada et- tan abundante como en Talca- huano, de igual calidad y más próxima á las em- barcaciones, sucede lo mismo con la leñ;i. En verano no proporciona las misi is venta- jas el puerto de San Vicente, porque los vientos de la parte del Sur que reinan entonces, atravie- san todo el puerto para llegar á las embarcacio- nes, levantando una mar bastante fuerte, á que se agrega, que estando aquéllas tan cercanas de la costa del Norte que sus amarras del Noroeste están en tierra, si les falta un cable, que juele ser bastante frecuente, es fácil vayan .«obre pie- dras, que forman esta parte del puerto, antes que agarre la tercera ancla. Convendría, pues, que en esta estación, ó se amarren á mayor dis- tancia de la costa, dando al Sur su mejor cable, ó que tomen de Octubre á Marzo el fondeadero de Talcahuano. Podría también amarrarse en el extremo Sur del puerto, abrigado á los Suestes de esta parte; pero á más de quedar descubierto al Norte, que tampoco es razón en este tiempo, se alarga Jos leguas la distancia á Concepción por un terreno pantanoso y de difícil tránsito. El puerto de San \' ícente ee limpio, y su fondo entre las puntas, de seis á nueve brazas arena y ¡ama, fuera de ellas de 16 á 18; á su Oes- te cana'; y se distinguen proporcionalmente al acercarte á cualquiera de las costas. ^a punta interior del Sur tiene un islote 6 ped'usco un cable al Nornordeste de ella, y la del N'jrte á más de la restingencia ó islotillos que Sí len al Sudoeste y velan siemprCj tiene un líajo de piedra, media milla al Oeste 7° Sur. De Marzo á Octubre parece prudente buscaí* el puerto por la punta de Talcahuano, á barlo- vento de él respecto al Norte y Noroeste, y en el resto del año por la parte Rumena, oue pro- porciona las mismas ventajas con los vientos del Sueste al Sudoeste- Saliendo de San ^'ícente sigue al Norte '/^ Nordeste seis millas, el cerro y punta de Talca- huano, bastante alto, en muchas partes escar- pado de piedra y varios islotes; á dos cables de él, se ven algunas playitas de arena, pero asi en ellas como en las piedras hay siempre mucha reventazón. A tres cables escasos del estrecho Norte de la punta y á su Noroeste, hay una piedra ó islote conocido por Quiebra-ollas, con una pequeña res- tinga en esta dirección; puede pasarse á dos ca- bles de él, y conviene hacerlo para conservar el posible barlovento yendo é, entrar en la lahía de Concepción con vientos del Sur que Oi "igan á bordear. Montado Quiebra-ollas se debe go ernar á la punta Norte de Quiriquína, escarpadi .:on T llanos que en él for- invierno, lo hacen ntecomo en Talca- s próxima á las em- 0 con la leña. a las misnids venta- ;, porque los vientos n entonces, atravie- r á las errharcacio- stante fuerte, á que lias tan cercanas de marras del Noroeste im cable, que ouele cil vayan sobre pie- del puerto, antes Convendría, pues, narren á mayor dis- Sur su mejor cable. Marzo el fondeadero ie en el extremo Sur uestes de esta parte; ibierto al Norte, que empo, se alarga Jos ación por un terreno ito. nte CF limpio, y su seis á nueve brazas dei6ái8; ásuOes- roporcionalmente al s costas. txr tiene un islote ó ieste de ella, y la del ncia ó islotillos que emprcj tiene un b'ajo este 7° Sur. ece prudente buscar alcahuano, á barlo- te y Noroeste, y en e Rumena, nue pro- s con los vientos del i sigue al Norte '/» 0 y punta de Talca- uchas partes escar- ies; á dos cables de e arena, pero así en bay siempre mucha 1 estrecho Norte de y una piedra ó islote on una pequeña res- le pasarse á dos ca- o para conservar el ntrar en la -ahía de Sur que oi 'igan á las se debe go ernar lina, cscarpadi ,:on ■'■/muc-: CORBETAS DESCUBlliRTV V ATREVIDA 533 algunos pedruscos próximos, y menos alta que las dos costas. No hay otros riesgos que los pe- druscos siempre descubiertos, exceptuando dos placeres, el primero que rodea á distancia de dos cables la punta Gorda del Este de la isla, y se extiende todo el frente de la ensenada que le sigue al Sur entre él y la punta de Arenas; y el segundo que sale de esta punta al Sueste '/i Este, igual distancia y se distingue fácilmente por el color amarilloso del agua sobre el fondo de arena. Al principio del canal se encuentran 25 y 30 tfíazas lama que disminuyen á proporción que se entra, hasta 11, 10 y 9 lama y arena. Al Sur de la punta de este nombre, en la cosía, está la pequeña ensenara del Tomé, de buen fondo, pero desabrigad t al Noroeste y Oeste, que producen, mucha marejada, por cuya razón, la de mayor distancia á Concepción no es frecuentada. Doblando la punta de Arenas se halla entre ella y el cerro Sudoeste de la isla, el pequeño, pero seguro fondeadero de la Quiriquina: su fon- do es desde nueve á 13 brazas arena, y tan acan- tilado hacia esta punta, que se encuentran siete brazas de agua á tres toesas dt la orilla: está cu- bierto á los vientos y mares del Nordeste al Oesudoeste:el repentino y viole.:to descenso de la costa de punta de Arenas obliga á llevar á seco el ancla del Norte, que se entierra en la arena; la del Sur va á 11 brazas, pero es necesario ten- derla todo lo posible al Este, huyendo la proxi- midad del cerro de Piedras, de que salen muchas al Sueste, que maltratan y rompen los cables. Si el concurso de muchas embarcaciones no permi- tiese esta precaución, podría evitarse el riesgo, dando al ancla de esta parte la» brazas de cadena que basten para que el cable no roce el fondo; á falta de otras más oportunas, parece desempeña- rían bien este destino las bozas de cadena de las .vergas mayores, especialmente en el invierno, que siendo los Sures bonancibles y raros, traba- jan menos sus amarras. Este fondeadero es preferente á los demás, para toda embarcación que no necesite una co- municación seguida con la costa: las de guerra logran en ella de la ventaja f^' tener en freno sus tripulaciones, haciendo le este modo menos fre- cuentes la deserci''-.., la borrachera y todos los desórdenes en que se ceban en los puertos de esta costa. La i^la produce abundantemente sin cultivo, manzanas, cardos , nabos y otras le- gumbres antiescorbúticas capaces de restablecer cualquiera tripulacDU débil, mezclándolas en su caldero á la comida diaria: iiay excelente agua y bastante leña; es innumerable el pescado que se cría en esta pequeña ensenada, circunstancia de que carecen las del Tomé y Talcahuano, y los mariscos de varias especies que cubren las pie- dras de esta parte de Ja isla pasan por los más sanos y sabrosos dt! "einc. El puerto en Concepción ó Talcahuano, es una espaciosa bahía que se extiende más de tres leguas de Norte á Sur y dos y media Este-Oeste. La Isla Quiriquina, situada en su boca, formados canales ó entradas; una y otra pueden llamarse limpias, y tienen sus particulares ventajas se- gún las diferentes circunstancias del navegante: hemos hablado de la del Este, más ancha, prefe rente con los vientos al Sui que obligan á br- dear, y de que constantemente hacen uso las embarcaciones mercantes. La del Oeste tendrá poco más-de una milla de ancho; sus dos costad- son de piedra con muchas inmediatas: conviene sólo entrar por ella con vientos del Sur al Sud- oeste ó con Norte claros, posición en que se gana mucha distancia y barlovento: su fondo es de 12 á ocho brazas arena y en las orillas piedra y conchas. Desde la punta de la Lobería, que con la del Nordeste de la Quiriquina forma el canal del Este de la bahía de Concepción, sigue la costa al Norte 2i"Este dos y media millas, hasta la de la Herrería, una y otra, como la costa intermedia, son bastante altas en el interior, pero con descenso suave á la playa. De esta última punta, se inclina al Norte 42" Este cerca de dos millas, hasta el morro de Nencoché, que hace la entrada Sur del puerto de Coliumo, y á alguna distancia aparece aislado, estando unido á la costa por una estrecha y baja lengua de arena: hay algunos pedruscos en este trozo de costa, aunque muy unidos á ella: el que ebtá al N; ideste de aquel morro, dista de él cerca de dos cí.bles. No hay obstáculo alguno para entrar en el puerto, cuyo único fmairadero abri/ij'ado al Norte es la pequeña ensenada que forma aquel morro á su parte del Sur; el referido es de siete á nueve brazas lama y puede contener de seis á ocho buques. El resto del puerto, aunque grande, ri^íá des- cubierto y sin abrigo contra las gruesas nía' ^ del Norte, y á pesar del cerro, deben incomodar las embarcaciones en la misma ensenada, poco profunda pajra librarlos de "lias; como la lengua de arena es tan baja, están expuestos también A toda la fuerza del Noroeste, pero no á la mar. La parte del Este desde la punta del Pingue- ral, es limpia, y su fondo, como el del resto del puerto" hay no obstante algunos pedruscos des- cubiertos, próximos á la costa, que también es de_ piedra, y en el fondo de (.' un placer de arena que bale del Estrecho Suoste, donde se extiende á un tercio de milla, y tomando la' figura de la cos- ta á que está unido, termina en las piedras de la punta de los ríos, cubriendo todo el fondo Sur del puerto. La leña es abundante, y la aguada se hace en "M\ ié U- 5.i VIAJE ALKlíDEnOK DEL MUNDO el río, que desemboca en la parte interior del Duer- to al Sur del fondeadero. La mayor distancia de este puerto á Concepción, su poco abrigo, y \.' escasez de víveres y carica r^-specto á los de Tal- cahuano y San Vicente, lo han hecho h?sta aho- ra inútil, y sólo se toma en urgente necesidad; sin embargo, dos ó tres buques pueden estar en él bastante abrigados. Al Norte de la punta del Pingueral empiezan las lomas de Malla, de más que media altura, con algunos cerritos superiores al resto: terminan aquéllas en el río de Itata: en esta porción hay unos escarpados al mar bastante notables, que forman dos puntas bajas y salientes: al Norte entra la ens-^iada del Zono que cierra á esta parte la punta de Cumaya: ha\- un placer que sale media milla al Oeste. La costa que entra al Norte está igual, y la punta en que acaba tiene otro placer de igual extensión y dirección que el antecédeme; entre las dos está situada la pequeña Islita de Carran- za á dos millas de la costa. Su direcciones Norte- Sur y bastante baja. Desde el rio de Itata hasta la punta de Nati- vidad, córrela costa al Norte jcf ]o' Este 117 millas, formando varias ensenadas poco profun- das y notables; en esta porción, se ven las barran- cas de Huachapure, y 17 millas al Norte la em- bocadura del río Maule, aplacerada y cubierta de piedras su punta Sur: sigue á ésta la punta de Natividad con algunos pedruscos: á media milla de aquí sigue la costa inclinándose algunos gra- dos más al Este hasta el mor. o de Topocalma, á cuya parte del Norte i" Nordeste y á 10 millas, están los bajos de Rapel: el Maipú desemboca á igual distancia de ellos al Nordeste; en el fondo opuesto Este de la ensenada al Norte, está el puerto de .San Antonio, y sobre el los altos de su nombre. Li^ costa corre al Norte 16" Oeste tres millas hasta la punta de Auquen desde la Norte de aquel río; se ven en este espacio las playas de Cartagena, arenosas y dominadas por los altos de S.ui Antonio, y pocas millas al Sur de aque- lla punta, la Piedra Hlanca, bastante grande, uni- da á la costa, y de aquel color hay otras dos sobre la punta de Tunquen sin aquella particularidad, y algo más distantes de ella. De esta punta sigue la costa al Norte 12° Oes- te hasta la de Curauma, de donde hace un fron- tón de más de cuatro millas al Norte jo" Este con algunas puntillas: montado en este frente se des- cubre la ensenada de Lagunillas, bastante honda y de arena la mayor parte de su fondo; termina ésta en la punta de los Angeles, que forma la entrada del puerto de Valparaíso, dos millas al Norte 6" Este de la quebrada de Bueyes, honda y sin playa. El puerto de Valparaíso, que propiamente no es otra cosa que una r».da, está situado en J3" r' 30" de latitud Sur y en 65° 39' 15" de lon- gitud occidental. La mayor parte está descubier- to al Norte y Noroeste y expuesto á toda la vio- lencia de sus mares: á pesar de estas desventajas, t.u proximidad á la capital de Chile y á las más fér,''iles campiñas de este Reino, )■ por ronsiguien- te, 1.^ facilidad de reunir en él á nienor costo el trigo } ,^emás frutos que producen, lo han hecho ■ el más frecuentado de las embarcaciones mercan- tes. Es limp'o, y sólo ha)- que resguardarse de ¡as piedras velantes inmediatas á la punta del castillo Viejo de San Antonio. Sobre la costa del Oeste, y ala qu"; llaman Laja, pró.xima tam- bién á esta punta y á .u parte del Nordeste á mé- nc:; de dos cables de la costa del través, puede pa- sarse á un cable de unas y otras sin el menor riesgo, y conviene ejecutarh. así, para no perder barlovento y fondear lo más cerca que se pueda del fondo Sudoeste del puerto, suponiendo que la entrada se haga con vientos del Sueste al Su- doeste, como es probable suceda, espe':ialmente en verano. De otro modo, es preciso bordear per- diendo tiempo, y algunas veces sin fruto, por la demasiada fuerza del viento que suele no per- mitir las gavias á medio mastelero. Como estas brisas ceden en las primeras ho- ras de la noche y terminan antes de la mañana dejando algunas horas de calma, parece lo más I -"idtr.t;. en este caso arriar el ancla donde con- fiere la bordada, y esperar este momento para ganar á la espía ó remolque el buen fondeadero. Es, no obstante, preciso atender al fondo de esta parte del puerto, y por un deseo de abrigarse al Norte y Sur, no meterse demasiado en la ense- nadita, que abunda en ratones y hace perder las amarras: por esta razón, el mejor paraje es á un cable de la costa del Sur, demorando la punta del castillo de San Antonio al Norte 17° Este. El ayuste debe estar á esta parte tendido por largo, y el ancla del sencillo al Sur á dos ó tres brazas de la playa donde puede engalparse un anclote hecho firme á las estacas; así, quedará el ancla del Norte en 20 ó 24 brazas lama y el cuer- po del bu(¡ne en seis ó siete arena. El fondo del puerto es bastante desigual como su calidad, r. un cable de la costa del Oeste desde la punta de los Angeie.>, se encuentran de 12 a ocho braza', fondo, cascajos y arena: pero atravesando á la parte del Este aumenta repen- tinamente casi haüta 20 y 25 arena y lama. ICn caso de voltejear, pueden prolongarse los bordos hasta caole y medio de tierra en el del Oeste, ó tomar cinco brazas en el del Este. La leña es de mala calidad, hay poca, y por consi- guiente es bastante cara. La aguada puede hacerse (> en el arroyuelo que desemboca en la playa arenosa d(>' Ahiea- dral 6 en la fuente de la plazueí ; Ú'J- Ca;;t»yo Nuevo; si por medio de mangueris «te cnis' /¿v ' i 59' 15" delon- stá descubier- á toda la vio- s desventajas, e y á las más or ronsiguien- lenor costo el , lo han hecho :iones mercan- sfíuardarse dt la punta del sobre la costa , próxima tam- S'ordeste á nié- ivés, puede pa- sin el menor para no perder que se pueda uponiendo que I vSueste al Su- espe'ñalmente so bordear per- in fruto, por la suele no per- ). s primeras bo- de la mañana parece lo más icla donde con- momento para len fondeadero, der al fondo de seo de abrigarse iadoen la ense- hace perder las r paraje es á un ido la punta del 17" Este, irte tendido por Sur á dos 6 tres engalparse un así, quedará el lama y el cuer- i. stante desigual costa del Oeste i encuentran de s y arena: pero lumenta repen- na y lama. I prolongarse los tierra en el del il del Este. La :a, y por consi- en el arroyuclo osa del A'.r.ieíi- aí.i úcl- Car.tiUo ir 18 se C'U(S'_>>.: CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 535 llevar á las lanchas la de éste, la operación será más pronta y cómoda que en la otra, donde la marejada del Norte, Noroeste y Oeste suele mal- tratar aquellas embarcaciones. Los vientos del Sur son constantes en este puerto, de Octubre á Abril, suelen empezar á las once del dia, manteniéndose bonancibles hasta las cuatro de la tarde que refrescan de fugadas, su fuerza dura de cuatro á seis horas y cesan por el mismo orden que han empezado. El resto del año reinan los del Norte al Oeste; pero según los prácticos, no tienen en este puerto la fuerza y du- ración que en los anteriores. Parece probable que así suceda, pues de otro modo, las embarcaciones mercantes del comercio del Perú que lo frecuen- tan en todas estaciones, generalmente mal pro- vistas de anclas y cables, perecerían sin remedio. Saliendo de Valparaíso, puede seguirse á re- gular distancia la costa del Norte, y se verán dos ensenadas ' equeñas que separa la punta de Re- ñaca; sus ,)layas son de arena, pero desabrigadas; montad;., la punta de Concón, que sale al Norte pocos grados Este de ellas, se encuentra la ense- nada de su nombre, tan desabrigada como aqué- llas; termina ésta en la punta de la capilla, que forma al Norte una grande ensenada, donde des- emboca el río Quillota. La playa desde él hacia el Norte es de ?!-ena con montañas bastante al- tas á su espa¡v''a: en A extremo están el islote y bajos de Quintero, que salen cerca de una milla al Norte 53" Oeste de la costa más próxima: casi Norte-Sur con los de fuera y á distancia de uno y un tercio millas hay una punta poco saliente y baja á que sigue la tieira haciendo una corta inflexión al Nordeste á encontrar la punta Sur que forma la entrada del pequeño y poco seguro puerto de Quintero, baja y de piedra. A distancia de dos leguas de este puerto, de- moiando al Norte 53" Este, se encuentran 92 iirezas de agua, fondo arena gruer,? . La ense- , Oífi?". de la Sigua .]ue siguf al Norte de la punta 'vi. de este nombre, se '"nterna inmediatamente .r » iiya de arena, y se une á la del Norte mé- i'iü honda, formando costa pendiente. Las tie- n 8 ' . la ensena la y las de su punta Norte son bajas hacia el rr, ar y algo menos en el interior. La costa que continua después al Norte 30° Oeste 19 millas y va á encontrar la punta del Gobernador ó Pichidanque situada en 32" 2' de latitud, y en el mismo de la punta de los .ange- les de que dista 58 millas, es de mediana altura, y poco al Sur en .1 interior se ele\'a un monte alto y aplanado, á que llaman la Silla del Go- bernador. El puerto del Gobernador á la parte Sur ce la punta de su nombre ó de Pichidanque es bastante grande y mucho más sfirco que los del Papudo y Quintero. Un islote que tiene á su boca, cable y medio al Nordeste de aquella punta, resguarda una gran parte del viento y mares del Norte; puede fondearse con entera seguridad res- pecto á éste, dando un cable á las piedras de su parte Sur. Sólo tiene en sus inmediaciones el curato de Quilimay que dista de él una legua: aunque el temperamento es benigno, la falta de agua tiene sus campiñas, á muchas leguas de él, áridas y enteramente despobladas; por esta ra- zón, sus contornos carecen de toda especie de producciones y "onsiguientemente está abando- nado de las embarcaciones mercantes. La leña es escasa, mucho más el agua, y el puerto carece enteramente de pescado. La costa sigue al Norte de él formando tres ensenadas que terminan las puntas del Salto del Negro, Matagorda y la de Ballena, á cuya parte del Norte entra la de su nombre cerca de su punta, y en el fondo se ve arena y otra pe- queña ensenada donde está el pequeño pueblo de Conchali con aguada en el río de su nombre, ene desemboca al Norte y cerca del pueblo. Frente de él se ven cuatro farallones ó islotes, 'os dos maj'ores y m Is próximos á la costa con Jgunos pedruscos á sus pies: distan de ella un tercio de milla y corren entre sí Noroeste Sueste con corta diferencia á los restantes; el más Oeste y Norte sale dos y un tercio millas á la costa del PvSte, y el cuarto más Este y Sur dista de aquel algo mis de dos millas al Sueste y cerca de una, de la punta de la costa más próxima. \l Norte del pueblo se ve un mégano de arpna giande y muj- notable; cerca de él hay otros pequeños que también se distinguen fácil- mente: el terreno de la ensenada hacia el inte- rior, es montufso, descamado, pero desigual y con muchas quebradas profundas. La punta Norte de Conchali tiene algunos pedruscos pró- ximos, y una milla á su parte del Norte un islote de regular altura y magnitud; la costa desde aquella punta, alta y cortada al mar; sigue la costa al Nornordeste formando otra ensenada que se interna poco; la punta en que termina es escarpada, de color rojo, más baja que aquélla. Hasta el río de Chuapa :.igue la costa escarpada; baja, y de piedra, desde la punta Sur á Este; de mediana altura, roja, y con arena al pié hasta la de Chuapíi; es también baja la costa que fo.ma la ensebada que corre al Noroeste 7^ Oeste cerc.-' de drs millas. La punta Norte del río es baja de piedra, escarpada, y próxima á ella hay una piedra blanca bastante notable, sobre la misma playa: el interior es montuoso, pero con muchas llanuras altas. .De la punta de Chuapa sigue la costa al Nor- te pocos grados Oeste formando varias ensena - ditas y puntas pequeñas: se ven sobre ella las sierras llamadas Amolanas, altas, desiguales y muy próximas á la playa; á su extremo Norte y cerca de la punta que cierra la ensenada, se ve un pequeño arenal con punta saliente: doblando A ■ :;i m 536 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO :(■:■'' ?. esta punta, que también es de piedra, sigue la costa al Norte pocos grados Este, de tierras bajas con serranía á la espalda y una punta saliente escarpada. Al extremo casi de la ensenada, se ven otros escarpados más altos que el anterior, y poco des- pués los altos de Talinay que se extienden hasta la quebrada de Limar!, río considerable, que toma este nombre del valle que riega, y cuyo de- sagüe es en esta parte: la dirección de la costa es al Norte poco? grados Oeste, y su terreno des- pués de los escarpados es bajo en la orilla, é in- clinadas hacia ella las sierras interiores. La quebrada de Limari se forma de dos puntas regularmente altas y cortadas, al pié de una sierra elevada muy notable por Jos picos que se ven en sus extremos: el terreno es escar- pado hacia la parte del Sur, con algunas ense- nad.lias, y á bastante distancia de la playa se ven varias cadenas de montes elevados. Desde la punta Norte de Limari sigue la costa igual á la anterior casi Norte-Sur 26 millas; hasta la punta de Lengua de Vaca, salit '»: baja y con algunos pedruscos; termina se r ella una cordillera de montes altos y parejoc que tienen su principio poco al Norte de aquella quebrada; cerca de esta punta y al Sur, hay unos peñascos bastante notables y casi pegados á la playa. Al Norte de la punta de la Lengua de Vaca, se inclina la costa al Nordeste tres millas, con una pequeña ensenada, y después al Este y Norte formando las grandes de Tongoy y Gua- raquero, que divide el frontón y cerro de este nombre de mediana altura y muy ancho; una y otra son de piedra con algunos trozos de arena, y están enteramente descubierta! , aunque á la primera llaman bahía y á la secunda puerto: del fondo de ésta se inclina la costa al Norte algu- nos grados Oeste hasta la punta de Lobos, baja, de piedra, con algunos pedruscos á su pié y á la parte del Sur cuatro manchas biancas, las tres muy notables. De esta punta á la Sur del puerto de Coquim- bo corre la costa al Norte 42" Este cinco y media millas: en el intermedio hay varias puntillas, ba- jas, salientes, de piedra y muchos pedruscos á po- ca distancia. Casi equidistante de las dos está la Caldera, ó puerto de la Herradura, pequeño y bastante abrigado; su entrada, de un cuarto de milla de ancho, no tiene riesgo alguno cubierto; se encuentran j6 brazas de agua sob : fondo cas- cajo, entre las dos puntas que la fon iian. Dentro del puerto hay 14, i6y iS, á dos cables de la playa de cinco á siete; en la parte del Oeste y Suoeste es frecuente el fondo piedra, en todo el resto cascajo, la costa de arena es aplacerada, la del Norte y Nordeste está cercada de piedras desde la boca, y aunque á poca distancia, sale una restin- ga de la última punta interior donde empieza la arena. La leña es escasa y de mala calidad; lo mismo sucede con el agua, que se hace con traba- jo en un pozo 6 laguna j unto á los ranches de pes- cadores que están en la parte .Sur del puerto en- tre ellos y los islotes conocidos con el nombre de Ballenas. La distancia de este puerto á la Sere- na, es igual á la que hay desde el de Coquimbo, y tan cómodo el transporte de efectos por tie- rra. La c ^sta entre estos dos puertos, es un fron- tón de piedra, con puntillas de lo mismo, muy desiguales, rodeadas de pedruscos, y una peque- ña ensenada al principio: casi al Norte del ex- tremo de esta parte de ella, están los islotes lla- mados Pájnros Niños, de piedra, bajos, escarpa- dos y cercados de piedras pequeñas; el más Norte y mayor, tiene en el extremo Sur una restinga que sale cerca de la mitad de la distancia de uno á otro, y termina en una piedra casi anegada; su freu, por consiguiente, es sólo de dos décimos de milla, y se encuentran en él de 14 á 23 brazas de agua, fondo piedra: su excesiva angostura hace muy arriesgado el paso de este canal; no sucede lo mismo con el que forman el del Sur y la costa, ide el único obstáculo son las piedlas que ru- in uno y otro, y que siempre velan; su fondo ^ , Igual al del anterior, pero de cascajo y con- chuela. Al Oeste de el de tierra hay varios islo- tes, pero limpios. El Pájaro Niño, mayor, está más de una mi- lla al Norte 55" Oeste de la Piedra Pelícano, so- bre la punta de Tortuga, y el del Sur nueve déci- mos de milla al Norte 76" Oeste: haj^ siempre mucha mar en este paraje, por tanto, sólo debe emprenderse el paso del segundo freu con viento fresco del Sur al Sudoeste. Montados los islotes puede seguirse la costa á un cable ó cable y medio, por ocho, nueve y 10 brazas pi^f'-a y cascajo hasta la Piedra del Pelí- cano, cahij y medio al Nordeste de la punta de la Tortuga; la costa sigue después al Sur con pie- dras á la orilla, puede prolongarse á dos cables por diez, ocho, siete y seis brazas de agua, cascajo y conchuela, hasta ponerse Este-Oeste con dos cerritos bajos é iguales llamados los Hermanos, que están inmediatos á la playa en la parte del Sueste de la valiza. Si en esta posición se está á do£ cables de la tiena del Oeste, se dará fondo amarrándose Nordeste Sudoeste, y dando el cable de esta parte, á una piedra redonda que está á pocas brazas de la playa, y llaman por su figura la Tortuga. Asi quedará casi al Oeste un pequeño almacén que hay en la playa, y se enfilará el extremo Este de un cerrito de piedras que está sobre la misma con el del Oeste de Bascuñano al Sur del fondeadero y del principio de la playa de arena. En Coquimbo hay poca leña y muy delgada y de mala calidad: el agua es también mala y se hace con mucha dificultad. 1 il la calidad; lo ace con traba- anches de pes- del puerto en- 1 el nombre de erto á la Sere- de Coquimbo, actos por tie- )s, es un fron- mismo, muy , y una peque- Norte del ex- los islotes 11a- jajos, escarpa- s; el más Norte • una restinga istancia de uno isi anegada; su dos décimos de á 23 brazas de ingostura hace nal; no sucede Sur y la costil, hiedras que ro- ldan; su fondo ;ascajo y con- ay vaiúos islo- Tiás de una mi- a Pelícano, so- Sur nueve déci- ;: hay siempre mto, sólo debe freu con viento eguirse la costa :ho, nueve y 10 Piedra del Pelí- le la punta de la ú Sur con pie- 3e á dos cables , íeagua, cascajo ¡Oeste con dos 5 los Hermanos, en la parte del ioE cables de la lo amarrándose le de esta parte, pocas brazas de la Tortuga. Así ño almacén que ¡xtremo Este de ire la misma con r del fondeadero •na. y muy delgada nibién mala y se Construcción de las cartas desde Coqut'mtw hasta Lmia^ inclusas las Islas de San Félix. Ya se ha manifestado con cuántas observa- ciones uniformes entre si y de la mayor confian- za, podíamos determinar la posición de! observa- torio nuestro de Coquimbo, en longitud occi- dental de Cádiz, de 65" 15' 15". Rn este su- puesto, nos pareció adoptarle por primer meridia- no en lo venidero: y hecho un prolijo examen de la marcha de los relojes marinos, siguió en la Atrevida como reloj magistral el número 10; en la Descubirrta se sustituyó de nuevo al cronó- metro 61, el número 72, que conservaba el mismo movimiento que se determinó en Valparaíso, ra- tificándole los horarios observados en meridianos del Pájaro Niño, cuya posición estabadeterminada geométricamente á la longitud del observatorio. Nuestras marcaciones exteriores referidas el día de la salida al cerro de Guanaquero, ratifi- can su posición; y las bases corridas hasta la Isla de Choros, ligando con las enfilaciones y mar- caciones hechas desde el puerto á la punta de Theatinos y á la isla mayor de Pájaros , no nos dejan duda que la costa hasta los Choros, no ad- mite la menor equivocr. D. Cosme Bueno, 79° 23' so" 79.20.00 79-2S-30 ompone de 36 cua- teilanas: resulta, por a legua marina es de nueva, como se de- ,s, cu atcución á los Lie se consideran en , resulta que la cua- 4 varas en lugar de emás: se hau tenido Tir estas observacio- DERROTEROS desiü el puerto del Callao hasta el río de GuayaquiL y de este punto hasta el Golfo de Panamá,, por D. Fabio Ali Ponzoni. Islim Honniaas. — En la navegación al Callao se presentan muchas veces á la vista del nave- gante las Hormigas, dos pequeños islotes que corren la dirección de Norte jo° Oeste, separa- dos entre sí dos tercios de milla: una distancia algo menor de ésta forma su canal de 7, 8 y 11 brazas piedra. El del Sur, situado en 11, 56, 30 de latitud Sur y 45' 50" occidental del Callao al Oeste g" Norte del extremo Noroeste de la Isla de San Lorenzo á distancia de 40 millas es el ma- yor y algo bajo, formando tres mogotes, de los cuales el del Sueste se presenta más alto, y á su pié otro chico, cuya quebrada hasta el agua, es de suerte que parece aislado. De la parte del Sur le sale un bajo á distancia de un cable igualmente que por su parte del Sudoeste y Noroeste á la misma distancia, y por fuera de ellos se encuen- tran bien pronto 20 á 30 brazas cascajo. Una restinga que le sale del Noroeste al Oesnoroeste, se extiende dos tercios de milla. El otro islote es un peñóte amogotado con un farallón chico pegado á la parte del Oeste: al Sudoeste del islote, á un cable, hay dos bajos casi unidos con otro oculto á otra tanta distancia, en la misma dirección. Muy inmediato alrededor de este islote 3' por fuera de los bajos, se encuen- tra fondo de 11 y 12 brazas piedras gruesas, y se- guidamente 14, 15 y 16 brazas cascajo: separán- dose luego un poco, aumenta el agua á 25, 30 y 35 brazas cascajo. Los Pescadores. — Al Norte 3 Oeste del extre- mo Noroeste de la Isla de San Lorenzo, y al Norte 75 Este de las Hormigas, distante de aquél 17 y Va millas y de éstas 41 escasas, se encuentra la Isla del Pescador Grande, así llamada á dos islotillos muy unidos y situados en 11° 45' 42" de latitud Sur y 71" 04' 22" occidental de Cádiz. Con el nombre de Pescadores se distinguen á éstos y á una porción de farallones inmediatos, de los cuales los más distantes se apartan sólo cuatro millas de la tierra firme. Puerto de .4«í:o«,— Este-Oeste con el Pescador Grande á una distancia de poco más de una le- gua, se halla un frontón alto, que con el resto de la costa al Norte forma el puerto de Ancón ó Antón de Rada. Diferentes playas de arena ro- dean toda la ensenada con tierras altas en lo in- terior, y su dirección abriga de los vientos Sures. Desde la punta Quiebrabarcos hasta la de Mu- latas, extremos Norte y Oeste de la ensenada, un buen fondo de 13 brazas va insensiblemente disminuyendo, hasta hallar tres y media brazas siempre arena á tres cables del pueblo de Pes- cadores situado al Sur y en la playa más interna de la misma ensenada. La entrada por el Norte de los Pescadores es enteramente limpia por fon- do de 30 hasta 20 brazas arena, y la que comun- mente se verifica para evitar la inmediación de todos los farallones por los fuertes hilos de co - ta que forman los diferentes canales: de éstos, el paso más seguro es entre el Pescador Grande y los otros. Ancón, aunque es un fondeadero exce- lente para muchas embarcaciones, le falta agua dulce, por cuya razón todas sus inmediaciones son de tierras estériles, y sólo pozas suministran agua salobre: hay buena á dos leguas por el ca- mino de Lima en un paraje que llaman Copaca- vana. Los indios del pueblo de Pescadores, se entretienen en la pesca sobre toda la costa é is- las inmediatas, y son casi los únicos que se avan- zan hasta las Hormigas. Las mujeres la llevan luego en la noche á Lima, por el camino de tie- rra, para venderla. Punta Mulatas hasta el río Rimac. —El fron- tón ya nombrado, y terminado por la punta Tor- tuga al Sur y por la de Mulatas al Norte en di- rección de Norte 9" y '/» Este, es muy hondable, y casi á pique se halla fondo de 23 y 24 brazas. Al Sur el río de Carabaillo y el de Kimac hacen aplacerada una gran parte de la costa inmedia- ta, y por consiguiente no muy seguro el acercarse mucho á ella. Las embarcaciones que vienen del Sur para el puerto del Callao y se sotaventean, dan fondo á un anclote á la vista de este pedazo de costa, para luego sobre espías, ganar el fondeadero, en las muchas horas de calma que reina. La mala construcción de los buques mercantes que na- vegan en estos mares, su mucha carga y á veces excesiva, sus maniobras complicadas y groseras, y la poca gente que llevan, hace sin duda prefe- rente el partido que toman, aunque cueste el sacrificio de muchos días, al de aprovechar so- bre bordos, los vientos que soplan siempre bo- nancibles. De la punta Quiebrabarcos hasta la de Pasama- yo, — Desde la punta de Quiebrabarcos sigue la costa al Norte, al principio montuosa, hasta la punta de Tama':a}'a conocida por los cerros de arena que tiene en lo interior. Prolóngase luego ■^ 540 VIAJB ALKKDEDOR DFL MUNDO hacia el Noroeste, escarpada, para formar la punta l'asamayo, con cuyo nombre se distingue también un rio que desemboca á una milla y ter- cio de esta última punta. Hasta la punid de Htuira. — lín ia dirección de Norte 47" Oeste de la punta de Pasamayo se halla la de Hitara ádistanciadeay millas, coloca- da en II, 18, 55 de latitud y en 26' 18" de longi- tud, lin este trechode costa se encuentra primero la punta de Chancay, que da el nombre á un río que se halla á la parte del Sur y forma al Norte de ella un pequeño puerto de una y media mi- llas, de fondo abrigado, de tierras altas, particu- larmente en la dirección de los vientos del se- gundo cuadrante. Este fondeadero es cerca de un morro que demora al Sur, no muy adentro, sino en cuanto pueda abrigarse del viento, en siete y ocho brazas de agua. Siguen al Norte las playas de Lacluiy y del Tambo de las Perdices, que las dividen unos pe- dazos de costa montuosa. Farallones de Hiiani.— Al Sudoeste próxima- mente de la punta de Huara corren varios islo- tes: Tombillo es el más chico y tiene una piedra junto á él: siguen hacia fuera los Diablillos, que son tres; los Chuntales, otros tres más altos con algunas piedlas alrededor; y Mazorque, el mayor y más elevado, con un islotillo inmediato bas- tante alto. Otro chico y aUo llamado el Pelado, en n° 27' 20" de latitud y 38' 20'' de longitud, es el más saliente á la mar y demora de la mis- ma punta al Sur 55° Oeste á 14 y '/j millas. To- dos ellos, llamados los farallones de Huara, for- man canales muy hondables, en donde puede fondearse sobrecogido de algunas calmas, y en el más ancho, que es de dos leguas entre los dos más distantes de tierra, se halla 70 brazas de agua. Se incluye también con ese nombre, un is- lotillo inmediato á la punta Huara y á milla y media al Sur de ésta. Las Tortugas, otros dos is- lotes muy unidos y cercanos de una punta. Punta y puerto de Salinas. — Al Norte exacta- mente de la punta de Huara, siguiendo un trecho de cosi^ de tres y media millas que forma una pequeña ensenada, se halla la punta de Salinas, baja y de piedra. Le da su nombre un cerro in- mediato y un puerto pequeño que tiene al Norte. Isla di Don Martín. — Avanzando para el Nor- te se encuentra la Isla de Don Martín, situada en 11° 03' 07" de latitud y 27' 20" de longitud, distante de la costa poco más de una milla. Es casi redonda, de una circunferencia de media legua próximamente, tajado el extremo Norte, bajo el del Sur, y ambos con una pequeña res- tinga: se presenta su cima llana y blanca, por el guano que la cubre enteramente. Dos poblaciones en la costa. — En su paralelo próximo á la orilla de la costa firme, que es aba- rrancada, se ve una población, cuya iglesia es bastante visible desde la mar: la de Huara se distingue en lo interior á lepua y media Este- Oeste con el morro de Huacho. Puerto de Huacho. — Forma éste un pequeño abrigo á la parte del Norte, al cual le han dado el nombre de puerto: sólo se presenta la utilidad de enviar allí una lancha, manteniéndose el bu- que á la vela, para hacer provisiones de víveres, que hay en abundancia: en sus playas se hace sentir con fuerza la resaca. El morro da el nom- bre á un islote que dista de él media milla; un fondo de 20 brazas arena fina se encuentra á dos millas mar en fuera. De este punto se extiende la costa al Norte y Sur, en gran parte abarrancada y de muy poca elevación: siguen luego en lo interior, lomas de arena algo notables, y últimamente, la cordille- ra muy elevada y bastante próxima. Pico de Huara. — Entre aquéllas se hace bien visible por su elevación y por su figura de pan de azúcar, el pico de Huara, situado en 11° 05' y 30'' de latitud y 18' 50" de longitud á siete millas de la costa, muy parecido al de San Cris- tóbal de Lima; su declive por la parte del Sur se ve en gran parte libre de las colinas inmediatas, y por la opuesta, otras colinas más elevadas y que se extienden con igual altura, lo ocultan des- de la mitad. Al Norte se distingue una punta por un islo- tillo negro inmediato á ella llamado el Marf:i- nico, y luego la de Supe, formada de piedra con una restinga de cerca una milla hacia la Isla de Don Martín. Desde la punta Supe hasta las ruinas de Panaman- ga. — Seguidamente forma la costados ensenadas poco profundas, divididas por la punta Mamas- mayo, á cuyo través hay 37 brazas ¡ama, á cuatro millas: en la más septentrional de ellas, por unas quebradas que se ven desde la mar, desemboca el río de la Barranca, que es caudaloso y con una población de su nombre y el de la Fortaleza. Entre éstos, en un valle cultivado, se deja ver la población de Patavilca. La punta Norte de esta ensenada, que la forma un cerrito puntiagudo, negro y escarpado en la orilla, se hace bien visi- ble por las ruinas de Panamanga que tiene al Este. Dista esta punta 14 y '/, millas al Sur 15" Este de la Isla de Don Martín. Hasta la punta Hurtados. — De la misma pun- ta para el Norte 38 Este, distante 27 millas, se halla la de Hurtados con un islote inmediato hacia el Sueste: en este intermedio no ofrece la costa sino pequeñas sinuosidades, cuyas puntas prin- cipales son las de Vera, Santander y de Filita. Hasta lapinta de Francos. — La punta de Hur- tados, con la de Francos, corre en la dirección de Norte 31° Oeste ocho leguas, y entre varias en- senadas poco profundas que hay en este trecho, es la más notable la que está al Norte de Sora- .5 .-- ■■ COKBBTAS UESCUBIBKTA Y ATKKVIDA 54» de Huara se ly media Este- ke un pequeño |a] le han dado ;nta la utilidad liéndose el bu- |nes de víveres, jlayas se hace Jiro da el nom- ledia milla; un k encuentra á Icosta al Norte ly de muy poca Irior, lomas de |te, la cordille- ia. is se hace bien figura de pan ido en xi' 05' ngitud á siete ni de San Cris- )arte del Sur se as inmediatas, las elevadas y lo ocultan des- ta por un islo- nado el Marti- L de piedra con acia la Isla de ¡as de Panaman- L dos ensenadas punta Mamas- iama, á cuatro ellas, por unas ar, desemboca lioso y con una la Fortaleza, se deja ver la Norte de esta 0 puntiagudo, hace bien visi- que tiene al lias al Sur 15" a misma pun- 27 millas, se mediato hacia frece la costa puntas prín- r y de Filita. lunta de Hur- 1 dirección de re varías en- i este trecho, )rte de Sora- luz. Varios islotes hay en estas inmediaciones cerca de algunas puntas, entre los cuaíes, un gru- po de ellos llamados de Fierros. Lo interior de la costa no es muy elevado, y lo forma diferentes lomas de arena respaldadas por la cordillera. Hasta d morro de Casina. -A 28 millas al Norte 20 Oeste de la punta de Francos se halla el morro de Casma, situado en 9" 40' 45" de la- titud, y 1. 10. 35 de longitud occidental, el cual da el nombre á un río que tiene al Sur. En lo interior se hace visible un cerro en 9" 30' de la- titud, y 1.48.^0 de longitud al Norte 64 Este del morro, á ocho leguas de distancia. En el trecho de costa comprendido entre las dos puntas ya nombradas, sólo merece la atención el pequeño puerto de Guarmey , impío y hondable, formado por una punta llana en su cima, cuyo recodo es de tierra amogotada, y en lo más interior se ven manchas de arena. El fondeadero es en ocho brazas de agua á barlovento del islote de Guar- mi'y, del cual no deben propasarse las embarca- ciones para tierra, demorando al Nordeste '/, Este. Un pequeño pueblo de indios que está inmediato al puerto y lleva su nombre, provee de maíz, leña, carne y de muy buena agua de un riachuelo que desemboca en el mismo paraje del desembarcadero. Bocas y puerto de Ferrol. — \ media legua del morro de Casma hay fondo de 45 y 50 brazas pie- dra. De éste corre la costa en una dirección casi seguida de Norte 28" Oeste liasta la punta Sur del puerto de Ferrol, en una distancia de 36 '/, millas. Esta última punta se hace remarcable por cuatro islotes que tiene en su inmediación, de los cuales tres están muy juntos y corren como al Noroeste la distancia de poco más de una milla, y el otro, que es el más chico, se aparta algo más al Norte, exactamente del más inmediato. Se presentan cubiertos de guano, de una altura regular y más bajo éste último. Cu- bren la mitad de la boca de la ensenada inmedia- ta, y forman con ella el puerto de Ferrol, que es abrigado, de buen fondo, y en donde pueden carenarse embarcaciones. La entrada es por me- dio de las islas, cuyos canales hondables se lla- man las bocas de Ferrol, y con este nombre se distinguen las mismas islas. Esta ensenada es de teiTeno muy arenoso, más bajo quercsto: el termina la costa á ambos lados de ella; de iir.a altura regular, de color ne- gro, con algunos manchones de arena. Isla de Guambacho. — La Isla de Guambacho, situada en 9° 12' 30" y en 1° 24' 50" de longitud occidental, se hace visible al Sur: es de bastante altura, y el extremo Sur termina en un monte algo menor, en figura de cono, con un declive igual á ambos lados: se extiende poco más de medía milla, es casi redonda, y se halla frente y cerca de una pequeña ensenada con río. En su paralelo á cuatro leguas de distancia, se encuen- tran 50 brazas arena lamosa. Hasta el morro c Isla de Santa. — La punta Norte del puerto de Ferrol, y la que forrna el morro de Santa, corren al Norte 19" Oeste siete millas, y casi en la misma dirección su costa. En este trec o se hace visible: primero, un abra que llaman de Silva, en cuya boca hay cuatro islotes, y seguidamente la Isla de Santa situada su medianía en 9" oí' 10" de latitud, y i" 31' y 10" de longitud. Se separa esta media legua de la costa para formar un canal muy navegable acercándose más bien á la Isla, y su mayor ex- tensión es al Norte 28° Oeste poco más de milla y media. Presenta una altura regular, sus extre- mos bajos, de color rojo y blanco por el guano, y con varias quebradas, entre las cuales dos muy notables la dividen en tres alturas, y vista al Nordeste sólo parecen dos. Del extremo Noroes- te de la isla se extiende un bajo cerca de un ter- cio de milla y á la parte occidental: en el para- lelo del extremo opuesto, á una milla de distan- cia, hay un islote negro con algunas piedras al Norte. Puerto de Santa. — El puerto de Santa es una pequeña ensenada con un río el más caudaloso de esta costa, formado al Sur del morro de ese nombre: éste es un montecito negro y una punta al Sur, es tierra alta en el fondo, y tiene un monte que visto Este-Oeste presenta dos picos con una mancha de arena de alto á bajo. Al pié de la misma punta hállase un islote con el mis- mo nombre del puerto, al cual no debe acercarse por no ser limpios sus alrededores: se fondea en cuatro y media brazas, y un pueblo colocado á una legua escasa de la costa, puede socorrer á las embarcaciones, de todas provisiones. Ensenada de C/mo. ^Desde el morro de Santa hasta el de Chao, que distan cuatro leguas esca- sas, al Norte 28° Oeste hurta la tierra cinco mi- llas próximamente para formar la ensenada de Chao, cuya costa en la orilla es de arenales. La punta Corcobada, situada dentro de ella, es baja, y el principio para el Norte, de unos ceños pun- tiagudos y altos cubiertos de arena hasta la me- dianía, entre los cuales se hace más notable por alguna mayor elevación, el cerro de Vares. El Corcobado y la Viuda. — Casi en la direc- ción de los dos morros ya nombrados, se encuen- tran dos islotes distantes entre ellos tres millas: el del Sur, que es el mayor, nombrado el Corco- bado, con una pequeña restinga hacia el Noroes- te, queda en el paralelo de la punta de su nom- bre á una legua de distancia, formando un canal navegable: llámase el otro islote la Viuda. Fuera de ambos unas cuatro millas, se coge fondo de i6 hasta 18 brazí^s arena lamosa y arena fina negra. Morrada Chao y punía de Gijón. — El mo;ro de Chao y la punta de Gijón, que está al Norte é ^ itf 54 a VIAJE ALRKDBDOR OBL MUNDO ñ inmediata, forman unos montes ncRros, unidos á la tierra (irme por un terreno bajo y arenoso, en cuyo intermedio hay una pequeña ensenada. ¡slu d: Chao y las Tapadas. —Una isla de poca extensión, llamada de Chao, se separa una milla y un tercio de la punta üijón en su paralelo, y al Noroeste de ella, muy cerca tiene un farallón: siguiendo esta misma dirección se encuentran dos isletillas llamadas las Tapadas, distantes entre sí dos tercms de milla, de las cuales la más Sur tiene restingas, 7 forma con la Isla de Chao un canal de media legu.i. Hasta el viorw de Guaiiapc. La punta de Gi- jón y la que forma el morro de Guañape, que corren en la dirección del Norte 29 y '/j Oes- te 18 y 7j millas de distancia, comprenden una grande ensenada que la subdividc una punta sa- liente, en donde se avista un valle, distinguién- dose la del Norte con el nombre del mono, que la termina por una parte. El terreno interior es de montes de arena de bastante altura, encadenados hasta la cordillera que se halla próxima. Islas de Guañape. -W Sur 18° Oeste del morro de Guañape, demoran á distancia de cuatro mi- llas las islas del mismo nombre, que son dos, cubiertas de guano y distantes entre sí dos ter- cios de milla: cogen ambas una extensión de poco más de dos millas en la dirección de Norte 18° liste: la del Norte algo baja, tiene en sus inme- diaciones varios farallones, y la del Sur sólo dos. A tres leguas del morro de Guañape en su pa- ralelo, se encuentran 32 brazas arena fina y piedra. Fondsadero del morro de Guañape. — Se puede fondear á sotavento de este morro, arrimándose á un farallón blanco que se halla en una de sus puntas, por fondo de seis brazas, en ei cual se deja caer el ancla al momento que se avistan los ranchos, y se quedará en esta posición á un cuarto de legua de tierra. No hay agua, sólo sí lastre y leña. Morro y fondeadero de Mal-abrigo. — Del mo- rro de Guañape, siguiendo al Norte 34 Oeste una distancia de 54 y '/, millas, se halla el de Mal- abrigo, que forma al Norte, puerto con mucha mar y viento á rachas, en que fondean algunos navios que van á cargar allí de harina, en cinco brazas. Desde este paraje, se ve el desembarca- dero en un rincón que hacen unos peñascos si- tuados á barlovento, y ofrece una playa para co- locar las cargas, siguiendo la cual media legua de tierra adentro, se encuentran pozas de agua dulce: este morro casi cubierto de arena, se pre- senta en ciertas direcciones aislado por las tie- rras bajas que tiene inmediatas. Lo hace tam- bién visible, un islote con el mismo nombre, dis- tante cuatro millas al Sur 10° Oeste d'^ su punta: hállase cubierto de guano, y tiene pegaJu otro is- lote más pequeño al Norte y un farallón al Sueste. Pueblo y puerto de Gimnchaeo. — lin este trecho de costa comprendido entre los dos morros ya nombrados, se hace visible el pueblo de Guan- chaco, situado en la orilla de la mar sobre una costa de arena barrancada, en 8" 4' 10'' de lati- tud y i" 56' 15" de longitud á dos leguas al Norte, 72 y '/» Oeste de la ciudad de Trujillo. Muy cerca de la parte del Este se maniñesta un cerro puntiagudo bastante notable y á su espal- da la cordillera. Han dado el nombre de puerto de Guanchaco, á una muy pequeña sinuosidad que forma la costa en estas inmediaciones, en donde la marejada sorda se hace sentir con fuer- za, aunque reinan siempre vientos bonancibles. Es el puerto de Trujillo, y vienen á él varias embarcaciones á cargar de harina y otras cosas para Panamá. El fondeadero se halla á tres cuartos de legua de la playa, fuera de un bajo que llaman el Buey, demorando la iglesia de Guanchaco al Este, y el cerro de la Campana al Norte 30° Este, en nueve brazas lama muy suelta, cuyo fondo entierra mucho las anclas y hace preciso levarlas á menudo. Para ir á tierra, se sirven todos de prácticos, los cuales saben cuando permite la entrada al Buey, cuyo bajo dista un cuarto de legua de tierra, levanta mucha mar, y debe pasarse precisamente sobre de él. Al Oeste de las playas de Guanchaco, siete millas, hay ig brazas lama y chinitos, y á menos distancia para el Norte, 16 b.a¿as arena fina ne- gra y arena fina chinitos. Cerro de la Campana. — Desde Guanchaco, siguiendo para el Norte, continúan varias llanu- ras de arena hasta el cerro de la Campana, situa- do en 8° 3' 10" de latitud y 1° 56' 50'' de longi- tud, bien visible po,- su elevación y por su figura bastante apropiada á cu nombre, y cuyas faldas llegan á bañar las orillas de la mar. C/iítíJWíT.— Empieza luego al Norte un valle muy ameno, poblado de muchas casas, y respal- dado de la cordillera, que no es tan alta como la que se ve al Sur. Este valle, un río que tiene cerca, un cerro, una punta, y una ensenada ha- cia donde arrastran mucho las aguas, llevan todos el mismo nombre de Chicama. Hasta la punta de Pacasm.iyo. — Al Norte 26° y 7j Oeste del morro de Mal -abrigo, demora la punta de Pacasmayo, cuyo trecho de costa de 18 millas es baja; y en lo interior lo forman tie- rras bastante altas y puntiagudas, casi cubiertas de arena. A dos tercios de legua de la dicha punta se hallan 20 brazas fondo, y en la costa, poco al Sur de ella, hay un pequeño recodo á que llaman puerto de Pacasmayo, sin abrigo alguno. Desde la punta de Pacasmayo hasta la de Matienzo, que corren al Norte 16 Oeste una dis- tancia de 18 y '/, millas, hurta la costa para formar la ensenada de San Pedro. De esta últi- ma punta sigue la costa casi una misma direc- ^AvMu«vm%-,-xíiH»snKi ^ CüRKIíTAS DESCUBIURTA Y ATKUVIUA n este trecho )8 morros ya In de Guan< ar sobre una I o'' de lati- os leguas al de Trujillo. manifiesta un y á su espal- bre de puerto a sinuosidad iaciones, en :ntir con fuer- bonancibles, n á él varias y otras cosas halla á tres ra de un bajo a iglesia de : la Campana as lama muy 10 las anclas lo. Para ir á )s, los cuales ú Buey, cuyo ierra, levanta amenté sobre anchaco, siete tos, y á menos arena fina ne- e Guanchaco, 1 varias llanu- mpana, situa- 50'' de longi- y por su figura ' cuyas faldas r. !^orte un valle isas, y /espal- ñ alta como la río que tiene ensenada ha- aguas, llevan a. -Al Norte 26" go, demora la le costa de 18 D forman tie- casi cubiertas la dicha punta costa, pocü al ) á que llaman mo. ) hasta la de )este una dis- la costa para De esta últi- mísma direc- 543 ción, formando pequeñas sinuosidades hasta el morro de Chercpe ó liten, cuyos extremos demoran al Norte 42 Oeste y distan unas 22 y '/, millas. Este morro, que á alguna distancia se presenta como una isla, por estar unido con tierra baja, es llano y cubierto de arena. Tiene al Norte un fondeadero frente de la población de Cherepe, en ocho brazas, á sotavento de un bajo que sale á un tiro de pedrero de la punta del morro. Ks sin abrigo alguno, con mu- cha mar, y sirve para las embarcaciones que vie- nen á cargar de harinas y azúcar, y otros frutos para llevar á Panamá y Lima. Del morro de Cherepe luista Ui punta de la Agu- ja.— Al Norte de Cherepe es la tierra muy baja, de arena, y forma un valle de mucha extensión, respaldado de tierras de mediana altura. Sigue luego la costa sumamente baja hasta las proxi- midades de la punta de la Aguja, y tan seguida, que no presenta objeto que marcar, si se excep- túa el Alto de lUexan, que es un monte de me- diana altura, situado á la orilla de la mar á 17 millas al Sur 68 y '/, Este de la punta falsa de la Aguja. Esta punta se separa de la de la Aguja cinco millas al Sur 35 Este, y en su paralelo, distante dos y media leguas, no se halla fondo con 30 brazas. La punta del morro de Chere- pe y la punta falsa ya nombrada, corren al Nor- te 54 y 'A Oeste en la misma dirección que la costa intermedia, y coge un trecho de 91 millas, cuyo fondo sembrado de piedras es aplacerado; de suerte, que á distancia de dos y más leguas se encuentran 14 hasta 17 brazas arena, mezclada unas veces con fango, otras con chinos, y otras, finalmente, con conchuela. Es arriesgado el atra- car mucho este pedazo de costa, porque la mare- jada y la corriente abaten bastante hacia ella. Islas de Lobos de tierra y di finra. — Las Islas de Lobos se presentan en estos paralelos y for- man un punto notable é interesante en la na- vegación. La una, que se extiende cuatro y me- dia millas al Norte 4" Este, es la más septentrio- nal, separada de la costa nueve millas, y se llama Isla de Lobos de tierra, para distinguirla de otras dos chicas y muy inmediatas que se conocen por Islas de Lobos de fuera. Se separa ésta de la otra 30 y '/, millas al Sur 5° Este. Isla de Lobos de tierra, — La Isla de Lobos de tierra es baja y forma su mayor altura desde el medio para el Sur. Su medianía se halla en 6° 24' 20" de latitud y 3" 43' 00" de longitud. Tiene va- rios farallones pegados á la costa del Oeste, y la cubre el guano. Sus alrededores son muy hon- dables, y se encuentra fondo de 30 á 40 brazas á una y dos millas por la parte Oeste. Al lado opuesto, muy inmediato á ella, una canal de le- gua y media de ancho permite un paso seguro por la parte de tierra. Varios fondeaderos ofrece la costa al Este y Norte: no se halla en ellos agua, y en vez, una abundancia grande de pesca- do, de lobos y pájaros marinos. El Coche. -Un bajo que llaman el Coche, si- tuado en el meridiano de esta Isla de Lobos á 6 y 7, millas, y que demora al Sur 70" Oeste del alto de Iliescas, distante de la costa inmediata cinco y un tercio millas, se hace sentir desde lejos por un ruido ronco de la mar, que rompe con fuerza en él. lista señal precursora del peli- gro y del cuidado del navegante, no ha bastado para salvarse varios buques, que han perecido allí. hla de Lobos de fuera. -La Isla de Lobos de fuera está situada en 6° 57' 40 " latitud y 3" 4*30 " de longitud, y el estrecho canal de las dos islas que la forman sirve solo para lanchas, dejando á la parte Norte entre la más oriental y unas rocas, un fondeadero en ro, 12 y 14 brazas para embarcaciones grandes, abrigado de los vientos reinantes del Sur. Ambas islas se extienden dos millas próximamente de circunferencia, y se ele- van á una altura regular, de un terreno estéril sin agua alguna ni plantas, en parte pedregoso y en parte arenoso y abundante de los mismos animales que la otra isla. limita de la Aguja. — Volviendo de nuevo á atracar la costa firme, se hace visible la punta de la Aguja que hemos nombrado ya, por ser el punto más occidental de todo el frontón cercano, que es saliente á la mar: es baja y la forma una loma de mediana altura llana en su cumbre , de color rojo, y cubierta de arena desde la orilla de la mar hasta su medianía. Se halla en 5" 59' 20" de latitud y 4" 01' 10" de longitud, y la rodea una restinga que se extiende cerca de una milla para fuera. Ensenada de Sechura. -Desde esta punta va hurtando la costa para formar una grande ense- nada llamada de Sechura, en que se halla el pueblo de', mismo nombre, como igualmente un río cuyo caudal y rapidez aumenta con exceso en tiempo de aguas en la sierra, dejando el resto del tiempo sin indicios de su madre. Termina la ensenada al Norte en otro frontón saliente, cuyo extremo septentrional es la punta de Paita, que corre con la de la Aguja al Norte 2° Este una distancia de 56 millas. En el frontón del Sur forma la costa á la parte Norte de la punta de la Aguja, las puntas de Nonuray ds Fisura; aquélla, baja, escarpada, i"! un manchón blanco y un farallón inmediato :,i iMorte, llamado de Bernal, el cual tiene á la parte exterior dos bajos, de piedra visible el uno y con escarceo el otro; la segunda punta tiene igualmente manchas blan- cas, con varios bajos de piedra en sus inmedia- ciones para el Norte. Su terreno intermedio lo forma la caída de un cerro muy tendido, llano en su cumbre, algo bajo y lleno de escavaciones por algunas partes. Empieza seguidamente á ser la ,'■! .1 «■ wam Mi 544 VIAJI! ALKKDKDOK t)KI. MUNDO costa al Norte m^n ha ja, y la ensenada de Sechu- ra que forma, está rodeada de bancos de arena que salen en partes una le^ua. Kn ella y en toda la ensenada que ú^uc lué^'o de Paita, se pesca en mucha abundancia, principalmente de sollo. FfonUhi saliente de Paita. \í\ frontín saliente de la punta de Paita corre casi Norte -Sur una distancia de siete millas. Se presenta de mediana altura, escarpado, formando varias puntas y en- senadillas de arena. lín el extremo Sur se eleva un monte que domina el resto de la tierra inme- diata, y una pequeña sinuosidad que forma la cima de su mayor altura, le ha dado el nombre i por su lisura de silla de Paita á todo él: se halla j en 5" 10' 00" de latitud y longitud de j" 57' 40". Isla de I.obox y la Oradada. — ^Sigue luego al Norte una pequeña isla llamada de Lobos, y la Oradada. Aquella algo baja, escarpada, con al- gunos faralloncitos y un pequeño bajo pegado á la parte del Nordeste, se extiende pr6ximamente dos millas en circunferencia, y se aparta una es- casa de la costa, demorando al Norte 63" Oeste de la Silla: la Oradada es un peñóte muy chico, próximo á tierra, con otros menores en sus con- tomos, y dista de la punta de Paita una y un ter- cio de milla. Puerto y ensmada de Paita. — Desde esta pun- ta saliente á la mar, inclina la costa al Sur y Este para formar el puerto y seguidamente la ensenada de Paita, la cual termina en los Ne- grillos, que distan de aquella punta 21 millas al Norte 23 Oeste. En esta ensenada se en- cuentra el pueblo de Colave, y al Norte de él, el de Colan á la desembocadura del río Chira, que hace curso por el pueblo de Amotape. In- terna el puerto de Paita dos millas próxima- mente con igual anchura, y su pequeña pobla- ción situada en el fondo y á la orilla de la mar, se halla en 5° 5' 50'' de latitud y 3° 54' 55" de longitud. Fondean las embarcaciones cerca de ella, y las mayores quedan á un cuarto de legua. Provisión y agua de Colan para Paita. — La entera falta de agua en Paita y el llover sino raras veces, por ser un país de valles, cau- aa una total aridez en su territorio. Le precisa tener una continua comunicación con Colan, po- blación situada en un terreno fértil dos millas al Norte del puerto del mismo nombre, el cual dis- ta de Paita lo millas al Norte 12 '/» Este. Le provee po. medio de balsas de agua en botijas, como igualmente de verduras y carnes, que vie- nen también de Amotape. Los buques que nece- sitan de aquella, hacen un ajuste con los indios de ese pueblo, para que la reemplacen. Dei'rota para la entrada en Paita. — Para en trar en Paita las embarcaciones que vienen del Sur, procuran reconocer la Isla de Lobos de Tierra 6 bien la costa inmediata sobre la punta Nonura, desde la cual prosiguen teniéndola á la vista, y dando un pequeño resguardo á la punta úe la Aguja por ser muy saliente i. la mar y baja, como hemos dicho. Prefieren los prácticos esta recalada á otra cualquiera inme- diata al puerto, para asegurarse de su derrota, y no propasarse de su paralelo, en cuyo caso ya los vientos y el curso de las aguas contrarias, harían perder muchos días en ganar el barloven- to perdido. Como todas estas costas inmediatas son bajas y las cubre ordinariamente la rumazón, atienden todos á dos señales que avisan la inme- diación de ellas. La una es los lobos marinos, que se hallan en las cercanías de las Islas de Lobos, y á tres ó cuatro leguas de ellas; y la otra la infinidad de pájaros que sale: casi á la misma distancia. .\vistada luego la Silla de Paita, punto bien notable como se dijo ya, atracan sobre la Ora- dada para seguir costeando de cerca hasta el fondeadero, con sólo el cuidado de no acercarse mucho á la última punta, de la cual sale por el Norte una restinga de dos cables, que siempre vela. Viniendo del Norte, reconocido de ante- mano el Cabo Blanco, de cuya recalada se habla- rá luego, y rebasados los Negritos, se procura no empeñarse en la ensenada que le sigue por el fon- do, que es muy aplacerado, y por reinar siempre en ella una mar sorda. En Paita y en sus inmediaciones suelen ex- perimentarse desde Noviembre hasta Mayo, que es el verano, algunos terrales muy flojos, que al lin pasan á entablarse ai Sueste y Sursueste, di- rección de los vientos generales. De estos últi- mos abriga la rada de Paita el monte 6 silla de Paita: las brisas que son del Norte recalan muy raras veces y con irregularidad. Los Negrillos hasta la punta Pariñas. — Los Negrillos, conocidos hasta ahora por unos fara- llones inmediatos á la tierra, por parecerlo así, no son sino dos pequeños morros de arena y piedra en la misma costa, que es algo más baja: sigue ésta luego en la misma elevación hasta la punta de Pariñas, distante de los Negrillos dos millas. Desde esa punta, altea la costa con mu- chos arenales, muy igual en su cumbre y aba- rrancada. De la punta Pariñas hasta Cabo Blanco. — El Cabo Blanco, situado en 4° 19' 30'' de latitud y 4° 3' 45 " de longitud, forma con la punta Pariñas el frontón más saliente á la mar de la América Meridional, y coge un trecho de 24 y '/, millas, del cual se avanza más al Oeste la pun- ta de Capuyana é inmediato al Sur la de Ta- lara, que dan el nombre á dos pequeños puer- tos, únicos puntos notables de este pedazo de costa. Matape, — En lo interior se hacen visibles las sierras de Matape, de una altura regular, cuyos CORBBTAS DBSCUBIBRTA Y ATKBVmA S4S teniéndola á 8guardo á la Haliente á la Prefieren los Iquiera inme- su derrotfc y cuyo caso ya 18 contrariaH, r el barloven- aa inmediataH te la rumazñn, visan lainme- fibos marinos, las Islas de ellas; y la otra asi á la misma a , punto bien sobre la Ora- cerca hasta el e no acercarse ual sale por el I, que siempre 00 id o de ante- alada se habla- , se procura no igue por el fon- reinar siempre mes suelen ex- ista Maj'O, que y flojos, que al ' Sursueste, di- , De estos últi- nonte 6 silla de te recalan muy Fariñas. — Los por unos fara- r parecerlo asi, ros de arena y algo más baja: vación hasta la s Negrillos dos L costa con mu- cumbre y aba- ibo Blanco. — El 30'' de latitud i con la punta á la mar de la •echo de 24 y '/, I Oeste la pun- Sur la de Ta- pequeños puer- este pedazo de icen visibles las regular, cuyo» extremos son más altos que el medio, y en la parte Oeste tiene tres picos notables, de los cua- les dos de ellos muy unidos y más salientes que el tercero. Dan el nombre á un pueblo que se ' ' á sus faldas y á un rio que pasa á una le- ,)r6ximamente de él, y lo hace caudaloso la abundancia de aguas en la sierra. La mayor ele- vación de aquellos montes se halla en 4° 36' 55" de latitud y 3° 51' 15" de longitud. Cabo Blanco.— FA Cabo Blanco, ya nombrado, es el término que divide el Reino del Perú del de Santa Fé. Lo forma una lengua de tierra baja del color que le ha dado su nombre, pero á poca distancia tiene un morrito, que desde él empieza á elevarse con rapidez una loma de piedra muy socabada, pareja en su cumbre, con muchos are- nales que caen hasta la mar, y es lo miís alto de este pedazo de costa al Sur. Todas estas inme- diaciones son muy hondables, hallándose 45 bra- zas lama á poco más de una legua de la costa. Las embarcaciones que van á Paita, del Norte, procuran atracar para su derrota al Cabo Blanco, tn el cual, reinando siempre por un gran trecho de mar, vientos y corrientes contrarias, la expe- riencia les ha enseñado que los bordos han de ser muy pequeños, á no separarse una legua del ca- bo, á fin de no perder barlovento. El viento se hace sentir comunmente en él, con fuerza. Gol/o di; Guayaquil.— VA Cabo Blanco y la punta de Santa Elena que demoran al Norte 8" Este y distan entre sí 130 millas, son el princi- pio de la costa que hurta al Este para formar el seno ó golfo de Guayaquil. Cabo Blanco luista la punta Malpclo. — La pun- ta de Malpclo, principio de los bajos de la en- senada de Tumbes, dista del Cabo Blanco 68 millas y hurta de él 49' al Este: se hace solo notable en este pedazo de costa, el surgidero de Mancora á siete millas del nombrado Cabo, y seguidamente al Norte, tres cerros inmediatos á la costa, llamado el más meridional, de Aguirre, el segunde, de Castro, y el tercero de Malonda. Desde la punta Santa Elena, luista su extremo meridional. — ^En la tierra firme al Norte, inclina la costa desde punta Santa Elena al Sur y Este 41'y 7, de longitud en una distancia de 57 millas, para formar el extremo meridional de este trecho. Comprende la punta Carnero, coronada de bajos: su vista presenta un islote amogotado, y aproxi- mándose á ella se transforma en un morrito en cuyo pié blanquea el terreno. Es baja luego la costa hasta los autos de Chandui, los cuales se hacen visibles por su mayor elevación que el terreno en contorno, y forman tres picos, más agudo y notable el del Sur que los otros dos. Estas inmediaciones, como igualmente la costa que le sigue para el Sur, se han hecho temibles por los muchos bajos de piedra que le rodean, y por el ciu-so de las aguas y de la marejada, que atraen hacia ella, por cuya razón es arries» gado el acercarse á menos de dos leguas. Nieblas que ránan en estos mares. —Concluida aquí la descripción de toda la costa compren- dida entre golfo dr Guayaquil y el puerto del Callao, no será fuera de propósito el incluir una pequeña descripción de las nieblas que cu- bren estos mares y costas una parte del año. «Son generalmente todas las costas del mar «desde Guayaquil para el Sur, difíciles de ser «reconocidas á menos de lograr para ello la «coyuntura del verano, porque tanto en el in- «vierno como en su salida ó entrada, contínua- » mente están cubiertas de espesísima niebla; •ital, que á un cuarto de legua de distancia no ae «ve otra cosa que nubes, y alargándose á la mar «hasta 15 ó 20 leguas y muchas veces más, con- «servan en esta distancia la misma densidad, ■ pero sucede que todo lo que dura la noche y «hasta cosa de las diez ú once del día, la niebla «está pegada contra tierra: á esta hora se retira «hacia el mar, formando como una muralla, que «sirve de estorbo á la vista del que está de la «otra parte de ella, y no puede descubrirla ni » arriesgarse á buscarla, no sabiendo si la encon- «trará ciara ó no.» El golfo de Guayaquil es uno de los mares más frecuentados de estas costas, por su comer- cio de maderas, de cacao, y de las manufacturas de las provincias internas, y por su astillero, en que se fabrican muchas embarcaciones. Encierra en sí dos islas principales; la una pequeña, co- nocida con el nombre de Santa Clara, y mejor hoy día con el de Muerto ó Amortajado por su figura vista en la dirección del Oesnoroeste pró- ximamente, y la otra grande llamada de la Puna, á cuya parte Norte desemboca el río Salado y el de Guayaquil. Isla de la Puna. — Esta última isla se extiende al Norte 44° y '/j Este una distancia de 36 y '/j millas, en una circunferencia de 70. Varios este- ros se forman en la costa del Sueste por algunas isletas que le rodean de cerca, y por fuera de ellas se hallan placeres de arena interrumpidos con bastante fondo. Entre manglares y costa baja, de que se compono en gran parte esta isla, se hacen visibles dos r/ .rra..: la de Mala, cerca de la costa y del extremo Nordeste de la isla, y en el extremo opuesto, perr. algo inte- rior, las de las Animas, que son más extendidas y más elevadas. A la parte oriental de un frontón que forma la isla al Nordeste, en una pequeña ensenada con el pueblo y Estero de la Puna, se halla el fon- deadero del mismo nombre. Este y otro interior frente de la ciudad de Guayaquil, son los únicos puertos buenos y frecuentados que ofrecen el gol- fo y el río. Prefieren casi todas las embarcaciones el puerto de la Puna, por encontrar más fácil y 6» '■^ nm mmmm 546 VIAJE ALBEDüUOR DliL MUNDO segura io. ent' ida y salida, y porque les imposibi- lita el poco fondo de los canales que van al se- gundo, el seguir navegando cargadas. Alcanzan sólo s\ fondeadero de Guayaquil las embarcacio- nes pequeñas, y con poca carga, las grandes pre- cisíidas de alguna obra de calafate ó de carpin tería. Consiguientemente, el puerto de la Puna es el punto de reunión de todos los buques que atienden á este comercio para recibir ó entregar el todo ó el completo de su carga, la cual se lleva á este paraje por medio de balsas. líl Amun':' jado. -^ha. Isla del Amortajado se hace muy interesante para la navegación del golfo, porque su vista proporciona el asegurar la posición de los buques, y determinar luego me- jor la denota que se hace seguidamente al Este entre sonda. Hállase situada en 3° 13' 20" de latitud y 74° 11' 30" de longitud occidental de Cádiz, y demora al Norte 38" Este del Cabo Blanco, al Norte 12° V '/, Este de la punta de Malpelo, al Sur 62" y '/■! Oeste de la punta Arenas, extremo Sueste de la Puna, y al Sur 28" y '/, Este de h. punta Santa Elena, ú distancia del primero 8j millas, del segundo 19 y '/,, del tercero 19 y 7:n y de la última punta 72 mil'rs. Es de regular al- tura y se extiende una y media milla al Norte (')2 y '/j Este, cuyos extremos están rodeados de bajos do arena y piedra: permite el paso á ambos lados: j1 del Sur lo limitan en gran parte los ba- jos de Payana, y la costa firme inmt diata, en que desaguan muchos ríos y hace desigual su fondo; por lo cual no puede acercarse á menos de 18 brazas, y de la isla á media legua por 14 brazas, advertencia que hace pi'ecisa principalmente jara salir del río, debiendo ganar la mar sobre bordos por los vientos contrarios. Estos suelen alargarse en la vuelta de la tie- rra firme, pero no es prudente seguirla estando á medio freu. El canal del Norte es bien pequeño, por los bajos que revientan cerca de la punta Salinas y se avanzan á la mar legua y media, y sirve para bu- ques pequeños, los cuales deben sólo intentar este paso, siendo muy prácticos. Derrota dd Amortajado á Li punta Arenas. — Admitido ya para su segurida:! el canal del Sur á loil '. especie de embarcaciones, 1<». derrota más acertiida y practicada para internar en este gol- fo y . 'o, es dirigirse en derechura al Amortaja- do, reconocido antes el Cabo Blanco para los bu- ques que vienen del Sur, y atracada la punta de Santa Elena para los que recalan del Norte: dis- tando de esta isla una legua próximamente al Sur, en 15 brazas, se navega al Norte 54" Este unas ig millas, en cuya dirección después de ha'~er aumentado el fondo á 30 brazas se disminuye hasta T?. brazas, en donde se fondea para que- darse á una legua próximamente de la punta Arenas, atendiendo siempi-e á las mareas, que al- teran no poco la deirota. Desde este paraje, para seguir dentro del gol- fo y seguidamente del río, la multitud de bajos que van cambiando á menudo de posición, y ami- nora ó engrandece corisiguientemente los cana- les, como igualmente su "ondo, no menos que vaiía la fuerza y dirección de las mareas, precisa enviai' al puerto de la Puna por uno de los prác- ticos, que son de los examinadot; y admitidos de antemano por el Gobierno. Derrotfvo desde el río de Guayaquil hasta el Golfo de Panamá. Punta de Santa Elena. — E: la costa firme al Norte del golfo de Guayaquil se hace visible la punta dt S?.nta Elena por ser muy saliente á la mar, situada en latitud de 2° 10' 15" y 1° 6' 45" de longitud occidental de Guayaquil. Forma una lengua de tierra baja, teiininada de un morro alto igual en su cumbre y algo más tajado por la parte del Esíe que por la opuesta, y se manifies- ta á alguna distancia como una isla: en áus extio- mos oriental y occident>>.! se extiende una peque- ña restinga de dos cables. Puerto de Santa Klina. — A la parte Norte de la punta, se halla el fondeadero Je su nombre en una ensenada de fondo aplacerado, fronte de la población, en cuatro brazas arena á una milla de la p'aya. Es un puerto f.ecuentado por el comer- c'r de las sales y brea "que se saca en este distri- tr. No ofrece agua dulce, y le provee el río de Vaidivia, qua dista 14 millas al Norte 46° y '/a Este. Sigue luego internando la ensenada, y puede llamarse su término al Norte, las puntas de Sa- lango, que dan el nombre á una isla inmediata, la cuii demora de lu punta de Santa Elena al Norte 13" Este, 32 millas. Todc este trecho es muy hondable, y en él se hacen visibles, un islo- te llamado ñ\ Viejo, que se separa una y cuarto millas de la costa inmediata, en cuyo espacio se 1 ^ ir la mar sobre bordos en la vuelta de la tie- nte seguirla estando á ien pequeño, por los ! la punta Salinas y se edia, y sirve para bu- deben sólo intentar ticos. í Ui punta Arenas. — ida:l el canal del Sur iones, la derrota más internar en este gol- echura al Amorta ja- 0 Blanco para los bu- atracada la punta de ccalan del Norte: dis- próximamente al Sur, 1 Norte 54" Este unas :ión después de ha'~er brazas se disminuye se fondea para que- lamente de la punta e á las mareas, que al- i seguir dentro del gol- , la multitud de bajos ido de posición, y ami- uientemente los cana- "ondo, no menos que de las mareas, precisa lá por uno de los prác- ninados y admitidos de el Golfo de s arena á una milla de juentado por el comer- ; se saca en este distri- y le provee el río de illas al Norte 46° y */, ) la ensenada, y puede irte, las puntas de Sa- á una isla inmediata, ita de Santa Elena al • Todo este trecho es lacen visibles, un islo- se separa una y cuarto ta, en cuyo espacio se CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 347 fondfta. ;• el Pelado, otro islote er. el paralelo de la punta Valdivia, que es la costa más cercana, de la cual dista poco más de cuatro millas: aquél tiene en sus inmediaciones nueve brabas, y éste 12, con un seguro fondeadero por dentro, en seis brazas. Demora el primero, de la punta Santa Elena al Norte 81° y '/j Este 10 millas, y el se- gundo, de la misma al Norte 41° Este 18 millas. Los Ahorcados. — Son dos pequeños farallones muy unidos, de los cuales, eí más peqiícfio y el más Norte parece formar dos; se hallan -^ la misma ensenada, y distan sólo media milla escala de la costa y cinco millas próximamente de la Isla Salango, que les demora al Norte rg" Oeste Ensenada y cerro de Colonche. — Punta c Isla de .Sa/awg'o.— Después de la ensenada que forma el puerto de Santa Elena, que es de tierra baja y pareja, con mucho ramaje, sigue alteando el te- rreno, cubierto de arboleda, el cual, visto á algu- na distancia, se presenta cordado y parece formar diferiintes islas, de cuyas abras se hace más no- table la que se halla al Sur del río Valdivia de la pequeña ensenada de Colonche, en donde se fondea en seis y ocho brazas. Un cerro de este nombre se hace visible en lo interior, á poca distancia de la costa y en --I pa- ralelo de aquel rio: montes que se en -.^ leñan unos con otros, corren seguidamente la costa al Norte, cubierta su orilla de arboleda, la cual ter- mina á la mar, de piedra con algunos escarpados, bástala punta de Salango, que cstajaóaá la mar, en forma de morro. La isla de su nombre, de regular altura, con farallones á la parte del Oeste y una pequfíña restinga al Sueste, se separ?. un corto trecho, cuyo canal no es transitable, } se extiende en circunferencia poco más de dos millas: 40 brazas aiena fina y arena lama se cogen á luatro mi- llas de ella mar afuera, y poca menos cantidad en sus inmediaciones. Ensenada al Norte de la punta Salan fro.— Do?, objetos notab'es se presentan luéf.o ul Norte. La Isla de la Pía .. situada en i'' 18' ¿o" de latitud y i" 13' 20" de longitud, y el Cubo de San Lo- renzo: demoran éstos ertre sí al Norte 37" y '/i Este 17 millas, y de la punta de Santa Elena al Norte 7° y '/, Oeste 50 y '/o millas, y al Norte 3° y 7, Este 66 y 7, millas. Desde la Isl i de Salango hasta el cabo nom- brado, cuyos puntos distan 34 y 7, mi.'la 3 al Nor- te 5 Oeste, hurta la costa para dentro, formando diferentes ens-'enadas con fondeaderos. La pri- mera al Sur es la que termina la punta de Sa- lango y la de Agua Blanca, y estos extremos, distantes entre si una y tres cuartos milla, son tajados al mar, algo bajos, elevándose luego el teneno con su?,vidad: se fondea en esta ensenada en if, hasta 12 brazas de agua, cerca de tierra, y desde un riachuelo que hay en ella hasta un is- lote inmediato á la punta de Agua Hlanca, es la costa sucia. Ensenad'i de Aguc f?/íi«ca.— Signe inmedia- tamente la ensenada de Agua Blanca, formada de las dos puntas de su nombre, las cuales se separan tres y cuarto millas, formada la del Norte por la caírlu rápida de un monte alto, bas- tante notable, en ^igura de mesa. Tiene un ria- chuelo en su medianía y un fondeadero próximo al islote que hem.os nombrado poco antes, en 12 hasta 16 brazas. Ensenada de MachalUla. — La ensenada de Machalilla es la que se presenta seguidamente, y da el nombre como la otra, á las dos puntas que la terminan á tres millas próximamente entre ellas. Esta es el puerto del pueblo de Jipijapa, cuyo río desemboca en ella, y el fondeadero se llalla en seis brazas cerca de tierra pegado á la I costa del Norte y en 10 brazas lama en la costa I del Sur á la parte oriental de un islote frontero ! á una barranca blanca. Todo este terreno es alto y con puntos bastante notíbles. Islotes de Cantagcllo y del Callo. — Otros dos fondeaderos se encuentran luego, el primero al Sur del islote Cantagallo en 10 brazas en la en- senada inmediata; y el segundo en cinco brazas cerca de un bajo, es el puerto del Callo, que lo forma un islote de este nombre y la ensenada que sigue al Norte llamada de Picoasa, en la cual hay aguada y una población. En esta última en- senada empieza á ser má'j bajo el ten-eno, y para- jes en la orilla hasta la medianía de ella, en que vuelve á altear hasta el Caito de San Lorenzo. Toda esta costa que hemos descrito, está bien provista de agua y leña, y se tendea en lam.a, conociéndose la demasiada nroximidad de tieira en el fondo arena: á siete millas de dicho cabo, mar en fuera, no se coge fondo con 90 brazas. Isl.1 de la Piíta. — La Isla de la Plata está ten- dida de Norte á Sur una legua, con una anchura poco menor y de una altura regular, llana en su cumbre y más alta por la parte del Norte que por la del Sur. Este extremo tiene varios fara- llones llamados de Guatimozin, que dan el nom- bre á la punta inmediata. Vista esta isla al Norte próximamente á seis ú ocho leguas de ella, se pn ' enta dividida en tres trozos, de los cuales los '■•smás occidentales son iguales, y el tercero pa- rece islotillo. Un fondeadero no muy bueno por los ratones, se halla al Este, y ofrecen sus costas mucho pescado, leña y agua sólo en el invierno. Canal t>oy entre la coaita firme y la Isla de la Plata. — El canal que forma esta isla con la tie- rra firme, lo limita por la parte más estrecha la punta Blanca ó de la Canoa á una distancia de cinco leguas, en cuya medianía se encuentran de 20 á 25 brazas arena lama y arena conchuela. En su navegación debe sólo no acercarse á esa punta, por una restinga que le sale do;; millas al nr ili "TPWI! 5i« VIAJE ALREDr.DOR DEL MUNDO i HJ Sudoeste, en cuyo extremo encuéntransc dos brazí .s de agua. Cabo de San Lorenzo, — El Cabo de San Loren- zo, situado i" 4' id" de latitud y i" 2' 10" de lon- gitud, es. 'ajado al mar, de color negro con man- chas rojas, y tiene inmediatos dos farallones, que llaman el Fraile y la Monja. Un monito ter- mina su extremo, el cual, visto desde el Sur á al- guna distancia, parece un islote: altea bien pron- to el terreno interior para formar un cerro de re- gular altura, desde el cual, en una elevación algo menor, continua hasta el puerto de Manta. Este fondeadero y otros varios, se encien-an en un seno que fornia la costa entre el Cabo de San Lorenzo y el Cabo Pasado, los cuales demo- ran al Norte 32" Este á 46 millas. Compréndese entre los dos cabos: primero, la ensenada de Pa- cocha, en donde se fondea "n 10 brazas; arena y desemboca el río de su nombre: queda termina- da por la punta de San Mateo y la de Pacocha, distantes entre sí poco más de dos millas, y esta ultima, más inmediata al Cabo San Lorenzo, se separa de él cuatro y media millas. Ensenudíi de Sau MíiL'o. — La ensenada de San Mateo e.j la que sigue luego, y fórmala la punta nombrada de vSan Mateo y la de Barbasquillo á la parte opuesta, cuya abra es de una milla. Son ambas puntas algo abarrancadas: la primera con un islote de su nombre á media milla, y la segun- da tiene una restinga de un cable que descubre la bajamar, y á su parte Norte se fondea en 10 y ocho brazas. No ofrece agua esta ensenada. Punías de la Biijay la de Mantii. — Corren segui- damente un mismo paralelo la punta de la Baja y al Este la de Manta, principio de su ensena- da, ambas con un bajo inmediato de medio cable, y la orilla comprendida con un pequeño placer. La costa que viene bajando del Cabo de San lo- lenzo hasta la punta de Maiíta, termina ésta, ta- jada á la mar con arenales á su pié. Al Norte 64" Oeste de esta punta, hay un bajo de piedra que dista una}' media milla, y forma con la costa cercana un pequeño canal de cinco brazas en ma- rea llena y de cuatro en la marea baja. Punta de Manta. — El fondeadero de Manta se halla al Norte de la punta de su nombre, á poco más de una milla de distancia, ^^omo se al- canza este puerto siempre por la parte del Oeste, pues que reconocen todas las embarcaciones el Cabo de San Lorenzo , se procura no disminuir de II brazas, por motivo del bajo, hasta que se descubre en la punta de Manta una bodega situa- da á un lado de un morrito, el cual es un peñasco grande que se aisla en la marea crecida, y fren- te de él se fondea en siete brazas, demorando al Sur 24 y 7, Este, un cerro bien visible en esta cos- ta, llamado de Monte-Cristi. En tiempo de brisa se prefiere este fondeadero al del Callo. Ensenada de Manta, — Termina la ensenada de Manta la punta de su nombre y la de Camas, que distan cuatro y media millas, y en cuyo es- pacio se fondea también desde 15 á siete brazas. En aquel fondo queda descubierto el islote de San Mateo, que sirve de marca para las embar- caciones grandes, y las demás no disminuyen de siete brazas por hallarse el fondo sembrado de ratones. Todo lo interior del país inmediato es sumamente montuoso, y pobladas sus montañas de árboles espesos y corpulentos. Monte Cristi. — Es un cerro de regular altura que se distingue entre los demás por su elevación y proximidad á la costa. Se extiende hacia el Sudoeste con un declive muy suave para termi- nar en un morrito, á que le han dado el nombre los naturales, de Rabo ó Cola del Cerro, y al con- trario, baja la parte opuesta con una inclinación muy sensible, y á su falda se avista el de su nomb- . de la punta de Camas sigue la costa para el Norte, más alta y abarrancada con manchones blancos, y su fondo proporciona diferentes fon- deaderos. Punta de Charapoto, — La ensenada de Jara- millo y de Charapoto, se encuentran hasta la punta de este último nombre, la cual es regularmente alta, y frente de ella se fondea en siete brazas, encontrándose á lo millas fuera de la misma punta 35 brazas lama, cuyo fondo se conserva próximamente á la misma distancia de la costa que le sigue para el Norte, con sola la diferen- cia, que es á veces la lama verdosa. Sierra del B.ílsaino. — Por el paralelo de la punta de Charapoto da principio la sierra del Bál- samo, que es de una mediana altura, con algu- nos picachos notables, y se extiende hacia el Cabo Pasado, á poca distancia de la costa. Continúa ésta de una altura regular, cubierta de arboleda y con muchos manchones blancos. Balita di Caracas. — La bahía de Caracas, que se halla en este pedazo de costa, permitía anti- guamente una segura entrada, pero ya hoy día queda enteramente ciega. Cabo Pasado y su foidiadero. — Hállase situa- do el Cabo Pasado en 24' 25" de latitud y 37' 50" de longitud occidental, y forma para el Sur un frontón saliente de tres cuartos de legua, de una mediana altura, cuyo interm.eiiio lo cubren arbo- ledas hasta la mar. Termina abarrancado el ex- tremo del cabo, cuyr terreno va descen'Viendo con m cha suavidad un corto trecho. Le sale una restinga hacia el Sursudoeste, de un cuarto de le- gua, y á la parte opuesta hállase su fondeadero muy cerca á él en 20 hasta 12 brazas arena y conchuela, frente de una ensenadita con riachue- lo en la costa, que inclina al Norte y Este, y pone á cubierto de los vientos generales. Situación del Cabo de San Francisco. — El Cabo de San Francisco, situado f.n 38' 45" de latitud CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 549 la de Camas, y en cuyo es- á siete brazas, o el islote de ra las embar- disminuyen de sembrado de inmediato es sus montañas regular altura 3r su elevación lende hacia el e para termi- ado el nombre erro, y al con- na inclinación Kivista el de su le la costa para con manchones liferentes fon- nada de Jara- hasta la punta i regularmente n siete brazas, i de la misma lo se conserva cia de la costa ola la diferen- sa. paralelo de la i sierra del Bal- ara, con algu- e hacia el Cabo Dsta. Continúa "ta de arboleda e Caracas, que permitía anti- !ro ya hoy día Hállase situa- titud y if 50" lara el Sur un legua, de una o cubren arbo- rancado el ex- descenc'.iendo 10. Le sale una n cuarto de le- su fondeadero Tazas arena y :a con riachue- y Este, y pone SCO. — El Cabo 45" de latitud Norte y n' 20" de longitud occidental, demora al Nordeste djl Cabo Pasado. Comprende desde ésta para el Norte un pedazo de costa de regular altura, en que se hallan las Sierras de CiMques, y su jE«sí«rtí/rt terminada por las puntas de Ballencí, y de Pedernales ó Palmar y seguidamente los Al- tos del Tambor. Estos y la punta de Poricto limi- tan luego un terreno pantanoso y lleno de mangla- res, llamados los Cogimics, por varios brazos de mar que entran á él, á los cuales dan el nombre de ríos, y en su interior se ven algunas sierras de poca altura. Sigue últimamente la ensenada de liunches, de terreno bajo, con un río y población de su nombre, la cual termina en el Cabo San Francisco. Toda la costa entre los dos cabos es muy hondable, y puede atracarse á ella si se excep- túa la que comprende los Cogimies, quienes hacen aplacerado su fondo hasta dos leguas pró- ximamente de tierra, y no es prudente el acer- carse á menos de 18 brazas: diez millas fuera de ellos se cogen 40 á 45 brazas lama verdosa. Punta déla Ballena. — Desde el Cabo Pasado hasta la punta de la Ballena, que es baja y con pedruscos en su inmed>aci'''n, hállase la costa cubieila de arboleda y con algunas barrancas blancas. Esta última punta, y la que sigue lue- go poco distante de un islote blanco, forman la ensenada de Sama, en que desemboca su río, y no debe aproximarse á ella á menos fondo de ocho brazas. Punta de Pedernales. — Se halla distancia de la equinoccial dos tercios de milla al Sur; es baja, formándole así un terreno alto que va descen- diendo con suavidad: á la parte Nort--, no lejos, se encuentra el río de su nombre. nalmente, la ensenada de Bunches sii;ve de fondeadero des- de 12 har I 20 brazas fond»^ lama, como igual - n^-nte frontero á la punta Pórtelo, que es algo baja y llena de arboleda: en aquella ensenada, aunque el viento que sopla desde el Mediodía hacia el Sudoeste sea casi travesía, no es peli- groso por saltar en la noche al terral. Cabo San Francisco hasta la pu-.ia de la Ga- lera.— El Cabo de San Francisco y la punta de la Galera, limitan un pedazo de costa saliente, medianamente alta, cubierta toda de arboleda y con algunas piedras. Comprende hasta la punta del Plátano, el frontón del Cabo de San l'^ran- cisco, que corre dos leguas Norte-Sur, y se presenta coirc una isla visto al Norte y Oeste; y casi en su medianía entra un Estero con una braza de agua. Sigue luego al Nordeste un tre- cho de cuatro millas terminado por la punta de la Galera, en el cual se halla un islote llamado el Corcobado, á media milla de la costa, con un bajo de cerca á la parte exterior. Dos riachuelos desaguan en el Cabo, el unoá su parte Norte, y el otro á la opuesta inmediato á una casa situa- da á la orilla de la mar, en una pequeña sinuo- sidad de la costa, entre el mismo Cabo y una punta con dirección al Sur, desde la cual fórma- se un recodo para el Este, en que pueden surgir embarcaciones pequeñas para hacer agua y leña: dos islotes muy unidos se separan de esta última punta, media milla al Sueste. La punta de la Galera es baja y llana su cima: tiene en sus in- mediaciones dos farallones, y por fuera de ellos algunos pequeños bajos. Fondeadero de la punta de la Galera. — La cos- ta que hurta luego para el Este, en que se halla una laguna salobre, una población de indios y un riachuelo de agua dulce, sólo en invierno ofre- ce un fondeadero á un cuarto de legua de la pun- ta al Nordeste, Jesde 10 á cuatro brazas lama y arena al Noroeste de esta misma punta. Desde la punta de la Galera inclina sensible- mente la costa para el Este, al principio de una altura regular, y seguidamente va descendiendo á formarla baja, de manglares, interrumpida de muchos esteros y ríos, los cuales abrazan una gran parte de la costa al Norte incluyendo la de la Gorgona, y se internan entrelazándose para formar d'ferentes islas. Algunas casas se ven esparcidas en la orilla de la mar, y su fondo aplacerado permite fondear en muchas partes de ella. Aquella punta y la de Manglares, que corren al Nordeste, comprenden primero un pedazo de coi' a, en que la punta Ostiones es el termino de la tierra alta, y en medio de la mucha arboleda que la cubre, se ven varios manchones rojos. Puniu de Atacames. — Se hace visible en ella primer jiiente la punta de Atacames, que des- ciende de un monte n ^'ularmente alto, y termina la mar en un pequeño morro llamado de Azua. rleste de esta punta se fondea desde seis a _ ^as art i'.i y cascajo, en íiiv f' do suele haber alguno ratones, y en la costa que le sigue al Este, haiíast' el río y pob!; ción de Atacames. Bajo fondo (I Altuames. Un bajo fondo de ocho á 14 brazas piedra y cascajo , se avanza en el meridiano de la misma punta dos y media hasta cuatro leguas, cuv ■ limite conocido en par- tes de 17 á 20 arena gr sa, termina bien pronto á alcanzar mucho fondo, de suerte que al Nor- oeste de la punta de Atacames á ocho millas, hállase 40 brazas lama piedi al Nordeste de la misma á 14 millas, n icuentra fondo con 50 brazas. Su extensión \ ilirección y su menor fondo, no está determinado, pero por el braceaje del puerto de Atacames, de que se ha hablado ya, por noticia de prácticos, parece poderse dedu- cir que hay una canal hondable por dentro del bajo y cerca de tierra. Siguienlo la costa, há'lase después del río de Atacames, la bahía de Sun Nicolás, con algunos riachuelos, terminada al Este por la punta de su 55" VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO íí nombre: tiene ésta una de las manchas de que se ha hecao mención. Un pequeño bajo que se extiende un cumplido de fragata, y revienta s61o en mareas vivas, se separa media legua al Norte exactamente de esta última punta, y alguna cosa menos, de otra que le sigue al Nordeste. Algunas embarcaciones han tocado en él, con la sola desgracia de suspender- les el timón, l'orma con las nombradas última- mente un pequeño canal con cuatro brazas de agua. Continua la costa á hacer visibles la punta de Hernal con mancha y la punta Gorda, á la cual siguen hasta la de Ostiones, tres ríos, el de Esmeraldas, río Verde y el de Santiago. Se pue- de fondear en la boca del primero en nueve bra- zas y en la del segundo en cuatro, pero adviér- tese que un bajo coge toda la extensión de estos dos ríos hasta media legua fuera de la costa, la cual con;prende el \'alle de San Mateo. Ancón d: Suriiinas. — La punta Ostiones, que es el principio de la costa baja, en parte anega- diza y de manglares, forma una ensenada algo profunda, poblada de indios, á la cual llaman Ancón de Sardinas, y la termina al Norte la punta de Manglares, de que está cubierta. De- moran las dos puntas al Nordeste, cuya ensenada comprendida, la interrumpen varios ríos peque- ños, que despiden algunos bajos cerca de la costa. Punta Manglarex. — La punta Manglares si- tuada en i" 36' 2c" de latitud Norte y 51' 25" de longitud oriental, se presenta baja, pero en sus inmediaciones se ven unas pequeñas alturas. Queda aislada, como también un pedazo de la costa cercana, por unos brazos de mar que se internan: algunos ríos la bañan igualmente, y parecen subdividirla en otras islas menores. Se encuentra 60 brazas fondo á 23 millas &.1 Sudoeste de aquella punta, á la cual no pue- de acercarse, por unos bajos que se extienden de ella hasta una legua escasa á la mar. En la dirección Nordeste corren seguida- mente las puntas de Manglares y de Guasca- ma, distantes entre sí 20 leguas. Su costa com- prendida es aplacerada por los muchos ríos que desembocan en ella, extendiéndose más afuera el bajo fondo desde la primera punta nombrada hasta la Isla del Gallo, en cuyo trecho es preci- so navegar con cuidado y con repetidas sondas desde dos leguas á la mar. Entre las dos puntas, se hace primero visible una pequeña isla situada cerca de la costa á 19 millas de la punta Mangla- res, en la cual se forma el inot-ro de Tumaco, que es un monte no muy alto, con un pico de á, 'ioles. A su parte exterior y muy cerca, hállase un í'ara- llón llamado el Quesillo, y entre ella y la costa firme, donde se encuentra la población de Tu- maco formada de españoles é indios, hay dos is- las menores, de las cuales la más meridional es la Isla Viciosa. Ofrece un buen puerto al Norte del morro Tumaco, para cuya entrada, rodeada de bajos de piedra, es preciso avalizar la canal, que es á veces variable con fondo de seis á 10 brazas: hállanse en él diferentes especies de pro- visiones, si se exceptúa de pan, que no se en- cuentra en toda la costa desde Guayaquil para el Norte. Desde el morro Tumaco hasta la Isla del Ga- llo, que es otro objeto notable del pedazo de costa que vamos describiendo, forma la costa firme una ensenada algo profunda, llamada de Usmal, por unas pequeñas lomas cubiertas de arboleda, que se levantan cerca de la mar, sobre un terreno anegadizo y de mangla.res. En lo in- terior se ven las sierras de Barbacoas, que se dis- tinguen por su mayor ek 'ación. El río Rosario, bastante caudaloso, desembo- ca en este trecho, del cual se avanza á la mar poco más de una legua el Vindo, islote pequeño, rodeado de bajos que se extienden bastante para fuera. Isla del Gallo.— ha. Isla del Gallo se sepa- ra de la costa por un pequeño estero: es de po- ca elevación, más elevada por la parte Norte que por la del Sur, en cuya dirección próxima- mente coge su mayor extensión, que es de dos millas. Su fondeadero es al Norte en ocho bra- zas arena, l\a.ma.do puerto de Salaonda, por la pe- queña ensenada que le está inm.diata, en que se halla una población á la orilla del río de su nom- bre, con el cual se distingue también la punta que termina la ensenada al Norte, en la que se eleva un mono de mediana altura , cubierto de arboleda, y lo más alto de esta costa inmediata. Sigue luego el terreno para el Norte, más bajo, no con tanta arboleda, y en lo interior se ven algunos cerritos poco notables: lo interrum- pen diferentes ríos, algunos de los cuales consi- flcrables, y su fondo aplacerado permite fondear en diferentes ¿lartes de la costa. Punta de Guascama. — La punta de Guascama, temible por los bajos que la rodean, se extiende más de una legu'i á la mar: es el pricipio de la costa de la Gorgma, la cual hurta mucho para el Este, y la fni 111a un terreno bajo, lleno de manglares, entrelazado de los muchos ríos y es- teros, cuyas aguas despiden varios bajos y pla- ceres. Al Noroeste de aquella punta, á ocho y media millas de distancia, se cogen 35 bra- zas conduela. Isla d: la (rorgona. — La Isla de la Gorgona que da el i.ombre á su costa inmediata, queda situada á 24 millas al Non ste de la punta Guascama y i' diez millas de la costa inmediata. Es de mediana altura, cubieri de árboles, y avis- tada al Nordeste '/» Este, se presenta formando tres alturas igLalmente distantes, de las cuales la mayor es la del medio, y le sigue luego por su ?.\. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 551 leito al Norte rada, rodeada izar la canal, de seis á 10 ipecies de pro- que no se en- uayaquil para la Isla del Ga- el pedazo de orma la costa a, llamada de cubiertas de la mar, sobre res. En lo in- ts, que se dis- oso, desembo- smza á la mar slote pequeño, 1 bastante para rallo se sepa- tero: es de po- la parte Norte cción próxima- que es de dos e en ocho bra- >nda, por la pe- diata, en que se 1 río de su nom- mbién la punta e, en la que se ra , cubierto de osta inmediata, el Norte, más ;n lo interior se ;s: lo interrum- Js cuales consí- lermite fondear a de Guascama, an, se extiende 1 pricipio de la 'ta mucho para bajo, lleno de uchos ríos y es- xs bajos y pla- punta, á ocho cogen 35 bra- de la Gorgona mediata, queda ;e de la punta osta inmediata, árboles, y avis- jenta formando i, de las cuales ue luego por su elevación la del Sur: su mayor extensión es de una legua escasa en la dirección de Norte pocos grados para el Este. De esta isla se separa muy poco hacia el Nordeste un pequeño islote llamado el Flamenco, y al Sur d" la misma, poco más dis- tante, hállase la (iofgonilla, que es una isleta ro- deada en gran parte de faralloncitos. Son muy hondables todos los alrededores de estas islas, y al E.ste de la mayor, ofrece el mejor fondeadero en 20 brazas de agua cerca de tierra, en donde unas playas de arena facilitan el atracar á ella para proveerse de agua de los varios an'oyos (\\x° la bañan, orno igualmente de leña y plá- tanoo, pero sin otros auxilios que proporciona- ría un\ población que allí hubiese. A diez mi- llas por la parte Oeste de la Gorgona no se halla fondo con 55 bra.!.as. Isla de Malpslo. — No será fuera de propósito incluir aquí, antes de seguir la descripción de la costa firme, las pocas noticias que se tienen de la pequeña Isla de Malpelo, cuya posición demo- ra al Noroeste de la Gorgona. Uno de los prác- ticos de esta carrera, favorecido del tiempo y de una mar llana, saltó en tierra por la banda Nor- te, en una meseta que tiene, y subidos 30 escalo- nes hechos á mano, encontró en la cima de él una gran laguna de agua llovediza, que estaba poco limpia y con algunas plumas de pájaros: se aprovechó de esta agua para llenar algunas pi- pas, por la suma falta que tenía. A esto se reduce cuanto pueda hablarse con seguridad de Malpelo. Costa de h Gorgona. — Volviendo de nuevo á la costa de Gorgona, diremos que el exacto conoci- miento de ella, como de un gran trecho de la que corre al Sur, merece una descripción más prolija de la que podamos dar, y á la verdad interesante, por los muchos ríos y esteros, varios de los cuales son considerables. Los placeres despedidos por estas aguas, que se creían enteramente avanza- sen más á la mar, las diferentes corrientes en- contradas que forman los mismos ríos, la tierra baja y de manglares, y las estaciones sujetas, ó á muchas cerrazones, lluvias y turbonadas, ó bien de los vientos de afuera, han sido otros tantos estorbos para no tener unas descripciones exactas y conformes de los que han emprendido estos re- conocimientos por partes. Ciñámonos, pues, á Iol objetos notables para su navegación costanera, y se reconocerá primero en la costa de la Gorgona unos pequeños altos llamados Altos de la Tortigx, á 18 leguas de la isla de aquel nombre, poco dis- tante de la orilla de la mar, de donde se extien- den los bajos más afuera que en el resto de la costa, exceptuada la punta de Guascama, y es á poco mis de una legua. Al Noroeste de estos altos se cogen 41 brazas lama y al Nordeste de los mismos 33 brazas igualmente lama, distante aquel fondo de la costa inmediata 21 millas y éste 23. * Golfo d¿ Chocó. — De los altos de la Tortuga hasta la Isla de la Palma, compiéndese el golfo de Chocó, en cuya costa se hacen visibles los altos del Mallorquín, que forman un morrito en figura de pan de azúcar, antes de los cuales pro- fundiza una ensenada con varios ríos, para con- tener la Isla de los Caiitachos, que se extiende cinco millas en circunferencia. Sigue al Norte la bahía de San BiieiiaveiUimi ¡rodeada, de bajo fondo, interna una legua, y una igual distancia que abraza su boca, queda terminada por la punta del Soldado al Sur, aplacerada, y por la de San Pedro al Norte, inmediata á dos islotes, cuyas puntas demoran al Noroeste á una legua de dis- tancia. Sirve de fondeadero para las embarca- ciones pequeñas cerca de la isleta del Casca- jal, situada en med'o de la bahía en cuatro ó cinco brazas arena, y para las grandes en la costa del Sur en ocho ó nueve brazas lama fren- te de la playa del Soldado, la cual toma el nom- bre de la punta ya citada, que determina su ex- tremo occidental. Forman esta bahía tierras ba- jas interrumpidas de algunos ríos y esteros, pero en lo interior se ven montes de regular altura. Desde la punta de San Pedro continúa la cos- ta algo más alta, de piedra, un poco escarpada, con manchas blancas hasta la bahía de Málaga, en donde desaguan y se entrelazan varios ríos. No es de tanto placer su fondo , y en su medianía se hallan los Negrillos, así llamados á dos pedru-'^os bastante unidos, que siempre velan, y se separan poco más de dos millas de la tierra firme, para formar una canal de ocho brazas, y por fuera de ellos, á diez millas, se encuentran 35 brazas lama suelta. Isla de Palniíi y bahía de MUagc. — La Isla de la Palma, baja y de manglares, y varios islotes al Norte, de igual formación , ocupan la boca de la bahía de Málaga, cuyo terreno es en partes algo más elevado. A la parte exterior de aquéllos, hay bajos, como igualmente al Sudoeste de la isla, pero en su paralelo, dos y media leguas á la mar, hállanse 30 brazas arena fina y arena, conchuela y cascajo. Su mayor extensión es de media legua, y se separa de la costa inmediata, que es la punta Sur de la bahía, media milla, con fondo de cuatro á seis brazas. Punt.ide Ch'.ramira. — La punta de Chiramira, visible por ser bastante saliente á la mar, demora al Noroeste de la Isla de la Palma. Aquella punta y la costa comprendida hasta esta isla, la defiende un pequeño placer, y se pre- senta baja y de manglares, pero el terreno inte- rior es algo más alto, de piedra y lleno de arbo- leda. Los ríos de San Juan, Chavica, Estebanico y Cacagual, desembocan poco al Sur de la punta nombrada, y al Norte de ella el lío Chiramira, todos los cuales se reúnen á diferentes distancias 532 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO M- ■,4 J 3IS i Si y los dos primeros más en lo interior, esto es, á 10 leguas próximamente de la costa. Sigue ésta al Norte de la punta de Chirami- ra, igualmente baja y llena de manglares, con varios ríos y esteros hasta los Altos de Bando. Son esto.5 unos cerros bajos, algo interiores, llenos de picos, bien visibles por ser el principio de la tierra más alta, la cual forma algunas pun- tas de piedra, escarpadas y con arboleda. Seis leguas al Sur de ellos, se levanta cerca de la costa una altura notable. Cabo Coi'ricntes.^El terreno que lo forma es de bastante altura, y avistado á la parte del Sur, parece aislado con sólo un pico, como igualmente la costa inmediata, formando á alguna distancia varias islas, pero madores y más altas que la tierra del Cabo. Cerca de éste, á la parte Sur, hay fondeadero en 10 y 12 brazas, y suministra agua un manantial que despeña del mismo, y se ve á corta distancia. Interna en esta costa la Ensena- da del Palmar, en que desaguan los ríos de Ta- rifa y del Platanal, y es de tierra baja su orilla, y alto el terreno interior: la limita al Sur la punta de la Ralsilla y al Norte el Cabo Corrien- tes, cuyos extremos distan cuatro leguas. Altos de San Francisco Solano. — Una punta sa- liente, en que dan principio los altos de San Francisco Solano, de poca elevación, corre con el cabo nombrado, al Noroeste. Su costa com- prendida, baja y de manglares, en que des- embocan varios ríos, de los cuales el más meri- dional, llamado ds Sandio es caudaloso, le dan el nombre de Anegadas por los muchos bancos anegadizos que la rodean. Punta de Guarackin:. — Desde esa punta sa- liente hállase la de Guarachine en la dirección próximamente del Noroeste, Termina en ésta la cofsta corrida para dar principio al Este al gol- fo de San Miguel, y lo fornia su extremo á la mar, un terr'P" bajo, cubierto todo de arboleda; ce- rros algo bajos corren dos leguas la costa al Sur, desde donde siguen montes de más que mediana altura, de los cuales el más próximo á la orilla llaman Cerro del Sapo. Una legua y media al Nor- te de la punta de San Francisco Solano, hállase la bahía de su nombre, cuya boca es de cuatro y media millas. A ésta sigue el Puerto Quemado que es pequeño con varios farallones á la boca, y da el nombre á un morro muy inmediato al Norte, el cual es un punto de recalada para los buques que navegan del Sur á Panamá, para no abandonar las cercanías de la costa hasta la punta de Guarachine: en este trecho se encuentran otros tres puertos igualmente pequeños, que el que nombramos últimamente. Puerto de Pinas. — De ellos, el de Piña¿ .;s el más meridional y el más capa^* ofrece un fondo limpio por todas partes, no ménc'^ que alrededor de dos islotes que resguardan la b>xa, al Sur de los cuales se verifica la entrada. Desagua en él el río de su nombre, y es el principio para el Norte de la tierra alta. Los dos al Norte, sólo buenos para pequeños buques, son puerto Escondido y el de Caracoles. Golfo de Panamí — La punta de GuarHchine y la de Mala, que demoran al Oeste-Sur, com- prenden el gran golfo de Panamá. En él se en- cierra el archipiélago de las Perlas, cuyas costas muy hondables dejan con la tierra firme una ca- nal ancha y de sondas. La entrada por la parte oriental de estas islas, es la que practican las embarcaciones que vienen del Sur, y la opuesta las que bajan del Norte. Aquélla lo limitaría la Isla de la Galera, la más meridional de las Per- las con la punta Guarachine, si no la estrecha- se un pequeño bajo llamado de San José, te- mible antes por el poco fondo que le suponían, y por su posición nada exacta, á que se añadía la fuerza de las aguas del golfo de San Mi- guel, con dirección hacia él. Reconocido últi- mamente con la mayor escrupulosidad, se ha vis- to que su menor fondo, de ocho brazas piedra, ocupa un muy pequeño espacio, y en sus alrede- dores tiene 12, 15 hasta 20 brazas, igualmente piedra. Una línea de sonda tirada desde la Isla de la Galera hasta el bajo, cuyo trecho es de cin- co millas poco más, manifiesta que su fondo de ocho brazas piedra cerca de aquélla va aumen- tando poco á poco í. 15 brazas de igual calidad, y luego de arena 6 arena y conchuela á 35 brazas en la medianía de la canal, y hasta 40 en las cer- canías del bajo. A la parte oriental de éste, y poco distante, hállanse 25 y 30 brazas lama. Golf o de San Mí'gwí/. — Siguiendo la descrip- ción de la costa, se verá que la punta Guara- chine y la punta Gorda al Norte son el princi- pio del golfo de San Miguel, considerable por los muchos ríos que desembocan en él, entre los cuales es el más principal por su caudil y por su largo curso el río Tuyra. Compréndese en este golfo, en su costa Sur la ensenada y pobla- ción de Guarachine, que sigue á un pequeño frontón formado de la punta de Flores con la de Guarachine. Bajo de Guarachine.- -Para, mayor seguridad del navegante, advertimos aquí que algunos pla- nos, aunque no el mejor y levantado última- mente, colocan un pequeño bajo al Norte pró- ximamente de esta última punta u. una milla escasa de distancia. Punta Gorda y punta de San Lorenzo. — La punta Gorda y al Este pocos grados al Sur de ella, la de San Lorenzo, forman un frontón sa- liente, de una legua, ambos notables por ser el principio de la costa que hurta casi al Norte; aquélla para seguir la dirección del golfo de Pa- namá, y ésta para formar una de las ensenadas del golfo de San Miguel. r --aWl^ii.~- sagua en él el para el Norte sólo buenos líscondido y el GuarHchine ite-Sur, com- En él se en- cuyas costas firme una ca- por la parte practican las y la opuesta o limitaría la al de las Per- o la estrecha- San José, te- le suponían, que se añadía de San Mí- conocido últi- dad, se ha vis- brazas piedra, en sus alrede- is, Igualmente i desde la Isla echo es de cin- le su fondo de Ha va aumen- igual calidad, ela á 25 brazas 1 40 en las cer- ital de éste, y razas lama, ido la descrip- punta Guara- son el princi- insiderable por en él, entre los 1 candil y por empréndese en enaday pobla- á un pequeño Flores con la lyor seguridad le algunos pla- ntado última- al Norte pró- 1 u. una milla Lorenzo. — La idos al Sur de m frontón sa- bles por ser el casi al Norte; il golfo de Pa- las ensenadas CORBHTAS DESCUBIERTA Y ATRliVIOA 353 En la costa baja y en gran parte de mangla- res, de que fórmase todo el golfo de Panamá, se distinguen las f'enas de Manjue, no distan- tes de la orilla de la mar, en que desemboca el río de su nombre. PYente de este trecho de costa se encuentra á media legua de distancia una pe- queña isla llamada Majapuei y otra á una legua con el nombre de Las Sierras y conocida también por el Tigre, Ambas corren un mismo meridiano, y en el espacio de media legua que se separan, hay un pequeño bajo fondo. Son altas, escarpa- das y cortadas á pique, lo cual y los varios pe- druscos que las rodean las hacen inaccesibles aun para botes. Islote "eWo.— Este islote queda en el para- lelo del Tigre en la parte occidental, y forma con un farallón qi'e le demora al Este-Norte, una canal de cuatro y media millas; su fondo es de 12 brazas lama arena á medio cable del Pelado, y va disminuyendo gradualmente hasta encontrar dos brazas de la misma calidad á igual distan- cia del farallón, y en su medianía es de nueve brazas: lama. Al Oeste del Pelado, á una legua, hay 15 brazas lama. Placer que corre la costa del golfo de Panamí.— Un placer de arena fina y á veces de lama, corre toda la costa desde el río Manjué hasta Panamá, y más al Oeste con alguna diferencia, en su mayor ó menor extensión, á la mar. La ca- nal nave¡^<». le hasta el fondeadero de Panamá, siempre de fondo lama, va disminujendo sensi- blemente desde su medianía hacia la costa firme, pero con graduación, y anuncia desde las ocho y nueve brazas su mucha proximidad al placer. Este se extiende en la punta Manglares más que en el resto de la costa, y precisa mu- chas veces acercarse á ella cuanto sea posible á fin de aprovechar mejor de los bordos para montarla más septentrional de las Perlas llana- da Pacheca. Demora la punta Manglares de esta isla al Nordeste; su fondo, á cuatro millas dis- tante de ella es de dos brazas, y de nueve igual- mente lama á dos leguas. En toda la costa que le sigue al Oeste hasta Panamá se halla fondo de tres brazas en baja mar á una legua de distancia de tierra sin temor de bajo alguno, pues los que hay de arena en las bocas de los ríos son muy poco salientes y sólo se encuentran algunas piedras en las cercanías de Panamá Viejo y en los alrededores y bajos de la Isla Chepillo. Esta isla que demora al Noroeste de la Pacheca y al Oeste-Sur de la punta Man- glares, forma un canal con la costa firme, que en bajamar tiene de dos á tres brazas de agua. Es muy frondosa, llena de matorrales y despe- ñaderos y su terreno peñascoso: en la parte Norte fórmase una pequeña cala, en cuyas inmedia- ciones se encuentra agua en poca cantidad, pero muy buena; fué habitada por una ranchería de negros hasta el año de 81. Río Chepo. — El río Chepo hállase en la costa firme, frente de la isla que acabamos de descri- bir: la punta oriental de su embocadura la forma un morrito llamado el Griego, y la de Sasino que es la opuesta, tiene una casa donde se ha puesto una guardia de sargento, porque los in- dios se avanzaban á las canoas que se veían precisadas á fondear por allí. Entre los infinitos ríos que abrazan toda la costa del golfo, es el de Juan Díaz, al Este de Panamá Viejo, uno de los frecuentados por las canoas: éstas entran y salen por medio de las mareas, y lo frecuentan para recoger hermosos tablones de caoba, que se cor- tan en un cerro redondo y bajito, que se ve allí cerca en su costa oriental. Panamá Viejo. — Las ruinas de la antigua Pa- namá distan una y media leguas al Este de la que ocupa hoy día: se hallan en la inmediación de un río y á la orilla de la mar, sobre una punta, la cual forma, con la de Paitilla al Sudoeste, un trecho de costa seguida y baja, resguardada de piedras y bajos fondos, muy cerca de tierra. A esta última punta sigue una pequeña ense- nada en que desemboca apoca distancia de aqué- lla el río de su nombre, desde el cual le rodea una playa de arena, interrumpida sólo en la me- dianía dedos puntas de piedra inmediatas, llama- das de Peñas Prietas y de Negros. Demora de la punta Paitilla, al Sudoeste á una y media milla, el otro extremo de la ensenada, en que se eleva la Ciudad de Panamí, defendida de un castillo á la parte meridional y más saliente á la mar. Ro- deada ésta de diferentes piedras hasta media mi- lla poco mis, obliga á los botes separarse esta distancia en las mareas bajas, en que se descu- bren casi enteramente. El fondo de la ensenada nombrada queda igualmente seco en gran parte, por cuya razón, colocado el desembarcadero al Norte de la ciudad, hace también preciso para saltaren tierra, ganar un pequeño trecho de mar, en canoas. Tal es la fuei. .c las mareas en estos parajes, que cuando llenas, no sólo permi- te con las lanchas acercarse al desembarcadero, sino que también se atraca sin recelo la punta del Castillo. Rodeada la ciudad en gran parte, de la mar, la respalda por la parte de tierra un peque- ño valle formado de varios cenitos, entre los cua- les el mas inmediato, llamado el Alarcón. se ele- va loi toesas por madida geométrica, sobre ¿.quel llano. Demora éste como al Noroeste, y otro, poco más distante al Oeste, es el de Gavilán: en lo in- terior se hace visible el Peñón, que es un monte alto al Norte exactamente de la ciudad. Islas de Flamenco, Naos y de Perico. — Inte- rrumpamos por un momento la descripción de ' 1 costa que le sigue, para hablar de su fondeadero que se halla al abrigo de las Islas de Flamenco, 70 wr 554 VIAJB ALKIÍDUnOK UVA. MfNUC) de Perico y de Naos, á las cuales se añade otra menor llamada Culebrilla, con dos farallones de cerca á la parte Sur y Oeste, todas muy frondo- sas y las dos primeras montuosas. La Isla de Pe- rico, que es la del medio de las tres principales, redonda y de tres cuartos de milla de bojeo, dis- ta de la punta del Castillo de Panamá muy poco más de dos millas, y demora su medianía de la misma punta, al Sueste. 'A la parte Norte fondean las embarcaciones á dos cables de distancia, en cinco y seis brazas fondo lama, cuyo buen tene- dero las asegura de los vientos á que están des- cubiertas, los cuales no levantan mar por su di- rección que sale de la tierra inmediata. Un bajo fondo sembrado de piedras que se descubre en las mareas bajas, unj esta isla á la de Naos, situa- da al Oeste media milla escasa, y á la Culebri- lla, que se halla entre una y otra, pero más cerca de é';t? y con alguna inclinación al Sur. Ocupa la Isla riamenco una extensión casi igual ala de Perico, le la cual se separa por un pequeño ca- nal, y su dirección es de Norte-liste. La de Naos, algo más pequeña, es una lengua estrecha de tierra que se extiende al Nordeste. Ambas y la Culebrilla descubren su fondo por algunas par- tes de su orilla en las mareas bajas, como se verá bien por el plano, y son aquellas dos, las únicas de este grupo de islas habitadas por algu- nas familias de pescadores, que cultivan también una pequeña porción de au terreno. Comprén- dese, fmalment., en (\ste mismo grupo, un islote llamado de San José, que demora al Sueste en la enfilación de los dos extremos Nordeste de Pe- rico y Flamenco, y distante casi media milla de esta última, cerca de la cual se encuentran siete y media brazas cascajo, y xx disminuyendo el canal que forma, hasta tres brazas, poco distante del farallón. Queda ya sólo para advertir, que hay un pedrusco con muy poca agua á la parte oriental del l'lamenco, á un cable de distancia, en cuyo espacio aumenta el fbndo á seis y un cuarto brazas, y otro pedrusco igualmente ane- gado, al Norte y muy cerca del islote. Islas de Savof^a, Sarogiiilla y de Uraba. — La falta de agua en estas islas obliga á las embarca- ciones, concluido el objeto de su estada en ellas, transferirse á la de Savoga, frente de su po- blación, en donde un buen fondeadero, una pe- queña playa abrigada de la mar, y unas pozas in- mediatas de agua manantial, no menos excelen- te que abundante, pioporciona el concluir su aguada en muy breve tiempo. Otras dos islas me- nores, igualmente montuosas, pero no de tanta elevación, ocupan sus cercanías; la de Savoguilla al Nordeste una y cuarto millas por la parte más inmediata; y la de Uraba, que es la más pequeña, da su nombre á un canal de poco más de un ca- ble que forma con el extremo Sueste de Savoga. Esta isla que se extiende al Noroeste una y media millas, estrecha algo al Sur de su mediania, acer- cando sus dos costas opuestas á un cuarto de mi- lla de distancia: vuelve luego á ensanchar y for- ma en esa angostura dos ensenadas, la del Atillo al Norte, pequeña, y mucho major la del Sur, llamada de Iprocá. Kntre aquella ensenada y un islote cercano á tierra, que se eleva en morro, lla- mado de Savoga, hállase la población que hemos nombrado, en medio de platanales, en el peque- ño llano que se extiende desde el pié de los mon- tes y la orilla de la mar. Kl fondeadero es en ii y 12 brazas lama á un cable de tierra, y á poca mayor distancia del morro. Este tiene varios pe- druscos muy inmediatos en todo el frente del Este al Sur, fuera de los cuales se encuentra lue- go siete brazas cascajo, y el pequeño trecho que se separa de la Isla Savoga, descúbrese en las mareas bajas: su demora del Islote de San José es Sudoeste, cuyo rumbo se navega para alcan- zar este fondeadero pasando á un cable de dis- tancia poco más por fuera de ambos islotes y por fondo de II y 12 brazas lama, aumentando sólo á i6 y 17 brazas no muy distante de los dos. Todo el espacio de mar comprendido por las tres is- las, es de un fondo de 12 hasta 20 I razas lama. Permite una salida segura por entre las Islas de .Savoguilla y de Uraba, aproximándose á ésta para evitar un pequeño bajo, muy hondable en sus al- rededores, que se separa una milla en la direc- ción Este-Norte de su extremo septentrional, y distante tres cuartos de milla al Sudoeste de un farallón llamado de Sube la Vaca, situado al Sur y no lejos de Savoguilla: el canal que for- ma el bajo con la Isla ífe Uraba, es de 20 brazas á un cable de distancia de ambos, y de 22 en su medianía. Otro pequeño bajo igualmente honda- ble por sus alrededores, se halla entre el bajo y el islote nombrado últimamente. Costa firme Retrocediendo ahora para seguií- la descripción de la costa firme, se verá que des- de la punta en que se halla la ciudad de Panamá, hurta sensiblemente la costa al Este para formar con la de Guinea, que le demora al Sudoeste, una ensenada cuyo fondo se descubre en las mareas bajas, y en ella desembocan varios ríos, de los cuales el principal y más interior es el Río Gran- de. A la punta de Guinea sigue un frontón, co- ronado en la orilla de una pequeña restinga de una y media millas, hasta la punta de playa de Tejas: de ésta se separan poco más de una mi- lla los islotillos de Cangamc, de los cuales el ma- yor demora al Este -Sur, y una lengua de bajo fondo descubierto en las mareas bajas, la une á la punta de Guinea. En este pedazo de costa fií-me se eleva el Cerro de Cabra. La punta ya nombrada de playa de Tejas y la de Chame, al Sudoeste de ella, forman una ensenada en partes montuosa con varios islotes cerca de tierra, y por estos paralelos, cuatro más distantes , que m fltt üanía, acer- uarto de mi- nchar y for- la del Atillo ■ la del Sur, senada y un morro, lia- que hemos en el peque- de los mon- ero es en ii ra, y á poca ne varios pe- ;1 frente del ucuentra lué- o trecho que ibrese en las de San José i para alean - cable de dis- islotes y por entando sólo los dos. Todo r las tres is- 1 razas lama. : las Islas de sea ésta para ble en sus al- L en la direc- ieptentrional, al Sudoeste /acá, situado :anal que for- i de 20 brazas y de 22 en su mente honda- re el bajo y el ra para seguir verá que des- d de Panamá, e para formar Sudoeste, una n las mareas s ríos, de los s el Río Gran- frontón, co- a restinga de i de playa de is de una mi- cuales el ma- ngua de bajo ijas, la une á lazo de costa í,a. punta ya de Chame, al ada en partes de tierra, y istantes, que 1 CORHEVAb UUSCUUIUKTA Y ATKBVIDA 355 ■:.í son la Tórtola y Tortol illa, Cocabc y el islote Melo- nes, de los cuales los dos primeros, distantes en- tre sí media legua, están situados en la media- nía próxima del arrumbamiento en que corren la Isla de Naos con la Savoga, y el último se sepa- ra de esta isla dos y media millas al Oeste, po- cos grados Norte, Punta de Chime. — La punta de Chame, res- guardada de un bajo fondo que se descubre en las mareas bajas hasta media legua á la mar, y se avanza más que en las costas inmediatas, es una lengua estrecha de tierra baja, saliente al Nordeáte tres millas, 110 muy distante de un mo- rrito de su nombre, desde el cual se eleva un monte bastante alto, de color rojo. Isla de O toque y de Bonn. —A\ Sueste de esa punta, y al Sudoeste de la isleta Uraba, queda situada la isla de ütoque, poco distante de otra llamada de Hona, ambas montuosas, y entre ellas algunos faralloncitos. El canal que forman estas dos islas con la de Savoga, lo interrumpen dos islotes, distíintes entre sí dos millas escasas, lla- mado el del Sur Valladolid y el otro de Chame, el cual tiene un farallón á la punta Norte. Golfo d: Parita. -La punta de Chame y la de Mala, que demora al Sudoeste, son los dos extre- mos de una ensenada algo profunda que llaman golfo de Parita, interrumpida de diferentes ríos: forma su orilla un terreno bajo con varias punti- llas escarpadas y playas de arena, y lo interior algunas sierras, en las cuales se hace visible un monte llano en su cumbre. Tres islotes hállanse cerca de tierra: el de Chiru en la costa del Norte, al Este de la punta de su nombre, que es baja, llana, con arboleda y escarpada: el de üuarave 6 Cuvita en la costa opuesta; al Norte de la punta Mala, el de Iguanas : ésta tiene dos millas de circuito, y se presenta baja con mucha arboleda, rodeada de arrecifes á la part exterior, en la cual hay dos pequeñas playas, y limpia á la opuesta: entre ella y la costa firme con playa, fór- mase un canal con fondo de cinco, seis y siete brazas, en que puede fondearse: al Nordeste de esta isla, poco más de una legua, encuéntrase fondo de 34 brazas arena: 19 y 20 brazas lama á la parte exterior de Guarave, á cinco millas es- casas. Punta Mala. — Es baja pero se eleva en lo in- terior á formar un terreno medianamente alto, y es fácil de reconocerse, tanto porque más baja la tierra inmediata á una y otra parte, como por- que se halla no lejos de la Isla Iguanas, bien visible por su arboleda. Fórmase con otra punta al Sudoeste un frontón saliente lodeado de un pequeño arrecife, y á través de este extremo meridional, se encuentra á cuatro de distancia 30 brazas piedra. Archipiélago de las Perlas. — El Archipiélago de las Perlas, del cual se omitió hablar antes, lo forman la Isla del Rey y muchas otras más pe- queñas, entre infinitos faiallones. Todas ellas son muy frondosas; y después de aquella isla pueden contarse entre las principales, por su ex- tensión, á su parte oriental, la de la Galera, San Telmo, de Puercos y de Cañas, y á la opuesta la de San José, de Pedro González, Vivero, Casaya y la de Savoga. Isla díi Rey. ICsta isla es montuosa, y se ex- tiende cinco y media leguas al Noroeste, en una circunferencia de poco más de 15; termina al Sur en un frontón de media legua con un farallón in- mediato, y su punta al ICste, llamada de Cocos, es la más meridional, y tiene en sus inmediaciones, fondo de 14 brazas arena y conchuela. En la costa que mira al Norte , cerca de la Isla Viveros, se halla la población, compuesta de unas 70 casas ó chozas, con el nombre de Nuestra Señora del Rosario, en un altito que termina á la orilla de una ensenada, cuyo fondo descúbrese en gran parte en las mareas bajas hasta fuera de las tres islas de Tutu poco distantes al Este, y no per- mite acercarse á la playa con lanchas ó pira- guas, aun favorecido de la marea. Idii de la Galera.— La. Isla de la Galera, de cuyo arrumbamiento y distancia con la punta de Guarachine y con el bajo de San José, se habló ya, Heniora al Este-Sur de la punta de Cocos, nom- brada poco antes. Es algo alta, y su mayor exten- sión de media legua corre próximamente Este- Oeste, formando al Norte una playa que ocupa los dos tercios de su frente, y con fondo de siete y nueve brazas arena á menos de un cable de ella; pero está rodeada de reventazón, eu parte por los bajos inmediatos, y en parte por la mucha marejada que siempre reina, de modo que no permite acercarse á ninguna embarcación. Islote Elefante y bajos inmediatos.- ILl Islote Elefante, uno de los extremos orientales del Ar- chipiélago, tiene á una milla de distancia dos muy pequeños bajos con seis y ocho brazas en sus alrededores. El uno al Noroeste y el otro al Sueste. Isla Pacheca. — Esta isla es bien interesante para la navegación de este golfo por ser la más septentrional del Archipiélago: una regular ele- vación la hace bien visible, y su mayor extensión es al Noroeste cerca de una milla, formando al Este una pequeña ensenada, en donde se fondea, y en el 'a se hallan algunas casas de pescadores, en medio de un platanal. Un canal de medio cable separa esta Isla de otra muy pequeña al Noroeste llamado Pachequilla, y el fondo al Nor- te de ambas, á tres cumplidos de lancha, es de seis, siete y ocho brazas. Las embarcaciones ya en estas cercanías son visitadas de los que pue- blan varias de estas islas, y les proveen de los diferentes frutos de que ellas abundan. En su arrumbamiento hasta la Isla de Perico se en- 5 ■, 1 É 536 VIAJE ALRBDBDOK DBL MUNDO cuentran 46 brazas á dos millas de la prime- ra, 2() y 7í ^ tres y media leguas de la mis- ma, y nueve bra/as á una y media milla de la segunda. De todas las islas del Archipiélago de Ferias, se comprenden entre las bajas, de alguna exten- sión, la de Cañas, Viveros, Bayoneta, Gibraleí 1 y Chapera; á excepción de la primera todas estas son habitadas, y pueden contarse en el mismo número, á más de la de! Rey y de Pacheca, de que hemos hablado particularmente, la de Savo- ga y la de Casaya. Vientos y marcas. — Los vientos en la ensenada de Panamá son los mismos que se experimentan en toda la costa: las mareas ó cursos de las aguas, cerca de las islas son más sensibles que apartados de ella, y no se puede dar regla indi- vidual del rumbo que siguen, porque es según el paraje en donde se halla la embarcación, res- pecto de las canales que forman aquéllas entre si, y varían en unos mismos coníormc los vientos que reinan. Así, bastará quede advertido, que tie- nen movimiento las aguas, para que cualquiera pueda aprovecharse de este aviso. Consiguiente- mente, las embarcaciones que se hallan, después de montada la punta de üuarachine, contrares- tadas de los vientos y mareas contrarias, para in- ternar en el golfo de Panamá suelen, principal- mente en la noche, fondear en 20 hasta 30 bra- zas lama. A este aviso se añade otro no menos interesante al navegante, y es que en toda la tra- vesía desde Panamá á Guayaquil no se experi- mentan mares alteradas, porque aunque se le- vante alguna cosa cuando hay ráfagas ó turbo- nadas, es muy poco lo que se agita, y cesa luego que se echa el viento. hHi ESTUDIO sobre las costumbres^ y descripciones interesantes de la América del Sin\ por Espinosa. Noticias relativas d Montevideo. El Rio de la Plata puede compararse á un mar 6 golfo: hace horizonte; y si se cuenta su boca desde Cabo San Antonio (i) hasta el de Santa Maria (2), será su anchura de ^o leguas. La Isla de Lobos es un islote compuesto de ro- cas peladas, y sólo se le advierten algunos man- chones con arbustos, estando poblado de lobos marinos y de muchas gaviotas, zaramagullones y otras aves. Más adentro se presenta la orilla Norte del río, formada de tierras bajas cubiertas de vegetales, y á cierta distancia, cadenas de montes y colinas. La Isla de Flores (3) se compone de morros alomados y de rocas follosas, como la que prece- de: tiene en su pié mucha pertolería, donde re- vienta la mar. Pudiera llamarse Isla de Pájaros, según la multitud de ellos que contiene. Descubierto el cerro de Montevideo y la pun- ta de Carretas, se presenta la población: sus ca- sas, de un alto, y sus alrededores, Uen'^s de casas cubiertas de paja, de corrales y gana s. Los co- rrales son formados de estacas y .e estidos de cueros. Hay una fortificación de cuatro baluartes 6 castillos ó ciudadela al Este de la ciudad, en un paraje elevado, de manera que la domina. La ciudad se sitúa en una lengua de tierra que sale al Oeste cosa de una milla. Está cercada de una muralla regular con ocho baluartes: baña el mar su circunferencia, excepto por el Este, y se halla cercada de peñascos en que se estrellan las olas. Las murallas viejas no están muy bien con- servadas, y sus fosos están llenos de yerba; de manera que al autor de estas Memorias no le parecía plaza de mucha confianza, por las pocas dimensiones de sus fosos y los barrancos y des- igualdades de las cercanías, que no se distinguen bien desde la plaza. Una batería á barbeta que se halla enmascarada á la orilla del rio (parece que en la parte más occidental de la lengua en (1) La situación de este punto se ha hallado en 360 21' latitud Sur y 50° 36' 37'' longitud occidental de Cádiz. (2) Latitud 34° 57' 20": longitud occidental do Cá- diz, 48* 36' 40". (3) Sucxtremo Sudoeste se halla en latitud 34* sí)'. Longitud occidental de Cádiz, 49° 52' 30". que se sitúa la ciudad), proporciona más sólida defensa contra las embarcaciones que se acer- quen al puerto. ICn tiempo de paz tienen desmon- tados sus cañones; las esplanadas, durmientes, batientes y demás pertrechos, se guardan en el parque de artillería, y se tienen prontos para ponerlos en batería siempre que la ocasión lo exija. El Capitán de fragata Liniers tenía ¡a idna de adoptar para defensa del Río de la Plata un nú- mero de lanchas cañoneras, que bajo los fuegos de la plaza hiciese la más vigorosa oposición con- tra cualquier enemigo. Cuánto se pueda esperar de estas má(|uinas, lo acreditan los sucesos de ellas en üibraltar, Argel y últimamente en lI Mar Negro y en el Háltico. Estos habitantes son muy diestros ginetes y prácticos en el terreno, y for- marían sin duda un respetable cuerpo de caba- llería contra cualquier invasión. Se construyó esta plaza (i) en 1724. Eué su primer Gobernador y poblador D. Joaquín Via- na(2). Se emplearon los brazos de los indios Ta- pes. Por los años de 1776, según las noticias de D. Cosme Bueno, tendría mil familias de pobla- ción; pero por las más recientes que hemos ad- quirido, es en el día mucho más considerable, como luego se dirá. Sitúase la ciudad en la parte Norte del Río de la Plata. Tiene su jurisdicción 40 leguas de Nor- te á Sur, y 40 de Este á Oeste, y su población se decía ser de 20.U00 almas en toda ella; pero según el padrón circunstanciado hecho en 1781, parece era sólo de 8.973 españoles, 586 indios, 711 mulatos libres, 352 negros y 1.760 esclavos, que hacen el total de 12.382; incluyendo la po- blación de Montevideo, enumerada en 4.405 cu- pañoles, 350 indios, 673 negros y mulatos libres y 1.088 esclavos. Tiene la ciudad un Gobernador militai , un destacamento de dragones, compañías de infan- tería, algunos artilleros, una fragata de guerra y pequeñas embarcaciones de armadilla; sus Ofi- (i) Está en latitud 34" 54' 48" y en longitud 50' 5' y4S"- (2) El autor del Lazarillo, D. Alonso Garrió, dice que en 1731, cnu poca diferencia, dio principio Don Bruno do Zabala á su fundación con 14 familias que se trajeron de Canarias; pero parece se equivoca, al menos, en la fecha. 55» VIAJK ALKUOUUUK DUL, MUNDO il ' cialcH KchIch y AdminÍNtrudor de Aduana , con correspondientes jjuardas del re>;ifttio; un curato con una i(;leHÍa de no buena arquitectura, y un liospiciode l'"ranciscanns, cuyai(;lcsia es también de pobre fábrica, l.us casas de la ciudad son de v,t alto, de mampostcria ; Ihh calles mal empe- dradas, pero rectas de Norte á '^ur y de liste á Oeste, que dividen la ciudad en valias cuadras: muciios solares, poca limpieza y curh^sidad: en tiempo de lluvias se transitan con trai)ajo: hacia la marina iiay muchos albañales y estercoleros, donde se crían muchas y i^iandes ralas que in- festan las embarcaciones: en los arrabales no se ven sino mataderos y carnicerías; toros que hu- yen de los (jinetes (jue los desf^arrctan, toros que mueren, y hombres ensangrentados (|uc con la ma- yor a^jüidad los desuellan, y extienden y clavan las pieles con estaquillas en el suelo, preparán- dolas así puraque las embarquen los catalanes, ([uc hacen el principal comercio. Muchos propietarios hacen vc.iir su ganado á las inmcdiic'ones de la phua para ahorrarse el transporte de i --s cueros, por lo cual se ven tan repetidas matanza.). lin los alrededores de Montevideo se respira el desagradable olor alcalino de las carnes: la vista se ofende con hosarins y despojos de ani- niiles, sobre los cuales caen espesas nubes de pájaros voraces, gaviotas, galliiuizas, caranchos y otros, que oscurecen el aire. Tantos despojos animales engrasan conside- rablemente las tierras, y se conocen por su negru- ra ó color más oscuro, las que fueron antiguos mataderos. La población de Montevideo crece de día en día con la franquicia del comercio y la concu- rrencia de buques de los puertos habilitados de la Península especialmente y de las embarcaciones catalanas (i). Un clima análogo al de muchas provincias de España, la ocasión del transporte frecuente, y la facilidad de vivir donde los alimentos de prime- (i) Cuando rstuvicron allí las corbetas Uescubier- TA y Atrevida, se contaron veinte embarcaciones, in- clusos dos correos marítimos y los buques de arma- dilla; 70 tiendas de catalanes, donde so vendía lodo género de lienzos pintados, indianas, pañuelos, lien- zos, cintas, zapatos y demás manufacturas de Catalu- ña. Los dueños de la embarcación establecen en tie- rra sus tiendas, y permanecen allí los meses que nece- sitan, hasla que venden su cargamento: llevan en cambio cueros al pelo, cuyo consumo es considera- ble, y madera del aire, d que han dado valor en estos últimos años, y dan un real de aquella moneda por cada par de astas. El frugal catalán no pierde el tiempo durante su forzada dotencióii; pescan en el río, se alimentan de pescados, venden el sobrante, y cuando no hallan compradores, secan mucha parte para el rancho de su viaje de vuelta. Otros hacen pe- queños viajes á Maldonado y hacen otros pequeños comercios. Resplandecen en estas colonias, principal- ipente los progresos del comercio y el acierto de las sabias providencias que lo animan. ra necesidad están casi de balde, atrae muchoi españoles. La mi. or parte de la población está dispersa por los arrabales: las casas, ya apiña- das, ya en grupos, cogen mucha extensión. Allí los gua/os ó mestizos, ó gente de campo del país, viven en ociosa libertad que suele pararen libertinaje, sustraídos de la vigilancia de la poli- cía. Mayen el terreno inmediato algunas huertas, que no se cultivan con el mayor esmero. Algunos europeos .son los que se dedican á la agricultura, y es su mayor trabajo destruir las muchas yerbas que produce el vicio de la tierra. • Uno de los parajes más amenos de las inme- diaciones de Montevideo, es el río Miquelete, que descarga sus aguas casi en el centro del puerto, á más de dos millas de la ciudad, en la parte septentrional, después de haber atravesado huer- tas y bosques de melocotones, donde hay algu- nas buenas casas de campo. lil puerto de .Montevideo es una ensenada en el Kío de la Plata, de forma de herradura ú otra que se acerca; de tres millas de mayor diámetro. En la punta oriental de su boca se halla la ciu- dad, y en la occidental un cerro elevado en for- ma de pan de azúcar, que le debió dar nombre. El braceaje disminuye desde la mera línea de la entrada, considerada entre la punta más Sur de dicho cerro y la de San José del pueblo, desde tres y media brazas hasta una. El fondo ea un fango ó limo muy blando, en el cual encallan las embarcaciones, sin riesgo en tiempo de pampe- ros: sólo padecerán algo en sus obras vivas los bajeles poco reforzados. Por otra parte, la natu- raleza del puerto las defiende de los Estes. El ceno al Oeste de Montevideo (i) tiene la figura de pan de azúcar, pero su altura es pe- queña respecto de su base. Es la única eminen- cia que la naturaleza puso en estos parajes, y la mejor marca con que se reconoce el puerto. Las tierras de la jurisdicción de Montevideo yacen á la orilla Norte ^.el Río de la Plata: se componen de dilatadas llanuras, que no guar- dando un perfecto nivelamiento, se inclinan unas á otras y forman senos, de donde salen ve- nas de agua que forman an"oyos y continuos pra- dos donde se crían los más pingUes pastos. . Los arroyos considerables y los ríos, vienen de las montañas vecinas: todos desaguan en la orilla Norte del Río de la Plata: sus cauces son otias tantas alamedas que cruzan esta unifonne llanura, y suministran leña y agua para las po- cas poblaciones que en ella se hallan. Las ha- ciendas de los monte videnses son grandes de- hesas que se contienen por el frente por el Río de la Plata, y por el Este y Oeste por dos ríos colaterales que descargan en él: por el Norte se hallan abiertas, por cuya razón sitúan por aque- (i) Su latitud 34» 53' 4", longitud 49' 13' 45". CUKUUTA» DUSCUBIBKTA V ATKhVlDA 53') de, atrae muchos la publación entA casaH, ya apíña- la extensión. Alli ite de campo del juc suele parar en (ilnnciade la poli- 0 algunas huertas, ir esmero. ue se dedican á la abajo destruir las 1 vicio de la tierra. ncnos de las inme- río Miquelete, que centro del puerto, udud, en la parte r atravesado huer- , donde hay algu- es una ensenada en ic herradura ú otra de mayor diámetro, )ca se halla la ciu- rro elevado en for- debió dar nombre. \j. mera linea de la a punta más Sur de i del pueblo, desde la. El fondo cu un 1 el cual encallan las tiempo de pampe- sus obras vivas los otra parte, la natu- le de los Estes, [ontevideo (i) tiene jcro su altura es pe- Es la única eminen- :n estos parajes, y la onoce el puerto, cción de Montevideo i Río de la Plata: se nuras, que no guar- niento, se inclinan s, de donde salen ve- Dyos y continuos pra- pingUes pastos, les y los ríos, vienen odos desaguan en la 'lata: sus cauces son :ruzan esta uniforme L y agua para las po- i se hallan. Las ha- ises son grandes de- el frente por el Río y Oeste por dos ríos ;n él: por el Norte se izón sitúan por aque- ongitud 49° 13' 45". lia parte las casas de los cnpataccH y guardas. ICstos andan w.mtinuamente á caballo, rondan el ganado y hacen los rodeos correspondientes. 8e sorprenden los europeos que por la primera vez ven las inmensas caballadaN y vacadas que vagan por estos llanos, que hncen horizonte en muchas partes. El caballo padre con la crin ten- dida capitanea la yeguada, líl toro se encara al pas'ajero á distancia; están vacas con muchos y pintados colores, con becerrillos que las acom- pañan. Al acercarse el pasajero, yeguas, toros, vacas, todos corren: temen que los vavan á en- lazar: esta insidiosa arma es el terror de los animales. Entre Montevideo y Maldonado se hallan los ríos de Solís Chico, de Mosquitos • Solís Grande. Entre ellos se cuentan algunos arro- yuelos de poco nombre: todos tienen arboleda, aunque de poca magnitud. En los parajes bajf se encuentran muy pequeños y desiguales frag- mentos de conchas, que el mar depositaría en íügun tiempo. De dos en dos leguas se ven casas de paja, que son lo que en España llaman cor- tijos ó ranchos de ganaderos. Otras habitaciones pertenecen á los puestos de Dragones, donde hay pequeños destacamentos para servicio de la posta, y cuidado de la caballnda que la mantiene. Estos puestos, según su importancia, están á cargo de cabo, sargento ú Oficial, con correspondiente número de tropa; la que, tan di- vidida y esparcida, apenas tiene de tal sino el nombre: hay destacamentos de dos y de tres hombres: rara vez ven su compañía: cuando es- tuvo el autor de esta descripción se hallaban sin vestuario: solo por el bigote se reconocían por Dragones. Si se extiende la vista entre Montevideo y la colonia del Sacramento, se registran los ríos de Santa Lucía, San José, Jufre, Coya, Los Padres y el Sauce, que son los más considerables, va- deables en verano y aun con poca agua muchos de ellos. En sus orillas tienen asiento las si- guientes poblaciones: las más son modernas, he- chas por el Rey y por particulares: unas son formales, y otras, casas esparcidas, á saber: se- gún un estado hecho por la ciudad de San Fe- lipe de Montevideo en 1787. Casns. Peraona*. Miguelete y Pantanosos 420 i .430 Piedras y Colorado 240 854 Arroyo de las Brujas 162 647 Canelones Grande, Chico y Cerrillos. 88 484 Santa Lucía Grande 54 252 El Fala 62 220 Santa Lucía chico, Pintado yla Cruz. 55 200 Arroyo de la Virgen 54 353 San José, Cagancha de una y otra banda 83 378 Carreta quemada 21 171 Chamizo Arroyo do Sinrra y Morolos. ...... Sauce y Pando Solís (¡rnndi) y Chico y Villa do Mi- nas Cn«rt*. l*trii»n«* .»o «3' 40 316 J7 Í07 50 .17» Aumentó la pohlayión desde 1781 liasta H7, en número de ¿._\(>o personas, y se levanta- ron 529 casas más; siguiendo cada día el au- mento por las causas que se dijeron. En varios de los arroyos que desa),'uan en los de Santa Lucía y San José, se encuent:an pepi- tas de oro; y en el paraje que llaman de las Mi- nas, según les informaron, las de plata, plomo, oro y cobre. De oro vieron en Montevideo pepi- tas cogidas en la jurisdicción. Pero estas minas se hallan en abandono por falta de inteligentes que las trabajen. La ocupación y comercio de los habitantes de Montevideo es la cria de ganados caballares y vacunc)s, en la cual tiene la mayor parte la naturaleza, pues estos útiles animales se crian en las regiones bonarienses por sí mismos, sin que el hombre ponga otra diligencia que plan- tar el hierro al ganado que paste por su ha- cienda. La abundancia de los pastos y la vasta extensión de las dehesas, promueven la propa- gación de estos animales en razón de la canti- dad de alimentos que encuentran; sin embargo de que hasta aquí matan el ganado sin distin- ción de jefes, edades, ni tiempos, lo que dtibe contribuir á la disminución de su número, como verdaderamente se verifica. Otro cuidado de es- tos provinciales es rondar las entradas y salidas de las haciendas, las matanzas, etc. Se ei iplean también en sr.car el sebo. F^n el día se hacen ensayos para hacer extracciones de carne salada, la que preparan muy bien, según el método de Irlanda, Hacen del cuero de vaca cuantos utensilios y muebles necesita la vida humana. Como el cuero humedecido es una lámina flexible que recibe cualquier forma, y ésta la retiene cuando se seca, le aprovechan maravillosamente. Hacen cofres, petacas que se conocen bien en España, jaulas para cotorras, botas, cuerdas de toda es- pecie; y sobre todo, graneros en que guardan trigo y otras semillas. Esta manufactura me- rece particular descripción. Sacan ia piel de la vaca mediante una incisión en la región del vientre y ano, con tanta perfección, que en relle- nándola de cualquier materia, parece de lejos, que vive la res. Estas singulares trojes ó arcas las llenan de semillas y dicen que se conservan muy bien. - Los cueros tienen el valor de lors. de plata dentro de la hacienda, y concurre á su extrac- ción gran número de embarcaciones catalanas. 56o VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO /^- Las astas, que han tomado valor de pocos años á esta parte, valen un real de plata. Los caballos prestan no menos útiles servi- cios. Sin ellos no se manejarían unas haciendas tan dilatadas y desiertas. Los montevidenses se acostumbran tanto á su ejercicio, que ni pobres ni aun esclavos andan á pié: se ve pedir limosna á caballo y picar los bueyes que an-astran una ca. iTCta. Regularmente caminan, ó á trote vivo, ó A gran galope. Los caballos sufren la !"atiga á un grado increible, si no se viera. Los que dieron para las excursiones á que concurría el autor, es- tuvieron un día en el foso sin comer, y después corrieron dos ó tres postas seguidas: guardan después igual ayuno si no los suviltan á los pas- tos; aguantan igualmente la seú; los dejan con la rienda caída y permanecen como postes; tie- nen regularmente buena conformación, y sólo ce- den á los buenos caballos de Andalucía y Chile, sin que degeneren de la excelente raza de que pro- vienen. Se ven también caballos enteros que conservan cuantas ventajas se desean en una buena estampa. No sólo aguantan tan prolija abstinencia, sino que hacen las más extraordina- rias diligencias de velocidad. Según cuentan, en aquella tierra es común andar el propio caballo 30 ó 40 leguas en un día. El bajo precio en que se venden estos nobles brutos (la mejor conquis- ta del hombre) hace que los expongan á ru- das y extraordinarias pruebas. El mejor caballo se vende, á escoger, por un peso, si está cerril; pero los enseñados á buen paso se venden res- pectivamente con estimación. Una yegua paride- ra vale dos reales de plata. De las costumbres de los montevidenses, no puede menos de alabarse su generosidad, hospi- talidad y buena índole que los caracteriza. Entre la clase noble y acomodada, unos viven de sus chácaras, en que cultivan por medio de sus es- clavos el trigo y otras varias semillas de Euro- pa. Aquel suele dar ciento por uno, y aseguran, que el dejado en los rastrojos, suple por una nue- va siembra, y se coge nueva cosecha en el año venidero. Es de la mejor calidad; y si tuviera extracción, constituiría un nuevo y extenso ramo de comercio, y remediaría muchos años las nece- sidades de la metrópoli. Hav tierras inmensas de pan llevar, dr la mejor calidad. Pero está la na- vegación ahora en su infancia para que se adop- ten expeculaciones que piden unos transportes baratos. Se dedican también á la cría Je sus ga- nados, al comercio de cueros. Gustan mucho de andar á iballo hombres y mujeres; beben mate á todas horas; hablan con cierta languidez, ma- yor que en otras partes; se resienten de la falta de trato, que produce cierto encogimiento. Por lo demás, son de buena disposición, tanto de po- tencias como de cuerpo. Los sucesivos aumen- tos que debe esperar en su comercio aquella po- blación, la hermoseaián en su planta natural, mejorarán su policía y los habitantes adquirirán progresivos grados de ilustración. Ivas poblacio- nes grandes se hallan á mucha distancia. La gente plebeya, á quien la educación no restringe las pasiones, y la civilización no enseña aquellas fórmulas de saludor y palabras que lla- man de buena crianza (mentiras permitidas), vive con cierta independencia y franqueza que les permite la fatuidad de los alimentos y la na- turaleza del país que habitan. La siguiente viva pintura, franqueada por un europeo, excelente observador , no desagradará á nuestros lec- tores: Descripción dil que llaman guazo ú hombre de campo. Un caballo, un lazo, unas bolas, una carona, un lomillo, un pellón hecho de un pellejo de carnero, es todo su ajuar de campo. Una bota de medio, pié, unas espuelas de la- tón del peso de dos á tres libras, que ¡laman na- zarenas, un calzoncillo con fleco suelto, un cal- zón de tripe a.;ul ó colorado, abierto hasta más arriba de medio muslo, que deje lucir el calzon- cillo, de cuya cmta está preso el cuchillo flamen- co; un armador, una chaqueta, un sombrero re- dondo, de ala muy corta con su barbiquejo, un pañuelo de seda de color y un poncho ordina- rio, es la gala del más galán de los gauderios. Su vida, siempre monótona, se reduce á salir al campo, siempre á ■ bailo, y correrlo de rancho en rancho sin cuidar jamás de su manutención propia, seguro de encontrarla en la primera parte donde se apee, pues cualquiera recibe hospitali- dad franca, sin el empeño de tener siquiera que agradecerla, porque siempre están surtidos los ranchos, de charque, que es una carne secada al Sol y cortada en delgadas tiras, que se asa en cuatro .ninutos, sin otro condimento que un poco de agí, ni otro pan que el jugo de la gordura que produce el mismo charque; y este es el ali- mento que más usan. No será supérfluo exponer el diálogo que acostumbran para presentarse al rancho más des- conocido. Se ponen á caballo delante de la puer- ta de él: le dice el amo: — Di-os lo guarde aa-mi-go, pronunciado con mucha lentitud. R.- Y á Vd. lo mis-mo. — A-pe-ese si gusta. i?.— No hay para qué. — Va-ya, no sea son -so. R. — -Valdreme de su fa-vor. — Deje ahí el ca-ba-llo, no más, R. — Den gra-cias (ahora va entrando). — Ca-ba-llero sién-te-se y no más. R. — ¿Habrá unfuegui-to? ■i en su planta natural, habitantes adquirirán tración. I^as poblacio- lucha distancia, juien la educación no a civilización no enseña ur y palabras que 11a- 'mentiras permitidas), ;ncia y franqueza que los aumentos y la na- tan. La siguiente viva un europeo, excelente dará á nuestros lec- líin filazo H hombre ñas bolas, una carona, ;cho de un pellejo de de campo. ■, unas espuelas de la- libras, que ¡laman na- n ñcvo suelto, un cal- do, al)ierto hasta más le deje lucir el calzon- reso (1 cuchillo flamen- |ueta, un sombrero re- cen su barbiquejo, un y un poncho ordina- alán de los gauderios. )tona, se reduce á salir lo, y correrlo de rancho las de su manutenci'Sn irla en la primera parte [uiera recibe hospitali- ) de tener siquiera que pre están surtidos los es una carne secada al s tiras, que se asa en )ndimento que un poco el jugo de la gordura rque; y este es el ali- loner el diálogo que irse al rancho más des- lio delante de la puer- i-go, pronunciado con vor. no más. va entrando). y no más. I? COKBKTAS DKSCUBIBRTA V ATRKVIDA 56r — Alcán-celo por su vi-da, que ahí está á la vuelta. Con estas palabras, que se pueden tomar como formulario, se sientan á comer en una ban- queta de la figura de un asiento de zapatero, donde la hay, ó sobre una calavera de vaca. Se fija el asador en el suelo, que es lo más común, y puestos en rueda alrededor del asado, cada uno le tira tajos á su salvo hasta que concluyen ton él, sin otra bebida que el agua. Si es verano se van detrás del rancho á la sombra y se tum- ban: si invierno, juegan ó cantan unas raras se- guidillas, desentonadas, que llaman de Cadena, ó el Per i , ó Mal- Ambo, acompañándolo con una desacordada guitarrüla que siempre es un tiple. El talento de cantor es uno de los más seguros para ser bien recibido en cualquier parte y tener comida y hospedaje. Una hora antes de ponerse el Sol se despiden de esta suerte: — Que-de con Di os, aa-mi-go. ^Vaya con Di-os; y se va á la primera llanu- ra: desensilla el caballo, lo monta en pelo y le da cinco ó seis carreras, que á esto llaman va- rearlo: vuelven á ensillarle y se van á otro ran- cho donde les hacen el mismo hospedaje. Adere- za su cama con el pellón por colchón, el lomillo por cabecera y e! poncho por manta y sábana. Si rm aquellos días ha carneado algunas reses y ha grangeado por peonaje ó robo de cueros algunos reales, muda de estilo y rumbo, y se va á em- plearlos en aguardiente en lamas inmediata pul- quería, de donde no sale hasta haber acabado su caudal. Sus pasiones favoritas son el juego de cual- quiera especie que sea, carreras de caballos, co- rrida de patos, naipes, Ijochas y mujeres. La corrida del p ito merece una particular descripción: consiste, en que se junta una cuadri- lla de estci guazos, que todos son ginetes más allá de lo creíble: uno de ellos lleva un cuero con muchas argollas, y el brazo levantado: parte como un rayo llevando 150 varas de ventaja, y á una seña, él y todos corren á mata caballo, formando grita como los moros: todos persiguen al del pato y pugnan por quitarle la presa: son diestrifeimas las evoluciones que éste hace para rué no lo logren, ya siguiendo una carrera recta, ya volviendo á la izquierda, á la derecha, ya rom- piendo por medio de los que le siguen, hasta que alguno, ó más diestro ó más feliz, lo despoja del pato, para lo que no es permitido que le cojan el brazo. En este feliz momento todos le vitorean y le llevan entre los aplausos, alaridos y zambra, al rancho suyo, al que frecuenta, ó bien al de la dama que pretende. Reinan todavía entre estas gentca muchos restos de la antigua gallardía es- pañola. Nuestro venturoso glnete presenta á su dama la presea: ella le convida á mate, y suele á veces premiar el valor con los mayores favores. Los sucesos de la corrida de patos, dan materia para mucha conversación: puestos en cuclillas (postura que guardan horas enteras) cuentan con mis vivera que acostumbran los diversos lances de la fiesta. La sencillez de estas gentes trasciende en me- dio de sus pasiones y vicios, y es singular el modo con que enamoran. Si ven á una china, mu- lata, etc., ú otra mujer que les guste, pasan por junto á ella, y quitándose ti sombrero hacia atrás por cima de la cabeza (ó por costumbre, ó por no espantar el caballo: es de suponer que siempre andan á caballo) la dicen: qué linda habrá sido (lo mismo que: qié linda es:) y ella sólo responde: oz; y tira adeh\nte, y así repiten este manejo hasta que la dama se para, y le permite más claras ex- plicaciones. No pocas veces paran estos prelu- dios en los desórdenes nocturnos que llaman ga- teo, ya por condescendencia, }• muchas veces por sorpresa y timidez natural en el bello sexo. Muchos de estos guazos ó gauderios liberti- nos, violan el derecho de hospitalidad que tan francamente se les dispensa. Como todos duermen en la misma casa, pues ia estrechez de las ha- bitaciones no permite las separaciones que pide el buen orden y la decencia; cuando todos duer- men, salen á gatas, y con el mayor silencio asal- tan el lecho de las mujeres que apetecen, las que si no están de acuerdo sufren la violencia de su honestidad por evitar unos escándalos que tam- bién las violenta }' exponen su crédito, y usan de la defensa que permite la sorpresa y la con- fusión. Reina no poco desorden en las costumbres de la clase pobre de nuestras Américas, por la de dormir juntas las personas de ambos sexos en la misma habitación, y lo mismo sucederá en cual- quier otra parte que no se precaucionen. Muchas veces estos ladrones de la honesti- dad, son sentidos por su poca destreza, y aun las mismas que están de acuerdo, son las primeras que les arañan, y todos lo burlan y denuestan. Otras veces se ven nuestros gauderios en compañía cuatro ó cinco de ellos, y se convi- dan (i) á comer una pierna de vaca ó novillo: le enlazan, derriban y trincan de pies y manos, y casi vivo, le sacan toda la rabadilla, le hacen al- gunas sajaduras hacia el lado de la carne, la me- dio asan, y la comen con sal, si por casualidad la llevan. Otras, mata.i una vaca para comer el mata-hanibre, que es la carne entre las costillas y pellejo. Otras, se les antojan caracúes, que son las canillas y huesos que tienen médula: les sa- can, descarnan bien y ponen punta arriba sobre brasas, hasta que hierva dentro de la caña, y en- (i) Noticia del libro de Caí rió» IH Lazarillo de C/yf»í, ipipreso en 1773. I 56a VIAJE ALREUKDOR DEL MUNDO tonces un palito sirve para que saquen y coman aquella sabrosa sustancia.' También estos carnívoros sibaritas hacen de las vacas un asado que merece particular des- cripción: la abren por el vientre, le sacan intes- tinos, entrañas, etc., juntan toda la fjordura en el centro de la cavidad, pegan fuego á aquellas materias gra as, y se forma una gran luminaria: unen las canales de la res, y el fuego encerrado respira por boca y orificio: al cabo de algunas ho- las, se halla la carne suficientemente asada, y estos hombres cortan de la parte que les place y aun llevan á sus casas y la sazonan con agí, que es su ordinario condimento. En las casas de estas gentes no se ven otros muebles que charque, una cama, un fogón, asien- tos como banquillos de zapatero ó calaveras de vaca, un cuarto de carne colgado, algún mueble de cuero, los aderezos del caballo y apenas algún otro mueble. Noticias lie varios pueblos de la provincia de Buenos-Aires. Maldonado es una pequeña villa situada en una llanura cubierta de pasto verde, con muchos terrenos húmedos y bañados. Habrá cuarenta años que se edificó con criollos de la provincia: consta de loo casas, cubiertas de paja las más y muy pocas con teja, y las paredes de todas con- sisten en adobes ó estacas. Cada casa tiene su huerto con frutales, calabazas y otras plantas trepadoras, de manera, que á distancia forman un agradable paisaje: las casas forman calles rectas, y con los huertos y corrales ocupan un área considerable. El terreno de su jurisdicción es reducido. Se extiende por la parte del Oeste hasta Pan de Azúcaí: hacia los demás rumbos apenas llega por ninguno á una legua de distancia. Le limitan por otra parte dos dehesas del Rey; una en el Rincón de José Ignacio, sobre el Cabo de vSanta María, y otra que se halla desde la barra de la Laguna hasta Pan de Azúcar, Todo él se compone de dehesas que contienen pocos ganados y algunas tierras labrantías. Ha sido recientemente erigida en villa con su competente número de regidores, etc. El Jefe de las armas, que actualmente es un Capitán de dragones destacado con su compañía, es su Go- bernador. El vecindario elige sus alcaldes. Tendrá 200 vecinos, la mayor parte bastante pobres. Carecen de frutos preciosos, de comercio y de industria. Su poco comercio consiste en corambres, queso y manteca, que venden á las embarcacio- nes y á Montevideo, y en algún trigo, que los que tienen carros propios llevan á aquella plaza, y los cfue no, venden á los pulqueros por los géneros que les suministran. El mar pudiera proporcionarles ocupación y subsistencia, pues abunda de mucho y excelente pescado; y los lobos marinos les convidan en las islas desiertas de sus mar -s con los ricos despo- jos de sus pieles; pero carecen de emLa'-caciones y se atienen á la pobre y tenue pesca de la caña. Suelen ser sus regulares cosechas de tiigo, de quince por uno; pero faltan brazos y extracción aun cuando los hubiera. Existen todavía en esta villa varios de los colonos gallegos que se trajeron para el nuevo establecimiento de la costa Patagónica, y tiene aquí su residencia un Comisario de Marina. Otro pueblo pequeño se halla á distancia de dos leguas al Norte de Maldonado, que de lejos presenta no menos agradable vista. Las casas campean entre los huertos que las cercan, cu- biertos siempre de verdura. Sus pocos habitantes son portugueses que desertaron de Río Grande. Su comercio, como el de Maldonado. Aquí se ha- llan parte de los colonos gallegos y maragatos, que como gente de país frío se creyó más propia para poblar en las altas latitudes de la costa Pa- tagónica, y cuyas colonias se abandonaron por la esterilidad del país, que se presta poco á la vege- tación del trigo y otras plantas necesarias. La subsistencia de estas gentes parecería muy costosa, y poco correspondientes las u'.ilidades del establecimiento. Los colonos repartidos en varios de estos pueblos, serán 600, á quienes el Rey pasa para su subsistencia un real plata diario. Este pueblo, que há pocos años que se fundó, se llama Pueblo Nuevo, y tiene 200 vecinos. Su Comandante suele ser un Oficial subalterno, 6 sargento, que manda un corto destacamento de tropa que aquí reside. Se halla en los cerros de los montes más cer- canos á Maldonado, en los que llaman de Verdes y el Campanero, hermosas dunas de cristales, ó riscos como los que los nuestros llaman de cris- tales de roca. También en otros, ó acaso en los mismos, hierro atraible por el imán. La vaca es la principal riqueza de estas gen- tes: sus quesos, leche y demás esquí' nos, pro- veen á sus principales necesidades, y aunque po- bres, distan mucho de la indigencia. Las rentas del Rey pasan de 3.000 pesos, por las alcabalas, ganado y pesca de lobos marinos. No habiendo población alguna desde Monte- video hacia el mar, sino tales cuales chácaras de dos en dos leguas, y puestos dé dragones de dos á cuatro hombres que sirven de postillones y maestros de posta; este regimiento, pues, forma un cordón de cerca de 80 á go leguas en los va- rios puestos que ocupa, desde Maldonado hasta Martín Chico; y si no pueden defender, ocupan, atalayan y exploran el vasto terreno que yace á la orilla Norte del Río de la Plata, y que se I')';; CORBETAS DESCUHIBRTA Y ATREVIDA 563 :s ocupación y ho y excelente onvidan en las s ricos despo- ¡ml.a'-caciones ica de la caña, as de tiigo, de s y extracción varios de los para el nuevo ónica, y tiene e Marina. á distancia de o, que de lejos ita. Las casas as cercan, cu- ícos habitantes e Río Grande, o. Aquí se ha- 3 y maragatos, eyó más propia de la costa Pa- idonaron por la poco á la vege- ecesarias. 5 parecería muy las utilidades repartidos en o, á quienes el un real plata Ds que se fundó, 100 vecinos. Su 1 subalterno, ó sstacamento de nontes más cer- iman de Verdes 1 de cristales, ó llaman de cris- ó acaso en los án. a de estas gen- squi' TÍOS, pro- ís, y aunque po- cia. Las rentas r las alcabalas, i desde Monte- uales chácaras ie dragones de ie postillones y o, pues, forma juas en los va- ildonado hasta ender, ocupan, eno que yace á ata, y que se interpone con otras tierras despobladas, entre los establecimientos lejanos de los portugueses, que si hubiera abandono, intentarían, ó la usurpa- ción 6 el contrabando Estos vecinos, que mu- chas veces se han most.ado inquietos y empren- dedores, obligan á la cautela. Si al Este de Montevideo no se hallan pobla- ciones, no sucede así hacia el Oeste ó Nornoroes- te. En el espacio que media hasta la colonia del Sacramento, se hallan nuevas poblaciones, todas á la inmediación de algún arroyo que viene de un cordón de bierras que guarda algún paral';- lismo con el Río de la Plata. Siguiendo su orilla hacia la colonia, se encuentran los pueblos lla- mados Canelón, Santa Lucía (que se avista en número de 40 casas reunidas, cubiertas de paja) y San José con unas 60 de la misma fábrica. Este tiene nueve años de población, y son sus colonos castellanos viejos, maragatos y gallegos. Alrededor de estos pueblos hay sus sementeras de trigo, de que subsisten y aun se enriquecerían si hubiera mayor industria y extracción de frutos. Esta colonia está enclavada en una hacienda de Doña Gabriela Serisa, que tiene 100 leguas de extensión, según dicen, y parece que por cierta oposición de interés, no ¡es permite la propietaria que se extiendan, de cuya prohibición, en efec- to, se quejaban. El arroyo inmediato, que abun- da en arboleda, les provee de la leña necesaria. El Rosario, tenue población de ^olas 18 barra- cas, está también en la propia orilla. Aquí resi- de un Capitán de dragones que tiene á su cargo la principal caballada del Rey aplicada al servi- cio de postas y corraos, y para los pasajeros que traen pasaporte; y está también á su mando al- guna tropa y 50 peones para manejo del gana- do. Esta sola caballada se componía de 6.000 caballos más que toda la caballería de España. Todos los caballos desmandados que no están en su propia dehesa, ni con el hierro correspondien- te, se reputan por del Rey, y los llaman rayunos, distinguiéndolos por un pico de oreja que les cortan. Es lástima que estas colonias, situadas en un país fértilísimo, tan apto para la producción de los frutos más necesarios á la vida humana, en lugar de crecer en proporción de su antigüe- dad, mengüen sensiblemente. Algunos colonos las abandonan y se establecen en los ranchos de caiiipo, donde se acostumbran á mantenerse de solo carne, dando de mano al cultivo de la tierra, y viviendo una vida floja y licenciosa. Domina el mal genio del país; el laborioso y tra- bajador gallego imita y se hace á las costumbres que ve, y su hijo suele degfínerar en un gau- derio. A vista de estas poblaciones tan pequeñas, y de estos ranchos, se ofrecen algunas reflexio- nes que nacen ¡nmediatameníe de los cbjetos, y que deben instruirnos sobre los grandes medios de la felicidad y multiplicación de los hombres. Los axiomas de los mejores economistas, no pueden entenderse como suenan. Todos asientan que los hombres se multiplican en razón de los alimentos. Comparan el linaje humano al gana- do, cuyas cabezas se multiplican en ni/ón de la cantidad de pasto, para que ni;iyor número de individuos se alimente; pero esto, aplicado á lo racional, no parece suceda asi. Si así fuera, no habría región más poblada que la bonariense; pues ninguna abunda tanto en carnes y que ape- nas tiene precio la que consumirá la más nume- rosa familia. La caza casi se coge con la mano, y la pesca abunda, de modo que en '3uenos-Aires se tira mucha parte. Con todas estas ventajas, no se ven sino campañas desiertas, caballadas y vacadas numerosísimas á veces como ejércitos, bandadas de avestruces que de ciico ó de seis en seis corren con sus alzados cuellos por las in- mensas llanadas. Los ranchos son copio una isla en un vasto mar; y ya se vio de cuan poca consecuencia sean las poblaciones. Las necesida- des del hombre nosólo se reducen á la del alimen- to; la del vestido igualmente le urge, y aun cuando ésta la satisfaga aquí fácilmente, pues ya se vio que un calzón de tripe dura muchos años al gua- zo y al hombre de campo, y se añade que las botas y otros arreos les dan las pieles de yeguas, que sacan como un guante de su pié y lo aplican para botines en ¡os suyos; hay con todo, pai'a que el hombre se multiplique, necesidad de una vida moral y arreglada. No es el hombre uno de aque- llos seres en quien todas sus acciones se dirigen exclusivamente á la multiplicación: si gratifica demasiado las pasiones que conducen á ella, de- bilita sus órganos y no se consigue el fin de la Naturaleza. Unos placeres rapturosos, una vida vaga, no fijan al hombic con una compañe- ra; no toma apego ni al terreno ni al hogar; em- plea su vida en la corrupción del débil y amable sexo, cuyos vicios crecen con los de los hombres que las seducen, y que por tanto aborrecen una fecundidad que las embaraza; y aunque en estos países la delicadeza y el punto del qué dirán no ha introducido la horrorosa práctica dei aborto, y las mujeres, obedeciendo á las sagradas leyes de Naturaleza aunque sean solteras, crían sus hijos sin que las molesten, con todo, la falta de un padre de familia, de un hombre á quien la ley fije para que la sostenga; que cuide de ]a prole, las hace considerar su estado como una desgracia, se abstienen de otro nuevo fruto, su prole desamparada queda sin un establecimiento y sólo constituirá un nuevo y estéril individu". ¡Oh Santas Leyes! ¡Oh Religión, cuan precisn es tu observancia, no menos para la vida futura que para la presente! Mientras la agricultura no se radique en esta ■*«l" ¥^ 564 VIAJK ALREDl-.nOR DEL MUNDO feraz rejíión, sus habitantes no se fijen en el sue- lo que cultiven, ¡gusten de comer sus hortalizas, y no se cansen del monótono y uniforme alimen- to de la carne, tendrá }(randes obstáculos la po- blación, sus costumbres no se arreglarán á una vida civil y religiosa. Siguiendo, pues, la serie de poblaciones al Oeste de Montevideo y Río de la Plata aniba, se encuentra la que llaman Colonia del Sacramen- to, en una punta frontera á las Islas de San Ga- briel. Los portugueses ocuparon furtivamente (i) el sitio en tiempo del Regente de Portugal el In- fante 1). Pedro. líl Gobernador de Buenos- Aires les desalojó con algunas tropas españolasy 3.000 indios guaranis, entre infantes y caballos, que bajaron de las misiones jesuítas; y tomó la plaza, ya correspondientemente fortificada por los por- tugueses, con pérdida de aoo de los sitiados, y de los sitiadores, con la de seis españoles y 30 in- dios, además de otros varios heridos por el valor con que se expusieron. Los portugueses entabla- ron después negociación, y pidieron un lugar de asilo en el Río de la Plata para refugiarse en caso de temporales ó de piratas; y se les conce- dió esta colonia, sin atender á las consecuencias, pero con las condiciones de que la propiedad del puerto fuese sólo de la Coron i de Castilla; que sólo se permitiesen catorce familias portuguesas; que !as casas fuesen de madera cubiertas de paja; que no se construyese fuerte alguno; que los Gobernadores de Buenos -Aires pudiesen visit:ir el establecimiento, como también los navios que llegasen á ül; y que restituyese Portugal 300.000 indios que los Paulistas habían robado de las tierras del Rey Católico. Pero los portugueses sólo verificaron el establecimiento que deseaban, y en el año de 1701, siendo el Rey de Port'j^^al garante del testamento de Carlos II, se suaviza- ron las anteriores condiciones. En 1704, durante la guerra de sucesión, se desalojó nuevamente á los portugjeses con los mismos auxiliares guaraníes, huyendo los lusi- tanos en cuatro navios que vinieron á su socorro; pero se les volvió á ceder en 1715 por las paces de Utrech. En 1762 la tomó nuevamente el Gobernador D. Pedro Cevallos, y la defendió contra el soco- rro que les enviaban los ingleses. Volvióse otra vez á Portugal, y establecióse una especie de lí- nea ó trinchera que llaman el Real de San Carlos, desde donde se observaba la plaza y se estorbaba (i) Don Cosme Bueno, en su Calendario de 1776, dio una descripción de las varias provincias del obis- pado de Buenó.s- Aires. Escribió sus noticias por do- cumentos que le remitieron los Gobernadores y Jefes de las varias provincias, etc., que entonces dependían del Vireinato de Lima; corren con crédito, y se cita- x\\\ en las precisas ocasiones que 110 se tengan otras más presentes y auténticas. el considerable contrabando que hacían. Hoy, só- lo se ven las ruinas de este Real, pues el mismo Don Pedro Cevallos, primer Virey de Buenos- Aires, volvió á tomarla en la última guena, y desde entonces acá, demolidas sus fortificacio- nes, quedó por España. Era esta plaza tan inme- diata á Buenos- Aires, que sólo distaba de aquí diez leguas un almacén de contrabandos, y se in- troducían géneros, no sólo á las provincias cerca- nas, sino á otras muy interiores. En Portugal calculaban algunos que hacían entrar nueve mi- llones en dinero efectivo. Por ella salían cuantio- sos caudales, tanto para emplearlos en Europa, como para pretensiones de particulares que pa- saban de Lisboa á Madrid. Finalmente, padecía un grave perjuicio el Real Erario, y muy consi- derable el comercio de la Nación, siendo sólo al- gunos particulares los que se enriquecían. En el sitio de la colonia forma el Río de la Plata una herradura. Una especie de gneis, com- puesto de bandas ó vetas blancas y cenizosas, untuoso al tacto y que centellea al eslabón, compone las rocas que bordean las orillas de este rio. Se hallan en este pasaje amenos bos- ques de melocotones que, aunque sin cultivo, pro- ducen agradable y sazonada fruta. La población está medio arruinada: sus calles se componen en el día de pocas casas de piedra y muchos solares l'enos de yerba; de murallones desmantelados: se presentan todavía ruinas y escombros; el cam- panario y torres, como esqueleto de la que fué iglesia matriz. Pareciera que esta ciudad págala pena de la ambición portuguesa. Hállase pobre y atrasada, 'i vecindario reducido, los pocos edificios que existen son los que quedaban y li- braron cuando llegó la orden de suspender su demolición. Después acá se repobló algo, y e) Rey, á costa de su Erario ha puesto algunos co- lonos. Su puerto sirve en el día de escala para el correo: una sumaca mantiene la comunicación por agua con el Sacramento y Buenos-Aires, y los pasajeros que vienen por tierra de Montevi- deo, se embarcan en este puerto para el de Bue- nos-Aires. El Comandante de la tropa, que suele ser un Oficial de graduación del Regimiento fijo de Dragones, manda también la plaza. A poca distancia de la colonia está la Isla de San Gabriel. Aquí tenían los portugueses sus oasas de placer, y poseían huertas con varías es- pecies de frutales y de flores que recreaban la vista y el olfato; mas ya sus frutales se volvieron silvestres, y las plantas europeas que allí plan- taron se confunden con las expontáneas que como propias se producen con más abundancia: los rud&% cadas, muchas plantas espinosas y matas y arbustos de muchas especies, confunden á los granadinos, duraznos, nogales, almendros, rosa- les, alelíes, manutisas y otras plantas que ador- Ir % "^•^mami?- acían. Hoy, só- pues el mismo ey de Buenos- tima guena, y US foitificacio- )lazatan inme- Hstaba de aquí jandos, y se in- "ovincias cerca- i. En Portugal itrar nueve mi- salían cuantió- los en Europa, ulares que pa- mente, padecía y muy consi- siendo sólo al- iquecían. a el Río de la de gneis, corn- os y cenizosas, ea al eslabón, las orillas de e amenos bos- sin cultivo, pro- La población se componen en muchos solares desmantelados: ombros; el cam- 1 de la que fué i ciudad paga la Hállase pobre :ido, los pocos ; quedaban y li- e suspender su )bló algo, y el sto algunos co- escala para el i comunicación uenos-Aires, y rra de Montevi- para el de Bue- • tropa, que suele legimiento fijo >laza. . está la Isla de nrtugueses sus 4 con varias es- e recreaban la les se volvieron que allí plan- ineas que como bundancia: los inosíís y matas infunden á los mendros, rosa- uitas que ador- CÜKHUTAS DESCUBIIIRTA Y ATREVIDA 565 nan los jai'dines. Existen las vallas de los suyos y los cimientos de sus edificios, corrales, estan- ques, etc. Sin embargo, el sitio es agradable, la isla parece que nace de entre las ondas, como otras que se divisan en el confluente del Para- ná, y entre sus amenos bosques se esconden muchos pajarillos que recrean la vista con sus colores y el oído con su canto. ' Desde la colonia se pasa el Río de la Plata para la capital, Buenos-Aires, y aquí tiene el río 10 leguas de latitud. i.'egamos (dice el autor) á la ciudad al ponerse ei S 1I, y el cariz y la escena que presentaba laatmósfeía era de las más inte- resantes. El astro del día auni.ntaba su resplan- dor con la refracción terrestre, y c.condiéndose grandioso detrás de la ciudad y de una gran masa de sombras y nubes, contrastaban coa ellas sus brillantes rayos: diez torres descollaba^ so- bre los demás edificios, que se confundían jn las sombras; presentándosenos estas vistd.s en 1e. di- rección del Oeste, fondeadas ai Sur pequeñas embarcaciones, y extendida al Norte una costa baja con varias quintas y arboledas. Aquí está la ensenada de Barragán, formada á la embocadura de un pequeño río que entra en el de la Plata á 10 ó 12 leguas de Buenos-Aires Esueste, cuya abertura se opone directamente al curso del río, poi^que se vuelve al Oesnoroeste: será como de un cuarto de legua de ancho, y tie- ne en medio un estrecho canal que se llena cada día, y sólo permite bajeles de 12 pies de calado, fondeando los que calan más agua, en la punta de Lara, á legua y media Oeste, donde, aunque expuestos á todos los vientos, encuentran buen tenedero, pero tiene esta ensenada otras muchas incomodidades. El que arriba á Buenos-Aires no encuentra á su desembarco ni muelle cómodo, ni barcos á propósito que le transporten á tierra. Salen mu- chacho3 con caballos ó carretas, que el poco fon- do del río permite se introduzcan mucho trecho agua adentro. A todos chora este extraordinario desembarco, que, sin embí rgo, es el menos incó- modo si se considera que los botecillos se enca- llan, hay que sacarlos á fuerza de brazo, y de ellos se toma tierra en hombros de marineros. Es una gran multitud la que se presenta de estos solícitos vadeadores, que arman bullas y ruido porque se les prefiera. La ciudad de Buenos-Aires se ha'la situada en un llano; la baña el río por la parte Este, y por otras direcciones se sale á hermosas campi- ñas cubiertas de verde, y á huertas y quintas quf hay en sus cercanías. Su extensión, según el autor del Lamyillo ó Guía de Ciiminos, es de 22 cuadras Norte-Sur y Este-Oeste: sus calles están tiradas á cordel: en las aceras se eleva el piso cerca de vara y me- dia (lo que llaman los franceses irolloirs) para la gente de á pié, y se ponen maderos perpendicu- lares á proporcionadas distancias, con faroles para alumbrar á los que ti-'.nsiten. El medio de la calle que todas son anchas, iguales y capa- ces, se abandona á los carros y caballerías, y á la sazón de estar allí el autor de estas Memorias no se observaba la correspondiente policía, tole- rándose el echar en ellas despojos que las ensu- ciaban. En tiempo de lluvias hacen grandes lo- dazales, en que se atascan las grandes carretas que hay para los abastos y las caballerías, y sue- ¡ le imposibilitar el paso á la gente de á pié. La plaza es imperfecta, y sólo tiene portales la ha- cienda de Cabildo, en la que están la cárcel y otras oficinas públicas. El palacio del Vire^' es una especie de forta- leza rodeada de un foso profundo, á la que se en- tra por sus puentes levadizos. Caen también ha- cia esta plaza la catedral y el palacio del Obispo I con otros edificios. Se halla bien abastecida de provisiones: se contaban en la insinuada ocasión i 60 grandes carretas que cada una hacía oficio de I una g .an carnecería, ó tabla adornada de grandes cuartos de vaca, qiu- á lo más se vendían por dos reales. Los días magros se ven las mismas ca- rretas cargadas de sabrosos pescados q le da el río con abundancia y profusión, como d.rados, sábalos, corbinas, bagres, palometas, etc. Macha parte de esta pesca queda sobrante, y la arrojan por los arrabales. Su putrefacción perjudicaría á la salubridad, si la bondad é ímpetu de los vien- tos que suelen correr, no arrasti'aran á otra par- te los pútridos miasmas. Es de esperar que el suyarior gobierno de aquel Vireinato establezca en tan principal ciudad la policía que correspon- de. Se conocen, á vista aun de los menos atentos observadores, los considerables progresos que hace en comercio y población, ya por las fran- quicias y libertad que se han concedido á aquél, ya por la agregación de ricas provincias al nuevo Vireinato, la creación de nuevos Tribunales y de Real Audiencia, etc., como también por la inter- nación de efectos y correspondencias para Chile y el Perú. Se ven muchas nuevas tiendas, y se hallan los efectos de Europa en mucha abun- dancia, y con bastante baratura respecto de los precios que ant.^s tenían: en los géneros más caros se consideraba que la diferencia de la plata, dos y medio por uno, era el precio más excesivo. Gobierna en Buenos-Aires, para lo espiritual, un Obispo coa su correspondiente número de Canónigos y dignidades, cuyas rentas no son tan considerables como en otras partes de Amé- rica. Los conventos contenían en 1770, según el estado que trae el autor de las postas por Buenos- f^r 566 VIAJE M.KBOEDOR DEL MUNDO Aires y el Perú, ya citado, el siguiente número de religiosos: Santo Domingo loi San Francisco 164 La Merced 86 Recoletos Franciscanos 46 Bclemitas 88 Capuchinas 40 Catalinas 72 Huérfanas 99 Clérigos regulares y monjes 77 Presidiarios 101 Cárcel 68 Tiene cinco parroquias, á saber: la Catedral, San Nicolás, la Concepción, Monserrate y lá Pie- dad. Los más de los españoles que se hallan en la propia ciudad y no tienen empleos públicos que lo impidan, están alistados en di feí entes cuerpos de milicias para tomar las armas en caso de inva- sión, en compañías de caballería de vecinos, en compañías de forasteros y de artilleros provincia- les. Hay también compañías de las diversas cas- tas que componfin la población, como de indios. de mestizos, de mulatos libres y de negror libres. En 1770 era el total de la población de 22.000 al- mas: los dos tercios españoles, y mucha parte europea, á quien convida la analogía del clima y la baratura del país. Hay muchos esclavos negros, y varias fami- lias no tienen otra propiedad que la de sus escla- vos. A éstos obliga la ley á que contribuyan ú sus dueños con cierto jornal, que la humanidad de los legisladores lia moderado, y queda á be- neficio suyo el exceso que ganaren. Muchos de ellos se emplean en vender agua por las calles, subidos en sus altos caballos como timbaleros; otros, en peones de albañil y en otros varios ofi- cios mecánicos; por lo cual, las más molestas de tales artes, no encuentran sino muy pocos pro- fesores blancos, y sale bastante cara cualquier mano de obra y sin honor: son pocos los hom- bres libres que las ejercen, especialrnente en Montevideo: gentes de castas son las que princi- palmente se emplean en ellas. Carece esta ciudad y su egido de fuentes y manantiales: la lluvia es el único riego que tie- nen: beben muchas veces, 6 casi siempre, turbias las aguas de su río; pero los vecinos acomodados, las posan en unos grandes tinajones: otros reco- gen en aseados algibes las aguas llovedizas. El traje de la gente ciudadana es como en España en hombres y mujeres: el de la gente de campo ya se describió. Las costumbres, como las de Montevideo; pero en una gran capital autori- zada con tribunales, Virey y concurrencia de co- merciantes, empleados y gentes acomodadas, rei- nan proporcionalmente mayores grades de civi- lización, lujo y policía. Los bonarienses se recrean mucho en sus quintas, en donde pasan las familias con sus amigos entre fiestas y banquetes algunos días alegres. La juventud gusta de montar en briosos caballos, y se engalanan con ponchos bordados magníficamente. No hay la desunión de la noble* za que en otras grandes capitales de América: se juntan á sus tertulias y diversiones con más frecuencia. í^as damas se presentan, como no estén de cumplimiento, rebujadas en sus manti- llas, con lo cual toman hábitos que perjudican á su natural garboso talle. Es natural que la nueva situación é importancia (decía el autor) que va á tomar la ciudad, haga crecer su lujo y corrompa las costumbres, «n las cuales no se nota ni el escándalo ni la disolución que en otras partes. El temperamento de Buenos-Aires, y lo mis- mo el de Montevideo, es muy saludable: sus aires parecen bastante puros. El invierno empieza en Junio, y llueve con abundancia. Algunas veces caen escarchas, que algunos guardan para hela- dos: suelen acompañar á las lluvias truenos te- rribles que espantan á los no acostumbrados. Las brisas, que suelen empezar antes de las doce, templan los ardores del estío. Corren vientos vio- lentísimos que llaman pamperos, y soplan del Poniente y del Sudoeste: vienen de la cordillera, y atravesando varias llanuras de 200 ó 300 le- guas, sin bosques ni montes que moderen su ím- petu, conservan toda su violencia, degeneran en verdaderos huracanes, y si corren por el Río de la Plata, no hay á veces embarcación que los re- sista. Dicen que en ocasiones ha quebrado á al- gunas los palos, aun con los masteleros calados, y que en tierra ha hecho cejar una carreta con 200 arrobas y tirada de seis bueyes. Las casas de Buenos- Aires tienen capaces patios, y todas son de un alto: gustan de parras y limoneros en los patios; las adornan á las mo- das de España: los criados son esclavos, ó bien mulatos ó bien negros africanos. Buenos-Aires recibe por su río la leña del Paraná; las maderas para edificar, que son mu- chas y exquisitas, la yerba del mate, los géneros de '^'.stilla y todos los artículos de su comercio. Por desid' i de sus habitantes, que se descuida- ron en poner plantíos inmediatos de árboles para leña y construcción, se traen estos artículos de algunas distancias del Paraná y de los monte- zuelos de las Conchas. El principal artículo de su comercio es el de cueros al pelo, sebo, carne salada, harina y trigo: el primer artículo que remiten á España, y los otros á la Habana; pero el comercio de los tres últimos artículos es nuevo, y parece que hará considerables progresos, como se podrá in- ferir por el siguiente e.tado de tres años con- secutivos. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA S^»? nucho en sus nilias con sus algunos dias ntar en briosos chos bordados m de la noble- s de América: iones con más itan, como no en sus nianti- :iue perjudican latural que la iecía el autor) recer su lujo y cuales no se 6n que en otras \ires, y lo mis- lable: sus aires no empieza en Algunas veces dan para hela- ias truenos te- icostumbrados. ites de las doce, ren vientos vio- y soplan del le la cordillera, ; 200 ó 300 le- moderen su ím- i, degeneran en 1 por el Río de Lci6n que los re- quebrado á al- ;teleros calados, carreta con aoo tienen capaces ustan de parras ornan á las mo- isclavos, ó bien río la leña del ir, que son mu- ate, los géneros ie su comercio, le se descuida- de árboles para tos artículos de ' de los monte- )mercio es el de lada, harina y liten á España, comercio de los , y parece que mo se podrá in- tres años con- Alio». S.bo. Ciiriie ftiiUtta. Otarte túlat. Harina. Uóras. Trigo. 1787 1788 ,789 21.770 15 . 228 36.543 '3-9Í5 «0-I35 33-327 6-356 6. 127 S.086 1.985 47° Se ve por estas noticias el progreso que hizo en los últimos años el comercio activo del país con la extracción de los sebos y carnes saladas. Estos preciosos esquilmos quedaban en los últi- mos años abandonados á las aves de rapiña, á las fieras y perros cimarrones: esquilmos que deberían constituir su principal riqueza. Sin em- bargo, hay todavía un considerable desperdicio, pues ni los habitantes consumen las carnes de los muchos toros que matan, ni las que se ex- traen equivalen á las muchas cantidades de vianda que se abandonan. Los pocos Capitanes de estos comerciantes, á veces por falta de no- ticias y por miedo de e.xponer sus riquezas en un nuevo comercio que juzgan aventurado, se retraen de este tan lucroso que la Naturaleza les proporciona. Las cálidas islas del Seno Meji- cano tienen un suelo donde el trigo no vegeta, donde las vacas no multiplican, pero donde crece la caña de azúcar, los algodones, etc. La Naturaleza varía las producciones de los terrenos y parece que para convidar á los hombres á unos mutuos cambios que produciendo i.ecíprocos in- tereses 'es haga á todos felices, consigue que cada país disfrute de las producciones de todos. El Vireinato de Buenos-Aires, erigido de po- cos años á esta parte, se extiende en su mayor longitud Norte-Sur desde los 18° Sijr (i) hasta el Cabo de San Antonio á la embocadura del Río de la Plata en los 36° Sur; y de Oeste í Este se puede considerar desde los 307* hasta los 322" longitud Oeste desde el meridiano de París; pues se deben considerar los límites de su vasta jurisdicción, por el Este desde las fron- teras del Brasil, donde teiTninan los terrenos que tuvieron las misiones que fueron de los je- suítas y ocupan varios y espaciosos países á las orillas del Uruguay (río que corre Nordeste-Su- doeste para entrar en el de la Plata) y que se extienden hasta cerca de la Asunción. También se sitúan sus misiones en el país central á las orillas del gran río Paraná, que viene del Nordeste al Sudoeste, y á los ¡i/ de longitud se inclina al Oeste para incorporarse en el vasto río del Pa- raguay, donde en su confluencia se sitúa la ciu- dad de Corrientes. .Muchas bárbaras naciones, poco conocidas, habitan errantes entre nuestras misiones y las fronteras portuguesas que pare- cen tener una dirección Sudoeste-Nord¿ste desde río Negro hasta los orígenes del Paraná por los 20°. Al Poniente confina, pues, este Virei- nato con las faldas orientales de la gran cordi- llera de los Andes por !a parte en que se extien- den desde los 35 hasta los 20° (i). «No se pretenda (añade el autor) que dé aquí unos exactos límites, pues se trata en el día de fijar los que deben separar las posesiones de Es- paña y Portugal, negocio que hace muchos años se trata y no se concluye. Por otra parte, care- cemos de las noticias de los puntos por donde pasa la línea que divide las provincias desmem- bradas del Vireinato del Perú, y agregadas al de Buenos-Aires; nuevo Vireinato, á cuyos límites tal vez no se habrá dado perfecta demarcación. Contentarémonos por ahora con dar noticia de las principales provincias, reservando para cuan- do tengamos más tiempo, oportunidad y mate- riales, tratar de este punto con la extensión que merece.» Comprende este Vireinato, además de los países de Montevideo ya descritos, el vasto país que compone el Obispado del Tucun^an, en el cual hay vastos desiertos, que les corren los m - dios Aucaes, Ituarpes ó Pampas, Pehuenches, Puelches, Uncos y otros. Se extiende el Tucu- man desde los 22° hasta los 33 y '/, latitud Sur, pero tiene de largo desde el arroyo Quiaca, que divide esta provincia de Chiches, hatta Melinque hacia Buenos-Aires, con 370 leguas itinerarias; y de ancho tiene por donde más 190 leguas Es- te-Oeste, El país del Tucuman puede considerarse com- puesto de siete provincias, donde se hallan las respectivas ciudades que les dan nombre, á sa- ber: Córdoba, residencia del Teniente de Rey; Santiago del Estero, San Miguel de Tucaman; Salta, residencia del Gobernador, con título de Capitán general; Jujuy y Catamarca, todiis con Cabildos, Alcaldes y Oficios correspondie.ites, y son cabezas de otras tantas provincias con varios ranchos y pequeños pueblos. En el día se considera la provincia de Córdo- ba de 230 leguas de extensión Este-Oeste y 140 Norte-Sur, poco más ó menos, y su población de 8ü. almas , entre l^s cuales se contaban 26.750 españoles y 52.000 de castas d^. mulatos, indios, negros, etc., que pueblan las ciudades de la capital, San Luis de Loyola, Mendoza, San Juan y la Rioja. En Córdoba tiene el Obispo su residencia con su correspondiente Cabildo eclesiástico, con tres dignidades y tres canónigos. (i) Tierras adyacentes al Marañón y término del Vireinato de Santa Vé. (i) Parece sea equivocación la existencia de la laguna de Jarelles, pues según los reconocimientos hechos en 1751 por el Marqués de Valdelirios y Don Jorge Meneses, Comisarios de las Cortes de PJspaña y Portugal para el arreglo de límites, se reduce á una vasta porción de terreno anegadizo, cubierto do agua una parte del año. ^68 VIAJIi ALKEUKUOR DJiU MUNDO Se regula que mantiene el terreno de esta ciudad 200. üon vacas, igual número de caballa- res y de 6 á 7.000 muías y mis de un millón de ovejas, de que se provee el resto de la provincia y mucha parte de vSanta Fé. Tiene con el Perú un comercio activo de extracción de muías. Ha- cia el año 1789 sería como de 12.000 en cada uno. Parece que compran gran númeio de Hue- no8-Aires. Adquiere considerables ganancias en el tráfico de sus carretas, con que transportan é in- ternan los efectos de Huenos-Aires al Perú: tiene las más distinguidas familias y caballeros del Tucuman, buenos edificios, curato en una capilla de la Catedral, servido por dos curas con cuatro anexos, y en la provincia se cuentan 12 de mu- cha extensión. La gente pobre se aprovecha de las lanas, de lue teje mantas, bayetas, ponchos, pellones y jeigas, que cambian por lienzos, cin- tas, tripes y paños ordinarios; y también fabri- can algunos curtidos. A distancia de 22 á 24 le- guas de Mendoza se halla la famosa mina de Us- palata en la cordillera, de muy rica plata, que por varias dificultades locales y rigidez del sitio frío y nevado, no se beneficia: se hallan también mi- nas de cobre, oro y plata, plomo etc., y en uno de sus montes mana alquitrán con grande abun- dancia. El terreno es llano, de buenos pastos; pero carece de madera: otra parte de él es mon- tuoso y continua á unirse á la cordillera. Se cul- tiva trigo, naiz, habichuelas y otras semillas: y hay varios ríos, que se nombran desde uno hasta cinco, los cuales nacen y mueren en la mis- ma provincia, desapareciendo sus aguas en medio de las arenas. La ciudad de Santiago del Estero, se halla, según las noticias de D, Cosme Bueno, en 28° 10' latitud Sur y en 312° 20' de longitud, fundada en las inmediaciones de un lago ó estero que forma el Río üulce, en un sitio arenoso. Su población era en 1789 de 32.500 almas, á saber: 18.000 españoles, 8, 000 mestizos, 4.500 indios, i.ooo negros y i.ooo mulatos. Tiene una parroquia y tres conventos, de Santo Domingo, San Fran- cisco y la Merced, y un colegio que fué de los Je- suítas. Comprende su jurisdicción seis curatos, cada uno con varias capillas. San Miguel del Tucuman se halla en latitud 27° 10' y en 313° 48' de longitud en un campo ameno, pero escaso de agua, que no la tiene sino de pozos y en una acequia de un río que corre á una legua de distancia. Tiene una parroquia, dos conventos de Mercenarios y Franciscanos y otro de los ex-Jesuitas, y tres curatos en su ju- risdicción. Su población en 1789 era de 5.800 españoles, 7.201 mestizos, 6.508 indios, 600 ne- gros, 2.700 mulatos y 22.809 de tota!. La ciudad de Salta se halla en 24° 45' de la- titud y en 311° 58' de longitud, extendiéndose su provincia en aquella época á crecido número de leguas (que no determinó el autor por falta de documentos:) habitada por 22.389 almas; á sa- ber: 5.386 españoles, 4.436 mestizos, 7.620 in- dios, 2.O40 negros y 2.310 mulatos. En esta ciudad asiste el Gobernador de toda la provincia, pues el Teniente de Rey se halla en Córdoba. Tiene dos parroquias, conventos de San Francisco y la Merced, y otro que fué de los Jesuítas: dos curatos con varias capillas en la provincia; y al Poniente de ella, los valles nom- brados de San Carlos y Chalchaqui, fértiles en vinos y otros frutos. Se halla esta ciudad en te- rreno húmedo y pantanoso, en un valle de cinco leguas más ó menos largo, y media de ancho: abunda «n trigo y pastos, con fácil riego. La re- sidencia aquí del Gobernador es principalmente por estar á la vista de los indios del Chaco. Por Febrero se abre una gran feria de muías y dura todo Marzo: algunos años se juntaban hasta 50.000, se repartían por todo el Perú, y la ma- yor parte, ó muchas por mano de los Corregido- res en sus respectivos repartimientos. La ciudad de Jujuy está vecina á las fron- teras del Perú, en una quebrada de más de 30 leguas de largo, situada en latitud 23° 18' y en longitud 314° 10', y poblada en 1789 por 19.266 personas: españoles 923, mestizos 3.500, indios 13.570, negros 505 y mulatos 768. Tiene Cajas Reales, parroquia con cinco capillas en las inme- diaciones de la ciudad, y conventos de San Fran- cisco, Merced y ex-Jesuitas. Pertenecen á su jurisdicción tres curatos con cinco capillas: en el curato de Cochinoca y Canvirido, fabrican los indios buena pólvora y se encuentran minas de oro. El principal comercio de Jujuy es la cría de ganados, con que proveen de carne y sebo las riberas del Potosí. También se aprovechan de sus potreros para criar y engordar las muías que se atrasan para la gran feria de Salta. Rodea á esta ciudad un caudaloso río que se hace de dos ano- yos grandes. La ciudad de San Fernando del Valle de Ca- tamarca se halla en 28° 12' latitud Sur y 311° de longitud. Tiene convento de San Francisco, hos- picio de la Merced y un curato á que pertenecen ocho capillas y dos pueblos de indios, y tres en la provincia con varias capillas. Contenia 20.390 almas: españoles 5.900, mestizos 4.900, indios 610, negros 834 y mulatos 8.146. Al Oeste del valle hay un cerro llamado Ambato, en el que se oye gran ruido y causa grandes extremeci- mientos. A la parte Oeste de la ciudad, corre una serranía Norte-Sur, en cuyas faldas hay por muchas leguas haciendas de sembradíos y pastos para ganados, principalmente mulares. Hacia el Noroeste, siguiendo la serranía del cerro de Am- bat j, se halla el de Aconguija, cubierto de nieve, qr.e domina á todos. Esta provincia, como las demás del Tucuman, es pobre; y así, corriendo VI CORBETAS UBSCUUIBRTA V ATREVIDA 569 or falta de ñas; á sa- 7.6áo in- or de toda :y se halla iventos de fué de los illas en la lies nom- fértiles en dad en te- e de cinco de ancho: go. La re- :ipalmente !3haco. Por las y dura .han hasta y la ma- Corregido- á las fron- nás de 30 3" 18' y en por 19.266 500, indios iene Cajas n las inme- San Fran- ecen á su )illas: en el ábrican los n minas de es la cria ! y sebo las :han de sus ulas que se 3dea á esta le dos an"o- alle de Ca- r y 311° de cisco, hos- pertenecen i, y tres en nía 20.390 )oo, indios Oeste del en el que extremeci- dad, corre as hay por )s y pastos . Hacia el rro de Am- ) de nieve, como las corriendo poca 6 ninguna moneda, se reciben los efectos reales en artículos de la tierra, como algodón, telas, agí, aguardiente y trigo. Los bárbaros que bordan estas provincias, y que suelen hacer frecuentes incursiones en ellas, obligan á mantener tropas y presidios y á que se arme una parte de sus habitantes; por lo que no se puebla como corresponde á su suelo, fertilidad y bondad de temperamento. Los presidios que contienen á los barlazos que la amenazan conti- nuamente y que se sitúan en los pasos más ex- puestos á sus excursiones, son el del río Negro, el de Ledesma, Santa Bárbara, el Piquete, San Fernando en el río del Valle, otro Piquete, el Tunillar, San Luis de los Pitos, la Estancia del Rey, Fuerte de Valbuena y San lístéban de Mi- raflores; y hacia Córdoba, el fuerte del Sauce y el del Tío, para contener á los Pampas; aunque hacía algunos años que con este freno y la vigi- lancia que había, no hacían excursiones. Los in- dios convertidos y los que reduzcan los celosos misioneros, servirán de menos costosa barre- ra. El temperamento de este país es general- mente caliente, y se observa la anomalía que, al paso que se acerca á la Zona Tórrida, se refrige- ra, porque adquieren mayor elevación las mon- tañas que le bordan, al paso que.se acercan á la gran cordillera: las estaciones son arregladas. La tierra, pingüe y esponjosa en común hasta cierta profundidad, produce cualesquiera semillas y abunda en copiosos frutos. Crían buenos vinos en Mendoza, que tienen reputación. Pudiera man- tener cuatro millones de habitantes. Se crían bue- nas maderas, de que hacen comercio, conducién- dolas reducidas á tablas, en carretas, de San Mi- guel, que es donde más abunda, á Salta, Santa Fé y Buenos-Aires, siendo cedro, y también pro- veen de madera If ribera del Potosí para las má- quinas de las haciendas de beneficio. Un eje del fortísimo Quiebra-hachas, suele valer 1.800 á 2.000 pesos. Abundan también las preciosas ma- deras de guaya, bojes, laureles, pinos, noga- les y palmas muy altas. Se coge miel de 12 es- pecies dé abejas, sin otro trabajo que cogerla: unas fabrican sus panales en los troncos de los ár- boles, otras debajo de la tierra: todas las mieles tienen distintos sabores, y aunque ni la industria del hombre las sujeta ni las domestica, parece que ellas le convidan con sus esquilmos, pues no defienden sus casas con rigor. Se halla también grana silvestre y añil, seda de gusano y de algu- nas especies de araña, y otros preciosos frutos que enriquecerían cualquier país, cuyos habitan- tes no se contentaran con el monótono alimento de ia vaca, como los naturales de Buenos-Aires. El desperdicio de aguas forma en muchas partes atolladeros, en que se atascan los ganados que transmigran á la feria de Salta. vSe dividen las tierras en vastas haciendas, mal ó no cultivadas, y los habitantes de los pequeños pueblo.sy cam-. pañas no conocen otro regalo que carne, yerba del Paraguay, tabaco, azúcar y aguardiente; pero si no el primero, los demás no los gastan tan comunmente, Críanse tigres, leones peque- ños, puercos, .¿nados, antas, quirquinches, es- pecies de armadillos, liebres vizcachas y osos hormigueros. Sus ríos abundan de peces, como dorados, sábalos, bagres, dentudos y bogas, y excepto dos. todos se pierden ó quedan en el Tu- cuman, después de haber corrido, unos muchas, otros pocas leguas, en que desaparecen, ó fil- trándose por las tierras ó formando lagunas. Los principales ríos son el Salado, que recibe varios nombres; el del Estero, que va á formar cerca de Santa Fé una laguna de 40 leguas de cir- cunferencia, que llaman Mar chiquito, y que en otro tiempo entraba en el Paraná, hasta haber ocurrido una revolución física; el Jujuy, que pasa por la ciudad de este nombre; el río*l)ulce, que va por San Miguel y Santiago, y el llamado río Cuarto, que baña los términos meridionales del Tucuman, corriendo del Oeste al Este, y ter- mina también en laguna. Varios apéndices de la gran cordillera inter- nan en este país y forman serranías al Oeste de él, y cadenas de montañas que diversifican el suelo y varían las producciones, que no tuviera todo el país si Pampa fuera nivelada ó llanos como lo son hacia el Este y hacia Buenos-Aires, Críanse, pues, en estos montes varios minerales de plata, que por temor á los indios del Chaco se abandonan, como en el ya nombrado cerro de Aconguija. También los hay en el de Fulares, junto al Valle de Calchaqui, y en el de Acay; y de oro en las fronteras de Atacama, en Incahuais y Olazos, en el cerro de la Puna, jurisdicción de Jujuy, en la jurisdicción de Córdoba, y en el cerro de Famatina, jurisdicción de la Rio ja; pero la falta de caudales, el genio de los habi- tantes y su igr.orancia en el beneficio, harán po- cos progresos en la minería. El comercio que principalmente prevalece en el Tucuman es el de las muías, que conducen de Buenos Aires, Cor doba y Santa Fé, compradas á tres 6 cuatro pe- sos: pasan su invernada en la jurisdicción de Sal- ta para que engorden y se fortalezcan, y se ven- den allí millares de ellas á siete ú ocho pesos, cu- yos compradores las internan al Perú, vendién- dolas por el año de 1789 á 14 pesos; pero era de creer, según el autor, que hubieran subido ya hasta 20. La provincia del Paraguay tiene 280 leguas de largo y 240 de ancho, formando gran parte de su población las misiones jesuíticas. Corren en ella grandísimos ríos: por la parte del Este el Uruguay, por el Centro el Paraná, y por el Oeste el Paraguay, que naciendo de la gran la- guna de Jareyes, según las cartas de Mr. d'An- 72 f y 570 VIAJIi ALRBDIiDUK DBL MUNDO ville, f'egeiiera en el Kio de la Plata. El Paraná entra en el Parafíuay, donde está la ciudad de Corrientes, y el Uruguay, donde ya empieza á llamarse Klo de la Plata. Otros varios mayores i|ue el Tajo, corren según lo ancho de la provin- cia y engrosan á los expresados; todos los cuales lertilizan necesariamente estas provincias (i). Se regula su población de 96.000 almas, europeos los .2.500 y el resto de indios; y algunos ne- gros se hallan en las ciudades de San Ignacio, ICspíritu-Santo, Concepción, San Pedro Guare- poy, el Kosaiio, Nuestra vSeñorade Nemboy. Tre- ce pueblos civilizados ú igual número de misio- nes estuvieron á cargo de los Jesuitas. Eran 30 los pueblos de indios Huaranis: 13 del Obispa- do de la Asunción, y los 17 de Hucnos- Aires. En 1771 mandó S. M., que sin variar la jurisdicción espiritual, se hiciese provincia con un Goberna- dor y tres Tenientes para otros tantos partidos. El del'primero comprende los seis pueblos de San Francisco Javier, Santo Ángel, San Loren- zo, vSan Luis, San Nicolás y San Miguel, lugar de su residencia. El segundo partido comprende los cinco pueblos de Nuestra Señora de la Fé, Santa Rosa, vSan Cosme, Santiago y San Ignacio Gazu, con residencia en uno de los dos últimos. Y el tercero otros cuatro; Yapelles, I^a Cruz, Santo Tomé y San Borja, con residencia en el primero. VA Gobernador principal debía mandar próximamente 15 pueblos, que se deben conside- rar como un cuarto partido, y se nombran: la Candelaria, Itapua, Trinidad, Jesús, El Corpus, San Ignacio Miní, Loreto, Santa Ana, San José, San Carlos, Santos Apóstoles, Santos Mártires, Santa María la Mayor, San Juan Bautista y la Concepción, con residencia en la Candelaria. También mandó S. M. se construyese para seguridad de estas colonias un fuerte para obser- var y contener á los portugueses, que en algunas ocasiones entraban de mano armada á robar in- dios para sus labores. En tiempo de los Jesuitas tenía cada pueblo dos curas de aquella religión, á quienes se acudía con sínodo del ramo de tri- butos, el que pagaban los indios desde 1666 á ra- zón de peso por cabeza. Después de su expulsión se dieron dichos curatos á los religiosos de San Francisco, Santo Domingo y la Merced. Son estos indios industriosos y aprenden con facilidad cuantas artes liberales y mecánicas les enseñan: música, t^scul ura, estatuaria, la herre- ría, etc.; tejen finas telas de algodón y las tiñen (1) Segúii el cosmógrafo D. Cosme Bueno, el terreno de las misiones do que se trata empieza des- de el espacio que baña el Uruguay desde los 26°, ca- minando 200 leguas hasta entrar (!ii el Paraná, cerca (le Huenos Aire^ en los 32" latitud Sur. Para mayor claridad, se entenderá que las misiones entre el Uru- guay y el Paraná tienen el nombre general de Guara- níes . de los mis tinos colores; y lienzos que t xceden á la más rica holanda y aun á la seda. Hay en la provincia considerable cantidad ác ganado mayor y menor, habiéndose encontrado al extrañamiento de los Jesuitas 769.859 cabezas del vacuno, 81.078 caballares, 13.905 mulares, 7.493 burros, 596 cabras y ¿¿1.537 lanares; y hay además muchos ganados cerriles en los paí- ses orillas del Uruguay. La práctica que la piedad de nuestros Misio- neros sigue en denominar los pueblos, produce no poca confusión en la Geografía, pues aunque pudiera bastar un nombre de Santo, agregado á un apelativo ó patronímico, sucede con frecuen- cia que los geógrafos omiten el segundo, y se da un mismo nombre á pueblos diversos y muy dis- tantes: el de San ígnacio se repite tanto en las misiones jesuíticas, que cuesta trabpjo hallarlos en las cartas sin equivocar su representación. También comprenden muchos las misiones del Paraguay, que tenían los mismos Jesuitas en- tre los indios Chiquitos en un llano y vasto país del Obispado de Santa Cruz de la Sierra, de que se hablará después. La ciudad de la Asunción del Paraguay, si- tuada en las orillas del río de su apellido, se puede considerar como la principal en el vasto país que se extiende desde las fronteras portu- guesas del Brasil, de la capitanía de San Vicen- te, y hasta las faldas de Santa Cruz de la Sie- rra. Es residencia de un Obispo con su corres- pondiente cabildo, cuyas parroquias estaban al cuidado de los Padres de San Francisco. I^a población de su capital (sigúese tratando de hacia el año 1789), parece era de 5.250 perso- nas, y la de la provincia de 48.456: indios crio- llos, 4.459; metayos, 27.977; negros, 5.310; y mulatos, 10.710. Abundan las montañas de estas regiones, de excelentes maderas, que sirven para diversos usos: los cedros son de grandísimo tamaño; y ex- quisito para papeleras y otros adornos curiosos el urunderay, hallándose también otras que lle- van por ríos á Buenos-Aires. Entre las ricas pro- ducciones de este país, hay una planta parásita, tal vez especie de la familia de los áloes, agauses, bromelias,etc.,que da unas excelentes hebras, sin otro beneñcio que echarlas en agua á que se pu- dran, y la emplean en calafatear pequeños barcos, coser zapatos y cuanto exija hilo fuerte: una he- bra de cuatro líneas de circunferencia (96 por lOO del pié de Castilla), y dos varas de largo, sostu- vo, sin romperse, 123 libras, y faltó á las 124; re- sistencia que se supone superior á la del me- jor cáñamo. El principal comercio de esta provincia es el de la yerba del Paraguay, que tiene muy gran consumo en todo el Víreinato y en el Reino de Chile, computándose el del primero en 68.000 CORUKTAK UBSCUDIUKTA Y ATKUVUM 37' exceden á intidud di" ncontrado }9 cabezas mulares, añares; y :n los pai- ros Misio- , produce es aunque j;regado á ficcuen- 0, y se da muy dis- to en las hallarlos tación, i misiones Ksuitas en- vasto país ra, de que afíuay, si- Jellido, se n el vasto ras portu- san Vicen- de la Sie- su corres- es taban al :o. e tratando 250 perso- ndios crio- . 5-iio.- y giones, de a diversos laño; y ex- 3 curiosos as que Ite- ; ricas pro- i parásita, >, agauses, hebras, sin ]ue se pu- ios barcos, :e: unahe- 36 por 100 go, sostu- is 124; re- i del me- incia es el muy gran Reino de en 68.000 arrobas, SO.ooo el del segundo, y 22.000 la mis- ma provincia. Sirve para infusión con el teiforme, que se usa tanto en la América meridional con el nombre de \fate. En el Reino del l'erú disminuyó mucho el grande consumo de ella, al paso que se introdujo el muy considerable de café y choco- late. Este ramo producía á la Real Hacienda 24.000 pesos al año. Uno de los principah s productos de estos países, es el tabaco, que se regula en 58,528 arrobas de cosecha anual: y también se coge azúcar. Compréndese en este Vireinato la provincia de los indios Chiquitos, que se extiende desde las orillas occidentales Jel Paraguay hasta las fal- das de Santa Cruz de la Siei -a (i); esto es, hasta las orillas del ( ipay, que va Norte-Sur á des- cargar en el rio ur las Amazonas (2). Al Sur se limita el país de los Chiquitos, y de otras nacio- nes que se comprenden bajo esta denominación, por el río navegable el Picolmayo, que viene en dirección, cuando esta región atraviesa Noroes- te-Sueste, La extensión de este vasto terreno es en su mayor longitud como 200 leguas Norte-Sur. y 100 de Este-Oeste. Habitan este terreno varias naciones indias, que se confunden , aunque con varios nombres, en la apelación general de Chiquitos, que les die- ron los primer" descubridores al ver lo bajas de las puertas de sus chozas, por lo que les juzga- ron de muy pequeña estatura. Al tiempo de su conquista espiritual se k denominó piococas, punajicas, huarayos, anaporecas, bohococas. tu- bacicas, cibacas, quimomecas, yurucaricas, cu- cicas, tapacuracas, paunacacas, quitemocas, na- pecas, pizocas, tanipicas, juberecas, parisi- cas, jamanucas, tapuricas, taos, bazozocas, y hasta 22 naciones más, incluso los guayviros. Cada nación tiene su idioma particular, y algu- nos difieren tanto como el griego del castellano. Están distribuidas en parcialidadesó aillos, y hay pueblo de cinco, seis y once de estas naciones. La lengua más general es la de los Chiquitos, su- mamente dificultosa, pues además de otros tro- piezos, tiene el de que el dialecto de los hombres es diverso del de las mujeres, y les disuena tan- to si no se usan con propiedad, que si los curas en sus pláticas refieren palabras de la Virgen ó de Santas en el dialecto masculino, todo su au- ditorio se lo ríe. Los pueblos reducidos son los de San Javier, el primero hacia el Norte en 16" y '/.^, La Concep- ción, San Miguel, San Ignacio, Santa Ana, San Rafael, San José, San Juan, Santiago y el San- tísimo Corazón. Hay todavía por reducir gran (i) Don Cosme Bueno, Descripción de la provin- cia de Santa Cruz, Almanaque de 1771 , (2) Cartas de Mr, d'Anville. número de estas naciones bárbaras hacia el Mnra- ñón, l'itnlmayo y otros varios parajes. Los Cau- listas portugueses han hecho varias excursiones contra estos indios, bajando el Paraná en pira- guas por el Añembí que viene de su distrito y del Paraná, entrando por el Pardo >•> Kío Colorado, y de allí pasaban por tierra y sobre ruedas las embarcaciones al inmediato rio de I''icuar) , que descarga en el Paraguay en frente de los Chiqui- tos, en donde cautivaban con el engaño y con la fuerza millares de indios, que llevaban á venderá las haciendas portuguesas. Todo este terreno es cálido y bajo re^ pecto de la cordillera, y se extienden p' 1 él muchos es- pesos bosques que impiden la ventilación y lo hacen sombrío , refrigerándolo alguna cosa el viento Sur. Abunda en lagunas y ciénagas que forman las aguas desde Noviembre á Mayo, y ellas s( ,1 de las que beben los naturales, cuyo número era de 24,000 en 1768. Acabarían con ellos las epidemias si no fuera por la fecundidad de las mujeres, que paren cada año, y el celo de los neófitos i|iie traen á los infieles de sus respec- tivas naciones. Abunda este país en grillos, moles- tísimas culebras, vívoras y arañas de extraordi- naria magnitud, cuyos hilos, tendidos de un ár- bol á otro, son fuertes . que dificultan el paso á un hombre, y se ha visto un casquete fabricado de esta hilaza, que tenia mucha fortaleza y la pro- piedad de extenderse cuando le mojaban, y de dis- minuir tanto su volumen en secándose, que cabía en el puño. Hay también otra pequeña araña ve- nenosa, roja, de una y media línea de diámetro, que hace una tela suave y amarilla, que parece seda. Se cuentnn entre sus animales, osos hor- migueros, lio i, la especie de mono barbudo, antas, tigres, leopardos, tuesruces y especies de tortugas. Son e.slo.-. indios por lo general vi- vos y de buena estatura, con ¡ue desmienten su nombre, ágiles y hábiles para cuanto se les en- seña. Las casas son de extructura regular, con ramadas al Sur y al Norte, } forman los pueblos con las calles derechas, dejando cuadradas y es- paciosas plazas. Están bastante civilizados, tie- nen talleres de todos los oficios en las casas ဠsus curas, y conservan las artes y disciplina que les dejaron sus antiguos misioneros. En lo tem- poral les mandan sus correspondientes vitalicios con Alcaldes y subalternos, etc. Pertenece también á este Vireinato, por nueva disposición cuando se erigió en tal, el Obispado de Santa Cruz de la Sierra, que está en latitud Sur de 17° 25' en una dilatada campiña que se tiende poi el Este, poblada de estancias y chá- caras de ganado hasta un río que llaman Grande ó Huapay; por el Sur, 28 leguas hasta el mismo río; por el Oeste, 18 hasta el pié de la cordille- ra, y 24 por el Norte, timbién con vari is ha- ciendas. La población de esta ciudad era en 1771 M r:¡'''i i_. 57» VIAJR AUUHMDOR VKh MUNDO de 6.00U almas con t.500 de servicio, frente de caatas. Ivs silla obinpal con su corrcHpondiente Cabildo, y tiene 1111 convento de la Merced; man- dando en lo temporal un Gobernador por el Kcy y dos Alcaldes. A 20 IcRiias de esta ciudad hay cuatro pue- blos de Ciiiriguanos, que s n auxiliares de los ch- pañolcs; y aunque no han querido cristianarse, dirx .eron con tidelidad en varias ({uerras contra los bárbaros, y se nonibnm estos pueblos Plray, Cabeza, Abapo y Trinchera: se >;obiernan por .uis Capitanes y ponen entre todos 500 hombres c'e flecha y lanza. El Huapay los divide de los de- más bárbaros. A cuatro leguas de Santa Cruz ó San Lo- renzo, se halla el pueblo de San Juan Hautista Poronfío, de i.2uo almas, que sirven de barrera contra los indios Yucaraes. Al Oesudoeste de dicha capital, se halla el pueblo de españoles Samaypata, con 600 almas. A 12 lejjuas Sur de 61 está la ciudad de Valle - grande, ó de Caballeros Pardos de Jesús de Montes-claros, con j.500 almas. Se hallan tam- bién en esta provincia los pueblos de Chilon, San José de liuenavista y Santa Rosa, y contendría á la época de 1771 16.000 almas, y se hallan en toda ella siete curatos. Al Oeste, de Santa Cruz ó San Lorenzo, se halla la p-ovincia de Mizque, cuyo temperamen- to es por la mayor parte caliente, pero tiene tam- bién parajes templados y sanos. Produce trigo, maiz, legumbres, vino y algún azúcar; mas por lo general es pobre y malsana, y está por tal cau- sa casi despoblada, de modo, que por el año de 1789 contendría 12.000 almas, habiendo sido en otro tiempo considerable su población. Tiene siete curatos, y abunda en maderas. Al Norte de Santa Cruz está la provincia de Moxos, que se extiende en dirección hasta el río Itenes ó Huapore. Hacia el Sueste, interpuestos muchos bosques, cae la provincia de Chiquitos, que termina por el Sudoeste con los Andes de Apolo Vamba, y con las misiones de dicho por el Oeste, de que los divide el río Heni á 11° 17' de latitud y 305° ó 311° de longitud; tiene 120 leguas Norte- Sur y otras 120 Este- Oeste. La ba- ñan é inundan tres caudalosos ríos, además de otros menos considerables, el Mamore y el Ite- nes, navegables en canoas y balsas, desde sus orígenes hasta el río de la Madera, que desembo- ca en el Marañón. Compónese de 15 pueblos, cada uno con dos curas, y se divide en tres par- tidos: Moxos, Bauces y Pampas; el primero, yace á una y otra banda del Mamore, y consta de seis pueblos; eljsegundo al Este del mismo río, con otros seis; y el tercero al Oeste con los tres res- tantes, acercándose á 22.000 el número de indi- viduos que los poblaban hacia el repetido año de 1789. Su temperamento es húmedo y caliente por los muchos ríos y bosques que contiene, y for« man innumerables lagunas y pantanos, tanto, que en tiempo de lluvia se cubren las campiñas y s/ilo asoir.iu íum copas de los árboles, Uniendo los pueblos que comunicarse con balsas v suce- diéndoles no encontrar en dos días de camino un peda/o de tierra en que asentar el pié, en cuyo tiempo eníla(|uecen los ganados, y consumiendo el calor una parte de las aguas, produce después calenturas y epidemias. Por naturaleza, se resis- te este país al trigo, pero abunda de los frutos de tierra caliente y húmeda, como caña de azú- car, cacao, maíz, yuca, arroz, camotes, plata» nos, niani y agíes, etc. Tiene también cosecha de algodón, y en algunos parajes un mantecoso y muy apreciable cacao. Hállanse en sus bosques los preciosos guayacanes, canelos, marías, que dan el aceite de su nombre; quinaquina, cuya semilla, quemándose, exhala fragante olor; cedros, pal- mas, ttigibos, especies de almendros, copaibas, dragos, vainillas y otros. También hay en ellos antas, osos hormigueros, venados, conejos y ti- gres; muchos insectos dañosos comunes á tierras calientes, culebras boas y de cascabel y murcié- lagos de tamaño extraordinario. Los ríos abun- dan de pesca, que los indios matan á flechazos: se hallan rayas, palometas, caimanes, y un autor dice que toninas ó delfines, lo que parece extra- ño y aun equivocación. El gobierno de estos indios de Misiones, se- mejante á los de los Guaraníes y Chiquitos, me- rece la aprobación de los príncipes y de los ver- daderos amigos de la religión: un gobierno pa- triarcal que acomoda y prevalece con estas gen- tes; y que en Estados civilizados no tiene la aprobación de los políticos: dícenles misa todos los días, y al anochecer rezan el rosario y se les explica la doctrina. El cura nombra los Alcaldes, Alguaciles, Capitanes para los aillos, y enferme- ros. Estos Jueces vigilan sobre los desórdenes, visitan las chácaras de los vecinos para que no descaezcan y mantengan sus familias. El cura corrige á los delincuentes, les manifiesta la gra- vedad de su delito, y decreta el castigo. Hay grandes vacadas en potreros que pertenecen al común para el abasto de carnes. Cada indio desde que se casa, deba formar una chácara, cul- tivar frutos para alimento, y algodón para ves- tidos de su familia. La chácara del cura se la- bra á costa del común para que de sus produc- tos se mantenga y acuda al fomentó de los va- rios oficios mecánicos, á cuyo fin la hacen capaz para contener talleres y oficinas, en que se te- jen telas finas, se fabrica azúcar y chocolate y se beneficia cera silvestre. El sobrante, ó par- te de estos productos, se extrae por dirección del cura para proveer á las otras poblaciones, de aquellos necesarios artículos que les faltan. CORBETAS DBacUUlBKTA Y ATREVIDA S7J aliente por ene, y for- os, tanto, s campiñas H, teniendo as y Huce- cíimino un ^■, en cuyo ii.umiendo n '• después ii, se resis- os frutos ñu de azú- tes, plata- en cosecha laiitecosoy bosques los s, que dan ya semilla, ídros, pal- , copaibas, ay en ellos nejos y ti- es á tierras y murcié- ríos abun- flechazos: y un autor rece extra- isiones, se-; juitos, me- de los ver- )b¡erno pa- catas gen- io tiene la misa todos rio y se les 3 Alcaldes, y enferme- esórdenes, ara que no s. £1 cura sta la gra- • tigo. Hay tenecen al ada indio icara, cul- para ves- ura se la- us produc- ñe los va- Lcen capaz [ue se te- locolate y ite, 6 par- dirección ciones, de ;s faltan. Sobresalen estos indios en Iuh artes, imitan cual- quier cosa, y con plunin han licuado á hacer un breviario antuerpíano que no hc distinguía «ino en faltarle el vestigio de la impresión. La provincia del Potosi, según las noticias adquiridas, que parecen arregladas ú las últiinjts disposiciones, tiene i8u leguas Norte-Sur, 2ro Este-Oeste y 600 de circunferencia; dividiéndose en cuatro partidos, cuyas capitales son l'otosí, Porco, Chayanta y Lipes. La población del pri- mero y su distrito contenia 80.000 almas; la del segundo jr.712; la del tercero 13.864 y la del cuarto ro.2¿8, agregándose ¿0.000 cholos tra- bajadores. Por falta de documentos no pudo ase- gurar el autor la precisa e\tensión que se luibía dado á sus límites cuando se agregó al nuevo Vireinato. En las descripciones de I). Cosme Bueno, se da por territorio peculiar de la villa de Potosí, 10 leguas Este-Oeste y siete de Norte á Sur. Reside en ella el Jefe de la provincia y Oficiales Reales; tiene Cabildo secular. Magis- trados y subalternos. Casa de moneda con Supe- rintendente, doce parroquias, seis conventos de religiosos, dos de monjas, una casa de recogi- das y siete curatos más en su jurisdicción inme- diatn. Sitúase esta villa, que nombran Imperial, en latitud de 19" 48' en una loma, dividida del ce- rro de su nombre, por una quebrada, por donde desciende un arroyo que provee de agua á las haciendas y oficinas de metales. La rodean ne- vados cerros, y la altura de su sitio hace muy frío su temperamento. Según las observaciones barométricas de Mr. Godin, se halla á 600 varas sobre la superficie del mar. Rl país está lleno de cerros, riscos y quebradas; su temperamento es seco y el aire raro; los no acostumbrados expe- rimentan fatigas en cualquier ejercicio; lo frío del temperamento hace conservar los comesti- bles. El cerro del Potosí, según unos, tiene figura de un gran pabellón; otros dicen que de un pan de azúcar; le dan de altura perpendicular sobre su base 640 varas, y una y media leguas de cir- cunferencia; otros, como D. Cosme Bueno, se la dan de i.ooo varas, y todos convienen en que está horadado como un panal, todo acribado de bocas-minas que pasan de 5.000. Se trabaja con indios Metayos y con bastante economía; los me- tales bajaron de ley en los últimos años hacia el de 1789, y un cajón de 50 quintales de mina apenas daba cuatro marcos; pero los auxilios del banco del Rey sostienen este famoso mineral; y á pesar de su decadencia, producía anual- mente 300.000 marcos de plata, que se vendían en el banco á siete 6 siete y medio pesos según 8u calidad; quedando de cada uno al Rey cerca de un peso por los derechos de diezmos y co- bros; á que se agregan los Hicates de las demás provincias que producen al Rey loo.ooo pesos. La casa de la moneda dejuba 180.000, la Adua- na 140. ()()(), los tributos .ioo. ()()(>; los tantos de bulas y papel sellado, tres y medio por ciento del oro, y diezmos de vajillas ascenderían á j^o.ooo pesos fuertes, de manera que la totalidad de las rentas montaba i.¿8o.ouu. La villa y su distrito inmediato, ó sus alre- dedores, se computa tener ¿5.000 almas. .Sus ri- quezas fomentan á las provincias vecinas, y aun Hf extienden igualmente á las remotas. Unas dan ij).»Uftuüs ó Metayos; los valles que la cercan, verduras, frutas y caza; Cochai)amba y Arequipa, vinos, trigos y granos; Tucuman y vSalta, gana- dos mulares, etc.; Chile y el Paraguay, la yerba de su nombre, nueces y cocos; üuamanga, ropas de la tierra, azúcar, coca y pinturas; la costa de Arica, congrio, aceitunas y otros efectos; la gran laguna de Cliicuito'y otros ríos inmediatos, sába- los, dorados y suches, pino, aguardiente, etc.; el Picolmayo, gran río que nace á sus inmediaciones, deberá ser navegable á no mucha distancia, y con- tribuir su navegación al fomento de estos paí- ses; finalmente, Lima y Buenos-Aires proveen esta población de géneros de Castilla. El mon- tante de lo que recibe por la última vía, llega- rá á 280.000 pesos. Sin embargo del crudo clima de esta villa, se disfrutan en ella los mayores regalos y comodi- dades de la vida: los alimentos se conservan fres- cos mucho tiempo: son abrigadas las casas, y las calles estrechas. El sexo femenino que acude de muchas partes, hermosea el pueblo, al paso que influya en la corrupción de las costumbres con sus trajes y lujo. El partido de Porco tiene 40 leguas Norte- Sur, y 60 de Este á Oes*:e. Es de temperamento frío, á excepción de uno ú otro valle contiguo al Picolmayo: casi en su centro se sitúa la villa del Potosí. Produce los frutos que dan en esta parte del mundo las tierras elevadas y serranías, como papas, cebada, habas, y algún trigo: en las tierras bajas ó valles, varias frutas y uvas, y producen algún vino de parrales. Críanse llamas, que sirven en los minerales, vicuñas y huanacos. Hállanse términos en las inmediaciones del Potosí (cuyo cerro, en opinión de algunos, es extinguido vol- cán), que su principal riqueza consiste en sus minerales, que han sido célebres y fructifican aún; y 20 6 24 años antes de la época en que trata el autor, ya repetida, tuvo un particular una bonanza de tres mil millones. Tiene 18 cu- ratos, y reside el Corregidor en el de la Venta de Talavera de Putra. El partido de Chayanta ó Charcas, tiene Este á Oeste 36 leguas y 44 de Norte á Sur. Su tem- peramento es vario por las sierras y valles de que consta, y son también varias sus producciones. Las sierras abundan de trigo y maÍ2, que condu- L 374 VlAJli ALKKrJl ;h)K OlíL MUNDO cen en harina á las provincias confinantes. Hay imanado de toda especie; minas de oro, aunque de poco fruto. Sus mejores minas de plata han dado en agua. Kn la de Aullabas hubo mucha riqueza algunos años há, y se ignora si subsiste. Tiene esta provincia 17 curatos, los dos en la misma capital. El partido ó provincia de Lipes, es largo y angosto. Corre 60 leguas Noroeste-Sueste, y tie- ne por donde más 20 de ancho. Su temperamen- to es seco y frío, á excepción de los ténsenos de Lica y Tahua, donde se coge quinoa, papas y cebollas: hay abundancia de vicuñas, vizcachas, grandes perdices y avestruces. Sus ríos son pe- queños y se pierden en la arena. Se halla mucha salen los llanos, y salitre en otros parajes; ) no escasea el buen azufre en cuatro volcanes que hay en la provincia, de cuyas proporciones se valen los indios para fabricar pólvora de la calidad que se les pide, no en molinos, sino dentro de pelle- jos, en que trituran los ingredientes con piedras de mano. En el distrito de San Antonio, anexo a! curato de San Pablo, se hallan vetas de pederna- les redondos, como balas de 24, que suelen re- ventar con estrépito, y se ven en su parte cónca- va unas puntas que brillan como diamantes. Hay minas de cobre rojo y blanco que tocan en plata y oro; de hierro, de imán y de plata en casi todos los cerros de la provincia. Es de las más poderosas, y aunque sus metales tuvieron decadencia, los vestigios manifiestan qie sus pueblos lueron mis considerables. Tiene tres cu- ratos con muchos anexos. El pueblo de San Antonio de Lipes, capital, fué mucho más considerable. Tiene dos anexos, el segundo curato uno, y el tercero cinco. Habiendo de;crito las provincias del vasto y nuevo Vireinato de Huenos-Aires, resta dar algu- na idea del dilatad» y poco conocido país que está en su centro, y que debe cunsiderarse como al- máciga y criadero de los bárbaros, que escondi- dos en sus inmensos bosques y atrincherados por sus lagunas, no sólo se sustraen al imperio de nuestros monarcas y p1 infatigable celo de los Misioneros, sino que conservando sus feroces y aun abominables costumbres, infestan y moles- tan nuestras posesiones por cuantas fronteras y lados bordan sus llanos y desiertos. Tiene este dilatado país el nombre del Granchaco. Confina por el Este con el rio Paraguay, por el Nordeste con los Chiquitos, por el Norte con Santa Cruz de la Sierra, por el Oeste con mu- chas provincias situadas de Nor<" á Sur, Tomina, Pomabamba, etc.. y últimamente el Tucuman; y por el Sur, donde se estrecha, llega hasta la pro- vincia del Río de la Plata. Tiene hacia el Norte, de ancho 150 leguas por donde má ; Este-Oeste, y 350 de Norte á Sur. El nombre Chaco significa Junta ó Compañía, por las muchas naciones que aquí se congrega- ban, y que en otro tiempo huyeron del dominio de los Incas, y después, de las conquistas de los españoles. Se internan y destacan ramos de la cordillera por el Oeste, en cuyas elevaciones se experimenta frío; pero entre estas sierras se ex- tienden llanos que toman vasta extensión hacia el Este; y así resultan inmensos bosques, male- zas, pantanos y lagunas, que unas duran y otras se secan, debiendo todas su origen á las crecidas lluvias de invierno. Kiéganse estas regiones por varios considera- bles ríos, que deben su primer origen á los neva- dos Andes orientales, y descargan en el Paraguay después de andar grandes espacios: el Salado, el Bermejo ó Colorado y el Picolmayo, que empie- za desde cerca del Potosí. En los dos últimos se crian hasta 22 especies de pescado, y entre ellos, sál'ilos, dorados, pejeblanco, bogas, dentudos, bagres, cangrejos, anguilas, etc., y un gran pez que llaman palometa, cuyas quijadas emplean para cuchillos. El Bermejo, antes de entrar en el Paraguay, forma una laguna donde dicen que se crian frau- des ostras perleras. Sobre el propio río se funda- ion tres ciudades en diferentes tiempos, pero to- das se abandonaron. El Picolmayo es seguramente na\egable mu- cho trecho: en 1721 buscaron por él los Jesuítas comunicación con el Paraguay y el Perú, nave- gando en un barco y dos botes espacio de 350 le- guas por grandes tornos que hace; pero por falta de hondura hubieron al cabo de retroceder al Pa- raguay; mas como esta tentativa se hizo en tiempo de secas, cual Setiembre, Octubre y No- viembre, se cree fundamentalmente que en la estación propia de lluvias se hallará agua sufi- ciente para navegar hasta el P( i'i, aunque sea con barcos grandes, aptamente construidos, res- pecto lo mucho que crecen los ríos. Divídese el expresado Picolmayo en dos grandes brazos, 70 leguas antes de su entrada en el Paraguay. No hay duda que importará mucho al listado y ala Religión el reconocimiento de estas nave- gaciones interiores y vastos canales con que nos convida la Naturaleza, que facilitarían las im- portantes comunicaciones ent.'e los vastos países del mundo español, para el comercio, para la población, para la introducción de Misioneros que civilizasen tantas bárbaras naciones. El país del Chaco, en opinión de quienes le han visto, pasa por uno de los más fértiles y her- mosos de la América, ya por sus llanos, vegas y bosques frondosísimos, ya por sus lagunas y pes- cadosos ríos que le riegan. Entre sus arboledas hay cedros, nogales, guaj'acanes, quiebrahachas, algarrobos, marías, bálsamos, palmas, almen- dros, cacaos, ceibos, algodones, mistóles, cuyos corazones emplean para dardos y macanas, aro- ' X" ' de dos siglos que se puso mano á su conversión, solo se tienen si«te reducciones hacia la provincia del Tucuman: en las fronteras ó términos del Chaco al Sur de Santa Cruz de la Sierra hay otras cuatro de Chiriguanos: otras dos de los mismos hacia Tarija; y otra se fundó de Abipones á cinco leguas Sur de la Asunción. Nó- tase que todas estas reducciones est in en los confines del Chaco, que las que se fundaron den- tro experimentaron su destrucción, y que entre todas no pasan de tres mil almas entre cristianos é infieles. Pertenecen al Vireinato de Buenos-Aires las Islas Maluinas y los establecimientos que se ha- gan en la costa Patagónica: siendo una de sus principales atenciones, vigilar sobre los que ha- gan otras naciones, con cuyo objeto y otros importantes mantiene S. M. una armadilla que se compone de una fragata y otras embarcaciones menores. En los últimos años (hacia el 1789) se hicie- ron varios reconocimientos de sus costas, puer- tos y ensenadas. No merecerá menos cuidados al Jefe de estos dominios observar los movimien- tos de la nación portuguesa, que aunque no haga la principal figura en la Europa, la hace muy considerable en esta parte del globo, ya por las fuerzas que tiene en sus colonias, ya por las usurpaciones que clandestinamente hace. Si al principio se tolera una chácara ó aldea, pasa á establecimiento considerable y lucrativo, que arrastra el empeño de una corte de sus aliados, y al fin una costosa guei'ra. Los muchos ríos navegables que atraviesan esta gran porción de la América meridional, unos del Nordeste al Sudoeste como el Uruguay y el Paraná, y otros del Noroeste al Sueste, cuál el Rojo y el Picolmayo, que entran en el rey de los ríos, el Paraguay, que atraviesa todas estas regio- nes, de suyo fértilísimas, producidoras de los mejores frutos, preciosidades y alimentos, pro- porcionan un vasto comercio interno, y tal vez la mayor navegación interior, por agua dulce, que" haya en el globo. Hasta ahora parece que estas importantes navegaciones se han hecho sólo por unas especies de hombres animados de fines muy opuestos. Los Jesuitas por el ardor de con- vertir infieles y aumentar la gloria y conquistas de su Compañía, y los portugueses por hacer es- clavos y adquirir brazos para sus haciendas. Unos y otros han hecho estas molestas nave- gaciones, y enseñado á sus Soberanos, que la Providencia, sin parte alguna del arte humano, ha puesto los mejores canales de navegación que podrían desearse, para que se transporten las ri- qu'vas de tantas y tan vastas provincias, crezca el comercio, se civilicen los pueblos y aseguren al Estado y á la iveligión ios de neófitos que princi- pia el Misionero, pues por mucho que se les pre- dique é instruya, la miseria que acompaña á sus recientes colonias, será i ausa en muchas ocasio- nes deque desconociéndola mejora de su estado se vuelvan á las selvas. Las rentas qut- saca el Soberano de estos do- minios, y son al mwdo que en los demás Estados y Vireinatos de la América española, se expresa- rán por una breve indicación; debiéndosi- tener presente que U n»yor parte de su extensión es estéril para la Cocwaa, y aun gravosa, por los presidios que se mantienen y misioneros que se costean, pues la mayor parte de sus provincias confinan con naciones bárbaras, y algunas como las del Paraguay, los tienen por todas partes. En 574 VIAJK ALHKWDÜK DEL MUNDO cen en harina á las provincias confinantes. Hay imanado de toda especie; minas de oro, aunque de poco fruto. Sus mejores minas de plata han dado en aRua. Kn la de Aullabas hubo mucha riqueza algunos años há. y se ignora si subsiste. Tiene esta provincia 17 curatos, los dos en la misma capital. El partido ó provincia de Lipeb, es largo y angosto. Corre 60 leguas Noroeste-Sueste, y tie- ne por donde más 20 de ancho. Su temperamen- to es seco y frío, á excepción de los terrenos de Lica y Tahua, donde se coge quinoa , papas y cebollas: hay abundancia de vicuñas, vizcachas, grandes perdices y avestruces. Sus ríos son pe- queños y se pierden en la arena. Se halla mucha salen los llanos, y salitre en otros parajes; j no escasea el buen azufre en cuatro volcanes que hay en la provincia, de cuyas proporciones se valen los indios para fabricar pólvora de la calidad que se les pide, no en molinos, sino dentro de pelle- jos, en que trituran los ingredientes con piedras de mano. En el distrito de San Antonio, anexo al curato de San Pablo, se hallan vetas de pederna- les redondos, como balas de 24, que suelen re- ventar con estrépito, y se ven en su parte cónca- va unas puntas que brillan como diamantes. Hay minas de cobre rojo y blanco que tocan en plata y oro; de hierro, de imán y de plata en casi todos los cerros de la provincia. Es de las más poderosas, y aunque sus metales tuvieron decadencia, los vestigios; manifiestan qie sus pueblos tueron más considerables. Tiene tres cu- ratos con muchos anexos. El pueblo de San Antonio de Lipes, capital, fué mucho más considerable. Tiene dos anexos, el segundo curato uno, y el tercero cinco. Habiendo de ;crito las provincias del vasto y nuevo N'ireinato de Huenos-Aires, resta dar algu- na idea del dilatado y poco conocido país que está en su centro, y que debe considerarse como al- máciga y criadero de los bárbaros, que escondi- dos en sus inmensos bosques y atrincherados por sus lagunas, no sólo se sustraen al imperio de nuestros monarcas y r.l infatigable celo de los Misioneros, sino que conservando sus feroces y aun abominables costumbres, infestan y moles- tan nuestras posesiones por cuantas fronteras y lados bordan sus llanos y desiertos. Tiene este dilatado país el nombre del Granchaco. Confina por el Este con el río Paraguaj-, por el Nordeste con los Chitjuitos, por el Norte con Santa Cruz de la Sierra, por el Oeste con mu- chas provincias situadas de Ñor»" á Sur, Tomina, Pomabamba, etc., y últimamente el Tucuman; y por el Sur, donde se estrecha, llega hasta la pro- vincia del Río de la Plata. Tiene hacia el Norte, de ancho 150 leguas por donde má 1 Este-Oeste, y 250 de Norte á Sur. El nombre Chaco significa Junta ó Compañía, por las muchas naciones que aquí se congrega- ban, y que en otro tiempo huyeron del dominio de los Incas, y después, de las conquistas de los españoles. Se internan y destacan ramos de la cordillera por el Oeste, en cuyas elevaciones se experimenta frío; pero entre estas siesras se ex- tienden llanos que toman vasta extensión hacia el Este; y así resultan inmensos bosques, male- zas, pantanos y lagunas, que unas duran y otras se secan, debiendo todas su origen á las crecidas lluvias de invierno. Riéganse estas regiones por varios considera- bles ríos, que deben su primer origen á los neva- dos Andes orientales, y descargan en el Paraguay después de andar grandes espacios: el Salado, el Bermejo ó Colorado y el Picolmayo, que empie- za desde cerca del Potosí. En los dos últimos se crian hasta 22 especies de pescado, y entre ellos, sábfilos, dorados, pejeblanco, bogas, dentudos, bagres, cangrejos, anguilas, etc., y un gran pez que llaman palometa, cuyas quijadas emplean para cuchillos. El Bermejo, antes de entrar en el Paraguay, forma una laguna donde dicen que se crian {bran- des ostras perleras. Sobre el propio río se funda- ron tres ciudades en diferentes tiempos, pero to- das se abandonaron. El Picolmayo es seguramente navegable mu- cho trecho: en 1721 buscaron por él los Jesuítas comunicación con el Paraguay y el Perú, nave- gando en un barco y dos botes espacio de 350 le- guas por grandes tornos que hace; pero por falta de hondura Iiubieron al cabo de retroceder al Pa- raguay; mas como esta tentativa se hizo en tiempo de secas, cual Setiembre, Octubre y No- viembre, se cree fundamentalmente que en la estación propia de lluvias se hallará agua sufi- ciente para navegar hasta el Pen'i, aunque sea con barcos grandes, aptamente construidos, res- pecto lo mucho que crecen los ríos. Divídese el expresado Picolmayo en dos grandes brazos, 70 leguas antes de su entrada en el Paraguay. No hay duda que importará mucho al Estado y ala Religión el reconocimiento de estas nave- gaciones interiores y vastos canales con que nos convida la Naturaleza, que facilitarían las im- portantes comunicaciones ent.'e los vastos países del mundo español, para el comercio, para la población, para la introducción de Misioneros que civilizasen tantas bárbaras naciones. El país del Chaco, en opinión de quienes le han visto, pasa por uno de los más fértiles y her- mosos de la América, ya por sus llanos, vegas y bosques frondosísimos, ya por sus lagunas y pes- cadosos ríos que le riegan. Entre sus arboledas hay cedros, nogales, guayacanes, quiebrahachas, algarrobos, marías, bálsamos, palmas, almen- dros, cacaos, cerbos, algodones, mistóles, cuyos corazones emplean para dardos y macanas, aro- 111 se congrega- ron del dominio lonquistas de los ;an ramos de la is elevaciones se as sieiTas se ex- extensión hacia bosques, male- las duran y otras en á las crecidas arios considera- rigen á lo;> neva- n en el Paraguay os: el Salado, el ayo, que empie- s dos últimos se do, y entre ellos, logas, dentudos, ., y un gran pez aijadas emplean en el Paraguay, lie se crian pran- pio rio se funda- iempos, pero to- e navegable mu- ir él los Jesuitas ' el Perú, nave- spacio de 350 le- e; pero por falta retroceder al Pa- tiva se hizo en i, Octubre y No- nente que en la illará agua sufi- erú, aunque sea construidos, res- rios. Divídese el grandes brazos, 1 el Paraguay, mucho al listado 0 de estas nave- ales con que nos ilitarian las im- los vastos países mercio, para la 1 de Misioneros naciones. n de quienes le ás fértiles y her- 3 llanos, vegas y js lagunas y pes- re sus arboledas , quiebrahachas, palmas, almen- místoles, cuyos y macanas, aro- J ■MP Í1l CORBETAS DBSCUBIERTA Y \TRRVII»A 575 mos, sasafras, quinaquina y árboles cuya inte- rior corteza sirve de papel y parece tina holanda; el palo-borracho, que ádos varas de la raiz tiene una gran jiba, cuya corteza se deja labrar en forma de vasijas en que los indios guardan su chicha; y se hallan también cañas de bastones como las de Asia. El hombre, á cuya fuerza y maña están su- jetos los demás animales, no es aquí rey de la Naturaleza, donde muchos indios viven aguisa de ellos. Andan errantes, especialmente los del Norte, con una estera, que se plantan hacia donde viene el viento ó el agua, y así forman sus aduares hasta que consumen los víveres de aquel paraje. Viven de la caza, pesca, frutos y raíces. Los Chirihuanas y Churumaras tienen pueblos tijos, pero de chozas miserables, dispersas y cu- biertas de palma. Son 50 las naciones que se cuentan en el Chaco, y muchas se confunden con los Chiquitos. Son estos indios toscos, incontinentes, va.ffl- mundos, flojos, groseros en sus conceptos, grandes guerreros. Hay enti'e ellos gran número de lenguas y de costumbres. Antiguamente andaban á pié, pero se han hecho ya con caballos y son muy diestros ginetes: suelen andar en pelo, y de un cabestro de cuero hacen rienda y freno, corrien- do ligeramente y ayudando a! caballo con un gran azote. Sus hábitos de flojedad, de vidí holgazana y licenciosa, han hecho que tantas veces cuantas se han catequizado y reducido á pueblos, otras tan- tas, quemando sus ciiácaras y robando el ganado y matando á sus Misioneros, se hayan retirado á sus bosques. Los Matahuayos , vecinos y fronte- rizos al Tucuman, han manifestado su perfidia diferentes veces, pidiendo Misioneros, reducién- dose en la apariencia, y repentinamente sin mo- tivo alguno desampararon sus reducciones y hu- yeron á los bosques y guaridas. Aunque á vista de sus períidias aconsejaron muchos algunas veces que se les hiciese esclavos, nunca lo permi- tió la piedad de nuestros Reyes; antes se hs ex- horta á la paz > se les admite siempre tjue la pidan. En más. de dos siglos que se puso mano á su conversit*. solo se tienen úrXe reducciones hacia la provincia del Tucuman; en las fronteras ó términos del Chaco al Sur de Santa Cruz de la Sierra hay otras cuatro de Chiriguanos: otras dos de los mismos hacia Tarija; y otra se fundó de .Abipones á cinco leguas Sur de la Asunción. Nó- tase que todas estas reducciones est in en los confines del Chaco, que las que se fundaron den- tro experimentaron su destrucción, y que entre todas no pasan de tres mil almas entre cristianos é infíeles. Pertenecen al Vireinato de Buenos-Aires las Islas Maluinas y los establecimientos que se ha- gan en la costa Patagónica: siendo una de sus principales atenciones, vigilar sobre los que ha- gan otras naciones, con cuyo objeto y otros importantes mantiene vS. M, una urmadilla que se compone de una fragata y otras embarcaciones menores. En los últimos años (hacia el 1789) se hicie- ron varios reconocimientos de sus costas, puer- tos y ensenadas. No merecerá menos cuidados al Jefe de estos dominios observar los movimien- tos de la nación portuguesa, que aunque no haga la principal figura en la Europa, la hace muy considerable en esta parte del globo, ya por las fuerzas que tiene en sus colonias, ya por las usurpaciones que clandestinamente hace. Si al principio se tolera una chácara ó aldea, pasa á establecimiento considerable y lucrativo, que arrastra el empeño de una corte de sus aliados, y al fin una costosa guerra. Los muchos rios navegables que atraviesan esta gran porción de la yVmérica meridional, unos del Nordeste al Sudoeste como el Uruguay y el Paraná, y otros del Noroeste al Sueste, cuál el Kojo y el Picolmayo, que entran en el rey de los ríos, el Paraguay, que atraviesa todas estas regio- nes, de suyo fértilísimas, producidoras de los mejores frutos, preciosidades y alimentos, pro- porcionan un vasto comercio interno, y tal vez la mayor navegación interior, por agua dulce, que" haya en el globo. Hasta ahora parece que estas importantes navegaciones se han hecho sólo por unas especies de hombres animados de fines muy opuestos. Los Jesuitas por el ardor de con- vertir infieles y aumentar la gloria y conquistas de su Compañía, y los portugueses por hacer es- clavos y adquirir brazos para sus haciendas. Unos y otros han Iiecho estas molestas nave- gaciones, y enseñado á sus Soberanos, que la Providencia, sin parte alguna del arte humano, ha puesto los mejores canales de navegación que podrían desearse, para que se transporten las ri- qu'vas de tantas y tan vastas provincias, crezca el comercio, se civilicen los pueblos y aseguren al Estado y á la Religión los de neófitos que princi- pia el Misionero, pues por mucho que se les pre- dique é instruya, la miseria que acompaña á sus recientes colonias, será i ausa en muchas ocasio- nes de que desconociendo la mejora de su estado se vuelvan a las selvas. Las rentas qut saca el Soberano de estos do- minios, y son al mi^do que en los demás Estados y Vireinatfis de la América española, se expresa- rán por una L>reve indicación; debiéndose tener presente que íi BHyor parte de su extensión es estéril para la Cof«»a, y aun gravosa, por los presidios que se mantienen y misioneros que se costean, pues la mayor parte de sus provincias confinan con naciones bárbaras, y algunas como las del Paraguay, los tienen por todas partes. En '■ff' I im IFt Él L 576 VIAJE ALREDEDOK UliL MUNDO I Corrientes se mantienen tropas armadas de cuera, lanza y adarga: los Pampas cortan la comunica- ción é impiden que se pueble aquella parte del Tucuman casi hasta Chile; de manera, que mu- chas partes de las poblaciones son fronteras, se hallan los vecinos listos y con el caballo para el primer aviso; y aunque sea cierto que en los úl- timos años (hacia el de 89) ni los Pampas han in- vadido las caravanas de carretas que salen de Buenos-Aires para Chile, ni los del Chaco hecho correrías en el Tucuman, ni en general se haya oído noticia de sus insultos, mediante las sabias providencias y máximas de los que gobiernan; no es, pues, todavía, un estado de seguridad abso- luta, mientras estos bárbaros, al menos los más confinantes é inquietos , no se reduzcan, ya por el celo de los misioneros, especie de hombres dig- nos de la humana veneración, que no sólo ex- tienden la santa religión que predican, sino que primero hacen civiles á los hombres para que sean cristianos. Los Príncipes, no sólo se liber- tan de enemigos molestos, sino que suelen adqui- rir vasallos fieles sin efusión de sangre, sin es- tipendio de sus erarios. Aun cuando no ardiera en el corazón de nues- tros católicos Monarcas tan ardiente celo por la religión santa que profesan, el interés y la razón de Estado lo piden. Un hombre con un breviario, un crucifijo, una pequeña escolta y una asistencia de 300 pe- sos anuos, que por regla general señala Su Ma- jestad para su manutención, penetra por los in- mensos países, entre la multitud de los bárbaros, que le dan paso y aun salvaguardia, á un hom- bi'e desarmado é indefenso. Los donecillos, la persuasión, el ejemplo, la paciencia, recaban con el tosco salvaje, no sólo oir una nueva doctrina al principio por curiosidad, sino conocer las ven- tajas que le ofrece el nuevo estado de pacífico agricultor, en que asegura sus alimentos y sub- sistencia, y despreciar el de errante y sangui- nario cazador, que después de mil carreras y fa- tigas, apenas adquiere alimentos para cuatro días. La política de asegurar la subsistencia á los convencidos, de situarles sus habitaciones entre gentes fieles, hará durables y seguros los frutos que adquiera el misionero. Las excursiones de gente armada contra los indios, deben comparar- se á una batida contra fieras: ellos, al estrépito y ruido de las armas, iiuyen y se esconden: pero retirados los que les espantaban, salen de nuevo, sorprenden y matan al que se descuida. Los países productivos del Vireinato son la provincia del Río de la Plata, la del Paraguay y las del Potosí. Las rentas principales son: las que pagan los indios varones desde su juventud has- ta la vejez (esto es, desde 18 ó r6 hasta 50 años), que según el cálculo hecho en 1785 hasta 1788 inclusive, importa 19.121 pesos: la del diez- mo eclesiástico, que percibe el Monarca como patrono de las iglesias de América, y asciende, deducidos varios gastos, á 754: los quintos del oro, cosa muy corta, tal vez por ser al principio y no estar bien afirmada la jurisdicción de este nuevo Vireinato, 955; los oficios vendibles como escribanías de cámara, fielatos, i-egidurías, etcé- tera, 9.255; las varias tesorerías del Vireinato en sus principales capitales, dan el mayor ren- glón de 1.472.253; el papel sellado, 3.492; el azogue que se vende de cuenta del Rey á los mi- neros, de que hay mucho consumo en el Potosí, etcétera, 113.002; las pulquerías, tributo de 30 pesos más ó menos, que paga cada tienda, nom- bradas así en América, en que se venden comes- tibles y licores, 8.013. Los demás ramos rea- les que se omiten por su poca monta, son: va- cantes mayores y menores, aprovechamientos, medias annatas, depósitos, penas de Cámara, donativo. Inválidos, Morftes-Píos y el Municipal de guerra, que por sí sólo llega á 82.190. Y el total producto de las rentas expresadas, junto con el no individualizado de las últimas, ascien- de á 1.906.250 pesos, un año con otro; pero sien- do de creer que no se incluya la del tabaco, ren- ta que siempre debe ser considerable, pues se administra particularmente. El Real Erario tiene contra sí varias cargas para la buena administración y conservación de tan vastos y distantes dominios, á saber; Pesos. Sueldos de empleados de policía y judi- catura 88 . 391 ídem de los de Real Hacienda. ....... 69.644 Pensiones 2 . 495 Sínodo? :í los curas is.oifí Oastos do lana de vicuña 25 .065 ídem de las embarcaciones del Río de la Plata 9.088 De la Real Armada 128. 183 De la costa Patagónica 84.027 De las Islas Maluinas ' 23.869 Gastos de la expedición de límites 60 . 693 Gastos de compra y administración de azogue 134-197 Gastos de Municipal de Guerra 100.889 Viudedades y administración del M'^nte- pío militar 5 . 183 Retiros ó Inv.llidos 3 . 585 Y con otros varios ramos de gastos, se- gún las noticias adquiridas por el autor, monta el total de cargas de este Vi- reinato 1.672. 635 Por manera, que vienen á quedarse estos paí- ses con la mayor parte de las rentas que produ- cen, quedando sólo á favor de la metrópoli -233-514 pesos. La erección del nuevo Vireinato hará circu- s: ladeldiez- onarca como y asciende, quintos del al principio cción de este ndibles como ¡durías, etc'é- lel Vireinato mayor ren^ lo, 3.492; el Rey á los mí- en el Potosí, tributo de 30 tienda, nom- ;nden comes- ramos rea- nta, son: va- echamientos, de Cámara, el Municipal 82.190. Y el sadas, junto imas, ascien- ro; pero sien- 1 tabaco, ren- ible, pues se varias cargas iservación de saber; Pesos. 88.391 69 . 644 2-495 15.016 25-065 9.088 128.183 84.027 23.869 60.693 «34197 roo. 889 S-í83 3.585 1.672.635 se estos pai- que produ- a metrópoli hará circu- / CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 577 lar en todo él mucha parte de los preciosos meta- les que regurjitan en los países de minas, pues las provincias que le aj^regaron del Perú es preciso envíen mucho de su numerario á la capital. Si el comercio de España y los capitales con que se retiran á ella los particulares, no extrajeran el numerario que dan las provincias del Potosí y las otras de minas, fuera la plata una de las más vi- les mercaderías; pero por la extracción que hay en las más de nuestras provincias americanas, corre sin duda menos numerario que en las más pobres de España. Descripción política de la Isla de Chiloé, El Jefe principal de la isla de Chiloé, era en 1789 un militar con graduación de Coronel, con titulo de Gobernador é Intendente; y le es anejo el mando de la tropa, teniendo su Sarg' nto Ma- yor, Ayudantes, un Oficial de artillería que man- da la tropa de su cuerpo, y un Ingeniero que en- tiende en las cosas de fortificación. Hay en toda la isla tres conventos: uno de la Merced, otro de Franciscos y una residencia de los mismos, y todos por la pobreza del país mantienen corto número de religiosos, teniendo los últimos á su cargo las misiones que estaban al de los Jesuítas, y se esperaba la reforma de los dos Observantes y un Mercenario que única- mente había extra de 15 misioneros, respecto la Real orden en que se determinó la de conventos que no tuvieran al menos cinco religiosos. Toda la jurisJicción eclesiástica de la isla reside por la mayor parte en un cura castrense, y se cuentan en toda su extensión sólo cinco pue- blos, de suyo muy dispersos: la ciudad de Castro al Este, el Chacao, Calbuco, San Carlos y Carel- mapu, cuya apariencia es más de campamento desordenado que de arreglada población, disper- sas sus casas entre los umbrosos y desmontados bosques, formando paisajes agradables á los ojos. Divídese la población de la isla, en curatos, y éstos en capillas. Llaman capillas, á cierto nú- mero de vecinos dispersos junto á las costas, que concurre á cada una de ellas para el sacrificio de la Misa. El curato de Castro comprende el partido de su nombre, Chonchi, Puquelon, Queilen, Achau Meulin y Tenaun: Castro tiene ri capillas, Chon- chi 5, Puquelon G, Queilen 8, Achau 8, Meu- lin 5 y Tenaun 8, habitados por 10.032 espaiio- les y 8.750 indios. El curato de Chacao comprende el partido de su nombre y el de Puderu, con 17 capillas inclusa la Real, 3.107 españoles y 1.404 indios; y el curato de Calbuco contiene sólo el partido de su nombre, con 14 capillas, 1.334 españoles y 1.403 indios. De manera que el total de sus habitantes sube hasta 27.000 con algunas per- sonas que no se incluyen, siendo 15.J00 españo- les é indios 11.700. La ciudad de Castro se fundó en tiempo del Licenciado Lope García de Castro, Gobernador del Perú, por Martín Ruiz de Gamboa, en 1566, habiendo .sido al principio bastante regular, pero fué después arruinada por un temblor de tierra, y hoy está, así como el pueblo de San Carlos, compuesta de casas de madera, techadas de paja, esparcidas y desordenadamente colocadas. Tiene además de los tres conventos expresados, una iglesia parroquial, Cabildo secular. Corre- gidor, dos Alcaldes ordinarios y cuatro Regido- res, Escribano y demás oficios: un fuerte hacia la playa para su protección. Habitan aún en esta ciudad muchas familias antiguas y nobles de la isla, la cual fué saqueada en 1.600 por el pirata inglés Corder, y en 1615 por Jorge Spilberg, am- bos saqueadores y crueles de ejercicio. Se cono- ce que en aquel siglo se descuidó mucho la pro- tección de estos Peles vasallos, que sin duda mal armados y sin tropa alguna, eran víctimas de osados corsarios. En el día st liallan alista- dos sus vecinos capaces de llevar armas, en 13 6 cierto número de compañías de Milicia, entre ellas, dos de la caballería que 'laman de la No- bleza y otra del Corregidor, con un destaca inento para servicio del fuerte. Chacao (Santiago del) está en 41" 16'. Sus habiíantes todos toman las armas excepto cua- tro, y forman una compañía con Capitár.. Te- niente, Subteniente, dos sargentos, cuatro ca- bos y 48 soldados. Antes era aquí el surgidero de navios que venían del Perú y Chile, entrasido por un canal que por los bajos, lajas, remolinas y fur-osas corrientes ^n tiempo de calmas, les. dejalia sin gobierno y á veces ae perdían, pr- lo que se es- cogió otro puerto mis seguro. San Carlos está en el puerto de Lacui, cerca de Puerto- Inglés, en una espaciuwt y bien abri- gada bahía. Tiene un fuerte escavado en la misma tierra, cuatro l)aluarte>3, foso y camino cubierto (que se hallaban, así como el fuerte de Chacao, en estado de deterioro), capaz de 24 ca- 78 ii 578 VlAJli ALREDEDOR DEL MUNDO ñones, y una batería situada en un alto collado á la entrada del puerto, que le defiende y toma el nombre á las embarcaciones que arriban á él. Otra respetable batería abarbeta, se sitúa en el mismo desembarcadero, al lado de la cañada que lo forma. San Carlos es la población más conside- rable de la isla, y reside en ella el Comandante Ge- neral, los Oficiales Reales ó sus Tenientes, el Es- tado Mayor, Comandante de Artillería, y algunas pulquerías que son los únicos negociantes que se ven. A este puerto acuden las embarcaciones del Rey las pocas veces que arriban, y los barcos peruleros. Su muelle, que es la simple playa, se cubre de canoas y pequeños barcos del país, y hay que desembarcar en hombros de marineros, sin embargo de que la abundancia de maderas ofrece facilidad para la construcción de un mue- lle. Se tiene en él una respetable guardia, y es uno de los parajes .' que concurra gente. El cura de esta población es también Cape- llán Real del fuerte, y D. Cosme Bueno dice también, que tiene i8 capillas de indios en su jui-isdicción, dos islas pobladas y tres sin gente. Las loi familias que componen el curato se ex- tienden á 14 leguas de costa, distante una casa de otra cerca de una milla, entre Cauli hasta Coacague, formando un pueblo cierto número de ellas, y es*^? es el sistema general de población en íoda la isla, excepto en San Carlos y Castro, en que se agrupan algo las casas. La bahía puede decirse un seno rodeado de collados frondosísimos. Al Noroeste del fondea- dero que tuvieron las corbetas, yace una punta, y en ella una batería que defiende el puerto. Al Sursudoeste hay un seno ó estero que forma el mar introducido entre las sierras, y al Esueste está la desparramada población de San Carlos, que parece un Real ó campamento, situada en una rambla donde se apiñan las casas, y en las faldas de los montes que la cercan; de cuya vista se sacó un buen diseño por el dibujante Cordero. El pueblo de San Miguel de Calbuco, según las noticias del citado cosmógrafo, se sitúa ha- cia el Nordeste en una isla poco distante de tierra firme. Tiene un fuerte á la orilla del mar, y la población que lo circuye debe considerarse como militar. Pertenecen á su jurisdicción 13 islas pobla- das y I j despobladas. Hay dos reducciones que llaman de los indios del Rey; una la de Calbuco y otra la de la Isla de Abtao. Estos indios fue- ron de Osorno, y siguieron el partido de España cuando abandonó aquella ciudad: acompañaron á los habitantes que se refugiaron á e'la, y ayu- daron á hacer el fuerte en tierra firme; pero sienc'o atacado muchas veces por los Juncos, se construyó otro para mayor seguridad en la isla en que se halla.. Sirven á S. M. cuando se les requiere, y se les da una gratificación cada año. Al Nordeste se ve el majestuoso volcán de Huañauca, notándose en la cordillera, gruesas nubes del humo que arroja, y se dice que vorriita llamas mucha parte del año. Los habitantes de Calbuco , en concurrencia de los de Carelmapu que habitan el continente al oti'o lado del canal de Chacao, se emplean en el corte de alerce en la vecina cordillera. Aquí hay un fuerte que llaman de Maullin á orillas del río iel Peñón. Carelmapu fué el pri- mer puerto que poblaron los españoles cuando vinieron á la Isla de Chiloé, cuya población en 1789 se reducía á algunos ranchos, á lo que pa- rece, desde que el pirata holandés Enrique Breaut la saqueó en 1643 y se llevó los habitantes á Valdivia, donde quiso hacer población y estable- cimiento. En las islas inmediatas, hay misiones al cui- dado del colegio de Franciscos de Ocopa del Ar- zobispado de Lima. Las misiones son la de Ha- chao para los Huayquenos y de los Chonos, que habitan las islas de este nombre cerca de tierra firme al Sueste de Castro: frente de ésta, la de la Isla de Quinchao, que es de las mayores: la de Conchi, en los Payos, que habitan en la costa de la isla Grande ó Chiloé, que corre de Castro para el Sur: la de las orillas de la Lagu- na de Cucao, en su costa occidental: y la de Ray- ¡ len ó Caulen. Estado militar. En la descripción de Castro se dio ya alguna noticia de la gente alistada para en caso de invasiones. Las tropas regladas que guarnecían la isla, constaban de tres compañías de á 70 hom- bres y debían aumentarse dos más; unas eran de dragones y otras de infantería. El Gobernador tenia de sueldo anual. 6 . 600 pesos. El Ayudante Mayor 480 El Capitán de Artillería, al mes 90 Los de Infantería,, ídem 50 Los do Dragones, ídem . - '/2 Los ds Asamblea, al año 780 Los sargentos de Asamblea, ídem, . . . 288 Los cabos ídem 216 Y los soldados 120 Los ramos Reales son el tributo de cinco pe- sos que paga cada indio desde la edad de veintidós años ha!^.ta la de cincuenta, y por cuya pobreza se les cobra parte en tablas de alerce y parte en jamones, y deja de cobrárseles en invierno por los perjuicios que experimentaban en la pérdida de sus canoas con los malos tiempos y de los frutos que llevabar. La renta del tabaco asciende á 4.000 pesos anuales, sea en dinero ó en frutot:. La Aduana, en que se perciben las alcabalas, tiene Ministro ¿ Interventor. Los soldados sirven " volcán de a, gruesas jue voiTilta icurrencia :ont¡nente mplean en ra. Maullin á "ué el pri- es cuando blación en lo que pa- [ue Breaut hitantes á y estable- )nes al cui- ipa del Al- la de Ha- llónos, que 1 de tierra ista, la de layores: la itan en la e corre de e la Lagu- la de Ray- 3 ja alguna !n caso de guarnecían e á 70 hom- las eran de . 600 pesos, 480 90 50 - ■ V2 780 288 2l6 120 ; cinco pe- 2 veintidós a pobreza / parte en vierno por la pérdida s y de los rjoo pesos alcabalas, dos sirven CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 579 de guardas, y cuando los emplean en este servi- cio tienen un sobresueldo de ocho pesos. Los de- rechos parece que se cobran principalmente de las embarcaciones. Los habitantes criollos españoles, ó no pagan ó pagan poco las imposiciones, pero hacen los servicios de armas sin paga ni ración y otros ser- vicios pecheros, porque los indios, ocupados en adquirir para pagar el tributo, no pueden dis- traerse d^ sus trabajos. Según el estado de la Tesorería general, im- portaban los tributos en 1789, 86.850 pesos. El exterior comercio de esta isla es con el Perú, por cuyos navios recibe el situado que en vían de Lima para pagar al Gobernador, Plana Mayor y tropa, siendo muy corto númeio el de otra especie de empleados. Por el mismo con- ducto le vienen los géneros de España y de otras partes de América; uno ó dos navios que llegan al año forman como una especie de feria, y allí reciben, necesariamente recargados, los géneros que les remiten los comerciantes le Lima (i). Estos artículos se reducen á lienzos, felpas, lis- tones, pañuelos, medias de Barcelona, azúcar, mate, etc., comprándolo todo los Chilotes con la misma plata del situado, y con los productos de su industria y algunos de los frutos que da la isla. El principal artículo es el de tablas de alerce, de las cuales cortan en el continente 200.000 al año. Para esta pequeña navegación, la interior de la isla y sus pescas, según averiguó el laborioso Intendente Hurtado, tenían los Chi- lotes 352 canoas y 472 piraguas. El alerce es pro- pio para las más de las obras de carpintería, la (i) Géneros que introdujo una embarcación en 1789, y precios ú. que se mandaron vender, calculán- dose 30 por 100 de ganancia al comercio de Linid. Docena de redecilla de torzal 24 7 Pieza de medio listón 2 o ídem de Bella unión 5 4 Docena pañuelos de Harcelona 19 i Va Vara zaraza ordinaria de ídem i 7 Va Pieza de bayeta inglesa 105 o Vara de felpa de Valencia . 4 2 ídem de paño de Quito 3 5 ídem de paño inglés de segunda 3 4 Docena de medias de mujer 87 o Sortues de bayetón con sus chupines. . . 14 o Doceni de medi.iN de; lana de Burgo.^.. . 24 - Docena de sombreros negros sevillanos. 74 Capotones de paño de segunda, torrados 23 < Ommüdifs. Arrrba d^ jabón 7 4 ídem de mate 8 5 Aguardiente de ka, la botija 20 2 I/4 Arroba de .iceáe. 6 q Fanega de agí 8 5 1/2 Y se omiten otros artículos menoras por no abul- av éemasiado asta relación. usan los carpinteros de Lima más comunmen- te, se parece al cedro en el color y tiene muy buenas propiedades (i). Los ponchos constituyen otro ramo de indus- tria. El poncho es en toda la América meridio- nal la especie de vestuario que suple por capa, y se pone encima de todo; es una pie/a de un te- jido como de sarga, más 6 menos fino, bordada de labores encarnadas, amarillas, azules, etcéte- ra, por el gusto de las mantas jerezanas, que tie- ne la extensión de cuatro varas en cuadro; y vale por lo regular 12 pesos cada uno, llegando algu- nos hasta 100, y se extraen muchos para el Perú. Labran también otras varias telas de algodón y lava, sarguilla ó cosa que lo parece, pero en poca caiitid!id:*de manera, que los Chilotes, te- niendo muy impeifectas sus máquinas, no pue- den multiplicar los fnitos de su industria. El cerdo es el animal doméstico que se mul- tiplica más en la isla, contrÜMiyendo mucho á su abundancia la proporción y facilidad para el pasto, y las raíces, y se extraen cantidades con- siderables de ricos jamones para el Perú, com- parables á los mejores de Galic.'a. Salan el róbalo y la sardina, pero no parece que en rantidad considerable, y venden el quin- tal de a-^uél á 10 ó 12 pesos. La falta de sal, que les va de Lima precisamente cara, atrasará sus salazones y pescas, y ellos mismos aseguraban que no se costeaba con lo pesos el quintal de róbalo. Estos son los principales artículos de comer- cio de los Chilotes, j no se duda tengan otros va- rios de que no pudo hacer mención el autor, se- gún asi lo insinúa. Las m , iercE trabajan la lana, el lino y el poco algodón que se coge, de que tejen los ponchos, bayetas, mantas, manteles, sabanillas ó sarga bastante buena, y sobre-camas bordadas; todo en telares los más sencillos que pueden darse. El telar es una especie de bastidor cuadrilon- go, formado de cuatro palos Qv> dos varas de lon- gitud, y una y cuarta de ancho. Cuelgan del le- cho dos peines que suben \ bajan la «riimbre. Las tejedoras. |Uv son dos en un mismo telar, meten á • .an la trama de los hilos de varios co- lores para que formen las diversas labores. Esta mát; aina, nHomendable por su poco costo y fa- ::ilidad de su construcción, pide «»r parte del fa- bricante mucha paciencia y íierr.in para los te- jidcs. Ua ponc^ de los ordinarios cuesta dos meses de tmÉBJcr los superfín^^. hasta seis y doce meses: v así es, que por poco que colweE (i ) Cada tabla de alewe de * y ' /s »Ma de lacgo y i/ü de ancho, vale do» real*» de Ainéfka. ídem de 2 y 1 * de largo y lolve 10 palpadas de ancho, un real, disminuyendo * aaaaMCaaáo los pri cios según las dimoastanes. I:. m'^ m i r 58o VIAJE ALREDEDOR DBL MUNDO ii,' estas pobres gentes, no pueden dar una manu- factura barata. Son dignos de noticia los fáciles modos con que tiñen sus hilazas, de que resultan los más vistosos colores en las varias telas que urden, que aunque no resisten las pruebas del agua fuerte, permanecen sí hasta que se gasta el ves- tido. Carecen estas gentes sencillas de las aites europeas, y sin tales conocimientos, aciertan á teñir igualmente bien las materias animales, como la lana, y las vegetales, como el lino y al- godón. Generalmente ponen las hilazas en disolución de agua y alumbre, cuya sustancia salina se encuentra con abundancia en el país; es blanca y ligera y de sabor estítico y adulzol-ado, que des- cubre bien el alumbre que contiene: Uámanlo los naturales porcura. Para el amarillo emplean las raeduras del ár- bol espinoso que llaman mschaí, poniéndolas en infusión de agua, en que echan la hilaza pi'epa- rada, hirviendo después el todo basta que ha adquirido ésta los colores que quieren. Para el rojo, hacen un cocimiento proporcio- nado de salvado lavado, en que penen por veinti- cuatro horas una planta macerac'a de la fami- lia de las aspcrilolias y vcrriciladas, que llaman yclhbun, y tiene las hojas en rodajuela y la faz de la aparine, pareciendo una especie de valan- tia, en cuya infusión echan la hilaza yaprepaiada y la dejan hervir todo el tiem'^o que i-onviene. El modo de dar el azul, dice el autor según lo que le informaron, parece singular y puerco. Ponen el añil en agua por ocho días hasta su di- solución, y esto y la hilaza preparada ya con la porcura, lo echan en orines antiguos y fermenta- dos, pot veinte ó treinta días á io menos. Mojados los hilos en este último cocimiento, y ya que han tomado el color azul ([ue llaman síijon, echan la hilaza en las mismas preparacio- nes que paia el amarillo, y resulta en ellas un hermoso verde. Para teñir de negro echan la hilaza en agua en la disolución de una tierra negra que llaman greda, y que no tuvo ocasión de examinarla el autor. Para calafatear las canoas y piraguas usan de una planta fibrosa, machacada, que llaman ráaca, y de una resina que les dispensa de la brea por su propiedad de ¡mpedir la penetración del agua. Hacen cuerdas de una planta que ¡laman ñocha, cuyos tallos delgados, largos y flexibles se dejan torcer como cáñamo, y hacen cuerdas gruesas y de bastante resistencia. Usan también para cordajes, de una especie de bejucv» que llaman t>oqu?, y se cría entre las hendiduras y grietas de la corteza del alerce, te- niendvi esta planta parasítica más lai^o que el mismo árbol en que se cría, una y media pulga- da de di? netro, raices y barbas por toda la cor- teza á que se pega. La machacan los naturales, y salen hebras flexibles y delgadas como las de pita, con que hacen toda especie de cordelería, de tres pulgadas hasta cables. Con ellas ensam- blan sus piraguas y se excusan de clavazón: so- bre el costillaje de la piragua ponen las tablas del forro con correspondientes agujeros, las co- sen unas con otras, y mojadas las cuerdas, enco- jen de modo que aprietan las tablas sin que pueda introducirse agua alguna por entre ellas. Son los Chilotes bastante buenos carpinteros y manejan el hacha diestramente. Hacen sus ca- sas bastante sólidas; clavan las columnas per- pendiculares, á tres varas de distancia, segú" las dimensiones que eligen; hacen un canal de dos pulgadas de profundidad, según la longitud de la columna, y asientan en él las tablas que han de formar la pared, y las montan unas á otras como las tejas, de manera que impiden la entrada al viento y agua, por cuya misma idea hacen los techos cuando no los cubren de yerba: los pies derechos son de hima, madera incorruptible de un pié en cuadro, y no usan clavos de metal, sino de madera. Frutos de Chiloé. Nada satisfará tanto sobre esta materia, como la copia del estado formado por el Inten- dente Hurtado, cuyo extracto es como se verá: Pies de árboles frutales. Manzanos 48 . 793 Membrillos 192 Cosechas de semillas. Habas 3-271 fanegas. Porotos 33 » Fríjoles 152 » Quinoa. 222 » Bellotas 200 » Ajos 160 » Trigo 17-557 » Cebada 11.420 » Papas 65 .000 » Número de repollos. .. . 4.800 » Zapotes 500 i> Lino 109 Por este estado se ven los frutos que consti- tuyen el principal alimento de estos isleños y la cantidad de sus productos al año, con lo que se juzgará de algún modo sobre el estado de su agricultura. Animales útiles que se hallaban en Chiloé. Toros 1.024 Vacas 3 • 780 " CORBETAS OnSCUBIERTA Y ATREVIDA 581 ia pulga - la cor- turales, y o las de )rdelería, ensam- uón: so- as tablas las co- as, enco- si'n que ellas. Caballos 3-4^7 Yeguas 3.525 Potros 936 Cerdos 5 • o54 Cerdas 3 • 381 Ovejas 86.683 Carneros 2 . 160 Cabras 1 7 • 307 Chivos 1 .354 Gatunas 20.740 Pavos i . 200 Gansos 800 El manzano, asi como en el vecír.o continen- te, es el frutal que más abunda en esta isla, y las cervezas ó sidras hechas de éi, podrían ser un ramo de su comercio; pero como son pocas las embarcaciones que arriban á sus puertos, se- rían también poros los consumidores que ten- dría. El trigo, las papas y las demás semillas, como frutos que abundan en el vecino reino de Chile, no hacen ramos de extracción en esta isla. Pero sí suministran suficiente alimento á unos hombres frugales que se alimentan comunmente de vegetales y de los productos del mar. Si se su- man las partidas de semillas comestibles expli- cadas (dice el autor, conforme le informaron) que todas lo son menos el lino, resultan 103.315 fa- negas, que repartidas entre 24.000 habitantes, sin contar los 3.000 restantes, por considerarse niños de pecho, que sólo sus madres los alimen- tan, caben cuatro fanegas á cada uno y cerca de un tercio de otro, que viene á ser á más de 51 ce- lemines al año, y así corresponde á celemín por semana, cantidad suficiente para mantener á un indio. De lo que se infiere cuánta población po- dría mantener esta isla si recibiese su agricultu- ra todos los fomentos, y su suelo las mejoras que no tiene. Las semillas y legumbres son su ordinario alimento. Consiste el principal en harina de trigo groseramente molida y tostada, á que agre- gan una tercera parte -le cebada preparada del mismo modo, y deslien el todo en agua caliente, cuya especie de polenta reputan por sano y ex- celente alimento. También usan de las papas asadas al res- coldo, en lugar de pan, y ocupan siempre una parte de sus hogares, pudiendo asegurarse que comen estas raices, más que otros alimentos que entran en gran número de sus guisados. Son muy sabrosas, y ellos las asan con inteligencia, revolviéndolas con un palito para que reciban el fuego con igualdad. Comen también muchas especies de maris- cos comunes á las playas de Chile, y que se en- cuentran con grande abundancia en las de Chir loé; varias especies de megillones y de lapas, y varios grandes cangrejos, cuya comida es tan grata como variada. Los isleños de la parte oc- cidental son los que mariscan más; y decian que casi no comían otra cosa. Se alimentan también de una especie de fn- cits parecido al sargazo ó fitas gi^antcim aun- que diverso, que usan asimismo para condimen- to, el cual tiene unas vejigas que sirvieran para sostenerlo en el agua, y sirven de pelotas á los muchachos. Sus tallos parecen correones de coche, su color negruzco y por dentro blanco y celuloso; lo usan asado al rescoldo y de otros modos, que en todos pareció insípido y gluti- noso. Aliméntanse igualmente de muchas fruti- llas silvestres del género del .irbtistiis y de la fra- garia y murtillas como la que Kaman luma, y la fresa chilena, é igualmente los frutos ó flores de una especie de bromelia que se nombra quiscal, y por comerlas chupando las llaman chupones. Sería largo de contar el todo de algunas otras plantas que usan para alimento, especialmente en tiempo de las hambres que suele padecer la isla, en cuyo número cuentan algunas cripto- gámícas. Usan bastante de la pesca que les ofrece el mar con abundancia, como róbalos, lisas, sar- dinas, jureles y otros comunes á los mares de Chile. Es particular el modo con que la hacen: for- man, pues, unos grandes corrales con espesas estacadas, que se cubren de agua en pleamar, en los cuales queda al bajar la marea gran número de peces que entraron á cebarse, ó de cangrejos, ó de restáceos que se crían en las playas. Asegu- raban haber pescado entre esta abundancia una especie del giotinovos ó pez eléctrico; pero no fué posible su adquisición, con toda la diligencia con que lo procuró D. Antonio Pineda, así por éste como por otros peces raros. No es indiferente la pesca de ballenas, que no pocas veces varan en las playas de Chiloé, y cuyas barbas, >;spermas y aceite aprovechan. Pescan también sobre cueros inflamados de vien- to, cuyo artificio se describirá cuando se trate de Concepción. Canícter de los Chilates ó Chtioenses y su modo de vida. Esta es la parte histórica más odiosa y de más difícil desempeño; porque á veces, si se pinta la humanidad como es, ó se hace su sátira, ó su panegírico. No se trasluce fácilmente el co- razón del hombre, sino por un largo trato, y transcurso de intereses que se chocan. Un viajero que reside poco tiempo en un país, aunque dota- do de genio observativo, poco ó nada alcanzará por sí; pues las operaciones comunes de la vida, apenas descubren lo que esconde el carácter in- teriov. No obstante, pues, se darán algunas pin- m " í r«- 58a VIAJU ALRIÍDJÍDOK UKL MUNDO celadas sobre el de los habitantes de Chiloé, conformes á los informes franqueados por perso- nas de larga residencia y trato en esta isla. Viven generalmente con la mayor frugalidad entre los bosques que tocan cercanos á las ori- llas marítimas, excepto los que están en los pue- blos ya descritos, cuyo terreno rozaron, pero que siempre brota y reverdece. Cada habitante tiene huerto en la inmediación de su casa, con plantío de habas, quinoa, papas, etc. Las casas son de madera, cubiertas de paja, que no hacen mala vista: por dentro tienen dos ó más divisiones, una tarima que sirve de estrado y dos 6 tres ponchos por alfombra; tres ó cuatro platos y algunas vasijas de cobre, y lo que puede llamar- se vajilla, siempre muy descabalado. Los más acomodados tienen braseros y ma- teras de plata, y las casas, aunque por el mismo gusto, más espaciosas y amuebladas. Y los más pobres de la sociedad sólo tienen su fogón, tari- mas de caña y pocas vasijas de barro. Son los Chilotes, tanto indios como criollos, de buena índole, dóciles, humildes, pacíficos y obedientísimos á quien les manda: y es lástima que haya quien abuse del sagrado nombre del Soberano y de la disposición de tan buenos va- sallos, exigiéndoles bagajes, guías y otros ser- vicios personales sin estipendio alguno. Los es- pañoles, que parecen están exentos de algunas imposiciones ó no pagan tributo, tienen por tanto algunas cargas pecheras; pero los indios, que pagan tributo, en toda la América cobran nada por correos, guías, etc., tanto en el Perú como en Nueva España; lo cual parece sin duda un grave abuso. Son laboriosos; en especial las mujeres, que siempre se las veía en los telares, y ya traían agua, ya leña, ya hilaban, cardaban y hacían cuantas operaciones tocaban á sus artefactos, al menaje y á la cocina, tanto faenas delicadas como gravosas. Las casadas respetan y obedecen á sus maridos, y no se permiten la licencia que algunas solteras, cuya familiaridad con el otro sexo favorecen los bosques y las distancias en que unas habitaciones se sustraen del examen y la murmuración de las otras. Su traje parece inmodesto á los ojos del europeo, acostumbrado á ver las mujeres siempre tapadas; pero la cos- tumbre, la pobreza y la constitución física del país, las dispensa que cubran el pié y pierna (i). Es, pues, el traje ordinario de estas hembras (em- (i) Disciilpanlas y aun las justifican tal vez: pri- mero, la pobreza del país, lo caro del calzado, así me- dias como zapatos, pues viene de Lima muy recarga- do, después de muchas manos, y no de Europa direc- tamente como debiera: segundo, la lluvia y los loda- zales que tienen que atravesar cada vez quo salen á sus haciendas, por agua, leña, etc., harieudns qne son casi exclusivamente de las mujeres, en cuyas circuns- tancias es muy cómodo no llevar calzado, y más sien- pezando por la cabeza, en que no llevan cosa al- guna, sino pelo largo, negro y bien conservado, dividido en 12 colgantes trenzas), camisa cerrada por el cuello como en los hombres, que cubre muy bien su» abultados pechos, un babador 6 volador, como llaman, un jubón y un faldellín con muchos pliegues alrededor de la alforza y cubo que tiene una forma campanuda y tersa, que sólo cubre hasta debajo de la rodilla, que- dando descubiertos pié y pierna. «Como estas mujeres laboriosas y robustas tienen una presen- cia hermosa, tez generalmente bastante blanca, buenos cabellos y buena conformación en sus piernas, que siempre llevan muy limpíao, y se las encontraba en quebradas y anoyos, ya la- vándose los pies, ya jabonando sus cabellos (i), ya cargadas de sus cántaros, parecía Chiloé (dice el autor), á muchos de nuestros compañeros, la misma Arcadia que pintan los poetas, donde dis- currían mujeres de bella presencia, de sencillez y simplicidad en el vestir, y en que las princesas lavaban en los ríos. » Como desde ocho á diez años hacia el de 1789 se hallaban emancipados los indios de la esclavi- tud de las encomiendas en que trabajaban para los criollos sin propias utilidades, se recibió en estos la laboriosidad y la industria á que no es- taban acostumbrados, sirviéndose ya todos á sí mismos, y todos trabajan ya por necesidad. La hija del capitán, la mujer del labrador, las hem- bras de todas clases, todas concurren igualmente á los arroyos y lavaderos: y la nobleza no tiene el privilegio de la ociosidad , pero en cambio se distinguen, no por la debilidad de su constitución y pálidos colores, sino en una modestia más in- teresante y en mayor aseo, faltando el aparato de hombres que se mueven á la voluntad agena, y la sumisa y ociosa turba que acompaña á los nobles; ni se conocen los jueces de una nobleza que insulta á lo restante del pueblo. Acaso será la isla de Chiloé uno de los países civilizados en que las condiciones se acercan más á la igualdad, y en que sin embargo, se recono- ce la nobleza y se la guardan todos los fueros • legales que les concede la constitución espa- ..ñola. Los hombres se emplean en cortar leña, en las labores de sus pehujales, cuidado de sus ganados y en el servicio militar. Son de robust-a comple- xión, de mediana estatura, y de color blanco; y muchos son mestizos, cuya naturaleza se cono- do caro, que se destruiría á los primeros días; cuando los pies desnudos se lavan en el primer arroyo, la ropa alta no toma lodos, les dura más y embaraza menos: tercero, ser costumbre del país, que trajo la necesidad de que todas vistan de la misma manera; y como vi- ven en una isla que pocos do afuera los visitan, no tienen rubor unos de otros y viven como en familia. (i) Lavan sus cabellos con ¡a corteza de un árbol que tiene jugo saponáceo. 'M " CORBETAS DESCUBIERTA Y ATRF.VIOA 583 an cosa al • :onservado, isa cerrada que cubre babador 6 m faldellín a alforza y da y tersa, dilla, que- Como estas una presen- nte blanca, i6n en sus npiao, y se yes, ya la- cabellos (i), Chiloé (dice ipañeros, la donde dis- e sencillez ' as princesas a el de 1789 c la esclavi- a jaban para le recibió en I que no es- a todos á si ¡cesidad. La or, las hem- i igualmente eza no tiene n cambio se constitución stia más in- 0 el aparato intad agena, npaña á los una nobleza le los países acercan más , se recono- s los fueros- Lición espa- • leña, en las sus ganados 5ta comple- r blanco; y za se cono- días; cuando royo, la ropa arazá menos: la necesidad ; y como vi- 5 visitan, no • ea familia, de un árbol ce por la poca barba. Los indios chiloenses son generalmente más blancos que en otras partes de América y de la misma suave índole y subordi- nación. Los vicios de ellos son alguna i.. dolencia, pues dejan al bello sexo la mayor parte del tra- bajo, y sin embargo de que carece la isla de mu- chos artefactos, no se esmeran por su introduc- ción y viven en el mismo atraso que siempre. El vicio del amor en las mujeres suele pro- ducir tan rabiosos celos, que los venenos no son demasiado raros, para lo que emplean las mu- chas yerbas que produce el país. Los robos suelen ser frecuentes, pero sm efu- sión de sangre, y suceden pocos asesinatos. La superstición no está desarraigada, ni aun en los criollos. No pudo el autor ver ejecutarlas operaciones de la tintura, porque aquellas muje- res (así, dice, se lo dijo una de las mejores tin- toreras) creen que si presencia alguno la opera- ción , hará mal de ojo á su tintura. Los indios creen en hechizos y encantos, y se curan con huesos, cabellos y otros símbolos supersticiosos. Temperamento. La espesa arboleda que cubre toda la super- ficie de Chiloé, atrae mucha humedad de la at- mósfera, y así suele estar ésta nebulosa y hú- meda. La costa también suele cerrarse mucho por los Nortes, Noroestes y Estes, que son lluvio- sos, y los que más dominan: vientos declarados de invierno, que empiezan por Mayo y duran mu- cho período. Las granizadas son frecuentes y las nevadas en la parte oriental de la isla, suceden así como en Castro, pero en los demás parajes de ella nie- va y fulmina poco. A los Noroestes de por la mañana siguen después los Sures. La vegetación es muy viciosa, y así debe considerarse muy sombría esta isla y fangosa, como lo es en parajes. Estado político^ militar y comercial de la cittdad de Concepción. Se tratará del estado de la ciudad de Concep- ción conforme á algunas noticias que pudieron adquirirse y á las observaciones del autor: y su- póngase todo en la precitada época de 1789. Trasladóse, pues, esta ciudad, al sitio que hoy ocupa en el valle de la Mocha en 24 de No- viembre de 1764, de resultas del furioso terre- moto que sufrió la antigua Penco en 1751, con inundación de sus campos y total destrucción de sus edificios,* quedando situada á tres leguas Sur de Penco, entre los ríos Andarien y Biobio. Aunque esta relación se ciña al estado que tenían las cosas al tiempo de esta excursión, y no deba abultarse con acontecimientos de la an- tigua historia de Penco, que se hallarán ya en varios libros impresos, no parece excusado decir que fué fundada por Pedro Valdivia, personaje que figura mucho en nuestras historias, en 1550, donde se halla ahora la Vieja Penco. En ella se erigió Audiencia Real en 1567, que se extinguió á los siete años, y se renovó el de 1609 en la ciudad de Santiago. Ha padecido varias ruinas, así por invasiones de los indios, como por los terremotos: fué la más principal y memorable la de 1603, cuando aquellos destru- yeron siete ciudades; y el más tremendo terremo- to, el de 1730, ocurrido el 8 de Julio, que empezó por grandes estremecimientos á la una de la ma- ñana, y á que siguió retirarse mucho el mar, acrecentar la altura de sus aguas, volver á cobrar su nivel, traspasar sus costas y extendcise por las campiñas hasta que anegó la infeliz ciudad. El repentino suceso obligó al consternado vecin- dario á guarecerse en las eminencias próximas, siendo desde allí expectador de los estremeci- mientos de la tierra, repetidos por tres ó cuatro veces, hasta que á las cuatro de la mañana cre- cieron tanto los vaivenes, que cayeron los pocos edificios que aún se mantenían; retirándose des- pués el mar, y volviendo á inundar las tierras con mayor furia que antes. No se logró noticia de los particulares fenó- menos del último terremoto, que sucedió en 175 1, elevándose el nivel del mar con movimientos como en el antecedente, y anegando la ciudad, en tales términos, que sólo quedaron cimientos, tapias y pilares: et scgcs ubi Troya fait. La actual ciudad de Concepción se goberna- ba en 1789 por un Intendente que reunía el man- do de las armas y el empleo de Maestre de Cam- po. Tiene su cabildo, compuesto de dos Alcaldes ordinarios y cuatro Regidores, que se mudan anualmente, cabildo eclesiástico presidido de su Obispo, que residía en la Imperial, hasta el gran levantamiento de 1601, y compuesto de Dean, Ar- cediano y dos Canónigos. Se estaba construyendo la catedral, pero con lentitud por falta de fondos: tiene cinco conventos de religiosos: Santo Do- mingo, San Agustín, San Francisco, la \j'ercedy San Juan de Dios, y un monasterio de Tr'nitarias 1 M ti ) 5«4 VIAJE ALRliDKDOK UBL MUNDO Descalzas, un Colegio conciliar y una casa de ejercicios, todos edificios pobres, y que aún te- nían sin concluir algunas fábricas. En otros tiempos residía aquí seis meses del año el Presidente de la Audiencia Real, pero ya s61o está el Maestre de Campo é Intendente de la provincia, cuyos empleos recaen en un bien opi- nado militar, enviado por la Corte, teniendo tam- bién á sus órdenes las tropas de la jurisdicción. Descripción geográfica del Obispado é Intendencia de Concepción. El terreno de esta provincia, que hace parte del Reino de Chile, corre casi de Norte-Sur, y se contiene entre el mar y la cordillera. Por el Nor- te le divide el río Maule del Obispado de Santia- go; por el Oeste confina con el mar del Sur; por el Este con la cordillera, y por el Sur se extiende la jurisdicción civil algunas leguas más allá del Biobio; pero la espiritual comprende hasta vastí- simos límites, y se reputa alcanzar donde la re- ligión haga prosélitos, hasta el mismo Cabo de Hornos. Desde luego comprende la vasta Isla de Chiloé, sus islas y establecimientos adyacentes, y el Archipiélago Chonos. Tendrá de largo la pro- vincia, entre los ríos Biobio y Maule, como 40 leguas, y de ancho entre el mar y la co. dillera de 20 á 25, más ó menos, según la disposición de va- lles y terrenos. Varios ríos, que todos nacen de la cordillera, interceptan su suelo y forman amení- simos valles: cuéntanse por principales el Maule, Laja, Itata, Nuble y el Biobio; ninguno navega- ble sino en balsas, á excepción del último, que admite barcas hasta cuatro leguas de su boca. Entre varias pequeñas lagunas de que abundan los valles y cañadas que forman esta provincia, hay tres considerables, que son: la de Quinel y la de Avendaño, situadas alas inmediaciones del Itata, y distantes 18 leguas de la capital, y la otra en el partido de Chillan. En la primera dicen que hay perlas de buen oriente, cuya pesca descuidan los naturales por desidia. En la de Avendaño, dice D. Cosme Bueno, que se hallan caballos ma- rinos, pero la relación y descripción que hacen de estos anfibios, y su comparición con los ca- ballos terrestres, están poco verosímil, que, ó es un animal imaginario, ó cuando más, alguna es- pecie de foca, con que se les puede asemejar por tener los pies á manera de aletas, y no será ex- traño que los no acostumbrados á esta clase de objetos, no acierten con una descripción legí- tima. Los partidos de la Intendencia, son: el de la capital Concepción, cuyo corregimiento antes de la ruina se ceñía á la ensenada que forman las lo- mas altas en el contorno de la ciudad destruida, pero ya se extiende hacia el Sur hasta el Biobio, y costa que corre hasta su boca, con todo el Hualpeny Talcahuano. Además del curatode la Catedral tiene los de Hualqui y Talcahuano. Cauquenes, que su corregimiento se contenía en el de Maule, pero por su mucha extensión se estableció aparte al Sur de este río. Confína la ju- risdicción de Cauquenes por el Este con la cor- dillera, por el Oeste con el mar, por el Sur en la parte alta con Chillan, y bajando para la costa con el de Itata. Es su capital la villa de las Mer- cedes de Manso, á orillas del estero Tutuben. Tiene tres curatos; el de la Capital, el de la Isla de Maule y el de San Francisco de la Puerta, con convento de franciscanos. Abunda en gana- dos y tierras de pan llevar. Chillan, que sigue al Sur del anterior, y con- fina por el Este con la cordillera, por el Oeste con el de Itata, y por el Sur con el de Puchacay. Tiene por capital la ciudad de San Bartolomé de Gam- boa, cabildo, iglesia parroquial y tres conventos, de Santo Domingo, San Francisco y Merced. En 1753 se erigió el de San Francisco en colegio de misioneros apostólicos destinados de España para la conversión de infieles y salen también á hacer misiones por todo el obispado. Pertenece á este corregirriiento el curato de Perquilaben. Además de los frutos de la tierra y matanzas de ganados, tiene este partido la utilidad de finos vellones de lanas de que hacen algunos tejidos; y sus campiñas son hermosas y despejadas, y produ- cen con abundancia (i). Itata, que sigue al Sur del último, confinando por el Norte con el de Cauquenes, por el Este con el de Chillan y parte de Puchacay, y por el Oeste con el mar. Tiene dos villas en su jurisdicción, la de Jesús y la de María, y se extiende hasta más allá del Itata: tiene corregimiento, tres cu- ratos, el de Quipolemu en la villa de Jesús, y los de Ninhue y Quirihue; y comercia en trigos, vinos, sebos, charques y curtidos. Puchacay, que sigue al Sueste del anterior y confina con él por el Norte, con las orillas del Biobio por el Sur, con la jurisdicción de Con- cepción por el Oeste, y con los términos del Rere por el Este. Es su capital la villa de San Juan Bautista de Hualqui, y tiene dos curatos, el de Conuto y el de la Florida. Su comercio es en los mismos artículos que el partido precedente, Y ej de Rere, que confina con el anterior por el Oeste y Noroeste, y por el Este y Sur con los tér- minos y jurisdicciones de las plazas de la fronte- ra. Es su capital la villa de Buena Esperanza, llamada ya San Luis Gonzaga, alias la Estan- cia del Rey, en donde tiene un curato, y su co- mercio es como en los partidos antecedentes. Algunos de los referidos curatos tienen una (i) Fué fundada la capital por Rui de Gamboa en 1580. Molina: Historia de Chile, escrita en italiano, página 190. " COKHBTAS DBSCUBIKRTA Y ATRBVIDA 385 uratode la huano. se contenia [tensión se nfínala ju- son la cor- el Sur en ra la costa le las Mer- Tutuben. 1 de la Isla la Puerta, la en gana- rior, y con- 1 Oeste con icay. Tiene né deGam- conventos, Merced. En 1 colegio de íspaña para •ién á hacer nece á este :n. Además le ganados, os vellones idos; y sus ¡, y produ- confínando ^ el Este con por el Oeste urisdicción, ende hasta to, tres cu- ie Jesús, y i en trigos, iel anterior 3 orillas del in de Con- rminos del lia de San curatos, el srcio es en icedente. Y rior por el con los tér- ! la fronte - esperanza, la Están - o, y su co- identes. tienen una le Gamboa en italiano, gran extensión, como de 13 ó 20 leguas, y se in- troducen en otras provincias, por lo que deberán pertenecer á entrambas. Hay varias parroquias rurales que administran el pasto espiritual á va- rios colonos que se extienden por los valles y que-_ bradas de la provincia, sin hacer poblaciones for- males; aunque ya el Intendente, en 1789 había podido reducir á tal, algunas habitaciones dis- persas. El autor, después de haber reconocido los al- rededores de la capital y bahía hasta cierto pun- to, examinó también parte de las orillas del Bio- bio, Norte y Sur hasta la plaza de Santa Juana, espacio de 14 leguas; y á juzgar de toda la pro- vincia por la parte que vio de ella, opina que abunda de excelentes terrenos para pan llevar, que casi toda se cubre de bosques de hermosísi- mos árboles de que se visten todas sus monta- ñas, muy apreciables unos por sus maderas y otros por sus frutos, que la mayor parte del país es montuoso, y que sus montes suben hasta el pié de los Andes, donde vio llanos dilatados ha- cia el volcán de Tucapel, y que los ríos que en- tran en el Biobio forman algunos interesantes valles, capaces de la mayor población,.si la poca vecindad de los indios los constituyeran tranqui- la morada. Constituye la parte más principal de la In- tendencia, la población que se halla al abrigo de los presidios en ambas riberas del Biobio. Los presidios están situados en la parte Sur de la provincia á las orillas de este rio, ya á la del Norte, ya á la del Sur, en los parajes más opor- tunos, bien para cerrar el paso al enemigo, bien para protejer las poblaciones; y corren, empe- zando desde la cordillera para el mar en este or- den: en la orilla 'Norte 6 de la parte de acá, Santa Bárbara, Puren, Angeles, Tucapel, Yum- bel, Talcamavide y Concepción; y en la parte de allá, el Nacimiento, Santa Juana, San Pe- dro, Colcura y Arauco. Estado militar. Las fuerzas destinadas para la guarnición de estas plazas consisten en dos batallones de tropa reglada, el primero de siete compañías de infantería, y el otro, que vino de España en 1770 con el nombre de batallón fijo de Chile, consta de seis de infantería y una de artillería. Hay además un cuerpo de seis compañías de caba- llería, que se distribuyen en las varias plazas y otros servicios también hay diez compañías en los distintos pirtitlcs, crmpuestas de vecinos alistados para f ervir en los alzamientos y casos necesarios con sa& armas y caballos; y varios ca- béis y sargentos d.: asamblea para que los disci- plinen. Se componen estas tropas, de criollos del país, que son buenos soldados, según se acredi- taron en varias ocasiones en la guerra contra los indios sus comarcanos; gente valerosa, (|uc aun- que no disciplinada á la Europea, pelea ci>n obs- tinación y con cierta táctica qu<; le es propia. No será fuera de propósitvi dar una idea de las plazas que constituyen las fronteras chilenas. Las distancias, al paso que abultan ó disminu- yen los objetos, alteran también el sentido de las palabras; y así, no se entienda que estas pla- zas sean fortalezas como las que tienen tal nom- bre en Europa. Las falsas ideas que se fijan á los vocablos, son el manantial de nuestros erro- res. Tanto el hombre público como el particular deben conocer el verdadero estado de las cosas. Los fuertes que visitó el autor, se parecen á los de Chiloé, y no son en realidad más que unos fuertes de campaña, capaces de poca guar- nición y de resistir solo á los indios. El fuerte de San Pedro se halla al otro lado del Biobio, y es el primero que se encuentra frente á la ciudad de Concepción. El rio tiene de ancho en esta parte 2.700 varas ó 18 cua- dras (r) que es como cuentan allí y en muchas partes de nuestra América. Ivl fuerte, y una corta población que protege, pegada contra las barrancas de la orilla del río, forman un paisaje de nacimiento: las casas son chozas de pobres vecinos y de algunos soldados de la guarnición. La fortaleza es un cuadrado con cuatro peque- ños bastiones, cercados de estacada y rodeados de foso, excepto por el frente del v'm, que baña su pié: toda la obra es escavada en el propio te- rreno, y así no se gastan ni ladrillos ni mampos- tería, y la excavación del foso figura toda la for- taleza: se guarnecen sus baluartes con pequeña artillería de campaña, y encierra en su recinto dos ó tres edificios militares para la guarnición; y alrededor de él hay varios pequeños huertos, que cultivan los militares y vecinos. El fuerte de Porcura, que no se hallaba en tan buen estado como el antecedente, está sobre una loma, y tendrá unas 100 varas cuadradas de área; su cortina estaba encorbada, tenía á su in- mediación algunos pequeños ranchos, y no prote- gía algún terreno de consecuencia. El Santa Teresa parece de los más bien situa- dos, entre el río y una laguna, y la parte que queda abierta se cierra con competente estacada. Guarda uno de los pasos por donde se vadea el río, cuyo mismo vado defiende también la opues- ta plaza de Talcamavide; y ojalá estuviese me- jor despejado y expedito el terreno que yace á la inmediación del fuerte, y no dejasen que se criara yerba, matorrales y broza. Los vecinos, (i) La cuadra tiene 150 varas castellanas, y en ouos reinos de América es más ó menos . El río tiene profundidad para barcos, pero muy desigual el fondo, como se deduce de la práctica de pasarlo en balsas. 7i :i i:,l m BÉ j. IMAGE EVALUATION TEST TARGET (MT.3) / O {•/ ^" ^^ í/^ fA 1.0 l.l ':; ■* lili , |3A lililí 44 0 2.0 L8 L25 |||||u_ 111.^ ú Photographic Sciences Corporation / ./ .^ 23 WEST MAIN STREET WEBSTER, N. Y. 14580 (716) 872-4503 iV 4. " Qiiin- tules Carne Quin- tales Charq Quin- tales Grasa Quin- tales Seto. Cueros. Qui- jadas. Len- gua!. Diezmo ., Consumo. Salazón.. Tasajo. ... 400 500 3.CXK) 1. 100 la.ooo 2.30Q 85 510 187 85 510 .87 500 3.000 1. 100 1 .000 6,000 a. 300 500 3.000 1. 100 Sumas.. 5.000 13,000 a.aoo 782 783 4.600 9.300 4.600 Reducción de productos á pisos corrientes. 1 .000 quintales de carne salada vendidos en Montevideo á 20 rs 2 . 500 S .000 dichos de id. registrados para Espa- ña y vendidos allá á 6 pesos 30.000 6.000 dichos de id. remitidos de la Casa ii id 36.000 Charque. 2.200 quintales vendidos en Montevideo á 2 pesos 4.400 Grasa. 782 quintales de grasa á 4 pesos. . . , 3 . 128 Sebo. 782 quíntales de sebo á 4 pesos 3.128 Cueros. 4.600 cueros al pelo vendidos én España á 3 pesos 13.800 Quijadas. 9.200 quijadas á medio real 575 Lenguas. 4.600 lenguas á 1 is 5^5 Retornos. Fletes de retornos del Bergantín y el Ber- tiz 6 . 000 18 por 100 de ganancia en el retorno del dinero de España: 14.364 Pesos ,. . . 114.470 GASTOS A LO SUMO En particular carns de Monisvidso. 500 barriles 500 das. Z/M- guaf , .000 ,00o .300 500 3.000 I. IDO. .300 4.600 4.400 3.128 3.128 575 575 500 CORBETAS DESCUBIEtlTA Y ATREVIDA 589 Suma anteriou 500 Carne registrada para España. 2.500 barriles 2 . 500 1 Seguro de su importe A 2 y '/, por / 100 750 ' 7 .066 Flotes por barril 3-750 \ Almacenaje y descarga 66 ' Carne remitida para la Casa. 3.000 barriles 3 . 000 Seguro de su importe á 2 y '/, por 100 900 I Seguro de las 3 '/^ de los barcos á 3 y V, por 100. 625 ) 15.705 (Jente de mar 4.084 Recorridas 4. 500 Ranchos 2. 500 Almacenaje y descarga 96 Grasa, 160 barriles 160 Sebo. 1 60 barriles Ciieros. Seguros á 2 y '/, por 100. Almacenaje y descarga. . 345 36 23 barriles. 23 barriles. Quijadas. Lenguas. 160 381 23 23 Fletes de vuelta. Avería 600 Retornos de España . Seguro de las V* de los barcos á 3 y '/» por 100. , 625 I Salarios de la gente de la es- tancia S'699 1 Pan, yerba, etc i . 6 1 2 £n general. ¡Sales 11.500 Conservación de la Chalupa. . 600 (Factorías..- ii-447 56.101 Presupuesto de lo necesario para emprender el negocio. Para 12.000 quintales de carne, 6.000 ba- rriles 6. 000 Para la grasa y sebo, 320 id 320 Para quijadas y lenguas, 46 Id 46 Para seguros de la carne remitida ;'or la Casa •• 9'^ Para seguro de los barcos 625 Para ranchos 2 . 500 Para recorridas ^ 4-5°° Para almacenaje y descarga de la carne. . 96 Para seguro de cueros 345 Suma pesos 15. 332 ^•^ -.- Vií^tgL:.-» Suma anterior «5-332 Para almacén y descarga 36 Para salarios do la gente de la estancia. . . 5 •''99 Para atrasos de id 2 . 849 Para id. de la id. de mar 2 . 040 Para sales, incluso gastos de Zuraaca y Balandra 11. 500 Para conservación de la Chalupa 600 Suma PESOS 38.056 Dése que la Casa deba 50.000 Dése que se la suplo por la anterior cuenta . 40 . 000 Quedará empeñada en deber 90.000 Tiene de productos anuales. . . . 114.470 Tiene de gasto 56.101 La restan cada año 58.369 Pague el inteiés de 90.000 pesos al 6 por 100 5.400 Le restan aún 52.969 Dése que pierda por casos ines- perados 22.969 Tendrá cada año sobrante lí- quido lo . 000 I T» , , . 1 90.000 Pagará en otros dos anos 60.000 ) Ha emprendido, á la verdad, un comercio de esta especie con la Habana el hacendado D. Juan Balbin: tiene una fábrica dirigida con buena economía, en las inmediaciones de aquella plaza, camino de Maldonado, y sus exportaciones no han sido indiferentes; pero como quiera que di- cha fábrica carece de fondos, y que por otra par- te no aspira á aquella perfección que se solicita en Europa, de ningún modo el proteger la una destruiría esotra, tanto más, que es natural que la protección del Gobierno no sea violenta, diri- giéndose á la sola preponderancia en la balanza contra el extranjero, sin envolver igual especie del comercio nacional. Sucede á este ramo, el de la sal, que tantas veces ha hecho creer en Europa la imposibilidad de una conducta fácil á Montevideo ó á los de- más parajes en donde fuese necesario transpor- tarlo para el aprovechamiento de la corvina y del bacalao. Hasta aquí ha sido costumbre en Buenos- Aires d traerla por medio de carretas, desde la Laguna, que está unas 150 leguas al Sursudoeite: se juntan en una especie de caravana, cuyo to- tal subirá anualmente de 300 á 350: cada carreta carga 16 fanegas. Esta sal, que suele costar dé seis á ocho pesos la fanega, es tan buena, que no se ha deshecho puesta un año en el tocino. No le es muy inferior la sal del puerto de San José, en dotide unas 12 ó 15 carretas pudieran amon- tonar en poco tiempo 10 ó 12 cargamentos de á í?*'' ■IW ■-•'mm¡: ■' 590 VIAJÜ ALREDEDOR JEL MUNDO ' 500 fanecas cada uno (i). Abunda igua... .^íte en el Rio Negro, pero h navegación es allí peli- grosa y sólo al alcanc " de embaixaciones de poco calado, cuando en el puerto de San José pueden entrar y cargar sin riesgo, las que á él se dirijan. Finalmente, en el puerto de San Julián, aunque (i) En 1785 informa D. José Salazar al excelen- tísimo señor Virey D. José de Bertiz, que en quince días, nueve hombres acopiaron 91 montones de más de una estatura de un Uombrc cada uno. no de tan buena calidad, es tanta, que además de poder abastecer cualesquiera salados, alean - zaria sola á proveer todas las provincias. La navegación hasta aqui poco segura por falta de pericia marinera y poco repetida por falta de objetos comerciables y de fondo, no ha establecido aún como único medio el conducir la sal por mar: en este caso abaratará aún mucho, y desde luego, há pocos años que se ofreció á cua- tro pesos fanega, traída del puerto de San Julián. Reflexiones políticas sobre los dominios de S. M, desde Buenos- Aires hasta Chiloé por el Cabo de Hornos. Una región que pareció hasta aquí abando- nada de los benéficos influjos de la vegetación, y que compuesta de costas casi inaccesibles, ba- tida de unos vientos constantemente tempestuo- sos y colocada en los extremos del continente, casi como un dique contra la cólera de las olas, parecía destinada á ser el asilo únicamente de los peces y aves silvestres, ha llegado, en fin, á excitar la codicia de los europeos; y después de haber sido la causa de unas desavenencias consi- tíerables (1), y haber fomentado una guerra (2), aún en el día amenaza nuevas discordias y exige en el Gobierno una atención seria y constante. El bergantín Carmen que ha navegado ea conserva de las Corbetas hasta jI Puerto Deseado, y que reconocidos luego los ríos de Santa Cruz y Gallegos ha regresado felizmente á Buenos- Aires, es buen testigo de la aserción que antece- de: más de 30 embarcaciones inglesas, francesas y americanas ó independientes, 6 realistas, esta- ban ocupadas en la pesca de la ballena en la son- da desde los 47 hasta los 39°. En la Isla de los Es- tados, al referir de la fragata francesa Ene Kar, había las barracas }■ demás utensilios necesarios para el beneficio de la pesca: en el río Santa Cruz y en el puerto San Gregorio se había in- tentado distraer los Patagones de nuestra amis- tad, se les prometía un establecimiento en el Puerto Deseado: no pocas veces habían inverna- do en el puerto Egmont varias embarcaciones e.xtranjeras: finalmente, á nuestras reconvenció-. (i) En el año de 1770 estuvo muy próxima una rotura con Inglaterra, por la expulsión de la colonia inglesa del puerto Egmont en las Islas Malvinas. (2) Los proyectos del ex-jesuita Falkaner sobre el internar por los Ríos Negro y Colorado hasta Valdi- via, vlebieron dar muchas esperanzas á la Inglaterra de ofendernos sensiblemente, y desde luego nos cau- saron unos gastos enormes. nes sobre el no frecuentar estos mares, respon- día el Capitán inglés Botel que tenía pasaportes de su Monarca: al mismo tiempo, varios buques ingleses y americanos (entre ellos algunos ber- gantines) transitan el Cabo de Hornos, visitan nuestras costas, y por consiguiente, en el año de 1789 puede considerarse ya, relativamente á esta parte, franqueada la doble barrera de los trata- dos y de la ni. .<.; pación. lya España, tn sus combinaciones, está siem- pre ligada con tres objetos difíciles de reunir- se sin que ^choquen y se ofendan mutuamen- te (i), y son: i.° sus fuerzas y ventajas; 2° sus relaciones en la balanza de Europa; 3." sus rela- ciunes con los indios moradores; y aunque en los países más fértiles, poblados y ricos de nuestras conquistas no pasen de los ya citados los pun- tos políticos de vista bajo los cuales ha de con- siderarse la Monarquía, ya las costas Patagóni- cas, á pesar de no tener circunstancia alguna fa- vorable, han llegado á abrazar todos estos obje- tos, en un grado tanto más interesante, cuanto más capaz es de un remedio temprano y opor- tuno. Que la internación de cualquiera fuerza eu- ropea por la costa oriental Patagónica sea un peligro imaginario, y un peligro que no debe ocupar ni un momento nuestro sistema defen- sivo, es punto tanto más decidido, cuanto más influyen los materiales acopiados, á hacer conocer la verdadera Geografía de esta parte del Conti- nente. Ya los Sres. Várela y Saá y Farria habían rebatido en Buenos-Aires estas ideas (2), cuan- (i) Axiomas políticos. (2) Documentos existentes en la Secretaría del Vireinato: el i." responde al Marqués do Sobre-Mon- te; y el 2." al señor Virey D. José de I ¡rtiz. " CORBETAS DBSCUBIBRTA Y ATKBVIDA 591 do el Piloto Villarino por el Este, y los Oficiales Ivspinosa, Orejuela, Piñuer y Callejas por el Oeste, intentaron examinar esta comunicación y descubrir los Césares y Extranjeros (i) estable- cidos entre los 43" de latitud y el Cabo de Hornos. Si se admite, pues, como base de nuestros razonamientos, que una invasión al Sur de Bue- nos-Aires y Chiloé pudiera más bien desearse que temer, en cuanto distraería con escarmiento propio algunas fuerzas enemigas, podrá redu- cirse ya la cuestión á unos términos más claros y sencillos, que son: i." ¿A qué pueden sernos útiles las costas Patagónicas? 2." ¿Cuáles son los medios de conseguirlo? 3." ¿Cuál ha de ser nues- tra conducta con los extranjeros así en tiempo de paz como en el de guerra? Muy poco debe ocuparnos el primer objeto después del examen algo prolijo que se ha he- cho del suelo Patagónico; una navegación escasa y violenta, unos puertos sumamente arriesgados, la falta casi absoluta de agua y leña; últimamen- te, unas naciones ó más bien tribus quietas y sin resorte alguno de los que constituyen ó el recelo de una guerra ó el cebo del comercio, muy luego dejan conocer que fuera reprensible el proponerla menor idea de establecimientos. Además de que, nuestro sistema de establecimientos temible ya en cualesquiera otras provincias, debe serlo aún más en la costa Patagónica, porque unos presi- dios en donde no hay el menor recurso ni para un comercio mediano (2), ni para una subsisten- cia cómoda, han de reemplazar precisamente con sueldos crecidos y con la nr ^ma malversa- ción de la Real Hacienda, la suerte de los em- pleados, quienes desde luego fabricaron sobre el mismo empleo la idea de una fortuna. Examinemos un momento nuestras colonias de la costa Patagónica y Malvinas, y para no re- novar á la memoria la cadena fatal de mil gas- tos enormes á que han dado lugar en tiempos pasados (3) examinémoslas únicamente in statu (i) No permiten estos discursos internarnos en la cuestión sobre la existencia de los Césares, y ade- más fuera inútil cuando el actual señor Vircy de Lima ha tomado la medida más oportuna para averiguarlo, que es la de los Misioneros, pero en cuanto d estable- cimientos internos extranjeros, que amenazaba el Ca- pitán Orejuela, el solo examen de una colonia sepa- rada del mar y aislada entre bárbaros en un suelo inútil, basta para rechazar aquellas ideas. ¡Cómo se asemeja nuestra situación política, á !a do un viejo rico y codicioso, al cual todo ruido parece el de los ladrones que intentan robarle! (2) Cóirase un velo sobre las especulaciones soe- ces de comercio á que ha dado lugar esta situación. Merecen una atención seria dtjl gobierno, en cuantos influyen en el modo do pensar de unas personas que pueden luego ser depositarías del honor nar'onal. {3) La muchedumbre de pobladores traídos de España, como ya se indicó hablando de Maldonado, y las expediciones malogradas de Puerto Deseado (jw). Nadií Ignóralas causas que dieron lugar á nuestro . .tableciniiento en el Puerto de la Sole- dad en las Islas .Malvinas; fueron irremediables entonces, pero después se han conocido ya sin acción, tanto más, que si no bastase á probarlo la misma reforma que se ha hecho en su pié de fuerza, población y asignaciones, lo evidencia- rían las repetidas veces que embarcaciones ex- tranjeras han invernado después ó en el puerto Egmont ó en los otros muchos que forman el la- beiinto casi incompresible de las Malvinas. Los establecimientos del río Negro y del puerto de San José, únicos que nos han quedado en la costa, ya no fueron dictados por combina- ciones útiles ó de comercio ó de defensa, sino por las órdenes de hacer establecimientos adap- tados á los parajes, en donde algún agua aunque salobre y un poco de tierra vegetal, prometiesen siquiera una subsistencia penosa á los pocos co- lonos: entre tanto que se proponían grandes ven- tajas de comercio, de construcción, de navega- ción y comunicación internas; que no dejaba de mezclarse el acostumbrado celo de la conver- sión de pocos indios errantes, y que se revivían las ficticias ideas de un nuevo País del Dorado en las latitudes casi inaccesibles; el Erario expen- día sumas cuantiosas y aumentaba la infelicidad de unos colonos cuya transmigración desde Es- paña era ya un paso opuesto á la prosperidad na- cional. ¡Oh, cuándo llegará la época feliz de la Monarquía en la cual los proyectos para la con- servación ventajosa de la América no envuelvan ni sacrificios graves del Erario, ni multiplicidad de empleados, ni un semblante de religión y ri- quezas que ya no admiten, ni el conocimiento del suelo, ni el del hombre (i), y en la cual no sea el Monarca el único móvil de los ensayos harto equívocos, costosos y multiplicados para la opulencia nacional! Finalmente, estas dos colonias , después de haber sido en su origen sumamente costosas, ha- ber interrumpido y casi cortado nuestra amistad con los Patagones (2) y habernos hecho sufrir un choque sangriento é ie;nominioso con. los indios Pampas (3) y haber casi recibido en el Puerto Deseado la memoria de la infeliz Colonia de Sar- miento en el Puerto del Hambre, absorben aún en el día 84.000 pesos fuertes próximamente, si y San Julián, ocuparían un lugar no indiferente en es- tas cuentas. (i) No parezca importuna esta digresión, en quien recorriendo las Américas las ve de cerca con ojos filo- sóficos. (2) Diario último del Piloto Peña, año de 17S9. (3) La muerte desgraciada del Piloto Villarino con otros muchos en el primer año del Vireinato del señor Marqués de Loreto, se ha cotejado verbalmente con un Oficial del regimiento Fijo de Buenos-Aires, que fué prisionero en aquella misma refriega, y en cuyo trato han manifestado aquellos indios, que ni son crueles, ni sordos á la dulzura y al agradecimiento. niS 59» VIAJE ALKBDRDOR DRL. MUNIK) " ae ha de juzgar por el promedio de cuatro años en el listado de cajas Reales de Buenos -Aires. ¿Ahora, cuáles son sus venta jas? ¿Tal ve/ el abas- to de sal en Buenos- Aires á precios más equita- tivos' Ni se ha conseguido, ni esta atención debe ser del Rey, cuando los particulares pueden car- garla si quisiesen impunemente; y cuando con una caravana de carretas, anualmente extraen de aquellas inmediaciones todo lo que quisiesen. ¿Será acaso la protec». 6n de la pesca ó cubrir del enemigo ó competidor un país inmenso? Aquella no tiene otra protección que la de los buquesde la Marina Real, respecto á que pueden darle ertca ees auxilios de gentes, pertrechos, escoltas, etc., y seguirla á medida que vaya siguiendo la ruta de los cetáceos ó peces que anhela: en cuanto á la saca de aceites ó á los salados, bastaría para trastornar todas sus medidas económicas el obli- garla á frecuentar uno más bien que otro paraje, el obligarla á emplear los suyos, ó los brazos ágenos en esas manufacturas fáciles y sencillas; además que ó el Erario cobraría e). equivalente, y es probable que la pesca quedaría recargada, ó el Erario lo sacrificarla en beneficio de ese nuevo ramo de industria nacional; y que no hay motivo para semejantes sacrificios, tanto más que la opu- lencia nacional nunca ha de prosperarsi son sacri- ficios del Monarca las ventajas del vasallo, siem- pre con aquella proporción que llevan las unas con los otros (i). En cuanto á cubrir todas las cos- tas inmediatas con aquellos puertos, es proposi- ción harto errónea para controvertirla; pero lo será aún má.j, cuando se asegure que ni aun á sí mismos pueden defenderse, dotados con un corto número de malcontentos é indisciplinados, y con una batería tal vez de cañones inútiles, en donde hay mil parajes para fondear )• hacer desem- barcos. Esta pintura rápida, puede casi en un todo aplicarse también al puerto de la Soledad en las Malvinas, el cual, en una guerra, igualmente que los dos establecimientos indicados, sería fácil presa de un corsario atrevido y bien armado, agre- gándose el poco tiempo que emplearía en esta conquista, para ajar más y más el honor del pa- bellón y del poderío nacional. Insensiblemente hemos venido á hablar de las pescas, único punto de vista, bajo el cual po- demos mirar como ventajosa á la opulencia na- cional, la costa Patagónica: se insinuó ya hablan- do de las escalas en Montevideo, que aun fomen- tadas consideiabl emente las pescas, serían poco (i) Es rarísimo el caso entre particulares (á no su- ponerse abusos), que la ventaja sea igual al sacrificio, pues entonces los males y bienes estarían en uiía exac- ta balanza. El Monarca, cuando media como contra- yente, no como legislador, no puedo mtínos de ser sacrificado, si se miran su amor al vasallo y la multi- plicidad de triímites por los cuales pasa el Bienhecho. útiles á aquella colonia, en cuanto exigía una economía indispensable, que evadiese toda ot..- sión de gastos superfinos. Por ventura, los ex- tranjeros, que con tanta ansia se han inclinado á la pesca de la ballena y á la adquisición de las grasas de lobo marino, pelucón ó león marino, y del pinguancho, nada dejan que desear en cuan- to al modo de calcular con seguridad sobre este importante ramo de industria: el huir de nuestras colonias, el navegar con poca gente, tener sus pasos libres, conservar las tripulaciones y hacer la aguada donde y como convenga; invernar á veces en uno ú otro puerto para el acopio antici- pado de las grasas; finalmente, el no ser moles- tados ni maltratados, sino únicamente auxiliados y dirigidos de la Marina Real, serán los prelu- dios positivos de la prosperidad ó decadencia de nuestra nueva compañía de pesca, emprendida con tanto amor al bien nacional, bajo la protec- ción del Excmo. Sr. Bailío D. Antonio Valdés. Los sucesos de la fragata Ventura, que arpo- neó en un mes 50 ballenas en el año de 1784 y re- gresó á Montevideo con 113 pipas de aceite, pa- recen deben inclinar la pesca hacia los paralelos comprendido:) entre el Río Negro y el Cabo Blan- co; pero también debe tenerse presente, que la es- cala verdaderamente ventajosa para los pescado- res, y sobre todo, el único paraje donde pueden invernar con facilidad y comodidad, es el puerto Egmont: una aguada cómoda, un puerto abriga- do, una abundancia grande de plantas antiescor- búticas y de^marisco, y sobre todo un puerto de- sierto, pudieran tal vez inclinar los pescadores hacia aquella parte, ó bien hacia el puerto de Año Nuevo en la Isla de los Estados, en donde, no sería prudente el invernar, particularmente en la alternativa con puerto Egmont. Pero no es la sola pesca de la ballena la que puede hacernos útil la costa Patagónica; D. To- más Antonio Romero, vecino y del comercio de Buenos- Aires, con un espíritu verdaderamente patriótico, y con bien meditados cálculos, apo- yados sobre un caudal no indiferente (i) ha pro- puesto la pesca y salazón del bacalao en el puer- to de San Julián y sus inmediaciones, con unas condiciones harto ventajosas á la Real Hacienda, mucho más si ésta se desentiende de la cesión de aquellos enseres, después de un término señala- do, y deja al libre albedrio del primer propieta- rio la inversión ó alienación de los efectos. A la verdad, las proposiciones de este vasa- llo pudieran tal vez combinarse con las de la nue- va Compañía Marítima, si se advirtiese que los fondos de aquélla no alcanzan seguramente á (i) Véase la noticia remitida desde Buenos-Aires al Sr. Inspector general de Marina. Merecen particu- lar atención las Memorias del celoso Ministro, el In- tendente pasado de Buenos-Aires, D. Francisco de Paula Sanz. f CORBETAS nnSCUBIERTA V ATRBVIDA 593 abarcar la sola pesca de la ballena, de modo que excluya al extranjero, y que el detall de una sa- lazón de una pesca sobre costas , con embarca- ciones menores, jornaleros, etc., y de unos car- gamentos dispuestos con cuidado, exigen unas atenciones bien diferentes de las que implica la pesca de la ballena, siendo probable que con tan- ta precisión haya ísta de evadií el Río de la Pla- ta, como la otra depender de él enteramente. No ocultaré á la rectitud del Gobierno, que á pesar de deber las colonias en cuanto al comer- cio, ser útiles y tributarias á la matriz, no deben no obstante, perder el derecho de emplear sus fondos en los productos de su territorio , siendo este el único derecho que les queda, cuando en la importación y en los cambios ya se les hace tri- butarios: sin este derecho, se hallarían sentencia- dos á una pobreza tanto más duradera, cuanto más se le estrechase el modo de explayar su in- dustria y de emplear ó formar sus propios fondos. Si como ya se ha indicado, es preciso que la prosperidad de la pesca dependa del no frecuen- tar el Rio de la Plata, por consiguiente no se han de emplear en ella resortes de su industria, y tal vez 6 no se han de admitir sus fondos 6 han de servir al fomento ageno, es patente que hay violación de derechos territoriales, y que la nue- va Compañía Marítima, ó se desentiende del be- neficio que debe producir, ó ella misma ha de ha- cer considerables sacrificios. Por ventura, examinadas maduramente las circunstancias de estas dos pescas, del bacalao y de la ballena, sale en claro que la naturaleza mis- ma de los intereses particulares, ha combinado que sea tan exclusiva la pesca de la ballena á la Compañía Europea, como debe serlo la del baca- lao á la colonia. En efecto, si se advierte que la economía y despachos de aquélla han de depen- der directamente de la Europa, y que al contra- rio, el detall, reparos, abastos, etc., de esotra, han de dirigirse precisamente desde Buenos - Aires, quedará bien demostrado que para sus mismas ventajas se ha de agregar á la primitiva compañía una subalterna para la pesca del baca- lao dirigida y manejada desde Buenos-Aires, ó se ha de malograr el semblante de esa nueva y útil ocupación de industria. En tal caso. Romero pudiera, ó con^.o nuevo accionista invertir el fondo proyectado en los en- sayos, en tal caso nada peligrosos, obligándole á los cuatro años á entregar toda la pesca á la Compañía, ó desde luego se le admitiría como di- rector en este ramo, que como se ha dicho, de ningún modo debe confundirse con el ramo de la ballena. Concluiremos esta pequeña digresión sobre la pesca, con advertir que de ningún modo debe tra- tarse de establecimientos en la costa Patagónica, mucho menos de establecimientos en los cuales f el Erario ó la Autoridad Real, tenga la menor parte, y que será muy útil ocupar ai principio lo» Pilotos Tafor y Peña, de la Marina Real, en unas navegaciones y proyectos mercantiles que exi- gen tantos conocimientos marineros, como buen sistema y harmonía en el trato con los Pata- gones. En cuanto á las embarcaciones de la Marina Real que protejan la pesca, alcanzarán segura- mente á todos los objetos, y no serán muy gra- vosas al Erariii si se componen de dos corbetas y dos bergantines en dos divisiones, á las cuales seguirá con intervalo de dos meses, ó desde Eu- ropa ó desde Buenos-Airrs una embarcación con víveres, que cumplida su comisión en puerto Egmont, adonde acudirían en diferentes tiem- pos las dos divisiones á tomar lo que necesita- sen, pudiera también hacer su retorno con acei- tes ó grasas. Estas dos divisiones deberían, aunque sepa- radas, reconocer un solo jefe, quien sería res- ponsable de todos los incidentes de la pesca y cruceros: darla sus instrucciones, y en un par de encuentros de las dos divisiores, la una al tiem- po de reemplazar los víveres, combinaría so- bre los reconocimientos hechos y las noticias adquiridas los pasos más acertados para el plan que había de adoptar. En general, las Malvinas, los Ríos de Santa Cruz y Gallegos, la entra- da del Estrecho d Magallanes, la Tierra del Fuego y la Isla de los Estados, serían la parte correspondiente á una división; mientras la otra cruzaría el mar comprendido desde el puerto de San Julián hasta los 37 ó 38°, se reconocerían los puertos con una conducta fundada sobre una disciplina firme, y con regalos oportunos se atraerían más y más á nuestra amistad los pocos habitantes de estas dilatadas costas, y si no me engaño, fuera fácil y no violento habitando al- gún tiempo entre ellos, enterarse á fondo, así de la geografía como de la población interior. Las fuerzas indicadas dotadas sin superflui- dades, así en cuanto á clases como al número de gentes, podían servir en la escuadra de evolucio- nes hasta fines de Agosto: navegar después uni- da cada división á la costa Patagónica, cruzar hasta Marzo y Abril del año siguiente, y luego restituirse á España: puede asegurarse sin te- meridad, que tomados oportunamente los puer- tos, dados á las tripulaciones unos intervalos su- ficientes de descanso y la precisa ropa de abrigo, aprovechados los guanacos, aves marítimas, ma- riscos, peces y plantas antiescorbúticas, y final- mente, explayada aquella mezcla de dulzura, aseo y disciplina, sin la cual el marinero español caerá casi en un momento de la tristeza á la en- fermedad, podrán conservarse buques y tripula- ciones, á muy poca costa, en el nejor estado y con una verdadera instrucción de la marina, lo- 75 H.:: li 594 VIAJB ALREDEDOR DEL MUNDO 1 iS ^'rarse una reforma de tantos buques c.xtraAos, (|uc senurnmentf no infundirán la mejor idea del respeto á que es acredora la Nación, en sus cos- tas y dominios. Bien se deja ver que las fuerzas indicadas bastarían para ahuyentar de las costas los pes- cadores extranjeros, ó para cobrarles una con- tribucii'>n que denotase siquiera el dominio. Pero fuera temeridad t;rave de nuestra parte el pene- trar en los arcanos del Gabinete, ni al hombre filósofo le será jamás lícito el mover la menor idea que pueda conducir á unas hostilidades ó á una Ruerra, siempre perniciosa, no menos al Monarca que á sus vasallos. Finalmente, hemos de rechazar una dificul- tad que pudiera oponérsenos sobre el abandono del Puerto de la Soledad en las Malvinas, y es la abund.-'ncia de (ganado que allí existe, y que se multiplicaría mucho con ventaja de los enemigos en tiempo de una guerra: en cuanto á los edifi- cios, desde luego creo que es corto sacrificio el abandonarlos, cuando se haga memoria que aun en el día, además de la manutención de la cor- beta guarda-costas, cuesta el Puerto de la Sole- dad ¿4.000 pesos al año (i). No hay dudas que estos ganados no deben de- jarse si se abandona el Puerto de la Soledad, pero puede sacarse grande ventaja de su actual existencia y conocida multiplicación cediéndolos á particulares de Buenos-Aires, que se obliguen á costear el regreso de los empleados y colonos, así de este establecimiento como de la costa Patagónica, y á proveer en lo venidero á la sub- sistencia de los colonos, dándoles tierra para labor. Esta sola combinación cortaría muchos cálcu- los intrincados de las Cajas Reales, que con el tiempo serían indisolubles, y un sacrificio apa- rente arrastraría tal vez unas economías sólidas, que nunca pueden ligarse con la Administración Keal de América. Con el puerto Egmont, oportunamente desier- to, se ofrece á las escuadras que en lo venidero hayan de pasar al Perú, particularmente en tiem- po de guerra, u.i verdadero asilo para el des- canso y aguadf^s que le son necesarias: es, sin duda, preferente á cuantos hasta aquí se han propuesto para este fin, y con la seguridad de poderlo tomar sin exponerse á los vicios y á las deserciones que tanto extrago hacen en los baje- les de la Armada, podrá una escuadra no expo- nerse á los riesgos á que le expone ó un embar- que excesivo y empachoso, ó una administración mezquina del agua dulce: fuera importuno el precisar ni á esta ni á otra escala los buques que comunmente transitan al Sur, sean de la Ma- (i) Véanse los Estados de las cajas Reales de l'.uenos-Aires, afio de 1788. fina Real ó del comercio, aunque en los prime- ros merezca ya alguna atención el modo en que salen de Cádiz (i). Tal vez la única ó la prinr pal razón que mo- vió al líxcmo. Sr. Marqués de Loreto á no prote- jer, antes bien, á oponerse á los proyectos útiles de la pesca, fué la del comercio ilícito, contán- dose que muy luego alguno de los puertos de- siertos de la costa Patagónica seria el nido adon- de reunidos extranjeros y nacionales cambiarían la plata, ilícitamente extraída, con géneros de una introducción ó prohibida ó recargada de de- rechos. Esta idea, hija á la verdad de un celo distin- guido á favor de la Real Hacienda, acarreó y puede acarrear de nuevo consecuencias funestas á la pesca, no sólo obrando directamente como hizo entonces, si también interponiendo algunos estorbos que, á pesar de influir muy poco en el bien, puede, empero, causar perjuicios de mu ha monta: la pesca es uno de aquellos ramos indus- triales cuyos riesgos son muchos, las ganancias moderadas y las especulaciones y combinaciones tan varias y extendidas como el Océano que las suministra. Si los recelos del contrabando le pu- siesen la menor traba; si se le obligase á ir á uno más bien que á otro puerto; si se le ciñesen por el Gobierno las estaciones, los plazos ó los para- jes de su industria; si no se le dejasen combinar en sus dilatados viajes de ida y /uelta algunas otras expeculaciones, ó relativamente á los cam- bios con los indios, ó con relación á algunos productos úfiles de hs costas desiertas que fre- cuenten, debe temerse que el ramo de indus- tria sea violento, y que unos precios muy altos, al abrigo de la exclusiva, hagan que la Nación pague con sus sacrificios la ganancia de pocos particulares y los gastos de una administración siempre costosa en la Corte (2). Ya el examen algo prolijo de la costa Pata- gónica Oriental nos ha llevado á la demostración casi evidente de las verdades siguientes: i.* Que conviene abandonar todos ios establecimientos, incluso el del Puerto de la Soledad, porque ade- más de ser muy gravosos al Erario y violentos al vasallo, sólo sirven en tiempo de guerra para comprometer más y más nuestras fuerzas marí- timas; siendo fácil, por otra parte, la verificación de este abandono sin el menor recargo de gastos, con la sola cesión de los ganados de Malvinas al que haga todos los transportes y ocupe las pocas (i) La fragata Liebre ha llegado hasta la Isla de los Estados, consumiendo el agua que llevaba sobre Bocas . (2) El existir en Madrid la dirección de la Com- pañía de Filipinas, hace que la Casa comisionada de Cádiz tenga un 4 por 100 do comisión en las negocia- ciones de Cádiz: si la dirección estuviese en Cádiz, ó los gastos que causa, ó la comisión, se evitarían segu- ramente . ( SSS^Íi •^ COKB'ITAS OBSCUBIBRTA Y ATRBVIOA 595 f ÍRmilias del rio Negro (i) en el Rio de la Plata. 2.' Que la pesca es el único producto que pode- mos sacar de aquellas costas dilatada^i, pero ha de dirigirlas la economía, excluyendo todo esta- blecimiento y trabas, y ha de protegerla la Ma- rina Real apartando A los extranjeros, según lo toleren los tratados ó antiguos ó recien hechos: podrán lograrse algunos cambios con los Pa- tagones, muchos conocimientos del pais interior, y unos v'nculos nuevos de amistad recíproca que nos afiancen su fidelidad. 3.' Las escalas en la costa Patagónica, para los buques que transi- ten al mar del Sur, son muchas é irremediable- mente comunes á nosotros y á los extranjeros; no debe precisarse á ellas á embarcación ninguna mercantil, mucho menos en tiempo de guerra; para la Marina Real, particularmente si nave- gase con transportes 6 escuadras numerosas, la del puerto Egmont parece la más segura y có- moda, suponiendo que dicho puerto se conserve desierto. 4.' Finalmente, que no debe absoluta- mente pensarse en recelos, ni de establecimien- tos, ni de invasiones enemigas, que sólo servi- rían en escarmentarlos: las pocas y débiles em- presas de particulares que sin intervención pú- blica del Gobierno intentan pequeños estableci- mientos ya en una, ya en otra parte del globo, pueden ahogarse en sus mismos principios, de- jando á los buques de la Marina Real el ejecu- tar por sí estas p : • í as providencias, bajo el semblante de una dureza natural, tal vez adop- tada de 1: nismas naciones sobre las cuales se explaya: así muchas veces no se comprometerían las Cortes, y el particular intruso llevaría el es- carmiento correspondiente. Pasaremos rápidamente las Tierras del Fuego y la costa Occidental Patagónica, cuya época de merecer la atención de los Europeos, parece ó no debe llegar jamás, 6 á lo menos ser suma- mente remota y fuera de nuestros alcances. El puerto Inchin (2) y los del Sur de Chiloé, serán siempre el asilo único de una embarcación, como el Pingue-Ana, destituida de cuantos medios con- tribuyen á una subsistencia aunque penosa en el mar; ni el arrimo á aquellas costas particular- mente para una embarcación que esté en muy mal estado, dejará de arredrar muy luego á los que le comprendiesen en sus cálculos: un poco de agua y algún marisco nunca serán un cebo suficiente para escalas, después que bien conoci- das la Tierra del Fuego, las Malvinas y la Isla de los Estados, y franqueados á la navegación otros auxilios que los que estaban al alcance del Almirante Anson, ya ninguna embarcación podrá (i) No hubiera inconveniente en dejarlas, incli- nándose á este partido si el Gobierno se desentendie- se de su sustento, defensa y prosperidad. (2) Véase el viaje de Anson; lo ha reconocido el Piloto Machado en 1769. hallarse en las mismas circunstancias en que en- tonces estaban el l'ingite'Ana y el W'ager. Se nos presenta ya la Isla c'e Chiloú, la cual por su situación, clima )■ productos ha ocupado desde el año de 1778 la atención del Gobierno. Esta isla, como ya se ha indicado no es escasa de pobladores, abunda de muchos productos úti- les, tiene buenos pu.rtos y es el verdad' ro prin- cipio de la dominación española en cl mar Pa- cífico. Pero como hasta aquí se ha dicho, han de dividirse en su examen político ios objetos mer- cantiles de los militares, y ligarse con unos y otro;i la prosperidad nacional y la economía del Erario. Es efectivamente singular la vista de los muchos errores políticos á que expone el no di- vidir las materias entre sí; la defensa se fija á veces en parajes donde no pueda concurrir el co- mercio, y el comercio se fija luego en parajvs indefensos, de suerte que la Nación en éstos y el Erario en aquéllos, sufren iguales sacrificios, y se multiplican los puntos en los cuales pue- de el enemigo hostilizar y ofendernos, aumen- tando además nuestra imposibilidad de fijar un sistema de defenaa, 'opinaba D. José Orejue- la en sus propuestas • i Excmo. Sr. D. José de Gálvez, que para "orientar la isla de Chiloé, debían obligar , á hai < r escala en el puerto de San Carlos luilos los buo iCs que transitasen al mar del Sur, de suerte que la compra de pocas verduras ari istrase los extravíos y tal vez la pérdida de muchas embarcaciones: para in- sistir en la reconquista de Osorno, suponía que la población de Chiloé fuese evcesiva, cuan- do los diferentes censos nos indican uo sólo que es muy corta en proporción del suelo, que puede ser capaz de labor y del comercio de ta- blas y pescas, á que puede dedicar una parte considerable de sus brazos, si también que dis- minuye rápidamente (r) por diferentes causas, de las cuales se han indicado ya algunas, y otras se apuntarán muy luego. Dejemos á un lado estos y otros proyectos, y ocupémonos únicamente del recto conoci- miento de la isla. Puede establecerse en primer lugar como axioma, que la administración de tri- butos, derechos y diezmos, es tanto más nociva al contribuyente y tanto menos útil al Erario, cuanto mayor es la distancia del centro y buen orden de la Monarquía, y más inasequibles los esfuerzos para el remedio de cualesquiera abu- sos. No parezca temeridad el asegurar, que aumentadas considerablemente las contribucio- nes de los Chilotes en este siglo, al mismo tiempo la población ha disminuido de la mitad, y i. I 596 VIAJH ALREDEDOR DEL MUNDO el Erario se ha visto recargado de un situado doble, no habiendo además en el puerto de San Carlos ni una fortificación que pueda alejar un solo buque enemigo, ni un soldado cuyas armas no quede dudoso si han de obrar contra el invasor ó contra su mismo Soberano: son buenos testigos Jos ores. Tova, Valdés y Quintano, que pasaron á Castro, del grave daño que produce al contri- buyente ese pequeño tributo que se le exige. Las tablas han de presentarse en un plazo deter- minado sean los que fueren los tiempos, las estaciones y los obreros, además que muy poco fundados son los cálculos que fijan la con- tribución y sustento sobre el producto de un suelo ageno, inundado de gente militar y ene- miga del nombre español (i). Por falta de caminos y de cobradores, el ha- Ditador de la parte meridional de la isla sacrifica á veces su salud y su labranza para traer á las Cajas de San Carlos solos cinco pesos, que por lo común no producen al Rey sino otros tantos de gasto (2). Entre tanto un cuantioso número de soldados y ministros de la justicia corre de un extremo á otro, no para cobrar periódicamente este tributo, sino para oprimir á los que omisos ó imposibilitados no le hayan pagado: usurpa, vende y nada trae. La población de San Carlos toda se mantiene del sueldo del Rey, y de las vejaciones que de allí dimanan á la restante provincia, y finalmen- te, un país en donde ni el mismo alimento alcanza á las necesidades, es un nido de pleitos y de un enjambre de escribanos. Pero ¿á qué hacer una descripción importuna de aquellos inconvenientes, que hijos más ^ien de una constitución errada (3) tantas veces han llegado á los pies del Trono, y no se ocultan al que vea de cerca esos dominios extensos? Baste decir que aun sin el aumento de la cuarta com- pañía de tropa veterana, aprobado ya por S. M., el importe del situado anual que se remite desde Lima es de 22.000 pesos, á pesar de lo que produ- cen tributos, alcabalas, tabaco, aduanas, papel sellado y servicio personal de los milicianos. Esta reflexión debe ser tanto más sensible, y guiarnos para las medidas que se propongan, (i) Esta expresión de la cordillera fronteriza á Chiloe, es irónica y alusiva d las ponderaciones do los proyectistas. (2) Los Oficiales ya nombrados encontraron un contribuyente de Cucao, que empleaba cinco días en venir A San Carlos, y otros cinco cu volverá su casa: lo era preciso ir al Sur para coger el único camino que hay de comunicación, (3) Admírese en hora buena la legislación y siste- ma nuestro de Am¿rica: siempre será verdad que su ejecución es iuasüíiuiblo según se ha demostrado en los axiomas [.roliminarcs, y que variados el sistema militar de la Europa, nuestras relaciones con los in- dios no conquistados y el mismo número de éstos, debe variar precisamente el sistema político y militar. cuanto que el comercio de Chiloé, favorecido de unos productos industriales y mucho más de su posición aventajada, debiera conservar, antes bien, aumentar vSu masa circulante, principio de la prosperidad. La Isla de Chiloé (i) extrae hoy en día 200.000 tablas de alerce: 106 12. 000 jamones, seis ú ocho ponch i finos de valor de 60 á 80 pesos, 900 á 1. 000 de los que llaman ioltcnes del valor de 10 á 12 pesos cada uno: como 2.000 bordillos (2) que el Rey abona á peso en el cobro de tributos: 100 colchas bordadas (con poca diferencia) , de valor de ocho á nueve pesos: de 50 á 60 quinta- les de bacalao seco de valor de 11 á 12 pesos quintal: de 30 á 40.000 sardinas curadas que se regulan á dos pesos el millar: corta cantidad de sayal y menor de lienzo burdo, cuyos efectos, respecto á los valores y cantidades citadas, y puestos á cuatro reales cada jamón y cada tabla á real y tres cuartos, resulta por valor próximo de los géneros de industria, que la exportación equi- vale á 54 ó 56.000 pesos anuales: cantidad no indiferente si se advirtiese que pudiendo la isla suministrar abundantemente para el sustento, y aun en mucha parte para el vestido, quedaba este sur- plus en beneficio de los objetos de lujo, para una vida más cómoda, cuyos influjos benéficos serían muy luego el progreso de la población y el mismo progreso de la agricultura y de la indus- tria: pero los tributos, el tabaco, alguna ropa de abrigo y una excesiva opresión en los cambios, dimanada no menos de la suma necesidad de los unos, que del abuso y estanco en los otros (3), absorben esa cantidad de parte de los indios, mientras de parte de los criollos la holgazanería dimanada en mucha parte de los sueldos habi- tuales del Erario (4), los pleitos, la existencia de un sin número de asalariados, y los pocos mer- caderes publícanos que siguen siempre esta cla- se de colonias, devoran la demás parte, en la cual el Rey es también, como se ha visto, un contribuyente de no poca monta. En general, el cambio de estos efectos se hace del modo más perjudicial, pero sí el único, que permiten la falta de circulación y la extrema miseria de la industria rural ó del suelo. El que vive de su trabajo vende sus frutos al (i) Son noticias verídicas y bien detalladas del Piloto Moraleda, comparadas coa las que hemos ad- quirido en el mismo terreno. (2) Bordillo es una especie de poncho tras basto y angosto que los toltenes. (3) El Intendente Gobernador Hurtado había dis- puesto un Arancel para el valor de todos los géneros de importación: era justo y equitativo, pp— difícil á llevarse á debido efecto: se ha abaudonado posterior- mente, (4) Todos los soldados en Chiloé son criollos ca- sados; sus vicios, sus ardides y los de sus mujeres, producen una nueva circulacióu gravosa al Erario y á la población. Ir hiloé, favorecido de y mucho más de su ra conservar, antes ;ulante, principio de le hoy en díaaoo.ooo jamones, seis ú ocho ) á 8o pesos, 900 á tenes del valor de 10 10 2.Q00 bordillos (2) el cobro de tributos: poca diferencia), de : de 50 á 60 quinta- r de II á 12 pesos inas curadas que se corta cantidad de :do, cuyos efectos, itidades citadas, y jamón y cada tabla por valor próximo de la exportación equi- nuales: cantidad no iue pudiendo la isla : para el sustento, y estido, quedaba este bjetos de lujo, para s influjos benéficos ) de la población y :ultura y de la indus- aco, alguna ropa de íión en los cambios, ima necesidad de los co en los otros (3), arte de los indios, illos la holgazanería le los sueldos habi- itós, la existencia de s, y los pocos mer- en siempre esta cla- demás parte, en la mo se ha visto, un nta. de estos efectos se ial, pero sí el único, ulación y la extrema ó del suelo, ) vende sus frutos al ' bien detalladas del on las que hornos ad- de poncho rrás basto or Hurtado había dis- dc todos los géneros litativo, n<"'> difícil á ibaudunado posterior- >hiloé son criollos ca- los de sus mujeres, I gravosa al Erario y CORBETAS OESCUBIKRTA Y ATRIiVIOA 597 precio ínfimo que alcance, y el que por la pose- sión del fondo necesario para proporcionar el cambio, le prefija aquel precio, al mismo tiempo sube excesivamente el valoi- de aquellos efectos que le suministra en cambio. El comerciante en un país de esta especie, es un cedazo que no deja salida sino á las partículas más sutiles, y cuyos hilos puede impunemente estrechar cuanto se le antoje. ¿Quién dirá que en este comercio con Lima, que apenas absorbe cinco meses de tiempo, los géneros de Chile duplen de valor á la salida y lo duplen los de importación á la entrada? (i). Ni se crea que una navegación de esta especie envuel- va crecidos riesgos, aunque la suma ignorancia de los pilotos y la mala calidad de los buques y sus armamentos hayan arrastrado pérdidas harto frecuentes. No es tampoco fundada la ob- jeción de que la necesidad de dar fiado exponga á crecidas quiebras y demoras en el íecobro del caudal anticipado: los productos de Chiloé son periódicos; luego el comercio podía ser periódico y semejante á una ó más ferias, en la cual, para mayor comodidad de los transportes y cambios, podían pactarse anteriormente los plazos y de- pender los precios de una libertad recíproca de contratos fundada en el valor real de cada cosa (2). Los efectos de importación se reducen parti- cularmente á génerosque llaman de Castilla, y á otros que llaman de la tierra; son los primeros las bayetas, los lienzos, la listonería de Grana- da, paño de segunda, papel, hilo, algunos tripes y buches, y toda suerte de quincallería: los se- gundos son principalmente el tabaco, paños de Quito, pañetes, bayetas, tocuyo, aguardientes, vinos, sal, adúcar, yerba del Paraguay, añil, miel, palo de tinte, agí, jabón, sebo, poco aceite y algunas otras cosas de muy poca entidad, cuyo valor será anualmente de 60.000 pesos, precio de venta. Lo demás hasta el total del completo, compone el fondo de los empleados ó mercade- res, que unas veces entra en circulación, otras veces sale, como perteneciente al particular que lo adquirió lícita ó ilícitamente. No es mi ánimo recibir aquí las llagas del monopolio, ni demostrar cuánto es opuesta á la concurrencia libre de vendedores la intervención en el comercio de la autoridad Real, por lo co- mún abusada: una traba de una Aduana, una acusación de un calumniador, una interpretación siniestra de una Real orden pueden trastornar las medidas más bien combinadas de un conip"-- (1) El Arinco) establecíala ganancia do3o por 100 sobre factura oe I/ima: se igtíbra si comprendía los gastos de derecho. (a) Véanse las distinciones de! valor renía,] nomi- na) en el tratado del Sr. Smith sobre el bienestar de las naciones. ciante honrado que reuniese sus ganancias lícitas con los progresos de aquella industria, y hacer triunfar el monopolio que ya en los cálculos su- balternos se supone como seguro en Juan Fer- nández, Valdivia y Chiloé. Se han insinuado únicamente los inconve- nientes anteriores para que no pareciesen luego extrañas ó con semblante de proyecto las propo- siciones de que Chiloé es capaz de un comercio ventajoso á sí mismo y al total de la Monarquía, y que el Monarca puede conservarle si no con ventajas, á lo menos sin recargo de su Real Era- rio; pero antes es preciso examinar si la conser- vación de Chiloé es útil á la Monarquía; esto es, si compone tal vez uno de aquellos preciosos anillos, sean comerciantes ó militares, de los cuales ha de resultar la cadena del poderío na- cional. En cuanto al comercio, Chiloé en su peque- nez abraza seguramente cuatro puntos de vista bien distintos. El comercio con Europa, con nuestras colonias de Chile, Perú y Rio de la Plata, con los indios comarcanos, y últimamente el interno: se ha indicado éste en último lugar porque pende de una existencia de fondos, la que jamás puede preceder a! comercio externo, principio y base de las riquezas: en cuanto á la parte militar (s':puesto siempre que se dirija únicamente á la defensiva), ha de dividirse preci- samente en la que mira á las potencias rivales de Europa, y en la que mira á los indios comarca- nos. Es difícil determinar hasta qué punto pu- diera alcanzar el comercio de Europa con la Isla de Chiloé; pues desde luego debiera absorber, no sólo todos los efectos que actualmente se extraen de Lima y que han procedido en mucha parte de Cádiz, si también varias especies de manufac- turas, que del mismo modo que en Buenos- Aires, sólo se han conocido desde que los cata- lanes, con considerable ventaja propia, las han introducido: tales son los zapatos, los gorros, las camisas, las herramientas, y sucesivamente varios pequeños útiles de comodidad que en el día no se conocen en un país en donde los arte- factos no han logrado aún la menor cabida. En la actual balanza económica del comercio, y aun en el sistema que nos hemos propuesto de determinar á cada país de la Monarquía aquellos ramos industriales que naturalmente les corres- ponden, es positivo que se deja ver palpable- mente las infinitas ventajas que tiene el comer- cio de Europa sobre el de Lima para los abastos de Chiloé. La embarcación de Europa que pa- gando en Cádiz un derecho proporcionado á la libertad de vender en Chiloé 6 en Chile, cambie sus surtidos con maderas ú otros frutos vendi- bles, complete su carga con los frutos de Chile, descargue en Lima, é inmediatamente regrese á Europa, seguramente ó abaratará el comercio Jí'l ■i-I m :m 598 VIAJÜ ALREDF.DOK DEL MUNDO 1 costanero del mar Pacífico, ó hará considerables ganancias, que recaerán toda'j sobre los fondos europeos. No paran aquí las consideraciones relativas al comercio de Europa con Chiloé, si como más por extenso se propondrá luego, pudiese afirmar- se un comercio periódico con los Viliches, que en unas ferias bien ordenadas adquiriesen nues- tros tabacos, licores, quincallas, armas, etc.: las remesas de Europa aumentarían considerable- mente; y tal vez por su misma voluntad eses pue- blos sacarían de la cordillera inmediata los mis- mos metalf s que ya tanta sangre costaron á la nación que intentó conquistarla. Si no nos engaña el semblante filosófico de unas ideas sencillas, fijadas más bien sobre el co- nocimiento del hombre y de la navegación, que sobre sistemas, hijos ó de un soñado poderío irre- sistible, ó de un celo engañoso de la religión, ó finalmente, de un cebo envenenado por la plata, ¡oh, cuánto pueden ensancharse para la prospe- ridad nacional las ideas que acabamos de indi- car! Tal vez nos llevarían á una paz duradera y segura que no nos costase ni unas continuas zo- zobras ni el sacrificio de muchos caudales, ni, finalmente, el ajamiento del honor nacional (i): tal vez se abrirían las puertas á nuevos comer- cios ventajosos, y ni el Erario costearía un ejér- cito tan gravoso como ficticio, ni concurriría el miliciano chilote á aumentar solamente su lista imaginaria á costa de mil sacrificios positivos. Pero aun sin permitir al navegante europeo que continuase su navegación en las costas del mar Pacífico, con atención al comercio de Lima, podían tal vez un par de buques europeos, de no mucha capacidad, lograr un retorno útil para Buenos-Aires, con la tablazón y maderas gran- des, que en el día, ó con muy poca ventaja se sacan del Paraguay, ó se traen del Brasil con ventaja de los extranjeros: la tabla de alerce serviría á mil usos doméc icos, y particularmen- te á la fábrica de los muchos barriles que las car- nes saladas y las harinas han de ocupar precisa- mente (2). Tal vez lograrían de una salida ven- (i) En Valdivia, Chiloé, y á su imitación á bordo de la Descudierta, se han hecho honores de armas, y particularmente de cañón, A los Caciques Viliches, que sólo vienen á einborracharse, y que pueden diri- gir, mas no cnírenar los robos que se intentan por sus subditos sobre los nuestros. Kl Cacique Catigualahizo alarde en su semblante de no temer el cañón que se disparó sobre el alcrtzar y en sus inmediaciones: prc-' guntado si le causaría algún temor, dijo decidida- monte que no, y manifestó un semblante impávido. (2) Se ha de tener presente que la duela se ha dado como uno de los recursos para que aumente el número de los buques que naveguen desde Europa al Río de la Plata, pues como los géneros de exportación sean voluminosos, y al contrario, lo sean muy poco los de importación, no se nivelan los fletes. Esta conside- ración aparente hace ver cuánto es fácil chocar los intereses do unos ú otros en una grande monarquía, tajosa también los jamones y los ponchos, siendo este último además un género que pudieran sur- tir con igual abundancia y bondad los Viliches: luego Chiloé puede abastecerse á precios mucho más cómodos de los efectos que necesita, puede influir en la prosperidad del continente y proveer á las colonias del Río de la Plata y del Perú, unos productos de fácil consumo, que desde luego reemplacen las comodidades que necesitan, ya puestas á un precio equitativo, y puedan luego dejarle un sur-plus que sirva al fondo del comer- cio y fondos interiores. Crece aún la probabilidad de este aumento así en las cosechas como en los cortes y aun en los tejidos, cuando se considere qu« en el día los indios son los únicos que se ocupan en estos ra- mos, y particularmente en los cortes, siendo así que más de la mitad de la población se compone de criollos, los cuales subsisten en mucha parte, de los sacrificios d^l Erario. A la verdad , estos mismos criollos, aun cesadas las encomiendas, y aun viéndose descalzos , conservan al mismo tiempo tanto apego á la nobleza de sus antepa- sados, y tal costumbre de nc ajarla con ocupa- ciones serviles y comunes con el indio, que les fuera harto sensible y lastimoso el verse abando- nados del padre cariñoso que á pesar de su con- ducta é inutilidad, los ha alimentado con sacri- ficios considerables de su parte; pero les queda- ba el recurso de la emigración al Perú, ó del ser- vicio de armas en Chile, en el caso de que no prefiriesen el trabajo saludable de la agricultura, ó los cortes periódicos del alerce en la cordillera. Puestos así en su balanza natural la industria, la agricultura y el comercio de Chiloé, desde lue- go un pequeño fondo nacional ó perteneciente á sus moradores, les diera lugar: primero, á no acelerar las ventas ó cambios, dando por consi- guiente mayor valor á sus frutos: segundo, á mejorar el suelo con los desmontes: tercero, finalmente, á ocuparse de la pesca, que exclui- dos los pastos, y adaptado mayor terreno á la agricultura, pudiera doblar el alimento de una población numerosa: los desmontes, á nuestro entender, deben emprenderse á un mismo tiempo desde los dos exiremos de la mitad septeatrional comprendida entre el puerto de San Carlos y la Laguna de Villunco. Serán muy asequibles si se dnigen además á derecha é izquierda del camino de Castro, desde donde la comunicación con San Carlos y la conducción de los frutos, sería más fác'l y sencilla. Pudiera destinarse un pequeño derecho sobre los géneros de ingreso para propios de la isla, los cuales al principio se invertirían de pero aquí por ventura se disipa la contradicción, por cuanto estos buques, descargando en Buenos-Aires, ocurrirían precisamente á la^neccsidad de buques va- cíos en aquella colonia. ■i ^ CORBETAS UUSCUBlIiKTA Y ATREVIDA hos, siendo dieran sur- )s Viliches: cios mucho sita, puede e y proveer Perú, unos esde luego cesitan, ya edan luego del comer- :e aumento ;s y aun en :n el día los n estos ra- , siendo así se compone jcha parte, rdad, estos miendas, y al mismo US antepa- con ocúpa- lo, que les rse abando- de SU con- cón sacri- les queda - i, 6 del ser- de que no igricultura, cordillera. 1 industria, , desde lue- eneciente á ñero, á no por consi- segundo, á s: tercero, [ue excluí - rreno á la ito de una á nuestro ¡mo tiempo pteatrional !^arlos y la jibles si se del camino 5n con San sería más n pequeño ira propios ertirían de licción, por enosA ires, buques va- 599 un todo en auxilios y premios del desmonte (r) dados para mayor utilidad en enseres de labran- za 6 industria, según la calidad del terreno que hubiese desmontado. Es probable que el núcleo ó parte montuosa de la isla, qut corre inmediata á la orilla occidental, casi á lo largo de toda ella, sería bastante para abrigar la parte Ijaja oriental, de los vientos tempestuosos del Noroeste y Oeste; no obstante pudieran también dejarse bosques en la orilla exterior para el uso mismo de los habi- tantes; serían un nuevo freno paia los e.xtragos de las tempestades, á menos que no precisase también á destruirlos la continuación de las aguas en tanta cantidad como hasta aquí se ha experimentado. Se ha hablado de la posibilidad de entablar con los Viliches unas ferias periódicas que se di- rigiesen al mismo tiempo á un mayor despacho de nuestros frutos, á la adquisición de algu- nos otros que nos fuesen útiles, y últimamente, á una sólida unión con aquella Nación, fundada sobre la base de la tranquilidad y necesidades recíprocas: la utilidad de estas ferias ó plazos de cambio es, sin duda alguna, evidente , y sus tiempos periódicos son naturalmente los meses de verano, en los cuales la navegación y los ca- minos por tierra son tan fáciles como impracti- cables en el invierno (2). Pero no es tan fácil de- terminar el paraje de estas negociaciones, ni el modo de celebrarlas, pues que fuera imprudente tratar sin desconfianza á los Viliches, cuyo áni- mo belicoso, excitado con las bebidas y con la mucha concurrencia, á veces los arrastraría á ro- bar, á vcv-es también á hostilizar. Si en los parlamentos de Concepción, ó en los que se hiciesen en Chiloé, se especificasen condi- ciones claras para esta especie de negociaciones, y los caciques saliesen garantes de su cumplimien- to, exigiendo particularmente que no concurriesen en demasiado número, y que se evitase todo des- orden, desde luego la celebración de estas ventas sería más oportuna en Carelniapu que en San Carlos, por la concurrencia de los compradores: en tal caso se resguardarían nuestros efectos con una especie de trinchera que favorece el terreno, se prohibiría á los indios el entrar armados y el permanecer allí de noche; se les prescribiría el (i) Debe hacerse al alto de un hombre de la raíz del tronco, al cual luego se da un fuego leve para des- truirle la vegetación: las lamas son fáciles de cortarse, y luego pueden quemarse en pequeñas pilas ó inver- tirlas en carbón. El labrador de la Punta de Agui, que favoreció el robo del soldado destinado .-i la fragua de la Atrevida, tenía hecho por sí solo un desmonte considerable, y aprovechado ei campo para semillas. (2) No debe considerarse ó extrañarse como nue- va esta propuesta, cuando se*adv¡erta que el actual señor Presidente de Chile, el Mariscal de Campo Don Ambrosio Híggins convino en su Viltimo Parlamento con los cuatro Mutalmapus que se celebraiíau cuatro ferias al afto. acampa . ó armar sus tolderías á una prudente distincia, y se guarnecería el paraje señalado, con algunas milicias armadas y aun con alguna artillería y tropa arreglada, si una corbeta ó bu- que menor de los de la Armadilla en el mar Pa- cífico combinase sus cruceros para hallarse á la sazón en el puerto de San Carlos. Este partido de celebrar las ventas en la tierra firme, nos pro- duciría sin duda la gran ventaja de que concu- rriesen también las mujeres de los Viliches, las que probablemente aumentarían los cambios y harícJi más remotas las hostilidades. Pero sin las precauciones indicadas, y cuantas otras dicte una verdadera desconfianza, será prudente el preferir la misma ciudad de San Carlos, franqueando sí la venida de los indios comarcanos, pero en número y plazos prefijados y siempre con algunos efectos de cambio que indi- quen su ánimo de comerciar: se les determina- rán los parajes de su residencia, la que costea- rán enteramente por sí; se les hará justicia en todas las cuestiones ó disputas que presenten los contratos; pero se les vigilará de cerca y tratará casi con la misma desconfianza con que nos han tratado hasta aquí. Dejamos á la consideración del hombre filó- sofo, y mucho más del nacional que recorra sus historias, el determinar hasta qué punto la rec- titud, la buena fe, el desinterés, la suposición de una verdadera igualdad de derechos, y la misma compasión hacia unos hombres entregados á sus pasiones, deben ser la guía de los que interven, gan y los que dirijan particularmente en los pri- meros años estas concurrencias ó mercados, y dejamos al político el investigar de antemano hasta qué punto esta idea nuestra es compatible con las verdaderas utilidades de la prosperidad nacional, único objeto que jamás debe perderse de vista. Insensiblemente las reflexiones sobre el co- mercio de Chiloé, nos han llevado al examen de uno de los dos puntos que constituyen la parte militar ó defensiva, y es el que mira á los indios comarcanos; pues es evidente que mientras no salgamos de la isla en la cual está á lo menos segura la subsistencia (si no lo está el comercio dependiente de los cortes), ni jamás nos compro- meteremos en discordias, ni habremos de temer el menor insulto, acreditando la experiencia, que la navegación será siempre el único teatro en ej cual los europeos aventajarán considerablemente á la naciones conquistadas. Luego sólo nos queda el examen de lo que pueda importar en la balanza con las naciones rivales, y este examen nob guía naturalmente á un rápido cotejo con la plaza de Valdivia. Es positivo que en el tiempo de las conquista.s fué sumamente acertada la elección de aquel sitio, que reunía al mar las ricas colonias interio- ■-:• .'íl f - "«SW^SMí^ r^ - ■ !■ i i 6o(j VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO I n rit res (i), un rio caudaloso la cubría en mucha parte de los insultos del enemigo. El puerto inmedia- to aseguraba al mismo tiempo un rico comercio y los auxilios necesarios para una buena defensa 6 una retirada segura: fué muy luego el centro de las fuerzas militares, y la Casa de Moneda, el Obispado y su misma antigüedad, la hacían mirar como una de las colonias principales. Es, pues, probable que reconcentrados des- pués de mil desgracias los confines de nuestros dominios hacia el Biobio, se hubiese conocido la total inutilidad de Valdivia si acaso al mismo tiempo las irrupciones de los extranjeros por el Cabo ,de Hornos al mar Pacífico no hubiesen lla- mado de nuevo la atención del Gobierno hacia el Sur: se le caracterizó muy luego de antemural del Perú, y sin atender á que no estorbó jamás las hostilidades é insultos de cuantos doblaron el Cabo de Hornos, crecían considerablemente sus fortificaciones y se les honró con los nombres ilustres de Niebla, Mancera, etc. A medida que crecían las fortificaciones, fué preciso aumentar el número de defensores; y finalmente, impor- tando la sola conservación de las foitificaciones unos gastos perpetuos, llegando á 20.000 pesos el pié de paz, y habiéndose aumentado conside- rablemente en la última guerra, siempre se creyó indefensa, y la total falta de víveres y su misma situacióii apartó de su puerto una escuadra com- puesta de solo tres navios. Luego Valdivia es por su posición inútil para contener las invasiones de otros europeos, y en cuanto á los Viliches, es un nuevo punto en que puedan ofendernos, sitiándonos hasta por ham- bre si algún acaso hiciese imposible ó difícil nuestra comunicación por mar. A lo menos Chi- loé puede considerarse al abrigo de cualesquiera insultos de los indios, y lo que es más, cualquiera invasor enemigo no puede combinar sus fuerzas con los indios indicados: á lo menos, allí no se- rán precarias ni la subsistencia ni Ins reparos de una escuadra; á lo menos, los mismos habitado- res podrán defender sus propias familias y ha- ciendas si ellas solas fuesen capaces de llamar algún invasor hacia aquellas costas, y finalmen- te, la misma posición del puerto de San Carlos asegurará que se reúnan todas las fuerzas en de- fenderle, cuando la comunicación de los muchos fuertes de Valdivia es por sí misma inasequible, ni es fácil á una embarcación evadirse en Chiloé de los tiros de la batería de Aguí y de otra que se puede poner en la Isla de los Cochinos; cuan- do en Valdivia una embarcación que cale menos de tres pies puede desde luego evadirse del fue- go del mayor número de baterías. ¡Oh! se dirá, será luego preciso abandonar un nido importante á los buques enemigos, y (i) V¿ase la Histona chnl^ por el Abate Molina. además se desvanecerán todas las ideas de eco- nomía, si en lugar de unos reparos á las fortifi- caciones de Valdivia, se proyectan nuevas fortifi- caciones para Chiloé. Pero es fácil conocer la debilidad de estas contradicciones cuando se considere que las for- tificaciones 6 han de cansar caudales inmensos ó han de estar en muy mal estado al tiempo de una declaración de guerra, en cuyo caso la gente y los caudales que se inviertan entonces son realmente los útiles, no los que se hayan inver- tido en el tiempo de una paz duradera: además, que si abandonado el puerto de Valdivia, se su- pone fácil y útil para un enemigo el posesionarse y establecerse en él, ¿por qué no io haremos an- tes nosotros con mucha menos distancia y con auxilios mucho mayores? En cuanto á las fortificaciones de Chiloé, fué- ramos desde luego culpables si las propusiése- mos aun cuando consideremos que Valdivia: de ningún modo le abriga, y que muchas más razo- nes harían creer la necesidad de defender á los enemigos la entrada del puerto de San Carlos, en cuanto proporcionándoles ya la misma reunión con los Viliches le franquearía aun sin esto la facilidad de mantenerse y de emplear muchos brazos útiles 6 en las fortificaciones ó en los repa- ros asequibles de una escuadra: pero no olvide- mos en esta parte el ejemplo harto juicioso de los ingleses en sus colonias de la India Oriental: sus fortificaciones son siempre proporcionadas á las riquezas que defier 'en. Si se exceptúan Madras, Calcuta y "Bombay , este último defendido más bien de la Naturaleza, todas las demás factorías y establecimientos, ó están absolutamente inde- fensas, 6 un torreón, un fuerte de madera, sólo sirven para resistir un ataque de los naturales y cubrir en algún modo sus riquezas de un insulto inesperado que nunca puede ser consid ,'able por la atención y vigilancia con que se miran recí- procamente las naciones europeas, hasta en las más remotas regiones del globo (i). En una palabra, ó nuestros enlaces políticos y la opulencia nacional nos llevan á equilibrar las fuerzas marítimas de las naciones rivales, y nuestros navios serán nuestros fuertes, ó no es asequible esa igualdad, y tanto más prudente será nuestro sistema de defensa, cuanto más se re- concentre en pocos puntos, capaces por sí de muchos resortes y desde luego dispuestos á cu- (i) La defensa de Pendichey por Mr. de Belli- combe en la última guerra, consistió toda en el valor de los defensores; pues ni la mayor parte de las mu- rallas estaban levantadas: ténganse presentes, por nues- tra parte, las circunstancias de los fuertes ingleses de Nueva Orlcans, y délas islas de la Providencia; suenan en las Gacetas do todas las naciones que tienen esta- blecimientos ultramarinos,- muchas fortificaciones que sólo sirven para hacer la fortuna del que ataca y dol que defiende. ■'1 w as de eco- las fortifi- evap fortifi- id de estas lue las for- inmensos 6 tierrpo de ISO la gente itonces son ayan inver- ra: además, ivia, se su- )Osesiciiarse aremos an- incia y con hiloé, fué- propusiése- Valdiviar de s más razo- ;nder á los San Carlos, 5ma reunión sin esto la ear muchos en los repa- 0 no olvide- icioso de los )riental: sus nadas á las lan Madras, endido más ás factorías nente inde- ladera, s61o naturales y e un insulto id .able por miran reci- iiasta en las es políticos i equilibrar ¡s rivales, y :s, 6 no es udente será más se re- 5 por sí de :stos á cu- ír. de Belli- a en el valor de las mu- ;es,pornues- inglesos de ncia; suenan tienen esta- :aciones que ataca y del CORBETAS ORSCUBIURTA Y ATREVIDA ()()r brir la riqueza y el comercio de nuestras colo- nias. Asi, Chiloé sólo debe tener un pequeño fuerte de madera para abrigar de un insulto la corta propiedad de los colonos, y un par de ba- terías volantes: la una desde luego en la Punta de Agui, que recuerden á un enemigo el riesgo á que se expone igual á lo menos á las ventajas que se propone, pues la destrucción de pocas ca- sas y siembras y el acopio de pocos comestibles, nunca serán bastante cebo para un invasor, ni pudieran evitarlo las f orti ficaciones de San Carlos, cuando advertidamente el enemigo se dirigiese, 6 á los puertos de la parte meridional ó al de Cas- tro. En esta situación, ya serán inútiles el go- bierno y pié njilitar y político que en el día ani- dan la causa de tantos gastos y tal vez de no po- cas opresiones. Un solo Corregidor militar, cos- teado, ó del derecho sobre el comercio de impor- tación, cobrado en igual cantidad sobic factura formada en el puerto de donde salga el carga- mento, para evitar guardas, administraciones y trabas; ó del tabaco que pudiera en tal caso con- tinuar estancado para la sola introducción y co- mercio de los Viliches, serviría á mantener la dominación nacional en esta parte: la visita de un Oidor de la Audiencia de Chile 6 de Lima, cortaría decisivamente todos los pleitos y deter- minaría los derechos de posesión de cada uno; y desterrados el papel sellado y el enjambre de Es- cribanos, debía el Corregidor decidir amigable- mente todos los pleitos, á menos que las par- tes litigantes no quisiesen, personalmente en la Audiencia correspondiente. Libres las milicias de muchos servicios harto penosos, formarían únicamente sus asambleas en la estación corres- pondiente á las ferias, y el aparecimiento de uno ú otro buque de la Marina Real, serviría para auxiliar cualesquiera medidas activas, si fuesen necesarias para el buen orden y seguridad de la colonia. Finalmente, sean las que fueren las propues- tas de los que han creído hasta aquí ser el único rnodo de aumentar el Erario, ó las imposiciones, 6 unos crecidos derechos que implican siempre un nuevo aumento de administradores ociosos, nos atrev ios á asegurar al Gobierno, que la provincia de Chiloé exige muy luego una total franquicia de tributos y derechos para beneficiar su suelo, no ser gravosa á la Monarquía, y pro- meter siquiera con el tiempo un asilo útil para los progresos de nuestro comercio, navegación y opulencia. No se crea que cualquiera medida indulgen- te que se adopte para Chi'oé relativamente á los derechos é impuestos, sea trascendental á otras provincias, en donde no convienen ó no pueden practicarse iguales medidas: precisamente esa provincia aislada, sin minas, y distante á muy largo trecho de la reunión de nuestros dominios, nos demostraría, si la verdadera opulencia de la matriz y de las colonias depende ó de un anchu- roso comercio, 6 del actual sistema de tributos é impuestos que conspira á atajarle no menos con una comunicación coartada de los pueblos veci- nos, que con una circulación estancada, escasa y violenta. En la reforma que se propone del pié militar y político de Chiloé, hay además una aterción no indiferente á favor de la necesidad de abolir to- das sus contribuciones y casi todos los impues- tos con que está en el día sobrecargada, y es la de proporcionar un método fácil de vida á los muchos vecinos que hasta aquí se han manteni- do con los sueldos y administraciones del Rey, siendo prudente y justo el no acosarlos á un mis- mo tiempo con la total carencia de los auxilios con que han subsistido hasta aquí, y con una di- ficultad indecible de inclinaise á la nueva senda que se les propone. Se ha omitido expresa.Tiente el hablar del sis- tema eclesiástico de Chiloé, el cual depende en mucha parte de las misiones de los Franciscanos, costeadas por el Erario, y ya inútiles. No es nuestro ánimo ni recordar al Gobierno que exis- ten aún en Castro (contra las últimas Reales ór- denes) un convento de Observantes y otro de Mer- cenarios, que sólo tienen dos religiosos inútiles, ni hacerle presente que en el sistema indicado de pacificaciones, será la prueba segura de la nece- sidad de un curato ó de una misión el que el Go- bierno no la costee, dependiendo, por consiguien- te, su existencia, ó de la justa parsimonia del ministro evangélico, ó de la voluntaria contribu- ción de los feligreses. Desde luego el ejemplo de dos siglos debe convencernos, que la conversión de los Viliches ha de depender más bien de otras causas que de la predicación evangélica, á la que se han manifestado hasta aquí enteramente sor- dos: así, cualquiera gasto relativo únicamente á misiones, puede omitirse con facilidad; cuatro ó seis curatos repartidos oportunamente en toda la isla, podrán ser costeados por los mismos feli- greses, concurriendo últimamente las mismas co- sechas y algún aumento de comercio á hacer más suave esta debida contribución para su bienestar venidero. «fe ■'! 76 Descripción física del terreno y habitadores de las costas com- prendidas entre Chiloé y Coquimbo. Si se consideran con una aunque leve refle- xión el rápido vuelo de prosperidad que alcanza- ron en pocos años nuestras colonias meridiona- les de Osorno, Imperial, \'illarrica, etc., las pro- ducciones que con una mala agricultura sacan anualmente los Viliches, y la semejanza del suelo nuestro de Chile en cuanto á producciones y tem- peramento, debemos creer que es grande la fer- tilidad del terreno llano, comprendido de 10343° hasta la embocadura del Biobio: terreno que otras veces regamos abundantemente con nuestra san- gre, y que han sabido conservarse con una cons- tancia poco común los habitadores primitivos. Tampoco debe quedar duda cuando se ', co- rran nuestras historias, que abunda en minerales la misma cordillera que fecundiza esas tierras con sus riegos, las abriga del Levante, próvida- mente les refleja los rayos benéficos del Sol y proporciona á los vientos Nortes que oportuna- mente las vivifiquen con las lluvias hiemales. Diferentes ríos caudalosos no sólo atraviesan casi á iguales distancias este hermoso país, si también conservan hasta la misma orilla una abundancia de árboles útiles , bien sea para el uso doméstico 6 parala navegación: la cordillera suministra luego los que fuesen necesarios de una medida extraordinaria. O fuese, pues, cebo militar, ó bien la idea erra- da de que pudiesen á un mismo tiempo lograrse los dones benéficos de la agricultura y los violen- tos de la excavación, debemos confesar que me- recen mucha disculpa los que reñían con tanto valor para la adquisición de este país. Lo habitan en el día los Viliches, los Juncos, los Araucanos y los Pehuenches, todos pueblos de un mismo ori- gen, si hemos de creerá áu idioma, su fisonomía y sus costumbres; pero luego, desunidos entre sí y frecuentemente en guerra con los mismos mo- tivos que en todas partes suelen originarse entre vecinos. El Abate Molina ha caracterizado estos pue- blos con muchas pinceladas maestras, que debié- ramos mirar como dimanadas de una reflexión madura y cuerda, aun cuando el tiempo y la si- tuación nos hubiesen permitido examinarlas pro- lijamente: así dejaremos como importuno el comparar nuestras ideas á las suyas , refiriendo únicamente lo que ha podido alcanzar nuestro examen casi momentáneo de los Pehuenches y Viliches, aquéllos en Santiago y éstos en Chiloé. Los Pehuenches habitan la comarca (i) com- prendida desde el fuerte de San Carlos liasta el de Santa Bárbara, y, 6 sea su corto número ó bien su posición rodeada de muchas tribus an- tagonistas , son naturalmente muy belicosos , y parecen haberlo sido aún antes de la conquista, en cuya época, ya por diferentes veces habían repulsado de sus tierras los invasores comar- canos. Preguntados, ala verdad, si son de la misma especie de los Viliches, responden que no, y ale- gan la señal del zapato que los Viliches gastan partidos 6 falto de la mitad delantera, y ellos gastan entero; pero si se comparan su idioma y acento, sus ritos religiosos, sus facciones, su arrimo á la poligamia, etc., son realmente de una rñisma especie, y separados tal vez por algu- na revolución dimanada de los derechos de suce- sión, sostenidos por diferentes partidos: este mis- mo principió puede haber influido en que cuan- to más se enardeciesen nuestras guerras con los Araucanos y Viliches, tanto mayor fué su apego hacia nosotros, y la reunión de sus fuerzas con las nuestras; de sueice, que podemos considerar- los como verdaderos amigos, que nos han sido y serán sumamente útiles. Debe atribuirse á su cor- to número la absoluta oposición á la labranza, á la cual se han inclinado los Viliches. Esotros tienen muchos ganado; . particularmente caballos y ovejas, y se alimentan de ambas especies, pre- firiendo la yegua. El país que habitan es más bien montuoso, tejen la lana para sus vestidos, adquieren otros muchos efectos en los cambios con nosotros, se inclinan á la bebida; sus trajes se parecen regularmente á los nuestros. ■ Debe creerse que consideren unidos los Jun- cos á los Pehuenches, cuando los estados de Chi- le (2) indican la población de los Llanos y Pe- huenches de 43.089. (i) Estas noticias se han logrado verbahnente en Santiago, y con el auxilio de un intérprete del Cacique D. Francisco Carilegu quien habiendo hecho jura- nnento de fidelidad, en Mendoza, al Sr. D. Carlos IV, venia á manifestarlo así al Presidente de Chile. (2) Lista de reducciones que nos ha entregado el señor Presidente de Chile, y no habla de los Juncos. s com- meiiches y en Chiloé. ;a (i) com- )s liasta el número ó tribus an- licosos, y conquista, ;es habían es comar- í la misma : no, y ale- les gastan a, y ellos 1 idioma y ciones, su Imer.te de z por algu- os de suce- s: este mis- que cuan- ras con los é su apego uerzas con :onsiderar- han sido y se á su cor- labranza, á s. Esotros te caballos lecies, pre- an es más s vestidos, )S cambios sus trajes »s. ' )S los Jun- ios de Chi- inos y Pe- almente en iel Cacique lecho jura- Carlos IV, ::iiile. atregado el los Juncos. T CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 603 Los Viliches (i) entre los cuales presentamos ahora muy bien imitados por D. José del Pozo, los retratos sacados del original, del cacique Ca- tiguala y de su hijo, conservan en todo su porte u: semblante militar: y asi su disciplina mo el ístado de la agricultura y de las mismas artes, indica en toda su fuerza una nación sociable y civilizada (2). Estos pueblos son de mediana estatura, una fisonomía militar y ardiente, el color aceitunado, y una grande agilidad en sus miembros: distin- guen nuestros Capitanas de amigos que desde muchos años habitan entre ellos, dos especies de caciques, los unos de bastón y los otros sin bas- tón; y parece puede muy bien entenderse esta dis- tinción, interpretando que los unos gobiernen sólo la población que habitan, los otros la provincia ó Mutalmapu, componiéndose luego de estos últi- mos el cuerpo federativo para la defensa na- cional (3). Los estados de la población de los Pehuen- ches atribuyen 30.000 habitantes á las provincias meridionales, contando 10.000 desde Mendoza hasta Osorno, y 20.000 entre Pehuenches y Vi- liches. En este número consideran tres décimos en clase de Lanzas, ó gente apta para el servi- cio de las armas, que ascienden, por consiguien- te, á 9.000, caracterizados entre ellos con el nombre de viocetones. Esta clase, si hemos de conjeturarlo por los que se presentaron en Chi- loé, admite aún las edades de diez y doce años probablemente; basta que puedan seguir el ejér- cito á caballo y usar de la lanza. Sistema gubernativo. — Bien sea entre los ca- ciques primarios ó los subalternos, estamos se- guros que este empleo es hereditario, recayendo, no obstante, antes en los hermanos que en los hijc'j, á menos que éstos no estén ya en edad de aconsejar y dirigir los mocetones. Entre éstos se confunden inmediatamente los demás parien- tes del cacique, y por cuanto pudimos advertir, ningún derecho absolutamente les concede aquel enlace. Es grande la subordinación al cacique, y parece que consultando los adivinos el dictamen de aquél, ó más bien el de éstos, es la ley eje- cutiva. Habitan unidos, y naturalmente, los campos labrados y los ríos, deben ser los térmi- nos de las jurisdicciones respectivas, las que, no obstante, son causa de discordias muy fre- cuentes. Adivinos y principios religiosos. —O sea en los delitos de la república ó en las hostilidades ya ofensivas ó defensivas, procede y aun es la nor- ma de todos los pasos la consulta del adivino, ó á menos que éstas no sean efecto de un arre- bato, 6 aquéllas no dejen en toda su luz al de- lincuente. Entre los Pehuenches, consultado el Ma- guí (I) sobre las causas de una muerte inopina- da, éste inmediatamente abre el costado derecho del cadáver, y consulta el hepar ó la hiél: si ésta se halla llena y limpia, caracterizan la muerte de natural, pero si se encuentra con la bilis exaltada, inmediatamente infieren que la muerte no es natural, y en este caso deb» ^ pro- nunciar arbitrariamente el delincuente, el cual no tarda en ser castigado de muerte (2). En la usurpación de tierras ó agravios recíprocos, son igualmente los adivinos los que deciden del par- tido que convenga. No pocas veces se juntan los de una y otra parte para consultar sobre el de- recho de cada uno antes de llegar á las armas: son ellos igualmente quienes después de una pérdida considerable atribuyen la causa á cual- quier individuo que caracterizan de brujo ó autor del maleficio (3). Con estos antecedentes, ya no se debe dudar que estos Maguí sean temidos; que la política de los caciques procure mantenerlos siempre uni- dos, y que la religión de estos pueblos les dicte la idea de un principio malo, origen de todas las cosas siniestras ó favorables, según de ellas se mezcle ó se aparte. Efectivamente, nos confirmaron unánime- mente este principio religioso, y supimos que además de tener en grande concepto á estos adi- vinos, los mantienen del fondo público, y aun los consultan para los objetos domésticos ade- más de los nacionales. Sistema militar. — Aunque estos pueblos real- mente guerreros hagan consistir mucha parte de la victoria en el tesón con que pelean, la misma necesidad de ser á veces sorprendidos y á veces con fuerzas naturalmente inferiores, les ha pre- (i) Así de esta voz como de la de los Pehuenches y Puelches, véase el verdadero origen en el Abate Molina. (2) Véase nuestro Diario de Chiloé, en cuyo puer- to los tuvimos á bordo. (3) El sargento Negrón, de la plaza de Valdivia, quien ha trabajado en abrir jnnistosamente la comu- nicación por tierra entre Valdivia y Chiloé, es suma- mente querido en estos p'.ieblos, ha concurrido á nuestro bordo con el cacique Catiguala y nos ha re- ferido muchas de sus costumbres. Es original suya la lista de los caciques que para en nuestro poder. (i) Mucho se asemeja esta voz á la griega Matwo, que significa lo mismo, y está adoptada en el latín, español é italiano. (2) En una nación en donde hacen mucho uso del veneno, no debe parecer absurdo este método de averiguar si una muerte es 6 no violenta. Es bárbaro, sí, el método de averiguar el delincuente; pero se co- noce que depende de la excesiva credulidad. (3) Estando á nuestro bordo con el sargento Ne- grón, los Viliches del cacique Catiguala, entre los cua- les había un Maguí, Negrón les dijo (jueyo me haría á la vela llevándolos distantes de sus mujeres, las cua- les quedarían presas de otros: inmediatamente todos miraron al adivino, el cual los tranquilizó avisándoles que no era verdad. !t. m i I* ,)^ a 6u4 VIAJU ALREDEDOR DKL MUNDO I.' cisado á usar de las estratagemas y á introducir f n sus tropas un orden militar: por lo común la infantería forma un cuadro, y la caballería divi- dida en diferentes cuerpos, pero todos situados sobre las alas, está dispuesta á ofender al ene- migo y rodearle, ó bien á cubrir la retirada de los suyos: los caci(|ues pelean á las cabezas de sus tropas. Ignoramos si retiran sus mujeres é hijos de modo que no Ivm alcance el furor de la guerra. Desde luego usan de banderas. Son sus armas, principalmente las larzas, los sables, los mache- tes y los lazos: conocen el uso del fusil, pero no es común entre ellos. Los Viliches usan de una coraza de cuero casi impenetrable, pero parece que asi la cabeza como los brazos quedan desnudos, quitándose también las bmgíis en ocasión de combate, porque estando mal atadas pueden quitarles el andar, si se cayesen del caballo. Los Pehuenches aña- den á estas precauciones las de usar de la hon- da, cubrir la cabeza con un morrión guarnecido de una plancha de hierro, y alargar más la cota, haciendo también que cubra parte de los brazos. Por lo común, concluida la refriega, hay una especie de tregua para recoger y enterrar los muertos; pero nunca se devuelven los prisione- ros, de los cuales ordinariamente suelen mataise los hombres y guardarse las mujeres en clase de esclavas. Parece que hay más crueldad de parte de los Pehuenches, probablemente ó por el menor número, ó porque se crean autorizados por la amistad nuestra, á esta especie de guerra. Vida sociable, ~W di se ha indicado, que los Vi- liches en esta parte exceden mucho á los Pehuen- ches, á lo menos por lo que alcanzan nuestras nociones: aquellos pueblos cultivan toda especie de semillas, incluso el lino: han adoptado nues- tio método de labranza con bueyes y arados y azadas; solo sí, que sustituyen en el arado unas piedras afiladas, al hierro. Comen indiferente- mente las carnes ó crudas ó asadas; pero sobre todo, usan de las menestras ó sustancias harina- ceas, entre las cuales el maiz y la papa parecen llevar la primacía. La misma ley de la sucesión, que indicamos, exige la admisión de una mujer ^ferdadera, cuyos hijos pueden mirarse como los únicos legítimos: castigan el adulterio con la muerte; quieren mu- cho á sus hijos; pero admiten el uso de concu- binas sean éstas libres ó esclavas. Una nación militar como ésta, naturalmente hace mucho mayor aprecio de los hombres que de las mujeres; así casi no se apercibe el do- lor en la muerte de las mujeres: es, al contra- rio, muy grande y manifestado en muchos modos, cuando mueren los parientes ó amigos. Esta mis- ma inclinación á la guerra, hace que el cacique sea más respetado que el adivino, aunque éste tenga en la suert? d. cada uno, tanto ii.lujo como ya se ha indicado. Debe depender de la idea de que la educación sea la que influya mucho en las inclinaciones, el uso singular que hay entre estos pueblos de unir ambos sexos en edad muy corta, valiéndose ade- más, de la foimalidad de que la niña destinada á la boda del hijo sea precisamente robada á otra familia, lo que como es costumbre, jamás origi- na discordias: ignoramos si ha de ser precisa- mente legítima, y cuál sea la suerte de los hijos ilegítimos. Usan de la música, especialmente con trom- pas: nos informaron que usaban también corno música de guerra, de los clarines que se le habían dado en Valdivia: son frecuentes sus concurren- cias, en las cuales cantan y bailan, bien que no hemos alcanzado á comprender cuáles son estas ocasiones de regocijo. La naturaleza y alimento de estos naturales, y el clima que habitan, los haría sin duda de una vida igualmente sana y duradera, si las guerras en muchas partes, y algún tanto las enferme- dades, no concurriesen á trastornarla: adolecen principalmente de tabardillos y evacuaciones de sangre: no les es desconocido el mal venéreo; pero es probable que les haya pasado de nues- tras colonias: el uso de las yerbas les es común: las infusiones son, no obstante, en agua fría, y su aplicación á las heridas es bastante feliz. No conocen el arte de escribir; pero las tradiciones son bastantemente exactas. Es probable que las sujeten á lunaciones, conocidas sí, pero no com- binadas en período alguno. Ninguna utilidad sa- can para sus épocas, del año solar, según pudi- mos comprender, bien que esto se hace más du- doso y extraño cuando se advierte que un pueblo agricultor trae precisamente consigo la división de las estaciones, la cual depende directamente del período solar. Sus manufacturas, que corresponden preci- samente á los hombres en cuanto á la parte mi- litar, y á las mujeres por lo que toca al vestido y demás usos domésticos, deben mirarse como realmente industriosas: tejen la lana en mu- chos modos, para ponchos, calcetas, etc.; usan de la greda para amoldar y unir el hierro; conocen los hornos; varias piedras les sirven, ya para afi- lar las armas, ya para amoldar los metales que usan como af^orno; la suela está adoptada para zapatos, y sus caballos están regularmente enjae- zados. Habitadores inmsdiato% y comircio. — Conocie- ron inmediatamente el retrato de los Patagones, los que con justa razónllaman Pehuenches ó gente de Levante, No obstante, sólo uno de los 44 que concurrieron á bordo, los había visto: unánimes contaban que había algunos cambios entre unos y otros por un boquete de los Andes, en cuyo V ulujocomo i educación laciones, el )los de unir índose ade- destinada á bada á otra amas origi- er precisa- de los hijos con trom- nbién corno it le habian concurren- ien que no s son estas s naturales, luda de una las guerras s enferme- i: adolecen naciones de al venérea; lo de nues- i es común: igua fría, y te feliz. No tradiciones ble que las ;ro no com- utilidad sa- jegún pudi- ce más du- e un pueblo la división rectamente iden preci- i parte mi- i al vestido rarse como la en mu- tc; usan de o; conocen /a. para afi- etales que ptada para enteenjae- — Conocie- Patagones, hes ó gente los 44 que unánimes entre unos s, en cuyo COKUUTAS DUSCUBIURTA Y ATKBVIOA 605 tránsito, el cacique Viliche dueño de las tierras inmediatas, liabia formado una especie de mono- polio, no permitiendo á los demás el tomar parte en este comercio: aseguraban, los había que no podían estar á caballo por excesivamente altos, y conocieron las pieles de guanaco (i). Los Pe- huenches de Santiago sólo dijeron haberlos oído nombrar. Son los verdaderos enemigos de estos pueblos, los Juncos ó habitadores de la Marina, con los cuales, al parecer, son más comunes las refriegas que con los Pehuenches: jamás, según se manifestaron, han chocado con los Arau- canos. Pasado el terreno de los pueblos que llamare- mos confederados á la España y cuya población es muy probable que prospere, desde que el se- ñor D. Ambrosio Higgins, en Concepción, y el Sr. D. Mariano Pusterla, en Valdivia, con una conducta recta y uniforme en nuestra frontera, los han inclinado á la agricultura, á la paz y al buen orden y á la imitación de nuestra vida so- ciable, sin mezclarse de una reducción violenta de poblaciones (2), ya se presenta el suelo bajo otro semblante: los volcanes se remueven de la orilla; las costas presentan un semblante menos tempestuoso; una infinidad de cetáceos, al mismo tiempo le pueblan y hermosean, y la harmonía del mar se combina admirablemente con la de un suelo fértil y apacible. Los veteranos españoles, que por tantos años habían peleado para conseguir unas tierras en las cuales todo convidaba al descanso y á la agri- cultura, debieron muy luego preferir la inmedia- ción del mar de donde esperaban continuos so- corros, á la internación hacia la cordillera donde pudieran nuevamente ver el triste espectáculo de las siete ciudades arruinadas: desde Coquimbo haría la Concepción, muy luego toda la superfi- cie varió de semblante: las semillas de Europa, todos sus frutos, las viñas, los olivares, una abundancia indecible de caballos y ganados, anunciaban casi con emulación, que la Naturale- za prodigaba aquí sus dones para una subsisten- cia fácil y tranquila. Se vieron entre los campos dirigiendo sus siembras y beneficios, los soldados envejecidos, 6 en las guerras. de Flandes, 6 en las de Araucanos. Aún en el día resuenan en aquéllos pueblos los apellidos más ilustres del Continente, y su desgracia, al decir de los mis- mos ciudadanos de Santiago, es la excesiva (i) Esta facihdad con que hablaron de los Pata- gones, no se puede combinar con el sigilo que guar- dan (según algunos) sobre la existencia de otros pue- blos meridionales, y en particular de los Césares. El sargento Negrón estaba muy convencido de este sigi- lo: muy luego se disiparían estas dudas si con un total abandono de ideas políticas, nuestras medidas les in- dicasen sólo unas miras apacibles y comerciantes. (2) En la historia del Abate Molina pueden verse los efectos de un ensayo de esta especie. abundancia con la cual la tierra prodiga sus fru- tos. El 50 por uno en todas las semillas, es muy común de un extremo á otro de este reino feliz, á pesar de que en la Concepción llueva muy mu- cho, en Santiago y Valparaíso poco (i) y en Co- quimbo nada. Como quiera, no obstante, que la misma abundancia ha hecho abaratar, antes bien, envi- lecer de tal modo los frutos, que ya fuera de los valles inmediatos á Santiago son más bien mo- lestos que útiles, los habitadores han debido ce- ñirse á una vida campestre, y no alcanzando ni las cosas de lujo, ni aun el costo de los trans- portes, les ha sido preciso huir de la reunión, y por consiguiente, las ciudades, ó no se han formado, ó han quedado despobladas: baste de- cir, que siendo la jurisdicción de Coquimbo de 100 leguas de Sur á Norte y 70 de Este á Oeste, ó de mar á cordillera, los últimos padrones sólo indican una población de 17.200 almas, esparci- das de tal modo, que cada valle en este dilatado país, es el receptáculo de pocas familias pobres. Se hallarían casi en el mismo estado las in- mediaciones de Santiago, si no siendo éste el centro del Reino, y por consiguiente, la residen- cia de una multiplicidad de empleados que causan una circulación cuantiosa, no tuviese además la felicidad de abastecer al Perú con sus trigos y se- bos y charques ó carnes secas. No obstante, es tanta la disparidad entre la masa circulante, in- cluso el producto anuo de las minas, y los pro- ductos de la tierra, que una lista de precios me- dios de los principales, no desagradará tal vez al que recorra estos apun s: nos han faltado las noticias de Concepción, bien que muy luego las alcanzaríamos, y pudiéramos agregarlas para ia verdadera balanza de los precios de Chile (2). En cuanto á la población, debemos creer, se- gún las listas originales de algunos partidos, que es mucho mayor de las 240.000 almas entre in- dios y europeos que asigna D. Cosme Bueno á los dos obispados de Santiago y Concepción. Es aún mucho más probable esta aserción, cuando se con- sidere que en los cuatro curatos de Santiago, se ha manifestado en los dos años anteriores la pro- porción siguiente á pesar de que los estados de (i) Don José Pérez García, quien ha continuado en Santiago la historia del Padre Figucroa, incluye el artículo siguiente: «Siempre ha padecido la jurisdic- ción de Santiago escasez de lluvias, pero nunca tan- to en los tiempos anteriores como en el presente año de 81, que no llovió más que setenta y ocho horas, cuando según los anales de los doce años precedentes, que de toda? las lluvias lleva un curioso, el año que menos, había llovido ciento treinta horas, que á pro- rata con el que más, que habia llegado el año de la avenida á doscientas noventa y nueve horas, salen un año con otro á doscientas veinte horas. Por esto en el expresado año hubo mucha mortandad de ganado.» (2) Esta lista puede deducirse de nuestros manus- critos correspondientes á una y otra ciudad. 'i' I hí ;m m '^Hfitlf— wmmmm ^1 6o6 VIAJE ALRF.DBDOR OBL MUNIK) .5' hospitales nodenotan el mayor aciertoen las cura- ciones, siendo así que en el hospital de mujeres de San l'Vancisco de Borja, en donde el aseo y la asistencia casi sobresalen una á otra, ha sido la proporción de las muertas con la de las curadas, como lo á 57, en un promedio de siete años. ARm. 1788 1789, Numero UI)OK DUL MUNIMI ruinosa; a(|uelluíí provienen de Ih descomposi- ción al aire de alf^unott de hus mayores compo- nenteH! hay granito blanco, petro-silex blanco; el granito plúmbeo, que es Humamente penado, se despoja también en láminas como si fuera es- quisto, iiállanse tambi>^n );ranitones blancos. La tierra de este terreno, que se cubre de va- rios arbustos, es una franja amarillosa arenisca, con al^n de arcilla, mica suelta y friable. La roca que compone la len(,'ua de tierra, parece por lo general un granito en masa, con hendiduras en varias direcciones. Su color amarilloso, su f{ra- no cuar/o cubóide, leldespato brillante blanco, echados unos cristales sobre otros. La superfi- cie escabrosa, y los fragmentos de la roca cu- boides. liste granito parece análogo al plúmbeo 6 gris, minos el color, que provendrá de la diver- sidad de materias metálicas. Hay otro granito parecido al que acabamos de describir, que se deshace en el aire y foi iiia cóncavos esféricos y mechinales. El suelo ya indicado por las tierras que le componen, produce varios arbustos, y se inter- cspta en parajes, por lagunas de aguas salinas, que cuando se evaporan dejan cristales de sales alcalinas que contienen también algo de las mari- nas, pues hierven por una parte con el agua fuer- te, pero noafectancl gusto con sabor ái ido. lista sal cubre parte de estas marismas con una costra de algunas lineas, y presenta una sup«T- ticie esponjosa. Li's muchas rialicornias que aquí crecen contribuirán también á esta producción; no se ha conocido que los naturales hagan el me- nor uso de estas sales. I^a piedra de concha se halla más de 20 va- ras elevada sobre el nivel actual del mar, y se distingue su formación en el puertecito de la Herradura, por la simple aglutinación de con- chas y guijarros. Las playas abundan en porce- lana de varías especies, en patelas con su espi- ral y su cámara abajo; en caracolitos buicinicos negros, con líneas blancas longitudinales; de ellos se cubren con una sobrecapa calcárea los peñascos donde se arriman á la playa. Abundan las inmediaciones de Coquimbo de minerales ricos de oro y cobre, y algunos de plata, y el de a/ogue de I'unitaqui: ni su examen ni su beneficio han podido aún sujetarse á datos positivos: tanto la falta de principios mecánicos y mineralógicos, y principalmente la grande es- casez de fondos y la opresión consecuente en (jue vive el minero, han concurrido hasta ahora al malogro de este suelo, cuyos productos, asi en cuanto á cultivos como en cuanto á minera- les, podrán con el tiempo acrecentarse mucho. Rxamc II político del país comprendido rnfre Cliiloé y Coptinilw. SI Después de las nociones que se han indica- do relativamente á los Viliches y á nuestra si- tuación política de la paite meridional de Chile, fuera excusado el examinar más de cerca esos pueblos, si ya no nos arrastrasen las reflexio- nes á considerarlos como vecinos. Abandonada Valdivia y reducidas todas nues- tras combinaciones políticas del Sur, á no salir de Chiloé sino como comerciantes, olvidando ya el carácter de conquistadores y el de introducto- res del Evangelio, no debíamos á la sazón consi- derar los naturales habitadores de la Tierra Fir- me, sino como personas á quienes arrimásemos ó apartásemos de nuestra colonia, según nos con- viniese: pero examinando el Chile, ya se nos iliresenta la cuestión bajo otro semblante, bien que por ventura puesto en toda su ley por la H/.s- tona am7 del Abate Molina (i). (r) Están en el día trabajando en refutarle una parte considerable de sus noticias, dos hombres doc- tos de Chile, pero esto no influye en nuestros razona- mientos, que no dependen de los detalles, sino sólo de las verdades primordiales. El Chile es sin duda el país entre todos los que ha conquistado la España en América, que más sangre y caudales le ha costado, y menos ventaja le ha producido: aun en el día en que una administración complicada, ya puestos en movimiento casi todos sus resortes (i) ha ase- gurado al Erario una renta no indiferente, todo lo absorben, ó la misma administración ó el sis- tema militar: su posesión es gravosa al Perú por una contribución anual para Valdivia y Chiloé: á la matriz por una emigración constante, bien que en los cálculos de emigración, atribuida ó á Buenos-Aires ó á Lima, parajes en donde des- embarcan. Empero el Chile es un país cuyos vecinos no son temibles (2), cuyos montes y orillas abun- dan en minas, cuyo suelo y clima son tal vez de los más fértiles y favorables á una población cre- (i) Estancos, Aduanas, Beneficios de minas. Ca- pitaciones, Comercio Ubre y servicio personal . (2) Se ha demostrado en parte y se 'demostrará luego con mayor individaalidad . ■■ w ácido. Esta is con una una 8U|)er< iaü que aqui producción; mfjan el me- ÍÍH de 20 va- lí mar, y le tecito de la ion de con- in en porce- ;on su espi- IS buicínicos idinales; de calcárea loa a. Coquimbo de al^unoH de n su examen :arse á datos )s mecánicos a grande es- isecuente en hasta ahora oductos, asi o á minera- se mucho. Hjitimbo. tre todos los Lmérica, que lo, y menos I día en que L puestos en s (i) ha ase- "erente, todo ción ó el sis- 1 al Perú por 'ia y Chiloé: istante, bien itribuida 6 á I donde des- is vecinos no >rillas abun- )n tal vez de oblación cre- :e minas, Ca- Bfsonal . ie 'demostrará CORBBTAS 0B8CUBIBRTA Y ATRBVIDA 609 cida: ñnalmentc, cuya^ costas, guarnecidas de buenos puertos, abren al mismo tiempo su seno á una defensa marítima, á un comercio fácil y directo, y á unas pescas tan lucrosas como abun- dantes. ¡Oh, cuánto esta pintura nada exagerada ha de incitamos á examinar más de cerca los defectos constitucionales, cuya enmienda en una época en que ya la ilustración no pende de un arrimo ser- vil á los preceptos antiguos, ^'uie la Nación á aquel próspero renacimiento, en el cual única- mente estriba su verdadera robustez! Desde el reinado de I). Felipe II, nuestro sistema de la América se estableció sobre unos principios tan naturales entonces como violentos ahora. La Monarquía era semejante al minero; abandonaba un objeto de mediana riquc/a por un hallazgo imaginario de otras inagotables; cada palmo de un terreno que absorbía más sangre y sudores de lo que produjese ó metales ú otras labores, parecía el cebo de todas las naciones eu- ropeas, y el objeto de una guerra perenne de parte de los naturales, cuando los europeos sólo codiciaban robarnos en un momento nuestros acopios de muchos años (i), y los naturales hu- bieran cedido inmensos terrenos, y particular- mente los montes por la sola libertad de vivir y trabajar á su albedrío: hubieran tal vez á la som- bra de unos cambios pacíficos y sociables, be- neficiado aquellas mismas minas que arrastraron nuestra ruina política y la suya natural (2), se fortalecía, porconsiguiente, un terreno que al día siguiente debía propasar el ansia constante de la conquista y de la riqueza. Una Nación beli- cosa, viva, qui eguía sus propios impulsos en lo primero, y en lo segundo coadyuvaba á la complicada situación política de la España rela- tivamente á la Europa, debió precisamente ena- genarse en la idea harto fatal de la extensión; muy luego el español, con el auxilio ó de unas marchas inauditas, ó de unas navegaciones que admiran aún en el día, vio suyas unas provincias, cuya extensión, riquezas y productos aún no al- canza á comprender; y confundido, ya con el cebo de despojarlas, ya con la precisión de s.u- mentarlas (3), ya con el objeto de defenderlas contra un invasor, trajo en la legislación un sis- (i) Véase particularmente la historia de los fili- busteros, en la cual están cxageriiuas, sí, las acciones de valor quo hicieron aquellos piratas; mas no están exagorados ni aun individualizados los daños que nos hicieron. (2) Sea permitida está reflexión filosófica, á quien mira desda algún tiempo con atención la constitución de la América, y ve cuánto es fácil combinar la opu- lencia de la Monarquía con la felicidad de los vasa- llos que la forman. (3) Las marchas é invasiones dimanadas de los in- tereses particulares y guerras civiles, nunca so com- binaron con los intereses nacionales, queáun entonces se hubieran hallado en una contradicción constante. tema político y militar que envolviese aquellns miras bajo un aspecto plausible. Concurrían las descripciones de cada conquis- ta recién hecha á alucinar al Monarca y al Cuerpo legislativo (i), semejante á la piedra rica que el minero presenta al que ha de habilitarle para la continuación de su juego aventurado, cada des- cubridor forjaba á su albedrío un semblante ha- lagüeño del nuevo descubrimiento: se prometían las riquezas y se pedían los socorros; se prome- tía la felicidad de los pueblos y se notaba diaria- mente la disminución de su número (i). Pero en el día, en que ha variado de un todo nuestra situación, y que ya, no temidos, ó por tal cual grado de civilización, ó por su aniquilación política los diferentes pueblos no conquistados que rodean nuestras provincias, debemos al es- tado de nuestra Marina la seguridad de nuestras costas, ya debemos subsanar aquellos males con el sistema político que exige nuestra situación. Los fondos nacionales ya nos permiten una circulación periódica, en la cual, el ¿«roducto de la mina se mire con igual valor que el cacao, la cochinilla, el añil, la cascarilla, etc.; un escar- miento harto dilatado nos convence que no son las minas las que constituyen nuestra riqueza, sino en cuanto la plata y el oro (3) son efectos de venta mucho más pr mta y segura que los de- más frutos; y que sólo el agua, el viento, la me- cánica y la moderación deben emplearse en su beneficio, más bien que los brazos del hombre destinados á I p.^^ricultura y á la industria. Fi- nalmente, podem "is muy bien escarmentar al ene- migo, no sólo con una oposición directa, si tam- bién con cebarle en unas conquistas imaginarias. Estas reflexiones eran precisas para el exa- men de Chile, en cuya conquista tanto sobresa- lieron el valor y constancia de los guerreros y de su primer caudillo Pedro Valdivia, como eran frivolos los objetos que podían moverlos á unas guerras tan reñidas y sangrientas. Luego ese suelo de la Concepción distante de la cordillera, de modo que ni se conoce si hay minas, ni aun- que las haya pueden labrarse, ¿por qué hubo de disputarse con tanta sangre? ¿Por qué las siete ciudades tan prósperas antes, y luego tan igno- (1) Véase la descripción de Quirós de su descu»- brimiento de la Tierra del Blspíritu-Santo, en su Me- morial al Rey N. S., que no existe en mi poder, pero he visto en manos del Oidor actual de Méjico, D. Ci- ríaco González de Carvajal. (2) Es preciso rebatir este sistema con alguna energía, porque aun en estos años, el Gobernador pa- sado de Filipinas ha llamado conquista la posesión inútil de las islas Batanes; ha enviado tropa adonde pedían misioneros, y ha recargado el Erario con 14.000 pesos de gasto, para unas islas que sólo produ- cirán la pérdida de algunas embarcaciones. (3) No es posible explayar estas ideas con toda la claridad necesaria: será obra del tiempo y de la quietud. .77 i m f- '/i r« t -J 1_L • 6io VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO miniosas para el nombre español, se establecieron en parajes rodeados de un enemigo indómito, de modo que pocas minas costaron una emigración funesta de españoles? ¿Por qué, finalmente, aún en el día se proponen al Gobierno la reconquista de 0-.orno y demás tierras al Sur, cuando la su- puesta conservación-de las tierras orientales á la Concepción nos cuesta la manutención de un ejército y de muchos fuertes, en desquite de unos frutos cuya abundancia los hace perniciosos al mismo colono? Ya se ha indicado anteriormente cuál sea la fertilidad de Chile y cuál debemos conjeturar lo sea también la del país de los Viliches; pero esta misma abundancia es perniciosa si el dis- frutaría depende de una emigración, la cual, además q-^ ser naturalmente opuesta al bien nacional, nos envuelve en unos gastos y de- /easas harto gravosas: esta es precisamente su constitución, si la considerásemos bajo tres pun- tos de vista: r." Lo que influya en la opulencia de la matriz como colonia. 2." Lo que influya en la seguridad de nuestras posesiones del mar Pací- tico. 3.° Lo que influya recíprocamente en la prosperidad de las otras colonias. En este examen nos desentenderemos de Chi- loé, qv.e en adelante puede considerarse como una provincia «¡eparada y marítima, sujeta al Perú en cuanto á la harmonía de las medidas militares y de la correspondencia mercantil: bien que en cuanto á esta última hemos manifestado que se- ría casi ninguna, luego que ;1 comercio de Euro- pa, con una navegación libie en el mar Pacífico, S3 apropiase el tráfico costanero y abriese una nueva correspondencia 6 compensación de frutos con Baenos-Aire=. El Chile, considerado como colonia españo- la, se asemeja mucho á las provincias del Río de la Plata, y enieramente á las colonias america- nas: es un país de una fertilidad extrema, de un suelo casi inagotable, de un clima verdadera- mente análogo al europeo y Je una posición ventajosa p:ira su defensa; pues le abrigan la cordillera al Este y el mar al Oeste. Raya al Norte con nuestras provincias del Perú y al Sur con las tierras de los Viliches, Araucanos, Puelches y Pehuenches; pueblos yi poco temi- bles para invasores, no sólo por su corto nú- mero, 'ii también por los muchos progresos que ha hecho en estos últimos años su inclinación á la labranxa y al nombre español; pero por un acaso des;í -aciado, esa misma posición marítima, tan ventajo"-! para su bienestar absoluto, no le perinite cambio alguno útil con la matrÍ0, apar- tándole, por consiguiente, tanto de las colonias americanas y de las del Río de la Plata en sus ventajas intrínsecas, como se le asemeja en su dina y producciones. Si la España, sobrante de ge i:e, cimo lo son la Isla de Malta, la ribera de Genova y la misma provincia délas montañas de Santander, necesitase un país en donde con el auxilio de la navegación se aumentase el suelo á proporción del incremento y opulencia de sus ha- bitantes, seguramente el Chile ser!^ el país más oportuno para este objeto. Ni se nos oponga que no fué la sobrada población de la Inglaterra la que dio margen al incremento rápido de sus co- lonias, pues que las colonias inglesas han creci- do á la verdad con una rapidez extrfcrriinaria, pero esto ha sido al abrigo de unos privilegios y quietud constante y por los efectos de la perse- cución de una ú otra secta, como también por la concurrencia de alemanes, irlandeses y france- ses (i). Más diremos aún. Si en el espacio próxima- mente de unos treinta años la España quisiese ver duplicar la población europea de Chile, pu- diera conseguirlo ■;! i. >strativamente, sólo con la introducción de una !'bertad política, que influye directamente en el ciudadano la idea de su sola prosperidad y reproducción. Pero ni la España puede suministrar una emigración ventajosa, ni la excesiva población de Chile le sería útil, cuando el fruto de s«. suelo ó de sus brazos no suministre cambios oportuuos para la opulencia recíproca. Las minas, á la ver- dad, pudieran aumentar mucho, y este producto (cualquiera fuese luego su valor aumentando su cantidad en Europa), pudiera atraer una canti- dad igual de frutos y géneros manufacturados del Contit\pnte; pero mientras no se gradúe en España el verdadero efecto del oro y de la plata, y mientras el beneficio de las minas dependa sólo de los brazos, séanos perm'tido el no consi- derar entre los productos de Chile sino un millón de pesos anuales, que es lo que producen sus mi- nas, aun inclusas las de Copiapó, que muy luego demostraremos deberá pertenecer al Perú. Ya se dijo hablando de Buenos- Aires, rela- tivamente á sus provincias internas, que la uni- dad 'Ip intereses es la que debe dirigir la división de Gobiernos; y así como el sistema gubernativo de Chile haya de atender más bien al aumenta de la población que al aumento de minas (2), pa- recía que le perteneciese el suelo fértil que me- dia entre los paralelos de Coquimbo y Concep- ción, esto es, entre los 29 y 37° de latitud, para que el cuídalo de las minas no fuese sino acceso- (i) Véanse Ids notas del Dr. Sefherson sobro los Estados de Virginia, y el examen histórico y poli- tici; sobre las ))rovinc¡as de la América septentrional. (2) La cxtrncción de 1789 fué la siguictite: en do- blones, 680.198 pesos. En plata, 291.043. Total, 971.241. El balance del quinquenio, hecho por el Su- perintendente Accvedo, año de 1786, sólo da por cantidad media 52 1.644 pesos fuertes; i)ero se conoce el aumento progresivo desdn que se estableció para el rescate la Real Casa de Moneda, y además es re- gular que torciese alguna plata al Perú. w cia délas montañas de país en donde con el £ aumentase el suelo á y opulenciade sus ha- ^hile ser!^ el país más Ni se nos oponga que &n de la Inglaterra la snto rápido de sus co- las inglesas han creci- apidez extrae rfiinaria, ) de unos piivíHgios y >s efectos de la perse- , como también por la , irlandeses y írance- n el espacio pi-ó;iima- os la España quisiese europea de Chile, pu- ativamente, sólo con la ■dá política, que influye ano la idea de su sola m. puede suministrar una la excesiva población ndo el fruto de su suelo stre cambios oportunos :a. Las minas, á la ver* nucho, y este producto u valor aumentando su dieru atraer una canti- íneros manufacturados entras no se gradúe en to del oro y de la plata, de las minas dependa s perm'tido el no consi- de Chile sino un millón 10 que producen sus mi- 'opiapó, que muy luego rtenecer al Perú. de Buenos-Aires, reía- is internas, que la uni- b debe dirigir la división 1 el sistema gubernativo r más bien al aumento imento de minas (2), pa- el suelo fértil que me- 2 Coquimbo y Concep- 29 y 37" de latitud, para as no fuese sino acceso- \ il Dr. Sefherson sobre los examen histórico y poli- la América septentrional. 89 fué la siguiente: en do- 11 plata, 291. C43. 'J'otal, ¡nquenio, hecho por el Su- ño de 1786, sólo da por ios fuertes; ¡¡ero se conoce dii que se estableció para Moucda, y además es re- lata al Ferú. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 6ti rio, y el principal esfuerzo de la legislación sólo aspirase al bienestar de los colonos. Ni se imagine que disminuyendo las minas del Guaseo y Copiapó, que en el día fertilizan la Casa de Moneda de Santiago, hayan de dis- minuir las cantidades que hemos supuesto en la circulación de Chile. Coquimbo es capaz de un aumento grande en el beneficio de las minas, y al mismo tiempo que se dirigen las providencias gubernativas al progreso de sus cultivos, puede también progresar algún tanto con el aumen- to de población, en el mayor beneficio de sus minas. Ya, pues, nuestros cálculos pueden anali- zarse con mayor método, y examinar de cerca cuáles son los fondos de Chile, cuáles sus efec- tos sobrantes, y cuáles los que necesita anual- mente: para sujetarnos al mjtodo presento, nos referiremos de nuevo á la sola España. El fondo de circulación de Chile, debió preci- samente ser considerable, no sdIo por la conti- nua suministración de las minas, precisamente útiles en un país que por sí mismo abastecía el alimento y el vestido, si también por los gasto'j necesarios de una guerra casi de dos siglos, y por el aumento último de tropas y empleados por los diferentes ramos de la Administración civil y económica: proporcionándose así, que muchos poseedores de fondos pueden emplear- los en un giro prudente con Europa ó con el Perú, resulta su conservación al Reino, pues que su producto alcanza á satisfacer al lujo modera- do y á la subsistencia muy barata en todo el Reino. En el día recibe de Europa, ó directa ó indi- rectamente (i) (si hemos de deducirlo de los esta- dos de Aduana de Santiago) 1.052.412 pesos, poco más de la 'nitad extranjeros y la otra parte nacionales. Los satisface casi todos con el nu- merario y el cobre ó bien con algún sobrante sobre su comercio con el Perú: le es contraríala balanza con Buenos-Aires. Este comercio con la matriz, debe, pues, con- siderarse como alcanzado á su mlximo, á menos que, ó ciezca el producto de las minas, ó se sus- tituyan ;í los actuales algunos frutos útiles á la Europa, 6 finalniente, se cambien estos mismos frutos ce 11 alguna otra colonia que produzca algo que restituir á la matr.;:. Este último, parece pre- cisamen.e el caso en que se halla el Chile: pue- de, abandonando la yerba, sustituirle el calen de cosecha propia, en cuyo caso será una deuda con- siderable con Buenos-Aires ó más bien con el Paraguay, la que sube anualmente á 280.000 pe- (t) Se ha visto en los estados de Aduanas do Valparaíso, y se ha notado en Concepción, que los pocos géneros europeos que consumen, proceden do Santiago. sos, precio de la Aduana de Santiago (i). Puede en el distrito de Coquimbo beneficiar los azúca- res, sustituyéndolos á lo menos en parte, á la mu- cha cantidad que recibe anualmente del Perú, y que asciende á más de 400.000 pesos; al mismo tiempo, suministrando á este último, no sólo los trigos, charques, sebos, cobre, comestibles, gra- sas y cáñamos, si también algunos efectos ma- nufacturados que su menor abundancia de me- tales y la excesiva fertilidad del suelo desde luego hacen más ventajosos, puede contraer un sur-plus relativamente al Perú, con el cual sa- tisfacer una nueva deuda que contraiga con el Continente en efectos de lujo. A estos objetos, debe, por consiguiente, in- clinarse la legislación, favoreciendo inmediata- mente la agricultura con la multiplicación de vi- llas esparcidas en lo interior, de modo no obs- tante, que la conducción de los frutos sea fácil y barata, y que se incline el cultivador más bien á los que deben extraerse, que á los que sean de consumo interno, aunque sea algo más penoso el trabajo. Bien lo conoce el actual Presidente y Capitán general de este Reino, el Mariscal de Campo D. Ambrosio HigginL,: bien lo apercibe ya en los pocos meses de su Gobierno é Inten- dencia el Brigadier Gobernador de la Concepción, D. Francisco Mata Linares: entrambos prote- gen, naturalmente, la agricultura; entrambos, en sus últimas visitas, reuniendo la equidad y la dulzura á otras inuchas cualiuiides admirables que les caracterizan, han fundado nuevas villas, han propuesto mercados públicos y pósitos, y con medidas de esta especie harán progresar consi- derablemente la población (2). Con una regular multiplicación de fondos 3' con el aumento de gentes, sería fácil luego á los comerciantes de Santiago emprender por si el transporte de sus frutos al Perú, en cuyo caso las 260.000 fanegas de trigo que se exportan anual- mente á precio de ro reales y suelen en Lima valer de 18 á 20 con menor ganancia, darían al mismo tiempo un nuevo rédito, y excluirían más y más el aprovechamiento de igual cosecha en Lima, que en el día, no obstante, no puede cos- tearse con 24 reales (3). Ahora, que la mano de obra haya de ser precisamente más barata en un país en donde es mayor la población útil, mucho (i) Se hace esta advertencia, porque la yerba, al llegar á Santiago, entro transportes, alcabalas, dere- chos y ganancias del comercio (ie Buenos-Aires, ha duplicado su valor. (2I Son muy defectuosos los cálculos de D. Cos- me Bueno en est?, parte. (3) Hay una ley agraria en Lima, en nuestro en- tender no bien meditada y por ventura infructuosa, que obliga á los panaderos á comprar el trigo criollo ó de! país á 24 reales fanega. I. os Sres. Mendiburu, de Lima, estableciéndose en Concepción con algunos ionJos, y traficando con buques propios, han hecho una fortuna tan rápida como con. ücrablo. . J : II ■;iel comercio del Perú con el de Chile y la satis- faciese en dinero, otro tanto menos embarcaría aquél para Europa; ¿pero seria ésta acaso una desventaja? Antes bien, ¿no resultaría un verda- dero principio de opulencia, si e^.te dinero, diri- giéndose siempre á la r.iatriz, vivificase en su tránsito á otra colonia? No olvidaremos en las proposiciones que aca- bamos de adelantar, cuánto sería difícil, bien que no imposible, el realizarlas, y que además pudie- ran tal vez llevar un semblante de luchar con aquella harmonía general que nos hemos propues- to para la verdadera opulencia de la matriz con sus colonias: excluyendo ó en el todo ó en mucha pártela yerba para sustituirle elculen, se seguiría una pérdida considerable no sólo para el Paraguay que la produce, si también para el Erario, que en su traspaso cobra considerables derechos; y lo misno sucedería relativamente al azúcar con el Perú, ñero quedan fácilmente destruidas estas dificultades, -"endose considere que el Paraguay es una provincia interna, cuya prosperidad es in- diferente, pues que ni debe costear su defensa, ni puede comunicarse con la Metrópoli; que el Erario cobra indiferentemente los derechos en una ú olra circulación como la haya, siendo aún esta balanza más sencilla cuanto más directo sea el com rcio con la Metrópoli; finalmente, que Lima, con la inversión de sus fondos en el co- mercio interno y en la labor de las minas, po- dría conservar acuella misma opulencia que en el día la hace el depósito de una cuantiosa circula- ción. Pueden aún ensancharse algo más las com- binaciones favorables de Chile con el Continente, cuando se considere que conducidos directamen- te los efectos europeos de consum''-, pudieran propoi clonarse retornos completos á los buques, ó con el cobre, ó con los cueros, omitiendo usar de elloí para empaques del charque y otros mu- chc usos domésticos (i), 6 con los productos de (i) El señor Regente actual de Santiago, me ha asegurado pudieran remitirse anualmente A Europa como 30.000 cueros. Efectivamente, la matanza de novillos para el charque y do vacas para el sebo y la grasa, es considerable. la pesca, si en la recta balanza de los intereses públicos pareciese oportuno que la navegación doméstica fuese exclusiva de las colonias como lo es del comercio de Europa. Es imposible en el día sujetar á cálculos exactos todas las operaciones así del comercio como de la administración y defensa que mueven la circulación de este Reino: pero podremos ase- gurar sin recelo de equivocación, que no es tan ventajoso al Perú y al Paraguay, como es dañoso á la Metrópoli; que ningún aprovechamiento re- sulta al Erario, y sí una emigración considera- ble al Estado; que las mismas rentas, aun admi- nistradas con la mayor puntualidad y economíí., no sufren los edificios magníficos que se han em- prendido, y particularmente, la Casa de Mone- da (i); finalmente, que la recaudación de dere- chos es muy gravosa para el progreso de la agri- cultura y de la población, y que es extraña en un país tan despoblado, la existencia dedos Obispos, y la manutención por el Erario de tanto núme- ro de eclesiásticos y misioneros, que pudieran vi- vir frugalmente de los mismos dones de la tierra, que gustosos le tributarían los feligreses. Debe advertirse que los fondos que se han indicado como propios de Chile, son relativa- mente propios de la sola ciudad de Santiago, y que los dos extremos del Reino, tan abundante el uno en productos de la tierra como el otro en mi- nas, carecen absolutamente hasta del caudal ne- cesario para la circulación más escasa y ce- ñida (2). No caben los remedios de este mal en las fuerzas actuales del Reino, pues que fucan pre- cisos dos fondos (j); el uno de rescate de .ine- ría para Coquimbo, y el otro de Monte-pío para las cosechas de Concepción, en cuyo beneficio, no obstante, habían de comprender sólo aquellos frutos que, ó por su calidad ó su poca distancia á la orilla lograsen de una venta regular y segu- ra. Siempre fuera oportuno que los buques de la Marina Real existentes en el mar Pacífico hicie- sen escala en Concepción, y allí se abasteciesen á lo menos de vinos para una ración diaria, cuyo importe debía descontarse del sueldo crecido de que goza el marinero en la mar del Sur; y en cuanto á Coquimbo, mejorado con algunos fon- dos el método de sus labores, pudiera tal vez una (i) Su arquitectura, obra sobresaliente del señor Tuesca, merece la atención de cualquier hombre cul- to. Estará concluida dentro de tres ó cuatro años. (2) La escuadra, en tiempo de la última guerra, gastó en la Concepción t. 300.000 pesos fuertes, (raí- dos en diferentes años, del Perú. El país se había v¡- vificadc; la falta de comercio activo yel ningún valor de sus vinos en Lima, los han vuelto d hacer salir. (3) Se ha manifestado cuánto importa á los cose- cheros de Santiago tener un fondo, no sólo para fa- bricar géneros propios, si también para no precipitar sus ventas. La colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza, se asemeja en muchas cusas al Ch'le. os intereses navegación lonias como á cálculos el comercio que mueven dremos áse- te no es tan 10 es dañoso amiento re- I considera- i, aun admi- y economíí,, se han em- a de Mone- an de dere- ) de la agri- ctraña en un los Obispos, ante núme- pudieran vi- de la tierra, eses. que se han 3n relativa - Santiago, y ibundanteel I otro en mi- 1 caudal ne- casa y ce- mal en las fue>-an pre- .te de .ine- ite-pío para 0 beneficio, 61o aquellos ca distancia llar y segu- luques de la cífico hicie- ibasteciesen diaria, cuyo 1 crecido de I Sur; y en Igunos fon- tal vez una te del señor hombre cul- itro años, tima guerra, fuertes, (raí- s se había vi- ningún valor acer salir, i á los cose- sólo para fa- lo precipitar bo de Buena il Chile. CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 613 reunión de accionistas del Perú dirigir sus fon- dos á esta nueva especulación, introduciendo me- tódicamente los efectos y azogue necesarios, y no permitiendo que pocos individuos concurrie- sen á la opresión del minero, con recargarle el valor de efectos casi inútiles. La pesca en tal caso encontraría un objeto esencial de consumo: se sustituiría la esperma á la cera para el cuko religioso, y una cantidad de grasas ó aceites proporcionaría algunos retornos útiles para la Europa, pudiendo asi este útil ramo competir, aunque más distante, con las costas Patagónicas, en cuanto beneficiado de antemano el producto del mar en estas orillas pobladas, fuera capaz de unas ganancias que no permiten al otro lado la necesidad de pasar al Sur casi sin carga, y al tiempo preciso para la misma pesca. El Sr. D. Ambrosio Higgins, con medidas bien concertadas, ha empezado ya á mover esta importante máquina, y la comunidad de Coquim- bo apercibirá muy luego este beneficio; pero si no pareciese imprudente el aventurar sin los co- rrespondientes cálculos mercantiles algunas pro- puestas de esta especie, pudiéramos insinuar, que las pescas de la costa de Chile merecen la atención del Gobierno, el cual pudiera ó exigir de la nueva Compañía marítima, que dirigiese allá también sus medidas, ó permitir que la exclusi- va en su favor no se extendiese al mar Pacífico, en cuyo caso pudiera emprenderse este nuevo ramo de industria por un número de accionistas 6 chilenos ó limeños: un fondo de 50.000 pesos alcanzaría tal vez á estos objetos: dos paquebotes remitidos con carga desde Europa á Valparaíso y construidos en Vizcaya ó comprados á ameri- canos con la mayor economía , costearían sobre sus fletes á lo menos un año de manutención pro- pia, y su primer costo y habilitación no excedería de 20.000 pesos; otros 15.000 se destinarían á lá construcción de las lanchas en el Coliumo , San Vicente y Tomé, puertos inmediatos á la Con- cepción: bastarían 5.000 pesos para clavazones, lon.s, herramientas y aperos de la pesca: los otros 10.000 costearían las sales, almacenes y jornales necesarios, bien que en unos países, en los cuales los comestibles son de una abundancia excesiva, la marinería natural y mucha europea desocupadas y casi aburridas de la facilidad ociosa del alimento, que luego no les suminis- tra medio alguno para vestirse, y cebar sus ideas de lujo, vicios, etc., se proporcionaría sin duda la adquisición de víveres, maderas, gente y aun almacenes, sin la menor anticipación de fondos. Los puntos de la dirección debían ser el Tomé en la bahía de Penca, y el puerto de Co- quimbo. Por ventura, dos sujetos igualmente h ibiles, activos y honrados, pudieran encargarse en ambos parajes, de esta dirección: D. Agustín Fcrrer (i), en el Tomé, y el Teniente Coronel D. Tomás Shée, en Coquimbo (3). Los paquebo- tes se ocuparían de la pesca de la ballena en alta mar, y harían un v'iaje á Juan Fernández en busca del bacalao y congrio que allí se pescase: entre tanto, las lanchas repartidas desde Copia- p6 á la Isla de Santa María se ocuparían, ya en las pescas de los mismos róbalos, congrios y cor- vinas, ya en el beneficio mismo de las ballenas, de las cuales está llena la costa, particularmente hacia Concepción. El róbalo y la corvina se venden en Cc.i- cepción á las embarcaciones de Lima, de seis á ocho pesos quintal; pero si se atiende al informe del Cabildo de Copiapó, dado al señor Presiden- te Higgins al tiempo de su última visita, el con- grio comprado á los pescadores sobre precios muy bajos y en cambio de efectos bien recarga- dos, como el mate, la harina, el trigo y el aguar- diente, transportado luego, su«le valer en Potosí, Santiago y Lima sobre 30 pesos quintal. En Co- quimbo mismo no baja de 16 á 18. Bien se deja ver con cuánta ventaja de precio pudiera benefi- ciarse en Juan Fernández y rescatarse en camb."' de efectos útiles á aquel presidio. Pero es tiempo de abandonar las ideas eco- nómicas, en las cuales hemos procurado demos- trar, que Chile espera su incremento de la agri- cultura y la pesca más bien que de las minas, las cuales no deben por consiguiente fomentarse de parte de la legislación, s.'empre que envuelvan el menor sacrificio de gente útil, que ambos ob jetos pueden proporcionarle un comercio venta- joso con la Europa; pero refluyendo los frutos de la agricultura sobre un nuevo débito del Perú q;i(; debe satisfacer en dinero sin daño propio, no obstante, ni de su comercio con la Metró- (1) Don Agustín Ferrer, Teniente Corregidor del Torté, de quien hablamos ya en la Memoria del Río de la Plata, es un verdadero Patriarca que mantiene en la mejor harmonía y subsistencia, sobro 2O0 veci- nos, extendidos desde el Coliumo al Tomé . Le obe- decen como á un padre: les habla y corrige más bien como hijos que como subditos: les dirige sus labores, emprende cortes, siembras y pescas para qi 3 se man- tengan sin vicios; y el cenar con ¿1 entre marineros, labradores y peones, ha sido uno de los instantes más agradables que han tenido nuestros Oficiales. Este buen ciudadano es natural de Granada. (2) En D. Tomás Shée, Oficial que fué del regi- miento de Irlanda, destinado á un corregimiento del Perú y luego empleado en Chiloé en tiempo de la úl- tima guerra, brilla el verdadero filósofo. En un clima de los mas placenteros, entre una familia que no cesa de multiplicar y quererle, con una salud robusta á p"- sar de una adad bien avanzada, ve crecer «us rentas con el bien general; y ya semt-rando ó plantando, ya introduciendo nuevos riegos, y ya promoviendo la pes- ca, coadyuva en mil modos á la Naturaleza y ésta le co- rresponde no menos con sus dones muy amplios, que con el semblante risueño que le presenta. Es inútil recordar que ha dejado toda idea de ambición, ci- ñéndose únicamente .1 la de ser feliz y hacer á otros felices. i ü 6i4 VIAJli AI-REDEDOR DBL MUNDO ñ, poli: que la división natural de este Reino rela- ti"amente á sus miras económicas, implica que Copiapó se agregue al Perú, haciéndole, por consiguiente, un país de minas, sin mezclarse otra industria ni agricultura: que para acopiar los fondos necesarios al establecimiento de esta pros- peridad, sea relativamente á la agricultura 6 á la pesca, se necesita inmediatamente, ó una concu- rrencia de fondos de Europa por medio de la Compañía Marítima, ó una apertura de acciones en el Perú y Chile para Bancos correspondientes á una y otra industria: que el Gobierno no debe tomar en estos objetos más parte que la de las franquicias, poniendo estos establecirr .entes tiernos al abrigo de la complicada administración subalterna de la Hacienda: finalmente, que en el permiso de conducir directamente á Chile los géneros de Europa, y aun la yerba desde Buenos- Aires, sin conceder franquicias al paso por esta última colonia (r), se logrará que en los cobres, en la plata, en los infinitos productos de la pesca y en la manutención económica de los armamen- tos, consigan sus retornos varios buques que anualmente transiten por el Cabo de Hornos al mar Pacífico, con cargas para Chiloé, Valparaíso y Coquimbo, inclusos los azogues, ferreterías y mil otros útiles para el beneficio económico de las minas. Examinemos ya atentamente el estado mi- litar, el cual nos lleva directamente á la Concep- ción de Chile, único punto que hasta aquí se ha considerado como igualmente expuesto á las in- vasiones de los indios comarcanos y de las na- ciones rivales europeas. A este fin ha sido siem- pre aquella ciudad la residencia del Maestre de Campo ó segundo Jefe militar: lo era antes por seis meses del mismo Capitán General; y toda la tropa veterana en un número no indiferente, sos- tenida de un cordón de pequeños fuertes y de al- gunas baterías á la mar, parece asegurar á la Monai-quía la posesión de unos dominios que á la verdad no le son muy útiles (2), pero le han costado hartos sacrificios de sangre y de cau- dales. Si debemos creer á nuestra misma experien- cia, y particularrrente á todo lo que pasó en el último Parlamento de 1784, en el Valle de Lon- quilmo, ni puede ya haber una confederación militar entre todos los indios comarcanos, parti- cularmente apartándose tanto los intereses de los pehuenches, de los Juncos y Viliches, y entre (i) Ya todos los comerciantes de Chile piden la remesa de los géneros de Europa, por Valparaíso con preferencia A Buonos-Airos, por lo que se ajan y pier- den de su vista y hermosur.a en el transporte de las carretas. El malogro de éstas y do algunos paragua- yes, no sería finalmente un mal coasiderable, como se ha indicado. (2) Se habla del territorio ú Obispado de la Con- cepción. estos mismos, los de unos con otros; ni nuestras enemistades reciprocas tienen ya el cebo que tu- vieron en tiempos pasados, el de un ciego empeño por nuestra parte, de avasallarlos: el de una obs- tinación perpetua en ellos en resistirnos, y final- mente, poner un término á nuestras conquis- tas (i). Luego que una disciplina bien ordenada en nuestras fronteras les ha asegurado no tan- to de la conservación y existencia de nuestras fuerzas, que ya conocieron y no temieron mucho más considerables, como del pacífico sistema que en el día se ha adoptado, han dado todas las se- ñales de sumisión y de amistad, que pudiesen combinar con su libertad moral; se han estiecha- do con algunos de nuestros Capitanes de armas, como no abusasen de su imaginaria autoridad; han condescendido á un comercio recíproco; nos han hecho repetidas veces jueces de sus pequeñas des- avenencias; finalmente, abandonando casi de un todo su vida militar, se han inclinado más y más á la agricultura, y probablemente ¡o apercibe el aumento de su población. Pero, ¿á qué engañarnos aún en nuestros cálculos políticos con una dominación imaginaria? ¿Por qué intentaremos suponer que los indios co- marcanos sean subditos de la Monarquía, cuando la manutención de fuertes y tropa en la frontera, denota que los tememos: cuando los regalos casi diarios, las súplicas, los sufrimientos y los hono- res que les tributamos, todo convence que su amistad nos es necesaria? En tal caso pueden ya revivirse nuestras ideas sobre el comercio de Chiloé, haciendo que este enlace tan útil como poderoso, sea el único que en adelante nos reúna á esos pueblos, más bien que una mezcla de so- beranía y humillación incapaz de un sistema uniforme, y tan varia como los genios, ó pávidos ó altaneros que la dirigen y manejen; podemos, sobre todo, paulatinamente, descender al examen de los gastos enormes que causa el pié de tropa existente en Concepción. Esta provincia, cuyos ñutos por falta de salida no tienen valor alguno, cuyos habitadores son pocos y ceñidos á sus ha- ciendas por falta de aquellos recursos que de- ben precisamente acompañar la vida sociable, no reditúa al Erario, aun después de la administra- ción más económica, sino de 16 á 18.000 pesos, cuando los gastos ascienden hasta 150.000 (2). Este desnivel del Erario es tanto más de adver- tirse, cuanto menores son las ventajas que pro- duce. Es difícil indagar el verdadero plan que se propuso el Gobierno en el establecimiento de los diferentes fuertes que en el día forman las fron- teras: parece increíble que intentasen cubrir con (1) Véase la Hisiotia :k'il, del Abate Molina. (2) El Exorno. Ulloa cuenta por menor hasta 160.871 posos luertcs. Véanse sus Memorias secretas. ;; ni nuestras cebo que tu- icfío empeño 1 de una obs- rnos, y final- ras conquis- en ordenada ado no tan- de nuestras ieron mucho sistema que todas las se- lue pudiesen lan estiecha- es de armas, utoridad;han oco; nos han )equeñas des- lo casi de un 0 más y más 3 apercibe el en nuestros n imaginaria? os indios co- •quía, cuando 1 la frontera, 5 regalos casi )sy los hono- ^ence que su .so pueden ya comercio de an útil como nte nos reúna nezcla de so- un sistema ios, ó pávidos en; podemos, 1er al examen pié de tropa ^■•incia, cuyos valor alguno, dos á sus ha- ursos que de- 1 sociable, no 1 administra- 8.000 pesos, 150.000 (2). las de adver- ijas que pro- plan que se miento de los man las fron- sn cubrir con :o Molina, menor hasta Orias secretas. CORBlíTAS DESCUBIERTA Y ATKEVIDA 6X5 ellos pocos campos sembrados, que no ofrecí^in al indio invasor otros productos que los que él tenía en sus campos; no parece tampoco proba- ble que esperasen de los indios más que corre- rías, las cuales, de ningún modo pudieran con- cretarse ni con una doble línea de fuertes: estos mismos necesitaban un continuo gasto para su manutención, y los temblores los amenazaban cada día de una ruina irremediable (i). Final- mente, sólo pudieran idearse cuando la comuni- cación de las siete ciudades hacía preciso el de- fender palmo á palmo un terreno por tantas par- tes disputado de unas naciones igualmente uni- das y belicosas. Pero en el díp, en que debemos estar conven- cidos que la economía es el brazo principal de nuestro sistema, hemos de graduar precisamente nuestras fuerzas con lo que hayamos de conser- var, y no empeñarnos en la defensa de unos te- rrenos que nada valen, sólo porque fueron nues- tros y pudieran quitárnoslos de nuevo: suponga- mos por un momento una invasión de los indios: en este caso, ó es menester reforzar cada fuer- te con un aumento de gente y municiones, ó de- ben abandonarse unos para resistir en otros: si lo primero, no es asequible contra unos indios cuya invasión ha de ser momentánea y sin aten- ción á derecho de gentes, ni de la Concepción pueden enviárseles socorros sin quedar desierta la ciudad misma: si lo segundo, más vale aban- donarlos ahora y no encenagarse en nuevos gas- tos: aunque el Erario se destruyese en el solo objeto de las fronteras de Chile, no nos queda duda que siempre nuestro número militar fuera inferior muy mucho al de los enemigos; luego si además de esta ventaja les concedemos la de des- unirnos y la de cubrir un piís inmenso con pe- queños cuerpos arraigados á uno ú otro punto, ¿cómo pretenderemos vivir en aquella tranquili- dad económica, á la cual precisamente debe di- rigirse un sistema que haya de ser permanente? No desaprobaremos la existencia de un cuerpo militar en Concepción, pero sea éste reducido al solo cuerpo de Dragones, los cuales, reunidos y ejercitados á usar de la artillería entre sus for- maciones, puedan marchar inmediatamente á donde convenga; y entre tanto el Biobio, tantas veces perdido y tantas ganado, sea nuevamente nuestra barrera defensiva, pues en balde nos esforzáramos á tener un cordón al Sur de este río, cuando no hay puentes ni aun barcas que proporcionen, ó la remesa de un nuevo socorro, 6 una prudente retirada. Al mismo tiempo procu- re combinarse una prudente defensa de la misma Concepción, asegurando los dos altos inmediatos (i) Los temblores del 19 y 20 de Marzo de este año de 1790, han hecho considerables extragos en al- gunos de los mismos fuertes de la fruutera. cou do'í baterías cubiertas, que crucen, si es po- sible, los dos frentes de la antigua ciudad.»*en el caso de un ataque, sea siempre la posición de nuestro cuerpo de defensa en la misma ciudad, cubriendo las familias hacia el río y haciendo frente hacia el Nordeste, resguardadas las casas y calles con palizadas, etc., que resistan un asalto: finalmente, procuren reconcentrarse en la misma ciudad los pocos bienes que posean estos colo- nos infelices: su mayor daño fuera que pensasen en defender sus tierras, y no viniesen inmediata- mente á la capital para coadyuvar todos juntos y con un sistema bien dirigido, á la defensa ver- dadera de la provincia. No obstante, no aconsejaremos que esta no- vedad ó abandono se haga en modo alguno que llame la atención de los vecinos : creemos inútil pactarlo, á menos que algún Parlamento casual- mente no lo proporcione; parece pernicioso el ha- cerlo de un golpe, pues en tal caso pudiera infun- dir en los vecinos, siempre atentos á nuestros pa- sos, ideas ó de temor ó de insidia de nuestra parte; pero sí podrá abandonarse, ya uno ya otro fuerte, á medida que se vayan arruinando; y en- tre tanto disminuir de tal modo el número de sus guarniciones, que sólo haya seis ú ocho hombres en los fuertes interiores, quedando siempre los últimos áevacuarse los fuertes más inmediatos al mar, y por consiguiente, á la Concepción. Este solo partido trae consigo la reforma de la mitad de los gastos actualmente inclusos en la cuenta terrible de la Concepción, pues toda la infante- ría debería en tal caso reformarse. Pero ya no merecen mayor examen los pací- ficos poseedores de un terreno fértil y vasto: veamos ya cuáles serían las miras de un invasor europeo. Desde luego no serían otras que las de sa.- quear el país, ó tal vez ocurrir á la escasez de víveres: nunca pudiera llevar las miras de un establecimiento, porque inmediatamente su si- tuación sería tan precaria como lo es en el día la nuestra; antes bien sería peor, porque á nues- tras fuerzas marítimas que viniesen á desalo- jarlos se agregarían inmediatamente las mili- cias, que con otra especie de guerra, con unos ataques casi diarios, y con un conocimiento ex- traordinario del terreno, harían una guerra casi irresistible. En una invasión enemiga, que las fuerzas marítimas no puedan resistir, parece lo más pru- dente el no oponerse directamente al desembar- co, ni jamás presentar el frente al enemigo, á lo menos en mucho número: las escaramuzas y las retiradas oportunas, el atacar de noche más bien que de día, el convidarle más bien á que se divida encontrando un terreno vasto sin obstácu- los, que á permanecer unido, viendo al frente el enemigo, son obstáculos que darán la victoria *M l;ia, molino, etc. (2) Puede asegurarse que ni en Concepción ni en Coquimbo producen las administraciones la menor ventaja, cuando en Valparaíso, pueblo de alguna opu- lencia y de una concurrencia considerable de buques, demuestra un balance desde 1780 á 1784, que sólo resultan en cinco años á beneficio de las cajas, 7.094 pesos fuertes. sólo sí que en el caso de ser ó el paraje de con- currencia de muchos buques mercantes, particu- larmente en el invierno, como loes en el día N'al- paraíso, se asegure en tiempo de guerra el fon- deadero con una ó dos baterías artificiales, ó con una embarcación de guerra que les dé al mismo tiempo convoy, pero de ningún rnodo debe em- plearse en la menor cantidad en tiempo de paz, antes bien, verlas arruinar con aquella indife- rencia que trae consigo un sistema fundado so- bre principios inalterables. No es nuestro ánimo, hablando de las refor- mas oportunas y casi necesarias, hacer penetrar la pluma al examen del sistema legislativo, el cual nos guiaría tal vez á demostrar, que en la extensión y multiplicación de Audiencias tuvo la legislación más bien por objeto el contrarestar la autoridad militar, que el administrar una jus- ticia fundada. La historia interna de nuestras Américas, la sola parte de las últimas revolucio- nes de la América meridional, que ha. podido al- canzar el público, tal vez lo evidenciaran más bien que cualesquiera razonamientos; nos conten- taremos ahora de manifestar que caben muchas reformas en la administración de Chile, sin que mengüe la autoridad Real, y al contrario aumen- tando considerablemente la prosperidad y nervio de los vasallos y su amor al Soberano y á la constitución que los gobierna. En cuanto á la existencia de una escuadra para cubrir los puertos de Chile en tiempo de una guerra, la creyéramos útil si pudiese combinarse al mismo tiempo la defensa del Perú, como se proyectó en la última guerra: pero cuando se con- sidere que' puestas en un regular estado de defen- sa nuestras colonias, sólo debemos abrigarlas del apercibimiento de un corsario, siempre temible, reservándonos á enviar igual número de bajeles cuando una prudente cautela nos indique que el enemigo piensa pasará aquellos mares (i), ceñire- mos el pié de guerra en el mai" Pacífico á un solo navio de 74 y cuatro fragatas, todos buques su- mamente veleros, y confiados á Oficiales de la mayor actividad, unión y economía. Estos deben etitar en un continuo crucero, carenar si fuese po- sible y necesario en el puerto de San Vicente, proveerse de víveres, incluso el vino, precisa- mente ó en Concepción ó en Coquimbo, y per- manecer en este último puerto como de inverna- da. En dos divisiones mientras no haya enemi- gos, recorrerán periódicamente la costa desde Chiloé hasta Lima, protegiéndola pesca, el co- mercio costanero y la tranquilidad pública, con aquel vigor que tanto trasciende al bien general, pudiendo cada división dejarse ver descansada- mente, á lo menos dos veces al año en cada paraje: I I i 11 m (i) Este era precisamente el caso de las escuadras infelices de los Almirantes Anson y Pizarro. 78 v:w 6i8 VIAJK AI.RBDEDOR DEL MUNDO f; apartarán asi todo corsario ó contrabandista, y en el caso de una invasión no prevista, concurri- rán inmediatamente á la defensa de Lima, con sus gentes, buques y artillería. Pero quien se interese en el bien nacional, no puede menos de recordar al Gobierno que la es- cuadra fondeada en Talcahuano en la última guerra, seguramente no abrigaba las costas de un solo corsario, á quien no bubiera podido al- canzar, y al mismo tiempo perdía mil ocasione" oportunas, no sólo de destruir en Macao todo el comercio inglés de la China, quemando y varan- do sus buques, si también de decidir luego en la India la balanza en favor nuestro, reuniéndose al Hailío Suf-Crein, con una fuerza considerable de gente y de pertrechos (i), y obligar á los enemi- gos á que en los años siguientes, ó abandonasen el comercio de la China con un daño indecible, 6 empleasen crecido número de buqiíCs de gue- rra en su defensa sucesiva: supuesto, pues, que curilquiera otra guerra nacional haya de ser pre- cisamente con la Inglaterra, será éste un golpe de mano que deberá seguir inmediatamente á las noticias de la rotura, que no es preciso consultar con nación alguna aliada, y que el mismo Virey del Perú puede ¡joner en práctica con una parte de los buques del comercio, armados en guerra, si el temor de que lo penetrasen con tiempo hacía difícil el desfilar algunos buques de la Marina Real al mar Pacífico: ni se aleguen las dificulta- des del derecho de gentes con los portugueses ó chinos, las fortalezas de Macao ó el número de los buques mercantes: todo es frivolo para un Oficial que sepa dirigir esta operación, graduar con realidad los peligros, y sobre todo, evitar la confusión de las lanchas incendiarias, en las cuales, no obstante, sería preciso disponer Oficia- les de inteligencia y reflexión para apartar el daño cuanto fuese posible, de los demás buques. Últimamente, ya que hemos hablado de las carenas en el puerto de San Vicente, inmediato á Talcahuano, añadiremos que á la verdad pue- de ser probable que las maderas de los bosques contiguos á la Concepción (¿) no tengan aquella duración que se cree necesaria: pero que la ten- drán seguramente las maderas de la cordillera, que con consentimiento de los Araucanos y Pe- huenches, y tal vez con los mismos enlaces be- néficos del comercio, pudiéramos conseguir por el Biobio hasta el mismo puerto (3). (I) Este pensamiento, que sólo se apunta superfi- cialmente, debe hacer comprender, que bien dirigida nuestra Hacienda y fijado á pocos puntos nuestro sis- tema de defensa de la América, las fuerzas de una Monarquía como la española son muchas é irresis- tibles. ¡2) Este es el parecer de D. Antonio Cazulo, In- geniero carpintero en Lima. (3) Particularmente los pinos y ciprescs para ta- blazones y baos: las ligazones son muy buenas á lo Ya se han construido en él buques de mucho porte, entre otros el .S'¡í« Míf^iiel, de 60 cañones, Los Angeles y otros chicos, todos del comercio de Lima: no faltan peones, cuyo jornal es suma- mente corto, mucho más si se envuelven en la ración mensual, tabaco, yerba y aguardiente: los obreros, sean carpinteros ó calafaits, pueden conducirse: pueden llevarse también todos los utensilios, sean clavazones, fraguas ó herramien- tas: pueden aprovecharse las tropas de Concep- ción en clase de peones, y conservarlos asi en una vida activa: finalmente, puede establecerse un sistema de construcción que resista tal vez al sin fin de abusos fáciles de deslizarse en la Amé- rica en cualquiera proyecto, aun el más bien combinado. Sin embargo, no es nuestro ánimo proponer directamente una construcción en el puerto de San Vicente, por cuenta del Erario: sólo sí pu- diera por el señor Gobernador Intendente, tan- tearse un contrato con los Araucanos, para que reunidos con algunos hacheros españoles, prove- yesen unas ú otras cantidades de madera: se les darían, en cambio, utensilios de labranza, algu- nas armas, varios adornos, algunos ganados si los quisiesen, y cualesquiera otras bagatelas, incluso el aguardiente, que más pudiesen ocurrir á sus antojos, y al mismo tiempo se anularía el derecho de posesión, á los que han creído, sobre una sola demanda, considerarse dueños de un país inmen- so, que ni fué conquistado ni lo será jamás, sino devolviéndolo á sus antiguos dueños, y hacién- dolo útil'á los cambios (i). Conseguido este punto esencial, pudiera tal vez con mucha pro- babilidad de buen éxito, emprenderse por el Real Erario un ensayo de construcción, próxi- mamente sobre el siguiente plan: una de las em- barcaciones de S. M. que naveguen el mar Pací- fico, había de fondear ó en Talcahuano ó en San Vicente non las clavazones y demás uten- silios correspondientes para construir un ber- gantín 6 una corbeta: llevaría á su bordo, en lugar de 24 marineros, 18 carpinteros, seis cala- fates y cuatro herreros, éstos con sus correspon- dientes fraguas: el mismo Capitán del buque, con sus Oficiales y Contador, serían los Directo- largo de la costa del Tomé, Coliumo, Pingueral, etc. El Capitán de tragata D. Isidoro García del Postigo, ha hecho un viaje á la cordillera para cortes de ma- dera para la escuadra: sería bueno consultarle; pero advirtiendo, que. la actividad y la maquinavia no han penetrado aún en la América, y que los dos únicos medios que el Rey hasta aquí ha puesto en acción para adquirir las cosas, ha sido, ó !a fuerza ó el de- rramar sus caudales. (i) Como en la concesión de tierras al tiempo ó desj. és de la conquista se considerase nuestro todo el país conocido, se han repartido las tierras de los Araucanos, y estas escrituras se revivirán luego que con los cortes pacíficos se diese algún valor á esas tierras. V CORBETAS DESCUBIBRTA Y ATRKVIDA 6l(j íes de mucho (>o cañones, comercio de al es suma- Liclven en la ardiente: los ui-a, pueden én todos los ó herramien- de Concep- arlos así en establecerse sta tal vez al le en la Amé- el más bien no proponer ;1 puerto de sólo sí pá- ndente, tan- los, para que ñoles, prove- adera: se les ranza, algu- anados si los telas, incluso »currir á sus ía el derecho )bre una sola 1 país inmen- í jamás, sino •s, y hacién- seguido este mucha pro- derse por el cción, próxi- la de las em- el mar Pací- ihuano ó en demás uten- ruir un ber- u bordo, en os, seis calá- is correspon- 1 del buque, i los Directo- res de la construcción: se evitaría todo estable- cimiento duradero, de suerte que concluida la construcción, nada absolutamente quedase allí del Rey, y cimentado el método, podía la embar- cación de la Real Armada hacer sus cruccios pe- riódicos y regresar siempre al mismo puerto, de- jando el Capitán, cuando se ausentase, el cargo de la construcción, á dos Oficiales de su confianza y al Contador, quien asistiría constantemente á las listas y consumos. Debían evadirse todas las subdivisiones de autoridad marítima, aunque niveladas sobre nues- tro método actual de arsenales, cuando no re- concentrasen toda la responsabilidad en uno solo; debían darse al Comandante, de las cajas de San- tiago ó Lima, las cantidades de dinero necesarias para los sueldos y raciones, interviniendo él solo en todos los gastos é inversiones; pero al mismo tiempo debía encargarse así al señor Gobernador Intendente (i) como al mismo Comandante, que la menor desavenencia sería no sólo muy des- agradable á S. M., sino un motivo suficiente para que abandonase la construcción meditada, de la cual tantas ventajas podían resultar no menos al país que al Erario y poderío nacionales (2). (i) Fuera inútil esta cláusula si pudiese haber se- guridad de que todos los Gobernadores Intendentes fuesen como el Sr. D. Ambrosio Higgins y el señor D. Francisco Mata Linares, á quienes todo Oficial de Marina tributará siempre todos los respetos y elogios que merecen. (2) Debe entender todo Oficial de Marina, direc- tor de estas construcciones, que la misma econo- mía sería perjudicial si tendiese á atropcUar el buen orden civil ó militar con fueros mal apropiados ó mal interpretados: concluida la construcción, debe hacer presentes áS. M. las mejoras que hallase admisibles. Iguales pruebas y tal vez al mismo tiemjio podian renovarse en Coliumo;se omitirían en uno y otro buque varios adornos que en los países distantes sólo sirven para desfigurarlos á costa de mucho dinero, una popa y león erlallados, una cámara interior adornada, debían ser obras que se reservasen para Europa, pero al mismo tiempo no dejarían de hacerse comparaciones de sus verdaderos costos y mermas, comparadas con la brea de Paita, alquitrán de Sonsonatey estopas ó cáñamos de Chile. La brea, el alquitrán y la estopa debían también traerse de Europa. En cuanto á las l'á- bricas de jarcias en este último puerto, convendri siempre que se conserven, asi porque son de muy buena calidad y sumamente útiles al país, como porqut aliviados del derecho del alquitrán de Europa y economizados varios rodeos, pu- dieran sin duda surtir el comercio del mar Pa- cífico, y sobre todo el departamento de San Blas, hacia donde toda conducción, sea por las Filipinas ó por tierra, ha de hacerla precisamente más cara . La falta de sosiego y de tiempo, no nos han permitido ensanchar como debiéramos las refle- xiones antecedentes, las que llevando en sí el semblante de la verdad, pueden tal vez convencer al Gobierno, que Chile es capaz de muchos pro- gresos así en cuanto al comercio nacional como á la prosperidad interior; que puede resistir una invasión sin aumento de gastos; finalmente, que auxiliado délos oportunos extipendiosdel Erario, puede refluir luego hacia él, cantidades consi- derables que fortalezcan el poderío de la Mo- narquía. ■^ Pingueral, etc. a del Postigo, cortes de ma- nsultaric; pero jínaria no han 05 dos únicos 3sto en acción icrza ó el de- is al tiempo ó nuestro todo tierras de los rán luego que i valor á esas Íl \| IN'IKODUCCIÜN a/ vocabulario de Vavao^ por el Teniente (le navio D. Ciriaco Ceibal los. Son tantiis las causas que promueven la emi- j^ración de los pueblos, que verosímilmente no se hallaría sobre toda la extensión del globo una sola tribu ó nación, cuyo idioma sea rifíorosa- mente nuevo d) origine ó no tenga conexión con alguna otra. Ciertamente no lo es tampoco la de los pueblos del Archipiélago de los Amigos, como lo demuestra su alinidad con el Malayo, el Visaya, el de Sandwich, y con otros muchos dialectos conocidos al Sur y al Occidente. Los idiomas, lo mismo que las demás instituciones sociales, siguen en su formación el mismo orden de las necesidades que las dictaron. Hay,' pues, voces que corresponden al origen de los idiomas, otras á sus progresos, á su per- fección; y el que conozca bien la naturaleza humana y sea capaz de pesar y calcular las cir- cunstancias de lugar y tiempo, se equivocará pocas veces determinando la antigüedad' de las voces, el orden en que fueron compuestas, y la mayor parte de las variaciones que han debido sufrir. Sigue de esta teoría, que si la identidad ó semejanza de varios dialectos prueba un ori- gen común á todos los pueblos que los hablan, e! examen particular de las voces idénticas ú ho- mologas puede tambiín conducir á conjeturas bastante seguras sobre la antigüedad de las co- lonias, y el orden en que se difundieron. Si se considera por otia parte que las voces no son otra cosa sino el signo de las ideas, se percibirá (|ue las costumbres de los hombres deben leerse en sus propios idiomas: y si se añade á todo, la iitilidfid que puede resultar á los navegantes fu- turos, de conocer (aunque groseramente) el len- guaje de un pueblo con quien la necesidad le obligue á comerciar, se convendrá en que la apli- cación á esta clase de conocimientos, ni es el me- nos importante ni debe mirarse como el último objeto de un viajero ilustrado y filósofo. De es- tas consideraciones ha nacido la diligencia con (¡ue en todos tiempos, y particularmente en los modernos, han procurado los navegantes adqui- rir la significación de algunas voces entre los pueblos que visitaron. Pero sería de desear que estos hombres tan justamente acreedores á nues- tra gratitud, hubieran sacrificado á la precisión de las voces una parte de su número. Es preciso confesarlo: en el sistema indispensable de nues- tros viajes, la copia y abundancia de un vocabu- lario debe mirarse como la primera prueba de su inexactitud. Para percibir la seguridad de esta regla, considérese por un momento el acceso de nuestros buques á estos pueblos desconocidos y remotos, con nociones aunque confusas de la mayor parte de nuestras artes. ¿Qué asombro no debe causarles las ventajas de nuestras obras á las suyas? Nuestras embarcaciones, armas, tra- jes y nuestras mismas bagatelas, ¡cuántos mo- tivos para excitar su admiración! .Sus primeros sentimientos ceden al deseo de poseer las cosas admiradas; uno pide, aquúl cambia, el uno roba, y todos procuran adquirir lo que desean, sin pa- rarse en la legitimidad ni decencia de los me- dios. Hasta el respetable cacique (sicmi/re bla- sonando las prerogativas de su dignidad) se prostituye y confunde con nuestras últimas cla- ses por la adquisición de una cuenta de vidrio. Si en meJio de estos accesos tumultuosos de la codicia se^ llama á un natural para saber el sig- nificado de una voz, ó no entiende lo que se le pregunta, ó no está con humor de responder. Pero supongamos que á expensas del tiempo y la paciencia, que á fuerza de gestos extravagan- tes y de contorsiones energúmcnas lo pusimos en el camino de -uestras ideas: el brillo de un botón, el ruido de una campanilla, cualquier cosa, es suficiente para distraerlo del asunto, y aun para hacerle fastidiosa nuestra curiosidad, si insistimos en volver á recoger el hilo de la cuestión. No se puede ponderar la displicencia con que satisfacían á nuestras preguntas, por lo menos cuando pasaban de cierto número. Latu me dijo un día con mucha gracia, que se había de coser los labios para evitar la molestia de mis preguntas ó para no responder. La necesaria oscuridad de nuestras pregun- tas, lo ambiguo de sus respuestas, y la propia sed de saber, son otros nuevos esto.¡)os para conseguirlo. No pudiendo alejar la idea del poco tiempo que podemos permanecer en el lugar de nuestras observaciones, las hacemos al mismo tiempo sobre cien objetos distintos, y como es natural concluiremos con saber poco de cada uno. De la combinación de todos estos obstácu- los y de la insuficiencia de los idiomas para co- piar los sonidos de los otros, han nacido las ■■ T COKHKTAS DKSCDIURRTA Y ATKF.VIUA 621 Teniente un vocabu- prueha de su dad de esta el acceso de scoiiocidos y íiisas de la asombro no tras obras á armas, tra- en ;ín tos mo- nis primeros ;er las cosas el uno roba, lean, sin pa- de los me- ii: m,,re bla- iignidad) se últimas da- ta de vidrio, tuosos de la saber el sig- lo que se le 2 responder, leí tiempo y extra vagan- 3 lo pusimos brillo de un X, cualquier leí asunto, y curiosidad, 1 hilo de la displicencia mtas, por lo imero. Latu |ue se había estia de mis tras pregun- y la propia toi bos para ieadel poco el lugar de s al mismo y como es le cada uno. os obstácu- as para co- nacido las rnormes dtferenciaB que se notan entre los vo- cabularios de un propio lenguaje, formados por distintos viajeros: diferencias de que no están exentos los observaí ires más hábiles y diligen- tes. VA Sr. Cuok dice que á la Isla Koa, la lla- man los naturales eje Aghao, y á la de Taman Hay- Hay. Mr. Forster da el nombre de Nipoara al mismo jefe que llama Anderson, Siboula, etc. Pudiéramos escribir mil ejemplos de estas dife- rencias que han servido para despertar nuestra atención y para limitar nuestro diccionario de Vavao, á pocas más de trescientas voces. El mayor número está á la verdad bien comprobado; pero ¿quién podrá asegurar, sin embargo, (|ue no hemos tomado algunas veces la voz figurada por la propia, la equivalente por la directa, etcétera? Si es difícil formar en pocos días un diccio- nario copioso, no lo es menos hacerse cargo de la propiedad, extensión y modo de las voces así como de la sintaxis del idioma. Cuando vemos que con una sola palabra, Majale, por ejemplo, dicen, ir fui, fuiste, irse, etc., creemos ([ue no distinguen los tiempos ni las personas; ¿pero por qué no se pueden dar á las vocales de aque- lla palabra tantos sentidos como son precisos para hacer estas distinciones? Si nosotros distin- guimos los tiempos variando las terminaciones, ¿por qué otros no harán la misma distinción va- riando de acentos, particularmente cuando se sabe que los acentos hacen casi todo el juego gramatical en los idiomas no escritos? Supongamos la existencia de una lengua que tuviera los cinco tonos enteros de nuestro dia- pasón (por ejemplo); pregúntese á un calculador: ¿de cuántos modos realmente distintos podría pronunciarse en este idioma la palabra Majale} Y responderá que de 123.860 maneras diversas, sin pronunciar nunca más de cuatro sílabas y cuatro tonos, y sin tardar más tiempo en la pro- nunciación de la voz entera del que tardamos nosotros en decir Majale, según nuestro modo de pronunciar: quiere decir, que este idioma (tal vez poco más entonado que el de Vavao), no sólo podría distinguir los modos de los verbos et- cétera, por medio de los acentos , sino dar á una misma voz más de cien mil significaciones que nosotros no podríamos distinguir en !a escritura. Tal vez parecería extravagante hacer una apli- cación del binomio de Newton, hablando del me- canismo del idioma, y convendremos en ello como se convenga en la exactitud del cálculo. Por lo demás, no queremos decir que el dialecto de Vavao distingue precisamente cinco acentos, ni que pronuncie cuatro sílabas de diez mil mo- dos: nuestro objeto es» solo indicar que cons- tando su prosodia de más acentos que la nuestra, y acentos verdaderamente musicales, no sólo puede distinguir por ellos lo que nosotros con las terminaciones, sino también multiplicar inme- diatamente las acepciones de las voces. Después de lo dicho, no entendemos al Sr. Anderson, cuando dice que aiendo el idiimut ds estos natitraUs luistantc cinco para enunciar Unías sus ideas, viw ta- lentos son poco numerosos (t). Supongo que este sabio observador no habla de los elementos de la palabra, porque los insulares no sólo pronun- cian nuestras cinco vocales y la mayor parte de las consonantes, pero usan de otras articu- laciones que no pueden expresar las letras de nuestro alfabeto, de cualquier modo (|ue se com- binen. El uso de sincopar la mayor paite de las vo- ces, y el de anteponer á todas las partes de la oración la palabra coe, pueden mirarse como doa propiedades características del lenguaje de es- tas islas. No sólo abrevian las dicciones supri- miendo las sílabas del medio, que es lo que cons- tituye la verdadera sincopa, sino suprimiendo también el lin, á lo cual llaman nuestros gramá- ticos apócope: hé aquí una voz sincopada longa- julu, diez, en lugar de tottcojon^o julu: hé aquí un apócope sna (grande en número ó cantidad), en lugar de suave. La mayor parte de las voces que incluye nuestro diccionario están sinco< padas. El intento del artículo en nuestras gramáti- cas es distinguir el género de los nombres; pero como los naturales anteponen el coe no sólo á los nombres sino también á los verbos, etc., no se puede decir que coe, es un artículo, á lo menos un articulo como nosotros lo enten- demos. La misma naturaleza indica el orden en que deben colocarse las palabras para formar las oraciones. Faiafegi, concibió a Feilcna, esta es una oración de régimen natural; pero los in- sulares dicen así : Fanan , Feilcna e Fata/egi. Estas transposiciones son frecuentísimas entre ellos, y no pueden tener otro objeto que el de ha- cer más harmoniosa la conversación. Volvemos á repetirlo; la observación ha hecho conocer que en los idiomas no escritos, la cadencia ha dic- tado casi todas las reglas. El eos que por sí solo no tiene significación alguna; la lí, que tampoco la tiene, y suelen anteponer á muchas voces, pueden tal vez compararse á las partículas, cuyo único y primer destino fué aumentar la sonori- dad de los períodos. En medio del poco tiempo que hemos per- manecido en Vavao, nos atrevemos á decir que el idioma de los naturales es rico, prosódico y sonoro. Hacen tanto uso de las vocales, que en- (i) Tercer viaje de Cook, tomo II, pag. 118, déla traducción francés^. El juicio de Anderson es tanto m;ls inconcebible, en cuanto su propio diccionario de estas islas consta de muchos sinónimos; esto es, do machos signos de abundancia, etc. 6aa VIAJB AI.KRDItnOR DBL MUNIlO íl tre todas las voces de nuestro diccionarío, ape- nas íte encuentran dos solat que terminen en consonante, distin^uieido más acentos que nos- otros, y supliendo tal vez con ellos la variedad de nuestras terminaciones: cuando hablan, pa- rece cantan ó recitan. Un idioma de esta natura- leza, nacido y conservado en climas tan felices, y donde apenas es necesario el trabajo para no- zar las comodidades de la vida, debe ser todo él hijo de las pasiones, al contrario de nuestras leniíuas de Europa, exactas, pero frías; copiosas, pero sin expresión: casi todas ellas son tristes como el ciclo bajo que han nacido: casi todas ellas tan duras como las necesidades que las han formado. El dialecto del Archipiélago de los Amigos, compuesto, figurado, músico y .lictado por el sentimiento, debe por consecuencia prestarse mucho á la verdadera poesía; pero nosotros sólo podemos hablar de su parte mecánica, y aun de esto imperfectamente. Todas sus canciones están sujetas á una me- dida rigorosa y la mayor parte rimadas, lín los bailes del 2j y 25 pudimos percibir dos clases de metros: los unos cuya cadencia casi corres- ponden á las de nuestros versos conocidos con el nombre de arte mayor, desterrados de la poesía moderna, y cuyo uso fué muy frecuente entre los antiguos romanceros. Tuisua, Tacaola y Fei- leua, que comieron á bordo el 24, cantaron otros dos géneros de versos, cuya correspondencia á los nuestros no me atrevo á determinar. En todas estas composiciones rimas, pa- reando las consonantes, verosímilmente sabrán combinarlas de otros modos diversos, y verosí- milmente tienen más variedad en las composi- ciones, de la que nosotros hemos notado. La poesía, este arte celestial tan antiguo como las sociedades y consagrada en todos tiempos y lu- gares á conservar las primeras tradiciones de los pueblos, es tal vez el más perfeccionado en el Archipiélago de les Amigos: y ¿quién sabe si la poesía de estos hombres podrá sostener una com- paración con la nuestra? Suplico á los que califi- quen de ridicula esta duda, que tengan pre- sente lo que eran los griegos cuando Homero empezó á recitar los cantos de la Iliada; digo, cuando empezó á recitar, porque según una opi- nión bastante probable aunque poco común, el principio de la epopeya no alcanzó el tiempo de la escritura. Por lo que hace á las diferencias que se en- cuentran entre este pequeño Diccionario y otros que tengan las mismas voces, nada podemos ale- gar en nuestro abono. Nous croyons (dice Mr. de Bougainville) avoir bien entendu, ei bien rendu les sons qiij pitisieitrs fois ont frappé nos oreilUs; les anglois sont aussi dans la méni: parstiation: se serait au natural á notis suget. Notas, Para suplir los efectos de nuestra escritura, y con el fin de aproximar en cuanto sea posible nuestra pronunciación á la de los naturales, se han puesto algunas notas al lado de las voces A quienes corresponden. Cuando se vea una g sucedida de algunas sí- labas, quiere decir que estas silabas deben pro- nunciarse guturales. Asp. h, quiere decir que la h se debe aspirar, por (iv^. h, quiere decir que la h se aspira poco. Una línea ( — ) cubriendo una parte de la vo.t, quiere decir que la parte cubierta se pronuncie con mucha celeridad. Una linea (-) dividiendo unadicción, quiere decir que la dicción se pronuncia en dos tiempos. A espaSol vavao A. Prci)osición Que (ce). Abajo Ynby. Abalorios Gula. Abrazar. Tong'a-Tüa. Aceito do coco To-otc . Acostarse Togo-too (g-to-go). Adelgazar Oloy. Actitud Unima (i) . Afeitarse Kafay. Agua Bay. Agua dulce Bay-litoy. Agua salada Bay-touha (asp. h). Aguja Usi. Almohada (do palo) Cali (g. li). Amanecer (primera claridad del día hasta la salida del Sol) , . . Ajo. Amigo Apilufan. Amistad Teti-Comi. Amistad(término más expresivo). Ufa. Arco y flecha Tana. Anillo Mama. Anoche Anapó. Anular (dedo) Tegia (g. gi.) Anzi'cli) Paa. Árbol Acau. Árbol (de los que teníamos & la vista) Manga . Asentadora . . Semi. Así es, bueno (como aprobación/. Coya. Atravesar una cosa ... Joca tonga. Ayer , . . Aneafi. Arriba Tavo. Afeitar Amuch-abusa. B Bailar Guiliguili. Baile Poome. (i) La actitud que toman en ciertas solemnidades los plebeyos delante de los Jefes, y que equivale á la última expresión de respeto. Esta actitud consiste en sentarse con las piernas cruzadas del mismo modo que las manos, inclinando la cabeza casi hasta el suelo y hacia el objeto de respeto y veneración. tra escritura, o Bca podible naturalea, se le las vocea á le algunas si- s deben pro- debe aspirar, ! aspira poco, rte de la vo?, se pronuncie icción, quiere dos tiempos. VAVAO (oe). f, ja •Tita. te. )-too (g-to-go). .a (I). y- litey. ouha (asp, h). CORBKTA8 OKSCUBIBHTA V ATRKVIDA 6a3 (g- li). it'an. Comi. la. a (g- gi.) i. tonga, ifi. ch-abusa. guili. le. solemnidades i equivale á la id consiste en imo modo que ista el suelo y mpaHol VAVAU IciípaMoi. VAVAf) B«rlM. Cava. üoniga tata (ton loalabiot la/.) Uatta Mahna (pocu aspír. k). nien bocho (como aprobando). Maheil. HIanco laya. Boca Vtu{g. n.) Bostezar Mamao. Beber' Ynh Hra»o Nimaa. Iluono (como aprobando) Coya. lUtscar una cosb Nono. Cabeza Ulu. Cabecera de palo Cals. Cables Taula. Caliente Güila. Callar Laya. Camino Yeda. Canalete Foge. Canastilla redonda Cato. Canastilla oblonga Cato-Cafa. Cambiar Facatau. Canoa Taja-haya (poc. asp. ';.' Cantar V-p¿ (g. v.) Casa Falo. Casa sagrada Fale-tua (la w ce- rrando los la- • " bios). Caracol Quetitogue. Cejas Lau-mata. Cerdo Puaca (g. ca.) Chico Chi. Ciego Cui-na. Cementerio Tiatoga. Clavo Tau. Coco Neu. Comer K.ay. ¿Cómo se llama esto? Koo-kay-caca-hio (asp. h.) ¿Cómo te llamas? Jau-natca. Concebir ó parir. Fanau. Correr Fatuchi. Cortar Cochi. Cortar (en la madera) Gifi. Cmdo Hota (poc. asp. h.) Cuanto Fia. ¿Cuánto tiempo hace? Fia-magina Cuando el Sol está en zenit. . . . Laa to. Cubrir Pubou. Cuchillo, ó cosa parecida Geelo. Culebra Tuca-,i|ali. Cuchillas Chigue. Calvo Cu-ulu. Dame Mahu (poc. asp.^.) Dar Mahi (poc. asp. //.) Dar gracias. Afetai. Dar QA puntapié Demudarse Dedos Día (doido el Ralir hasta ol po- nerse el Sol) DÍbv\)o (el que se hace i-n la P'«lj Dientes Dios Dormir Dame algo Dame do comer Descubrir il uno que está ta|)nd<). Despertíirso Dar porrazos Enterrar Kl empeine Envolver, doblar . Embarazada. ... Embarcación. . . . Escopeta Espaldas Espejo Espinillas Entender ó desenvolver. Estera Estofa (lo que visten) . . . Estrellas Esconderse Embarcación chica Falto Feo Flauta Flecha y arco. . „ . (mucho . Fondo ( Ipocü . . Fornicar Frente Frío Fuego Ae«. Veveti. r(«:hi pechi. Po. Ta. Niso. Otua (la u apre- tando mucho loi labios). ^'"g<' (g. K»'-; May-jamea. May-jamca kay. Tatalautu. lia (asp. h.) Chilonaga. Tann. Paali. Fatu-fatu. Foy-tama. Haca. Mea lana (voz com- puesta.) Tua. cniota (poc. la o). Chipubay. Folage (g. ge.) Faale. Bala ó Natu. Ofetu. lola. Baca-chi. Ci'. Quino. Fangu-f'angu. Fana. Loto. Mamajai. F'eichi, copi (i). Lac. Moco-chío. Hnfi. G Gallina ó Gallo . Garganta Golpes (castigar). Moa. Monga. (Se pronun- cia poco la g y gutural). Patu. I (i) A la palabra Michi tnichi dan la misma signifi- cación; pero esta voz introducida aquí por los equipa- jes del Capitán Cook, no debe mirarse com .propia del idioma de estas islas, no obstante de esta, adop- tada generalmente entre ellos. yúí- 624 VlAJIi ALREDEDOR DEL MUNDO F.SPASfU. VAVAO Gordo Fei-Tama. Gracias • • • • • Faga-fet\y (i). Grande Laji. H Hablar.. '-ea. Hace poco tiempo Fuo. Harto, repleto, satisfecho Magunna. Hermano Jona-cainha (asp. la /;.) Herida ó enfurmedad Mate. Hermoso Liley. Hijo Toja. Hombre Tan-hata (poc. asp. la h.) Hombros Huma (Hem). Hoy, luego, esta tarde Anay. Huirse, escaparse. Gipuna. Hacha Toqui. Hacer aire Alo-Alo. Huevo de gallina.. Jo-moa. Hermano Caigha (asp. h.) I Incisión (la que hacen en el pre- pucio"» • • • Letefe. índice (el dedo) Falu. Inji 'ioso Tua. Ir, iré, vóime.... Majale. Iris (el arco) Humata (poc. asp. la h.) Isla •■• Motu. Islote Motu-Chi Iza Feilatu. Inmediato Quene. ,J Jaula. : ••• ^^^^y- Jefe. K'gui- L Labios Lou-notu (g. nu.J Ladrón Chito (2). Lanza Tau. Largo Cafu. Levantarse Tuque-aluma. Lejos Coe-tu. Lengua Elelo (respirando fuerte). Llenar • . . • . • ■ • • Cuo-pito. Llover V-ha (asp. h.) Llorar Tangi. Loro Gula. Luego. Anahi. Luego luego. Yni. (i) Cuando se hace un presente lo ponen sobro la cabeza y dicen esta palabra. (2) Término de uso común entre ellos, pero in- troducido por el CapiUn Cook. ESPAi^OL VAVAO Luna Magina. Luz Mam-ma. M Madre. . Mamar. . N'^anos. . Mhfíana. Mar Marejada Mas Masa (composición de rima y plátanos que comen) Matar Matrimonio Medio (el dedo del) Medio día Mejillas Mellado Mentira Meñique (el dedo) Miembro viril Mío Morir Muchacho. ... Muchos Muelas Mujer Muchacha . . . . Muslos Mucho foiitio. Ona. Jufu. .'Vfininiaa. Pongui-pongui (or- dinariamente an- teponen la a.) Peao. Peau. May. Moheya, Fana. Üjoana. Tujulito. Tonumario. Mata-tugui. Nijo-cu. Loge. Lougi. V-le. Guhu (poc. a.sp. h.] Mate. Tamochi (poc. asp. la o.) Lau-ale. .Abu (poc. asp. h.) Fefine. Fefine tamoachi-i. Ten-ha. Loto, N Nadar Anu-anu. Nadie, n?.da Cot-gi. Naranjas Moli. Narice;! Yfu. No Y'-ay. Negro Vli. Noche Pouli. Nubes , Hao. Nueces ". Ameguta. Número (un gran) Fuá. Nuevo, sin romperse Amu, No vale n;ida Chin. No corta Pegu. Oscuridad • Pouli. Ojos Mata. f..J Bueno Kacula. ^'"■^í Malo Namuga. Orinar Minis. Obí-ar Chico. Poco fondo ?.4amara. Pillo, insolente. ,Angha-covi-tua (asp. la h.) VAVAO . . . . Magina. . ... Mam-ma. . ... Ona. . . . . Jufu. . . . . Afinimaa. . . . . Pongui-pongui (or- dinariamentoan- teponen la a.) .... Peao. . . Peau. . . May. na y . . Moheya. . . Fana. . . Ojoana. . Tujulito. Tonumario. . . Mata-tugui. Nijo-cu. .. Loge. Lougi. . . V-le. . . Guhu (poc. asp. ^.; . . Mate. . . Tamochi (poc. a.sp. la p.) . . Lau-aie. . . Abu (poc. asp. A.) . . Fofme. . . Fefme tamoaclii-i. . . Ten-ha. . . Loto. . . . . Anu-anu. . . Cot-gi. . . Moli. . . Yfu. . . Y'-ay. . . . . Vli. . . Pouli. . . Hao. . . Ameguta. Fuá. , , . . Amu. , , . . Chin. . , Pegu. . . Pouli. Mata, . . Ktn:ula. . . Namuga. Minis. . Chico. . . . . *1amara. . . . . Angha-covi-tua (asp. la A.) CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 625 KSPAÑOL VAVAO Pintar Aytatro. Padre Tamay. Pala del remo • Togo. Paliiada ■ • t:hivi. Palmear Pachi. Paloma • Gutum gutum. Pantorrillas Fay-bay. Parir ó concebir Fanan. Párpados Futu-futu. Partes de la mujer Toli. Partir, dividir Toji. Pasado mañana Onoy-Jaba (1 ». Pasear, andar Fog-giii. Pecho Fata-fa; a Peine .••• Gelü. Pelo Y!"J8- ^::L Pelo de barba Cumü Cumu. Pellejo. •• t'ogi. Perro Culi. Pertenece, me pertenece Golu. Pescado • • ^ '^a. Pescuezo • V-aa (v. g.) Pestañas Quemo. Pié. ...■ Tubay. Planta de) pié Afi-bay. Piedra. ■ • Maca. Plátano Fucíi'- Plebeyo T"a. Posillo (todo útil de barro) Ypoc Prohibir Tabú. Puerco ó cerdo Puaca(g. ca.i Pulgar (dedo) • ■ • ■ • Motua-Nima. Puñada ■ Tvgui. Ponerse el Sol Tonomarie. a Querer ver alguna cosa Mamata. ¿Qué es esto? <"-'?" Jae. Quítate ••■ Quitu. a Raices comestibles. Uji. Regale • Atupemo-iiu. Relámpagos. . . , '^«a^- Remo • Responder (cuaado uno llama A otro responde ordinariamente así) Reir Rodillas Tuy. Rojo (color) Huía (poc. asp. Roncar Taau-ulu. Romper. Matu- Roto Mau-mau. Rima Mey. Ranchería Fonua. Risa ■^ ata. Toge. Oa. ^'.ata (asp. //. espaSoi. VAVAO Regálame algo Omi-maago. Rompiente Coe-ngalu. •8 Sentado con las piernas cruzadas, l-agatane. Sentarse Nofo. Saludo • (»)• Sazonado (fruto). • • ■ Pay. Sangre Jot«- Sí ••• »•'"• Silbar.. ■ Mapú. Salida del Sol • A'uijague. Soñar Talanoa. Sentimiento ó dolor. Ofa. Sanar, de enfermedad . . • • Muy. Sordo Tafanga. Sol ••-■ «-a-a (2). Sueño (3). Coe-na. Toutcoy. Lal'u. Toma • • Timonel. Tirar algo Tela de árbol Natu. Toronja Tapar Tartamudo Techo •• Faca-malu. Testículos ■ '"*J°' Tetas.. J"'"- A.) Mori. Pulou. Chiguilea. Tierra. Yuta. Tierra rica, buena Yuta-bu. Timón Lasiloque. Tobillos.. Tonga-ibay. Tocar, palpar Tetan. Tocar la nauta Yofi. Üatu-Na. Toma. . Tortuga Trueno . Tuerto U Uñas. . Usado . Fonu. Fatulichi. Cui. Echiminin. Modua. "au. Ven acá, ven conmigo Vete de ahí F»'»- Venir, ven, voy Fogui-mahy. (i) La expresión onoy, se antepone siempre al día que se quiere señalar; por ejemplo, se quiere decir: para el día 5; se dirá ofwy nima. (i) El saludo ordinario entre los naturales consiste en tocar nariz con nariz. Cuando e;Uo se hace i.ft hombre á hombre le llaman Huma, y cuando de hom- bre ü mujer Feyuita. Cuando alguna persona do dis- tinción estornuda, los circunstantes dicen ¿>ey-'.ua. (A La última a se pronv.ncia gutural y como to- siendo al mismo tiempo. Esca voz e.s de muy difícil pronunciación. . „ : . (^^ Para concili.ir el sueño á ios Kiguis, sus muje- res ús tocan suavemente con las manos á lo largo del cuerpo; que á esto llaman toqui toqui: yo/, cuyo sonido corresponde bien á la acción que significa. 79 m % ■lili -f? ¿fctJümmillMMIllBiMBí' 1 1 II Miiii nJmiimniiiiniil ■' 1 626 VIAJli ALREDEDOR DEL MUNDO espaSoi- VAVAO Vete Falu. Vela de embarcación Coe-la. Viento Yfi. Vogar .Vio. Vamonos Tau-vo. Vieja Feu-feu. Vestidos (los nuestros) Papaa-langai. Vestidos (los suyos) Cofu. Ver, querer ver Maumeta. Verdadero, cierto Moni. Viejo Papanga. Y V I Fuca. Moao de contar. I Taja. ESPAÑOL VAVAO .' Hua. 3-- •• Tolu. 4 Faa. S Nima. 6 Ono. 7 • Fito. 8 Faula. 9 Guiba. lo Tao congo fulo. 2o Wlulo. 3° ■ • ... Tacungo-Fulo. 40 Fangufulu. 5° Nuna-no fulo. 60 Onongo fulu. 70 ■ Fhongo fulu. 80 Balujo fulo. 90 Giba gcfulu. 100 Tcau. ijftiti-iiii ■ líiiiii «iiitiii ilWllÍlfl».>ril^t'Ww'ttWl » H III UiAlMI IÍW.IVÍ í I fili|-|l n VAVAO )a. congo fulo. lo. ingo-Fulo. !;U'fulu. I-no fulo. ngo fulu. ngo fulu. JO fulo. . ge fulu. 1. DISCUSIÓN sobre las longitudes de las costas de Chile y Perú, por D. Felipe Bausa. Es sabido que las observaciones más propias para situar los puntes del globo astronómicamen- te, son las ocultaciones de las estrellas por la Luna, los eclipses del Sol, los de los satélites de Jú- piter y eclipses de Luna, y en su defecto, por medio de los cronómetros marinos cuando se puede averiguar su movimiento en cortos períodos de tiempo; pues de lo contrario, la experiencia ha mani- festado de cuántas anomalías son susceptibles estas máquinas, y mucho más cuando no se atiende á la temperatura de la atmósfera para su uso y en sus conducciones de á bordo á tierra y á la inversa, y como dice el célebre astrónomo Barón de Zach, hasta en su posición horizontal ó vertical. Por lo tanto, en esta pequeña discusión manifestaré no sólo los datos que hay por observaciones hechas por individuos na^ ionales, sino también aquellas que hayan hecho los extranjeros, para poder proce- der con acierto ,n asunto de tanta importancia. San Carlos de Chiloé. —Castillo. Por las Corbetas Descubierta y Atrevida en 1790, y por estrellas al . Nortey al Sur del zenit, se dedujo la latitud del Castillo, Sur 41" 51' 23" El 6 de Febrero de 1790, por la inmersión del primer satélite de Jú- piter, dio longitud Oeste de Cádiz í>67''io'i5" El 15 del mismo, pur la emersión de dicho •• ^67.30,15 Por los cronómetros de la Descubierta, al Oeste de Montevideo i734- 5 ídem por los de la Atrevida, unos y otros en noventa días i7-37-i5 Medio • ^7.35.40/^^67.30.4.0 Montevideo, Oeste de Cádiz 49.54-24 \ El promedio es longitud del observatorio de Chiloé • 67.3o' 9 El Cantillo al Este del observatorio. • • ■ _ .!_„ . Longitud del Castillo de San Carlos de Chiloé, O. de Cádiz 67.30. 3 Coi' .eíerencia á Valparaíso • 67.22.19 .^k -• ahargo de la admirable conformidad que se advierte en estas tres longitudes, más adelante 8t cr' , , 'ie retrocediendo de punto bien situado, y en muy corto intervalo de días, no resultan tan ^,:' :>r tes ;omo aparejen, y á mi entender, las muchas diferencias que se observan en estas com- binan iv'r leben depender de no contar en el uso de los cronómetros con la temperatura, particií larmente . uando se pasa de pronto de los climas fríos á los ardientes de trópicos, como lo mani- fiesta D. José Luyando en el extracto de su Diario desde Cádiz á Ver-xCruz e» c' uño de 18. JaleaJtuano. Las corbetas Descubierta y Atrevida establecieron el observatorio en una casa próxima á la oHUa del mar, la misma en que el Conde de la Péyrouse colocó el suyo cuatro años antes. ,-í latitud se observó por estrellas al Norte y Sur del zenit, de. . Sur. 36" 42' 32" ..)8 cror órneteos de la Descubierta dieron diferencia al Este de Chiloé oo"38'24",7 Los de ía Atrevida ■ ••• 00.41.54,0 Promedio 00.40.9,3 il 628 VIAJE ALKIÍDEDOR DEL MUNDO San Carlos de Chiloé como se ha dicho, O. de Cádiz. 67.30. 3 1° Longitud de Talcahuano al O. de Cádiz 66.49.53,7 FA Capitán Hall, de la Marina inglesa, eni820,2i y 28, coloca á Tal- cahuano, reducida a! observatorio en 66.42.39,0 66.42.39 Bl Conde de la Péyrouse 66,42.15,0 66.42.15 Las corbetas hallaron por cronómetros, Talcahuano O. de Valpa- raíso ■ 1.28.13 Valparaíso al O. de Cádiz ... • 65.13.56 Longitud de Talcahuano 66.42. 9 66.42. g Promedio... 66.47.21 Valparaíso. El observatorio de las corbetas se estableció en el castillo del Rosario, que está 10'' ,7 al O. y 14" al Sur del fuerte de San Antonio. La latitud por estrellas al Norte y al Sur del zenit, se dedujo de Sur 33° 01' 55" El día 19 de Marzo de 1790, inmersión del primer satélite de Júpiter, dio longitud O. de Cádiz dudosa. 65.23.45 '^'*^ I El día 25 de Marzo id. id. id , buena.. 65.25.30 I El día II de Abril id. id. id .1. dudosa. 65.20.00 El Capitán Hall el 28 de Octubre de 1821 observó la inmer^.. jn de Antares por la (t, y dio la longitud para el fuerte de San Antonio, que reducida al del Rosario 65 . 13 . 46 F£l mismo en dicho día por la ocultación de la 644 de Escorpión reducida 65.11.21,7 Pero el Capitán Hall en su viaje la determina de 71° 31' 00" O. de Greienwich, reducida • 65.13.55,7 En los planos de la expedición hidrográfica en las costas del Perú y Chile por D. Mariano Isas- viribil, y en el plano de este puerto, sitúa el castillo del Roíario en latitud de 33° oí' 45" y la lon- gitud. Por 12 series de distancias lunares al Oriente 65° 8' 25 Por 18 id. al Occidente 65.11.5 •t ■ \ 65"^ 9' 10" En un papel de apuntes que tengo á la vista, hay la nota siguiente: «Por el eclipse de Sol de «Agosto de 1804 observado en Coquimbo por el Teniente de navio D. Mariano Isasviribil, Co- .)mandante de la expedición hidrográfica,, resulta estar la costa de Chile de 12 á 14' más al Este »de lo que está situada en las cartas del Depósito.» Nunca he tenido noticia de semejante ob- servación, y sin duda por la muerte trágica de este sabio y laborioso Oficial, se extraviaron sus papeles. Si se atiende á esta nota y se toma el promedio de los 12 á 14' que se dice estar la costa al Este, tendremos longitud en la carta. 65° 21' 00" — 13 65" 8' 00" Además de estos datos tenemos para Valparaíso otros que me comunicó el difunto Mr. Me- J.iain en su carta del 25 de Mayo de 1801. Para Valparaíso, dice Mechain, tenemos por tres emersiones é inmersiones del primer satélite de Júpiter en 19 y 26 de Mayo y 11 le Abril de 1790 (a,) comparadas á las tablas corregidas, O. de Cádiz 65° 20' 00" Por el eclipse de Sol de ii de Marzo de 1709, con correspondiente en Marsella. . . . 65.20.30 LoscronómetrosdelaDESCUBiERTAdieronpara Valparaíso, EstedeChiloé 2" 9' 8" Los de la Atkevloa 2. 7.39. Promedio 2.8.23. Chiloé O. de Cádiz, corno* se ha dicho 67.30.9. 65.21.46 66.42,39 66.42.15 66.42. 9 66. 4?. 21 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 629 Resumiendo estas observaciones, tendremos: Por la ocultación de Antares , ^ ^S- ^.5'55> 7 Por el edipse de Sol de 11 de Mar;:o de 1 709 ^t 65. 20.^0 Por los satélites de Júpiter, según Mechain ^r 65 . 20 . 00 Por distancias lunares, al Oriente y Occidente, porGaliano i> II » 64.57.15 El 28 1) eclipse de « 65 . 02 . 45 Por los cronómetros de la Descubierta al Este de Valparaíso 15' 54" Por los de la Atrevida. 17 . 22 ,5 Por el Capitán Hall, reducida al observatorio 15 • 32 Promedio 16 . 16 ,2 J , Valparaíso, v>w bidente de Cádiz 65.13. 56 j '*'5/"jy' E5 Capitán Hall sitúa la bahía en 64° 58' 21" -f- 28" será para el observatorio 64.59. 9, o Resumiendo las observaciones celestes, tendremos: Por la ocultación de 2 a de Aries, calculada por Tiscar , . . 65.00.40, 5 La misma, calculada por Mr. Mechain 64.56.5', o Por la ocultación de la i." « de Aries, calculada por Tiscar 65. 5.41, o Por los satélites de Júpiter, promedio 64 . 59 . 52 , 5 Por el eclipse de Luna 65. 2.45, o Por los cronómetros de las corbetas y del Capitán Hall 64.57.3(j, 6 Promedio será longitud del observatorio de Coquimbo 65 .00.34, 9 ó 65.00.35 La conformidad que se advierte en estas observaciones, tanto las celestes como las cronomé- tricas indican la buena posición de Coquimbo, así como también la de Valparaíso; por lo tanto, estos dos pantos deben tomarse como de partida para los demás, tanto al Norte y al Sur de ellos. Castillo del Callao. Las corbetas Descubierta y Atrevida establecieron su observatorio en la Chácara de la Buena Muerte, en el pueblo de la Magdalena, el día 21 de Mayo de 1790, desde donde por operaciones geo- 630 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO désicas se estableció la Torre del Castillo del Callao 5' 5", 2 al O. y 1' 7" al Norte del observa- torio. Por pasos de estrellas al Norte y al Sur del zenit ve dedujo íh latitud del observa- torio de 12° 4' 38", que deducida al Castillo del Callao es de Sur. 12" 3'3i" Por la emersión del primer satélite de Júpiter el 5 de Junio de 1790, resultó la longitud al O. de Cádiz de 70.47. J5 Según Mr. Mechain, esta misma observación es 70.42. 50 Los cronómetros de la Descubikrta dieron al O. de Coquimbo 5° 51' 26" Los de la Atrevida 5 • 43 • 30 Promedio 5.47.28 Por el Capitán Hall, es la diferencia de longitud con Coquimbo 5.47. ig Promedio será 5 • 47 • 23 1 Coqumibo, O. de Cádiz , 65.00.35 I 70-47-5^ Estas son las únicas observaciones que se pudieron hacer, por la estación de nieblas en aquellos climas, en la época que la expedición de Malaspina estuvo en Lima: á continuación voy á manifes- tar otras hechas antes y después de esta época, para que se pueda venir en conocimiento de la ver- dadera longitud del Callao de Lima. Hay una observación interesante que pudiera fijar la longitud de Lima con la mayor exactitud, si el Barón de Humboldt, que la hizo, hubiera tenido toda la seguridad con la observación del contacto exterior de Mercurio, como la tuvo en el interior. Véase su observación {Observaciones astronómicas, etcétera, tomo n, redactadas por Jacobo Oltmanns, pág. 421). m *f Día 9 de Noviembre de 1802. Paso de Mercurio por el disco del Sol, pá- gina 421 y siguientes, en la pág. 426 da el resultado medio por esta observación, O. de París 5''ír8' i6",5 — 79° 34' 7",5 Que es de Cádiz Por el promedio de las observaciones astronómicas (i), (2), (3) y (4), desechando la que más se separa, es longitud 70,51 ,14,8 Por lo tanto parece debe adoptarse para la longitud del castillo del Callao poi «istas observaciones 70.51 .57 ,6 '' \ leí observa- 2" 3'3i' '0-47-35 1-0.42.50 70.47.58 en aquellos ' á manifes- tó de la ver- exactitud, si del contacto istronómicas. 79" 34' 7",5 70.56.32,5 70.47. 1,5 70.52. 6,7 70° 59' 41" 70.52.33 70.48.55 70.50.30 70.56.22,5 70.52. 6,7 70.59.41,0 70.52.33.0 70.48.55,0 70.47.58,0 70.47.35.0 70.50.30,0 i'o.51-57.6 '0.51.14,8 '0.51.57.6 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 631 Guayaquil. En el año de 1790 se colocó el observatorio de las corbetas Descubierta y Atrevida, en una casa próxima á la orilla del río en la ciudad de Guayaquil nueva, situada 6", 5 al Norte y 13", 5 al Este de la Iglesia matriz. La latitud se dedujo por pasos de estrellas al Norte y Sur del zenit de Sur. 2" 12' 3 " El T4 de Octubre de 1790 se observó la inmersión de la 1^ 798 de Mayer ó t; de Sagitario por la parte oscura de la C y hecho el cálculo por el Capitán de navio D. Juan Tiscar, dio longitud al O. de Cádiz reducida á la matriz 5 Los tres cronómetros de la Descubierta conformes en o",i dieron Gua- yaquil al O. del Callao 2" 39' 35" Los tres de la Atrevida bastante conformes 2 . 39 . 14 Promedio, diferencia ñt Guayaquil O. del Callao ; 2.39.24 ® 73.31.24.0 El Capitán Hall, halla esta diferencia de 2.36.34 ® 73.28.34,0 El Barón de Humboldt, pág. 439 2.43.40 ® 73-35-40,o El promedio de todas será *f ® 73-32.52 ,8 Sin embargo de la conformidad que se advierte en estas longitudes, me parece debe adoptarse la que resulta por la ocultación de e de Sagitario, de 70. 31 • 53 .5 Panamá. El observatorio se estableció en esta ciudad en la sala de armas del Castillo de Chi- riqüi, que está 6", 5 al Sur y 13" al Este de la torre de la Catedral. La latitud se dedujo por paso de estrellas al Norte y al Sur del zenit de Norte. 8" 57' 10" Deducida ala Catedral. 8.57.16,5 El 19 de Noviembre de 1790 se observó la inmersión de O. de Aries por el limbo oscuro de la d y hecho el cálculo por D. Ju^^n Tiscar, dio longitud al O, de Cádiz, reducida á la Catedral 73.01.13 ,4 El 2 de Diciembre ocultación de ^ Virgo por la parte clara de la S emersión é inmersión calculada por Tiscar dio longitud reducida 73 • 00. 16 ,4 El promedio de estas dos longitudes tan conformes es 73.00.42 El 26 de Noviembre, por la inmersión del primer satélite de Júpiter 73,11.30 El 3 de Diciembre por ídem 73 . 7 . 30 Los cronómetros de ambas corbetas dieron con corta diferencia el promedio de 19' 2'' la Catedral al Este de Guayaquil 7o°3i'53", 5 1228 La Catedral de Panamá al Este 19. 25 ' Aquí se observa una de aquellas anomalías de que hemos hablado, pues entre dos puntos situados por observaciones astronómicas, y las diferencias cronométricas tan iguales como se pudieran desear, sin embargo la longitud varía una de la otra en ii' 46'', 5. Sin embargo, no se puede prescindir de adoptar para la Cate- dral de Panamá al O. de Cádiz el promedio de las dos ocultaciones tan con- formes. "^ 73.00.42 Arica. El t6 y 17 de Mayo de 179*^, la corbeta Atrevida estuvo en este fondea- dero, y en él se observaron varias latitudes, cuyo promedio dieron . . iS^ay' 55") La Iglesia al Sur 4- 25 I 18" 28' 20" .11 65a VIAJE ALKUOBUOK OBL MirNüü Los cronAmetros dieron la longitud al Este de Coquimbo i . 3 . ^o Coquimbo está al O. de Cádiz 65. 0.35 Será longitud de Arica, el fondeadero 63.37.05 — 22 Será para la Iglesia 63 • 56 • 4 i lil Capitán Hall, halla la diferencia de longitud entre Coquimbo y Arica: La Iglesia i . 3 .08 Coquimbo, como hemos dicho 65. 0.35 Arica al O. de Cádiz 63.57-27 63.57.27 Promedio será longitud de Arica la Iglesia (a) 63 .57. 5 Veamos el resultado de la longitud de Arica con referencia á Lima: Callao de Lima, como se ha dicho 70.51 .57 Arica al Este, por los cronómetros 6.46.38 Longitud de Arica con referencia á Lima 64.05.19-22" 64° 4' 57 Promedio será Iglesia de Arica 64. i . i El Capitán Hall, halla la diferencia de longitud cronométrica entre Valparaíso y Arica de r" 17' 44" Valparaíso, como hemos dicho 65 . 13 . 56 Longitud de la Iglesia de Arica (b) 63 .56. 12 63° 56' 12" Por lo dicho, parece preferible para la longitud de Arica el promedio de las dos lon- gitudes (a) y (6) = 0. de Cádiz 63.56.38 ,5 Estos apuntes manifestarán al inteligente hidrógrafo, que no se puede errar mucho en la situa- ción de los lugares que se establezcan por ellos; en la elección de las longitudes será algo difícil para aquellos que busquen una exactitud demasiado nimia, porque como se ve en esta corta dis- cusión, aun en aquellas observaciones que no debían dejarnos duda alguna en cuanto á sus resul- tados, sin embargo, se hallan algunas diferencias bien notables que dependen de muchas causas que no se ocultan al inteligente en estas materias y no deja de ser una el modo de calcularlas, como lo hemos visto en la célebre ocultación de Antares por la <£, observada en Puerto-Rico por el difunto D. Cosme de Churruca, cuya memoria debe ser eterna en la Marina española. Se notarán también algunas pequeñas diferencias en las latitudes, y á mi entender, dimanan de que no se hizo uso del barómetro y termómetro para corregir las declinaciones de refracción. Posiciones de los lugares de que trata esta Memoria. Latitudes. K"*'í?ilf' *^- de Cádiz. San Carlos de Chiloé (Castillo) Sur. 41° 51' 23"® 67° 26' 11" Talcahuano (Pueblo) 36.42.32 ©66.42.21 Valparaíso: Castillo del Rosario 33 • 01 • 55 <> 65 . 13 . 56 Coquimbo: Observatorio en el puerto. 29.56.22 tf 65.00.35 Lima: Castillo del Callao ;..... 12.03.31 í^ 70.51.57, 6 Guayaquil: Iglesia matriz 2.12.03 ^ 73.31.53,5 Panamá: Catedral Norte. 8.57.10 i^ 73.00.42, o Con estos datos, y teniendo á la vista las bases corridas por las corbetas en los intermedios de estos puntos principales, las diferencias por el Capitán Hall y los trabajos de la expedición hi- drográfica del Perú y Chile, podrán corregirse los demás puntos de las costas, así como las Islas de Juan Fernández y San Félix, que dependen de Valparaíso y de Coquimbo. ^3 •56-43 63-5727 63-57- 5 64° 4' 57 64. I. I 63» 56' 12" 63-56.38,5 o en la situa- rá algo difícil sta corta dis- a á sus resul- uchas causas e calcularlas, erto-Rico por ola. der, dimanan e refracción. Longitudei O. de Cidii. 67° 26' II" 66.42.21 6513. 56 65.00.35 70.51.57.6 73-3i.53,5 73.00,42,0 termedios de :pedición hi- ño las Islas T Discusión sobre las situaciones astronómicas de las costas de Chile^ Perú é islas adyacentes. Para poder fijar con más acierto la posición geográfica de muchos puntos de estas costas, se hace preciso manifestar antes las de aquéllos que por tener observaciones ah:;olutas, sirven de base á las demás con quienes hay diferencias cronométricas ú operaciones geodésicas, practicadas desde la mar y en tierra. Callao de Lima. La observación astronómica de mayor importancia que se ha hecho para fijar la verdadera si- tuación geográfica de este punto, es la que hizo el Barón de Humboldt, del paso de Mercurio por el disco del Sol el día 9 de Noviembre de 1802: esta interesante observación, calculada por el Se- ñor Oltmans (Observacioius astronómicas por Mr. Humboldt, tomo II, páginas 418, 419, 421 y 426) resultó para la longitud del Callao, Occidente de París, 79° 34' 3o"=7o" 56' 45" O. C' Además hay otras observaciones hechas anteriormente, que pueden servir de rectificación de esta, y son las siguientes: El tiempo no permitió que el Sr. Malaspina pudiese hacer otra observación que la emersión del primer Satélite de Júpiter el día 5 de Junio de 1790 en el pueblo de la Magdalena, en donde fijó el observatorio. Esta observación, según el Sr. Oltmans, comparándola con las tablas corregidas de Mr. Delambre dio: Longitud O. de París. 79" 35' 54 " 70" 58' 9" Seis emersiones del primer satélite de Júpiter observadas por los señores D. Jorge Juan y D. Antonio Ulloa, reducidas al Callao 79.31.41 ,6 70.53.56 ,6 Por un eclipse de X ob.iervado por D. Pedro Peralta 79.37.26,6 70.59.41 ,6 El promedio de estas observaciones será 79 -35 -00,7 70.57. 15 ,7 El de las cuatro, contando con el paso de Mercurio 79-34.53,0 70. 57.09 ,0 que sólo difiere en 2^" de arco, de la observación del paso de Mercurio, de consiguiente es la lon- gitud del Torreón del Castillo del Callao, 70° 57' 09" Occidente de Cádiz. Guayaquil. Las observaciones hechas en esta ciudad durante el tiempo que permaneció en ella la expedición de Malaspina, al paso que fijan la verdadera situación geográfica de este punto sirven de confronta, ción á la longitud del Callao. El día 14 de Octubre de 1790, se observó la inmersión de e de Sagi. tario por el limbo oscuro de la '■§., cuyo fenómeno, calculado por el Sr. Oltmans, dio longitud al Occidente de Parí^ 82° 18' 11" 73" 40' 26" El 22 de Octubre se observó también el eclipse de «, que calculado por Oltmans, comparándolo con seis observaciones hechas en Eu- ropa, dieron longitud 82.18.25,5 73.40.40,5 El promedio es longitud de Guayaquil 82.18.18,25 73-40.33,25 * Suponiendo la longitud del Callao como se ha dicho 70° 57' 9" Occidente de Cádiz, véase como resulta la de Guayaquil por diferencias cronf)métricas. 80 !l .ílh' 6J4 VIAJR ALREDEDOR DBL MUNDO If Malaspina halló la diferencia de longitud entre el Callao y Guayaquil, por vtrim cro- nómetros, de '. . 2" i9'i!4",5 El Harón de Humboldt 3.43.40 ,5 P'l Capitán Híill de la Keal Marina británica , , . 2. 37. J4 lO Promedio será 2 . 40. 13 Longitud del Callao, Occidente de Cádiz 70.57.0 Longitud de Guayaquil, Occidente de Cádiz 73. í7.22 Por observaciones astronómicas 73'40.3í Diferencia 00. j . 1 1 . Si se adopta la diferencia cronométrica a" 43' 4o",5 que halla el Barón de Humboldt, re .ultará para Guayaquil 73° 40' 49",5, que s jlr> difiere de las observaciones astronómicas, la despreciable can- tidad de i6",5 de arco; de consiguiente, parece que la longitud de Guayaquil debe fijarse en 73" 40' 33" al Occidente de Cádiz y que la del Callao es igualmente tal como se ha fijado. Valparaíso. Malaspina estableció el observatorio en el ángulo Norte del Castillo del Rosario, cuya latitud observada fué de Sur. ^^ i' 55" I." Por una inmersión y dos emersiones del primer satélite de Júpiter observadas en los días ig y 25 de Marzo de 1790 y ir de Abril con correspondientes en Green- wich, la I." dio longitud Occidente de Cádiz 65.23. 5. 2.' Pero siendo la de más confianza la emersión del 25 de Marzo, según los apuntes del Diario astronómico de aquella expedición, resulta Occidente de Cádiz 65.2'5.3o. 3." Según una carta del difunto Mr. Mechain, data del 25 de Mayo de 1801, dice este astrónomo, que habiendo comparado las inmersiones y emersiones del 19 y 25 de Marzo y 11 de Abril con las tablas corregidas, resultó para Valparaíso 73-57-45- Occidente de París. 65.20.00, 4." El mismo Mr. Mechain, poi-'el eclipse de Sol de ti de Marzo de 1709 (li/e- méridzs d; Viena, pág. 385) comparando la correspondiente en Marsella y dismi- nuyendo 3" de tiempo que Mr. Triesnecker supone Marsella más al Oriente de Pa- rís, resalta 65.21.34,5 Posteriormente se han hecho en Valparaíso dos observaciones de im- portancia. El Capitán Hall, de la Marina británica, y el Teniente Foster, del buque Conway, observaron la inmersión de Antares por la € el 2S de Octubre de 1821 y el mismo día la 614 de Escorpión: , por la primera, según los cálculos originales que he visto, resulta el fuerte de San Antonio al Occidente de Greenwich 7i''3o'5o",5 Por la segunda 71 . 28 . 46 Promedio..... , 71.29.48,2 El fuerte del Rosario al O -f- xo ,7 Longitud de Valparaíso, fuerte del Rosario yi.zg. 59 Occidente de Cádiz 65° 12' 44" 5.° En la tabla de posiciones (Viaje d:l Capit hi Hall y Memoir on tht navigaiion of So-.íth Amirica, pig. 48), se halla 71.31 .oo para el Castillo de San Antonio y del Castillo será 71.31 .10,7 65.13,55 ,7 6." Hecho eí cálculo el Sr. Oltmans de la ocultación de Antares, resulta Valpa- raíso al Occidente de París 74. 11.40 ó de Cádiz reducida ai Castillo del Rosario. 65.34. 5 '7 Resumiendo las observaciones astronómicas, tendremos: I." Occidente de Cádiz 65.23. 5 2-" " '- " 65.25.30 ^■Mi M 2.43-40.5 3-37J4.0 2.40. 13 70-57.9 73-40.33 OO.J.II. Idt, re .ultará ireciable can- jarse en 73* 33° i'55'' 65.23. 5. 65-25.30. 65.20.00, 65-21.34.5 65° 12' 44" 65 -13 -55 .7 65.34- 5.7 65.23- 5 65. 25. 30 CÜRBBTAS DB8C0BIBRTA Y ATRBVIDA 635 3.* Occidente de Cádií : 65.30.00 4.' 65.21.34,5 5.» . • 65.13.55,7 6/ 65.34.5,7 Promedio 65.34.50,8 Longitud de Valparaíso por diferencias cronométricas: Según Malaspina por los cronómetros de la Descubierta. Valparaíso al Oriente del Callao 5.35.3'¿ ídem por los cronómetros de la Atrhvioa 5.25-49 .5 Por el Capitán Hall 5 ■ .5í • 47 ." Por Mr. Lartigues, directamente 5- 30- 23 Promedio ' 5- 3". 52 .« Callao, Occidente de Cádiz 7".57. 9 Valparaíso, al Occidente de Cádiz 65.26.16,2 Por el promedio de las observaciones astronómicas 65 .24.50 ,8 Diferencia. 1.25.4 Promedio, longitud de Valparaíso 65 .25 .33,5 Coquimbo. — Puerto. Malaspina estableció el observatorio en una casa situada en la playa occidental del puerto, desde donde demora la ciudad de la Serena al Norte 58' Este distancia cinco millas. La latitud del observatorio se halló de Sur. 29° 56' 22" Para la longitud tenemos las siguientes observaciones: El día 18 de Abril de 1790 se observó la emersión del primer satélite de Júpiter (Me- morias del Dipósito, tomo I, pág. 43) 65 . 2 .30 Día 20, por ídem 64. 57. 15 » 28, eclipse de « (Memorias, tomo I, pág. 44) 65 . 2 . 45 » 28, ocultación de la segunda a de Libra inmersión y emersión, calculada por el Capitán de navio D. Juan Tiscar 65. 0.40 ,5 » 28, ocultación de la primera a de Libra por ídem 65 . , 5 . 41 ,0 Promedio, Coquimbo O. de Cádiz 65 . i . 44 ,3 Con fecha de 25 de Mayo de 1801 nos dijo Mr. Mechain, lo siguiente: «He comparado las fases del eclipse de « observado en Coquimbo el día 28 de Abril de 1790, con • las que yo he observado aquí, y me dan por un medio entre los resultados: Occid* ;* 'if Parí». Occidente üe Cádix. Longitud de Coquimbo 73° 44' 3°" 65" 6' 45' Las dos emersiones del primer satélite 73.4i.30 65. 3.45 Por la ocultación de 2 a Libra el 28 de Abril 73.34.36 64.56.51 Promedio 73-40. 12 Por las anteriores • 65. 2.27 65. 1-44..; Promedio, será longitud de Coquimbo. íti 65. 2. 5,6 11 .41 636 VUJU ALRCnBnOK DEL MUNDO Diferencias cronnmétricaH entre Coquimbo y el Callao: For los cronómetroH de la corbeta Üh.scuiukkta. Por ídem de los de la ATKUVltiA Por el Capitán Hall Promedio (a) 3-43. 12 34719 5 47-'f) w -üS* Longitud en que se ha supuesto el Callao . 70° 57' 9" 70" 57' 9" 70-57 ■ 9 l>ltiiluulKKr>\. Atükviua. CapiUii lUII. Coquimbo al Oriente, por la 5.51.26 5-4J-ia 5" 47' 19" Longitudes que resultan para Coquimbo 65.05.45 65.15.57 65.09.5o Coquimbo por observaciones astronómicas 65.02.05,6 65.02. 5,6 65. '.2. 5,5 Diferencia "»■ 3-37.4 00.11.51,4 00.7.44,4 Si se adopta la diferencia promedio de las tres (,1) 5.47. tg tendremos: Longitud del Callao 70.57. 9 Longitud de Coquimbo (¿,) 65 . og . 50 La diferencia cronométrica de Coquimbo al Este de Valparaíso por Malaspina 15 . 54 ídem por la corbeta Atkiívida 17.22 Por el Capitán Hall, reducida al fuerte del Rosario 15 . 32 Promedio 15 j5 Longitud adoptada de Valparaíso 65 . 25 . n ■> Lo..gitud de Coquimbo por diferencias cronométricas con Valparaíso 65.09. 17 5 • dem por diferencias con el Callao (¿^ 65. g. ío o Promedio Por las observaciones astronómicas, esta longitud es igual á'. » 65. 9.33,7 f 65. 2. 5,6 Medio Diierencia. 65- 5-49.6 7.28,1 Cuando se recalculen las observaciones practicadas en la expedición de Malaspina, quizás des- aparecerá esta diferencia; mientras será longitud de Coquimbo 65''2'5'',6 ó más bien 65° 5' 49",6 promedio de las observaciones astronómicas y diferencias cronométricas. Arica. it Malaspina halló por dos cronómetros la diferencia de longitud entre Arica y el Ca- llao de 6° 46' 38" El Capitán Hall 6. 48 . 56 Mr. Lartigues 6.49. 11 Promedio ■ 6.48,15 Callao al Occidente de Cádiz, según hemos dicho , 70.57. 9 Longitud de Arica (i.*) 64.08.54 Tenemos también Arica al Este de Valparaíso por Lartigues i . 18 . 28 Por el Capitán Hall i . 17 . 44 Malaspina.. , , , 1.19.10 5"3i'a6" 3-43I2 S.47Í9 5 47 -19 70.37- 9 (-■piUn Hull/ 5" 47' 19" 65.09.50 65 ."2. 5.6 00. 7 •44 4 5-47 .19 70.57 9 65.09. 50 15 54 17. 32 15. 32 65 16.16 25.33 .5 65. 65. 09.17.5 9.50,0 65. 65. 9-33.7 2. 5.6 65. 5.49.6 7.28,1 , quizás des- "65*'5'49".6 6° 46' 38" 6.48.56 6.49. II 6.48.15 70.57. 9 64.08.54 I I I 18.28 17.44 19.10 ■ CORBBTAS DUSCUHIHRTA Y ATRRVIIU 637 Promedio Arica Este de Valparaíso (por las tres posiciones anteriores). i . i8. 27 Hemos situado í Valparaíso al Occidente de CádÍ2 65 . ij . jj ,5 Longitud de Arica (a.*) 64 . 07 . 06 ,5 Por I' •) con referencia al Callao 64 . 08 , 54 ,0 Promedio: Longitud de la Iglesia de Arica • f>4. K . 00 ,a Aunque parece no ser de este lugar las longitudes de Cartagena de Indias, Panamá, Acapulco, San Blas de Californias, San José y Cabo San Lucas, que van á continuación, lo son atendiendo á que todas están ligadas entre si y cada una de ellas con los puntos áv las costas de que habla esta Memoria. Cartagena de Indias. En el tomo II de las OhsetvMiuncs astroiuhnuus del Harón de Humboldt, calculadas por Oltmans, desde la página 146 en adelante se hallan los cálculos y discusiones sobre ¡a longitud de esta pla;;a, concluyendo en la página 181 con los resultados siguientes: 1." Por las observaciones antiguas del Padre Feuille, I). Juan Herrera, D. Jorge Juan, D. Antonio Ulloay Mr. de Puysegur: Cartagena Occidente de París, .(i.*) 77° 52' 00'' 2." Por el eclipse de C observado en la Iglesia Baru en 30 de Marzo de 1801 por el Barón de Humboldt, y referido á Cartagena por el cronómetro (2.*) 77 .46. 57 3.° Por la ocultación de a de Escorpión, en 23 de Marzo de 1802, observada por No- guera, de la Marina Real de España (3.') 77.48. 15 4." Por las observaciones del primer satélite, por el mismo, comparadas á las tablas y con correspondientes (4.*) 77.51 . 15 Promedio 77 • 49 • 36 ,7 Pero Oltmans, se ti ja en 77 . 50 . oo Después de estos datos, el Capitán de navio D. Juan Tiscar nos ha facilitado las siguientes obervaciones que él mismo ha calculado: 1803 2 de Abril. Ocultación de Regulus por la € (5.") 77"47'26",2 Ocultación de p. de Si (6.*) 77 . 48 . 22 ,5 31 de Febrero. Eclipse de Sol con correspondiente en la Habana (7.') 77.49.55,5 1802 » Desprendimiento de Mercurio del disco del Sol, con correspon- diente en Vivieres, circunstancias dudosas (8.'} 77.46.00,0 Por la ocultación de a de Escorpión calculada por Fener. . (9.*) 77 . 51 . 45 ,0 ídem id. por Tiscar (10) 77.51.11,2 Resumiendo estas longitudes, tendremos: Por la (i.') 77.52.00 » (2.*) 77.46.57 " (3.*) 77-48.13 » (4.') 77-51.15 » (3-') • 77.47.26,2 » (6.") - 77.48.22,5 » (7-*) ■ 77.49.55,5 i> (8.*) 77.46.00 o (9-") 77-51-45 » fio) 77.51.11,2 Occidente üc ^arís Occidente de Cádiz. Promedio. Longitud de Cartagena de Indias 77°5o'i8",7 69°i2'33",7 Oltmans la fí ja .* 77.50.00,0 69.12.15,0 Diferencia despreciable 18 ,7 18 ,7 Por tanto, es la longitud de Cartagena, Occidente de Cádiz * 69. 12.33 .7 ó 69. 12.34. 6jp VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Panamá. Malaspina estableció el observatorio en la sala de armas del Castillo de Chiriqui, que está 6", 3 al Sur y 13'' al Este de la torre de la Catedral. Por eátrellas a! Norte y al Sur del zenit, se dedujo la latitud Norte del observatorio. 8" 57' 10" Dt la Catedral 8.57.16,5 El día 19 de Noviembre de 1790 se observó la inmersión de O. do Aries por el limbo oscuro de la í, y hecho el cálculo por D. Juan Tiscar. Dio longiud u\ Occidente de París 8i°38' 45", 4 Día 2 de Diciembre. Ocultación ?• de Virgo. Cálculo del mismo 81.37.48 ,4 Promedio longitud de Parama. Observatorio (d) 81 .38.17 26 de Noviembre de 1790. Inmersión del primer satélite 3 de Diciembre id. id Promedio (c) o. lie Cádiz 73° 00' 32" 73. 7-^<^ 73- 6.30,7 Como se ve, el resultado de las ocultaciones de estrell.ia varía bastante de las observaciones del primer satélite de Júpiter; de consiguiente, nos valdremos de otros r>-.cdios (como á continuación se expresan) para hallar la longitud de Panamá, y que al mismo tiempo nos manifiesten cuál de estas í /¡'igitudes es la preferente. Malaspina halla la diferencia cronométrica entre Panamá y Guayaquil por dos cronó- metros 19' 25" ,5 ''n cronómetro de la corbeta Atrevida, de la mir.ma expedición 19. 3 ,9 1 '. omedio Panamá Este de Guayaquil 19.14,7 Guayaquil, Occidente de Cádi^ según hemos dicho 73'4o'33",o Panamá, Occidente de Cádiz 73 . 21 . 18 ,3 Longitud de Panamá con referencia á Cartagena. Hemos vistu que la longitud de Cartagena es al Occidente de Cádiz . 69. 12.34 Porto Belo (fuerte r'.e San Jerónimo) O. de Car- tagena Por Puysegur 4''7' 35" Por Fidalgo. 4" 6'23" Cartagena. O. de Cádiz 69.12.34 69.12.34 Lonf. *udes de Torio Eelo , 73.20.09 73-18.57 El promedio de ambas será '. 73' 19' 33" Según Fidalgo, el Castillo de Chagres al O. de Porto Belo 20' 30" Longitud del Castillo d- Chagrts (¿») 73,40.03 En el tomo I de las Meworías del Depósito, Memoric. segunda, p ig. 53, se ve que: El Castillo de Chagras está al O. de Panamá, por el cronómetro 28' 41" Por la observación dtl primer satélite en ambos puntos 33. 30 Esta diferencia parece preferible á la que resultó por el cronómetro, cuya máquina pudo tener alte- raciones, ya por el clima com.o por las sacudidas que sufría en el viaje, por lo que tendremos: Longitud del Castillo de Chagi-es (b) 73" 40' 03'' Panamá al Este 33-30 Longitud de Panamá con respecto á Cartagena 73 ■ 06. 33 ídem por el promedio de las obseivaciones astronómicas (c^ 73-06.30 ,7 r ^hiriqui, que está ó",} vatorio. 8"57'io" ■ S.57.i6,3 or el limbo oscuro de 38' 45". 4 37-48 ,4 38.17 o. lie Cádiz 73° 00' 32" 73.11.30 73 7-30 73- 6.30,7 e las observaciones del orno á continuación se anifíesten cuál de estas s cronó- i9'25"»5 19-3.9 19-14. 7 73' 40' 33".o 73-2i-i8,3 ....... 69.12.34 hidalgo. 4° 6' 23" 69.12.34 73-18.57 73' 19' 33" 20' 30" . ... (6) 73-40.03 ve que: ....... 28' 41" ....... 33.30 íquina pudo tener ulte- o que tendremos: . ... (6) 73" 40' 03" • 33.30 73-06.33 — (c^ 73.06,30,7 COiíBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 639 Longitud de Panamá con referencia á Acapulco. Según las Memorias del Depósito, la longitud entre Panamá y Acripulco es de. . 20.33. 5 La longitud de Acapulco se ha fijado al Occidente de Cádiz » 93-34-56 Será longitud de Panamá 73 • 01 - 5^ Muy conforme con el resultado de las ocultaciones (d) calculadas por Ti'icar de. . 73. üo. 32 Resumiendo estas longitudes, tendremos: Por el promedio dt las ocultaciones de estrellas («) 73-00.32 Por el primer satélite en 26 de Noviembre (*) 75- ^^-3° Por ídem en 3 de Diciembre (<^) 73- 7-3» Por diferencias cronométricas con Guayaquil (e) 73. 21 . 18 Por ídem con Cartagena • 73 - ^-33 Por ídem con Acapulco con escala en Realejo 73- ^-5^ Desechando la (e), será el promedio de las cinco restantci. 73 . 5 - 35 .3 O en númerod redondos • - 73 - 5-35 La Catedral al O . del Observatorio -\- ^3 Longitud dt Panamá, Occidente de Cádiz • • 73 • 5-48 Por el promedio de las tres observaciones astroviómicas (a), (b), (c) reducidas á la Catedral 73- 6.43.6 Diferenca -• • ^-•- 00.0.55,6 San José de California. El paso de Venus observado en esta Misión el día 3 de Junio de 1769 por ei Abate Chape, D. Vicente Doz y D. Salvador Medina, ha sido calculado por el Sr. Oltmans, (Observaciones astronó- m'xas, pág. 616), concluyendo la longitud Occidente de París 112° 01' 07",5 y 103" 23' 22",5 O. de Cádiz. Este mismo cálculo con los datos originales de Doz y Medina, ha sido también calcul-'.do por D. José Joaquín Ferrer, en este foima: Contacto interior del ingreso en el centro de la Tierra o" 15' 28",7 egreso 5057' 23", 3 EnParis, por el conjunto de observaciones de Europa y Asia. 7.43.32,6 » 13.25.27,6 xjiferencias de meridianos, ingreso 7-28. 3 .9 » 7.28.04 ,3 ídem por el egreso. • 7 - 28 . 4 ,3 Pro edio .....; ..- = ■ 7.28.4,1 Suponiendo la Paralaje Solar 8", 5 90 y excluida la obser- vación de Role 7 28 3,1 Será longitud de San José, Occidetxte de París ii2''oo.46 ,5 O. C' io3''23. i ,5 SegánOltmans .•• 112. i .7,5 » 103.23.22,5 Promedio, verdadera loi gitud de San José .... • 112 . o 57 » 103 . 23 . 12 Ciibo de San Lucas. Por una base medida con todo cuidado desde la mar á bordo de los buques de la ex- pedición de Malaspina^ resultó el Cabo de San Lucas al Occidente de San Jcaé. . . 9' 30" Misión de San José al C jcidente de Cádiz ,-■ 103'^ 23. 12. Loneitud dei Cabo de San Lucas ■ • • • ^ 103. 32. 4a. I X^ 640 VIAJlí ALREDEDOR DEL MUNDO M t ii . I Sati Blas de Californias. Malaspina estiibleci6 su observatorio en una casa de la Plaza Mayor, y le dedujo la latitud de la Contaduría. Por el cuarto de círculo Norte, (a) 21° 32' 46" Desde el fondeadero 21.31. 5. l'or el Capitán Hall (^) 21.32.24. El promedio de las dos más próximas (a) (b) será Norte. 21.32.35. Para la longitud tendremos: El día 7 de Abril de 1791 se observó la emersión del primer satélite de Júpiter en buenas circunstancias, que según los cálculos de Olt- mans fOíisín'flcJOHcs asírowówtcíis, pág. 616), dio longitud al Occidente de París i07-34.45- El día II de Octubre, tín del eclipse de a calculado por el mism. 107.36.52 ,5 El día 26 de Mayo de 1822, el Capitán Hall ob- servó la ocultación de A de Leo, y según su cálculo O. de Greenwich 105" 18' 27" 107° 38' 42" Por las distancias lunares. Capitán Hal! 105 . 17 . 9 . 107 . 37 . 24 , Promedio. O. de París 107.36.46,5 o. de Citdit 98.59- 1.5 • Longitud de San Blas por diferentes cronómetros con Cabo San Lucas: Malaspina halló esta diferencia por los cronómetros números 71 y 72 de Arnold. . . . 4,° i^' 25'' El Cabo San Lucas se ha establecido al Occidente de Cádiz . 103.32.42 Longitud de San Blas al O. de Cádiz 98.59.17 Por las observaciones celestes 9^ -59 • ^ >5 Diferencia despreciable ...... \^ o. 0.15,5 Se ve desde luego que la conformidad de estas longitudes nada dejan que desear; por lo tanto, reuniéndolas, tendremos : Por el promedio de las observaciones celestes, Occidente de Cádiz 98" 59' i",5 Por diferencias cronométricas con el Cabo San Lucas 98 .59 . 17 ,0 Por las distancias lunares, Capitán Hall 9^ -59 -39 Promedio longitud de San Blas al Occidente de Cádiz 98 .59 . 19 ,2 Acapulco. Malaspina estableció el observatorio en 1791 en el castillo de San Diego, y en cuyo paraje por estrellas al Norte y al Sur del zén.% se dedujo la latitud de Norte. 16.50.40 Para la longitud el día 19 de Febrero de 1791 se observó la ocultación de > de Leo por el limbo oscuro de la d", cuyo cálculo hecho por el Sr. Oltmans, dio longitud O. de París 102 . 10 . 6 Por la misma estrella el 15 de Abril ídem 102.15, o Por tres inmersiones y cinco emersiones del primer Satélite comparadas 102.14.30 (accidental de Cádij Promedio longitud de Acapulco 102.13. 12 93 -35 -22 Pero Oltmans, dando la preferencia alas ocultaciones, fija la longitud en 102.12.33 ■¥■ 93-34'48 Don Juan Tiscar, habiendo calculado las ocultaciones, hace está longitud de 9^.30. 19 ,5 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 641 ¡O la latitud 21° 32' 46" 21.31- 5- 21.32.24. 21.32.35- Promedio. O. de Par{s 107.36.46,5 O. de Cádit 98-59- 1.5 4" 33 25' 103.32.42 98.59.17 98.59- 1.5 o. 0.15,5 3or lo tanto, 98° 59' i".5 98.59.17,0 98.59-39 98.59.19,2 16.50.40 102.10. 6 >ccidentai de Cádir 93-35-22 ■ 93«34-48 9^.30.19,5 Longitud de Acapuíco por diferencias cronotnétricus. Malaspina halla la diferencia entre estos dos puntos: Cronómetro número 10 » 520-15" número 105 5 20. 37 ,5 Promedio 5-20-26,2 El Capitán Hall, halla esta diferencia de 5-24-40 San Blas al Occidente de Cádiz 98.59.19 ,2 98-59-^9.2 Longitud de Acapuíco por diferencias cronométricas 93-34-39 -2 93-38-53 >" Por las observaciones celestes O. de Cádiz « 93-34-4» .0 93-34-48 ,0 Diferencia o. 0.08,8 o. 4.05,0 Se ve desde luego que la diferencia cronométrica que el Capitán halla entre Acapuíco y San Blas, es muy conforme con las observaciones astronómicas y desde luego preferible á la que halla Malaspina; por tanto, se puede fijar la longitud de Acapuíco, sin error de consideración, en esta forma: Por el promedio de las ocultaciones 93° 34' 48 Por las ocultaciones y satélites • • • 93-35-22 Por diferencia cronométrica con San Blas: Capitán Hall 93-34-39 Promedio de longitud de Acapuíco -ft ® 93-34-56 Realejo. Malaspina colocó el observatorio en la parte meridional del puerto, y á la voz del paraje en donde estaban fondeados los buques de su mando. La latitud se observó por pasos de estrellas al Sur y al Norte del zenit, de 12» 29' 50" Norte. El 24 de Enero de 1791 se observó la inmersión del primer satélite de Júpiter (Memo- rias, tomo L pág. 55) y dio longitud al Occidente de Cádiz - 80° 47' 00" Día 26, otra inmersión del mismo satélite - 80.46. 15 5.46.35 =65.10.58 5.42.37 =65.14.32 El promedio de todas estas seis longitudes será igual á 65'' 10' 42" ,7, muy conforme con la que resulta de 65° 10' 58", adoptando la longitud del Callao astronómica del Capitán Hall, 77" 6' 10" O. de Greenwich, y la diferencia cronométrica con punta de Coles 4r 5° 46' 35": por lo tanto, fijamos á Punta de Coles en longitud O. de Cádiz, 65° 10' 43" y latitud 17" 42' Sur. ^ Punía de Islay ó Hay. —Sin duda hay también una equivocación del práctico que tenía Malaspi- na, pues las diferencias de los resultados con el Capitán Hall son muy notables, como se vé á con- tinuación: Según la carta de Malaspina, se halla esta punta en latitud. 16» 43' 00" o. de CádU La longitud al Este del Callao 4° 25' Al O. de Arica 2.23. El Capitán Hall sitúa esta punta en latitud 66» 32' 9"i ^^„ , ,, ^ ^ { 66" 31' 74' 66. íi. o. ) -^ •'^ Sur. 17. i.oü 82 ■■Vj-ií' ' ^ 650 VlAJB ALRBDBOOK UBL MUNDO O. 4a CMIr. La longitud al ü. de Valparaíso 29. 15 4-^5 • 23 -'J. =65. 34. 48" Ídem al de Arica 1.46.594-64. 8.00. =65.54.59 ídem al E8».e del Callao , ,9 5, 1.57 1-70,57. 9, =65,55.11 Ídem ídem ^t 3.5.55 ídem. =65.51.14 lialeato en su carta pl O, de Arica 1.44.30-}- 64. 8, =65.52.30 Promedio será longitud de la Punta de Islay 65 . 53 . 44 ,6 Es evidente que lo que colocó Malaspina por Punta de Islay, es.ouo punto de la costa, y que debe colocarse por aquella latitud y longitud. Quika-Caleta.— Los buques de Malaspina pasaron á nueve millas de la costa, que señaló el práctico estar la caleta de Quilca, la que se situó por operaciones practicadas desde á bordo, re- sultando; N Latitud • igo 24' 00" Su longitud al Este del Callao 3" 49' 20" =67° 7' 49" Al O. de Arica 2. 57.30. =67. 5.30. Promedio 67. 6-39.5 o. d« Cádii. El Capitán Maclean sitúa lo que ¡lama Seal Piock. Latitud..; 16-44' 5»" y 72°2i'i5" O. G.*" =66» o' 40" El Capitán Hunter id 16.43,00. 72.20 id. ®(t($ =66. 2.45 Apuntes del Piloto del bergantín peruano. . 16,40,00 =66. 7,00 Lv-'s Pilotos y Capitanes Vila, Bandini ... . 16.41.00. Carta de Baleato =66, 8,00 Colmenares, Isasviribil 16.41.20. O. de Arica 2° 9' =66.17.00 Mr. Lartigues sitúa esta caleta en 16. 41. 10. La longitud al O. de Arica.... 2° 6' 3i"=66. 14,311 „ ,. , , ,..,., ídem al O. de Valparaíso. . . . 49.2,5=66,14,36) Prompd.o verdadero, longitud 66,14,33, o Latitud f 16.41,10, ili li- Es también claro que Malaspina situó otro punto que creyó (por mal informado) era la caleta de Quilca. Morro de Icari. — A distancia de siete millas de este Morro y tres y media de la costa lo situó Malaspina en 1 atitud Sur 15° 2u 00" o. de Cádii. Su lonptud al O. de Arica i" 54' 2o"=69'' 2'49" Al Este del Callao 4. 52. 30. =69. 00. 30 Promedio 69.01,39 Asi como en otros puntos de la costa, puede haber muchas dudas, por poco conocimiento del Pi- loto práctico, el cual dio este nombre á muchos morros ó montes, que se presentaban á la vista, por cuyo motivo hubo en Lima, una junta de Pilotos prácticos de la costa, y habiéndoles presentado las vistas de la costa y de otros morros, decidieron ser el Mono de Acari el que se determina aquí , Morro de la Nasca. — A distancia de seis millas se situó este morro 6 punto más sa- liente al Sudoeste en latitud de 15° 6' 00" Su longitud al O. de Arica 5° 9' 30" =69.19.49. I I ü i j 1 r> 11 t ! Al (J. de Cádiz. 60.18.40 .}) al Este del Callao 1.37.20 =69.17.30. ) «■^ ■■ ') ■ I La latitud de Hall es de 14° 20' 00" Estando los montes al Norte 4' millas, resultaría para estos. 14.16.00.1^., ,,,.;.' ' Diferencia 7 Malaspma los sitúa en 14.23.00.1 demasiado considerable. La longitud del Capitán Hall es al O. de Greenwich 76° f 16". = 0. de Cádiz 69" 50' i" muy lonforme con la longitud que establece Malaspina: no sucede así determinando esta longitud por las diferencias con Arica y Callao, que en los puntos anteriores ha habido tanta conformidad. Los Amigos, según Hall, están al O. de Arica. 5° 54' =70° 02' 00" Al Este del Callao. 38.54=69.59. 5 Medio. . . 70.0c. 32 En vista de estas anomalías, parece que los Amigos (montes) deben situarse según los establece Malaspina. En latitud Sur. 14° -3' 00" Longitud al O. de Cádiz ® 69 . 50 . 34 Isla de Sangallan. — Punta Sur, estando pióximo á su paralelo, sitúa ?ví.'>laRpina este punto en latitud. Sur. i^-^i .oo- I ^, ,■ o - 1 r< •.' i^ u o j Medio. 13.51.25 Según el Capitán Robson 13.51.50. ) -'>' -^ La longitud de Malaí?pina, es al O. de Arica 6° 4' 15" -^70° 12' 45 "j Este del Callao , 0.42. 5. =70. 15.04 j ' ' ^'^'^ Según la carta del Capitán Robson al Este del Callao 42.20 70.14.49 Promedio longitud de la Punta Sur de Sangallan: O. de Cádiz. 70.14.ii Islas di Chincha. — La más Norte á distancia de 12 millas: se situó este islote por Ma- laspina en latitud Sur de 13.36.00 Según la carta de Baleato i^. ^g. 15. I ,, ,. Tj r^ -.ji T, o Oí/ 3 Medio. 13.33.37 ídem Capitán Robson 13.40.00. ) -^ Jo-a/ Longitud al O. de Arica 6" i'45"=7o. 9.45. Este del Callao o- 45 • 5 =70 , 12 . 4 . Prcm -dio longitud ® 70.10.54 Morro Lechuza.— A muy corta distancia situó Malaspina la cúspide de este morro en latitud de 13-53 -30 La longitud al Este del Callao 43' 2o" = 70.i3.4g. |„ ^ , ? . co Promedio. 70.12.s4. O. de Anca 6° 4.00 =70,12.00. i ' -^^ Este Morro además se halla ai Este de lo más Sur de la Isla de Sanga- J lian, por operaciones geodésicas desde el mar 1.15.) Longitud . 70 . 13 .06 El extremo Sur de la isla se situó en 70.14.21 . I Promedio será longitud del Morro Lechuza, O. de Cádiz 70.13.00 Valle de Tambo. — El Capitán Hall sitúa este valle en latitud de Sur. 17 . 13 .00 Su longitud al O. de Arica 1° 27' 11 "=65.35.11. ' , ,. T- ^ j 1 /- 11 , A Medio =65.34.18 Este del Callao 5.23.14 =65.33.25. ) o-jí^-^^" Moliendo: pueblo.— ^Por el Capitán Hall está este pueblo en latitud Sur ly . 2.15 Su longitud al O. de Arica ... i°4o' 53" =65.48.53. ) ., ,. ^ , ^,,. T. . j , /- 11 .i id Medio O. de Cádiz. . . 65.48.00 Este del Callao 5.X0. 2. =65.47. 7- a-^u.uu Valle de Camana. — S gún Colmenares é Isasviribil, es su latitud Sur 16. 37. 30 Punía da CA¿/cíi.— Malaspina, á muy corta distancia de la costa, sitúa esta punta en latitud de Sur 12.31.30 La longitud al Este del Callao es de 45' 5" =Longitud O. de Cádiz 70. 12.04 V- ^ 14 20 00 ferencia 7' Cádiz 69" 50' i" muy ido esta longitud por ta conformidad. sdio. . . 70.00. 32 se según los establece . . Sur. 14" -3' 00" ® 69.50.34 na este Medio. 13.51.25 1.2.20 70.14,49 jor Ma- 70.14.^.1 13.36.00 Medio, 13.33.37 gitud ® 70,10.54 orro en 13-53.30 medio. 70.12.54 igitud. 70,13.06 70.13,00 ..Sur. 17.13,00 Medio =65.34,18 . .Sur 17, 2.15 idiz. . . 65.48.00 .Sur 16.37.30 mta en . . .Sur 12.31.30 70.12.04 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 653 Esta longitud puede rectificarse por las marcacione hechas desde tierra, en las operaciones practicadas en Lima y Pachacamac, que no se pueden verificar por no tener presentes estos docu- mentos. Isla de Juan Ferníndez, de ¿¿erm.— Malaspina se dirigió desde Talcahuano á situar estas islas, y desde ellas volvió sobre la costa al puerto de Valparaíso; por tanto, tenemos estos dos puntos y el de Chiloé, con cuyas diferencias cronomútricas pueden situarse con toda precisión. Estando á muy corta distancia del estremo occidental, se situó este puerto en latitud, a" 45' La longitud al O. de Talcahuano 5" 5^' oo"-f66°53'5o"=0, de Cadú 72"44'5o" » al de Valparaíso 7,19.00,4-65.25,33,= ' 72.44-33 » al de Chiloé 5,11,14,-4-67.31.51.= •' 72.43- 5 Promedio longitud del extremo O. de la isla=0. de Cádiz ©72 .44- 9 mismc La conformidad de estas longitudes no deja duda sobre la buena situación de esta isla, y al c tiempo, de estarlo entre sí, Chiloé, Talcahu'^no y Valparaíso. Sin embargo, manifestaremos á continuación las situaciones que han dado varios navegantes á esta isla, para que en adelante pueda rectificarse, no obstante que por lo dicho parece no debe quedamos ningún género de dada. El Capitán Pipón sitúa el fondeadero en latitud Sur de 33 3^ ^3 Su longitud al O. de Greenwich 78''49'oo"— 6. 17.15. =0. de Cádiz. 72. 31. 45 La punta O. de la isla al 0 7 -oo Longitud del extremo O. de la isla 72-3^.45 y estando el extremo O. de la isla al Sur del fondeadero, próximamente 4', será la- titud del extremo 0 33.^2.13 El Oficial de la Marina Real de España, D. Antonio Martínez, halla la latitud de lo más Norte de la isla... - 33-36.19 ídem D. Eugenio Cortés la misma punta 33-37-00 Promedio latitud de lo más Norte de la isla 33-36-40 La punta O. al Sur próximamente 7 - Latitud de la punta O. de la isla 33 -43 .40 Mai-tínez, por cronómetro y distancias lunares, la punta Sueste, O. de Cádiz 72.47. 27 Cortés, por cronómetro, sin referirse á punto de la costa 72 r 49 -30 Promedio 72.48.28 La punta O, al Occidente "••'*' Longitud de la punta O por Martínez y Cortés 72 .59 .28 Resumiendo estas longitudes, tendremos: Por Malaspina • • • • 72-44 -9,0 Por el Capitán Pipón 72-38-45 Por Martínez y Cortés 72-59-28 El promedio será longitud de la punta de 0 72.47,27 Pero en vista de lo expuesto, fijamos la latitud del extremo ü. de la isla, en lati- "I" 33-45-00 Longitud al Occidente de Cádiz ® 72 -44 . 9 tud de. Isla de mú afuera.— k la distancia de 28 millas de la isla y á su parte oriental, se si- mó el centro por Müaspina en latitud Sur 33 45 00 Por el Capitán y Piloto Mestre, en su paralelo á distancia de cuatro leguas, 33.45-7 Por el Capitán Carteret,^ fondeado en ella 33.45- o El Oficial Cortés •* 33.46- o Promedio latitud del centro de la isla • • 33-45-^6,7 654 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO H Malaspina determinó la longitud por una base desde la mar, en malas circunstancias, y dedujo longitud al O. del extremo occidental de la Isla de ticTa i° 34=74.18. 9 Según el Capitán y Piloto Vila por cronómetro 1° 56-74.40. 9 El Oficial de la Armada D. Antonio Martínez la sitúa en 74.36.35 ídem D. Eugenio Cortés 74 . 44 . 00 Desechando la primera por lo dicho, será el promedio de las tres, Longitud de la Isla 74.40.14 Latitud Sur , 33-4.'i-i6,7 Isla ie San Ambrosio. — ^La más oriental de las de San Félix. Ma1.tspina, partiendo de las inmediaciones del Morro de Copiapó para la situación de estas islas, verificó la del extremo O. de la de San Ambrosio por latitud Sur 26.20.00 Su longitud al O. del Morro de Copiapó 8° 40' 15" -(-64'' 56' 40" =73" 36' 55'' al O. del Callao 2.44.40 -|-70-57- 9 .= 73-4i-49 al O. de Coquimbo ". 8,28.004-05. 5.49 =73 -33 -49 Promedio longitud del extremo O. de la Isla de San Ambrosio . . . 73.37.31 Pero se ha dicho quo el Capitán Hall coloca la puntaO, del Puerto In- glés en Copiapó, en longitud de 64.45. 19 ,7 Según la carta, el Morro está al O -f- 6 . Longitud del Morro 64.51.19,7! La isla al O -(-8.40.15,0) 73.31-35 Diferencia . 5.56 Por tanto el promedio de ambas longitudes 73° ^f 31" y 73° 31' 35" será igual á longitud del extremo O. de la isla de San Ambrosio =® 73.34.83 Islotes Hormigas. — Malaspina dispuso la salida de un falucho con un Oficial de su expedición, para que desde el Callao situase estas islas: los movimientos violentos del falucho hacen aigo du- dosa la situación de ellas. El resultado fué: Latitud de la Hormiga chica. 11° 56' 00". S.O. del Callao. 46'4t)"=7i°43'49'' ídem de la Hormiga mayor 11.56.20. ídem 46. 10. =71 .43. 19 Diario de Malaspina. — Hormiga mayor ..... . ir. 54. 40. ídem 34. 00. =71 .31 . 9 El Piloto Vila dice que el farallón Sur, ó el mayor, estáen 11.55.48. ídem 36.5o.=7i. 33-59 Posición que adoptamos, mayormente, cuando en el Diario de Malaspina se leen estas expresio- nes: «Salieron en el falucho el Teniente Don Manuel Novales con el Guardia Marina Alí-Ponzoni para reconocer ysituar los Islotes Hormigas, lo que no pudo verificarse á satisfacción, y sí con duda, á causa de viento extraordinariamente fresco del Sur, el cual, engruesando mucho lámar, ni les per- mitió permanecer fondeado entre aquellos pedruscos, ni dejó de exponerles á mucho riesgo el pode- alcanzar nuevamente el puerto del Callao. » Sin embargo, cuando los buques de la expedición salie- ron del Callao, se dirigieron á rectificar esta posición, y según el Diario de Malaspina, la posición geográfica del islote mayor de las Hormigas; es de: Latitud... ii"54'40" Longitud. 71.31. 9 Por el Piloto Vila 11.55.48. » 7^-33-59 Promedio ±11.55.14. («71.32.34 ^mtm m^ ■ifiíiiniif ■i 74.40. 9 74.. 36. 35 74.44.00 74- 40 -14 33.45.16,7 26.20.00 =73° 36' 55". =73-4i-49 =73 -33 -49 73-37.31 73.31-35 . 5.56 ' 73-34-83 su exped'üión, acen aigo du- '=7i»43'49" = 71.43.19 =71.31. 9 =71.33-59 ístas expresio- na Alí-Ponzoni y sí con duda, Tiar, ni les per- riesgo el pode- {pedición sálle- la, la posición 71-33-59 «71.32.34 '3- M ■S- 16. 24- 36. 27. s8. RESULTADOS de ¿as situaciones geográficas de que trata esta Memoria. 3>- 3»- a- 34- 35- 36. 37- 38. 39- 4'- 42- 43- 44- 45- 46. 47- 4S. 49- 50. Si- sa- 53- 51 5i- 56- 57- 58- 59- *o. 61. ftj. «3 Cabo de Tres Puntas. Isla de la Madre de Dius Isla del Iliiafo Punta Huentemo. Isla de Chiloé San Carlos de Chiloé (Castillo) Volcán de Punirrague Pui.ta Parga Punta Queda! Punta de la Galera Castilla del Corral de Valdivia Punta Mequin Río de la Imperial Punta Redonda, Noroeste déla Isla Mocha Punta Norte de la Isla Santa María del Cansancio. . . Punta Sur de dicha, ó Punta de Lobos Punta de Lavapié , en el Continente Pueblo de Arauco, ídem Tetas de Biobio, la mis Norte Talcahuano, observatorio Río Itata Río Maule Bajos de Topocalma ó de Rapel Punta de Piedra Blanca Pun. a de Coruma Alti. Valpai-aíso, ang-** Norte del Castillo del Rosario. . . . PunU t.'el Concón ^ Campan i de Quillota (monte) Punta de MoUes en la herradura de Oi'i.itero Tiicrto de¡ Papudo, fondo Sur Puerto úe Píchidangui , parte Sur en la isla de este nombre Punta délas Amolanas.... .• Punta de Lengua de Vaca Coquimbo, ob-~ervatorio ídem observa • . astronóm Ciudad de la Serena Monte de Juan Soldado ó del Cobre Isla de Choros, lo más Norte Isla de Pájaros, lo más Sur Isla Chanaral ó Caiíavcral Punta del Huasju Punta O. del Puerto Inglés, en Copiapó Morro de Megiilones Cobija Pabellón de Pica ídem ** Iquique, Isla Quebrada de Camarones Quebrada de Víctor. Arica, iglesia San Marcos Morro de Ju.an Díar MoiTo de Sama Punta de Coles Valle de Tambo Pueblo de Moliendo Punta de Islay ó Hay Valle de Camana Punto en la costa tomado por Punta Isláy Caleta de Quilca Punto en la Costa, tomado por Caleta de Quilca . . Morro de Acari , Morro de la Nasca Mesa de Doña Marta ^ Intiernillos (islotes) Monte de las Mercedes Los Amigos (montes) , Isla de Sani;allá:i, punta S ir COSTAS. Chonos. Chiloé. Chile. ± ± ± t A \ + ± ± ± ± ± ± ± + A t ± ± + ± A + A A t t Perü. LATITIDES. 49"46'oo" 44- 4-30- 4a. 45. 40. 4>.5o.»3- 4,. 16.30. 41.37.30 41.00.00. 39.53.30- 39 53-20. 39.36.00. 38.39.00. 38.19.10. 36.56.43. 37- 3-Si. 37- 6-39- 37-M-30. 36.45.43. 36.43.32. 35-58.30. 35- 4-00 33-55-00. 33.34-30- 33.to.0o. 33- 1-55. 32.55.30- 32.58.10. 32.47-33- 32.31.15. ± 31 33-00. ± 30-'7-30. t 39. 56.^3. A A 39-50.42. 39-43.30. ± a9-a7-4S- ± 29.35.00. _i; 39. 3.0c, t + 28.38,00. t 27.19.00. ± 23- 5.O.J. ± 22.29.30. + ar. 1.50. + 20.13 15. ± 19. 13. 30. ± 18.51 .00. + 18.38.15. ± 18. 9.00, ± 17 57.40. ± 17. 42. 00. ± 17.13.00. + 17. 2.15. ± 17. l.OO. ± 16.37-30- ± 16-43.00. f 16.4t.10. ± 16.34.00. + 15.30.00. 14-58.53. ± '4-43.45- ± 14.43. 3. ± 14.33.14. ± 14. 33. 00. + «3-51-25 LONGITUDES. O. de Cádiz- 6i'>24'4a" 68,21.11. 67.48.41- 67.31.51, 66.28.31. 67.33 56. 67.55.18. 67-24-42, 67. 13-12, 67.24.18. 67-36.18. 67.32.20. 67,20. 10. 67.19.55- 67.23.50. 67. 7.33. 66 57-30- 66.53.50. 66.35.42. 66.00.40. 65.40, 2. 65.31.41. 65.34-53- 65.25.33, 65. 18. 58. 64.59. '3. 65.19.31- 65.12.41. 65.17.16. 65.32-"- 65.31.11. 65. 5.49. 65. 2. 5. 65. 0.56, 65. 3.19, ■15,22.34, 65- 6. 4, OBSERVADORES. 65. 5- 59- 64 . 45 . 20. 64.12. 50. 63.56. 45- 63.56. 30- '4. a. 40- «4. 6. 31- 64. 9. 31 64.11. 54 64. 8 oc. 64.22 52- 64.44 9- 65.10 43- 65.34 :8. 65.48 00. 65.53 44- 66.31 -34. 66.14 .33. 67. 6 .39. 69. I -39- 69.17 .48, 69.32 - 9- 69.. lí -44- 69-45 .56- 69.50.34. 70.14 .31. 0 ® ® 5« A A ® 5® 4® ® ® ® ® A ® A ® ® ® ® ® A A A A A ® ® 6«® oA 6 A 6® 6® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® ® Expedición do Ma aspina. Viln. Malnspí la. l.arti,"jes. Vi la. Malaspina é Isaiviríbil, ídem. ídem. I.sasviribil. Hall. Malaspina. Malaspina y Hall. Malaspina. ídem. ídem. ídem. ídem. ídem. ídem. ídem. Isasviribil. l'dem. ídem. Malaspina. ídem. Ídem. ídem. ídem. ídem, Ide-n. Culms. Isasviribil. Malaspina, Hall. Hall. Malaspina. Malaspina y Hunter. Campo.-i, Handini y Malasp, Campos, Bandini. Malaspina y Vila. Malaspina, Vila, Campan- Ídem. Malaspina, Hall, I^irtigucs Malaspina. ídem- Malaspina, Hall. Hall. ídem. Ídem. Malaspina. Varios. Malaspina. ídem. Malaspina. Hall. Malaspina. Malaspina, Hall. Ídem. Malaspina. Capitán RoSson. I 656 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO 63. Islas de Chincha, la más Norte , 66. Morro de Lechiira (cúspide) 67. Punta del Chitca 68. Callao, Castillo 6y. Isla de Juan Fernández tic Tierra, parte occidental. . 70. UIh de más afuera, centro 71. Islas de San Félix, lo más Oriental de la de San Am brosio ' 72. Islotes Hormigas, el mayor más Sur 73. Guayaquil, Iglesia matriz 74. Panamá, Catedral ■ 75. Cartagena, baluarte Santa Catalina 76. Puerto Bclo, Castillo San Jerónimo 77. Chagres, Castillo 78. Sanjosé de Californias 79. Cabo de San Lucas, en 1539 se llamó Santiago 80. San Blas de Californias, contad.* 81 . Acapulco, Castillo San Diego 82. Realejo, observatorio en el puerto COSTAS. Peni. Chile. Peni. LATIDUDEií. ± ■3°39'37" ± A ± t 13.53-30. 1a.31.30. >a. 3.3'- ± 33.*5 00. ± 33.45.17- ± 36.30.00. ± II.55.M. 2. 1 1. 56. 8.57."6i5 Norte t 10.36. 9, 5 t t 9.34.29.5 t '3. 3 '3. Norte ± 33.53.30. t t 31.33.35, 16.50.40. t 13.29.50. ü ■« § o .-I iia**oo 57 LONCriUDES. O. di Cádh. fcfiía'n" •o.ij.oo, 70. u. 4. 70.57. 9. 7".44. 9. 74.40.14. 73.34.33. 71. 3' -34. 73.40.33. 73. 5.48. 69.1a. i,. 73. '9.33. 73.40. 3. 103.33.13. '03. 3a. 43. 98.59.19. 93.34 56. 80.43.a9. OBSERVADORES. «I® Baleato y Capitán Robson. Malaspina. Ídem. Humboldt y otros. Malaspina. Vila, Martínez, Cortés. Malaspina. Malaspina y Vila. Malaspina y Humboldt. Malaspina. Humboldt, Fidalgo y otroi Fi dalgo. Iden.. Chape. D02 y otros. Malaspina. Malaspina, HaU. ídem. Malaspina. ' SERVADORES. :o y Capitán Robson. Malaspina. ídem. lumbotdt y otros. Malaspina. Martínez, Cortés. Malaspina. lalasptna y Vtla. pina y Humboldt, Malaspina. loldt, Fidalgo y otroü K i dalgo. IdcD.. ])f, Doz y otros. Malaspina. ^lalaspina, H.tl!. Ídem. Malaspina. OBSERVACIONES de la velocidad del sonido^ de latitud^ longitud y variaciones hechas en Santiago de Chile, por el Teniente de navio D. yosé Espinosa y el Alférez de navio graduado D. Felipe Bauza, De la, velocidiul del sonido. Ha manifestado la experiencia, que el sonido nace del movimiento de vibración que ocasiona en el aire el temblor de las partes insensibles de un cuerpo sonoro, las cuales, puestas en acción por el choque de otro cueipo, hace" vibrar en todas direcciones las partículas del fluido que lo rodea. Ya sea fuerte el sonido, ya sea débil, co- rre espacios iguales en tiempos iguales, de modo que el sonido que se extiende, por ejemplo, á una legua, tarda en andarla lo que tardaría en hacer la primera legua ú otra cualquiera de ellas, el sonido que anduviese mayor número, y así es que el estrépito del cañón, aunque 11 ga más lejos que el del fusil, por ser mayor la masa de aire á que comunica, no va más veloz, si no tarda más tiempo á proporción de la mayor distancia que alcanza. Como las pequeñas variaciones que en esto se advierten proceden de la imperfección de las experiencias mismas y de varias circunstan- cias de tiempo y de lugar, fundándose en los ha- chos anteriores, puede decirsa que la propagación del sonido n^cc; de la acción de un resorte isócro- no, asimismo en todas sus vibraciones, que las hace de la misma duración, mientras conserva la misma elasticidad, aunque esté impelido con di- versos grados de fuerza. Aplicando estos princi- pios al aire, considerado como el medio que nos transmite los sonidos, y rellexionardo las vicisi- tudes que sufre de continuo su der.sidad y su re- sorte, se echa de ver que la propagación del sonido debe variar por aquellas causas, como va- ría la constitución de la atmosfera en que se produce; pero cuáles sean los límites de esta va- riación, sólo pueden decirlo las experiencias. Por eso las han practicado en todos tiempos, sujetos celosos de los progresos de la Física general, y nosotros, animados del propio espíritu, hemos hecho las siguientes en el llano de Maipó en el Reino de Chile, donde no se habían practicado hasta ahora. Consultándolas, se verá que la ley con que se propaga el sonido no es una misma en todos los climas; que varía bascante de unos á otros para que pueda servir de fundamento en ningún caso á las operaciones geográficas exac- tas, y que aun para emplearla con utilidad en los usos ordinarios de la navegación, convendrá repetir todavía algunas experiencias en varios I igares, y hacer un análisis reflexivo de las que hay, para todo lo que tenemos muchos materia- 1' s preparados que ordenaremos con gusto si la superioridad aprobase este trabajo. Ei'.periencia de la velocidad del sonido. Toda la observación se funda en el principio siguiente. Cuando se ve la explosión de un arma de fuego á alguna distancia, percibe la vista la luz de la pólvora inflamada mucho tiempo antes qut se oiga el sonido, y como la luz se propaga con tanta rapidez que no tarda dos segundos en ve- nir de la Luna á la Tierra, puede decirse que la vista la percibe en el mismo momento que sale del cuerpo sonoro, en vez de que el estrépito pro- ducido al propio tiempo por éste, emplea en llegar al órgano del oído un tiempo sensible y deter- minado. Laego midiendo con precisión este tiem- po y la distancia del observador al sitio donde se produce el soniclo, se sabrá la velocidad actual de éste: para la medida de éste nos valimos de dos buenos relojes de segundos, ajustados al movimiento medio por observaciones del Sol, y comparados frecuentemente á dos péndulos de medios segundos que construímos, y usamos ya uno ya otro de estos instrumentos en las expe- riencias, para que fuesen más independientes los resultados. Con esta mira, las repetimos en va- rias direcciones y á diversas distancias desde dos hasta ocho millas, trasladándonos á los puntos r, D, E, F, cuyas posiciones hallamos respecto al punto B del modo siguiente: En el paraje que llaman el Conventillo se midió la base A B, de 2.900 pies de París. Sobre un terreno perfecta- mente horizontal que ofrece el llano de Maipó por es*^-. parte, se había alineado de antemano la distancia por medio de jalones verticales coloca- dos de 10 en 10 toesas, enfilándolos unos por otros y con dos perchas perpendiculares que ser- vían de señales en los extremos /! y /? de la base 658 VtAJE AI.RIÍDEÜOR DEL MUNDO en dichos puntos, de 10 en lo toesas se clavaron estaquillas de un pié, y puestas sus cabezas á cuatro pulgadas de altura, se hizo firnrí á la pri- mera un cordel, pasándole bien tirante de unas en otras, y así quedó determinada una línea pa- ralela á la del terreno; para medirla nos servi- vos de tres perchas de á tres pulgadas de grueso y nueve pies de largo cada una: la operación era facilísima, pues bastaba poner las perchas sobre el terreno cuidando de ajustar sus aristas al cor- del con el auxilio de pequeñas cuñas, y adelantar siempre la percha más inmediata al principio de la cuenta, poniéndola con precaución para evitar todo retroceso en las fijas. Con estas atenciones se midió por dos veces la base en sentidos opues- tos, y sólo hubo seis pulgadas de diferencia. Para tomar los ángulos, empleamos un buen teodolito y aunque nos aseguramos de su exactitud, mi- diendo el contorno del horizonte subdividido en varios ángulos, cuya suma fué siempre igual á cuatro rectos, no se excusó la observación del tercer ángulo en todos los triángulos en que lo permitió el terreno. La figura manifiesta la si- tuación ventajosa de la base medida y de las dis- tancias que por ella se concluyeron, y han dado á conocer con todo el rigor de la Geometría las de D E B G los pu] os C, I), E, F del llano al extremo fíat la base. Triángulo A CU. Triángulo B E G. Triángulo A G B. rriángulo B F li. Triángulo // /J (r. l/lCBii"'44'oo" EGB 71° 32' 00" AGE 16° 33' 00" FG/Í 68" 42' 00" DGB 50" 08' 00 " Datos.AcABje. 4.00 £BG 96.24.00 ABG 53.18.00 F/JG 93.46.00 DBG 121.20.00 \CBA 92.12.00 GB 9.557 GAB 110. g.op GB 9.557 GB 9,557 Resulta. CB 13.841 ps. FB 43.365 ps. GB 9.557 ps. FB 29.558 ps. DB 50.316 ps. Concluidas las operaciones geométricas, se colocó en el punto B un cañón de á ocho, y se dio principio á las operaciones en la forma siguiente: Día 13 de Enero al anochecer: experiencia primera observada desde la Chácara de Cañas E, á 7'' 50' de la tarde, coheteen el Conventillo, señal de preparación, contestado desde Cañas á 7 •> 52'. Tiros en el Conventillo. á SI- 00' 00" 8 10.00 8 20.00 Se vio la luz desde Cañas. 8^ 00' 00" 8 10.00 8 20.00 Se oyó el estallido. 8^ 00' 38" 8 10.38 8 20.38 Viento Sudoeste, muy flojo, casi calma, atmósfera cargada. — 1 Barómetro, 25 pulgadas, glíneas. ^Termómetro 18", o. Día 14 de madrugada; en el propio paraje á ¿^ 50' de la madrugada, cohete de preparación en el Conventillo, contestado desde Cañas á 3>> 52'. Tiros en el Conventillo. á 4'' 00' 00" 4 10,00 4 20.00 Se vio la luz desde Canas. 4*» 00' 00" 4 10.00 4 20.00 Se oyó el estallido. 4'' 00' 38" 4 10.38 4 20.38 En calma; alguna calima. ~ (Barómetro, 25 pulgadas. — Ter- jmómetro, i6",o. Desde Cañas demora el cañón situado en el Conventillo, Norte 69" O. del mundo. HM ■IMIi wmiiiii- CORBETAS lUíSCUBIERTA Y ATRKVIUA 659 metí. a las de B extremo fí de ¡ángulo // /> (r. ' 50" 08' oo" ' 121 .20.00 9.557 50.316 ps. che, y se dio e Cañas E, á ñas á 7 •> 52'. :, muy flojo, ra cargada.— adas,glíneas. paración en el na calima. - gadas. — Ter- Dia 14 de Enero al anochecer, experiencia segunda observ Tiros en el Conventillo. Sí vié la hu en el Peral. Se oy6 el eitallida. á 7»>3o'oo" 7h3o'oo" 7'' 30' 43" 40.00 40.00 40'43 50. 00 - 50.00 50-43 8,00.00 8.00.00 8.00.43'/, 10.00 lo.oo No se oyó. 20 . 00 20.00 8.20.43 Viento Sudoeste fresquito en el Conventillo; en el Peral algunas bo- canadas de Norte — Barómetro 25 pulgadas, 9 líneas. — Termóme- tro 23°, o. Día 15 de madrugada en el propio sitio. Tiros en el Conventillo. Se vio 1.1 luz en el Peral. Se oyó el estallido á 4hoo'oo" 41^00' 00" 4»' 00' 437," 4.10.00 4.10.00 4.10.43 4.20.00 4.20.00 4.20.43'/, 4.30.00 4.30.00, 4-30-437i 4.50.00 4.50.00 4-50.43'A Dasde el Peral demora el cañón del Conventillo, Norte 44° O. En calma, alguna calima. -Ba- rómetro 25 pulgadas, 9 líneas. —Ter- mómetro 20°,0. Día 16 del mismo, al anochecer; experiencia tercera, observada desde la Chácara de Macul Fá las 7'' 50' de la tarde. Cohete señal de preparación en el Conventillo, contestado desde Macul á7'' 52'- Se vio la luz en Macul. Se oyó el citailido. ■ Tiro» en el Conventillo. á 8^00' 00" 8.10.00 8.20.00 8 . 30 . 00 8.40.00 S*» 00' 00" 8.10.00 8.20.00 8 . 30 . 00 8 . 40 .00 8»- 00' 26" 8.10.26 8.20.26 8.30.26 8.40.26 Viento Nordeste flojo en Macul y Sudoeste fresquito en el Coiventi- Uo Barómetro 25 pulgadas, 9 lí- neas.— Termómetro 20°, o. Desde Macul demora el Conventillo, al Norte 72° O. del mundo. Dia 17 del mismo al anochecer; experiencia cuarta; observada desde el punto C del llano: á las 7*» 20' de la tarde. Cohete de preparación contestado á 7" 22'. Tiros en el Conventillo. á 7'' 30' 00" 7-35-00 7.40.00 7.45.00 7.50.00 Se vi6 la luz en C. J^ 30' 00" 7-35-00 7.40.00 7.45.00 7.50.00 S^ oyó cl estallidu. - 7'<3o'i2" 7-35-I2 7.40.12 7.45.12 7.50.12 ' Viento Sudoeste fresquito: tiempo claro: — Barómetro, 25 pulgadas, 9 líneas. — Termómetro, i8'',o. Desde el punto C demora el Conventillo, al Norte 2(>'' O. del mundo. Todas las experiencias que anteceden son de entera confianza, y examinándolas con cuidado, se vé que en la determinación del tiempo cabe cuando más medio segundo de error, que repartido en el número de las hechas en cada lugar, es un error despreciable. El viento sólo pudo tener algún influjo en la cuarta experiencia, retardando el sonido media toesa por segundo: en las experiencias restantes, ó no hubo viento, 6 fué exactamente transversal y siempre flojo: de suerte, que repartiendo el número de toesas que distan cada uno de los puntos C, D, E, F, del punto B por el número de segundos que tardó el sonido desde el cañón al observa- dor, se hallan las velocidades siguientes: Por las observaciones hechas en Cañas. Por la del Peraf • • • • Por la de Macul. Por la del punto C . . 190' , 2 193 - 5 189 , 5 ( 189 ,6 Velocidad del sonido en Chi- le, 191 toesas por segundo. 5*'S Algunas observaciones astronómicas hechas en Santtago de Chile desde Enero á Marzo de ijg^.^ por Bauza. Observación de latitud, dia // de Marzo. Altura ineridiiuiA. á ii''53'35" • ® 59°4i'45"f2' f m" \^ b^" 11.57.20 43.20 4- 22 43.42 12.00.00 43.30 -f- 00 43-30 Altura meridiana muy exacta 59.43.41 Sem."-]-?" — r" -f- 15-38 Las observaciones del año 1790 determinan la latitud de 33.26.00 Altura meridiana 0 59-59-^9 Distancia al Zenit 30.00.41 Declinación Sur 3.25.24 Latitud Sur . 33 . 26 . 05 Obsei'vaciones de longitud. n A 14'' 53' del 29 de Enero cuenta astronómica en Santiago de Chile inmersión total del primer satélite de Júpiter: la atmósfera estaba clara, se distinguían las bandas del planeta, buena obser- vación, comparándola con el cálculo, da longitud de Santiago O. de Greenwich 71° i'. Se observó con un anteojo de nueve ps. de largo, propio de D. Manuel Cotapos. A 7'' 20' 53" de la tarde del 20 de Febrero, hora verdadera en Santiago, fin del eclipse de Luna, observado con el anteojo dicho: laatm6s,fera estaba clara, observación de confianza, resulta longitud de Santiago O. de Greenwich 70" 55' 00". Las observaciones del año 1790 determinaron la longitud de 70" 56'oo". Observaciones del termómetro. No se puede llamar riguroso el calor del verano en Santiago, pues raras veces se ve á 24° el ter- mómetro de Reaumur, y esto al medio día, en aquellos en que no hay virazón, y nunca permanece más de tres minutos cortos en este estado. Los ascensos y descensos del termómetro han sido dia- riamsnte este verano como sigue: al salir el Sol, en 16 ó 18°; en 20", á las 10'' ; á medio dia, en 22° y 24" á la siesta, faltando la virazón, que sucede pocas veces; por la tarde y noche, 20, 18 y 16° y aún 14° á la msdia noche: á la madrugada vuelve á subir, continuando la misma marcha. Observaciones del barómetro. Es tan constante el estado de la atmósfera de este país, que casi no se hacen sensibles en el ba- rómetro, sus variaciones, de suerte que dentro de un tercio de línea ha estado en 25 pulgadas desde Diciembre hasta Marzo. Es cierto que en estos meses no han pasado de cuatro los días nublados, ni ha caído una gota de agua, ni soplado un viento recio. La excesiva sequedad sirve de algún contra- /..'V á^ Éi^ de Chile Altura meridianti. 59' "43 52" 43 .42 43 • 30 59 43 .41 + 15 38 33 26 00 59 59 19 30 00 41 3 25 24 }>}>' 26. 05 al del primer buena obser- '. Se observó pse de Luna, ulta longitud ! á 24° el ter- a permanece an sido dia- edio día, en le, 20, 18 y marcha. )les en el ba- gadas desde nublados, ni Igún contra- CORBBTAS DBSCUBIBRTA Y ATREVIDA 65 r peso á estas ventajas del temperamento: comparando dicha altura del barómetro con la que tiene el nivel del mar, y valiéndonos de las fórmulas de Mr. Bouguer, hemos hallado la elevación del suelo de Santiago de 934 7i varai castellanas sobre el nivel del mar. Observación de la variación de la aguja. Repetidas veces hemos observado azimutes magnéticos con el teodolito, y ha resultado de 14° 28' la variación Nordeste, promedio de muchas observaciones que no se apartan medio grado entre sí. Observaciones del barómetro^ de latitud^ longitud y variación de la aguja^ hechas desde Santiago de Chile á Mendoza y Buenos- Aires^ en Marzo y Abril de 17^4. Observaciones del barómetro y determinación de la altura de varios puntos del camino principal de la cordillera de los Andes. Altura del mercurio «n el barómetro. Termómelro . Notnbres — — da lew lugares de loi obserracionej. Pulg.ing. Pulg./ranc Farh.Rmr. Klevucioiio «ubre el miir. Elevación ú depresión — délo» lugare* entre sí, cu pies PiéM df Piésd* Tflfsas ingleses. ¡ngialerra. Cattitla. de Francia ■ Valparaíso al nivel del mar Santiago de Chile . . . Casa de las Calab.' . . . Casa de la Cumbre , . Casa de las Cuevas . . Casa de los Puquios. . . Mendoza 26 91 30, 00 28,14 62,14 Elevación 0000 00000 00000 0000, 0 27 39 25 75 72 18 Id. 2620 02620 02864 0409,7 20 64 19 40 61 13 Id. 7984 10604 1 1590 1658,1 19 3 17 83 45 6 Id. 21.55 12739 13892 1987,4 20 16 18 92 54 ro Depresión 1514 'A 11225 12241 1747.2 21 45 20 10 57 " Id. 1710 7, 09514 10399 1487.7 26 91 25 25 68 16 Id. 5039 V. 04475 04891 0699,7 Noia. Aunque estas observaciones no sean de una exactitud incontestable, merecen confianza por el cuidado y esmero con que las hicimos con un buen barómetro de tubo capilar, en cuyo uso, así como en el cálculo de las observaciones, nos hemos guiado por las reglas y advertencias de los observadores más exactos. Observaciones de latitudes, longitudes y variación. Nombres de los lugares. Días del mes. Alt. ap, me. Latitud Sur, Santiago Marzo 1 1 ® 59° 43' 'A 33° 26' 20" LosAndes » 15 58.45'/» 32.49-30 Casa de los Puquios » 18 57.26 32.57- o Uzpallata » 19 «de Leo. 32 . 35 . c Mendoza » 228)55.57 32.52.40 ídem » 24 55- 9 'A 32. 53-00 ídem por el gnomon » 26O54.41 32.51. o La Ramada * 31 33. 8 32.27. o Desaguadero .*. . . Abril 2 52 . 22 '/n 32 . 27 . Ciudad de San Luis pr. a deLeo * 3<'43.43 'A 33-i8.30 I4'"A 15 'A 14 Longitud O. de Cádiz. 64.4 porel eclipse del primer satélite del 3(j de Enero y el de Luna de 16 de Febrero. 62.13 poi" distancias de ® (t el 25 y 26 de Marzo. 15 14 ) — s.».s>i I j w. 662 VIAJH ALKBOUDÜK DliL MUNDO Nonbr» da Im liigarci. IXiia <56- 5 7, 33-53. jo Quillota 32.53.30 Vn. N«. 13 15 II 14 n 14 II II 13 I.oiif iltid O. d< Cádií 50. 18 por distancias de® if Oc. y á Pollux or' : ob' . el 4 dada en la mar. 54.51 por distancia de la Luna á Pnllux üc. y a de Spica or ' . 52.16.7 *'?*' ■/■■ Nota. Las alturas meridianas referidas al centro con esta señal O, se observaron con un gno- mon de seis pulgadas de alto que construimos en Mendoza, porque necesitábamos, corriendo en posta, de un instrumento de uso más expedito que el sextante y suficientemente exacto, como mani- fiestan las observaciones hechas en muchos parajes con los dos instrumentos. El tiempo hermoso, la precisión de ver amanecer y correr todavía algunas horas después de puesto el Sol, en que nos ponía la diligencia del viaje, las llanuras interminables de las Pampas y el deseo de sacar algún partido del tiempo, nos movió á observar muchas veces la duración del cre- púsculo y á calcular la depresión del Sol cuando apuntaba 6 se confundía en el horizonte la luz crepuscular; daremos una de estas observaciones hecha el 7 de Abril en latitud de 33° entre el Tambo y la Punta del Río. ^ 5'' 36' 30' ds la tarde, hora verdadera, se ocultaron las luces últimas del d) en el horizonte. A 7'' 4' oü" de la noche, tiempo verdadero, se confundió con el horizonte la luz crepuscular, formada en arco. 1^ 27' 30" duración del crepúsculo, y calculando con este ángulo horario la latitud del lugar y la declinación del Sol, que era á la sa^ón 7° ii' Norte, la depresión del astro resulta de 17° 18'. Otras observaciones han dado 17° 30' y 18°, de suerte, que confirman de nuevo estas observaciones, «jue el Sol dista del horizonte entre 17 y 18" cuando empieza ó finaliza el dia. Alíuras de varios montes de la tierra. NOMBRES DE LOS LUGARES. África . 1 Chimborazo , América. . |líl Corazón (La ciudad de Quito . . . I Pico de Tenerife jPico Ruivo en la Isla Madera , / Monte Blanco, más alto Alpes El Vesubio en 1776 El Etna •. El Canigou, uno de los Pirineos . . . . ' San Bartolomé, en el país de Foes ....,.., *\ Monte de Oro, en la Aubernia El Puy de Dome El Hecla Pico de Orizaba - \ Camino principal de la cordillera de los Andes . Europa... ( Pies ingleses sobre nivel del mar 20.575,8 15.783 9.242 IT.022 5-141 15.672 3.938 10.954 9.214 7-563 6.696 5.285 5.000 20.595 12.739 !■ o dcCádl. >r distancias . y á I'ollux el 4 dada en I distancia de Pnllux Oc. ca or ' . con un gno- corriendo en , como mani- s después de 18 Pampas y ición del cre- zonte la luz 33° entre el el horizonte, crepuscular, d del lugar y i de 17° i8'. jservaciones, ' i COKUBTAS DRSCUBIRRTA Y ATKKVtDA 663 ESTADO donde se manifií-Ha la relación de gravedadÁ's entre dwersos Inflares del mundo, según las experiencias hechas por las corbetas del Rey, IJescuhierta y Atrevida, formada» por el Teniente de navio D. Ciricuo de Cex>allos. HliMISI'ERIO ÁRTICO l'Ugare* tie nbMrvftcióii. Mulgrave Nutka Monte-Rey Acapulco Manila Islas Ladrones Macao (Mindanao) i^amboanga. UtliludM. l. d< CU \> KnprMÍuMi tltgravtdail. 59*33' 10" 133-44' 4a" Oc. 1004629, J 49-35-I3 1-50.33.42 1003014,2 36.36.10 115.50.20 1001505,9 16.50.32 93.5o- 15 1000532, y 14.36.00 120.55.00 Or. Paran los originales en líspañ 13. 18.00 150.42.27 Or. 1000027,7 aa.12.uo 113.36.00 Paran los originales en ICspañ 06 . 55 . 00 231.44.55 Oc 1000000,0 HEMISFERIO ANTARTICO Lugares de obtervftctóii . Puerto Egmont Santa Elena Talcahuano Montevideo Puerto Jackson Vavao (Islas Amigos; . Magutiicna (en Lima) . Latinidei. Lonffitude* de CAdii. Kxpreainnes He gravedad 51" 21' 08" 44-29.55 36.42.18 34.55.08 33.5i.2« 18.38.45 12.04.38 53" 54 30" 59. 25 30 67.02.53 50.00.45 202.27.30 167.49.18 70.52.30 Oc. 1003219,7 1002882,6 1001895,2 1001889,4 1001789,3 1000623,3 1000119,2 La incertidumbre en que estamos relativamente á la longitud del péndulo de observación, emba- raza la deducción de los resultados absolutos, asi como la comparación de nuestras experiencias con las hechas por otros filósofos en diversos lugares del mundo. Pi > cualquiera que sea aquella longitud, como estas corbetas han repetido sus observaciones en ambos hen^isferios, pueden deter- minarse las relaciones de la gravedad entre todos los puntos de observación. Tal es el objeto de la tabla anterior, cuya forma hemos tomado de Mr. Maupertui en el estado general que 'lizo de todas las experiencias del péndulo hechas hasta su tiempo. Este geómetra omite las fórmulas que le con- dujeron á sus resultados, y que nosotros hemos suplido. Se sabe que un cuerpo sumergido en un fluido pierde de su peso el peso del fluido que desplaza. Según este principio, la lenteja del péndulo, en virtud de cuyo peso se hacen las oscilaciones, debe perder una parte de este peso igual al peso del aire que ocupa. Si el aire fuese un fluido igualmente denso en todas las regiones de la Tierra, no habria necesidad de ninguna corrección, porque produ- ciendo entonces disminuciones iguales, no había causa que alterase la relación entre las gravedades; pero como los pesos del aire son distintos en diversos lugares, y para un mismo lugar en distintas circunstancias, de aquí nace una corrección sin la cual confundiríamos muchas veces las disminu- ciones reales de la gravedad, con las causas que sólo son un estorbo de ejercerse. Nuestras expe- riencias están todas reducidas á las 29 '/j pulgadas del barómetro. Según Newton la gravedad se ejerce en razón inversa de los cuadrados de las distancias al centro. Nos hubiéramos salido de este principio para reducir las experiencias de una propia altura; pero no ha sido necesario, porque todas se han hecho al nivel del mar, con diferencia de cuatro á seis toesas, cantidad absolutamente despreciable. También se ha hecho atención á la correc- ción que deben tener las oscilaciones, por la circunstancia de no ser cicloidales, etc. Después de lo dicho" y mientras no se da la historia individual de estas experiencias, basta aña- dir, que para hacerlas se han tenido presentes todos los principios fundamentales de tenria, y la conducta de los que nos han precedido en esta clase de observaciones. y.',\ ESTADOS DE DERROTA ESTADO de derrota correspondiente á los meses de Julio y Afrosto: manifiesta la posición de la ci>rbtta Dksi i iiiKRTA en cada medio dia, los errores de la estima, vientos, fuerza, estado del mar y variaciones de la aguja. Salida de Cádiz para el Rio de la Plata. 1789. Dlat ilfl mil. Ag. Set. JO I ¿ .1 4 5 6 7 8 9 lo II 12 13 14 15 i6 17 18 19 30 21 22 ^3 24 25 26 27 28 29 30 31 I 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 15 i6 17 18 19 20 Lmiluil N. 34 32 31 28 25 23 21 19 í7 16 15 14 13 II 10 10 10 9 8 7 7 6 5 4 4 3 2 I o 2 5 7 9 II 13 16 19 21 22 24 23 26 28 29 31 31 32 32 33 34 35 34 36 59 00 54 53 38 43 JO 36 if) 10 30 4 10 56 40 40 44 2 i7 3 47 I 59 49 13 22 46 13 00 41 I 7 16 36 54 30 00 15 28 23 57 47 7 38 4u II 43 22 42 49 49 14 32 30 o 58 o 38 o 41 24 35 13 21 43 55 4t 25 JO 54 52 3 30 42 5 o 4 22 23 27 40 2 40 50 40 25 40 32 40 8 00 36 20 26 30 27 30 45 50 56 30 Lontfituü. O 2 4 7 9 10 12 14 14 14 14 13 12 12 II 9 II ir II lü 9 8 9 lo II 13 14 í6 17 i8 18 18 19 20 20 20 22 24 26 27 29 31 34 37 39 40 41 43 44 46 48 48 53 47 57 9 40 37 44 ÜO 43 22 15 45 00 35 10 32 29 55 15 59 G 15 16 00 28 3 27 3« 49 I 39 8 3 12 43 5« 36 39 17 6 56 51 25 40 21 I 29 25 54 37 24 00 57 13 17 32 24 00 36 35 00 35 43 55 50 00 i\ 34 59 29 52 I 43 00 24 40 12 59 37 ou 53 00 27 30 33 30 10 20 35 00 31 20 20 00 00 00 8 45 6 00 4 00 56 13 jititruionM d« U cilitiui. Kn latitud. E» longituil. 8 3 10 II 8 14 17 17 28 5 44 o i7 o o 48 3 4 I 27 16 2 I r4 17 o 27 3 6 +6 14 II 12 o 27 17 8 I 4 II 6 16 o o o 10 2 6 4 3 o o 25 S. 14 N. 15 S- 26 S. 30 S- 37 S. 51 s. 50 S. 00 s. 40 N. 7S. o 17 N. o o 51 N. 59 S. 41 S. 29 S. 8 S. 13 N. 29 N. 39 N. 27 S. 35 N. o 32 N. 28 N. 38 S. 32 N. 00 S. 4 s. 25 s. o 37 S. 46 S. 52 s. 36 s. 38 s. 15 s. 19 s. 50 s. o o o 47 N. 18 N. 20 S. 00 S. 23 N. o ' o 31 40 23 15 O. 12 O. 39 41 O- 38 42 O. 30 i5 ()• o o 23 24 O. o o 29 17 o. 28 39 O. 56 00 O. 1 loü. 2 38 R. O. o 21 E. 12 K. 51 E. 24 E. 4E. 3K- 7E. i6E. 14 O. 24 O. o 24 O. 23 O. 51 O. 3 O. 26 O. 570- 20 O. 340- 29 E. 58 E. 00 O. 38 O. 21 O. o o O. o 7 23 8 45 I I 31 56 I O 59 39 17 19 36 47 32 9 5 7 36 I 9 o 7 o o o o o o o o 37 20 O. 21 20 E. 17 5E. 6 39 E, o o o o o o Vlt.NT08, FUERZA V KfiTADO DBt. MAR. Del E.S.E. al N.E. y E.N.E. fresquito y mar gruesa. Del E.N.IÍ. al N.N.E. mar picada del mismo N.E. fresquito, mar del viento ídem id. á intervalos bonancibles, mar picada al viento. Viento del N. al N.E. fresco, mar gruesa Viento del N.E. al S.E. fresquito, mar picada E. bonancible y calmoso, marejada del mismo Del N.N.E. al Ü.N.O., mar del E Viento N.N.O. al N.O, bonancible, ventolinas varias. S.E. bonancible, mar picada del N.E Ventolinas variables, mar del N.E E.N.E. galeno, mar del N.E. al S.O Viento del N. al E., mar picada del mismo Viento S.O., mar del mismo Viento del S.O. recio, mar gruesa S.O. 7* D. bonancible, mar gruesa del S.O Viento S.S.O. fresco, mar del mismo Viento calmoso del tercer cuadrante, marullo de él. . Ventolinas de la misma parte O. S.O. bonancible, mar gruesa del S.O S.S.O. fresquito, mar del mismo Viento del tercer cuadrante, mismas mareas S.S.O. bonancible, mareta del viento De) S.S.E. al S. bonancible, mar del mismo S. y S.S.E., misma mar Viento S., mar picada del viento S. bonancible, misma mar Viento S.S.E., mar picada del mismo E.S.E. fresco, mar del viento ídem ídem ídem , E.S.E. fresco, mar gruesa del viento Del E. al E.S.E. fresco, marejada del mismo E.S.E. fresco, mar del mismo Viento fresco del E.S.E., marullo del mismo Del E. 7t N.E. al E.S.E. bonancible, mar del viento, N.E. bonancible, mar de la misma parte Viento ídem, mar picada del mismo N. fresco, mar de la misma parte Viento N. flojo, mar del mismo E. fresco, mar gruesa del viento Del E. al N. duro, mares gruesas del mismo Variables mares, gruesas y encontradas Del N.E. al N. flojo, mar picada Del E. flojo, mar del viento , N.E. y E. bonancible, marullo del N . . , ídem Viento N.E. flojo ídem Viento N.E. fresquito S.S.E. y S.E. fresco, mar algo gruesa. D( l«n da U *gi J» NO. 0 » 18 52 10 00 0 00 0 ÜO 0 00 15 15 45 48 13 3 12 13 44 6 0 0 I 6 12 54 0 o 0 0 12 0 12 20 12 50 0 0 0 12 0 0 0 0 u 12 25 0 0 10 30 9 15 9 8 8 6 6 17 13 ^3 25 25 5 3 15 36 4 9 2 30 0 0 I N. 31 E. 3 10 4 59 0 0 0 0 0 0 10 3 0 0 12 2 0 0 12 24 0 0 0 0 ^^. i' '"ibn de la corbtta \ar y variacionts ■nar gruesa, mo la al viento. ~m\;\ sino inas varias. NO. 12 44 illo de él. 12 20 12 50 O o mo. itno. ... no del viento, CORHRTAs DlíSCIIBIBRTA Y ATRBVIDA 665 Salida del Rio da la Plata para el Puerto Deeeado.— Mes de Noviembre. 1789. AlwraclAii ilt 1* ••lima. I«Jt4 Luliluil l.«niliud. (1 ' M ii»<. laliLld Kn loniiilud. 0 1 // 0 ' ft / #/ 15 J5 03 20 50 lü 41 16 J5 52 38 49 26 51 14 69 S. 3 "2 O- 17 J'> 27 14 48 7 15 17 14 S. 28 43 ". 18 .JÍJ 5*' uu 47 7 5" 17 5» N. 20 2ü 0. 19 J7 54 5'' 47 H 00 11 5N. 21 4 t). 20 38 31 30 4.S iH ÜO 4 59 S. 10 22 IC. 31 38 38 55 50 38 00 0 15 s. 6 2 1 0. 22 39 32 50 51 3() DO 4 50 S. 9 55 0. aj 4'» 37 35 54 0 30 I 57 S. 5 (K) ü. 34 41 24 2 5'^ 3 23 2 00 S. 3 10 0. 25 41 27 7 59 59 54 3 32 N. 10 I.J li. 26 42 4 39 57 3f' 59 II 00 .\. 'í 42 31 40 57 15 54 5 10 N. 12 19 0. 43 7 33 57 58 30 0 0 19 4 0. 29 44 I 50 59 3 47 12 44 N. II 2} 0. 30 44 49 58 59 22 47 12 2 N. 1} 12 0. l>ic. r 4^» }>}> 00 59 27 4 5 0 N. 18 19 0. 2 47 21) 00 59 34 20 5 0 N. 18 19 0. Viento del N.IC. al N.O., mar llana Viento cftlmoHO del N.O., mar niiNmii. . . . S.S.O. fresco, mar gruesa Viento fresquito del S.O. '/». •n»'' Id ídem fresco del S.O., mar del mismo. . . . Viento fresquito del S.O., mar del mismo. Viento N. fresco, mar picada del mismo. . ídem flojo, mar llana Viento fresco, mar tendida del N. y N.H. Mismo viento, marejada del N Viento S.O. fresco, mar de S.O Viento ICO Viento O. N.O. fresquito, mar picada del N Viento E.N.IÍ. bonancible, mar llana. . . . Viento N.N.O. fresquito del S.O Viento N. bonancible, marullo del N.O. . . ídem del N.O. bonancible, picada del N. , Viento O. S.O. fresco, mar del mismo. . . , N>;. II 13 14 »3 13 o 15 17 18 o 00 1 1 2 '4 I) '3 52 8 I) 20 17 18 57 20 I 21 31 Salida del Puerto Deseado para el de Egmont.— Mes de Diciembre. 1789. del nic I 14 15 16 17 Latitud obücrvndtt. 47 n 00 48 49 00 5" 19 3 51 I 30 Lonifitud nh nervuda O. 59 33' 38 59 li 47 5f> 49 59 55 32 59 Alteración de la e Im e r r a d a 51 50 50 51 52 53 34 55 56 57 58 59 60 60 60 59 58 58 2 15 55 o» 47 24 II 28 8 00 23 25 .9 38 4 36 22 31 XI 2 o 38 II o 14 42 7 9 15 00 27 28 17 57 31 5í 54 56 59 60 61 6i 6ü 57 5tJ 57 58 61 62 64 64 64 66 68 06 00 53 17 4 3 53 20 3 16 23 50 28 8 16 30 31 45 27 50 14 2 5 12 52 15 3 21 28 oó 45 18 33 if' 34 5 Alteración de In cfttímtt. Kn Intitud. O O 57 S. o 13 S. 5N. 43 N. 2 S. (j 15 N. 35 N. 7 N. 7N. o 49 S. 13 N. 45 S. oS. Kn lonffitiid. O o 16 E. 17 E. 7 O. 26 E. oE. 150. 00 E. O 50 O. 10 47 O. o o o o 22 44 O, 20 00 O, 24 49 O, 7 6 3" I o 8 VIENTOS, sr FUERZA V ESTADii DKI. MAR S.O. bonancible, mar del mismo Vientos del 3.° y 4." cuadrante, mar picada del N.E. N.E. y N.N.E. algo fresco, mar del N O. fresco, mar del S.O Vientos del primero y cuarto cuadrante, mar del N . Variables en el primero, segundo y tercer cuadrante Del N.O. al S.S.O fresco, mar del N.O Del S.O. al O.S.O. fresco, mar del S.O S.O. fresco, mar picada con la del O ídem, mar del viento N. fresco, mar del S.O ídem O.S.O. gale.io, mares del S.O. y N.O Viento S.O. fresco, mar del O ídem ídem O.S.O. galeno O.S.O. bonancible, mar del Ü 84 N.K. **ai<ÉiÉii«iC!=-ti^^.- - H,' '^y^^}^ § 666 !^^ i¡ m i;. . fí!:. rnt VIAJE ALREDEDOR Di.'. MUNDO Continuación de la misma campaña en ios meses de Enero y Febrero.— 1790. ifc) mes. II 12 H I? i8 19 20 21 Feb. 22 2.5 -4 ^5 26 27 28 29 30 31 I ■..atitud observada. 57 51 58 3 58 6 57 43 57 7 56 48 54 55 53 21 52 34 51 = 1 50 50 50 49 49 49 47 45 44 42 41 42 3 143 4J42 38 lO 4 33 54 31 34 32 41 52 24 39 56 2 5 30 30 30 00 6 16 2 42 45 38 19 34 39 29 46 44 6 00 14 5" 00 00 15 o Longitud observada O. 69 70 70 71 72 72 72 72 72 70 70 70 72 72 72 73 ñ 7i 71 69 58 68 68 68 68 32 52 II 56 27 15 59 13 35 34 40 8 58 57 26 40 41 35 49 33 38 50 25 00 2 36 59 8 23 00 4 44 29 48 00 26 49 39 41 00 36 00 4 ÜO 34 00 10 40 16 45 .Mleración de la estima. En latitud. II 6 2 4 15 19 3 o 13 o 3 o o o II 5 II 8 4 o lO 9 o o o 51 s. 10 N. 15 N. 20 S. 4S. 20 N. 54 ^• o 42 S. 53 S. 39 S. o o o 3S. 4N. 57 N. 6S. 46 S. o 49 S. 50 S, o o 54 N. £11 longitud. 5 38 O. 24 16 O. 4 41 O, 29 28 E. I 51 E, 3 26 O. 10 49 E, 2ü 27 o, 32 55 O, 34 32 O. 14 31 O. o f) o o 0 o 11 48 o. II 26 O, 6 56 O. 23 00 O. 19 47 O. 15 19 o. 24 50 E. 18 00 E. 1 00 E. 16 25 O, o o VIKN ros, su FUERZA V ESTADO DEI. MAR. O.N.O., mar del N.O ídem ídem Viento N., mar del O Calma, marullo del O Viento E.N.E. bonancible, mar picada del N O. fresco, mar del N.O O.S.O. fresco, mar del O N.O. algo fresco, mar gruesa del O S.ü. fresco, mar gruesa del N.O O V, S.O. fresco, mar del S.O O. N.O. fresco, mar gruesa del O ídem ídem O. fresco, mar del N.O. . . O. N.O, fresco, mar del mismo S.O. fresco, mar del N.O. y S.O O. fresquito, mar del O. y N.O N.O. fresquito, mar llana S.O. fresco, mar del mismo O. N.O. bonancible, mar picada del S.O.... N.O. fresco, mares del S.O. y N.O Variables en el tercer y cuarto cuadrante... . ídem VieníoS. fresco, mar gruesa del S.E •. Varia- Ciíll d 6 la aguja E.N. 0 ' 25 0 0 0 2 0 0 9 5 0 26 10 0 0 0 0 25 10 0 0 24 20 0 0 0 0 0 0 0 0 22 0 0 0 0 0 21 0 0 0 0 0 20 0 0 0 0 0 0 0 Salida del Puerto de San Carlos, en la Isla de Chiloé, al de la'Concepción.—Mes de Febrero.— 1790. 19 20 21 I .alitu d ob nervada, 1 S. 0 ' II 41 35 oo 40 21 00 40 12 oo 38 II 15 I.'iii;;Ítild observada . 67 54 19 67 54 45 67 52 15 67 59 00,: Alteración de la estima. El latitud. 0 0 7 0 s. 3 29 s. 14 5 «• En lonfritnd. O o o o 3 35 O, 49 15 E, VIENTOS, SU FUERZA Y ESTADO DEL MAR. N.O. o r 18 00 17 00 Vientos del 2." y 3.° cuadrante, marejada del S. ... 16 30 ídem, mar del S. y S.O 16 00 Vientos del 3." y 4." cuadrante, mar de leva del S.O. ídem Varia- ción de la aguja. Salida de Concepción á las Islas de Juan Fernández y regreso á Valparaíso. -Mes de Marzo de 1790. r J^^ ^;a : .í'-ííh 1)1.1, ii.1 mes. 1 1 12 13 M JO 37 Iflttitiid "ilíservada 35 15 5 :>}> \) 40 i>3 32 17 33 24 00 :)bservad:i . 53 31 38|68 58 32, 33 Olí 6:67 19 91 2 33 7 7 1 66 22 2011 o .AUeracioii de la cstiin.i En latitud. 69 34 i6| TZ 42 49; 73 48 541 5 71 33 5I' 9 13 00 45 II S. s. s. 54 S. 52 S, 32 s. o En longitud. O O 24 36 E 6 35 E 2u 3 O 20 3() E 32 7 O o O, VIENrOS, su FUERZA V ESTADO DKL MAR. Vientos del tercer cuadrante, mar gruesa Viento del segundo cuadrante, vnw idem Vientos del tercer cuadrante, mar del viento ídem del segundo y tercer cuadrante, mar gruesa. . Vientos del segundo cuadrante, mar del viento. . . . Bonancibles en el 2." y 3. '='■ cuadrante, mar del Sur. ídem, mares del S. y S.O Varia- ción de la aguja . N.E. 16 o í5 o o 15 o o 30 o o o 'f I.-I790. DKI, MAR. Varia- ciAn lie la aguja E 0 25 0 2 0 5 26 0 0 25 0 24 0 0 0 0 22 0 0 21 0 0 20 0 0 0 N, 1 0 0 0 9 0 ada del N 10 o o _ 10 n ''O , 0 0 0 o 0 n n o 0 S.O 0 0 drante 0 0 E •. ,. o 3 de Febrero.— 1790. DEL MAR. Varia- ción de la aguja . de leva del S.O. . N.O. 0 r 18 00 17 00 16 30 16 00 rejada del S. . . . es de Marzo de 1790. DEL MAR. ruesa Ídem leí viento te, mar f^ruesa. . r del viento. . . . te, mar del Sur. Varia- ción de la aguja. N.E. o ' 16 o O O 15 30 o o o o 15 o CORBETAS DESCUBIERTA V ATREVIDA 667 Salida de Valparaíso para Coquimbo.— Mes de Abril.— 1790. Di.Tí del mes. 14 16 17 Latitu observar^ 1 a. s. 0 / f 32 32 31 56 35 46 30 48 20 30 39 00 L ongitud observa da. 0. 0 / tt 65 31 30 ^5 3» 3'J fa.5 34 r.5 ^5 41 57 Alteración de la ettima. En latimd. / // 0 0 6 42 N. 0 0 15 45 S. En lüugitud. O O O O O O O o VIENTOS, SU Kl'KRZA V ESIAUO DKI. MAR. Vientos del 2° y 3.=' cuadrante, mar sorda del S ídem Vientos del tercer cuadrante, marejada del S.O. . ídem Varia- ci^i; de la aguj.i. N.E. O O Salida de Coquimbo para Arica.— Mes de Mayo.— 1790. Días del mes. I 2 3 4 5 6 7 8 9 ro ir 12 13 14 Díai del mes. 19 20 2r 22 23 24 25 26 27 Día. de! me* 2r 22 23 24 25 26 27 28 29 Latitud . observada. 29 54 28 32 27 16 26 49 25 54 24 48 23 10 22 12 21 46 21 45 21 r3 20 39 19 53 18 44 00 00 13 00 20 15 35 57 20 20 50 00 00 50 Loni^itiid übscr\'ada 65 65 65 65 64 64 64 64 64 64 64 44 64 64 38 00 rg 20 13 3 57 38 35 3" 35 21 30 23 00 48 30 33 00 26 50 24 JO Altiiraciün de lu estima. 8 6 II ro I 2 15 10 ro 3 o 2 3 o 30 N. 42 S. 29 S. 39 N. 8 N. 5 S. 15 s. 38 S, 5-í N. 16 N. o 50 N. 42 S. o En longitud, 9 ro 5 r o o E, 20 E, r2 E. O, E. E. 3 17 O, 6 35 E, r2 26 O, 21 7 E. 7 41 O. 8 40 E. o o 3 7 10 37 6 >,2 17 VIENTOS, .SU FUERZA V E.STAD() DKI. .MAÜ. Vari ,. cióii de la .ignja . N.E. Variables en el r.", 2." y 4." cuadrante ídem en el segundo y tercer cuadrante, mar llana. . S.O. y S.S.O., mar del viento Ventolinas del primer cuadrante i Ventf.i'ias del 2." y primer cuadrante, mar del S.S.O S.S,v>, fresquito, maruUo del viento Viento S, calmoso, mar picada del S.O Ventolinas del S. y S.S.O. , mar llana ídem \anables Calma, marejada del S.S.O \ o Viento E . bonancible, mareta del mismo ! o S. calmoso, mar llana .! o S.S.E. Ídem, mar picada del S ¡ o E.S.E. flojo, mar ídem o o o o o u o o o t) o o o I) Salida de Arica para el Puerto del Callao de Lima.— Mes de Mayo.— 1790. Latitud observada . 18 30 r8 20 17 40 17 9 16 39 15 37 13 51 12 43 12 38 31 50 30 15 20 24 20 Longitud observada 64 26 64 47 65 66 68 70 r2 58 58 49 22 30|7o 5i)|7o 50 45 52 15 Alteración de la estima. En latituil O 25 N. 2 S. 7 S. o t6 N. 22 S. 22 N. 2 48 N. En longitud. VIENTOS, SU FUERZA V ESTADU OKI. MAR. 1 3 tt 0 1.5 52 0. ro ro 0. 5 55 E. 15 14 E. 24 45 E. 5 40 E. 8 26 E. 6 54 E. Viento S.O.. marejada del S.O S.E. galeno, mar ídem N.N.E. Iiesco, mar llana E. calmoso, marejada del S.O. sorda. S.S.E. fresquito, mar del S.S.E. . . . S.E. frescachón, mar del S.S.E. . . . S.S.E. fresco mar del mismo ; ídem Ventolinas tiel S.S.O., mar del mismo Vari.i- cióii de la aguja . N.E. O O o o o o o o o I) o o o o o o Salida del Callao de Lima para el Río de Guayaquil. —Mes de Setiembre.— 1790. I.aijtu'i observada. rr 23 00 ro ro ro 8 37 00 53 20 44 45 6 ro 52 29 3 39 22 3 2 00 l.f)nKÍtnd observada 7^ 72 72 73 73 7-. 75 74 74 34 3" 2 4 34 oo ro 46 40 46 32 to 00 50 II 5 3'> 57 Alteración de la e^tiinn. En latitud. 5 8 9 14 ^^ 13 13 8 56 S. En loni^itud. 75 31 r- 32 S.J19 34 E 39 S. 20 55 E, 10 S. 33 2 E, " « 33 o E, 55 19 E, 66 30 n;. 59 55 R r S. 15 s- 29 S. ¿r S. VIENIllS. SU ri.l-.N/A '. ESTADO DKI. MAK '■•■ ^- ay .ID '^ 47 N. 68 00 E, Vientr S. bonan(.ible. mareta del mismo S.S.E. fresquito, misma mar Viento S.S.E. fresco, mar ári mismo. S.E. fresco, marejada del misvw") .... S.S.E. fresco, mar de ídem Viento S. fresco, marejada del mismo. S.S.E. fresco, mar de ídem ídem S.O. fresco, mar gruesa V.iii.v ción de la aguja , N.E^ 9 54 9 8 20 5K 0 0 0 0 0 a 0 0 7 n 9 ¿ t •_i RSM 668 VIAJE ALRliDEDOK DEL MUNDO Salida del Rio de Guayaquil pata el Puerto de Panamá.— Mee de Noviembre. -1790. (VI nn*^. I 2 4 5 7 8 9 lO II 12 1.5 Latitud observada. S. ¿'^ 54 74 3 29 2 37 I 57 o 46 N. 0 50 1 57 3 32 4 42 longitud observada O. 2474 74 74 74 2074 71 18 46 18 5" 3'^ 40 7 52 8 21 40172 12^73 5" 1 73 TI 36 57 34 27 25 13 43 44 39 5 3« 27 29 26 36 10 16 10 20 38 13 15 En latitud. O O 15 00 N. 27 .y N. 14 52 N. 9 46 N. 14 2ü N. 9 4cS N. 9 22 N. 10 20 N. 12 49 N. o o 43 44 N- 13 11) N. e la citims ud. En longi t ff 0 0 0 0 I 13 0. 21 24 0. 4 4 E. 23 2 E. 12 14 E. 23 Q 0. 3 0 ü. 28 00 ü. 0 0 69 4'-> E. 2 10 E. 1 1 VIENTOS, SU FUERZA V ESTAIJO DEI, MAR. Viento fresco, fresquitoy bonancible del 3.'='^ cuadrante Bonancible en el cuarto, mar del S.O Bonancible del O.N.O., marejada del mismo Viento del O. S.O. y S.O. fresco, mar de él Del O. S.O. al S. fresco y bonancible, mar ídem. . . . Fresco en el tercer cuadrante, mar agitada ídem, misma mar ídem.. . . , ídem ídem Variables y bonancibles en el 2.", 3." y 4.° cuadrante. ídem en el tercero y cuarto cuadrante F^onancible y calmoso en el i." y 4." cuadrante Clon d e a .iguja. N.K. 0 ' 0 0 0 0 0 0 0 0 9 10 0 0 0 0 0 0 9 10 0 0 0 0 0 0 8 40 Salida de Panamá para el Puerto de Acapulco.— Mes de Diciembre.— 1790. l)i.->s < 1 mes. En. 1791 15 16 17 t8 19 20 ¿X zz 23 24 25 26 ?.^ 28 29 30 31 I 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 1.5 U-itilud observada. N. Longitud observada O. 25 7 3 9 iiS 25 45 23 20 20 35 26 19 2; 36 23 28 49 13 48 54 8 46 15 57 9 45 50 34 52 II 8 50 23 26 17 32 29 18 4 10 30 12 20 33 15 9 10 42 14 18 55 57 11 74 74 75 75 75 76 76 76 76 76 76 76 76 76 71') 76 77 n 77 77 77 ^7\77 77 78 78 80 80 80 80 ^5 Oü 21 00 40 10 5« 53 00 81 81 35 43 00 21 57 43 25 48 54 S7 51 46 38 46 23 17 35 34 54 7 47 40 28 5 38 43 2X 24 44 49 47 57 43 21 13 23 23 20 14 i7 29 30 27 51 í7 03 48 21 59 ?>i 5<> 3i 00 34 44 32 38 34 38 49 14 59 21 01 Alteración de la estima. En longitud. O 24 5 7 o 13 2 2 II 9 5 o 15 9 I 14 II 2 5 9 II 13 8 ü 9 II 2 7 10 o 7 3 o 24 S. 25 N. 15 S. 39 S. 3S. 41 N. ig N. 8 S. 54 N. 40 S. 57 N. 32 S. 23 S. 12 N. 18 S. 29 s. 22 N. 14 N. 8 N. 31 S. of» S. 36 S. o o 40 S. 35 S. 37 «. 46 S. o 29 S. 34 S- o 4 13 3 7 o o 39 22 47 16 20 II 8 22 4 25 I 20 14 8 4 20) o o 25 8 I 6 o 28 17 o 20 O 21 O 29 O :. E, 19 E, 29 E, 3SE. 6 E, 70, 27 E. 27 E. 39 li- 40 E. 8 E. 41 E. 12 E. 52 E. 57 li. 19 E. 8 E. 33 E. o o 00 O. 00 O. 26 O. 18 E. o lu E. 18 E. VIENTOS, SU FUERZA V ESTADO DEL MAR. Viento fresco del N.N.O., marejada del mismo BonancibledelN.alN.E.yN.O. bonancible yfresquito. Ventolinas variables del primero y cuarto cuadrante.. Viento del i.'^'' cuadrante bonancible, marejada del N. Calmoso en primer cuadrante, misma mar Venlolinas variables, mar llana ídem ídem ídem Vientos del primero y cuarto cuadrante, mar llana. Variables y calmosos, marejada del O Vientos del cuarto cuadrante, misma mar ídem Variables y calmosos , Ventos bonancibles en el segundo cuadrante , V''ariables y calmosos en el primero y cuarto cuadrante, Fresq lito del primero y cuarto cuadrante Bonancible en el i.°y 2." cuadrante, marullodel N.E. ídem en el segundo y tercer cuadrante, misma mar. , ídem en el tercer cuadrante, marejada del S.O Variables, bonancible y calmoso, misma mar ídem Vientos del cuarto cuadrante, galenos y calmosos. ídem ídem .■ Variables en el segundo y cuarto cuadrante, calmoso. Ídem Variables tn el primero y cuarto cuadrante, galeno. Ventolinas calmosas en el primer cuadrante Jdem ídem Ídem del N. Varia- ción de la aguja, N.E. o ' O O O O O O O O 8 58 8 48 o o 8 49 9 13 o o o o i'J 34 o o o o o O o o 9 17 7 43 o o o o O O o o o O O o o o o o T '90. cuadrante o ídem. . . . cuadrante, inte. . . . Varia- ción de la aguja. N.K. O o o o 0 o o 0 9 lO o 0 o o o o 9 10 o o 0 o o o 8 40 usmo y fresquito. cuadrante., jada del N. Varia- ción de la aguja N.E. ar llana. . itc cuadrante, lo del N.e! ima mar. . S.O ar Imosos. . , , calmoso. , galeno. . 0 0 t) 0 0 0 0 0 8 58 8 48 0 0 8 49 9 13 0 0 0 0 10 34 0 0 0 0 0 0 0 0 9 17 7 43 0 0 0 0 0 0 Ü 0 0 0 0 0 0 0 0 0 o 0 0 0 0 0 7 . Í2 0 0 0 0 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 669 Continuación de la salida de Panamá. -Mes de Enero.— 1791. Dias del mes 16 17 18 19 20 31 22 ¿3 24 25 26 27 28 29 30 31 UMitud observada. N. 6 6 5 5 5 5 5 6 7 9 10 II 13 14 16 16 6 12 5 57 45 30 45 58 49 00 36 55 II 31 7 53 56 40 24 16 32 45 42 48 55 56 I 58 II 13 Longitud observada O. 81 81 82 82 82 82 83 84 86 88 90 91 94 93 93 93 25 18 44 2 9 5 21 ic 34 23 35 46 18 52 35 "O 12 35 29 54 27 56 57 18 oo" 31 33 47 56 20 51 39 Alteración de la estima. En latitud. > n 13 21 21 3 3 19 10 15 13 00 9 9 18 12 5 12 21 S. 20 s. 2 S. só S. 46 s. 30 s. 50 s. 50 N. 44 N. 36 N. 5N. 10 N. 35 S. 13 S. 10 S. 56 s. En longitud. 19 00 00 00 II 5 29 47 26 19 3 42 35 9 12 16 34 E, 40 E, 40 E, gE, 10 E. 20 E. 22 E, 00 E. 50 O. 00 O. 00 O. 00 O. 50 E. 30 E. 00 E. 36 E. VIENTOS, SU KUF.RZA V ESTADO DEL .MAR. Ventolinas del primer cuadrante ídem. . , Ventolinas calmosas en el primero y cuarto cuadrante, Constantes en el cuarto cuadrante ídem Viento fresquito del primer cuadrante Fresco por la misma parte ídem ídem algo más E Viento fresco por el N. N.E ídem ídem Viento recio del N.E. al E, N.E Fresco, mares de la misma parte Variables, bonancible y galeno en el i .° y 4.° cuadrante ídem Varia- ción d c laag uja. N.E. 0 / 0 0 8 29 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 ü 8 M 0 0 7 17 o 0 7 0 0 0 0 0 Salida del Puerto de Aoapulco al de San Blas. — Meses de Febrero y Marzo.— -1791. Días del mc^. 1-eb. Mai'. 27 28 i 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 -3 24 25 26 27 28 29 30 Latitud observada. N. 15 14 í4 1 4' 13 13 13 13 13 13 14 14 14 15 16 16 17 17 17 18 18 19 19 20 21 22 21 21 21 21 21 46 29 46 II >,?> 6 9 57 49 50 8 24 50 34 34 40 59 39 50 4 3 05 28 50 28 56 20 23 43 I 2 40 22 27 24 34 13 55 3 23 43 32 55 9 22 58 3" 43 10 27 2 38 30 00 24 00 13 00 28 14 I^ongitud observ.nda. O. 93 54 94 27 94 41 95 2 95 21 96 9 9638 97 2 97 25 97 19 97 37 98 6 99 21 roo 28 loi 31 102 41 102 8 103 43 105 45 i*>5 45 106 33 106 51 107 12 106 51 107 43 108 52 108 Alteración de la estima. Kn latitud. 105 103 lOI 16 12 3u o 3 30 19 7 3 21 50 44 30 14 51 19 30 10 59 45 26 38 9 50 30 00 57 40t| 3 99 42 99 35 43 N. 55 S. 50 N. 3 N. oN. 42 N. 3N. 16 N. 53 N. 51 N. 30 N. 18 N. 30 N. 26 N. 37 N. 4+N. 16 N. 2S. II N. 40 N. 50 N. 51 N. o 00 S. 8 N. 7 N. 56 N- 44 N. 30 N. 20 N. 56 N. 42 N. En lungitud. 10 42 E. 12 27 E. 1 30 E. 3 36 E. 20 30 O. 12 30 O. 12 2;) E. 14 13 ('• 24 12 O. 29 14 O. 17 üo O. 12 43 O. 5 52 O. 10 56 E. 10 II E. 20 49 E. 6 47 E. 2 40 O. 46 00 E. 5 26 O. 5 40 E. 5 4<' E. ü o o 14 E. 16 2 E. 12 52 E. 4 40 E. 3 38 O. 12 27 O. 7 25 E. ó 5T O. 3 51 E. VIENl'OS, SU FUERZA V ESTADO DEL MaR. Fresquito bonancible, variables del O. S.O. al O.N.O. Fresco y fresquito del O. al O.N.O. , mar de ídem. . . Ventolinas variables desde el O. al N. N.E ídem del O. al N., mar del N.O ídem del N.N.O. al N. y N.E ídem del N. al N.E., mar del N.O Fresquito del N.N.E. al N. y N.N.O ídem del E.N.E. al N.N.E. , mar de ídem ídem, mismo mar Calmoso y ventolinas en el primero y cuarto cuadrante Fresquito ael N.N.E. al N.E., mar ídem ídem ídem del N. a' N.N.E Variables del N. al N.N.O Fresquito y bona.icible del N.N.O., N. y N.N.E^. . . . ídem de! N. al N.N.li j Entablado y fresco por el N.N.E ídem del N. al N.N.E., mar del viento I Variable;, y bonancibles del N. al N.N.E. y N.E ! Fresquito del N.N.E., N. y N.N.O i ídem, mar del N.O ¡j Bonancible del N. y N.N.l' Ventolinas calmosHS d'-l primer cuadrante : Fresquito de la misma parte I ídem del N.E. al S.E. y E.S.i; ! Entablado en el primer cuadrarte j Frescachón en el mismo, mar de ídem | ídem, mar gruesa j Fresco en el mismo cuadrante, misma mar, Frescachón del N, y N.N.O., mar di- ídem Ventolinas variables en el i.", 2, "y 4." cuadrante. ... Viento entablado del O, y N.O., mar llana Varia- ción de la aguja. N.E. 0 ' 8 8 34 8 8 30 7 6 7 23 55 26 7 22 0 0 0 0 0 0 0 ^ 0 0 0 0 0 0 7 27 0 0 0 0 7 15 0 41 0 0 0 0 0 0 u 0 0 0 0 0 6 25 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 670 VIAJE ALREDEDOR inX MUNDO Días del in';'. I. i 16 18 Salida del Puerto de San Blas para el de Acapulco. -Mes de Abril. Latitud observada. 31 13 00 18 57 10 24 40 38 6 18 x8 18 17 17 5 40 29 50 O 30 Konjíimd 0. 0 / tt 99 25 35 99 41 19 98 51 .55 98 23 40 qb 23 30 95 5« 15 94 57 15 Alteración de la estima. Kn latitud. 7 30 S. 12 30 N. 13 20 N. 15 s- 30 N. 2 N. 2 N. En lungitud. 16 O. 40 o. 10 O. 8 E. ID E, 15 O, o VIENTOS. SU KUKRZA V F.STADO DFX MAR. Viento N, galeno y bonancible , Del N. al E. fresquito y bonancible , Variables y bonancibles del N.O. al N.E. . . . , ídem. . ídem ídem. ... Viento N.E. fresquito, después O. bonancible Viiri.i- ciüñ de b. -",- N.O. O O 7 o 6 28 o o o o o o o o Salida del Puerto de Acapulco para el de Mulgrave.— Mes de Mayo. del inr.. Jun. 2 3 4 5 6 7 8 9 ro it 12 13 14 15 r6 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 I 3 4 La ti tu d observada. 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 16 15 15 14 14 14 14 14 14 14 15 16 17 r8 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 29 29 28 29 30 3» 32 33 33 34 34 34 35 38 M Zl 37 40 41 42 I^ongitiul f j b s c r V it d i\ . 3 18 12 I 25 42 31 21 35 5 9 50 10 10 50 20 00 00 40 20 10 20 Alteración de la esiima. En hi>ilnd. 13 30] 94 10 40 O o 35 20 94 II 50 7 «o N. 10 50 94 29 13 21 49 N. 51 30 94 48 10 8 5 N. 30 50 95 49 10 17 30 N 3 30 96 36 10 8 34 N. 13 00 97 25 2ü 10 8 N. 20 50J 98 42 30 7 9 N. 27 20 100 23 20 I 50 N. 53 50 102 40 10 8 22 N. 39 20 105 23 50 4 20 S. 25 10 108 19 20 I 50 vS. 4 50I110 50 2o 4 30 S. 36 30 112 36 00 4 30 N. 114 10 50 6 20 S. 115 21 30 23 20 N. 116 29 30 23 20 N. 117 30 30 3 3 S. 118 21 30 10 40 S. 119 12 00 4 40 S. 120 39 20 u o 122 10 lo 8 o S. 123 6 50 14 20 S. 124 10 30 5 30 S. 125 8 50 I o N. 30 40 125 27 5ü 14 iS N. 8 30 125 30 lo 8 10 N. 16 00 125 58 39 10 30 N. 14 10 127 2 40 41 10 S. 48 00 127 54 00 o o 6 40 128 36 50 10 50 S. 7 10 128 43 lo 8 20 S. 10 20 129 40 50 5 40 N. 2 00 129 15 50 I 50 N. 20 18 128 20 5o| 7 42 N. 18 5 128 43 40 2 30 S. 11 22 128 53 lO! o o 10 23 iz8 53 50I II 10 S. 13 10 129 2 50 6 30 S. 14 50 131 4 00 6 00 N. 46 10 131 36 50 o 40 S. I 00 130 23 30 8 23 S. 37 50 128 53 20 I 6 N. 38 40 128 39 50 I 40 N. En lungitud. 0 O 31 5c o. 12 50 O. 18 50 E. 2 20 O. 13 o O. 6 50 O. 13 30 E. 10 40 E. 25 00 E. 17 30 E. 17 30 E. 15 00 E. 16 10 E. 14 50 E. 1 23 O. 1 23 O. 25 50 K. o o 12 30 E. o o 16 o E. 7 50 E. 5 30 E. 4 30 E. 6 40 E. 2 00 O. 3 17 O. 15 2E. 0 o 17 16 E. 10 20 E. 8 40 E. 16 00 E. 16 20 E, 17 20 E. 1 3 O, 6 50 O, 17 30 O, 23 20 E. 57 30 E, 00 O, 00 O, 00 O VIENTOS, SU FUERZA V E-STADO DEL MAR. i6 Viento S.O. flojo, mar llana O.S'.O. fresquito, misma mar O. N.O. bonancible, ídem N.N.O. bonancible, mar picada del viento. N. '/i N.O. y galeno, mar llana- . . N.O. Ídem N. 74 N.E. fresquito, marejada del N.O. . N.N.E. galeno, marejada del N.N.O. ídem N.E. fresco, mar picada del viento E.N.E. Ídem . ídem ¿ N.N.E. fresco, mar de ídem. N.E. fresco, mar del viento ídem N. fresquito, mar del N.E N.E. fresquito, misma mar Ildem ídem N.E. fresco, misma mar Ni. N.E. fresco, misma mar N.E. fresquito, mar del N ídem galeno . . N . , marejada del viento Ventolinas de la misma pai'te Ventolinas, del N. y del S S.S.O bonancible, marejada del S.O N.N.E. fresquito, misma mar ídem N.E fresquito, mar del N Viento N.E. fresquito, mar del O.N.O.. N. bonancible, mar del N.E Viento N.O., misma mar ídem ídem bonancible Calma, mar del N.O O. calmoso, mar del N ídem. .,...• Viento fresco del S., mar del ,> , N. bonancible, mar del N.E O. fresquito, misma mar ídem fresquito, mar del S.O ídem , S. fresquito, marejada del viento Varia- ción de la agi\ja . N.E. o ' 7 30 7 30 7 30 7 17 7 10 7 20 7 50 8 00 8 00 8 30 8 30 8 40 9 00 9 00 9 00 9 20 9 20 9 o 9 " 9 o 9 30 10 o 10 o in 00 ÍO 30 10 30 10 30 10 30 10 30 10 30 10 30 o o o II 12 O O ■i o ■ I ° -13 ■i " ■ II4 'f (. Varia- ción de N.O. 0 ' 0 O 7 o 6 28 0 o 0 o o o ible o o Varia- ción de la aguja. N.E. 30 30 30 17 10 20 50 8 00 8 00 8 30 8 30 8 40 00 00 00 20 20 o {) o 30 o o in f>n ío 30 10 30 10 30 10 30 10 30 10 30 10 1.0 o o II 12 o O O o O o o 14 o o o o o 6 O O o o o o o CORBETAS DESCUBIURTA Y ATREVIDA Continuación de la misma ca mpaRa. Mes de Junio. d«l me*. 15 16 17 18 19 2ü 21 22 23 24 25 26 observada. 45 45 47 48 48 52 53 54 56 57 57 59 2 10 52 40 51 10 36 50 44 51 8 10 15 00 31 31 17 30 10 10 59 40 00 30 Longitud, observada. 129 128 131 132 132 132 t:3I 130 131 132 1740 58 3" " 15 7 00 4415 2 5 950 3450 26 50 36 10 5850 4440 Altenicionea de la estima. En latitud. En iMiigitud. 14 o 16 6 7 12 8 4 38 12 4 2 20 S. o 10 S. 40 S. 50 N. 00 S. 00 s. 178. 40 s. 50 s. 10 S. 40 N. 16 10 O. 8 30 E. 8 20 O. 9 50 K. 53 56 E. 14 40 O. 5 20 E. 14 50 O, I 30 E. o o 3 20 E. 6 40 O. VIKNl'O.";, .su FUERZA V KSTADO DEI. MAR, O. N.O. fresco, mar del viento S.E. fiesquito, mar del S.O O. fresquito, misma mar S.O. fresco O. calmoso , mar llana O. N.O. freiiquito, mar del viento. . ídem O. S.O. flojo, n.ar llana ídem E.S.E. fresco O. tiesco, mar del S S.S.O. fresquito, marejada del S.O. Salida del Puerto de Mulgrave para el de Nutka.— Mes de Julio.— 1791. Días dei mes. Ag. / 8 9 10 II 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 37 28 29 30 31 I 2 3 4 5 6 7 8 9 10 l.atiuid observada . 59 59 59 59 59 59 59 59 58 59 60 59 59 59 59 59 59 59 59 59 59 59 58 57 55 55 54 54 5i 54 53 53 52 52 51 50 24 18 30 20 4 20 24 00 10 00 30 30 30 40 34 20 57 50 17 10 3 30 56 00 34 30 42 30 36 00 49 2ü 47 20 46 10 44 10 45 00 30 40 15 10 43 40 29 20 57 30 21 00 31 20 28 30 18 00 O O 32 ro io 00! 130 48 00 21 00 ló 0(1 #0 <><- Longitud observada. 134 134 135 136 140 140 140 140 139 138 139 138 199 137 136 ^37 135 135 135 135 135 134 132 130 128 127 129 1.26 X28 128 129 i2g 128 126 3 10 39 4" 16 40 2740 10 50 5640 44 47 740 40 40 5240 350 41 40 21 20 5042 5040 15 4" 50 oü 25 5^^ 33 4" 2340 1540 30 10 ^7 30 16 10 37 20 57 4" 2 40 3640 440 4940 4-to 4442 14 4u 204*4 50 Alteración de ta catínin. En latitud. 10 s. 40 N. 7 50 N. 10 S. 20 s. 50 N. ou S. 50 S. 6 N, 40 S, 00 .8. 10 S. 10 8, 00 N. 4 8. 40 N. 2 S. 40 N. 00 N. 40 8. 00 N. 30 S. O. 36 00 E. 8 00 O. 10 40 E. VIKNTOS, .SU FUERZA V füTADO DEL MAR. 671 Varia- ciór de a agiya. NF í 0 0 0 0 15 0 15 0 0 0 0 0 16 0 17 0 17 0 24 0 24 0 24 o o. bonancible, mar pii,ada del viento. . . . ídem.. . O. N.O. bonancible, mar llana E. fresco, mar picada de id E.N.E. frescachón, mar de ídem Ventolinas del primer cuadrante ídem N.E. fresquito, mar del viento N.E. 7, E., frescachón del N.E N. ídem, mar del mismo Ventolinas del S.O., mar sorda S. O. bonancible, mar 11 na S. Calmoso Pv.S.E .fresquito, mar de ídem Ventolinas del tercer cuadrante, mar llana, ídem Calma ídem , Ventolinas del primero y cuarto cuadrante ídem Ventolinas del tercer cuadrante O. S.O. galeno, mar del mismn » O. fresquito, mar llana O. N.O fresco, mar Ilan..^ O. fresquito, misma mar Ventohnas del tercer cuadrante Varia- c¡¿ n de a aguja. N.E. 0 ' 32 00 0 0 0 0 0 0 30 0 0 0 0 0 25 55 0 0 25 56 0 0 25 32 28 4 0 0 30 ao 0 0 28 15 0 0 34 29 t> 0 39 00 28 30 25 40 28 20 26 10 24 2Z 0 «a • 22 1.3I 131 O O mm mm 672 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA Salida de Nutka para ei Puerto de Monterey.— Mea de Agosio. Día» Latitud Lungittid Alteración üc In estima. Válin ciAn del mes. observado . observada. En latitud. En longitud. VIF.NTOS, su FUERZA V ES'l'ADO DEL MAR. de la aguJH . 0 ' /' 0 ' " , „ 1 n N.E. 29 49 5 50 120 35 12 21 0 30 48 22 50 rig 20 10 4 12 N. 19 00 0. 31 47 M 00 n8 48 40 4 20 N. 10 30 0. Set. I 46 50 30 118 50 10 22 40 S. 15 50 E. 20 0 2 46 3 3" 119 22 40 7 36 N. II 30 E. 3 45 3^ 3 118 5440 7 40 N. 14 30 0. 4 43 51 00 118 3^ 40 8 00 N. 7 00 0. 18 0 5 42 2 00 118 26 10 9 00 N. 2 30 E. 6 40 19 00 118 32 10 7 18 N. 0 0 17 0 7 39 47 00 118 5^40 2 42 N. 3 0 E. 8 39 II 118 41 10 17 40 N. II 50 0. 9 38 6 116 54 50 8 10 S. 24 20 E. •■■ . ■ 10 36 49 115 58 20 4 36 S. 17 0 Salida de Monterey para el puerto de Acapulco.— Mes de Setielnbre. 'I- '■ Salida del Puerto de Acapulco para el de Humata Mes de Diciembre. Días del mes. Dic. 21 22 23 24 25 26 27 28 29 3» 31 l ¡ttitud obscrvn la. i6 19 20 15 31 00 1.5 23 24 15 50 3^ 15 50 20 15 21 30 14 ."SH 5t> H 45 3'^ 14 2S 4» 14 11 3' 14 5 40 Longitud ' h 5 e r V a (I :i 93 57 91 52 94 27 94 52 95 5.5 97 4^' 9> 32 roo 52 101 51 103 II 104 ¿4 Alteración iie la estima. En latitud. En longitud ' 4 |ii 2 8 S. 14 N. S, io!'2h \i S, 40 s. 00 N, lo 10 50 40 I "¡I 7 «O.lü 20! 20' I oí 30 > 10 S 51» S 10 s lo S 4 O. o O. 50 E. 40 E. 10 E. 34 50 E. 5 40 E. 3 10 O. 5 8 O. 32 57 E. 7 50 E. VIENTOS, SU FUERZA Y KSTADO DF.l, MAR Viento O. bonancible, marejada del S.E S.O. ídem, misma mar N.E. flojo, misma mar Ventolinas d 1 primer cuadiHute, mar del S.E. . Del S.E. al E. S.E. bonancib.'e, mar del viento. S.E. fresquito, mar de ídem. . ídem Díaíi Latitud Longitud Alteración de la extiirq. Varia- ción del me^. observada . 0 / " ob se rvad a . Eii latitud. En loTii^citud. ■ de la aguja . 0 ' " / // / It N.E. 26 36 17 20 0 0 12 ü 27 34 34 10 114 3550 2 00 N. 10 0 28 33 7 00 113 3050 29 31 ii 'I» 113 18 10 7 56 N. 9 3« 30 29 41 30 113 22 00 2 40 N. II 30 0. Oct. I 28 44 30 1X2 19 20 10 oo N. 12 20 0. 2 28 22 40 109 42 20 II 40 S. ri 00 0. • 3 26 32 00 107 46 50 6 30 N. 9 20 0. 4 24 56 00 106 41 20 II 30 0. * 5 23 47 00 104 53 20 10 30 N. 7 00 0. 8 3,) 6, 22 j^_jíp 103 31 30 6 0 N. 10 45 0. 7 7 30 8 22 15 30 loi 7 30 9 22 f» )0 Tor 0 2:j 7 9 10 21 rN ■.■.} 09 34 50 ^ 11 6 30 12 '■ 6 0 13 14 • 15 16 6 0 E.S.E. ídem ídem E . N . E . bonancible, misma mar , E.N.E. fresquito. mar del S.F.. Varia- ción de la aguja , N.E. 7 3*> o o o o 7 3» ñ 20 6 41) 6 00 V R. VarÍB- cinn de la aguJH. N.K. 0 ' 21 O 20 O 18 0 17 0 17 0 Varia- R. ción de la agHJa . N.E. 0 ' 12 0 10 0 9 3'» • 8 30 7 .\o 7 9 6 3ü 6 0 ■ 6 0 S.E.. viento . Varia- ción de la agujn. N.E. 7 30 o o o o 7 3" 6 20 6 40 6 00 CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA ^73 Continuación de la saiida de Acapuico- Mes de Enero. -i792. Dius del mes. I.atilud observada. Feb. I 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 3u 31 I 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 23 01 20 44 46 40 24 43 43 41 35 35 48 57 4 2 59 52 54 57 44 53 2 49 2 44 34 38 50 50 44 43 47 48 43 39 43 54 36 30 57 51 53 54 Longitud observada 00 00 20 20 10 5" 50 20 10 50 50 6 40 40 20 40 5« 3" 46 50 50 50 00 10 3" 40 00 50 50 106 108 log III 112 "4 117 120 123 126 127 130 132 13 + 136 138 140 142 145 148 151 154 156 159 162 164 166 168 171 Alteración de la e^tiin.t. Kn latitud. 00 173 30 50 10 00 20 50 40 09 30 20 40 10 175 178 181 184 188 190 193 195 198 201 204 207 1750 O 50 5650 15 50 58 5" 28 40 13 20 25 20 15 20 10 O^ 5850 2 lü 3 30 14 50 2740 2850 26 20 19 20 40 20 4310 7 10 16 10 5340 1950 10 20 11 10 3050 2550 15 10 24 40 27 10 16 50 13 40 4350 24 40 41 20 o 10 42 40 5550 4650 2750 510: II 6 4 o o 3 12 o 4 I 7 10 3 o II 10 3 3 3 3 o o 3 6 2 4 2 4 I 6 3 II o o 7 I 7 I o o 5 t 10 N. 40 S. o N. o 48 S. 10 s. io N. 40 N. 50 N. 20 N. Rn longiiitd. 50 s. o 7 10 40 S. 40 s. 20 s. 50 s. 30 s. 20 S. 10 s. 13 s. 31 s. 00 N. 20 S. o N. 30 S. 00 s. oü S. 00 S. 38 N. 52N. 20 S. 30 N. 00 N. 40 N. 30 N , 20 N, 40 N. 00 N . 5 42 K. o o 18 50 E. o o 24 10 E. |i3 I'-» K- 37 10 E. 6 20 E. 26 20 E. 18 40 E. 17 20 E. 22 50 E. 21 30 E. 17 20 E. 13 10 E. 30 50 E. 9 oj E. 31 50 E. 10 50 E. 4 50 E. 42 50 E, 13 40 E, o o 18 30 E, 18 50 E, 18 50 E, 3 5» E, 29 lü E. 10 30 E, 11 10 E, 25 50 E, 15 20 E, 52 20 E 51 50 E. 10 30 E 23 50 E 2 40 E 22 50 E 15 "50 E, 30 20 E á*20 E VIENTOS, SU FUKRZA V ESTADO DKI. .MAR N.E. fresquito, mar del S.E. . . . ídem Viento E., mar del mismo ídem fresquito, mar del N.ü, . . . Viento N. bonancible, mar llana. N.E. fresquito, misma mar N.E. fresco, ídem ídem E.N.E. fi'esquito, mar llana E. bonancible, misma mar E.N.E. , ídem E. bonancible, ídem E.N.E., ídem. E., ídem. ídem ídem E.N.E Varia- ción 6 00 6 ?o ñ 3»> Salida del Puerto de Humata hasta la boca del Estrecho de San Bernardino. -Met de Febrero. -1792 Días del mes .Mar, 24 25 26 27 28 29 I 2 Latitud observad.!. Longitud observada. 13 32 20 14 43 40 13 44 40 13 26 30 13 13 40 209 40 30j 211 53 50 213 51 00 217 49 db 219 19 40 13 2 201220 42 30 12 52 40I224 5 10 Alteración de la estima. Kn latitud. 2 30 S. 4 10 S. II 10 S, 0 50 S. 1 10 S. En tonj¿ilvid. 20 51 E, 6 10 E, 22 o E, 7 4" E, 13 10 E VIENTOS, SI) FUERZA V ESTADO DEl, MAR Viento fresquito, mar del mismo. ídem ídem S.S.E. Iresquito, misma mai ". . . E . fresquito, mar ídem N.E. fresquito ídem N.N.E. fresquito, maruUo del viento. Varia- ción de ti agltja. N.E- I» ' 5 I" 6 20 2 17 I 10 I 4 rj wm* Éib 674 VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO Salida de la bahía de Manila para el Puerto de Zamboanga, en la Isla de Mlndanao. Mee de Noviembre —1792. Uias del mes. i6 17 18 19 20 21 22 Latitiul obücrvoL a. 0 t n 13 3 46 12 35 50 II 21 40 10 5« 20 9 41 50 7 52 20 7 4 20 I.uitKiliid ubsc rv ad2. 233 232 231 231 231 231 27 00 5930 21 40 5140 27 00 4230 231 41 30 Alteración de la estinta. En latitud. 18 10 4 3 3 7 16N. 18N. 8S. 27 S. 39 N. 44 N. Kn longitud. 1 22 E. 13 50 O 5 50 E, 3 00 O, 17 50 E, 2 4 E, VIENTOS, SU FUERZA Y ESTADO DEl. MAR. E.N.E. íresquito, mar del viento E. calmoso, mar llana N.E. fresquito, misma mar Ventolinas del primer cuadrante . . N.E. íresquito, mar llana ídem Ventolinas bonancibles Varia- ción de la aguja. N.E. o " 22 30 30 00 I 00 I 12 Salida del Puerto de Zamboanga para el de Jackson, en la Nueva Gales Meridional. Mes de Diciembre— ¡792. Di.is del mes. lín. 1793 7 8 9 10 II 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 35 26 27 28 29 30 31 I 2 3 4 5 6 7 8 9 10 1 1 12 13 I.aliliul observada. 47 40 25 4G 28 28 15 42 19 3 38 5 40 4 49 39 56 3 56 4 14 3 39 4 o 3 5b 2 17 I I 2 2 I I 43 24 4 6 4.S 23 o 59 o 56 o 36 o 18 o 3 o 5 o 3 o 4 40 10 50 00 3CJ 30 30 50 50 30 50 50 00 10 40 10 28 10 20 10 40 10 30 40 20 5" 40 30 lü 00 5" 10 00 30 o 4 00 l.t>ngitud o 1) s e r V a d a . 231 230 229 229 328 228 228 229 229 229 229 1540 3830 5930 23 20 5400 30 20 25 10 00 I o 630 3950 25 00 229 13 30 227 39 10 226 224 223 322 221 220 219 218 218 217 216 216 215 215 215 2T5 214 213 211 209 208 206 23 20 38 50 48 00 565" 2330 28 20 3450 3500 50 20 16 00 6 oü 3630 56 00 5440 1450 I 30 28 20 10 00 12 00 '41 00 9 00 11 40 Alteración de la estima Kn latitud. En longitud. II 2 17 6 14 58 25 25 I I 30 N. 50 N. 20 N. 00 N. 10 S. loN. 20 S. 20 N. 40 S. 40 N. 202 26 00 18 3 14 ló 5 17 20 I 2 2 23 o I I 4 2 5 5 5 8 8 8 4 30 O. 25 50 O. 13 10 O. 5 20 O. 6 50E. 55 00 E. 44 20 E . 45 20 E. 14 50 O. 14 10 O, 44 00 N . 15 50 N. 50N. 30 S . 30 S. 20 s . 20 N. 50 N. 10 N. 30 S . 30 N. 20 S . 00 s . o 17 s. 45 S. 20 N, 50S. 30 N. 8N. 30 N. 20 N. 5N. 20 N. 4 20 N , 30 E, 20 ü 63 30 O. 53 30 O. 50 O. loO, 20 O. loO, 30 O. 50 O, 20 E, 20 O 50 E, 9 43 43 34 25 22 16 17 10 9 6 4 18 14 I 9 3 10 14 ^6 0 31 E 20 E 39 E, 50 E, 10 E, 20 ü, 30 O, 21 O, 20 O. 61 30 O, VIENTOS, SU FUERZA V FJ5TADO DEL MAR. Varia- ción de la aguja. Viento del terral , N . Vi N.E. bonancible, mar llana E.N.E. calmoso E.S.E. bonancible, mar del viento S.E. ídem S.S.O. ídem O. ídem, marullo^del N ídem , Calma, mar del N.E • E.N.E. bonancible, ídem Ventolinas variables en el cuarto cuadrante E.N.E. fresco, mar gruesa del mismo O.N.O. bonancible, mar llana N.N.E. fresco, mar gruesa del viento N. fresco, mar gruesa Ventolinas calmosas del segundo cuadrante E.N.E. ídem E.S.E. ídem N.E. fresquito, mar llana E. ídem Del E. al E.N.E E.N.E. ídem ídem N.E. ídem E.N.E. calmoso N.N.E. calmoso, mar llana. N.E. bonancible E. calmoso N .'N . E . ídem •. Ventolinas del N . E . al N . N . E N . N . O . fresquito, mar del N ídem fresco ídem N . N . O . bonancible N. y N. N.O. fresquito O , N . O . bonancible, mar liana N . N . O . calmoso N.E. bonancible, mar llana N.E. o ' 46 00 1 00 2 O I N.O. 2 II I 30 N.E. o 30 T 00 I 00 I O 6 II 6 9 V Varia- ción 40 2 00 41 43 50 43 24 00 44 28 00 45 13 E. 00 45 47 30 44 43 40 42 57 00 41 32 48 40 58 10 40 58 30 40 4 30 40 9 40 39 II 50 38 2 30 37 28 30 35 47 40 34 i« 30 34 18 50 Alteración de la eitimn. En latitud. En longitud 5 12 I 5 28 25 10 14 3 3 10 2 23 5 6 3 o 10 4 14 4 o 6 50S. 50 S . 30 N. 50 N. 30 N. 20 N. 50 N. 00 N. 50 N. 20 S . 30 N. 30N. 20 N. loN. 50 N. 20 S . 30 S. 30 s. lo N. 20 S. 10 N. 50 N. 40 N. 181 45 10 182 25 50 182 30 50 183 33 00 183 47 30 184 26 50I 185 930'; 185 48 50 186 49 00' 187 I 00 187 48 00 E. 187 57 40 187 23 00 obs." 187 12 00 186 57 50 187 15 00 186 59 30 187 10 00 E. 187 24 00 188 26 00 189 41 00 191 21 50 191 53 20 193 II 40 194 43 30 196 6 00 196 14 00 198 28 00 199 2950 201 6 20 201 46 20 203 7 00 51 00 S. 10 00 N. 16 40 N. 2 40 N 38 50 N 7 50 S II 30 N 16 20 N 7 30 N 0 0 8 20 N 37 5('^^- 40 10 O. 17 10 O. 7 20 O . 17 30 o. 17 30 o. 1 50 o. 28 40 o. 16 30 o. 6 20 O. 25 30 O- 20 50 O . 8 20 E. 36 00 O. 00 30 E. 7 40 O. 10 loE. 24 00 E. ic 00 E. 21 40 E. 10 20 O. 7 50 O. 14 30 O. 2 00 23 20 E. 38 40 E. 7 20 O. 35 50 E. 2 10 O. 10 40 E. 9 10 E. n 40 O. 36 10 E. 2 oO, 27 00 E, VIENTOS, SU FUERZA V ESTADO DEL MAR. 10 N. 10 S. 00 s. 00 S. 41 S. I 00 S 16 3 2 5 50 S 40 N 40 N 50 N 10 N 8 50 N 6 20 N 20 8 7 50 S 40 S 50 N N.E. bonancible, mar llana N . '/4 N . E . , mar gruesa del N N . fresquito ídem fresco, mar gruesa N.O. bonancible N.N.E. calmoso, mar llana O.S.O. fresco O. N.O. ídem O.S.O. bonancible O. fresquito, mar del mismo. O . N . O . calmoso, misma mar Ventolinas del N.E. al E.N.E ídem ídem Ventolinas del segundo cuadrante ídem ídem S . E . fresquito N.E. calmoso N.N.E. galeno, mar picada de él. N.E. bonancible, misma mar E.S.E. ídem N.E. ídem Ventolinas del tercer cuadrante N.E. bonancible, mares del S.E., N.O. y N. E.S.E. fresco, mar del viento E . fresco, mar ídem E.S.E. ídem ídem E. 7j N.E. fresquito E. 7t S.E. fresco, mar de ídem ídem ídem ídem E . fresco, mar gruesa E. 'A N.E. fresquito N.K. 7 40 (. 4 10 10 10 20 9 4" 9 5 I '10 20 7 58 I 8 20 , 7 50 I |io 40 5 40 E 0 30 0 39 ^.^ 0 58 50 0 20 00 0 6 5 45 E 00 E 16 00 E 13 00 0 24 II 50 E 00 0 i2 20 E 22 50 E 20 E 4 43 40 0 50 E N.E. ídem, recio. E.N.E. fresco N.E, ídem E. 7t N.E. bonancible.... N.E. fresquito S . ídem N.E Vt N. frescachón Ventolinas variables O . fresco S.O. fresquito, mar gruesa N.E. ídem, mar llana ídem fresco Ventolinas del S. y S. S.O S.E. bonancible, mar del N.E. .. N . fresquito S.E. bonancible, mar del mismo. S.E. fresquito, marejadas del S. . S.S.O. bonancible, mar del S.O. N.E. fresquito ídem 10 30 II 00 12 o 13 00 12 40 12 10 12 00 ri 50 II 10 10 lo 4 'M 676 VIAJU ALKKUUUOK UUL UUNUU Salida del Puerto de Jackson hasta las Islas de Vavao. Mes de Abril. 1793. Ulan del mC". May. 12 1.5 14 15 ih '7 id •y ¿o ¿i ¿2 23 -24 ¿6 ¿7 28 29 .JO I 2 J 4 5 6 7 8 9 lO II 12 13 14 15 1 6 17 18 19 l.nltltitl Dbftcrvadu. 54 34 34 5¿ .51 .53 31 31 3-J 3-5 32 33 33 34 35 52 53 25 52 5» 40 35 3 16 48 34 00 E. 34 9 34 8 32 53 32 25 32 6 3í 44 3í 33 31 51 31 16 30 5 29 3 3u 32 31 21 3" 57 JO 28 30 25 30 ri 29 38 2y 22 24 46 22 40 22 27 18 51 5" .5" 4" 40 50 DO Oü 30 20 40 3" I o 10 50 30 20 20 20 00 10 20 20 20 50 20 10 5" K 5(í 30 20 5" 30 10 30 10 00 00 30 [.uiiMÍtud nh scrvnilM 201 27 rgcj 18 197 13 195 5 193 " 193 3 192 57 I()Z 44 192 S7 192 3iii. del mci. Jul. 10 II 12 I 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 23 26 27 28 29 3" I 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 13 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 I.ulitml obi«rvada. 27 28 28 29 29 29 29 29 29 29 3*' 31 31 32 31 32 32 31 31 31 31 31 31 32 31 31 31 31 31 31 32 30 27 28 28 28 27 26 25 23 20 18 15 12 12 40 ID 00 45 20 13 40 9 5" 23 20 7 10 28 2U 43 5" 53 3<» 45 I» 28 50 52 3" 9 Oü 45 00 17 50 ^9 30 57 20 52 30 I.uitgitud. ibtervada. 172 168 if>5 1O2 159 156 153 15" 147 144 141 137 135 132 129 126 125 122 1 20 59 4()|ii6 "3 lio 108 105 102 99 97 94 92 89 87 84 82 81 80 79 77 75 74 7i 72 71 70 71 47 00 32 10 38 40 9 40 59 00 45 20 17 40 16 lo 48 10 52 50 I 20 ü 50 53 30 19 00 33 10 18 40 47 00 38 50 12 40 20 40 41 Oü 00 22 00 31 00 12 50 1850 25 ooj 38 00, 7 30 24 00 52 00! 34 30 23 40 S7 30 17 10 5550 2 20 5 10 540 20 30 35 20 34 3' Oü 10 52 10 2030 32 30 52 20 16 00 32 40 20 30 22 10 47 20 940 2830 6 30 II 00 27 00 20 30 4330 330 10 40 28 30 930 39 Oü 47 4" 2750 2 00 4 00 AUcrncióii «le la vHtíitu. En Utllitd. 35 6 5 6 12 16 I 5 7 4 2 o 12 31 4 r 3 4 18 23 5 3 1 ^ 8 27 5 II 3 12 15 2 4 ü 9 II 17 7 25 21 16 9 10 S. 50 S. 30 S. 50 N. 00 N. 20 N. 00 N. 00 N. 40 N. 10 S. 20 N. 40 S. 50 s. 10 N. 20 S. 20 s, 50 N. 50 N. 3N. 00 N. ioN. 30 N. 10 N. 5uN, 50 N. 30 N. Oü N. 50 N. ]o N. 30 N. oo N. 50 N. 30 N. 10 N. 10 N. 40 N. 30 K. 10 íi. 00 >. . 30 N. 00 N. Kn longitud. 41 20 E. I 50 O. 19 40 O. 9 50 O. () \o O. 7 30 E. 18 50 O. 18 50 E. 8 50 E. 27 20 ü. 23 lo O. 13 30 O. I 30 O. 20 40 O. 5 Oü O. o 50 O. 8 20 O. 12 30 O. 19 40 O. 3 ilJ O. 28 40 O. 6 20 O. O. .rO 5" !''• 12 00 L. O 10 O. 9 40 O. 19 10 O, 6 I 2 2 8 I I 12 22 ■7 ^9 3" O. 51 K. 40 E. 00 E. 00 O. 4-» O. 13 lí. 30 E. 00 O. 00 O. 20 O, 10 E. VIKNTOS, Si; FUERZA V F.STADO DKI, MAR. E. ídem. N 24 00 O. N.N.O. fiescr, mar del viento O. ídem, ídem O.S.O. ídem, ídem ídem O.S.O. fresquito O.N.O. fresco O. frcsquito O.S.O. galeno O. frescachón S.O. fresco ídem ídem O.N.O. fresquito N.N.O. fresco N.O. ídem O.S.O. calmoso N. bonancible, mar del S.O O. fresquito '. , . S.O. frescachón Ventolinas calmosas del segundo cuadrante. Viento N.O. fresquito, mar del O O.N.O. ídem, ídem ídem fresco, ídem S. y S.O. ídem, mar del viento S. ídem S.O. ídem N.O. ídem, mar del O O. fresquito, ídem Vientos del segundo cuadrante, fresquitos. . ídem Ventolinas variables del segundo cuadrante . S.E. bonancible, marejada del S O.S.O. bonancible, marullo del vS ■;. y S.S.E., mar de ídem \ Niebla. ídem. Calma. Niebla. Salida del Callao de Lima para el Puerto de Talcahuano.— Mee de Octubre.— 1793. ]>ia< ilcl me». 17 18 19 20 21 é Latitud observada. 0 fi 12 44 40 14 I 20 15 -5 30 16 58 50 18 50 30 Longitud, observada Alteración de la estima. Kn latilud. 71 54 5!'! \,' 0 73 '5 loi •,i 0 74 32 00 0 10 S. 75 52 00 4 50 s. 77 7 20 2 30 s. £n longitud. I 50O. 13 loO. 23 2ü O . 13 oO, 17 40 o , VIENTOS, SU FUERZA Y ESTADO DEL MAR. 677 Varia- ción d> la UKuJa. N.B. 10 30 8 10 6 30 6 o 5 30 5 50 5 00 7 30 6 00 7 30 9 10 10 30 II 00 12 00 14 o 12 S.E. fresquito, mar del mismo. S.E. 7, E. yE. 7, S.E. ídem S.E. y E.S.E. ídem ídem fresco S.E. 7, E. y E. 7, S.E. ídem N.E. o / 8 30 8 40 ■> ® ■Mi ■■i ■^-; ■J/KBSmmn».. s^ná 1%. ^* o^. *^.'^> sm. # /i o *;. c^J ^ # <"! // O} I. >^ ÍMAGE EVA TEST TARGE 1= II l.l 11.25 la m. 1.4 Photographic Sciences Coipomtíon fMAGE EVALUATION TEST TARGET (MT-3) 7 j> // .// < % & C/j. (/^ II l.l 11.25 - Itt 12,2 «"O mil 2.0 \\1± 1116 hotographic _^Sciences -.orpomtíon X y / 23 WEST MAIN STREET WEBSTER, N. Y. 14580 (716) 872-4503 m ív iV %< V a^^- \ \ ó^ CIHM/ICMH Microfíche Series. C C n Canadian Instituto for Hístorical Microreproductions / Instítut ca VIH e CIHM/ICMH Collectíon de microfiches. Bproductions / Instituí canadien de microreproductions hístoriques 1981 yT.:^i¿,a¿r*r!M>a!¿*^i ; í^- 678 VIAJIÍ ALREDEDOR DEL MUNDO Continuación de la misma campaña. — Mes de Octubre.— 1793. del mes Latittul observaba. 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 Nov. I 2 3 4 5 6 7 8 Longitud ob servada 20 22 24 24 25 25 27 28 30 31 32 33 34 34 36 36 36 36 35 14 6 45 27 49 I 28 3 6 2 20 39 35 59 57 50 30Í7« 00:79 40180 40 Si 00 1 80 oo!8i 2o|83 10 84 3o;85 20:85 40 1 84 30182 5081 5ü|8o 40.79 4076 00 72 10 69 10 40 54 10 48 00 10 20 54 20 32 40 8 00 9 30 8 30 28 10 43 50 52 30 15 00 48 10 22 40 8 00 45 40 35 00 I Alte ac I de 1.1 estimu. Kti latitud. 3 3 19 8 12 o 6 5 I I 2 4 12 3 19 13 4 n N. 40 N. 10 S. 30 S. 10 s. 30 s. 20 N, 50 S. 10 s, 50 N, 48 S. 50 S, 36 N, 20 S, 00 S, 20 s, 00 S, Kn longitud. 0 O i7 loO. 4 30 O, 18 40 O. 8 50 O. 21 loO, 28 50 O, 1 30 E , 4 30 O, 5 loE, :i 00 O :2 00 E 24 50 E 17 10 E 17 20 O 3 34 O , 23 40 O VIENTOS, SU FUERZA Y ESTADO DEL MAR. S.E. yE.S.E. ídem ídem frescachón S.0.7,, E. y E. 'A S.E. fresquito y bonanciblf Variables y bonancibles en el primer cuadranti. ídem en el tercero y cuarto cuadrante De S.S.E. al E.S.E. bonancible S. E. y E.S.E. fresco E.S.E. yE. V^S.E. fresco y fresquito. S.E. y É. ya fresquito, ya bonancible ídem S. y S. Yj S.E, fresco y fresquito S . y S . O . fresco y arrachado ídem, mar del viento Del O.S.O. al N.O. bonancible O . y N . N . O . fresquito, mar del O O.S.O. y O, N.O. fresco y fresquito ídem S.S.E. y S. fresco . . Varia- ción de la aguja N.E. 10 30 I 9 20 9 00 9 30 9 30 9 00 10 30 !H 30 12 00 ;I3 00 Salida del Puerto de Talcahuano para el de Egmont.— Mes de Diciembre. — 1793. Di as del mes. If; 3 4 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 T5 i6 17 18 Latitud Longitud observada. observada 36 37 i7 37 37 37 38 40 42 44 46 48 50 52 52 52 I9Í53 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 34 54 55 56 56 55 55 55 54 54 3053 3i;52 16 II 26 21 56 41 48 17 28 29 6 25 12 5 25 41 14 21 48 57 38 47 31 4 o 17 25 39 32 00 1 67 30,69 50 70 10:71 3o|7i 4071 5072 301 40,72 30 1 73 20.73 10 74 oü|73 30173 3073 00J72 IOÍ7I 00 30 40 00 30 30 50 10 40 00 50 10 68 66 65 64 63 60 58 57 56 57 57 57 56 50 32 40 6 10 20 13 25 20 56 20 18 00 59 40 10 50 10 50 5 30¡ 44 20 48 50 49 50 47 10 52 20 17 50 52 50 17 50 43 30 14 50 I 10 33 50 47 50 6 50! 43 301 32 2oj 00 00 Alteración de la estima. En latitud. Kn longitud 36 S. 35 S. 58 N. 20 N, o 50 N, 9 30 N, 00 S. 8 II 7 3 4 00 2 14 14 4 12 3 7 6 14 9 6 5 o 17 00 S. 50 s. 50 N. 00 50 S. 20 s. 20 N. 10 S. 50 s. 30 N. 40 S. 28 s. 56 N. 50 N. 50 N. 20 S. 3 S. 28 S. 40 N. f // ' 2 10 E. 0 40 E I 20 0 4 50 E 8 50 0 4 00 E II 30 E i6 50 E 9 10 E 15 50 E 8 50 E 12 30 E 18 00 0 0 0 3 20 0 31 30 E 27 00 E 21 40 E 54 2C Tí 10 40 E 40 30 E 0 40 E 0 5 30 E 16 20 E 1 VIENTOS, SU FUERZA V ESTADO DE!. MAR. O . N . O . bonancible y vario del S . al S . S . O . . . S. y S.O. calma, fresquito del O. y N.N.O. . . Del N.O. al S.O. bonancible y calmoso S . y S.S.E. bonancible Variable en el tercer cuadrante vS, calmoso y N.O. y N.N.O. bonancible Variables en el cuarto y tercer cuadrante ídem O. y N.O. frescachón achubascado O.S.O. y O. N.O. frescachón y arrachad ) . . . . O.S.O. y N.O. ídem y fresquito N.0.,0. y S.O. ídem." Variable en el cuarto cuadrante. . , Del N.O. al S.O. fresco y calmoso N.E. y N . fresquito y fresco N. y O., después variable en el tercer cuadrante ídem S.O. y O . fresquito O . y O . N . O . bonancible De O.S.O. al O. N.O. fresco.. ídem Del S.O. al N.O. fresco S . y O . vS . O . fresco N . , N . N . E . y N . E fresco >• N . O Variables en el tercero y cuarto cuadrante N.O. y O.S.O. arrafagado N.N.O. y S. E. fresquito O . N . O . y N . bonancible O. V N.Ñ.O. fresco Varia- ción de la aguja. N.E. p .' 15 30 17 40 15 00 16 o 20 10 18 10 21 00 22 00 24 00 21 00 19 24 ÜO 22 00 é ■■ Varia- ción de la aguja iblV " '. '. N.E. 0 ' 10 30 9 20 9 00 9 30 9 30 9 00 10 30 11 30 12 00 13 00 Varia- ción de la aguja. inte .... N.E. 0 .» 15 30 17 40 15 00 16 0 20 10 18 10 21 00 22 00 24 00 21 00 19 24 00 22 00 T i CORBETAS DESCUBIERTA Y ATREVIDA 679 Salida del Puerto de Egmont para el de Santa Elena en la Costa Patagónica.— Mes de Enero. 1794. Días del mes. En. I 21 22 ¿3 24 25 26 27 latitud observada. 51 4 30 49 38 30 47 51 10 47 45 10 47 59 30 47 36 20 46 4 50 44 59 20 Ixiiigitud observa da. 0 ' // 55 22 50 55 29 10 54 57 00 57 7 40 57 7 00 59 4 3o|| 59 I 30 5« 32 10 Altenición de In estima. £11 latilud. En longitud. 24 N. o 55 N. 40 N. 40 N. 30 S. loN. 00 N. / " 13 10 E. 0 o 12 50 E, 4 40E. 6 40 E, 7 30 O, 21 50 E, 1 50E, VIENTOS, SU FUERZA V ESTADO OKI, MAR. S.vS.O. y O.S.O. fresco. E.N.E., E.S.E., S. y O. fresco y f resquito O. y O.S.O. , después variable en el 4." cuadrante. N. O. y O. bonancible y después f resquito O.S. y N. fresquito Variables en el segundo cuadrante ídem dei tercero y cuarto cuadrante O . y O.S.O. frescachón Varia- ción de la ngiija. N.E. o ' 21 10 21 00 O 00 20 00 18 40 Salida del Puerto de Santa Elena para el de Montevideo.— Mes de Febrero.— 1794. Días del mes. 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 I.>atitud observada. 44 44 43 41 41 41 40 38 38 38 38 36 35 32 II 36 46 27 9 58 49 47 48 21 51 16 50 50 50 10 I.ungitud observada 58 56 54 3054 0053 5o|j2 53 51 50 50 4049 5048 21 40 34 40 52 10 36 10 15 20 10 30 11 10 58 50 57 10 9 30 o o 21 20 Alteración de la estima. En latitud. En longitud. 8 8 6 o 4 13 12 4 II 6 40 S. 30 N. 40 S. 40 N. 20 N. 10 N. 40 S. 40 S. 20 S. 40 s. 34 40 S. 00 E. 30 O. 50 O. 00 E. 50 O. 20 O. 40 E . 40 O. 20 O. 6 40 O, VIENTOS, SU FUERZA V ESTADO DEI, MAR. O . y del E . al N . E. bonancible ..... Del N.O. al S. y del N. al N.E. fresquito O. y S.O. ya fresco, ya bonanc'ble ídem fresquito Ventolinas del 2." cuadrante, algunas horas de N, . . N . y N . N . O . fresco Turbonadas del 4 . ° cuadrante, después viento S S. y S.S.E. bonancible y después N. y N.N.E fresq." N.O. y N.E. fresquito N. yE.N.E. fresquito N.N.O. y O., después S.S.E. íresquiío S . y S . E . fresquito S. 7, S.E. y S.S.E. fresquito Varia- ción la aguja . N.E. 17 40 16 50 17 20 17 00 15 40 15 40 13 30 Salida del Puerto de Montevideo.— Mes de Junio. 1794. 21 2¿ 23 24 25 26 27 28 29 30 Jul. I 2 3 4 5 6 Latitud uliservada. 35 " 00 35 28 00 35 6 36 34 49 35 7 34 59 34 51 34 32 34 23 34 29 34 29 34 27 33 45 32 31 30 35 10 7 30 14 38 00 15 47 30 22 27 9 53 12 14 29 50 00 I.rniKÍtuü observada. 49 00 II 47 26 37 46 58 18 44 55 43 ^1 41 35 40 21 39 48 38 16 37 36 36 H 33 9 13 3 9 6 31 48 31 00 56 38 49 47 43 39 3 52 18 56 23 17 II 30 22 7 Alteración de la estima. En latitud. 10 00 N. 4 00 N. 14 10 5 7 2 15 18 lO 16 13 15 i" 33 N. üo N. 00 N. 50 N. 43 N. 10 N. 00 N. 00 N. 40 N. 00 S. 10 S. 00 s. 6 30 S. En longitud. 18 00 O, 8 33 O. 00 9 9 30 4 45 B- 2 O. 30 E. 10 O. 51 O. 20 40 O, 46 2 2 8 ooO. 00 O. i2 o. 45 E. 17 00 O. VIENTOS, SU FUERZA V ESrAPO DEI. .MAR. Del N. al N.O. fresquito y fresco, mar llana Del N.N.O. roló al O. hasta el S.S.E. bonancible. Ventolinas del primero y segundo cuadrante, luego N.N.O, N.O. y O. N.O. fresquito Del O. '/„ S.O. hasta el S. fresquito Variables del S. hasta el N.O. bon." , y después fresq". O.S.O. hasta el S. S.O. fresquito, luego bonancible. N.O. y O . N . O . fresquito y bonancible O.S.O. y O. bonancible, calma, luego N.N.O. bon.» . N.N.O. fresquito, luego N. y N /^ N.E) N.N.O. y N.O. bonancible Del O . N . O . al S.O. bon.« y después casi calma .... Calma, luego ventolinas del 4." cuadrante fresquito. . Variable del O. N.O. al O.S.O. fresco y fresquito. . O . y S . O . fresquito Del S.O. al S.O. '/» >^' fresquito y después fresco. . S.S.O. y S. '/, S.O. fresq." y calma y ventolinas del S.S.O. yS'.E Del N.N.E. al N.N.O. generalmente frescachón y luego S.O Varia- ción de 1.1 aguja. N.E. o r 15 38 9 23 10 20 8 10 8 50 7 40 7 40 3 30 4 40 3 40 y 7 68o CORBETAS DESCUHIKRTA Y ATKEVIOA i ti ñ iuáik I Continuación de la misma campaña. Mes de Julio. —i794. Días l.lltitMii I.niiKÍIiKl Alteración de la estima. ilel tnr*. objervadii. s. observada . 0. Ki) h>t¡ttid. Kn long't-ul. n / " 0 f ti / /' / f/ 8 29 44 3" 29 9 19 17 30 N. 9 28 36 25 27 48 20 7 00 S. 4 40 0. 10 27 23 22 2f) 58 17 10 00 S. 3 30 0. II 26 15 50 27 9 32 13 10 S. 10 üo E, 12 26 51 30 26 24 17 11 40 N. 6 00 E. 13 27 1 5u 25 18 40 3 00 N. 13 00 0. 14 26 42 48 24 9 50 6 18 N. 14 22 0. 15 26 14 45 23 15 40; 6 00 N. 10 43 0. i6 25 i8 31 22 52 00 7 10 S. 2 00 0. 17 23 44 3 22 38 30, 23 00 S. II 00 E. i8 22 31 00 22 I 33 h 19 21 41 40 21 34 50, 5 00 N. 25 QO 0. 20 21 16 rg 21 22 50 I 30 E. 21 20 9 16 21 6 40 II oü vS. 22 18 38 10 21 4 40 7 10 S. 16 30 E. 23 16 38 32 20 49 40. 3 00 S. I 30 E. 24 15 " 3 20 30 40 6 57 S. 19 00 E. 25 13 31 40 20 24 30 I 10 S. 14 10 E. 26 II 3(> 15 20 31 30 5 50 -'^• 15 20 E. 27 9 51 40 20 38 Iv/j 7 10 S. I 20 E. 28 8 x6 40 20 29 40 16 10 s. I 30 lí. 29 6 45 i7 20 25 20 16 10 s. 7 00 E. 30 4 49 00 20 21 00 17 20 S. 18 30 E. 31 2 39 5 20 17 50 II 20 vS. 19 30 E. Ag. I 0 40 20 N. 20 30 4 30 50 S. 31 8 E. 2 0 41 40 20 26 30 6 52 vS. II 00 1) 3 2 35 4 J 20 II II 7 45 S. 4 00 » 4 2 45 10 20 2 50 20 9 S. 12 26 » 5 6 I 0:) 20 19 10 6 7 55 03 18 57 10 27 23 Í5. 36 00 0 7 9 35 0=^ I9 26 10 8 10 46 ]0 I 9 43 00 15 14 S. 29 00 » 9 II 45 3J 2ü 27 26 5 19 S- 00 3i » 10 12 24 OD 2o 13 58 18 23 S. 5 54 " 11 12 16 03 2o 50 34 5 8 N. 24 i() E 12 12 10 10 2l 15 20 II 00 N . II 38 » 13 12 30 00 2l 19 4 3 30N. 6 22 0 14 13 10 40 21 35 42 8 20 S. 13 13 33 03 22 28 13 5 58 N. I 25 » 16 13 39 30 22 27 19 4 50 N. 12 22 E 17 14 00 30 2.] 16 13 3 ¥^^- II 52 '» 18 14 32 20 23 23 56 0 24 N. 9 17 » 19 15 32 3 ' 23 36 40 12 42 S. 8 15 » 20 16 ¿i 20 24 51 18 7 30 S. 22 10 » 21 17 37 50 25 48 59 6 56 N, 17 48 .. 22 18 45 00 26 24 48 II ^0 S. 10 30 » 23 19 52 oo 27 I 56 6 Oü S. 10 42 » 24 21 I 58 27 45 2 6 50 N. 17 22 1) 25 22 21 20 28 16 2S 8 30 S. 16 00 » 26 23 2f) 4) 28 38 50 4 25 S. 3 00 1) 27 24 52 2J 28 50 38 2 40 S. 17 12 » 28 26 24 50 28 45 56 4 40 s. 5 42 » 2g 27 25 4J 29 8 42 I 57 S. 17 2 » 3" 28 II 03 29 44 20 7 15 S. 20 30 » 31 29 4 4^ 2g 16 20 6 30 S. 17 35 0 Set. I 29 47 10 30 35 59 C 00 s. 9 30 E 2 30 i7 10 30 36 30 2 12 S. 14 10 E 3 31 46 I 29 47 10 5 21 S. 8 35 0 4 33 20 4 28 31 5 12 33 S. „ 5O N. '/^ N.O, y N.N.O. fresco y fresquito.. S.S.O., S.S.E. y S.E. fresquito y galeno. Del S.E. al E. ídem, ídem üel Iv. al N.N.O. fresquito y bonancible. . . N.N.E. y N.E. '/„ N. ídem, ídem Del N.N.E. al N. '/, N.O. fresquito Del N. 7. N.O. al N.O. '/, N. ídem Del N.N.O. al O. N.O. ídem Del N.O. 'A O. al O. ídem ídem ídem O.N O. fresquito, calma v S.S.E. fresquito Deis. S.E. porell':. hastael O.N.O. fresq." y bon.-^ . Del N.O. al O. N.O. ídem Del O. N.O. por el S.O. hasta el S.S.E. fresquito. Del S, al S.E. 7 S. fresquito y luego fresco Variable del S..E'/,S. hastael E.N.E. fresq." y bon« . Del S.E. hastael E.N.E. ídem S.E. yE.S.E. fresquito y desigual porlos chubascos. ídem ídem ídem ídem Del S.E. 7,, E. al E. 7^ S.E. fresquito ídem ídem ídem hasta el E . S . E . ídem ídem ídem Del E.S.E. al S.S.E. fresquito bon.= , mar de ídem. Variables del S.S.E. al S S.O. fresquito y bon.'= .. S.S.E. y S , '/'.'S.E. fresquito y fresco vS.S.O. bon."' y fresq." , achu." y lloviendo S.S.E. . ídem ídem Del S.S.O. alo. fresquito, bonancible v fresco ídem. Del S.O. 'U S. al O. S.O. ídem, ídem". Del S.O. al O . ídem Variable del S.O. al N.N.O fresquito y bon.' , ídem. Del S.O. por el N.O. hasta el N. '/, N.É. bon.-^ calm." Variable y bonancible del N.N.O. al N . N . E ídem en todos los cuad." achubascados y agua. . . . . . Variable en el 3 ." y 4 . " con mucha agua Del S.S.O al O . N . O . bonancible y calmoso Del O . N . O . al N . N . IC. algunos chubasquillos Del N. al N.E. bonancible y fresquito N.N.E. y N.E., después variables v algunos chubascos, Del S.S.E. al S.E. '/, E. flojo. . .'. Del S.E. al N.E. '/. É. bonancible y fresquito. . . . Del N . E . al E . 7» N . E . fresquito y fresco Del E. al E.N.E. bonancible y fresquitr E . fresquito ídem desigual en fuer/a, maruUo del N.E Del E.N.E. al E. '/^S.E., generalmente fresco. . . E . '/i S • E . y E . fresco Del E. '/,. N.E. al E.S.E. Del E . al' S . E . '/, E . fresco y fre^^quito ídem fresquito y últimamente bonancible E. y E. '/, N.E. fresquito v flojo Del E. V/n.E. al N E. 7". E Del E.N.E. al S.E. 7, E. fresquito y flojo Del E. 7, N.E. al S.E. flojo, marejada del N.O.. S.E., S. y vS.S.O. bonancible S.S.O. y vS.O. fresco, mar picada del viento Del S.O. roló al N.O. fresco, chubascos, mar del v." N.E. » ' I 30 >» 13 o 4 N.O. o 29 o 54 o 5 o 25 o 29 o 18 10 50 8 40 8 20 |io 25 9 16 11 36 10 17 12 48 12 40 10 Ol) 10 40 12 0(l 11 58 12 30 14 "24 13 lu 15 34 15 2:\ 15 45 14 41 t8 42 3 5^ 3 50 6 27 5 4" 7 10 8 .;.. 7 3" 5 4» 1 8 10 9 20 ■■ CORBETAS DKSCUBIERTA Y ATREVIDA 68t Varia- ción de la ngiija . 0...... yhon." . esquito. 0 y bon'= . ibascos. le ídem, bon.' . . .S.E.. coídem. '■ calm." a. .... . os líbaseos. rescD. . . 1 N.O.. rdel V.'" " 4 N.O. 0 29 0 54 0 5 0 25 0 29 0 rs 3 5'' 3 5" 6 27 5 4" 7 10 8 y) 7 3" 5 4> 8 u) 9 20 10 50 8 40 8 ao 10 25 9 16 11 j6 10 17 12 48 12 46 10 0(l 10 40 12 00 11 58 12 .}<) 14 24 13 10 15 34 15 2. i 15 45 14 41 tS 42 Continuación de ia misma campaña.— Me» de Setiembre. -1794. Días del meí. 5 6 7 8 9 ID II 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 Latitud observada. N. Longitud observada O. 33 47 34 56 35 32 36 5 3G 16 36 26 36 22 36 33 36 40 36 47 36 53 36 49 37 8 36 58 36 43 36 51 o 21 20 39 40 40 o 56 40 40 10 26 30 17 7 19 26 24 22 20 18 i6 rs 12 10 9 8 7 6 3 2 I 44 5" 17 2I| 21 30 39 4o| 45 37¡ 41 221 53 37| 5 5íJ, 16 38 7 16 12 30 38 26 4 30| 35 30 51 00 37 15 Alteración de la estima. Fn latitud. En longitud. tí 9 23 20 16 20 12 2 I 4 6 9 12 5 3 36 S. 31 S. 24 s. 10 s. 00 s. 45 S. 23 s. 15 s. 35 S. 24 S. 53 N, 00 N, 13 S. oS. loN 17 S, 5 7 3 12 15 15 21 I 13 12 II 10 4 5 6 4 45 E. E. 39 K. 50 O. 40 ü. 450. 450. 30 E. 48 O. 10 O. 56 O. 26 O. 00 E 40 O 12 E. 45" VIKNTOS, SU FUERZA V ESTAOO DKL MAR. N.O. fresco y frescachón, ídem N.O. y S.O. achubascado, mares de los vientos. , , Del S " al S.O. fresco, chubasquillos S . S . O . y S.O. f resquito, mar llana S.O. y O. S.O. fresquito, fresco y achubascado. . . Del O. S.O. al O. bonancible, fresquito y fresco.. . O. ViS.O. y S.O. Vi O. f."> luego del N. al N.N.E. f. N.N.E. frescachón V recalm.» , mar del viento N . y N.N.E. fresquito y bonancible N.N.E. V N . 7j N.O. bonancible Variables'del N.N.O. al N.E., claro S.O. y O . , chubascos del N . O Del O. roló al N . fresquito y fresco Del N.N.E. al N.O. fresquito Del N.N.E al N.N.O. ídem Del N. al N.O. y S.O ídem Varia- cióit de la aguja . N.O.^ 17 4 21 23 22 21 54 4 45 5ñ 22 12 22 30 ■. ■ m ? I á-íi ir. NOTA CURIOSA A¡ dar por terminada la publicación del viaje de Malaspina y sus compañeros, debo hacer presente que esce libro puede considerarse, no obstante sus dimensiones, como un extracto ó compendio, siendo así que los originales manuscritos ocuparían siete volúmenes iguales al presente. Como dato curiosísimo de las dimensiones de la obra y del costo cal- culado á su publicación, léase la siguiente carta dirigida por el sabio D. Felipe Bauza al ilustre D. José de Espinosa, ambos Oficiales de las corbetas. Madrid y Enero Q de r^Q/i. Amadísimo Espinosa; Cuánto celebro la mejor salud de Vm., y cuánto más celebraría poder contribuir á ella con la robustísima que disfruto, sin embargo de un duro constipado que acabo de pasar. Yo apruebo la resolución do Vm., y mucho más con este desbarajuste; cada momento se piensa una cosa y en nada hay orden. Fabio está encargado de los Derroteros; por mi parte hay que fundir las cartas y quedar en las longitudes que incluyo á Vm.: por fortuna dejan á mi arbitrio y sin responsabilidad el manejo de ellas: haré todo lo posible para que no les falte nada, y si Vm. me insinúa ó advierte algimas cosas, no vendrán fuera del caso. El cómputo de toda la obra, con 70 cartas y 70 láminas y figuras y siete tomos, asciende á nos MILLONES i)E REALES; hágame Vm. el favor de decirme de dónde saldrá esto y si no estamos borrachos. Hace dos días que el Rey y Reina vieron las monas y presentaron á los dos Pintores; éstos, por fin de fiesta, fueron á comer en casa del Embajador de Alemania, D. Juan, con esto, está inaguantable; pero gracias á Dios que lo veo de veinte á veinte ó treinta á treinta días un minuto, y esto por precisión la mayor parte de las veces. Hace pocas noches que el Sr. D. José Mazarredo me volvió la carta y estuvimos hablando más de hora y media: me hizo muchas preguntas de la América, y preguntándome por Vm., me dijo que Vm. debía venir á ^' drid; saldrá para Cádiz el 20 lo más tardar. Galiano, en el Sitio, escribiendo la Introducción para el libro de observaciones: éste va á tener una riña matemática con Mendoza sobre el cálculo de latitudes por dos alturas. Vernaci continúa su obra, y creóse unirá á ella toda nuestra campaña á la costa Noroeste. No hay más que D. Adán no habla porque no le acaben de conocer. Estos señores saludan á Vm. y le dan muchas expresiones; igualmente Sesma y su familia: Vm. me ofrecerá á los pies de su madre y hermana, dando muchas expresiones á sus hermanos, sin olvidar á Vargas. Quedo en noticiar cuanto ocurra, y entretanto sabe Vm. que lo ama con todo su corazón. ==.Sá«2rf. No menos de siete tomos en folio y no menos de dos millones de reales hubiera im- portado en aquella época la impresión completa y digna del viaje. Cierto que eran enton- ces de suma utilidad las setenta cartas levantadas por ellos, así como los dibujos que hoy ya carecen de importancia en su mayoría. Pero sin embargo de llamar compendio al presente volumen, hemos procurado ence- rrar en él todo lo más interesante y práctico, todo lo que puede aún servir de enseñanza á la Marina y de provecho á los navegantes. ■ P. DE N. k^ C. *: -; '^^Pj^P^l^^^^^f'TrSpff^l'^Éj '/l ■Ü .( ■r ÍIX. ''-'■ti c 1 índice PáginftN. INTRODUCCIÓN HIÜTÓRICA Alf,ututs reflexitnes sobre ¡a conveniencia depu- blicar esta obra i D. Alejandro Malaspina. — Su viaje. — Si", procoso vil Apéndice U la Introducción histórica.— üobxe el destierro de Malaspina xx Plan para escribir su viaje, dado por Ma- laspina al P. Gil Tcxi De cómo tuvo origen el viaje de las corbetas DescuiUErta _v Atrevida.— Plan de un viaje científico y político alrededor del mundo, ronnitido al Excmo. Sr. Bailío D. Antonio Valdés, Ministro de Mari- na, por los Capitanes do fragata Don Alejandro Mala pina y D. José Busta- manto i Cartas que escribió el Capitán de fragata D. Alejandro Malaspina al Teniente General de la Armada D. Antonio UUoa, solicitando de su sabid'TÍa al- gunos consejos. Carta 1 6 Carta n 8 Cartas que el Sr. D. Alejandro Malaspina escribió al Sr. D. José Salvaresa, Pro- to-médico do la Real Armada, sobre varios puntos dietéticos y del régimen profiláctico, que deberán observarse en el acopio de víveres para cl viaje de la vuelta al rnundo. Carta I lo Carta II 12 Carta m 14 Respuesta del Sr. D. José Salvaresa alas cartas antecedentes del Sr. D. Alejan- dro Malaspina ..e 17 Carta de Malaspina al Subinspector de Ar- senales Sr. D. Fermín dé Sesma, por la que se infiere la inteligencia, celo é iniciativa del Jefe de la expedición, hasta en los más insignificantes por- menores 19 Carta de Malaspina al sabio Ingeniero Don Tomás Muñoz, haciéndole indicacio- nes sobre la colocación de pararayos. 21 - Carla del Jefe de Escuadra D. Gabriel de Aristizabal á D. Alejandro Malaspina, en la que tan insigne marino se excusa modestamente de p.consejarlc sobre un plan hidrográfico. 22 Prueba de las Descubierta y Atrevida, se- gún nota de Malaspina ... 23 Mein». Resumen de los aprestos para un viajo al- rededor del mundo, emprendido por las corbetas Descuiiierta y Atrevida. Instrucciones notables que D, Alejandro Malaspina comunicó á D. José de Bus- tamante (segundo Jefe do la expedi- ción), sobre la policía de los buques.. •¡S *1 RELACIÓN GP:NERAL DEL VIAJE Discurso preliminar for D. Alejandro Malas- pina y, LiiiRO PRIMERO. — Navegación do las corbe- tas desdo Cádiz á Montevideo, costa Patagónica, Maluinas, Chile, Perú, Guayaquil y Panamá.— Acaecimientos y tareas en los puertos que visitaron. 53 Capitulo /.—Navegación de Cádiz á Mon- tevideo tx Capitulo II. — Estada en Montevideo, excur- siones desde el mismo puerto y apres- tos para la campaña^ sucesiva 55 Capitulo III. — Navegíxción desde Montevi- deo hasta el puerto Deseado. — Varios reconocimientos de la costa interme- dia.—.\caecimientos en aquel puerto y algunas ocurrencias con los patagones. 61 Capitulo IV. — Navegación á las islas Malui- nas, y de allí alrededor del Cabo de Hornos, hasta el puerto de San Carlos de Chiloé.— Reconocimiento do las Tie- rras del Fuego y otros accidentes ocu- rridos en aquel tiempo 69 Capitulo V. — Navegaciones y tarcas hidro- gráficas desdo Chiloé hasta Lima. — Escalas en los puertos de Concepción, Valparaíso, Coquimbo, Arica y Lima. — Excursión de algunos Oficiales á San- tiago.—Varios acaecimientos ocurri- dos en aquel tiempo 82 Capitulo f/— Navegación desde el Callao al andar de la costa hasta el puerto de , Perico, en el Golfo de Panamá.— Ocu- nencias en Guayaquil y en aquel puerto, 99 Libro segundo . — Nr.vegaciones desde Pana- má á las costas de Guatemala y Nueva España. — Sucesivas indagaciones so- bro la costa N.O. de la América, en busca de la comunicación de los dos mares. Atlántico y Pacífico, indicada por el navegante español Lorenzo Fe- rrer Maldonado. — Escalas en Nutka y en Monterey. — Regreso de las corbe- tas á Acapulco y acaecimientos en • fNDICB ' . :i ;! i V 1-' í P4«lnM aquel puerto hasta el momento do dar velaha<:ia las Islas Marianas y Filipinas. 113 OapINlo /.—Navegaciones y reconocimien- tos de las corbetas al andar de las cos- tas do Tierra Firme y Costa Rira.— Se- paración do entrambos buques.— Ta- reas do la Dkscuiiikhta sobro las coi- tas de Ciuatemala y Nueva España. — Viaje directo de la Atrevika íI los puertos de Acapulco y San Illas.— Ul- tima reunión do las corbetas en Aca- pulco 113 Viaje erectiiado por la Atrevida durante su separación de la otra corbeta, según relación de liustainante 119 Navegación do la Atrevida al reconoci- miento de la Isla do Cocos, y sucesiva á los puertos de Acapulco y San Ulas. 1 19 Salida do Aca|)ulco y navegación hasta San Blas 125 Descripción del Dnpartamonto de San Blas, origen de su establecimiento y venta- Jas que ofrecería trasladado á Aca- pulco 129 Salida d(! San Blas; navegación en busca de unos bajos al N.O. del Cabo Corrien- tes, y reunión ¡1 la Descubierta en Aca])ulco 131 Reunión de las corbetas. — Continúan via- jando en conserva 132 l'apltulo //.—Objetos de la siguiente cam- paña sobre la costa N.O. de la Amé- rica. —Navegaciones, escalas y reco- nocimionto en el paralelo do 60°. — Re- greso al ArchipiOlago de Nuf'.ca. — Re- flexiones sobre las dos Memorias que dieron lugar á estos reconocimientos. 136 Relación del descubrimiento del Estrecho de Anian, que se atribuyó el Capitán Lorenzo F'ciTer Maldonado 137 Memoria sobre este descubrimiento, leída en la Real Academia de Ciencias de París por Mr. Bauche, geógrafo ma- yor de S. M. Cristianísima 144 Disertación sobre la legitimidad de la na- vegación hecha en 1588 por Ferrer Maldonado, desde las inmediaciones de Terranova al mar Pacífico y al contrario. Se examinan las reflexiones del Sr. Bauche presentadas á la Real Academia de Ciencias de París en 13 de Noviembre de 1790; los rastros en- gañosos de otras navegaciones seme- jantes y la utilidad verdadera para la navegación al Asia, de una comunica- ción cualquiera entre les dos mares.. 183 Capitulo III. — Acaecimientos en el Archi- piélago de Nutka durante la demora de las corbetas en él.— Navegación suce- siva hasta Monterey y estada en aquel puerto.— Últimos reconocimientos al andar de las costas de California y Nueva España.— Escala de la Descu- l'áfiaM. HiERTA en San Blas.— Reunión de las corbetas en Acapulco. — Acaecimien- tos en aquel puerto y aprestos para las campañas y operacior 's siguientes.. . 190 Separación do 'a Atrevid, , perfeccionar el rnconoí.imiento do la costa entro Cabo Corrientes y Acapulco 199 Torcera estada de la Atrevida en Acapul- co y ocurrencias hasta la reunión il la Descubierta joi Libro tercero. — Continuación del viaje do las corbetas i. las Islas Marianas y Filipinas.— Varias excursiones en en- trambos Archi|>iélagos, y navegación de la Atrevida al puerto de Macao. — Últimos reconocimientos en el mar Pacífico sobre la tierra austral del Es- píritu Santo, la Nueva Zelanda, la Nue- va Holanda y las Islas de Vavao en oí .^rchipitílr ;o de los Amigos. — Regre- so al puoi "> del Callao. — Nuevas in- dagaciones ¡. drográficas hechas sobre las Tierras del F'uego, las Maluinas, la Costa Patagónica y el Río de la Plata. — Regreso al puerto de Cádiz. . 309 Capitulo /I — Navegación desde Acapulco d las Islas Marianas; escala, recono- cimientos y observaciones en la de Guaham. — Travesía siguiente á las Is- las Filipinas. — Acaecimientos en los puertos de Palapa y Sorsogon; prime- ra escala en Manila y tareas de la De.s- oubierta en la misma bahía y sobre las costas de la provincia de Panga- sinan 109 Navegación de la Atrevida desde Manila á los mares de China y entrada en el puerto de Taipa 219 Ocurrencias en el puerto de Taipa y en la ciudad de Macao. — Atenciones recibi- das del (lobernador y de las Compa- ñías extranjeras.— Descripción de la ciudad con la forma de su gobierno; idea de su comercio, productos de sus rentas, y gastos que produce su conser- vación á S. M. F. — Reflexiones sobre el comercio de peletería, con las ven- tajas de la España para destruir el de otras naciones que lo ejecuten 222 Regreso á Manila ««7 Capitulo III. — Diferentes excursiones cien- tíficas en la Isla de Luzón durante la e.staua de las corbetas en Cavite. — Aprestos para las campañas siguien- tes.— Ocurrencias principales relativas á los armamentos y á los buques — Plan de las siguientes campañas é in- dividuos quedados en Manila v.on este intento «jo Capitulo IV, — Navegación de las corbetas hasta el presidio de Mindanao, y re- conocimientos intermedios. — Escala en aquel presidio. — Derrotas sucesivas I 4-A racrs Páfiaw. ;S l- il 190 ir o 199 ÍMDICU 309 I 209 319 222 227 230 Páfinu en el \far Pacifico.— Vista dot extre- mo Sur do la tierra austral del Ksptri- tu Santo y do las costas inmediatas i Dusky-Hay en la Nueva Zelanda. — Ka- cala y acaecimientos en la colonia in- glesa do Sidnoy, on la Nueva Ho- landa 238 Capitulo í^.— Navegación de las corbetas desde el puerto Jackson hasta las Il- las do los Amigos. — Kscala en la ba- hía MaurcUe del Archipiélago de Va- vao y reconocimientos interiores del mismo Archipiélago. —Navegaciones sucesivas al Sur hasta perder de vista las Islas de Tongatabu y Kua 257 dafiltulo VI. — Navegación desdo el Archi- piélago do los Amigos hasta las costas del Perú.— Estada en el puerto dol Callao, y nuevas medidas para la feliz conclusión del viaje, sabida la decla- ración do la guerra contra la Fran- cia.—Segunda escala de las corbetas en la bahía de Conccjición de Chile. 285 Capitulo F//.— Navegación do la Descu- bierta, desde la Concepción d '"'.ile hasta el puerto do Montevideo.- i; • conocimiento de las Tierras dol Fnc- go y do la Isla de Diego Ramf.ez. — Escalas en el puerto Egmc t ;e las L las Maluinas y en la bahía aanta EIp- nadela costa Patagónica. — Experien- cias de 1.1 gravedad y otras t 'eas y acaecimientos 294 Separación do las corbetas des, de el puer- to del Callao, y navegación de la Atrevida al de Talcahuano 304 Salida del puerto do Talcahuano y nave- gación en busca de la Isla de Diego Ramírez, y al reconocimiento áo la parto oriental de las Maluinas, por la corbeta Atrevida 307 Operaciones hidrográficas ejecutadas en el puerto do la Soledad. —Reflexiones sobro el estado actual de esta colonia y ventajas que ofrece su situación. . . 312 Salida do las Maluinas.— Navegación ¡i las Islas de la Aurora. — Descubrimiento de una nueva situación de todas, y reunión en Montevideo á la Descu- bierta. .......... . 315 Capítulo IX. — Ultima escala de las corbe- tas en Montevideo — Varios acaeci- mientos en aquel tiempo, y reunión en el puerto de la fragata Gertrudis, de la Marina Real, con cuatro buques mercantes de Lima.— Salida del con- voy reunido de Lima y Montevideo, su navegación hasta llegar al puerto de Cádiz 328 Descripción física de tes costas c J Noroes- te de la América, visitadas por las cor- betas 339 Vocabulario del idioma Mulgrave 349 Páaiiiu, ICxamen político do las costas dol Noroexte dn la América 364 Examen ITsico del Archipiélago do Vavao y do sus producciones y habitantes. Se individualizan diferentes puntos histó- ricos relativos á toda la confederación do las Islas do los Amigos, desde las ultimas navegaciones del Capitán Cook, y 80 continua la serio importan- te de las rcfloxiones del mismo nave- gante 375 Viaje de D. José do Espinosa y Tello, desdo Cádiz hasta Acapulco, donde so re- unió á la ex|)edición de la» corbetas, y continuación do esto viaje. Contiene muy buenas noticias do Historia Natu- ral, Geografía, costumbres, ote 387 Noticia de las principales expediciones he- chas por nuestros Pilotos dol Departa- mento do San Ulas, al reconocimiento de la cosía Noroeste de América, dos- de rl año 1774 hasta el 1791, extrac- tada de bs Diarios originales de aque- llos navegantes 420 Descripción física y costumbres de la Cali- fornia. 433 Condiciones de los puertos de San Blas y Acapulco para arsenales. — Reconoci- mientos 011 lis provincias internas. — Su descripción física, producciones y costumbres 448 Carta esférica del Río de la Plata, desde su embocadura hasta Buenos Aires, y de la cosfa inmediata oriental hasta el Cabo de Snnta María, trabajada á bor- de de las corbetas, año de 1789 468 Derrotero desde las Islas de Cabo Ver- de hasta Montevideo 469 Derrotero desde Montevideo á Chiloé por el Cabo de Hornos. Trata también del puerto Egmont en las Islas Maluinas y do la descripción de toda la costa in- termedia 486 Construcción de las cartas desde el puerto de Montevideo hasta el de Chiloé. . . 498 Derrotero de la Isla de Chiloé, por D. José Moraleda, Alférez de fragata y Piloto de la clase de primeros do la Real Armada 504 Construcción do la» cartas hidrográficas desde Chiloé hasta Coquimbo 526 Derrotero de Chiloé á Coquimbo 530 Coistrucción de las cartas desde Coquim- bo hasta Lima, inclusas las Islas de San Félix S37 Dírroteros desde el puerto del Callao has- ta el Río de Guayaquil , y de este punto hasta el Golfo do Panamá, por D. Fabio Ali-Ponzoni 539 Estudio sobre las costumbres y descrip- ciones interesantes de la América del Sur, por líspinosa 557 ."íoticias relativas á Montevideo • • 557 M fí-M ■'■-rK ^ ÍNDICE ■ í- rág'mus. Noticias de varios pueblos de la provincia de Buenos-Aires 562 Descripción política, de la Isla de Chiloé. 577 Estado político, militar y comercial de la ciudad de Concepción 583 Noticias de las manufacturas de carnes sa- ladas dií Buenos-Aires 588 Reflexiones políticas sobre los dominios de S. M., desde Buenos-Aires hasta Chi- loé, por el Cabo de Hornos 590 Descripción fí-iica del terreno y habitado- res de las costas comprendidas entre Chiloé y Coquimbo 602 Examen político del país comprendido en- tre Chiloé y Coquimbo 608 Introducción al Vocabulario de Vavao, por el Teniente de navio D. Ciriaco Ce- yallos í>2o Discusión sobre las longitudes de Us costas de Chile y Perú, pJf D. Felipe Bauza. 627 Discusión sobre las situaciones asíronómi- \ v Págtiiiu. cas de las costas de Chile, Perú é islas adyacentes ^33 Observaciones de la velocidad del sonido, de latitud, longitud y variaciones he- chas en Santiago de Chile, por el Te- niente de navio D. José Espinosa y el Alférez de navio graduado D. Felipe Bauza 657 Observaciones del barómetro, de latitud, longitud y variación de !a aguja, he- chas desde Santiago de Chile á Men- doza y Buenos-Aires en Marzo y Abril de 1794 f'í'i Estado donde se manifiesta la relación de gravedades entre diversos lugares del mundo, según las experiencias hechas por las corbetas, formado por el Te- niente de navio D. Ciriaco de Ce- va líos 663 Estados de derrota de la corbeta Descu- i BIERTA <''64 I! ¡' k 1- JRD.33 IV 3 ,/ !'\ f'SV f.6i 663 664 k í . /W32 LA VUHLIA AI. MUNDO rók LAS CORBKTAS ^ DESCUBIERTA v ATREVIDA :■ ■-.í'- ■ •' '■' ■ " ' ;^ ■ ■ ■ ' ■ , .;:*■' AL MANDO OKL CAPITÁN DI' NAVIO D. ALEJANDRO MALASPINA DESDE 1789 Á 1794 ':' PUBLICADO CON UNA INTRODUCCIÓN EN 1885 : . . i,:\. POR EL TENIRNTE DE NAVIO D. PEDRO DE NOVO Y COLSüN MADRID IMPRENTA DE LA VIUDA t HIJOS- DE ABlESZ'Ci ISABEL LA CAl'ÓMCA, 4 V PA¿, 6 1885 mm • ,.--1 mHMi