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COLECCIÓN

DE

LIBROS ESPAÑOLES,

RAROS Ó CURIOSOS.

TOMO DECIMOCUARTO.

VARIAS RELACIONES

DE LOS

ESTADOS DE Fl ANDES

i63i'á i656

00151

MADRID

IMPRENTA DE MIGUEL GINESTA

calle de Campomanes , S

1880

ADVERTENCIA.

Grandes y portentosas fueron las hazañas de los españoles en el Nuevo Mundo; pero no demos- traron menos valor , esfuerzo y heroís- mo en las porfiadas guerras de Flandes. Y si la historia recuerda la fama de nues- tras proezas en los Países-Bajos durante el siglo xvi, y parece que olvida los gloriosos hechos de nuestros mayores en la siguiente centuria, de seguro se debe á que en esta última época sobrevi- nieron los desastres; y ya se sabe que la fortuna contraria, lo mismo para los individuos que paralas naciones, eclipsa

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el brillo de las anteriores victorias, y rebaja, ó tal vez anula por completo, los méritos precedentes , por excelsos y relevantes que sean.

Tiene, pues, la historia, como la naturaleza, sus engañosos mirajes ó es- pejismos , que suelen seducir á la gene- ralidad de las gentes , porque nada hay tan difícil como adquirir el recto juicio histórico , según el cual , no siempre los hechos más ruidosos ó conocidos son en mismos los más grandes é importan- tes. El lugar , el tiempo, la ocasión, el propósito, los medios, todas las circuns- tancias exteriores, así como los móviles internos del agente , constituyen la ver- dadera valía moral de todo hecho, y puede suceder muy bien que el más grande resplandezca menos, bajo el influjo adverso de la fortuna. Celebra la Historia con entusiasmo los maravi- llosos triunfos de César, cuya colosal figura domina y oscurece á todos sus contemporáneos; mas no por esto se olvida el gran carácter de Catón de

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Útica , ni tampoco puede borrarse de la memoria humana la sublime y clá- sica protesta de todas las causas venci- das , que contra el rigor de los hados enemigos formuló de una vez para siempre el infortunado Lucano en su verso inmortal :

Victrix causa Diis placuit; sed vida Catoni.

En efecto , la libre voluntad del hombre puede conservar su dignidad suprema aun bajo el peso abrumador de las más trágicas desventuras.

Así sucedió con nuestras empresas en Flandes , cuya ínclita gloria vino a quedar en cierto modo amenguada por el predominio creciente de la Francia, que , desde Lens y Rocroy hasta la ba- talla de las Dunas y la toma de Dun- querque , vio aumentarse constante- mente la prosperidad de sus armas y de su país, mientras que España á mas andar se acercaba al extremo de su despoblación y ruina.

Mas nunca, en medio de tantos de-

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sastres, faltó ei valor nativo en nuestros soldados, como lo acreditan hasta la evidencia las Varias Relaciones que hoy publicamos , todas referentes á su- cesos ocurridos en Flandes, y entre las cuales ocupa el primer lugar la Rela- ción DEL SOCORRO DE BrUXAS , EJECUTADO

y escrito por D. Carlos Coloma. Ade- más de su interés histórico , tiene este relato el mérito literario que todos con- ceden á aquel famoso escritor militar, cuyo estilo es claro, sencillo y noble, bien que poco trabajado; pero la dic- ción es castiza y del buen tiempo de la lengua *.

Siguen á ésta otras dos Relaciones tan curiosas como importantes, y que nunca se han publicado ; al menos cree- mos poder afirmarlo así con gran pro- babilidad-de no ser desmentidos, después de las minuciosas y perseverantes inves- tigaciones que hemos practicado con

* Ninguno de los escritores que se han ocupado de D. Carlos Coloma menciona esta Relación , que se en- cuentra en la Biblioteca Nacional, sala de Ms.—H. 65.

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este objeto. La primera, escrita por Don Gerónimo Mascareñas, se titula Sucesos de Fl andes en 1 63 5, y refiere toda la importante campaña de aquel año, ter- minando con la feliz evasión del Conde de la Feira y de otros trece compañeros que tenian presos los franceses. El có- dice original, que hemos publicado íntegro y sin alteración alguna , según nuestro propósito y costumbre , se en- cuentra en la Biblioteca Nacional , sala de Ms., H. 68. La segunda Relación, escrita por el alférez D. Lorenzo de Cevallos y Arce , se ocupa también de los sucesos de Flandes , ocurridos en el año de 1637 y siguientes, hasta fin de Enero de 1 641. El autor se manifiesta muy adicto á D. José de Saavedra, Marqués de Rivas, y narra bien, con naturalidad y brío, y sobre todo con ese encanto y colorido local, que sólo un testigo de vista puede y sabe comu- nicar á los hechos y á las facciones militares.

Por último, contiene este volumen

otra curiosísima narración de autor anónimo y también inédita, que se titula Relación del vía ge que el Sr. D. Juan de Austria hizo desde Cataluña á Flandes. No es fácil ati- nar á primera vista de cuál de los dos personajes del mismo nombre se trata; pues , aun cuando el autor comienza su relato con los más minuciosos porme- nores , señalando el dia y hasta la hora en que D. Juan de Austria salió del puerto de Barcelona con su flotilla , es lo cierto que no cita el año , de suerte que el lector no sabría desde el princi- pio que se habla del hijo de Felipe IV y de la Calderona, á no ser por la mención que hace de las personas que le acompañaban y del Marqués de Cara- cena , que florecieron en aquella misma época. Se trata, pues, del viaje que hizo á Flandes el dicho D. Juan de Austria en el año de i656, á conse- cuencia de haber sido nombrado Gober- nador general de los Países-Bajos. El códice, cuya copia nos ha servido para

la edición presente, se conserva en la Biblioteca Nacional, sala de Ms.,H. 28: folios, 1 37- 1 52.

Ahora bien, se repite con dema- siada frecuencia que España carece de Memorias históricas, ó al menos que no existen en nuestro país con tanta abundancia como en otras naciones; pero aun cuando pueda ser cierto que nuestros mayores cuidasen más de eje- cutar hazañas que de escribirlas, toda- vía es innegable que poseemos una gran cantidad de Relaciones de sucesos de muy varia índole, y que, como las de Antonio Pérez y otras semejantes, no son en definitiva más que Memorias históricas.

Por nuestra parte, creemos que el mal no ha consistido tanto en la caren- cia de este linaje de escritos , como en la censurable incuria de no dar á la luz pública los riquísimos tesoros de esta especie que yacen sepultados en nues- tras Bibliotecas. A reparar en lo posible este injusto y lamentable abandono se

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dirigen nuestros perseverantes esfuer- zos, como ya en otra ocasión hemos indicado al formular nuestro propósito de publicar una escogida y abundante colección de Relaciones de sucesos refe- rentes á todas las regiones en que ha dominado el cetro español ; la cual esta mos seguros de que será tan curiosa y recreativa como interesante para nuestra Historia patria.

F. del V. S. R.

RELACIÓN

DEL

SOCORRO DE BRUXAS

EJECUTADO Y ESCRITO POR

DON CARLOS COLOMA.

(Biblioteca Nacional, sala de Ms. 77 65.)

RELACIÓN

DEL

SOCORRO DE BRUXAS

EXECUTADO Y ESCRITO POR DON CARLOS COLOMA,

MAESSE DE CAMPO GENERAL DE FLANDES, EN TIEMPO

DE LA SEÑORA INFANTA DONA ISABEL.

AÑO DE l63l.

Después de hecha la paz en Inglater- ra, me mandó el Rey venir á estos Estados, en cuyo nombre me avisó la Serenísima Infanta como Su Majestad me habia hecho merced del cargo de Ca- pitán general de la caballería ligera; lle- gué á Bruselas á los 14 de Marco, adonde el Marqués de Leganés, que no aguarda- ba otra cosa para volverse á España, se partió cuatro dias después de mi llegada; y la noche antes de su partida, cogiéndo- me aparte él, el Cardenal de la Cueva y

2 GUERRAS DE FLANDES

el Marqués de Aytona, me declararon como mi provisión en la caballería ligera se habia trocado por la de Maestre de cam- po general destos Estados. Mas como no faltó quien me avisase de que se me des- tinaban compañeros en él, estuve fir- me en procurar no soltar el de la caba- llería hasta que, declarándome que estaba proveida en el Conde Juan de Nassao, aceté el cargo que se me daba, con pro- testación que no le habia de servir más que hasta ver que se proveian otros su- jetos con la misma autoridad que yo; pa- reciéndome acción digna de un hombre de mis prendas el acetar un oficio menosca- bado de como le habian tenido mis ante- cesores, y así se lo declaré á Su Alteza, suplicándola se sirviese de representarlo al Rey, como me prometió de hacerlo.

Partido el Marqués de Leganés, se leyó en el Consejo una carta del Rey en que mandaba que de allí adelante, siempre que se ofreciera salir en campaña gober- nase las armas el Marqués de Aytona, provisión digna de sus grandes partes, calidad y experiencia de negocios: tardó pocos dias en llegar aviso cierto de que venia el Marqués de Santa Cruz á gober- nar estas armas, que se hallaba ya en Lindo; entretanto comencé á exercer mi

AÑO DE I63I. 3

oficio y procuré licencia de Su Altera para irme á hallar en los diques de Anueres y del país de Vas las aguas vivas de la Semana Santa, toda la cual pasé con el Marqués de Zelada y Maestre de campo Bailón, que los tenían á su cargo, y no sin cuidado, por los continuados avisos que se tenian de las grandes fuercas que el enemigo iba juntando, de los extraordi- narios aparatos que hacia, y número de vaxeles que preparaba ; cosas que , aunque en eran bien grandes , las iba por mo- mentos engrandeciendo la fama, como acostumbra. Volví, Sábado Santo, á Bru- selas, adonde entró, segundo dia de Pas- cua, el Marqués de Santa Cruz, con aviso de que dejaba ya muy adelante los tercios de D. Luis Ponce de León y de D. Andrea Cantelmo y Conde Juan Baptista Panigue- rola, que juntos podían hacer 4.000, entre españoles y italianos; alojóse esta gente en los casares que llaman Dorados en el país de Gueldres, hasta que apresurándose más los avisos de que el enemigo salia en campaña, se les imbió orden de venirse acercando, como lo hicieron; y para tener desde luego cuerpo de ejército, se mandó salir á D. Francisco Zapata con su tercio, y la mayor parte del de Marcelo del Judi- ce y algunas compañías de valones con

4 GUERRAS DE FLANDES

ocho piecezuelas de campaña; el cual, con toda esta gente y seis compañías de caballos se alojó en Walem, hacia me- diado Mayo.

Durante este tiempo, con los avisos que de todas partes venían llegando de los aparatos marítimos del enemigo, se co- menzó á temer de la costa de Flandes; y para mirar por aquello fuimos los Marque- ses y yo á Dunquerque, llevando con no- sotros el tercio del Marqués de Zelada, y al Duque de Veragua con las dos compa- ñías de caballos de que es Capitán y la de Mos. de Tarter; visitamos todas aque- llas villas y fuertes marítimos, dejándolos al mejor recaudo que fué posible, y toda aquella gente á orden de D. Luis de Benavides, Gobernador de Dunquerque; vueltos en Bruselas , se envió orden al Conde de Fontanas que con toda la gente que pudiese juntar y alguna más que se le embió, tomase el puesto que juzgase por más apropósito, con orden á defender las villas de Brujas y Dama, y los fuertes que están sobre el Canal y villas de la Enclusa, el cual escogió el de Hasgat entre los dichos fuertes y Dama, en donde se acuarteló con cosa de 2.500 hombres y algunas piezas de artillería.

Habíase tomado antes de mi llegada

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de Inglaterra para Bruselas un expediente para levantar golpe de valones nuevos, harto acertado, que fué hazer que todos los Gobernadores de placas en Artois, Henao y Luzembourgh doblasen sus guar- niciones á cargo de las provincias que ofrecieron pagarlas por ocho meses, y de esta gente, que llegaba á* 3.500 hombres, ^e formaron dos tercios; el uno de los cua- les se dio al Conde de Fresin , y el otro á Mos. de Henin , que habia sido Sargento mayor de Grobendonc; los demás, hasta el número de 5.000 y más, se levantaron en ocho compañías que se agregaron por iguales partes á los tercios del Conde de Grimborgue y Estasin, formados de nuevo de compañías fuera de tercios, llamados comunmente libres. Habíase mandado pocos meses antes á D. Felipe de Silva, Gobernador del Palatinato inferior, que levantase allí un regimiento de alema- nes altos, como lo hizo, con el cuidado y presteza que acostumbra poner en todo lo que mira al servicio del Rey, y embar- cándole el Rin abajo, en número de 3.000 hombres, junto con otros 1.000 valones que entresacó de las plazas de su gobier- no, que por todos fueron 4.000, alegró y aseguró al país de Gueldres y en parte á la villa de Rinberque, adonde se creia que

O GUERRAS DE FLANDES

habia de dar el enemigo; el cual, por este tiempo, para mejor disimular sus inten- tos, no cesaba de ir imbiando gente y municiones de guerra al Rin arriba, á quien siguiendo, hacia mediado Mayo, el mismo Príncipe de Orange vino á poner su campo entre Emrique y Vres ; el cual entre caballería é infantería llegaba á 40.000 hombres; y olvidábaseme de decir, que ya por este tiempo los tres Señores del Consejo de Estado, de quien, aunque sin merecello , soy compañero, habian embia- do á llamar con un correo á toda presteza al Marqués de Montesilvano , Fray Lelio Brancacio, destinado también para Maes- tre de campo general , que se hallaba en Genova ; súpelo por una carta del Rey, que se leyó en el Consejo, en que Su Majes- tad lo declaraba, y anadia casi estas pala- bras: «D. Carlos Coloma: quiero que in- dispensablemente sea Maestre de Campo general de este ejército, y que ejerca este año el oficio, etc.» El mismo título se le dio al Conde Enrique de Berg, aunque obligándole á renunciar el cargo de la artillería, que se dio al Barón de Ba- lancon.

Iban creciendo por momentos los cui- dados, por no llamarlos miedos , de todos los Gobernadores de plazas de Rinberque

AÑO DE 163 1. 7

áGravelingas,sin olvidarse alguno dellos de pedir dineros, gente y municiones de guerra y boca, cosa que no menos por las notorias sospechas que todos podian tener de ser acometidos , y por la imposi- bilidad que habia de darles entera satisfac- ción, daba á Su Altera y á su Consejo el cuidado y desvelo que se deja considerar. Entre tanto ordenó Su Altera, que sin di- lación alguna se hiciese venir la vuelta de Anveres los tercios que acababan de llegar de Italia, y los de alemanes del Conde Juan y Vitanostra ; que los de Alonso Ladrón y Mesieres estuviesen á segunda orden, y que se diese prisa al Barón de Moncle, que con las recrutas de borgoñones se hallaba ya en el país de Luzemburque en número de más de tres mil hombres, para que se arrimase á Anveres. También se dio prisa á los valones que se estaban levantando en Artois y Henao, de los cuales el Conde de Fresin se sabia venir marchando con su tercio de 2.000 hombres, gente escogida, á la plaza de muestra que se le señaló en Malinas.

En tanto el príncipe de Orange, vien- do que se le alcanzaba la treta, y que en lugar de haber llamado todas nues- tras fuerzas á Ultramusa, que era lo que pretendia, sacábamos de allá las que te-

8 GUERRAS DE FLANDES

níamos de sobra, dejando en un cuartel fortificado al Conde Guillermo de Nasao con 8.000 infantes y 1.500 caballos, se dejó caer en el Rin abajo con toda su armada de barcas, en número de 4.800, á cuyo pri- mer aviso nos resolvimos los Marqueses y yo en salir á la defensa el día de la Ascensión y acudir á lo más importante, que era Anueres, temiendo que el enemigo no ejecutase los designios tan premedita- dos de romper los diques y poner sitio á aquella no menos importante que noble ciudad, á donde habiendo llegado el dia antes el Conde de Fresin con su tercio, se le ordenó que pasase á ocupar el dique de Calo, adonde habia desalojado tres dias ha- bía D. Francisco Zapata con cosa de 3.000 hombres que llevaba consigo para asegu- rar á Usden y al Saso. La misma noche que llegamos á Anueres llegó á sus con- tornos el Conde Juan de Nasao con su regimiento, que por aquellos dias lo hauia dado el Emperador á su Teniente coronel Roveroy y veintiséis compañías de caba- llos , y el Teniente general de la artille- ría, Pascual de Arenas, con veinticuatro piecas de artillería , y aviso de que el dia siguiente marcharía el Maestre de campo Vingarde con lo restante del trayn hasta número de cuarenta y ocho piezas, es á

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saber: veinte medios cañones, diez y seis cuartos, y las demás piezas de á cinco libras de bala. Viernes, á 30 de Mayo, al amanecer, se tuvo aviso de Breda como se descubrían desde la torre de aquella villa innumerable cantidad de barcas, y por añadir, que su vanguardia iba pasan- do ya de Dertriet. Saliendo del cuidado que podia dar Breda, le comencamos á te- ner de lo de más abajo; y así, en amane- ciendo , les pareció á los Marqueses que yo me fuese con D. Francisco Zapata, por evitar las competencias, caso que fuese ne- cesario juntarse allí más número de gente, y los Maestres de campo Grobendonc y Rubecourt, parte de cuyos tercios, con la demás gente que digo arriba y sin sus personas, habian estado á su orden en Walem. Llegado el viernes á la tarde á Husden , hallé que por los avisos que el Gobernador de aquella plaza habia tenido de que el enemigo no se encaminaba á entrar por el estrecho de Saftingen , que es el paso que forzosamente habia de tomar para venir á sitialla, si no es que quisiese arrimársele por Axeles y el país del Saso, se habia ido á poner en Zelsate D. Fran- cisco; estuve aquella noche en San Juan Estien con alguna guardia que se me imbió de la villa, y en amaneciendo, me

10 GUERRAS DE FLANDES

fui á Zelsate, que es un villaje media le- gua del Saso, cuyo Gobernador, Diego Sánchez de Castro, harto vigilante y dis- pierto, que no se habia descuidado en em- biar á tomar lengua, me avisó de que la armada enemiga se iba arrimando á Isen- dique con designio de hacer su desem- barcacion en Watenuiiet; pasamos Don Francisco , y él y yo con 300 infantes de escolta al fuerte de la Felipina, distante del Saso cerca de dos leguas, desde donde descubrimos toda la armada, y en cosa de media hora que nos detuvimos allí, tru- jeron los soldados del Saso y de aquel fuerte 24 prisioneros, todos los cuales asiguraban que el enemigo iba desembar- cando á gran furia, y que la voz común era que tentarían primero al Saso, y si aquello no les salia, pasarían á Bruxas. Con este aviso , por no hallarme con co- modidad de escribir, despaché al capitán Juan de Terrazas , ordenándole matase el caballo ó llegase en cuatro horas á An- veres, y advirtiese á los Marqueses de lo que habia visto y oido, y les pidiese de mi parte que sin dilación de una hora tan sola se viniesen acercando con todo el ejército que se hallaba junto, presupo- niendo que el remedio de cualquiera de las dos plazas que el enemigo emprendiese

AÑO DE 163 í. II

consistía en la brevedad y en llegar el socorro antes que tomase la zapa en la mano. Lo mismo escrebí al de Santa Cruz aquel mismo dia desde el Saso, y á la noche desde Zelsate , con ocasión de pri- sioneros que se iban trayendo, particu- larmente el domingo, con la relación que trujo el capitán Cuevas á quien embié á , tomar lengua con 30 caballos , de que el enemigo marchaba la vuelta de Eclo con todo su grueso y hasta cincuenta piezas de artillería, y como el camino que todavía hacia cargando sobre su mano izquierda, no diferenciaba por entonces á cuál de las dos partes queria acometer, levanté una trinchera á lo largo del Dique, to- mando la ribera por frente desde el fuerte de San Antonio hasta el Saso, repartiendo el trabajo entre las naciones española é italiana y valona, y en menos de un dia lo pusieron en defensa. El dia siguiente por la mañana, que fué lunes, un cabo de escuadra del Saso, que habia salido con una partida de soldados, me trujo un conductor de la artillería del enemigo, á quien hallaron en la fraldiquera la relación de todas las piecas que llevaban, la más gruesa de las cuales no pasaba de diez y ocho libras de bala, con que me comencé á desengañar de que el enemigo ponia su

12 GUDRRAS DE FLANDES

esperanca antes en la presteza y, por ven- tura, en algunas inteligencias, que no en derribar murallas, si bien afirmaba el dicho conductor que quedaban todavía embarcados veinte medios cañones para poderlos llevar después en ocupando y fortificando los puestos, si se les daba lu- gar para ello. Lunes en la tarde tuve aviso, también por prisioneros , que en aquellos dos dias se tomaron más de ciento, que la vanguardia del enemigo alojaba aquella noche en Maldeguen , con que me desen- gañé del todo de que su intención no era sitiar al Saso sino á Brujas, ó pasar por el país á Dunquerque , y así se lo escribí al Marqués con D. Baltasar de Guzman, suplicándole marchase con la mayor dili- gencia que fuese posible á pasar por Guante, que yo haria lo mismo en confir- mándose por la mañana los avisos que habia tenido todo aquel dia por diferentes partes, como se confirmaron por relación de nuevos prisioneros. Halló esta carta á los Marqueses en Esteque, de donde mar- charon en amaneciendo, y sus tropas y las mias nos venimos á juntar en Morbeque, donde resolvimos el pasar aquella noche á alojar una legua más allá de Guante, cuidadosos todavía de la artillería que traia el Maestre de campo Vingarde, á

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quien se ordenó pasasse la Esquelda por Terramunda y viniese á las puertas de Guante, adonde hallariaotra orden, como lo hizo, y á una hora antes de anochecer, nos hallamos todos juntos en Mariquer- que, villaje una legua más allá de Guante, aunque con la gente algo cansada por la jornada y excesivo calor de aquel dia; sin embargo, se marchó el siguiente cuatro grandes leguas, siempre arrimados al ca- nal que va de Guante á Brujas, y deján- dole sobre la mano derecha y adelantán- dome yo con la caballería, ordené el alojamiento más adelante del fuerte del Señor San Jorge, poniendo la gente en escuadrón á la entrada de la gran bru- yera, y la caballería en Alteren; aquí pareció hacer alto un dia para recoger la gente y tomar lengua de lo que hacia el enemigo y de lo que avisaba el Conde de Fontana, el cual, dejando el puesto que tenia en Aensgat, se resolvió en meterse con toda su gente en Brujas, dejando buena guarnición en Dama y en los fuertes; reusaron al principio los de Bru- jas el recibir tanta gente, hasta que viendo que el enemigo los comencaba á apretar de veras y el peligro al ojo, se resolvieron en admitilla, aunque, según se dijo, no faltaron votos en el Magistrado que acón-

14 GUERRAS DE FL ANDES

sejaron el adelantarse á tratar con el Príncipe de Orange para sacar mejores partidos; el cual, entre tanto, sin perder una hora de tiempo, con 4.000 arcabuceros de rueda había pasado el canal que va de Gante á Brujas, ocupado los fuertes de Marbruga y Estiembrugue , de donde con orden que tuvo para ello el Conde de Fon- tana se habia retirado á la villa el capitán Guitz que los tenia á su cargo , y fortifi- cado dos cabezas de ambas partes del canal, sobre que echó con gran facilidad cada fortificación capaz de 2.000 hombres que al punto se comencaron á barracar con la presteza que suelen, y sin detenerse tomaron tres redutos el dique adelante, desarmando la gente que en ellos se les iba rindiendo sin resistencia alguna, por no ser los redutos cosa de consideración. Miércoles por la mañana, después de haber oido misa á buen hora, llamó el Marqués á consejo todas las cabezas del ejército, que eran las siguientes: el Mar- qués de Aytona y yo, que me doy este lugar por el que me toca como Maestre de campo general ; Fray Lelio Brancacio, Marqués de Montesilvano, que habia llegado al campo el dia antes; el Conde Juan de Nasao, General de la caballería; el Conde de Salazar, Subteniente gene-

AÑO DE 1631. Ti,

ral; el Príncipe de Barbanzon; los Maestres de campo españoles, D. Francisco Zapata y D. Luis Ponce de León; los de italianos, Marqués Sfondrato, á quien se dio el tercio que vacó por muerte de Pablo Ba- ilón; D. Andrea Gantelmo y Conde Pani- garola; los de valones, Conde de Grinber- gue y Estasin, y Señor de Ribancourt; el Maestre de campo Vinguarde, Goberna- dor de la artillería, y tres Tenientes de Maestre de campo general, Cristóbal de Medina, D. Esteban Gamarra y Jusepe Rugero. Conformáronse todos los votos en que sin aguardar las tropas que se es- peraban se socorriese la plaza á cualquier precio que fuese, valiéndonos del ardor con que los soldados deseaban venir á las manos con el enemigo, y del poco tiempo que habia tenido para fortificarse. El cami- no más breve, era siguiendo siempre el ca- nal, por el cual era fuerza topar al enemigo atrincherado y con su artillería alojada; el segundo que se ofrecía, era entrando por el País y rodeando á entrar por la Abadía de San Andrés, arrimándonos por la parte de Audemburg. No le faltaban á este camino inconvenientes harto consi- derables, supuesto que era fuerza dar el costado al enemigo y dejar en su libertad el podernos dar la batalla con fuerzas tan

1 6 GUERRAS DE FL ANDES

superiores á las nuestras, que llegando su infantería á 24.000 hombres, pasaba poco de 8.000 la nuestra, como se verá por la relación que dieron de ello los Sargentos mayores de los tercios, y se pondrá abajo, si bien en caballería éramos entonces casi iguales, y en calidad de artillería su- periores; faltaban entre tanto nuevas de Brujas, y no se sabia si habia admitida guarnición competente; y así, para asi- gurarse de esto como para reconocer las fortificaciones del enemigo y ver su sem- blante, se envió al Conde de Salazar con seis tropas de caballos y 500 mosqueteros con el Señor de Merode , Sargento mayor del Conde de Fresin, poniéndose tras esto el ejército en orden de marchar, al paso, y en la forma que aconsejase el tiempo. Después de partido el Conde de Salazar, se supo por una carta del Obispo de Brujas para el de Guante que se hallaba en el ejército, y sirvió mucho con su industria y con su consejo , y, últimamente, con una compañía de cien valones que levantó á su costa y la pagó por todo el verano, que aquella vacó, habia admitido 3.000 hombres de guarnición; nueva que alegró mucho á todo el ejército, y comencó á dar esperanza de buen suceso, porque viendo el Príncipe de Orange por una parte que

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le faltaba el primer apoyo de su esperan- za, que era el favor que pensaba hallaren los burgueses por medio del poco gusto con que de ordinario reciben guarnición que llegue á ser más fuerte que ellos, y por otra la resolución con que nos les íba- mos acercando, viéndose falto de basti- mentos, particularmente de pan, que aun- que no hizo gran prevención de harina, hornos y panaderos, no le salió menos errada la cuenta en esto que en todo lo de- mas, por la poca práctica que los rebeldes tienen en esta forma de sustentar sus ejér- citos, después de haber tentado en vano que los de la villa oyesen un recaudo que les imbiaba con un trompeta, á quien recibie- ron con dos cañonazos, sin aguardar res- puesta de una carta que el Duque de Ban- doma escribió al Obispo de Brujas tan llena de ignorancia como de malicia, cuyo traslado pondremos después, mandando quemar los fuertes y redutos que tenia ocupados; desamparar los pueblos de am- bas partes del canal, y retirar los puentes; trató de ponerse en cobro, y aquella mis- ma noche se fué á alojar á Maldeguen prichi, siguiendo los mismos pasos que habia traido, tan lleno de vergüenza y rabia como á su venida lo estuvo de mal fundadas y vanas esperanzas; mas después

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que supo que por causa de haber hecho su retirada tan repentina se habia dejado al pié de mil hombres entre presos y muertos por los villanos del país y soldados des- bandados de la caballería. Al primer aviso que envió el Conde de Salazar de que el enemigo se retiraba, me envió el Marqués recogerlo por vista de ojos, como lo hize, y pudiera aquella noche dormir en Brujas si no hubiera llevado orden de volver y traer conmigo al Conde y á sus gentes, de parte de cuya infantería se volvieron á ocupar los fuertes y redutos sobre el ca- nal, así como el enemigo los iba desam- parando, y es cierto que, si no estuviera quemado el puente de Merbruge, se le pudiera haber hecho mucho daño al ene- migo en su retaguardia. Tratóse aquella noche en el Consejo de seguille, cuya opi- nión procuró esforzar mucho el Marqués de Aytona, cosa que, entre otras infinitas razones, en ley de soldadesca, que en aquella ocasión lo negaban , lo acabó de impedir el aviso que se tuvo de que habien- do salido el Gobernador de la Enclusa con 1.000 infantes y cantidad de gastadores, habia fortificado á Miobelbourg, castillo y villa neutrales, por cuyo medio se nos podia impedir con facilidad el seguir por aquella parte al campo enemigo; y así se

AiÑO DE 163I. 19

ordenó al Conde Juan de Nasao , que con 1.500 caballos y 3.000 infantes con diez pie- zas de artillería se fuese la vuelta del Saso, y si le pareciesse que se le podía dificultar la embarcación, ocupase el puesto de Asenede, para que yendo allá con todo el ejército, que ya se iba acrecentando por momentos, se le pudiesse pedir estrecha cuenta de su temeridad. Entre tanto, marchando el ejército otro dia hasta un cuarto de legua de Brujas, consoló toda aquella noble y católica ciudad, entrando en ella el Marqués con toda su corte, y dejando asentado que recibirían 3.000 hombres de guarnición y tratarían de for- tificarse; el cual, después de haber hecho rehacer los puentes y visitado á Dama, marchó con todo el ejército el segundo dia de Pentecostés hasta medio camino de Guante, y en dos jornadas hasta San Nicolás en el país de Vas, adonde llegó el Conde Juan con sus tropas; después de haber llegado muy cerca de las fortifica- ciones del enemigo sin que saliese un hombre tan sólo á escaramuzar con él, fué grande la necesidad que el ejército rebelde pasó en Walteruliet seis días que allí se detuvo por falta de tiempo para volver á Holanda, donde, aunque la carestía de pan llegó á precios excesivos, lo que más se

20 GUERRAS DE FLANDES

sintió fué el no tener agua dulce para dar de beber á los caballos , tal , que fué for- zoso hazerla traer de Holanda en barcas, no entonelada, sino suelta, cosa que, por llegar gastada y mezclada con la de lámar, causó una mortandad tan grande en ellos que se creyó habían muerto más de 1.500 caballos, tanto de servicio como del ba- gaje. Con éste y otros desaires y pérdidas, se hizo á la vela la armada del enemigo, y entrando por el brazo de mar llamado Rovuart, dio consigo en Gorcon, donde se volvió á desembarcar su gente y se acuarteló entre Husden y Bolduque, po- niendo su infantería en Drunen en frente de Banderas , y su caballería en la Len- guestraet, fortificándose allí muy bien unos y otros; y no teniéndose por seguros, de tal manera mudó las cosas un acci- dente sólo y sin llegar á las manos, que donde antes temíamos el ser acometidos, no menos que desde Rinbaguen, Grave- lingas, diez dias después entraron ellos en el mismo cuidado y en orden á guardar todas sus fronteras, tomaron los cuarteles que digo para cubrir á Bolduque, Husden y Santa Getrusdembergue, y estar en igual distancia de Bergas y Grave, adonde, sin embargo de esto, enviaron gruesas guar- niciones, y para suplir la falta que les

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podia hazer tanta gente como habían per- dido, mandaron venir á su campóla mayor parte de la que hauian dejado en el Rin á cargo del Conde Guillermo de Nasao. El Marqués, al primer aviso de que los rebeldes habian vuelto á Holanda y entra- do en Brabante, pasó su ejército el rio de An veres por el puente, y le alojó entre esta ciudad y Liera en treinta villajes que hay en todo aquel destricto, adonde se tomó muestra á primero de Julio, y se ha- llaron pasado de 15.000 infantes y 4.000 infantes, digo, 4.000 caballos, sin los tercios de irlandeses del Conde de Tirón, y de ingleses de D. Eduardo Parham, que llegaron después, y juntos los dos podian llegar á 3.000.

Las calidades que ha tenido este so- corro de Brujas son dignas de tanta pon- deración , que me obligan á discurrir un poco sobre ellas, y después de haber dado infinitas gracias á Dios, que es el autor de todo bien , hazer un parangón y paralelo del á los demás socorros de plazas que se han hecho de muchos años á esta parte, para que se vea con cuánta razón se pue- de estimar en más y reconocella con ma- yores ventajas de la benigna y poderosa mano del Dios de los ejércitos, que es el que da las vitorias y las quita conforme á

22 GUERRAS DE FLANDES

sus ocultos juicios y divina voluntad; y por no cansar demasiado á quien leyere este discurso, tomaré tres, los más cono- cidos de estas guerras, es á saber: el de París; el de Roan, ejecutados por el Duque de Parma, y el de Grol por el Marqués Espinóla, para que se vea esto con evi- dencia.

El socorro de París se hizo con todas las fuerzas de un Rey de España, juntas la mitad de las de Francia, y con todo eso se tentó por vía de diversión , sitiando pri- mero á Lani y después á Corbeil, por cuyos ríos Mama y Sena se le abrió con- duta á sus bastimentos, y el Rey, que entonces llamaban de Navarra, se halló con esto necesitado á levantar el sitio.

En el de Roan concurrieron, á más de las dos fuerzas arriba dichas, también las de la Iglesia; sin embargo, no se resolvió el Duque de Parma el ir á acometer el enemigo hasta que supo que trataba de aligerarse de embarazos y que los embiaba á Pontalarche , supuesto que antes se tra- taba también de diversión, y al fin se supo la retirada del de Biarne más de veinte horas después que la hizo, y ha- llándose el campo católico á seis leguas de Roan.

El socorro de Grol, tan celebrado, lo

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hizo el Marqués Espinóla, á la verdad, con resolución, pero con fuerzas casi iguales, y con gente que habiendo estado poco antes muy cerca de amotinarse, como después lo hizo la mayor parte, era lance forzoso el emplealla, y al fin se retiró el enemigo sin pérdida, y antes que llegase á su vista el campo del Marqués. Parangónese tam- bién la importancia de estos tres socorros juntos, y lo que en ellos se aventuró con lo que importó y se aventuró en el de Brujas, y sin duda se hallará mucho ma- yor desproporción. París y Roan, ciudades tan agenas cuando estaban á nuestra de- voción, como cuando dos años y aun me- nos después se pasaron voluntariamente á la de su Rey, que socorridas no se gana- ban para nosotros, ni perdidas se perdian por nosotros: Grol, una plaza de mucha consideración comparada con Brujas, y que si no la hubiera ganado antes el que la socorrió, por ventura no fuera tan á tiempo su socorro ni tan celebrado si otro le ejecutara; para que pueda servir de ejemplo el no entenderse, cuando sim- plemente se dice el socorro de Grol, por el que hizo algunos años antes el coronel Mondragon, estando el Conde de Fuentes con todo su ejercito empeñado sobre Cambray, si no por el que hizo el Marqués

24 GUERRAS DE FLANDES

Espinóla: Brujas, una de las mayores ciudades de los Países-Bajos, capaz de hacerla en pocos dias inexpugnable; por cuyo medio se nos quitaba la comodidad de socorrer á Dama y á los fuertes , tal, que de necesidad habian de caer en veinte dias en manos del enemigo; que sitiado Ostende por tierra, como con la oportuni- dad de Brujas lo podia hacer tan fácil- mente como por su Armada por la mar, Neoporte, Dunquerque, Mardique y Gra- velingas, sin forma de defenderse de un enemigo tan poderoso y tan vecino, ayu- dado de las inteligencias y fuerzas de Francia, y lo que es peor que todo esto, las voluntades y discursos de las provin- cias encaminadas á novedades y resueltas muchas dellas en comprar la paz antes acosta de la obediencia y superioridad del Rey que de sus haciendas , de sus vidas y de sus honras, tal, para decirlo en una pa- labra, no hubiera apoderádose de Brujas el Príncipe de Orange cuando acudieron á porfía mucha parte de los Cuerpos, Esta- dos y Colegios del país á sacar las más aventajadas condiciones que les fuese posible para conservar sus haciendas y religión, capa con que á su parecer cu- brieran las faltas de lo demás , como en ocasiones y pérdidas menos apretadas no

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han faltado sugetos bien graves que lo aconsejasen y la criasen entre sí. Véase, pues, si se deben dar infinitas gracias á Dios por este suceso, y tenerlo en cuenta de servicio muy particular á los que con tanto celo del servicio de Su Magestad lo encaminaron y diligenciaron.

SUCESOS DE FLANDES EN 1635

DON JERÓNIMO MASCAREÑAS.

(Bibliotca Nacional , sala de ms. H. 68.)

SUCESOS

CAMPAÑA DE FLANDES

DEL AÑO DE l635 EN QUE FRANCIA ROMPIÓ LA PAZ CON ESPAÑA. POR D. JERÓNIMO MASCAREÑAS.

La ciudad de Tréveris es imperial, y por antiquísimas convenciones he- chas con los Duques de Lucemburg está debajo de la protección desta Coro- na , cuya fuerca es tan grande, y une los intereses y conveniencias con tan estrecho vínculo que los federados se consideran como un cuerpo y están obligados á correr una misma fortuna; y á esta obligación, por ser perpetua y recíproca, no puede renunciar alguno dellos. Aunque Cristó- faro Felipe, Arzobispo desta ciudad, pre- tendió reducir á controversia este derecho;

3<> GUERRAS DE FLANDES

pero dos de los Príncipes Electores, Co- misarios del Emperador, se declararon en favor de la Majestad católica, y en esta conformidad, en diferentes tiempos y ocasiones, aquella ciudad ha sido pro- tegida y amparada por las armas católi- cas, y sus Arcobispos han recibido grandes beneficios desta Corona, y en reconoci- miento desta protección, el Magistrado de aquella Ciudad paga al Rey católico trecientos florines de oro en cada un año y se conserva en ella un palacio antiquí- simo llamado la Corte de Lucemburg.

Entraron en Alemania los suecos ha- ciendo progresos grandes, y con este pre- texto el Arcobispo Elector, sin tener causa ligítima que le obligase á ello, y no pu- diendo perjudicar al derecho del Rey ca- tólico, movido de las amenacas que los franceses hicieron á su Embajador y de las que le hico el Sueco á instancia del Rey de Francia, se encomendó á su asisten- cia en 21 de Diciembre de 1632 y mandó que en sus Estados le reconociesen y que en todas sus placas fuesen admitidos sus presidios, y en particular dio orden para que se le entregase Philiburg, y siendo tan infames las condiciones de neutrali- dad propuestas por el Sueco, las abracó y consintió que su Dignidad quedase de-

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fraudada de la ciudad de Espira que aquel tirano reservaba para sí.

Pretendieron los franceses apoderarse luego de las placas; pero los Capitanes que las tenian á su cargo rehusaron la entrega, y es verosímil que tuvieron ór- denes secretas para ello, porque la forma de los tratados era tal que descubría la violencia con que habían sido otorgados. Es cosa natural que los hombres se arre- pientan de lo que obran con miedo, y como los franceses sabían que haberse puesto el Arzobispo Elector debajo de su protección no lo había hecho de su volun- tad , sino forcado con sus amenacas y las del Sueco, viendo que no les entregaba las placas y que procedía lentamente, se persuadieron á que habia mudado de pa- recer, y añadiendo una violencia á otra dieron orden á los mariscales de la For^a y Sfiat que arrimasen á Sarburg, por- que el Arzobispo atemorizado pusiese en su poder el fuerte de Hersmantain, como lo hizo con grave sentimiento del Empe- rador.

No era menor el que tenian el Capítulo y Magistrado de Tréveris y todos los ve- cinos de aquella ciudad , porque decían que su ligítimo y verdadero protector era el Rey cathólico y que no habían de

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admitir otro: que era fea ingratitud del Arcobispo Elector poner en olvido tantos beneficios recibidos, y que siendo aquella ciudad miembro del Imperio, seria torpe coligación la que hiciesen contra el Em- perador y Casa de Austria, poniéndose debajo de la tutela de sus enemigos. Ana- dian que el Arcobispo habia acetado los Capítulos de la neutralidad con el Sueco, y consentido en la injusta usurpación de la ciudad de Espira con tan grave daño de su Iglesia , y que por esta causa , con- forme á las leyes del Imperio, habia de- caído de su Dignidad; y las cosas llegaron á términos tan apretados que el Capítulo de Tréveris hizo contra el Arcobispo una privación titular. Esto dio motivo á que el Elector acusase á sus vasallos de re- beldes y procurase echar fuera el presidio español que estaba en la ciudad. Pero ellos justificaron su inocencia ante los Electores de Maguncia y Baviera, Comi- sarios imperiales, y Jo más que pudo al- cancar fué que, dando bastante siguridad de que los trataría humanamente y no admitiría otro presidio, saliese el del Rey católico.

El Arcobispo, mal contento de la reso- lución de los Comisarios, á título destas inquietudes hizo recurso á la fuerza va-

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liéndose de las armas de Francia. Mandó aquel Rey al Mariscal de Estré y Conde de Susa que allanasen la ciudad y castillo de Tréveris y echasen fuera la guarnición española; y en 4 de Agosto del año de 1632, el Vizconde de Arpaen , que entonces go- bernaba aquellas armas, escribió á los Priores y Confesores que su venida sólo habia sido para reponer en su silla al Ar- cobispo, y que traia mandato de su Rey para compelerlos á ello: que el Arcobispo los tratada benignamente, y que no se resolviendo dentro de un dia, haria venir el ejército y daria á saco aquella ciudad. Los de Tréveris respondieron que se re- conocían por humildes y aficionados va- sallos del Arcobispo Elector, como lo fue- ron de sus predecesores: que su Eminencia podria entrar y salir libremente en aque- lla ciudad, como suya: que ellos nunca conspiraron contra él, como habian mos- trado ante los Electores de Maguncia y Baviera, y le respetaron siempre. Y como aquella ciudad estaba debajo de la pro- tección hereditaria del Rey Católico y con presidio suyo, y con orden del Em- perador que, quitándose aquella guarni- ción, no entrase otra, y que si el Rey Cristianísimo estuviera informado de lo que habia pasado no diera orden de sitiar

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aquella ciudad ni usar contra ella de hos- tilidad alguna, y que no estaba en su mano sino en la de S. A. la Señora Infanta el quitar la guarnición. Los Franceses (aun- que esta respuesta era tan justificada) no se dieron por satisfechos, y con su ejército forcaron al presidio español y Conde de Isemburg, Cabo imperial, á que saliesen de la ciudad, poniendo en ella guarnición francesa. Continuaban la guerra los Sue- cos con desigual fortuna. El Elector, cono- ciendo cuan torpes eran las condiciones de la neutralidad que habia aceptado, se iba retirando de su cumplimiento. Pare- cíale que el Francés, cumpliendo con su obligación, le librada de las invasiones de los Suecos; pero ellos mal satisfechos de sus tracas le ocuparon á Philiburg, placa de importancia , y que después le compró el Rey de Francia por una gran suma de dinero.

Ninguna duda puede haber que el Elector no pudo renunciar á la protección hereditaria que tenia con el Rey Católico por la ciudad de Tréveris, y que el Rey de Francia no debia aceptar su asisten- cia, y que en haberlo hecho y compelido con amenacas al Arcobispo Elector á que se pusiese debajo de ella, ofendió grave- mente á esta Corona. Y el Elector no

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había interpelado á la Señora Infanta para que le socorriese, y como miembro del Imperio no debia ni podia desamparar su causa ni apartarse de los Príncipes de la Católica , sino correr con todos y el Rey Católico, que le tenia debajo de su protección, una misma fortuna. El haberse obligado con sus enemigos entre- gándoles sus placas y recibido sus presi- dios , echando fuera los de España contra las constituciones y órdenes imperiales y su propio juramento, y admitida la neu- tralidad del Sueco con tanto detrimento de la religión católica y de su Iglesia, fueron acciones muy inexcusables, y es sin duda que , como los otros Príncipes 1 Héctores, después que se consolidaron con el Emperador, aseguraron la causa co- mún y no corrieron riesgo en la propia, tampoco le padeciera el Elector de Tré- si no se dividiera del Imperio ni de los otros Príncipes, sus compañeros, y que ¿mtes, si uniera sus fuercas con ellos, las cosas de todos hubieran corrido con prosperidad , y la experiencia mostró que el Sueco no trataba de acometer á Tréveris, como nunca lo intentó, aunque tuvo guarnición del Rey Católico.

Así se conoce que no haber invadido el Sueco esta placa, no fué por respeto

36 GUERRAS DE FLANDES

del Rey Cristianísimo, pues tenia presidio español; y si fuera ésta la causa , tampoco los Suecos hubieran ocupado á Philiburg, que estaba en poder del Arcobispo Elector y debajo de la protección de Francia, y todavía se la ocuparon sin que aquel Rey se lo estorbase ni hiciese resentimiento alguno, ni la procurase recobrar para el Arcobispo, antes, con pésimo ejemplo, estando obligado á defenderlo y defenderle sus bienes, compró de los Suecos á Phili- burg con intento de privar á la Iglesia para siempre de aquella misma placa de que era protector. Con esto se manifiesta que el ánimo de los Franceses no era de amparar á este Príncipe , sino de usurparle sus placas, y que su protección, no sólo ha sido inútil , sino dañosa al Arcobispo. porque Francia no le defendió de las in- vasiones del Sueco ; y si quiso y no pudo, no se debió encargar de su defensa es- tando en términos verdaderos de la color que se tomó contra España dañosa, por- que á su sombra los Franceses se han ido apoderando de sus placas, cuya recupera- ción no será menos dificultosa de su mano que fuera del poder de los Suecos.

En lo que toca al presidio fué no me- nos declarada la ofensa que se hizo á esta Corona , porque estando la guarnición de

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España sin daño de nadie dentro de una 1 de su protección, ¿á qué título podia el Rey de Francia ordenar á su ejército que la acometiese y echase fuera, mayor- mente estando los de Tréveris prontos á recibir al Arcobispo, reconociéndole por Señor con todo el rendimiento , y habien- do advertido al Vizconde de Arpaen como aquella ciudad estaba debajo de la protec- ción de España y el presidio por orden de la Señora Infanta?

No pudieron, pues, formar queja al- guna de lo que después se hizo con su i^uarnicion, que estaba allí sin causa ni necesidad contra las órdenes del Empe- rador y de los Comisarios imperiales, y contra la voluntad del pueblo y Cabildo, y en perjuicio del derecho de la protec- ción, que pertenece á esta Corona, ha- biéndose introducido con las armas con que fué expelido. Por ventura, ¿el Rey de Francia tenia alguna prerogativa ó preheminencia para que no se haga con sus presidios lo que él hace con los desta Corona? Principalmente que lo que obra- ron sus armas fué contra toda justicia y buena correspondencia, en tiempo que no estaba aún rota la guerra, y lo que ejecu- taron después las católicas, siendo pro- vocadas, fué con grande justificación,

38 GUERRAS DE FLANDES

porque haber echado su guarnición de Tréveris y puesto la de España , no fué más que reducir aquella placa á su pro- tección y natural estado y gozar el Rey Católico del derecho de protección que en ella tenia. El mismo curso de las cosas manifestó después que el motivo que to- maron para esta protección fué afectado, pues el presidio del Rey Católico estuvo en Tréveris y mantuvo aquella placa con toda quietud y seguridad hasta que fué asaltado por el ejército francés.

Y si el haber recibido debajo de su mano el Rey de Francia las placas del Ar- cobispo hubiera sido sólo para defender- las y asegurarlas de las armas del Sueco, después que estas fueron deshechas y cesó el peligro, fuera justo que las hubiera restituido á su dueño y dejádole en su li- bertad, y no sólo fué retenerlas con sus guarniciones y á su disposición , como si fueran suyas, y debiera imitar el ejemplo del ejército imperial, que todo lo que fué recuperando restituyó á sus verdaderos se- ñores , por donde consta que los Franceses se apoderan de las placas de sus amigos y usan de ellas como si fueran suyas.

Ejecutóse, pues, la interpresa de Tré- veris y prisión de su Elector, en 26 de Mar^o del año de 1635, por orden del Em-

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perador y del Infante Cardenal D. Fer- nando , Gobernador de los Estados de Flandes. Siendo aquel Elector Príncipe y miembro tan principal del Sacro Imperio, faltando á la fidelidad que debia al Empe- rador como subdito, y lo que es más, á las obligaciones de su dignidad y puesto, se ha- bía unido y tomado la protección del Rey de Francia, enemigo declarado de la Casa de Austria y primer móvil de la venida del Rey de Suecia y guerra de Alemania , me- tiendo guarnición francesa el año de 163 1 en Tréveris y Philiburg, placa la más fuer- te de su Estado , que habia ganado poco antes por interpresa el Duque de Lorena. Habia dias que el Marqués de Aitona escuchaba esta interpresa á un capitán valon de la guarnición de la villa de Lu- cemburg. Comunicó el Marqués á Su Al- teza luego que llegó á Flandes, que por estar facilitadas algunas dificultades con la gloriosa victoria de Norlinguen , se re- solvió fácilmente en que se ejecutase, con- siderando la importancia de aquel puesto para darse la mano nuestras armas desde los Países-Bajos con las del Rey de Hun- con su ejército se venia ave- cindando al Rin, y quitarle al Francés la ocasión de poder comunicar las suyas con los protestantes.

40 GUERRAS DE FL ANDES

Determinaron, pues, el Emperador y el Cardenal Infante castigar la rebeldía del Elector, y para esto dieron orden al Conde de Embden, Gobernador del país de Luzemburg, procurase ganar aquella ciudad. El Conde lo encargó á su Teniente coronel Henolst y al caballero Ser Fon- tana, que lo ejecutaron con facilidad, llevando Henolst alguna infantería en bar- cas por el rio Musela. Entraron de noche, y arrimando petardos, ganaron una puerta por donde entró Ser Fontana con seiscien- tos caballos que estaban prevenidos , de- gollando la mayor parte de ochocientos franceses de la guarnición, aunque se de- fendió valerosamente, matando muchos de los imperiales, y entre ellos á D. Alonso de Luna, Sargento mayor del Conde de Ostrat. Quedó preso el Elector y saquea- do su palacio y algunas casas, porque la burguesía no tomó las armas.

Luego que el Marqués de Aitona tuvo aviso del suceso partió de Bruselas, dando orden marchasen los tercios de Alonso La- drón, de españoles; del Marqués Sfrondato, de italianos, y los de Ribacourt , Fressi y Ostrat, de valones ; el de Preston, de irlan- deses, y el de Brens, de loreneses, y dos mil caballos á cargo del Conde de Bucoy. Puso guarnición en la ciudad y en orden las co-

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sas del país, y dejando todo encargado al Conde Embden y la gente alojada en los contornos de Anaraur, volvió á Bruse- las, trayendo consigo al Elector hasta Na- mur, haziéndole servir y respetar como á la persona de Su Alteza, abatiéndole las banderas y haziéndole las demás caricias militares que suelen acostumbrarse con Príncipes y Generales. Detúvose cuatro dias en este lugar, y de allí le llevaron á Tiburen, casa de placer de Su Alteza, para que por su cuenta le hiziese el gasto. Fué á visitarle el Infante á Tiburen, tra- tándole con gran respeto y regalo. Des- pués convino sacarle de allí y en la misma forma le pasaron á Gante.

Las causas que obligaron á que el Ar- zobispo Elector pasase á Flandes fueron, no sólo convenientes sino públicas y ne- cesarias, porque como su Cabildo y toda aquella ciudad tenían los ánimos irritados con este Príncipe por haberlos acusado de rebeldes, y por los trabajos y miserias que los Franceses conducidos por él les habían hecho padecer, maquinaban con- tra su persona, y para asegurarla deste ^ro y que la malicia de los émulos desta Corona no tuviese ocasión de for- mar alguna falsa calumnia, se tuvo por conveniente que el Conde de Embden les

42 GUERRAS DE FLANDES

retirara para tratar de sus negocios, y Su Alteza le acogió con toda benignidad y le trató con toda aquella cortesía que en otro cualquier tiempo pudiera pretender, man- dando que por las partes por donde pa- sase se le abatiesen las banderas y se le hiziese salva de artillería y se usasen con él otras honrosas demostraciones.

En esta acción intervino la autoridad del Emperador, soberano señor de aquel Príncipe, que se hallaba por tantos cami- nos ofendido juntamente con esta Corona, teniendo en las placas imperiales y en la de Tréveris, que estaba debajo de la pro- tección del Rey Católico , presidios de sus enemigos que molestaban al país de Lu- cemburg y al Abad de San Maximin, Prín- cipe del Imperio , cuya Abadía está debajo de la protección del Rey como Duque de Lucemburg; y estando la guerra viva como estaba, no se puede reducir á tér- minos de duda , que aunque fuera contra la voluntad del Arcobispo se pudiera de- tener justamente su persona, pues las leyes de la guerra no reservan nada de cuanto es necessario para conseguir el fin á que se endereza; y no sólo seria lícito detener, sino privar de la vida á los Pre- lados y personas eclesiásticas si su deten- ción fuera necesaria, y aun los niños in-

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fantes no gozarían del privilegio de su inocencia si no se pudiera hacer de otra manera la guerra, porque es tan fuerte y universal su derecho, fundado en princi- pios naturales, que á nadie exceptúa de sus reglas, y la Constitución pontificia que prohibe que se puedan hacer represalias en los bienes y personas de los clérigos, no procede cuando ellos mismos son causa- dores del daño, como sucedió en este caso. Y aunque de los delictos feudales come- tidos por los eclesiásticos haya de conocer su juez en cuanto á las penas personales, pero entonces no se trataba de pena ni castigo, sino sólo de asegurarse el Empe- rador y Casa de Austria de no recibir daño del Arcobispo de Tréveris, y no se puede negar que lo recibieron grande, con sólo tener en sus placas presidios de Fran- v que lo recibieran mayor si se conti- nuaran las asistencias que aquel Príncipe dio á los Franceses, pues pudieran hacer levas, alojar su gente y valerse de los víve- res y municiones del país, y gozar de otras comodidades y darse la mano con los Suecos y Holandeses por el país de Ju- liers , y aunque las armas del Rey Católico deshicieron la guarnición que estaba en aquella ciudad , se pudiera recelar no pro- curara el Arcobispo Elector hazer lo mis-

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mo que en la ocasión referida, trayendo otro ejército de Francia, faltando á obli- gaciones tan antiguas confirmadas con tantos beneficios y unídose con los enemi- gos del Imperio contra sus leyes y víncu- los del juramento, y admitido neutralidad con el Sueco, y, apartado de los Príncipes de la Liga Católica, no se podia fiar que no causaría nuevas perturbaciones y vol- vería á encender mayores fuegos en Ale- mania.

Y aunque el Elector atribuía todas sus acciones á los miedos que le habían puesto los Franceses y á las fuercas y violencias que habia padecido con sus amenacas, y dio señales de grande arrepentimiento quejándose de los desprecios y ultrajes que sufrió de los Ministros de Francia y de la dura opresión á que habían redu- cido su persona y Estados, procurando obligarle á que renunciase su Arzobis- pado y Dignidad Electoral en favor del Cardenal de Richilieu, y publicaba tenia por feliz el estado en que se hallaba, siendo tratado con tanta humanidad y decoro y gozando de entera libertad, yen- do á los lugares donde quiso, de manera que su asistencia en Flandes se le daba injustamente nombre de cautiverio; pero no fuera prudencia en cosas tan impor-

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tantes y que miran á la incolumidad del Imperio pender de agena confianza; y así se muestra la justificación con que procedió en este caso, como en todos, la Casa de Austria, y que el derecho de las gentes no fué violado, ni Francia tuvo ocasión de sentimiento, ni le puede for- mar de la respuesta que dio el señor In- fante Cardenal á su injusta demanda, ha- biendo sido muy conforme á su valor y prudencia.

Fué tanto el corrimiento que al Rey de Francia y ú su valido les causó ver que les quitaron de entre las manos un hombre de aquel porte, que tanto habia ayudado sus designios, y que por más se- guro de su propia voluntad se habia puesto en ellas, que al mismo tiempo que en Bruselas por su agente, ya con ruegos, ya con amenacas de romper la guerra, pro- curaba con Su Alteza la restitución deste Príncipe, prendió al Conde de Salazar, que pasaba por París por la posta á Es- paña, y mandó salir de su corte á D. Cris- tóbal de Benavente, Embajador que era en ella, que se vino luego á Bruselas y tió toda la campaña con Su Alteza; puso un ejército en campaña de treinta mil infantes y diez y seis mil caballos, y con él se arrimó á la frontera de Lucem-

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burg. Y si bien es más de creer que esto se encaminaba á asistir á las cosas de Ale- mania que para romper con nosotros, en aquel tiempo, por la ocasión que se le habia dado , se debieran de haber caute- lado un poco más.

Lo último que se ha de intentar entre los mortales es la guerra, por ser madre de tantas calamidades, y para llegar á rom- perla es necesario que precedan muchos requisitos , todos los cuales, faltando en este caso para hacer más inicuo el rompi- miento, costumbre observada ha sido yes entre los Príncipes que proceden con sin- ceridad, cuando alguno hace preparamien- tos que pueden dar sospechas de nuevos designios, preguntarle para qué se arma y prepara, como el Rey Francisco I al Emperador Carlos V cuando se estaban haciendo grandes aprestos y prevenciones, como fueron necesarias para la expedición de Túnez ; y aunque aquella poderosa ar- mada pudo causar en las costas de Fran- cia grandes celos (bien diferentes que la del Marqués de Santa Cruz) y corria voz que iba sobre Marsella, no por eso el Rey Francisco hizo demostración de hostilidad ni rompimiento.

Cuando Francia pretendiera que habia recibido de España alguna ofensa , debiera

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representar al Rey, nuestro señor, amiga- blemente su queja y pedir la enmienda antes de romper la guerra, como está prevenido y expresamente capitulado en las paces de Verbins, pues no puede ser justa sino en caso que se deniegue la debida satisfacción; y aunque la queja fuera bien fundada, y tal la causa que bastara para llegar á semejantes extremi- dades, habia de preceder la denunciación necesaria de la guerra , conforme á dere- cho divino y de las gentes, porque el vín- culo de la sociedad humana y el paren- tesco que la naturaleza constituyó entre los hombres, no permite que se pueda hazer la guerra sin primero denunciarla. Esto lo han observado religiosamente todas las naciones, y más en particular los romanos, que juzgaban por alevosa y pro- ditoria la guerra en que no precedia ligí- tima dilinicion; y esto no se puede redu- cir á controversia habiendo entre estas Coronas, no sólo amistad, sino las obliga- ciones de hermandad por afinidades du- plica

-nocieron esta obligación los Fran- ceses, enviando á Bruselas un hombre

^nito, con vestidura, toga y bonete á io antiguo, que se intitulaba Rey de armas

rancia, con nombre de Alancen; pero

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como no llevaba pasaporte, cartas de creencia ni insignias del oficio de Rey de armas, y la cota no tenia el blasón que publicaba, el Señor Infante, porque no le sucediese lo que al Rey de Ingalaterra, á quien un hombre no conocido hizo una falsa denunciación de guerra en nombre del Rey de Francia, suspendió el darle audiencia, ofreciendo se la daria cuando viniese en forma conveniente. Pero cuando hubiera observado todas las solemnidades necesarias y notificado la guerra al Señor Infante, no cumplieran con lo que esta- ban obligados , porque la intimación se ha de hacer dando tiempo competente al Príncipe denunciado para que pueda pre- venirse , que es el fin para que se denuncia la guerra, y los Franceses primero hicie- ron invasión en los Estados del Rey Cató- lico ocupando á Agunon en el Ducado de Lucemburg, y saqueado otros villajes, que intimasen la guerra.

Y aunque procuraron excusar esta acción, diciendo que el Rey Cristianísimo habia publicado un edicto para que su ejército no entrase en los países obedien- tes; pero esto tiene repugnancia en lo capitulado con los Olandeses, en que se previene que el rompimiento habia de ser con toda la celeridad posible; y habién-

AÑO DE I635. 4')

dose visto efectos contrarios á lo que pu- iban los Franceses, han de contesar, ó que el edicto se publicó para que debajo de su seguridad y de la fe Real el Señor Infante estuviese descuidado, ó que sus Cabos no obedecieron las órdenes de su Rey; y pues es creible que esto no se de- jara sin severa demostración, y no se vio tlguna, no seria arroj amiento afirmar que el edicto fué caprichoso y que se publicó para hallar desapercibido al Señor Infante ierse desta causa cuando los sucesos de sus armas no fuesen conformes ó sus deseos.

Nadie sino el Rey Católico tiene dere- cho de romper la guerra ni hacer paces en sus reinos y provincias, por ser esta regalía reservada á los Príncipes sobera- nos; y por la misma razón no se puede denunciar la guerra sino al mismo Rey, que como dueño de todo y supremo Señor de su Monarquía, es sólo el que tiene fa- ;d de aceptarla ó dar satisfacción y ría ; y así, la denunciación que se pro curó hacer al Señor Infante no fue á per- ligítima; y no pudiendo los Franceses dejar de reconocer esta verdad , dieron cuenta al Rey, nuestro señor, por medio del Secretario de la Embajada del rom- cnto que habían hecho; pero esto

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mismo descubre que de su parte se ha fal- tado en el tiempo , en el modo y en la sustancia de la intimación.

Tenia el Francés desde que perdimos á Mastrique ( plaza de las que el Olandés ocupaba más cercana á Francia) tratado con aquellos Estados rebeldes que, al paso que mejoraban los progresos de las armas de ios Suecos en Alemania, juntando las fuerzas por aquella parte, la más descu- bierta de riberas de aquellos Estados, les seria fácil, acometiendo juntos las pro- vincias obedientes , hacerse dueños de todo en breve tiempo. De hecho les hubiera sucedido, si su deliberación, como fué en tiempo que íbamos de victoria en Alema- nia por la de Norlinguen juntando sus fuerzas por aquella parte, hubiera sido un año antes.

Todo el invierno antecedente se había tratado entre el Rey Cristianísimo y los Olandeses de hacer guerra á las provin- cias obedientes en la misma forma que después lo vimos ejecutado, dividiéndolas entre como si fueran suyas, aplicando al Rey de Francia la de Flandes hasta Blankemburg , y á los Olandeses todas las demás plazas que están j unto á la ribera de San Uvin y otras marinas , Dame y Blanc- kemburg; y asimismo se repartian á Fran-

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c¡a las provincias de Artois y Henao hasta Namur, y á Olanda á Hulor, Malinas y Brabante, incluyendo á Bruselas, como consta de la Liga que se concluyó en París á 8 de Febrero y se ratificó á 8 de Marzo deste año. La ocupación de Tréveris se hizo á 26 del mismo , y lo que obraron las armas de Francia coligadas con las de Olanda, fué en conformidad y ejecución de lo que tenian entre capitulado antes del suceso de Tréveris, con que no podrán los Ministros de Francia negar que el rompimiento que hicieron no fué por con- templación del Arzobispo Elector, pues lo tenia antes capitulado, y lo que suce- dió después no podia justificar la resolu- ción que primero habian tomado.

Y aunque digan los Franceses que hu- bieran diferido el rompimiento con esta Corona si no fuera por el suceso de Tréve- ris, esto también repugna expresamente á lo tratado con los Olandeses , pues al fin de un capítulo de la Liga se leen estas pa- labras : « Y aquello que se ha dicho arriba se deberá ejecutar de nuestra parte , y de aquella de los Señores Estados con toda priesa y celeridad posible para que no se entienda , porque si los Ingleses lo llegaren á penetrar y es cierto que procurarán impe- dirlo con todas sus fuerzas como cosa que

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si se efetúa será tan perniciosa y perjudi- cial para su Reino.» Con que se conoce que los Franceses no se movieron por fa- vorecer al Arzobispo Elector, y que el pretexto que tomaron fué por paliar lo que tenían maquinado contra esta Corona y la de Ingalaterra, cuyos rebeldes han acogido siempre con grandes demostra- ciones de amor.

Con la pérdida de Tréveris este juego que el Francés pudiera comenzar de in- tento le comenzó de picado, y aunque con principios de ganancia, le sucedió como á tal. El ejército que estaba en los confi- nes de Luzemburg en el número que he dicho . á cargo de los Mariscales de Fran- cia, Bressé y Xatillon, aquel católico y sobrino del Cardenal Richilieu, y éste he- reje, si bien mayor soldado, usando de las invenciones francesas para encubrir la declaración de la guerra, mandaron echar bando que ningún Cabo de su ejército in- tentase acto de hostilidad sobre los vasa- llos de Su Majestad. Dentro de pocos dias (puede ser que teniendo aviso que el Prín- cipe de Orange , General de los Estados de Olanda y Zelanda, estaba ya prevenido según el Tratado para juntárseles) comen- zaron á entrar por Luzemburg , y endere- zándose hacia la villa de Tiunvile, cinco

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is distante de Anamur, y con voz de que aquel ejército era de Olanda, que- maba y asolaba, nombrándose por el Príncipe de Orange, si bien los Cabos siempre tuvieron entre la ambición que bastó para separarles en las resoluciones, lo que pienso fué causa de que no se efectuase más en nuestro daño su desig- nio. Deliberó S. A. para oponerse á este

:to que del nuestro (que previnién- dose para salir en campaña se hallaba en número de 20.000 infantes y 5.000 caba- llos; se sacasen 9.000 hombres, así infan- tería como caballería, á cargo del Príncipe rhomás, y por su Maestre de campo Ge- neral D. Manuel Pimentel, Conde déla Feira y Castellano de Amberes, inclusos en la infantería dos tercios muy lucidos de las naciones española é italiana; sus tres de campo, Alonso Ladrón de Guevara y el Marqués Sfrondato, y la

Hería á cargo del Conde de Bucoy,

Gobernador de la provincia de Henao.

tan pequeñas fuerzas, no obstante

que el enemigo venia tan pujante, fué ne-

rio hacerle oposición, no pudiendo

sembrar más el ejército que habia de cubrir las fronteras de Olanda, y por te- ner entre manos el Marqués de Aytona otra interpresa en la provincia de Fiando

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sobre el fuerte de la Filipina (distante- cinco leguas) que habia ganado el ene- migo el año de 33. Fué D. Cristóbal Ál- varez, Sargento mayor del tercio de Don Francisco Zapata, con seis compañías de su tercio y tres del Marqués de Celada, y 200 hombres del castillo de Ambers. Llegaron de noche y tomaron puesto en el dique junto al fuerte. El dia siguiente llegó el Conde de Fontana con los tercios de Mos. de Gustin, y Crequi, de valones, y el de D. Eugenio de Onel de irlandeses y artillería. Fué tal el valor de los espa- ñoles que le acometieron, que con ser como otro Ostende, incapaz de quitársele socorro, ni teniendo más terreno para acercársele que un dique , en él hicieron pié arrimados con trincheras y estacadas, siendo por todos lados batidos del enemigo con barcas y charrúas, de que arrojaban granadas y otros instrumentos de fuego, sin la continua batería de mosquetería y artillería. Pero hallándose más dificultad de lo que se pensó y que no se le podia quitar el socorro por agua al fuerte (que le metia el enemigo cada hora todo el que era necesario), avisaron á S. A. dello, que envió luego al Conde de la Feira, Maestre de campo General y Castellano de Amberes, para que viese el estado que

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aquello tenia, y según él ordenase lo que conviniese. El Conde lo vio todo, y vuelto á Bruselas se envió orden se retirasen. Costó esta facción en menos de seis dias más de 200 españoles, y entre ellos per- sonas de cuenta: el Sargento mayor Cris- tóbal Alvarez que lo era del tercio de españoles de D. Francisco Zapata; el Ca- pitán D. Gaspar de Borja, á cuyo cargo iban cuatro compañías del tercio del Mar- qués de Celada; el Capitán D. Antonio Tassis, paje que fué de Su Majestad; Don Francisco de Bri^uela, paje de Su Alteca,

inuel de Miranda, Alférez de la com- pañía del Marqués de Celada. Hubo tam- bién muchos heridos, y entre ellos el Ca- pitán D. Antonio de Isasi , D. Jusepe del Pulgar y el Capitán Marcos de Lima. Se- ñalóse el Capitán D. Pedro de Cepeda, que en esta ocasión fué herido de una grana- da y otras heridas menores, sin que se hubiese querido retirar, y de esta manera

l última salida que hizo el enemigo á los nuestros, que tenían adonde retirarse, sustentó sólo las trincheras á picazos grande rato, dando lugar con esto á que nuestra gente se presentase en escuadrón

retirase con orden , de lo cual le dio las gracias el Marqués de Aytona y el Du- que de Lerma. Señalóse también el Ayu-

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dante Bernabé de Vargas , á quien dieron luego compañía de infantería.

Partió el Príncipe Thomás á los 13 de Mayo con un trozo de ejército, y el Conde de la Feira, Maese de campo general, á los 17, para que con la gente que el Mar- qués de Aytona dejó alojada en los con- tornos de Anamur se opusiesen al ene- migo, que entró quemando y destruyendo el país; y habiéndola juntado, que se- rian 7.000 infantes y 2.500 caballos, mar- charon á Bens, cinco leguas de Anamur, donde ya habia llegado el ejército francés. Determinó, ya que no podia hacerle cara, tomarle el costado por irle dando al pasar en la retaguardia. Marchando así ceñido con él dos dias entre Anamur y Lieja. tres leguas distante de Anamur.

A los 20 de Mayo , la vuelta de medio dia, bien informado el Francés de cuan pequeño era nuestro ejército, fingiendo miedo hasta allí por empeñarle, hicieron alto detras de una colina, y formando bien en orden sus batallones, encubiertos de ella, esperaron á nuestra gente, que. deseosa de descanso , como los que habian caminado en cuatro dias noche y dia, que puestos también en batalla , dicen , no con el concierto que requería la vecindad del enemigo, se pusieron á descansar, cuando

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él, que todo lo había hecho en demostra-

>n de miedo, había logrado contener

á los nuestros tan cerca, hizo volver las

ts siendo todo uno el mostrarse encima

de la colina y acometerlos.

1 creyó el Príncipe Thomás que el enemigo traía tanta gente, porque de los >s de Olanda se sabia que el Prín- cipe de Orange no habia pedido al Rey Je Francia más de 10.000 infantes y 2.000 caballos , y aunque á las dos de la mañana le dijeron algunos que eran 30.000 infan- tes y 5.000 caballos no le dio crédito y mandó marchar hacia ellos, formando un idron volante de todas naciones, que se encargó á D. Antonio de la Rúa, Sar- gento mayor de Alonso de Ladrón. Cuando ibrieron el gran número de enemigos, e nuestra caballería á la primera carga volvió las espaldas, aunque el Conde de ^u Teniente, el de Vilerval, hicie- ron lo posible para detenerlos, mandaron se metiesen nuestros escuadrones en unos setos que estaban al lado izquierdo, y se comenzaron á desordenar, y luego cargó < ballena é infantería francesa (como era tan grande el número por todas par- que los desbarató con facilidad. El desorden que causó este improviso fuera bastante á darles la victoria, aun

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cuando la desigualdad de la caballería no fuera tan grande. Dieron la carga mal dada algunas tropas tornándola todas á los bosques y á Anamur. De la infantería sola- mente pelearon dos tercios de españoles é italianos, y esto de conocido más por la reputación que por la victoria, con obs- tinado valor. Murieron de lo más florido de ambos tercios 1.200 hombres. Del ter- cio de Alonso Ladrón murieron muchas personas particulares, y entre ellos Don Francisco Val vis, D. Juan Ramirez, Don Gabriel Cobos de la Cueva, D. Diego deGuipúzcua, D. Diego Dávalos y Tole- do, Diego de Chacar, Pedro de Ayala, D. Diego de Contreras y Grao de Ribas, todos Capitanes vivos. Reformados, mu- rieron D. Juan de Ayerbe, D. Miguel de Riaño, D. Pedro Suarez, Sebastian Saun, D. Pedro de Salazar. Capitanes vivos fue- ron presos, D. José de Saavedra, hermano del Conde de Castellar, que en defensa de su puesto recibió trece heridas; Her- nando de Santiago, D. Luis de Barrio, D. Diego de Zúñiga, D. Diego de Contre- ras, D. Juan Asensio, Sebastian Saun. Reformados, Fernandarias de Saavedra, D. Diego de Goñi, D. Alvaro Pérez de Navia. Del tercio de Sfrondato mataron dos Capitanes y los demás fueron presos.

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- del tercio del Conde de Ostrat. Ma- taron también al Teniente de Maese de campo general, Cristóbal de Medina, y á D. Diego de Castro, nieto del Conde de Basto, al Barón Dem, y Caballero Motier, Capitanes de caballos; y de los dos ter- cios 1.200 hombres, los más, gente par- ticular y Oficiales reformados.

El Conde de la Feira se apeó, y con la espada en la mano se puso delante del escuadrón volante, y herido y atropellado cayó en un zanjón entre muchos heridos y muertos, donde le acabaran de matar si no fuera porque el Alférez D. Diego de Villagomes le dio á conocer á un Sar- gento Francés, que le ayudó á levantar y le llevó preso. Prendieron también á los Maestres de campo, Alonso Ladrón, Mar- qués Sfrondato y Brons, y al Conde de Vilelval muy mal herido; y á D. Crisanto Soler, Capitán de caballos, que peleó con una pica por no tener allí compañía; ;'i Lorenzo Pérez de Tavora y á Francisco de Tavora, hijos del Conde de San Juan, y hasta 700 soldados y Oficiales reformados os, y al Ayudante Gabriel de León, ¿i quien Su Altera dio luego compañía, y á Lorenzo Pérez de Tavora, y á Fer- nandarias de Saavedra de los Capitanes que mataron del tercio de Alonso Ladrón,

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y las demás reformó. Perdiéronse las ban- deras, artillería y bagaje. Mostráronse en esta ocasión los del país de Lieja piado- sos con los españoles, ayudando á esca- parse á muchos prisioneros, y curando con grande caridad muchos heridos que quedaron en el campo por muertos. Per- diéronse i6 piezas de artillería, grandes y pequeñas; todas las banderas, 20.000 du- cados en dinero y los papeles y bagaje. El Conde de Bucoy se salvó con el Prín- cipe Thomás, habiendo cumplido uno y otro bien con sus obligaciones.

El Francés, orgulloso con esta victoria, fué siguiendo su camino á Mastriq, donde al mismo tiempo se venia encaminando el ejército Olandés en número de 14.000 infantes y 4.000 caballos. Hallóla nueva desta rota á Su Alteca con tan pequeño ejército, como ya se ha dicho, y éste divi- dido en sus guarniciones y en la facción de Filipina. Con el primer aviso que llegó, se despacharon órdenes que saliese de to- das las guarniciones la mayor parte de la gente sin perdonar aun á las fronteras, y se enderezasen á la villa de Terlimont, donde ya se hallaba Su Altera y se había resuelto la plaza de armas. Junto el ejér- cito en número de 18.000 infantes y cerca de 8.000 caballos , se empleó en fortificar

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algunos puestos en la pequeña ribera del por la parte que corre en el Balón inte, no tanto con intención de de- fenderlos, como por esperar lo que el ene- migo determinaba.

los 27 de Mayo se juntaron los dos ejércitos francés y olandés cerca de Mas- triq , donde por la arrogancia de los Fran ceses, que ya lo daban todo por suyo, fué persuadido el Príncipe de Orange á pasar la Mosa en busca de nuestro ejército.

Comenzaron á los 30 de Mayo el Olan- dés por de dentro de la villa y el Francés por fuera, que aun el paso no les fiaron. Su Aiteca, considerando la ventaja que el ejército del enemigo hacia al nuestro en número de 30.000 hombres, y puesta la mira en la conservación del país, que consistía en conservar sus fuerzas hasta que le viniera el socorro que esperaba de Alemania, donde á toda diligencia habia partido el Conde de Fuenclara para signi- al Rey de Hungría el aprieto en que se hallaba y el en que estaban aquellas provincias, determinó recoger su ejército de las fortificaciones y con él tomar puesto donde pudiese sustentarse algunos así, siguiendo esta resolución, chó á uno que se habia elegido junto ú Le c, con una ribera que tenia

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por frente , en pocos días se fortificó de costado y retaguardia.

Llegado el enemigo cerca de Terlimont, que gobernaba D. Martin de los Arcos, viendo que nuestro ejército se escapaba de venir con él á las manos , cebó su ira en la flaqueza de aquella villa , cuyo Go- bernador trató de rendirse por ser la plaza flaca sin defensa alguna, y mientras estaba á una puerta capitulando con el Príncipe de Orange entraron por la otra los Franceses. Y como esta villa fué la pri- mera que cayó en su poder de las deste país , experimentó las crueldades é inso- lencias que de gente tan perversa é irri- tada se puede considerar, no respetando al Santísimo Sacramento, sacándole de las custodias y echándole por tierra, y lo mismo á las imágenes y reliquias de los santos, y vestidos con las vestiduras sagra- das burlándose de ellas por las calles; afrentando doncellas y religiosas, no per- donando sacrilegio alguno , quemaron to- dos los templos y lo más principal del lu- gar, encerrando antes que pusiesen fuego en ellos, á los religiosos y religiosas, vie- jos y niños, y aun á las mismas mujeres de que se habían aprovechado mataban después. Dieron siete mosquetazos á una imagen de Nuestra Señora, que causó á

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los católicos grande sentimiento y nueva conmemoración de sus siete dolores. A los religiosos, de dos en dos, los metian en las picas y los mataban ; á las monjas, des- pués de forzadas, las quemaban vivas, á otras llevaban en cueros atadas á las colas de sus caballos. Quemaron todas las igle- sias é hicieron de las imágenes grandes ultrajes. Sacaron las custodias, y las for- mas que habia dentro las echaban en los sombreros y daban á comer á los caballos. En tales obras pías y en otras semejantes que usaron en los casares de afuera y en las villas de Diste y Ariscol, que también tomaron , gastaron veinte dias , que fué permisión evidente de nuestro Señor para darnos tiempo de fortificarnos y que se nos acercase el socorro y á ellos el castigo. Por este tiempo se publicó un mani- fiesto del Rey de Francia , su fecha de h del mes de Junio deste año , en que dio las causas del rompimiento desta guerra, que por ser papel tan esencial, y porque después se ha de referir también la res- puesta que á él dio el Señor Infante Car- denal, y la que se dio por parte de Es- paña, es preciso referirle en esta historia, :omo se sigue:

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DECLARACIÓN DEL REY DE FRANCIA

SOBRE EL ROMPIMIENTO DE LA GUERRA

CON EL REY DE ESPAÑA, EN 6 DE

JUNIO DE 1635.

«Luis, por la gracia de Dios, Rey de Francia y de Navarra. A todos los que vieren las presentes, salud, etc. Las gran- des y sensibles ofensas que esta Monar- quía ha recibido en diversos tiempos de la de España son tan conocidos de todo el mundo, que es cosa inútil renovar esta memoria. Largo tiempo habernos disimu- lado los efectos de los zelos y odio natural que los españoles tienen contra los fran- ceses, que ha sido mientras no han logrado las secretas pláticas que ellos traen siem- pre para detener el curso de nuestra pros- peridad. Mas luego que ha pasado su am- bición á querer oprimir descubiertamente á los Príncipes aliados desta Corona, y que después de todos los esfuerzos inútiles que han hecho para desmembrarla, no han encubierto el designio que tenian formado de atacarla á fuerza abierta, al mismo tiempo que el mal estado de sus cosas de- biera disuadirlos, no pudiendo, sin faltar á nuestro Estado y á nosotros mismos,

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dilatar el emplear las fuerzas que Dios nos ha dado, no solamente en estorbar sus empresas, sino prevenirlas con una justa guerra , á que toda suerte de razones v de leyes nos obliga á meter primero en >us estados que esperarle en los nuestros. Razón habia de esperar de algunos años á esta parte que la alianza contraida entre Francia y España por dos recíprocos ma- trimonios, habiendo fortalecido los anti- guos tratos de paz , pudiera finalmente asegurar el reposo de la cristiandad que las divisiones destas dos Coronas tuvieron turbado tan largo tiempo, y se podia pro- meter con alguna apariencia esta buena dicha tan deseada de todo el mundo (si como para llegar á ella la Francia habia .ramente olvidado las quejas anti-

, si la España hubiera usado el injusto deseo que ha conservado siempre de usur- par los Estados de sus vecinos para esta- blecer el estado desta Monarquía universal que ella aspira. Mas habiendo mostrado

penencia que ni la alianza hecha con ella ni los buenos oficios con que ha sido

<da en diversos tiempos, no han po- dido detener el curso de su ambición demasiada ni los efectos de su mala vo- luntad, y que en lugar de apaciguar su no, han servido de facilitarlos medios

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de ejecutarlos secretamente por las mues- tras más dañosas, ha sido imposible no pensar de guardarse de los daños de una amistad de tanto perjuicio, que las obli- gaciones de una tan santa unión acompa- ñada con diversos beneficios no han podido hacer verdadera, y que por la de- masiada y larga confianza de muchos años ha sido fatal á este Estado. Trae ésta en la memoria de todos con cuánta generosidad el Rey difunto, de gloriosa memoria, nuestro muy honrado Señor y padre, que Dios perdone , se empleó para que los es- pañoles, la tregua de que tenían tanta necesidad de las Provincias unidas del País-Bajo, y no hay quien no sepa que en las primeras revueltas de Alemania, nues- tro solo medio hizo dejar las armas á to- dos aquellos que un justo medio se las habia puesto en las manos contra el Em- perador por defensa de sus privilegios; y que la negociación de nuestros Embaja- dores, habiendo establecido la dignidad del Imperio, afirmó á un tiempo la Casa de Austria que el poder del partido contra- rio tenia á la sazón muy quebrantada. La primera recompensa que la Francia reci- bió poco tiempo después fué la ocupación de la Valtelina contra los Grisones, ami- gos y aliados desta Corona, que se hizo

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en medio de la paz y sin otro pretexto sino que aquellos pasos eran necesarios para la comunicación de las fuerzas de España y de Italia con las de Alemania y Flandes; y habiéndoles obligado á dejar la empresa la guerra que se les hizo para recobrarla, á voto de todo el mundo y con cuantos artificios é interpretaciones cau- telosas han rehusado de ejecutar el tra- tado que se hizo en Monzón, no obstante los protestos que después se le han hecho, y en particular pendientes las últimas ne- gociaciones de la paz de Guierasio, de que esto seria bastante causa de una muerte ó nueva guerra. Las diversas empresas que han hecho contra el Duque de Saboya, di- funto, mientras fué aliado de Francia: la opresión violenta del Duque de Mantua, solamente porque nació francés y tiene sus Estados en una situación cómoda para juntarlos con los de Milán, el Duque de Lorena ha armado cinco veces contra Francia por su persuasión: los tratados hechos y formados con los cabezas de los herejes de nuestro reino para formar en él un cuerpo perpetuo de rebelión y de herejía, al mismo tiempo que nos ofrecian asistencia contra ellos, en que el porta- dor, habiendo sido condenado por senten- cia de uno de nuestros Parlamentos, pagó

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con su sangre el escandaloso comercio de que era tercero: las continuas pláticas por medio de sus Embajadores para sem- brar división hasta dentro de nuestra fa- milia real: el intento de armar la Fran- cia contra ella misma por un tratado, cuyo original, firmado de ellos, cayó dichosa- mente en mis manos, cuando no habia ninguna apariencia de que se tomasen las armas por una parte ni por otra, en que sólo Dios estorbó el efecto por el buen natural y buen consejo de aquellos á quien su Divina Majestad dio á conocer que se- guir un tan mal partido era hacerse daño: asimismo, últimamente, la asistencia de gente y dineros dados á todos aquellos que han podido hacer movimientos en este Estado, y los obstinados desvelos de armar contra nuestros aliados á todos aquellos que se han dejado llevar de sus persuasiones, han sido los más ordinarios frutos que se han cogido de su amistad. Contentábamos hasta ahora de hacer inúti- les todos estos intentos con sólo poner en salvo á nuestros amigos y á nuestro Estado de los males que ellos prevenían, mas habiendo reconocido que esta mode- ración no ha servido más que de adelan- tar su osadía para emprenderlo todo por la opinión que les han enseñado los ejem-

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píos de lo pasado, de que todo se olvida- rla por medio de la paz cuando no les saliese bien el designio, sin tener que te mer otra cosa, habiendo sido constreñidos de llevar más adelante de lo que hasta ahora habíamos hecho el resentimiento de las ofensas recibidas, con fin de hacer cesar de una vez la costumbre que han tomado de ofender é injuriarnos con tanta facilidad; y, á la verdad, después de haber experimentado que el detenimiento con que procedimos en el nuestro viaje de Susa, cuando el paso de los Alpes, abierto por la fuerza de nuestras armas, habia puesto el estado de Milán, destruido entonces de fuerzas y gemidos, como á la discreción de nuestro ejército victorioso, no pudiendo librar de ninguna manera á los grisones, nuestros aliados, de la inva- sión que se les hizo al mismo punto que volvimos á nuestro reino, ni á la Italia del fuego de que la quisimos librar que las armas extranjeras metieron allí el año si- guiente a la persuasión de aquellos mismos que habíamos perdonado, después de haber conocido que la neutralidad guardada re- ligiosamente divierte todos los malos su- cesos de las armadas de Austria en Ale- mania, que nos habian facilitado asaz los medios de vengarnos de tantas injurias;

JO GUERRAS DE FLANDES

no haber procedido siempre el deseo de una paz pública al de una justa venganza, que no ha desviado á los españoles de las conjuraciones continuas que hacen contra nuestro Estado, ni disminuyendo la efica- cia con que de ordinario procuran levan- tarnos nuevos enemigos para hacer con mano ajena y con máscara de paz una guerra encubierta, tanto más dañosa cuanto sus artificios han sido en todo tiempo mucho más para temer que sus fuerzas; y porque por este medio piensan hacer que gocen sus Estados de la paz en el mismo tiempo que dan á sentir á los nuestros to- das sus incomodidades y todos los peli- gros de la guerra. Después de todo esto, el dia de hoy, que su pasión no consiente que se encubran más designios, y que por mar y por tierra se previenen descubierta- mente contra nosotros, y que en el mismo tiempo que nos hacen cargo de la unión que tenemos con algunos Prínci- pes y Estados protestantes, antiguos alia- dos desta Corona, no se guardan ni rehu- san de ofender á algunos de ellos, condi- ciones contrarias en todo á los intereses de la religión católica, no obstante que haya sido siempre esta la mascara con que han procurado encubrir la injusti- cia de sus acciones, y que no hay

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cosa que no hagan para unir con ellas á los mismos con que nos culpan que tengamos alianza, y que no tuvieron ver- güenza de prometer en un mismo tiempo condiciones incompatibles á dos partidos contrarios para engañar al uno y después al otro, y servirse en este medio de todas sus fuerzas para acometer á nuestro reino por diversas partes; y no siendo cuestión dificultosa de resolverse , si debemos espe- rar el fuego que quieren ponernos ó ir primero ¿i apagarle, creeríamos ser en alguna manera cómplices de los males, si con justa providencia no empleásemos en buena sazón los más poderosos reme- dios que fuese posible para librarlos, expusiéramos nuestra propia persona para defenderlos, como ya habernos hecho tan- tas veces ; ya no estamos resueltos de todo corazón á hacer ahora más cuanto no vié- ramos por todas partes peligros tan pre- sentes, es imposible ó no conocer que la España ha destinado en todo tiempo á Flandes por su plaza de armas, y que quiere establecer allí la silla de una guerra inmortal, no tanto por sujetar aquellos pueblos que ha reconocido libres y sobera- nos por los tratados que ha hecho con ellos, cuanto por tener á nuestro Estado en per- petuos celos, y de aquella parte hacer contí-

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nuas interpresas en nuestras plazas fronte- ras (si bien las principales han sido descu- biertas), y teniendo sus tropas armadas, hallarse siempre en estado, ó de suspen- dernos si reparamos en la seguridad pú- blica, ó de convenirnos durante la paz en gustos iguales á los de la guerra. ¿Quién no juzgará, pues, que no solamente es honroso, sino útil, procurar una segundad más favorable por las armas é intentos de adquirir una verdadera paz por los esfuer- zos generosos de una guerra abierta, que dejar más largo tiempo consumir inútil- mente las fuerzas de nuestro Estado y des- fallecer nuestros subditos debajo del peso de las cargas que sufren, mientras dura esta paz dudosa é incierta que conviene conservar con 150.000 hombres, en medio de tantas razones justas que nos obligan á comenzar la guerra, ó, por mejor decir, á defendernos de aquella con que nos ame- nazan? Los Nuncios de Su Santidad son tieles testigos de la disposición con que habernos siempre recibido la plática de la paz y cuan favorablemente hemos acep- tado las proposiciones que nos han hecho, aunque ellos mismos han podido conocer que están destruidos de los medios nece- sarios para llegar á un tan buen fin , que son pruebas ciertas del paternal celo v

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bondad de Su Santidad. Y pudiera ser que hubiéramos dilatado por algún tiempo el meter nuestras armas en los Estados de nuestros enemigos, y que después de haber asegurado nuestras plazas con las armas en los Estados, y puesto nuestras fronte- ras con fuerzas poderosas, nos hubiéra- mos contentado de esperar las suyas mi- rando sus movimientos; mas el derecho de las gentes violado por el ultraje hecho á nuestro muy caro y muy amado primo, el Elector de Tréveris, en que son interesa- dos todos los Príncipes de la cristiandad; la subpresa de su villa, capital donde vivia en reposo, sin revolver ni dar zelos á sus vecinos; la detención de su persona, que se habia puesto debajo de nuestra protec- ción en el tiempo que no la podía recibir de otro algún Príncipe ; la negativa de su libertad con equívocos injuriosos, que parecen que nos hacen autores de su cap- tividad, como si para aumentar la ofensa que se nos ha hecho tomando una plaza donde habíamos puesto guarnición para la seguridad del dicho nuestro primo, y á su ruego ellos quisieron de lozanía de corazón añadir desprecios, teniendo pri- sionero á un Arzobispo Elector del Impe- rio, y la mofa por una respuesta llena de engaño y de oposición; tantas injurias no

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han permitido dilatar más nuestro justo resentimiento , y no pudiéramos acordar- nos de la gloria que nuestros predecesores adquirieron en tantos y tan largos viajes y peligrosas guerras intentadas para man- tener la honra de la Corona y defender á sus aliados , si no nos moviéramos con su ejemplo, ni entendiéramos que mandába- mos esta nación belicosa que ha sido siem- pre el acogimiento de los afligidos y el abrigo de los Príncipes oprimidos, si todos nuestros buenos y fieles vasallos no toma- sen parte en el sentimiento de una ofensa que se nos ha hecho, solamente para ayu- darnos á que se nos satisfacción en medio de tantas consideraciones,- que muestran como el sentimiento de una con- tinuación de antiguas ofensas, renovadas por injurias recientes, nos ha obligado justamente á la rotura contra el Rey de España. Antes que dar principio á ningún acto de hostilidad enviamos un Rey de armas á declaralle la guerra en la persona del Cardenal Infante, que gobierna todos sus ejércitos, para que la entrada del nuestro en el País-Bajo no le hallase des- apercibido; á lo cual nos hizo Dios mer- ced que nos resolvimos en tan buena sazón, por el conocimiento que por un maravilloso efecto de su providencia nos

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había dado de todos los designios de nues- trosenemigos, que en el mismo tiempo que ellos entendían hacer entrar en nuestros reinos las fuerzas de Flandes, conducidas por el Príncipe Tomás, las de Alemania, gobernadas por el Duque Garlos de Lore- na, y que asaltase nuestras costas de Pro- venza la armada naval, que con designio muy precipitado aparejaba mucho tiempo há, por su asistencia divina habernos des- hecho enteramente lo primero; obligando al segando á una vergonzosa retirada des- pués de una notable pérdida; y hemos dado tan buena orden para recibir á la tercera, si ella desembarcase en nuestros puertos, que con la continuación del so- corro del cielo, que ya ha comenzado á darla á sentir los efectos deste enojo con la pérdida y naufragio de las galeras y bajeles de que estaba compuesta, espera- mos que su desembarcacion no será más feliz que su navegación. Por estas causas, y por otras grandes y justas razones que á ello nos mueven , de nuestra propia ciencia, pleno poder y autoridad real, hemos declarado y declaramos por las presentes, firmadas de nuestra mano, ha- ber determinado y resuelto hacer de aquí adelante guerra abierta por mar y por tierra al dicho Rey de España, sus súbdi-

GUERRAS DE FLANDES

tos, tierras y vasallos para tomar recom- pensa en ellos de los daños, injurias y ofensas que nuestros Estados, subditos y aliados han recibido; todo en la misma manera que lo han hecho los Reyes nues- tros predecesores, con firme esperanza que la misma bondad divina que ve lo íntimo de nuestro corazón, y que ha mostrado el conocimiento que tiene de la justicia de nuestros designios con la ganancia de una célebre batalla al principio desta guerra* nos continuará su asistencia y nos hará merced, por medio de los felices sucesos de nuestras empresas, que podamos asen- tar en la cristiandad una paz segura y es- table, que es sólo el fin que tenemos. Y para llegar á él más prontamente, convi- damos y exhortamos á todos los Prínci- pes, Estados y Repúblicas que aman la paz y tienen interés en la libertad pública, que tomen las armas y se junten con no- sotros para el establecimiento de una paz general. Y en tanto, ordenamos y encarga- mos muy expresamente á todos los nues- tros subditos, vasallos y criados y adhe- rentes, que habernos y tenemos declarados por enemigos de nuestra persona, y del dicho nuestro Estado, como lo son del reposo público, dándoles para hacer- lo poder para entrar con fuerzas en las

AÑO DE 163$. 77

dichas tierras, asaltar y sorprender las villas y plazas que están debajo de su obediencia; tomar dineros y contribucio- nes; hacer prisioneros sus subditos y cria- dos; ponerlos á talla y tratarlos según las leyes de la guerra; prohibiendo, en virtud de las presentes, muy expresamente á todos los dichos nuestros subditos, vasa- llos y criados tener comunicación é inte- ligencia con el Rey de España, sus adhe- rentes, criados y subditos, y revocando como revocamos desde la fecha de la pre- sente toda suerte de permisiones, pasa- portes ó salvaguardias concedidas por Nos y por nuestro Lugar-teniente general, y otros contratos á la presente declaración, declarándolos por nulos y de ningún va- lor, y mandando que no sean obedecidos. Y porque hemos resuelto, en conformidad del tratado hecho por Nos con nuestros muy caros, grandes amigos, aliados y con- federados los Señores Estados de las Pro- vincias unidas del País-Bajo, hacer el primer esfuerzo de nuestras armas junta- mente con ellos en las dichas Provincias de los Países-Bajos que están á la obe- diencia del Rey de España, tanto por pro- bar á poner fin á una tan larga é impor- tuna guerra, como por librar los dichos .s de los males que sufren y de la

7«5 GUERRAS DE FLAíNDES

esclavitud en que los españoles los tienen» después de tantos años como de su parte contribuyen lo que deben para adquirir su libertad, hemos declarado y declaramos haber resuelto y convenido con los dichos Señores Estados, en caso que los pueblos del dicho país, luego que nuestros ejércitos hubieren entrado en él, hagan efectivamente retirar los españoles y sus adherentes de sus villas y plazas, dentro de dos meses después de la publicación de la presente declaración, que las dichas Provincias quedarán juntas y unidas en un cuerpo de Estado libre, con todos los derechos de Soberanía, sin que se les pueda hacer alguna mudanza en lo que toca á la religión católica y apostólica romana, que será conservada en dichas Provincias en el mismo estado que ella está al presente, prometiendo para este efecto ampararla y defenderla, pendiente el curso de la presente guerra, y en todos los tratados de paz y otros que podrán hacerse después para conservarla en su entero ser, con las mismas franquezas, autoridades, derechos, libertades y pre- rogativas que gozan al presente los Prela^ dos eclesiásticos, ó juntos en un cuerpo ó comunidades, ó particulares; declarando demás de esto, en conformidad de lo asen-

AÑO DE 1635. 79

tado y acordado con los dichos Señores Estados, de hacer liga ofensiva y defensiva con ellos, y de emplear juntamente con los dichos Señores Estados todo lo que de Nos dependiere , hasta que gocen del efec- to de la presente declaración; y asimismo comprenderlos en todos los tratados de paz que adelante se hicieren , sin desear más seguridad de su fe que algunos re- henes por algún tiempo, á donde fuere particularmente convenido, con cargo que ellos contribuyan solamente de buena fe todo lo que pudieren para su propia de- fensa; y en caso que en una misma vecin- dad vengan á entregarse cuatro ó cinco villas juntamente, ó la una después de la otra, hemos convenido en que puedan for- mar luego un cuerpo de Estado libre, y que sean conservados y mantenidos en esta calidad con los Gentiles-hombres que se hallasen arraigados en los términos y vecindades de ellas, con los mismos dere- chos y prerogativas que se ha dicho ; pro- testando por todo, y tomando á Dios y los hombres por testigos, que como no habernos llegado á las armas, sino á la extremidad para nuestra defensa y la de nuestros amigos y aliados, sin otro desig- nio que alejar de nosotros las incomodi- dades de una enfadosa guerra; quitando.

8o GUERRAS DE FLANDES

si es posible, de las manos de los que la quieren hacer inmortal, los lugares de que se sirven para nuestro mal, tendre- mos gran pesar si los que deben aprove- charse de estos designios en los Países- Bajos, oponiéndose al bien y á la libertad que procuramos para su patria, se hacen culpables, no sólo del daño que recibirá el público, sino también de los partidos y ruinas que causarán en ellos mismos; y así, damos orden á nuestros amados y fie- les los jueces de nuestras Cortes del Parla- mento que hagan leer las presentes, publi- carlas y registrarlas, cada uno donde se extendieren sus órdenes y jurisdicción; y que lo contenido en ellas se guarde, ob- serve y cumpla según su forma y tenor, sin contravenir ni permitir que se que- brante en alguna manera. Mandamos de- más de esto á nuestro muy caro y muy amado primo el Cardenal Duque de Riche- lieu, Par de Francia, gran Maestre, Jefe y Superintendente general de la navegación y comercio deste Reino; á nuestros muy caros y muy amados primos los Marisca, les de Francia, á los Gobernadores y Lu- gar-tenientes generales en nuestros ejérci- tos y provincias; á los Mariscales decampo, Coroneles y Maestres de campo, Capita- nes, cabos y conductores de la gente de

AÑO DE 1635. 8l

guerra, así de d caballo como de á pié, de cualquier nación que sea, y á todos los de- dos nuestros (\ quien perteneciere, que cada uno en su jurisdicion haga eje- cutar lo contenido en las presentes letras. T.n testimonio de lo cual hemos mandado que se ponga en ellas nuestro sello. Dadas en Castelner, á" seis dias del mes de Junio del año del Señor de 1635, y de nuestro reinado 20. Luis.»

Reconociendo el Príncipe de Orangey Mariscales la deliberación de S. A. en conservar su ejército, procuraron bus- carle porsi podían obligarle á lo que desea- ban, pero no por parte que perdiesen nada de la ventaja que nos tenian; y así eligie- ron puesto para pasar la ribera que tenía- mos por frente, ú dos leguas del grueso de nuestro ejército. Llego este aviso al de Ay- tonaal punto que ya el enemigo iba pa- ^ando,elcual, enviando al Duque de Lcrma con mil caballos y la mosquetería del tercio Marqués de Celada, de que aquel día an guardia al capitán D. Antonio lavedra, hizo m ove reí ejército á aque- lla vuelta; pero habiendo hecho reconocer erte que el enemigo estaba, ,1 Marqués pidiendo más ^chazarle, el cual, puesto en el ues, que era de conservare) -.

82 GUERRAS DE FLANDES

ejército, envió orden al Duque de que se retirase, lo que hizo el Duque desempe- ñándose lo mejor que pudo de los pues- tos que muy cerca del enemigo tenia ocupados, y de la escaramuza que ya co- menzaba á encenderse de la mosquetería y caballería con pérdida de pocos solda- dos. Incorporado el Duque con el ejército, que fué á tres horas de noche, se declaró la deliberación que se habia tomado de sustentar las plazas de Lovayna, Bruselas y Malinas, y así comenzó el ejército á media noche á marchar la vuelta de Bru- selas con acuerdo de que, metiendo 5.000 hombres en Lovayna con buenos cabos, y que se hubiese de perder ( que por su flaqueza no se creia otra cosa) se detu- viese el enemigo y no le costase tan barato como él imaginaba.

Gran miedo cobró todo el país con este movimiento del enemigo, pues á diez y á veinte leguas dentro de lo más seguro des- amparaban los ciudadanos más principa- les sus casas, sacando lo precioso de sus haciendas. Mas S. A. los envió á animar y pidió á las provincias obedientes ayuda, á que todas acudieron con gran voluntad y amor por el grande que tenian á este Prín- cipe; particularmente de las de Henao y Artoes vino mucha nobleza á servir sin

AÑO DE 1635. 83

sueldo, aunque se hubo de volver presto porque el Francés con otro ejército entró por aquella frontera, que por todas partes el Rey de Francia (tratabade) hacer el daño posible hasta atreverse á tentar al Maestre de Campo D. Luis de Benavides, caballero tan conocido y soldado de tanto valor y experiencia como es notorio, Gobernador de Cambray, por medio de un religioso le entregase aquella fuerza, ofreciéndole grandes estados y puestos. Mas D. Luis con buena maña le hizo firmar al religioso cuanto le habia dicho, y luego le envió preso á S. A. que le mandó llevar al Gas- tillo de Amberes. Envió S. A. á Artoes al Conde de Fresi con 3.000 hombres, por- que el enemigo hacia mucho daño, y se habia puesto sobre Cambresi, y el Conde de Fontana quedó en el país de Vas con 4.000 por si el Holandés intentaba algo por las marinas de Flandes.

Engrandeció tanto el enemigo esta que llamaba victoria, que sus Generales escri- bieron á Francia y Holanda, y de estas partes á toda Alemania é Italia y lo de- mas de Europa, que ya nuestro ejército estaba deshecho, ellos señores del país y S. A. huido á Dunquerque para embar- carse á España, y todos los españoles de- gollados; y aun se dijo fué este el pretexto

<S4 GUERRAS DE FLANDES

que tomó Richelieu para mover en Alema- nia los ánimos del Duque de Lucemburg y otros protestantes que estaban ya en par- tidos con el Emperador para poner otra vez sus armas en campaña para facilitar en Italia la declaración del Duque de Parma; pero Dios dispuso las cosas de modo que esta furia francesa convirtió su arrogancia dentro de pocos días en una huida vergonzosa.

A los 20 de Junio levantó el ene- migo su campo y se encaminó hasta la ribera de Lovayna. El Marqués de Aitona fué luego hacia allí con el tercio del Marqués de Celada y otros de naciones. y el Conde Juan de Nasao, con la caba- llería, hasta un puentecillo que estaba fortificado y le guardaban alemanes. El enemigo venia marchando con todo su ejército tendido por las colinas de la otra parte de la ribera, y nuestra gente de ésta, á vista el uno del otro; en llegando ambos á emparejar con el puentecillo hicieron alto, y estuvieron así mas de dos horas, hasta que se descubrió que más arriba, obra de una legua pequeña, pasaba gente el enemigo á esta parte por este puentecillo que habia hallado sin defensa. Habia ido hacia allá el Duque de Lerma con alguna caballería, á cargo del Comi-

,95

Je ella D. Juan de Vivero, y trescientas bocas de fuego del terví

cargo del capitán D. Antonio de idia. Mas cuando llegó el Duque, ya el enemigo habia pasado más de cuatro mil hombres, porque desde el amanecer habia comenzado á pasar, como no halló tencia, y se habian puesto en escua- drones en sitios fuertes, con que no se les pudo acometer.

Viendo el Marqués que pasaba más

te del enemigo, envió orden al Duque

.tirase, mandando al capitán Don

i de Luna, que llevó la orden, le

dijese que no podría socorrerle porque

el Conde Juan estaba muy atrás con

la caballería. Retiróse el Duque , y el

\'dés hizo lo mismo con toda la gente,

dejando de retaguardia alguna caballería

y el tercio del Marqués de Celada, que

estuvo en escuadrón toda la noche por si

el enemigo intentaba algo. Mas no trató

si no de pasar más gente aquella noche:

marchó todo el bagaje y artillería la

vuelta de Bruselas, y á la mañana S. A.

con todo el campo, dejando en Lovayna á

Mons. de Grobendone con los tercios del

>n de Vesmal , su hijo , y Ribacourt de

valones, y el de irlandeses de Freton, en

que habria 4.500 hombres y alguna ca-

86 GUERRAS DE FLANDES

ballena, acuartelóse junto á las murallas, y otro dia pasó el ejército de la otra parte de la villa é hizo frente de banderas entre ella y nuestra Señora de Caque con toda su artillería.

Pasado el enemigo la ribera se enderezó con más espacio que convenia á Lovayna, haciendo corredurías con su caballería, destruyendo y quemando el país, saqueó á Triburen , casa de placer de los duques de Brabante, de grande recreación y muy bien adornada, y llegó con la caballería fi vista de Bruselas. Puso esto en gran con- fusión y miedo á la burguesía que temia el saco y que S. A. se retiraría á Amberes ó á Dunquerque. Mas S. A. llamó al Ma- gistrado y los animó, asegurándoles no les desampararía, y guarneció las puertas y medias lunas de españoles é italianos, y la burguesía cubrió la muralla y se die- ron prisa á acabar las fortificaciones que estaban imperfectas, acudiendo al trabajo los de la villa y todas las religiones con grande voluntad. S. A. rondaba en per- sona todas las noches la muralla, con que burgueses y soldados cobraban gran- de ánimo y consuelo, que de los unos y de los otros era grandemente amado el Infante.

Viendo el enemigo embarazado su

AÑO DE 1635. 87

designio, víspera de San Juan por la mañana, hizo frente á Bruselas con su ca- ballería é infantería para dar con esto lugar á que su bagaje y artillería fuese marchando más segura. Salieron partidas nuestras, hubo escaramuzas, y este dia, entre muertos, prisioneros y heridos, fué grande el número que retiraron. Habla- base variamente en el intento del ene- migo. Unos decian iba á Malinas, y esto no daba cuidado por tener S. A. dentro al Marqués de Leida con 3.000 infantes, y por tener esta ciudad unas inclusas que, en levantándolas, se inundan las tres par- tes de ella en agua y sólo tiene una por donde la pueden acometer. En esta forma fueron marchando hasta que se conoció que era hacer frente para que el bagaje y artillería fuese marchando, y al dia si- guiente fué sobre Lovayna y la empeza- ron á sitiar el mismo dia de San Juan por la mañana.

El enemigo goloso del saco de Lovayna y muy necesitado de víveres, creyendo hallar allí conque matar su hambre, lo que fuera cierto si la tomara, puso sitio sobre esta villa, una délas mayores de las diez y siete provincias y de gran número de pueblo, por ser la Universidad principal de ellas, y de quien se prometió el ene-

88 GUERRAS DE FLANDES

migo ser señor en pocas horas, y con tal ánimo la apretaron divididos franceses y holandeses en diferentes ramales de trin- cheras. Pero el Barón de Gravedon que entró a tomar cargo de la defensa de esta plaza, por ganar lo que habia perdido en el rendimiento de Bolduc, de que era Gobernador el año de 29, y con asis- tencia de D. Pedro de Villamor, Comisa- rio general de la caballería que se halló con S. A. en la batalla de Norlinguen, que con 500 caballos de aquellas tropas entró por medio del enemigo en la villa, con municiones y pólvora á la gurupa, les hizo tal defensa y tan vivas salidas, que en nueve días, ayudando la necesidad que padecian y las corredurías por las parti- das de nuestro ejército que cada dia hacían sobre ellos, les costó 12.000 hombres. Tal irritó á los de Lovayna el ejemplo de Terlimont y tal el castigo que Dios quiso dar á aquella canalla, que una plaza de las más flacas de aquellas provincias, y la más incapaz de poderse defender seis horas de un mediano ejército, rechazó por su bondad á uno victorioso y el mayor que entró en aquellas provincias después que empezó la guerra, y les puso en oca- sión de perderse, dando lugar á que lle- gase nuestro socorro.

di 1035.

i,á los 24 de Junio, de-

ínfcinte Cardenal la guerra

a Francia, la cual se publicó en estos

días durante el sitio de Lovayna, y fué en

Ka forma que se :>igue:

laracion de S. A. el Señor Infame x guerra ce de Francia.

vdenal de la guerra contra la corona

D. Fernando por la gracia de Dios, ln- de España, Gobernador y Capitán al de los Países-Bajos y de Borgoña: Habiendo Francia empeñado todo su cré- dito en jurar y mantener la paz que el ü. Felipe II, nuestro Señor y abuelo que Dios perdone,, tuvo por bien de con- cluir en Vervin para desarraigarlos daños que las desórdenes de la guerra habian mado en la mayor parte de la cris- tiandad, los que se interpusieron en los tratados de ella de parte de nuestro Santo e, después de haber exhortado á los Diputados de los Reyes á mantener reli- imcnte un tratado tan importante al h mor de Dios y sosiego común, le sellaron con amenaza de la maldición de Dios sobre el primero que le quebrantase. Y es cosa ue apenas fué publicado cuando ;>ara sacar fruto del en provecho

90 GUERRAS DE FLANDES

sólo suyo, pasó la guerra á los Países-Ba- jos con la continuación de los tratados antiguos, y con la conclusión de otros nuevos, todos contrarios á los de Vervin, con socorros continuados de hombres y dineros dados á los rebeldes de Dios y de S. M. para darles modo de combatir á un mismo tiempo contra la religión y la soberanía (como sucedió) con mayo- res fuerzas y calor que no habian podido hacer en lo pasado.

El Rey D. Felipe III, nuestro Señor y padre, y los Serenísimos Archiduques (que Dios perdone) quisieron antes disimu- lar estas contravenciones que valerse de ellas (como bien podían para conservación de su derecho), anteponiendo el reposo co- mún á sus intereses particulares, hasta tanto que el cielo ó el tiempo proveyesen de remedio, y también en una ocasión en que el Rey de Francia Enrique IV se movia para alborotar á toda la Europa en vez de dejarla gozar de una calma uni- versal, que tan justamente podía prome- terse del tratado de las treguas hecho con intervención de sus Diputados.

Habiendo su muerte no esperada mu- dado el estado y cara de los negocios, y dis- poniéndose la Francia á inquietarse entre misma, le pareció áS.M. cosa digna de

AÑO DE Iü'35. 9!

:randeza y del título que tenia de Rey católico, sublimar su bondad con moderar su poder y hacer bien por mal, asistiendo al Rey de Francia que al pre- sente reina, en vez de socorrer á sus sub- ditos mal contentos, que no quiso ni aun escuchar lo que le representaron, no obs- tante las instancias que ellos hicieron en resguardo de sus propios intereses por no ofender la justicia. Esta asistencia fué repetida en varias ocasiones, y si después la templanza no fué tan exacta, no salió con todo de los límites de la razón, que los Príncipes provocados del injusto proceder de sus vasallos no pueden siempre menos- preciarle en perjuicio de sus subditos.

Otro tanto, contra nuestra voluntad, es preciso decir de parte del Rey, mi Señor, el cual con mayor sentimiento podía hablar en esto si los Príncipes grandes no temiesen obscurecer el lustre de su gene- rosidad con dar en cara con los beneficios mal empleados. Pero seria más flaqueza que discreción el callar que los que están inmediatos á la persona del Rey de Fran- cia que hoy reina, que en lugar de hacer estimación y reconocer estos beneficios, habiéndole persuadido á tomar el primer camino, le persuadieron al fin á correr á rienda suelta contra la Casa de Austria,

92 GUERRAS DE FLANDES

para gozar de más adentro la paz dentro de su Reino, violándola fuera del, como se ha visto hacer en varias ocasiones por cartas, comisiones, embajadas y tratados, para alborotar y levantar los Estados y subditos de S. M., hacer tentativas y tratos en las ciudades más importantes, introdu- ciendo derechos contra el tratado de Ver- vin, violando la seguridad del paso debido á los correos de S. M. y haciendo en- trada de gente de guerra en el Ducado de Lucemburg y Condados de Artoes y de Borgoña, verificándose todo esto por la notoriedad del hecho y otras experien- cias evidentísimas.

Pero como el vicio no combate jamás tanto la virtud que él mismo no se des- truya más fácilmente, así la desconfianza que se ha reconocido entre los Fran- ceses y rebeldes en la ejecución de las promesas recíprocas de su último trata- do, sirve de ejemplo á todo el mundo de no arrestarse ni fiarse de aquellos que las hacen ordinariamente á los otros. Porque habiendo dividido las Provincias obedien- tes antes de haberlas ocupado para tratar- las con el exceso de sacrilegas maldades, violencias y crueldades (que dificultosa- mente creerá la posteridad) que poco se cometieron por ellos en la villa de

AÑO DF. IG35. 93

Tirlemont, contra Dios, contra sus Sa- cramentos é iglesias, sacerdotes, monjas, »s, mujeres y niños, el Rey de Fran- jara allanar la dificultad que tenían los rebeldes de salir en campaña, les cali- fico 1 1 Limada que hizo su ejército en el le Lucemburg, por rompimiento for- mal de Corona á Corona, y pareciéndole peligrosa , por respeto de sus propios súb- . hacerla sin premisas y apariencia de buenos sucesos de sus malos designios, encubrió esta entrada el primer acometi- miento de Orchimon con el nombre y las 1 Príncipe de Orange, hasta que su ventaja y desconfi adose no obs- tante esto de su primer modo de proce- der, tomó por pretexto pedir al Arzobispo vis, Príncipe y Elector del Im-

Y aunque este particular debía obli-

il Rey Je Francia á no innovar cosa

alguna, á lo menos hasta que nosotros

hubiésemos tenido respuesta de los avisos

que habíamos dado al Kmperador y al

1 que habia sucedido últimamente

> que respondimos

. cjuiso con todo eso, contra

vho y uso de guerra, declararla

¡o deste pretexto, que no subsistía

cuando él la resolvió por el último trata-

94 GUERRAS DE FLANDES

do susodicho, que estaba ya comenzada con hostilidades antes de haberla notifi- cado por cierta persona venida á Bruselas (como ellos pretenden), en calidad de Rey de armas, sin serlo ni traer las insignias esenciales de ser tenido por tal, ni aun exhibir alguna comisión ó carta de cre- encia.

Nuestro primer intento era de no acordarnos destas faltas y oir á la dicha persona para tener á quien dar razón y hacer notorio al mundo nuestro justo modo de proceder. Pero considerando las cosas venideras con el ejemplo de las pa- sadas, tuvimos por más conveniente per- der la ocasión que el respeto, por no ser tratado como lo fué el Rey de Ingalaterra de un hombre ordinario que le fué en- viado con nombre, título y hábito de Rey de armas sin serlo.

Si Francia quiere tener por máxima, contra toda razón, que el hábito solo haga y califique al Rey de armas, no debia usar mal de él por lo pasado por no perder el crédito en el tiempo venidero. Podia tam- bién considerar que nosotros no tenemos de costumbre ni habíamos heredado de nuestros antepasados hacer caso de sus armas, y que lo que sentimos y tememos es la efusión de tanta sangre, y otros

AÑO DE IO35. 95

muchos daños y males que la guerra produce, y Francia debe temerse de la justicia y de la potencia de las armas de S. M., la cual, no habiendo podido recibir apenas nuestro aviso del suceso de Tré- veris, bien se podia por términos de derecho dejar de enviar la susodicha persona, y también aun más en términos de cortesía, enviándonos á pedir antes de haber tenido respuesta de S. M. un Prín- cipe y Elector del Imperio, que no es subdito del Rey de Francia, ni de las le- yes de su reino, y que negaba y niega abiertamente estar debajo de su protec- ción, alabando á Dios y el dia en que le libraron de los malos tratamientos y de las insolencias francesas, para ser bien re- cibido y tratado y poder tratar en cual- quiera parte (como lo hace) de negocios importantísimos á la cristiandad, con la cortesía que no podrá hallarla ninguno mayor en su propia casa.

Así, habiendo sido siempre el Rey y sus predecesores protectores de la ciudad de Tréveris, y el Emperador y los suyos Jueces de las diferencias que hay ó ha- ber pudiere sobre esto, y habiendo hoy Su Magestad Cesárea tomado conoci- miento deste punto, véase si la protección tiene lugar contra la persona del Elector,

GUERRAS DE FL ANDES

y esto sobre contestaciones é instrucio- nes formales del proceso, hechas de su orden, no debíamos maravillarnos que ningún otro Príncipe cristiano haya que- rido abrazar su causa, por no haber en ella conocido justicia alguna. Pero es de espantar que el Rey de Francia haya querido emplear sus armas á abatirla por un miembro ó subdito del Imperio contra el Emperador, su Señor, y contra sus con- sejos reconocidos del dicho Elector por sus Jueces competentes, y combatirla con título de amistad, ó de Liga, como si ella mereciera este nombre y pudiera sub- sistir sin fundamento de justicia, que- brantándola debajo del título de una con- federación posterior á la de la paz, y de los matrimonios de los dos Reyes, y de sus Coronas, tan estrechas y tan importan- tes al reposo y bien común de la cris- tiandad.

Por estas razones, protestando ante todas cosas á Dios y al mundo, que ni el Rey, mi Señor, ni yo somos autores ni causa de la infracción ni rompimiento de la paz, ni de los males que pueden pro- ceder de la guerra empezada por el Rey de Francia, y valiéndonos del poder con- cedido para esto de S, M., hemos, con el parecer de sus Consejos y en nombre y de

AÑO DE 1635. 97

parte suya, declarado y declaramos al di- cho Rey de Francia y á sus Estados y subditos, vasallos y adherentes, por ene- migos de S. M. y de su Corona ; y, en con- secuencia, guerra abierta contra ellos por mar y tierra, contra ellos también, como contra violadores del derecho de las gen- tes, amparadores de herejes y perturba- dores de la religión católica apostólica romana, y del bien y reposo destos Esta- dos obedientes, ordenando á todos los sub- ditos y vasallos de S. M. que ejecuten con- tra el dicho Rey de Francia y sus Estados, subditos, vasallos y adherentes toda la hos- tilidad que el rigor de la guerra puede en cualquier modo permitir, con expresísima prohibición de no tener comunicación, comercio ni inteligencia, ni tratar en nin- guna manera con ellos, ni pagarles contri- bución alguna, ni disimular que les sea pagada directa ni indirectamente, pena de la vida. Revocando por esta desde aho- ra todas las permisiones, pasaportes y sal- vaguardias concedidas á los Franceses y dichos sus adherentes, de cualquier estado, calidad ó condición que sean, los cuales queremos que sean apresados luego al punto con sus bienes, derechos, muebles, créditos y acciones, sin excepción alguna, ni menos aquellos que pertenecían en este

7

98 GUERRAS DE FLANDES

país al dicho Rey de Francia. Declarando todos los dichos bienes muebles, raíces, acciones y créditos por confiscados, y que con los que los escondieren ó pusieren en cabeza de otros se hará ejemplar castigo, según lo pide la calidad del caso; advir- tiendo que no serán comprendidos en dichos embargos de Franceses los que fue- ren especificados en una lista que está hecha, ni otros que han tenido de algunos años á esta parte domicilio permanente en estos Países, si no es que haya sospecha de ellos. Bruselas 24 de Junio de 1635. Pro. vid. El Cardenal Infante. Por man- dado de S. A, Verreyken.»

Atendian en este tiempo las villas ve- cinas, y en particular Bruselas, á fortifi- carse, y los tercios de españoles á las guar- das de sus puertas que metian en el campo, cuando á los 2 de Julio llegó el Conde de Fuenclara con aviso de que el Conde Picolomini, General del Emperador y el segundo en sus ejércitos, iba pasando la Mussa á Namur con su vanguardia, á donde traia 2.000 dragones ó mosqueteros á caballo y 4.000 crovatos con el General el Conde Isolano, que era de todos los de aquella nación que servian al Emperador, y que les seguían á dos jornadas 4.000 corazas y 6.000 mosqueteros escogidos

AÑO DE 1635. 99

en la infantería del ejército de Ungría.

Atemorizó al enemigo esta nueva tan- to, que levantó luego su campo de junto á Lovayna , y vuelto á repasar la ribera, se enderezó á Diste y á Aríscot, donde tenia pasos en la del Demer; y mudado el or- gullo en que hasta allí estaban, dieron todo el pensamiento á la fuga y retirada, dándose tanta priesa, que con dilación de un dia que hubo de nuestra parte en se- guirle, no se le pudo coger la vanguardia.

Comenzaron á mejorar con esto nues- tras cosas y á empeorarse las del enemi- go, porque en su campo se comenzó á padecer falta de pan, y á deshacerse hu- yéndosele y viniéndose á rendir muchos franceses, y nuestra caballería que corría la campaña hacia gran daño á los que sa- lían á pecorea; y los villanos del país ma- taban gran número sin quererlos tomar en prisión, aunque se rendían, en ven- ganza de las crueldades que con ellos ha- bían usado; en tanto grado, que hubo villano que llenó un saco de orejas de ellos y le trajo á mostrar á Bruselas á S. A. (que habia estado estos dias indispuesto, y no obstante que estaba dos veces san- grado, se levantó ver el socorro de Ale- mania y á recibir á Picolomini). Viéndose con 22.000 infantes y 14.000 caballos,

100 GUERRAS DE FLANDES

aunque el enemigo tenia mucho mayor número de gente, y la infantería alemana no habia llegado, determinó ir á buscarle y socorrer á Lovayna. Salió el Marqués de Aytona á los 4 de Julio la vuelta de Malinas con el ejército, y se acuarteló junto á aquella villa, y llegaron 1.500 es- pañoles que pocos dias antes habian des- embarcado en Dunquerque, á cargo del capitán D. Alonso de Losgaya, y se inclu- yeron en los tercios viejos con los de Alonso Ladrón y Marqués Sfrondato, y las compañías de su guardia, de que era capitán el Marqués de Orani.

S. A. , sin esperar las corazas ni la in- fantería que venia de Alemania, se ende- rezó á buscar al enemigo, con gran deseo todo el ejército de venir alas manosen ven- ganza de Terlimont y la rota del Príncipe Tomás. Marchando de noche y de dia sa- lieron de los pasos estrechos, pusiéronse en los páramos de la campiña de Brabante, dejando atrás á los enfermos y heridos, y todos los que en fuga no podian seguir: S. A., seguro de que el enemigo se alarga- ba y que habia dejado guarnición en Diste, viendo que no podia darle alcance con todo el ejército, envió toda la caballería, que, ya junta la de Alemania, serian 16.000 caballos á cargo de los Condes Picolomini

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y Juan de Nasao, General de la de aque- llos Estados, y 6.000 mosqueteros de todas naciones á cargo de D. Andrea Cantelmo. Marchóse todo aquel dia y noche, y al siguiente se descubrió al enemigo con su caballería de retaguardia, y el Príncipe de Orange en ella, que no quiso esperar el choque de la nuestra; y así, manteniendo algunas escaramuzas con los crovatos por recoger lo posible su gente , se fué acer- cando á Ramunda, plaza suya, de las que por la traición del Conde Enrique , el año de 32, ganó sobre la Mussa, con pérdida de 500 ó 600 hombres, y algunos 200 carros de bagaje de los cansados y rendi- dos de su ejército.

Llegó Picolomini á Diste á 10 de Julio y luego comenzó á batirla, y aquella noche se le abrió trinchera por cuatro partes. Los es- pañoles se arrimaron al foso. Murieron al- gunos de ellos y fue herido el capitán Don José de Vergara, de un mosquetazo por los pechos. El Maesse de campo Carlos Guaseo, con gente de su tercio, ganó una media luna que habia á* la puerta de Si- quem, con que al dia siguiente se rindió la villa, saliendo la guarnición, que eran 2.000 hombres, toda gente escogida, con banderas, armas y bagaje, y se le dio convoy para Bolduque.

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La caballería y bocas de fuego que fue- ron en seguimiento del enemigo, volvie- ron habiéndole hecho poco daño , y partió el Duque de Lerma con un trozo á Esta- vanverti. Detúvose S. A. en Diste quince dias, alojando el ejército en los contornos, esperando la infantería de Alemania, y envió al Barón de Valanzon, General de la artillería, con 8.000 infantes y 2.000 caba- llos á la frontera de Artoes, por haber avisado el de Fresi que cargaban más franceses por aquella parte; y se supo que una partida de Breda, de 150 hombres, rompió una tropa de caballeros franceses, que, á la nueva que tuvieron de la rota del Príncipe Tomás, y que su ejército es- taba ya en Bruselas (como en toda Fran- cia se publicaba), vinieron por mar á Bergas, é iban á juntarse con él. Nuestra gente los esperó en un paso estrecho , y prendió 200, toda gente particular, cuyo despojo y rescates importó gran suma.

Vuelto Picolomini al ejército (que en el ínterin habia ganado á Diste) y hecho segura relación á S. A. del miedo que lle- vaba el enemigo , y lo destrozado de su ejército, de que le faltaban más de 15.000 hombres; S. A. , por dar gracias á nues- tro Señor, como se debia de una vic- toria tan grande sin sangre , y alegrarse

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con el país de haber sacado las provincias obedientes de una tan grande aflicción, partió de allí á Bruselas, dando orden al Duque de Lerma que con el tercio de in- ría española del Marqués de Celada, y el de italianos de Carlos Guaseo, y hasta 4.000 alemanes de la guarnición de Güel- dres, y otros regimientos, y 2.000 caba- llos crovatos á cargo de su general Iso- lano, fuese á meterse en Estephansbert, isla que hace la Mussa, dividiéndose más abajo de Mastriq; y puesto que el año si- guiente, después de la pérdida de aquella plaza, habia hecho fortificar el Marqués de Aytona, así por tener paso á la ribera como para cortársele al enemigo á que por agua pudiese abastecer á Mastrique, y que nuestras armas se diesen la mano con las guarniciones de entre Mussa y Rin, que al presente eran la villa de Juliers, cabeza de aquella provincia, y Güeldres, que es también la capital de aquel Ducado, cuya conservación era tan importante como se experimentó.

El fin de enviar al Duque con este trozo de ejército á Estephansbert, fué por dar calor con él á las plazas dichas ; y por ser aquel puesto tres leguas distante dp Ramunda, donde he dicho se habi¿¡ retirado el enemigo, y con aquella gente,

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aunque poca, se le podia impedir con cor- rerías el forrajear y refrescar su caballe- ría. Hízolo el Duque con grande cuidado, rompiendo cada dia los forrajeadores, y trayéndose los que se alargaban ó estaban con poco cuidado en sus cuarteles, siendo muy á propósito para esto la caballería crovata, suelta al acometer; y porque nun- ca se retiran en orden, raras veces son ofendidos en grueso, salvo si dan en em- boscada.

Al mismo tiempo que esto se hacia, fué el Duque enviando á la villa de Güel- dres infantería alemana en pequeñas par- tidas, porque fuesen menos sentidos del enemigo, que estaba con su campo entre nosotros y aquella plaza , que al presente se hallaba con poca guarnición por haberse sacado antes para engrosar el ejército. Años antes se habia tocado en una inter- presa considerable que se podria hacer sobre el fuerte del Esquenque, y por trai- ción del Conde Enrique , estando aun sin declararse , fueron castigados en Holanda por aviso suyo los que de aquellas provin- cias se atrevieron á fomentarlo con los ministros de S. M.

El fuerte del Esquenque tomó el nom- bre de su fundador Martin Esquenque, de Neydaken , caballero de Wesfalia , que el

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año de 1 586, á 3 de Diciembre, le fundó en una isleta que hace el Rin, no lejos de Le- vite, en el Ducado de Cleves, para estor- bar la entrada de los españoles en la Betua I isla á quien Tácito llamó de los Batavos) por orden de Roberto Dudley , Conde de Levestria, inglés, á quien la reina Isabela había enviado con los socorros á los re- beldes de Holanda. Era Martin Schenck confidente antes de España , en cuyo ser- vicio habia militado muchos años con loa y opinión hasta el de 1585 que dejó sus banderas, y desatado el cíngulo militar, se pasó á las de los rebeldes y al falso elector de Colonia, Gebhardo Tavesessio, entregando á Bliembeck.

Está situado el fuerte del Schenck en la punta superior de la dicha isla de Be- tua, y donde dividiéndose el Rin en dos brazos la comienza á formar, y tomando el siniestro, que corre sobre el Ducado de Cleves, el nombre de Val, continúa el curso á la diestra, sobre el Condado de Zutfent. El terrero, continuando desde el fuerte á la Isla por mil y quinientos pasos, es sólo un dique de diez en ancho con otro tanto de arenal , más ó menos según la inundación. Después comienza á ensan- char la Isla, que corre hacia la mar hasta emparejar con el Condado de Holanda.

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Es el fuerte inexpugnable, por ser todo rodeado de agua, hecho en forma cuadran- gular; por una parte, de un ángulo á otro, le ciñe una punta de diamante, y á esta otra punta ciñe, las cuales, rodeadas de artillería , las hacen espantosas y formida- bles, y á esta parte cae Emerich. Sin esto, á los cuatro ángulos saca otras cuatro puntas, que estrechándose cada una saca otra más pequeña con proporción.

Monsieur de Nolste, Gentil-hombre del país de Brabante, y Teniente coronel del regimiento de alemanes del Conde Denden, cuyo padre habia sido degollado en Holanda, por éste y otros tratados, traia aún viva la plática de interprender este fuerte; y comunicando con el Duque, con quien á la sazón se hallaba en Este- phansbert, y visto el Duque que era cosa que se podia efectuar, determinó se inten- tase. Para este efecto se escogieron los mejores soldados, y se hicieron tres cuer- pos de 500 cada uno, dando al Lugar- teniente, coronel Anholt, que lo era del Conde Embden, cargo desta empresa con todas las provisiones y municiones nece- sarias para ella. Partió el dicho Lugar- teniente de Gheler, viernes á la noche, que fué á 27 de Julio, señalando para hallarse juntos todos el bosque de Cleves; y una

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hora después Je media noche se fueron al Rin para echar las barcas al agua, que llevaban sobre carros y estaban para esto prevenidas, con las cuales juntaron oirás que tomaron en Grithuesen de algu- nos pescadores y llegaron al fuerte del -:ick, y acercándose alguna parte de la gente a la puente, tocaron una arma falsa. Los de dentro, que para su defensa eran solos 200, acudieron luego para de- fenderla, y al punto lo restante de la gente, repartida en tres partes, dio en un mismo tiempo con grande ánimo y valor el asalto á la fortaleza, subiendo los pri- meros la muralla el lugarteniente Lan- ghortst; el Capitán de los soldados maríti- mos, Germán Moularet; Juan Decheus, por sobre nombre el Duque de Alba, y otros; pero el llamado Duque de Alba fué rebatido dos veces de los defensores, el cual ni por eso dejó de acometer otra vez, y tomando posesión de la muralla, su- biendo encima de ella, de la cual, con otros, embistiendo la fortaleza desbarata- ron y destruyeron todo aquel presidio, dejando sólo á vida las mujeres, mucha- chos, panaderos y los que hacían la birra, quedando aun el Gobernador con 13 heri- dos, el cual, aunque en camisa, escaramu- zó un buen rato. En la escaramuza, que

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duró una hora poco más ó menos , queda- ron muertos 20 españoles, y entre estos dos Lugartenientes y un Alférez, con mu- chos heridos. Ganáronse 40 piezas de arti- llería, 12.000 sacos de trigo, 4.000 barriles de pólvora , 4.000 granadas y buena canti- dad de dinero. Fué esta empresa de grande consideración por ser el Schenck la llave de Holanda y estar situado sobre la punta de la dicha isla Batavia, la cual tiene cerca de veintidós leguas de largo y cinco de an- cho, rica, fértil y abundantísima de todo lo necesario. Por todas partes la riega el Rin, si bien la parte derecha que tira al mar tiene este nombre, y la siniestra de Waal, y está vecina de Cleves, mediante el rio Waal, y la otra mediante el Reno. Así supiéramos disponerle y aprovecharnos de una ocasión que jamás pudieran alcanzar nuestras armas sino por un tal accidente. Llegó el aviso al Duque en Estephans- bert, y fué tanta la alegría de aquel trozo de ejército, que no se puede encarecer. No acababan de dar crédito á esta nueva los que tenian conocimiento de aquel puesto, y sabian que con usar bien de él teníamos el paso de Waal y el Rin, y vecinos por tres leguas á las plazas que el enemigo tenia sobre el Ysel, y por diez á la Frisa, y cortadas las del Rin y la Mussa, facili-

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tando en cinco días lo que en tiempo del Príncipe de Parma y los demás que intentaron buscar al enemigo del otro cabo del Rin, era para el ejército jornada de un mes, lo que más es, metidas nues- tras armas en el corazón de Holanda, co- gidas por las espaldas las fortificaciones de sus riberas, vecinos á villas opulentí- simas no fortificadas; y, en suma, sacado el peso del ejército de encima de las pro- vincias obedientes y puesto por yugo á las rebeldes.

En la mesma desconfianza del suceso estaba el Marqués de Aytona, que enton- ces se hallaba aún junto á Diste con lo restante del ejército, y S. A. vuelto á él sin moverse, porque habia sido justo no desviarse de la atención que se debia á una guerra declarada en Francia, y más cuando algunas de sus tropas se acercaban al país de Artoes y Henao, y que no se podia alargar el grueso del ejército diez leguas de aquella plaza. De Holanda nos habíamos de proveer de víveres, y estando ella tan falta de ellos como se considera la habría dejado la hambre del enemigo. Aunque el Duque de Lerma desde la pri- mera deliberación á la ejecución de la interpresa habia pedido al Marqués que se le acercase gente con que darla calor si

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efectuase, ó á lo menos el conde Juan con la caballería, no lo consiguió; no quiero que sea por celos de cuál llevaba la gloria como á mucho antes seria en el Marqués, por la duda que ofrecen las cosas que se desean mucho: con el aviso cierto del Duque, mandó el Marqués que la caba- llería que aun estaba dividida en sus cuar- teles marchase á incorporarse con el Duque, el cual á toda diligencia, atrope- llando ia dificultad que ofrecia de hallarse el enemigo entre nosotros y el fuerte con menos de 3.000 infantes y los crovatos que he dicho, se arrimó á Güeldres.

Marchóse apriesa, y al dia siguiente se pasó la Mussa por Estebensbert, de donde habia partido ya el Duque de Lerma con su trozo á meter gente y municiones en el Schenck, y metió en él doce compañías del tercio del Marqués de Celada, y tres en Goch, villa neutral del Ducado de ele- ves, que está dos leguas de la capital y tres del fuerte, habiendo enviado primero al Barón de Vesmal con 3.000 infantes sobre Arquelens, que la ganó con facili- dad. A los 3 de Agosto envió S. A. al Marqués de Leyden con otros 3.000 in- fantes entre españoles, italianos y nacio- nes á ganar á Estralem, villa pequeña del Ducado de Güeldres. Plantóle batería, y

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t'uése arrimando la gente al foso, y aunque se comenzó á defender disparando á me- nudo su artillería, se rindió el mismo dia,

-iguiente salió la guarnición, que era de 300 hombres. Quedó por Gobernador

pitan Mallea con su compañía de ca- ballos y 300 infantes de naciones. Volvió el de Leyden al campo donde estaba ya con su trozo el de Lerma, y todo junto fué la vuelta de Güeldres, donde estuvo dos días, y fué el Maesse de campo Carlos Guaseo con alguna gente á ocupar á Ar- sen, castillo puesto sobre la Mussa.

S. A., habiendo determinado enviar el Barón de Valanzon , General de la ar- tillería de aquellos Estados, con hasta 6.000 infantes y 3.000 caballos al opósito del Francés, con lo demás de su ejército salió con brevedad increible al mismo paraje que el Duque, habiendo movido en cinco dias el peso de un ejército tan grande veintidós leguas. Llegó S. A. á Goch y se acuarteló junto á la villa. Estuvo aquí diez y siete dias enviando convoyes con lo que era menester al Schenck. Así como el de Orange tuvo nuevas de la pérdida (que le alteró nota- blemente y en toda Holanda causó tan grande miedo, que hasta de cerca de la Haya enviaron á pedir salvaguardia); par-

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tió con gran priesa de cerca de Ramunda á Nimega. De allí pasó el Waal, y se metió en la Betua con su ejército y el del Rey de Francia y se fué acercando al fuerte.

Los que j uzgamos de afuera, no sabemos hallar la razón por qué convino más ganar las villas de Arquelens y Obstrac ( dete- niéndonos tres dias en este puesto), que enviar la gente necesaria al que se habia tomado para impedir que el enemigo ocupara los que eran de consideración, para que aquel fuerte tuviera las utilida- des que arriba he apuntado, lo que se pudiera haber hecho con 2 ó 3.000 hombres enviados á tiempo.

El enemigo, medroso por el suceso de antes y atónito por el presente, no se atreviendo á hacer cara ni al Duque ni á los crovatos , ni á tropa alguna nuestra por pequeña que fuese (como era razón creer); y así, puesto todo el ánimo en ata- jar un mal tan sensible, y el peligro evi- dente en que estaba toda Holanda, se de- terminó á pasar el Waal, dejando la poca y destrozada infantería francesa que de un tan poderoso ejército le habia quedado entre Nimega y Grave, plazas suyas; y pasando la caballería desta nación por la isla de la Betua al costado de las plazas que tiene sobre el Rin, y quedándose con

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su ejército dentro de la Isla, determinó el modo y la defensa de su país; y viendo la flojedad con que se asistía al puesto, donde él imaginaba todo el ejército, y que se tomaba con diferentes veras de las que él pensó el ofenderle con aquella parte.

A los 4 de Agosto hizo el enemigo em- bestir con un puesto que nuestra gente habia tomado, seiscientos pasos del fuer- te, el dique adentro, donde por falta de gente estaban solos 200 alemanes con un Capitán, menos fortificados de lo que convenia, y así cargados por 1.500 del enemigo, y con ellos el Conde Guillermo de Nasao, primo del de Orange, y segun- da persona en el manejo de las armas de los rebeldes, y descubiertos á la mosque- tería enemiga que se habia alojado del otro cabo del Rin y los cogia de costado, les fué fuerza desamparar el puesto, el cual cobró el enemigo, cobrando aliento y recuperándose del temor que tenia de nuestra entrada en la Isla.

Fué menester llegar al ejército el aviso de que el enemigo se acercaba para que se determinase en enviar más gente, y así tuvieron orden doce compañías del tercio del Marqués de Celada para ir allá en socorro, donde llegaron en una noche, y al otro dia el Duque de Lerma, que

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considerando el designio del enemigo que á este mismo tiempo que se fortifi- caba en la anchura del dique habia arro- jado gente de la otra parte del Rin y se comenzaba también á cubrir, por lo que fué fácil de conocer que se oponia á im- pedirnos el paso del Rin y la entrada de la Isla dicha. Debió de convenir que el Duque volviese á comunicar á S. A. y al Marqués de Aytona la forma en que ha- llaba aquello, y en resoluciones de lo que convenia se pasaron cinco ó seis dias. Últimamente, se juzgó por la ejecución que se contentaron con defender el fuerte de la fuerza que el enemigo podia hacerles por trincheras por aquel poco terreno que habia. No si consideró que no siendo aquel puesto puerta para las Islas y paso para el Rin habia de ser la calentura lenta para consumir muchos millones y un ejército todos los años.

A los 8 de Agosto vino D. Andrea Can- telmo, Maestre de campo de italianos, con su tercio, y hasta 4.000 hombres de todas naciones para encargarse de lo que se habia de hacer en aquel puesto, y con orden de que se tomase unos seiscientos pasos el dique adentro y debajo de las fortificacio- nes del enemigo, que ya á este tiempo andaban muy altas y jugaba artillería de

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ellas, para que allí se hiciese una cor- tadura, por donde dándose la mano el Rin v el Waal, aislase el fuerte é impidiese al enemigo el podérsele acercar cubierto.

Ejecutóse esto á los 9 de Agosto, tocan- do á dos compañías el avanzar á este puesto que ofreció tanta dilicultad de to- marse, y en las horas de una noche de aquel tiempo lo cubrieron y pusieron en defensa , sin otro reparo que la zapa y pala v sin que en las veinticuatro horas mata- sen un hombre, con ser á menos de tiro de la del enemigo y haber costado des- pués más de quinientos hombres el sus- tentarlo, quizá más por capricho del que lo disponía que porque fuera necesario, si se atendiera al principal punto que debe un Cabo, que es hacer el servicio conservando la gente que se le entrega, dia vino el Príncipe Thomás y el Marqués de Aytona desde el cuartel de ., que ya se habia acercado á Goch, cuatro leguas del fuerte, á ver lo que en aquel puesto se hacia, y dicen que fué tal el pesar que recibió el Marqués de ver perdida la ocasión que tuvo entre manos, y que el enemigo se fuese cerrando en los dos puestos que he dicho, que volvió al campo con calentura, y á los 17 murió con gran sentimiento de S. A. y de todo

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el ejército y países, así por sus grandes partes como por la falta que hacia en semejante ocasión. Llevaron su cuerpo á Bruselas con pasaporte del Príncipe de Orange, con sola la compañía de su guar- dia y los criados de su casa.

De Goch envió S. A. al país de Artoes 2.000 crovatos, gente á propósito para correrías, que con la gente que tenia allá Balanzón hicieron grandes entradas en Francia , quemaron los burgos de la Cá- pela y muchos casares, corriendo hasta Bolonia y cerca de Amiens, robando innumerable ganado mayor y menor, ha- ciendo muchos prisioneros, y trayéndolo todo á nuestras fronteras , con que se sa- tisficieron bastantemente del daño que habian recibido de los franceses. A los 23 salió S. A. de Goch, y fué media legua de allí á Udem ; hizo la infantería frente de banderas junto á la villa, y la caballería se alojó en Calcaryensus contornos, donde estuvo el ejército treinta y tres dias.

Tres meses consumió D. Andrea Can- telmo en hacer esta cortadura y otras pe- queñas fortificaciones que, á discurso de soldados platicóse ingenieros, era facción de quince dias, y al cabo de noventa aun no quedaron en mediana defensa, y en particular quedaron con poca ó ninguna

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dos puestos á la parte del Waal de los que más se podia temer, que era una casa fuerte y una inclusa, que eran los princi- pales (si quedaran de forma que obligaran al enemigo á ocho dias de trinchera) para imposibilitarle el sitiar el fuerte por esta parte hasta muy en el verano.

Los Estados rebeldes sentian agriamente que hubiese tomado S. A. puesto tan im- portante en Holanda, y más en tiempo en que se vieron tan poderosos en nuestros países, que pensaron ser señores de ellos, y se veían ahora de suerte que tenian harto que hacer en conservar los suyos. Apretaban al príncipe de Orange le to- mase sin reparar en costa ni riesgo de su ejército, y las ciudades del Rin sentian también mucho se les hubiese cerrado el paso á Holanda. El de Orange daba á todos muy buenas esperanzas que saldría con la empresa, asegurándole que para principio de Octubre ganaría el fuerte , sobre que habia grandísimas apuestas en Alemania y en Holanda.

El enemigo aseguró su designio con dos fuertes reales que fabricó, uno en la punta donde acaba lo angosto del dique y co- mienza á ensanchar la Isla, y otro al opósito del otro cabo del Rin debajo de la mosquetería del nuestro, y otras muchas

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fortificaciones de reductos y baterías, de donde á cañonazos y con bombas y arti- ficios de fuego rompió todas las casas del fuerte, que eran muchas y buenas, batien- do los parapetos y estacadas y barcas que pasaban con una continua lluvia de caño- nazos y mosquetazos, obligándonos mu- chas veces á meter las guardias de noche.

En las trincheras se trabajaba de am- bas partes, ellos en acabar sus fuertes y los nuestros la cortadura. Hicieron algu- nas salidas y fueron rechazados. En una mataron á D. Antonio Trexo, caballero del hábito de Santiago, hijo mayor del Marqués de la Rosa, y al Capitán Trui- llos, cuya compañía dio S. A. á D. Juan de Samoya, caballero del mismo hábito. Hirieron de un mosquetazo al caballero Melei, Sargento mayor de Esfrondato, que aquel dia gobernaba las trincheras. Embióse para que asistiese á ellas á Da- mián de Lara, Sargento mayor de Don Francisco Zapata, con dos compañías de su tercio y otras dos del de Celada , cuyo Sargento mayor, Pedro de la Cotera , fué á Goch con cinco que quedaban de su ter- cio y todas las banderas de él.

Aunque S. A. se vio con tantos cuida- dos en Brabante, no dejó de tener el que convenia de las cosas de Flandes y de

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ordenar se hiciese el daño posible á los de Holanda. Para esto mandó se apartase en Dunquerque con gran secreto una armada de 14 galeones y 6 fragatas, con que salió del puerto Mons. de Gavareli, Superin- tendente de la armada de Flandes , por ausencia del Marqués de Fuentes , General de ella: á los 13 de Agosto fué la vuelta del Norte en busca de las pesceras; á los 15 dio sobre ellos, echó á fondo peleando tres navios armados y rindió otro que es- taba en guardia de las barcas de la pesque- ría, que eran 400. Desbaratólas todas y las redes, tomando 160 con más de mil pri- sioneros: de estos se enviaron en un navio de Amburgo 300 viejos y muchachos, y con 721 volvieron victoriosos á Dunquer- que. Llegó esta nueva á S. A. estando en L'dem, que le causó tanto contento cuanto tristeza en las Islas, porque el trato más grueso y en el que más se interesa el co- mún de ellas es el común de la pesquería. En este ínterin, S. A., que con el ejér- cito habia estado á cuatro leguas y á cinco de nuestra gente dando calor y víveres á la que estaba en esta facción , determinó tomar el castillo de Xenape, pasar sobre la Mussa, y levantar la fortificación que allí solia tener el enemigo pocos años antes. i á los 27 de Setiembre, lo que se hizo

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en breve tiempo por la presencia de S. A. que asistió en persona á ello. También mandó S. A. á D. Andrea Cantelmo forti- ficase la villa de Cleves para que pudiesen quedar en ella á la mira de lo que el ene- migo hacia sobre el fuerte, 3.000 hombres, y habiendo enviado el Marqués de Lede con hasta 4.000 hombres á ganar la villa de Limburque por hallarse ya á los fines de Octubre y entrar el invierno á toda pri- sa, determinó su retirada, dejando entre Mussa y Rin al General de la artillería que para este efecto habia mandado volver de la frontera de Francia , para que en todo acontecimiento ó movimiento del ene- migo se le pudiese oponer juntando la gente que quedaba en aquellos presidios; y así , á los 27 de Octubre partió de Xe- nape la vuelta de Diste trayendo la gente del Imperio, que volvió á pasar la Mussa á Estefansbert, y se enderezó á los cuar- teles que tenia señalados sobre el país de Juliers y Lieja á invernar.

Viendo S. A. de cuánta importancia era conservar el castillo de Xenape, así para cortar el paso de Holanda á Ramun- da y Venló como para abreviar el de nuestros países al Esquenque sin rodear por Estefansbert, determinó fortificarle, y se comenzó á trabajar con mucha priesa,

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haciendo una fortificación real capas de más de 2.000 hombres y una inclusa en el rio Niers, que por allí desagua en la Mussa , para llenar los fosos de agua.

A los 29 de Setiembre llegó D. José de Saavedra de Mastrique, que se habia puesto en ejecución un canje que habia ajustado el Duque de Lerma por orden de S. A. con el Mariscal de Bresse, por un sobrino suyo que estaba preso del Conde de la Montería en Anamur. Vino también con D. José el capitán Fernando Arias de Saavedra que habia sido canjeado con un corneta. D. José besó la mano á S. A., que se dolió mucho de ver lo mal- tratados que venian , pues el vestido que traia D. José se le habia dado un burgués de Mastrique por amor de Dios, apiadán- dose de verle entrar desnudo y descalzo, y en brazos de dos Alféreces, camaradas suyos, que por ser muchas y peligrosas las heridas no podía ir de otro modo ; y estando en este tiempo vaca la compañía de corazas de D. Alberto le hizo merced S. A. de ella, enviándole á decir con el Principe Tomás que esta compañía se la daba por sus méritos, sin tener atención con su sangre ni con la hacienda que gas- taba en su lucimiento, que para eso seria necesario darle mejor cosa, y que entonces

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no la habia vaca, y que le daba palabra de suplicar á S. M. le hiciese merced.

A los 5 de Octubre partió el Marqués de Lede, de Xenape, con 1.000 infantes y 400 caballos y dos piezas de artillería, y habiendo llegado á Juliers dio la vuelta sobre Limburque, donde llegó á los 16. El dia siguiente tomó los puestos y llegaron 1. 000 hombres de Tréveris con D. Marcos de San Martin, Teniente coronel, y 1.000 de Lucemburg y otros 1.000 que le envió el Barón de Balanzón ( que volvia de Ar- toes á juntarse con el campo y artillería de la Baña y Anamur) que con tanta orden guió S. A. esta empresa. Comen- zóse á cercar la villa y el enemigo hizo salida , en que perdió alguna gente y ma- taron á algunos de los nuestros. A 21 se ganaron las fortificaciones de afuera y se fué apretando la villa con baterías y bom- bas, hasta el 31, que de noche se ganó por asalto, degollando hasta 30, que los demás se retiraron al castillo. Arrimóse á él nuestra gente, y otro dia se le plantó batería, con que á los 2 de Noviembre, á las diez de la noche, se rindió, y á la ma- ñana salió la guarnición, que eran 30 hombres , con las mismas condiciones que los de Diste y Estralem. Hallóse en el cas- tillo gran cantidad de pólvora y cuerda

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y otros pertrechos de guerra, y abundan- cia da víveres. Fué luego el Marqués sobre Falcamon, que se rindió plantándole ba- tería, y las demás villetas de aquel Duca- do , con que todo él quedó por S. M. , y Mastrique cortado por todas partes.

El tiempo que S. A. estuvo en Udem y Xenape hubo algunos encuentros con el enemigo y en ellos varios sucesos. El ca- pitán D. Francisco Pardo rompió con 40 caballos de su compañía 50 del enemigo, que no esperaron sino 10: yendo el Te- niendo coronel del Barón de Sabac á cor- rer la campiña con 200 caballos de su regimiento, los cogió el enemigo descui- dados en un casar y degolló la mayor parte, con dos Capitanes y el Teniente coronel. Estaba Isolani, General de los crovatos, acuartelado con su gente hacia <irave; el enemigo, con intento de rom- perle, salió de aquella villa con 700 caba- llos y golpe de infantería : aquella noche acaso se pegó fuego en una casa del cuar- tel de Isolani, con que mandó montar toda su gente y envió 200 caballos á cor- rer la campaña, que toparon con el ene- migo ; el cual , pareciéndole que le habían sentido, pues los nuestros estaban en arma, se comenzó á retirar y los crovatos á cargarle. Quedaron algunos muertos

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del enemigo y otros prisioneros, y de los nuestros también murieron algunos. El capitán D. Alonso Verdugo iba de Xe- nape á Cleves con 140, comboyando á dos Comisarios que iban á pasar mues- tra y algunos carros; una tropa de ca- ballos del enemigo, no muy grande, los rompió en el bosque de Cleves por ir con poca orden: llevaron preso al Capitán muy mal herido, y á un Comisario y to- dos los caballos de los carros. Embióse allá al capitán D. Matías de Lizarazu con su compañía á recoger las listas del Rey, y las trajo al otro día todas al campo. Asistió S. A. con tanto cuidado á la for- tificación de Xenape, yendo cada dia dos veces á verla y animar á los que trabaja- ban , que aunque era tan grande, por fines de Octubre estaba ya en defensa con sus parapetos levantados y puestas las estaca- das alta y baja; y así, viendo que el ene- migo habia retirado la mayor parte de su gente, dejando en las fortificaciones de junto al Esquenque 4 ó 5.000 hombres, y que el invierno iba entrando, deter- minó retirar su ejército. Dejó en el Esquen- que 2.500 hombres, y por Gobernador á Hesnolst, y en Cleves 1.000 con D. Fran- cisco Toralto, Sargento mayor de D. An- drea Cantelmo, á quien se dio patente

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de Maesse de campo. En Xenape quedó el Maesse de campo Freton con 1.500 hombres. A Güeldres se enviaron seis compañías de españoles de los tres tercios, y quedó allí por General de la Ultra- Mussa el Barón de Balanzón, con que S. A. salió de Xenape y pasó la Mussa á los 30 de Octubre y fué la vuelta de Vuerta. El Duque de Lerma vivía enfermo, y con el trabajo del camino y rigor del tiempo se le agravó el mal de suerte, que no pudo atender á su cargo de Maesse de campo general, y por eso se despachó or- den obedeciesen todos al Príncipe Tomás. De Vuerta se tomó la vuelta de Diste y se reformó la caballería que S. A. llevó de Italia. Reformándose también algunos re- gimientos de alemanes. A los 10 de No- viembre partió S. A. con el Príncipe Tomás y toda su corte á Nuestra Señora de Monteagudo.De allí, por Malinas, fué á Amberes, donde entró á los 11. El ejér- cito quedó alojado en los contornos de Diste á cargo del Conde Juan de Nasao, donde estuvo dias aguardando órdenes para partir á los alojamientos. La enfer- medad del Duque de Lerma fué siempre en aumento. Obligóle á quedar en Nansú, villeta neutral del país de Lieja, donde murió á los 12. Causó grande lástima ver

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morir un tan gran señor en lo mejor de su edad, en un pobre villaje, ausente de su mujer é hijos. Llevaron su cuerpo á Bruselas acompañándole el Conde de San- tamur, Capitán de su guardia, y sus ca- maradas y criados. Depositáronle en la Compañía de Jesús, donde estaba también el cuerpo del Marqués de Aytona.

Envióse la orden del ejército para que se retirase al tercio de Alonso Ladrón y otro de naciones, y 500 caballos habían ido ya al país de Limburg, y se alojaron en las villetas y casares de aquel Ducado los demás, y la caballería en sus guarni- ciones antiguas. La infantería y caballería de Alemania en el Ducado de Juliers y país de Lieja, contribuyendo todo el de Lieja para su sustento, y el Conde Pico- lomini, con su corte, en Tisgrana, con que S. A. Real, victorioso y triunfante, entró en Bruselas á los 13 de Noviembre, donde fué recibido con gran aplauso y regocijo de los países obedientes, habiendo echado de ellos dos tan pujantes ejércitos de enemigos y ganándoles tantas plazas importantes. Y por remate y fin de tan feliz campaña, á los 14 se libró el Conde de la Feira milagrosamente de la prisión en que estaba en Mastriq desde la rota del Príncipe Tomás, rompiendo una pared

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que salía á un convento de frailes, por donde salieron á la iglesia, y de allí atra- vesando toda la villa y esguazando la ri- bera, llegaron á nuestro fuerte de La-

l 14 personas, que fueron el Conde y los tres Maesses de campo Alonso Ladrón, Marqués Sfrondato, y Brens, D. Carlos de Austria, Lorenzo Pérez de Tavora, Francisco de Tavora y D. Bernabé de Sala- zar, que fué el que más trabajó en esta

on, y los demás criados. Alegró suma- mente á S. A. este suceso por tener cerca de persona de tanta prudencia y valor como el Conde, y más en tiempo que le habian faltado el Marqués de Aytona y el Duque de Lerma, y que los franceses no le habian querido rescatar por ningún dinero aunque se les habia ofrecido una

l suma, y tenian ya en Mastrique siete compañías de caballos para llevarle á Holanda y de allí á Francia. Mandó S. A. fuese D. Juan de Vivero con 1.000 caba- llos á comboyarle hasta Bruselas; donde entró á los 24 con grande alegría de todo el ejército y país, así por la importancia de la persona del Conde como por lo bien que era visto y amado de todos.

SUCESOS DE FLANDES

EN i637, 38 Y 3o

POR EL ALFÉREZ D. LORENZO DE CEVALLOS Y ARCE.

(Biblioteca Nacional, sala de Ms.— H. 6.)

RELACIÓN

SOCORRO QIE VNVIÓ S. M. DESDE EL PUERTO DE lJi CORIÑA Á LOS ESTADOS DE FUNDES, \ÑO DE 1637,

. r j por un Atfére; reformado , llamado Don ¡jtrem^o de Cevallosy Arce, del tercio del Viz- conde D. José de SaavcJi\: , .\f arques de Rivas , en la cual van escritas las campañas de el año de l638 y 3$, poniendo los sucesos de la frontera de Fran- cia en particular, como testigo de vista, y los demás por mayor, sabiéndolos de personas Jidedi¿r)t$s;y imparta de KÍ40 escribe con la misma calidad, con lo* sucesos de ¡a frontera de Holanda, por haberse mudado al tercio viejo con su Maestro de campo; y pide al lector le perdone lo que faltare al lenguaje cortesano, por lo que tiene de ver- dadero.

El motivo que he tenido para escribir esta relación ha sido el haberme im- portunado un amigo de Madrid á que le diese cuenta de los sucesos de estos Es- tados; y 'para ponerlos con más funda- mento, los pongo desde mi venida á ellos. Y también me ha movido á escribir esto

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el ver la malicia del mundo en el estado que está, pues hay muchas personas que se fian más en lo que saben escribir que en lo que saben hacer, y otras que fundan su esperanza en el favor que han sabido granjear con adulaciones, y no en el que debieran adquirir con obras y servicios.

Es la ciudad de la Coruña la ordinaria residencia de los Capitanes generales del reino de Galicia, y lo era al presente D. Pedro de Toledo y Leiva , Marqués de Mancera, del Consejo Supremo de Guerra de S. M., al cual le habia venido orden para prevenir todas las municiones y bas- timentos necesarios para el apresto y par- tida de la armada; y juntándose la leva de la gente de diversas partes, como de Cas- tilla, que eran 1.000 hombres que habia inviado el Condestable, y 1.200 que habían llegado de Cádiz, levantados por diferentes señores de la Andalucía , y la resta levan- tada en el reino de Galicia, así por el Go- bernador y Capitán general dicho, como por el Conde de Altamira y otros señores y ciudadanos de aquel reino. Habia gran- des dificultades en apresurar estas preven- ciones por la tardanza que habia habido en juntar la dicha gente, y por la dificultad en traer los bastimentos de Neda, el Fer-

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rol y Betanzos, y por ser siempre menester vientos del Norte, los cuales eran contra- rios entonces, y buenos para la partida de la armada, con que fué causa de tardarse mucho tiempo la ejecución della.

Nombráronse para la partida las perso- nas siguientes: D. Lope de Hoces y Córdo- ba, caballero de la orden de Santiago y señor de la villa de Ornachuelos, y de los Consejos de Guerra é Indias de S. M., por Capitán general; y D. Andrés de Castro, caballero de la orden de Alcántara, tio del Conde de Lemus, y General de la es- cuadra de Galicia, por su Almirante; y por Maestro de campo de toda la leva, D. José de Saavedra , caballero de la orden de Santiago, Vizconde de Rivas, hermano del Conde de Castellar, que habia servido en los Estados de Flandes y sido soldado Capitán de infantería y de caballos en ellos. Iban también D. Juan Pardo, Almi- rante de la escuadra de Galicia; y Don Juan de Hoyos, General de la escuadra de las montañas, con seis navios della, ambos del hábito de Santiago; y el capi- tán Francisco de Frixo y Sotomayor, Go- bernador de la infantería de la escuadra de Galicia.

Estando todos estos señores juntos en la Coruña , vino orden de S. M. para que

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hiciesen consejo entre ellos sobre la par- tida de la Armada, y todos inviaron sus votoá firmados, y la mayor parte eran en que no se debía partir hasta la primavera siguiente, por haber entrado ya el mes de Noviembre y serlos vientos muy peligrosos y recios para poder pasar el canal; sólo el Marqués de Mancera y el Maestro de cam- po D. José de Saavedra fueron de opinión que se debia aventurar la partida por la mala comodidad que tenian los soldados en la Goruña, pues no habia dia que no se muriesen veinte ó treinta de enfermeda- des, causadas de miseria y necesidad, y también por lo preciso que era este socorro en Flandes ; y estando en esta controver- sia se resolvieron de despachar á S. M. un correo suplicándole fuese servido de mirar las opiniones de todos y resolver lo que tuviese por mejor para su real servicio. El correo se dio tan buena prisa, que en pocos días volvió con la respuesta , que fué mandar que con el primer viento que hubiese favorable se hiciese á la vela la armada, porque S. A., el Sr. Infante, le habia escrito el aprieto en que estaban, por haber tomado los holandeses á Breda, y los franceses á Landresi, y á Chasteau de Cambresi y la Cápela, con que se veia en grande necesidad de ser socorrido:

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con esta orden se embarcó toda la gente y bastimentos y municiones , víspera de tra Señora de la Concepción, y el mismo dia invió á llamar el General Don Lope de Hoces á todos los pilotos y cabos de la mar y de la infantería, para que di- jesen su parecer, y todos fueron de acuerdo que inviase una fragata para ver si el mar estaba á propósito para partir , que en pa- reciéndoselo así al Capitán de dicha fragata disparase una pieza para señal de que la armada partiese, ó si no estaba á propósito, que se volviese ; con que en oyendo Don Lope el ruido del cañonazo, mandó dispa- rar dos piezas de leva, y al punto levantó el áncora y se hizo á la vela. En esta ar- mada habia 38 navios, y muy pocos de importancia para poder pelear ni hacer resistencia de consideración; y pienso que solos 12 pudieran defenderse, que eran cinco de Dunquerque y siete de la escuadra de Galicia, porque todos los demás eran na- vios embargados de mercaderes y fragatas pequeñas: mas, liados en la Virgen de la Concepción, iban todos con muy buen ánimo, y á las diez del dia , llegando junto á la torre de Hércules, nos dio una calma que duró hasta el dia siguiente; mas la confianza que habian tenido en la Santí- sima Virgen nos valió de modo que nos

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vino un viento tan favorable que levanta- mos el áncora y nos hicimos á la vela, y en cinco dias dimos fondo en el puerto de Dunquerque , y sin tener tormenta en el viaje ni visto enemigo, sino sólo una flota holandesa que iba haciendo su viaje con su mercancía, y al punto que nos vio se sotaventó para escaparse de nosotros, con que habiendo echado todos los navios el áncora, invió á llamar el Sr. D. Lope de Hoces á D. Pedro Zapata, caballero de la orden de Santiago, Gentil-hombre de la boca de S. M., y Capitán del tercio de D. José, é hijo del Conde de Barajas , y se invió á S. A. con los despachos del Rey y nuevas de su feliz llegada; el cual, ha- biendo hecho todas las diligencias que pudo por darse prisa, volvió con cartas de S. A. para todos , en que les hacia mu- chas honras, y en particular á D. José, por la brevedad con que había solicitado la venida de este socorro. Digno es de ponderar el lucimiento que llevaba el Vizconde Don José de Saavedra en la Almi- ranta de Dunquerque, llamada Santa Ma- ría Stela Maris > y al que la gobernaba, que era el capitán Matías Ranblaut, á Don Pedro Zapata, D. Pedro de Sotomayor, dos frailes, uno Dominico y otro Carme- lita descalzo, á D. Diego de Figueroa, so-

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brino del Conde del Puertollano, Juan Bautista Panceri, el capitán D. Lope de Morales, y su capellán mayor Quiñones, á todos los llevaba por camaradas y les hacia el gasto y á sus criados, con que fué excesivo. Trajo también orden para que se desembarcasen las cajas de moneda que venían, y se entregasen al Pagador general D. Juan de Lira, y para que el tercio de D. José se desembarcase y aloja- se en las siete castelerías de Flandes, que son: Spre, Casel, Ballu, Guarneton, Ber- gas, Furnos y Borbourges. Eran las com- pañías del tercio 24; la del Maestro de campo, la de D. Pedro Zapata , la de Don Luis Caravajal, la de D. Juan Guerrero, la de D. Alvaro de Miranda, la de D. Gil Va- lentín de Sotomayor, la de D. Pedro de Sotomayor, la de D. J uan Freixo, la de Don Cristóbal Confusco, la de D. Sebastian de Osarta , la de D. Antonio Girón, la de Don Francisco Delgado, la de D. Antonio Gen- til, la de D. Juan Pérez de León, la de Cristóbal de Veimar, la de Gómez Juárez, la de D. Martin de Segasticabal, la de D. Juan Baco y Moreda, la de D. Diego de Abengo^ar Coronada, la de Domingo de Garibay, la de Pedro de Reyes, la de Francisco Pérez, la de D. Juan Antonio de Benavides y la de D. Francisco Romc-

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ro; estos dos últimos se quedaron en Es- paña presos por orden de S. M., por quejas que habia habido de ellos en los tránsitos de su camino á la Coruña. Venia por Sar- gento mayor de esta leva D. Diego López de Zúñiga, que habia sido Capitán en estos Estados , y el Maestro de campo Prouez; las ayudantías, y muchas banderas y gi- netas, y otros oficios de la primera plana en soldados á propósito de los tres tercios viejos.

No sabré encarecer el gusto que to- dos recibieron en estos países con la ve- nida de un tan gran socorro de navios y gente, por la mala fortuna de la campaña antecedente, que les tenia á todos con gran melancolía y confusión, y así esperaban mejores sucesos por esta causa, como su- cedieron adelante. S. A. invió á Diego de Hernani, del Consejo de Guerra de S. M. y su Contador, con carta para D. José de Saavedra, para que tomase muestra á su tercio, el cual se la dio con todo rigor y puntualidad: y se hallaron en las 24 com- pañías 4.200 hombres , soldados efectivos sin los Oficiales; y el dicho Contador les dio algunos vestidos de munición y cose- letes, que no los traian, y se reformaron seis compañías en esta forma: la de Don Antonio Girón, en el pié del castillo de

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Gante; ladeD. Francisco Delgado eneiSa- 1 Je D. Juan Pérez de León en Juliers: 1). Francisco Romero en Liera; la de D. Antonio Gentil en el tercio del Conde de Fuensaldaña, y la de D. Diego de Aben- go^ar en el tercio del Marqués de Velada mos; y las otras compañías se dieron para reforzar las de los Gobernadores de Ostende, Nioport y Gravelingas; la com- pañía de Pedro de Reyes quedó de guar- nición en el pié de la villa de Ostende, y la de D. Cristóual Contefieso en el fuerte de Philipi, que nuevamente se habia hecho junto á Gravelingas; y la de D. Juan Baco reda se agregó al tercio del Conde Je Fuenclara en lugar de la que se habia reformado del Gobernador Marcos de Li- ma , á quien poco habia que cortaron la cabeza por la pérdida de la Cápela : que- daron en el tercio 15 compañías, en las cuales habia 2.100 hombres que se habían empezado á reparar del trabajo del camino y principio del invierno con los vestidos de munición , y más de un mes que habían I ) alojados. Considerando esto el .ro de campo, y que estando tan di- vididos no se podían ejercitar en saber disparar y entrar la guardia, hizo instan- cia á S. A. para que le metiese en guarni- ciones allí cercanas, para que pudiese sa-

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car su tercio más disciplinado á campaña; con dicha diligencia le llegó orden para que pudiese sacar su tercio; digo para que entrase con su tercio de guarnición en las villas en cuyas castelerías estaba alojado; y estando ya para marchar, llegó la orden para que hiciese alto, por cuanto aque- llas guarniciones se habian dado á Carlos Guaseo, Maestro de campo de italianos, el cual las habia negociado con mucho favor que tenia con el Señor Príncipe Tomás, y con el Teniente de Maestro de campo gene- ral D. Esteban Gamarra, y no faltó quien murmurase que era pasión que el Señor Príncipe Tomás tenia favoreciendo á los italianos; pero los más eran de opinión que esto se habia hecho por un presente que habia dado el Guaseo á la mujer de Gamarra; y el Maestro de campo D. José de Saavedra sintió infinito el que se le quitase la guarnición por darla á otro, y que se le hiciese tan mal hospedaje de recien venidos sus soldados; disimuló su sentimiento. Estando en esto, llegó orden de S. A. para que inviase á su Sargento mayor con dos compañías á la villa de Sant Omer, y seis á la villa de Aire ; y su com- pañía con su persona á la villa de Dolens. Estas guarniciones son las peores del país, por estar con el de Artois , que está el más

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arruinado de estas provincias por las mu- chas entradas y corredurías que han hecho los franceses en él. Conocido por el Maestro de campo] que los burgueses de estas vi- llas no podían asistir de ninguna manera á los soldados, y que no habia aun orden para darles pan de munición ni plazas, se resolvió de partirse á Bruselas á besar la mano á S. A. y representarle la necesidad en que estaba su tercio, y que se sirviese de hacerle merced de mandar se le ajus- tase como a los demás ; y S. A. , como tan gran Príncipe, considerando que el celo con que se le importunaba por esto era por la conservación de esta gente que tanto trabajo y dinero habia costado á España, mandó luego que se le diesen á D. José libranzas sobre el Pagador general para que de la caja Real le pagase tres medias pagas y cuatro meses de plazas, y al Aman de Hornes, Proveedor general de víveres para que le hiciese bueno el pan de munición desde el dia que entró en dichas guarniciones; mas los pagamentos que vie- nen por la Pagaduría siempre llegan tarde, que si no fuera por los socorros que el Maestro de campo y sus Capitanes dieron á sus soldados, hubieran perecido, porque hasta la mitad de la campaña siguiente no recibieron ningún dinero del Pagador.

142 GUERRAS DE FLANDES

En este tiempo los Cabos de la Ar- mada que había venido de España, des- pués de haber descansado con el buen hospedaje del Marqués de Fuentes, se fue- ron con él á Bruselas á besar la mano de S. A. , el cual los recibió con el agrado que acostumbraba y como un tan amable Príncipe; y á D. Lope de Hoces y á Don Andrés de Castro les dio á cada uno una tapicería muy rica, y á los demás les dio muy buenas joyas, con que después de ha- ber visto las mejores villas del país, se volvieron á Dunquerque á tratar de su vuelta á España; envióles una orden del Señor Infante para que entregasen, de la dotación de los navios, 600 hombres á Pedro de la Cotera, Teniente de Maes- tro de campo general, el cual, luego que los hubieron entregado, los invió con sus ayudantes á los castillos de Am- beres y Cambray, y él quedó en Dun- querque hasta la partida de la Armada, el cual llevó en lugar de la gente que se le habia quitado, dos tercios de irlande- ses de los Condados de Tirol y Triconel, en que habia más de 2.000 hombres, y con el primer buen viento que hizo par- tió D. Lope, y con gran felicidad y breve Tiempo llegó al puerto de la Coruña, cargado de navios de presa de franceses

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v holandeses que en el camino había lomado.

Después de esto S. A. mandó reformar un regimiento de alemanes del Conde de Hochstrate, y otro de loreneses de Monsieur Bruns, y la gente se agregó á diferentes regimientos. También se reformaron 20 compañías de caballos, 4 de españoles, 4 de italianos y 12 del país, y la gente se agregó á las demás compañías de caballos del ejército.

Este invierno se fueron a España mu- chas personas particulares, y entre ellos tres Capitanes de caballos reformados, que son: D. Jerónimo de Aragón, hermano del Duque de Terranova, D. Pedro Girón, hermano del Duque de Osuna, y D. Martin de Sarria , caballero de la orden de Cala- traba. Capitanes en pié de caballos se fueron: D. Fernando Tejada y Mendoza, y su compañía se dio á D. Antonio Viu- trom; y D. Alvaro Sarmiento, hermano del Conde de Salvatierra, cuya compañía de caballos corazas se proveyó en su Te- niente Duque, dándole patente de arcabu- ceros de infantería del tercio del Marqués de Velada ; fuese D. Antonio de Saavedra, cuya compañía se proveyó en el capitán D. Rodrigo Ladrón, y la de D. Jacinto de Lares, á D. Juan de Santander; y la de

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Pedro de Vaigorre se dio á Jacinto López, Ayudante de teniente de Maestro de campo general; y del tercio del Conde de Fuencla- ra se fueron el capitán. D. Francisco de Torres Castrejon, cuya compañía se pro- veyó en D. Pedro de Figueroa, caballero de S. A.; y el capitán D. Martin de Se- púlveda , cuya compañía se dio ;al alférez .luán del Rio; y del tercio del Conde de Fuensaldaña, se fué el capitán Pedro Cuche , cuya compañía se dio al capitán Juan Adame Vela, y por muerte de Don Luis de Lara se dio su compañía á D. Juan de Paz, Alférez del dicho Maestro de campo; y por muerte del capitán Gayenca se dio su compañía al capitán D. Martin de Zayas Bacán : en el tercio de D. José de Saave- dra, se proveyó la compañía de D. Juan Antonio de Benavides , que , como he di- cho, quedó en España, en el capitán Mateo de Torres; fué también á España á negocios del Señor Príncipe Tomás, Carlos Guaseo , Maestro de campo de ita- lianos; fué también Francisco de Galar- reta , que hacia oiicio, en el ínterin, de Se- cretario de S. A. , cuyo cargo quedó ejer- ciendo, también en ínter, D. Martin de í barra, Secretario de cámara.

En este tiempo llegaron nuevas á S. A. de Alemania, que el general Juan de Uberta

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rompió una armada francesa, y con la glo- ria de la victoria se retiró á su cuartel, y durmió con tanto descuido que fué roto por el Duque de Rúan y llevado preso á Francia, donde está al presente.

En este ínterin llegó D. Felipe de Silva de Milán, donde era General de caballería, y pocos dias después llegó un correo de ña en que S. M. le hacia merced del castillo de Amberes; y aunque rehusó el aceptarlo, al fin obedeció, y lo tiene al presente; é hizo su Teniente á Bernabé de Vargas, cuya compañía se dio á D. José del Pulgar, Alférez del Marqués de Velada, en cuyo tercio era Capitán. A el Conde de Feria , que tenia el castillo de Amberes, le vino merced del Vireynato de Navarra, mas no tuvo efecto, como adelante se dirá. Después de esto, considerando S. A. que era menester mezclar la gente vieja con la nueva, mandó se le diesen seis compañías al tercio de D. José de Saavedra, dos de cada tercio viejo, y que él diese otras seis en su lugar; hízose el trueque en esta forma: del tercio del Marqués de Velada vinieron los capitanes Alonso López de Torremocha y Gaspar de Vega , y fueron en su lugar los capitanes D. Martin de Sagasticauelo y D. Sebastian de Ozaeta; y del tercio del conde de Fuenclara vinieron los capitanes

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D. Miguel de Lezcano y D. Pedro Zavala, con sus compañías, y fueron en su lugar las de Gómez Juárez y de Domingo de Garicabay ; y del tercio de Fuensaldaña vinieron Juan Adame Vela, y D. Francisco Castrejon , y fueron en su lugar D. Alonso de Miranda y Cristóbal de Veimar.

A este tiempo llegó á Dunquerque un tercio de ingleses con 800 hombres, y su Maestro de campo, Gach , habia sido Sar- gento mayor de D. Guillermo Tresin; poco después llegó al mismo puerto el Marqués de Cerralvo, que venia por Embajador á S. A., y traia consigo á su mujer y á el Conde de Villalobos, su hijo, y un hijo del Marqués de Velada, y D. Antonio de Benavides, hijo del Conde de Santistéban del Puerto, canónigo de Toledo, que ve- nia por Camarero y limosnero mayor de S. A.; y D. Gaspar Nieto de Trejo, caba- llero de la orden de Alcántara y del Con- sejo de Indias de S. M. , que venia por Su- perintendente de la justicia militar; y Don Alberto Coloma, caballero de la orden de Santiago, hijo segundo de D. Carlos Co- loma. Después llegaron nuevas de Milán cómo el Marqués de Leganés, Capitán general de aquel Estado, habia sitiado y tomado á Breme en pocos dias, que fué una gran dicha, con que los franceses

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quedaron sin ningún puesto en el Estado liíán; y al Gobernador le dieron por infame, degradándole de la nobleza y bor- rándole sus armas, y á tres hijos que tenia l iparon, y á dos hijas las metieron monjas, á fin que no quedase generación de un hombre que tan mal habia cumplido con sus obligaciones, defendiendo una plaza de tanta importancia, de modo que no dio lugar á que se pudiese socorrer rindiéndola tan aprisa.

Al fin de Abril llegó un extraordinario de España, y las nuevas que trajo fueron que S. M. mandaba al Barón de Valanzon que se contentase con su sueldo pagado cada mes y del Consejo de Estado de este país, y su cargo de General de la ar- tillería se dio al Conde de La Fontaine; y el que él tenia de Superintendente de Flandes se dio á D. Andrea Cantelmo, y juntamente le hizo merced S. M. de una patente de General de la artillería ; y el gobierno de Damas, que también el dicho Conde tenia, se dio á Monsieur Crequi, Maestro de campo de valones, y este tercio se dio á Monsieur de Molenghien, Teniente coronel del Conde de Isimburgue, y el o que tenia de valones el dicho Conde, se dio á Monseñor de Enin.

En este ínterin, habiendo tenido S. A.

¡4% GUERRAS DE FLANDES

noticia que el fuerte de la Cruz estaba des- prevenido, mandó al Maestro de campo que sacase la más gente que pudiese, Bertus, que tenia á su cargo los fuertes de Santa María y de la Perla, y 200 españoles que le dio el Teniente del castillo de Amberes, del tercio del Conde de Fuenclara, y que procurase tomar el fuerte por interpresa, llevando para ello pontones y todas las de- mas cosas necesarias: intentó el tomarle, mas con tan mala disposición y cuidado, que vino á estar advertido el enemigo de ello, con que el Maestro de campo se volvió sin haber hecho nada, y de pesadumbre, según dicen, se murió, y se dio su tercio á su Sargento mayor, Catris.

Después de esto, habiendo habido nue- vas que el francés queria entrar en el país de Artois para tomar á Duai, y meter en contribución á Flandes, mandó S. A. al conde de Isemburgue, Gobernador y Capitán del dicho país, que saliese en cam- paña y ocupase el puesto de Arléis , pues- to importante, para impedir al enemigo la entrada, y pertenece á la jurisdicción de Cambray; la gente que se juntó con él fueron los tercios del Marqués de Velada y Conde de Fuensaldaña con sus Sar- gentos mayores, y pocos dias después vol- vió el de Fuensaldaña á Cambray, llama-

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do de su Maestro de campo, que goberna- ba en el ínterin y temia les vendrían á sitiar el enemigo si no se hallaba con harta gente para defenderse, y el tercio del Marqués de Velada partió á Flandes á orden del Conde de La Fontaine, con que no quedó el dicho Conde de Isemburgue sino con dos tercios de italianos de Don Francisco Toralto y de Carlos Guaseo y parte del tercio del Barón de Vesmal, y el Teniente general de la caballería D. Juan de Vivero con parte de la que tenia á su cargo de la frontera de Francia; y estan- do fortificando este puesto llegó orden á D. José de Saavedra que estaba en Flan- des con su tercio y habia rehusado obe- decer al Conde de LaFontaine, porno estar aún público su cargo de General de la ar- tillería, para que marchase al dicho pues- to de Arlux, y que dejase cuatro compa- ñías en Sant Omer; así lo hizo, y marchó con las once que le quedaban , y siguien- do los tránsitos que le habia inviado el Conde de isemburgue pasó por la villa de Betuna, donde halló aquel Magistrado muy alborotado por las nuevas que les acaba- ban de dar de que el Mariscal de Cha- tillon entraba con gran furia en el país, habiendo tomado á San Pauz y á San Martin y á otros lugares y villajes que iba

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quemando, y por no haber tenido nin- gunas nuevas de esto con tiempo, estaba la dicha villa sin guarnición , con lo que dijeron al Maestro de campo que el fran- cés les venia á sitiar, habiendo sabido del modo que estaba, y que si no se quedaba allí con su tercio, que la plaza se rindiese al enemigo, por cuanto no era posible po- derse defender; y estando el dicho Maestro de campo D. José de Saavedra rehusando el quedarse, con decir que le era fuerza seguir su orden, llegó Monsieur de Gon- zour, señor de Lilers, y le dijo que el Conde de Isemburgue le habia mandado que donde quiera que le topase le dijese que hiciese alto con su tercio en alguna villa , porque si no, la caballería del ene- migo le rompería sin ninguna dificultad, con que resolvió quedarse repartiendo su tercio en la villa y los burgos, y acomo- dó todas las cosas necesarias para ponerse en defensa. Esta misma noche llegó á alo- jar el enemigo en los cuarteles que habia tenido la antecedente D. José de Saave- dra, con que toda la noche estuvo en arma con su gente, pensando que el enemigo le venia á tomar los puestos: mas sabien- do por sus espías que el tercio habia que- dado dentro, mudó de parecer, acercán- dose á la villa de Aire, cuyo Gobernador,

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el Conde Detre, viéndose en el mismo jto que los de Betuna, por no tener ; ina infantería dentro, escribió á Don que le inviase alguna gente á toda prisa, porque, si no, no era posible mante- nerse, por la facilidad déla burguesía en rendirse; y viendo el dicho Maestro de campo la prisa que corría hacer este so- corro y servicio á S. M., se resolvió, aun- que no tenia orden, á inviarlo, para lo cual invió al capitán Mateo de Torres y a los capitanes D. Juan Freixo y D. Pedro de Sotomayor, que con trescientas y cincuenta bocas de fuego procurasen entrar en la villa de Aire á toda diligencia; y ejecu- tólo con tanta puntualidad el dicho Mateo de Torres, que antes que fuese de dia lle- garon á las puertas y fueron recibidos del Gobernador con mucho gusto; y sabido por el Mariscal, mudó de parecer de ata- car esta villa, estando ya para inviar un trompeta á decirles que se rindiesen y que les haria muy buenos partidos; y quedó desesperado viendo que este tercio le ha- bía impedido el designio de llevarse estas dos villas de calle, que lo tenia por cierto, y D. José despachó á toda diligencia á D. Juan Ladrón de Guevara, su Ayudan- i Conde de Isemburgue á darle cuen- ta de todo lo que habia pasado, y que la

152 GUERRAS DE FLANDES

necesidad forzosa había sido causa de ha- ber aventurado aquel socorro que se metió en Aire sin orden , y que avisase lo que gustaba que hiciese; el cual le respondió dándole muchas gracias por el servicio tan particular que habia hecho; pues por su medio estaban seguras tres villas, las mejores de su gobierno, que eran Sant Omer, Aire y Betuna, y que lo escribi- da á S. A. para que tuviese memoria de hacerle merced por tan señalado servicio; y mandó también el dicho Conde que en- trasen allí dos compañías de caballos de italianos de D. César Toralto y del Mar- qués Paravecino, á orden del dicho Don José de Saavedra para que las inviase á tomar lengua del enemigo, y el Magistra- do de Betuna le invió á mandar le obe- deciese y respetase como si fuera Gober- nador de la dicha villa en propiedad.

En este tiempo, la guarnición de Aire no estaba ociosa, pues habiendo conocido el Gobernador que la gente del enemigo corria hasta las puertas de la villa roban- do cuanto podia, mandó saliesen doscien- tas bocas de fuego con los capitanes Tor- res y Freixo, y que una partida de la ca- ballería de las compañías de D. Tomás de Avalos y de D. Marcos Antonio de Capua se dejasen ver, y luego que los descubrió

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el enemigo, los acometió á gran prisa pensando hacerlos prisioneros, y ellos re- - >n la carga hasta la emboscada que estaba prevenida, de donde nuestros sol- dados dispararon á tan buen punto, que quedaron más de ochenta muertos y he- ridos y la resta huyó, y de nuestra gente no se perdió ninguno, y llevaron 30 pri- sioneros y 50 caballos á la villa de Aire.

En este tiempo llegó de España D. Mi- guel de Salamanca, caballero de la orden de Santiago, por la Francia, con pasa- porte que habia alcanzado de aquel Rey; habíale S. M. hecho merced del Consejo de Hacienda y de Secretario de Estado y Guerra cerca de la persona de S. A., con que luego empezó á ejercer su oficio.

Estando en este tiempo la Reina ma- dre, de Francia, en Bruselas, pidió con- voy á S. A. para ir á tomar los baños á Aquisgrana,y de allí se fué á Holanda, donde pareciéndole que no la agasajaban mucho, se pasó á Inglaterra con su hija, donde está al presente, bien arrepentida de haber salido de la protección del Rey, pues hacia años que la sustentaba á grandí- sima costa, y todo el mundo conoció que habia usado esta Princesa de la ligereza francesa que se le habia infundido, pues hizo una acción de tanta ingratitud, sin

154 GUERRAS DE FLANDES

haber tenido ninguna ocasión para ello: los soldados se holgaron mucho de que se fuese, porque decian que ella y otros Prín- cipes extranjeros que el Rey sustentaba eran causa de la dilación de sus pagas.

A este tiempo, el Conde Guillermo de Nasao, Maestro de campo general de los holandeses , tomó por interpresa el fuerte del Dique de Calo, por haberle defendido mal el Capitán que estaba dentro; otros dicen que tenia trato con ellos, y su Maes- tro de campo, Catris , habiendo podido so- correrlo á tiempo no lo hizo, con que por castigo se le reformó el tercio incluyen- do la gente en los otros de su nación va- lona.

El Mariscal de Chatillon, viendo que en Sant Omer no habia más que cuatro compañías del tercio de D. José de Saave" dra, y que la plaza ha menester más de tres mil hombres para poderla defen- der, se resolvió á sitiarla, tomando pri- mero el puesto de Arque, cuyo castillo guardaba un Sargento con 50 hombres del tercio del Barón de Vesmal, el que lo rindió habiendo aguardado algunos cañonazos, y allí puso el cuartel del Rey, que es donde está siempre la persona que manda el ejército; después atacó la abadía de Demare, que es de la orden de San

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Bernardo, y está entre unos marrazos, con que es fuerte por naturaleza; defendié- ronla lo posible Lanoy y Dutally, Capita- nes del tercio de Vesmal ; mas habiéndo- seles acabado la pólvora se rindieron con muy buenas condiciones: el Conde de La Fontaine que se hallaba en Flandes, como he dicho, viendo que ya estaba conocido el designio de Chatillon, se puso con la gente que estaba á su cargo en el cuartel del burgaje de Buatene, de donde metió socorro á Sant Omer, de cuatro compa- ñías de españoles del tercio del Marqués «ciada, que iban á orden del capitán D. Luis de Mieses, y dos compañías de ingleses del tercio de Treem , también a orden del dicho D. Luis, el cual la llevaba para gobernar toda la infantería que es- taba dentro, como Capitán más antiguo español, al Barón de Vesmal, que con par- te de su tercio que estaba con él , se dio orden para que defendiese el puesto del Vaeque, el cual es principal para poder socorrer la dicha villa ; mas no habiendo tenido Vesmal tiempo para fortificarse, y siendo su gente muy poca, habiendo sido atacado del enemigo con gran fuerza, des- amparó el puesto retirándose dentro de Sant Omer, con que el enemigo le ocupó y fortificó y envió gente á tomar tres

156 GUERRAS DE FLANDES

"fuertecillos que estaban hechos en defensa del nuevo foso, que es el que divide á Ar- tois de Flandes, y el mejor de ellos, donde estaba la compañía del Vizconde De Fur- nosGranballu; Decaselse rindió á partido al primer cañonazo, y los otros dos que defendían villanos de la dicha Catelería, fueron tomados por fuerza, habiendo de- gollado mucha cantidad de ellos, con que sin ninguna resistencia pasó la caballería á Flandes tomando todos los villajes y la villa de Casel, y se volvieron á su ejército con grandísimos despojos: viendo el Con- de de La Fontaine que habiendo ocupado estos puestos el enemigo no estaba él se- guro en Buaten, se retiró con buena priesa á Vergas Sanninos haciendo pegar fuego primero al dicho burgaje de Buaten por excusar no sirviese de cuartel al enemigo, y no lo sintió poco la Condesa de Isiguien, cuyo era el dicho burgaje, y él se fué á Bruselas á tomar la posesión del cargo de General de la artillería.

El Conde de Isimburgue que tenia or- den de pasar á Flandes con toda diligen- cia , partió de Arlux á Betuna con los tercios de Guaseo y Toralto y un Te- niente general de la artillería con algu- nas piezas, y D. Juan de Viuero con la caballería que tenia consigo y tres com-

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ís de Vesmal que iban en guardia de la artillería: el dia siguiente marchó de Betuna á Choque, habiéndosele juntado el tercio de D. José de Saavedra y las compañías de caballos que estaban á su orden, con lo cual marchó otro dia á pasar la Lisa por Marvella , y otro dia llegó á Poperinguen, donde estaba el Príncipe Tomás, el cual comenzó á gobernar el ejército, quedando el Conde cerca de su persona toda la campaña. Marchó el Prín- cipe de Poperinguen á Borburque, y en los villajes, al rededor, acuarteló el ejér- cito donde se iba juntando toda la gente, así de infantería como de caballería, y todos los dias llamaba á consejo a todos los Oficiales mayores del ejército para ver en la forma que se podia socorrer á Sant ümcr, lo cual era muy dificultoso por tener el enemigo ocupado los principales puestos y ser su ejército dos veces mayor que el nuestro, y la villa estaba en gran necesidad por falta de municiones y bas- timentos, y la gente era tan poca la que habia , que les era fuerza estar siempre de guardia, aunque no habia abierto Chati- llon trincheras, que se decía esperaba tener nueva que los holandeses hubiesen sitiado á Amberes, para entonces comen- zar él á atacar á Sant Omer, y viendo el

158 GUERRAS DE FLANDES

Príncipe que Picolomini no podía llegar tan á tiempo como la necesidad lo reque- ría, se resolvió á meter socorro en la villa para que se pudiese mantener por algún tiempo; y en la forma que fué, pondré muy- en particular, como quien se halló allí.

Para disponer el Príncipe Tomás con mejor acuerdo el primer socorro que me- tió en la villa de Sant Omer, invió á lla- mar á todos los Oficiales del ejército para que dijesen su parecer, y propúsoles la gente que tenia, y como el Marqués de Fuentes, por orden de S. A., le habia in- viado alguna cantidad de pólvora y cuer- da, que era de lo más que necesitaba la villa: fueron todos de opinión que era for- zoso el socorrerla sin ninguna dilación, con que, visto esto por S. A. el Sermo. Señor Príncipe Tomás, dispuso la marcha del ejército]para el dia siguiente en esta forma:

Hizo formar dos escuadrones volantes de todas naciones, cada uno de mil hom- bres, que el primero llevaba el Conde de Fuensaldaña, el segundo D. Eugenio Onel, Maestro de campo de irlandeses; el tercio de Dionisio de Guzman, Sargento mayor del tercio de Fuensaldaña con su ter- cio que iba en dos escuadrones, y el cuarto llevaba D. Francisco Toralto con su ter- cio de napolitanos, al cual seguia el ter-

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cío del Marqués de Velada con su Sar- > mayor, Porcelo; á éste seguían dos tercios de alemanes de Espinóla y Riva- roy, y luego seguían dos tercios de ingle- :e Tresen Gach, y luego iba el Sar- gento mayor de irlandeses con su tercio, á los cuales seguia de retaguardia todo el tercio de D. José de Saavedra en dos tro- zos, que el uno llevaba el Maestro de campo y el otro su Sargento mayor Don o de Zúñiga; con la caballería iba el Conde Juan de Nasao, de vanguardia de todo el ejército, y con él iba D. Juan Viuero, hermano del Conde de Fuensal- daña, Teniente general de la caballería del ejército de la frontera de Francia, y Ludovico con los corvatos de su regimien- to : y el de Forcas fué inviado a pasar el nuevo toso y tocar á arma al enemigo en todos sus cuarteles; y D. Francisco Pardo, Comisario general de la caballería de la frontera de Francia, quedó de retaguar- dia con algunos batallones. Al mismo tiempo que el ejército marchaba en esta forma, el Señor Príncipe Tomás mandó I Paulo Fanfaneli, Sargento mayor de Carlos Guaseo, que con su tercio se ade- lantase y ocupase la torre de la igle- sia de Buaten, que está puesta en una montaña muy eminente, y tenia la torre

1 6o GUERRAS DE FLANDES

de la iglesia 50 franceses con un Ofi- cial , desde que el Conde de La Fontai- ne desamparó aquel puesto; los cuales, viéndose sin las municiones necesarias y que estaban á la vista de un ejército como el nuestro, se rindieron á partido al dicho Sargento mayor; y Chatillon, pensando que el puesto de Buaten era de grande importancia para ser dueño de la ribera que va á Sant Omer , habia inviado al mismo tiempo dos tercios de franceses en que habia más de mil hombres con todo su bagaje, los cuales llegaron allí cerca, cuando la torre se habia rendido; y viendo los Maestros de campo lo dificultoso que les era el poderse retirar á su ejército, hicieron escuadrón en una pradería que estaba toda cercada de setos, de donde pensaban hacer muy buenos acuerdos con nosotros; mas reconocido esto por el Sar- gento mayor Fanfaneli, deseoso de lle- varse la gloria de este suceso , los atacó, y á los primeros mosquetazos se le avisó al Príncipe Tomás como habia arma en la retaguardia del ejército, y mandó al Co- misario general, D. Francisco Pardo, que fuese á reconocer lo que era; el cual re- conocido, cercó con toda la caballería la pradería donde estaban los franceses; los cuales, viéndose en tal aprieto, echaron las

AÑO DE i i6r

armas en tierra y pidieron cuartel; lo cual, visto por el Sargento mayor Fan-

i y por el Comisario general, se les acordaron, y entre los soldados italianos

caballería tomaron todos los despo- jos, dejando la mayor parte de los fran- ceses en cueros; y como pensaban estar en Ubaten algunos dias, traían todos los Ofi- ciales su bagaje y cantidad de víveres y municiones y muchos machos de carga, con que fué muy buen dia para nuestra gente. Murieron de los nuestros dos Ca- pitanes; el uno era un sobrino del Conde Picolomini, llamado como él, y el otro

i Antonio Feliche, soldado viejo napolitano, y cinco soldados: de los france- ses murió un Maestro de campo, cuatro Capitanes y 22 soldados; y el otro Maes- tro de campo con ambos tercios fué lle- vado al Señor Príncipe Tomás, el cual mandó luego que los llevasen á Bolbur- gue, y cuando se rescataron, se repartió el dinero entre el dicho tercio de Guaseo y la caballería que habia tenido consigo el Comisario general. Después de esto, ha- biendo reconocido el Príncipe Tomás que el enemigo habia tenido mucha gente en el puesto del Baque , y que si se los ataca- ba con aquellos escuadrones volantes que he dicho, era aventurar una batalla, para

1 62 GUERRAS DE FL ANDES

lo cual no era buena sazón , porque si se perdía este ejército, y el Infante no recha- zase al enemigo del Dique de Calo, era tener los países perdidos; con que resol- vió de meter el ejército en unas praderías y dormir aquella noche en batalla, donde, cuando estaban todos con el mayor silen- cio del mundo, mandó el Príncipe Tornas á Juan Agustin Espinóla que marcha- se con su regimiento á Niurlete, donde sabia que el enemigo no habia hecho nin- guna fortificación, y que metiese dentro de la villa 600 hombres de su regimiento, 300 con su Sargento mayor y 200 italia- nos de Guaseo y Toralto, y 100 ingle- ses de Gach; y la pólvora y cuerda que he dicho arriba habia inviado el Marqués de Fuentes, el cual coronel Espinóla ejecutó el meter este socorro con tan buena dili- gencia, que después de haberle entregado al capitán D. Luis de Mieses, que habia sa- lido con barquillas á recibirle y volvió al ejército sin aventurar un hombre; con que visto por el Príncipe Tomás el buen su- ceso que se habia tenido, marchó con todo el ejército, y entró con su persona en Bol- burque, y la gente volvió cada uno á los puestos donde habia salido.

Estando todos con el gusto que se puede pensar de haber dejado á Sant Omer

AÑO DI H>3

irado por algunos días, llegaron nue- v S. A. en que avisaba que los hola ibian fortificado el Dique de

todo cuanto se puede imaginar, y que iban luego poner sitio á Amberes, con que todo el país estaba en un extremo bien avisó como Picolomini quedaba con su ejército en Brabante hasta .1 fin de aquel suceso, sobre el cual 1 dia tenia muchas veces consejo, en que entraban el Conde de la Feria, Don Felipe de Silva, el Conde de La Fontaine, D. Andrea Cantelmo, el Padre confesor y otros, sobre lo cual siempre se hallaban mayores diiicultades por lo fortificado que estaba el enemigo, y por la ventaja que nos hacia en el número de la gente, y por la falta de dineros con que se hallaba, mal ordinario en este país; también llegó la nueva al Señor Príncipe Tomás como iriscal de La Forza había llegado á juntarse con el de Chatillon , y aunque su :ito no era tan fuerte, era más experi- mentado, por las muchas ocasiones en se habia hallado en Alemania; tomó por su ci ^urar los víveres á Chatillon,

taba en Adra, de donde juntamente venían todas las munici

no podían tener nada, porque los corvatos estaban siempre em-

164 GUERRAS DE FLANDES

boscados , con que hacían estar á su caba- llería encerrada en sus cuarteles. Supo también el Príncipe como La Forza es- taba á toda diligencia haciendo un fuerte en el dique que va de Adra para asegurar los víveres que iban á Chatillon ; y para impedir esto, resolvió inviar al Conde Juan de Nasao con la mayor parte de la caba- llería, y un escuadrón volante de todos tercios que llevaba a su cargo el Maestro de campo Toralto, con orden de rechazar al enemigo de aquel fuerte; mas habiendo llegado á la vista y conocido lo fortificado que estaba, fueron de parecer de revol- verse sin haber hecho ningún ataque, ase- gurándole al Príncipe que no era posible tomar el dicho fuerte sin llevar galerías, que es una tablazón grande para defensa de los mosquetes, por estar el dique prin- cipal donde se habia de atacar tan angosto que mal cabian cuatro hombres de frente; y sintiendo el Príncipe que este puesto no se hubiese ocupado, le pareció era forzoso adelantarse con el ejército al villaje de Romenquien, el cual también se temía que le ocupase el enemigo; llególe orden á D. José de Saavedra que con su tercio marchase á toda diligencia dejándose el bagaje con lo demás del ejército, y que hi- ciese escuadrón delante de dicho villaje;

AÑO DE II [65

lo cual ejecutó con toda puntualidad, y antes que fuese de dia estaba ya en el di- cho puesto sin haber sido sentido del ene- migo; y la mañana siguiente llegó el Príncipe con toda la infantería y artillería, dejando la caballería en los villajes de Adras en retaguardia, y mandó al capitán 5, ingeniero, que delinease la frente de banderas y las fortificaciones para ella, las cuales empezaron luego á trabajar los soldados, y en menos de ocho dias estu- vieron en perfección; y pareciéndole al Príncipe que importaba tomar el fuerte que he dicho que habia hecho La Forza, envió al Conde de Fuensaldaña con 50 ca- ballos para que los reconociese ; el cual, luego que lo hizo, volvió y dijo que se conformaba con el parecer de Toralto, de que no se podia tomar sin llevar galerías, porque si no se perdería la gente sin pro- vecho, por la estrechura del dique. En este ínterin llego el alférez Ochoa , que era el que entraba y salia más amenudo en Sant Omer, y avisó á S. A. como Chatillon habia empezado á abrir trincheras por la parte donde no tiene marracos la villa, que es la montaña de San Miguel, desde la cual hacia grandísimo daño con su arti- llería y con muchas bombas y granadas que tiraba, y que los aproches los hacia

I(J) GUERRAS DE FLANDES

fortísimos, con que estaban con gran cui- dado los que gobernaban dentro, que era en forma de junta que se hacia en el Ma- gistrado, sin haber ninguno que quisiese obedecer á Ochoa por cabeza principal, por la diferencia que traian entre el gran Ballu, Vizconde de Liera, y el Mayor Monsieur de Brandeque, con que para ha- cer el servicio del Rey se juntaban, y con ellos el Barón de Vesmal, y el Capitán Don Luis de Mieses , y el Sargento mayor de Espinóla; y resolvieron que los españoles ocupasen las medias lunas de afuera, que caian á la dicha montaña de San Miguel, mudándose una vez las compañías de Sa- avedra, que fueron las que ocuparon pri- mero el puesto con las de Velada; y es- tando una noche de guardia D. Rodrigo de Rojas, capitán de Velada, queriendo mos- trar la bizarría de su corazón , hizo una salida con muy poca gente , y llegó hasta cerca de las baterías del enemigo, al cual le retiraron los suyos con mucha presteza, herido de un mosquetazo en el muslo; los demás puestos defendían diferentes suer- tes de naciones; con que sabido por el Principe Tomás todos estos sucesos de dentro de Sant Omer, y la gran falta que habia en la villa de municiones por gas- tarse muchas en la defensa de los ataques,

AÑO DE I637. 167

temor que se tenia de los burgueses Je que viéndose quemar sus casas con las bombas no se levantasen contra la guar- ní, y se tuvieron ciertas sospechas de algunos que traían trato con el enemigo: todo lo aplacó y puso de buen ánimo isno y el Abad de San Vertin , de la

0 de San Benito, una de las mus

Abadías del país, con que mandó S. A. volver á atacar el fuerte que habia hecho hacer La Forza, por no hallar otro medio para impedir la violencia con Chatillon atacaba la villa, si no era tomándole puesto con que poderle impe- dir los convoyes, y pasó en esta forma.

Después de medio dia invió orden el Se- ñor Príncipe Tomás á D. José de Saavedra, en que le decía que juntase luego 400 hom- bres de su tercio y 200 del de el Marqués de Velada, con su Sargento mayor, y 200 alemanes de Roberoy, con su Sargento >r, y 200 irlandeses de D. Eugenio Onel, y un Teniente de Maestro de campo -ral con su Ayudante, y un Teniente iral de la artillería con cuatro piezas y dos compañías de caballos; y con este es- cuadrón volante y demás gente, llegase á el anochecer al puesto de Santa Maricher- y donde le ¡aviaria á avisar lo que

1 de hacer; y que antes de partir le

1 68 GUERRAS DE FLANDES

fuese á hablar, el cual lo hizo así. Y le mandó S. A. , á boca , que atacase el fuerte que estaba hecho en el dique de Adres, para lo cual hallada en el puente de Santa Maricherche 2.000 fajinas hechas: díjole también que no tuviese cuidado de que el fuerte seria socorrido, porque al mismo tiempo que él partía, tenia orden de partir el Conde Juan de Nasao, con la mayor parte de la caballería y 2.000 infantes que llevaba á su cargo el Conde de Fuensal- daña y D. Francisco Toralto; con lo cual habían de ocupar un puesto entre el ejér- cito de La Forza y el fuerte, y así se hizo. Llegó D. José de Saavedra con su gente á muy buena hora al puente, y, á poco trecho que habia caminado, hizo hacer alto á las dos compañías de caballos, y con gran si- lencio se acercó todo lo que pudo al fuer- te, y le invió á reconocer delante á Don Bartolomé del Rio, Capitán reformado, el cual le avisó como el enemigo estaba muy quieto; y luego mandó acercar dos pie- zas de artillería , que no cabían más en aquel dique; y las otras dos mandó pasarlas á una montañuela que estaba al lado iz- quierdo del dique; y estando haciéndolas baterías con toda prisa , la centinela del fuerte, pensando que el ruido que habia sentido era alguna gente que venia á reco-

AÑO DE 1637. 169

nocer, disparó un mosquete pijote, con lo cual, viendo D. José que el enemigo estaba

l arma , mandó al Sargento mayor del Marqués de Velada que con 100 hombres del tercio de dicho Maestro de campo y 100 del suyo empezase á abrir trincheras, las cuales se hicieron en forma de culebra por causa de la estrechura del dique y por la mucha agua que habia fondable á los lados del : y al Sargento mayor de Ro- beroy mandó que con sus 200 alemanes

e la ribera que está al lado izquierdo del dique, y que abriese trincheras delante de la batería de la montármela; al tiempo que esto se ejecutaba, hacia la noche os- cura y lluviosa, y el enemigo no habia disparado más, hasta que, empezando un poco á aclarar el dia, mandó D. José co- menzar á jugar de la artillería, y los del fuerte dispararon gran cantidad de mos- quetazos; y viendo que nuestros cañona- zos no habían hecho saltar ni una estaca de la frisa, sino que el mayor daño que habian hecho era á nuestro gente, pues, bajando un poco el artillería la mano, mató á un soldado y llevó la pierna de otro de la compañía de Mateo de Torres, que es- taban trabajando delante. Viendo esto Don losé de Saavedra, mandó llamar los Ofi- ciales que estaban á su orden , y les pro-

I7O GUERRAS DE FLANDES

puso, como no era posible que el artillería hiciese brecha, y pues el enemigo no le habia disparado, se echaba de ver que no la tenia, y que ansí era de opinión que sin ninguna dilación se les diese asalto; y todos le respondieron que era aventurar a per- der toda aquella gente, y que así era me- nester aguardar á llegar con las trincheras á reconocer el foso , y que entonces, si el agua no fuese mucha, se podia tratar de dar el asalto. Oido esto, se resolvió D. José de inviar un tambor al fuerte á decir que se rindiesen, ó que si aguardaban al asalto los degollaría á todos; alo cual respondieron con grande arrogancia, que en pasando ocho dias responderían lo que habian de hacer, y que antes estaban ciertos les ha- bia de socorrer La Forza, su General; con que despachó D. José á dar parte de lo que habia pasado al Príncipe Tomás con el alférez Marqués, ayudante de Teniente de Maestro de campo general, el cual mandó le pidiese encarecidamente le diese licencia para que diese el asalto, porque confiaba en el glorioso San Juan que le habia de dar buen suceso en su santo día: respondióle el Príncipe que se diese toda la prisa posible á llegar al foso con las trincheras, y que en reconociendo el fondo que tenia le avisase para que le inviase á

AÑO DE 1637. I7I

íar lo que habia de hacer; y luego que tuvo esta respuesta, mandó dar prisa á los dichos Sargentos mayores que ataca- . a los cuales envió las 2.000 faginas is muchas mas que se habían hecho, iones y todas las zapas y pi- m menester; mas por ser el 10 pedregoso y muy espesas las balas el enemigo tiraba, no era posible se trabajase tanto como el Maestro de campo, sé, deseaba; mataron á un Sargento íes é hirieron al Capitán de Burquescles, y á tres soldados de la com- pañía de Lezcano. Estando en esto se vio r un hombre á caballo y que llegó á jaldas del fuerte, y pareciéndole á D. José seria bueno inviarles á avisar que serian socorridos , mandó luego al Capitán de irlandeses que con sus 200 hombres se pusiese en unos setos , al lado derecho del dique , para recibir el socorro que viniese; ido que venia dicho socorro , le invió te de refuerzo. Estando en esto, el Conde Juan de Nasao, habiendo descu- > algunas tropas del enemigo, se em- pezó á retirar del puesto que ocupaba aunque fué sin orden); y visto por La Forza, invió su caballería con alguna mos- quetería á atacarle la retaguardia , y esto con tanta diligencia, que si no fuera

172 GUERRAS DE FLANDES

por haberles hecho cara el capitán Don Antonio Pimentel, que llevaba la última manga de mosquetería , poniéndose en unos setos, con lo cual detuvo la furia con que atacaban; y visto por La Forza, pareciéndole que perdia tiempo en ir á socorrer el fuerte , dio lugar á que se reti- rase el dicho D. Antonio, el cual quedó muy mal herido de un mosquetazo en el brazo izquierdo; al mismo tiempo que D. José vio empezar á retirarse al Conde Juan de Nasao, invió á D. Juan Ladrón de Guevara, su Ayudante, á decir al Señor Príncipe Tomás lo que pasaba, y como nuestra artillería no habia hecho ninguna brecha, y que los dos Sargentos mayores estaban aun más de treinta pasos del foso, y que el socorro no se podía ya impedir por haber dejado el puesto el Conde Juan, y ansí que S. A. se sirviese de darle licen- cia de aventurarse á dar el asalto, porque la opinión que tenia el Sargento mayor Porcel era de que se retirase , porque de ninguna manera se podia ganar el fuerte. Al dicho D. José no le parecia bien, por- que además que el desaire era muy gran- de, seria fuerza el perder el artillería, porque el enemigo, en viendo que se em- pezaban á retirar, habia de cargarles con mucha fuerza y diligencia, con que los

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.Jos se meterían en confusión y des- darían la artillería. Sabiendo el Prín- cipe estas razones , y pareciéndole eran ajustadas, volvió á inviar al dicho ayu- dante D. Juan Ladrón, y con él á Mon- Mondragon , su Gentil-hombre de la cámara, para que dijesen á D. José que le daba licencia y le ordenaba que diese el asalto luego , y que coníiaba de su valor y prudencia lo dispondría todo de modo que tubiese muy buen suceso. En esta orden que tanto deseaba D. José, ejecutó luego el asalto en esta forma :

Del fuerte de Nui habia hecho traer D. José tres escalas, por haberse olvidado el Teniente de la artillería de traerlas, y mandó al Capitán de los irlandeses que se hiciese tomar á cada soldado de los 200 que tenia consigo tres faginas, y al Sar- gento mayor Porcel mandó que los 200 españoles que estaban con él hiciesen lo mismo , y que los Sargentos de D. Diego de Boorques y de Mateo de Torres embis- tiesen con 100 hombres, y que sus Capita- nes les siguiesen con otros 100, y al Sar- gento mayor de Rubere, que tomase otras tantas faginas con sus 200 hombres, y que embistiesen cada cual desde el puesto en que estaban, y á cada uno de los que mandaban los 200 hombres les entregó

174 GUERRAS DE FLANDES

una escala, y les dio orden que en oyendo disparar dos piezas de artillería juntas, arremetiesen al fuerte á un mismo tiempo por las tres partes; y que en llegando al foso, echasen las faginas en él para poderlo pasar mejor, y que no diesen cuartel á nadie: al punto que dispararon las dichas dos piezas, fué ejecutada esta orden con tal bizarría, que subiendo el primero el Sargento del Capitán D. Diego, fué heri- do de un mosquetazo, y el primer Oficial que entró fué el Sargento de Torres , lla- mado Manuel Mudarra , al cual siguió el capitán D. Diego, y luego Mateo de Tor- res, con el cual quiso ir el Maestro de campo D. José, por dar mayor coraje á los soldados, y le dieron dos mosquetazos, el uno en el calzón y el otro en la manga de la ropilla; y el Capitán irlandés quedó herido de un mosquetazo, y dos soldados españoles muertos, y un alemán, y seis heridos. Con la fuerza, valor y presteza que se ejecutó este asalto , no tuvo lugar el enemigo de disparar más que la primera carga, y aun no tuvieron tiempo para pe- dir cuartel sino solos cuatro, á quien se lo dio el Maestro de campo, y un Capitán que fué prisionero de el alférez José Rico, del tercio de Velada, al cual su Maestro de campo hizo su Alférez, en considera-

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cion de lo que se señaló este dia. Eran dos compañías las que estaban dentro del fueru te muy escogida, y quedó

muerto dellos un Capitán y 135 soldados, y pocos fueron los que huyeron del rigor del asalto, los cuales encontraron con el socorro que les venia , que estaba ya á tiro de mosquete del fuerte; con que oyendo la nueva hicieron alto, y D. José invió luego á dar la buena nueva y relación del suceso al Señor Príncipe Tomás con el Teniente de Maestro de campo general Orozco; y en el ínterin metió en el fuerte al capitán D. Pedro de Sotomayor con 100 hombres de los 400 que habia dejado de reten, y la demás gente la puso en escua- drón delante del fuerte. El Señor Príncipe Tomás, sabiendo que el enemigo no se habia retirado, envió á Paulo Fanfeneli, Sargento mayor del Guaseo, con todo su tercio, á orden del Maestro de campo Don José, y luego que llegó, le mandó hacer escuadrón con la gente que traia, y á las diez de la noche el Señor Príncipe Tomás invió á mandar al dicho D. José que se volviese á la frente de banderas de Ro- menguien á descansar, y que dejase dentro del fuerte al Sargento mayor de Roberoy con sus 200 alemanes, al cual le dejó to- das las municiones necesarias para defen-

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derse. Infinito fué el gusto que todos re- cibieron con este suceso, que fué el prin- cipio de todos los buenos que después hubo, y para D. José de Saavedra fué de grandísima opinión y honra, pues lo eje- cutó con tanta prudencia y bizarría, y siendo de tan pocos años, lo que otros dos Maestros de campo de más edad habian rehusado hacer; y esto á la vista del ene- migo y sin haber abierto brecha ni recono- cido el foso, el cual, pasado hasta los pechos el agua por algunas partes, fué menester nadar, sin embargo de las faginas que habian echado en él; el Príncipe y todo ei ejército le dieron mil norabuenas y muchas gracias por tan osada y acertada facción.

El dia después que tan dichosamente se habia ocupado aquel puesto, que de aquí en adelante llamaremos fuerte de San Juan, por la devoción de D. José de Sa- avedra, mandó el Señor Príncipe Tomás al coronel Roberoy que inviase 200 hombres de su regimiento con un Capi- tán, ú mudar á su Sargento mayor que habia quedado en dicho fuerte con los que he dicho; y habiendo ejecutado esta orden, viniéndose ya el Sargento mayor, oyó mosquetazos en el fuerte , con que dio la vuelta por el dique á ver lo que era, y

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llegó á tan buen tiempo con su gente que se volvió á meter dentro del fuerte , y el ene- migo, con gente escogida, le diódosasal-

ambas veces fué rechazado; sabiendo en Romenguien por el Señor Príncipe Tomás esta arma que había en el fuerte

m Juan, hallándose con él D. Fran- cisco de Toralto, le mandó que tomase

> 500 hombres ; 200 de su tercio y 300 españoles de los tres tercios; y él, por ir más aprisa, tomó las guardias de su tercio y marchó con ellas al socorro de dicho fuerte, y se dio tan buena maña, que de- tuvo la furia del enemigo , quedando heridos los Capitanes que llevó consigo, Caracioli y Bufalino. A este tiempo llegaron los 300 españoles á toda prisa, y les dejó pasar á la vanguardia, como les tocaba, los cuales rechazaron al enemigo con tal valor que le hicieron retirar más de doscientos y cincuenta pasos del fuerte. Los Capitanes eran: del tercio de Saavedra, Alonso López de Torremocha; del de Velada, D. Juan de Santander; del de Fuensaldaña, Cristóbal de Veimar; á los cuales mandó el Señor Principe Tomás que les fuesen á mudar de sus tercios otros 500 hombres, para ir refrescando la escaramuza, la cual duró hasta el anochecer que se retiró el enemi- go; y, según informaron algunos prisione-

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ros, con pérdida de más de 800 hombres de muertos y heridos, la mayor parte de gente particular; de los nuestros murie- ron 5, y 22 heridos; con que vuelto al cuartel el Maestro de campo D. Francisco Toralto fué muy alabado de todo el ejér- cito por la disposición y valor con que habia hecho retirar al enemigo con tan gran pérdida, habiendo durado la escara- muza más de ocho horas.

Habiendo tenido nuestro ejército dos dias muy buenos consecutivos , no lo fué menos el tercero, porque llegó el Ayu- dante general Galarde, enviado por el In- fante, con la nueva de la gran victoria que habia alcanzado contra los holandeses del dique de Calo ; y aunque sea por mayor, pondré aquí este suceso.

Volvióse á el ataque del dique de Calo por tres partes en esta forma: á D. Andrea Cantelmo le dieron el primer ataque y el más principal, que era donde el enemigo tenia más gente. Llevaba á su cargo cinco compañías del tercio de Velada, que habian quedado en Güeldres y las habia man- dado salir el Infante para esta ocasión, y al Duquin Doria con su tercio y algunas compañías de valones: otro ataque gober- naba el Marqués de Leden con cinco com- pañías de españoles del tercio de Fuen-

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clara, y el tercio de valones de Ribacourte, v el regimiento de alemanes bajos de Brion , y otros ramos de gente de diferen- tes naciones; el tercero ataque, que era el cercano al fuerte de Calo, gobernaba el Conde de Fuenclara con 15 compa- ñías de su tercio. D. Andrea y el Mar- qués de Leden embistieron delante de su gente; mas el Conde de Fuenclara invió á su Sargento mayor D. Baltasar Merca- der, y él se quedó todo el dia en el fuerte de Santa María para mejor disponer lo que se ofrecia. Fué este suceso de los más sangrientos que ha habido en estos países: mas con el ayuda de Dios y de su Madre bendita ganamos todas las fortificaciones del enemigo, el cual, deseando escaparse en barcas, no lo pudo hacer, si no es algu- na poca gente con el Conde Guillermo, cuyo hijo quedó muerto en esta ocasión, y muchos Oficiales principales de los Es- tados; y entre muertos, heridos y presos fueron más de 5.000 hombres. Las bande- ras y artillería llevaron luego á S. A. De nuestra parte hubo cerca de 1.000 hombres entre muertos y heridos, entre ellos quedó estropeado de ambos muslos el Duquin Doria ; y Capitanes murieron, del tercio de Fuenclara, D. Matías de Licaracu y D. José de Vergara y D. Antonio Verdexa; y del

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de Velada murió D. Juan Félix, y uno del tercio del Duquin Doria, y otro de Riva- courte ; las compañías se proveyeron en personas que se habian señalado en dicha ocasión. S. A. dio muchas gracias á Dios por tan señalada victoria , con que queda- ron estas provincias como recuperadas de nuevo, pues ya se juzgaban perdidas. Avisó también S. A. como Picolomini ve- nia ya marchando á juntarse con el Prín- cipe; esperábamosle corí mucho gusto por el deseo que teníamos de tener otro suceso como el del dique de Galo, y rechazar al enemigo de Sant Omer.

Estando en esto llegó el alférez Ochoa de Sant Omer y dijo al Señor Príncipe Tomás como el enemigo se iba fortifican- do muchísimo alrededor de Sant Omer, con que era muy dificultoso salir ni entrar nadie; y que los de la Junta que goberna- ban la villa habian formado cuatro com- pañías de valones de la gente que estaba dentro refugiada, para que guardasen los puestos menos importantes; y mandaron que las gobernasen cuatro Alféreces espa- ñoles, á los cuales, cuando lo supo el In- fante , les dio patentes de Capitanes de la dicha gente; y también ordenaron, viendo que el enemigo acercaba mucho sus bate- rías, con que hacia daño notable á la villa,

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que se hiciese una salida con 300 hombres para embarazarle un poco el trabajo, yes- tos se nombraron de todas naciones que ha- bía dentro, dando 150 a! capitán Francisco Pérez, del tercio de Saavedra, que llevaba el lado derecho; y al izquierdo, con los otros 150 iba el capitán D. Tito de To- ralto, los cuales hicieron tan bien su de- ber que pasaron más allá de las baterías del enemigo, y si hubieran llevado clavos, pudieran haber enclavado las piezas; y se retiraron sin pérdida ninguna, si no fué el quedar muy mal herido el capitán Fran- cisco Pérez, pasado un muslo de un mos- quetazo. Conociendo el Señor Príncipe Tomás el gran aprieto en que la villa es- taba, dispuso socorrerla, después de haber llegado el Conde Picolomi, en esta forma: El segundo y último socorro que el Se- ñor Príncipe Tomás invió á la villa de Sant Omer, fué uno de los mas dignos de alabanza , que se hallan en la disciplina militar, por el buen orden con que se dis- puso y gran valentía con que se ejecutó. Primeramente mandó al coronel Roveroy que con su regimiento quedase en el fuerte de San Juan , y al Conde Juan de Nasao que fuese con la mayor parte de la caba- llería , con quien iba su Comisario general D. Francisco Pardo; y el Conde de Coló-

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redo con toda la caballería imperial para que se adelantase el dicho Conde de Nasao para hacer cara al Mariscal de La Forza, porque no se juntase con Ghatillon, el cual pasó la otra parte del fuerte de San Juan , y le sucedió lo que después diremos. Mandó también al Conde Picolomini que con su infantería atacase la iglesia de Mo- melin , y el fuerte Real que tenían en el Baque y tres reductos; y á D. Eugenio Onel mandó que con su tercio ele irlandeses y tres compañías de Vesmal se embarcase en el Vaten , para ocupar un puesto donde el enemigo tenia guardia junto á la ribera, y con la resta del ejército marchó de esta manera ; quiso poner el Príncipe españoles en vanguardia , batalla y retaguardia , por si acaso fuese atacado por La Forza, y así nombró para llevar la vanguardia á el Conde de Fuensaldaña con su tercio; al cual seguia Espinóla con su regimiento, y á éste Toralto con su tercio; á el cual seguían los dos de ingleses, y á ellos el tercio de Velada; al cual seguia el del Guaseo, y á éste el de Saavedra en dos trozos ; al cual seguia el Teniente general D. Juan de Viuero , con la parte de la ca- ballería que no habia ido con el Conde Juan de Nasao. Tenia el enemigo tres fuertes en los marrazos de Niurlete; al

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uno había puesto por nombre la Inclusa, el otro el Esquenque, y al principal llamaban Niursote, donde había un Maes- tro de campo con 600 hombres. Llegó el ito á la vista de los dichos fuertes á la punta del dia, y por no dar lugar á Chati- llon á que los socorriese, mandó que los embistiesen los tres tercios que estaban de vanguardia; y embistiendo primero el de Fuensaldaña, le siguió el de Espinóla, con que del primer asalto se rindió el fuerte de la Inclusa , y dieron cuartel á la gente que estaba dentro; murieron en este asalto los capitanes D. Pedro de Zepeda y Don Diego de Velasco, del tercio de Fuensal- daña; y el otro fuertecillo que se decía Inclusa se rindió luego á la dicha gente; y el fuerte del Esquenque se rindió á par- tido á D. Francisco de Toralto, saliendo los 600 hombres que los inviaron á su ar- mada, que por haberse hallado sin muni- ciones no pudieron hacer resistencia. En- tendido esto por Chatillon, invió algunos batallones á recuperar estos fuertes; y el Conde de Fuensaldaña invió á su Sargento mayor, Dionisio de Guzman, con todas las bocas de fuego de su tercio para recibir al enemigo, el cual venia con gran furia; y el Señor Príncipe Tomás invió cuatro mangas de mosquetería de los tercios de

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Velada y de Saavedra , y mandó plantar dos baterías de medios cañones en los puestos de Fuensaldaña y de Espinóla, que hacían notable daño á el enemigo, y man- dó también á los demás tercios se acerca- sen para ir refrescando la escaramuza; y diciendo un Ayudante á Saavedra que se acercase, pensó que le queria decir al fuerte, con lo cual marchó con su tercio y pasó la batería de Espinóla; y sabido por el Príncipe, le mandó retirar á hacer escuadrón con su tercio, mas habíase ya empeñado tanto, que fué fuerza dejar la primera manga de mosquetería que llevaba D. Pedro de Sotomayor. Muchos le decian después al dicho D. José de Saavedra que con su persona habia pasado las baterías, y metídose en el agua hasta la rodilla en el primer marrazo, cosa que no habia hecho otro ninguno de los Maestros de campo que iban en la vanguardia , y él respondía que aquello lo habia hecho por no haber entendido bien la orden. Picolomini habia ya tomado un reducto por asalto, y estaba batiendo la iglesia de Momelin , la cual se defendía muy bien; llególe nueva al Prín- cipe como el Maestro de campo D. Euge- nio Onel habia ejecutado la orden que lle- vaba de echar al enemigo del puesto que tenia en la ribera de Vuaten , y habia en-

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tregado todas las municiones que él lleva- ba á su cargo á un Oficial que habia salido de Sant Omer á recibirlas, con que aquel dia fué la facción maravillosa, así por agua como por tierra, cuando desesperado tillon de que no podia recuperar los puestos perdidos, mandó retirar su gente, que lo hizo con notable daño , y el Príncipe mandó á D. José de Saavedra que inviase su Sargento mayor, D. Diego López de Zúñiga, con 300 hombres á mudar al de Fuensaldaña, y que desmantelase los fuer- tes, como lo hizo, y también mandó que entrasen dentro de la villa 300 españoles de los tres tercios, con que todos decian que si duraba Chatillon en estarse allí, que habia de ser como el sitio de Ostende, pues siempre se podia refrescar el socorro. El Barón de Vesmal salió también á hablar con el Príncipe, y después de haberle dado parte de todo lo que habia, se volvió. Cuando ya era de noche, llegó un Ayu- dante de la caballería de parte del Conde Juan de Nasao á decir el mal suceso que allá habían tenido al mismo tiempo que el Príncipe acá le tuvo tan feliz, lo cual pasó en esta forma:

Habiendo reconocido el Mariscal de La Lorza que el Conde Juan y el Conde Co- loredo le hacia cara con la caballería , re-

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solvió de salir de su cuartel y se puso en batalla con la infantería, artillería y caba- llería, y fué caminando adonde estaba el Conde, el cual invió algunos arcabuceros á escaramuzar con él; y después invió más á refrescar la escaramuza; y en este ínte- rin mandó á su retaguardia que se retirase al fuerte de San Juan; y él, haciendo de la vanguardia retaguardia, iba haciendo cara al enemigo : el cual , luego que cono- ció que el Conde desamparaba el puesto, le cargó con mucha fuerza , y por ser el camino de tantos marrazos y setos, vién- dose empantanados muchos soldados, de- jaban sus caballos por escaparse, con que se perdieron más de 400 , y la caballería iba en tal desorden que si no fuera por haberlo reconocido el coronel Ruberoy y echado 200 mosqueteros á darles calor desde el fuerte de San Juan, se hubiera perdido toda. Murió de un mosquetazo el Conde Coloredo, dentro del fuerte de San Juan, poco después de haberse retirado. Hirieron al capitán Bonoi, borgoñon, y pocos soldados hubo muertos y heridos. Perdióse el estandarte del Conde de Beau- mon, habiendo muerto á su corneta. Son todos de opinión que si el Conde de Nasao hubiera embestido á La Forza que le hu- biera roto, porque era mucho más fuerte

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de caballería que él, y la campaña era muy á propósito para ella. Llamaron á esta ocasión la de las ranas , porque el enemi- :omo si lo fueran , pescó caballos en en las lagunas que he dicho. Sintió muchísimo este mal suceso el Príncipe, pues solo él bastó a aguar los buenos que hubo aquel dia: mas nunca las cosas de este mundo suceden tan prósperas que vengan sin alguna parte de zozobra. Invió aquella noche el Príncipe á Ludovico con los corvatos á reconocer lo que hacia Cha- tillon, porque todos juzgaban que levan- taría el sitio aquella noche; mas fué tan al contrario, que á la mañana siguiente tiraba con más fuerza su artillería á la villa: con que, visto por el Príncipe, entró dentro á reconocer lo que se podia hacer; y en este ínterin invió á avisar Ludovico como habia roto un convoy que venia ala armada del enemigo de Aldra , cargado de víveres y municiones, y los prisioneros dijeron á S. A. como Chatillon estaba resuelto á no levantar el sitio mientras se mantuviese el Baque, y que habia hecho gran pérdida de Oficiales cuando habia inviado la gente á recuperar los puestos de Niurlete, y que La Forza estaba muy vano con haber ga- nado un estandarte y hecho retirar al Conde Juan , aunque también le habia

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costado alguna gente particular; el Prín- cipe , viendo que el fin de este suceso con- sistía en tomar el Baque, hirió á gran prisa á Picolomini para que ganase á Mo- melin; mas habiéndose defendido muy bien ocho dias , en los cuales habia entrado siempre gente de refresco, al cabo de ellos invió Picolomini al Marqués Gonzaga, Sar- gento mayor de batalla, á dar parte á S. A. como los de Momelin se querían dar á par- tido. Mandó el Príncipe que se le diesen , y viendo que los de el Baque estaban perti- naces en defenderse, y que Picolomini no les habia podido hacer aproches por no haberse aun rendido la iglesia de Mome- lin, mandó á D. José de Saavedra que saliese con 1.000 españoles de los tres ter- cios , que toda era gente escogida , y á Don Francisco Toralto que saliese con 1.000 hombres italianos de su tercio y del de Guaseo, de ingleses y alemanes, con los cuales marcharon; y en estando á la vista del fuerte, les señaló el Príncipe á Saave- dra el puesto más dificultoso por donde habia de dar el asalto; y á Toralto el que lo era menos, al cuerno izquierdo de Don José, y mandóles que se estuviesen quedos hasta que les inviase la orden de acome- ter, y él se fué á la vuelta de Momelin. En este ínterin reconoció Toralto una

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hoyada donde podía tener cubierta alguna gente cerca del fuerte, para en teniendo ■1 de dar el asalto, subir primero que D. José; el cual, habiendo sabido esto por un Sargento que habia inviado á re- conocer, para impedir la astucia de To- ralto mandó sacar 100 soldados escogidos con dos Sargentos, y les mandó se aloja- sen dentro del foso, el cual era seco; y que si el enemigo les tirase, que intentasen dar el asalto , que él les iria siguiendo con la resta de su gente. Apenas se metieron en el foso los Sargentos, cuando el ene- migo, en lugar de dispararles, hizo muy fuerte llamada con el tambor, de lo cual, avisado D. José, lo hizo saber al Príncipe; el cual, sabiendo del modo que habia sido, dio reprensión á Toralto yáD. José gra- cias por la buena resolución que habia to- mado; y mandándoles volver al cuartel, dejó hecho el acuerdo con el enemigo de que saliesen el dia siguiente á la mañana, juntamente con los de Momelin, que ha- bían hecho el mismo acuerdo. Habia en el fuerte de el Baque 2.000 hombres efec- tivos con un Maestro de campo que los gobernaba, y cuatro cuartos de cañón que dejaron allí de yerro, y á ellos los iba convoyando con cuatro compañías de ca- ballos, el capitán Monsieur de Mogre,

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natural de Cambray, y en el camino les dieron pan de muncion y los llevó á Mesieres, donde, por ser largo el cami- no, se habían muerto la mitad de la gente antes de llegar. Sabiendo Chatillon como se habia rendido el Baque, resol- vió hacer su retirada la noche siguiente, con que inviando toda la artillería gruesa y bagaje delante , puso de retaguardia la mejor de su gente, y así comenzó á reti- rarse. Y luego que los sintieron los que estaban en las medias lunas de la villa, inviaron á avisar al Príncipe, el cual marchó con el ejército y con el de Picolo- mini , y entró por la puerta de el Baque y salió á la montaña de San Miguel, donde siendo ya más de las ocho del dia, primero que todo hubiese pasado , y viendo que el enemigo iba con muy buena orden y nos llevaba media legua de ventaja, le pareció al Príncipe que era mejor al enemigo la puente de plata, como dice el refrán, con que hizo alto media legua más allá de Sant Omer, y mandó trujesen el bagaje; con que dormidos aquella noche en es- cuadrones, mandó también salir toda la gente que estaba en Sant Omer, y que cada uno volviese á su tercio, y el dia si- guiente marchó á la antigua Teruana, que no tiene más que ruinas de lo que

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fué, donde hizo hacer frente de banderas, > de allí se fué á Bruselas á verse con S. A. el Señor Infante, que estaba en la fiesta del Santísimo Sacramento del Milagro. Abrazó el Infante á su primo, y el uno al otro se dieron mil norabuenas del buen fin que habían tenido con tan gloriosos sucesos como el de Calo y Sant Omer. Habia quedado en el ínterin gobernando el ejército el Conde Picolomini, y la gente estaba ya descansada por estar el cuartel de Teruana muy cómodo , por tener muy buena agua y cantidad de buenas mines- tras, forrajes y leña.

Habia sucedido antes del último so- corro de Sant Omer una desgracia muy grande; de que estando D. Jerónimo Bri- ceño, Capitán de caballos corazas españo- les, en su cuartel, cerca de la ribera de Gravelingas, dijo que se quería bañar en ella ; y aconsejándole sus amigos que no lo hiciese, que le hariamal, respondió que tenia mucho calor y que le habían dicho que tenia poca agua en aquella parte; con que á pocos pasos después que hubo.... ca- yó, porque se le metieron los pies en unos juncos que tenia la ribera; y cuando llegó un soldado que se habia arrojado á socor- rerle ya le topó ahogado. Sintióse mucho en el ejército, porque era un caballero

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mozo, mayorazgo, rico y casado con Doña Blanca, hija de D. Carlos Coloma.

Cuando llegó el Príncipe Tomás á Teruana, publicó la merced que S. A. había hecho de la compañía de caballos de D. Jerónimo Briceño á D. Alberto Co- loma, su cuñado, hijo segundo de Don Carlos; y de las de infantería del tercio de Fuensaldaña, la de D. Pedro Zepeda al capitán D. Diego de Goñi, y la de Don Diego de Velasco, al ayudante Torres, del mismo tercio: trajo también orden al Ma- gistrado de Sant Omer para que deshicie- sen todas las fortificaciones que habia hecho el enemigo á la parte de Artues, y á las chatelerías del Casel, Bergas y Bor- burg, y que deshiciesen las que estaban hechas á la parte de Flandes; con que, dis- puesto esto, marchó de Teruana á Lilers, donde hizo frente de banderas; y habiendo ido los corvatos á reconocer al enemigo, trujeron algunos prisioneros que dijeron las nuevas siguientes : que estaban resuel- tos de sitiar á Hesdin con los dos ejércitos de Chatillon y La Forza; que se habia juntado otro muy buen ejército que habia traído el Mariscal de Brese, el cual habia de estar al opósito.

En este tiempo llegaron nuevas de como el Príncipe de Conde habia tomado

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el pasaje y tenia sitiada á Fuente-Rabia, y la apretaba muchísimo, aunque el capitán D. Domingo de Eguía, que en ausencia era Gobernador, hacia todo lo posible por no dejarle acercar; mas el cuidado con que estaban en Madrid era grandísimo, con que hacían grande esfuerzo para irla á socorrer. También llegó nueva de como el Marqués de Leganés había tomado en poco tiempo á Verceli, plaza de grande importancia en el Piamonte; con que mandó el Príncipe Tomás que en el ejér- cito del Rey y en el del Emperador se hiciese salva real disparando tres veces la artillería y la mosquetería por las tomas de Breme y de Verceli , por la batalla del dique de Calo y por el famoso socorro de Sant Omer, y así se hizo.

Estando en esto, al Señor Príncipe To- más le llegaron cartas del Conde de Ana- pe, de Hesdin, en que le avisaba que el enemigo le iba poco á poco cercando y to- mándole los puestos más necesarios, y que se hallaba con necesidad de gente y de municiones; con que luego llamó á con- sejo al Conde Picolomini y á los Maestros de campo y Coroneles de la armada, y habiéndoles hecho leer la carta de Hesdin, todos fueron de parecer que era necesario meterle socorro con tiempo; mandó luego

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llamar al Teniente general D. Juan Vi- uero, y le dio orden que partiese luego con la caballería y 400 españoles del tercio de Fuensaldaña y Saavedra, y 200 irlan- deses del tercio de Onel, y todas las más municiones que se pudieran dar del ejér- cito; y que en estando en parte segura, que las encaminase con la dicha infantería y él se volviese a el ejército. Mandó también á los corvatos que tocasen arma al enemigo por diferentes partes. D. Juan de Viuero tomó muy buenas guías, y metió el so- corro en Hesdin con muy buena diligen- cia; y la caballería del enemigo se mostró, mas no se atrevió á embestir á D. Juan, con que volvió al cuartel, habiendo socor- rido aquella plaza sin pérdida de un hom- bre ; y el Mariscal de Brese fué llevado preso á Francia, y hasta ahora no ha vuelto en la gracia de su Rey; su ejército se en- tregó á Monsieur de la Millore, Gran maes- tro de la artillería de Francia.

En esta ocasión llegaron nuevas á Bruselas de como era muerto el Conde Juan de Nasao, y su cargo de General de la caballería quedó vaco, y lo está hasta ahora. También llegó nueva como Don Pedro de Villamor, Comisario general de la caballería de Brabante, habia roto un cuartel al holandés en un villaje llamado

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Boh, y por negligencia de no socorrerle Urques Si'rondato, no pudo pasar adelante y se retiró, habiendo muerto á D. Antonio de Meneses, cuya compañía de caballos corazas proveyó S. A. en el Conde de Villalobos, hijo mayor del Mar- qués de Cerralvo.

Habiendo visto los franceses como es- tando Hesdin socorrido les era necesario mudar de intención, se resolvieron de ponerse delante de Renti, plaza muy fuerte de cuatro caballeros, pero muy pequeña, con que fácilmente la circunva- laron ; y habiéndola sangrado el foso y hecho brecha en la muralla, los soldados de dentro apretaron al Gobernador para que se rindiesen; el cual, considerando que era rigurosa cosa aguardar el asalto, teniendo allí su mujer y hijas y toda su ha- cienda, acordó á los soldados su deseo, rindiéndose á muy buenas condiciones. fc>a toda la gente que tenia dentro valona, y luego que liego á Aire, mandó S. A. que le prendiesen; y vista su causa, el Auditor general le sentenció á que nunca pudiese tener cargo de guerra. El Fran- cés con esta victoria le parecía que antes de acabar la campaña las habia de tener muy grandes para recuperar la repu- tación perdida en Sant Omer; y habiendo

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inviado á avisar á su Rey de la victoria y toma de Renti, les vino orden que le desmantelaran, como lo hicieron, y mar- charon por dentro de su país, y lo mis- mo hizo el Principe Tomás por el nues- tro; y llegando á los burgos de Arras se puso en batalla para presentársela al enemigo, que pasaba un cuarto de legua de nosotros; mas siguió su camino hasta Chatelete, y el Príncipe Tomás hizo lo mismo con su ejército, haciendo frente de banderas y fortificándose delante de Gambray. El enemigo abrió luego trin- cheras á Chatelete, que es una plaza menor aún que Renti; habia dentro la compañía del gobernador D. Gabriel de Latorre, que era de españoles, y cuatro compañías de valones fuera de tercio, y tres compañías de alemanes del ejército de Picolomini. Esta fué una plaza de las que mejor se han disputado jamás, por- que siendo un puño de tierra se defen- dió veintiséis días, haciéndole grandísimo daño al enemigo ; y después de haber re- sistido dos asaltos, al tercero los alema- nes de Picolomini echaron las armas en tierra, con que entraron los franceses y degollaron casi todos los españoles y va- lones que habia dentro; y después de haber hecho prisionero al capitán Pronvila, le

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hizo matar el gran Metre La Millore, ac- ción bien infame para cualquiera, cuanto más para un General; llevaron preso á D. Gabriel de I atorre, y le tienen en la Bastida hasta ahora, y á su Sargento mayor Antonio Cantudo, al cual, en sa- liendo de la prisión, S. A. le hizo merced de la compañía del Gobernador dicho, y la garon al pié del castillo de Cambray. Los franceses quedaron avergonzados con este suceso, pues habiendo tomado el Príncipe Tomás á Chatelete el año de treinta y seis en tres dias, y no perdiendo más que cuatro hombres, ellos se estu- vieron veintiséis dias, y perdieron más de tres mil, con que se resolvieron á de- jar un ramo del ejército para fortificar al dicho Chatelete, y con la demás mar- charon al Árbol de Guisa. Estando el ejér- cito en Cambray, cayó malo D. José de Saavedra, y mandó el Príncipe le llevasen á la abadía del Santo Sepulcro, donde es- tuvo á la muerte; y en comenzando á me- jorar, se volvió al ejército á servir su tercio. En este ínterin los corvatos hicieron una entrada en Francia por la parte de la Cá- pela, y trujeron un gran botin de prisio- neros, caballos, vacas y carneros.

En este tiempo murió en Buay, de en- fermedad, el coronel Juan Agustín Espí-

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ñola , hermano del Duque de San Pedro, y su regimiento proveyó S. A. en el coronel Octavio Guaseo, reformando el que él tenia en el de Espinóla.

Sabiendo el Príncipe Tomás que el enemigo había marchado con su ejército, mandó á Picolomini marchase con el suyo á Mouens, y él marchó á Apa, y después de haber estado dos dias allí, marchó á Baue: no habiendo estado el Señor Príncipe Tomás dos dias en Baue, le llegó un correo de S. A. en que le avisaba del socorro de Güeldres, que fué de esta manera:

Deseando el Príncipe de Orange hacer- se dueño de Ultra Mossa, puso sitio á Güel- dres con el ejército de holandeses; y habién- dose empezado á fortificar, tuvo nuevas que S. A. estaba ya cerca para socorrer la plaza, con que fué tanta la confusión de sus soldados , que empezaron a querer po- nerse en huida; y á este tiempo embistió el Comisario general de la caballería, D. Pe- dro Villamor, con un batallón del enemigo que hacia cara para dar lugar á que se retirase su ejército, el cual iba sacando con el mejor orden que podia el Príncipe de Orange: mas habiendo sido asistido D. Pedro de más caballería que llegó, rom- pió el batallón dicho que le hacia cara, en el cual hizo prisioneros dos Capitanes, que

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el uno era hermano del Príncipe de Orange y el otro su sobrino, hijo de D. Manuel de Portugal; el cual, después de haber sido fraile carmelita descalzo, y profeso y de mita, apostató, y S. A. le mandó entre- 1 su religión, donde está al presente, ste tiempo el gobernador D. Andrés de Prado hizo una salida con la más gente que pudo, y ganó dos piezas de artillería del enemigo y le mató mucha gente; y visto por S. A. que habia hecho aquel socorro con tanta felicidad , se volvió á Ramunda con el ejército victorioso en todas partes. Esta buena nueva de Güel- dres llegó acompañada de otra famosa victoria que se habia tenido en España, y fué de esta manera:

El Príncipe de Conde apretaba cada dia con mayor violencia la villa de Fuente- Rabia, y habiendo llegado á su ejército el Arzobispo de Burdeos , glorioso de haber quemado algunos navios á D. Lope de Hoces, pidió licencia al Príncipe para que su gente diese un asalto, el cual se la con- cedió, y el Arzobispo escogió para él toda la más escogida nobleza que tenia en su armada naval, y dio el asalto tan terrible, que aunque le costó mucha gente, por la valentía con que los de la villa siempre se defendían , con todo eso se alojó en el

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foso. Sabida por S. M. esta nueva, mandó que se juntasen el Almirante de Castilla, que tenia el ejército junto á Victoria y el Marqués de los Velez, Virey de Navarra, con el suyo, y que embistiesen las fortifi- caciones del de Conde: en estos ejércitos habia un tercio de napolitanos y otro de irlandeses, y seis compañías de valones y todos los demás tercios eran de españoles, y en infantería y caballería serian to- dos 1 5.000 hombres; los cuales, con el valor que iban, parecían muchos más, llegaron á medio dia, el dia de Nuestra Señora de Setiembre, y empezando á embestir con los primeros reductos; se metió en confu- sión el ejército francés, con que empeza- ron la huida. Los nuestros les apretaron de modo que ganaron la artillería y todo el bagaje, y muchas banderas y estandar- tes , y el Príncipe de Conde se retiró á uña de caballo, y el Arzobispo de Bur- deos y mucha nobleza le siguió; mas el Marqués de la Forza , que se alababa de que habia hecho poner en España predi- cantes hugonotes, fué hallado entre los muertos con sus compañeros; y entre pri- sioneros y muertos perdió el Príncipe de Conde más de 4.000 hombres, y toda su recámara, que dicen la tenia riquísima; y quedó corrido de ver que con la espada en

AfíO DE 1638. 201

la mano nunca pudo hacer á su gente pe- lear. Todos han atribuido esta victoria á milagro de la Virgen Santísima , á quien nuestra gente se habia encomendado con devoción, pues huyeron los franceses estando muy atrincherados y siendo al doble en el número que nosotros.

Ll Príncipe Tomás mudó sus reales á Quenue, é hizo hacer una salva real por los dos socorros tan felices de Güeldres y Fuente-Rabia; y sabiendo que el enemigo no habia mudado su armada del árbol de Guisa, por falta de forrajes, mudó la suya de Quenue á los villajes de entre Mons y Valencienes, poniendo la corte en Quecu- rin, de donde, después de haber estado algún tiempo, partió á Nuestra Dama de Montagut, donde S. A. estaba despachan- do las órdenes para retirarse el ejército de Brabante. Volvió el Príncipe áMons, don- de, sabiendo que el enemigo habia ya teni- do su gente en guarniciones, hizo lo mismo con este ejército de la frontera de Francia, mandando al Conde Picolomini que mar- chase con el ejército imperial para alojar ti invierno al país de Cleves y de Juliers, y con su persona en Aquisgrana; al tercio de Fuensaldaña á Valencienes y á Cam- bray; al tercio de D. José de Saavedra en Betuna, Ayre y Casel; el tercio del Guas-

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co á Bergas, Furrios, Borburgh y Dixmu- da; el tercio de Toralto á Mons de Henao; el de irlandeses en Arras ; los regimientos de alemanes al país de Lucemburgh; Ves- mal en Sant Omer; Hesdin y Bapama, ingleses, y Velada volvieron á Brabante; el Teniente general D. Juan de Viuero en Duay, donde también alojó un regimiento nuevo que había venido de alemanes, y del coronel Beher; D. Francisco Pardo, Comisario general, en Valencienes, y toda la caballería repartida en los países de Artues y de Henao. Con que habiendo cumplido con la relación de la campaña del año de 38, escribiré ahora lo que su- cedió en el invierno hasta que empezó la del año de 39.

Vinieron nuevas de Alemania á S. A. como el Duque de Saxe Veimar habia puesto sitio á Brisac, y que por hambre en gran necesidad; y habiendo intentado socorrerla el Duque de Lorena y el Duque de Sabely y Lambuc, se habian retirado sin hacer nada, habiendo perdido dos reen- cuentros de importancia; con que no pu- diendo ya esperar más Reinch, Goberna- dor de la dicha plaza, se rindió á partido, y el Duque de Veimar metió dentro de guarnición sueceses y franceses. Esta nueva fué muy sentida , porque esta plaza

año nE 1039. 203

es la mejor que tiene la Casa de Austria en Alemania, y pasaje y principio de to- dos los socorros que vienen de Italia á estas provincias. El Maestro de campo Don Francisco Toralto alcanzó licencia para irse á Ñapóles, donde está al presente.

También fué á España con pasaporte por Francia el Marqués de Miravel , y su cargo de Mayordomo mayor se dio al Marqués de Cerralvo. Fuese también á España D. Alvaro de Viuero, hermano del Conde de Fuensaldaña. Su compañía de caballos se dio á D. Luis de Barrio , Capi- tán del tercio de Fuensaldaña, y su com- pañía se dio al alférez Ochoa, soldado de la misma compañía. Fuese también á Es- paña D. Francisco de Luna, y su compañía de corazas dio S. A. al ayudante Miguel de Llanos. Fué llamado de España para ser Comisario general el capitán Mallea, y su compañía de caballos se dio á su hijo; y por haberle dado una enfermedad de sordez á D. Diego López de Zúñiga , Sar- gento mayor de Saavedra, se dio su cargo á D. Luis de Miesses, Capitán del tercio de Velada ; y por haber ido á Alemania y cumplido el tiempo de su licencia, pro- veyó S. A. la compañía de D. Pedro Za- pata en D. Diego de Villagomez, Alférez del Maestro de campo de Saavedra. Des-

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pues de esto, el Príncipe Tomás tuvo li- cencia de España para irse á Milán á asistir las cosas del Piamonte, y así lo hizo. Por muerte del Gobernador del Saso dio S. A. este gobierno á D. Andrés de Prada, y el que él tenia de Güeldres, al Teniente de maestro de campo general Pedro de I.acotera.

El Conde de Fuensaldaña, deseoso de acreditarse por el mucho favor que con S. A. tiene para negociar en propiedad el castillo de Cambray, se informó del capi- tán de caballos Droiet, y del capitán de ca- ballos González, Gobernador de Quenue, en la forma que estaba Chateo en Cam- bresi,ytodos facilitan la empresa, con que se le facilitó la ambición de inten- tarla. Parecióle que esta cosa tan fácil, y el favor que tiene aquí, la pintaría en España de modo que por cartas negocia- ría luego su pretensión, con que se fué luego á Bruselas y pidió á S. A. le hon- rase con encargarle esta facción ; y el In- fante, como Príncipe tan benigno, y en particular con sus criados , fácilmente se la otorgó; y sucedió en esta forma:

Es Chateo en Cambresi, sujeto al Prin- cipado de Cambray y fortificado á lo anti- guo, y el foso seco; mas el enemigo lo ha- bía fortificado después que lo tomó el Car-

AÑO DE IÓ39. 205

denal de la Baleta e! año de 37, haciendo de medias lunas en las cuatro puertas y un fuerte real en una montármela que predo- minaba. Tenia á la sazón muy poca gente, que hay opinión que no habia 300 fran- ceses en el fuerte. La gente que llevaba el Conde de Fuensaldaña, que eran 5.000 infantes; su tercio, Toralto y Doria, de italianos; irlandeses de Onel; alemanes de Beher; y valones de Vilerual y de Tre- mele, y 2.000 caballos que llevaba á su cargo D. Francisco Pardo, Comisario ge- neral, y 20 piezas de artillería que llevaba á su cargo un Teniente general de ella, y todas las municiones necesarias; y al Te- niente general D. Juan de Viuero mandó S. A. que tocase arma al enemigo con al- gunos tropas á la parte de Corbin, á fin de que no inviasen ningún socorro á Chateo. Esto sucedió en el mes de Febrero, donde mudándose el tiempo, con una lluvia y vientos grandísimos, se hallaba el Conde tan turbado, no sabiendo qué resolución tomar, porque la gente habia ido sin ba- gaje^ para traer paja para abarracarse y leña para hacer fuego y faginas era menester ir muy lejos y con gran comboy por causa de la guarnición de Landresi; mas con todo eso, comenzó á abrir trin- cheras, y los italianos asaltaron una me-

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día luna , degollando la gente que la defen- día; y se tiene por cierto que si la demás gente hubiera hecho lo mismo se ganara la villa; mas fuéles fuerza retirarse de la medialuna, porque no tenian faginas ni se podian fortificar. El Conde, desesperado de poder tomar este puesto, pareciéndole que le vendria socorro, se retiró, man- dando que cada uno se volviese á su guar- nición, y tuvo mucha dificultad para reti- rar el artillería, porque los caballos no la podian sacar del lodo. Hubo en esta oca- sión entre muertos y heridos, de nuestra parte, 200, y entre ellos algunos Alféreces y Sargentos reformados, casi todos italia- nos, y mucha gente enfermó de lo mal que lo habian pasado. También por falta de forraje y del mal tiempo murieron mu- chos caballos , y hay opiniones de que fue- ron más de 400. El Conde escribió á S. A. que la tempestad que se habia levantado fué causa de no haber tomado la villa, y después supo que era tan poca la gente que habia dentro, que quedó bien arrepentido de no haber dado el asalto.

En este tiempo se habia aprestado la armada de Dunquerque para ir á España, en la cual habian de ir 2.000 valones, de que se formó tercio á Monsieur de Molin- guen , y el que él tenia en la ribera de

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Brujas dio S. A. á su hermano el Coronel aja. Juntáronse estos 2.000 valones de compañías de todos tercios, y á llegar á Dunquerque no llegó la mitad; con que mandó S. A. que se reemplazasen de todas las guarniciones marítimas; y hecho así, y embarcados con mucha cantidad de pis- tolas y carabinas que se inviaban para la caballería de España, con un tiempo mal seguro, mandó S. A. á Miguel de Horna, que iba cercano de la armada dicha , que se hiciese á la vela, y luego lo hicieron; y habiendo llegado junto á Gravelingas, les sobrevino una calma grandísima, no ha- biendo salido del puerto más que seis navios y dos fragatas, que los demás habian encallado en Mardique. El ene- migo, que estaba esperando en Calés, viendo esta buena ocasión, echó fuerza de velas y las acometió; y, habiendo pe- leado con gran fuerza mucho tiempo, se levantó un poco de viento, con que Miguel de Horna se volvió al puerto con pérdida de dos navios; y habiéndose enca- llado nuestra Almiranta, mandó el Mar- qués de Fuentes que la sacasen el arti- llería y la gente y que la pegasen fuego. Perdiéronse de nuestra parte, entre muer- tos, heridos y presos, 400 hombres, y un capitán del tercio de Molinguen, muerto,

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y dos prisioneros, y su Sargento mayor, que era hijo del Gobernador que perdió á Renti. Mataron también al alférez Lo- renzo Gómez, natural de Granada, que iba por uno de los dos nombrados del tercio de Saavedra. El enemigo dicen que llegó á Amsterdan , con gran pérdida, y toda su armada desaparejada de nuestra artillería ; y visto el de Fuentes que desta pérdida todos le echaban la culpa, por ha- berla hecho salir el armada á ponerse de- lante del enemigo sin viento hecho, se dio tanta prisa á aderezar la suya, que en pocos dias, volviendo un viento Norte Leste, mandó á Miguel de Horna que se hiciese á la vela, el cual en ocho dias se puso en la Coruña , habiendo tomado en el camino seis navios de mercaderes. Tres dias des- pués de haber partido nuestra armada llegó la del enemigo delante de Mardique, y como conocieron que la nuestra habia partido, se volvieron á Holanda, admirados de la gran diligencia del Marqués de Fuentes.

En este tiempo S. A. hizo merced del gobierno de Ostende á D. Juan de Alma- ráz, Sargento mayor reformado que es- taba vaco por muerte del Maestro de campo Alonso Ladrón de Guevara, y por muerte de Alvarado se dio el gobierno de

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Nioporte al Sargento mayor Salvador Bueno, y el gobierno de Liera se dio al in Alcántara , y hizo Teniente de Maestro de campo general á Dionisio de Guzman, Sargento mayor del tercio de Fuensaldaña, y su cargo se dio á D. Diego entreras, Capitán del mismo tercio, I). Antonio de Velandia; y su compa- ñía de caballos se dio á D. Juan Mojica, Capitán del tercio de Velada: al Sargento mayor de Velada, Juan Porcel, dio el go- bierno de Ramunda, y su cargo al capi- tán Bernabé de Vargas, cuya tenencia del castillo de Amberes se dio al capitán Don Juan de Alcocer; y otros puestos se dieron á quienes yo no me acuerdo; con que los que negociaron quedaron contentos y los demás con esperanzas de que algún dia les tocaría la suerte.

Por este tiempo llegó un extraordina- ri 1 de España y trujo orden de S. M. que el Conde de la Fera sirviese el oficio de Maestro de campo general del ejército de Brabante contra holandeses, y el Marqués de Fuentes sirviese el oficio de Maestro de campo general contra franceses, con retención de su puesto: y D. Andrea C intelmo, General del artillería de la fron- tera de Francia, también con retención de su cargo. Estos cargos se han de entender

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210 GUERRAS DE FLANDES

que no eran más que por la campaña de 39, y sin patentes ni sueldos.

De las prevenciones que hubo este in- vierno, no he tratado, que no he sabido hubiese ningunas , como se echó bien de ver en los sucesos de adelante.

Por lo arruinado que estaba el Con- dado de Borgoña, mandó S. A. al Duque de Lorena que con su armada, que seria la infantería y caballería poco más de 3.000 hombres, fuese á alojar al país de Tréve- ris y de Lucemburgh.

Cuando menos se pensaba de las fuer- zas y prevenciones de los franceses, entró en el país de Artois Monsieur de La Millo- re, Gran Maestro de la artillería de Fran- cia, con 24.000 hombres de infantería y caballería; y habiendo llegado entre Aire y Betuna y tomado la villa de Liers, habién- dose rendido luego el Alférez de la com- pañía del coronel Bher, de alemanes, que no tenia más de 50 hombres, y no se podia defender sin mucho mayor número de gen- te; lo cual, sabido por S. A. en Bruselas, invió á mandar al Conde Isimburgh que sacase luego la gente en campaña, el cual dio orden al Maestro de campo D. José de Saavedra, que con las cinco compañías que estaban en la Catelería de Casel y con el tercio de Carlos Guaseo y

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la compañía de caballos de La Haya, se pu- siese á guardar la ribera de Gravelingas hasta Borburgh, como lo hizo; y pocos días después llegó el Conde de Isimburgh con el tercio de irlandeses, y el de Vesmal, de valones, y algunas tropas de caballería con el Teniente general D. Juan de Vi- uero. Poco después llegó el Conde de Fuensaldaña con su tercio y el de Toralto, y el Comisario general D. Francisco Pardo con su caballería, que estaba en el país de Henao; y después llegaron los coro- neles Roberoyy Bher con sus regimien- tos de alemanes y el Conde de Vilerual, y el Barón de Trámele con sus tercios de valones. Toda esta gente se alojó en los villajes de entre Gravelingas y Borburgh; y estando en esto, llegó el Marqués de Fuentes, de Bruselas, y se encargó del ej ér- cito, y llegó el coronel Ludovico con los dos regimientos de corvatos, y de Bra- bante el tercio del Marqués de Velada y seis compañías de caballos: para toda esta gente faltó el pan de munición, porque el Aman de Hornos, Proveedor de víveres, no habia hecho provisiones en las plazas allí vecinas, con que fué causa que los soldados hiciesen grandísimos desórdenes, robando los villanos. Habia dejado orden el Conde de Isimburgh al Gobernador de

212 GUERRAS DE FLANDES

Aire, que por muerte del Conde de Tre lo era Monsieur de Bure, que si veia que mar- chase el enemigo de Liers á la vuelta de Hesdin , que metiese á toda diligencia 400 hombres del tercio de Saavedra , y 200 ir- landeses que habian entrado en Aire para ese propósito: el cual Gobernador, ha- biendo sabido por sus espías que La Millore habia marchado á toda diligen- cia á la vuelta de Hesdin, mandó á Don Francisco Antonio Gastrejon, Capitán del tercio de Saavedra, que con cuatro compa- ñías del y los 200 irlandeses dichos, se metiese en Hesdin á toda diligencia; el cual hizo toda la que pudo para entrar; mas habiendo llegado aun bosque, cerca de Hesdin, topó con unos villanos que le dije- ron como el Gran Maestro tenia tomados todos los puestos, y que habia puestos muchos cuerpos de guardia á lo largo, para que en viniendo algún socorro toca- sen arma. Sabido esto por D. Francisco, con parecer de los demás Capitanes que con él iban, se volvió, y todos echaron la culpa el gobernador de Aire , porque si le hubiera inviado un dia antes, sin ninguna dificultad hubiera entrado. Sa- bido ya el designio del enemigo por el Marqués de Fuentes, mandó llamar á consejo á todos los Oficiales del ejército

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para que dijesen lo que se podia hacer, y todos fueron de opinión que sitiase á Adra , porque el Barón de Liquis, gober- nador de Borburgh decía que tenia nue- vas ciertas que estaba muy desproveída, y que era plaza que se podia ganar en pocos dias. A esto respondió el Marqués que no tenia municiones bastantes para poder sitiar, á lo que le dijeron los Maes- tros de campo que si no se podia sitiar, que se metiese con todo el ejército en el Bolonois y que lo arruinase todo, con que impediria al enemigo los víveres que le iban, la mayor parte de allí, y que tam- bién podría ser que, sospechando que iba á sitiar Acaseles, que levantase el sitio de Hesdin, y que no se iba á perder nada con hacer esta diversión. Respondió el Marqués que se murmuraría de que un ito del Rey no entraba si no es á hacer pillajes; con que este puntillo de honor, mal á propósito, fué causa de que no se hiciese ningún daño al enemigo, siendo mejor en todas ocasiones hacer poco que no hacer nada.

En este tiempo le llegó nueva al In- fante como Monsieur Fouquier habia sitiado á Tiumbila con 21.000 hombres de infantería y caballería , y que el Barón de Beque, que gobernaba á Lucemburg, no

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tenia fuerzas bastantes para hacerle resis- tencia; con que invió á mandar al Conde Picolomini que luego marchase con su ejército á Lucemburg , y se juntase con las tropas de Beque y procurase socorrer aquella plaza.

El Marqués de Fuentes mudó el ejér- cito del contorno de Borburgh al villaje de Millan, y el dia siguiente marchó con él y pasó por dentro de la villa de Sant Omer, y hizo noche en Arque; y el dia siguiente llegó á Aire, donde el mismo dia habia llegado S. A., y mandó que para el dia siguiente, muy temprano, le tuviesen el ejército en batalla, porque lo queria ver. Púsolo el Marqués en muy buena orden puesto en escuadrón, parte con pistolas y parte con carabinas y con sus coletos, y preguntó que qué gente era aquella; y le respondió el Teniente gene- ral, D. Juan de Viuero, que como aquel invierno no se habia dado ni forrajes ni dinero para remontar, que habia toda aquella gente á pié. Habia venido tam- bién con S. A. D. Andrea Cantelmo, y desde entonces comenzó á ejercer el oficio de General de la artillería de este ejército, con el que marchó S. A. este dia mismo á Lilers, donde ya tenia dispuesta la frente de banderas Dionisio de Guzman, Teniente

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de Maestro de campo general, con que luego se acuarteló y se hicieron muy bue- nas fortificaciones, las cuales estuvieron en ocho dias de todo punto acabadas.

Gobernaba en Hesdin el Conde de Anape, nieto de aquel bravo Coronel español, Gaspar de Robles, Señor de Villi, y por estar muy impedido de la gota, habia entrado dentro para asistirle Juan de Liconti, Sargento mayor reformado, que lo habia sido del tercio que se re- formó de Carlos Guaseo. Este tenia tam- bién orden de que en caso de que muriese el Conde de Anape gobernase él la villa y la infantería que habia dentro, la cual era toda valona, es á saber: ocho com- pañías del tercio de Vesmal, la del Gober- nador y la del Conde de Tre , y en todas diez no habia 800 hombres. Habia también 500 refugiados, á los cuales hicieron tam- bién tomar las armas, y habia una compa- ñía de caballos arcabuceros del Conde de Moeron , y otra de voluntarios del país de Artois. Entraban y salian villanos con las nuevas de lo que pasaba, de los cuales supo S. A. lo bien que se defendia la villa; mas como los ataques eran muy fuertes, se comenzaba ya á sentir la falta de gente y de municiones; y para tener S. A. mejor relación de todo lo que

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habia, invió á decir á los tercios de espa- ñoles, que si algún Alférez entraba dentro, le haria merced de una compañía. Tuvo tan buena suerte el alférez Diego Suarez, del tercio de Fuensaldaña, que antes habia sido paje de D. José de Saavedra, que entró dentro, que, como nacido en el país, le fué fácil pasar por francés. Guiábale un villano, y volvió con cartas y muy buena relación de todo á S. A., por lo que le hizo merced de compañía, como adelante se dirá.

Las chatelerías de Flandes dieron tan- tas quejas á S. A. de los pasajes de gente de guerra, que para darle satisfacción, se informó de los Oficiales más culpados; y hallado que de la caballería lo eran Don Alejandro Iturrao, le quitó la compañía de corazas con que servia, y la proveyó en el Capitán Jacinto Cortés, Ayudante de Teniente de Maestro de campo general. También le quitó la compañía de caballos á Monsieur de Fretiñi, hijo del Barón de Trámele, y la proveyó en Monsieur de Peluce, Capitán de borgoñones en el tercio del Conde de Sanctamur; y de infantería, habiendo hallado culpados á quince Capi- tanes del tercio de Fuensaldaña, se hizo una cosa muy nueva, pues nunca se ha visto, y fué mandar que se rifasen, porque

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á dos de ellos se habían de quitar las com- pañías. Tocóles la mala suerte á D. José Osorio y á D. Juan de Paz; mas su Maes- tro de campo, viendo que eran de los que menos culpa tenian, negoció que no se las quitasen, sino que solóse las suspendiesen, como se hizo, quedando todos bien admi- rados que S. A. hubiese seguido un tan mal consejo como éste que le habian dado. También proveyó S. A. tres compañías de caballos de criados del Príncipe Tomás que se habian ido con él; la del Conde i en el capitán D.Francisco de Castro; la del Conde de Sarrabal en el Ayudante de la caballería Portillo, y la del Marqués Paravecin en D. Onofre Caracholi, Capi- tán del tercio de D. Francisco Toralto.

Llegó también un correo de España, en que avisaban como el Príncipe de Conde entraba con un ejército muy tuerte en Rosellon , y quemaba muchos lugares y habia tomado la villa de Saleas, y se fortiricaba en ella, por ser nuestra gente tan poca que no le hacia oposición.

También llegó un correo de Italia que trujo nuevas como el Señor Príncipe Tomás y el Marqués de Leganés habian tomado á Xibas, á Cresentin, Moncalvo» Aste y otros muchos lugares en el Pia- monte, con que le iban ocupando todo

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por hallarse el Francés y la Duquesa de Saboya con pocas fuerzas para resis- tirles.

Habiendo S. A. sabido por la relación que habia traido el alférez Suarez el grande aprieto con que se hallaban los de Hesdin, mandó echar voz como un ejército de franceses que mandaba Chatillon iba á sitiará Cambray, por haber sabido que es- taba falto de gente, con que mandó al Conde de Fuensaldaña que se partiese luego con 600 hombres españoles de los tres tercios, y italianos de los dos, y que fuesen con su bagaje y marchasen tres leguas del cuartel, y que aquella noche nombrasen 300 hombres, los más suel- tos, y que la mayor parte supiesen na- dar, y que los inviase con el alférez Sua- rez que los guiase por donde él habia en- trado en Hesdin; con lo cual, habiendo hecho esta deshecha, Fuensaldaña se vol- vió al cuartel, mas los 300 hombres que se acercaron á un bosque cerca de Hesdin fueron sentidos de una centinela del ene- migo, con lo cual, visto por nuestra gente que el Francés estaba en arma , se retira- ron y volvieron á nuestro ejército á la deshilada, y sólo faltaron cinco que el enemigo hizo prisioneros; con que S. A. co- noció que no era posible socorrer á Hesdin

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si no es con fuerzas iguales ó superiores al enemigo.

A esto llegaron nuevas á S. A. de la gran victoria que habia tenido el Conde Picolomini en Tiumbila, y aunque sea por mayor, escribiré algo de ella.

Es Tiumbila una de las plazas más es- timadas de estos Países-Bajos, así por la ñdelidad de sus moradores que siempre han tenido para con su Príncipes, como por la fortaleza con que está fabricada. La situación es junto á la ribera del Mosa, en el país de Lucemburg, frontero de Cham- paña; está fortificada á lo moderno, muy parecida al castillo de Amberes. Defen- dióla en esta ocasión el Teniente de go- bernador, por estar ausente el Conde de Vils que lo era. La gente era toda valona y se defendia muy bien, aunque era poca y le faltaban muchas cosas de las necesa- rias. Monsieuf de Fouquier la atacaba con gran cuidado y valentía, y sus forti- ficaciones estaban ya en defensa, cuando, conocido por Picolomini el aprieto en que esta villa estaba, resolvió atacar las fortificaciones de Fouquier, y lo hizo de esta manera: mandó al Barón de Beque, su Teniente de Maestro de campo general, que con la gente que tenia á su cargo, que la mayor parte era del Rey, atacara la

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parte donde el enemigo estaba más forti- ficado, y al Barón de Suis, también Te- niente de Maestro de campo general, que atacase con una parte de la gente del Im- perio por otro lado; y al Marqués Gon- zaga que metiese la caballería en plaza de armas por si acaso salia la del enemigo. Luego que este ataque se ejecutó, se ga- naron las primeras fortificaciones de Fouquier, habiendo puesto toda su gente en batalla para defenderlas; mas fué em- bestido de nuestra gente de modo que su caballería se puso en huida, quedando he- rido el Marqués Gonzaga de un carabinazo en la cara. Fouquier, habiendo hecho de su parte como soldado, cumplió como debia á valeroso caballero, pues á pié y con la espada en la mano, fué hecho pri- sionero, y la mayor parte de su infantería quedaron muertos y prisioneros, y Pico- lomini acudió á una parte y á otra, según era necesario , con que alcanzó una tan gran victoria con muy poca disputa; pues la caballería francesa se puso en huida an- tes de aguardar una carga de la nuestra. Mucha parte de esta victoria se atribuyó al Marqués de Grana, por haber puesto las baterías de la artillería en parte que metió en miedo á la armada del enemigo. De la Imperial murieron muy pocos y nin-

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guna persona de cuenta; del enemigo se tomó toda la artillería, banderas y bagaje, ¡s de 3.000 prisioneros entre Oficiales y soldados, los cuales con su General Fouquier, invió Picolomini á Anamur. Después de bien informado S. A. de Don Juan Gaitan de Padilla de todas las par- ticularidades de este suceso, que fué el que vino con la nueva, mandó á Don Esteban Gamarra que á toda diligencia partiese á decir a Picolomini que se vi- niese con su ejército á juntar á Lilerscon S. A. para procurar socorrer á Hesdin.

En este ínterin llegó á Lilers el Duque de Lorena, y por agasajarlo S. A., mandó poner el ejército en batalla, que fué un dia bien de ver, por lo lucida y bien ar- mada que estaba la caballería é infantería; y de los Maestros de campo, se llevó en todo la gala con mucho lucimiento de fa- milia y caballos D. José de Saavedra, Viz- conde de Ri vas á quien dos dias después dijo S. A. como S. M. le habia hecho merced de título de Marqués de Rivas para su mayo- razgo. A la noche se hizo salva real por la victoria de Tiumbila y por las que se iban consiguiendo en Italia por el Príncipe Tomás y el Marqués de Leganés.

Por este tiempo tuvo S. A. un correo de Picolomini , en que le avisaba como se

222 GUERRAS DE FLANDES

habia puesto sobre Moson , y que pensaba que le tomaría fácilmente; y D. Esteban Gamarra, como hombre gordo, no habia llegado aún con la orden de S. A.; con que Hesdin se iba poniendo cada dia en peor estado. Habia mandado S. A. juntar la nobleza del país , la cual iba llegando tan despacio, y era tal, que más nos servia de embarazo que de socorro.

Los corvatos que hacían cada dia em- boscadas para embarazar á los forrajeado- dores, tuvieron un dia una tan buena suerte , que cogieron más de 300 caballos y 80 prisioneros, y un Alférez de caba- llería, del cual se informaron del estado del sitio; y respondió, que el Rey de Fran- cia estaba en Abe vi la , y que por su res- peto se habia dado un asalto, con que su ejército, aunque con pérdida de mucha gente, se habia alojado al pié de la mura- lla ; y que como veían que Picolomini es- taba ya desembarazado de la armada de Fouquier, tenían por cierto que vendría á juntarse con S. A. para socorrer á Hes- din, y que por esta causa se daban in- finita prisa para ganarla antes. Concordó esta nueva con la que trajo un villano del Conde de Anape, en que avisaba que el enemigo, sin miedo de perder gente, daba muy recios asaltos, y que habia

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hecho una salida en que les habia muerto mucha gente , y á nosotros nos mataron un Capitán del tercio de Vesmal; y que otro dia se habian adelantado a dar otro asalto, con que se habian alojado en la muralla y habian herido al Sargento ma- yor Juan de Liconti , que la estaba defen - diendo: conque viéndose con la mayor parte de la gente herida y sin un grano de pólvora, habian hecho acuerdo con La Millore de rendirse si en ocho dias de tér- mino no eran socorridos. S. A., sintiendo como era justo esta nueva , mandó llamar á consejo á todos los Ministros, y fueron de acuerdo que no se intentase socorrer la plaza, por no aventurar el ejército; mas los soldados, todos fueron de opinión que, si se aventurasen , tendríamos victoria, porque aunque ellos nos excedian en nú- mero, nosotros les aventajábamos en la calidad y en estar mejor armados; y el año antes habíamos experimentado que estando el enemigo mucho más fortificado en Sant Omer que ahora, y con doblada gente que nosotros, el valor de la nuestra les habia rechazado. Cumplidos los ocho dias, salieron los rendidos de Hesdin, muy menoscabados por la pérdida tan grande que habian hecho; y es cierto que de su parte hicieron todo lo posible, y al Barón

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de Villi, hijo del Conde de Anape, le hizo merced S. A. de darle patente de Capitán de caballos de aquella compañía que estaba en Hesdin de voluntarios, re- cibiéndola á sueldo del Rey.

En este tiempo tuvo S. A. nuevas del Conde de la Fera , de como los holandeses estaban embarcados, y que se pensaba querían hacer una grande interpresa, y que se hallaba con muy poca gente para podérsela defender. También llegaron nue- vas á S. A. como Chatillon se habia puesto al opósito de Picolomini con las reliquias que habian quedado de Fouquier, y que le venia siguiendo el ejército que se habia levantado por él: con que se resolvió Pi- colomini á dejar á Moson, dando á Beque alguna gente para defender á Lucem- burgh y venirse con el ejército á juntarse con S. A. Unos echaban la culpa de la tardanza de Picolomini á lo mal que ha- bia corrido la posta Gamarra; otros á que habiendo podido seguir la victoria y arrui- nar al enemigo no quiso, teniendo por mejor acercarse á Moson, porque le habian informado que luego se rendiría, por no ser villa fuerte , y que le darían una gran suma de dinero porque no la diese á saco á su gente; mas estos son discursos de gente ociosa.

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Envió á mandar S. A. á Picolomini que hiciese alto en llegando á Arras; y mandó al Marqués de Fuentes que luego marchase con el ejército á Beueri, y de allí á Caranci , donde habiendo estado dos dias, resolvió S. A. inviar al urdo de Velada, y al del Guaseo, y al de irlandeses y seis compañías de caballos de socorro al Conde de la Fera. También resolvió de ir en persona á asistir al ejér- cito de Brabante, aunque muy contra la opinión del Marqués de Fuentes, que decia que qué diria todo el mundo, sino que S. A. habia venido á ser testigo de la pérdida de Hesdin, y que desamparaba aquel ejérci- to, cuando era razón hacer cara al Rey de Francia que estaba en persona en el suyo; y que al Conde de la Fera le bastaba aquel socorro que S. A. le habia inviado; y que mirase que su presencia habia de animar infinito la gente, pues ella sola bastaba á dar consuelo y valor á los más pusilánimes y afligidos; y que así le suplicaba humil- mente que no se fuese. Respondióle S. A. que no tenia remedio , que era resolución tomada, y que esperaba que si el designio del Holandés no le embarazaba, que volve- ría; y mandó que se alojasen en los bur- gos de Arras y se llevase en buena con- formidad con Picolomini, y que la mitad

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del ejército le inviase con D. Andrea Can- telmo á guardar el nuevo foso, y que con- forme los designios del enemigo se gober- nasen haciéndole oposición. La gente que llevó Cantelmo eran : el tercio de Toralto, que gobernaba su Sargento mayor y el Barón de Vesmal, y el Barón de Trémele, con sus tercios de valones; y al Coronel Bher con su regimiento de alemanes; y al Comisario general D. Francisco Pardo con casi 2.000 caballos y algunas piezas de artillería con un Teniente general: con el de Fuentes quedaban Fuensaldaña y Saavedra, de españoles, y Vilerual, de calones; Robeley, de alemanes, y el Te- niente general de la caballería D. Juan de Viuero, con 2.500 caballos; y el coronel Ludovico con los dos regimientos de cor- vatos, y la resta de la artillería y tren. En Arras se pasaba muy bien el tiempo, porque no se hacia otra cosa que banque- tearse á porfía los Oficiales del Emperador con los del Rey, en que se hallaban siem- pre todos juntos en muy buena amistad; mas los alemanes nos rendian siempre en el beber, como más acostumbrados. Es- tando en esto, le llegó nueva al Marqués de D. Andrea Cantelmo de como habia inviado á la vuelta de Adra á romper un convoy del enemigo con 500 caballos

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y 200 infantes, y que habian tenido tan buen suceso que le habian roto y cargado hasta la puerta de Adra, habiendo traido muchos caballos y prisioneros; y de nues- tra parte no habian muerto si no es cinco, y el capitán Duque, de arcabuceros, muy mal herido; y el capitán Cajero, 'de cora- zas, pasado de parte á* parte, de que murió en un dia, y su compañía proveyó S. A. en D. Juan Mascareñas. Súpose también de Hesdin como La Millore se estaba aún allí todavía tratando de fortificarle y de abastecerle; y que el Rey de Francia y Richelieu se habian ya vuelto á París.

Habiendo sabido S. A. como Chatillon tenia ya todo su ejército junto y que daba á entender que quería entrar en Lucem- burgh y sitiar á Tiumbila por volver por la pérdida de Fouquier, invió orden al Conde Octavio Picolomini para que luego marchase con su ejército al país de Lu- cemburgh, para estar al opósito de Cha- tillon; y así lo ejecutó, quedando el Mar- qués de Fuentes con bien poca gente en Arras. Y habiendo tenido nuevas que el enemigo quería sitiar á Abenas, invió allá dos compañías de españoles de los tercios de Puensaldaña y de Saavedra; y después supo que el enemigo queria sitiar á Ba- pama, y metió dos compañías de españo-

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les de los mismos tercios, y 200 alemanes de Robeley.

A los 18 de Julio tuvo nuevas el Mar- qués de Fuentes como el Mariscal de La Millore habia marchado con su ejército de Hesdin, tomando el camino de Adra, con que despachó orden á D. Andrea Cantelmo para que le aguardase en los burgos de Betuna; y así se hizo, habiendo dejado Cantelmo en el abadía de Clemares al ter- cio de Toralto , para si acaso el enemigo quería sitiar á Sant Omer, que tuviésemos puesto para poderla socorrer. El dia si- guiente partió el Marqués, á la punta del dia, desde Betuna, y pasó la Lissa por San Venan , y á muy buena hora llegó á Bla- rengein , donde hizo alto para recoger un poco la gente, y formó un escuadrón vo- lante, el cual entregó al Conde de Fuen- saldaña, y le ordenó marchase con él de- lante para ponerse al opósito de cualquier puesto que quisiese ocupar el enemigo ; y el Marqués durmió aquella noche en ba- talla junto al nuevo foso, y el dia siguiente marchó con el ejército hasta las puertas de Berburgh, y mandó, siendo ya bien tarde, que fuesen á alojar á Brucherche; y el dia siguiente mandó que los dos ter- cios de españoles alojasen en Cápele Bru- que, y los demás en diferentes puestos.

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Hl Conde de Fuensaldaña habia dejado su escuadrón volante en el villaje de San Ni- colás, y él habia vuelto á Berburgh, donde llegó nueva al Marqués de como el enemi- go habia tomado el fuerte de Eperleque y ahorcado á un Alférez que lo gobernaba, porque habia aguardado el artillería, y también habia tomado el fuerte de Ru- mengein , y por ruego de algunas personas no habia ahorcado al Capitán que lo go- bernaba: con que temiendo que quería ganar también el fuerte de Niu , les metió 50 hombres con el Sargento de Lezcano, del tercio de Saavedra.

El dia siguiente, 4 de Agosto, mandó el Marqués de Fuentes echar un puente enfrente de la iglesia del villaje de San Nicolás, y mandó que el tercio de Vesmal se alojase en Vatendan, y el tercio de Toralto junto á Gravelingas, y los dos tercios de Vilerual y Trémele en San Jor- ge, y los dos regimientos de Roberoy y Bher en Bist; con que por una parte pa- rece que esta disposición era para defender la ribera, y por otra, haber hecho puente, era para ir á atacar al enemigo. Mandó el Marqués que marchasen los dos tercios de españoles al villaje de San Nicolás, y antes de haber llegado á él, invió á mandar que se avanzasen dos mangas de mosque-

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tería de cada tercio, y luego que llegaron al puente, le pidió D. Andrea Cantelmo que le diese algunos soldados, porque de- seaba ir á reconocer al enemigo, y dióle una manga de mosquetería del tercio de Saavedra, con el capitán Mateo de Tor- res. Tenia el enemigo su campo entonces en el villaje de Santa Mariquerque, y ha- bía mandado también inviar á reconocer la campaña, lo cual, visto por D. Andrea Cantelmo, puso su gente en unos setos y empezaron á escaramuzar, yinvió á pedir ai Marqués más gente, y le invió otra manga de mosquetería con el capitán Don Gil Valentín de Sotomayor , del tercio de Saavedra, con que el enemigo reforzó también su gente. Pidió también D. An- drea Cantelmo dos piecezuelas de artillería mansfeltinas. La gente que tenia el Conde de Fuensaldaña se adelantó de la iglesia y empezó á tirar al enemigo.

Estando ya comenzando esta escaramu- za, mandó el Marqués sacar otras dos man- gas de mosquetería , que la una llevaban dos Capitanes de Fuensaldaña, D. Martinde Sayas y Clemente Sorian, y la otra llevaba D. Pedro Zabala, del tercio de Saavedra, y las invió con el Teniente de Maestro de campo general, Dionisio de Guzman , para que ocupase un puesto al lado izquierdo

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del camino de Santa Mariquerque ; y el dicho Dionisio hizo ocupará D. Pedro Za- bala, con su manga, unos setos al lado derecho del camino, y en el izquierdo quedaban con su manga los dos Capitanes dichos de Fuensaldaña que empezaron también á tirar al enemigo por otra parte. A esta sazón, el Marqués se habia adelan- tado del fuerte de San Nicolás á ver em- pezar la escaramuza, que fué la gente que habia puesto Dionisio de Guzman; y es- tándola mirando, volvió la cara hacia Don José de Saavedra que habia venido acom- pañándole, y le dijo que qué le parecía de aquella escaramuza; y D. José respon- dió, que era de opinión que se habia de acometer al enemigo, ó con todo ó con nada, porque toda la gente que sacaba afuera era perdida mal á propósito, y que cómo retiraría su ejército aquella artillería si el enemigo atacase con grandes grue- sos; y que así, le parecía, que pues la or- den que tenia de S. A. era de defender la ribera , que pusiese cada tercio, como ya lo habia hecho de los demás, en los esguazos más fáciles, porque si el ene- migo acometiese á querer echar puente en alguno, se pudiesen ir socorriendo los unos á los otros; y que si esto no parecía bien á S. E. , que sacase el ejército de la

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otra parte, porque los puestos eran muy aventajados para la infantería, y que la nuestra era mucho mejor que la del ene- migo. Respondióle á D. José, que no era menos soldado que él Cantelmo, y habia sido de diferente opinión; y que para ha- cer retirar la gente que estaba á lo largo, que él sabia cuándo era tiempo. Visto por Saavedra la sequedad con que le habia respondido el Marqués, volvió al Barón de Balanzón y le dijo: «paréceme que el Marqués ni me tiene por bueno para aconsejar, ni tampoco para pelear, pues ni en lo uno ni en lo otro se vale de mí». El Conde de Fuensaldaña, que vino en- tonces de su puesto á topar con el Marqués, fué de la misma opinión, que todo ó nada, porque en la guerra, de cosas que al prin- cipio parecen muy poco y de ningún pe- ligro, suelen venir accidentes de mucha consideración; mas pareciéndole al de Fuentes que nadie sabia de la guerra sino es él, mandó á D. José de Saavedra que se apease de su caballo y fuese á mandar la escaramuza que habia dejado dispuesta Dionisio en el cuerno izquierdo del ca- mino que va á Santa Mariquerque; y él, aunque juzgó que no era para Maestro de campo el ir á mandar 60 bocas de fuego que debia de haber en la manga con que

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estaban Sayas y Soriano, y para aquello no le tocaba de buena razón, si no es á un Sargento, con todo eso, porque no pare- ciese que rehusaba el peligro, no replicó, y se fué con sus criados y su Capellán mayor, el licenciado Blas Alvarez de Quiñones, que le quiso seguir en esta ocasión; y lle- gando al dicho puesto topó á los solda- dos en confusión, con que mandó á los Capitanes que les hiciesen pelear; y el Marqués en este tiempo , aconsejado de Balanzón, envió otras dos mangas á D. José con los capitanes Gaspar de Vega, de su tercio, y Cristóbal de Vei- mar, de Fuensaldaña, el cual les mandó luego avanzar á una pradería más ade- lante. Llegó también el Conde de Isin- guien, y dijo á D. José que el Marqués le inviaba á su orden para guardar el camino real de Mariquerque por si el enemigo atacaba con su caballería; y preguntándole D. José cuánta gente traia, respondió que 20 caballos, porque la resta de su compañía habia quedado de guardia al bagaje, el cual le dijo que se pusiese donde el Marqués le habia ordenado, por- que 20 caballos no le eran bastantes para impedir ningún intento. Llegó también Dionisio de Guzman y le dijo á D. José que el Marqués mandaba que inviase á llamar

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á su Sargento mayor para que le ayudase, y también le inviaba dos mangas de valo- nes, que eran de los que habían salido pri- mero con Fuensaldaña en el escuadrón volante. Llegaron las dichas mangas, y la una era de Vesmal y la otra de Trémele, y no habia en ambas 6o soldados. Llegó también su Sargento mayor, D. Luis de Mieces, que le habia inviado á mandar que viniese D. José de Saavedra con un paje suyo, llamado D. Lorenzo de la Cámara, con el cual D. Luis llegó también el alfé- rez D. Diego de Guzman y el alférez Juan dePerona para hacer oficio de Ayudantes, porque los dos del tercio estaban ausentes entonces. Luego que llegó D. Luis de Mieces, le preguntó su Maestro de campo que qué le parecia de aquella disposición del Marqués , y él le respondió que era muy buena para perderla toda. El ene- migo, estando diciendo esto, disparó una pieza de artillería que dio en un árbol junto al seto donde estaba la gente de Don José, el cual, viendo esto, y que su gen- te no tenia pólvora ni balas, y que se echaban en el suelo, dijo si habia alguno que quisiese írselo á decir al Marqués, que fuese. Querían ser tantos los mensajeros que fué menester detenerlos sus Oficiales con la espada en la mano. En este ínterin

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pusieron dos piezas de artillería, apartadas del lado del camino de Santa Mariquerque, ;unse dijo, fué por orden de D. Andrea Cantelmo, y no tuvieron tiempo para reti- rar más que una, y ésta sin provecho, porque era mala parte donde las pusieron. Habia mandado D. José á su Sargento mayor que se volviese á San Nicolás donde estaba el tercio, y habiendo encontrado en el ca- mino al Conde de Isinguien, se paró á discurrir con él lo mal dispuesta que es- taba aquella escaramuza; y después volvió la cara con su caballo á mirar el grueso que iba ya juntando el enemigo, y enton- ces le dio una bala de artillería en la ca- beza del caballo y á él por el costado, con que juntos cayeron, y la misma bala mató también á un soldado de los que estaban junto á D. José, y llevó la pierna á otro de la compañía del Conde de Isinguien; con que visto por el Conde, hizo su retirada hasta la iglesia de San Nicolás, donde es- taba el Marqués , el cual habia ya inviado dos mangas de mosquetería con Dionisio de Guzman para que ocupase la cortadura que estaba hecha delante del dique en el dicho camino de Mariquerque. Llevaba también tres compañías de caballos, y luego que llegó allá Dionisio de Guzman y reconoció que era mucha la artillería

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que tiraba el enemigo al puesto de D. José, el cual no tenia ninguna para hacer resis- tencia en su puesto, y que se descubrian ya escuadrones de caballería y infantería con que nos venia á atacar todos nuestros puestos á toda fuerza, resolvió á retirarse con la dicha gente, sin haber tirado un mosquetazo; y por ser camino más se- guro, se encaminó al pasaje de Bir, donde el coronel Roberoy le asistió con una barca; y aunque el enemigo se mostró algo también de aquella parte, con todo eso pasó sin perder un hombre, y Dionisio y estas mangas no nos sirvieron de nada en este dia, porque cuando llegó ya era acabado todo lo que pasó después. Los Capitanes de las dichas dos mangas eran: D. Pedro de Porras, de Fuensaldaña y D. Francisco Antonio Castrejon, .de Saa- vedra. En este tiempo, habiendo recono- cido La Millore que la gente con que ata- cábamos de la otra parte era muy poca y mal dispuesta, mandó al coronel Gacion que con cinco gruesos, los mejores de la caballería, atacase por el camino real de Santa Mariquerque, y que cuatro escuadro- nes de infantería, que eran los regimientos de escoceses, Piamonte, Champaña y la Marima, á los cuales les habia agregado todos los voluntarios de los demás regi-

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mientos, con que ii un mismo tiempo ata- casen á Cantelmo, Fuensaldaña y Saave- dra ; y cuando esto pasaba, estaba el Mar- qués en el puente muy descuidado de que podía suceder esto.

Visto por Fuensaldaña que no era po- sible resistir con tan poca gente á tanta fuerza, se retiró al puente, y el enemigo le cargó de manera que, si no fuera por el Sargento de D. Alvaro de Miranda que con el alabarda detuvo á los primeros, hubiera sido muerto D. Andrea: habiendo hecho un poco más cara, le fué fuerza montar á caballo y á uña del retirarse, y antes lo habia hecho el capitán D. Gil Valentin, pasado un muslo; conque vi- niéndose retirando toda la gente de Don Andrea, y con ella D. Antonio Belandia, que sin orden quiso asistir á D. Andrea, y el capitán Mateo de Torres, el enemigo le atacó y le hizo prisionero á él y á mu- cha parte de su gente. Al tiempo que pa- saba esto, le dijo el capitán D. Martin de Sayas á D. José de Saavedra que se reti- rase con tiempo, porque su camino era muy largo y no tenia tablas para pasar los fosos que hay entre pradería y pradería, como las ten jan en los demás puestos de Cantelmo y Fuensaldaña; y que el ene- migo no tiraba artillería á los otros pues-

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tos, sino solamente al suyo, y que ya no eran los hombres que le quedaban 150, porque los demás se habían huido sin po- derlos detener, y que más se perdia en la persona de un Maestro de campo que no en aquella poca gente que quedaba allí, y que bastaba que le habia costado el Sar- gento mayor y el capitán Vega, que le habian retirado muy mal herido , y mu- chos soldados que le habian muerto; al cual respondió D. José que no se retiraria hasta que se retirase Cantelmo y Fuen- saldaña , porque tenia por cierto que reti- rarse él antes seria causa para que toma- sen motivo de decir que él les habia metido en confusión á su gente: mas viendo que ya se habian retirado los otros, empezó á hacer la suya, dejando pasar á su gente delante, y en llegando á la cortadura que he dicho, les dijo que volviesen cara, pen- sando con esto entretener un poco al ene- migo; mas en lugar de hacerlo los solda- dos, fué tanto su miedo, que una parte de ellos se echaron á la ribera , y otra se escapó por donde pudo; con que el Maes- tro de campo, viéndose con muy pocos de los Oficiales, y aconsejado dellos, y ayu- dado de un paje suyo y de su Capellán mayor, montó á caballo á la orilla del dique ; mas cinco soldados de á caballo del

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enemigo estaban ya sobre él , los cuales le pudieron matar, mas no quisieron, pen- sando hacerle prisionero; y él, con la es- pada en la mano, se defendió todo lo posible por no quedarlo, y le alcanzaron en la cabeza dos muy buenos golpes , y del uno le derribaron el sombrero; de este modo llegó al puente mezclado en los enemigos, y al uno de estos cinco dio al Maestro de campo una cuchillada, con que se le rindió por prisionero, y á los otros cuatro mataron los soldados que estaban allí, habiendo ellos primero herido de un pistoletazo en el brazo al Condede Isin- ijuien. A esto la infantería que atacaba aque- llos puestos llegaba ya cerca del cementerio de la Iglesia, y hallándose allí acaso el capitán D. Gaspar Bonifaz, dijo á algunos reformados que se hallaban allí de ambos tercios: «adelantémonos á impedir al ene- migo que no se apodere de la iglesia», y en este tiempo recibió un mosquetazo en un brazo, con que se retiró, y salió el capitán D. Alonso de Cosgaya con una manga de mosquetería, el cual anduvo tan valiente que detuvo aquella primera furia; y por haberse empeñado demasiado, quedó herido y preso: y no anduvo menos bravo el capitán D. Antonio Pimentel, que con otra manga de mosquetería le siguió, y

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quedó herido de un mosquetazo en el muslo; y el capitán D. Juan de Paz, que, como he dicho atrás, tenia suspendida su compañía, habia tomado un arcabuz, y quedó herido y preso. En este ínterin los Oficiales que estaban en el puesto de Sa- avedra, en la otra parte, cuando se venian retirando, dieron en manos del enemigo, y también hicieron prisionero á Vega, que, como he dicho , le iban retirando sus sol- dados muy mal herido. D. José de Saave- dra, viendo que la caballería del enemigo se iba acercando al cementerio de la iglesia, mandó que dos mangas de mosquetería de su tercio los tirasen; con que habiendo ellos hecho alto, tuvo lugar de atravesar el camino del dique con dos carros de muni- ciones , y puso allí una manga de mosque- tería y 50 picas á cargo del capitán Torre- mocha, con que la caballería tuvo por bien de retirarse; y saliendo entonces otra manga de mosquetería del tercio de Fuen- saldaña, le retiraron muy mal herido al capitán Ochoa, que la llevaba; mataron también á los alféreces Olivares , Anguita y Freyle , é hicieron prisionero al alférez Luis de Acosta, peleando pica á pica, otros que no me acuerdo de sus nombres. De los cuatro cuartos de cañón que se habian pasado á la otra parte, no se pudo

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retirar si no es uno, quedando los otros tres en manos del enemigo; y viendo Saavedra que desde la torre de la iglesia se podía hacer mucho daño al enemigo, hizo subir allá al capitán Juan Adame Vela con 50 bocas de fuego; y D. Andrea Can- telmo, viendo que el enemigo no se retira- uizo plantar dos medios cañones de esta parte de la ribera, los cuales hicieron grande extrago en los escuadrones del enemigo; y porque ellos habían ocupado unas casillas de la otra parte de la ribera donde habían hecho troneras, mandó el Marqués á D. José que se fortificase, por- que su tercio estaba peleando descubier- to y recibía notable daño. El lo hizo así, y estando en esto, le vinieron á avisar al Marqués como pasaban algunos franceses más abajo la ribera á nado, y mandó á 1). José de Saavedra que inviase dos man- cas ;'i rechazarlos, y él invió con ellas á los capitanes Francisco Pérez y D. Diego de Viilagomez, mas llegaron ya tarde, porque el enemigo se habia llevado todos los ornamentos y plata de la capilla del tercio de D. José, y mucho dinero que habia en ella del Maestro de campo y de los Capitanes, que hay opiniones -que era cu todo más de 5.000 ducados. También lujaron la carreta del capitán Suau,

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en que también dicen se perdieron más de 2.000 ducados: con que vueltas estas dos mangas á San Nicolás, fué en tiempo que el enemigo empezaba á aflojar de sus puestos, porque el valor de nues- tra gente y el daño que los dos medios cañones le hacian , los tenia ya perdidos de ánimo; con que mandándole su Ge- neral que se retirasen, lo hicieron á tan buen paso como lo hizo nuestra gente cuando estaba de la otra parte, que no lo puedo exajerar más. Mandó el Marqués á D. José que con su tercio los cargase, y él lo hizo, echando todas sus bocas de fuego delante por el dique abajo, y man- dó á Francisco de Benavente , su Alférez, que por detras de los setos siguiese con las banderas y picas; hizo alto el tercio en San Pieterbruque, donde mandó el Marqués que aquella noche empezase á fortificar aquel pasaje. Lo mismo mandó á todos los demás tercios, porque se pen- saba que el enemigo volveria á intentar pasar la ribera, mas fué muy al contrario, porque él nunca tuvo este intento hasta que nosotros empezamos la escaramuza- con que viendo tan poca gente, pensó que, en rompiéndola, no nos hallaríamos al opósito, juzgando que el Marqués no podia aún haber llegado de Arras; y lo

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cierto es que las marchas que se hicieron rueron grandísimas. Y se lució, aunque se habia quedado mucha gente atrás por no poder seguir. Aquella noche le llegó al Marqués un correo de S. A., en que con otras cosas le avisaba que habia hecho merced de la compañía de D. Sancho de Faro, por haberle á él dado la de Sor- riuas, que era de financas, al capitán D. Alonso de Cosgaya , y su compañía ai alférez Suarez, que, como he dicho atrás, se la habia prometido S. A. por haber entrado en Hesdin. Murieron de las heri- das los capitanes D. Alonso de Cosgaya, y D. Juan de Paz, y Ochoa , de Fuensal- daña; y Gaspar de Vega, Capitán, y Don Luis de Mieces, Sargento mayor de Saa- vedra; y entre muertos, heridos y presos cerca de 300 de ambos tercios. Retiróse también herido á Bomburgh D. Pedro Zabala; y á Miguel de Lezcano le tuvieron hecho prisionero, y sus soldados le libra- ron. Anduvieron grandes competencias en- tre los tercios de Fuensaldaña y Saavedra sobre cuál habia andado mejor: los de Fuensaldaña decian que habían rechazado al enemigo del cementerio, y que lo ha- bían sustentado, y que de su tercio habían muerto tres Capitanes, y del otro, no más de uno; á lo cual respondían los de

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Saavedra , que su Maestro de campo fué el último que se retiró de los que manda- ban en campaña; y que su tercio habia rechazado toda la caballería del enemigo; con que si no, era fuerza que pasase la ri- bera cortando el cementerio, cuyo cuerno derecho defendian los de Fuensaldaña, la mayor parte peleando detras de unas tapias que estaban alrededor , y el nues- tro peleó siempre en descubierto, y fué el primero que empezó la escaramuza; pues se ha visto que la primera manga que salió era la de Mateo de Torres , y que el tercio cargó el último al enemi- go; y en cuanto á decir que de su tercio habían muerto más Capitanes y Oficia- les , respondieron que en su tercio habia 20 compañías y en el de Saavedra no ha- bia más de 15, y que por eso murió el Sargento mayor, con que perdió el Rey un gran soldado. Todas estas son disputas de honor y amistad que pasan entre sol- dados siempre, más lo cierto es, que am- bos tercios se portaron bien, habiendo sido causa de defender la ribera , que si la hubiera pasado el enemigo , estuvieran á pique de perderse estas provincias. Súpose después que La Millore habia perdido 22 Capitanes y dos Maestros de campo, y 1 . 500 hombres entre muertos y heridos , con

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lunquc se alaben de haber ganado una batalla por haberse llevado las tres mansfeltinas, y haber hecho retirar á la uente que estaba fuera hasta el puente, muy costoso le vino á salir, pues hubie- ron 5.000 hombres de infantería de 1.500 que debian de ser los que peleaban de am- bos tercios. El dia siguiente vieron encami- nar algunas tropas francesas al villaje de Polenquouen, con que mandó el Marqués á D. José de Saavedra que marchase con su tercio al villaje de Millán, donde después de haber estado dos dias, le mandó volver á la ribera, habiendo también tenido estos dos dias á su orden el tercio del Barón de Vesmal con su Sargento mayor, por estar enfermo su Maestro decampo; y por haber visto el enemigo gente al opósito, mudó de designio.

En este tiempo llegó 6. Dunquerque el Maestro de campo D. Simón Mascareñas con cuatro compañías de su tercio, que venia desde Málaga embarcado en navios de mercaderes ingleses; y habiendo topado con la armada holandesa, recogieron la gente y la dejaron en Cales, y los Oficia- les se llevaron á Holanda, con que no es- caparon sino es solos tres navios en que venian estas cuatro compañías.

Estando ya el Marqués bien fortificado

¿46 GUERRAS DE FI.ANDES

en la ribera de Gravelingas, le llegó nue- va como el enemigo habia levantado su campo de Santa Mariquerque y marcha- do toda la noche , y que se encaminaba hacia el país de Artois; con que el Marqués se resolvió de marchar para ponérsele al opósito, y dejó algunas compañías de valones en guardia de la ribera; con que en dos di as llegó con el ejército á San Vinan, donde también se le juntó el ter- cio de Carlos Guaseo y seis compañías de caballos que habia inviado S. A. de socorro.

El general D. Andrea Cantelmo, algo enfermo y disgustado contra el Marqués de Fuentes, se fué del ejército porque toda la culpa le echaban de la pérdida del artille- ría y de haber aventurado el ejército sa- cando la gente á trabar la escaramuza de la otra parte de la ribera. D. Andrea se disculpaba con que él no habia tenido que ver en otra cosa que en haberle pedido al Marqués gente para ir á reconocer al ene- migo, mas que nunca le habia aconsejado que pusiese dos Maestros de campo con tan poca gente, tan adelantados, y en par- ticular á Saavedra que estaba una buena media legua del puente, y que él no se acordaba de haber perdido el artillería; mas si acaso él la habia perdido, que no

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tenia él la culpa, sino el Marqués, pues no la habia puesto guardia y retirádola con tiempo; que el que estaba delante mal podia ver lo que se hacia atrás. Sobre esto ,:>ian el uno y el otro muchas cartas á S. A. y á España; mas, á mi entender, ambos tuvieron harta culpa, y ninguno de los dos tiene cabeza para gobernar armas.

También culpaban todos al Marqués que, habiendo tenido al ejército tres dias sin bagaje, el dia que se peleaba le habia puesto en el dique, con que fué causa de haber arruinado á los Oficiales del tercio de Saavedra, y también habían hecho po- ner al Sargento mayor en el puesto con su Maestro de campo, dejando al tercio sin Oticial mayor. De todo eso se disculpaba con que el Teniente de Maestro de campo general habia dado la orden sin tenerla suya ni saberlo.

Llegó en este tiempo un correo de S. A. que traia las provisiones de lo que habia vacado en este tiempo, y fué en esta forma: la compañía de caballos de Don Sancho de Faro que, como he dicho atrás, se habia hecho merced de ellaá D. Alonso de Cosgaya por haberla pedido, porque valia algo más respecto del cuartel, Don Alonso de Ibarra se le dio, y la que él

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tenia á D. Gaspar Bonifaz, que cualquiera pequeña acción en quien tiene favor son montes de servicios; su compañía de Don Gaspar se dio al alférez D. Juan Barbón; y la compañía de D. Juan de Paz se dio al capitán D. Jorge de Ameto; al capitán Sebastian Suau se dio la Sargentía mayor del tercio de D. José de Saavedra, y aun- que la merecia muy bien, también habia en el tercio Capitanes muy meritorios que quedaron muy sentidos ellos y su Maestro de campo: la compañía de Suau se dio al alférez Marcos de Espinosa; y en el tercio de Saavedra, la compañía de Gaspar de Vega se dio al alférez D. Diego de Guz- man, que todavía estaba en la prisión.

Llegó en este tiempo un correo que trajo nuevas del país de Lucemburgh, como Chatillon habia tomado á Ibueis en pocos dias y la habia desmantelado; y Picolomini le estaba al opósito para que no tomase cosa de más importancia que este pequeño lugar.

De Italia vinieron también nuevas como el Marqués de Leganés y el Prínci- pe Tomás, por diferentes partes se iban apoderando del Piamonte, y últimamente habian tomado á Tudin, menos la ciu- d adela.

También llegaron nuevas como los

\\ü DE IO39. 24<)

holandeses fueron á sitiar á Güeldres, y al mismo tiempo que empezaron á tomar los puestos, el Marqués de Lede llegó con alguna gente de la que tenia á su cargo, ultra Mosa; y el Gobernador Pedro de la Cotera hizo una salida; con que pensando el enemigo que el socorro que habia lle- gado era bastante para impedirle de for- tificarse, se retiró á su salvo.

El armada de La Millore se estaba siem- pre acuartelada en la abadía de Blanchi; y habiendo sabido por Monsieur de Veau- mont. Gentil-hombre del país de Artois, que se habia pasado al enemigo, como el cuartel de los corvatos no tenia buena guardia, con que sería fácil romperle, guiado por él, que sabia muy bien el cami- no, vino á ejecutar esto el mismo La Mi- llore en persona, con la más escogida caba- llería; y llegando al cuartel donde estaba el regimiento de Forcas, le rompió y tomó el bagaje sin ninguna dificultad, porque es- taban durmiendo con sus amigas muy des- cuidados; mas el cuartel de Ludovico, habiendo sentido arma, escapó todo su bagaje, y habiendo hecho apear una com- pañía, defendieron muy bien una barrera que habia á la entrada del villaje; mas al fin los franceses la rompieron y degolla- ron la compañía y el Coronel, y todos los

-150 GUERRAS DE FLANDES

demás fueron huyendo hasta San Venan; y habiéndose adelantado por coger un es- tandarte el Marqués de Buesi, fué muerto de un mosquetazo. Era hijo del Duque de la Ruaneta, y matólo la guardia que habia á la puerta de San Venan , que era entonces del tercio de Saavedra; con que no se perdió ningún estandarte; sólo lle- varon dos Capitanes corvatos y 6o solda- dos; y el de Fuentes, luego que entendió el arma, hizo salir algunas mangas de mosquetería y al Comisario general Don Francisco Pardo con la caballería; mas sólo llegó á tiempo D. José de Saavedra á reforzar sus guardias con toda la gente particular de su tercio, bien ganosos de pelear; mas la caballería tardó de modo que dio lugar al enemigo para que se re- tirase; y en el ataque que hizo á la bar- rera hay opiniones que perdió más de 40 hombres particulares; mucho sintió el Marqués este desaire, por estar el cuartel del coronel Ludovico menos de una legua del suyo.

Poco después llegó nueva como el Conde de La Fera,que hacia oficio de Maestro de campo general de Brabante, habia muerto en Amberes de enfermedad.

Al Marqués le llegaron nuevas como La Millore habia marchado á la vuelta

AÑO DK 1639. 25I

del monte de Santeloy, con que se temió que tenia algún grande designio, pues entraba tan adentro. Llamó el Marqués á consejo sobre lo que se debia hacer, y con la opinión de todos, marchó á Betuna, y de allí á la Vase y de la Vase á Loulier, y allí le llegaron nuevas como el dicho La Millore habia ganado la abadía del monte de Santeloy después de haberle acañoneado, por composición, y que ha- bia hecho alto en ella , gozando de muy buenos forrajes y granos que hay en aquel contorno.

También llegó entonces al Marqués el tercio de Velada, y el de irlandeses, y 20 compañías de caballos, y toda la gente que habia metido en guarniciones, con que todos pensaron que habíamos de ir á echar al enemigo del país; mas si acaso era ésta nuestra intención , no la esperó, porque levantó su campo del monte de Santeloy y se retiró á Francia, y el Mar- qués marchó con el ejército á los villajes que estaban entre Arras, Cambray y Duay.

S. A. tuvo nuevas como D. Antonio de Oquendo, con la armada de España, habia tomado puerto en Doblas, después de ha- ber peleado con la del enemigo, con que resolvió S. A. de ir á Dunquerque en per- sona; y luego que llegó, empezó á hacer

252 GUERRAS DE FLANDES

venir la gente de la leva, á la deshilada, en fragatas y en navios de Inglaterra; y visto que para las costas de Dunquerque hacia grande falta la persona del Marqués de Fuentes, le invió orden para que fuese allá y quedase gobernando el ejército el Barón de Valancon, que toda la campaña habia asistido cerca de la persona del Marqués.

Habiendo sabido el Barón de Valancon como La Millore habia marchado con su ejército á la frontera del país de Henao, se resolvió de marchar con el nuestro á los villajes que estaban junto á Benchain, donde habiendo estado algunos dias, supo como el enemigo se empezaba ya á retirar en guarniciones, con que lo avisó á S. A.

En este ínterin , pareciéndole á S. A. que era razón que el tercio de D. José de Saavedra tuviese 20 compañías como los demás de su nación , le agregó las cuatro que habian venido del tercio de Mascare- ñas, cuyos capitanes eran D. Diego de Haro y Sotomayor, del hábito de Santiago, D. Miguel Pacheco y D. Juan Porceli, y la de D. García Martel. Por este tiempo se reformaron seis compañías de caballos, que fueron: D. Alonso de Ibarra, D. Pedro Rico y D. Juan Mesía, de españoles; y del país, el Conde de Isinguien, Monsieur Dragón y Monsieur Danay, de borgoñones.

AÑO DE 1639. 253

Llegó orden al Barón de Valan^on de S. A., para meter el ejército en guarni- ciones, y fueron las siguientes: al tercio del Marqués de Velada, que volviese al Valon Brabante; al tercio del Conde de Fuensaldaña , á Cambray y á Valencienes; al tercio de D. José de Saavedra, á Duay; los dos tercios de italianos de Toralto \ Guaseo, á Arras; el tercio de irlandeses en Aire y Betuna; los dos regimientos de alemanes de Roberoy y Bher, a Bapama; los tercios de valones de Vilerual y Tré- mele, en Cambray y Bouchain, Quenoi y Abenas. La caballería repartióse en estas mismas villas de la frontera ; y la persona del Teniente general D. Juan de Viuero en Valencienes, y el Comisario general Don Francisco Pardo tenia orden de estar en Duay. El ejército de Brabante se retiró también á sus guarniciones ordinarias.

Murió D. Luis Felipe de Guevara, Veedor general de estos ejércitos y Ma- yordomo de S. A. El Comisario general D. Francisco Pardo no quiso entrar nunca en la villa de Duay, diciendo que su puesto era igual á los de los Maestros de campo, y que así no podia estar á orden de Don José como se le habia ordenado; y así fué á Bruselas y negoció entrar con su compañía en Valencienes , y que D. Juan

2-54 GUERRAS DE FL ANDES

de Viuero fuese con la suya á gobernar á Duay , saliendo de allí D. José de Saavc- dra con su compañía á Mervila, de donde, porque dieron algún presente á S. A., mudaron á D. José con la mitad de su compañía á Loo, y con la otra mitad á Nioporte.

En este tiempo habian juntado los holandeses una gran Armada y muchos navios de fuego, con la cual embistieron con la de D. Antonio de Oquendo dentro del puerto de Doblas; el cual, haciendo todo lo posible por defenderse, llegó á Dunquerque, habiendo hecho grande pér- dida en la batalla, habiéndole quemado el mejor navio del armada Real, llamado la Theresa, adonde se perdió el general Don Lope de Hoces y mucha gente particular, y 700 soldados. Mataron también al Maestro de campo D. Gaspar de Caravajal, y á su Sargento mayor D. Juan Asencio le lleva- ron á Holanda; y á D. Francisco de Frejo, Almirante de la escuadra de Galicia, y muchos Capitanes y soldados fueron pre- sos; que en todo fué grande la pérdida.

Habian desembarcado cerca de 6.000 hombres, según he oído, en cuatro tercios, cuyos Maestros de campo eran: D. Jeró- nimo de Aragón, que quedó en pié, y los otros tres que reformaron D. Francisco

AÑO US 1639. 255

Manuel de Meló , D. Martin de Sarria y Franca. Formóse un tercio nuevo en el Teniente de Maestro de campo general D. Esteban Gamarra, y S. A. le dio por Sargento mayor á D. Juan de Espino- sa, Capitán del tercio del Conde de Sás- tago, cuya compañía se dio á D. Luis de Bolea, hijo mayor del Marqués de Torres; la demás gente se agregó en los demás tercios y en guarniciones, que son pié de españoles.

En este tiempo le vino nueva al Conde Picolomini como Banier, General de la Reina de Suecia, habia ganado la mayor parte de Bohemia, y que tenia tomado un puesto muy cerca de Praga, y que la que- na sitiar, y que Galago habia dejado el armada, con que el Archiduque Leopoldo habia ido á gobernarla, y que así, le man- daba el Emperador que volviese. Pidió licencia para ello Picolomini á S. A., y habiéndosela dado, partió á buenas jor- nadas; y después que llegó, vino nueva como Banier se habia retirado; con que quedaban en mejor estado las cosas de Alemania, y con la muerte del Duque de Saxe Veimar se mejorará todo.

El Marqués de Fuentes estaba en Dun- querque trabajando todo lo posible para aprestar el Armada porque volviese á

256 GUERRAS DE FLANDES

España, y dióle una enfermedad de tabar- dillo, con que en ocho dias murió; y una compañía que tenia pagada por finanzas, la proveyó S. A. en el capitán D. Carlos de Padilla, y la compañía de caballos que él tenia la dio á D. Antonio Pimentel, y su compañía de infantería dio al alférez Don Bernardo de Castro, y el gobierno de Mardique se dio al capitán Orozco, Sar- gento mayor de Dunquerque; con que no hay vaco del Marqués más que el gobierno de Dunquerque, y General de la Armada del mar. D. Juan Guerrero, Capitán del tercio de D. José de Saavedra, fué á Es- paña con licencia de S. A., y su compa- ñía se proveyó en el ayudante D. Juan Ladrón de Guevara, y su ayudantía en el alférez D. Rodrigo de Aguayo.

Reformó S. A. á la parte de Brabante un regimiento de alemanes bajos del Mar- qués de Lere, y un tercio de valones de Monsieur Balera, gobernador de Esteban Bert. El Maestro de campo Gaspar de Valdés, castellano de Gante, murió de enfermedad; no era pequeña tener cerca de cien años. Su castillo no está proveido hasta ahora.

D. José de Saavedra pidió licencia á S. A. para ir á España á sus pretensio- nes , quejoso de tres desaires que decia le

AÑO DE 164O. 257

habían hecho; el uno, que habiéndole es- crito el secretario Salamanca que propu- siese Capitanes de su tercio para la Sar- gentía mayor que habia vacado en él, y habiéndolo hecho de personas muy á pro- pósito, y que el que menos años tenia de ser- vicios eran diez y ocho, se dióá uno de fue- ra del tercio, que no era más ni tenia más servicios, sino sólo por el favor que tuvo; y lo otro, que habiendo él ofrecido á S. M. I por carta que escribió al Conde Duque con el alférez D. Diego de Llamacar, que le negoció licencia para ello) de levantar á su costa 1. 000 valones, y estando ajus- tado, como parece por carta del secreta- rio Salamanca, que les irian á pasar muestra á 4 de Octubre en las guarnicio- nes donde se levantaban, no se hizo, sino les hicieron marchar, al tiempo que el enemigo habia quemado los navios de Kspaña, á Gravelingas; con que se huyó mucha parte de la gente , y le fué á él de gran costa el rehacerla y sustentarla allí: la tercera queja era , que, por hacer mer- ced á otros, se le habia sacado de la guar- nición donde habia entrado á mandar su tercio, y que de Meruila también le ha- bían sacado, porque se decia habían dado los del lugar unos guantes á Gamarra para quedar este invierno sin guarnición;

258 GUERKAS DE FLANDES

•con que él no tenia qué hacer aquí este invierno para mandar 90 hombres, y que se habia hecho, porque no queria miseri- cordia, sino es castigo; mas que si nono lo habia hecho, que se contentaba con que no le hiciesen desaires, ya que mer- cedes aquí no tenia que esperarlas, pues sabia que por la pasión que tenían por otros le olvidaban á él en las cartas que escribían á España. S. A. no le respondió á ninguno de los puntos, sino mandó es- cribirle por el secretario Salamanca, que por la falta que habia de Oñciales mayores tenia necesidad de su persona por esta campaña, y que así habia tomado resolu- ción hasta otra ocasión.

En este tiempo vino un correo de Es- paña en que venían muchas mercedes para diferentes personas: al Conde de Novela, jefe de finanzas; al Conde de Rux, gobernador de Lila; al Marqués de Lede, gobernador de Güeldres, y su go- bierno de Limburgue, al Conde de Vilz; el gobierno que éste tenia de Tiumbila, al Barón de Veque, con retención del gobierno de Lucemburg en el ínter.

Vino también nueva de España de como se habia rendido Salsas por el mes de Enero , con lo cual todos se holgaron muchísimo. El Marqués de Cerralvo murió

(¡JO.

-en Bruselas de enfermedad; on que que- caigo de Mayordomo mayor «le 8. A. D. Beltran de (¡aovara, hijo del Cande de Oñate y Gentil-hombre de la cámara de S. A., se fue ¿i España.

S. A. mandó al Marqués de Velada 1 mquerque al apresto de la amada, y con su buena diligencia estuvo . tto á punto para salir. Tomó S. A. ile la dotación de los navios 700 españoles, Etió en su lugar un tercio que se habia Jaaautado de valones, cuyo Maestro de «.ampo era el Conde de Isinguien, en que dácen se embarcaron, inclusos los 1.000 hambres de D. José de Saavedra, 1.600; con que partió el armada por el mes de Febrero, y se ha sabido que llegó á Es- paña, habiendo tomado en el camino una tlota de 15 navios que venian de Sámalo.

El Conde de Isimburgh hizo una salida dentro de su gobierno de Artois, y tomó «stillo de San Martin y otros, y los desmantc!

Este invierno se han hecho más pre- venciones que el pasado, porque se ha dado á Monsieur Lamboy con que levan- tar 2.000 infantes y 2.000 caballos, y esta campaña han de estar á orden del Duque de Lorena. en el país de Lucemburgh.

Eatánsc levantando tres tercios de va-

26o GUERRAS DE FLANDES

Iones, cuyos Maestros de campo son: el Príncipe de Ligñi , el Marqués de Torlon y el Conde de Basini. Hánse dado este in- vierno forrajes á la caballería y 50 escu- dos para remontar á cada uno de los que estaban á pié.

El Marqués de Velada va con embajada extraordinaria á Inglaterra, sobre los su- cesos de la armada de D. Antonio de Oquendo. Esto es hasta fin de Marzo de este presente año de 1640.

A primero de Abril llegó un correo de España que trajo las mercedes siguientes: de Gobernador de las armas de la frontera de Holanda , al Conde de La Fontaine con 1. 000 escudos de sueldo al mes; y á Don Felipe de Silva , Gobernador de las armas de la frontera de Francia , también con 1. 000 escudos de sueldo ai mes; por Maestro de campo general de la frontera de Holanda, al Marqués de Velada, el cual habia ido á su embajada de Inglaterra; Maestro de campo general de la frontera de Francia, á D. Andrea Cantelmo, con retención de su cargo de Superintendente de Flandes; por General de la artillería de la frontera de Holanda, al Conde de Sástago y de Fuenclara; por General de la artillería de la frontera de Francia, al Conde de Fuensaldaña, con retención del

año de r 40.

gobierno de Cambray, en ínter: estos cuatro con 500 escudos de sueldo al mes, y todos con patentes. Sólo por este ánimo

\;io del Marqués de Velada se dio á O. José de Saavedra, y el suyo se dio al Conde de Salazar , y la compañía de ca- ballos del dicho Conde se dio al capitán n. Cristóbal de Berrio; el tercio del Conde de Sástago se dio á D. Jerónimo de Ara- ron , hermano del Duque de Terranova; y el tercio que él trajo de España, se dio al capitán D. Gabriel de la Torre, que era gobernador de Chatelete, y acababa de salir de la prisión de Francia ; el tercio del Conde de Fuensaldaña se dio al Teniente le Maestro de campo general, Pedro de l^eon , y su cargo de Gobernador de Gra- velingas al Sargento mayor D. Fernando de Solís; el gobierno que él tenia del fuerte de San Felipe se dio á Roque Ne- ^rete, Capitán del tercio de D. Jerónimo de Aragón , y su compañía se dio al alfé- rez D. Diego de Bracamonte; por Capitán general del ejército de Lucemburgh, el Duque de Lorena, y por su Maestro de campo general el Barón de Beque, y por General de la artillería, al Marqués de Lede ; y esto sólo por esta campaña. Por

tío?

262 GUERRAS DE FLANDES

quejas del país quitaron la compañía de caballos á D. Sancho de Faro, y por ser de finanzas, se dio á D. Antonio de Isasi, y la suya al capitán D. Juan de Toledo, hermano, fuera de matrimonio, del Conde de Oropesa. Fuese á España el capitán Pe- dro de Lasaca, y se proveyó su compañía de caballos en D. Luis de Zúñiga, Capitán del tercio de Saavedra , cuya compañía se dio al alférez Francisco de Segovia; á Don Baltasar Mercader, Sargento mayor del tercio de D. Jerónimo de Aragón, se le hizo merced de Teniente de Maestro de campo general, y su cargo se dio al capi- tán D. Juan de la Pila, y su compañía se proveyó en el ayudante Jerónimo Man- rique, alemán: del tercio de Pedro de León, se proveyeron las compañías de D, Diego de Cárdenas y de Clemente So- rian, por haberse ido á España, launa en el capitán Flores y la otra en el alférez Bartolomé del Rio; á Fernán Darias de Saavedra, Capitán del mismo tercio, se dio la compañía de caballos de Moreno, y su compañía se dio al ayudante Francisco de Vera; y al dicho Moreno se le mandó volver á ser teniente de Cambray, porque á D. Luis de Barrio, que lo era, se le man- dó retirar, respecto de sus muchos años, á comer su sueldo en el Guión ; del tercio

ANO M 263

del Conde de Salazar se preveyó ia com- paáfa de D. Juan Porcel, que todavía es- taba preso en Holanda, en el capitán Don Antonio Girón. S. A. hizo merced al Marques de Orani, de Teniente general de la caballería cerca de su persona ; tam- bién hizo doce Comisarios generales con obligación de obedecer á los dos lijos, que eran como Cabos de tropas, por evitar las competencias entre las naciones sobre el no quererse obedecer por sus antigüeda- des, tocando por derecho antiguo el que manden siempre los españoles.

Después de esto , habiendo tenido

L nuevas que franceses y holandeses hacían prevenciones para salir á campaña, mandó que saliesen sus ejércitos en esta forma:

El Duque de Lorena salió con el suyo

en el país de Lucemburg, entre Sambra y

Mosa; D. Felipe de Silva salió con el suyo

iux,á cuya orden se juntó Lambey,

con 5.000 hombres que tenia á su cargo

nfantería y caballería.

mde de La Kontaine juntó el ejér- contra holandeses en el país de Vas, y á este tiempo llegó de España un tercio de sardos, de 1.200 hombres, gobernado por el Sargento mayor D. Jorge de Cas- tclui, por haber quedado D. Pablo, su

264 GUERRAS DE FLANDES

padre, en Cerdeña, que era el Maestro de campo. Llegaron también once compañías de la Coruña, y se agregaron las cinco al tercio de D. Esteban Gamarra, y las otras cinco al tercio de D. Gabriel de la Torre: con que quedaron á 20 compañías como los demás tercios; y la otra compañía metieron en el fuerte de Gravelingas: con que aquí nos hallamos con siete ter- cios de españoles; los cuatro están á la frontera de Francia, y los tres á la de Holanda.

Al tiempo que esto sucedía, entró en el país de Henao el Mariscal de La Meliore

con el ejército que estaba á su cargo ('),

y otro le gobierna el Conde de Bueix, hijo del Gobernador de Bayona; y en ambos se piensa hay -22. 000 hombres de in- fantería y caballería. Llegaron dando vista á Avenas, y luego á Mariamburque, que- mando muchos lugares de aquellos con- tornos y haciendo grandes robos y cruel- dades en los villanos. Acercáronse á Cha- lamon, acuartelándose al contorno, con que dieron muestras querían sitiarle; mas estaba tan bien prevenida la villa, que no nos daba ningún cuidado. Los Goberna- dores de estas plazas que he dicho, hacían

(*) Deben faltar algunas palabras en el original.

AÑO DE 164O. 265

dia gran cantidad de prisioneros de los desmandados; y el Barón de Beque rompió un convoy que venia á la armada francesa, de soo caballos y 1.000 infantes, y tomó gran cantidad de carros cargados de víveres y muchos prisioneros.

De Milán llegaron nuevas como el Marqués de Leganés tenia sitiado á Casar da Monferrato, y se tenia mucha espe- ranza que la tomaria, porque el Francés no tenia ejército considerable al opósito.

Estando en esto, S. A. tuvo nuevas de como el Príncipe de Orange embarcaba su ejército; y después se tuvo de que se habia desembarcado en la Filipina, que pasaba de 15.000 hombres de á pié y 62 compañías de caballos. Mandó S. A. al Conde de La Fontaine que marchase al Sersate, donde, (habiendo sabido que el enemigo tenia intento sobre Brujas, mandó al Conde de Sástago que se ade- lantase á la ribera que va de Gante á Brujas con el tercio de D. Jerónimo de Aragón , y el de La Fontaine siguió luego con el ejército hasta las puertas de Gante, habiendo dejado en el Sersate al Marqués de Tollom con la mayor parte de su ter- cio y 3.000 villanos que se habian juntado de diferentes partes. El dia siguiente, á la punta del dia, pasó el Conde por Gante y

i(>t> GUERRAS DE FLANDES

hizo alto en el fuerte de San Felipe, y su persona pasó al de San Jorge, donde vio al de Sástago y le dio parte de como el ene- migo venia resuelto á pasar la ribera; y pasó el suceso en la forma siguiente:

A los 20 de Mayo se puso Orange junto á Maldeghen, y á los 21 junto á la Bruera y Garegna de Male á la punta del dia; llegó ¿i las siete de la mañana con su vanguardia al molino de Asembruque con 5.000 infan- tes y 2.000 caballos, y gobernaba esta van- guardia el Conde Enrique Casimiro de Nasao, con la cual se adelantó y hizo alto con la caballería cerca del castillo de Ra- bauemburg, las once del dia atacó el fuerte que se llama Holandershuis; y des- pués de haberle disparado diez ó doce ca- ñonazos, y viéndose 500 valones que le gobernaban faltos de municiones, se rin- dieron á partido.

El enemigo hizo adelantar sus pontones y carros al dicho fuerte, y empezó con mu- cho valor á escaramuzar con algunos sol- dados valones y villanos que estaban en un trincheron que se habia hecho de esta par- te de la ribera, los cuales empezaban ya á huir al mismo tiempo que habian llegado á Molbrughen seis compañías de españoles del tercio de D. Jerónimo de Aragón, que, como he dicho, habia venido un dia antes

AÑO DE [64O. 2Ó7

de este tercio con el Conde de Sástago; y Monsieur de Granje que mandaba este ito, invió á Jusepe Salvador con su compañía, y á D. Luis de Rojas, herma- no del Conde de la Gomera, con la suya; los cuales Capitanes se dieron tan buena 1, que llegaron á tiempo que los di- chos villanos desocupaban las trincheras, con que se empezó la escaramuza á re- frescar con gran valor; y, visto por el tro de campo Granja como el ene- migo hacia mucha fuerza á echar sus pon- tones, invió al capitán Noriega con las cuatro compañías que estaban á su orden, y él se adelantó á Estremburghe , donde con el artillería hizo grande daño al ene- migo.

A este tiempo habia ya llegado á San Jorge D. José de Saavedra , que venia de vanguardia del ejército, y fué llamado por el Conde de La Fontaine, y mandóle que pusiese en grupa de la caballería siete com- ías de su tercio, con las cuales se ade- lantó el Marqués Sfrondato á toda diligen- j tocando las trompetas, pasó por el dique enfrente de los escuadrones del ene- migo; y habiéndolos dejado en las trinche- ras, se volvió ai tiempo que ya llegaba el dicho Maestro decampo D. José con la resta de su tercio y dos tercios de valones que

268 GUERRAS DE FLANDES

venían á su orden, con lo cual ocupó los puestos de Molbronghe y al Bezat; y el enemigo, habiéndose dejado ver por dife- rentes partes, que intentaba pasar la ri- bera, habiendo visto llegar la infantería que D. José traia, desesperó de poderla pasar, y entretuvo una escaramuza ligera, y á la media noche pegó fuego á sus pon- tones; mas no lo pudo hacer tan á su salvo que no se dejase cinco pontones y cuatro carros cargados de tablas ajustadas para hacer el puente, dos afustes de cañón, siete barriles de pólvora y algunas balas de artillería, y dos carros cargados de mu- niciones de todas suertes.

Cuando sucedió esto, salió de Brujas el Señor de Rivacourt con algún socorro de infantería y municiones , y dos cuartos de cañón. De nuestra parte murió el alférez D. Pedro Ponce, soldado de la compañía de D. Luis de Rojas, y un paje de un Ca- pitán; y herido el capitán Jusepe Salvador, que fué corta pérdida para la mucha que el enemigo hizo. El dia siguiente, pen- sando el Conde que el de Orange iria á atacar al Cércate, marcharon los dos ter- cios de españoles á Trem, que es cuatro horas de Gante, y á las doce de la noche llegó á los Maestros de campo una carta del Señor de Rivacourt en que les pedia

AÑO DE 164O. 269

de parte de S. M. que volviesen á la ri- bera, por cuanto el enemigo se venia acer- cando á ella. D. Jerónimo de Aragón no quiso volver sin tener orden del Conde de Fontaine, el cual estaba en Gante, que habia ido á dar parte á S. A. de todo lo que habia pasado en la defensa de esta ri- bera; mas D. José de Saavedra, habiendo conocido que esta tardanza podia re- sultar en gran daño al servicio de S. M., volvió sin orden , con tan buena diligen- cia, que habiendo llegado algunos recono- cedores del enemigo y escaramuzado con los villanos que estaban en los parapetos, habiendo visto que venia el tercio con las mechas encendidas, y haciendo la noche muy oscura y lluviosa, pensaron volvia todo el ejército; lo cual, sabido por el Príncipe de Orange , dio la vuelta á Mal- deghen , y D. José ocupó los puestos de Molbrughe y Estiembrughe , y invió tres compañías á iMonsieur de Rivacourt á la ribera de Dama; y el dia siguiente llegó D. Jerónimo de Aragón con su tercio, y por orden de Fontaine invió á su Sar- gento mayor con seis compañías, y tres más de D. José, á la dicha ribera que va de Brujas á Dama, la cual empezaba á atacar el Conde Guillermo de Naso con un trozo de su ejército; y pasó en esta forma:

27O GUERRAS DE FLANDES

Era el Conde Guillermo Maestro de campo general de Holanda, habia puesto pié en tierra en Trudelapsheure, á 17 de Mayo, con 4.000 infantes y dos compa- ñías de caballos, habiéndose atrincherado en Astamperbouf ; habia pasado el canal del agua de la mar; y habiendo hecho unas trincheras y dos baterías á lo largo del canal de agua dulce, adelantándose al tuerte de San Job; tanto de la parte de la Inclusa como de la otra sobre el dique, viniendo de la Inclusa á San Donat, hacia una batería que batia el dicho fuerte de bombas y artillería, siendo el designio del enemigo de pasar el agua dulce, y por consecuencia hacerse dueño de todos los fuertes del Rey situados delante de la Inclusa; pero por falta de valor se reti- raron como poltrones, dejando sus trin- cheras á 29 de Mayo, antes del dia, y fue- ron á juntarse con el grueso que estaba en Maldeghen. En este ataque mataron dos sol- dados españoles é hirieron cuatro; y otros cuatro valones. De parte del enemigo se per- dieron en ambos ataques de estas ribe- ras 1 .000 hombres, entre heridos y muertos; tres Coroneles y 14 Capitanes y otros mu- chos Oficiales, que por no saber el número no los pongo. Con este suceso se holgaron todos infinito en el país, porque se temia

AÑO 1>E IÓ4O. 27I

que pasando el de ürange algunas de estas riberas ganaria á Brujas, de donde podia resultar perder el Rey estas provin- : con que S. A. dio muchas gracias á los Oficiales por lo bien que habían acu- dido, y con tanta diligencia, á romper el designio del Príncipe de Orange.

A Gante llegaron nuevas á S. A. como cuatro soldados borgoñones habian pe- gado fuego á las municiones del ejército francés, donde fué tanto el daño que se hizo, que, habiendo volado todas, se que- mó el regimiento que estaba de guardia, en que perdieron más de 1.000 hombres; levantaron su campo de cerca de Char- lamont, y se encaminaron á Simay y la empezaron á batir y la entraron por fuerza, y quemaron la villa y volaron el castillo, y en los lugares del contorno hicieron lo mis- mo, y marcharon hasta dentro de Francia.

De Alemania llegaron nuevas como el Conde Picolomini habia roto cinco regi- mientos de Vanier, y que estaban muy cerca las dos armadas , de que se piensa Irá á resultar una batalla.

De Milán hubo nuevas como el Conde de Alcurt, General del Rey de Francia en Lombardía, habia embestido las trincheras que tenia el Marqués de Leganés delante de Casar y rotólas, y socorrídolo, ha-

272 GUERRAS DE FLANDES

biendo perdido de nuestra parte algunas piezas de artillería y cerca de 2.000 hom- bres entre muertos, heridos y presos; entre los cuales murió el Maestro de campo Don Francisco del Pulgar, y algunos Capita- nes; y fué muy malherido el Marqués de Garacena, Gobernador de la caballería, con que el Marqués levantó el sitio, y con algún desorden ; y es cierto que si saliera de las trincheras á pelear con Alcurt le hubiera roto; mas su dicha del fué haber embestido por donde estaban dos tercios de bisónos que no supieron tener firme.

S. A. , por quejas que tuvo del capitán González en el Quenue, le quitó su com- pañía de caballos y la proveyó en el ca- pitán D. Luis de Valdés , hijo que fué del Castellano de Gante; y D. Luis de Bolea, que por muerte de su padre era ya Mar- qués de Torres, pareciéndole que era para él poca cosa el ser Capitán de infantería, opinión bien necia , pues los puestos que se adquieren por méritos son de mucho mayor honor que los que se heredan, hizo dejación de su compañía en su Alférez, y S. A. la proveyó en el capitán D. Jorge de Albarado, del mismo tercio de Don Jerónimo de Aragón. Al capitán D. Pedro de Heredia hizo merced S. A. del go- bierno de Liau y Superintendencia del

AÑO DE 164O. 273

Demer, que habia vacado por el conde de Salazar; y su compañía, que era pa-

1 por finanzas, á D. Alonso de Avila, cuya compañía de caballos se dio á Don

: ) de Bohorques, caballerizo de S. A. y Capitán del tercio de Saavedra, cuya compañía se dio al alférez Martin de Ur- quicia, ayudante de Teniente de Maestro de campo general.

En este ínterin llegó de España Don Juan de Borja, hijo del Duque de Villa- hermosa, por Gentil-hombre de la cámara de S. A. , y traia hecha merced de dos compañías de caballos, y hasta ahora no se le ha dado ninguna.

S. A. vino de Gante á la ribera de I '.rujas, y al puesto donde el enemigo habia querido echar los pontones, y el mismo dia se volvió á Gante, donde halló un Ayu- dante de Teniente de Maestro de campo general, inviado délos Cabos del ejército de la frontera de Francia, en que avisaban como el Mariscal de Chatillon y el de La Meliore habian tomado los puestos á la villa de Arras, y que comenzaban á forti- ficar la campaña con más de 8.000 villanos que habian traido de Francia. Visto por S. A. el aprieto en que estaban las cosas de Arras, y la necesidad que allí habia de su persona, y que tan gloriosamente de-

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jaba socorridas las dos riberas de Bru- jas y de Dama, resolvió de partir á Duay; y llevó consigo seis compañías de caba- llos á orden de D. Antonio de la Cue- va, y á D. Alonso Estroci con su tercio de italianos. No sintió poco el Conde de La Fontaine el que S. A. tomase esta resolución, porque estando el Príncipe de Orange con tan grandes fuerzas, y que- dando el nuestro sin la persona del In- fante y sin la gente que llevó consigo, quedaba con notable peligro de algún mal suceso; mas no bastaron sus réplicas para que S. A. mudase de parecer. D. José de Saavedra hacia grandes instancias para que le llevase consigo, diciendo que su tercio habia ido siempre donde estaba el Infante, y que cuando el Marqués de Ve- lada fué á la embajada, se le habia dado la palabra á D. José de hacer lo mismo que con el Marqués, y juntamente por las dos campañas antecedentes, habia mili- tado en la frontera de Francia; mas no le bastaron sus diligencias, aunque fueron muchas, para conseguir el ir con S. A.; escribiéndole D. Miguel de Salamanca que S. A. estimaba más cualquiera fuerte que se podia perder en Flandes que todas las villas del país de Artois. D. José sintió á gran disfavor el que S. A. no le llevase

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consigo, pensando perdía hallarse en una ocasión como prometía la de Arras; mas bien presto se conoció cuan ventajosos fueron los de nuestro pequeño ejército á los del grande de la dicha frontera de Francia. Tuvimos luego nuevas de la lle-

1 de S. A. á Duay y de como habia hecho una junta en Pontarras con el Duque de Lorena, D. Felipe de Silva, D. Andrea Gantelmo, el Conde de Fuen- saldaña, el Presidente Rosa, el Padre confesor Fray Juan de San Agustín, el Conde de Isemburg y el Secretario Don Miguel de Salamanca, y no acabaron de resolver lo que se debia hacer sobre el socorro de Arras.

El Conde de La Fontaine tuvo nuevas de como el Príncipe de Orange quería in- tentar pasar la ribera más abajo de Gante, con que resolvió mejorar alguna gente hacia aquella parte, para lo cual invió orden á D. José de Saavedra- para que marchase con su tercio al villaje de Al- teren , donde también fué la persona del Conde; donde, habiendo estado ocho días, tuvo nuevas que el de Orange habia lle- gado con parte de su tercio á la Filipina y se empezaba;! embarcar; con que mandó losé de Saavedra que inviase á Ber- nabé de Vargas, su Sargento mayor, con

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seis compañías al país de Vas, á orden del Marqués Sfrondato, Teniente general de la caballería, el cual tenia también con- sigo seis del tercio de D. Jerónimo de Aragón con su Sargento mayor D. Juan de Capila, y algunas compañías de valo- nes; y en este tiempo invió á decir el ca- pitán D. Francisco de Rada que gobernaba en ínterin á Hulst, como el enemigo habia atacado el fuerte de Nasao, y que aunque le habia inviado dos compañías de socor- ro se habia rendido, habiendo hecho pri- mero alguna resistencia el Capitán valon que la gobernaba; y Sfrondato, habiendo conocido que el designio del enemigo era de tomar los puestos á Hulst, invió á dar cuenta de ello al de La Fontaine con Don Alvaro de Caravajal, Sargento mayor re- formado; y al punto que llegó, que fué el dia dichoso de la Visitación de Nuestra Señora, mandó á D. José de Saavedraque con las 14 compañías que tenia consigo se adelantase á los burgos de Gante, y que con ellas se embarcase hasta Hestequen. Hízolo así, y llegó á la punta del dia, donde el Conde le mandó le acompañase á la villa de Hulst, porque habia de tener consejo sobre lo que se habia de hacer en casa del Conde de Sástago, que se hallaba enfermo en la cama en la dicha villa; y

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juntáronse allí á la cabecera de la cama del dicho Sástago, con el de La Fontaine, el Maestro de campo Saavedra, el Comisa- rio general D. Pedro de Villamor y los dos Tenientes de Maestro de campo general D. Baltasar Mercader y el Conde de Rebo- lledo, y D. Francisco de Rada; y estando discurriendo sobre los avisos que se te- nían del enemigo, oyeron tocar arma en el reducto de Santa Ana; con que á toda diligencia mandó el Conde de La Fontaine D. José de Saavedra que marchase con su tercio á defender el dicho reducto , y que dejase una compañía en Morbal, que fuera de Jusepe Rico; y D. José invió al al- férez Erbalexoá Estequen para que dijese al capitán D. Rodrigo Ladrón le siguiese con las 14 compañías; y él, por no perder tiempo, marchó con las cinco que tenia en San Juan de Estien su Sargento mayor, y con ellas llegó á toda priesa á Santa Ana, y mudó al capitán Tartarini del tercio del Duque de Oria que estaba allí con 200 sol- dados de su tercio y del de D. Esteban Ga- marra,y invió ai capitán D. Bartolomé Ruiz del Rio al Conde de La Fontaine á pedirle municiones , el cual las trajo, pero muy pocas; y el dicho Conde fué á ver el reducto, y llevó consigo á un ingeniero. el cual fué de opinión que se rompiesen

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las exclusas, para inundar el país, con que se aseguraba Hulst; lo cual contradijo D. José, pareciéndole que era desaire para él hacer esto; y así, pidió al Conde que le diese capas y palas, que él haria una cor- tadura en el dique y un trincheron prolon- gado por el as de la marina; pidió también al Conde le inviase 500 caballos , el cual prometió inviar de lo uno y lo otro, y á las seis de la tarde llegaron 50 villanos con capas y palas , con que apenas se pudo hacercon perfección la cortadura del dique por ser tan pocos los instrumentos y ser tan tarde; invióle también una compañía de caballos del Teniente general Lúeas Cairo, con que con la compañía de Martin de Villa, que antes estaba allí, apenas eran 100 caballos. Metió Saavedra en la cortadura tres compañías, la de Juan Pé- rez de Peralta, la de D. Juan Leonés y la de D. Miguel de Villaroel; y en el reducto la de D. Diego de Bohorques, gobernada por su Alférez , que estaba proveida en Martin de Urquicia , y toda la demás gente con las banderas puso detras del reducto. Habia una pequeña falsa braga que había dejado trabajada el Capitán italiano de- lante del reducto, y no estaba aún en per- fección porque no tenia empalizada, y mandó al Maestro de campo poner allí

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ul capitán D. Bartolomé Ruiz del Rio con su compañía; y habiendo dado orden que la caballería estuviese á punto á caballo, y pusiese centinelas y rondas, se fué á cenar á su carroza que acababa de llegar de Este- quen con la mayor parte de sus Oficiales, rtes, 3 de Julio, entre diez y once de la noche, tocaron arma las centinelas de la caballería , con que se adelantaron las compañías de caballos del capitán Mar- tin de Vila y del Teniente general, ha- biendo hecho toda la resistencia que le fué posible, fueron forzados á tomar la car- entrar por su surtida que tenia nues- tra cortadura; lo cual, aunque los Capita- nes que estaban en ella del tercio hicieron todo lo posible para defenderla , con todo eso causó mucha confusión en los soldados; y el enemigo, por la baja marea , los cogió las espaldas, con que fué causa que la re- sistencia que hacian los Capitanes saliese en balde, quedando atropellado y prisio- nero el capitán Juan Pérez de Peralta, y dejado entre los muertos D. Miguel de Vi- llarroel, caballero del hábito de Santiago: y D. Juan Leonés, que tuvo mayor di- cha, se retiró al reducto. El Maestro de campo, habiéndose avanzado en el mayor peligro, y hallándose ya mezclado entre los enemigos y atropellado de su caballería.

28o GUERRAS DE FLANDES

con el ayuda del alférez Francisco Fernan- dez, soldado de la compañía del capitán D. Juan Leonés, llegó á la empalizada del reducto, adonde también llegó con harta dificultad su Sargento mayor ; y en los primeros mosquetazos que tiró el enemigo al reducto, pasado el muslo de dos, le reti- raron muy mal herido; y habiendo em- bestido con toda su fuerza el enemigo á la compañía del capitán D. Bartolomé del Rio, habiendo hecho toda la resistencia que se puede imaginar, quedando el Capi- tán en el puesto muy mal herido , de que murió luego ; y el capitán D. Alonso de Vaamonde y los alféreces Porras y Ber- mudez, y el capitán D. Diego de Rojas, entretenido en la compañía del Maestro de campo, que quiso hallarse en el mayor peligro, quedó muy mal herido con dos de la compañía muertos, y la mayor parte de los demás prisioneros ; con que ocupó el enemigo la falsa braga , y acometiendo con toda su fuerza la empalizada del re- ducto, la cual, defendiéndose con todo valor, quedó herido el Maestro de campo de un picazo en la oreja, y mandó al ca- pitán D. García de Herrera que con su compañía entrase en el reducto , y al ca- pitán Martin de Valencia que hiciese salida con su compañía y entrase en el reducto.

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digo al enemigo, el cual, habiendo hecho todo lo posible, quedó muerto en la plaza; y después salió el capitán D. Rodrigo Ladrón, que peleando pica á pica, ha- ciendo toda la resistencia posible, quedó muy mal herido, de que murió el dia si- guiente; murió también allí el alférez Don Juan de Cardano, y quedó herido el capi- tán D. Juan Manuel de la Cuadra, y otros desta compañía. Viendo esto, se resolvió el Maestro de campo, conociendo que la fuerza del enemigo era demasiada y el valor con que embestía infinito, á no hacer más salida, sino sólo tratar de defender el puesto , para lo cual metió refuerzo en el reducto al capitán Francisco de Cas- teluí, el cual, habiendo resistido algunos asaltos, la retiraron muy mal herido; entró luego el capitán D. Juan de Calan- cha con su compañía y las piezas de las del Maestro de campo, que son las mejo- res del ejército, las cuales hicieron tan grande resistencia, que fué causa de re- chazar al enemigo su mayor ímpetu; y de su compañía mataron al alférez Alejo Sán- chez, y hirieron á D. Carlos de San Vítores y á otros; y de la del Maestro de campo, mataron al alférez D. Antonio Porcel, y hi- rieron al alférez Francisco de Benavente; con que viendo el Maestro de campo la

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fuerza con que el enemigo trataba de ata- car y arrancar las estacas, mandó al capi- tán Ochoa Gómez de la Torre que entrase con su compañía en el reducto, y todos juntos pelearon poniéndose en descubierto encima del parapeto, que fué causa de que el enemigo, desesperado, empezase á aflojar; con que, visto por el Maestro de campo, mandó que por el lado derecho hiciesen salida los capitanes Jacinto Ló- pez y D. Rodrigo de Rojas, á los cuales seguia D. Juan Leonés, y pelearon tan fuertemente con el enemigo que ocupa- ron la cortadura que, como he dicho, habíamos hecho sobre el dique, y por el lado izquierdo, á orilla de la marina, sa- lieron los capitanes D. José Escallar y D. Juan de León, los cuales embistieron con el último escuadrón del enemigo, y le metieron en confusión; con que se deja- ron una pieza de artillería y dos carros de municiones.

A este tiempo el enemigo habia empe- zado á retirarse del reducto, desesperado de poderle ganar por la mucha resistencia que halló en él. Llegó el socorro que in- viaba el Conde de La Fontaine desde San Juan deEstien, habiendo más de cuatro horas que estábamos peleando; trájole á su cargo el Comisario general D. Pedro

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llamor, y consistía en tres compañías de caballos: la suya, la de Luis Cairo y la de Morón, y 400 infantes, los 200 del ter- cio de D. Esteban Gamarra, á cargo del tan Galarde, y los 200 del tercio del Duque de Abellano, á cargo del capitán Laporta, con el cual socorro embistió Don Pedro de Villamor al enemigo de flanco y le hizo grande daño, obligándole á que la retirada la hiciese con notable desorden; y de nuestra gente mataron al capitán Ferrara, del tercio del Duque de Oria; y llevaron preso y herido al capitán Luis Cairo y 20 hombres entre muertos y heridos, y un Teniente reformado de la compañía de D. Pedro hizo prisionero á un Capitán de caballos de los de más re- putación de su ejército; y otro reformado prendió un Teniente. Este socorro fué muy bueno, mas si hubiera venido cuando es- taba el enemigo atacando el reducto, hu- biera hecho mayor efecto; mas como se habia empezado á retirar, lo pudo hacer, aunque fué con el desorden que he dicho. De nuestro tercio, inclusos los que he con- tado, perdimos 40 hombres muertos y 166 heridos, entre los cuales entra el Maestro de campo, el Sargento mayor, el capitán Casteluí y el capitán Masdobellas; y los alféreces D. Juan deOsorio, Juan Alonso

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y D. JoséMonpabon. Mataron cuatro Ca- pitanes, que son : D. Rodrigo Ladrón, Don Miguel de Villarroel , Martin de Valencia y D. Bartolomé Ruiz del Rio; a el Maestro de campo presentó un Sargento refor- mado, de la compañía de Juan Pérez de Peralta, una banda que había quitado á un Oficial del'enemigo, y él la invió á Bru- selas á su Metresa Madamuysela de Bou- ne. La pieza de artillería y carros de mu- niciones entregó el Maestro de campo al Teniente general de la artillería, Lanza Becha; y estando en esto, llegó el Marqués Sfrondato con cuatro compañías de caba- llos; y un soldado de la caballería le pre- sentó una muy linda banda bordada, que la habia quitado al Conde Enrique Casi- miro; y la invió á Bruselas a la Marquesa, su mujer, y él se volvió bien informado de lo que habia sucedido. De nuestro tercio se señalaron también los capitanes D. Juan de Santander, D. Andrés de la Torre y Francisco de Segofi.

Venia gobernando este ataque el Con- de Enrique Casimiro de Nasao, Goberna- dor de Frisa; y traia 8.000 infantes en tres tercios, de frisones, y cuatro soldados que habian escogido de cada compañía del ejército, que hacian este número, y 2.000 caballos escogidos. Súpose después que

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habían perdido 25 Capitanes, los dos de caballos y los 23 de infantería, y más de 2.000 hombres entre muertos y heridos, y casi todos de la gente más particular. Al Conde Enrique le retiraron muy mal he- rido, de que murió después, con gran sentimiento de los Estados rebeldes , por- que tenían puestos los ojos en él para que sucediese en el cargo al Príncipe de Orange. Nuestro tercio hizo 25 prisione- ros, y el capitán D. Rodrigo de Rojas, caballero del hábito de Alcántara y Señor de Macintes hizo prisionero á un Capitán de caballos, escocés, persona de gran cuenta y estimación, el cual, estando herido y que- dádose entre cuerpos muertos , daba voces para que no le acabasen de matar, y oyén- dolo el Maestro de campo, se llegó á él, y por otros prisioneros se supo quién era; y como D. Rodrigo de Rojas estaba tan pobre y empeñado , le dio el Maestro de campo este prisionero para que con lo que pagase por su rescate tuviese con que ayudarse á socorrer su necesidad el dicho capitán D. Rodrigo.

A medio dia y en crecida de la marea, y habiendo puesto ya en defensa el trin- cheron de la marina, le llegó orden á Don José de Saavedra del Conde de La Fon- taine, que trajo el Conde de Rebolledo,

286 GUERRAS DE FLANDES

para que se dejase mudar del Maestro de campo D. Jerónimo de Aragón con su tercio y parte del de D. Esteban Ga- marra; y luego que llegó D. José á San Juan de Estien, despachó al alférez Alonso Hernández de Herbalejo á dar cuenta á S. A. de este suceso ; y en el ínter trató de enterrar los muertos y curar los heri- dos. Fué este suceso de los más gloriosos que ha habido en estos países, así por lo que se disputó con tan poca ventaja, siendo la del enemigo tan demasiada, como por la utilidad que se ha seguido en defender este puesto, pues de otro modo estaban para perderse Hulst, el Saso, Gante, Ter- ramunda, Amberes y todo el país de Vas. La gloria principal desto se debe al Maestro de campo D. José de Saavedra por la prudente disposición con que le gobernó, siendo de edad de veinticinco años, y aventurando siempre su persona á los mayores peligros, haciendo á un mismo tiempo los dos oficios de Maestro de campo y de Sargento mayor con gran valor y destreza, aunque le costó el des- baldarle su carroza el enemigo, que entre ropa y plata se le perdieron á D. José más de 1.500 ducados.

A 10 de éste, por la noche, se retiró el enemigo del cuartel que tenia en Nasao,

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estando de guardia en Santa Ana D. Jeró- nimo de Aragón con su tercio, el cual

') luego el fuerte de Nasao con cinco compañías, las tres de su tercio y dos del de Gamarra; con que á nuestro tercio se debe el haber recuperado el fuerte de Na-

porque si no se hubiera derrotado al enemigo en Santa Ana nunca le hubiera desamparado.

A 11 del dicho mes, por la mañana, llegó el alférez Herbalejo y trajo una carta de D. Miguel de Salamanca para el Maestro de campo D. José de Saavedra, en que le daba en nombre de S. A. mu- chas gracias por este suceso y le prometía escribir á S. M. para que le hiciese mer- ced: trajo también las provisiones de las cuatro compañías en esta forma: la de D. Rodrigo Ladrón, en el capitán Fran- cisco de Masdonellas; la de D. Bartolomé del Rio, en el ayudante D. Luis de Mancilla; la de D. Miguel de Villarroel, en el alférez Pedro Cardiles; la de Martin de Valencia, en el alférez Francisco de Benavente, y las banderas en cuatro Sargentos de re- formados, los de más servicios del tercio; la Ayudantía que vacó por D. Luis de Mancilla, se dio al alférez Herbalejo; pro- visiones tan justificadas, que han servido de premio á los que las han conseguido,

28S GUERRAS DE FLANDES

y de aliento á los que están mereciendo.

Dicho dia, por la tarde, llegó el capi- tán Juan Pérez de Peralta con 63 prisio- neros del cuartel del Príncipe de Orange. Los que acá hemos tenido los han llevado también ; con que he dado cuenta de este suceso, que es uno de los más dignos de memoria que han sucedido en la discipli- na militar, y gobernándolo un Maestro de campo sólo, no le ha igualado nin- guno.

Y este tiempo en San Juan de Es- tien habia frente de banderas, con gran ruina del país de Vas; y habiendo tenido nuevas el Conde de Fontaine que el Prín- cipe de Orange se habia embarcado en la Filipina y se encaminaba la vuelta de Bergas Olzon , llamó á consejo á los Cabos del ejército, y salió resuelto que impor- taba mejorarse hacia Amberes; para lo cual mandó el Conde al Teniente de Maestro de campo general, D. Baltasar Mercader, que viniese á San Juan de Es- tien con la gente que tenia á su cargo en Morbal; y á los Maestros de campo Don José de Saavedra y D. Jerónimo de Ara- gón, que cada uno señalase dos compañías para que quedasen en Hulst. Del tercio de Saavedra fueron D. José Escallar y Jusepe Rico, que el uno quedó dentro de Morbal,

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v el otro dentro de Santa Ana: del tercio de Aragón, la compañía de D. Francisco Rada , que quedó con él en la villa de Hulst, y la compañía de Jusepe Salvador, que quedó dentro del fuerte de Nasao.

Después de dispuesto esto, marchamos á los villajes que estaban de esta parte de Amberes, que son: Mees, Beher y Son- dret; de donde, habiendo entendido el Conde de La Fontaine que el Conde Gui- llermo de Nasao quedaba con alguna gente en Flandes, dio orden al Marqués de Tor- lom que marchase con su tercio á ocupar los puestos de Cersate, á orden de Riba- court, que quedaba gobernando la gente que quedaba en Flandes. Y el dia siguiente marchó el Conde y pasó la gran villa de Amberes en esta forma: primero pasó el tren de la artillería, municiones y baga- je, y antes habia madrugado á la plaza de armas el Comisario general de la caballe- ría con parte de los arcabuceros de ella; á la artillería seguía , de vanguardia de todo el ejército, el Marqués D. José de Saave- dra, con su tercio, y toda la villa de Am- beres salió á verle por admiración, ha- biendo sabido que él con su tercio sólo habia hecho retirar al enemigo de Santa Ana: con lo cual decían haber sido res- taurador de estas provincias: y no se en-

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29O GUERRAS DE FLANDES

ganaban, pues es cierto que en perdién- dose el Saso y Hulst, todo quedaba más fácilmente del enemigo que nuestro. Se- guíale D. Jerónimo de Aragón con su ter- cio, al cual seguia D. Juan de Espinosa, Sargento mayor de D. Esteban Gamarra con el suyo, cuyo Maestro de campo se me ha olvidado de decir como un mes an- tes de salir á campaña le llevaron preso al castillo de Gante, por quejas que tenia el país del de cuando era Teniente de Maestro de campo general, acerca de los alojamientos. A éste seguia el Sargento mayor del Duque de Oria con su tercio; á éste seguia con el suyo el Conde de Va- sini ,' incorporado con las compañías de la Febre; con este ejército alojó el Conde de La Fontaine en Vilse y demás anejos que le pertenecen; y sabiendo que el de Orange estaba refrescando su gente en Langhestrate, hizo alto aquí por más de ocho dias, donde llegó merced de S. A. de la ayudantía del Teniente de Maestro de camdo general que tenia Martin de Ur- quicia, á D. Antonio Megía, Alférez refor- mado del tercio de Saavedra. También llegó orden de S. A. para que los Maestros de campo Saavedra y Aragón diesen cuatro compañías de sus tercios al de D. Es- teban Gamarra. Del de Saavedra fueron

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los capitanes Jacinto López y Martin de Urquicia, y dieron en trueque las compa- ñías de D. Juan de Gayoso y D. Nicolás de Isasi; del tercio de Aragón fueron Don Francisco de Medinilla y D. Pedro de Suescon. Vinieron en su lugar D. Jacinto Paez y el capitán Vaamonde. Los tercios del Conde de Salazar y Pedro de León dieron también otras cuatro compañías al tercio de D. Gabriel de la Torre, que por no saber los nombres de los Capitanes no los especifico. El Conde de La Fontaine tuvo nuevas de Pedro de la Cotera , Go- bernador de Güeldres, como el enemigo tenia designio de sitiar aquella plaza, con que el Conde se resolvió inviarle gente, que era lo que le faltaba. Mandó nombrar diez compañías de españoles del tercio de Saavedra , tres del de Aragón , cuatro del de Gamarra, á orden del Capitán más an- tiguo, y al Sargento mayor del Duque de Oria con su tercio. Todo este socorro iba á cargo del Comisario general D. Pedro de Villamor, con parte de la caballería, y llegó sin perder un hombre. Después se fueron continuando las nuevas que el enemigo queria sitiar á Güeldres, por car- tas del Marqués de Lede, Gobernador y Capitán general de aquella provincia, y de Pedro de la Cotera, Gobernador de la

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dicha villa; con que resolvió el Conde de La Fontaine á entrar más adentro en la campaña; y pasando por la villa de Liera, se acuarteló en el Casar alto, adonde llegó un correo de S. A. en que avisaba al Conde delreencuentro que habia tenido el Conde de Buque con los hombres de armas, y los corvatos con los franceses, en que se portó nuestra gente con grandí- simo valor; y esta caballería, siendo la que menos estimábamos, se mostró valen- tísima, hasta que á los franceses les vino la resta de su caballería; con que al Conde de Buque le fué fuerza retirarse á Bapa- ma á toda prisa, habiendo muerto de nuestra parte el Conde de Bosu, Capitán de hombres de armas; y el Marqués de Barambon, también Capitán de hombres de armas , quedó preso y muy mal herido, de que murió en la prisión en breves dias. También tuvimos nuevas de un desafío que hubo en el ejército de S. A. , que por cosa de poca importancia D. Tomás de Avaios desafió á Dionisio de Guzman, Teniente de Maestro de campo general, y D. To- más quedó muerto en la plaza, y Dionisio algo herido , y se fué á retraer á un con- vento á Bruselas; y después S. A., viendo que no tenia culpa, aunque no le quiso dar licencia, dióle una carta muy favo-

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recida para S. M., y la compañía de Don Tomás proveyó S. A. en un Capitán del tercio de Juan de Liponti , llamado Bufa- lini, sobrino del Cardenal Masarini.

Estando en esto, tuvo aviso el Conde de La Fontaine del Marqués de Lede como el Príncipe de Orange llegaba ya con su ejército á los Casares dorados; y de Pedro de la Cotera como su caballería daba vista á Güeldres; y así, el Conde llamó á con- sejo al Conde de Sástago los Maestros de campo que he nombrado , entre los cuales hubo diversos pareceres, por ser nuestro ejército tan poco para atravesar la campiña y embestir á un ejército tan ven- tajoso; mas el nuestro, victorioso con los buenos sucesos pasados , no esperaba tener menos bueno el presente; y así, el Conde se resolvió á marchar el dia si- guiente á la punta del dia , y á grandes jornadas, aunque las lluvias y tempesta- des eran grandísimas, tanto que los sol- dados iban hasta la rodilla en el agua; y á los vivanderos y carniceros se les murie- ron todos los animales y aves que lleva- ban ; y fué grande el ejemplo que dio Don José de Saavedra, pues viendo á la pobre infantería desalentada con tan terrible tempestad, cual jamás se ha visto mayor, se apeó de su caballo y marchó delante

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de su gente , viéndose en algunos pantanos á peligro de ahogarse ; con que sus sol- dados se animaron marchando siempre muy recogidos y contentos, aunque con tanto trabajo, con la imitación y ejemplo de su Maestro de campo, y de ir á esta ocasión. Esta acción de Saavedra fué muy alabada de todos, y la hizo más lu- cida el saber que D. Jerónimo de Aragón habia ido en esta marcha siempre muy guardado en su carroza , llevando consigo á su Sargento mayor D. Juan de Lapila. Con dicho trabaj o llegamos á la vista de la Mosa con gran diligencia; y al llegar al puente de la villa de Venló, le llegaron nuevas al Conde del Gobernador de Obs- tral, como el Príncipe de Orange habia levantado el sitio por no osar pelear con un ejército tan determinado y victorioso como el nuestro, estando ya sus cuarteles muy fortificados, porque habia traido muchos villanos que llaman gastadores para este intento. Las compañías que esta- ban en Obstral le cargaron la retaguardia é hicieron prisioneros á dos Capitanes de caballos, y si nuestra caballería hubiera madrugado más aquella mañana le hu- bieran roto muchísima gente, porque ha- cían su retirada con algún desorden; y Pedro de la Cotera sacó dos piezas mans-

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leltinas, con que le hizo grandísimo daño: y la caballería de Güeldres también esca- ramuzó con la del enemigo, en que que- damos ventajosos. El Príncipe de Orange hizo alto con su ejército junto á Rimber- que, por tener allí puente sobre el Rin: era puesto cómodo para sus víveres. El dia que el enemigo levantó su ejército de sobre Güeldres , llevaba la vanguardia del nuestro D. José de Saavedra; y es de no- tar que el de La Fontaine, habiendo mandado que el tercio que cada dia llega- se primero á la plaza de armas llevaría la vanguardia, D. José fué tan bizarro, que siempre la ganó y la llevó á ida y vuelta, y de todos fué muy alabada su vi- gilancia; con que ganó mucha honra y fama este tercio en poco tiempo, por te- ner tal Maestro de campo, lo que no le habia sucedido con el antecesor el Marqués de Velada, pues le llamaban el tercio de los asadores de la cocina de S. A., que por pretensiones de su Maestro de campo, era más cortesano que militar, no yendo á ninguna ocasión sino dividido, cuando ahora unido, por tener tal superior, era el de más reputación de los Estados. El Conde de La Fontaine acuarteló su ejér- cito en Burique, donde hizo alto quince días, donde tuvimos nuevas que por haber

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muerto de la herida el capitán Francisco de Casteluí, hizo S. A. merced de su com- pañía al ayudante Agustin Muñoz, del tercio de Saavedra , y su Ayudantía se dio al alférez Antonio de Ayala, soldado del mismo tercio; y por haber muerto de la herida el capitán Francisco de Benavente, hizo merced S. A. de su compañía al alfé- rez D. Jerónimo de Harce, soldado de Don Jerónimo de Aragón. Llegó también aviso como habiendo pensado el Infante quitar los víveres á los sitiadores de Arras, los quitó también á su ejército, porque al puesto donde estaba era dificultosísimo el llegar; con que se encareció muchísimo el pan de munición, y á podrirse de modo que vinieron á enfermar y á morirse mu- chos soldados; con que nuestro ejército iba en disminución y menoscabo. Habia salido D. Andrea Cantelmo con parte de la caballería y infantería á romper un comboy que esperaba el ejército francés de Dorlans, y nuestros corvatos tomaron al- gunas carretas que comenzaban á mar- char, y la resta del comboy se favoreció de las murallas de la dicha villa, y D. An- drea se volvió á incorporar con nuestro ejército.

También llegó nueva de la pérdida de Arras, que fué en la forma siguiente: S. A.

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el Señor Infante tenia muy á menudo Con- sejo con los Cabos que he dicho, sobre el socorro que se habia de hacer á la villa de Arras; y siempre los Cabos estuvieron con grande discordia entre por los varios pareceres que al principio habian tenido: los unos habian sido de opinión que se le embarazasen los víveres, que era la peor, y la que eligió S. A., como ya he dicho atrás: particularmente D. Felipe de Sil- va y D. Andrea Cantelmo andaban tan desavenidos', que llegó á tanto su impru- dencia, que llegaron á decirse pesadum- bres muy pesadas delante del Infante: mas no podemos negar que la opinión que siempre tuvo Cantelmo fué la mejor, que era la de pelear con tiempo; mas ya con las nuevas que se tuvieron , la villa estaba agonizando, y los burgueses eran supe- riores á la guarnición, y el Maestro de campo D. Eugenio Onel, que gobernaba dentro, habia hecho de su parte todo cuanto le habia sido posible, y los villa- nos del contorno que estaban retirados dentro, se habian formado dos tercios, que S. A. los proveyó y les dio patentes al Conde de Fucan Berghe, hermano del Príncipe de Ligni, y al Conde de Boho- mon , hermano del Príncipe de Simay, y sus compañías de caballos dio S. A. á sus

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Tenientes; y D. Eugenio y el Magistrado inviaron un hombre á S. A. á decirle como no era posible de tenerse más la villa, porque los franceses habian ya lle- gado con las trincheras á desembocar el foso, y con una mina habian volado un lienzo de la muralla, y que el rigor de un asalto no era razón que S. A. permitiese que le aguardasen , pues se que no hay cosa más dura que ver un hombre for- zada su mujer y matar á sus hijos, y pi- llarles y quemarles su hacienda y casas; y que así S. A. les socorriese por la parte del cuartel de La Millore, y que ellos ha- rían una salida muy fuerte por la misma parte. Habiendo visto S. A. que las razo- nes que representaban los cercados eran tan fuertes, se resolvió á intentar el últi- mo remedio por la misma parte y en la forma que ellos pedian, para lo que se habia ofrecido una buena coyuntura, que era haber tenido nuevas que el Mariscal de La Millore habia salido con 6.000 infan- tes y 2.000 caballos escogidos á recibir un comboy que venia de Dorlans , con que su campo venia á estar menoscabado de gente, y facilitaba más nuestra empresa. Resolvióse la ejecución en esta forma: mandóse á Garlos , Duque de Lorena, que llevase á su cargo el principal ataque, lie-

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vando á su orden á D. Andrea Cantelmo, Maestro de campo general de la frontera de Francia; diéronsele cuatro tercios y gran parte de la caballería y algunas pie- zas de artillería: los tercios eran de Pedro de León, de españoles; Juan de Liponti y D. Alonso Estroci, de italianos; Geraldin, de loreneses: era la orden que llevaba de atacar el fuerte principal del cuartel de I..i Millore, que era el que habían seña- lado los de la villa: el ataque del otro re- ducto más abajo, para hacer diversión, lle- vaba á su cargo el Conde de Vilerual con su tercio de valones y 10 compañías de españoles del tercio del Conde de Salazar, ú cargo del capitán D. Pedro Zavala; el embestir á otro reducto llevaba á su car- go el Conde de Grovendone, que en vida de su padre llamábamos Barón de Ves- mal; llevaba dos tercios de valones, el suyo y el del Príncipe de Ligni con su Sargento mayor , por estar el Príncipe malo. El campo del enemigo estaba acuar- telado, según he enfendido, en esta forma: al cuerno derecho , cerca de la abadía de Monte de San Teloy, estaba el cuartel de Monsieur de La Millore, gran Metre de la artillería de Francia y principal Cabo de este ejército, por ser sobrino del Cardenal de Richelieu y por el gran crédito que

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había ganado con haber tomado el año pa- sado la villa de Hesdin, y en cuya brecha le hizo el Rey cristianísimo Mariscal de Francia: el otro cuartel hacia el lado del camino de Bapama, estaba á cargo del Mariscal de Chatillon, que llamaban el cuartel del Rey, que es donde asiste siem- pre el más antiguo Mariscal; y el cuartel que estaba hacia el camino de Cambray y Buxain, estaba á cargo de Monsieur de la Fretue , Mariscal de campo ; y el cuartel que estaba á cargo de Monsieur Gacion, Mariscal de campo y Coronel de dos regi- mientos de caballería de suecos: otros cuarteles habia que no me acuerdo; pienso que gobernaban el Conde de Guix, hijo del Conde de Agramóme, Gobernador de Bayona, y el Marqués de Coallin, Teniente general de la caballería de Francia. En estos cuarteles principales habia fuertes reales , y de trecho á trecho otros fuertes ordinarios en forma de reductos y estre- llas, y cordones que los ceñian á todos; y antes de llegar á las trincheras que tenían abiertas á la villa, otra fortificación en la misma forma ; y todo estaba hecho con la perfección que se puede pensar, pues siempre estuvieron temiendo que les ha- bíamos de atacar por diferentes partes, como cualquier hombre de buen discurso

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pudiera pensar que una villa, capital de una provincia, como era Artois, no sehabia de perder por falta de diligencias; mas pa- rece que los Ministros de S. M. en esta ocasión estuvieron ciegos, como parece por los efectos. El Duque de Lorena llegó á boca de noche al puesto señalado; lo mismo hicieron los Condes de Vilerual y Grovendone, y de ninguna manera fueron sentidos del enemigo; mas el embestir fué tan tarde, que nos hizo el daño que después se verá. La culpa de todo la echan á D. Andrea Cantelmo que quiso dila- tar el ataque del fuerte hasta la mañana, y mandó embestir de vanguardia á los dos tercios de italianos, sólo por quitársela á Pedro de León, á quien tocaba como Maestro de campo español , y sin saberlo tampoco el coronel Geraldin. Los Maes- tros de campo italianos embistieron con gran valor, mas no les bastó, porque dos veces fueron rechazados; justo castigo que dio Dios á la malicia de Cantelmo, pues quitó la precedencia que tocaba á nuestra nación, como aquella que ha conquistado á las demás. Pedro de León, luego que oyó los primeros mosquetazos, sin aguar- dar orden , viendo el agravio que se le habia hecho, embistió al fuerte y se le lle- vó de calle, con el valor que de tal caudillo

302 GUERRAS DE FLANDES

y de tal tercio se pudo esperar, porque cuando nuestra nación ataca, más es rayo que no asalto : el coronel Geraldin al lado izquierdo de Pedro de León no es- tuvo ocioso de entrar á la parte del buen suceso , pues también subió al fuerte sin ninguna dilación; los dos tercios de ita- lianos hicieron lo mismo siguiendo al de españoles; y, ocupado el puesto por los nuestros, el de Lorena ni Cantelmo no trataronkde entrar dentro para ver en la forma que se habia de mantener ó se ha- bía de proseguir el socorro , ni tampoco dispusieron ninguna batería nuestra de importancia; capas y palas tampoco las tuvo nuestra gente para haber hecho por- tillo en el cordón para que entrase nues- tra caballería; con que nuestros descuidos y mala disposición fueron causa del mal suceso. El Conde de Grovendone embis- tió donde se le habia señalado , y un Ca- pitán del Príncipe de Ligni, que iba de- lante, cayó muerto encima de él, y con el peso de las armas que llevaba, fuertes, fué tan grande el golpe , que quedó el Conde sin sentido; y así, fué fuerza retirarle, y estuvo muy malo de este golpe. El Conde de Vilerual, yendo á embestir, mataron de un cañonazo á un Capitán de su tercio, y a él le dio con un brazo del mismo Capitán

AÑO DE IÜ4O. 3O3

y un pedazo de las armas, que le aturdió y murió de ello dentro de dos dias. Sin- tióse mucho su muerte porque era un ca- ballero de muy buenas partes y valor, con que fué pérdida para el Rey bien conside- rable. De dos astillas de las armas de este Capitán tuvo también dos heridas el ca- pitán D. Gil Valentin de Sotomayor; es uno de los 10 que estaban con el Conde de Vilerual, del tercio del Conde de Sala- zar. Nuestra caballería estaba en batallo- nes, siempre firme á los cañonazos que el enemigo la tiraba, que fueron infinitos, por tener toda su artillería asestada á noso- tros; y fué tanto el valor de los Capita- nes de caballos, que llevando cuatro ó cinco soldados y caballos de sus compa- ñías de un cañonazo, volvían acerrar tropa y quedar siempre firmes: fué cosa lasti- mosa que hubiese tan mala disposición en este dia, porque era grandísimoel valor con que los soldados estaban. S. A. habia ya llegado á la vista con la resta del ejército, y pareciéndole que era imposible el socorrer la villa, invió á mandar al Duque de Lorena y á los demás que se retirasen á incorpo- rarse con el ejército; y al ayudante Nieto, que llevó la orden, le mataron de un caño- nazo. Bien quisieran los Maestros de cam- po que estaban dentro del fuerte hallar

304 GUERRAS DE FLANDES

modo como poderle mantener, mas los soldados andaban divertidos en el pillaje del cuartel de La Millore, que hasta su misma cama le tomaron; con que no les fué posible rehacerse ni comenzar su reti- rada con la buena orden que era justo; y á este mismo tiempo entró el Mariscal de La Millore con la gente que habia salido al comboy, como he dicho, y viendo su cuartel dado al pillaje, embistió al fuerte, el cual estaba, como he dicho, me- tido en confusión por el desorden de los soldados; que es lance que suele causar muchas veces el ir á pillar, y que no es permitido en la guerra hasta acabar la facción que se comienza. No les fué posi- ble á los Maestros de campo hacer su reti- rada con buen orden , porque los france- ses los atacaron con mucha fuerza, y algunos que les quisieron hacer cara que- daron prisioneros, como el Maestro de campo Pedro de León y el coronel Geral- din , que ambos estuvieron heridos, y cua- tro Capitanes italianos, cuyos nombres no pongo por no saberlos, y algunos sol- dados, que no cuánto fué el número. Mataron á D. Martin de Sarria, Maestro de campo reformado, y á D. Manuel de Salcedo, Capitán del tercio de Pedro de León, y tres Capitanes italianos y un

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renes y, según he oido, perdimos en aquel dia, entremuertos y heridos, 500 hombres. Capitanes de caballos mataron aquel dia á D. Marco Antonio de Capua, de ita- lianos, y uno de los 10 Comisarios gene- rales que habían salido esta campaña, cuya compañía se dio á un Capitán del tercio de Juan de Liponti, que quedó en esta ocasión preso y herido; y de valones, el Vizconde de Rulers , cuya compañía se dio á un Capitán del tercio de Juan de Liponti ; y la compañía de D. Manuel de Salcedo al alférez Pedro de San Payo, del tercio de Salazar, por haber entrado en la villa y salido muchas veces con nota- ble peligro de su persona y en este últi- mo socorro habia quedado herido. Los burgueses de la villa habían cumplido muy bien lo que ofrecieron , haciendo la salida á la misma parte donde habían se- ñalado; mas nuestra desdicha quiso que todo se dispusiese de modo que no apro- vechase ninguna diligencia, porque el dia siguiente se rindió la villa con muy buenas condiciones; con que salió D. Eu- genio Onel á besar la mano á S. A., y con él iban 1.200 hombres que habia dentro, españoles, irlandeses y valones. Al hijo de D. Eugenio hizo merced S. A. de una compañía de caballos por lo bien que su

30G GUERRAS DE FLANDES

padre se habia señalado en procurar de- fender la villa, que no se puede negar hizo de su parte todo cuanto le fué posi- ble , porque ningún Cabo puede defender una plaza sin tenerlo necesario para ello: al Barón de Ambis, que estaba por Cabo de la caballería, hizo S. A. merced del regimiento de alemanes bajos, que vacó por muerte del coronel Brion, y se le dio con patentes y pié de valones; con que no queda ya en el ejército ninguno con pié de alemanes bajos: al Conde de Mega, que también estaba dentro, hizo merced S. A. del tercio del Conde de Vilerual, y las dos compañías de caballos del Barón de Am- bis y del Conde de Mega dio S. A. á sus Tenientes. No sabré encarecer el senti- miento tan grande que hubo de la pér- dida de la villa de Arras, que fué la anti- gua Atrebato que tanto trabajo costó al César tomarla, como parece por sus Co- mentarios capital del país de Artois, y

que otra vez ella sola se defendió de la estratagema de Enrique IV, que tuvo ya dentro de la villa algunos franceses, y los rechazaron; quedando este hecho nom- brado con gloria eterna para los mora- dores de esta villa. El Conde de Isembur- ghe, Gobernador y Capitán general de Artois, se quejaba á voces de S. A. y

AÑO DE IO4O. 3O7

demás Ministros , diciendo que por no haber tomado su consejo se habia per- dido la mejor joya hoy de su gobierno. Grande daño hace al servicio de S. M. las discordias y puntillos de los que man- dan, pues por mantener sus opiniones, dejan perder el real servicio. Muchos hubo de parecer en el Consejo de S. A. que se volviese á sitiar la villa, por estar el cam- po del enemigo lleno de enfermos y falto de bastimentos: mas no se podrá ejecutar esta opinión porque nuestro ejército no era bastante, ni nuestros Cabos capaces para sitiar á una villa y á un ejército al mismo tiempo ; y así , S. A. se retiró al villaje de Oñoz, donde estuvo mucho tiempo; y pocos dias después que se hubo acuartelado en él, llegó de Lucemburgue el Barón de Beque con 3.000 hombres, y se incorporó con el ejército: mas no por tener este refuerzo intentamos nada, ni hubo más que unas escaramuzas de una parte y de otra sobre el romper comboyes de forrajes y víveres, en que las armas anduvieron jornaleras. El Conde de La Fontaine sintió mucho esta nueva , porque si Arras se socorriera, era uno de los años más felices que habia habido en estos Estados, pues el ejército de Brabante, siendo tan demasiado infe-

308 GUERRAS DE FLANDES

rior , habia hecho oposición y mantenido estas provincias; y el ejército de la fron- tera de Francia , siendo de los más esco- gidos y lucidos que jamás se han visto en estos Estados , y donde asistia la persona Real y tantos y tan conocidos Cabos, no hizo ningún efecto por falta de disposi- ción. Supo el Conde como el Príncipe de Orange se volvia á embarcar y volvia á Flandes con algún designio, mas aguardó para marchar saber de cierto la partida del de Orange, por no hallarse engañado de alguna estratagema suya ; con que, en asegurándose de ello, marchó, habiéndo- sele juntado de Güeldres las 10 compañías de españoles y el tercio del Duque de Oria; y en habiendo hecho dos jornadas, mandó adelantar á D. José de Saavedra con su tercio al país de Vas, por si el enemigo intentaba algo por aquella parte, y así lo hizo. Estando en esto llegó al Conde nueva de Amberes, del Conde de Sástago, que se habia ido malo desde Venló dias habia, como habia salido en balde la interpresa que habia mucho es- taba tratada de hacer al fuerte de la Cruz ; y para dar noticia de ella, pondré lo que he oido decir á los que en ella se hallaron. D. Alvaro de Luna, Gobernador del fuerte de Santa María, supo por sus

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espías la poca gente que guardaba el fuerte de la Cruz, situado en la ribera de Amberes, y avisó de ello á S. A.; con que se le dio cargo de tratar el modo que se habia de tener para hacer esta inter- presa; el cual lo ajustó á su opinión lo mejor que pudo, mas no se vio en los efectos , pues cuando habia de ir á inten- tarlo se halló falto de algunas cosas de las precisas; con que cuando lo supo S. A. se enfadó de ello, y mandó al Conde de Sástago, que lo más del verano habia asistido en Amberes á curarse, que tomase por su cuenta la ejecución de esta inter- presa: él hizo de su parte las diligencias posibles, previniendo lo necesario, y se- ñaló por Cabo de la ejecución della al capitán D. Eugenio de Rojas, Gobernador del fuerte de Estribel , en la ribera de Amberes. La gente que se nombró para esto, fué: dos compañías de españoles de las que estaban á orden del que gobernaba á Hulst, del tercio de Aragón, que iba de vanguardia; iba el capitán Jusepe Salva- dor, natural de Mairena, y le seguia el capitán Jusepe Rico, natural de Valencia, del tercio de Saavedra, y ocho compañías de valones fuera de tercio, y la gente que invió el capitán Cobos, Teniente del casti- llo de Amberes, á cargo del alférez Mateo

310 GUERRAS DE FLANDES

Moran, Sargento mayor de la villa; y gran cantidad de marineros que llevaban á su cargo los pontones, y también iban dis- puestos para pelear, que todos pasarian de 1.400 hombres; con que partió de Am- beres D. Eugenio al anochecer, y llegó á desembarcar cerca del fuerte por dos par- tes, cogiendo por en medio; y hasta que habia desembarcado la mayor parte de la gente, no fueron sentidos; en siéndolo, dispararon muchos mosquetazos, y de uno de ellos quedó muy mal herido el capitán Jusepe Salvador, que le retiraron á Amberes. Estando ya puestas las escalas, mataron dos Capitanes de valones y uno de marineros; con que rechazado este pri- mer asalto, por el gran daño que el ene- migo hacia con las piezas de artillería, que las tiraba cargadas de balas de mosquete; y queriendo volver á dar segundo asalto el capitán Jusepe Rico, no lo consintió D. Eugenio, si no antes mandó que se re- tirasen todos; lo cual sintió mucho Jusepe Rico, porque estaba muy picado de ver que le habian muerto á su camarada el alférez Francisco de Ibarra y herido á un hijo del pagador Antonio Vedel, y espe- raba tener buen suceso en el asalto; mas D. Eugenio, habiendo reconocido que las escalas venian algo cortas, y que no po-

AÑO DE 164O. 31 r

dia dilatarse el socorro al enemigo de los fuertes de Lilo y Cantón de Amor, ejecutó su retirada; habiendo perdido de nuestra parteen este asalto más de 100 hombres, entre muertos y heridos. El Conde de Sástago, mientras esto pasaba, estaba con el Pagador general D. Juan de Lira en el fuerte de Santa María, y sintió mucho este mal suceso por haber sido encami- nado por su mano; y escribió á S. A. echando la culpa de todo á D. Eugenio; mas él debió de dar buenos descargos, pues no se le castigó. Después supimos que si se hubiera vuelto á asaltar el fuerte se hubieran rendido, porque estaban los de dentro con esta resolución , por no ser más de 100 hombres, y muchos de ellos heridos, y no tener más qué tirar, con que fué causa de mayor sentimiento.

El Conde de La Fontaine , habiendo tenido algunos avisos de que el enemigo se encaminaba al país del Norte, entró con todo el ejército en el país de Vas, y sabiendo que no era cierto, se volvió con el ejército á la parte de la campiña por no gastarle, y se acuarteló en Dufel, Vabalte y demás villajes y ámeos de aquel con- torno.

A este tiempo llegó un correo de Es- paña en que se avisó del levantamiento de

312 GUERRAS DE FLANDES

Cataluña y muerte del Virey, el Conde de Santa Coloma. Otro correo vino de Italia en que se avisaba lo apretado que estaba el Príncipe Tomás en Turin, y la poca esperanza que habia de poderle so- correr, por estar ya el de Arcurt muy for- tificado.

También llegaron de España el Duque de Alburquerque, que traia hecha merced del primer tercio que vacase , y traia ochocientos escudos de sueldo al mes; y por Gentiles-hombres de la cámara de S. A. los Condes de Villalba y de Garcies, con doscientos escudos de sueldo al mes cada uno: vino también D. Juan de Cár- denas, hermano del Duque de Peñaranda, que habia sido Capitán de infantería en estos Estados: volvió D. José de Salinas, Ayuda de cámara de S. A., con un hábito de Calatrava. Trajeron nuevas de Ingla- terra como habia salido por Embajador ordinario D. Alonso de Cárdenas y Peral- ta, y como los dos Extraordinarios, los Marqueses de Velada y Virgilio Malbesi, juntamente con D. Alonso , visitaban amenudo al Rey, dándole quejas del poco abrigo que hallaban las armadas de Es- paña en sus puertos , y en particular cuando la ocasión de D. Antonio de Oquendo, y las respuestas que tenian eran

ANO DE IO4O. 313

palabras de cumplimiento, mas nin- guna satisfacción.

En este ínterin llegó nueva de la pér- dida de Turin, que fué muy sentida de todos , y no la pongo por extenso por no estar bien informado de cómo sucedió.

De Arras supimos como la habian muy bien abastecido los franceses de víveres y municiones , y que habian fortificado todo lo que estaba deshecho de la muralla, y habian sacado la planta para comenzar una ciudadela, y habian quitado las armas á los burgueses , y que estaban con espe- ranzas de en breve tiempo ser señores del país de Artois , para lo cual decian que tenian un derecho antiguo que tocaba á la corona de Francia; mas de mi opinión, el derecho más cierto de los Príncipes es el de las armas; y así nos lo demuestra la experiencia de las cosas pasadas.

Fray Juan de San Juan , confesor de S. A., se fué á España, de cuyo viaje se discurrió largamente en este país: los unos decian que iba inviado de S. A. á pedir nuevos socorros, por el mal estado de las cosas presentes; otros decian que siem- pre (*) este religioso, tan mal quisto, y á cuyo consejo echaba el vulgo la culpa de

(• ) Deben faltar algunas palabras en el original.

314 GUERRAS DE FL ANDES

todas las pérdidas de estos países, con que parecía buena materia de Estado que sa- liese de ellos, aunque, en mi opinión, el celo de este religioso era santo y bueno.

También se fué á España la Condesa de la Fera, viuda de D. Manuel Pimentel, con sus dos niños ; fué con ella Doña Mag- dalena de Pereda, viuda de D. Vicente Pimentel; y fué cosa lastimosa ver la ne- cesidad con que estas señoras se hallaron, por las grandes deudas en que estaban empeñadas de sus maridos , y pocas ayu- das de costas que recibieron para su viaje, con que les fué fuerza vender toda su plata y joyas.

En ambos ejércitos comenzaba á haber gran falta de forrajes, mas no hay que espantar, que los caballos eran muchos y el tiempo estaba ya muy adelante; con que todos deseaban que se hiciese la reti- rada, pues no se podia hacer facción de importancia, así por lo dicho, como por la cantidad que habia de enfermos en am- bos ejércitos; mal que sucede también igualmente á los del enemigo. El Conde de La Fontaine, para excusar que los sol- dados no hiciesen desórdenes en los villa- jes de su contorno, mandó que fuesen Capitanes de caballos y de infantería por forraje; y habiendo inviado D. Juan de

ANO DE I04O. 3I5

Espinosa, Sargento mayor de D. Esteban Gamarra, á una legua de su cuartel, alca- pitan Acebedo con los Cabos de su tercio, tuvo nuevas que los villanos estaban con las armas en la mano para defender el que se forrajease ; invió de refuerzo, ai ca- pitán Jacinto López con 100 hombres con bocas de fuego ; el cual , hallando comen- zado el desorden, dijo que viniese el Bur- gomaestre á hablar con él, que no venían á hacerle ningún mal, sino solamente á tomar el forraje preciso para sus caballos. El Burgomaestre le respondió que no se atrevía á venir, porque nuestra gente ha- bía ya muerto un villano, y que así se lle- gase un Capitán á hablar con ellos, que se ajustarían muy bien. Jacinto López lo imaginó así, y confiado á que su discurso era bastante á persuadirles á evitar cual- quier desorden, se fué á ellos, y estando discurriendo en la materia con el Burgo- maestre y los esclavines, muy descuidado de ningún lance, un villano, por detras, alzó un mocho de un arcabuz y le dio con él en la cabeza, de que .quedó aturdido, y los villanos se retiraron á su fuerte, y nuestros soldados le retiraron en un carro; y túvose á mal que el capitán Acevedo no hubiera hecho alguna demostración ; mas no quedó sin venganza una traición como

3l6 GUERRAS DE FLANDES

ésta, como adelante se dirá. Llegó el Sar- gento mayor D. Juan de Espinosa al Conde de La Fontaine á darle la queja de esto, pidiéndole que hiciese una gran demostración ; y le respondió que ios sol- dados tenían la culpa , que daban la oca- sión; con que conociendo que no mostraba sentimiento el Conde, como extranjero, de que hubiesen asesinado á un Capitán español , fué ocasión para lo que después sucedió.

Este año, todo el país se rescató de alojamientos; con que S. A. metió el ejér- cito de la frontera de Francia en las villas de Artois, Henaut, Lila y Anamur; y al ejército de la frontera de Holanda en Malinas, Lovaina, Liera, castillo de Am- beres y Gante. Y haciendo su marcha el Conde de La Fontaine para la retirada, por falta de providencia , hizo marchar de vanguardia al tercio de Gamarra; y pa- sando por el lugar donde habian muerto á Jacinto López, y antes que el tercio comenzase á pasar, ya el lugar estaba ardiendo y saqueado el fuerte; con que todo quedó abrasado y saqueado; cas- tigo bien merecido á su insolencia. El Conde de La Fontaine pensó remediar- lo con su autoridad y ,no [pudo , porque los soldados estaban indignados de que

AÑO DE 164O. 317

no habia hecho ninguna demostración. La compañía de Jacinto López dio S. A. al alférez D. Juan de Osorio, del tercio de Saavedra, el cual Maestro de campo alcanzó licencia para irse á España, quejoso de que no se le daba mayor puesto como se le habia ofrecido , y mas siendo el Maestro de campo más antiguo de todas las naciones. Escribió S. A. á S. M. por él con todo encarecimiento, diciendo que era á propósito para pelear y para man- dar, como en todas ocasiones se habia experimentado. Fuéronse con D. José de Saavedra el capitán D. Luis de Rojas, hermano del Conde de la Gomera, y un hijo suyo; y el Sargento mayor D. Alvaro de Caravaj al, y el capitán D. Juan Daca, y su Capellán mayor D. Cristóbal de Olea, y los alféreces D. Suero García de Valdés, D. Lorenzo de Cevallos y Harce y Fran- cisco Fernandez; con que este caballero, hasta en su partida á España , mostró el lucimiento que ha tenido siempre, saliendo de Bruselas sin deber á nadie un real, ni en los alojamientos ni en ninguna parte dejó á nadie quejoso; y lo que otros lle- van en tapicerías y otras alhajas, llevó él en honra y reputación para esperar grandes premios. Hizo por Inglaterra su jornada, para hacerse más capaz de las cosas de

318 GUERRAS DE FLANDES.

aquel reino. Su tercio, sin aguardar á los seis meses de su licencia, le proveyó S. A. en el Duque de Alburquerque, juzgando, como era razón, que D. José no habia de volver á aquellos países sin mucho mayor puesto.

Este invierno se ha dado dineros á Lamboy para que levante un ejército en lugar del de Picolomini, para asistir al país de Juliers; con que no tengo otra cosa que decir hasta fin de Enero de este año de 1641 que es el año en que mu- rió S. A.

RELACIÓN DEL VIAJE

QtJI EL

Sr. D. JUAN DE AUSTRIA

HIZO DESDE CATALUÑA A FLANDES ,

EN QUE SE REFIERE EL FELIZ SUCESO QUE TUVO

PELEANDO CON UNAS GALERAS DE CORSARIOS

TURCOS.

(B. N., sala de Ms.—U. 2S: folios 137-152.)

RELACIÓN DEL VIAJE

QUE EL

Sr. D. JUAN DE AUSTRIA

HIZO DESDE CATALUÑA Á FLANDES.

Salió S. A. de Barcelona para venir á estos dichos Estados de Flandes, sá- bado, cuarto dia de Marzo, á las seis de la tarde, con tan corta familia como re- quería el secreto de su jornada, y llevar aquellos que pudiesen seguille corriendo la posta, que así era la orden de S. M., no pasando el número de nueve personas, con las cuales, tomando dos galeras que en aquella sazón se hallaban en el puerto, de la escuadra de Ñapóles, gobernadas de D. Francisco Carrillo , su cuatralboi , Gen- til-hombre de la cámara de S. A., embar- cándose juntamente en la galera de San Juan que era la que llevaba la persona de S. A. además de la familia dicha, el

322 GUERRAS DE FLANDES

Marqués de Sierra, Gobernador de las armas de Cataluña, y que á la sazón iba á ejercer el mismo oficio en el de Milán; Luis Po- drico, Maestro de campo general del ejér- cito de Cataluña, y el Barón de Amatta, General de la artillería que pasaba á Ña- póles; y en la galera de Santa Ágata, que juntamente seguia á S. A., iban diferen- tes pasajeros de porte.

De esta manera se hizo al mar en de- manda de la isla de Mallorca, adonde el dia siguiente, 5 del dicho, tomando el puerto de Alcudia, aunque con trabajo grande, por ser el tiempo borrascoso y estar muy gruesa la mar, no dio lugar el tiempo de poder seguir el viaje hasta el dia 8 por la mañana, que, habiéndose me- jorado el tiempo, se puso en ejecución, poniendo la proa á la Menorca, endere- zada de Puerto Mahon. Apenas hubimos largado las velas, cuando se descubrieron tres bajeles en medio de la canal. Pareció que sin peligro conocido se podria seguir la derrota, aunque fuera de mal hacer; pero en breves términos se conoció ser cor- sarios; y poco después hácenos pensar en otra resolución, porque su ligereza prome- tía malas esperanzas á nuestra seguridad. Quísose volver á tomar el puerto, por es- tar sotaventados de él, y el mar y viento tan

AÑO DE 1656. 323

grueso y fresco, que impedia totalmente el uso de los remos, no prometia otra cosa sino que, tomando la costa por la mano y arrimándonos á tierra todo lo posible, procurásemos, pescando poca agua, apar- tarlos de ellas y de nosotros. Ejecutóse en esta forma, pero impidió el que sucediese como pensaba el ser la costa profunda, y salir el viento de ella; con que por cual- quiera de las dos razones, ni nos arrimá- bamos á tierra, ni arrimados conseguía- mos el que los enemigos hicieran lo mismo, que tomando nuestra proa y sirviéndose de todas las velas, por tener el viento por el costado, hizo que con más facilidad nos alcanzaran : á menos de una hora de dar la caza, estábamos debajo de la arti- llería, molestados de sus continuas cargas. Conocido el evidente riesgo, los criados y personas que podían tener alguna autori- dad suplicaron con repetidas instancias á 5. A. que, pues las fuerzas eran tan desigua- les, no se pusiese su persona al miserable estado que prometia la materia, sino que tomando una falúa que venia por la popa de la galera saltase en tierra, adonde estába- mos entonces cerca, que con cuatro paladas y sin ningún riesgo lo podia conseguir. Nunca quiso venir en ello S. A.; y no dando lugar el peligro á que se tardase en

3^4 GUKRRAS DE FLANDES

las resoluciones, por estar ya debajo del mosquete del enemigo , y haberse cono- cido ser bajeles de Berbería, fué menester dejar la costa y poner la proa á la mar, tomando el viento por la popa. Salió bien esta resolución, pues, dejando la tierra, faltó el viento y consecutivamente la mar, y á los bajeles el uso de todas las velas por ir la popa; con que pudiéndonos valer de los remos, y siendo ventajosos en las velas, nos apartamos algún poco de ellas, que junto con otras de la misma consenta que se descubrió después por la parte de Poniente, rindieron el bordo poniendo las proas la vuelta de Menorca, ó por deses- perarse de conseguir su intento , ó por es- perar de aquella parte el viento, procu- rándole ganar de aquel modo.

No tardó mucho en declararse la for- tuna, porque tomando nuevas fuerzas el viento de la parte de Levante, que era donde le esperaban los enemigos, le dio lugar á que, rindiendo el bordo de nues- tra vuelta, nos cayesen encima con tanta presteza y con tan numerosa y cercana carga de mosquetería , que, sin duda, á no hallarse allí la persona de S. A., la confu- sión que causó en la chusma y marinería fuera bastante causa para que sin más re- sistencia se entregaran á los enemigos.

ANO DE 1 325

Murieron de esta carga, además de los forzados y marineros, algunas personas particulares , como fueron : el Marqués Sierra, que de un balazo en el estómago vivió pocas horas; D. Francisco Carrillo le sacaron un ojo de un mosquetazo; el Cómitre real fué muerto; el Maestre de campo Luis Podrico herido en un brazo, v otras personas de menos porte. La chus- ma, nuevamente alborotada, empezó á pedir libertad y quererse desherrar, ani- mados de los moros que desde las proas de los bajeles se la prometían, y de otros que servian en la galera sin prisiones, y gozan- do de la ocasión de la cercanía, se hicieron á la mar, y desde ella tomaron sus bajeles, cosa que sirvió de grande inconveniente, porque, dando cuenta del personaje que iba en la galera, las diligencias que igual- mente hacian por ambas, mudadas sólo por lo que conducía á la persona de S. A.; dificultaban mal el poder conseguir la li- bertad; pero la autoridad de S. A. y su brío pudo hacer que la chusma sosegase; pues su misma persona sobre la crugía los alentó de modo que, cobrando algún .'mimo, por debajo de sus mismos baupre- ses pudimos salir de entre ellos; que sin perder en nada las esperanzas, divididos por uno y dos por otro costado, logrando

326 GUERRAS DE FLANbES

las ocasiones de los vientos de todas las velas , cuya inconstancia les daba lugar á que unos á otros , valiéndose de todas las velas, no sólo nos alcanzasen, pero aun los bordos tenian ocasión de conseguirlo; y así, sin mucha dilación, nos hallamos en peor paraje que las otras veces. Obstaba tanto á nuestra seguridad las diligencias de nuestros enemigos como el desaliento de la chusma, pues escarmentados de lo sucedido, y temerosos de lo que esperaban, abandonando los remos, contentándose con escaparlas vidas, se arrojaban debajo de los bancos y por los escotillones, de donde á cuchilladas no los podían sacar. Ni esta diligencia se consiguiera si S. A., prometiéndoles la libertad si por su medio la tenia, no los hubiera animado; que, contra toda razón al parecer, no obstante que la continua lluvia de balazos, por cuya causa iban muchos remos desarma- dos, y la chusma mal regida, por ser muertos los que la gobernaban, salimos con más felicidad que la segunda vez de riesgo tanto mayor. Fué grande dicha la mucha confianza de los enemigos, pues asegurados de la presa, muchas veces nos disparaban las armas, no dudando conse- guir su intento. Hallándonos á las cuatro de la tarde fuera de la mosquetería, y

AÑO DE 1656. 327

empezando á faltar el viento y á sosegarse la mar, nos alejamos de modo, que al anochecer estábamos fuera del canon; mas la chusma (*) daba lugar á los enemigos á que pudiesen seguirnos, por ser tan clara, que á no sobrevenir á las diez de la noche un temporal, pudiera ser no perderlos de vista en toda ella; pero cubierto el aire de la parte de Levante, nos obligó el temor de los enemigos atendiésemos sólo a el del mar; y así, amainando las velas, se dio lugar á que el tiempo dijera lo que se ha- bía de hacer. La galera Santa Ágata, en esto, hizo tres ahumadas, cosa en que se conocía bien su riesgo; pero no pudiéndola socorrer, pusimos la proa á la costa de Berbería, que era donde nos llevaba el viento; y navegando toda aquella noche, sin que pudiésemos tomar otra derrota, aunque sin velas, el dia 9 por la mañana nos hallamos muy apartados de las islas, y con el riesgo que prometía la vecindad de la costa de Berbería, adonde caminába- mos tan apriesa que, sin embargo de ir al •árbol seco y con dos ferros por la popa, hacíamos siete millas por hora. Navegóse todo el dia en esta forma, y también la noche, y durando la pertinencia del tiempo,

O Noche?

28 GUERRAS DE FLANDES

amaneció el dia del mismo semblante. Hallámonos tan cerca de Berbería y con tan mala forma de mejorarse el tiempo tan presto como era menester, por andar en tierra, que á pocas horas que prosiguiera fuera preciso; pero no habiendo otro partido que tomar, por no dar la mar lu- gar a que se le pusiese el costado, habia poco en que discurrir; pero aquella tarde, hecha la quinta, décima de la luna, dife- rente totalmente pasó que se esperaba de la crudeza de el tiempo; de improviso se mudó , hallándose el aire y mudándose el viento de el Mediodía, dio lugar á que pusiésemos la proa á los Levantes, que era la vuelta de Cerdeña. Esta proa lleva- mos toda la noche, y el dia u descubri- mos por la siniestra á Menorca, y, marcado el terreno, se siguió el Golfo de León , la proa á los Grixales; á la tarde se movió gran mar, y al anochecer quedamos sin velas y con mar tan gruesa, que toda la noche pudimos hacer camino, lastimando las obras muertas de la galera, rompiendo el espolón y el tajamar, y quitando las escalas.

El dia 12 amanecimos con buen tiem- po , y con la popa á los griegos levan- tes , seguimos la vuelta á la isla , y el dia de los 13 descubrimos á Cerdeña y la

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ciudad de Aiguer, donde dimos fondo á medio dia , y reconocida la sanidad de la galera , nos dieron práctica, de que nece- sitábamos sumamente, por haber dos dias que totalmente faltaba agua. S. A. no se quiso dar á conocer; mezclado entre sus criados saltó en tierra y vio la ciudad y fortificación; y al anochecer zarpamos de vuelta de Puerta Conde, y dentro de dos horas á la Sinceria, que es en la misma isla; y hecha agua y lana, aquella noche nos hici- mos á la mar en demanda de la Córcega; y al amanecer el dia 14 se movieron unos Levantes tan frescos, que nos obligaron á volver á la misma cala, donde estuvi- mos hasta el dia 10, en el cual, por pasar muy adelante la herida de D. Fernando Carrillo, determinó S. A. dejarle en Sar- ser, ciudad principal en Cerdeña, y aque- lla noche zarpamos la vuelta del Aya- ca, ciudad de la Córcega , donde llega- mos la tarde del dia 21. Queriendo dar practica , pasamos aquella noche la vuelta del Cavi, donde, llegando el dia 21, pareció á S. A. no entrar por no per- der tiempo; y así, puesta la proa al Gincusado, amanecimos el dia 22 á la vista de la costa, y á la tarde tomamos á Puerto Pin, donde, sin ser S. A. conocido, se trató tener práctica de Luis Podenco,

33^ GUERRAS DE FLANDES

con pretexto de que á negocios de impor- tancia pasaba á Milán. No se pudo con- seguir orden de no darla, sin irá Genova; y así, mandó S. A. zarpar antes de ama- necer, por no distar más de veinte millas. Amanecimos el dia 23 á vista de Genova; y así, mandó S. A. zarpar antes de ama- necer, como llevo dicho. Descubrimos tres galeras por nuestras proas, que, aunque al principio dio algún cuidado, muy presto se reconoció ser del Papa. No era tan secreta la jornada de S. A., que así como llegamos á Puerto Pin, un caballero que venia de Genova no se informara de cuándo seria su arribo á Genova, donde por puntos le esperaban ; respondiéronle que S. A., estando para embarcarse, le habia venido orden de S. M. para que pa- sase á Madrid, y de allí á San Sebastian, por donde nuevamente se habia determi- nado su jornada, no haciéndole saber ni la muerte del Marqués Sierra ni demás accidentes del camino, sólo que en la bor- rasca del Golfo de León nos habíamos con aquella galera dividido de la Capitana del Duque de Tursis , en la cual venia embar- cado el Marqués, y de la galera Santa Ágata. Entramos en el puerto de Genova á las nueve del dia, y después de tenida práctica, se desembarcó el Maestro de

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campo general Luis Poderico con casi todos los criados de S. A., con orden de prevenir caballos para hallarse al amane- cer del siguiente dia con ellos en San Pedro de Arenas, donde determinó S. A. desembarcarse aquella noche con sólo dos criados. Esperaban en Genova por puntos la persona de S. A., y la República tenia prevenido con toda pompa su alojamiento, y en toda su ribera con Embajadores para recibirle, y las galeras para ir en su busca cuando se tuviera el aviso. Sabido esto por S. A., defendió de que en la ga- lera no hablase nadie en lo de fuera, aunque solicitasen tan vivamente como lo procu- raron; pero el ir la galera sola, deslum- hró casi de todo punto la verdad, hasta que el Duque de Tursis y la República, apretando las diligencias, tomaron más luz , aunque siempre paliada la verdad con las prevenciones de parte de S. A. eje- cutadas.

Entre estas dudas, mientras se hacia hora para ir á San Pedro de Arenas, S. A. no quiso excusar ver una ciudad como aquella; y así, hado juntamente con la seguridad que para no ser conocido le daba el ser cosa que dificultosamente se podian persuadir, mezclado entre dos que le acompañaban, pudo ver algunas

332 GUERRAS DE FLANDES

cosas de las insignes de ella; y volviendo á tomar con toda presteza la falúa, y con ella el camino de San Pedro de Arenas, se fué á una hostería, donde, así como cerró la noche, tomando unos caballos con dos criados y el Barón de Amatto, que entonces le seguia, marchó hasta lle- gar á Ponde décimo, ocho millas de dis- tancia de San Pedro de Arenas, por causa de haber hallado en el camino algunos que con solicitud procuraban conocerle. El dia siguiente, 24, pasó por allí el Duque de Tursis que con toda diligencia iba en busca de S. A., aunque ignorando dónde le hallaría; y dejándole pasar adelante to- mando el camino de A tacho, que es el de Milán; y porque las diligencias de el Duque no ocasionasen mayor publicidad, medio dia, deteniéndose á comer en los hostales, le invió á decir el Duque que sólo se esperase en Atacho; y aunque él habia ya pasado por la posta, volvió; y al anochecer se vio con S. A., dándole una embajada de parte de la República, que en duda de si seria verdad su arribo, se entra- ban. El dia 25, después de haberse despe- dido el de Tursis , se fué á comer á Jarral- va, primer lugar del Estado de Milán , de donde siguiendo el camino de Tortona, se adelantó para ver la fortificación , y

año de 1Ó56. 333

después hicimos noche en Bouera. Allí por la posta el Conde Hércules Vizconde, con nuevas dudas deque S. A. se habia desembarcado, y en su busca, por orden del Marqués de Caracena, de quien trujo carta; y la mañana siguiente, con respuesta, volvió á tomar la posta S. A. con la forma acostumbrada el camino de la Chertosa de Pavía, donde determinó ha- cer noche y esperar respuesta de el Mar- qués; y al pasar de Pavía, adelantando la mayor parte de sus criados, dio vuelta á la ciudad y fortificaciones, y juntamente los ataquíos del enemigo, cuyos vestigios todavía permitían comprenderlos. A La noche durmió en la Chertosa de Pavía, donde vino á besar á S. A. la mano el Obispo de Vejeuen, trayendo también cartas del Marqués , el cual llegó á media noche, dejando su casa fuera de Milán y en marcha para estos Estados; y después de haber estado algunas horas con S. A., se volvió á Milán á disponer el aloja- miento ; y el día 27 por la tarde, después de haber permitido á algunos de los Cabos del ejército que le besasen la mano, puesto en un coche , fué á dormir a una casa un tiro de mosquete de Milán, adonde con- currió toda la noche, asistiendo con el de- bido obsequio, y el Marqués de Caracena

334 GUERRAS DE FLANDES

con particular fineza. La tarde del dia 28, puesto en un coche D. Juan de Borja, Ge- neral de la caballería, Duque de Vergavas, y D. Juan Vázquez, Maestro de campo general y Gobernador del castillo, y fué á ver algo de la ciudad; y á la tarde de los 29 al castillo, donde le esperaba el Marqués y D. Juan, su Gobernador. En entrando se puso á caballo y vio todas las fortificaciones; y el dia 30 por la tarde fué á casa del canónigo Setara, que es muy digna de ser vista; y la tarde del 31 vio la iglesia de el Domo, y bajaron el Santo Chodo, siendo siempre el concurso tan grande, que no se podia ir abrir pri- mero por ninguna calle. El i.° de Abril vio la satisfacción de la ciudad; y á la noche, por haber crecido las instancias del Cardenal Tiburcio, que vivamente de- seaba que S. A. honrase su casa, fué á dormirá ella, siendo recibido con toda veneración.

El dia 2 fué á ver el monasterio de San Ambrosio, y dispuesto el viaje para el siguiente , después de haber comido é ido al cuarto de la Princesa, nieta del Carde- nal, se puso en un coche y fué a tomar los que fuera de el lugar estaban prevenidos para la jornada; la cual, aunque estaba dispuesta por el camino real, el haber sa-

a ñu de i 335

lido de Milán toda la nobleza á acompa- ñarle, hizo que le dejase; y tomando el de Urina, después de haberse despedido de el Cardenal, que, habiéndole ordenado S. A. por su indisposición que se quedara en su casa, sin que lo supiera, se fué á es- perar donde se ha'oia de mudar de coche. Aquella noche pasó en casa de Alonso >nde; un caballero, dueño de el lu- je Brina, deudo de el Conde Hércules Vizconde, que desde Milán, por orden de .., le venia sirviendo hasta Flandes. El dia 4, de marcha, en la forma an- tecedente , acompañado juntamente de Alonso Vizconde y el Marqués D. Jeróni- mo Estampa; este caballero, desde que S. A. entró en el Estado de Milán, por disposición de el Marqués de Caracena , le asistió continuamente y, cuidando de su re- galo, le acompañó hasta dejarle (*) de vene- cianos. Aquella noche la pasó en Ospita- lite, seis millas distante de Ureza; y la mañana siguiente, á 5, inviando por ca- ballos, y puestos en ellos, habiéndose des- pedido del Vizconde y Marqués de Es- tampa, y ya en tierra de venecianos, fué á dormir á Basajan. Hallábase en este pa- raje de San Antonio de Padua, y S. A.,

C) Acompañado:

336 GUERRAS DE FLANDES

ansioso de ver tal santuario, ajustando el tiempo que habia menester para llegar á Trento, y el que tenia para ir y volver por la posta, viendo que le sobraba, no quiso perder la ocasión ; y así, apeándose de los caballos y tomando las postas con sólo dos criados , que seguido el camino de Dulsnobre fuesen á esperar á Trento ; lo cual ejecutado, se hallaron la noche de los 8 en él; y S. A., sin detención algu- na, corriendo toda la noche por el ca- mino de Pesquera, Perona y Vicenza, se halló el dia 6 por la tarde en Pádua, la cual gastada en aquel Santuario, sabiendo que de allí no distaba Venecia más de veinte millas , y asegurado segunda vez de que tenia lugar de llegar á Trento á el mismo que la familia, embarcándose aque- lla noche en la Brenta, fué á amanecer el dia 7 á Venecia; el cual ocupado todo, después de haber tomado una posada, de poco trabajó en ver la extraordinaria gran- deza de aquella Corte, que pudo ejecu- tarla con toda virtud de ánimo por la gran seguridad que podia tener de no ser cono- cido. Llegando la noche, tomando embar- cación para proseguir el viaje, salió de la posada en ella, y no queriendo excusar dejarse ver del Marqués de la Fuente, Em- bajador de España, desembarcando cerca

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de su casa, le invió á avisar como le espe- raba en la calle; el cual salió al punto á besarle la mano; y gastada la parte de la noche en la conversación, dejarse de sus súplicas, dirigidas á que se detuviese algún día más ; acompañado de él hasta la barca, siguió el camino de Mestres , primer lugar de la tierra firme; y desembarcando al amanecer, tomó los caballos con intento de llegar aquella noche , que era la del dia 8, á Trento; aunque la distancia era larga, por tener más de cien millas, lo hubiera conseguido si las grandes lluvias que sobrevinieron no lo estorbaran; pero su continuación fué de modo que, quitando el uso de las postas y de los caminos, y haber crecido la Ursenta, cuya ribera se sigue más de cuarenta millas, de modo que además de la incomodidad causaba grande peligro, no obstante ninguno (* á que dejase S. A. de proseguir su joma da en la forma que permitió los acciden tes; y seguida por Maestre, Treviso y Vazan , último lugar de los venecianos llegando el dia 10 á Trento, primero de el Condado de Tirol; el dia 11 camino de Igua, y durmió en Bulcan; á 12 durmió en Clausan ; y el siguiente, 13, habiendo

Fm* parte ?

33$ GUERRAS DE FLANDES

comido en Beiser, durmió en Stercen; á 14 caminó en Mattren , habiendo aquella mañana desde éste ser escrito al Serení- simo Ferdinando Carlos, Archiduque de Inspruec, donde determinaba ir aquella noche á dormir, para saber el modo con que habia de verse con S. A. , solicitando juntamente que fuese sin ser conocido. Lle- vó la carta el Conde Hércules, y orden de volver con la respuesta una legua más acá de Inspruch; y habiendo sabido que le esperaban, tomando la posta, llegó á aque- lla ciudad después de anochecido, en cuya puerta le esperaba el Archiduque; donde, puesto en su coche, fueron á Palacio. Llevó el Serenísimo Archiduque á S. A., dejándole en él después de larga visita, y, no habiendo podido vencer que se detu- viese en aquella Corte algún dia, vino consecutivamente á ver á S. A. el Serení- simo Segismundo, hermano del Señor Archiduque ; y, acabada la visita, fué S. A. á ver la Serenísima Archiduquesa, acom- pañado de toda la corte , siendo necesario quitarse el rebozo por aquel poco tiempo. Las instancias de la Serenísima Archidu- quesa fueron de un modo que no pudo S. A. ejecutar su jornada. El dia siguiente, diferida hasta el de los 17, segundo de Pascua, volvió S. A. á su cuarto, y pre-

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venida la cena, vinieron tres Gentiles- hombres de la Señora Archiduquesa á ser- vir la vianda y copa, y otro á estar allí con continua asistencia; pero S. A. cenó en la cama, servido sólo de sus criados; y el dia de los 15, por la mañana, que fué S. A. á ver á los señores Archiduques, á cada uno en su cuarto; y á medio dia vi- nieron ambos al de S. A. á comer con él. Estaba la mesa debajo de un dosel, y en la cabecera tres sillas; tomó S. A. la de en medio, y las de sus lados los Sere- nísimos Archiduques. Acabada la comida, fueron todos tres Príncipes á ver las caba- llerizas y hacer mal á los caballos; en esto se pasó la tarde: á la noche fué S. A. á ver á la Serenísima Archiduquesa, donde estuvo muy despacio, y después cenó en su cuarto en la forma que en la noche antecedente. El dia 16 por la mañana la pa- saron jugando á la pelota, y á medio dia convidó á comer S. A. á la Serenísima Archiduquesa. Fué á su cuarto, estaba la mesa con cuatro sillas , las dos á la cabe- cera, las otras dos ; sentáronse en las

precedentes la Serenísima y S. A. Acabada la comida, que fué muy tarde, el poco intervalo que hubo entre ella y una co- media de música que estaba prevenida, lo pasaron en la pelota; y, venida la no-

340 GUERRAS DE FLANDES

che, se hallaron todos en el teatro, en el cual estaban cuatro sillas en una tari- ma en hilera, las cuales ocupadas en la forma que al medio dia, una comedia la vieron , que fué cosa insigne , mudándose todo el teatro en cinco diferentes formas, ejecutado con la grandeza que se deja en- tender. Acabóse á media noche , y por ser en el cuarto de S. A., procuró ir acompa- ñando á la Serenísima al suyo, aunque en vano, y no pudiéndolo conseguir, se retiró con los Señores Archiduques que le acompañaron hasta su aposento. El dia 17 por la mañana fué S. A. á despe- dirse de la Serenísima, y después á los cuartos de los Señores Archiduques, y después de haber comido en el suyo, que fué retirado, en la forma que las noches antecedentes. A la hora de la jornada vi- nieron los Señores Archiduques al cuarto y llevaron á S. A. al coche , sin quererse retirar hasta haber empezado á caminar, y fuera de el lugar, puesto á caballo, en la forma acostumbrada. Cuando S. A. se quiso ir, no quiso dejar de hacer algunas señas de magnificencia , y así mandó á un Gentil-hombre de su cámara, que en los que le habían servido ó estaban para ello, repartiese algunas memorias, como fué al asistente que habia siempre estado,

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una joya de diamantes; á dos Gentiles- hombres de la cámara que habian venido á servir la noche que llegó, dos sortijas de diamantes; al Caballerizo mayor, que en las dos veces que comió en público con los Serenísimos, habia servido la copa, un ramo de diamantes; á un Ayuda de cámara que habia mandado fuese á que le tocase el violin , una sortija de diaman- tes, todas de harta estimación; y también mandó repartir entre la familia 2.000 es- cudos de oro. Despedidos de S. A., fué á dormir aquella noche á Zefelti, y la ma- ñana de el dia 1$, después de haber res- pondido á dos Embajadores de los Señores Archiduques, inviados con dos Gentiles- hombres de la cámara, fué á comer á Por- taleche, primer lugar del Estado de Babiera; y habiendo todo el dia marchado con ri- gurosísimas nieves, durmió en Murna; el 19 comió en Baisholm, y durmió en Laspach, distante treinta millas de Au- gusta, donde fué á dormir á la noche del 20, donde habia llegado el Marqués con toda su familia; y después de haberse visitado despacio con S. A., quedó deter- minada la jornada; y el dia 21 marchó eY Marqués, y S. A. hubo de detenerse para buscar nuevo carruaje, y así le ocupó en ver las casas insignes de aquella ciudad.

342 GUERRAS DE FLANDES.

Tomadas las calesas, por ser este car- ruaje más ligero que los caballos, marchó el dia 22, y fué á comer á Norindorf, y pasando el Danubio por Danorbert, durmió en Norburque. En la marcha de este dia le encontró un correo que venia en busca de S. A. , con respuesta de otro que desde Milán habia despachado el Conde de Fuen- saldaña. El dia 23 comió en Fruin, ciudad de la Francia, y durmió en Tengelinspil. A 24 comió en Miquelbaque, y durmió en Riuaque, donde otra vez encontró al Marqués de Garazena. Desde aquí despa- chó un correo por Milán para España, y el dia 25 fué á dormir á Pasay; el 26 comió en Mitelburg, y allí se embarcó en el Meno, por acelerar más la jornada; y na- vegando toda la noche sin topar en ningún lugar, el dia 27, por la tarde, llegó á Francfort, donde desembarcó y estuvo aquella noche por tomar lengua en la se- guridad de el paso del Rin; y allí estuvo el dia 28 esperando el Marqués de Gara- zena, que llegó aquella tarde, tomando convoy para el dia siguiente , que era de los 29, y tomando en nombre de el Mar- qués 50 mosqueteros, se determinó ir con su conserva hasta Colonia, y embarcán- dose por la mañana, marchó la vuelta de Maguncia, donde llegó al anochecer, si-

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guiendo el camino del Fe. Allí se hizo alto, por no permitir el Rin que le naveguen de noche, y vino un Embajador de parte del Elector á ver el Marqués, y procurar besar á S. A. la mano; no lo pudo conse- guir por no darse á conocer á nadie. El dia 30 se navegó todo, y á la noche se llegó á Coblens, ciudad del Elector de Tréve- ris. La casa de el Marqués desembarcó, y S. A., por estar allí el Elector, se quedó en el rio; y el primer dia de Mayo, al anochecer, fueron a desembarcar á Colo- nia; esperando en aquella ciudad de Isen- ghien a S. A. el Príncipe de Isenghien, Gobernador de la provincia de Güeldres, que por ser aquella la primera que se topa de S. M., confinando con los Estados de Colonia y Ducado de Nienburg , y la me- nos segura, por orden del Marqués de Fuensaldaña, y con carta suya para S. A., le esperaba para convoyarle con 800 caba- llos, mitad de el Señor Príncipe de Conde y mitad de S. M. , que para aquel efecto habia venido. Estaban también los Con- des de Colinó y Casusa, Tenientes gene- rales de el Señor Príncipe de Conde, de quien trajeron carta para S. A. y orden de convoyarle. También tuvo carta del Sere- nísimo Archiduque Leopoldo, en orden á que le esperaba en Nuestra Señora de

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Montagudo, nueve leguas de Bruselas. El dia 2 no se marchó por esperar el con- voy; y el de 3, por la mañana, salió ea la forma ordinaria , aunque acompa- ñado de infinitos particulares que, mo- vidos de la curiosidad, habian venido, además del Marqués de Carazena y los demás ya dichos. Fué á comer á Castro, lugar de el Duque de Nieoubourg , en el país de Juliers , donde fué hospedado por orden del Duque ; á cuyos criados mandó repartir 300 escudos. A la noche fué á dormir á Horchelem, primero lugar de el país de Güeldres; y el dia 4, el Marqués de Carazena volvió á Colonia á traer su casa, que la habia dejado por venir acompañan- do á S. A. , que tomó la marea para Rube- monda, donde llegó temprano. Apeóse en la casa de el Príncipe de Isenghien; y el dia siguiente, 5 , el Conde de Fuensaldaña vino á Bruselas, trayendo consigo los más Oficiales del ejército, y algunos de los criados de la casa Real, por si S. A., de que desde luego le sirvieron , hizo venir juntamente algunos coches y un sastre con todos aderezos para hacer unos vesti- dos. Esperaba S.A. al Marqués de Cara- zena, el cual, llegando el dia 6, por la tarde, se resolvió la marcha para el dia 7; y después de haber comido, se puso en el

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coche y fué á ver á mi Señora la Marquesa de Carazena, á su casa. Acabada la visita, seguido de todos, fué á dormir aquella noche á Ubert; y el dia 8 fué á dormir á Peer, lugar en el país de Lieja. Desde aquí el Conde de Fuensaldaña se adelantó ¿í Bruselas á acomodar algunas cosas para la llegada de S. A. El dia 9 marchó como el antecedente, acompañado ya del Mar- qués de Carazena, y durmió en Diste, media legua de Nuestra Señora de Monta- gudo. En este convento esperaba el Señor Archiduque, y el dia 10, saliendo S. A. de Diste, á las diez de el dia, le encontró con toda su familia, que era tan lucida como grande, en medio camino. Apeáronse á un mismo tiempo de los coches los dos Príncipes, y entrando S. A. en el de el Archiduque, y un Gentil-hombre de su cámara, volvió acompañándole á Nuestra Señora de Montagudo. Entraron juntos en la iglesia y oyeron misa, oficiada de la música de su cámara de S. A. el Señor Archiduque, que es grande por todos ca- minos. Acabada, acompañó el Señor Ar- chiduque á S. A. hasta su cuarto , y vuelto al suyo, y llegada la hora de comer, ba- jaron ambos donde estaba la mesa, en- trando, antes de llegar, á la sala; comieron juntos, y acabada la comida se fueron cada

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uno á un cuarto hasta que vino la hora de ponerse cada uno en la marcha; y S. A., remunerando al Señor Archiduque en el coche, S. A. y un Gentil-hombre de la cámara de S. A. sólo, y mandó tomar el camino que había traido. Acompañó al Señor Duque hasta donde habia salido á recibir á S. A., poco más ó menos; é ins- tando el Señor Archiduque en que se vol- vería por haber de ir aquella noche á Lovaina , distante de allí cinco leguas , lo hubo de hacer; y así, apeados ambos, después de los cumplimientos ordinarios, tomaron á un tiempo sus coches, y cada uno su camino. Al Señor Archiduque siguieron sus domésticos, que eran dos Gentiles-hombres de su cámara, La- munca y otros inferiores; y todos los ca- balleros del país que le servían, después de haberle besado la mano, siguieron á S. A. También hicieron lo mismo las guardas, pero no queriendo pasar por ello S. A., fueron acompañando al Señor Archiduque hasta dejarle fuera de los Estados. Siguió S. A. el camino de Lo- vaina, y antes de llegar á la ciudad, el Señor Príncipe de Conde, que habia veni- do de Bruselas á recibirle , le encontró. Venia acompañado de toda su corte, te- niendo en plaza de armas gran parte de la

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caballería de su ejército; cuando le en- contraron, en la forma que con el Señor Archiduque, se desmontaron ambos de sus carrozas, y S. A. entró en la de el Señor Príncipe de Conde, y de aquel modo llegaron á Lovaina, habiendo la ciudad salido á ofrecerle las llaves. Apeóse en casa del Señor Príncipe, y, después de una breve visita , se entraron á cenar en la misma forma que habian comido con el Señor Archiduque. Fué espléndido el ban- quete, y acabado, que fué tarde, S. A., acompañado de todos , se fué á la casa que estaba prevenida, que era enfrente de la del Señor Príncipe; y pasada la noche, el dia 11, después de haberse vuelto á Bru- selas el Señor Príncipe de Conde, á medio dia se puso S. A. en el coche con intento de llegar después de anochecido á Bruse- las. En el camino topó un correo del Conde de Fuensaldaña, con el cual signi- ficaba el ansia que todos tenian de verle; y por dar esta satisfacción, concedió S. A. entrar de dia; y apresurando el paso, si- guió el camino, el cual estaba tan po- blado de todos los moradores de los luga- res vecinos, y de otros bien distantes, que era cosa de admiración; siendo seguido de tantos, que no pareció después grande el concurso de la ciudad. Desde antes de

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llegar allí, los burgueses, en cinco nume- rosos escuadrones, divididos en número de 7.000, S. A. pasó por su frente de banderas, aplaudido con tan universal regocijo como no se puede ponderar. A la entrada de la ciudad le esperaban los Bur- gueses-maestros, ofreciéndole las llaves. S. A. les respondió en francés. Rodeado de infinitos coches entró en la ciudad, y por la puerta que va al parque, en Pala- cio. Era ya tarde para ir en público á Santa Gudula, que es la Catedral; y así, en coche, fué á hacer oración de secreto, habiendo venido primero á verle el Señor Principe de Conde; y el dia siguiente dióse á todos los tribunales, y después jurando de Gentiles-hombres de su cámara mu- chos de los que eran del Señor Archidu- que, y de los demás particulares de el país, como fueron el Conde de Salazar, Gobernador y Capitán general de Cam- bray y Cambresi, y el Conde de San Mour, Gobernador de el Condado de Na- mur; el Marqués de Trangni, Gobernador de Tornay, y el Marqués de Tirlon, Ca- pitán de los archeros y General de los hombres de armas de estos Estados ; Don Melchor Puertocarrero, hermano de el Conde de la Monclur; el Príncipe de Isenghien , caballero del orden del Toisón

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y Gobernador del país de Güeldres. Juró de Caballerizo mayor el Marqués de Cer- ralbo; de Mayordomos juraron el Barón de Tramble, el Conde de Urs y el Conde de la Motterie. A esta proporción la demás familia, siendo ilustrísimo en todo. Aca- badas estas y otros cosas y facciones pú- blicas , se empezó á tratar las cosas per- tenecientes á la campaña.

RELACIÓN

DE LA

CAMPAÑA DEL AÑO i656

EN LOS ESTADOS DE FLANDES GOBERNÁNDOLOS

EL SEÑOR DON JUAN DE AUSTRIA.

(B. N.-H. 86, folios 344 á 349.)

RELACIÓN

DE LA CAMPAÑA EN LOS ESTADOS DE FLANDES.

Por Mayo del año de 1656 llegó S. A. á Ramunda, plaza de los Países-Bajos, del gobierno de Güeldres, donde estaba el Conde de Fuensaldaña, Gober- nador de las armas que era de aquel ejér- cito, y pasaba á serlo del Estado de Mi- lán; y le comunicó el deseo que el Señor Archiduque Leopoldo tenia de verle en Montagudo, templo de Nuestra Señora, de mucha devoción, donde concurrieron sus Altezas, oyeron misa, y después de comer discurrieron algún tiempo en las cosas de dichos países ; después se dividieron cada uno por su camino, y llegó S. A. á Lo- vaina, adonde le salió á recibir el Prín- cipe de Conde, llevándole á cenar á su casa y haciéndole muchos festejos; y á 11 del dicho entró en Bruselas, donde fué ido de los pueblos con especiales

23

354 GUERRAS DE FLANDES

muestras de alegría , aunque entró incóg- nito. El Conde de Fuensaldaña le fué in- formando del estado del país y del corto ejército que habia para la defensa de aquellas provincias, que se veian amena- zadas de dos potencias tan considerables como son la Francia y Inglaterra; deque, y del aprieto en que se hallaban, teniendo á los franceses en el corazón del país ocupando los puestos de San Guillen y Conde, dio cuenta á S. M. y D. Luis de Haro , y de la prisa con que los enemigos se iban juntando en las plazas, y de cuan atrasado se hallaba en el tiempo, faltando por ajustar y pagar los carruajes de am- bos trenes. Con ocasión de los primeros avisos del movimiento de los enemigos, mandó juntar los Cabos para ver lo que seria bien hacer, y oir el estado efectivo del ejército. Concurrieron en la Junta el Príncipe de Conde; Marqués de Carazena, que sucedió al Conde de Fuensaldaña en el gobierno de las armas ; Conde de Fuen- saldaña; Príncipe de Ligne, General de la caballería; D. Alonso de Cárdenas, Embajador de Ingalaterra, y Marsin, uno de los Cabos principales del Príncipe de Conde; y en cuanto al número de las tro- pas, conforman todos, que si bien era verdad habia de muestra en las de S. M.

AÑO DE 165O. 355

no quedando aun las plazas libres total- mente de subpresa) 20.788 infantes y 13.943 caballos para la campaña, no habria efec- tivos más que 8.500 infantes y 5.800 caba- llos, ambas partidas sin Oficiales, y la última sin incluir en ella la gente de ar- mas del país, que se propuso serian 600; que las del Príncipe de Conde, con los re- clutas y remontas de aquel año, no llega- rían á 2.000 infantes , 300 dragones y 3,500 caballos , y que, juntando las levas nue- vas y reclutas, vendrían á quedar en toda la infantería de S. M. y del Príncipe de Conde en 14.500, y la caballería en 10.900, poco más ó menos, discurriéndose por mayor: que las fuerzas del enemigo lle- garían á 18 ó 20.000 infantes, y la caba- llería igual ó con poca diferencia de la nuestra ; y con estos presupuestos, se acordó de que las tropas marchasen á la plaza de armas que se habia señalado, se- parando un cuerpo de 2.000 infantes y I1.500 caballos para la defensa de la provincia de Flandes por el recelo con que se estaba de que aguardaban 4.000 infan- tes de Ingalaterra para aquella operación. En este tiempo se tuvo noticia que los enemigos iban introduciendo gruesos con- voyes en las plazas de la frontera, y se hallaban en disposición de marchar. A 15

35^ GUERRAS DE FLANDES

de Junio se tuvo noticia que habian hecho punta hasta cerca de Tornay, de donde re- trocedió repasando las riberas , y tomó los puestos de Valencianas; que en las disposi- ciones que se hallaba el ejército , aumen- taban las dificultades; por lo que se podia recelar que los enemigos obrasen poco menos que á su arbitrio : con que se dis- puso á juntar las tropas con la mayor brevedad posible. En io,recibióS. A. carta del Conde de Henim, Gobernador de Va- lencianas . en que avisaba estaban ya las líneas en total defensa, y empalizadas casi por todo; pero que estaba con buen ánimo, aunque con menos guarnición de la que convenia. Los más concordaban que las fuerzas de los enemigos pasaban de 30.000 hombres; con que nos llevaba una tercia parte de ventaja.

Habiendo S. A. , con el Príncipe de Conde y Marqués de Carazena, tomado las últimas resoluciones, en i.° de Julio se acampó S. A. con el ejército en un puesto eminente , á tiro de mosquetería de las líneas, sobre la Esquelda, donde mandó echar puentes para tenerlos divi- didos y dudosos; y los rendidos de aquel dia concordaron haberles entrado un nuevo cuerpo de ejército de 3.000 hom- bres , y que los ataques llegaban ya cerca

ANO DE IÓ5Ó. 357

Je la estrada encubierta; y, sin embargo, no se dejaba de incomodar sus cuarteles con la artillería , adelantando cuanto per- mitían las disposiciones para librar aque- lla plaza, sin embargo de la necesidad y empeño en que estaba todo por la falta de medios; y aunque los de dentro de la plaza se defendían con mucho valor, y muy bien dispuestas salidas, no dejaba de tener á S. A. con cuidado: en el ínterin que intentaba comunicarse con la plaza, aguardando respuesta de dentro sobre di- ferentes puntos que se preguntaron para resolver el socorro, para cuya 'resolución propuso á los Cabos en una junta que se tuvo para este efecto, en primer lugar la gran importancia de la plaza , la cual, por su situación y por el buen estado de sus fortificaciones , aseguraba de todo punto á los enemigos las nuevas conquistas con que nos molestaba tan en lo interior, quitándonos las esperanzas de su recupe- ración, ó á lo menos de hacerlo sin aque- llas mismas dificultades que se podrían hallar para Arras ú otra plaza de seme- jante calidad, y (lo que se debia temer más la suma aprensión de los pueblos en la pérdida de Valencianas; que el estado de la plaza era el más peligroso á que se podia llegar, por la falta de pólvora y no

358 GUERRAS DE FLANDES

tener más de 1.000 infantes y 200 caballos de guarnición. Estas mismas considera- ciones, de suma importancia, juntas con la inferioridad de nuestras fuerzas y los muchos adherentes que faltaban para em- prender operación considerable, atajaban el discurso de pensar en el medio de la diversión, por no haber disposición de intentarla , sin prenda que pudiese valer la pérdida de Valencianas ; y el estar el enemigo rodeado de sus plazas, donde habia introducido mucha cantidad de víveres (demás de lo que encerró en las líneas), hacia del todo imposible el camino de necesitarle en ellas; con que sólo quedaba el de acercársele é intentar la fuerza con los mayores resguardos po- sibles, por no aventurar el todo en la pér- dida del ejército. Estos se fundaron en la dificultosa comunicación de los enemi- gos; en el empeño que tenian hecho en los ataques, donde habían perdido mucha y buena gente y Oficiales; en poder llegar nuestro ejército doblado por todas partes, á sus líneas, y en atacarlas (como se hizo) por la del Mariscal de laFerté, uno de los Generales de Francia, á que ayu- daba la comodidad de un gran bosque sobre el costado izquierdo, en cuyo abri- go, aunque fuera rechazado, era muy di-

AÑO DE 1656. 35<)

hcultoso el ser roto. Todo esto, y las noti- cias que el enemigo esperaba en breve un muy considerable refuerzo de tropas de Alemania y Francia, propuso S. A. y se discurrió en dicha junta, en que inter- vinieron el Príncipe de Conde, Marqués de Carazena, Príncipe de Ligne, Conde de Marsin y D. Fernando de Solis, Ge- neral de la artillería; y todos concurrie- ron uniformes en que se debia intentar sin perder ningún tiempo, pues no podia haberle hallándose ya el enemigo dueño de la estrada cubierta de la villa, y haber escrito el Gobernador que no le quedaba pólvora para tirar seis dias; y así se pasó á disponerla ejecución, y se fueron ha- ciendo puentes y pasajes en la mayor cantidad que fué posible, para tener al enemigo en duda de nuestros designios: con que estaban igualmente amenazados por todos lados, encaminando los ataques por las líneas de la Ferté, que tenian como todas las demás restantes ) doble foso, tres palizadas, y dentro, de trecho en trecho, unas espaldas para poder te- ner formados detras de ellas los escuadro- nes de caballería que, sin recibir el daño de nuestras primeras cargas, pudiese sa- lir á recibir nuestra gente antes de for- mar. Dispusiéronse cuatro ataques ; el

30O GUERRAS DE FLANDES

primero de la infantería española é irlan- desa, donde asistió S. A. con el Marqués de Carazena; el segundo de las naciones, á cargo del Príncipe de Ligni, General de la caballería; el tercero de las tropas del Príncipe de Conde , gobernado por su persona y Duque de Witemberg, que en- tonces, con alguna gente que tenia, servia con sueldo de S. M., y las de sus Tenien- tes generales; y el cuarto, de un grueso que se formó en San Amand de algunas tropas nuevas, y otras sacadas de las pla- zas, á la orden del Conde de Marsin. Cada uno de estos cuerpos sostenidos de igua- les trozos de caballería ; y habiendo ele- gido S. A. la noche del sábado, víspera del Santísimo Sacramento del Milagro, que se contaron 15 de Julio (que es una de las mayores y más dignas celebridades de los Países-Bajos), para poner por obra esta resolución, dio anticipado aviso al Conde deHenin, Gobernador de, la plaza, con advertencia de que, proporcionando el tiempo en que comenzarían nuestros ataques, con el que habrían menester las aguas detenidas de la parte alta de la villa para colar é inundar la de abajo (donde el enemigo tenia sus puentes), los dejase correr para dificultarles esta comunica- ción; y que á la misma hora procurase

AÑO DE 1656. 361

hacer su salida hacia el paraje por donde se habia de atacar, tocando arma por otras partes; y para estar mas desembarazados, se invió dos dias antes todo el bagaje á Buchain; con que la misma noche, ha- biendo reconocido los caminos por donde se habia de atacar, y dadas todas las ór- denes, se comenzó á marchar al mismo punto del anochecer, dejando sólo en el cuartel un escuadrón de infantería, seis de caballería y dos de dragones del Prín- cipe de Conde ; estos y dos de los de ca- ballería con el de infantería, para que tocasen el arma por la frente; y los cuatro restantes por el costado derecho, pasando una riberilla; y para deslumhrar más nuestro movimiento, quedaron hechos to- dos los fuegos ordinarios, con orden de que se mantuviesen así; y también dos piezas de las que habia en la batería, las cuales, disparando de tiempo en tiempo todo el discurso de la noche, sin diferen- cia de lo que habian hecho las pasadas, podían justamente tener en duda á los enemigos de que se hubiese movido el todo. Los puentes se pasaron feliz y brevemen- te; y, aunque se rompió uno, que causó alguna detención más del presupuesto, se llegó á tiro de cañón de las líneas á muy buena sazón de la noche. Allí se dividie-

362 GUERRAS DE FL ANDES

ron y doblaron , encaminándose cada uno á su ataque , que se seguían unos á otros, prolongándose siempre el costado izquier- do de los españoles, el cual le hizo más inmediato, hallando á los enemigos tan prevenidos y asegurados, que llamaban á los nuestros, aguardando á que se acerca- sen, sin tirar un sólo mosquetazo hasta que, arrimándose á las primeras estacadas los que estaban destinados para cortarlas, y los granaderos y tiradores que los sos- tenían , se comenzaron las descargas; pero las nuestras fueron tan ventajosas y con tanta cantidad de granadas, que en un brevísimo espacio ganaron los españoles una barrera, por la cual comenzó á entrar alguna caballería nuestra ; y prosiguiendo siempre en quitar las estacas y cegar los fosos, hicieron otros pasajes cómodos, por donde pasó toda nuestra caballería é infantería; con lo cual, rotos y puestos en confusa fuga los enemigos que los de- fendían, doblaron dentro á tiempo que venia ya el dia. En los otros ataques su- cedió lo mismo, con poca más ó menos resistencia; de suerte que, cuando ama- neció, estaban todos en buena postura y deshecho totalmente el ejército del Maris- cal de la Ferté, con la presa de estandar- tes, banderas y timbales, quedando él

AÑO DE 1656. 3(>3

mismo prisionero con el Teniente general Grampré, y otro gran número de Oficiales de cuenta y soldados, demás de los mu- chos que murieron en la campaña y aho- gados en las inundaciones; las cuales, como embarazaban el pasaje por ambas partes de la villa, fué forzoso desfilar por dentro de ella para ir sobre el cuartel de Turena, otro General de Francia; con que tuvo tiempo de retirarse con solas cuatro piezas pequeñas, aunque no sin confusión, abandonando la gente que guarnecia los ataques de la plaza, que quedó prisione- ra, dejando en las líneas 31 piezas de artillería, cuatro morteros, todas las mu- niciones de boca y de guerra, y el ba- gaje; y entre otras cosas que se cogieron de mucha consideración , fueron unas lis- tas del número de regimientos y compa- ñías de su ejército, y la forma de batalla, que contenían 115 escuadrones de caba- llería y 31 de infantería, cuando nuestro ejército no consistía en más de 81 y 27. De nuestra parte se tuvo poca pérdida, y de Ostes de consideración, sólo dos Maestros de campo, habiendo obrado to- dos los Cabos, Oficiales y soldados con mucho valor y acierto. De aquí pasó & A. á poner sitio á Conde, que se rin- dió á los 18, habiendo salido de la guar-

364 GUERRAS DE FLANDES

nicion 2.772 infantes y 536" caballos, 50 carros y carretas, 69 machos y caballos de carga y 503 carreteros, mujeres y ni- ños y criados. Después se trató de re- frescar y socorrer el ejército y prevenir las municiones y otras cosas necesarias, y se juzgó seria de reputación y conveniencia adelantarse ( por algunos dias que en esto se habia de gastar) hacia la frontera de Francia, para que con el crédito que se habia adquirido , no se excusasen las que hubiesen de llegar á las manos, dejando de buscarlas en los términos que dictase la prudencia (no siendo esta resolución opuesta al designio que S. A. tenia sobre San Guilayn); yendo prosiguiendo S. A. la de ver si se podia encontrar al enemigo en puesto que se pudiese lograr algún buen lance; y no habiendo tenido efecto, pareció conveniente reconocer antes á San Guilayn , para elegir el modo de si- tiarle, para lo cual fué S. A. al castillo de Bossu (que es á tiro de cañón de San Guilayn ), con el Príncipe de Conde y el Marqués de Carazena con las prevenciones necesarias. El dia 16 de Setiembre se gastó en reconocer muy particularmente todos los puestos; y después de considera- das todas las dificultades con el peso que requería la materia , teniendo presente la

AÑO DE 165O. 3')5

diversión que el enemigo podía hacer á otra parte, y teniendo por impraticable el camino de la Sambre, por los muchos in- convenientes que se ofrecieron, se trató luego de hacer la línea de circunvalación, y en el ínterin se fuese acabando de doblar en las plazas vecinas todo lo necesario para intentar la fuerza, teniendo en se- creto el designio de abrir ataques, y que cuando todo esto estuviese ejecutado, y re- forzadas con alguna más gente las plazas que podian dar mayor cuidado (si otro nuevo accidente no lo impidiese ó estor- base), se acudiese de golpe con todo el ejército y se comenzasen los aproches, en cuya conformidad se dieron las órdenes para su ejecución. El Mariscal de Turena, no bien hubo sabido que nuestras tropas babian llegado á la vecindad de San Guislan, cuando á marchas apresuradísi- mas se puso sobre la Cápela , plaza del Principe de Conde, que se hallaba con solos 200 hombres, cuando se presuponía que se hubiese metido en las plazas del Príncipe la que habia destinado para ella, á cargo del Teniente general, Conde de Souse, que avisó al Príncipe que, habién- dole advertido el Gobernador de la Cápela no tenia necesidad de la gente que se le inviaba, por no haber nuevas del enemigo,

3Ó6 GUERRAS DE FLANDES

no habia podido entrar por hallar ya to- mado los puestos. Con esta novedad juntó S. A. al Príncipe y demás Cabos, y con- cordaron era preciso intentar socorrerla. Habiendo sabido el enemigo la poca gente que habia dentro, intentó y se llevó de abordo las fortificaciones de afuera, y desbarató con muerte y prisión los pocos soldados que la defendian: cuando S. A. con el ejercito llegó á hora y media de la plaza con resolución de obrar con todo esfuerzo en el socorro, atajó los pasos las noticias de haber capitulado en tres dias de sitio , con que se retiró y volvió á encaminar á San Guylain, donde dos horas antes entró el enemigo un convoy, si bien no embarazaba del designio de bloquearla; y habiendo procurado de dar algún reposo al ejército, no hubo dispo- sición por la vecindad de los enemigos; con que, y estar el tiempo muy adelante, y haber tenido noticia de que habian en- trado en sus cuarteles , se trató del aloja- miento y subsistencia que se hubo de dar aquel invierno á los nuestros, que iban en disminución.

RELACIÓN

DE LA

CAMPAÑA DEL AÑO i658

EN LOS ESTADOS DE FLANDES GOBERNÁNDOLOS

EL SEÑOR DON JUAN DE AUSTRIA.

(B. N.-H. 88, folios 47 á 56.)

RELACIÓN

DE LA CAMPAÑA EN LOS ESTADOS DE FLANDES.

A mediado Enero de 1658, S. A. dispuso que entrasen las tropas en cuarteles, y luego trató, con los pocos medios que hubo, de ajustar la re- monta de la caballería en número de 3.000 caballos; se dio dinero á los Maestros de campo y Coroneles de naciones para los reclutas de sus regimientos , y tam- bién para que se hiciese una leva de dragones. Despachóse á Ñapóles á so- licitar la que se hacia en aquel Reino para aquellos Estados , y se continua- ban al mismo tiempo las instancias para que se inviasen españoles. Los avisos que se fueron recibiendo en el discurso del mes de Mayo de las prevenciones que ha- cían los enemigos para salir en campaña, confirmaban los recelos de sus grandes

M

370 GUERRAS DE FLANDES

designios, y de haber mandado detener algunos regimientos de caballería que habian de pasar á Italia y Cataluña; y últimamente se declararon , separando sus fuerzas en dos ejércitos; el uno á cargo del Mariscal de la Ferté, y el otro al de Turena, con 14.000 hombres, y con ellos pasaron el Rey Cristianísimo con el Car- denal Mazarini, á dar vista á Hesdin, é intentaron el ajustamiento con el Gober- nador y Mariscal de Hoquincourt , lo cual no pudieron conseguir. De allí marcharon delante de Bergas , y el Rey y el Cardenal se retiraron de Cales á tratar de nuevos refuerzos y disposiciones con los ingleses, para lo que habian de obrar. Estas noti- cias, que se recibieron á 24 de Mayo, ha- llaron á S. A. en la cama, muy postrado de unos corrimientos que le habian inco- modado todo el invierno, y le habian repetido con accidentes que daban cui- dado.

En 13 del mismo mes se dio fin á un designio que algunos meses habia se esta- ba fomentando, que pudo ser de mucha conveniencia, para cuyo fin, se conoció después haberse adelantado tanto los enemigos, que es en ésta manera. Hallán- dose bandido de las provincias de Flandes, de años atrás, un Coronel flamenco, lia-

AÑO DE 1658. 37!

mado Spinselit, y deseando volver á* ellas perdonado de su delito y del que después habia cometido sirviendo á la Francia contra la fidelidad de vasallo de S. M., se pasó á Holanda, desde donde, apartado ya del servicio de aquella Corona, habria nueve ó diez meses que declaró á S. A. éste su arrepentimiento por medio de ciertos amigos suyos, á que le fué respondido que, si tenia disposición para hacer al- £un servicio particular que mereciese la gracia de sus culpas, se le daría; pero sin que esto precediese, no debia esperarla; y á esta sazón quiso la buena suerte ponerle en la mano una favorable ocasión para ello, porque por parte de la Francia y Inglaterra se le propuso á un mismo tiempo la subpresa de Ostende, inducién- dole á que quisiese tomarle por su cuenta, así por juzgarle por hombre de bríos y resolución, y considerarle en un estado irreconciliable con nosotros, como por el número de amigos y confidentes que su- ponían los tratadores de Francia é Ingla- terra tenia dentro de la plaza y en algu- nos lugares de la vecindad, de donde era natural el mismo Spinselit; el cual, mos- trándose muy dispuesto á abrazar y em- peñarse en el negocio, dio noticia á S. A. de todo; y habiéndoselo aprobado y en-

372 GUERRAS DE FLANDES

cargádole siguiese el tratado por los ca- minos y en la forma que se le sugirió, se gastaron nueve ó diez meses en prepa- rar el cebo á los enemigos con lances harto particulares; pero habiendo ido los ingleses más cautos en acercarse á él, re- solvió S. A. romper la plática con ellos y seguirla sólo con el Cardenal Mazarini, con el cual se fué tratando bien ocho me- ses con todas aquellas astucias que más pudieran hacerla creible; con que pasaron cartas y papeles muy graciosos, así de parte de los fingidos confidentes de Spin- selit, como de los que el Cardenal em- pleaba en el negocio, y del Rey y del mismo Cardenal. Finalmente, el designio llegó á términos de perfección , y el Ma- riscal de Aumont, á quien el Rey encargó el ajustarle, se puso delante de Ostende, á los principios de Mayo, con 15 fragati- llas , llenas de la más lucida infantería de Francia , compuesta de gente mandada de las guardias de el Rey, Reina y Cardenal, y de otros cuerpos de la mejor calidad; y habiéndose señalado por último término la noche del dia 13 para poner por obra la revuelta que Spinselit y sus confidentes supuestos habian hecho creer al Mariscal estaba dispuesta en la villa , donde tenian á su voluntad la mayor parte de la guar-

AÑO DE 1658. 373

nicion, que S. A. hizo reforzar con la gente necesaria para no poner en duda el lance, quiso Dios que se obrase en él con tanto acierto, que se logró cuanto se pudo de- sear; habiendo quedado en el puerto y en nuestras manos el Mariscal con su gente, prisionera ó muerta, que en todo pasó de 1.300 hombres. Lo menudo de los lan- ces de esta farsa es bien graciosa, y tanto, que pocas pueden haber sido tan sazona- das; pues habiendo de concurrir al engaño y al disimulo el Gobernador, Oficiales, soldados, Magistrado y burgueses, todos jugaron sus personajes tan al vivo, con haber de ser tan diferentes, que se pudieron engañar las propias personas que el Ma- riscal de Aumont habia inviado dentro de la plaza para testigos oculares del caso, juzgándola á la obediencia de su Rey tan fijamente, que en esta fe, uno de ellos mis- mos le trajo al puerto con su gente, donde sin ningún trabajo, ni costamos un solo descalabrado, fueron todos cogidos en el lazo que tanto tiempo habia se les tenia echado ; en cuya ejecución obró muy bien Bernabé de Vargas Machuca, Gobernador de la plaza, siendo así que no debe ser culpado el Mariscal de Aumont de inad- vertido ni demasiado ardiente en el lance, porque sin duda ninguna, en la apariencia

374 GUERRAS DE FLANDES

natural, estuvo la plaza siete horas por el Rey de Francia, como lo podían estar cualquiera de las suyas, siendo un caso tan extraño por sus circunstancias, que no debe de haber memorias en las historias de otro semejante. Sólo le faltó la sazón de habernos puesto en las manos 400.000 florines que se habian pedido al Cardenal de parte de las cabezas de la conjura, de los cuales (aunque muy ofrecidos y asegurados por diferentes cartas, nunca pudo S. A. persuadirse á ello) no se halló rastro de nada en las embarcaciones que se tomaron.

A los últimos de Mayo llegaron avisos de que los enemigos se habian declarado sobre Dunquerque á los 25 del. Hallábase S. A. todavía harto flaco y mal convale- cido del mal que habia padecido; y con- siderando la importancia de conservar aquella plaza, por ser el golpe más mortal que podían recibir estas Provincias, que no tenia dentro lo que habia menester de gente y de municiones, porque, además de no haber habido lo necesario para guarne- cerla y abastecerla en tiempo, la celeridad y anticipación de los enemigos descom- puso parte de nuestras disposiciones ( que éste es el fruto de madrugar y las ventajas que lleva quien lo hace), que la vez pasada,

AÑO DE 1658. 375

teniendo más guarnición y defendiéndola el Marqués de Lede (que también se ha- llaba dentro) con increible valor, no duró más de quince dias de ataque. Resolvió S. A. salir á los 4 de Junio con ocho ó diez criados, por lo que importaba no perder tiempo en lo que se habia de disponer; convocó en su presencia á los Señores Príncipe de Conde, Marqués de Carazena, Mariscal de Hoquincourt, D. Esteban de Gamarra y el Príncipe de Ligni. El caso que propuso S. A. fué, si según el estado del sitio de Dunquerque, el de nuestras fuerzas, que no pasarían de 14.000 hom- bres, y de las de los enemigos, que los más fundados avisos les hacian fuertes de 20.000, aunque otros decian más, se debian en- caminar al socorro de la plaza, ó apli- carse á cierta diversión que el Mariscal de Hoquincourt habia maquinado y decla- rado allí. Tuviéronse sobre esto largos discursos la mañana 6 del dicho mes de Junio, y de ellos se reconoció que todos estaban de acuerdo en que no habia más que uno de los dos partidos que seguir; y que también el de la diversión no tenia todos aquellos fundamentos que convenia. Pero con todo esto, por ser el punto tan grave y no tomar en él una resolución apresurada, determinó S. A. que cada uno

37o* GUERRAS DE FLANDES

de por le considerase despacio, antes de decir decisivamente su sentir, y que se volviesen á juntar para ello aquella tarde, como se hizo ; y después de nuevos dis- cursos en que se contrapesaron las utili- dades é inconvenientes de ambos partidos, se hallaron tantos y tan grandes en el de la diversión , que todos uniformemente ^hasta el mismo Hoquincourt que la habia propuesto, y fundaba, sin duda, en ella el mayor interés y logro de sus designios), votaron que convenia preferir la salud de Dunquerque á todo lo demás , y que se debia arriesgar por ella cuanto no fuese una temeridad conocida, acercándose á las líneas enemigas por el lado de las Dunas de Levante, para intentar desde allí el so- corro de la plaza, haciendo (como dicen) la guerra al ojo, según dictase la pruden- cia y los accidentes. S. A. adhirió también á esta resolución ; y se dispuso inmedia- tamente la marcha hacia Fumes , donde llegó á las diez con las tropas y bagaje; y aunque (según lo resuelto) no hubiera sido contra ello el pasar adelante, juzgó S. A. que cuantos más resguardos se diesen á la consideración de tan gran negocio, seria más acertado; y así por esto como porque avisaba el Conde de Salazar, General de la artillería del ejército y Superintendente

AÑO DE 1658. 377

de la gente de guerra de la provincia de Flandes, desde Bruselas, que se habian ofrecido algunos embarazos en la salida de la artillería, los cuales se podia dudar que la retardasen tres ó cuatro días, pareció conveniente á S. A. que se volviesen á juntar. Intervinieron en este mismo con- sejo los mismos que en el primero, ex- cepto el Príncipe de Ligni, que por al- guna ocupación faltó entonces. Tratóse sobre la novedad del artillería, discurrién- dose sobre si el aprieto y brevedad con que el Marqués de Lede pedia ser socor- rido, y en la necesidad que habia de dar aliento á los sitiados con nuestra vista y de ajustar y reconocer, todo lo que de lejos era imposible, y si convenia ó portarse desde luego cerca de las líneas, en que concurrieron todos en lo votado, y que no habia tiempo que perder, y que convenia disponer que se sacase la pól- vora y municiones necesarias de Fumes y Nieuport con algunos intrumentos de gas- tadores, con designio de reemplazarlos cuando llegase la artillería; la cual se juzgó asimismo que era de poca ó nin- guna utilidad por la naturaleza del ter- reno de las Dunas. En este estado estaban los dictámenes de esta segunda junta, dispuestos todos á que se marchase el dia

37^ GUERRAS DE FLANDES

siguiente, y S. A. del mismo parecer; pero juzgando que no seria pérdida considera- ble la de veinticuatro horas, y que se podia suspender la marcha un dia se votó unifor- memente que el siguiente fuesen SS. AA. y ios demás Generales á reconocer los pues- tos de los enemigos y el que se habia de ocupar el otro dia con el ejército; en cuya conformidad, á los 12 de Junio, por la ma- ñana, salieron de Fumes con 4.000 caba- llos y 1. 000 infantes; y habiéndose acer- cado á los cuarteles y líneas de los ene- migos, y avanzádose el Mariscal de Ho- quincourt con solies harto impropia de sus años, y no necesaria para nada, le dieron un mosquetazo desde las mismas líneas, de que murió de ahí á dos horas, y en aquella sazón fué pérdida muy con- siderable, habiéndose malogrado dos ó tres negocios que se iban fomentando por su medio, de que se esperaba sacar gran be- neficio. Hecho el reconocimiento, y vuel- tos al cuartel, dispusieron los señores Ge- nerales la marcha del ejército para el dia 13, según lo resuelto , sin que ninguno de ellos hubiese puesto nueva dificultad ú obstáculo; con que se ejecutó, dejando sólo el bagaje cerca de Fumes, que es sólo en loque S. A. se apartó de su opinión, por- que querian que se llevase. El mismo

AÑO DE 1658. 379

dia 13, por la tarde, se llegó al puesto que juzgaron todos á propósito; y pareciendo á S. A. que era demasiado lejos de las líneas, y que desde él no seria posible, en caso de resolverse á atacarlas, que se pudiesen for- mar nuestras tropas y llegar á ellas (en so- las cuatro horas de oscuro que tenia la no- che en aquel tiempo), porque, como las Dunas son tan desiguales y de arena, se tar- da más en marchar por ellas cien pasos que por otro terreno quinientos, lo comunicó S. A. con el Marqués de Carazena , y se avanzaron los dos solos á ver si habia algún puesto bueno; y habiéndolo exami- nado personalmente, se reconoció no le habia, y el Marqués insinuó también á S. A. que juzgaba seria acercarse dema- siado á los enemigos, á que S. A. se ajustó luego; y así quedaron donde se habia hecho alto , con aprobación y concurrencia co- mún de los Señores Príncipe de Conde, Marqués de Carazena y todos los demás. Tomóse, pues, cuartel el dia 13 á una legua de las líneas enemigas, y á disponer las cosas necesarias para comenzar á fortifi- carnos; pero ellos, reconociendo por parti- do más ventajoso el de atacarnos en nuestro puesto que de esperarnos en los suyos, donde se habrían de dividir , salieron á en- contrarnos la mañana siguiente con todas

380 GUERRAS DE FLANDES

sus fuerzas, aumentadas de un crecido nú- mero de ingleses que habian desembar- cado aquella noche , y de un cuerpo de la caballería del ejército del Mariscal de la Ferté que lo que dijeron los prisioneros) habia entrado en su campo el dia antes. Púsose el ejército en batalla sobre la mis- ma frente que tenia; pero la gran supe- rioridad del enemigo, que ( con haber dejado los ataques de la plaza reforzados con 6.000 hombres) pasada, á lo que se vio, de 10.000 infantes, cuando los nues- tros no llegaban á 5.000, y la incomodidad del terreno de las Dunas, muy impropio para pelear la caballería, en que consis- tía nuestra mayor fuerza, les dio tales ventajas que, después de haber sostenido el primer choque, fué preciso cederles la campaña; y aunque todos estuvieron con harto peligro de perderse, quiso Nuestro Señor que ninguno de los Generales que- dase herido ni en manos de los enemigos, siendo así que todos estuvieron mezclados en la batalla, y obraron con gran cons- tancia y valor, y S. A. tuvo herido su ca- ballo de un mosquetazo, que le obligó á mudarle con harto riesgo de perderse.

Este suceso hicieron pasar los enemi- gos en voz común por una rota absoluta, aunque en sustancia no mereció tal nom-

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bre, pues, demás de que en la pérdida de la gente no hubo sino muy poca, no pu- dieron decir haber tomado nada de arti- llería y bagaje, como atrás queda dicho. Habiendo S. A. tenido noticia que no faltaba que tomar más sino el foso y la muralla de la villa, oido los Cabos sobre el contenido de una carta que se recibió del Marqués de Lede, y los Oficiales ma- yores que se hallaban en aquella plaza, y concurrido todos en la imposibilidad de darla socorro por mar ni por tierra, se dio por abandonado Dunquerque , y se puso á pensar aquello que más pudiese dificultar á los enemigos sus ulteriores designios , á cuyo fin se invió á las plazas más importantes y más amenazadas; pero tan poca, que no llegaria aun á 1.000 hombres; y aun con esto no quedaban en el ejército arriba de 3.000 infantes. A 26 recibió S. A. aviso de la rendición de Dunquerque, después de una defensa ma- yor de la que nunca se esperó, debida principalmente al valor y buena disposi- ción del Marqués de Lede, el cual dio un fin muy glorioso á sus muchos servicios, perdiendo la vida por el servicio de Dios y de S. M. de una herida que recibió. Esta importante plaza fué entregada entera- mente á los ingleses, que luego comen-

382 GUERRAS DE FLANDES

zaron á hacer abominables insolencias y menosprecios de nuestra Santa religión.

Después de esta noticia pareció inviar un cuerpo de 2.000 hombres , caballería é infantería, cerca de Ipre, para entrar en la villa en caso de necesidad ; con lo cual, y otro poco que se dejó en Fumes para que pudiesen capitular los burgueses acercándoseles el enemigo, no quedaban en el ejército arriba de 8.000 hombres, compuestos de menos de 2.500 infantes y algo más de 5.000 caballos.

En esta sazón llegó de Alemania con 3.000 hombres nuevos el Duque de Wi- temberg (que habia un año que se pasó al servicio de Francia), y se agregó al ejér- cito del Mariscal de la Ferté, que con este refuerzo pasaba de 11.000 hombres; el cual, dejando las fronteras de Lucem- burg, empezó á marchar hacia la ribera de Loyse, enfrente de Cambray.

Después de la rendición de Dunquer- que, pasó luego el Mariscal de Turena á sitiar á Bergas, la cual se les rindió al quinto dia, no habiendo sido posible so- correrla, así por la mala calidad del país, como por nuestra flaqueza. Y los enemi- gos estaban tan en cuenta de ambas cosas, que no recelándose de nada de nuestra vecindad, obligaron á la guarnición á

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rendirse prisioneros de guerra , que fué golpe de harto daño por la gran falta de infantería.

A i.° de Julio se resolvió á retirar- nos detras del canal que hay entre Nieuport y Dixmude. A 3, pasó sobre Fur- nes, que se rindió luego, y después Dix- mude, en cuyo campo se conservó después de su rendición.

Habiendo discurrido y confirmado to- dos los Cabos lo que convenia dividirse los Generales, ofreciéndose para esto con gran prontitud el Marqués de Carazena á quedar en Nieuport, en ocasión de hallarse tan amenazada de los enemigos, siendo un empleo tan desusado y poco conforme á sus grados, quedó asimismo en dicha plaza (por haberlo pedido con grande ins- tancia) el Duque de Yorch, y el Príncipe de Conde se encargó de la defensa de Ostende.

El Mariscal de la Ferté se movió de los cuarteles donde estaba, hacia Perona; y después de la suspensión de ambos ejérci- tos, causado de la enfermedad peligrosa que el Rey de Francia padeció en Cales, donde asistió la Reina y toda la Corte, habiendo mejorado, pasó el Cardenal á Bergas á avocarse con Turena, el cual, á los 12 de Julio, dio vista á Brujas (donde

384 GUERRAS DE FLANDES

se hallaba S. A.) con toda su caballería y un pedazo de infantería; y pareció ser sólo su intento el de probar si aquel nu- meroso pueblo entraña en alguna inquie- tud con la presencia de sus tropas, no pu- diendo ignorar la voz que habia corrido de su general turbación.

A los últimos de Julio se declaró la Ferté sobre Gravelingas, y trató luego de abrir trinchera sin detenerse en hacer líneas, de que no necesitaba, aun cuando no hubiese quedado el de Turena con sus tropas á hacernos frente entre Dixmude y Nieuport, habiendo inviado de refuerzo al sitio 2.000 infantes sin caballería, porque el de la Ferté tenia demasiada para la operación , así por la calidad de los pues- tos como por no recelarse nada de la cam- paña. S. A. pasó luego á Plasquendal, que está á tres leguas de Brujas y una de Os- tende, adonde tenia avisado se hallasen los Cabos. Discurrióse en lo que se debia hacer, y concurrieron todos en que se fuesen juntando/ luego las pocas tropas del ejército que habían quedado en Lu- cemburg, Haynault, Lile y Artois, y que conforme su número efectivo, y la gente del país que se habia mandado levantar para ver el estado en que se estaba para obrar. En este intermedio el de la Ferté

AÑO DE I 385

iba prosiguiendo el sitio de Gravelingas con todo calor, y aunque los de dentro según los avisos que llegaban ) se defen- dían bien, y los enemigos habian perdido ya tres Tenientes generales , y otros Ofi- ciales muertos en los ataques, el ser pocos y ver tan remota la esperanza del socorro, obligaba á dudar que la plaza no durase todo lo que conviniera.

Últimamente, se resolvió de común acuerdo, que, dejando en Ostende y Nieu- port todo lo que habia, ó poco menos, nos juntásemos con lo demás hacia Ipre, y que se obrase según la continencia de Turena , que continuaba su estancia en los mismos puestos ; y aunque todos concur- rieron en esta resolución, nadie dejó de conocer que, así por el corto número de nuestras tropas como por lo adelantado que estaba el sitio de Gravelingas, era poca ó ninguna la esperanza de poder hacer nada de consideración , ni en el socorro de aquella plaza ni en daño del ejército de Turena. Las levas que [según atrás se dice; se quedaban haciendo de la ícente del país, no pasarian de 2.000 in- fantes, porque nadie quería faltar de sus casasen la sazón del Agosto.

Habiéndose juntado cerca de Ipre los s y las tropas que pareció sacar de

25

386 GUERRAS DE FLANDES

las plazas, se resolvió adelantarnos algo por el camino que se habría de tomar en caso de querer acercarnos á Gravelingas, aunque con pocas ó ningunas esperan- zas de que el de Turena, que observaba nuestro movimiento, errase la fácil dispo- sición que tenia de embarazar estos desig- nios, que sucedió así, porque, dejando un campo volante cerca de Dixmude, se acercó á Dunquerque con el resto de su ejército, de suerte que ni pudimos pen- sar en ganarle la delantera para llegar an- tes que él al sitio de Gravelingas, ni en empeñarnos sobre Dixmude; con lo cual pareció á todos de ir á Warneton, que es sobre la ribera de la Lisa; y habiendo tenido allí una larga conferencia sobre la resolución que se habia de tomar, el dia siguiente, que fué á 29 de Agosto, en la marcha, llegó un Oficial que habia salido de Gravelingas con pasaporte de la Ferté y una breve carta del Gobernador, en que avisaba haberle ya pasado el foso y hecho en tres diferentes bastiones tres minas; y que si bien estaban en resolución los Oficiales de guardar el efecto de las bre- chas y el asalto, los soldados dejaron las armas en forma de motin; con que le fué forzoso oir y responder á la llamada de los enemigos, y ajustar la capitulación.

ANO DE i

que era salir con las condicionesordinarias, á 30, á las diez del día, si hasta aquel tér- mino la plaza no fuese socorrida. La guar- nición de aquella plaza se encaminó á Nieuport en cumplimiento de lo capitula- do, con cuya noticia se resolvió volver á guarnecer á Ipre y las demás plazas que !o requerian, quedándonos con un pe- queño cuerpo de tropas, con el cual mar- chamos cerca de Menin , por estar más á la mano para cubrir las plazas de la Lisa, y observar los movimientos del enemigo; el cual, al saber Turena que con su ejército habia penetrado el país, llegando á acam- par á Thielt, que es á tres leguas de Gante , cinco de Brujas y menos de Cor- tray, con esta novedad se movió alguna caballería y dragones para cubrir á Aude- narda, y otra parte para entrar en Bruja< y Gante con Jefes de suposición para ase- gurar de algún espanto á aquellos grandes pueblos, si el enemigo se les acercase. EJ de la Ferté pasó á Francia con el Carde- nal y su ejército, y se habia de juntar, \ 7 Je Setiembre con el de Turena en el cuartel de Thielt, de donde después de algunos dias fué sobre Audenarda, que se rindió en veinticuatro horas.

Con estas noticias pareció conveniente resolver que Marsin pasase con parte de

3 88 GUERRAS DE FLAN DES

la gente que tenia en Nieuport y Ostende á Gante á incorporarse con la que esta- ba allí á cargo del Marqués de Yennes, Sargento general de batalla, y D. Antonio de la Cueva, asimismo Sargento general de batalla y Teniente general de la caba- llería ; que el Señor Duque de Yorch fuese á Brujas; el Señor Príncipe de Conde quedase en Tornay con caballería c infantería para acudir á aquella parte, caso que intentase el enemigo encami- narse á ella; que el Príncipe de Ligni se pusiese entre Cortray y Menin con las tropas de su cargo para el mismo efecto, y que S. A. pasase á Bruselas para alen- tar los ánimos de aquel pueblo, y el Mar- qués de Carazena á Gante para juntar allí todas las tropas que habia en Nieuport, Ostende y otras partes, y según las opera- ciones del enemigo, tratar de juntarnos; todo lo cual pudo descomponer la impen- sada desgracia que tuvieron las tropas del Príncipe de Ligni, por la equivocación de una palabra del Oficial que cifró la mi- nuta de la orden del Marqués de Carazena, siendo cargadas de 4.000 caballos y los dragones de ambas armadas, tan de golpe, que fué fuerza ceder á la superioridad; con que todo se puso en desorden y con- fusión, y el Príncipe , herido ligeramente

AÑO DE ¡ 389

en una pierna, pudo salvarse á Ipre con hasta 300 caballos, y otra parte á Lila con el Teniente general de la caballería, D. Francisco Pardo, y la infantería quedó toda prisionera; y habiendo con esta no- vedad inviado á Ipre el Sargento general Basecourt un tercio de 150 dragones, fue- ron también derrotados por los enemigos, los cuales á toda prisa tomaron los pues- tos á" Ipre , sin que aprovechasen las dili- gencias con que el Príncipe de Conde pro- curó introducir algún socorro de infante- ría en la plaza, por la gran dificultad de los caminos, á que se añadió la desgracia de volarse por accidente uno de los alma- cenes de pólvora que estaba en un torreón déla muralla, adonde hizo gran brecha con muerte de algunas personas, que dio poca esperanza de la salud de la plaza, por no tener el Príncipe dentro más que 500 caballos, 200 infantes del ejército y 500 del país.

Después que con esta desgracia tan impensada se malogró todo lo que se ha- bía procurado morigerar la pujanza de los enemigos y tenerla ¿í raya, pareció que S. A. volviese luego con el Marqués de Carazena á Tornay para conferir con el Príncipe de Conde lo que se podia obrar en beneficio del país; y habiendo tenido

390 GUERRAS DE FLANDES

una larga junta sobre el estado general de las cosas, y discurrido en los grandes da- ños que traia consigo la pérdida de una villa tan capital é importante como Ipre, y en lo que se debería hacer por su socorro, ó por alguna otra diversión fructuosa, se hallaron del todo cerrados los pasos á cuanto podia ser reparo de nuestros males. y principalmente con el refuerzo que llegó á Turena de 2.000 hombres, que el Gobernador de Arras habia sacado de aquella guarnición y de las otras del Artois.

En dos juntas que se tuvieron en orden al socorro de la villa de Ipre, se concluyó, de común acuerdo y voto, que no conve- nia arriesgar la resta del país en él con tan remotas esperanzas de conseguirla , y re- solvió de avisar al Príncipe de Ligni de los embarazos que se ofrecían para que no se redujese á términos que con la plaza se perdiese también su persona y las pocas tropas que habia dentro , y que se repar- tiesen las demás, según la constitución de lo que el tiempo pidiese, como se ejecutó; y el Príncipe de Ligni y el de Barbanzon que gobernaba la villa, fueron obligados á capitular, á 25 de Setiembre, después de haber disputado y perdido con mucho valor y constancia la contraescarpa y medias lu-

AÑO DE IO58.

ñas del lado de los ataques, concediéndole los capítulos ordinarios. En esta sazón He- laron otros 1. ooo infantes y 300 caballos de las levas del Duque de Witemberg.

Después de diferentes avisos que S. A. tuvo de que en Brujas y Gante corrían discursos muy perjudiciales al servicio de S. M. , y que todo el estudio y diligencia del Cardenal Mazarmi y Mariscal de Tu- rena se aplicaban á dar á entender á aque- llos pueblos que la guerra no se hacia con- tra ellos, y que estaba en su mano dar lin á las calamidades que padecían, declarándose neutrales y admitiendo la libertad de con- ciencia, cuyanegociacion se confirmó tam- bién por cartas de Holanda y Francia, pa- reció conveniente al servicio de S. M. que S. A. se acercase luego á aquellas grandes villas para asegurarles con su presencia y desvanecer en los principios unas máximas tan dañosas para su conservación debajo ds la obediencia de S. AI. Partió de Tor- nay para aquella vuelta, quedando allí el Príncipe de Conde como de antes, con tropas suficientes para cubrir aquella villa y acudir donde la necesidad pidiese;) aunque de Bruselas se tenían no menores recelos, y que por esta causa aquellos Ministros le desearían también, pareció que quizás seria de menos utilidad que

392 GUERRAS DE FLANDES

inconveniente el que los enemigos viesen encerrarse S. A. en aquella villa con tanta anticipación; y que como se mantuviese en paraje que no le pudiesen cortar fuera, siempre que se acercasen á ella , seria ma- yor servicio de S. M. adelantarse entonces á los pueblos grandes de Flandes que tenian más inmediatos los temores, y adonde los enemigos empleaban con más eficacia sus emisarios; con que llegó á Terramunda (que dista igualmente, ó con poco diferencia, de Gante, Amberes, Ma- linas y Bruselas) donde la importancia grande de aquel puesto, y el mal estado de sus fortificaciones , le obligaron á quedar en él algunos dias para disponer su reparo en la mejor forma que permitió el tiempo. Desde allí pasó S. A. á Gante, donde hizo la proposición ordinaria á los Estados de la provincia, y en el ínterin que daban la respuesta, pasó á Cortray para reconocer el estado de aquella plaza y dar orden en lo que necesitaba, donde no se detuvo más que un dia, por haber tenido aviso que los enemigos se ponian en marcha, pasando la ribera del Esquelda, y encaminándose hacia Grammont, que es el camino de Bruselas; con que sin perder tiempo volvió á Gante, y de allípasóá Bru- selas para sosegar con su presencia y la ve-

iftO DE 1658.

lindad de algunas tropas que habían arri- mado á ella, la alteración que las noticias del movimiento de los enemigos habia causado en el pueblo. Ellos, siguiendo la misma derrota, llegaron á Grammont, que es una villeta del Duque de Lorena, sin de- tensa, á siete leguas de Bruselas ; saqueá- ronla, maltratando mucho á los naturales, y de allí destacaron algunas tropas para ocupar á Alost , que esotra distante sólo cinco leguas, algo mayor, pero poco me- nos flaca, si bien pareció poner en ella guarnición; la cual y la burguesía, resis- tieron el ataque y les hicieron retirar; pero habiendo entendido que Turena que- na volver sobre ella con todo el ejército y artillería, se reforzó más la guarnición y metieron dos pequeñas piecezuelas. En- tretanto, las partidas del enemigo corrían por todo enviando billetes de contribución hasta á los burgos de Bruselas, donde se fué trabajando en reparar sus fortificacio- nes, que eran harto ruines.

Habiéndose mantenido los enemigos en el paraje de Grammont sin haber vuelto á intentar nada sobre Alost, vino últimamente el Duque de Witemberg con i.000 caballos cerca de los burgos de Bruselas , y se retiró luego con diligencia hacia Grammont, de donde pasó á incorpo-

304 GUERRAS DE FLANDES.

rarse con su ejército, llevándose consigo las tropas que estaban en aquel punto; y Turena repasó luego con toda la armada la ribera de la Esquelda, y se encaminó á la Lisa, haciendo alto en la villa de Isen- guhien , donde se detuvieron algún tiempo para repartir las tropas que han de que- dar en las plazas conquistadas, y inviar las demás á cuarteles de invierno.

ÍNDICE.

Nfl

\ D \ i V

»n del socorro de Brujas , ejecutado y es. I doma, Maes-

tro Je ampo paira] di Pkadtt, m pode la Sra, Infinta Doft» Isabel,

kBptftt di M.nules en el año di t635, en qui Francia rompió la

paz con España ; por D. J Mas- carenas. 37

Suchos de Flandes en los años de 1637,

o de 1B01 1 Ai.

c que el Sr. D. Juan di Austm biso desde Cataluña á Flan- des, cu que M refiere el telil suceso que unas galeras de cor- sai

la campana del año de 16& los Estados de Flandes , gobernándolos

Juan de Austria

ion oe la campiña del año de i658en los Estados de Flandes

OBRAS PUBLICADAS.

I. Delicado. La Lozana Andaluza. II. Verdugo. Guerra de Frisa.

III. Muñón. Tragicomedia de Lisandro

y Roselia.

IV. Cancionero llamado de Stuñiga.

V. Villegas Selvago. Comedia Sel-

vagia. VI. Lope de Vega.— Comedias inédi- tas. Tomo i. VII. Milán. El Cortesano. VIII. Pedro Tafur. Andanzas é viajes. IX. Silva. La segunda Celestina. X. Lucas Rodríguez. Romancero his- toriado. XI. Hurtado de Mendoza. Obras poé- ticas. XII. Tirso y Guillen de Castro. Co- medias.

XIII. Varias Relaciones del Perú y Chile.

XIV. Varias Relaciones de las campañas

de Flandes.

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