a Ñ ( ca + ES S : ES A E Ñ al AA A QA he qa i ; E E CENA E E LA a = * Ls la $ s S Ñ E «e . a CS > ¡K] Ss 4 y 4 s : Ja 4 4 : 4 , E 4 L 4 4 $ * o SCIENCE AND EDUCATION FUNDSE OTI TN REI WC y | S bl 1 - A ss A a) hi AY AA A e E A í e. ur 1 dd 5 p ¿A y 4 > y A Le r ' A e e p Ny Ti E - +» z / yA - a ' bo . Pe ) ¡AS Y . P * *, pan / Es > ne t 0] , » t ! % y d s y ( 1 A Ú ds ' Í y / / y / ( . ; 0 , ' Ñ , 4 E 1 / * ! , 172) X ' ; (o) ; [5 y y ' í : EIETEPYOS= DE LOS ROSALES EN MACETAS TRADUCCIONES HECHAS POR D. MARIANO VERGARA ADICIONADAS CON UN PRÓLOGO S UNA ANTOLOGÍA ORIGINALES LIBRARY HEW YORK BOTANICAL GARDEN aj MADRID IMPRENTA Y FUNDICIÓN DE M. TELLO IMPRESOR DE CÁMARA DE S. M. Don Evaristo, 8 1889 Á LA EXCMA. SEÑORA Doña JoseEFA CALDERON Y MoNTALVO DE VERGARA Tu afición 4 las rosas me inclinó ú estudiarlas: justo es que te dedique su libro acerca de ellas tu marido. Y - PROLOGO ' a? Ss +1 “DEL TRADUCTOR ESPAÑOL * z SO A A Pa A A e 4 - y A a, Pe gi PAE na « y 2 pa OS SÍ y * e 5 hd A É “ y - ás A os meo Y Jo, - de dl r ye j má A E * , 5 , - y ' . So e > . ; e L p. ve ed | 1 “e Ll 3 o A) > k " le, pa NN ' l A vw) HEW y SOTAMic Baro bo omo la semilla, cuando llega la época de la germinación, solicitada por su virtud propia (vitalismo, fuerza, reacción química, electri- cidad, ignoro é ignoran todos, digan lo que quie- ran, la causa, que nadie sabrá jamás, como no se cónocerá nunca ninguna causa primera: equivocó- se Lucrecio al suponer lo contrario), y favorecida _por las condiciones extrínsecas próximas (hume- dad, calor, reposo casi siempre, oscuridad muchas veces, también ignoro, é ignoran, cuáles y cuántas, aunque éstas, como accidentes, relaciones, ó, im- propiamente llamadas causas secundarias, puede que sean descubiertas, si se prescinde de teorías y prejuicios, y se observa mucho y bien); como la semilla, desarrollando la plántula, si la hay, pro- duce un tallo ó tronco, el cual luego se divide en ramas, éstas en ramos, los cuales en ramillas, y por fin en hojas, casi hasta el infinito, en potencia á lo menos, si no en realidad, así la agricultura, el cul- tivo de la tierra, nació una y única, como no podía menos de suceder, y cual nacieron todas las de- más ciencias, artes, profesiones y oficios; pero la IO también como los demás, y según era natural, aten- didas su necesidad é importancia sumas, desde los más remotos tiempos tuvo que dividirse, imposi- ble de abarcar toda, ni en la teoría ni en la prác- tica, en varias partes, cada una de las cuales tomó distinto nombre, quedando el de agricultura, ya más limitado que al principio, para el general, co-. mún, menos difícil y más necesario cultivo, y adoptando las demás los de horticultura ó cultivo de los huertos, y otros, cada cual según su objeto. Pero estas diferentes primitivas ramas, adelantan- do el saber y multiplicándose las necesidades, hu- bieron de subdividirse necesariamente en otras más pequeñas y especiales, de las que una, la flo- ricultura ó cultivo de las flores, separada de la hor- ticultura, llegó sin nueva división hasta nuestra época, en la cual, por múltiples causas, tan fáciles de imaginar como largas de referir, si no tuvo cada flor su cultivo y sus cultivadores particulares, tu- viéronle las principales, la primera la rosa, con ra- zón llamada siempre y en todas partes, la reina de las flores. El amor á la rosa originó la rosicultura, especia- lidad de la floricultura, y sus amadores llamáronse rosófilos, rosógrafos y aun rosómanos, vostéristes en francés, y en alemán rosenfreunde. Y tanto se aquilató el cultivo y aumentáronse tanto los adep- tos, que hubo necesidad de nuevas particiones, re- curso constante de la flaca y limitada inteligencia humana ante todo lo extenso é inabarcable en con - junto. Dedicáronse unos á esta clase de rosas, por TI ejemplo, las de Bengala, y otros á aquélla, verbi gratia,las de Borbón, quiénes á las antiguas y quié- nes á las nuevas, éstos á la conservación de razas puras y aquéllos á la producción de híbridas, los unos á las blancas y los otros á las amarillas, y se clasificaron también, que es lo importante para nuestro objeto, y una de las partijas más moder- nas, en cultivadores en el suelo y cultivadores en macetas, los últimos, ya para concurrir con plantas vivas á las Exposiciones, muchas ya y muy frecuen- tes, exclusivamente de rosas, ó ya con otros fines, uno de los principales el adorno interior de las casas. Como siempre que se crea un nuevo saber apa- recen los escritores que en sus libros recogen la doctrina, la formalizan, la discuten, y muchas ve- ces la pervierten, el cultivo de las rosas en mace- tas ha sido tratado en libros ó periódicos, en Ale- mania y en Holanda, en Inglaterra y en los Esta- dos-Unidos, en Bélgica y en Francia, en Italia y en Suiza; países ¡si estarán atrasados! en los cua- les esta materia, como todo lo formal, aunque sea modesto, no se acoge, como quizás se reciba en otras más ricas, sabias, potentes, felices, y, sobre todo, políticas naciones, con nécias risa y chacota. Un célebre rosalista (pues no existe la palabra, preciso es inventarla) inglés, M. William Paul, cuyos catálogos admirables deben leer, y cuyos cultivos, más admirables aún, deben visitar cuan- tos sean aficionados á rosas, escribió un método de cultivar los rosales en macetas, titulado Roses in 12 pots, minucioso y sabio, práctico principalmente, como todo lo inglés; pero, achaque común á toda la literatura inglesa, inadaptable á nuestro gusto latino, más ligero, si menos profundo; más artísti- co, si menos concienzudo; más formalista, si me- nos esencialista, hablemos moderna jerga filosófi- ca, que el sajón y el germano. Pero, por fortuna, como acontece con frecuencia, cayó el libro en manos de un francés, que, á la innata y connatu- ral habilidad de todos sus compatriotas para iden=- tificarse con las ideas ajenas y amenizar, así lo árido y abstruso, como lo pedestre 'y machacón, une las cualidades de ser un eminente rosalista y un escritor distinguido, M. Charles de Franciosi, quien, arreglando á gusto galo la obra britana, la apropió al hispano nuestro, conforme con el suyo en la forma, aunque el español, en el fondo, he- - rencia mora, es más grave que el transpirenáico. Dicho arreglo voy á traducir, enamorado de él, entre otras cosas, por su brevedad, pues estoy har- to de garrulería; pero antes de comenzar á hacer- lo, paréceme justo decir algo del autor y del arre- glador. Mr. William Paul (razón social William Paul and Son, residencia Waltham Cross, cerca de la estación del mismo nombre, en el Great Eastern Railway, á veinte kilometros de Londres) es un gran industrial y un hombre instruidísimo en su profesión, dando testimonio de lo primero sus cua- tro vastos jardines, que miden en junto más de 120 hectáreas, y en los cuales se cultiva un sin- 13 número de plantas bajo su dirección y la de su hijo y asociado M. Arthur W. Paul, y de lo se- gundo sus descubrimientos, creaciones é introduc- ciones y sus obras. Nacido en 1822 en la misma parroquia de su ac- tual residencia, y asociado á su padre, también horticultor, hasta 1847, en cuya época quedó solo al frente de la casa, ha creado, fuera de diversas novedades en frutas, además de otras treinta, las rosas nombradas: Beauty of Waltham. Duchess of Berford. Duke of Edinburgh. Ella Gordon. Florence Paul. Lady Sheffield. Little Gem (musgosa). Magna Charta. Marchioness of Lorne. Pride of Waltham. Queen of Queens. Sappho. Star of Waltham. Sus obras, todas muy apreciadas, como lo de- - muestran sus reimpresiones, son: An hour with the Hollyhock. American Plants. Lecture on the Hyacinth. The future of epping Forest. 14 Villa Gardenming (tres ediciones). , On fruit culture fort profit in the open air in En- gland., On the literature of ancient and. modern Gardemng. Roses and Rose culture (seis ediciones). The Rose anmual (seis tomos). The Rose Garden. Y finalmente, nuestro Roses in pots, que ya al- canzó la sexta edición, y está traducido al alemán por A. Courtin, con el título de Ueber die Kultur der Rosen in Tópfen; ha publicado y publica continua- mente numerosos, ricos, grandes y magníficos ca- tálogos, ilustrados con muchos y excelentes gra- bados y bellos cromos, y redactados con orden perfecto y suma claridad; á la vista tengo los de Árboles de adorno. Árboles frutales. Hortalizas. Legumbres. Flores, en general. Flores de invierno. Azaleas. Bulbos. Camelias. Jacintos. Lirios. Narcisos. Tulipanes, todos merecedores de ser descritos; pero para no cansar ni cansarme me limitaré á decir que los tie- r 1) ne de rosas desde 1883 hasta el año actual, y en- tre ellos, uno cualquiera, el de 1884 por ejemplo, con 48 páginas en 4.?, sin contar índices ni cubier- tas, y en ellas 24 grabados, la mitad de página en- tera, y dos cromos aparte del texto. The Rose Garden es, sin duda, la obra más impor- tante que existe en Inglaterra acerca del citado ar- busto; y para demostrar con pocas palabras la 1m- portancia de todas y del autor, recordaré que, á propósito de una de las más breves, Lecture on the Hyacinth, el célebre Darwin, en su Ammals and plants under domestication, califica á M. Paul de fa- mous horticulturist. No copio, en obsequio á la brevedad y para no ofender la modestia de M. Paul, los grandes y me- recidos elogios que de Roses in pots hicieron, entre otros muchos, los conocidos periódicos Fourial of Horticulture, The Garden, Floral Magazine, Gar- denev's Chronicle, Gardener's Magazine y The Flo- rist and Pomologist, Finalmente, es individuo de las Sociedades in- glesa de Artes, anglo-americana de Horticultura de Massachusets, rusa imperial de Horticultura de San Petersburgo, francesas de Horticultura del - Norte de Francia y Hortícola Lyonesa, y de otras muchas. M. Charles de Franciosi, nacido en Arras en 1821, hábil traductor del español y del inglés, dis- tinguido crítico de arte y aplaudido autor dramá- tico, Oficial de Academia en Francia, Caballero de Santiago de Portugal, individuo de la Sociedad de 16 Geografía de Lisboa, de la hispano-portuguesa de Toulouse y de otras muchas corporaciones sabias, y Presidente de la Sociedad regional de Horticul- tura del Norte de Francia, domiciliada en Lille, en cuyo Palacio Rameau celebra sus sesiones, es un floricultor excelente y un notable rosalista á - la vez que un escritor infatigable desde hace cua- renta años, durante cuyo largo espacio de tiempo ha redactado ó colaborado en muchos periódicos, como actualmente lo hace en el ilustrado Le Far- dín, que publica en Argenteuil, cerca de París, la conocida casa de Godefroy-Lebeuf, editores tam- * bién del lujoso L*Orchidofphile, Órgano especial, según indica su título, del cultivo de las orquí- deas y de los aficionados á tan extrañas plantas. La conferencia que he añadido luego, publicada primero en el Fournal of Horticulture, es notable, como obra del conocido rosalista inglés Mr. Gli- mour, y se recomienda, sobre todo, por sus conse- jos acerca de fermentación, plantación, riegos, abo- nos y mildew, éstos quizás más aplicables de lo que generalmente se creerá al tratamiento de las vides sujetas á tan desastrosa enfermedad, y aquéllos sin duda útiles para otras muchas plantas distintas de los rosales. Si se halla alguna contradicción, más aparente que real, entre las dos obritas traducidas, la creo un bien, pues así el lector podrá elegir en- tre dos sistemas, al paso que se acostumbra, bue- na falta hace á la mayoría de los lectores, á discu- rrir sobre lo leído, sin creer como artículo de fe cuanto mira en letras de molde. La traducción, y 17 una corrección del distinguidísimo rosalista M. Sci- pión Cochet, avaloran este trabajo, el cual publicó en el Fournal des HRoses, periódico fundado hace trece años por él y M. Camilo Bernardin, y del que es hoy redactor-jefe M. Pedro Cochet, hijo del primero, y su digno colaborador en rosicultura y en periodismo técnico, Y ya que de rosalistas hablo, aun á riesgo de que este prólogo salga casi tan largo como la obra tra- ducida, voy á citar algunos otros, para que no se crea que esta chifladura, como la calificarán los hombres sensatos, es unipersonal, ó poco menos, y vean que, si me extravío, según creerán dichos infladísimos sujetos, voy en numerosa y buena compañía. Tocante á obras acerca de las rosas, además de las cuatro de William Paul, ya citadas, recuerdo, sin molestarme en rebuscar apuntes ni consultar bibliografías, las siguientes: Max Singer: Dictionnaire des roses (dos tomos con grabados). Boitard: Manuel de 'amateur des roses. Loiseleur Deslongchamps: La rose. De Chesnel: Histoire de la rose. Charles Malo: Histoire des roses. Guillemeau: Histoire naturelle de la rose, Opoix: Histoire et description de Provins. Lachaume: Le vosier. Culture et multiplication, Forney: Rosier. Semis, culture et taille (un tomo con grabados). Roses et rosiers, Histoiwe et culture, par une réu- 2 IS nion d'horticulteurs rosiéristes et d'amateurs (un tomo con muchos grabados y 48 láminas en color). Joannes Wesselhóft: Der Rosenfreund (un tomo en 8. mayor de 272 páginas). Joannes Wesselhóft: Die Kultur der Por un Tópfen (un tomo en 8.%, de 141 páginas y 15 gra- bados). , A. Oehlkers: Die Rose und ihve Behandlung, An- bau, Zucht, etc. Rudolf Geschwind: Die H yirrdaiaen and Saa lingszucht der Rosen (un tomo en 4.”, de 252 páginas y 5 láminas coloridas). Ketten: Kleimer Fihvev des Rosenziichters. Lindley: Monografía de la rosa. Monardes: De la rosa, bajo el aspecto medicinal, Quien deseare formar juicio de la importancia del rosalismo, consulte la obra de Max Singer y hallará en ella descritos unos cuantos miles de va- riedades de rosales, cifra ya bastante aumentada, pues, aunque el libro no es antiguo, cada año apa- rece cerca de un centenar de nuevas rosas; y el que quisiere ampliar los conocimientos adquiridos con ésta mi traducción, lea la obra de Wesselhoft, que trata de nuestro particular asunto. De periódicos especiales derosas, publícanse, con gran lujo de impresión, magníficos cromos, cubier- tas, etc., en Francia y Alemania, respectivamente. Fournal. des voses, fundado, dirigido y redactado por los Sres. Cochet, padre é hijo, en Grisy-Suis- nes, Seine-et-Marne, ahora en el décimotercero año de su publicación, y en el cual colaboran, cito 7 19 solamente las firmas del número primero del año presente, los Sres. Abel Belmont, pseudónimo, Labiche, Jolibois, Abel Myard, P.-Ph., Petit- - Coq, Huguier-Truelle, y otros muchos, tan cono- cidos como éstos en el mundo de las flores. Rosen Zeitung, fundado y dirigido por C. P. Strassheim, en Sachsenhausen-Frankfurt-=m-Main, con la colaboración, cito no más que las firmas del " primer número de este año, de Jean Soupert, Ju- lius Jobst, H. Drógemiúller, H. Jáger, Heinrich Stegman, Wilhelm Kólle, James M. Sprunt, Bec- ker, Otto Kónig, A. John, Dahmen, Geo. Bock y varios más, todos competentísimos en la materia. Rosen Fahrbuch, anuario de las rosas, aunque no es un papel periódico, en la ordinaria acepción de esta palabra, como se publica periódicamente to- dos los años, no le coloco entre los libros, á pesar de serlo, y sí aquí, colocación que, después de todo, importa poco. En punto á Sociedades especiales de rosalistas existen, entre otras, en Inglaterra, Bélgica, Ale- mania y Francia: National Rose Society. Cercle des rosiéristes d'Anvers. Verein Deutscher Rosenfreunde zu Hamburg. Groupe des rosomanes troyens a Troyes. Pero hay que advertir que en Alemania son nu- - merosas las Vereins der Rosenfreunde, Sociedades ») de amigos de las rosas, y es natural que así suce- da en la patria de Goethe, tan buen botánico como gran pozta. 20 En cuanto á productores-comerciantes de rosas, abreviando muchísimo más que en lo anterior, porque resultaría enorme una lista medio comple- ta de ellos, poseo yo catálogos de los siguientes, además de los ya citadas de William Paul: FRANCIA. Joseph Bonnaire, Monplaisir, cerca de Lyon. F, Dubreuil, Monplaisir, cerca de Lyon. J. M. Gonod, Monplaisir, cerca de Lyon. Pernet, Monplaisir, cerca de Lyon. Antoine Godard, Guillotiére, cerca de Lyon. J. R. Guillot, Guillotiére, cerca de Lyon. Joseph Schwartz, Guillotiére, cerca de Lyon, Alexandre Bernaix, Villeurbanne, cerca de Lyon. J. Nicolas, Lyon. Ph. Nabonnand, Golfe Juan, Alpes maritimes. J. R. Chauvry, Bordeaux. Vigneron, Olivet, cerca de Orléans. Margottin, Bourg-la-Reine, cerca de París, Charles Verdier, Ivry-sur-Seine, cerca de París, Cochet, Suisnes, Seine-et-Marne. James L. Boyson, Caen, Calvados. F. Guerrier, Caen, Calvados. Viennot, Dijon, Cóte-d'Or. LUXEMBURGO. Charles Gemen, Luxembourg. Ketten, Luxembourg. Soupert et Notting, Luxembourg. ALEMANIA. Schulteis, Steinfurth, Hessen. -.J. R. Jacobs, Weilburg, Hessen-Nassau. Altman, Ansbach. J. Diering, Ottmachau. C. Schmitt, Eltville in Rheingau. C. P. Strassheim, Frankfurt am Main. Joannes Wesselhóft, Langensalza. PRUSIA. C. Weber, Ketschdorf, N. Schlesien. Lambert und Reiter, Trier. AUSTRIA. Hans Pucher, Marburg a/D. ITALIA. Ettore Berti, Milano. Gust. Rútschi, Bordighera, Liguria. INGLATERRA. Benjamín R. Cant, Colchester. John Cranston, Hereford. Nótese la abundancia de rvosiéristes que hay en Lyon, á quien yo llamaría la Corte de las rosas, 22 como se llama á Gand, en Bélgica, la Ciudad de Flora, por el incesante culto que allí se tributa á esta mitológica diosa, y como debería calificarse á Haarlem, en Holanda, la Ciudad de los jacintos y tulipanes, y á Erfurt, en Prusia, la Flora alemana. También Luxembourg y sus rosenfreunde son me- recedores de mención especial, sin que esto quie- ra decir que todos los demás citados, y otros mu- chos más omitidos, no sean meritísimos rosalistas. Muchos más Catálogos conservo, no exclusivos de rosas; pero en los cuales estas flores están bien representadas, y entre ellos recuerdo ahora, que los tengo á mano, los siguientes: ESPAÑA. Granja del Atanor, Madrid. Jardín de la Rosa, Madrid. Quinta de la Esperanza, Madrid. J. P. Martín, Madrid. J. Sallettes, Madrid. Joaquín Aldrufeu, Barcelona. Pedro Coll, Barcelona. : Nonell, Barcelona. Antonio Piera, Barcelona. Luis Bigné, Valencia. Vicente Roca, Valencia. Salvador Sánchez, Valencia. E. Veyrat, Valencia. Francisco Vidal, Lérida. Lorenzo Racaud, Zaragoza. 23 M. y T. del Campillo, Daroca. J. J. García Peribáñez, Valladolid. Francisco de P. Sabadell, Valladolid. Carlos Seguín, Bilbao. Juan López Morales, Málaga. PORTUGAL. José Marques Loureiro, Porto. FRANCIA, Dupanloup, París. E. Forgeot, París. Vilmorin-Andrieux, París. Delahaye, París. L. Paillet, Chatenay, cerca de París. Millet, Bourg-la-Reine, cerca de París. Auseur-Sertier, Lieusaint, cerca de París. Levéque, Ivry-sur-Seine, cerca de París. Adolphe Rothberg, Gennevilliers, cerca de París. Beney, Lamaud et Musset, Lyon. J. Liabaud, Croix Rouge, cerca de Lyon. André Leroy, Angers. Louis Leroy, Angers. Vincent Lebreton, La Pyramide-Trelazé, cerca - de Angers. Omer Labat, Auch, Gers. Baptiste Lapoutge, Mirande, Gers. Villette-T'homas, Ercheu, Somme. Riviére, Amiens, Somme. 24 F, Brassac, Toulouse. Baltet freres, Troyes. J. R. A. Deleuil, Marseille. Bruant, Poitiers. Croux, Val d'Aulnay, cerca de Sceaux. C. Denaiffe, Carignan, Ardennes. Joseph César, Alais, Gard. A. Letellier, Caen, Calvados. Elie Séguenot, Bourg-Argental, Loire. Francois Caquet, Saint-Hilaire-Fontaine, Nié- vre, A. Godefroy-Lebeuf, Argenteuil, Seine-et -Oise. Nardy, Hyéres, Var. BÉLGICA. L Horticulture Internationale, Bruxelles. Frederic Burvenick, Gentbrugge (Nord)-lez- Gand. H. Schmitz, Gand. Louis Van Houtte, Gand. LUXEMBURGO. Mousel, Sandweiler-lez-Luxembourg. ALEMANIA. Friedrich Adolph Haage, Erfurt. | Haage und Schmidt, Erfurt. Paul Neidhart, Erfurt. 25 J. C. Schmidt, Erfurt. Max Deegen, Kóstritz, Thúringen. C. W. Mietzsch, Dresden, Sachsen. F. Pollmer, Groszenhain. Oscar Tiefenthal, Wandsbek, Kónigsland. AUSTRIA. Guido Rútgers, Wien. Wolfner und Weisz, Wien. Korselt, Turnau, Boehmen. Wilhelm Múhle, Temesvar, Hungría. ITALIA. ] Francesco Gagliardi, Milano. Ferrario, Milano. Ingegnol:1, Milano. Angelo Longone, Milano. Giuseppe Sada, Milano. Angelo Bevilacqua, Belgirate, Lago Maggiore. Carlo Contini, Intra, Lago Maggiore. Restelli, Olgiate Olona, provincia di Milano. Claudio Volonté, Borgo S. Giuliano, cerca de Como. Sgaravatt1, Saonara, provincia di Padova. Alessandro Ramello, Biella. ' D'Amato, Napoli. SUIZA. Froebel, Neumunster, cantón de Zúrich. 9) o INGLATERRA. William Bull, Chelsea, cerca de Londres. Thomas S. Ware, Tottenham, cerca de Lon- dres. H. Cannell, Svanley, condado de Kent. Clark, Carlisle. Ellwanger and Barry, Rochester. Austin and M' Aslan, Glasgow. De buena gana recomendaría á algunos de los nombrados, por merecerlo ó por ser mis amigos; pero como la alabanza de ellos pudiera tomarse á desprecio de los demás, omito sus dignos nombres y les ruego que me perdonen la omisión si leen es- tas páginas. Aún poseo más Catálogos (y nótese que, para formar estas listas, todas ellas, lo mismo las ante- riores que las posteriores á la siguiente, no me fío de citas, limitándome á lo que tengo), en los cua- les no se expresan las rosas; pero, como son gene- rales, es probable que las cultiven sus autores, por ejemplo: FRANCIA. G. Delaville, París. Jean Hoibian, París. Labrousse, París. Paul Tolland, París. Jj. Dupouy, La Bourdette, cerca de Lectoure, Gers. 27 Francois Fronton, Samatan, Gers. William Fourcine, Dreux. C. Benoist, Lyons-la-Fóret, Eure. Jean Francois Fougére, Saint-Priest, Isére. V. Lemoine, Nancy, Meurthe-et-Moselle. Th. Mulié, Neuville-en-Ferrain, cerca de Tour- coimg, Nord. Emile Cappe, Vesinet, Seine-et-Oise. ITALIA. Paolo Decoppet, Milano. Alessandro Morandotti, Milano. Valerio Agostino, Torino. Giulia Nappa, Napoli. PRUSIA. Robert Neumann, Erfurt. AUSTRIA. Ludwig Frúhauf, Wien. INGLATERPA. J. R. Pearson, Nottingham. Para completar en lo posible el conocimiento de lo que vamos tratando, ya que de una en otra cosa, según el conocidísimo símil de las cerezas, me en- redé en lo que no pensaba, véase la siguiente últi- 28 ma lista de cosas necesarias ó útiles para el culti- vo de las rosas: Estufas y jardines de invierno. A. Pombla, París, Francia. Eugéne Cochu, Saint-Denis, cerca de París, Francia. L. Grenthe, Pontoise, Seine-et-Oise, Francia. Guynat, Francheville, cerca de Lyon, Francia. Guillot-Pelletier, Orléans, Francia. Florimond Van Hoecke, Gand, Bélgica. Termo-sifones. Claude Drevet, Lyón, Francia. Cubiertas para estufas. Anfroy, Andilly, cerca de Montmorency, Seine- et-Oise, Francia. Muebles rústicos. Perret et Vibert, París, Francia. Hugo Klinghammer, Langensalza, Alemania. Cestas y jardineras. Muller und Kerschbaum, Ludwigsburg, Wir- temberg, Alemania. Ouincalla hortícola. Méténier, París, Francia. 29 Telas metálicas para cerramientos, J. Jubelin, París, Francia. Raymond Gariel, París, Francia. George Hock, Wien, Austria. Máquinas hidráulicas. Broquet, París, Francia. Ritter, París, Francia. N. Palou, París, Francia. Beaume, Boulogne, cerca de París, Francia. Carruajes Aa Dupont, París, Francia. Trazado de jardines. Dumont, Amiens, Francia. _Por fin, para completar, en lo posible, con la brevedad que me he propuesto observar, el cono- cimiento de la importancia que hoy tiene cuanto se relaciona con las rosas, citaré el hecho de' que el Rosen Zeitung convocó á un Plebiscito, y organizó una votación por correspondencia, para fijar cuá- les son mejores entre las rosas the blancas, ama- rillas, encarnadas, ó matizadas de rosa y blanco, ó de amarillo y rosa, etc., hasta 29 cuestiones pa- recidas, que provocaron otros tantos escrutinios de los 52 votantes que respondieron al llamamiento, entre ellos alemanes, austriacos, húngaros, luxem- burgueses, suizos, mónacos y hasta anglo-ameri- 30 canos, cuyos nombres, domicilios y profesiones constan, además de en el periódico citado, en el folleto del director del mismo, C. P. Strassheim, titulado Rosenabstimmung seitens dev Mitglieder des Vereins deutscher Rosenfreunde. En esa lista leo los nombres de mis corresponsales, hasta ahora en este prólogo no citados, pues omito cuantos ya cite: | | F. Bernardt, Lauerwitz, Alta Silesia, Prusia. Geo. Bock, Hamilton, Ohío, Estados-Unidos de Norte-América, H. Breuer, Gut Grúnthal, cerca de Aix-la-Chá- pelle, Alemania. H. Edler, Gotha, Alemania. Albert Gópfert, Speyer am Rhein, Baviera, Ale- mania. Oswald Mroch, Kóln am Rhein, Prusia. August Matz, Schónheide, cerca de Berlín, Prusia, Metzler, Sachsenhausen - Frankfurt-am -Main, Alemana. W. Naucke, Kópenick, cerca de Berlín, Prusia, H. Rabes, Niederhaslau, Sajonia, Alemania. Barón Frantz Werner, Wahring, cerca de Vie- na, Austria. Quien deseare saber más nombres de distingui- dos rosalistas, consulte la suscrición para elevar un monumento al malogrado Lacharme, publicada por el Fournal des roses, y en ellos hallará otros tan respetables como los de mis correspondientes, an- tes no citados: 31 Conde Horace de Choiseul, París, Francia. | Maxime Cornu, París, Francia. E. Glatigny, París, Francia. Julius Finger, Meidling, cerca de Viena, Aus- tria. Marqués de Fronteira, Lisboa, Portugal. Edmond Sablayrolles, Agen, Francia. Y muchos más, todos eminentes, y la mayor parte ya con otros motivos antes mencionados. Para quienes aún no estén satisfechos, descon- tentadizos serán de veras, mencionaré á mis cono- cidos: FRANCIA. Ernest Bergman Ferriéres-en-Brie, Seine-et- Marne. Joannes Brun, Monplaisir, cerca de Lyon. J. B. Champion, Tournus, Saóne-et-Loire. Gosse-Bourrée, Chateau-Thierry, Aisne. A. Huguier, Troyes. E. Roussel, Montpellier. Jean Sisley, Monplaisir, cerca de Lyon. P. Tabard, Vimoutiers, Orne. BÉLGICA. B. Lenaerts, Anvers. AUSTRIA. Oscar Voigtlander, Eisgrub, Máhren. 32 ITALIA. Angelo Becalli, Villa Ada, Ghiffa, Lago Mag- gIore. Felice Franceschini, Casnate di Como. INGLATERRA. Girdlestone, Soningdale Berks. No se piense que los aficionados á rosas somos los únicos que limitamos á una sola planta nues- tras modestas aspiraciones de floricultores, pues otras tienen también sus especiales devotos, como se verá claro recorriendo la siguiente lista de pro- ductores exclusivos, Ó poco menos, de éstos ó los otros vegetales, y claro está que, cuando se de- dican inteligencia, trabajo y capital á producir- los en grande, es porque se cuenta con consumi- dores, pues el industrial y el corperciante son los verdaderos economistas, y, por lo general, no se equivocan tanto como otros. Cebollas, bulbos y tubérculos pava flores. C. H. Krelage, Haarlem, Holanda. Van Velsen, Haarlem, Holanda. J. de Groot, Noordvijk-Binnen, cerca de Haar- lem, Holanda. Hillebrand é Bredemeier, Pallanza, Lago Mag- giore, Italia. 33 Crisantemos. Prosper Degressy, Chalon-sur-Saone, Saone- et-Lorre, Francia. : Orquídeas. Seeger und Tropp, Berlín, Prusia. Marqués d'Ayley, París, Francia. Claveles. Laurent Carle, Monplaisir, cerca de Francia. Violetas. C. Rossati, Udine, Italia. Canmas. Crozy, Lyon, Francia. Acactas. F, Caquet, Fontaine, Francia. Chofpos. C. Fouquet, Sinceny, Aisne, Francia. Vides americanas. Paul Estéve, Montpellier, Francia, Lyon, Albert Gourdin, Saint-Hippolyte - du - Fort, Gard, Francia. Pierre Cappeau, Rogquemaure, Gard, Francia. Eugene Fabre, Aimargues, Gard, Francia. ) J 34 Frutales. Louis Cusin, Lyon, Francia. Fougére, Saint-Priest, Francia, En varias partes se han celebrado exposiciones especiales de orquídeas ó de jacintos, de claveles ó, sobre todo, de crisantemos, la planta hoy de moda entre los floricultores, y hasta se festejó en Roubaix el centenario de la introducción del cri- santemo en Europa con una magnífica Fiesta de flo- yes tenida en casa del Secretario de la Sociedad flo- ral, M. Anatole Cordomnier, rico fabricante en aquella industriosa ciudad flamenca. Cuatro palabras he de añadir acerca de ésta mi traducción española, muchas veces, á sabiendas, medio castellana y medio gala, para no sacrificar el fondo á la forma, para no oscurecer la claridad “del concepto con la retórica del lenguaje, y para no malear con la propia pretenciosa ignorancia la ciencia ajena. Si las traducciones, según Cervan- tes, son tapices al revés, conózcase á lo menos por el envés la haz, sin pretender pegar un mal cromo á la espalda de un buen cuadro. Extrañarán acaso que no haya traducido los nombres de las rosas, siendo tan fácil hacerlo con los de casi todas; pero no lo hice: primero, porque en francés ó en inglés, en italiano ó en alemán, se insertan en los catálogos de los vendedores y en los de los jardines, respetando, por lo común, ca- da cual los nombres de extraño idioma, aunque fre- 35 cuentemente estropeándolos; y así el francés dice Hermosa y Queen of Waltham, y el inglés Gloire de Dijon y Etoile de Lyon; y segundo, porque acuér- dome de haber leído cuando muchacho cierta no- vela derramada, ó vertida, de francés en casi caste- llano, en la cual, traducidos los nombres propios, había además de culos de lámpara, fusiles de caza y otros ordinarios excesos, un M. Gros ó Sr. Gor- do, M. Leveque, el Sr. Obispo, el pobre Maré- chal Mortier, reducido á la triste condición de Mariscal Almirez, y el gran La Bruyere á la de Sr. Matorral. Pero donde la retozona, no la cáustica crítica, si crítica merece mi pobre trabajo, tiene ancho - campo para solazarse, es en la traducción de los colores de las rosas, trasladados al pie de la letra casi siempre, pocas veces interpretados, en cuyas traslaciones, ya jugando del vocablo ó bien tor- ciendo el sentido, puede quien quiera, yo lo haría sin esfuerzo, ponerme como ropa de pascua, chu- pa de dómine ó cual digan dueñas. Vengan, pues, Zoilos, ya que no merezca Aristarcos; aprovechen la mina que yo mismo les señalo, y muerdan, aun- que no digieran... Ó porque no digieren, Maceta, sí, señores, maceta es y se llama, pésia algún purista, el receptáculo, según diría él, vaso, cacharro, ó como quieran que se diga, destinado á cultivar plantas, pues tiesto es anfibológica pala- bra, aunque más usada en la capital, lugar, como todas las capitales, donde, por causas conocidísi- mas, se habla peor el maltrecho idioma, 30 Drenaje, foración, the, qué sé yo cuántas pala- bras más me van á reprobar los puristas, esos que, como el P. Juan de Mariana, se tiñen, siendo mozos, las barbas de blanco para parecer viejos; pero yo, ingobernable como buen español, contu- maz y relapso, no me curo de llamas ni diablos, pues ni las unas me queman ni los otros me lle- van. La sintaxis ¡oh! dirán, dando una gran voz, esa sí que es mala, porque va llana y humilde, sin _retorcidos, transposiciones, tropos ni jaribeques. Bueno; pero ¿se me entiende? ¿Enseño á cultivar los rosales en macetas? Pues eso, como dicen los matemáticos, es lo que me proponía demostrar, guod erat demonstrandum, more scholastico, que tam- bién por acá sabemos un tantico de latín. Y vamos al fondo, que es lo importante, dejada ya la forma, hoy poco menos que cosa de nonada y fruslería; hablo de la culta y arcáica castellani- parla, facilísima de aprender, pues casi se limita á exagerar el hipérbaton y á intercalar, no siem- pre á su tiempo ni con propiedad, bizarro, no en gálico, sino en hispano sentido, liberal, en su anti- gua acepción de dadivoso, for todo extremo (pón- ganse muchas x en lugar de s, siempre que pue- dan encajarse, aunque sea á mazo), en puridad, y no en su primitiva y verdadera significación de en secreto, sino en la moderna corrompida de en resu- men, devoto, por aficionado, apercibir y apercibirse, por preparar y prepararse, aunque ya no se usa este _—significado, ni nadie, en el uso corriente, único, verdadero, legítimo é inapelable juez del lenguaje, 7 lo entiende así, distíngase bien resumir, hacer re- sumen, de reasumir, tomar sobre sí una responsa- bilidad, aunque ahora son sinónimos, y en lugar del segundo, más latinamente, se dice asumir, y Quien quisiere ser culto en solo un día lo será, con poca labor, pues así debe decirse, y no trabajo m1 estudio. Es claro que escrito el libro en la nebulosa Al- bión, y traducido el opúsculo en el lluvioso y frío norte de Galia, habrá que tener en cuenta, la ma- yor parte de las veces, la diferente climatología de nuestra España; y así aconsejo á los principiantes que lo hagan, si algún principiante quiere guiarse por esta norma, escrita, más que para ellos, para quienes saben de fisiología vegetal, pura y aplica- da. El comienzo y fin de las estaciones y sus ac- cidentes atmosféricos, con sus naturales conse- cuencias de pausa ó aceleramiento de la vegeta- ción, principalmente aplicables al transplante y á la poda; las exposiciones, en particular las norte y sur; los abrigos laterales, una pared, un va- llado; los resguardos cenitales, cobertizos y um- bráculos; los cerramientos totales ó estufas; la ca- lefacción, el aireamiento, las tierras, los abonos, el sombreo, todo puede, casi siempre, y debe, la mayor parte de las veces, ser modificado, aunque con suma prudencia, y sin faltar á las sabias re- glas generales expuestas en este excelente folleto, no exento de lunares, como obra humana, pero de lo mejor y, sobre todo, más práctico que conozco. 38 Un ejemplo. Cuando tanto recomienda un in- glés, un habitante de aquel verde país, en el cual tan avaro se muestra el sol de sus rayos, que se sombreen los rosales durante su florescencia, es evidente que en nuestra Península, por lo general más limpia de nubes y nieblas, y en donde el sol calienta más, han de adoptarse precauciones ma- yores para que el exceso de luz directa no deco- lore las rosas. Por olvidarlo se me convirtió la muy amarilla Maréchal Niel en casi blanca, peli- gro fácil de evitar con impedir que los rayos sola- res hieran directamente á las flores. Al contrario, quien quiera obtener rosas de color diferente que el natural, con facilidad puede conseguirlo, deján- dolas al sol para que aclaren. Respecto á la poda, toda recomendación es de- ficiente y poca toda precaución; pero entiéndase bien, que es indispensable podar, si se quiere que los arbustos florezcan y que las flores no degene- ren. Antes de ponerse á podar, estudie la poda el aficionado, en los libros algo y en el jardín mucho, pues, como dice el Conde de Gasparín en su exce- lentísimo Curso de agricultura, la práctica sin la teoría, y los rutinarios, son malísimos; pero es peor la teoría sin la práctica, y los agricultores de ga- binete una verdadera peste. Todo lo contrario de éstos y de los primeros son Guillermo Paul y Carlos de Franciosi, ambos teórico-prácticos en justa medida y sumo grado, como lo prueba la obra que comienza á la vuelta de esta hoja. 39 Advierto, para concluir, que recibiré con ver- dadera gratitud cuantas noticias, datos, catálogos, anuncios, folletos, libros, periódicos, todo, en fin, lo que directa ó indirectamente se refiera á rosas, rosales, etc., dirigido, gratis y franco, á mi nom- bre, plaza de Santa Bárbara, 5, Madrid. P.S. Parece que en 1882 se descubrió en la India, provincia de Manipur, 5 grados al norte del reino de Burma, un nuevo rosal sarmentoso, cuyos tallos pueden alcanzar la longitud de 30 ó 40 pies ingleses, cuyas hojas son magníficas, y sobre to- do, cuyas flores, de un blanco brillante, sobre- pujan á la enorme Her Majesty, pues miden 12 centímetros de diámetro, siendo los foliolos pro- porcionados á la corola. Nadie, que yo sepa, te- nía conocimiento en Europa de tal hallazgo, hasta que últimamente, en Julio del año anterior, le pu- blicó M. Crépin en el Bulletin de la Société royale de botanmique de Belgique, según los datos comunicados por el general inglés Collet (los generales ingleses se ocupan poco de política, y mucho de cosas úti- les, en sus ratos de vagar), quien halló el mismo ro- sal en las montañas del alto Burma, á una altitud de 4 á 5.000 pies ingleses. Yo tuve la primera no- ticia de la Rosa gigantea, así se llama ésta, por mi amigo Herr Julius Finger, de Viena (Austria), pu- blicándola aquí para que los floricultores españoles vean de proporcionársela más tarde, pues hoy es poco menos que imposible, y la cultiven pura ó la hibriden con la Rosa índica, 14 4 Ñl EI Ps] J ha! OBSERVACIONES SOBRE EL CULTIVO DE LOS ROSALES EN MACETAS ESCRITAS EN INGLÉS POR Mr. GUILLERMO PAUL Y TRADUCIDAS AL FRANCÉS POR Wo CARLOS-DE-FRANCITOSI CCEDIENDO á las peticiones de varios afi- cionados, y con la autorización del autor, M. William Paul, el célebre rosalista inglés, hemos tratado de exponer sucintamente su méto- do de cultivar los rosales en macetas, cuyo mag- nífico desarrollo admira á cuantos los ven en la época de su florecimiento, aunque esta época haya sido adelantada ó retrasada, según el deseo del afi- cionado óÓ la fecha de la exposición. El traductor sometió su trabajo al autor, y éste le contestó en carta que termina así: «Creo poder felicitaros por vuestra fiel y elegante traducción, y espero que el libro será bien recibido por vuestros lectores. » La idea de cultivar los rosales en macetas para las Exposiciones pertenece á la Sociedad de Hor- ticultura de Londres, que fué la primera en ofrecer recompensas para las más hermosas muestras; pro- posición que ofreció dificultades en un principio, pues los habituales expositores no estaban prepa- rados y dudaban si obtendrían buen éxito con tal método de cultivo. Sin embargo, es indudable que, más que los pelargonios ó las fuchsias, las rosas 44 deben presentarse sobre sus tallos, porque las ro- sas cortadas, primero transportadas y luego ex- puestas al calor de una tienda ó de una sala de Ex- posición, no pueden dar sino imperfectísima idea de una flor cuyo mérito principal consiste en su frescura. La rosa no cede á ninguna otra planta en belle- za, en variedad, en cualidades agradables: su largo período de floración, la facilidad de su cultivo en distintos terrenos, la multiplicidad de formas que se pueden dar al arbusto, son cualidades interesan- tísimas. El rosal cultivado en maceta cambia de sitio, según las necesidades del decorado, cuando está florido, y, merced á este sistema de cultivo, se puede tener rosas todo el año. Para conseguir esto, es menester dividir los rosales en tres catego- rías: la primera, de los cultivados al aire libre ó en un cobertizo, que florecerán desde Mayo hasta Noviembre; la segunda, de los retardados, los cua- les florecerán de Noviembre á Febrero, y la terce- ra, de los forzados, que florecerán de Febrero á Junio: volveremos á tratar de este asunto. Los rosales cultivados en macetas tienen otras ventajas que no concurren en los plantados en la tierra, pues las variedades delicadas pueden ser con más facilidad preservadas de los fríos y de las grandes lluvias, por medio de cobertizos ó de es- tufas; y no hay que asombrarse de ver que se con- servan mejor al abrigo que expuestos á las varia- ciones é inclemencias de la temperatura exterior. 45 Las clases robustas, fuera de algunas admitidas para variar más los colores, no necesitan de la pro- tección de los vidrios, y basta con enterrar las ma- cetas en un sitio bien aireado y al mismo tiempo un poco umbroso. Los rosales catalogados como de mediana fuerza no son, de ordinario, los mejores; al revés: los ro- salistas tienen casi siempre pies de gran altura, los cuales, aunque de mayor precio, son realmente los más baratos, sobre todo para los aficionados sin experiencia Ó para los que desean un goce más pronto ó más completo. La cantidad destinada á la adquisición de rosales estará mejor empleada en unos cuantos. buenos ejemplares qué en muchos pequeños. Nótase que ni las rosas de China ni las rosas the prosperan en los alrededores de Londres ni en el Norte de Inglaterra si se las cultiva en la tierra, y, sin embargo, es muy de notar que ninguna co- lección, por pequeña que sea, puede estar comple- ta sin algunas variedades de estas rosas; y si su cultivo ha sido abandonado en ciertas localidades, solamente procede esto del disgusto y del cansan- cio producidos por su constante pérdida. Induda- blemente, algunas veces, este deterioro proviene de una atmósfera impura; pero tengo la convicción de que un atento examen del suelo y de la expo- sición daría la clave del enigma. La facilidad con que se pueden prevenir estas desventajas cuando se cultivan los rosales en ma- cetas, me inclina á recomendar la práctica de este 46 sistema á los aficionados que no han obtenido buen éxito hasta ahora, y estoy persuadido de que le obtendrán, sobre todo si usan cobertizos. Éstos, salvo para forzar, son acaso tan buenos como las estufas; pero, póngaseles donde se les ponga, los rosales piden la aproximación á las vidrieras y li- bre circulación del aire, para gozar del beneficio de los rocíos y de las brisas templadas, no sir- viendo la cubierta más que para protegerlos con- tra las noches frías y los vientos helados, ó contra el sol, por medio de zarzos ó telas extendidas. Los rosales son de pie ó ingertos: unos y otros pueden vegetar muy bien en macetas; pero deter- minadas variedades prosperan mejor unas de pie y otras ingertas. Es bueno, al elegir, asegurarse del modo con que producen la mejor floración. Hemos dicho que debemos cultivar una parte de las plantas para que florezcan en su estación natural, de Mayo á Noviembre; otra, forzada, flo- recerá de Febrero á Junio, y la tercera, retarda- da, dará sus flores en el resto del año, para mos- trar sus brillantes matices y esparcir su dulce per- fume durante los tristes meses del invierno. Ocupémonos primeramente de obtener la flore- cencia en su estación natural. Octubre, después de una lluvia, es el mes más favorable para arrancar de la tierra los rosales in- gertos, entre los cuales deben ser preferidos los que han crecido con moderación, y cuya madera está bien agostada. Las macetas deben tener de 15 á 25 centímetros de diámetro, según la fuerza de las 47 plantas, y han de ser cuidadosamente drenadas. La tierra debe quedar muy apretada en las mace- tas, y ha de ser regada abundantemente con una regadera de agujeros pequeños para que se una la tierra á las raíces. Los de pie pueden ser transplantados en cual- quiera época, si han sido criados en macetas ó le- brillos. Un rosal plantado en la primavera en una maceta de 10 centímetros de diámetro, podrá pa- sar al otoño á otra de 15 centímetros. Como el ob- jeto es obtener plantas vigororas, es necesario no dejar que florezcan el primer año, y además, du- rante la época del brote, esforzarse para conse- guir que los rosales produzcan pocas ramas, pero —vigorosas, en lugar de muchas débiles: para con- seguir lo cual es menester destruir algunos boto- nes, teniendo siempre fija la vista en la mejor for- mación de la planta. Con tal objeto, las ramas de- ben ser dirigidas, atándolas una Ó dos veces du- rante su crecimiento, y, haciéndolo así, probable- mente encontraremos en la primavera siguiente á las plantas preparadas para vegetar y florecer vi- gorosamente en una maceta de 22 centímetros. Al ponerlas en las macetas se quitará á los ro- sales ingertos los chupones y las ramas tiernas, y las que se alejan deberán ser podadas dejando al- gunas yemas. Si las ramas son demasiado numero- sas, es menester cortar enteramente varias: de tres á siete ramas bastan en la mayor parte de los casos para que la plantita crezca bien. Es excelente cosa aclarar durante el verano, inmediatamente después 3% del florecimiento, conservando las ramas mejor agostadas y las más propias para la buena forma de la planta. Las ramas permanentes deberán ser podadas en Noviembre ó en Marzo, y algunas en ambas épocas: las primeras para que florezcan tem- prano, y las segundas para que lo hagan tarde. La tierra que da el mejor resultado en Inglaterra para los rosales se compone de dos quintos de tie- rra gruesa y pegajosa, donde haya habido césped, desmenuzada, pero no tamizada; otros dos quin- tos de abono (barreduras de las calles recogidas durante una estación, ó restos de camas calientes de estufas, no muy fermentadas), y un quinto de arena. Este compuesto se amontona en otoño; se le remueve dos ó tres veces durante el invierno, y se le polvorea ligeramente con cal recién apagada para matar los gusanos y los pulgones. Esto es lo que se usa para la generalidad; para los rosales de raíces delicadas, como los de the y los de China, se puede añadir una parte de mantillo de hojas ó de turba. En seguida de puestas en las macetas se meterá á las plantas bajo el cobertizo, donde se las dejará por espacio de ocho ó diez días, regadas y á la sombra, para que formen pronto sus nuevas raíces fibrosas y sufran poco con el transplante. Conviene que todas las variedades delicadas pasen el invier- no en un cobertizo, ó junto á un muro al Norte, con un techo de yerbas largas, de ramas de árboles con sus hojas ó de cualquiera otra cosa que fácil-- mente se puede inventar, con objeto de preservar 49 las raíces de las heladas y de las lluvias, pues está probado que las lluvias de otoño perjudican á los rosales tanto cuanto las heladas de invierno. Du- rante el templado invierno de 1842 á 1843 pere- cieron muchos rosales por habérseles podrido las raíces á consecuencia de las excesivas aguas del otoño, pues cuando las plantas están relativamen- te dormidas no necesitan mucho riego. Las variedades delicadas quedarán, pues, pro- tegidas durante el invierno, y las vigorosas podrán ser expuestas al aire libre al cabo de un mes de su _ transplante á las macetas. A mediados de Noviembre se podará para que haya rosas tempranas; y como los rosales habrán ya sido aclarados, no hay que hacer más que acor- tar los vástagos que se conservaron. Es difícil dar reglas fijas para la poda, de la cual depende, no solamente la forma del arbusto, sino también en gran parte la perfección de las flores. Para podar los rosales con certeza de buen éxito es necesario conocer el carácter de la variedad que se poda, porque rosales de un mismo grupo reclaman podas diferentes. El mejor consejo que puede darse es que se estudie la manera de brotar de cada va- riedad. Entre las híbridas de China, dos rosales anti- guos y siempre favoritos, Charles Lawson y Chené- dollé, dos variedades vigorosas, con frecuencia no florecen;+mal resultado que generalmente proviene del sistema seguido en su poda, porque estos ro- sales y otros de vegetación idéntica deben acla- 4 50 rarse mucho y podar largas las ramas reservadas para que produzcan flores. Otros rosales del mismo grupo, que brotan con mayor debilidad, deben ser podados cortos, por ejemplo, el Comiesse Lacépede, rosa magnífica y conocidísima. Las variedades de crecimiento intermedio deben ser podadas á pro- porción de su fuerza. Los grupos de rosales de Provins y las musgosas serán podados más cortos que las híbridas de China. En cuanto á los rosales de otoño no hay que preocuparse de la poda, por- que ellos florecerán más ó menos pronto. Los rosales de China y los thes de pie deben ser podados cortos, para obligarles á que echen vás- tagos nacidos debajo de la tierra, los cuales serán más fuertes que los que nazcan encima de la tierra, y para que florezcan mejor en verano y en otoño. No hay que olvidar nunca que los rosales en macetas deben ser podados más cortos que los puestos en el suelo. Una vez podé cortos, de dos . á cuatro yemas, los rosales de musgo y Provins puestos en macetas el otoño anterior, cuyas plan- tas, después de las dos podas, la de aclarar y la de acortar, aparecían á primera vista desnudas, y parecía que había habido exceso de poda. Pero considerando que cada una de las ramas conserva- das produciría dos, tres ó cuatro ramas nuevas, y que los rosales no estaban en la tierra, sino en ma- cetas, era evidente que no había por qué inquie- tarse: el nuevo desarrollo y la plena florecencia subsiguientes me dieron la razón. Cuando se trata de variedades vigorosas de híbridas de la China ó 51 de híbridas perpetuas, no dejo más de seis yemas en cada rama; y aunque se trata de plantas jóve- nes y, por consiguiente, pequeñas, la floración no deja nada que desear, así por el volumen como por la abundancia de las rosas. Á fines de Marzo, si no se puede disponer de un cobertizo ó de una estuía, las variedades más de- licadas deben ser enterradas, con sus macetas, en paraje abrigado. Los rosales que no hubieren sido podados, porque se les conserva para la floración del invierno, deben serlo. Los rosales que que- den en un cobertizo durante la primavera, flore- cerán más temprano, las flores serán más perfec- tas y las hojas nada dejarán que desear, Las macetas deben ser colocadas sobre piedras ó encima de otras macetas puestas boca abajo para obtener un drenaje seguro, impedir á las raí- ces que pasen por el fondo para arraigarse en el suelo y evitar que entren gusanos, Deben colocarse las macetas de modo que no se toquen las plantas cuando adquieran todo el des- arrollo; y en cuanto se termine la colocación, será útil que se cubra la superficie con una ligera ca- pa de estiércol podrido de cama caliente. Algunos aficionados llenan los intervalos entre las macetas, casi hasta los bordes, con aserrín Ó con ceniza, costumbre muy buena para la estación de las llu- vias, y que aprobamos, porque no nos parece bien dejar enteramente expuesto al aire el exterior de las macetas. El riego debe ser abundante mientras duran la 52 vegetación y la florecencia, y el agua que contenga guano es un excelente abono para los rosales en macetas, si se usa con precaución, esto es, si se ponen solos 12 gramos de guano para cada litro de agua; y si por la naturaleza de la tierra ó por el estado de la temperatura hay que dar muchos rie- gos á los rosales, la mayor parte han de ser con agua pura. Desde que comienza la vegetación, y sin can- sarse jamás, deben examinarse cuidadosamente los rosales para destruir los insectos y las orugas que van de rama en rama comiéndose los brotes conforme aparecen y destruyendo toda esperanza de florecencia. Algunos de estos hambrones son tan delgados que parecen un hilo, y no se nota su presencia sino por sus estragos. Un cortaplumas bien afilado Ó una aguja gruesa son los mejores instrumentos para destruirlos. Los insectos alados y los mosquitos verdes son una verdadera peste, para librarse de la cual es necesario meter por al- gún tiempo á las plantas en la estufa, rodearlas con una especie de envoltorio de tela humedecida Ó aceitada y sahumarlas con tabaco quemado. Cuando comienzan á aparecer las ramas, si dos Ó tres están muy próximas, deben suprimirse las más débiles ó mal dirigidas. Las ramas que toman el carácter de golosas, y no el de floríferas, deben ser despuntadas, y hasta suprimidas, si no son ab- solutamente necesarias para la formación de la planta, porque se apropian la savia que debería alimentar las ramas productoras de flores, fuera de 53 que estropean la forma del rosal. Toda rama florí- fera que toma una mala dirección debe ser despun- tada, con la seguridad de que se aumentará el desarrollo de las flores centrales con el despunte oportuno de las ramillas floríferas cercanas. Inmediatamente después de la poda deben su- jetarse las ramas en la posición más horizontal po- sibla, sin violentarlas, teniéndolas así hasta que los brotes tengan media pulgada de largos, en cu- yo tiempo se les deja libres. Por este medio ten- -dremos en un solo año una planta regular, pero no perfecta, pues aún le falta otro año de hacer lo mismo, pasado el cual el rosal en pirámide tendrá una figura natural y graciosa; sus ramas, sus hojas y sus flores dejarán ver todos sus encantos, y per- mitirán el libre acceso á las benignas influencias del sol y del aire. En los rosales ingertos se deben destruir sin pie- dad todos los chupones ó mamones, y cuidar de tener siempre la superficie de la tierra muy abier- ta y penetrable al arre. Á medida que los rosales crecen y echan flores, es necesario poner tutores á las ramas tiernas, ex- cepto en las variedades fuertes que sostienen con gracia sus rosas y nada ganan con que se contraríe su modo de brotar; pero cuando las flores no lu- cen bastante Ó se mezclan las ramas, los rosales ganarán mucho, tanto en realidad cuanto en apa- riencia, dirigiendo las ramas inferiores hacia los bordes de la maceta, en los cuales se colocará un apoyo de alambre sujeto arriba á un aro de hie- » 54 rro, el cual se apoyará en un tutor central, donde se atarán graciosamente las ramas superiores, obte- niendo con tal procedimiento una forma agradable. Si el rosal es grande 'se emplearán varios aros, á los cuales se atarán las ramas con algo de inclina- ción. Este método, que yo llamaría circular, es el más natural; pero si se trata de producir un efecto especial, para una exposición por ejemplo, en la cual las rosas no pueden ser vistas más que por un lado, se dirigirán las ramas á una parte solamente; figura llamada de una cara, y que sería perfecta sl se pudiera ocultar la espalda del ejemplar, limi- tándose á medios rosales, por decirlo así, en lu- gar de rosales completos. Nuestra figura favorita es la pirámide. | Sin embargo, existen variedades enanas á las cuales no conviene la forma piramidal, y que hay que cultivar en la de bola, podando de dos á cuatro yemas para que la planta conserve buena figura y se desarrollen las ramas floríferas. Y como éstas sólo tienen algunas pulgadas de longitud y las yemas se encuentran muy juntas unas á otras, dicha poda hará que el rosal permanezca bajo y achaparrado. Cuando las rosas comienzan á abrir es menester tenerlas á la sombra en el centro del día, y toda- vía mejor si se dispone de un cobertizo con un la- do al Norte, donde las flores tengan mucha luz desde antes que abran. Por este medio la planta permanece florida más tiempo, las flores ganan en tamaño y su brillo dura más. El transplante puede hacerse en cualquier esta- 55 ción, cuando las raíces llenen la maceta. Duran- te el estío deben ser examinados uno por uno to- dos los rosales, y puestos en macetas más grandes los que vegeten más vigorosamente. En cuanto al transplante general, todos los rosales deben ser transplantados una vez cada año, siendo Setiem- bre quizás la época más adecuada para hacerlo. Se les separará una gran porción de la tierra antigua; se les quitarán los chupones y los gusanos, y se les pondrá en macetas de iguales ó mayores di- mensiones, según su fuerza. He aquí ahora algo para guiar al aficionado en la elección de cierto número de variedades que parecen las más propias para ser cultivadas en macetas. No son reglas absolutas, tarea difícil, s1- no impracticable, pues en las flores decide el gus- to de cada persona, y es probable que dos aficio- nados de igual experiencia difieran en sus eleccio- nes respectivas. "Al hacer estas indicaciones entre la innumerable suma de variedades que he visto, tengo presentes las siguientes cualidades: Elegancia de la variedad para el arbusto y para la flor. Contraste de los colores. Florecencia abundante. Duración de la florecencia. Perfume. Indudablemente pocas variedades reunen todas estas cualidades; pero las hay que poseen varias y más que otras. 56 Una rosa, por bella que sea, necesita un rosal de buena forma, sobre todo cuando se trata del cul- tivo en macetas. Las Borbones perpetuas son el tipo de esta buena figura; pero no pueden rivali- zar con las híbridas perpetuas en riqueza de colo- rido y en esplendor. Las híbridas Borbones y las thes ocupan el primer lugar para el cultivo en ma- cetas. Como en una colección es esencial el contraste de los colores, será preciso admitir la que no tiene otro mérito que llenar este fin. Nótese que las variedades más floríferas no son siempre las que producen fiores más llenas. La mejor recomendación para ser elegida es la de que dé la apariencia más rica en grupo, en masa. La duración de la florecencia no consiste tanto en la larga sucesión de las flores, cuanto en el tiempo durante el cual las rosas se conservan per- fectas. La Princesse Beatrix, híbrida perpetua, por ejemplo, rosa bien vestida, se conserva en buen estado muchos días, mientras que otras se desho- jan poco después de abrir. El perfume es una cualidad que no há menester elogios. ; Las clases de rosales preferibles para cultivar- los en macetas, son: De musgo. De Provins. Híbridas perpetuas. Híbridas de China y de Borbón. Noisettes. De Borbón. De China. Thes. Los Boursault, Ayrshire y AS son encantadores para trepar, pero no para ir á las ex- posiciones. Estas especies de rosales deben ser de pie invariablemente; son tan magníficos cuando se les cultiva en el suelo, que con frecuencia lle- gan á alcanzar ocho y diez metros de largos, y se cubren de inmersos ramilletes de flores semi-do- bles, de corta duración, pero no pueden ser culti- vados en macetas. Las de musgo, que generalmente se cree que son una variación accidental de las de Provins, son por lo común las favoritas: necesitan una tierra rica, y son mejores de pie ó ingertos bajos. Pocas de ellas son propias para el cultivo en macetas; pero estas pocas hacen que una colección resulte muy distinguida, y por eso no se les puede elimi- nar ni reemplazar. He aquí sus nombres: Barón de Wassenaer, roja. Capitaine Ingram, púrpura oscuro. Commune, rosa pálido. Comtesse Marinais, blanca. Cristata, rosa. Gloire des mousseuses, rosa encarnado. Laneh, rosa oscuro, Little Gem, carmesí, pequeña, muy musgosa, de una florecencia abundante; una deliciosa mi- 58 niatura, que puede verse en la Rose annual (núme- ro 48 de la Biblioteca) de M. William Paul en cuyos jardines nació. Purpurea rubra, púrpura. Las de Provins son una excelente clase de rosa- les para el cultivo en macetas, y no hay que des- deñar la antigua y grande rosa. Todas las Provins producen flores de hermosas dimensiones, gran- des, bien formadas, de forma globulosa y perfu- madas, ¡tan perfumadas! Son las mejores: De Provins ordinaria ó Rosa-col, rosa. Blanca de Provins, blanca pura. Las híbridas perpetuas han conseguido todos los aplausos, y los merecen, por sus bellas hojas y por la variedad y elegancia de sus flores. Una rá- pida sucesión de novedades ha aumentado y me- jorado esta clase de un modo sorprendente, sobre todo en estos últimos años. En sus primeros tiem- pos estas rosas eran demasiado uniformes de co- lor, púrpura carmesí; pero después se ha corregl- do esto, y las híbridas perpetuas nada tienen que envidiar bajo este aspecto á las demás clases. Mu- chas variedades forman excelentes pirámides, la forma que más les conviene; su florecencia es abundante y perfecta en verano y hasta en otoño; son preciosas para forzar, vigorosas y perfumadas. ' Entre ellas: Abel Carriére, castaña aterciopelado. Abel Grand, rosa plateado. Alfred Colomb, rojo fuego. Alfred K. Williams, rojo carmín. 59 Anna Alexieff, rosa amarillento. : Antoine Ducher, rojo vivo. Auguste Rigotard, rojo cereza. Barón Adolphe de Rothschild, rojo fuego vivo. Barón de Bonstetten, rojo carmesí. Baronne de Rothschild, rosa claro, matizado de blanco. Beauty of Whaltam, cereza acarminado. Bessie Johnson, rosa cárneo. Black Prince, escarlata. Boule de Neige, blanco puro. Camille Bernardin, rojo vivo. Captain Christy, rosa claro. Coeur de Lion, rosa. Comtesse de Chabrillant, rosa tierno. Comtesse de Serenye, globulosa, de color de carne, teñido de rosa. Crown Prince, púrpura claro, lavado de carmín. Comtesse d'Oxford, rojo carmesí vivo. Devienne-Lamy, hermoso rojo acarminado. Diana, rojo oscuro, en forma de copa. -. Docteur Andry, rojo oscuro, Docteur Lindley, rojo carmín, con el centro negro. Duchesse de Vallombrosa, carne. Duchesse de Dedfort, escarlata. Duchesse d'Edimbourg, rosa tierno, matizado de plata. Duc d'Edimbourg, rojo carmesí vivo. Dupuy-Jamain, cereza vivo. Edouard Morren, rosa acarminado tierno. DO Elie Morel, rosa liláceo blanco. Elisabeth Vigneron, hermoso rosa fresco, muy recomendable. ' Etienne Levet, rojo carmín. Ferdinand de Lesseps, rojo pS matizado de violeta. Fisher Holmes, rojo escarlata, matizado de car- mín. Francois Michelon, rosa oscuro plateado. Gabriel Fournier, rosa claro. Général Jacquemino:, rojo deslumbrador. Horace Vernet, rojo.púrpura aterciopelado, Jean Goujon, rojo claro. Jean Liabaud, carmín aterciopelado, matizado de negro. Jean Rosenkrants, rojo coral. John Hopper, rosa con el centro carmín, envés de los pétalos púrpura liláceo. Jules Chrétien, rojo, matizado de púrpura. Jules Margottin, rosa acarminado, imbricado, soberbia. Lady Suffield, púrpura carmesí, forma perfecta. Loelia, rosa. La France, rosa melocotón, centro más oscuro, una de las mejores rosas. Lord Macaulay, rica escarlata carmín, alguna vez carmín castaña, de primer orden. Louise Darzens, blanco puro. Louis Van Houtte, rojo vivo, matizado de ama- ranto y carmín oscuro. Mabel Morrison, blanca. 61 Madame Alfred de Rougemont, blanco puro, planta excepcional. Madame Charles Wood, rojo vinoso. Madame Clémence Joigneaux, rojo matizado de lila. Madame Creyton, carmín brillante. Madame de Montchaveau, rosa pálido satinado. Madame George Schwartz, rosa hortensia. Madame Lacharme, blanco sombreado de rosa. Madame Víctor Verdier, rosa cereza brillante, en forma de copa. Mademoiselle Eugénie Verdier, rosa cárneo vi- vo, con reflejos plateados. Mademoiselle Marie Rady, rojo vivo. Mademoiselle Thérese Levet, rosa lustrosa, acarminada en el centro, soberbia. Magna Charta, rosa vivo, lavado de carmín. Maréchal Vaillant, rojo púrpura. Marguerite de Saint-Amande, carne. Marie Beaumann, carmín oscuro. Marquise de Castillane, rosa vivo. Marquise de Mortemart, blanco matizado de carne. Monsieur Noman, rosa tierno. Paul Neyron, rosa oscuro. Peach Blossom, color de melocotón. Pierre Notting, rojo negro, matizado de violeta, Pride of Waltham, carne, sombreado de rosa. Prince Camille de Rohan, carmesí castaña, som- breado de rojo sangre. ; Princess Beatrica, rosa tierno. 62 Princess Christian, rosa melocotón, y algunas veces asalmonada. Princess of Wales, globulosa, hermosa flor, de un aspecto especial. Queen of Waltham, rosa cereza. Red Dragon, carmín brillante. Rosy Morn, color de melocotón, sombreado de salmón rosado. Sénateur Vaisse, carmín reluciente. _ Souvenir de M. Boll, rojo cereza. Star of Waltham, carmesí. Saint-Georges, carmesí oscuro. Víctor Verdier, rosa acarminado con bordes púrpura. Xavier Olibo, negro atercipelado, sombreado de amaranto. De Borbón perpetuas, con flores más pequeñas que las anteriores, pero no de menor mérito que éstas, se distinguen por su aspecto y por su forma, y producen rosas con gran profusión. Citaré: Baronne Noirman, rosa vivo. Comtesse Barbantane, carne. Louise Margottin, rosa satinado, delicada, me- diana, forma exquisita. Louise Odier, hermosa rosa, muy florífera. Madame de Stella, rosa vivo. Madame Scipion Cochet, rosa vivo, con bordes plateados. Michel Bonnet, rosa melocotón, muy buena va- riedad. Reine Victoria, rosa vivo. 63 Souvenir de la Malmaison, carne. Híilridas de China y de Borbón, solamente de flo- recencia estival. Muchas variedades de esta clase florecen con profusión: las flores son grandes y algunas modelos perfectos de forma. Son notables por el vigor de su vegetación y la exuberancia de sus hojas; como son fuertes no necesitan más que una poda moderada, y forman hermosas pirámides cuando se las cultiva en macetas. Mencionaré: Charles Lawson, rosa vivo. Coupe d'Hébé, vivo rosa oscuro. Junon, rosa pálido. Paul Perras, magnífico rosa pálido. Paul Ricaut, brillante rosa acarminado. Paul Verdier, rosa vivo. William Jesse, púrpura acarminado, matizado de lila. Noisettes, cuya tardía florecencia da á esta clase un gran valor. La mayor parte de ellas deben ser cultivadas en espiral, la mejor forma para que sus ramilletes de flores produzcan un buen efecto. So- Jamente citaremos algunas: Aimée Vibert, blanco puro. Céline Forestier, amarillo pálido. Lamarque, amarillo azufre. Solfatara, amarillo oscuro. Triomphe de Rennes, amarillo canario. China ó Bengala: aunque menos robustos, estos rosales tienen un gran mérito por su continua flo- recencia. Se matizan bien con las rosas the, por- que su color más vivo anima el de sus compañe- 04 ras, que carecen algo de encarnación. Las Benga- la gustan de tierra rica y poda corta, y las de pie son las que mejor prueban en macetas. No son ro- sales de exposición, y nos limitaremos á algunos nombres: Archiduc Charles. Cramoisie supérieure. Eugén2 Beauharnais. Madame Bréan. Mistress Bosanquet. Rosales the de olor delicioso, de hojas brillan- tes, de flores generalmente grandes y de matices notablemente tiernos y dulces. Toda colección de rosales en macetas debe contener cierta cantidad de ellos, porque este género de cultivo aumenta singularmente su belleza, y porque muchos son excelentes para forzar. Son buenos: Alba rosea, blanco con el centro rosa. Amazone, amarillo oscuro. Anna Olivier, rosa cárneo. Belle Maconnaise, rosa tierno asalmonado. Bougére, rosa bronceado. Catherine Mermet, carne. Comte de París, soberbio rosa cárneo. Comtesse de Brossard, amarillo canario. Comtesse de Nadaillac, globulosa, rosa claro, Devoniensis, soberbio blanco amarillento. Duchess of Edinburgh, rosa vivo, Enfant de Lyon, amarillo pálido. Henri Lecocq, rosa. Innocente Pirola, crema con el centro aniolial 65 ES Isabella Sprunt, amarillo azufre. Jean Lorthois, rosa brillante con el centro oscuro. Jean Pernet, amarillo brillante, cambiando en . amarillo claro. Julie Mansais, blanco puro. Le Mont-Blanc, blanco con la uña de la hoja amarilla. Louise de Savoie, amarillo. Madame Alexandre Bernaix, rosa con bordes blancos. Madame Angéle Jacquier, rosa brillante, mati- zado de amarillo cobrizo. Madame Azélie Imbert, amarillo asalmonado. Madame Bravy, blanco crema. Madame Damaizin, salmón. Madame de Saint-Joseph, rosa asalmonado. Madame Etienne Levet, rojo cereza, con el cen- tro amarillo cobrizo. Madame Falcot, amarillo de huevo. Madame Francois Jamin, amarillo anaranjado con el centro cobrizo. Madame Hippolyte Jamin, amarillo cobrizo, sombreado de rosa. Madame Jules Margottin, rosa tierno. Madame Lambard, rosa asalmonado, matizado de rosa. Madame Margottin, amarillo algo más oscuro que el color de limón. Madame Villermoz, blanco con el centro salmón. Marie Van Houtte, blanco amarillento. Monsieur Furtado, hermoso amarillo de azufre. un 66 Narcisse, amarillo pálido. Niphetos, color pálido de limón, con frecuencia blanco de nieve. Perfection de Monplaisir, amarillo canario. Perle des jardins, amarillo de albaricoque. Pierre Guillot, rojo vivo, rayado de blanco. Président, rosa sombreado de salmón. E Rubens, blanco rosado. Safrano, amarillo de albaricoque. Sombreuil, blanco con la uña rosada. Souvenir d Elise Vardon, blanco crema con el centro amarillento. ? Souvenir de Paul Neyron, amarillo asalmonado, bordeado de rosa. Souvenir d'un ami, salmón rosado. Vicomtesse de Cazes, amarillo, con el centro oscuro y la uña cobriza. Las noisettes, bengalas y thes deben ser defen- didas de las heladas. Las rosas amarillas han llegado á ser una espe- cialidad, y á sus colecciones han ofrecido premios, también especiales, la Sociedad de Horticultura de Londres y la Sociedad Real de Botánica de Ingla- terra. Pero sobre cuáles son las rosas amarillas ha habido muchas disputas, á las que quiso, sin duda, poner fin la Sociedad Real de Botánica, redactan- do la siguiente lista de rosales considerados como admisibles á los concursos de rosas amarillas: Banks, amarillo. Harrisonii. 67 E US Persian Yellow. Bouquet d'or, noisette. Céline Forestier, id. Cloth of Gold, id. Isabella Sprunt, the. Jaune d'or, 1d. Yellow China, id. Jean Pernet, 1d. Boule d'or, id. - Le Pactole, id. - Louise de Savoie, 1d. Isabella Gray, noisette. Lamarque, 1d. Madamaz Caroline Kuster, id. Reve d'or, id. Solfatara, id. Triomphe de Rennss, id. Madame Céline Berthod, the. Madame Falcot, id. Madame Francois Jamin, id. Madame Margottin, id. Maréchal Niel, id. Marquis2 de Sanima, id. Monsieur Furtado, id. William Allen Richardson, noisette. Amazone, the. Belle Lyonnaise, id. Comtesse de Brossard, id. Coquette de Lyon, id. Gloire de Dijon, id. Narcisse, id. 68 Perfection de Monplaisir, the. Perle de Lyon, id. Perle des jardins, 1d. Shirley Hibberd, 1d. Vicomtesse de Cazes, id. El Banks amarillo produce lindas rositas reuni- das en racimos; vegeta muy bien en un compues- to de partes iguales de tierra pingúe, turba y man- tillo de hojas; necesita poca poda, limitada á los extremos de los renuevos, y se acomoda bien á la forma espiral. Los rosales Harrisomit y Persian Y ellow forman dos variedades vecinas de la precedente, como na- turaleza, y pueden ser cultivados en el mismo com- puesto, añadiéndole arena. De pie, deben ser for- mados en figura de globo ó de columna baja, é ingertos en forma de llorón. Las noisettes Cloth of Gold y Solfatara, especies vigorosas, producen grandes flores de notable be- lleza. Para las noisettes, que son diez, la misma clase de compuesto indicado al principio de este tratado, poda sobria y forma espiral. Las veinticinco variedades de thes necesitan tie- rra rica, poda corta y figura de arbolillo enano ó de pirámide. Pudieran decir los críticos que las variedades enumeradas no son todas puramente amarillas, y que han sido excluídas otras que tienen igual de- recho á tal designación. Pero considerando cuán graduado es el paso del amarillo al blanco, cuán di- 69- fícil es establecer una línea divisoria, y que una lis- ta de treinta y ocho nombres deja suficiente liber- tad á la elección, la crítica no tendría razón de ser. Hasta aquí nos hemos ocupado de los rosales cultivados para que florezcan en su estación natu- ral: veamos ahora qué medios deben emplearse para obtener un florecimiento forzado, Los rosales escogidos para florecencia forzada dan bastante buen resultado si se les pone en ma- cetas al principio del otoño anterior. Sin embar- go, es evidente que si se les pone en las macetas -/un año antes, se encontrarán en mejores condicio- nes para una vegetación acelerada y un desarrollo prematuro de las flores. Luego si deseamos una floración perfecta de rosas forzadas, y si tenemos rosales cultivados en macetas un año antes ó más, debemos preferirlos sin duda, y á los ejemplares más recientemente puestos en macetas los dejare- mos para que florezcan en su estación natural. La estufa para forzar deberá, si es posible, te- ner el techo mirando al Mediodía exacto; el inte- rior según guste al aficionado. Como son muy conocidos los diferentes sistemas de calentamiento de las estufas, nada detallaremos, notando únicamente que el caldeamiento por medio del agua caliente, con sus diversas aplicaciones, es preferible al antiguo modo de los tubos de tierra ó de los conductos de ladrillos, preferible, sobre to- do, cuando se trata de forzar rosales. No obstante, el cultivo forzado puede tener buen éxito en una “estufa caldeada de otro modo que con el termo-= 70 sifón; sólo que en este caso el riego de las macetas deberá ser más abundante, y además hay que ro- ciar bien el suelo todas las mañanas para conser- var una atmósfera húmeda, favorabilísima para el cultivo forzado, y al mismo tiempo contraria á la araña roja que se desarrolla con el calentamiento antiguo, Para el cultivo forzado es importante que la ma- dera esté bien formada temprano en otoño, para conseguir lo cual deben colocarse los rosales du- rante el verano en un lugar bien aireado y al sol, y no echarles demasiada agua desde el momen- to en que los arbustos hayan terminado de bro- tar. Cuando la vegetación está á punto de de- tenerse, se puede aclarar, según se dijo antes, de- jando el cortar las ramas para el momento de estar ya las plantas en la estufa, Este momento será la primera semana de No- viembre; pero no comenzará el caldeo hasta fines de Diciembre, empezando por encender el fuego por la mañana, manteniéndolo encendido solamen- te por espacio de algunas horas para producir un ligero calor en la estufa, la cual no es necesario ventilar entonces. Í Cuando los botones comiencen á hincharse es necesario aumentar el calor progresivamente hasta - 20 grados centígrados durante el día, y 10 todo lo menos por la noche; diferencia de 8 á 10 grados del día á la noche que produce efectos excelentes. Si al entrar en la estufa se ve que las plantas están frescas y que las hojas tienen un color blanqueci-* 71 no, la atmósfera y la temperatura son buenas; pero si las hojas están caídas y flácidas, la atmósfera es demasiado seca ó la temperatura ha sido muy ele- vada durante la noche, inconvenientes fáciles de remediar. Durante el invierno y al principio de la prima- vera es necesario tener mucha prudencia para la introducción del aire en la estufa, porque las hoji- tas de las rosas forzadas son ternísimas y muy sen- sibles al frío. Conforme avanza la estación se pue- de ventilar por arriba, durante algunas horas, en el centro del día, y si la temperatura exterior es dulce; pero si, por el contrario, es cruda, es nece- sario airear por abajo, haciendo que el aire entre, si es posible, por tubos, con el objeto de que se mezcle con el de la estufa antes de llegar á las hojas. Si el cielo está despejado, debe regarse con abun- dancia por mañana y tarde; pero si está cubierto, solamente debe regarse una vez al día y poco. Los insectos son una peste para las rosas forza- das; pero se las libra de ellos con facilidad por medio de fumigaciones de tabaco, que deben ha- cerse en cuanto aparecen los bichos, reproducién- dolas cuantas veces reaparezcan. La manera común de practicar la fumigación es desagradable, y creo que el mayor aficionado á la planta «perniciosa» gustaría más de ser especta- dor que operador. Á uno de mis amigos debo el método siguiente, que permite al aficionado des- truir los insectos sin molestarse. Se toman unas 72 cuantas hojas de papel de estraza, no muy gordo, y se las moja en una solución concentrada de sal de nitro, cuyas hojas se secan pronto y quedan en disposición de consumirse fácilmente sin. producir llama. Se pone sobre ellas tabaco y se las arrolla, sin apretarlas mucho, y procurando que esta espe- cie de cigarro sea de igual grueso en toda su longi- tud, asegurándolo con unas cuantas vueltas de alambre, el extremo del cual se ata á una rama, quedando el cigarro vertical, y cerca del suelo el extremo inferior por donde se enciende, para que el fuego vaya subiendo, el humo dispersándose y la ceniza cayendo á tierra. La experiencia indicará el número de estos cigarros que hay que quemar, co- sa que ¡depende del tamaño de los mismos y del espacio que haya que ahumar. Examínense con frecuencia los rosales, y cuan- do se halle una hoja arrollada, desarróllese, y se encontrará dentro de ella, confortablemente en-- - cerrado, al insecto que destruiría hojas y botones. Téngase mucho cuidado con la putrefacción, y para combatirla, enciéndase el fuego si la estación es húmeda y lluviosa. La estufa debe ser barrida con frecuencia para que esté siempre muy limpia. La atmósfera reducida en que necesariamente vi- ven los rosales en los primeros tiempos del for- zamiento, contribuye mucho á la podredumbre; pero la aplicación de la flor de azufre es un reme- do conocidísimo, repartiéndola con un fuelle so- bre las hojas. Con esto, con la abundante entrada de aire puro y con el calor del caldeamiento que 23 combate la humedad y facilita la circulación del aire, la putrefacción cesará. Debe quitarse con la uña todo brote del patrón en los rosales ingertos. Durante la vegetación debe regarse mucho, mez- clando al agua un poco de guano de vez en cuan- do, y de cal si hay gusanos en la maceta. Algunos rosales empezarán á florecer á fin de Febrero, y á mediados de Marzo ya no será nece- sario el jeringamiento, porque probablemente se estará en plena florecencia. Entonces es menester dar sombra, durante el centro del día, á las flores, para que su duración sea mayor, y disminuir el caldeo. : Podremos obtener una sucesión continua de flo- res, poniendo las plantas, en períodos diversos, cuando los botones comienzan á mostrar su color, en una estufa de temperatura más baja; medio también muy bueno para conseguir rosas más grandes y de colores más vivos. Cuando los rosales de verano y los que no reflo- recen han cesado de producir rosas, se les trans- porta á un cobertizo ó estufa sin calentar, y se les reemplaza con ejemplares frescos. Si se trata de variedades reflorecientes, puede podárseles en cuanto concluye la florecencia, y darán á fin de Mayo una nueva cosecha de rosas perfectas. Algunos, si no se les poda, continúan floreciendo; pero es mejor podarlos. Pasado Abril, no hay necesidad de calentar la estufa, sobre todo si la temperatura es templada y 13 el sol brilla. Después de la segunda florecencia, se sacarán las macetas de la estufa para remover la superficie de la tierra contenida en cada una, po- nerles un poco de abono y enterrarlas en sitio bien aireado, en el cual deben permanecer hasta que se les vuelva á tomar para el forzamiento del año si- guiente, Cuidados así, los rosales pueden servir muchos años para el cultivo forzado y dar buenos resultados. Las variedades propias para este cultivo son: De Provins. Rose chou. De musgo. Ordinaire. Cristata. Purpurea rubra. Hibridas de China y Borbón. Charles Lawson. Juno. Paul Ricaut. Paul Verdier. William Jesse. Hibridas perfetuas. Abbé Bramerel. Alfred Colomb. 75 Anna Alexieff, Antoine Ducher. Barón de Boustetten. Beauty of Waltham. Berthe Baron. Captain Christy. Charles Margottin. Comtesse de Chabrillant, .Comtesse of Oxford. Duke of Edinburgh. Edward Morren. Elisabeth Vigneron. Etienne Levet. Exposition de Brie. Général Jacqueminot. Glory of Waltham. Hippolyte Jamain. Jean Lambert. John Hopper. Jules Margottin. La France. Lord Macaulay. Louis Van Houtte. Madame Alfred de Rougemont. Madame Chirard. Madame Clémence Joigneaux. Madame Lacharme. Madame Victor Verdier. Madame Thérese Levet. Magna Charta. Marie Baumann. 76 Marquise de Castellane. Master Piece. Master Waalfield. Paul Neyron. Paul Notting. Perfection de Lyon. Princess Beatrix. Queen Eleonor. Queen of Waltham. Rosy Morn. Richard Wallace. Star of Waltham. Sénateur Vaisse. Victor Verdier. De Borbón perpetuas. Comtesse Barbantane. Louise Margottin. Louise Odier. Madame de Stella. De Borbón. Souvenir de la Malmaison. Victor Emmanuel. Notsettes. Céline Forestier. Madame Caroline Kuster. Réve d'or. 77 De China. Mistress Bosanquet. / Thes. - Alba rosea. Boule d'or. Catherine Mermet. Comte de Paris. Devoniensis. Enfant de Lyon. Gloire de Dijon. Innocenta Pirola. Isabella Sprunt. Jean Pernet. Louise de Savolie. Madame Camille. Madame Célina Noirey. -- Madame Lambard. Madame Margottin. Madame de Saint-Joseph. Madame Villermoz. Mademoiselle Cécile Berthod. Maréchal Niel. Marie Bucher. Marie Sisley. Moiret. Narcisse. Niphetos. Reine de Portugal. 78 Souvenir d Elise Varden. Souvenir d'un ami. Algunas de estas variedades producen flores muy dobles; pero el forzamiento altera mucho la colo- ración, que palidece, sobre todo cuando el calor ha sido grande. La alteración se nota menos en los colores oscuros y marcados. Para conseguir la florecencia tardía, es necesa- rio, ante todo, conservar las plantas en estado de vegetación, Deben ser elegidas las variedades que naturalmente florecen en otoño, porque todo aficio- nado á rosas ha debido notar que la mayor parte de estos rosales producen sus flores en los extremos de las ramas; Ó en otros términos, sl estos arbus- tos producen ramas, en ellos echarán rosas. Deben ser escogidas: De Borbón. Hermosa. Impératrice Eugénie. La reine. Notsettes. Fellemberg. Jeanne d'Arc. De China. Blanche Fabvier. Mistress Bosanquet. 79 Thes. Duchesse d'Edimbourg. Isabella Sprunt. Safrano. Si el otoño no es templado, deben meterse las plantas en la estufa: allí seguirán floreciendo, y no se perderán los botones que la humedad destrui- ría en un cobertizo. En caso contrario, basta un cobertizo bien alrea- do por mañana y tarde, pero sin que dé el sol á los rosales. El autor se ocupa en seguida de la propagación de los rosales por ingerto, acodo y estaca. Noso- tros, concluye el traductor francés, no creemos in- dispensable hablar á nuestros lectores de estas di- versas Operaciones, que sin duda conocen, y limi- taremos á las páginas que preceden el análisis detallado que emprendimos del notabilísimo trata- do de M. William Paul. al Ea ve pa Ai 132 mE e > e , <=) 0 TE pete a A ROSAS EN MACETAS CONFERENCIA PRONUNCIADA EN WALKLEY-SHEFFIELD (INGLATERRA) POR M. D. GLIMOUR (JUNIOR) Traducida al francés y publicada en el Fournal des Roses POR M. SCIPION COCHET 1 queremos obtener resultados en el cultivo de los rosales en macetas, es absolutamente indispensable que obremos lo mismo que en cualquiera otra empresa, es decir, necesitamos aplicar á esto nuestra inteligencia. Persuadíos de que el hombre que piensa más, que razona más, que cuando ha fracasado en algo busca inmedia- tamente el por qué de su fracaso (ahora llego al punto más importante), y que en cuanto descubre la causa se fija en ella y la recuerda para no caer en el mismo error, es quien obtendrá mejores re- sultados. Es posible que las personas que no quie- ren tomarse el trabajo de pensar ni de reflexionar, alcancen su objeto siguiendo una senda conocida, pero cuando de pronto se hallan frente á una di- ficultad, ¿qué cara tan atribulada no tendrán y á cuántas tristes consecuencias no se expondrán? No creáis, por esto, que yo quiero defender á los jardineros, tanto aficionados cuanto dedicados á esta profesión, que se contentan con pensar y ru- miar en su casa, sentados al amor de la lumbre, mientras el trabajo les llama á la estufa; pues no 84 hay motivo para que un hombre no trabaje y me- dite al par. Cuando cultivamos una planta en maceta, ja- más debemos olvidar que está en situación bien distinta de la que crece libremente en plena tierra, pues mientras las raíces de ésta pueden exten- derse en todas direcciones y escoger, por decirlo ' así, lo que quieren asimilarse y lo que desean re- chazar, la primera se encuentra obligada á tomar lo que hay en el vaso ó lo que queremos suminis- trarle (no perdáis de vista que queda forzada á aceptar la totalidad de lo que le damos), y debe conformarse con todo: ésta es la razón de que po- damos regar impunemente con un abono líquido muy fuerte las raíces de los rosales puestos en el suelo, en tanto que con igual tratamiento los ma- taríamos, sin duda, si estuvieran en macetas. Creo que los peores enemigos de las plantas en macetas son la falta de drenaje y la tierra fermen- tada, siendo probablemente lo primero causa de lo segundo. Hay muchas personas que no comprenden la utilidad del drenaje, y preguntan para qué sirven todas las inutilidades que los jardineros previsores ponen en el fondo de la maceta: esas mismas per- sonas preguntarán, á no dudar, por qué los horti- cultores excavan cauces de saneamiento. La razón es sencillísima, y se reduce á que los hombres que razonan, que de la consecuencia se remontan á la causa, que de experimento en experimento llegan á una conclusión, han encontrado que los rosales 85 jamás prosperan en una tierra demasiado húmeda. Pudiera resolver científicamente esta cuestión, y, mostrándoos los resultados, demostraros la abso- luta utilidad del drenaje en general, y en particu- lar para las plantas en macetas; pero hoy os ruego que me creáis por mi sola palabra. Aun en los casos en que por nuestros esfuerzos consigamos un buen drenaje, puede fermentar la tierra, y ya indiqué que las raíces de las plantas no vivirán jamás en ninguna porción del suelo fer- mentado. Hay diferentes causas que pueden ocasionar la fermentación de la tierra. Dejando á un lado la cuestión del drenaje, una de las primeras ó una de las principales causas es plantar ó transplantar un vegetal á una maceta demasiado grande; otra es la de regar con excesiva frecuencia, mantenien- do la tierra en estado de barro, y otra la de que la tierra ó el compuesto sea compacta ó adherente, con tanto exceso que no permita al agua filtrar con libertad. No omitiré otra causa de fermentación de la tierra: la de que muchos aficionados y un gran número de jardineros, cuando no saben si una planta necesita agua, aprietan la tierra con los de- dos hasta que la superficie forma una costra dura. Vais á creer que lo que concluyo de decir está en contradicción con lo que voy á aconsejaros que hagáis al poner en macetas vuestros rosales, y es apretar con fuerza la tierra y ponerla tan dura como un peñasco. Á pesar de parecer que me con- tradigo, ambos consejos son buenos, y no encuen- 86 tro mejor comparación, para haceros comprender la diferencia, que un camino nuevo sobre el cual se hace pasar un pesado rodillo. Fácil os será ave- riguar que, aunque el rodillo clave é iguale las piedras para que formen una superficie plana, siempre quedan muchas oquedades entre ellas, y que sólo el tráfico diario llega á unificar las pie- dras y á consolidarlas en un plano compacto. No temáis apretar bien la tierra con el instrumento llamado plantador, porque siempre, y á pesar de la presión, quedan vacíos é intersticios, á través de los cuales podrá filtrarse el agua. La constante, dulce y ligera presión de los dedos, cuando la tie- rra está más ó menos húmeda, si se renueva mu- cho, es la que solidifica la tierra, la hace imper- meable al agua y poco después la obliga á fer- mentar. Creo que no es un trabajo inútil el de quitar la tierra de la parte superior de la maceta, y hasta pienso que es bueno quitarla hasta que se descu- bran las raíces blancas. Quitada la vieja, debe reemplazársela por otra nueva ó por un nuevo com- puesto, cosa que puede hacerse con frecuencia. Pero haría mejor en seguir como debiera haber comenzado, procediendo por orden de clasificación. Primero: ¿cuál es la mejor manera de formar una colección de rosales en macetas? Si tuviéra- mos á nuestra disposición el dinero necesario para ello, yo diría: «Comprando una colección ya for- mada.» Y, sin embargo, aun en tan cómodas con- diciones, podría replicárseme que todo hombre 87 mira de distinto modo á sus propios hijos, com- parados con los de otro. Lo mismo sucede con casi todo, y, por consiguiente, cada uno mira con más placer y orgullo las plantas que él mismo ha for- mado y cuidado. Supongo, pues, que estamos decididos á formar nosotros mismos nuestra colección; y en tal su- puesto, recomiendo que se adquieran en otoño, pero temprano, de un horticultor, plantas robustas, criadas. en plena tierra. Digo temprano, aunque podamos esperar hasta Navidad ó hasta el presen- te (9 de Marzo), si no se pueden adquirir antes. Los arbustos deben ser puestos inmediatamente en las macetas, acordándose de apretar .mucho la tierra: éste es el primer paso, y el segundo es co- locarlas en un cobertizo, pues los rosales recién plantados no deben tener calor durante el primer año, para que crezcan y se desarrollen á su ca- pricho. | Puedo asegurar que bastantes rosales plantados en Navidad ó algo después, colocados en un um- bráculo, están ahora cubiertos de gruesos brotes rojos, y algunos de hojas. Mucho mejor es poner las macetas entre una capa de hojas, en cuyo caso necesitarán ser regados con menos frecuencia. Luego que las yemas comiencen á hincharse, es menester podar los rosales hasta encontrar buenos ojos, y aclararlos cuando el tiempo es seco. Poco á poco se fortalecerán y después florecerán, siendo conveniente ponerlos al aire libre en sitio expues- to al sol, hacia fines de Junio. 88 Cuando hayan llegado á un desarrollo suficiente y hayan producido ramas fuertes, opino que debe detenerse el crecimiento, dejándolos secarse gra- dualmente, pero no por completo. Si se sigue este sistema para madurar la planta, no se deben ente- rrar las macetas en una capa de hojas; pero si, por el contrario, deseamos obtener plantas mayores y que continúe el crecimiento, se las debe dejar en- tre las hojas y conservar las raíces húmedas; mas si queremos que las plantas florezcan temprano, á la siguiente primavera es necesario madurarlas con tiempo. Para esto se deben quitar las macetas del sue- lo, colocarlas sobre una superficie dura y no re- gar, según dije. La última fecha que fijaré para comenzar este tratamiento es el mes de Agosto. Cuanto más tiempo permanezcan las plantas al aire libre será mejor, pues las frescas noches, los rocíos, las brisas y el sol, contribuirán á madurar la madera y á producir brotes que darán magnífi- cas flores. Si la estación se vuelve fría antes de Navidad, es necesario colocar las macetas sobre camas de estiércol ó junto á un muro ó en un lugar abriga- do. En seguida se las puede forzar, en cualquiera época, si se ha conseguido que crezcan y maduren, y cuando digo forzar, quiero decir á la temperatu- ra de una estufa de aficionado. | Pueden ser repodadas cuando se les pone en la estufa, y no debe regárselas sino lo estrictamente necesario hasta que los brotes se abran y comien- 89 cen á formarse las hojas. Entonces se cambiará la tierra de la parte superior por otra nueva. Cuando termine el florecimiento, se debe proce- der con el mayor cuidado á transplantar los ro- sales que lo necesiten, después de lo cual, ó se les puede dejar en la estufa una quincena de días, - teniendo cuidado de conservar húmedas las hojas para que las raíces prendan con más facilidad en la nueva tierra, ó se les pueda sacar al aire libre como antes. Principio primordial: cuando plantéis los rosa- les en macetas, ponedlos en las más pequeñas po- sibles, atendiendo al volumen de sus raíces. En cuanto al drenaje, facilitadlo mejor mucho que po- co. Y tocante á la tierra, componedla con una par- te de buen cespedal ó de buena tierra gruesa, otra parte de estiércol repodrido, un octavo de tierra vegetal y otro octavo de carbón de leña, ó de are- na. Este compuesto no debe ser cribado, pero sí muy mezclado, y es necesario no olvidarse de apretar mucho la tierra en las macetas. Las raíces viejas y gruesas deben ser cortadas ó acortadas, pero deben conservarse todas las raíces fibrosas. Algunas plantas crecerán acaso tanto y produ- cirán tantas raíces, que será necesario transplan— tarlas durante la primera estación, en cuyo caso debe trasladárselas á una maceta poco más gran- de, teniendo cuidado de no quebrar las radicelas. Por regla general, basta un transplante por año. La poda de los rosales en macetas es un punto muy difícil de tratar, quiero decir, difícil, si se de- 90 sea conciliar las opiniones de los maestros en el ar- te. Mi sistema es sencillísimo, y se reduce á esta regla: cuanto más se poda un rosal, más hermosas son las flores. Respecto á las híbridas perpetuas, aconsejo la poda hasta la concurrencia de tres ye- mas, y el resultado será generalmente uno ó dos fuertes brotes en cada rama. Este sistema evitará el gran trabajo de atar y encorvar las ramas, y creo que dará mejor resultado. En los rosales the, que crecen á lo largo y con profusión, para la cla- se de los Gloire de Dijon y Maréchal Niel, no puede aplicarse esta poda corta, pues floreciendo en los vástagos laterales que se desarrollan sobre la ma- dera de la estación anterior, deben conservar algu- nas ramas largas: á éstos se les cortará solamente las extremidades débiles y sin formar. Los rosales the de raza enana florecen con el sistema de poda corta y producen flores magníficas, por cuya ra- zón yo podo mis rosales the enanos, no dejando por término medio más que dos yemas en cada rama. Tendré probablemente 200 rosales the de tallo alto en mi colección de macetas, y de ellos los unos han sido podados cortos, y los otros so- lamente limpiados de la madera vieja y débil. En los primeros he obtenido brotes vigorosos, hojas exuberantes y magníficas flores, y en los segun- dos escasas hojas y flores pequeñas. El contraste es notable, El rosal de tallo alto reune muchas ventajas, particularmente para la estufa de un aficionado, en la cual siempre escasea el espacio, pues, como gI son más elevados, dejan huecos abajo para las plantas enanas, disfrutan de más luz, no se con- funden unos con otros y no ahogan á los bajos. Otra ventaja es la de que, acabada la primera flo- recencia, sus ramas pueden ser encorvadas y ata- das como las ballenas de un paraguas, obtenien- do como resultado el desarrollo de nuevos y fuer- tes brotes que generalmente producen las flores más bellas de la estación. Vuelvo otra vez á mi primer tema, es decir, á lo concerniente al riego; pues por más que el mé- todo de criar rosales en macetas se compone de una multitud de reglas, creo firmemente que el riego es lo más importante y la cosa que debe em- plearse con más discernimiento. Cuando se pone en la maceta una planta sin hojas, y en la cual el crecimiento está detenido, es claro que necesita poca agua; pero si está en ple- no vigor, ó si la maceta está llena de raíces y la vegetación es activa, podremos administrar mayor cantidad de agua. En todos los casos, me gusta más ver una planta demasiado poco que excesivamente regada. En el primero el rosal nos avisa de su necesidad dejando pender sus hojas, aunque no es conveniente permitir que las cosas lleguen á tal estado; en el segundo, las hojas amarillean, porque entonces la tierra ha empezado ya á fermentar, y aunque se suspenda el riego, ni se le restituirán sus propiedades, ni sano vigor al vegetal. Un me- dio infalible para averiguar si la planta necesita agua es el de golpear con fuerza con el dedo en la 92 maceta, dando un golpe seco: si responde un so- nido claro como el de una campana, es menester regar; pero no reguéls si el eco es triste y como sólido. Es sorprendente el grado de sequedad á que se puede reducir un rosal en maceta. Pueden dese- carse las raíces hasta que las ramas se sequen y que á la vista la planta parezca enteramente muer- ta; pero introducidla durante veinticuatro horas en un cubo lleno de agua y, milagro, las ramas se vuelven verdes y vigorosas y los brotes engordan de nuevo. Temo que mis observaciones puedan ser apli- cadas más á los rosales the que á los híbridos per- petuos; y ciertamente considero una pérdida de tiempo el de cultivar estos últimos en macetas, por muchas razones, una de ellas que podemos tener- los con más facilidad y menos cuidados en el sue- lo; la segunda, que después de obtener una cosecha de flores de los híbridos perpetuos es poco probable que consigamos otra poco tiempo después, y la úl- tima, en fin, que las especies de los the son más susceptibles de ser agotadas (no sonriáis, y dejad- me concluir) quiero significar que no necesitan tanto reposo, y que se les puede obligar á florecer con mayor certeza en una época fija, Navidad por ejemplo. Al bello y antiguo rosal the Niphetos, ó al her- moso y casi tan útil Carolime Kuster, se les puede coger de cuatro á seis cosechas en una sola esta- ción. ¿Dónde hallaréis un híbrido perpetuo que 93 haga otro tanto? Yo no conozco ninguno, ni vos- otros tampoco, estoy seguro. Sin embargo, si es preciso tener híbridos perpe- tuos en la estufa, es conveniente sacarlos después de la floración, porque vegetan mejor al aire libre y porque exigen demasiado espacio y sobrada aten- ción dentro. Si brotan vigorosamente y poco más Ó menos como las plantas de primavera, al aire li- bre, basta, y es la madera que necesitamos para las flores de la próxima estación. Si los dejamos en seco, es probable que produzcan rositas pe- queñas durante el verano, las cuales es necesario quitarles. Algunas palabras sobre los abonos, los cuales son buenos solamente cuando la planta es capaz Ó está en un estado á propósito para absorberlos, pues administrar un abono ó un estimulante á un vegetal débil ó enfermizo es sencillamente darle un veneno. Si un rosal vegeta en un compuesto como el que he descrito, necesita muy poco hasta que las raíces hayan llenado la maceta, y entonces, después que están formados los botones floríferos, se le puede echar un poco de abono débil, sin abusar, pues vale más quedarse corto que poner demasiado. El abono débil puesto con frecuencia es mejor que el fuerte echado raras veces; pues como las comidas abundantes ó los ayunos no son buenos al estómago del hombre, tampoco los quiere la planta. El líquido compuesto de orín de caballo ó de vaca Ó de agua de alcantarilla, que es el general - 94 mente empleado, no debe tener un color más os- curo que la cerveza. Cuando no podemos, Ó no queremos, cambiar nuestros rosales en macetas, nos es posible con- servarlos mucho tiempo sanos y robustos por me- dio de estimulantes y abonos titulados, como hue- sos, polvos de huesos, huesos disueltos ú otras preparaciones concentradas. Estos diferentes est1- mulantes deben colocarse en la superficie de la tierra de la maceta, mezclados con ella cuando la planta está creciendo, y jamás cuando reposa. No debo olvidar al enemigo mortal de los rosa- les, al mildew; enfermedad que produce con fre- cuencia la ruína completa de una cosecha entera. El ataque puede ser ocasionado á los rosales for- zados dejando penetrar durante algunos minutos el viento fresco á través de un ventilador, cosa muy difícil de evitar, á no ser que la estufa esté caldeada por medio de tubos con agua caliente, en cuyo caso el remedio es sencillo, y consiste en aplicar una pasta de azufre sobre los tubos, sin calentarlos mucho durante la manipulación. En los cobertizos es necesario prevenir el mal, porque, si empieza, se puede uno despedir duran- te algún tiempo de flores y de hojas; y, para ade- lantarse, debe añadirse al agua destinada á rociar las plantas un poco de jabón negro, en la propor- ción de media onza por gallón (cuatro litros y me- dio). El mejor modo de hacer la mixtura, consiste en mezclar dos libras de jabón negro con agua hir- viendo, y añadir de petróleo la cantidad que quepa 95 en un vaso para vino, aumentando agua hirviendo hasta cinco gallones: la adición de jugo de tabaco no es perjudicial. Cuando jeringuéis vuestros arbustos echad me- dia pinta de esta deliciosa mezcla en el agua de una regadera muy grande. Esta receta debe ser buena, pues la he aprendido en el Amuario de los jardineros (Gardeners Year Book). Para concluir, voy á dar una lista de las varie- dades que más se acomodan al cultivo en macetas, las cuales son: Baronne A. de Rothschild. La France. Marie Baumann. Marquise de Castellanne. Merveille de Lyon, y luego las otras, también híbridas perpetuas: Alfred Colomb. Beauty of Waltham. Boule de Neige. Captain Christy. Charles Lefebre. Docteur Andry. Dupuy Jamain. Edouard Morren. Henri Schultheis. John Hopper. Madame Lacharme. 96 Madame Gabrielle Luizet. Madame Victor Verdier. Sénateur Vaisse. También Souvenir de la Malmaison, que no es híbrido perpetuo, se acomoda bien á dicho cultivo. Casi todas las principales variedades de the dan buen resultado en maceta; pero son las mejores: Anna Ollivier. The Bride. Catherine Mermet. Madame Charles. Madame Falcot. Madame Lambard. Madante Willermoz. Maréchal Niel. Marie Van Houtte. Niphetos. Rubens. Souvenir d' Elise. Souvenir d'un ami. Sunset. Entre las noisettes, Madame Caroline Kuster y otras. ad Ta y he? Es >=. A A Lo a 2 - ' ws A q . ná E Pl eri nd R " PE E A +” 4 » , « e Y e ES ' - PT e ” SA A E . > > - e ei ” so Us pm * ». a 4 p) Dl ” o ms FORMADA ANTOLOGÍA DE LA ROSA * P % h . a 4 A ' 1 y t » » pa LE "ly ; . j - Po; 5 a 2 Ñ y , 4 PE . ' y | ; : pe > 1 y A A 1 e ES + i , Po ' * * 1 al : ' A IE ; 7 ' > , y ' . y “e, y 4 y F o E. Y ' we > 1 P» A y pe K a ' Ñ ' > nm / S E y , A r J e - % s á hen 1 y ed , % " - » y > e » A / ' > A rosa, como no podía menos de suceder, ha inspirado á los poetas dramáticos; por ejem- plo, Calderon, en La púrpura de la rosa, pri- mera, ó de las primeras zarzuelas que hubo en Es- paña, antes que en Francia hubiese ópera cómica, y aun comédies melées de chant, y coetáneamente con las más antiguas óperas de Italia, la patria de la música en la moderna escena. La púrpura de la rosa, cuya ocasion explica la loa que la precede, es una comedia alegórico-mi- tológica, pues alegoriza el casamiento de la infan- ta de España María Teresa con el rey de Francia Luis XIV, y la mitología está representada por casi todos sus personajes, y en su fin, que es sacar al teatro la conocida fábula de tornarse encarnadas las rosas, hasta entonces todas blancas, teñidas con la sangre de Vénus, que cayó desmayada viendo muerto á Adónis, y se hirió con las espinas del rosal, ó que nazca la rosa, segun al fin dice Cupi- do en estos versos, ni del todo claros ni del todo buenos: Porque vean que no en vano Cuando en púrpura se tornen, Le halló en el campo aquella Vida y muerte de los hombres. Júpiter, pues, conmovido 1OO O indignado de que goce Sin los imperios de un alma Los de una vida tu nombre, Desa derramada sangre Quiere que una flor se forme, Y que de aquella se vistan Roja púrpura las flores. La rosa amarilla, de Blasco, justifica más su tí- tulo, pues, con ser de mucho enredo esta comedia, todo el embrollo estriba en una flor que un Mar- qués libidinoso da á una doncella (de labor), ésta á una Marquesa boba, la segunda á un hacendado memo, el dicho á una viuda buscona, la cual la vende al Marqués, quien la entrega al hacendado, y éste la devuelve á la Marquesa, la que la cede á un lacayo tonto, el lacayo al Marqués, el Marqués á la viuda, la viuda al hacendado, el hacendado á la Marquesa, la Marquesa á la doncella, la doncella al Marqués, el gato al rato, el rato á la cuerda, la cuerda al palo; digo, no, vaya un mareo, sobran los tres últimos viajes, que son de otro libro, el rey de ellos, y basta con los catorce primeros. Dice es- ta comedia de la rosa: Tú con tu aroma incitante Y tus brillantes colores, Reina de las frescas flores Que ornan el jardin fragante: Pura, sencilla y galana Naciste al son de la brisa, Con la risueña sonrisa Primera de la mañana. IOI La rosa y el pensamiento, arreglo del gran arre- glador teatral de este siglo, Ventura de la Vega, es una de aquellas cándidas comedias de la época de Breton de los Herreros, en la cual, aunque hay una rosa, flor, tan pronto dada como olvidada, y de la cual ya nadie se vuelve á acordar en el resto de la pieza, y una Rosa, mujer, mujer en toda la exten- sion de la palabra y pintada de mano maestra, aunque quizás con sobra de realismo, la verdad es que el pensamiento, flor, tiene más importancia, si bien no mucha, que la reina de las flores en el enredo y desenredo de la trama. El rosal de la belleza, comedia de magia de Liern, tampoco justifica su título, pues no aparece seme- jante rosal, y sí sólo una rosa muy al fin de la pie- za, mientras que un genio llamado Alhelí tiene mu- cho más influjo en el enredo. La rosa de Alejandría, La rosa de la aldea, Rosa de mar, Espinas de una rosa, Las tres rosas, Rosita, Los amantes de Rosita... pero, si me pongo á citar composiciones dramáticas con nombre ó argumen- to de rosas, se va á hacer pesada la relacion: tan abundante es la cosecha (más abundante que la del Valle de los rosales descrito por el mariscal Moltke en su libro sobre Turquía), cuando mi es- caso saber tal monton y á tan poca costa recoge. Si fuera á insertar, no todas, porque esto seria poco menos que imposible, á lo menos para mi pequeña erudicion, pero sí las mejores poesías lí- ricas inspiradas por la rosa, habria de publicar una Antología que dejara enana á la voluminosa Vete- 102 vum patruum, é hiciera calificar de premioso al Tos- tado; por eso me limitaré á algunas pocas de nues- tros buenos antiguos poetas castellanos solamente como muestra, y las colocaré aproximadamente en el orden mas lógico posible. Ni creo que todas las cuarenta y seis composiciones que siguen son buenas, ni defiendo la inclusion de todas ellas, ni la exclusion de otras muchas mas, que pudieran alegar igual Ó mejor derecho para ser incluidas; y así, opine cada cual como guste, pues yo, lejos de desdeñar ó de aborrecer la crítica, la deseo, con tal que sea razonada, y excito á quien sepa mas que yo, persona facilísima de hallar, á que me co- rrija é instruya, que bien lo he menester. Pero no se critique por criticar, ni menos se zahiera á quien, si no acertó, no fué por falta de buen deseo, y tampoco se califiquen las composi- ciones antiguas con arreglo al gusto moderno; antes. al contrario, regla elemental de crítica, identifíque- se con la época en la cual fueron escritas estas poe- sías siguientes quien quiera juzgarlas, y aun bien comprenderlas. Si parece inocente el asunto ó pue- ril la expresion; si los conceptos resultan alambica- dos ó gongorina la forma; si se abusa del tropo, de la figura retórica y de la licencia poética y se apos- trofa algun relativo, Ó se escribe Bel por Bello, Dormidera por Adormidera, Númes por Númenes, Londra por Alondra, Quiés por Queres; si la metri- ficación es monótona, y para hacerla constar, así decian los antiguos preceptistas, se divide el dip- tongo ó se aspira la h inicial, ¿qué le hemos de ha- 103 cer? si así se escribia entonces, como se vestian ropillas, bragas, ferreruelos y otros há ya mucho tiempo desusados trajes, y no empecía para ganar victorias en lejano extranjero suelo llevar bacinete ó morrion en la cabeza y mosquete ó alabarda al hombro. Y basta de prosa, pues mejor es la poesía que sigue, y más que yo pudiera intentarlo dará ella gallarda muestra de sí misma, inclusas, por su- puesto, las composiciones Al Fazmin, incluida para no dejar indefensa á tan simpática flor de los ataques de Salinas, y A/ Clavel, al cual, sin duda por humorismo, pone Quevedo sobre la reina de los jardines, sin merecer este honor, aunque mu- chos merece por ser flor muy bella. Buen abogado de ambas es Rioja, de quien deploro no tener pre- texto para copiar los hermosísimos versos Á la Avrebolera y Al verano, ni los que dedicaron Arjona A la Amapola, Iglesias, el Duque de,Ahumada y el Conde de Noroña A/l Clavel. Ebn Tamin A la for del Almendro. Rodriguez A la for de Lis, El Conde de Noroña 4/1 Narciso. Somoza A la Violeta, - Arriaza A la flor temprana. Ebni Alí Hagelab, Meléndez, mi paisano Polo de Medina y Quevedo A las flores. Gallego 4 la Hoja del Lentesco. Quevedo A la Y edra. Rioja A la Vid. 104 Laguna A una Parra. | Góngora y Rioja A los Álamos. Arriaza A un Ciprés. Carrillo 4 un Olmo. Rioja 4 un Fresno. Lista y Meléndez A un Árbol, sin contar las Vendimias, de Meléndez, mi la Ve- getacion, de Lista, ni las numerosas composiciones á Flora, á un Jardin, á la Primavera, al Verano, al Otoño y aun al Invierno, en todas las cuales puede cogerse gran cosecha de flores, ni las muchísimas Eglogas, Idilios, Coloquios pastoriles y demás composiciones de su mismo género, todas muy flo- ridas. PALACIO DE PRIMAVERA. Esperando están la rosa Cuantas contiene un vergel Flores, hijas de la aurora, Bellas cuanto puede ser. Ella, aunque con majestad, No debajo de dosel, Sino sobre alfombras verdes, Purpúrea se dejó ver. Como reina de las flores Guarda la ciñe fiél, S1 son archas las espigas Que en torno della se ven. Al aparecer la hicieron Una inclinacion cortés, Y con muy buen aire todas, Que mal pudieran sin él. No la hicieron reverencia, Aunque todas tienen piés, Porque su inmovilidad Su mayor disculpa fué. El vulgo de esotras yerbas, Sirviéndoles esta vez 106 De verdes lenguas sus hojas (%, La saludaron tambien. Quién pretende la privanza De tan gran señora, y quién, Admirando su beldad, No osa descubrir su fe; Que el Cupido de las flores Es la abeja, y sl lo es, Sus flechas abrevia á todas En el aguijon cruel. Ella, pues, las solicita, Y las despoja despues; - Por señas, que sus despojos Son dulces como la miel. Los colores de la reina Vistió galan el clavel, Príncipe que es de la sangre, Y aun aspirante á ser rey. En viéndola dijo: «¡Ay!» Un jacinto; y al papel Lo encomendó de sus hojas, Porque se pueda leer. Ámbar espira el vestido Del blanco jazmin de aquel Cuya castidad lasciva Vénus hipócrita es. La fuente deja el narciso, Que no es poco para él, (1) Otros dicen: De verdes lenguas sus ojos. 107 Y ya no se mira á sí, Admirando lo que ve. ¡Oh qué celoso está el lilio! Un mal cortesano que Calza siempre borceguí; Debe de ser portugués. Mosquetas y clavellinas Sus damas son; qué más quiés, Oh tú, que pides lugar, Que bel mirar y oler bien? (1, Las azucenas la sirven De dueñas de honor, y á fe Que sus diez varas de holanda Las envidian mas de diez. Meninas son las violetas, Y muy bien lo pueden ser Las primicias de las flores, Que antes huelen que se ven. Deste real paraíso Verde jaula es un laurel De tres dulces ruiseñores Que cantan á dos y á tres. Guarda-damas es un triste Fruncidísimo ciprés, Efecto al fin de su fruta Para lo que yo me sé (2), (1) Leen otros: Que ver, mirar y oler bien, (2) Alude 4 la astringencia de las piñas de ciprés. Éste sí que es realismo á la moderna, aunque no tan sucio como el de Víctor Hugo y mucho menos que el de Zola. 108 Bufones son los estanques, Y en qué lo son lo diré: En lo frio lo primero, Que se me ha de conceder; En el murmurar contino Y en el reirse tambien, Aunque hacen poco ruido, Con ser hombres de placer. En el pedir, y no agua, Que no es de agua su interés, Ni piden lo que no beben, Por siempre jamás, amén. Este de la primavera El verde palacio es, Que cada año se erige Para poco mas de un mes. Las flores á las personas Ciertos ejemplos les dén; Que puede ser yermo hoy El que fué jardin ayer. Luis DE GÓNGORA Y ÁRGOTE. 100 NACIMIENTO DE LA ROSA. Esperando están la rosa Cuantas contiene un vergel Flores, hijas de la aurora, Que anuncian el sol tambien. Ella, aunque con majestad, Lánguida se dejó ver, Quedando, en su desaliento, Hermosa la palidez. Todo es ámbar cuanto espira: Mas ¡ay! no espire, porque Si se marchita la rosa, Querrá imitarla el clavel. ¡Oh, lo que tarda la aurora! Sin duda, mortales, que Anda desvelado el sol, Pues duerme al amanecer. Ven, aurora, ven; Que de todas las flores Reina la rosa es; Ven, ven; Que si falta la rosa Perecerá el vergel. ANTONIO DE SoLís Y RIVADENEYRA. TIO LA ROSA POR EBNI?'L MOTEZZ. La efusion de las nubes El tierno vergel riega, A su impulso la rosa Sacude el sueño, y muestra Su faz, cual rubí ardiente Sobre esmeralda tersa, Que encima, por adorno, Un ramo de oro lleva. CONDE DE NORONA. LA ROSA POR EBNI'L MOTEZZ. Cuando la tierra ostenta Su matizada veste, ¿Cria una flor acaso Cual la rosa esplendente, Cuyo aroma suave Es tan puro, que un leve Almizcle por sus hojas Derramarse parece, Y su color el mismo Que mi muchacha tiene, Cuando alegre me acoge En sus brazos ardientes? CoNDE DE NoRoÑa. Que nací para sufrir! : Que os pudiera bien servir, Cancionero general. 4 Rosa fresca, rosa fresca, Por vos se puede decir Que naciste con mas gracias Que nadie pudo escribir, Porque vos sola naciste Para e el vivir: Yo me ví en tiempo, señora, Y ahora que os serviria Véome triste morir. ” 113 ROMANCE DE ROSA FRESCA CON GLOSA DE PINAR. ¡Rosa fresca, rosa fresca, Tan garrida y con amor, Cuando y'os tuve en mis brazos, Non vos supe servir, non; Y agora que vos servia Non vos puedo yo haber, non! —Vuestra fué la culpa, amigo, Vuestra fué, que mia non; Enviásteme una carta Con un vuestro servidor, Y en lugar de recaudar Él dijera otra razon: Qu'érades casado, amigo, Allá en tierras de Leon; Que tenéis mujer hermosa Y hijos como una flor. —Quien vos lo dijo, señora, Non vos dijo verdad, non; 114 Que yo nunca entré en Castilla Ni allá en tierras de Leon, Sino cuando era pequeño, : Que non sabia de amor. Anónimo dialogado, segun unos, ó, segun otros, lo que dice el epigrafe. Cancionero general, Cancionero de romances. 115 A LA: ROSA. Pura, encendida rosa, Emula de la llama Que sale con el dia, ¿Cómo naces tan llena de alegría, Si sabes que la edad que te da el cielo Es apenas un breve y veloz vuelo? Y no valdrán las puntas de tu rama (1) Ni tu púrpura hermosa A detener un punto La ejecucion del hado presurosa, El mismo cerco alado, Que estoy viendo riente, Ya temo amortiguado, Presto despojo de la llama ardiente. Para las hojas de tu crespo seno Te dió Amor de sus alas blandas plumas, Y oro de su cabello dió á tu frente. ¡Oh fiel imágen suya peregrina! Bañóte en su color sangre divina De la deidad que dieron las espumas; Y esto, purpúrea flor, y esto ¿no pudo (1) Así escribe Sedano; ófros leen: Y ni saldrán las puutas de tu rama. 116 Hacer menos violento el rayo agudo? Róbate en una hora, Róbate licencioso su ardimiento El color y el aliento; Tiendes aun no las alas abrasadas, Y ya vuelan al suelo desmayadas. Tan cerca, tan unida Está al morir tu vida, Que dudo si en sus lágrimas la aurora Mustia tu nacimiento ó muerte llora. FRANCISCO DE Rioja. 117 EN ALABANZA DE LA ROSA EN COMPETENCIA DEL JAZMIN. El que eligió en el jardin El jazmin no fué discreto, Que no tiene olor perfeto Si se marchita el jazmin; Mas la rosa hasta su fin, Porque aun su morir se alabe, Tiene olor mas dulce y suave, Fragancia mas olorosa; Luego mejor es la rosa, Y el jazmin menos suave. Tú, que rosa y jazmin ves, Eliges la pompa breve Del jazmin, fragante nieve Que un soplo al céfiro es; Mas conociendo despues La altiva lisonja hermosa De la rosa, cuidadosa La antepondrás á mi amor; Que es el jazmin poca flor, Mucha fragancia la rosa. JUAN DE SALINAS. 118 AL JAZMIN. ¡Oh, en pura nieve y púrpura bañado, Jazmin, gloria y honor del cano estío! ¿Cuál habrá tan ilustre entre las flores, Hermosa flor, que competir presuma Con tu fragante espíritu y colores? Tuyo es el principado Entre el copioso número que pinta Con su pincel y con su varia tinta El florido verano. Naciste entre la espuma De las ondas sonantes, Que blandas rompe y tiende el ponto en Chio, Y quizá te formó suprema mano, Como á Vénus tambien, de su rocío; O, si no es rumor vano, La misma blanca diosa de Citera Cuando del mar salió la vez primera, Por do en la espuma el blando pié estampaba De la playa arenosa, Albos jazmines daba; Y de la tersa nieve y de la rosa Que el tierno pié ocupaba, Fiel copia apareció en tan breves hojas. La dulce flor de su divino aliento 119 Liberal escondió en su cerco alado, Hizo inmortal en el verdor tu planta El soplo la respeta mas violento Que impele, vuelto en nieve, el cierzo frio, Y la luz mas flamante Que Apolo esparce altivo y arrogante, Si de suave olor despoja ardiente La blanca flor divina, Y amenaza á su cuello y á su frente Cierta y veloz ruína, Nunca tan licenciosa se adelanta, Que al incansable suceder se opone De la nevada copia, Que siempre al mayor sol igual florece, E igual al mayor hielo resplandece. ¡Oh jazmin glorioso! Tú solo eres cuidado deleitoso De la sin par hermosa Citerea, Y tú tambien su imágen peregrina. Tu cándida pureza Es mas de mí estimada Por nueva emulación de la belleza De la altiva luz mia, Que por obra sagrada De la rosada planta de Dione; A tu excelsa blancura Admiración se debe Por imitar de su color la nieve, Y á tus perfiles rojos Por emular los cercos de sus ojos. Cuando renace el dia 120 Fogoso en Oriénte, Y con color medroso en Occidente De la espantable sombra se desvia, Y el dulce olor te vuelve Que apaga el frio y que el calor resuelve, Al espíritu tuyo Ninguno habrá que iguale, Porque entonces imitas Al puro olor que de sus labios sale. ¡Oh, corona mis sienes, Flor que al olvido de mi luz previenes! FRANCISCO DE RIOJA. 121 DE LA ROSA. La rosa de Cupido Juntemos á Lieo, Y de ella laureados, Bebamos y juguemos; La rosa, que á las flores Es suave ornamento, Y del verano alegre El cuidado primero; La rosa, que á los dioses Es deleite, y por esto, De rosas coronado, Danzas sigue el de Vénus. Haz, pues, oh padre Baco, Que, de rosas compuesto Y de lira adornado, Me reciba tu templo. Suaves daré olores, Suaves diré versos, Y juntos yo y mi dama Suaves bailaremos. ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS. Monostrofes, traducido de A nacreonte. 122 DECLA TOSAS Con el verano alegre, Que es padre de las flores, Casemos á la rosa, Que es ámbar de los dioses; La rosa, que es suave Delicia de los hombres, Ornato de las gracias Y beso de Dione; “La rosa, que á poetas Argumento es conforme, Y á las hermanas nueve Del Cabalino monte; La rosa, que es amable Al brazo que la coge, Por mas que se defienda Con espinas de bronce; La rosa, finalmente, Que suave responde Al tocar con halagos, Al oler con olores; La que solemnes fiestas Espléndida compone; Pero donde ella falta, 123 ¿Qué adornos hay que sobren? De rosa son los dedos Del alba entre arreboles, Y de rosa los brazos De las ninfas del bosque. La misma Citerea, La hospedera de Adónis, Por ella ha merecido Mil títulos y nombres; La rosa, pues, medica De sus ajes al hombre, Y al hecho ya cadáver Libra de corrupciones; Opónese á los tiempos, Y en vejez uniforme Despide aquellos mismos, Que en juventud, olores; Pero va de su orígen, Pues fué de sus loores, Y á quien la edad venera, La antigúedad abone; Cuando con las espumas Mezclados los rigores, Parieron á la Vénus Tan dulce como dócil, Y el curado celebro Del soberano Jove Á Pálas, que preside Armada entre escuadrones; Del seno de la tierra Nació la rosa entonces, 124 Que acudió con su néctar La turba de los dioses; De cuya mata luego, Tan dulce como noble, Nació tu planta, Baco, Que es néctar de los hombres. ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS. 125 EL PRECIO DE UNA ROSA. En todos sus rosales La madre primavera Jamás á rosa alguna Miró con más terneza. En mil graciosos rizos, ¡Cuán vária purpuréa Sobre el regazo amante Del boton que la estrecha! ¡Cómo en silencio suben, Desde el pié contrapuestas, Dos bien labradas hojas Y se mecen sobre ella! Una tal vez se dobla, Gira, y fugaz la besa; La otra lo ve cobarde, Y quiere, y va, y no llega. Ella, entre tanto, rie Mil fragantes esencias, Y á su reir, ¡oh cuántos, Cuántos deseos vuelan! ¡Oh rosa, honor del año! Tu singular belleza, ¡Oh cuán feliz sería Si Fílis te quisiera! 126 Tómala, Fílis, toma, Y déme en recompensa La dulce miel de un beso Tu boquita risueña. Ya vale más la rosa: No te la doy, no; suelta, Que el beso fué, y lozana Mi flor aquí se queda. Seis besos y otros tantos Me has de pagar por ella. Es poco, no; tú ignoras Los ayes que me cuesta. Fuí, y al cortarla, impías Me hirieron dos abejas De un numeroso enjambre Que á par giraba de ella. ¿No ves cuán lastimada Está mi triste diestra? ¡Ay, Fílis! sí, mi rosa Precio mayor desea. Un beso ¿y qué es un beso? Quiere por cada abeja Del numeroso enjambre Que á par giraba de ella. Nicasio ALVAREZ DE CIENFUEGOS. 127 LA ROSA MODICITA AMOROSA“A FÍLIDA. EN IMITACION DE LA ODA VIT DE ANACREONTLE ROSAM AMORIBUS DICATAM. El cuidado primero Del floreciente prado, La rosa de Cupido, La gala del verano; La que el ámbar lascivo Al color junta casto Con tan suave embozo, Que en ninguno hay engaño, Juntemos, dulce Fil, Al dulce siempre halago De las fecundas vides, Honor del padre Baco; De cuyas verdes hojas Y rosas coronados, Sus fiestas celebremos Con vino dulce y blando. Yo le daré mi afecto, Tú le darás tus labios, 128 Adonde el dulce vino Beba en mas dulce vaso; Con que estará contento Y nosotros pagados, Y la deidad propicia El ruego no hará ingrato. Corona tus cabellos De florecientes rayos De la purpúrea rosa, Del hechizo del Mayo. De aquella donde escribe, No sin purpúreo llanto, La aurora dulces quejas Con florecientes rasgos; Donde la dulce abeja Halla el jamás ingrato Dulce panal, de la alba O reido ó llorado; Donde áspides espinas Con delicioso halago Hieren desde la vista Las deliciosas manos; Donde la aura suave Al lascivo contacto Se convierte en aljófar, De púrpura esmaltado. Corona tus cabellos De los fecundos ramos De lascivos sarmientos, Siempre á Lieo gratos. Tambien en tus cabellos 129 El sol aprisionado, Corone de hebras de oro Los montes y los llanos. Tambien la vírgen rosa, De los dioses descanso, De tu boca y mejillas Hurte el carmin nevado. Y juntos nuestros pechos Y juntas nuestras manos, En sus lascivas hojas Hallen lascivos lazos. Y así del vino dulce Juntamente bebamos, Y juntos celebremos La rosa, honor del campo; La rosa de mi Fili, A quien el dulce Baco Acuerda con mi lira, Celebra con mi canto; La rosa, cuyas hojas, De mi Fili en la mano, Son con rigor suave Flechas del dios vendado. ¡Ay dulce Fili! ¡Ay rosa! En cuyas hojas hallo Mil áspides dormidos, Mil suaves letargos! Haz, pues, dulce Lieo, Que, della coronados, Yo y mi Fílida dulce Tu templo hallemos grato; Z e e 5 A s pal 2 Ñ . A 3 ” t - > - Juntos nos ofrezcamos e ” 7 a y de - 20 ES oe FE 1 TA, A YE Donde con dulce vino | e E Al consorcio festivo De tu lascivo amparo. - Suaves daré olores, Suaves diré cantos, Y juntos yo y mi Fili Seremos tu holocausto. ES ON Francisco DE TritLo Y FIGUE 131 DASROSA "DE. ABRIL: Zagalas del valle, Que al prado venís Á tejer guirnaldas De rosa y jazmin, Parad en buen hora, Y al lado de mí Mirad mas florida La rosa de Abril. Su sien, coronada De fresco alhelí, Excede á la aurora Que empieza á reir, Y más s1 en sus ojos, Llorando por mí, Sus perlas asoma La rosa de Abril. Veis allí la fuente, Veis el prado aquí Do la vez primera Sus luceros ví; Y aunque de sus ojos Yo el cautivo fuí, 132 Su dueño me llama La rosa de Abril. La dije: ¿Me amas? Díjome ella: Sí; Y porque lo crea, Me dió abrazos mil: El Amor, de envidia, Cayó muerto allí, Viendo cuál me amaba La rosa de Abril. De mi rabel dulce El eco sutil Un tiempo escucharon Londra y colorin; Que nadie más que ellos Me oyera entendí, Y oyéndome estaba La rosa de Abril. En mi blanda lira Me puse á esculpir - Su hermoso retrato De nieve y carmin; Pero ella me dijo: Mira el tuyo aquí; Y el pecho mostróme La rosa de Abril. El rosado aliento Que yo á percibir Llegué de sus labios, Me saca de mí: Bálsamo de Arabia 133 Y olor de jazmin Excede en fragancia La rosa de Abril, El grato mirar, El dulce reir, Con que ella dos almas Ha sabido unir, No el hijo de Vénus Lo sabe decir, Sino aquel que goza La rosa de Abril. JosÉ IGLESIAS Di La Casa. 134 LA ROSA. Deja que en tu seno La ponga feliz. La rosa primera Que de mi jardin, Llorándolo Flora, Hoy, Fílis, cogí, Y Amor, á mi ruego, Crió para tí, Deja que en tu seno La ponga feliz. Ella el suyo hermoso. Acaba de abrir, Del céfiro blando Al soplo sutil, Y en otro de nieve Anhela morir; Deja que en tu seno La ponga feliz. Su aroma fragante Puede competir 135 Con cuantos de Gnido Exhala el pensil; Su púrpura excede Al vivo carmin; Deja que en tu seno La ponga feliz. La altiva azucena, El albo jazmin, El clavel pomposo Y el fresco alhelí, Párias á mi rosa Le deben rendir; Deja que en tu seno La ponga feliz. | Si Vénus la viera Como yo la ví, Entre cien pimpollos Flotante lucir, Quisiérala al punto Sólo para sí; Deja que en tu seno La ponga feliz. Quisieran las Gracias, En donosa lid, El prez de gozarla Con Vénus partir, Y adornar con ella Su pecho gentil; Deja que en tu seno - La ponga feliz, Déjalo, y permite 136 Que á mi rosa unir Mil dulces suspiros Pueda, y ánsias mil; Quizá así más grata Los gustes de o1r; Deja que en tu seno La ponga feliz. Vé, flor venturosa, Y á mi amada dí Cuán penado envidio Tu glorioso fin: Por él yo trocara Mi triste vivir; Deja que en tu seno La ponga feliz, Haz lenguas tus hojas Y clamen por mí, Clamen hasta verla Arder y gemir, Robando á su boca Dulcísimo un sí; Deja que en tu seno La ponga feliz. Si alcanzases, rosa, Como yo á sentir, ¡Oh! ¡cuál te mecieras De aquí para allí, Sus globos de nieve Ansiando cubrir! Deja que en tu seno La ponga feliz. 137 Si yo en tí pudiese Mi sér convertir, Sobre ellos mis labios Lograra imprimir, ¡Ay Fílis! que sólo Me es dado decir: Deja que en tu seno La ponga feliz. Juaw MELÉNDEZ VaLDÉs. 138 LA ROSA DEL DESIERTO. - ¿Dónde estás, dónde estás, tú, que embalsamas De este desierto el solitario ambiente Con tu plácido olor? Con él me llamas Hacia tí más y más, te busco ardiente, E ingrata á mi cuidado, Triste me dejas en mi afan burlado. Bella entre flores bellas, ¿Por qué te escondes y mi amor esquivas? ¿Temes que yo prefiera Á tu hermosa franqueza la altanera Pompa del tulipan, ó la inodora Anémona, que al íris desafía, O del clavel la majestad grandiosa? No; todo cede para mí á la rosa: La rosa es mi placer; ven, ven, ofrece Tu modesta beldad á mi deseo, ' ¡Oh rosa virginal! ¿Me engaño, ó veo Su purpúreo color que allí aparece Por entre una quebrada? Es, es, no hay duda; en los paternos brazos De su rosal sentada, Con lentitud se mece 139 . Al movimiento blando De un cefirillo que la está besando. ¡Oh, salve, salve! que mi vista ansiosa, Cansada ya de la aridez penosa Que en torno te rodea, Al fin en tu belleza se recrea. ¡Oh flor amable! en tus sencillas galas, ¿Qué tienes, dí, que el ánimo enajenas Y de agradable suspensión le llenas? En cada olor que, liberal, exhalas De tu cáliz ingénuo, un pensamiento, Un recuerdo, un amor... no sé qué siento Allá, dentro de mí, que, enternecido, - Suelto la rienda al llanto, Y encuentro en mi afliccion un dulce encanto. Sola en este lugar, ¿cuándo, qué mano Pudo plantarte en él? ¿Fué algun anciano, Que recordó sus dias juveniles Pasando por aquí, y al ver su muerte, En recogerlos se afanó y guardarlos Dentro de tu raíz; ó fué un amante, Que abandonado ya de una inconstante, Huyó á esta soledad, queriendo, triste, Olvidar á su bella, Y este rosal plantó, pensando en ella? Era un hombre de bien, del hombre amigo, Quien un yermo infeliz pobló contigo, Que, en medio á la aridez, así pareces Cual la virtud sagrada, De un mundo de maldades rodeada. ¡Ah! rosa es la virtud, y bien cual rosa . 140 Donde quiera es hermosa, Espinas la rodean donde quiera, Y vive un solo instante, Como tú vivirás. ¡Ay! tus hermanas Fueron rosas tambien, tambien galanas Las pintó ese arroyuelo, cual retrata En tí de tu familia la postrera. Del tiempo fugitivo imágen triste, Él corre, correrá, y en su carrera Te buscará mañana con la aurora Y no te encontrará; que ya esparcidas Tus mustias hojas, sin honor caidas Sobre la tierra dura, El fin le cantarán de tu hermosura. ¡Oh, si me fuese dado Tus horas prolongar, cediendo un dia, En tu favor, del tiempo que me toca! Gozoso más en breve marcharia Hacia mi tumba helada, Porque durase más mi flor amada. ¡Imposibles soñados! ¡Ay! siquiera Toma, guarda ese beso De mi amistad sincera, Y esa parte de mí contigo muera. ¡ Y qué! sola, olvidada, Sin que su labio y su pasion imprima En tí ninguna*amante, ¿En fin perecerás sin ser llorada? ¿No volará en su muerte Ningún ¡ay! de tristeza De la fresca belleza 141 Que en tí contemple su futura suerte? ¡Oh, Clori, Clor1! para tí esta rosa, Bella cual mi cariño, Aquí nació: la cortará mi mano, Y allá en tu pecho morirá gloriosa. Guarda, tente, no córtes y perdone, Clori esta vez; que por ventura injusto -Bajará á este lugar algún celoso, Venganzas meditando allá en la mente De una triste inocente, Que amarle hasta morir en tanto jura. Al mirar esta rosa, de repente Se calmarán sus celos, y bañado En llanto de ternura, Maldecirá su error, y arrepentido Irá á abjurarle ante su bien postrado, O la verá tal vez algun esposo Ya en sus cariños frio, Y, la edad de sus flores recordando, Fija la mente en su marchita esposa, Clamará en su interior: «Tambien fué rosa, » Y con este recuerdo despertando El fuego que en su pecho ya dormia, La volverá un amor que de ella huia. Y ¿quién sabe si acaso maquinando La primera maldad, con torvo ceño Vendrá algun infeliz, solo, perdido, De pasiones terribles combatido? Al llegar donde estoy, verá esta rosa, La mirará, se sentará á su lado, E ignorando por qué, su pecho, herido 142 De una dulce terneza, Amará, de mi flor estimulado, La belleza moral de su belleza. ¡Ay! que del crimen al cadalso infame Tal vez ese infeliz se despeñara, Si esta rosa escondida La virtud en su olor no le inspirara. Queda, sí, queda en tu rosal prendida, ¡Oh rosa del desierto! Para escuela de amor y de virtudes; Queda, y el pasajero, Al mirarte, se pare y te bendiga, Y sienta y llore como yo, y prosiga Más contento su próspero camino, Sin que te arranque de tus patrios lares. ¿Es tan larga tu edad para que quiera Cortarte, acelerando tu carrera? No; queda, vive, y el piadoso cielo Dos soles más prolongue tu hermosura. Puedas, lozana y pura, No probar los rigores Del bárbaro granizo, Ni los crudos ardores De un sol de muerte, ni jamás tirano Tus galas rompa el róedor gusano. No; dura, y sé feliz cuando desea Mi amistad oficiosa; Y feliz á la par contigo sea La abejilla piadosa Que, en tu cáliz posada, Hace á tus soledades compañía. 143 Adios, mi flor amada, Adios y eterno adios. La tumba fria Me abismará tambien; mas si en mi musa Llego á triunfar del tiempo y de la muerte, Inseparable de tu dulce amigo Eternamente vivirás conmigo. Nicasio ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS. 144 EN EL CASAMIENTO DE. UN HIJO DEL-AUTOURS Crece, modesta rosa, En las orillas sacras Del Bétis, ni aun de mano De tu señor tocada. Crece, que sacudiendo Las susurrantes alas, Volando te corona En derredor el aura. Crece, y el dia el ostro De tus corolas abra, Y al áureo sol enseñe Tu rubicundo nácar. Corre, modesta rosa, Que al seno destinada Estás por quien tu dueño Arde en amante llama. ¡Dichosa flor! ¡Qué trono, Oh flor afortunada, Por ese trono el triste Elicio no trocara! ¡Oh, si él la rosa fuera A Cloe dedicada, 145 Y entre los lácteos orbes -Que su cendal recata, Ostentacion haciendo De su destino ufana, Besándolos muriera, Muriendo los besara! DionNIsio0 SoLfs. 10 146 SUPLICA A UNA ROSA. Reina desotras flores, fresca rosa, Primero honor de Abril y deste prado, Así te previlegie el cierzo helado Y respete la helada rigurosa, Y así goces, que es mas, de la hermosa Palma de mi señora, y su dorado Cabello adornes, y el color rosado, De ver su rostro, aumentes, vergonzosa; Que me guardes las lágrimas que vierto En tu pintado seno, y si te toca A sus labios aquella á quien adoro, En tus hojas mi bien irá encubierto, Porque, si llegan á su dulce boca, Dulces serán las lágrimas que lloro. Luis MARTIN. AUSENCIA. Lánguida flor de Vénus, que escondida Yaces y en triste sombra y tenebrosa, Ver te impiden la faz del sol hermosa Hojas y espinas, de que estás ceñida; Y ellas el puro lustre y la vistosa Púrpura en que apuntar te ví teñida Te arrebatan, y á par la dulce vida Del verdor que descubre ardiente rosa, Igual es, mustia flor, tu mal al mio; - Que si nieve tu f:ente descolora Por no sentir el vivo rayo ardiente, A mí, en profunda oscuridad y frio, Hielo tambien de muerte me colora La ausencia de mi luz resplandeciente, FRANCISCO DE Rioja. 148 LA ROSA. Fresca, lozana, pura y olorosa, Gala y adorno del pensil florido, Gallarda, puesta sobre el ramo erguido, Fragancia esparce la naciente rosa; Más si el ardiente sol, lumbre enojosa, Vibra del can en llamas encendido, El dulce aroma y el color perdido, Sus hojas lleva el aura presurosa. Así brilló un momento mi ventura En alas del amor, y hermosa nube Fingí tal vez de gloria y alegria; Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura, Y deshojada por los aires sube La dulce flor de la esperanza mia. JosÉ DE ESPRONCEDA. 149 A UNA NINA. Coge, vírgen hermosa, La que al alba brotó purpúrea rosa, Mientras la dulce edad lozana dura, Y advierte que flor vive la hermosura. AGUSTIN DE SALAZAR Y TORRES. Es traduccion del último dístico de la Rosa de Ausonio, "que empieza: Collige, virgo, rosas... 150 CONSEJOS. En tanto que de rosa y azucena Se muestra la color en vuestro gesto, Y que vuestro mirar ardiente, honesto, Enciende el corazón y lo refrena (); Y en tanto que el cabello, que en la vena Del oro se escogió, con vuelo presto, Por el hermoso cuello blanco, enhiesto, El viento mueve, esparce y desordena; Coged de vuestra alegre primavera El dulce fruto, antes que el tiempo airado Cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado (); Todo lo mudará la edad ligera, Por no hacer mudanza en su costumbre. GARCILASO DE LA VEGA. (1) Así ponen este verso el Brocense, Herrera y Tamayo; pero Aza- ra escribe, siguiendo á Ulloa: Con clara luz la tempestad serena. (2) Tamayo opina que estaría mejor: Marchitará la rosa el viento alado. 151 A FLORA. Sale á la aurora en verde error la rosa, Y en espinoso manto aumenta el brio; Bebe la flor de lis luz y rocío En las hojas de espada mas hermosa. No pierde en la confusa zarza hojosa La cándida mosqueta el señorío, Ni por el sol del abrasado estío La dormidera está menos pomposa. Tus rotas galas no te causen miedos, Puesto que hermosa y pobre al mundo espantes Que tu virtud no ha menester enredos; Porque eres, Flora, tú, como los guantes, Que, cortados con arte por los dedos, Por lo rompido muestran los diamantes. Lore FÉLIx DE VEGA CARPIO. 152 GALATINA. Esta que te consagro fresca rosa, Primicia, Galatina, del verano, Haya virtud, tocándola tu mano, De hablarte muda así, tirana hermosa: «Esa faz, esa mesma que invidiosa Vió la mañana y admiró el temprano Sol, con desprecio la verá y ufano El hesperio ya mustia y mentirosa. » Yo nací hoy tal, que á emulacion del dia Robé los ojos; ya no soy cual era, Que la belleza es breve tiranía. » Y tú ¡ay! dirás: «¡Oh nunca hermosa fuera, Si así de breve marchitarme habia Para mas llorar siempre que me viera! » FRANCISCO DE. MEDRANO. JUANA. Tiraba rosas el amor un dia Desde una peña á un líquido arroyuelo, Que de un espino trasladó á su velo En la sazon que Abril las producia. Las rosas mansamente conducia De risco en risco el agua al verde suelo, Cuando Juana llegó, y al puro hielo Puso los labios de la fuente fria. Las rosas, entre perlas y cristales, Pegáronse á los labios, tan hermosas, Que afrentaban claveles y corales. ¡Oh pinturas del cielo milagrosas! ¿Quién vió jamás transformaciones tales, Beber cristales y volverse rosas? Lore FéLix DE VEGA CARPIO. 154 MI PRENDA. Hermosas plantas fértiles de rosas, Doradas y extendidas clavellinas, Que en verdes hojas de esmeraldas finas A nuestros ojos pareceis vistosas; Frondosos olmos, vides amorosas, De consumiros con el tiempo indinas, ¿Vistes del sol las luces mas divinas Mirarse en vuestras ramas victoriosas? ¿Amaneció jamás tan claro el dia? ¿Resplandecieron mas vuestros despojos Con el rocío que del alba os toca? Aquí debe de estar la prenda mia, Porque ese resplandor es de sus ojos, Y aquese aljófar de su dulce boca. Lore FéÉLix DE VEGA CARPIO. 155 EUTERPE: Yo ví una ninfa, que entre rosas fuera, Guzman, y entre jazmines, blanca y lisa; Pero con metamórfosi improvisa Verde horror le ofuscó la tez primera. Díjome: «Euterpe soy, que esta ribera, Que con sus flores céfiro divisa, A mí, que aliento su nativa risa, Procura, ingrata, convertirme en fiera. »S1 el Tormes, dije yo, mancilla, Euterpe, Tu lustre con escama tenebrosa, ¿Quién se podrá quejar del Lago Averno? » ¿Tú solo ignoras, replicó la Diosa, Que el estilo enigmático moderno Es quien de ninfa me transforma en sierpe?» BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA. PIRRA. ¿Quién es el tierno mozo que entre rosas, Y con olores líquidos bañado Tienes, Pirra, en tu cueva regalado, Por quien trenzas las hebras de oro hermosas? ¡Ay, cómo llorará las mentirosas Promesas cuando el cielo esté mudado, Con negro viento el fiero mar hinchado! Y él, atónito y nuevo en estas cosas, Tiénete agora, y piensa que contino La misma le serás que le pareces, Del mentiroso viento no advertido. ¡Ay de aquel á quien nueva resplandeces, Yo pintado en el templo al dios marino Muestro haber dado el húmedo vestido! y LuPercio LEONARDO DE ARGENSOLA. Traduccion de Horacio: Quís multa gracilis. 157 CUPIDO. Entre purpúreas rosas escondida Pequeña abeja, al dios de los amores, Que de flor presumia entre las flores, La tierna mano le picó atrevida. Tiernas lágrimas vierte el rapaz ciego, Y volando á Ericina sin sosiego, «¡Ay madre, dice, hermosa! Una pequeña sierpe ponzoñosa, Una víbora alada, Aunque pequeña, osada, Me ha quitado la vida; » +» Mas Citerea, al descubrir la herida, Le responde risueña: «Si una abeja, Cupido, tan pequeña, El dolor te ha causado que refieres, ¿Cómo será el dolor en los que hieres?» AGUSTIN DE SALAZAR Y TORRES. Esta composicion escribió en griego Anacreonte, de cuyo idioma la tradujo al latin, en una oda, Claudio Minois. Teó- erito repitió en griego el mismo pensamiento, y de él lo tradujo al latin Alciato, en la composicion que empieza: Ñ «Albeolís dum mella legit: percussit Amorem Furacem mala apes, et summis spicula liquit. ln digitis.» 158 A UN ROSAL. Rosal, rosal, ¿dó está el tiempo Que me oyó tu sombra amiga Jurar un amor eterno Al que el suyo me ofrecia? Cuando en tí fijaba La risueña vista, ¡Con qué amor tus rosas Su prision cerrada abrian! Hora sin amparo, ¿Qué harán? Afligidas, Del pajizo trono Para siempre caen marchitas. ¡Cuántas veces ¡ay! tu tronco Nos vió en amantes caricias Darle en cristalinas aguas Su frescor y hermosa vida! Árbol infelice, Mi recreo un dia, Ya tu solo riego Serán las lágrimas mias. ¡Muerte son tus galas: Pluguiese á mi dicha Que, al caer, tus hojas Cubriesen mi tumba fria! Nicasio ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS. 159 A UN ROSAL. Rosal, menos presuncion, Donde están las clavellinas, Pues serán mañana espinas, Las que agora rosas son. ¿De qué sirve presumir, Rosal, de buen parecer, Si aún no acabas de nacer Cuando empiezas á morir? Hace llorar y reir Vivo y muerto tu arrebol, En un dia ó en un sol; Desde el oriente al ocaso Va tu hermosura en un paso, Y en menos tu perfeccion (., Rosal, menos presuncion, Donde están las clavellinas, Pues serán mañana espinas, Las que agora rosas son. No es muy grande la ventaja Que tu calidad mejora: Si es tus mantillas la aurora, (1) En otras ediciones: Y en manos tu perfección. 160 Es la noche tu mortaja; No hay florecilla tan baja Que no te alcance de días, Y de tus caballerías, Por descendiente del alba, Se está riyendo la malva, Cabellera de un terron (1), Rosal, menos presuncion, Donde están las clavellinas, Pues serán mañana espinas, Las que agora rosas son. FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS. (1) En algunas ediciones: Caballera de un terron, 1Ó1 E A EE, A tí, clavel ardiente, Envidia de la llama y de la aurora, Miró al nacer mas blandamente Flora; Color te dió excelente, Y del año las horas mas suaves. Cuando á la excelsa cumbre de Moncayo Rompe luciente sol las canas nieves Con mas caliente rayo, Tiendes igual las hojas abrasadas; Mas ¿quién sabe si á Flora el color debes Cuando debas las horas más templadas? Amor, Amor sin duda dulcemente Te bañó de su llama refulgente Y te dió el puro aliento soberano; Que eres flor encendida, Pública admiracion de la belleza, Lustre y ornato á pura y blanca mano, Y ornato, lustre y vida Al mas hermoso pelo . Que corona nevada y tersa frente; Sola merced de Amor, no de suprema . Otra deidad alguna. ¡Oh flor de alta fortuna! Cuantas veces te miro 11 162 Entre los admirables lazos de oro, Por quien lloro y suspiro, Por quien suspiro y lloro, En envidia y amor junto me enciendo. Si forman por la pura nieve y rosa, Diré mejor por el luciente cielo, Las dulces hebras amoroso velo, Quedas, clavel, en cárcel amorosa Con gloria peregrina aprisionado. Si al dulce labio llegas, que provoca A suave deleite al mas helado, Luego que tu encendido seno toca,- A tu color sangriento Vuelves ¡ay, oh dolor! mas abrasado. ¿Dióte naturaleza sentimiento? ¡Oh yo dichoso á habérseme negado! Hable mas de tu olor y de tu fuego Aquel á quien envidias de favores No alteran el sosiego. FRANCISCO DE RIOJA. A UNA ROSA. Ayer naciste, y morirás mañana; Para tan breve ser, ¿quién te dió vida? ¡Para vivir tan poco estás lucida, Y para no ser nada estás lozana! Si te engañó tu hermosura vana (1), Bien presto la verás desvanecida, Porque en esa hermosura está escondida (2 La ocasion de morir muerte temprana, Cuando te corte la robusta mano, Ley de la agricultura permitida, Grosero aliento acabará tu suerte. No salgas, que te aguarda algun tirano; Dilata tu nacer para tu vida (5), Que anticipas tu sér para tu muerte. Luis DE GÓNGORA Y ÁRGOTE. (1) Segun Gracian: Si tu hermosura te engañó mas vana. (2) Así Gracian; otros leen: Porque en tu hermosura está escondida. (3) Otros: Dilátate en nacer para tu vida, 164 BREVEDAD DE LA ROSA. Rosa gentil, que al alba de la humana Belleza eres imágen, ¿qué pretendes, Que sobre verdes esmeraldas tiendes Tu mano de coral teñida en grana? Si cetro, si laurel, si ser tirana De tantos ojos, que en tu cárcel prendes, ¡Cuán en vano solícita defiendes Reino que ha de durar una mañana! Rinde la vanidad que al sol se atreve, ¡Oh cometa de Abril! tan presto escura, Que, puesto que tu vivo ardor te mueve, El ejemplo de tantas te asegura Que quien ha de tener vida tan breve No ha de tener en tanto su hermosura. LoPz Fénix DE VEGA CARPIO. —- [ey YN CELEBRA LA BREVEDAD DE LA VIDA DE LA ROSA. Este ejemplo feliz de la hermosura, Que en purpúreos ardores resplandece, Si á dar admiraciones amanece, A no dar escarmientos se apresura. No miden los espacios su ventura, Pues cuando breve exhalacion florece, De aplausos de la vista se enriquece Y de injurias del tiempo se asegura. ¿Para qué mas edad, si no mejora La pompa que en fragante incendio brilla, Y á cada instante contrapone un daño? Sobrada eternidad es una hora Para ser en la muerte maravilla, Y no ser en la vida desengaño. AGUSTIN DE SALAZAR Y TORRES. 166 BREVEDAD DE LA VIDA: Humilla al sol la coronada frente, Rosa, del prado honor, que el toro abrasa; Dobla las hojas de la verde basa, Pues ya no puede ser que la sustente. Rigor de estrella, cuanto hermosa ardiente, Las breves horas de tu vida tasa, Si hay solo un sol que de por medio pasa Desde tu ocaso á tu florido oriente. Pues si la sombra de tu breve infancia Es la misma vejez, ¿en qué se fia La vana presuncion de tu arrogancia? ¿Y en qué tambien la humana fantasia, Si de la vida la mayor distancia Fué breve sueño del postrero dia? LoPeE FÉLIx DE VEGA CARPIO. CORTEDAD DE LA VIDA. Clóris, este rosal, que libre ó rudo, Del arte huyó al favor de la floresta, Su arrogancia selvática depuesta, Vecinas flores le verán desnudo. Nota esta rosa, que aun agora pudo Abrir el paso á su niñez modesta. Pero ¡cuán breves términos apresta La grana que libró del verde ñudo! Vive su planta los estivos meses; Mas el honor de los purpúreos senos (Mísera edad) la madurez de un dia. Pues si lo raro, oh Clóris, dura menos, La pompa de tu abril, ¿por qué confia Que ha de reinar con hados mas corteses? BARTOLOMÉ LEONARDO DE ÁRGENSOLA. 108 AROSA: Esta, á quien ya se le atrevió el arado, Con púrpura fragante adornó el viento, Y negando en la pompa su elemento, Bien que caduca luz, fué sol del prado: Tuviéronla los ojos por cuidado, Siendo su triunfo breve pensamiento; ¿Quién, sino el hierro, fuera tan violento, De la ignorancia rústica guiado? Aun no gozó de vida aquel instante Que se permite á las plebeyas flores, Porque llegó al ocaso en el oriente. Oh tú, cuanto mas rosa y mas triunfante, Teme; que las bellezas son colores, Y fácil de morir todo accidente. Lore FÉLix DE VeGA CARpPIo. 169 A UNA ROSA YA MARCHITA. ¡Cuan triste y desmayada Te presentas á mí, fragante rosa! Tú, que en el Mayo con la frente alzada, Esparciendo tu esencia deliciosa, Y mostrando con pompa tus colores, Por reina te aclamaste de las flores; Tú, que en las sacras mesas Derramas los placeres con tu aliento; Tú, que conservas en tu copa impresas, Como el más singular bello ornamento, Las gotas que brotaron del pié hermoso, Que agitaba de Adoni el eco ansioso; ¿Tú, tan mustia, abatida, Amarillas las hojas, destrozada, La verde veste á polvo reducida, Casi entrando en el reino de la nada? «Pasó la Muerte, hirióme, y sólo sombra Soy que hasta al pecho que me quiso asombra. » Estos débiles restos Arrójalos, que el tiempo los consuma. Otros capullos plácidos, enhiestos, Sobre quienes Amor bate su pluma, Te causen un deleite regalado, Y no un sér por la Muerte aniquilado. » 170 ¡Qué! Muere el avariento Que una provincia al hambre ha reducido, Y se le eleva un rico monumento, Con mármoles de Páros construido Y ornado con pesadas inscripciones, Que desmienten sus pérfidas acciones; Fallece el poderoso, Que virtudes y ciencias ha ultrajado, Y corre al templo el pueblo presuroso, Se atropa en torno al túmulo elevado, Al Eterno por él ferviente implora, Y con el orador se aflige y llora; Rinde el alma el guerrero, No harto de sangre, asolador del mundo, Y gime por su muerte el bronce fiero, Se llenan todos de dolor profundo, Y erigen mil estatuas en memoria Del que de oprobio cubrirá la historia; ¿Y tú, que siempre has sido Delicia de los pechos agitados, Has de entrar en el seno del olvido, Cual los míseros siervos aherrojados, Y entre seres deshechos confundida, No ha de quedar vestigio de tu vida? ¿Tú, que ministro fuiste Del alígero dios, y el sacrificio Mas puro, mas ardiente, presidiste, Cuando, á mis votos el Amor propicio, El corazon de Lesbia me entregaba, Que entre tiernos suspiros se exhalaba? ¿Tú, que alegre á mi mano, 171 Del trono de su frente descendida, Viniste como gaje soberano De la fe con tal ánsia prometida En el punto fatal, que divididos Eran los dos amantes más unidos? No, compañera afable, Recuerdo de mis dichas malogradas, Lustre del Mayo, flor incomparable, Bien de las almas del amor tocadas, No temas de las otras la ventura; Tú existirás, mi pecho lo asegura. Deshecha, deshojada, En átomos sutiles convertida, En mi seno estarás siempre abrigada, Su fuego te dará de nuevo vida, Y cobrarán su esencia tus despojos Ccn el humor ardiente de mis ojos. Ven, agradable rosa; Sobre mi corazon tu tumba sea; Con paz tranquila, con placer reposa, Y el orbe todo en este ejemplo vea Que no hay templo ni asilo más honroso Que un corazon sencillo y amoroso. CONDE DE NOROÑA. 172 A UNA ROSA DESHOJADA. Esa mustia beldad, que enamorado Tuvo al Abril su verde lozania, Fragante joya, que al romper del dia Sacó la primavera en el tocado; Sustituta del sol, astro esmaltado, Que igualmente alumbraba y influia, Y en su verde apacible tirania, Por reina se hizo coronar del prado; A mano descortés, segur villana, Rinde cuanto esplendor y pompa adquiere, Pagando como culpa el nacer rosa. ¡Oh! no se fie la belleza humana; Que es breve flor, que cuando nace muere, Mucho más que por frágil, por hermosa. Jerónimo DE CÁNCER Y VELASCO. PAPMUBRED:DE:LA, ROSA. Un jardinero triste, Regando su pensil, Al són de aquel rocío Se lamentaba así: «¡Ay mísero de mí, Que ha marchitado el Mayo La pompa del Abril! » Llegó ¡penosa suerte! La primavera, en fin, Florida para todos Y seca para mí. ¡Ay Mayo fementido! Detesto tu matiz; No le tejais ¡oh plantas! Guirnalda del jardin, Que ha marchitado el Mayo La pompa del Abril, » Abrió una tierna rosa; Reina jurarla ví, Con pompa y aparato, Del cándido jazmin, Del clavel nacarado, 174 Del pálido alhelí, Del turquesado lirio Y encendido carmin, Y ya marchitó el Mayo La pompa del Abril. » Pimpollo desplegaba Sus hojas, y al abrir, Las lágrimas del alba Iba embebiendo en sí; Guardóselas á este Jardinero infeliz Para cuando llegase El tiempo de decir Que ha marchitado el Mayo La pompa del Abril. »La sonrosada aurora Por el globo turquí Sus colores, celosa, No osaba difundir. Sufre este dia, ¡oh bella Del sol embajatriz! Mañana estarás libre De tanto competir, Rindiendo el Mayo toda La pompa del Abril. »Rayo apénas febeo' Llegó su tez á herir, Cuando pobló de olores Las auras del confin. Apolo la enamora, Y á Dafne olvida allí; 17) Mas deshaga la pompa De su natal feliz, - Que el Mayo ajar presume La pompa del Abril, » Decidme, flores bellas, ¿A dónde está, decid, La majestad jurada De este verde pais? ¿Qué habéis hecho de aquella Suprema emperatriz? Mas ¡ay de mí! ya mudas Decís que en dura lid Ha avasallado el Mayo La pompa del Abril. »¡Ay fragancia exhalada! ¡Ay púrpura infeliz! ¡Ay cómo equivocásteis El nacer y el morir! Fué entre la cuna y tumba La línea tan sutil, Que no sé distinguirla, Aunque la sé sentir, Al ver que ha hollado el Mayo La pompa del Abril. »Sosten, ciprés funesto, De quien se apoya en tí La trabajosa vida, . Cansada de gemir; Mis penas signifique Tu verdor juvenil, Miéntras que de mis lábios 176 No dejares de oir: ¡Ay mísero de mí, Que ha marchitado el Mayo + La pompa del Abril! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí!» José María Vaca DE GUZMÁN Y MANRIQUE. 177 CON MORALIDAD DE LA ROSA ESCRIBE HACIENDO DONAIRE. Rosa del prado, estrella nacarada, Astro que el mismo prado ha producido A los soplos del céfiro encendido, Que no pierde la rosa por soplada. Reina del soto, del Abril jurada, Como el purpúreo dice real vestido, De tanto tirio múrice teñido, Que esto quiere decir que es colorada; Mueres ahajada y vives presumida, Que aunque de presuncion peca la hermosa, Tambien de ahajada muchas veces peca. Copia de la beldad miro en tu vida: Sale fresca al nacer y es fresca rosa, Viene seca á morir y es rosa seca. AGUSTIN DE SALAZAR Y ToRRES. 178 A EA ROS%: MORALIDAD BURLESCA. Viene Abril, ¿y qué hace? En dos razones Viste á un rosal de hojas, que ha tejido, Y luego toma y dice: «Este vestido Tiene ojales; pues démosle botones. » Dáselos, y los rompen á empujones Las hormillas, que el tiempo ha colorido; Ascuas hoy, que la púrpura ha encendido, De los que eran ayer verdes carbones. Nace la rosa, pues, y apenas deja El boton, cuando un lodo la salpica, Un viento la sacude, otro la acosa. Ájala un lindo, huélela una vieja, Y al fin viene á parar en la botica: Si esto es ser rosa, el diablo que sea rosa. ANTONIO DE SoLís Y RIVADENEYRA. - Al bosque fué Inés por rosas - Una mañana de Mayo: py cogole un cierto desmayo, - Divertida en ciertas cosas. E ¿Qué desmayo éste sería? - Juguete acaso de amores; Y es que cuando fué por flores, AS * Perdió la q ella tenía, . José IGLESIAS DE LA CASA. A LA ROSA AMARILLA. ¿Cuál suprema piedad, rosa divina, De alta belleza transformó colores En tu flor perégrina, Tenida del color de los amores? Cuando en tí floreció el aliento humano, Sin duda fué soberbio, amante y necio Cuidado tuyo y llama, Y tú descuido suyo y su desprecio; Diste voces al aire, fiel en vano. ¡Oh triste, y cuántas veces Y cuántas, ay, tu lengua enmudecieron Lágrimas que copiosas la ciñeron! Mas tal hubo deidad que conmovida (Fuese al rigor del amoroso fuego O al pío afecto del humilde ruego), Borró tus luces bellas Y apagó de tu incendio las centellas, Desvaneció la púrpura y la nieve De tu belleza pura En corteza y en hojas y astil breve. El oro solamente Que en crespos lazos coronó tu frente, | / e f Francisco DE Rioja. : 182 LA ROSA BLANCA. el A LA ILMA. SRA. DOÑA MARÍA DE GUZMAN, HIJA ÚNICA DEL EXCMO. SR. CONDE DE OLIVARES. Herm osa Vénus, alma Citerea, s A quien la fiera patricida mano Dió vida, que los cielos hermosea, Con el cándido humor del Oceano; Así tu sacro altar filomedea Adore el mas inculto bracamano, ps Que se digne de dar tu luz hermosa Vida á mi voz para cantar tu rosa. Tu rosa blanca, que no fué cantada De lira humana, griega ni latina, Para ofrecer á una beldad guardada, Aunque en mi ruda voz beldad divina; . La que nácar vistió, rosa encarnada, O púrpura bañó sacra Ericina, Ya las cantaron varias y difusas Dóricas liras y romanas musas. Esta que no lo fué, con dar tardia Tan alta pompa al espinoso ramo, Su dúlce historia de mis versos fia, Cuando las iras del amor desamo; Mas ¡cuán injustamente á la voz mia E 183 La Vénus de la tierra invoco y llamo, Teniendo yo la celestial que adora Febo á la tarde y á la blanca aurora! Oh sacra Vénus, tú, que, semejante A la hija del cielo, darme puedes Mas viva luz que el celestial diamante, Pues su esplendente nacimiento excedes; Que si del claro sol viene delante, Tú de su luz espléndida procedes; Que ser su hija es mayor gloria tuya Que ser la estrella paraninía suya. Pues entre armiños más que blancas rosas Nació tu ilustre y cándida pureza, No Vénus de las ondas espumosas, Sino del mar de la mayor grandeza, De la madre de perlas mas preciosas Que en su nácar formó naturaleza; Unico parto de tan rica aurora, Que con sus rayos los armiños dora; Favorece la pluma que atrevida La blanca rosa á tu alabanza ofrece, No la que fué de púrpura teñida, Que menos casta presuncion merece; Si de nevada túnica vestida, Sobre dorado campo resplandece, Con los armiños de tu sangre ilustre Tendrá inmortal valor y eterno lustre. Aunque temo, ilustrísima María, Que ha de juzgarse á error mi atrevimiento, Porque es dar ley al tiempo, luz al dia, A las flores color, alas al viento, » 184 Perlas al mar y al alba que las cria, Rayos á Amor, presteza al pensamiento, Oro al planeta de la cuarta esfera, Dar rosas á la misma primavera. Nació encarnada del rubí sangriento Que de Vénus vertió la planta herida; No fué primero blanca, y del violento Golpe en las zarzas con el pié teñida; Ofrece la verdad el argumento Que hoy se consagra á tu beldad florida, En cuya mano cándida la veo Mas bella que en las cumbres de Pangeo. En fe del esperado matrimonio Daba Cleopatra al ínclito romano Dos perlas que crió, por testimonio De su poder, el cielo soberano; Deshizo la primera, y dijo Antonio: «No es justo que le prive vuestra mano, Reina de Egipto, á la naturaleza Del testigo mayor de su riqueza. » Quedó la perla sola, y fué llamada Unica, por memoria de aquel dia, En tus divinas partes retratada, Oh fénix, ilustrísima María; Si bien de union igual acompañada, Te espera con aplauso y alegria Florido en rico tálamo himeneo, Que iguale la esperanza y el deseo. Crece, planta feliz, crece dichosa, Pues tu casa ilustrísima propagas Con larga sucesion tan venturosa, 185 Que su temor prolífica deshagas; En tanto, pues, escucharás la rosa, Que tan alta esperanza satisfagas, Para que sepan esas manos bellas Que quien te ofrece rosas diera estrellas, Vénus, fuerza divina, que se cria De aquellos movimientos naturales Que, de los elementos simetria, Hacen juntos los cuerpos celestiales, Que amando á Adónis sol, sin quien se enfria, Engendra plantas, hombres y animales, Pues cuando mira en ángulos obtusos De la generacion están exclusos; Tuvo principio, en opinion de algunos, De la espuma del mar, de quien nacida, No con vientos feroces importunos, Sino del blando céfiro impelida, Por escollos del mar, que de ningunos Quiso aceptar asiento en la extendida Concha de nácar y oro, navegando La tierra, el mar y el viento enamorando. En la isla de Chipre le dió puerto, Entre Siria y Cilicia, el mar Carpacio, Donde en lo mas ameno y descubierto —Vénus fundó su espléndido palacio; Del cual las horas, diosas del concierto, Que miden á los tiempos el espacio, Hijas bellas de Témis, en un vuelo La trasladaron al empíreo cielo. Viendo los dioses su hermosura, intentan Casarse enamorados y rendidos; 186 A Júpiter sus partes representan, De eterna luz y resplandor vestidos; Alegres los primeros se presentan Marte y Apolo, entrambos encendidos En rayos, en amor, en ira, en celos, Confusion de la paz, ley de los cielos. Marte pretende, fiero y arrogante, Y en un pensil de plumas la celada, Convertido en imágen de diamante, Resplandeció con la fogosa espada; Y cual si viera ejércitos delante, La esgrime, de sangriento humor bañada, Siguiendo al son de cajas su bandera Todas las iras de la quinta esfera. Apolo Cintio, con réal decoro, Rizas como en España las guedejas, Vibrando el arco, y de las flechas de oro Rayos de luz entre amorosas quejas, Abrió de sus riquezas el tesoro, Y porque son las fáciles orejas Puertas de amor tambien, como los ojos, Cantó en su dulce lira sus enojos. Mercurio, hijo de Júpiter y Maya, Cuya boca dió al cielo aquella via, Que de cándida nieve el cielo raya, Cuando la argiva prónuba le cria; A quien la competencia no desmaya, Celos, música, amor y valentia, De dos tan altos dioses importuna, A su industria remite su fortuna. Pluton, que al repartir el mundo tuvo 187 A España y cuanto mira al Occidente, El nombre que de Dios del oro obtuvo, Mostró en los rayos de la torva frente; Porque entonces Pluton mas libre estuvo De la deformidad que el impaciente Pecho movió, cuando á robar se inclina A Céres en Sicilia á Proserpina. Pan, dios de los pastores, testimonio De la casta Penélope y Mercurio, Que fué gloria y honor del matrimonio, Así en el griego como el campo etrurio; Bárbaro Arcadio y rudo Licaonio, De la naturaleza humana espurio, Apareció medio hombre, y su fiereza, Oh Vénus, pretendiendo tu belleza. Pero sin igualdad la de Vulcano, Cuya deformidad de suerte enoja *En el cielo al planeta soberano, Que de la grada celestial le arroja; Este pretende ser dueño tirano De Vénus celestial, y se le antoja Que puede competir con su hermosura, Que el propio amor es la mayor locura. ¡Oh cuántos que Vulcanos se casaron, De los hurtos de Vénus se ofendieron! Así del propio afecto se engañaron, Por discretos y hermosos se tuvieron. Finalmente, los dioses decretaron, Y en este acuerdo unánimes vinieron, Que fuese Vénus de Vulcano esposa; Propia desdicha de mujer hermosa. 188 No de otra suerte dos valientes toros Celosos riñen por la vaca amada, Y por el monte van, bramando á coros, A la dura palestra y estacada, _Donde vertiendo los abiertos poros, Sangre y furor, en tanto conquistada Del mas cobarde y flaco, está rendida, El puesto en posesion y ellos sin vida. Apenas asistió triste himeneo Al tálamo fatal, la lumbre muerta, Cuando á Vénus provoca su deseo, Si fué verdad, porque parece incierta; Dicen que en odio de Vulcano feo, Cuya cara de sátiro, cubierta De espesa barba, á deshacer se atreve El blanco rostro como erizo en nieve. De la caida que, del alto cielo A la isla de Lémnos arrojado, Dió Vulcano feroz, quedó en el suelo En retrógrado cancro transformado; Camello asirio de erizado pelo No tiene en la cerviz mas levantado Aquel monte deforme, que él tenia, La parte que sucede y la que guia. Mercurio, dios de industrias, advertido De sus celos, buscó tales engaños, Que de ellos dicen que nació Cupido; Claro estaba, pues muere en desengaños. Mas ¿cómo puede ser que haya nacido, Si se implican sus glorias y sus daños? Si tan tarde nació, y antes se amaba, SALA 189 - ¿Quién era aquel amor y dónde estaba? ¿Con cuál amor se amaron sol y luna? ¿Qué paz de amor unió los elementos? ¿Cómo imprimió generacion alguna Sin lazo de amistad sus fundamentos? No pudo sin amor fuerza ninguna Dar vida natural, que sus aumentos Se deben á esta paz, á esta concordia, Aunque en los elementos hay discordia. Platon fué de opinion que habia nacido Del cáos Amor, en confusion segundo Cuando no es de dos almas admitido, Y que era tan antiguo como el mundo. A Poro, dios de la abundancia, ha sido Dado por hijo; á Poro, dios fecundo, Habido en Pénia, igual en la belleza, Mas diosa del trabajo y la pobreza. ¡Oh fábula moral que nos enseñas Que el firme amor ha de vivir desnudo! Que puesto que interés rompe las peñas, Jamás al verdadero romper pudo; Amor que se conoce por las señas, Solo en mirar, como si fuese mudo; Que aunque engendrarle la abundancia es justo, No es parto del poder, sino del gusto. Siete veces el sol miró distinta La línea equinoccial, y á los iguales Trópicos declinando el áurea cinta, Los ilustró de rayos solsticiales; En tanto que el amor, que el mundo pinta Con imperio en los dioses celestiales, 190 Iba creciendo en años y en engaños, | Mas detúvose el tiempo en estos años. ' E Viendo Vénus que el niño no crecia, ; Y que otros siete y otros diez estaba 0 En los siete primeros que tenia, Triste de verle no crecer, lloraba; Díjole que la causa procedia, Témis, á quien la Diosa consultaba, A De no tener hermano, porque ha dado En no crecer Amor si no es amado. Andaba entonces Marte riguroso, Depuestas ya las aceradas mallas, En la conquista de su rostro hermoso, Sin ordenar asaltos á murallas; Reducido el imperio fervoroso A las de amor dulcísimas batallas, Sin desdoblar al viento las banderas Ni asistir á los fosos y trincheras. Ya nosabes qué es guerra, ya no formas, Marte cruel, en plano ó sobre montes; Así en la hermosa Vénus te transformas, Petriles, parapetos y esperontes, Pomas, guardas, espaldas, plataformas, Trabes, cortinas, caballeros, frontes, Estradas, contrafuertes, fosos, plazas, Tijeras, terraplenos y tenazas. Ya son galas de paz, ya son diamantes Lo que era hebillas y dorados pernos; Suspiros son los rayos fulminantes, Que imitan los de Júpiter eternos; Vénus, que vió sus armas arrogantes, 1091 Sus banderas, sus tropas y gobiernos Rendidas á sus pies, quiso piadosa Ser Pálas á su lado belicosa. Nació de entrambos el muchacho Antéros, Y en llegando á los años de Cupido, Los dos crecieron juntos, verdaderos Efectos de un amor correspondido; Bien se puede engendrar de los luceros, Mas no sin otro amor haber crecido; Que hay de amar sin amor gran diferencia, Hasta que llega á sar correspondencia, Así es en la amistad: cuando el amigo Al que le estima corresponde ingrato, Que crece amado, y tiene por castigo Poco amor, gran traicion y falso trato; Mas vale declarado el enemigo, Que no tener por sombra y por retrato Un desleal espejo, que os asista Tan diferente el alma de la vista. El sol, suprema luz, entrar podia Sin ser visto del bárbaro Vulcano; Marte, aunque estrella, no alumbraba el dia, Y para verla se esforzaba en vano; Y como en claros rayos le vencia, Y estaba de la tierra mas cercano, Un mes, viéndole entrar, tuvo, por celos, La tierra sin calor, sin luz los cielos. El sol, en fin, para tan noble lumbre Ejecutó la mas indigna hazaña A que llega celosa pesadumbre Cuando de ajeno amor se desengaña; 192 Dijo al herrero dios, que en la alta cumbre Del Etna el hierro ardiente en agua baña, Espirando por él orbes de fuego, Fimeras de un instante heladas luego: «¿Cómo sufres, Vulcano, tanta afrenta? ¿Cómo permites que te ofenda Marte? Bastardos hijos en tu casa intenta; En Antéros y Amor no tienes parte. Ya el dios guerrero un mozo representa Destos cobardes, cuyo estudio y arte Se cifra en sus cabellos; cosa indina, Que á los de mas valor los afemina. » Ya la celada bélica no cubre Su frente en los asaltos ni los sacos; Mi corona de rayos la descubre, Todos son para mí planetas flacos, Ninguna escuridad mi fuerza encubre, Penetro con mi luz montes opacos. Yo los he visto; la venganza intenta; Si no te mueve amor, basta la afrenta. » Atento estaba el mísero marido A la funesta relación de Febo, Humilde el rostro pálido, teñido En humo, en ira y en dolor tan nuevo. «Oh sol, le dijo, ¡qué imprudente has sido! ¡Qué poco lustre de mi honor te debo! A muchos guias; mas de tí me espanto, Pues que, dándome luz, me ciegas tanto. ¡Oh cuántas veces miras malicioso Cosas en que te engañas! Ni tú puedes ' Entrar en todas partes, y celoso 193 Alientas con tus rayos las paredes; Soñaste, sol, ó amante ó envidioso; Dormiste, sol, de la verdad excedes; Y ¿qué puede decir un sol dormido De un planeta de luz de honor vestido? » Vénus es mi mujer, Marte mi amigo, Y tu enemigo, sol, que solo basta; Pues ¿quien ha de creer á un enemigo En deshonor de una mujer tan casta? Contenta vive de vivir conmigo; Montañas de oro y de valor contrasta; Lo que has dicho en mi afrenta fué bajeza; Mas eres sol, y dasme en la cabeza. » Apenas Febo retiró su ardiente Rostro, no sin temor, viendo culparse, Cuando el agravio el ofendido siente, Mas cuerdo en responder que fué en casarse; A la fragua camina diligente, Y en ella, de dolor, quisiera echarse; Lloraba el hierro que abrasar queria, Templando en agua el fuego que sentia. No dijo nada á Estérope ni Bronte: Quien mucho quiere hacer, no dice nada; Pero en saliendo el sol en su horizonte, Via su afrenta de su luz formada; De dolor en dolor, de monte en monte Andaba con el alma lastimada, Pensando en el castigo, que un prudente No resuelve lo grave facilmente. Y viendo que morir era imposible, Vénus, siendo inmortal, que muerte y diosa 19 e 194 Era imaginacion incompatible, Por implicar contradiccion forzosa; Hizo una red sutil, tan invisible, Que la alta rueda del pastor famosa Por sus cien ojos verla no pudiera, Si cada verde pluma un lince fuera. Daba una siesta albergue al dios guerrero, Y á la diosa gentil un verde prado, Donde un arroyo manso y lisonjero Imitaba cristal al pié nevado; Con la celada y el alfanje fiero Jugaba Cupidillo, y del dorado Escudo las figuras, que miraba Relevadas en oro, codiciaba. Reñian él y Antéros por las plumas, El penacho rompiéndole entre tanto, Que ya imitaba cándidas espumas, Ya la morada flor del amaranto; Son átomos y estrellas breves sumas Con los diamantes del celeste manto; Para igualar de Vénus los amores, No tiene arena el mar ni el campo flores; Cuando Vulcano con la red oprime Los dos amantes y los dos rapaces, Sin reparar que Vénus se lastime, Desesperado ya de admitir paces; No de otra suerte el corvo pico imprime Aleto indiano en tímidas torcaces, Que el vil herrero á los amantes pone La red, y al cielo su delito expone. Los dioses al Olimpio circunstantes 105 Miraron con envidia al dios guerrero, Con celos á la diosa los amantes, Y con dolor al afrentado herrero. Como suelen los peces ignorantes Estar entre la red, el fuerte acero Romper querian, mas no fué posible; Que era muy fuerte, aunque era imperceptible, * Pero á ruego de Júpiter salieron Dando palabra Marte mal cumplida, Que la que amando los peligros dieron, No fué jurada cuando fué rompida; Tantas, en fin, las amenazas fueron, Que Vénus bella, de temor vencida, De Marte se olvidó; que fácilmente Muda su condición todo accidente. Mas como Vénus tanto aborrecia Al herrero, teñido en humo infame, Que si apelar de la fealdad queria, Que con las gracias hay fealdad que se ame, Daba en la necedad y en la porfia, Que no hay indignidad que mas desame Quien tiene algun valor y entendimiento, Presto quiso ocupar el pensamiento. En estas pretensiones ocupada, Casóse la gran Témis con Peleo; La boda entre los dioses celebrada, A que asistieron Vénus y Himeneo; Mas no siendo de nadie convidada, Que fué delito en su soberbia feo, La Discordia, que en gustos nunca es buena, Injustamente la venganza ordena. 195 Una manzana de oro, á quien pudieran Rendirse las hespéridas manzanas, En el convite echó sin que la vieran; e EN Que tiene el cielo estrellas por ventanas. e Los dioses su hermosura consideran Rubíes de Ceilan y tirias granas, Y ven que donde mas dorada viene, «Dése á la mas hermosa» escrito tiene. Juno presuntúosa la pedia, Como rema y de Júpiter esposa; Pálas por la mayor sabiduría, O porque fué de las batallas diosa; Vénus por su hermosura y gallardía; Aunque habiendo de ser la mas hermosa, Yo sé quien la tuviera mas segura Por ciencia, gracia, sangre y hermosura, Reina de Troya Hécuba soñaba Que una hacha ardiente trágica traia, En que los patrios muros abrasaba, Y por quien muertos á sus hijos via;. Con esto al tierno infante que lloraba, Como que ya la soledad sentia, Mandó que echasen Príamo á las fieras O al mar desde sus playas y riberas. Arquelao piadoso el niño cria, Y en Ida monte fué pastor tan fuerte, Que á cuantas fieras y ladrones via, Hecho júez los condenaba á muerte. Júpiter, viendo que juzgar sabia, De que es su voluntad á Juno advierte, Que Páris juzgue de las tres cuál diosa 197 La puede merecer por más hermosa. Una mañana que el intonso Febo En su amado desden resplandecia, Y por engaño en el silvestre acebo, Que no en la adelfa, porque rosas cria, Milagro en Ida apareció tan nuevo, Que el monte con la luz resplandecia; Las fieras se escondieron, y sonoras Las aves celebraron tres auroras. Páris, sabiendo el celestial decreto, Mandólas desnudar; Juno, turbada, Fué en pura nieve de su vista objeto, Deponiendo la túnica estrellada; Pálas, dejando el acerado peto, Morena se mostró, pero labrada En pardo mármol de Lisipo ó Fidia, Modelo al arte y á la nieve envidia. Vénus en proporcion como en belleza Un campo de cristal con tan sutiles Líneas de azul, que la naturaleza Quiso que hubiese mapas de marfiles. Enmudeció el pastor; mas la firmeza De su equidad, que no es para hombres viles, Le tuvo al resolver la lengua muda, Que cada cual por sí le pone en duda. Páris, ¿qué leyes la belleza tiene? ¿Qué Bártulos, que Baldos las escriben? ¿De qué romanos Césares proviene Su justo imperio? ¿En qué provincia viven? Si al tribunal de amor el gusto viene, Y sus pleitos á prueba se reciben, 198 ¿Quién hay tan loco, aunque le obligue el ruego, Que juzgue la hermosura estando ciego? Llegóse á Páris Vénus entre tanto, Y díjole: «Mancebo ilustre, advierte Que si por tu favor alcanzo cuanto Merece el estimarte y el quererte, Y en hermosura á todas me adelanto, En amor te daré tan alta suerte, Que no veas mujer que no te quiera, Por tí suspire y por quererte muera. » Era Páris un mozo que tenia Veinte años, y hermosura que en mil años No vió la verde selva en que vivia, Edad dispuesta á amor, y amor á engaños; Oyó el soborno que otra sangre cria, De que tenemos tantos desengaños, Y por Vénus juzgó, poco discreto, Pues como fué la causa fué el efeto. Perdióse Troya por quererte, Elena, Engañado mancebo; corrió Xanto Sangre en vez de cristal, y en vez de arena, Difuntos cuerpos con horrible espanto; Apenas le quedó piedra ni almena; Sus muros yerba, sus memorias llanto Volvió tu error, desesperada Juno, Incitando las olas de Neptuno. Vanagloriosa Vénus del suceso, Y por la mas hermosa confirmada, Aumentó vanidad, y fué el exceso Contra su honestidad, amando, amada; Criaron en un verde monte espeso, 8 : ss LM Y A j 199 Donde una fuente á Júpiter sagrada De espejo á pocos álamos servia, Las hermosas nayades que tenia, - Un joven, hijo de una planta hermosa, Que era su madre y mirra se llamaba, Que por esta maldad incestúosa Aromáticas lágrimas lloraba; Vióle una tarde Vénus amorosa Pendiente al hombro la dorada aljaba, Donde por alas, que otro amor le hacian, Las plumas de las flechas le servian. El arco indiano en la siniestra mano, Los rizados cabellos daba al viento, Corriendo tras las fieras por un llano, A solo el gusto de la caza atento; Detuvo el paso al cazador humano Deidad divina, y con un mismo acento Las almas suspiraron duplicadas; Que suenan juntas cuando están templadas. Amó de suerte Vénus amorosa Este mancebo en Chipre, que olvidada De su tercera esfera luminosa, Hizo la selva habitación sagrada. No os espante, Señora, que esta diosa Tantas veces se rinda enamorada; Que esta corteza fabulosa cria Moral y natural filosofia. Marte, envidioso del mancebo hermoso, Y celoso de Vénus, llamó á Aleto, Furia infernal, que á un jabalí cerdoso De alma sirvió para tan triste efeto; 200 Cazaba Adónis por el bosque umbroso, Mas fuerte en armas que en amor discreto; Salió la fiera á él, murió á sus manos; ¡Oh celos del amor siempre tiranos! Tloraron las nayades de la fuente, Gimieron las oreas y amadrías, Las napeas tambien, y tristemente Las aves por los olmos muchos dias; Detuvieron los rios su corriente; El monte derritió lágrimas frias, Y Vénus, no pudiendo resistirse, Quisiera ser mortal para morirse. Lloraba Cupidillo, que tenia Amor á Adónis mas que al fiero Marte, Que se espantaba dél cuando no via Que el acerado arnés dejaba aparte; Marte dolor y lágrimas fingia, Que siempre tiene estratagemas y arte; Solo vengado, y no celoso, Apolo Con risa esclareció de polo á polo. Pareciéndole á Marte que podia Volver á la amistad de Vénus bella, Por selvas y por montes la seguia, Tal vez en forma humana y tal estrella; Por unas zarzas fugitiva un dia, No vió la mas oculta, y puso en ella El pié de nieve, que con un suspiro Rubí fué rojo y cárdeno zafiro. De aquella sangre procedió la rosa, En verde silla de un boton sentada, Con cinco guardias, que su pompa hermosa. 201 - Tienen, cuando se extiende coronada; Abrió por muchas hojas olorosa La boca en tierna púrpura bañada, Mostrando dentro, para mas decoro, En vez de blancas perlas, granos de oro. Dicen que la culebra la primera Vió la rosa bellísima nacida, Y admirada de ver su roja esfera, De tanta cantidad de hojas vestida, La cortó sin temor, y lisonjera De la boca sacrílega ceñida A Júpiter la dió, cuyo presente Le pagó con hacerla tan prudente. Admirados los dioses celestiales De ver su rojo resplandor, temieron Las desventuras otra vez fatales Que á los muros de Troya sucedieron, Y puestos en contiendas desiguales, A Júpiter Tonante la pidieron: Que Vénus por los hados no sabia Que de su misma sangre procedia. Juno alegaba del pasado agravio De la manzana de oro las razones; Pálas, en su discurso docto y sábio, El premio puso á Juno en opiniones; —Vénus, moviendo el amoroso lábio, Cuyo coral con tantas perfecciones A la rosa imitó, que parecia Que buscaba lo mismo que tenia, Dijo: «Si yo de la manzana de oro, Como la mas hermosa, tuve el premio, 202 Debida es esta rosa á mi decoro; Que no diréis, oh númes, que os apremio: Vuestro favor con mi justicia imploro. » Pero en este retórico proemio Juno furiosa replicó: «Pues sabes Tus altas partes, tus costumbres graves, »No quieras que de nuevo te las diga, Oh gran madre de Amor; que aquesta rosa No en el rubí con letras de oro obliga Que la deba gozar la más hermosa; ' Que el bello lazo que las hojas liga No dice esta sentencia rigurosa; Que donde ves carácteres cifrados Sólo se enrizan átomos dorados. » «Deja la pretension, pues no me igualas En virtud, en grandeza y gallardia, Pues calla la retórica de Pálas, Donde está la razon de parte mia.» Vénus, que de la suya flechas y alas Del poderoso dios de amor tenia, Así responde á la arrogante diosa, Más encendida que la misma rosa: «Siempre la castidad fué en las mujeres El adorno mayor, la mayor gloria; Mas muchas como tú, que la refieres, Lo son tal vez por fuerza ó vanagloria. ¡Oh gran virtud! conozco que lo eres, Si en la virtud hay fuerza meritoria; Que si te amaran muchos, por ventura Rindieras el valor á la hermosura. » —»Calla, Vénus, le dijo entonces Pálas, ,» 203 Si te dejan lugar tus desatinos; Que bien conocen las etéreas salas Si tiene Juno méritos divinos; Como eres inficion, veneno exhalas, Atrevimientos de una diosa indinos; Mas si de mí tan mal hablado hubieras, Bien sabes tú el castigo que tuvieras. » De una en otra palabra, concertado Con desiguales fuerzas y igual bfio, Quedó ya fijo término aplazado Entre Vénus y Pálas desafio; Pidióle á Marte un fuerte arnés prestado La madre del Amor; ¡qué desvario, Teniendo tales armas! Que hay sospechas Que la Muerte y Amor trocaron flechas. Marte le dió unas armas de diamante, Toda la guarnicion y hebillas de oro, Con que Vénus salió mas arrogante, Y su hermosura con mayor decoro; Estaba la celada fulgurante Vertiendo por un monte de tesoro Otro de blancas plumas, que partia Trémula, entre hilos de oro, argenteria. Como por la belífera celada La Diosa descubrió los ojos solos, Parecia de piedras estrellada La esfera celestial y los dos polos; Pero de tales soles adornada, Que no sufriera el mundo dos Apolos, Templó su misma nieve sus porfías, Por no abrasar las almas y los dias. ' 204 Una banda de guerra, que remata Un flueco de oro y perlas, dividia El peto sobre el hombro, que dilata A la famosa espada que ceñia; Un tonelete de morado y plata Con variedad de luz resplandecia, Causada de los índicos diamantes Entre follajes de oro rutilantes. Los coturnos, ciñendo poca nieve, En bien hecha coluna le adornaban, Dando al honor la parte que se debe, Y que rosas de nácar ocultaban; Tiernas á su furor, la estampa breve Las menudas arenas imitaban, Cuando Pálas llegó, menos airosa, Y mas ejercitada y belicosa. Vénus, sacando la fogosa espada, ¿Le dijo, estando la victoria en duda: "«Pálas, mejor te ha de vencer armada La que en las selvas te venció desnuda. » La Diosa, en ira y en rigor bañada, La cuchilla sacó, respondió muda, Y caladas las vistas, el son fiero Sonó en las armas del templado acero. No suele rayo en el horrible trueno El aire dividir con mas ardiente Furia, que el cielo fúlgido y sereno El planeta ceptrífero elocuente; Desparte la batalla, y de ira lleno Hace que cada cual partirse intente Por diverso camino, á cuyo efeto 7 205 Les muestra de los dioses el decreto. Júpiter, viendo que con este ejemplo La discordia los cielos turbaria, Puso la rosa en un famoso templo, Que en una selva sacra á Flora habia; Aquí con nuevas cuerdas y arco templo La mal sonora lira y la voz mia; Que llega la ocasión, Vénus hermosa, En que se ha de cantar tu blanca rosa. En fin, la carmesí depositada, Y en digno adorno de los dioses puesta, Por deidad de las ninfas visitada, A la vergiienza instituyeron fiesta; La rosa agradecida y venerada Quiso pagar la devocion honesta, Dando el rojo color que le pedian A cuantas á su templo concurrian. En estos bosques á Diana trina, Sagrada, hermosa y cándida doncella, Habitaba Amarílida divina, Quebrada de color, aunque muy bella; Tanto la rosa á su oracion se inclina, Que el carmesí color que puso en ella, No solo la imitaba, mas vencia; Que en fin con alma la color tenia. No sale libre ya clavel hermoso De la verde prision al aire puro, Como estaba la ninfa, que el precioso Color realzaba claro en rojo oscuro; Ni sale del boton mas espacioso Antes del sol, de marchitar seguro 206 Círculo de hojas en la malva indiana, O en la peonía de color de grana. Negro el cabello, aunque en las puntas claro, Sutiles hebras por la frente pierde, ; En quien el cielo sobre mármol paro a Puso dos soles de esmeralda verde; Dormida luz con artificio raro Para matar mejor, cuando recuerde, Los acompaña con tan dulce risa, Que antes de herir de la traicion avisa. Púrpura escura en los realces clara La boca, que rubí, que perlas era; Perdiérase el amor si la mirara, Y se hallara tambien si se perdiera; Cuya voz quien dichoso la escuchara, Y el movimiento de los labios viera, Pensara que algun aire manso hacia Con dos medios claveles armonia. Cuando al pecho llegó naturaleza, Despues de hacer milagros tan inmensos, Suspendióse de ver tanta belleza, Y de suspensa los dejó suspensos; Amor tambien, depuesta la aspereza, Y admirado de ver fuegos intensos En dos balas de nieve, no se atreve Con tantos rayos á tan poca nieve. Tan bien hechos marfiles enlazaba La sandalia que el pié le descubria, Que en jazmines portátiles andaba, Y las mosquetas cándidas vencia. Si en algun arroyuelo se bañaba, 207 Y otro no lejos dél bañar la vía, Se encontraban los dos con tales celos, Que en batalla de amor quebraban hielos. Cuando es de su divino entendimiento Intérprete la lengua, ¿qué sibila Fué de la antigua edad mayor portento? Panales de oro de la voz destila; A lo amoroso de su dulce acento Rindan sus versos Safo y Telesila, Su harpa Euterpe, y á sus manos bellas Las cuerdas que volvió la lira estrellas. Celosas las napeas y nayades, Porque en habiendo envidia el amor cesa, Escondieron, corridas, sus beldades, Ya en ondas de cristal, ya en selva espesa. Quisieran las olímpicas deidades Probar las armas en tan alta empresa; Mas Júpiter supremo templó luego, Mostrando inclinacion, su dulce fuego. Y contemplando la belleza rara De Amarílida, un dia que en la amena Selva, al espejo de una fuente clara, Peinaba la madeja, de ondas llena, Así se enamoró; que no repara En lo que el vulgo bárbaro condena Un poderoso puesto en alto asiento, Si tiene un amoroso pensamiento. Y como hallaba en su réal decoro Tan justa resistencia, transformado Tal vez en blanco cisne, en rojo toro, O bebe del cristal ó pace el prado. 208 Aquí no le valió la lluvia de oro, Que teniendo Amarílida tratado Casar con un pastor, él la guardaba, Y ella á sí misma cuando ausente estaba. 3 Juno, viendo que Júpiter perdia k La autoridad de un dios que gobernaba | El cielo, el mar, la tierra, el aire, el dia, Si no fué que los celos disculpaba, Tomó la rosa que en el templo ardia, Con la color que en púrpura bañaba, Y transformóla en nieve blanca y pura, Por quitar el color á la hermosura, Esta fué la primera blanca rosa Que vió en selva ó jardin pastor ninguno, Que siendo sangre de la idalia diosa, En nieve la volvió la airada Juno. ¡Salve, fúlgida estrella, que lustrosa Teñiste en blanca paz, sin rayo alguno, Las hojas de tu cándida corona! Tarde te ví; la dilacion perdona. Salve otra vez, imágen soberana De la lealtad, la gracia y la inocencia; Prudente vírgen, que naciendo cana, Bien muestras en tus hojas la prudencia; Libro de la amistad sincera y llana, En cuyas hojas para toda ausencia Escribe la verdad sus aforismos, Que son del cielo los preceptos mismos. Admiradas las ninfas y las drías, Con mil suspiros, ansias y congojas Se quejaron de Juno muchos dias, 209 - Cándidas viendo las purpúreas hojas, Y murmuraron por las fuentes frias, Que ya eran blancas las que fueron rojas, Siendo tan casta, 0h rosa, tu hermosura, Que naciste con guarda en nieve pura. Júpiter, no queriendo dar disgusto A Juno en deshacer la blanca rosa, Y porque, fuera de que no era justo, Le pareció mas pura y mas hermosa, Como júez igual, discreto y justo, De dos colores la formó vistosa; Pero con las de nácar fué tan franco, Que no dejó seis hojas á lo blanco, Amarílida bella, componiendo De rojo y blanco el rostro delicado, Las hojas de la rosa repartiendo, Dejóle en nieve y púrpura bañado; Jazmin á los claveles añadiendo, Quedó perfectamente matizado, Rogándole las ninfas de las flores Que las dejase trasladar colores. No quedó fauno, sátiro ó sileno, Pastor en selva ni vaquero en prado, Que no la amase, y de sí mismo ajeno, No viese en su descuido su cuidado; El aire estaba de suspiros lleno, Revuelto el monte, atónito el ganado, Porque todo era celos, todo amores, Despues que se vistió de dos colores. Airada Juno, su coturno enlaza, Y á la tierra deciende en presto vuelo; Lo rojo y blanco van cubriendo el có E La tierra, como puede, las abraza, Ae y: Y las produce, con favor del cielo, Pr En diferentes ramas, muchas rojas, Y pocas blancas, como menos hojas. - Desta suerte nació la blanca rosa, Oh clara y ilustrísima Maria, | Cándida, pura, casta, honesta, heno Y en menos cantidad desde aquel dia; Pero si llega la sazon dichosa Que pueda dilatar la pluma mia En vuestras dulces bodas y himeneo, Veréis epitalamio mi deseo, o Lore FéLix DE VEGA CARPI | Páginas. debtraduetor español... ¿2000 ops LEO aciones sobre el cultivo de los rosales en ma- AA RE A A A 41 ACCES ca tos data ale RATOS AE 81 A 5. PE Gs EDI DEL TRADUCTOR ESPAÑOL DE 1 ' e exo | Ss Ese en a Baona, Biei, Cambo y San eS Luz: 1864. E mn E Acaiguador. Tercera é época: 1976. 3 PIE p 3] de 1878. pS A a 1 A « e IS A - Y a +. " e Ss La a pe Era sl y -_ $ x a 0 - 4 ¡ 2 - a = o 3 E Mr E ' . 5 ne 4 . > => e 4 > > $ z A A s E = o 5 > ñ ue : ss ES Z a > s í o A PES - e 4 _ Y A : 5 y £ a y A ER z OE] z 3 A a / o o . e Ú ¿e a, , 29 z . G 7 é A A 4 Vo > 4 2 2 o q A di > d pa E Qe. Sé A A 3 pe í ” Ñ e > - a E pa - 4 » > - £ ES yA $ E Re tres) Garden Library d ' E bd .Róm Vas ho ñ |