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CLASICOS CASTELLANOS

FRAY LUIS DE LEÓN

DE LOS NOMBRES DE CRISTO

EDICIÓN Y NOTAS DE FEDERICO DE ONÍS

MADRID EDICIONES DE «LA LECTURA

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INTRODUCCIÓN

.Duris ut ilex tonsa bipennibus Nigrae feraci frondis in Álgido, Per damna, per caedes ab ipso Ducit opes animumque ferro."

(Horat., Carm., lib. IV, iv.)

La figura de fray Luis de León, no sólo como escritor, sino como hombre, ha logrado una fama resonante y duradera. Pero, si conside- ramos su vida (i), olvidándonos de los tópicos

(i) Sobre la biografía de fray Luis de León hay dos obras importantes : R. P. Fr. F. Blanco García, Fray Lurs de León. Estudio biográfico del insigne poeta agustino. Obra postuma. Madrid, 1904. (V. reseña de A. Morel-Fa tio en el Bulletin Hispanique, t. VII, pág. 76) ; y P. Fr. Luis G. Alonso Getino, Vida y procesos del maestro Fr. Luis de León, Salamanca, 1907, que aumenta los datos conocidos y rectifica muchas inexactitudes. Pueden consultarse además, aparte de la Bibliotheca de N. Antonio y las obras de histo- riadores de la Orden, como N. Crusenio. F. C. Curtió, T. de

VIII INTRODUCCIÓN

sobre ella acumulados, la encontraremos, en la apariencia, sencilla y casi vulgar (i); vida de quietud y retiro, toda ella interior, turbada tan sólo por los menudos incidentes del medio con- ventual y universitario; sin que sea bastante á darle relieve excepcional la persecución que le arrastró á grave tropiezo con el Santo Oficio. Era el pan de cada día la acre lucha en el seno de los claustros universitarios, movida por la com- petencia entre personas é institutos religiosos ; no menos que la intervención inquisitorial en la vida intelectual de los hombres de letras, donde, más que en ninguna otra parte, estaba

Herrera, Lanteri, Vidal, etc., las biografías de Mayans y Sisear, Valencia, 1761, reimpresa en el tomo XXXVII de la Biblioteca de Aut. Españoles ; de J. González Tejada, Madrid, 1863 ; de A. Arango y Escanden, México, 1866, y un artículo más sintético de Ford, en Public, of the Modern Lang. Assoc. of America. Tomo VII, 1899.

(1) Nació en Belmonte (Cuenca), casi seguramente en 1528. A los catorce años (1542) fué enviado á estudiar á Salamanca, donde á los pocos meses (Enero 1543) tomó el hábito de San Agustín. Estudió Filosofía en el Convento con el P. Juan de Guevara; desde 1546 á 1551 estudió Teo- logía en la Universidad, siendo discípulo de Domingo de Soto. Hasta 1561 enseñó Teología en su Orden en Sala- manca, Soria, Alcalá (donde estudió durante diez y ocho meses), en Valladolid y quizá en Toledo, donde se graduó de bachiller, incorporando el grado en la Universidad de Salamanca el 31 de Octubre de 1558. Tomó los grados de licenciado y maestro en 1560, y en Diciembre de 1561 se posesionó de su primera cátedra, de Santo Tomás, en dicha Universidad, donde fué catedrático hasta su muerte, acae- cida el 23 de Agosto de 1591.

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llamada dicha institución á ejercitar su misión histórica. ¿ Qué ha visto, pues, la posteridad, en la vida sencilla de este escritor ilustre, que ele- vándola al rango de valor histórico1, la salve del torbellino de lo perecedero?

Fray Luis de León ha llegado á nosotros como un símbolo de la inocencia perseguida y de la ciencia aherrojada. En su carácter se re- sumen aquellas virtudes que, en esta lucha eter- na por el mejoramiento humano, son patrimo- nio de aquellos hombres que escogieron la me- jor parte; el ideal humano con el cual tuvieron un contacto pasajero prestó para siempre á sus vidas individuales aquella calidad ideal, que las hace eternamente valederas. Así, fray Luis de León ha quedado como ejemplo de un noble espíritu en que se fundían é integraban la sed de justicia hebraica, la serenidad pagana ante los embates exteriores, la caridad cristiana que no resiste al mal sino con el perdón, el generoso anhelo de incorporarse á las corrientes nuevas de la cultura propias del siglo tormentoso en que vivió. Y nos representamos todo este espí- ritu, recogido en un solo gesto, sobrio y elegan- te, al reanudar sus lecciones con la célebre frase : Decíamos ayer...

La crítica positivista he ejercido sobre la bio- grafía de fray Luis de León, que nos ha sido transmitida, la misma función demoledora que

INTRODUCCIÓN

es consecuencia general de su método de in- vestigación histórica. Resulta del examen de las fuentes documentales, que no corresponden muchos de los actos de su vida á la elevación moral de su figura; que su temperamento era habitualmente muy distinto del que estamos acostumbrados á imaginarnos ; que su vida uni- versitaria está plagada de inexactitudes; qu«* no pudo pronunciar la célebre frase evocadora consagrada (i); que algunos de sus supuestos enemigos no merecen la sombra que ha caído so- bre su nombre; que el Santo Tribunal no ex- tremó en este caso el celo ni el rigor. En fin, por este camino se ha llegado á la impresión de que nos encontrábamos ante una leyenda más que se desvanecía.

Aceptemos como ciertos los resultados de la crítica positivista, que, en general, están bien fundados documentalmente ; pero la crítica con- temporánea no puede aceptarlos sino como lo

(i) Fray Luis de León no volvió á ocupar su cátedra después del proceso, pues era cátedra de las que se proveían por cuadrienios ; y provista de nuevo durante su prisión, al salir de ella renunció á toda pretensión en favor del ac- tual poseedor. La Universidad, de acuerdo con fray Luis, concedió á éste otra cátedra distinta. Este cambio y el tiem- po transcurrido hacen imposible la pronunciación del De ciamos ayer en la forma que quería la tradición, y aun inverosímil en ninguna otra. Esto es lo cierto ; pero no por ello pierde la frase su valor simbólico. Si N. Crusenio la inventó en 1623, fué una feliz invención; pero es probable que la recogiera de alguna tradición de origen desconocido

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que son : datos sueltos último residuo del des- menuzamiento y disolución de una personali- dad— que es preciso incorporar á una nueva síntesis más comprensiva en que la figura his- tórica de fray Luis de León vuelva á adquirir unidad y sentido.

El carácter de fray Luis, tal como ha sido fijado por la tradición, responde bien á la ex- presión del mismo en su poesía documento el más fehaciente, sin duda, para conocer la ín- tima sensibilidad de un hombre, cuando éste es un verdadero poeta original. No importaría nada que se demostrase, como se ha demostra- do, que fray Luis de León era de ordinario in- ferior á mismo; de él, como de cualquier hombre, importan á la historia sólo aquellos momentos de máxima intensidad en que, supe- rándose á mismo, afirma su radical origina- lidad en un acto de creación. Luego, cada día trae su afán, que pasa con el día; pero sobre este pasar de los días y de los afanes quedarán perennes aquellas horas originalmente vividas, en las que ha alcanzado expresión, íntegra y plena, una personalidad.

Pero si no nos importa ver comprobado lo que ya sabíamos de antemano, es decir, que fray Luis de León era de ordinario inferior á mismo, nos importaría saber cómo era fray

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Luis de León de ordinario1: su temperamento, sus hábitos, sus relaciones con el medio, es de- cir, las condiciones que rodearon y sustentaron aquellas afirmaciones supremas de su persona- lidad— no con la intención poco piadosa y poco científica de conocer al héroe como pudiera co- nocerlo su ayuda de cámara, sino de buscar apoyos para mirar y comprender más clara y profundamente la génesis y el sentido de aquel su valor histórico.

Hay una aparente contradicción entre los da- tos conocidos acerca del temperamento' psicoló- gico de fray Luis de León. Aunque nadie le ha atribuido virtudes propias de un santo, ni se ha pensado nunca en beatificarle seguramen- te no por motivos de fe , se ha concedido á su carácter un alto valor moral. Y se ha consi- derado siempre como nota peculiar de su ma- nera de ser una dulce serenidad y sosiego y armonía interiores, que trascienden de toda &u poesía y constituyen el prestigio de su estilo.

La atribución psicológica de esta emoción es- tética que en nosotros su estilo produce, podrá ser disculpable, pero no deja de ser una inter- pretación simplista y pueril; siéndolo mucho más todavía la de aquellos que, al encontrarse con sentimientos contrarios en la psicología del escritor, interpretan su estilo y su poesía como una artificiosa falsificación. Huyamos de este

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género de interpretaciones que se quedan entre las manos con pedazos incoherentes del alma del escritor, dejándose escapar la unidad de su es- píritu, la fuente y raíz común de esas manifes- taciones al parecer contradictorias. No se ha pensado en que las más altas manifestaciones artísticas no son ni pueden ser producto de la espontaneidad de una psicología, sino de una lenta, esforzada y difícil labor de depuración de los elementos caóticos de la conciencia indivi- dual hasta hacer patente la forma más pura y exaltada de expresión de la originalidad inter- na, Nada más torturado y trabajoso', nada me- nos espontáneo en nuestra literatura que el es- tilo de fray Luis de León, tan límpido^ y tan sereno; y nada que nos dé, al mismo tiempo, la impresión tan segura de hallarnos en todo momento en posesión de una plenitud psicológi- ca, ante la expresión de un modo' personal de sentir el mundo. Fray Luis de León posee en alto grado la dignidad y sinceridad literarias, que consisten precisamente en rehuir la expre- sión fácil de los falsos movimientos espontá- neos del ánimo, producto de reacciones super- ficiales y pasajeras, pretendiendo' en cambio dar siempre la verdad de mismo mediante la ex- presión más intensa y cabal de su íntima sen- sibilidad.

Pensando todo esto, ni necesitaríamos hacer

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investigaciones fuera de su obra literaria para cerciorarnos de que su espontaneidad era muy otra, ni sentiríamos por ello el menor asombro ó desengaño; sentiríamos simplemente la im- presión, algo desconcertante, de encontrar con- fusos, disgregados, caóticos, los elementos to- dos que en la admirable síntesis estética había- mos encontrado limpios, armónicos y plenamen- te significativos : la cantera bruta de toda esta arquitectura, la raigambre oscura de toda esta floración.

Sería importante establecer, con precisión y detalle, la relación entre todos estos elementos biográficos que conocemos y los elementos es- téticos de su obra literaria; pero no es posible, en este momento de vulgarización, otra cosa que dejar indicados los rasgos dominantes del temperamento de nuestro autor tal como se ma- nifiesta en los actos conocidos de su vida, y pre- sentarlos de modo que quede resuelta toda aparente contradicción.

El hombre cuya poesía logra dar la impre- sión tan intensa de equilibrio y de serenidad, no era un espíritu naturalmente equilibrado y sere- no. No sólo su espíritu, sino también su cuerpo, se nos ofrecen como teatro de una constante y dolorosa lucha : ni los humores del uno ni las pa- siones del otro llegaron nunca á convivir en

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paz, como ocurre normalmente en los tempera- mentos sanos, y, por lo tanto, fuertes, serenos, alegres y constantes. La armonía y la unidad en el espíritu de fray Luis se lograban sólo me- diante un esfuerzo supremo, que no podía ser muy duradero; su alma atormentada volvía pronto á sufrir el embate de sentimientos y pasiones contradictorias, y, sobre todo, el do- lor de no sentirse dueño de mismo. Así, que lo substantivo de su espíritu, el rasgo per- manente y definitivo, no es otro que la lucha misma, la crisis constante, y en medio de ella una sola y suprema aspiración : la paz interior. Diríamos con menos palabras que la vida de fray Luis de León significa algo tan humano como la lucha por la paz.

Era, pues, nuestro poeta hombre delicado y enfermizo, aquejado de melancolía y pasiones de corazón, como se decía entonces, enferme- dad en que "son increíbles las tristezas y los recelos y las imágenes de temor que se ofrecen á los ojos del que padece" y aunque "sea de muchas diferencias, pero en todas es común y general el hacer tristeza y temor ; que todos los melancólicos se demuestran ceñudos y tristes y no pueden muchas veces dar de su tristeza ra- zón y casi todos los mismos temen y se recelan de lo que no merece ser recelado" (i).

(i) Expos. del Libro de Job, cap. VI.

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Con esta sensibilidad enferma marchó fray Luis á lo largo del camino de su vida, vivién- dola en los centros adonde le llevó su vocación : el convento y la universidad ; donde, si pudo sa- tisfacer muchas de las necesidades de su espí- ritu, encontró también un ambiente muy in- adecuado á su temperamento impresionable y ardoroso; porque son aquéllos pequeños mun- dos en que las grandes luchas humanas se em- pequeñecen, convirtiéndose en roce deprimente de personalismos, perdiendo cuanto la lucha puede tener y tiene de grande y sano y purifi- cador : precisamente porque en ellos no es la lucha lo substantivo, sino la paz, la comunión en un ideal. Este ambiente fué el que contribuyó á desarrollar el aspecto de su vida, que nos le presenta como agrio y violento; el aire que res- piraba ponía cada día veneno en su alma sen- sitiva ; la lucha sorda y mezquina, á que no podía sentirse ajeno, hubo de levantar en él frecuen- temente ciegas oleadas de pasión. Las oposi- ciones á cátedras, las disputas escolásticas, la competencia entre las Ordenes religiosas, las reuniones de claustro, la emulación intelectual, las diferencias doctrinales, las antipatías per- sonales; todo esto eran motivos y ocasiones de rozamientos y de choques entre los miembros de la Universidad, en los que fray Luis de León

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tenía que tomar la parte principal que á hombre de tal capacidad correspondía (i).

La Universidad en su tiempo manifestaba ya claros los síntomas de debilidad y flaqueza que muy pronto habían de convertirla en som- bra de lo que fué ; y uno de ellos era este hecho de que los grandes hombres que aún había en su seno, empequeñecidos en aquel ambiente, se nos ofrezcan entregados á ruines luchas esté- riles, incapaces de levantarlas al nivel en que extrauniversitariamente se movían. Pero aun después de la muerte de Victoria y de Cano y de Soto, no estaba aún tan muerta la Univer- sidad, para que en esta generación de sus discí- pulos no estuviesen vivas doctrinas y cuestio- nes, que los dividían, y que aún respondían á problemas reales de la cultura contemporánea. Se ha hablado algo de la existencia de dos es- cuelas en que estaba dividida la Universidad de Salamanca en esta época: de una parte los es-

(i) Hizo varias oposiciones con diverso resultado é in- tervino en otras poniendo su influencia á favor de sus amigos y hermanos de religión, encontrándose á menudo con los dominicos. Véase la historia detallada de estas oposiciones y pleitos en la obra citada del P. Getino. Las cátedras que desempeñó fray Luis fueron las catedrillas de Santo Tomás y Durando, antes del prooeso, y después un partido de Teología y las cátedras de propiedad de Filo- sofía moral y de Sagrada Escritura.

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criturarios, de otra los escolásticos, que defen- dían puntos de vista diferentes acerca de los métodos de interpretación bíblica. Si se usa de esta distinción en un sentido vago y no bien de- finido, es cierto, en primer lugar, que, forman- do núcleo ó no, había un número de profesores de una orientación más moderna y otros de una más tradicional. Los primeros estaban en mi- noría frente á los segundos. A los primeros per- tenecía el Brócense, enemigo además de los" es- colásticos, y que, sin embargo, no apareció su- mado al grupo de los escriturarios cuando ca- yeron juntos en el mismo ataque. Es cierto, más concretamente, que los profesores Martínez Cantalapiedra, Gaspar de Grajal y fray Luis de León sostuvieron en cátedra, en disputas y en juntas criterio análogo en cuestiones refe- rentes á la Vulgata y á las interpretaciones rabínicas de la Escritura, siendo combatidos por la mayoría de sus compañeros teólogos, á los que se sumó con más fanatismo que ninguno el profesor de griego León de Castro. Y es cierto, en fin, que estas discrepancias tuvieron como consecuencia el proceso inquisitorial que aque- llos tres profesores sufrieron.

El contenido doctrinal de esta lucha no nos importa ahora; no se trata de saber quién tenúi razón, sino simplemente de conocer el medio en que se desenvolvió la vida de fray Luis de

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León. Los episodios de su vida universitaria son tantos y tan nimios, que es difícil extrac- tarlos aquí; no valdría la pena tampoco, porque nos basta con conocer lo que ya he indicado suficientemente : el carácter y tono general de la vida universitaria de entonces y la participa- ción constante de fray Luis en ella como uno de los elementos más batalladores.

Dentro de la Universidad la lucha no hubiera tenido fin ; hubiera seguido, como siguió, con resultados fiuctuantes, sin que lograse ninguna de las partes un triunfo definitivo. Pero tratán- dose como se trataba de cuestiones teológicas, la lucha estaba llamada á dirimirse en otro campo más peligroso : la Inquisición. Y á él fué lle- vada, no con toda la prisa que muchos hubieran deseado; porque la Inquisición, más prudente de lo que suele pensarse, no se dejaba llevar tan fácilmente por las excitaciones ajenas. Fue- ron acumulándose poco á poco los cargos y acusaciones; el ambiente universitario acentua- ba su hostilidad; había estudiantes que pedían se les armase para sumarse al bando de Jesu- cristo y dar cuenta de aquellos maestrillos ; la intemperancia de palabra en los disputantes cada vez se hizo mayor, y por fin fueron procesados y puestos en prisión Grajal y Martínez, no tar- dando en serlo también nuestro fray Luis de

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León (i). Se encontraba éste desde luego compli- cado en el proceso de sus dos compañeros, sin que faltasen acusaciones que sólo á él se re- ferían, y que más tarde, en el curso del proceso, menudearon y tomaron cuerpo considerable- mente, haciéndose pronto independiente del de aquéllos.

Importa, para ver claro en este proceso, dis- tinguir en él dos aspectos : uno que se refiere á la conducta de la Inquisición misma; otro á la de los profesores, estudiantes y demás personas que en él intervinieron de cerca ó de lejos, y que podríamos en conjunto considerarlo como expresión del ambiente difuso que á estos hom- bres rodeaba. Se ha solido dar más importan- cia al primero, ó se han mezclado los dos indis- tintamente. Y sin embargo, para encontrar á través de estas figuras el sentido histórico que los modernos han buscado en ellas, es decir; la valoración del influjo de la Inquisición sobre

(i) Grajal y Martínez fueron presos respectivamente el i y el 6 de Marzo de 1572; fray Luis de León, el 27 del mismo mes, siendo absuelto y puesto en libertad el 7 de Di- ciembre de 1576. El Proceso fué publicado en la Colección de documentos inéditos para la historia de España, por D. M. Salva y D. P. Sáinz de Baranda, tomos X y XI, Ma- drid, 1847-48. Para la interpretación que de él se ha hecho, véanse, además de las obras ya citadas, las de C. A. Wil- kens, Fray Luis de León. Eine Biographie aus der Geschich- te der spanisi hen Inqitisition und Kirche im 16. Jahrhun- dert, Halle, 1866; y Reusch, Luis de León und die spani- sche Inquisition, Bonn, 1873.

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la época, es necesario mantener claramente aquella distinción. Porque sería radicalmente distinto el sentido de dicha valoración, según que pensemos el Santo Oficio* como un poder externo1, que ejercía un influjo opresor sobre un ambiente hostil, ó simplemente como un órgano que recogía y regularizaba aspiraciones y acti- vidades que surgían espontáneas del ambiente. Y no sólo se deduce de nuestro proceso que era este último el caso, sino que se deduce más: que la Inquisición venía á ser muy á menudo quien liberaba á los pensadores de las coac- ciones del ambiente, convirtiéndose en una garantía de libertad, al menos dentro de la or- todoxia.

Este era el caso de fray Luis de León, cuya ortodoxia, cuya inquebrantable fe católica, no se puede poner en duda; y si la presión del ambiente le llevó á las cárceles de la Inquisi- ción, fué para salir de ellas rehabilitado me- diante una sentencia que equivalía á una ab- solución. Si fuese posible aquí analizar los folios del proceso, poniendo á un lado la serie de acusaciones que los testigos teólogos ilus- tres, profesores, estudiantes, frailes de su Or- den— acumularon sobre él, y á otro lado lo que de ellas aceptó el alto Tribunal como base de su acusación y su sentencia, veríamos palmaria- mente la desproporción entre la hostilidad de

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la Inquisición y la del ambiente. En fin de cuentas, resultó fray Luis culpable de lo único que realmente podía reputarse como culpa, con- forme al criterio de la Iglesia española en aque- lla época: la imprudencia de tratar en público cuestiones como las de la autenticidad de la Vulgata y de traducir en lengua vulgar libros bíblicos; extremos peligrosos, por ser puntos de contacto posible con el luteranismo.

Fray Luis de León entró en la cárcel hacien- do profesión de fe católica y de sumisión al Santo Tribunal que iba á juzgar de su inocen- cia, y con la misma fe y la misma sumisión salió de allí casi cinco años después. En esta larga prisión sufrió amarguras increíbles, en- fermo muchas veces, atormentado interiormen- te siempre ; y sin embargo, no discute en ningún momento la legitimidad del Tribunal que iba á juzgar de su fe; no por miedo, seguramente que á través de todo el proceso se muestra fray Luis más que nunca valeroso1 . Era el mismo Tribunal á quien él había recurrido alguna vez para escrúpulos de ortodoxia, aun tratándose de su gran amigo Arias Montano; con él ha- bía amenazado á León de Castro. No se queja de la Inquisición, que velaba por algo que le importaba más que todo: la pureza de la fe y de las costumbres; se queja sólo de la injusti- cia de su caso, del falso celo religioso de sus

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acusadores, de la envidia y la mentira enemi- gas; no se queja de la Inquisición, sino del am- biente.

Pudo salir de aquélla, pero no podía salir de éste ; y volvió á encontrar en la Universidad los pleitos, las oposiciones, las disputas, y al fin, un segundo proceso de mucha menos im- portancia que el primero y que apenas tuvo in- flujo sobre su vida (i).

Los últimos años de ella son algo más apa- cibles y tranquilos; rehuye las luchas univer- sitarias; encuentra en la amistad de los dis- cípulos de Santa Teresa el consuelo de la co- municación de su ardor religioso con el de la Santa Madre, á quien no conoció ni vio en la tierra, pero frecuentaba ahora en sus hijas y en sus libros; comenta serena y melancólica- mente las amarguras de Job.

En toda esta parte exterior de la biografía de fray Luis de León, que he expuesto somera- mente, es donde se muestra á menudo aquel as- pecto luchador y pasional de su temperamento, que parece contradecir las notas de dulzura, serenidad y sosiego que le atribuía la tradición. ¿Cómo este hombre, cuya vida es una lucha pe-.

(i) Fué publicado íntegro, con prólogo y notas, por el P. Fr. F. Blanco García, en La Ciudad de Dios, vol. XLI, 1896.

XXIV INTRODUCCIÓN

renne interior y exterior, puede ser un símbolo de la paz y de la ecuanimidad ?

No hay duda en que estas dos modalidades espirituales se justifican y sustentan mutua- mente, y que sólo en su integración poseere- mos el verdadero sentido de la vida de nuestro poeta. Su sensibilidad exquisita le hacía reac- cionar ante las impresiones externas en rápidos impulsos de amor ó de odio, de admiración ó de desdén, de ira ó de apacibilidad ; y al mismo tiempo y por lo mismo era capaz de establecer contactos intensos con la muchedumbre de las cosas. Así fué como aquella sensibilidad, tan rica y trabajada, pudo producir los delicados frutos de su poesía. Sólo de este substratum de luchas y contradicciones, de dudas y congo- jas, pudo surgir con nuevo aliento humano aquel sentimiento que circula por la poesía de León, buscando siempre el sentido de la armo- nía del universo, "el pío universal de todas las cosas".

Porque en la exposición precedente hemos podido ver tan sólo aquellas horas de la vida exterior de fray Luis, que pudieron recoger, fríamente, los documentos oficiales ; pero hay otras horas ¡tantas horas! de vida interior, que sólo pudo recoger en sus alas la alada poesía.

Aquel mismo hombre, que durante el día ha-

INTRODUCCIÓN XXV

foía disputado acremente en un claustro sobre una cuestión nimia ó en unas conclusiones so- bre una sutileza teológica, al llegar la noche se quedaba solo consigo mismo : en aquella hora en que "como las tinieblas encubren el suelo á los ojos, ansí las cosas de él embarazan menos el corazón, y el silencio de todo pone sosiego y paz en el pensamiento; y como no hay quien llame á la puerta de los sentidos, sosiega el alma retirada en misma, y desembarazada de las cosas de fuera, éntrase dentro de sí, y puesta allí, conversa solamente consigo y re- conócese..., y subiendo sobre misma, despre- cia lo que estimaba de día...; y en medio de la oscuridad de la noche le amanece la luz" (i). Entonces el alma se reconocía, hablaba consigo misma, se superaba. ¡Cuántas veces, asomado á la ventana de su celda, en el convento de San Agustín, de Salamanca, que se elevaba sobre una cima, alejándose del suelo, sentiría fray Luis, contemplando los resplandores eterhales en las noches serenas, aquel dulcísimo sosiego inte- rior, que en él hemos aprendido nosotros á sentir! Entonces "los deseos y las afecciones turbadas que confusamente movían ruido en nuestros pechos de día, se van quietando poco á poco, y, como adormeciéndose, se reposan,

(i) Expos. del Libro de Job, cap. IV.

XXVI INTRODUCCIÓN

tomando cada una su asiento; y reduciéndose á su lugar propio, se ponen sin sentir en su suje- ción y concierto. Y ansí como ellas se humi- llan y callan, ansí lo principal y lo que es señor en el alma, que es la razón, se levanta y recobra su derecho y su fuerza, y como alentada con esta vista celestial y hermosa, concibe pensa- mientos altos y dignos de sí, y como en una cierta manera se recuerda de su primer origen y al fin pone todo lo que es vil y bajo en su par- te y huella sobre ello. Y ansí, puesta ella en su trono como emperatriz, y reducidas á sus lu- gares todas las demás, queda todo el hombre ordenado y pacífico" (i). ¿No se comprende ahora, acordándonos de lo que sabemos de su vida, todo el sentido íntimo de cada una de es- tas frases serenas? Ahora sabemos mejor que no son sólo palabras aquellas en que le pesa ha- ber vivido entregado al sueño, entre sombras y engaños, siguiendo bienes fingidos, falsa vida- de vanos temores y esperanzas vanas.

Otras veces era en casa del ciego Salinas su gran amigo, con quien departía de cosas de- arte donde la armonía musical, como antes la armonía celeste, despertaba su alma del ol- vido en que estaba sumida, y conociéndose, tor- naba á cobrar el tino y la memoria de su primer

(i) Nombres de Cristo, Príncipe de Paz.

INTRODUCCIÓN XXVII

origen. Otras veces era en La Flecha, remanso de quietud y de hermosura, donde va, roto casi el navio, huyendo del mar tempestuoso de las ambiciones de poder y de fama, tras de las que había corrido desalentado, con ansias vivas y mortal cuidado; va á buscar reposo, un sueño no rompido, un día puro, libre y alegre; va á vivir consigo mismo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. Allí se acuerda de su luengo error, de su grave mal pasado; bajo el techo pajizo donde el cuidado enemigo no hizo nunca morada, ni se esconde envidia en rostro amigo ni voz perjura en testigo mortal: en la alta sierra, cuyo sosiego apura el pecho- mancillado del veneno que bebió mal seguro, borra de la memoria cuanto dejó en ella impre- so el vivir loco; y ansia poder levantar al puro sol las manos puras sin que se las aplomen odio y saña.

Sería inútil seguir... La vida interior de fray Luis de León, que vemos á plena luz en el es- pejo de su obra literaria, no es algo contradic- torio, ajeno, á la vida exterior que conocemos; no podía serlo. Su vida interior es su verdadera vida: la integración de los dos aspectos que se han aparecido á muchos como irreconciliables ; en ella la propensión á la lucha y el anhelo de paz se dan la mano, se engendran mutuamente, y el uno sin el otro carecerían de sentido. Y

XXVIII INTRODUCCIÓN

como ésta es una realidad profundamente hu- mana, una vida individual, como la de fray Luis de León, en que se ha manifestado con carac- teres extremados, atraerá siempre el interés de los hombres. Y la poesía que ha manado de esta fuente psicológica, logrando la expresión her- mosa de este confuso sentimiento humano, ten- drá siempre virtud para despertar en cada co- razón un latido de emoción hermana.

La empresa literaria que figura al frente de las obras de fray Luis, contiene aquellas pala- bras de Horacio : ab ipso ferro, que él tradujo diciendo: "del mismo hierro que es cortada co- bra vigor y fuerzas renovada." Él también, como la encina desmochada, del mal que le asal- tó en la vida sacó su bien : el dolor purificó su alma elevándola á Dios, la persecución le valió la fama y la simpatía de la posteridad, el ocio' obligado de la prisión fué tiempo propicio para su producción literaria, y ya hemos visto cómo su flaqueza y su debilidad son los cimientos so- bre los que se asienta su grandeza (i).

Federico de Onís.

(i) Para no hacer excesivamente desproporcionado el tamaño de este tomo ni excesivamente reducido el estudio del autor que debía precederle íntegro, dispondremos de algún espacio en el tomo segundo para completarlo, estu- diando someramente su obra después de haber estudiado su biografía.

LA EDICIOiN

La primera edición de los Nombres de Cris- to fué impresa en Salamanca, por Juan Fernán- dez, el año 1583 (1). Consta de dos libros, que contienen los mismos nombres que las demás ediciones, excepto el de Pastor.

(i) La portada dice así: "De los | Nombres | de Christo [ en dos libros, | por el maestro | Fray Luys de León. | [Es- tampilla que representa un árbol podado y un hacha al pie, con una leyenda en torno que dice : AB IPSO FE- RRO] Con Priuilegio. | En Salamanca, Por Juan Fernan- dez. I MDLXXXIII." La censura dice así: "Por orden de los Señores del Consejo de su Magestad vi y examiné vn libro intitulado, De los nombres de Christo, que com- puso el muy Reuerendo padre Maestro Fray Luys de León^ de la orden de S. Augustín. Y me parece que no sólo no tie- ne cosa que sea contra la fe, y buenas costumbres, mas que como digno de tal author está lleno de erudición y doc- trina, y será de mucha consolación para los deuotos Chris- tianos, y assí que se le deue dar licencia, para que salga á luz, y todos gozen del. Fecha en nuestro Collegio de la Compañía de Jesús desta corte a 20 de Abril 1583. El doc- tor Ramírez." La suma del privilegio dice así: "Sv Ma- gestad concede al Maestro Fray Luys de León por su pri- uilegio, que por espacio de diez años, él, o quien su poder ouiere, y no otro alguno, imprima los libros intitulados, De los nombres de Christo, y La perfecta casada, so las penas contenidas en el dicho priuilegio. En 5 de Junio 1583."

XXX LA EDICIÓN

La segunda edición se imprimió en Sala- manca, por los herederos de Matías Gast, en 1585. Consta de tres libros; añade en el primero el nombre de Pastor; el tercero con- tiene los mismos nombres que todas las edi- ciones posteriores, excepto el de Cordero. Aparte de estas variaciones de contenido, hay correcciones y adiciones de detalle. Esta se- gunda edición fué reimpresa en Barcelona, 1587, en casa de Pedro Malo.

La tercera edición se imprimió en Salaman- ca, por Guillermo Foquel, en 1587. Es la más importante, porque, aunque el contenido es idéntico al de la segunda, ofrece numerosas correcciones de detalle debidas á la mano de fray Luis de León.

La cuarta edición fué impresa en Salaman- ca, por Juan Fernández, en 1595, cuatro años después de la muerte de fray Luis de León. Añade el nombre de Cordero, que el autor dejó escrito á su muerte (1).

(1) Después del tercer libro, al fol. 249, empieza el nombre de Cordero con encabezamiento propio, que dice : "De los nombres de Christo por el Maestro Fray Luys de León, en que de nueuo va añadido el nombre de Cor- dero." La Suma del privilegio, fecha 2 Febrero 1595, autoriza al Prior y Convento de San Agustín, de la ciu- dad de Salamanca, para que "imprima vn quaderno de adiciones del nombre de Cordero." La censura dice: "Por mandado del Consejo Real vi un quaderno de diez y siete no jas compuesto por el padre Maestro F. Luys de León, de la orden de S. Augustin, cathedratico de Scriptura en la

LA EDICIÓN XXXÍ

La quinta edición se imprimió en Salamanca, en casa de Antonia Ramírez viuda, el año 1603. Reproduce la cuarta con nuevas erratas.

A estas cinco ediciones acompaña La Per- fecta Casada, con foliación propia.

De las ediciones modernas importa citar la impresa en Valencia, por Benito Monfort, el año 1770 (1); y la contenida en la edición de las obras hecha por el P. Antolín Meri- no, 1804-1816 (2). La reimpresión de esta edi- ción hecha en 1885, empeora notablemente el texto.

La edición publicada por la Biblioteca de Autores Españoles carece de valor. Desconoce las dos modernas que acabo de citar; sigue la quinta de las antiguas, que es la más defectuo-

vniuersidad de Salamanca, añadido agora de mano al libro de los nombres de Christo que hasta aqui andaua Impresso hecho por el sobredicho autor, en que se trata del nombre que Christo tiene de Cordero, y no halle en el dicho quaderno cosa que sea contra nuestra sancta Fe ni contra la doctrina de los sanctos, antes toda la doctrina es muy sana y muy buena, sacada de la sagrada Scriptura, y de los principios de buena Theologia digna de la gran eru- dición del autor y de su singular ingenio, y ansi conuiene que salga á luz, para cumplimiento y perfection del libro y prouecho de los que le leyeren, fírmelo de mi nombre a 15 de Deziembre deste año 1594. F. Geronymo de Almonacis."

(1) "emendada por el cotejo de las cinco primeras: con una prefación sobre la necesidad de buenos libros para la instrucción del pueblo, por un Doctor de Valencia."

(2) Obras del M. Fr. Luis de León de la Orden de San Agustín, reconocidas y cotejadas con varios manuscritos auténticos, por el P. M. Fr. Antolín Merino, de la misma Orden. Madrid, Viuda de Ibarra, 1804-1816, 6 vols.

XXXII LA EDICIÓN

sa; moderniza la ortografía y el lenguaje ar- bitrariamente ; abunda en errores de transcrip- ción, y, en fin, introduce correcciones volunta- rias injustificadas sin indicación expresa.

La presente edición reproduce la tercera, de Salamanca, 1587; anoto al pie las variantes de las dos anteriores, excepto cuando son pura- mente ortográficas. Para el nombre de Cor- dero sigo el texto de la cuarta edición.

La ortografía adoptada pretende reflejar la. pronunciación de la época. Modernizo la pun- tuación, la acentuación, el uso de las mayúscu- las, la separación y unión de las palabras. In- troduzco la división en capítulos, cuyos títulos faltan en el original.

He preferido publicar en conjunto, como- apéndice, mejor que disgregado en notas, el opúsculo del B. Alonso de Orozco, De nueve nombres de Cristo, conforme á la edición que de él hizo el P. Muíños en La Ciudad de Dios, 1888, tomos XVI y XVII (1).

(1) Las citas, en las notas, van, generalmente, en forma abreviada. Para las obras castellanas de fray Luis de León cito, cuando no se expresa otra, de la edición de Madrid, 1885 5 para las latinas de la edición de Salamanca, 1891-1895. Las abreviaturas más frecuentes son: R iv. Bi- blioteca de Autores Españoles, editada por Rivadeneyra. Co- varrubias = Tesoro de la lengua castellana, ion. Cuer- vo, Dice, = R. J. Cuervo, Diccionario de construcción y ré- gimen de la lengua castellana ; y otras que suplirá el buen, sentido del lector.

DE LOS NOMBRES DE CRISTO

DEL MAESTRO FRAY LUYS DE LEÓN

EL LIBRO PRIMERO

DE LOS NOMBRES DE CRISTO

A Don Pedro Portocarrero, del Consejo de 5 Su Magestad y del de la sancta y general Inquisición.

De las calamidades de nuestros tiempos, que, como vemos, son muchas y muy graves, una es, y no la menor de todas, muy illustre señor, el aver 10 venido los hombres á disposición que les sea pon-

5 Véanse las noticias biográficas de D. Pedro Portoca- rrero recogidas por Morel-Fatio en el Bulletin Hispani- que, III, 1 90 1, pág. 80. Aunque Garma, Theatro univer- sal de España, dice que D. Pedro fué tres veces rector de la Universidad de Salamanca, lo fué sólo dos veces : la primera, en 1556-57, y la segunda, en 1566-67, según J. Onís. Relación nominal de los Rectores de esta Universidad. Sa- lamanca, 1878. Tal origen universitario debió tener la amistad profunda y constante que le profesó Fr. Luis de León, atestiguada por el hecho de haberle dedicado algunas

DE LOS NOMBRES DE CRISTO

goña lo que les solía ser medicina y remedio ; que es también claro indicio de que se les acerca su fin y de que el mundo está vezino á la muerte, pues la halla en la vida. Notoria cosa es que las

5 Escripturas que llamamos sagradas las inspiró Dios á los profetas que las escrivieron para que nos fuessen, en los trabajos desta vida, consuelo, y en las tinieblas y errores della, clara y fiel luz; y para que en las llagas que hazen en nuestras

io almas la passión y el peccado, allí, como en offi- cina general, tuviéssemos para cada una proprio y saludable remedio. Y porque las escrivió para este fin, que es universal, también es manifiesto que pretendió que el uso dellas fuesse común

i5 á todos, y assí cuanto es de su parte lo hizo ; porque las compuso con palabras llaníssimas y en lengua que era vulgar á aquellos á quien las dio primero. Y después, cuando de aquéllos, jun- tamente con el verdadero conoscimiento de Jesu-

2o cristo, se comunicó y traspassó también este te- soro á las gentes, hizo que se pusiessen en muchas

de sus mejores obras y por la manifestación expresa de este afecto y estimación en las dedicatorias y en el texto de las poesías á él dedicadas. Aparte de los Nombres de Cristo, dedicó Fr. Luis de León á Portocarrero su In Abdiam prophetam Explanatio (tomo III de sus obras la- tinas, Salamanca, 1892) y la colección manuscrita de sus poesías, entre las cuales se dirigen á él especialmente Vir- tud, hija del cielo, La cana y alta cumbre, y No siempre es poderosa.

17 La /.* ed. á quien primero las dio.

DEDICATORIA

lenguas, y casi en todas aquellas que entonces eran más generales y más comunes, porque fue- ssen gozadas comúnmente de todos. Y assí fué que en los primeros tiempos de la Iglesia, y en no pocos años después, era gran culpa en cual- 5 quier de los fieles no occuparse mucho en el estu- dio y lición de los libros divinos. Y los ecclesiás- ticos y los que llamamos seglares, assí los doctos como los que carecían de letras, por esta causa tratavan tanto deste conocimiento, que el cuy- 10 dado de los vulgares despertava el estudio de los que por su officio son maestros, quiero dezir, de los perlados y obispos ; los cuales de ordinario en sus iglesias, casi todos los días, declaravan las

3-7 Aparte del ejemplo del mismo Jesucristo y de los Apóstoles, y del testimonio expreso del valor del conoci- miento de la Sagrada Escritura contenido en muchos luga- res del Nuevo Testamento (II Tim., 3, 16-17; Rom., 15, 4; I Tim., 1, 4, etc.), los Santos Padres recomiendan y ordenan constantemente su lectura. Así S. Juan Crisóstomo, en la homilía tercera sobre Lázaro, dice á los fieles: "Yo os exhorto siempre y no cesaré jamás de exhortaros á que no os contentéis con oir las instrucciones que aquí se dan, sino que leáis también frecuentemente la Escritura Santa cuando estáis en vuestras casas." S. Jerónimo (In Is., Prol.) dice que "la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo". Ejemplos como éstos son frecuentísimos en los Padres. Las Constituciones llamadas apostólicas mandan á los padres y á las madres que enseñen á sus hijos las Es- crituras y que se las pongan en las manos desde su tierna edad.

13 perlado, 'prelado'. Metátesis frecuentísima en la len- gua antigua. Fr. Luis de León usa indistintamente prela- do y perlado. (Carta dedicatoria de las obras de Santa Te* resa, Riv., LXII, pág. 56.)

DE LOS NOMBRES DE CRISTO

sanctas Escripturas al pueblo, para que la lición particular que cada uno tenía dellas en su casa,, alumbrada con la luz de aquella doctrina pública y como regida con la boz del maestro, careciesse

5 de error y fuesse causa de más señalado prove- cho. El cual á la verdad fué tan grande cuanto aquel govierno era bueno; y respondió el fructo á la sementera, como lo saben los que tienen alguna noticia de la historia de aquellos tiempos.

Pero, como dezía, esto, que de suyo es tan bueno y que fué tan útil en aquel tiempo, la condición triste de nuestros siglos y la experiencia de nues- tra grande desventura nos enseñan que nos es ocasión agora de muchos daños. Y assí, los que

I5 goviernan la Iglesia, con maduro consejo, y como

14 Las ed. i.a y 2.a- de daños muchos y graves.

14 Ya S. Pedro (Ep. II, cap. 3, v. 16) indica los peligros que entraña la lectura de las Escrituras. Según Fr. Bar- tolomé de Carranza, arzobispo de Toledo, asistente al Con- cilio de Trento, no estaba "vedada la Sagrada Escritura en lenguas vulgares entre ningunas partes. En España ha- bía Biblias trasladadas en vulgar, por mandado de reyes católicos, en tiempo que se consentían vivir entre cristia- nos los m/oros y judíos con sus leyes. Después que los ju- díos fueron echados de España, hallaron los jueces de la religión que algunos de los conversos instruían á sus hi- jos en el judaismo... por aquellas biblias vulgares. Por es- ta causa tan justa se vedaron las biblias vulgares en Es- paña ; pero siempre se tuvo miramiento á los colegios y monasterios y á las personas nobles que estaban fuera de sospecha y se les daba licencia para que la tuviesen y le- 3'esen. Después de las heregías de Alemana se entendió que una de las astucias que tuvieron los ministros, que he di- cho, del demonio, fué escribir sus falsas doctrinas en len-

DEDICATORIA

forgados de la misma necessidad, han puesto una cierta y devida tassa en este negocio, orde- nando que los libros de la Sagrada Escriptura no anden en lenguas vulgares de manera que los ignorantes los puedan leer; y como á gente ani- 5 mal y tosca, que, ó no conocen estas riquezas, ó si las conocen, no usan bien dellas, se las han quitado al vulgo de entre las manos.

Y si alguno se maravilla, como á la verdad es cosa que haze maravillar, que en gentes que pro- 10 fessavan una misma religión aya podido acon- tecer que lo que antes les aprovechava les dañe

guas vulgares... y trasladaron en ellas la Santa Escritura... Y así entienden la Escritura como á cada uno se le antoja. Viendo los católicos este daño... en las partes donde no era el pueblo tan obediente como fuera menester, hicieron nueva traslación de la Escritura en vulgar y escribieron contra los libros que estaban ya divulgados, pues no los podían vedar. En otras partes, que eran más obedientes, vedaron todos los libros de los hereges y sus traslaciones, pero dejaron las que estaban hechas por hombres píos y católicos... En España, que estaba y está limpia de esta cizaña... proveyeron en vedar generalmente todas trasla- ciones vulgares de la Escritura, por quitar la ocasión á los extrangeros de tratar de sus diferencias con personas simples y sin letras. Y también porque tenían y tienen ex- periencia de casos particulares y errores que comenzaban á nacer en España y hallaban que la raíz era haber leído algunas partes de la Escritura sin las entender. Esto es historia verdadera de lo que ha pasado..." (V. el Prólogo sobre la necesidad de buenos libros para la instrucción del pueblo, atribuido á D. Vicente Blasco, que precede á la ed. de los Nombres de Cristo, Valencia, 1770, en el cual se hace una historia más detallada de este asunto. Véase ade- más la cuarta de las reglas sobre libros prohibidos publi- cadas por Pío IV en 1564.)

8 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

agora, y mayormente en cosas tan substanciales, y si dessea penetrar á la origen de aqueste mal, conosciendo sus fuentes, digo que, á lo que yo alcango, las causas desto son dos: ignorancia y

5 sobervia, y más sobervia que ignorancia ; en los cuales males ha venido á dar poco á poco el pue- blo cristiano, descayendo de su primera virtud. La ignorancia ha estado de parte de aquellos á quien incumbe el saber y el declarar estos libros,

io y la sobervia, de parte de los mismos y de los demás todos, aunque en differente manera; por- que en éstos, la sobervia y el pundonor de su presumpción, y el título de maestros que se arro- gavan sin merecerlo, les cegava los ojos para que

i5 ni conociessen sus faltas ni se persuadiessen á que les estava bien poner estudio y cuydado en aprender lo que no sabían y se prometían saber; y á los otros, aqueste humor mismo, no sólo les quitava la voluntad de ser enseñados en estos

2o libros y letras, mas les persuadía también que ellos las podían saber y entender por mismos. Y assí, presumiendo el pueblo de ser maestro, y no pudiendo, como convenía, serlo los que lo eran ó devían de ser, convertíase la luz en tinie-

25 blas, y leer las Escripturas el vulgo le era occa- sión de concebir muchos y muy perniciosos erro-

xy prometerse, en la acepción, frecuentísima en la len- gua de los clásicos, de 'asegurar, dar fe de lo que se dice, estar seguro'.

DEDICATORIA

res, que brotavan y se ivan descubriendo por horas.

Mas si como los prelados ecclesiásticos pudie- ron quitar á los indoctos las Escripturas, pudie- ran también ponerlas y assentarlas en el desseo 5 y en el entendimiento y en la noticia de los que las han de enseñar, fuera menos de llorar aquesta miseria ; porque estando éstos, que son como cielos, llenos y ricos con la virtud de aqueste tesoro, derivárase dellos necessariamente gran 10 bien en los menores, que son el suelo sobre quien ellos influyen. Pero en muchos es esto tan al revés, que no sólo no saben aquestas letras, pero desprecian ó, á lo menos, muestran preciarse poco y no juzgar bien de los que las saben. Y con 15 un pequeño gusto de ciertas cuestiones contentos é hinchados, tienen título de maestros teólogos y no tienen la teología; de la cual, como se en- tiende, el principio son las cuestiones de la es- cuela, y el crecimiento la doctrina que escriven 2o los sanctos, y el colmo y perfección y lo más alto

1 La 1.a y la 2.a ed. errores, los cuales brotavan.

13 pero y mas, precediendo una negación son sinóni- mos de sino. V. Hanssen, Gramática, § 682 ; Bello-Cuer- vo, § 1281 ; Meyer-Lübke, III, 593, 597.

17 La i.& ed. y hinchados.

17 Las universidades daban en la facultad de teología y en la de artes el título superior de maestro, que equiva- lía al de doctor en las facultades de leyes, cánones ó me- dicina.

10 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

de ella las letras sagradas; á cuyo entendimiento todo lo de antes, como á fin necessario, se ordena. Mas dexando éstos y tornando á los comunes del vulgo, á este daño de que por su culpa y so- 5 bervia se hizieron inútiles para la lición de la Escriptura divina, líaseles seguido otro daño, no si diga peor: que se han entregado sin rienda á la lición de mil libros, no solamente vanos, sino señaladamente dañosos ; los cuales, como por arte 10 del demonio, como faltaron los buenos, en nues- tra edad, más que en otra, han crecido. Y nos ha acontescido lo que acontesce á la tierra, que cuando no produze trigo da espinas. Y digo que este segundo daño en parte vence al primero, por- ib que en aquél pierden los hombres un grande ins- trumento para ser buenos, mas en éste le tienen para ser malos; allí quítasele á la virtud algún govierno, aquí dase gevo á los vicios. Porque si, como alega sant Pablo, las malas conversado- ra nes corrompen las buenas costumbres, el libro torpe y dañado, que conversa con el que le lee á todas horas y á todos tiempos, ¿qué no hará?, ó ¿cómo será possible que no críe viciosa y mala

14 La j.a ed. vence el.

19 I Cor., 15, 33. La frase es de Menandro, según hace notar el B. A. de Orozco en su Epistolario cristiano, en cuya Dedicatoria desenvuelve estas mismas ideas de Fr. Luis acerca de la lectura de obras devotas y munda- nas, con notable semejanza. La cita de Menandro está ya indicada por S. Jerónimo.

DEDICATORIA I I

sangre el que se mantiene de malezas y de pon- zoñas? Y á la verdad, si queremos mirar en ello con atención y ser justos juezes, no podemos dexar de juzgar sino que destos libros perdidos 3' desconcertados, y de su lición, nasce gran parte 5 de los reveses y perdición que se descubren con- tinuamente en nuestras costumbres. Y de un sa- bor de gentilidad y de infidelidad que los zelosos del servicio de Dios sienten en ellas (que no yo si en edad alguna del pueblo cristiano se ha 10 sentido mayor), á mi juyzio el principio y la rayz y la causa toda son estos libros. Y es caso de gran compassión que muchas personas simples y puras se pierden en este mal passo, antes que se ad- viertan del, y como sin saber de dónde ó de qué, 15 se hallan emponzoñadas y quiebran simple y las- timosamente en esta roca encubierta. Porque mu- chos destos malos escriptos ordinariamente andan en las manos de mugeres donzellas y mogas, y no se recatan dello sus padres ; por donde las más 20 vezes les sale vano y sin fruto todo el demás recato que tienen.

Por lo cual, como quiera que siempre aya sido provechoso y loable el escrivir sanas doctrinas que despierten las almas ó las encaminen á la 2&

16 La i.& ed. empongoñados. 21 La i.a y 2.a- ed. sin effecto.

12 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

virtud, en este tiempo es assí necessario, que á mi juyzio todos los buenos ingenios en quien puso Dios partes y facultad para semejante negocio tienen obligación á occuparse en él, componiendo

5 en nuestra lengua, para el uso común de todos, algunas cosas que, ó como nascidas de las sagra- das letras, ó como allegadas y conformes á ellas, suplan por ellas, cuanto es possible, con el común menester de los hombres, y juntamente les quiten

40 de las manos, succediendo en su lugar dellos, los libros dañosos y de vanidad.

Y aunque es verdad que algunas personas doc- tas y muy religiosas han trabajado en aquesto bien felizmente, en muchas escripturas que nos

15 han dado, llenas de utilidad y pureza, mas no por esso los demás que pueden emplearse en lo mis-

i assí 'tan, de tal modo'. Uso general en los Nombres de Cristo, así como en los demás autores del tiempo.

3 partes 'buenas prendas, cualidades'. Comp. Lope, Las burlas veras, ed. Rosenberg, v. 979 ; "y que, aun siendo burla, tenga partes para ser amado". Gusmán de Alfara- che, Riv., 192 a: "Las partes y faiciones de mi padre ya las dije." Quevedo, Buscón, ed. Castro, pág. 175.

10 su lugar dellos. Esta doble indicación del posesivo, al parecer pleonástica, resolvía en la lengua antigua la va- guedad del pronombre posesivo su respecto al género y nú- mero del poseedor.

12 Recuérdese que antes de Fr. Luis de León habían es- crito obras religiosas en romance para uso de todos el B. Juan de Avila, Fr. Luis de Granada, Santa Teresa, el B. Alonso de Orozco, Fr. Hernando de Talavera, Alejo Venegas, Francisco de Osuna, Alonso de Madrid, el Tos- tado, Pedro Ciruelo y otros muchos.

DEDICATORIA 1 3

mo se deven tener por desobligados ni deven por esso alangar de las manos la pluma ; pues en caso que todos los que pueden escrivir escriviessen, todo ello sería mucho menos, no sólo de lo que se puede escrivir en semejantes materias, sino de 5 aquello que, conforme á nuestra necessidad, es menester que se escriva, assí por ser los gustos de los hombres y sus inclinaciones tan differen- tes, como por ser tantas ya y tan recebidas las escripturas malas, contra quien se ordenan las 10 buenas. Y lo que en las baterías y cercos de los lugares fuertes se haze en la guerra, que los tien- tan por todas las partes y con todos los ingenios que nos enseña la facultad militar, esso mismo es necessario que hagan todos los buenos y doctos «5 ingenios agora, sin que uno se descuyde con otro,

2 alangar 'lanzar ó echar fuera de sí, alejar'; más adelante, "alanza de nosotros la muerte". Comp. León, Job, 1 08. "Y por eso dice alanzados... que es decir, apar- tados muy lejos de mí, como se aparta mucho de uno aque- llo que se arroja con fuerza...; porque no se desecha ni alanza propiamente si no es lo disconveniente y contrario. 'r Juan de París, Farsa (publ. en Sieben spanische dramatis- che Eklogen, ed. Kohler, pág. 345) : u¿ Es, padre, possible venirme buscando la que me alangó de si muy penoso? Covarrubias dice que sólo se usa esta voz en la frase alan- gar el demonio "echar los malos espíritus de un hombre", y añade "pero alangar es echar fuera como langar echar adentro" (s. v. Langa). En los Nombres de Cristo abundan los ejemplos de esta distinción, mantenida normalmente en. la lengua de Fr. Luis de León.

3 La /.a ed. escreviessen.

5 La J.a ed. escrevir. \

14 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

en un mal uso tan torreado y fortificado como es este de que vamos hablando.

Yo assí lo juzgo y juzgué siempre. Y aunque me conozco por el menor de todos los que en esto

5 que digo pueden servir á la Iglesia, siempre la desseé servir en ello como pudiesse; y por mi poca salud y muchas occupaciones no lo he hecho hasta agora. Mas ya que la vida passada, occu- pada y trabajosa, me fué estorvo para que no

co pusiesse este mi desseo y juyzio en execución, no me parece que devo perder la occasión deste ocio,

7 Fray Luis de León era de temperamento débil y en- fermizo. "Y los treinta años que soy fraile, perseverando siempre en mi religión y en estudios y ejercicios loables, y que ninguno de cuantos hay en ella tan ocupados y traba- jados como yo en estudios y tan delicado y lleno de enfer. medades, ha vivido más regularmente que yo he vivido." Proceso, X, 386. Declara en otro sitio "que ha vivido todo este tiempo con buen ejemplo y en la observancia regular cuanto sus continuas enfermedades y estudio lo han su- frido". Proceso, XI, 267. Los inquisidores lo atestiguan también: "E atento ques hombre enfermo y delicado..." Proceso, X, 180. Suplica al tribunal licencia para que se "avise á Ana de Espinosa, monja en el monasterio de Madrigal, que envíe una caja de unos polvos que ella so- lía hacer y enviarme para mis melancolías y pasiones de corazón, que ella sola los sabe hacer y nunca tuve dellos más necesidad que agora". Proceso, X, 179.

11 Alude á su proceso y prisión en las cárceles de Va- lladolid. Véase la Introducción. Parecidas apreciaciones acerca de los beneficios de la adversidad y la desgracia se repiten en otros lugares de las obras de Fr. Luis. La Exposición del libro de Job tiene, en general, un sabor de íntima autobiografía ; véanse especialmente las págs. 28-29 y 33-36. V. además la dedicatoria de la Expositio in P sal- mos (Obras lat., I, 111).

DEDICATORIA 1 5

en que la injuria y mala voluntad de algunas per- sonas me han puesto; porque, aunque son muchos los trabajos que me tienen cercado, pero el favor largo del cielo, que Dios, padre verdadero de los agraviados, sin merecerlo me da, y el testimonio 5 de la consciencia, en medio de todos ellos, han serenado mi ánima con tanta paz, que, no sólo en la emienda de mis costumbres, sino también en el negocio y conocimiento de la verdad, veo agora y puedo hazer lo que antes no hazía. Y 10 hame convertido este trabajo el Señor en mi luz y salud, y con las manos de los que me pretendían dañar ha sacado mi bien. A cuya excellente y di- vina merced en alguna manera no respondería yo con el agradescimiento devido, si agora que '5 puedo, en la forma que puedo y según la flaqueza de mi ingenio y mis fuergas, no pusiesse cuydado en aquesto que, á lo que yo juzgo, es tan necessa- rio para el bien de sus fieles.

Pues á este propósito me vinieron á la memo- 20 ría unos razonamientos que en los años passados tres amigos míos y de mi orden, los dos dellos hombres de grandes letras é ingenio, tuvieron entre sí, por cierta occasión, acerca de los nom- bres con que es llamado Jesucristo en la Sagrada 25 Escriptura; los cuales me refirió á poco des-

3 pero, usado como adverbio demostrativo, contrapues- to á aunque, normal en la lengua del siglo xvi. V. Bello- Cuervo, Gramática, §§ 1260, 1261. Nota, pág. 132.

1 6 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

pues el uno dellos, y yo por su cualidad no los quise olvidar. Y desseando yo agora escrivir al- guna cosa que fuesse útil al pueblo de Crista, hame parecido que comengar por sus nombres,

5 para principio, es el más feliz y de mejor anun- cio, y para utilidad de los lectores, la cosa de más provecho, y para mi gusto particular, la materia más dulce y más apazible de todas; porque assí como Cristo nuestro señor es como fuente, ó por

io mejor dezir, como océano, que comprehende en todo lo provechoso y lo dulce que se reparte en los hombres, assí el tratar del, y como si dixésse- mos, el desembolver aqueste tesoro, es conoci- miento dulce y provechoso más que otro ninguno.

i5 Y por orden de buena razón se presupone á los demás tratados y conocimientos aqueste conoci- miento, porque es el fundamento de todos ellos y es como el blanco adonde el cristiano enderega to- dos sus pensamientos y obras ; y assí, lo primero á

ao que devemos dar assiento en el ánima es á su de- sseo, y por la misma razón, á su conocimiento, de quien nace y con quien se enciende y acrecienta el desseo. Y la propria y verdadera sabiduría del hombre es saber mucho de Cristo, y á la verdad es

a5 la más alta y más divina sabiduría de todas ; por- que entenderle á él es entender todos los tesoros de la sabiduría de Dios, que, como dize sant Pa-

2 La /.a ed. escrevir. 27 Col. 2, 3.

DEDICATORIA IJ

blo, están en él encerrados; y es entender el infinito amor que Dios tiene á los hombres y la magestad de su grandeza y el abismo de sus con- sejos sin suelo, y de su fuerca invencible el po- der immenso, con las demás grandezas y perfec- b ciones que moran en Dios, y se descubren y res- plandecen, más que en ninguna parte, en el miste- rio de Cristo. Las cuales perfecciones todas, ó gran parte dellas, se entenderán si entendiéremos la fuerca y la significación de los nombres que el 10 Spíritu Sancto le da en la divina Escriptura ; por- que son estos nombres como unas cifras breves, en que Dios maravillosamente encerró todo lo que acerca desto el humano entendimiento puede entender y le conviene que entienda. i5

Pues lo que en ello se platicó entonces, reco- rriendo yo la memoria dello después, casi en la misma forma como á me fué referido y lo más conforme que ha sido possible al hecho de la verdad ó á su semejanza, aviéndolo puesto por 20 escripto, lo embío agora á v. m., á cuyo servicio se enderecan todas mis cosas.

INTRODUCCIÓN

Era por el mes de junio, á las bueltas de la fiesta de sant Juan, al tiempo que en Salamanca comien- gan á cessar los estudios, cuando Marcello, el uno de los que digo (que ansí le quiero llamar con s nombre fingido, por ciertos respectos que tengo, y lo mismo haré á los demás), después de una carrera tan larga como es la de un año en la vida que allí se vive, se retiró, como á puerto sabroso, á la soledad de una granja que, como v. m. sabe, is

2 A vueltas de 'alrededor de, cerca de'. Fija luego el día del suceso, que fué el de S. Pedro, cinco días después de S. Juan. El artículo en esta frase, a las bueltas de, se usa rarísima vez.

5 La i.a ed. ansí lo.

15 Hoy no existe el edificio antiguo del convento de S. Agustín, de Salamanca, destruido por los franceses en 1812; ocupa hoy su solar la calle llamada de Oliva. La granja que este monasterio tenía, á legua y media de dis- tancia, río arriba, á la vera del camino de Salamanca á Madrid, se llama La Flecha. (V. Villar y Macías, Hist. de Salamanca, I, 453, etc.) Su poseedor actual, el Marqués de Puerto Seguro, ha tenido el loable propósito de restituir esta granja rincón sagrado de la geografía poética espa- ñola— al estado en que aparece descrita en las obras de

20 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

tiene mi monasterio en la ribera de Tormes ; y fuéronse con él, por hazerle compañía y por el mismo respecto, los otros dos. Adonde aviendo estado algunos días, acontesció que una mañana, 5 que era la del día dedicado al apóstol san Pedro, después 'de aver dado al culto divino lo que se le devía, todos tres juntos se salieron de la casa á la huerta que se haze delante della.

Es la huerta grande, y estava entonces bien po-

Fr. Luis. Así se ha hecho según la sabia dirección del li- terato salmantino D. Luis Maldonado. Una impresión mo- derna del paisaje de la Flecha puede leerse en la obra Pai- sajes, de M. de Unamuno.

i Los nombres de río no llevaban artículo en el caste- llano antiguo. Gusmán de Alfarache, Riv., 198, o: "aquellas* avenidas (que no suelen ser mayores las de Tajo)". Que- vedo, Buscón, 94: "pasado Torote", 96: "subir toda el agua de Tajo á Toledo".

8 haserse, 'extenderse, hallarse, estar situado'. Comp. Quijote, I, cap. 18: "retirémonos á aquel altillo que allí se hace."

9 Copio aquí, aunque es tan conocida, la descripción del mismo sitio contenida en la poesía / Qué descansada' vida :

"Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto, que, con la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa, una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura ;

y luego sosegada el paso entre los árboles torciendo,

INTRODUCCIÓN 21

Hada de árboles, aunque puestos sin orden; mas *esso mismo hazía deleyte en la vista, y sobre todo, la hora y la sazón. Pues entrados en ella, primero, y por un espacio pequeño, se anduvieron passeando y gozando del frescor, y después se sentaron juntos, á la sombra de unas parras y junto á la corriente de una pequeña fuente, en ciertos assientos. Nasce la fuente de la cuesta que tiene la casa á las espaldas, y entrava en la huerta por aquella parte, y corriendo y estrope- cando, parecía reyrse. Tenían también delante de los ojos y cerca dellos una alta y hermosa alame- da. Y más adelante, y no muy lexos, se veya el río Tormes, que aun en aquel tiempo, hinchiendo bien sus riberas, iva torciendo el passo por aque-

el suelo de pasada

de verdura vistiendo

y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea y ofrece mil olores al sentido ; los árboles menea con un manso ruido que del oro y del cetro pone olvido."

4 espacio de tiempo. Confunde miás en este caso el uso anticuado de por. Comp. Nombres de Cristo, passim. Qui- jote, II, cap. 22, se detuvieron como media hora, al cabo del cual espacio volvieron á...

io estropegar 'tropezar'. Para Covarrubias es vocablo bárbaro. Se encuentra en el Poema de Mió Cid, v. 2415 ; en el Diccionario de Nebrija, en la Colección de Autos, ed. Rouanet, I, 271, etc. Es vocablo muy dilecto de Fray Luis de León, en cuya lengua abundan formas arcaicas y ipopulares. Perfecta casada, ed. Wallace, págs. 1 y 7. Job, 91, 93, 120.

10

22 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

lia vega. El dia era sossegado y puríssimo, y la hora, muy fresca. Assí que, assentándose, y ca- llando por un pequeño tiempo, después de sen- tados, Sabino (que assí me plaze llamar al que

5 de los tres era el más mogo), mirando hazia Mar- cello y sonriéndose, comencó á dezir assí :

Algunos ay á quien la vista del campo los enmudece, y deve ser condición de espíritus de entendimiento profundo; mas yo, como los pá-

io xaros, en viendo lo verde, desseo ó cantar ó hablar.

Bien entiendo por qué lo dezís respondió al punto Marcello , y no es alteza de entendi- miento, como days á entender por lisongearme

i5 ó por consolarme, sino cualidad de edad y hu- mores differentes, que nos predominan, y se des- piertan con esta vista, en vos de sangre, y en de melancolía. Mas sepamos dize de Juliano (que éste será el nombre del otro tercero) si es

20 páxaro también ó si es de otro metal.

No soy siempre de uno mismo respondió Juliano , aunque agora al humor de Sabino me inclino algo más. Y pues él no puede agora razo- nar consigo mismo mirando la belleza del campo

25 y la grandeza del cielo, bien será que nos diga su gusto acerca de lo que podremos hablar.

Entonces Sabino, sacando del seno un papel escripto y no muy grande : Aquí dize está mi desseo y mi esperanca

INTRODUCCIÓN 23

Marcello, que reconoció luego el papel, por- que estava escripto de su mano, dixo, buelto á Sabino y riéndose :

No os atormentará mucho el desseo á lo me- nos, Sabino, pues tan en la mano tenéys la es- 5 peranca ; ni aun deven ser ni lo uno ni lo otro muy ricos, pues se encierran en tan pequeño papel.

Si fueren pobres dixo Sabino menos cau- sa tendréys para no satisfazerme en una cosa tan pobre. 10

¿ En qué manera respondió Marcello ó qué parte soy yo para satis fazer á vuestro desseo, ó qué desseo es el que dezís?

Entonces Sabino, desplegando el papel, leyó el título, que dezía : De los nombres de Cristo ; i5 y no leyó más. Y dixo luego :

Por cierto caso hallé oy este papel, que es de Marcello, adonde, como parece, tiene apun- tados algunos de los nombres con que Cristo es llamado en la Sagrada Escriptura, y los lugares 20 della adonde es llamado assí. Y como le vi, me puso codicia de oyrle algo sobre aqueste argumen- to, y por esso dixe que mi_desseo estava en este papel ; y está en él mi esperanga también, porque como parece del, este es argumento en que Mar- 25 cello ha puesto su estudio y cuydado, y argumen-

21 como 'así como, así que, cuando', Nombres de Cris- to, passim.

25 parecer 'aparecer, verse'. Comp. Job : "este ejem- plo excelente, que tal es el de Job, como por su escritura

24 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

to que le deve tener en la lengua ; y assí, no podrá dezirnos agora lo que suele dezir cuando se escusa si le obligamos á hablar, que le tomarnos desaper- cebido. Por manera que, pues le falta esta escusa.

5 y el tiempo es nuestro, y el día sancto, y la sazón tan á propósito de pláticas semejantes, no nos será difficultoso el rendir á Marcello, si vos, Ju- liano, me favorecéys. En ninguna cosa me hallaréys más á vuestro

10 lado, Sabino respondió Juliano.

Y dichas y respondidas muchas cosas en este propósito, porque Marcello se escusava mucho, ó á lo menos pedía que tomasse Juliano su parte y dixesse también, y quedando assentado que á

15 su tiempo, cuando pareciesse, ó si pareciesse ser menester, Juliano haría su officio, Marcello, buelto á Sabino, dixo assí :

Pues el papel ha sido el despertador desta plática, bien será que él mismo nos sea la guía

en ella. Id leyendo, Sabino, en él, y de lo que en él estuviere, y conforme á su orden, assí iremos diziendo, si no os parece otra cosa.

Antes nos parece lo mismo respondieron como á una Sabino y Juliano.

25 Y luego Sabino, poniendo los ojos en el escrip- to, con clara y moderada boz leyó assí :

parece". S. Juan de la Cruz, ed. Gerardo de S. Juan de la Cruz, I, 28: "adonde me esperaba quien yo bien me sabía en parte donde nadie parecía".

DE LOS NOMBRES EN GENERAL

Los nombres que en la Escriptura se dan á Cristo son muchos, assí como son muchas sus vir- tudes y off icios; pero los principales son diez, en los cuales se encierran y como reduzidos se re- 5 cogen los demás; y los diez son éstos.

Primero que vengamos á esso dixo Mar- cello alargando la mano hazia Sabino, para que se detuviesse convendrá que digamos algunas cosas que se presuponen á ello, y convendrá que l0 tomemos el salto, como dizen, de más atrás, y que guiando el agua de su primer nascimiento, trate- mos qué cosa es esto que llamamos nombre, y qué officio tiene, y por qué fin se introduxo, y en qué manera se suele poner; y aun antes de todo i5 esto ay otro principio.

¿ Qué otro principio dixo Juliano ay que sea primero que el ser de lo que se trata, y la declaración dello breve, que la Escuela llama diffinición f 20

4-6 La 7.a ed. nueve. 12 de 'desde'.

26 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Que como los que quieren hazerse á la vela respondió Marcello y meterse en la mar, an- tes que desplieguen los liencos, bueltos al favor del cielo, le piden viaje seguro, assi agora en el

5 principio de una semejante jornada, yo por mí, ó por mejor dezir, todos para mí, pidamos á esse mismo de quien avernos de hablar sentidos y pa- labras cuales convienen para hablar del. Porque si las cosas menores, no sólo acabarlas no pode-

10 mos bien, mas ni emprenderlas tampoco, sin que Dios particularmente nos favorezca, ¿quién po- drá dezir de Cristo y de cosas tan altas como son las que encierran los nombres de Cristo, si no fuere alentado con la fuerca de su espíritu? Por

i5 lo cual desconfiando de nosotros mismos, y con- fessando la insufficiencia de nuestro saber, y co- mo derrocando por el suelo los coracones, sup- pliquemos con humildad á aquesta divina luz que nos amanezca ; quiero dezir, que embíe en mi

so alma los rayos de su resplandor y la alumbre, para que en esto que quiere dezir del, sienta lo que es digno del, y para que lo que en esta ma- nera sintiere, lo publique por la lengua en la for- ma que deve. Porque, Señor, sin ti, ¿quién podrá

25 hablar como es justo de ti? ó ¿quién no se perde- rá, en el immenso océano de tus excellencias meti- do, si mismo no le guías al puerto? Luze, pue^r

i La 7.a ed. ha~er á.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 27

¡ o solo verdadero sol ! en mi alma, y luze con tan grande abundancia de luz, que con el rayo del la juntamente y mi voluntad encendida te ame, y mi entendimiento esclarescido te vea, y enri- quecida mi boca te hable y pregone, si no como 5 eres del todo, á lo menos como puedes de nos- otros ser entendido, y sólo á fin de que seas glorioso y ensalgado en todo tiempo y de todos.

Y dicho esto, calló ; y los otros dos quedaron suspensos y attentos mirándole ; y luego tornó á |0 comengar en aquesta manera:

El nombre, si avernos de dezirlo en pocas palabras, es una palabra breve, que se sustituye por aquello de quien se dize, y se toma por ello mismo. O nombre es aquello mismo que se nom- i5 bra, no en el ser real y verdadero que ello tiene, sino en el ser que le da nuestra boca y entendi- miento.

Porque se ha de entender que la perfección de todas las cosas, y señaladamente de aquellas que zc son capaces de entendimiento y razón, consiste en que cada una dellas tenga en á todas las otras, y en que siendo una, sea todas cuanto le fuere possible ; porque en esto se avezina á Dios,

3 y, en lo antiguo solía alguna vez anteponerse tam- bién al primero de los miembros enlazados por ella. (V. Bello-Cuervo, Gramática:, § 1285.) Comp. Job, 221 : "Que hice que ansí encubres y desvías tus ojos de mi rostro, y como aleve me huyes y las noches y los días."

28 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

que en lo contiene todo. Y cuanto más en esto creciere, tanto se allegará más á él, haziéndosele semejante. La cual seme jangá es, si conviene de- zirlo assí, el pío general de todas las cosas, y el .5 fin y como el blanco adonde embían sus de- sseos todas las criaturas. Consiste, pues, la perfe- ción de las cosas en que cada uno de nosotros sea un mundo perfecto, para que por esta manera, estando todos en mí, y yo en todos los otros, y ,20 teniendo yo su ser de todos ellos, y todos y cada uno dellos teniendo el ser mío, se abrace y esla- vone toda aquesta máquina del universo, y se re- duzga á unidad la muchedumbre de sus differen- cias, y quedando no mezcladas, se mezclen, y per- as maneciendo muchas, no lo sean ; y para que es- tendiéndose y como desplegándose delante los ojos la variedad y diversidad, venga y reyne y ponga su silla la unidad sobre todo. Lo cual es avezinarse la criatura á Dios, de quien mana, que -jo en tres personas es una essencia, y en infinito número de excellencias no comprehensibles, una sola perfecta y senzilla excellencia.

Pues siendo nuestra perfeción aquesta que

4 pío. La ed. de Rivadeneyra dice principio, siguiendo á la 5.a edición, que es la única que parece conocer. La i.a edición dice también principio en el texto, pero co- rrige pío en la fe de erratas. Las demás ediciones siguen la verdadera lección pío, manera poética de expresar Fr. Luis de León la idea platónica del deseo, aspiración, tendencia á la unidad.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 20,

digo, y desseando cada uno naturalmente su per- feción, y no siendo escassa la naturaleza en pro- veer á nuestros necessarios desseos, proveyó en esto, como en todo lo demás, con admirable arti- ficio; y fué que, porque no era possible que las $ cosas, assí como son materiales y toscas, estu- viessen todas unas en otras, les dio á cada una dellas, demás del ser real que tienen en sí, otro ser del todo semejante á este mismo, pero más delicado que él, y que nace en cierta manera del, 10 con el cual estuviessen y viviessen cada una dellas en los entendimientos de sus vezinos, y cada una en todas, y todas en cada una. Y ordenó también que de los entendimientos por semejante manera saliessen con la palabra á las bocas. Y i5 dispuso que las que en su ser material piden cada una dellas su proprio lugar, en aquel espiritual ser pudiessen estar muchas, sin embaracarse, en un mismo lugar en compañía juntas ; y aun, lo que es más maravilloso, una misma en un mismo 20 tiempo en muchos lugares.

De lo cual puede ser como exemplo lo que en el espejo acontece. Que si juntamos muchos es- pejos y los ponemos delante los ojos, la ima- gen del rostro, que es una, reluze una misma y 2:-;. en un mismo tiempo en cada uno dellos, y de

7 En la i.a ed. falta les.

26 La i.a ed. dellos, y todas ellas sin confundirse.

30 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ellos todas aquellas imagines, sin confundirse, se tornan juntamente á los ojos, y de los ojos al alma de aquel que en los espejos se mira. Por manera que, en conclusión «de lo dicho, todas las cosas

5 viven y tienen ser, en nuestro entendimiento, cuando las entendemos, y cuando las nombramos, en nuestras bocas y lenguas. Y lo que ellas son en mismas, essa misma razón de ser tienen en nosotros, si nuestras bocas y entendimientos son

jo verdaderos.

Digo "essa misma" en razón de semejanza, aunque en cualidad de modo dif ferente, conforme á lo dicho. Porque el ser que tienen en es ser de tomo y de cuerpo, y ser estable y que asbí per-

i5 manece ; pero en el entendimiento que las en- tiende házense á la condición del, y son espiri- tuales y delicadas; y para dezirlo en una palabra, en son la verdad, mas en el entendimiento y en la boca son imagines de la verdad, esto es, de

20 mismas, é imagines que sustituyen y tienen la vez

de sus mismas cosas para el effecto y fin que

está dicho ; y finalmente, en son ellas mismas,

y en nuestra boca y entendimiento sus nombres.

í Y assí queda claro lo que al principio diximos,

:2Í que el nombre es como imagen de la cosa de

quien se dize, ó la misma cosa disfragada en otra

I manera, que sustituye por ella y se toma por

1 1 La i.a ed. esse mismo.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 3 I

ella para el fin y propósito de perfección y co- munidad que diximos.

Y desto mismo se conoce también que ay dos maneras ó dos differencias de nombres, unos que están en el alma y otros que suenan en la boca. 5 Los primeros son el ser que tienen las cosas en el entendimiento del que las entiende ; y los otros, el ser que tienen en la boca del que como las entiende las declara y saca á luz con palabras. Entre los cuales ay esta conformidad, que los 10 unos y los otros son imagines, y como ya digo muchas vezes, sustitutos de aquellos cuyos nom- bres son. Mas ay también esta desconformidad, que los unos son imagines por naturaleza, y los otros por arte. Quiero dezir, que la imagen y i5 figura, que está en el alma, sustituye por aque- llas cosas cuya figura es, por la semejanza natu- ral que tiene con ellas ; mas las palabras, porque nosotros, que fabricamos las bozes, señalamos para cada cosa la suya, por esso sustituyen por 20 ellas. Y cuando dezimos "nombres", ordinaria- mente entendemos estos postreros, aunque aque- llos primeros son los nombres principalmente. Y assí nosotros hablaremos de aquéllos, teniendo los ojos en éstos. 25

Y aviendo dicho Marcello esto, y queriendo proseguir su razón, díxole Juliano:

13 La i.a y 2* ed. Y ay.

32 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Paréceme que avéys guiado el agua muy des- de su fuente, y como conviene que se guíe en todo aquello que se dize, para que sea perfectamente entendido. Y si he estado bien atento, de tres 5 cosas que en el principio nos propusistes, avéys ya dicho las dos, que son, lo que es el nombre, y el officio para cuyo fin se ordenó. Resta dezir lo tercero, que es la forma que se ha de guardar y aquello á que se ha de tener respecto cuando

10 se pone.

Antes de esso respondió Marcello añadi- remos esta palabra á lo dicho, y es, que como de las cosas que entendemos, unas vezes forma- mos en el entendimiento una imagen, que es

i5 imagen de muchos, quiero dezir, que es imagen de aquello en que muchas cosas que en lo demás son differentes convienen entre y se parecen; y otras vezes la imagen que figuramos es retrato de una cosa sola, y assí proprio retrato ¿ella,

20 que no dize con otra; por la misma manera ay unas palabras ó nombres que se applican á mu- chos, y se llaman nombres comunes, y otros que son proprios de solo uno, y éstos son aquellos de quien hablamos agora. En los cuales, cuando

25 de intento se ponen, la razón y naturaleza dellos pide que se guarde esta regla: que, pues han de ser proprios, tengan significación de al- guna particular propriedad, y de algo de lo que

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 33

es proprio á aquello de quien se dizen ; y que se tomen y como nazcan y manen de algún minero suyo y particular. Porque si el nombre, como avernos dicho, sustituye por lo nombrado, y si su fin es hazer que lo ausente que significa, en 5 él nos sea presente, y cercano y junto lo que nos es alexado, mucho conviene que en el sonido, en la figura ó verdaderamente en la origen y signi- ficación de aquello de donde nasce, se avezine y assemeje á cuyo es, cuanto es possible avezinarse 10 á una cosa de tomo y de ser, el sonido de una palabra.

No se guarda esto siempre en las lenguas ; es grande verdad. Pero si queremos dezir la verdad, en la primera lengua de todas casi siempre se j5 guarda. Dios, á lo menos, assi lo guardó en los nombres que puso, como en la Escriptura se vee. Porque, si no es esto, ¿qué es lo que se dize en el Génesi, que Adam, inspirado por Dios, puso á cada cosa su nombre, y que lo que él las 20 nombró, esse es el nombre de cada una? Esto es dezir que á cada una les venía como nascido aquel nombre, y que era assí suyo por alguna razón particular y secreta, que si se pusiera á otra cosa no le viniera ni cuadrara tan bien. 25 Pero, como dezía, esta semejanga y conformidad se atiende en tres cosas : en la figura, en el so-

19 Gen, 2, 19.

34 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

nido, y señaladamente en la origen de su deri- vación y significación. Y digamos de cada una, comenqando por aquesta postrera.

Atiéndese, pues, aquesta semejanca en la ori- 5 gen y significación de aquello de donde nasce; que es dezir que cuando el nombre que se pone á alguna cosa se deduze y deriva de alguna otra palabra y nombre, aquello de donde se deduze ha de tener significación de alguna cosa que se io avezine á algo de aquello que es proprio al nom- brado ; para que el nombre, saliendo de allí, luego que sonare, ponga en el sentido del que le oyere la imagen de aquella particular propriedad. esto es, para que el nombre contenga en su significá- is ción algo de lo mismo que la cosa nombrada contiene en su essencia. Como, por razón de exemplo, se vee en nuestra lengua en el nombre con que se llaman en ella los que tienen la vara de justicia en alguna ciudad, oue los llamamos 2o corregidores, que es nombre que nasce y se toma de lo que es corregir, porque el corregir lo malo es su officio dellos ó parte de su officio muy propria. Y assí, quien lo oye, en oyéndolo, en- tiende lo que ay ó aver deve en el que tiene este 25 nombre. Y también á los que entrevienen en los

ii La /.a ed. allí, en sonando, ponga.

12 La i.a ed. le oye.

16 Como... tratándolo, falta en la I* ed.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 35

casamientos los llamamos en castellano casa- menteros, que viene de lo que es hazer mención ó mentar, porque son los que hazen mención del casar, entreveniendo en ello y hablando dello y tratándolo. Lo cual en la Sagrada Escriptura 5 se guarda siempre en todos aquellos nombres que, ó Dios puso á alguno, ó por su inspiración se pusieron á otros. Y esto en tanta manera, que no solamente ajusta Dios los nombres que pone con lo proprio que las cosas nombradas tienen 10 en sí, mas también todas las vezes que dio á alguno y le añadió alguna cualidad señalada, demás de las que de suyo tenía, le ha puesto también algún nuevo nombre que se conformasse con ella ; como se vee en el nombre que de nuevo ¡5 puso á Abraham, y en el de Sarra, su mnger,

i casamentero, tipo social, cuya función, sin ser un oficio especial, estaba muy extendida. Comp. Quijote, II, cap. LX : "mi señor tiene muy buena mano para casamen- tero". Llegó á ser oficio equivoco y duramente criticado por escritores satíricos y moralistas. Coloquio de los pe- rros pág. 273: "...yo busco marido que me ampare, me mande y me honre... Si vuestra merced gustare de aceptar la prenda que se le ofrece, aquí estoy moliente y corrien- te... sin andar en venta, que es lo mismo andar en len- guas de casamenteros, y no hay ninguno tan bueno para concertar el todo como las mismas partes". (V. la nota de Amezúa en su edición.)

16 Gen., 17, 5. Dios cambió el nombre Abram, que signi- fica 'padre excelso ó elevado' por Abraham, que significa 'padre de una multitud excelsa'.

16 Gen., 17, 15. Dios cambió el nombre Sarai, que signi- fica 'princesa ó señora mía', por Sara, que significa sola-

36 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

se vee también, y en el de Jacob, su nieto, á quien Uamó Israel, y en el de Josué, el capitán que puso á los judíos en la possessión de su tierra, y así en otros muchos. 5 No ha muchas horas dixo entonces Sabi- no— que oymos acerca de esso un exemplo bien señalado ; y aun oyéndole yo, se me off recio una pequeña duda acerca del.

¿Qué exemplo es esse? respondió Mar- io cello.

El nombre de Pedro dixo Sabino , que le puso Cristo, como agora nos fué leydo en la missa.

Es verdad dixo Marcello , y es bien claro i5 exemplo; mas ¿qué duda tenéys en él?

La causa por qué Cristo le puso respondió Sabino es mi duda ; porque me parece que deve contener en algún misterio grande.

mente 'princesa', porque lo sería de todo el mundo por medio de Isaac y de Cristo.

i Gen., 32, 28. Dios cambió el nombre á Jacob por de Israel, que significa 'homDre que ve á Dios' y 'príncipe de Dios' ó 'grande'.

2 Núm. 13, 17. El primitivo nombre de Josué, que sig- nifica 'salud ó salvador', fué Oseas.

11 Joh., 1, 42. Matth., 16, 18. León, Cantar de los Can- tares, 12 : "es manera usada en la Sagrada Escritura y en Otras lenguas, en la cosa de que uno es loado ó vituperado, ponerle nombre de ella, para mostrar que la posee en sumo grado y no ansí como quiera. Como aparece claro acerca de S. Mateo, donde Cristo á Simón, el principal apóstol, para demostración de su firmeza y constancia, le puso por nom- bre cephas, que quiere decir piedra."

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 3j

Sin duda dixo Marcello , muy grande; porque dar Cristo á sant Pedro aqueste nuevo y público nombre, fué cierta señal que en lo secreto del alma le infundía á él, más que á ninguno de sus compañeros, un don de firmeza no vencible. 5

Esso mismo replicó luego Sabino es lo que se me haze dudoso; porque ¿cómo tuvo más firmeza que los demás apóstoles, ni infundida ni suya, el que solo entre todos negó á Cristo por tan ligera occasión ? Si no es firmeza prometer 10 osadamente, y no cumplir flacamente después.

No es assí respondió Marcello , ni se pue- de dudar en manera alguna de que fué este glo- rioso príncipe, en este don de firmeza de amor y fe para con Cristo, muy aventajado entre todos. r5 Y es claro argumento de esto aquel zelo y apresu- ramiento que siempre tuvo para adelantarse en todo lo que parecía tocar ó á la honra ó al descan- so de su Maestro. Y no sólo después que recibió el fuego del Spíritu Sancto, sino antes también, 20 cuando Cristo, preguntándole tres vezes si le amava más que los otros, y respondiendo él que le amava, le dio á pacer sus ovejas, testificó Cristo con el hecho que su respuesta era verda- dera y que se tenía por amado del con firmís- 25

20 Act., I, 2.

21 Joh., 21, 15-17-

38 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

simo y fortíssimo amor. Y si negó en algún tiempo, bien es de creer que cualquiera de sus compañeros, en la misma pregunta y occasion de temer, hizieran lo mismo si se les of f reciera ;

5 y por no avérseles offrecido, no por esso fueron más fuertes. Y si quiso Dios que se le offreciesse á solo sant Pedro, fué con grande razón. Lo uno para que confiasse menos de de allí adelante el que hasta entonces, de la fuerza de amor que

io en mismo sentía, tomava occasion para ser confiado. Y lo otro, para que quien avía de ser pastor y como padre de todos los fieles, con la experiencia de su propria flaqueza, se condoliesse de las que después viesse en sus subditos y su-

i5 piesse llevarlas. Y últimamente, para que con el lloro amargo que hizo por esta culpa mereciesse mayor acrecentamiento de fortaleza. Y assí fué que después se le dio firmeza para y para otros muchos en él; quiero dezir, para todos los

20 que le son successores en su silla apostólica, en la cual siempre ha permanecido firme y entera y permanecerá hasta el fin la verdadera doctrina y confessión de la fe.

Mas, tornando á lo que dezía, quede esto por

25 cierto, que todos los nombres que se ponen por orden de Dios t^aen consigo significación de al- gún particular secreto que la cosa nombrada en

i Matth., 26, 69-75.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 3 9

tiene, y que en esta significación se assemejan á ella ; que es la primera de las tres cosas en que, como diximos, esta seme jangá se atiende. Y sea la segunda lo que toca al sonido ; esto es, que sea el nombre que se pone de tal cualidad, que 5 cuando se pronunciare suene como suele sonar aquello que significa, ó cuando habla, si es cosa que habla, ó en algún otro accidente que le acontezca. Y la tercera es la figura, que es la que tienen las letras con que los nombres se ¡o escriven, assí en el número como en la disposición de mismas, y la que cuando las pronunciamos suelen poner en nosotros. Y destas dos maneras postreras, en la lengua original de los libros di- vinos y en essos mismos libros ay infinitos exem- i5 píos ; porque del sonido, casi no ay palabra de las que significan alguna cosa, que ó se haga con boz ó que embíe son alguno de sí, que pronun- ciada bien, no nos ponga en los oydos ó el mismo sonido ó algún otro muy semejante del. 20

Pues lo que toca á la figura, bien considerado, es cosa maravillosa los secretos y los misterios que ay acerca desto en las letras divinas. Porque en ellas, en algunos nombres se añaden letras., para significar acrecentamiento de buena dicha 25 en aquello que significan; y en otros se quitan algunas de las devidas, para hazer demonstración de calamidad y pobreza. Algunos, si lo que sig-

40 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

nifican por algún accidente, siendo varón, se ha afeminado y enmollecido, ellos también toman letras de las que en aquella lengua son, como si dixéssemos, afeminadas y mugeriles. Otros, al 5 revés, significando cosas femininas de suyo, para dar á entender algún accidente viril, toman letras viriles. En otros mudan las letras su propria figura, y las abiertas se cierran, y las cerradas se abren y mudan el sitio, y se trasponen y dis- to fragan con visajes y gestos differentes, y, como dizen del camaleón, se hazen á todos los accidentes de aquellos cuyos son los nombres que constitu- yen. Y no pongo exemplos de aquesto, porque son cosas menudas, y á los que tienen noticia de i5 aquella lengua, como vos, Juliano y Sabino, la tenéys, notorias mucho ; y señaladamente porque pertenecen propriamente á los ojos, y assí, para dichas y oydas son cosas escuras.

Pero, si os parece, valga por todos la figura y 20 cualidad de letras con que se escrive en aque- lla lengua el nombre proprio de Dios, que los

2 enmollecer 'ablandar'. Comp. León, Job, 4. "El que ablanda sus palabras y las enmollece más que aceite."

21 El nombre propio de Dios en el Antiguo Testamen- to es J chovah. Para evitar su pronunciación le llamaban el "nombre inefable" ó el "nombre por excelencia, único, glorioso y temóle, oculto y misterioso, nombre de la subs- tancia, nombre propio", etc. Para conocer la antigüedad de esta prohibición, la crítica acerca de la pronunciación que debe darse á dicha voz y demás cuestiones á ella per- tinentes, véase Vigouroux, Dictionnaire de la Bible. Los

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 4 1

hebreos llaman ineffable, porque no tenían por lícito el traerle comúnmente en la boca, y los griegos le llaman nombre de cuatro letras, porque son tantas las letras de que se compone. Porque, si miramos al sonido con que se pronuncia, todo 5 él es vocal, ansí como lo es aquel á quien signi- fica, que todo es ser y vida y espíritu, sin ninguna mezcla de composición ó de materia ; y si atten- demos á la condición de las letras hebreas con que se escrive, tienen esta condición, que cada IO una dellas se puede poner en lugar de las otras, y muchas vezes en aquella lengua se ponen ; y assí, en virtud cada una dellas es todas y to- das son cada una, que es como imagen de la senzillez que ay en Dios, por una parte, y de la i5 infinita muchedumbre de perfecciones que por otra tiene, porque todo es una gran perfección, y aquella una es todas sus perfecciones. Tanto, que si hablamos con propriedad, la perfecta sabidu- ría de Dios no se differencia de su justicia infi- 20 nita; ni su justicia, de su grandeza; ni su gran-

griegos le llamaron, en efecto, tetragrammaton, ó sea 'nombre de cuatro letras' ; porque éste es el número de letras de que está formado en hebreo. En caldeo solía es- cribirse en forma abreviada, que es á la que se refiere Fr. Luis más adelante. (Cfr. Vigouroux.) Para las cuestio- nes filológicas que desenvuelva Fr. Luis, véase Siegfried und Stade, Hebraisches Wdrierbuch zum alten Testa- mente.

15 La i.a y 2.a- ed. senzilleza.

42 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

deza, de su misericordia; y el poder y el saber y el amar, en él todo es uno. Y en cada uno destos sus bienes, por más que le desviemos y alexemos del otro, están todos juntos, y por cual- 5 quiera parte que le miremos, es todo y no parte. Y conforme á esta razón es, como avernos dicho, la condición de las letras que componen su nombre.

Y no sólo en la condición de las letras, sino io aún, lo que parece maravilloso, en la figura y

disposición también le retrata este nombre en una cierta manera.

Y diziendo esto Marcello, é inclinándose hazia la tierra, en la arena, con una vara delgada y pe-

i5 quena, formó unas letras como éstas 1 1 ., ; y dixo luego :

Porque en las letras caldaycas este sancto nombre siempre se figura assi. Lo cual, como veys, es imagen del número de las divinas per-

20 sonas y de la igualdad dellas y de la unidad que tienen las mismas en una essencia, como estas letras son de una figura y de un nombre. Pero aquesto dexémoslo assí.

Y iva Marcello á dezir otra cosa; mas atraves- zb sándose Juliano, dixo desta manera:

Antes que passéys, Marcello, adelante, nos avéys de dezir cómo se compadece con lo que

4 La i.a ed. cualquier.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 43

hasta agora avéys dicho, que tenga Dios nombre proprio; y desde el principio desseava pedíroslo, y dexélo por no romperos el hilo. Mas agora, antes que salgáys del, nos dezid : si el nombre es imagen que sustituye por cuyo es, ¿ qué nombre 5 de boz ó qué concepto de entendimiento puede llegar á ser imagen de Dios? Y si no puede lle- gar, ¿en qué manera diremos que es su nombre proprio? Y aún ay en esto otra grande difficul- tad : que si el fin de los nombres es, que por io> medio dellos las cosas cuyos son estén en nos- otros, como dixistes, escusada cosa fué darle á Dios nombre, el cual está tan presente á todas las cosas, y tan lanqado, como si dixéssemos, en sus entrañas, y tan infundido y tan íntimo como está 15 su ser dellas mismas.

Abierto avíades la puerta, Juliano respon- dió Marcello , para razones grandes y profundas, si no la cerrara lo mucho que ay que dezir en lo que Sabino ha propuesto. Y assí, no os responderé 20 más de lo que basta para que essos vuestros ñudos queden desatados y sueltos. Y comencan- do de lo postrero, digo que es grande verdad

4 La lengua antigua colocaba el pronombre personal átono según reglas casi inversas á las actuales, anteponién- dolo al imperativo y al infinitivo, y posponiéndolo al indi- cativo y perfecto.

5 cuyo, callando el antecedente á que se refiere, no se usa en la lengua actual. Para comprender bien la frase hay que sobreentender aquel cuyo es, ó sea, aquel de quien es.

44 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

que Dios está presente en nosotros, y tan vezino y tan dentro de nuestro ser como él mismo de ; porque en él y por él, no sólo nos movemos y res- piramos, sino también vivimos y tenemos ser.

5 como lo confiessa y predica sant Pablo. Pero assí nos está presente, que en esta vida nunca nos es presente.

Quiero dezir, que está presente y junto con nuestro ser, pero muy lexos de nuestra vista y

ío del conoscimiento claro que nuestro entendimien- to apetece. Por lo cual convino, ó por mejor dezir, fué necessario, que entre tanto que andamos peregrinos del en estas tierras de lágrimas, ya que no se nos manifiesta ni se junta con nuestra

«5 alma su cara, tuviéssemos, en lugar della, en la boca algún nombre y palabra, y en el entendi- miento alguna figura suya, como quiera que ella sea imperfecta y escura, y como sant Pablo llama, enigmática. Porque, cuando bolare des-

ao ta cárcel de tierra, en que agora nuestra alma presa trabaja y affana como metida en tinieblas, y saliere á lo claro y á lo puro de aquella luz, él mismo, que se junta con nuestro ser agora, se juntará con nuestro entendimiento entonces, y él

25 por y sin medio de otra tercera imagen, estará

5 Act, 17, 28.

■6 assí. V. pág. 12.

14 La 1* ed. no nos es manifiesta.

tg I Cor., 13, 12.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 45

junto á la vista del alma; y no será entonces su nombre otro que él mismo, en la forma y manera que fuere visto ; y cada uno le nombrará con todo lo que viere y conociere del, esto es, con el mismo él, assí y de la misma manera como le conosciere. 5 Y por esto dize sant Juan en el libro del Apoca- lipsis que Dios á los suyos en aquella felicidad, demás de que les enxugará las lágrimas y les borrará de la memoria los duelos passados, les dará á cada uno una pedrezilla menuda, y en 10 ella un nombre escripto, el cual sólo el que le recibe le conoce. Que no es otra cosa sino el tanto de y de su essencia que comunicará Dios con la vista y entendimiento de cada uno de los bien- aventurados ; que con ser uno en todos, con cada ib> uno será en differente grado, y por una forma de sentimiento cierta y singular para cada uno. Y finalmente, este nombre secreto que dize sant Juan y el nombre con que entonces nombraremos á Dios, será todo aquello que entonces en nuestra 20 alma será Dios, el cual, como dize sant Pablo, será en todos todas las cosas. Assí, que en el cielo, donde veremos, no tendremos necessidad para con Dios de otro nombre más que del mismo Dios ; mas en esta obscuridad, adonde, con te- 2&

6 Apoc, 7, 17.

10 Apoc, 2, 17.

22 I Cor., 15, 28.

25 La i.a ed. adonde, aun con.

46 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

nerle en casa, no le echamos de ver, esnos forgado ponerle algún nombre. Y no se le pusimos nos- otros, sino él por su grande piedad se le puso luego que vio la causa y la necessidad. 5 En lo cual es cosa digna de considerar el amaes- tramiento secreto del Spíritu Sancto, que siguió el sancto Moysés acerca desto, en el libro ele la creación de las cosas. Porque tratando allí la historia de la creación, y aviendo escripto todas

10 las obras della, y aviendo nombrado en ellas á Dios muchas vezes, hasta que uvo criado al hom- bre y Moysés lo escrivió, nunca le nombró con este su nombre ; como dando á entender que antes de aquel punto no avía necessidad de que Dios

ó tuviesse nombre, y que nascido el hombre, que le podía entender y no le podría ver en esta vida, era necessario que se nombrasse. Y como Dios tenía ordenado de hazerse hombre después, luego que salió á luz el hombre quiso humanarse

20 nombrándose.

Y á lo otro, Juliano, que propusistes, que siendo Dios un abismo de ser y de perfección infinita, y aviendo de ser el nombre imagen de lo que nom- bra, cómo se podía entender que una palabra limi-

2=- tada aleancasse á ser imagen de lo que no tiene limitación ; algunos dizen que este nombre, como nombre que se le puso Dios á mismo, declara

8 Gen, 1.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 47

iodo aquello que Dios entiende de sí, que es el concepto y verbo divino, que dentro de engen- dra entendiéndose ; y que esta palabra que nos dixo y que suena en nuestros oydos es señal que nos explica aquella palabra eterna é incomprehen- 5 sible que nasce y vive en su seno ; assí como nos- otros con las palabras de la boca declaramos todo lo secreto del coragón. Pero como quiera que aquesto sea, cuando dezimos que Dios tiene nom- bres proprios ó que aqueste es nombre proprio 10 de Dios, no queremos dezir que es cabal nombre ó nombre que abraga y que nos declara todo aquello que ay en él. Porque uno es el ser pro- prio, y otro es el ser igual ó cabal. Para que sea proprio basta que declare, de las cosas que son '5 proprias á aquella de quien se dize, alguna dellas ; mas si no las declara todas entera y cabalmente, no será igual. Y assí á Dios, si nosotros le pone- mos nombre, nunca le pondremos un nombre en- tero y que le iguale, como tampoco le podemos ao •entender como quien él es entera y perfectamen- te, porque lo que dize la boca es señal de lo que se entiende en el alma. Y assí, no es possible que llegue la palabra adonde el entendimiento no llega. 25

Y para que ya nos vamos acercando á lo

5 En la i.& ed. falta é.

26 vamos 'vayamos', como vays 'vayáis', formas con- traídas corrientes en el si^lo xvi.

48 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

proprio de nuestro propósito y á lo que Sabino leyó del papel, esta es la causa por qué á Cristo nuestro señor se le dan muchos nombres; con- viene á saber, su mucha grandeza y los tesoros de 5 sus perfecciones riquissimas, y juntamente la muchedumbre de sus officios y de los demás bie- nes que nascen del y se derraman sobre nosotros ; los cuales, assí como no pueden ser abracados con una vista del alma, assí mucho menos pueden

10 ser nombrados con una palabra sola. Y como el que infunde agua en algún vaso de cuello largo y estrecho, la embía poco á poco y no toda de golpe, assí el Spíritu Sancto, que conosce la es- trecheza y angostura de nuestro entendimiento,

15 no nos representa assí toda junta aquella gran- deza, sino como en partes nos la offrece, dizién- donos unas vezes algo della debaxo de un nom- bre, y debaxo de otro nombre otra cosa otras vezes. Y assí vienen á ser casi innumerables los

20 nombres que la Escriptura divina da á Cristo, porque le llama León y Cordero y Puerta y Ca- mino y Pastor y Sacerdote y Sacrificio y Esposo y Vid y Pimpollo y Rey de Dios y Cara suya y Piedra y Luzero y Oriente y Padre y Príncipe

25 de paz y Salud y Vida y Verdad ; y assí otros nombres sin cuento. Pero de aquestos muchos

7 La /.a ed. nascen en él.

DE LOS NOMBRES EN GENERAL 49

escogió solos diez el papel, como más sustancia- les; porque, como en él se dize, los demás todos se reduzen ó pueden reduzir á éstos en cierta manera.

Mas conviene, antes que passemos delante, que 5 advirtamos primero que, assi como Cristo es Dios, assí también tiene nombres que por su di- vinidad le convienen, unos proprios de su per- sona y otros comunes á toda la Trinidad; pero no habla con estos nombres nuestro papel, ni nos- iu otros agora tocaremos en ellos, porque aquellos propriamente pertenecen á los nombres de Dios. Los nombres de Cristo que dezimos agora son aquellos solos que convienen á Cristo en cuanto hombre, conforme á los ricos tesoros de bien que 15 encierra en si su naturaleza humana, y conforme á las obras que en ella y por ella Dios ha obrado y siempre obra en nosotros. Y con esto, Sabino^ si no se os offrece otra cosa, proseguid adelante.

Y Sabino leyó luego : 20

1 La J.a y 2* ed. nueve. 5 La i.a y 2.a ed. adelante.

PIMPOLLO

El primer nombre puesto en castellano se dirá bien pimpollo, que en la lengua original es cemah, y el texto latino de la Sagrada Escriptura unas vezes lo traslada diziendo germen y otras dizien- 5 do oriens. Assí le llamó el Spíritu Sancto en el capítulo cuarto del profeta Esaías: En aquel día el pimpollo del Señor será en grande alteza, y el fructo de la tierra muy ensalgado. Y por Jeremías en el capítulo treinta y tres : Y haré 10 que nazca á David, pimpollo de justicia, y haré justicia y razón sobre la tierra. Y por Za- carías en el capítulo tercero, consolando al pueblo judayco, rezicn salido del captiverio de Babilo- nia : Yo haré, d'xze, venir á mi siervo el pim - i5 pollo. Y en el capítulo sexto : Veys un va- rón cuyo nombre es pimpollo.

3 "pimpollo, como se llama propiamente el ramo nuevo nacido del árbol viejo". León, Job, 248. 7 Esai., 4, 2. 10 Hier., 33, 15.

15 Zach., 3, 8.

16 Zach., 6, 12.

52 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Y llegando aquí Sabino, cessó. Y Marcello : Sea éste dixo el primer nombre, pues la orden del papel nos lo da. Y no carece de razón que sea éste el primero, porque en él, como ve-

5 remos después, se toca en cierta manera la cua- lidad y orden del nascimiento de Cristo y de su nueva y maravillosa generación, que en buena orden, cuando de alguno se habla, es lo primero que se suele dezir.

,0 Pero antes que digamos qué es ser pimpollo, y qué es lo que significa este nombre, y la razón por que Cristo es assí nombrado, conviene que veamos si es verdad que es aqueste nombre de Cristo y si es verdad que le nombra assí la divina

i5 Escriptura, que será ver si los lugares della agora alegados hablan propriamente de Cristo ; porque algunos, ó infiel ó ignorantemente, nos lo quieren negar.

Pues viniendo al primero, cosa clara es que

20 habla de Cristo, assí porque el texto caldayco, que es de grandíssima autoridad y antigüedad, en aquel mismo lugar adonde nosotros leemos: En aquel día será el pimpollo del Señor, dize él : En aquel día será el Messías del Señor, como

25 también porque no se puede entender aquel lugar de otra alguna manera. Porque lo que algunos dízen del príncipe Zorobabel y del estado feliz de que gozó debaxo de su govierno el pueblo ju-

PIMPOLLO 53

dayco, dando á entender que fué éste el pimpollo del Señor, de quien Esaías dize : En aquel día el pimpollo del Señor será en grande alteza, es ha- blar sin mirar lo que dizen ; porque quien leyere lo que las letras sagradas, en los libros de Nee- 5 mías y Esdras, cuentan del estado de aquel pue- blo en aquella sazón, verá mucho trabajo, mucha pobreza, mucha contradición y ninguna señalada felicidad, ni en lo temporal ni en los bienes del alma, que á la verdad es la felicidad de que Esaías «o entiende cuando en el lugar alegado dize : En aquel día será el pimpollo del Señor en gran- deza y en gloria.

Y cuando la edad de Zorobabel y el estado de los judíos en ella uviera sido feliz, cierto es que i5 no lo fué con el estremo que el profeta aquí muestra; porque, ¿qué palabra ay aquí que no haga significación de un bien divino y raríssi- mo? Dize, del Señor, que es palabra que á todo lo que en aquella lengua se añade lo suele subir 20 de quilates. Dize, gloria, y grandeza, y magnifi- cencia, que es todo lo que encareciendo se puede dezir. Y porque salgamos enteramente de duda, alarga, como si dixéssemos, el dedo el profeta,

2-3 quien habla Esaías, es hablar. Así en la J.a ed. Falta en ella En... alteza. 11 Esai., 4, 2. 14-17 Y... muestra falta en la 1.a ed.

54 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

y señala el tiempo y el día mismo del Señor, y dize de aquesta manera: En aquel día. Mas ¿qué día? Sin duda ninguno otro sino aquel mismo de quien luego antes de aquesto dezía: En aquel 5 día quitará al redropelo el Señor á las hijas de Sión el chapín que cruxe en los pies, y los gar-

4 Esai., 3, 17-25. al redropelo contrapelo'. Covarru- bias trae arredropelo, redropelo y rodopelo. Comp. "Boto a Dios, si no quereys partir comigo sin duelo, yo os quite al rodropelo los hábitos que traeys (Sieben span. dram. Eklogen, ed. Kohler, pág. 304). chapín 'calzado de las mujeres con tres ó cuatro corchos, y algunas ay que llevan treze por dozena...' {Covarrubias). Comp. Corvacho, 125: "chapines de un xeme poco menos en alto" garvín, "alias cofia de rred de seda" (Oviedo, Libro de la cámara real del Príncipe Don Juan, pág. 25). lunetas 'adorno en figura de media luna que usaban las mujeres en la cabeza" {Dice. Ac). Corvacho, 124: "argentería mucha colgada de lunetas" collares de oro é de medio partido é de finas piedras acompañado {Corvacho, 132). Las ed. 3.a, 4.a y 5.a dicen collocares ; la 1.a y 2.a collares. axorcas 'argollas pa- ra las muñecas, brazos ó garganta de los pies', Corvacho, 124: axorcas de alambar engastonadas en oro. Quijote, I, cap. 40. rebogo, igual que rebociño. (V. Dice. Ac.) argo- lla "círculo de hierro ó de oro que trayan al cuello, y oy día se traen los de hierro los esclavos... ; los de oro, la gente noble por honra y adorno... ; pocos años ha que las señoras los usaban en España con el nombre de argollas, hechos de trozos, con mucha pedrería..." {Covarrubias). apretadores. (V. Covarrubias y Dice. Ac.) garcillos 'anillos ó arillos de las orejas' {Covarrubias). cotonía 'tela hecha de hilo de algodón' {Covarrubias). almalafas 'manto que cubre á las mujeres cuando salen á la calle, largo como sábana, mas no tan ancho, y á las orillas tienen unas fajas de seda blanca ó de otro color tejidas en la misma, y, re- vuelta al cuerpo, la vienen á prender delante de los pechos con gruesas sortijas de plata y de oro'. Era traje usado por los moros y moriscos de ambos sexos. (V. Eguílaz,

PIMPOLLO 55

vines de la cabega, las lunetas y los collares, las axorcas y los vebogos, las botillas y los calcados altos, las argollas, los apretadores, los garcillos, las sortijas, las cotonías, las almalafas, las escar- celas, los bolantes y los espejos; y les trocará el 5 ámbar en hediondez, y la cintura rica en handrajo, y el envigado en calva pelada, y el pvecioso vestido en cilicio, y la tez cuvada en cuero tostado; y tus venientes moriván á cuchillo.

Pues en aquel día mismo, cuando Dios puso 10 por el suelo toda la alteza de Jerusalén, con las armas de los romanos, que assolaron la ciudad y pusieron á cuchillo sus ciudadanos y los llevaron captivos ; en esse mismo tiempo el f ructo y el pimpollo del Señor, descubriéndose y saliendo i5 á luz, subirá á gloria y honra grandíssima. Porque

Notas al Quijote, Homenaje á M. Pelayo, II, pág. 121. V. Rodríguez Marín, Quijote, III, 113. Comp. Quijote, I, cap. 37, II, caps. 41 y 48.) escarcela, 'bolsa que colgaba del cinto' (Covarrubias). Comp. Oviedo, Libro de la cá- mara real: "se usauan entonges unas bolsas, llamadas es- carcelas" (para la moneda). Según el Dice. Ac. 'adorno m/ujeril, especie de cofia'. botante, 'un género de velo tan delgado que cualquier viento le vuela' (Covarru- bias).— enrigado, de enrigar ó rizar el cabello (Covarru- bias).— curada 'cuidada, sana, limpia, tersa'. Comp. León, Job, 63 : las cabras tienen los pelos "muy limpios, com- puestos y lucios, porque se untan con la resina que de los árboles se derrite y se curan v hermosean con ella, la cual suele hacer lucir los pelos y cabellos". Para la inter- pretación de todas las voces que aparecen en esta cita, se- gún la arqueología bíblica, puede consultarse el Diction- naire de la Bible, de Vigouroux.

56 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

en la destruyción que hizieron de Jerusalén los caldeos (si alguno por caso quisiesse dezir que habla aquí della el profeta), no se puede dezir con verdad que cresció el fructo del Señor ni

5 que fructificó gloriosamente la tierra al mismo tiempo que la ciudad se perdió. Pues es notorio que en aquella calamidad no uvo alguna parte ó alguna mezcla de felicidad señalada, ni en los que fueron captivos á Babilonia ni en los que

io el vencedor caldeo dexó en Judea y en Jerusalén para que labrassen la tierra; porque los unos fueron á servidumbre miserable, y los otros que- daron en miedo y en desamparo, como en el libro de Jeremías se lee.

i5 Mas al revés, con aquesta otra cayda del pueblo judayco se juntó, como es notorio, la claridad del nombre de Cristo; y cayendo Jerusalén, comenzó á levantarse la Iglesia. Y aquel á quien poco an- tes los miserables avían condenado y muerto con

20 affrentosa muerte, y cuyo nombre avían procu- rado escurecer y hundir, contengo entonces á em- biar rayos de por el mundo y á mostrarse vivo y señor, y tan poderoso, que castigando á sus matadores con agote gravíssimo, y quitando lue-

25 go el govierno de la tierra al demonio, y desha- ziendo poco á poco su silla, que es el culto de los

14 Hier., 39, 5 ss. y 52, 9 ss.

PIMPOLLO 57

ídolos, en que la gentilidad le servía, como cuan- do el sol vence las nuves y las deshaze, assí el solo y claríssimo relumbró por toda la redondez. Y lo que he dicho deste lugar, se vee claramen- te también en el segundo de Jeremías, de sus 5 mismas palabras. Porque dezirle á David y pro- meterle que le nacería ó fructo ó pimpollo de justicia, era propria señal de que el fructo avía de ser Jesucristo ; mayormente añadiendo lo que luego se sigue, y es, que este fructo haría justicia 10 y razón sobre la tierra : que es la obra propria suya de Cristo, y uno de los principales fines para que se ordenó su venida, y obra que él solo, y ninguno otro, enteramente la hizo. Por donde las más vezes que se haze memoria del en las Es- l5 cripturas divinas, luego en los mismos lugares se le atribuye esta obra, como obra sola del y como su propio blassón. Assí se vee en el psalmo setenta y uno que dize : Señor, da tu vara al Rey, y el ejercicio de justicia al hijo del Rey, para que 20 juzgue á tu pueblo conforme á justicia y á los pobres según fuero. Los montes altos conservarán paz con el vulgo, y los collados les guardarán ley. Dará su derecho á los pobres del pueblo, y será amparo de los pobrezitos, y hundirá al violento 25 oppressor.

5 Hier., 33, 15. 19 Ps. 71, 2-4.

58 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Pues en el tercero lugar de Zacarías, los mis- mos hebreos lo confiessan, y el texto caldeo que he dicho abiertamente le entiende y le de- clara de Cristo. Y assí mesmo entendemos el 5 cuarto testimonio, que es del mismo profeta. Y no nos impide lo que algunos tienen por incon- veniente, y por donde se mueven á declararle en differente manera, que es dezir luego que este pimpollo fructificará después ó debaxo de sí, y

io que edificará el templo de Dios; pareciéndoles que esto señala abiertamente á Zorobabel, que edificó el templo y fructificó después de por muchos siglos á Cristo, verdaderíssimo fructo. Assí que esto no impide, antes favorece y esfuer-

i5 ga más nuestro intento. Porque el fructificar de- baxo de sí, ó como dize el original en su rigor, acerca de sí, es tan proprio de Cristo, que de ninguno lo es más. ¿Por ventura no dize él de mismo : Yo soy vid y vosotros sarmientos?

2o Y en el psalmo que agora dezía, en el cual todo lo que se dize son propriedades de Cristo, ¿no se dize también: Y en sus días fructifica- rán ios justos? O si queremos confessar la ver- dad, ¿quién jamás en los hombres perdidos en-

i Zach., 3, 8.

5 Zach., 6, 12.

8 La i.a y 2.a ed. manera, por lo que dize luego.

17 La j.a y 2fi- ed. a. de sí, assí es p.

19 Joh., 15, 5.

22 Ps. 71, 7.

PIMPOLLO 59

gendró hombres sanctos y justos, ó qué frítelo jamás se vio que fuesse más fructuoso que Cris- to? Pues esto mismo sin duda es lo que aquí nos dize el profeta; el cual, porque le puso á Cristo nombre de fructo, y porque dixo, señalándole 5 como á singular fructo: Veys aquí un varón que es fructo su nombre; porque no se pensasse que se acabava su fructo en él, y que era fructo para y no árbol para dar de fruta, añadió luego diziendo : Y fructificará acerca de si; como si 10 con más palabras dixera: Y es fructo que dará mucho fructo, porque á la redonda del, esto es, en él y de él, por todo cuanto se estiende la tie- rra, nascerán nobles y divinos fructos sin cuento; y aqueste pimpollo enriquecerá el mundo con i5 pimpollos no vistos.

De manera que este es uno de los nombres de Cristo, y, según nuestra orden, el primero dellos, sin que en ello pueda aver duda ni pleyto. Y son como vezinos y deudos suyos otros algunos nom- 20 bres que también se ponen á Cristo en la Sancta Escriptura ; los cuales, aunque en el sonido son differentes, pero bien mirados, todos se reduzen á un intento mismo y convienen en una misma razón. Porque si en el capítulo treinta y cuatro 25 de Ezequiel es llamado planta nombrada, y si

26 Ezech., 34, 29.

ÓO DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Esaías en el capítulo onze le llama unas vezes rama, y otra flor, y en el capítulo cincuenta y tres, tallo y rayz, todo es dezirnos lo que el nom- bre de pimpollo ó de fructo nos dize. Lo cual

5 será bien que declaremos ya, pues lo primero, que pertenece á que Cristo se llama assí, está suf- icientemente probado, si no se os offrece otra cosa.

Ninguna dixo al punto Juliano , antes ha

£o rato ya que el nombre y esperanga deste fructo ha despertado en nuestro gusto golosina del.

Merecedor es de cualquier golosina y desseo respondió Marcello ; porque es dulcíssimo fructo, y no menos provechoso que dulce, si ya

■5 no le menoscava la pobreza de mi lengua é in- genio. Pero idme respondiendo, Sabino ; que lo quiero aver agora con vos. Esta hermosura de cielo y mundo que vemos, y la otra mayor que entendemos, y que nos esconde el mundo invisi-

20 ble, ¿ fué siempre como es agora, ó hízose ella á misma, ó Dios la sacó á luz y la hizo ?

Averiguado es dixo Sabino que Dios crió el mundo, con todo lo que ay en él, sin presupo- ner para ello alguna materia, sino sólo con la

i Esai., ii, 1-4.

2 La i.a y 2.* ed. otras.

3 Esai., 53, 2.

17 aver 'tener, obtener, adquirir'. Conip. Quijote, T, cap. I: "llevó á casa todos cuantos pudo haber". I, cap. 34: "viendo que no podía haber á Lotario", 'coger'.

PIMPOLLO 6 1

fuerga de su infinito poder; con que hizo, donde no avía ninguna cosa, salir á luz esta beldad que dezís. Mas, ¿qué duda ay en esto?

Ninguna ay replicó prosiguiendo Marcel- lo ; mas dezidme más adelante: ¿nasció esto & de Dios, no advirtiendo Dios en ello, sino como por alguna natural consecuencia, ó hízolo Dios porque quiso y fué su voluntad libre de hazerlo?

También es averiguado respondió luego Sa- bino— que lo hizo con propósito y libertad. 10

Bien dezís dixo Marcello ; y pues cono- céys esso, también conoceréys que pretendió Dios en ello algún grande fin.

Sin duda, grande respondió Sabino , por- que siempre que se obra con juyzio y libertad es i5 á fin de algo que se pretende.

¿ Pretendería dessa manera dixo Marcello , Dios en esta su obra algún interés y acrescenta- miento suyo?

En ninguna manera respondió Sabino. 20

¿Por qué? dixo Marcello.

Y Sabino respondió:

Porque Dios, que tiene en todo el bien, en ninguna cosa que haga fuera de puede querer ni esperar para algún acrescentamiento ó me- 2& joría.

Por manera dixo Marcello que Dios, por-

17 La 1.a ed. Pretendía.

62 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

que es bien infinito y perfecto, en hazer el mundo no pretendió recebir bien alguno del, y pretendió algún fin, como está dicho. Luego si no pretendió recebir, sin ninguna duda pretendió dar ; y si no

5 lo crió para añadirse á algo, criólo sin ningu- na duda para comunicarse él á y para repartir en sus criaturas sus bienes. Y cierto este solo es fin digno de la grandeza de Dios, y proprio de quien por su naturaleza es la misma bondad ;

io porque á lo bueno su propria inclinación le lleva al bien hazer, y cuanto es más bueno uno, tanto se inclina más á esto. Pero si el intento de Dios en la creación y edificio del mundo fué hazer bien á lo que criava, repartiendo en ello sus bie-

I5 nes, ¿qué bienes ó qué comunicación dellos fué aquella á quien como á blanco enderezó Dios todo el officio desta obra suya?

No otros respondió Sabino sino essos mismos que dio á las criaturas, assí á cada una

so en particular como á todas juntas en general.

Bien dezís dixo Marcello , aunque no avéys respondido á lo que os pregunto. ¿En qué manera? respondió. Porque dixo Marcello como aquessos bie-

25 ncs tengan sus grados, y como sean unos de otros de differentes quilates, lo que pregunto es: ¿á qué bien ó á qué grado de bien entre todos ende- rezó Dios todo su intento principalmente?

7 cierto 'ciertamente'.

PIMPOLLO

63

¿Qué grados respondió Sabino son essos?

Muchos son dixo Marcello en sus partes, mas la Escuela los suele reduzir á tres géneros: á naturaleza y á gracia y á unión personal. A la naturaleza pertenecen los bienes con que se ñas- 5 ce, á la gracia pertenescen aquellos que después de nascidos nos añade Dios ; el bien de la unión personal es aver juntado Dios en Jesucristo su persona con nuestra naturaleza. Entre los cuales bienes es muy grande la differencia que ay. 10

Porque lo primero, aunque todo el bien que vive y luze en la criatura es bien que puso en ella Dios, pero puso en ella Dios unos bienes para que le fuessen proprios y naturales, que es todo aquello en que consiste su ser y lo que dello se i5 sigue; y éstos dezimos que son bienes de natura- leza, porque los plantó Dios en ella y se nasce con ellos, como es el ser y la vida y el entendi- miento y lo demás semejante. Otros bienes no los plantó Dios en lo natural de la criatura ni en 20 la virtud de sus naturales principios para que dellos nasciessen, sino sobrepúsolos él por solo á lo natural, y ansí no son bienes fixos ni array- gados en la naturaleza, como los primeros, sino movedizos bienes, como son la gracia y la caridad 25

4-9 A... naturaleza falta en la 1.a ed.

10 bienes falta en la 1.a ed.

23 La 1* ed. no son bienes no fixos.

64 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

y los demás dones de Dios; y aquestos llamamos bienes sobrenaturales de gracia. Lo segundo, dado, como es verdad, que todo este bien comu- nicado es una «me jangá de Dios, porque es he- 5 chura de Dios, y Dios no puede hazer cosa que no le remede, porque en cuanto haze se tiene por dechado á si mismo ; mas aunque esto es assú todavía es muy grande la differencia que ay en la manera del remedarle. Porque en lo natural

10 remedan las criaturas el ser de Dios, mas en los bienes de gracia remedan el ser y la condición y el estilo, y, como si dixéssemos, la bivienda y bienandanza suya; y assí, se avezinan y juntan más á Dios por esta parte las criaturas que la

1 5 tienen, cuanto es mayor esta seme jangá que la semejanza primera; pero en la unión personal no remedan ni se parecen á Dios las criaturas, sino vienen á ser el mismo Dios, porque se juntan con él en una misma persona.

20 Aquí Juliano, atravessándose, dixo :

¿Las criaturas todas se juntan en una per- sona con Dios?

Respondió Marcello riendo:

Hasta agora no tratava del número, sino tra-

2? tava del cómo; quiero dezir, que no contava quié- nes y cuántas criaturas se juntan con Dios en

2 La 7.a ed. Y lo.

19 La /.a ed. juntan á Dios más por.

PIMPOLLO 65

estas maneras, sino contava la manera cómo se juntan y le remedan, que es ó por naturaleza ó por gracia ó por unión de persona; que cuanto al número de los que se le ayuntan, clara cosa es que en los bienes de naturaleza todas las criaturas 5 se avezinan á Dios ; y solas, y no todas, las que tienen entendimiento en los bienes de gracia; y en la unión personal sola la humanidad de nues- tro redemptor Jesucristo. Pero aunque con sola aquesta humana naturaleza se haga la unión per- 10 sonal propriamente, en cierta manera también, en juntarse Dios con ella, es visto juntarse con todas las criaturas, por causa de ser el hombre como un medio entre lo spiritual y lo corporal, que contiene y abraga en lo uno y lo otro. Y i5 por ser, como dixeron antiguamente, un menor mundo ó un mundo abreviado.

Esperando estoy dixo Sabino entonces á qué fin se ordena aqueste vuestro discurso.

Bien cerca estamos ya dello respondió Mar- 20 cello ; porque, preguntóos : si el fin por que crió Dios todas las cosas fué solamente por comuni- carse con ellas, y si esta dádiva y comunicación acontesce en differentes maneras, como avernos ya visto ; y si unas de estas maneras son más per- 25

16 Microcosmos. Platón, Tim., IV, Phileb., 30; Aristó- teles, De an. III, 8 ; Plutarco, De Stoic. rep., 44. Véase Eisler, Wórterbuch des philosophischen Begriffe.

66 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

fectas que otras, ¿no os parece que pide la misma razón que un tan grande artífice, y en una obra tan grande, tuviesse por fin de toda ella hazer en ella la mayor y más perfecta comunicación de 5 que pudiesse?

Assí parece dixo Sabino.

Y la mayor dixo siguiendo Marcello assí

de las hechas como de las que se pueden hazer.

es la unión personal que se hizo entre el Verbo

io divino y la naturaleza humana de Cristo, que fué

hazerse con el hombre una misma persona.

No ay duda respondió Sabino sino que es la mayor.

Luego añadió Marcello necessariamente i5 se sigue que Dios, á fin de hazer esta unión bien- aventurada y maravillosa, crió todo cuanto se pa- rece y se esconde ; que es dezir que el fin para que fué fabricada toda la variedad y belleza del mundo fué por sacar á luz este compuesco de 20 Dios y hombre, ó por mejor dezir, este junta- mente Dios y hombre, que es Jesucristo.

9 se falta en la J.a ed.

1 6 parecerse 'verse, descubrirse'. Comp. León, Canta- res, 64: "las ovejas vienen tan juntas en su manada, que á quien las mira algo apartado le parecen ser todas una cosa blanca, como sábana tendida, que no se parece entre ellas más espacio que el que hay de los pies de la una á los pies de la otra." Quijote, ed. R. Marín, t. III, pág. 48. "Los luengos y rubios cabellos... toda en torno la escondieron de- bajo de ellos, que si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía."

PIMPOLLO 67

Necessariamente se sigue respondió Sabino.

Pues dixo entonces Marcello esto es ser Cristo f ructo ; y darle la Escriptura este nombre á él es darnos á entender á nosotros que Cristo es el fin de las cosas, y aquel para cuyo nasci- 5 miento feliz fueron todas criadas y enderezadas. Porque assi como en el árbol la rayz no se hizo para sí, ni menos el tronco, que nasce y se sus- tenta sobre ella, sino lo uno y lo otro juntamente con las ramas y la flor y la hoja y todo lo demás I0 que el árbol produze, se ordena y endereca para el fructo que del sale, que es el fin y como remate suyo; assi por la misma manera estos cie- los estendidos que vemos, y las estrellas que en ellos dan resplandor, y entre todas ellas esta 15 fuente de claridad y de luz, que todo lo alumbra, redonda y bellíssima ; la tierra pintada con flores y las aguas pobladas de peces ; los animales y los hombres, y este universo todo, cuan grande y cuan hermoso es, lo hizo Dios para fin de hazer 20 hombre á su Hijo, y para produzir á luz este único y divino fructo, que es Cristo, que con verdad le podemos llamar el parto común y general de todas las cosas.

Y assi como el fructo, para cuyo nascimiento 25 se hizo en el árbol la firmeza del tronco y la her- mosura de la flor, y el verdor y frescor de las hojas, nascido contiene en y en su virtud todo

68 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

aquello que para él se ordenava en el árbol, ó por mejor dezir, al árbol todo contiene; assí tam- bién Cristo, para cuyo naseimiento crió primero Dios las rayzes firmes y hondas de los elementos,

5 y levantó sobre ellas después esta grandeza del mundo con tanta variedad, como si dixéssemos, de ramas y hojas, lo contiene todo en y lo abar- ca y se resume en él, y como dize sant Pablo, se recapitula todo lo no criado y criado, lo huma-

io no y lo divino, lo natural y lo gracioso. Y como de ser Cristo llamado fructo por excellencia, en- tendemos que todo lo criado se ordenó para él; assí también desto mismo ordenado, podemos, rastreando, entender el valor inestimable que ay

15 en el fructo para quien tan grandes cosas se ordenan. Y de la grandeza y hermosura y cuali- dad de los medios argüyremos la excellencia sin medida del fin.

Porque si cualquiera que entra en algún pala-

2o ció ó casa real rica y sumptuosa, y vee primero la fortaleza y firmeza del muro ancho y torreado, y las muchas órdenes de las ventanas labradas, y las galerías y los chapiteles que deslumhran la vista, y luego la entrada alta y adornada con ricas

25 labores, y después los zaguanes y patios grandes y differentes, y las columnas de mármol y las

7 La J.a ed. hojas, que lo.

8 Col., i, 16.

PIMPOLLO 69

largas salas y las recámaras ricas, y la diversidad y muchedumbre y orden de los aposentos, her- moseados todos con peregrinas y escogidas pin- turas y con el jaspe y el pórfiro y el marfil y el oro que luze por los suelos y paredes y techos ; 5 y vee juntamente con esto la muchedumbre de los que sirven en él, y la disposición y rico ade- rezo de sus personas, y el orden que cada uno guarda en su ministerio y servicio, y el concierto que todos conservan entre ; y oye también 10 los menestriles y dulcura de música ; y mira la hermosura y regalo de los lechos, y la riqueza de los aparadores, que no tienen precio; luego conoce que es incomparablemente mejor y mayor aquel para cuyo servicio todo aquello se ordena ; i5

I recámara "el aposento que está más adentro de la quadra donde duerme el señor, y dícese recámara ó este aposento ó otro donde el camarero le tiene sus vestidos y joyas" (Covarrubias).

II menestriles ó ministriles eran llamados los que toca- ban instrumentos músicos, especialmente de boca ; tam- bién se aplicaba el nombre á los instrumentos mismos. V. Oviedo, Libro de la cámara real del príncipe Don Juan, pág. 182, el cap. titulado Menistriles é dhiersos músicos... "Thenía el Príncipe muy gentiles menistriles, altos de sacabuches, é cheremías, é cornetas, é trompetas bastar- das..." D. de Valera, Epístolas, pág. 53: "y el nueuo Mar- qués caualga... é con él todos los grandes... é los menestri- les é tronpetas..."

13 aparador 'la credencia ó mesa donde están las va- gillas para el servicio, y las mesmas piezas de oro é plata se llaman todas juntas aparador. Y assí dezimos : El Rey de Francia dio al Gran Capitán un aparador de oro y plata' {Covarrubias).

70 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

assí devemos nosotros también entender que si es hermosa y admirable esta vista de la tierra y del cielo, es sin ningún término muy más hermoso y maravilloso aquel por cuyo fin se crió.

5 Y que si es grandíssima, como sin ninguna duda lo es, la magestad deste templo universal, que llamamos mundo nosotros, Cristo, para cuyo nascimiento se ordenó desde su principio, y á cuyo servicio se sujetará todo después, y á quien

io agora sirve y obedece y obedecerá para siempre, es incomparablemente grandíssimo, gloriosíssimo, perfectíssimo, más mucho de lo que ninguno pue- de ni encarecer ni entender. Y finalmente, que es tal, cual inspirado y alentado por el Spíritu San-

i5 cto sant Pablo dize, escriviendo á los colossen- ses : Es imagen de Dios invisible, y el engen- drado primero que todas las criaturas. Porque para él se fabricaron todas, assí en el cielo como en la tierra, las visibles y las invisibles; assí diga-

20 mos los tronos como las dominaciones, como los principados y potentados, todo por él y para él fué criado; y él es el adelantado entre todos, y todas las cosas tienen ser por él. Y él también del cuer- po de la Iglesia es la cabega, y él mismo es el prin-

25 cipio y el primogénito de los muertos, para que en todo tenga las primerias. Porque le plugo al Pa-

16 Col., i, 15-19.

26 las primerias. Scío traduce 'el primado'. Primerias contrapuesto á postrimerías en Evangelios é epístolas, con

PIMPOLLO 7 1

dre y tuvo por bien que se aposentasse en él todo lo summo y cumplido. Por manera que Cristo es llamado fructo porque es el fructo del mundo, esto es, porque es el fructo para cuya producción se ordenó y fabricó todo el mundo. Y assí Esaías, 5 desseando su nascimiento, y sabiendo que los cielos y la naturaleza toda bivía y tenía ser prin- cipalmente para este parto, á toda ella se le pide diziendo : Derramad rocío, cielos, desde vues- tras alturas, y vos, nuves, lloviendo embiadnos al 10 Justo, y la tierra se abra, y produzga y brote al Salvador.

Y no solamente por aquesta razón que ave- rnos dicho Cristo se llama fructo, sino también porque todo aquello que es verdadero fructo en 15 los hombres, digo fructo que merezca parecer an- te Dios y ponerse en el cielo, no sólo nasce en ellos por virtud deste fructo, que es Jesucristo, sino en cierta manera también es el mismo Jesús. Por- que la justicia y sanctidad que derrama en los 20 ánimos de sus fieles, assí ella como los demás bienes y sanctas obras que nascen della, y que nasciendo della después la acrecientan, no son sino como una imagen y retrato bivo de Jesu-

sus exposiciones en romance, ed. J. Collijn y E. Staaff, pág. 77 : las postremerías de aquel hombre son peores que las primerias".

4 porque es el fructo falta en la 1.a- y 2* ed.

9 Esai., 45, 8.

72 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cristo, y tan bivo, que es llamado Cristo en las letras sagradas, como parece en los lugares adon- de nos amonesta sant Pablo que nos vistamos de Jesucristo, porque el bivir justa y sanctamente

5 es imagen de Cristo. Y assí por esto, como por el spíritu suyo, que comunica Cristo é infunde en los buenos, cada uno dellos se llama Cristo, y todos ellos juntos, en la forma ya dicha, hazen un mismo Cristo. Assí lo testificó sant Pablo, dizien-

"> do: Todos los que en Cristo os avéys baptiza- do, os avéys vestido de Jesucristo ; que allí no ay judío ni gentil, ni libre ni esclavo, ni hembra ni varón, porque todos soys uno en Jesucristo. Y en otra parte : Hijuelos míos, que os engendro otra

i5 vez, hasta que Cristo se forme en vosotros. Y amonestando á los romanos á las buenas obras, les dize y escrive: Desechemos, pues, las obras escuras, y vistamos armas de luz, y como quien anda de día, andemos vestidos y honestos. No

2o en combites y embriaguezes, no en desordena- do sueño y en deshonestas torpezas, ni menos en competencias e invidias; sino vestios del Se- ñor Jesucristo. Y que todos estos Cristos son un

2 Rom., 13, 14.

9 La /.a y 2.a ed. testifica.

10 Gal., 3, 27-28. 14 Gal., 4, 19.

17 Rom., 13, 12-14.

18 La /.a 3/ 2.a ed. luz, como.

19 La /.a y 2.a ed. y andemos.

PIMPOLLO 73

Cristo solo, dízelo él mismo á los corintios por estas palabras : Como un cuerpo tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser machos, son un cuerpo, assí también Cristo. Donde, como advierte sant Augustín, no dixo, 5 concluyendo la semejanca, assí es Cristo y sus miembros, sino assí es Cristo; para nos enseñar que Cristo, nuestra cabega, está en sus miem- bros, y que los miembros y la cabega son un solo Cristo, como por aventura diremos más lar- 10 garriente después. Y lo que dezimos agora, y lo que de todo lo dicho resulta, es conoscer cuan merecidamente Cristo se llama fructo; pues todo el fructo bueno y de valor que mora y fructifica en los hombres es Cristo y de Cristo, en cuanto ¡5 nasce del y en cuanto le parece y remeda, assí como es dicho. Y pues avernos platicado ya lo que basta acerca de aquesto, proseguid, Sabino, en vuestro papel.

Deteneos dixo Juliano, alargando contra 20 Sabino la mano , que si olvidado no estoy, os falta, Marcello, por descubrir lo que al principio nos propusistes, de lo que toca á la nueva y ma-

2 I Cor., 12, \2.

5 De peccatorum meritis et remissione et de baptismo párvulo fum ad Marcellinum libri tres. Lib. I, cap. 31, § 60. (Corp. script. eccles. lat. ed. Acad. Vindobonensis. Vol. LX, pág. 61.)

10 por aventura 'por ventura, quizá, probablemente', forma arcaica, rara ya en Fr. Luis de León.

74 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ravülosa concepción de Cristo, que, como dixis- tes, este nombre significa.

Es verdad, é hizistes muy bien, Juliano, en ayudar mi memoria respondió al punto Mar- 5 cello , y lo que pedís es aquesto. Este nombre, que unas vezes llamamos pimpollo y otras vezes llamamos f rucio, en la palabra original no es f nie- to como quiera, sino es propriamente el fructo que nasce de suyo sin cultura ni industria. En lo

io cual, al propósito de Jesucristo, á quien agora se applica, se nos demuestran dos cosas. La una, que no uvo ni saber ni valor ni merescimiento ni industria en el mundo, que mereciesse de Dios que se hiziesse hombre, esto es, que produxesse

i5 este fructo ; la otra, que en el vientre puríssimo y sanctíssimo de donde aqueste fructo nasció, an- duvo solamente la virtud y obra de Dios, sin ayuntarse varón.

Mostró, como oyó esto, moverse de su assiento

20 vv poco Juliano, y como acostándose hazia Mar- cello y mirándole con alegre rostro, le dixo :

Agora me plaze más el ave ros, Marcello, acordado lo que olvidávades, porque me deleyta mucho entender que el artículo de la limpieza y

25 entereza virginal de nuestra común madre y se-

2o acostarse 'inclinarse hacia un lado ó costado ; apo- yarse sobre él'. Comp. Palma, Divina retribución sobre la caída de España, Biblióf. esp., pág. 4: "el rrey don Johan estaua en el canpo e muy doliente, acostado a un caua- llero..." Celestina, ed. Cejador, I, 26.

PIMPOLLO 75

ñora está significado en las letras y profecías antiguas. Y la razón lo pedía. Porque adonde se dixeron y escrivieron, tantos años antes que fues- sen, otras cosas menores, no era possible que se callasse un misterio tan grande. Y si se os offre- 5 cen algunos otros lugares que pertenezcan á esto, que offrecerán, mucho holgaría que los dixés- sedes, si no recebís pesadumbre.

Ninguna cosa respondió Marcello me pue- de ser menos pesada que dezir algo que perte- 10 nezca al loor de mi única abogada y señora, que aunque lo es generalmente de todos, mas atré- vome yo á llamarla mía en particular, porque desde mi niñez me offrecí todo á su amparo. Y no os engañáys nada, Juliano, en pensar que los 1? libros y letras del Testamento Viejo no passaron callando por una estrañeza tan nueva, y señala- damente tocando á personas tan importantes. Por- que ciertamente en muchas partes la dizen con palabras para la fe muy claras, aunque algo obs- 20 curas para los corazones á quien la infidelidad ciega, conforme á como se dizen otras muchas

7 Redacción descuidada, con elipsis de los pronombres que si se os ofrecerán.

9 Este sentimiento hacia la Virgen María está ates- tiguado en la poesía de Fr. Luis de León Virgen que el sol más pura.

10 La 1. a y 2.a ed. que toque al.

15 La 1* ed. engañéys.

16 no falta en la i.a ed.

22 La j.a ed. dizen en ellos otras.

76 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cosas de las que pertenecen á Cristo, que, como sant Pablo dize, es misterio escondido ; el cual quiso Dios dezirle y esconderle por justíssimos fines, y uno dellos fué para castigar assí con la

5 ceguedad y con la ignorancia de cosas tan neces- sarias á aquel pueblo ingrato por sus enormes peccados.

Pues viniendo á lo que pedís, claríssimo tes- timonio es, á mi juyzio, para aqueste propósito

10 aquello de Esaías, que poco antes dezíamos : De- rramad, cielos, rocío, y lluevan las nuves al Jus- to. Adonde, aunque, como veys, va hablando del nascimiento de Cristo como de una planta que nasce en el campo, empero no haze mención ni

«5 de arado ni de agada ni de agricultura, sino sola- mente de cielo y de nuves y de tierra, á los cuales atribuye todo su nascimiento. Y á la verdad, el que cotejare aquestas palabras que aquí dize Esaías con las que acerca de aquesta misma ra-

20 zón dixo á la benditíssima Virgen el arcángel Gabriel, verá que son casi las mismas, sin aver entre ellas más differencia de que lo que dixo el arcángel con palabras proprias, porque tratava de negocio presente, Esaías lo significó con palabras

25 figuradas y metafóricas, conforme al estilo de los profetas. Allí dixo el ángel : El Spíritu Sanc-

2 Col., 1, 26. 10 Esai., 45, 8. 19 Luc, 1, 35.

PIMPOLLO 77

to vendrá sobre ti; aquí dize Esaías : Embia- réys, cielos, vuestro rocío. Allí dize que la virtud del alto le hará sombra; aquí pide que se estien- dan las nuves. Allí : Y lo que nacerá de ti sancto, será llamado Hijo de Dios; aquí : Ábrase la He- $• rra y produzga al Salvador. Y sácanos de toda duda lo que luego añade, diziendo : Y la justicia jlorecerá juntamente, y yo el Señor le crié. Por- que no dize, y yo el Señor la crié, conviene saber, á la justicia, de quien dixo que avía de florescer juntamente; sino yo le crié, conviene á saber, al Salvador, esto es, á Jesús, porque Jesús es el nombre que el original allí pone. Y dize, yo le crié, y atribuyese á la creación y nascimiento desta bienaventurada salud, y preciase della como i5 de hecho singular y admirable; y dize: Yo, yo; como si dixesse: Yo solo, y no otro comigo.

Y también no es poco efficaz para la prueva desta misma verdad la manera como habla de Cristo en el capítulo cuarto de su escriptura 20 aqueste mismo profeta, cuando usando de la mis- ma figura de plantas y f nietos y cosas del campo, no señala para su nascimiento otras causas más de á Dios y á la tierra, que es á la Virgen y ai Spíritu Sancto. Porque, como ya vimos, di- 25 ze : En aquel día será el pimpollo de Dios mag-

13 La /.a y 2* ed. pone allí.

23 La i.a ed. señala otras causas para su nascimiento del más.

26 Esai., 4, 2.

yS DE LOS NOMBRES DE CRISTO

nifico y glorioso, y el fructo de la tierra su- birá á grandíssima alteza. Pero entre otros, para este propósito, ay un lugar singular en el psal- mo ciento y nueve, aunque algo escuro según la

5 letra latina, mas según la original manifiesto y muy claro, en tanto grado, que los doctores an- tiguos que florescieron antes de la venida de Je- sucristo conoscieron de allí, y ansí lo escrivieron, que la madre del Messías avía de concebir virgen,

10 por virtud de Dios y sin obra de varón. Porque buelto el lugar que digo á la letra, dize desta manera: En resplandores de sanctidad del vien- tre, y del aurora contigo el roció de tu nasci- miento. En las cuales palabras, y no por una

*5 dellas, sino casi por todas, se dize y se descubre aqueste misterio que digo. Porque lo primero, cierto es que habla en este psalmo con Cristo el profeta. Y lo segundo, también es manifiesto que habla en este verso de su concepción y nascimien-

20 to, y las palabras vientre y nasctmiento, que, se- gún la propriedad original también se puede lla- mar generación, lo demuestran abiertamente.

Mas que Dios solo, sin ministerio de hombre, aya sido el hazedor de aquesta divina y nueva

2."» obra en el virginal y puríssimo vientre de nuestra señora, lo primero se vee en aquellas palabras: en resplandores de sanctidad. Que es como dezir

12 Ps. 109, 3.

PIMPOLLO 79

que avía de ser concebido Cristo, no en ardores deshonestos de carne y de sangre, sino en res- plandores sanctos del cielo; no con torpeza de sensualidad, sino con hermosura de sanctidad y de spíritu. Y demás desto, lo que luego se sigue 5 de aurora y de rocío, por galana manera declara lo mismo. Porque es una comparación encubierta, que si la descubrimos sonará assí : En el vientre, conviene á saber, de tu madre, serás engendrado, como en la aurora; esto es, como lo que en aque- u lia sazón de tiempo se engendra en el campo con sólo el rocío, que entonces desciende del cielo, y no con riego ni con sudor humano. Y últimamen- te, para dezirlo del todo, añadió : contigo el rocío de tu nascimiento. Que porque avía comparado i5 al aurora el vientre de la madre, y porque en el aurora cae el rocío con que se fecunda la tierra, prosiguiendo en su seme jangá, á la virtud de la generación llamóla rocío también.

Y á la verdad, assí es llamada en las divinas 20 letras en otros muchos lugares esta virtud viví- fica y generativa con que engendró Dios al prin- cipio el cuerpo de Cristo, y con que después de muerto le reengendró y resuscitó, y con que en la común resurrección tornará á la vida nuestros 25 cuerpos deshechos, como en el capítulo veynte y

21 La j.a y 2.a ed. lugares rocío esta. 26 como... vee. falta en la 1.a ed.

80 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

seys de Esaías se vee. Pues dize á Cristo David, que este rocío y virtud que formó su cuerpo y le dio vida en las virginales entrañas, no se la pres- tó otro, ni la puso en aquel sancto vientre alguno

5 que viniesse de fuera, sino que él mismo la tuvo de su cosecha y la truxo consigo. Porque cierto es que el Verbo divino, que se hizo hombre en el sagrado vientre de la sancta Virgen, él mismo formó allí el cuerpo y la naturaleza de hombre

io de que se vistió. Y assí, para que entendiéssemos esto, David dize bien que tuvo Cristo consigo el rocío de su nascimiento. Y aun assí como dezi- mos nascimiento en este lugar, podemos también dezir niñez, que aunque viene á dezir lo mismo

i5 que nascimiento, todavía es palabra que señala más el ser nuevo y corporal que tomó Cristo en la Virgen; en el cual fué niño primero, y después mancebo, y después perfecto varón ; porque en el otro nascimiento eterno que tiene de Dios, siem-

20 pre nasció Dios eterno y perfecto é igual con su Padre.

Muchas otras cosas pudiera alegar á propósito de aquesta verdad; mas porque no falte tiempo para lo demás que nos resta, baste por todas, y

25 con ésta concluyo, la que en el capítulo cincuenta y tres dize de Cristo Esaías: Subirá cresciendo

i Esai., 26, 19.

11 La j.a y 2* ed. muy bien.

26 Esai., 53, 2.

PIMPOLLO 8 1

como pimpollo delante de Dios, y como rayz ó arbolico nacido en tierra seca. Porque si va á dezir la verdad, para dezirlo como suele hazer el profeta con palabras figuradas y escuras, no pudo dezirlo con palabras que fuessen más cía- 5 ras que éstas. Llama á Cristo arbolico, y porque le llama assí, siguiendo el mismo hilo y figura, á su sanctíssima madre llámala tierra, conforme á razón; y, aviéndola llamado assí, para dezir que concibió sin varón, no avía una palabra que me- 10 jor ni con más significación lo dixesse, que era dezir que fué tierra seca. Pero, si os parece, Ju- liano, prosiga ya Sabino adelante.

Prosiga respondió Juliano.

Y Sabino leyó :

2 La j.a y 2* ed. arbolito.

2-3 Giro frecuente. Comp. Quijote, I, cap. n. Y "aun si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como..."; cap. 30: "que en verdad, si va á decirla, que entrambas me parecen bien."

FAZES DE DIOS

También es llamado Cristo Fazes de Dios, como parece en el psalmo ochenta y ocho, que dize: La misericordia y la verdad precederán tus fazes. Y dizelo, porque con Cristo nos ció la ver- 5 dad y la justicia y la misericordia, como lo testi- fica Esaias, diziendo: Y la justicia nascevá con él juntamente. Y también el mismo David, cuando en el psalmo ochenta y cuatro, que es todo del advenimiento de Cristo, dize : La misericordia 10 y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se dieron paz. La verdad nasció de la tierra y la justicia miró desde el cielo. El Señor por su par- te fué liberal, y la tierra por la suya respondió con buen fructo. La justicia va delante del y i5

i Fazes ó cara de Dios. Para Covarrubias ya era anti- cuado el uso en plural, como en la frase: "Cayéronseme las fazes de vergüenza." Fr. Luis de León traduce así más propiamente la palabra original hebraica, que no se usaba más que en plural.

4 Ps., 88, 15.

7 Esai., 45, 8.

10 Ps., 84, 11-14.

12 se dieron paz 'se besaron*. Así traduce Scío y eso significaba dar paz. Comp. Granada, De la Oración, 1587, 23: "Y dióle paz en el rostro." Quevedo, Buscón, ed. Cas- tro, 90.

84 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

pone en el camino sus pisadas. ítem, dásele á Cristo este mismo nombre en el psalmo noventa y cuatro, á donde David, combidando á los hom- bres para el recebimiento de la buena nueva del 5 Evangelio, les dize\ Ganemos por la mano á su faz en confessión y loor. Y más claro en el psalmo setenta y nueve : Conviértenos, dize, Dios de nuestra salud; muéstranos tus fazes, y sere- mos salvos. Y assnnismo Esaías en el capítulo

10 sesenta y cuatro le da este nombre, diciendo : Descendiste, y delante de tus fazes se derritie- ron los montes. Porque claramente habla allí de la venida de Cristo, como en él se parece. Demás destos lugares que ha leydo Sabino

15 dixo entonces Marcello , ay otro muy señala- do, que no le puso el papel, y merece ser referi- do. Pero antes que diga del quiero dezir que en el psalmo setenta y nueve, aquellas palabras que se acaban agora de leer: Conviértenos, Dios de

20 nuestra salud, se repiten en él tres vezes, en el principio y en el medio y en el fin del psalmo, lo cual no carece de misterio, y á mi parecer se hizo por una de dos razones. De las cuales la una es, para hazernos saber que hasta acabar

5 Ps., 94, 2 ganar por la mano 'adelantarse á otro' (Co- varrubias). Scío traduce: "antecojamos su rostro con ala- banza."

7 Ps., 79, 4.

11 Esai., 64, 1.

21 Ps., 79, 4, 8 y 20.

FAZES DE DIOS 85

Dios y perficionar del todo al hombre, pone en él sus manos tres vezes : una criándole del polvo y llevándole del no ser al ser que le dio en el parayso; otra reparándole después de estragado, haziéndose él para este fin hombre también; y la 5 tercera resuscitándole después de muerto, para no morir ni mudarse jamás. En señal de lo cual, en el libro del Génesi, en la historia de la creación del hombre, se repite tres vezes esta palabra criar. Porque dize desta manera: Y crió Dios al hom- 10 bre á su imagen y semejanca, á la imagen de Dios le crió; criólos hembra y varón.

Y la segunda razón, y lo que por más cier- to tengo, es que en este psalmo de que hablamos pide el profeta á Dios en tres lugares que con- i5 vierta su pueblo á y le descubra sus fazes, que es á Cristo, como avernos ya dicho ; porque son tres vezes las que señaladamente el Verbo divino se mostró y mostrará al mundo, y seña- ladamente á los del pueblo judayco, para darles 20 luz y salud. Porque lo primero se les mostró en el monte, adonde les dio ley y les notificó su amor y voluntad ; y cercado y como vestido de fuego y de otras señales visibles, les habló sen- siblemente, de manera que le oyó hablar todo el 25 pueblo ; y comentó á humanarse con ellos enton-

10-12 Gen., 1, 27 ; Gen., 5, 1-2. Porque... varón, falta en la J.a 3/ 2.a ed.

15 La j.a ed. lugaras. 20 La 7.a ed. dalles.

86 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ees, como quien tenía determinado de hazerse hombre de ellos y entre ellos después, como lo hizo. Y este fué el aparecimiento segundo, cuando nas- ció rodeado de nuestra carne y conversó con nos-

5 otros, y biviendo y muriendo negoció nuestro bien. El tercero será cuando en el fin de los si- glos tornará á venir otra vez para entera salud de su Iglesia. Y aun, si yo no me engaño, estas tres venidas del Verbo, una en aparencias y bozes

IO sensibles, otras dos hecho ya verdadero hombre, significó y señaló el mismo Verbo en la Qarga, cuan- do Moysén le pidió señas de quién era, y él, para dárselas, le dixo assí : El que seré, seré, seré; re- pitiendo esta palabra de tiempo futuro tres ve-

,5 zes, y como diziéndoles: Yo soy el que prometí á vuestros padres venir agora para libraros de Egipto, y nascer después entre vosotros para re- demiros del peccado, y tornar últimamente en la misma forma de hombre para destruyr la muerte

so y perficionaros del todo. Soy el que seré vuestra guía en el desierto, y el que seré vuestra salud hecho hombre, y el que seré vuestra entera gloria hecho juez.

Aquí Juliano, atravessándose, dixo:

a5 No dize el texto seré, sino soy, de tiempo presente; porque, aunque la palabra original en

ii La /.a ed. mesmo.

12 Coexisten en los Nombres de Cristo y en el uso gene- ral del siglo xvi las formas Moysén y Moysés.

13 Ex., 3, 14.

FAZES DE DIOS 87

el sonido sea seré, mas en la significación es soy, según la propriedad de aquella lengua.

Es verdad respondió Marcello que en aquella lengua las palabras apropriadas al tiem- po futuro se ponen algunas vezes por el pre- 5 senté, y en aquel lugar podemos muy bien enten- der que se pusieron assí, como lo entendieron pri- mero sant Jerónimo y los intérpretes griegos. Pero lo que digo agora es, que sin sacar de sus términos á aquellas palabras, sino tomándolas en 10 su primer sonido y significación, nos declaran el misterio que he dicho. Y es misterio que para el propósito de lo que entonces Moysés quería sa- ber, convenía mucho que se dixesse. Porque, yo os pregunto, Juliano, ¿no es cosa cierta que co- i5 municó Dios con Abraham este secreto, que se avía de hazer hombre y nascer de su linaje del?

Cosa cierta es respondió y ansí lo testi- fica él mismo en el Evangelio diziendo: Abrahan desseó ver mi día, viole y gozóse. 20

—Pues ¿no es cierto también prosiguió Mar- cello que este mismo misterio lo tuvo Dios es- condido hasta que lo obró, no sólo de los demo- nios, sino aun de muchos de los ángeles?

Assí se entiende respondió Juliano de lo 25 que escrive sant Pablo.

8 Las ed. 7.a y 2.a primero los setenta intérpretes y des- pués dellos sant Jerónimo, ro Joh., 8, 56. 26 Col., 1. 26.

88 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

>i ,

Por manera dixo Marcelk> que era caso secreto aqueste, y cosa que passava entre Dios y Abraham y algunos de sus successores, conviene saber, los successores principales y las caberas

5 del linaje, con los cuales, de uno en otro y como de mano en mano, se avía comunicado este hecho y promessa de Dios.

Assí respondió Juliano parece.

Pues siendo assí añadió Marcello y sien-

io do también manifiesto que Moysén, en el lugar de que hablamos, cuando dixo á Dios : Yo, Señor, hé, como me lo mandas, á los hijos de Israel, y les diré : El Dios de vuestros padres me embía á vosotros. Mas si me preguntaren ¿cómo se llama

i5 esse Dios? ¿qué les responderé? Assí que siendo manifiesto que Moysén por estas palabras que he referido pidió á Dios alguna seña cierta de sí, por la cual, assí el mismo Moysén como los prin- cipales del pueblo de Israel, á quien avía de ir

20 con aquella embaxada, quedassen saneados que era su verdadero Dios el que le avía aparecido y le embiava, y no algún otro spíritu falso y en- gañoso ; por manera que pidiendo Moysén á Dios una seña como ésta, y dándosela Dios en

25 aquellas palabras, diziéndole : Diles, el que seré, seré, seré, me embía á vosotros: la razón misma

11 Ex., 3, 13.

18 La 1.a ed. mesmo.

26 La r.a ed. embia, vosotros.

FAZES DE DIOS 89

nos obliga á entender que lo que Dios dize por estas palabras era cosa secreta y encubierta á cualquier otro spíritu; y seña que sólo Dios y aquellos á quien se avía de dezir la sabían; y que era como la tésera militar, ó lo que en la 5 guerra dezimos dar nombre, que está secreto en- tre solos el capitán y los soldados que hazen cuer- po de guarda. Y por la misma razón se concluye que lo que dixo Dios á Moysén en estas palabras es el misterio que he dicho ; porque este solo 10 misterio era el que sabían solamente Dios y Abraham y sus successores, y el que solamente entre ellos estava secreto. Que lo demás que en- tienden algunos aver significado y declarado Dios de á Moysén en este lugar, que es su perfección 15 infinita, y ser él el mismo ser por essencia, no- torio era, no solamente á los ángeles, pero tam- bién á los demonios ; y aun á los hombres sabios y doctos es manifiesto que Dios es ser por essencia y que es ser infinito, porque es cosa que con la 20 luz natural se conosce. Y assí, cualquier otro spíritu que quisiera engañar á Moysén y venclér-

2 Las ed. J.a y 2.a- es cosa.

5 tésera, latín t e s s e r a , era una pieza de figura cú- bica ó una tableta para escribir en ella, que tenía entre los romanos varios usos, y, entre ellos, el de contraseña de la milicia para entenderse secretamente en la guerra. '"En la milicia, dar el nombre, es asegurarse de los enemigos en la noche. Preguntando ¡ quién vive !, han de responder el nombre que se ha dado." Covarrubias. Comp. Salazar, Cartas, Bibl. esp., pág. 16.

90 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

sele por su Dios verdadero, lo pudiera, mintien- do, dezir de si mismo ; y no tuviera Moysén, con oyr esta seña, ni para salir de duda bastante ra- zón, ni cierta señal para sacar della á los prín-

5 cipes de su pueblo á quien iva.

Mas el lugar que dixe al principio, del cual el papel se olvidó, es lo que en el capitulo sexto del libro de los Números mandó Dios al sacerdo- te que dixesse sobre el pueblo cuando le bendi-

10 xesse, que es esto : Descubra Dios sus fazes á ti y aya piedad de ti. Buelva Dios sus fazes á ti y déte paz. Porque no podemos dudar sino que Cristo y su nascimiento entre nosotros son es- tas fazes que el sacerdote pedia en este lugar á

15 Dios que descubriesse á su pueblo, como Teodo- reto y como sant Cirillo lo affirman, doctores sane- tos y antiguos. Y demás de su testimonio, que es de grande autoridad, se convence lo mismo de que en el psalmo sesenta y seys, en el cual,

20 según todos lo confiessan, David pide á Dios que embíe al mundo á Jesucristo, comienga el pro- feta con las palabras de aquesta bendición y casi la señala con el dedo y la declara, y no le falta sino dezir á Dios claramente : La bendición que

25 por orden tuya echa sobre el pueblo el sacerdote, esso, Señor, es lo que te supplico y te pido, que

10 Num., 6, 25-26.

15-16 Select. Sac. Script. quaest. in Num., cap. 6. Ciril. Alex. in Johann. Evang. lib. IX, cap. 40.

FAZES DE DIOS 9 1

nos descubras ya á tu Hijo y Salvador nuestro, conforme á como la boz pública de tu pueblo lo pide. Porque dize desta manera : Dios aya pie- dad de nosotros y nos bendiga. Descubra so-^ brc nosotros sus fazes y aya piedad de nosotros. 5

Y en el libro del Ecclesiástico, después de aver el Sabio pedido á Dios con muchas y muy ar- dientes palabras la salud de su pueblo, y el que- brantamiento de la sobervia y peccado, y la li- bertad de los humildes opressos, y el allegamien- w to de los buenos esparzidos, y su venganga y honra, y su desseado juyzio, con la manifestación de su ensalzamiento sobre todas las naciones del mundo, que es puntualmente pedirle á Dios la primera y la segunda venida de Cristo, concluye 15 al fin y dize : Conforme á la bendición de Aarón, assí, Señor, haz con tu pueblo; y enderéganos por el camino de tu justicia. Y sabida cosa es que el camino de la justicia de Dios es Jesucristo, assí como él mismo lo dize : Yo soy el camino y la 20 verdad y la vida. Y pues sant Pablo dize, escri- viendo á los de Efeso: Bendito sea el Padre y Dios de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición spiritual y sobie- celestial en Jesucristo; viene maravillosamente 2b muy bien que en la bendición que se dava al pue-

3 Ps., 66, 2.

16 Eccli., 39, 19.

20 Joh., 14, 6.

22 Eph., 1, 3.

92 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

blo antes que Cristo viniesse, no se demandasse ni desseasse de Dios otra cosa sino á solo Cristo, fuente y origen de toda feliz bendición ; y viene muy bien que consuenen y se respondan assí estas

5 dos Escripturas, nueva y antigua. Assí que las fazes de Dios que se piden en aqueste lugar son Cristo sin duda.

Y concierta con esto ver que se piden dos ve- zes, para mostrar que son dos sus venidas. En lo

co cual es digno de considerar lo justo y lo proprio de las palabras que el Spíritu Sancto da á cada cosa. Porque en la primera venida dize, descu- brir, diziendo : Descubra sus fazes Dios; porque en ella comencó Cristo á ser visible en el mundo.

i5 Mas en la segunda dize, bolver, diziendo : Buel- va Dios sus fazes; porque entonces bolverá otra vez á ser visto. En la primera, según otra letra, dize, luzir; porque la obra de aquella venida fué desterrar del mundo la noche de error, y como

20 dixo sant Juan, resplandecer en las tinieblas la luz. Y assí Cristo por esta causa es llamado luz y sol de justicia. Mas en la segunda dize, ensalcar; porque el que vino antes humilde, vendrá enton- ces alto y glorioso, y vendrá, no á dar ya nueva

■25 doctrina, sino á repartir el castigo y la gloria. Y aun en la primera dize : Aya piedad de vosotros; conosciendo y como señalando que se avían de

8 Las ed. J.a y 2.a concierta bien. 20 Joh., i, 5.

FAZES DE DIOS 93

aver ingrata y cruelmente con Cristo, y que avían de merecer por su ceguedad é ingratitud ser por él consumidos ; y por essa causa le pide que se apiade dellos y que no los consuma. Mas en la segunda dize que Dios les paz, esto es, que 5 fin á su tan luengo trabajo, y que los guíe á puerto de descanso después de tan fiera tormenta, y que los meta en el abrigo y sossiego de su Iglesia, y en la paz de spíritu que ay en ella, y en todas sus spirituales riquezas. O dize lo pri- 10 mero porque entonces vino Cristo solamente á perdonar lo peccado y á buscar lo perdido, como él mismo lo dize; y lo segundo, porque ha de ve- nir después á dar paz y reposo al trabajo sancto y á remunerar lo bien hecho. i5

Mas pues Cristo tiene este nombre, es de ver agora por qué le tiene. En lo cual conviene ad- vertir que aunque Cristo se llama y es cara de Dios por donde quiera que le miremos ; porque, según que es hombre, se nombra assí, y según 20 que es Dios y en cuanto es el Verbo, es también propria y perfectamente imagen y figura del Pa- dre, como sant Pablo le llama en diversos lugares ; pero lo que tratamos agora es lo que toca á el ser de hombre, y lo que buscamos es el título 25

1 haberse 'portarse'.

13 Matth., iS, 11.

23 Hebr., i, 3.

24 La i.a ed. al.

94 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

por donde la naturaleza humana de Cristo merece ser llamada sus fazes. Y para dezirlo en una pa- labra, dezimos que Cristo hombre es fazes y cara de Dios, porque como cada uno se conosce en la 5 cara, assí Dios se nos representa en él y se nos demuestra quién es claríssima y perfectíssima- mente. Lo cual en tanto es verdad, que por nin- guna de las criaturas por sí, ni por la universi- dad dellas juntas, los rayos de las divinas cóndi- lo ciones y bienes reluzen y passan á nuestros ojos ni mayores ni más claros ni en mayor abundan- cia que por el ánima de Cristo y por su cuerpo y por todas sus inclinaciones, hechos y dichos, con todo lo demás que pertenece á su officio. i5 Y comencemos por el cuerpo, que es lo pri- mero y más descubierto ; en el cual, aunque no le vemos, mas por la relación que tenemos del, y entretanto que viene aquel bienaventurado día en que por su bondad infinita esperamos 20 verle amigo para nosotros y alegre ; assí que, dado que no le veamos, pero pongamos agora con la fe los ojos en aquel rostro divino y en aquellas figuras del, figuradas con el dedo del Spíritu Sancto, y miremos el semblante hermoso y la 25 postura grave y suave, y aquellos ojos y boca, aquesta nadando siempre en dulcura, y aquéllos muy más claros y resplandescientes que el sol ; y miremos toda la compostura del cuerpo, su es- tado, su movimiento, sus miembros concebidos

FAZES DE DIOS o3

en la misma pureza y dotados de inestimable be- lleza... Mas ¿para qué voy menoscabando este bien con mis pobres palabras, pues tengo las del mismo Spíritu que le formó en el vientre de la sacratíssima Virgen, que nos le pintan en el libro 5 de los Cantares, por la boca de la enamorada pas- tora, diziendo: Blanco y colorado, trahe vandera entre los millares. Su cabega, oro de Tibar; sus cabellos, enriscados y negros; sus ojos, como los de las palomas, junto á los arroyos de las aguas, 10 bañadas en leche; sus mexillas, como heras de plantas olorosas de los olores de confección; sus labios, violetas, que destilan preciada mirra; sus manos, rollos de oro llenos de tarsis; su vientre,

5 Las ed. /.* y 2* pinta.

7 Cant., 5, 10-16.

7 "Traer bandera, en la propriedad hebrea, es señalarse alguno y adelantarse en aquello de que se trata ; como es señalado el alférez, que la lleva entre todos los de su es- cuadrón." León, Expos. del Cantar de los Cantares, 33.

9 enriscados. En la Expos. del Cantar de los Cantares traduce Fr. Luis de León crespos. Enriscados se ajusta más á la letra, porque "la palabra hebrea quiere decir cerro ó promontorio de tierra levantado en alto, y de ahi se viene á decir de los cabellos crespos que torciendo las puntas ha- cia arriba se levantan en alto, que sería como si dijésemos en castellano enrizados" . Expos. del Cantar de los Canta- res, Q2.

14 La 5.a ed., á la cual sigue la de Rivadeneyra, corrige el texto, diciendo : rollos llenos de oro de Tarsis, creyendo sin duda que el original y la traducción se refieren á este lu- gar geográfico ; pero en la Expos. del Cantar de los Cantares, 95, explica Fr. Luis el sentido del pasaje, diciendo que "ia piedra tarsis, que se llama así de la provincia adonde se halla, es un poco como entre rosa y blanca".

96 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

bien como el marfil adornado de safiros; sus piernas, columnas de mármol fundadas sobre ba- sas de oro fino; el su semblante, como el del Lí- bano, erguido como los cedros; su paladar, dul-

5 guras; y iodo él, desseos.

Pues pongamos los ojos en aquesta acabada beldad y contemplémosla bien, y conoceremos que todo lo que puede caber de Dios en un cuer- po, y cuanto le es possible participar del, y re-

io traerle y figurarle y assemejársele, todo esso, con ventajas grandíssimas, entre todos los otros cuer- pos resplandesce en aqueste; y veremos que en su género y condición es como un retrato bivo y perfecto. Porque lo que en el cuerpo es color

,5 (que quiero, para mayor evidencia, cotejar por menudo cada una cosa con otra, y señalar en este retrato suyo, que formó Dios de hecho, aviéndole pintado muchos años antes con las palabras, cuan enteramente responde todo con su verdad; aun-

20 que por no ser largo, diré poco de cada cosa, ó no la diré, sino tocarla he solamente) ; por ma- nera que el color en el cuerpo, el cual resulta de la mezcla de las cualidades y humores que ay en él, y que es lo primero que se viene á los ojos,

25 responde á la liga, ó si lo podemos dezir assí, á la mezcla y texido que hazen entre las perfec-

2i tocarla he 'la tocaré'. Aún es posible en los Nombres de Cristo, como todavía en Cervantes, intercalar el pronom- bre entre los dos elementos que constituyen el futuro v el condicional.

FAZES DE DIOS 97

ciernes de Dios. Pues assi como se dize de aquel color que se tiñe de colorado y de blanco, assí toda aquesta mezcla secreta se colora de senzillo y amoroso. Porque lo que luego se nos offrece á los ojos, cuando los algamos á Dios, es una verdad 5 pura y una perfección simple y senzilla que ama. Y assimismo la cabega en el cuerpo dize con lo que en Dios es la alteza de su saber. Aquélla, pues, es de oro de Tibar, y aquesta son tesoros de sabiduría. Los cabellos que de la cabega nascen, 10 se dizen ser enriscados y negros ; los pensamien- tos y consejos que proceden de aquel saber, son ensalgados y obscuros. Los ojos de la providen- cia de Dios y los ojos de aqueste cuerpo son unos : que éstos miran, como palomas bañadas en le- 15 che, las aguas; aquéllos atienden y proveen á la universidad de las cosas con suavidad y dulgura grandíssima, dando á cada una su sustento, y como digamos, su leche. Pues ¿qué diré de las me- xillas, que aquí son heras olorosas de plantas, y 20 en Dios son su justicia y su misericordia, que se descubren y se le echan más de ver, como si di- xéssemos, en el uno y en el otro lado del rostro, y que esparzen su olor por todas las cosas? Que, como es escripto, todos los caminos del Señor 25 son misericordia y verdad. Y la boca y los labios, que son en Dios los avisos que nos da y las es-

25 Ps., 24, 10.

98 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cripturas sanctas donde nos habla, assí como en este cuerpo son violetas y mirra, assí en Dios tie- nen mucho de encendido y de amargo, con que encienden á la virtud, y amargan y amortiguan

5 el vicio. Y ni más ni menos, lo que en Dios son las manos, que son el poderío suyo para obrar y las obras hechas por él, son semejantes á las deste cuerpo, hechas como rollos de oro re- matados en tarsis ; esto es, son perfectas y her-

io mosas y todas muy buenas, como la Escriptura lo dice : Vio Dios todo lo que hiciera, y todo era muy bueno. Pues para las entrañas de Dios y para la fecundidad de su virtud, que es como el vien- tre donde todo se engendra, ¿qué imagen será

i5 mejor que este vientre blanco y como hecho de marfil y adornado de safiros? Y las piernas del mismo, que son hermosas y firmes como mármo- les sobre basas de oro, clara pintura sin duda son de la firmeza divina, no mudable, que es como

20 aquello en que Dios estriba. Es también su sem- blante como el del Líbano, que es como la altu- ra de la naturaleza divina, llena de magestad y belleza. Y finalmente, es dulzuras su paladar, y desseos todo él, para que entendamos del todo

25 cuan merescidamente este cuerpo es llamado ima- gen y fazes y cara de Dios; el cual es dulcíssimo y amabilíssimo por todas partes, ansí como es es-

ii Gen., i, 31.

FAZES DE DIOS 99

cripto : Gustad y ved cuan dulce es el Señor; y: Cuan grande es, Señor, la muchedumbre de tu dulcura, que escondiste para los que te aman.

Pues si en el cuerpo de Cristo se descubre y reluze tanto la figura divina, ¿cuánto más ex- 5 pressa imagen suya será su sanctíssima ánima, la cual verdaderamente, assí por la perfección de su naturaleza como por los tesoros de sobrenatura- les riquezas que Dios en ella ayuntó, se assemeja á Dios y le retrata más vezina y acabadamente 10 que otra criatura ninguna? Y después del mundo original, que es el Verbo, el mayor mundo y el más vezino al original es aquesta divina alma, y el mundo visible, comparado con ella, es pobre- za y pequenez ; porque Dios sabe y tiene presente i5 delante los ojos de su conoscimiento todo lo que es y puede ser, y el alma de Cristo vee con los su- yos todo lo que fué, es y será. En el saber de Dios están las ideas y las razones de todo, y en esta alma el conoscimiento de todas las artes y 20 sciencias ; Dios es fuente de todo el ser, y el alma de Cristo de todo el buen ser, quiero dezir, de todos los bienes de gracia y justicia, con que lo que es se haze justo y bueno y perfecto ; porque de la gracia que ay en él, mana toda la nuestra. Y 25 no sólo es gracioso en los ojos de Dios para sí, sino para nosotros también; porque tiene justicia,

1 Ps., 33, 9-

2 Ps., 30, 20.

100 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

con que parece en el acatamiento de Dios, ama- ble sobre todas las criaturas; y tiene justicia po- derosa para hazerlas amables á todas, infundien- do en sus vasos de cada una algún effecto de

5 aquella su grande virtud, como es escripto: De cuya abundancia recebimos todos gracia por gra- cia; esto es, de una gracia otra gracia, de aquella gracia que es fuente, otra gracia que es como su arroyo ; y de aquel dechado de gracia que está en

io él, un traslado de gracia ó una otra gracia tras- ladada que mora en los justos.

Y finalmente, Dios cría y sustenta al universo todo, y le guía y enderega á su bien; y el alma de Cristo recría y repara y defiende, y continua

i5 mente va alentando é inspirando para lo bueno y lo justo, cuanto es de su parte, á todo el género humano. Dios se ama á y se conoce infinita- mente, y ella le ama y le conoce con un conoci- miento y amor en cierta manera infinito. Dios

20 es sapientíssimo, y ella, de immenso saber; Dios poderoso, y ella, sobre toda fuerga natural po- derosa. Y como si pusiéssemos muchos espejos en diversas distancias delante de un rostro her- moso, la figura y f aciones del en el espejo que le

25 estuviesse más cerca se demostraría mejor; assí esta alma sanctíssima, como está junta, y si lo avernos de dezir assí, apegadíssima por unión

5 Joh., i, 16.

FAZES DE DIOS 10 1

personal al Verbo divino, recibe sus resplando- res en y se figura dellos más vivamente que otro ninguno.

Pero vamos más adelante, y pues avernos dicho del cuerpo de Cristo y de su alma por sí, diga- 5 mos de lo que resulta de todo junto, y busquemos en sus inclinaciones y condición y costumbres aquestas fazes é imagen de Dios. El dize de que es manso y humilde, y nos combida á que aprendamos á serlo del. Y mucho antes el profe- 10 ta Esaías, viéndolo en spíritu, nos le pintó con las mismas condiciones, diziendo : No dará vozes ni será aceptador de personas, y su hoz no sonará juera. A la caña quebrantada no quebrará, ni sa- brá hazer mal, ni aun á una poca de estopa, que ¡5 echa humo. No será azedo ni reboltoso. Y no se ha de entender que es Cristo manso y humilde por virtud de la gracia que tiene solamente; sino assí como por inclinación natural son bien incli- nados los hombres, unos á una virtud y otros á 20 otra, assí también la humanidad de Cristo, de su natural compostura, es de condición llena de lla- neza y mansedumbre.

Pues con ser Cristo, assí por la gracia que te nía, como por la misma disposición de su natu- 25 raleza, un dechado de perfecta humildad, por otra parte tiene tanta alteza y grandeza de ánimo, que

8 Matth., ii, 29. 12 Esai., 42, 2-4.

102 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cabe en él, sin desvanecerle, el ser rey de los hombres y señor de los ángeles, y cabega y go- vernador de todas las cosas, y el ser adorado de todas ellas, y el estar á la diestra de Dios unido

5 con él y hecho una persona con él. Pues ¿qué es esro, sino ser fazes del mismo Dios? El cual, con ser tan manso como la enormidad de nuestros pec- cados y la grandeza de los perdones suyos, y no sólo de los perdones, sino de las maneras que

10 ha usado para nos perdonar, lo testifican y en- señan, es también tan alto y tan grande como lo pide el nombre de Dios, y como lo dize Job por ga- lana manera: Alturas de cielos, ¿qué jarás? ; hon-

13 Job, 11, 8-9.

13 jarás 'harás'. Fr. Luis de León, al traducir la Bibl'a, arcaiza el lenguaje para darle mayor solemnidad. Abundan los ejemplos de / latina conservada en sus traducciones del Libro de Job y del Cantar de los Cantares, al lado de otros muchos arcaísmos, enteramente desaparecidos en el si- glo xvi. Fr. Luis razona este criterio en el Prólogo á su tra- ducción de los Cantares: "procuré conformarme cnanto pude con el original hebreo... y pretendi que respondiese esta interpretación con el original, no sólo en las senten- cias y palabras, sino aun en el concierto y aire de ellas, imitando sus figuras y maneras de hablar, cuanto es po- sible á nuestra lengua... De donde podrá ser que algunos no se contenten tanto, y les parezca que en algunas partes la razón queda corta y dicha muy á la vizcaína y muy á lo viejo, y que no hace correa el hilo del decir, pudiéndolo hacer muy fácilmente con mudar algunas palabras y aña- dir otras ; lo cual yo no hice por lo que he dicho y porque entiendo ser diferente el oficio del que traslada, mayormente escrituras de tanto peso, del que las explica y declara. El que traslada ha de ser fiel y cabal, y si fuere posible, contar las palabras, para dar otras tantas y no más ni menos, de la misma cualidad y condición y variedad de significacio-

FAZES DE DIOS 103

duras de abismo, ¿cómo le entenderás? ; longura más que tierra medida suya, y anchura allende del mar. Y juntamente con esta immensidad de gran- deza y celsitud, podemos dezir que se humilla tan- to y se allana con sus criaturas, que tiene cuenta 5 con los paxaricos y provee á las hormigas y pinta las flores, y desciende hasta lo más baxo del centro y hasta los más viles gusanos. Y lo que es más claro argumento de su llana bondad, man- tiene y acaricia á los peccadores, y los alumbra 10 con esta luz hermosa que vemos ; y estando al- tíssimo en sí, se abaxa con sus criaturas, y como dize el psalmo, estando en el cielo, está también en la tierra.

Pues ¿qué diré del amor que nos tiene Dios, i5 y de la caridad para con nosotros que arde en el alma de Cristo? ¿De lo que Dios haze por los hombres y de lo que la humanidad de Cristo ha padescido por ellos? ¿Cómo los podré comparar entre sí, ó qué podré dezir, cotejándolos, que 20

nes que las originales tienen, sin limitarlas á su propio sentir y parecer ; para que los que leyeren la traducción puedan entender toda la variedad de sentidos á que da oca- sión el original, si se leyese ; y queden libres para escoger de ellos el que mejor les pareciere." Sirva esta nota para que el lector se explique las particularidades de estilo que se ofrecen en los pasajes biblicos que á cada paso aparecen traducidos en esta obra.

4 celsitud, como en latín celsitudo, 'altura, eleva- ción'. Quijote. II, cap. 30.

13 Ps., 101, 20.

104 DE L0S NOMBRES DE CRISTO

más verdadero sea, que es llamar á esto fazes é imagen de aquello? Cristo nos amó hasta darnos su vida, y Dios induzido de nuestro amor, porque no puede darnos la suya, danos la de su hijo Cris-

5 to. Porque no padezcamos infierno y porque goze- mos nosotros del cielo, padece prisiones y acotes y af f rentosa y dolorosa muerte ; y Dios por el mismo fin, ya que no era possible padescerla en su misma naturaleza, buscó y halló orden para padescerla

io por su misma persona. Y aquella voluntad ar- diente y encendida que la naturaleza humana de Cristo tuvo de morir por los hombres, no fué sino como una llama que se prendió del fuego de amor y desseo, que ardían en la voluntad de Dios,

15 de hazerse hombre para morir por ellos.

No tiene fin este cuento ; y cuanto más desple- go las velas, tanto hallo mayor camino que andar, y se me descubren nuevos mares cuanto más navego ; y cuanto más considero estas fazes, tan-

20 to por más partes se me descubren en ellas el ser y las perfecciones de Dios. Mas conviéneme ya recoger; y hazerlo he con dezir solamente que assí como Dios es trino y uno, trino en per- sonas y uno en essencia, assí Cristo y sus fieles,

25 por representar en esto también á Dios, son en personas muchos y dif f erentes ; mas, como ya co- ntengamos á dezir y diremos más largamente después, en spíritu y en una unidad secreta, que se explica mal con palabras y que se entiende

FAZES DE DIOS 105

bien por los que la gustan, son uno mismo. Y dado que las cualidades de gracia y de justicia y de los demás dones divinos que están en los justos, sean en razón semejantes y divididos y differentes en número; pero el spiritu que bive 5 en todos ellos, ó por mejor dezir, el que los haze bivir vida justa, y el que los alienta y menea, y el que despierta y pone en obra las mismas cua- lidades y dones que he dicho, es en todos uno y solo y el mismo de Cristo. Y ansí bive en los su- 10 yos él, y ellos viven por él, y todos en él, y son uno mismo multiplicado en personas y en cua- lidad y substancia de spiritu simple y senzillo, conforme á lo que pidió á su Padre, diziendo : Para que sean todos una cosa, ansí como somos i5 una cosa nosotros.

Dízese también Cristo fazes de Dios, porque, como por la cara se conosce uno, assí Dios por medio de Cristo quiere ser conoscido. Y el que sin este medio le conosce, no le conosce ; y por 20 esto dize él de mismo, que manifestó el nom- bre de su Padre á los hombres. Y es llamado puerta y entrada por la misma razón ; porque él solo nos guía y encamina y haze entrar en el co- noscimiento de Dios y en su amor verdadero. Y 25

15 Joh., 17, 21. 21 Joh., 17, 6. 22-23 Joh., 10, 9.

IOÓ DE LOS NOMBRES DE CRISTO

baste aver dicho hasta aquí de lo que toca á este nombre.

Y dicho esto, Marcello calló; y Sabino pro- siguió luego:

CAMINO

Llámase también camino Cristo en la Sagrada Escriptura. Él mismo se llama assí en Sant Juan, en el capítulo catorze. Yo, dize, soy camino, ver- dad y vida. Y puede pertenecer á esto mismo lo b que dize Esaías en el capítulo treynta y cinco i Avrá entonces senda y camino, y será llamado camino sancto, y será para vosotros camino de- recho.— Y no es ageno dello lo del psalmo quinze : Heziste que me sean manifiestos los caminos de 10 vida. Y mucho menos lo del psalmo sessenta y ocho : Para que conozcan en la tierra tu camino ; y declara luego qué camino: En todas las gentes tu salud, que es el nombre de Jesús.

No será necessario dixo Marcello luego i5 que Sabino uvo leydo esto provar que camino es nombre de Cristo, pues él mismo se le pone. Mas es necessario ver y entender la razón por

4 Joh., 14, 6.

7 Esai., 35, 8.

10 Ps., 15, 10.

12 Corresponde al Ps., 66, 2.

108 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

qué se le pone, y lo que nos quiso enseñar á nos- otros llamándose á camino nuestro. Y aunque esto en parte está ya dicho, por el parentesco que este nombre tiene con el que acabamos de dezir

5 agora, porque ser fazes y ser camino en una cierta razón es lo mismo; mas porque, demás de aquello, encierra este nombre otras muchas con- sideraciones en sí, será conveniente que particu- larmente digamos del.

io Pues para esto, lo primero se deve advertir que camino en la Sagrada Escriptura se toma en diversas maneras. Que algunas vezes camino en ellas significa la condición y el ingenio de cada uno, y su inclinación y manera de proceder, y lo

15 que suelen llamar estilo en romance, ó lo que llaman humor agora. Conforme á esto es lo de David en el psalmo, cuando hablando de Dios dize: Manifestó á Moysés sus caminos. Porque los caminos de Dios que llama allí, son aquello

20 que el mesmo psalmo dize luego, que es lo que Dios manifestó de su condición en el Éxodo, cuando se le demostró en el monte y en la peña, y poniéndole la mano en los ojos, passó por de- lante del, y en passando le dixo: Yo soy amador

25 entrañable y compassivo mucho y muy suffridu,

7 En la i* ed. jaita este nombre.

ii La j.a ed. que este nombre camino.

iS Ps., 102, 7.

24 Ex., 34, 6-7.

CAMINO IO9

largo en misericordia y verdadero, y que castigo hasta lo cuarto y uso de piedad hasta lo mil. Assí que estas buenas condiciones de Dios y estas en- trañas suyas son allí sus caminos.

Camino se llama en otra manera la professión 5. de vivir que escoge cada uno para mismo, y su intento y aquello que pretende ó en la vida ó en algún negocio particular, y lo que se pone como por blanco. Y en esta significación dize el psalmo : Descubre tu camino al Señor, y él lo hará. Que 10 es dezirnos David que pongamos nuestros inten- tos y pretensiones en los ojos y en las manos de Dios, poniendo en su providencia confiadamente el cuydado deílos, y que con esto quedemos se- guros del, que los tomará á su cargo y les dará i& buen successo. Y si los ponemos en sus manos, cosa devida es que sean cuales ellas son, esto es, que sean de cualidad que se pueda encargar de- ílos Dios, que es justicia y bondad. Assí que, de una vez y por unas mismas palabras, nos avisa 20 allí de dos cosas el psalmo : una, que no preten- damos negocios ni prosigamos intentos en que no se pueda pedir la ayuda de Dios; otra, que después de assí apurados y justificados, no los

10 Ps., 36, 5.

14 La 1.a ed. en esto estemos. La 2.a- ed. estemos.

15 La 1.a ed. que los tornará á y les dará buen cobro. 18 La i.a ed. cualidad de quien Dios, que es justicia y

bondad, se pueda encargar. 24 apurados, 'purificados'.

110 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

fiemos de nuestras fuergas, sino que los echemos en las suyas y nos remitamos á él con esperanza segura.

La obra que cada uno haze, también es llamada

5 camino suyo. En los Proverbios dize la Sabidu- ría de : El Señor me crió en el principio de sus caminos; esto es, soy la primera cosa que proce- dió de Dios. Y del elefante se dize en el libro de Job que es el principio de los caminos de Dios;

£o porque entre las obras que hizo Dios quando crió los animales, es obra muy aventajada. Y en el Deuteronomio dize Moysén que son juyzio los caminos de Dios; queriendo dezir que sus obras son sanctas y justas. Y el justo dessea y pide en

«5 el psalmo que sus caminos, esto es, sus passos y obras se enderecen siempre á cumplir lo que Dios le manda que haga.

Dízese más camino el precepto y la ley. Assí lo usa David : Guardé los caminos del Señor y

20 no hize cosa mala contra mi Dios. Y más claro en otro lugar: Corrí por el camino de tus manda- mientos, cuando ensanchaste mi coracón. Por manera que este nombre camino, demás de lo que significa con propriedad, que es aquello por

6 Prov., 8, 22.

9 Job, 40, 14. 12 Deut., 32, 4. 15 Ps., 118, 5. 19 Ps., 17, 22. 21 Ps., 118, 32.

CAMINO 1 1 I

donde se va á algún lugar sin error, passa su significación á otras cuatro cosas por semejanza : á la inclinación, á la professión, á las obras de cada uno, á la ley y preceptos ; porque cada una destas cosas encamina al hombre á algún parade- 5 ro, y el hombre por ellas, como por camino, se endereca á algún fin. Que cierto es que la ley guía y las obras conduzen y la professión orde- na y la inclinación lleva cada cual á su cosa.

Esto assí presupuesto, veamos por qué razón 10 de estas Cristo es dicho camino, ó veamos si por todas ellas lo es, como lo es, sin duda, por todas. Porque cuanto á la propriedad del vocablo, assí como aquel camino (y señaló Marcello con el dedo, porque se parecía de allí) es el de la corte, i5 porque lleva á la corte y á la morada del rey á todos los que enderezan sus passos por él ; assí Cristo es el camino del cielo, porque si no es po- niendo las pisadas en él y siguiendo su huella, ninguno va al cielo. Y no sólo digo que avernos 20 de poner los pies donde él puso los suyos, y que nuestras obras, que son nuestros passos, han de seguir á las obras que él hizo ; sino que (lo que

4 La 7.a ed. y a.

1 1 La i.a ed. dicho Cristo camino.

14 La calzada antigua de Salamanca á Madrid pasa inmediatamente detrás de las casas de La Flecha y delante de la huerta, siguiendo la falda del monte.

15 se parecía de allí, 'se veía ó descubría desde allí'. V. 66, 16.

I 1 2 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

es proprio al camino) nuestras obras han de ir andando sobre él, porque si salen del, van per- didas. Que cierto es que el passo y la obra que en Cristo no estriba y cuyo fundamento no es él,

5 no se adelanta ni se allega hazia el cielo. Muchos, de los que bivieron sin Cristo, abracaron la po- breza y amaron la castidad y siguieron la justi- cia, modestia y templanza ; por manera que quien no lo mirara de cerca juzgara que ivan por don-

io de Cristo fué y que se parecían á él en los passos ; mas, como no estribavan en él, no siguie- ron camino ni llegaron al cielo. La oveja perdida,, que fueron los hombres, el pastor que la halló, como se dize en Sant Lucas, no la truxo al rebaño

X5 por sus pies della ni guiándola delante de sí, sino sobre y sobre sus hombros. Porque si no es. sobre él, no podemos andar, digo, no será de pro- vecho para ir al cielo lo que sobre otro suelo an- duviéremos.

¿No avéys visto algunas madres, Sabino, que teniendo con sus dos manos las dos de sus niños, hazen que sobre sus pies dellas pongan ellos sus. pies, y assí los van allegando á y los abracan, y son juntamente su suelo y su guía? ¡O pie-

25 dad la de Dios! Esta misma forma guardáys, Señor, con nuestra flaqueza y niñez. Vos nos days la mano de vuestro favor; vos hazéys que

14 Luc, 15, 3-6.

CAMINO I I 3

pongamos en vuestros bien guiados passos los nuestros ; vos hazéys que subamos ; vos que nos adelantemos ; vos sustentáys nuestras pisadas siempre en vos mismo, hasta que avezinados á vos en la manera de vezindad que os contenta, 5 con ñudo estrecho nos ayuntáys en el cielo.

Y porque, Juliano, los caminos son en differetr tes maneras, que unos son llanos y abiertos, y otros estrechos y de cuesta, y unos más largos, y otros que son como sendas de atajo; Cristo, ver- 10 dadero camino y universal, cuanto es de su par- te, contiene todas estas dif f erencias en ; que tiene llanezas abiertas y sin difficultad de es- tropiegos, por donde caminan descansadamente los flacos ; y tiene sendas más estrechas y altas, i5 para los que son de más fuerga; y tiene rodeos para unos, porque assí les conviene, y ni más ni menos por donde atajen y abrevien los que se quisieren apressurar. Mas veamos lo que escrive deste nuestro camino Esaías : Y avrá allí senda y 20 camino,, y será llamado camino sancto. No cami- nará por él persona no limpia, y será derecho este camino para vosotros; los ignorantes en él no se perderán. No avrá Icón en él, ni bestia fiera, ni subirá por él ninguna mala alimaña. Caminarle 25 han los librados, y los redemidos por el Señor bol- verán, y vendrán á Sión con loores y gozo sobre

20 Esai., 35, 8-10.

114 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

sus cabegas sin fin. Ellos asirán del gozo y del alegría, y el dolor y el gemido huyrá dellos.

Lo que dize senda, la palabra original significa tocio aquello que es passo por donde se va de una 5 cosa á otra ; pero no como quiera passo, sino passo algo más levantado que lo demás del suelo que le está vezino, y passo llano, ó porque está enlo- sado ó porque está limpio de piedras y libre de estropiegos. Y conforme á esto, unas vezes signi-

10 fica esta palabra las gradas de piedra por don- de se sube, y otras la calgada empedrada y le- vantada del suelo, y otras la senda que se vee ir limpia en la cuesta, dando bueltas desde la rayz á la cumbre. Y todo ello dize con Cristo muy

i5 bien; porque es calgada y sendero y escalón lla- no y firme. Que es dezir que tiene dos cualida- des este camino, la una de alteza y la otra de desembarago ; las cuales son proprias assí á lo que llamamos gradas como á lo que dezimos sen-

20 dero ó calgada. Porque es verdad que todos los que caminan por Cristo van altos y van sin estro- piegos. Van altos, lo uno porque suben; suben, digo, porque su caminar es propriamente subir; porque la virtud cristiana siempre es mejora-

25 miento y adelantamiento del alma. Y assí, los que andan y se exercitan en ella forgosamente cre- cen, y el andar mismo es hazerse de contino ma-

15 La 1.a ed. es escalón y calgada y sendero y escalón.

CAMINO I I 3

yores ; al revés de los que siguen la vereda del vicio, que siempre decienden, porque el ser vi- cioso es deshazerse y venir á menos de lo que es ; y cuanto va más, tanto más se menoscaba y dis- minuye, y viene por sus passos contados, prime- 5 ro á ser bruto, y después á menos que bruto, y finalmente á ser casi nada. Los hijos de Israel, •cuyos passos desde Egipto hasta Judea fueron imagen de aquesto, siempre fueron subiendo por razón del sitio y disposición de la tierra. Y en 10 el templo antiguo, que también fué figura, por ninguna parte se podía entrar sin subir. Y as^í el Sabio, aunque por semejanza de resplandor y de luz, dize lo mismo assí de los que cami- nan por Cristo como de los que no quieren seguir- 15 le. De los unos dize : La senda de los justos, como luz que resplandesce y cresce y va ade- lante hasta que sube á ser día perfecto. De los otros, en un particular que los comprehende: Desciende, dize, á la muerte su casa y á los abis- 20 mos sus sendas. Pues esto es lo uno ; lo otro, van altos porque van siempre lexos del suelo, que es lo más baxo. Y van lexos del, porque lo que el suelo ama ellos lo aborrecen, lo que sigue hu- yen, y lo que estima desprecian. Y lo último, van 25 assí, porque huellan sobre lo que el juyzio de los

2 Las ed. I* y 2.* siempre abaxan. 16 Prov., 4, 18. 2u Prov., 2, 18.

Ií6 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

hombres tiene puesto en la cumbre : las riquezas, los deleytes, las honras. Y esto, cuanto á la pri- mera cualidad de la alteza.

Y lo mismo se vee en la segunda, de llaneza y

5 de carecer de estropiegos. Porque el que endere- za sus passos conforme á Cristo, no se encuen- tra con nadie; á todos les da ventaja, no se oppo- ne á sus pretensiones, no les contramina sus de- signos; suffre sus iras, sus injurias, sus vio-

iolencias; y si le maltratan y despojan los otros, no se tiene por despojado, sino por desembara- zado y más suelto para seguir su viaje. Como al revés, hallan los que otro camino llevan, á cada passo, innumerables estorvos ; porque pretenden

i5 otros lo que ellos pretenden, y caminan todos á un fin, y á fin en que los unos á los otros se es- torvan ; y assí, se f enden cada momento y es- tropiecan entre mismos, y caen, y paran, y buelven atrás, desesperados de llegar adonde

20 ivan. Mas en Cristo, como avernos dicho, no se halla estropiezo; porque es como camino real, en que todos los que quieren, caben sin embarazarse.

6 encontrarse 'ponerse en contra'.

7 En la 1.a ed. falta les.

8 contraminar se dice "quando de ambas partes se hazen minas debaxo de tierra y se vienen a encontrar" (Cova- rrubias). De esta acción en la milicia para combatir viene su sentido metafórico muy usual. León, Job, 86: "el saber de Dios solamente pudo contraminarle [al demonio] su aviso y desbaratarle su pensamiento." Lazarillo, cap. i.°

8 designo 'designio'. Quijote, II, cap. y.

CAMINO 117

Y no solamente es Cristo grada y calcada y sendero por estas dos cualidades dichas, que son comunes á todas estas tres cosas, sino también por lo proprio de cada una dellas comunican su nombre con él ; porque es grada para la entrada 5 del templo del cielo, y sendero que guía sin error á lo alto del monte adonde la virtud haze vida, y calcada enxuta y firme en quien nunca ó el passo engaña ó desliza ó tituba el pie. Que los otros ca- minos más verdaderamente son deslizaderos ó jo despeñaderos, que cuando menos se piensa, ó es- tán cortados, ó debaxo de los pies se sumen ellos, y echa en vazío el pie el miserable que caminava seguro. Y assí, Salomón dize: El camino de los walos, barranco y abertura honda. ¡ Cuántos en i5 las riquezas y por las riquezas que buscaron y ha- llaron perdieron la vida ! ¡ Cuántos caminando á la honra hallaron su af f renta ! Pues del deleyte ¿qué podemos dezir, sino que su remate es dolor? Pues no desliza assí ni hunde los passos el que 20 nuestro camino sigue, porque los pone en piedra firme de contino. Y por esso dize David: Está la ley de Dios en su coragón; no padecerán en- gaño sus passos. Y Salomón : El camino de los malos, como valladar de gargas; la senda del jus- ^ to, sin cosa que le offenda. Pero añade Esaías :

9 titubar coexiste con titubear. 22 Ps., 36, 31. 24 Prov., 15, 19.

Il8 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Senda y camino, y será llamado sancto. En original la palabra camino se repite tres vezes, en esta manera : Y será camino, y camino 3/ camino llamado sancto; porque Cristo es camino para

5 todo género ele gente. Y todos ellos, los que ca- minan en él, se reduzen á tres : á principiantes,, que llaman, en la virtud, á aprovechados en ella, á los que nombran perfectos. De los cuales tres órdenes se compone todo lo escogido de la Igle-

10 sia, assí como su imagen, el templo antiguo, se componía de tres partes : portal y palacio y sa- grario ; y como los aposentos que estavan ape- gados á él y le cercavan á la redonda por los dos lados y por las espaldas, se repartían en tres di-

15 fferencias: que unas eran piegas baxas, y otros- entresuelos, y otros sobrados. Es pues Cristo tres vezes camino; porque es calgada allanada y abierta para los imperfectos, y camino para los que tienen mas fuerga, y camino sancto para los

ao que son ya perfectos en él. Dize más : No passará por él persona no limpia; porque, aunque en la Iglesia de Cristo y en su cuerpo místico ay muchas no limpias, mas los que passan por él todos son limpios, quiero dezir que el andar en él siempre

25 es limpieza; porque los passos que no son lim- pios, no son passos hechos sobre aqueste camino. Y son limpios también todos los que passan por

10 V. Vigouroux, Dict. de la Bible, s. v. Temple.

CAMINO 119

él ; no todos los que comienzan en él, sino todos los que comiengan y demedian y passan hasta llegar al fin ; porque el no ser limpio es parar ó bolver atrás ó salir del camino. Y assí, el que no parare, sino passare, como dicho es, forgosamen- 5 te ha de ser limpio. Y parece aún más claro de lo que se sigue : Y será camino cierto para vos- otros. Adonde el original dize puntualmente : Y él les andará el camino, ó él á ellos les es el camino que andan. Por manera que Cristo es el 10 camino nuestro y el que anda también el camino; porque anda él andando nosotros, ó por mejor dezir, andamos nosotros porque anda él y por- que su movimiento nos mueve. Y assí, él mismo es el camino que andamos y el que anda con ib nosotros y el que nos incita para que andemos. Pues cierto es que Cristo no hará compañía á lo que no fuere limpieza. Assí que no camina aquí lo suzio ni se adelanta lo que es peccador, porque ninguno camina aquí si Cristo no cami- 20 na con él. Y desto mismo nasce lo que viene luego : Ni los ignorantes se perderán en él. Por- que ¿quién se perderá con tal guía? Mas ¡qué bien dize, los ignorantes! Porque los sabios, con- fiados de y que presumen valerse y abrir ca- 25 mino por sí, fácilmente se pierden ; antes de ne-

2 demediar 'llegar á la mitad'. Comp. Lazarillo, cap. 3.0 : "hasta que el día demediase." Además, Job, 99; Cantaren, ii, etc.

120 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cessidad se pierden si confian en sí. Mayormente que si Cristo es él mismo guía y camino, bien se convence que es camino claro y sin bueltas, y que nadie lo pierde si no lo quiere perder de pro-

5 pósito. Esta es la voluntad de mi Padre, dize él mismo, que no pierda ninguno de los que me dio, sino que los trayga á vida en el día postrero.

Y sin duda, Juliano, no ay cosa más clara á los ojos de la razón ni más libre de engaño que

io el camino de Dios. Bien lo dize David : Los man- damientos del Señor (que son sus caminos) luci- dos y que dan luz á los ojos; los juyzios suyos, verdaderos y que se abonan á mismos. Pero ya que el camino carece de error, ¿házenlo por

i5 ventura peligroso las fieras ó saltean en él? Quien lo allana y enderega, esse también lo assegura; y assí, añade el Profeta : No avrá león en él, ni an- dará por él bestia fiera. Y no dize andará, sino subirá; porque si, ó la fiereza de la passión, ó el

20 demonio león enemigo, acomete á los que cami- nan aquí, si ellos perseveran en el camino, nun- ca los sobrepuja ni viene á ser superior suyo, antes queda siempre caydo y baxo. Pues si éstos no, ¿quién andará? Y andarán, dize, en él los re-

25 demidos. Porque primero es ser redemidos que

4 La 7.a ed. le... le.

5 Joh., 6, 39-

10 Ps., 18, 9-10.

14 La 7.a ed. házenle.

16 La 7.a ed. le... le

CAMINO J 2 1

caminantes; primero es que Cristo, por su gracia y por la justicia que pone en ellos, los libre de la culpa, á quien servían captivos, y les desate las prisiones con que estavan atados, y después es que comiencen á andar. Que no somos rede- 5 rnidos por aver caminado primero ni por los bue- nos passos que dimos, ni venimos á la justicia por nuestros pies. No por las obras justas que hezimos, dize, sino según su misericordia nos hizo salvos. Assí que no nasce nuestra redempción de 10 nuestro camino y merescimiento, sino redemidos una vez, podemos caminar y merescer después, alentados con la virtud de aquel bien.

Y es en tanto verdad que solos los redemidos y libertados caminan aquí y que primero que ca- 15 minen son libres, que ni los que son libres y justos caminan ni se adelantan, sino con solos aquellos passos que dan como justos y libres; porque la redempción y la justicia, y el spíritu que la haze, encerrado en el nuestro, y el mo- 20 vimiento suyo y las obras que deste movimiento y conforme á este movimiento hazemos, son para en este camino los pies. Pues han de ser redemi- dos ; mas ¿ por quién redemidos ? La palabra ori- ginal lo descubre, porque significa aquello á quien 25 otro alguno por vía de parentesco y de deudo lo

8 Tít., 3, 5.

16 caminen. Así la 1.a ed. Las demás ed. incluso la j.a ca- minan, pero en esta última corregido en las Erratas.

122 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

rescata, y como solemos dezir, lo saca por el tanto. De manera que, si no caminan aquí sino aquellos á quien redime su deudo y por vía de deudo, clara cosa será que solamente caminan

5 los redemidos por Cristo, el cual es deudo nues- tro por parte de la naturaleza nuestra, de que se vistió ; y nos redime por serlo. Porque como hom- bre padeció por los hombres, y como hermano y cabeqa dellos pagó, según todo derecho, lo que

>c ellos devían, y nos rescató para sí, como cosa que le pertenecíamos por sangre y linage, como se dirá en su lugar.

Añade: Y los redemidos por el Señor bolve- rán á andar por él. Esto toca propriamente á los

15 del pueblo judayco, que en el fin de los tiempos se han de reduzir á la Iglesia ; y reduzidos, co- mentarán á caminar por este nuestro camino con passos largos, confessándole por Messías. Porque dize : tornarán á este camino ; en el cual

¡k anduvieion verdaderamente primero cuando sir- vieron a Dios en la fe de su venida, que espe- ravan, y le agradaron ; y después se salieron del, y no lo quisieron conoscer cuando lo vieron ; y

1 León, Job. 299: "Y convino que lo fuese, para redi- mirnos, y para, por el tanto de su preciosa snn?re. rp«ti- tuirnos á la libertad de la vida y librarnos de la muerte á que nos pretendía sivjetar el demnnin."

22 La 1 .e ed. agradavan.

23 La 1.a ed. le... le

CAMINO 123

assí agora no andan en él, mas está profetizado que han de tornar. Y por esso dize que bolverán otra vez al camino los que el Señor redimió. Y tiene cada una destas palabras su particular ra- zón, que demuestra ser assí lo que digo. Porque 5- lo primero, en el original, en lugar de lo que de- zimos Señor, está el nombre de Dios proprio, el cual tiene particular significación de una entra- ñable piedad y misericordia. Y lo segundo, lo que dezimos redcmidos, al pie de la letra suena redempciones ó rescates, en manera que dize que los rescates ó redempciones del piadosíssimo tor- narán á bolver. Y llama rescates ó redempciones á los deste linaje, porque no los rescató una sola vez de sus enemigos, sino muchas vezes y en mu- «5- chas maneras, como las sagradas letras lo dizen. Y llámase en este particular misericordiosíssi- mo á mismo ; lo uno, porque aunque lo es siempre con todos, mas es cosa que admira el estremo de regalo y de amor con que trató Dios 20 á aquel pueblo, desmereciéndolo él. Lo otro, por- que teniéndole tan desechado agora y tan aparta- do de sí, y desechado y apartado con tan jus- ta razón, como á infiel y homicida; y pare- ciendo que no se acuerda ya del, por aver pa- 25. ssado tantos siglos que le dura el enojo; después de tanto olvido y de tan luengo desecho, querer tornarle á su gracia, y de hecho tornarle, señal manifiesta es de que su amor para con él es en-

124 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

trañable y grandíssimo, pues no lo acaban, ni las bueltas del tiempo tan largas, ni los enojos tan encendidos, ni las causas dellos tan repetidas y tan justas. Y señal cierta es que tiene en el

5 pecho de Dios muy hondas rayzes aqueste querer, pues cortado y al parecer seco, torna á brotar con tanta fuerqa. De arte que Esaías llama res- cates á los judíos, y á Dios le llama piadoso ; porque sola su no vencida piedad para con ellos,

jo después de tantos rescates de Dios, y de tantas y tan malas pagas dellos, los tornará últimamente á librar; y libres y ayuntados á los demás liber- tados que están agora en la Iglesia, los pondrá en el camino della y los guiará derechamente por él.

i5 Mas ¡ qué dichosa suerte y qué gozoso y bien- aventurado viaje, adonde el camino es Cristo, y la guía del es él mismo, y la guarda y la seguri- dad ni más ni menos es él, y adonde los que van por él son sus hechuras y rescatados suyos ! ; y

■20 assí, todos ellos son nobles y libres; libres, digo, de los demonios y rescatados de la culpa, y fa- vorescidos contra sus reliquias, y defendidos de cualesquier acontescimientos malos, y alentados al bien con prendas y gustos del, y llamados á

25 premios tan ricos, que la esperanga sola dellos los haze bienandantes en cierta manera. Y assí con-

7 de arte 'de modo' (Nombres de Cristo, passim). 23 La J.a ed. malos : y enemigos, y alentados.

CAMINO 125

cluye diziendo : Y vendrán á Sión con loores y alegría no perecedera en sus cabegas; asirán del gozo y asirán del plazer, y huyrá dellos el gemido y dolor.

Y por esta manera es llamado camino Cristo, 5 según aquello que con propriedad significa, y no menos lo es según aquellas cosas que por seme- janza son llamadas assí. Porque si el camino de cada uno son, como dezíamos, las inclinaciones que tiene, y aquello á que le lleva su juyzio y su 10 gusto, Cristo con gran verdad es camino de Dios ; porque es, como poco antes diximos, imagen biva suya y retrato verdadero de sus inclinaciones y condiciones todas; ó por dezirlo mejor, es como una execución y un poner por la obra todo aquello ib que á Dios le aplaze y agrada más. Y si es camino

el fin y el propósito que se pone cada uno á si mis- mo para enderecar sus obras, camino es sin duda Cristo de Dios ; pues, como dezíamos oy al prin- cipio, después de mismo, Cristo es el fin princi- 20 pal á quien Dios mira en todo cuanto produze.

Y finalmente ¿cómo no será Cristo camino, si se llama camino todo lo que es ley y regla y man- damiento que ordena y enderega la vida, pues

es él solo la ley? Porque no solamente dize lo 2^ que avernos de obrar, mas obra lo que nos dize que obremos, y nos da fuergas para que obremos

1 Esai., 35, 10.

2 y 3 La r.a ed. asirán el.

I2Ó DE LOS NOMBRES 'DE CRISTO

lo que nos dize. Y assí, no manda solamente á la razón, sino haze en la voluntad ley de lo que manda, y se langa en ella ; y langado allí, es su bien y su ley. Mas no digamos agora de esto, porque tiene su proprio lugar, adonde después lo diremos.

Y dicho esto, calló Marcello, y Sabino abrió su papel y dixo:

3 langar. V. 13, 2.

PASTOR

Llámase también Cristo pastor. Él mismo ■dize en Sant Juan : Yo soy buen pastor. Y en la epístola á los hebreos dize sant Pablo de Dios: Que resuscitó á Jesús, pastor grande de ovejas. 5 Y sant Pedro dize del mismo : Cuando apareciere el principe de los pastores. Y por los profetas es llamado de la misma manera; por Esaías en el capítulo cuarenta, por Ezequicl en el capítulo treynta y cuatro, por Zacarías en el capítulo onze. ">

Y Marcello dixo luego :

Lo que dixe en el nombre passado puedo también dezir en este, que es escusado provar que es nombre de Cristo, pues él mismo se le

i El capítulo referente á este Nombre falta íntegra- mente en la i.a edición, pasando del anterior al nombre de Monte.

3 Joh., io, ii.

5 Hebr., 13, 20.

6 I Pet., 5, 4.

8 Esai., 40, 11.

9 Ezech., 34, 2z.

10 Zach., 11, 16.

128 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

pone. Mas, como esto es fácil, assí es negocio de mucha consideración el traer á luz todas las causas por que se pone este nombre. Porque en esto que llamamos pastor se pueden considerar

5 muchas cosas ; unas que miran propriamente á su officio, y otras que pertenecen á las condicio- nes de su persona y su vida. Porque lo primero, la vida pastoril es vida sossegada y apartada de los ruydos de las ciudades y de los vicios y de-

io leytes dellas. Es innocente assí por esto como por parte del tracto y grangería en que se emplea. Tiene sus deleytes, y tanto mayores cuanto nas- cen de cosas más senzillas y más puras y más naturales : de la vista del cielo libre, de la pureza

j5 del ayre, de la figura del campo, del verdor dé- las yervas, y de la belleza de las rosas y de las flores. Las aves con su canto y las aguas con su frescura le deleytan y sirven. Y assí, por esta razón es bivienda muy natural y muy antigua

2o entre los hombres, que luego en los primeros de- llos uvo pastores; y es muy usada por los mejo'

i como 'así como', passim.

19 bivienda 'género de vida, manera de vivir'. Nombres de Cristo, passim. Lazarillo, cap. 3.0: "Pues estando yo en- tal estado, passando la vida que digo, quiso mi mala for- tuna... que en aquella trabajada y vergonzosa biuienda no durasse."

21 Alaba la vida del pastor por la calidad de los que fueron pastores, como Virgilio, Égloga II, traducida por Fr. Luis: "...la espesura del bosque moro Apolo: ¿qué- huyes ciego? y Paris en el bosque halló ventura." Y en la.

PASTOR 1 29

res hombres que ha ávido, que Jacob y los doze patriarcas la siguieron, y David fué pastor ; y es muy alabada de todos, que, como sabéys, no ay poeta, Sabino, que no la cante y alabe.

Cuando ninguno la loara dixo Sabino en- 5 tonces basta, para quedar muy loada, lo que dize della el poeta latino, que en todo lo que dixo venció á los demás, y en aquello parece que ven- ce á mismo ; tanto son escogidos y elegantes los versos con que lo dize. Mas, porque, Mar- 10 cello, dezís de lo que es ser pastor, y del caso que de los pastores la poseía haze, mucho es de maravillar con qué juyzio los poetas, siempre que quisieron dezir algunos accidentes de amor, los pusieron en los pastores, y usaron más que de 15 otros de sus personas para representar aquesta passión en ellas; que assí lo hizo Teócrito y Vir- gilio, y ¿quién no lo hizo, pues el mismo Spíritu Sancto, en el libro de los Cantares, tomó dos per- sonas de pastores para, por sus figuras dellos y

Égloga X : "ni juzgues que el ganado no te es diño pues fué del bello Adoni apacentado por prados y riberas el ganado."

6 La 2.& ed. alabada.

7 Virgilio, á quien Fr. Luis suele llamar simplemente el Poeta, así como á Horacio el lírico. Además de las citas de Virgilio que van en la nota 21 de la pág. 128, se refiere aquí, en general, á las Bucólicas ó Églogas (traducidas todas por el mismo Fr. Luis). La vida rústica, en general, es ala- bada por Virgilio en otros lugares de sus obras, especial- mente en las Geórgicas. Comp. L. de León, In Ecclesiastem Expositio, ob. lat., I, 395-96.

I 30 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

por su boca, hazer representación del increíble amor que nos tiene? Y parece, por otra parte, que son personas no convenientes para esta repre- sentación los pastores, porque son toscos y rús-

5 ticos ; y no parece que se conforman ni que caben las finezas que ay en el amor, y lo muy agudo y proprio del, con lo tosco y villano.

Verdad es, Sabino respondió Marcello , que usan los poetas de lo pastoril para dezir del

io amor; mas no tenéys razón en pensar que para dezir del ay personas más á propósito que los pastores, ni en quien se represente mejor. Porque puede ser que en las ciudades se sepa mejor ha- blar, pero la fineza del sentir es del campo y de la

i5 soledad.

Y á la verdad, los poetas antiguos, y cuanto más antiguos tanto con mayor cuydado, aten- dieron mucho á huyr de lo lascivo y artificioso, de que está lleno el amor que en las ciudades se cría,

2o que tiene poco de verdad, y mucho de arte y de torpeza. Mas el pastoril, como tienen los pastores los ánimos senzillos y no contaminados con vi- cios, es puro y ordenado á buen fin ; y como go- zan del sossiego y libertad de negocios que les

25 offrece la vida sola del campo, no aviendo en él cosa que los divierta, es muy bivo y agudo. Y

26 divertir 'desviar, apartar'. Comp. Santa Teresa, Mo- radas, 47; Calderón, El Mágico prodigioso, jorn. II, v. 499; Quevedo, Buscón, 109, etc.

PASTOR I 3 I

ayúdales á ello también la vista desembarazada, de que contino gozan, del cielo y de la tierra y de los demás elementos ; que es ella en una imagen clara, ó por mejor dezir, una como es- cuela de amor puro y verdadero. Porque los de- 5 muestra á todos amistados entre y puestos en orden, y abracados, como si dixéssemos, unos con otros, y concertados con armonía grandís- sima, y respondiéndose á vezes y comunicándose sus virtudes, y passándose unos en otros y ayun- 10 tándose y mezclándose todos, y con su mezcla y ayuntamiento sacando de contino á luz y produ- ziendo los frutos que hermosean el ayre y la tie- rra. Assí, que los pastores son en esto aventa- jados á los otros hombres. Y assí, sea esta la se- i5 gunda cosa que señalamos en la condición del pastor: que es muy dispuesto al bien querer.

Y sea la tercera lo que toca á su officio, que aunque es officio de governar y regh, pero es muy differente de los otros goviernos. Porque lo 20 uno, su govierno no consiste en dar leyes ni en poner mandamientos, sino en apascentar y ali- mentar á los que govierna. Y lo segundo, no guar- da una regla generalmente con todos y en todos los tiempos, sino en cada tiempo y en cada occa- 25 sión ordena su govierno conforme al caso parti- cular del que rige. Lo tercero, no es govierno el

2 contino 'continuamente'.

6 demostrar 'mostrar', passim.

I 32 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

suyo que se reparte y exercita por muchos minis- tros, sino él solo administra todo lo que á su grey le conviene; que él la apasta y la abreva y la baña y la tresquila y la cura y la castiga y 5 la reposa, y la recrea y haze música, y la ampara y defiende. Y últimamente, es proprio de su offi- cio recoger lo esparzido y traer á un rebaño á muchos, que de suyo cada uno dellos caminara por sí. Por donde las sagradas letras, de lo es-

I0 parzido y descarriado y perdido dizen siempre que son como ovejas que no tienen pastor, como en Sant Mateo se vee y en el libro de los Reyes y en otros lugares. De manera que la vida del pas- tor es innocente y sossegada y deleytosa, y la

i5 condición de su estado es inclinada al amor, y su exercicio es governar dando pasto y acomodando su govierno á las condiciones particulares de cada uno, y siendo él solo para los que govierna todo lo que les es necessario, y enderegando siempre

20 su obra á esto, que es hazer rebaño y grey.

Veamos, pues, agora si Cristo tiene esto, y las ventajas con que lo tiene, y assí veremos cuan merescidamente es llamado pastor. Bive en los campos Cristo, y goza del cielo libre, y ama la

2.s soledad y el sossiego, y en el silencio de todo aquello que pone en alboroto la vida, tiene pues-

3 La 2.* ed. le es conveniente. 12 Matth., 9, 36. 12 III Reg., 17.

PASTOR

i33

to él su deleyte. Porque, assí como lo que se com- prehende en el campo es lo más puro de lo visi- ble, y es lo senzillo y como el original de todo lo que dello se compone y se mezcla; assí aquella región de vida adonde bive aqueste nuestro glo- 5 rioso bien, es la pura verdad y la senzillez de la luz de Dios y el original expresso de todo lo que tiene ser, y las rayzes firmes de donde nascen y adonde estriban todas las criaturas. Y si lo ave- rnos de dezir assí, aquellos son los elementos puros 10 y los campos de flor eterna vestidos, y los mine- ros de las aguas bivas, y los montes verdadera- mente preñados de mil bienes altíssimos, y los sembríos y repuestos valles, y los bosques de la frescura, adonde, esentos de toda injuria, glorio- i5 sámente florecen la haya y la oliva y el lináloe, con todos los demás árboles del encienso, en que reposan exércitos de aves en gloria y en música dulcíssima que jamás ensordece. Con la cual re- gión si comparamos aqueste nuestro miserable 20 destierro, es comparar el desassossiego con la paz, y el desconcierto y la turbación y el bullicio y des- gusto de la más inquieta ciudad con la misma pu-

11 minero 'manantial', passim. Job, II, 265: "llaman ansí sus mineros secretos, y como si dijésemos, sus manan- tiales, que siempre están vertiendo agua."

14 repuesto 'apartado, retirado, escondido'. L de León, Job, II, 267 : "habla de estas cosas como de algunas ricas alhajas repuestas y guardadas en sus almacenes para á su tiempo usar de ellas."

I 34 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

reza y quietud y dulgura. Que aquí se afana y allí se descansa ; aquí se imagina y allí se vee ; aquí las sombras de las cosas nos atemorizan y assom- bran, allí la verdad assossiega y deleyta; esto es

5 tinieblas, bullicio, alboroto ; aquéllo es luz pu- ríssima en sossiego eterno.

Bien y con razón le conjura á este pastor la esposa pastora que le demuestre aqueste lugar de su pasto. Demuéstrame, dize, ¡o querido de

io mi alma! adonde apascientas y adonde reposas en

3 assombrar significa directamente 'dar sombra'. Quijote, II, cap. 39. Significa luego 'espantarse de la sombra, vicio de las bestias cortas de vista' (Covarrubias) ; y, en general, 'espantar, atemorizar'. L. de León, Job, 38 : "Usó bien de la palabra asombrar, que dice espanto y pavor, porque cuando acontece se pone temeroso todo, y no sólo el semblante del cielo tiene un oscuro triste, mas también las nubes que le enraman están como teñidas de herrumbre y el aire se co- lora de entre pardo y amarillo y todo lo que por su medio se mira parece también amarillo, y ansí hace horror en una cierta manera." Job, 100: "por las turbaciones y espantos que añade agora, significa las melancolías que le turbaban y asombraban el corazón."

6 Todo este párrafo es una glosa en prosa del mismo tema desenvuelto en la poesía Cuando contemplo el cielo : "...¿Quién es el que esto mira | y precia la bajeza de la tierra | y no gime y suspira | por romper lo que encierra | el alma y destos bienes la destierra? | Aquí vive el con- tento, I aquí reina la paz, aquí asentado | en rico y alto asiento | está el amor sagrado | de honra y de deleites rodeado. | Inmensa hermosura | aquí se muestra toda ; y resplandece | clarísima luz pura | que jamás anochece : ( eterna primavera aquí florece. | Oh campos verdaderos ! | Oh prados con verdad frescos y amenos ! | riquísimos mineros ! | Oh deleitosos senos ! | repuestos valles de mil bienes llenos!"

9 Cant., 1, 6.

PASTOR

1 35

el medio día. Que es con razón medio día aquel lugar que pregunta, adonde está la luz no conta- minada en su colmo, y adonde, en summo silen- cio de todo lo bullicioso, sólo se oye la boz dulce de Cristo, que, cercado de su glorioso rebaño, 5 suena en sus oydos del sin ruydo y con incom- parable deleyte, en que traspassadas las almas sanctas y como enagenadas de si, sólo biven en su pastor. Assí que es pastor Cristo por la re- gión donde bive, y también lo es por la manera 10 de bivienda que ama, que es el sossiego de la so- ledad, como lo demuestra en los suyos, á los cuales llama siempre á la soledad y retiramiento del campo. Dixo á Abraham : Sal de tu tierra y de tu parentela, y haré de ti grandes gentes. A Elias, i5 para mostrársele, le hizo penetrar el desierto. Los hijos de los profetas bivían en la soledad del Jordán. De su pueblo dize él mismo por el Profeta, que le sacará al campo y le retirará á la

i En la poesía Alma región luciente, que contiene con- centradas muchas de las ideas glosadas en este nombre de Pastor, se expresa ésta así: "Y de su esfera cuando | la cumbre toca altísimo subido | el sol, él sesteando | de su hato ceñido | con dulce son deleita el santo oído. | Toca el rabel sonoro | y el inmortal dulzor el alma pasa, | con que envilece el oro | y ardiendo se traspasa | y lanza en aquel bien libre de tasa."

ii bivienda. V. 128, 19.

14 Gen., 12, 1.

15 III, Reg., 19, 4.

17 IV, Reg., 6, 2.

18 Oseae, 2, 14.

I 36 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

soledad y allí le enseñará. Y en forma de esposo ¿qué otra cosa pide á su esposa sino aquesta sa- lida? Levántate, dize, amiga mía, y apresúrate y ven ; que ya se passó el invierno, passóse la lluvia,

5 fuesse; ya han parecido en nuestra tierra las flo- res, y el tiempo del podar es venido. La hoz de la tortolilla se oye, y brota ya la higuera sus higos, y la uva menuda uva da olor. Levántate, hermosa mía, y ven. Que quiere que les sea agradable á los

io suyos aquello mismo que él ama; y assí como él por ser pastor ama el campo, ansí los suyos, por- que han de ser sus ovejas, han de amar el campo también ; que las ovejas tienen su pasto y su sus- tento en el campo.

i5 Porque á la verdad, Juliano, los que han de ser apascentados por Dios han de desechar los sustentos del mundo, y salir de sus tinie- blas y lazos á la libertad clara de la verdad, y á la soledad poco seguida de la virtud, y al

20 desembarago de todo lo que pone en alboroto la vida ; porque allí nasce el pasto que mantiene en felicidad eterna nuestra alma y que no se agosta

3 Cant., 2, 10-13.

8 Así en todas las ediciones. En la Exposición del Can- tar de los Cantares hace mejor sentido traduciendo: las viñas de pequeñas ttvas dan olor.

21 Como en la poesía: "Alma región luciente, | prado de bienandanza que ni al hielo | ni con el rayo ardiente | falleces, fértil suelo | producidor eterno de consuelo... | á dulces pastos mueve, | sin honda ni cayado, | el buen Pastor en ti su hato amado. ¡ El va, y en pos dichosas J

PASTOR 1 37

jamás. Que adonde bive y se goza el pastor, allí han de residir sus ovejas, según que alguna dellas dezía : Nuestra conversación es en los cielos. Y como dize el mismo pastor: Las sus ovejas re- conocen su hoz y le siguen. 5

Mas si es pastor Cristo por el lugar de su vida, ¿cuánto con más razón lo será por el ingenio de su condición, por las amorosas entrañas que tie- ne, á cuya grandeza no ay lengua ni encaresci- miento que allegue? Porque demás de que todas 10 sus obras son amor, que en nascer nos amó y bi- viendo nos ama, y por nuestro amor padesció muerte, y todo lo que en la vida hizo y todo lo que en el morir padesció y cuanto glorioso agora y assentado á la diestra del Padre negó- i5 cia y entiende, lo ordena todo con amor para nuestro provecho ; assí que, demás de que todo su obrar es amar, la affición y la terneza de entrañas, y la solicitud y cuydado amoroso, y el encendimiento é intensión de voluntad, con 20 que siempre haze essas mismas obras de amor que por nosotros obró, excede todo cuanto se puede imaginar y dezir. No ay madre assí so- lícita, ni esposa assí blanda, ni coragón de amor

le siguen sus ovejas, do las pace | con inmortales rosas, | con flor que siempre nace, | y cuanto más se goza más renace."

3 Phil., 3, 20.

4 Joh., 10, 4.

23 assí 'tan'. V. 12, 1.

1 38 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

assí tierno y vencido, ni título ninguno de amis- tad assí puesto en fineza, que le iguale ó le llegue. Porque antes que le amemos nos ama; y offen- diéndole y despreciándole locamente, nos busca; 5 y no puede tanto la ceguedad de mi vista ni mi obstinada dureza, que no pueda más la blandura ardiente de su misericordia dulcíssima. Madruga, durmiendo nosotros descuydados del peligro que nos amenaza. Madruga, digo, antes que amanez- io ca se levanta, ó por dezir verdad, no duerme ni reposa, sino asido siempre á la aldava de nues- tro coragón, de contino y á todas horas le hiere y le dize, como en los Cantares se escrive: Ábre- me, hermana mía, amiga mía, esposa mía, abre- ib me; que la cabeca traygo llena de rocío, y las guedejas de mis cabellos llenas de las gotas de la noche. No duerme, dize David, ni se adormesce el que guarda á Israel. Que en la verdad, assí como en la divinidad es 20 amor, conforme á sant Juan : Dios es caridad; assí en la humanidad, que de nosotros tomó, es amor y blandura. Y como el sol, que de suyo es fuente de luz, todo cuanto haze perpetuamente es luzir, embiando, sin nunca cessar, rayos de 25 claridad de mismo; assí Cristo, como fuente

7 La 2.a ed. dulce. 13 Cant., 5, 2. 17 Ps., 120, 4. 20 I Joh., 4, 8.

PASTOR 1 39

biva de amor, que nunca se agota, mana de con» tino en amor, y en su rostro y en su figura siem- pre está bulliendo este fuego, y por todo su trage y persona traspassan y se nos vienen á los ojos sus llamas, y todo es rayos de amor cuanto del 5 se parece. Que por esta causa, cuando se demos- tró primero á Moysén, no le demostró sino unas llamas de fuego que se emprendía en una carga; como haziendo allí figura de nosotros y de mismo, de las espinas de la aspereza nuestra y 10 de los ardores bivos y amorosos de sus entrañas, y como mostrando en la aparencia visible el fiero encendimiento que le abrasava lo secreto del pe- cho con amor de su pueblo. Y lo mismo se vee en la figura del, que sant Juan en el principio de sus i& revelaciones nos pone, á do dize que vio una imagen de hombre cuyo rostro luzía como el sol, y cuyos ojos eran como llamas de fuego, y sus pies como oriámbar encendido en ardiente for- naza, y que le centelleavan siete estrellas en la 2©. mano derecha, y que se ceñía por junto á los pe- chos con cinto de oro, y que le cercavan en de- rredor siete antorchas encendidas en sus cande-

4 venirse á los ojos 'saltar á la vista, presentarse, ver', passim.

6 parecerse Verse'. V. 66, 16.

6 Ex., 3, 2.

8 emprender, 'prender, arder'.

15 Apoc., i, 13-16.

19 \oriámbar, Scío traduce 'latón fino' lat. aurichalco fornaza 'horno pequeño'.

I40 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

« ■■«-

leros. Que es dezir de Cristo que espirava llamas de amor, que se le descubrían por todas partes, y que le encendían la cara y le salían por los ojos y le ponían fuego á los pies y le luzían por las

5 manos y le rodeavan en torno resplandesciendo. Y que como el oro, que es señal de la caridad en la Sagrada Escriptura, le ceñía las vestiduras, jun- to á los pechos ; assí el amor de sus vestiduras, que en las mismas letras significan los fieles que se

ro allegan á Cristo, le rodeava el coragón.

Mas dexemos esto, que es llano, y passemos al officio del pastor y á lo proprio que le pertenesce. Porque si es del officio del pastor governar apas- centando, como agora dezía, sólo Cristo es pas-

i5 tor verdadero, porque él solo es, entre todos cuantos governaron jamás, el que pudo usar y el que usa deste género de govierno. Y assí, en el psalmo, David, hablando deste pastor, juntó como una misma cosa el apacentar y el regir. Porque

20 dize : El Señor me rige, no me faltará nada, en lugar de pastos abundantes me pone. Porque el proprio governar de Cristo, como por ventura después diremos, es darnos su gracia y la fuerca efficaz de su spíritu ; la cual assí nos rige, que

2b nos alimenta, ó por dezir la verdad, su regir principal es darnos alimento y sustento. Porque la gracia de Cristo es vida del alma y salud de

2 La 2.3- ed. por todas partes se le descubrían. 20 Ps., 22, 2.

PASTOR I4I

la voluntad y fuergas de todo lo flaco que ay en nosotros, y reparo de lo que gastan los vicios, y antídoto efficaz contra su veneno y pongoña, y restaurativo saludable, y finalmente, manteni- miento que cría en nosostros immortalidad res- 5 plandesciente y gloriosa. Y assí, todos los dicho- sos que por este pastor se goviernan en todo lo que, movidos del, ó hazen ó padescen, crescen y se adelantan y adquieren vigor nuevo, y todo les es virtuoso y xugoso y sabrosíssimo pasto. 10 Que esto es lo que él mismo dize en Sant Juan: El que por entrare, entrará y saldrá, y siem- pre hallará pastos. Porque el entrar y el salir, se- gún la propriedad de la Sagrada Escriptura, com- prehende toda la vida y las dif ferencias de lo que 15 en ella se obra.

Por donde dize que en el entrar y en el salir, esto es, en la vida y en la muerte, en el tiempo próspero y en el turbio y adverso, en la salud y en la flaqueza, en la guerra y en la paz, hallarán 20 sabor los suyos á quien él guía, y no solamente sabor, sino mantenimiento de vida y pastos subs- tanciales y saludables. Conforme á lo cual es tam- bién lo que Esaías profetiza de las ovejas deste pastor, cuando dize : Sobre los caminos serán ib apascentados, y en todos los llanos, pastos para ellos; no tendrán hambre ni sed, ni las fatigará

11 Joh., 10, 9.

25 Esai., 49, 9-10.

142 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

el bochorno ni el sol. Porque el piadoso dellos los rige y los lleva á las fuentes del agua. Que, como veys, en dezir que serán apascentados sobre los caminos, dize que les son pasto los passos que dan 5 y los caminos que andan; y que los caminos que en los malos son barrancos y estropiegos y muer- te, como ellos lo dizen, que anduvieron caminos difficultosos y ásperos, en las ovejas deste pastor son apastamiento y alivio. Y dize que assí en

no los altos ásperos como en los lugares llanos y hondos, esto es, como dezia, en todo lo que en la vida succede, tienen sus cevos y pastos segu- ros de hambre y defendidos del sol. Y esto ¿por qué? Porque, dize, el que se apiadó dellos, esse

15 mismo es el que los rige; que es dezir que porque los rige Cristo, que es el que sólo con obra y con verdad se condolió de los hombres : como seña- lando lo que dezimos, que su regir es dar govier- no y sustento, y guiar siempre á los suyos á las

•20 fuentes del agua, que es en la Escriptura á la gracia del Spíritu, que refresca y cría y engrues- sa y sustenta.

Y también el Sabio miró á esto á do dize que la ley de la sabiduría es fuente de vida. Adon-

•25 de, como parece, juntó la ley y la fuente; lo uno. porque poner Cristo á sus ovejas ley, es criar en ellas fuerzas y salud para ella por medio de la

7 Sap., 5, 7.

23 Prov., 13, 14.

PASTOR 143

gracia, assí como he dicho. Y lo otro, porque esso mismo que nos manda es aquello de que se ceva nuestro descanso y nuestra verdadera vida. Porque todo lo que nos manda es que bivamos en descanso y que gozemos de paz y que seamos 5 ricos y alegres y que consigamos la verdadera nobleza. Porque no plantó Dios sin causa en nos- otros los desseos destos bienes, ni condenó lo que él mismo plantó; sino que la ceguedad de nuestra miseria, movida del desseo, y no conosciendo el 10 bien á que se enderega el desseo, y engañada de otras cosas que tienen apparencia de aquello que se dessea, por apetecer la vida sigue la muer- te, y en lugar de las riquezas y de la honra va des- alentada empos de la affrenta y de la pobreza. 15 Y assí, Cristo nos pone leyes que nos guíen sin error á aquello verdadero que nuestro desseo apetesce.

De manera que sus leyes dan vida, y lo que nos manda es nuestro puro sustento, y apascién- 20 taños con salud y con deleyte y con honra y des- canso, con essas mismas reglas que nos pone con que bivamos. Que, como dize el Profeta: Acerca de ti está la fuente de la vida, y en tu lumbre ve- remos la lumbre. Porque la vida y el ver, que es 25 el ser verdadero, y las obras que á tal ser le con- vienen, nascen y manan, como de fuente, de la * 1

23 Ps., 35, 10.

144 DE L°S NOMBRES DE CRISTO

lumbre de Cristo, esto es, de las leyes suyas, assí las de gracia, que nos da, como las de manda- mientos, que nos escrive. Que es también la causa de aquella querella contra nosotros suya tan justa

5 y tan sentida, que pone por Jeremías, diziendo: Dexáronme á mí, fuente de agua viva, y caváron- se cisternas quebradas, en que el agua no para. Porque guiándonos él al verdadero pasto y al bien, escogemos nosotros por nuestras manos lo

I0 que nos lleva á la muerte; y siendo fuente él, bus- camos nosotros pozos; y siendo manantial su co- rriente, escogemos cisternas rotas, adonde el agua no se detiene. Y á la verdad, assí como aquello que Cristo nos manda es lo mismo que nos sus-

15 tenta la vida; assí lo que nosotros por nuestro error escogemos, y los caminos que seguimos, guiados de nuestros antojos, no se pueden nom- brar mejor que como el Profeta los nombra. Lo primero, cisternas cavadas en tierra con

20 increyble trabajo nuestro, esto es, bienes busca- dos entre la vileza del polvo con diligencia in- finita : que si consideramos lo que suda el ava- riento en su pozo, y las ansias con que anhela el ambicioso á su bien, y lo que cuesta de dolor al

25 lascivo el deleyte, no ay trabajo ni miseria que con la suya se iguale. Y lo segundo, nombra las cisternas secas y rotas, grandes en aparencia y

5 Hier., 2, 13.

PASTOR 145

que combidan á á los que de lexos las veen y les prometen agua que satisfaga á su sed ; mas en la verdad son hoyos hondos y escuros y yer- mos de aquel mismo bien que prometen, ó por mejor dezir, llenos de lo que le contradize y re- 5 pugna, porque en lugar de agua dan cieno. Y la riqueza del avaro le hace pobre ; y al ambicioso su desseo de honra le trae á ser apocado y vil siervo ; y el deleyte deshonesto á quien lo ama le atormenta y enferma. 10

Mas si Cristo es pastor porque rige apastando y porque sus mandamientos son mantenimientos de vida, también lo será porque en su regir no mide á sus ganados por un mismo rasero, sino atiende á lo particular de cada uno que rige. Por- i5 que rige apascentando, y el pasto se mide según la hambre y necessidad de cada uno que pasee. Por donde, entre las propriedades del buen pas- tor, pone Cristo en el Evangelio, que llama por su nombre á cada una de sus ovejas; que es dezir ao que conosce lo particular de cada una dellas, y la rige y llama al bien en la forma particular que más le conviene, no á todas por una forma, sino á cada cual por la suya. Que de una manera pasee Cristo á los flacos, y de otra á los crescidos *5 en fuerga ; de una á los perfectos, y de otra á los que aprovechan ; y tiene con cada uno su estilo,

19 Joh., 10, 3.

IO

I46 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

y es negocio maravilloso el secreto tracto que tiene con sus ovejas, y sus differentes y admira- bles maneras. Que ansí como en el tiempo que bivio con nosotros, en las curas y beneficios que 5 hizo no guardó con todos una misma forma de hazer, sino á unos curó con su sola palabra, á otros con su palabra y presencia, á otros tocó con la mano, á otros no los sanava luego después de tocados, sino cuando ivan su camino y ya del

10 apartados les embiava salud; á unos que se la pedían y á otros que le miravan callando ; ansí en este tracto occulto y en esta medicina secreta que en sus ovejas contino haze, es estraño milagro ver la variedad de que usa y cómo se haze y se

!5 mide á las figuras y condiciones de todos. Por lo cual llama bien sant Pedro multiforme á su gra- cia ; porque se transforma con cada uno en diffe- rentes figuras.

Y no es cosa que tiene una figura sola ó un

20 rostro. Antes como al pan que en el templo anti- guo se ponía ante Dios, que fué clara imagen de Cristo, le llama pan de fazes la Escriptura divina; assí el govierno de Cristo y el sustento que da á los suyos es de muchas fazes y es pan. Pan por-

35 que sustenta, y de muchas fazes porque se haze con cada uno según su manera; y como en el

13 contino 'continuamente'. 16 I Pet., 4, 10.

PASTOR 147

maná dize la Sabiduría que hallava cada uno su gusto, assí differencia sus pastos Cristo, confor- mándose con las differencias de todos. Por lo cual su govierno es govierno estremadamente perfecto ; porque, como dize Platón, no es la me- b jor governación la de leyes escriptas; porque son unas y no se mudan, y los casos particulares son muchos y que se varían, según las circunstancias, por horas. Y assí, acaece no ser justo en este caso lo que en común se establesció con justicia; 10 y el tractar con sola la ley escripia es como tractar con un hombre cabecudo por una parte y que no admite razón, y por otra poderoso para hazer lo que dize, que es trabajoso y fuerte caso. La per- fecta governación es de ley biva, que entienda 15 siempre lo mejor, y que quiera siempre aquello bueno que entiende; de manera que la ley sea el bueno y sano juyzio del que govierna, que se ajusta siempre con lo particular de aquel á quien rige. 2¿

Mas porque este govierno no se halla en el suelo, porque ninguno de los que ay en él es ni tan sabio ni tan bueno que ó no se engañe ó no quiera hazer lo que vee que no es justo, por esso es imperfecta la governación de los hombres, y 2í>

1 Sap., 16, 20. 5 República, libro IV.

12 cabecudo 'el que es porfiado y tenaz en su opinión' (Covarrubias).

I48 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

solamente no lo es la manera con que Cristo nos rige ; que, como está perfectamente dotado de sa- ber y bondad, ni yerra en lo justo ni quiere lo que es malo ; y assí, siempre vee lo que á cada uno

5 conviene, y á esso mismo le guía, y como sant Pa- blo de dize : A todos se haze todas las cosas, para ganarlos á todos. Que toca ya en lo tercero y proprio de este officio, según que diximos, que es ser un officio lleno de muchos officios, y que

10 todos los administra el pastor. Porque verdade- ramente es assí, que todas aquellas cosas que ha- zen para la felicidad de los hombres, que son dif- ferentes y muchas, Cristo principalmente las exe- cuta y las haze ; que él nos llama y nos corrige

ib y nos lava y nos sana y nos sanctifica y nos de- leyta y nos viste de gloria ; y de todos los medios de que Dios usa para guiar bien un alma, Cristo es el merecedor y el autor.

Mas ¡ qué bien y qué copiosamente dize desto

20 el Profeta!: Porque el Señor Dios dize assí: Yo mismo buscaré mis ovejas y las rebuscaré ; como revee el pastor su rebaño cuando se pone en me- dio de sus despartidas ovejas, assí yo buscaré mi

6 I Cor., 9, 22.

20 Ezech., 34, 11-16.

22 reveer 'volver á ver, ver con atención y cuidado, re- conocer'. Comp. Perf. Casada, ed. Wallace, pág. 2: "En las cuales, como en una tienda común... pone la piedad y sabiduría divina copiosamente todo aquello que es necesa- rio y conviene á cada vn estado : y señaladamente en este de las casadas se revee..."

PASTOR 149

ganado. Sacaré mis ovejas de todos los lugares á do se esparcieron en el día de la nuve y de la es- curidad, y sac arelas de los pueblos, y recogerlas he de las tierras, y tornar olas á meter en su pa- tria, y las apascentaré en los montes de Israel. En 5 los arroyos y en todas las moradas del suelo las apascentaré con pastos muy buenos, y serán sus pastos en los montes de Israel más erguidos. Allí reposarán en pastos sabrosos, y poseerán en los montes de Israel pastos gruessos. Yo apascentaré 10 á mi rebaño y yo le haré que repose, dize Dios el Señor. A la oveja perdida buscaré, á la absenta- da tornaré á su rebaño; ligaré á la quebrc4a y daré fuerca á la enferma, y á la gruessa y fuerte castigaré, pasccréla en juyzio. Porque dize que él •& mismo busca sus ovejas; y que las guía si estavan perdidas, y si captivas las redime, y si enfermas las sana ; y él mismo las libra del mal y las mete en el bien y las sube á los pastos más altos. En todos los arroyos y en todas las moradas las 20 apascienta, porque en todo lo que les succede les halla pastos, y en todo lo que permanesce ó se passa ; y porque todo es por Cristo, añade luego

1 ha 2.a ed. Sacaréle de todos.

7 ha 2.a ed. apascentarélas.

12 absentada. Así en la 5.a ed. y la de Merino. Las demás ediciones ablentada. No conozco otra significación de ablen- tar más que 'aventar la parva' (Ccvarrubias). Podría ser aquí errata por la semejanza de la / con la j larga de !a ortografía de la época.

1 5o DE LOS NOMBRES DE CRISTO

el Profeta: Yo levantaré sobre ellas un pastor, y ap ase entéralas mi siervo David; él las apascen- tará y él será su pastor; y yo, el Señor, seré su Dios; y en medio deltas ensalgado mi siervo1 5 David.

En que se consideran tres cosas. Una que para poner en execución todo esto que promete Dios á los suyos, les dize que les dará á Cristo, pastor, á quien llama siervo suyo, y David, porque es 10 descendiente de David según la carne, en que es menor y subjecto á su padre. La segunda, que para tantas cosas promete un solo pastor, assí para mostrar que Cristo puede con todo, como para enseñar que en él es siempre uno el que rige. i5 Porque en los hombres, aunque sea uno solo que govierna á los otros, nunca acontesce que los govierne uno solo; porque de ordinario biven en uno muchos, sus passiones, sus affectos, sus in- tereses, que manda cada uno su parte. Y la ter- so cera es, que este pastor que Dios promete y tiene dado á su Iglesia, dize que ha de estar levantado en medio de sus ovejas, que es dezir que ha de residir en lo secreto de sus entrañas, enseñoreán- dose dellas, y que las ha de apascentar dentro de 25 sí. Porque cierto es que el verdadero pasto del hombre está dentro del mismo hombre y en los bienes de que es señor cada uno. Porque es sin

i Ezech., 34, 23-24.

PASTOR I 5 I

duda el fundamento del bien aquella división de bienes en que Epicteto, filósofo, comienca su li- bro; porque dize desta manera: De las cosas, unas están en nuestra mano y otrc<s fuera de nuestro poder. En nuestra mano están los juyzios. 5 los appetitos, los desseos y los desvíos, y en una palabra, todas las que son nuestras obras. Fuera de nuestro poder están el cuerpo y la hazienda, y las honras y los mandos, y en una palabra, todo lo que no es obras nuestras. Las que están en 10 nuestra mano son libres de suyo y que no pades- cen estorvo ni impedimento ; mas las que van fue- ra de nuestro poder son flacas y siervas y que nos pueden ser estorvadas, y al fin son agenas tedas. Por lo cual conviene que adviertas que si lo que i5 de suyo es siervo lo tuvieres por libre tú, y tuvie- res por proprio lo que es ageno, serás embaragado fácilmente y caerás en tristeza y en turbación, y reprehenderás á vezes á los hombres y á Dios. Mas si solamente tuvieres por tuyo lo que de ve- 20 ras lo es, y lo ageno por ageno, como lo es en ver- dad, nadie te podrá hazer fuerga jamás, ninguno estorvará tu designo, no reprehenderás á ninguno ni tendrás que xa del, no harás nada forgado, na- die te dañará, ni tendrás enemigo, ni padescerás 25 detrimento.

Por manera que por cuanto la buena suerte del

3 Epicteto, Enchiridion, §§ 1-3.

1 52 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

hombre consiste en el buen uso de aquellas obras y cosas de que es señor enteramente, todas las cuales obras y cosas tiene el hombre dentro de mismo y debaxo de su govierno, sin respecto á

5 fuerga exterior ; por esso el regir y el apacentar al hombre es el hazer que use bien desto que es suyo y que tiene encerrado en mismo. Y assí Dios con justa causa pone á Cristo, que es su pastor, en medio de las entrañas del hombre,

io para que, poderoso sobre ellas, guíe sus opiniones, sus juyzios, sus apetitos y desseos al bien, con que se alimente y cobre siempre mayores fuerzas el alma, y se cumpla desta manera lo que el mis- mo Profeta dize : que serán apascentados en todos

15 los mejores pastos de su tierra propria ; esto es, en aquello que es pura y propriamente buena suerte y buena dicha del hombre. Y no en esto so- lamente, sino también en los montes altíssimos de Israel, que son los bienes soberanos del cielo, que

20 sobran á los naturales bienes sobre toda manera ; porque es señor de todos ellos aquesse mismo pastor que los guía, ó para dezir la verdad, por- que los tiene todos y amontonados en sí.

20 sobrar 'superar, exceder, sobrepujar'. Diego de Va- lera, Epístolas, Bibl. Esp., XVI, 24: "E podría ser el rey nuestro señor en tanto acrecentar estos reynos, que pu- diesse en las sesyones contender con el rey de Francia é sobrarle." Además, Juan Ruiz, estrof. 596, 624, etc.; Gar- cilaso, ed. Navarro, 3, 105, 106, etc.

PASTOR

i53

Y porque los tiene en sí, por essa misma causa, langándose en medio de su ganado, mueve siem- pre á sus ovejas; y no lanzándose solamente, sino levantándose y encumbrándose en ellas, se- gún lo que el Profeta del dize. Porque en es '5 alto por el amontonamiento de bienes soberanos que tiene ; y en ellas es alto también, porque apas- centándolas las levanta del suelo y las alexa cuan- to más va de la tierra, y las tira siempre hazia mismo y las enrisca en su alteza, encumbrándolas 10 siempre más y entrañándolas en los altíssimos bienes suyos. Y porque él uno mismo está en los pechos de cada una de sus ovejas, y porque su pascerlas es ayuntarlas consigo y entrañarlas en sí, como agora dezía ; por esso le conviene tam- i5 bien lo postrero, que pertenece al pastor, que es hazer unidad y rebaño. Lo cual haze Cristo por maravilloso modo, como por ventura diremos des- pués. Y bástenos dezir agora que no está la ves- tidura tan allegada al cuerpo del que la viste, ni 20 ciñe tan estrechamente por la cintura la cinta, ni se ayuntan tan conformemente la cabeca y los miembros, ni los padres son tan deudos del hijo, ni el esposo con su esposa tan uno, cuanto Cristo,

I En la 2* ed. falta en sí.

II entrañar 'meter en la entraña, introducir profunda y completamente'. León, Job, 24: "Bien se ve que [su bondad^ no colgaba de la riqueza, pues ida la riqueza la abraza, y pobre es rico con ella. Entrañada estaba en él y em- bebida en las venas ; y aunque le has, dice, desasido de lo demás, no has podido desasirle de su bondad."

1 54 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

nuestro divino pastor, consigo y entre si hace una su grey.

Assi lo pide, y assi lo alcanga, y assí de hecho lo haze. Que los demás hombres que antes del y

5 sin él introduxeron en el mundo leyes y sectas, no sembraron paz sino división; y no vinieron á re- duzir á rebaño, sino, como Cristo dize en Sant Juan, fueron ladrones y mercenarios que entra- ron á dividir y dessollar y dar muerte al rebaño.

10 Que aunque la muchedumbre de los malos haga contra las ovejas de Cristo vando por sí, no por esso los malos son unos ni hazen un rebaño suyo en que estén adunados, sino cuantos son sus des- seos y sus passiones y sus pretendencias, que son

15 diversas y muchas, tanto están differentes contra mismos ; y no es rebaño el suyo de unidad y de paz, sino ayuntamiento de guerra y gavilla de muchos enemigos, que entre mismos se abo- rrescen y dañan, porque cada uno tiene su diffe-

20 rente querer. Mas Cristo, nuestro pastor, porque es verdaderamente pastor, haze paz y rebaño. Y aun por esto, allende de lo que dicho tenemos, le llama Dios pastor uno en el lugar alegado ; por- que su officio todo es hazer unidad. Assí que

8 Joh., 10, 8, 10, 12.

11 haser bando 'hacer partido, darse auxilio'. Comp. M. Pidal, Cid, II, 493.

22 allende 'además'. Mariana, Historia, 1608, I, 53 : "En Sicilia, allende de lo dicho, muerto Dion y buelto Diony- sio del destierro, se tornó a alterar la paz."

PASTOR 1 55

Cristo es pastor por todo lo dicho, y porque si es del pastor el desvelarse para guardar y mejo- rar su ganado, Cristo vela sobre los suyos siem- pre y los rodea solícito. Que como David dize: Los ojos del Señor sobre los justos, y sus oydos 5- en sus ruegos. Y aunque la madre se olvide de su hijo, yo, dize, no me olvido de ti. Y si es del pas- tor trabajar por su ganado al frío y al yelo, ¿quién cual Cristo trabajó por el bien de los suyos? Con verdad Jacob, como en su nombre, dezía: "> Gravemente lazeré de noche y de día, uncxs vezes al calor y otras vezes al yelo, y huyó de mis ojos el sueño. Y si es del pastor servir abatido, vivir en hábito despreciado y no ser adorado y servido, Cristo, hecho al traje de sus ovejas y vestido de i5 su baxeza y su piel, sirvió por ganar su ganado.

Y porque avernos dicho cómo le conviene á Cristo todo lo que es del pastor, digamos agora las ventajas que en este officio Cristo haze á to- dos los otros pastores. Porque no solamente es 20 pastor, sino pastor como no lo fué otro nin- guno ; que assí lo certificó él cuando dixo : Yo soy el buen pastor. Que el bueno allí es señal de ex- cellencia, como si dixesse, el pastor aventajado

4 Ps., 33, 16. 6-7 Esai., 49, 15.

10 Gen., 31, 40.

11 lazerar 'padecer, sufrir dolores ó trabajos'. Muy fre- cuente.

22 Joh., 10, 11-14.

1 56 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

entre todos. Pues sea la primera ventaja, que los otros lo son ó por caso ó por suerte, mas Cristo nasció para ser pastor, y escogió, antes que nas- ciesse, nascer para ello; que, como de mismo

•5 dize, abaxó del cielo y se hizo pastor hombre, para buscar al hombre, oveja perdida. Y assí como nasció para llevar á pascer, dio luego que nas- ció á los pastores nueva de su venida. Demás desto los otros pastores guardan el ganado que hallan,

so mas nuestro pastor él se haze el ganado que ha de guardar : que no sólo devemos á Cristo que nos rige y nos apascienta en la forma ya dicha, sino también y primeramente, que siendo anima- les fieros, nos da condiciones de ovejas, y que

«5 siendo perdidos, nos haze ganados suyos, y que cría en nosotros el spíritu de senzillez y de man- sedumbre y de sancta y fiel humildad, por el cual pertenescemos á su rebaño. Y la tercera ventaja es, que murió por el bien de su grey ; lo que no

so hizo algún otro pastor ; y que por sacarnos de en- tre los dientes del lobo, consintió que hiziessen en él presa los lobos. Y sea lo cuarto, que es assí pastor que es pasto también, y que su apascen- tar es darse á á sus ovejas. Porque el regir

-25 Cristo á los suyos y el llevarlos al pasto, no es otra cosa sino hazer que se lance en ellos y que se embeva y que se incorpore su vida, y hazer que

5 Lúa, 15, 4 ss.

PASTOR 1 57

con encendimientos fieles de caridad le traspassen sus ovejas á sus entrañas, en las cuales traspassa- do, muda él sus ovejas en sí. Porque cevándose ellas del, se desnudan á de mismas y se vis- ten de sus cualidades de Cristo; y cresciendo 5- con este dichoso pasto el ganado, viene por sus passos contados á ser con su pastor una cosa. Y finalmente, como otros nombres y officios le con- vengan á Cristo, ó desde algún principio ó hasta un cierto fin ó según algún tiempo, este nombre 10 de pastor en él carece de término ; porque antes que nasciesse en la carne, apascentó á las cria- turas luego que salieron á luz ; porque él govier- na y sustenta las cosas, y él mismo da cevo á los ángeles, y todo espera del su mantenimiento »5- á su tiempo, como en el psalmo se dize. Y ni más ni menos, nascido ya hombre, con su spíritu y con su carne apascienta á los hombres ; y lue- go que subió al cielo, llovió sobre el suelo su cevo; y luego y agora y después, y en todos los 20 tiempos y horas, secreta y maravillosamente y por mil maneras los ceva; en el suelo los apas- cienta, y en el cielo será también su pastor, cuan- do allá los llevare, y en cuanto se rebolvieren los siglos, y en cuanto bivieren sus ovejas, que bivi- =s rán eternamente con él, él bivirá en ellas, comu-

5 V. 12, 10. 16 Ps., 103, 27.

I 58 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

tricándoles su misma vida, hecho su pastor y su pasto.

Y calló Marcello aquí, significando á Sabino que passasse adelante, que luego desplegó el pa- 5 peí y leyó :

2 Véanse los pasajes de la poesía Alma región lu- ciente, citados en notas anteriores. En la misma poesía : "Ya dentro á la montaña | del alto bien las guía; ya en la vena | del gozo fiel las baña | y les da mesa llena, | pastor y pasto el solo, y suerte buena." La poesía En da Ascensión, que empieza / Y dejas, pastor santo, versa también sobre el mismo tema de Cristo Pastor.

MONTE

Llámase Cristo monte, como en el capítulo se- gundo de Daniel, adonde se dize, que la piedra que hirió en los pies de la estatua que vio el rey de Babilonio, y la desmenuzó y deshizo, se con- 5 virtió en un monte muy grande, que occupava toda la tierra. Y en el capitulo segundo de JEsaías: Y en los postreros días será establescido «1 monte de la casa del Señor sobre la cumbre de todos los montes. Y en el psalmo sessenta y sie- l0 te : El monte de Dios, monte enriscado y lleno de grossura.

Y en leyendo esto, cessó. Y dixo Juliano luego:

Pues que este vuestro papel, Marcello, tiene

la condición de Pitágoras, que dize y no da razón I5

3 Daniel, 2, 34-35.

7 Esai., 2, 2.

10 Ps., 67, 16-17.

15 Se refiere, no á lo que Pitágoras dijo por cuenta pro- pia, pues no se conservan sus escritos, sino á su doctrina tal como ha sido trasmitida por sus discípulos, que ju- raban sobre la palabra del maestro, acompañando las sen- tencias conservadas de su filosofía de la fórmula : él decía !

I ÓO DE LOS NOMBRES DE CRISTO

de lo que dize, justo será que nos la deys vos por él. Porque los lugares que agora alega, ma- yormente los dos postreros, algunos podrían du- dar si hablan de Cristo ó no.

5 Muchos dizen muchas cosas respondió Mar- cello ; pero el papel siguió lo más cierto y lo mejor; porque en el lugar de Esaías casi no ay palabra, assí en él como en lo que le antecede ó se le sigue, que no señale á Cristo como con el

io dedo. Lo primero dize: En los días postreros; y como sabéys, lo postrero de los días ó los días postreros, en la Sancta Escriptura es nombre que se da al tiempo en que Cristo vino, como se pa- rece en la profecía de Jacob, en el capítulo último-

i5 del libro de la creación, y en otros muchos lu- gares. Porque el tiempo de su venida, en el cual juntamente con Cristo comentó á nascer la luz del Evangelio, y el espacio que dura el movimien- to desta luz, que es el espacio de su predicación,.

20 que va como un sol cercando el mundo y passan- do de unas naciones en otras ; assí que todo el discurso y successo y duración de aqueste alum- bramiento se llama un día, porque es como el nascimiento y buelta que da el sol en un día; y

25 llámase postrero día, porque en acabando el so?

14 Gen., 49, 1.

20 cercar 'dar la vuelta, andar en torno á\ Comp. L. de León, Job, 1 : "Y dijo Dios á Satanás: De dónde vendrás? Y respondió Satanás á Dios y dijole: De cercar poi la tierra y de pasearme en ella."

MONTE JÓI

del Evangelio su curso, que será en aviendo ama- nescido á todas las tierras, como este sol amanes- ce, no ha de suceederle otro día. Y será predicado, dize Cristo, aqueste Evangelio por todo el mundo, y luego vendrá el fin. 5

Demás desto dize: Será establescido ; y la pa- labra original significa un establecer y affirmar no mudable, ni como si dixéssemos, movedizo ó subjecto á las injurias y bueltas del tiempo. Y assí en el psalmo con esta misma palabra se dize : 10 El Señor af firmó su trono sobre los cielos. Pues ¿qué monte otro ay ó qué grandeza no subjecta á mudanga, sino es Cristo solo, cuyo reyno no tiene fin, como dixo á la Virgen el ángel? Pues ¿qué se sigue tras esto? El monte, dize, de la i5 casa del Señor. Adonde la una palabra es como declaración de la otra, como diziendo : el monte, esto es, la casa del Señor. La cual casa entre to- das por excellencia es Cristo, nuestro redemptor, en quien reposa y mora Dios enteramente, como 20 es escripto : En el cual reposa todo lo lleno de la divinidad. Y dize más : Sobre la cumbre de los montes: que es cosa que solamente de Cristo se puede con verdad dezir. Porque monte en la es-

3 Matth., 24, 14.

11 Ps., 102, 19.

12 La i.a ed. otro, qué grandeza ay no. 14 Lúa, 1, 32.

17 En la /.a y 2.a ed. falta como.

21 Col., 2, 9.

21 La i.a y 2.a ed. habita todo.

II

1 62 DE LOS NOMP.RES DE CRISTO

criptura y en la secreta manera de hablar de que en ella usa el Spíritu Sancto, significa todo lo eminente, ó en poder temporal, como son los príncipes, ó en virtud y saber spiritual, como son

b los profetas y los prelados ; y dezir montes sin limitación, es dezir todos los montes, ó (como se entiende de un artículo que está en el primero texto en aqueste lugar) es dezir los montes más señalados de todos, assí por alteza de sitio como

io por otras cualidades y condiciones suyas. Y dezir que será establescido sobre todos los montes, no es dezir solamente que este monte es más levan- tado que los demás, sino que está situado sobre la cabeqa de todos ellos ; por manera que lo más

i5 baxo del está sobrepuesto á lo que es en ellos más alto.

Y assí, juntando con palabras descubiertas todo aquesto que he dicho, resultará de todo ello aquesta sentencia: que la rayz, ó como llamamos,

20 la falda deste monte que dize Esaías, esto es, lo menos y más humilde del, tiene debaxo de á tocias las altezas más señaladas y altas que ay, assí temporales como spirituales. Pues ¿qué al- teza ó encumbramiento será aqueste tan grande,

7 Se refiere al texto hebreo en el cual á la palabra mon- tes precede el artículo (heharim, 'los montes').

7 La /.n ed. primer.

19 sentencia 'sentido, significación' ; passim. Comp. León, Job, 58: "Está falta aquesta ra^ón y pide algo que se le añada y conforme á ello será su sentencia."

MONTE 1 63

si Cristo no es? O ¿á qué otro monte de los que Dios tiene convendrá una semejante grandeza? Veamos lo que la Sancta Escriptura dize cuando habla con palabras llanas y senzillas de Cristo, y cotejémoslo con los rodeos de aqueste lugar; y 5 si halláremos que ambas partes dizen lo mismo, no dudemos de que es uno mismo aquel de quien hablan. ¿Qué dize David?: Dixo el Señor á mi Scfur: assiéjttate á mi mano derecha hasta que ponga por escaño de tus pies á tus enemigos. Y io el apóstol sant Pablo: Para que al nombre de Jcsú doblen las rodillas todos, ansí los del ciclo como los de la tierra y los del infierno. Y él mismo, hablando propriamente del misterio de Cristo, dize : Lo flaco de Dios que parece, es más i5 valiente que la fortaleza toda; y lo inconsiderado, "más sabio que cuanto los hombres saben. Pues allí se pone el monte sobre los montes, y aquí la alteza toda del mundo y del infierno por escaño de los pies de Jesucristo; aquí se le arrodilla lo 20 criado, allí todo lo alto le está subjecto; aquí su humildad, su desprecio, su cruz, se dize ser más rabia y más poderosa que cuanto pueden y saben los hombres ; allí la rayz de aquel monte se pone sobre las cumbres de todos los montes. 25

6 La 1." ed. que en ambas partes se dize.

8 Ps.. 109, 1-2.

11 Phil., 2, lo.

13 En la i." ed. falta el segundo los.

15 I Cor., 1, 25.

164 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Ansí que no devenios dudar de que es Cristo aqueste monte de que habla Esaías. Ni menos de que es aquel de quien canta David en las palabras del psalmo alegado. El cual psalmo todo es ma-

5 nifiesta profecía, no de un misterio solo, sino casi de todos aquellos que obró Cristo para nues- tra salud. Y es obscuro psalmo, al parecer, pero obscuro á los que no dan en la vena del verda- dero sentido, y siguen sus imaginaciones pro-

io prias, con las cuales, como no dize el psalmo bien, ni puede dezir, para ajustarle con ellas re- buelven la letra y escurescen y turban la sen- tencia, y al fin se fatigan en balde; mas al revés, si se toma una vez el hilo del y su intento, las

!b mismas cosas se van diziendo y llamándose unas á otras, y travándose entre con maravilloso artificio. Y lo que toca agora á nuestro propósito (porque sería apartarnos mucho del declarar todo el psalmo), ansí que lo que toca al verse que

20 deste psalmo alega el papel, para entender que el monte de quien el verso habla es Jesucristo, basta ver lo que luego se sigue, que es : monte en el cual le aplazió á Dios morar en él, y cierto morará en él eternamente. Lo cual si no es de

17 La i.a ed. maravilloso orden y claridad.

18 El Psalmo 67 ha sido declarado por L. de León ínte- gramente en otra parte. V. Obr. latinas, I, 204, y ss.

2.2, aplazer 'agradar'. Muy frecuente. Comp. Guzmán de Alfarache, Riv., 192: "las novedades aplacen, espe- cialmente á mujeres que son de suyo noveleras."

MONTE

i65

Jesucristo, de ninguno otro se puede dezir. Y son muy de considerar cada una de las palabras, ansí de este verso como del verso que le antecede ; pero no turbemos ni confundamos el discurso1 de nuestra razón. 5

Digamos primero qué quiere dezir que Cristo se llame monte; y dicho, y bolviendo sobre estos mismos lugares, diremos algo de las cualidades que da en ellos el Spíritu Sancto á este monte. Pues digo assí, que demás de la eminencia seña- 10 lada que tienen los montes sobre lo demás de la tierra, como Cristo la tiene, en cuanto hombre, sobre todas las criaturas, la más principal razón por qué se llama monte es por la abundancia, ó digámoslo ansí, por la preñez riquíssima de bie- i5 nes differentes que atesora y comprehende en mismo. Porque, como sabéys, en la lengua he- brea, en que los sagrados libros en su primera origen se escriven, la palabra con que el monte se nombra, según el sonido della, suena en núes- 20 tro castellano el preñado; por manera que los que nosotros llamamos montes, llama el hebreo por nombre proprio preñados. Y dízeles aqueste nombre muy bien, no sólo por la figura que tie-

7 La /.a ed. y aviendolo dicho.

20 sonar 'significar', especialmente en significación di- recta ó á la letra. Comjp. L. de León, Traducción y ex- plicación del Salmo 41, Obras, IV, 189: "Esto es lo que suena este verso, al parecer de muchos ; y puesto de la manera que aqui está escrito, es claro que hace este sen-

21 preñado 'preñez' (Dice. Ac).

1 66 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

nen alta y redonda y como hinchada sobre la tierra, por lo cual parecen el vientre della, y no vazío ni floxo vientre, mas lleno y preñado; sino también porque tienen en como concebido, y

5 lo paren y sacan á luz á sus tiempos, casi todo aquello que en la tierra se estima. Produzen ár- boles de differentes maneras: unos que sirven de madera para los edificios, y otros que con sus frutas mantienen la vida. Paren yervas, más

io que ninguna otra parte del suelo, de diversos géneros y de secretas y efficaces virtudes. En los montes por la mayor parte se conciban las fuen- tes y los principios de los ríos, que nasciendo de allí y cayendo en los llanos después, y torciendo el

15 passo por ellos, fertilizan y hermosean las tie- rras. Allí se cría el azogue y el estaño, y las venas ricas de la plata y del oro, y de los demás metales todas las minas, las piedras preciosas, y las canteras de las piedras firmes, que son más

20 provechosas, con que se fortalescen las ciudades con muros y se ennoblescen con sumptuosos pa- lacios. Y, finalmente, son como un arca los mon- tes, y como un depósito de todos los mayores te- soros del suelo.

3 La 7.a ed. sino lleno.

14 torcer el passo. Comp. pág. 21, 15: "el río Tormes... iva torciendo el passo por aquella vega." Y en !a poesía 1 Qué descansada vida: "una fontana pura | hasta llegar co- rriendo se apresura ; | y luego sosegada | el paso entre los árboles torciendo..."

MONTE I f 7

Pues por la misma manera, Cristo, nuestro Señor, no sólo en cuanto Dios, que, según esta razón, por ser el Verbo divino, por quien el Padre cría todas las cosas, las tiene todas en de mejores quilates y ser que son en mesmas ; 5 mas también según que es hombre, es un monte y un amontonamiento y preñez de todo lo bueno y provechoso y delcytoso y glorioso que en el desseo y en el seno de las criaturas cabe, y de mucho más que no cabe. En él está el remedio 10 del mundo y la destruyción del peccado y la victoria contra el demonio, y las fuentes y mi- neros de toda la gracia y virtudes que se derra- man por nuestras almas y pechos, y los hazen fértiles, en él tienen su abundante principio ; en «5 é! tienen sus rayces, y del nascen y crescen con su virtud, y se visten de hermosura y de fruto, las hayas altas y los soberanos cedros y los ár- boles de la mirra, como dizen los Cantares, y del encienso : los apóstoles y los mártires y profetas 20 y vírgines. Él mismo es el sacerdote y el sacri- ficio, el pastor y el pasto, el doctor y la doctrina, el abogado y el juez, el premio y el que da el premio, la guía y el camino, el médico, la medi- cina, la riqueza, la luz, la defensa y el consuelo 25 es él mismo y sólo él. En él tenemos la alegría en las tristezas, el consejo en los casos dudosos,

19 Cant., 4, 14.

1 68 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

y en los peligrosos y desesperados el amparo y la salud.

Y por obligarnos más assí, y porque, buscando lo que nos es necessario en otras partes, no nos

5 divirtiéssemos del, puso en la copia y la abun-

. dancia, ó si dezimos, la tienda y el mercado, ó

será mejor dezir, el tesoro abierto y liberal de

todo lo que nos es necessario, útil y dulce, assí

en lo próspero como en lo adverso, assí en la

io vida como en la muerte también, assí en los años trabajosos de aqueste destierro como en la bi- vienda eterna y feliz á do caminamos. Y como el monte alto en la cumbre se toca de nuves y las traspassa, y parece que llega hasta el cielo, y en

i5 las faldas cría viñas y miesses, y da pastos salu- dables á los ganados ; ansí lo alto y la cabega de Cristo es Dios, que traspassa los cielos, y es con- sejos altíssimos de sabiduría, adonde no puede arribar ingenio ninguno mortal; mas lo humilde

20 del, sus palabras llanas, la vida pobre y senzilla y sanctíssima que morando entre nosotros bivio, las obras que como hombre hizo, y las passiones y dolores que de los hombres y por los hombres suffrió, son pastos de vida para sus fieles ove-

25 jas. Allí hallamos el trigo, que esfuerza el co- razón de los hombres, y el vino, que les da ver- dadera alegría, y el olio, hijo de la oliva y engen-

5 divertir 'desviar, apartar'. V. 130, 26.

MONTE I 69

drador de la luz, que destierra nuestras tinieblas. El risco, dize el psalmo, es refrigerio de los cone- jos. Y en ti, ¡ o verdadera guarida de los pobre- zitos amedrentados, Cristo Jesús ! ; y en tí, ¡ o am- paro dulce y seguro, o acogida llena de fidelidad !; 5 los affligidos y acossados del mundo nos esconde- mos. Si vertieren agua las nuves y se abrieren las canales del cielo, y saliendo la mar de madre, si anegare las tierras y sobrepujaren como en el diluvio sobre los montes las aguas, en este monte, 10 que se assienta sobre la cumbre de todos los mon- tes, no las tememos. Y si los montes, como dize David, trastornados de sus lugares, cayeron en el coracón de la mar, en este monte no mudable en- riscados carecemos de miedo. i5

Mas ¿ qué hago yo agora ?, ó ¿ adonde me lleva el ardor? Tornemos á nuestro hilo, y ya que ave- rnos dicho el por qué es monte Cristo, digamos, según que es monte, las cualidades que le da la Escriptura. Dezía, pues, Daniel, que una piedra 20 sacada sin manos hirió en los pies de la estatua y la bolvió en polvo, y la piedra cresciendo se hizo monte tan grande que occupó toda la tierra. En lo cual primeramente entendemos que este grandíssimo monte era primero una pequeña pie- 25 dra. Y aunque es assí que Cristo es llamado piedra

2 Ps., 103, 18.

13 Ps., 45, 3-

20 Daniel, 2, 34-35.

170 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

por differentes razones, pero aquí la piedra dize fortaleza y pequenez. Y assí es cosa digna de considerar que no cayó hecha monte grande sobre la estatua y la deshizo, sino hecha piedra 5 pequeña. Porque no usó Cristo, para destruyr la alteza y poder tirano del demonio, y la adoración usurpada y los ídolos que tenía en el mundo, de la grandeza de sus fuerzas, ni derrocó sobre él el braqo y el peso de su divinidad encubierta, sino

10 lo humilde que avía en él, y lo baxo y lo pequeño : su carne sancta y su sangre vertida, y el ser preso y condenado y muerto crudelíssimamente; y esta pequenez y flaqueza fué fortaleza dura, y toda la sobervia del infierno y su monarquía quedó ren-

i5 dida á la muerte de Cristo. Por manera que pri- mero fué piedra, y después de piedra, monte. Primero se humilló, y humilde, venció ; y des- pués, vencedor glorioso, descubrió su claridad, y occupó la tierra y el cielo con la virtud de su

20 nombre.

Mas lo que el profeta significó por rodeos, i cuan llanamente lo dixo el apóstol ! : El aver subido, dize hablando de Cristo, ¿qué es sino por aver descendido primero Jiasta lo baxo de la

25 tierra? El que descendió, esse mismo subió sobre todos los cielos, para henchir todas las cosas. Y en otra parte : Fué hecho obediente hasta la muer-

22 Eph., 4, 9-10. 27 Phil., 2, 8-9.

MONTE 1 7 r

te, y muerte de cruz, por lo cual ensaleó su nom- bre Dios sobre todo nombre. Y como dizen del ár- bol, que cuanto langa las rayzes más en lo hondo, tanto en lo alto cresce y sube más por el ayre; assí á la humildad y pequenez desta piedra eo- 5- rrespondió la grandeza sin medida del monte; y cuanto primero se desminuyó, tanto después fué mayor. Pero acontesce que la piedra que se tira haze gran golpe, aunque sea pequeña, si el brago que la embía es valiente ; y pudiérase, por ventura, io> pensar que si esta piedra pequeña hizo pedagos la estatua, fué por la virtud de alguna fuerca estra- ña y poderosa que la langó. Mas no fué assí, ni quiso que se imaginasse assí el Spíritu Sancto ; y por esta causa añadió que hirió á la estatua sin lá- manos, conviene á saber, que no la hirió con fuerga mendigada de otro ni con poder ageno, sino con el suyo mismo hizo tan señalado golpe. Como passó en la verdad. Porque lo flaco y lo despreciado de Cristo, su passión y su muerte, ao> aquel humilde escupido y escarnecido fué tan de piedra, quiero dezir tan firme para suffrir y tan fuerte y duro para herir, que cuanto en el sobervio mundo es tenido por fuerte no pudo resistir á su golpe, mas antes cayó todo quebrantado y deslíe- 25- cho, como si fuera vidrio delgado. Y aun lo que

15 En la i." ed. falta á.

26 Las ed. 1." y 2.* delgado y quebradizo.

172 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

es más de maravillar, no hirió aquesta piedra la frente de aquel bulto espantable, sino solamente los pies, adonde nunca la herida es mortal; mas, sin embargo desto, con aquel golpe dado en los 5 pies vinieron á menos los pechos y hombros y el cuello y cabega de oro. Porque fué assí, que el principio del Evangelio y los primeros golpes que Cristo dio para deshazer la pu jangá mundana, fueron en los pies della y en lo que andava como

«o rastreando en el suelo : en las gentes baxas y viles, assí en officio como en condición. Y heridos éstos con la verdad, y vencidos y quebrados del mundo y como muertos á él, y puestos debaxo la piedra las cabegas y los pechos, esto es, los sabios y los

e5 altos, cayeron todos: unos para subjectarse á la piedra, y otros para quedar quebrados y desme- nuzados della ; unos para dexar su primero y mal ser, y otros para crescer para siempre en su mal. Y ansí, unos destruydos y otros convertidos, la

20 piedra, transformándose en monte, ella sola occu- todo el mundo.

Es también monte hecho y como nascido de piedra, porque entendamos que no es terreno ni movedizo este monte, ni tal que puede ser me-

o5 noscabado ó disminuydo en alguna manera. Y con esto, passemos á ver lo demás que dezía del

1 La i.3- ed. que no.

4 Las ed. j.a y 2.a y no obstante esto.

24 La 1.a ed. ser movido.

MONTE I7'3

el sancto David. El monte, dize, del Seño?', monte cuajado, monte gruesso. Quiere dezir fértil y abundante monte, como á la buena tierra sole- mos llamarla tierra gruessa. Y la condición de la tierra gruessa es ser espessa y tenaz y maciga, y no 5 delgada y arenisca, y ser tierra que beve mucha agua, y que no se anega ó deshaze con ella, sino antes la abraga toda en si, y se engruessa é hinche de xugo ; y assí, después son conformes á aquesta grossura las miesses que produze espessas y altas, 10 y las cañas gruessas y las espigas grandes.

Bien es verdad que adonde dezimos gruesso, el primer texto dize Basan, que es nombre pro- prio de un monte llamado assí en la Tierra Sancta, que está de la otra parte del Jordán, en la suerte ^ que cupo á los de Gad y Rubén y á la mitad del tribu de Manassé. Pero era señaladamente abun- dante este monte ; y assí, nuestro texto, aunque calló el nombre, guardó bien el sentido y puso la misma sentencia, y en lugar de Basan puso monte 20 gruesso, cual lo es el Basan. Pues es Cristo, ni más ni menos, no como arena flaca y movediza, sino como tierra de cuerpo y de tomo, y que beve y contiene en todos los dones del Spíritu Sancto, que la Escriptura suele muchas vezes & nombrar con nombre de aguas ; y assí, el f ructo que deste monte sale, y las miesses que se crían

4 La i.a ed. llamalla.

174 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

«en él, nos muestran bien á la clara si es gruesso y fecundo este monte. De las cuales miesses, David, en el psalmo setenta y uno, debaxo de la misma figura de trigo y de miesses y de fructos

5 del campo, hablando á la letra del reyno de Cris- to, nos canta diziendo : Y será de un punido de trigo echado en la tierra en las cumbres de los montes, el frncto sayo más levantado que el Lí- bano; y por las villas flor esc eran como el heno

«o de la tierra. O porque en este punto y diziendo esto me vino á la memoria, quiérelo dezir como nuestro común amigo lo dixo, traduziendo en verso castellano este psalmo :

...O siglos de oro, í5 Cuando tan sola una

Espiga sobre el cerro tal tesoro

Produzirá sembrada, De miesses ondeando cual la cumbre Del Líbano ensalmada ; 20 Cuando con más largueza y muchedumbre

Que el heno, en las ciudades El trigo crescerá...

Y porque se viesse claro que este fructo que se llama trigo no es trigo, y que aquesta abundan- 25 cía no es buena disposición de tierra ni templanca de cielo clemente, sino que es fructo de justicia y miesses spirituales nunca antes vistas, que nas- cen por la virtud deste monte, añade luego :

i á la clara. Hoy se dice las claras'. León, Job. 50,

240; Granada, De la Oración, 1587, 1 ; Quijote, I, cap. 34,

2 En las ed. /.a y 2* falta este monte.

6 Ps., 71, 16.

MONTE 175

...por do desplega La fama en mil edades

El nombre deste rey, y al cielo llega.

Mas ¿nació, por ventura, con este fructo su nombre, ó era ya y bivía en el seno de su Padre 5 primero que la rueda de los siglos comen^asse á moverse? Dize:

El nombre, qu£ primero Que el sol manasse luz resplandescía,

En quien hasta el postrero 10

Mortal será bendito, á quien de día,

De noche celebrando. Las gentes darán loa y bienandanga,

Y dirán alabando : "Señor Dios de Israel, ¿qué lengua alcanza ,5

A tu devida gloria?"

Salido he de mi camino, llevado de la golosina del verso ; mas bolvamos á él.

Y aviendo dicho esto Marcello y tomado un poco de aliento, quería passar adelante ; mas Ju- 20 liano, deteniéndole, dixo :

Antes que digáys más, me dezid, Marcello : este común amigo nuestro que nombrastes, cuyos son estos versos, ¿quién es? Porque, aunque yo no soy muy poeta, hanme parescido muy bien, y 2$ deve hazerlo ser el subjecto cual es, en quien sólo, á mi juyzio, se emplea la poesía como deve.

4 Las ed. /." y 2.* Mas ¿devió, por ventura, de nacer con.

26 subjecto 'asunto', frecuente en la lengua clásica. Cer- vantes, Coloquio de los perros: "tengo yo una [obra]... grande en el sujeto, admirable y nueva en la invención." Quijote, ed. R. Marín, VII, 123, etc.

176 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Gran verdad, Juliano, es respondió al pun- to Marcello lo que dezís; porque éste es sólo digno subjecto de la poesía; y los que la sacan del y forgándola la emplean, ó por mejor dezir, la

5 pierden en argumentos de liviandad, avían de ser castigados como públicos corrompedores de dos cosas sanctíssimas : de la poesía y de las costum- bres. La poesía corrompen, porque sin duda la inspiró Dios en los ánimos de los hombres para

10 con el movimiento y spíritu della levantarlos al cielo, de donde ella procede; porque poesía no es sino una comunicación del aliento celestial y divino ; y assí, en los profetas cuasi todos, assí los que fueron movidos verdaderamente por Dios,

15 como los que incitados por otras causas sobre- humanas hablaron, el mismo spíritu que los des- pertava y levantava á ver lo que los otros hom- bres no vían, les ordenava y componía y como metrificava en la boca las palabras, con número

20 y consonancia devida, para que hablassen por más subida manera que las otras gentes hablavan, y

1 Estas ideas acerca de la poesía no impidieron que el mismo Fr. Luis sintiese profundamente la poesía no re- ligiosa, contribuyendo á ella con algunas de sus mejores poesías originales. Escritos los Nombres de Cristo en mo- mentos en que sufría el peso y la amargura de la perse- cución, se trasluce en muchos pasajes de esta obra la intención de justificarse de los diversos ataques que se le dirigieron, entre otros el de cultivar la poesía no religiosa, como veremos más adelante en el nombre de Padre.

13 La i.a ed. casi.

1 8 vían Veían'; passim.

MONTE 1 77

para que el estilo del dezir se assemejasse al sentir, y las palabras y las cosas fuessen confor- mes. Assí, que corrompen esta sanctidad, y co- rrompen también, lo que es mayor mal, las sanctas costumbres ; porque los vicios y las torpezas, 5 dissimuladas y enmeladas con el sonido dulce y artificioso del verso, recíbense en los oydos con mejor gana, y dellos passan al ánimo, que de suyo no es bueno, y lánganse en él poderosíssimamen- te; y hechas señoras del, y desterrando de allí *o todo buen sentido y respecto, corrómpenlo, y mu- chas vezes sin que el mismo que es corrompido lo sienta. Y es, iva á dezir donayre, y no es do- nayre, sino vituperable inconsideración, que las madres celosas del bien de sus hijas les vedan is las pláticas de algunas otras mugeres, y no les vedan los versos y los cantarcillos de argumentos livianos, los cuales hablan con ellas á todas ho- ras; y sin recatarse dellos, antes aprendiéndolos y cantándolos, las atraen á y las persuaden se- 20 cretamente, y derramándoles su pongoña poco á poco por los pechos, las inficionan y pierden. Porque assí como en la ciudad, perdido el alcázar della y puesto en las manos de los enemigos, toda ella es perdida; assí, ganado una vez, quiero de- *5 zir, perdido el coragón, y af ficionado á los vicios y embeleñado con ellos, no ay cerradura tan fuerte

7 Las ed. /." y i* de aquesta arte. ao La /.• ed. los traen á si y les.

IJÜ DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ni centinela tan veladora y despierta que baste á la guarda. Pero esto es de otro lugar, aunque la necessidad ó el estrago que el uso malo, introdu- zido más agora que nunca, haze en las gentes, 5 haze también que se pueda tratar dello á propó- sito en cualquiera lugar. Mas dexándolo agora, espantóme, Juliano, que me preguntéys quién es el común amigo que dixe, pues no podéys olvi- daros que, aunque cada uno de nosotros dos te-

10 nemos amistad con muchos amigos, uno solo te- nemos que la tiene comigo y con vos cuasi en igual grado ; porque á me ama como á sí, y á vos en la misma manera como yo os amo, que es muy poco menos que á mí.

i5 Razón tenéys respondió Juliano en con- denar mi descuydo, y ya entiendo muy bien por quién dezís. Y pues tendréys en la memoria al- gunos otros psalmos de los que ha puesto en verso aqueste amigo nuestro, mucho gustaría yo, y Sa-

20 bino gustará dello, si no me engaño, también, que en los lugares que se os offrecieren de aquí adelante uséys dellos y nos los digáys.

Sabino respondió Marcello no yo si gustará de oyr lo que sabe; porque, como más

25 mogo y más afficionado á los versos, tiene cuasi en

i centinela es femenino en Covarrubias: "las centinelas, centinela perdida" ; en el Quijote, I, cap. 41 : "nuestras centinelas", etc.

14 De este pasaje resulta evidente que Marcelo no es otro que el mismo Fr. Luis de León.

MONTE 179

la lengua estos psalmos que pedís ; pero haré vues- tro gusto, y aun Sabino podrá servir de acor- dármelos si yo me olvidare, como será possible olvidarme. Assí que él me los acordará, ó si más le pluguiere, dirálos él mismo ; y aun es justo 5 que le plega, porque los sabrá dezir con mejor gracia.

Desto postrero se rieron un poco Juliano y Sabino. Y diziendo Sabino que lo haría assí y que gustaría de hazerlo, Marcello tornó á seguir su 10 razón y dixo :

Dezíamos, pues, que este sagrado monte, conforme á lo del psalmo, era fértil señalada- mente, y provamos su grossura por la muchedum- bre y por la grandeza de las miesses que del han i5 nascido, y referimos que David, hablando dellas, dezía que de un puño de trigo esparzido sobre la cumbre del monte serían el fruto y cañas que nascerían del tan altas y gruessas que igualarían á los cedros altos del Líbano ; de manera que 20 cada caña y espiga sería como un cedro, y todas ellas vestirían la cumbre de su monte, y menea- das del ayre, ondearían sobre él como ondean las

6 plega, presente de subjuntivo de placer. Comp. Laza- rillo, cap. 2.0, etc.

16 Ps., 71, 16.

16 La 1.a- ed. referíamos.

18-19 La i.a ed. de los montes el fruto y las cañas que nacerían del serían tales en alteza y grossura, que. La 2* ed. igual que la J.a, pero falta del.

1 8o DE LOS NOMBRES DE CRISTO

copas de los cedros y de los otros árboles sobe- ranos de que el Líbano se corona. En lo cual David dize tres cualidades muy señaladas: por- que, lo uno, dize que son miesses de trigo, cosa

5 útil y nccessaria para la vida, y no árboles, más vistosos en ramas y hoja que provechosos en fructo, como fueron los antiguos filósofos y los que por su sola industria quisieron alcangar la virtud: y lo otro, af firma que estas miesses, no

10 sólo por ser trigo son mejores, sino en alteza también son mayores mucho que la arboleda del Líbano; que es cosa que se vee por los ojos, si cotejamos la grandeza de nombre que dexaron después de los sabios y grandes del mundo con

i5 la honra merescida que se da en la Iglesia á los sanctos, y se les dará siempre, floresciendo cada día más en cuanto el mundo durare : y lo ter- cero, dize que tiene origen aqueste fructo de muy pequeños principios, de un puñado de trigo sem-

ao brado sobre la cumbre de un monte, adonde de ordinario cresce el trigo mal; porque, ó no ay tierra, sino peña, en la cumbre, ó si la ay, es tierra muy flaca y el lugar muy frío por razón de su alteza. Pues ésta es una de las mayores mara-

»í> villas que vemos en la virtud que nasce y se aprende en la escuela de Cristo: que de princi- pios, al parecer, pequeños y que cuasi no se echan

3 Las ed. /.' y 2+ David da a aqueste fructo tres. 27 La 1.* ed. casi.

MONTE I 8 I

de ver, no sabréys cómo ni de qué manera nasce y cresce y sube en brevíssimo tiempo á incom- parable grandeza.

Bien sabemos todos lo mucho que la antigua filosofía se trabajó por hazer virtuosos los hom- 5 bres sus preceptos, sus disputas, sus rebueltas cuestiones , y vemos cada hora en los libros la hermosura y el dulgor de sus escogidas y artifi- ciosas palabras; mas también sabemos, con todo aqueste apparato suyo, el pequeño fructo que 10 hizo, y cuan menos fué lo que dio de lo que se esperava de sus largas promessas. Mas en Cristo no passó assí ; porque si miramos lo general, del mismo que se llama no muchos granos sino un grano de trigo muerto, y de doze hombres baxos i5 y simples, y de su doctrina, en palabras tosca y en sentencias breve, y al juyzio de los hombres amarga y muy áspera, se hinchió el mundo todo de incomparable virtud, como diremos después en su proprio y más conveniente lugar. Y por seme- ao jante manera, si ponemos los ojos en lo particu- lar que cada día acontesce en muchas personas, ¿quién es el que lo considera que no salga de sí? El que ayer bivía como sin ley, siguiendo empos de sus desseos sin rienda, y que estava ya como aí> encallado en el mal ; el que servía ai dinero y

5 trabajarse 'sufrir trabajos, afligirse, fatigarse' ; pas- sim. Comp. León, Job, 33: "Muchos se trabajan en dorar estas maldiciones de Job y en excusarlas de culpa."

26 encallar, en la significación de 'encallecer'.

1 82 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cogía el deleyte, sobervio con todos, y con sus menores sobervio y cruel; oy, con una palabra que le tocó en el oydo, y passando de allí al co- razón, puso en él su simiente, tan delicada y pe- 5 quena que apenas él mismo la entiende, ya co- mienza á ser otro, y en pocos días, cundiendo por toda el alma la fuerga secreta del pequeño grano, es otro del todo; y cresce assí en nobleza de vir- tud y buenas costumbres, que la hojarasca seca,

io que poco antes estava ordenada al infierno, es ya árbol verde y hermoso, lleno de fructo y de flor; y el león es oveja ya, y el que robava lo ageno derrama ya en los ágenos sus bienes, y el que se rebolcava en la hediondez esparze al de-

i5 rredor de y muy lexos de si por todas partes la pureza del buen olor.

Y, como dixe, si tornando al principio, com- paramos la grandeza de aquesta planta y su her- mosura con el pequeño grano de donde nasció y

20 con el breve tiempo en que ha venido á ser tai, veremos, en estraña pequenez, admirable y no pensada virtud. Y assí, Cristo en unas partes dize que es como el grano de mostaza, que es pequeño y trasciende; y en otras se assemeja á perla

25 oriental, pequeña en cuerpo y grande en valor ;

1 6 La i.a ed. de.

22 Matth., 13, 31 ; Marc, 4, 30-31 ; Luc, 73, 18-19.

24 Matth., 13, 45-46.

MONTE 1 83

y parte ay donde dize que es levadura, la cual en es poca y parece muy vil, y escondida en una gran massa, cuasi súbitamente cunde por ella toda y la inficiona. Escusado es ir buscando exemplos en esto, adonde la muchedumbre nos 5 puede anegar; mas entre todos es claríssimo el del apóstol sant Pablo, á quien hazemos oy fiesta. ¿Quién era, y quién fué, y cuan en breve y cuan con una palabra se convirtió de tinieblas en luz, y de pongoña en árbol de vida para la Iglesia ? 10

Pero vamos más adelante. Añade David : monte cuajado. La palabra original quiere dezir el que- so, y quiere también dezir lo corcobado, y pro- priamente y de su origen significa todo lo que tiene en algunas partes eminentes é hinchadas 15 sobre las demás que contiene; y de aquí el queso y lo corcobado se llama con aquesta palabra. Pues juntando esta palabra con el nombre de monte, como haze David aquí, y poniéndola en el número de muchos, como está en el primero tex- 20 to, suena, como leyó sant Augustín, monte de quesos, ó como trasladan agora algunos, monte

i Matth., 13, 33; Luc, 13, 21.

6 Act., 7-9.

18 La J.a ed. a esta.

20 número de muchos, ó sea 'número plural', que otras veces es llamado por L. de León número de muchedumbre (Job, 46) ó simplemente en muchedumbre, 'en plural' (Job, 270).

21 La i.a ed. sancto.

21 In Psalm. CXVIII. Serm. XVII, n. 8. é In Psalm. LXVII, vs. 22-23.

184 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

de corcobas, y de la una y de la otra manera viene muy bien. Porque en dezir lo primero se declara y especifica más la fertilidad deste mon- te, el cual, no sólo es de tierra gruessa y apare-

5 jada para producir miesses, sino también es mon- te de quesos ó de cuajados; esto es, significando por el effecto la causa, monte de buenos pastos para el ganado, digo monte bueno para pan lle- var, y para apascentar ganados no menos bueno.

«o Y como dize bien sant Augustín, el pan y la grossura del monte que le produze es el mante- nimiento de los perfectos; la leche que se cuaja en el queso y los pastos que la crían es el proprio manjar de los que comienzan en la virtud; como

i5 dize sant Pablo: Como á niños os di leche, y no manjar macico. Y assí, conforme á esto, se en- tiende que este monte es general sustento de to- dos, assí de los grandes en la virtud con su gros- sura, como de los rezién nascidos en ella con sus

ao pastos y leche.

Mas si dezimos de la otra manera, monte de corcobas ó de hinchazones, dízese una señalada verdad. Y es que como ay unos montes que su- ben seguidos hasta lo alto, y en lo alto hazen una

25 punta sola y redonda, y otros que hazen muchas

10 Enarrat. in Psalm. CXXXI, n. 24. 10 La /.* ed. sancto. 15 I Cor., 3, 1-2.

MONTE I 85

puntas y que están como compuestos de muchos cerros ; assí Cristo no es monte como los prime- res, eminente y excellente en una cosa sola, sino monte hecho de montes, y una grandeza llena de diversas é incomparables grandezas, y como si 5 dixéssemos monte que todo él es montes: para que, como escrive divinamente sant Pablo, tenga principado y eminencia en todas las cosas. Dize más: ¿Qué sospecháys, montes de cerros? Este es el monte que Dios escogió para su morada, y lo ciertamente el Señor mora en él para siempre. Habla con todo lo que se tiene á mismo por alto y que se oppone á Cristo, presumiendo de traer competencias con él, y dízeles : ¿Qué sos- pecháys?; ó como en otro lugar san Jerónimo i5 puso: ¿Qué pleyíeáys ó qué peleáys contra este monte? Y es como si más claro dixesse: ¿qué presumpción ó qué pensamiento es el vuestro, ¡ o montes ! cuanto quiera que seays, según vuestra opinión, eminentes, de oponeros con este monte; » pretendiendo, ó vencerle, ó poner en vosotros lo que Dios tiene ordenado de poner en él, que es su morada perpetua? Como si dixesse: muy em- bálele y muy sin fructo os fatigáys. De lo cual entendemos dos cosas: la una, que este monte 23 es embidiado y contradezido de muchos montes ; y la otra, que es escogido de Dios entre todos.

7 Col., r, 18.

15 In Psalm. LXVIII iuxta Hebr.

1 86 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Y de lo primero, que toca á la embidia y con- tradición, es, como si dixéssemos, hado de Cristo el ser siempre embidiado : que no es pequeño con- suelo para los que le siguen, como se lo pronosti-

5 el viejo Simeón luego que lo vio niño en el templo, y hablando con su madre, lo dixo : Ves este niño será cayda y levantamiento para mu- chos en Israel, y como blanco á quien contradirán muchos. Y el psalmo segundo en este mismo pro-

io pósito : ¿Porqué, dize, bramaron las gentes, y los pueblos trataron consejos vanos? Pusiéronse los reyes de la tierra, y los príncipes se hizieron á una contra el Señor y contra su Cristo. Y fué el successo bien conforme al pronóstico, como se

ib paresció en la contradición que hizieron á Cristo las cabegas del pueblo hebreo por todo el dis- curso de su vida, y en la conjuración que hizie- ron entre para traerle á la muerte. Lo cual, si se considera bien, admira mucho sin duda; por-

2c que si Cristo se tratara como pudo tratarse, y conforme á lo que se devía á la alteza de su per- sona; si apeteciera el mando temporal sobre to- dos, ó si en palabras ó si en hechos fuera altivo y desseoso de enseñorearse; si pretendiera, no

25 hazer bienes, sino enriquescerse de bienes, y su-

5

La 1.a ed. le.

6

Las ed. 1* y 2* le

6

Luc, 2, 34.

9

La 1.a ed. mesmo.

10

Ps., 2, 1-2.

MONTE 1 87

jetando á las gentes, vivir con su sudor y traba- jo dellas en vida de descanso abundante ; si le embidiaran y si se le oppusieran muchos movi- dos por sus interesses, ninguna maravilla fuera, antes fuera lo que cada día acontesce. Mas sien- 5 do la misma llaneza, y no anteponiéndose á na- die ni queriendo derrocar á ninguno de su premi- nencia y officio, biviendo sin fausto y humilde, y haziendo bienes jamás vistos generalmente á todos los hombres, sin buscar ni pedir ni aun 10 querer recebir por ello ni honra ni interés ; que le aborresciessen las gentes, y que los grandes desamassen á un pobre, y los potentados y pon- tificados á un humilde bienhechor, es cosa que espanta. 15

¿Pues acabóse esta embidiosa opposición con su muerte, y á sus discípulos del y á su doctrina no contradixeron después ni se oppusieron con- tra ellos los hombres? Lo que fué en la cabega, esso mismo acontesció por los miembros. Y como 20 él mismo lo dixo : No es el discípulo sobre el

13 desamar 'no tener amor, aborrecer'; desamado 'abo- rrecido' ; desamor 'aborrecimiento' ; desamorado 'el que no responde con el amor que debe á quien le ama' (Cova- rntbias). Comp. Dolería, Nueva Bibl. Aut. Esp., pág. 385 : "El amor que no es amor | justo es que se desame | y que desamor se llame | con otra razón mayor. | Porque el que de veras ama | no dexa nunca de amar, | antes quiere des- amar I al que esta virtud desama. | Y con más razón se llama | aborrido desamor | si no le quema su llama, | ó siendo amor, no es amor."

21 Joh., 15, 20.

1 88 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

maestro; si me persiguieron á mí, también os perseguirán á vosotros. Assí puntualmente les acontesció con los emperadores y con los reyes y con los príncipes de la sabiduría del mundo. Y

5 por la manera que nuestra bienaventurada luz, deviendo, según toda buena razón, ser amado, fué perseguido ; assí á los suyos y á su doctrina, con quitar todas las causas y occasiones de em- bidia y de enemistad, les hizo toda la grandeza

ir del mundo enemiga cruel. Porque los que enseña- van, no á engrandescer las haziendas ni á caminar á la honra y á las dignidades, sino á seguir el es- tado humilde y ageno de embidia, y á ceder de su proprio derecho con todos, y á empobrescerse

i5 á para el remedio de la agena pobreza, y á pa- gar el mal con el bien ; y los que bivían assí, como lo enseñavan, hechos unos públicos bienhecho- res: ¿quién pensara jamás que pudieran ser abo- rrescidos y perseguidos de nadie?; ó cuande lo

ao fueran de alguno, ¿quién creyera que lo avían de ser de los reyes, y que el poderío y grandeza avía de tomar armas y mover guerra contra una tan humilde bondad ? Pero era aquesta la suerte que dio á este monte Dios para mayor grandeza

25 suya.

Y aun si queremos bolver los ojos al principio y á la primera origen de aqueste aborrescimiento y embidia, hallaremos que mucho antes que co- mengasse á ser Cristo en la carne, comenqó aques-

MONTE 1 89

te su odio ; y podremos venir en conoscimiento de su causa del en esta manera. Porque el pri- mero que le embidió y aborresció fué Lucifer, como lo affirma, y muy conforme á la doctrina verdadera, el glorioso Bernardo; y comengóle á 5 aborrescer luego que, aviéndoles á él y á al- gunos otros ángeles revelado Dios alguna parte deste su consejo y misterio, conosció que dispo- nía Dios de hazer príncipe universal de todas las cosas á un hombre. Lo cual conosció luego al 10 principio del siglo y antes que cayesse ; y cayó por aventura por aquesta occasión. Porque bol- viendo los ojos á si, y considerando soberbia- mente la perfección altíssima de sus naturales. y mirando juntamente con esto el singular grado i5> de gracias y dones de que le avía dotado Dios más que á otro ángel alguno, contento de y miserablemente desvanescido, apetesció para aquella excellencia : y de apetescerla vino á no subjectarse á la orden y decreto de Dios, y á » salir de su sancta obediencia, y á trocar la gra- cia en sobervia : por donde fué hecho cabera de todo lo arrogante y sobervio, assí como lo es Cristo de todo lo llano y humilde. Y como del que en la escalera baxando pierde algún passo, *5 no para su cayda en un escalón, sino de uno en ot/o llega hasta el postrero cayendo; assí Lucifer

5 In Cántica. Serna. XVII, núm. 5.

igO DE LOS NOMBRES DE CRISTO

de la desobediencia para con Dios cayó en el aborrescimiento de Cristo, concibiendo contra él primero embidia y después sangrienta enemistad, y de la enemistad nasció en él absoluta determi

5 nación de hazerle guerra siempre con todas sus fuergas.

Y assí lo intentó primero en sus padres, ma- tando y condenando en ellos, cuanto fué en sí. toda la successión de los hombres ; y después en

ío su persona misma de Cristo, persiguiéndole por sus ministros y trayéndolo á muerte ; y de alH en los discípulos y seguidores del, de unos en otros hasta que se cierren los siglos, encendiendo contra ellos á sus principales ministros, que es

s5 á todo aquello que se tiene por sabio y por alto en el mundo. En la cual guerra y contienda, pe- leando siempre contra la flaqueza el poder, y con- tra la humildad la sobervia, y la maña y la as- tucia contra la senzillez y bondad, al fin quedan

20 aquéllos vencidos paresciendo que vencen. Y con- tra este enemigo propriamente endereza David las palabras de que vamos hablando. Porque á este ángel y á los demás ángeles que le siguieron, en tantas maneras de naturales y graciosos bie-

25 nes enriscados é hinchados, llama aquí corcoba- dos y enriscados montes, ó por dezirlo mejor

8 ser en uno, lo níismo que ser de su parte (passim), 'serle posible, depender de uno'.

19 En las ed. r.a y 2.a falta y bondad.

MONTE 1 9 I

montes montuosos ; y á éstos les dize assí : ¿ Por- qué ¡ o montes sobervios ! ó embidiáys la gran- deza del hombre en Cristo, que os es revelada, ó le movéys guerra pretendiendo estorvarla, ó sos- pecháys que se devía esta gloria á vosotros, ó 5 que será parte vuestra contradición para quitár- sela ? ; que yo os hago seguros que seí á vano este trabajo vuestro, y que redundará toda aquesta pelea en mayor acrescentamiento suyo ; y que por mucho que os empinéys, él pisará sobre vos- 10 otros, y la divinidad reposará en él dulce y agra- dablemente por todos los siglos sin fin.

Y aviendo Marcello dicho aquesto, callóse ; y luego Sabino, entendiendo que avia acabado, y desplegando de nuevo el papel, y mirando en él, i5 dixo :

Lo que se sigue agora es assaz breve en pa- labras, mas sospecho que en cosas ha de dar bien que dezir ; y dize assí :

i La i.a ed. y aquestos les. 2 En la i.a ed. falta ¡ o montes sobervios ! 4 La i.a ed. ostorvalla.

6 ser parte para algo 'tener poder, bastar para ello' ; passim. Lazarillo, cap. 5.0 ; Guzmán de Alfarache, 191, etc. 9 Las ed. r.a y 2* pelea vuestra. 14 La J.a ed. acabado ya.

PADRE DEL SIGLO FUTURO

El sexto nombre es Padre del siglo futuro. Ansí le llama Esaías en el capítulo nueve disien- do : Y será llamado Padre del siglo futuro.

Aún no me avía despedido del monte res- 5 pondió Marcello entonces , mas pues Sabino ha passado adelante, y para lo que me quedava por dezir avrá por ventura después otro mejor lugar, sigamos lo que Sabino quiere. Y dize bien, que lo que agora ha propuesto es breve en palabras y I0 largo en razón; á lo menos, si no es largo, es hondo y profundo, porque se encierra en ello una gran parte del misterio de nuestra redempción. Lo cual, si como ello es pudiesse caber en mi en- tendimiento, y salir por mi lengua vestido con i5 las palabras y sentencias que se le deven, ello solo hinchiría de luz y de amor celestial nuestras

4 Esai., 9, 6.

5 Las ed. i.& y 2.a- del todo del.

17 Las ed. /.a y 2.a podría hinchir nuestras almas de luz celestial y encenderlas en el amor de Jesucristo.

í3

194 DE L0S NOMBRES DE CRISTO

almas. Pero confiados del favor de Jesucristo, y ayudándome en ello vuestros sanctos desseos, comencemos á dezir lo que él nos diere; y co- mencemos desta manera.

5 Cierta cosa es y averiguada en la Sancta Es- criptura, que los hombres para bivir á Dios tene- mos necessidad de nascer segunda vez, demás de aquella que nascemos cuando salimos del vien- tre de nuestras madres. Y cierto es que todos los

10 fieles nascen este segundo nascimiento, en el cual está el principio y origen de la vida sancta y fiel. Assí lo affirmó Cristo á Nicodemus, que, siendo maestro en la ley, vino una noche á ser su discí- pulo. Adonde, como por fundamento de la doc-

15 trina que le avía de dar, presupuso esto, diziendo : Ciertamente te digo que ningún hombre, si no torna á nascer segunda vez, no podrá ver el reyno de Dios. Pues por la fuerga de los términos corre- lativos, que entre se responden, se sigue muy

20 bien que donde ay nascimiento ay hijo, y donde hijo, ay también padre. De manera que si los fie- les, nasciendo de nuevo, comentamos á ser nue-

1 Las ed. 1.a y 2.a- de su favor y ayudándome.

5 averiguar, no en el sentido corriente de 'inquirir, descubrir', sino en el etimológico de 'comprobar, demos- trar'. Comp. León^ Job, II, 32: "Con que se demuestra más la maldad de éstos, que va pintando Job, y con que hace más averiguado su intento."

7 demás 'además', passim.

12 La i.a ed. á aquel que.

15 La i.a ed. le presupuso.

16 Job., 3, 3.

PADRE DEL SIGLO FUTURO ig5

I ■■■■■■■ I P ■■ .1 ... ■■--■■■,■! ■■ ,■ »

vos hijos, tenemos forcosamente algún nuevo padre cuya virtud nos engendra ; el cual padre es Cristo. Y por esta causa es llamado Padre del siglo futuro ; porque es el principio original des- ta generación bienaventurada y segunda, y de la 5 multitud innumerable de descendientes que nas- cen por ella.

Mas, porque esto se entienda mejor, en cuanto puede ser de nuestra flaqueza entendido, tome- mos de su principio toda esta razón, y digamos lo 10 primero de donde vino á ser necessario que el hom- bre nasciesse segunda vez ; y dicho esto, y pro- cediendo de grado en grado ordenadamente, di- remos todo lo demás que á la claridad de todo este argumento y á su entendimiento conviene, llevan- i5 do siempre, como en estrella de guía, puestos los ojos en la luz de la Escriptura Sagrada, y siguien- do las pisadas de los doctores y sanctos antiguos. Pues conforme á lo que yo agora dezía, como la infinita bondad de Dios, movida de su sola virtud, 20 ante todos los siglos se determinasse de levantar á la naturaleza del hombre, y de hazerla par- ticionera de sus mayores bienes y señora de todas sus criaturas; Lucifer, luego que lo conosció, en- cendido de embidia, se dispuso á dañar é infa- 25

10 de 'desde'. Comp. 25, 12.

21 ante 'antes'. Comp. Poema de Fernán González, 305 d; Celestina, ed. Cejador, I, 37, etc. 21 La j.a ed. determinó.

196 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

mar el género humano en cuanto pudiesse, y á estragarle en el alma y en el cuerpo, por tal ma- nera, que hecho inhábil para los bienes del cielo,, no viniesse á effecto lo que en su favor avía or-

5 denado Dios. Por cmbidia del demonio, dize el Spíritu Sancto en la Sabiduría, entró la muerte en el mundo. Y fué assí que luego que vio criada al primer hombre y cercado de la gracia de Dios, y puesto en lugar deleytoso y en estado bienaven-

10 turado y como en un vezino y cercano escalón para subir al eterno y verdadero bien ; echó tam- bién juntamente de ver que le avía Dios vedado la fructa del árbol, y puéstole si la comiesse pena de muerte, en la cual incurriesse, cuanto á la vida

i5 del alma luego, y cuanto á la del cuerpo después ; y sabía por otra parte el demonio que Dios no podía por alguna manera bolverse de lo que una vez pone. Y assí, luego se imaginó que si él podía engañar al hombre y acabar con él que traspassa-

20 sse aquel mandamiento, lo dexava necessariamen- te perdido y condenado á la muerte, ansí del alma

5 Sap., 2, 24.

17 La 1.a- ed. puede.

19 acabar con 'lograr, conseguir de'. Comp. Berceo, Santo Domingo, 771 : "Padre..., acaba nos de Christo al- guna remjssion." Valdés, Dial, de la lengua: "y mirad que cosa es tener el gusto estragado, que si tomaba un libro en la mano de los romanzados de latín... no podía acabar conmigo de leerlos." Quijote, I, cap. 23, etc.

20 La 1.a- ed. le.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 1 97

como del cuerpo, y por la misma razón lo hazía incapaz de el bien para que Dios le ordenava.

Mas porque se le of freció que aunque peccasse aquel hombre primero, en los que después del na- ciessen podría Dios traer á effecto lo que tenía 5 ordenado en favor de los hombres, determinóse de poner en aquel primero, como en la fuente pri- mera, su pongoña, y las semillas de su sobervia y profanidad y ambición, y las rayzes y principios de todos los vicios ; y poner un atizador contino ío dellos, para que, juntamente con la naturaleza, en los que nasciessen de aquel primer hombre se derramasse y estendiesse este mal, y ansí nascie- ssen todos culpados y aborreseibles á Dios, é in- clinados á continuas y nuevas culpas, é inútiles I5 todos para ser lo que Dios avía ordenado que fuessen. Ansí lo pensó, y como lo pensó lo puso por obra. Y succedióle su pretensión; porque induzido y persuadido del demonio, el hombre peccó ; y con esto tuvo por acabado su hecho, 2o esto es, tuvo al hombre por perdido á remate, y tuvo por desbaratado y deshecho el consejo de Dios.

1 La r.a ed. le.

18 succeder 'dar resultado, tener éxito'; generalmente lleva el adverbio indicando la calidad buena ó mala del resultado. Comp. León, Job, 47 : "no le han dejado cosa que buena le sea..., lo que hace no le sucede, lo que dice no le aprovecha." Comp. sucesso, Nombres de Cristo, passim.

I98 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Y á la verdad, quedó estrañamente difficultoso y rebuelto todo este negocio del hombre; porque se contradezían y como hazían guerra entre dos decretos y sentencias divinas, y no parecía

5 que se podía dar corte ni tomar medio alguno que bueno fuesse; porque por una parte avía decre- tado Dios de ensalgar el hombre sobre todas las cosas, y por otra parte avía af firmado que si pec- casse le quitaría la vida del alma y del cuerpo,

10 y avía peccado. Y assí, si cumplía Dios el decreto primero, no cumplía con el segundo ; y al revés, cumpliendo el segundo dicho, el primero se des- hazía y borrava; y juntamente con esto, no podía Dios, assí en lo uno como en lo otro, no cumplir

15 su palabra : porque no es mudable Dios en lo que una vez dize, ni puede nadie poner estorvo á lo que él ordena que sea. Y cumplirlo en ambas co- sas parecía impossible; porque si á alguno se of frece que fuera bueno criar Dios otros hombres

20 no descendientes de aquel primero, y cumplir con éstos la ordenación de su gracia, y la sentencia de su justicia executarla en los otros; Dios lo pu- diera hazer muy bien sin ninguna duda, pero to- davía quedava falta y como menor la verdad de

25 la promessa primera, porque la gracia della no se prometía á cualesquiera, sino á aquellos hombres que criava Dios en Adam, esto es, á los que del

5 Las ed. 1.a y ¿.a alguno entre ellas que.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 1 99

descendiessen. Por lo cual, en esto, que no pa- recía aver medio, el saber no comprehensible de Dios lo halló, y dio salida á lo que por todas par- tes estava con difficultades cerrado. Y el medio y la salida fué, no criar otro nuevo linaje de hom- 5 bres, sino dar orden cómo aquellos mismos ya criados y por orden de descendencia naseidos, nasciessen de nuevo otra vez, para que ellos mis- mos y unos mismos, según el primer nascimiento muriessen, y viviessen según el segundo; y en lo 10 uno executasse Dios la pena ordenada, y la gracia y grandeza prometida cumpliesse Dios en lo otro ; y assí, quedasse en todo verdadero y glorioso.

Mas ¡ qué bien, aunque brevemente, sant León papa dize aquesto que he dicho! Porque se alaba- 15 va, dize, el demonio que el hombre, por su engaño induzido al peccado, avía ya de carecer de los dones del cielo, y que desnudado del don de la im- mortalidad quedava subjecto á dura sentencia de muerte; y porque dezía que cwía hallado consuelo 20 de sus caydas y males con la compañía del nuevo peccador, y que Dios también, pidiéndolo assí la razón de su severidad y justicia para con el hom- bre, al cual crió para honra tan grande, avía mu- dado su antiguo y primer parecer: pues por esto 25

3 La 7.a cd. le.

6 dar orden 'hallar modo ó salida'. Quijote, I, cap. 7 "Dio luego don Quijote orden en buscar dineros." 15 In Nativit. Domini. Serm. 2, cap. 1.

200 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

i , ...

fué necessario que usasse Dios de nueva y se- creta forma de consejo, para que Dios, que es im- mudable y cuya voluntad no puede ser impedida en los largos bienes que hazer determina, cum-

5 pliesse con misterio más secreto el primer decre- to y ordenación de su clemencia; y para que el hombre, por aver sido induzido á culpa por el en- gaño y astucia de la maldad infernal, no pere- ciesse, contra lo que Dios tenía ordenado.

io Esta, pues, es la necessidad que tiene el hom- bre de nascer segunda vez. A lo cual se sigue saber qué es ó qué fuerga tiene y en qué consiste este nuevo y segundo nascimiento. Para lo cual presupongo que cuando nascemos, juntamente

15 con la sustancia de nuestra alma y cuerpo con que nascemos, nasce también en nosotros un spí- ritu y una infección infernal, que se estiende y derrama por todas las partes del hombre y se enseñorea de todas y las daña y destruye. Por-

20 que en el entendimiento es tinieblas, y en la me- moria olvido, y en la voluntad culpa y desorden de las leyes de Dios, y en los appetitos fuego y desenfrenamiento, y en los sentidos engaño, y en las obras peccado y maldad, y en todo el cuer-

25 po desatamiento y flaqueza y penalidad, y, final- mente, muerte y corrupción. Todo lo cual sant Pablo suele comprehender con un solo nombre, y lo llama peccado y cuerpo de peccado; y Sanc-

28 Rom., 6, 6.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 201

tiago dize que la rueda de nuestro nascimiento , esto es, el principio del ó la sustancia con que nascemos, está encendida con fuego del infierno. De manera que en la substancia de nuestra alma y cuerpo nasce, cuando ella nasce, impressa y ape- 5 gada esta mala fuerga, que con muchos nombres apenas puede ser bien declarada ; la cual se apo- dera della assí, que no solamente la inficiona y contamina y haze casi otra, sino también la mue- ve y enciende y lleva por donde quiere, como 10 si fuesse alguna otra substancia ó spíritu assen- tado y enxerido en el nuestro y poderoso so- bre él.

Y si quiere saber alguno la causa por que nas- cemos ansí, para entenderlo hase de advertir, lo i5 primero, que la substancia de la naturaleza del hombre, ella de y de su primer nascimiento es substancia imperfecta, y como si dixéssemos, co- mentada á hazer ; pero tal, que tiene libertad y voluntad para poder acabarse y figurarse del todo 20 en la forma, ó mala ó buena, que más le pluguie- re ; porque de suyo no tiene ninguna, y es capaz para todas, y maravillosamente fácil y como de cera para cada una dellas. Lo segundo, hase tam- bién de advertir que esto que le falta y puede 25

1 Jacob, 3, 6.

12 enxerir 'injertar'. L. de León, traducción de Hora- cio, Beatns Ule: "Ya poda el ramo inútil, ya ingiere | en su vez el extraño."

21 La 3.a- ed. plugiere.

202 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

adquirir el hombre, que es como cumplimiento y fin de la obra, aunque no le da cuando lo tiene el ser y el bivir y el moverse, pero dale el ser bueno ó ser malo, y dale determinadamente su

5 bien y figura propria, y es como el spiritu y la forma de la misma ánima, y la que la lleva y determina á la cualidad de sus obras, y lo que se estiende y trasluze por todas ellas, para que obre como bive y para que sea lo que haze con-

io forme al spiritu que la cualifica y la mueve á hazer.

Pues acontesciónos assí, que Dios cuando for- mó al primer hombre y formó en él á todos los que nascemos del como en su simiente pri-

15 mera, porque le formó con sus manos solas, y de las manos de Dios nunca sale cosa me- nos acabada ó perfecta, sobrepuso luego á la substancia natural del hombre los dones de su gracia, y figurólo particularmente con su sobre-

20 natural imagen y spiritu, y sacólo como si dixé- ssemos de un golpe y de una vez acabado del todo y divinamente acabado. Porque al que, según su facilidad natural, se podía figurar en condiciones y mañas ó como bruto ó como demonio ó como

25 ángel, figuróle él como Dios; y puso en él una imagen suya sobrenatural y muy cercana á su

13 La 7.a ed. primero.

19 La 1.a ed. figuróle.

20 La 7.a ed. sacóle.

' PADRE DEL SIGLO FUTURO 203

semejanga, para que assí él como los que estáva- mos en él, nasciendo después, la tuviéssemos siempre por nuestra, si el primero padre no la perdiesse. Mas perdióla presto, porque traspassó la ley de Dios; y assí, fué despojado luego de & aquesta perfección de Dios que tenía; y des- pojado della, no fué su suerte tal que quedasse desnudo, sino, como dizen del trueco de Glauco y Diomedes, trocando desigualmente las armas, juntamente fué desnudado y vestido : desnudado 10 del spíritu y figura sobrenatural de Dios, y ves- tido de la culpa y de su miseria, y del traje y figura y spíritu del demonio, cuyo induzimiento siguió. Porque assí como perdió lo que tenía de Dios, porque se apartó del ; assí, porque siguió ib y obedesció á la boz del demonio, concibió luego en su spíritu y sus mañas, permitiendo por esta razón Dios justíssimamente que debaxo de aquel manjar visible, por vía y fuerga secreta, pusiesse en él el demonio una imagen suya, esto es, una 20 fuerza malvada muy semejante á él.

La cual fuerga, unas vezes llamamos pongoña, porque se presentó el demonio en figura de sier- pe; otras ardor y fuego, porque nos enciende y abrasa con no creybles ardores ; y otras peccado, 25 porque consiste toda ella en desorden y descon- cierto y siempre inclina á desorden. Y tiene otros

8-9 Homero, Iliada, VI.

204 DE L°S NOMBRES DE CRISTO

mil nombres, y son pocos todos para dezir lo malo que ella es; y el mejor es llamarla un otro demonio, porque tiene y encierra en si las con- diciones todas del demonio: sobervia, arrogancia, 5 embidia, desacato de Dios, affición á bienes sen- sibles, amor de deleytes y de mentira y de enojo y engaño y de todo lo que es vanidad. El cual mal spíritu, assi como succedió al bueno que el hombre tenía antes ; assi, en la forma del daño so que hizo, imitó al bien y al provecho que hazía el primero. Y como aquel perficionava al hom- bre, no sólo en la persona de Adam, sino también en la de todos los que estávamos en él; y assi como era bien general, que ya en virtud y en de- as recho lo teníamos todos, y lo tuviéramos cada uno en real possessión en nasciendo : assi aquesta pongoña emponcoña, no á Adam solamente, sino á todos nosotros, sus successores ; primero á todos en la rayz y semilla de nuestro origen, y después so en particular á cada uno cuando nascemos, nas- ciendo juntamente con nosotros y apegada á nos- otros.

Y esta es la causa por que nascemos, como dixe

al principio, inficionados y peccadores ; porque

:25 ansí como aquel spíritu bueno, siendo hombres,

nos hazía semejantes á Dios; assi aqueste mal y

peccado añadido á nuestra substancia y nascien-

15 La 7.a ed. le... le.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 205

do con ella, la figura y haze que nazca, aunque en forma de hombre, pero acondicionada como demonio y serpentina verdaderamente, y por el mismo caso culpada y enemiga de Dios, y hija de ira y del demonio, y obligada al infierno. Y tiene 5 aún, demás déstas, otras propriedades esta pon- zoña y maldad, las cuales iré refiriendo agora, porque nos servirán mucho para después.

Y lo primero, tiene que entre aquestas dos co- sas que digo, de las cuales la una es la substan- 10 cia del cuerpo y del alma, y la otra esta pongoña y espíritu malo, ay esta dif ferencia cuanto á lo que toca á nuestro propósito : que la substancia del cuerpo y del alma ella de es buena y obra de Dios, y si llegamos la cosa á su principio', la te- i5 nemos de solo Dios. Porque el alma él solo la cría, y del cuerpo, cuando al principio lo hizo de un po- co de barro, él solo fué el hazedor; y ni más ni me- nos, cuando después lo produze de aquel cuerpo primero, y como van los tiempos lo saca á luz en 20 cada uno que nasce, éi también es el principal de la obra. Mas el otro spíritu ponzoñoso y so- bervio en ninguna manera es obra de Dios, ni se engendra en nosotros con su querer y volun- tad, sino es obra toda del demonio y del primer *&

19 La 7.a ed. le.

20 La 7.a ed. le.

21 Las ed. 7.a y 2.a uno de nosotros, él.

22 Las ed. 7.a y 2.a principal hazedor. Mas.

20Ó DE LOS NOMBRES DE CRISTO

hombre : del demonio, inspirando y persuadiendo ; del hombre, voluntaria y culpablemente recibién- dolo en sí. Y assí, esto sólo es lo que la Sancta Escriptura llama en nosotros viejo hombre y vie- 5 jo Adam, porque es propria hechura de Adam; esto es, porque es, no lo que tuvo Adam de Dios, sino lo que él hizo en por su culpa y por virtud del demonio. Y llámase vestidura vieja, porque sobre la naturaleza que Dios puso en Adam, él se

10 revistió después con esta figura, y hizo que nas- ciéssemos revestidos della nosotros. Y llámase imagen del hombre terreno, porque aquel hombre que Dios formó de la tierra se transformó en ella por su voluntad ; y cual él se hizo entonces, tales

i5 nos engendra después, y le parecemos en ella, ó por dezir verdad, en ella somos del todo sus hijos, porque en ella somos hijos solamente de Adam; que en la naturaleza y en los demás bienes na- turales con que nascemos somos hijos de Dios,

2o ó sola ó principalmente, como arriba está dicho. Y sea aquesto lo primero.

Lo segundo, tiene otra propriedad aqueste mal spíritu; que su pongoña y daño del nos toca de dos maneras : una en virtud, otra formal y decla-

25 radamente. Y porque nos toca virtualmente de la primera manera, por esso nos toca formalmente después. En virtud nos tocó cuando nosotros aún no teníamos ser en nosotros, sino en el ser y en la virtud de aquel que fué padre de todos; en

PADRE DEL SIGLO FUTURO 207

effecto y realidad, cuando de aquella preñez ve- nimos á esta luz. En el primero tiempo este mal no se parecía claro sino en Adam solamente, pero entendíase que langava su pongoña con dissimula- ción en todos los que estávamos en él también 5 como dissimulados; mas en el segundo tiempo, descubierta y expressamente, nasce con cada uno. Porque si tomássemos agora la pepita de un me- locotón ó de otro árbol cualquiera, en la cual es- tán originalmente encerrados la rayz del árbol 10 y el tronco y las hojas y flores y fructos del; y si imprimiéssemos en la dicha pepita por virtud de alguna infusión algún color y sabor estraño, en la pepita misma luego se vee y siente aqueste color y sabor; pero en lo que está encerrado en i5 su virtud della aún no se vee, ansí como ni ello mismo aún no es visto; pero entiéndese que está ya lancado en ello aquel color y sabor, y que le está impresso en la misma manera que aquello todo está en la pepita encerrado ; y verse ha 20 abiertamente después en las hojas y flores y fruc- tos que digo, cuando del seno de la pepita ó gra- no donde estavan cubiertos se descubrieren y salieren á luz. Pues assí y por la misma manera passa en aquesto de que vamos hablando. 25

1 venimos. Es dudoso si en este caso es presente ó per- fecto, pues venimos, como he zimos, etc., son formas co- rrientes del perfecto en el siglo XVI.

3 parecerse Verse'. V. 66, 16.

208 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

La tercera propriedad, y que se consigue á lo- que agora dezíamos, es que esta fuerga ó spíritu que dezimos, nasce al principio en nosotros, no* porque nosotros por nuestra propria voluntad y

5 persona la hizimos ó merecimos, sino por lo que hizo y meresció otro, que nos tenia dentro de sí, como el grano tiene la espiga; y assí, su volun- tad fué ávida por nuestra voluntad, y queriendo él, como quiso, inficionarse en la forma que ave-

io mos dicho, fuymos vistos nosotros querer para nosotros lo mismo. Pero, dado que al principia esta maldad ó espíritu de maldad nasce en nos- otros sin merescimiento nuestro proprio ; mas después, queriendo nosotros seguir sus ardores y

i5 dexándonos llevar de su fuerga, cresce y se esta- blesce y confirma más en nosotros por nuestros desmerescimientos. Y assí, nasciendo malos y si- guiendo el spíritu malo con que nascemos, mere* cemos ser peores, y de hecho lo somos.

20 Pues sea lo cuarto y postrero que esta mala pongoña y simiente, que tantas vezes ya digo que nasce con la substancia de nuestra naturaleza y se estiende por ella, cuanto es de su parte la des- truye y trae á perdición, y la lleva por sus passos

25 contados á la summa miseria; y cuanto cresce y

i conseguirse 'seguirse, deducirse', passim.

8 aver 'tener'.

9 En la /.a ed. falta Pues. La 2.a- ed. Y assí. 14 La i.3- ed. quirienda

23 ser de su parte. V. 190, 8.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 209

se fortifica en ella, tanto más la enflaquesce y desmaya, y si devemos usar desta palabra aquí, la annihila. Porque aunque es verdad, como ave- rnos ya dicho, que la naturaleza nuestra es de cera para hacer en ella lo que quisiéramos ; pero, 5 como es hechura de Dios, y por el mismo caso buena hechura, la mala condición y mal inge- nio y mal espíritu que le ponemos, aunque le re- cibe por su facilidad y capacidad, pero recibe daño con él, por ser, como obra de buen maestro, 10 buena ella de suyo é inclinada á lo que es me- jor. Y como la carcoma haze en el madero, que nasciendo en él, lo consume; assí esta maldad ó mal espíritu, aunque se haga á él y se envista del nuestra naturaleza, la consume casi del todo. 15 Porque assentado en ella y como royendo en ella continuamente, pone desorden y desconcierto en todas las partes del hombre; porque pone en alboroto todo nuestro reyno, y lo divide entre sí, y desata las ligaduras con que esta compos- 20 tura nuestra de cuerpo y de alma se ata y se tra- va; y assí, haze que ni el cuerpo esté subjecto al alma, ni el alma á Dios; que es camino cierto y breve para traer assí el cuerpo como el alma á la muerte. Porque como el cuerpo tiene del alma 25

3 annihila 'aniquila'.

13 La J.a ed. le.

14 envestir 'investir'.

21 La 1.a- ed. está atada y travada.

2 10 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

su vida toda, vive más cuanto le está más sub- jecto, y por el contrario, se va apartando de la vida como va saliéndose de su subjección y obe- diencia; y assí, aqueste dañado furor, que tiene 5 por officio sacarle della, en sacándole, que es des- de el primer punto que se junta á él y que nasce con él, le haze passible y subjecto á enferme- dades y males ; y assí como va cresciendo en él, le enflaquece más y debilita, hasta que al fin le

10 desata y aparta del todo del alma, y le torna en polvo, para que quede para siempre hecho polvo, cuanto es de su parte.

Y lo que haze en el cuerpo, esso mismo haze en el alma; que como el cuerpo bive della, assí

j5 ella bive de Dios, del cual este espíritu malo la aparta y va cada día apartándola más, cuanto más va cresciendo; y ya que no puede gastarla toda ni bolverla en nada, porque es de metal que no se corrompe, gástala hasta no dexarle más

20 vida de la que es menester para que se conozca por muerta; que es la muerte que la Escriptura sancta llama segunda muerte, y la muerte mayor

3 como medida que'. V. Cuervo, Dice.

6 punto 'momento, instante', passim. J. Manrique, Co- plas, núm. 2: "Pues si vemos la presente | como en vn punto ses ydo | y acabado..."

7 passible 'que puede ó es capaz de padecer' ; passim, como impassible, passibilidad, impassibilidad. Muy usuales en el siglo xvi, aun en la lengua popular. J. del Encina. Teatro, 18: Ya tenemos Dios y hombre; | ya pasible el im- pasible. I ¿Quién habrá que no se asombre?"

PADRE DEL SIGLO FUTURO 211

ó la que es sola verdadera muerte; como se pu- diera mostrar agora aquí con razones que lo po- nen delante los ojos, pero no se ha de dezir todo en cada lugar. Mas lo proprio deste que trata- mos agora, y lo que dezir nos conviene, es lo que 5 dize Sanctiago, el cual, como en una palabra,, esto todo que he dicho lo comprehende, diziendo : El peccado, cuando llega á su colmo, engendra muerte. Y es digno de considerar que cuando amenazó Dios al hombre con miedos para que no 10 diesse entrada en su coracón á aqueste peccado, la pena que le denunció fué esso mismo que él haze, y el fructo que nasce del, según la fuerga y la efficacia de su cualidad, que es una perfecta y acabada muerte ; como no queriendo él por i5 poner en el hombre las manos ni ordenar contra él extraordinarios castigos, sino dexarle al agote •de su proprio querer, para que fuesse verdugo ■suyo esso mismo que avía escogido.

Mas dexando esto aquí y tornando á lo que al 20 principio propuse, que es dezir aquello en que consiste aqueste postrer nascimiento, digo que consiste, no en que nazca en nosotros otra subs- tancia de cuerpo y de alma, porque esso no fuera nascer otra vez sino nascer otros, con lo cual, 25 como está dicho, no se conseguía el fin preten- dido; sino consiste en que esta nuestra subs-

8 Jacob, 1, 15.

15 La /.a ed. quiriendo.

212 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

tancia nazca sin aquel mal espíritu y fuerga pri- mera, y nazca con otro espíritu y fuerza contra- ria y differente della. La cual fuerga y espíritu en que, según dezimos, consiste el segundo ñas-

5 cer, es llamado hombre nuevo y Adam nuevo- en la Sancta Escriptura, assí como el otro su contrario y primero se llama hombre viejo, como avernos ya dicho. Y assí como aquél se estendía por todo el cuerpo y por toda el alma del hom-

10 bre, assí el bueno también se estiende por todo; y como lo desordenava aquél, lo ordena éste ; y lo sanctifica y trae últimamente á vida gloriosa y sin fin, assí como aquél lo condenava á muerte miserable y eterna. Y es, por contraria manera

i5 del otro, luz en el ánimo, y acuerdo de Dios en la memoria, y justicia en la voluntad, y templanca en los desseos, y en los sentidos guía, y en las manos y en las obras provechoso mérito y f ructo, y finalmente, vida y paz general de todo el hombre

20 é imagen verdadera de Dios y que haze á los hom- bres sus hijos. Del cual espíritu y de los buenos effectos que haze y de toda su efficacia y virtud, los sagrados escriptores, tratando del debaxo de diversos nombres, dizen mucho en muchos lu-

25 gares ; pero baste por todos sant Pablo en lo que, escriviendo á los gálatas, dize desta manera: El fructo del Spíritu Sancto son caridad, gozo, paz,

7-8 Las ed. J.a y 2.a llama, como aviemos ya dicho, hom- bre viejo.

26 Gal., 5, 21-22.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 21 3

largueza de ánimo, bondad, fe, mansedumbre y templanga. Y el mismo en el capítulo tercero á los colossenses : Despojándoos del hombre viejo, vestios el nuevo, el renovado para conos cimiento, según la imagen del que le crió. Aquesto, pues, es 5 nascer los hombres segunda vez, conviene á sa- ber, vestirse de aqueste espíritu y nascer, no con otro ser y substancia, sino cualificarse y acondi- cionarse de otra manera y nascer con otro alien- to differente. Y aunque prometí solamente dezir i*> qué nascimiento era éste, en lo que he dicho he declarado, no sólo lo que es el nascer, sino tam- bién cuál es lo que nasce, y las condiciones del espíritu que en nosotros nasce, assí la primera vez como la segunda. l5

Resta agora que, passando adelante, digamos qué hizo Dios y la forma que tuvo para que nas- ciéssemos de aquesta segunda manera; con lo cual, si lo llegamos al cabo, quedará casi acabado todo lo que á esta declaración pertenesce. 20

Callóse Marcello luego que dixo esto, y comen- cávase á apercebir para tornar á dezir; mas Ju- liano, que desde el principio le avía oydo atten- tíssimo y por algunas vezes con significaciones y meneos avía dado muestras de maravillarse, to- 25 mando la mano, dixo:

3 Col., 3, 9-10.

26 tomar la mano 'tomar parte en la conversación, em- pezar á hablar'. Quijote, ed. R. Marín, IV, 63: "Ella tomó

214 DE L0S NOMBRES DE CRISTO

Estas cosas, Marcello, que agora dezís, no las sacáys de vos, ni menos soys el primero que las traéys á luz; porque todas ellas están como sembradas y esparzidas, assí en los libros divinos 5 como en los doctores sagrados, unas en unos lu- gares y otras en otros; pero soys el primero de los que he visto y oydo yo que, juntando cada una cosa con su igual cuya es, y como pareán- dolas entre y poniéndolas en sus lugares, y

io travándolas todas y dándoles orden, avéys hecho como un cuerpo y como un texido de todas ellas. Y aunque es verdad que cada una destas cosas por sí, cuando en los libros donde están las lee- mos, nos alumbran y enseñan; pero no en

i5 qué manera juntas y ordenadas, como vos agora las avéys ordenado, hinchen el alma juntamente de luz y de admiración, y parece que le abren como una nueva puerta de conoscimiento. No lo que sentirán los demás; de os af firmo que,

20 mirando aqueste bulto de cosas y este concierto tan travado del consejo divino, que vays agora di- ziendo y aun no avéys dicho del todo ; pero aquesto sólo que hasta aquí avéys platicado, mirándolo, me haze ya ver, á lo que me parece, en las letras sa-

25 gradas muchas cosas, no digo que no las sabía,

la mano y... me preguntó si era caballero." L. de León, Job, 140: "el segundo de los amigos...; el cual toma la mano ahora, y vista la respuesta pasada... sale él también á decir su razón."

PADRE DEL SIGLO FUTURO 21 5

i ■»

sino que no las advertía antes ele agora y que passava fácilmente por ellas. Y aun se me figu- ra también (no si me engaño) que este solo misterio assí todo junto bien entendido, él por sólo basta á dar luz en muchos de los errores que 5 hazen en este miserable tiempo guerra á la Igle- sia, y basta á desterrar sus tinieblas dellos. Por- que en esto sólo que avéys dicho, y sin ahondar más en ello, ya se me of frece á y como se me viene á los ojos ver cómo este nuevo espíritu en 10 que el segundo y nuevo nascimiento nuestro con- siste, es cosa metida en nuestra alma, que la transforma y renueva, assí como su contrario de aqueste, que haze el nascimiento primero, bivía también en ella y la inficionaba; y que no es i5 cosa de imaginación ni de respecto exterior, como dizen los que desatinan agora; porque, si fuera assí, no hiziera nascimiento nuevo, pues en reali- dad de verdad no ponía cosa alguna nueva en nuestra substancia, antes la dexava en su primera 20 vejez. Y veo también que este espíritu y criatura nueva es cosa que recibe crescimiento, como todo lo demás que nasce, y veo que cresce por la gracia de Dios y por la industria y buenos méri- tos de nuestras obras que nascen de ella; como 25 al revés su contrario, biviendo nosotros en él y conforme á él, se haze cada día mayor y cobra mayores fuergas, cuanto son nuestros desmeres- cimientos mayores. Y veo también que obrando

2l6 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cresce este spíritu, quiero dezir, que las obras que hazemos movidos del merecen su crescimiento del y son como su oevo y proprio alimento, assí como nuestros nuevos peccados cevan y acres-

5 cientan á esse mismo espíritu malo y dañado que á ellos nos mueve.

Sin duda es assí respondió entonces Mar- cello que aquesta nueva generación y el con- sejo de Dios acerca della, si se ordena todo

io junto y se declara y entiende bien, destruye las principales fuentes del error luterano y haze su falsedad manifiesta. Y entendido bien esto de una vez, quedan claras y entendidas mu- chas escripturas que parecen rebueltas y obscu-

i5 ras. Y si tuviesse yo lo que para esto es necessa- rio de ingenio y de letras, y si me concediesse el Señor el ocio y el favor que yo le supplico, por ventura emprendería servir en este argumento á la Iglesia, declarando este misterio, y applicán-

20 dolo á lo que agora entre nosotros y los herejes se alterca, y con el rayo de aquesta luz sacan- do de cuestión la verdad, que á mi juyzio sería obra muy provechosa; y assí como puedo, no me despido de poner en ella mi estudio á su

25 tiempo.

¿Cuándo no es tiempo para un negocio se- mejante?— respondió Juliano.

Todo es buen tiempo respondió Marcello ; mas no está todo en mi poder, ni soy mío en to-

PADRE DEL SIGLO FUTURO 217

dos los tiempos. Porque ya veys cuántas son mis occupaciones y la flaqueza grande de mi salud.

Como si en medio de aquessas occupaciones y poca salud dixo, ayudando á Juliano, Sabi- no— , no supiéssemos que tenéys tiempo para otras 5 eseripturas que no son menos trabajosas que éssa y son de mucho menos utilidad.

Essas son cosas respondió Marcello que dado que son muchas en número, pero son bre- ves cada una por ; mas ésta es larga escriptura y muy travada y de grandíssima gravedad, y que comengada una vez, no se podía, hasta lle- garla al fin, dexar de la mano. Lo que yo dessea- va era el fin destos pleytos y pretendencias de es- cuelas, con algún mediano y reposado assiento. i5 Y si al Señor le agradare servirse en esto de mí, su piedad lo dará.

Él lo dará respondieron como á una Julia- no y Sabino ; pero esto se deve anteponer á todo lo demás. 20

Que se anteponga dixo Marcello en buen

2 Véase 14, 7. Todo este intermedio autobiográfico de- muestra que Fr. Luis de León, no sólo no quiso ocultar su personalidad, sino que se sirvió del personaje Marcelo para justificarse y defenderse.

8 Se refiere, sin duda, á sus poesías, con las que logró tan sólo ponerse "por blanco á los golpes de mil juicios desvariados y dar materia de hablar á los que no viven de otra cosa". (Véase la dedicatoria de sus Poesías.)

21 La i& ed. buena.

21 8 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

hora, mas esso será después ; agora tornemos á proseguir lo que está comengado.

Y callando con esto los dos, y mostrándose atentos, Marcello tornó á comengar assí :

5 Avernos dicho cómo los hombres nascemos segunda vez, y la razón y necessidad por qué nas- cemos assí, y aquello en que este nascimiento consiste. Quédanos por dezir la forma que tuvo y tiene Dios para hazerle, que es dezir lo que ha

io hecho para que seamos los hombres engendrados segunda vez. Lo cual es breve y largo juntamen- te: breve, porque con dezir solamente que hizo un otro hombre, que es Cristo hombre, para que nos engendrasse segunda vez, assí como el pri-

i5 mero hombre nos engendró la primera, queda dicho todo lo que es ello en ; mas es largo, por- que para que esto mismo se entienda bien y se conozca, es menester declarar lo que puso Dios en Cristo, para que con verdad se diga ser nues-

20 tro padre, y la forma como él nos engendra. Y assí lo uno como lo otro no se puede declarar brevemente.

Mas viniendo á ello, y comengando de lo pri- mero, digo que queriendo Dios y plaziéndole por

25 su bondad infinita dar nuevo nascimiento á los hombres, ya que el primero, por culpa dellos, era nascimiento perdido; porque de su ingenio es

24 La 1.a ed. quiriendo.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 219

traer á su fin todas las cosas con suavidad y dul- zura y por los medios que su razón dellas pide y demanda; queriendo hazer nuevos hijos, hizo convenientemente un nuevo padre de quien ellos nasciessen; y hazerle, fué poner en él todo aque- 5* lio que para ser padre universal es necessario y conviene. Porque lo primero, porque avía de ser padre de hombres, ordenó que fuesse hombre; y porque avía de ser padre de hombres ya nasci- dos, para que tornassen á renascer, ordenó que n fuesse del mismo linaje y metal dellos. Pero por- que en esto se offrecía una grande dif ficultad : que, por una parte, para que renasciesse deste nuevo padre nuestra substancia mejorada, convenía que fuesse él del mismo linaje y substancia; y por r5 otra parte, estava dañada é inficionada toda nues- tra substancia en el primero padre ; y por la misma causa, tomándola del el segundo padre, parecía que la avía de tomar assimismo dañada; y si la tomava assí, no pudiéramos nascer del se- 20 gunda vez puros y limpios y en la manera que Dios pretendía que nasciéssemos : assí, que offres- ciéndose aquesta dif ficultad, el summo saber de Dios, que en las mayores difficultades resplan- dece más, halló forma cómo este segundo padre 25

1 La j.a ed. fin á.

3 La j.a ed. quiriendo.

20 La J.a ed. tornar á nacer segunda vez del.

220 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

y fuesse hombre del linage de Adam y no ñas ciesse con el mal y con el daño con que nascen los que nascemos de Adam. Y assí, le formó de la misma massa y descendencia de Adam; pero

5 no como se forman los demás hombres, con las manos y obra de Adam, que es todo lo que daña y estraga la obra, sino formóle con las suyas mis- mas y por solo y por la virtud de su spíritu, en las entrañas puríssimas de la soberana Virgen,

io descendiente de Adam. Y de su sangre y subs- tancia sanctíssima, dándola ella sin ardor vi- cioso y con amor de caridad encendido, hizo el segundo Adam y padre nuestro universal, de nuestra sustancia y ageno del todo de nuestra

i5 culpa, y como panal virgen hecho con las manos del cielo de materia pura, ó por mejor dezir, de la flor de la pureza misma y de la virginidad. Y esto fué lo primero.

Y demás desto, procediendo Dios en su obra,

20 porque todas las cualidades que se descubren en la flor y en el fructo conviene que estén primero en la semilla, de donde la flor nasce y el fructo ; por esso, en éste, que avía de ser la origen desta nueva y sobrenatural descendencia, assentó y co-

25 lloco abundantíssima, ó infinitamente, por hablar más verdad, todo aquello bueno en que aviamos de renascer todos los que nasciéssemos del: la

i V. 27, 3.

2 La j.a ed. nascisse.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 221

grada, la justicia, el spíritu celestial, la caridad., el saber, con todos los demás dones del Spíritu Sancto; y assentólos como en principio con vir- tud y efficacia para que nasciessen del en otros y se derivassen en sus descendientes, y fuessen s bienes que pudiessen produzir de otro i bienes. Y porque en el principio no solamente están las cualidades de los que nascen del, sino también essos mismos que nascen, antes que nazcan en sí, están en su principio como en virtud; por tan- 10 to, convino también que los que nascemos des- te divino padre estuviéssemos primero puestos en él como en nuestro principio y como en si- miente, por secreta y divina virtud; y Dios lo hizo assí. i5

Porque se ha de entender que Dios, por una manera de unión spiritual é ineffable, juntó con Cristo en cuanto hombre, y como encerró en él, á todos sus miembros ; y los mismos que cada uno en su tiempo vienen á ser en mismos y á re- 20 nascer y vivir en justicia, y los mismos que des- pués de la resurrección de la carne, justos y glo- riosos y por todas partes deyficados, differentes en personas, seremos unos en spíritu, assí en- tre nosotros como con Jesucristo, ó por hablar 2b con más propriedad, seremos todos un Cristo; essos mismos, no en forma real, sino en virtud original, estuvimos en él antes que renasciésse- mos por obra y por artificio de Dios, que le plugo

222 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ayuntarnos assí secreta y spiritualmente con quien avía de ser nuestro principio, para que con ver- dad lo fuesse, y para que procediéssemos del, no nasciendo según la substancia de nuestra humana 5 naturaleza, sino renasciendo según la buena vida della con el spíritu de justicia y de gracia. Lo cual, demás de que lo pide la razón de ser pa- dre, consigúese necessariamente á lo que antes desto diximos. Porque si puso Dios en Cristo

io spíritu y gracia principal, esto es, en summo y eminente grado, para que de allí se engendrasse el nuevo spíritu y la nueva vida de todos, por el mismo caso nos puso á todos en él, según aquesta razón; como en el fuego, que tiene en summo

35 grado el calor, y es por esso la fuente de todo lo que es en alguna manera caliente, está todo lo que lo puede ser, aun antes que lo sea, como en su fuente y principio.

Más, por sacarlo de toda duda, será bien que

20 lo provemos con el dicho y testimonio del Spí- ritu Sancto. Sant Pablo, movido por él en la car- ta que escrive á los efesios, dize lo que ya he alegado antes de agora : que Dios en Cristo re- capituló todas las cosas. Adonde la palabra del

25 texto griego es palabra propria de los contadores,

1 Las ed. 7.a y 2.a assí ; la j.a ed. á sí.

1 La 1.a ed. con el, que.

3 La j.a ed. procedissemos.

23 Eph., 1, 10.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 22 3

y significa lo que hazen cuando muchas y diffe- rentes partidas las reduzen á una, lo cual llama- mos en castellano summar. Adonde en la summa están las partidas todas, no como antes estavan ellas en divididas, sino como en summa y vir- 5 tud. Pues de la misma manera dize sant Pablo que Dios summó todas las cosas en Cristo, ó que Cristo es como una summa de todo ; y por consiguiente está en él puesto todo y ayuntado por Dios spiritual y secretamente, según aquella 10 manera y según aquel ser en que todo puede ser por él reformado, y como si dixéssemos, reengen- drado otra vez; como el effecto está unido á su causa antes que salga della, y como el ramo en su rayz y principio. Pues aquella consecuencia i5 que haze el mismo sant Pablo, diziendo : Si Cristo murió por todos, luego todos murimos; notoria cosa es que estriba y que tiene fuerga en aquesta unión que dezimos. Porque muriendo él, por esso murimos, porque estávamos en él todos en la 20 forma que he dicho. Y aun esto mismo se collige más claro de lo que á los romanos escrive. Sabemos, dize, que nuestro viejo hombre fué crucificado juntamente con él. Si fué crucifi- cado con él, estava sin duda en él ; no por lo 25 que tocava á su persona de Cristo, la cual fué

1 La J.a ed. que estos hazen. 16 II Cor., 5, 14. 23 Rom., 6, 6.

224 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

> _ ,i.,..

siempre libre de todo peccado y vejez, sino porque tenia unidas y juntas consigo mismo nuestras personas por secreta virtud. Y por ra- zón desta misma unión y ayuntamiento se es- 5 crive, en otro lugar, de Cristo, que nuestros pec- cados todos los subió en si y los enclavó en el madero. Y lo que á los efesios escrive sant Pablo : que Dios nos vivificó en Cristo, y nos re- suscitó con él juntamente, y nos hizo sentar jun- io temiente con él en los cielos; aun antes de la re- surrección y glorificación general se dize y es- crive con grande verdad por razón de aquesta unidad. Dize Esaías que puso Dios en Cristo las maldades de todos nosotros, y que su car- i5 denal nos dio salud. Y el mismo Cristo, es- tando padesciendo en la cruz, con alta y lasti- mera boz dize : Dios mío, Dios mío, ¿por qué me desamparaste? ; lexos de mi salud las bozes de mis peceudos, assi como tanto antes de su 20 passión lo avía profetizado y cantado David. Pues ¿cómo será aquesto verdad, si no es ver- dad que Cristo padecía en persona de todos, y por consiguiente que estávamos en él ayuntados todos por secreta fuerca, como están en el pa-

5 I Petr., 2, 24.

8 Eph., 2, 5-6.

13 Esai., 53, 5.

17 Matth., 2.7, 46; Marc, 15, 34.

20 Ps., 21, 2.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 22D

dre los hijos y los miembros en la cabega? ¿No dize el Profeta que trae este rey sobre sus hom- bros su imperio? Mas ¿qué imperio? pregunto El mismo rey lo declara cuando en la parábola de la oveja perdida dize que para reduzirla la 5 puso sobre sus hombros. De manera que su im- perio son los suyos, sobre quien él tiene mando ; los cuales trae sobre sí, porque para reengen- drarlos y salvarlos los ayuntó primero consigo mismo. Sant Augustín sin duda dízelo assí es- I0 criviendo sobre el psalmo veynte y uno alegado, y dize desta manera : Y ¿por qué dize esso, sino porque nosotros estovamos allí también en él?

Más escusados son los argumentos adonde la verdad ella misma se declara á misma. Oyga- i5 mos lo que Cristo dize en el sermón de la cena : En aquel día conoceréys (y hablava del día en que descendió sobre ellos el Spíritu Sancto) ; assí que en aquel día conoceréys que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí. De manera que hizo 20 Dios á Cristo padre deste nuevo linaje de hombres, y para hazerle padre puso en él todo lo que al ser padre se deve: la naturaleza con-

1-10 ¿No... mismo, falta en la J.a ed.

2 Esai., 9, 4.

4 Matth., 18, 12; Luc, 15, 4.

11 La /.a ed. sobre este psalmo alegado.

12 Epist. CXL, n. 18. Enarrat. in Psalm. XXI, n. 3. 17 Joh., 14, 20.

20 De... origen, falta en la i.a ed.

i5

226 DE LOS NOMBRES DE CRISPO

forme á los que del han de nascer, y los bienes todos que han de tener los que en esta manera nascieren; y sobre todo, á ellos mismos, los que ansí nascerán, encerrados en él y unidos con él 5 como en virtud y en origen.

Mas, ya que avernos dicho cómo puso Dios en Cristo todas las partes y virtudes de padre, passe- mos á lo que nos queda por dezir, y avernos pro- metido dezirlo, que es la manera cómo aqueste

io padre nos engendró. Y declarando la forma des- ta generación, quedará más averiguado y sabido el misterio secreto de la unión sobredicha; y de- clarando cómo nascemos de Cristo quedará claro cómo es verdad que estávamos en él primero.

i5 Pero convendrá para dar principio á aquesta de- claración que bolvamos un poco atrás con la memoria, y que pongamos en ella y delante de los ojos del entendimiento lo que arriba diximos del espíritu malo con que nascemos la primera vez,

2o y de cómo se nos comunicava primero en virtud cuando nosotros también teníamos el ser en vir- tud y estávamos como encerrados en nuestro principio, y después en expressa realidad, cuando saliendo del y viniendo á esta luz, comengamos

25 á ser en nosotros mismos. Porque se ha de en- tender que este segundo padre, como vino á des- hazer los males que hizo el primero, por las pi- sadas que fué dañando el otro, por essas mis-

28 La /.a ed. dañado.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 227

mas procede él haziéndonos bien. Pues digo ansí, que Cristo nos reengendró y cualificó primero en mismo como en virtud y según la manera como en él estávamos juntos, y después nos en- gendra y renueva á cada uno por y según el 5 effecto real.

Y digamos de lo primero. Adám puso en nuestra naturaleza y en nosotros, según que en él estávamos, el espíritu del peccado y la desorden, desordenándose él á mismo y abriendo la puer- 10 ta del coragón á la pongoña de la serpiente y apo- sentándola en y en nosotros; y ya desde aquel tiempo, cuanto fué de su parte del, comengamos

á ser, en la forma que entonces éramos, inficio- nados y malos. Cristo, nuestro bienaventurado i5 padre, dio principio á nuestra vida y justicia, haziendo en primero lo que en nosotros avía de nascer y parecer después; y como quien pone en el grano la calidad con que dessea que la es- piga nazca, assí, teniéndonos á todos juntos en ?o sí, en la forma que avernos ya dicho, con lo que hizo en sí, cuanto fué de su parte, nos comengó á hazer y á calificar en origen tales cuales nos avía de engendrar después en realidad y en effecto. 25

Y porque este nascimiento y origen nuestra no era primer origen, sino nascimiento después

27 La J.a ed. prim-era.

228 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

de otro nascimiento, y de nascimiento perdido y dañado; fué necessario hazer, no sólo lo que convenía para darnos buen espíritu y buena vida, sino padecer también lo que era menester para

5 quitarnos el mal espíritu con que aviamos veni- do á la vida primera. Y como dizen del maestro que toma para discípulo al que está ya mal en- señado, que tiene dos trabajos, uno en des- arraygar lo malo y otro en plantar lo bueno ;

10 assí Cristo, nuestro bien y señor, hizo dos cosas en sí, para que hechas en sí, se hiziessen en nos- otros los que estamos en él, una para destruyr nuestro espíritu malo y otra para criar nuestro espíritu bueno. Para matar el peccado y para

i5 destruyr el mal y la desorden de nuestra origen primera, murió él en persona de todos nosotros, y cuanto es de su parte, en él recebimos todos muerte, ansí como estávamos todos en él, y que- damos muertos en nuestro padre y cabega, y

20 muertos para nunca vivir más en aquella ma- nera de ser y de vida. Porque según aquella ma- nera de vida passible y que tenía imagen y re- presentación de peccado, nunca tornó Cristo, nuestro padre y cabega, á vivir; como el Após-

25 tol lo dize : Si murió por el peccado, ya murió de una vez; si bive, bive ya á Dios. Y de aquesta primera muerte del peccado y del viejo hombre,

2$ Rom., 6, io.

26 En las ed. i.a y 2.& falta Y.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 229

que se celebró en la muerte de Cristo como ge- neral y como original para los demás, nasce la fuerca de aquello que dize y arguye sant Pablo, cuando escriviendo á los romanos les amonesta que no pequen y les estraña mucho el peccar, 5 porque dize: Pues ¿qué diremos f ¿Convendrá perseverar en el peccar paro que se acresciente la gracia? En ninguna manera. Porque, los que mo- rimos al peccado, ¿cómo se compadesce que viva- mos en él todavía? Y después de algunas pala- 10 bras, declarándose más : Porque avéys de saber esto, que nuestro hombre viejo fué juntamente crucificado para que sea destruydo el cuerpo del peccado y para que no sirvamos más al peccado. Que es como dezirles que cuando Cristo murió i5 á la vida passible y que tiene figura de peccadora, murieron ellos en él para todo lo que es essa manera de vida; por lo cual, que pues murieron allí á ella por aver muerto Cristo, y Cristo no tornó después á semejante vivir, si ellos están en 20 él y si lo que passó en él esso mismo se hizo en ellos, no se compadece en ninguna manera que ellos quieran tornar á ser lo que, según que es- tuvieron en Cristo, dexaron de ser para siempre. Y á esto mismo pertenece y mira lo que dize 25

6 Rom., 6, 1-2. 11 Rom., 6, 6. 24 La j.a ed. estuieron.

23o DE LOS NOMBRES DE CRISTO

en otro lugar : Assí que, hermanos, vosotros ya estay s muertos á la ley por medio del cuerpo de Cristo. Y poco después : Lo que le* ley no podía hazer, y en lo que se mostrava flaca por razón de 5 la carne, Dios, embiando á su Hijo en seme jangá de carne de peccado, del peccado condenó el pecca- do en la carne. Porque, como avernos ya dicho, y conviene que muchas vezes se diga para que re- pitiéndose se entienda mejor, procedió Cristo á

io esta muerte y sacrificio acceptíssimo que hizo de sí, no como una persona particular, sino como en persona de todo el linaje humano y de toda la vejez del, y señaladamente de todos aquellos á quien de hecho avía de tocar el nascimiento se-

i5 gundo, los cuales por secreta unión del espíritu avía puesto en y como sobre sus hombros ; y assí, lo que hizo entonces en sí, cuanto es de su parte, quedó hecho en todos nosotros.

Y que Cristo aya subido á la cruz como per-

2o sona pública y en la manera que digo, aunque está ya provado, pruévase más con lo que Cristo hizo y nos quiso dar á entender en el sacramento de su cuerpo, que debaxo de las especies de pan y vino consagró, ya vezino á la muerte. Porque

25 tomando el pan y dándolo á sus discípulos, les dixo desta manera : Este es mi cuerpo, el que será entregado por vosotros; dando claramente á en-

i Rom., 7, 4.

26 Matth., 26, 26.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 23 1

tender que su cuerpo verdadero estava debaxo de aquellas especies, y que estava en la forma que se avia de of frecer en la cruz, y que las mis- mas especies de pan y vino declaravan y eran como imagen de la forma en que se avía de offre- 5 cer. Y que assí como el pan es un cuerpo com- puesto de muchos cuerpos, esto es, de muchos granos, que perdiendo su primera forma por la virtud del agua y del fuego hazen un pan; assí nuestro pan de vida, aviendo ayuntado á por i0 secreta fuerga de amor y de espíritu la naturale- za nuestra, y aviendo hecho como un cuerpo de y de todos nosotros, de en realidad de verdad y de los demás en virtud; no como una persona sola, sino como un principio que las contenía to- 15 das, se ponía en la cruz. Y que como iva á la cruz abragado con todos, assí se encerrava en aquellas especies, para que ellas con su razón, aunque ponían velo á los ojos, alumbrassen nues- tro coragón de contino y nos dixessen que con- 20 tenían á Cristo debaxo de ; y que lo contenían, no de cualquiera manera, sino de aquella como se puso en la cruz, llevándonos á nosotros en sí, y hecho con nosotros, por espiritual unión, uno mismo, assí como el pan, cuyas ellas fueron, era 25 un compuesto hecho de muchos granos.

6 La 1.a ed. Porque assí.

26 En la 1.a- ed. falta hecho.

232 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Assí que aquellas unas y mismas palabras di- zen juntamente dos cosas: una, este, que pare- ce pan, es mi cuerpo, el que será entregado por vosotros ; otra, como el pan, que al parecer está

5 aquí, assí es mi cuerpo, que está aquí y que por vosotros será á la muerte entregado. Y esto mis- mo como en figura declaró el sancto mogo Isaac, que caminava al sacrificio, no vazío, sino puesta sobre sus hombros la leña que avía de arder en

io él; porque cosa sabida es que en el lenguaje se- creto de la Escriptura el leño seco es imagen del peccador. Y ni más ni menos en los cabrones que el Levítico sacrifica por el peccado, que fueron figura clara del sacrificio de Cristo, todo el pue-

15 blo pone primero sobre las cabecas dellos las manos ; porque se entienda que en este otro sa- crificio nos llevava á todos en nuestro padre y cabeca. Mas ¿qué digo de los cabrones? Por- que si buscamos imagines de aquesta verdad,

so ninguna es más biva ni más cabal que el summo pontífice de la ley vieja, vestido de pontifical para hazer sacrificio. Porque, como sant Jerónimo

i-6 Assí... entregado, falta en la i.& ed.

7 Gen., 22, 6.

io-ii La i.a ed. lenguaje de la Escriptura secreto.

13 Levit., 8, 14.

17-18 La i.3- ed. nuestro padre y cabega nos llevava á todos en sí.

20 Véase esta idea más desenvuelta en el Sermón de L. de León, publ. en el t. IV de sus Obras, pág. 245.

22 Ep. ad Fabiol. de vest. sacerd.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 233

dize, ó por dezir verdad, como el Spíritu Sancto lo declara en el libro de la Sabiduría, aquel pon- tifical, assí en la forma del como en las partes de que se componía, y en todas sus colores y cualidades, era como una representación de la 5 universidad de las cosas ; y el summo sacerdote vestido del era un mundo universo ; y como iva á tratar con Dios por todos, assí los llevava to- dos sobre sus hombros. Pues de la misma mane- ra Cristo, summo y verdadero sacerdote, para ¡o cuya imagen servía todo el summo sacerdocio passado, cuando subió al altar de la cruz á sacri- ficar por nosotros, fué vestido de nosotros mis mos en la forma que dicho es ; y sacrificándose á sí, y á nosotros en sí, dio fin desta manera á núes- i5 tra vieja maldad.

Avernos dicho lo que hizo Cristo para desarray- gar de nosotros nuestro primero espíritu malo ; digamos agora lo que hizo en para criar en nos- otros el hombre nuevo y el espíritu bueno ; esto 20 es, para después de muertos á la vida mala, tor- narnos á vida buena, y para dar principio á nuestra segunda generación. Por virtud de su di- vinidad, y porque según ley de justicia no tenía obligación á la muerte, por ser su naturaleza hu- 2i>

2 Sap., 18, 24.

4 La i.a ed. en sus colores y cualidades todas. 6 La 1.a ed. y el sacerdote summo.

10 La 1.a ed. sacerdote summo y verdadero. La 2* ed. summo sacerdote y verdadero.

234 DE L0S NOMBRES DE CRISTO

mana de su nascimiento innocente, no pudo Cris- to quedar muerto muriendo, y como dize sant Pedro, no fué possible ser detenido de los dolo- res de la sepultura; y ansí, resuscitó bivo el día

5 tercero ; y resuscitó, no en carne passible y que tuviesse representación de peccado y que estu- viesse subjecta á trabajos, como si tuviera pecca- do, que aquello murió en Cristo para jamás no bivir, sino en cuerpo incorruptible y glorioso y

10 como engendrado por solas las manos de Dio>, Porque, assí como en el primer nascimientu suyo en la carne, cuando nasció de la Virgen, por ser su padre Dios, sin obra de hombre, nasció sin peccado ; mas por nascer de madre passible y

i5 mortal, nasció él semejantemente hábil á pade- cer y morir, assemejándose á las fuentes de su nascimiento, á cada una en su cosa; assí en la resurrección suya, que dezimos agora, la cual la Sagrada Escriptura también llama nascimiento ó

so generación, como en ella no uvo hombre que fuesse padre ni madre, sino Dios solo, que la hizo por y sin ministerio de alguna otra causa se- gunda, salió todo, como de mano de Dios, no sólo puro de todo peccado, sino también de la ima-

25 gen del ; esto es, libre de la passibilidad y de la muerte, y juntamente dotado de claridad y de gloria. Y como aquel cuerpo fué reengendrado

2 Act., 2, 24.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 235

solamente por Dios, salió con las calidades y con los semblantes de Dios, cuanto le son á un cuer. po possibles. Y assí, se precia Dios deste hecho como de hecho solamente suyo; y assi dize en el psalmo : Yo soy el que oy te engendré. 5.

Pues dezimos agora, que de la manera que dio fin á nuestro viejo hombre muriendo, porque mu- rió él por nosotros y en persona de nosotros, que por secreto misterio nos contenia en si mismo como nuestro padre y cabega; por la misma io» razón, tornando él á bivir, renasció con él nuestra vida. Vida llamo aqui la de justicia y de espíritu, la cual comprehende, no solamente el principio de la justicia, cuando el peccador, que era, co- mienza á ser justo, sino el crescimiento della tam- 1^ bien, con todo su processo y perfección, hasta llegar el hombre á la immortalidad del cuerpo y á la entera libertad del peccado. Porque cuando Cristo resuscitó, por el mismo caso que él resus- citó, se principió todo esto en los que estávamos 20 en él como en nuestro principio. Y assí lo uno como lo otro lo dize breve y significantemente sant Pablo, diziendo : Murió por nuestros delictos y resuscitó por nuestra justificación. Como si más estendidamente dixera : tomónos en sí, y murió 2&

S Ps., 2, 5.

9 En la 7.a ed. falta mismo. 16 La 1. a ed. perfición. 23 Rom., 4, 25.

2 36 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

como peccador, para que muriéssemos en él los peccadores ; y resuscitó á vida eternamente justa é immortal y gloriosa, para que resuscitássemos nosotros en él á justicia y á gloria y á immorta-

5 ¡lidad. Mas ¿por ventura no resuscitamos nosotros con Cristo ? El mismo apóstol lo diga : Y nos dio vida, dize hablando de Dios, juntamente con Cristo; y nos resuscitó con él3 y nos assentó so- bre las cumbres del cielo. De manera que lo que

co hizo Cristo en y en nosotros según que está- vamos entonces en él, fué aquesto que he dicho. Pero no por esso se ha de entender que por esto sólo quedamos de hecho y en nosotros mis- mos ya nuevamente nascidos y otra vez engen-

15 drados, muertos al viejo peccado y bivos al es- píritu del cielo y de la justicia ; sino allí comen- gamos á nascer, para nascer de hecho después. Y fué aquello como el fundamento de aqueste otro edificio. Y para hablar con más propriedad, del

-20 fructo noble de justicia y de immortalidad que se descubre en nosotros y se levanta y cresce y traspassa los cielos, aquellas fueron las simientes y las rayzes primeras. Porque assí como, no em- bargante que cuando peccó Adam todos pecca-

■2b mos en él y concebimos espíritu de pongoña y de muerte, para que de hecho nos inficione el pecca- do y para que este mal espíritu se nos infunda

6 La J.a ed. niiesmo. ó Eph., 2, 5-6.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 237

i *

es menester que también nosotros nazcamos de Adam por orden natural de generación; assí, por la misma manera, para que de hecho en nos- otros muera el espíritu de la culpa y biva el de la gracia y el de la justicia, no basta aquel funda- 5 mentó y aquella semilla y origen ; ni con lo que fué hecho en nosotros en la persona de Cristo, con esso, sin más hazer ni entender en las nues- tras, somos ya en ellas justos y salvos, como dizen los que desatinan agora; sino es menester que 10 de hecho nazcamos de Cristo, para que por este nascimiento actual se derive á nuestras personas y se assiente en ellas aquello mismo que ya se prin- cipió en nuestra origen. Y aunque usemos de una misma seme jangá más vezes, como á la espiga, ib aunque está cual ha de ser en el grano, para que tenga en aquello que es y sus cualidades todas y sus figuras, le conviene que con la virtud del agua y del sol salga del grano naciendo; assí mis- mo también no comentaremos á ser en nosotros 20 cuales en Cristo somos, hasta que de hecho naz- camos de Cristo.

Mas preguntará por caso alguno: ¿en qué ma- nera nasceremos, ó cuál será la forma de aquesta generación? ¿Avernos de tornar al vientre de 25 nuestras madres de nuevo, como, maravillado de

Í2-13 Las ed. 7.a y 2.a- se derive y assiente en nuestras personas aquello.

238 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

aquesta nueva doctrina, preguntó Nicodemus, ó bueltos en tierra ó consumidos en fuego, renas- ceremos, como el ave fénix, de nuestras ceni- zas? Si este nascimiento nuevo fuera nascer en 5 carne y en sangre, bien fuera necessaria alguna destas maneras ; mas, como es nascer en espíritu, házese con espíritu y con secreta virtud. Lo que nasce de la carne, dize Cristo en este mismo pro- pósito, carne es; y lo que nasce del espíritu, es- to píritu es. Y assí, lo que es espíritu ha de nascer por orden y fuerga de espíritu. El cual celebra esta generación en esta manera.

Cristo, por la virtud de su spíritu, pone en effecto actual en nosotros aquello mismo que «5 comentamos á ser en él y que él hizo en para nosotros, esto es, pone muerte á nuestra culpa quitándola del alma; y aquel fuego pongoñoso que la sierpe inspiró en nuestra carne, y que nos solicita á la culpa, amortigúale y pónele freno vo agora, para después en el último tiempo amatarle del todo; y pone también simiente de vida, y como si dixéssemos, un grano de su espíritu y gracia, que encerrado en nuestra alma y siendo cultivado como es razón, vaya después cresciendo 25 por sus términos y tomando fuergas y levantán- dose hasta llegar á la medida, como dize sant

i Joh., 3, 5. 7 Joh., 3, 6. 26 Eph., 4, 13.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 239

i

Pablo, de varón perfecto. Y poner Cristo en nos- otros esto, es nosotros nascer de Cristo en rea- lidad y verdad. Mas está en la mano la pregunta y la duda. ¿Pone por aventura Cristo en todos los hombres aquesto? ó ¿pónelo en todas las sa- 5 zones y tiempos? ó ¿en quién y cuándo lo pone? Sin duda no lo pone en todos ni en cualquiera forma y manera, sino sólo en los que nascen del ; y nascen del los que se baptizan, y en aquel sa- cramento se celebra y pone en obra aquesta ge- iq fieración. Por manera que tocando al cuerpo el agua visible, y obrando en lo secreto la virtud de Cristo invisible, nasce el nuevo Adam, quedan- do muerto y sepultado el antiguo. En lo cual, como en todas las cosas, guardó Dios el camino i5 seguido y llano de su providencia.

Porque, assí como para que el fuego ponga en un madero su fuego, esto es, para que el madero nazca fuego encendido, se avezina primero al fuego el madero, y con la vezindad se le haze 20 semejante en las cualidades que recibe en de sequedad y calor, y cresce en esta semejanza has- ta llegarla á su punto, y luego el fuego se lan^a en él y le da su forma ; assí, para que Cristo pon- ga é infunda en nosotros, de los tesoros de bie- 25 nes y vida que atesoró muriendo y resuscitando, la parte que nos conviene, y para que nazcamos Cristos, esto es, como sus hijos, ordenó que se hiziesse en nosotros una representación de su

240 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

muerte y de su nueva vida, y que desta manera, he- chos semejantes á él, él, como en sus semejantes, influyesse de lo que responde á su muerte y lo que responde á su vida. A su muerte responde el

5 borrar y el morir de la culpa ; y á su resurrección, la vida de gracia. Porque el entrar en el agua y el sumirnos en ella es como, ahogándonos allí, quedar sepultados, como murió Cristo y fué en la sepultura puesto; como lo dize sant Pablo: En

10 el baptismo soys sepultados y muertos juntamen- te con él. Y por consiguiente, y por la misma ma- nera, el salir después del agua es como salir del sepulcro biviendo. Pues á esta representación responde la verdad juntamente; y assemejándo-

i5 nos á Cristo en esta manera, como en materia y subjecto dispuesto, se nos infunde luego el buen espíritu, y nasce Cristo en nosotros ; y la culpa, que como en origen y en general destruyó con su muerte, destruyela entonces en particular en cada

20 uno de los que mueren en aquella agua sagrada. Y la vida de todos, que resuscitó en general con su vida, pónela también en cada uno y en par- ticular, cuando, saliendo del agua, parece que re- suscitan. Y assí, en aquel hecho juntamente ay

25 representación y verdad: lo que parece por de- fuera es representación de muerte y de vida ; mas

9 Rom., 6, 4.

23-24 La i.a ed. cuando parecen resucitar saliendo del agua.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 24 1

lo que passa en secreto es verdadera vida de gra- cia y verdadera muerte de culpa.

Y si os plaze saber, pudiendo esta representa- ción de muerte ser hecha por otras muchas ma- neras, por qué entre todas escogió Dios esta del 5 agua, conténtame mucho lo que dize el glorioso mártir Cipriano. Y es, que la culpa que muere en esta imagen de muerte es culpa que tiene ingenio y condición de pongoña, como la que nasció de mordedura y de aliento de sierpe; y cosa sabida es 10 que la pongoña de las sierpes se pierde en el agua, y que las culebras, si entran en ella, dexan su pongoña primero. Assí, que morimos en agua para que muera en ella la pongoña de nuestra culpa, porque en el agua muere la pongoña na- i5 turalmente. Y esto es cuanto á la muerte que allí se celebra; pero cuanto á la vida, es de ad- vertir que, aunque la culpa muere del todo, pero la vida que se nos da allí no es del todo perfecta ; quiero dezir, que no bive luego en nosotros el 20 hombre nuevo cabal y perfecto, sino bive, como la razón del segundo nascimiento lo pide, como niño flaco y tierno. Porque no pone luego Cristo en nosotros todo el ser de la nueva vida que resuscitó con él, sino pone, como diximos, un gra- 25 no della y una pequeña semilla de su espíritu y

7 In serm. de Baptism. 12 La j.a ed. se dexan. 18 La 3.a ed. muerte. 26 En la 7.a ed. falta su.

16

242 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

de su gracia; pequeña, pero efficacíssima para que biva y se adelante, y lance del alma las reli- quias del viejo hombre contrario suyo, y vaya pu- jando y estendiéndose hasta apoderarse de nos- 5 otros del todo, haziéndonos perfectamente dicho- sos y buenos.

Mas ¡ cómo es maravillosa la sabiduría de Dios, y cómo es grande la orden que pone en las cosas que haze, travándolas todas entre y tem- ió plándolas por estraña manera! En la filosofía se suele dezir que, como nasce una cosa, por la mis- ma manera cresce y se adelanta. Pues lo mismo guarda Dios en este nuevo hombre y en este gra- no de espíritu y de gracia, que es semilla de nues- ¡5 tra segunda y nueva vida. Porque assí como tuvo principio en nuestra alma cuando por la repre- sentación del baptismo nos hizimos semejantes á Cristo, assí cresce siempre y se adelanta cuando nos assemejamos más á él, aunque en diff érente 20 manera. Porque para recebir el principio desta vida de gracia le fuymos semejantes por repre- sentación, porque por verdad no podíamos ser sus semejantes antes de recebir esta vida; mas para el acrescentamiento della conviene que le 25 remedemos con verdad en las obras y hechos. Y va, assí en esto como en todo lo demás que arriba diximos, este nuevo hombre y espíritu res-

1 En la 7.a ed. falta su.

18-19 La J.a ed. adelanta por assemejamos más.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 243

pondidamente contraponiéndose á aquel espíritu viejo y perverso. Porque assí como aquél se dif- ferenciava de la naturaleza de nuestra substan- cia en que, siendo ella hechura de Dios, él no te- nía nada de Dios, sino era todo hechura del de- 5 monio y del hombre; assí este buen espíritu todo es de Dios y de Cristo. Y assí como allí hizo el primer padre, obedesciendo al demonio, aquello con lo que él y los que estávamos en él quedamos perdidos ; de la misma manera aquí padesció 10 Cristo, nuestro padre segundo, obedesciendo á Dios, con lo que en él y por él los que estamos •en él nos avernos cobrado. Y assí como aquél dio fin al bivir que tenía, y principio al morir que me- resció por su mala obra; assí éste por su di- i5 vina paciencia dio muerte á la muerte y tornó á vida la vida. Y assí como lo que aquél traspassó no lo* quisimos de hecho nosotros, pero por estar en él como en padre, fuymos vistos quererlo ; assí lo que padeció y hizo Cristo para bien de 20 nosotros, se hizo y padesció sin nuestro querer, pero no sin lo que en virtud era nuestro querer, por razón de la unión y virtud que está dicha. Y como aquella pongoña, como arriba diximos, nos tocó é inficionó por dos differentes maneras, una 25 en general y en virtud cuando estávamos en Adam todos generalmente encerrados, y otra en particular y en expressa verdad cuando comenca- mos á bivir en nosotros mismos, siendo engendra-

244 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

dos ; assí esta virtud y gracia de Cristo, como a\ e- mos declarado arriba también, nos cualificó prime- ro en general y en común, según fuymos vistos es- tar en él por ser nuestro padre, y después de he-

5 cho y en cada uno por sí, cuando comienga cada

uno á bivir en Cristo, nasciendo por el baptismo.

Y por la misma manera, assí como al principio.

cuando nascemos, incurrimos en aquel daño y

gran mal, no por nuestro merescimiento proprio,

ic sino por lo que la cabega, que nos contenía, hizo en mismo ; y si salimos del vientre de nuestras madres culpados, no nos forjamos la culpa nos- otros antes que saliéssemos del ; assí cuando pri- meramente nascemos en Cristo, aquel espíritu

1 5 suyo que en nosotros comienqa á bivir no es obra ni premio de nuestros merescimientos. Y confor- me á esto y por la misma forma y manera como aquella poncoña, aunque nasce al principio en nosotros sin nuestro proprio querer, pero después,

20 queriendo nosotros usar della y obrar conforme á ella y seguir sus malos siniestros é inclinacio- nes, la acrescentamos y hazemos peor por nues- tras mismas malas mañas y obras ; y aunque entró en la casa de nuestra alma, sin que por su propria

11-12 La 1.a ed. nuestra madre.

20 La 7.a ed. quiriendo.

21 siniestro, substantivo, es 'el vicio ó mala costumbre que tiene ó el hombre ó la bestia' (Covarrubias). Comp. Job, 133 5 Pícara Justina, 1, 157, etc.

24 En la J.a ed. falta propria.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 245

voluntad ninguno de nosotros le abriesse la puer- ta, después de entrada por nuestra mano y guián- dola nosotros mismos se langa por toda ella y la íiranniza y la convierte en misma en una cierta manera: assí esta vida nuestra y aqueste espíritu 5 que tenemos de Cristo, que se nos da al principio sin nuestro merescimiento, si después de recebido, oyendo su inspiración y no resistiendo á su mo- vimiento, seguimos su fuerga, con esso mismo que obramos siguiéndole lo acrescentamos y ha- 10 zemos mayor, y con lo que nasce de nosotros y del, merecemos que crezca él en nosotros. Y como las obras que nascían del espíritu malo eran ma- las ellas en sí, y acrescentavan y engrossavan y fortalescían esse mismo espíritu de donde ñas- i* cían ; assí lo que hazemos guiados y alentados con esta vida que tenemos de Cristo, ello en es bue- no y delante de los ojos de Dios agradable y her- moso, y merecedor de que por ello suba á mayor grado de bien y de pu jangá el espíritu de do tuvo 20 origen.

Aquel veneno assentado en el hombre, y per- severando y cundiendo por él poco á poco, assí le contamina y le corrompe, que le trae á muerte perpetua; esta salud, si dura en nosotros, hazién- 25 dose de cada día más poderosa y mayor, nos haze sanos del todo. De arte que, siguiendo nosotros

10 La /.a ed. le.

23 assi 'tanto, de tal modo'.

.

246 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

»—-—————«-—

el movimiento del espíritu con que nascemos, el cual, lancado en nuestras almas, las despierta é incita á obrar conforme á quien él es y al origen de donde nasce, que es Cristo; assí que, obrando

5 aquello á que este espíritu y gracia nos mueve; somos en realidad de verdad semejantes á Cris- to, y cuanto más assí obráremos, más semejan- tes. Y assí, haziéndonos nosotros vezinos á él, él se avezina á nosotros, y merecemos que se in-

10 funda más en nosotros y biva más, añadiendo al primer espíritu más espíritu y á un grado otro mayor, acresoentando siempre en nuestras almas la semilla de vida que sembró, y haziéndola mayor y más esforzada, y descubriendo su virtud más en

15 nosotros ; que obrando conforme al movimiento de Dios y caminando con largos y bien guiados pa- ssos por este camino, merecemos ser más hijos de Dios y de hecho lo somos. Y los que, cuando nascimos en el baptismo, fuymos hechos seme-

20 jantes á Cristo en el ser de gracia antes que en el obrar; essos que, por ser ya justos, obramos como justos ; essos mismos, haziéndonos semejantes á él en lo que toca al obrar, crescemos merecida- mente en la semejanza del ser. Y el mismo es-

25 píritu que despierta y atiza á las obras, con el

9 La i.a ed. merecemos del que.

12 La 5.a ed. acrescentado.

15 Las ed. i.a y 2.& nosotros. Los cuales obrando.

21-22 La 1.a ed. essos que por ser ansí, obramos assí.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 247

mérito dellas cresce y se esfuerga y va subiendo y haziéndose señor de nosotros y dándonos más salud y más vida, y no para hasta que en el tiem- po último nos la perfecta y gloriosa aviéndo- nos levantado del polvo. 5

Y como uvo dicho esto Marcello, callóse un poco y luego tornó á dezir:

Dicho he cómo nascemos de Cristo, y la ne- cessidad que tenemos de nascer del, y el prove- cho y misterio deste nascimiento ; y de un abismo 10 de secretos que acerca desta generación y paren- tesco divino en las sagradas letras se encierra, he dicho lo poco que alcanga mi pequenez, aviendo tenido respecto al tiempo y á la occasión, y á la cualidad de las cosas, que son delicadas y obscu- i5 ras. Agora, como saliendo de entre estas cargas y espinas á campo más libre, digo que ya se co- nosce bien cuan justamente Esaías da nombre de padre á Cristo y le dize que es padre del siglo futuro ; entendiendo por este siglo la generación 20 nueva del hombre y los hombres engendrados assí, y los largos y no finibles tiempos en que ha de perseverar aquesta generación. Porque el siglo presente, el cual, en comparación del que llama Esaías venidero, se llama primero siglo, que es 25 el bivir de los que nascemos de Adam, comengó con Adam, y se ha de rematar y cerrar con la vida de sus descendientes postreros, y en par- ticular no durará en ninguno más de lo que él

248 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

durare en esta vida presente; mas el siglo segun~ do, desde Abel, en quien comengó, estendiéndose con el tiempo, y cuando el tiempo tuviere su fin, reforgándose él más, perseverará para siempre.

5 Y llámase siglo futuro, dado que ya es en mu- chos presente y cuando le nombró el profeta lo era también, porque comengó primero el otro siglo mortal. Y llámase siglo también, porque es otro mundo por sí, semejante y diff érente deste

to otro mundo viejo y visible ; porque, de la manera que cuando produxo Dios el hombre primero hizo cielos y tierra y los demás elementos, assí en la creación del hombre segundo y nuevo, para que todo fuesse nuevo como él, hizo en la Iglesia

i5 sus cielos y su tierra y vistió á la tierra con fruc- tos y á los cielos con estrellas y luz. Y lo que hizo en aquesto visible, esso mismo ha obrado en lo nuevo invisible, procediendo en ambos por unas mismas pisadas ; como lo debuxó, cantando divi-

20 ñámente, David en un psalmo, y es dulcíssimo y elegantíssimo psalmo. Adonde por unas mismas palabras, y como con una boz, cuenta, alabando á Dios, la criación y governación de aquestos dos mundos; y diziendo lo que se vee, significa lo

15 La i.a ed. de fruetos.

17-18 Las ed. 7.a y 2.& en esta novedad espiritual, proce- diendo.

20 El psalmo 103, que á continuación explica y después traduce en verso.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 249

que se absconde, como sant Augustín lo descu- bre, lleno de ingenio y de espíritu.

Dize que estendió los cielos Dios como quien desplega tienda de campo, y que cubrió los so- brados dellos con aguas, y que ordenó las nuves, 5 y que en ellas, como en cavallos, discurre bolando sobre las alas del ayre, y que le acompañan los truenos y los relámpagos y el torvellino. Aquí ya vemos cielos y vemos nuves, que son aguas espessadas y assentadas sobre el ayre tendido, 10 que tiene nombre de cielo ; oymos también el true- no á su tiempo y sentimos el viento que buela y que brama, y el resplandor del relámpago nos hiere los ojos. Allí, esto es, en el nuevo mundo y Iglesia, por la misma manera, los cielos son los i5 apóstoles y los sagrados doctores y los demás sanctos, altos en virtud y que influyen virtud, y su doctrina en ellos son las nuves, que derivada en nosotros, se torna en lluvia; en ella anda Dios y discurre bolando, y con ella viene el soplo de 20 su espíritu, y el relámpago de su luz, y el troni- do y el estampido, con que el sentido de la carne se aturde.

Aquí, como dize, prosiguiendo, el psalmista, fundó Dios la tierra sobre cimientos firmes, adon- 25 de permanesce y nunca se mueve; y como pri- mero estuviesse anegada en la mar, mandó Dios

1 Enarrat. in Psalm. CIII.

2,5o DE LOS NOMBRES DE CRISTO

que se apartassen las aguas, las cuales, obedes- ciendo á esta boz, se apartaron á su lugar, adon- de guardan continuamente su puesto ; y luego que ellas huyeron, la tierra descubrió su figura, hu-

5 milde en los valles y soberana en los montes. Allí el cuerpo firme y macigo de la Iglesia, que occu- la redondez de la tierra, recibió assiento por mano de Dios en el fundamento no mudable, que es Cristo, en quien permanecerá con eterna fir-

io meza. En su principio la cubría y como anegava la gentilidad, y aquel mar grande y tempestuoso- de tirannos y de ídolos la tenían cuasi sumida ; mas sacóla Dios á luz con la palabra de su vir tud, y arredró della la amargura y violencia de

i5 aquellas olas, y quebrólas todas en la flaqueza de una arena menuda, con lo cual descubrió su for- ma y su concierto la Iglesia, alta en los obispos y ministros espirituales, y en los fieles legos humil- des, humilde. Y, como dize David, subieron sus

20 montes y parescieron en lo hondo sus valles.

Allí como aquí, conforme á lo que el mismo psalmo prosigue, sacó Dios venas de agua de los cerros de los altos ingenios, que entre dos sie rras, sin declinar al estremo, siguen lo igual de la

25 verdad y lo medio derechamente; en ellas se ba- ñan las aves espirituales, y en los frutales de vir-

12 La i.a ed. casi.

14 arredrar 'hacer retrceder, echar atrás'. Comp. León;, Job, 31 ; Juan Ruiz, 310, 533, etc.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 25 1

tud que florescen dellas y junto á ellas cantan dulcemente assentadas. Y no sólo las aves se ba- ñan aquí, mas también los otros fieles, que tienen más de tierra y menos de spíritu, si no se bañan en ellas, á lo menos beven dellas y quebrantan 5 su sed. Él mismo, como en el mundo, assí en la Iglesia, embía lluvias de espirituales bienes del cielo, y caen primero en los montes, y de allí, juntas en arroyos y descendiendo, bañan los cam- pos. Con ellas cresce para los más rudos, assí ic como para las bestias, su heno; y á los que biven con más razón, de allí les nasce su mantenimien- to. El trigo que fortifica, y el olio que alumbra. y el vino que alegra, y todos los dones del áni- mo, con esta lluvia florecen. Por ella los yermos 15 desiertos se vistieron de religiosas hayas y cedros, y essos mismos cedros con ella se vistieron de verdor y de fructo, y dieron en reposo y dulce y saludable nido á los que bolaron á ellos huyen- do del mundo. Y no sólo proveyó Dios de nido á 2c aquestos huydos, mas para cada un estado de los demás fieles hizo sus proprias guaridas ; y como en la tierra los riscos son para las cabras mon- teses, y los conejos tienen sus viveras entre las peñas, assí acontesce en la Iglesia. 2=

En ella luze la luna y luze el sol de justicia, y nasce y se pone á vezes, agora en los unos y ago-

13 olio "vulgarmente le llamamos azeite" (C ovar rubí as),

2 32 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ra en los otros; y tiene también sus noches de tiempos duros y ásperos, en que la violencia san- grienta de los enemigos fieros halla su sazón para salir y bramar y para executar su fiereza; mas 5 también á las noches succede en ella después el aurora, y amanece después, y encuévase con la luz la malicia, y la razón y la virtud resplan- desce.

¡ Cuan grandes son tus grandezas, Señor ! Y

jo como nos admiras con esta orden corporal y visi- ble, mucho más nos pones en admiración con la espiritual é invisible. No falta allí también otro océano ni es de más cortos bragos ni de más angostos senos que es éste que ciñe por todas

15 partes la tierra, cuyas aguas, aunque son fieles, son, no obstante esso, aguas amargas y carnales y movidas tempestuosamente de sus violentos desseos; cría peces sin número, y la ballena in- fernal se espacia por él; en él y por él van mil

20 navios, mil gentes aliviadas del mundo, y como cerradas en la nave de su secreto y sancto pro- pósito ; mas ¡ dichosos aquellos que llegan salvos al puerto!

Todos, Señor, biven por tu liberalidad y lar-

25 gueza; mas, como en el mundo, assí en la Iglesia abscondes y como encoges, cuando te parece, la mano; y el alma, en faltándole tu amor y tu es-

3 La 1.a ed. su tiempo.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 2 53

píritu, buélvese en tierra. Mas, si nos dexas caer para que nos conozcamos, para que te alabemos y celebremos, después nos renuevas. Assí vas criando y governando y perficionando tu Iglesia hasta llegarla á lo último, cuando, consumida toda 5 la liga del viejo metal, la saques toda junta pura y luziente y verdaderamente nueva del todo. Cuando viniere este tiempo ay amable y bien- aventurado tiempo, y no tiempo ya, sino eterni- dad sin mudanca !) ; assí que, cuando viniere, la k* arrogante sobervia de los montes estremesciéndose vendrá por el suelo, y desaparecerá hecha humo, obrándolo tu magestad, toda la pujanca y deleyte y sabiduría mortal, y sepultarás en los abismos, juntamente con esto, á la tirannía, y el reyno de 15 la tierra nueva será de los tuyos. Ellos cantarán entonces de contino tus alabancas, y á ti el ser alabado por esta manera te será cosa agradable. Ellos bivirán en ti, y bivirás en ellos, dándoles riquíssima y dulcíssima vida. Ellos serán reyes, y 20 rey de reyes. Serás en ellos todas las cosas y reynarás para siempre.

Y dicho esto, Marcello calló. Y Sabino dixo luego :

Este psalrno en que, Marcello, avéys acaba- 35* do, vuestro amigo le puso también en verso, y por

1 en expresaba el término del movimiento en casos á que hoy se aplica á, por ejemplo, subió en los cielos, pasar en Europa (Mariana), pasase en Berbería {Quijote).

254 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

no romperos el hilo, no os lo quise acordar; mas pues me distes este officio, y vos le olvidastes, dezirle he yo, si os parece.

Entonces Marcello y Juliano juntos respondie- 3 ron que les parecía muy bien y que luego le di- xesse. Y Sabino, que era mancebo, assí en el alma como en el cuerpo muy compuesto, y de pronun- ciación agradable, algando un poco los ojos al cielo y lleno el rostro de espíritu, con templada boz dixo desta manera:

Alaba ¡ o alma ! á Dios : Señor, tu alteza,

¿ Qué lengua ay que la cuente ? Vestido estás de gloria y de belleza

Y luz resplandesciente.

i5 Encima de los cielos desplegados

Al agua diste assiento. Las nuves son tu carro, tus alados

Cavallos son el viento. Son fuego abrasador tus mensajeros, --2o Y trueno y torvellino.

Las tierras sobre assientos duraderos

Mantienes de contino. Los mares las cubrían de primero Por cima los collados ; 2^ Mas visto de tu boz el trueno fiero,

Huyeron espantados ; Y luego los subidos montes crecen,

Humíllanse los valles ; Si ya entre hinchados se embravecen, .3° No passarán las calles,

Las calles que les diste y los linderos,

Ni anegarán las tierras. Descubres minas de agua en los oteros,

Y corre entre las sierras.

7 compuesto 'ordenado, bien proporcionado, arreglado, .sereno', passim. Comp. Cuervo, Dice. 23 de primero 'antes'.

10

PADRE DEL SIGLO FUTURO 255

El gamo y las salvajes alimañas

Allí la sed quebrantan ; Las aves nadadoras allí bañas,

Y por las ramas cantan. Con lluvia el monte riegas de tus cumbres,

Y das hartura al llano. Ansí das heno al buey, y mil legumbres

Para el servicio humano. Ansí se espiga el trigo y la vid cresce

Para nuestra alegría ; La verde oliva ansí nos resplandesce,

Y el pan da valentía.

De allí se viste el bosque y la arboleda

Y el cedro soberano,

Adonde anida la ave, adonde enreda ¡5

Su cámara el milano. Los riscos á los coreos dan guarida,

Al conejo la peña. Por ti nos mira el sol, y su luzida

Hermana nos enseña 20

Los tiempos. nos das la noche escura,

En que salen las fieras : El tigre, que ración con hambre dura

Te pide y bozes fieras ; Despiertas el aurora, y de consuno 25

Se van á sus moradas ; Da el hombre á su labor, sin miedo alguno,

Las horas situadas. ¡ Cuan nobles son tus hechos, y cuan llenos

De tu sabiduría ! 30

Pues ¿ quién dirá el gran mar, sus anchos senos,

Y cuantos peces cría ;

Las naves que en él corren, la espantable

Vallena que le agota? Sustento esperan todos saludable gb

De ti, que el bien no agota. Tomamos, si das ; tu larga mano

Nos dexa satisfechos ; Si huyes, desfallece el ser liviano,

Quedamos polvo hechos. 40

Mas tornará tu soplo, y, renovado,

Repararás el mundo. Será sin fin tu gloria, y alabado

De todos sin segundo.

256 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

Tú, que los montes ardes si los tocas

Y al suelo das temblores, Cient vidas que tuviera y cient mil bocas,

Dedico á tus loores. 5 Mi boz te agradará, y á este officio

Será mi gran contento. No se verá en la tierra maleficio

Ni tiranno sangriento. Sepultará el olvido su memoria : 10 Tú, alma, á Dios da gloria.

Como acabó Sabino aquí, dixo Marcello luego :

No parece justo después de un semejante fin añadir más. Y pues Sabino ha rematado tan bien nuestra plática, y avernos ya platicado assaz i5 luengamente, y el sol parece que por oyrnos, le- vantado sobre nuestras cabegas, nos offende ya, sirvamos á nuestra necessidad agora reposando un poco ; y á la tarde, cayda la siesta, de nuestro espacio, sin que la noche aunque sobrevenga lo 20 estorve, diremos lo que nos resta.

Sea assí dixo Juliano.

Y Sabino añadió :

Y yo sería de parecer que se acabasse aques- te sermón en aquel soto y isleta pequeña que el

12-13 La 1.a ed. fin semejante.

18 siesta significaba la hora del medio día, el calor pro- pio de ella, y, en fin, la ocupación habitual en ella, que es dormir. Comp. León, Job, 87: "Y dice... siesta... porque es mayor la luz entonces con el sol en medio del cielo" ; II, 37, traduce siesta la palabra hebrea que significa 'la sazón del medio día'.

19 de espacio 'despacio, con tiempo', podía interponer el posesivo.

23 La i.x ed. Y aun yo.

PADRE DEL SIGLO FUTURO 25y

río haze en medio de sí, y que de aquí se pa- rece. Porque yo miro oy al sol con ojos que, si no es aquél, no nos dexará lugar que de prove- cho sea.

Bien avéys dicho respondieron Marcello y 5 Juliano , y hágase como dezís.

Y con esto, puesto en pie Marcello, y con él los demás, cessó la plática por entonces.

1 se parece 'se ve'. V. 66, 16.

'7

APÉNDICE

DE NUEVE NOMBRES DE CRISTO (Opúsculo del Beato Alonso de Orozco.)

De los nueve nombres que la Sagrada Escritura <da á nuestro Salvador según que es hombre: el pri- mero diremos que es llamarle Pimpollo; el según- 5 do, Faz de Dios; él tercero, Camino; el cuarto, Monte; el quinto, Padre del siglo venidero; el sex- to, Brazo de Dios; el séptimo, Rey de Dios; el octavo, Príncipe de paz; el noveno, Esposo.

Cosa lastimera es pensar en cuánta miseria han 10 dado por su soberbia algunos cristianos que, dejados los libros devotos y sanctos, se han entregado á libros mundanos, que destruyen las buenas costum- bres. Que bien dijo San Pablo: Corrompen las bue- nas costumbres las palabras malas. ¿De dónde na- i5 cen tantos vicios y ofensas de Dios, sino de tratar con tan mala doctrina, mayormente la gente moza, de noche y de día? Teniendo gran compasión de perdición tan grande, quise escribir este libro en romance y tratar de los nombres de nuestro Sal- 20 vador, en el cual, como testifica el Apóstol, están atesoradas todas las riquezas de la sabiduría y cien-

14 I Cor., i5. 21 Col., 2.

2Ó2 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

cia de Dios, con todas las riquezas de su poder,., bondad y perficiones. Estas se entenderán conside- rando los nombres de Cristo, en los cuales, como-' en unas cifras, nos declara el Espíritu Sancto lo que: 5 conviene al entendimiento cristiano entender.

ES EL PRIMER NOMBRE DE NUESTRO SALVADOR LLAMARLE PIMPOLLO

Este nombre le puso Esaías cuando dijo: Ew aquel día el Pimpollo del Señor será en grande al- io teza y el fruto de la tierra ensalzado. Y por Jere- mías dice : Haré que nazca á David Pimpollo de' Justicia, y haré justicia y razón sobre la tierra, Zacarías, consolando al pueblo que salía de Babi- lonia, dice: Yo haré venir á mi siervo el Pimpollo; i5 y en otro capítulo dijo: Veis un varón cuyo nombre es Pimpollo.

Para declaración de estos nombres se ha de no- tar que el nombre es una imagen de lo que se nom- bra, la cual en algo ha de tener similitud de lo que 20 es nombrado : en manera que poner Adán nombre á todas las cosas, fué en alguna manera manifes- tar sus perfecciones y naturaleza; y por aquí en- tenderemos que cuando Dios pone algún nombre nuevo, significa alguna virtud que interiormente- 25 comunica al ánima. Mudar el nombre Abraham y á Jacob, misterio significó, y aun á San Pedro lla- marle Cristo Pedro, denotó una fortaleza particu- lar que secretamente comunicó á su ánima; por tanto, era el primero que respondía en lo que to- 30 caba á la honra del Señor, y fué particularmen- te examinado de amor, y si la noche de la pa~

8 Esai., 4. n Hier.,33. 14 Zach., 3. i5 Zach, 6.

APÉNDICE 263

sión del Señor negó, fué por la ocasión que se le dio y porque en tal alto oficio que había de tener se humillase, no presumiendo de sí, y, finalmente, porque se compadeciese de los flacos cuando gober- nase la Iglesia. 5

Viniendo á nuestro propósito, este nombre que Esaías y Zacarías dieron á nuestro Salvador lla- mándole Pimpollo le viene muy bien, y lo que con ignorancia los Hebreos dicen queriéndolo exponer de Zorobabel, quien leyere á Esdras, verá que ni 10 aquel tiempo hubo felicidad de lo temporal, ni de lo espiritual. Dice, pues, Esaías: En aquel día será el Pimpollo del Señor en grandeza y gloria. ¿ Qué día es éste sino el que había dicho antes? En aquel día quitará el Señor á las hijas de Sión el chapín y i5 el tocado de la cabeza, los collares y ajorcas, los zarcillos, los espejos, y volverá el enrizado en calva pelada y el precioso vestido en cilicio, y sus valientes morirán á cuchillo. Todo esto pasó después de la pa- sión del Señor, cuando los romanos asolaron á Je- rusalem ; entonces Cristo, como Pimpollo, salió á luz, á honra y gloria grande. Ni se puede pensar que esta felicidad y honra salió cuando los Caldeos des- truyeron á Jerusalem, pues allí todo fué miseria y cautiverio. Cosa es de notar, que cayendo Jerusa- 25 lem se levantó la Iglesia, y Cristo, sol de justicia, resplandeció por todo el mundo, y al que habían cru- cificado por oscurecer su nombre, como el sol cuan- do deshace las nubes, dio mayores rayos de luz. De- cir Esaías que haría justicia viene bien, porque este 30 blasón le dio David á Cristo : Dios, dad á vuestro juicio al rey y vuestra justicia al hijo del rey y juz- gará á los pueblos en justicia. De la misma manera

12 Esai., 3. 14 Esai.,3. 24 Hier.,39ybi. 31 Ps.7!.

264 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

declara el texto caldeo el lugar que dijimos de Za- carías.

Su fruto será excelente, dijo Esaías. Ansí lo de- claró el Señor cuando dijo: Yo soy la cepa y vos-

5 otros los sarmientos. Nada puede dar fruto de sal- vación, si no fuese unido por fe y amor con Cristo, de cuya plenitud y gracia todos los fieles recebimos. Ezequiel le llamó Planta nombrada y Esaías unas veces le llama Rama, y otras veces Flor, Tallo y

10 Raíz; que es decirnos lo que el nombre de Pimpollo. Y demás de llamarse Cristo Fruto excelente por los grandes frutos que hizo en las ánimas destruyendo los ídolos y los vicios y el poder de Satanás, llamar- se ha Fruto excelente, porque si Dios crió el mundo

i5 y todo lo que no se ve, fué porque Cristo había de nacer de la Virgen María. Por manera que como la raíz del árbol, ni el tronco, ramas y flor no son para sí, sino para llevar el fruto, ansí Dios nada cría sino porque su Hijo había de unir con-

20 sigo nuestra naturaleza humana; y esto significó San Pablo diciendo: En Cristo se recapitula lo criado y no criado, lo humano y lo divino, lo na- tural y lo gracioso. Declárase bien esto porque el hombre tiene el medio entre lo espiritual, que

25 son los ángeles, y todo lo corporal, y ansí le llamaron los Filósofos menor mundo. Claro está que el que entra en una casa real y ve la riqueza de los edifi- cios, torres y chapiteles, que por allí entiende ser mucho mejor el señor para quien se hizo. Bien ansí

30 contemplando los cielos y la tierra y las criaturas, entendemos la excelencia deste fruto Cristo, para quien todo fué criado. Llamémosle fruto del mundo, pues para Él y por Él fué criado todo el mundo. Él

2 Zach., 3 y 6 4 Joh., 15. 8 Esai., 11 y 53. 21 Col., 3.

APÉNDICE 265

es nuestra cabeza y nosotros sus miembros rústicos y ansí resulta un Cristo. Y aún dijo más el Apóstol para más declarar este fruto admirable: que siendo baptizados, andamos vestidos y arreados de Cristo. ¿Qué mayor bien y dignidad puede ser que ésta? 5 ¿O qué mayor fruto se puede imaginar?

No se debe callar que en el original no dice que es fruto como nacido, sino que de suyo nace en tie- rra no cultivada. Adonde en Cristo nos enseña dos cosas: la una, que no hubo mérito en el mundo para 10 ■que viniese á nos remediar, sino su gran misericor- dia. La otra, que en el vientre purisimo donde fué concebido, solamente obró el Espíritu Santo, como lo dijo San Gabriel á Nuestra Señora. Y esto se ha en mucho de tener, que la entereza de la Virgen i5 -esté tan antiguamente significada. Ni era razón que un misterio tan grande se callase, y aún en otras muchas partes se hizo memoria de cosa tan nueva y extraña, aunque los ciegos no las quieren entender. Al fin, como dijo San Pablo: Cristo es un misterio 20 .ascondido para quien no tiene fe. Esaías dijo: Ro- ciad, cielos, de lo alto y las nubes le lluevan al Justo. Aquí no hay memoria de arado ó de azada, sino de cielo y de nubes y de tierra, á los cuales atribuye todo su nacimiento. Y á la verdad, esto de Esaías y 25 lo que dijo el Ángel á la Señora del mundo todo es uno. Allí dijo San Gabriel: La virtud del Altísimo os dará favor. Y aquí se dice: Dad, cielos, al Justo. Allí : que será llamado Hijo de Dios; y aquí dice el Profeta: Ábrase la tierra y al Salvador; y aun 30 sigúese luego : La justicia nazca juntamente. Yo el Señor la crié: Yo, Yo. Con dobladas palabras se

1 I Cor., 12. 3 Gal., 3. 14 Luc, 1. 20 Rom., 16. 27 Luc, 1. 31 Esai.,4.

266 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

atribuye á Dios esta obra divina; como si dijese. Yo solo y no otro conmigo. Es lo que había dicho: El fruto de la tierra subirá en gran alteza. También David lo había dicho según está en el original: En

5 resplandores de sanctidad del vientre, y de la ma- ñana contigo el rocío de tu nacimiento. Veis aquí cómo claramente se manifiesta este misterio, porque en aquel salmo habla con Cristo, y muy bien com- para el vientre de la Virgen á la mañana, porque

10 entonces cae el rocío del cielo y fecunda la tierra De aquí se concluye que el Verbo divino con su vir- tud formó aquel sanctísimo cuerpo, porque en el otro nacimiento eterno siempre nació Dios perfecto, igual á su Padre. También se puede traer aquí lo que es-

15 cribió Esaías : Subirá creciendo como Pimpollo de- lante de Dios, y como raíz ó arbolito que sube de la tierra seca. No podía decirse más claro la perpetua, virginidad de Nuestra Señora, que llamar á Cristo* arbolito, y á la Madre, tierra seca.

20 EL SEGUNDO NOMBRE DE CRISTO ES QUE SE LLAMA

FACES DE DIOS

Ansí le nombró David : La misericordia y la ver- dad precederán tus Faces. Y está bien dicho, porque con Cristo nació la verdad y la justicia y la miseri-

25 cordia: ansí lo dijo Esaías: La justicia nacerá con él juntamente. Y otra vez David dice : La misericor- dia y la verdad se encontraron, y la justicia y la paz se dieron paz. Todo aquel psalmo va tratando de- Cristo. También convidando á los hombres que re-

30 ciban el Evangelio dijo: Ganemos por la mano á su

4 Ps. 109.— 15 Esai., 33.— 22 Ps. 88.— 25 Esai., 45.-26 Ps. 84- —30 Ps. 94.

APÉNDICE 267

Fas en confesión y loor. Y otra vez : Conviértenos, Señor, y muéstranos tus Faces. Esaías le da este nombre: Decendiste, y adelante tas Faces se derri- tieron los montes. Adonde claramente habla de la venida de Cristo; y nótese que en el psalmo último í' que ahora se alegó tres veces dice: Conviértenos, Señor, y enséñanos tus Faces, al principio, al medio y al fin; para que se entienda que tres veces ha de poner Dios las manos en el hombre. Una criándole, otra reparándole después de estragado, y la tercera resucitándole para no morir jamás, y en señal de esto, en el Génesi se repite en la criación del hombre tres veces esta palabra criar. Demás de esto dire- mos que se pone en el psalmo tres veces enséñanos tus Faces, que es que venga Cristo, porque tres ve- i5 ees se mostró y mostrará al mundo, y señaladamente al pueblo judaico, para le dar luz y salud. Mostró- seles en el monte dándoles la ley, cercado y como vestido de fuego y con otras señales, de manera que le oyeron hablar como quien tenía determinado de 2c hacerse hombre de su linaje, como lo hizo. La se- gunda vez, cuando se hizo hombre; y la tercera, cuando resucitó habiendo vencido la muerte. Los Setenta y San Jerónimo dicen que la seña que Dios dio á Moisén para ser creído que Dios le enviaba 25 fué: Yo seré, seré, seré: seré contigo para librar ese pueblo y seré la guía para la tierra prometida y seré el que hecho hombre libraré al mundo de sus peca- dos. Trató este secreto Dios con sus amigos particu- lares, y ansí dijo: Abraham vio mi día; viole y go- 3c zóse. Y no sólo fueron ignorantes los demonios, mas aun muchos ángeles no tuvieron revelación hasta que fué obrado. Aquella bendición que mandó Dios

i Ps. 79.— 3 Esai., 64. 12 Gen., 2.— 30 Joh.,8. -33 Col., 1.

268 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

al sacerdote que diese al pueblo, decía ansí: Descu- bra Dios sus Faces sobre ti y haya piedad de ti; vuel- va Dios sus Faces á ti y déte paz. ¿ Veis cómo rio se puede negar que Cristo es las Faces que pedía el

-5 sacerdote? Ansí Teodoreto, Crisóstomo y San Ci- rilo lo afirman y David concierta con esto : Dios haya piedad de nosotros y nos bendiga. Descubra su rostro y haya misericordia de nosotros. El Eclesiás- tico, después de haber pedido muchas cosas para el

,¡o pueblo, dijo: Conforme á la bendición de Aarón, ansí has con tu pueblo y guíanos por el camino de justicia. Manifestó esto ser ya cumplido el Apóstol diciendo: Bendito sea el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Y añadiremos que el sacerdote pedía dos

>:5 veces la Faz de Dios, porque una vez había de ve- nir á buscar la oveja perdida y otra para premiar á sus siervos. Es Cristo figura de la sustancia del Padre, y es imagen de su bondad, cuya hermosura conoció bien la esposa cuando dijo : Mi Amado es

20 blanco y colorado, y es escogido entre millares; su cabeza es de oro, sus ojos como de palomas, junto á los arroyos de las aguas, bañadas en leche, y todo él deseos. Por las colores del rostro se declaran las condiciones y cualidades del alma: sinceridad y pie-

25 dad; la cabeza de oro dice todo lo que es Dios, sa- biduría infinita; los cabellos negros, sus ocultos jui- cios; los ojos de paloma, sus misericordias que siem- pre reparte. Báñase en leche, porque con suavidad Dios provee á sus criaturas. Las mejillas, como

30 eras olorosas, en Dios son su justicia y su misericor- dia. Todos los caminos del Señor son misericordia y verdad. Los labrios destillan mirra porque repre-

1 Num., 6.-6 Ps. 66. 10 Eccli., 36. 13 Matth., 18.— 17 Hebr. 1.— 19 Cant., 5.

APÉNDICE 2ÓQ

hende lo malo. Las manos, rollizas y de oro ; sus obras, perfectas. Vio Dios todas las cosas que había hecho y eran en gran manera buenas. Las piernas de már- mol declaran la firmeza de Dios, que en nada es mu- dable: su paladar es dulce, y ansí está escrito: Gus- 5- tad y ved qué suave es el Señor. Y otra vez dijo David: ¡Oh, cuan grande es la muchedumbre de la dulzura que ascondistes para los que os aman! Des- pués del mundo original, que es el Verbo, el mayor mundo y el más vecino al original es Cristo en cuan- ic to hombre.

Representa al Padre porque es manso y humilde, comp Él lo dice por San Mateo, y manda que le imitemos nosotros; y mucho antes Esaías dijo estas mismas condiciones hablando del Mesías: No dará i5 voces, ni será aceptador de personas, y su voz no sonará juera; no quebrará la caña cascada, ni sabrá hacer mal, ni matará el lino que echa un poco de humo; no será áspero ni revoltoso. No sólo tiene estas perfecciones por la abundante gracia que se 2c le dio, sino aun naturalmente, y lo que es más claro argumento de su bondad, es considerar cómo aca- ricia á los pecadores, los espera, llama y recibe. ¡ Qué amor nos tiene quien tanto por nosotros padeció has- ta darnos su vida ! Baste que como Dios es trino en 25 personas y uno en esencia, siendo nosotros muchos nos hizo unos en mismo, haciéndose cabeza nues- tra. En manera que Cristo vive en nosotros y nos- otros en Él ; y conforme á esto hizo oración al Padre para que sean todos una cosa, ansí como Él y su Pa- 30 dre son una cosa. Dícese también Cristo Faz de Dios, porque ansí como por la cara es uno conocido,

2 Gen., 1. 5 Ps. 33. 7 Ps. 30.— 13 Matth., 11.— i5 Esai., 42. 31 Joh., 14.

27O DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ansí Dios por medio de Cristo quiere ser conocido. Palabras son suyas: Filipe, quien á me ve, ve á mi padre. Quien por tal medio no conoce á Dios, no le conoce. Padre, manifesté tu nombre á los hombres. 5 Por tanto, es llamado puerta, porque Él solo nos guía y lleva al conocimiento de Dios y á su amor verda- dero.

EL TERCER NOMBRE DE CRISTO ES LLAMARSE CAMINO

El mismo Señor se puso este nombre y dijo: Yo

,10 soy camino, verdad y vida. Es lo que dijo Esaías: Habrá entonces senda y camino y será llamado ca- mino santo y será para nosotros camino derecho. Y David en un salmo dice : Para que conozcamos en la tierra tu camino; en todas las gentes tu salud. El

-i5 cual es nombre de Jesús. Camino solemos llamar la condición de alguno, que ahora decimos humor. Y decir David que Dios manifestó sus caminos á Moi- sés es declararle su condición, y ansí cuando pasó Dios delante de él, dijo: Yo soy amador entrañable

.20 y muy compasivo y muy sufrido, largo en misericor- dia y verdadero ; y castigo hasta la cuarta generación y uso de piedad en millares. Camino se llama la pro- fesión de vivir que cada uno elige; por tanto, dijo David: Descubre al Señor tu camino y Él obrará. Es

25 decir, que pongamos nuestras pretensiones en las manos de Dios confiadamente, y con esto Él, como Padre, lo guiará todo: siendo los deseos tales, el Señor se encargará de ellos. La obra, que cada uno hace, se llama camino; ansí dijo Salomón: El Se-

30 ñor me poseyó en el principio de sus caminos. Allí

4 Joh., 14. 9 Joh., 14. 11 Esai., 35. 13 Ps. 68. 16 Ps. io2. 19 Ex., 34. 24 Ps. 36. 29 Prov., 8.

APÉNDICE 27I

'habla la Sabiduría, y es decir, la primera cosa que procedió de Dios soy yo. Job dice del elefante que ■es principio de las obras de Dios por ser animal tan aventajado. Moisés llama caminos de Dios á sus jui- cios por ser tan justos; y aun llámase camino la ley 5 de Dios. Corrí por el camino de vuestros manda- mientos cuando ensanchastes mi corazón, Señor. Por todas estas razones Cristo es camino que guía las almas al fin para que fueron criadas. De manera que quien no pusiere los pies, que son los deseos y 10 obras, en Él, van perdidos y descaminados; cosa de advertir es que cuando el pastor bueno halló la oveja perdida, no la llevó al rebaño por sus pies, sino pú- sola sobre sus hombros. ¡ Oh piadosa Madre que ansí remedias nuestra flaqueza ! Como la madre al niño i5 que no puede andar, Cristo nos lleva en sus brazos, y sus pies nos sirven de pies propios: los que cami- nan en Cristo van como por calzada alta, y siempre aprovechando suben de virtud en virtud: los que no llevan este camino siempre van cayendo de pecado en 20 pecado. De notar es que los hijos de Israel, saliendo de Egipto, siempre fueron subiendo según la dispo- sición de la tierra hasta llegar á la tierra santa, y aun el templo de Salomón estaba en alto, que por ninguna parte subían sin gradas. La senda de los 2b justos, dice Salomón, crece como la luz y va ade- lante hasta que sube a perfecto día; van caminando por alto, porque van lejos del suelo, y su conversa- ción es en los cielos, como lo afirma el Apóstol, abo- rrecen al mundo y huyen de él. 30

Tiene más este camino, y es llaneza: el que ca- mina por Cristo con nadie se encuentra, á todos da 2a ventaja, no se opone á sus pretensiones de honra

2 Job, 40.— 4 Deut.,31.— 6 Ps. 118.— 12 Luc, i5.— 27 Prov.,4.

272 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

ni de interés; los que caminan sin Cristo, á cada paso hallan contradicciones y estorbos. Cristo es gra- da del templo celestial y es sendero recto que guía al cielo y calzada enjuta que no tiene peligro el que

5 camina de deslizar : los otros caminos, despeñaderos son, y no caminos; de éstos dijo Salomón: El camino de los malos es como valladar de zarzas, la senda del justo sin cosa que le ofenda. Los que caminan por Cristo ó son principiantes, ó aprovechantes, ó per-

io fectos. Estos son lo escogido de la Iglesia; ansí como su imagen, el templo antiguo, se componía de tres partes, portal, palacio y sagrario. Es, pues, Cristo, tres veces camino: calzada para los imperfectos lla- na y abierta; camino para los que van aprovechando;

¡5 camino para los perfectos. Esaías, llamándole cami- no santo, dijo luego: No pasará por él persona no limpia. En la Iglesia y cuerpo místico hay algunos no limpios; mas los que pasan por él y van hasta el fin de la vida caminando, por fuerza han de ser lim-

20 pios : y es cosa de notar que Él es el camino que an- damos y el que anda con nosotros y el que con su espíritu nos despierta á andar. Dice más Esaías: Ni los ignorantes se perderán en él. ¿ Quién, veamos, se perderá con tal guía? Los sabios, fiados de sí,

25 perderse han, mas no los humildes. Esta es la volun- tad de mi Padre, que no pierda alguno de los que Él me dio, sino que los traiga á vida en el día postrero. No hay cosa más clara para quien usa de razón que el camino de Dios; ansí le llamó David: resplande-

30 cíente y que alumbra los ojos á quien camina por él. Tiene más este camino : que no hay peligro de bes- tias fieras en él ; por tanto añadió : No andará león por él ni bestia fiera. De manera que si Satanás aco-

6 Prov., i5. 25 Joh., 6. 29 Ps. 18. 32 Esai.

APÉNDICE 273

metiese, él quedará vencido, como el león que mató en el camino Sansón. Dijo más el profeta: Los re- dimidos andarán por él. Primero ha de ser redimido y libre de las prisiones por la gracia divina, y des- pués ha de caminar por Cristo; no por las obras que 5 nosotros hicimos, sino por su misericordia, Cristo nos hizo salvos. Esta redención se hizo por nuestro hermano Cristo ; como en la ley el deudo podía sacar la heredad vendida por el tanto, con su sangre y vida nos rescató y nos hizo sus siervos. No sois vuestros, 10 dijo el Apóstol, comprados sois con gran precio, y los redimidos volverán á andar por él. A que declara que los hebreos al fin se han de volver á Cristo, y en esto se enseña la gran misericordia de Dios, que teniéndolos ahora tan abatidos, al fin los ha de con- i? vertir y llamar á sí.

Visto hemos el camino tan llano y tan sin peligro de salteadores, y que los que van por él son sus re- dimidos. Concluye Esaías: Y vendrán á Sión con loores, estará el gozo sobre sus cabezas y huirá de ellos el gemido y dolor. Todas son riquezas que el Señor da á quien camina por él con limpieza; por- que Él nos guía, Él enseña por palabra y por obra, Él alumbra el entendimiento y con su amor inflama la voluntad, y Él finalmente nos lleva en sus hombros. ^5

EL CUARTO NOMBRE ES LLAMARSE MONTE

Llámase Cristo Monte como Daniel lo dijo ha- blando de aquella piedrecita que, no siendo cortada con manos, cayó de un monte y dio á la estatua en los pies y deshízola, y luego la piedrecita creció y se 30 convirtió en un monte muy grande que ocupó toda

2 Judith. io I Cor. 28 Dan., 2.

274 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

la tierra. También Esaías dijo: En los postreros días será establecido el Monte del Señor sobre la cumbre de todos los montes. Y David en salmo dice : El Monte de Dios, Monte enriscado y lleno de gro-

5 sur a.

Días postreros se toman en la Escritura por la venida de Cristo, como parece en la profecía de Ja- cob claramente y en otros lugares. Venido Cristo, comenzó á resplandecer el Evangelio; como cuando

no sale el sol y alumbra el mundo, y como el sol va alumbrando diversas tierras y acaba su curso ha- ciendo un día, ansí hasta que se acabe el mundo, lla- maremos un día hasta que en todo el mundo se pre- dique el Evangelio, y no habrá otro día. La palabra

i5 original significa firmeza, y ansí dijo David: El Se- ñor afirmó su trono sobre los cielos. ¿ Qué trono hay firme sino el de Cristo?; de quien dijo san Gabriel á Nuestra Señora : Su reino no tendrá fin. Este monte se dice de la casa del Señor, porque Él es la

2o casa en la cual mora la plenitud de la divinidad, está sobre la cumbre de los montes, lo cual á sólo Cristo pertenece. Monte significa eminencia, y ésta tiene el Señor sobre todo lo temporal y espiritual, de arte que lo más bajo de Cristo, que es su humildad, es

25 más alto que todos los montes, que son los señores temporales y prelados; ansí dijo San Pablo: Lo que es más bajo en Dios es más fuerte que todos los hombres. Y en otra parte afirma que los del cielo, de la tierra y del infierno hincarán sus rodillas de-

30 lante de Cristo. David dice que el Padre le mandó sentar á su mano derecha. Toda la alteza del mundo es como escaño de sus pies, y lo humilde, que es su

1 Esai., 2.— 4 Ps. 67.— it Matth., 24.— i5 Ps. 92.— 18 Lucí. 26 I Cor., 1. —30 Phi., 2.

APÉNDICE 275

cruz, se pone sobre la cabeza de los reyes; y que á la clara David hable de Cristo, pruébase por lo que luego dijo : Monte el cual le apiadó á Dios morar en él: y morará en él eternamente y no sólo se dirá Cristo monte más alto que todas las criaturas, como 5 está dicho por su eminencia, sino también por la gran abundancia y fertilidad que hay en él. El He- breo llama á los montes preñados, porque suben más que la fierra. Los montes producen árboles, yerbas y flores: unos árboles sirven para frutas, otros para 10 edificios. De los montes nacen las fuentes, se crían los metales y piedras de valor: finalmente, son como un arca de tesoros llena; ansí Cristo, no sólo en cuanto Dios contiene en todas las cosas mejor que ellas están en sí, mas según que hombre es un i5 amontonamiento y preñez de todo lo bueno, prove- choso y deleitoso, y mucho más que en el seno de las criaturas puede caber. En Él está el remedio del mundo, la vitoria contra el demonio y la destrucción del pecado, y finalmente las fuentes de todas las 20 gracias y virtudes. De este Monte y de su virtud, los altos cedros, palmas y diversidad de árboles, que son los Apóstoles, Mártires, Confesores y Vírgenes tienen su valor, y aquí están sus raíces de fe, espe- ranza y caridad. Él es el médico y la medicina, la 25 guía y el camino, defensa nuestra y consuelo, y nues- tro premio. Lo humilde de este monte es su vida y pasión y obras maravillosas, y estas son yerbas dul- ces, donde sus ovejas hallan gran pasto y gusto. Le piedra, dijo David, es el descanso de los flacos eri- 30 sos. ¡ Oh Cristo Jesús, amparo de los pecadores y remedio suyo ! ¡ Oh Monte, que aunque venga otro diluvio no tendrá peligro el que mora en ti ! Monte.

3 Ps. 109. 29 Ps. 103.

276 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

que si los montes todos cayeren en la mar, no teme- remos estando en vos.

Tornando, pues, á la profecía de Daniel: se ha de notar que no cayó todo el monte para destruir la

5 estatua, sino piedra pequeña: la piedra es fuerte, y ser pequeña dice humildad, para que se entienda que no ordenó el Señor con el monte alto de su divini- dad vencer al demonio y al mundo, sino con ham- bre, sed y cansancio, con su sangre y con su muerte ;

10 teniendo fin no solamente á nos redemir sino á nos enseñar con qué armas hemos de vencer, con pa- ciencia, humildad y piedad. De manera que primero fué piedra pequeña y después creció en el monte grande. Cuan claro lo dijo San Pablo: Haber subido

i5 Cristo sobre todos los cielos, ¿qué es sino que primero bajó hasta lo inferior de la tierra? Y en otra par- te dijo: Obedeció hasta la muerte de cruz y por eso le ensalzó Dios y le dio nombre sobre todo nombre. Piedra pequeña era Cristo, mas era fuerte para

20 sufrir lo mucho que padeció, y fuerte para herir, como parece en el golpe que dio en la estatua de este mundo haciéndola polvo; y es cosa maravillosa que no le dio en la cabeza, ni en los pechos, sino en los pies, donde suele ser la herida de menos peligro :

25 la razón es porque escogió los que andaban rastran- do por el suelo, «nos pescadores sin letras ni poder mundano, y con éstos, tocados y llamados por esta piedra, derribó toda la soberbia, avaricia y autori- dad del mundo ; como lo pondera San Pablo : / ad Cor.

?o De arte que unos convertidos y otros confundidos, el Monte ocupó toda la tierra. Y decir Monte y de piedra es declarar su firmeza y perpetuidad.

David le llamó Monte grueso; es decir, que es

3 Dan., 2. 14 Eph., 4. 17 Phi., 3. 29 I Cor., 1.

APÉNDICE 277

fértil y abundante: á la buena tierra llamamos grue- sa y lleva mucho pan ; en el original por grueso dice Basan, que es un monte en la Tierra Santa pasado el Jordán y es muy fértil. Nuestro texto, aunque calló el nombre, guardó el sentido, y puso la misma 5 sentencia; ansí Cristo es tierra gruesa que bebe to- dos los dones del Espíritu Santo, que en la Escri- tura se nombra agua, y ansí lleva las mieses tan abundosas que dice David que suben más altas que el monte Líbano. Aquí significa el profeta que aque- 10 líos filósofos soberbios que parecían cedros altos, quedan muy bajos, y los sabios y Santos de la Igle- sia son honrados en la tierra y en el cielo, y lo se- rán siempre; y ésta es una de las mayores maravi- llas que vemos en la escuela de Cristo. De un poco ó de trigo sembrado en lo alto de este monte Cristo, salió fruto mucho y de gran valor. Isaac sembró en la tierra de Geraris y sacó cien veces doblado ; ansí nuestro Isaac, figurado Cristo. Cristo se llama grano sembrado, y con doce granos, que son los 20 Apóstoles, predicando el Evangelio, se convirtió el mundo; y aun llámase este Monte de quesos y mon- te cuajado, por los pastos ricos que tiene para su ganado; y aquí significa el efecto la causa. Nuestro Padre dice que el pan y la grosura del monte que 25 la produce es el mantenimiento de los perfectos. La leche, dice el Apóstol, que es manjar de niños. En manera, que este Monte Cristo es el que sustenta á los pequeños y grandes en virtud. No es Monte Cristo que acaba en una altura, sino Monte que en- 30 cierra muchos montes y perfecciones incomparables: Monte que todo es montes, el cual, tiene eminencia y principado sobre todas las cosas.

0 Ps.71.— 17 Gen. 25 S. August. 27 I Cor., 3.— 32 Col., 2.

278 DE LOS NOMBRES DE CRISTO

¿Qué sospecháis, montes cuajados? San Jerónimo dice: ¿Qué pleiteáis? Mirad que Dios quiso morar en él, no os pongáis queriendo igualaros con Él: no tengáis envidia ¡ o hebreos ni gentiles ! ni le con-

5 tradigáis. Simeón lo dijo á Nuestra Señora: que aquel niño había de ser levantamiento de unos y caída de otros y que le contradirían muchos. Y ansí fué; conforme á esto dijo David: ¿Por qué braman las gentes, y los pueblos han pensado vanidades?

10 Levantáronse los Reyes de la tierra á una contra el Señor y contra su Cristo. Todo esto se ve en la pasión de Cristo, y es de maravillar que siendo tan llano, tan sin pretensión de honras ni riquezas, haya tenido tanta contradición; á todos hacía bien y á

i5 nadie mal, y con todo esto tan envidiado, espanta en gran manera. Y lo que Él padeció también lo pasaron sus discípulos. Él mismo los avisó: No es mayor el discípulo que el Maestro. Si á me ha perseguido el mundo, también os perseguirá á vos-

20 otros. En lo cual se declara la ceguedad de los hom- bres ajenos de toda razón. Según San Bernardo, el primero que tuvo envidia de Cristo fué Lucifer, porque revelándole Dios y á los demás, que un hom- bre había de ser señor y superior suyo, de aquí

25 tomó ocasión de se levantar en soberbia, y éste mismo despertó á los que persiguieron á Cristo y á sus discípulos. Con esta envidia tentó á Eva y deter- minó de derribar todo el linaje humano, y con esta enemistad sangrienta persiguió á su persona y á los

30 suyos. Mas al fin, todo sucedió en mayor gloria y alabanza de este glorioso Monte, y el demonio y sus ministros quedaron derribados y lanzados en el infierno.

5 Luc, 2. 8 s. 2. 17 Joh., i5.

APÉNDICE 279

EL QUINTO NOMBRE DE NUESTRO SALVADOR ES PADRE DEL SIGLO FUTURO

Esaías le llamó : Padre del siglo por venir, y está bien que ansí se llame Cristo, porque de necesidad hemos todos de renacer en el baptismo. Dejónos 5 hijos de ira Adán por el pecado, y desheredados del cielo, y de aquí nace que no renaciendo en el san- to baptismo, nadie vea á Dios: como el Señor lo dijo á Nicodemus: En aquel baño santo somos nue- vamente hijos de Dios y Cristo es nuestro Padre. 10 Ya se dijo que la envidia de Lucifer trajo la muer- te al mundo; y ansí poniendo la ponzoña en la fuen- te, todos quedamos emponzoñados: como afirma el Apóstol y lo llora David. Bien pudiera Dios criar otros hombres habiendo pecado nuestros padres, para i5 one de ellos naciéramos sin culpa; mas no quiso sino llevar su intento adelante: y para esto su bon- dad determinó que su Hijo se humanase, y que, pa- deciendo, satisficiese á la justicia divina, y los hom- bres renaciendo consiguiesen su fin para que fueron 20 criados; y en esto es mucho de loar su clemencia y debe ser amado quien tal medio ordenó tan á su costa y á nuestro provecho. En manera, que para remedio de aquel espíritu ponzoñoso que nos viene de herencia, el pecado original, en el baptismo se nos 25 diese nueva gracia y nueva filiación por Cristo. Aquí muere el hombre viejo heredado de Adán, y nace el nuevo para nueva vida espiritual: de quien San Pablo dice : Despojaos del hombre viejo y re- novad el nuevo.

Y porque Cristo había de ser padre de hombres, ordenó Dios que fuese de la misma naturaleza de

3 Esai., 9. 9 Joh.,3. 11 Sap., 2. 29 Gal , 5.

28o DE LOS NOMBRES DE CRISTO

los hombres, inocentísimo y sin pecado. San Pablo dice: que Dios recapituló en Cristo todas las cosas: en el griego dice sumó, á la manera que el conta- dor muchos partidos suma en breve; y por estar 5 nosotros unidos en él se nos comunican sus riquezas, y de esta unión nace que diga el Apóstol : Que nues- tro hombre viejo fué crucificado juntamente con Él y que muriendo Él somos todos muertos. Luego es- tábamos en Él; y por razón de esta unidad dijo

io Esaías que Dios puso en Él todos nuestros pecados y pagó por ellos; y por David los llama suyos, sien- do nuestros. De esta unidad dijo el mismo Señor: En aquel día conoceréis que Yo estoy en mi Padre y vosotros en mí. Y habla de la venida del Espíritu

i5 Santo. Queda manifiesto que Cristo con razón se llama Padre nuestro y lo es. Llevábanos como el Pontífice escritos sobre su pecho cuando se puso en la cruz. El sacerdote sumo era un mundo universo. Entenderemos esta unión nuestra con Cristo por un

2o símile. Estábamos en Adán á la manera que en una pepita está todo un árbol, no realmente sino en vir- tud, allí está la raíz, el tronco, ramas y hojas, flor y fruto, y cuando tenemos ser, siendo engendrados, luego se nos comunica aquella ponzoña del pecado

23 original, con sus malas inclinaciones: mas en siendo baptizados tenemos por padre á Cristo, siendo reen- gendrados con título de hijos de Dios: en manera que cuando Él murió, nuestro hombre heredado del padre pecador Adán murió juntamente, y resuci-

tando, resucitamos con Él. Esto es lo de San Pablo : Murió Cristo por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Quiere decir, tomónos en si

2 Eph., i. 6 Rom., 6.— 8 II Cor., 5.— n Ps. 21.— 17 Sap. 7. 32 Cor., 13.

APÉNDICE 28l

muriendo como pecador para que muriésemos en Él 1o? pecadores, y resucitó á vida inmortal para que resucitemos nosotros en Él á gloria inmortal; y hase de notar que en el baptismo el hundirse el niño en el agua representa la muerte de Cristo, y el tor- 5 nar á salir, su gloriosa resurrección: ansí lo afirma el Apóstol hablando con los romanos: En el bap- tismo sois sepultados y muertos con Cristo. Allí hay representación y verdad: lo de fuera es repre- sentación y lo de dentro es verdad; que allí mué- 10 ren las culpas y resucitamos á nueva vida de gra- cia; esta es como grano de trigo que ha de ir creciendo, obrando nosotros á imitación de Cristo, y ansí crece y se adelanta. ¡ Oh bondad admirable de Dios ! que como no queriendo nosotros se nos i5 pega aquella ponzoña de la serpiente que engañó á Eva, ansí sin merecimiento nuestro en el baptismc se nos da la gracia por la cual muere la culpa y el alma resucita. Mucho nos admira la fábrica de este mundo visible; mas muy más excelente la de la 20 Iglesia, mundo invisible. Esto declara muy bien nues- tro Padre sobre un salmo de David: Los cielos es- tendió el Señor como tienda de campo, y lo alto de ellos cubrió con agua. Estos cielos son los Após- toles, y las nubes que llueven, su doctrina para fruto 23 de las ánimas; los truenos son las amenazas de la justicia de Dios que espanta á los malos.

7 Rom., 6. 22 Ps. 103.

ÍNDICE

Págs.

Introducción vn

DE LOS NOMBRES DE CRISTO LIBRO PRIMERO

Dedicatoria 3

Introducción 19

De los nombres en general 25

Pimpollo 5i

Fazes de Dios 83

Camino. 107

Pastor 127

Monte 1 5q

Padre del siglo futuro 193

Apéndice 26 1

ESTE LIBRO SE ACABO DE IMPRIMIR

EN LA TIPOGRAFÍA DE «CLÁSICOS CASTELLANOS *

EL DÍA XXXI DE AGOSTO

DEL AÑO MCMXIV

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BT León, Luis Ponce de

jgO De los nombres de Gristo

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