Storage Collection No x3394 ^ DIEGO* ^ EL ALGODÓN EN MÉXIO DIEGQ TRABAJO ESCRITO DE LA SECRETARIA DE FOMENTO Por el Ixgemeeo Agrónomo ALBERTO RUIZ Y SANDOYAL Antiguo alamno de la Escuela Xacional de Agrlcultara, Pensionado por el Gobierno para el estudio del algodón en los Estados Unidos, Agrónomo de la "Comisión Exploradora de la Baja California," Comisionado explorador de las Costas del Pacífico, y Miembro de la sección de publica'.ñones de la Comisión Mexicana para la Exposición de Nueva Orleans. THE UNIVERSITY LIBRARY UNIVERSITY OF CALIFORNIA, SAN DIEGO LA JOLLA, CALIFORNIA PROFESSOR JOSÉ MIRANDA COLLECTION MÉXICO OFICINA TIPOGRÁFICA DE LA SECRETARIA DE FOIIENTO, Calle de San Andrés número 15. 1884 EL ALGODÓN EN MÉXICO. INTRODUCCIÓN. Difícil y penosa tarea es la que emprendo al tratar de la existencia más remota del algo- don en el país, cuando sobre el particular solo se ha tratado como accidentalmente, sin darle el ver- dadero valor que tiene, sin concederle la impor- tancia que en realidad le corresponde y que se des- cubre á primera vista. Por eso es que lie tropezado con grandes obs- táculos al reunir los datos que me han servido para la formación de este estudio : he tenido que buscar con demasiada prolijidad aquello que he juzgado de interés, recorriendo los escritos de auto- res tanto antiguos como modernos. En los de los primeros, que estaban en mejor situación para describir la riqueza agrícola del país en los tiempos anteriores a la Conquista, no lie encontrado un estudio especial de esta frac- ción del trabajo humano, pues bien sabido es que, en aquellos tiempos, comenzando por el capitán conquistador Cortés, hasta el último de sus com- pañeros de armas, al hacer la descrixDcion del país que pisaban, dejándose llevar de la sed de oro que les dominaba, inmediatamente hacian men- ción de las minas, fijándose muy poco, si acaso, en la agricultura, olvidándose así que para dar idea precisa de la cultura y bondad de un pueblo, hay que hacer mención especial de los productos vege- tales con que cuenta. Los historiadores modernos han tratado un po- co más detenidamente la cuestión de la riqueza agrícola del país; pero como siempre, en su mayor parte, los escritos históricos tienen su fundamento en producciones anteriores; de allí viene el que po- co se haya adelantado en el conocimiento agrícola del extenso territorio que primero fué el Imperio de Anáhuac, después la N'ueva España, y que hoy se conoce con el nombre de Estados Unidos Mexi- canos. Si en la época de la Conquista no se hubieran destruido tantos valiosos documentos y pinturas, de seguro que hoy conoceríamos mejor la historia agrícola de nuestros antepasados, teniendo mayor número de datos fehacientes, que hicieran ver ante el mundo la civilización y los adelantos á que ha- blan llegado los mexica, cuando los sorprendió la invasión de las huestes castellanas. Mas no obstante la pérdida de aquellos valiosos documentos, no carecemos del todo de datos que atestigüen el grado de cultura á que hablan lleva- do los campos nuestros antepasados; y en prueba de ello está la monumental obra de Lord Kingsbo- rough, los escritos del Dr. Hernández, y algo más, de todo lo cual he venido tomando fragmentos que me han dado luz, i^ara poder escribir algo con res- pecto al asunto algodonero, desde la época ante- rior a la Conquista. Del desarrollo de la industria agrícola en todos sus ramos, pueden obtenerse datos preciosos para juzgar del grado de cultura á que un pueblo ha llegado: por eso trataré de hacer patente, en el curso de este escrito, el grado de desarrollo á que habia llegado la agricultura entre los mexica, quie- nes en diversas ocasiones han sido tratados tan mal, ya sea por pasión, 6 porque se han seguido relatos hechos por personas que tenian herida su susceptibilidad nacional. Si bien es verdad que los antiguos mexicanos practicaban cosas dignas de la más severa censu- ra y reprobación, también es cierto que tenian ras- gos en sus costumbres y modo de ser, capaces de enaltecer el orgullo de cualquiera nación: entre es- to último se encuentra la grande atención que de- dicaban al cultivo de los campos. "La agricultura constituye la verdadera riqueza de las naciones," ha dicho Bossuet. Los mexica- nos, desde tiempos muy remotos, estaban conven- cidos de esta verdad, y se esforzaban en el adelan- to agrícola de su territorio. Para probar lo que antecede, voy á copiar lo que, relativo á agricultura, decia el rey nuevamen- te electo á sus subditos los mexica, y que lie en- contrado en la obra de Lord Kingsborougli: '' y si eres medroso y cobarde, y no te atreves a las cosas de la guerra, vete á labrar la tierra y hacer maizales; serás labrador, y, como dicen, serás varón en la tierra; y por aquí habrá misericordia de tí nuestro señor todo poderoso; y lo que sembrares en los camellones, gozarás des- pués que nacieren y se criaren: siembra y planta en tus heredades de todo género de plantas, como son magueyes y árboles; gozarán de ellos tus hijos y nietos en tiempo de hambre, y aun tú gozarás de ello, comerás y beberás de tus trabajos." ^ En estas cortas líneas están calcadas las ideas que con respecto á la utilidad del cultivo del cam- po tenían. T no solamente á la masa común del pueblo exhortaban los reyes al ejercicio de la agricultura y buen cuidado de los campos, sino también se ex- tendía á sus hijos, los cuales, al llegar á la mayor edad, eran amonestados del modo siguiente: ''Mayormente que tengáis cuidado de las cosas de agricultura, porque estas cosas la tierra las 1 Kingsborough. — Antiquites mexicans. — Tomo Y. "Eetórica y filosofía, moral y teología de la gente mexicana," por Sahagun, Cap. XYI, pág. 399. 5 cria, no demandan que les den de comer 6 de be- ber, que la tierra tiene ese cuidado de criarlas. Todas estas cosas procuraron de saber y hacer vuestos antepasados, porque aunque eran hidal- gos y nobles, siempre tuvieron cuidado de que sus tierras y heredades fuesen labradas y cultivadas; y nos dejaron dicho, que de esta manera hicieron sus antepasados, porque si solamente tuviereis cuidado de tu hidalguía y de tu nobleza y no qui- siereis entender en las cosas ya dichas, en espe- cial de la agricultura, ¿con qué mantendrías á los de tu casa? ¿con qué te mantendrías a tí mismo? En ninguna parte he visto que alguno se manten- ga por su hidalguía d nobleza tan solamente; con- viene que tengáis cuidado de las cosas necesarias á nuestro cuerpo que son las cosas de los mante- nimientos, porque son el fundamento de nuestro vivir, y nos tienen en palmas." ^ Por lo que antecede podrá conocerse la estima- ción que los indios daban á la agricultura, pues que no solo atendía á ello el pueblo bajo, sino que los mismos nobles no se deshonraban de tomar in- gerencia en tales trabajos, que en verdad son de los más adecuados á un hombre honrado. La idea de que los mexicanos vivían en un es- tado salvaje del todo, ha sido emitida sin juzgar detenidamente la cuestión, pues que pruebas de lo contrario se encuentran en las ruinas exis- 1 La misma obra j artículo. Cap. XVII, pág. 410. tentes, que demuestran su antiguo esplendor, en las pinturas que denotan conocimientos avanza- dos, en su calendario y otras muchas cosas, que tan bien arregladas se encontraron; pero ciñén- dome solo á lo relativo á agricultura, basta dar una ligera ojeada sobre las planas de tributos, pa- ra cerciorarse de que cultivaban los campos con esmero, si no con la facilidad que re^Dorta el uso de los instrumentos apropiados, sí con la asidui- dad y esmero correspondientes al hombre que es- tá deseoso de trabajar. Carecían de instrumentos que abreviaran el tra- bajo; j)ero esto lo compensaban con la ocupación de millares de brazos, que de otra manera habrían permanecido en la inacción. Cultivaban el maíz, el maguey y otras muchas plantas, entre las cuales merece especial mención el algodón, cultivando todo esto de tal modo, que les permitía, á la vez que proveer a sus necesi- dades, dar cumplimiento á los tributos que pe- riódicamente pagaban al gobierno, que por ser despótico, exigia fuertes cantidades de lo produ- cido. Mas como mi asunto es esencialmente algodo- nero, dejaré sin mencionar todo aquello que se re- lacione á otros artículos agrícolas, y dividiré mi trabajo de la manera siguiente: En la 1^ parte trataré del algodón y todo lo que con él se relacione, desde la éi30ca anterior a la Conquista hasta la llegada de los españoles. En la 2^ izarte haré el misino estudio del algo- don, durante la dominación española. La 3^ j)arte tratará del estado que el cultivo del algodón haya guardado, desde la Independencia hasta la fecha, mencionando los diferentes méto- dos de cultivo y señalando la zona algodonera del país, con expresión de la cantidad de materia pri- ma producida, comparándola con la producción de épocas anteriores. En la 4r parte irá una tabla, en la cual se ve- rán comparativamente, las longitudes de las dife- rentes clases de algodón que hay en el país, así como también haré presente, en un cuadro, el nú- mero de fábricas de hilados existentes, con todo lo que á ellas se relacione. Añadiré algunas reflexio- nes sobre el porvenir del algodón en la República. Para no hacer cansada la relación, trataré de ser breve, asentando solo aquello que tienda á la claridad en el estudio de este asunto, que por su naturaleza es tan vasto. Sin dejarme llevar por mis sentimientos patrios, aceptaré aquello que más visos tenga de verdad, anotando siempre, jpara ma- yor seguridad, la fuente de donde haya tomado lo que asegure, dando lugar solo á lo real, lo positi- vo, de lo que tenga competentes pruebas. Por cumplir con un deber voy á afrontar este trabajo, que tiene por asunto una materia que tan- tos bienes puede traer á mi querida patria. ¡Oja- lá que en su desempeño me valga el decidido afán que tengo de hacer algo útil! PRIMERA PARTE. Al emprender la relación que corresponde á esta parte, forzosamente viene á la imaginación la idea del origen del algodón en nuestro territorio: ¿Es el algo- don propio de estas tierras, ó fué introducido para su aclimatación en alguna época? Difícil es en verdad dar desde luego una respuesta categórica, pero tal vez en el curso de la relación, y por los datos que vaya pre- sentando, pueda darse una exacta respuesta. Lo que sí puede asegurarse es que la idea por alguno emitida, de que el algodón fué importado por los españoles, es del todo falsa, comprobando esto las relaciones de tribu- tos y las cartas que el mismo Cortés enviaba á Carlos V, en las cuales hacia mención de objetos fabricados con la materia textil de que trato. En una carta del Conquistador á Carlos V, fechada el 30 de Octubre de 1820, en Villa Segura de la Fron- tera, hablando de unos regalos que el Emperador Moctezuma le mandó á Tlaxcala, se lee: "e con ellos (los .embajadores) me embió fasta mil pesos de oro y 10 otras tantas piezas de ropa de algodón de la que ellos visten."^ Antes de su llegada á México, poco después de ha- ber destruido la ciudad de Cholula, el capitán Cortés recibió otros presentes de gran valor, de parte de Mo- tecuhzoma, consistiendo en objetos de oro y algunas otras cosas entre las cuales se encontraban mil quinien- tos vestidos de algodón? Por lo que antecede, puede asegurarse que el algo- don era una planta perfectamente conocida por los pueblos de México, desde épocas anteriores á la llega- da de los españoles. En cuanto á su origen, sólo puede asegurarse que en todos los escritos antiguos, en todas las listas de tributos, se hace especial mención del articulo que me ocupa, y para fijar precisamente lo relativo á ello, ha- bría inevitablemente que remontarse á épocas muy anteriores, y quizá hasta investigar el origen también de las primeras razas pobladoras de nuestro extenso territorio, y esto traerla la necesidad de optar por cual- quiera de las ideas que se han vertido relativas al lugar del Antiguo Mundo de donde hayan procedido nues- tros antepasados. Mas sin fijarse especialmente en nin- guna délas teorias con respecto á la población del Nuevo Mundo, de todos los puntos de donde se dice vinieron los primeros pobladores, es creíble que proceda nuestro algodón, pues que todos son lugares calientes de donde, existiendo indudablemente, podria haberse introducido por los primeros hombres que pisaron estas tierras. 1 Historia de Nueva España por D. Francisco Antonio Lo- renzana. 2 To these were added fifteen hundred cotton dresses, of de- licate fabric. Preseott, Conquest of México, Vol II, pag. 39. 11 Pero esto que digo no es más que hipótesis, porque, á mi parecer, habiendo encontrado los españoles el al- godón jB. en cultivo á su llegada á estas regiones, es más de presumirse que sea propio del lugar y no im- portado. Los terrenos y los 'climas están caracteriza- dos perfectamente por las especies vegetales; ¿por qué, pues, no suponer que allá en los tiempos primitivos, la mano de Dios, al poner el algodón en las cálidas re- giones del Asia y del África, no lo arrojara también en regiones idénticas de la América? Yo creo que sí puede hacerse esta consideración, más aún, habiendo lugares en el país en los cuales el algodón vegeta es- pontáneamente al estado completamente silvestre. Y si no originario de aquí, ¿por qué no remontarse has- ta el caos de los primeros tiempos? Habiendo en el país lugares que están bajo muy se- mejantes, si no idénticas condiciones á las regiones de la India, de donde se cree originario el algodón, ¿por qué no se ha de creer que también en estas regiones exis- te desde que, quien hizo todo, asignó á cada planta su zona climatológica? Se dice que el algodón es origina- rio de la India, porque la historia de aquellas regiones abarca un mayor número de años que la nuestra. Entre nosotros, por desgracia, con la destrucción de documentos interesantes, durante los primeros tiem- pos de la conquista, nuestra historia no abarca sino un período relativamente corto; pero siempre, en todo lo que de nuestra historia antigua se conoce, se ve com- probada la existencia del algodón, ya en las pinturas que demostraban cómo los vestidos eran construidos con la ñbra precioiBa, ya en las representaciones de los tributos, en donde se patentiza la existencia de la plan- ta productora. 12 1^0 quiero aparecer como forzando las cosas para demostrar que el algodón es originario de México, pe- ro si presentar los hechos tal como en mi concepto de- ben juzgarse. De todos es bien sabida la tradición que tenian los indios, de que sus antepasados hablan venido del Nor- te; y también es conocida la costumbre que en sus pe- regrinaciones tenian de detenerse en un lugar cierto número de años, hasta que el terreno algo esterilizado por el continuo cultivo no les daba los productos que al principio. Huellas de estas peregrinaciones existen en las ruinas que aún se conservan en distintos luga- res del país. Asimismo es sabida la costumbre que tenian de que al emprender sus peregrinaciones, dejaban el lugar que hablan habitado completamente desierto. Pues asi todo asentado, quiero suponer que el lugar en que hayan desembarcado los primeros moradores de estas tierras, haya sido propicio al cultivo del algo- don, y que trayendo la semilla necesaria se hayan de- dicado á ese cultivo'; ¿no es de presumirse que en algu- na vez cuando en su peregrinación se hubieran radicado en tierra fria, la semilla hubiera desaparecido? Yo creo que si; y aun suponiendo sin conceder, que el desem- barque de los nuevos pobladores se hubiera hecho en terreno que hoy pertenece á los Estados Unidos, y que es la prolongación de nuestra zona algodonera del Gol- fo, como la Luisiana, no es de creerse que los indios de aquellos lugares nos hayan traido el algodón, pues que, según lo relata la historia, aquellos pobladores no lo conocían, y formaban sus vestidos con pieles de ani- males y algunas otras cosas. En el Mississippi no existia el algodón en los tiempos 13 anteriores á la conquista, como lo demuestra el siguien- te párrafo que traduzco de un autor norteamericano de bastante fe: "Las tribus de las riberas del Missis- sippi no tenian la planta del algodón basta la época en que llegó De Soto (1542). Empleaban para ador- nos la fibra de ciertas plantas de la especie del cáña- mo ó la corteza macerada de determinada clase de ár- boles." ^ La obra de donde tomé el párrafo anterior, fué es- crita por orden del gobierno de los Estados Unidos, y por consiguiente, su autor ha de haber contado con datos preciosisimos, y en caso de que los indios de aquellas regiones hubieran usado del algodón, lo habria asentado; toda la obra he recorrido, y nada he encon- trado que me indique la existencia del algodón, en aque- llas regiones: todo lo que pude encontrar, en que men- cione al algodón, es el siguiente párrafo relativo á los indios Dacothas: "Estandartes se suspenden sobre los jefes y guerreros. Otros indios usan en vez de ello una pieza de algodón blanco." ^ En lo que antecede, nada hay que pueda asegurar la existencia del algodón en aquellas regiones; sólo se indica que entre otras tribus se usaba, y éstas pueden ser pertenecientes á la raza de los mexicanos. De ninguna manera quiero asentar que las tribus de indios residentes en lo que hoy pertenece á los Es- tados Unidos, no hayan conocido el algodón, ni culti- vádolo en épocas remotas; no, de ninguna manera; pe- ro lo que si deseo es. que se desvanezca la idea de que 1 Antiquities. Information respecting the histoiy condition and prosperities of the indian tribes of the United States, etc. Vol III, pag. 38, 1847, By Henry E. Schoolcraft. L. L. D. 2 Misma obra. Yol. lY, pág. 217. 14 el algodón nos vino por esa parte, que allí haya teni- do origen el que hoy cultivamos. En una misma época, cuando vinieron los conquis- tadores, habia algodón en el territorio de los Estados Unidos, pero lo habia con muchísima mayor abundan- cia entre nosotros; y más de presumirse es que de esta parte se haya introducido á aquella región, que no al contrario. Lo acaecido en el año de 1784 cuando se decomisa- ron las diez pacas de algodón de procedencia norte- americana, habla muy alto en favor de mi idea. En ese hecho se dejó ver, no que se desconociera la po- sibilidad de que se produjera en esos Estados el al- godón, sino que la pequeñísima producción que habia, hacia sospechar de la falsedad de la procedencia que se asignaba al algodón de las citadas pacas. En aquel tiempo, ya era bien sabido que México producía can- tidades considerables de la ñbra que me ocupa. El algodón, pues, no nos ha venido de los Estados Unidos; en épocas muy remotas se cultivaba ya acá, y en cantidades considerables; más bien podría supo- nerse que de aquí hubiera pasada para allá, en aten- ción á que aquí ha sido en tiempos anteriores cultiva- do en mayor escala: todavía hoy en algunos lugares de Texas y la Luisiana dan á una clase de algodón el nombre de "Mexican Cotton," lo que indica algo en favor de mi idea. Resumiendo, se puede decir con seguridad, que nues- tro algodón no nos ha venido de los Estados Unidos, y si no se quiere conceder que sea natural de estas re- giones, preciso es asignarle un origen anterior al más remoto recuerdo que de ello trae nuestra historia, pues que en todos los relatos, en todas las pinturas que ten- 15 gan relación con nuestros antepasados, se encuentra algo que revele la existencia del algodón. Cuan difícil es leer el caos de lo pasado! Siempre, por más cuidado que se ponga, viene uno á la región de las hipótesis, y esto es porque la humanidad tiene marcado el "hasta aquí" en sus investigaciones, tan- to en las del porvenir como en las del pasado: siem- pre hay una valla en donde se estrellan toda clase de conjeturas, en donde de lo positivo y claro se tiene for- zosamente que pasar á lo hipotético, si es que se quie- re franquear ese limite de la investigación. El algodón, si no es originario de aquí, ¿por dónde se introdujo á nuestro territorio? Por la zona del Gol- fo, ya por lo que antes llevo dicho, no es de presu- mirse que nos haya venido de los Estados Unidos, y por la del Pacífico tampoco nos puede haber venido de la parte americana colindante, pues que ni hoy exis- te por allí, comenzando nuestra zona algodonera de ese mar, muchos kilómetros abajo de la línea diviso- ria y existiendo sobre ésta muchos de terreno que no se presta á dicho cultivo. Entonces, ¿cómo nos llegó el algodón? ¿Acaso algunos náufragos que se refugia- ron en nuestras costas nos lo trajeron? Bien puede ser; pero no hay datos con que apoyarlo, habiendo más fundamento para creer que aquí haya existido desde el princij)io de las cosas. Mas si esto, por falta de razo- nes poderosas no se admite, sí hay que conceder que nuestro algodón data de época anterior á los ¡Drimeros hechos que de nuestra historia se han conservado. Nuestros antepasados, los antiguos mexica, conocie- ron el algodón y supieron aj)rovechar su fibra parala confección de sus vestidos, así como para otras cosas de uso menos necesario. 16 El Sr. Orozco y Berra copia á Humboldt, que dice así: "Era tradición en los pueblos aztecas que los tol- tecas fueron los que introdujeron en México en el si- glo VII de nuestra era el cultivo del maíz, algodón y pimiento: acaso estos ramos diversos de agricultura existian antes de los toltecas, y podria ser muy bien que aquella nación, cuya grande civilización lian cele- brado todos los historiadores, no hizo más que darles mayor extensión con buen éxito.^ Cuando el imperio mexicano llegó á su apogeo, cuan- do comenzó á desarrollarse su política de conquista bajo el reinado de Motecuhzoma Xocoyotzin, enton- ces, cada vez que se hacia una nueva conquista, cada vez que se tenia una nueva Adctoria, los vencedores im- ponían condiciones de paz á los vencidos, quienes des- de entonces tenían que soportar el yugo de un penoso vasallaje, entrando desde luego en la obligación de de- mostrar su acatamiento y respeto al rey, por medio de tributos anuales, en los cuales siempre figuraba el algodón, ya en greña ó ya trasformado en finísimas mantas de múltiples y vistosos colores. Atendiendo al poder que alcanzó el imperio mexi- cano, á la extensión que tenían sus dominios y al des- potismo que se ejercía con las naciones vencidas en todo lo que se relacionaba á tributos, puede calcularse la proporción á que había llegado el cultivo del algo- don, pues que, como ya dije y es bien sabido, uno de los artículos principales de tributo era el algodón: exa- minando las planas de tributos, en muy pocas se verá que no haya algo que implique la existencia de este artículo. 1 Orozco y Berra. Historia antigua y de la Conquista, tomo I, pág. 312. 17 Aun en los pueblos más pobres se usaban los vesti- dos de algodón, si no por la masa común, si por los principales, y en los lugares en que habia abundancia de la planta en cuestión, natural era que todos los po- bladores usasen sus filamentos para la confección de sus vestidos. Los mismos mewica, allá en los primeros tiempos de su instalación á las orillas del lago, cuando estaban aún en un estado de completa postración, al comenzar á salir de ese letargo, y empezar á formar las bases de su comercio con las demás naciones colindantes, una de sus transacciones era cambiar las esteras que ha- cían con el tule del lago, por ropa burda de algodón superior;^ y asi poco á poco fueron aumentando hasta llegar al grado de adelanto en que los vino á encontrar la invasión de las tropas de Cortés. Al hablar de esto el historiador antes citado, dice: "La nueva alianza entre el rey de México y el de Atz- capotzalco y la gloria que los mexicanos adquirieron en la guerra de Xal tocan, contribuyeron no menos á vigorizar su situación politica, que á mejorar su con- dición privada; porque, gozando de más libertad y ex- tensión en su comercio, comenzaron en aquel tiempo á vestirse de algodón, del que, en los tiempos de su mi- seria, hablan estado privados, sin vestirse de Wra co- sa que de las telas groseras hechas con hilo de maguey ó con palmas silvestres."^ Y si los mexicanos, en los primeros pasos que da- ban para constituirse como nación, adoptaron el uso del algodón para sus vestidos, de presumirse es que las demás naciones más adelantadas lo hayan usado 1 Clavijero. Tom. I, pág. 226. 2 Clavijero. Tomo I, pág. 80. El Algodón.— 3 18 con muclia anterioridad: esta presunción tiene sus fun- damentos en relatos de distintos historiadores. En un manuscrito, que existe en el Archivo Gene- ral de la Nación, el autor, al hablar de lo que tenian de plantas culti Abadas los indios, en la época del rey Tecpancaltzin, dice: "Tenian maíz, algodón, chile, fri- joles;"^ lo que prueba la abundancia de la planta que me ocupa, pues que se hace especial mención de ella. Si me propusiera trasladar aquí todo lo que he po- dido recoger con respecto á la existencia del algodón en el pais, seria cosa demasiado dilatada; pondré, ade- más de lo que ya he dicho, para que se pueda calcular la abundancia de esta planta, un acto de un tirano de los antiguos pobladores de este pais. "Tezozomoc embió sus mensajeros á Ixtlilxochitl con mucho algodón como por via de amistad, embian- dole á decir que le rogaba mucho que le hiciese mer- ced de mandar á sus vasallos que de aquel algodón le hiciesen mantas muy buenas como solian hacer en aquel tiempo en esta ciudad porque tenia necesidad de ellas, en lo cual entendiendo Ixtlilxochitl que como viejo y deudo suyo, y por la falta que en Atzcapotzal- co y todo su reino habia de personas que supieran ha- cer mantas se las embiaba para que sus vasallos se las hiciesen: mandó luego que labraran y tejieran las man- tas y después de acabadas se las embió. "^ Esto que antecede se verificó en varias ocasiones, y cada vez en mayores cantidades de algodón, lo cual prueba que, aun en Atzcapotzalco que no era lugar pro- ductor, se disponía, no sólo del algodón necesario, si- 1 Eelaciones de D. Fernando de Alva Ixtlilxochitl. — MS. To- mo lY. 2 Tomo lY del MS. citado. 19 no que sobraba para que el tirano ejerciera sus arbi- trariedades con los colindantes. Difícil seria señalar con exactitud la zona que el cultivo del algodón abarcaba, pero si puede decirse que de uno á otro extremo de .lo que constituye hoy el territorio de la República, encontraron los españoles á su llegada, ya sea la fibra sin tejer, ó ya objetos de uso. En los viajes que distintos españoles hicieron á Ca- lifornia, encontraron algo fabricado con algodón: uno de los viajeros dice asi, al hacer la descripción de lo que en su excursión vio, con respecto á la manera de vestírselos pobladores de aquellas regiones: "Andaban todos desnudos; las mujeres traen ceñidos de la cintu- ra abajo, unos ramales de algodón y plumas de pája- ros."^ Los indios de la California, no obstante de conside- rarse como los más ignorantes que poblaban estas regiones, conocían y, aunque en muy pequeña esca- la, usaban del algodón. Las listas de tributos hacen ver que el algodón era conocido por los habitantes, en general, de todas las naciones que permanecían sujetas al imperio mexica- no. Se tienen noticias exactas de que lo habla en el te- rritorio de Jalisco, de Colima, de Veracruz, de Tamau- lipas, de algunas regiones del centro del territorio dominado por Motecuhzoma; y de algunas partes, aunque no se mencione su existencia, es de suponerla, pues que hay constancias de que existia en lugares ve- cinos que se encuentran bajo las mismas condiciones. 1 Documentos inéditos del Archivo de Indias. Tomo IX. "Ee- lacion del descubrimiento del reino de la California por el capitán y cabo Nicolás de Cardona." Pág. 35. 20 La existencia del algodón en Oaxaca está probada, por los tributos que los indios de aquellas regiones pa- gaban, primero á los emperadores de México, y luego al Marqués del Valle, y en los cuales se cuentan multi- tud de objetos fabricados con él; además, un juicioso historiador dice asi al hablar de las semillas que cul- tivaban los Zapotecas: "Es preciso nombrar siquiera el precioso árbol que produce el algodón, cuya semilla se hubiera perdido del todo á la ruina de los toltecas, si no se hubiese conservado en las ardientes costas de Oaxaca."^ Demostrado por lo que antecede y por las planas de tributos la existencia del algodón en territorio de Oaxa- ca, y sabiendo, por las relaciones que el mismo capitán Cortés hizo en sus cartas á Carlos V, que esa planta existia en Guatemala, es de. creerse, como antes dije, que la mencionada planta se conocía en Chiapas. Y no solamente era cultivada por las naciones subyugadas por los mexicanos, sino que también en las libres, co- mo sucedía con Michoacan, que era reino independien- te. Cortés, en un párrafo de una carta que dirige al rey de España, tratando de la expedición á Michoacan y de lo que les regaló el rey, dice: " .... y ropa de al- godón, y otras cosillas de las que ellos tienen."^ Y así como sé ve que existia el algodón en las partes citadas de nuestro territorio, debe tenerse por cierto que lo ha- bla en casi todos los Estados cuyo clima sea apropia- do, aunque en algunos haya sido en pequeña escala. Por lo que antecede, se ve que el algodón era cono- 1 Historia de Oaxaca, por el presbítero José Antonio Gay. Tomo I, pág. 70. 2 Historia de Nueva España, por D. F. A. Lorenzana. Pági- na 333. 21 cido de casi todo lo que forma hoy el territorio de la República, desde la Baja California hasta Chiapas. Raro es el lugar en que, llegando los españoles con su conquista, no sallan á recibirlos con presentes, en los cuales siempre figuraban tejidos de algodón, ya bajo la forma de tejidos simples, ya bajo la de vestidos ú otros artefactos, de que haré mención en el curso de esta parte. Desde la primera embajada que recibió Cortés de Motecuhzoma, poco después de su desembarque en Ve- racruz, se hicieron notar los artefactos de algodón co- mo bastante usados en el pais, haciendo pensar á los que tales presentes recibían, en la magnificencia de los pobladores del país en que con tanta profusión se confeccionaban cosas que no se imaginaban encontrar. El primer presente que Cortés recibió del Empera- dor de México constaba, entre otras cosas, de "treinta cargas de telas finísimas de algodón de varios colores, y parte tejidas de hermosas plumas."^ Más tarde, el mismo Emperador envió al capitán otro presente más valioso, suplicándole que desistiera de su empresa de llegar á la capital, queriéndolo obli- gar por medio del presente, en el que figuraban "mil trajes curiosos de algodón."^ Pero podría creerse que el uso del algodón sólo es- taba concretado á la corte y á los pueblos productores, por ser un gobierno verdaderamente despótico; mas no era así, pues que, como ya antes dije, se usaba el algo- don en Michoacan, que era independiente, acontecien- do lo mismo con otras naciones, entre las que figura Tlaxcala, que siempre se había sustraído á la domina- 1 Clavijero. Tomo II, pág. 12. 2 Clavijero. Tomo II, pág. 27. 22 cion del Imperio mexicano. En esta nación, no obstante la dificultad que tenian para hacerse de la materia pri- ma, por estar casi rodeados de los mexicanos, sus ene- migos, los pobladores usaban artefactos de algodón, probándose esto con lo que traduzco de un bien infor- mado escritor, con respecto á la manera de vestirse de los guerreros Tlaxcaltecas: "Su escaupil ó coraza de algodón estaba cubierta por graciosos trabajos de plu- mas."^ Y de esta manera era como iban caminando las hues- tes conquistadoras, sorprendiéndose en cada lugar de lo que veian, como les aconteció á su llegada á Cholu- la, llamándoles la atención la costumbre de los altos personajes, quienes "usaban telas bordadas bastante finas, que se asemejaban al bonito albornoz ó capa mo- risca en su textura y forma. "^ Allí mismo les llamó la atención otro presente que recibieron de Motecubzo- ma, después de la destrucción 'de la población, en el que figuraban "mil quinientos vestidos de algodón, bien fabricados."^ En el primer cargamento que de estas regiones se hizo para España, durante la época de la Conquista, se hace notar también la existencia, en abundancia, que habia de objetos fabricados con algodón. En esa ocasión solamente, mandaron muchas piezas en for- ma de capas, ya blancas ó negras, rojas, verdes, ama- rillas y azules, afelpadas por fuera, y por dentro sin color y lisas; á más, muchas camisolas, jubones, pa- ñuelos, colchas, cortinas y tapetes.^ 1 Prescott. Vol. II, pág. 454. 2 Prescott. Vol. II, pág. 13. 3 Prescott. Vol. II, pág. 3^. 4 Clavijero. Tomo I, pág. 250. 23 Todos los que han escrito sobre las cosas de este país, en las épocas anteriores á la Conquista, lian trata- do, aunque no con la especialidad que merece, el asunto relativo á la agricultura de los mewica, y han tocado los productos del terreno, mencionando . siempre, de paso, los productos del algodonero, haciéndose notar al- go de los productos en las figuras que de los tributos han presentado algunos, entre ellos Kingsborough. Por los relatos que en trozos pequeños se hallan esparcidos en distintas obras, se puede observar que daban al algodón un lugar muy distinguido entre sus productos, constituyendo un artículo esencial, de lo que se obligaban los pueblos vencidos á tributar á los vencedores: puede asegurarse que tenían en tanta es- tima el algodón, como los europeos el lino en igual época, y quizá atendiendo á las circunstancias, saca- ban mayor partido de su textil, que los habitantes del otro hemisferio de su lino. Y para convencerse de esto, basta una simple ojeada á las pinturas anti- guas, en donde se ven mantas de tantas variedades, en finura, colores y labores, los vestidos para los gue- rreros de una tan delicada confección, y otras muchas cosas, que hacen patente el error de haber supuesto en un tiempo á los pobladores de estas regiones fal- tos de todo principio de civilización y de prácticas que indicaran aunque fuera un ligero destello de las ideas de la ciencia y del arte. Los mexicanos usaban del algodón para la confec- ción de vestidos de uso ordinario del pueblo, y de esa misma fibra hacían objetos de verdadero lujo, que sor- prendieron á los conquistadores que venían de un país que entonces podía considerarse á la cabeza de las na- ciones civilizadas. 24 La primera vez que Cortés entró al palacio de Mo- tecuhzoma, qu^dó maravillado de su magnificencia y de la elegancia de sus adornos, pues que en esa ocasión lo hizo entrar á un salón y sentarse en un reclinatorio cubierto con un hermoso tapete de algodón, estando los muros de la sala cubiertos también con colgaduras de algodón.^ Asimismo era notable el uso que hacian del algo- don para otros muchos objetos de necesidad. Y al usar tanto la materia prima., es de suponerse con razón, que hayan cultivado grandes extensiones de terreno con la citada planta: no harian el cultivo con la debida perfección que reporta el uso de los ins- trumentos apropiados, pero esto importaba poco aten- diendo á que nunca se escaseaban los brazos para los trabajos, teniendo siempre el suficiente número de trabajadores, que hacian las faenas del campo al debi- do tiempo, no sintiendo por consiguiente la necesidad urgente que se tenia en la misma época en otros paí- ses, de recurrir á la invención de máquinas agrícolas que simplificaran el trabajo del hombre. No tenían instrumentos perfeccionados porque, repi- to, la abundancia de brazos no les hizo pensar en tal cosa, que si eso no hubiera sido, de seguro hubieran encontrado la manera de proveerse de auxiliares para sus trabajos. La falta de instrumentos propios para' profundizar el terreno, era, casi podemos decirlo, natural entre ellos, atendiendo á la feracidad del terreno que poseían, que para agotarse en las capas superiores necesitaba muchos años de constantes trabajos, cosa que no se ve- 1 Clavijero. Tomo II, pág. 42. 25 rificaba, pues bien sabida es la costumbre, buena en verdad, que tenian de dejar descansar por cierto tiem- • po el terreno que ya hablan sembrado, estableciendo asi una especie de rotación en sus cosechas. ¿INTo es es- to una prueba de que tenian idea de una de las prin- cipales leyes agrícolas? En verdad que si, y si esto no basta para creer que tenian inventiva agrícola, toda- vía hoy nos quedan en los pueblos de Ixtacalco y San- ta Anita en el Distrito Federal las chinampas^ tierras de labor colocadas por la mano de nuestros antepasa- dos en el medio de las aguas, como muestra palpable de que los mexicanos, lo mismo que cualquiera nación, al encontrarse en circunstancias extremas, sabían pro- veerse de los medios necesarios para subsistir. Así co- mo las chinampas cerca de la capital demostraban el progreso de la agricultura entre los pobladores del la- go, en otras partes del país de Anáhuac se seguían prácticas que atestiguaban sus conocimientos en el ar- te agrícola, pudiendo citar la manera que tenian de conservar los granos en silos. El sistema que tenian de cultivar la tierra era en verdad sencillo, y con pocas variantes, según la clase de plantas, trabajaban con los mismos instrumentos. "Usaban de la coa para cavar la tierra, del huictli para removerla, de hachas de piedra ó cobre para cortar los árboles y la maleza; las demás faenas quedaban enco- mendadas á la fuerza del hombre ayudado por,las mu- jeres y los niños. ^ Con sólo esos instrumentos labraban sus tierras, y así era como sacaban tan grandes provechos. iSTo descuidaban algunas buenas prácticas atendien- 1 Orozco y Berra. Historia antigua y de la Conquista. Tomo I, pág. 372. 26 do siempre á este principio: "dar á cualquier costo to- das las labores á tiempo debido." Los campos llenos de matorrales eran preparados para la siembra por medio del fuego, quedando libres, al mismo tiemj)o que recibían abono en las cenizas/ Esa práctica de la quema da á entender que sabian apreciar el valor de las cenizas como restauradoras de la fertilidad de los terrenos. Después de haber hecho la quema, como no tenian instrumento apropiado para remover profundamente la tierra, seguramente que usaban el hidctU, para vol- tearla en parte; pero por lo que se ve aún en algunos pueblos del Estado de Guerrero, es de creerse que só- lo hacian lo que hoy practican los indígenas y que con- siste en abrir con la coa ó traspala agujeros poco pro- fundos depositando allí la semilla y cubriéndola con una poca de tierra. Después de estos trabajos no era mucho lo que les restaba: si acaso, una limpia cuando la yerba sofocaba el crecimiento de la planta. Y esta clase de trabajos agrícolas los tenian bien arreglados por ser sus productos ^^arte interesante de los tributos que los pueblos mandaban al soberano; "para ello tenian en cada pueblo señaladas tierras, y en ellas tenian los señores, esclavos que las guardaban y labraban y la gente del pueblo les ayudaba."^ Esta práctica de ayudarse unos á otros en sus labo- res, que habla muy alto en favor del sentimiento de fraternidad que los animaba, aun se conserva en algu- nas rancherías de la costa del Sur, en donde todos los 1 Misma obra. 2 Documentos inéditos del Archivo de Indias. Tomo II, pá- gina 93. 27 cosecheros pobres de algodón forman un grupo que va trabajando en todos los plantíos, comenzando por aque- llos que están más adelantados, para que todos reciban sus labores en la época precisa. En la temporada de cosecha también se ayudaban, teniendo siempre por principal mira ajustar primero la cantidad que debia ser remitida al soberano como tributo. 'No solamente conocian el algodón blanco, sino tam- bién otro de color, el cual les servia para tejerlo mez- clado con el blanco. Un historiador, al hablar de las clases de algodón que conocian los antiguos indios, di- ce: "Lo hay blanco y dorado, que se llama comunmen- te Coyote.'''' Este nombre lo sustituían en algunas loca- lidades con el nombre de Coyuclie. Les era de extremada utilidad, pues que, sin tener que recurrir á la tintore- ría, podían obtener tejidos blancos y amarillos. El uso del algodón coyote quizá data de una época posterior á la en que comenzaron á utilizar el blanco, pues que tenían la tradición de la extrañeza con que sus antepasados vieron algodón de color, atribuyén- dolo al poder de una de sus más veneradas deidades, el dios Quetzalcoatl, de cuya existencia tanto han ha- blado los historiadores, por haber influido de una ma- nera tan decisiva la tradición de sus predicaciones en la fácil conquista de estas regiones. La historia de los- mexica, dice que en la época en que existió Quetzalcoatl, las poblaciones en donde residía gozaban de abundancia en todo. Entóneos gozó Tollan de una edad abundan- te y próspera cual la del reinado de Saturno. Quetzal- coatl tenia casas de chalchihidtl,^ de plata, de conchas 1 Piedras finas. Nota del autor. 28 coloradas y blancas, de turquesas, de plumas ricas; abundábanlos granos, las calabazas median una braza en redondo, las mazorcas de maíz eran inmensas, los bledos parecían árboles; sembrado el algodón, nacia espontáneamente de todos colores ^ Sin atender á la exageración de tales tradiciones, sí podemos, por lo que á nuestro asunto toca, considerar que en la época de Quetzalcoatl fué cuando comenzó á usarse el algodón coyote, más cuando á esa divinidad se atribuye haber introducido entre los aztecas mejo- ras notables en todas las artes en las cuales era, según se cree, bastante hábil. Haciendo punto omiso del dictado de divinidad que quería dársele, si hay que creer, como lo aseguran to- dos los escritores, que Quetzalcoatl introdujo muchas mejoras en el ramo del saber entre los indios, y asi, es de suponerse que aun cuando el algodón coyote haya existido, el personaje histórico citado haya sido á quien tocó el haber introducido al trabajo de los telares el algodón de color. Todavía hoy en algunos lugares del país, en ciertas poblaciones de Oaxaca, por ejemplo, tejen telas con las dos clases de algodón antes mencionadas, de manera que quedan con listas amarillas y blancas. Muy difícil seria asegurar á punto fijo la cantidad de algodón que cosechaban los indios, porque no exis- ten datos completos á este respecto, en atención á las pérdidas que hubo en los primeros tiempos de la con- quista, de los documentos que atestiguaban esa clase de productos de estas tierras. Más atendiendo al gran consumo que se hacia de la 1 Orozco j Berra, Tomo I, pág. 64, j Torquemada, Monar- quía Indiana, Tomo II, pág. 49. 29 materia prima para la fabricación de mantas y trajes, que como veremos después, eran en inmensa cantidad, es de suponerse, aunque sea aproximadamente, la can- tidad que de algodón se recogía y la extensión proba- ble de terreno que hablan dedicado al cultivo del al- godonero. Para calcular aunque sea aproximadamente la can- tidad de algodón, habrá que recurrir primero á las autoridades históricas y después á las listas de tribu- tos, para en seguida hacer nuestras apreciónos y apro- ximarnos lo más que sea posible á la verdad. El Sr. Orozco y Berra dice con respecto á tributos de algodón pagados al emperador de México, que ha- cia "un total de 4,000 cargas,"^ haciendo sólo mención de los siguientes pueblos: Cihuatlan, Quautochco, Atlan y Xiuhcoac, que indudablemente no forman más que la menor fracción de los pueblos que en aquella época se dedicaron al cultivo de la planta que me ocupa. Aun hay más, las cantidades que aparecían en los tributos, no eran suficientes para calcular la cantidad de materia prima producida, pues aunque muchos pue- blos eran productores de algodón, no tenian asignado como tributo más que una pequeña porción de la fibra cosechada, y si muchas piezas de manta de distintas clases y tamaños. Además, es de notarse lo que un historiador dice, que era costumbre que los indios pecheros que labra- ban sus heredades, daban en tributo de todo lo que co- gían, "de tres fanegas una, y de todo lo que criaban de tres uno;"^ es decir, que el tributo venia á ser una par- te de lo cosechado. 1 Historia antigiia y de la Conquista. Tomo I, pág. 307. 2 Torquemada. Monarquía Indiana. Tomo I, pág. 231. 30 Atendiendo á esto, las 4,000 cargas de algodón que asigna el Sr. Orozco y Berra, vienen á elevarse á la cantidad de 12,000 cargas por producto de los cuatro citados pueblos. Ahora bien, como lo relata el Sr. Arzobispo Loren- zana,^ liabia pueblos que más abrumados que los otros por los tributos reales, pagaban su contingente cada ochenta dias, y si de los cuatro pueblos que antes men- cionamos suponemos que dos hayan estado en estas condiciones, por ejemplo, Cihuatlan y Quauhtochco, que respectivamente tributaban en cada ocasión 400 j 1,600 cargas, resulta que al año pagaban como 8,000 cargas de algodón, que sumadas á lo que los otros do» pueblos pagaban, da un total de 10,000 cargas; y si es- te número de cargas representa el tercio de la cosecha, puede calcularse que la de los cuatro pueblos en cues- tión era de 30,000 cargas. Difícil es acertar el número de arrobas que corres- pondía al citado número de cargas, mas aproximada- mente podrá tenerse un dato. Sabido es que entre los indios no eran conocidas las bestias de carga, sino que para el trasporte se servían de mozos especiales para conducir bultos de algodón, maíz y otras materias, los cuales se introducían en jpetlacallis, que eran unas especies de cajas, tal vez de otate cubiertas con cuero, teniendo así á la vez que li- gereza, manera de preservar las mercancías de la in- temperie.^ Siendo así, permitido es suponer que, por término medio, cada individuo cargara un bulto de cuatro arro- 1 Historia de la í^ueva España por FraBcisco Antonio Loron- zana. Pág. 333. 2 Clavijero, Historia citada. Tomo I, pág. 230. 31 bas, cosa que, admitida, nos lleva á la deducción de que la cantidad de algodón cosechada en los cuatro pueblos antes mencionados, era de cosa de 120,000 arrobas. Esta cantidad, perteneciente sólo á los cuatro pue- blos mencionados, da idea de la cantidad que podría haberse cosechado en extensión tan grande como lo era la ocupada por los antiguos mexicanos. En las láminas que al fin de este escrito se encon- trarán, pueden verse de la primera á la sexta, los nom- bres de los pueblos que tributaban algodón y algunos de los artefactos fabricados con la fibra de que trato: las cinco primeras láminas las tomé de la obra antes citada del padre Lorenzana, j la sexta de la obra de Lord Kingsborough. Al examinar estas listas de tributos, que muy lejos están de ser completas, se cerciora uno de que habia en la época anterior á la conquista, puntos algodone- ros en distintas direcciones del pais, de tal manera, que puede asegurarse que muchos de los terrenos que hoy se dediccín al cultivo del algodón, ya lo hablan es- tado por nuestros antepasados, que por más que en contra de su civilización se haya dicho, tenian ideas muy adelantas en lo relativo al algodón y su indus- tria. Figuran en las listas de tributos los nombres de va- rios pueblos, como son Zacatolan, Apacalecan, Guauh- tlan. Coliman, Quauhtochco, Toxtlan, Toxpan, Axtlan, Taxco y otros, por lo que se ve que habia lugares al- godoneros en nuestras costas del Golfo y del Pacifico; solamente que en aquella época, tal vez la producción era mucho mayor, como podrá suponerse con funda- mento, en vista de lo que después narremos. Asi pues, la zona algodonera de aquella época se 32 extendía á regiones también en donde no habia domi- nio de los mexicanos, como siicedia en Michoacan, Nor- te de Sinaloa y otros lugares. Aun en Yucatán, en donde hoy no se cosecha, por aquellos tiempos atendían al cultivo del algodón, pues que los indios de aquellas regiones "tenian sus here- dades plantadas de los árboles de vino y sembrado con algodón^ pimienta y maíz;"^ asi es que por todo puede decirse que la zona algodonera de los mexicanos era tan extensa como la de la actualidad, ó quizá mayor, pues que por lo que se ve^e Yucatán, y al hablar de este Estado entiéndase también de Tabasco y Cam- peche, habia antiguamente lugares algodoneros, que hoy ó han desistido completamente de ese trabajoi^ ó lo han llevado las vicisitudes á un estado de completa postración. Si tuviéramos completa la lista de tributos del Im- perio mexicano, seguramente que seria cosa bien fácil determinar toda la cantidad de algodón cosechado y la extensión del terreno cultivado; mas como sólo se cuenta con datos insuficientes, habrá que hacer todos los cálculos de una manera aproximada, lo más am- plios que se puedan. Considerando solamente los tercios de algodón que están asignados de la primera á la quinta lámina, re- sulta un total de 4,801 tercios, que, como en otro lugar dijimos, representa la tercera parte de la cosecha, por lo cual dicho número asciende á la suma de 14,403; mas como por las mismas láminas se ve, el tributo lo hacian los pueblos citados cada ochenta dias, venian á pagar al año la suma de 19,204 tercios, que, propor- 1 Braseur de Bourboug. Kelacion de las cosas de Yucatán, pág. 90. 33 cionalmente, representaban una cosecha de 57,612 ter- cios; pero como en otro lugar, podremos hoy suponer que el peso de cada bulto era de cuatro arrobas, y con esto se ve que, en último resultado, la cosecha estarla representada por 230,448 arrobas. Esta cantidad no es grande, ni mucho menos, sien- do insuficiente para juzgar de la total producción al- godonera de los indios; pero sin embargo, nos da luz para considerar que si en tan reducido número de pueblos como el mencionado, se cosechaba tal canti- dad, en todo el territorio seria una cantidad inmensa, cantidad que no se ha podido conservar en los recuer- dos de la historia, por la destrucción y pérdida de do- cumentas interesantes; pero seguiremos nuestros cál- culos y apreciaciones, sirviéndonos del número que antes dedujimos, para unirlo á otros que vayamos de- terminando en el curso del escrito, todo lo cual nos vendrá á servir para determinar con aproximación la verdadera cosecha algodonera de nuestros antepasados. Pero para llegar á este fin, tenemos antes que hacer algunas consideraciones con respecto á los tejidos de aquella época, que de esta fuente será de donde tome- mos los datos para calcular lo que se desea. Entre las muchas cosas que sorprendieron á los con- quistadores al irse internando á las partes más pobla- das del territorio mexicano, debe contarse todo lo re- lativo á sus tejidos, que eran de todas clases, desde lo burdo demasiado ordinario que usaban las gentes de la clase baja, hasta los de labores finísimas y hermo- sas que sólo tenian los grandes señores. Veamos lo que con respecto á esto dice un historia- dor al hablar de las costumbres de las mujeres de los Toltecas: "Grandes Hilanderas y Texedoras, teniendo El Algodón.— 3 34 mantos muy galanes de mil colores y figuras, las que ellos querían y tan finas como las de Castilla y texian las mantas de muchas maneras, unas que parecían de terciopelo, y otras como de paño fino, otras como da- masco y raso, otras como lienzo delgado y otras como lienzo grueso, como ello querían ytenian necesidad."^ Otro erudito escritor se explica asi: "Los indios fue- ron muy ingeniosos en las artes; en Texidos de algodón tanto, que habiéndose embiado á Roma una vestidura del gran Sacerdote de ellos Achcauhquitlenamacaui, se admiró aquella Corte, y habiendo etc.;" y más ade- lante añade: "y así es muy cierto lo que refiere Cortés, de que usaban Texidos de primor, y se comprueba por la Lámina en que se figuran tantos géneros de mantas. Tilmas, Huípiles, ó adornos de mujer con que tribu- tan muchos pueblos."^ En una carta que Cortés dirige al Emperador Car- los y, dice así hablando de un regalo de Motecuhzoma: "Demás de esto, me dio el dicho Montezuma mucha ropa de la suya, que es tal, que considerando ser toda de algodón y sin seda, en todo el mundo no se podría hacer ni tejer cosa tal, ni tantos y tan diversos y na- turales colores; en que había ropas de hombre y de mujer muy maravillosas y había paramentos para ca- mas, que hechas de seda no se podrían comparar. Y había otros paños como de tapicería que podían servir en salas y en iglesias. Había colchas y cobertores de camas así de plumas como de algodón de diversos co- 1 MS. Eelaciones de D. Fernando de Alva Ixtlilxochitl. To- mo lY. 2 Historia de Nueva España por D. Francisco Antonio Loren- zana, pág. 3. Se conserva la ortografía del párrafo, por estar así en el original. 35 lores, asimismo muy maravillosos que, por ser tantos y tales, no los sé significar á V. M."^ Otro historiador, ya mencionado aqui muchas veces, dice al hablar de las artes de los indios de México, re- lacionándose á los tejidos de mantas, que "tejian es- tas telas con figuras de diversos colores que represen- taban flores y animales con plumas tejidas en el mismo algodón, hacian capas, colchas, tapetes, estas y otras piezas no menos suaves al tacto- que hermosas á la vista." Y poco después dice: "También tejian con el algodón el pelo más sutil del vientre de los conejos y de las liebres, después de teñido é hilado, resultando una tela blandisima con que los señores se vestían en invierno."^ Asi es que los mexicanos no solamente hablan llegado ahilar y tejer solo el algodón, sino que sabian aprove- charse de la bondad de otras cosas para mezclarlas con él, haciendo de esa manera una especie de trama que respondía con muy buenos resultados. Es de conside- rarse las dificultades con que tropezarían y los traba- jos que han de haber tenido que vencer para hilar y tejer juntos el pelo de conejo con el algodón, cosa que, al haberla vencido, y con gran éxito, según el dicho de los historiadores, hace pensar que era elevado el grado á que hablan llevado los mexicanos la impor- tante industria de hilados y tejidos de algodón. Dando cabida á la idea de que nuestros antepasados vivían en un completo oscurantismo, habría que su- poner quizá que los tejidos que usaban eran de pocas clases; pero no era asi, no sólo tenían tejidos de clases 1 Colección de documentos inéditos del archivo de Indias. To- mo II, pág. 66.— Madrid, 1864. 2 Clavijero, Historia de México, tomo I, pág. 249. 36 buenas, sino que aun usaban algunos personajes, teji- dos que en cualquiera parte podrian haberse denomi- nado lujosos. La ropa que los indios usaban comunmente "era muy sencilla, reduciéndose en los hombres al maxtlatl y al tümatU, y en las mujeres al ctteitl y al huei^iUi. El maxtlatl era una cintura larga ó faja con las extre- midades pendientes por delante y por detrás. El til- matli era una capa cuadrada, de cerca de cuatro pies de largo, cuyas extremidades estaban sobre el pecho ó sobre el hombro El cueitl era las enaguas comu- nes de que se servían las mujeres: se reduela á una pieza cuadrada con que se envolvían desde la cintura hasta media pierna. El huei^iUi era una camisa de mu- jer, sin mangas."^ En las láminas del fin de este escrito, se verán en lo marcado como tributos, las diferentes especies de piezas de vestir que quedan enumeradas, las cuales, siendo ordinarias, eran usadas por el pueblo bajo, pe- ro también habia pintadas de diversos colores y con diversas labores como se ve en las láminas 3^ y 6^; en las otras se ven las sencillas, usadas por la gente pobre. Con respecto á los vestidos que usaban los ricos se explica muy bien el autor poco antes citado, en el si- guiente párrafo: "La (ropa) de los ricos (era) de exce- lente tela de esta última clase (de algodón) teñida de varios colores y con adornos de figuras de flores ó de animales, ó entretejida con hermosas plumas, ó con pelo fino de conejo, y guarnecida con figurillas de oro, y con vistosos flecos, especialmente en la faja. Los 1 Clavijero, Historia de México, tomo 1, pág. 256. 37 hombres solían llevar dos ó tres capas, y las mujeres otras tantas camisas y naguas, dejando debajo las más largas para que se viese parte de ellas. La ropa de in- vierno de los señores era siempre de algodón con plu- mas ó pelo de conejo. Las señoras llevaban además del hueipilli un ropón semejante al alba de los ecle- siásticos, pero con las mangas más anchas."^ Esta especie de lujo en el modo de vestirse variaba según la nación: los mexicanos en tiemj)o de su apo- geo eran de los que más usaban ricos vestidos, tenien- do en su ayuda la proximidad de Texcuco, que era en donde se encontraban quizá los más hábiles tejedores; pero también se distinguian en el vestir los Tlaxcalte- cas, los Cholultecas, cuya capital tenia por principal comercio, tejidos de algodón. Tenian, pues, vestidos especiales para la estación y sabian sacar, de la mejor fibra que conocían, el mayor partido posible. Ellos no conocían ó no utilizaban el lino, pero con el algodón suplían á aquel, confeccionan- do telas tan finas y tan variadas que, como ya antes vi- mos, sorprendieron no sólo á los conquistadores, sino aun á personas europeas entendidas en la materia. Con razón, pues, les era tan útil, consideraban al al- godón como cosa preciosa, atestiguando esto el hecho de que en Oaxaca, los zapotecas, como para expresar la admiración que les causaba la hermana de Mote- cuhzoma, que éste envió para que se casase con su rey y obtener así, sí no un verdadero dominio, al menos una estrecha alianza, la denominaban con la frase "co- po de algodón."^ Aun en regiones más apartadas de México sé exten- 1 Obra citada, Clavijero, pág. 256. 2 José A. Gay. Historia de Oaxaca. 38 dia el uso del algodón en las telas para vestidos. En Yucatán los indios formaban su vestido de "un listón de una mano de ancho que les servia de bragas y cal- zas, j que se daban con él algunas vueltas por la cin- tura, de manera que el un cabo colgaba delante y el otro detrás, y que estos cabos les liacian sus mujeres con curiosidad y labores de pluma, y que traian man- tas largas y quadradas, y las ataban en los ombros, y que traian sandalias, etc."^ Asi pues, en todas direcciones en lo que hoy consti- tuye el territorio de la República, estaba extendido el uso del algodón en los vestidos: por las láminas de tributos se ve lo que antes digo, pues que de regiones bastante apartadas unas de otras, remitían de todas las diferentes clases de tejidos. Y este uso se extendía á regiones bastante apartadas, pues que del uso de las mantas de algodón se hace mención en varios escritos de exploradores que reco- rrían camarcas más al JNTorte de Culiacan, hoy capital de Sinaloa. Uno de estos viajeros dice al hablar de los pobladores de TJraca, población que se encontraba en el rumbo que dejo indicado, que "tienen y cogen algún poquillo de algodón, desj)ues hacen las mantas, etc." y también asegura que los habitantes de otro pueblo de la misma región tienen mantas de algodón cuadra- das, unas mayores que otras, como de vara y media en largo; las indias las traen puestas en los hombros á manera de gitanas y ceñidas una vuelta sobre otra por su cintura con una cinta del mismo algodón."^ Las mantas eran de distintas dimensiones, y las me- 1 Brasseur de Bourbourg. Obra citada, pág. 116. 2 Documentos inéditos, tom. XIV. — Eelacion del capitán Juan Jaramillo, pág. 308. 39 didas que tenían, según lo aseguran los historiadores antiguos, podian compararse á hrazas; asi es como te- nían mantas de 2, de 4, hasta de 8 brazas. Y en "los tributos estaban marcados el número de brazas por el número de dedos que sobre de la figura de la manta dibujaban. Así en la lámina 1^ se ven cinco figuras de las que representan las mantas, con cuatro dedos di- bujados arriba de cada una, lo cual quiere decir que eran de cuatro hrazas; en la quinta lámina la última figura de mantas tiene también cuatro dedos que tie- ne la misma explicación dada: las que no tenían tales marcas, se entendía que eran del tamaño común, que era de braza y media aproximadamente. Y no solamente á vestidos se reducía la aplicación que del algodón se hacía; para otras muchas se le uti- lizaba, entre otras que después mencionaremos, cita- remos por hoy una especie de zapatos, á los cuales llamaban cutaras^ usadas por los altos dignatarios, y que tenían la parte superior de algodón, con suela de otra cosa, quizá de íxtle ó cuero de venado que tanto lo usaban, ó de oro,^ cosa que sólo la tenían aquellos que estaban colocados en una muy elevada jerarquía. Además de los vestidos de uso común, fabricaban otros de mayor valor y finura que eran dedicados pa- ra los sacerdotes; los de jerarquía inferior no tenían más distintivo en sus vestidos, que una especie de go- rra de algodón;^ los que se encontraban en grado más elevado, una borla de la misma fibra, ^ y así iban me- jorándose los trages hasta los grados más elevados, como por ejemplo el Topíltzín ó principal ministro de 1 D. Fernando de Alva Ixtlilxochitl. MS. citado, tomo IV. 2 Clavijero. Historia de México, tomo I, pág, 165. 3 Id^m Ídem idem. 40 los sacrificios, que cuando oficiaba en una fiesta de im- portancia, se ponia un trage rojo en forma de escapu- lario, con flecos de algodón.^ Asi es que tenian tejidos de muclias variedades pa- ra vestidos de distintas clases y otras cosas, con cintas, listones, etc. A más de los vestidos que comunmente se usaban, habia otros que eran especiales para los guerreros, quienes confiaban en esa especie de cotas para salir mejor librados en las batallas que con suma frecuen- cia tenian. Eran unos artículos que desempeñaban perfectamente su cometido, atendiendo á la clase de armas que se usaban, para soportar las cuales estaban destinados. Durante el despotismo de Tezozomoc en Atzcapot- zalco, como ya en otro lugar dijimos, éste envió muy frecuentemente al rey Ixtlilxochitl cantidades grandes de algodón en greña, para que los subditos de éste lo tejieran y fuera así para provecho del primero; algu- nas veces sucedió esto, hasta que Ixtlilxochitl, viendo en estos actos que Tezozomoc quería encubrirles con la amistad una especie de obligación de tributarle, le contestó: "que el algodón lo habia tomado para sus vasallos, que tenian necesidad de él para hacer ciertas armas y aderezos de guerra, y que si tenia más se lo enviase porque tenia necesidad de él para unas armas y para mantas," y "que le ayudasen siquiera en em- biarle de quando en quando, algodón para hacer armas á los mancebos en la guerra que faltándoles las fuerzas de sus brazos, les ayudarían las de sus armas^^^ Estas armas ó corazas eran hechas de algodón y te- 1 Clavijero. Historia de México, tomo I, pág. 168. 2 D. Fernando de Alva Ixtlilxochitl. MS., tomo I. f 41 nian el espesor de un dedo, y á veces de dos, según dice Clavijero; esto prueba la consistencia que tenian sus tejidos, pues que, los de la clase de que tratamos, resistian perfectamente á las flechas. Tenian dos cla- ses de corazas, una que solamente cubria la caja del cuerpo, y otra más larga que, colocada sobre la prime- ra, defendía los muslos y aun parte de los brazos. Mucha variedad en finura habia en estos objetos; unos eran simplemente de algodón, y otros mezclados muy artísticamente con vistosas plumas, uniéndose á los trajes, especies de penachos que en algo resguardaban la cabeza. Todos los trajes de guerra estaban pintados con fuertes colores; de esta especie de trajes se ven en las dos figuras de la lámina 10. Era tal la bondad de las cotas usadas por los indios, que los españoles, tan luego como de ello se apercibie- ron, las comenzaron á usar,^ teniendo asi una arma más con que defenderse de los débiles esfuerzos que hacian con sus armas casi inútiles, los desgraciados oprimidos. También empleaban el algodón en la confección de otros artículos de constante uso: el Emj^erador y los grandes señores usaban siempre de manteles y servi- lletas de tela de algodón tan fina, que los conquistado- res se admiraron de ella: esta clase de objetos se fabri- caban de clases distintas, ya blancas sencillas, ó con cenefas de colores, ya labradas, ó ya con diversos di- bujos, á los cuales eran tan afectos los indios, como queda demostrado en todas las listas de tributos y pro- ductos que de aquella época se conservan. En el uso que de manteles y servilletas hacian se 1 Clavijero. Tomo I, pág. 216. 42 deja comprender que no sólo usaban aquello que á cualquier hombre, por salvaje que sea, se le ocurre, como es el vestirse para libertarse de las inclemencias del tiempo, sino aun de aquello que no es una cosa esencialmente necesaria, como lo es la mantelería. Y cosas de verdadero lujo también usaban: á la en- trada de los españoles á Iztapalapan, se admiraron de la magnificencia del j)alacio del Señor de aquel pue- blo, pues que sus "paredes estaban cubiertas de telas finas de algodón." Se usaban así las telas de algodón como hoy se utiliza el papel tapiz, y los grandes seño- res también empleaban especies de alfombras ó tape- tes de dicha fibra para sus salas, ó para ciertos mue- bles que se asemejaban mucho á los reclinatorios.^ Para los objetos que se usan en las camas también empleaban el algodón, aunque no era muy común ese uso. "La cama se reducía á una ó dos esteras fuertes de junco, á las cuales los ricos añadían otras finas de palma y sábanas de algodón, y los señores unas telas tejidas con plumas. La almohada de los pobres era una piedra ó un pedazo de madera; los ricos la usarían quizá de algodón." "La gente común no se cubría en la cama sino con el mismo tilmatli ó capa; pero los ricos y nobles se servían de colchas de algodón y plumas."^ Por todo lo que antes se ha relatado, se puede cal- cular que nuestros antepasados no estaban en el com- pleto atraso en el cual se les ha supuesto, sino qi^e, muy al contrario, habían llevado el arte á un regular grado de desarrollo, y que para aquella éjDoca y las cir- cunstancias de encontrarse sin comunicación con nacío- 1 Clavijero. Tomo II, págs. 41 y 52, 2 Clavijero. Tomo I, pág. 257. 43 nes más civilizadas, era mucho lo que hacian. Y el mis- mo capitán Cortés, supo aprovecharse de la pericia de los naturales del país en diversas cosas, pues que cuan- do se preparaba para el asalto de México, encontrán- dose en Texcoco, "andaba mucha cantidad de carpin- teros naturales del pueblo haciendo los .bergantines, hasta que los acabaron, y otros muchos naturales de Texcoco, por mandato de Cortés, hicieron mucha can- tidad de colchas de algodón de que se hicieron muchas armas para los españoles, y asimismo se hizo mucha cantidad de munición para ballestas."^ Conocían, pues, lo que se relaciona con el algodón, en todas sus faces puede decirse, y seguramente que el pueblo habria prosperado en este sentido durante la dominación española, si los conquistadores hubieran tomado verdadero empeño en conservar y alentar esta clase de trabajos, enseñándoles con ahinco aquello que no conocían y que podia, indudablemente, haberles si- do de suma utilidad. Eran nuestros antepasados entendidos en el arte de hilar y tejer, no sólo el algodón, sino aun otras fibras, como el henequén, dándole usos bastante variados, ya para mantas de multitud de clases y labores, ya para sogas, mecate (mecatl) y otras cosas. Y la altura á la cual hablan llevado la industria de los tejidos, indica que tenian inclinaciones por esa clase de trabajos, de los cuales muchas muestras, como ya lo hemos dicho, llamaron la atención del Viejo Mundo. Mucho, muy grandes eran las cantidades que de ca- da una de las clases de teijdo se hacian; causa admi- ración el considerar las cifras, que también son una 1 D. Fernando de Alva Ixtlüxochitl. MS., tomo lY. 44 elocuente indicación de la laboriosidad del pueblo que aquello hacia, y un dato preciosisimo para calcular la inmensa producción que de la materia prima babia. Desde el desembarque de las tropas castellanas en las playas de Veracruz, pudo haberse notado, por el primer presente que envió Motecuhzoma, que la pro- ducción era grande, puesto que en esa sola vez se envia- ron cosa de treinta cargas de telas de algodón de lo mejor fabricado, y asi se repitieron los presentes pos- teriormente, siendo todos dignos de llamar la atención, entre otras cosas, por la gran cantidad de articules fa- bricados de algodón. La primera vez que los españoles entraron á Méxi- co, no obstante que con anterioridad se les hablan he- cho ricos presentes, el Emperador le "presentó (á Cor- tés) muchas alhajas curiosas de oro, plata y plumas, y más de cinco mil vestidos finísimos de algodón."^ Poco después hizo el presente, entre otras cosas de valor, de "veinte cargas de trages finos de algodón,^ y luego, con el permiso del Emperador, tomaron los es- pañoles, del tesoro de Axayacatl, "más de mil vesti- dos de algodón."^ Y así como estos actos, hubo otros muchos, en todos los cuales se hacia patente la inmen- sa cantidad que de objetos de algodón tenian de exis- tencia, asegurándose así de la importancia que los in- dios daban á la industria algodonera. Esta importancia no sólo se concretaba á las partes que pertenecían al Imperio de Anáhuac, sino que tam- bién á otras regiones más apartadas como Michoacan, Yucatán y otras. 1 Clavijero. Tomo II, pág 44. 2 ídem idem idem 46. 3 ídem idem idem 53. 45 De Michoacan se tienen noticias, como ya en otro lugar dije, de que hilaban y tejian el algodón, y de presumirse es que haya sido en grande escala, por ser numerosa su población y -por prestarse el clima de sus extensas costas para la producción y buena propaga- ción de la planta productora de la materia prima. En la Peninsula yucateca también se atendía al hi- lado y tejido de algodón, pero es de presumirse que mayor importancia se haya dado á lo del henequén, por tener más abundante y espontáneamente esa planta. Podemos, pues, asentar que, en la generalidad del territorio que hoy forma la República, se conocía y practicaba desde éj)ocas remotas el hilado y tejido de algodón. Así como es de admirarse el adelanto de lo que se viene tratando, también es de considerarse la manera como estaba arreglado lo relativo á los tributos de te- jidos. El gobierno era despótico, mas no obstante, consi- deraba y veia la mejor manera de que el ominoso peso de la dominación fuese soportado por los oprimidos, con mayor resignación^ ya que no con conformidad. Los pueblos que por su situación en la costa ó en lu- gar propio para el algodón, podian producirlo, tenían por tributo el entregar periódicamente cantidades fijas de la fibra mencionada; y aquellos que, situados en zonas no calientes, no podian producir el algodón, es- taban encargados de trasformarlo en telas y artículos de distintos géneros. Esto hacia que los mejores teje- dores fueran los pobladores de climas no calientes, co- mo sucedía con los de Texcoco, Cholula, Tepetlaxtoc y otros. Si en este sentido hubieran quedado los tri- 46 butos impuestos después por los españoles, seguramen- te que el cultivo del algodón no habria decrecido en la época de la dominación, como después veremos. Inmensas son las cantidades que como tributo se recibían periódicamente en la Corte de México; figu- raban tejidos de distintas clases, desde los que usaban los individuos más pobres en sus vestidos, hasta los riquísimos que sólo eran consumidos por la parte más acomodada de la población. Los tributos se entregaban en intervalos de tiempo distintos, según la clase del objeto tributado; asi era como algunos pueblos pagaban algodón cada ochenta dias, como puede verse por las correspondientes lámi- nas; otros tributaban una sola vez al año, y otros, co- mo sucedía con los que daban mantas, cada seis meses. De creerse es que el algodón que se almacenaba, de los tributos de las comarcas productoras, era enviado á los pueblos en que no podia haber sembrados de esa clase, para que lo hilasen y tejiesen; asi es que lo que en un año era cosechado, se trasformaba al siguiente en mantas y otros tejidos. De los tributos relativos á tejidos, sí hay listas que, si no representan todo lo que del artículo se recaudaba, sí lo hacen con bastante aproximación. El Códice Mendocino, que se encuentra, en la nota- ble obra de Lord Kingsborough, presta muchísima ayuda en este asunto, por las láminas que contiene, en las cuales están tan bien marcados los objetos tribu- tados. Perfectamente están señaladas allí las distintas es- pecies de mantas y artículos de algodón, habiendo to- mado nosotros de esa obra la lámina 6^ de este trabajo. En esta lámina, las dos figuras que están al lado una 47 debajo de otra, son la representación de los pueblos que hacen el tributo y que son, el de arriba .4 ¿te y el otro Tegajpatitlan; las tres figuras colocadas en la parte baja y que representan unos fardos, indicaban el algo- don, del cual, como puede verse, ponian aunque apro- ximadamente, la flor en la j)arte superior. Las cuatro figuras restantes representan, la 1^ y 3^ las mantas finas, la 2^ y la # los maxtlatl ó ceñidores; la 5^ las mantas ordinarias: en cuanto á los cuatro dedos repre- sentados en esta última figura, ya en otra ocasión dije que cada uno representaba una braza. Esa especie de pluma colocada sobre cada objeto tributado, era una representación que los indios hacian de la cantidad 400; de manera que, con esto, tendríamos que sólo los pueblos figurados en la lámina 6^ tributaban 800 car- gas de mantas finas, 400 cargas de ordinarias de cua- tro brazas, 800 de maxtlatl ó ceñidores y 1,200 tercios de algodón; y como las mantas y demás tejidos los tributaban dos veces por año, resulta que hay que du- plicar las cantidades. En la lámina 3^ están representados los}^huipiles con la figura b^ de la serie de tejidos, y "allí mismo se ven las distintas variedades efe labrados que daban á las mantas. El cálculo de las mantas podríamos hacerlo por las representadas en las láminas que hemospndicado; mas como la colección no es completa, tendríamos que ayu- darnos con otras, por lo que es preferible hacer el cálculo por lo representado en las láminas correspon- dientes del Códice Mendocino, de las cuales no hemos tomado copia porque habria sido dar á ésta demasiada extensión. En el citado Códice se encuentra todo lo que cons- 48 tituia los tributos, viéndose perfectamente determina- das las diferentes clases de mantas y tejidos de algo- don que se fabricaban. Las mantas propias de algodón no podrían confundirse en las láminas con ningunas otras, ni tomarse las que fueran hechas de henequén, por de algodón, pues que aquellas siempre eran repre- sentadas atravesándolas una espina de la planta que proporciona la fibra. En las láminas 32, 33, 34, 35, 37 y 38 del mencionado Códice se hace mención de man- tas de henequén, y en las dos últimas de las citadas, se representan los tejidos ordinarios de henequén, co- mo antes dije, con una espina de maguey atravesada. Desde la lámina 20 de la colección citada se comien- za á hacer mención de los tributos consistentes en te- jidos de algodón de distintas especies. No es necesario fijarse mucho en el Códice Mendo- cino; con sólo dar una ojeada á las láminas, se encuen- tra uno sorprendido de la inmensa cantidad de objetos de algodón, y en consecuencia, de la grandísima pro- ducción de materia prima que para tales confecciones se consumía. Y lo que el Códice Mendocino nos muestra, es sola- mente lo que tiene relaci"on con el Imperio de Anáhuac y sus dominios, quedando por consiguiente mucho que considerar de la producción algodonera de las otras naciones que se encontraban libres del vasallaje im- puesto por los reyes de México á sus tributarios. Si con sólo lo que era Anáhuac en aquella época, hay bastante que admirarse de la producción de que venimos tratando, ¡cuan inmensa seria nuestra admi- ración si tuviéramos datos precisos de lo producido por otras naciones que hoy forman parte integrante de la República Mexicana! 49 Con sólo recordar lo que la historia nos dice de lo poblado que estaba este Continente, y sabiendo ya el uso tan grande que del algodón hacian los indígenas, puede uno formarse idea de la inmensa cantidad de algodón ¡producido, en aquellos tiempos, sobre una zo- na algodonera tan vasta comp la comprendida en te- rritorio mexicano. Con estos pensamientos y ayudán- dose de las láminas de tributos, indudablemente la imaginación se eleva á creer en cosechas de algodón inmensas. Mas no es mi idea el elevarme con conjeturas á re- giones que tengan más ó menos de hipotéticas: quiero sólo asentar aquello que pueda probar por relatos ve-, ridicos y por reflexiones no exageradas. Concretaréme, pues, á hacer el cálculo de lo produ- cido en comarcas que reconocían como soberano al rey de México; para esto me será de grande ayuda el tan- tas veces mencionado Códice Mendocino. Según dicho documento, muy variadas eran las cla- ses de mantas que se tributaban; así es como se repre- sentaban mantas grandes^ ricas finas, finas 'para gran- des señores y otras sencillas, á más de otras y de los huípiles, ceñidores, etc.; pero por no hacer cansada la lectura de estos datos, he reducido las clases de man- tas á las siguientes: mantas comunes que lleguen á dos brazas solamente; mantas grandes de dos brazas en adelante; mantas ricas, en las que se incluyen todas las finas, maxtlatl ó ceñidores, y huípiles.^ Según las láminas de tributos, aparecen las cantida- des siguientes de la distintas clases de tejidos: 1 He adoptado la medida de brazas, porque ésta es la que se usa en el Códice. El Algodón. — i 50 Mantas comunes 25,200 cgs Mantas graneles de 4 brazas 3,200 Mantas „ „ 8 „ 800 Mantas ricas (tamaño común)... 26,160 Maxtlatl ó ceñidores 3,600 Huipiles 5,600 Ahora bien, según los relatos de varios historiado- res, y especialmente, por lo que con respecto á tribu- tos se dice en la interpretación de las láminas y jero- glíficos del Códice Mendocino, se sabe que los objetos de tejidos de algodón se tributaban dos veces al año, de manera que las cantidades antes apuntadas se ele- van á una cantidad doble. Es de admirar la cantidad que arrojan los tributos de las diferentes clases de tejidos. Las mantas comu- nes, usadas sólo por el pueblo pobre, según lo anterior, representan la suma respetable de 50,400 cargas; y es- to, de uno solo de los objetos confeccionados, hace pen- sar en la gran cantidad de algodón producida, y más se admira uno al ver que de mantas ricas, las que so- lamente eran usadas por los nobles j acomodados, la cantidad tributada ascendía á 52,320 cargas: éstas eran de menor dimensión que las comunes, pero siempre, en cantidad tan grande, representan una buena suma de algodón cosechado. Las 7,200 cargas de ceñidores también representan buena porción de algodón, así como las 11,200 cargas de huipiles, las 6,400 de mantas de 4 brazas y las 1,600 de 8 brazas. Cantidades son éstas bastante elevadas de por sí, y que al representar solamente los tributos, inevitable- mente conducen á la consideración de la inmensa can- 51 tidad de tejidos de algodón que debe haberse produci- do sólo en el Imperio de Anáhuac, y de allí considerar lo que producirían también las demás naciones inde- pendientes, igualmente civilizadas. Quizá, en contra de mis deseos, vaya á aparecer di- fuso en estas mis consideraciones con respecto á la pro- ducción algodonera, pero si me remonto á tales apre- ciaciones es porque sobre el particular nada he encon- trado que me ilumine, que me dé siquiera una idea de lo producido en aquella época, que vemos hoy tan os- cura á través de los siglos. En ninguna historia, en ninguno de los escritos que he podido tener á mi vista, he encontrado algo que indicara, aunque fuera aproximadamente, la produc- ción algodonera de los mexica; asi es que, para poder decir algo que dé luz en este asunto, tendré que dedu- cirla por los tributos de tejidos, calculando con apro- ximación el algodón consumido en la confección de cada una de las piezas representadas en las láminas. Asi es que comenzaré mi cálculo por las piezas usadas por la gente pobre. Mantas comunes. — Como antes dijimos, 50,400 car- gas de esta especie de mantas recibía como tributo el rey de México, y como es bien sabido por los relatos históricos, en piezas asi menudas, los indios contaban de 20 en 20, de manera que podiase suponer sin in- currir en error de más, que cada carga ó bulto era compuesto de 20 piezas, por lo que el número total de mantas comunes tributadas se elevaba quizá á 1.008,000 piezas anuales. Aparecerá á primera vista exagerada esta cifra, pero no lo es en efecto: al hacer el cálculo anterior he su- puesto que lo que en las interpretaciones de los jero- 52 glíficos llamaban cargas, eran simplemente quimilliSy que seguramente podían considerarse formados por piezas, constituyendo verdaderamente un envoltorio y no exactamente una carga; mas no creo esto lo justo. Tomando la palabra carga en su verdadera acepción, la cantidad de mantas ascendería á una cifra mucho mayor, como voy á demostrarlo. Una manta común, de las que los indios se servían como de capas, atándose dos puntas en uno de los hombros y colgando el resto sobre el cuerpo, puede considerarse con un peso aproximado de 14 onzas. La carga que un indio podía llevar no seria exagerada fijándola en cuatro arrobas, de manera que, haciendo las operaciones necesarias con las 50,400 cargas de mantas, atendiendo al j)eso de 14 onzas por manta, resultan 5.760,900 piezas de mantas comunes, que re- ducidas á algodón, arrojarán una cantidad regular. Mas como ya en otro lugar dije, lo representado en las listas de tributos no era ni aproximadamente si- quiera la cantidad total producida, por lo que hay que considerar, como lo asienta Torquemada en su Monar- quía Indiana, que lo tributado representaba la tercera parte de lo producido. Esto en verdad hace que se considere la producción sumamente baja; pero pues- to que no hay datos más precisos de donde partir, ten- dremos que sujetarnos á lo asentado por Torquemada, y según eso normar los cálculos. Así pues, si el tributo nos representa la tercera par- te de lo producido, el número de cargas de mantas co- munes se elevará á 151,200 cergas y elnimiero de pie- zas de manta á 17.280,000. Como antes hemos supuesto que el peso de cada manta era de catorce onzas, de puro algodón, se dedu- 53 ce que las 17.280,000 mantas representan un peso de 15.120,000 libras de algodón sin pepita, ó sea 604,800 arrobas. Y juzgando por la clase de algodón propio del país, así como por la feracidad que en aquella época pueden haber tenido los terrenos algodoneros atendiendo á la actual, no seria expuesto suponer que la merma que tuvieran los algodones al ser despepitados haya sido reducirse á una tercera parte de lo represen- tado con pepita; así es que la cantidad antes mencio- nada se elevará á 45.360,000 libras ó sea 1.814,400 arrobas de algodón en greña. Esta cantidad no me parece exagerada por tratarse del algodón empleado en la confección del artículo que de más consumo era, por ser el que usaba la gente ba- ja. Pasemos á otra especie de mantas. Mantas de cuatro hrazas. — Esta clase de tejidos era más escasa, á consecuencia quizá del empleo que se le íaba. Estas piezas eran empleadas tal vez en la tapi- cería, ó más bien como manteles, que una y otra cosa eran de uso exclusivo de la gente acomodada, ó con muy raras excepciones por los pobres. Poco figuran estas mantas en las listas de tributos, mas por los relatos históricos bien sabido es cómo las usaban. Según lo que antes dije, en el Códice Mendocino aparecen 3,200 cargas de las mantas en cuestión, ó 6,400 al año. En las mantas de la primera especie se supuso que el peso de cada pieza era de catorce onzas, peso que en verdad debe parecer pequeño, habiéndolo adoptado con el fin de no exagerar las cantidades, sino más bien disminuirlas; por esto mismo, creo que estas mantas 54 de cuatro brazas pueden ser calculadas con un peso de tres libras, atendiendo á su extensión y al espesor que deben haber tenido para poder servir bien en los usos á que se les destinaba. Con esta base del peso de las mantas y sabiendo el niimero de cargas anuales, se puede, haciendo la su- posición de que las cargas fueran de cuatro arrobas, verificar cálculos semejantes á los que se hicieron para las mantas de la especie anterior. Los tributos que de estas mantas se remitían, con- sistían, según los cálculos, en 213,333 piezas; pero ra- ciocinando de la misma manera que se hizo para las mantas comunes, resulta que la cantidad que aproxi- madamente se tejia, era de 639,999 piezas. Ahora bien, como se ha supuesto que en cada manta se empleaban tres libras de algodón, resulta que la cantidad de algodón empleada en estos tejidos era, des- pepitado, 1.920,000 libras ó 76,800 arrobas, y en gre- ña 5.760,000 ó 230,400 arrobas. Estas cantidades que arroja el cálculo para esta es- pecie de mantas, no se tacharán de demasiado elevadas, si se atiende á su uso, que, como ya se dijo, era para tapizar los muros ó como tapetes, cosas que, por su uso entre los grandes señores, ya nobles ó ricos solamente, llamó tanto la atención de los conquistadores. Además, 76,800 arrobas de algodón no es mucho emplear en la confección de un articulo, por una na- ción que contaba con tan crecido niimero de habi- tantes. Siguiendo, pues, el orden que me he establecido, pa- semos á las Mantas de ocho brazas. — De esta especie, el Códice sólo asigna 800 cargas, que pagadas dos veces al año, 55 dan un total de 1,600; con este número pueden hacer- se i^dos los cálculos anteriores, obteniéndose asi los resultados siguientes: Mantas tributadas 32,000, y cantidad probable que se tejia 96,000. Algodón despepitado, 480,000 libras ó 19,200 arrobas, y en greña 1.440,000 libras ó 57,600 arrobas. El uso que de esta clase de mantas hacian los anti- guos, era tal vez el mismo que el que daban á las man- tas de cuatro brazas, solamente que más raras veces, i'azon por la cual aparece en los tributos en una canti- dad tan pequeña. Mantas ricas. — ^Esta clase de mantas figura en las listas de tributos en grandes cantidades; las habia de distintas especies, como ya en otro lugar dije, pero yo las he reunido en la sola determinación de mantas ri- cas por parecerme asi conveniente para hacer menos cansadas estas consideraciones. De esta clase de man- tas fué de la que se admiraron más los españoles, y con razón: las habia labradas, con figuras á cual más caprichosas y elegantes, blancas ó de colores distintos, con cenefas ó sin ellas, etc., teniendo casi todas el re- vés afelpado, de manera que las piezas eran verdade- ramente lujosas, sirviendo sólo para las clases de ele- vada jerarquía. El Códice trae, como tributo de mantas ricas, 26,100 cargas ó 52,200 al año. Las dimensiones de estas elegantes piezas eran igua- les á las de las mantas comunes, usándose de la mis- ma manera que aquellas, y su peso podia considerarse mayor por ser más gruesas y su tejido más fino; pero para no caer en error de más, adoptaremos como peso en cada pieza de esta clase, el mismo de 14 onzas que se admitió para las mantas comunes. 56 Siendo así, las mantas ricas tributadas llegaban á la cantidad de 5.965,714, y las que quizá se tejian á 17.899,142. El algodón que en la confección de este número de mantas se empleaba, se elevaba aproximadamente á 15.660,000 libras ó 626,400 arrobas despepitado, ó á 46.980,000 libras ó 1.879,200 arrobas en greña. ISTo son estas sumas exorbitantes; muy al contrario, para relacionarse con la ropa usada por la clase rica, son demasiado bajas: sin embargo, repito que los cál- culos que se vienen haciendo son solamente indicacio- nes aproximadas, bases que sirvan para ayudar en al- go á investigaciones más felices en sus resultados. Al fijar la atención en el niimero de mantas que el cálculo demuestra, se puede, ligeramente, creer en al- go de exageración en las consideraciones que han mo- tivado tal cantidad; pero al ver en definitiva la canti- dad de algodón consumida en las confecciones, más bien ¡Darece que los cálculos han sido en, menos. Estas mantas ricas eran muy usadas por los indios nobles, y por tanto de muchísimo consumo, de manera que la cantidad real que de ellas se haya tejido, debe haber excedido á la representada aquí, la cual he adop- tado por lo que antes ya indiqué: que el error, si lo hay, sea de menos y no de más, para no hacer apare- cer á nuestros antepasados con producciones que no hayan tenido. Se dice de Motecuhzoma, respecto á muchos de los objetos de su uso, y entre ellos los tejidos de algodón, que lo que una sola vez usaba, ya no lo volvía á utili- zar, sino que ó se almacenaba, ó se repartía á sus ser- vidores. Este exceso de lujo en el jefe de una nación regida por instituciones monárquico-despóticas, hace 57 suponer que entre los nobles de su Corte y los grandes señores de sus dominios habria muchos que intenta- rían seguirlo en lujo, lo que trae la idea de que las te- las ricas de que vengo tratando deben haber tenido un vasto consumo, fabricándose anualmente cantida- des que la mente considera enormes. En todas partes adonde los españoles llegaran y que hubiera algún indio de alta jerarquia, se encontraban con almacenes de distintas cosas, entre las que resal- taban los objetos de algodón, y entre éstos las mantas ricas de distintas clases. Y ¡qué hermosas deben haber sido estas mantas, si se da crédito á los relatos histó- ricos: labrados agradables á la vista, de colores varios bien combinados, añadiéndose á todo los trabajos de pluma que, unidos al finisimo pelo de conejo, daban un aspecto tan precioso á los tejidos. Trabajos de esta especie acreditan la habilidad de los indios al formar un conjunto tan bonito con la pluma, el pelo de cone- jo "y el algodón. Y entonces, muchísimo más que ahora, se hacia uso del algodón de color amarillo en los tejidos, con lo cual, sin recurrir á la tintorería, tenían mantas de va- rios matices, j)ues que el algodón de color lo obtenían de varios grados de intensidad; así es que una manta podían sacarla del telar directamente formada por fa- jas ó labores, de blanco y amarillo de varios matices, habiendo uno que tiraba al rojo, el cual aun se conser- va en algunas partes del Estado de Chiapas. Los tejidos de esta clase eran quizá los más finos y mejor fabricados; pero también se distinguían los Maxtlatl ó ceñidores. — Estos eran unos lienzos que servían para cubrir la región media del cuerpo en los hombres; se enrollaban con ellos la cintura, dejando 58 caer una punta por delante y la otra por detrás, y eran finamente labrados y con figuras caprichosas. JSTo deben considerarse estos tejidos como los que hoy se conocen con el nombre de ceñidores ó fajas, que- aunque largas son relativamente angostas: los de la época de que vengo hablando, según lo que las pintu- ras dejan ver, tenian un ancho maj^or que una cuarta, y una longitud suficiente para dar varias vueltas en la cintura. Este articulo era de mucho uso, tanto que en algu- nos pueblos poco cultos constituia la única prenda de vestir, siendo asi lo que comunmente se conoce con el nombre de ta^a-rabo: los habia de varias clases, como es fácil suponer: ya blancos solamente, ó ya de varios colores, con labrados ó sin ellos. El Códice Mendocino hace mención de los maxüatl, pero en general sin dividirlos en clases, como con las mantas, por lo cual nosotros, al calcular el número de piezas y el algodón consumido en ellas, seguiremos el mismo sistema. Las listas de tributos arrojan 3,600 cargas de max- tlatl, que se eleva, según lo antes dicho, á 7,200 al año. Esto es sumamente poco si se atiende al grandísimo consumo que deben haber tenido les maxtlaÜ; de se- guro que de esta especie de tejidos se han de haber perdido, durante la conquista, documentos y pinturas que podian atestiguar su grande producción; tendre- mos, sin embargo, que hacer el cálculo, tomando por base la cantidad tan baja antes citada. El peso de los maxtlatl debe haber variado según la clase; mas como en el Códice no se hace distinción ninguna, tendremos que suponer un peso igual para todas las clases. 59 Doce onzas no me parece excesivo como peso de aque- llos ceñidores, y partiendo de esta base haremos nues- tras apreciaciones. Las 7,200 cargas representan el tributo pagado al Soberano, y por tanto, se puede suponer que el niime- ro de cargas de maxtlaÜ tejidos fuera de 21,600. En estas cargas se contendrian 2.880,000 piezas, que reducidas á algodón, suponiendo á cada pieza con un peso de 12 onzas de algodón puro, se tendrá por total de materia prima consumida en esta especie de tejidos lo siguiente: despepitado 2.160,000 libras ó 86,400 arrobas, y en greña 6.480,000 libras ó 259,200 arrobas. De esta cantidad ni por un momento puede pensar- se que sea exagerada, pues que su uso se habia gene- ralizado sobremanera; antes bien, estas 86,400 arro- bas de algodón despepitado pueden considerarse como representando de una manera muy baja, lo que se haya consumido en los citados tejidos en todo el extenso te- rritorio del imperio de Anáhuac. Y como el uso de los maxüatl estaba extendido á otras naciones, como Michoacan, Yucatán, California y otras, indudablemente habria que triplicar cuando menos el niimero de arrobas obtenido para aproximar- se á la cantidad de algodón que se ha de haber em- pleado en la confección de los maxtlatl, en todo el te- rritorio que hoy forma la Repiiblica. Pasemos á otra especie de tejidos. Huiínllis. — Estos eran del exclusivo uso de las mu- jeres, siendo de los artículos de algodón de mayor con- sumo, tal vez más que las mismas mantas comunes que vestian los hombres del pueblo. Los huipillis eran de distintas clases, como es de suponerse, según que se dedicaban al uso de la gente 60 pobre ó rica; así es que los habia de finura extrema, para las clases principales, j burdas para los pobres. Así como en las mantas las que eran de uso de los nobles tenían una finísima confección, asimismo en los huipillis de las indias ricas se veían obras de ver- dadero gusto y lujo, luciendo en este artículo la des- treza de las hábiles tejedoras. Estos huipillis eran, como ya se dijo en otro lugar, especie de camisas sin mangas: en algunas pinturas aparece que en algunas figuras los huipillis llevaban mangas, pero esto no era lo común. Eran de un tama- ño regular, llegando más abajo de la cintura, sin que- dar ajustadas al cuerpo. Todavía en la época presente no faltan lugares del país en los cuales pueda verse el uso del huipilli, no ya tan lujoso como pueden haberlo usado las señoras mexicanas, pero sí de gran finura y hermosa vista, su- ficientes para dar idea de lo que habrá sido tal manu- factura en aquellos tiempos en que, bien sabido es, los poderosos ostentaban un lujo verdaderamente oriental. En las listas de tributos del Códice Mendocino se ven figurar en regular escala los huipillis; pero no solos siempre; algunas ocasiones, en unas cargas, ve- nían unidos á lo que llamaban cueitl, y que eran man- tas gruesas de cosa de dos varas de largo, por una de ancho, que eran usadas como enaguas, enrollándolas de la cintura para abajo y sujetándolas por medio de una faja común. De esta especie de mantas, aunque no tan vistosas como las de aquella época, todavía se ven en la actualidad entre algunos indios, que aun conser- van mucho de las costumbres de nuestros antepa- sados. Siendo así que en los tributos que de huipillis se 61 mandaban á la Corte de México, venían incluidos los cueitl, debe atenderse á ello, para los cálculos que, se- mejante á los de los tejidos anteriores, tienen que ha- cerse. Del articulo de que venimos tratando asigna eL Có- dice 5,600 cargas, que en verdad son muy poco para poder calcular la producción, que indudablemente tie- ne que haber sido muy grande. Sin embargo, tendre- mos que atenernos á esa cifra, por no haber otro dato mejor. Siendo 5,600 cargas las asentadas en la lista de tri- butos, tendremos que al año se recibían 11,200, y que conforme á como hemos venido calculando para los demás tejidos, las cargas producidas serian 33,600, so- bre cuya cifra descansarán las investigaciones que so- bre el niimero de piezas y cantidad de algodón se hagan. Estos tejidos deben haber sido de un regular espe- sor, para poder servir bien en lo que se les empleaba, de manera que su peso debe considerarse algo elevado, más aún cuando, como ya se sabe, junto con los hui- pillis venian los cueitl que indudablemente tenian un peso mayor; pero como de éstos no se sabe el número, se calculará lo relativo á huipillis, aumentando algo, por lo que haya podido elevarse el peso total con los cueitl. Atendiendo á lo anterior, creo que el peso que pue- de asignarse á las piezas de huipillis es de dos libras, contando ya con el aumento que pudieran traer los cueitl; esto no es excesivo, pues que los tejidos de la última clase han de haber pesado más de las dos libras asignadas. Calculando con las 33,600 cargas que hemos dedu- 62 cido, resulta que el número de piezas que se fabrica- ban de los tejidos de que venimos tratando era 1.680,000, en las cuales se empleaba: 3.360,000 libras ó 134,400 arrobas de algodón despepitado, ó 10.080,000 libras ó 403,200 arrobas de algodón en greña. No son exagerados estos números; antes bien deben parecer pequeños, sabiendo el grande uso que los in- dios liacian del huipilli y del cueitl, que se han calcu- lado juntos. Eran éstos, artículos que los indios usaban constantemente y que por consiguiente han de haber tenido grande consumo, especialmente los cuéitl, pues las indias acostumbraban llcA^ar hasta cuatro sobre- puestas, poniéndose las más largas debajo para que lucieran las orillas de todas, que por lo regular esta- ban cargadas de adornos y labores. Seria también de tomarse en consideración, en los cálculos que se han venido haciendo, los cordones, cin- tas, sandalias y otras piezas asi menudas que también fabricaban con el algodón; pero esto es del todo impo- sible, por no haber datos, aunque fuera ligeros, que pudieran servirnos de base: sólo hacemos mención de ellos porque es notorio que se fabricaban, y para que se considere que estas piezas pequeñas, reducidas á peso de algodón, podrían aumentar en algo la cantidad que hemos venido determinando. Hay otros dos artículos fabricados de algodón y que deben considerarse: son el papel y la coraza ó cota de malla de los guerreros, llamadas Ichcahui^illi. Un historiador dice asi al tratar de defender á los antiguos mexicanos de los ataques de un escritor: "Sin embargo de todo, los mexicanos pueden alegar en su favor muchos inventos capaces de inmortalizar sus nombres, como son, además de sus famosas fundiciones 63 de, metales finos y sus inimitables mosaicos de plumas y conchas, e\ jpapel que liacian con algodón, etc."^ Otro escritor bastante bien informado dice, con res- pecto á lo que venimos tratando, que "los principales elementos para la fabricación del ^«peí se tomaban del maguey y del anacahuite, si bien se empleaban igual- mente el algodón, las fibras de la palma, etc,''^ Lo anterior basta para asegurarse del empleo que del algodón hacian para la fabricación del papel, y es- to mismo lo aseguran algunas figuras del Códice, en donde se encuentran representados tributos de bultos de papel, al cual el que interpretó las láminas llama "íZe la tierra,^' pudiendo ser de maguey ó de algodón ó de otro textil; pero al menos, algo de lo representado puede ser de algodón. En las planas 24 y 25, 26 y 27 del Códice Mendo- cino aparece el papel; en las dos primeras con 8,000 resmas por una sola vez, y en las segundas por la mis- ma cantidad por dos veces al año, de manera que el tributo constaba en realidad, de 24,000 resmas de pa- pel; y si aquí también suponemos que es de uno á tres la relación de lo tributado á lo producido, resultarán 72,000 resmas. Estas resmas no eran ni parecidas si- quiera á lo que hoy se llama resma; estaban formadas solamente de dos i^liegos cada una; pero estos pliegos deben haber sido bastante grandes; más bien deben haber sido tiras de cierto tamaño que pudieran servir para sus pinturas, y en la forma que hoy se da á los rollos de papel tapiz. Los 144,000 pliegos de papel no serian todos de al- godón, pero si una parte, que reduciéndola á materia 1 Clavijero. Historia de México, tomo II, pág. 248. 2 Orozco y Berra. Historia de México, tomo I, pág. 336. 64 prima, arrojaría un peso regular de algodón, que pri- mera, á aumentar en algo la cantidad que, correspon- diente á los tejidos, se ha determinado. El único artículo que nos queda por considerar^ es la cota de malla ó coraza. Eran estas piezas, según en otro lugar ya lo dijimos, de algodón comprimido: eran de un uso muy general, teniendo mucho consumo, comprendiéndose esto por el espíritu bélico que tan desarrollado tenían todos los pueblos situados en todo el territorio que hoy forma la República. Las había de distintas formas y clases, según la je- rarquía á que pertenecía el individuo que las usaba. Su eficacia para resistir á las flechas era cierta, pues que, como ya dijimos en otro lugar, durante la con- quista, viéndolas tan provechosas los españoles, las usaron para defenderse. Las había de algodón solamente, y otras que pare- cían bolsas, dentro de las cuales colocaban otras sus- tancias resistentes, como sucedía con las usadas por los indios de Yucatán, quienes "hazian xacos de algo- don colchados y de sal por moler colchada de dos tan- das ó colchaduras, y estos eran fortisimos."^ Y como las guerras eran tan frecuentes entre los in- dios, de allí viene la idea de que estas corazas se han de haber consumido mucho; y como eran formadas con algodón muy comprimido, ha de haber sido bastante la cantidad de materia prima que en ellos se haya em- pleado. Apenas habrá algunas láminas del Códice Mendo- cino en donde no aparezcan tributos de esta clase de 1 Brasseur de Bourbourg. Choses de Yucatán, pág. 172. 65 artículos, lo cual hace ver, á más de la grande estima- ción que se le daba en la Corte, el gran consumo de que era objeto. Comienza á hacerse mención en el Códice Mendoci- no, de las piezas de que venimos tratando, desde la lámina 19, y asi sigue hasta la última, faltando sólo en dos ó tres. Esta clase de tributos venian de todas las regiones, calientes ó frias, fabricándose en todas partes, no como otros artículos que sólo se fabricaban en determinadas regiones. La utilidad que á los guerreros prestaban estas co- razas, hace suponer que en todo el vasto imperio de Anáhuac se fabricaban en grandes cantidades. El Códice señala un número que en verdad parece pequeño; pero no habiendo otro de que partir, en él descansarán las apreciaciones. Según las listas de tributos, aparece que un gran niimero de pueblos tributaban anualmente con la su- ma de 640 piezas de corazas, que vienen á representar como producto total en el país de Anáhuac, la canti- dad de 1,920 piezas, que será sobre lo que determine- mos la cantidad de algodón consumido. ^ Sabido es que las corazas tenían como artículo prin- cipal de su confección, el algodón unido con plumas y otras cosas, que aunque aumentaban la resistencia en algo, eran simplemente accesorios de adorno, más bien que de utilidad. Ahora bien; como el fin á que se destinaba las cora- zas, era resistir á las flechas, al fabricar las piezas, á más de comprimir bastante la materia prima, deben haber dado bastante espesor á la manufactura, lo que vendría á determinar un elevado peso en cada pieza, Kl Algodón.— 5 66 y por consiguiente una regular cantidad de algodón empleado. Entre las láminas que están al fin de este escrito, se verá una que representa dos piezas de la clase de que se viene tratando; por "ella se verá que las menciona- das cotas ó ichcaJmi^ilUs no sólo cubrían la caja del cuer- po, sino también parte de las piernas y el principio de los brazos; con esto, puede pensarse sin vacilar, que cada pieza ha de haber tenido un peso algo elevado. Ccnsecuente con mi idea de no parecer exagerado, creo que cada una de las cotas de malla debe haber te- nido un peso de tres libras, sobre el cual he calculado de la misma manera que páralos otros tejidos, llegan- do á determinar que nuestros antepasados empleaban en la confección de dichos artículos, 5,760 libras ó 230 arrobas 10 libras de algodón despepitado que represen- ta 17,280 libras é 691 arrobas 5 libras de algodón en greña. En verdad que estas cantidades son bastante bajas, pero las he adoptado por ser las que se han deducido de las listas de tributos del Códice Mendocino, que es quizá el que más extensos detalles, aunque no comple- tos, trae sobre el asunto. Se ha tratado de todos los artículos fabricados de algodón que he encontrado en las listas de tributos; pero seguramente que, como ya lo indiqué en otro lu- gar, habia otros efectos fabricados con la fibra en cues- tión; éstos no pueden ser calculados por no existir da- tos que ayuden en los cálculos: deberán sí tenerse presente pai^ considerar que si la suma de algodón que han arrojado nuestras apreciaciones parece baja, es en atención á que los datos que se han podido ob- tener con tantos trabajos no son completos, por las 67 destrucciones sin número que de documentos preciosos se hicieron en tiempos jíi muy remotos. Teniendo ya una cantidad de algodón aproximada, se puede también acercarse con consideraciones, al co- nocimiento de la extensión de terreno que en aquellos tiempos remotos se dedicaba al cultivo de la producti- va planta del algodón. Según los cálculos que se han venido haciendo, re- sulta que el total de algodón en greña cosechado era de 4.644,691 arrobas 5 libras, que reducidas á medidas decimales nos representan un valor aproximado de 52.020,541 kilogramos 440 gramos. Esta cantidad, considerada aisladamente, no puede apreciarse como excesiva, porque los cálculos que se han venido haciendo han sido dirigidos á no aparecer como exagerados, resultando de esto la diminución en la cantidad total. Las anteriores consideraciones se han hecho sola- mente en lo relativo á la extensión que comprendía el Imperio de los Motecuhzoma, que estaba lejos de ser la mitad de lo que hoy constituye el territorio de la República. Por todas partes, aun en los lugares que no estaban sujetos al dominio de los mexicanos, se han encontrado vestigios que indican el uso grande que tenia el algo- don en cada localidad. En Sinaloa lo usaban, lo mismo que en la Baja California y otras paríes no dominadas por los mexicanos: en algunas ruinas descubiertas en * Chihuahua se han encontrado objetos de algodón; en Yucatán, ya se ha dicho que también usaban la fibra de que hablamos, quizá con tanta abundancia como el henequén que 'tan profusamente se reproduce en aque- llas regiones. 68 El Imperio mexicano, hasta la época en que llega- ron los conquistadores, se extendía "hacia el Sudoeste y el Mediodía hasta el Pacifico; por el Sudeste hasta las cercanías de Quautem alian; hacia el Levante, con la interposición de algunos distritos de las tres repú- blicas y una pequeña parte del reino de Acolhuacan, hasta el Golfo mexicano; hacia el Norte, hasta el país de los Huastecas; por el Nordeste confinaba con los bárbaros Chichimecas, y por el Occidente le servían de límites los dominios de Tlacopan y de Michuacan."^ Así es que, según los anteriores datos, se puede cal- cular que lo que constituía en aquella época el Impe- rio mexicano era, aproximadamente, la cuarta parte del territorio que hoy comprende á la República, por lo cual la cantidad de algodón cosechada no debe pa- recer pequeña, muy al contrario, debe considerarse muy buena para aquellos tiempos; comjDarando aque- lla producción con la que hubo en el país el año de 1879, que fué de 25.177,760 kilogramos,^ resulta que ésta es mucho menor que aquella. Esto implica mucho en favor de los antiguos mexica- nos: ellos tenían una extensión casi cuatro veces menor que la que hoy poseemos, j sin embargo, su produc- ción era mayor que la nuestra. De costas tenían solamente, en el Pacífico, de Coli- ma á Chiapas, y en el Golfo, lo que es hoy Veracruz y una pequeñísima fracción de Tamaulipas; de manera que dejaban de tener los productos de parte de Jalisco, del Distrito de Tepic, de Sinaloa, Sonora, Baja Cali- fornia, Chihuahua, Coahuila, Durango y Nuevo León 1 Clavijero. Historia de México, tomo I, pág. 2. 2 E. BiiBto. Estadística de la Eepública Mexifcana. Anexo nú- mero 3.— 1880. 69 que prestan bastante ayuda para el aumento del nú- mero de kilogramos de nuestra cosecha algodonera. Por otra parte, no les pertenecía á los mexicanos Ta- basco, Campeche ni Yucatán que, como ya lo hemos dicho, en aquellos tiempos el algodón se cosechaba en esas regiones. También hay que considerar que dentro del territo- rio de los mexicanos existían los reinos de i^colliuacan y Tlacoj^an, la República de Tlaxcala, Huexotcíngo y Cholula, que en algo habían sacudido la dominación de Motecuhzoma, así como los Zapotecas y otros rei- nos de Oaxaca que no rendían tributo. En la capital de Acolhuacan y otros pueblos, eran hábiles tejedores, haciendo gran consumo de algodón, tanto para vestidos de la clase pobre como para los de la rica, que ostentaba un lujo quizá mayor que el de los nobles mexicanos: en estos tejidos gran cantidad de algodón se ha de haber empleado, así como en Tlax- cala, Tlacopan, Cholula y Huexotcíngo. Sí datos hu- biera para calcular estas cantidades, de seguro que la producción se elevaría á más del duplo de la que he- mos deducido. Y sí esto se dice de las naciones libres comprendi- das dentro de lo§ límites del Imperio mexicano, ¿no podremos decir igual cosa de los pueblos libres más septentrionales? Indudablemente que sí, pues que ya lo hemos di- cho, aun los Californios, que se han considerado co- mo los más atrasados en aquella época, usaban del algodón para la confección, aunque grosera, de algunos objetos. Por el lado que hoy toca á Jalisco, el Imperio lle- gaba hasta el lago de Chápala: del otro lado había, en 70 lo que hoy corresponde quizá á Tepic, una nación que, organizada bajo bases de civilización, debe haber con- sumido grandes cantidades de algodón, más aún, cuan- do aquellas regiones son tan propicias para la produc- ción del algodonero. Tabasco y toda la península de Yucatán producian también algodón, asi como otras muchas partes del país que entonces no pertenecían á los mexicanos. Con estos datos se puede asegurar que en aquellos tiempos la producción algodonera de lo que hoy cons- tituye la República, era mucho mayor que la que hoy tenemos, pues se ve que la extensión ocupada por los svibditos ñe Motecuhzoma era próximamente la cuar- ta parte de lo que hoy ocupa el país, y la cantidad de algodón que ellos cos.echaban, próximamente el doble de lo que en estos últimos años se ha cosechado. Estas observaciones las creo justas; pero sin embar- go, al hacer el resumen general de la producción, sólo asentaré aquello que haya determinado con ayuda de las listas de tributos. Mucho busqué datos relativos á otras naciones que no fueran el ImjDcrio mexicano, pero por desgracia tengo que deplorar que, si los hay, no los he podido adquirir, á pesar de mi decidido afán en lograrlo. Pero no se necesita mucho esfuerzo de imaginación para convenir en que en otras naciones debe haber ha- bido alguna producción algodonera regular, cuando los historiadores y viajeros han asegurado la existencia de la planta productora de la materia prima, como en Michoacan, Yucatán, Tabasco y otras regiones que ya hemos citado en el curso de este pequeño escrito. ¡Sabiendo la producción aproximada de algodón en- tre los mexicanos, quizá se pueda llegar á una deduc- 71 cion probable de la extensión de terreno que emplea- ban en el cultivo de la citada planta. Aunque nuestros terrenos algodoneros no sean todos del mismo grado de fertilidad, si podemos aproxima- damente calcular un término medio del rendimiento de una extensión dada de terreno. Terrenos que constantemente se encuentran en cul- tivo, natural es que vayan j)erdiendo poco á poco su feracidad, con mayor razón cuando la especie cultivada es siempre la misma. Los indios no acostumbraban sembrar el algodón durante mucho tiempo en el mis- mo terreno, sino que solamente una ó dos veces, cuan- do más tres, lo cual íiacia que el suelo perdiera casi na- da de sus principios fértiles. Hoy todavía en algunas partes, como en el Estado de Guerrero, conservan esa práctica, volviendo al te- rreno que han sembrado una ó dos veces, después de un regular trascurso de años. En otras regiones ya no sucede así, como en Sonora, por circunstancias especia- les; pero tomaremos un término medio de rendimiento de una extensión sembrada de algodón, aumentando algo la cantidad que resulte por lo que haya podido disminuir la fertilidad de los terrenos, desde los tiem- pos anteriores á la Conquista, hasta la época presente. Tomaremos para calcular, lo que produce el algodón en los terrenos de la Laguna del Tlahualilo, y lo que rinde en otros como los de Veracruz, Tei^ic, Colima ú otro Estado algodonero. En la Laguna el producto de una hectara puede apreciarse en 114 arrobas aproxi- madamente, en Colima 85 arrobas, en Veracruz 114 y en Tepic 75, pudiendo toniar por término medio 95 arrobas por producto de la hectara, y rebajando algo por no parecer exagerado. 72 • Ahora bien; como en la época de los mexica los te- rrenos han de haber tenido mayor fertilidad, tendría- mos que hacer un pequeño aumento al término medio que hemos determinado, pudiendo suponer que en aquella época una hectara de terreno habría producido 100 arrobas de algodón en greña; cantidad que puede considerarse como exacta, atendiendo á los diferentes productos que dan los terrenos algodoneros, por más que tengan la misma composición, siendo suficiente para esta variación, cualquiera pequeña diferencia en máximas y mínimas de temperatura, en cantidad de agua dísj)onible, etc. Adoptaremos 90 arrobas como término medio del producto de una hectara, resultando así que, por la can- tidad de algodón que hemos deducido que se cosechaba, aparece que tenían dedicado á ese cultivo 51,607 hec- taras de terreno y una fracción. Mas como es bien sabido, el algodón no lo cosecha- ban formando plantíos especiales, sino que lo interca- laban con otra planta, por lo que, á la extensión deter- minada es necesario aumentarle lo menos un cincuenta por ciento para aproximarse á la verdad. Siendo así, se puede decir que la superficie de terreno en la cual sem- braban algodón los mexica^ era probablemente de 77,410 hectaras, ó en cantidad cerrada 77,000. Seguramente que el número real de hectaras debe haber sido mayor que la cantidad anterior; pero se de- be optar por lo que la deducción ha arrojado, por no haber datos que den fuerza á la suposición de que ma- yor extensión de terreno se ha de haber dedicado al cultivo del algodón. Haciendo un resumen de todo lo que antes hemos deducido, se puede formar el siguiente cuadro: 73 o — — . 1 m 03 -«-> ® s o •o S O) o ^ ^ " ^ ^ ~ ^ - ^ o o> a "3 0) o "ñ W ir-" t- af S o o i* 2 „ ^ ^ „ „ „ T}< „ w fl c > o o í-l ;; :; :; ;; r; :; oc 3 OO "* o ^ H rt< ^ ai O o o o o o c 3 o T— ( O co ÍO 'Tt^ OO 00 00 a ) 00 '^ s t- ■r— 1 0_ CO^ O^ (M__ iC í, 1—1 IÍ5 i co" czT íO »0 t— IÍ5 Cv r o" o" bA í:- CO I— ( T~( CD c> "rt< (M 2 t^ OO o o O o o o o o Cl > co 00 o o o o o o t- ^ t-^ o tH % o o o o o o re ) co C5 ^ 00 00 (M _^ Tfl Ttl r^l C< 1 (M co •O o Tí^ co o- " co co Tt< o" rtT & o t> (M 00 co ' TH ^ o c ,-. „ a 1 ■a P. 00 co 02 o: oc oc '^ '^ (M ■ÍO oc oc ce t^ 1> (M 1- t-< '-' o o c c c c 05 c3 o o c c c c te M (M oc ce ce ce ^ ^ ^ Sh tí 1—1 C5 T^ ce ^-x ce ü »Í5 1—1 1—1 if: IM ce d oí w O) CE ci N CS a: c o .s o o ^ oc c c 'S Q ü O o _<:. ir ^ « í3 P '^ ^ r- c ;— "C o o s £ £ "^ *p: oc 1 cí o o iS a> o d c3 'íi -p ba bO ;^ t— 1 -^3 1— 1 I-i ^ te c < ^ 74 Este resumen deja ver bien claro el estado de la producción algodonera en la época anterior á la Con- quista: para llegar á este resultado he tenido constante afán, lo cual abonará algo en mi favor por la faltas que pueda haber, j que serán por completo opuestas al deseo que abrigo de escribir algo útil á mi pais. De admirarse es la cantidad que de algodón ha pro- porcionado la deducción, comparándola con la actual; pero esta admiración no debe traer consigo la idea de que ha habido exageración, pues que he tenido especial cuidado en asentar las autoridades históricas de que me he valido para mis apreciaciones. JSÍo solamente no creo que haya sido yo arrastrado por la exageración en los cálculos, sino que tengo pleno convencimiento de que en algunos articules mis apreciaciones han sido bajas, por temor de incurrir en exceso. Prueba de esto es, el peso de 3 y de 5 libras que respectivamente he asignado á las mantas de 4 y de 8 brazas, de las cua- les, las primeras, lo menos que median eran 16 varas cuadradas, y las segundas 64, debiendo haber sido bas- tante gruesas para cumplir bien con el empleo de ta- petes, alfombras, tapices, etc., que se les daba. El número de piezas de los articules enumerados en el resumen anterior, también debe llamar la atención, viniendo desde luego la idea de la tiranía que ejercian los Emperadores mexicanos sobre sus subditos al exi- girles tan crecidos tributos; pero si bien es verdad que tal idea siempre ha de prevalecer, también hay algu- nas circunstancias que pueden hacer disminuir el en- cono con que pudiera verse tal i^roceder de los Empe- radores, pues que con mucha frecuencia sucedia que cuando habia grandes fiestas, al terminar, "los señores supremos daban á los inferiores sus subditos y comar- 75 canos que acudían á ellas, mantas ricas y otras cosas, según la calidad de cada uno; con lo que iban conten- tos y pagados de lo que hablan traído."^ Y esta costumbre de hacer regalos á los concurren- tes á las fiestas, no sólo se concretaba á los mexicanos, sino también á los pobladores de otras regiones, como en Yucatán, en donde después de terminada la diver- sión, el dueño de la casa suele "dar á cada uno una manta para cubrirse y un banquillo y vaso más galano que pueden." '-^ Así es que, sí bien la producción era, grande, aque- llos que recibían tributos, no sólo los querían para ser- virse de todo, sino que mucha parte de lo recaudado se repartía entre los inferiores al Señor feudal, tocan- do siempre algo al mismo tributario. Esto en nada disminuye el natural horror que á todo ser que haya nacido libre debe inspirarle la conside- ración de lo subyugados que se encontraban los anti- guos mexicanos; pero sí, por lo dicho, puede compren- derse la idea que tenían los grandes señores de que, aun ejerciendo el despotismo sobre sus subditos, éstos sobrellevaran con menos rencor la carga. Ojalá y que los tributos hubieran quedado después de la Conquista, ya que no los suprimieron, siquiera como los tenían establecidos los indios; así las produc- ciones no hubieran disminuido hasta el grado á que llegaron durante la dominación española. Los antiguos pobladores de estas comarcas estaban sin relaciones con las naciones del Viejo Mundo; pe- ro sin "embargo, muchas prácticas tenían mejor esta- 1 Documentos inéditos del archivo de Indias. Tomo II, pág. 95.— Madrid, 1864. 2 Brasseur de Bourbourg. Choses de Yucatán, pág. 122. 76 blecidas que como las implantaron después los con- quistadores. Por lo que antes se lia dicho, puede verse claramen- te el vasto desarrollo á que los antiguos liabian llevado el arte de hilar y tejer el algodón: esa importancia decreció después hasta el grado que, á principios de este siglo, hubo un verdadero renacimiento de la in- dustria algodonera; y esto, cuando ya el pais habia re- cobrado su libertad, encadenada durante tantos años. Ya en otra ocasión se dijo que, en tiempo de los in- dios, el algodan se cosechaba en una región y era hila- do y tejido en otra; en donde se encontraban mejores tejedores era en los paises frios, porque alli se dedica- ban por completo al arte, en tanto que en los climas calientes, aunque hilaran y tejieran algo, no podian dedicarse por completo ni perfeccionarse en tales tra- bajos, por distraerse con las faenas del campo. Texcoco, asi como era el lugar en donde se encon- traban los mejores hombres de conocimientos científi- cos, era también, en unión de Tepetlaxtoc, el emporio del arte de hilados y tejidos: de allí era de donde sa- lían los mejores géneros; de allí salieron multitud de objetos de algodón que por su finura y elegancia admi- raron á tantas personas. Al ver estos tejidos de valor tan grande, debe haber sido inmensa la admiración de los conquistadores, cuando creían encontrarse con gentes que cubrían su desnudez con plumas y pieles. En esto de tejidos todos los historiadores están con-' formes con decir que en ese arte estaban muy adelan- tados; pocos eran los hombres que tejían, pero las mu- jeres eran muy hábiles para tejer, fabricando artículos de verdadero gusto. 77 En Yucatán también eran las mujeres quienes hila- ban y tejian, distinguiéndose por su destreza en tales trabajos y por lo fino de lo fabricado; tenian también la "costumbre de ayudarse unas á otras en las telas y al hilar, y pagarse estos trabajos como sus maridos los de sus heredades."^ Esta práctica de ayudarse mutuamente, da muy buena idea de los principios de fraternidad que tenian aquellas gentes, siendo esto digno de alabarse, á la vez que por las buenas inclinaciones, por los buenos resul- tados que daba haciendo mayor la producción de los tejidos de algodón. Era tal la importancia que daban á los hilados y te- jidos de algodón, que cuando en una familia tenian un nuevo hijo, era de costumbre que los parientes lo fue- ran á ver, y saludándolo le decian: "venido eres á pa- decer; sufre y padece:" los padres colocaban al lado del varón "una saeta y un arco," por haber sido "las guerras entre ellos tan continuas," y al de la hembra "un huso y un palo para tejer, mostrándoles desde •luego cómo habian de trabajar y vivir del sudor de sus manos. "^ No imj^ortaba que la recien nacida fuera noble ó ri- ca; nunca se infringia la costumbre; á todas las clases sociales se extendia tal práctica. Esto, á más de indicar un principio de buenas cos- tumbres, hace ver que el trabajo de hilados y tejidos lo consideraban como el mejor á que podia dedicarse una mujer. 1 Brasseur de Bourbourg. Choses de Yucatán, pág. 190. 2 Documentoa inéditos del Archivo de Indias. Tomo II, pág. 76; y Orozco y Berra, Historia Antigua y de la Conquista. To- mo I, pág. 207. 78 En la lámina 8 se puede ver el jeroglífico de la cos- tumbre antes diclia: la mujer que al lado izquierdo se encuentra sosteniendo á un niño en sus brazos, repre- senta á la madre ó á la matrona, en el acto de colocar á la criatura, ya sea al lado de la rodela, las flechas j demás materiales de hombre que se encuentran en la parte superior de la lámina, ó ya al lado de la escoba, el huso y demás utensilios de mujer, representados en la parte opuesta á los primeros. Las tres figuras re- presentadas al lado derecho de la lámina indican los muchachos que, según costumbre, eran los que ponian nombre al recien nacido, haciendo tal vez alguna cere- monia con lo que haya contenido el lebrillo que está figurado delante de ellos. Lo representado en el centro de la lámina es un petate sobre el cual se encuentra un lebrillo en el que quizá bañaban á la criatura. Estas costumbres dicen mucho en favor del pueblo que tales cosas practicaba, y sirven para desvanecer las falsas ideas que con respecto á nuestros predeceso- res en esta tierra, se han tenido. Y si no fuera i^or la pérdida de tantas pinturas y documentos, ¡cuántas co- sas sabríamos de nuestros antepasados, que hoy igno- ramos del todo! ¡qué de maravillas se habrían descu- bierto que hoy se encuentran envueltas en las tinie- blas de lo desconocido! Se conservaron las proezas de los guerreros mexicanos; pero hay que deplorar el que no haj^a tocado la misma suerte á lo que debe haber habido de los trabajadores del campo y de los talleres. Se sabe que hilaban y tejian el algodón en cantida- des'grandes de distintas clases; pero ¡cuan poco se sa- be de los métodos que seguían en sus trabajos! Hilaban el algodón de una manera muy sencilla, como está representado en la figura 2^ de la lámina 7j 79 avanzando muy lentamente con sus instrumentos tan rudimentarios. La manera de tejer que tenian se ve en la figura P de la misma lámina; clavaban una es- taca en el suelo, y á ella ataban una pieza de madera, á la cual se unia una de las extremidades de los hilos que debian servir de base al tejido, terminando la otra extremidad en una pieza de madera que se ataba á la cintura de quien tejia: lo demás del tejido lo liacian con unos palos que están representados en la figura y que manejaban con gran destreza. No eran perfectos, ni mucho menos, los utensilios de que se servían en sus hilados y tejidos, pero eran los que para sus necesidades bastaban: muchos eran los que podian dedicarse á tales trabajos; asi es que no habia por qué ahorrar brazos que quizá por lo pronto no habrían encontrado aplicación. Y si asi, con sus tan imperfectos utensilios fabrica- ban objetos de tan delicado gusto, ¡cuántas cosas ha- brían hecho con mejores medios! Ya en otra ocasión dijimos que sus tejidos los ha- cían de distintos colores; pero falta decir la manera que tenian de hacerlos, que era admirable. Mucho trabajaban los indios en sus artículos de algodón, especialmente cuando tenian que poner colores, pero este trabajo era compensado con la belleza de sus pro- ductos. En la tantas veces citada obra de Lord Kingsborough me he encontrado, con respecto á la manera de dar co- lores á las mantas, lo siguiente: "Es de notarse la ha- bilidad de las mujeres que las tejen, porque ellas pin- tan los colores en la tela cuando la van tejiendo y ordenan los colores en la misma tela conforme al di- bujo; y así la tejen como primero la han pintado, dife- 80 rendando colores de hilos como lo demanda la pin- tura."^ Era éste un gran trabajo, pero como tenían gran destreza, los productos eran de suprema calidad, como lo prueban infinidad de relatos de historiadores: razón sobrada habia para que los conquistadores se admira- ran de ver tanto adelanto en un pueblo que creian su- mido por completo en la ignorancia, y por tanto, inca- paz de hacer nada bueno. Y que todavía haya escritores que denigren cruel- mente en sus relatos á los antiguos mexicanos! Co- mo ya en otro lugar dije, eran acreedores á la censura en ciertos actos, pero en cambio en otros merecían admiración, como, entre otras cosas, los adelantos que habían hecho en todo lo relativo á la industria algo- donera. Y asi como estaban adelantados en tejidos, lo estaban también en la preparación de los colores que utilizaban para teñir; fabricaban sus colores "de hojas de Rosas, de Frutas, Flores, Raíces, Cortezas, Piedras, Madera y otras cosas." ^ Como se ve, emj)leaban muchas cosas para la extracción de sus colores, obteniendo la varie- dad tan grande de matices que se dejaban notar en to- das sus pinturas y jeroglíficos. Pero no era sólo á esto á lo que se reducían sus co- nocimientos con respecto á la pintura de tejidos, no; sabían más, habían dado ya un paso grande en este sentido: conocían y practicaban el sistema de estam- pado sobre lienzos, y esto no tan rudimentario comO' podría esperarse de una nación que se habia tachado 1 Kingsborough. — Antiquities Mexicans. Vol. VII. Historia del Padre Sahagun, pág. 204. 2 Torquemada. Monarquía Indiana, Tomo II, pág. 558. 81 de ignorante, sino quizá igual á lo que todavia en el siglo pasado se practicaba en Europa. No trato de hacer alabanzas inmerecidas á nuestros antepasados, no trato de hacerlos aparecer con un lus- tre que no hayan tenido^ i^ero si deseo que los hechos se juzguen tal cual debe ser. ¿La práctica del estam- pado no es una cosa que causa admiración en un pue- blo que por tanto tiempo ¡permaneció ignorado de los centros de civilización de la Europa? Si en verdad; y esto que asiento con respecto al uso que hacian del es- tampado, es un hecho histórico, puesto que asi lo ase- gura el Capitán Guillermo Duj^aix, quien hizo varios viajes en distintas direcciones del pais con el fin de recoger datos de su historia primitiva en sus ruinas y demás monumentos. Dicho Adajero se expresa asi, al hablar de lo que vio en unas ruinas de las cercanías de Huatusco (Vera- cruz): "En el mismo sitio hallamos una especie de molde de barro cocido que se ve en el dibujo; por él vemos que hacian uso de la estampa; y tengo en mi poder dos fragmentos de moldes antiguos para impri- mir sobre tela de algodón y papeles de maguey, etc."^ En la lámina 9 de este escrito se ve la figura de que trata el viíijero en su relación: los moldes eran peque- ños y por tanto muy fáciles de manejar j^ara el uso á que se les destinaba. Todavía á principios de este si- glo se usaban en el país moldes que, aunque no eran de barro, se asemejaban mucho á los usados por los antiguos mexicanos. Por todo lo dicho puede asegurarse que los antiguos cultivaban en mayor escala el algodón que nosotros en 1 Kingsborough. Tomo V, pág. 217. Viajes de Dupaix. Kl Algodón.— 6 82 la é]30ca presente; que conocían á fondo el arte de hi- lar y tejer, y que aprovechándose de multitud de sus- tancias ya vegetales ó minerales, conocían la tintorería y el estampado. Y para tales productos necesitaba estar bien arre- glado el comercio: así era en efecto; en cada población había locales destinados á mercado, en donde se hacían tianguis periódicamente según la importancia de la po- blación: allí, según los relatos, se encontraba todo lo que se producía en el país, y cada objeto por vender tenía su lugar determinado en el mercado y todo esta- ba tan bien arreglado, que causó la admiración de los españoles. "Para impedir los fraudes en los contratos y el des- orden en los negocios, había ciertos comisarios que giraban continuamente por el mercado, observando cuanto en él pasaba; y un Trihunal de Comercio^ com- puesto de doce jueces que tenían sus sesiones en una casa de la plaza, y se encargaban de decidir las dispu- tas entre los traficantes y de entender en todos los de- litos cometidos en el mercado,"^ Con este tribunal todo andaba bien en los mercados, haciéndose las transacciones con suma calma y equidad. Y este orden en los mercados, esta distinción y ayu- da que los reyes prestaban al comercio, la merecían los comerciantes, pues que "de todos los efectos que se introducían en él (mercado), se pagaban derechos al rey, el cual por su parte se obligaba á que los merca- deres tuvieran la imparcíal administración de la jus- ticia y la seguridad de sus bienes y ¡Dersonas."^ El comercio era sumamente activo, pues que según 1 Clavijero. Tomo I, pág. 228. 2 ídem idem idem. 83 relato de Cortés, al mercado de México concurrían diariamente como 50,000 personas, y asi relativamen- te en las demás poblaciones, en donde siempre se no- taba animación. Habia, además de los comerciantes fijos en las po- blaciones, otros ambulantes que compraban objetos en un lugar j los vendían en otro, constituyendo asi un tráfico comercial bastante considerable, no sólo entre las poblaciones del Imperio mexicano, sino aun exten- diéndose á regiones pertenecientes á otras naciones libres: estos mercaderes ambulantes formaban un gre- mio muy respetado y estimado por todos. Y el comercio no sólo lo liacian por tierra; las nacio- nes que tenian costas, contaban con rudimentos de co- mercio marítimo, haciendo excursiones por el litoral á los pueblos cercanos: así era como los mayas hacían sus excursiones. Cuando el descubrimiento de este Continente, Colon y sus compañeros tuvieron ocasión de ver una barca tripulada por mayas. Los navios españoles en Agosto de 1502 habían anclado frente á las islas Guanaco; es- tando allí vieron llegar los españoles "una barca de un tonelaje considerable para este país; porque según di- ce la relación, era tan grande como una galera y de ocho pies de ancho." "Caminaba con velas y remos y venia directamente del Poniente, es decir, de uno de los puertos de la costa de Yucatán, que distaba próxi- maniíente treinta leguas " "Las mercancías con- sistían en tejidos variados de colores distintos, en ar- mas, etc."^ Y asi como los de Yucatán traficaban en embarca- 1 Brasseur do Bourbourg, pág. X. 84 dones que aunque imperfectas les servían de mucho, ha de haber sucedido lo mismo con otras naciones igual- mente civilizadas y colocadas en igualdad de circuns- tancias. Seguramente que lo mismo que pasaba en Yucatán, debe haber sucedido en lo que forma hoy Yeracruz y que pertenecía al rey de México, pues que cuando lle- gó Cortés con su flota á San Juan de Ulúa, apenas "hablan echado el ancla, cuando vieron venir de la costa de Chalchiuhcuecan hacia la capitana, dos canoas con muchos mexicanos enviados por el Gobernador para saber qué gente era aquella, qué negocio traia, etc."^ Estas canoas de que se trata es probable que las ha- yan usado los mexicanos para excursiones pequeñas á lo largo de la costa. Asi pues, los antiguos pobladores de estas regiones cultivaban en grande escala el algodón, lo hilaban y tejian, teniendo comercio activo en tierra, y por lo me- nos, los principios de un comercio marítimo. En resu- men, nuestros antepasados no eran tan ignorantes en el asunto de que se ha venido tratando, como podría haberse supuesto ligeramente: estaban constituidos de una manera tal, que causó el asombro de los conquis- tadores. Algunas de sus costumbres eran tan buenas, que hubiera sido de desear el que bajo el mismo sistema hubieran seguido durante un regular número de años desj)ues de la Conquista en tanto que otra cosa mejor hubiera sido determinada. En la repartición de sus tierras, si bien es verdad 1 Clavijero. Tomo I, pág. 9. 85 que desde luego se hacia notar el Gobierno tiránico que regia, se encontraba algo de utilidad,' tanto, que aun hoy en algunos países no se tiene. Con tres denominaciones distinguían el total de los terrenos que poseían: tecpanÜaUi, que eran los que per- tenecían al Gobierno; |i/¿í«^/i, los que pertenecían álos nobles, y altepetlalli los correspondientes al pueblo. Y cada una de estas fracciones estaba muy bien determi- nada, de manera que en las pinturas de sus posesiones podían distinguirse perfectamente unas de otras: las del rey estaban marcadas con color "de púrpura; las de los nobles, con grana, y las de los plebeyos con ama- rillo claro." En los terrenos de la corona, "reservado siempre el dominio del rey, gozaban el usufructo ciertos señores, llamados tecpanjpouhque y tec])antlaca^ esto es, gente de palacio."^ Los que de tal gracia gozaban no tenían la obligación del tributo, teniendo sólo la de acompañar al rey en sus paseos, y de llevarle cada vez que lo iban á visitar, unos ramos de flores, ó cualquiera otra co- sa que, sin ser de valor, indicaba solamente el vasa- llaje que rendían al Soberano. Con esta práctica ha- bía multitud de terrenos que pertenecían al Estado, ^n constante cultivo, sin que al que los poseía le cos- tara más que lo que antes se ha referido, y ayudar una que otra vez para las reparaciones de los palacios reales. Es de presumirse que no todos los terrenos pertene- cientes á la Corona estuvieran cultivados, pero sí una gran parte, lo cual ha de haber redundado en bien ge- neral: estas clases de concesiones debe haberlas habido 1 Clavijero. Tomo I, pág. 206. 86 en partes lejanas de la caj^ital, de manera que algo debe haberse producido sin pagar tributo, y por tanto. no haber figurado en las listas correspondientes: lo que de algodón se haya producido de esa manera, ha de haber representado una regular cantidad que en algo podria elevar la cantidad que antes se ha determinado. Las tierras llamadas piUalli, que pertenecian á los nobles, si debían juagar tributo, y eran posesiones que se trasmitían jDor herencia. Las tierras llamadas altepeüalli ''se dividían en tantas partes cuantas eran los barrios" de una pobla- ción de cualquiera categoría, "y cada barrio poseía su parte con entera exclusión é independencia de los otros." ^ De esta manera no había litigios, todo caminaba bien, sabiendo perfectamente cada individuo el lugar que correspondía á su barrio. Para terminar lo que se relaciona con esta parte, diré que, según lo aseguran Torquemada y otros his- toriadores, en algunas éj)ocas los indios tuvieron en sus plantíos en general, invasiones de langosta que les causaron mucho mal, especialmente en el algodón, tan- to que en una ocasión llegaron á creer que la planta productora de la fibra tan estimada para ellos se iba á extinguir; pero que en los fértiles campos de Oaxaca se conservó, de donde se propagó de nuevo. 1 Clavijero. Tomo I, pág. 207. SEGUNDA PARTE. Debido á los trastornos naturales que vienen á un pueblo con un cambio repentino en su modo de ser y constitución politica, los productos del suelo mexicano bajaron mucho, j puede decirse fueron nulos en los primeros tiempos que siguieron á la Conquista. El al- godón sufrió en consecuencia, y quizá haya sido uno de los artículos que más sufrieron en aquel cambio. Los trabajos de la Corte de España tendieron desde luego á constituir la Colonia bajo bases no buenas pa- ra los dominados, sino al contrario, pésimas, atendién- dose sólo al bien principal de las arcas reales y de los intereses de aquellos que hablan expuesto su vida en la conquista de estas regiones. Se dieron desde luego leyes que asegurasen á los mandatarios de la obediencia de los desgraciados opri- midos, sin fijarse, ni poco, en las circunstancias omino- sas que pudieran guardar aquellos que, habiendo na- cido libres, tuvieron que doblegarse como esclavos porque asi lo quiso la infausta suerte. Se dividieron las poblaciones entre algunos perso- 88 najes, como pudiera dividirse una cosa cualquiera, sin atender que á los pobladores que tan bien arregladas tenían tantas de sus instituciones, les era necesario ver bien marcadas sus propiedades para poder trabajar y subvenir á sus necesidades. Infinidad de habitantes, de propietarios pasaron á servidores: esto era natural en los primeros tiempos; pero desjDues, de esperarse era que pusieran remedio á los males causados por la Conquista. El tiempo pasó, y j)oco se hacia en bien de los indios, quienes permanecian oprimidos hasta lo último; pero esto no era debido á que el sentimiento de toda la gran nación española se expresara asi en contra de los ven- cidos, no, indudablemente, pues que habia no pocas ilustres personas que trataban de beneficiar al pueblo á quien se habia arrebatado la libertad, tratando de en- dulzar su amarga vida. Mas los esfuerzos de estas per- sonas dignas se estrellaban contra el valladar impuesto por la ruindad de algunos codiciosos que veian en es- tas tierras no un lugar a2:)ropiado para trabajar y ga- nar la subsistencia, sino el almacén de donde forzosa- mente habian de sacar lo necesario para mitigar, no sa- ciar, que era imposible, la sed de oro que les dominaba. El Obispo Zumárraga, el mismo que en los prime- ros tiempos de su permanencia aquí ordenó la destruc- ción de multitud de cosas que al haberse conservado habrían dado mucha luz sobre la historia antigua, era uno de los que, con celo verdaderamente evangélico, proponía á la Corte de España cosas que, á haberse llevado todas á debido efecto, habrían reportado in- menso bien á la clase indígena que en aquella época permanecía sumida en la esclavitud más odiosa. El citado Obispo, en uno de sus informes á Carlos 89 V, decia así entre otras cosas: "Si á los naturales del país se les enseñasen los oficios que hay en Castilla, los aprenderían fácilmente y construirían poblaciones con calles y plazas como las de España. Pero como todos los que vienen aquí no piensan más que en el oro y la plata, es necesario que el Consejo de Indias disponga se manden de Sevilla todas las especies de árboles que en España hay, plantados en barriles, em- barcando cinco ó seis en cada buque que venga También seria necesario en^áar algunos labradores con sus familias, que formasen pueblos en esta tierra tan fértil, y entre ellos algunos que supiesen cultivar el lino y tejerlo, así como también la lana."^ ¡Qué buenos deseos del digno prelado, qué cosas tan justas eran todas las que él pedia para aliviar al po- bre oprimido! Y así como lo pidió una vez, instó otras muchas, en una de las" cuales decia al Emperador: "Este país es muy rico, muy fértil y muy poblado. Hay en él oro, plata, cobre, estaño, piedras preciosas, perlas y madera de tinte; y sin embargo, los indios son la gente más pobre del mundo, porque no tienen ni lana, ni cáñamo, ni lino, ni tampoco bestias de carga: por' lo que, como Obispo de México, creo de mi obliga- ción suplicar á los Señores del Consejo tomen empeño para hacerles gozar de todas estas ventajas quien quiere cosechar necesita sembrar 'primero; pero si al contrario, se descuida el cultivo de la tierra por ocuparse únicamente del laborío de las minas, la rui- na del país es cierta."^ 1 Tomado de la "Memoria sobre el estado de la Agricultura é Industria de la Eepública," escrita por D. Lúeas Alaman. 2 La misma Memoria. 90 Estos rasgos del sacerdote le dan gran A^alor y ha- cen disminuir en algo la justa indignación causada por la destrucción que por su mandato se hizo de documen- tos que hoy nos serian de tanta utilidad. El Sr. Zumárraga pedia cosas justas por demás, y en sus informes hacia ver que era hombre que conocía bien lo que vale á toda nación una agricultura avan- zada que cuente con leyes protectoras. ¡Ojalá que se hubiera conseguido todo lo que pedia el prelado! Mu- cho se consiguió; pero algunas cosas, con el tiempo vi- nieron á servir para-hacer más patente la opresión que se ejercía con los vencidos. El Sr. Alaman, después de relatar lo que antes he copiado de su Memoria, hace grandes elogios y muy merecidos, á las peticiones del Obispo; pero sigue afa- noso en elogiar, y lo hace también con el Capitán con- quistador Cortés, porque dio algunas disposiciones que el autor de la Memoria cree redundaban en bien de los pobres indios. Las disposiciones á que alude el Sr. Alaman son las siguientes: "Que cualquiera vecino que tuviese indios en repartimiento, sea obligado á poner en cada un año con cada cien indios de los que tuvieren de repartimiento mil sarmientos, aunque sea de la planta de la tierra, lo mejor que pudiere hallar; so pena que por el primer año que no los pusie- se é cultivase, pague medio marco de oro, aplicado co- mo dicho es, é por la segunda la pena doblada, é por la tercera pierda los indios que asi tuviere."^ El Sr. Alaman considera esto como muy bueno; pero seguramente no se fijó en que los indios eran esclavos, y que en tales disposiciones ningunas franquicias se 1 Memoria citada, pág. 11. 91 les concedian, acordándose de ellos únicamente para indicar que ellos serian los que tal cosa hicieran, y para ordenar que si el que los tuviera encomendados no hacia cumplir con la disj^osicion los perderla, como piiede perderse un mueble ú otra cosa cualquiera: ta- les disposiciones, sin dar siquiera un viso de libertad á los pobres indios, tenian por efecto el autorizar casi á los que poseían repartimientos para que exigiesen trabajos fuertes á sus repartidos, lucrando con ellos. Y asi ¿será permitido decir que la disposición de Cortés era benéfica? Sí lo era, pero para los españoles que tenian indios, mas para estos desgraciados ningún bien traia, pues que nunca el esclavo tiene retribución del amo para quien trabaja; muy al contrario, frecuen- temente un latigazo ha de haber sido el jornal diario. El Sr. Alaman, desjoues de alabar tanto las disposi- ciones citadas, agrega otras que vienen á echar por tierra la idea que haya podido tenerse de que se pres- taba apoyo á la agricultura. Dice que el Conde de Monterey, siendo virey recibió una orden en que se le mandaba "se informe si van plantando en aquella tie- rra morales y linares, y no consienta pasen adelante en esto, hasta que otra cosa se provea." Y poco des- pués se mandó al virey esta otra orden: "Y pues te- neis entendido cuánto importa esto para la dependen- cia que conviene tengan esos de estos reinos, y para la contratación y comercio; os encargo y mando que tengáis cuidado de hacer ejecutar lo que acerca de lo susodicho está proveído."^ Esto basta para considerar que la agricultura esta- ba muy lejos de ser protegida por los conquistadores, 1 Memoria citada, pág. 12. 92 y que si en alguna de las disposiciones reales se en- contraba algo que á primera vista indicara protección á los naturales, eso, viéndolo bien, no era más que ilusión que se desvanecía al ver que los protegidos eran los dominadores, y nunca las pobres gentes que de libres se hablan convertido en siervos. Con tales trabas, imposible era que el cultivo del algodón prosperara, pero ni siquiera que permanecie- ra en el estado á que lo hablan llevado los indios: era forzoso, indefectible que asi sucediera, y decreció su. importancia. Los indios no tenian bestias de carga, pero ellos mismos se echaban á hombros sus productos é iban á realizarlos aun á lejanas regiones de su residencia: vi- nieron los conquistadores, y esta costumbre se paralizó en mucho. El Sr. Zumárraga pidió la remisión de España de bestias de carga para el trasporte de las mercancías: consiguió su petición; pero no que los animales vi- nieran á servir á los indígenas, que era su principal deseo. Llegaron las bestias, se propagaron; pero tam- bién hubo cédulas reales que veníanla imposibilitar al indio del uso de aquellos auxiliares que les habrían si- do preciosos en sus faenas, desj)ues que se les habla arrebatado hasta la libertad de seguir en sus costum- bres para el trabajo. No quiero aparecer como impugnador de los actos de los españoles, muy lejos estoy de ello, quiero sólo hacer ver los inconvenientes que habla para el adelan- to agrícola y bienestar de los indios, no obstante que hubo algunas disposiciones que á ello tendían y en las cuales se expresaba el deseo de mejorar la condición de los subyugados. 93 En el año de 1528 se mandó al virey una cédula real que á la letra dice: "Avej^s defender y proveer que ninguno sea osado de dar vendido ni dado, ni en otra manera que pueda venir á su xDoder, á ningún yndio de la dicha tierra ni fuera de ella cavallo ni ye- gua, por el inconveniente que dello podria suceder en hazerse los indios diestros de andar á cavallo, so pena de muerte y perdimiento de vienes."^ En esta disposición ¿no se ve declarada una tirania completa contra los pobres indios? Si en efecto; á ellos de nada absolutamente les servia el que hubiera bes- tias de carga que pudieran haberles ayudado en sus faenas del campo, si habia disposiciones como la ante- rior que los imposibilitaba del todo para hacer uso de tales ayudas. Sin embargo, hubo disposiciones que daban honra á quien las dictaba, como lo es la siguiente: "Y ¡mor- que somos informados que al tiempo que los yndios hazen sus sementeras é labrancas, los Christianos Es- pañoles que los tienen encomendados y en administra- ción, y otras personas, los ocupan y embaracan en sus propias haciendas y grangerias, por manera que ellos dexan de sembrar é hazer las dichas sus labranzas é sementera;, de qi:o viene mucho daño álos dichos yn- dios y españoles, porque de aquello redunda faltarles los mantenimientos ó j)rovisiones. é bienen en mucha necesidad; por ende, por la presente vos encargamos é mandamos, que proveays como en los tiempos de las sementeras sean mas relevados y se les de lugar para que las hagan, como mas buenamente se pudiese ha- zer." ^ 1 Cedulario de Puga. Tomo I, MDXXVIII, pág. 67. 2 ídem idem idem, pág. 125. 94 La cédula siguiente, expedida á los diez años de la anterior, también trae buenas ideas para el adelanto agrícola; dice así: "Por cartas de algunas personas de esa tierra he sido informado que seria importante que los españoles se diesen mas de lo que se dan, á culti- var la tierra y sembrar trigo y legumbres y plantas, y que aya oficiales en todo lo mecánico, porque ense- ñen á los naturales, etc."^ Son éstas, disposiciones que enaltecen y que hacen pensar en la buena disposición .que la Corte de Espa- ña tenia para estas regiones; pero al considerar 'dispo- siciones opuestas en todo, es de creerse que, si bien es verdad que esa buena disposición existia, por lo menos en la época de Carlos Y, fué después torcida, trasfor- mándose en abierta hostilidad hacia los vencidos á quienes ni fuerzas les quedaron durante mucho tiem- po para levantarse. Si tales disposiciones hubieran sido observadas, si las dichas cédulas hubieran tenido puntual cumpli- miento, los conquistadores habrían tenido mayores productos, haciéndose menos odiosos á los oprimidos, y éstos, al haber respirado un poco de aire de libertad, habrían progresado admirablemente en las artes que ya conocían, con el buen ejemplo de individuos de una nación más civilizada: así se habrían hecho dos con- quistas, la material del terreno y la moral del aprecio de los vencidos. Mas esto no pudo ser; por todas partes, á ¡^esar de las leyes que en algo protegían á los jindios, éstos se encontraban oj^rimidos, y con mayor razón, aquellos que se dedicaban al cultivo del algodón, y que habi- 1 Cedulario de Puga. MDXXXYIII. Tomo I, pág. 419. 95 tando regiones cálidas apartadas del centro político, se encontraban á la disposición absoluta de sus se- ñores. ■ Esto sucedía con los pobladores de muchas comar- cas, pudiendo citar como ejemplo á los indígenas déla costa de Guerrero, que sufrían un yugo pesadísimo. En mi excursión por la costa del Pacífico tuve oca- sión de hablar con el Sr. Enrique Kasten en Acapul- co, quien me facilitó bondadosamente copia de unos documentos que existen en su poder y que atestiguan lo que antes he venido asentando. Los documentos dicen así: "Yo el virey, etc. Por cuanto por parte de los natu- rales del pueblo de Igualapa me fué hecho relación que ellos son compelidos por las justicias del otro Pue- blo y de otras personas á que les hilen algondon y Íes- toman lo que ellos cogen al precio que quieren sin les dejar libertad de venderlo en los Tiánguez públicos, como lo tienen de uso y costumbre, y me pidieron les mandase dar mi mandamiento de amparo para que en ello no se les hiciera fuerza ni agravio por las otras justicias ni otras personas, é por mi visto atento á lo susodicho, por la presente amparo é defiendo á los na- turales del otro Pueblo de Igualapa en su libertad pa- ra que, como person-as libres puedan vender é tratar el algodón y lo demás que tuvieren en sus tierras en los Tiánguez públicos á los precios que pudieran y va- lieren sin que por ningunas justicias ni otras perso- nas les sea impedido ni embarazado so pena de suspen- sión de sus cargos y de doscientos pesos de oro para la Cámara de Su Magostad á lo cual otra pena prohibe y defiende al alcalde mayor del otro Pueblo y á su lugarteniente que no compelan ni manden á los yndios 96 del otro Pueblo que hilen ningún algodón ni hagan cosa indevida, ni den servicio personal asi para lo otra justicia como para otra persona alguna demás de la cual otra pena se les apercibe que irá persona á su costa á ejecutarlo. — México, á 6 de Marzo de 1564 años. — Don Luis de Velasco. — Por mandado de Su Señoría, Antonio de Turcios.'" El escrito anterior deja ver claramente que, al decir que los indios eran extorsionados hasta lo último, no habia yo exagerado. En el mismo mandato del virey se deja ver la opresión en que vivian aquellos desgra- ciados pobladores. ¿No era cosa injusta por demás el que se les hiciera trabajar sin la retribución debida, y que como aumento se les obligara á vender lo poco que hubieran logrado cosechar á costa de afanes, al precio que querían los mismos compradores? Cosa inicua era ésta que no necesita comentarios, que ella sola se explica en su desgraciadamente triste valor. XJn pobre indio que trabajaba con empeño y tesón en sembrar una fanega de algodón en los cortos ratos libres que le dejaban sus seilores, podria hacerse ilu- siones de recoger un regular producto de la tierra que con su sudor habia regado, siendo esto lo justo; pero desj)ues, cuando veia que su empeño habia sido esté- ril, que su trabajo era sin valor, obligándole á vender lo que cosechaba, á un precio vil, natural era que des- mayara y que disminuyera su ahinco por ganarse una posición mejor. Esto que pasaba á un individuo aislado, acontecía á muchos, y por consiguiente se tenia el desaliento gene> ral, la decadencia en un ramo agrícola que debia, por conveniencia misma de los conquistadores, ser más atendido. 97 La disposición dictada por Don Luis de Velasco fué benéfica á los indios, en su contenido; pero ¿acaso se llevó á efecto? Seguramente que no, pues que algunos años después se dio otra para un pueblo del mismo rumbo, que á la letra dice: "D. A. Suarez de Mendoza, etc., hago saber á vos el Alcalde mayor que sois ó fuéredes del pueblo de Ome- tepec y sus estancias que los naturales de ellas y ¡Dar- ticularmente los de la estancia de Cocaniapa y las de su reconocimiento me han hecho relación que Don Francisco Larios, Governador de dicho pueblo de Ome- tepec su cabecera, y Don Pedro del Castillo alcalde de ella, les piden y llevan y han compelido á que les den por via de derrame dineros y otras cosas de valor y que se ocujíen en esfilar sin pago ni satisfacción mu- cha cantidad de algodón y que si se escusan de acudir cumplidamente á lo que les encargan los prenden y molestan y llevan presos á la dicha cabecera donde padecen trabajo y necesidad y grande y me pidieron lo mandase remediar para su quietud y conservación proveyendo de manera que se les escusen agravios y se les vuelvan y restituyan lo que por via de los dichos derrames se les hubiere llevado y se les pague el tra- bajo y ocupación. Y por mi parte por la presente os mando que luego averigüéis qué dineros y otras cosas han llevado los dichos Don Francisco Larios y Don Pedro del Castillo á los dichos naturales de las dichas estancias de OmeteiDec, qué cantidad de algodón les han hilado sin pago; y sabido y averiguado les liareis pagar y satisfacer entera y cumplidamente lo que de lo uno y de lo otro se les deviera, de suerte que que- den desagraviados y castigareis el exeso que los suso- dichos hubieren cometido en esta razón, no consintien- 98 do de aquí en adelante á ellos ni otra persona, ni pidan ni lleven á los dichos naturales, servicio, comida, ni otra cosa fuera de lo que por su tasación estuvieren obligados sin que se exeda de ello. — México 24 de Se- tiembre de 1582. — El Conde de Coruña. — Por manda- miento de Su Exelencia, Martin Lójpez de Gaona^^ Y así como acontecía en estos pueblos de la costa del Pacífico, debe haber sucedido con los de la del Grol- fo y de otros lugares del interior del territorio, lo que inconcusamente traía la baja en la producción algo- donera. Antes de la Conquista, casi todos los pobladores te- nían su porción de terreno, aunque pequeña, en la cual cosechaban algo que les ponía en aptitud de pagar al Soberano lo que tenían de costumbre, quedándoles lo suficiente para subvenir á sus necesidades; entonces el cultivo del algodón estaba en j)rosperidad puede de- cirse, y no estaba reducido sólo á individuos pode- rosos. Después, en los tiempos de la Conquista, y los que la siguieron, casi puede decirse que el cultivo del al- godón estaba entre las manos de individuos á quienes había tocado en suerte alguna encomienda de indios; pero éstos, de señores pasaron á esclavos, y apenas si les era permitido el trabajar en sus sementeras para subvenir á la principal de las necesidades de la vida, la alimentación: los demás productos que cultivaban eran por lo regular para sus amos, ó por lo menos, les acontecía lo que se deja ver por las disposiciones de los documentos antes mencionados. Con esto, la agricul- tura en general decaía y con ella el cultivo del algodón. 1 Colección de D. Enrique Kasten, de Acapulco. 99 Cómo no habia de ser así si se tenia especial empeño en que la Nueva España tuviera absoluta necesidad de que todo le viniera de la Metrópoli! Esto que digo no es sólo una suposición; de todos es bien conocida la extorsión que sufrían los pobladores de estas regiones, de parte de aquellos que vinieron á conquistarlos. Aun en documentos oficiales se deja ver el atraso que en muchas cosas habia habido. En una Memoria sobre el estado de las cosas en JN'ueva España, el autor, al venir hablando de los oficios y artes y de las Orde- nanzas que los regia, dice: son "más propias para atra- sar que para adelantar las artes, pues se dirigen en gran parte á estancar la industria y á gravar á los ar- tesanos con pensiones y diligencias inútiles."^ Y más adelante agrega: "Pero no debe perderse de vista, que esto es una colonia que debe depender de su matriz la España, y dehe corresponder á ella Gon algu- nas utilidades, por los beneficios que recibe de su pro- tección, y asi se necesita gran tino para combinar esta dependencia y que se haga mutuo y recíproco el inte- rés, lo cual cesaría en el momento que no se necesitase aquí de las manufacturas europeas y sus frutos."^ Gran tino en verdad se necesitaba para arreglar las cosas de tal manera que resultaran en provecho de España y de la colonia; á esta última pocas veces le resultaba un bien, teniendo casi constantemente que sufrir, por tal que resultara siempre palpable la nece- saria dependencia que debia tener de aquella. Era casi imposible el amalgamar los intereses de dos pueblos, 1 Instrucción que dio el Conde deEevillagigedo al Marqués de Branciforte, pág. 127. 2 Misma instrucción, pág. 137. 100 de los cuales, uno, por todos sentidos, buscaba la de- pendencia del otro, y éste anhelaba la libertad sin res- tricciones. Poco después de los párrafos citados se encuentra en el. documento de que vengo haciendo relación, lo siguiente: "Aun sin auxilio alguno ni protección direc- ta del gobierno, se han adelantado demasiado, á un grado que admira, cierta clase de manufacturas, prin- cijDalmente las del algodón, y con especialidad de paños de rebozo."^ Si esto sucedía sin ayuda ni protección, si no obs- tante el abandono de las autoridades se notaba adelan- to, ¿qué hubiera sido si se hubieran dictado leyes que facilitaran el desarrollo? Pero esto no dehia ser, podria perderse en esta clase de manufacturas, la necesaria dependencia de España. Habia muy buenas intenciones por parte de algunas personas para el bien de la colonia; habia quienes tu- viesen pensamientos que, á haberse puesto en práctica, habrían dado muy buenos resultados; pero siempre, en todo venia á haber entorpecimiento con la necesi- dad que habia de que la mayor parte de lo consumido aquí fuera traido de España. Y á los males que en consecuencia de este sistema proteccionista para la Península, debian venir á Mé- xico, se agregaba la suma de impuestos y tributos que se exigían y que colmaban los padecimientos de la po- bre gente que apenas si podia subvenir á sus más ur- gentes necesidades. Los tributos que tan bien arreglados estaban duran- te la monarquía de los indios, sufrieron un cambio no- 1 Misma instrucción, pág. 137, 101 table en su modo de ser desde que se cimentó la domi- nación española, y este cambio trajo consigo males sin número á la clase que estaba obligada á tributar. Don Antonio de Mendoza, al dirigirse á su sucesor en el vireinato, se explica asi, con respecto á los tribu- tos: "En los tributos reales puede dar más un indio de tierra caliente que de tierra fria porque alli se cria cacao y algodón y mucho género de plantas y semillas con que los indios muy fácilmente pagan sus tributos. E la Ordenanza que S. M. hizo, en que manda que los indios paguen los tributos en lo que cogen en sus tierras, en parte es muy perjudicial, porque es causa que los tributos de ropa se vayan quitando, di- ciendo que no cogen algodón para hacerla, siendo mas gente y mas recia para texerla en donde se hacia la mayor cantidad y agora carga el trabajo de sembrar el algodón y hacer la ropa, sobre la gente mas flaca, que es la de la tierra caliente."^ Estas indicaciones de D. Antonio de Mendoza dejan ver algo de la decadencia en los tejidos de algodón; pe- ro no era sólo esto; el cultivo de la planta productora también decrecía, pues que los moradores de la tierra caliente veian aumentado su trabajo sin retribución alguna, y claro es que, al dedicarse á los hilados, ha- blan de poner menor atención á lo que antes era su principal ocupación. Al haber j)uesto á los de la costa tributo de mantas que antes no lo tenian, quizá les ha- yan rebajado el del algodón en greña, y con esto y la presión que se ejercía, debe haber venido acentuándose la decadencia en este ramo, hasta el presente siglo, después de la independencia, que fué cuando volvió á 1 Documentos inéditos, tomo I, pág. 491; Eeiacion que D. An- tonio de Mendoza da á D. Luis de Velasco. 102 notarse alguna animación en lo relativo á cultivo é in- dustria del algodón. Esto que hemos dicho de los tributos no puede po- nerse ni un momento en duda; la opresión era grande y lo mismo hacian los empleados superiores del virei- nato que los inferiores: todos veian por sí, sin cuidarse de la enormidad del peso que echaban sobre los des- graciados dominados. El mismo Hernán Cortés, de quien Don Liicas Ala- man dice cosas que hacen creer era protector de los indios, agobiaba á sus subditos del Marquesado del Valle con sus fuerces tributos. En una relación, en la que se dice lo que los pueblos del Marquesado le tri- butaban, después de referir algunos objetos, dice: "E mas le dan veinte naguas é veinte camisas ricas, mas diez paños damascados de cama é mas otros diez pa- ños damascados de indios, é mas cuatro colchas de al- godón, esto de ochenta en ochenta dias, sin la comida é sementeras que le hacen y servicio de casa. Mas, le hacen en cada un año veinte sementeras de algodón é ocho de maiz y se las cogen y encierran al dicho Mar- qués del Valle." ^ Si esto hacia el jefe de los conquistadores, ¿qué co- sas habrán hecho otros ignorantes, que creian ver en el indio mexicano no á un semejante suyo, sino un ser degradado por costumbres y en la escala zoológica? Muchas cosas semejantes debe haber habido á las del Marqués, y otras peores, contribuyendo todo á la mi- seria de las masas, al desaliento y, por consiguiente, á la decadencia en todo, tocándole mucha parte al ramo algodonero que hemos venido tratando. 1 Documentos inéditos, tomo XIV, pág. 143. 103 Y á estos males que los tributos causaban, se unian * otros que prestaban su contingente para aumentar la •mala situación; invasiones de langosta y enfermedades sin cuento en las plantas, con especialidad en el algo- don, hicieron que las cosechas disminuyeran en mucho. En el siglo pasado las pérdidas del algodón fueron grandes, tanto que los indios de Huexutla hicieron ''un ocurso ante su respectivo Tribunal á fin de que se les rebajasen los tributos," porque se encontraban "en el más lamentable estado de fortuna," y una de las razones que alegaban era "que siendo el fruto que más les habilitaba el algodón," llevaban "continuos siete años" en los que no hacian "una cosecha razonable."^ . Aunque lo anterior se relaciona á una muy insigni- ficante fracción del territorio, siempre indica algo de que por enfermedades ó por otra cualquiera causa ha- bla pérdidas, las cuales puede ser que se hayan exten- dido á gran porción del territorio, haciendo así que las cosechas disminuyeran, llevando la miseria á los pro- pietarios é imposibilitándolos de seguir adelante en sus tareas para poder, por medio de la constancia, ven- cer en algo á todas las causas que de decadencia los rodeaban. Y no conociéndose entonces métodos ningu- nos que oponer á la invasión de tantos enemigos que en ocasiones atacan al algodón, natural era que el cul- tivo de esta planta se fuera haciendo cada dia más di- fícil. Durante muchísimo tiempo, los indios permanecie- ron cultivando sus tierras de la misma manera que lo habían hecho antes; pero poco á poco fueron apren- diendo de los españoles el uso de instrumentos más 1 Libro de Mercedes. Yol. 82, año 1773, pág, 78. 104 perfectos que los suyos, ganando así tiempo y ahorrán- dose un poco de trabajo; llegó también la época en que^ les fué permitido hacer uso de las bestias de tiro, y- desde entonces comenzaron á aprovecharles como po- derosos auxiliares en sus trabajos. Con estas ayudas el trabajo se hizo menos pesado y más perfecto, y con el mejor beneficio que daban á las tierras aumentó el tanto de producción por una exten- sión determinada. Esto fué debido á los españoles,'y aunque todas las mejoras que introducían en el cultivo eran por bien de ellos solamente, los indígenas supie- ron aprovecharse skcando partido de lo que veían prac- ticar, enseñándose á hacer un trabajo mejor y en me- nos tiempo que el que antes empleaban. Así pues, los conquistadores beneficiaron con esto á los vencidos, quienes, por las circunstancias en que se encontraban, no podian sacar el provecho debido, pero sí legaron las reformas en los métodos de labrar la tierra, á su posteridad, que fué quien disfrutó de las innovaciones cuando el país recobró su libertad. 'No fueron adelantos excesivos los que se hicieron en los métodos de cultivo, pero sí fueron suficientes para que los indios no hicieran el trabajo tan material como antes lo hacían. En los tiempos anteriores á la Conquista labraban sus tierras con la coa ó con el huictli: después de algunos años, aun cuando hayan seguido usando esos instrumentos que hasta el día se ven, comenzaron á aprovecharse de las ventajas del arado, con lo que las labores se hacian mejor y más á tiempo. De la época de que vengo tratando no he podido en- contrar datos con respecto á la producción algodonera; sólo todo lo que antes ya he dicho y que hace supo- 105 ner un decrecimiento en la cantidad de algodón cose- chada. En el último siglo de la dominación, las leyes, sin ser liberales, eran menos malas para los naturales del país, de manera que algo debe haber habido de aumen- to en las cosechas del algodón. Ya en esos tiempos co- menzaba á atenderse un poco á la mala situación de los indios j se trataba de remediarla. * El Conde de Revillagigedo, dice al Marqués de Bran- ciforte, después de hablar algo sobre fábricas de hila- dos, lo siguiente: "Habiendo yo meditado muy dete- nidamente sobre este punto, he pensado que lo más conveniente para con vinar todos los estremos, es el fomentar el cultivo de ciertos frutos que no sólo ocu- pan como sucede ahora con los granos, los brazos de los hombres robustos que las cultivan, sino que tam- bién dan empleo á otra clase de personas de todos sexos y. edades, como se verifica, especialmente con la seda y también con el cáñamo y lino y aun el algodón, cuyas primeras materias no solamente podrian culti- varse con abundancia, sino también . hilarse y prej)a- rarse hasta un cierto punto, en el cual habrían contri- buido ya aqui para la subsistencia de algún número de personas; estarían en disposición de hacer un ramo muy útil al comercio y contribuirían á los progresos de las fábricas nacionales, surtiéndolas con abundancia de primeras materias."^ Esto, aunque en su texto deja ver siempre el empe- ño que habia de sacar el ma3'"or partido posible de las colonias, da á entender también la idea de hacer avan- zar algunos cultivos, entre ellos el del algodón. 1 Instrucción citada, pág. 141. 106 Y debe haberse conseguido el aumento de la pro- ducción algodonera, con sólo alguna ley que diera al- guna libertad al indio, y con algunas recompensas al que cosechase más. El aumento de las cosechas puede suponerse sin error; pero al querer determinar esa cantidad cosecha- da, aunque fuera aproximadamente, se encuentra uno con que no hay datos que puedan acercar á la verdad en la cuestión. Lo único que he podido recoger son algunas peque- ñas cantidades que se exportaban y que pongo á con- tinuación: si hay algo que indicar pudiera la cantidad de algodón cosechado en esa época, por desgracia, á pesar de mi empeño, no ha podido llegar á mis manos. En los tiempos primeros de la dominación, como no habia nada arreglado en forma, era natural que no hu- biera datos relativos á la estadística agrícola que ates- tiguaran los adelantos; pero después, á medida que las cosas iban tomando su curso normal, se debía haber formado una a2)roximada cuenta, aunque fuera de los productos del suelo de que estaban disfrutando: mas nada de esto se hizo completo por desgracia, y en con- secuencia las apreciaciones que aquí hagamos, serán muy reducidas, valiéndonos de los datos pequeñísimos existentes que indican el movimiento algodonero de exportación é importación que hubo en el puerto de Veracruz durante los últimos años que precedieron á nuestra emancipación. Estos datos, repito, son muy pequeños para llenar debidamente el vacío que en esta materia ha quedado de aquellos tiempos. Las exportaciones é importaciones que hubo en Ve- racruz, fueron como sigue: 107 C001>.'*^Tí^r-lcc)cC'* tí ® 73 o l:^CCOOC5(MC005CT)00O(M(Mi£5.Í>.00 QJ • ^corHt-.i>.eofOiO'«í< oó t^CX)CiOr-lMCDl>.00Ci o o o OOC>r- (i— IT— IT— li— li— (1— 1 rH O cooooooooooooooococo •o <1 -t-s T-HOfO^Ot-OTt t- d Ol^ C(?qC0^ t-(MC5 1Í5 izT t- á o (M « O -i>-oo^Or^ocD_:i— i_:rH^T-iT— 1^1— 1- t-t:-t-O0O0.;:ÍCO^COO0;S00.¡:ÍCO.i¿O0C»;So0^ rH >a ■^ < 1— IT— li— IrHT— 1 T— 1 T— li— 1 1—1 r-( 1— (tH 1— i > Estos datos son pocos para poder calcular la pro- ducción algodonera; pero puesto que no he encontra- do otros que merezcan fe, con éstos sólo habrá que contar, sirviendo á la vez para juzgar del movimiento comercial de la fibra que me ocupa: hay que notar que estos apuntes de comercio son sólo relativos al puerto de Yeracruz, y que están incluidas en las importacio- 1 Datos tomados del "Comercio Exterior de México desde la Conquista hasta hoy," por D. Miguel Lerdo de Tejada. — 1853. 108 nes grandes cantidades que venían al citado puerto, de otros puntos de la costa pertenecientes al mismo país; de manera que todo puede considerarse como produc- ción de la llueva España, representando un valor to- tal de 1.461,723 pesos, cantidad pequeña en verdad, pero que puede considerarse como un dato regular pa- ra calcular el valor de lo producido en otras regiones que no tenian salida por Yeracruz, y por lo cual el Consulado de ese puerto no lo tenia en consideración en sus cuentas anuales. El algodón, por los últimos años de la dominación, comenzaba á tomar mayor importancia, y era ya obje- to de atenciones entre los empleados superiores. En aquella época ya el algodón que se cosechaba era de "bastante consideración" y se pensaba ya en hacer por que su cultivo tomara mayor ensanche, vista la inmen- sidad de terrenos disponibles que habia y la facilidad con que dicha planta prosperaba en gran parte del te- rritorio.^ Como se ve, ya habia miras benéficas relativas al algodón; benéficas consideradas aisladamente para pro- teger el cultivo, pero que tenian su parte mala como después lo haremos ver. Una de las cosas que impedia el adelanto en el cul- tivo del algodón, era la poca salida que tenian de sus productos algunos cosecheros. En un libro de manus- critos antiguos que existe en la Biblioteca Nacional, me encontré lo siguiente, relativo á lo que vengo di- ciendo de aquella época: "También se ha entablado el Comercio de algodones para España, con pepita y sin ella, pero sólo lo ijueden lograr los cosecheros próximos á 1 Instrucción del Conde de Eevillagigedo, pág. 143. 109 las costas de Veracruz, porque los crecidos fletes de tie. rra hacen insoportable el precio á los demás del Reino; bien que aquellas cosechas son tan abundantes que si tienen buena salftla pueden proveerá toda la Europa. Los algodones están libres de derecho de Almofarijaz- go á la salida de los puertos de América, j de entrada en los de España, conforme al segundo arancel del re- glamento de comercio libre." ^ Por lo anterior se ve que se protegía al comercio de algodones, eximiéndoles de derechos que eran pagados por otros artículos: con esto debe haber aumentado el comercio de este textil entre México y la Metrópoli: la exportación fué aumentando notablemente en los últi- mos años de la dominación, lo cual se hace patente en el cuadro anterior en donde puede verse que de 134 arrobas de algodón que se remitieron á España en 1761, la cantidad se elevó á 20,208 arrobas en 1810. Esto fué debido seguramente á las fi'anquicias que se concedían á los cosecheros que exportaban, quitán- doles el recargo del derecho dQ almofarijazgo. Si dis- posiciones semejantes, ó mejores, se hubieran dado con anterioridad, el comercio algodonero habria crecido ad- mirablemente, dejando grandes productos á las arcas reales. Pero no fué así, y apenas tenían importancia muy secundaria el comercio y cultivo de la fibra que me ocupa. Y se proponían nuevas cosas que, si fueron llevadas á la práctica, deben haber dado muy buenos resulta- dos. El Conde de Revillagigedo decía al hablar del comercio libre entre México, Cuba y demás posesiones españolas: 1 MS. Eeales órdenes, discursos, etc., respectivas á ambas Amé- ricas. Tomo XXYII.— 1794. lio "Debía creerse también muy conveniente que me- diante que abunda el algodón, y que aunque diminuta su extracción es susceptible de considerable aumento, se asignase semejantemente el premio de dicho medio ó uno por ciento, al qiie lo embarcase despepitado, por- que hay la desidia de no quitarle la pepita, abultando un fardo tres veces más que sin ella y causando con ocupar triplicado lugar en los Buques, muy despropor- cionado gasto de fletes; quando con los tornos ó má- quinas que usan para tal maniobra en Europa podrían despepitar con solo la mano de un muchacho."^ En lo que antecede se ve ahinco de parte de las au- toridades en dar mejor salida al algodón, dando como primas á los que embarcaran el producto de la mane- ra más conveniente. Esto debia haber impulsado mu- cho el producto de la planta del algodón, pero no fué asi por desgracia; otras miras habia que mataban de seguro por completo todo empeño en j)roducir más á los cosecheros. Se trataba de impulsar la producción algodonera, pero no se atendía á la industria de la fibra. Causa verdadera pena el ver que el mismo que pro- ponía cosas tan loables, el Conde de K/evillagigedo, dice en uno de sus escritos lo siguiente: "El único me- dio de destruir las fábricas del Reino, es el que ven- gan á precios más cómodos de Europa, los mismos efectos ú otros equivalentes. Asi ha sucedido pon la gran fábrica y gremio que habia de todas especies de tejidos de sedas, de que apenas queda memoria; y otro tanto se ha verificado con las fábricas de estampados, que sólo sirven para algunos pintados azules, y para 1 MS. Eeales órdenes, decretos, etc., respectivos á ambas Amé- ricas. Tomo XXYII.— 1793. 111 dar salida por este medio á algunos lienzos averiados blancos, desfigurándolos con el arbitrio de la pintura."^ De manera que si habia instrucciones para que se tratase de levantar el cultivo del algodón de la postra- ción en que se encontraba, no era con el noble fin de hacer un bien á los pobladores del país dominado, si- no para que las arcas reales ganaran, primero, por la mayor producción; segundo, por la extracción, y ter- cero, por lo que produjera la fibra convertida en teji- dos en la Metrópoli. Quiere decir que se estimulaba al aumento de la producción algodonera, á la vez que se daba un gran golpe á la industria de hilados y te- jidos. Se podia haber producido mucho algodón, pero en su mayoria habia de ser exportado para que se de- volviera trasformado en tejidos que se venderían á precios elevadisimos. Esto era tanto como que hoy nuestra producción de trigo se remitiera á otro pais, para recibirla luego trasformada en harina f con un precio excesivo. No era esta la manera de proteger á los pobladores, pues que si bien se daban disposiciones para que se cultivase en mayor escala el algodón, se hacia con el fin de que fuera también mayor la exportación, sin consentir, más que muy poco, en que se tejieran telas con la fibra cosechada. Con tales disposiciones se tendia á matar la indus- tria de hilados, tejidos y estampados, que aunque en estos últimos no se habia podido adelantar mucho, pues que los colores que daban no eran firmes, si se hubiera tenido empeño en enseñar bien tal industria, los trabajadores habrían adelantado mucho aprendien- 1 Instrucción del Conde de Eevillagigedo, pág. 141. 112 do el oficio con rapidez, pudiendo los artefactos, como sucedió después, competir con los de Europa. Y no habria sido penosa empresa el enseñar al pueblo á ta- les trabajos, pues que ya, á pesar de las hostilidades que se hacian á esta clase de oficios, muchos individuos estampaban "desde mantas (género ordinario de algo- don) hasta cambray;" siendo lo corriente "Bretañas contrahechas, Pontibies, Ruanos y Bramantes."^ Tenian, pues, empeño los que á tales trabajos se de- dicaban, en aprender bien el oficio: lo que hacia falta era protección. Los indios, no obstante las circunstancias, seguían, aunque no como antes, en su costuml^re de hilar y te- jer su algodón papa sus vestidos, pues que seguramen- te les habria sido muy difícil comprar lo que se traia de España, por lo elevado del precio. De géneros de algodón venian grandes cantidades como es áe suponerse: los datos que con relación á es- to he podido obtener, son los siguientes: Año 1802. Tejidos, lana, seda, lino y algodón por va- lor de '.....$ 14.797,289 „ 1803. ídem, id., id., id., id., id., id. 14.843,467 „ 1804. ídem, id., id., id., id., id., id. 10.423,923 „ 1805. ídem, id., id., id., id., id., id. 1.074,226 „ 1806. ídem, id., id., id., id., id., id. 1.692,025 „ 1807. ídem, id., id., id., id., id., id. 6.932,469 „ 1808. ídem, id., id„ id., id., id., id. 2.816,267 Total I 52.579,666 2 1 Reales órdenes, discursos, etc., respectivas á ambas Améri- cas. Tomo XXIX. MS. 2 Tomado de la obra "Comercio Exterior de México," por D. Miguel Lerdo de Tejada. 113 Ahora bien, como incluidos en los tejidos de algodón están los de seda, lino y lana, habrá que hacer una re- ducción para aproximarse al valor de los artículos de algodón importados en el trascurso de los siete años citados. Suponiendo que los artículos de algodón re- presentaran una cuarta parte del total de tejidos in- troducidos, resulfaria que en el curso de siete años se habrían introducido los tejidos de que se trata en una cantidad cuyo valor seria de 13.152,416 pesos. Como se ve por los datos anteriores, la impoítacion de tejidos en general iba disminuyendo á principios de este siglo con muchísima rapidez, hasta llegar á re- presentar en los últimos años de la dominación una cantidad verdaderamente ¡pequeña. . Esta falta de introducción que se estaba haciendo notable en los últimos tiempo del Gobierno español, venia á compensarse con algunas franquicias que se habían dado á los emprendedores en tejidos del país; ya entonces había una poca de libertad en el trabajo y se comenzaron á hacer algunos tejidos que suplían á la falta que hacían los que de España había costum- bre que llegaran. Esta libertad para hilar y tejer el algodón ya se ha- cia más extensiva, no como antes que se limitaba á ciertas poblaciones como Oaxaca, que gozó del privi- legio de que allí se hilara y tejiera el algodón desde el año de 1552,^ seguramente por pertenecer al mar- quesado del Valle. En el último tercio del siglo pasado se comenzaron á dar disposiciones que beneficiaban en algo á algunas poblaciones para la industria de hilados y tejidos. 1 Cedulavio de Fn^-a, pá<.>;. 146, tomo IP. Kl Aljodon.— ^ 114 "El 13 de Enero de 1777 se libró orden real para que se plantease en Puebla un establecimiento de lo- nas de algodón que sirvieran á la marina real, asi como se usan en la marina del Asia."^ Esto, aunque no era mucho, siempre indicaba algo de que ya se iba comprendiendo la absoluta necesidad que habia de dotar á la Colonia de uña industria pro- pia para que con el tiempo no hubiera tenido la im- prescindible necesidad, como entonces tenia, de recu- rrir al extranjero en busca de artículos de primera necesidad, cuya materia prima era tan abundante y se producia tan' espontáneamente en el extenso territorio perteneciente al pueblo dominado. Se^-uramente que la experiencia habia venido demostrando á los con- quistadores aquello que un prelado escribió al Empe- rador: "quien quiere cosechar, necesita sembrar," y como que durante mucho tiempo hablan estado sacan- do frutos del país sin interesarse, ni siquiera por su propio bien, en la completa decadencia que había, lle- gó un momento en que ésta fué demasiado alarmante, dando así motivo á que se pensara en j^oner un ^oco de abono á la tierra que se encontraha estéril ^or el con- tinuo y ijesado trabajo de tantos años. Por eso fué por lo que en "Agosto de 1805 publicó Iturrigaray un bando en que arregló los obrages de paños y balletas de Querétaro Habia un crecido número de ellos que surtían de paños á toda la tierra dentro y al ejército, así como Puebla de ropas que lla- man de la tierra, ó sea tejidos de hilado tosco de al- godón."^ 1 Suplemento á "Los tres siglos de México,'" por Cavo, presen- tado por D. Carlos María de Bustamante. Tomo III, pág. 24. 2 Suplemento citado, tomo III, pág. 220. 115 Así fué como comenzó á despertarse en este siglo la industria de hilados y tejidos de algodón, siguien- do después en aumento con nuestra feliz emancipa- ción. Poco á poco fué dejándose más libertad para hilar y tejer, y entonces los indios, que no hablan abando-^ nado por completo sus antiguos telares, siguieron con más empeño sus trabajos produciendo bastantes telas con que se surtían todos los de su clase, siendo esto de grande ayuda para ellos, pues que no les era posible comprar lienzos para vestidos de los importados de España, que á medida que se hacian más escasos en las importaciones, su precio de venta se elevaba más y más. Y la influencia de las pequeñas franquicias que se dieron á los tejedores se extendió por todas partes, es- tableciéndose asi telares, que primero fueron de poca consideración, en Michoacan, Chihuahua y otras mu- chas regiones del país. Ya en los últimos tiempos de la dominación, iban dándose algunas disposiciones que aligeraban el peso que tenían las clases sociales todas, especialmente los comerciantes. En 1820, por real decreto fueron habi- litados para el comercio con el extranjero, en el Golfo, los puertos de Tlacotalpan, Matagorda, Matamoros, Soto la Marina y Pueblo Viejo, y en el Pacífico, Aca- pulco, San Blas y Mazatlan, destruyendo así el privi- legio de que sólo había gozado Veracruz desde tantos años.^ Estas disposiciones tendían á dar mayor libertad al comercio de la Colonia, y por consiguiente á la. pros- 1 Comercio Exterior de México, por D. Miguel Lerdo de Teja- da, pág. 21. 116 peridad de todos los ramos de riqueza del país, con- tándose entre éstos el cultivo del algodón. Se habría aumentado la producción algodonera, pe- ro no tanto como hubiera podido ser, porque, por más que se hubieran expedido órdenes que dieran alguna libertad, siempre habia mucho que daba á conocer la opresión que desde tanto tiempo habia estado sopor- tando la nación. Las cosas estaban así, cuando se aseguró la Inde- jDendenciü, viniendo esto á cambiar por completo la faz de los acontecimientos y el estado de todos los ramos de la riqueza iDÚblica, en los cuales, en muy poco'tiem^ío relativamente, se dejaron ver mejoras de consideración. De estos adelantos hablaré en el lugar que les corresponde, en la siguiente división de este estudio. TERCERA PARTE. Llegamos ya á la época actual, á los años trascurrí-- dos desde 1821 en que se aseguró felizmente nuestra independencia. Como es de suponerse, no fué inmediatamente cuan- do se comenzaron á presentar en el país síntomas de progreso: necesario era que, después de un esfuerzo tan grande hecho para obtener la independencia, hu- biera, después de logrado el objeto, una especie de pa- ralización en todo, en tanto que el pueblo mismo que había combatido por su libertad, recuperaba las fuer- zas que tanto había gastado en el largo período de la insurrección. Quizá en los primeros años de la Independencia hu- bo paralización aunque pasajera en la producción; de- be haber habido trastornos consiguientes al cambio tan radical de las cosas; pero después vino la reacción, y aquellas fuerzas que durante tres siglos habían per- manecido encadenadas, se levantaron unidas todas pa- ra formar los cimientos del adelanto y progreso que se inició después y que indudablemente tendrá que 118 llevar á nuestra querida patria al verdadero apogeo, colocándola en el lugar que le corresponde entre las naciones libres. Seguramente que allá en los primeros tiempos de nuestra Independencia se han de haber cometido erro- res que hayan puesto algunas trabas al adelanto agrí- cola é industrial; pero ¿en qué época no se han equi- vocado los hombres? del hoiñbre es el error; más aim cuando se emj)rende una cosa en que faltan los conocimientos prácticos de largo tiempo. Y aun asi, suponiendo que nuestros primeros hombres públicos á quienes debemos la gloria de haber nacido libres, hubieran cometido grandes aberraciones, ¿podrían és- tas, por grandes que hayan sido, comp¿irarse con las odiosas disposiciones vireinales, en las que aun las más liberales traian alguna extorsión para los conquis- tados? JN'o cabe la comparación: con sólo el h^cho de que la Independencia trajo consigo la igualdad de to- das las clases sociales, se debe pensar en el bienestar que en todos los ramos debe haberse dejado sentir, re- percutiéndose desde la capital hasta las más humildes é ignoradas chozas de los campesinos. El habitante de estas regiones, que habiendo nacido esclavo se encuentra de improviso libre, al j)ronto se anonada con tamaño bien, y des^Dues, con un gozo na- tural se entrega á sus tareas, que bien sabe verá sus productos, no como antes que por más que se afanara, por más empeño que pusiera, nunca habia de dar un paso fuera de la línea marcada por los opresores. Desde los princij^ios de la insurrección, muy poco tiempo después de que el ilustre Cura de Dolores pro- clamara nuestra Independencia, circularon documen- tos en los cuales se dejaba ver lo que podría esperarse 119 de las libertades que se le concederiaii al pueblo en ■ caso de asegurarse lo que^se anhelaba. En un decreto del Sr. Hidalgo, fechado en Guada- lajara el 29 de IsToviembre de 1810, se ve en algunas de sus fracciones la idea de aliviar desde lueffo á la o clase más' numerosa de la población. En el citado de- creto se dice: "Que ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación, que llevaban consigo la ejecutoria de su envilecimiento en las mismas cartas de pago del tributo que se les exigía, no lo paguen en lo sucesivo, quedando exentos de una contribución tan nociva al recomendable vasallo."^ Estas cortas lineas dan á conocer las ideas que con respecto á igualdad de las clases sociales tenia el héroe de Dolores: comprendia que sin la libertad no podia haber adelanto. Per^ no sólo á destruir las castas y tributos tendia el decreto; también se pensó en el fomento de la agri- cultura, fijándose desde luego en un ramo importantí- simo en el país: el tabaco. A este respecto dice así: "Por último, siendo tan recomendable la protección y fomento de la siembra, beneficio y cosecha del tabaco, se les concede á los la- bradores y demás personas que se quieran dedicar á tan importante ramo de agriculjtura, la facultad de 'po- derlo sembrar, haciendo tráfico y comercio de él; en- tendidos, de que los que emprendiesen con eficacia y empeño este género de siembra, se harán acreedores á la heneficencia y franquezas del Gobierno."^ Y esto que se disponía en el decreto citado, en parte 1 Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística. Tomo III, pág. 54. 2 ídem ídem ídem, pág. 55. 120 se recordaba en otro fechado en la misma ciudad de Gruadalajara el 10 de Diciembre del mismo año. En ambos decretos se demostraba el apoyo que el jefe de la insurrección queria impartir á la clase más oprimida, y el fomento que queria prestar á la agri- cultura nacional, por lo pronto en uno de sus princi- pales ramos, abrigando seguramente la idea el que tales decretos expedía, de seguir y extender su protec- ción á todos los ramos agricolas. En el primer decreto mencionado, por el texto de lo que corresponde al ta- baco, se deja ver que no se permitía á todos, durante la dominación española, el cultivo y beneficio de la planta del tabaco. ¡Qué disposición tan injusta era es- ta! ¡Y con qué eficacia trataba el héroe de nuestras li- bertades de poner pronto remedio á los males! Las balas de los enemigos quitaron la vida á Hidal- go, y aunque la falta que hizo fué inmensa, o^ gran figura trataba de seguir la senda marcada por el ini- ciador de nuestra emancipación. El Sr. Cura Morolos se esforzaba en cumplir con la noble misión de dar libertades al pueblo por cuya in- dependencia combatía: expidió decretos que uno solo de ellos bastarla pora dar lustre á su nombre. Siem- pre pensando en el bien de sus conciudadanos, siempre empeñado en asegurar la libertad, jamas desmayó en su empresa, dando disj)osiciones que redundaban en el bien de las masas populares. Muchas cosas podrían decirse de sus disposiciones tan buenas para los indios, á quienes siempre queria colmar de las prerogativas que todo hombre libre de- be disfrutar; pero mencionaremos sólo un decreto que expidió en Chilj)ancingo en Octubre de 1813. El decreto dice asi: "D. Josse María Morelos, sier- 121 vo de la TsTacion, y Generalísimo délas Armas de esta América Septentrional por voto Universal del Pue- blo, etc. "Porque de ve alejarse de la América la Esclavitud y todo lo que á ella huela mando que los Intendentes de Provincia y demás magistrados velen sobre que se pongan en libertad quantos esclavos hayan quedado y que los Naturales que forman Pueblos y Repúblicas hagan sus Elecciones libres presididas del Párroco y Juez Territorial* quienes no los coarctarán á determina- da persona, aunque pueda representar con prueva la ineptitud del Electo á la superioridad que ha de apro- var la Elección: previniendo á las Repúblicas y Jue- zes no esclavicen á los hijos de los Pueblos con servicios personales que solo deven á la Nación y Soberanía y no al individuo como á tal, por lo que bastará dar un Topil, (k Alhuacil al subdelegado u Juez, y nada mas para el año alternando este servicio de los Pueblos y hombres que tengan Haciendas con 12 sirvientes, sin distinción de castas que quedan abolidas. Y para que todo tenga su puntual y devido cumplimiento, mando que los Intendentes circulen las copias necesarias y que estas se franquen en mi Secretaria á quantos las pidan para instrucción y cumplimiento. Dado en esta nueva ciudad de Chilpancingo á cinco de Octubre de mil ochocientos trece. — José María Mor elos. — Una rú- brica.— Por mandato de S. A., Lie. José Sofero de Cas- tañeda^ Secretario. — Una rúbrica."^ Este decreto se iba poniendo en vigor en todas las poblaciones que ganaban los insurgentes, aumentán- 1 "Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística," tomo -III. El original existe en el Archivo general, tomo XCVI del ra- mo de Historia. 122 cióse cada vez más con este incentivo el vehemente de- seo de que se verificara la Independencia, para asi po- der gozar libre y francamente de todos los bienes que el decreto citado j otros, proporcionaban á todas las clases sociales. En los lugares en que el decreto podia regir, los naturales se alentaban y trabajaban, con la seguridad de que su trabajo tendría recompensa justa, haciendo asi que la producción agricola aumentara contribuyendo á la tranquilidad general. Pero sin embargo, tan buenas disposiciones no po- dían estar siempre en vigor: tenian necesariamente que seguir las vicisitudes de la guerra. Los insurgentes, al ir tomando aunque paso á paso mayores fuerzas, iban poniendo más en vigor sus be- néficas determinaciones, y de la misma manera, los realistas, quizá por ganarse la voluntad de aquellos á quienes por tanto tiempo hablan dominado, daban ma- yores franquicias á la agricultura é industria, cosa que debian haber hecho antes, no en los momentos en que ardia en todos los corazones el deseo de independencia. Las cosas asi caminaron, casi sin orden, desde que se inició la emancipación hasta que se consumó; de en- tonces acá ha^habido algunas alternativas de progreso y postración en el ramo de algodones; pero siempre, aunque no como fuera de desearse, se nota adelanto en los métodos de cultivo, especialmente en estos últimos tiempos, Al independerse la ilación, presurosa entró en la via del progreso, sin dejar de reconocer que es deudora á aquellos mismos que la dominaron durante tres siglos, de la introducción, entre otras cosas, de métodos mejores de cultivo que los conocidos por los antiguos mexica, métodos que forzosamente han tenido que progresar, al tiempo mismo que la ilustración ha 123 ido cundiendo en la clase que se dedica á los honrosos trabajos del campo. México se hizo libre, y un horizonte de halagüeña perspectiva se le presentó: sus buenos hijos han hecho esfuerzos por colocarla en el lugar que le corresponde, habiéndose conseguido mucho á pesar de las continuas desgracias que han tenido que lamentarse. Al recorrer México en toda su extensión, el viajero quedará admirado de no encontrar casi un solo Estado en el que no se produzca ó pueda producirse el algo- don. Desde Chihuahua, desde las regiones más septen- trionales hasta Chiapas y Yucatán, por todas partes se va uno encontrando, aunque en pequeño en algunas ocasiones, el cultivo de la planta que me ocupa. Es el clima del pais tan variado, tiene tantas sinuo- sidades el terreno, que no es de admirarse el conside- rar lo que vengo diciendo. IS'o pocas veces sucede que, caminando sobre una mesa en la cual está representa- da la zona fria con sus producciones peculiares, sobaja rápidamente á una cañada en donde podrán contarse producciones de una zona distinta enteramente á la que poco antes se ha dejado. Asi pues, en general pue- de decirse que pocos paises habrá que se presten tanto para el cultivo del algodón como México, cuya zona algodonera puede dividirse en tres fracciones bien im- portantes: la del Golfo, la del Pacifico y la intermedia, lejana de las costas. Esta extensisima zona en donde podria cosecharse una cantidad de algodón inmensa, apenas produce una cantidad relativamente insignificante, pero siempre mayor á la que se recogía en tiempo de la dominación española. La relación de los productos de cada fracción de la 124 zona -s'arian en algo, pero siempre cada división tiene terrenos superiores: la fracción del Grolfo, Veracruz; la del Pacífico, Guerrero y Oaxaca, y la intermedia, los terrenos de la Laguna. Para tratar como es debido lo relativo al algodón en la época actual, dividiré mi estudio en tres fracciones que son las marcadas en la zona algodonera. En cada una de las fracciones haré mención de los sistemas de cultivo que se sigan, exponiendo todo lo que con respecto al asunto juzgue conveniente, hacien- do después un resumen general de la producción de la zona. Muy variadas son las circunstancias que influyen en el éxito del cultivo en cada fracción de la zona: me ocuparé de esto aunque sea ligeramente, para que se juzgue de la mayor ó menor conveniencia que haya de seguir en cada fracción tal ó cual sistema de cultivo. Comenzaré, pues, mi estudio por la fracción del Golfo. ZONA ALGODONEEA MEXICANA. Feaccion del Golfo. Esta fracción comprende todo el territorio situado á lo largo de la costa, desde Tamaulipas hasta la Penín- sula de Yucatán: en tan larga extensión, natural es que se encuentre una variedad grande de terrenos, propios muchos para el algodón, ya sean areno-arcillosos ó arcillo-arenosos, con los naturales intermedios. 125 En esta fracción parece que los mejores terrenos son los ¡pertenecientes al Estado ele Veracruz, en donde se recoge, según veremos después, por una cuartilla de sembradura una muy regular cantidad. Los terrenos de Veracruz son como el centro de fertilidad para el algodón, de donde parten radios que á medida que tie- nen mayor longitud, el producto del algodón decrece. Mas esto no quiere decir que los terrenos de los de- mas Estados sean malos para el cultivo de la planta que me ocupa; no es asi; y aunque en general diga que Veracruz es lo mejor para algodón en la costa del Gol- fo, hay que asegurar también que cada una de las de- mas entidades federativas tiene sus porciones regulares de terreno de primera calidad para el buen desarrollo del algodón. Y no puede decirse de una manera absoluta cuáles son los terrenos mejores para el algodón en los Esta- dos que comprenden la fracción de que vengo tratando, pues que, aun cuando se sepa que un terreno areno- arcilloso es de lo mejor, podremos encontrar muchos de esta clase en todas partes; pero pueden variar tanto las demás condiciones de humedad, vientos dominan- tes, exposición, etc., que no podrá darse una absoluta seguridad en cuaiito á los mejores terrenos algodone- ros; sólo se puede asegurar lo que antes se dijo, que Veracruz es de lo mejor en este sentido, y no porque no haya algunos inconvenientes, sino porque los pocos que hay casi todos son destruidos por la práctica del labrador. Tamaulipas, el primer Estado al Norte de esta frac- . cion, no puede decirse que sea de lo mejor para algo- don, pero si asegurarse que el cultivador que se dedi- que al trabajo de que se trata, encontrará en las cose- 126 chas una buena recompensa. La faja que comprende la parte cultivable de algodonase extiende á lo largo de la costa y en un regular ancho hacia el interior del Estado. Algunos de sus terrenos son demasiado are- nosos y sólo permiten el cultivo del algodón, por medio de eficaces m^ oradores y de agua en aj^undan- cia, para tener constantemente las capas del terreno en un término medio de humedad conveniente, en ese medio que, pasado ya sea en más ya en menos, hace peligrar en mucho los buenos resultados de una co- secha. En oposición á esa clase de terrenos hay otros, es- pecialmente en el Sur del Estado, que reúnen muchas de las buenas condiciones para un terreno algodonero. Situados en planos extensos ó en cañadas de regular tamaño que reciben con frecuencia los detritus orgáni- cos de las montañas vecinas, y contando con buen aco- pio de agnas para los riegos en caso necesario, hacen al suelo, areno-arcilloso, sumamente adecuado al cul- tivo del algodonero, de esa planta que, colocada en las condiciones requeridas, es capaz, sabiendo combatir á sus enemigos, de trasformar en poderoso al que ayer apenas contaba con los recursos estrictamente necesa- rios para el cultivo. Tamaulipas, fértil por excelencia, con especialidad en su parte Sur, puede hacePí^e con el tiempo, si los trabajos son bien dirigidos, uno de los principales Es- tados algodoneros del pais, teniendo una gran ventaja sobre otros; el estar próximo á los Estados Unidos, en donde encontrarán un buen mercado sus ¡productos dado el caso que no sea posible mandarlos al interior del pais ó al Distrito Federal y Estado de Veracruz, en donde hay gran consumo de la fibra preciosa. 127 En Tamaulipas ya en otra ocasión se ha cultivado algodón; pero ya sea alausa de malas cosechas motiva- das i)or desacertada dirección, ó ya por las continuas re- vueltas, ha ido decreciendo el cultivo, hasta el grado de hacerse casi nulo en los años pasados. Durante la guerra separatista de los Estados Unidos, el Norte de Tamaulipas fué el centro de un comercio fabuloso de algodones: entonces este ramo floreció y se improvisa- ron fortunas que en otro caso habrían tardado mucho más en formarse; pero vino la paz en la República ve- *éina, y con ella el decrecimiento de la importancia que habia tomado en aquellas regiones el ramo de algodo- nes. El decrecimiento continuó cada vez mayor, hasta llegar á la situación que ya indiqué. Pero Tamaulipas no habia de permanecer asi para siempre; el Gobierno general fijó su atención en aque- lla entidad, y en el año de 1882 fué enviado á aquellas regiones mi apreciable compañero el Sr. Agustín O. Aguilar, para que, en el terreno de la práctica, pudiera determinar, según sus vastos conocimientos en la ma- teria, el método de cultivo que mejor pudiera seguirse para tener mayores seguridades en el éxito de las em.- presas que se formaran. El terreno escogido para los experimentos estaba comprendido dentro de los limi- tes de la Hacienda de Dolores, próxima á Ciudad Vic- toria: á principios de Mayo de 1883 se sembró una hectarade algodón en "Dolores," y posteriormente se siguieron las siembras en "La Mesa," "Santa María," "Santa Engracia," "La Boca" y "La Palmita," comen- zándose asi á hacer estudios comparativos en los dis- tintos plantíos, para deducir experimentalmente la clase de terreno más apropiada en aquella región para el cultivo del algodón: para esto, tuvo el tino el Sr. 128 Agiiilar de escoger terrenos que variaran, no sólo en su constitución quimica y mecájiica, sino también en las influencias atmosféricas que más directamente obra- ran sobre ellos. De esta manera el estudio tenia que ser altamente provechoso y dar muy buenos resulta- dos. Y asi fué, pues que el Sr. Aguilar en su Informe á la Secretaria de Fomento dice, con respecto á las es- peranzas que tenia para el buen éxito de las cosechas de algodón: "creo sin embargo que se producirá bien, y mejor en lo de adelante, atendiendo á las buenas condiciones en que estos terrenos se encuentran." * El método de cultivo que se siguió en los relaciona- dos experimentos, consistió en lo que debe buscarse siempre en esta clase de trabajos: tener constantemente limpio el terreno y tratar de que la humedad se en- cuentre siempre en un término medio benéfico. Los terrenos aquellos de' Tamaulipas son feraces, y lo demuestra el haber nacido las plantitas entre los 5 y 8 dias de hecha la siembra, según lo asienta el refe- rido Sr. Ao-uilar en su citado Informe. Cuando haya vias de comunicación fácil en el Esta- do y que la población aumente, entonces el cultivo del algodón ha de llegar á un alto grado de desarrollo, llevando á aquella entidad á un bienestar que merece, y que puede conseguirse con un poco de empeño, vis- tas las condiciones de clima y situación con que cuenta. Hoy, puede decirse que alli el cultivo del algodón está dando sus primeros pasos; j^ero tiempo llegará en que tome la importancia que merece. Se sabe que se ha cultivado el algodón, que aun se cultiva, pero asegurar lo que hoy se cosecha no es po- sible, puesto que faltan datos fidedignos: los más re- cientes y que merezcan más fe son los que se encuen- 129 tran en el anexo número 3 á la Memoria de Hacienda del año económico de 1877 á 1878; alli se ve figurar á Tamaulipas con una cosecha de 504,000 kilogramos, cantidad en verdad pequeña, y que si por ella se fuera á juzgar de lo que puede ser con el tiempo el algodón en aquella región, el cálculo saldría erróneo comple- tamente. Con respecto á fábricas de hilados y tejidos de algo- don nada hay que decir en lo referente al Estado de que se ha venido hablando: se encuentran pequeños telares, pero de tan poca significación, que no hay pa- ra qué considerarlos. Asi pues, el Estado de Tamau- lipas cultiva muy poco algodón, siendo sólo los distri- tos del Norte y del Sur los que á tal trabajo se dedi- can, siendo casi nula la industria de hilados, tejidos y estampados, no obstante que para todo se presta aquel fértil suelo. * * * •En el Estado de Yeracruz, que sigue en posición so- bre la costa al anterior, todo cambia: la fertilidad es mayor, se cuenta con mayor número de recursos na- turales, y los productos tienen mejor salida, ya sea pa- ra el interior del país, ya para el extranjero. En esa región el algodón vegeta con todo vigor pro- duciendo de una manera admirable, según podrá juz- garse después al hacer una cuenta del costo de trabajo en una extensión determinada. Los terrenos son de lo mejor que pueda desearse para el cultivo de la planta que me* ocupa: se tienen terrenos areno-arcillo-hu- miferos, que son de tan buena calidad, arcillo-areno- sos y otra gran variedad, prestándose la mayor parte £1 Algodoa.— 9 130 á la buena producción del algodonero: regiones de este Estado hay tan fértiles que en ocasiones esa misma fe- racidad perjudica en algo si es que el labrador no sabe aprovecharse. Allí, la humedad constante del aire hace gran bene- ficio al algodonero, proporcionándole ese término me- dio de frescura que es tan de desear para toda clase de plantas; muchas ocasiones, los suaves vientos de la costa, cargados de partículas salinas, vienen á ayudar al terreno para dar buen desarrollo á las plantas que sostiene. Este Estado con su extensa costa, con sus buenos terrenos y adecuadas condiciones climatéricas, es uno de los más importantes de la República en el ramo de que venimos hablando, y si se llega á colocar el culti- vo del algodón á la altura que le corresponde en aque- llas regiones, las cosechas que se tengan alcanzarán una cifra inmensa, produciendo pingües ganancias á los emprendedores y grandes ventajas al Erario. La situación del Estado, la calidad de los terrenos y otras muchas circunstancias son allí favorables, de manera que el algodón forzosamente tiene que prosperar allí admirablemente, siempre que tengan franquicias los cultivadores y no trabas. Ya hoy puede considerarse á Veracruz como uno de los primeros Estados algodoneros de toda la zona del país, y como el primero en la fracción del Golfo; pues ¿qué será después cuando el trabajo délos campos lle- gue á la altura en que debe colocarse? Entonces, repi- to, las cosechas serán inmensas. Y el algodón que se cosecha en esas regiones rin- de mucho, pues que "ciento treinta ó ciento cuarenta motas del algodón de Tlacotalpan entran en una li- 131 bra de filamento limpio" y "del americano se necesitan más.'" En este Estado siempre ha habido mayores facilida- des para el cultivo del algodón y para la salida de sus cosechas; asi es que con razón se ha visto que en tan- to que en otras regiones ha decrecido la importancia del dicho cultivo, en esta entidad, si es que no ha au- mentado, se ha conservado sin decrecer. Por esto es por lo que, en 1840, cuando en otras partes la produc- ción algodonera estaba tan abatida, en Veracruz no sucedía asi, sino que se cosechaban grandes cantida- des, probando esto la circunstancia de que en el citado año, sólo en el partido de Cosamaloapam habia una cosecha de 20 á 30,000 arrobas. En esa misma época se trataba de introducir en el Partido por una comjDa- ñia extranjera, máquinas que sirvieran para despepi- tar el algodón.^ Lo mismo acontecía con los demás partidos; ,en casi toíjjOS se notaba aumento en la producción, debido siem- pre á la bondad del terreno y clima apropiado, y á la posición geográfica tan conveniente que tiene el Es- tado. Ha habido, años en que las cosechas han sido malas, pero esto ha sido siempre pasajero, levantándose des- pués la producción con más vigor, sirviendo esto para hacer fortunas respetables no pocas casas de comercio cuyo principal giro es el de algodones. Muchos son los distritos de Veracruz en donde se ha cultivado y cultiva el algodón, produciendo en to- dos ellos grandes ganancias. 1 Boletín de Geografía y Estadística, tomo X, pag. 467. Artí- culo del Lie. D. Perfecto Badillo. 2 Boletín do Geografía y Estadística, tomo IV, pág. 112. 132 Los distritos en que se cultiva son Acayucan, Chi- contepec, Coatepec, Córdoba, Cosamaloapam, Minati- tlan, Misantla, Ozuluama, Papantla, Tantoyuca, Tux- pam, Tuxtla y Veracruz. También se ha cultivado en Huatusco, según lo asegura el Sr. D. C. Sartorius en un escrito del año de 1865, en el que dice: "En la parte oriental del Parti- do, que pertenece ya á la tierra caliente y que está fuera de la influencia de los nortes, se cultiva el algo- don con buen éxito. Los indígenas de los pueblos de Tlacotepec, Zeutla, Tenampa y otros siempre lo han plantado para uso doméstico, no sólo la clase blanca, sino también la amarilla (coyote) , gossijpium religiosum. Las mujeres hilaron y tejieron el corto producto de sus siembras, y es de sentirse que de algunos años acá hayan abandonado esta industria ejercida desde tiem- pos inmemoriales. ^ En jel distrito de Jalapa también se cultivó el algo- don en regular escala, y aun se cultiva. Para asegurar esto, copiaremos lo que el Sr. F. de Landero y Cos di- ce á este respecto, en un Informe que rindió en 1865: "Antes de la Conquista de México por los españoles, el algodón era cultivado por los aborígenes del Distri- to de Jalapa, que continuó cultivándose siglos después, tanto que á principios del presente, los naturales de gran parte del Valle inmediato á Coatepec,^ se vestían con las telas que ellos mismos tejían con algodón co- sechado en diversos lugares de la cañada de Valle, lu- gares que todavía hoy señala la tradición de los habi- tantes." 1 Boletín de Geografía y Estadística, segunda época, tomo II, pág. 172. 2 Coatepec es hoy ya un Cantón. — N. del A. 133 "En los últimos años sólo han conservado la cos- tumbre de cosechar algodón y tejer sus mantas los indígenas del pueblo de Jalcomulco y sus alrededores, donde se da perfectamente el algodón de árbol y de mata blanco, y un algodón especial de color gris, de árbol muy grande, conocido vulgarmente con el nom- bre de algodón coyote' ' "la mej or época de siembra en estos contornos son los meses de Junio y Julio, empezando la cosecha á recogerse en Diciembre la de los mejores terrenos, y en Enero y Febrero, y aun Marzo, la de los medianos " "La cose- cha total de este año en las cercanías de Jalapa será de 2,000 á 2,200 quintales con pepita. Es sabido que despepitado rinde la tercera parte, sin embargo de que experimentos hechos en esta ciudad con algodón de Ojuelos y Tolome, han dado de 40 á 42 por ciento de rendimiento." "Las plantas de algodón producen desde 160 capu- llos las más cargadas, hasta las que sólo tienen diez, cinco ó ninguno ," "El algodón de Atezaba pesa- do dos onzas por cada cinco capullos con pepita *' "En una cuartilla de tierra se siembran, según la ca- lidad del terreno, desde 7 á 10,000 matas." "Su producto por término medio es de 50 quintales con pepita." "Lo que costaba y dejaba en aquella época el culti- vo del algodón en Jalapa, es como sigue: Tala, preparación de una cuartilla, siembra, dos lim- pias, capada y otra limpia para cosechar. .$ 72 00 Cosecha de 50 quintales que produce, em- paque, flete á Jalapa, derechos, etc „ 106 25 Suma de gastos $178 25 134 De la vuelta f 178 26 Los 50 quintales se vendían á $12 00 uno, dando así ,,600 00 Ganancia del cultivador |421 75"^ Como ya dije, en Jalapa ha disminuido el cultivo de la planta que me ocupa, quizá por haberse extendido el de la caña de azúcar y del café; pero esta diminu- ción en el Distrito está compensada con el aumento que ha tenido en otros distritos del Estado. Por la misma cuenta del cultivo del algodón en Ja- lapa, puede verse lo elevada de todo y los recargos que tenia por lo excesivo de los fletes, debido seguramente al mal estado de los caminos. El cultivo del algodón puede extenderse muchísimo en el Estado, por la fertilidad de sus terrenos propios para esa planta, fertilidad que puede apreciarse por haber muchos lugares, especialmente en el Distrito de Ozuluama, en los que las plantas de algodón silves- tres producen su fruto en abundancia, no habiendo con todo esto nadie que se haya dedicado al cultivo de la planta en cuestión.^ Ya hoy el cultivo es menos costoso, debido quizá á la mejor práctica que se ha tenido y al uso que se ha- ce de instrumentos más apropiados. El Sr. D. P. Orsini me facilitó bondadosamente los siguientes datos con respecto al cultivo del algodón y su rendimiento en el Estado, que por considerarlos de utilidad los pongo aquí. 1 Boletín de Geografía y Estadística, segunda época, tomo I, pág. 891 y siguientes. 2 Memoria que el Gobierno de Veracruz rindió en 1883 á la. Secretaría de Fomento. 135 En los meses de Enero ó Febrero, después de ele- gido convenientemente el terreno, se desmonta, y poco tiempo después se verifica la quema, dejando las cosas asi durante algún tiempo, con el fin de que la tierra sufra la influencia benéfica de los agentes atmosféricos. Luego se dan las labores necesarias para remover el terreno, y cuando vienen las primeras lluvias se hace la siembra de maíz, siguiendo las labores necesarias á esta gramínea hasta el mes de Setiembre, en el que se siembra el algodón en el medio de los surcos, cuidando de que éstos no estén muy juntos, sino á cosa de vara y media de distancia: la siembra se hace con un ins- trumento llamado tárjala, haciendo agujeros con su punta á vara y media de distancia unos de otros, den- tro de los cuales se colocan cinco ó seis semillas: antes de hacer la siembra se tiene el cuidado de tener la se- milla en remojo durante un corto tiempo. Así las cosas, las plantitas vienen á nacer entre los 4 y 6 dias de hecha la siembra, no haciendo nada sino hasta los 15 ó 20 dias en que por medio de la tarjpala ó el macícete se limpia el terreno, teniendo la precau- ción de ir haciendo á la vez lo que se llama desahijar^ que consiste en cortar de los montoncitos de plantas las necesarias para dejar sólo dos ó tres, cuidando de que éstas sean las mejor desarrolladas. Cuando ha pasado más de un mes del nacimiento de las plantas, y que éstas se encuentran algo crecidas, se verifica una operación que consiste en acostarlas, es decir, tenderlas sobre el suelo, asegurando que no se levanten por medio de una poca de tierra que se les coloca encima. Esta práctica parecería á primera vista que no tiene razón de ser; pero no es así: en aquellas regiones los 136 vientos dominantes del Norte que son tan fuertes, cau- san grandes estragos en las plantaciones cuando no se ha tenido la precaución antes dicha, que debe tenerse con el fin de que las plantas presenten menos cuerpo á la fuerza del viento. Si lo que se practica no se hicie- ra, los vientos tirarían las plantas todas, j asi se en- trelazarían, haciendo más penosos los trabajos poste- riores j determinando pérdidas grandes. Cuando está ya para terminar el segundo mes del nacimiento de las plantas, se procede á cortar cuida- dosamente los retoños que están verticales, dejando só- lo aquellos que han permanecido tendidos: esta prác- tica es una especie de poda benéfica que puede consi- derarse igual en sus consecuencias al despiinfe que se hace en algunas partes de los Estados Unidos. A los veinte ó veinticinco dias de esta operación, ya las ramas que se han conservado tienen flores y algunas cápsulas; pero no obstante se vuelven á cortar los reto- ños que no sirvan, con el fin de dar más vigor ala planta. En todo el periodo de vegetación se debe tener espe- cial cuidado en conservar limpio y remolido el suelo. En este estado el cultivo, sólo hay que dar las labo- res que sean necesarias al terreno para la buena con- servación de la planta en tanto que llega la época de hacer la cosecha, que es poco después del sexto mes. Bastante sencillo es el sistema de cultivo que se si- gue; pero bastante adecuado á las circunstancias en que se encuentran los terrenos. El terreno en que se ha sembrado algodón en un año, sólo vuelve á servir para el siguiente, dejándolo descansar al tercer año, en el que, para seguir las siem- bras, se hace otro desmonte ó se emplea terreno que ya ha descansado. 137 Esta práctica indica que se tiene cuidado de que los terrenos no se esterilicen por el prolongado cultivo de una misma planta sobre ellos. Por este método es por el que se logra levantar en aquellos feracísimos terrenos cosechas tan abundantes de la fibra tan apreciada. Si se usara otra clase de ins- trumentos más apropiados en algunas labores, por ejemplo, para las primeras unos fuertes desentraña- dores, de seguro que la cosecha de una extensión de- terminada de terreno aumentarla muchísimo. La medida que regularmente usan en Veracruz pa- ra sus terrenos es la cuartilla, que representa una su- perficie de 25.000 varas cuadradas. Sobre una extensión así descansarán los cálculos del costo del trabajo, con los datos que se sirvió propor- cionarme el citado Sr. Orsini. COSTO DEL CULTIVO DEL ALGODÓN EN UNA "CUARTILLA. Desmonte, quema, y sacar del terreno la ma- dera que no ha consumido el fuego $ 30 00 Una ligera limpia en la milpa antes de sem- brar, y siembra 8 00 Primera limpia á la planta y desahijar 6 00 Segunda limpia, acostando á la vez la planta. 8 00 Otra limpia, cortando á la vez los retoños, con tijeras ó cuchillos 8 00 Repetición de lo anterior 8 00 Cosechas, término medio, 200 arrobas por cuartilla, y siendo el precio de cosecha .18 por arroba, se tiene 37 50 Costo total ; S 105 50 138 De la vuelta $ 105 50 Y como el algodón se vende á $1.00 la arro- ba, las 200 arrobas representan un valor de... 200 00 Queda como utilidad al cultivador $ 94 50 No es pequeña la cantidad que queda como utilidad, más aún si se atiende á que en este cálculo de la co- secha se lia tomado un término bajo, pues que, según dice el Sr. Orsini, que es bien conocedor de los produc- tos de aquellas regiones, el producto de una cuartilla puede bajar de las 200 arrobas que aquí se le ha asig- nado, pero también con frecuencia sube hasta llegar á 400 ó 450 arrobas. En cuanto á las cosechas anuales en todo el Estado, son variables, pero siempre tienen alguna importan- cia. El Sr. Busto, en su Memoria de Hacienda que ya hemos citado, asigna á Yeracruz una cosecha anual de 10.560,000 kilogramos, es decir, poco menos de una tercera parte de la producción total del país. Los distritos algodoneros que más producen en Ve- racruz, son los siguientes: Cosamaloapam, Tantoyuca, Túxpan y los Tuxtlas, en los cuales se cosechan res- pectivamente 1.392,000 k., 1.152,000 k., 1.200,000 k. y 1.008,000 k., siendo la producción de los restantes también de consideración. De presumirse es que la producción haya aumenta- do desde que se reunieron por la Secretaría de Hacien- da los anteriores datos. Por parte de la Secretaría de Fomento se comenza- ron el año pasado investigaciones de esta naturaleza; pero por los datos que yo pude tomar de los hasta en- tonces incompletos informes que habían llegado, re- 139 sulta que sólo se cosechan en el Estado próximamente 2.000,000 de kilogramos, lo cual no es creíble, ó si lo es, habrá que considerarse como equivocadas las inves- tigaciones anteriores de la Secretaria de Hacienda. Bien puede ser que haya una poca de exageración en los datos recibidos por esta iiltima Secretaria, y que por tanto los 10.560,000 kilos de algodón que se le asignan á Veracruz, tengan que reducirse á 6 ó 7 mi- llones, lo que si es de creerse puesto que personas bien entendidas, como lo es el Sr. Orsini, asignan á sólo los Cantones de Cosamaloapam, Tuxtla y Tlacotalpam, una cosecha de 2.688,000 kilogramos, quedando sin mencionar muchos Cantones productores, entre los cuales puede reunirse la cantidad de algodón necesa- ria para elevar la cosecha del Estado á los 6 ó 7 millo- nes de kilogramos que antes dije, si es que no se quiere aceptar como cosecha en Veracruz los 10.560,000 kilo- gramos, cantidad que creo es la más razonable. Sobre seis millones de kilogramos descansarán las aprecia- ciones que después se hagan en el resiimen general, de la extensión de terreno cultivado en el Estado. * Pasando de Veracruz en la fracción del Golfo, jsi verdaderamente no se encuentran plantios de impor- tancia verdadera; á medida que los terrenos se encuen- tran más lejanos del Estado de que antes tratamos, se ve que la importancia que en otros lugares se da al algodón no se tiene alli. En Tabasco y aun en Campeche pueden encontrarse terrenos propios para el cultivo de la planta que me ocupa; pero no obstante eso, la producción es tan in- 140 significante, que parece no ser digna de figurar en nuestras apreciaciones. Y á medida que se va caminando más hacia la ex- tremidad de la Peninsula de Yucatán, los terrenos van tomando caracteres que hacen suponer, si no dificultad absoluta para el cultivo del algodón, si poca facilidad. Esto debe tomarse en sentido general, pues que indu- dablemente hay lugares en los que el algodón puede prosperar, como es bien sabido por lo que la historia nos dice de que los antiguos mayas cultivaban la cita- da planta. Todavía en años no muy lejanos se cultivó el algodón en algunos terrenos que hoy pertenecen al Estado de Yucatán. En la Memoria citada del Sr. Busto no aparecen ni con una pequeña cantidad de algodón, en el resumen de la producción agrícola del país, Tabasco, Campeche ni Yucata,n. Lo mismo acontece con las noticias acopiadas por la Secretaría de Fomento; pero aunque esto sea así, no debe suponerse que el algodón no se cultiva en aque- llas regiones; sí se cultiva, aunque en pequeño, cuyas cantidades no se ha tenido el cuidado de determinar. En aquellas comarcas, especialmente en Campeche y Tabasco, hay gran cantidad de terrenos que con po- co empeño podrían dedicarse al cultivo del algodón. En Yucatán sí es más creíble que haya disminuido mucho el cultivo de que hablamos, pero tampoco se ha de haber extinguido del todo; lugares ha de haber en que los indígenas, especialmente en los límites con Tabasco y Chiapas, se dediquen, aunque en pequeño, á los trabajos de que venimos hablando, aunque soasólo con el único fin de proveerse ellos mismos de la mate- ria prima necesaria para la confección de sus vestidos, 141 ^e lo cual todavía conservan la tradición de sus ante- pasados. En resumen, de la fracción de que hemos venido tratando, la porción más importante es Veracruz, si- guiendo después en su orden Tamaulipas, Tabasco, Campeche y Yucatán. Esta fracción es corta; si se compara con la de que vamos á tratar, que es la Fracción del Pacífico. Esta porción de la zona algodonera es más extensa que la anterior, pero no está colocada en circunstan- cias tan favorables como Veracruz, para la comunica- ción rápida con el centro de la República. Esta fracción se extiende desde Sonora hasta Chia- pas, contando con terrenos de la mejor clase, y casi sin interrumpirse en ningún jDunto; ¡jues que, aunque hay lugares en los que no se cultiva el algodón, esto es de- bido á circunstancias especiales, y no á que sea impo- sible esa clase de cultivo. Hay lugares buenos y otros de menos categoría en la fracción de que tratamos; y puede asegurarse de una manera general que el cultivo del algodón es posible en todo el litoral del Pacífico, cultivándose 3'^a en gran- de escala en muchos puntos. Aun en la Baja California, en algunos lugares de su costa en el Golfo de Cortés, se ha cultivado el algodón, prestando así su contingente, aunque pequeño, para aumentar la producción algodonera de aquellas costas. Comenzaremos nuestro estudio por lo que se reía- 142 ciona con el Estado de Sonora, para seguir después con los demás Estados que están comprendidos en es- ta fracción. * * En Sonora hay gran variedad de terrenos propios para el cultivo que me ocupa, y en su extensión tan grande podrían levantars,e cosechas que no sólo basta- ran para el consumo del Estado, sino que sirvieran tal vez para exportar, ya al extranjero, ya á otros Es- tados. De todos es bien conocido el aspecto que presenta el Estado de Sonora: montañas elevadas de fuertes de- clives, rodeando valles que muy frecuentemente se ven cubiertos de una hermosa vegetación. Allí se ven ejem- plares de frutos de las distintas zonas, y si no se ve completa la colección de los frutos de Tierra Caliente, esto es debido, no á que la tierra no se prestó á ello, sino que no, ha habido personas que quieran empren- der cultivos nuevos. El algodón ocuj)a un lugar principal entre las plan- tas cultivadas en aquella entidad federativa, y sin em- bargo, no ha llegado á la altura que le corresponde, por algunas razones que iremos indicando á medida que adelantemos en la narración. Variedades distintas de terrenos hay en el Estado que pueden dedicarse al algodón: areno-arcillosos en el Valle de Gruaymas, Distrito de Ures y otros luga- res, y arcillo-arenosos con pequeñas cantidades de manganeso en algunas porciones comprendidas dentro de la faja que limitan los rios Yaqui y Mayo. A más, hay otros terrenos que periódicamente son inundados 143 quedando después con una capa de limo y detritus or- gánicos, que los hacen muy á propósito para que el algodón prospere en ellos. Asi pues, Sonora cuenta con una gran cantidad de terrenos algodoneros. En el presente siglo, el algodón comenzó á cosechar- se en el Distrito de Hermosillo, "por algunos labrado- res, entre ellos D. Rafael Diaz, que llegó á conseguir buenas cosechas y fabricó mantas angostas de media vara en telares de mano. En dos ó tres años tuvo al- gunos progresos; pero después sobrevino al algodón una epidemia que, á pesar de las muchas diligencias que hizo para destruirla, nada le valió y tuvo que abandonar el ramo. Este estuvo asi hasta el año próximo pasado de 42 que, estimulados los labradores con el establecimiento de la maquinaria de mantas de los Ángeles, ha vuelto á revivir, y hoy dia hay algunas siembras de conside- ración en las tierras llamadas del Teunaje, á ocho le- guas, y las de las Palomas á cuatro hacia el Poniente de esta ciudad, y en el Chino Gordo á otras cuatro al Oriente."^ Después de los años que se citan en lo anterior, el cultivo del algodón ha tenido sus alzas y bajas más ó menos fuertes, hasta el dia en que, puede decirse, ha llegado á una gran postración, sosteniéndose sólo por el ahinco de algunos propietarios, en luchas con las eventualidades. Del Distrito de Hermosillo, que fué en donde comen- zó á cultivarse el algodón, se extendió á los de Ures, Guaymas y porciones pequeñas de otros; pero por cau- 1 Boletín de Geograíía y Estadística, tomo VIII, pág. 289. — Noticia estadística del Estado de Sonora por D. José F. Velasco. —1843. 144 sas que dependen en mucho de la falta de agua y por la invasión de algunos insectos, el cultivo ha venido decreciendo, concretándose hoy casi al Valle de Guay- mas, del Distrito del mismo nombre. Para dar una idea de lo que es el cultivo del algo- don en aquel valle, voy á trascribir parte del Informe que rendi á la Secretaria de Fomento en Junio del año de 1884, después de una excursión por la costa del Pa- cifico. Las tierras del valle de Guaymas "son de superior calidad, de una consistencia media, bastante profun- das, planas; en fin, tienen la mayor parte de las con- diciones que constituyen los terrenos superiores, fal- tándoles el agua, cosa que es tan general en el Estado, y que tanto perjudica al buen resultado de las cose- chas." "No siendo estos terrenos lo suficientemente húme- dos para no necesitar riegos, ni habiendo lo que en al- gunas otras partes del país y de la América del Sur, esos rocios abundantes que dan la humedad necesaria, hay que esperar á la época de las lluvias para hacer la siembra, época que comienza de Julio á Agosto: cuando estas aguas escasean, naturalmente los plantíos se pierden; pero si por fortuna el labrador ha pasado bien esta época, no es nada remoto que en los meses de Setiembre y Octubre, cuando ya se preparaba á ha- cer la cosecha, una helada repentina viniera á arreba- tarle de improviso el fruto de sus afanes y fatigas, si no es que antes el gusano tan temible se ha presenta- do á hacer los destrozos que bien pueden compararse algunas veces á los de la langosta." "Esta inseguridad en las cosechas es lo que ha he- cho que los cultivadores de Hermosillo y Tires aban- 145 donen del todo el algodón, así como también que los cultivadores del valle de Guaymas disminuyan muchí- simo: allí, quien más decisión ha tenido es el Sr. D. José M. Maitorena, pues que siempre ha contado con lo necesario, sin alterarle la pérdida dé uno ó dos años malos, porque con uno bueno recui^era lo perdido y ' gana." "Esta falta de entusiasmo para el cultivo del algo- don depende en gran parte de las pérdidas ocasiona- das por la falta de agua, pues que si se tuviera la sufi- ciente, las siembras podrían hacerse á fines de Febrero, pudiéndose hacer las cosechas de Junio á principios de Julio, cuando apenas comenzasen las lluvias, de ma- nera que no habría que temer que éstas al caer sobre los capullos abiertos los perjudicaran. La siembra del algodón, como antes dije, se ha reconcentrado al valle de Guaymas casi por completo, pues que si en algunos otros lugares se practica, no debe tenerse en cuenta, por ser en porciones muy pequeñas de terreno." En el valle de Guaymas es en donde aún se conser- va el cultivo del algodón, como 3^a lo indiqué; pero aun allí, por las causas ya mencionadas, ha habido de- crecimiento en el ramo de que trato. En mi citado In- forme digo á este respecto lo siguiente: "Para que se vea claramente cuánto ha disminuido la producción del algodón en la parte del Estado de Sonora de que vengo hablando, voy á poner á conti- nuación los datos que me facilitó el Sr. Maitorena, relativos á la cantidad de algodón producido y al nú- mero de plantadores desde 1875 hasta el año próximo pasado (1883): El Algodón. -10 146 1875. Plantadores 19 y 9,681 quintales de algodón. 1876. „ 18 y 10,745 1877. 20 y 4,941 1878. 4 y 1,816 1879. 17 y 6,284 1880. 3 y 2,518 1881. 13 y 4,052 1882. 8 y 1,734 1883. 6 y 5,350 "La cosecha del presente año (1884) diferirá poco de la del pasado, pues que el desaliento sigue lo mismo. "Como se ve, la cosecha pasada (1883) fué casi la mitad de la que hubo en 1875, habiendo disminuido notablemente el número de plantadores. Las razones de esto ya las he apuntado: falta de agua, que no sólo obliga al agricultor á hacer las siembras hasta la épo- ca de las lluvias, sino que, por consiguiente, este re- tardo hace que las plantas estén poco desarrolladas y los frutos ó bellotas demasiado tiernos para cuando llegan las heladas, que son temjDranas y que, atacando al fruto, lo detienen en su crecimiento, quedando la poca fibra que se produce nada resistente, verdadera- mente inútil, rodeada por un liquido de mal olor, pro- ducj^o quizá por una fermentación acética de la sus- tancia contenida en la cápsula: cuando los frutos se encuentran asi, se avinagraron ^ Mas no por lo que antecede ha de creerse que el va- lle de Guaymas no es propio para el cultivo del algo- don, no; hay ocasiones, cuando las lluvias son tempra- nas y que las heladas se retardan, en las que se levantan buenas cosechas: el clima favorece á la producción de 147 la planta que me ocupa, y si el Estado tuviera agua suficiente, si se llevaran á cabo trabajos que con este fin se han proyectado, de seguro que aquellas regiones serian grandes productoras de algodón. Y si esto podría ser con el valle de Guaymas, que relativamente es pequeño, mayor seria el producto si se estableciera el cultivo en los terrenos comprendidos entre los rios Yaqui y Mayo, de los cuales una gran parte se presta á la producción del algodón. Pero esto no ha sido posible; aquellos feracisimos camjDos, en donde abundan preciosas especies vegetales, permane- cen en un estado inculto, sin prestar ningún bien á los habitantes de aquellas regiones, ¡Derdiéndose tesoros que, no sólo del algodón, sino de otras muchas cosas podrían sacarse. Sólo á las márgenes del Mayo y en porciones relativamente cortas, es en donde la mano del hombre ha desentrañado aquellos virgenes cam- pos para entregarlos á los benéficos trabajos de la agri- cultura: y esto que se ha hecho ha sido á costa de afanes y penalidades sin cuento. Los Sres. Ortiz, de Alamos, han fundado fincas rús- ticas de importancia á las márgenes del Mayo, dando con esto grande impulso á la agricultura de la locali- dad: han cultivado algo de algodón, que se ha produci- do de buena clase. Asi pues, la zona algodonera de Sonora comprende algo del Distrito de Ures, el de Guaymas y, atravesan- do el territorio ocupado por los indios yaquis y mayos, llega hasta el Distrito de Álamos, en donde linda con el principio de la zona de Sinaloa. Como ya dije, en el valle de Guaymas las siembras de algodón comienzan cuando las aguas han dado prin- cipio. Una vez que la tierra se encuentra en un tér- 148 mino medio de humedad conveniente, se surquea y empareja el terreno; después, como es lo regular en aquellas regiones, la semilla se pone al vuelo, no te- niéndose después más cuidado que conservar un buen estado de humedad. Cuando las plantas han llegado á un grado de desarrollo bueno, se entresacan las plantas que estén más débiles, dejando las más rollizas y cuidando de hacer que las plantas que han de perma- necer queden en linea; este método no es nada conve- niente, pues que impide las buenas labores, cuidándose sólo el cultivador en dar una que otra limpia, y algu- nos riegos si es posible. Hay otros lugares en los que el cultivo se sigue formando surcos paralelos; pero en el Estado son pocos, siguiéndose en general el método antes dicho. Cuando el cultivo se seguia en los Distri- tos de Ures y Hermosillo, alli si seguían un sistema más regular y mejor adecuado al buen desarrollo de la planta que me ocupa. Datos para calcular la producción algodonera del Estado de Sonora, no existen completos, habiendo sólo los que antes he apuntado con respecto al valle de Guaymas: en cuanto á lo producido en los otros dis- tritos que puedan ser colocados en la categoría de al- godoneros, es tan pequeña la producción, que casi pue- de decirse es nula. Siguiendo hacia el Sur de Sonora y pasando los limites del Distrito de Álamos, se entra al del Fuerte, que es perteneciente á Sinaloa, de cuya zona algodo- nera vamos á ocuparnos. * El Estado de Sinaloa, que tiene una figura alarga- 149 da, tiene en su costa que es bastante larga, una faja grande de terreno propio para el cultivo del algodón. Desde el Distrito del Fuerte hasta la parte Sur que linda con pertenencias de Tepic, se encuentran gran- des porciones de terreno apropiado para el cultivo de la planta que me ocupa, teniendo estas tierras una gran ventaja sobre las de Sonora: mayor cantidad de agua disponible. En el Distrito del Fuerte ya no se cultiva el algo- don, no obstante que en otra época si se atendió al cultivo de esta planta. Con respecto á esto digo en mi Informe mencionado lo siguiente: "En tiempos atrasados, cerca de Ahome (Distrito del Fuerte) y á las márgenes del rio, se cultivó algo- don, pero la siembra de esta planta sólo duró mientras el precio que se daba al producto en el mercado era regular; después, cuando este precio bajó, hubo un gran desaliento, porque además las cosechas iban disminu- yendo con la aparición del temible gusano, cuyos des- trozos han hecho desistir en muchas partes del impor- tante cultivo que me ocupa." "Es de sentirse que se haya paralizado el cultivo del algodón en esta parte de Sinaloa, pues que comba- tiendo á los gusanos como es debido, se obtendrían co- sechas regulares. I^o todos los terrenos de las orillas del rio son buenos para el algodón, pero si hay algu- nos algo sueltos que, indudablemente, llenan las bue- nas condiciones de un terreno algodonero." Las márgenes del rio del Fuerte son feracisimas, especialmente en la parte en que ya está cerca la des- embocadura: alli con algunos trabajos de hidráulica, podrían elevarse las aguas del rio, que tienen un cau- ce algo profundo, haciendo asi ¡propios para el algodón 150 inmensidad de terrenos, de los cuales hoy hay muchos que permanecen en completo abandono. Allí las vias de comunicación se van haciendo cada vez más fáciles, de manera que, con un poco de empeño, aquella re- gión podria trasformarse en esencialmente algodo- nera. En el Distrito de Sinaloa pasó una cosa semejante á la del Fuerte. El algodón se cultivaba con regular éxito; pero vino la invasión frecuente de los gusanos, y la depreciación del producto, y con ello el decaimien- to en el ramo algodonero. Aun más, el subido precio que ha tenido el maíz en algunas ocasiones, ha hecho que Jos cultivadores se dediquen mejora esa gramínea que al algodón. Y asi han quedado las cosas: en el Dis- trito de Sinaloa se conserva la tradición del cultivo del algodón, pero hoy ningún producto se saca de la planta de que tratamos. Los terrenos que se dedica- ban al algodón, se encuentran á las márgenes de los rios y arroyos, pero en su mayor parte no son de su- perior calidad, sino que prepondera en ellos la arena en mucho, lo que los hace no muy adecuados para el cultivo de que se trata. Sin embargo, aunque esos te- rrenos no son de lo mejor, podrían, con cuidado, ser- vir para el algodón. En el Distrito de Mocorito la situación es la misma en lo que se refiere al algodón: allí se cultivó también en un tiempo, pero hoy se ha desistido completamente de esa clase de trabajos, por las mismas razones que en los distritos anteriores. El cultivo del algodón se hacia siempre á las márgenes de los rios y arroyos por haber allí humedad suficiente, cosa que no sucedía con terrenos que se encuentran lejos de las corrientes de agua. 151 Pasando del Distrito de Cósala, se pueden ver ya al- gunos plantíos de algodón, comenzando por el deCulia- can y siguiendo hasta el Sur, en los límites con Tepic. Ya por estos terrenos, mientras va avanzándose ha- cia el Sur, se va viendo que es más vigorosa la vege- tación y que el clima se presta más para la producción del algodonero. Tanto en Culiacan como en Concordia y el Rosario, el cultivo del algodón tuvo grande aumento durante la guerra separatista en los Estados Unidos, pero tan luego como esta nación recobró la paz, la importancia del cultivo fué decreciendo hasta el grado en que hoy se encuentra, que no se aproxima al elevadísimo des- arrollo á que puede llegar. El Sr. Busto, en su citado anexo á la Memoria de Hacienda, asigna á Sinaloa una cosecha de 1.500,000 kilogramos de algodón. Esta cantidad me parece equi- vocada, en atención á que durante mi excursión por aquellas regiones, los datos que pude encontrar varían en mucho. En una Memoria del Estado encontré las cifras si- guientes, que las consigno por creerlo justo, aunque es de sorprender la diferencia entre estos datos y los del Sr. Busto. Culiacan 500 arrobas. Mazatlan 1,569 „ Rosario 12,500 „ Concordia 625 ,, Fuerte 500 „ Total 15,594 arrobas, que reducidas á kilogramos, no llegan ni á la suma de 200,000. 152 Estos datos son muy bajos y dejan creer en una equi- vocación en sentido contrario del anterior, por lo cual no me parece prudente el tenerlos en consideración, pues que según me lo aseguraron personas entendidas, solamente en el Distrito del Rosario se levantan poco más de 250,000 kilogramos: creo, pues, que no seria un error, ya que no hay datos exactos, asignar áSina- loa una producción de 800,000 kil. de algodón. En todos los distritos algodoneros del Estado el método de cultivo es el mismo, consistiendo por lo re- gular en dar dos pasos de arado cruzándose, después fijar los surcos á vara y media de distancia, y colocar las semillas en los surcos á la misma distancia de va- ra y media. Después, cuando las plantas han llegado á un regular grado de desarrollo, se da una limpia, cuidando de poner tierra al pié; y asi se sigue dando limpias frecuentes y cuidando de que el terreno con- serve siempre un término medio de humedad. Hay en aquella región que temer á la invasión de los gusa- nos, quienes con frecuencia hacen estragos terribles; pero cuando esto no sucede, las cosechas son buenas. La medida de tierra que generalmente se usa, es la fanega de 50,000 varas cuadradas, sobre la cual des- cansarán los cálculos que sobre el costo del trabajo y producto hagamos: estos datos los obtuve durante mi excursión y por personas competentes. Costo de barbechos y todo lo indicado para el cultivo I 125 00 Cosecha de 350 arrobas que, por lo regular, es el producto ,, 65 62 Total de gastos $ 190 62 153 Del frente $ 190 62 Las 350 arrobas de producto bien pueden venderse á |1.00 la arroba, de lo que re- sultan „ 350 00 Quedan, pues, á favor del cultivador $ 159 38 Esta cantidad, aunque no grande, deja ver que con poco trabajo y combatiendo á la plaga que ataca al algodonero, se podrían obtener productos mucho ma- yores, haciendo de aquella fracción del país, si no una región algodonera superior, al menos regular. Asi pues, los terrenos de Sinaloa que se dedican al algodón, no son de lo mejor, siendo más buenos aque- llos del Sur del Estado que están limitando con las tierras pertenecientes al Distrito de Tepic, que es de lo que vamos á tratar á continuación. A Tepic, por sus terrenos superiores en calidad, por su abundancia de aguas y su situación, le está reser- vado un buen lugar no sólo entre los centros algodo- neros, sino aun entre las regiones agrícolas del país. Siendo su situación geográfica más meridional que la de los dos Estados de que antes hemos hablado, su vegetación es más exuberante, presentándose allí más pródiga la naturaleza, por lo que las cosechas en ge- neral son más abundantes y seguras. Concretándonos á lo que se refiere á algodón, puede asegurarse que la región de que tratamos es una de las más adecuadas al cultivo del algodón. Allí hay terrenos, como los pertenecientes al Valle de Santiago, que asombran por su producción: no es raro ver que 154 una fanega produzca 300 ó más arrobas de algodón; y esto que el sistema de cultivo no es de lo más apro- piado para dar buenos resultados; la mayor parte de los productos se debe esencialmente á la buena calidad del terreno. El algodón se cultiva en varios de los partidos del Distrito, pero las mayores cosechas se sacan del Valle de Santiago y de Acaponeta. El Valle de Santiago tiene aproximadamente 28 le- guas de largo por ocho de ancho, y en él se encuentran en cultivo, de algodón, de 300 á 400 fanegas de sem- bradura; pero seguramente que podrian sembrarse unas 2,000, pues que el terreno se presta por su buena composición -y por el agua que se tiene á disposición. Aquella región, pues, puede con el tiempo, si hay em- presas, hacerse un centro algodonero de suma impor- tancia que con sus cosechas podrá surtir al Interior del país en parte, quedando algo que se dedique á la exportación. El algodón se ha cultivado en Santiago desde épo- cas muy atrasadas; pero en los años de 30 ó 35 fué cuando se comenzó á tomar más empeño en la produc- ción de la planta citada. Son dos los métodos que se siguen para el cultivo del algodón en aquellas regiones: él de coamiles y el de arado. El primero, que se usa para los terrenos vírgenes, consiste en desmontar el terreno en Enero ó Febrero, dejando las cosas así, cuidando sólo de quitar lo que nuevamente nazca, hasta el mes de Marzo en que se ve- rifica la quema. Después, cuando comienzan las aguas, se siembra el maíz éb ]^iquete, con una estaca, dejando la distancia suficiente para sembrar después el algodón 155 de la misma manera, lo cual se hace cuando la milpa ya ha llegado á un regular grad^ de desarrollo: des- pués de la siembra, sólo se dan algunas limpias por medio del machete, por lo que puede comprenderse que tales trabajos no son de los más perfectos. Este siste- ma, considerándolo aisladamente, podrá considerarse como defectuoso, pero tal idea se desvanece con la con- sideración de que se cultivan asi las tierras como sien- do un ensayo para que los años posteriores se siga el método de arado, que consiste en lo siguiente: Las épocas para los trabajos comienzan en la misma época que para el método anterior. Lo primero que hay que hacer es dar una limpia al terreno; luego, cuando ya se va acercando la época de la siembra, se dan dos pasos de arado en cruz, se arrastra después, marcando luego surcos á vara y media de distancia, en los que al tiempo debido se deposita la semilla con separación de poco más de una vara. Cuando las plan- tas tienen un mes de nacidas, se les da tierra al pié, lo cual se practica una ó dos veces más, cuidando siempre de dejar sólo dos plantas en cada lugar, de las más vi- gorosas. Se dan las limpias que sean necesarias, hasta la época en que comienzan á aparecer los frutos, que es cuando se practica la operación que llaman capar y que consiste en cortar las puntas de las plantas con el fin de dar más vigor al fruto. Después de esta ope- ración, si acaso una limpia, es todo lo que hay que ha- cer hasta que llega el tiempo de la cosecha, que varía de Marzo á Mayo. El costo del trabajo de una fanega varía, así como el producto, con el sistema de cultivo que se haya se- guido. 156 Por coamiles, cuesta el trabajo de una fane- ga, próximamente. '$ 60 00 Se cosechan, término medio, 200 arrobas por valor de „ 200 00 Quedando á favor del cultivador $ 140 00 Por el método del arado, el trabajo de una fanega vale $ 80 00 Y se recogen, término medio, 290 arrobas por valor de „ 290 00 Dejando al cultivador una utilidad de $ 210 00 Tanto en un método como en otro, el trabajo está bien compensado, viéndose, como es natural, mejor retribuido en el segundo; retribución que indudable- mente aumentarla con un poco mayor empeño en los trabajos, pues que, repito, aquella región es privile- giada no sólo en lo que se relaciona con la buena pro- ducción de la planta que me ocupa, sino para otras muchas producciones. En los demás partidos del Distrito en que se cultiva algodón, los métodos seguidos son los mismos, produ- ciendo entre todos j)róximamente la cantidad que sólo produce Santiago. Éste produce, según los datos que se me suministraron en la localidad, cosa de 480,000 kilogramos, de suerte que, atendiendo á lo que antes dije, la total producción del Distrito seria de 960,000 kilogramos; pero para no parecer exagerado, la canti- dad que asio-naré después, en el resumen general, será la de 800,000 kilogramos, pudiendo asegurar que esta cantidad más bien pueda ser mayor, que no menor, pues basta el visitar y recorrer aunque sea ligeramen- 157 te aquellas regiones, para cerciorarse de que en mis dichos no exagero. * * : En el orden que me he trazado, sigue inmediata- mente á Tepic la parte de zona algodonera que corres- ponde al Estado de Jalisco. Esta zona, en donde están comjorendidos los terre- nos pertenecientes á Zihuatlan, es de bastante impor- tancia, pues cuenta con terrenos de buena calidad y con un clima bastante apropiado para el cultivo del algodón. Ha habido épocas en las que se han cosechado 1.120,000 kilogramos de algodón, pero en estos últi- mos años ha venido disminu^^endo la producción, has- ta hoy en que todo se ha reducido á una pequeña frac- ción cultivada, que con los enemigos que acatan á la planta en cuestión, sólo puede producir 250,000 kilo- gramos. Esta cosecha es seguro que ha de aumentar, pues que aquellos terrenos son superiores, producien- do por fanega, en buen tiempo, hasta 400 arrobas; pe- ro sin embargo, los 250,000 kilogramos asignados co- mo cosecha, será lo que figure en el resumen general de la producción algodonera. En cuanto á los sistemas que siguen en esa región para el cultivo del algodón, son los mismos que en Colima, de cuya producción algodonera vamos á tra- tar en seguida. Poco tiempo después que el Cura de Dolores pro- clamó la Independencia, y aun def;paes de consumada ésta. Colima fué el importantisimo centro de una zona 158 algodonera que se extendía desde Zihuatlan hasta te- rrenos pertenecientes al Estado de Michoacan. Era una época próspera para aquella región, habiendo du- rado hasta los años de 48 ó 50, en que de 100,000 arro- bas de algodón que ¡producían sólo los terrenos que hoy pertenecen al Estado, fué disminuyendo la cose- cha hasta quedar por término medio de 40 á 50,000 arrobas. La última cosecha debe haber bajado nota- blemente, y según los informes que en la capital del Estado se sirvió darme el Sr. D. Agustín Schacht, de- be haber sido á lo sumo de 400,000 kilogramos. Las causas que ha tenido esta última baja en la producción han sido debidas al mal tiempo y á la invasión de los temibles gusanos y otros enemigos de la planta. El Sr. Busto señala como producción algodonera de Colima 1.500,000 kilos; pero esta cantidad me parece exagerada, y creo que á lo sumo producirá 500,000 ki- los, cantidad que me servirá para el resumen. La medida que usan generalmente en el Estado pa- ra los terrenos que se dedican al algodón, es de una fanega, pero no la comunmente conocida, sino una me- nor que tiene cien^asosipoYlsído, 6 próximamente unas 10,000 varas cuadradas: relacionándose á esta medida es como se calcula la ^^roduccion, que por término me- dio en el Estado es de 100 arrobas, producción que debe considerarse como buena, si se atiende á la pe- queña extensión de la medida usada. El método de cultivo es el siguiente: Se quema y re- quema lo que el terreno contenga, dejándolo asi algún tiempo, hasta que se dan las labores con el arado, pa- ra preparar á la siembra, la cual se hace cuando las aguas comienzan á entrar. Para verificar la operación de la siembra, se abren primero surcos á poco más de 159 una vara de distancia, y sobre ellos se va colocando la semilla en montoncitos de 4 ó 5, á distancia de vara y media, teniendo cuidado de tapar ligeramente la se- milla. A los 15 ó 20 dias de nacida la planta, se da una primera limpia, á lo cual llaman horra, pues que consiste en quitar la yerba, y horrar el surco, dejando tierra sólo al pié de las plantas. Pasadas dos ó tres semanas de la horra, se da otra limpia que llaman j^iquete, por consistir en j^icar con el azadón aquí y allí, en los lugares en que hay yerba. Después, nada hay que sea necesario hacerse; si aca- so otra limpia, pero no es lo común. Con este método tan sencillo es como se dirige al algodón á dar los bue- nos productos que antes apuntamos; pues ¿qué seria si hubiera un poco de esmero en tener constantemente removido el terreno? De seguro que las cosechas au- mentarían admirablemente. El costo del trabajo de una fanega, como queda di- cho, asciende próximamente á la suma de |50, y co- mo por término medio la producción es de 100 arro- bas, resulta que al cultivador le queda una utilidad de $50, que puede considerarse como buena, atendiendo á la pequenez de la medida empleada. En este Estado se tiene la ventaja de que á las puer- tas de la población, que es en donde se hace el mayor , consumo de la materia prima, hay plantíos de algodón bastante buenos, prestándose los terrenos á llevar los trabajos á- mayor escala. Desde este Estado ya se va notando una vegetación más exuberante, y en lo que se relaciona al algodón, desde su limite Sur se va notando menor número de enemigos que dañan al buen desarrollo de la planta en cuestión. 160 La zona de este Estado se prolonga sin interrup- ción, hasta llegar á unirse con la del Estado de Mi- choacan, que es de la que vamos á tratar á continua- ción. * * El Estado de Michoacan, tan grande como es, y po- seyendo una zona algodonera tan extensa, no cosecha sino una cantidad verdaderamente insignificante de la fibra mencionada. Los Distritos en que se cultiva son los de Huetamo, Ario, Apatzingan y Coalcoman, aunque en algunos el cultivo es del todo insignificante. El Distrito que más buenos resultados podria dar si se pudiera cultivar en grande escala el algodón, co- mo lo pueden permitir sus terrenos, es el de Coalco- man, en el que la zona algodonera ocujoa una gran extensión, Alli podria cultivarse algodón en. unas cien leguas próximamente, por el litoral de la costa y por las ri- beras del rio de Coahuayana. Las tierras, que son de muy buena calidad, las dividen en altas y bajas, co- menzando las siembras en las primeras en Agosto, si- guiendo con las segundas hasta Octubre, en que todo termina. 'No se hacen plantios especiales para el algodón, si- no generalmente se hace la siembra en terrenos en los que hay maiz, colocando esta gramínea en surcos á tres varas de distancia, para colocar en medio de estas ca- lles que así se forman, dos surcos de algodón, separa- dos convenientemente. En otras ocasiones el frijol es el que se asocia al al- godón en el cultivo. 161 Tanto el intercalar maíz como frijol, no es objeto de especulación, pues que sus cosechas sólo se emplean en el consumo ele los dueños de los terrenos. Las labores que se dan al algodón, son algunas lim- pias, y todo lo que se hace para el maíz ó frijol. El producto por término medio del algodón en aque- lla región, es de 200 arrobas por fanega; pero induda- blemente podría elevarse si se hiciera un cultivo ver- dadero. La cosecha de algodón es próximamente de 30,000 arrobas; cantidad muy baja, pero que es susceptible de un aumento considerable, atendiendo á la bondad de aquellos terrenos, y á la gran extensión que podría de- dicarse al cultivo en cuestión. Las siembras de algodón se hacen, ó por los propie- tarios, ó por gente pobre á la cual algún especulador adelanta el dinero necesario para los trabajos, con la condición de que, cuando la cosecha llegue, le pague con sus frutos á razón de $0.62 por arroba, y que lo prefiera en las ventas de lo que le quede después de haber cubierto la deuda. Esto es verdaderamente omi- noso para la pobre gente que tiene que sujetarse á ello, á más no poder. Cuando el cultivador trabaja por su cuenta, entonces el ]3roducto se vende á razón de |0.75 ó f 1.00 por arroba. El Distrito de Huetamo es también importante bajo el punto de vista algodonero, no por las cosechas que hoy se levantan, sino por el gran desarrollo que po- dría darse al cultivo mencionado. La extensión de terreno que el algodón ocupa en la actualidad en el Distrito, es sumamente pequeña, pues que á lo sumo es de 25 fanegas, siendo en lo general terrenos bajos los que se prefieren. Algodón.— 11 162 Pero esta extensión tan pequeña no deja ni figurarse siquiera lo que podria cultivarse. Según personas en- tendidas, hay terrenos en el Distrito que podrían de- dicarse al algodón, en una extensión de cerca de 75 sitios de ganado mayor. Calcularse puede lo que se podria levantar en esa inmensidad de terreno, si se atiende á que hoy, en la pequeñisima fracción cultiva- da, se levanta anualmente una cosecha de 5,500 arro- bas, que se venden á $0.50 es. ó $0.75 es. la arroba. El método de cultivo qué alli se sigue es completa- mente rudimentario, pues que la siembra que se veri- fica en Agosto la hacen á estaca^ abriendo agujeros en el suelo, en donde depositan la semilla, dando después una que otra limpia, y dejando que lo restante lo haga la bondad del terreno. En el Distrito de Tacámbaro, por hoy no se cultiva el algodón, pero aunque en pequeña escala, se ha cul- tivado en otra época, y, según el parecer de personas entendidas, el clima, el terreno y todas las condiciones, se j)restan para la buena explotación del algodonero. En el Distrito de Ario ha decaído mucho el cultivo del algodón, pues que antes habia plantíos en los ran- chos de Huatzirán y Ciricicuaro, en la hacienda de la Huacana y en otras partes, y hoy se ha reducido á sólo el rancho de Huatzirán, en donde las cosechas son tan insignificantes, que ni dignas de tomarse en cuenta son. La siembra se hace por lo regular en Agosto ó Setiem- bre, practicándose en los mismos terrenos alternaciones de cultivos con el maiz y el ajonjolí. En el Distrito de Uruápan por hoy no se cultiva ajgodon, pero hace algún tiempo algo se cultivó, y hay terrenos que con ventaja podrían estar ocupados por la planta productora de la fibra de que trato. 163 En el Distrito de Apatzingán se puede cultivar bastante algodón, pues que el clima y el terreno se prestan, pero por hoy las cosechas son casi nulas, en atención á que una que otra persona hay que se de- dique al referido cultivo, y esto, en una muy pequeña escala. Tal es la situación que guarda en todo el Estado de Michoacan el cultivo del algodón: en verdad que esta situación es mala; pero hay posibilidad de hacer que se levante á la merecida altura á que debe llegar.^ Pasemos á tratar lo que se relaciona con el Estado de Guerrero. La zona algodonera de este Estado es bastante ex- tensa; comienza desde los limites con Michoacan y ter- mina en los de Oaxaca; pero no se cultiva sino la más pequeña parte, y esto no de una manera que ayude á la naturaleza para la producción de buenas cosechas. La zona en que puede cultivarse algodón en aquella región se ha dividido en dos porciones que se denomi- nan Costa Chica y Costa Grande, partiendo ambas de Acapulco, una hacia el Sur y la otra hacia el Norte. En la parte del JSTorte es en donde puede decirse que está más desarrollado el cultivo del algodón; pero no obstante, los métodos de cultivo que se siguen son los mismos que en la parte Sur. En esta gran faja de terreno en que se puede sem- brar algodón, podrían levantarse grandes cosechas; 1 Debo hacer notar que parte de los datos que he referido, re- lativos á Michoacan, los obtuve de la Secretaría de Gobierno del Estado. 164 pero las circunstancias en que se encuentra el Estado no permiten adelanto ninguno en ese ramo, sino que permanece estacionario, siguiéndose la rutina que se ha acostumbrado desde tiempos muy remotos. En cuanto á la posibilidad de que se pueda hacer aquella región muy importante en lo que se relaciona al algodón, no hay que dudarlo. Basta sólo ver aque- lla vegetación exuberante, la gran facilidad con que se desarrolla cualquiera planta de la zona, y observar la muy buena calidad de aquellos terrenos, para ase- gurarse de que, si el algodón se cosechara allí como es debido, las cosechas que se levantaran serian inmen- sas. Guerrero ha sido siempre productor de algodón, y en los primeros tiempos que siguieron al estableci- miento de las fábricas, fué uno de los Estados que más demanda tenia de la materia prima, siendo ésta apre- ciada como la de mejor calidad en el mercado de Ta capital. Mas las vias de comunicación se fueron ha- • ciendo más fáciles para otros centros algodoneros, y peores para Guerrero, de lo que resultó la preponde- rancia de aquellos y la decadencia cada dia mayor de éste. La zona algodonera del Estado no sólo se limita á la faja que antes mencionamos, sino que se extiende á las faldas de las montañas y á parte de lo que llaman ''tierra caliente," que se encuentra como encajonada entre dos ramales de la Sierra Madre: en las cercanías de Iguala se cultivó alguna vez y dio bastantes bue- nos resultados. El clima, la humedad atmosférica, la clase de los terrenos, todo ayuda á la buena producción del algo- don, y sin embargo, allí las cosechas son relativamen- te pequeñas, cuando podrían levantarse tan grandes, 165 que llegasen á la mitad del producto total algodonero del país. Los terrenos son variados en su composición, pero los que más predominan son los areno-arcillosos que tienen una cantidad notable de mica. El sistema del cultivo es del todo imperfecto, por lo cual los resultados no son tan buenos como era de es- perarse en terrenos tan privilegiados. Lo primero que hacen en un terreno en que se ha de cultivar algodón, es cliajiodar^ operación que con- siste en cortar las ramas que haya en el terreno y que- marlas luego. Poco después requeman y siembran el maíz á piquete, esperando á que éste se encuentre un poco desarrollado para hacer la siembra del algodón del mismo modo, teniendo cuidado, cuando el algodón está algo crecido, de darle dos ó tres limpias: después nada se hace hasta la época de la cosecha. Las labores todas se dan con una esperie de coa de mango largo, de modo que aquellos terrenos nunca son removidos, cosa que, por consecuencia, hace que los productos no sean como debieran. Esto sucede en casi toda la costa; ^en la parte del interior del Estado ya se usan utensi- lios apropiados á los trabajos del campo. Con este método tan imperfecto, una fanega produ- ce de 100 á 200 arrobas; pues ¿qué seria si se emplea- ra un buen sistema de cultivo? Por hoy, la cosecha algodonera de aquel Estado puede fijarse en 400,000 arrobas, de las cuales la ma- yor parte provienen de los plantíos de la Costa Gran- de, en donde está más extendido el cultivo. Estas 400,000 arrobas podrían elevarse á un número mucho mayor si hubiera población que al cultivo pudiera de- dicarse; pero por desgracia aquellos feraces campos, 166 por falta de individuos que los exploten, permanecen incultos completamente, desperdiciándose asi un teso- ro inagotable de riqueza. El algodón que sale del Estado se envia á su desti- no ya despepitado, pues que en Costa Grande existen 14 despepitadoras, y en Costa Chica 10, con lo que basta para limpiar todo el algodón que se produce. En este Estado, que es meridional, la época de las siembras se retarda un poco más que la de los otros Es- tados de que hemos venido tratando: se hace en Octu- bre, Noviembre, y algunas veces en Diciembre, comen- zando las cosechas en la época en que en otras partes más al Norte se hace la siembra. En esta época de co- secha es cuando se nota animación en aquellos campos, que de otra manera permanecen casi en el abandono. El Estado de Guerrero es, pues, uno de los que es- tán llamados á ocupar un lugar distinguido entre los algodoneros de la Federación. Se une su zona, por la parte Sur, con la correspondiente al Estado de Oaxaca de que vamos á tratar. El Estado de Oaxaca es quizá el que se encuentra mejor situado con respecto á terrenos algodoneros. Con suelo fértil en extremo, cuenta con inmensidad de te- rreno adaptable al cultivo que me ocupa, por su parte S., SE. y SO. en lo que corresponde á la costa del Pacifico, y en su parte N., terrenos que limitan con los de la costa de Veracruz y que gozan de las condi- ciones climatéricas propias para el desarrollo completo de la planta que me ocupa. En la parte correspondiente al Pacifico, la zona al- 167 godonera del Estado es la continuación de la de Grue- rrero, y teniendo las mismas condiciones de terreno, que en su mayor parte es areno-arcilloso, goza de la ventaja de un clima que en verdad no puede llamarse malo. Los pueblos de esa costa que se distinguen co- mo algodoneros, son pertenecientes á los Distritos de Jamiltepec, Pochutla, Tehuantepec, Juchitan y algo de Juquila; y en la parte del Norte los que pertenecen á Tuxtepec y algunos de Choapan. En la parte del JSTorte, el cultivo del algodón se si- gue de la misma manera que se dijo de Veracruz, te- niendo más facilidades para salir de los productos. En los pueblos del Pacifico quizá el terreno sea más propicio para el cultivo que me ocupa, pero sin em- bargo, no se cultiva tanto como fuera de desearse, tal vez por la falta de medios de conducción y por la es- casez de brazos que muy frecuentemente deja sen- tirse. El método de cultivo que se sigue es casi el mismo que en Gruerrero; la siembra se hace intercalada al maíz, pero ya se usa arado en algunas partes, y se tiene cui- dado en ocasiones de hacer que el terreno permanezca lim;^o durante la época que precede á la madurez del fruto. No está en aquella región tan próspero el cultivo del algodón como era de esperarse, por las razones que antes dejo apuntadas y por las grandes invasiones que ha habido de destructores insectos en algunas oca- siones, como la plaga última de la langosta que causó tan grandes perjuicios en este Estado y otros. Mas no obstante estas malas circunstancias, tanto en la parte Norte como en la del Pacífico, se nota gran animación en la época de las cosechas, hay notable au- 168 mentó en el comercio, haciéndose asi patente la idea de que con buenas vias de comunicación y con alguna instrucción en el uso de instrumentos de labranza apropiados, y el conocimiento de un verdadero méto- do de cultivo, especialmente para la parte del Pacifico, la zona algodonera de Oaxaca llegará á dar los produc- tos de que son susceptibles sus inmejorables terrenos. Hay en esa región dos clases de cultivadores de al- godón: unos que pueden hacer por si solos los gastos del cultivo, y otros que necesitan de habilitación para sus trabajos. A éstos les da el habilitador dinero y la semilla necesaria para la siembra, y cuando llega la época de la cosecha, el labrador paga á aquel con lo primero que recoge; y cuando una persona da el dine- ro y otra la semilla, para el pago siempre se prefiere al último. En épocas anteriores, especialmente en el Distrito de Jamiltepec, la semilla se escaseaba mucho en aten- ción á que todo el algodón se sacaba con hueso, lo que hacia subir demasiado el precio de ella. Hoy ya no sucede asi, pues que ya hay varias despepitadoras que, además de hacer que el algodón quede limpio, facili- tan semilla en abundancia. * El algodón que se cosecha en la parte 'Norte del Es- tado, se lleva casi todo á Veracruz, quedando relati- vamente poco en él, y el de la parte del Pacifico se lleva indistintamente á Puebla ó á la capital del Es- tado, en cuyos puntos encuentra un mercado seguro. El Estado de Oaxaca es esencialmente algodonero, y puede llegar á verdadera prosperidad con el desa- rrollo del cultivo de que se trata: tiene en su historia agrícola un hecho que habla muy alto en favor de sus condiciones climatéricas para el buen desarrollo del al- 169 godon, pues que, como ya en otro lugar dijimos, en la época en que por causa de la pérdida completa que de muchas plantas útiles tuvieron los indios, el algo- don se conservó sólo en Oaxaca, de donde después vol- vió á extenderse en todo el territorio de los mexica- nos: asi es que puede decirse que el algodón que hoy se cultiva en el país procede casi todo de semilla oaxa- queña. En las épocas anteriores á la conquista casi todos los indios se dedicaban en la parte del Pacifico al cultivo del algodón; pero hoy son muy pocos, siendo los ne- gros y mulatos los que generalmente se dedican á tales trabajos. No me ha sido posible obtener datos con respecto á la cantidad exacta de algodón que se cosecha en el Es- tado; pero podia tenerse una idea atendiendo á que, según las noticias que han llegado últimamente á la Secretaria de Fomento, aparece que el distrito de Ja- miltepec, que no es sino una porción pequeña de la zo- na algodonera, produce como 70,000 arrobas; además, por la producción de tejidos de algodón, y por la ex- tensión de los distritos en que se cultiva la planta y que ya se han mencionado, no se me tachará de exage- rado al asentar como cosecha algodonera del Estado 350,000 arrobas, cantidad verdaderamente pequeña pa- ra una fracción de zona algodonera que podria produ- cir, sin duda, más de lo que actualmente se cosecha en todo el país. * * La zona algodonera del Estado de Chiapas, que con- tinúa por el litoral del Pacifico á la de Oaxaca, no es 170 menos privilegiada que ésta, y si no se levantan gran- des cosechas de^algodon es porque á la falta de brazos, general en el país, y tan acentuada en este Estado, se une la circunstancia de que el cultivo del cacao y del ca- fé distrae brazos que podrían dedicarse al del algodón. Aquel clima es caliente, el ambiente está siem- pre cargado de humedad, cosa que tanto favorece al algodón, y los terrenos, que son porosos y de consis- tencia media, tienen gran cantidad de humus, que ha- ce feracisimo aquel privilegiado suelo. Por hoy no puede decirse que el algodón sea un ar- ticulo de principal cultivo en Chiapas;muy al contrario, la atención que se da á esta planta es muy poca, cul- tivándose en una muy Ínfima escala. Puede decirse que el cultivo está reducido á lo que necesita la clase indígena: esta fracción de habitantes se contenta con muy poco, y no siembra más algodón que aquel que baste á cubrir sus necesidades; de ma- nera que se pueden ver plantíos de algodón en diver- sas partes del Estado, con especialidad en el litoral del Pacífico, pero siempre pequeños. Cultívase el algodón en los departamentos de Simo- jovel, el Centro, Chiapa y en otros lugares, siguiendo un método enteramente primitivo y muy semejante al que hemos descrito para el Estado de Guerrero. En casi todas partes las cosechas son anuales; pero hay lugares en que se verifican cada dos años. La cantidad de algodón cosechada es tan pequeña, que no ha figurado en las Memorias de la Secretaría de Hacienda; sin embargo, por los datos que reciente- mente han llegado á la Secretaría de Fomento, pode- mos asegurar que anualmente se levantan en Chiapas de 14 á 15,000 arrobas. 171 Este Estado, no obstante poseer clima apropiado para el cultivo del algodón en grande escala, quizá di- late mucho en llevarlo al grado de desarrollo que me- rece, por tener otro producto, el cacao, que report^a mayores beneficios á los cultivadores. Nos queda que considerar, para terminar lo que se relaciona con la fracción del Pacifico, á la Baja Cali- fornia. Esta peninsula, en general, puede decirse que no tiene terrenos propios para el algodón, pues que po- see un clima seco en extremo, las lluvias son escasas, y los terrenos en su mayoría de una constitución de- masiado arenosa, circunstancias que bien sabido es lo que perjudican al desarrollo de la planta que me ocu- pa. Sin embargo, en la parte Sur, allí donde á conse- cuencia de manantiales el suelo se conserva con un grado medio de frescura, el algodón puede producirse, aunque no con mucha facilidad. Por las malas condiciones que antes apuntamos, la cosecha de algodón en la península es del todo insig- nificante, ascendiendo, cuando más, á unas 400 ó 500 arrobas, habiendo años en los que absolutamente nada se cosecha. * * Después de haber descrito, aunque ligeramente, las fracciones de la zona algodonera del Golfo y del Pa- cifico, quédanos por tratar la parte comprendida entre las dos citadas, á la cual denominaremos: 172 FRACCIÓN INTERMEDIA. Esta parte de nuestra zona algodonera no es conti- nua como las que antes estudiamos: son porciones más ó menos pequeñas de distintos Estados, que comen- zando por Chihuahua, atraviesa el país y se une casi en el Estado de Morelos, con la parte que á Guerrero corresponde de la fracción del Pacifico. Los Estados que forman parte de esta sección, son Chihuahua, Durango y Coahuila notablemente; Nuevo León, Hidalgo, San Luis, Morelos, México y aun Que- rétaro, de una manera muy insignificante. En Chihuahua se ha cultivado el algodón en los al- rededores de Paso del Norte, pero hoy ya no se prac- tica ese cultivo; en donde aún se sigue es en Santa Rosalía, San Pablo y otros puntos: allí los terrenos empleados generalmente para el algodón, son bajos, cubiertos por sustancias limosas, que dan al suelo pro- piedades nutritivas bastante buenas. La atmósfera no es reseca, y se dispone de agua en regular cantidad, casi siempre, de manera que con pocos esfuerzos la planta de que trato da buenos productos. El método que se sigue generalmente en el Estado para el cultivo del algodón, es sencillo por demás, pues se hace la siembra al vuelo y después se entresaca, no dando labores de conservación, sino una que otra limpia. Chihuahua no produce algodón en la cantidad que pudiera; quizá con el tráfico que ha traído el Ferroca- rril Central, haya un aumento y se levante un poco la industria algodonera. 173 La cantidad de algodón cosechada en el Estado, y que se asigna en la Memoria de Hacienda ya citada, es de 566,600 kilogramos; pero por los últimos datos que han llegado á la Secretaría de Fomento podemos asegurar una cosecha que en los últimos años no ha ba- jado de 1.120,000 kilogramos. Esta cantidad es muy pequeña comparativamente á lo que el Estado podria producir; pero siempre representa una cantidad de di- nero, no despreciable. La región algodonera más importante de la fracción de que venimos tratando, es indudablemente la deno- minada "La Laguna," cuyos terrenos pertenecen unos á Durango, y los otros á Coahuila. Por ser esta región la más importante la debemos tratar con algún detenimiento, debiendo yo advertir que la mayor parte de los datos que aquí asiento, me fueron suministrados bondadosamente por mi inteli- gente compañero el Sr. Agustín C. Aguilar, quien por haber desempeñado una comisión del Gobierno en aque- llos lugares, tuvo oportunidad de hacer observaciones juiciosas. Los terrenos de la Laguna, en su mayoría, están for- mados por enlames del rio de Nazas, y tienen una cons- titución que varía, pero en lo general poseen las buenas propiedades con que debe contar un terreno algodo- nero, y que ya en otro lugar de este trabajo hemos indicado. Los terrenos están limitados por montañas que vienen á proteger los plantíos de los vientos arra- santes, cosa que es de tenerse en consideración. El método de cultivo que se sigue es el siguiente: En Noviembre, Diciembre ó Enero, se dan dos pa- sos de arado al terreno que se desea sembrar, y después se pasa la rastra con el fin de hacer más uniforme la 174 superficie del suelo; así se dejan las cosas para que los agentes atmosféricos hagan su efecto,^ hasta Marzo ó Abril en que tiene que verificarse la siembra. Pa- ra esta operación se abren surcos á dos varas de dis- tancia, si la clase de algodón que se siembra es pe- renne, y á vara y media si es anual: formados los surcos, se va depositando la semilla á una distancia igual á la separación que se haya adoptado entre un surco y otro, según la clase de semilla. En cada lu- gar se depositan tantas semillas cuantas pueden tomar- se con tres dedos de la mano derecha, cuidando de cu- brirlas ligeramente con tierra. El tiempo que tardan en nacer las plantitas es variable, según el terreno y las condiciones meteorológicas que hayan obrado; así es que no puede fijarse, debiéndose sólo atender á cuan- do las plantitas tienen dos ó tres hojas, pues que en esta época se hace necesario practicar la operación de- nominada desahije, que como es sabido consiste en cor- tar algunas plantas de cada grupo, dejando sólo las más robustas. A los dos meses del primer desahije se da un segundo, y por medio del azadón se da una es- carda. Estas son las labores que se dan de preferencia en un año de cultivo; pero hay ocasiones en que se da otra escarda, precediendo á esta operación un corte de la yerba grande, por medio de un machete ó alfanje. Algunas ocasiones las escardas se dan con arados ó con azadas triangulares. Riegos sólo se dan una vez al año, en el trascurso de Julio á Diciembre, y las cosechas comienzan en Agos- to, terminando en Diciembre, y en algunas ocasiones hasta Enero. Concluida la cosecha, se cortan cerca del pié todas las plantas, y reunidas en varios puntos, se queman, 175 con el fin de que queden las cenizas sobre el terreno. Si al año siguiente se ha de sembrar algodón america- no, entonces tendrán que darse las labores que antes indicamos para el establecimiento de un plantío; pero si el algodón cosechado es perenne y se piensa en con- servar el plantío, lo que tiene que practicarse es dis- tinto. Concluida la quema antes dicha, se procede al destape^ que es una operación que consiste en hacer pa- sar el arado á los lados de los pies de las plantas, de tal modo, que la tierra que los cubre caiga al espacio comprendido entre dos surcos, dejándolos asi hasta Fe- brero ó Marzo en que se verifica el arrope, que es una operación contraria á la anterior, y que consiste en pa- sar el arado con la A^ertedera hacia la linea de plantas y cerca de ellas, con el fin de cubrirlas con una poca de tierra y acelerar asi la aparición de los retoños: las labores que á ésta se siguen, son las que se han indi- cado para un plantío nuevo. La cantidad de algodón cosechado en terrenos de la Laguna no está bien determinada, por lo que no es fá- cil asignar una cantidad exacta; sólo sí indicaré que, en lo que pertenece á Durango, inclusa la parte que le corresponde de la Laguna, según los infonnes que han llegado á la Secretaría de Fomento, se cosechan 4.500,000 kilogramos, cantidad mucho mayor que la que se le asigna á Durango, en la tantas veces citada Memoria de Hacienda. Por lo que se relaciona con Coahuila, tenemos que atenernos á los datos que se encuentran en la Memo- ria de Hacienda, que, aunque no son del todo exactos para las circunstancias actuales, dan alguna luz para calcular la importancia algodonera de Coahuila: la cantidad que se asigna á este Estado como cosecha de 176 algodón es de 2.475,000 kilogramos, suma que hoy in- dudablemente ha de haber aumentado. De la fracción intermedia de que venimos tratando, los dos Estados antes mencionados son los de mayor importancia, siguiendo después JSTuevo León, en don- de se cosechan anualmente de 65 á 70,000 kilogramos de la fibra de que venimos tratando. Existe también el cultivo del algodón, aunque en pequeña escala, en los siguientes Estados: Hidalgo, por Metztitlan; Querétaro, en Villa de los Reyes; Mé- xico, en el Distrito de Tenancingo; Puebla y Morelos, por varios lugares. Por todo lo antes dicho con respecto á la zona algo- donera del pais, puede comprenderse lo extensa que es, y lo variada en sus situaciones. En la Carta geo- gráfica que al fin de este trabajo podrá verse, se nota, con lineas negras, la posición de la zona citada, vién- dose que, por el lado del Pacifico, recorre una exten- sión inmensa, todo á lo largo del litoral; y que por la parte del Golfo, casi toda la costa está marcada. Con sólo estas dos fracciones bastarla para poseer una in- mensa zona algodonera; pero no es sólo esto; por lo antes dicho, se sabe que hay fracción interior, la cual, teniendo algunas interrupciones, viene casi á unirse á la fracción del Pacifico por la parte que corresponde á Morelos. Puede asegurarse, sin temor de equivocar- se, que si los terrenos algodoneros se aprovecharan todos, y debidamente, la cantidad cosechada de algo- don se elevaría á una suma 40 ó 50 veces mayor que la cosechada en la actualidad. Después de haber tratado aunquq ligeramente del estado del cultivo del algodón y de la producción al- godonera en el pais, réstanos indicar los enemigos que 177 tiene la planta y las diferentes clases de fibra cosecha- da. En algunas partes, aunque los terrenos son de los más propios para el algodón, no se cultiva, consistien- do esto en que el agua escasea precisamente en los mo- mentos en que la planta necesita más frescura, per- diéndose las cosechas siempre que se ha intentado establecer el cultivo: esto, en casi todos los terrenos que por la citada causa no producen algodón, podrá ser remediado, ya sea por medio de pozos artesianos, ya con trabajos sobre los rios que permitan utilizar sus aguas. En los Estados de Sinaloa y Sonora, estas obras sobre los rios harian algodoneras grandes extensiones que hoy permanecen incultas. También las heladas suelen hacer algún mal á los plantios de algodón. Lo que produce desastrosos efectos sobre el algodón es lo que se conoce vulgarmente con el nombre de gu- sano del algodonero, que es la larva de un lepidóptero, cuyo nombre científico es Alletia Argilacea. Para la destrucción de este temible enemigo no se hace casi nada, pues cuando más, después que los destrozos han concluido y que se recoge la poca fibra que se puede, se quema el campo; pero ya en algunos lugares se conoce el método seguido en los Estados Unidos, que apli- cándolo, seguramente dará buenos resultados. Tam- bién la langosta (acridium migratorium) ha hecho des- trozos considerables, especialmente en los Estados de Oaxaca y Guerrero. Los demás enemigos del algodón, pertenecientes al reino animal, son de poca importan- cia, por lo cual -no nos detendremos para tratar de ellos. En el reino vegetal también tiene un enemigo el algodón: es un hongo que no deja de causar grandes pérdidas. Este parásito pertenece, según el Dr. José Kamirez, profesor de Historia Tíatural en la Escuela El Algodón.— 12 178 Nacional de Agricultura, al género acidium, siendo quizá el priuier estado de un hongo que para llegar á su completo desarrollo necesita pasar á otra especie de planta. La manera que tiene de presentarse y los per- juicios que causa al algodonero, están muy bien indi- cados por mi compañero el Sr, Agustin C. Aguilaren un informe que rindió á la Secretaria de Fomento, y que en su parte correspondiente dice: que pequeñas manchas de dos á tres milimetros aparecen cubriendo las hojas; siendo primero de un color claro, van to- mando mayor extensión, y un color más oscuro, rojo en el centro, que se va desvaneciendo después hasta llegar á una coloración ocre, que es cuando la hoja muere. De la misma manera que el hongo se presenta so- bre las hojas, se verifica sobre los frutos, en los que se ha observado, según el Sr. Aguilar, que si los parási- tos se han fijado sólo sobre uno de los lóculos de la cápsula, es el único que sufre, deteniéndose su desa- rrollo en tanto que los restantes siguen creciendo hasta abrir y mostrar un algodón casi todo sano, que con- trasta con el contenido en el lóculo enfermo, que queda apelmazado y endurecido. Las pérdidas que con esta enfermedad se tienen en los plantíos son de alguna consideración, no obstante que la viruela no aparece todos los años. Casi nada se hace en contra de esta en- fermedad, pues que difícil es atacarla en sus princi- pios, pero sí debe oponerse obstáculos á su desarrollo por medio de la quema de los campos atacados, evi- tando tanto cuanto sea posible, como lo aconseja el Dr. Ramírez, que en las cercanías de los algodonales se cultiven gramíneas, pues quizá es en esas plantas en donde el hongo destructor completa su desarrollo, pa- ra luego volver á atacar los plantíos de que tratamos. CUARTA PARTE. El algodón que se cultiva en el país, no tiene mu- chas variedades bajo ningún sentido. Si nos fijamos en el porte de la planta productora, hay sólo dos: el algodón arbóreo y el herbáceo, en el cual hay una sub- división formada por aquellas plantas que producen el algodón de un color amarillo de diversos tintes, al cual los antiguos indios daban el nombre de Coyoich- catl, y que hoy es llamado Coyote ó Coyuche. Con respecto á la semilla, hay dos clases: una que tiene un color más ó menos verdoso y que después de haber sido separada de la fibra aún conserva una es- pecie de borra bastante fina; la otra tiene un color ne- gro, es más pequeña y no se le adhiere nada de algo- don en forma de borra. De estas dos clases, la última que es la más esparcida, es quizá la originaria del país, pudiéndosele dar propiamente el nombre de algodón mexicano. Hay otras dos divisiones del algodón herbáceo entre las clases cultivadas en la Laguna: á la una le llaman vara porque verdaderamente el tallo principal no se gubdivide, teniendo sólo las ramas florales; á la otra le llaman ciprés; es un poco más ramosa que la ante- 180 rior y presenta la particularidad de que sus flores apa- recen juntas dos á dos, y después los frutos se dejan ver provistos de una cubierta común. Ha habido per- sona que ha querido se le diera un nombre especial á esta clase de algodón; pero eso no lo creo justo, en aten- ción á que lo que se nota en las flores y frutos es sólo una anomalía que no es constante, pudiendo verse en la misma planta que posee frutos anómalos, otros del todo iguales á los de las otras clases de algodón conocido. La división que pudiera emplearse para las diferen- tes clases de algodón, es la que puede obtenerse por la comparación de los diferentes tamaños de la fibra; para llenar esto, pongo al fin una tabla en la cual pueden verse los tamaños de la fibra de las diferentes clases de algodón que se cosechan en el país. Por todo lo que antes hemos visto con respecto á la producción algodonera del país^ podemos asegurar que por hoy la cantidad de algodón que se cosecha es de 31.774,441 kilogramos, comprendiendo en esta canti- dad lo producido por los Estados, á los cuales no les hemos fijado cantidad alguna. Basándonos en la pro- ducción y en lo que rinde una hectara, puede decirse que la extensión de terreno empleada en el cultivo del algodón es de 50 á 60,000 hectaras: comparando la pro- ducción actual y el terreno empleado con lo correspon- diente á la época de los indios, puede verse que nada hemos adelantado, sino muy al contrario. Aun cuando el Sr. Busto, en su Memoria de Ha- cienda, asigna como producción algodonera del país poco más de 25.000,000 de kilogramos, hemos adop- tado la antes dicha, por descansar en datos casi todos más recientes. 181 * * * Habiendo tratado la cuestión del cultivo y produc- ción del algodón en el pais, réstanos considerar, aun- que sea ligeramente, lo que corresponde á la industria de hilados y tejidos. Afianzada que fué la Independencia nacional, al pronto hubo de resentirse toda clase de trabajos por un corto tiempo; pero después de esto, todo vino le- vantándose, y le tocó su turno á la industria de hilados y tejidos, que quizá habia sido la más hostilizada y extorsionada durante la dominación española. Prime- ro, como era natural, tratándose de una tan importan- te industria, comenzaron á hacerse ensayos, los que á fuerza de contratiempos vinieron dando poco á poco la práctica correspondiente á los que se dedicaban á tales trabajos; asi fué como se establecieron por dis- tintas partes del pais agrupaciones más ó menos gran- des de telares en los cuales se fabricaban mantas an- gostas y algunos otros lienzos; pero hasta entonces todavia no podia decirse que existiera en el pais una verdadera industria de hilados y tejidos. De 1830 á 1831 el gobierno de D. Anastasio Busta- mante, influenciado por D. Lúeas Alaman, Ministro entonces, decidió prestar apoyo de alguna manera á los industriales nacionales. Entonces se dio una ley por la que se permitía la introducción al pais de va- rios efectos que antes estaban prohibidos, y con lo que producían estas introducciones, se creó un fondo que se tituló Banco de Avío, que tenia por objeto proteger á los industriales proporcionándoles dinero . para sus trabajos. Esto, á primera vista, deberla haber dado 182 muy buenos resultados, si todas las fábricas que se es- tablecieron hubieran sido con fondos del Banco; pera esto no fué asi, sino que comenzaron á establecerse con fondos de patticulares, y de allí vinieron luego una serie de disgustos piara el Gobierno, que originaron posteriormente la clausura del Banco. La primera fábrica de hilados y tejidos que se es- tableció en el pais fué una que, con fondos del Banco de Avio, fundaron en Puebla los Sres. Esteban de Antuñano y Gumesindo Saviñon, bajo el nombre de " La Constancia." Poco tiempo permanecieron en com- pañía los Sres. Antuñano y Saviñon; este último fun- dó á sus expensas otra fábrica. Después se fundó la fábrica de Cocolapan, y en 1835, D. Dionisio Velasco estableció en Puebla "El Patriotismo." En la misma época se inauguró la de "La Magdalena" y se formó una Sociedad que en Tlalpam fundó otra fábrica. Siguieron la de "Miraflores," que fué establecida por D. Felipe Neri del Barrio, y otras que seria largo enumerar. A los estampados también se atendía: en el año de 1842 se trató de hacer estampados en una fábrica de Puebla, con fondos de un Sr. Turnbull, pero sólo se trabajó dos ó tres años, y se siguió empleando para los estampados el método de moldes de mano de uso tan antiguo. • Antes de 1860 volvieron á hacerse experimentos para estampados por un Sr. Villegas, de Tenancingo, y por el Sr. Carballeda en esta ciudad, tratando de usar la tinta de añil en el procedimiento francés de cilindros; pero no tuvieron resultados satisfactorios del todo, habiendo producido sólo unos estampados á los cuales se les llamó "peor es nada." 183 El Sr. Carballeda no desmayó en su tarea, y al fin ideó un sistema que llenaba perfectamente la resolu- ción que buscaba y que consistia en emplear la tinta de añil para los estampados de cilindros sin que éstos perdieran las labores que tenían por la aglomeración de tinta seca. Su sistema era por damas sencillo: el aparato consistia en un armazón que sostenía superior- mente un cilindro de madera forrado con lana; infe- rior á. éste se encontraba otro, de lámina metálica, hueco y de mayor diámetro, en cuyo espesor estaban sacadas las figuras que se querían pasar al estampado. Dentro del cilindro metálico había otro de fierro de un diámetro mucho menor, provisto en su superficie de una especie de cepillos y colocado de tal manera que quedaba tangente al cilindro hueco, precisamente en el punto correspondiente en que éste tocaba al supe- rior. Abajo del cilindro de los cepillos estaba colocada una artesa de madera conteniendo la tinta. Colocado -el lienzo por estampar entre el cilindro de madera y el metálico, se ponia todo en movimiento por medio de un manubrio: el cilindro interior llenaba sus cepi- llos con la tinta de la artesa, y el estampado se hacia por la cara inferior del lienzo. Este sistema lo usó durante algún tiempo el Sr. Car- balleda, habiendo sacado privilegio de invención du- rante el gobierno de D. Benito Juárez, el dia 25 de Febrero de 1861. No se dio más paso en el adelanto de estampados hasta el año de 68 ó 70, en que D. Isidoro de la Torre estableció en Rio Hondo el sistema francés de estam- pado; pero 'fué hasta 77 ó 78 cuando comenzó á hacer- ' se notable la diminución de la introducción de pinta- dos europeos. 184 Hoy se hacen buenos estampados en varias fábricas, entre las que se pueden citar la perteneciente al Sr. José M. Carballeda, en esta ciudad; en la de Rio Hon- do, en "La Union," en "La Alsaciana," de Puebla; en la de "La Teja," y otras. En general puede decirse que la industria de hila- dos y tejidos de algodón está algo adelantada, pues que ya no es sólo mantas lo que se fabrica, sino otros lienzos, entre los que se encuentran driles de distintas ciases, cambayas, etc., y además, ya se Comienza á fa- bricar medias y calcetines en grande escala. Cuando comenzaron á establecerse las fábricas de hilados y tejidos, el espíritu de empresa se concentró á sólo los Estados cercanos á la capital y algunos del Interior, quedando fuera de los goces de esta mejora las entidades de la frontera, quienes para surtirse de mantas y otras cosas, quedaban tributarias del centro, ó lo más general, del extranjero. Hoy ya no es así, y apenas hay Estado en el que no se encuentre alguna fábrica de hilados y tejidos, aunque sea en pequeño. Hay en el país sobre 100 fábricas de hilados y teji- dos de lana y algodón, de las cuales cosa de 87 ú 88 se dedican exclusivamente á trabajos de algodón, re- presentando un valor de poco más de 8.400,000 pesos entre maquinaria y edificios, empleando en sus traba- jos 11,000 individuos próximamente, entre hombres, mujeres y niños. Estas fábricas consumen anualmen- te de 12 á 13.000,000 de kilogramos de algodón próxi- mamente, representando un valor de 3 á 4.000,000 de pesos La producción es como sigue: hilaza 229,440 kilos, mantas 318,284 piezas, y 22,880 piezas de es- tampados, fuera de 35,360 kilos de pábilo. El número de husos empleados en las fábricas de hilados y tejí- 185 dos de algodón es de 237,890, y el de telares de poco más de 9,000. Haciendo un resumen de todo lo dicho en esta par- te, y considerando la cantidad de algodón cosechado y el terreno empleado en ello aproximadamente, podre- mos formar el siguiente cuadro: i 1 a c Q s B í S o 2; s 1 " VALOB. HUSOS. i s o MANTAS. HILAZA. ■< ^< H f ta 31.774,400 50 á 60,000 sobre 88 $ 8.400,000 23T.890 9,000 11,000 318,284 229,540 2.-.ES0 35,360 kildgs. hectaras. piezas. kilos. piezas. kilos. Los números anteriores marcan con aproximación el estado de la industria algodonera del pais; no es muy buena en verdad, pudiendo todavía aumentar á un grado muy elevado. Tenemos terrenos algodoneros inmensos que aun permanecen sin cultivo, de manera que es posible ele- var la producción algodonera á una cifra muy respe- table. Las continuas disensiones políticas, la falta de comunicaciones y, sobre todo, la rutina que se sigue para el cultivo del algodón, es lo que ha contribuido especialmente para el abatimiento en que se encuentra la industria algodonera en general; hoy por fortuna ya hemos entrado en una era de benéfica paz, las vias de comunicación se van haciendo cada dia más fáciles; cosas que traerán consigo el adelanto del ramo de que venimos tratando; pero aun nos falta algo, es necesa- rio que los cultivadores dejen la rutina emprendiendo sus trabajos agrícolas conforme con los adelantos de la ciencia; necesitan aprender un verdadero cultivo, é El Algodón.— 13 186 instruirse en los métodos que hay para combatir á los enemigos del algodonero. Cuando esto suceda, tiene que venir indudablemente el aumento de las cosechas en los terrenos explotados ya, y se irán abriendo nue- vas tierras extendiéndose la zona algodonera cultiva- da. La vez que esto se verifique, México ocupará un lugar muy elevado, si no el primero, entre los países algodoneros: sus terrenos asi lo indican, su tradición histórica lo exige, de manera que, esperar un cambio benigno, es esperar lo justo. * El temor que me acompañaba al comenzar este tra- bajo, no me ha dejado, y hoy al terminar, lo único que deseo es, que los datos aquí expuestos sean de alguna utilidad: con esto, mis afanes serán recompensados. FIN. X < o o I o o » Q í 5 ^ K O I I 1-1 cq i I I CO í2 1-iSan Pedro (coahuila) "i- Lerdo (dükango) 3- „ „ A- 8ta. Rosalía (chihuahua) 5- Valle de Giiaymas (sonora) 6- Mazatlan (sinaloa) 7- Valle de Santiago (Distrito de tepic) 8-Colima (colima) 9-Michoacan (algodón de árbol) 10 -Acapulco{QVETíLS,ss.o) 11- Juquila (oaxaca) 12- San Lúeas (chlapas) 13- Simojovel (chiapas) algodón amarillo llamado Coyote. 14:- Cantón de Veracrus {v:ejíagküz) 15- Jalajpa (verackuz) iihii! INI nii Uw#^ mm\ ¡I ! H III Longitudes comparativas de la fibra de las diversas clases de algodón cultivadas en los ESTADOS INIDOS MEXICAMS. i. ERRATA Página 37, línea 26. — Dice: hermana; debe decir: hija. i^hcecít. ioo mtey ó-nhOntCt Topa.ch.tCv. ^cc donc^eL^ de JKíLCaK A/oucktec Ticciitcaea qa.s dt I I ^^f»J^ lú.íeztíoiM' cexhuamio^uí J'¿^^Hmaf6. 1 -foG Ma-fvtas f fiímaS ^^. ^^^; %^ \ 4 CoiUm^n. ^li ■vehceiCÍ. ioo MteKctcf de /\^cdcn. Aloucfitec Xccíiic&ea Orázo^tíi TopacktCJ. S'^S «'« Lám.l an, iu.mcL'im.cu orí. ice car- caCtic. 7. a£aíLoía.y 'Z.oeckuipíCíea- ^ Lám. 2 Ontz, Ul ¿heaK^^a Carao. i.<<-^, -^ yX^uie/i indOjuiíJi, tfHoiMTiekcatt 't>j PueiUs Ttibularief GeuradcS' en. " ecíóx. Cl-^a: Lám. 3 1 @^ ^'/i I v^ éfW •/ rPelf yícikle, m¡ i -• * ^ / U "■ \ /' ' 1 I — r T-^^ — = 1 m\- -» ZiA ^ 1^ ^^,l t-ttcL 4^ír ií'f ^<, ^/W^J-. --^í; by 'erdoj- r^y^a, j, ottos ntehto^ tribuUwS fi^uioAQ^ m ¿SU ^^^. Lám.4 ,-/.'V-^--\ /etlcnt/i tl6.y.^^\\^ avahan ead-u, neke^tcL eUa^ tes d^ //////&■ W"4 ¿iffl» A^títí. J i>f^o *°uel)SB /ributarie. I kJ-pc kraos Cenhentti Tl^nuimM.- ^ Lám.5. v4' AWVP- j\dcrncs mMar^S- --^ ^an jJa^. j//m^/>¿Í£S- J^m TUí^jíciuiftiC^^ ui^uiea.t£aoi-i:íi e I @¿lÍ,'Íi;' Lam 7 '^r^^ ^"■■^"C: \ Lám.8 V ^ ^í^^^^^ ít-1 ^^i¿^^~""^^- '^:^^i~:: ^=¿ - s K- ^ W ^i]7T^;^^"^ ■ Lám 9 Vs_ ^% Lám. 10 /\ / \ \ :/." it \0 / 'r¡ -¿y ^«y ^. 003ro "o'" '^i'enue, Los T '-"*">^RV Fac RK'D Ld/uRL (ü JAN 13 1937 JAN O 377997 % •* ■<.-^J •^ Ai^ill LJlHBLKitíüi 11 >\ ^ JHIhilüMlw III lír¿ K •s. 4 <^>í«lili^^iiiS£r^-^ •<>■ ^^i)iEGO'^ ^ ^^^>, ^"ONIVÍ-^ .<>- -p V. ^^ ^RiSí^--^viii# ^^ili^^^^«r;^^ '<'^o..o*.VÜi||ÍÍ^ ^.0931(7 i.