ARNICHES GARCÍA ALVAREZ VALVFRDF

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EL PRÍNCIPE CASTO

ZARZUELA CÓMICA

RN l'N ACTO. DIVIDIDO KN SKIS CUADROS, OUKJINAI.

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Copyright, by Arruches y Sarcia Hluarez, 1<M2

MADRID 8ft el S i) a D i) !■: a v T 0 R K 8 E*PA.S «' »«« b

Calle Je Núñez de Balbua, 18

1912

1

EL PRÍNCIPE CASTO

E^ta obra es propiedad de su autor, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado, ó se celebren en adelante, tratados internacionales de propiedad literaria.

El autor se reserva el derecho de traducción.

Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusivamente de conceder ó negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad.

Queda hecho el depósito que marca la ley.

Droits de représentation, de traduction et de reproduction reserves pour tous les pays, y compris la Suéde, la Norvége et la Hollande.

EL PRÍNCIPE CASTO

ZARZUELA CÓMICA

EN TX ACTO. DIVIDIDO EN SEIS CUADROS ORIGINAL LIBRO ¥ MÚSICA DE Los

SRE5. ARNICHES, GARCÍA ALVAREZ

QUINITO VALVERDE

Estrenada con éxito extraordinario en el TEATRO DE APOLO de Madrid, la noche del 14 de Febrero de 1912.

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MADRID

MPRENTA DE "NUEVO MUNDO", LARRA h Teléfono námero 2475

1912

REPARTO

CUADRO l'RIMERO

ANITA Sima. Pérez.

LUCIA Isaura.

CAST< ! Sr. Mon< ajto.

CUADRO SEGUNDO

casto Br. Moncayo.

KOC Medina.

Dos lacayos.

CUADRO TERCERO

ANITA Srta. Pérez.

TZINGANA 1.a .. Isaika.

2.a Sha. La Hera.

3.a Sima. MOREU.

4.¡i .. Domínguez.

LUISA .. Yerves.

COR1NA VlLLAGRASA.

BOBY Cortés.

CASTO se. Moncayo.

EL CONDE DE BOLSTE1N. . .. Crespo.

MISTER YELIN Videgain.

FEDERICO Mihura.

TZ1NGANO 1." Carrión.

■_'." .. Povedano.

3.° ,. Gotós.

4." Roldan.

DIRECTOR DE LA TROUPE. Sánchez.

Señoras, caballeros, criados del Casino.

607337

CUADRO CUARTO

AXITA Sima. Pérez.

UNA DONCELLA Carceller.

CASTO Sr. Moncayo.

EL CONDE DE HOLSTEÍN. . Crespo. MISTER YELIN Videgain.

CUADRO QUINTO

CASTO Sr. Moncayo.

MISTER YELIN Videgain.

KOC Medina.

CUADRO SEXTO

ANITA Srta. Pérez.

UNA PIAMONTESA Isaura.

AMIGA 1.a Cortés.

2.a VlLLAGRASA.

CASTO Si?. Moncayo.

MISTER YELIN Videgain.

UN PIAMONTKS Carrión.

CARACUL Sotillo.

UN CAMARERO Perucho.

AMIGQ l.o } Llainas.

UN CONCURRENTE Corao.

Concurrentes de ambos sexos. Piamonteses, piamontesas, tzínganes.

La acción en los Cuadros 1.° y 2.°, en Madrid; 3.°, 4.° y 5.°, en Trowille, y el 6.°, en una ciudad francesa. Época actual. Derecha é izquierda del lado del actor.

Decorado de Matínez Garí.— Sastrería de la casa Vila.

CUADRO FRI/AEKO

Cuarto de bañarse, elegantísimo. En la pared del fondo, á la de- recha un baño vestido exteriormente de encajes;-hacia el centro, un tocador. Entre ambas cosas, un biombo, perpendicular al proscenio. En el toro izquierda, una ventana practicable, con vidrieras moder- nistas de colores. Forillo de otras cosas. En la lateral derecha, una puerta y en la izquierda otra. Sillería inglesa, blanca; mesa en pri- mer término izquierda, con espejo, timbre de mano, periódicos ilus- trados, etc. Pegado á la pared, un sofá de la misma sillería. Cortina- jes qué hagan juego con el tono de la decoración, así como todos los demás detalles de baño, biombo, etc. Toallero niquelado entre el baño y la decoración; esponjero, alfombrilla de coco o corcho elegante. Alfombra agrisada, clara, que ya queda puesta para toda ia obra Sobre el tocador, violeteros, esencias, frascos, pomadas, varios perfumadores-dos de ellos con líquido y que funcionen bien— polvera, peines, cepillos, lodo elegante y de un gusto refina- do Es de día. Para que esta decoración tenga las dimensiones mas ajustadas á la realidad, debe reducirse la embocadura del escenario todo lo posible.

ESCENA PRIMERA

Al levantarse el telón, se oye en la orquesta un wals elegante. LU- CIA doncella de la casa, sale por la izquierda con toallas rusas, un escobillón v un termómetro de agua. Prepara la ropa, colo- cando cada cosa en su sitio: el toallero, una silla y la alfombrilla para los pies; luego limpia el baño con el escobillón, dejando co- rrer los dos grifos de agua lo suficiente para dar la impresión de la realidad; después se dirige á cerrar la ventana, lo cual ejecuta rápidamente y con un gesto de contrariedad mientras dice:

¡Jesús! ¡Ya podía bañarse el vrecinócon La ven- tana un poco más cerrada!

Y hace mutis por la derecha, llevándose el escobillón. Termina la música.

ESCENA II

CASTO. Luego LUCIA

CASTO (Sujeto que representa de treinta y cinco á cuarenta años y que viste con el descuido y la pobreza de un hombre derrotado, asoma cautelosamente la cabeza por entre los cortinajes de la puerta de la izquierda. Habla resuelta- mente.) ¿Se puede entrar? (Asomándose mas.) ¿Se puede entrar? (Entrando.) Se puede entrar im- punemente, porque no hay nadie. Me dijo Anita que encontraría aquí á la doncella... (Mira por todas partes.) V no la encuentro. (Con ad- miración.) ¡Qué lujo!... ¡Qué confort!..-. ¡Tibio, perfumado, elegante!... ¡Oh, qué cuarto de ba- ño!... ¡Viéndose aquí, da gana... da gana de pe- dir dinero sobre estos muebles! ¡Oh, suntuosí- simos! La verdad es que con mi indumentaria debo desentonar de una manera lamentable en este íntimo y delicioso rincón de una mu- jer exquisita! (Huele.) ¡Qué perfume tan sutil! Debe ser de este pulverizador. (Coge uno de los del tocador.) ¡Me voy á espurrear! (Se quita el som- brero, que deja sobre una silla, y se echa perfume.) ¡Qué deleite! ¡Qué voluptuosidad! ¡Qué frescura! ¡Qué frescura... la mía, pero quién se resiste á...

LUCÍA (Entrando por la derecha; con sorpresa.) (¡Un hombre aquí!) ¡Caballero!

Casto (Al veila.) ¡Amable joven! (Hace una reverencia.) Us- ted perdone, pero me había permitido espu- rrearme. (Deja el pulverizador sobre la mesa de la iz- quierda.

Lucía (¡Y (pié mal vestido!)

Casto (Se vuelve á poner el sombrero.) ¿Usted es Lucía, la doncella de la señorita Ana?

Lucía Para servir a usted; sí, señor. Y usted, ¿qué hace aquí?

CASTO ¿Que qué hago aquí? (Mira á todos lados con miste- rio, la coge de la mano y avanza al proscenio.) ¿Esta- mos solos?

Lucía Sí, señor.

Casto ¿Y me pregunta usted que qué hago aquí?

Lucía Sí, señor.

Casto

Lucía

Casto Lucía

Casto

Lucía Casto

Lucía

Casto

lo sé. Es más: ni me

Lucía

Casto

Lucía

Casto

Pues... (Soltándola) pues QO

lo imagino.

Entonces, ¿.quién le ha dicho á usted qu<

trara en este cuarto?

; A 1 1 ' Eso me Lo ha dicho tu señorita.

¿Ella?

Ella misma. Cuando vine, me abrió

nes, pasé á la alcoba de tn señora v

en-

el Botó- me dijo:

Vete al cuarto de baño y espérame . ¿Estaba levantándose?

Yo la vi en la cama tomando chocolate, jura- ría que con un suizo. No más y aquí estoy. Pero, ¿«usted es amigo suyo? ;Amigó suyo? ¡Oh! imagínate: hemos nacido pared por medio el mismo mes del mismo año. Crecimos juntos; juntos tomamos el mis- mo rumbo en la vida: los dos fuimos cómicos. Ella casó con un galán joven, más joven que galán, porque la daba cada paliza (pie la hun- día; pero al fin, el hombre murió, porque no siempre el que zurra prevalece, y Anita huyó á América, por si resultaba cierto aquello de la resurrección de los muertos. Yo, yo me uní á una característica y también fui desgraciado, estimable doncella. ¿Le salió á usted mala-

No, era muy buena; ¡un pedazo de pan!... Pero hija, francamente, pasarse siete años con un pedazo de pan, desnutre; ya lo comprenderás. La abandoné y desde entonces, yo siempre vago...

(Mirándolo.) ¡Ya, ya'

No te precipites. Siempre vago á merced del oleaje de la vida. Unas veces la marea me sube, otras me baja... Pues bien; en uno de es- to- trágicos descensos, -upe casualmente que había llegado tu señorita á Madrid. La escribí una carta pidiéndole un pequeño auxilio- vul- go sablazo- y cuando yo esperaba un billete de veinticinco peseta-,' me encontré con este otro billete que trasciende á lilas y que dice á

la letra. Te lo voy á leer. (Sicando una carta ele- gante v leyendo.) Querido Casto: Casto, es mi gracia. Vente mañana á las diez. Tengo algo interesantísimo que proponerte. Después de

Lucía Casto

Lucía Casto

Lucía Casto

Lucía Casto

Lucía

Casto

Lucía

Casto

nuestra entrevista, quizá tu fortuna cambie para siempre. Tuya. Anita.» Comprenderás mi sorpresa, querida Lucía. ¡Ya lo creo que la comprendo! ;Y qué será? ¡Ah!, no sé; pero esta carta me llenó de espe- ranza. ¡Quién sabe si al ñn realizaré los sue- ños de grandeza que esta loca imaginación ha perseguido inútilmente por el éter! ¿Tú sabrás lo que es el éter?

Eso que toma la señorita cuando se incomoda. Te has ido al sulfúrico; yo me refería al otro: al infinito.

No qué quiere usted decir. ¡Ah, Lucía! Tu cerebro no está constituido para estos análisis, pero en cambio tienes una cara, que está constituida para volver loco á un poste telegráfico, exento de toda corriente eléctrica. ¡Oh, qué cara! Permíteme que la per- fume. (Cogiendo el pulverizador y echando perfume.) (Huyendo.) Estése usted quieto. Perdóname; es que aprieto la pelota maqui- nalmente.

(Cogiendo otro pulverizador.) Mire usted que le echo.

Échame, pero no me eches y deja que yo te pulverice.

¡Ah! ¿pero es que quiere usted guerra? Guerra franca.

MÚSICA

(Todo el número jugueteando y echándose perfume mutuamente cuando lo indica el cantable.)

Casto

Lucía Casto

Ven aquí,

sin temor; hazme niña ese favor, que tu rostro quiero perfumar, aunque tiene olores de azahar.

Quite usté

bribón que adivino su intención.

Solo es mi deseo

como tu verás perfurmarte nada más.

Lucía

Casto Lucía

Casto Lucía Casto

Lucía

Casto

Lucía

Casto

Lucía

Casto Lucía Casto

Lucía

Casto Lucía

Pues si no me toca,

yo me acercaré.

Eres un encanto

Perfúmeme usté. ¡Ay, Jesús qué cosquilleo hace el señor

con el perfumador! ¡Yo ignoraba que esto daba tal placer! A violetas y jazmines vas oler. Bueno, bueno; deje usté, que bien está.

Ven acá; ven acá, porque quiero que tu cuerpo remonín lleve, niña, la fragancia de un jardín. Ahora ven aquí

para perfumarme mí. Si capricho en ello tiene usté, yo gustosa le perfumaré. ¡Sol de Abril! anda ya,

espurrea sin piedad,

que viendo tu cara

y oliendo á jazmín,

qué quiero más festín.

Estése usté quieto.

No se mueva usté.

Ya verás, chiquilla,

(pié quieto estaré. Sigue haciendo así, vidita, por favor,

con el perfumador, que el olor de ese perfume es ideal y produce en un efecto colosal. Ya por fin toda la esencia se gastó.

(Deja el pulverizador.)

Ven acá. (Huyendo.) Ahora no. (Dejando el suyo.) Ahora, niña, ese servicio pagaré.

(queriendo abrazarla.) Nada de eso.

Muchas gracias

No hay de qué.

(Escena' mímica; ella huyendo y él persiguiéndola, y termina el nú- mero abrazándola.)

ESCENA III

Dichos: Luego ANITA, por la izquierda.

HABLADO

Casto (Entusiasmado.) ¡Ay, Lucía de mi vida, cuan

encantadora eres! Lucía Calle usted, que parece... (Queda atenta.)

AXITA (Dentro.) Lucía. (Llamando.)

LUCÍA (A Casto.) ¡La señorita! (Alto.) ¡Señorita!

AnÍTA (Dentro.) ¿Ha entrado ahí un señor?

Lucía Sí, señorita; aquí está.

Casto (En voz alta.) Aquí me tienes, Anita.

AxiTA (Entrando y saludando.) ¡Querido Casto! (Viene con toilete para baño; gran bata o salto de cama y chinelas bordadas.)

Casto ¡Anita de mi alma!

Anita Perdona, hijo, que te haya recibido aquí; no es lo más adecuado, pero...

Casto ¡Quieres callar¡ ¿Un cuarto de baño para mí? ¡Indicadísimo!

Anita Tenía en el gabinete á Pepito Salvilla, un tras- to. Y en el saloncito azul, ya habrás visto.

Casto Sí, á un señor respetable.

Anita Otro trasto. Pues en el comedor tenía á otros dos.

Casto ¿Y qué lias hecho con ellos?

Anita He encargado al Botones que los pusiera en la calle. Hay días aciagos, en los que me fasti- dian y me...

Casto No me digas nada; lo que son esas cosas. ¡No puedes figurarte las veces que me han te- nido que poner á también los trastos en la calle!

Anita (Riendo.) Lo creo. ¡Pobre Casto! En fin, siénta- te. Lucía: déjanos solos.

Lucía ¿No va á tomar ahora el baño la señorita?

Anita Ya te avisaré luego.

Casto Oye, Anita, por Dios: si tienes costumbre, tó- male, que á mi no me importa.

Anita Lo creo, pero me Interesa más lo que he de decirte. (A Lucía.) Ya te avisaré. (Vase Lucía por la izquierda.)

ESCENA IV

AN1TA. CASTO, y al final LUCIA

ANITA

Casto Anita Casto Anita Casto Anita

Gasto

Anita Casto

Anita

Casto Anita

Casto Anita

Casto Anita Casto

Bueno, ya estamos solos. (Se sientan á la derecha.)

Y yo con una impaciencia devoradora. Lo creo. ¿Te habrá sorprendido mi carta?

Figúrate, yo esperaba... esperabas veinticinco pesetas. Mujer, sí, la verdad.

Pues bien, Casto: hablemos clara y rápidamen- te, como á me gusta. me pedías cinco duros y yo te lie llamado para ofrecerte una fortuna.

(Se levanta de un salto.) ¡Anita! ¿qué dices? ¡Anita! ¿qué has dicho?

Lo que oyes, Casto. Si aceptas mis proposi- ciones, mañana serás rico. ¡¡Rico!! Pero oye, Anita: ¿supongo que no te burlarás de mí? Eso que dices... (Vuelve á sen- tarse.)

Eso que digo es de una realidad positiva é in- mediata. Cuestión de horas. Pero...

Escucha: voy dejando de ser joven y para bri- llar en el mundo en que vivo, se necesita ó de la juventud ó de la astucia. Tienes una lógica que apabullas, Anita. Con la juventud, que se va, mis éxitos decre- cen; las ruidosas aventuras de amor que sos- tenían mi fama radiante, van escaseando. Me acechan el fracaso y la pobreza. ¿Cómo dete- ner esto? ¿Qué podría devolverme atractivos y seducciones que sometieran de nuevo á mi capricho la voluntad y el oro de los hombres? Solamente una astucia pensé. Puse en prensa mi imaginación y he dado con ella y por eso te he llamado.

¿Y cuál es esa astucia? ¡Me intrigas horrible- mente!

Mira, Casto: en la mujer, Los encantos juveni- les no tienen más substitución seria que una. ¿Y cuál es?

8 -

Anita Un hombre. Llevar al lado un hombre. Pero un hombre valiente, ilustre ó poderoso.

Casto ;.Para qué?

Anita (Con ironía.) ¿Y me lo preguntas? La mujer que puede engañar á un hombre ilustre y pode- roso, tiene para todos los demás hombres el mayor de los atractivos.

Casto ¡Oh, Anita!... ¡Filosofas mejor que Sófocles!

Anita Sí, Casto, sí. Mi intención es llevar al lado un hombre valiente. ¡Qué digo valiente! Temera- rio; ilustre como nadie y poderoso, si cabe, triple que un Nabat. ¡Y además, príncipe!

Casto Bueno, y crees que ese hombre que bus- cas se encuentra ¿hl, en la esquina de la calle de Hortaleza?

Anita Lo he encontrado.

Casto ;Y es príncipe?

Anita Príncipe.

Casto ¿Y poderoso?

Anita ¡No se sueña su fortuna! Tiene innumerables palacios, castillos, automóviles, yottes.

Casto ¿Y quién es ese?

Anita ¿Que quién es ese? ¡Pues tú!

CASTO ¡¡Yo!! (Levantándose.)

Anita Tú.

Casto ¡Yo, príncipe!... ¡Yo, con palacios!... ¡Yo, con automóviles!... ¡Yo, con yothL. Bueno, esto es una locura!

Anita (Levantándose también.) No es una locura. Y para eso te he llamado, para que representes ese papel. Dentro de dos días apareceré en el mundo galante apoyada en tu brazo; el brazo de un príncipe. Las mujeres me mirarán con envidia, los hombres con deseo y el conde de Holstein, se volverá loco por mí.

Casto ¿El conde de Holstein?

Anita Ese es mi punto de mira. Necesito enamorar al conde de Holstein: un millonario alemán, atrozmente romántico y enamorado de todo lo imposible. Le conocí cuando viajaba con Lord Rusell, cuyos celos me hacían una forta- leza inexpugnable. Pues bien: el Conde, loco de amor ante mis dificultades, pretendió hasta casarse conmigo.

Casto ¡Sí que estaría loco!

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\nit\ Desde entonces, ao ha dejado de escribirme ni un sol.» día. Dice qne soy su obsesión, su locura... ¡Figúrate Lo que le sucederá ahora que voy á presentarme de nuevo ante él con una mayor dificultad: con un príncipe archi- millonario, elegante, valiente, celoso... casto Bueno; pero para que yo represente ese pa- pel, hace falta... Ajota Hace falta dinero. Lo tengo; mis ahorros son

suficientes. Casto Pues triunfaremos; el conde sera nuestro. Des- cuida: seré- el príncipe de tus sueños. Ya me he compuesto el tipo. Necesito fondos para el equipaje. Anita Luego los tendrás. Casto ¿Dónde está ese alemán? Ajota En Tronville, para donde saldremos pasado

mañana. CASTO Ni una" palabra más.

Anita Y si vencemos, Casto, cuenta con una grati- ficación de doce mil duros. Casto ¡Yo príncipe!... ¡Yo con doce duros! ¡Me desvanezco! ¡¡Doce mil duros!! ¿Has dicho doce? Axita Sí; príncipe, doce.

Casto Argumosa, cuarenta y cinco, tienes tu casa. Ajota ¿Conformes? Casto Conformes. AXITA Pues hasta luego. (Toca el timbre que hay sobre

la mesa.) Casto Hasta luego. LUCÍA (Apareciendo.) Señora... ANUA (A Luisa.) El baño. (A Casto.) ¡Principe! CASTO ¡Anita! (Mutis á juicio del actor, ya posesionado del papel que va á representar, dirigiendo una mirada de desprecio á Lucía, que no sale de su asombro ante un cambio tan brusco. Anita, ayudada por Lucía después que cierra la puerta, se quita el deshebilié y comienza a descalzarse. La orquesta ataca al mutis de Casto y va cayendo lentamente el)

TELÓN DE CUADRO

MÚSICA EN LA ORQUESTA.-MUTAC1ÓN

CUADRO SEGUNDO

Telón de calle, que representa el paseo de San Vicente á la puerta de entrada á pie de viajeros, en la Estación del Norte de Madrid.

ESCENA ÚNICA

CASTO, elegantemente vestido: gabán, levita y sombrero pampe- ro negro, botines monóculo, guantesde gamuza, flor en el ojal y bastón, aparece seguido de Koc, criado negro, que viste unifor- me y lleva en brazos un perro feísimo, de lanas muy largas y el gabán de Casto, y dos lacayos, de librea, con maleías elegantes. Salen por la izquierda,

Casto (ai negro.) Koc; cuidado con Dik. (ai público, con énfasis.)

Ayer, para este mundo de farsas y mentiras; ayer, precisamente, para este mundo vil donde el engaño triunfa y la ruindad impera, era un átomo Casto Gutiérrez Villamil. Ayer, mis carnes míseras apenas se cubrían con un anciano traje del año veintidós; ayer, era un harapo, que erraba tristemente en pos de un panecillo ó de un cocido en pos.

Y en veinticuatro horas que pasan cual relámpagos en una noche tétrica de horrenda tempestad;

en un lapso de tiempo tan sumamente corto, pasó de la miseria á la fastuosidad.

Y hoy soy para este mundo,— perdonad que repita lo que antes os he dicho;— para este mundo ruin, un príncipe opulento: ¡el gran príncipe Casto,

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que va con una amiga curándose el splin. l'n principe celoso; un principe iracundo;

un héroe de la musa de] gran Walter Scott,

que tiono preciosísimos hoteles y palacios

y montes y morenas y viaja siempre en //o///.

r:<¿u»' dónde están los montos, en dónde los bóteles

y en dónde el principado? ¡Y qué me importa á mi!

¿Pregúntalo la gente? Pues si no lo pregúntalo

¿por qué va á pasar uno la plaza do giW

¡Finjamos, pues, grandezas! ¡Amores, pues, finjamos!

si finge el potentado, el pobre y el burgiu

¿merece alguna pena quien nacido y famélico

sencilla farsa finge por un par de bistés?

Vivamos, pues, la vida de amores y placeres,

que bien hartos estamos de una existencia ful.

¡Vivir entre grandezas! Eso es vivir, que dijo

no si Chopenjagüer ó Ja Rochefocul.

Y á más, noble auditorio: entre un príncipe auténtico.

príncipe real de estirpe y abolengo ancestral.

¿qué diferencia existe entre un príncipe de esos

y un servivor de ustedes? ¡Diferencia de un real!

A vivir, pues, la vida que la loca fortuna

llamando á nuestras puertas galante nos brindo.

Riamos entre besos de labios incitantes

y encienda nuestra sangre la Viuda de Clícó.

¿Que al fln de la fortuna la farsa se dése ubre?

¿Que en Niza ó Wisbaden nos arman un belén?

¿<¿ue todo se deshace? ¿Que todo se evapora?

Me iré con dos punteras, ¡pero he comido bien!

Comience ya la farsa. El que ayer no era nada.

de su papel de príncipe posesionado está.

¡Sabedlo, multitudes!... ¡Hoy nace al mundo un príncipe!

¡Criados de Su Alteza: el príncipe se va!

(Vase por la derecha, seguido de los criados. M'jsica en la orquesta.)

.MUTACIÓN A OBSCURAS

CUADRO TERCERO

Salón de baile en el gran Casino de Tronville, en noche de fies- ta. Decoración de rompimientos. AI foro, tres arcos grandes que dan paso á una gran terraza con balaustrada de mármol que sostie- ne varias farolas con globos de luces eléctricas. Al fondo, la playa con efecto de luna. Mucha luz en toda la decoración que figura el salón.

Al levantarse el telón, aparece la escena llena de gente elegante, Las señoras trajes de soirée y grandes sombreros, última moda (verano), y los caballeros, de frac smoking negro. Varios grupos sentados en diferentes sitios y otras parejas bailan á compás de un wals que toca la orquesta. La mayoría de los reunidos llevan lazos, condecoraciones y objetos propios para cotillón, prendidos en el pecho. Algunos de los caballeros visten uniformes extranjeros, sin nada á la cabeza, como es natural.

Entre los reunidos se encuentran: Luisa Corina, Boby, el conde de Holstein, Mister Yelín y Federico. Varios criados, de frac, atien- den á los personajes. En el salón, sillas volantes de tapicería, y en 'a terraza, sillones y sillas de Bejuco. Terminada la música se sientan casi todos; otros discurren por el fondo. Los personajes indicados en la acotación forman un grupo á la izquierda; Federico de pie, y un poco separado hacia el centro, el conde de Holstein, en otra silla. Los señores directores de escena se servirán ordenar que du- rante todo el cuadro, haya movimiento de entradas y salidas de es- cena y cambio de sitio en el coro, con objeto de que resulte movi- do, pero sin que para nada se interrumpa el diálogo.

Luisa (Sentándose.) ¡Oh, cómo me aburre ya el

baile. Federico Bueno, es que pronto hará un mes que no

cambias de pareja. Luisa ¡Por Dios, no seas irónico! (A Yelín, que es

algo sordo.) ¿Ha oído usted, Mister Yelín V Yelín Ya sabe usted que yo oigo mal. ¿Qué ha

dicho? (Este personaje habla con marcado acento

inglés.) LUISA (Hablándole un poco alto y siguiendo ya en ese

\:\

tono.) Que me aburre el baile, porque no

cambio de pareja. Yblín Es un motivo serio.

Luisa Y yo creo que es porque ya voy siendo

vieja.

Yki.ín ¿Vieja? Si no ha cumplido usted veinti-

cinco años, puede usted decirlo sin peli- gro, pero no abuse usted de esa mentira.

Federico (En tono alto.) ;Y usted, Mister, no se lia atrevido á declararse ú La princesa de Guibler?

YelÍN ¡Olí, no, amigo! Me lian dicho que su ma-

rido la da muy mala vida, y me figuro que la pobre señora no estar;! de humor para nada.

Federico ¡Los maridos se están poniendo impo- sibles!

fíni;v Debéis declararos en huelga todos los su-

pernumerarios.

Federico Puede ser una idea.

Yeiín Y es.

Corina (A todo el grupo.) Oigan ustedes: el que me

es antipático sobremanera, es el amante de laMary Vían. Mirarlo. (Señalando hacia el fondo derecha.)

Luisa Parece un sinvergüenza.

Yelín Y es.

BOBY (Pasando al lado del Conde, que ha permanecido

durante el diálogo en actitud pensativa, y tocándo- le en el hombro.) ¡Pero conde de Hólstein, estás tacirtuno!... ¡No ríes... ¿Qué te pasaV

CONDE (Como saliendo rápidamente de su abstracción.)

Xada, nada; no me pasa nada. (Boby vuelve a su sitio.)

Corina ¿Que no te pasa nada? ¡Finges en l>alde!

Federico (Aliado del conde.) La reaparición de Anita Luque te ha trastornado; confiésalo.

Conde . ¡Por Dios! ¡No Lo creas!... Te aseguro...

Luisa Está- loco por ella; se te conoce.

Federico Y que esta vez se te presenta con mayo- res dificultades que la primera: con el príncipe Casto nádamenos. ¡El príncipe Casto!

Yelíx ¡Oh, el príncipe Casto! ,E< un hombre que

trae una verdadera Leyenda!

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BOBY (A Luisa.) -.Tú le conocías?

Luisa Ño Le había oído nombrar nunca. Anoche

le vi por primera vez en la sala de juego. El y Anita hicieron una sensación enor- me. El duque de Bolié se volvió loco por ella. Todos la seguían. Federico (Uniéndose ai grupo.) ¡Ésta verdaderamente

hermosa! Yelín ¡Oh, yes!

Corina ¡Y del príncipe, me han asegurado que

es un hombre extraordinario! Federico He oído referir que es un piamontés de fortuna colosal, extravagante y aventure- ro. Creo que en la India ha hecho atro- cidades inauditas. En Kapurtala, se jugó la mujer que llevaba contra la fortuna del Marajá; la perdió, y como es horrible- mente celoso, por no abandonarla, mató en duelo á su adversario.. Luisa ¡Eso es un hombre!

Corina ¡A Anita la lleva verdaderamente esplén-

dida!... ¡Cuajada de joyas! CONDE (Preocupado.) ¡Anita'../ ¡¡Anita!!

Federico Lo que hace el príncipe Casto, según me han asegurado, es comer de un modo ho- rrible. ¡Todo el día está comiendo! Y luego, tiene un carácter originalísmo ; pasa de la cólera á la calma con una ra- pidez asombrosa. Anoche, á las siete y inedia, de poco mata al duque de Bolié, porque miró á Anita; pues á las ocho menos cuarto, ya estaba tan tranquilo, comiendo y gritando: «A ver, salmón; que me traigan más salmón. Yelín ¡Originalísimo! Y eso corrobora lo que

yo vi después. Aseguran que en Monte- Cario, ha perdido en una sesión tres mi- llones de francos. Pues bien:, anoche se dio de puñetazos con un grupier por dos pesetas. Luisa ¡Oh, qué genialidades!

Boby ¡Es verdaderamente estupendo!

Conde ¡Anita mía!... ¡¡Anita!! (Sigue ensimismado.)

Federico En fin, conde: que ahora para Anita es más peligrosa y difícil que antes.

Conde Federico

Conde

Corena

Lucía Boby Corina

Luisa Conde

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(Levantándose y con resolución.) Quiza no. Conde, te aconsejo mucho cuidado, ¡use príncipe es un Otelol

(Apartándose un coco con Federico.) Mira, Fe- derico, óyelo bien: á toda costa y pase Lo que pase, ó pierdo te rida ó esa mujer es mía. Si hay que matar al príncipe Le ma- taré; 1<> jure, No te digo más. (Señalando al fondo derecha.) ¡Callad, callad. ¡Allí vienen!

;Ell0SV (Se levantan.)

Sí, ahí están Anita y el príncipe Casto.

¡Cuánta gente Les sigue! (Todos los de escena

se levantan y van formando dos filas de fondo á proscenio dejando calle entre los dos grupos.) Viene espléndida: ¡Encantadora!... ¡Qué hermosa está! ¡01), sí; si hace falta matar al príncipe, le mataré. (Se aleja con Federico por la izquierda. Yelin se despide y vase primera derecha.)

ESCENA II

LUISA. CORINA, BOBY y Coro general. ANITA y CASTO, por e

' fondo derecha. Ella, toilette elegantísima para baile ó soirée, sin

nada á la cabeza, exceptuando los adornos naturales, y él de frac

Música

Anita Aquí os presento al príncipe;

al gran príncipe Casto, qué es apasionadísimo aunque parece apático. En frases de amor célebres, su repertorio es vasto. Aquí <>> presento al príncipe. ¡Saluda, Casto! (Saludo general.)

Si le tratan con cariño, este príncipe es un niño. Su bondad es extremada. No hace nunca casi nada. Pero á veces, ;<pié manía! por cualquiera tontería,

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se convierte en un chacal y al más fiero le retuerce la columna vertebral. Casto Así es el príncipe, así.

Nadie mejor me pintará. Así es el príncipe, sí, sí. Así nació y así será.

En Italia un archiduque me invitó á viajar en buque y cortés en el momento yo acepté su ofrecimiento; y una tarde al noble este, por si el viento era Snd-este, ó era Norte ó era Sur, tiré al mar al archiduque cerca ya de Singwpur,

Anita Así es el príncipe, así.

Nadie mejor le pintará. Así es el príncipe, sí, sí. Así nació y así será.

Todos Así es el príncipe, así.

etc., etc.

(Vuelven á sentarse en sus respectivas reuniones.)

Hablado

CASTO y ANITA, pasean cogidos del brazo.

Casto Creo que hemos producido una sensación

enorme.

Axita ¡Enormísima! Estoy satisfecha. ¡Pero, por

Dios! Casto, sigue en tu papel de celoso!

Casto ¿Celoso? Fíjate en la mirada otelesca que

les voy á dirigir á esos pollos si te miran. (Pasan de izquierda á derecha tres polios elegantes mirando con admiración á Anita; Casto les dirige una mirada fiera y comunicante y ellos se retiran asustados.) ¿Has visto los pollitos? Uno, de poco curaren del susto. ¡Estoy fastuoso y terrible!

Anita ¡Representas bravamente tu papel!

Casto Y repara cómo me miran las mujeres.

Axita porque te creen rico como un Nabat.

17

Casto Oye; á propósito de Nabat: me tienes que

dar dos francos para una cajetilla.

Anita ¡Calla, calla ahora! (Mirando sorprendida hacia

el ondo izquierda, por donde vuelve á aparecer el conde y se une al grupo de Luisa, Corina y Boby.)

Casto ¿Que es?

Anita ¡Sí!... Allí parece... ¡Si; el conde. ¡Por

fin! Aquel es. (Señalándoselo.)

Casto ¿Aquél de la flor en el ojal?

Anita Sí. No mires; ya nos lia visto.

Casto instrucciones.

Anita Pues en cuanto se acerque, á Los pocos

momentos te separas de nosotros; obser- vas desde lejos; cuando veas que me cambio de mano el abanico, ven á in- terrumpir nuestra conversación. ¿En- tiendes?

Casto Descuida.

Anita Calla; va está aquí, discreto.

ESCENA III

dichos y el CONDE de HOLSTEIN

CONDE (Separándose del grupo y acercándose á Anita muy

afectuoso.) ¡¡Anita!! (Se estrechan la mano.)

Anita (Fingiendo sorpresa.) ¡Conde!... ¿Usted aquíV

Conde Por mi fortuna.

Anita ¡Qué sorpresa tan agradable! ¡Quién iba

á imaginarlo! (Haciendo las presentaciones res- pectivas.) Casto: el señor conde de Holstein, uno de mis inolvidables amigos. Conde: el príncipe Casto, mi íntimo amigo.

CONDE ¡Príncipe! (Reverencia.)

Casto ¡Conde! (Saludo y se dan la mano.) Deseaba

vivamente conocerle. Anita me ha habla- do de usted con tan cariñosa insistencia, que tenía excitada mi curiosidad.

Conde .Príncipe!

CONDE (Aplaudiéndola ridiculamente.) ¡Bravo, Anita;

bravo! .Gallardo amigo!

Conde (¡Es celoso!) Anita no hace más que co-

rresponder á un afecto desinteresado y cordialísimo.

18

Casto ¡Oh!... ¡Bellas cualidades si son únicas!

para el afecto de un hombre galante, á una mujer hermosa.

Conde (¡Es un impertinente! (A Anita.) ¿Y hace

mucho que llegaron ustedes?

Anita Ayer mañana.

Conde ¿Y permanecerán mucho tiempo aquí?

Anita Ayer, pensábamos pasar una larga tem-

porada; hoy, he variado de opinión. Qui- zá nos marchemos en seguida.

Conde Pero eso es una crueldad para los amigos.

ANITA (Como deseando variar de conversación.) ¿Quié-

nes son esas señoras con las que usted conversaban

Conde ¡Excelentes amigas!... ¿Quieren ustedes co-

nocerlas?

Anita ¿Te parece, Casto?

Casto Con mucho gusto.

CONDE (Llamando y presentando á Luisa, Corina y Boby.)

Señoras: Anita Luque... el príncipe Casto...

Anita ¡Señoras!

Corina ¡Príncipe! (Saludos.)

Boby ¿Para mucho tiempo aquí?

ANITA (Mirando al conde.) ¡Quién sabe!

Casto Me gusta detenerme poco en los sitios.

Para las grandes ciudades son como flores esparcidas por la tierra; y yo, como errante mariposa me poso en ellas, libo y voló; digo, vuelo.

Luisa Pues creo que en la India han estado us-

tedes bastante tiempo.

Casto ¿En la India? ¡Ah! En la India, mucho; sí.

Esta, que tenía capricho de verme matar un tigre.

Boby ¿Y qué ciudad de la India le gusta á usted

más, príncipe?

Casto ¿Que qué ciudad de la India me gusta

más? ¡Oh, no me hable usted de la India! (Sin saber qué contestar.)

Luisa ¿Tiene usted malos recuerdos?

Casto ¡Oh, malísimos! La primera vez que fui,

me acompañó una mujer americana; una americana guapísima, pero gruesísima; era su defecto: casi obesa. Llegamos en Agosto... ¡y qué calor!... ¡qué asfixia!

1!)

BOBY

Casto

Luisa ¡Casto

Corina

Gasto

Conde Casto

AXITA

Casto

Corina Luisa

BOBY

¿Sudaría usted mucho? imagínese usted: ron aquel calor y con aquella americana tan gorda... jyo era un río!...

(Qué humorista!

La segunda vez que fui, ha sido hace poco, y ya sabrán ustedes... ¿Y es cierto todo Lo que se cuenta del due- lo de usted con el Manija? Sí; pero aquello no fué nada. Una cues- tión sportiva. Eramos los dos formidables tiradores de rifle; acudimos á un concur- so de tiro, él ganó" seis copas y yo gané ocho copas. El era muy envidioso, y como yo tenía dos copas de más, me molestó, yo le reté y terminado el lance, aquello no era Mar aja; aquello era un cedazo. ¿Entonces, el último duelo de usted no ha sido en la India?

No; mi último duelo fué hace ocho días, (pie herí gravemente al príncipe Galliardi, porque se permitió cierta broma con Anita. (Mirando intencionadamente al conde.) Una ligereza; ¡es tan impulsivo! (Mirando con asombro hacia el fondo y diciendo lo quesi£iie, moviéndose mucho y con rapidez.) ¡Oh, perdón! ¡Oh, es Monteleone! ¡Un paisano, un amigo que hace tiempo que no veo! Perdonad un momento, en seguida vuel- vo. jEh, Monteleone! ¡Monteleone! (Se aleja precipitadamente fondo izquierdaj ¡Oh, es originalísimo ese príncipe! ¡Qué hombre más sujestivo! ¡Qué gracejo!... ¡Qué movilidad! (Vuelven a formar su reunión.)

ESCENA IV

Dichos: menos CASTO

CONDE (A Anita, llevándola aparte discretamente hacia la

derecha.) Deseaba ardientemente que nos quedáramos solos.

Anita Yo lo temía, conde.

20

Conde Anita

Conde

Anita

Conde

Anita

Conde

Anita

Conde

Anita

Conde

Anita

Conde Anita

Conde Anita

¿Por qué?

¡Estoy inquieta! Ese hombre me cela bár- baramente y es tan peligroso... ¡Ah, si nos sorprendiera, temería por la vida de usted.

Qué me importa mi vida. A mí, sí.

(Apasionado.) ¡Anita! Sepárese usted, Adolfo, se lo ruego. ¡Anita de mi alma!

Le suplico que no vuelva á pensar en mí. Yo haré un esfuerzo supremo y no volve- ré á pensar en usted. ¡Oh, Anita! Pero ¿has pensado en al- guna vez?

No sé... no me lo pregunte. ¡Oh, qué felicidad! Si eso es cierto, fruya- mos; deja á ese hombre. Imposible, no puedo. (Cambia de mano el aba- nico de un modo visible.) ¿Le amas acaso?

¿AmarleV ¡No, Adolfo mío! No le amo. pero... pero... ¿Pero qué?

¡El príncipe! ¡Silencio, por Dios! (Se separan rápidamente; el conde, muy contrariado, se tira de las solapas del frac.)

ESCENA V

Dichos y CASTO por el fondo izquierda.

CASTO (Que llega rápidamente.) ¡Ah! ¡Oh! ¡¡Solos!! ¡¡Us-

tedes solos!! (Hace un gesto de duda y recelo, y se tira también de las solapas del frac.)

ANITA (Fingiendo turbación.) No; era que... sino que

como tú... yo creía que...

Casto Basta. Aunque te contraríe grandemente,

tenemos que alejarnos del conde. Lo sien- to mucho, pero... (Avanzando hacia él.) Con- de, una pregunta: ¿Es usted añicionado á las armas? (Con siniestra intención,)

Conde ¡Mucho!

Casto Invitaré á usted en breve á un asalto.

21

Conde Tendré un placer infinito.

Casto Hasta luego. (Coge del brazo a Anita y siguen

paseando.)

Conde (¡Este hombrees un oído! Pero ella dio

á entender claramente que me ama. ¿Qué me importa lo demásV ¡Ah, por mucho que la vigiles, será mía: l<» juro!) (Yase pri- mera izquierda.)

Casto (A Anita, avanzando al proscenio.) ¿He estado

bien?

Anita ¡Colosal! Hay momentos en que me das

miedo.

Casto ¿Y cómo va eso?

Anita Á las mil maravillas,. Está intrigadísimo.

(Pequeña pausa y confidencialmente.) Pero ¡dio

ra, Casto, óyelo bien: para el éxito com- pleto de mi plan, necesito de un favor. Un favor culminante. Un favor algo peli- groso, pero definitivo. Si te atreve-, la victoria es nuestra.

Casto ;Y qué es?

Anita Necesito que aquí, esta misma noche, des

un escándalo, que atraiga sobre nosotros la atención de todo el mundo.

Casto ¿Armar escándalo V ¡Mi especialidad!...

¿Quieres que deje algo á deber y verás qué bronca?

Anita ¡No, hombre; por Dios! Lo que necesito es

otra cosa unís seria; más grave; por ejem- plo: que le pegues una bofetada á cual- quiera de estos señores.

Casto (Aterrado.) ¡Canario!

Anita El que te sea más antipático.

Casto No; si precisamente me he estad»» fijando

y no he encontrado una persona que no sea cariñosísima y...

Anita Casto, no valen subterfugios. Tu misión

tenía estos peligros. No todo va á ser co- mer y fumar y regalarse. Necesito una bo- fetada... un duelo...

Casto Bueno, Anita, pero es que á siempre

me lia dolido pegarle á un infeliz.

Anita No seas compasivo.

Casto Si digo que siempre me ha dolido, por las

bofetadas (pie me han dado después.

22

Anita Mira, Casto: el asunto es que yo necesito

que un hecho real confirme á ios ojos del conde tu reputación de valiente y de celo- so. Esto me da á un atractivo enorme. Casto, no vaciles; son muchos millones. Es precisa esa bofetada. No olvides tus doce mil duros.

Casto ¡Ah, sí! ¡Calla, calla! ¡Doce mil duros!... No

me recuerdes eso, porque le pego al go- bernador. Busca el carrillo que más te guste.

Anita Elígelo tú. Yo me alejo con esas señoras.

Espera á que termine este baile: «El wals de las sombrillas*, que va á cantar la Troupe de Tzínganes, y luego...

Casto Descuida. En cuanto termine el wals, el

saco de Boma va á ser un pequeño talego comparado con la hecatombe que voy á producir. (Se separan; Anita, con Luisa, Corina y Boby, se alejan fondo derecha; Casto, se une á un grupo del fondo.)

ESCENA VI

Coro general: La Troupe de Tzínganes, compuesta por cuatro pare- jas, trajes á capricho de jardineros; ellas con sombrillas del mis- mo color. Ei director de la Troupe, de frac encarnado. Salen pri- mera izquierda. El director queda junto á la lateral. Luego avanza Casto. La concurrencia atiende al número.

Este número se pondrá á gusto de los señores directores, pero teniendo en cuenta que ha de ser por parejas, que haya igualdad en todos los movimimientos y que cada vez que tengan que darse un beso, se cubren las caras con las sombrillas abiertas, y las cierran inmediatamente.

Música

Ellos Nenita

bonita, contigo á tus jardines una flor iré á cortar hablan dote. ¡Ay, de mi amor, de mi amor, de mi amor! Ellas Si viene

mi nene conmigo á mis jardines, ¡qué placer!

23

Tonos

Ellos Ellas Ellos

Ellas Ellos

Casto

Director

Casto Director

mirándome en tus ojos,

más feliz que nunca voy a >vw

Vamos, pues, dulce amor,

á cortar esa flor,

que placeres sin ftn

qos brinda tu jardín.

Y ahora dulce ilusión

tu sombrilla abre ya

v así el sol en tu rostro no dará.

(Abren ellas las sombrillas.) Dame un beso de amor, que un beso aquí será,

alma mía, morir

de feüci... (Se cubren las caras con la som- brilla y suena detrás un beso. Volviendo a descu- brirse.) clllcL

(Durante varios compases, evolucionan por pare- jas, y ellas se sientan en sillas que colocan ellos, y cierran las sombrillas.)

;Mi bien! ¡Mi amor! Otro beso de amól- dame por fa...

(El mismo juego de antes.) vor. [Mi nena! jMi nene' ,

¿Me quieres como yo te quiero a m

ik<\ me quieres? ¡Dímelo!

*

(Van iniciando el mutis por donde salieron. Ln q momento indicado en la partitura, abren la somb n- lla y figuran darse otros dos besos y hacen mutis con los últimos compases. El público del salón

aplaude.)

i ! nblailo

(Avanzando.) ¡Bravo, señor director! |Bra- risX"¡Son ustedes unos verdaderos ár- cela gustado á.vi.B. cómo ha.cantad o

KfiSSStloh. ?uo muy bien.

Reconocidísimos á V. E., príncipe. (Se ale,a primera izquierda.)

!24

ESCENA VII

Dichos menos la troupe y el director. Un pollo, primera derecha. MISTER YELIN, primera derecha. El CONDE de HOLSTEIN y FEDERICO, fondo izquierda. ANITA, LUISA, CORINA BOBY, fondo derecha.

Casto Bueno; ha llegado el momento de sumi-

nistrar la chuleta consabida. Vamos á la bronca. Y que esta bronca también es Tzínguna, como la trupe esa. !Y á quién le atizo yo la bofetada, Dios mío! ¡Tienen todos unas caras tan agradables! (Fijando hacia el interior del fondo derecha.) ¡Anda'... ¡Y Anita haciéndome señas para que la en- dilgue cuanto antes! (Como hablando con ella.) ¡Vpy, voy! ¡No creas que es fácil poner- le á uno el carrillo como un tomate! rSale un pollo y se une á un grupo de la izquierda.) ¡Hom- bre! (Fijándose.) ¡A propósito de tomate: este pollo no me disgusta! Parece tierno, apacible, inofensivo.... (Digiéndose á Anita.) Ya tengo escogido un pollo. (Para sí.) Aho- ra, que lo que me convendría mucho es que este pollo fuese pollo y gallina al mismo tiempo. (Viendo aparecer áMister Yelín» que se une al grupo de la izquierda.) ¡Canario- ¡Tampoco es despreciable este señor para!.... (Acción de pegar.) ¡Qué mofletes! ,Tiene una cara que invita á la chuleta! .Tendrá mal genio, Dios mío? Esto me puede producir una catástrofe, pero ¿y los doce mil duros? Decididamente, este es mi víctima. ¿Y qué pretexto pongo para atizarle? ¡Nada: que me ponga la cara á tiro, se la arreo y sea lo que Dios quiera!

Valor. (Mister Yelin se despide del grupo y pasa á la derecha á coger una silla; Casto le llama la atención, dándole un golpecito en el hombro.) Esta silla es mía.

YelÍN ;.Qué? (Sin alargar la cara.)

Casto (¡Es sordo!) (Más fuerte.) Que esta silla

es mía.

Yelíx ¡Oh, mil perdones! Cogeré otra. (Va hacia

la izquierda y el mismo juego.)

25

Casto

Ykián

Casto

Casto Yki.ín

Y ki -in- casto Yelbs

Casto

Yelín

Todos

Unos

Otros

Casto

Conde

Yeiín

Casto

Anita

Ykitn

Tambiéo es mía. . .nunén-

;o1k cuánto siento molestarle! pispen

ífpues no se enfada!) (Vuelve Velin hacíala uriu u , pjh- mi momento!

derecha v el mismo juego.) l^n, ;E> de usted también* Muy fuerte; ios de «cena empiezan * W£f£ ^Sirp^^AbXe dicen tapertinenTas: Usted no tiene educaaón,

Repórtese, que hay gente, y usted, por Lo StoS,, me quiere poner la caía colorada. Como nn tomate.

«KenCyí^crca«%ao aunca!)¡Só grosero! (Le da una bofetada te-

b El inglés se tambalea. Se arma un escándalo "patoso L mujeres gritan, lo, hombres acude á seoararlos, formando dos grupos: Casto a la z auier a con Federico y el Conde, que salen en es. momento, como igualmente Luisa Corma , Bob quedan á la derecha; en e, centro Anda y a I aere cha, Yelin. sujeto por varios abaneros el res o rodean los grupos; -os criados refrán todas las sillas.) . , , ,

Oh, cobarde, miserable»

¿Qu<M>^a ¿Qu<M,a sld° •Príncipe!

ÍEs'un canalla! ¡un impertinente!

foTc^art?.:KmfseSrSie!

p'rtto'p^casligarle^q^^ba

mirando impertinentemente ,a Asa*, J « preciso que todo el mundo lo sepa, meo

lecciones con esta mmer, no las tolero.

Es0 ''*•, .,, -olí ané hombre, qué

(Fingiendo llorar.) |Ou p

loco! . ^oii soltadme!

(S Uandose de ios .ue.e su. a„0 ,0b. SO fe STSSiftí!. de un brazo .o«raea, pros-

26

cenio y le dice casi confidencialmente. Casto de- muestra cierto temor, á pesar de fingir tranquilidad y valentía.) No puedo batirme.

CASTO (Aparte con gran valentía.) (¡Hombre!)

Yelín Soy de la liga antiduelista.

Casto (¡Qué bien!)

Yelín Pero mañana, en duelo secreto, morirá

usted.

CASTO (Con cara de espanto.) (¡Canario!)

Yelín De donde menos se piense , de dentro de

un armario, de detrás de un árbol, de de- bajo de una cama, saldré á vengar este ultraje. Gut nait. (Saluda y se retira primera de- recha.)

CASTO (¡Caracoles!) (Reponiéndose envalentonado y

queriendo seguirle; algunos se interponen.; ¿Y á qué? Lo que hizo mi mano, lo confirmará mi espada.

Corina ¡ Príncipe, yo creo que ha procedido usted

ligeramente!

CASTO (Acercándose al prupo que forman en la izquierda.)

¿Ligeramente y he estado media hora es- cogien... digo, aguantándolo? ¡Oh, no; yo no podía tolerarlo. (Siguen hablando en voz baja.)

CONDE (A la derecha y aparte con Anita.) ¿De modo

que accedes?

Anita Sí; te avisaré una noche, muy pronto. Yo

dejaré una ventana abierta. Te guiarán las notas de un wals. Xo puedo resistir más á ese bárbaro. Estoy dispuesta á todo.

Conde ¡Oh, gracias; gracias, Anita!

Anita Ten cuidado, que tu vida peligrará.

Conde Nada temo, ¡todo por tu amor! (Se separan.)

Casto (En voz alta y riendo.) Pero yo soy así; ya tan

alegre. ¡Reine la alegría! ¡Corra á torren- tes el champagne! Hoy un carrillo colo- rado, mañana un inglés fenecido, amo- ríos, duelos, escándalos... ¿Qué es la vida sin estos pequeños accidentes? ¡Una ño- ñez! Anita, riamos. Señores, bebamos; bebamos y cantemos; cantemos un himno al amor.

TODOS - Sí, sí. (Forman diferentes parejas.)

j!<

Música

Tonos Si es el amor

de los placeres el mayor,

amar siempre debe ser

la locura ael placer.

Yo quiero amar

un cüa y otro sin cesar

y el amor no interrumpir;

siempre amando hasta morir

Amta Vivamos para el amor;

pensemos sólo en querer. A gozar, á gozar de ese inmenso placer, que hace al alma estremecer. Y en noches de frenesí jurándose eterno amor, entre «quiéreme á , y entre besos de pasión, goza alegre el corazón.

Todos Vivamos para el amor;

pensemos sólo en querer. A gozar, á gozar, etc., etc. (Mucha animación y alegría.)

TELÓN DE CUADRO

INTERMEDIO MUSICAL.— MUTACIÓN

CUADRO CUARTO

DECORACIÓN

Gabinete elegante de una villa francesa. Al foro centro, una ven- tana amplia practicable que da a un jardín iluminado por la luna. Una puerta practicable á cada lado de la habitación. Fondo derecha, piano adornado con tapete, centro con flores y bibelols. Fondo iz- quierda, un secreter con cajones y sobre él descansa un timbre de pera que, al oprimirlo, suena dentro. Delante de cada puerta, una mesa forma apaisada; sobre la de la izquierda, lámpara eléctrica de pie. estilo imperio; una botella de Benedictine y copitas; a la dere- cha de la mesa una chaisse-longue, con la cabecera hacia el foro y un poco escorzada; á la izquierda, una butaca. Sobre la mesa de la derecha, jarra de cristal con agua, copas y otra lámpara eléctrica, que haga pendant; ambas encendidas. A la derecha de esta mesa- otra butaca y á la izquierda una silla volante. Sillería elegante estilo Renacimiento. Al empezar el cuadro las puertas están cerradas y la ventana entreabierta. Es de noche.

ESCENA PRIMERA

ANITA y CASTO, trajes de casa. Luego por la izquierda una DON- CELLA

(Al levantarse el telón, aparecen sentados: Casto, de espaldas á la puerta de la izquierda, y Anita, frente á él.)

Casto (Con energía.) Te he dicho ({lie me marcho

y me marcho.

Aníta Vamos, hombre, no digas tonterías.

Casto Te he dicho que me marcho y me mar-

cho, Anita; no lo dudes.

Anita ¡Pero Casto, por Dios! ¿No comprendes

que tu miedo es ridículo y pueril?

Casto ¿Pueril? ¡Si yo me hubiese figurado las

agallas que tiene ese inglés, de dónde le

29

Anita Casto

Doncella

Casto

Doncella

ÁXITA

Casto

AXJTA

Casto Anita

pego yo la bofetada qué le pegué! Desde aquel día no vivo. Tengo el presentimien- to de que voy á morir á manos de ese bárbaro. Mira: nunca me había dado mie- do dormir solo; pues ahora, que te diga la doncella... que tu\<> que avisar al porte- ro la otea noche, para que subiese á ha- cerme compañía. ¡Y lo Confiesas! ¡Oh! (Gesto de desprecio.)

Es que caiando me acuerdo que dijo que de dentro de un armario; de debajo de

una cama, que de cualquier lado saldría para matarme, estoy en cas;i que ya ves que puedo estar tranquilo y me parece (pie se va abrir una puerta y... (Se abre la puerta de la izquierda y da un salto, poniéndose tembloroso.) ¡Aaaah!

(Apareciendo con el servicio que indica y deja so- bre el velador de la izquierda.) Venía á traer á la señora su refresco de naranjada para antes de acostarse. (Anita se levanta riendo.) (Tartamudeando del susto.) OÍ... OÍ:., oiga us- ted, ni... ni... niña: otra vez pre... pre... pregunte usted si se... si se puede entrar, caramba; que me he... que me he... me he figurado que... [Caramba! Dispensen los señores. (Vase.) «Riendo.) ¡Ja, ja, ja! ¡qué miedo tienes! ¡An! ¿Te burlas? Inicuo, pues búrlate, pero un servidor sale para Madrid en el rápido de la- cinco de la mañana. Pero Casto, por Dios! ¡Reflexiona! ¡Mar- charte ahora, en el preciso momento en pie nuestro plan llega su punto culmi- nante! [Sería insensato! Pero, ¿y viniera el inglés? No temas, Casto. Piensa (pie nuestra for- tuna va resolverse dentro de unos ins- tituto, >i sale bien nuestro plan. Ya sabes (pie he citado al conde para esta misma noche Voy á decirle, según liemos conve- nido, (pie me sorprendiste escribiéndole una carta, (pie quieres matarnos, que es preciso que huyamos de tn lado y que para ello es necesario que yo te un

30

Casto

Anita

Casto Anita

Casto Anita

Casto Anita

narcótico. Por mi parte, lo dispondré todo de manera que la comedia parezca reali- dad; y en cuanto el conde te vea narcoti- zado, nosotros, aprovechando tu sueño, huímos y quedas libre. Muy bien, esperaré esta noche. Y respec- to á cómo voy á representar mi papel de amante celoso y narcotizado, quedarás plenamente satisfecha. Pero, oye, ¿y mis doce mil duros?

Descuida; no quedarás sin ellos. Calla. (Quedan atentos.) ¿Qué es?

Parece que en el jardín... (Se acerca á la ventana con cuidado.) ¡Sí!... ¡él es! (Acercándose también.) ¡El! ¡no hay duda! (A Casto.) Vete. Ten valor.

Por Dios, Casto; á ver cómo te portas. Vete. (Vase Casto por la derecha y cierra. Anita se sienta á tocar el piano.)

ESCENA II

ANITA. El CONDE

31 ú sica

(A su tiempo, aparece el CONDE por la ventana (traje de ameri- cana) entra, se cerciora que está sola y va poco á poco á su lado. ANITA deja de tocar y se levanta.)

Conde

Anita

Conde

Al fin puedo,

mi Anita adorada,

lograr que estés cerca;

muy cerca de mí.

Al fin puedo mirarme

en tus ojos así.

¡Lo que tanto soñé!

¡Lo que nunca creí!

Yo también,

alma mía, soñaba

y nunca mis sueños

creí realizar.

¿Tú soñabas conmigo?

81

ANITA

Contigo también v moría de felicidad.

Conde

Anita

Conde Anita

Conde

Anita

Conde

Anita

Conde

Los DOS Conde

Los DOS

Soñaba que amarte sería un consuelo.

¡Mi cíelo! Soñaba en tus brazos caer aturdida.

¡Mi vida! Y al fin yo soñaba lograr la victoria.

¡Mi «loria! Dudando mi anhelo alcanzar, ¡sólo mi bien soñar.

¡Vida mía! Si eres muy feliz nada me importa ya; nuestro sueño de amor hoy es realidad. En tu amor, dulce bien, que es mi placer mayor, sólo quiero pensar en tu amor. También yo soñaba y fué mi consuelo.

¡Mi cielo! Que al fin en mis brazos me amabas vencida.

¡Mi vida! También estos sueño- creía ilusión y goza al saber mi pasión

mi corazón. 'Se separan como si oyesen un ruido; el Conde va hacia la ventana. Anita mira por todos los lados, uniéndose en e! centro para terminar ei número abrazados.)

; ¡Mi amor!!

Conde

Anita

Hablado

Pero díme, amor mío para esa inquietud?

¿qué te sucede

Ñ<», no; todo es inútil. Quería ocultárselo, pero á qué luchar uní-. Sí, Adolfo; -í; es preciso que nos separemos para siempre.

32

Conde ¡Anita! ¿Qué dices?

Anita ¡El príncipe lo sabe todo!

CONDE (Aterrado.) ¡Todo!

Anita ¡Me sorprendió escribiéndote una carta;

su mano bárbara castigó mi mejilla! ¡¡Ahí! (Llorosa.)

CONDE (Indignado.) ¡Olí, cobarde!...

Anita Huye, vete; déjame aquí sola. Déjame

morir por tu amor. Es mi sino; ¿quizá mi redención... ¡Déjame!

Conde ¿Dejarte yo? ¡Jamás!

Anita Sí, Adolfo; sí.

Conde ;Mórir tú? Morir, tal vez; pero en mis

brazos, de felicidad y amor y juntos, siem- pre juntos.

Anita Sí; siempre juntos.

Conde Aquí ó lejos de aquí; pero sin separar-:

nos más.

Anita Lejos, lejos de aquí; lejos de ese hombre,

que es la amenaza, que es la muerte. Llé- vame, sí! ¡Olí!, ;si pudiéramos huir?...

Conde ¿Y por qué no? ¡Ahora, ahora mismo!

Anita ¡Oh!, pero ¿y si nos acecha y nos aniquila?

Conde No importa.

Anita ¡Calla!... ¡No conoces á ese tigre! (Pensati-

va v como tomando una resolución heroica.) ,Oh, sí!

Conde ;.Qué piensas?

Anita Sí; estoy resuelta. (Con firmeza.) ¡Huiremos

sin peligro!

Conde ¿Cómo?

Anita ¡Estoy aterrada! ¡Mira cómo tiemblo! Pero

es preciso, es necesario; le daré un... (Se detiene como acobardada.)

Conde (Aterrado.) Anita... ¿qué ibas á decir?

Anita ¡Un... un narcótico!

Conde Sin embargo, eso es algo infame y cobar-

de, que yo...

Anita No hay remedio.

Conde No, eso no; jamás.

ANITA (Sacando del secreter un pomo fingiendo echar unas

gotas en la copa de la naranjada.) Sí; aquí, en el refresco. (El Conde trata .de evitarlo.) Es pre- ciso; tu vida, nuestro amor.

Conde No, eso no; nunca. (Se oye toser á Casto.

33

AxiTA ( Aterrada. ¡¡El!!

Conde ¡Demonio!

Anita Aquí, ocúltate aquí.

Conde Esto es una cobardía, pero por tí...

Anita ¡Calla!... ¡Pronto!... ¡Silencio! (Lo oculta en

la puerta izquierda.)

ESCENA 111

ANITA y CASTO por la derecha

CÍASTO (Con acento trágico,) ¡Oh!... ¡Un aliento de

traición y de muerte flota en el aire!

Anita (Con voz dulce.) ¡Casto!

Casto ¡Calla, miserable! ¡Oh, qué horror! ¡Ud in-

cendio que lo abrasará todo, me devora! ¡Me ahogo! (Haciendo que se fija en el refresco.) ¡Tengo sed! ¡¡Oh!! (Bebe.) ¡Qué delicia! (Sentándose en la chaisse-longue.) ¡Me siento otro!

Anita ¡Casto!

Casto ¡Silencio! No quiero oirte más. ¡Oh, qué

diferencia de los Castos de ahora á aque- llos otros Castos que sonaban en mis oídos como los gorgeos dulcísimos de un canario flauta. (De pronto y con terror.) ¡¡Oh!!... Pero, ¿qué languidez me invade? [Parece que la luz me falta! (Mira al aparato de la luz.) ¡Esa bombilla... esa bombilla está cansa- da!... ¡Yo estoy rendido!... ¿Qué es esto?... ¡Siento un frío mortal! ¿Qué me sucede? ¡Ah! ¡todo cruza vertiginosamen- te por mi imaginación: su infancia, su amor, mis celos, las íiestás, los bailes!... ¡Oh, sí... ¡Ya! (Queda tendido en la chaise-lon- gue fingiéndose narcotizado. Con los movimientos.. se le cae al suelo un cigarro puro que lleva en el bolsillo de la americana.)

Anita ¡Casto! (Se separa de él y se acerca á la habitación

donde se oculta el conde.)

Casto (Aparte.) (¡Atiza! ¡Se me lia caído el caran-

cho y me lo van á pisar!)

34

ESCENA IV

dichos: El CONDE

CONDE (Saliendo.) ¿Dormido?

Anita ¡ Gracias á D i i > s !

Conde Huyamos.

Anita Voy por las alhajas y á ponerme un

abrigo.

Conde ¡Pronto, estoy nervioso ( Vase Anita por la

derecha.) ¡Al fin, mía! ¡Y á despecho de este bárbaro! ¡Oh, qué ventura! (Va pasando ha- cia la derecha.)

CASTO (¡Me lo pisa!) (Da un gran suspiro; el conde se

aparta rápidamente.) ¡Aaah!

Conde ¡Me asusté!... Estoy sobrecogido, nervio-

so...

ANITA (Volviendo á salir con abrigo y un saco de mano.)

¡Pronto; por aquí!

CONDE Vamos. (Se dirigen hacia la izquierda.)

ESCENA V

Dichos. MISTER YEL1N, por la izquierda. Traje de americana

Yelín (Apariciendo.) Buenas noches.

ANITA (Retrocediendo asustada.) ¡Jesús!

Conde ¿Usted aquí?

CASTO (Haciendo esfuerzos para mirar.) (¿Quién será?)

Anita Pero ¿á estas horas?...

Yelín (Sin avanzar de la puerta.) Perdonen mi in-

oportunidad; necesito ver al príncipe.

Casto (Aterrado.) (¡El inglés!... ¡¡Horror!!...)

Anita Pero ver al príncipe á estas horas, no me

explico...

Yelín Señora, excúseme; asuntos de honor, no

tienen hora.

Conde Mister, usted dispense; íbamos á salir...

Casto (¡Que me echen un capote, Dios mío!)

Anita El príncipe es morfomaníaco, se dio una

inyección exagerada y está ahí dormido.

Yelín Aguardaré que despierte; no tengo prisa.

;$5

Anita (Decidiéndose.) [Pronto, Adolfo!

Conde Vamos. (Vánse.)

YeLÍN Felicidad. (i£n la misma puerta señalando á los

que huyen.) Un idilio que empieza. (Ciérrala puerta.) Una tragedia que acaba. Los con- trastes de la vida. [Oh, eterna ironía! (Deja el sombrero y avanza al centro de la escena, miran- do á Casto.) ¡Oh, qué dulce sueño!... Ya des- pertará. (Cogiendo la silla de la izquierda del ve- lador de la derecha y dando un golpe con ella en el suelo.) Hoy lo mato. (Se sienta; un poco escor- zada la figura para dar la espalda á Casto.)

Casto (¡Requiescat-in-pacel Tiene- para mes y

medio.)

ESCENA Vi

CASTO. MiSTER YELIN

Yelín

Casto

Yelín

Casto Yelín

Casto

Yelín

Casto Yelín

Casto Yelín

Casto

Lo prepararé todo.

(Esforzándose por mirar.) (¿Qué irá á hacer? Estoy horrorizado.)

(Sacando dos pistolas de dos cañones y cápsulas y dejándolas sobre el velador.) Las pistolas. (¡Atiza!)

Las cargaré. (Carga la primera y vuelve á de- jarla.)

(¡Pero para cuándo son los fenómeno- seísmicos! ¡Dios mío, un terremoto! (Al rui- do de preparar la segunda pistola, Casto se estre- mece.)

¡Me, pareció que se estremecía! (Se levanta y va hacia él cautelosamente con la pistola en la ma- no.) Si tarda en despertar de este sueno, pasará al sueño eterno. (Nuevo estremecimiento.) ¡Aaaah! (Que ha ido á dejar la pistola.) [Caramba! (Mirán- dole de nuevo.) ¡Se agita! (Tocándole la frente.) ¡Está yerto! ¡A ver el corazón! (Le ausculta.) ( De qué buena gana le mordía!) ¡Está temblando bárbaramente] (Pasea co- mo meditando.)

(Mientras está de espaldas Yelin.) (Pero qué querrá este asesino: ¿Que me ponga á to-

36

Yelín

Casto Yelín Casto

Yelín

Casto

Yelín

Casto

Yelín Casto Yelín Casto

car la bandurria?) (Marca dicho movimiento y postura, y al volverse Yelín queda inmóvil en la misma posición.)

Si yo pudiera reaccionarlo salpicándole con un poco de agua. Probaré. (Coge una copa, le coloca los brazos en su posición natural, se moja él los dedos en el agua y le espurrea la cara.) ;Aaah! ¡Aaaah! (Estremeciéndose.) Pronto despertará. (Deja- la copa.) ((Si yo pudiera pedir socorro de un modo astuto! Pero, ¿cómo?)

(Vuelve á sentarse, saca una cartera, arranca de ella una hoja y con una pluma stilográfica se pone á es- cribir.) Escribiré mi declaración á la poli- cía, por si soy yo el que muere. (;Ah! ¡Creo que me he salvado! Como es algo sordo, no oirá.) (Se encarama por la chaisse-longue hasta llegar con las manos al secre- ter y oprime el pulsador del timbre, que suena den- tro, volviendo a echarse como estaba antes.) (Por lo que escribe.) Me parece que esto está claro. (Lo lee en voz baja.)

(Con voz apagada, como de persona que sueña ó de- lira.) ¡Anita! ¡Infames! (Volviéndose hacia él.) ¡Habla! ¡Vuestra traición! ¡Mi honor! ¡Este hombre delira! ¿Qué dice? ¡El conde se la lleva!

ESCENA Vil

Dichos: Una DONCELLA, por la izquierda, con una bandeja y so- bre ella una copa con leche y un platillo con bizcochos.

Doncella (Abriendo la puerta y casi sin avanzar.) ¿Llama- ban los señores?

Casto (Siempre delirando.) ¡Quiero irme!

Yelín (Extrañado.) ¡No ha llamado nadie! ¿Por qué

viene usted?

Doncella Porque ha sonado el timbre.

YELÍN ¡El timbre! (Mira á Casto y pone cara de sor-

presa.) No puede ser.

Casto ¡Pegarle fuego al hotel!

Doncella Pues yo aseguraría que...

Casto

Yelín

Doncella

Casto Yelín Casto Doncella

Cast< >

Yelín

Casto

Doncella

Casto

Yelín

Casto Yelín Casto

Yelín

:i usted que oo lia llamad.»

Que venga la policía! (La doncella mira de

cuando en cuando a Casto, extrañada de lo que esta

pasando.)

Le he dicho

nadie.

^Pues qué dice el señor?

8S&3SU- el sueño de lamosa Revenga la policía! iEl conde se la Ueva!

Además yo venía á traer al señor los

bizcochos y la leche que toma todas las

noches.

¡Se la lleva!

Pues llévesela usted.

¡Que n.> se la lleve! ¡Quemar el liotel!

En fin! perdone el señor. (Vase y cierra.)

(Desesperado) ¡Jacoba! (¡No me ha entendi-

(doesTmibécU! ¡Estoy perdidol)¡Jacobal...

SIS-JS) Declaro ; ua<Ue „,.•

causó la muerte que voluntariamente he buTcado. Cuando mi cadáver se encuen- tre... (Interrumpe la lectura como para aceutua.

(Tome decido; me juego el todo por el

todo.) (Se levanta.) . ,*,..,. ,.,,

(Siguiendo) cuando mi cadaveí se en- cuentre mi este gabinete

(Que ha ido avanzando cautelosamente, coge una de las pistolas y dispara al aire, pero cerca de la ca- beza del Inglés, que cae al suelo del susto mientras

el, veloz como un rayo, se tira de un salto por la ventana al jardín, sin dejar degritan) ¡ rHiegO .. .. Ladrónos!... [Fuego!... ¡Socorro.... '(Levantándose rápidamente y cogiéndola otrapis- íol2)¡Ah,n^m-al^'M;:m-al» .Cornendo a la ventana y apuntando.) ,><> < ' .'. ..

;I)ónde! (Todo este final rapidísimo. Música en la

orquesta,

MUTACIÓN

CUADRO QUINTO

Telón corto de jardín. Es de noche.

ESCENA PRIMERA

CASTO y KOC

CASTO sale aterrado, huyendo, con la ropa descompuesta y sucio de tierra. Viene agarrado al negro. Salen por la izquierda.

Koc ¡Pero mi amo!... ¡Pero señó!

Casto ¡No te apartes, no te apartes, por tu salud,

que me encañona! ¿Está en la ventana?

KOC (Mirando hacia la izquierda.) Allí se ve la si-

lueta.

Casto Pues no te apartes, Koc. Arrímate, ven,

que me obscureces.

Koc Pero, ¿y si dispara y me á mí?

Casto Estamos en la sombra y no creo que por

mucho que afine la puntería pueda ha- certe blanco. ¡Ay, Koc de mi vida, dame tu calor!... ¡Ay, Koc, qué cisco se ha ar- mado!

Koc ¿Pegarle á mi amo? Si yo lo sé, me en-

siendo y le caliento. (Acción de pegar.)

Casto Por Dios, Koc, no te atufes; cálmate. ¡Ay,

si yo lo hubiera sabido! ¡Y yo que creí que el papel de príncipe era para gozar nada más! Pero, claro: esto me ha pasado á mí, por ser príncipe al carbono: Prínci- pe ful, vamos. ¡Era mucho mejor lo que yo era!

Koc ;Y qué era usted?

Casto Sin vergüenza; pero de los legítimos.

Koc .Y qué habrá sido de la señorita? ¿Qué

hará?

Casto

Koc Casto

Koc

Casto

Koc

39

¡Qué se yo! Se ha fugado hace media hora, con <iU(1 calcula cómo to voy a saber.

¿Y qué va usté á haser? Pues buscarla; porque ¿cómo volvemos á España sin un céntimo? Ese animal de inglés me tía obligado á salir de casa con una precipitación, que no ue podido co- ger nada para... empeñarlo. ¿Y qué hasémosV

Pues Lo mejor... ¡Ah! (Mira con fijeza por la iz- quierda.) iOhJüEl inglés!!... ¡Corre, Koc! ¡El inglés!... [Me ensiendet... ¡me ensiende!

(Salen huyendo por la derecha.

ESCENA II

MISTER YELÍN Música

(Sale por la izquierda, marcando pasos largos y rítmicos, con la pis- tola en la mano, buscando á Casto por todas partes.)

Recitado

YeiÍN Lo lograste, caro príncipe,

huir por esta vez; te escapas de mis uñas; tus pasos seguiré. Ocúltate en América, ocúltate en Japón, ó vete á la Siberia, ó vete á Wagsintón. Me importa tres cominos donde te escondas tú. En donde yo te trinque, no dices ni Jesús. (Vase por la derecha igual que salió. Sigue la música.)

MUTACIÓN

CUADRO SEXTO

Plazoleta en un Boulevard de una ciudad francesa. A cada lado, en segundo término, un Bar. Mesas en la calle. Es de día.

ESCENA PRIMERA

(Al levantarse el telón, aparecen las mesas llenas de gente. (Coro general.) (Toilettes para calle en verano.) Una orquesta de Tzín- ganes, colocada en el fondo derecha, pegados al Bar, ameniza la reunión tocando un vals ante la concurrencia. Varios camareros sirven.

Sigue la música

Coro Oir el ritmo

de un wals vienes,

¡qué gusto da,

qué hermoso es!

¡Es la suprema

felicidad!

¡Qué placidez!

¡Qué sensación

de voluptuosidad! (Todos acompañan á los músicos silbando el vals.) (Terminado el número, todos quedan en sus sitios hasta el final de la obra.)

ESCENA II

ANITA, AMIGA 1.a, AMIGA 2.a, CARACUL y AMIGO 1.°, por el fondo derecha. (Ellas, trajes elegantes de calle.)

Hablado

CARACUL (Que es un tipo de ridicula elegancia, sale con un

ramo en la mano, monóculo, flor en el ojal, boti- nes, etc.) ¡Oh, Anita, cuánto te amo! Estas

41

flores, al perfumar tu seno, te dirán que sólo ansio... ansio...

Axita ¡Ay, mi querido Caracul: si no fueras tan

imbécil, con qué gusto soportaría lo cursi que eres!

Caracul emendo con risa estúpida.) ¡Oh, estás despe- chada porque lias mirado ú Mil»'. Jor- gette! Anita, no tengas celos; mi amor »is frivolo, pero en su frivolidad, Sólo á perfuma. Y á propósito: toma estas flores, (fue deseo que te aromen, que te embal- samen...

Anita ¡Ay, ¿por <jm'' no te embalsamarán á tí,

rico mío?

Caracul ¡Oh, eres etérea, etérea! Y ahora, espéra- me aquí un momento, que vamos ú encar- gar un gabinete. No safras; mi ausencia durará un minuto.

Axita Oye, cielo: si quieres, tarda, que no me

intranquilizaré. Tarda, tarda. (Vanse Caracul y el amigo al interior del Bar de la derecha.)

ESCENA 111 dichos: menos CARACUL y AMIGO

Amigo 1." Pero ¿de dónde lias sacado este tipo tan ridículo:'

Anita De mi fatalidad.

Amigo 2.° ;Y quién esV

Anita _ ¡Qué se yo! Uno; uno de esos imbéciles

que hay que aguantar para ir viviendo. ¡Y todavía hay quien la llama alegre á esta vida nuestra)

Amigo 1.° Pero, ¿y aquel príncipe multimillonario que te acompañaba?

Axita ¿Aquel principe? ¡PobreCasto! Le traicio-

né huyendo de su lado con el conde de Holstein.

Amigo 2." ;Y qué has hecho del conde?

Axita ¡Oh, uo me habléis del conde! Cegada por

-n fortuna huí con él y pasamos ocho días deliciosos en un rincón de Holanda, transcurridos los cuales, el conde... ¡ay

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huyó, encargándome en una carta que pa- gara el hotel y que le perdonara su con- ducta y el par de pendientes que se lle- vaba para poder seguir el viaje.

Amigo 1.° Entonces, su fortuna...

Anita Su fortuna fué que no le cogieran los gen-

darmes, si no á estas horas está en la cár- cel. Era un fullero.

Amigo 2.ü ¡Fatal desenlace!

Anita El fracaso de mi vida. (¡Pobre Casto!...

¿Qué habrá sido de él? ¡Quifcá haya muer- to á manos del inglés!... El, muerto; yo, con Caracul... ¡El es más dichoso! ¡Triste final de mi aventura!)

ESCENA IV

Dichos. AMIGO 1.° del Bar

Amigo 1.° (A Anita.) De parte del buen Caracul, que

paséis, que ya está todo dispuesto. Anita Vamos allá. (Entran los cuatro en el Bar.)

Coxcur. (De los de las mesas.) ¡Oh; silencio, silencio! ¡Los piamonteses vienen!

ESCENA V

Coro general (en escena). Una PIAMONTESA, un PIAMONTES- Cuatro piamontesas y cuatro piamonteses. Baile ó coro; todos mujeres. Salen fondo derecha y bailan y acompañan cuando con- venga, á gusto del director, con golpes de pandereta.

Música

Los dos Un póbero soldatto

de centinela una noche glacial al pasar yo le vi y qué pena sentí. El póbero soplaba yerto de frío y me daba terror ver al hombre soplar

43

Coro Los DOS

Coro

sin entrar en calor. ;Ay, póbero soldatto! ¡Ay, póbero mío! ¡Estar de centinela

con este frío!

•Ay, póbero!

¡Ay, póbero! Centinela, centinela: abrígate que hace un frío que peta y en la garita se cue... ¡ay, que se cuela! (Bailan.) Centinela, centinela,

etc., etc. Pensando en su fanciulla gratsiosa é bella el soldatto estará, y al pensar en su amor pensará con calor y el frío de la norte, sicuramente, inclemente <cnv, pero si él piensa así, menos frío tendía. ;Ay, piensa en tu faneiulla, ¡Ay, póbero mío, que siento pena al verte con este frío! ¡Ay, póbero! ¡Ay, póbero! Centinela, centinela, etc., etc. (Bailan.) Centinela, centinela,

etc., etc. (Bailan todos.;

ll»l»l:t<to

PlAMoNT. (En un velador, mientras los demás piden por los otros.) ¡Oh, signorina, una lira per le pobe- riño piamontese! (Bis en la orquesta y vanse bailando por la primera izquierda.)

- 44

ESCENA VI

Coro general (en escena). CASTO y Mister YEL1N, por el fondo de- recha. Un CAMARERO.

Hablado

Salen juntos; el inglés lleva á Casto cogido fuertemente, pasando el brazo derecho por entre el izquierdo, en forma de gancho. Así ha- rán esta escena y las siguientes, hasta que se indique en el diálogo. Casto sale riendo con risa fingida.

Casto

Yelíx

Casto

Yelíx Casto

Yelíx

Camarero Casto Yelíx Casto

Camarero

Yelíx

Camarero Casto

¡Ja, ja, ja! ¡Pero qué feliz casualidad, hom- bre, habernos encontrado! (¡Maldita sea tu estampa!) ¿Y qué, Mister, quiere usted que tomemos algo? (Secamente.) No.

(Bueno, y esto no es que hayamos hecho las amistades, como á primera vista pare- ce, sino que lo encontré esta mañana, se me agarró á este brazo y dijo que no me soltaba hasta que encontráramos un sitio solitario donde levantarnos la tapa de los sesos. ¡Si yo pudiera soltarme!... (Alto a Yelín.) ¿Me permite usted que... (intentando soltarse.)

(Sujetándolo.) No permito nada. Quería soltarme, porque voy á llamar al camarero.

No hace falta; ponga la mano abierta. (Casto pone la mano derecha abierta y Yelin golpea con laizquierda sobre ella para llamar al camarero.) Ya. (Del Bar de la derecha.) Bueno, tolero lo de llamar á medias. ¿Qué?

(Muy alto.) Que tolero lo de llamar á me- dias; pero para pagar me va á dar un reuma.

(Acercándose por la derecha de Casto.) ¿Qué de- sean los señores? Cerveza. ¿Dos grandes? (Confidencialmente.) Al señor, tráigale usted

- 45

una chica, pero ana chica que Lo entre tenga, á ver si me puedo escabullir.

Camarero ;Y usted qué desea?

Casto Pues yo una cosa ligerita.

Camarero ¿Un masagrán?

Casto (¡Un automóvil!)

Camarero Los señores querrán que Les sirva en un sitio donde estén solos.

Casto ¡No! ¡quiá! De ninguna manera. Y diga us-

ted á la concurrencia que no se vayan sin avisarme, por lo <juc más quieran. (Vase ei

Camarero. A Yelin, sacándole el pañuelo, para so- narse.) No tengo más remedio. (Se suena lige- ramente.) Usted perdone. (Se le cae el pañuelo.) ¡Ay, se me ha caído!

Yia.íx Recójalo. (Se agachan los dos y Casto lo coge.)

Casto (¡Ya llevo tiradas diez ó doce cosas para

recogerlas, á ver si lo relajo, pero este tí.» es de cauchú! ¡Si yo pudiera encizañarlo con alguien!...) (Alto a Yelín y señalando á un caballero que sale del Bar de la derecha y hace mu- tis primera izquierda.) ¿Ha oído usted qué gro- sería?

Yelín ¿Qué?

Casto Ese señor deJ Borsalino, que lia dicho (pie

es usted un cerdo.

Y'eléx Es igual.

Gasto Yo le daría un puñetazo.

Yelín Yo, no; hasta que no le mate á usted, no

tengo dignidad.

Casto (Pues es un consuelo! ¡Todo me fracasa!

¡¡Esto es horrible!!)

ESCENA FINAL dichos: ANITA, CARACUL, AMIGAS 1/ y 2/ y AMIGO 1.

Anita

Casto Anita

Casto

(Saliendo con todos del Bar.) Bueno, pues va- mos antes hacia... (Reparando.) ¡Calle! ¡pero, es él (Acercándose.) ¡Casto' ; ¡Casto!! Pero ¿eres tú?

Anita! ¡Anita de mi alma! ¡¡Al fin!! ¡Abrázame!

(Tratando inútilmente de desasirse del inglés.)

- 46 -

Hombre, haga usted el favor, que es que voy á abrazar á esta amiga.

YELÍN La abrazaremos. (La abrazan entre los dos.)

Casto (Rechazándole) Hobre, esto de aprovechar-

se de mis amistades, ya me resulta un poco...

Anita Pero ¿qué es esto, Mister? ¿Cómo ustedes

tan unidos?

Casto Pues nada: que nos hemos hecho de carne

y uña y se me ha clavado.

YmJn ¡El príncipe es mío!

Casto Pero, díme Anita, díme: ¿y el conde?

¿Dónde está el conde?

Anita ;E1 conde? ¡Ay, Casto, horrorízate! El

conde, resultó un fullero.

Casto (Aterrado.) ¿Qué dices?

Anita No tenía ni dos reales. Me robó unos pen-

dientes, no te digo más.

Casto ¡Canalla! ¿De manera que mis doce mil

duros?...

Anita Una ilusión desvanecida.

Casto ¿De modo que la fortuna del conde?

Anita Mentira; todo mentira. ¡Como mi amor!

¡Como tu principado!... Todo ficción! •Todo farsa!

Yelín ¡Oh, no es príncipe! (Lo suelta.)

Casto ¿De manera que otra vez sin cocido; otra

vez en la miseria; otra vez en la abyec- ción?

Anita Sí, Casto; sí. No es por el camino de la

farsa por donde se llega á la felicidad.

Casto (En tono trágico.) ¡¡Oh!! (A Yelín.) Mister, ha

llegado el momento trágico; no quiero vivir. (Se arrodilla.) Puede usted destapar- me cuando guste. Máteme usted, sí; máte- me usted.

Yelín ¡Matarle yo! ¡Matarle, no siendo príncipe!

¡Jamás! No puedo rebajarme. (Dándole un empujón con desprecio.) Adiós. (Vase primera iz- quierda.)

Casto (A Anita.) Pero estás viendo, que en cuanto

eres pobre no encuentras ni quien te mate.

Anita Ya lo veo.

CASTO (Levantándose.) ¿Y qué hacemos ahora sin

recursos en un país extraño?

- 47 - Anita No apures. (Mostrándole a Caracul. &Ves

este tipo que tengo aquí? Pues nos va á

pagar el viaje á España. Casto ¡Qué feo!

Caracul ¿Quér Casto Que qué feo estaría desairarle á usted.

(A Anita.) ¿T una vez en España, (pié lui- remos?

Anita ¡Vivir! Vivir como podamos, pero alegres;

siempre alcores. Desecha tu tristeza, Ca- to; la alegría es fuerza y esperanza.

CASTO (Radiante y erguido.) ¡Oh, sí; me alientas! ¡Me

reconfortas!... Después de todo, ¿qué ><<n las grandezas humanas r ¡Disgustos y so- bresaltos! Vuelvo á la plebe. A ser des- preocupado. ¡A ser libre! ¡A ser feliz! <ai público.)

Ya no soy príncipe. ¡Albricia-! Si á un día un mentecato tne dijera: ;Qué codicias? le diría muy sensato: Dos pesetas vitalicias; y las grandezas, pal gato.

ihoitü en la orquesta

TELÓN

Precio: UNA peseta.

9u46 ADMINISTRACIÓN LÍRICO-DRAMÁTICA

Y

BIBLIOTECA LÍRICO-DRAMÁTICA Y TEATRO CÓMICO

EL príncipe «no

VIAJE BUFO LÍBICO, EN DOS ACTOS Y SIETE (XVÜBOS

OKI<",|\AL V EN PBOfU DE

CARLOS ARN1CHES t CELSO LUCIO

NIETO, BR11LL Y TORREGROSA

MADRID

EDUARDO HIDALGO

Cedaceros, 4, segundo

Federico de Madrazo (antes Greda) , i-'

1896