Dr. Héctor Eduardo Andrade Proaño Pbro.

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¡J¡¡¡| ECUADOR

1958

OF mucEfofr

MAY T 9 1980

BT202..

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROAÑO SACERDOTE

EL VERDADERO JESUCRISTO

CUENCA-ECUADOR 1958

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Reservados los derechos de publicidad conforme a la Ley respectiva

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MOTIVO:

El 29 de Junio de 1934, en la Catedral Me- tropolitana, recibí la sagrada ordenación sacerdotal por la imposición de las manos episcopales del Emnmo. Cardenal de la Torre y al siguiente día celebré mi Primera Misa en la Capilla del Semi- nario Interdiocesano.

Veinte y cinco años van a cumplirse de esta magna efemérides que signó mi alma con carác- ter indeleble.- Cinco lustros de vida sacerdotal ru- bricada diariamente con la sangre del Cordero In- maculado.- Un cuarto de siglo convertido en otro Cristo, en el Tabor y en el calvario, con la cruz a cuestas, o nimbado de gloria.

En mis bodas sacerdotales no podré decir con San Pablo: "Bonum certamen certavi- "; debo re- petir la plegaria de David: ''Miserere mei Deus

El ideal que vislumbré en el hogar y acaricié en la escuela, creció en el Colegio, a la sombra be- néfica de los Hijos de Loyola y maduró protegido por los Padres Lazaristas, beneméritos formadores del clero ecuatoriano.

Este sagrado ideal ha sostenido mi alma tran- quila en medio del mar alborotado del mundo.

Próximo a cumplir las veinte y cinco jornadas de camino por el monte Santo del sacerdocio, quie- ro volver el rostro hacia atrás, cantando un himno de gratitud, musitando una plegaria, dirigiendo una súplica al Buen Dios de mi Primera Misa.

Esta triple oración va sintetizada en este li-

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bro, fruto de la lectura del Evangelio en los mo- mentos de descanso entre las fatigas del ministe- rio parroquial.

Estas páginas son tríptico de añoranzas, son evocación, son pétalos de un tiempo ido en la his- toria de mi vida, cuya segunda etapa comenzó ha- ce veinte y cinco años.

Al empezar la descención en el camino, quiero regar, desde la cumbre, flores del Evangelio, mus- tias como mi inteligencia, pero vivificantes porque tratan de Jesucristo.

Si este libro consiguiera hacer conocer, amar y servir a Jesús, a un solo cristiano de tantos que desconocen al verdadero Jesucristo, habría pagado al Señor un tantico de la deuda por los favores recibidos de su Divina Providencia durante mis veinte y cinco años de vida sacerdotal.

H. E. A.

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DEDICATORIA:

A mis padres, sacrificados levitas del santuario fcTmiliar,

A mis hermanos, partidarios de las alegrías y tristezas hogareñas.

A mis maestros, forjadores del entendimiento.

A los sacerdotes que modelaron mi espíritu.

A cuantos me condujeron al altar de Dios.

A las almas eucarísticas y evangélicas.

A mis cohermanos Sacerdotes.

A los bienaventurados, según el Evangelio,

A los ricos que no hacen exhalar ayes a Cristo.

A los que se creen malos y pecadores.

A los que blasfeman de Jesús, porque no saben lo que dicen

A los que buscan felicidad lejos de Dios.

A los que leerán este libro con sarcasmo,

A mis amigos, a todos los que llevan el sublime nombre de

cristianos, dedico este trabajo evangélico, con afecto sacerdotal

EL AUTOR,

POR PROLOGO

Solicitar prólogo es grave cosa, como lo es pro- logar. He* querido librarme de molestias y no mo- lestar al prójimo-, este egoísmo explica la desprolo- gación de este libro. Como algún lector puede llevar a mal mi proceder, por prólogo va el "nihil obstat" del Censor eclesiástico y el u imprimatur" del Prela- do diocesano, porque en mi calidad de Sacerdote he tenido que sujetarme a la Ley de la Iglesia Ca- tólica, haciendo censurar y aprobar mi obra, antes de publicarla.

Presentados mis escritos al limo. Sr. Vicario General, pasaron al estudio del Rvdo. Padre Jesui- ta Hermógenes Herrera, Filósofo, Teólogo y Asceta de reconocidos méritos, censor de oficio en la Ar- quidiócesis de Cuenca, quien devolvió cumplida la comisión, acompañando la siguiente nota:

11 limo. Sr. Vicario: Habiendo cumplido con el grato encargo de su Señoría de leer y censurar la obra: llEL VERDADERO JESUCRISTO" escrita por el Dr. Héctor Eduardo Andrade Proaño, Pres- bítero, emito mi parecer diciendo: La obra, en gene- ral, no tiene cosa que merezca reprocharse bajo el punto de vista dogmático o moral, ni tampoco de prudencia y oportunidad; pues sigue la doctrina tradicional de comentaristas y ascetas muy conoci- dos en el campo católico, y, en general, cuando ha- ce aplicaciones, el estilo es mesurado- Espero que el benemérito Dr. Andrade no tendrá inconvenien- te en admitir, sin embargo de lo dicho, las siguien- tes insinuaciones, con las que pretendo servir y a-

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yudar para que esta obrita, que promete mucho fru- to, lo obtenga mayor: Atenúe el título y la intro- ducción, poniendo simplemente: JESUCRISTO SE- GUN LOS EVANGELIOS, tu otro equivalente; di- ga al lector que son muchos, en vez de millones, los que ignoran u odian a Jesucristo. ....... (siguen algu- nas insinuaciones amistosas y observaciones de carác- ter literario que el Autor las ha aceptado muy com- placido). ~ Leído todo el desarrollo del libro, se ve, que más que una obra de apologética, es una ex- posición positiva, erudita y cordial acerca de la sa- grada Persona de Jesucristo, enderezada al pueblo creyente-

Quedando a salvo el mejor criterio de su Sría. lima., creo que puede publicarse esta obrita que a- carreará mucho bien espiritual'1 '.

En carta al Autor, de fecha 22 de Julio p. p-, dice el mismo Padre: "Rvdo. Sr. Pbro.: la presente es para comunicarle que ya por fin he entregado en la Curia su libro y la nota, con el juicio corres- pondiente, desde luego muy favorable a la publica- ción.- Hará mucho bien.- Le felicito porque ha sa- bido encontrar en medio de sus múltiples ocupacio- nes, tiempo para escribir algo, que puede entregarse aún a intelectuales de nuestras ciudades, tampoco conocedores de Jesucristo. Soy el primero en haberlo aprovechado.- Las indicaciones que he hecho no son mayores....11.

El limo. Sr. Vicario General de la Arquidióce- sis de Cuenca. Dr. Miguel Cordero Crespo, tuvo la gentileza de permitir la publicación, en nombre del Excmo. Sr. Arzobispo, con las siguientes frases:

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"En vista del parecer favorable del R. Padre He- rrera Censor eclesiástico, permitimos gustosos la publi- cación de su obrita. Como Prelado y como amigo le felicito, mi Dr. Andrade, porque ha sabido ocupar bien el tiempo libre del ministerio parroquial.- En cuanto le sea posible aténgase a las modificaciones insinuadas por el Censor. En una cosa no estoy de acuerdo con el Padre Herrera y es el cambio de tí- tulo; me parece que debe conservar el que Ud. ha escogido, porquele da más novedad a su libro que- trata de revivir la verdadera personalidad de Je- sucristo, tan adulterada en estos tiempos.- He leído algo de su obrita y creo que aprovechará mucho a los buenos cristianos.- Puede publicarla

Que estos dos juicios importantes acerca de mi libro sirvan por prólogo. Por lo demás, espero que cada lector emitirá su parecer personal, criticando o aplaudiendo, siendo este, para mí, el mejor prólogo.

H. A.

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PRESENTACION

Millones de personas conocen a Jesús y le a- man, pero otros tantos miles de seres humanos no le conocen y no pueden amarle, ni servirle. - Centenares de cristianos desconocen al verdadero Jesucristo y muchos le conocen a medias.- Hay también gentes que odian a Cristo.

El conocimiento objetivo es triple: físico, inte- lectual y espiritual, con sus diversas ramificacio- nes. La sagrada persona de Jesucristo debe ser conocida íntegramente por todos los cristianos, pe- ro, atravesamos el tiempo de la acomodación es- piritual y cada cristiano se ha ideado un Cristo a su antojo y conveniencias.- Aún más, al cabo de veinte siglos de cristianismo, para algunos cristia- nos es Jesucristo, el Dios desconocido del paganis- mo, porque la religión del Crucificado está paga- nizada y su Persona Divina adulterada.

Constatemos esta verdad penetrando en la con- ciencia de las gentes que se agitan entre el bulli- cio de las ciudades o que están adormecidas moral- mente en la soledad del campo. Existe una igno- rancia supina del Evangelio, un tremendo descono- cimiento de Jesucristo y un cúmulo de supersti- ciones que se llaman religión.

Los cristianos debemos conocer, amar y ser- vir a Cristo y para cumplir con este deber no te- nemos otro camino que conocer y practicar el Evangelio.

El Santo Obispo de Málaga dice: "No hay guía

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más seguro, ni más enterado, ni más a nuestro al- cance para conocer a Jesús, que el Evangelio, porque en cada página, en cada hecho, en cada sentencia, en cada partícula y hasta en cada signo de este precioso Libro, palpita el corazón de Cristo- El Evangelio es el relato de una vida y de una doctrina, no solamente de un Jesús que pasó, que hizo, que dijo, sino sobre to- do de un Jesús que está viviendo, que sigue ha- ciendo y diciendo "

No se lee el Evangelio, no se lo medita, no se vive su vida y nos llamamos cristianos. Un celoso Cura decía: el cristianismo de estos tiempos es ve- lar a las imágenes de los Santos para pedir el re- medio de las necesidades presentes.- Talvez haya exageración en este concepto de la vida cristiana actual, pero en el fondo hay una verdad.

Para un tanto por ciento de cristianos sigue siendo realidad lo que se cuenta en la vida de Napoleón Bonaparte. Este genio de la guerra ago- nizaba lejos de los campos de sus victorias, aban- donado de los suyos. Un día concentró sus pen- samientos en Cristo; despreocupado como era en materia religiosa, llamó al General Bertrand para que le instruyera acerca del cristianismo. Pregun- tó Napoleón: ¿Quién es Jesucristo?; la respuesta del cristiano General fué: no he tenido tiempo de leer algo acerca de El.- ¿Cómo, repuso Bonaparte, sois cristiano y no conocéis a Cristo?

Preguntemos a la generalidad de los cristianos de las ciudades y de los campos acerca de Jesu- cristo y veamos la ignorancia crasa que existe.

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Es conocido el caso de un misionero que pe- netró a una fábrica con el propósito de ganar al- mas para Cristo. Comenzó su acción apostólica en- tablando conversación con un. joven obrero de mi- rada inteligente que transparentaba nobleza de al- ma y cualidades especiales de dominio de mis- mo y de autoridad con los demás.

¿Conoces a Jesucristo?, fue la pregunta del misionero.- Padre, contestó el jefe del obrerismo, abriendo sus grandes ojos y poniendo extrañeza en su semblante, nunca he visto a este Señor, ni he oído hablar de él.

Hay muchos hombres que no han oído hablar de Cristo y que si le conocieran le amaran. Hay muchos cristianos que oyeron predicar a Cristo y hasta le hospedaron en su pecho en la primera co- munión, pero han olvidado todo. Hay muchísimos cristianos que están al día en el conocimiento de* cines, deportes, novelas y sucesos, pero descono- cen a Cristo.- Para estos y para aquellos, el re- medio es leer el Evangelio.

Almas apóstoles, hombres y mujeres de Acción Católica, buenos cristianos, enseñad el Evangelio Mostrad al verdadero Jesucristo en cada palabra de este sagrado Libro y todo el mundo se salvará, porque, "la vida eterna es el conocimiento de Dios verdadero y de su enviado Jesucristo" (Juan, Cap. XVII versículo 3.)

Héctor Ed. Andrade P.

Sacerdote.

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-I- ¿EXISTIO JESUCRISTO?

on frecuencia hemos oído hablar de Jesús, de su vida y doctrina, de su pasión y muerte. Actual- mente casi nadie pone en duda la existencia histó- rica de Cristo, pero no han faltado los extravagan- tes que atribuyen su vida evangélica a leyendas a- pócrifas y colocan su persona entre los mitos.

Contra los sofismas y panfletos denigrantes de la personalidad histórica de Jesucristo, se presen- tan majestuosas las páginas del Evangelio cristiano.

Historia es la narración verídica y fidedigna de un pasado cronológico de ^ alguien, en lugares determinados.

Jesucristo, tiene su propia historia. Actuó en tiempo y lugares conocidos; su vida es relatada por testigos fidedignos; luego existió.

Negando la existencia real y verdadera de Je- sús, habría que velar muchos años en un siglo, y quitar centenares de personas de la vida contem- poránea al supuesto mito.

Toda la historia del pueblo hebreo, la antigua Alianza, miles de años, quedarían desorbitados o

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EL VERDADERO JESUCRISTO

decentralizados al quitar de en medio a Cristo, o convertirle en ser mitológico. Jesús es el protago- nista de una larga historia de la humanidad. El mundo israelita del siglo primero del cristianismo es muy conocido; los acontecimientos de ese tiem- po forman parte de la civilización antigua, en una de las épocas más brillantes y mejor documenta- das, como dice Grandmaisón, y en esa época vivió Jesús.

NACE en tiempo de César Augusto, Empera- dor Romano; MUERE en el reinado de Tiberio; la VIDA PUBLICA se desarrolla en el año quinto-déci- del Emperador Claudio, gobernando la Judea el Procurador romano, Poncio Pilato, siendo Herodes, tetrarca de Galilea y Sumos Pontífices de Israel, Anás y Caifás.

Centenares de personas judías y paganas inter- vienen en la vida y muerte de Cristo. Son con- cretas las fechas principales de su vida. NACE en el año de 748 de la fundación de Roma. CO- MIENZA A PREDICAR la Buena Nueva en él o- toño del año 779. -MUERE en la Pascua del año 783, correspondiente al 30 de nuestra era.

La Tradición, que es una de las fuentes de la Historia, sitúa los lugares donde actuó Jesús en su vida. Belén, el Jordán, Nazaret, son muy conoci- dos. Existen los pueblos y ciudades evangelizados por Cristo. Permanecen montes, valles, caminos, ruinas de palacios y casas, testigos de la predica- ción y de los milagros del Señor.

Apenas ha variado la topografía del Tabor, de Getsemant, del Gólgota, del desierto de las tenta-

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROARO

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ciones, del montículo de las bienaventuranzas y de tantos lugares donde Jesús operó los misterios redentores.

Existen los instrumentos de la pasión, como la columna de la flagelación, la corona de espinas, los clavos, la cruz.

Imposible es compaginar fechas, lugares, obje- tos y personas en torno de un mito. Si Jesucristo es el centro de muchas cosas es porque existió realmente.

Brandés, Straus y sus secuaces dirán que las narraciones evangélicas no son una historia de Cris- to, sino fábulas inventadas por los primeros cristia- nos al rededor de su supuesto fundador. Este so- fisma equivale en el orden religioso a la genera- ción espontánea de la biología, porque, precisamen- te los relatos del Evangelio están probando la existencia del protagonista. El mismo Renán dice: "la fe, el entusiasmo, la caridad, la constancia de la primera generación cristiana sólo se explica su- poniendo en el origen de todo movimiento, un hom- bre de colosales proporciones, un motor humano, una persona que existió y a quien la conciencia u- niversal ha dado el título de Hijo de Dios y que realmente es la más alta cumbre de la grandeza humana".

Lo que narra la historia pagana acerca de Cristo y de los primeros cristianos, está probando la existencia de Jesús.

Pero la fuente principal de la verdad histórica de la existencia de Jesucristo, son los Evangelios.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

Obras, humanamente hablando, dignas de todo cré- dito porque son íntegras, auténticas y veraces, co- mo se prueba en cualquiera Apologética.

Además, sabido es, que Mateo escribió el Evange- lio, apenas doce años después de la muerte de Jesús; diez años más tarde lo hizo Marcos; después de treinta y tres años escribió Lucas y aún no se terminaba el primer siglo cuando lo hizo Juan; en- tonces vivían aún testigos de los acontecimientos narrados por los Evangelistas, que de no ser ver- daderos, auténticos e íntegros hubieran recibido la protesta universal.

Qué existió Jesucristo, es cierto. Como lo es igualmente, que ningún personaje ha dejado huellas tan ciertas y duraderas de su existencia, como El.

Su nacimiento, cambia el cómputo del tiempo; su vida es dechado de virtudes; su doctrina, modi- fica conceptos y crea ideas; su muerte vivifica al mundo. La ciencia, el arte, la literatura, se trans- forman de paganas en cristianas. La humanidad en- tera se vira espiritual, social y moralmente, con la presencia de Jesucristo en la tierra.

Jesús de Nazaret no es un mito; es una rea- lidad histórica.

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-II- EL MESIAS PROMETIDO

e aciagas consecuencias fué para la huma- nidad el día en que el paraíso terrenal se convirtió en campo de maldición.

Las creaturas desobedecieron al Creador y la luz del cielo se tornó en tinieblas de infierno. Ne- gros nubarrones cerraron el horizonte de la crea- ción.- Dios maldijo al hombre condenándole a co- mer el pan con el sudor de la frente, a la mujer sentenciándole a ser madre mediante el dolor, a la serpiente reduciéndola a vivir arrastrada.

Confusos, avergonzados, arrepentidos, salieron del jardín de delicias, los gestores de la huma- nidad, con la conciencia atormentada por el remor- dimiento del pecado; ofendieron a Dios y no encon- traban la condigna reparación. Unicamente alguien igual al ofendido podía satisfacer la culpa.

Un rayo de luz divina clareó en el alma de los ofensores. Jehová cambió la justicia en miseri- cordia. Dios se haría hombre para reparar la deso- bediencia del hombre a Dios.

Escogió Jehová un pueblo y le señaló el pa- raíso donde se operaría la redención de la humanidad.

Miles de años transcurrieron desde la crea- ción hasta la regeneración humana. En estos siglos, el pueblo israelita, situado en la tierra de promi- sión, estuvo en espectación de la hora providencial.

Los profetas mantuvieron a las gentes en cons-

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EL VERDADERO JESUCRISTO

tante televisión del Salvador. El Hijo de Dios he- cho hombre fué vaticinado con caracteres inconfun- dibles; su nacimiento, vida, pasión y muerte, fueron profetizados con detalles minuciosos.

Miqueas predijo el nacimiento de Cristo en la ciudad de David; "Tu Betlehem de Judá no eres la última entre las ciudades de Israel, porque de saldrá el caudillo de mi pueblo" (Miq. V-2).

Malaquías señaló al precursor del Mesías:- "En- viaré un ángel para que prepare el camino de redención". (Malaq. III-l)

Isaías anunció al Bautista, "allanando la vía del Señor". (Is. XL-3) .-Este mismo profeta procla- mó los nombres del Salvador: "Nacerá un niño y será llamado Admirable, Dios fuerte, Padre del si- glo futuro, Príncipe de la paz, Emmanuel". (Is.IX-6).

Zacarías, predijo que Cristo entrará en la ciu- dad santa cabalgando un pollino y destruyendo las cuadrigas y carrozas de Efraín; dará paz a las naciones y extenderá su reino por todo el orbe. (Zac. IX-9).

Isaías, anunció la pasión del Señor y vaticinó el reino mesiánico con razgos tan claros que el pueblo judío conocía la obra redentora siglos an- tes de la Encarnación. La segunda parte de estas profecías es un compendio de la historia del Mesías, (ls. Cap. XL).

El Libro de los Salmos es la canción de los profetas al Redentor cuya vida está vaticinada en forma de plegarias y alabanzas a Cristo. -David, los Hijos de Coré, Asaf, Salomón predicen la obra

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redentora glorificando a Jehová. -El Salmo LXXI profetiza la manifestación del Mesías a la gentilidad.

En suma, Cristo es el centro de la vida reli- giosa del pueblo hebreo y forma su historia. En to- das las edades, desde los patriarcas, se siente avanzar a Cristo; con los Profetas el rumor de su venida ya es- tá próxima.

Cuando ya el Mesías estaba en la tierra, flo- taba en el ambiente espiritual del pueblo israelita la esperanza inmediata y todos los anuncios eran de actualidad.

Cristo vino a los suyos, pero estos le desconocie- ron fJn. I-lljapesar de los vaticinios cumplidos.

Los Judíos, materializados y humillados hasta el colmo, querían un Salvador nacido en Palacio, arma- do y guerrero, caudillo poderoso para exterminar a los enemigos y librar a su pueblo de la opresión romana.

Por estos prejuicios no aceptaron al Mesías nazareno, al Rabí Galileo. Estaba entre ellos, pero no le conocieron, cumplidas estaban en Jesús to- das las profecías, pero vacilaron y tras la duda vino la desconfianza. Siguen esperando al que ya vino y cumplió su misión hace veinte siglos. El mensaje de los Judíos al Bautista, la conversación de la Samaritana, la confesión de Pedro y otros pasajes evangélicos es- tán hablando del convencimiento del pueblo acerca de la proximidad de la venida del Mesías y del cumplimiento de las profecías en la persona de Je- sucristo. fJn. 1-19- 1V-25- Mat. XVI-16/

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-III- GENEALOGIA DE JESUS

an Mateo comienza el Evangelio con el abo- lengo de Cristo. Los Judíos estimaban sobremanera su genealogía porque era prueba inconcusa de su descendencia de Patriarcas y Reyes y la contrase- ña del pueblo escogido por Dios.

San Lucas señala el árbol genealógico de Je- sús en el Cap. 39 del Evangelio. Esta genealogía es la rama materna; la de San Mateo es la paterna. Ambas prueban que Jesús desciende del patriarca Abraham y del rey David y atestiguan su mesianidad.

La de Mateo (1-1) es sintética; está dividida en tres grupos de 14 personas cada uno, en tres perío- dos. Desde Abraham hasta David, desde su tiempo hasta la cautividad de Babilonia, desde esta época hasta Jesús.

ABRAHAM ° - Isaac ° - J acob ° Judá - Fares ° - Esróm °- Aram° - Aminadab0 - Naasón0 - Salmón0 - Booz°- Obed° - Jesé° - DAVID0 - Salomón - Roboám - Abías - Asaf - Josafat - Jorán - Ozías Joatán - Acaz - Eze- quías - Manasés - Anión - Josías - Jeconías- CAUTIVERIO- Salatiel0 - Zorobabel ° - Abiud° - Eliacim0 - Azor- Sadoc - Aquim - Eliud - Eleazar0 - Matan - Jacob - JOSE: - JESUS.

La genealogía según San Lucas (111-23) es la que más conviene en el caso de Jesucristo, quien, según la carne, no tuvo sino madre, pues es sabi- do que José fué únicamente su padre legal.

Comienza Lucas citando el nombre del primer

HECTOR EDUARDO ANDRADE PHOANO 19

ser humano y termina con el de Joaquín, padre de la madre de Jesús. En ambas genealogías constan algunos nombres de las mismas personas, lo cual prueba que José y María eran parientes.

Hemos señalado con asteriscos los nombres re* petidos de los ascendientes de los padres de Jesús.

ADAN - Set - Enós - Cainán - Malelel - Jared - Enoch - Matusalá - Lamec - Noe - Sem - Arfaxad - Cainán - Salá Eber - Falec - Ragau Seruch - Nachor - Taré - ABRAHAM ° - Isaac0 - Jacob0 - Judá° Fares° - Esrom° - Arní - Admín - Aminadab0 - Naa- són 0 - Salmón 0 - Booz 0 - Obed 0 - Jesé 0 DAVID 0 - Na- tán - Matatá - Menná - Meleá - Jonán - Judá - Si- meón - Leví - Matat - Jorim - Eliezer - Elmadam - Kosam - Addi - Melqui - Neri - Salatíel 0 Zoroba- bel° - Joanám - Matatías - Naggé - Semeín - Amós- Jonnaí - Leví - Matat - Joaquín5 MARIA: JESUS.

La diferencia de nombres restantes en una y otra genealogía se explica teniendo en cuenta que San Mateo escribió el Evangelio para probar a los judíos que Jesucristo descendía de Abraham y de David y que en su persona se había cumplido per- fectamente todas las profecías mesíanicas.

San Lucas escribió para los gentiles, probando que todos los descendientes de Adán fueron redi- midos por Cristo.

La frase de este Evangelista: "Era Jesús, al empezar su predicación, como de 30 años, siendo, como se pensaba, hijo de José" (1 1 1-23) nos indica que el la genealogía por la rama de María, verda-

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dera madre de Jesús, y que José era tenido co- mo padre, sin serlo en sentido genético.

El nombre de HELI que cita el Evangelista, como padre de María, es diminutivo de HEL1A- CIN, que es sinónimo de JOAQUIN, como se ve en el Libro de Judit, donde al Sumo Sacerdote se le llama indistintamente: Helí, Heliacín o Joa- quín. fJud. IVJ

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

IV LA PATRIA DE JESUCRISTO

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a porción del globo terráqueo donde nace, vive y muere Jesucristo, se llama Palestina. Re- gión asiática, ribereña del Mediterráneo. Limita al Norte con Siria y Fenicia, al Sur con Idumea y el desierto arábigo, al Este con las estepas siro- árabes, al Oeste con el mar.

Abarca unos 25.000 kilómetros cuadrados, sien- do atravesado de norte a sur por el Jordán, desde su nacimiento en las montañas de Hermón, hasta desembocar en el Mar Muerto.

Palestina, del arameo "felistim" se traduce por "tierra de filisteos", nombre de los habitantes de esta región, invadida por los hebreos capitanea- dos por Moisés.

La Biblia, denomina a esta comarca, "tierra de promisión, de Canaán, de Israel", por la co- nexión histórica del territorio con el pueblo escogi- do por Jehová.

Los cristianos, conocemos esta región, con el significativo nombre de "tierra santa", porque fué santificada con la presencia material de Jesús-

La Palestina, en tiempo de Cristo, se dividía en tres departamentos principales: Galilea, Sama- ría y Judea.

GALILEA, Gobernada por Herodes Antipas, se extiende al Oeste del Jordán, en su parte su- perior. Región hermosa, con llanuras ubérrimas co-

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mo la de Esdrelón, coronada por el Tabor, ador- nada con encantadores lagos como el de Tibería- des y embellecida con sublimes paisajes.

Ciudades importantes eran Mágdala, Cafar- naúm, Betsaida; entre las de menor importancia se contaban: Nazaret, Caná, Naím.

SAMARIA, situada entre Galilea y Judea, es región montañosa, pero bella y amena, con la be- lleza y amenidad del paisaje natural de la monta- ña que se extiende hasta convertirse en valle y en ribera. Poblaciones de renombre eran en tiempo de Jesús: Cesárea, a orillas del mar, y Siquém, cerca del pozo de Jacob.

Los samaritanos andaban entonces distanciados con los Galileos y Judíos, por motivos raciales y de tradición religiosa.

Al sur de Palestina, está JUDEA, región áspe- ra y seca en el aspecto topográfico, pero de mayor importancia que las anteriores en el sentido reli- gioso y comercial. Jerusalén es el centro de la fe y del turismo.

El paisaje de esta comarca se embellece con el cambio de montes y desiertos cruzados por ca- minos. Entre las ciudades principales se contaban: Belén, Jericó, Hebrón.

El clima de Palestina es, en general, subtro- pical. Las orillas del Jordán son paradisíacas. El suelo es feraz en variados frutos.

La vista de conjunto de estas comarcas es maravilloso; al atravesarlas se tiene la impresión de que se disputan por ser mirados los arbustos

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO 23

que las cortejan entre el suelo tejido de flores y el cielo matizado de nubes grises. Airosos mirtos, mustios cipreses, estrellados pinos, esbeltas palme- ras, fragantes higueras, verdes limoneros, hacen contraste con los viñedos, cargados de racimos que deleitan al viajero ansioso de encantos.

La topografía está indicando los trastornos tectónicos, sufridos por la región en diversos tiem- pos; quiebras profundas y montículos cretáceos se suceden repentinamente hasta perderse en evolu- ción continua con la inmensidad azulada del mar o con el horizonte ilimitado de las estepas asiáticas.

Palestina es para los cristianos el santuario eterno de la devoción. Los montes y llanuras, los lagos y ríos, los pueblos y campiñas, los caminos, las ruinas, las calles estrechas y escalonadas de la vieja Jerusalén, todo recuerda la presencia de Je- sucristo, reviviendo su persona con su obra redentora.

De la Palestina nos habla la Biblia con el sobre-nombre de tierra de promisión y de esperan- zas, rica y generosa, que destila leche y miel, fér- til y bella, saturada de viñedos, huertos y olivares. Así es y así debía ser el país de la alianza mesiá- nica y la patria de Dios hecho hombre.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-V- BIBLIA Y EVANGELIOS

iblia es vocablo griego que se traduce por Libros. La Biblia contiene los libros que narran la historia del Antiguo y Nuevo Testamento, es decir, la alianza de Dios con el pueblo israelita, y la a- lianza de Cristo con la humanidad, por la redención.

Son 72 los libros sagrados; 45 fueron escritos antes de la venida de Jesús y como preparación a su obra redentora; 27 son los que componen el E- vangelio u obra cristiana.

La Biblia es, como alguien dijo: "el Libro gran- de y vasto como el mundo, con las raíces en los abismos de la creación y con la copa en el azul secreto de los cielos"; es aurora y ocaso, promesa y cumplimiento, nacimiento y muerte; en la Biblia, está compendiado todo el drama de la humanidad, de principio a fin. Es el libro de Dios Creador, Santificador y Redentor.

Evangelio significa "buena nueva", tal es la doctrina enseñada por Jesucristo. Con este nom- bre se conoce también la obra de Jesús, es decir su vida, pasión y muerte, narradas por los cuatro Evangelistas.

Los Evangelios no son propiamente una bio- grafía de Jesucristo, porque los autores no se pro- pusieron sino dejar constancia de las enseñanzas y milagros del Señor, sin los detalles de una histo- ria completa.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

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Los vacíos que se notan en los Evangelios, se explican recordando, que la mitad del primer si- glo cristiano la enseñanza apostólica fue única- mente oral; los discípulos de Jesús conocían sus obras y su doctrina por tradición familiar que, na- turalmente, cambiaba en detalles; los Evangelistas no hicieron sino sintetizar lo que presenciaron u oye- ron acerca de la vida de Cristo, con los rasgos sobresalientes.

La catequesis apostólica era el primitivo Evan- gelio y el gran medio de instrucción fue la memo- ria. Los apóstoles constituyeron, poco a poco, el Evangelio oral; el escrito es una síntesis de aquel, un compendio reducido, por lo cual dice San Juan: "Muchas otras cosas hay que hizo y dijo Jesús, que si se escribieran una por una, no cabrían en el mundo los libros que se habrían de escribir. (Jn. XXI-25J.

A este epítome de la vida de Jesús, se llama Evangelio o Evangelios porque uno solo es el pro- tagonista y cuatro los escritores. Los Evangelistas difieren entre sí, por el estilo, fin, extensión y se- lección de discursos y episodios.

Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se llaman sinópticos, porque los tres refieren los he- chos bajo un plan similar y se completan mutua- mente.

Los cuatro evangelios son los únicos documen- tos, propiamente históricos entre los libros del Nuevo Testamento, porque, fuera de ellos, no se encuentra ningún dato original acerca de la vida de Jesús.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

Son históricos porque son auténticos, verídicos e íntegros.

Tenemos el texto, tal como fué redactado en su origen y estamos seguros, de que provienen real- mente de los autores a los que se los atribuyen. Han llegado hasta nosotros sin alteración sustan- cial, en las copias que se han hecho, las cuales, a través de los siglos, han sido siempre sometidas a una escrupulosa revisión. Relatan los sucesos como vieron u oyeron sus autores, quienes no tuvieron necesidad alguna de mentir, y citan lugares y tes- tigos que no les permiten engañar. Los cuatro E- vangelistas sellaron con el martirio la verdad de sus escritos.

Además de ser libros históricos, los Evangelios son libros inspirados, entendiéndose por inspiración, un influjo sobrenatural, con el cual Dios asiste a los escritores, para que conciban y escriban lo que El quiere, resultando de esta especial asistencia que, el autor principal de los libros sagrados es Dios, y que el hombre es un instrumento en sus manos, pero un instrumento que conserva su libertad, pa- ra escribir según su temperamento, inteligencia, pre- paración y demás condiciones humanas.

Con toda razón y justicia, dice de los libros sagrados, el inspirado Roberto Boyle: "En compa- ración de la Biblia y de los Evangelios, todos los libros del mundo, hasta los más religiosos, no son sino estrellas comparadas con el sol, y como a- quellas, reciben toda la luz y esplendor del astro rey que es la Sagrada Escritura.

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-VI- LOS EVANGELISTAS

* llamado también Leví,

era publica-

no; estaba sentado en su puesto de cambista, cuan- do Jesús que pasaba por Cafarnaún, le dijo: "Ven, Sigúeme. Al punto el recaudador de rentas dejó su empleo y se fue en pos del Maestro. (Mat. IX- 9

Hombre de cultura más que mediana, conver- tido en Apóstol de Cristo, se propuso dejar escri- tos los principales discursos y milagros del Señor. Escribió el Evangelio en el año 42, en arameo, idio- ma ordinario entre los judíos; poco tiempo después fue traducido al griego para las comunidades cris- tianas en regiones de esta lengua.

El objeto de su obra es probar la mesianidad de Jesucristo; allá van encaminadas las frecuentes citas del Antiguo Testamento. En su historia da preferencia a los discursos, antes que a las obras del Señor, conocedor de las profecías mesiánicas, las cita con frecuencia para probar que Jesús es el Salvador de su pueblo, el Mesías que realiza las promesas.

Las características de su Evangelio son: orden, precisión, coherencia. El traductor al griego con- servó algunos giros literarios del arameo.

Este Apóstol y Evangelista, escogió el Africa para convertirla a Cristo; en esta región sembró la semilla de la Buena Nueva y fué coronado con la diadema del martirio.

-XI-14).

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EL VERDADERO JESUCRISTO

Su cuerpo se venera en la Catedral de Saler- no y su fiesta se celebra el 21 de Septiembre. Su Imagen va acompañada de un niño, como símbolo de su Evangelio, que comienza con la genealogía del Hijo de Dios hecho hombre.

do Evangelista, llamado en hebreo Juan. Era uno de los discípulos predilectos de San Pedro, hijo de aquella María, que hospedó al Apóstol libertado por el ángel, de las cadenas y de la cárcel (Act.

Se encontró Marcos con el príncipe del Apos- tolado, en Roma, donde fué su ferviente coadjutor en la catequesis, mereciendo el título de "hijo" (Ped. Ep. l-V-13). Allí probablemente escribió^ su Evangelio, en el año 53, en griego, recapitulando la predicación del Apóstol de los Romanos, para probar la divinidad de Jesús por los milagros que narra. -Es el Evangelio más corto y sintético.

Murió San Marcos siendo Obispo de Alejan- dría. Su cuerpo se venera en la Catedral de Ve- necia y su fiesta es el 25 de Abril. Su Imagen va acompañada de un león, como símbolo de su obra que comienza con la historia del Bautista en el de- sierto donde ruge el rey de las fieras.

Discípulo de San Pablo, de nacionalidad siria, mé- dico de profesión y, por lo mismo, de cultura su- perior (Col. IV-14).

íHarais es ei

nombre romano del segun-

XII - 12).

es el tercero de los Evangelistas.

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Se informó esmeradamente acerca de la vida y doctrina de Jesús para escribir su Evangelio (Luc. 1-3), que tiene por objeto probar la univer- salidad del fruto de la redención. Muestra al Sal- vador acogiendo a todos los hombres, aún a los pecadores y gentiles. Las numerosas parábolas que cita, prueban la misericordia del Señor con todos.

El estilo identifica a un escritor de educación clásica, que no es judío y que se dirige a los paganos convertidos. Si no conoció a Jesús, por lo menos se convirtió pronto al cristianismo y acom- pañó al Apóstol de los gentiles en el ministerio, donde aprendió todo cuanto relata en el Evange- lio, escrito en el año 63, en griego, con un lengua- je rico y perfecto clasicismo.

Murió en Constantinopla, donde se venera su cuerpo, celebrándose su fiesta el 18 de Octubre. Su imagen va acompañada de un toro, como sím- bolo de su Historia evangélica que comienza re- cordando los sacrificios de animales que se ofre- cían en el Templo.

JIllHlt es el autor del cuarto Evangelio. Discí- pulo predilecto de Jesús. (Jn. XX 1-24).

Testigo que vió, oyó y acompañó al Maestro a todas partes. Galileo de nacimiento, fue llamado por el Señor al apostolado junto con su hermano Santiago.

Escribió el Evangelio en el año 97, con el fin de robustecer la fe de los cristianos en la divini- dad de Jesucristo, amenazada por las nacientes herejías.

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Es su obra la historia de un testigo, que na- rra lo que vió y oyó, como él mismo dice. (JnA-l) Narra palabras, hechos y milagros que presen- ció y los selecciona para tras de ellos, revelar el secreto más profundo del mensaje divino, por lo cual ha merecido el título de Evangelista del Es- píritu de Cristo.

La vida de este Apóstol permanece oscura. Desde el año 57 dejó la ciudad santa y se esta- bleció en el Asia Menor. Fue exilado por Domicia- no y relegado a la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis. Volvió a Efeso y pasó a Roma don- de se libró milagrosamente del martirio. Esto es lo poco que sabemos de la vida de este Evangelista que seguramente murió en Efeso, donde está su cuerpo. Su fiesta se celebra el 27 de Diciembre. Su imagen va acompañada de una águila como sím- bolo de la sublimidad de su Evangelio, que desde el principio se eleva al trono de Dios para mirar al Verbo divino, como el águila al sol.

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-VII- PALESTINA EN TIEMPOS DE JESUS

uando nació Jesucristo, estaba Palestina gobernada por Herodes el Grande, lugarteniente del Emperador Romano, Augusto, bajo cuyo dominio estaba Israel.

Murió Herodes el año 49 de la era cristiana, dejando dividido el reino entre sus hijos Arquelao. Antipas y Filipo, con título de Tetrarcas. A este gobierno sucedió el régimen de los Procuradores romanos, en el año 69 para Judea y Samaría y el 39 para Galilea.

Poncio Pilato gobernó la Judea, como Procu- rador, del año 26 al 36 del cristianismo. Como sus antecesores, residía en Cesárea, ciudad marítima fundada por Herodes, yendo a Jerusalén única- mente con motivo de las grandes fiestas; su escol- ta habitaba la ciudadela Antonia.

La política de los romanos fué tolerante, sin embargo, la opresión al pueblo judío se hacia sen- tir por los impuestos y la manera de recaudarlos. Hubieron algunas revueltas, sofocadas por Roma con derramamientos de sangre, Pilatos cometió muchas violencias y se le destituyó después de una matanza de samaritanos.

En el aspecto religioso atravesaba Palesti- na por una verdadera crisis, en tiempo de Jesús- Las opiniones políticas y religiosas habían dividido los espíritus en partidos. El sacerdocio estaba pa-

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ganizado; las prácticas religiosas adulteradas; el pueblo andaba como ovejas sin pastor y con un pasto envenenado por la discrepancia de ideas con respecto a la ley, a la tradición y a las costumbres.

Para asegurar el servicio del templo, había un colegio sacerdotal numeroso y jerarquicado com- puesto de sacerdotes y levitas. Sobre estos estaban los "príncipes de los sacerdotes" que residían en Jerusalén y a quienes se les confiaba oficios im- portantes; los otros vivían en los pueblos y desem- peñaban los oficios designados por sorteo.

El alto clero se preocupaba más de acrecen- tar sus rentas que de desarrollar el sentimiento religioso del pueblo.

Junto a los sacerdotes estaban siempre los ESCRIBAS. Eran piadosos laicos que se ocupaban en el estudio, interpretación y enseñanza de las Escrituras; son los doctores de la Ley.

Por encima de todos estaba el Sumo Sacer- dote, como la mayor autoridad en lo religioso. Era el jefe del Sanhedrín, el primer magistrado del Es- tado judío; su autoridad estaba limitada únicamen- te por la del Procurador romano.

El Sanhedrín, especie de Senado, residía en la ciudad santa, integrado por 71 miembros elegidos de la aristocracia sacerdotal, de la sociedad alta seglar y de los doctores de la Ley.

El pueblo se componía de dos elementos prin- cipales: por una parte los artesanos, los labradores, los pescadores; por otra, los empleados o funciona- rios públicos-

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Entre las* sectas religiosas sobresalen las si- guientes:LOS FARISEOS o separados, gente que apa- rentaba el cumplimiento perfecto de Ja Ley; pretendían con sus hipocresías captarse el cariño y la admira- ción del pueblo; hacían consistir la santidad en ri- diculeces; intransigentes hasta el extremo; formu- listas y amanerados; se creían superiores a todos los que no eran de su secta y despreciaban a los publícanos y pecadores.

LOS SADUCEOS formaban un partido distin- to del anterior en lo religioso y político. Encabe- zonados por el Sumo Sacerdote, los príncipes del cle- ro y la aristocracia seglar, no se preocupaban si- no de conservar autoridad y privilegios, observan- do solamente las prescripciones legales de su con- veniencia; despreciaban las tradiciones orales y no tenían entusiasmo ninguno por el mesianismo. A- comodados con la sujeción romana, eran mal vis« tos del pueblo.

Del lado de los saduceos estaban los HERO- DIANOS. En dos ocasiones aparece este nombre en el Evangelio: cuando Jesús cura al hombre de la mano seca (Marc. 111-16) y presentando al Ma- estro el problema del pago tributario al César. fMat. XXH-16J.

Formaban un grupo de poca importancia; eran los adictos a Herodes y defensores de la dinastía. Se confabularon con los enemigos de Jesús para pe- dir su muerte desde que el Señor apodó a su jefe de "zorro". (Luc. XIII-32).

Del lado de los fariseos estaban LOS Z ELO- TES. Fariseos en lo religioso y judíos exagerados

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en lo político. Pretendían la guerra contra el Im- perio. A estos se unían los SICARIOS, así llama- dos por la usica^' o puñal que portaban para sus reyertas.

Estos y apuellos fomentaron las rebeliones a mano armada contra Roma, buscando la indepen- dencia nacional.

LOS ESENIOS, no mencionados en el Evan- gelio, formaban una secta religiosa muy particular por su organización. Formaban una especie de or- den religiosa. Practicaban el celibato, vivían en comunidad, renunciando a los bienes temporales y bajo la obediencia de un superior. Después de una larga probación, los aspirantes a la orden eran ad- mitidos mediante el juramento de observar las re- glas y conservar el secreto de las leyes de la comunidad.

Jesucristo jamás mencionó a los esenios, ni a los zelotes y sicarios, en su predicación; algunas veces se refirió a los saduceos; con frecuencia es- tigmatizó a los escribas, sacerdotes y fariseos.

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-VIII- UN POCO DE HISTORIA

^para fechar los primeros pasos de Jesucristo en su vida, el Evangelista San Lucas, sienta datos históricos precisos: "El año décimo-quinto del im- perio de Tiberio César, gobernando Poncio Pilato la Judea, siendo Herodes Tetrarca de la Galilea y su hermano Filipo Tetrarca de Iturrea y de la provincia de la Traconítide, y Lisanias Tetrarca de Abilina, siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios...." ( Lucas III-1J.

Estos datos están en conexión con la historia del pueblo judío, al que perteneció Jesús.

César Augusto, Emperador romano, había muer- to doce años antes de comenzar el reinado de Ti- berio César; este aparece como Emperador desde quince años atrás, porque tres años antes de la muerte de aquel, el Senado dió a Tiberio el go- bierno del Imperio.

En el año 738 de Roma era ya muy marca- do el abatimiento del pueblo judío; de hecho había perdido la autonomía y estaba bajo el yugo ro- mano. Medio siglo antes de Jesucristo, los dos nie- tos de los macabeos, Aristóbulo e Hircano, que go- bernaban a Israel, se enredaron en política y tuvie- ron la torpeza de invocar el arbitraje de Roma. Con esta resolución comenzó francamente el domi- nio romano sobre Palestina; el árbitro fué Pompe- yo, quien falló a favor de Hircano y le apoyó con

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armas contra su hermano que ocupaba las fortale- zas del Templo. Vencido Arístóbulo, quedó Hircano como Etnarca de Judea.

En las guerras romanas César venció a Pom- peyo y dispuso de Palestina como cosa propia. Nombró gobernador de Judea a Antípatro. Poco tiempo después, Antígono tomó por asalto a Jeru- salén; logró zafarse Herodes, hijo de Antípatro y acudió a Roma, cuyo partidario acérrimo fué siem- pre, y volvió con el apoyo material y moral nece- sarios para dominar la situación. Fué proclamado rey por un triunvirato romano; con este título y con un valiente ejército, sitió a la ciudad santa y la tomó a fuego y sangre, terminando la catástrofe con la decapitación de Antígono.

Así comenzó el reinado de Herodes en Pales- tina que duró hasta cuatro años después de naci- do Jesucristo. Este Herodes, llamado el Grande, era hijo del Idumeo Antípatro y de la árabe Cipros. Escéptico, ambicioso, despótico y cruel hasta el extremo. En una revolución mató a todos los as- moneos, incluso a su mujer y a sus propios hijos. Este Herodes hizo matar a millares de niños ino- centes, queriendo degollar en la cuna a Jesús.

A la muerte del tirano quedó dividido el rei- no entre sus tres hijos. Arquelao, tenía la Judea y Samaría, Herodes Antipas, la Galilea y Filipo la Transjordania.

Roma aprobó la partición y dió a los herederos del viejo Herodes el título de tetrarcas. Pero diez a- ños después ante las revueltas que provocaba el

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despotismo de Arquelao, fué depuesto el tetrarca y exilado a las Galias, confiando Roma el gobierno de Judea a un Procurador. En Galilea reinó más tiempo Herodes Antipas, pero, a causa de sus tor- pezas religiosas y políticas, también fué depuesto por Roma y exilado.

De este modo, Palestina fué colocada bajo el dominio de los Procuradores romanos. El primero fué Coponio que gobernó del año 69 al 99 de la era cristiana y el quinto fué Pilato del 26 al 36.

Anás y Caifás figuran como sumos sacerdotes, en tiempo de Jesús, a pesar de que la ley no per- mitía sino uno, porque Herodes el cruel nombró a Caifás. Jurídicamente Anás era el Pontífice, pues el cargo era vitalicio, pero legalmente, o mejor di- cho, dictatorialmente ejercía el cargo Caifás, sue- gro de aquel. Como estos dos parientes políticos se entendían bien, ambos quedaron en el puesto y con su título, y el pueblo se acostumbró a tener dos sumos sacerdotes, acudiendo al uno o al otro en sus necesidades.

Para terminar la triste historia del pueblo ju- dío y en relación con la profecía de Jesús, recor- demos la causa de su dispersión.

Vespasiano primero, y después su hijo Tito, cansados con las continuas revueltas provocadas por los judíos contra Roma, invadieron Palestina, sitiaron a Jerusalén y mataron a centenares de miles de gente.

Arrasada la ciudad santa, los judíos supervi- vientes fueron conducidos como rebaños a Roma o vendidos como esclavos en todas partes; algunos

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lograron huir y trasladarse a regiones extrañas.

Así termina trágicamente la historia de Israel y comienza su dispersión en el mundo hasta que llega la hora de organizarse nuevamente cumplien- do las predicciones de Jesús, el Mesías prometido, esperado, repudiado y, seguramente, reconocido.

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-IX- CRONOLOGIA EVANGELICA

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®res son las fechas fundamentales de la cro- nología evangélica. El año en que nació Jesús, el año en que inauguró su ministerio y el año en que murió. -El tiempo comprendido entre las dos últimas fechas son los años de su vida pública.

No se puede dar con certeza el año preciso del nacimiento de Jesucristo. Lo cierto es que el cálculo de Dionisio Exiguo al poner el natalicio de Cristo en el año 754 de la fundación de Roma, es inexacto, de aquí que no coincide el primer año de la era cristiana, con el año del nacimiento de Jesús.

Dos hechos nos permiten fijar aproximada- mente la fecha de NACIMIENTO del Señor. El primero es la muerte de Herodes.

Jesús nació en tiempo del rey Herodes, quien murió dos años más tarde (Mat. 11-1-19). Como Herodes murió el año 750 de Roma, Jesús debió nacer el 748, es decir, seis años antes del cómpu- to actual de nuestra era. Flavio Josefo señala la fecha de la muerte de Herodes. Por el Evangelio sabemos que el tirano murió mientras Jesús esta- ba huido en Egipto y que tenía más o menos, dos años.

El segundo hecho es el empadronamiento pres- crito por César Augusto; por esta razón José y María fueron a Belén, donde nació Jesús (Luc- 1 1-1-7.)

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La historia dice que este empadronamiento se hizo en el año 747 y que duró dos años. Supo- niendo que los padres de Jesús se hayan quedado al último, el Señor nació en el 748, si no fué en el 747.

En cuanto al mes, fecha y día nada sabemos ni por conjeturas; siendo piadosa creencia, desde luego aprobada por la Iglesia, que nació Jesucris- to el 25 del mes de Diciembre.

El año en que Jesús INAUGURO SU PRE- DICACION, o mejor dicho, la primera Pascua que . pasó en el ministerio evangélico, fué cuarenta y seis años después de comenzada la reconstrucción del Templo, según dice San Juan (11-20,). Herodes comenzó la reconstrucción el año 734 de Roma; luego la pascua primera fué en el 780, o 26 de la era cristiana.

Tenía entonces Jesucristo 32 años de edad, que coinciden con la frase de San Lucas (111-23) quien dice que el Señor al comenzar su predica- ción tenía COMO 30 años, siendo ese como calcu- lativo indicación de más de 30.

La MUERTE de Jesús acaeció el día vier- nes, 15 del mes de Nizán, a las tres de la tarde- Así aparece de los datos evangélicos. San Juan dice (XIX-14-31J "Jesús murió bajo Poncio Pilato, el día en que se debía comer la pascua y la vís- pera del sábado". Ahora bien, en los diez años que gobernó Pilato, del 26 al 36 de nuestra era, solamente en los años 27-30 y 33 cayó en viernes el 15 de Nizán, luego en uno de estos años debió

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morir Jesús. El año 30 es el que coincide con lo que diremos del ministerio público del Señor. La muerte de Jesucristo fué, por lo mismo, en el año 30, el 7 de Abril, teniendo 36 años de edad, más o menos, el Señor Jesús.

La VIDA PUBLICA O MINISTERIO EVAN- GELICO, de Cristo duró más de tres años, desde antes de la Pascua del año 27 hasta la del 30, se- gún San Juan, quien nos habla de tres pascuas pa- sadas por Jesús. (II-13-VI-4-XIII-1). Son, pues, tres años intermedios de las pascuas y meses anterio- res a la primera. La última pascua citada por el Evangelista coincide con el año 30 de la muerte de Jesús.

Además, como sabemos, las fiestas pascuales duraban ocho días, durante los cuales los judíos comían el pan sin levadura o ácimo. El plenilunio del mes de Nizán comenzaba en la tarde del 14. De los Sinópticos que narran los hechos según el uso popular y de San Juan que los cuenta a la manera oficial, se deduce que Jesús y sus Após- toles, comieron el cordero pascual el jueves 14 de Nizán, por la tarde, mientras que los Sanedritas la comieron el viernes 15, por la noche. Así se ex- plican los acontecimientos del jueves en el Cená- culo y lo que dice San Juan (XVI 11-28): "Los sa-. cerdotes, escribas y fariseos no entraron al pre- torio de Pilato, el viernes 15 de Nizán, por la ma- ñana, cuando llevaron a Jesús ante el Procurador romano, pidiendo sentencia de muerte, para no con- taminarse y poder comer la Pascua".

El sábado 16 de Nizán era el día magno en-

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tre los días de la fiesta pascual, por lo cual, el viernes por la tarde que daba comienzo al sába- do, debía desaparecer todo motivo de disgusto o ajeno a la fiesta, como dice el mismo Evangelista: "Como el viernes -día en que fué crucificado el Señor- era la preparación a la Pascua, para que los cuerpos de los crucificados no quedasen en la cruz durante el sábado, porque era un día grande aquel sábado, los judíos pidieron a Pilato, que se les quebrasen las piernas a los ajusticiados y los retirasen del lugar". (Jn. XIX-31).

Sabemos con certeza, siquiera relativa, las prin- cipales fechas relacionadas con el nacimiento, vida y muerte de nuestro Redentor.

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-X- EL TEMPLO Y LAS FIESTAS DE LOS JUDIOS

1 Evangelio hace mención del Templo de Jerusalén con motivo de las frecuentes visitas de Jesús al lugar santo, de donde, por dos ocasiones, sacó a los profanadores y en cuyos atrios enseñó la nueva doctrina, hizo muchos milagros y sostuvo interesantes polémicas con los fariseos.

Este Templo fué reconstruido por Herodes el Grande, apoyado por el Emperador, para captarse las simpatías del pueblo judío, llegando a ser una de las obras mundiales de mayor riqueza, belleza y opulencia.

El Historiador Josefo dice, como testigo de vista: "La obra era la mejor, la más excelente y maravillosa de cuantas hemos visto u oído, tanto en su edificio, cuanto en su grandeza y magnificen- cia." (Jos. VII- 10)

Los arcos, columnas y muros eran de mármol, en el piso lucían preciosos mosaicos, estaba deco- rado con oro y plata. Ocupaba una superficie de 400 metros de largo, por 250 de ancho; circunva- laban el perímetro, grandiosos pórticos. Esbeltos pi- náculos adornaban el pórtico real. Los atrios, cuya bóveda era el cielo, eran cinco: el de los gentiles servía para negociar todo lo concerniente a los sa- crificios. El de las mujeres, por donde se pasaba al de los varones, estaba reservado únicamente para los israelitas, separados del de los gentiles con ar-

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tísticas balaustradas de mármol y letreros lumino- sos en varios idiomas, que conminaban pena capi- tal a los que traspasaban el límite fijado. Seguía el atrio de los sacerdotes, adosado con dependencias lujosas, claustros y puertas que servían para el culto y conducían al Santuario, propiamente dicho Este se dividía en dos departamentos; El santo y el Santísimo; en el primero se guardaban las co- sas santas del culto y en el segundo moraba Jeho- vá; era el lugar escogido por el Dios de Israel, para sus comunicaciones con los jefes del pueblo.

Las principales prácticas religiosas de los ju- díos eran:

La circuncisión, ceremonia por la cual los va- rones eran agregados al pueblo de Dios.

La observancia del sábado, mandada en el Decálogo.

La peregrinación a la ciudad santa en las princi- pales festividades que eran cuatro.

El ayuno público en el día de la Expiación,

Las purificaciones o abluciones totales o par- ciales en ocasiones determinadas.

La oración ritual tres veces al día,

La limosna obligatoria para el culto en el Templo

Las fiestas religiosas eran cuatro, que se ce- lebraban con grande solemnidad y con ritos y cere- monias majestuosas y tradicionales.

LA PASCUA conmemoraba sobre todo la libe- ración de Egipto. Comenzaba el 14 de Nizán con el sacrificio y la comida del cordero pascual. Dura-

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ba ocho días y la ciudad y el Templo estaban re- pletos de israelitas varones, porque su asistencia era obligatoria desde los doce años de edad.

PENTECOSTES, que se celebraba cincuenta días después de la Pascua, recordaba la promul- gación de la Ley divina y consagraba a Dios los diezmos y primicias.

LA DEDICACION O ENCENIA era la fies- ta de la purificación. Recordaba las solemnes cere- monias efectuadas por Judas Macaneo para puri- ficar el Templo, reparando las horribles profana- ciones del lugar santo cometidas por los soldados de Antíoco.

La fiesta de LOS TABERNACULOS O ESCE- NO PEG1 A, que conmemoraba la permanencia de los hebreos en el desierto, donde Jehová alimentó al pueblo con el maná.

Se celebraba esta festividad ea la época de las cosechas, durante ocho días, con caracteres de mu- cha alegría.

Además del Templo de Jerusalén, único lugar destinado al culto y a los sacrificios, debemos se- ñalar las SINAGOGAS, porque eran también luga- res sagrados, donde se reunían los judíos los días sábados para leer, comentar y aprender las Sagra- das Escrituras.

Eran salones rectangulares con un altar peque» ño que guardaba los rollos de las Escrituras y con un estrado y pupitre para el lector y comentarista.

Un doctor de la Ley presidía y dirigía estas

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asambleas, donde se oraba y se predicaba.

Las Sinagogas servían también en los pueblos para escuelas, donde los niños asistían diariamente a instruirse en las letras sagradas y profanas.

Jesucristo fué muchas veces a Jerusalén, asis- tió a las fiestas religiosas y frecuentó las Sinagogas,

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-XI- EL TEMPLO

1 gran Templo de los Israelitas, reconstruí- do por Herodes, estaba aún sin terminarse en tiem- po de Jesús; los trabajos proseguían hasta duran- te la pasión del Señor.

Este Templo lo edificó Salomón con los mate- riales colectados por David, sobre la explanada ro- ca del monte Moria. Destruido por los babilónicos, fué reedificado por Zorobabel, pero habiendo per- dido la mejor joya artística y religiosa cual era el Arca de la alianza.

Por la reconstrucción arqueológica de Schick y los estudios de Vogüe, sabemos la estructura de fábrica del famoso Templo. No podemos imaginar- nos a la manera de nuestras suntuosas catedrales o basílicas. Fué un templo cual no ha habido, ni habrá jamás, por su extensión, fábrica, riqueza y adaptación.

Flavio Josefo dice que era techado con lámi- nas de oro, las cuales al ser besadas por el sol res- plandecían formando una mole ígnea que despedía rayos luminosos.

Erizados pinchos de plata custodiaban la cu- bierta impidiendo posarse a las aves que cruzan el espacio.

Los pórticos que daban acceso al interior, ro- deando el perímetro, estaban colocados en los cua- tro puntos cardinales. Eran hileras de esbeltas y ricas

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columnas de mármol, sosteniendo una artística ar- mazón de madera cedrina.

Los pináculos eran dos, situados al este y al oeste del pórtico real o del lado sur. El del lado oriental se erguía en el borde del precipicio que cor- tado a pique descendía más de cien metros hasta el valle del Cedrón. Medía para arriba setenta me- tros, de manera que su cúspide se perdía en el espacio, mirada desde la profundidad del valle.

A este encumbrado pináculo se refieren los E- vangelistas cuando tratan de las tentaciones de Jesús. (Mat. IV-5-Luc.-IV-9,). Se discute sobre si materialmente fué conducido Jesús a este precipi- cio, o únicamente en pensamiento; parece lo más seguro que realmente se dejó conducir el Señor al pináculo del Templo, desde donde se miraban los atrios llenos de gente, que hubiera presenciado el milagro de arrojarse de la altura, cayendo en ma- nos de los ángeles; hecho suficiente para ser reco- nocido y aclamado como el Mesías, como pensó el diablo tentador.

La ciudadela Antonia estaba situada en el án- gulo Noroeste, ocupaba más de una manzana de extensión, en terreno del atrio de los gentiles, con el cual comunicaba por subterráneos, para llegar rápidamente al Templo y dominar cualquier situación.

Los atrios eran cuatro. El de los GENTILES, llamado así porque todos los extranjeros y extra- ños a la religión judaica, podían entrar en el y o- cuparlo. Tenía capacidad para hospedar a doscientas veinte mil personas. Servía para negociar y ter- tuliar sobre asuntos profanos.

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Este atrio estaba separado de los otros desti- nados a los israelitas, con artísticas balaustradas de mármol.

Los atrios de las MUJERES, VARONES y de la clase SACERDOTAL, estaban cercados por habitaciones y dependencias que comunicaban a los servicios del altar. Largos claustros con amplísi- mas puertas llevaban de un atrio a otro. El de las mujeres tenía capacidad para 15.000 personas; el de los hombres medía trescientos metros cuadra- dos; el de los sacerdotes era más extenso.

En el centro de una gran explanada entre los atrios citados, se levantaba el altar de los holocaus- tos, al que se subía por una rampa suave y lujo- samente adornada. Quedaba frente al vestíbulo del Santuario y a veinte metros de distancia; ardía constantemente el fuego que consumía las víctimas sacrificadas diariamente.

Los atrios eran también lugares sagrados y cuando Jesús inspeccionó el templo en sus dos prin- cipales visitas (Mat. 21-12-Luc. XIX-45J segura- mente encontró todos cuatro profanados con nego- ciantes y cambistas, por lo cual reprendió airado a sacerdotes, hombres y mujeres, judíos y gentiles.

El Santuario estaba dividido en dos partes; la anterior, con escalinata y vestíbulo, se llamaba lu- gar SANTO y la posterior SANTISIMO; medía la primera 9x18 metros y la segunda era cuadra- da, 9x9, tenida como la morada del Dios de Israel.

Estos dos departamentos estaban divididos por el riquísimo velo que se rasgó en la muerte de

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EL VERDADERO JESUCRISTO

Jesús (Mat. XXVII-51) y por la famosa viña con racimos de oro maziso.

EL SANTO guardaba tres objetos preciosos: el altar del incienso, la mesa de los panes de proposición y el candelabro de los siete brazos.

EL SANTISIMO guardó por siglos el Arca de la alianza, con las tablas del Decálogo, el maná y la vara de Aarón; descansaban estas reliquias en manos de Querubines de oro y servían de escabel del trono de Yahvé-

Se dice que el Arca fué ocultada por un pro- feta en el exilio del pueblo judío permaneciendo en una caverna del monte Nevo hasta que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob reúna a su pueblo al rededor del Templo, en la ciudad santa.

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EL SABADO EN LA ANTIGUA LEY

1 Evangelio nos cuenta los continuos repro- ches de los fariseos a Jesús por su inobservancia del sábado, o mejor dicho, porque el Maestro o- braba .en sábado lo que creía prohibido la intere- sada y personal interpretación de los fariseos.

Jehová mandó el descanso y la santificación del sábado {Exodo XX-8). Moisés codificó el ritual legal donde constaban las obras prohibidas en sá- bado, cuya transgresión acarreaba culpa y pena. En el transcurso de los tiempos degeneró el espí- ritu de la Ley, reduciéndose a prácticas exterio- res sin sentido divino.

Por ejemplo, entre las cosas prohibidas en sábado estaban: curar, segar, cargar. La mentali- dad de los fariseos había conducido al pueblo a creer que faltaban a la ley, los que vendaban una herida o hacían un masaje; los que cogían una fruta madura desprendida del árbol; los que hacían uso culinario de los huevos que las gallinas po- nían en sábado; no se podía conducir una silla de un lugar a otro, ni llevar una aguja.

Por este orden, el farisaísmo había adultera- do completamente el sentido espiritual de la ley, a lo cual se opuso tenazmente el Maestro con sus palabras y obras.

Los Evangelistas han dejado constancia de los casos por los cuales fué acusado Jesús como vio- lador del sábado.

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Entró el Señor un día sábado en una Sinago- ga y se puso a enseñar. Algunos fariseos que le escuchaban le preguntaron: "Maestro, es lícito cu- rar en sábado?".

Jesucristo que conocía su malicia, no contestó; llamó a un hombre que estaba entre su auditorio y que tenía una mano enferma, muchp tiempo, sin movimiento y seca, y le dijo: "hombre, extiende tu mano; estas curado". El enfermo recobró inmedia- tamente el uso de su miembro paralizado. Obrado el milagro, dijo Jesús a los fariseos: "Decidme, es lícito hacer una buena acción en sábado? Se debe salvar la vida o hay que dejarla perder?

Como todos guardaban silencio, insistió el Maes- tro, preguntando a sus interlocutores: "cuál de vo- sotros, si tiene una oveja y cae en una fosa, no la sacaría para salvarla de la muerte, aunque fuera en día sábado"?

Como los fariseos no se atrevieron a contestar contradiciendo a Jesús, este prosiguió enseñando la interpretación verdadera de la ley (Luc. VI-6)

Otro día sábado salió Jesús a pasear con sus discípulos por el campo. Las mieses ondeaban, do- radas por el sol. En la comitiva se habían mezcla- do algunos fariseos que no perdían ocasión para criticar la actuación del Maestro.

Los discípulos encontraron sabor en el fruto maduro de las espigas de trigo, que ondulantes; se ponían en sus manos, al paso por el sembrado. Cogían espigas, las desgranaban y comían.

Los fariseos, escandalizados, no del hecho mis-

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mo porque estaba permitido por la costumbre, sino porque así obraban en sábado, llamaron la atención del Maestro diciéndole: "Cómo permites que tus discípulos profanen así el día del Señor?"

Jesucristo tomó a su cargo la defensa de los acusados, increpó duramente la hipocresía de los fariseos y terminó su alegato con las magistrales palabras: "se ha hecho el sábado para los hombres, en su beneficio, y no han sido creados los hombres para sujetarse al . sábado.

Los dos pasajes anteriores tuvieron lugar en Galilea. Cuatro más nos cuenta el Evangelio que sucedieron en Judea: la curación del ciego, de un hidrópico, de la mujer encorvada y de un hombre pa- ralítico, todos obrados en día sábado, ante el es- cándalo de los fariseos que cada vez salían con- fundidos de la presencia del Maestro reconociendo su falta de sinceridad en la observancia de la ' ley sabatina

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-XIII- EL DOMINGO DE LA NUEVA LEY

n el judaismo no existía el día domingo; este nombre era desconocido; con sábado termi- naba la semana; este día era el día del Señor, el día santo porque Dios se había reservado para y el hombre debía santificarlo, descansando del trabajo servil y consagrándole al culto divino.

Jesucristo, Redentor de la humanidad, no vino a derrocar la Ley, sino a perfeccionaría. Con su presencia en la tierra terminó la Antigua alianza y comenzó la Nueva.

El Decálogo tomó mayor significado porque pa- só a ser ley universal. El principio del tercer man- damiento: "Acuérdate de santificar el día del Se- ñor" tomó mayores proporciones; quedó la sustan- cia del precepto y varió el accidente, el día.

Este mandato divino no podía cambiarse, pero al mudarse la alianza o el pacto de Dios con los hombres, debía cambiarse el día consagrado al des- canso humano y al culto divino.

La ley antigua era la precursora de la nueva; el ritual mosaico era la sombra del Evangelio; al brillar la luz de la verdad cristiana se aclaró la penumbra del judaismo. Al sábado que recordaba el descanso de Dios Creador, sustituyó el domingo en recuerdo de Dios Redentor.

Murió Jesucristo en manos de la justicia Re- dentora; triunfó el pecado y la muerte y su triun- fo hubiera sido eterno si Cristo no hubiera resu-

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citado. El triunfo de los enemigos de Cristo fué efímero; la victoria de Jesucristo es eterna, porque se basa en el hecho divino de su resurrección.

Si Jesús no hubiera resucitado, su obra habría desaparecido al tercer día de su muerte; los Após- toles, que huyeron al ver a su Maestro maniatado, preso y sentenciado a muerte, no esperaban sino la mañana del domingo, para acabar con toda ilu- sión, y volver avergonzados al humilde oficio y a la ocupación diaria que dejaron, oyendo la invita- ción del Rabí crucificado.

Jesucristo resucitó al día siguiente del gran sábado judío; ese día, es el día del Señor que venció a la muerte, al pecado y al demonio; el día de la resurrección es el día de Dios, porque se o- bró el milagro por excelencia, la crea! ón espiri- tual del mundo; es el día del Señor omnipotente, del DOMINUS, de donde viene etimológicamente el domingo, el gran día del cristianismo.

He aquí la razón primordial del cambio de día para santificarlo. Así como en el primer día de la creación del universo, brilló la luz y el caos se convirtió en vida, así también el primer día del cristianismo, que fué el domingo de la resurrección, brilló en el mundo regenerado la luz de Cristo, fué el primer día de la nueva creación, porque como dice San Pablo (Gal VI- \5) "la Redención es otra creación, que fué completada en domingo".

El día domingo siguiente a la Ascención de Jesús al Cielo, descendió el Espíritu Santo sobre la tierra, para santificar a la naciente Iglesia cris-

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tiana. El domingo es también el día de Dios Santificador.

Las palabras de Jehová al pueblo escogido" "Acuérdate de santificar el día de Dios", fueron cumplidas y adaptadas al sábado. Este mismo man- damiento fué confirmado por Jesucristo: "santificar el día de fiesta", pero la gran fiesta del cristianis- mo se hizo el domingo y aunque el Señor no dijo con palabras, al escoger este día para su victoria definitiva, lo consagró, lo santificó, y lo segregó para que fuese el día santo por excelencia.

El precepto divino se cambió en lo accidental, con beneplácito del mismo legislador. La conmemo- ración del descanso de Dios Creador, se celebra recor- dando el triunfo de Dios Redentor y la venida de Dios Santificador.

El sábado del Antiguo Testamento, era figura del domingo de la nueva Ley; la humanidad sigue cum- pliendo con el tercer mandamiento del Decálogo, reservando el último día de laf semana para su des- canso corporal y para el culto oficial al Creador.

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-XIV- MIRADA DE CONJUNTO

vida de Jesucristo se divide en tres pe- ríodos marcados: infancia y vida oculta - vida pú- blica o evangélica - pasión y glorificación.

EL PRIMER período es el más largo en años, pues comprende más de treinta, pero es el más corto en hechos. Los Evangelistas Marcos y Juan nada dicen de este tiempo. Mateo y Lucas apenas lo mencionan, dándose datos generales, en dos capítulos.

Lo que nos refiere San Lucas es de mayor im- portancia, porque, como el mismo dice: "se ha in- formado todo exactamente, desde su primer origen" y puede ser que la mejor informante haya sido la Madre de Jesús, testigo de toda la vida hogareña de más de treinta años. (Luc. 1-3) Un comentarista del Evangelio dice: "abundan en los dos primeros capítulos de San Lucas, toques tan dulces y tan delicados que delatan la mano de una Virgen y el corazón de una Madre".

Toda la infancia y vida oculta de Jesús, está reducida en los Evangelios, a la genealogía, naci- miento, adoración de pastores y reyes, huida a E- gipto y visita al Templo. El compendio de más de treinta años de vida hogareña es: "Jesús crecía en edad, en sabiduría, en gracia, delante de Dios y de los hombres y María conservaba el recuerdo de to- das esas cosas, en su corazón". (Luc. 11-51).

EL SEGUNDO período comprende tiempo

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corto en años, pues no llegan a cuatro, pero es el más largo y variado en acontecimientos.

A los meses que precedieron a la primera Pascua, pertenecen el Bautismo de Cristo, el reti- ro en el desierto, el encuentro con los primeros discípulos y el milagro en Caná de Galilea.

El primer año de predicación fué como ensa- yo para el establecimiento del reino mesiánico. Fué el Maestro a Jerusalén, donde inauguró su minis- terio, pero la indiferencia del auditorio y la animad- versión de los fariseos y escribas, obligaron a Je- sús a cambiar de planes. Resolvió el Señor comen- zar la evangelización por la Galilea; los galileos, aunque más rudos que los judíos y en contacto más íntimo con los gentiles, eran más sinceros, más entusiastas y resueltos; su religión era más pura, porque estaba menos contaminada por las ideas farisaicas.

En Cafarnaún dió la primera misión con éxito asombroso. La fama del Rabí taumaturgo voló por toda la región; quedó el campo abierto y prepara- do para lo sucesivo. Cada vez aumentaba el audi- torio y crecía el número de discípulos.

Para la segunda Pascua fué nuevamente el Maestro a Jerusalén, siendo recibido mejor, por las noticias llegadas de la región vecina. No se quedó mucho tiempo y prefirió volver a tierras gaiileñas, donde se resolvió a organizar el reino mesiánico eligiendo los apóstoles y predicando las bienaven- turanzas.

Formado el colegio apostólico y seguido de in- numerables discípulos y pueblo, ansioso de oír la

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Buena Nueva y recibir milagros a granel, conti- nuaba Jesús su misión; los fariseos se levantaron furiosos y llenos de envidia y mal entendido celo contra el Rabí Nazareno, obligándole, por pruden- cia, a retirarse a la región oriental del Tiberíades. El tercer año de predicación fué azaroso. Crecía

el odio y persecución de los enemigos; el auditorio comprendía mal la doctrina; los nazarenos le difa- maron; estas razones obligaron a Jesús a adoptar el método parabólico en la predicación y a per- manecer un tiempo más en las regiones de Siria y Fenicia.

Volvió a Galilea cuando estaban los ánimos calmados y fué a Jerusalén para la fiesta de los Tabernáculos. Siguió predicando en Judea. El do- mingo antes de la cuarta Pascua, entró en la ciu- dad santa aclamado por la muchedumbre como Me- sías y Rey.

El Sanedrín no pudo contener su rabia y ese mismo día, decretó la muerte del Galileo y siguió buscando acusaciones y la manera de apresarle.

EL TERCER período es cortísimo en tiempo, pero importantísimo en hechos, son cuarenta y cua- tro días divididos en tres etapas: preliminares de la pasión-pasión y muerte-glorificación.

La Cena, el lavatorio de los pies, la institu- ción de la Eucaristía y el Sacerdocio, la despedi- da, son los preludios de la Pasión. Esta comienza en Getsemaní, con esbozos de fracaso, por la dis- persión de los apóstoles y la negación de Pedro; continúa dolorosa con azotes, corona de espinas, cruz y clavos; culmina con la muerte y sepultura.

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La fría loza de Arimatea, parece que cubre para siempre el cadáver del Rabí y oculta eternamente su nombre, doctrina, milagros y misión; pero la tercera etapa de este período cambia todo radi- calmente. Resucita Jesucristo, se aparece a sus a- póstoles; sube al Cielo, manda al Espíritu Santo para sellar gloriosamente su obra y la Iglesia cris- tiana se consolida con vida eterna.

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-XV- ¿QUIEN ES JESUCRISTO?

05s un ser histórico. La historia nombra a un personaje llamado Jesús de Nazaret.

Flavio Josefo, historiador del año 40 al 100 de la era cristiana, cita a Jesús, por sobrenombre Cristo, a Juan Bautista arrestado por Herodes, re- lata el martirio del Apóstol Santiago lapidado en Jerusalén y se refiere al drama del Calvario.

Plinio, escribiendo a Trajano, en el año 110, habla de Cristo y de los cristianos.

Tácito, en el relato del incendio de Roma, en el año 115, se refiere a Jesucristo sentenciado a muerte de cruz por Poncio Pilato, bajo el reina- do de Tiberio; hace alución a los cristianos a quie- nes Nerón culpó el incendio, indicando que este nombre les viene de Cristo el judío-

Seutonio, en el año 120, relatando la vida de Nerón, dice que infligió tormentos refinados y su- plicios atroces a los cristianos, gentes entregadas a la superstición, y que adoraban a un dios lla- mado Jesucristo, hijo de un carpintero de Nazaret.

Lo cierto es que cuarenta años después de la muerte de Jesús, su nombre y su obra eran cono- cidos en Roma y estaban grabados en las páginas de la historia contemporánea, que narra las luchas incipientes entre los adeptos a la nueva religión del Crucificado y el paganismo.

Jesucristo es un personaje histórico. Ningún

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hombre culto puede negar esto. Pero, ¿es un ser humano o una persona divina?

Para algunos, Jesús no es sino uno de tantos Profetas del judaismo, caudillo del pueblo israelita, experto Rabí galileo, hábil nigromante, antes que taumaturgo.

Otros presentaban a Jesús como un superhom- bre, uno de aquellos que aparecen en la tierra de tiempo en tiempo, hipnotizador de las muchedum- bres y dominador de pueblos.

Se ha dicho que fué un inteligente aventure- ro, quien en los treinta años de su vida oculta pa- só formando su inteligencia y voluntad en ateneos orientales, haciendo estudios escriturarios, para pre- dicar una doctrina nueva y aparecer ante el pue- blo hebreo como el Mesías prometido.

Todas las fábulas inventadas en torno de Cris- to con el diabólico fin de destruir su Iglesia, se han esfumado ante la verdad católica: Jesucristo es Dios hecho hombre.

El mismo dijo así y lo probó en privado y en público, ante los tribunales religiosos y civiles. Es- ta fue la única acusación y el único motivo para su sentencia de muerte; pero nunca fué disimula- da, ni retractada, porque la verdad está por enci- ma de todo.

Los judíos dicen claramente a Pilato: "Noso- tros tenemos una ley y según ella, Jesús debe mo- rir porque dícese ser hijo de Dios". (Jn. XIX-7J.

Cristo probó su divinidad con milagros, que son las obras de Dios. Los mismos enemigos fue-

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ron testigos de esos milagros y sin poder negar- los decían: "Este hace muchos milagros y si le de- jamos libre, todo el pueblo va a creer en El". (Jn. Xl-47),

Jesucristo desafiaba a sus adversarios dicién- doíes: "Mis obras manifiestan quien soy. No que- réis creer en mis palabras; creedme por las obras que hago". (Juan. X-25-38).

Los milagros son las credenciales de la divi- nidad; son ei sello de Dios; Jesús hizo milagros numerosos y variados; luego es Dios.

El milagro, esencialmente hablando, es un he- cho superhumano. En la historia evangélica en- contramos el relato de los milagros de Cristo. Unos cambian una materia en otra, como el agua en vino en Caná; otros la sacan de la nada, co- mo la multiplicación de los panes, por dos ocasio- nes; cura toda clase de enfermedades, sin que ha- ya relación alguna entre el fin y los medios usa- dos. Resucitan los muertos, obedecen los demonios, se cambian las leyes naturales, suspéndese el cur- so del movimiento universal. Los milagros evangé- licos son innegables e insustituibles porque forman un todo ordenado y lógico con la doctrina y con los otros hechos de la vida de Jesús.

Jesucristo es Dios. No hace falta probar que es Hombre, porque miles de testigos constataron su humanidad. El mismo Evangelio nos presenta a Cristo como hombre; comiendo, durmiendo, des- cansando para reparar las fuerzas corporales; con

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túnica y manto, con sandalias y pañuelo a la ca- beza, para cubrir y protejer el cuerpo. Los discí- pulos le conocieron y le siguieron como a hombre; la primera pregunta que le hacen es: ¿''Maestro, dónde vives?". "Venid y veréis", contestó Jesús y los Evangelistas dicen: "que fueron y vivieron con El", con Dios hecho Hombre, (Juan. 1-39)

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-XVI- PRELIMINARES AL NACIMIENTO

e dice que NAZARET, significa "ciudad florida; otros traducen por "Atalaya"; San Jerónimo la denomina "flor de Galilea". Todas las interpre- taciones corresponden a la realidad, porque la villa nazarena, vista desde la llanura de Esdrelón, pa- rece jardín florido, por los tulipanes, anémonas y escabiosas que florecen en sus huertos. Es atalaya porque se asoma en la altura, atizbando al que a- traviesa el valle.

Nazaret sigue siendo un rincón apacible y gracioso, separado del bullicio comercial de Tibe- ríades. En esta pintoresca ciudad, tenía su casita blanca una doncella llamada María, hija única de Joaquín y Ana. Era la Virgen, la flor de Nazaret y la perla de Galilea, en el jardín y en la concha de un pueblo privilegiado.

Un día primaveral estaba María orando en la soledad del recinto, cuando su plegaria fue inte- rrumpida con la visión de un ángel. El mensajero celestial saludó a la Virgen con palabras inusitadas: "Dios te salve; el Señor es contigo; has encontra- do gracia delante de Dios; vas a concebir en tu se- no y darás a luz un hijo que será el Salvador, El Espíritu Santo vendrá sobre y la virtud del Altísimo te cubrirá con tu sombra. Lo santo que nacerá de tí, será el Hijo de Dios (Luc. 1-26).

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Turbóse María ante tan sublime mensaje: "Có- mo ha de ser eso7 pues yo no conozco, ni conoce- ré varón". Gabriel, el divino mensajero, volvió a explicar el misterio de la encarnación y consiguió de la Virgen el asentimiento: "He aquí la esclava del Señor, hágase en según tu palabra" (Luc. 1-34-38).

Ese momento se posó la virtud del Altísimo sobre el capullo nacarado de Nazaret y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. (Juan. 1-14-15)

Al anunciar el Arcángel a María la encarna- ción del Hijo de Dios en sus purísimas entrañas, le notició, como prueba la omnipotencia divina, que su prima Isabel, era también madre del pre- cursor del Mesías. (Luc. 1-36-37).

Llena de santa alegría, la Madre de Dios em- prendió viaje hacia el pueblo de Ain-Karín, que se extiende silencioso en la montaña, a seis kilóme- tros de Jerusalén. Allá vivía su pariente Isabel, esposa del sacerdote Zacarías, quien servía en el Templo cuando le tocaba el turno; con ellos debía María asociarse para glorificar al Dios de Israel por el cumplimiento de las promesas mesiánicas, pues había oído el toque de la hora de la reden- ción humana.

Embargada de emociones celestiales permane- ció María en casa de su prima Isabel, hasta el na- cimiento de Juan Bautista. (Luc. 1-56).

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Las escenas de esta visita tuvieron sus entre- actos poéticos, en los himnos de acción de gracias cantados por la Virgen, en el "Magníficat", como contestación al saludo de los visitados; u Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre", y en el "Benedictus" de Zacarías. (Luc. I-42-46-68J. Estos dos himnos se repiten dia- riamente en la tierra y su eco resuena eterna- mente en el cielo. Todas las generaciones siguen aclamando a María "Bienaventurada porque el To- dopoderoso la escogió para cumplir la promesa he- cha a Abrahán y a sus descendientes". (Luc. 1-48-49-55).

Pasados tres o cuatro meses, volvió María a Nazaret para preparar el nacimiento de su hijo e Hijo de Dios. Un grave problema había de por medio. La situación de la Virgen al tiempo de la Anunciación la definen los Evangelistas, diciendo: "Estaba María desposada con José". (Luc. I-27-Mat 1-18). María era esposa verdadera de José, quien al notar las señales externas de la maternidad, ha- biendo cohabitado virginalmente con ella, no sabía como explicar aquella concepción. Un ángel de Dios fué el encargado de hacer saber al esposo lo acae- cido con su señora. María no había sido infiel; no ha- bía perdido la virginidad. Lo concebido es obra del Espíritu de Dios. Dará a luz un hijo que será Jesús, el Redentor. fMat. 1-20)/

Un Angel fué el nuncio divino ante José. Tai- vez fué el mismo Gabriel, el que notificó a Zacarías la concepción del Bautista, el que anunció a María

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la encarnación del Verbo. Gabriel, llamado con ra- zón el Arcángel de la Redención, fué el mensajero de Dios, el encargado de cerrar la última página del Antiguo Testamento y de abrir la primera de la Nueva Alianza; Gabriel es el Angel testigo de los desposorios del cielo con la tierra, el paraninfo o encargado de noticiar los acontecimientos preli- minares al nacimiento de Jesús.

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-XVII- HACIA BELEN

Obstaba profetizado que el Mesías nacería en Belén de Judá. Setecientos años antes del naci- miento de Jesús, Miqueas exclamó: " Belén, tu no eres la última entre las ciudades de Judá, porque de saldrá el caudillo de mi pueblo, cuya genera- ción se remonta a la eternidad." (Miq. M-2)

San Lucas cuenta el motivo del viaje a Be- lén: "El Emperador romano mandó en todo el im- perio un empadronamiento general". Palestina, prác- ticamente, estaba sujeta a Roma y el edicto obli- gaba a los judíos. fLuc. II- 1-5).

Este censo se levantaba por familias, debien- do cada una empadronarse en la ciudad de su al- curnia y linaje. José y María debían trasladarse a Belén, ciudad de David, de quien descendían.

Estaba entrado el invierno; el mes de Diciem- bre declinaba, cuando los esposos emprendieron el camino. De Nazarct a Belén, había entonces unos 120 kilómetros, que lo repartieron en tres jornadas.

De Jerusalén a Belén, no hay sino dos leguas que las caminaron alegremente los santos viajeros, recorriendo presurosos los senderos por donde pa- saron sus ascendientes. Al doblar el último collado, divisaron la ciudad blanca y alegre, asentada entre el verdor del valle. Pasaron junto a la tumba de Raquel y entraron en la villa, recordando a sus progenitores, patriarcas y reyes, dueños de esas campiñas.

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Belén estaba saturado de gente forastera; las calles apenas se abrían para el tránsito; en las puertas y ventanas de las casas, se asomaban pa- rientes y amigos de los dueños; en los portales de las plazas, habían acampado los que no encontra- ron mejor hospedaje. Centenares de familias habían acudido a la sede de su alcurnia para empadro- narse y la ciudad rebosaba de alegría y de gente.

José golpeó la puerta de las casas de parientes y amigos. Necesitaba una posada apacible y libre de miradas indiscretas. María sabía que el alumbra- miento se aproximaba y que debía efectuarse mi- lagrosamente.

La tarde venía ligera; el sol buscaba apresu- rado su ocaso; comenzaba a tenderse la niebla pre- cursora de una noche oscura y fría. José y María, no encontrando albergue en la ciudad, pensaron en los suburbios, donde quizá alguna familia pobre les daría cariñoso hospedaje. Siguieron el declive orien- tal del camino de Belén y lo más cómodo que en- contraron fué una cueva o gruta que servía de pe- sebre a los animales.

San José la limpió y arregló lo mejor posible para acomodar a la Virgen. Allí nació Jesús, el Re- dentor del mundo.

4<Dió a luz, y recostóle en un pesebre", dice Lucas (\l~7) refiriéndose al nacimiento de Cristo.

El vocablo "pesebre" debe entenderse según el modo de hablar y las costumbres ganaderas de en- tonces. Pesebre es un establo, pero no uno edifi- cado por los hombres, más o menos cómodo y lu*

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joso; el pesebre donde nació Jesucristo fué una cueva, una caverna, excavada en la peña de un montículo, separada de las casas del pueblo de Belén.

Estas cuevas abundaban en el campo y apro- vechaban los animales para defenderse del calor del sol o del frío de la noche y los ganaderos las o- cupaban para alimentar allí a sus bestias regan- do el forraje. Actualmente se ven también cuevas similares en los campos de Palestina.

" Mordaz, pero exacta, es la advertencia de Pa- pini", dice un autor, refiriéndose a las palabras del cognotado escritor, quién haciéndose alusión al establo donde nació Jesús ha dicho con toda ver- dad: "Ese establo no es el alegre pórtico que los pintores han inventado como avergonzados de que Dios hubiera estado acostado en la miseria y en la suciedad. No es tampoco el establo o nacimien- to de yeso de las confiterías. Ni los establos com- puestos por las novicias o presentado lujosamente por los párrocos, o soñados por los niños. El ver- dadero establo donde nació Jesús fué oscuro, su- cio, hediondo .."

Fué oscuro como toda cueva sin salida y, se- guramente, un mechero alumbraba dentro para po- der actuar.

Fué sucio y hediondo porque esa caverna con- tenía las majadas de los animales y las basuras del forraje recolectadas por mucho tiempo. -Así nació Jesús, en un pesebre, porque no hubo sitio para su madre en el mesón o poblado de Belén. María le envolvió en pañales, sencillos y vulgares, cual sue- len ser los de los pobres. (Luc. 11-8)

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Por lo que relata el Evangelista, se despren- de que el nacimiento de Jesús tuvo lugar en la no- che; en lo dicho del pesebre, se funda la tradición que pone junto al niño recién nacido un buey y un asno; allí debían estar estos animales, refugiándose de la lluvia y buscando el pienso,

Los pastores que acudieron a visitar al niño Dios, eran pastores nómadas que estaban velando su ganado, pasando la noche al sereno, cobijados por el ancho cielo negro y oscuro de aquella noche sin estrellas, porque todas estaban recogidas pre- senciando el nacimiento de Jesucristo.

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-XVIII- CIRCUNCISION, PRESENTACION, NOMBRE.

B^a circuncisión fué impuesta por Dios a los hebreos como señal perenne de elección y testimo- nio de adscripción al pueblo escogido.

La ley de la presentación obligaba a los israe- litas a presentar en el Templo a todos los primo- génitos, consagrándoles a Dios; en virtud de esta ceremonia y por disposición divina, todos los prime- ros hijos varones debían servir perpetuamente en la casa de Dios. Para evadirse de esta obligación debían ser rescatados mediante una contribución pecuniaria en beneficio del Templo.

La ley prescribía que el rescate debía realizar- se cuando el niño tenía un mes. El precio era de cinco ciclos de plata que ingresaban al tesoro sagrado.

La circuncisión consistía en un corte circular o al rededor del miembro viril del niño; era una herida pequeña, pero sangrante, con la cual se se- ñalaba al recién nacido y era reconocido como des- cendiente de Abrahán y heredero de las promesas mesiánicas.

El origen de esta ceremonia religiosa está en la prescripción de Jehová a su pueblo: "Como se- ñal del pacto entre y vosotros, todo varón, en vuestras generaciones, será circuncidado a los ocho días de nacido, aún cuando ese octavo día caiga en sábado" (Gen. XVII-10).

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La circuncisión era una especie de sacramen- to de la Antigua Ley; en virtud de la promesa de de Dios a Abrahán y sus descendientes y median- te esa ceremonia, se perdonaba el pecado original La presentación era también a modo de sacramen- to que consagraba a los futuros levitas del san- tuario. El rescate se originó cuando Dios escogió únicamente a la tribu de Leví para las funciones sacerdotales, quedando libres del servicio del Tem- plo, los descendientes de las otras tribus, median- te esa limosna. fExodo XIII-1 2-XVI 11-16)

Salta a la vista que Jesucristo estaba libre de estas leyes, no embargante sé^ sujetó a ellas, para darnos ejemplo de obediencia a la autoridad divina y humana. A los ocho días de nacido fué circuncidado por su padre adoptivo y al mes fué presentado en el Templo de Jerusalén, en brazos de su madre verdadera..

Conforme a la costumbre Judía, el día de la circuncisión, se le impuso también al Niño Dios el nombre de JESUS, o mejor dicho, San José pro- clamó oficialmente el nombre del Redentor, nombre traído del cielo e indicado por el ángel a María, el día de la Anunciación. (Luc. II-31J.

El Redentor de la humanidad tuvo muchos nombres, siglos antes de la Encarnación. El Pro- feta Isaías le llamó: "Príncipe de la paz, Admira- ble, Dios fuerte, Padre del siglo futuro, Conseje- ro del Altísimo". (Is. IX-6¿ Su nombre propio era Dios, pero como Salvador de los hombres le co- rrespondía el nombre de Jesús, que en hebreo es

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Yesua, abreviación de Yehosua, que se traduce por Dios-Salvador.

Nombre sublime, "nombre sobre todo nombre", como dice San Pablo, "Porque al nombre de Je- sús se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno". fFilip. 11-10)

Se completa el nombre de Jesús con el de Cris- to, palabra griega que significa: Ungido, Embaja- dor, Mesías.

El nombre de Cristo fué pronunciado por el ángel que anunció a los pastores el nacimiento del Señor: "Hoy ha nacido en la ciudad de David el Salvador que es Cristo. (Luc. II-ll).

En la genealogía de Jesús dice el Evangelista "Jacob" engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, por sobrenombre Cristo". (Mat. I-16J.

El nombre de Jesús, fué grabado en tres idio- mas en el rótulo de la cruz. (Jn. X1X-19J.

El primer milagro que hizo San Pedro curan- do al paralítico en la puerta del Templo, lo ;hizo invocando el nombre de Jesús. Las conversiones en masa de los judíos en los días de Pentecostés se obraron al nombre de Jesús Nazareno. (Act. IV-4).

Cuando el Sanedrín llamó a juicio a los após- toles y les preguntó: "¿en nombre de quién predi- cáis y hacéis milagros?" San Pedro, jefe del apos- tolado cristiano, contestó: "Príncipes del pueblo y ancianos de Israel, escuchada declaramos que ha- blamos y curamos en nombre de Jesús nazareno, a quién vosotros crucificásteis". ( Act. IV-5,).

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EL VERDADERO JESUCRISTO

Los escribas y fariseos ya no temen a la per- sona de Cristo, sino a su nombre, "llamaron a los discípulos del crucificado y les intimaron que no hablasen, ni enseñasen en nombre de Jesús." (Act. IV-17/

Este nombre fué el baluarte del cristianismo en los primeros siglos. Los cruzados de la edad media se lanzan a la lucha religiosa con el nom- bre de Jesús en los labios y en el corazón. Este nombre salvará al mundo moderno, cuando los cris- tianos cumplan con el segundo precepto del Decá- logo": No tomar el nombre de Dios en vano". (^Exo- do XX-7J.

El nombre santo de nuestro Dios es: Jesucris- to, alfa y omega, principio y fin de todo. fApoc. XXI-6)

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-XIX- DESARROLLO DE JESUS

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1 Hijo de Dios hubiera podido aparecer en la tierra repentinamente y en edad viril, lleno de gloria y majestad.

Así esperaban los judíos al Mesías: un rey co- ronado, seguido de vasallos, rodeado de un ejército poderoso, colmado de riquezas Así podía presen- tarse Jesucristo en la tierra; pero sucedió lo con- trario. La señal de su presencia fué: "Encontra- réis a un niño, envuelto en pañales y recostado en un pesebre". (Luc. 11-12)

Jesús sigue en su venida al mundo la trayec- toria ordinaria de la naturaleza humana Comienza por embrión en el seno materno y continúa su gestación durante nueve meses. Nace y crece como todo niño; se hace adolecente, joven, hombre- Este camino natural tiene dos excepciones en Jesús. Su concepción fué milagrosa, sin interven- ción de varón, por obra y gracia del Espíritu San- to. Su cuerpo se formó en el seno virginal de María extraordinariamente.

Su nacimiento es la segunda excepción.

Nació milagrosamente. Salió del vientre de la Virgen, como la purísima luz solar atraviesa el nítido cristal, sin romperlo, ni empañarlo. Del mis- mo modo que su cuerpo salió del sepulcro, a tra- vés de la piedra que cerraba su tumba. Como pe- netró corporalmente por las puertas del Cenáculo herméticamente clausuradas. Así Jesús, al nacer,

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atravesó el cuerpo virginal de María, dejándole in- tacto, sagrado y virgen.

Ignoran los atributos divinos, los que tropie- zan con dificultades ante los hechos sobrenaturales de la concepción y nacimiento de Jesús.

Fuera de estas dos excepciones, la naturaleza humana sigue su curso normal en la vida de Cris- to. Nace y su Madre le envuelve en pañales y le reclina en una cuna; a los ocho días se le circun- cida y al mes es presentado en el Templo. En Na- zaret, crece Jesús en edad, en sabiduría y en gracia. (Luc. 1 1-52 Sus miembros corporales y sus facul- tades espirituales van fortaleciéndose con el alimen- to, el aire, el sol y el trabajo; con el estudio y la oración.

La niñez de Jesús se desarrolla tranquila en la felicidad del hogar y en la paz del campo. Su juventud surge vigorosa en el ambiente popular apacible y sano.

Durante treinta años disfrutó Jesús de las de- licias de un hogar saturado de felicidad y perfuma- do de sonrisas. Estuvo oculto y pasó desconocido, como se esconde el sol, entre las acariciadoras nu- bes matinales, en los días de otoño, para brillar me- jor al medio día.

Jesús creció en Nazaret física, intelectual y espiritualmente. La vida del hogar dejó en su per- sona huellas inconfundibles. Salió a cumplir su mi- sión evangélica, convertido en un hombre perfecto.

Dice el P. Leal S. J.: ula gimnasia del tra- bajo ordenado fortificó su cuerpo; los paseos por

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las colinas de su pueblo dilataron su pecho y le dieron voz clara y sonora; la vida sana de su ado- lescencia fué fuente de energía para los trabajos que admiramos en el ministerio evangélico. Largas y continuas jornadas a pie por caminos acciden- tados; climas tan opuestos como los de las alturas, llanuras y riberas de Palestina; falta de alimento y sueño, en tres años de vida apostólica, es prueba evidente de su fortaleza corporal".

No cabe duda que el trabajo fué la ocupación ordinaria de Jesús, desde los doce hasta los trein- ta años. Sus paisanos le vieron diariamente traba- jando en el taller de San José. Por esto se extra- ñaron al verle convertido de la noche a la maña- na en Rabí y se preguntaban: "No es este el car- pintero, hijo de José?". fMat. XIII-55-Marc. VI-3).

Sus coterráneos le conocieron niño, dando los primeros pasos y balbuceando las palabras; adoles- cente, jugando en la plaza del pueblo; joven, asis- tiendo a la Sinagoga. Los nazarenos le vieron cre- cer en edad.

Crecía Jesús en sabiduría aprendiendo de la- bios de su madre la Ley y repitiendo los versículos de la Biblia. En la escuela de su pueblo, confundi- do con los otros niños, aprendió a leer, escribir, aritmética e idiomas.

Crecía en gracia, pues a medida que pasaba de una edad a otra, de la infancia a la niñez, de ésta a la adolescencia y a la juventud; a medida que adelantaba en el conocimiento de las ciencias huma- nas, iba, año tras año, manifestando virtudes y santi- dad que le acarreaban la admiración de los hombres y la complacencia del Padre celestial.

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-XX- EPIFANIA

umplida con la ceremonia legal de la Presen- tación de Jesús en el Templo, volvió la sagrada familia a Belén. Había conseguido San José una casita mejor acondicionada que la gruta del naci- miento y de acuerdo con la Virgen resolvieron que- darse viviendo unos meses en la ciudad de David. En este tiempo tuvo lugar la "epifanía" o mani- festación de Jesucristo a los gentiles.

Debía cumplirse una profecía: "Vendrán de Saba, trayendo oro, incienso y mirra y publicarán las grandezas de Jehová." (Is. 60)

"Unos Magos vinieron del Oriente, dice San Mateo, preguntando por el Rey de los Judíos, cu- ya estrella habían visto y querían adorarle". (Mat.II-1)

Es digno de anotarse que Jesús es llamado REY de los judíos cuando nace y que tendrá el mis- mo título al morir. Encima de la cabeza del Señor crucificado estaba el rótulo, en tres idiomas: Jesús nazareno REY de los judíos.

Por la expresión evangélica MAGOS de O- RIENTE se debe entender, de acuerdo con la tradición, unos hombres sabios y poderosos, origi- narios de Persia o del país que se extiende desde la Transjordania hacia el oriente de Palestina.

El término "mago" deriva de la raíz "mag", teniendo la misma etimología que la palabra latina MAGNUS, la del Sánscrito MAHA, y la del persa

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MAGHU, que son sinónimas de GRANDE o ilus- tre, en castellano.

Entre los Persas y Medos se distinguían con ese nombre a los descendientes de uno de los an- tiguos pueblos de Media, dedicados a la ciencia y a la religión.

Desde la cautividad de los judíos en tiempo de Nabucodonosor, la religión de los hebreos, su tra- dición y sus esperanzas mesiánicas se difundieron entre los pueblos orientales; era conocida la Biblia; seguramente los Magos profundizaron el estudio de las Sagradas Escrituras y estaban al tanto de las profecías y del tiempo de su cumplimiento.

No eran, propiamente hablando, reyes; pero se les daba este título por su nobleza, ilustración y sacerdocio. Nada se sabe de cierto acerca del nú- mero de los visitantes a Cristo, ni de sus nombres, ni de donde vinieron, ni la naturaleza de la estre- lla que les condujo.

Lo cierto es que fueron varios, porque el E- vangelio emplea el plural, al hablar de su visita y adoración al Señor. La tradición más común seña- la TRES y da sus nombres. Melchor, anciano, de luenga barba y larga cabellera, ofreció a Jesús el metal precioso, reconociéndole como Rey.

Gaspar, joven imberbe, rubio, adoró al Niño reconociendo su divinidad y le ofreció incienso.

Baltazar, moreno, de cabellera ensortijada, ojos grises, ofreció mirra, proclamando la humani- dad del Señor.

Como los Evangelistas no dicen sino: "unos

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Magos vinieron del Oriente a Jerusalén", no se puede precisar de qué país oriental se trata. Pare- ce ser Persia, porque el nombre de Magos es per- sa, porque en esa nación abundaban hombres ilus- tres y era costumbre ofrendar en las visitas a los reyes- los presentes que trajeron a Jesús; además, de origen persa son los vestidos con que se los ve adornados en las pinturas correspondientes al siglo segundo.

Con mayores incógnitas nos encontramos res- pecto a la estrella que vieron y siguieron hasta lle- gar al término de su viaje. ¿Fué una estrella na- tural? ¿O tuvieron una visión sobrenatural?

Admitiendo la creencia de entonces y aún de ahora, que cada criatura viene al mundo con su estrella, por lo cual dicen los Magos: "vimos su estrella" (Mat. II-2J, ¿cómo conocieron que esa es- trella era la de JESUCRISTO?

La única solución es que esos sabios orienta- les vieron una noche rutilar una estrella desconoci- da, que presagiaba algún grande acontecimiento en el mundo y oyeron la voz de Dios que les avisa- ba lo acontecido y sintieron el impulso de la gra- cia divina que les llevaba a adorar al Personaje a- nunciado por la estrella.

Lo cierto es que Jesús trajo hacia a la gen- tilidad, representada por los Príncipes orientales llamados Magos, y se hizo reconocer como el Re- dentor del mundo.- ¡Bendita EPIFANIA!!!

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-XXI- CONSECUENCIAS DE LA VISITA

^a presencia de los Magos turbó a Herodes y a toda la ciudad de Jerusalén. Sin atinar que ha- cer, en medio de su turbación, pensó Herodes, sa- bia, aunque cruelmente, la manera de terminar con el anunciado Rey de los judíos. "Averiguó cuidado- samente a los Magos el día de la aparición de la estrella y, de acuerdo con la noticia, mandó ma- tar a todos los niños, que había en Belén y en to- da su comarca, de dos años abajo."

Lo más natural es pensar que la estrella se apareciese a los Magos, la noche misma del naci- miento de Jesús. Con esta suposición y aceptando que los visitantes eran persas, podemos acercarnos al tiempo de su venida, para acordar con los dos años que calculó Herodes en su orden sanguinaria.

La capital de Persia, dista de Jerusalén algo más de 2.000 kilómetros. La manera de viajar en- tonces, era cabalgando camellos y en etapas de cua- renta kilómetros diarios; luego, solamente los días de camino hacen más de dos meses, a lo cual hay que añadir los preparativos, peripepcias y consecuen- cias del viaje, No se puede calcular menos de seis meses desde la aparición de la estrella hasta la en- trevista de los Magos con Herodes.

Este rey tiránico se había turbado muchas ve- ces ante el temor de perder su corona; siempre se mantuvo en el poder a fuerza de intrigas y vio lencias; esta ocasión tuvo razón de turbarse más; no le quedaba otno recurso que matar al Niño Rey.

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Esperaba la vuelta de los Magos de Belén a Jerusalén, para cerciorarse de la verdad del Naci- miento del Rey de los judíos, de su edad exacta, de las condiciones en que se hallaba; pero los vi- sitantes no volvieron con las noticias anheladas.

Los Magos, sencillos y de buena voluntad, no se habían percatado de la hipocresía y astucia de Herodes y estaban resueltos a volver a su tierra por el mismo camino recorrido, pasando por Jeru- salén y comunicando al reyezuelo sus impresiones. Tuvo que intervenir la Divina Providencia para des- baratar los planes del tirano.

"Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino", dice el Evangelista. fMat. 11-12). Los Magos permanecie- ron tres días en Belén; la víspera del viaje de re- torno, un ángel del cielo, tal vez el mismo Arcán- gel de la Redención, ordenó en nombre de Dios a los visitantes, que no tocaran a Jerusalén en su vuelta. Regresaron al oriente cruzando el Jordán y atravesando la meseta de Moab, hasta tomar la vía ordinaria para Persia.

La misma noche del mensaje divino a los Ma- gos, recibe José, el padre legal de Jesús, la visi- ta del ángel que le dice; "toma al Niño y a su Ma- dre y huye a Egipto, porque Herodes buscará al Niño para quitarle la vida". (Mat. II-13J

Egipto fué para los judíos refugio en épocas de guerra, persecusión y hambre, tres siglos antes de Cristo. Allá se encamina la Sagrada Familia por caminos desconocidos y venciendo, mil incomodida-

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des, con la zozobra incesante por la vida del Niño, porque conocía la astucia del perseguidor.

Herodes esperó hasta cuatro días a los Ma- gos; sabedor de la burla que le hicieron, montó en cólera y ya no encontrando al Niño en Belén, man- dó degollar a todos los niños de la comarca betle- mita, convencido de que en esta batida general cayese el anunciado rey.

La orden fué cumplida puntualmente, Muchos niños inocentes fueron sacrificados y su sangre fué la precursora de la sangre redentora. El degüello de los niños varones, de dos años abajo, decreta- do por Herodes en la comarca de Belén es un he- cho históricamente cierto, citado por historiadores paganos y conocido en Roma, confirmándose así la veracidad del Evangelio.

Discrepan los comentaristas acerca del tiempo de permanencia de la Sagrada familia en Egipto. Lo cierto es únicamente lo que dice el Evangelio: "Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se apa- reció a José en Egipto y le dijo: levántate toma al Niño y a su Madre y vete a la tierra de Israel, porque es muerto el que atentaba contra la vida del Niño. (Mat. 11-19).

Regresaron, según esto, algún tiempo después del mes de Abril del año 750, porque según afirma Flavio Josefo, Herodes murió en los primeros días de la primavera del año 750 de Roma, a los se- tenta años de edad y treinta y siete de reinado. Poniendo el nacimiento de Jesús el año 748 y que los Magos visitaron al Señor seis meses después, la permanencia en Egipto fué de año y medio.

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-XXII- JESUS NAZARENO

^ete a la tierra de Israel" dijo el ángel en Egipto a San José (Mat. U-20). Por tierra israeli- ta entendieron los Padres de Jesús la ciudad de Belén; allá se dirigió la Sagrada Familia.

Habiendo atravesado la frontera palestinense supieron que Arquelao, había sucedido a su padre Herodes, en el gobierno de Judea y utemieron ir a Belén". (Mat. 11-22;.

El temor era fundado porque Arquelao no des- mentía a su padre en crueldad y en celos por gober- nar. Dios mismo se encargó de disipar los temores de San José, quien, "advertido por el ángel, se retiró a la región de Galilea, yendo a vivir en una ciudad llamada Nazaret". (Mat. 11-23)

La provincia de Galilea estaba bajo el mando de Herodes Antipas, hermano de Arquelao, pero de carácter muy distinto.

Como sabemos, el cruel Herodes, llamado el grande, para morir hizo testamento repartiendo su dominio entre sus tres hijos: Arquelao, tetrarca de Judea, Idumea y Samaria. Antipas, de Galilea y Perea. Filipo, de la Traconítide, Batanea e Iturrea.

Los Profetas habían predicho que el Mesías sería llamado NAZARENO; (Is- -I-l)esta profecía se plió por las circunstancias antedichas. La Sagrada Familia se estableció definitivamente en Nazaret, donde Jesús pasó la mayor parte de su vida, t^ein-

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ta años largos, por lo cual era conocido como el Nazareno.

Nazaret, pueblo pequeño, sin historia antes de Cristo y en ei Evangelio tildado con aquelia frase despectiva: "¿Acaso de Nazaret puede salir algo bue- no?" fJuan 1-46).

Este aforismo, corriente entre los judíos en tiempo de Jesús, nos indica la pequeñez e insigni- ficancia de Nazaret." El Nazareno" apelaban a Cris- to sus contemporáneos usando un término despec- tivo, que equivalía a decir: gente de escaso talento y de ningún valer. "Nazareno" titularon a Jesucris- to, poniéndo un rótulo burlesco en la cimera de la Cruz, al denunciar la causa de su muerte-

San Lucas llama a Nazaret "Ciudad de Galilea" H-26), como dice el Padre Montánchez, guiado más por el afecto del alma, que por los méritos del pueblucho.

Si la geografía se escribiera con el corazón, los cristianos pondríamos a Nazaret a la cabeza de las ciudades del orbe, porque en ella Dios se hizo hombre, en ella desarrolló, creció y moró por más de treinta años.

¿Qué hizo Jesús en Nazaret?- El Evangelio nos dice: "Estaba sujeto a José y María" (Luc. 11-51).

Es decir, Jesucristo obedecía, trabajaba ayu- dando a su Madre en los quehaceres domésticos y a San José en el oficio. Vida rutinaria, como lo es la de un hogar pobre. De la mañana a la noche hacer lo mismo todos los días. Asear la casa, preparar la

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comida, arreglar la ropa, era la ocupación de Ma- ría; hacer yugos, armar casas, componer muebles, era el oficio de José; Jesús, sujeto a ellos, a ambos ayudaba. Barre, limpia los muebles, va a traer agua de la fuente; rrecorre las laderas del monte, reco- giendo cardos, zarzas, leña para la cocina; busca yerba para los animales caseros; acompaña a su Madre a lavar la ropa; hace las compras en el mer- cado; cumple los mandados de su Padre adoptivo; va a entregar las obras del taller y regresa con el dinero ganado; ayuda a mover las tablas, a cortar, a cepillarlas; recoge los desperdicios de madera y lleva al fogón; guarda las herramientas cuando toca la campana de la sinagoga llamando a oración y descanso.

La vida de Jesús en Nazaret fué la vida de un niño y de un joven perteneciente a un hogar po- bre, en un pueblito humilde. Nada de extraordina- rio, nada que pueda revelar la divinidad de Jesús, la grandeza de María, la santidad de José. Todo fué ordinario: un niño sirviente de una nazarena pobre y en el taller de un carpintero; un joven que acompañado de amigos de su clase se divierte los sábados corriendo en las colinas después de ha- ber asistido con sus padres a la lectura y estudio de los libros sagrados en la Sinagoga.

Nazaret, la aldea desconocida en el Antiguo Testamento y despreciada por los mismos israeli- tas, es ahora la meta suspirada de los turistas y peregrinos que se disputan el honor y la dicha de estar un momento siquiera en el pueblo donde Jesús pasó su vida.

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"Oh bella Nazaret, dice un escritor, no eres bella por la hermosura de tu naturaleza, ni por- que eres la flor de Galilea con tus naranjos y li- moneros, con tus floridos jardines, ni porque des- de tus calles se domina el Tabor y el Carmelo, el Líbano y el Hermón, ni porque recoges las brisas y auras del mar. Eres sumamente bella porque Jesús es Nazareno".

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-XXIII- LOS PADRES DE JESUS

ocas noticias nos da el Evangelio acerca de los padres de Jesús.- Sabemos que María es ver- dadera madre de Cristo, porque de ella nació, co- mo fruto de concepción uterina. Sabemos que José no fué padre de Jesucristo, en sentido de procrea- dor; que fué su padre legal y adoptivo; ante las gentes que ignoraban el misterio de la Encarna- ción del Hijo de Dios, pasaba José como padre verdadero del Señor. (Mat. XIII-55-Luc. II 1-23).

Jesús tuvo madre, pero no tuvo padre, en sen- tido genésico humano. (Luc. 1-34). Su padre es Dios, el Padre Eterno, la primera persona de la Santí- sima Trinidad. (Luc. II 1-22,), de quien procede el Hijo, sustancialmente.

"En el principio existía el Verbo y el Verbo era Dios" dice San Juan (\-\). La palabra VER- BO que usa el Evangelista, explica la naturaleza de Jesucristo, su génesis divino.

Verbo equivale a concepto, idea, conocimiento; eso es el Hijo de Dios con relación a su Padre; conocimiento sustancial, idea connatural. Jesucristo, como Dios, procede de Dios mismo; como hombre fué engendrado en el seno virginal de María, sin intervención de varón, por obra de Dios.

San José fué en la tierra, con respecto a Je- sús, el lugarteniente del Padre celestial. Patriarca, varón justo, según el Evangelio ("Mat. 1-9,), deseen-

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diente del Profeta- Rey. (Luc. 1 1-4). Nació, vivió y murió en Nazatet.

Su oficio era la artesanía. (Marc. Wl-3). El evan- gelio no dice más, pero la tradición indica que era carpintero.

Hombre justo, digno de tomar por esposa a la mujer "bendita entre todas las mujeres", entrando así, por selección divina, a tomar parte activa en la obra de la Redención. (Luc. 1-42).

Es un grave error contra la tradición y la ra- zón figurarse al esposo de María, cargado de años y canas. Joven como ella, era José cuando nació Jesús. Se unieron en matrimonio dos almas geme- las en santidad, dos personas de la misma edad, condición y linaje. Los vaivenes de la vida reduje- ron a estos descendientes de patriarcas y reyes a un estado pobre y humilde.

José escogió para compañera de su vida a la Virgen "llena de gracias humanas y divinas". Ma- ría correspondió al cariño del hombre colmado de dones naturales y espirituales.

Después de haber dicho que Jesús bajó con José y María a Nazaret, no vuelven los Evangelis- tas a citar ni el nombre de José; nada dicen de su muerte, pero la tradición asegura que murió el san- to Patriarca pocos meses antes que Jesús comenza- se su vida pública; se durmió el sueño de la tum- ba en brazos de la Madre de Dios, su esposa, y asistido de Cristo, el Sacerdote por antonomasia, quienes recogieron la postrera lágrima del hombre "bendito entre todos los hombres".

Para hablar de María, se necesita lengua di

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vina, porque después de Dios nada hay más su- blime que su Madre.

El nombre de María se traduce por: Señora, mar, regalo, esperanza, hermosa, querida; esto y mucho más es la Virgen.

Pocos datos da el Evangelio acerca de su vida, pero en cada uno se puede encontrar un cúmulo de imágenes que nos llevan a formar el verdadero retrato de la Madre de Cristo Nuestro Señor.

Nació de la tribu de Judá y de la familia de David. Sus padres fueron Joaquín y Ana, israe- litas según el corazón de Dios. Desde el momen- to de su concepción fué privilegiada con la ecep- ción del pecado original anexo a toda criatura humana.

María pasó su adolescencia y juventud a la sombra del Santuario. (Luc. 11-37). El Templo1 de Jerusalén era gineceo de vírgenes ocupadas en el servicio del Altísimo.

Cuando recibió el anuncio de la divina Mater- nidad estaba en Nazaret, desposada con José, el honrado artesano que la conoció en la Sinagoga y la vió transitar en las calles estrechas del pueblo cuando iba o venía con el cántaro de agua, y la trató en las reuniones populares de las fiestas de la vendimia.

Convertida en madre de Dios, la señala el E- vangelio acompañada de su esposo caminando a Belén y huyendo a Egipto. De sus labios aprenden pastores y reyes las enseñanzas relacionadas con los misterios de la Encarnación y redención. En

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Nazaret fué María la confidente de los secretos divinos; el cofre nacarado donde se guardaron los tesoros de Dios Redentor. (Luc. 11-51,).

En la vida evangélica vemos a María en las bodas de Caná, en la calle de la amargura y al pie de las cruz. (Jn. II-3-XIX-25).

Cuando Jesucristo subió al cielo, quedó Ella representándole en la naciente Iglesia.

Fué llevada en manos de ángeles al Cielo don- de es la Reina de los santos y la medianera en- tre Dios y los hombres redimidos con la sangre de su Hijo.

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•XXIV- COMO ERA MARIA

{§1 Padre Daniel Lord Sacerdote Jesuíta, tie- en páginas sublimes acerca de María, la Madre de Dios y de los hombres. Para deleite espiritual del lector, me permito reproducir algunos párrafos: "No existe ni un solo retrato original de María, y sin embargo hay millares de retratos; no hay un solo cuadro auténtico, pero se dan incontables; no conocemos una reproducción histórica de la Virgen, pero si los miles y miles de reproducciones que llenan nuestros libros de oraciones, que cubren nuestras habitaciones, que adornan nuestras Igle- sias y son la más rutilante luz de conventos y es- cuelas, las inigualables obras maestras de los más grandes museos.

Existe un cuadro que ningún artista ha pinta- do jamás. En el corazón de cada cristiano brilla siempre una imagen de cómo fué María. No debía usar el verbo en pretérito. Los católicos sabemos con seguridad cómo ES ELLA.

María no es un personaje histórico; es una vi- viente realidad. Cierto que Ella es la madre que estrechó entre sus brazos en Belén a su recién nacido; pero es también la madre de siempre, que nos aprieta contra su corazón en un arrebato de inextinguible amor.

No es sólo la doncellita humilde que vivió y murió en la vieja Judea; es la reina de los cielos que se inclina cariñosa desde su trono, hacia las

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manos juntas en oración.

Ningún cristiano la considera como un pasado remoto; Ella pertenece a nuestra vida actual.

Todos nosotros, mientras la rezamos, tenemos una imagen nítida de la Mujer a quien nos dirigi- mos. Sin dejarnos influir demasiado por las gran- des creaciones de Rafael, Murillo o Miguel Angel, cada uno de nosotros ha soñado en cómo fué y cómo es María.

No vemos, pero sentimos su sonrisa; conoce- mos, sin haberlas tocado, el roce blando de sus manos. Para algunos es Señora, para otros Madre, para unos es joven bella, para otros está llena de madurez y serena tranquilidad.

Esta imagen puede cambiar en el curso de nuestra vida. Conocemos y amamos la figura cau- tivadora de la joven Madre de Belén, cuando es Ella una parte decisiva en las alegrías navideñas. Conocemos a la Madre tierna, a quie San Pedro el primer pecador arrepentido, acudió para saber si Jesús le perdonaba. Esta misma Madre nos sonríe, alentándonos, cuando nos acercamos con el fardo de nuestras culpas. Conocemos a la que en Caná salvó de bochornos a los recién casados; a la Ma- dre dolorosa, cuya tragedia del Calvario ha servido de consuelo y fortaleza a un sinnúmero de cora- zones destrozados.

En los momentos de alegría vemos a María con Jesús en sus brazos. En los instantes de paz la imaginamos joven, esposa y Madre, atareada en

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los menesteres hogareños de Nazaret. Cuando el dolor nos doblega vemos a María sosteniendo a su Hijo muerto en sus brazos y fatigada con el peso de los pecados de los hombres y las misericor- dias de Dios.

Fué hermosa María? -Nadie puede dudar de ello. El hecho fundamental en que nos basamos pa- ra afirmarlo es el convencimiento de que la madre del más hermoso de los hijos de los hombres, de- bía ser muy bella.

Aunque es verdad que esta palabra tiene mu- chos significados y los ideales de belleza han va- riado grandemente desde Egipto hasta Hollywood, desde las antiquísimas pinturas de mujeres en las cavernas hasta las de la Grecia clásica y de la fo- tografía moderna, María es siempre bella.

La belleza de un rostro es algo así como la música; la realmente buena permanece inmutable; así es la belleza de María. Su hermosura no es la de aquellas pinturas bonitas, que impresionan un instante, de manera superficial. María fué bella y hermosa con la belleza y hermosura auténticas, profundas y eternas; con la belleza que brota del interior.

Lo realmente valioso en una persona está en su interior. La superficie, por atractiva que sea, es sólo la mitad del ser. Aquello que se oculta detrás de los ojos es lo que hace los ojos bellos. Aque- llo que domina los labios, hace que estos sean ro no sensuales. El pensamiento produce la diafanidad o la incertidumbre de las cejas. Las líneas del ros-

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tro, marcadas por el alma, hacen un rostro perso- nal o amorfo, joven o viejo, feo o bello.

Dios que modeló el alma de María hasta ha- cerla la más perfecta de todas, tuvo que crear un cuerpo digno de tal perfección y un rostro digno de la belleza de su cuerpo y de su alma".

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-XXV- LA VIRGEN DESPOSADA

entro del ambiente del pueblo judío, el úni- co camino aconsejado para las jóvenes era el ma- trimonio; sobre todo si la doncella descendía de David aspiraba a ser madre del Mesías prometido. La virginidad voluntaria era dentro de las costum- bres israelitas algo anormal e inconcebible. El ce- libato era admitido para los hombres, más no para las mujeres.

El matrimonio judío, en tiempo de Jesús, cons- taba de dos actos: los desposorios y las bodas.

Los desposorios equivalían al "cambio de aros" que se acostumbra en los actuales tiempos. Era el contrato matrimonial que hacían los futuros espo- sos. De antemano, los padres de los contrayen- tes acordaban la conveniencia de la unión matrimo- nial de sus hijos y tramitaban el asunto. Una vez arreglado entre las familias, se celebraban los des- posorios, ceremonia que se hacía en la casa de la joven. Los padres de los novios hacían de sacerdo- tes o ministros: colocaban la mano derecha de la hija sobre la mano del futuro esposo y después, la de éste sobre la mano de la novia, diciendo la oración ritual: UE1 Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de nuestros pa- dres, sea con vosotros; El presida y bendiga vues- tra unión y os colme de bendiciones.

Cumplidos los doce años eran nubiles las mu- rejes y de trece años podían desposarse los varo-

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nes. Los desposorios, constituían un contrato serio y formal, como lo es o debe ser el cambio de aros. Los desposados eran ya marido y mujer, con todos los derechos y obligaciones anexos al matrimonio, pero no cohabitaban hasta la celebración de la so- lemnidad de las bodas.

Sólo la muerte o el libelo de repudio legal podían disolver los desposorios.

Las bodas consistían en la solemne conducción de la desposada al nuevo hogar, después de la bendición sacerdotal en el Templo. Como se acos- tumbra actualmente, el esposo, acompañado de sus parientes y amigos llegaba a la casa de la esposa, la cual, acompañada de doncellas amigas, provistas de lámparas, esperaba al novio. Entre música y re- gocijo iban juntos al Templo, o a la casa del esposo, donde el Sacerdote les bendecía, con la oración ri- tual- Seguía el convite de bodas, el cual terminaba con ceremonias especiales que hacían los invitados despidiéndose de los esposos.

La Virgen María, cuando ocurrió la Encarna- ción del Verbo divino, estaba desposada con San José, en el propio y estricto sentido de la palabra. (Luc. 1-27-Mat. 1-18-24). Los dos habían pactado ma- trimonio; se pertenecían ya mutuamente. No sabe- mos cuando, ni donde se efectuaron los desposorios, pero el Evangelio es terminante en decir que el ángel Gabriel anunció el misterio de la Encarnación "a una virgen desposada con un varón de nombre José". fLuc 1-27;.

Por lo que sigue en la narración evangélica se deduce que María y José no habían celebrado las

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bodas; faltaba la segunda parte del matrimonio. "Antes de que cohabitasen, María había concebido del Espíritu Santo". (Mat. 1-18) Es decir, antes de que José hiciese la solemne recepción en su casa a la esposa. Esta segunda ceremonia se realizó cuan- do el ángel notició a José de lo sucedido, diciéndo- le: "no tengas recelo en recibir a María tu esposa en tu casa, porque lo que ha concebido es del Es- píritu Santo. Dará a luz un hijo a quien pondrás el nombre de Jesús, porque es el Salvador del Pue- blo. -Así hizo José; recibió a su esposa en su ca- sa". (Mat. 1-20 21-24).

José y María se casaron verdaderamente según el rito judío. En su matrimonio hubo el doble acto: los desposorios y la recepción nupcial.

La palabra usada por el Evangelista: "antes de que conviviesen". (Mat, 118) no quiere decir que después cohabitaron, en sentido sexual, sino que des- pués se juntaron para completar la segunda parte del rito matrimonial.

Las palabras que dice la Virgen al ángel: "Có- mo podrá ser esto, pues yo no conozco varón" (Luc. 1-34J, estando ya desposada con José y próxi- ma a ser recibida en su casa, prueban evidente- mente que Ella y su esposo habían consagrado a Dios su virginidad. Dios les había inspirado ma- trimoniarse y al mismo tiempo conservarse vírge- nes, para que sean los coadjutores en los grandes misterios de la Redención.

Jesucristo quiso que su Madre fuese Virgen, pero estuviese casada. Antes de la Anunciación se desposó con José, en verdadero matrimonio, y seis

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meses después, fué solemnemente recibida por su esposo en su hogar, para habitar con él virginalmente.

José recibió a su esposa y celebró las bodas rituales viendo las señales externas de la mater- nidad, pero sabiendo la concepción milagrosa.

La divina Providencia deparó un padre legal al Hijo de Dios hecho hombre, por muchas razo- nes de orden espiritual, moral y material que es fácil pensar, como el buen nombre del hijo y de la madre, el mejor cumplimiento de la misión de Cristo, el auxilio en las necesidades materiales de la familia.

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-XXVI- LA MADRE Y LOS HERMANOS DE JESUS

1. Evangelio refiere que Jesús estaba un día predicando y tuvo que interrumpir el sermón por- que le avisaron que le buscaban. "Tu madre y tus hermanos están afuera y desean verte" fué la no- ticia que alguien dió al Señor. Por el contexto se comprende que Jesús y sus oyentes estaban en u- na Sinagoga o dentro de una casa y que había mu- cha gente, de manera que los parientes del Maes- tro no podían llegar hasta El, contentándose con mandar un recado. Jesucristo, aprovechó de la noticia, que seguramente fué dada en voz alta, para decir: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la practican". (Luc. VII I— 1 8-2 1 ) .

Marcos y Mateo refieren la misma escena di- ferenciándose de Lucas en pocas palabras y seña- lando el campo como escenario. "Jesús estaba pre- dicando; la gente sentada a su alrededor no dejaba paso; avisaron al Señor que su madre y sus her- manos querían hablar con El. Jesús dijo: ¿quién es mi madre y quienes son mis hermanos? Y dando una mirada redonda a su auditorio, prosiguió: es- tos son mi madre y mis hermanos; porque quien oye la palabra de Dios y la practica ese es mi hermano". El otro Evangelista añade que el Maes- tro al decir esto "señaló con la mano a sus oyen- tes". (Marc. 111-31- Mat. XII-46).

Lo importante en este pasaje evangélico es tra- tar de comprender las palabras de Jesús. Sin du-

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da, los parientes del Señor no le habían visto al- gún tiempo; la gente les había contado los planes inicuos de los enemigos de Cristo para matarle; querían entrevistarse con Jesús para ponerle al tan- to de todo y ponerle a salvo. Con este fin vinie- ron de Nazaret y Cafarnaún a algún pueblo de Judea y encontraron al Señor predicando en la Si- nagoga o en el campo, rodeado de mucha gente, por lo cual no pudieron llegar hasta El y le man- daron el mensaje verbal.

Los que buscaban a Jesús eran su madre, la Virgen María, con algunos parientes. Sabido es que el término "hermanos", dada la pobreza lingüística del arameo y la costumbre judía de dar este ape- lativo a los primos y allegados carnales de una persona, se debe entender en el sentido de "pa- rientes", porque Jesús no tuvo hermanos, propia- mente dichos.

La respuesta del Señor, al parecer grosera, no lo fué en verdad, puesto que debía el Predicador aprovechar las circunstancias para hacer incapie en el fundamento del reino mesiánico compuesto por todos los que escuchaban la Buena Nueva y cum- plían con la voluntad del Padre celestial. La res- puesta de Jesús tiene conexión con lo que siguió diciendo antes de atender a sus parientes.

"Buscad primero el reino de Dios y su justicia y las demás cosas os vendrán por añadidura. No os preocupéis demasiado por las cosas carnales y te- rrenas, porque vuestro Padre celestial se preocu- pa de ellas con relación a vosotros. Mirad las aves que cruzan el espacio; no siembran, ni siegan, ni

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tienen graneros y jamás les falta el alimento diario. Ved los lirios y las flores: no hilan, ni tejen y se visten con más lujo que Salomón. E\ Padre uni- versal cuida de todos, sin distinción de personas; hace llover en los campos de los justos e injus- tos y hace brillar su sol para beneficio de buenos y malos. Buscad antes de todo el reino de Dios que os estoy enseñando y después vendrán tas o- tras preocupaciones". (Mat. V-45-V.I-25/

Una vez terminado su discurso y despejada la muchedumbre, es seguro que Jesús se entrevistó con su Madre y parientes; les agradeció la aten- ción; les consoló y les hizo comprender que "no había llegado su hora" (Jn. IÍ-4) y que, por lo mismo, nada debían temer con relación a su vida, a pesar de la malicia de sus enemigos.

Jesucristo no despreció a su Madre, primos y parientes, porque bien sabía que ellos eran los pri- meros en buscar el reino mesiánico y los principa- les en escuchar la Buena Nueva y cumplir con la voluntad del Padre celestial. Como tales, eran espi- ritualmente sus verdaderos parientes; estaba Jesús íntimamente ligado a ellos con el doble lazo del espíritu y de la carne.

Manifestó también Jesús en esta ocasión, con su respuesta un tantico descomedida, que por su divinidad estaba desligado de todo vínculo humano y que sus verdaderos hermanos son los que mere- cen el título de "hijos de Dios".

En otros pasajes evangélicos encontramos el mismo término de "hermanos de Jesús" y por el

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contexto sabemos que se trata de sus primos. (Mat. XII 1-55- Marc. VI -3). Acompañada de ellos fué María a buscar a su Hijo y con El regresa- ron a Nazaret, donde Jesús descansó unos días de sus fatigas evangélicas y María "guardó en su co- razón nuevas cosas divinas". (Luc. 11-51).

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-XXVII- PARIENTES - AMIGOS - ENEMIGOS.

PARIENTES:

Í0icho está que Jesús no tuvo hermanos, ni verdaderos, ni legales, porque la Virgen no cono- ció varón (Luc. 1-34 ^ ni San José tuvo descenden- cia. Los hermanos de quienes nos hablan los Evan- gelistas, son los parientes del Señor, sus primos hermanos, en primero y en segundo grado de línea colateral.

María fué la única hija de los Santos Joaquín y Ana; no tuvo hermanos. Lo que dicen los Evan- gelistas: "Estaba junto a la cruz la hermana de la Madre de Jesús, María de Cleofás, madre de San- tiago y José y de Simón y Judas", (Lucas. XIX-25- Mat XXVII-56y XIII-55 y 56), debe entenderse de María, hermana política de María la Madre de Je- sús, es decir, de una María casada con Cleofás, siendo este hermano carnal de San José, esposo de María.

La Virgen tuvo una prima hermana que fué Santa Isabel, la madre de Juan Bautista. Este fué primo de Jesús, en segundo grado. Por la parte materna no tuvo más parientes ("Luc. I-36-Marc. XV- 40-Mat. XXVI 1-55-56).

Los citados: Santiago, José, Simón y Judas fue- ron primos hermanos de Jesús en primer grado, pero sólo legalmente, porque son hijos de Cleofás, hermano de San José, el padre putativo de Cristo.

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Lo mismo podemos decir, de Juan y Santiago, hijos de Salomé, hermana de San José y casada con Zebedeo. (Mat. IV-21-Marc. 1-19;.

En suma: Jesucristo tuvo un primo hermano, en segundo grado y en sentido verdadero y seis pri- mos hermanos, en primer grado, pero en sentido putativo o legal. Estos son los parientes del Se- ñor, de quienes hace mención el Evangelio. '

Algunos dicen que la María citada por San Juan (XIX-25) era hermana de María, la Madre de Jesús. Esta suposición está en contra de la razón y de la^tradición.

Es tradición generalmente admitida que Joa- quín y Ana no tuvieron más hijos que la Virgen María, escogida por la providencia para Madre del Redentor y por esto preservada del pecado original. Es rasonable pensar en un solo vástago milagro- samente escogido en un hogar seleccionado, para evitar comentarios y complicaciones inexplicables si se admiten otros hijos.

AMIGOS:

Con este nombre distinguimos a las personas citadas en el Evangelio, con quienes Jesús tuvo ca- riño y confianza singulares. Tales fueron los espo- sos de Caná, la familia de Lázaro, Nicodemo, Za- queo y otros.

Por amistad concurrió Jesús a las Bodas de Caná e hizo el famoso milagro, (Jn. 1 1-7) , en fa- vor de los novios.

Betania era para Jesús la casa de los buenos amigos donde descansaba con confianza de las fa-

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tigas apostólicas. A los pies del Maestro vemos con frecuencia a Marta y María (Luc. X-38). La amistad con Lázaro le hace llorar cuando sabe su muerte y viaja para resucitarle (Jn. XI-1-45).

La amistad con Nicodemo fué al principio a- ristocrática y después muy íntima; este Doctor fué el amigo fiel que le defendió ante el Sanedrín, le bajó de la Cruz y le prestó su sepulcro (Jn. III- 1-15-VII-50).

La amistad con Zaqueo le obligó a hospedar- se en su casa y conversar confidencialmente con él (Luc. XIX-5).

Jesucristo tuvo pocos amigos, pero escogidos, con quienes departió sus secretos.

ENEMIGOS:

Es propio de los grandes hombres, de aque- llos que tienen que cumplir una misión sublime, encontrarse con enemigos. Los mediocres no tienen dificultades.

Jesús vino a la tierra a establecer y poner en ejecución nuevas doctrinas y costumbres y era ló- gico que encontrara resistencia y se hiciera de

enemigos.

Cinco fueron las agrupaciones que se opusie- ron a los ideales cristianos de restauración religio- sa, moral y social del mundo.

LOS FARISEOS: hombres hipócritas, egoístas, llenos de formulismos ridículos, "sepulcros blanquea- dos", no podían soportar la luz evangélica que irra- diaba Cristo, iluminando las tinieblas de su vida os- cura y de sus enseñanzas falsas.

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LOS ESCRIBAS: individuos mentirosos, adu- lones, falsificadores del sentido de las Es- crituras.

LOS DOCTORES de la Ley: agrupación ba- sada en intereses creados para beneficio personal hombres orgullosos que no podían soportar la su- peración del Rabí galileo.

LOS SACERDOTES: gente enfatuada, déspo- ta; a quien le chocó la actitud del Maestro salien- do por los fueros de la Casa de Dios profanada y mercenariamente empolutada.

LOS PRINCIPES: jerarcas, adulteradores de la Ley y de las costumbres, cómplices de todos los negociados religiosos.

Contra todos estos malos israelitas enderezó Jesús sus palabras que eran vida, verdad, caminó y luz y que naturalmente debían herir a los que te- nían al pueblo sumido en las sombras de la muer- te, de la ignorancia, sin sendas, ni antorchas que iluminan y conducen al bien temporal y eterno. Estos se declararon enemigos de Cristo, Reden- tor de la humanidad.

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-XXVIII- RETRATO DE JESUS

Jesús hubiera vivido en Grecia, en Roma, en Alejandría, tendríamos su verdadero retrato, pe- ro como nació, vivió y murió en Palestina y por- que palestinenses fueron los integrantes de la pri- mera generación cristiana nos vemos privados de la verdadera efigie de Cristo.

El primer mandamiento del Decálogo (Ex. XX -4) fué interpretado rigurosamente y los israelitas convertidos al cristianismo no quisieron adorar al Señor en imágenes, contentándose con lo espiritual de la nueva religión.

Unicamente a fines del siglo II y categórica- mente durante el III cuando ya ijpa terminándose toda influencia judía, comenzaron los cristianos a di- vulgar dibujos -copias de la imagen de Jesús.

Los del II siglo no son propiamente retratos de la persona del Señor, sino imágenes de su mi- sión divina; representan, por ejemplo, al Buen Pas- tor. Los del siglo III ya son retratos, pero no sa- bemos si fueron creaciones del dibujante o tienen algún fundamento verosímil.

Seguramente, la mayoría de estas efigies fue- ron hechas a base de los datos tradicionales dejados por quienes vieron personalmente a Jesús. A esto se debe la aceptación del tipo conocido ordinaria- mente y usado por los artistas del pincel.

En el siglo IV se erigió en Palestina una es- tatua a Jesucristo que debía tener parecidos con

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su persona conservada en la mente de los cristia- nos por tradición e interpretada fielmente por el cincel del artista.

De esta efigie se valieron los dibujantes para reproducir y difundir estampas o imágenes de Cris- to, en todo el mundo conocido.

Existen leyendas acerca de retratos de Jesús, como los atribuidos a San Lucas, de quien dice el Evangelio apócrifo que era pintor; el que se dice que envió el mismo Cristo al rey de Edesa, Abgar y otros que no tienen fundamento fehaciente.

Acerca de la imagen del Señor estampada en el lienzo de la Verónica, no tenemos tampoco prue- bas fidedignas, fuera de la antiquísima tradición del suceso. Esta tradición dice que la pintura del rostro del Señor que aparece en el lienzo que se venera en la Basílica Vaticana es el verdadero re- trato de la cara de Jesús que quedó estampada cuando una mujer judía enjugó el rostro sudoroso y ensangrentado del Señor que caminaba al calva- rio con la cruz a cuestas.

Puede o no ser auténtico el lienzo con la i- magen; lo cierto es que la VERONICA no es el nombre de la mujer que limpió el rostro de Jesús paciente; esa palabra se traduce del latín y del grie- go por VERDADERA IMAGEN -vera-icon-.

Yo creo, fuera de esta aclaratoria, que en ver- dad ese lienzo sagrado contiene el retrato del ros- tro de Jesús.

Acerca de la Sábana que se venera en Turín y de la efigie en ella contenida, hay también mu-

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chos comentarios y diversas creencias. Yo tengo para mí, que si la Sábana es auténtica, la imagen es creación de un devoto pintor.

En todo caso, aún admitiendo la verdad del retrato del rostro del Señor en la Santa Sábana, como admito en tratándose del lienzo de la Ve- rónica, suponiendo que este nombre haya tenido la piadosa mujer judía del hecho contado por la tra- dición, esos retratos no proporcionan la verdadera efigie de Cristo, porque presentan a un hombre completamente desfigurado por atroces tormentos.

No tenemos el verdadero retrato de Jesucris- to. Su imagen ha sido descrita al antojo de poe- tas y escritores. Las más antiguas e importantes descripciones son las de los siglos VIII y XII atri- buidas a San Epifanio y a Publio Léntulo, que las transcribimos. El primero dice: "Medía Jesús un metro y setenta y dos centímetros de estatura; te- nía el cabello rubio y ondulado, el rostro ovalado, ojos verdes y cejas negras".

Léntulo escribe: "Jesús es de elevada estatura y de rostro venerable; sus cabellos rizados y de color oscuro, divididos en medio de la cabeza, caen sobre la espalda; su frente es despejada y serena; nariz y boca regulares; su barba abundante y par- tida al medio; sus ojos de color gris azulado; sus manos son agradables; su rostro es gracioso, sin arrugas ni manchas".

De estas y otras descripciones literarias se han servido pintores y escultores para presentar el re- trato de Jesús, sin jamás llegar a descifrar el verdadero.

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-XXIX- FISONOMIA

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ÍPice Monseñor Bugaud: La fisonomía es la transpiración del alma por medio del polvo del cuerpo. Es el alma misma que sale de su retiro y sube al rostro imprimiéndole una belleza que no tiene igual en el orden de las cosas creadas".

La fisonomía de Jesús reflejaba su alma; e*n su rostro aparecía la belleza divina de su espíritu. Si son los ojos el balcón por donde se asoma él alma, en los ojos de Jesús aparecía Dios. Los ojos son el alma de la fisonomía personal.

La fisonomía de Jesús, serena y majestuosa, inspira amor y respeto; revela la perfección de las dos palancas motrices de todo lo bueno o malo que hay en el universo: la inteligencia y el corazón. El ideal del intelecto está personificado en Cristo. Su corazón tiene el poder de atraer y su inteligen- cia convence.

Los niños que ignoran los valores internos personales, llegaban a Jesús atraídos únicamente por el imán del corazón, estaban tranquilos a su lado y posaban felices en sus faldas. fMarc. IX-35. Luc XVIII 16j.

Los pecadores, los enfermos, los que impulsa- dos por las dolencias, intuyen el alma, llegaban al espíritu de Cristo y convencidos de su bondad es- peraban misericordia. Jesús, con la sonrisa propia de de su fisonomía, atraía, perdonaba y curaba.

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UE1 más hermoso entre los hijos de los hom- bres" le calificaron escritores paganos y cristianos, fundándose en el Salmo mesiánico. ("Sal. XXXXIV- 3). Santo Tomás sintetiza así la divina hermosura de Jesús: "Tuvo, y en sumo grado, la belleza que, por razón de su estado y del atractivo de su aspecto, le era debida; un algo, un efluvio divino irradiaba en su rostro".

Tenemos que admitir en Jesucristo un alma la más perfecta y bella que de las manos divinas pueda brotar y, lógicamente, estamos obligados a unir a esa alma una fisonomía corporal hermosísima.

Así se explica como las renovadas muchedum- bres le seguían a todas horas, por todos los sen- deros, siempre, y olvidándose de la comida y del descanso; así se encuentra la razón de ver a las gentes escalonando árboles y murallas para mirarle (Luc. X1X-1); así se entienden la admiración y envi- dia de quienes viendo a Jesús, exclamaban: "Feliz el seno que te llevó y dichosa la madre que te amamantó" (Luc. XI-27J.

Que Jesús debió ser virilmente hermoso nos dice la razón, porque generalmente es bella la raza judía a la que perteneció. Nos indica la Santa Es- critura refiriendo la hermosura de David, Salomón, Absalón y otros que precedieron genealógicamente a Cristo. Nos enseñan las normas elementales de herencia, pues si la Virgen María fué una judía bella y llena de atracciones y encantos físicos, el aspecto de Jesús fué el de su madre, traspasado a un varón. Nos atestigua la Tradición que siem pre ha mantenido grabada, en la imaginación uni-

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versal, la fisonomía de Jesús como la más hermo- sa y bella entre los hijos de los hombres.

San Damasceno, en el siglo VIII. trazó la si- lueta de Jesús describiéndole: "Alto y espigado, ojos vivos y penetrantes, nariz recta, frente des- pejada, mirada escudriñadora, mejillas ligeramente sonrosadas, cabellos ensortijados y brillantes, pure- za de líneas en su boca, barba nutrida; vestido con túnica blanca ajustada al cinto con correa, manto amplio azulado, zandalias romanas en los pies, pa- ñuelo sujeto a la cabeza con cinta roja. Inspira amor y respeto, es terrible cuando reprende, dulce y amable cuando amonesta, es alegre con gravedad, habla poco y con modestia. Es virilmente hermoso'7.

La fisonomía de Jesús ha sido fuente de be- lleza y motivo de creaciones artísticas, es el guión del pincel y del buril de los grandes maestros.

Está por encima de la belleza ¡del sol bañán- dose en las olas nacaradas del océano, de la poli- cromía de la flor abierta al beso del rocío matinal, de la aurora boreal recostada entre vellones de opalinas nubes, de todo lo más hermoso que hay en la bella naturaleza, porque es la fisonomía del que ilumina cielos y tierra.

Al cuerpo de Cristo se unió el alma y a esta sublimidad de creación se unió Dios hipostáti- camente.

Dios hecho hombre es la fisonomía de Jesús. La belleza divina que se transparenta en .el cuer- po humano lleno de gracia. (Juan 1-14).

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-XXX- LOS OJOS DE JESUS

Jíesús dijo que la lámpara del cuerpo son los ojos, si estos están limpios y claros todo es luz en la persona; si los ojos están cerrados o turbios, el individuo anda en tinieblas. (Luc. 11-34).

Los ojos de Jesús brillaron siempre como lám- paras nítidas e iluminaron al mundo; son la luz que aclara la senda de todo hombre que viene a la tierra. (Jn. 1-9).

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Expresiva -y penetrante hubo de ser la mira- da de Jesús; jamás la olvidaron los Evangelistas, quienes la describen con emoción.

En los ojos de Jesús se retrataron diariamen- te los paisajes de Palestina, el cielo, el mar, el sol, las flores, las avecillas.

Sus ojos estuvieron siempre viendo a Dios y en Dios a los hombres y a todas las cosas.

Las miradas de Jesús fueron sublimes, suges- tivas. Así las conceptúa San Juan, cuando narra la entrevista del Rabí con Simón y Andrés. "Habien- do puesto los ojos en ellos'' (Jn. 1-42) dice el E- vangelista, que equivale a: mirándoles de hito en hito penetró al alma de los pescadores para ha- cerles apóstoles.

Con ojos que auscultan las imperfecciones hu- manas, con miradas de cariño compasivo, vió Jesús al joven rico que quería, pero no se resolvía a seguirle. (Marc. X-21/

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Con miradas multiformes ganó Jesús a las multitudes; sus ojos penetraban, conquistaban, con- vencían. Las gentes caminaban conducidas por los ojos del Maestro que eran luz y vida y hacían ol- vidar las necesidades y acercaban las distancias. (Mat. XIV-15J.

Con ojos serenos y miradas de porvenir llegó el Maestro al alma de sus oyentes en el sermón de las Bienaventuranzas. (Marc. II 1-5).

Sin una mirada encantadora no se explica el atractivo a los niños, que gozaban en mirarle y su- bir a sus rodillas para ver más de cerca sus ojos. (Marc. IX- 35).

Dulce y tiernamente mira Jesús a la Hemo- rroísa que le arranca un milagro a fuerza de fe (Marc. V-32J.

"Levantando los ojos" dice San- Lucas que mi- ró y conquistó a Zaqueo. (Luc. XIX-5J.

Con ira se clavaron los ojos de Jesús en las miradas hipócritas de los fariseos acusadores de la inobservancia del sábado. Indignadas hasta el ex- tremo fueron las miradas del Señor diciendo: "La casa de mi Padre es lugar de oración y no plaza de mercado" fJn. 11-13;.

Los ojos de Jesús se llenaron de lágrimas, par- ticipando de las desgracias del prójimo. Lloró en la tumba de su amigo Lázaro y a la vista de la ciu- dad santa condenada a ruina. (Luc. XIX-41) En los ojos de Jesús se cuajaron las lágrimas ante el llanto de la viuda de Naín; esas perlas surcaron las mejillas frente a Jairo que lamentaba la muer-

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te de su hija. La mirada del Señor se nubló, de- jando asomar la flor de la compasión, ante la sú- plica del Centurión para que curara al criado. (Luc. VII-10-14).

Intensa y tiernamente miró a la mujer adúl- tera, a Magdalena, al ciego de Jericó y a tantos a quienes curó el cuerpo y sanó el alma.

Con ojos decepcionados vió Jesús el orgullo y ostentación de los ricos depositando sus limosnas en la alcancía del Templo; su mirada fué tierna y encantadora aplaudiendo la humildad de la viuda y la sencillez de su óbolo. (Marc. XII-41).

Maternal fué la mirada del Maestro en el tra- to con los apóstoles. Los discípulos vieron en sus ojos la belleza de Dios.

Cinco elevaciones de ojos con miradas al cielo registra el Evangelio, en ocasiones solemnes: al ben- decir los panes, al curar al sordo-mudo, en la re- surrección de Lázaro, al comenzar la oración sa- cerdotal. (Mat. XIV~19-Marc VI 45-VII-34-Jn XI-41- XVII-1).

Con mirada misericordiosa recordó Pedro sus promesas y su negación (Luc. XI 1-61). "Posó en el sus ojos" y del corazón del apóstol cobarde bro- taron lágrimas de contricción que correrán por sus mejillas durante toda la vida.

En el cenáculo, los ojos de Jesucristo miraron con amor eterno a sus Sacerdotes; vieron al mun- do encendido en llamas de guerras fratricidas y con mirada de triunfo dijo: "Amaos los unos a los otros". (Jn. XIII-34J.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO \\g

En la cruz, los ojos de Cristo cambiaron las miradas mientras los labios pronunciaban diferentes palabras. Fueron miradas de compasión para sus enemigos, de perdón para el ladrón arrepentido, de cariño para su Madre, de confianza con su Padre.

De los ojos de Jesús habla el Evangelio sin- tetizando las sublimes miradas humanas vivificadas por pupilas divinas.

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-XXXI- LA VOZ DE CRISTO

a voz de Jesucristo resonó muchas veces en la casita de Nazaret, en sus calles y plazas, en el Templo de Jerusalén, en las ciudades y campi- ñas de Palestina; su. eco se oyó sonoro en las montañas, en los valles, en el mar de Galilea, en Samaría y Judea. Miles de personas oyeron esa voz divina en los múltiples tonos humanos.

Por el Evangelio sabemos que la voz de Jesús fué dulce y suave, de ordinario; a veces, fuerte y grave; siempre, atractiva y meliflua.

Conversando con la Virgen María, con San José, con sus apóstoles y discípulos, con sus ami- gos, fué voz modesta, suave, cariñosa.

"Sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles" (Luc. 11-46), dialogando con e- líos, la voz del Niño Jesús fué magistral, serena, grave.

Obligado a predicar durante largas horas y a miles de personas, como a los cinco mil hombres en el desierto, (Mat. XIV-21), o al auditorio "nu- meroso y grande" que dice San Marcos (II 1-7), su voz era potente y sonora.

Fué nítida, convincente, tierna, cuando enseñó el amor mutuo, el perdón de las injurias, el des- precio a los honores, riquezas y placeres del mun- do, la confianza en la providencia del Padre ce- lestial. fMat. VI-24).

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Compasivo fué el acento de su voz, diciendo: "difícil es que los ricos entren en el reino de los cielos" (Marc. X-23J. Alentadora fué la voz de Cris- to llamando a todos los que sufren, a los pobres, a los agobiados con los trabajos de la vida, para consolarles, para ayudarles a llevar la cruz/Mat-Xl -28)

Firme, imperativa, es la voz de Jesús, cuando rechaza al demonio que le tienta en la montaña de la cuarentena, cuando le obliga a abandonar sus posesos, o cuando manda al huracán y a la tormenta.

Temible, severa, fué la voz increpando a sus enemigos, recriminando la hipocresía de los fariseos, contestando a los emisarios de Herodes.

Desdeñosa e irónica fué, contestando a Caifás y Pilato. Emotiva y triste, reprochando a sus a- póstoles en el huerto de Getsemaní. fMat XXVI- 40).

Alegre y encantadora fué la voz del Señor in- vitando a los pescadores para que le siguiesen. Tierna y conmovedora, curando a los enfermos y perdonando a los pecadores. (Luc. Vi 1-48 - Marc. 11-11 - IVlat. VIII-3J.

La voz de Jesucristo cambió de tono en va- riedad indecifrable diciendo a ios acusadores de la mujer adúltera: "El que de vosotros se halle sin pecado, tire contra ella la piedra" y a la mujer: "¿dónde están tus acusadores?; ¿nadie te ha conde- nado? Yo tampoco te condeno; anda y no peques más". (Jn. VIII-7-11).

Al exponer las parábolas usaba Jesús de su voz, en diferentes tonos para hacerse comprender

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y llegar a! alma de su auditorio. Las gentes impre- sionadas decían: "Jamás hombre alguno habló co- mo Este". (Jn. VII-46).

En la última cena fué voz del corazón, voz de madre, recomendando al mundo el amor mutuo, pidiendo a sus apóstoles la unión íntima entre y con El.» Enfática fué repitiendo: uen verdad, en verdad os digo" (Jn. XV- 12).- Saturada de pena y turbación oyeron los discípulos la voz del Maestro diciendo: "Uno de vosotros me entregará". (Jn. XIII-21). ,

Enseñando a las piadosas mujeres que llora- ban la suerte de Jesús en la calle de la amargu- ra, se oyó la voz cariñosa y magistral del Señor: "No lloréis por mí; llorad pór vosotras y por vues- tros hijos", (Luc. XX II 1-28).

Si la voz de Jesús tuvo variados tonos, a te- nor de las circunstancias, durante la vida, desde la cruz, próximo a morir, se oyó esa voz divina como eco de todos los acentos, en siete frases ex- presivas de despedida paternal.

Que la voz de Jesucristo tuvo su tono propio e inconfundible prueba María, de Mágdala. Por primera vez oyó la voz del que le dijo: "Vete en paz; tus pecados están perdonados; tu fe te ha salvado". (Luc. VI 1-48,). Otras ocasiones oyó la voz del Maestro y siempre la distinguió; "es Jesús, decía". El eco de esa voz celestial vibraba en sus oídos y repercutía en su corazón. En la mañana de la resurrección, apenas oye "María", reconoce la voz de Jesús. Es el Maestro que ha resucitado y la llama. (Jn. XX-16).

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-XXXII- G A L I L E O

Jlesucristo, el divino Rabí de Galilea, se aco- modó completamente en su apariencia exterior a la presentación de la generalidad de su raza.

Palestinense por nacimiento, tomó el color tri- gueño para su tez, color ordinario entre la gente de Palestina que vive y trabaja al aire libre. Jesús fué uno de esos. Largos años de taller a cielo a- bierto, vida de campo atezada por el sol, más de tres años de constante divagar y predicar a pleno aire, dieron a su piel el color trigueño, pero her- moso, de la frase del Cantar de los Cantares (1-5).

Orgullo del galileo, era tener una cabellera nu- trida y abundante, pero no larga; la de Jesús fué así. De color castaño oscuro, caía sobre sus hom- bros, partida en medio.

En siglos muy anteriores a Cristo, acostumbra- ban los palestinenses llevar los cabellos largos, ri- zados y ensortijados. En la época de Jesús ya es- taba perdiéndose esta costumbre, por la influencia greco-romana; los judíos ya los llevaban recortados a la altura de los hombros, No puede ser retrato histórico de Jesucristo la efigie en que aparece con la cabellera afeminada y cayendo en bucles sobre las espaldas. La pintura más antigua que se con- serva, representa a Jesús con cabello relativamen- te corto, no al estilo moderno, sino al imperial ;de la época.

La barba fué siempre para los orientales una

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gloria varonil. Los israelitas participaron de esta costumbre. Jesucristo siguió a la generalidad de Jos hombres de su tierra. Su rostro estaba ador- nado con una barba abermejada y bien cuidada.

En cuanto al vestido, es muy natural pensar que Jesús siguió las costumbres de su tiempo. Cu- bría su cabeza con la cofia blanca, cuyas extremi- dades flotaban sobre las espaldas.

En la época de Cristo, nadie llevaba en Pa- lestina la cabeza descubierta, fuera de los lepro- sos, quienes se distinguían así de los sanos, por disposición legal.

Vestía Jesús una túnica de color oscuro, pero alegre, ceñida a la cintura con correa. La túnica del Señor fué de punto y sin costura, a lo menos la que llevaba en el momento de la crucifixión, conforme al relato evangélico. fJn. XIX-23j. Sobre la túnica, colgando desde los hombros, llevaba Je- sús un amplio manto de color vivo.

La túnica era una especie de vestido talar, o hábito que, arrancando del cuello, descendía hasta los tobillos; era ancho y amplio, con mangas; se ajustaba al talle con cinturón, estaba cosido por los costados.

El manto era cuadrangular, de tres metros de largo, por dos de ancho, con una abertura en el centro; muy semejante a nuestro poncho, servía de defensa contra el frío y de cobertor en la cama, para la gente pobre. En el libro del Exodo (OtXII- 26), se hace mención de esta prenda y de su uso. Algunos acostumbraban llevarlo con las puntas redondeadas.

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Acerca del color de estos vestidos de Jesús nada dice el Evangelio, pero parece que no eran blancos, porque San Marcos al relatar la transfi- guración del Señor, dice que "los vestidos de Je- sús se volvieron blancos como la nieve" (IX-3); lue- go fueron de otro color; aunque pudiera ser que la túnica del Señor haya sido de color blanco y que en el Tabor se tornó más nítida, con el res- plandor del Cielo.

En cuanto a la calidad, podemos asegurar que no fueron vestidos de seda, sino de lana o de lino, como usaba la gente de la clase media.

Como vestidos interiores llevaban los galileos otra túnica corta y calzones. Jesús usaba también estas prendas. El Evangelio narra que los soldados se repartieron los vestidos interiores y el manto y que, sobre la túnica echaron suertes, haciendo ro- dar los dados de la codicia, porque ésta era tejida en punto y sin costuras, mientras que los otros vestidos eran ordinarios (Jn. XlX-24).

A los pies calzaba zandalias, aseguradas con correas en las pantorrillas. Así vestía Jesús. Como Rabí, usaba flecos con borlas colgantes que ador- naban su manto. A estos flecos se refería la He- morroísa cuando se llegó al Señor confiando en curarse si únicamente lograba tocar las orlas de su vestido/^Luc. VI 11-44).

Galileo perfecto fue Jesucristo, haciéndo así honor a su tierra y a las costumbres de esa región de Palestina, donde pasó la mayor parte de su vida. *

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XXXIII LAS MANOS DE JESUS

Conocemos algunos detalles anotados por los Evangelistas acerca de las manos de Jesús. Mani- tas de niño que se movieron impresionadas por el frío de la cueva en el declive de Belén y por el viento helado de los caminos a Egipto.

Manos de adolescente que ayudaron a su ma- dre en los quehaceres domésticos y aprendieron a manejar las herramientas del artesano.

Manos juveniles encallecidas con el arado y la sierra. ¿Manos sacerdotales que sólo supieron de ge- nerosidad y bendiciones.

Las manos de Jesús nos parecen de se- da cuando las miramos tocando a los enfermos para hacer milagros a granel, en los tres años de vida evangélica; esas son las manos de un obrero; los veinte y más años de trabajo manual en el "ta- ller y en el campo dejaron huellas imborrables en esas manos divinas.

Las manos de Jesús bendijeron a los niños, a- cariciándoles; bendijeron a la muchedumbre multi- plicando el pan para el cuerpo; se levantaron en alto enseñando a rezar el Padre Nuestro; derrama- ron perdones, bendiciendo a los pecadores.

Las manos de Jesús tocaron repetidas veces los ojos muertos de los vivos que no conocieron la luz. (Mat. IX-29). Tocaron los oídos y la lengua de los sordos y mudos dando vida a esos miembros paralizados. (Mat. XX-34).

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Un día logró acercarse a Jesús uno de esos enfermos de lepra que abundaban en Palestina; a- vergonzado de los hombres dijo a Dios: "Señor, si Tu quieres, puedes curarme; di una palabra y que- daré limpio".- Jesús le contestó, tocándole con la mano, "quiero, estás limpio".- San Mateo hace no- tar que inmediatamente desapareció la lepra del cuerpo de ese hombre; volvió contento a vivir en- tre los humanos, curado por las manos divinas. (Mat. VII-2J.

Jesús tocó con sus manos la cabeza febricitan- te de la suegra de San Pedro y la fiebre dejó a la enferma ese mismo momento (Mat. VIII 15^.

Cuando Jesús resucitó a la hija del Magistra- do, tomó a la niña de la mano y la levantó. Para curar al ciego de Betsaida le impuso las manos. fMarc. V-41-VIII-23).

Las gentes ya conocían el poder de las manos de Jesús; al solicitar un milagro no pedían más que la imposición de las manos sobre sus enfermos.

Jairo dice al Señor: "Mi hija a muerto, ven a poner tus manos sobre ella, para que viva". (Mat. IX-18J.

Los parientes del sordo- mudo rogaron a Jesús que pusiera sus manos sobre él, para curarle. Marc. VIII-32).

Cuando le presentaron al ciego de Betsaida, rogaban al Señor que le impusiese sus manos ('Marc. VIII-22).

Todos los enfermos pedían al Señor que les tocase y quedaban curados al contacto de sus ma-

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nos. El mismo Jesús quiso valerse de sus manos para obrar los milagros. "Puso sus dedos en los oídos y tocóle la lengua" dice el Evangelista al narrar la curación del sordo y mudo. "Tocándole curó al le- proso". "Impuso sus manos y sanó de sus dolen- cias al crecido número de enfermos que le pre- sentaron en Cafarnaún, a la puesta del sol". fMarc. VII-33-Luc. V-12-ÍV-40). Así hace notar el Texto Sagrado la manera de curar -de Jesús, casi siem- pre valiéndose de sus manos.

La bendición de esas manos milagrosas multi- plicó, por dos ocasiones, el pan para alimentar a miles de personas, enel desierto. (Marc. VIII-1 a 10)

En sus manos se convirtió el pan en su Cuer- po y el vino en su Sangre, en la cena de la des- pedida. (Mat. XXVI-26-27).

Muchas veces se juntaron o se levantaron en alto las manos de Cristo para orar a su Eterno Padre. En esas manos se posaron repetidas veces los labios virginales de María en beso maternal. Las manos del hijo de Dios se mojaron en el Ce- náculo lavando los pies de los hombres sus após- toles. (Jn. XIII-15J.

Con el martirio de sus manos nos redimió Jesucristo; clavadas a la cruz sostuvieron por más de tres horas el Cuerpo del Redentor. Las manos, con las cicatrices del martirio, mostró Jesús al Apóstol incrédulo. "Vino Jesús y dijo a Tomás: Mete aquí tu dedo y registra mis manos y trae tu mano y métela en mi costado; no seas incrédu- lo, sino fiel". (Juan XX-27).

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Con sus manos glorificadas bendijo, por última vez, a sus discípulos y al mundo entero, el momen- to de la Ascención. (Luc. XXIV-50)

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Las manos de Jesús, trabajaron, bendijeron, curaron, redimieron.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

XXXIV EL IDIOMA DE JESUS

^1 idioma popular y nacional en Palestina, en tiempo de Jesús, era el Arameo. El Hebreo, idio- ma en que fueron escritos los libros sagrados, era en ese tiempo, únicamente lengua litúrgica, lengua muerta para la generalidad de los israelitas.

El idioma griego, en tiempo de Cristo, era el lenguaje culto, extendido en todo el imperio romano y generalizado en Galilea. Esta provincia, debido a su situación geográfica, era la más relacionada con el mundo helenístico y. por lo mismo, los galileos hablaban y entendían el idioma griego.

El latín era el idioma propio de los romanos; se lo hablaba también en Palestina, dada la depen- dencia de Roma y por las relaciones necesarias con las autoridades, empleados y soldados romanos.

Ei hebreo fué el idioma de los Patriarcas y Profetas, de los ascendientes de los palestinenses contemporáneos a Cristo, pero en tiempo del Señor, los judíos ya no lo entendían. En el templo y en las Sinagogas, se leían las Sagradas Escri- turas en hebreo, pero había que traducirlas para el pueblo. El traductor y el intérprete eran em- pleados necesarios en las reuniones religiosas.

El "Mishna" o libro ritual judío dice: "el que enseña la Ley no la ha de leer al intérprete más de un versículo, a fin de que este pueda fácilmen- te traducirlo.

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Al leer los Profetas, se puede hacerlo hasta tres versículos seguidos, para que los traduzca el intérprete. La historia de Rubén se lee, pero no se la interpreta".

El mencionado costumbrero sigue indicando la manera de leer las Sagradas Escrituras y dice que ciertas partes se las diga únicamente en lengua sagrada, sin traducirlas.

Esto prueba que los libros sagrados estuvie- ron escritos en hebreo, pero que este idioma era ya desconocido generalmente por los israelitas, al- gún tiempo antes de Cristo. Los doctores de la Ley hablaban hebreo, pero la lengua popular era el arameo.

Prueba también que el arameo y el griego eran los idiomas conocidos por el pueblo de Palestina, en tiempo de Jesús, el hecho de que los cuatro Evangelios fueron escritos en estos idiomas, o tra- ducidos a esas lenguas.

Jesucristo que quiso aparecer en todo como "el hijo del hombre", es decir acomodarse a lo hu- mano de su tiempo, habló los cuatro idiomas men- cionados.

Jesús poseyó el HEBREO, el lenguaje sagra- do. Prueba de esto es lo que narra San Lucas (IV-16-23): "Hizo en la Sinagoga de Nazaret la lectura del pasaje de Isaías, devolvió el rollo al ministro, y se puso a traducirlo e interpretarlo. Terminada la explicación, la glosó diciendo; La es- critura que acabáis de oir, hoy se ha cumplido...." Leyó Jesús el texto sagrado que estaba escrito en

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hebreo, y lo tradujo El mismo al arameo, para ex- plicarlo al auditorio.

Los Evangelistas nos han conservado muchas f races hebreas que dijo Jesús: "Talita cumi" en la resurrección de la hija de Jairo. (Marc. V-35). "Eli, Eli, lamma sabactani", desde la cruz (Mat. XXVI 1-46) y otras que prueban que Jesús hablaba el idioma hebreo, como israelita ilustrado y doctor de la Ley.

En griego habló Jesús con los helenos que le presentaron Felipe y Andrés al siguiente día de su entrada triunfal en Jerusalén; este idioma usó tam- bién para contestar a Pilato. (Jn. XI 1-20,).

Como queda dicho, el idioma arameo era. len- gua ordinaria en tiempo de Jesús; por lo mismo El la usó continuamente en su vida privada y pública.

En latín se entendió Jesús con los empleados del Imperio, con los soldados romanos, con Hero- des, y hasta con algunos miembros del Sanedrín.

Prueba que estos cuatro idiomas eran usados en Palestina, en la época de Cristo, y que El, co- mo perfecto palestinense, los habló y entendió, es el hecho referido por San Juan (XIX-20J: "El títu- lo puesto por Hiato encima de la cruz, fué leído por muchos judíos, porque el lugar de la crucifixión estaba cercano a la ciudad y porque estaba escrito en HEBREO, en LATIN y en GRIEGO".

Como el ARAMEO era la lengua vulgar, es- taba por demás usarla en la inscripción aludida.

Jesús aprendió el hebreo en brazos de su ma- dre y en la escuela de la Sinagoga nazarena. El

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arameo aprendió de niño en el trato familiar con los Nazarenos. El griego y el latín, como buen ga- lileo y por sus relaciones con los judíos y emplea- dos romanos.

Comprende el lector que al hablar así, en este y en otros capítulos, me refiero a Jesucristo, consi- derándole, únicamente bajo el aspecto humano, es decir, de tejas abajo, aunque no se pueden dividir en su persona las dos naturalezas: divina y humana, porque El mismo, siendo Dios, quiso aparecer co- mo mero hombre.

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-XXXV- FORTALEZA CORPORAL

s innegable que Jesucristo tuvo una forta- leza corporal extraordinaria, o, lo que es lo mismo, gozó de perfecta salud corporal. A esta conclusión se llega necesariamente leyendo el Evangelio y si- guiendo paso a paso la vida del Señor en el cum- plimiento de su misión pública.

Como dijo el Angel de la Encarnación, "la virtud del Altísimo" (Luc. 1-35) formó en el seno de María el cuerpo de Jesús. La virgen fué pre- destinada para madre de Cristo y engendrada úni- camente para este fin. Como su alma, privilegiada y excenta del pecado original, así su cuerpo fué creado sin gérmenes de corrupción, ni taras hereditarias.

Necesariamente el cuerpo de Jesús, formado por Dios con la sangre y en la carne de María, debía ser el prototipo del cuerpo humano, superior al cuerpo del primer hombre creado por Dios, sin intervención de mujer.

Jesucristo vivió más de treinta y tres años, sin jamás sufrir enfermedad alguna, por leve que sea, porque toda enfermedad es consecuencia de la primera culpa y de la alteración del organismo, ordinariamente por debilidad de los miembros; ni lo uno, ni lo otro tuvo Jesús; jamás enfermó, a pesar de una vida activa y austera. Murió en la plenitud de la vida, completamente fuerte, con su organismo sano.

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Ayunó durante cuarenta días y cuarenta no- ches, para comenzar la predicación de la "Buena Nueva" (Mat. W-2) en los cuales, como es ' muy natural, sintió hambre. Debió terminar la cuarente- na, desnutrido y sin fuerzas para una vida agita- da y de trabajo constante. Todo lo contrario, co- mienza su vida misionera con toda naturalidad, go- zando de perfecta salud y entera fortaleza corporal.

Fatigado por el largo camino, se sienta en el brocal de un pozo en las afueras de la ciudad de Sicar; a pesar del cansancio, su ocupación es con- vertir a la samaritana; cuando sus discípulos le dicen que coma para reparar las fuerzas, Jesús re- plica: "Mi alimento es hacer la voluntad de mi Pa- dre celestial". (Jn. IV-6-31J.

En las dos multiplicaciones de los panes, en el desierto, todos comen, menos Jesús, que había predicado largas horas. fJn. VI 3).

No tiene un lecho donde descansar de sus fa- tigas apostólicas. "Las raposas tienen cuevas; las aves, nidos; el Hijo 'del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza". (Luc. IX-58).

Estos pasajes evangélicos y otros que narran las extremadas y numerosas privaciones de Jesús, en su vida pública, están manifestando su fortaleza corporal y su salud extraordinaria.

La actividad apostólica del Maestro fué sin lí- mites y capaz de acabar con su organismo. Predi- cación constante y agobiadora. Los Evangelistas nos presentan a Jesús seguido por grandes mu- chedumbres, a quienes predica horas continuas y después cura numerosos enfermos fMarc. 111-7/

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Es tánta la gente que le sigue que ordena a sus oyentes sentarse a las orillas inmensas del lago y El les predica desde una barca. Tan can- sado se queda de hablar y curar, que busca el ca- bezal duro de la popa de la barca para descansar y duerme. (Luc VI 11-48).

uEran muchos, dice el Evangelista, los que iban y venían para oirle y pedirle milagros, que no le dejaban tiempo para comer, ni descansar; se re- tiró a un lugar desierto, pero le vieron las gentes y vinieron a El; Jesús se compadeció y se puso a enseñarles y atenderles". (Marc. VI-30).

San Lucas dice: "los pueblos acudían en masa

a oirle Jesús se retiró a orar en un monte y

pasó toda la noche en oración". (Luc. V-16-VI-12).

Todo esto supone un cuerpo sano y robusto.

Los mismos tormentos de la pasión prueban la fortaleza corporal de Cristo. Una noche entera de suplicios era suficiente para acabar con la vida; sin embargo, al siguiente día, cuando es llevado de un tribunal a otro, responde con firmeza a los jue- ces e increpa con majestad a los acusadores. So- porta la flagelación y coronación de espinas. Toma sobre sus hombros la cruz y se encamina al Cal- vario. En el trayecto se encuentra con su Madre y la consuela; aconseja largamente a las piadosas mujeres que lloraban por El. En la cima del Gól- gota, tranquilamente, extiende sus manos y pies para que los claven. Crucificado, entre dolores inauditos, tiene fuerzas para pronunciar siete fra- ses, que las dice con voz potente, con largos in- tervalos y en tonos variados.

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Muere, pero su organismo está en perfectas condiciones; la causa de su muerte es el total desangramiento. Queda colgado de la cruz el cada- ver de un hombre robusto. El muerto es Jesús Nazareno Rey de los Judíos. (Juan. XIX- 19).

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-XXXVI- TEMPERAMENTO

^amos a tratar del temperamento de Jesús, entendiendo por esta palabra el predominio de un sistema orgánico en la constitución corpórea.

Casi no existen tipos puros de los distintos temperamentos que los fisiólogos describen. Tal vez el de Jesús fué uno de esos, aunque lo más huma- no es encontrar en su temperamento la mezcla compleja que hizo del suyo el más perfecto y e- quilibrado.

Estudiado el temperamento de Jesús en rela- ción con las potencias espirituales, encontramos que es intelectual, memorista y voluntarioso, pero en perfecto equilibrio. Es un hombre de acción mo- vido por su inteligencia y voluntad.

Ejemplos: En el Jordán, cuando Juan se re- siste a bautizarle, reconociendo su inferioridad, Je- sús dice: "Déjame hacer ahora, que así es como conviene que cumplamos la voluntad del Padre". (Mat. ÍIM5).

Las contestaciones que al tentador en el monte de la cuarentena, indican un temperamento equilibrado en relación con las potencias del alma. Recuerda perfectamente los textos sagrados para contestar con citas oportunas; su entendimiento y voluntad no vacilan, ni ceden un punto ante la ver- dad y el bien conocidos. (Luc. 1V-1 a 12).

Las explicaciones que da a la Virgen su Ma- dre en el Templo y en las bodas de Caná, dan la

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medida de su voluntad ante el deber. "No sabíais que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre?", es la respuesta al requerir miento amoroso: "por qué te has portado así con nosotros?" (Luc. 11-48-49).

"¿Qué nos importa a y a tí? No ha llega- do mi hora", respondió Jesús a la insinuación de María, para que hiciese un milagro (Jn. 11-3 y 4). '

Estudiando el temperamento de Jesús en rela- ción con la sensibilidad vemos que no es apático, sino noblemente afectivo.

Se conmueve hondamente al ver llorar a Mar- ta y María, las hermanas de su amigo Lázaro. (Jn. XI-33).

Tiene cariño a las muchedumbres que le si- guen embelesadas a través de regiones desiertas y, por dos ocasiones, multiplica los panes para ali- mentarlas. (Mat. XIV-13-XVI-32J.

Temperamento ecuánime fué el de Jesús; ja- más se turbó, ni ante los peligros, ni frente a las asechanzas de sus enemigos.

Estaba el Maestro con sus apóstoles en la barca que flotaba acariciada por las mansas olas del Tiberíades; aprovecha la ocasión para descan- sar y duerme apoyado en un banco. Mientras tan- to, todo se cambia: sopla el viento con furia inu- sitada, arrecia la tempestad, las olas se encrespan y la barquilla está a punto de zozobrar. Los após- toles han agotado todo esfuerzo para salvarse de la muerte que se avecina, pero en vano. No les queda otro recurso que despertar al Maestro. Así lo ha-

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cen. Jesús vuelve del sueño con toda serenidad. Se pone de pie y tranquilamente impera a los vien- tos y a las olas, sin que turben los gritos y so- llozos de sus compañeros de navegación. (Luc. VI 11-24/

Un día sus enemigos están a punto de lapi- darle. Jesús al verles encolerizados y con las pie- dras en alto, les dice serenamente: "Muchas obras buenas he hecho, ¿por cuál de ellas queréis ape- drearme?" y sigue hablando con mesura, mientras los enemigos se retiran avergonzados. Jn. fX-30).

Serenidad imperturbable e indómita energía, fueron las características de su temperamento.

Con la misma serenidad con que aplaca la tem- pestad del lago y desarma a sus enemigos, va con- templando, día tras día, la trama zurcida por el A- póstol traidor y le llama "amigo" el momento mis- mo del crimen. fMat. XXVI-50) Serenamente con- testa al criado del Pontífice que le abofetea para adular al patrón: "Si he hablado mal, dime lo que he dicho; si he hablado bien, ¿por qué me hieres? fJn. XVIH-23;.

Nadie ni nada fué capaz de turbar su paz y su manera de obrar. El último jueves de su vida sabe Jesús que todo está listo para apresarle, en- tregarle en manos de sus enemigos y sentenciarle a muerte, pero no cambia un ápice el programa de la cena y después se retira, como siempre, a su oración acostumbrada en el huerto.

"¿A quién buscáis"? pregunta enérgicamente Jesús a los soldados que van a apresarle en Get- semaní, y cuando les dice "Yo soy" todos caen en

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tierra. Estando ya maniatado, ordena a los verdu- gos que "dejen ir libremente a sus apóstoles". (Jn. XVIII-4 a 8).

Nada ni nadie jamás le hará apartarse un pun- to de la línea trazada por la voluntad de su Padre celestial.

A su energía tenemos que añadir una franque- za y lealtad asombrosas, una suavidad y bondad sin límites, que completan las características de su temperamento ideal.

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-XXXVII- CARACTER DE JESUS

entendiendo por carácter el modo de ser de una persona, podemos decir que el carácter de Je- sús fué bondadoso, compasivo, sentimental, tierno.

Jesús es el hombre bondadoso por excelencia: "Aprended de porque soy manso y humilde de corazón" fMat. XL29) nos dice el mismo.

No tiene severidad más que para los orgullo- sos e hipócritas fariseos. Con los demás, usa de una mansedumbre sin límites. Practica lo que dice: "He venido para servir y no para ser servido". fMarc. X-35J.

Reprende a los Apóstoles que apartan de su lado a los niños, a los enfermos, a la gente pobre y necesitada. "Dejad que vengan a mí" dice y a to- dos bendice e impone las manos. fMarc. IX- 13)

En Cafarnaún cura con toda bondad a muchí- simos enfermos. Deja que le cojan de los vestidos. Permite que introduzcan al paralítico, desentejan- do la casa donde estaba hospedado. fMat. VIII- 16-IX-20-Marc. lió;.

Repetidas veces se compadece de' la muche- dumbre que le sigue. "Misereor super turbas" es su frase bondadosa; en favor de la multitud hace muchos milagros. fMat. XV-32J.

No tiene más que palabras de bondad para la Samaritana, para la pecadora de Mágdala, para la mujer adúltera, aún para Judas y para los verdu- gos. (Jn. IV-5-VIII-4-Luc. V1I-36).

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En sus parábolas presenta la bondad de Dios como atributo propio de su Padre.

COMPASIVA hasta el extremo, no puede ver los dolores y las miserias, sin remediarlas.

Se compadece de la viuda de Naín y resucita a su hijo único que llevan a enterrar. fLuc. VI1I-12J.

Tiene compasión de las muchedumbres desnu- tridas y hambrientas que le siguen y, por dos oca- siones, las alimenta con abundancia, milagrosamen- te (Mat. XIV-13-XVI-32).

Para Jesús, el prójimo es ante todo el que yace en el dolor y el abandono. Se identifica con los pobres, con los enfermos, con los despreciados. (Luc. X-29). Es el hermano de los que sufren y sien- ten en carne propia las ofensas a los desgraciados. "Lo que hicisteis con el más pequeño de estos, conmigo lo hicisteis" serán sus palabras en favor de los infelices cuando juzgue al mundo (Mat. XXV-31)

SENTIMENTAL Y TIERNO, invita a unirse a El a todos los que sufren, a los que sienten el peso de la vida. "Venid a mí, dice, que yo os ali- viaré de vuestros dolores; que yo os haré descansar de vuestras fatigas; seguidme y encontraréis repo- so para vuestro espíritu". (Mat. XI -28)

Se conmueve hondamente al ver llorar a la her- mana de Lázaro muerto. (Jn. XI-33)

Conmovido profundamente lloró sobre la ciudad santa por su desgracia futura. (Luc. XIX-41)

Lleno de sentimiento dice: "uno de vosotros me hace traición" y llama "amigo" al apóstol trai- dor. (Jn. XIII-3U

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La ternura de su carácter se cristaliza en pa- labras de despedida en el Cenáculo. Sentimentales hasta el colmo son los términos que usa. "Hijitos míos, amigos míos" dice maternalmente esa noche a los que le rodean.

Los cuatro Evangelistas narran la vida de Je- sús como una cadena infinita de bondades a las muchedumbres de quienes se compadecía con sen- timental ternura. Sobre todo, los enfermos y los pecadores se llevan sus preferencias. Siempre cura sus males del cuerpo y del alma.

Sus principios básicos de conducta son: "No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores". "No son los sanos los que necesitan de médico si- no los enfermos". (Luc. V-31)

Jesucristo fué bondadoso, pero no bonachón; su carácter fué suave, pero firme. Nada de cobardía, ni fanfarronería. Siempre ecuánime. La firmeza de su carácter prueba el silencio ante Herodes las respuestas a Caifás, las sentencias: "No se puede servir a dos amos". "He venido a poner fuego en la tierra". "Si tu ojo, tu mano, tu pié, son ocasión de escándalo, debes arrancárteles". (Marc. X1V-55- Mat. XVII 1-8;.

Una suavidad y bondad sin límites unidas a una energía y severidad indomables, el afecto tier- no y compasivo y junta al cumplimiento animoso del deber fueron los distintivos del carácter de Jesús.

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-XXXVIII- EL CORAZON DE JESUS

a función moral propia del corazón es amar. "Dioses amor" dice la Santa Escritura (lo Jn, IV-16) Jesucristo mismo dijo, mostrando su Corazón a Santa Margarita de Alacoque; "He aquí este Cora- zón que tanto ha amado a los hombres". Que Je- sús amó, y amó en grado supremo es innegable. El mismo confiesa. "Como mi Padre me ama, así os he amado". Nadie puede manifestar mayor amor que dando la vida por sus amados. fJn. XW-913)

El corazón de Cristo está retratado en las pá- ginas evangélicas, por el amor. Ama a su Padre celestial con amor de obediencia, que funde dos vo- luntades en una. El recuerdo es una de las señales del amor.

Jesucristo no pudo vivir un solo instante en la tierra, sin recordar a su Padre, sin nombrarle. No hay un solo discurso de Jesús en el cual no cite a Dios su Padre, directa o indirectamente.

Vivió en unión íntima, hipostática, con el Pa- dre. Su mayor sufrimiento en la cruz fué sentirse abandonado de El. "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?" es el grito de dolor, la que- ja más honda de su vida. (Mat. XXVII 46)

El amor del Corazón de Jesús a su Padre fué amor de obras, amor de voluntad; "Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya". El única anhelo del Hijo de Dios hecho hombre fué hacer y cumplir la voluntad del Padre.

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Jesús amó a su madre la Virgen nazarena con amor filial intenso, con la conexión de efecto a cau- sa. Este amor le obligó dulcemente a mirar a María desde la cruz y a recomendarle al discípulo predi- lecto. (Jn. XIX-27J

Jesucristo amó entrañablemente a San José, su padre adoptivo, hasta el punto supremo de identifi- car su origen y su nombre con el carpintero de NazaretfMat. XIII-55)

Amó Jesús infinitamente a sus apóstoles, ha- ciéndoles de humildes pescadores, los confidentes de sus secretos divinos; convirtiéndoles de pobres hom- bres en otros Cristos. A ellos les dijo: "Como mi Padre me ha enviado, así Yo os envió a vosotros". (Jn. XVII-18;

Jesús amó a todos los hombres a quienes vino a redimir y a salvar. Amó a las gentes con quie- nes vivió en Palestina. Su amor está sintetizado en parábolas. El es el buen pastor que da la vida por sus ovejas; cuando una se ha extraviado, deja las noventa y nueve en el redil y va en busca de esa y no se cansa de caminar hasta encontrarla y vuelve con la ovejita al hombro (Mat. XVIII-12)

Jesús es el padre del hijo pródigo que hace fiesta cuando vuelve ala casa paterna (Luc. XV-11)

San Agustín dice que la debilidad de Jesús fué el lado flaco de la madre, el amor.

El Evangelio nos presenta a Jesús rodeado de enfermos, de pecadores, de gente pobre y humil- de, quienes acuden al Señor en demanda de salud, de perdón, de milagros, de enseñanza, con la con-

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fianza propia del hijo a su madre, porque conocen el corazón de Cristo. (\\larc. VII 1-2 )

La familia de Betania había sentido el amor del Corazón de Jesús.

Marta y María sabían que el señor amaba á su hermano Lázaro; por esto, cuando enferrra avisan, y muerto, esperan le resucite. "El que amas está enfermo". "Si hubieras estado aquí, no hubiese muerto", son frases de corazón a corazón. Los testigos del milagro de la resurección de Lá- zaro dicen: "Mirad cómo le amaba" viendo las lá- grimas de cariño que preceden a las palabras vivifi- cantes. (Jn. XI-3-21-36)

Las páginas más bellas del Evangelio son las que están rubricadas con la tinta roja del amor. Cuán sublime es ver a los pies de Jesucristo a la Mag- dalena arrepentida y oír al Señor diciendo: "se le han perdonado sus muchos pecados, porque ha a- mado mucho; al que ama poco, poco se le perdo- nará". (Luc. VI 1-47).

El perdón en Jesucristo es fruto del amor. Amó a Pedro y le perdonó. Perdonado, le constitu- ye jefe del apostolado porque Pedro le dice que le ama más que los otros apóstoles. (Jn. XXI-15,)

El ladrón arrepentido se roba el cielo por a- mor. Pide al Señor un recuerdo amoroso en su reino y la respuesta es: "Hoy estarás conmigo en el reino de los Cielos". (Luc. XXI 11-43)

El amor a sus enemigos hace que Jesús encuen- tre una razón poderosa para alcanzar de su Padre perdón y misericordia; "Padre, perdónales, porque

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no saben lo que hacen". (XXI 11-34)

"Amaos los unos a los otros, como yo os he amado (Jn. XV- 17). Esta es la gran enseñanza y este el grande ejemplo que nos da Jesucristo, To- da su vida es un poema de amor, porque es la vi- da de un Corazón que palpita por amor a la humanidad.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO J49

-XXXIX- EL ALMA DE CRISTO

ice un escritor, refiriéndose al Alma de Cristo, que no cabe otra solución sino admitir en Jesús un alma la más perfecta y bella que de las manos divinas pudo brotar.

En realidad, no se puede pensar en otra forma. Al cuerpo de Jesucristo juntó Dios un alma la más bella, pura y hermosa, si podemos así hablar, en- tre todas las que han informado e informarán el cuerpo humano.

El alma de los grandes personajes que han pasado por el mundo dejando regueros de luz, de santidad, de sabiduría, de bondad y bien, se eclipsa junto al Alma de Cristo, como la estrella junto al sol.

A la naturaleza humana vivificada por el alma se unió en Jesús la naturaleza divina, formando la sagrada persona de Cristo. La materia y la forma del Hombre sirvieron de recipiente para la unión hipostática con la Divinidad. Dios que debía unir- se con el hombre, en la persona de Jesucristo, se- leccionó, por así decir, un alma y un cuerpo dig- nos de El.

San Juan penetró en el Alma del Señor, a través de su Corazón, cuando tuvo la dicha de re- clinar la cabeza en el pecho del Maestro. Nadie mejor que el Apóstol predilecto puede pesar cada latido del Corazón de Cristo para comunicarnos en el Evangelio. El suyo es llamado, con razón, el E-

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EL VERDADERO JESUCRISTO

vangelio del espíritu, porque desde la primera pági- na presenta el Alma de Jesús llena de gracia y rebosante de la verdadera perfección. (Jn. 1-14)

Por los efectos conocemos las causas; por las potencias espirituales debemos conocer el alma.

El Alma de Cristo aparece diáfana en su inte- ligencia y heroica en su voluntad. La inteligencia es luz que penetra, ilumina, purifica, razona, llegan- do a las cimas y los abismos.

Basta abrir el Evangelio, dice el P. Delepie- rre, para sentir que nunca espíritu humano ha des- cubierto tales secretos: el prodigioso acercamiento del cielo hacia el hombre, el llamado a una mora- lidad superior, el sentido de la historia humana aqui abajo, el destino en el más allá, la intimidad mis- ma de Dios, todo esto manifestado sin ningún es- fuerzo por alguien que tiene de ello la experiencia y la intuición.

Por otra parte, esa inteligencia se muestra do- tada de todas las cualidades de análisis, de vigor lógico, de sutilidad razonadora. San Juan describe la impresión que dejaba en las gentes la inteligen- cia de Jesús en contacto con la muchedumbre, di- ciendo: " Jamás hombre alguno ha hablado como es- te hombre". (Jn. VII-45)

Otra armonía, más difícil de realizar, obraba la inteligencia de Jesús, la de unir la profundidad de sus pensamientos con una simplicidad de expresión que la ¡haga accesible a todos. Como escribe el mencionado autor, la simplicidad se manifiesta en cada línea del Evangelio. Nadie mejor que Jesús tiene el sentido de las realidades concretas. Para

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exponer los misterios de su pensamiento, no recu- rre a las obscuridades de los místicos ni a las elu- cubraciones de los filósofos. Le basta evocar la realidad de las cosas y de los diarios acontecimientos.

Pero la perfección del alma no está en el en- tendimiento sólo, sino unido con la voluntad. La voluntad es acción, es heroísmo. Nadie como Jesu- cristo ha enderezado su voluntad para alcanzar el ideal y cumplir con la misión encomendada. Su vo- luntad es acabado modelo de firmeza, constancia, resolución y hasta terquedad.

Para convencerse de esto, no hay más que leer algunas palabras de Jesús en los pasajes e- vangélicos.

"No sabíais que Yo debo estar ocupado en los asuntos de mi Padre"? dice a San José y a la Vir- gen que le buscan con ansiedad. (Luc. 11-49)

"Debemos cumplir toda justicia" dice a Juan que se resiste en bautizarle, reconociendo su infe- rioridad. (Mat. 1 11-14)

"Retírate Satanás, porque escrito está, adora- rás al Señor tu Dios y a El solo servirás", es la respuesta categórica al tentador. (Mat. IV-IO)

"Padre: no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Mat. XXVI-39), es la palabra de calma y de do- minio para comenzar la pasión.

' "Mi alimento es hacer la voluntad de Aquel que me envió y llevar a cabo su obra" es el grito de oblación y clarinada de victoria en la vida de Jesús. (Jn. 1V-32)

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EL VERDADERO JESUCRISTO

La conducta del Señor se distingue por la ca- lidad sostenida de sus acciones; por el heroísmo de todos los instantes. Las expresiones repetidas que usa para penetrar en el entendimiento de sus oyen- tes, son eco de su voluntad: "Yo he venido - Yo po he venido". "He venido a poner fuego en la tie- rra (Luc. XI 1-49) He venido a salvar lo que ha- bía perecido. (Luc. XIX-10). No he venido a traer la paz, sino la guerra. (Mat. X-34). No he venido a destruir la Ley, sino a perfeccionarla". fMat. V-17)

La unión hipostática del Hijo con el Padre, Cristo con Dios, se nota de manera especial en la identificación de las potencias del alma. Jesús mismo dice: "El que me envió está conmigo y Yo hago siempre lo que le agrada". (Jn. VI 11-29,)

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

-XL- LA PALABRA DE CRISTO

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3Jesús, el divino Rabí galileo, habló al pueblo durante más de tres años consecutivos sin pulpito, ni cátedra determinados, o mejor dicho, la tribuna oratoria de Cristo fué: una barca, el brocal de un pozo, el tronco de un árbol, el declive del monte; la pradera, la playa inmensa, los atrios del Templa, las calles y plazas de los poblados.

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Sus oyentes, de pie unos y sentados otros en el césped del prado, en la caldeada arena, en los pórticos y bancales, atendían con gusto las explica* ciones de la Buena Nueva. Esa palabra mesiánica, sencilla, clara, es la semilla que fructifica el cienté por uno, es delicioso alimento espiritual de las muchedumbres.

La palabra de Jesús era elocuente pero popu?- lar, acomodada siempre al auditorio y a las circuns- tancias. En Galilea, era palabra campestre, risueña; en Judea, era más docta y enérgica. Siempre fué la palabra del oriental: hablaba de luz, de flores, pajarillos, de cuanto emociona al oyente, para lle- varle con mayor facilidad a lo serio del discurso. Raudales de sabiduría divina, expuestos con pala- bras sencillas, es lo que sale de la boca de Cristo.

Para mejor hacerse entender, su palabra evoca la realidad diaria de las cosas, y presenta la vida ordinaria en sus variados matices, ese sentido de lo real llega en la palabra de Jesús a lo poético, a lo sublime.

[54 EL VERDADERO JESUCRISTO

"En el Evangelio, dice un Comentarista, se re- fleja toda la Galilea, con sus fiestas y tristezas, su cielo y sus estaciones, sus rebaños y sus viñas, sus cosechas, su lago, su robusta población de pescado- res y cultivadores".

La palabra de Jesús era magistral, egotista. "Habéis oído antes ... Yo os digo ahora....", repetía en sus discursos, pero esa palabra autoritaria esta- ba siempre suavisada con sencillez y justicia, de mo- do que a nadie chocaba y todos comprendían. fMat. V-21-27-39;.

La palabra de Jesús fué alimento y vida para todos, pero en algunos de sus oyentes reaccionó co- mo veneno y muerte. La misma frase flagela al or- gulloso fariseo y dulcifica la conciencia amargada del pecador.

Fué vida para los humildes, para los pobres, para los de buena voluntad, porque con la divina pa- labra entró el Reino de Dios en su alma; fué muer- te eterna para los soberbios, porque despreciando la Buena Nueva, se alejaron para siempre del Reino mesiánico-

La palabra de Jesús fué sencilla y suave casi siempre, pero fuerte y severa frente al error y el mal. Muchas veces oyeron las multitudes retumbar la palabra condenatoria de la hipocresía, del escán- dalo, de la injusticia.

Nadie como Jesucristo ha hablado fustigando al mal y a los malhechores. uAy de vosotros, escri- bas y fariseos, hipócritas, farsantes, sepulcros blan- queados, guías ciegos, raza de víboras Ay de

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vosotros, que despreciáis a los pobres, que devoráis las casas de las viudas, que cerráis las puertas de los cielos a los humildes y las abrís a los podero- sos Ay de vosotros, que ayunáis, hacéis oración

dais limosnas únicamente para ser vistos y a- labados de los hombres Ay de vosotros los es- candalosos, merecéis que os aten al cuello una pie- dra de molino y os sumerjan en la profundidad del mar ....... Ay de vosotros, que véis la paja en el ojo

del prójimo y no veis la viga de maldades que a- rrastráis...." (Mat. XI 1 1- 13-XV1 1 1-7-Luc. Vl-24).

La palabra de Jesús es imperativa, porque se basa en la verdad y en el bien. Cuando dice enfá- ticamente; uEn verdad, en verdad os digo"; cuando repite esos "SI" condicionales que encontramos a cada paso en el Evangelio; cuando usa ese "YO" de autoridad, se ve a Dios trazando la línea divisoria entre el bien y el mal, entre la verdad y la menti- ra, entre la derecha y la izquierda. fMat. XV 1-24 X1X-21J.

La palabra de Jesús es la palabra de Dios que aterra. En el huerto de los olivos no dice sino: "a quién buscáis.... Yo soy" y los soldados caen en tie- rra y los asalariados quieren huir

Jesucristo, con su divina palabra, sienta princi- pios y cambia conceptos. Dice: "Dad al César lo que le pertenece y dad a Dios lo que es de Dios" y esta será en adelante la norma básica de la legislación.

Proclama las Bienaventuranzas y desde enton- ces, la pobreza, la castidad, la obediencia, la man-

156 EL VERDADERO JESUCRISTO

sedumbre, son apetecidas y practicadas por cuan- tos anhelan poseer a Dios.

Enseña a rezar el PADRE NUESTRO y de hecho todos los hombres se sienten hermanos, se instala el reino cristiano, las almas se identifican con Dios haciendo su voluntad, la materia debe con- tentarse con lo necesario, se reconcilian los enemi- gos, la tentación y el mal se alejan de la tierra.

La palabra de Jesús es la semilla evangélica que fructifica el ciento por uno en los corazones de buena voluntad [y de bien, es la luz del mundo y la sal de la tierra.

La Virgen Inmaculada oyó muchas veces la pa- labra de Jesús, la grabó en su espíritu y la guar- dó en el corazón, como tesoro de valor infinito.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROABO

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XLI LA PREDICACION DE JESUS

S. Reinante, disertó acerca de la Predica- ción del Señor en la sexta semana de Adaptación pastoral, el 14 de Septiembre de 1956.

De tan sublime alocución tomamos los párra- fos siguientes:

"Al revivir, en pía meditación el Evangelio, nos ponemos delante la multitud agolpada en torno del Divino iMaestro que les está anunciando la Buena Nueva y vemos cómo sabe El transfundir en la pala- bra su alma, junto con la inagotable riqueza de su sabiduría y de su amor, de tal suerte que su palabra llega a ser como un espejo fiel de toda su Persona.

La predicación de Jesús tiene un carácter personal, de eficacia inmensa. Este carácter mues- tra, en primer lugar, una absoluta claridad y segu- ridad de la mente, al par que una determinación y firmeza absolutas de la voluntad.

Jesús se da todo e íntegramente a la predica- ción, al anuncio de la palabra divina; se consagra completamente al servicio de las almas. Es el buen Pastor que da la vida por sus ovejas fJn. X-21). Se daba a los hombres en la siempre renovada predicación, trasladándose de un lugar a otro y yen- do de ciudad en ciudad. (Luc. 1V-42).

Acumulaba milagros sobre milagros, con el fin de que los hombres creyesen en su predicación y para que, en esta forma, la palabra de Dios e- chace raíces en sus almas y produjece fruto. (Luc,

vm-ii;.

158 EL VERDADERO JESUCRISTO

Como otro elemento característico, encontra- mos una calma de juicio y una íntima independencia de lo que pudiera agradar o desagradar a los hom- bres y traer su adhesión o desprecio. Con su fran- ca reprobación de la vanagloria y de la ambición de los Escribas y Fariseos, mostraba el Señor su entero desasimiento de los aplausos del pueblo y de las clases dirigentes. (Mat. XX11M-36;.

La multitud después de haber presenciado un prodigio obrado por Jesús quería hacerle rey, pero El huyó y se retiró solo al monte. (Jn. Vl-15)

El experimentó el HOSANNA y el CRUCIFIGE de la Pasión con plena superioridad de espíritu; no se dejó arrastrar de lo uno, ni espantar de lo otro. fMarc. IX- li;

Dirigiendo una rápida mirada al contenido de la predicación de Jesús, vemos sus características y su objeto.

Inculcaba el Señor a sus oyentes, como dispo- sición de ánimo y de corazón para recibir con fru- to la doctrina, la seriedad moral con la que el hombre debe acercarse a la revelación que no ad- mite ligereza o superficialidad. (Mat. IX- 16); y por ende la rectitud y sinceridad de corazón que ex- cluye toda hipocresía y doblez; (Luc. Xll-lj el ce- lo por la gloria de Dios y su reino en la tierra que no se concilia con una pasividad ociosa (Mat. XV-21jf la vigilancia constante (Marc. XI 11-35); la consciente y firme adhesión a la palabra y a la voluntad de Dios. (Luc. XI -28)

Sobre corazones así preparados, derramaba el

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Señor sus más altas enseñanzas. Quería estrechar a los hombres con un vínculo siempre más íntimo

con el Padre que está en los cielos; y así les infun- día, por una parte el temor ante su infinita majes- tad (Mat. X-28), y por otra, una confianza incondi- cional y amor filial por encima de todo. (Mat. XI 1- 37). Los hombres deben sentirse seguros bajo el amor solícito y previsor del Padre celestial y, por tanto, no deben afanarse en demasía, por los cuida- dos de los bienes materiales. fMat. Vl-25)

Además la predicación del Señor infundía en los corazones la unión con Cristo, la fe y confian- za en El, la entrega incondicional a Jesús y su imi- tación. fMat. X-36).

Por lo que hace al objeto de la predicación del Señor, nos limitaremos a evocar simplemente, además de sus grandes promesas: el cielo la Euca- ristía, la resurrección, la vida eterna los principa- les deberes que inculcaba a su auditorio.

Entre estos deberes encontramos, primeramente, el de orar (Luc. XVI 11 1), el deber de la humildad interna y externa, con la reprobación de toda clase de orgullo y arrogancia. (Mat. XI-29), el deber de la abnegación y del sacrificio, hasta llevar la cruz en seguimiento del Señor crucificado (Luc. 1X-23), el de de tender a la perfección (Mat. V-58), el gran deber de amar al prójimo, semejante al primero y máximo precepto del amor a Dios fMat. XXI 1-39) y tántos otros deberes y doctrinas que hacen de la predicación de Jesús el acabado modelo de la predica- ción cristiana".

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-XLII- LAS FLAQUEZAS CORPORALES DE JESUCRISTO

an Pablo dice en la carta a los Hebreos (IV-15): "Cristo, de nuestra raza y familia, lleva nuestra carne y sangre; puede compadecerse de nuestras flaquezas, porque las ha probado todas, fuera del pecado".

Es muy lógico pensar que en Jesucristo no hubo mancha alguna de pecado, porque es la san- tidad por esencia.

Respecto a las flaquezas humanas que probó * Cristo, según frase del Apóstol, debemos distinguir las que se derivan del pecado, como el dolor y la enfermedad y las que vienen por herencia, como deformidades corporales y aberraciones psíquicas; ni estas ni aquellas tuvo, ni pudo tener Jesús, por- que faltando la causa, no hay el efecto.

En el Evangelio no encontramos una sola pa- labra que nos de a entender que Jesucristo sufrió enfermedad alguna o algún desperfecto fisiológico.

Su cuerpo y su espíritu gozaron siempre de salud perfecta y equilibrio completo.

Si en los últimos días de su vida aceptó y su- frió el dolor material y se abrazó con la muerte, fué porque con ellos debía redimirnos. Los probó, por nosotros y no por El, que estaba exento de e- sos males y flaquezas humana.

Las otras flaquezas, en cierta manera espiritua- les, que aquejan al hombre, caído del estado de

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gracia en que fué criado por Dios, como la inclina- ción al mal, la ignorancia, la dificultad para obrar el bien, la concupiscencia, no podemos tampoco ad- mitir en Jesucristo, porque desdicen de su perso- na, van contra su misión de Redentor y, sobre todo, por la misma razón de causa y efecto entre el pe- cado y sus consecuencias, que no hubo en Jesús.

Las últimas flaquezas humanas, que podemos llamarlas ordinarias, como el hambre, la sed, la tris- teza, el tedio, las lágrimas -..las probó Jesús, porque quiso aceptarlas como testimonio de su verdadera humanidad y como medios de sufrimiento para redi- mirnos.

Por el Evangelio sabemos que lloró Jesús. Lloró ante la tumba de su amigo Lázaro. "Viendo llorar a Marta y María, hermanas del difunto, y viendo llorar también a los amigos que les acompa- ñaban, se estremeció el espíritu de Jesús y lloró ... Las gentes, viéndole llorar, decían: Cuánto amaba a Lázaro...." (Juan 11-33). Lloró Jesús "viendo la ciu- dad de Jerusalén y profetizando la destrucción ma- terial y formal de su patria...." (Lüc. X1X-41).

Jesucristo sintió hambre después de su ayuno de cuarenta días en el desierto, y de esa hambre a- provechó el demonio para tentarlo. (Mat. 1V-2) Sin- tió sed junto al pozo de Jacob y pidió agua a la samaritana. (Jn. 1V-7). En la cruz, fué tanta su sed que la pidió en voz alta, constituyendo esta peti- ción una de las siete palabras (Juan X1X-28).

El Evangelio nos cuenta las ondas tristezas de Jesús en el huerto de los olivos y en la cruz que fueron tan grandes, hasta clamar a su padre que

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"pase por alto ese cáliz de amargura" y pedirle que no le abandone. (Luc. XXI 1-42-Mat. XXVI 1-46;

Sufrió Jesucristo esas flaquezas humanas y en sumo grado: "Comenzó a tener pavor y tedio" dice el Evangelio (Mat. XXV 1-37) y este sufrimiento lle- gó al colmo en el momento cumbre de la pasión.

No podemos admitir el Docetismo que elimina estas flaquezas en Cristo.

Jesús sufrió de verdad; su pasión no fué un simulacro, ni su muerte un ilusionismo. Cuando los azotes caían sobre sus espaldas, cuando las espinas hincaban sus sienes, cuando los clavos atravesaban sus pies y manos, Jesús sentía dolor intenso do- lor de martirio.

El beso de Judas, el abandono de sus Apósto- les, la negación de Pedro, la bofetada del criado del Pontífice, la cobardía de Pilato, la sentencia de muerte, la sátiras e ironías de los fariseos ... cau- saron en el alma de Jesús sufrimientos intensos.

Los silencios de' Jesús que narran los Evan- gelistas, nos hablan de sus dolores internos, de sus profundos sufrimientos morales. Calló el Señor an- te el Sumo Sacerdote; no se defendió de las acu- saciones de los sacerdotes; guardó silencio ante Pilato; selló sus labios en presencia de Herodes •• (Mat. XXVll-12-Marc. XlV-61-Juan X1X-9 y XXI 11-9; pero estos silencios fueron lágrimas del co- razón, gritos de dolor, ayes del alma hecha girones; fueron los estragos de las flaquezas corporales de Cristo; fueron el eco de las palabras divinas: "El espíritu es esforzado pero la carne es flaca" fMarc- X1V-38;.

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-XLIII- LAS TENTACIONES DE JESUS

omo un paréntesis entre la vida hogareña y la evangélica y como preparación para las o- bras de la vida pública, se retiró Jesús a un lugar desierto, donde pasó cuarenta días en oración y penitencia. Así comenzó la segunda etapa de su misión redentora, castigando el cuerpo y fortale- ciendo el espíritu.

Al final de la cuaresma, Jesús sintió hambre, se sintió rey, sintió el vacío de la soledad. El demo- nio aprovechó estas circunstancias y tentó al Señor.

"Manda a estas piedras que se conviertan en pan y sacia tu hambre".- La contestación fué: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios". (Mat. 1V-2J.

Enseñanza: El cristiano no debe vivir única- mente para comer, sino que debe comer para vivir, como dicen algunos y no practican muchos. No de- be buscar diariamente sólo el pan material que nutre el cuerpo, sino que debe preocuparse todos los días de alimentar su espíritu. El hombre racio- nal no debe cuidar demasiado de la materia, sabien- do que por encima de esta se encuentra, el espíri- tu, que necesitaba también alimentarse. Su pan cuotidiano debe ser la lectura, la meditación y la práctica del Evangelio, porque esta es la palabra que sale de la boca de Dios.

"Si eres hijo de Dios, tírate de aquí para aba- jo y nada te pasará, porque escrito está que los án-

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geles te recibirán en sus manos, como a su rey".- Jesús contestó: "También está escrito: no ten- tarás al Señor tu Dios. (Luc. 1V-12).

El demonio, viendo frustrada su primera ten- tación, creyó triunfar esta vez, induciendo al Se- ñor a obligar a sus ángeles para que reconociecen su realeza cooperando a un milagro que no era útil, ni necesario. Puso el tentador a Jesús en uno de los más elevados pináculos del Templo de Jerusa- lén, desde donde la caída era muerte segura, sin un milagro.

Con su admirable contestación, nos enseña Je- sús que nuestra vida debe ir por el camino ordi- nario de las leyes naturales, porque son divinas. El milagro puede suspender o cambiar esas leyes, pero Dios no está obligado a hacer milagros, se- gún el capricho del hombre. El que ama el peli- gro, en él perecerá, dice el Espíritu Santo. El que tienta a Dios, sucumbirá en el mal buscado.

En la tercera tentación, el demonio hace ver al Señor todo el poderío y magnificencia del mun- do, como se ven las pintadas decoraciones de un escenario teatral. Al engaño de la imágen añade el tentador la mentira de las palabras. "Todo este mundo será tuyo, si me adoras un momento.- No se deja esperar la contestación: "Mandado está: Adorarás únicamente a Dios y a El solo servirás. (Mat. 1V-10).

Enseñanza: El hombre no debe dejarse llevar demasiado del amor a las riquezas, porque el oro a~ vasalla fácilmente, y la persona metalizada se ale- ja de Dios y es incapaz de pensar, decir u obrar

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racionalmente, ni en su propio beneficio. La ava- ricia se enseñorea de la inteligencia y de la volun- tad hasta hacer del hombre un ser despreciable ante Dios y ante sus semejantes.

Las tentaciones de Jesús enderezadas a la tri- ple concupiscencia humana: el amor desordenado a los placeres, a los honores, a las riquezas. El ten- tador puso en juego la concupiscencia en el alimen- to, el mundo con sus atracciones, y la soberbia de la vida.

Si Jesús convertía las piedras en pan y comía, el diablo tentador descubría que el tentado era Dios por el milagro obrado, y le hacia romper su ayuno y penitencia.

Si Jesús se arrojaba de aquella altura y caía en manos de los ángeles, se hubiera mostrado ver- daderamente rey de la creación y el Mesías espe- rado y todo el pueblo le habría aclamado como tal. No era hora de manifestarse, ni de hacerse cono- cer como Hijo de Dios. El tentador pretendía cam- biar los designios de la Providencia y las horas pre- vistas por Dios.

Si Jesús adoraba a Satanás, éste descubría que el tentado no era Dios, porque además del acto de idolatría, le hacía caer en la ambición propia del hombre.

Jesucristo rechazó la triple tentación con pala- bras de la Biblia, de ese Libro sagrado que debe conocer perfectamente el católico, porque es la base de la religión y la palabra de Dios. (Deu. Vlll-3-Salm XC-ll-Deut. Vl-13;.

\$Q EL VERDADERO JESUCRISTO

-XLIV- PASIONES

asiones, en el campo síquico, son los movi- mientos del apetito sensitivo, unidos a conmociones orgánicas. Son neutras, en el orden moral, hacién- dose buenas o malas conforme al uso que las de el paciente. Se las suele agrupar en dos categorías: concupiscibles e irascibles.

Al primer grupo pertenece el amor, el odio, el deseo, el dolor, el gozo. Del segundo son; la ira, el temor, la esperanza, la audacia, la admiración, la desconfianza.

Toda persona humana siente en su ser el mo- vimiento pasional. Los niños sin el uso de la ra- zón tienen pasiones y obran bajo su impulso, sin que en ellos sean virtudes, ni pecados, por su es- tado de irresponsabilidad.

Jesucristo sintió pasiones y obró impelido por eilas; manifestó exteriormente sus conmociones. Amó, odió, sintió gozo y deseo, tuvo ira, miedo, pena, ma- nifestó admiración y confianza, repetidas veces, con- forme nos cuentan los Evangelistas. Como es muy natural, las pasiones de Jesús estuvieron siempre ordenadas y sujetas a la inteligencia y a la voluntad divinas; fueron virtudes. Jesucristo AMO y en sumo grado, amó apasionadamente a la humanidad. "Amó a los que vivían en el mundo y los amó hasta el fin, dice San Juan (XII 1-1) y después subraya este a- mor de Jesús a los hombres, indicando que quiere abrazarles en el fuego de su amor, al citar la sen- tencia divina; "Yo he venido a poner fuego en la

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tierra y anhelo que arda" (Lxic. X11-49J. La pasión será la mayor prueba de su amor. fJuan XV- \3) Amaba a sus amigos y discípulos, con amor inten- so y sensible. Así dice el Evangelio refiriéndose a la familia de Betania. "Jesús amaba a Lázaro y a sus hermanas Marta y María". (Jn Xl-5).

ODIO Jesús al pecado, con odio mortal. "Vete en paz, pero no vuelvas a pecar" era frase de per- dón para el pecador arrepentido. fLuc. VI \-36)

GOZO con sus apóstoles que regresan gozo- sos de su primera correría misional. (Marc. VI 30). Siente intenso gozo y alaba y glorifica a su Padre porque descubre los misterios a los pequeñuelos, a los humildes y oculta a los soberbios. (Luc. X-21). Invita a sus discípulos a descansar gozosos después de las fatigas apostólicas. "Padre, que sientan e- llos el gozo cumplido que siento yo" es la oración en favor de los suyos. fJn. XVI 1-13/

Tuvo DESEO vehemente de salvar pronto a la humanidad. "Como está ardiendo mi corazón en deseos de que se cumpla pronto el bautismo de re- dención", dice Jesús anhelando la Pasión. "De to- do corazón he deseado comer esta pascua con vo- sotros" es la introducción paternal a la última ce- na- (Luc. X11-50-XXU-15J.

Clava sus ojos penetrantes, llenos de IRA e in- dignación, en los fariseos que espían sus actos, pa- ra desprestigiarle ante el pueblo. fMarc. 111-5). Con Justa ira, en dos ocasiones, sacó del Templo a los profanadores. (Marc Xl-15-Luc-XlX-45). En esas escenas se ve agitación y verdadera pasión. Las palabras que usó Jesús para combatir y conde-

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nar a los fariseos, son vibrantes y de gran indigna- ción. Sus ojos centellaban y su rostro estaba in- flamado cuando repetía: "Ay de vosotros hipócritas, sepulcros blanqueados, guías ciegos...." fMat.XXlll Nadie como Jesús a apostrofado al mal y a los malhechores con invectivas tan ardientes. Mu- chas de sus parábolas terminan con arrebatos pasio- nales de indignación, como la de la cizaña, del siervo despiadado y otras encaminada a combatir la iniquidad. fMat/xi 1 1-24-XV1 11 -23).

MIEDO pavoroso tuvo Jesús en el Huerto. "Mi alma está triste con pena de muerte" dice el Señor a sus discípulos. (Mat. XXVI -38). Del pavor, del tedio, de la pena que embargaba el espíritu de Jesús, durante la pasión, nos hablan con frecuen- cia los Evangelistas. (Jn. XI 11-31,).

Jesús mostró admiración al oír la súplica razo- nada del Centurión que le pedía un milagro y dijo a los circunstantes: "En verdad os digo que no he hallado mayor fe en Israel" (Mat. VI 11-1 0). Admira- do hasta el extremo dijo a la cananea: "Mujer, gran- de es tu fe, hágase como pides", como epílogo de la confianza y humildad de esa mujer. fMat. XV-22 a 28/

Tuvo Jesucristo ilimitada confianza en su Pa- dre celestial durante toda la vida; esto proclaman: la Oración Sacerdotal, la Oración del Huerto, sus palabras al resucitar a Lázaro: "Padre, yo que siempre me escuchas" fJn. Xl-42). Sus últimas pa- labras para morir, fueron de confianza filial 'abso- luta. "Padre mío: en tus manos deposito mi espíri- tu". fLuc. XXI 11-40).

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Se emocionó Jesús ante la confesión de Pedro en Cesárea de Filipo. (Mat. XV1-18); ante aquel joven que desde niño había cumplido todos los mandamientos. (Marc. X-21) ante la inocencia de los niños custodiados por los ángeles fMarc. X-14); ante el grito de fe y arrepentimien- to del Buen Ladrón (Luc- XXI 11-42) y ante otros sucesos de la vida evangélica que aprovechó el Señor para probar que era Hombre y que tenía pasiones.

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-XLV- VIRTUDES DE JESUS

ÍBios es la santidad por esencia; el hombre santo participa de esta santidad divina, por la prác- tica de las virtudes que llevan a Dios. Jesucristo, Hijo de Dios e hijo del hombre, es la fuente de santidad y el santo por excelencia. Desde el primer momento de su vida humana, Jesús poseyó todas las virtudes teologales y morales, en máximo gra- do, siendo, por lo mismo, la criatura más santa que ha existido en la tierra y la más agradable a los ojos divinos "Este es mi Hijo muy amado, en quien me complazco". -"Este es mi Hijo predilecto, escu- chadle". -Son los testimonios que dio el Cielo en el Bautismo y en la Transfiguración del Señor. fMat. 111-17-Marc. 1X-7).

Al tratar de Jesús y de las Virtudes teologales, no podemos sino hablar de la Caridad o amor a Dios, porque la Fe y la Esperanza fueron incom- patibles con la visión y posesión de Dios de que gozaba Jesucristo constantemente, por su unión hipostática de las naturalezas humana y divina, en su persona.

Las virtudes morales que son en el hombre fruto de la repetición de actos fueron también infu- sas en la persona de Jesús. En el Evangelio encon- tramos las manifestaciones de estas virtudes en ma- yor o menor grado. Así se explica esa frase; "cre- cía en santidad-..." (Luc. \\-S2)\ es decir, se mani- festaban paulatinamente todas las virtudes, según las circunstancias. Fijémonos en algunas.

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BONDAD:- Alguien ha dicho que la esencia del cristianismo es la bondad, porque el que sigue a Cristo tiene que ser bueno como EL- En verdad, Jesús nos dió ejemplo de bondad en cada palabra y en cada acción.- El mandamiento NUEVO pro- mulgado por Jesucristo no es "el amor a Dios, so- bre todas las cosas", que ya estaba mandado en el Decálogo, sino "amarás a tu prójimo como a mis- mo". Al enseñar esta nueva doctrina, añade Jesús: "ejemplo os he dado". -Pero, la caridad fraterna no se practica sin la bondad. Jesucristo que nos ense- ñó el amor, nos dió primero ejemplos de bondad pues, "pasó haciendo el bien", nos dice uno de los Evangelistas (Luc. XVI 1-12) y el otro especifica: "andaba de gira por todos los pueblos y aldeas ali- viando dolores y curando enfermedades. ( 'Mat. IX 35).

Una ocasión fué invitado el Maestro a comer en casa de un amigo; un enfermo de hidropesía es- taba a la puerta de la casa; pues, el bondadoso Jesús no comenzó la comida sino cuando había curado al enfermo. (Luc. XIV- 6).

La ley prohibía hablar con los leprosos y con mayor razón tocarlos, Jesús conversa con ellos y siempre les cura haciéndoles sentir el contacto bondadoso de sus manos. (Luc. W-13). Los enfer- mos le salen al encuentro en su camino; Jesús a nadie desprecia y a todos cura con grande bondad. A los ciegos de Cafarnaúm, al de Betsaida, a los de Jericó, les curó el Señor después de dirigirles palabras de consuelo. En Decápolis se encuentra con un sordo-mudo a quien le cura con suma bon- dad, usando su saliva divina y tocando repetidas

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veces los sentidos del enfermo. (M are. VI 1-32)

Con los pecadores era Jesús tan bondadoso que no perdía ocasión para perdonarles; se hospeda en sus casas; come con ellos; y cuando los fariseos le critican dice: uNo son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos -. No he venido a salvar los justos, sino pecadores... Entended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio...." (Mat. 1X-12J.

Llega una fiesta de los judíos, Jesús debe tam- bién asistir a ella; se encamina a Jerusalén, pero en una de las puertas de entrada a la ciudad se encuentra con una cantidad enorme de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, que aguardaban una ma- no cariñosa para que los sumergiese en la mila- grosa agua de la piscina de Betesda.

Había un enfermo, postrado treinta y ocho a- ños, Jesús se compadece y le dice: Levántate, to- ma tu camilla y anda. El Evangelio nos dice ter- minantemente que el Señor se compadeció; vién- dole tendido y sabiendo que estaba enfermo desde hacía mucho tiempo y que en tantos años de pos- tración no había tenido a nadie que le introduzca en la piscina cuando el agua era agitada por el ángel"; he aquí la bondad del Maestro que prefie- re las críticas de los enemigos antes que dejar sin alivio a un desgraciado. fJuan VI a 10). No com- prendían los fariseos el corazón bondadoso de Je- sús y que la práctica de esta virtud valía más que Sus largas oraciones para ser vistos y alabados de

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los hombres, por eso se escandalizaron de su bon- dad para con la Magdalena y dijeron: "Si este fue- ra profeta, sabría quién y de qué clase es la mu- jer que está a sus pies" f Luc. V11-39J.

No hay duda que la BONDAD fué una de las virtudes que Jesús practicó más efusivamente con los hombres.

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•XLVI- OTRAS VIRTUDES DEL SEÑOR

bondad de Jesús fué acompañada con la PACIENCIA. Hacía el bien a todos con suma bon- dad, pero sus obras eran mal interpretadas y mal correspondidas. Se dijo que hacía los milagros con el poder del demonio (Mt. XI 1-24).- Los mismos que recibían beneficios le pagaban con tamaña in- gratitud. Curó a diez leprosos y solamente uno volvió a agradecerle. (Luc. XVI 1-17).- Cortó las diferencias entre judíos y samaritanos y estos le negaron hospedaje. fLuc. lX-56j.

Como Dios sabía Jesucrito que ese mismo pue- blo a quien alimentó por dos ocasiones, milagrosa- mente; esos mismos enfermos curados con sus ca- riñosas, manos; esos pecadores perdonados miseri- cordiosamente; esos endemoniados librados prodigio- samente; esas mismas personas beneficiadas con toda clase de milagros pedirían a gritos su muerte, posponiéndole a Barrabás. (Mat. XXVI 1-21).- Sin embargo de la visión de ingratitud, el bondadoso Jesús, con toda paciencia seguía haciendo el bien, sin distinción de personas.

Sabe que todos aquellos que el domingo de ramos le aclamarían como a Rey e Hijo de Da- vid, el próximo viernes le gritarían: "Crucifícale, crucifícale.... Su sangre caiga sobre nosotros y so- bre nuestros hijos.... (Mat. XXVI 1-25), con todo, pacientemente acepta esa manifestación y monta- do en su pollino atraviesa la ciudad deicida. (Jn.Xll-14)

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¡Cuánta paciencia de parte del Señor con sus mismos apóstoles!- Hombres de pueblo, poco instruí- dos, superficiales, llenos de prejuicios, saturados de falsas esperanzas mesiánicas, ambiciosos de glorias humanas y bienes terrenos, costaron muchos traba- jos y sufrimientos al Maestro para hacerles enten- der la misión que les daba.

Con paciencia jobiana contesta Jesús a la mu- jer de Zebedeo que le pide para sus hijos Juan y Santiago los mejores puestos en el reino mesiáni- co. "¿Qué deseas?, dice Jesús. No sabéis lo que pe- dís.... y a los otros apóstoles que enfadados pro- testan por la petición, les dice pacientemente: "en tre vosotros no debe haber como entre los munda- nos, orgullosos y pretenciosos; si queréis ser gran- des, debéis ser humildes y servir a todos; el que quiere ser primero, ha de ser antes esclavo de los otros - ., así como Yo he venido al mundo para ser- vir y no para ser servido...." fMat. XX-20 a 28).

Conoce la hipocresía de Judas, sin embargo le conserva el Maestro entre sus discípulos predilec- tos y le trata igual que a los otros. En la última cena, sabiendo ya de su vil compromiso con los fariseos, le lava los pies, le da la comunión de su cuerpo y sangre y todavía procura convertirle, des- cubriendo pacientemente sus planes criminales: "En verdad os digo, uno de vosotros me entregará.... Ay! de aquel hombre por quien el Hijo de Dios es entregado- .. lo has dicho, dice claramente a Judas que se atreve a preguntarle: ¿Seré yo Rabí? - ." (Mat. XXV1-21 a 25).

La paciencia de Jesús raya en heroísmo du- rante la Pasión: es tratado vilmente por hombres

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mediocres y calla. Viles soldados le toman preso; sayones asalariados le atan pies y manos; un sane- drín corrompido le condena; le acusan los hipócri- tas; un servil criado le abofetea; dos jueces, uno lascivo y otro cobarde, le condenan; la plebe le azota y corona de espinas; el populacho inconscien- te le crucifica; por detrás de todo están los letra- dos de Israel dirigiendo el Deicidio

Jesús soporta todo. Pudiera ordenar a los án- geles del cielo que salgan por los fueros divinos vilmente conculcados, pero prefiere sufrir y calla. (Mat. XXVI -53;.

Clavado en la cruz, presencia el festín de sus enemigos; viéndole vencido le satirizan, blasfeman, se burlan, le oprobian y el paciente Jesús contesta: "Padre, perdónales...." (Luc. XXI 11-34).

Así como la paciencia, podemos y debemos ad- mirar todas las virtudes en la persona de Jesucristo.

Nos dió ejemplo de HUMILDAD, de POBRE- ZA, de CASTIDAD, de OBEDIENCIA; practicó la PRUDENCIA, la MANSEDUMBRE, la JUS- TICIA, la CARIDAD, la FORTALEZA; fué SO. BRIO, MISERICORDIOSO, CUMPLIDOR DEL DEBER; en una palabra EJEMPLAR de toda virtud, de santidad, de perfección.

La única virtud que no encontramos en Cristo es la PENITENCIA, porque ésta es reconoci- miento y reparación del pecado y Jesús no tuvo ni venial. "Quién de vosotros me argüirá de pecado" fJn. V111-46J dijo a sus enemigos y nadie se atrevió a contestarle, porque Jesucristo fué un oasis divino en medio del mundo pecador; fué un Hombre con las virtudes de Dios.

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-XLVII- VIDA INTERIOR DE CRISTO

aciendo abstracción de la divinidad, podemos hablar de la vida íntima de Jesús, es decir, de la vida religiosa, del motor de sus actividades, de la fuerza que mantenía su persona en invariable tran- quilidad, sin que las pasiones agitaran su alma. Ja- más le envanecieron los elogios que le tributaron, ni le indignaron las calumnias levantadas en su con- tra, ni le abatieron las persecuciones. Siempre ve- mos a Jesús humilde y modesto, sencillo y manso, saturado de paz interior y lleno sde atractivos ex- teriores.

Vemos a Jesucristo a través del Evangelio, en- señando doctrinas sublimes por medio de compara- ciones sencillísimas. Notamos que siempre predica con el ejemplo antes que con la palabra. Habla del menosprecio de las riquezas y su pobreza es tal que no tiene dónde reclinar la cabeza; enseña la humildad y vive y muere soportando toda clase de calumnias y oprobios, siempre perdonando y bendi- ciendo; prescribe la pureza y la santidad, y las su- yas fueron tan sublimes que desafía a los judíos, para que manifestaran alguna imperfección que le hayan notado.

"La vida de Cristo fué una perpetua predica- ción con el ejemplo" dice San Lucas (Act. l-l), pe- ro sus palabras y sus obras están animadas, y son vivificadas en el fondo mismo del ser. Imposible es sondear la vida interior de Jesucristo, hasta com- prenderla completamente, porque es la vida de Dios-

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Hombre, de una Persona con dos naturalezas: di- vina y humana, íntimamente ligadas. Apenas pode- mos decir que la vida interior de Cristo era de perfecta unión con su Padre Eterno, por medio de la oración.

Los Evangelistas subrayan con frecuencia, en las narraciones de la vida de Jesús, su amor ar- diente al Padre celestial. Nadie como El ha cum- plido, ni cumplirá mejor con el mandato, síntesis de la Ley. "Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". Jesu- cristo amó entrañablemente a su Padre, se aban- donó sin reservas en sus manos, no buscó sino hacer la voluntad del que le había enviado y con El vivió en continua comunicación mediante la oración.

La primera frase que nos cuenta el Evange- lio pronunciado por Jesús es: "No sabíais que es preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre"? (Luc. 11-49,) y sus últimas palabras fueron: "Pa- dre, en tus manos encomiendo mi espíritu"» (Luc. XXlll-46j. Entre estos dos paréntesis que abren y cierran la vida de Jesús, encontramos la vida del "Hijo del hombre", en unión íntima con Dios por la oración.

Todos los grandes acontecimientos que narran los Evangelistas, están consagrados por la oración o se cumplen mediante la comunicación del "Hijo de Dios" con su Padre.

Cuando Jesús es bautizado, El ora y se abren los cielos y habla el Padre (Luc. 111-21J.

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Antes de formar el colegio apostólico, Jesús se retiró al monte y pernoctó en oración. Al siguien- te día llamó a sus discípulos. (Luc. VI- 12).

Los milagros de Jesús casi siempre tienen co- mo precursora a la oración; una plegaria íntima, una comunicación amorosa con el Padre, precede al milagro que cura al sordo-mudo, al niño endemo- niado, al paralítico. (Marc. VI 1-34-1X-28). Antes de la multiplicación de los panes, de la resurrección de Lázaro, y de lo§ grandes prodigios (Jn. Vl-ll-Xl- 41), Jesús se recoge y ora, de tal manera que co- mo dice el Padre Avila, benedictino, "estudiados los milagros de Jesús, dan la impresión de ser efectos y flores selectas que brotan de su vida de oración".

Durante la Pasión, Jesús intensificó su unión con el Padre por la oración. La consagración que hace de y de los suyos en la sublime plegaria como terminación de la Cena pascual es celestial. En Getsemaní se postra en tierra y se engolfa en la oración. En la cruz, luchando con la muerte, las siete frases son gritos de oración. ( Jn. XVI 1-1-XV1 1 1- 1XIX).

La unión íntima de Cristo con Dios constituye el principio vital interno de todos los pensamien- tos, palabras y acciones del Maestro que ora y en- seña a orar en la soledad donde se encuentra al Padre a satisfacción. "Cuando vas a orar, entra en tu cámara y cerrada la puerta, ora en secreto'' es la monición de Jesús. (Mat. VI 6). Así oraba El; en la soledad y en el silencio de la noche.

Los Evangelistas dicen con frecuencia: "Des- pidió a las muchedumbres y se internó en el mon-

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te para orar y como era tarde pasó allí la noche solo". (Mat. XlV-23-Marc. Vl-46-Jn. VM5)

Como dice el citado Padre Avila: "En la vida interior de Jesús no entraba nadie más que el Padre. En su alma estaba el vacío de lo humano, lleno de Dios. Vivía completamente libre de todo lo terre- no, de todo contacto, de todo apego a las criatu- ras y consagrado únicamente a Dios. Su mundo, su realidad, su vida era el Padre, con quien llevaba, la más fecunda de las vidas en común".

"No estoy solo, porque mi padre está conmi- go", dice Jesús dando a entender a sus apóstoles, la esfera de su vida interior, sus relaciones de ser con su Padre. (Jn. XV1-32)

"Mi Padre y Yo, somos una misma cosa" ense- seña Jesús, haciéndonos vislumbrar su vida íntima con Dios que es la síntesis de su vida interior, raíz y fuente del heroísmo en el cumplimiento per- fecto y completo de su misión en la tierra. (Jn.

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-XLVIII- ¿EXISTE JESUCRISTO?

ice Papini: "Cristo está vive entre nosotros.... Hay todavía quienes le aman y quienes le odian. Existe una pasión en favor de Jesús y otra en contra de El. El enfurecerse de tántos contra Je- sucristo y el que haya tántosque le defienden, dice bien claramente que todavía no ha muerto y que sigue viviendo. Los mismos que se desviven por negar su existencia, pasan la vida recordando su nombre y están probando su existencia".

No cabe duda que Jesucristo sigue viviendo en su obra imperecedera, la Iglesia, en su Evangelio, en el amor de unos, y en el odio de otros a su Persona.

Pero hay más todavía: Cristo sigue viviendo real y verdaderamente en el cielo y en la tierra.

En el cielo, donde fué el día de la ascención, una vez cumplida su misión redentora. En la tierra, donde se quedó, por amor a los hombres, median- te el milagro eucarístico.

De los grandes personajes que cruzaron el ca- mino de la vida, nos quedan su nombre y sus o- bras, como un reguero de luz que ilumina la senda humana, pero ellos, personalmente, desaparecieron como astros fugitivos. De esos personajes que han brillado e iluminado al mundo, decimos metafórica- mente que no han muerto, que vivirán eternamen- te. Jesucristo no solamente es uno de esos perso- najes beneficiosos para la humanidad, es su Reden-

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tor, su Señor, su Dios. Vivió en este mundo hace veinte siglos de manera visible, y sigue viviendo invisible, pero realmente en esta tierra.

La víspera de su muerte hizo el último mila- gro, el prodigio que perpetúa su vida; milagro por el cual muriendo, sigue viviendo. Encontró la ma- nera de quedarse, cambiando la sustancia de una materia en su propio ser, sin que la materia pier- da sus accidentes y poniéndose sin las apariencias, la nueva sustancia; este es el prodigio de la pre- sencia real de Cristo en la Hostia, por la transubs- tanciación y por el poder que legó a sus Sacer- dotes, para perpetuar su presencia verdadera en la tierra.

La Eucaristía es el regalo supremo de Dios al hombre. Es Jesucristo que sigue viviendo en el mundo. Así lo quiso y así lo hizo su omnipoten- cia divina. Las palabras con las cuales instituyó el Sacramento Eucarístico, son tan claras y terminan- tes, que no dan lugar a duda: "Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y dió a los discípulos dicien- do: Tomad, comed, este es el CUERPO MIO.- Y to- mando el cáliz y habiendo dado gracias, les dió, di- ciendo: Bebed de él todos, porque ésta, es mi SANGRE, la cual se derramará para perdón de los pecados. (Mat. XXVI -26 a 29). Palabras más precisas no podía usar Jesucristo para darnos a en- tender lo que estaba haciendo.

El pan se convierte en su Cuerpo y el vino en su Sangre con su palabra omnipotente, reflejo de aquella "hágase" que sacó de la nada las ma- ravillas del firmamento. No hay para que recurrir a

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interpretaciones metafóricas ante palabras tan sen- cillas y claras, que se deben entender como sue- nan. Así las comprendieron los Apóstoles que reve- rentes comieron el CUERPO y bebieron la SAN ORE de JESUS en la cena eucarística y en este sentido enseñaron a las generaciones, de tal mane- ra que la Tradición está de acuerdo, desde el prin- cipio, en admitir la presencia real de Jesús en el PAN y en el VINO, consagrados por los suceso- res de Cristo, en su nombre. A esto se suman los milagros de todo orden que han venido a confirmar la verdad eucarística.

Sigue, pues, existiendo Jesucristo en la tierra, real y verdaderamente como vivió hace 1958 años, con la única diferencia de que entonces era visible y ahora está oculto bajo las especies sacramenta- les. Donde hay una Hostia consagrada allí está Jesús- Es el compañero eterno del hombre, en su paso por la tierra, en el peregrinaje de la vida. En nuestras Iglesias, en lo recóndito del Taber- náculo, está Jesucristo, vivo y glorioso como está en el Cielo, con cuerpo y alma, como estuvo en la tierra.

¿Qué no es cierto? ¿Por qué entonces el odio de los impíos contra un diminuto pan? ¿Para qué tan esplendoroso culto a una hostia, de parte de mi- li mes de gentes y en todas partes del mundo?

O los católicos somos idólatras o Jesucristo vive en la Hostia. Lo primero no se da, puesto que lo segundo, es evidente por el Evangelio.

Existe Jesucristo en la Eucaristía, vivo y glo- rioso como está en el Cielo.

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-XLXI- JESUCRISTO DIOS Y HOMBRE

n día preguntó Jesús a sus Apóstoles: "Vo- sotros quién decís que soy Yo"? -Pedro respondió en nombre de todos: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios".- Satisfecho Jesús con esta respuesta, porque estaba de acuerdo con la verdad, díjole: "Biena- venturado eres Pedro, porque mi Padre que está en los cielos te ha revelado ésto". (Mat. XV1-15), No puede esperarse mayor claridad en semejante testimonio,

Pocos años después de la resurrección de Je- sús, Pablo de Tarso, subía de Jerusalén a Damas- co para apresar a los cristianos. En el camino, una luz celestial oscurece sus pupilas y una fuerza sobrehumana le hecha por tierra. Una voz descono- cida le reclama: "¿Saulo, por qué me persigues? ¿Quién eres?, pregunta Pablo.- "Soy Jesús", respon- de el incógnito.

Cristo estaba vivo. Por haberse proclamado Hijo de Dios fué Jesucristo condenado a muerte y crucificado. Ahora, Pablo siente al Señor resucita- do y no puede decir más que: "indícame tu volun- tad" y, de obstinado perseguidor del nombre de Cristo se convierte en vaso de elección. (Act. 1X-3)

Estos pasajes evangélicos prueban que Jesucris- to es verdadero DIOS.

Más fácilmente entendemos que también fué verdadero HOMBRE.

El Evangelio nos dice que "Jesús crecía en

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edad" (Luc. 11-52) como todo hombre, que de niño pasa a ser joven. Sus paisanos fueron testigos de su crecimiento humano. Le vieron, sujeto diaria- mente a las necesidades corporales: comía, dormía, trabajaba, descansaba.- Como todo adolescente, du- rante treinta años ayudó a su madre en los queha- ceres domésticos y trabajó con su padre en el ta- ller; "estaba sujeto a sus padres" (Luc. 11-51,); era miembro de una familia pobre y se ocupaba en los menesteres ordinarios de un hogar humilde.

Vivió y murió como hombre.

Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, es una realidad histórica.

Los treinta y tres años de su vida en la tie- rra dejaron huellas innegables de su divinidad y de su humanidad. Todas sus palabras, todas sus obras tienen este doble sello, divino y humano.

Desde Belén hasta el Calvario, se ve siempre a Dios y al Hombre, en la persona de Jesucristo.

Su concepción es humana y es divina. Como hom- bre, su cuerpo se forma de células que se multi- plican y se diferencian, formando órganos y miem- bros, sangre y huesos. Como Dios, es concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. ^Mat. 1-20)

Nace como todo ser humano: niño que siente frío y hambre, que llora y se agita en la cuna. Pero, al mismo tiempo, su nacimiento está aureo- lado de divinidad: su madre es virgen antes y des- pués del parto, los ángeles rodean su cuna, una estrella ilumina el pesebre, un aviso divino anuncia su natalicio a pastores y reyes. (Luc. 11-7).

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Su infancia es humana, porque vive como todo niño en su casita de Nazaret, y es divina porque su verdadero padre es Dios.

Se hace bautizar como hombre, pero el cielo atestigua que es hijo de Dios. (Luc. 111-22).

En el desierto, como hombre ayuna y siente hambre, es tentado; pero como Dios ahuyenta al demonio y es servido por los ángeles. (Luc. IV-l).

Como hombre principia su vida evangélica bus- cando discípulos y recorriendo ciudades y campiñas; pero como Dios, hace innumerables milagros. A los enfermos les toca con sus manos humanas para cubarlos, pero los sana con su poder divino (Luc.

En la barca descansa como hombre, pero como Dios impera a los vientos y a las olas del mar, (Suc. V111-24J.

En el Cenáculo como hombre lava los pies a sus Apóstoles, como Dios cambia la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre. (Mat. XXV1-26)

En la Pasión, Jesús resplandece su humanidad y su divinidad, de manera especial. Muere como hom- bre y resucita como Dios.

Jesús es verdadero Dios y es verdadero Hombre, es decir, las dos naturalezas, la divina y la humana, están unidas en una sola persona, que es Jesucristo.

1V-40J.

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-Lr AUTOTESTIMONIO

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esús dió testimonio de mismo, proclaman- do su divinidad, por repetidas veces. Veamos algunas:

la. El ciego de nacimiento.- Un mendigo muy pobre, porque era ciego de nacimiento y jamás pu- do trabajar para ganarse la vida, deambulaba por la ciudad de Jerusalén arrastrado por su lazarillo; se encontró con Jesús, quien se compadeció y le curó. Este hombre dió testimonio de la divinidad de Cristo en las contestaciones a los fariseos y ese testimonio fué confirmado por Jesús.

San Juan nos refiere el caso con detalles mi- nuciosos que nos hace vivir y sentir la historieta.

El ciego era un aldeano ignorante; apenas ha- bía aprendido algo de las Escrituras en el regazo de madre, pero defiende a Jesús con una lógica ad- mirable, capaz de confundir a los doctores de la Ley.

El largo interrogatorio al que le sometieron los escribas acaba así: "Desde que el mundo es mundo, nunca se ha oído que un pecador- haga milagros; si este no fuera de Dios no me habría curado". El re- lato termina con el segundo encuentro con Jesús. El ciego de nacimiento andaba gozoso con sus ojos abiertos, cuando el Señor le encontró y le dijo: "¿Crees en el Hijo de Dios"? Respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en El?" Díjole Jesús: "Lo

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estás viendo, es quien te habla". Jesucristo dice que es Dios. (Jn. 1X-1J

2a. Jesús, fatigado por el largo y penoso ca- mino, se sienta a descansar junto al viejo pozo de Jacob; llega una mujer de Sicar a sacar agua; se entabla una conversación entre el Rabí galileo y la samaritana; se habla del agua natural, de un agua viva y eterna, del lugar del culto a Jehová, de la manera de adorar a Dios, de los profetas y del Mesías; termina el discurso con las palabras de la mujer: "Yo se que Cristo ha de venir; cuando El venga, nos enseñará todo", a lo cual Jesús contes- ta: "Yo soy el Mesías, el Cristo. Yo que te estoy hablando". (Juan IV 26). Mayor y más claro auto- testimonio no se puede pedir.

3a. En la fiesta de la Dedicación se encon- tró el Maestro con los escribas y fariseos, quienes le dijeron: "¿Hasta cuando tendrás nuestros espí- ritus en suspenso? Si eres el Mesías, dínoslo claramente".- Jesús les contestó: "Os lo he dicho ya muchas veces y no creéis -. Las obras que Yo hago en nombre de mi Padre, esas son las que dan testimonio de Mí.... Yo y mi Padre somos UNO".

Tan claramente da Jesucristo testimonio de su divinidad, que los oyentes quieren apedrearle, por- que la Ley de Moisés ordenaba que a los blasfe- mos se los lapidara. Cuando Jesús les dice: ¿"Por- qué vais a apedrearme? Yo os he hecho muchas o- bras buenas", los judíos responden: "No por obra buena te apedreamos, sino porque te haces a mis- mo DIOS". (Juan X-33). Cristo ha dicho terminan- temente que El es Dios.

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4a. Cada vez que Jesús curaba a los enfer- mos y perdonaba a los pecadores daba público tes- timonio de mismo. Con exceso de lógica razonan los enemigos de Cristo cuando dicen: "Solamente Dios puede perdonar pecados^. Pero Jesús acompa- ñaba el perdón con una curación y replicaba, a los fariseos, diciéndoles: "Cuál es cosa más fácil, perdo- nar pecados, diciendo: Yo te absuelvo, vete en paz, o hacer milagros, como estáis viendo y -narra el Evangelio- dijo al paralítico: toma tu camilla, le- vántate y anda". (Luc. V-23). El argumento y la réplica de este pasaje llevan a la conclusión de que Cristo es Dios.

5a. Jesucristo se proclamó así mismo DIOS, delante de la multitud de gente que le escucha y ios milagros que obra son pruebas evidentes de la verdad de su testimonio. Sin embargo, sus oyentes eran "tardos de entendimiento" y "duros de cora- zón"; no entendían los más, y muchos no querían entender y admitir su divinidad, por eso Cristo re- pite a su auditorio: "¿Cómo decís vosotros de A- quel que el Padre envió al mundo: Blasfema por- que dice: Yo soy el Hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero estáis vien- do lo que hago, luego creedme; y si no queréis creer en mis palabras, creed al menos, a esas obras pa- ra que sepáis y conozcáis que el Padre es en Mí, y que Yo soy en el Padre...." (Juan X-36).

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-LI- EL VERBO DIVINO

el principio existía ya el Verbo" dice San Juan para comenzar " su evangelio, "y el Ver- bo era Dios y El es el autor de todas las cosas; en El era la vida. El Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros", añade el Evangelista, ex- plicando la naturaleza y las obras del Hijo de Dios. San Juan designa con el nombre de Verbo a la Se- gunda Persona de la Santísima Trinidad. El Hijo de Dios es el Verbo del Padre, el Logos es decir, la Sa- biduría, el entendimiento del Ser Supremo, como la Tercera Persona, el Espíritu Santo, es el amor de Dios a mismo.

Dios que se conoce y se ama sustancialmente forma la Trinidad y la Unidad Divinas. Por lo mis- mo, el Verbo es Dios y como tal existía "en el principio" de la eternidad que no tiene principio.

El Verbo era Dios igual en sustancia al Padre y distinto de Este personalmente. San Juan se ele- va hasta Dios y nos hace intuir su esencia misma. Dios, Espíritu purísimo, creador de todas las co- sas, perfectísimo, se deja ver en el Verbo, que es la engendración de mismo desde el principio de la eternidad. "En el principio el Verbo era ya y era Dios. Por El todo fué hecho y sin El nada se hi- zo. En El era la Vida". El Verbo, como Dios que es, es Creador del universo; es la Luz que ilumi- nó la creación, que vivificó la materia creada por El mismo. "Sin el Verbo nada se hizo, de todo lo que ha sido creado. En El era la vida, y la vida

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era la luz humana".

El Verbo a que se refiere el Evangelista es- tá perfectamente definido como Persona Divina, idéntica en naturaleza y perfecciones al Padre, a la Primera Persona de la Santísima Trinidad, a Dios, que conociéndose divinamente engendró al Verbo, desde toda la eternidad.

Juan, el evangelista águila, nos revela el Mis- terio de la Unidad y Trinidad de Dios, porque él conoció los secretos divinos.

" Nadie, dice Jesucristo, conoce al Hijo sino el Padre, y al Padre ninguno le conoce, sino aquel a quien el Hijo quiere revelarlo". (Mat. XI-27J. Este aquel privilegiado fué Juan, quien vió clara- mente al Verbo divino en el seno eterno de Dios.

"Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, y estos tres, son un solo Dios". (I Juan V-7) dice el Evan- gelista depositario de la revelación del Misterio de la Santísima Trinidad.

San Juan quiere hacernos comprender otro misterio; nos habla del Hijo de Dios, llamándole Verbo. "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros" dice, indicándonos el misterio de la En- carnación. El Verbo Divino se hizo hombre para redimirnos, viviendo entre los hombres y murien- do por nosotros. "Vino al mundo, vivió entre los suyos, y los suyos no le conocieron, no quisieron recibirle. Pero a todos los que le recibieron, les dió el poder de llegar a ser hijos de Dios. De su pleni- tud hemos recibido una gracia correspondiente a su gracia. Porque la gracia y la verdad han venido

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EL VERDADERO JESUCRISTO

por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios, Hijo único, que está en el seno del Padre, El dió a conocer." (Jn. 1-18J.

Jesucristo es el Verbo divino encarnado; una sola persona con dos naturalezas; la naturaleza di- vina le identifica con Dios y la naturaleza humana le hace hombre verdadero. Estas dos naturalezas en la persona de Jesús le dan derecho a llamarse: "Hijo de Dios" e "hijo del hombre"; el hijo del hombre es Dios encarnado en las entrañas maternales de María; el Hijo de Dios es el Verbo, la Persona Di- vina, que une su naturaleza con la humana en la persona de Jesús, porque la encarnación es la li- món de Dios con el hombre, es la divinización de la naturaleza humaría. San Juan nos lleva a la his- toria de Cristo introduciéndonos por ios misterios más profundos, cuales son los de la Santísima Tri- nidad y de la Encarnación. Nos hace ver la grandeza del Hijo de Dios, que saliendo del Padre, descien- de hasta nosotros humanos.

"En el principio eVa el Verbo.

"El Verbo estaba en Dios y era Dios

"El Verbo se hizo carne y habitó en medio de los hombres"- Este es Jesucristo.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

-LII- HIJO DE DIOS

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on bastante frecuencia encontramos en el Evangelio frases que nos prueban la filiación divi- na de Jesús. Todos somos hijos de Dios, pero Je- sucristo lo es en sentido completo. El mismo nos enseñó a llamar a Dios: " Padre nuestro", porque en verdad Dios es el Padre de todos los hombres, por creación y conservación, pero cuando Jesús di- ce "mi Padre", expresa una filiación verdadera, por descendencia.

Tenía Jesucristo apenas doce años de edad, cuando se quedó en el Templo, discutiendo con los doctores en la interpretación de las Escrituras. San José y la Virgen le buscan afligidos; cuando le encuentran, se quejan, pero Jesús les da el motivo de su proceder: "No sabíais que Yo debía estar ha- ciendo la voluntad de mi Padre?" (Luc. 11-49). Es Hijo de Dios. Había venido al mundo por voluntad de su Padre Eterno. Las escrituras estaban cum- plidas en su persona. Se cerraba el Antiguo Testa- mento y se abría la primera página del Nuevo, porque el Hijo de Dios estaba ya en medio de los hombres. Esto probó Jesús a los doctores, en sus preguntas y respuestas en el Templo.

Natanael dice a Jesús: "Tú eres el Hijo de Dios" y el Señor confirma su acto de fe. (Jn. 1-49)»

En el coloquio de Cristo con Nicodemo, le di- ce claramente que El es Hijo de Dios y que para salvarse es necesario creer en El. Nicodemo escu-

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cha con asombro las revelaciones del Maestro, cree en El, pero no lo manifiesta públicamente, hasta cuando ve cumplidas las profecías; entonces sin mie- do pedirá a Pilato el cuerpo del Señor y le dará honrosa sepultura, porque está convencido que ver- daderamente era Hijo de Dios su amigo de antaño, el Rabí de Galilea, a quien visitó una noche, cuan- do el coloquio prolongado le convirtió, haciéndole re- nacer para la vida eterna. fJuan 111-1 a 20 ) fJuan X1X-39J

"Tú eres el Hijo de Dios" proclaman' a gritos los endemoniados y caen de rodillas ante Jesús; el Señor no lo niega; únicamente manda a los espí- ritus que no revelen, porque no ha llegado la hora. (Marcos 111-2). '

Estaba un día Jesucristo disputando con los fariseos y al terminar les dijo: "Si creéis lo que os digo, seréis mis discípulos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Indignados le interrum- pieron: "Nosotros somos descendientes de Abrahán

y jamás hemos sido esclavos de nadie Nosotros

no tenemos más que un padre: Dios". Jesús les repli- có: "Si Dios fuera vuestro Padre, me amarías a Mí, porque Yo salí y vine de Dios.

En verdad, en verdad os digo: "Antes que Abrahán existiera, era Yo- ..." La conclusión de este Capítulo del Evangelio es que los oyentes quisieron apedrear a Jesús, porque había dicho que era Hijo de Dios, y como tal, superilr a Abrahán. fjn. VI 11-31-59).

Por este orden encontramos muchos pasajes evangélidos en los cuales Jesús llama a Dios su

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Padre, en sentido singular y exclusivo; es el Hijo de Dios por antonomasia. (Luc. XXI 1-29-Mat.Vl 1-1 \)

Anunciando a los discípulos su ascensión les dice: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre". fJuan XX- 17).- Es muy clara la contraposición que hay en esta frase entre el Hijo y los hijos de Dios, entre Jesucristo el Unigénito del Padre y los hom- bres creados por El.

Los enemigos de Jesús se dieron cuenta per- fecta del sentido en que hablaba el Maestro acerca de su filiación divina, y por eso se encolerizaron y le acusaron como blasfemo. Jesús jamás retractó sus palabras, ni las dió explicación distinta al asentimiento universal, por el contrario afirma categóricamente, contestando a la encuesta de Caifás. Este ante el silencio de Jesús, con voz augusta de Pontífice y con autoridad de Juez, pergunta con juramento al acusado; "Por Dios vivo te conjuro que nos digas si eres el Hijo de Dios Bendito". Habla Jesús, y sin arrogancia, con la sublime sencillez de quien dice la verdad, responde: "Lo soy".

Cuando Pilato pregunta a los judíos: "¿Qué a- cusación traéis contra este hombre?", todos contes- tan: "Se ha proclamado Hijo de Dios y según nues- tra ley, debe morir por blasfemo - ." - Jesús no se retracta, ni explica; calla y con su silencio está di- ciendo que verdaderamente y en sentido propio es HIJO DE DIOS.

EL VERADER O JESUCRISTO

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-LUI- TESTIMONIO DEL PADRE

bautizado Jesús, salió al punto del agua, y he aquí que se abrieron los cielos y se oyó una voz que decía: "Este es mi Hijo amado en quien me complazco". fMat. 111-17).- He aquí el testimo- nio del Padre acerca de su Unigénito. Esta decla- ración y en los mismos términos precisos y signi- ficativos repitió el Eterno Padre, dejando oír su voz en la cima del Tabor. fMat. XVI 1-5).- Jesucris- to llevó siempre consigo esta cédula divina de iden- tidad y filiación, basada en la cual no teme repe- tir: UE1 Padre ama al Hijo y le ha entregado todo poder...." (Juan 111-35) y con derecho natural pide: "Padre glorifica tu nombre ..." y prosigue el Evan- gelio: "una voz del cielo se oyó: He glorificado y glorificaré siempre a mi Hijo" y ante la discusión de los oyentes acerca del significado de estas mis- teriosas palabras, Jesús dice: "El que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo no he habla- do por mismo, sino que el Padre que me envió me prescribió lo que debo decir y enseñar; y que que su precepto es vida eterna. Lo que yo digo, pues, lo digo como el Padre me lo ha dicho". fJn. XI 1-28- 44-49).

Jesucristo se manifiesta en todo igual al Padre. Obra siempre no como un intermediario subalterno, sino como Hijo de Dios- "Todo lo que el Padre hace, lo hace igualmente el Hijo"; "Así como el Padre tiene en mismo la vida, así también el Hi-

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jo tiene la vida y la da al que quiere". (Jn. 19-26J "Mi Padre y Yo somos una sola cosa'7.- "Mi Padre está en y Yo en el Padre".- Estas frases di- chas por Jesús, con anuencia del Padre, están ma- nifestando la identidad de naturaleza del Hijo con su Padre Dios, quien testimonia la verdad por los milagros que hace por intermedio de Cristo.

Las palabras que usa Jesús en el discurso de la Cena, en el momento en que confía a los apósto- les los últimos secretos acerca de su persona, ex- plican sus discursos anteriores acerca de su identi- dad con el Padre". "El. Padre está en Mí, como Yo estoy en El. Las palabras que Yo os digo, no las hablo de mismo, sino que las dice el Padre por mi boca. El mismo hace las obras que ya ha- go". (Jn. X1V-10J "Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre". (Jn. XVI -28)

Estas palabras son tan claras y tan formales que los apóstoles exclaman: "Ahora que nos ha- blas claramente y sin proverbios; ahora cohoce- mos que has salido de Dios, que sabes todo; creemos en Tí". («Jn. XVI-30J.

Jesús aprovecha las disposiciones espirituales de los discípulos para exteriorizar sus sentimientos dirigiéndose al Padre, en la oración final de despe- dida: "Padre, todas mis cosas son tuyas, como las tuyas son mías- Que éstos sean uno Conmigo, como lo somos nosotros. Yo estoy en ellos, y estás en Mí. Así como me has enviando al mundo, asi también Yo les envío a ellos. Que sean una misma cosa, como lo somos nosotros". (Jn. XVI 1-10-23).

Las relaciones de Jesús con el Padre son muy

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íntimas, son filiales, son connaturales e identifican a dos personas. en una sola y misma naturaleza.

El Padre ha dirigido un mensaje al mundo por intermedio de su Hijo. Se ha hecho conocer de los hombres por medio de Cristo. Aceptar a Jesucris- to equivale a recibir el mensaje del Padre; es lo mismo que aceptar y conocer al Padre. Esta acep- tación exige el Hijo en nombre del Padre. El mensaje que Jesús anuncia, viene directamente del Padre. "La doctrina que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió". (Jn. XW-24). El que me ama, observará mi doctrina, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos mansión dentro de él.* (Jn. XlV-23). "Si no creéis que Yo estoy en el Padre, y que el Padre está en Mí, ved las obras que hago. Las obras que el Padre me puso en las manos para que las ejecutase, esas obras hago Yo, y dan testimonio en mi favor, probando que me ha enviado el Padre". (Jn. XI V-l l-V-36).

En suma: la declaración es formal de parte del Padre y de parte del Hijo, Jesucristo es idéntico a Dios, porque es su Hijo. "Quien ve a Jesús, ve tam- bién al Padre. Cristo está en el Padre y el Padre está en El. Nadie va al Padre sino por Jesucristo. El que conoce a Cristo, conoce también al Padre".

Cuando Felipe dice: "Señor, muéstranos al Pa- dre, y eso nos basta", Jesús le responde: "Felipe: quien me ve a Mí, ve también al Padre. Tánto tiempo que estoy entre vosotros y dices aún: muéstranos al Padre?- Yo soy en el Padre y el Padre es en Mí.

He aquí el gran testimonio de la identidad del Padre con el Hijo, de Dios con Jesucristo. fJn. XIV-8)

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-LIV- CORDERO DE DIOS

í$ajó Jesús de la montaña de la cuarentena y dirigióse al lugar donde Juan estaba bautizando Apenas le vio el Precursor, señalándole con el dedo, dijo: "He aquí el Cordero de Dios; he aquí el que quita los pecados del mundo. Este es aquel de quien os estaba diciendo: en pos de mí, viene uno que ha sido engendrado antes de mí, porque existía antes que yo- Y yo no le conocía, pero para preparar sus caminos he venido yo bautizando con agua". (Jn. 1-29)

Juan llama a Jesús "Cordero de Dios" porque tiene conocimiento perfecto de la misión de Cristo, Ungido de Dios, Salvador del mundo, a quien debía redimirlo de las cadenas del pecado, mediante su sa- crificio en la cruz; era verdadero cordero, verdadera víctima ofrecida a Dios por la humanidad.

El cordero pascual del rito judío fué figura del Cordero de Dios, de Jesucristo, que venía a lavar los pecados de los hombres con su sangre divina.

Este es el CORDERO DE DIOS, el Mesías prometido, dijo el Bautista, "porque yo he visto al Espíritu Santo posarse sobre El. El que me envió a bautizar con agua me había anunciado, diciéndome: Sobre quien vieres descender el Espíritu de Dios, ese es el que bautiza como Dios. Yo vi y por eso doy testimonio de que Este es el Hijo de Dios, el Cordero de Dios". (Juan 1-34)

Había llegado la hora de Jesús. La misión del Bautista terminó con la presencia del Redentor. La ovejita dió pasó al Cordero divino.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

Jesús no estuvo con Juan sino el tiempo ne- cesario para recibir el bautismo y volvió a su reti- ro. Al día siguiente, por la tarde, el Precursor y sus discípulos Andrés y Juan estaban comentando el bautismo del Mesías y el testimonio del Eterno Padre, cuando apareció Jesús por el camino y lle- gó hasta ellos. Todos exclamaron; "Ahí va el Corde- ro de Dios".- Jesús continuó su camino. Entonces los discípulos aconsejados por el Bautista, siguieron a Cristo. Este, notando que le seguían, se detuvo y les preguntó' ¿A quién buscáis?" Ellos respondieron: "¿Rabí, donde vives?", el Maestro les dijo: ''Venid y veréis"; El Evangelio termina la narración indi- cando que Andrés, Juan y otros le siguieron y se quedaron con Jesús, el Cordero de Dios. (Jn, \-35)

Fácil es comprender la bondad del Maestro con estos primeros discípulos y cómo les hizo partícipes de los secretos de su persona y de su misión en la tierra. Quedaron prendados, del nuevo Maestro y con- vencidos de que era el Mesías; Andrés, no pudiendo contener su emoción, fué al día siguiente a su casa y comunicó a su hermano Simón: "Hemos hallado al Mesías" y no contento con darle esta noticia, "le llevó a conocerle". El Rabí de Galilea, el Cordero de Dios, clavó su mirada en el visitante y le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Jonás; en adelante te llama- rás Kefa, que significa Pedro...." (Jn, 1-41).) En esta forma preparó Jesús la piedra fundamental de su Iglesia, la roca donde se harán pedazos las furias in- fernales. Así comenzó el seminario apostólico. Estas fueron las primeras flores del jardín donde el Cor- dero se apacienta entre lirios y azucenas.

Al día siguiente partió Jesús para Galilea. En

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el camino encontró a Felipe y le dijo: "sigúeme". Felipe siguió al Maestro. Era de Betsaida, coterrá- neo de Pedro y Andrés, Felipe se encontró con Bar- tolomé y le dijo: "Hemos encontrado a Jesús, el Me- sías profetizado...." Bartolomé después de un colo- quio íntimo con el Maestro, hizo profesión de fe y le siguió; "Rabí, eres el Hijo de Dios.../' Jesús con- firmó estas palabras diciendo: "En verdad os digo: "Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden en torno del Hijo de Dios e Hijo del Hombre" {Jn. 1-43 a 51 ). En esta forma hizo su aparición solemne y pública el Cordero de Dios, como le llamó San Juan Bautista, y así ter- minó la primera escena de la vida evangélica de Je- sús, verdadero Cordero de Dios, inmolado en el Altar, donde los ángeles suben y bajan en perpetua adoración.

202 El VERDADERO JESUCRÍSTO

■LV- JESUS Y LOS ANGELES

jíesucristo dijo una consoladora verdad agra- deciendo al Apóstol que salió en defensaade su Maes- tro apresado infamante en Getsemaní: "Vuelve tu espada a su vaina ». porque si quisiera defenderme, puedo pedir a mi Padre y tendré a mis órdenes más de doce legiones de ANGELES". (Mat. XXVI -53),

A su disposición tuvo Jesús a todos los ángeles de la corte celestial como Creador y Señor del mun- do espiritual. En el Evangelio encontramos conti- nuamente la intervención de los espíritus angelicales, de quienes Dios se vale para cumplir los planes de la redención humana-

Un ángel se apareció en sueños al padre puta- tivo de Jesús y le dijo: "José, Hijo de David; no temas recibir a María tu esposa, porque su concep- ción es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados". (Mat. 1-20).

Luego que partieron los Magos al Oriente, después de su visita al Rey, cuya estrella les había traído, un ángel se le apareció a José y le orde- nó en nombre de Dios: "Levántate toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto, donde perma- necerás hasta que yo te avise, porque Herodes buscará a Jesús para matarle". (Mat. 11-13,}.

Muerto el tirano otro ángel del cielo ordenó al Jefe de la Sagrada Familia que vuelva a Naza- ret. "Vuelve a la tierra de Israel, porque han muer-

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to los que buscaban la vida del Niño* (Mat. 11-19J.

El Evangelio concluye ia narración de las ten- taciones de Jesús en el monte de la cuarentena, con estas palabras; "Dejóle entonces el diablo, y lie aquí que los ángeles se acercaron a Jesús y le servían*. (Mat. IV-11)

Jesús mismo habló de los ángeles en sus pre- dicaciones - Cuando predice su segunda venida a la tierra para juzgar a todos los hombres, dice: "'El Hijo del Hombre vendrá con majestad y gloria, acompañado de todos sus ANGELES, y se senta- rá sobre su trono para juzgar, y todas las nacio- nes serán congregadas en su presencia*, " Mat.

XXV-3L

Al hablar sobre el escándalo dijo: "que quien escandaliza a un niño, ofende al ángel custodio, a ese espíritu celestial que está viendo el rostro del Padre. (Mat. XVIil-iO).

En uno de sus discursos hace saber Jesús, que su relación con Dios era más estrecha de lo que pensaban los circunstantes. "En verdad os digo que veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y bajar en servicio del Hijo del Hombre". (Jn. 1-51) Las barreras entre el cielo y la tierra habían desa- parecido; los ángeles eran los mensajeros entre Je- sús y el Padre que le había enviado; suben y ba- jan sirviendo a Cristo.

Cuando los saduceos proponen el asunto de la resurrección de la carne en conexción con el matri- monio, la respuesta que da Jesús es: "Cuando resuciten

204 EL VERDADERO JESUCRISTO

los hombres no se casarán, sino que serán como los ángeles del cielo". (Marc. X11-25J.

Terminada la oración de Jesús a su Eterno Padre en el huerto de los olivos, cuando la mate- ria desfallece, un ángel conforta el espíritu del Señor. fLuc. XXI 1-43).

Un ángel interviene en la resurrección de Je- sús. "Después del sábado, cuando comenzaba el pri- mer día de la semana, María Magdalena y la otra María, fueron a visitar el sepulcro. Y he aquí que hubo un gran terremoto, porque un ANGEL del Señor bajó del cielo, e hizo rodar la piedra, y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como relám- pago y su vestido era blanco como la nieve. De miedo a él, temblaron los guardias y quedaron como muertos. Habló el ángel y dijo a las mujeres: No temáis vosotras; que buscáis a Jesús el Crucifica- do. No está aquí, porque resucitóy conforme había predicho...." (Mat. XXVI 11-1 a 6).

Por este orden, se suceden las citas evangéli- cas donde aparece un ángel, desde San Gabriel, el mensajero divino de la encarnación del Verbo en las purísimas entrañas de la Virgen nazarena (Luc. 1-26) hasta el anuncio del ángel a los videntes de la Ascención del Señor. uEste Jesús que ha sido levantado de entre vosotros, y llevado al cielo, de esta misma manera volverá en el día del juicio...." (Act. 1-9).

Los ángeles cantaron en la cuna de Belén glorificando al Hijo de Dios -hecho Hombre y siguen

'HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

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cantando a Jesús triunfante en el cielo y eucarís- tico en la tierra, repitiendo el himno veinte veces

secular. ''Gloria a Dios en las alturas " del que

nos habla San Lucas:* Se juntó con el ángel una muchedumbre de la milicia celeste, que alababan a Dios del cielo y traian la paz a la tierra. (Luc. 11-13.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-LVI- CRISTO Y LOS DEMONIOS

^an Mateo narra siguiente episodio: "Fué traído un endemoniado, ciego y mudor y Jesús le curó. Con )o que todo el pueblo quedó asombrado* y decía: este es el Hijo de David, Mesías, F^e- ro los fariseos decían: Este no lanza los demonios sino por obra de Belzebú, príncipe de los demonios. Entonces Jesús les dijo: "Todo reino dividido en bandos no subsistirá. satanás echa fuera de a satanás, es contrario a mismo y no puede sub- sistir su reino. Yo hecho los demonios en virtud del espíritu de Dios, porque ya el Mesías ha llegado a vosotros., /' (Mat. XI 1-22-28J,

San Marcos cuenta lo siguiente que aconteció al descender Jesús del monte de la Transfiguración donde encontró a sus discípulos disputando con los fariseos, por causa de un energúmeno, "Trajeron al endemoniado y apenas víó a Jesús, cuando espí- ritu malo comenzó a agitar con violencia al mucha- cho poseso, que, tirándose contra el suelo, se revol- caba echando espumarajos. Jesús ante el tropel de gente que había acudido a presenciar el suceso, a- menazó al espíritu inmundo, díciéndole: Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando, sal de este mozo, y no vuelvas más a entrar en él. Dando un gran grito y atormentando horriblemente al joven, salió el demonio, dejando como muerto al poseso, de suer- te que todos decían: le mató. Pero Jesús cogiendo de la mano al muchacho le ayudó a levantarse y que- dó sano... " (Marc. 1X-19 a 26).

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San Lucas describe con detalles los muchos ca- sos de endemoniados curados por Jesús. Refiriéndo- se a María Magdalena dice: ude la cual Cristo ha- bía echado siete demonios". (Luc. VI 11-2)

La Sagrada Escritura, la Tradición y la Fe son los fundamentos para nuestras creencias acerca de la naturaleza y existencia de los demonios. Son án- geles rebeldes a Dios, su creador. Son los espíritus que no perseveraron en la verdad, según frase del I mismo Jesús. (Jn. V111-44J.

Lucifer, y con él una gran parte de los espíri- tus angélicos, abusaron de su libertad, se subleva- ron contra el Creador y fueron' alejados para sim- pre de Dios y pagan en el infierno, el crimen de su rebelión. Es opinión común que los ángeles re- beldes conocieran por revelación la futura encarna- ción del Hijo de Dios y se negaron a rendir la adoración debida al Hombre-Dios. De aquí les vie- ne el odio furioso de los demonios contra Jesucris- to y su obra redentora.

Miles de años hace ya que los ángeles fieles es- tán en posesión de la bienaventuranza, contemplan- do en el cielo, la cara del Padre celestial (Mat. VI 11-10), y los ángeles infieles o demonios andan vagando por el mundo para perder a las al- mas y acarrearlas a los infiernos. En tiempo de Cris- to, Satanás estaba más suelto que ahora, por de- cirlo así, y no solamente poseía las almas, sino también los cuerpos de muchos hombres.

San Pablo dice: "No tenemos que combatir so- lamente contra la carne y el mundo, sino también contra los espíritus malignos que andan por el aire."

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EL VERA C EfC JESUCRISTO

(Efes. Vl-13).- Según el Evangelio, satanás sedujo a Judas para que vendiese y entregara al Maestro en manos de sus enemigos. (Jn. Xlll-27j. Contra el mismo Jesús se atrevió el demonio en el monte de las tentaciones. fMat. 1V-1J.

Numerosos son los pasajes evangélicos en los cuales vemos la actitud de Jesucristo contra los espíritus malos que poseían materialmente a los hombres, a quienes el Redentor vino a librar del pecado y del demonio. Los Evangelistas nos han dejado también el relato de la represalia diabólica ante el poder de Cristo.

"Un día desembarcó Jesús en la ribera del lago, en el país de los gerasenos; fueron a su en- cuentro dos endemoniados tan furiosos, que nadie osaba transitar por el camino donde ellos tenían sus cuevas, y empezaron a gritar, diciendo: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá con el fin de atormentar- nos?...." (Mat. VI 11-28;

Con su poder divino sacó Jesús del cuerpo del endemoniado mudo a satanás, dejándole sano y sal- vo (Mat. IX- 32). Así mismo libertó del demonio al ciego y mudo que narra San Marcos. 011-20 a 30) Igualmente a la hija de la Cananea, posesa de satanás desde mucho tiempo. (Mat. XV-22,).

"Una ocasión hallábase Jesús en la sinagoga, cuando se presentó un hombre poseído del demo- nio inmundo, que gritaba, diciendo: Déjanos en paz; ¿qué tenemos nosotros que ver contigo, oh Jesús nazareno?; ¿has venido a exterminarnos?; ya sabe- mos que eres el santo de Dios.- Jesús increpó al de-

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monio, diciéndole: calla y sal de ese hombre. Y el demonio dejó al poseso sin causarle daño. Los cir- cunstantes atemorizados se conversaban unos a otros y decían: El manda con autoridad y poderío a los espíritus malos y le obedecen al instante." Luc. (IV 33 a 37 j.

De estos y otros testimonios evangélicos se deduce claramente la existencia de los demonios, el poder divino de Cristo contra satanás, el testimo- nio que dieron los espíritus malos acerca de la per- sona y de la misión de Jesús.

El demonio es de suyo mentiroso y padre de la mentira, como dice Cristo, (Jn. VI 1 1 -44 ^ pero, repetidas veces dijo la verdad en presencia del Se- ñor, reconociendo su divinidad, expulsado de sus posesos por la fuerza superior de Dios hecho hom- bre, que vino a destruir el imperio de satanás en la tierra.

210 EL VERDADERO JESUCRISTO

-LVII- JESUS OBRERO

a primera manifestación de Jesús en el Tem- plo, a los doce años de edad, fué pasajera. Des- pués de los tres días de separación de sus padres y de su gozoso encuentro en Jerusalén, volvió el Niño a Nazaret donde vivió sujeto a José y Ma- ría durante treinta años, edad en la que comenzó su vida de misionero de la Buena Nueva (Luc. 11-51).

¿Qué hizo Jesucristo en este intervalo de diecio- cho años?- El Evangelio nos dice únicamente que: "crecía en edad, sabiduría y gracia, deiante de Dios y de los hombres" y que "estaba sujeto a sus padres". (Luc. 1 1-51). Dieciocho años de vida oculta, de hogar, rutinaria, de trabajo material; Jesús pasó todo ese lapso largo de tiempo ayudando a su ma- dre en los quehaceres domésticos y trabajando con San José en la carpintería; vida de obrero. A los treinta años, Jesús debía ser un buen artesano; co- menzó conociendo las herramientas, afilándolas y cortando palillos, hasta que los dieciocho años de ejercicio le hicieron maestro de taller; obrero perfecto.

La expresión "hijo del carpintero con la cual designan a Jesús sus coterráneos, nos indica que San José ejercía este oficio, con el que ganaba el pan para su familia, y que Jesús aprendió el mis- mo arte. El oficio pasó de padre a hijo, como sucede ordinariamente en los hogares pobres. José puso todo afán en enseñar su oficio a Jesús; El

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era el único oficial o ayudante y El quedó de maes- tro y dueño del taller, a la muerte de su padre.

Jesucristo fué OBRERO, durante dieciocho años; como tal le conocieron los galileos.

Cuando le vieron convertido, de la noche a la mañana, en predicador, decían sus paisanos: "Por ventura no es éste el hijo del carpintero, hijo de . José?; ¿no es éste el obrero de Nazaret... (Marc. VI-3j.

Humanamente hablando, con bastante lógica dijo Natanael a su amigo Felipe que alborozado le avisaba el encuentro con Jesús de Nazaret, a quien creía el Mesías profetizado: "De Nazaret y de un taller de carpintería puede salir algo bueno? . ...." fJuan 1-46;.

Pues sí, de una carpintería salió el obrero que transformó al mundo, que redimió a la humanidad, porque ese Obrero era Dios humanado.

Dios, Redentor y Maestro del género humano, pasó la mayor parte de su vida en la tierra, como < aprendiz y como maestro de un taller de carpinte- ría, como obrero, en toda la acepción de la palabra.

Bossuet dice al respecto: "Tres días duró la \ pasión de Cristo; tres años su enseñanza evangélica y Pública; pero treinta años nos enseñó desde un taller, en una aldea, entre gentes sencillas, ocupa- do en el trabajo, sin nombre y sin ruido. Oh ¡taller del artesano Jesús! Eres lección para los obreros, meta e ideal para los que ganan el pan con el trabajo de sus manos. Por es amable la vi- da para los artesanos, por sonríe el campesino

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EL VERDADERO JESUCRISTO

que come el pan con el sudor de su frente. Oh taller de Jesús Obrero! Cátedra amorosa de Cristo; no eres lugar de sacrificios, sino trono de sabiduría desde donde enseñó el Obrero de los obreros, el Maestro de los artesanos "

El autor de "El Drama de Jesús" dice al re- ferirse a Jesús Obrero: "Experimentó el dolor y la alegría de ganarse el pan con el sudor de su frente, con el esfuerzo de sus manos. Esas manos que bendecirán a los niños, curarán a los leprosos, resucitarán a los muertos y absolverán a los peca- dores, esas manos sintieron más de una vez el mor- disco de la sierra que se desvía, el golpe del mazo y el peso de los tablones. Manos de un carpintero de aldea, donde el trabajo es duro y mal retribuido. Todos los días al atardecer y sobre todo las víspe- ras de fiesta, barre Jesús las virutas, pone en orden los instrumentos de trabajo y lleva sobre sus hom- bros las piezas terminadas para entregar a los clientes. Mira si quedan satisfechos o si hay algo que corregir y recibe el precio de la obra, para entregar a su madre.

Fué obrero de la materia, antes de ser obrero del espíritu. Fué pobre antes de llamar a los po- bres al Reino de los Cielos...."

Indirectamente dice el mismo Jesús que fué obrero y carpintero, porque de la abundancia del corazón habla la lengua, y ordinariamente se trae a colación en los discursos lo que se conoce prác- ticamente, pero Jesús en las parábolas se refiere al árbol, a la casa edificada sobre piedra o sobre

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la arena (Luc. V1-47J; nos habla de leño verde y seco, de vigas, de obreros que fabrican (Luc. VI- 41 -XXI 1 1 -31 ^ etc; luego podemos concluir que el el Predicador fué antes Carpintero. Esta conclusión, apoyada en el relato evangélico y en la tradición nos hace ver a Jesús Obrero y Artesano, pobre, esclavo de su trabajo de sol a sol, durante diecio- cho años.

214 EL VERDADERO JESUCRISTO

-LVIII- JESUCRISTO CAMPESINO

egún el diccionario, campesino es el hombre que vive o trabaja en el campo.

Jesucristo fué "campesino" porque nació en el campo; vivió en una aldea, y trabajó en el campo, cultivando el huerto propio o ajeno, como acostum- braban los galileos.

Es campesino por nacimiento el que no nació en una ciudad o siquiera en un pueblo de impor- tancia. Jesús vió la luz primera en el campo; nació en las afueras de un poblado; calentaron su cuna un buey y un asno, animales del campo; sus prime- ros adoradores fueron campesinos, pastores que pa- saban su vida custodiando sus rebaños. (Luc. 11-8,) Jesús, es pues, perfecto campesino, por nacimiento.

Lo es también porque vivió en el campo. Trein- ta años enteros de vida, los pasa Jesús en Na- zaret, pueblo de poca importancia, según Natanael. fJn. 1-46). Gente del campo se dice a la que reci- de en una aldea y sale a la ciudad para llenar sus necesidades materiales y morales. El campesino de- be acudir a la ciudad para sus compras de alimento y vestido, para curar sus enfermedades, para asis- tir a escuelas y colegios, para asuntos judiciales, para tratar con las autoridades eclesiásticas y civiles.

Jesús interrumpió su vida aldeana, para ir con sus padres a la ciudad, cuando apenas tuvo doce años. (Luc. 11-42/ Cada año sin falta, y algunas veces en el año, siempre que podían, con motivo de

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las fiestas religiosas, hacía este viaje la sagrada fa- milia. Con frecuencia San José y Jesús tenían que acudir a Jerusalén para proveerse de lo necesario para la vida, para comprar herramientas, para pa- gar los tributos y ofrecer sacrificios en el Templo.

Es campesino el hombre que se dedica a la agricultura, que trabaja la tierra. Jesucristo fué un campesino auténtico; cultivó con sus brazos la tie- rra nazarena.

Es de presumir que la casita de José y María, trasladada prodigiosamente, en la edad media, a la ciudad de Loreto, en Italia, era^ en Nazaret a la manera de las que entonces y ahora se fabrican en Galilea; una casita blanca, cuadrada, dentro de un jardín y de un huerto sembrado de naranjos, gra- nados y olivos. Tal vez no tenía el pozo de agua propio de la familia y Jesús o su Madre y a veces ambos iban a traer el agua de la fuente pública, para las necesidades caseras.

En ese jardín y en ese huerto sembró Jesús, cuidó las flores y cultivó los árboles, por la afición que tenía a las plantas y como descanso a las ho- ras de taller. Sus parientes y amigos poseían gran- jas donde iba el Hijo del Carpintero a cultivar la tierra, ganándose el jornal diario para ayudar a su madre en la economía familiar. Alternaba con el arador guiando la reja, sembraba, se pasaba hasta avanzado el día arrancando la cizaña, se compro- metía a ayudar en las cosechas. Así pasó la vida de Jesús de los doce a los treinta años, alternan- do entre el taller y la agricultura, pero siempre trabajando.

216 EL VERDADERO JESUCRISTO

"Jesús fué campesino, dice el Padre Jesuíta Julio Martínez, porque amó el campo, porque a la experiencia del trabajo de la vida casera, añadió la experiencia de la agricultura. Vivió la mayor parte de sus años viendo cómo verdean los pámpanos sobre los sarmientos secos de las vides, y cómo penden los racimos rubios y morados, alegría de los vendimiadores. Vió echar por tierra el grano de trigo, que morirá y resucitará despué en una espiga colmada. Ha visto las bellísimas tonalidades rojas, amarillas y moradas de los lirios en la primavera. Ha observado la diminuta semilla, que apenas se ve sobre la palma de la mano y la higuera que cu- bre con su ramamje la casa del pobre. Ha segui- do con especial cariño la vida de los pastores y de sus rebaños. Ha contemplado el vuelo de los pajarillos que cruzan el espacio buscando el ali- mento diario u

Perfecto conocedor del campo fué Jesucristo; por eso en su predicación habla de viñas, he hi- gueras, de lirios, de semillas. Sus parábolas están basadas en la agricultura; tratan acerca del árbol, de los trigales, de* la cizaña, de los graneros, de los tesoros escondidos en el campo. El mismo se compara al buen pastor, a la vid, a la gallina que cuida de sus polluelos y los cobija bajo sus alas, apenas amenaza la tormenta.

En una palabra, Jesüs no solamente fué arte- sano, sino también agricultor y pastor de aquellos animales domésticos que integran el hogar del al- deano y que viven en el campo pastgreados por su dueño Jesús campesino fué la flor en el cam-

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po nazareno y es el lirio entre las espinas del mundo.

(Mat. VI 1-16) fMarc. 1V-31J (Luc: XI 11-6) (Juan X-l-Xll-24;Mat. XI 1 1-31-24-XX-1J Luc.Xll- 16-V111-4) Mat. XI 11-43) (Juan XV-1).

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-LIX- JESUS MAESTRO

í^a primera vez que Jesucristo se presentó en público fué en la sinagoga de Cafarnaún, un día sábado.

El Evangelio nos dice; "enseñó y todos se maravillaron de su doctrina, porque hablaba como MAESTRO que tiene autoridad, y no como los escribas. (Marc. 1-21 y Luc. 1V-31J.- Los escribas eran para los judíos los maestros por excelencia, los profesores, filólogos y juristas del pueblo; ellos formaban, educaban y enseñaban a los jóvenes que querían ejercer el magisterio escriturario. Su méto- do era oral y memorista. El discípulo debía apren- der de memoria grandes trozos de los Libros sa- grados, para resumirlos en la clase y sacar las conclusiones. Cuando enseñaban al pueblo hacían gala de erudición con las innumerables citas escri- turarias que traían a colación. No cabe duda que los escribas estudiaban a fondo las Escrituras; eran hombres ilustrados, pero el hdo flaco estaba en la mala interpretación. Seguramente esto notaba el pueblo, que parangonó a los escribas con Jesús y sacó la conclusión de que aquellos enseñaban sen- tando premisas rutinarias y a veces falsas, mien- tras que El enseñaba e interpretaba la Escritura de acuerdo con la realidad objetiva de los hechos y la doctrina que exponía era con conocimiento de causa y con dominio absoluto del tema.

Jesús enseñaba como verdadero Maestro; los escribas argumentaban con el "magister dixit", sin

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autoridad. La fuerza del magisterio de Cristo le viene de Dios. uMi doctrina no es mía, dice, sino de mi Padre celestial".- Sólo a Jesús corresponde en verdad, el título de Maestro; es ei único Maes- tro, como dice San Pablo; Maestro infalible, cami- no recto, verdad inconcusa, luz para toda inteli- gencia; sus palabras serán siempre .palabras de vi- da eterna. ' El que siga sus enseñanzas no anda- rá jamás en tinieblas", ("Juan VI 1 1-12 ; "Jesús ha venido como el Sol, para alumbrar a ¡os que yacen en las tinieblas y en las sombras de la muerte; para enderezar nuestros pasos por el camino recA to de la justicia y ia paz".

Jesús dice expresamente: "Uno so o es vuestro Maestro y vosotros todos sois discípu'os" (Mat. XXI 118,). Con el título de Rabí era conocido en Palestina y Maestro llamaban a Jesús los Apóstoles, los doctores de la Ley, las turbas, los escribas y fariseos, porque todos quedaban admirados de las verdades que salían de su boca.

Propia del Maestro es la ciencia y la ciencia de Cristo fué perfecta. Como Dios fué omniciente y como Hombre tuvo la ciencia infusa y ia adquiri- da, en grado supremo.

El Divino Maestro se presenta al mundo au- reolado con doble ciencia: la divina y la humana; enseña como Dios; sus palabras son de vida eter- na; penetra más allá de la inteligencia de sus oyen- tes; llega a su alma para conducirlas a la visión beatífica; pero habla comó Hombre, para ser en- tendido por los hombres. Los mismos sayones y verdugos enviados por los Magistrados para pren-

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EL VERDADERO JESUCRISTO

der a Jesús, vuelven sin cumplir su cometido y es- pantados de sus enseñanzas, repiten: "Jamás hom- bre alguno ha hablado como este" (Jn. VI 1-46).

Jesús nunca escribió sus lecciones; enseñó de viva voz y con el ejemplo; no quiso poner dentro de los moldes de letras su doctrina divina. En su Magisterio oral resplandecen las cualidades del perfecto Maestro: claridad de conceptos, sencillez de expresión, adaptación al auditorio, orden y re- capitulación. De algunas de estas cualidades se ha ocupado primorosamente el Padre Longhaye S. J., en un artículo titulado "UN RASGO DE CRISTO" que lo reproducimos en el siguiente capítulo para deleite espiritual del lector.

Es propio del maestro ENSEÑAR y el Evan- gelio dice de Jesús: "Enseñaba en las sinagogas y era estimado y honrado de todos". (Luc. ÍV-15).

Del Maestro dice Jesucristo: "No debéis que- rer ser llamados MAESTROS; porque uno solo es vuestro único Maestro, Cristo, es decir Yo". (Mat. XXI 11-10).

De los falsos maestros dice Jesús: "Los es- cribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés. Practicad lo que os enseñaren, pero no imitéis su conducta; porque ellos dicen lo que se debe hacer y no lo hacen. Buscan los prime- ros asientos en las sinagogas y quieren ser salu- dad6s por todos y que los hombres les den el tí-

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tulo de MAESTROS. Vosotros, mis discípulos, por el contrario, no habéis de querer ser llamados maestros, porque uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos y discípulos." (Mat. XXI 11-1 a 9).

Jesucristo ha sido, y será el único MAESTRO de la humanidad.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-LX- CUALIDADES DEL MAESTRO

J^-o tenemos palabra escrita y sellada por el MAESTRO, pero la que le atribuye el Evange- lio tiene toda la autenticidad para darnos idea del natural y hacernos comprender con toda viveza su estilo, su entonación, su manera de enseñar........

Su HUMANISMO: -Es un hombre que habla a los hombres y lo hace por una perpetua compa- ración entre el mundo de los espíritus y el mundo de los cuerpos, entre la verdad abstracta y el em- .blema sencible. Esta es ' la nota característica de todosj sus discursos y más que nada de sus pará- bolas. El sembrador, el grano de mostaza, la le- vadura mezclada con la masa-......., son como pe- rennes símbolos de la vida espiiitual, de sus obras, de sus peligros, de sus esperanzas, de su fin su- premo. Jesús hizo de la naturaleza el espejo fiel de la gracia El, por este camino eleva la tie- rra y baja los cielos, obrando la reconciliación.

ASI ENSEÑABA: -''Ved como crecen los li- rios del campo: no trabajan, ni hilan... " observa- ción sencillísima que provoca una sonrisa, porque despierta en nosotros la suposición contraria y nos incita a corregirla. "Pues bien, continúa el Maes- tro, Yo os aseguro que Salomón en toda su glo- ria, jamás se vistió como uno de ellos". -Aquí el pensamiento se eleva sin esfuerzo, en presencia de una imagen nueva y grandiosa, que forma con lo gracioso de la introducción un contraste súbito, pe- ro natural y altamente poético. Luego la escena cambia bruscamente. Ese lirio más magnífico en su

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Cándido atavío que el más magnífico de los reyes de Israel, se convierte en hierba despreciable, en heno vil; hoy se mece a los rayos del sol y maña- na está reseco, sólo sirve para el horno. Nuevo contraste, pormenor preciso, obvio, inexorable, que destroza, o mejor, transforma la poesía del primer cuadro, porque hace caer sobre la gracia y el bri- llo efímero, una nube de desdén. En tres versícu- los nos presenta tres imágenes deslumbrantes y nos comunica tres impresiones diversas, pero para abrir las puertas del alma a la enseñanza moral y hacerla, por eso, más fuerte.

LA SENCILLEZ: Jesucristo enseñó las cosas grandes con tal sencillez que parece que no las hubiese pensado, y con tal clarividencia que se echa bien de ver lo mucho que había pensado en ellas..... .. En Jesús, lo sublime es continuo, sereno

y brota del manantial en cauce henchido, pero sin hervor, ni murmullo. Es un relámpago en su mayor esplendor, pero un relámpago prolongado, inmóvil y "tan dulce que los ojos le contemplan sin esfuer- zo y sin notar su presencia hasta que se retira. Sencillez en lo sublime.

SERENIDAD: -La sencillez es una consecuen- cia natural de la serenidad. Si Jesucristo sabe po- ner la verdad más elevada al alcance popular es. entre otras razones, por la serenidad con que en- seña....... Para el Maestro no hay ni sorpresa en

la contemplación, ni dificultád en la expresión de lo sublime.... Nos cuenta la Buena Nueva con la

seguridad tranquila del que sabe porque ha visto, o más bien, porque nunca cesa de ver la verdad que enseña.... ...

224 EL VERDADbRO JESUCRISTO

ESTOICO?-... -Es decir que ignora la adminis- tración, el entusiasmo, cosas tan perfectamente humanas? -Nada de eso. Uno de los rasgos más admirables de su carácter es que nunca afectó la impasibilidad de un estoico. Jesús no se admira ni palpita de gozo por la exaltación de la mente ante una verdad sublime, sino ante la bondad del cora- zón, ante la belleza de las almas sencillas y ante el misterio de la gracia, que tienen para ellas la predilección de revelarles la verdad. Si sólo se tra- ta de enunciar esa verdad en misma, vuelve a recobrar su calma, su imperturbable serenidad. Le vemos lleno de los secretos de Dios.... y habla de ellos como quien ha nacido en esos secretos gloriosos-..

Sencillez en lo sublime, pero hay que añadir, serenidad en lo sublime, humanidad en la relación y nada de estoicidad. -Nunca enseñó un hombre co- mo este Hombre-Dios. Nadie ha hablado como hablaba Jesucristo".

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-LXI- LECCIONES

Juramentos. -(Mat. v-33;. "Habéis oído

que se dijo a los antiguos?: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo que de ningún modo juréis, ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, por- que es el escabel de sus pies; ni por Jérusalén, porque es la ciudad del Gran Rey; ni jures por tu cabeza, porque no puedes hacer tus cabellos blancos

o negros, a tu antojo...."

"Vuestro modo de* hablar ha de ser: Sí, sí; no, no. Y lo que pase de eso es malo".

ADULTERIO. -(Mat. V-27J. -"Habéis oído que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio. Mas yo os digo que todo el que mire a una mujer pa- ra desearla, ya ha cometido adulterio con élla en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te escanda- liza, es decir, te hace caer en pecado, arráncalo y échalo de tí; porque más te conviene que se des- troce uno de tus miembros, que no, que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano de- recha te escandaliza, haz lo mismo "

JUICIOS. -(Luc V1-37J. -"No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis conde- nados. Perdonad y seréis perdonados. Porque con el juicio con que juzguéis se os juzgará, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu

226 EL VERDADERO JESUCRISTO

ojo y luego mirarás cómo sacar la paja del ojo de tu hermano".

ORACION. -fMat. VI 1-7). -Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá.

No hay alguien entre vosotros que si su hijo le pide pan, le de una piedra y si le pide un pez, le de una serpiente. Si pues vosotros, siendo ma- los, sabéis dar a vuestros hijos los bienes que pi- den, cuánto más dará bienes, a los que se los pi- den, vuestro Padre que está en los cielos "

FE Y OBRAS. -fLuc. Vl-46)! -No todo los que me dicen: ¡Señor, Señor! entrarán en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Pa- dre celestial. ¿Para qué me llamáis, ¡Señor, Señor! si no hacéis lo que os digo ?"

INTENCION -(Mat Vl-1 a 8J. -"Cuidad de no practicar vuestra virtud con el fin de ser mirados por los hombres. -Cuando haces limosna no avises a todos con bocina, para ser glorificados por los hombres, como hacen los hipócritas. Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha, para que tu limosna quede oculta, y tu Padre ce- lestial, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres. Tú, al con- trario, cuando ores, entra en tu aposento, corre el cerrojo de la puerta, y ora a tu Padre que está en el cielo, y el Padre te oirá. -No abundéis en palabras en vuestra oración, como los paganos, que

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se figuran que por mucho hablar serán oídos; vues- tro Padre sabe vuestras necesidades, antes de que se lo pidáis."

AYUNO. -(Mat. VM6J' -"Cuando ayunéis no pongáis cara triste, como los hipócritas, que fingen un rostro escuálido para que las gentes noten que están ayunando; en verdad, os digo, ya tienen su paga. Mas tú, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, a fin de que tu ayuno sea visto, no de las gentes, sino de tu Padre que ve en lo secreto y El te pagará."

VALOR DEL ALMA. -(Mat XV1-24;. "Si al- guien quiere seguirme, niéguese a mismo, y lleve su cruz y siga tras de Mí. Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá; y o,uien pierde su alma por mi causa, la salvará. Porque, ¿de qué sirve al hombre, si gana el mundo entero, mas pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma?"

LA DIVINA PROVIDENCIA. -(Luc XI 1-22/

"No os acongojéis demasiado por la vida, [pensan- do ¿qué habéis de comer?, ¿ni qué habéis de vestir? Considerad las aves del espacio, que no siembran, ni siegan, ni tienen despensa ni graneros, y Dios las sustenta. ¿Cuánto más valéis vosotros que las aves? -Considerad los lirios del campo cómo crecen; no trabajan, ni hilan; pero yo os aseguro que ni Salomón en toda su gloria se ataviaba como uno de ellos. Pues, si a las flores así engalana Dios, ¿cuánto más a vosotros, sus hijos? -No andéis, pues, demasiado preocupados, ni azorados, pensando qué vais a comer o qué vais a beber, porque ya sabe

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EL VERDADERO JESUCRISTO

vuestro Padre que tenéis necesidad de ello. Bus- cad primero el reino de Dios y después vendrán todas esas cosas por añadidura "

Estas lecciones divinas no tienen comentario; basta meditarlas para que nos aprovechen en la vida diaria.

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-LXII- EL MAESTRO DE LA

DOCTRINA SOCIAL,

Jíesús es el autor de los grandes ideales de regeneración social. En su predicación evangélica lanzó al mundo las ideas cumbres y sentó los prin- cipios básicos del orden social. La doctrina social cristiana es sublime, pero casi nadie la practica. En la vida diaria olvidamos las "Bienaventuranzas" evangélicas; consideramos felices a los ricos, nos inclinamos ante los soberbios, la caridad es un mi- to y la misericordia está reemplazada por el egoís- mo. -Buscamos todo, menos el Reino de Dios y su Justicia.

Estamos en el momento de la revolución so- cial, pero no queremos que esta sea cristiana. Esto dijo el inmortal Pío XI en la "Quadrogésimo anno": ''Será inútil todo afán de regeneración social si no vuelven los hombres franca y sinceramente a la doctrina del Evangelio, es decir a los preceptos de Aquel que tiene palabras de vida eterna, pa- labras que aún pasando el cielo y la tierra, nunca pasarán y siempre serán de actualidad".

Si no tuviéramos al Maestro de la doctrina social, a Jesucristo, pudiéramos resolver los pro- blemas sociales a nuestra manera humana y median- te la ONU y otras sociedades, faltas de caridad y huecas de justicia, pero, Cristo habló y enseñó y no nos queda otro camino sino seguir las normas

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EL VERDADERO JESUCRISTO

sociales del Evangelio, para llegar triunfantes a la reforma de la vida social.

La desigualdad de las riquezas es un proble- ma insoluble en el mundo. Jesús mismo lo admitió al decir que "siempre habrá pobres" (Jn. XI 1-8,). Los hombres no pueden ser igualmente ricos, por- que no todos son igualmente inteligentes, activos y laboriosos para adquirir, ni sobrios y previsores pa- ra conservar. Además, está matemáticamente de- mostrado que las riquezas del mundo repartidas igualmente, daría a cada individuo un mínimun in- suficiente para la vida, y vendría, por otra parte, un desequilibrio social por el agotamiento de todos los grandes trabajos que concurren al progreso y bienestar de la humanidad.

Siempre habrá ricos y pobres y siempre unos y otro deben trabajar para su provecho personal y para el mejoramiento social, pero viene el egoísmo y el orgullo como fuente de avaricia, de donde na- cen la injusticia y la falta de caridad.

Justicia y caridad, dos virtudes predicadas constantemente por Jesucristo y que deben tener su raíz en el amor para que den frutos sociales.

"Amaos los unos a los otros" es la solución de todo problema relacionado con la cuestión social, ahí está el secreto para practicar la doctrina so- cial cristiana.

Siendo el hombre únicamente el depositario, el gerente de los bienes que Dios pone en sus manos,

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se le pedirá una cuenta severa del empleo que haya hecho de ellos, en virtud de su libre albedrío. Uno de los malos usos consiste en hacerlos servir úni- camente para su satisfacción personal, en no ha- cerlos fructíferos para los prójimos. BENE FA- CERE, hacer el bien debe ser el ideal del rico cristiano, de conformidad con el lema evangélico. De Jesús se dice que "pasó haciendp el bien", y esta misma es la norma de la doctrina social cris- tiana. La beneficencia es una de las mejores ma- neras de emplear bien la fortuna, porque cumple con la doctrina enseñada y practicada por el Divi- no Maestro, porque hace reales en la tierra las obras de misericordia espirituales y corporales man- dadas por Jesús; la beneficencia consuela la miseria, apacigua el hambre, guarda del frío, da asilo al que no tiene, cura al enfermo, enseña a los igno- rantes; es, en una palabra, un manantial de agua vivificadora que se riega en beneficio de los meneste- rosos.

La parábola de los talentos (Mat. XXV- 14) a SO) es la enseñanza cristiana de la doctrina social. El servidor que esconde en la tierra el oro que le ha confiado su amo, es la fiel imagen de los ma los ricos, en cuyas manos la fortuna es improduc tiva; a esos les pedirá cuentas el Señor porque no tuvieron ni justicia, ni caridad con los hombres. Si en tiempos de Jesús hubieran existido os proble- mas sociales . de ahora, de ellos nos hubiera ha- blado el Señor; pero como no había necesidad de justo salario, de salario familiar, de código de tra- bajo, de sábadoMnglés, de sobretiempo, de huelgas

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y de tantas otras cosas relacionadas con la cues- tión social, nada dijo de todo eso, o mejor dicho, Jesucristo ya previó todo y dijo todo, dándonos el mandato del amor cristiano, que es la base de la justicia y de la caridad, de donde debe nacer la verdadera doctrina social.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO 233

-LXIII- EL EVANGELIO Y LAS RIQUEZAS

J^o queráis amontonar tesoros en la tierra, dijo Jesús, porque donde está vuestro tesoro, allí está también el corazón". (Mat. Vl-19). Uno de los repetidos "ayes" que salieron del alma de Cristo fué: ¡uay de los ricos"! (Luc. V1-24J. -Los ricos olvidan con frecuencia el máximo precepto del É- vangelio: "Amarás a tu prójimo, como a mismo'' (Luc. X-25j. -Deber de los ricos es "dar de comer a los que tienen hambre y no tienen con qué sa- ciarla; vestir al haraposo; curar a los enfermos; facilitar un pedazo de tierras de su latifundio al que quiere trabajar; es decir, favorecer al pobre, porque el rico no es más que el mayordomo de la casa de Dios, el despensero de los bienes que la Providencia ha puesto en sus manos, para distri- buirlo entre los menesterosos.

Las riquezas tienen una función social que mu- chas veces no cumplen porque las impiden los ma- los ricos, de quienes dijo Jesús: "Más fácil es que pase un cable por el ojo de una aguja antes que salvarse un rico". (Mat XlX-24).

"Misereor super turbas" fMat. XV-32), exclama Jesucristo, compadeciéndose de la mayoría de la humanidad que sufre económicamente; se apena viendo la desigualdad de fortuna entre los hombres. Opulencia y despilfarro por una parte; hambre y miseria, por otra. Es tánta la falta de caridad y de justicia en la tierra, que el Señor exclama: Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, por-

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EL VERDADERO JESUCRISTO

que un día seréis saciados; los que ahora lloráis, porque después reiréis". (Luc. Vl-21. -"¡Ay! de voso- tros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo en este mundo; ¡ay! de vosotros los que andáis har- tos, porque sufriréis hambre; ¡ay! de vosotros los que ahora gozáis, porque un día lloraréis- ....." (Luc. Vl-24).

Actualmente "no se ama a Dios sobre las ri- quezas", sino que se prefiere el oro a la virtud; éste vale más que el honor, que el talento, que la santidad, que Dios mismos. En estos tiempos, de acomodo, de contemporización, de respeto humano, se pretende "servir a dos señores" y fácilmente se dobla la rodilla ante el "becerro de oro" y se vende a Cristo "por menos de treinta monedas". - Sin embargo, Jesucristo sigue clamando: "Nadie puedex servir a dos amos, a Dios y al dinero" y "Los que ponen su confianza en las riquezas, no se salvarán". -(Marc. X-24 y Luc. XV1-13;.

Recordemos que "los cielos y la tierra pasarán pero no las palábras de Dios" contra los malos ri- cos y las riquezas mal administradas- Por algo dijo el Maestro: "No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los destruyen y don- de los ladrones horadan los muros y roban. Amon- tonad tesoros en el- cielo, donde ni polilla, ni he- rrumbre destruyen, y donde los ladrones no hora- dan, ni roban...-" (Mat. Vl-19). -"Nadie puede ser- vir a dos amos: a Dios y a las riquezas. (Mat. Vl- 24). -"Guardaos de la avaricia, por la demasiada abundancia de riquezas, pues no depende la felicidad de la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee." -(Luc. XI 1-15).

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HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO 235

Vigil y Papini dicen: "Cuántos millares y mi- llones de hombres siguen creyendo que viven sólo para amontonar riquezas y con ellas esperan la

dicha de los goces físicos Cuánto padecen estos

pobres, cuando la experiencia les muestra que la vida es algo más que el goce de los bienes mate- riales Porque, bueno es vivir, luchar, triunfar

en los trajines de la vida, pero esto no es todo. Acaso vivimos únicamente para el regalo de nues- tros sentidos. Acaso un hombre puede sentirse feliz al morir, sin otros bienes que sus tesoros materiales? -La vida del hombre consiste sobre todo en los te- soros del espíritu. Esta es la gran riqueza que le consolará en la muerte- ..."

"El espíritu y el oro son dos patrones que no toleran división ni comunidad. Son celosos: quie- ren el hombre entero. Y el hombre, aún queriéndolo, no se parte en dos. El oro, para quien sirve al espíritu, es una nada; el espíritu para quien sirve al oro, es una palabra sin sentido.

Quien elije al espíritu arroja el oro y todas las cosas que se compran con el oro. Quien desea el oro suprime al espíritu y renuncia a todos los be- neficios espirituales.... El primero es un pobre que nunca consigue consumir su infinita riqueza; el otro es un rico que no logra jamás evadirse de su infi- nita miseria. El pobre posee, por la ley misteriosa de la renunciación, hasta lo que no es suyo, es decir el universo entero; el rico, por la dura ley del eterno deseo, no posee ni siquiera lo poco que cree suyo......."

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EL VERDADERO JESUCRISTO

•LXV- FUNCION CRISTIANA DEL ORO

íS^ue las riquezas tienen una función social en la tierra, es innegable. No está el oró en el mundo para ser guardados en los cofres del avaro, ni sirve el dinero únicamente para que el rico go- ce de todas las comodidades reales e imaginarias, ni son las riquezas para que pasen como herencia de una familia a otra, en latifundios inservibles so- cialmente. El oro debe cumplir con una misión y esta es: beneficiar a la humanidad, convertido en alimento, en vestuario, en vivienda para el menes- teroso; trocado en hospitales para los enfermos; en casa-cunas para los niños; en escuelas para los ig- norantes; en beneficencia para los necesitados. Ya lo dijo la Verdad infalible: "guardad vuestros teso- ros en el cielo, donde no hay polilla, ni ladrones" fMat. VI-19). En el cielo se guardan las riquezas, cuando en la tierra se hacen buenas obras con ellas. De lo contrario, el oro, con toda la felicidad que acarrea en este mundo, no servirá sino para des- gracia eterna.

Jesucristo enseña esto en la Parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro. (Luc. XVI -19). -Erase un hombre muy rico, que vestía de púrpura,, ban- queteaba opíparamente todos los días, vivía entre sedas en lujosos palacios, se divertía en toda for- ma y de todos modos, era adulado y servido por muchos vasallos Al mismo tiempo, vivía un

pobre, llamado Lázaro, el cual, cubierto de llagas, yacía a la puerta del rico, vestido de andrajos

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO 237

deseando saciar su hambre con las migajas que caían de la mesa del poderoso, despreciado de todos; úni- camente los perros venían y lamían sus llagas

Sucedió, pues, que murió el pobre y fué llevado por los ángeles, al cielo, porque era bueno; murió también el rico, y fué sepultado en el infierno, por- que era malo.... Desde lo profundo del abismo, en- tre sollozos y lágrimas, clamaba a Dios que se com- padeciese de su infortunio. Veía a Lázaro en la gloria y pedía que éste le aliviara en sus tormen- tos, siquiera bajando con la punta de su dedo mo- jado en agua, para refrescar su lengua que se con- sumía en llamas. -La respuesta de Dios a los cla- mores del desventurado rico era siempre la misma: "Acuérdate que tú, gozaste en la vida de toda clase de bienes de fortuna y de completa felicidad y que Lázaro careció de todo. Ahora él es aquí consolado, y tú, afligido. Además, entre y él, existe un abismo infranqueable........"

¡Cuán sublimes son las enseñanzas de esta pa- rábola! La principal es que las riquezas tienen una función social en el mundo; esto nos muestra la terrible mudanza de fortuna y de suerte, entre el rico y el pobre, en esta vida y en la otra! -Jesu- cristo, al exponer esta significativa parábola, tuvo presente a los malos ricos que se sumergen en placeres, mientras los pobres no pueden ni saciar su hambre, ni cubrir su cuerpo; vió las manos del rico repletas de oro para desperdiciarlo y miró las ma- nos del obrero, del peón, del artesano, encallecidas por el duro trabajo, mal remuneradas, sin salario mínimo, sin salario familiar, sin lo necesario para una vida racional..... ..

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EL VERDADERO JESUCRISTO

Cuántas veces el pobre está sentado, horas en- teras, en el umbral de la puerta del rico, esperan- do una migaja, que no llega, por falta de justicia, porque no hay caridad, porque el oro no cumple con su función social cristiana.

Con razón, San Ambrosio comentaba esta pa- rábola evangélica y predicaba, haciéndose eco de los ayes de Cristo contra los malos ricos: "¡AY! de vo- sotros ricos, que decoráis lujosamente vuestras mansio- nes y dejáis que los pobres anden semi-desnudos. Veis unaxmano que se extiende por una moneda y estáis pensando donde estarán seguros vuestros tesoros. Un hombre os pide pan, mientras vuestrocaballo regodea el alimento. Os llenás de joyas y vestidos y vuestros prójimos se mueren de hambre. En vuestras ha- ciendas sobra la tierra y vuestros peones no tienen un palmo para ^sembrar; el obrero perece de nece- sidad, mientras vosotros cerráis los graneros para subir el precio de los víveres; el pueblo está sumer- gido en la miseria y vosotros estáis en bailes, ban- queas y diversiones " fSerm. T. IV)

' Antes, como ahora, las riquezas tienen función social en este mundo. Si en esta vida no hay jus- ticia social, Ja habrá en la otra, como nos hace ver Jesús en la parábola: "Una gota de agua pedía el rico a Lázaro en la eternidad, y una migaja de pan había pedido muchas veces el pobre a Epulón, en la tierra. No se la quiso dar éste al mendigo, tam poco le puede dar Lázaro al rico. En la misma medida en que midiéreis, se os medirá...." (MatV,ll-2^

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-LXV- JESUCRISTO Y LA POBREZA

vl^aminaba Jesús hacia Jerusalén y aún reso- naba el eco de esas dulces palabras: "Dejad que los niños vengan a Mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos.... Si no os hiciéreis niños para reci- bir el Reino de Dios, no entraréis en él...." (Luc. XVI 11-15). Todavía repercutían las alegres voces de los niños que descansaron en los brazos y en las rodillas del Maestro, cuando se presentó un jo- ven, de aristocrática presencia, de porte distingui- do y finas maneras que revelaban un alma noble. Llegó a Jesús y le dijo: "Maestro qué debo hacer yo, para alcanzar la vida eterna?" "Guarda los Man- damientos" le contestó el Señor, con toda delica- deza. -Perplejo se quedó el joven ante una respues- ta tan ordinaria. Eso ya lo sabía. Esperaba algo nuevo. Entre descontento y turbado, dice: ¿"Cuáles"? Jesús le contesta magistralmente: "no matarás, no dirás falso testimonio, no fornicarás, no robarás, honra a tus padres, amarás a tu prójimo, no jura- rás, amarás a Dios sobre todo." "Maestro, dijo el joven, todos estos he observado desde niño. ¿Qué más debo hacer?

Con todo cariño le replicó el Señor: "Si, quie- res ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y ven y sigúeme". -Aquí ter- minó el entusiasmo del joven; no volvió a decir más, sino que se puso triste y se retiró apenado, porque ERA MUY RICO, dice el Evangelio. (Marc. X-17j Jesucristo se quedó también muy triste vien-

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do alejarse de su lado a tan buen joven, por el único motivo de haberle exigido que se abrace con la POBREZA. Y volviéndose a sus discípulos les dijo: ¡"Difícilmente entrarán los ricos en el Reino de los cielos!" (Luc. XVI 11-24;.

Espantados quedaron los oyentes ante tal sen- tencia. Volvió Jesús a repetir: "Hijitos: ¡qué difícil es que los que confían en el dinero entren en el Reino de Dios! Os lo repito: más fácil es pasar un cable por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Cielo...." (Marc X-23).

De esta manera, Jesucristo reformó las ideas de los Rabinos antiguos, de que la pobreza era el mayor de los males. En verdad, humanamente ha- blando, la pobreza es un mal y causa de otros ma- les, porque el dinero es indispensable para la vida, en sus diversas facetas. Sin embargo, Jesús dijo: "Bienaventurados los pobres" y nos dió ejemplo de absoluta pobreza, naciendo, viviendo y muriendo pobre, hasta tal punto de; "no tener dónde recli- nar la cabeza" y ser más pobre que las aves y los animales que tienen nidos y guaridas. fMat. Vil 1-20)

"Cristo Pobre" es una advocación, es una ima- gen de Jesys, que tiene un culto especial, apro- do por la Iglesia. Esta advocación, esta imagen está en todo de acuerdo con el Evangelio donde apare- ce Jesús como dechado de pobreza: nace de una madre pobre y tiene por padre a un artesano pobre; su cuna es una cueva desprovista de ornato, y re- cién nacido es envuelto en pobres pañales.

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En la presentación del hijo y purificación de la madre, según el rito mosaico debían ofrecer a Dios como víctimas, un cordero, si la familia era rica o un par de tórtolas o palomas, si la familia era pobre; Jesús y María no pudieron ofrecer lo primero y porque estaban catalogados en la lista de los pobres, el sacerdote les recibió la segunda ofrenda. (Luc. 11-24).

Jesús en Nazaret es un artesano pobre, que gana un pobre jornal ayudando a su padre. uQué hermoso es, dice un autor, contemplar a Jesús en las tardes de Nazaret, apurando el trabajo, para que no fal- te un pan en la mesa frugal de José, ya envejt i- do, y de María gastada por el trabajo. ..."

En la vida evangélica, Jesús aparece como un misionero pobre, que vive déla caridad (Luc. VI 11- 3); se viste como los pobres, camina a pies, come el alimento de la gente pobre, duerme y descansa en una barca desmantelada.

Su auditorio está compuesto de hombres, mu- jeres y niños pobres; sus discípulos son los pobres, predica la pobreza y la practica hasta tal punto de no tener una moneda para pagar el tributo. La comida pascual la toma de caridad y en una sala prestada. (Luc. XXll-Uj.

Amó íntimamente a San José, el carpintero pobre, de cuyas callosas manos recibió en su ni- ñez un mendrugo de pan; tuvo predilección por la turba multa de los desheredados de la fortuna, de los harapientos, de los pobres que nada podían ofre- cerle en recompensa de los milagros que recibían. Jesucristo vivió pobre y entre pobres y murió co-

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mo el más pobre de los hijos de los hombres: des- nudo y en una cruz. Su cadáver fué amortajado en un lienzo dado por caridad y fué puesto en un sepulcro prestado. (Luc. XXI 11-53).

Jesús enalteció la pobreza; hizo de ella una bienaventuranza; la proclamó como su compañera desde Belén hasta el Gólgota.

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-LXVI- RASGOS ESPECIALES

AMIGO DEL PUEBLO.

Jesucristo no tiene nada de misántropo. Lejos de ello, en el Evangelio notamos a cada paso la universal simpatía de que gozaba en el pueblo. Fué popular en todo sentido. Siempre buscó la compañía de los más despreciados de Israel, los publícanos. A su llegada a Jericó se hospedó en la casa de Zaqueo, principal entre los publícanos y jefe de la gente del pueblo. (Luc. X1X-5). Jesús es el amigo de todos, pero especialmente de la gente de la clase media e ínfima. No es un demagogo, pero, con fre- cuencia sale en favor de los intereses populares. San Mateo dice: "Iba Jesús recorriendo toda la Ga- lilea, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino celestial y sanando toda dolen- cia y toda enfermedad a los DEL PUEBLO." (Mat. 1V-23). y

San Lucas añade: "Jesús era estimado y hon- rado de todos". (Luc. IV- 15).

i Jesucristo se compadece con mucha frecuencia de las turbas: "Al ver a las gentes, dice el Evan- gelio, se compadeció entrañablemente de ellas, por- que estaban mal paradas, pobres y desnutridas." (San Mat. \X-36).

En favor de la gente del pueblo hizo Jesús casi todos los milagros y el famoso sermón del monte no es otra cosa que la oferta de la biena- venturanza a los de la clase ínfima y el abrir las

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puertas del cielo a la gente del pueblo, a los po- bres, a los que tienen hambre, a los perseguidos, a los que lloran diariamente como desahogo de las penas que laceran su corazón. (Luc. VI -20).

Las muchedumbres correspondieron al cariño del Maestro. Quisieron hacerle rey, por aclamación popular. (Jn VI- 15). Varias veces se pusieron a su lado contra los fariseos.

Cuando se dirige a Jerusalén cabalgando en el pollino, el pueblo, "muchos de ¡ las clases inferio- res de la sociedad tendieron sus vestidos en el ca- mino, otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían por donde había de pasar Jesús; tanto la gente que iba adelante, como la que seguía atrás, aclamaban al Señor, diciendo: Hosanna, salud y glo- ria. Bendito sea el que viene en nombre de Dios". (Marc. Xl-8).

San Juan dice: "Una gran muchedumbre de gentes que habían -venido a la fiesta, oyendo que Jesús estaba para llegar a Jerusalén, salieron a recibirle, proclamándole Rey de Israel". (Jn. XU-13J. "Era tánta la gente que salió a recibirle, que los fariseos decían: todo el mundo se va en pos de El; nosotros perdemos terreno". (Jn. X11-18J.

Por dos veces, en favor del pueblo, hizo Jesús el famoso milagro de la multiplicación de los panes y peces. Eran cinco mil hombres los que estaban con El, sin contar mujeres y niños, c^ice terminan- temente el Evangelista. fMat. X1V-21).

A los hijos del pueblo, llamaba sus amigos y hermanos y la clase trabajadora era la preferida por el Maestro de Israel, quien honró de manera

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especial al pueblo, apareciendo en el mundo y de- jándose llamar "El hijo del Artesano". (Mat. XI 11 55).

ENEMIGO DE LA HIPOCRESIA.

Jesucristo fué el Hombre humilde y sencillo por antonomasia. Sus palabras y sus obras nada tienen de rebuscado. Predica una doctrina sublime en tal forma que le entiende el más rudo. No es amanerado; su ''sencillez en las obras resplandece como distintivo de su vida. Enemigo de la hipocre- sía, combate a los fariseos y sus acciones brillan por la sinceridad y llaneza.

Jesús dice: "No imitéis a los escribas que ha- cen gala de pasearse con vestidos rozagantes, y de ser saludados en la plaza por toda la gente, y de ocupar las primeras sillas en las sinagogas y reu- niones y los primeros asientos en los convites". (Marc. XI 1 38).

"Cuando ayunéis, no os mostréis tristes como los hipócritas\(Mat. VI 16). La parábola del fa- riseo y el publicano dijo Jesús: "para ciertos hom- bres que presumían de justos y despreciaban a los demás". (Luc. XVlli-9^ Repetidas veces enseña el Señor: "no imitéis a los fariseos que quieren que las gentes les den el título de maestros. Voso- tros, por el contrario, dice a sus discípulos, no de- béis tener este título. Tampoco habéis de llamar a nadie sobre la tierra PADRE, pues uno solo es vuestro padre, el cual está en los cielos. El mayor entre vosotros, ha de ser ministro vuestro". (Mat. XXI 11 -8 a 11J.

La conducta de Jesús es admirable por su sinceri-

246 EL VERDADERO JESUCRISTO

dad. El Evangelio hace notar que ulos escribas y fariseos, al ver que comía con publícanos pecado- res, decían a los apóstoles:' ¿cómo es que vuestro Maestro come y bebe con publícanos y pecadores?" fMarc. 11-16). De donde se colige que Jesús tenía amplitud de criterio y de acción. La explicación de su manera de obrar está en su pureza de intención: "Habiendo oído Jesús las críticas que se hacían de El porque era amigo de publícanos y pecadores, dijo: Los que están buenos no necesitan de médico, sino los que están enfermos; yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" fMarc. 11-17/ Para hacer el bien no distingue personas. Conocemos las relaciones de Jesús con Simón, el fariseo, (Luc. V11-36J, con Nicodemos, el doctor de la Ley, (Jn. 111-1/ con José de Arimatea, rico y poderoso, (Mat. XXVI 1-57/ con Juana, la mujer del Intendente de Herodes, (Luc. Vil 1-3^ y con otras personas a quienes convierte y salva.

En todo tiempo y en todo caso cumple Jesu- cristo con su máxima: "No he venido a ser servi- do, sino a servir" (Luc. XXI 1-27). Toda su vida la tiene puesta en un plano de encantadora sencillez que revela a un verdadero amigo del pueblo, ene- migo de dobleces y Salvador del mundo.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

-LXVII- JESUS MEDICO

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<2t¿o son los sanos los que necesitan de mé- dico, sino los enfermos", dijo un día Jesucristo, co- mo quien nada dice, y sin embargo dijo mucho. fMat. IX- 12). Otra ocasión dijo: "Yo soy la vida"; vida es plenitud de salud, es lo opuesto a la muer- te; Jesús es vida para los sanos y es salud para los enfermos; es médico porque curó las dolencias humanas; el Evangelio nos cuenta con detalles las curaciones que hizo Jesucristo, fijémonos en algu- nas de ellas.

Dos ciegos se habían hecho conducir a la puer- ta de la casa de Jairo donde Jesús debía ir para curar a la hija del magistrado; apenas sintieron los ciegos que llegaba el Señor, gritaban: "Hijo de David compadécete de nosotros". - No se hizo es- perar Jesús; se llegó a los enfermos, les tocó los ojos y quedaron sanos de la ceguera; agradecidos se postraron ante el médico divino, difundieron su nombre por toda la región y comenzaron a gozar viendo las bellezas del universo. (Mat. 1X-27).

Otras curaciones de ciegos hizo Jesús, en for- ma especial, que está probando su poder sobre las enfermedades. Así, al ciego de Betsaida le curo en etapas graduadas: pone su saliva divina en los o- jos oscuros del enfermo y poniendo las manos sobre la cabeza del ciego le pregunta si ve algo.- "Veo a la gente como arbolitos que andan", contes- ta el enfermo. Vuelve el médico a tocar los ojos

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del ciego, los mueve y dice entre dientes algunas palabras; el enfermo ya ve mejor; se repite la ope- ración hasta que el ciego deja de serlo y dice que ve todo perfectamente; está curado; Jesús ha hecho brillar la luz en esas pupilas oscuras. fMarc Vil \-22).

En la curación del ciego de nacimiento en Je- rusalén, para serciorarse de la verdad, se sometió al jurado, a un examen y a un interrogatorio ri- guroso y a una crítica severa, pero triunfó la ver- dad porque el enfermo probó que era ciego desde su nacimiento, que le curó Jesús y que veía todo perfectamente. (Jn. IX 1 a 41/

Así mismo, ante la admiración de los discípu- los y la rabia de los enemigos de Jesús que no* podían negar la curación, devolvió el Señor la vis- ta perdida a Bartimeo y su compañero, también ciegos de nacimiento, como nos cuenta San Mateo. (XX-29).

Pero no solamente _ Jesucristo curó la vista; las otras enfermedades encontraron también el re- medio en el Médico di\ino, como nos cuenta el Evangelio: "ios .sordos oyen, los mudos hablan, los paralíticos andan, los leprosos quedan limpios y hasta los muertos resucitan.... fMat. X\-5).

Un día estaba Jesús predicando, cuando repenti- namente se presentó un hombre enfermo de lepra y se arrojó a los pies del Señor, rogándole que le curara. Se compadeció el Médico Nazareno, le to- có con sus manos y desapareció la lepra. fMat. VI 11-1).

En otra ocasión curó Jesús a diez leprosos tocando con sus manos divinas esos cuerpos carco- midos y sucios; uno solo de los curados agradeció

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el beneficio; los otros nueve pagaron al médico con la ingratitud. (Luc. XVI 1-2;.

Un día caminaba Jesús por Sidón hacia Gali- lea, saliendo de los confines de Tiro; estaba cerca de la decápolis cuando le trajeron a un sordo y mudo para que le curara. El Señor tomó al enfer- mo; introdujo los dedos en las orejas del hombre; con su divina saliva mojó la lengua del sordo-mu- do, diciendo: "effeta" y al punto se abrieron los oídos y se soltó la lengua del enfermo. fMarc. VI 1-31).

Sobresalen, entre otras curaciones, las efectua- das con el paralítico de Cafarnaún, la del siervo del Centurión, la curación de la suegra de San Pedro, la del hidrópico de Jericó, la curación de la mujer encorvada por más de dieciocho años; la de la mujer que adolecía de flujos de sangre por lar- gos años, que son más que suficientes para probar la acción benéfica del Médico divino. (Mat. 1X-1 Luc. Vll-l-Marc. 1-29-Luc. X1V-1 Luc. Xlll-10- Mat. lX^20j.

Si se quiere más curaciones podemos citar la del ciego y mudo que ríos cuenta San Mateo (XI 1- 22) como un acontecimiento que causó asombro a la muchedumbre. La curación al paralítico de la piscina de Jerusalén que narra San Juan con por- menores de suma importancia. (Jn. V-5) La cura- ción del hombre que tenía la mano seca y la del hijo del funcionario real. (Luc. Vl-6-Jn. 1V-46/ En ambas sobresalen el poder divino del Médico que no solamente curaba los males del alma, sino tam- bién las dolencias del cuerpo.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

San Mateo, como queriendo sintetizar las cu- raciones que a cada paso hacía Jesús, nos dice: "que un día estaba descansando en el monte y vi- nieron tras El las muchedumbres llevando toda clase de enfermos: ciegos, mudos, cojos, mancos, paralíticos, leprosos, etc., y que Jesús les curó a todos...." (Mat. XV-29).

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-LXVIII- EL BUEN PASTOR

(ílna tarde clara y serena, era el complemento de un día caluroso en Jerusalén. £1 sol resplande- ciente estaba a punto de terminar su jornada dia- ria, ocultándose para brillar nuevamente al otro día, beneficiando a la tierra con su luz y calor. Los obreros y peones volvían a sus casas en busca del descanso hogareño. Los pastores de Judea traían el ganado de los prados donde habían pacido todo el día y pasaban por las calles de la ciudad hacia el aprisco común donde las ovejas pernoctaban tran- quilas. Jesús contemplaba esta escena; veía a los pastores seguidos de sus ovejas o éstas seguidas del pastor, en perfecta armonía, conocimiento y confianza mútuas. Al mismo tiempo pensaba en su pueblo escogido, abandonado y deshecho, como re- baño sin pastor; veía a la humanidad en el aprisco del mundo, en abigarrada confusión de virtud y vi- cio, de ovejas y lobos, de bien y mal.

Vuelve Jesús de esa visión real e imaginaria y dice*. "Yo soy el buen pastor. Conozco mis ove- jas y las ovejas mías me conocen. Tengo otras o- vejas que debo traer al aprisco; ellas oirán mi voz y vendrán. Habrá entonces un solo rebaño y un solo pastor.... El buen pastor da la vida por sus ovejas, pero el mercenario, el que no es el pastor, viendo venir al lobo, abandona las ovejas y huye y el lobo las dispersa y arrebata.... El que no en- tra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que escala por las paredes, ese es un ladrón y un

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salteador.... El pastor entra por la puerta, llama a sus ovejas; éstas oyen su voz y salen y le siguen... Yo soy el buen PASTOR ... Yo soy la Puerta del aprisco-." (Jn. X-l a 16).

Al rededor de la vida pastoril desarrolla Jesús su discurso sobre su misión de Pastor de las al- mas. Para comprender mejor esta alegoría es nece- sario saber las costumbres de los pastores del tiem- po de Cristo.

Judea era el país de los inmensos rebaños y el pastoreo era la ocupación ordinaria de los israelitas.

Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David y otros personajes hebreos fueron pastores en su ado lescencia, y después conductores del pueblo. El pas- toreo era la ocupación de amos y señores y no ofi- cio de siervos. Costumbre era entre los pastores judíos tener en cada pueblo un aprisco común, cercado de tapia y con una sola puerta para en- trada y salida de las ovejas; en este aprisco ence- rraban el ganado varios dueños y pastores, con- fiando el cuidado a uno que hacía turno de vigi- lancia en la puerta, por el tiempo de tres horas nocturnas, mientras los otros descansaban tranqui- los. Cuando había necesidad, el centinela tocaba llamada de socorro y todos los pastores acudían a defender sus rebaños contra lobos, chácales cf ladrones.

Al amanecer se abría la puerta del corral y cada pastor daba sus silbidos o llamaba a sus ove- jas con voces o nombres especiales; las ovejas que conocían bien a su pastor y sus señales, salían y

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se agrupaban a su alrededor y le seguían a los pastos, sin mezclarse con otras ovejas, hasta la tar- de que volvían al aprisco común donde formaban un solo rebaño con un solo pastor.

Los pastores, pues, entraban a dejar y sacar su rebaño, por la puerta; nadie escalaba la tapia, sino el ladrón que burlaba la vigilancia del portero. En caso de asalto al redil, los pastores luchaban y algunos morían en defensa de su rebaño. A todo esto se refiere Jesús en la parábola.

Jesús es verdadero PASTOR de las almas con- fiadas por su Padre celestial a su cuidado de Re- dentor del mundo. Es el Buen Pastor que conoce a sus ovejas y que da la vida por ellas. Va guian- do a su rebaño, con su palabra * y con su ejemplo, a los pastos celestiales. El es la Puerta del aprisco que es la Iglesia católica, donde no hay sino un solo Pastor Supremo, el PAPA, guardián de corde- ros y ovejas, de Sacerdotes y fieles, que forman el único rebaño de Cristo. No faltarán en su redil los lobos carniceros, los chacales y los mercenarios, pero las buenas ovejas conocen la voz del Pastor y no se dejan engañar, ni dispersar, ni matar. El Buen Pastor, cuando una oveja se ha disgregado del re- baño, deja a las otras en el aprisco y corre en busca de la perdida, camina presuroso, por montes y valles y regresa con la ovejita en sus hombros, los pies sangrantes por los cardos y espinas que ha pisado, pero el corazón gozoso. -Jesucristo es el BUEN PASTOR.

v/V

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-LXIX- PROFETA Y TAUMATURGO

i Jesucristo vino a la tierra con una misión pu- ramente espiritual. Además de ser el Redentor de las almas fué el renovador religioso y restaurador de la gloria de Dios. Es el Rey mesiánico, pero su reino es ultraterreno; su revolución es de orden moral. Los principales signos de su misión son las profecías y los milagros.

Como Profeta, Jesús penetró los secretos del porvenir. Tuvo el don de escudriñar los pensamien- tos y los secretos de los hombres- Los Evangelis- tas dicen terminantemente del Señor: "Conocía los pensamientos de sus enemigos". "Jesús no se fiaba de ellos porque sabía sus adentros y conocía ínti- mamente a todos". ( Jesús no se fiaba de ellos por- que sabía sus adentros y conocía íntimamente a todos" fLuc. vi-6 a 12 y Jn. 11-24).

Predijo su Pasión y Resurrección, "El Hijo del Hombre, dice Jesús refiriéndose a mismo, será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas y ancianos, que le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles. Y le escarnecerán, y le escupirán, y le azotarán, y le quitarán la vida, pero al tercer día resucitará". (Marc. X-33 y 34,).

En Betania, predice su sepultura próxima. (Marc. X1V-8). En la Cena anuncia la dispersión de los apóstoles, la negación de Pedro, la traición de Judas. fMarc. X1V-27-30-18J.

Las profecías de Jesús acerca de su obra, la

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Redención y la Iglesia, son indiscutibles y claras a través de las parábolas del GRANO DE MOS- TAZA, LA LEVADURA, LA RED. (Mat. XI 1 1-31- 33-43). A Pedro constituido fundamento de la Igle- sia, le dice: "Edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella. "(Mat. XVl-18^)

Cristo profetizó, en un largo discurso, la suer- te final del pueblo escogido, primero, y después, de todo el mundo. (Mat. Cap. XXIV/ La primera profecía se cumplió al pié de la letra y de la se- gunda han comenzado a cumplirse las predicciones preparatorias.

Dice un Autor: "Cristo predijo con seguridad el curso imprevisible de su carrera que terminó en el Calvario; predijo su resurrección; predijo el desa- rrollo de su obra y la instauración del reino de Dios; predijo la suerte del pueblo judío y el fin del mundo; predijo el advenimiento glorioso del Hijo del hombre para juzgara la humanidad y traer- le la felicidad definitiva.

Es el Profeta, no de una época, sino de todo el tiempo; no de un pueblo, sino de todo el mun- do; no de una causa particular, sino del destino de toda la humanidad. Es el Profeta por excelencia''.

Como TAUMATURGO, Jesucristo es admira- ble. Hizo tántos y tan variados milagros que son las pruebas suficientes de su divinidad.

No perteneciendo a este libro el estudio cien- tífico de cada milagro, vamos a contentarnos con citar el número de los principales milagros narrados por los Evangelistas, como prueba fehaciente del

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poder de Jesús y de su merecido título de tauma- turgo por excelencia.

Conversión del agua en vino en las bodas de Caná. (Jn. 11-1).

La pesca milagrosa. (Marc. 1-16).

Camina sobre las aguas del mar y sosiega las tempestades. (Mat. VI 1 1-23 X1 V-24J.

Doble multiplicación de los panes y peces (Mat. X1V-13-XV-32)

Curaciones a siete ciegos: al de Betsaida, al de nacimiento, a los dos de Jericó, al ciego y mu- do, a los dos del camino. (Marc. Vlll-22-Jn. IX- 1 Luc. XVI 11-35-38- Mat. XI 1-22-1X-27).

Curaciones a once leprosos. (Luc. V-12-XV1 1-1 \)

Al sordo y mudo. (Marc. Vil 31

A dos paralíticos: al de Cafarnaún y al de la piscina. (Mat. IX- 1-Jn-V-l).

Al siervo del Centurión. (Luc. V11-1J.

Al hombre de la mano seca y a la mujer en- corvada. (Marc. 111-1-Luc. X11M0J

Al hijo del Régulo. (Jn. W-46)

A la suegra de San Pedro. (Marc. 1-29).

A la mujer de los flujos de sangre y al hidró- pico. (Mat. 1X^20 Luc. X1V-1).

Curaciones a siete endemoniados; al de Ca- farnaún (Marc. 1-21), a los dos Gerasenos, (Mat. VI 11-28;, al ciego y mudo, (Mat XI 1-22), al niño del demonio lunático (Marc. lX-13j, al mudo (Luc. Xl-14), al de la hija de la cananea. (Marc. VI 1-24,)

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Tres resurrecciones: al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo, al amigo Lázaro. (Luc. Vll-ll-Vlll 49-Jn. Xl-38;.

Milagros en masa, es decir a granel, en un mismo día y a varios enfermos de toda clase de dolencias. Al respecto de estos milagros dicen ios Evangelistas: "Todos los que tenían enfermos se los traían y Jesús curaba a todos". (Luc. 1V-40J. "Siguió a Jesús gran muchedumbre de enfermos y los curó". (Mat. XIX-2J. "Jesús lanzaba muchos de- monios y ungía a muchos enfermos con óleo, y los sanaba". (Marc. Vl-13j. "Iba Jesús predicando por toda la Galilea, curando a los enfermos y expelía a los demonios". (Marc. 1-39/

Haciendo un cómputo general de estas curacio- nes, resulta que los agraciados con milagros son centenares de miles personas. San Juan como que sintetiza la acción milagrosa de Jesucristo, al decir: "Muchos otros milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos. Los narra- dos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis en su nombre.". (Jn. XX-30).

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-LXX -LUZ-CAMINO-VERDAD-VIDA

¿Jesucristo dijo: "Yo soy la LUZ del mundo. Yo soy el CAMINO, la VERDAD y la VIDA". fJuan V111-12-X1V-6J.

La luz solar es para la tierra parte de su vida. Cuando el astro rey desciende al ocaso, viene la penumbra precursora de la noche, de las tinie- blas, del descanso, de la inmovilidad, del sueño que es imagen de la muerte. Sin la luz, el hombre no trabaja, el animal se esconde en su guarida, las a- ves se refugian en sus nidos, las plantas recogen su follaje y se adormecen. El que camina sin luz, está en peligro de tropezar y caer. La luz es vida; por eso la ciencia ha buscado la manera de sustituir en la noche la luz del día.

Jesús estaba en el Gazofilacio del Templo de Jerusalén asistiendo a la fiesta de los Tabernáculos. Era de noche y el atrio estaba iluminado con el aceite que ardía en los enormes candelabros de plata. La ciudad santa lucía también abundante iluminación.

Esta luz de la fiesta era el símbolo del Me- sías esperado como Luz esplendorosa para disipar las tinieblas y las sombras de la muerte. La oca- sión era admirable, había mucha gente, entonces Jesús dijo: uYo soy la LUZ del mundo; el que me sigue no caminará en tinieblas, sino tendrá luz de vida". (Jn. V111-12J. -En medio del pueblo estaba ya la luz. Se cumplía la profecía de Isaías: "Las gen-

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tes que andaban en tinieblas vieron una gran luz; a los que habitaban en la región de la muerte, les apareció la luz". (Is. 49- \). -Jesucristo es la Luz del mundo, conforme dice San Juan: "El precursor vi- no como testigo, para dar testimonio acerca de la luz, a fin de que todos creyesen por el. El no era la luz, sino para dar testimonio acerca de la luz. La verdadera luz, la que alumbra a todo hombre, es- taba en el mundo, pero el mundo no le conoció...." (Jn. \-7). Jesucristo es LUZ del mundo por su doc- trina, por su ejemplo.

"En El era la VIDA y la vida era la luz de los hombres" sigue diciendo el Evangelista, para en- señarnos que la vida es luz y que JESUS además de ser luz es también VIDA.

El Señor de la vida es Cristo: "Así como el Padre resucita los muertos y da la vida, así tam- bién el Hijo da la vida a los que quiere", dijo el mismo Jesús. fJn. V-21). -"En verdad en verdad os digo que quien oye mi palabra y cree en Mí, como enviado del Padre, tiene VIDA eterna; ha pasado de la muerte a la VIDA". (Jn. V-24J.

Tres valores se aprecian singularmente en el mundo: los valores prácticos, es decir todo lo útil y provechoso, todo lo que conduce al ideal, a la meta, al fin. Los caminos morales que cruzamos en la vida, apreciamos como valores prácticos porque nos llevan a la felicidad que buscamos.

Los valores científicos de la verdad y de los co- nocimientos especulativos.

Los valores vitales de la belleza, del amor. Es decir todo aquello que ilumina nuestro espíritu lie-

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gando a la inteligencia, haciendo luz en las tinie- blas, disipando las sombras de la ignorancia y del error; todo aquello que es principio de vida, que es energía, que es movimiento. Estos tres valores reúne y compendia Jesucristo en su persona divi- na y humana al mismo tiempo y es por eso "el ca- mino, la verdad y la vida". -Quien no sigue a Je- sús está extraviado del verdadero camino; desviado; jamás puede llegar al fin propuesto; el que no aca- ta las enseñanzas evangélicas está engañado; su inteligencia no posee la verdad, sino el error; quien no es verdadero discípulo de Cristo está en peli- gro de muerte porque en su alma se va extinguien- do el principio vital cristiano.

Jesús es camino, es verdad, es vida, pero so- bre todo es luz que ilumina el camino, que prende la chispa de la verdad en la inteligencia, que vivi- fica la existencia. Es luz de verdad para el enten- dimiento, luz de santidad para la voluntad, luz de vida para el corazón; sin Jesús sólo se encuentran tinieblas de error, sombras de muerte y desventura en el camino.

"Yo soy la resurrección y la vida: quien cree en Mí, aún cuando se muera, vivirá; y todo el que vive y cree en Mi, no morirá eternamente" fJuan. X1-25J. Solamente Jesucristo pudo hablar de esta manera. Pero sus metáforas son realidad y sus pa- radojas son verdad. El ha venido para dar vida a la humanidad y la vida que El da es abundante, es eterna, como su luz, como la verdad; El es el único camino que conduce al Padre celestial (Jn. 111-16).

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-LXXI- ENSEÑANZAS

J^-o vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley; Yo he venido a hacerla cumplir....'' fMat. W-\7) dijo Jesús al concluir el sermón de las Bienaventu- ranzas, ante un numeroso auditorio que se mante- nía perplejo sin comprender una doctrina tan nueva y tan rara. Como el Maestro siguió hablando, no pudieron pedirle explicaciones y pasaron todos los oyentes a considerar otro asunto de suma importan- cia cual era lo relacionado con la ley divina y humana.

Los israelitas conocían el Decálogo promulga- do por Jehová en el Sinaí y entregado en dos ta- blas a Moisés, quien codificó la otra ley disciplina- ria y ritual, para el pueblo escogido, de tal mane- ra que Jesús al hablar repetidas veces de la Ley, se refería a ambas, a la divina y a la humana; la una era invariable y la otra estaba sujeta a modi- ficaciones. La Ley divina es de todos los tiempos y para todos los pueblos y obliga a todos los hom- bres, mientras que la ley mosaica fué iegislada pa- ra gobernar al pueblo hebreo y tuvo carácter tran- sitorio. Jesús derogó esta ley humana, pero no quiso abolir sino perfeccionar y hacer cumplir la ley divina, por eso dijo: "si vuestra justicia no fue- re mayor que la de los escribas y fariseos, no en- traréis en el reino de los cielos", (Mat. V-20) o, lo que es lo mismo: si os contentáis con el cum- plimiento de la ley mosaica únicamente, sois fariseos, no estáis justificados y no podréis salvaros. "Pue-

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den pasar el cielo y la tierra, pero los Mandamien- tos del Decálogo deben cumplirse a la letra y quien violare uno de ellos será descontado del reino ce- lestial; mas quien los observa y enseña a observar será grande en el reino de Dios". (Mat. V-18)

Oísteis que fué dicho a los antepasados: NO MATARAS - .; mas Yo os digo: no os encolericéis con vuestro hermano, no le tengáis ojeriza, ni le insultéis en ninguna forma ... Mas aún, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí te acuer- das que estás enojado con tu prójimo, deja tu o- frenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu adversario ..." fMat. V-21 a 25).

Por este orden sigue Jesús explicando el ver- dadero sentido y la extensión de cada uno de los Mandamientos de la Ley de Dios que no ha veni- do abolirlos, sino hacerlos cumplir.

Todavía más, para gravar el decálogo en la men- te y en el corazón de su auditorio, Jesús reduce los diez a dos; toda la Ley a pocas palabras. De- cían las dos tablas: 19 No tendrás otros dioses fue- ra de Mí. No harás obra de escultura, ni figura al- guna para adorarla.- 2o No tomarás el nombre del Señor tu Dios, en vano- 39 Acuérdate de santi- ficar el día sábado.- 49 Honra a tu padre y a tu ma- dre- 59 No matarás.- 69 No cometerás adulterio. - 79 No hurtarás.- 89 No levantarás contra tu próji- mo falso testimonio.- 99 No desearás la mujer de tu prójimo.- 109 No codiciarás los bienes ajenos. (Exodo XX-1 a 17;.

Jesucristo dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu

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mente. Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo t es semejante: Amarás a tu prójimo como a mismo. De estos dos mandamientos pen- de toda la ley", f Mat. XX11-37).

"Y ¿quién es mi prójimo? preguntó el doctor de la Ley ai Maestro divino, que, sereno y bonda- doso, contestó con una parábola delicada: "Un hom- bre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en ma- nos de ladro nes, que le despojaron, le hirieron, y dejándole medio muerto, huyeron.- Sucedió que un sacerdote bajaba por el mismo camino, y le vió, pero pasó d largo. Pasó también un levita y vien- do al herid siguió su camino. Pasó un samarita- no, vió al hombre desnudo y medio muerto, se com- padeció, vendó sus heridas, le montó en su jumen- to y le llevó al mesón próximo donde le cuidó con esmero y pagó al mesonero para que le siguie- ra atendiendo hasta su completa mejoría".

Cuál de estos tres, preguntó Jesús al doctor,

te parece que cumplió la ley del amor al prójimo?

Como era lógico, la contestación fué acertada; el buen samaritano.

Pues, Jesucristo vino a perfeccionarla Ley del Decálogo y a enseñarnos cómo hemos de amar a Dios y quién es nuestro prójimo, que no es sola- mente el pariente, el amigo, el paisano sino toda persona, noble o plebeya, rica o pobre, blanca, ne- gra o india, cristiana o infiel, de cualquiera reli- gión o tendencia política, a quien estamos obliga- dos a favorecer en sus necesidades. Debemos ser samaritanos en el camino de la vida y no cristianos que para hacer un servicio, primero averiguan si el

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que pide es gente de importancia y nada hacen si- no por intereses preconcebidos. Si el herido de la parábola hubiera sido un rico, el levita se habría empeñado en atenderle.... Cuántas veces en las mismas casas de beneficencia se ven las chocantes preferencias y distinciones entre prójimo y próji- mo, partiendo de líneas terrenas, nada evangélicas. Hasta en lo religioso se olvida a veces esta pará- bola; por algo Jesucristo diría que pasó el sacer- dote sin hacer caso al hombre pobre y medio muerto. (Luc. X-30)

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-LXXII- EL SERMON DEL MONTE

^paróse Jesús en un sitio campestre, dice San Lucas, y con El la turba de los discípulos y una copiosa muchedumbre de plebe venida de Galilea y Decápolis y de toda la Judea y de Jerusalén y de la otra parte del Jordán y de la costa y de Tiro y Sidón.... y abriendo sus labios comenzó a en- señarles, diciendo: Bienaventurados los pobres...., los que lloran...., los mansos...., los que tienen hambre y sed de justicia...., bienaventurados los misericor- diosos-. .., los castos...., los pacíficos--, los que pa- decen persecución por la buena causa...., porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mat. V-2J (Luc.Vl-17)

Muy cerca de Cafarnaún, en un sitio que es monte y campo a la vez, se muestra el lugar que seguramente ocupó el Maestro para predicar el ser- món de las Bienaventuranzas. La fama de Jesús había crecido extraordinariamente y le seguían gen- tes de todas partes-

El auditorio pertenecía a la clase popular. La multitud era de campesinos, obreros, gente pobre y sancilla, que seguía al Maestro para conseguir un milagro. Los milagros se hicieron a granel en esta ocasión; toda la multitud se afanaba por tocar a Jesús, porque de El salía virtud que sanaba a todos". (Luc. Vl-19).

Curando a los enfermos y librando a los en- demoniados preparó Cristo el alma de sus oyentes para decirles que no ha venido a libertarles de la pobreza, de las injusticias, del hambre, de los sufri-

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mientos, de las persecuciones. No solamente no quedarán libres de estos males, sino que Jesús les"* dice con aplomo inusitado: "Dichosos los que sois pobres, porque es vuestro el reino de Dios. Dicho- sos los que estáis hambrientos, porque os hartaréis- Dichosos los que ahora lloráis, porque mañana reiréis. Dichosos sois cuando ios hombres os odiaren, os excluyeren, os insultaren y proscribieren vuestro nombre, como pernicioso, por causa de Dios; ale- graos y brincad de gozo, porque vuestra recompen- sa es grande en el Cielo". (Luc. Vl-20).

Doctrina admirable, pero rara; celestial pero incomprensible. El mundo anda buscando la felici- dad cabalmente en las riquezas, en los honores, en los placeres, y Jesucristo dice lo contrario. Hace veinte siglos fueron proclamadas las Bienaventuran- zas y desde ese día, miles de millones de hombres y mujeres han 'ajustado su vida a esa norma de con- ducta y han logrado ser dichosos. Gracias al inmor- tal discurso del Maestro son felices los que el mun- do cree desgraciados y son dignos de compasión los que ríen, los ricos, los impuros, los glotones. El mundo odia, insulta, excluye y proscribe a todo lo bueno y aplaude a todo lo malo, cabalmente, porque debe cumplirse el sermón del monte.

Bienaventurados los POBRES, dijo Jesucristo; es decir dichosos los que están privados de los bienes materiales de este mundo y llevan con re- signación la pobreza con sus consecuencias, sin envidias, ni odios a los ricos. Bienaventurados tam- bién los que poseen bienes de fortuna, pero que no * tienen su corazón pegado a las riquezas, que se

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sirven de ellas para hacer el bien, para enjugar lágrimas y socorrer necesidades.

Bienaventurados los MANSOS.... Con estas pa- labras afirma Jesús que el triunfo en todo orden de cosas no está reservado a los poderosos y a los más fuertes, sino a los que practican la mansedum- bre cristiana, a los verdaderos discípulos del Maes- tro que dijo: "Aprended de que soy manso y humilde de corazón". (Mat Xl-29)

Bienaventurados los que LLORAN, es decir los que saben sobrellevar los trabajos de la vida con resignación y alegría; los que toman la cruz para seguir a Cristo; los que entienden prácticamente lo que dijo Jesús: "No puede ser el discípulo más que el Maestro-. "(Mat. X-24J.

Bienaventurados los que ANHELAN la JUS- TICIA; los que tienen hambre y sed de que en el mundo reine la paz que es obra de la justicia so- cial, pero no la paz de los sepulcros que es gue- rra de gusanos, sino la paz que es fruto de la bue- na voluntad, conforme al cantar angélico. (Luc. 1 1-14)

Bienaventurados los MISERICORDIOSOS, los que practican la caridad, el amor al prójimo en las obras de misericordia espirituales y corporales; los que cumplen con el mandamiento divino: "amaos los unos a los otros", sin distinción de personas; los que hacen el bien "sin que sepa la mano izquier- da lo que hace la derecha". ("Mat. W\-3)

Dichosos los LIMPIOS de CORAZON, es de- cir los inmaculados, los sencillos, los que no tienen dobleces en el alma, los que no escandalizan, los ni- ños o los que se asemejan a ellos.

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Bienaventurados los pacíficos y los que pade- cen persecución por la buena causa. Los unos bus- can la paz que dejó Cristo en la tierra, cuando dijo: Mi paz os dejo, mi paz os doy, pero no como da el mundo... (Jn. X1V-27); los otros, por que son del mundo, persiguen a los justos, a los que han puesto su ideal en el Cielo.

El sermón del monte es el compendio de toda la vida humana según la voluntad divina.

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LXXIII LAS MALAVENTURANZAS

ormando contraste con las Bienaventuranzas,

profirió Jesús las siguientes conminaciones: ¡uAy de vosotros, los ricos, porque gozáis ya de vuestra ventura! ¡Ay de vosotros, los que estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros, los que ahora reís, porque lloraréis! ¡Ay de vosotros, cuan- do os alaban todos, porque así se hace con los falsos profetas"! fLuc. Vl-20).

Malaventurados son, pues, según Jesucristo, los que el mundo proclama bienaventurados. "¡Dichosos vosotros! y ¡Ay de vosotros!" son las exclamaciones del Maestro para dividir a los hombres en felices y desgraciados, según su doctrina.

Al respecto dice Papini: "Los ricos, los sober- bios, los injustos, los que ríen, los peleadores, los satisfechos de mismos, los que persiguen y ul- trajan.... no podrán entrar en el reino de los cie- los. No podrán entrar mientras ellos también no sean vencidos y cambiados, hechos lo contrario de lo que son ahora.... Los que parecen felices según el mundo, aquellos a quienes el mundo envidia, imita y admira, están infinitamente más lejos de la efectiva felicidad, que los otros, a quienes el mun- do desprecia y detesta ..." Glosando la última Bie- naventuranza, prosigue: "Los malos no se conten- tarán con condenaros a vosotros los buenos porque queréis convertir a las bestias en santos. Los hom- bres-bestias, tendidos a la bartola en la podredum- bre hedionda de la animalidad, no quieren dejarla

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por ningún motivo. Para vengarse de vosotros los santos, no se contentarán con torturar vuestro cuer- po; tocarán también vuestra alma: os acusarán de toda clase de torpezas, os lapidarán con vituperios y contumelias. Los puercos dirán que sois sucios; los asnos jurarán que sois ignorantes; los cuervos os acusarán de comer las carroñas; los cabrones os dejarán como hediondos; los disolutos gritarán es- candalizados de vuestra lujuria; los ladrones os de- nunciarán por hurto.... Pero vosotros los buenos de- béis alegraros cada vez más, porque el insulto de - los malos es la consagración de vuestra bondad y el fango que os arrojan los impuros es la prenda de vuestra pureza...." fPapini, " Historia de Cristo").

Las malaventuranzas proclamadas por Jesucris- to, se explican por su deseo vehemente de que los ricos, los poderosos, los felices compartieran su felicidad, su fortuna, su hartura con los pobres, con los desheredados, con los desgraciados, a quie- nes llama Jesús "sus hermanos." (Mat. XXV-40J.

Cristo amó a los hombres y quiso que los hombres se amasen mutuamente, pero con amor de obras, como hizo El mismo. El acto fundamen- tal de su amor a la humanidad, fué la compasión de sus sufrimientos, pero la compasión práctica que es sufrir con el doliente. Su amor a los hom- bres no es pura doctrina, es una vida que padece con los pacientes. No se contenta con examinar la miseria humana, sino que El mismo se pone en contacto con esa miseria, para aliviarla. Como bien dice Karladam: "Jesús supo entremezclar íntima y personalmente su vida con la vida de los pobres, de los tristes, de los despreciados hasta considerar

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como hecho a mismo todo lo que hicieren los hombres con los infelices".

Jesucristo no puede decir NO, cuando el dolor le pide un remedio, sea quien quiera el solicitante, aunque sea una persona pagana, como la sirofenisa a quien favoreció con un milagro. fMarc. VI 1-26/ No puede dejar de curar a los enfermos, aun cuan- do se expone a la acusación de quebrantador del sábado, como hizo con el ciego, con la mujer cor- covada, con el hidrópico y el paralítico. (Jn. V-10- Luc. XI 11-10 XIV-2J. No hace caso de los escán- dalos farisaicos y es amigo de publícanos y peca- dores, para hacer el bien. fMarc. 11- \6).

Para Jesucristo el "prójimo" es el que yace en la miseria y en el sufrimiento. (Luc. X-27j.

Es el Redentor no sólo de los pecadores, sino también de los que sufren las miserias terrenas. Es el Cordero de Dios que quita los pecados de las almas y el Servidor que cura a los enfermos, da de comer a los hambrientos y lava los pies a los discípulos y al enemigo. (Jn. 1-29-X1 1 1-12).

"Ejemplo os he dado, dice Jesús, para que pen- sando lo que Yo he hecho, así lo hagáis vosotros" (Jn. XI 11-15/ -Quiere el Señor que los ricos, los poderosos, los felices amen prácticamente a sus pró- jimos desgraciados para dejar de ser malaventu- rados. -"Sed misericordiosos, repite Jesús, como lo es vuestro Padre que está en los Cielos" fLuc-VI-36,)

"Inútilmente quiere desatenderse y desoírse el acento netamente popular de las Bienaventuranzas y violentar el sentido obvio del texto para darle

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una interpretación moral, dice el Autor antes cita- do; como aquellas son para los que sufren por Dios, las malaventuranzas fueron dichas para los malos ricos, porque las riquezas tienen el peligro de colmar el corazón humano hasta el punto de arrancarle todo gusto para los bienes del cielo".

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-L5QCIV- MARIA MAGDALENA

^alió Jesús de Nain y se encaminó a Cafar- naún. Tenía que pasar por Mágdala y aquí se que- | porque fué invitado a un banquete- Mágdala era en tiempos de Jesús la ciudad de las delicias. Re- costada al pie del monte, acariciada por el lago, entre jardines y arroyuelos, besada por el sol de Oriente, era la ciudad de la alegría y del placer. Precioso rincón de Galilea, digno de mejor suerte, se convirtió en la villa de las prostitutas.

Entre las mujeres de mal vivir, moraba allí "la pecadora" que dice el Evangelista y que no hay duda que es MARIA, !a hermana de Lázaro.

Un fariseo llamado Simón, que tenía su quin- ta de recreo en Mágdala, convidó al Rabí a comer con él. Tal vez tenía que pagar algún milagro que recibió del Señor, o quería conocerle de cerca y entablar amistad con el Maestro que tanta po- pu aridad se ha~>ía conquistado; en todo caso, Jesús aceptó la invitación porque en casa de un fariseo tenia que salvar un alma.

El fariseo, por respeto humano, no cumplió con las ceremonias usadas en las recepciones orienta- les, en las cuales al convidado se le lavan los pies, se le unge la cabeza con perfumes y se le recibe con el saludo del beso de paz. Fríamente se reci- bió a Jesús y sin preparativos se comenzó la co- mida. No cabe duda que mientras se servía el ban- quete había gente curiosa que aprovechó la oca-

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sión para conocer al famoso predicador y tauma- turgo de Nazaret.

La tensión de reserva que había en la casa de Simón entre los convidados, se cambió en asom- bro, por un suceso imprevisto." Presentóse en la sala del festín, con un vaso de ungüento aromáti- co, una mujer conocida en Mágdala por su mala vida y se postró a los pies del Maestro; se desató en lágrimas que abundantes salían de sus ojos y caían en los pies de Jesús; desató su hermosa ca- bellera y secó con ella los pies divinos, ungiéndo- los con el bálsamo.

Hay que notar que todo esto se pudo hacer cómodamente porque entonces se comía recostados hacia la mesa en unos lechos que dejaban los pies afuera.

Todos estaban sobrecogidos y callaban.

Simón miró a la mujer con malos ojos, esa mirada de indignación se clavó en el Maestro. Le consideraba como profeta, pero, por lo visto, no te- nía visión sobrenatural; si no, no se hubiera deja- do ungir por una pecadora pública.

Jesús conoció el pensamiento del fariseo y dijo con toda delicadeza: "Simón, tengo que decirte una cosa" "Di, Maestro", fué la contestación. Prosiguió Jesús: "Un prestamista tenía dos deudores. Uno le debía 500 monedas y otro 50. Como ambos eran pobres les perdonó la deuda. ¿Cuál de los dos de- be tener mayor gratitud?" -Contestó Simón: "na- turalmente, aquel a quién se le perdonó más" "Juzgas bien", dijo Jesús, y siguió hablando: "¿Ves esta mu-

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jer? -Pues, bien, he entrado en tu casa y no has lavado mis pies, mientras que ella los ha regado con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabe- llos. Vine a tu casa y no me diste el ósculo de paz, pero ella ha besado mis pies; tú, no has un- gido mi cabeza y ella lo ha hecho con bálsamo oloroso. Por lo cual, se le perdonan sus muchos pecados, porque ha amado mucho; al que ama me- nos, menos *se le perdona". Y volviéndose a la pe- cadora, le dijo: "Estás perdonada de tus pecados. Vete en paz; tu fe te ha salvado". (Luc. Vi 1-36 ).

Dulcísima historia en la que se retratan dos corazones: el del pecador arrepentido y el de Dios misericordioso.

María Magdalena se retiró de los pies del Se- ñor, purificada y cambiada en santa penitente. Ja- más olvidó la benevolencia del Maestro. -Le había perdonado mucho y estaba obligada a seguirle, a- ■mando muchísimo. Este amor agradecido le mani- festó en la cena de Betania, siguiendo a su bene- factor hasta el Calvario y buscándole en el sepulcro.

Desde este día de perdón, María Magdalena sacrificará todo, en aras del amor a Jesucristo. Dió un adiós eterno al mundo y su único placer será estar a los pies del Maestro, dejando a su herma- na que se preocupe de los asuntos materiales, pues ella ha escogido la mejor parte. (Luc. X-39j

EL VERDADbRO JESUCRISTO

-LXXV- EN BETANIA

Piaría Magdalena, la pecadora, que entró en la casa de Simón, el fariseo, con sincera peniten- cia en el alma, desteñido el rostro y modestos los ojos que otras veces atraían con miradas lascivas y maquillaje de artista. María que vertió a los pies de Jesús sinceras lágrimas de arrepentimiento y los enjugó con esa cabellera hermosa, con la que mu- chas veces cogió en las redes del pecado a mu- chos incautos. La pecadora, que ungió con perfu- mes los pies divinos, gastando los preciosos ungüen- tos que otras veces le servían para ataviarse y ba- ñar su cuerpo voluptuoso. MAGDALENA, la santa, porque santificada quedó por la FE, por el AMOR, por el PERDON de parte de quien como Dios quitó las manchas de su alma y dió paz a su espí- ritu, esta mujer se presentó otra vez en una co- mida a la que asistía Jesús como invitado de otro Simón, llamado el leproso.

Este simón debía haber sido antes leproso y el Señor le había curado. Seguramente como recono- cimiento y para pagar una deuda de gratitud, convidó Simón^ a Jesús a su casa y le ofreció una comida. Esta ocasión aprovechó María para manifestar tam- bién su amor y gratitud al que le perdonó sus grandes pecados.

Cuando Jesús estaba recostado a la mesa, en- tró Magdalena con un vaso lleno de bálsamo de nardos, y lo derramó en la cabeza del Maestro. Este ungimiento no era cosa rara; en las clases

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altas de la sociedad se acostumbraba que la dueña de casa derramara esencias de flores sobre la ca- beza y en los vestidos del huésped de honor. -Esto hizo María.

Entre los que vieron esta escena estaba Judas, a quién, como nos cuenta el Evangelio, no le gustó esta deferencia al Maestro y dijo: "¿A qué ese de- rroche del ungüento? -¿Por qué no se ha vendido y el dinero emplearlo en los pobres?"

Jesús oyendo esto, dijo: "María ha hecho una buena obra conmigo. Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, y cuando queráis les po- dréis hacer bien. Pero a no me tendréis siem- pre. Ella se ha adelantado a ungir mi cuerpo para el día de mi sepultura; me ha preparado para mi entierro. En verdad os digo que donde quiera que se predique este Evangelio por todo el mundo, se referirá también lo que esta ha hecho, para recuerdo de ella".

María y Judas estaban dominados por el mis- mo pensamiento de la cercana muerte de Jesús. María le amaba y quería dar cuanto podía a su Señor. Judas quería robar lo más posible antes de vender a su Maestro. (Jn. XI 1- 1-Mat. XXV1-6- Marc. X1V-3).

El Evangelista narra así: "Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania, donde había muer- to Lázaro, a quien Jesús resucitó. Y obsequiáronle allí con un banquete. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban sentados con El a la mesa. María, tomando un vaso de alabastro que contenía una libra de ungüento de nardo puro de gran pre-

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ció, y quebrado el vaso, lo derramó sobre la cabe- za de Jesús, que estaba a la mesa, le ungió los pies y se los enjugó con sus cabellos. La casa que- dó impregnada con la fragancia del bálsamo. Judas el Iscariote, uno de sus discípulos, el que había de entregarlo, dijo: "¿Por qué no se vendió este un- güento en trecientos denarios, y se dió para los pobres"? -No dijo Qsto porque se cuidase de los pobres, sino porque era ladrón; y como el tenía ta bolsa, sustraía lo que se echaba en ella. Mas Jesús dijo: "Déjala, que para el día de mi sepultura lo guar- daba. Porque a los pobres los tenéis siempre con vo- sotros, mas a no siempre me tendréis".

Entre tanto una gran multitud de Judíos su- pieron que El estaba allí, y vinieron, no por Jesús solo, sino también para ver a Lázaro, a quien El había resucitado de entre los muertos. Entonces los sumos sacerdotes tomaron la resolución de matar también a Lázaro, porque muchos judíos, a causa de él, creían en Jesús...." fJn. XI 1-1 a \r).

¡Dichosa Magdalena que de esta suerte se in- corporó al Evangelio!, según tV¿isf de Cristo. Su nombre será leído con reverencia y coi ti i ración junto al de Jesús.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROAflO

-LXXVI- MARTA Y MARIA

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n Betania estaba situada la casa de una fa- milia amiga de Jesús; era una residencia tranquila que venía bien para un retiro espiritual y para un descanso corporal; el Señor aprovechaba cíe e^a mansión y de las atenciones que le presta >a es hogar, para poner un paréntesis a las fatiga apos- tólicas.

La Betania del tiempo de Jesús estaba u poquito más al sudoeste del pueblo actual llami Lazariyeh, donde se muestra el lugar de la c; teatro de la encantadora escena cuyas prota^oñi^i s fueron las hermanas Marta y María. -En s< de dicha casa se edificó una Iglesia \ ur mor terio, en el año 1134. Actualmente no qu> ruinas que señalan el sitio donde se lev. casa solariega de la familia de Betania-

En el pasaje evangélico que nos ocup do por San Lucas (X-38J, se nota que < principal de Jesús no era esta vez ir a como lo fué cuando vino por la muerte de áza ; esta ocasión se dirigía el Señor a Jerusalen para la fiesta de las Encenias, pero como teñí.; Mue pa sar por Betania, quiso visitar a la buen; familia de Lázaro. Llamó Jesús a la puerta de la estancia y salió Marta a encontrar al divino huts ed; des pués se presentó María y saludó al Maestro con el cariño sincero y respetuoso de siempre; vino Lázaro y se completó el cuadro con matices de ingenua confianza y santo gozo.

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Después de los saludos y atenciones delicadas del primer momento, Marta se retiró a las ocupa- ciones domésticas. Terminado el arreglo de la casa, estaba preocupada en preparar la comida para el Señor y sus acompañantes; andaba muy activa y atareada con mil ocupaciones.

María, se quedó con Jesús y ansiosa de oír los comentarios que hacían los Apóstoles acerca de las preguntas que hizo el doctor de la Ley y que culminaron con la parábola del Buen Samaritano (Luc. X-25-30j, sentóse a los pies del Maestro. Allí estaba tranquila esperando oír una vez más la dul- ce voz de Jesús en la explicación del Evangelio.

En estas circunstancias aparece Marta y pre^ senta una queja. Reclama al Huésped la ayuda de su hermana; no es posible que la deje tan sola en la preparación de la comida y que mientras ella es- taba tan atareada, María estuviese sosegada escu- chando las pláticas. El Señor oyó la queja, se son- rió, cruzó miradas con ambas hermanas y dijo a la quejumbrosa: "Marta, Marta, muy afanosa estás y te preocupas' cte muchísimas cosas. Pues bien, no es necesaria sino una sola. María ha escogido la mejor parte, está haciendo lo principal y nadie le interrumpirá". Las palabras de Jesús revisten cier- to carácter de polémica; son la defensa de María contra el reproche de Marta:

Al respecto hay una glosa de Monseñor Goná, que la reproduzco para terminar este capítulo, es sublime en ideas y de actualidad práctica. Dice así: "Es este un delicioso episodio que junto con el de la resurrección de Lázaro, hace muy simpática

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para todo corazón cristiano, la pequeña ciudad que se asentaba en la pendiente oriental del olívete, la Betania del Evangelio.

¡Qué ambiente de paz y de santo gozo se res- piraba en aquella casita de Lázaro y de sus dos hermanas! -Allí encontraba Jesús, en el seno de una íntima e ingenua confianza, el descanso de las hos- tilidades y malevolencias de sus enemigos. ¡Cómo es dulce contemplar al Maestro sentado en el limpio atrio de la casa, María a sus pies y Marta prepa- rando solícita la mesa para el divino Huésped! Las dos hermanas son el símbolo viviente de las dos vidas, activa y contemplativa. Tal simbolismo es legítimo y apropiado, pero no parece legítimo con- cluir del relato evangélico que Jesús quiso dar a entender con sus palabras la superioridad de la vida contemplativa sobre la activa. Su primera fra- se: "Una sola cosa es necesaria" tiene un alcance general; pero la otra: "María escogió la mejor par- te", es de carácter particular, se limita al caso pre- sente. Jesús no reprende a Marta, sólo señala di- ferencia de ministerios. Hay vocaciones para ambos estados de vida. Que no digan los de vida contem- plativa que es más excelente su ocupación; ni di- gan los de vida activa que los otros no trabajan; los unos trabajan contemplando y los otros contem- plan trabajando. -Hay también instituciones religio- sas cuyo lema es unir la acción a la contemplación; hacen a la vez la obra de Marta y de María...."

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EL VERDADERO JESUCRISTO

-LXXVII- LAZARO

Cuenta el Evangelio que: -"Había uno que estaba enfermo, Lázaro, de Betania, la aldea de iVlaría y de Marta, sus hermanas....

María era aquella que ungió con sus perfumes al Señor y le enjugó los pies 2con sus cabellos. Su hermano LAZARO estaba, pues, enfermo ... Las hermanas le enviaron a decir: Señor, el que amas está enfermo—." (Jn. Xl-1 a 4)

Jesús estaba en el valle del Jordán, al lado de Perea, cuando recibió el mensaje de Betania acer- ca de la enfermedad de Lázaro. Seguramente la enfermedad fué repentina y grave, de tal manera que la muerte era segura, por la cual, las herma- nas, angustiadas, dieron noticias al Maestro, segu- ras de que El le curaría aún sin venir, pues sabían el cariño especial que tenía Jesús a su hermano y recordaban el milagro que hizo el Señor con el criado del Centurión.

El Maestro no se preocupó demasiado con la triste noticia y la contestación al mensajero fué consoladora; el enfermo no estaba tan mal como se creía; Jesús había dicho que no moriría. Esto había predicho el Señor para tranquilizar a los o- } entes, pero bien sabía El que Lázaro iba a mo- rir; en efecto, el mensajero no llegaba todavía a Betania cuando murió el enfermo.

Pasaron tres días, Jesús parecía tranquiló, pe- ro el cuarto día toma una decisión brusca y ter-

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minante: "Volvamos a Judea" dice a sus discípulos "¡Lázaro ha muerto!" -Emprendieron la marcha hacia Betania. Cruzan el Jordán, pasan por Jericó, suben la garganta que era al mismo tiempo cauce de torrente y camino, llegan a la altura de Tala- tedam; en el fondo estaba la ladera del huerto de los Olivos, en la que se recostaba Betania, como espiando a Jerusalén, que quedaba atrás.

La familia tenía su casa en las afueras de la ciudad y más al oeste estaba el sepulcro donde yacía el cadáver de Lázaro. Seguramente en el si- tio donde ahora está ubicada la pequeña Iglesia de los griegos ortodoxos se hallaba Jesús cuando le salió al encuentro Marta.

El Evangelio dice que "cuando llegó Jesús a Betania hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania distaba de Jerusalén como unos quince kilómetros; muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Marta, cuando oyó que venía Jesús, salió a recibirle, María se quedó en casa. Dijo Mar- ta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi her- mano no hubiese muerto.. .."fJn. Xl-17 a 22).

La casa de Betania estaba llena de parientes y amigos, que habían ido a acompañar al duelo. Las hermanas insistían ante Jesús repitiendo: "Señor, si hubieras estado aquí, nuestro hermano no hu- biese muerto", que equivalía a decir: "y ahora que estás aquí, puedes resucitar a nuestro hermano". Tenían presentes los varios casos milagrosos de resurrección efectuados por el Rabí de Galilea. Marta y María acompañaban su queja con abun-

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EL VERDADERO JESUCRISTO

dantes y conmovedoras lágrimas que hacían llorar a a los circunstantes y que conmovieron también al Señor hasta hacer que se cuajasen en sus divinos ojos dos grandes lágrimas. Así, conmovido y sollozando, se acerca Jesús al sepulcro para ponerse en contac- to con su amigo muerto. "Quitad la piedra", dice el Maestro, con toda autoridad y con voz que hace comprender la proximidad de un milagro.

Salta Marta a impedir la orden de Jesús, pues, el cadáver estaba en plena putrefacción y no con- venía que ni el Señor, ni los parientes y amigos tuvieran una impresión desagradable. Insiste Jesús en su mandato y se hace obedecer, porque ya las hermanas y los condoliontes han ce mprenaido que le va a resucitar. Levantada la piedra, el nauseabun- do olor se esparce, pero la espectación de algo extraordinario hace que nadie se mueva, ni se de- fienda contra la pestilencia.

Jesucristo levanta sus ojos al Cielo, ora a su Padre eterno, y dice: "Lázaro, ven afuera".

Obedeció la muerte y cedió su parte a la vida. Ante la admiración de muchos, el espanto de otros y los sollozos de júbilo de las hermanas, apareció un bulto blanco que se incorporaba. ' Salió el muer- to, ligados los brazos y las piernas con vendas y el rostro envuelto en un sudario". fJn. XI -44)

Todos quisieron correr, pero el Señor dijo: "desatadlo" y desatado de sus envolturas sepulcra- les apareció Lázaro vivo, besó la mano del amigo, adoró a Dios, estrechó los brazos de Marta y Ma- ría y junto con los testigos del milagro fué Lázaro el mejor pregonero de la divinidad de Cristo.

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-LXXVIII- PARABOLAS EVANGELICAS

aquí se sentó y reunióse en su derredor, tan gran- de muchedumbre de gente, que hubo de subir a una barca para enseñar. Mientras tanto, todo el pueblo permaneció en la ribera y J[esús les dijo mu- chas cosas por parábolas. fMat. XI 11-1).

Desde esta circunstancia que narra «el Evan- gelio, comienza el Maestro un sistema de enseñan- za distinto. Ya no es la predicación directa de la doctrina, sino la enseñanza indirecta, por medio de parábolas.

Parábola es una comparación, una imagen sen- cible. tomada del mundo natural para explicar al- guna doctrina sobrenatural, o hacerla más clara al auditorio. Los pueblos orientales, llenos de imagi- nación, gustaban de esta manera de aprender, ame- na y distraída. En el Antiguo Testamento se hace mucho uso de las parábolas; Jesucristo hizo lo mis- mo en la predicación de la Buena Nueva. Pasan de ciento las parábolas que encontramos en el Evangelio, que pueden clasificarse en tres grupos: las relativas al Reino de Dios, objetivamente conside- rado, las que se refieren a los sujetos que deben i formar parte de este Reino; las que tratan de la vida del Señor y de sus relaciones con su Iglesia.

Todas las parábolas encontramos en los sinóp- ticos; San Juan apenas tiene una que otra alegoría o indicación de parábola. El asunto de estas com-

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9.

alió Jesús y se dirigió a la orilla del lago,

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paraciones o semejanzas, lo toma el Maestro de la vida del campo, de la vida doméstica, del mar, de los 'sucesos más ordinarios y populares, de la vida social. El Señor debía enseñar al pueblo doc- trina celestial, pero nueva; para acomodarse a esa inteligencia ruda, nada más apropiado que el méto- do de semejanzas.

La primera parábola que Jesús propuso fué la del SEMBRADOR. -"Un día salió un sembrador a sembrar su semilla...." (Luc. VI 11-4,). El cuadro es maravilloso: el invierno ha comenzado a fertilizar los campos con las lluvias repetidas durante la noche; el sol ardiente del día cambia su calor enervante en vapores que se hacen nubes densas y conver- tidas en agua sacian la sed de la tierra resque- brajada por el sequío; el suelo ,queda reblandecido con los aguaceros y el agricultor aprovecha para hender la aguda reja del arado; hay sitios donde la tierra está mezclada con piedras que hacen re- chinar al hierro; hay lugares donde, después de la cosecha, han crecido los cardos y malas yerbas en tánta cantidad, que dificultan el paso del arado. Al fin del esfuerzo diario, queda el campo en estado de siembra, brillando con color pardo, esperando la semilla. Comienza la siembra: parte de la simien- te, cae en el sendero que cruza hacia el campo y donde no se ha arado; la tierra está dura, no pe- netra la semilla y es alimento de la bandada de gorriones hambrientos- Otra parte de la semilla cae sobre ese suelo pedregoso que hacía crujir a la re- ja y no iructifica porque le falta tierra abonada. Parte de la simiente se riega en el suelo cruzado con raíces de cardos, espinas y malas yerbas que

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crecen y ahogan a las buenas plantas. Gran parte de la semilla ha caído en tierra fecunda, donde ger- mina y pronto aparecen dos y tres tallos que crecen y dan el ñ uto apetecido.

Terminada la parábola, dijo Jesús: el que ten- ga oídos para oír que oiga", como quien dice: Re- coja cada cual lo que le toca o entienda las alu- siones personales; y con esto calló, dejando a su auditorio pensativo. Siguiéndose lo que nos cuenta el Evangelista

La descripción y explicación de esta parábola por parte de Jesús es de una viveza, fidelidad y realeza tales que no se comprende porque no en- tendieron los oyentes.

La única explicación está en las mismas pala- bras del Maestro: "Porque se ha endurecido el co- razón de este pueblo y oyen mal sus oídos y no ven sus ojos, ni comprende su corazón...."; palabras que pueden aplicarse a muchos cristianos que no entienden, ni practican el Evangelio.

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-LXXIX- PARABOLAS

LA SEMILLA GERMINANTE.

después de la del SEMBRADOR, propuso Jesús la parábola de "como crece la semilla. fMarc. IV-26). Apelando Jesús a la semejanza del creci- miento de las mieses, compara Jesús la germina- ción y desarrollo del Reino de Dios en nuestros corazones y en el mundo, con el hecho, inadverti- do a nuestra vista, de la germinación de la semi- lla hasta llegar a la fructificación.

En estas parábolas tomadas de la agricultura, va el Maestro en orden ascendente para la mejor comparación con el Reino y para mejor compren- sión de su auditorio. En la anterior se trató de la siembra de la semilla y ahora de su germinación y desarrollo. -"El Reino de los Cielos, dice Jesús, es como la semilla que siembra un hombre en la tierra y se descuida, sin preocuparse de ella. Un día ve que la semilla ha germinado y está crecien- do sin que el sembrador haya advertido, porque la tierra de suyo produce primero yerba, luego espiga y luego grano; cuando éste ha madurado, es tiem- po de la siega...."

LA CIZAÑA.

Cizaña es una especie de trigo vano; crece en el campo juntamente con el trigo y se le parece mucho, hasta que se forman las espigas. En la parábola, Jesús habla de un sembrador que tenía criados y peones; con ellos ha sembrado buena se-

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milla de trigo en su campo, preparado debidamen- te. Mientras dormían sus jornaleros, vino el enemi- go del dueño del campo y sembró cizaña entre el trigo. Nacieron y crecieron ambas semillas; cuando, ya eran plantas, los guardianes del campo quisie- ron pelar la cizaña, para facilitar el crecimiento del trigo, pero se opuso el patrón, no sea que por a- rrancar la mala yerba, cortaran también las plantitas de trigo. En tiempo de la siega, cuando ya la espi- ga esté llena de grano, se distinguirá fácilmente de la cizaña que no da fruto, y se harán gavillas de cada producto; la cizaña será echada al fuego y el trigo se guardará en los graneros. (Mat. X111-24J. Esta vez tampoco entendieron los discípulos y pi- dieron explicación, como sucedió en la parábola del Sembrador. Ahora también el Maestro les explica particularmente, con toda claridad y llaneza, como nos cuenta el Evangelio.

EL GRANO DE MOSTAZA Y LA LEVADURA

(Mat. XI 11-31-33; -"¡Cómo crece la semilla!, decía Jesús. El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza que siembra un hombre en su huerto. Cuando siembra es la más pequeña de todas las semillas; mas cuando crece es mayor que todos los arbustos y tiene ramas bastante grandes para que aniden en ella las aves".

Conocemos también la acción de la levadura en la masa. Dos onzas de levadura son suficientes pa- ra que fermenten veinte y cinco libras de harina, mudando la sustancia de la harina en masa porosa que asada es pan exquisito. -Ambas parábolas hacen notar el humilde comienzo de

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la Iglesia cristiana destinada a convertir y alber- gar en su seno a millones de gentes.

EL TESORO ESCONDIDO. LA ¡MARGARITA PRECIOSA. -La RED.

Estas parábolas nos enseñan el grande valor que tiene el Reino de los Cielos. Vale más que un tesoro escondido en un campo y que el mismo cam- po, porque el hombre que sabe del tesoro, vende todo lo que tiene y compra el campo, seguro de que al desenterrar el tesoro, estará pagado de to- do y le quedará mucha ganancia.

Así mismo el Reino de los Cielos es semejan- te a una perla preciosa que es adquirida por el mercader a trueque de toda su fortuna, seguro de que al revenderla, recobraría todo lo gastado, con gran ganancia. Hay que notar, que la margarita o perla preciosa que se forma en el seno de algunas conchas, ha sido siempre muy estimada. Existen historias interesantes del valor de las perlas, como aquella que cuenta que en una de las fiestas lu- josas que ofrecía Marco Antonio a Cleopatra, ésta se quitó de su oreja una perla y la dió al festejan- te, quien la disolvió en vinagre y se la bebió, tra- gándose el valor de miles de sucres.

Volviendo a confirmar la mezcla de buenos y malos en su Iglesia y el premio y castigo de unos y otros, dijo Jesús: "El Reino de los cielos es como una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces, y cuando está llena la sacan, y luego, sentados los pescadores a la orilla, elijen los bue- nos para sus cestos y arrojan fuera los malos. "Es-

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ta parábola tiene el mismo tema y la misma expli- cación que la de la cizaña. -Las tres encontramos en el Evangelio expuestas claramente por el Maes- tro. (Mat. XI 11-44 a 52).

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-LXXX- MAS PARABOLAS

LA LAMPARA ENCENDIDA.

^adie enciende la luz para ponerla bajo la cama, sino para colocarla sobre el candelero, a fin de que los que entran a la pieza vean claro.... ..."

(Luc. VI 11-16/ Así habló Jesús, como quien dice: Yo enciendo la luz del Evangelio en vosotros para que luego alumbréis a los demás. No quiero que nada de esta doctrina que os enseño quede ocul- ta, sino que, por medio de vosotros, la conozcan todos los hombres. -No hay duda que el Señor, habló entonces de la Acción Católica y de sus si- milares, ahora tan en boga y tan necesarias.

LA HIGUERA INFRUCTUOSA.

"Un hombre tenía plantada una higuera y vino a buscar fruto de ella y no lo halló y dijo al hor- telano: hace ya tres años que vengo buscando fruto en esta higuera, y no lo hallo. Córtala, pues, está ocupando tierra sin motivo. Respondió el cuidador: Señor, déjala todavía este año, m^ntras la cabo en torno, la abono y la riego, para ver si da fruto; si no, la cortamos ••• (Xuc. XI 11-6,)

Alguien comentó así esta significativa parábola, diciendo:

"Vida que no florece y es inútil y escondida y ni fecunda, ni crece, es vida que no merece el santo nombre de vida»......"

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EL MAYORDOMO INFIEL.

Luc. XVI -1) Jesús enseñó con esta parábola a valemos de las cosas materiales de la tierra para alcanzar el cielo. El Señor no alaba a las malas prácticas del administrador sino la habilidad en sal- var su existencia. Como el administrador aseguró su porvenir, asi nosotros debemos acordarnos que estamos de paso en la tierra y valemos de todos los acontecimientos de la vida para asegurar nues- tra eterna salvación.

EL SIERVO DEUDOR.

(Mat. XVI 11-23). -Con esta parábola grabó Je- sús en la mente de sus oyentes la doctrina sobre el perdón, que comprende la quinta petición de la ora- ción dominical: "Padre nuestro: perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". -Si Dios nos perdona deudas inmensas, con la inmensidad del pecado mortal, nosotros es- tamos obligados a perdonar deudas pequeñas, como son las ofensas que recibimos del prójimo. Termi- nantemente dice Jesucristo: "Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial os perdonará también; pero si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestros pecados". (Mat, VI. -14)

¿Cuánto se ha de perdonar? "Setenta veces sie- te", dijo Cristo, que equivale a decir: todas las veces, siempre. (Mat. XVI 11-23).

OBREROS DE LA VIÑA.

"El Reino de Dios es semejante a un padre de familia que salió al rayar del alba a alquilar obre-

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ros para su viña ... "Termina esta misteriosa pará- bola con dos sentencias casi inexplicables: "Los úl- timos serán los primeros y los primeros serán pos- treros. Muchos son llamados y pocos escogidos'7 (Mat. XX-1). -A mi modo de pensar, Nuestro Se- ñor nos da entender aquí las sorpresas, por decirlo así, que tendremos en la eternidad, viendo que la Justicia Divina es otra y otra su Misericordia para juzgar las cosas de distinta manera como son juz- gadas y sentenciadas aquí en la tierra.

LAS DIEZ MINAS,

(Luc. X1X-11). Esta parábola es fácil de com- prender. El Príncipe noble es Jesucristo; va a to- mar posesión de su reino que es el Cielo, ganado con su pasión y muerte; deja en la tierra el tesoro de sus gracias en su Iglesia, para que cada cristia- no las aproveche haciendo buenas obras. Vendrá El al fin del mundo a tomar cuentas a todos los hom- bres y a dar a cada cual la recompensa de su vi- da y de sus obras. En el día de las cuentas, ¡ay de los impíos que conspiran contra El!; ¡ay, tam- bién, de los cristianos que nada hicieron por Dios! y dichosos los que tendrán entonces sus manos lle- nas de buenas obras.

Más parábolas expuso Jesús, y todas están llenas de divinas enseñanzas, de tal manera que to- das son en el Evangelio una vena de oro explota- ble para nuestra felicidad temporal y eterna; siquiera enumeremos las que faltan, dejando la lectura, me- ditación y aplicación a cada cristiano: LOS DOS HIJOS fMat. XX1-28). LA VIÑA fLuc. X1X-9). LA CENA NUPCIAL fMat. XX11-1). LAS VIR- GENES (Mat.XV.l) LOS TALENTOS Mat.XXl V14)

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LXXXI IRA SANTA

J^o queráis hacer de la Casa de Dios, un mercado. Mi casa es lugar de oración y no sitio de comercio" fJuan U-15).

En las diversas visitas que hizo Jesús al Tem- plo de Jerusalén, con motivo de las fiestas de los judíos, había notado la profanación del lugar santo. Una vez más fué el Señor ál Templo cuando co- menzaba la Pascua y en esta ocasión tuvo que sa- lir por los fueros de su Padre ultrajado en su mo rada por gente que prefería las ganancias pecunia- rias antes que la gloria de Dios, y por un sacer- docio que había perdido la fe, por el dinero.

Rodeado de sus discípulos entró Jesús en Je- rusalén y lleno de gozo se dirigió al Templo para asistir a las festividades.

Ya no era el sencillo carpintero de Nazaret era el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador. Como tal, en su boca estaban las palabras del Salmista: "El celo de tu casa me devora el alma".

Apenas puso sus plantas en el primer atrio oyó Jesús e4 resonar incesante de gritos de gente y el ruido de animales. Penetró y constató que los atrios sagrados se habían convertido en mercados.

Muchísimos eran los sacrificios que en esta festividad pascual ofrecían los peregrinos a Jehová; miles de reses se sacrificaban y ofrecían en el al- tar de los holocaustos. Siendo tántas las víctimas eran numerosos los victimantes y los levitas ofe-

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rentes, como también eran muchos los que vendían y compraban animales para los sacrificios. Al mismo tiempo, en esos días se pagaba el tributo o contribu- ción para él culto, en el mismo Templo, y como tenían que hacerlo todos en moneda judía, cerca de los cepillos o trompetas destinadas a recoger la o- frenda, estaban los cambistas de moneda romana o griega en ciclos judíos.

Lo peor del caso era que los sacerdotes se prestaban para estos negociados de animales y dine- ro, ya directamente porque suya era la ganancia, ya indirectamente porque alquilaban los puestos pa- ra la venta dentro del Templo, el cual algún tiem- po antes de la Pascua y durante los días festivos, convertíase en alborotada feria. Gritos y gestos de vendedores y compradores formaban una algazara infernal; animales y aves que entraban y salían conducidos por los negociantes alborotaban terrible- mente; los que cambiaban la moneda alegaban en voz alta sobre el tipo de cambio demasiado subido; los levitas iban y venían cobrando sus rentas y aumentando así la algarabía; la Casa de Dios daba un aspecto teatral y rebosaba en profanaciones mercantiles.

Allí estaba Jesús. El celo de la gloria divina encendió su corazón. Lleno de santa indignación, sin poder tolerar más, con reposada y calculada IRA, cogió tiras de cuero de los mismos que con- ducían los animales, formó un látigo y blandiendo amenazador e imponente, arrojó del templo a los pro» fanadores,- sacó afuera ovejas y bueyes, volcó las mesas de los cambistas, hizo volar a las palomas, y a los que pretendían entrar impidió, diciéndoles:

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"La casa de mi Padre es lugar de oración y no tienda de mercado". -Nadie se resistió, nadie se atrevió a decirle nada. En su presencia se reflejaba la di- vinidad y su persona traslucía autoridad. Los discí- pulos del Señor estaban sobrecogidos de espanto y callaban.

Rápidamente quedó el Templo limpio de nego- ciantes. Ante este hecho inusitado se presentaron los Sacerdotes para inquirir lo que pasaba y cuan- do se cercioraron del caso, se acercaron a Jesús y le dijeron: "¿con qué orden has procedido así?, ¿o qué título tienes? El Maestro, todavía indignado, les echó en cara su responsabilidad, porque ellos esta- ban obligados a velar por el decoro de la casa de Jehová, y contestó a su pregunta, al estilo de los profetas, esto es, con una alusión que daba a enten- der su poder sobrenatural para hacer y deshacer en el mundo; "destruid este templo, les dijo, y yo le reedificaré en tres días". -Protestaron los judíos con argumentos humanos, pero al fin callaron ante las palabras y las obras divinas. (Jn. 11-14 a 20)

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-LXXXII- URBANIDAD EN EL TEMPLO

J^o resistimos a la tentación de transcribir lo que publicó EL MERCURIO de la ciudad de Cuen- ca, el martes 16 de octubre de 1956, con este títu- lo y que nos viene a pedir de boca, como conclu- sión práctica del capítulo anterior. Dice así el ca- ballero que escribió con el seudónimo de Torcuato: Parecerá contrasentido que en una ciudad de la cultura y espiritualidad de la nuestra, con acendra- das convicciones religiosas, haya que tratar de lo enunciado en esta sección, pero que lo estimamos necesario porque el comportamiento de numerosas personas, aún señoras respetables, deja mucho que desear ya que la casa de Dios, se hace lugar de prolongadas tertulias, de averiguaciones, de saludos y cumplidos, informándose de la parentela y las re- laciones, preguntando c¡ué es de fulano y en qué situación se halla; por qué se ha perdido fulana; qué es de menganitaque no asoma la cara hace fechas. No pocas veces, en sostenido palique, se despelleja al prójimo, se inquiere de su vida y "milagros", se "corta" a la vecina de banca o reclinatorio, echan- do tijera hasta la indumentaria que lleva pues- ta. -Recientemente presenciamos cómo dos damas tertuliaban en forma sostenida algo inconveniente, pues de momento en momento una de ellas exigía a la muchacha de servicio que se retirara y no o- yera semejante charla nada edificante.

Llama la atención que personas educadas, que saben proceder con exquisita corrección en visitas

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y en sociedad, no guarden por lo menos la misma cultura con el Supremo Creador, olvidando de la educación en el Templo, estorbando y perturban- do a los fieles que se dedican a la oración, moviéndose como lanzaderas, trasladándose de un lugar a otro para la gran charla con las ami- gas, sin tomarse el trabajo de salir del sagrado lugar, si tánto, tan interesante y de urgencia tie- nen que hablar, consultar y murmurar. Se colocan como de propósito en los extremos de las bancas pa- ra no dejar paso a otras que no sean de la con- fianza de las "parleras", a quienes se guarda asien- to. Se regresa a ver incensantemente, al que entra y al que sale y al menor ruido, como si el cuello tuviera tuercas y resortes. Utilízase el semáforo de señas y gestos, particularmente entre señoritas y más si está por allí algún galán. Algunos y algu- nas se hacen los que "oyen Misa" o asisten a los actos del culto, cuando el objetivo de tales "devo- tos" es manifiestamente otro, nada decente, ni dig- no de la casa de Dios.

Se lleva al Templo niños pequeños, sumamen- te traviesos, que dan gran "función" con sus carre- ras, gritos, juegos, risas y lloros, sin que las ma- más, o quienes les conducen, se preocupen de que estén quietos y no como ardillas, cogiendo hasta lo ajeno.

Hay quienes se acomodan lo mejor que pueden en las Iglesias, se repatingan y desperezan y hasta se duermen en el lugar santo y después hacen gra- cia comentando "que bien se duerme en Misa". También es regla de cultura en el Templo, no re- zar a gritos o distraer a todos, desafiando terri-

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blemente en los cánticos religiosos al que más desen- tona. Se debe saber lo que se reza y lo que se can- ta, por respeto a la Divinidad y no como algunas que dicen: "Señor mío Jesucristo, Yo soy hombre ver- dadero", en vez de: DIOS y hombre verdadero, o cantan en el Trisagio: "alza la pata y camina", en lugar de "hacia la Patria camina". Es desastrozo oír como se cambia la letra de himnos y letanías.

En vísperas de festividades religiosas o Prime- ros Viernes el asunto es peor con las aglomeracio- nes y pleitos junto a los confesionarios, abriéndose paso a todo trance, aunque sea a codazos, sin res- petar el turno, faltando al respeto al Sacramento del Altar y de la Penitencia. Se forman también aglomeraciones demasiado densas en el comulgato- rio y empellones, palabrotas y miradas menos san- tas son la preparación inmediata para recibir el Cuerpo de Jesucristo. A la salida de los Templos no es raro ver gentes que han convertido el atrio en mercado público y mocitos que se portan como si la muchedumbre saliera de un teatro, forman calles de honor para decir a las que pasan palabras in- convenientes en la puerta de la casa de Dios.

En sermones, en actos jue requieren silencio absoluto y reverencia refinada, se entra pisando du- ro y aún conversando.

Hasta los "turistas" así fueran descreídos están obligados a portarse en el Templo de acuerdo con las normas de educación y respeto a las creencias ajenas.

La educación y cortesía que se guarda en las relaciones sociales, siquiera ésas se deben observar

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en el Templo. Es el mínimun que se puede pedir para Dios......"

¿Si esto pasa en Cuenca del Ecuador, qué se puede decir de otros lugares y de otra Iglesias?

No cabe duda de que muchas veces Jesucris- to debiera salir del Sagrario y fustigar a los ma- los cristianos que profanan la Casa de Dios, recor- dándoles que el Templo es siempre lugar de oración y nunca sitio para ofender a su Divina Majestad.

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-LXXXIII- PROMESA DE LA EUCARISTIA

a gran promesa de la Eucaristía encontra- mos en el Cap. VI del Evangelio según San Juan y está detallada en sus dos aspectos: obras y pala- bras; porque el que anuncia algo inesperado, hace también ver algo figurativo de la realidad prometi- da. La multiplicación de los panes es el milagro precursor de la gran promesa del pan eucarístico.

Estaba Jesús a orillas del lago Tiberíades a- compañado de un gran gentío ansioso de ver o re- cibir un milagro. El Maestro predicó a la multitud e hizo algunos milagros; pero el gentío aumentaba en vez de disolverse. Viendo esto, el Señor se com- padeció de la muchedumbre y quiso alimentarla con un pan milagroso. Llamó a Felipe y le ordenó que comprara pan y lo repartiera entre la gente. El Apóstol se espantó ante tal orden y replicó: Así compráramos doscientos denarios de pan, no basta- ría para dar a cada uno de los presentes una migaja; además a orillas del mar nadie vende pan. Oyendo esta respuesta, otro de los discípulos, Andrés, el hermano de Pedro, dijo: todo el alimento que hay para esta gente son CINCO PANES, pero, ni para pensar en repartirlos, porque apenas daríamos a diez personas a medio pan y son más de cinco mil los hombres, mujeres y niños que están aquí. Jesús, como contra réplica, dijo: hacedlos sentar y repartidlos este pan y al dar esta orden, bendijo los cinco panes. Los Apóstoles, con sonrisa irónica en sus labios, tomaron los panes y comenzaron a

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repartir a la gente que sentada en el mullido cés- ped de la colina próxima al lago, recibía la ración

suficiente para saciar el hambre. Todos comieron hasta hartarse y cuando el Maestro vió que comen- zaban a dejar fragmentos tirados en el suelo, man- dó a los mismos que distribuyeron, que recogieran los trozos de pan sobrante. De los desperdicios se llenaron doce canastos de pedazos. Como es natu- ral, la gente estaba electrizada ante semejante mi- lagro y no pensaba sino en proclamar Rey de Israel al famoso taumaturgo galileo, pero Jesús se escurrió entre la muchedumbre y se ocultó; la gente no se desmoralizó, ni cambió de propósito, sino que, co- mo era ya tarde, se retiró a pasar la [noche en el poblado vecino, para cumplir su cometido al día siguiente.

Al otro día, el mismo gentío de la víspera bus- có al Rabí hasta encontrarlo y todos los que co- mieron del pan multiplicado milagrosamente, oyeron de los labios del Taumaturgo divino que tenían que comer su Carne y beber su Sangre si querían se- guir siendo sus discípulos.

Al día siguiente del milagro de la multiplica- ción de los panes, Jesús hizo promesa formal de dar al mundo la Eucaristía, de darse a mismo bajo las apariencias de pan; lo dijo claramente: "Yo soy el pan vivo que bajé del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre. El pan que yo os daré es mi carne, para la vida del mundo.... En verdad, en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo de Dios y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros ... Mi carne es verdaderamente co- mida y mi sangre es verdaderamente bebida; el que

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come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eter- na.... Concluyó tan clara y precisa promesa, con es- tas palabras: "Este es el pan que ha bajado del cielo. No como cuando vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; el que come este pan vivirá para siempre".

El escándalo y Ja diserción se siguió como consecuencia de la promesa de Jesús. La doctrina era tan nueva y la oferta tan extraña e inverosímil que se escandalizaron y se separaron muchos de los discípulos del Señor, diciendo: ;<Dura es esta ense- ñanza"- En realidad, parecían duras las palabras del Maestro, pues, ofrecía su carne y su sangre como comida y bebida; esta preciosa oferta la hizo reali- dad el último jueves de su vida. (Mat. XXVI -26. Marc. XiV-22. Luc. XXI 1-19).

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-LXXXIV- LA TRANSFIGURACION

^eis días después de la multiplicación de los panes salió Jesús con sus Apóstoles en vía de des- canso y llegó al pie de un monte- Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y les invitó a subir hasta la cumbre; a los demás les ordenó que le espera- ran en la población más cercana.

Era tiempo de verano; el cielo estaba nítido, la atmósfera caldeada por los quemantes rayos del sol era refrescada con el viento que soplaba ruidoso, el panorama despejado por completo, daba una vi- sión magnífica de los contornos grises, salpicados de verde.

El monte Tabor se levanta majestuoso al sur- oeste del lago de Tiberíades y a dos leguas del puebli- to de Nazaret, a unos 700 metros de altura y está revestido de verdor. Al atardecer subió Jesús con los tres predilectos. No les espantaba tener que pa- sar la noche al raso, pues las ardientes noches de verano invitaban a buscar el fresco del campo.

Cuando llegaron a la cima, todos se pusieron a orar, pero los discípulos se durmieron, cansados por la subida y arrullados por el fresco^ viento. El Señor persistía tranquilo en su oración y "mientras oraba se transfiguró: resplandecía su rostro como el sol, y sus vestidos se tornaron esplendorosos y blan- cos como la nieve. Estaba acompañado de Moisés y Elias, con quienes conversaba de las cosas que habían de cumplirse en Jerusalén—." (Luc 1X-28).

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De pronto, un resplandor ofuscante despertó a los tres Apóstoles. Levantaron los ojos y vieron el inusitado fulgor que despedía el cuerpo del Maestro. Como el sol de medio día, irradiaba luz y hacía fulgurar toda la cima de la montaña. Junto al Se- ñor vieron dos hombres nimbados de gloria; los vestidos de Jesús eran blancos y resplandecientes. En la cumbre del Tabor se formó una nube lumi- nosa, desplegándose como tienda de campaña, que cubría a los personajes que veían los discípulos, quienes oyeron al final de la transfiguración una voz celestial que decía: "Este es mi hijo muy ama- do" -Mientras resonaba esa voz, Pedro talvez notó que Moisés y Elias se despedían de Jesús y para impedir su ida dijo: "Maestro, bueno es que perma- nezcamos aquí; hagamos tres tiendas: una para y otras para cada uno de los Profetas que te a- compañan". (Marc. 1X-7).

La propuesta de Pedro era acertada y de a- cuerdo con las costumbres judías. Eran tres señores y tres siervos. Para los primeros se levantarían pa- bellones, mientras que los sirvientes podían pasar a la intemperie, cobijados con sus mantos.

Los discípulos estaban transportados a regiones celestiales y no querían perder la beatífica visión, pero, antes del cielo, les esperaba un mar de su- plicios con motivo de la pasión y muerte de su Maestro. Así que, cuando querían permanecer para siempre anegados en felicidad, se terminó todo y se encontraron con la figura ordinaria de Jesús que les mandaba que no dijeran a nadie lo que habían visto, hasta después de su resurrección.

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Mientras bajaban, el sol les iluminaba con la suave y perfumada luz matinal; los tres hablaban calladamente comentando la visión y decían que la aurora con todo su fulgor y el sol con todo su esplendor quedaban sin brillo en comparación de la luz que circundó la cima del monte, cuando vieron al maestro transfigurado.

Estaban cercanos de llegar al pie de la mon- taña cuando oyeron voces, deN controversia. Los fa- riseos habían aprovechado la ausencia del Maestro para discutir con los discípulos sobre el origen y doctrina de Jesús y, además, se burlaban porque no habían podido librar a un endemoniado.

En ese momento llegó el Señor y entabló la defensa de sus Apóstoles y probó una vez más a sus enemigos su misión divina curando al enfermo con posesión diabólica. (Luc. 1X-37)

Ante el acto de fe del padre del poseso que pedía un milagro, diciendo: "Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad", Jesús conminó al demonio para que dejara en paz a ese hombre. El espíritu sordo y mudo obedeció al instante. El curado y su padre se fueron agradecidos; los fariseos quedaron con- fundidos y los Apóstoles satisfechos de su triunfo. "Todos, dice el Evangelista, estaban estupefactos de la grandeza de Dios". - Los que se quedaron al pie del Tabor estaban participando de los reflejos de la Transfiguración. (Luc. 1X-44J.

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-LXXXV- PADRE NUESTRO

ÍBice el Padre Vilariño: "Hay una oración breve en palabras y riquísima en gracias, sencilla en expresiones y profundísima en conceptos, la más perfectamente humana que se conoce en el mundo. Oración que han pronunciado millones de labios, en todas las lenguas de la tierra y que han exhalado millones de corazones en todos los rincones del orbe, y que se han transmitido, sin mudar una pala- bra, centenares de generaciones, en todos los siglos-..." Esta oración es el PADRE NUESTRO; la única que enseñó Jesucristo; la más sencilla entre las o- raciones, sin literatura, sin altivez y sin servilismo, como dice Papini, pero la más bella y profunda entre todas. Pero no todos la entienden. La secular repetición mecánica de los labios, la repetición mi- lenaria, distraída e indiferente, ha hecho de esa o- ración divina, una sarta de sílabas humanas que han perdido el sentido...."

El Padre Nuestro es la oración señorial por antonomasia.

Uno de los Apóstoles dijo un día al Señor: "Enséñanos a orar" y el Maestro enseñó la ora- ción de las siete peticiones: fAIat. Vl-9-Luc.Xl-2j.

Padre nuestro que. estás en los cielos: Llamamien- to filial al Padre universal.

Dios es Padre nuestro, de. todos, de ricos y pobres, de grandes y pequeños, de blancos, negros e indios; Padre, que envía su soi y hace llover sobre

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buenos y malos; Padre universal, sin distinción de clases sociales; ante El no hay nobles y plebeyos, aristócratas y populares; el hombre perverso hace esas' clasificaciones humanas, divide en partidos, se- para a los seres racionales con pretexto de colo- ridos políticos o religiosos, pero Dios, nuestro Pa- dre, Padre único de la humanidad, a nadie despre- cia, no es el magnate o gamonal soberbio y pre- suntuoso que anda en zaga del adulo, del incienso, de los honores y que desprecia y castiga al que no se arrastra a sus pies. El Padre Celestial es Aquel de quien dijo Jesús: ''Vuestro Padre sabe lo que habéis menester antes que se lo pidáis." fMat. VI- S). Es decir el Padre bueno, el único que merece este significativo nombre; si hasta el Rabí divin/> no quiso que le llamaran Padre, seguramente c/s porque esta palabra es el compendio de todo lo su- blime, porque es sinónimo de amor, de unión, de igualdad, de caridad, de fraternidad, de libertad en- tre todos los hombres, hijos del mismo Dios. "No llaméis Padre a ninguno sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del Cielo; vosotros sois todos hermanos." (Mat. XXI 11-8 y 9).

Después de esta invocación filial y tierna que sirve para conciliarnos la benevolencia divina, vienen las tres peticiones que se entrelazan admirablemen- te. La segunda es como una consecuencia de la primera, pues, si Dios es glorificado, por el mismo hecho se establece su reino entre los glorificantes, y la tercera es la manera como las dos primeras se verifican, porque se santifica el nombre de Dios y reina El en nosotros, si hacemos los hombres su

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voluntad en la tierra, como los ángeles la cumplen en el Cielo.

En las peticiones de la primera parte de la o ración dominical nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestra materia, y la plegaria va encaminada al espíritu, miramos a Dios, nuestro principio y fin. En las cuatro peticiones de la segunda parte del Pa- dre Nuestro, Jesús nos enseña a pedir lo necesario para nosotros: el pan cuotidiano que necesita la ma- teria para sostener al espíritu, no debemos pedir riquezas y superfluidades, estorbos para la vida es- piritual, sino lo necesario, lo indispensable, lo que nos dará Dios por añadidura, si buscamos su justi- cia y su reino.

Pedimos que nuestro Padre perdone los peca- dos diarios con los cuales ofendemos su santidad; que nos perdone las deudas espirituales en cambio de la promesa que le hacemos de cumplir con la ley cristiana del amor, de la reconciliación, del perdón de las ofensas que todos los días recibimos de nues- tros prójimos. Dios es nuestro eterno e infinito acreedor, pero podemos disminuir nuestras cuentas con la divinidad, saldando las deudas humanas.

Pedimos ayuda a nuestra debilidad, que la Di- vina Providencia disponga las cosas de tal suerte que no sean tentación para nuestra alma, ni mal para nuestro cuerpo.

Las cuatro peticiones miran al presente con el pan de cada día, al pasado con el perdón de las ofensas y al futuro con la liberación de tentaciones y males de toda clase.

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El PADRE NUESTRO, la oración enseñada por Jesús, no tiene palabras superfluas, ni hay exa- geración en las súplicas; se pide todo y se reza poco; es la onación completa que debemos recitar diariamente los cristianos en la tierra, porque su eco repercute en el cielo.

Rezando bien el "padre nuestro" cumplimos con el consejo de Jesús: "En la oración no afectéis ha- blar mucho, como hacen algunas gentes, que se ima- ginan haber de ser oídas a fuerza de palabras. No queráis, pues, imitarlas. Vosotros habéis de orar con el Padre nuestro. (Mat. VI -7).

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-LXXXVI- AMOR CRISTIANO

AMjo Jesús: "Oísteis que fué dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Mas Yo os di- go: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os hacen mal". fMat. V-38-43). -"Bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calum- nian". (Luc. V1-28J. -"A quien te hiere en una mejilla preséntale la otra". -"Sed misericordiosos así como vuestro Padre celestial es misericordioso". -(Luc. VI- 29 y 36). -"Un nuevo mandamiento os doy y es: que os améis unos a otros del mismo modo que YO he amado a vosotros". fJuan XV- 17). -He aquí la pauta del amor cristiano.

"Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Márc. XI 1-31,) es el segundo mandamiento de la Ley y siendo este semejante al primero, estamos obliga- dos a amar a Dios y, casi en la misma medida, a amar al prójimo, por ser todos los hombres hijos de Dios y hermanos de Jesucristo. El objeto del amor cristiano es doble: Dios y el prójimo. Según el Evangelio, no basta, pues, amar al Señor; es pre- ciso amar también al hombre, hijo de Dios y her- mano nuestro, sin distinción de personas, ni clases sociales, ni razas, sin aparentaciones y cumplimien- tos, con caridad sobrenatural y sincera. De esta caridad, de este amor fraterno, habla el Apóstol, cuando dice: "La caridad es sufrida, es dulce y biene- chora; la caridad no tiene envidia, no obra precipi- tada ni temerariamente, no se ensoberbece, no es

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ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se huelga de la injusticia; complá- cese en el bien del prójimo etc". (I-Cor. XI 11-4).

No debemos amar al prójimo con amor de cortesía sino con hechos, para cumplir lo que dijo Jesús: "Por aquí conocerán todos que sois mis discí- pulos, si os tenéis amor unos a otros". (Jn. XI 11- 34). -Amar a tu prójimo como a mismo, es la expresión más completa de la caridad cristiana; es el resumen de todos los deberes para con nuestros semejantes. No puede haber guía más segura en este punto que hacer con los otros, lo mismo que deseamos se haga con nosotros; así, el egoísmo hu- mano sale de su concha y obra dando lo que exige; así, el orgullo no puede pedir para sí, sino lo que debe dar a los demás.

"Amad a vuestros enemigos, para que seáis ver- daderos hijos del Padre celestial, porque si amáis únicamente a los que os aman; ni no saludáis sino a vuestros amigos, no sois buenos cristianos, no hacéis nada de particular, ya que los paganos ha- cen lo mismo " (Mat. V-46).

Amar a su enemigo es todavía más que amar al prójimo; es perdonar las ofensas, es no tener odio, ni rencor, ni deseo de venganza con el que nos ha ofendido. Es no poner obstáculo a la re- conciliación, es desear bien en vez de querer mal al que naturalmente no le amamos, al que nos es antipático.

El mundo siempre ha pensado de distinta ma- nera que Jesucristo. El mundo sigue enseñando: "ojo por ojo y diente por diente"; lo que llaman

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los hombres punto de honor y que tiene su origen en el orgullo, es contrario al precepto de Cristo que se basa en la humildad, que es el nido del amor.

Cuando la doctrina cristiana del amor sea la regla de conducta de los hombres habrá felicidad en la tierra, dice Fenelón: amaos unos a otros y procurad, sobre todo, amar a los que os inspiran indiferencia, desprecio u odio; el sacrificio que o- bliga a amar a loé enemigos es penoso, pero esa es precisamente la hostia sin mancha ofrecida a Dios en el altar del corazón humano, hostia de a- gradable aroma cuyo perfume sube al cielo.

Acostumbraba Jesús terminar su predicación con una sentencia breve que sintetizaba toda la doc- trina expuesta, grabando así la mente de sus oyentes y en el fondo del alma sus divinas ense- ñanzas. La doctrina acerca del perdón de las ofen- sas y del amor a los enemigos terminó así: "Con la misma medida con que midiéreis seréis medido vosotros". (Luc. VI -38;.

Con motivo de su evangelio sobre el amor al prójimo y el perdón de las injurias, Jesús presen- tó también una parábola, la del "siervo sin entra- ñas de misericordia", que termina con esta senten- cia: "De esta manera se portará mi Padre celestial con vosotros, si cada uno no perdona de corazón a su prójimo, las ofensas recibidas." fMat, XVI 11-35;.

El amor cristiano es caridad y perdón; es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, como a nosotros mismos, por amor a Dios; es perdonar a nuestros enemigos y devolver bien por mal. Lo con- trario es egoísmo, es orgullo, es amor mundano. El

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egoísmo es la negación de la caridad, como el or- gullo es el amor a mismo. Pascal dice: "Mientras el egoísmo y el orgullo se den la mano en el mun- do, no habrá la verdadera caridad cristiana y la tierra será siempre un lugar de juego favorable al más astuto, una lucha de intereses, una vida sin sosiego, ni seguridad...."

Solamente el amor cristiano resuelve dificulta- des, quita fronteras, encarna la verdadera unión y es fuente perenne de paz y felicidad.

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-LXXXVII- JESUS Y LOS PECADORES

íSntre el cúmulo de desgracias que afligen a la humanidad, hay una que es la fuente y el origen de todos los males, el pecado. Jesucristo se com- padeció de todas las flaquezas de los hombres, re- medió todas sus necesidades y perdonó también sus pecados. Odiaba al pecado, pero tenía compasión del pecador. Las páginas más hermosas del Evan- gelio son aquellas en que aparece Cristo diciendo: "vete en paz, perdonados te son tus pecados" -Per- donar es su máxima y perdonar siempre. A Pedro le dice: "Perdonarás, no siete veces, sino setenta veces siete" (Mat. XVI 11-22;.

Con conciencia plena de su misión redentora y con conocimiento perfecto de la flaqueza humana, el ideal de su vida era perdonar. Así lo dice: "Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los peca- dores" y "mayor gozo hay en el cielo por la con- versión de un pecador, que por la perseverancia de diez justos". (Luc. V-27). Esto dijo y mucho más hizo por los pecadores. Una parábola es suficiente para probar la conducta de Jesús con el cristiano que se aleja de su lado por el pecado mortal. -No son palabras de un hombre que se figura la misericor- dia de Dios, ni invenciones de un orador que quie- re inspirar confianza a su auditorio, son palabras de Dios en beneficio del hombre pecador; es la his- toria del corazón humano y la Bondad del Corazón divino que se retratan en la parábola del hijo pródi- go, enseñada por Jesús: "Un hombre tenía dos hi-

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jos, de los cuales, el menor pidió a su padre la herencia y se fué de su lado. En tierras lejanas malbarató su hacienda, viviendo licenciosamente. Cuando tenía dinero no le faltaban amigos y diver- siones, pero se terminó la fortuna, se acabaron los amigos y todos le dejaron entregado a su desgra- cia. Acosado por el hambre, se ganaba la vida pas- tando cerdos y se alimentaba de las bellotas que co- mían los puercos. -Extenuado, andrajoso, sufrido, recordaba la casa de su padre donde hasta los peo- nes tenían el pan en abundancia. Un día tomó la resolución de volver a la casa solariega y pedir a su padre que le admitiese como criado.... El Padre había encanecido en la ausencia de su hijo ama- do; con lágrimas en los ojos y con el corazón san- grante salía diariamente al balcón para recordar la figura de su hijo marchándose de su lado; para su amor paternal estaban aún frescas 1 as huellas en el camino y con lágrimas de cariño las regaba, año- rando al ingrato ... Una tarde vió la silueta de un hombre que se dirigía por ese camino, procurando borrar esas pisadas; cuando se acercó esa figura escuálida y macilenta, el padre perdió la esperanza de ver al hijo querido, pero una mirada del corazón volvió a hacer verdadera la imagen desconocida- ■• El padre abrazó a su hijo y le besó; éste entre so- llozos dijo: Padre mío he pecado contra el cielo y contra tí; ya no soy digno de ser tratado como hi- jo; trátame a lo menos como un esclavo tuyo. -La contestación del padre fué ordenar a sus criados que preparasen una fiesta suntuosa, porque su hijo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y ha sido hallado...." (Luc. XV-11). -Dulcísima parábola

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que Jesús la hizo realidad muchas veces, como en el siguiente pasaje: estaba el Señor explicando la doctrina, sentado en e1 atrio del Templo, rodeado de mucha gente, cuando se acercaron algunos escri- bas y fariseos trayendo una pobre mujer, que la pu- sieron como blanco de la muchedumbre. "Maestro, dijeron, ésta acaba de ser sorprendida en pecado; es casada, ha caído en adulterio y, según la Ley de Moisés debe se apedreada; ¿tú qué dices al respecto?"

Era tánta la misericordia de Jesús con los pe- cadores, que se podía asegurar que le perdonaría pero era tan grave el delito, que debía ser castiga- do para escarmiento. Jesús salió del apuro haciendo triunfar la misericordia antes que la justicia. Sin responder nada, sentado como estaba, se inclinó y en el suelo se puso a escribir algo. Los acusadores de la mujer adúltera insistían en su pregunta. El Maestro volvió a tomar la postura normal y con aire de desafío les dijo: UE1 que entre vosotros no tenga pecado, arroje la primera piedra sobre esta mujer", -y volvió a escribir en el suelo. La respues- ta y resolución de Jesús produjo mayores estragos que una bomba atómica. Los fariseos acusadores o- yeron la sentencia y desfilaron precipitadamente uno tras otro, movidos por su conciencia que les acu saba de crímenes y antes de que el Señor los re- velara a las gentes; en cada movimiento del dedo de Jesús veían escritos sus pecados y mejor era tomar las de Villadiego que comprometerse feamen- te. Cuando se alzó Jesús y miró a los acusadores, no se encontró sino con la mujer acusada, a quién le dijo: "¿Dónde están los que te acusan? ¿Ninguno

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ha tirado la piedra sobre tí?" "Ninguno, contestó con voz entrecortada de temor, la infeliz adúltera, que no presentía el desenlace del juicio. -El Juez sentenció: "Ni Yo te condeno; vete en paz y no vuelvas a pecar". (Jn. Vil 1—1)

He aquí un ejemplo de la misericordia de Je- sús con los pecadores arrepentidos.

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-LXXXVIII- EL FARISEISMO

os fariseos eran en tiempo de Jesús muy nu- merosos y dominaban al pueblo. Era gente pudiente bajo muchos aspectos, pero llena de extravagancias y dominada del prurito de aparecer. La secta de los fariseos tenía como principio de vida religiosa el aparecer justos; tapado el exterior, poco o nada les importaba a esos hombres la pureza interior. Era fácil conocer a un fariseo, por sus exteriori- dades y sus maneras ceremoniosas. Un sinnúmero de abluciones precedían y seguían a sus actos. El ayuno, el descanso sabatino, la limosna, la oración, el sacrificio, todo estaba complicado por los fariseos con ademanes e hipocresías, en que hacían consis- tir la santidad.

Jesucristo les acusa de hacer de la ley una carga pesada para el pueblo y de no guardarla ellos; de hacer todo para ser vistos y alabados de los hom- bres. Contra ellos lanza el Señor una serie de tre- mendas invectivas.

Jesús, manso y humilde de corazón, misericor- dioso con los pecadores, no pudo tolerar a los hipó- critas y soberbios fariseos; en la cara les dijo, re- petidas veces: "Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres, porque ni entráis vosotros, ni dejáis en- trar a los otros! Ay de vosotros que devoráis las casas de las viudas, con pretexto de orar largamen- te! Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis diezmos de la menta, del anís y del co-

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mino, y omitís lo más importante de la Ley. Sois guías ciegos que coláis el mosquito y os tragáis el camello! Ay de vosotros, fariseos hipócritas, que limpiáis lo exterior de la taza y del plato y tenéis vuestro interior lleno de rapiñas e inmundicias. -Sois como sepulcros blanqueados, que por fuera parecen espléndidos y por dentro son hervideros de gusa- nos y podredumbre. -Ay de vosotros, fariseos hipó- critas, que buscáis los primeros asientos en las sina- gogas y ser saludados por todos. Ay de vosotros, doctores y escribas, que creéis poseer la llave de la ciencia; ni vosotros habéis entrado, ni dejáis en- trar a otros. Fabricáis mausoleos a los profetas, a quienes lapidaron y mataron vuestros padres. -Ra- za de vívoras, serpientes venenosas!" (Mat. XXI 11-1).

A los discípulos dijo el Maestro: "Guardaos de los escribas y fariseos; no hagáis loque ellos hacen. Les gusta andar con vestidos anchos, dilatan sus filacterias y alargan las borlas de sus mantos para ser vistos de los hombres. Buscan los primeros a- sientos en las reuniones, procuran ser saludados y aclamados por las multitudes, anhelan ser llamados maestros y padres. Vosotros no os llaméis MAES- TROS, porque sólo CRISTO es vuestro MAES- TRO y vosotros todos sois hermanos. No llaméis a nadie PADRE en la tierra, porque uno solo es vues- tro Padre, el que está en los Cielos, DIOS. (Luc. XX-45J.

Para hacer comprender bien lo que era el fa- riseísmo, dijo Jesús esta parábola: " Entraron dos hombres a orar en el Templo, el uno fariseo y el otro publicano. El fariseo, de pie, oraba así: "Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los de-

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más hombres, rapaces, inicuos, adúlteros, ni como este publicano; yo ayuno dos veces a la semana y pago diezmos de todo lo que poseo . " En cambio, el otro, el publicano, de rodillas, colocado lejos del altar, no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho, diciendo: "Dios mío, compadéce- te de mí, porque soy pecador...." fLuc. XV111-9).

Cuando el Señor dijo esta parábola, entre el auditorio estaban, seguramente, muchos fariseos, dando muestras de desdén y arrogancia y manifes- tando desprecio al vulgo que oía y seguía a Jesús. Pagados de mismos, despreciaban a los demás. Estos hombres y su fariseísmo quedaron retratados de cuerpo entero en esta parábola y en los repe- tidos ayes de Cristo que inculca a los cristianos a no ser fariseos, ni de palabra, ni de obra, ni de pensamiento.

Los fariseos abundan en el mundo actual. Son los que creyéndose buenos, desprecian a quienes juzgan malos y olvidan lo que dijo Jesucristo: "na- die es BUENO sino sólo Dios". (Luc. XVI 11-19). "Hipócrita: por qué miras la mota en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que tienes en el tuyo? -Saca primero la viga de tu ojo y después ve- rás cómo sacar la mota del ojo de tu prójimo. (Luc. VI- 41 y 42).

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-LXXXIX- MORAL EXTRAÑA

orno moral extraña pueden calificarse las enseñanzas de Jesús, de parte de quien no entien- de el significado de ciertas palabras que usó el Maestro.

Jesucristo dijo: "Si alguno viene a y no ODIA a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta a propia vida, no puede ser mi discípulo/' (Luc. XIV- 26). Es inadmisible una moral de ODIO en labios de Cristo que siempre enseñó, de palabra y de obra, a AMAR hasta a los enemigos. Para interpretar acertadamente esa doctrina, al parecer extraña, im- porta determinar el alcance del verbo griego MISEIN. (odiar). No tiene el mismo sentido que en castellano; los hebreos lo usaban en el sentido de POSPONER o APRECIAR MENOS. Así se explica el precepto de Jesús y no sufre mengua su doctrina de amor. El NON ODIT latino o KAI O MISEI griego del Evangelio significan AMAR ME- NOS. Luego, Jesús dijo: "Si alguno viene a y me ama menos que a su padre y a su madre, que a su mujer e hijos, que a sus hermanos y herma- nas y hasta que a su propia vida, no es verdadero discípulo mío".

El significado de AMAR, en griego AGAPAN, es el de PREFERIR o ANTEPONER. Este sen- tido aparece explícitamente en el texto paralelo de San Mateo: "Quien ama al padre o a la madre

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más que a Mí, y al hijo o a la hija más que a Mí, no merece ser mío". (Mat. X-37/

En esta nueva doctrina de Jesús se trata, pues, de dos actitudes distintas ante dos términos del a- lecto; actitudes que se diferencian en grado, sin llegar a la oposición de los extremos.

Jesucristo dijo: "No creáis que he venido ha implantar paz sobre la tierra; no he venido trayen- do la paz, sino la guerra. He venido a separar al hijo de su padre, a la hija de su madre y a la nuera de su suegra; los enemigos del hombre se- rán las personas de su misma casa". (Mat. X-34 35-36).

Según San Lucas, más dijo Jesús: "Pensáis que he venido a poner paz en la tierra? No, sino desunión. Así oslo declaro. De suerte que desde ahora en adelante habrá en una misma casa cinco entre desunidos, tres contra dos, y dos contra tres. El padre estará contra el hijo y el hijo contra el pa- dre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra". fLuc. XI 1-51 a 54).

Enseñanzas morales extrañas y al parecer con- tradictorias a la paz traída por Jesús a la tierra y proclamada por los ángeles en la cuna de Belén. Sin embargo, así habló Jesucristo, pero se refirió a la falsa paz del mundo, a los desacuerdos con ocasión de las enseñanzas y prácticas cristianas.

"Yo he venido a poner fuego en la tierra", son palabras de Cristo (Luc. Xll-49j; este fuego que quema, que divide, que es guerra, es su Evangelio, cuya difusión es motivo de contradicciones y desa- veniencias entre los hombres, es motivo de desunión

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entre hermanos y parientes, porque hasta en una misma familia, no todos los miembros admiten y practican la doctrina cristiana.

Aun en el siglo XX presenciamos luchas y di- visiones por el Evangelio, en todas partes. En el Ecuador donde el noventa y nueve por ciento son cristianos, hay gente de derecha y de izquierda; hom- bres que luchan por la cristianización del hogar, de la escuela, de la sociedad, y otros que quieren ale- jar a Cristo del individuo, de la familia, de la nación. Jesucristo es ocasión de guerra, aunque su doctrina es de paz. Si esto sucede después de 1958 años de cristianismo, no deben llamar la atención, como mo- ral extraña, las palabras de Jesús, porque la semi- lla del Evangelio que sembró el Maestro en Pales- tina, fructificó en el mundo, triturada por el fuego de los enemigos de Cristo y ensangrentada con las víctimas y mártires cristianos.

Hay muchas otras frases, sentencias y enseñan- zas evangélicas que únicamente entiende el hombre espiritual; son los cimientos profundos de la vida sobrenatural; son las normas de la moral sublime del Evangelio, que pueden parecer moral extraña a los necios, a los soberbios, a los que tienen sus sen- tidos pegados a la tierra, porque, como dice el A- póstol: "El hombre animal no puede comprender a Dios ni entender sus divinas enseñanzas".

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-XC- LO QUE JESUCRISTO DIJO

ACERCA DEL ESCANDALO:

[Porque si bien es forzoso que haya escándalos; sin embargo, ay de aquel hombre que causa el es- cándalo! Menos mal sería para él, que le echasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar. Si tu mano o tu pie te son ocasión de escándalo, córtalos y arrójalos lejos de tí, y si tu ojo es para ocasión de escándalo, sácale y tírale lejos de tí: mejor te es entrar en la vida eterna manco o cojo, y con un solo ojo, que con dos manos o dos pies y dos ojos ser arrojado al fuego del infierno. Ay de quién escandalizare a uno de estos parvulillos o a alguno de los que creen en .. .../' (Mat. XVI 11-

"Lo que Dios ha unido, no lo desuna el hom- bre. Cualquiera que desechare a su mujer y tomare otra, comete adulterio. Y si la mujer se aparta de su marido, y se casa con otro, es adúltera. Por cuya razón dejará el hombre a su padre y a su madre y juntarse ha con su mujer y los dos no compondrán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne unida por el matrimonio. No separe, pues, el hombre, lo que Dios ha juntado".

y del mundo por razón de los escándalos!

6 a 10-Luc. XVI 11-1 a 3).

ACERCA DEL DIVORCIO:

fMarc. X-7 a 13).

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ACERCA DEL MAL CORAZON:

"No lo que entra por la boca, es lo que man- cha al hombre; sino lo que sale del corazón, eso es lo que le mancha. Porque todo lo que de afuera entra en el hombre va a parar en el vientre, de donde sale con las heces de la comida y se arroja en luga- res secretos; nada entra en su corazón. Mas las cosas que salen del corazón del hombre, esas son las que le manchan. Porque de lo interior del corazón pro- ceden los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avari- cias, las malicias, los fraudes, las desonestidades, la envidia, la blasfemia, la soberbia, la estupidez. Todos estos vicios proceden del interior, y esos son los que manchan al hombre. ..." (Marc. VI 1-15 a 23).

EFICACIA DE LA ORACION:

"PEDID Y SE OS DARA, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe, y quien busca halla, y al que llama, se le abri- rá. Si entre vosotros un hijo pide pan a su padre, ¿acaso le dará una piedra?, o si pide un pez, ¿le da- rá un escorpión? Pues si vosotros siendo malos co- mo sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, os dará lo que pedís?" (Luc Xl-9 a \3).

JUICIOS DE DIOS:

uYo he venido al mundo para entablar Juicio, a fin de que los ciegos vean y los que ven se ha- gan ciegos". (Jn. \X-39). Esto dijo Jesús como epílo- go de la curación del ciego de nacimiento. Este hom- bre no sabía más que la frase rutinaria para pedir

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EL VERDADERO JESUCRISTO

limosna, no vió otra cosa que la oscuridad de la noche en sus ojos cerrados, no oyó sino palabras de conmiseración de unos y de burla de otros que pa- saban por su lado, apenas conocía las profecías acerca de Cristo...., sin embargo, recibe la Reden- ción del cuerpo ciego y del alma manchada. En contraposición están los doctores, los escribas, los fariseos, ocupados en escudriñar las Escrituras; ven a Jesucristo, oyen su predicación, constatan sus mi- lagros y le rechazan. Son ciegos; han cerrado los ojos, cuando Jesús abría los del enfermo. Casos que se repiten diariamente.

Los fariseos entendieron la alusión del Señor en su sentencia acerca de los Juicios divinos y re- plicaron: "¿qué, nosotros somos ciegos?" Jesús les con- testó: "Si fuerais ciegos, al menos no tendrías pe- cado, pero, por lo mismo que decís que veis, el pe- cado permanece en vosotros", (Jn. IX- 40).

PODER DE LA FE:

"Si tuviérais fe como un grano de mostaza, no habría para vosotros cosa imposible. Pudiérais de- cir a una montaña: pásate de aquí a otro lado, y el monte se cambiaría de lugar. Para la fe no son imposibles los milagros...." (Mat. Xl-21-Luc. XVI l-6j.

FE faltó a los apóstoles para apaciguar la tem- pestad en el mar de Galilea. "Hombres de poca fe" fue el reproche de Jesús a sus discípulos an- tes de mandar a los vientos y a las olas del em- bravecido mar. (Mat. VI 1 1-23). "Tu FE te ha cu- rado" dice el Señor a la enferma de flujos desan- gre. (Luc. VI 11-48). "Mujer, grande es tu FE, que

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se haga como tu quieres" es la contestación de Je- sús a la petición de la madre que clama por la cu- ración de su hija endemoniada. (Mat. XV-28).

Cuanto enseñó Jesucristo acerca de la efica- cia de la Fe, resumió diciendo: "Todo cuanto pi- diéreis en la oración, si tenéis fe, lo alcanzaréis". '(Mat. XX1-22). "DEJAD QUE LOS MUERTOS ENTIERREN A LOS MUERTOS". (Mat. Vlll-22).

Seguramente en eata frase proverbial de Je- sucristo se inspiró el Poeta que dijo:

No son los muertos, los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría, muertos son los que llevan muerta el alma y viven y entierran todavía

El Evangelio es la Enciclopedia sagrada de cuanto dijo Jesús Salvador del mundo. Cada palabra es una lección y cada frase una enseñanza.

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-XCI- MILAGROS

LA HEMORROISA.

Jfesús, conmovido ante la angustia de Jairo* que le suplicaba fuese a curar a su única hija que estaba agonizando, se encaminó presuroso a la ca- sa de la moribunda, acompañado de sus discípulos y de una ingente muchedumbre que le empujaba. Entre la multitud iba una mujer enferma de flujos de sangre, desde hace mucho tiempo, sin esperan- za de curación y asechada continuamente por la muerte. La hemorroisa había oído hablar de los mi- lagros que hacía Jesús a cada paso y sabía que muchas veces curaba con sola su palabra o con el contacto de sus manos. Acababa de oír que un ma- gistrado le llevaba a su casa para que curara a su hija; llena de fe y saturada de esperanza, se dijo: "si yo llego a tocar su vestido, me curo", y animosa se abría paso entre la muchedumbre. Con dificultad llegó cerca de Jesús, no se atrevió a de- cir una palabra, sino que tocó la orla del manto que ondulante caía sobre las espaldas del Señor. Al instante sintió como una corriente eléctrica que- recorría su cuerpo y que le sanaba; al mismo tiem- po, Jesús volvió la cabeza y preguntó: "¿quién me ha tocado?" Los que ¡estaban junto a Cristo pro- testaron diciendo que eran empujados por los de atrás; los apóstoles dijeron: "Maestro la gente es- tá oprimiéndonos por todas partes y preguntas ¿quién te ha tocado?" El Señor replicó: "Alguien me

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ha tocado, porque Yo he sentido la virtud curativa que ha salido de mí", y se revolvió a buscar a la persona beneficiada con el milagro. La hemorroisa, viéndose descubierta, se echó a los pies de Jesu- cristo y llena de emoción y gratitud, lavaba con sus lágrimas el vestuario del médico divino que la levantó con cariño y la despidió diciéndole: "vete en paz, tu fe te ha curado...." (Luc. VI 11-40).

"TALITHA, CUMI". -Impaciente estaba Jairo con la demora ocasionada por la hemorroisa y ro- gaba a Jesús que se apresurara el paso, cuando se presentó un criado y avisó al magistrado que su hija había muerto y que era ya inútil el viaje de Jesús. Jairo no perdió la confianza e insistió en llevar al Señor a su casa. Era testigo de la cura- ción de la mujer enferma con flujos sanguíneos, sanada al contacto de las vestiduras del Maestro y esperaba que al contacto de sus manos resucitaría su hija. Llegó la comitiva a casa de Jairo; todo era en ella confusión y luto; no se veían sino lágrimas y sólo se oían gemidos de dolor; reinaba la muerte. Con la presencia de Jesús cambió la escena y vol- vió la paz, la alegría, la vida. Entró el Señor a la alcoba donde estaba velándose el cadáver, diri- gió una mirada a los circunstantes, musitó una ple- garia y tomando de la mano a la niña muerta le dijo: "talitha, cumi", que se traduce: "niña, leván- tate". El Evangelio sigue narrando que la muerta resucitó y que en presencia de muchas personas se levantó y siguió andando. Los padres de la niña lloraban de gozo y no encontraban la manera de hacer ostensible su agradecimiento al Señor, mien- tras que los circunstantes estaban maravillados y

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propagaron el milagro en toda la región. (Luc.Vl 1 1-49).

Muchísimos otros milagros hizo Jesús que cons- tan en el Evangelio y muchos otros que no cons- tan, porque, como dice el Evangelista: Se necesita- rían muchos libros para escribirlos." (Jn. XX1-25/

Son dignos de leerse los tres milagros hechos por el Señor en día sábado, porque contienen pre- ciosas enseñanzas y detalles minuciosos: la curación del tullido durante treinta, y ocho años, de la mujer encorvada hacía dieciocho años, del hidrópico vi- talicio. (Jn. V-10-Luc. XI 11-10 y X1V-2).

Particular importancia revisten los milagros hechos para curar al criado del Centurión y para resucitar al hijo déla viuda de Naín. (Luc.Vl 1- la 11).

En el primero, el Centurión es ideal de delica- deza, de humildad y de fe. Las palabras que usó para solicitar el milagro, están consagradas y las re- piten diariamente el Sacerdote y los fieles, en la Santa Misa, antes de la comunión.

En el segundo, se muestra una vez más el Corazón compasivo y misericordioso de Jesucristo, que jamás vió lágrimas sin enjugarlas. Una pobre mujer viuda lloraba la muerte de su hijo único, tras el cadáver que conducían al cementerio. "No llores", le dijo Jesús, cariñosamente, y detuvo el fúnebre cortejo; resucitó al muerto y le entregó a su madre anciana, para que fuese su consuelo y protección.

hector Eduardo; andrade proano

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-XCII- JESUS TRIBUTARIO

Existía la costumbre entre los judíos de que todos debían contribuir para el sostenimiento del culto, en la mejor forma posible; así lo había esta- blecido Moisés y así exigía la Majestad de Jehová- otras maneras de cumplir con esta obligación, se ha- bía establecido que todo israelita varón, mayor de veinte años, pagase anualmente dos dracmas; esta contribución bebía pagar en el mes de Adar, último mes del año judío, precedente al de Nizán, en que se celebraba la Pascua. Parece que estaban exen- tos de este tributo los sacerdotes y los rabinos. No sabemos si Jesús pagó cada año; como buen galileo es probable que lo habría hecho, aunque, talvez, su título de Rabí, le excusaba. En el último año de su vida, antes de la última Pascua, quiso el Señor ha- cer ostensible este pago.

Nos cuenta San Mateo que cuando Jesús esta- ba en Cafarnaún se acercaron los cobradores del im- puesto y no atreviéndose a decirlo a El personal- mente, preguntaron al Jefe del Apostolado si el Maestro pagaba el tributo. -Pedro les contestó ro- tundamente que SI y puso en conocimiento de Je- sús lo que sucedía, quien, para castigar su precipi- tación en contestar, le dijo: "¿Qué te parece, Simón, los reyes de la tierra reciben el tributo de sus hijos o de los extraños? De los extraños, dijo Pedro. Pues bien, prosiguió Jesús, los hijos están exentos. -Yo como Hijo de Dios estoy exento del tributo pa- ra el culto de mi Padre Jehová, pero para no es-

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candalizar, vete al mar, echa el anzuelo y al primer pez que cojas ábrele la boca donde encontrarás las monedas necesarias para pagar el tributo por y por tí". Así lo hizo Simón y quedó arreglado este asunto. -Jesús pagó el tributo. (Mat. XVI 1-23).

Los judíos estaban también cargados con otro impuesto para Roma, que era el pago anual de un denario, moneda que llevaba la efigie del rostro del Emperador y la inscripción de TIBERIO CESAR AUGUSTO.

Con motivo de este tributo, que era materia controvertida entre los judíos, los fariseos pregun- taron a Jesús si debían o no pagarlo. El asunto era muy delicado porque constituía uno de los pun- tos de choque entre israelitas y romanos y era mo- tivo de política entre el pueblo y el Emperador. Si Jesús respondía que SI, se disgustaba con el pue- blo y se declaraba su enemigo; si contestaba que NO, Roma le tenía como rebelde y sedicioso y se distanciaba con el Emperador.

Penetrando el Maestro con su mirada en esos espíritus que venían a tentarle con apariencia de bondad y mimos de humildad, les dijo: "Hipócritas, traedme una moneda del tributo, para contestar a vuestra pregunta". -Cuando le presentaron el dena- rio, Jesús les preguntó: "¿De quién es esta imagen y esta inscripción?" De César, contestaron. -Enton- ces Jesús les dijo: "Pues bien, dad al César lo que es del César", es decir, esta moneda lleva la imagen del César, a él le corresponde.

Seguramente como buen israelita, sumiso a la

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Autoridad, Jesús también pagaba el denario anual para Roma.

Solamente Cristo podía dar una respuesta tan acertada, que no tuvo réplica. Quedó bien con el pueblo y con el Emperador y confundió una vez a sus enemigos que buscaban la manera de cogerle en algo para acusarle y que, esta vez como otras, no tuvieron sino que correrse, avergonzados de su mali- cia y convencidos de la sabiduría del Rabí de Galilea.

La contestación de Jesús nos enseña que es- tamos obligados a pagar los tributos impuestos por la legítima Autoridad Civil: "Dad al César lo que es del César" y que estamos también obligados a contribuir para el culto del verdadero Dios: "Dad a Dios lo que a Dios debéis".

Los israelitas debían pagar ambos tributos: los dos dracmas para el culto de Jehová y el denario para el gobierno de César. Jesús no estaba sujeto a ninguno de los dos porque era Hijo de Dios y Señor del Emperador, pero para darnos ejemplo, fué tributario»

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-XCIII- EL LAGO DE GENESARET

1 lago de Genesaret está situado al nor- te del valle del Jordán y a doscientos metros bajo el nivel del Mediterráneo, en una grande hondonada, cerca de Cafarnaún, Betsaida, Magdala y Tibería- des, de donde toma también el nombre de mar de Tiberíades. A orillas de este lago se realizaron gran- des acontecimientos evangélicos; algunas apariciones de Jesús, la declaración de la primacía de Pedro, (Jn -XXl), los ayes del Señor sobre Corozaín, Bet- saida y Cafarnaún. (Luc. X-13).

Repetidas veces se paseó Jesús en sus riberas y muchas ocasiones esas apacibles y cristalinas a- guas retrataron la imagen divina del Rabí; un día, por última vez, miró el Señor las ondas del lago verdeazuladas que se movían apaciblemente y miró también las orillas pobladas de casitas, de huertos y viñedos y vió que después no quedarían ni rui- nas de esos poblados tan florecientes; eran los pue- blos donde más milagros había obrado y donde me- nos se le reconocía como el Mesías, y, naturalmen- te, del fondo del alma de Cristo salieron esos pro- féticos ayes: "Ay de Corozaín, ay de Betsaida...."

Un ambiente característico se respira en las o- rillas del lago de Genesaret o mar de Galilea, don- de los Apóstoles acostumbraban ejercer su oficio de pescadores. Aquí, dijo Jesús a algunos de ellos: se- guidme, pues, en adelante seréis pescadores de hom- bres" (Luc W-\0) y en ese mismo sitio pregunta el Señor: "¿habéis cogido algo?; ¿tenéis que comer?"

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(Jn. XXI -5,), y en la primera, como en la segunda vez, les manda echar las redes en su nombre y la pesca es superabundante.

Las olas de este lago y las arenas de su playa fueron testigos de la triple pregunta hecha por Je- sús a Pedro y de esas contestaciones humildes, sinceras y amorosas, que repararon publicamente las tres negaciones de la trágica noche de la pasión y que elevaron a Pedro al sumo pontificado de la I- glesia de Cristo. fJn. XX1-15J.

Después de comer los peces asados y el pan, tuvieron un tiempo de sobremesa el Maestro con los discípulos; estos festejaban gozosos el encuen- tro con el Señor resucitado, cuando Jesús, dirigién- dose a Pedro, le dice: "Simón, me amas más que éstos?" -Esta pregunta cayó sobre el Apóstol como un rayo mortífero, porque le recordó la peor esce- na de su vida. En otras circunstancias, el entu- siasta Pedro hubiera contestado con un SI rotun- do y rápido, pero ahora, se limita a decir: "Señor sabes que te amo". No compara su amor con el de los demás. La segunda y tercera vez, contes- ta modestamente, como la primera, y añade: "Tú sabes todas las cosas; sabes que te amo". El Maestro que conoce la sinceridad, el arrepentimien- to y el amor del discípulo a quien desde que le lla- mó al apostolado le colocó como piedra fundamen- tal de su Iglesia, ahora le confirma en la primacía de autoridad, diciéndole: "apacienta mis corderos; apacienta mis ovejas". (Jn. XXI -17).

En el Mar de Tiberíades Pedro se lanzó a an* dar sobre las aguas saliendo al encuentro de Jesús;

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saltó de la barca y avanzó sobre el agua como so- bre tierra firme hasta que su confianza en el Se- ñor vaciló; tuvo miedo y comenzó a hundirse; pero Jesús le tomó de la mano y le sostuvo sobre las aguas y confirmó su fe. (Mat. XlV-28j.

El mar de Galilea fue también testigo del gran- de milagro que nos cuenta San Lucas en el Capítu- lo VIH versículo 22 y siguientes. -Predicaba Jesús en las riberas del lago, no lejos de Cafarnaún, des- de una barca; terminada la misión, ordenó al due- ño de la embarcación que les condujera a la ribe- ra oriental; estando mar adentro, el Maestro se re- costó y dormía, mientras los Apóstoles comentaban las palabras y los milagros del Señor. Repentina- mente soplaron los fuertes vientos que venían del Hermón y el lago se agitó en tal forma que las olas se embravecieron y querían hacer zozobrar la barca y pusieron a los tripulantes en peligro de naufragar. Estos tuvieron cuidado de no despertar al Maestro sino cuando arreció el huracán y el pe- ligro era inminente; entonces su clamor fué: "Sál- vanos, Señor, que perecemos". -Despiértase Jesús, se pone de pie, mira la tormenta y con imperio abso- luto, manda al mar. Las aguas se sosiegan y vuel- ve la calma a los corazones de "esos hombres de poca fe", que habían temido morir, olvidándose que estaban junto a la Vida y al que creó los mares y sopló a los vientos.

El lago de Genesaret hundió en sus aguas a los cerdos endemoniados que con permiso del Hijo de Dios se precipitaron y perecieron en el mar. fMat. V111-31J.

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-XCIV- DOMINGO DE RAMOS

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<¿Vl día siguiente del convite de Simón el lepro- so, dice el Evangelio, habiéndose acercado a Betfa- gé, al pie del monte Olívete, Jesús envió a dos discípulos diciéndoles: Id a la aldea que está frente, en cuanto entréis en ella hallaréis una asna atada, con su pollino, sobre el cual aún no ha cabalgado hombre alguno. Traedme el pollino y si alguno os pregunta: ¿qué estáis haciendo?, le diréis: El Señor le necesita. -Fueron los discípulos e hicieron como les indicó Jesús, encontrando y resultando todo i- gual con lo que el Señor les había predicho. Tra- jeron el pollino o burrito, echaron sus vestidos en- cima e hicieron montar a Jesús. A medida que iban caminando hacia .Jerusalén la gente se aglomeraba y unos extendían sus mantos en el camino, otros cortaban ramos de árboles y formaban arcos de triunfo; todos cantaban y acompañaban al Señor re- gando flores y gritando: "¡Hosanna, al Hijo de Da* vid! ¡Bendito el que viene en nombre de Jehová! ¡Alabado sea el rey de Israel!" Cuando se acercaba la comitiva a la ciudad santa, toda la gente que ha- bía venido a las fiestas pascuales, oyendo que Jesús llegaba, salió al encuentro con palmas de olivo y ramos fragantes. Esta gente se sumó al desfile triun- fal y siguió vivando al Caudillo Divino que entró en Jerusalén y llegó al Templo aclamado por las multitudes y entre una lluvia de flores. (Luc. X1X-29 a 38).

Esto sucedía el 10 del mes de Nizán, al día

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siguiente del sábado de la semana pascual.

Dista Betania de Jerusalén 15 kilómetros. Sú- bese desde allí hasta Betfagé, volviendo a bajar al Cedrón, para subir nuevamente a Jerusalén. Este recorrido hizo Jesús el domingo de ramos. Primera vez que el Rabí de Galilea cabalgaba, pues todas sus largas correrías apostólicas las hizo a pies. Ja- más había presenciado la ciudad santa una proce- sión tan solemne y majestuosa y nunca había visto un triunfo tan magnífico y entusiasta.

Anonadados debieron estar los escribas y fari- seos ante tan grandiosa y popular manifestación. Ellos habían excomulgado a los discípulos del Hijo del Carpintero y allí estaban miles de partidarios de El desafiando a sus enemigos y aclamándole Rey. Los fariseos que buscaban la manera de apresar al Señor, ahora le tenían delante de ellos, en medio de la ciudad, pero no hicieron sino esconderse de la vista del Maestro y de su séquito regio.

Temerosos mandaron una comisión para que ro- gase a Jesús *que no permitiera tanta algazara y que reprendiera a la multidud. "Yo os aseguro, les con- testó el Señor, que si estos callan hablarán las pie- dras". (Luc. X1X-40).

Era el día del Señor; era la hora del Mesías; era el momento del triunfo de Cristo y todo Israel debía aclamar a su Rey; se estaba cumpliendo una profecía: "No temas hija de Sión; mira a tu Rey que viene montado en un pollino...." flsaías LX11-11).

La comitiva se encaminó al Templo, término natural de toda procesión religiosa y de toda ma- nifestación mesiánica, creciendo a cada minuto el

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inmenso clamoreo y el alborozo del pueblo que ro- deaba a su Rey. Sobresalían los gritos de júbilo de los niños, amigos predilectos de Jesús y las aclama- ciones de tantos corazones agradecidos, que habían encontrado el momento de manifestar su gratitud a quien les curó de tantas enfermedades y de quien recibieron innumerables beneficios. En el Templo terminó el desfile triunfal; se desmontó Jesús en uno de los atrios y entró hasta el lugar santo don- de oró a su Padre. Se iba poco a poco despeján- dose la multitud y el Maestro quedó solo con sus doce apóstoles, con quienes volvió a Betania, ya en- trada la noche.

Este triunfo apoteósico de Jesús desde Betfagé hasta Jerusalén tuvo un paréntesis de lágrimas. La comitiva bajó doblando el monte Olívete y llegó a un sitio desde donde se veía frente a frente el grandioso Templo, la fortaleza Antonia, que se des- tacaban por encima de las almenas del muro que cus- todiaba un tendido de casas con calles estrechas y escalonadas; era la ciudad que por obra de sus ma- los dirigentes debía esterilizar ese mismo triunfo de Jesús y convertirse en deicida. A la vista de Je- rusalén lloró Jesús, profetizando su destrucción y ruina material y moral. (Luc. X1X-41).

Aun hoy se ve, a media pendiente del monte en un recodo del camino, el lugar donde lloró Je- sús por su Patria. Una capilla conmemora esas lá- grimas sagradas que fueron triste profecía. No pa- saron cuarenta años cuando las legiones romanas de Tito y Vespaciano, después de un espantoso si-

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tio, asolaron Jerusalén y dejaron el Templo conver- tido en pasto de voraces llamas.

El Domingo de Ramos, fué el día del triunfo de Jesús y el principio de la destrucción de la Ciu- dad Santa,

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•XCV- PROFECIAS

^sa.irde.Te.plodeJerusaléndi.oaJesüs uno de sus discípulos: "Maestro, mira que fábrica tan magnífica!" Jesús contestó: "De estos grandes edificios no quedará piedra sobre piedra" (Luc.XXl-5).

Al atardecer el día, salió Jesús del Templo donde había pasado algunas horas en oración y en remanso espiritual. Esa salida no era de pocos pasos; hasta llegar a una de las puertas que comu- nicaban con la ciudad, había que atravesar el atrio de las mujeres, el de los gentiles y cruzar toda la plaza hacia el sur o el norte según la puerta que se quería utilizar, estas puertas se cerraban al po- nerse el sol. Con toda pausa atravesaron el Maes- tro y los discípulos los varios servicios y dependen- cias del Templo contemplando extasiados los gigan- tescos muros y las enormes construcciones; muchas veces habían visto, pero ahora los encontraron ex- traordinarios. Guardaron silencio mientras atrave- saban los atrios; en la plazoleta se oyó la voz de uno que admirado de la grandiosidad del edificio llamó la atención al Maestro quien aprovechó las circunstancias para profetizar la total destrucción de aquellas moles pétreas, de esas torres, de esos pórticos, de aquel magnífico edificio que desafiaba a los tiempos con su solidez y firmeza.

Espantados quedaron los apóstoles y volvió a apoderarse de sus labios el silencio ante tan tre- menda revelación. Con el Maestro que caminaba meditabundo adelante, tomaron el camino de Beta-

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nia por el monte de los olivos y bajaron el Cedrón para subir la cuesta de enfrente. En la mitad de la pendiente se rompió el silencio con la pregunta incontenible ya, de los que deseaban saber detalles de la profecía. La contestación fué sencilla: "Cuan- do veáis cercada de soldados a Jesusalén, entonces sabed que está cerca su devastación y la abomina- ción de la desolación del lugar santo". Espantosa calamidad y terrible profecía, que se cumplió a la le- tra, viviendo aún los que preguntaron, como sabemos por la Historia.

"Cuando venga el Hijo del Hombre en su ma- jestad y todos los ángeles con El, se sentará en el trono de.su gloria...." (Mat. XXV-31). -Con estas palabras profetizó Jesús otro acontecimiento: el del fin del mundo y su segunda venida en el juicio fi- nal. Estos sucesos estarán precedidos por grandes tribulaciones; se presentarán muchos falsos profetas; se desbordarán las potencias del mal; se conmove- rá la naturaleza entera; entonces aparecerá en el Cielo la señal de Cristo, la cruz, y Jesús vendrá con gran gloria y majestad. El Señor cerró su pro- fecía sobre el juicio último, diciendo: "Cuando ven- ga el Hijo del Hombre con todos sus ángeles; se sentará en su trono de gloria y congregará a todas las naciones; separará a los hombres como el pastor separa las ovejas de los cabros, poniendo a los bue- nos a su derecha y a los malos a su izquierda, a los unos para darles posesión del reino de los cielos y a los otros para condenarles al fuego eterno prepara- do para el diablo y sus secuaces...."

Estas profecías terminaron incitando a sus dis - cípulos a velar y orar porque todo sucederá el mo-

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mentó menos pensado, con este fin les propuso la parábola de las vírgenes prudentes y de las vírge- nes fatuas, tan llena de espirituales enseñanzas.

Entre las ceremonias de las bodas en oriente, una de las principales era el viaje del novio a bus- car a la novia, al anochecer, y encontrándola en su casa, la conducía entre música, luces y flores al banquete nupcial. Las amigas de la esposa espera- ban con lámparas encendidas para acompañarla a la casa del esposo, como cortesanas. Valiéndose de esta costumbre, dijo Jesús que debemos estar pre- parados para su venida con las lámparas del alma provistas cte aceite espiritual, y terminó enseñando: "Velad, pues, porque no sabéis ni el día, ni la hora de mi venida". (Mat XXV- 1 a 13).

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EL VERDADhRO JESUCRISTO

-XCVI- JUEVES SANTO

^ra el jueves de pascua, víspera del día de la Pasión del Señor. Los Apóstoles preguntaron al Maestro: "Dónde quieres que vayamos a preparar el cordero pascual?" - (Luc XXI 1-9), Jesús escogió a Pedro y a Juan para que se preocuparan del asunto y les dió las instrucciones del caso.

Nuestro Señor iba a celebrar la última pascua, que se convirtió en el primer jueves santo.

La pascua era la fiesta más gránete y signifi- cativa para los israelitas. La palabra castellana PASCUA viene de la latina: fiascha, de la griega: ftasja, de la aramea: filiase y de la hebrea: fihesa, que significa PASO o tránsito y alude al paso de Jeho- que nos refiere el Libro del Exodo. (XI 1-11 a27j.

Los judíos celebraban esta fiesta reproduciendo en el hogar aquella memorable noche que sus an- tepasados pasaron en Egipto y recordando práctica- mente la redención del pueblo escogido.

Se celebraba a mediados del primer mes del calendario judío, el de Nizán, que corresponde a nuestro Marzo y durante ocho días consecutivos.

Con la orden dada por Jesús, los dos Apósto- les prepararon todo para la cena pascual. Compra- ron el Cordero, lo hicieron inmolar en el Templo y lo prepararon para la comida junto con los panes ácimos o sin levadura, el vino, las yerbas y el agua para las abluciones rituales. Todo estaba listo, cuan- do habíase ya puesto el sol y comenzaba la noche.

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Jesús con los doce apóstoles se encaminó a Jeru- salén desde Betania; la comitiva llegó tranquila a la sala de la cena a través del oleaje humano que iba y venía por las calles de la ciudad santa.

Sentados alrededor de la mesa, comenzó la ce- remonia con las conmovedoras palabras de Jesús: "De todo corazón he deseado comer esta pascua con vosotros antes de morir. Porque os digo que yo no la volveré a comer hasta que ella tenga su plena

Apenas acabó de hablar el Señor cuando se entabló entre los apóstoles una discusión, muy humana des- de luego, porque se trataba de averiguar cuál de ellos debía ser el primero en beber del cáliz que el Maestro les había ordenado que se repartieran: "Tomadlo y repartíoslo; en cuanto a Mí, os digo que no beberé del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios". (Luc. XXI l-\7). Al oír Jesús la dis- cusión, como en otras ocasiones, les invita a la hu- mildad y les recuerda que al revés de los munda- nos, entre ellos, el mayor se considerará el último y el que manda, servirá". (Luc. XXI 1-26). Todos acataron la advertencia del Maestro, callaron y si- guieron comiendo las viandas de la cena pascual: ensalada de hierbas, el pastel de higos, dátiles y uvas, las rebanadas de pan ácimo y bebían el vino generoso; la comida estaba para terminarse, cuando Jesús procedió a hacer una de las acciones más admirables de su vida: lavar los pies a sus discí- pulos

Para comprender la facilidad con que el Maes- tro hizo este acto, hay que recordar que los israe- litas habían adoptado la costumbre romana de comer

realización en el reino

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recostados, formando un círculo, apoyando el brazo izquierdo en almohadones que descansaban sobre caballetes, mientras que comían con la mano dere- cha y los pies quedaban fuera del círculo. Además, se debe tener en cuenta que al ceremonial de la cena pascual, que era un sacrificio, estaban adjuntas las abluciones rituales, por lo cual no podía faltar junto a la mesa, cántaros con agua, jarras, jofainas y toallas.

Al terminar la cena, se levantó Jesús, dejó el manto en el sofá donde estaba reclinado, se ciñó un lienzo o toalla, tomó con una mano la jofaina y con la otra la jarra, y en vestido y actitud de esclavo se puso a lavar los pies de sus apóstoles ...

Pedro protestó por este acto de humildad de su Maestro, pero ante la amenaza de privarse para siempre de su compañía, pidió que no solamente se le lavaran los pies, sino, si era necesario, la cabeza y todo el cuerpo. (Jn. Xlll-6-9).

No solamente para dar ejemplo de humildad hizo Jesús este lavatorio, sino para indicar a los suyos que debían estar limpios y puros de alma y cuerpo porque en el sacramento de la Eucaristía les iba a dar a comer su cuerpo y a beber su san- gre inmaculados.

Cuando acabó de lavar los pies de sus discípulos, tomó sus vestidos, y sentándose de nuevo a la me- sa, les dijo: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís bien, porque lo soy. Pues, si yo Señor y Maestro he hecho esto con vosotros, seguid mi e- jemplo; porque no puede ser el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que quien le envía. - " (Jn. Xlll-12-17).

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-XCVII- EUCARISTIA

a terminado la cena pascual; el Maestro ha lavado los pies de sus apóstoles. Estaba Jesús nuevamente sentado a la mesa; los discípulos espe- raban que entonara el himno de acción de gracias, para terminar las ceremonias, cuando: "Tornó un pan, lo bendijo, lo partió y lo repartió a sus apóstoles diciéndoles: TOMAD Y COMED, ESTE ES MI CUERPO, QUE SE DA POR VOSOTROS. Igual- mente, cogiendo un cáliz con vino, lo bendijo y en- tregó a sus apóstoles, diciendo: BEBED TODOS DE EL: ESTA ES MI SANGRE, LA DEL NUE- VO TESTAMENTO, QUE SERA DERRAMADA POR MUCHOS EN REMISION DE LOS PECA- DOS. Y agregó: HACED ESTO EN MEMORIA MIA. fMat. XXVl-26-Marc. XlV-22-Luc. XX11-19J. Con estas breves y sencillas palabras narran los Evangelistas el acontecimiento más grande y el más asombroso de los milagros hechos por Jesús.

Sin duda alguna, los apóstoles vieron lo que hi- zo el Señor, oyeron sus palabras y entendieron el asunto tal como es; tuvieron fe en el pan y en el vino Consagrados por Jesucristo, lo adoraron y re- cibieron como el cuerpo y la sangre del Maestro.

En el Cenáculo, en la noche del 14 de Nizán, obró Jesús el milagro de cambiar el pan y el vino en su cuerpo y sangre y ordenó a los apóstoles que hicieran lo mismo, dándoles en la orden, el poder. Pero la institución de la Eucaristía en aquella no- che, parece que pasa como desapercibida por los

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tres Evangelistas que la narran en pocas palabras y de la cual apenas dice algo indirectamente San Juan, cuando debía ser motivo de grandes comen- tarios; no hay duda que así debió ser y así fué en realidad, explicándose lo anotado, únicamente por las circunstancias en que tuvo lugar el milagro de la transubstanciación. La rápida sucesión de los acon- tecimientos en aquella noche tan agitada y los su- cesos del día siguiente desde Getsemaní hasta el Calvario, no permitieron fijar detenidamente la aten- ción de los apóstoles y dar toda la importancia al a- sunto Eucarístico, pero esto no quita al acto su verdadero sentido y su esplendor.

El Jueves, víspera de su muerte, en Sión cum- plióse la promesa de Jesús en Cafarnaún; pero se cumple entre circunstancias extraordinarias y varia- das como la inminencia de la Pasión, la cena pas- cual, la presencia del traidor, el lavatorio de los pies, la venta del Maestro asegurada, y otros incidentes que hicieron menos importante el prodigio más gran- de que haya acontecido en la tierra y que debía perpetuarse hasta el fin del mundo.

Que el Hijo de Dios hecho Hombre haya podi- do hacer el milagro de cambiar la sustancia de una materia en otra no hay dificultad en admitir; que lo haya querido hacer, nos están diciendo las pala- bras de la institución de la Eucaristía, tan claras, sencillas y terminantes; que lo haya hecho nos está indicando el Evangelio.

Como dice al respecto su Excelencia el Obispo de Sabina: "No es Jesucristo el Hijo de Dios, el Creador del mundo? -Pues bien, si Dios sacó de la

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nada todo lo que existe, no pudo hacer lo menos, que es cambiar la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, conservando intactas las especies externas o apariencias? -En las bodas de Caná, con un simple acto de su voluntad, cambió Jesús el agua en vino; ¿por qué maravillarse, pues, que de la misma manera, con un acto de su omnipotente vo- luntad, cambie el vino en su Sangre y el pan en su Cuerpo?

Se dirá que no sabemos cómo explicar este mi- lagro de la transubstanciación. Ciertamente; pero a cada momento y en todas partes nos vemos rodeados de fenómenos inexplicables y de hechos prodigiosos que no sabemos cómo acontecen; esto no obstante, los admiramos sin titubear, porque se nos presentan con argumentos irrebatibles.../

Jesucristo, verdad infalible, ha dicho que el pan consagrado es su Cuerpo y que el vino, me- diante la consagración sacramental, se convierte en su Sangre; no queda otra cosa a los hombres que creer en la palabra de Dios, que no se enga- ña ni puede engañar; nuestra fe está apoyada en la omnipotencia divina.

El mismo Dios que alimentó al pueblo hebreo durante cuarenta años con el MANA, pan milagro- so que caía del cielo diariamente, (Exodo XV1-15), ha querido alimentar al pueblo cristiano con el pan eucarístico; ha querido que se repita todos los días y a cada instante el sacrificio de su Hijo, porque el sacrificio eucarístico es la renovación incruenta de la pasión y muerte de Cristo; ha querido que

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Jesús acompañe al hombre constantemente en la tierra, por medio de un sacramento que nos da la presencia real y verdadera de Jesucristo, en el mun- do, vivo y glorioso como está en el Cielo,

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-XCVIII- SOBREMESA ESPIRITUAL

>^os discursos de Jesús después de la cena cons- tituyen la sobremesa espiritual; están impregnados de amor, de ternura, de suavidad más que mater- nal; es la despedida cordial del Maestro con sus predilectos. No es posible leer esas páginas evangé- licas sin sentir palpitar en ellas el Corazón de Dios. San Juan, el apóstol del amor, nos relata esos e- fluvios cariñosos de Jesucristo.

El Señor llama a los apóstoles con el dulce nombre de "hijitos" y como el padre que tiene junto a su lecho de muerte a los pedazos de su corazón que tánto les ama, les hace la última re- comendación para que jamás rompan los lazos de unión familiar: "amaos los unos a los otros como yo os he amado". (Jn. XI 11-34;.

Háblales de su próxima partida y les exhorta a que no se turben, ni sientan demasiado, porque El, como Dios, va a preparar las moradas para ellos, en el reino celestial. Jesús que es uel camino la verdad y !a vida" para todos los hombres, quiere serlo de manera especial para los suyos y hacerlos conocer a su Padre. (Jn. X1V-6)

Después de haberles hablado de la unidad del amor les ofrece solemnemente la asistencia del Es- píritu Santo, como prenda de verdad y de vida so- brenatural; ellos, que ya no son del mundo, podrán recibir, ver y conocer al Paráclito de Dios (Jn. XI V-17).

Llegaba ya la hora de separarse de los suyos-

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y no encontró otras palabras para despedirse que deseándoles paz y felicidad, por eso les dice: "Os doy mi paz; os dejo la paz, pero no la que da el mundo, sino la paz verdadera que únicamente pue- do dar yo". (Jn. X1V-27).

"Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" les dice Jesús en hermosa parábola, encargando a sus discípulos que siempre vivan unidos a El. -"Per- severad en mi amor....; guardad mis mandamientos...., así como yo he guardado, los mandamientos de mi Padre y persevero en su amor'. (Jn. XV-9).

"Vosotros sois mis amigos íntimos, porque os he hecho saber los pormenores que mi Padre me ha revelado.... No sois siervos, porque conocéis mis secretos; el siervo no sabe lo que hace su Señor." "No me elegisteis vosotros a mí, sino que Yo os elegí; os escogí para que seáis mis embajadores...." (Jn. XV-15 y 16).

"Vosotros, ya no sois del mundo, por lo mismo, el mundo os odiará. Yo os he sacado del mundo y vendrá tiempo en que los mundanos os matarán. Esto os digo para que cuando suceda no os escan- dalicéis.... Acordaos de mi palabra: no puede ser el discípulo mayor que el Maestro, ni el siervo más que su señor ... Si a me persiguieron, también a vosotros os perseguirán ... Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a Mí". fJn. XV-18J.

Ya se ha despedido el Padre de sus híjitos que- ridos, el Maestro de sus amados discípulos, con pa- labras tan íntimas y sentidas que son el lenguaje del corazón, que no acierta a separarse de los su-

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yos; ya ha llegado la hora del sacrificio; antes de comenzar la inmolación, Jesús levantó los ojos al cielo y oró por mismo, por sus apóstoles, por todos los hombres, pidiendo para la glorificación, para los suyos la perseverancia y para todos la u- nión fraternal.

"Padre: Glorifica a tu Hijo.... que te conozcan a Tí, Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo, con la gloria de Unigénito de Dios .

"Te ruego por los que me has dado como após- toles de tu gloria y de la mía; estos quedan en el mundo; Padre Santo: guárdalos, por tu nombre, pa- ra que sean una misma cosa, como lo somos no- sotros. No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal. -Conságralos en la verdad; en tu palabra que es Verdad- ..."

"Mas no sólo te pido por ellos, sino también por todos los que han de creer en Mí, para que todos estén en Mí, como Yo, Padre, estoy en Tí; que el mundo conozca que me enviaste- .." (Jn. XV1M-6-20).

Jesús tenía los ojos levantados al cielo y los apóstoles escuchaban atónitos esta oración, epílogo de la despedida. Silenciosos y tristes miraron al Se- ñor cuando les dijo: "Vamos de aquí". Había llegado la hora del último adiós. Iba a producirse una ca- tástrofe. Herido el Pastor, debían dispersarse las o- vejas. Jesús iba a morir y los apóstoles huirán a- terrados. Se verán consternados durante la pasión del Maestro, pero esa tristeza se convertirá en gozo cuando le vean resucitado. (Jn. XVI -22,).

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-XCIX- EL PRECURSOR

l§e aquí que Yo envío mi ángel, el cual pre- parará el camino delante de Mí", había dicho el Verbo Divino, por boca del profeta Malaquías, si- glos antes de la Encarnación. (Mal. 111-1,). -"Voz que clama en el desierto" dice Isaías vaticinando la misión del precursor de Cristo. (Is. XL-3J

Juan Bautista, el santo precursor del Hijo de Dios humanado, es el ángel del Nuevo Testamento, es la Voz que precedió al Evangelio.

Juan, hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, hermana prima de la Madre de Dios, "ambos jus- tos a los ojos de Jehová", (Luc. 1-5 y 6), apareció predicando en el desierto de Judea, por toda la re- gión del Jordán, según dice el evangelio, vestido con túnica tejida con pelos de camello, o mejor dicho, confeccionada con la piel de estos animales que a- bundan en Palestina y que tántos servicios prestan al hombre. Un cinturón de cuero ajustaba su cintu- ra y su alimento era langostas y miel silvestre, fMat. 111-4-Marc. 1-6;.

Este era el aspecto físico de Juan, el Predi- cador mesiánico. Antes de él habían desfilado en la tierra de Israel, numerosos predicadores de un me- sianismo apócrifo. El verdadero Precursor de Cristo se presenta humilde, pobre y penitente; su palabra es sencilla y convincente: "Haced penitencia, porque se acerca el reino de Dios". Se ocupa en bautizar a las gentes sumergiéndolas en las crista- linas aguas del Jordán y no cesa de inculcar: "Ha- ced frutos dignos de penitencia para que entréis en

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el reino de los cielos que está próximo". Juan esta- ba "preparando el camino del Señor y enderezando sus senderos". Mat. 111-3-Marc. -1-4).

En el otoño del año 26 de la era cristiana inició su predicación, que duró un año y medio. A los pocos meses de la aparición del Bautista salió Jesús de su retiro de Nazaret y comenzó la predi- cación del Evangelio. El primer acto de la vida pública del Mesías fué recibir el bautismo de ma- nos de su precursor. "Vino Jesús de Galilea al Jor- dán, en busca de Juan, para ser de él bautizado", dice el Evangelista. (Mat. 111-13;

Profunda y general conmoción causó en Pales- tina la predicación y el bautismo de Juan. Todos le conocían con el nombre de "el Bautista" y acu- dían de todas partes a recibir el bautismo de per- dón y a cerciorarse de: quién era el predicador y de la naturaleza del reino celestial que decía estar cercano. ("Mat. 111-50 Marc. 1-5-Luc. II 7)

Jesucristo dijo de Juan Bautista: "Yo os lo a- seguro, es más que PROFETA; él es de quien es- tá escrito: yo envío mi ángel ante tu presencia, el cual irá delante de disponiéndote el camino. En verdad os digo, que no ha salido a luz entre los hijos de mujeres, alguno mayor que Juan Bautista". (Mat. Xl-9 allj.

El Precursor no solamente prepara los caminos de Cristo con el bautismo y la penitencia, sino que da también testimonio de la personalidad del Mesías.

Cuenta el Texto sagrado que los judíos envia- ron de Jerusalén, sacerdotes y levitas al lugar don- de estaba Juan bautizando, para averiguar lo que é

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pensaba acerca de Jesús. La respuesta fué: "En medio de vosotros está uno a quien no conocéis. El es el que ha venido después de mí, pero que es su- perior a mí, y a quien yo no soy digno de desatar la correa de su zapato. Yo bautizo con agua, pero El os bautizará con el Espíritu Santo, porque es más poderoso que yo, ante el cual yo no soy digno ni de postrarme para desatar su calzado, ni de lle- varle las sandalias". (^Mat. HMl-Marc. 1-7-Luc. 111- 16-Juan 1-19 a 27¿

Como se comprende, desatar el calzado y lle- var las sandalias, era oficio de siervos; se lo hacia de rodillas e inclinado hasta el suelo, lo primero, y lo segundo lo hacían los criados cuando el patrón entraba al Templo o a la Sinagoga, al recostarse a la mesa para comer, para las abluciones de los pies, al acostarse, etc., siendo siempre ambas cosas ofi- cio de esclavos.

Juan Bautista, el precursor de Jesucristo, "el más grande de los hombres" dice que no es digno de ser esclavo de Jesús y ni siquiera de servirle en los oficios más bajos y humillantes, porque, sen- cillamente, el hombre ante Dios es nada.

Estas declaraciones del Precursor fueron la primera clarinada de la gloria y de la divinidad del Señor y el prólogo del Evangelio.

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-C- SAN PEDRO

Jfesús llamó al apostolado, al pescador de Ga- lilea y le cambió el nombre de Simón en el de Pie- dra, que en castellano se traduce por PEDRO. Este hombre es el tipo acabado del verdadero apóstol.

De carácter vivo, impresionable, vehemente y animoso, unía en su alma la sinceridad y el sacri- ficio, con la valentía y la lealtad. Por repetidas o- casiones dió pruebas de su carácter como vemos en varios pasajes evangélicos.

Simón era natural del pueblo de Betsaida y desde su niñez se dedicó a la pesca. El mar con su inmensa belleza y con su tosca bravura formó el carácter de este hombre robusto de cuerpo y de alma delicada, avesado a la lucha, arrogante y presumido.

De poca instrucción, pues apenas había cursa- do algunos grados en la escuela de su pueblo, pero de ilustración práctica por el roce diario con di- versas gentes en su negocio de pescador, era co- nocido y considerado por propios y ajenos. Segura- mente chapurreaba el griego y el latín, fuera de su lengua materna, el arameo, que lo hablaba correc- tamente. Cuando ingresó al apostolado tenía más de cincuenta años de edad y era de estado casado. En su oficio no había logrado hacer fortuna, pero tam- poco carecía su familia de lo necesario para una vida más o menos cómoda.

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Poseía una delicadeza y cultura naturales, jun- to con una sensibilidad exquisita que le hicieron el discípulo más amado de Jesús y el más amante y decidido por su Maestro.

Desde la primera vez que le vió el Señor, le distinguió con muestras de cariño y después en la vida apostólica, siempre contaba con él para los ac- tos íntimos y para las empresas de grande impor- tancia.

Apóstol decidido y confiado en su Maestro, se lanza a andar sobre las aguas, yendo al encuentro del Señor. (Mat. X1V-29). -Discípulo convencido de la divinidad de Jesús, no tiene miedo de proclamar a voz en cuello: uTú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". (Mat. XVM6J.

Amante de Jesús y resuelto a defenderle, cuan- do el Señor dice que tiene que sufrir mucho de parte de los escribas y fariseos y ser condenado a muerte, Pedro protesta diciendo: " Lejos de Tí, Se- ñor, todos estos sufrimientos. Esto que dices, no te sucederá, por cierto, para eso estoy yo...." (Mat. XVI -22>).

Entusiasta y activo, quiere levantar tres tien- das en la cima del Tabor, con tal de ver a su Se- ñor siempre feliz y glorioso, sin importarle nada de su suerte; el se acomodará, como esclavo, a la puerta de la habitación de Jesús. fMat. XV11-4J. "Pedro hablo y dijo a Jesús: Señor, bueno es que nos quedemos aquí. Si quieres LEVANTARE aquí TRES tiendas....''

Todos sabían la confianza que tenía el Maes- tro con Pedro y por eso, al entrar a Cafarnaún

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se acercaron al Apóstol los cobradores del tributo y le dijeron; "¿vuestro Maestro no paga el didrac- ma?" -Respondió el discípulo: "si, por cierto", con todo aplomo, y fué a contar el caso al Señor, quien, después de larga discusión con Pedro, le mandó a que consiguiese la moneda de manera milagrosa y pagase el impuesto. Pedro es el lugarteniente de Jesús en todo asunto. fMat. XVI 1-24 ).

Los otros Apóstoles, en toda circunstancia pu- sieron a Pedro en primer lugar y muchas veces se valieron de él para pedir algo al Maestro. En la parábola del Mayordomo fiel y prudente, cuando los extraños se han ido, los discípulos quieren saber si Jesús aludía a ellos solos o a todo el auditorio; nadie se atreve a averiguar y todos se valen de Pedro, quien pregunta: "Señor, esta parábola la di- ces para nosotros, o para todos?" -Jesús le contesta delicadamente, dándole a entender que para ellos principalmente había dicho. (Luc. XI 1-41).

El grande afecto que Pedro tenía por Jesús es- tá transparentado en aquellas palabras: "Aunque todos se escandalizaren de Tí, yo no". Y a pesar de que el Señor predice que Pedro le negará, el A- póstol insiste: "Aunque deba morir, yo iré contigo, jamás te negaré". (Marc. X1V-29-31). Desgraciada- mente cayo en pecado aquella trágica noche, pero supo levantarse como valiente y reparar su culpa. En la oración del huerto, cuando Jesús vuelve a donde sus Apóstoles y les encuentra durmiendo en vez de acompañarle en su dolorosa plegaria, el Se- ñor increpa a Pedro: "¿Simón duerme? ¿No pudiste velar conmigo una hora?" (Marc. X1V-37). No se re- fiere a los otros, porque en Pedro había fincado su

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postrera esperanza. En realidad este Apóstol salió en defensa de su jefe, cortando la oreja a uno de los sayones que fueron a apresarle (Jn. XVlll-lOJ; siguió a Jesús conducido a los tribunales de Jus- ticia (Jn. XV111-15J; corrió al sepulcro a constatar la resurrección de su amado Maestro (Jn. XX-3). En una palabra, desde que deja la barca y las re- des y sigue a Jesús, hasta que le ve resucitado y glorioso, Simón Pedro es siempre el mismo: alma de fuego, corazón encendido, voluntad resuelta, todo un hombre y toda una vida al servicio de Jesús.

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-CI- JUDAS

deudas Iscariote es el nombre del apóstol trai- cionero al Maestro que le eligió y le contó entre los doce para continuar su obra redentora, que no quiso corresponder al amor de predilección y se pa- só al bando de los enemigos del Señor. Las listas de los Apóstoles que dan los tres Evangelistas, conservando los mismos nombres, varían el orden de nombres, pero todos citan en último lugar, a Judas Iscariote. Este era judío de nación y los otros once fueron galileos. (Mat- X-2-Marc. 11 1-lS-Luc.Vl- 14/

Nació el TRAIDOR en el pueblo de Keriot, de donde le viene el sobrenombre. Fué hijo de Simón. (Jn. X111-2J. No hay datos precisos acerca de su elección al apostolado, pero se puede suponer que cuando Jesús le llamó, Judas correspondió al llamamiento con deseos de ser fervoroso y sincero discípulo. Los compañeros le honraron con el cargo de tesorero del colegio apostólico y en los prime- ros tiempos lo desempeñó muy bien, procurando a Jesús y a sus discípulos todos los menesteres de la vida.

Al fin de los tres años de la predicación evan- gélica cambió de ideas, de sentimientos y de carác- ter; no era ya"el apóstol alegre, desinteresado, fran- co, amante al Maestro y a sus compañeros, sino que se dejó notar como hombre tacaño y celoso de los honores que rendían a Jesús los buenos a- migos, como María de Mágdala; no comprendió el rasgo de delicadeza de esta mujer y por eso dijo:

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"mejor hubiera sido vender este precioso ungüento y su valor ingresar en caja, antes que desperdi- ciarlo en los pies del Maestro. (Jn. XI 1-5,). Se hi- zo taimado e hipócrita en su trato diario, pasando como bueno, pues hasta el último acto de su trai- ción es dar un beso al Maestro y aparentar a sus compañeros preguntando, como los otros: "seré yo", cuando Jesús les dice: "uno de vosotros me está traicionando". (Mat. XXV1-25-49). Las palabras de San Juan contra Judas son terribles: "era la- drón y como él tenía la bolsa, sustraía lo que se echaba en ella". (XI 1-6;.

El Padre Vilariño dice: "la primera vez en que Judas aparece ya pervertido es cuando Jesús pronunció el sermón del pan eucarístico. De los que murmuraron contra aquella misteriosa doctrina, es muy probable que el principal fuese Judas. De él debió salir aquella orgullosa censura: "Dura es esta doctrina" y a él aludía el Salvador cuando di- rigiéndose a los doce Ies dijo: "También vosotros queréis iros?" -Y cuando San Pedro replicó: "A dón- de iremos, Señor, si solo tienes palabras de vida eterna?" Jesús exaló esta queja: "Yo he esco- gido a doce, pero ¿no es diablo uno de vosotros?" Diablo era Judas desde ese tiempo- ..

Dicen San Mateo y San Marcos que: "Judas desde la unción de Jesús en Betania, ya no pensó sino en vender al Maestro y fué a pactar el nego- cio con los sumos sacerdotes y buscaba una ocasión para entregarle.... (XXV1-14-X1 V-lOj. Esta ocasión encontró Judas en el huerto de Getsemaní a donde se retiró el Maestro después de la cena pascual; el traidor conocía perfectamente el lugar donde ora-

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ba el Señor y no tuvo sino que separarse de sus compañeros con algún pretexto y ponerse en con- tacto con los enemigos para entregarles a la víc- tima, conforme a lo pactado.

San Juan señala en su Evangelio el momento en que salió el traidor para cumplir con su com- promiso: "tomó el bocado que le dió Jesús y, con satanás en el cuerpo, salió.... fJn. XI 11-30.

San Mateo nos cuenta el fin que tuvo Judas: "viendo que había sido condenado a muerte Aquel a quién él entregó, fue acosado por el remordimien- to y corrió a devolver las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes, diciendo: pequé entregan- do sangre nocente. Pero ellos dijeron: A nosotros que nos importa?, verás; entonces él, arrojó las monedas en el Templo y fué a ahorcarse". (XXVll-3-5)

Seguramente, mientras Judas moría ahorcado con su misma mano, resonaba en su alma la última palabra que oyó de los labios de su dulce Maestro; "Amigo...." ¿Todavía era su amigo Jesús? -¿Cómo amigo podía perdonarle su crimen? ¿Invocó Judas al Amigo íntimo de más de dos años, en el último ins- tante de vida, o se declaró enemigo eterno del Maestro--?

El mencionado Padre Vilariño pinta así la silue- ta de Judas: "Fué malo y el peor de los malos. Frío, no se dejó calentar con el extraordinario amor del Maestro. Interesado y calculador, ajustó el precio de la cabeza de su Señor. Mezquino, se contentó con treinta monedas Doloso e hipócrita, encubrió su traición y pasó por apóstol hasta el último momen- to. Cobarde, no se atrevió a proceder cara a cara y

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se valió de un beso, la más fina atención de amor, para la más negra de las infamias. Maldito, él mis- mo se dió la muerte más repugnante y asquerosa. Nunca existió ni más infame criminal, ni más infa- me verdugo, como lo fué el Iscariote...."

¿Se salvó Judas? -He aquí una pregunta sin respuesta. Casi todos creen que el apóstol traidor está en los infiernos, maldito para siempre.

Recordemos, sin embargo, lo que dijo Jesucris- to acerca de la salvación eterna, cuando !os apósto- les estaban "muy maravillados" de las palabras del Maestro sobre la dificultad de salvarse los malos ricos; el Señor terminó diciendo: "Para los hom- bres es esto imposible; mas para Dios todas las co- sas son posibles". -En otra ocasión dijo: ''Muchos son los llamados y pocos los escogidos*'. - "Muchos primeros en el mundo, serán últimos en la eterni- dad". fMat. X1X-24 a 26 a 30j.

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-CU- PILATO

n tiempo de Jesucristo era Poncio Pilato procurador de Judea y con este título gobernaba todo la región. Residía de ordinario en Cesárea, a la orilla del mar, viviendo en el real palacio cons- truido por Herodes el Grande; en las fiestas se tras- ladaba a Jerusalén y ocupaba la mansión de la To- rre Antonia, que estaba unida al templo; desde es- te lugar se daba cuenta de todo movimiento y po- día dominar cualquier alboroto.

En la Iglesia de San Juan de Letrán, en Ro- ma, se conserva una escalinata de 28 gradas de mármol blanco, esta es una de las graderías o es- caleras que servían de comunicación con las habi- taciones altas del palacio; por ellas subió y bajó Jesús conducido como criminal por los soldadQs; la plataforma que seguía a la última grada de a- rriba se llamaba LITOSTROTOS, en griego o GABBATA en hebreo.

El nombre de Pilato era PONCIO, palabra pa- tronímica de la familia Poncia, a la cual pertenecía. El Evangelio nos habla de la mujer o esposa de Pilato (Mat. XXVI 1-19) y la tradición dice que es- ta era Claudia Procla, emparentada con la familia patricia de Roma. Ella le mandó un recado a Pila- to, indicándole que no se metiera en el asunto judicial de Jesús e hiciera todo lo posible para de- jarle en libertad, porque era hombre justo, pues había tenido revelaciones en el sueño sobre este

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asunto tan delicado para su marido. fMat. XXVI 1-19,).

Poncio Pilato era un gobernante de carácter débil y contemporizador; su afán era quedar bien con el Emperador y congraciar con los jefes del pueblo judío; los escribas y fariseos que le conocían estaban seguros de que al fin y al cabo tenía que terminar por sentenciar a muerte a Jesús para no distanciarse con ellos y para adular a César; la a- cusación presentada, a eso tendía; "éste se hace hijo de Dios y es enemigo del emperador; prohibe pa- gar el tributo...." (Jn. X1X-7-12;.

El gobierno de Pilato fué una cadena de debi- lidades y cumplimientos, a lo cual le conducía su carácter, su talento corto y su escasa preparación intelectual. Moralmente, el Procurador romano era un hombrecillo de buen fondo; no le gustaba hacer el mal a nadie, aunque religiosamente considerado era escéptico y en lo espiritual un agnóstico.

La primera resolución judicial de Pilato nos da la medida de su cobardía y espíritu contemporiza- dor: "Tomadle, pues, vosotros, y juzgadle según vues- tras leyes", dice el Procurador de Roma a los sane- dritas que le presentan a Jesús, acusándole de malechor. (Jn. XVlll-31j.

La sentencia no fué menos cobarde y calcula- da: Pilato daba vueltas y revueltas buscando la ma- nera de libertar al acusado; repetidas veces había di- cho que Jesús era inocente; creyendo contentar al populacho y salvar al acusado, ordenó la flagelación y presentó al Hombre-Dios convertido en rey de burlas. Nada movía a compasión a los enemigos del Señor que prefirieron la libertad de Barrabás y pe-

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dían a gritos la crucifixión de Jesús y que, cono- ciendo el lado flaco de Pilato, decían: "Si das liber- tad a éste, no eres amigo del César. Porque todo el que se hace rey a mismo va contra el César". Ju. fXlX-1 a 12). Esto acabó de amilanar al cobarde Pilato. Temeroso decaer en desgracia del Emperador, perder el puesto y quedar de ridículo ante los judíos, tomó consigo a Jesús y le puso junto al solio que había hecho arreglar en el Litóstrotos o Gábbata y sentándose en el tribunal, pidió agua y delante del pueblo se lavó las manos, diciendo: "Yo soy inocen- te de la sangre de este justo.... y dió la sentencia de muerte contra Jesús". (Mat. XXVI 1-24-26J. En este pasaje evangélico, en esta sentencia, en la con fesión de la inocencia del acusado por parte del Juez que se lava las manos, está retratado vivamente el espíritu y el carácter de Poncio Pilato. Lo que él dijo de Jesús: "he aquí el hombre", podemos decir del cobarde Procurador romano que quiso salvar al Señor porque "no halló culpa alguna en El", pero que no pudo hacerlo por respeto humano y porque escrito estaba que de este hombre se valdrían los enemigos de Jesús para crucificarle; su nombre es tristemente célebre, porque todos repiten: "padeció bajo el poder de Poncio Pilato... •" (Luc. XX111-22,).

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-CIII- VIA CRUCIS

ilato dió la sentencia de muerte contra Je- sús y de muerte en cruz; así se safó de las moles- tias impertinentes de los escribas y fariseos que em- pujaban al pueblo a formar algazara; así quedó bien con Roma, coreando el grito judío: "No tenemos más rey que al César" (Jn. X1X-15) y, repitiendo: "Yo soy inocente de la sangre de este justo" fMat. XXVI 1- 24J, quiso granjearse la voluntad del condenado a muerte, cuya divinidad reconocía, y librarse de justos castigos espirituales.

La cruz era un suplicio de muerte que los roma- nos usaban para castigar a los grandes criminales; era tan ignominioso este tormento que Cicerón lla- maba "el mayor suplicio de los esclavos".

Los hebreos no condenaban a nadie a la muerte en cruz; para ellos el mayor y más ignominioso su- plicio era la lapidación; así mataron a San Esteban y a tantos otros antes de él; según la ley mosai- ca, los adúlteros, los blasfemos, los enemigos de Jehová debían morir apedreados.

Con la dominación romana en Palestina se in- trodujo la pena de muerte en cruz, como el supre- mo castigo; pero a este suplicio no podía condenar sino el Gobernador romano.

Era forzoso al que iba a ser crucificado llevar su propia cruz al sitio del suplicio, recorriendo las principales calles de la ciudad, conducido por s^yo-

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nes y soldados y precedido por un pregonero que iba avisando, con trompeta, la causa del ajusticiado, % para escarmiento de otros.

Había diversas clases de cruz, para este tor- mento; con relación a Jesús, la noticia evangélica, la tradición y la invención de la santa cruz, nos es- tán indicando que el madero fué en la forma ordi- naria en que se representa ahora; es decir una cruz formada por dos palos atravesados.

Jesucristo salió, pues, con la cruz a cuestas desde la Torre Antonia, donde estaba el Pretorio de Pi- lato, hasta el Calvario o Gólgota; el recorrido fué de un kilómetro y medio. Saliendo del Pretorio, siguió el camino por la principal calle de Jerusalén hasta los suburbios, donde tuvo que bajar y subir una calle muy accidentada que daba a la puerta judiciaria, para llegar a los muros y salir de la ciu- dad hacia el montículo llamado Gólgota, en hebreo, y Calvario, en latín.

Jesús estaba ayuno de toda comida desde la últi- ma cena del jueves, desangrado por el sudor en el huerto de Getsemaní y sobre todo por la flagela- ción, cansado por la mala noche y por los atro- pellos de que fué víctima en los tribunales, y, por lo mismo, apenas tenía fuerzas para caminar y son muy naturales las tres caídas que nos cuenta la tra- dición que tuvo Jesús con la cruz a cuestas, en el camino al Calvario.

Después de la primera caída, Jesús se encon- tró con su Madre, en la calle llamada, con razón, de la amargura. María Santísima no había visto a su Hijo divino desde la noche en que se separó de

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El en el Cenáculo; al día siguiente tuvo noticia de ia prisión de Jesús y le buscaba afanosa, pero las circunstancias no le aconsejaron hacerse presente; cuando ya los enemigos del Señor habían conseguido su intento, creyó la Virgen llegada la hora oportu- na para acompañar a su hijo en la Pasión y se presentó como madre del ajusticiado y caminó jun- tos hasta el Gólgota y allí estuvo al pie de la Cruz. fJn. XJX-25;.

Aunque el Evangelio nada dice del doloroso en- cuentro de Jesús con su Madre en la calle de la a- margura, ni de la delicada escena con la Verónica, la tradición nos ha conservado esos detalles admi rabies y sentimentales del camino al Calvario.

Iba Jesús a salir por la puerta judiciaria cuan- do apareció una mujer que se abrió paso entre la turba de soldados, verdugos y pueblo que rodeaba al Nazareno y se acercó con un lienzo, con el cual limpió el rostro ensangrentado del Señor; en cam- bio de su valerosa y santa acción, se llevó retrata- da la divina faz de Jesús en el blanco lienzo.

Dos episodios nos cuentan los Evangelistas en la VIA CRUCIS: la ayuda del Cirineo y el llanto de las mujeres de Jerusalén. (Marc. XV-21-Luc. XX111-27J. El Salvador caminaba sudoroso y fati- gado bajo el peso de la Cruz, empujado y arrastra- do a veces por los verdugos, cuando apareció ur> campesino que se acercó por curiosidad a ver a quién conducían al cadalso; se encontró con el Rabí de Galilea, cuyos milagros había presenciado mu- chas veces; se compadeció de la víctima y algo dijo a los soldados, por lo cual éstos aprovecharon

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la circunstancia para obligar a Simón Cirineo que ayudase a llevar la cruz hasta el Calvario.

Entre la gente que salía a ver la lúgubre pro cesión y que se atumultaba en las bocacalles apa- reció un grupo de mujeres que lloraban al ver pasar a Jesús en ese lastimoso estado; esta vez se detuvo el Señor y habló: "Jerosolimitanas, no lloréis por

mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos " y

siguió explicando el motivo, que era el mismo de sus profecías anteriores, a saber, la destrucción del Templo y de la ciudad, la dispersión y aniquila- miento del pueblo judío, los horripilantes sucesos del día del juicio universal....

Siguió adelante la fúnebre comitiva y llegó al término el VIA CRUCIS doloroso que terminó en el Gólgota,

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-CIV- HISTORIA DE LA CRUCIFIXION

a vía dolorosa que recorrió Jesucristo, con la cruz acuestas, desde la Torre Antonia hasta el Calvario, es la misma que se ve ahora y que recorren los peregrinos cristianos que hacen el VIA CRU- CIS, aunque en ciertas partes el terreno ha subi- do o ha bajado por las nuevas construcciones y en otras se ha cambiado el trayecto por la moderniza- ción de la ciudad.

Aún se señala en el camino el lugar en que se encontraron IVladre e Hijo y el sitio en que la Verónica enjugó el rostro de Jesús y donde fué ayudado por el Cirineo.

El Calvario era un montículo de seis metros de altura y estaba cercano al jardín y sepulcro de José de Arimatea; todo está hoy día encerrado en una misma Iglesia, llamada la Basílica del Santo Sepulcro, en cuyo interior se halla el altar de la crucifixión, en el lugar donde fué levantada la cruz, y más allá está el sitio del sepulcro.

El montecillo donde fué crucificado Nuestro Señor se llamaba Gulgolet, en hebreo, y Calvaría, en latín, que en castellano significa CALAVERA. Este nombre le vino porque su figura era de una cala- vera o cráneo desprovisto de vegetación. Aunque algunos dicen qua se le llamó así porque era el sitio destinado para dar muerte a los condenados a esta pena capital y por lo mismo, estaba lleno de cala- veras y huesos. Otros van más lejos y dicen que

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tomó su nombre desde la muerte del primer hom- bre, cuyo cadáver fué enterrado en el mismo sitio donde se levantó la cruz; a esta opinión obedece la costumbre de poner debajo del Crucifijo una cala- vera con canillas cruzadas, significando y uniendo la muerte que nos dió Adán y la vida que nos res- tauró Jesucristo.

Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que llegó Jesús con la cruz a la cima del Gólgota, y ailí obli- garon al Señor a tenderse sobre la cruz para cla- varle pies y manos. En estas circunstancias se pre- sentaron unas buenas gentes que tenían la costumbre laudable de dar a los reos una bebida narcótica para atenuar sus dolores y ofrecieron a Jesús un vaso de vino con hiél, dice San Mateo (XWM-4); de vi- no con mirra, dice San Marcos /XV-23). No bebió el Redentor esta bebida aletargante. Sin más es- peras, procedieron los verdugos a desnudar a Jesús de sus vestidos; por decencia permitíase al reo cu- brir con un lienzo la parte sexual; el Hijo de Dios humanado, rodeó su cintura con un manto y se ten- dió en el madero; alargó sus brazos, y duros clavos atravesaron sus manos; extendió sus pies y fueron también clavados. Acerca del número de los clavos, se puede decir con certeza que fueron CUATRO, porque esta fué la primitiva tradición y está de a- cuerdo con la razón natural que discurre acerca de la fácil y conveniente manera de fijar los pies en la madera. No hay razón para pensar que la cruz lleva- ra un soporte donde se apoyaran los pies del cruci- ficado, si admitimos, de acuerdo con la tradición y costumbre romana, que este soporte estaba en el lugar donde se sentaba el cuerpo, para impedir el

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desgarramiento de las manos; como las piernas de la víctima quedaban encogidas, fácilmente los pies pegaban al madero y eran sostenidos con sendos clavos.

Sujeto el cuerpo a la cruz, alzaban esta con picas y cuerdas hasta que cayese en el hoyo caba- do de antemano. Así hicieron con la cruz del Re- dentor del mundo y quedó Jesús suspendido entre el cielo y la tierra, entre el hombre y Dios, en me- dio de otros dos malhechores y ladrones, siendo el de la mitad el bienhechor de la humanidad y el que robó e hizo violencia al Corazón de Dios para que perdonara los pecados del hombre.

Por lo que hace a la discrepancia entre San Marcos y San Juan acerca de la hora de la cruci- ficción, pues el uno dice: "era la hora de TERCIA" fXV-25J, y el otro señala la hora de SEXTA (X IX- 14), se puede compaginar teniendo en cuenta que Marcos computa las horas siguiendo la división del día en cuatro secciones, como acostumbraban los judíos, correspondiendo TERCIA de 9 a 12 m. y Juan cuenta la horas dividiendo el día en doce, de mane- ra que SEXTA corresponde a medio día. En esta forma, el primer Evangelista señala la hora de la crucifixción al terminar tercia y el segundo al ter- minar la sexta, es decir, en ambos casos a las do- ce del día.

Hay que notar que San Juan en otras ocasio- nes hace la misma cuenta de horas; por ejemplo: di- ce que los primeros discípulos del Señor fueron y se quedaron con El ese día, a la hora décima, que corresponde a las 5 p.m. (Jn. I -39) y que según San

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Marcos sería la hora NONA. -Cuando Jesús se en- contró con la Samaritana, dice Juan que era la hora sexta, es decir medio día. fJn. W-6) -Contando la curación del hijo del cortesano dice San Juan que a la hora séptima le dejó la fiebre; esto es a la 1 p.m., que sería hora sexta de San Marcos. (Jn IV- 52). La crucifixción de Cristo Nuestro Señor fué pues de 12 a 3 p. m. y a esta hora murió, según San Marcos la hora de NONA fXV-34); ío mismo dice San Lucas (XXI 1 1-44) y según San Juan también la hora Nona, con la explicación de que según los dos Evangelistas citados NONA comenzaba a las tres de la tarde y según el tercero nona era las tres en punto del día.

La crucifixión comenzó a las doce del día y el Señor murió a las tres la tarde. El descendi- miento de la cruz y sepultura del cadáver tuvieron lugar de cinco a seis de la tarde, según dice San Mateo: "entrada la tarde". (Mat. XXV11-57,).

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-CV- DOLORES EXTERNOS

on la prisión de Jesús en el huerto de Getse- maní principia su pasión dolorosa. El Señor comen- zó a sentir los dolores en todo su cuerpo; porque fueron atormentados todos sus miembros, sin que- dar parte sin dolor, "desde la coronilla de su ca- beza hasta la punta de sus pies".

El primero en poner sus manos sobre Jesús fué un tal Maleo, criado de Caifás, a quien Pedro cor- tó la oreja, en defensa de su Maestro, quien, ade- más de curar la herida con un milagro, ordenó al Apóstol que envainara su espada.

A la turba de gente armada que de seguida apresó al Señor, dijo: "Como si fuera un criminal habéis venido con espadas y palos a prenderme, sin embargo todos los días he estado en medio de voso- tros y nada me habéis hecho. Aprovechad, pues de esta hora que es vuestra y del poder del infierno" (Luc XXI 1-52) y diciendo esto se entregó a sus e- nemigos que le ataron con cuerdas y le condujeron a casa de Anás y de Caifás. Atormentado en manos} pies y cintura tuvo Jesús que volver a atravesar gran parte del torrente Cedrón y subir la áspera pendiente escalonada que trepaba a la ciudad.

Al comparecer Jesús, a altas horas de la noche, ante Caifás, este quiso escudriñar la doctrina del galileo, presunto seductor de multitudes. Preguntó a Jesús acerca de sus enseñanzas y de sus discípu- los; la respuesta no se dejó esperar: "Siempre he hablado claramente en el Templo y en las Sinagogas;

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nada he dicho en secreto; todos me han oído y me han visto; pregunta, pues, a los que han escu- chado y han visto todo". -Ante esta respuesta cate- górica, nada tuvo que decir el Pontífice, pero no faltó el criado adulón que queriendo hacer méritos ante su amo, dió una bofetada a Jesús en su rostro, diciendo: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?" El Señor sintió el dolor externo del golpe y dijo: í4Si he hablado mal, demuestra; si he dicho bien, por qué me hieres?" (Jn. XVI 11-19).

Como era avanzada la noche, Caifás postergó el juicio para el día siguiente ante el Sanedrín reuni- do y abandonó a Jesús en manos de aquellos solda- dos y criados incultos y asalariados, que le llevaron al sótano del palacio, hasta que amaneciese. Esa turba canalla pasó la noche cebándose en el Señor, a quien le convirtieron en rey de burla; vendado los ojos le escupían, abofeteaban, le tiraban de los cabellos y barba, diciéndole: ¿"adivina quién te ha pegado?" fMat XXV1-67J.

Conducido ante Pilato, sufrió Jesús los dolores externos de la flagelación y coronación de espinas. El cobarde representante de Roma quiso salvar al acusado, convencido de su inocencia e inculpabilidad, y pensando congraciarse con los fariseos antes de libertar a la víctima, ordenó que fuera azotado. (Jn. 1X-1J. Terrible era este tormento y equiparado a la muerte, pues, muchos habían expirado entre los tor- mentos y dolores de la flagelación, pena reservada para los esclavos y peores criminales. Se aplicaban los azotes con látigos provistos de cadenillas de hierro que terminaban en bolas del mismo metal o en garfios. La carne herida por aquel látigo se hin-

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chaba, saltaba en pedazos y se descubrían los hue- sos. Estos mortales dolores padeció Jesús atado a una columna, con su cuerpo desnudo. Cansados de flagelarle y temerosos de que muriera, pensaron los sayones la manera de seguir divertiéndose hasta el día siguiente con la víctima encomendada a su cruel cuidado; le coronaron como rey de los judíos, para lo cual tejieron una corona con espinas pun- zantes y claváronla en las sienes sacrosantas del Se- ñor. (Mat. XXVI 1-29;.

En la mañana del siguiente día, el Sanedrín condenó a Jesús a muerte de cruz y Pilato ratifi- có la inicua sentencia. La crucifixión era la más terrible de las penas, aplicada a la gente vil; al condenado a este tormento le era forzoso llevar a cuestas el madero de la cruz hasta el lugar del suplicio. Así hicieron con Jesús, quién cargado con la cruz, cayendo y levantando, dejando gotas de sangre en el camino, fué desde el pretorio del Pro- curador hasta el Gólgota. Aquí sufrió el Señor los dolores externos más atroces y horripilantes. Los verdugos hicieron extender a Jesús sobre la cruz, en tierra, y sujetaron las manos clavándolas en el madero travesaño y luego clavaron los pies en el otro madero. Los músculos y tendones tan delica- dos de las manos y pies fueron horadados por los gruesos clavos que a martillazos entraban en la carne y en la madera-

Acto seguido, los soldados y sayones, ayudados por los fariseos y otros enemigos de Jesús, levan- taron a fuerza la cruz y la hicieron llegar hasta el borde del hoyo que debía sostenerle levantada; allí cayó pesadamente, sacudiendo y haciendo crujir

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de dolor el cuerpo de Jesús, los clavos desgarra- ron más las heridas de manos y pies; las llagas de la flagelación se abrieron y se dislocaron los hue- sos. Se había consumado con el Señor el más ho- rrible y doloroso de los suplicios; tres horas largas pasó Jesús crucificado, sufriendo acerbos dolores en su cuerpo, hasta el momento de su muerte.

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-CVI- LOS DOLORES INTERNOS

DE CRISTO

^j|a bien cerrada la noche Jesús salió del Ce- náculo con sus once apóstoles y se dirigió hacia el huerto de Getsemaní, lugar situado al pie del mon- te Olivete, a la orilla del torrente Cedrón y don- de se retiraba con frecuencia a orar. Aún ahora se contempla algunos olivos milenarios que seguramen- te fueron testigos de la oración, en la cual Jesús comenzó la serie de dolores internos que atormen- taron su alma y que, por lo mismo, fueron más do- lorosos que los tormentos del cuerpo.

Las últimas excavaciones han dado con la calle, en gradería, que en tiempo del Señor conducía des- de el Cenáculo hasta Getsemaní. Probablemente sa- lió Jesús de la ciudad por la puerta llamada de las Aguas, pasó el hondo barranco del torrente Cedrón y llegó al huerto de los Olivos, donde se internó con los apóstoles más íntimos, los mismos que pre- senciaron su Transfiguración en el Tabor: Pedro, Juan y Santiago. Una infinita tristeza, una angustia mor- tal, una agonía espiritual se apoderó del Señor has- ta hacerle exclamar: "Mi alma está triste como de muerte" y "Padre mío: pase de este cáliz de dolor". fMat. XXVI -38). -En el espíritu de Jesús se proyec- tó la enormidad del crimen deicida que se iba a co- meter. Vió el Señor en sus mínimos detalles la ho- rripilante pasión y muerte que le esperaba. En su mente desfilaron las generaciones humanas, indife-

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rentes e ingratas a tanto sacrificio. El alma de Cristo se sintió desamparada de todos y hasta de su Padre Eterno e inconcebibles dolores la tortu- raban.

Estos tormentos crecieron con la indiferencia de sus tres escogidos que en vez de acompañar al maestro, dormían tránquilamente, y creció de punto cuando vio Jesús al otro apóstol que venía encabe- zonando la horda enemiga. Aún estaba hablando el Señor con sus discípulos, medio soñolientos, cuando llegó al huerto Judas, al frente de una turba de gente armada con espadas, lazos y palos, enviada por el Sanedrín para apresar a Jesús. -Judas que ya conocía bien aquel lugar frecuentado por el Maes- tro a quien acompañó algunas veces en su retiro, se adelantó a dar la señal convenida; saludó a Je- sús con un beso. La negra traición estaba termina- da; ese beso repercutió en el Corazón de Cristo y conmovió dolorosamente su espíritu.

Quedó el Señor en manos de aquellos foragi- dos; todos sus discípulos, sobrecogidos de pánico, hu- yeron y abandonaron al Maestro, preso entre gri- llos y cadenas y conducido a los tribunales como criminal. En el palacio de Caifás sufrió Jesús en su alma la triple negación de Pedro, del Jefe del apostolado, del que tantas veces le había jurado a- mor eterno y morir antes que traicionarle.

El Evangelio nos cuenta la tragedia: entró Pe- dro al atrio de los criados, que, sentados al rede- dor de una llama, se calentaban, cuando la portera de palacio se fijó en él y le lanzó la pregunta: "¿Tú también eres de los discípulos de ese hombre?"

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-"No soy", respondió Pedro, resueltamente, asusta- do por tan inesperada pregunta y pensando zafarse; pero la sirvienta clavó la mirada en el interrogado y afirmándose en su sospecha, dijo: "Tú andabas con Jesús Nazareno; yo te he visto". -Pedro con voz desconcertada, contestó: "Mujer, no conozco a ese hombre; ni entiendo lo que me dices, ni de qué se trata", y se escabulló como quien buscaba a alguien para otros asuntos. Se quedó algo sepa- rado de la turba y estaba pensando en lo aconte- cido, cuando otra criada que estaba mirando su ac- titud, dijo a sus compañeros, señalando a Pedro con el dedo: "También éste estaba con el Galileo". -Pedro, perdió la moral y rápidamente dijo: "Por Jehová, yo no conozco a ese hombre" y para disi- mular su actitud y despistar a los que le veían, se confundió entre los que se calentaban y se hizo el despreocupado. Después de un momento de silen- cio saltó una voz diciendo: "En realidad, también eras discípulo de Jesús Nazareno; con El andabas." -No, hombre, dijo Pedro y quiso salirse del círcu- lo, cuando otro dijo: "Sí, eres de esos; hasta tu modo de hablar te delata; eres galileo, como ese". Quiso defenderse Pedro, cuando un tercero, dijo: "Acaso no te vi yo mismo en el huerto con Jesús?" -Pedro, completamente turbado y no buscando sino una salida de esa reunión, dijo con juramento: "Por lo más sagrado os digo que no de qué se trata; ni conozco a ese Jesús; jamás he estado con El". Mientras Pedro juraba y perjuraba para defender- se, todos volvieron la cabeza para ver al ajusticia- do que pasaba entre soldados de la sala del juicio a la prisión. Pedro quiso disimular hasta el último y

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también dirigió sus ojos al tumulto, pero se encon- tró con los ojos del Maestro que le dijeron mu- chas cosas; en esos divinos ojos vió el apóstol co- barde el alma y el corazón de su Señor hechos a- ñicos de dolor por la ingratitud del predilecto.

No pudo resistir tales miradas y aprovechan- do del alboroto de la gente, escabullóse y salió del palacio. (Luc. 54 a 62).

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-CVII- TORTURAS DEL ALMA

JESUS CONDENADO POR EL SANEDRIN. (Luc. XXI 1-66).

I Sanedrín se reunió muy por la mañana del día siguiente a la prisión de Jesús. En sesión extra- ordinaria, presidida por el Sumo Sacerdote, juzgó la causa presentada contra el Rabí de Galilea. No podía sentenciar a muerte al acusado, sino solamen- te investigar y fallar sobre el delito que merecía esa pena, para acudir al procurador romano a que se le impusiera. Urgía, pues, encontrar acusaciones graves contra Jesús y testigos que acreditasen.

Para la sentencia de muerte era necesaria la prueba de algún delito político o religioso gravísimo, el cual no había contra Jesús. Los Sanedritas bus- caron testigos que acusaran al Maestro de haber dicho que "destruiría el Templo y lo reedificaría en tres días", pero, estudiado el caso, encontraron que iba a fallar el propósito de los enemigos del Señor, porque no había motivo para condenación a muerte. El Sanedrín estaba impaciente sin poder llegar pronto al fin preconcebido; el Presidente pen- só en seguir otro camino y preguntó a Jesús si era Hijo de Dios. Respondió afirmativamente el Rabí, lo cual encausó el asunto. Jesús era un blas- femo y el Sanedrín ya no necesitaba otra acusación, ni testigos. Todos los congresistas exclamaron: "Reo es de muerte" y terminó el juicio. Cuánto sufriría Jesús al verse juzgado por sus enemigos y declara-

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do reo de muerte por la declaración de una verdad! su espíritu estaba torturado moralmente.

JESUS SENTENCIADO A MUERTE,- (Luc. XXI 11- 1 a 26).

Terminado el juzgamiento del Sanedrín con la farsa y escándalo del Sumo Pontífice que rasgó sus vestiduras, gritando: "Este ha blasfemado", se le re- mitió a Jesús maniatado y custodiado al palacio de Pilato, Procurador romano, para que la sentencia de muerte fuera legalizada por la autoridad civil. Los fariseos fueron después, como que nada tenían que ver en [la causa, presentándola como popular; por detrás instigaban al populacho asalariado que llevaba la consigna de arrancar a todo trance la sentencia de muerte. Cuando Pilato dijo: ujuzgadle vosotros como queráis", respondió la gentuza: "a nosotros no nos está permitido condenar a muerte". -Como pa- ra interesar al representante del Emperador en con- tra del acusado era preciso dar carácter político a las acusaciones, dijeron: "hemos hallado a este hom- bre revolviendo al país e incitando a la rebelión con- tra el César, diciendo que él es Rey y Mesías".

Pilato ya tuvo que interrogar a Jesús y drás- ticamente le preguntó: "¿Tú eres el rey de los ju- díos?" -"Soy Rey, contestó Jesús, pero mi reino no es de este mundo ..." Siguió hablando Jesús de la verdad, de su realeza divina, de sus servidores...., asuntos ininteligibles para el Procurador de Roma, quien supuso que el acusado era mejor un loco, para zafarse de apuros, sabiendo que era galileo, le remitió a Herodes Antipas, Tetrarca de Galilea, pero después de poco tiempo el acusado volvió a su tri-

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bunal, porque nada pudo hacer Herodes ante el si- lencio de Jesús. Regresó el Señor vestido con un manto de escarnio, como un infeliz mentecato, en me- dio de las mofas y risotadas burlonas de la solda- desca. El Corazón de Cristo estaba despedazado de dolor y su alma lacerada atrozmente....

Informado Pilato de lo acontecido en el tribu- nal de Herodes y resuelto a dar libertad al preso, porque no había motivo para condenarle a muerte, dijo a los sanedritas, que le iba a castigar y soltar- le. Recordó la costumbre romana y judía de dar li- bertad a un preso con motivo de la Pascua y pensó que poniendo en parangón a Jesús con un famoso criminal llamado Barrabás, la ocasión era propicia para que los mismos enemigos de Cristo prefiriesen la liber- tad de éste antes que la del terrible ladrón y homi- cida. Propuso la cuestión el Procurador, pero con tan mala suerte que no se libró de tan enojosa si- tuación, porque el populacho, instigado por los sane- dritas, prefirieron la libertad de Barrabás y pidie- ron la muerte para Jesús, gritando: "crucifícale, crucifícale".

ECCE HOMO. -(Jn. X1X-4 a 16).

Todavía creía Pilato que podía salvar al acusa- do aplacando la ira de los escribas, fariseos y de- más enemigos de Jesús, presentándole azotado, co- ronado de espinas, escupido, abofeteado, hecho rey de burlas, convertido en un mar de llagas sangran- tes. "Ecce Homo", "mirad al pobre hombre", dijo Pilato, mostrando a jesús al pueblo, ya no se le puede castigar más y no es culpable de muerte.

No previo el Procurador el desenlace, porque

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el corazón más duro se hubiera conmovido a la vis- ta de un hombre tan maltratado, pero el alma farisea no conocía la compasión y no daría tregua hasta conseguir su intento. Nuevamente gritaron los desal- mados: "crucifícale, crucifícale". "Según nuestra ley, éste debe morir porque se ha hecho hijo de Dios". "Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos...." Ante tanta insistencia sucumbió el cobarde Juez y a medio día del viernes dictó sentencia de muerte contra el inocente Jesús, que tenía su espí- ritu torturado con infinito dolor moral.

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-CVIII- SIETE PALABRAS

RIMERA: "Padre, perdónales, porque no sa- ben lo que están haciendo". (Mat. XXVI 1-39)

Entre un mar de gente apiñada, aparecía col- gado de la cruz el Rabí de Galilea; cerca de El es- taban los más curiosos y los mayores enemigos; los unos esperando ver en que paraba el asunto contra el famoso Taumaturgo de Judea y los otros satis- fechos de haber hecho callar para siempre a su ad- versario; lejos, como dice San Lucas, estaban los amigos del Maestro. El pueblo amotinado veía a Je- sús y a quienes le hicieron crucificar, a sus instigado- res, a los escribas y fariseos. Estos todavía no se habían cansado de insultar a la víctima de su odio y le oprobiaban diciendo: "Nazareno: si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.... Si eres el Rey de Israel, sálvate a mismo.... En favor de otros has hecho milagros, pues, haz uno para y creeremos ... " Je- sús callaba y con el silencio contestaba a las sáti- ras e insultos- .. Como seguían las burlas blasfemas, no pudo callar más el divino Mártir y habló. Cuan- do vieron los enemigos que abría sus labios y le- vantaba sus ojos al Cielo, temblaron y quisieron huir. En medio del silencio resonó la voz suplicante de Cristo Crucificado, pidiendo perdón y misericor- dia para el pueblo deicida.

SEGUNDA: (Marc. XV-32;. Dimas y Gestas se llamaron los dos ladrones crucificados con el Señor. Ambos coreaban y se hacían eco de los insultos públicos al Rabí; ambos callaron cuando habló el

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Galileo, pero oyendo que no hacía sino pedir perdón, Gestas continuó blasfemando: "Si eres el Cristo, sálvate y sálvanos". Dimas cambió la súplica sar- cástica por la oración humilde; la súplica de Jesús al Padre, le impresionó y comprendió que verdadera- mente era Hijo de Dios. "Acuérdate de cuando llegues a tu reino", dijo avergonzado y mirando con temor al Nazareno, quien no tardó en contestarle con voz fuerte y tono de seguridad: "En verdad te digo que hoy mismo estarás 'conmigo en el cielo".

TERCERA: "Ecce mater tua". -fJn X1X-25J. He ahí a vuestra madre, nos dijo Jesús a los hom- bres del pasado, del presente y del futuro, dándo- nos como tal a su misma Madre, la Virgen Doloro- sa. Esa Virgen que tiene lágrimas cuajadas en sus ojos, y mejillas surcadas por la tristeza; que sos- tiene en sus manos los clavos y la corona de espi- nas; esa Mujer fuerte que estuvo de pie junto a la cruz; esa Virgen cuya imagen miró con predilec- ción al Ecuador en la noche del 20 de Abril de 1906. A Ella, a la Dolorosa, nos dió Jesucristo por Ma- dre a todos, justos y pecadores, ricos y pobres, no- bles y plebeyos, felices y desgraciados, huérfanos o acompañados, a todos, porque por todos murió Cris- to en la cruz. Los ojos de María, desde el primer viernes santo siguen mirando a la humanidad con miradas maternales, porque así le ordenó su Hijo divino.

CUARTA: -fMarc. XV-33). -Veíase Jesús en el Calvario como el náufrago en medio de la inmensidad del océano; perdido entre los tumbos de olas y en la oscuridad del horizonte; abandonado de todos; sin esperanzas y cansado de luchar contra un mar bra-

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vio. El alma de Cristo sufría más que su cuerpo; tenía oprimido el pecho y estrechado el corazón divino. Temblando de horror y cansado del hastío espiritual, dirigió una súplica; resonó una gran voz desesperada, pidiendo socorro al Ser Supremo: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me tienes abandonado?

QUINTA: -La sed atormentaba a Jesús; sed material porque había derramado tanta sangre; sed moral, sed de almas porque era Redentor. Su peti- ción al decir: "tengo sed" fué escuchada por los soldados romanos, pero no sirvió sino para nuevas burlas y mayores tormentos. (Jn, XW-28).

SEXTA Y SEPTIMA: fJn. XlX-30-Luc XXI 11- 46). "He cumplido mi misión", "Padre mío: en tus manos encomiendo mi espíritu". Estas dos últimas palabras las dijo Jesús después de un largo tiempo de silencio, en el cual se entregó a la contempla- ción de su obra redentora.

Con el agua y el vinagre que presentó al Señor un soldado compadecido de su sed, se cumplieron todas las profecías acerca del Mesías; nada faltaba por ha- cerse sino esperar la hora marcada en el reloj de la Providencia para que Cristo expirase. Cuando ya todos los que habían quedado en el Calvario esta- ban distraídos y cansados, cuando Dimas y Gestas no exhalaban sino largos quejidos que nadie hacía caso, porque eran los últimos para morir, el divino Crucificado volvió de su éxtasis y con voz serena entregó la obra confiada por su Padre; todo esta hecho; la humanidad está redimida; dijo pausada- mente el Redentor, y ahora, Dios mío, recibe mi espíritu en tus manos, como el sello de tu recon- ciliación con el pecador.

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El Espíritu de Dios voló por los espacios del universo y el espíritu del hombre quedó purificado.

"Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito, a fin de que todos los que creen en El, no perezcan, sino que alcancen vida eterna. Pues el Hijo de Dios vino al mundo no para con- denarlo, sino para que por su medio el mundo se salve", fJn. 11 1-16 y 17).

394 EL VERDADERO JESUCRISTO

-CIX- EL CORAZON ABIERTO

a naturaleza no pudo, no debió quedar impávi- da cuando moría Dios hecho Hombre y, por lo mis- mo, no llaman la atención los sucesos que nos cuenta el Evangelio que acompañaron a la muerte de Je- sucristo, Creador y Conservador del universo. "Se oscureció el sol, tembló la tierra y se rompieron las rocas; el velo del Templo se rasgó en dos partes; se abrieron los sepulcros y muchos muertos resucita- ron.../' fMat. XXVI 1-51/

El Padre Eterno notificó con un cataclismo la muerte de su Hijo; eso significaron los fenómenos de la naturaleza en la muerte de Jesús.

Estos sucesos produjeron una exitación gran- de en los que se hallaban reunidos junto a la cruz, pues, aquellos fenómenos del mundo material habla- ban de algo espiritual; fuerzas sobrenaturales mo- vían la tierra; el cielo influía para cambiar el cur- so del universo.

Todo significaba que acababa de morir un ser superhumano; así entendieron el Centurión y las o- tras personas que cita el Evangelio: UE1 Centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, visto el terremoto y las cosas que pasaban, tuvieron mie- do y decían: "Verdaderamente éste era Hijo de Dios". Y todo el gentío que presenciaba el espec- táculo y veía lo que pasaba, se volvía a la ciudad dándose golpes en el pecho...." (Luc. XXI 11 47).

Según costumbre de los judíos, los ajusticiados

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debían ser enterrados inmediatamente; además el sá- bado era la gran fiesta pascual y convenía quitar todo motivo fúnebre; también los fariseos tenían su- mo interés en hacer desaparecer lo antes posible to- da huella del Rabí Galileo, por lo cual compareció una comisión ante Pilato para pedirle que ordenara se retiraran los cadáveres de la colina Gulgolet.

San Juan, como testigo presencial cuenta lo que sucedió: "Como el viernes era la preparación a la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz durante el sábado -porque era un día grande aquel sábado- los judíos pidieron- a Pilato que se les quebrasen las piernas a los crucificados y los reti- rasen. Vinieron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y luego del otro que fué cru- cificado con Jesús. Mas llegando a El y viendo que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, pe- ro uno de los soldados le abrió EL COSTADO con una lanza, y al instante salió sangre y agua. - El que vio esto, da testimonio, y su testimonio es verdade- ro; el sabe que dice verdad a fin de que crean to- dos...." fJn. X1X-31 a 36).

Como vemos, la orden de Pilato era terminan- te; los soldados debían cerciorarse de la muerte de los ajusticiados. Los dos ladrones tal vez estaban todavía semi-vivos; el robador de almas y corazones estaba envuelto en la calma de la muerte, pero para comprobar la verdad de lo que veían y estar com- pletamente seguros de que la rigidez del cuerpo de Cristo era la cadavérica, el jefe del pelotón de solda- dos, alzó la lanza y metió la punta por el lado iz- quierdo del pecho y llegó hasta el Corazón de Jesús; abierto el costado y herido el corazón, salió sangre

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EL VERDADERO JESUCRISTO

y agua; salpicaron las últimas gotas de la sangre re- dentora, para hacer el último milagro y producir la última conversión espiritual por medio de la materia inerte.

Con esa lanzada quedó abierto ese corazón di- vino hecho para amar a la humanidad y para reci- bir el amor de los hombres. Abrió el soldado ese Corazón, dice San Agustín, para que quedase abier- ta una puerta de vida, puesto que del corazón de Jesús nacen los sacramentos que nos dan vida es- piritual.

La devoción al Corazón de Jesús tuvo su prin- cipio en la tarde del viernes santo y Jesucristo pu- do decir a Santa Margarita de Alacoque: "He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres...." basándose en la lanzada que abrió su pecho y des- cubrió su corazón.

Respecto al milagro que produjo el brote de esa "sangre y agua" dice: "Ese soldado llamábase Longinos; tenía sus ojos enfermos y esa sangre y agua llegaron hasta él y le sanaron repentinamen- te. Desde ese momento el soldado creyó en Cris- to y murió después mártir de su fe en el Crucifica- do, cuyo costado abrió hasta llegar al Corazón ..."

Después aconteció lo que cuenta San Mateo, acerca del descendimiento del cadáver divino, de su sarria sepultura y de la fobia de los enemigos que temían a Jesús hasta después de muerto y se- pultado: "El sábado, los fariseos y sacerdotes se reunieron y fueron donde Pilato y le dijeron: recor- damos que aquel impostor dijo: resucitaré al tercer día de mi muerte; manda, pues, que el sepulcro

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sea guardado con soldados no sea que sus discípu- los roben el cadáver y digan al pueblo que ha resu- citado. Pilato les dijo: ahí esta la guardia; id y a- rreglad la custodia del sepulcro como queráis. Los fariseos aseguraron el sitio de la sepultura con guar- dia armada, después de haber sellado la piedra se- pulcral...." fMat. XXV11-62 a 66).

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-CX- TESTIMONIOS

^an Juan narra lo que dijeron los samarita- nos acerca de Jesús, con una sencillez propia de un historiador: "nosotros mismo le hemos visto y le he- mos oído, y hemos conocido que éste es verdade- ramente el Salvador del mundo", son las palabras de los enemigos de judíos y galileos, y que, por lo mismo, tenían prejuicios y animadversión contra el Rabí Nazareno, pero que no pudieron ocultar sus sentimientos ante la mujer de Sicar que les pon- deraba la personalidad del profeta galileo, a quien consideraba ella como el Mesías o Cristo. fJn- IV- 28-42). El testimonio de los samaritanos es el mis- mo, o mejor dicho, fué confirmado por el Centu- rión y los que con él estaban guardando a Jesús, quienes, visto el terremoto y las cosas que sucedían cuando el Salvador moría, repetían: -"Verdadera- mente éste era Hijo de Dios". (Mat. XXVI 1-54;.

Lo que sucedió a la hora de la muerte de Cris- to fué extraordinario; fué el testimonio de la natu- raleza que manifestaba su sentimiento cuando dejó de existir el Creador. La tierra se cubrió de ti- nieblas y tembló. Se partieron las rocas. Los se- pulcros se abrieron y resucitaron los muertos. (Mat. XXVI 1 45-52;.

Los muertos que volvieron a la vida dieron tes- timonio de la divinidad del Salvador. Vinieron a la ciudad santa, se aparecieron a muchos y declara- ron que el Crucificado era el Cristo, Hijo de Dios vivo. (Mat. XXVI 1-53).

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Los mismos enemigos de Jesús, los sacerdo- tes, los escribas, los fariseos, con sus insultos sar- cásticos estaban dando testimonio de quién era Je- sucristo. Decían: "Tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo. Si eres Hijo de Dios, que tu Padre te salve ahora".

Eso mismo le echaban en cara, aún los ladrones que estaban crucificados con Jesús. Los soldados roma- nos insultaban a Cristo diciendo: "Si eres el rey de los judíos, ponte en salvo". Muchos del pueblo repetían irónicamente: "Si éste es el Cristo, el ungi- do de Dios, el Mesías, sálvese a mismo, como ha salvado a otros/' (Mat. XXVll-39a 44 - Luc. XXI 11 - 35 a 38).

Estas mismas blasfemias de los que crucificaron a Jesús y estaban esperando su muerte, eran testimo- nios en favor de Cristo, porque recordaban sus pa- labras y obras divinas. Su testimonio quedó sellado eternamente cuando los mismos que insultaban a Cristo, al presenciar el cataclismo universal y al ver al sol que se cubría con el manto de la oscuridad an- tes del ocaso, decían: "Verdaderamente este hombre era Dios". Todo aquel concurso de los que se ha- llaban presentes presenciando el espectáculo de la muerte de Jesús, se volvían a sus casas dándose golpes de pecho y diciendo: "este hombre era jus- to". (Mat- XXVI 1-54 -Luc. XXI 1 1-47-48;.

Mayores testimonios acerca de la personalidad de Cristo y de su misión de Salvador, no se pueden esperar. Pero hay uno que es como la firma y rú- brica puestas por Dios en su obra redentora y es la resurrección de Jesús.

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A pesar de la trágica convulsión de la natura- leza toda, que acompañó a la muerte de Cristo, no hay duda que la noche del viernes al sábado fué triunfal para los sanedritas que gozaron en su cena pascual recordando que el Rabí y Taumaturgo ga- lileo estaba muerto y sepultado. En medio de su alegría, una ráfaga de temor embargaba su alma Jesús había dicho: "Así como Jonás estuvo en el vientre de la ballena tres días y tres noches; así el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra." (Mat. XI 2-40).

En otra ocasión profetizó: " El Hijo del hom- bre ha de ser entregado a los sacerdotes y a los escribas y le condenarán a muerte y le entrega- rán a los gentiles para que sea escarnecido, azo- tado y crucificado, pero resucitará al tercer día". (Mat. XX-18).

Estas palabras resonaban en el alma acongoja- da de los enemigos del Señor Crucificado y, a pesar de todas las tramas tomadas para impedir su rea- lización, resucitó al tercer día, sellando así el cú- mulo de testimonios que probaban su misión de Salvador y que en verdad "era Hijo de Dios", co- mo atestiguó el Centurión. ("Mat. XXVI 1-54,).

Al mismo tiempo que expiró Jesús, el velo del Templo de Jerusalén se rasgó en dos partes, de a- rriba abajo, testimoniando también que el muerto era el Hijo de Dios, y que terminaba la antigua alianza de Jehová con el pueblo israelita y comen- zaba la nueva de Jesucristo con todo el mundo. (Marc. XV-38;.

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-CXI- SABADO SANTO

d^unto al sitio de la crucifixión, al pie del Calvario, fué puesto el cadáver del Señor, en un sepulcro nuevo que tenía José de Arimatea. (Jn. XIX- 4 \). La Madre Dolorosa presenció el amorta- jamiento y la sepultura de su Hijo; puso el sudario en la faz del difunto y se despidió con un beso y una mirada brotados del corazón. Acompañada de Juan y de los santos varones que hicieron todo en el entierro, seguida de las mujeres que estuvieron al pie de la cruz, llegó María al Cenáculo, a aquella casa en que la noche del jueves anterior habían es- tado con Jesús. La comitiva no hizo sino entregar- se al llanto y a recordar las palabras y acciones del divino muerto. Así transcurrió la negra noche del viernes y clareó la tímida aurora del sábado; salió el sol envuelto en nubes grises, sin querer mostrar- se a la ciudad deicida que estaba de fiesta; era el gran sábado de pascua para los judíos, pero para la Virgen Madre y para los discípulos del Crucifi- cado era el sábado de dolor y de lágrimas. Uno tras otro iban apareciendo en Jerusalén los* Após- toles y temerosos se metían en el Cenáculo; se reu- nieron todos, menos el traidor, y cada uno pedía disculpas a María por su proceder cobarde, comen- taban la huida y dispersión; averiguaban el fin del Maestro; recordaban sus palabras relativas a la re- surrección y entre sollozos y esperanzas veían pa- sar las horas de ese día aciago.

Sábado santo, día de duelo en el Cenáculo; día

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de luto para los parientes y amigos de Jesús; día de fiesta para los enemigos del divino Rabí, quienes por fin se veían libres de su persona, de sus mila- gros, de sus palabras que tanto les fastidiaba, por- que la verdad amarga el alma, porque ante los he- chos no hay réplica y porque la luz hiere a quie- nes se arrastran en el fango. Pero los fariseos que se daban de guardadores del descanso sabatino y que prohibían a la gente del pueblo hasta el traba- jo necesario para la vida y hasta la curación al enfermo, no tuvieron escrúpulo de madrugar al se- pulcro del Nazareno para asegurarlo no solamente con la piedra acostumbrada, sino también con cuer- das, con sellos y con arcilla, de manera que después de un trabajo intenso, regresaron a guardar el sá- bado pascual, seguros ya de que el cadáver no po- día ser raptado sin que ellos lo supieran; los guar- dias verían quienes rompían la tapa sepulcral y de- nunciarían al Sanedrín, para levantar el sumario res- pectivo y probar el fraude de la resurrección espe- rada por los discípulos del Crucificado.

Mientras los buenos lloraban la pérdida de Je- sús, los malos se alegraban viéndose libres del pe- ligrosa Mesías; mientras los unos encontraban leniti- vo en su pesar, recordando la promesa de la resu- rrección al tercer día, los otros maniobraban todo lo conducente a impedir que se dijera que el Maestro había resucitado. (Jn. 11-18 a 22).

Esto pasaba en la tierra, en Jerusalén; pero en el planeta de la eternidad, en la antesala del Cielo, en el Limbo, o lugar donde estaban las al- mas de los justos desde Adán, penitente, hasta Di-

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mas arrepentido, era el sábado santo día de gloria, porque el alma de Cristo iluminó ese lugar con claridades celestiales, con gozos de paraíso, con cla- rinadas de victoria y toques de triunfo.

Pero volvamos a la soledad de María, sin su Hijo, a ese sábado saturado de dolor para la Ma- dre; de esa soledad, de ese sábado, de esa Madre dolorosa, ha dicho poéticamente el Padre Amoroso, religioso oblato: "Como las aguas van a parar en el mar, la inmensidad sin límites de dolores del Redentor, concéntrase en el pecho de María.... En ese corazón gime la elegía de la despedida tierna del Señor, entonada junto a la Cena eucarística; en ese corazón vibran las tristezas del huerto de Getsemaní; en ese corazón chorrea el cáliz colma- do de amarguras, apurado por voluntad del Padre celestial; en ese corazón se agita la tempestad de la traición de Judas, escondida tras la falsedad de un ósculo; en ese corazón estalla aquel grito blas- femo del populacho ebrio de sangre divina: ¡crucifí- cale, crucifícale! Grito deicida. En ese corazón flo- ta, como una isla en las soledades del mar, el ECCE HOMO, hecho oprobio de los hombres.... Dentro del Corazón de María está lo infinito de todos los tormentos de un Dios: los golpes de la crucifixión, los escarnios de los verdugos, la muerte, la soledad de la Cruz, la soledad de la noche, la soledad de un cadáver entre los brazos de la madre. La sole- dad de un Dios muerto y la soledad de todas las soledades de las almas, son las que siente el Co-

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razón de María..,. Es la rosa, reina de las flores, en el trono majestuosamente triste de las espinas - (A la Luz de lo eterno).

Así fué el primer Sábado Santo del cristianis- mo para la Virgen Madre y para los amigos de Jesús; así debe ser este día, cada año, para los cristianos.

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-CXII- DOMINGO DE PASCUA

Amanecía el alba del primer día de la semana; el sol radiante sonreía, repartiendo a manos llenas alegría en la luz y en el calor de sus rayos. Jeru- salén se despertó sacudida por la noticia de cuatro mujeres que habían ido al sepulcro del Nazareno, crucificado el viernes anterior, y que en lugar del cadáver habían encontrado un Angel del cielo quien les dijo que Jesús resucitó, como había predicho. Nadie creyó la noticia, pues nunca se había visto, ni oído un milagro de esta clase; por otra parte, el fraude del cadáver para engaíñar con esta novedad era imposible; los guardias vigilaban atentos todo movimiento en la loza sepulcral del famoso Rabí gali- leo y la piedra estaba resellada.

Así y todo Cristo había resucitado. El alma de Jesús volvió a informar ese sagrado cuerpo, en la mañanita del domingo, y revistióle de las dotes de la materia glorificada. Salió a través de las vendas y lienzos, dejándoles intactos y sin romper la roca, ni mover la piedra apareció vivo y glorioso el cru- cificado de la antevíspera.

Como consecuencia natural, se estremecieron los guardias y quedaron como muertos. (Mat. XXVI 11- 4). Repuestos de su terror, sin atinar qué hacer, ni qué decir, fueron a cerciorarse de la verdad de lo que habían visto y constataron que el sepulcro estaba vacío; no había más que un Angel sentado sobre la gran piedra; su faz era refulgente como un relámpago y su vestido blanco como la nieve.

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fMat. XXVI 11-3). Atónitos fueron los guardias a la ciudad y contaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo que había sucedido. Los fariseos sufrieron una conmoción orgánica muy fuerte al oír que vi- vía nuevamente El que ellos le creían para siempre muerto y muerta también su doctrina; ahora, si era cierta su resurrección, estaban perdidos; se habría cumplido una profecía más y otro milagro venía a probar la divinidad del Nazareno. Para desvirtuar la noticia era necesario te rrar medidas urgentes. Se reunió el Sanedrín precipitadamente y resolvió llamar a los soldados, ganarles con dinero y obligar- les a que digan que en la noche del sábado, cuan- do se quedaron dormidos, vinieron los discípulos y robaron el cadáver de Jesús. -Como en este caso, los guardias merecían castigo del jefe por su des- cuido, los sanedritas se comprometieron a librarles de toda reprensión. Los soldados se hicieron pagar bien y comenzaron a propagar la mentira. fMat. XXV111-11 a 16).

Cuando los guardias iban a la ciudad habien- do constatado la resurrección de Jesús, porque fue- ron los primeros que le vieron vivo fuera del se- pulcro, algunas mujeres encabezonadas por María Magdalena, iban a visitar al muerto querido; lleva- ban aromas y perfumes para rociar el cadáver, pe- ro iban discurriendo acerca de la manera de obviar una dificultad: ¿quién les dará retirando de la puer- ta del monumento, la gran piedra? (Marc. XVI -3). Pensando en esto avanzaban sin percatarse de na- da, ni de nadie y llegaron al sepulcro apenas salía el sol. Su admiración fué sorpresiva cuando al a- - cercarse vieron que la piedra estaba virada y la

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entrada libre; entraron en el monumento y encontra- ron el sepulcro vacío; un joven vestido de blanco estaba sentado a la derecha; las mujeres se llena- ron de estupor, pero él les dijo: "no tengáis miedo; Jesús el Nazareno crucificado a quien buscáis, no está aquí, resucitó; ved el lugar donde estaba el cadáver; id a decir a los discípulos de El que ya le verán, como anunció...." fMarc. XVl-4a7).

"El hecho de la Resurrección es la coronación esplendente de una vida divina entre los hombres, dice el Padre Leal S. J.; es el término y la meta natural de una carrera que en todo se exhibe co- mo sobrehumana. Entre la vida de Jesús y su Re- surrección hay una perfecta armonía, que es la prue- ba perfecta de su verdad y realidad histórica. Si no hubiera vivido como Dios entre los hombres, la Re- surrección pudiera extrañar, pero habiendo en sus obras, palabras y conducta reflejado a Dios, la muer- te sin la Resurrección hubiera significado un vacío impropio-."

El triunfo de la mañana de Pascua, de ese domingo alegre, restablece la armonía de una vida rota por la muerte. Son vida, muerte, y resurrección divinas.

El alegre mensaje que recibió la ciudad santa fué que Jesús no estaba en el sepulcro y que se había aparecido a muchas personas.

El domingo de Pascua es el día de la resu- rrección de Jesucristo, el día má*ximo del Cristianismo,

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-CXIII- LOS MILAGROS DE JESUCRISTO

Jesucristo dejó doble huella de su paso por la tierra, la de su humanidad y la de su divinidad, como Dios y como Hombre verdadero. Como Dios hizo innumerables milagros, que son obras exclusi- vas de la divinidad.

San agustín dice que no debe extrañarnos en Jesús los milagros, porque eran obras propias de su naturaleza divina; lo que nos debe llamar la aten- ción es que siendo Dios se hiciera Hombre y rea- lizara todas las obras humanas.

Santo Tomás define el milagro: "acontecimien- to sensible a los sentidos, que exceda a las fuer- zas de la naturaleza y que tenga por autor a Dios". Estas obras las hizo Jesús a cada paso, como nos cuentan los Evangelios; fueron actos que vieron to- das las gentes, suspendiendo o cambiando las leyes naturales y hechos con poder divino y no por obra de Belzebú, como el mismo Señor decía, f Mat. -XI 1-24,).

Se pueden examinar uno por uno los milagros de Jesús y en todos y cada uno encontramos el sello auténtico de la divinidad. San Mateo narra la curación de UN LEPROSO, la curación al criado del CENTURION, a la suegra de San Pedro, la li- beración de DOS ENDEMONIADOS, el mar bra- vio que se calma con su palabra, y en general di- ce el historiador: "Le trajeron muchos enfermos y endemoniados y sanó a todos y expulsó a los demonios". -(Mat. Vlllj-En el Capítulo IX, el mis-

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mo evangelista cuenta la curación milagrosa de UN PARALITICO, la curación de la hemorroísa, la resurrección de la hija de Jairo, la curación a DOS CIEGOS y a UN MUDO ENDEMONIADO y otra vez recalca en general el poder del divino Tauma- turgo, diciendo: "Jesús recorría todas las ciudades y todas las aldeas sanando toda enfermedad y to- da dolencia". -En el Capítulo XI 1 nos cuenta la cu- ración del hombre que tenía la MANO SECA y dice: "Muchos enfermos siguieron a Jesús y El sanó a todos". -Narra la curación del ENDEMONIADO CIEGO Y MUDO. -En el Capítulo XIV cuenta la primera MULTIPLICACION DE LOS PANES y el hecho milagroso de la caminata sobre el MAR y termina diciendo: "Trajeron todos los enfermos de la comarca y le suplicaban que tan sólo les de- jara tocar la franja de su vestido y todos los que tocaron quedaron sanos." -En el Capítulo XV narra San Mateo la segunda multiplicación de LOS PA- NES y la curación de la hija de la CAÑAN EA, y dice: "vinieron a El turbas numerosas, trayendo co- jos, lisiados, ciegos, mudos y toda clase de enfer- mos y les pusieron a sus pies y EL LOS SANO. De modo que el gentío estaba maravillado al ver los mudos hablando, sanos los lisiados, cojos que caminaban, ciegos que veían y todos glorificaban al Dios de Israel". -En el Capítulo XVI 1 se cuenta la curación del LUNATICO y el milagro de la mo- neda del tributo. -En el Capítulo XX se narra la cu- ración de los CIEGOS de Jericó.

San Marcos cuenta en su historia evangélica los mismos milagros obrados por Jesús y continuamen- te tiene estas frases: "Llegada la tarde le trajeron

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todos los enfermos y endemoniados y sanó a todos". -(\-S2). -"En todas partes donde entraba Jesús, al- deas, ciudades, granjas, transportaban en camillas a los enfermos y los colocaban en las plazas y le suplicaban que les dejase tocar aunque no fuese más que la franja de su manto y a todos curaba y cuantos le tocaban quedaban sanos." (Marc. VI- 55). -"En el colmo de la admiración todos decían: hace oír a los sordos y hablar a los mudos." (VI 1-37).

San Lucas dice: "Todos los que tenían enfer- mos, cualquiera que fuese su mal, los traían y Je- sús imponía las manos sobre cada uno y los sana- ba-.'' OV-40J.

San Juan narra detalladamente los grandes mi- lagros que hizo Jesús, como el de las bodas de Caná, la curación del hijo de un cortesano, del pa- ralítico de la piscina, del ciego de nacimiento y la famosa recurrección de Lázaro, que termina con la confesión de los enemigos de Jesús que dicen: "Es- te hombre hace muchos milagros; si le dejamos continuar, todo el mundo va a creer en El; es pre- ferible que muera...." (Juan Xl-47).

Que Jesús hizo obras visibles que estuvieron fuera del alcance de las fuerzas naturales, por su propia virtud, es decir obras de Dios, es histórica- mente cierto. Que los milagros de Cristo fueron verdaderos milagros es innegable. Los hizo ante gente hostil a El y que conocían muy bien su pro- cedencia humana, como hijo del carpintero y de María de Nazaret; los hizo ante millares de testi- gos de toda clase y condición que ni en vida, ni

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después de la ascención del Señor, se atreven a negar o dudar de lo que habían visto. La crítica racionalista no ha alcanzado a desvirtuar el valor real y filosófico de los milagros de Jesucristo que es proclamado, con razón, el gran Taumaturgo del mundo pasado, presente y futuro.

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-CXIV- EL MILAGRO MORAL

Iglesia Católica, en su fundación, en sus orígenes, en su desarrollo y en su vida diaria, es un milagro continuo de orden moral.

Humanamente hablando, con la prisión de Jesús en el huerto comenzó el fracaso de Jesús y se echó a pique su obra. -Víctima del odio de sus enemigos, de la traición de un amigo y de la cobardía de un juez, fué Cristo al patíbulo. -Simón, la piedra fun- damental de la Iglesia cristiana, negó y renegó del Maestro; los otros, escogidos para continuadores- de su obra, le abandonaron cobardemente. -En una pa- labra, como pensaron los escribas y fariseos, con la muerte de Jesús estaba acabada su incipiente obra; para ellos el sepulcro fué la loza fría de la des- trucción total, pero para Jesucristo fué la cuna vi- vificante de donde saldría triunfadora y gloriosa su obra, para desafiar a los siglos.

Jesús resucitó y volvió a consolidarse la Igle- sia que tambaleó con su pasión y muerte. Los A- póstoles comenzaron a organizarse nuevamente con la asistencia del Espíritu Santo y cumplieron el di- vino mandato: "Id y enseñad a todas las gentes...." fMat. XXVI 11 -19).

Sin embargo, noventa y nueve probabilidades había en contra del éxito de los discípulos del Cru- cificado. Era inconcebible que doce pescadores, ig- norantes, desconocidos, pobres, pudiesen implantar en el mundo una nueva religión. Tenían que entrar

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en las sinagogas y en los foros, ocupar las cáte- dras, predicar en calles y plazas públicas un dog- ma y una moral contrarios a las costumbres de la época. Debían convencer a sabios e ignorantes que Jesús Nazareno, el crucificado en medio de dos la- drones, era Dios y que para salvarse era menester abrazar su Evangelio.

Tarea era esta sobrehumana; si el Rabí de Ga- lilea, con todo su poder de hacer milagros a gra- nel, no consiguió sino la muerte en la cruz, a esos doce apóstoles no les esperaba otro fin.

Esta manera de pensar era muy lógica conside- rando las cosas de tejas abajo, pero Dios que escri- be recto en renglones torcidos, se valió de los po- bres para confundir a los ricos, con doce hombres del pueblo convirtió al mundo; los sabios confesaron su ignorancia y los poderosos se humillaron ante la omnipotencia divina.

Con todo, prácticamente vemos en las páginas de la historia humana, que la naciente Iglesia cristia- na fué ahogada en sangre. Pedro fué crucificado; San Pablo fué decapitado; le apedrearon a San Es- teban; mataron a los otros apóstoles y despreciaron como locos a los primeros discípulos de la nueva religión. Cuando todo estaba por hacerse vino el milagro de Dios, sopló en las cenizas, vivificó esa sangre derramada y las cenizas de los escombros y la sangre de los mártires se convirtieron en se- milleros de cristianos, Se multiplicaron los milagros y apareció fuerte y lozana la Iglesia de Cristo, desafiando a las furias del infierno puestas en manos

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de Dioclesianos, Nerones y Domicianos de todos los tiempos.

Con toda razón y justicia dice el sabio y santo Obispo de Hipona: "Si el cristianismo se propagó con milagros, es obra divina; si se propagó sin mi- lagros, es también obra de Dios, siendo el primer milagro su propagación extraordinaria".

Si estudiamos detenidamente la vida de la Igle- sia en sus veinte siglos de existencia, tenemos que confesar que es un milagro constante de orden mo- ral el que se opera en la tierra. Mil novecientos cin- cuenta y ocho años de lucha contra el poder tem- poral de reyes y magistrados que se han levanta- do y unido queriendo aplastar a la sociedad cristia- na; veinte siglos de triunfo en las batallas contra los enemigos de afuera confabulados con las hostilida- des de adentro; veinte siglos que eran suficientes para acabar con la obra de Jesucristo confiada a la administración humana, donde jamás han falta- do los fracasos de los hombres, nos están hablan- do del milagro moral que la sostiene lozana, triun- fante y repleta de obras de heroísmo, de santidad, de ciencia, de altruismo, de benéfica caridad cristiana.

La Iglesia católica, es, según frase lapidaria del Concilio Vaticano: "la columna erigida en medio del mundo, que vive recordando a los cre- yentes y a los incrédulos, a los buenos y a los malos, a los sabios y a los ignorantes, que su Re- ligión descansa sobre la inconmovible roca de Cristo".

En realidad de verdad, la Iglesia de Jesucris- to, por su propagación admirable, por su eximia

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santidad, por su inexhausta fecundidad en toda cla- se de beneficios, por su unidad y estabilidad, es un perpetuo motivo de credibilidad en su origen divino. Es decir, la Iglesia Católica, por misma, es un perfecto y un perpetuo milagro de orden moral.

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-CXV- SACRAMENTOS

?^os Sinópticos, es decir los tres Evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, narran con pormenores el Bautismo de Jesús" (Mat. 111-13-Marc. 1-9 Luc- 111-21;.

"Vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan, para ser de él bautizado. Juan empero se re- sistía a ello, diciendo: yo debo ser bautizado de tí, y ¿Tú vienes a mí? A lo cual respondió Jesús, di- ciendo: Déjame hacer ahora; que así es como con- viene que nosotros cumplamos toda justicia. Juan entonces condescendió con El. Bautizado, pues, Je- sús, al instante que salió del agua, se abrieron los cielos y se vió bajar al espíritu de Dios, a mane- ra de paloma, y posarse sobre El. Y oyóse una voz del cielo que decía: Este es mi querido Hijo, en quien tengo puesta toda mi complacencia."

Mediante este acto solemne instituyó Jesucristo el Sacramento del Bautismo. El agua recibió la virtud de regenerar comunicando vida espiritual, unida a las palabras vivificantes que evocan a la Santísima Trinidad. "Bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espí- ritu Santo". (Mat. XXVI 11-19).

Jesús manifestó a Nicodemo la institución de este sacramento necesario para la salvación eterna, diciéndole: "En verdad, en verdad te digo que quien no renaciera por el agua y por el Espíritu San- to, no puede entrar en el reino de Dios". fJn. 111-5).

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El Sacramento de la Confirmación instituyó Jesús cuando imponía las manos sobre la cabeza de los curados o perdonados de los pecados, confir- mándoles en la fe. Confirmó también en la fe a sus apóstoles y discípulos, cuando resucitado se apare- ció a ellos y con su soplo vital les infundió e! Es- píritu Santo. Este poder dió a los apóstoles, quie- nes confirmaban en la fe a los bautizados, median- te la imposición de las manos. "Sabiendo los após- toles, que estaban en Jerusalén, que los samarita- nos habían recibido la palabra de Dios, les envia- ron a Pedro y a Juan. Estos, en llegando, hicieron oración por ellos, a fin de que recibiesen el Espí- ritu Santo, porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bauti- zados. Entonces les imponían las manos, y recibían al Espíritu Santo". (Act. VI 11-14 a 17).

El Sacramento de la Penitencia instituyó Je- sucristo cuando dijo a sus apóstoles: "Todo lo que atareis sobre la tierra, será atado en el cielo y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo". (Mat. XVI 11-18;.

"Como mi Padre me envió, así os envío tam- bién a vosotros. Recibid e! Espíritu Santo: quedan perdonados los pecados a aquellos a quienes los perdonareis vosotros y quedan retenidos, a los que se los retuviéreis". fJn. XX-21 a 23J.

El Sacramento de la Eucaristía instituyó Je- sús en la última cena, consagrando el pan y el vi- no y con virtiéndoles en su cuerpo y sangre; este poder dió a sus apóstoles, como ' nos réfiererr < los Evangelistas. (Mat. XXV1-26 Marc. XlV-22-Luc. XX11-19J.

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EL VERDADERO JESUCRISTO

El Sacramento de la Extremaunción instituyó Je- sucristo dando facultades a sus apóstoles para que un- giésen con óleo a los enfermos (Marc. 1 - 1 3); de este po- der habla terminantemente el Apóstol Santiago: "S es- tá enfermo alguno, llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor, y la oración salvará al enfermo y si tiene pecados, se le perdonarán". (Jacob V- 14 y 15).

El Sacramento del Sacerdocio u Orden Sacer- dotal fué instituido por Jesucristo cuando escogió y llamó a sus apóstoles para hacerlos sus minis- tros y pescadores de hombres y de almas. Cuando les dijo: "Id y enseñad a todas las gentes, bauti- zándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Cuando les dió la facultad y el poder de perdonar los pecados y cuando en la últi- ma cena les dijo: "Haced esto en memoria mía". (Luc XI 1-19).

El Sacramento del Matrimonio fué instituido por Jesús cuando El lo dignificó y lo elevó de sim- ple contrato al nivel de santidad, asistiendo a las bodas de Caná. (Jn. 11-1). Cuando habló de la in- disolubilidad del vínculo matrimonial. fMarc. X-7 a 13- Mat. X1X-3 a 10). San Pablo habla de este Sacra- mento llamándole GRANDE y dando instrucciones a los casados, en su carta a los de Efeso. (Ef.V-21 a 33).

Como se ve, nadie puede decir que los Sacra- mentos de la Iglesia Católica son invenciones de Curas. Por este^ orden, en el Evangelio encontra- mos instituido por Jesucristo, directa o indirecta- mente, todo cuanto debemos creer y practicar como cristianos, para merecer este sublime nombre, que nos viene de Cristo.

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-CXVI- LOS APOSTOLES

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n día salió el Maestro de Cafarnaún y se dirigía al mar. Le siguieron las gentes; en la playa se puso a enseñar el Evangelio. Era tanta la aglo- meración de oyentes que le oprimían e impedían hablar y explicar debidamente la doctrina y le em- pujaban mar adentro. Entonces Jesús aprovechó de una barca que estaba amarrada a la orilla, su- bióse a ella y pidió al dueño que le retirase un poco hacia el agua. Sentóse en un banco y desde allí siguió enseñando la Buena Nueva y repitiendo: "El reino de los cielos está cerca, preparaos". (Mat. 1V-17J.

Terminó la predicación, se dispersó la muche- dumbre y se quedó sólo con los pescadores. Enton- ces invitó al dueño de la barca que era Simón pa- ra que en compañía de su hermano Andrés, fuesen a pescar: "Remad adentro y echad vuestras redes", les dijo el Señor. "Maestro, respondió Simón, to- da la noche hemos estado trabajando y nada conse- guimos. Pero, en tu nombre y por tu mandato echa- remos las redes". Así lo hicieron y nos dice la na- rración evangélica que "recogieron tal abundancia de peces que se rompía la red. Llamaron en ayuda a los compañeros que estaban en otra barca, a po- ca distancia y que eran los hijos del Zebedeo: Juan y Santiago, para que recogiesen los pescados; lle- naron las dos barcas y salieron a la orilla. En tie- rra, los pescadores cayeron de rodillas a los pies del Señor, en signo de adoración y reconocimiento. El Maestro, levantándoles les dijo: venid conmigo;

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voy a haceros pescadores de hombres. Ellos deja- ron al punto las redes y le siguieron". (Luc. V-4).

Aquellos cuatro hombres quedaron constituidos en Apóstoles de Cristo y debían ganar a todo el mundo con el Evangelio. Eran los continuadores de la obra cristiana, las bases de una nueva religión, de una iglesia que debía durar hasta la consuma- ción de los siglos. A estas cuatro columnas del Cristianismo juntó Jesús otras ocho; llamó a otros para que tendiesen las redes evangélicas y pescasen hombres para el Cielo.

Salió otra vez Jesús a predicar y al paso vió a Leví, hijo de Alfeo, sentado en la oficina de re- caudación de impuestos, y le dijo: Sigúeme- Y, le- vantándose, le siguió. fMarc. 11-13J. Así ingresó Ma- teo o Leví al apostolado. Otro día llamó en igual forma a Felipe y Bartolomé. (Juan l-43j.

Los doce Apóstoles se llamaban así: SIMON o PEDRO, - ANDRES, su hermano, - SANTIA- GO y JUAN, hijos del Zebedeo, -FELIPE, BARTO- LOME, MATEO o LEVI-TOMAS, SANTIAGO hijo de Alfeo y su hermano JUDAS Tadeo,-SIMON el cananeo-JUDAS Iscariote.

Los Evangelios Sinópticos traen la lista com- pleta de los Apóstoles (Mat. X-2-Marc. 111-16-Luc, V1-14J, aunque en orden diferente, con excepción de Pedro y Judas Iscariote que, en los tres, ocupan el primero y el último lugar respectivamente.

Los Once Apóstoles eran Galileos. Solamente el último, Judas Iscariote, era judío. De cada uno en particular nos ocuparemos en el capítulo siguiente.

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A estos doce hombres dijo Jesucristo: "Vosotros seréis mis testigos en Judea, en Samaría y hasta lo último de la tierra". (Act. \-S). A ellos el Maes- tro les hizo amigos íntimos suyos y dueños de to- dos sus secretos. A éstos les dijo: "No os llamo sier- vos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor. Vosotros sois mis amigos, porque todo cuanto sabe mi Padre y yo, os hemos revelado". (Juan XV- 15). Apóstoles quiere decir: Enviados, embajadores, plenipotenciarios; con este sublime carácter les mandó Cristo por el mundo: "Id y enseñad a to- das las gentes- .. Como a me envió el Padre, así os envió yo a vosotros". (Juan XVI 1-18,).

Muchos discípulos tuvo Jesús, que le siguieron y acompañaron toda su vida, pero Apóstoles no es- coció sino doce y como jefe del apostolado y de la naciente Iglesia cristiana, eligió a Pedro. El su- cesor de Pedro es el Papa, los sucesores de los Apóstoles son los Obispos y de los discípulos son los Sacerdotes, que continúan en el mundo la obra redentora de Cristo y a quienes dice Jesús, como dijo a los doce: 'No sois vosotros los que me ha- béis elegido a mí, sino yo soy el que os he elegi- do a vosotros y os he puesto para que vayáis y traigáis fruto y este fruto permanezca". (Juan XV-16).

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-CXVII- LOS DOCE

/jyEDRO- Hombre sincero y recto de co- razón, de carácter dócil e impetuoso, se dejó llevar sin dificultad por su hermano Andrés a conocer al anunciado Mesías. (Jn. 1-41 y .

Andrés le presentó a Jesús, quien después de las primeras palabras de cortesía, miró fijamente a Simón, como no había mirado a los demás, y en to- no solemne le dijo: "Simón, hijo de Jonás, te llamarás Kefas'. es decir PIEDRA. Ni Simón, ni Andrés, comprendieron el alcance de este cambio de nombre. Lo entendieron después, cuando el mismo Jesús dijo al apóstol: uTú eres Piedra y sobre es- ta piedra edificaré mi Iglesia". (Mat. XVI- 18,).

"Señor, apártate de mí, porque soy hombre pe- cador", es la frase humilde y sincera del pescador de Galilea, como preámbulo a su elección al aposto- lado. (Luc. V-8^. Las demás escenas de la vida de Pedro ya las conocemos. Todas culminaron con las significativas palabras: "Apacienta mis corderos, a- pacienta mis ovejas" fJn. XX1-15,/ que le dice Jesús, después de exigir al apóstol, con suma delicadeza, que borrara sus tres negaciones, con una triple pro- testa de amor.

Finalmente, con palabras misteriosas le signifi- có el género de muerte que le esperaba. 'Jn. XXI-

Cumplióse la profesía en la capital del mundo católico, en la colina del Vaticano, donde murió Pe- dro crucificado y desde entonces su sepulcro sigue

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siendo la roca milenaria sobre la cual se levanta la Iglesia, desafiando las furias del mundo, del demo- nio y de la carne.

29 ANDRES. Hermano de Pedro, natural de Betsaida, es el primero de los apóstoles que cono- ce, sigue a Jesús y habita con El. (Jn. 1-37 a 40). Su vocación al apostolado tiene lugar en las ribe- ras del mar de Galilea. Pescador, como su hermano, estaba ocupado en su oficio, cuando el Señor le dijo: "Sigúeme, te voy a constituir pescador de hombres". fMarc. 1-16 a \8). Siguió prontamente a Jesús, a quien acompañó en la predicación del Evangelio. Después de Cristo continuó su misión de predica- dor de la Buena Nueva en las tierras de las cos- tas del Mar Negro y en Grecia. Murió crucificado, como el Maestro, en Patras de Acaya.

Jo SANTIAGO. Hijo del Zebedeo y hermano de Juan fué llamado al apostolado con su hermano, cuando estaban en la barca componiendo las redes, pues eran pescadores. Ellos, dejando a su padre que estaba junto, se fueron en pos de Jesús. fMarc. 1-19 y 20).

Santiago o Jacobo o Jaime, que es lo mismo, llamado el Mayor, para distinguirle del otro Santia- go, natural de Betsaida, fué el vidente de la Trans- figuración del Señor, con Pedro y Juan./Mat. XVII- 1 y 2). Los tres fueron también los compañeros de Jesús en el Huerto de los olivos. (Mat. XXV1-37J. Santiago es el apóstol de España, cuyas tierras re- corrió evangelizando y donde tuvo la aparición de la Virgen María, viviente todavía en Jerusalén, y que vino a consolarle traída en manos de los ángeles,

V

424 EL VERDADERO JESUCRISTO

presentándose al apóstol en un pilar sagrado.

Santiago volvió a Judea donde fué decapitado el 25 de Julio del año 44. Fué el primer apóstol que selló con su sangre el Evangelio. Su cadáver fué llevado a España y sobre su tumba se extien- de la ciudad de Santiago de Compostela.

4o JUAN. Es el discípulo amado del Señor, que tuvo la dicha de reclinar su cabeza en el pe- cho del Maestro y oír los latidos del Corazón de Jesús.

Acompañó a Cristo en los momentos más so- lemnes de su vida y estuvo junto a la Cruz, sien- do allí depositario del único tesoro que tenía el Di- vino Crucificado, cual era su Madre. No fué como sus compañeros de oficio, Pedro y Andrés, ni como su hermano Santiago, un sencillo pescador, Juan fué de una cultura superior, versado en las Escri- turas y amigo del Pontífice, como él mismo dice. (Jn. XV11M5).

Apóstol y Evangelista de gran valía; en sus escritos usa la cronología pascual de los doctores y escribas, lo cual prueba su ilustración y rango social.

Es maravilloso el exordio de su Evangelio por la teología y filosofía que contiene. Durante su cau- tiverio en Patmos escribió el Apocalipsis, obra su- blime y de difícil interpretación.

Era el más joven de los apóstoles; cuando mu- rió Jesús, tenía veintidós años de edad, pero enér- gico y ardiente hasta corresponder al sobrenombre de "hijo del trueno". Es el apóstol de la caridad,

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del amor; sus pláticas cristianas ordinarias eran repe- tir: "amaos los unos a los otros", como el Maestro. San Juan fué el último superviviente de los doce apóstoles.

59 FELIPE. Coterráneo y amigo de Pedro y Andrés, oyó de labios del Maestro el mismo llama- miento: "Sigúeme" y al punto dejó todo y siguió a Jesús, quien le hizo el confidende de sus secre- tos. La primera obra de su apostolado fué conquis- tar un nuevo discípulo, a Natanael, natural de Ca- de Galilea, a quien encontró Felipe y entabló en seguida conversación acerca del ¿Mesías, termi- nando en llevarle a Cristo. (Jn. 1-43). Este apóstol fué el intermediario entre los gentiles y Jesús, a quien deseaba tratarle y pedirle favores. (Jn. XI 1- 20). Felipe predicó el Evangelio en el Asia Menor y murió en Hierápolis de Frigia.

69 BARTOLOME. Es el mismo Natanael con- vertido por Felipe. Este apóstol mereció una gran alabanza de parte de Jesucristo: "He aquí un ver- dadero israelita, en quien no hay doblez alguno" (Jn. l-47j, lo cual prueba el carácter franco y leal del discípulo, que no tuvo empacho en proclamar al Maestro apenas le conoció: "Hijo de Dios y rey de Israel". (Jn. 1-49).

San Bartolomé predicó el Evangelio en Arabia del Sur, en donde, hacia la mitad del siglo segundo se halló el ejemplar hebreo del Evangelio escrito por San Mateo, que Natanael había llevado allá. Después pasó a predicar en Armenia en donde fué desollado vivo, sellando con el martirio la verdad de la Fe.

426 EL VERDADERO JESUCRISTO

79 TOMAS. Es el apóstol incrédulo y terco, pero ante la realidad cede con nobleza y generosi- dad. No había gozado de la vista de Jesús resucita- do, por no estar en compañía de los otros apósto- les. Cuando se encuentra con los compañeros sabe lo sucedido y no cree, disputa con ellos y termina con un reto que casi toca al mismo Señor: <:Si no metiere mi dedo en la abertura de los clavos y mi mano en la herida del costado, no creeré''. Jesús que conocía el fondo del alma de su apóstol le da gusto en su pretensión. A los ocho días se aparece nuevamente el Señor a los apóstoles encerrados en el cenáculo y hace palpar a Tomás la verdad de la resurrección haciéndole tocar las huellas de las he- ridas. Ante tanta bondad de Jesús, el apóstol no puede hacer otra cosa que caer de rodillas y decir: "Señor mío y Dios mío", con lo cual manifestó todo lo que sentía su espíritu avergonzado. (Jn. XX-24 a 28/

89 MATEO. Apóstol y evangelista, fué el pri- mero en redactar en lengua aramaica el Evangelio, punto central de los sinópticos. Antes de seguir a Jesús, era Leví, el publicano, o alcabalero, recau- dador de los impuestos para Roma- Sabemos que fué hijo de Alfeo y que generosamente dejó el te- lonio y las monedas para seguir a Cristo que le llamó a recaudar almas. (Luc. V-27). Predicó pri- meramente a los judíos y después evangelizó a los gentiles. Publicano de alma limpia y de corazón bueno, mereció ser escogido para el apostolado cris- tiano. Jesús le tomó como modelo para atacar a los fariseos hipócritas, en la parábola y en las otras sentencias contra el fariseísmo. (Luc. V-29 a 32- XVI 11-9 a 14).

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99 SANTIAGO (el menor/ Este apóstol fué primo legal de Jesús, hijo de María de Clefás, cu- ñada de San José. Fué Obispo de Jerusalén y tu- vo actuación importante en el primer Concilio que ce- lebraron los Apóstoles en esta ciudad. Hacia el año 61 escribió la famosa epístola para las doce tribus judías dispersas por el mundo, refutando el error de la justificación por la fe sin las obras- Murió en la ciudad santa apedreado por los fariseos.

109 TADEO, por nombre Judas, fué hermano del pequeño Santiago. Fué apóstol de la Buena Nueva en Palestina, donde escribió la Epístola y seguramente murió en Jerusalén.

110 SIMON. (e\ cananeo/ Casi nada en espe- cial se sabe de este apóstol Su sobrenombre no quiere decir que era oriundo de Caná, sino muy celoso y observante de la Ley. Seguramente esta cualidad le sirvió para que Jesús le escogiera pa- ra el apostolado y en el ministerio conservó siem- pre el celo por la gloria del Maestro y por el cum- plimiento de sus mandamientos.

129 JUDAS ISCARIOTE. *E1 nombre de este apóstol es tristemente conocido en todo el mundo por la negra traición al Maestro, a quien entregó en manos de sus enemigos, con un pérfido beso. "El Traidor había dado esta seña: aquel a quien yo besare, ese es, aseguradle bien". fMat. XXVI-48J. San Marcos añade que dijo Judas: "a quien yo besare, él es, prendedle y conducidle con cautela". (Marc.Xl V- 44). La muerte de Judas fué desastrosa como dice San Lucas: "habiéndose ahorcado reventó por medio, quedando esparcidas por tierra todas sus entrañas". (Act. L.-18J.

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Después del suicidio de este apóstol desgra- ciado, quedó el Colegio Apostólico con once miem- bros; peror como relatan las Actas de los Apósto- les, (1-23), éstos eligieron, después de la Ascención de Jesús al Cielo, a Matías para volver a com- pletar la simbólica cifra de DOCE, uno por cada una de las tribus de Israel. Los doce embajado- res de Jesucristo conquistaron el espíritu del mundo haciéndole cristiano.

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-CXVIII- SUCESORES DE PEDRO

laminaba un día Jesucristo apartado de las turbas y acompañado únicamente de sus discípulos. Se detuvo cerca de la actual ciudad de Banías, llamada en tiempo del Señor, Cesárea de Filipo, donde colocó la piedra angular de su Iglesia. Lejos del mundanal ruido, abrió un paréntesis a la vida evangélica, solazándose con los suyos en amena y familiar conversación. Cerca de terminar esa hora de recreo, pregunta Jesús a sus Apóstoles, que le habían contado muchas cosas: "¿Vosotros qué decís de mí? ¿quién pensáis que soy? Le habían conver- sado al Maestro que las gentes le calificaban de distintas maneras, ahora les tocaba calificar a quie- nes le conocían más íntimamente. Todos callaron, temerosos de equivocarse en el concepto y quedar mal con su respuesta. Después de unos minutos de silencio, se oyó la voz clara y resuelta de Simón que contestó: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Tan atinada confesión dejó perplejos a los o- tros apóstoles e hizo hablar al Maestro, aplaudién- dola: " Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no es la carne, ni la sangre quien te ha re- velado esto, sino mi Padre que está en el Cielo". Complacido Jesucristo en la fe de Simón y en su correspondencia a la revelación celestial, le dijo: Tú, eres Pedro, es decir piedra, y sobre esta pie- dra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. A daré las llaves del Reino de los cielos; y todo lo que atares en la tie-

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rra, será atado en el cielo, y todo lo que desatares en la tierra, será desatado en el cielo--.." (Xuc.lX-18^.

Sublime momento de la Historia de la Iglesia de Cristo y día imborrable en los anales de la hu- manidad, en el cual el Hijo de Dios pone la piedra básica del gran edificio moral que se levantará ma- jestuoso, desafiando a los vendavales del Infierno. Veinte siglos han pasado y la Iglesia cristiana está flamante y lozana como en el día en que Cristo puso la primera piedra moral, escogiendo a Pedro como su primer Vicario, en las llanuras de Cesárea.

Simón Pedro tenía un alma noble, enérgica y activa, forjada en las luchas con el mar bravio, a quien había desafiado y vencido muchas veces em- barcado en una débil canoa, y de quien había apren- dido la inmensidad sublime que copió en su alma para amar entrañablemente a Jesús. Este apóstol, el antiguo pescador de Betsaida, es la roca milena- ria donde se harán añicos todos los poderes de la tierra que quieran derrocarle. La experiencia está hablando; se han hundido los imperios de los Césa- res y Reyes, han naufragado pueblos y naciones, han tenido que aquietarse las furias del averno re- conociendo su impotencia, mientras que la Iglesia levantada sobre esa roca aparece cada día más es- pléndida, más poderosa, más sublime. Murió Pedro, pero sigue indestructible el Papado en una hilera eterna de Vicarios de Cristo hasta Pío XI 1, en el orden siguiente:

SIGLO 19» 5, de San Pedro a San Vvaristo. 29. 10, de Alejandao 19 a San Ceferino. 39. 14, de Calixto 19 a San Marcelino.

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Siglo 49: 10, de San Marcelo a Anastasio I. 59: 11, de Inocencio 19 a Anastasio II. 69: 14, de San Símaco a Gregorio I. 79: 20, de San Sabiniano a Sergio I. 89: 12, de Juan VI a Adriano I. 99: 21, de León Illa Juan IX. 109: 25, Benedicto IV a Silvestre II, 119: 19, de JuanXVll a Pascual II. 129: 15, de Gelasio II a Celestino III. 139: 18, Inocencio III a Bonifacio VIH. 149: 10 de Benedicto xTa Bonifacio IX.

159: 11 de Inocencio VII a Alejandro VI. ,, 169: 16 de Pío III a Inocencio IV. 179: 12 de Clemente VIH a Inocencio XII- 189: 8 de Clemente XI a Pío VI. 199: 6 de Pío Vil a León XI 11. 209: 4 de San Pío X a Pío XI 1, En veinte siglos de cristianismo se han suce- dido 261 Papas o Sumos Pontífices.

Jesucristo sigue perpetuándose en el Gobierno de la Iglesia por medio de su Vicario en la tierra, que es el Jefe universal del cristianismo.

Como Coadjutores del Papa están los Obispos gobernando determinadas secciones, con límites fi- jos, que se llaman Diócesis.

En cada Diócesis, el obispo tiene a su vez sus cooperadores directos, que son los curas en ca- da parroquia eclesiástica.

El orden jerárquico en el mundo cristiano se reduce al Papa, a los Obispos, a los Párrocos, a quienes los católicos debemos reverencia, amor y obediencia, porque representan la Autoridad del Ver- dadero Jesucristo.

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-CXIX- EL IDEAL CRISTIANO

<^ed vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mat. VAS). Estas pa- labras de Jesús constituyen la norma práctica del ideal cristiano. Los cristianos estamos obligados a ser santos conforme a la santidad de Dios, a esto debe conducirnos la religión de Cristo. Desgraciada- mente, las pasiones, el mundo, el demonio, las ri- quezas, la soberbia, las concupiscencias nos desvían del cauce divino. Esto no embargante, sigue Jesu- cristo enseñando: "Si alguno os hiere en la mejilla derecha, presentadle también la izquierda. Y al que quiere armaros pleito para quitaros la túnica, dad- le también la capa. Y al que os forzare a ir carga- do mil pasos, id con él otros dos mil. Al que os pide, dadle; no tuerzas el rostro al que pretende de vosotros algún préstamo''. (Mat. V-39-42).

"Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os hacen mal; orad por los que os persiguen y calumnian, para que imitéis a vuestro Padre ce- lestial, el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos y pecadores. Por- que si amáis únicamente a los que os aman y si no saludáis sino a vuestros amigos, ¿qué de parti- cular hacéis?; esto hacen también los publícanos o los que no son cristianos". (Mat. V-44-47).

"Haced vosotros con los demás hombres todo lo que deseáis que los otros hagan con vosotros", fMat. VIM2J.

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"Cuando vosotros hacéis banquetes, dais comi- das o cenas, no convidéis a vuestros amigos, pa- rientes o vecinos ricos, porque ellos también os convidarán y quedareis recompensados. Cuando ha- gáis un convite, invitad a los pobres, a los tullidos, a los cojos y a los ciegos, como ellos no pueden pagaros, seréis recompensados en la resurrección de los justos". (Luc. X1V-12-14J.

Estas son las normas de caridad cristiana. Así obraron las comunidades cristianas de los primeros siglos para no desmentir su nombre sagrado; puede ser que en los actuales tiempos haya cristianos que cumplan con estas enseñanzas de Jesús; este es el ideal a que debemos aspirar.

Los apóstoles y discípulos del Señor oyeron esta sublime doctrina; vieron que Jesús la practi- caba y siguieron su ejemplo; detrás de ellos está la pléyade incontable de santos que han seguido este camino de perfección cristiana- San Pablo ha- ciendo eco a las normas enseñadas por Cristo, no de- jaba de repetir: "Vuestro amor mutuo debe ser sin fingimiento, amándoos recíprocamente con ternura y caridad fraterna, procurando anticiparos unos a otros en las señales de honor y deferencia. Sed cari- tativos para aliviar las necesidades del prójimo y prontos a ejercer la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen. Alegraos con los que se alegran y llorad con los que lloran.

"No queráis teneros a vosotros mismos por sa- bios. A nadie volváis mal por mal. Vivid en paz, en cuanto esté de vuestra parte, con todos los hom- bres. No os venguéis; dad lugar a que pase la cólera.

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ÉL VERDADERO JESUCRISTO

Antes bien, si tu enemigo tuviere hambre, dale de co- mer; si tiene sed, dale de beber, que con hacer esto amontonarás ascuas- encendidas sobre su

cabeza. Procura vencer el mal con el bien "

(Ep. ad Rom. XI 1-9 a 2\).

Por este orden, los apóstoles, herederos del espíritu de Jesús, dan la pauta del ideal cristiano, enseñando en sus epístolas lo que Jesucristo les enseñó y recomendó que enseñaran a todas las gentes para llevar menos indignamente el nombre de cristianos por la práctica del bien y la aspira- ción al ideal-

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-CXX- EL PAIS DE JESUS EN LA ACTUALIDAD

C^L TEMPLO, El lugar en que se alzó el Templo de* Salomón quedó convertido en una ver- dadera ruina durante centenares de años después de su destrucción por las huestes de Tito, para que se cumpliera la profecía de Jesús- Cuando los ára- bes invadieron la Palestina en el año 650 de la era C, aquella enorme área de terreno estaba con- vertido en basurero. Decidieron los invasores levan- tar allí una gran mezquita, llamada de Ornar; cons- trucción que existe en la actualidad. Es, después de la Meca, la Mezquita más importante del Islam, que se levanta majestuosa sobre la enorme platafor- ma rocosa en donde se erguía el famoso Templo de Jerusalén.

NAZARET. Metida en el valle que rodean las colinas sigue viviendo la villa nazarena su vida hu- milde y sencilla. Airosa se levanta la Iglesia de la Anunciación coronando el conjunto gracioso de ca- sita3 blancas. En la cripta del Templo se muestra el lugar preciso que ocupaba la casa de la Virgen nazarena, escogida entre millones de mujeres para ser bendita eternamente, porque en sus entrañas se hizo hombre el Hijo de Dios. "Aquí se hizo carne el Verbo'1 es el aviso sagrado que hace caer de ro- dillas a los peregrinos.

BELEN. Está a ocho kilómetros de Jerusalén. Casas apiñadas sobre un montículo forman el pue-

436 EL VERDADERO JESUCRISTO

blo. El Templo de la Natividad está separado de las Iglesias de Conventos y Monasterios centrales .Una pequeña puerta da acceso al Templo y sus naves conducen a la gruta que se encuentra debajo del altar mayor. En el suelo de la cueva hay una es- trella aureolada de una inscripción que dice: "Aquí nació Jesucristo de la Virgen María". Más de cin- cuenta lámparas de plata cargadas de aceite están ardiendo constantemente como símbolo de fe y a- mor a Dios hecho Hombre, cuya cuna fué el suelo de esa gruta.

CAMPO DE LOS PASTORES. Restos de un monasterio, columnas de una iglesia derruida, indi- can el lugar donde resonó el: "Gloria in excelsis Deo" cantado por los ángeles que anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús que trajo a los hombres la paz celestial.

EL JORDAN. El río Jordán corre desde Ga- lilea hacia el sur, vertiendo sus aguas en el mar Muerto. Está escoltado por esbeltos sauces que cre- cen en las riberas. En el lugar donde fué bautiza- do Jesús se levanta una Capillita de donde arran- ca una gradería que llega hasta el río; aquí se ba- ñan los peregrinos recordando que ese lugar y esas aguas fueron santificadas con la presencia de la Santísima Trinidad en el bautismo de Cristo. Allí apareció el Espíritu Santo en forma de Paloma, se dejó oir la voz del Padre en favor del Hijo.

LAGO Y LLANURA DE GENEZARET. En tiempos de Jesús el lago estaba surcado por nume- rosas velas y sus orillas salpicadas de poblaciones como Cafarnaúm, Betsaida, Mágdala, Tiberíades; hoy

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROAflO 437

día es todo silencio y soledad. Con la única excep- ción del pueblito de Tiberíades que parece acurruca- do a la orilla del lago, no se ven sino ruinas, gru- pos de árboles, manchones de tierras pardas que señalan los lugares donde estuvieron Betsaida y las otras ciudades bulliciosas y alegres de antaño. Lla- nura, suelo bendito acariciado por las plantas de Jesús, ahora llamado "eUGuwer". Lago, testigo de milagros y predicaciones. Todo reducido a desolación como eco de los ayes del Señor. En el lago, en forma de corazón, de 21 K. de largo por 12 de ancho, sigue reflejándose la silueta divina de Cristo; es imposible viajar por la carretera que le rodea, sin sentir el espíritu de Dios que sigue tnoviendo esas mansas olas y calentando esas benditas playas.

JERUSALEN. Es la Capital del nuevo Estado de Israel. "Mosaico de religiones y de sectas", co- mo dice un periodista español. Dividida material y moralmente. Hay la zona Judía y la zona árabe, la ciudad antigua y la moderna. Dejemos la ciudad con avenidas y palacios a la moderna, para seguir las huellas de Jesús por la vieja calle "de la amargura".

VIA CRUCIS. Las catorce estaciones tienen su recuerdo especial, desde la torre Antonia hasta el Sepulcro. Los últimos descubrimientos e investi- gaciones aclaran perfectamente la relación de la torre de Herodes con el Pretorio de Pilato donde Jesús oyó la más injusta de las sentencias que que se han dado en el mundo. Siguen capillas y placas señalando las escenas evangélicas del Via Cru- cis.

OTROS LUGARES. Como se comprende, en

438

EL VERDADERO JESUCRISTO

veinte siglos que han pasado desde la presencia ma- terial de Jesús en Palestina, miles de sucesos de todo orden han cambiado el País de Cristo hasta topográficamente. Ya no es la Palestina de Jesu- cristo, es la Nación Israelita que] tiende a moderni- zarse completamente. Pero sigue viviendo la Imagen de Jesús porque a cada paso y en todas partes se levantan Iglesias y monumentos recordatorios del Señor que santificó esos lugares con su presen- cia, con sus palabras y con sus obras.

El Santuario del Cenáculo, la Iglesia de Get- semaní, la Basílica del Calvario y del Santo Sepul- cro, el Santuario de la Ascención, la Iglesia del "Pater Noster", y centenares de Santuarios nos es- tán diciendo que Palestina es la Patria del Hom- bre Dios.

RECUERDOS. El país de Jesús ha sufrido verdaderas crisis sociales y religiosas, sin llegar aún a su perfecto equilibro.

Es la tierra prometida por Dios a Abrahán y sus descendientes, a la cual llegaron los israelitas después de mil peripecias. Siguieron después gue- rras, cautiverios, destrucciones y una serie de des- gracias en Palestina, hasta que Jesús la evangeli- zó. A los cuarenta años de su muerte se hundió en la desolación y en la completa ruina, de la cual re- tornó en manos del paganismo. Desde el siglo 49 volvió a ser la tierra santa porque los cristianos se pro- pusieron restaurarla capitaneados por Elena y Cons- tantino, por Eudoxia y Justiniano. La colina de Sión, las campiñas de Belén, el valle del Jordán, las soledades de Judea, los albergues de Galilea, se

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROAflO 439

poblaron de religiosos, por todas partes se levanta- ron magníficos monumentos, de toda Europa vinie- ron peregrinos en abigarradas multitudes a visitar la tierra santificada con la presencia de Jesús,

Desgraciadamente, este bello florecer del cris- tianismo fué pisoteado bárbaramente, primero, por las hordas persianas de Cosroes, y después por la invasión árabe encabezada por Ornar; la persecución a los cristianos fué horrible y cruenta- Después de una corta tregua, recrudeció el mal con la invasión de ios turcos. En occidente se levantaron los cruzados resueltos a conquistar con las armas la tierra san- ta, vejada en toda forma por las huestes orienta- les. El triunfo no fué duradero porque vino la gue- rra del islamismo y abrió otra vez las puertas de Palestina a los infieles. Nuevamente los ejércitos de cruzados al mando de Barbarroja, de Ricardo Corazón de León, del rey de Francia, Felipe Au- gusto, ayudado por las poderosas flotas Italianas, conquistaron parte de las tierras arrebatadas por los invasores, con esto no volvió la paz para los cristianos, pues se sucedieron nuevos atropellos, o- tras invasiones, distintos gobiernos, hasta que en el año 1917 se terminó el imperio musulmán en Palestina.

En los últimos cuarenta años la situación po- lítica de Tierra Santa ha sido aciaga, sin bislum- brarse el fin pacífico y duradero, a pesar del esta- blecimiento de la nación de israel. En lo religioso se ha llegado a cierta comprensión o tolerancia en- tre los variados credos y cultos de las gentes que ocupan el país de Jesús en la actualidad. Que pron-

440 EL VERDADbRO JESUCRISTO

to sea realidad la internacionalizacíón de los Santos Lugares, para la libertad política y religiosa de todos, es el anhelo de los católicos del mundo y el deseo de su Santidad Pío XI 1, que tiene sus miradas puestas en toda la tierra y de preferencia en la Tierra Santa.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO 44 1

CONCLUSION

Lector:

Ha llegado a su término esta obrita, pequeña en cantidad, porque es fruto de la cultura del úl- timo de los Sacerdotes, pero grande en calidad, porque trata de Jesucristo.

Has concluido la lectura de estas 450 páginas, pero debes comenzar a leer el Evangelio. El fruto de mi trabajo está en que te intereses por sa- ber lo que dijo e hizo Jesús, para que le conoz- cas, le ames y le sirvas. Si lees, estudias y meditas debidamente cada párrafo del Libro sagrado, sin du- da que llegarás pronto al fin deseado. Jesucristo debe ser el epicentro del movimiento intelectual y religioso de nuestra vida, o lo que es lo mismo, debemos vivir CON CRISTO, por Cristo y para CRISTO.

Confieso humildemente que soy el primero que debo vivir la vida del Evangelio cristiano, sin embargo, anhelo que estas páginas ayuden a otros para que lleguen a la meta del ideal cristiano tra- zado en el Evangelio.

Declaro que este libro no se ha escrito para los sabios, ni para los santos. Estos se han santi- ficado practicando lo que Jesús enseñó. Aquellos saben más que lo poco que yo digo en estas pá- ginas; únicamente les falta profundizar sus conoci- mientos y vivir de acuerdo con lo que saben.

Tampoco aprovechará este libro a los fariseos, si es que la secta de antaño ha revivido, porque

442

ellos son los eternos enemigos de Cristo.

Reconozco que mi obra no es de TITANES; cualquiera puede meditar el Evangelio y encontrar la mina de la ciencia; yo he buscado en esa mina a Jesucristo en su aspecto físico, intelectual, mo- ral y doctrinario y mi trabajo ha sido citar capítu- los y versículos del Evangelio, para que los que no» conocen el Texto se decidan a estudiarlo, conven- cido de que leyéndolo encontrarán al VERDADE- RO JESUCRISTO,

Este libro ha sido escrito para todos, pero no servirá sino para la gente de buena voluntad, pa- ra los hombres y mujeres, herederos de las virtudes de las muchedumbres que seguían a Cristo ansio- sas de conocerle y conociéndole, no acertaban a de- jarle, porque le amaban y querían servirle y vivir siempre a su lado

Este libro aprovechará a fas gentes a quie- nes Jesús proclamó bienaventuradas por su fe, sen- cillez, humildad y buena voluntad, virtudes que con- ducen a la Verdad y al Bien, cuya síntesis es Dios-

Si mis escritos valieran para que el pueblo sea más cristiano, teórica y prácticamente, habría logra- do la recompensa buscada.

Mezcladas con las citas evangélicas están en Libro citas de sabios y de santos que han comen- tado el Evangelio, indicando la materia abundante que existe para quien anhela conocer a Jesucristo- Comencé trayendo a colación hermosas frases de un santo Obispo y termino mi trabajo con las pala- bras de un sabio Prelado: " Felices, por cierto, y mil veces felices los que encontraron un día a Je-

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

443

sus, en las rutas de Galilea, a orillas del lago de Genezaret, en los pueblos de Judea, en el Templo, en las calles de la ciudad santa, en cualquiera par- te y lugar de Belén al Gólgota-

Dichosos los que le miraron o merecieron ser mirados por el Señor, los que oyeron su voz divi- na y lograron ser tocados por esas manos sacrosantas.

Felices los discípulos de Cristo que vivieron con El, meses o años. Bienaventurada será eternamen- te la Virgen María por ser Madre de Jesucristo.

Dignos de envidia son los primeros cristianos que oyeron a los apóstoles contar las escenas de la vida de Jesús y repetir sus palabras, casi con el mismo tono de voz, con los mismos gestos.

Se han pasado veinte siglos de la dicha que tuvo el mundo poseyendo materialmente al Maestro divino. Envidiables son los que vivieron entonces.

Pero no somos menos felices Jos cristianos de ahora, porque tenemos al mismo Jesucristo en la Eucaristía y conservamos el eco de sus palabras y el reflejo de sus obras en el Evangelio. Harto be- neficio es de Dios que inspiró ese Libro. Demos gracias por tan grande don y aprovechemos de sus páginas.

Leyendo el Evangelio podemos conocer a Je- sucristo, tal vez, no tan bien como los que le vie- ron y oyeron personalmente, pero con tanta aproxi- mación que bastará para enamorarnos de El...."

En verdad, felices somos los cristianos que creemos en Jesucristo, que le amamos, a pesar de

444

EL VERDADERO JESUCRISTO

de nuestros pecados, y que esperamos de El, per- dón y misericordia, felicidad temporal y eterna, confiando en sus palabras: "El Hijo del hombre ha venido a dar su vida para redención de mu- chos, a rescatar a los cautivos". (Mat. XX-28).

A. M. D. G-

Dr. Héctor Eduardo Andrade Proano.

Sacerdote Diocesano.

ECUADOR - IMBABURA.

Ibarra, Calle Sucre N? 9-83.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

ERRATAS

445

Casi imposible es evitar todo error tipográfico en una obra.

La inteligencia y amabilidad del lector sabrán disculpar y rectificar las faltas deslizadas en este Libro.

Con

todo,

anotamos las

principales erratas.

Pág.

Línea

Dice;

Debe decir;

4

23

tampoco

tan poco

6

10

porquele

porque le

8

15

Talvez

Tal vez

9

15

a

acerca de

12

12

déci

décimo

12

12

de 748

748

17

17

próxima

próximo

19

22

había

habían

21

8

atravesado

atravesada

25

2

que la

que en la

26

26

los atribuyen

les atribuye

26

5

provienen

proviene

26

7

han

ha

27

18

del Señor

del Señor;

35

6

Iturrea

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41

24

la

lo

43

27

separados

separado

49

16

ardía

allí ardía

55

16

creaión

creación

57

8

dándose

dándonos

62

7

presentaban

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63

18

cura

curan

65

25

tu

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71

12

haciéndose

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446

EL VERDADERO JESUCRISTO

o K K A 1

A Q A o

71

19

presentado

presentados

86

25

se plió

se cumplió

106

17

este

éste,

107

17

rasonable

razonable

118

22

recordó

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132

4

fraces

frases

140

3

que

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143

3

Compasiva

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Í43

15

sienten

siente

144

27

y junta

junto

145

26

única

único

146

14

envió

envío

160

25

humana

humanas

163

no

lo

necesitaba

necesita

165

5

enderezadas

fueron enderezadas

168

9

encaminada

encaminadas

178

18

pronunciado

pronunciada

181

1

vive

vivo

184

Cap.

XLXI

XLIX

184

14

hecha

echa

187

16

de madre

de la madre

190

9

el Logos es decir

el Logos; es decir

194

29

superir

superior

194

32

evangélidos

evangélicos

O A O

z9

conexción

conexión

207

16

conocieran

conocieron

214

23

podían

podía

216

9

despué

después

2)6

14

ramamje

ramaje

222

10

sencible

sensible

224

la. y 2a administración

admiración

226

13

todo

todos

234

11

mismos

mismo

236

Cap.

LXV

LXIV

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

ERRATAS

447

240 24-25 aprodo aprobado

248 8 jurado curado

257 17 miles personas miles de personas

283 19-20 por su hermano por la muerte de su hermano

290 30 elijen eligen

300 29 as las

327 12 desonestidades deshonestidades

333 8 bebía debía

347 22 servirá servirá

357 13 Paestina Palestina

236 3 guardados guardado

357 32 é él

358 12 hacia hacía 351 31 duerme? duermes? 365 14 nocente inocente 369 6 decaer de caer 406 24 encabezonadas encabezadas 414 el Dioclesianos diocleciános 418 4 S está Si está

423 21 junto juntos

426 15 deseaba deseaban

430 30 Vvaristo Evaristo

435 8 convertido convertida

436 25 santificadas santificados.

En fin en la página 254 se ha repetido la cita, en vez de siguiente texto: "No necesitaba Jesús que le informasen acerca de hombre alguno, porque sabía El mismo lo que hay dentro de cada uno" (Jn. 11-25).

Estas y otras faltas de importancia se enmendarán en la segunda edición. Lo que falta en esta obra se completará en el próximo libro del mismo autor: "EL CRISTIANISMO VERDADERO".

448 EL VERDADERO JESUCRISTO

Tal vez está por demás indicar al benévolo lector que en las citas del Evangelio, los números romanos corresponden al capítulo y los arábigos5 al versículo.

H. E. A. P.

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

449

INDICE

Páginas

1 Motivo para publicar

3 Dedicatoria

4 Por Prólogo 7 Presentación

11 ¿Existió Jesucristo?

15 El Mesías prometido

18 Genealogías de Jesucristo

21 La Patria de Jesucristo

24 Biblia y Evangelios

27 Los Evangelistas

31 Palestina en tiempos de Jesús

35 Un poco de Historia

39 Cronología evangélica

43 El Templo y las fiestas de los Judíos

47 El Templo de Jerusalén

51 El sábado en la antigua Ley

54 El domingo de la nueva Ley

57 Mirada de conjunto

61 ¿Quién es Jesucristo?

65 Preliminares al nacimiento

69 Hacia Belén

73 Circunsición, presentación, nombre

77 Desarrollo de Jesús

80 Epifanía

83 Consecuencias de la visita

86 Jesús Nazareno

90 Los Padres de Jesucristo

94 Cómo era María

98 La Virgen desposada

102 La madre y los hermanos de Jesús

450

EL VERDADERO JESUCRISTO

106

Paripntps amicos pnpt"nii?os

1 10

Rprrato Hp ilp^npristo

I loUllUUlla

1 16

í ,n? oíos Hp íIpsi'is

120

I >5i vr>7 Hp Cristo

123

Galileo

126

Las manos del Señor

130

El idioma dp Cristo

i i u i w 1 1 1 a Vi v i iov\-/

134

Portalpza rornoral

13S

Tpmnprampntn

142

El rarártpr dp «IpsÚs

145

El corazón de Jesucristo

149

El Alma de Cristo

1 53

I >íí nuli-ioríi Hp íIpsi'is

157

PrpHiración dpi Spñor

1 60 *

PlaíiiiP7as rornoralps

163

Tpnta riorip^

166

1 \J V J

í íi s nnsionps Hp ilpmm

17fr

\7 1 1"f" 1 1 H f> C

V 11 l UUCo

174

Otras virtudes del Señor

177

\7ida intprior dp Cristo

V IVXci 111 Cvl 1W1 VI V- V> I lOL V/

181

¿Existp «Jpsurristo?

184

I O Tf

Din*; v Hnmhrp

A i itotp^ti mon i o

P! Vprho Divino

J ^ [ T VI L / \ ' 1 1 V 1 UU

193

Hiio dp Dios

i i iju vi v x-* iyo

196

Tpsti mortio dpi Pndrp

X ^OLl 111 KJ 111 KJ VI V- 1 X 11 VI 1 V-

199

CorHpro Hp Dios

202

Jpsús v los ánfjplps

ijv.iuo y luo aiicvivo

206

X. V7 V/

Cficfr» \r loe Hptnnnirtc v>i loiu y iuo ucinuniu>

210

.Ipciic Olirprn

uCsUS v/UI Cl U

214

U CoUo V-/ el 1 1 1 | f V. o 1 1 1 \J

OI O

Cristo Maestro

222

Cualidades del Maestro

225

Lecciones

229

El maestro de la doctrina social

HECTOR EDUARDO ANDRADE PROANO

233 El Evangelio y las riquezas

236 Función cristiana del oro

239 Jesucristo y la pobreza

243 Rasgos especiales de Cristo

247 Jesús Médico

251 El Buen Pastor

254 Profeta y Taumaturgo

258 Luz, Camino, Verdad, Vida

261 Enseñanzas

265 El Sermón del Monte

269 Las malaventuranzas

273 María Magdalena

276 En Betania

279 Marta y María

282 Lázaro

285 Parábolas evangélicas

288 ^ Otras Parábolas

292 Más Parábolas

295 ira Santa

298 Urbanidad en el Templo

302 Promesa de la Eucaristía

305 La Transfiguración

308 Padre Nuestro

312 Amor cristiano

316 Jesús y los pecadores

320 El fariseísmo

323 Moral extraña

326 Lo que dijo Jesucristo

330 Milagros

333 Jesucristo Tributario

336 El lago de Genesaret

339 Domingo de ramos

43 Profecías

346 Jueves santo

349 Eucaristía

353 Sobremesa espiritual

452

EL VERDADERO JESUCRISTO

OOO

Juan Bautista

óozf

San Pedro

OUO

J udas

QÍÍ7

r^iato

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Via Crucis

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Historia de la crucifixión

1191

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Dolores internos

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Testimonios

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Los milagros de Jesús

4 í Z

El milagro moral

4 1 O

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4 1 r/

L<<Jo rtJJUSlUlCJ)

499- 4¿ Z

429

Sucesores de Pedro

432

El Ideal cristiano

435

El país de Jesús en la actualidad

441

Conclusión

445

Fe de erratas

449

Indice

A. M. D. G.

SE TERMINO LA IMPRESION DE ESTE LIBRO, EN LOS TALLERES GRAFICOS DE EDITORIAL "AUSTRAL" DE

G. MOLINA & CIA. EL 20 DE ABRIL DE 1958 CUENCA-ECUADOR.

BT202 .A55

El verdadero Jesucristo

Princeton Theological Seminary-Speer Library

1 1012 00069 2691

Valor del Ejemplar S/. 25, oo

Imp. AUSTRAL de G. Molina y Ci«. CUENCA