íve^^^.:T^^^ '- ^•J^f ••^^■'-^•

f*i'

^'

V

^V-';:%

Vií.j.r,*;

•3, , "^ ^

C . A - ♦!#'

m'\ ^^"^

*- r«^ ^. »

'>*uf'

^^mmmmm

Digitized by the Internet Archive

in 2010 with funding from

University of Toronto

http://www.archive.org/details/espaavistaporl01garc

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS

OBRAS DEL AUTOR

DEL jardín de LAS DOLORAS.— cróni- cas.—1906.

FRENTE A LA VIDA.— crónicas.— 1908.

ZARAGOZA EN TRANVÍA.— crónicas.— 1908.

ANTE EL CENTENARIO.— crónicas.— 1908.

LOS QUE ESPERAN.— CUENTOS.— 1910.

CUENTISTAS ARAGONESES EN PROSA.— antología.— 1910.

EL VIAJERO DEL SIETE.- novela corta.— pu- blicada EN «LOS CONTEMPORÁNEOS». 1911.

REMANSO DE DOLOR.— novela.— 1912.

LOS CACHORROS DEL LEÓN.— nove- la.—1912.

VIDA Y MILAGROS DE NUESTRO SEÑOR DON MIGUEL DE CERVANTES.— 1916.

§-?,\G(2 j GARCÍA MERCADAL

ESPAÑA

VISTA POR LOS

EXTRANJEROS

RELACIONES DE VIAJEROS DESDE LA EDAD MÁS REMO- TA HASTA EL SIGLO XVI

BIBLIOTECA NUEVA

LISTA, 66. MADRID

S. L. de Artes Gráficas. Cartagena- Madrid.

PRÓLOGO

M-i n cualquier país sería necesario y oportuno empren- der la publicación de una serie de libros históricos con carácter popular, o sea inspirados en fines de divul- gación, escritos en estilo llano y liso y cuyo precio de ven- ta'esté al alcance de una masa considerable de lectores; pero esta necesidad es mayor en nuestro país, porque aquí es muy corto el número de personas que saben historia, y aun puede decirse que, en gran parte, la historia, la ver- dadera historia de España está por escribir todavía . Los sabios y los eruditos son los únicos que la conocen, por- que hay que buscarla en libros y monografías de difícil adquisición, en los manuscritos que guardan archivos y bibliotecas y en obras extranjeras que nadie cuida de tra- ducir al castellano. El pueblo la ignora, y es el pueblo quien m.ds conviene que la conozca para que nunca olvide como fué regido por sus mandatarios y directores, y tam- bién para que sepa los esfuerzos con que está llamado a contribuir al progreso humano, por obligación de ciudada- nía y deberes de raza.

Tal es el propósito a cuya realización se encamina la Biblioteca Nueva con la colección de libros históricos que hoy inaugura. Queda así indicado que estos libros no

10 J. GARCÍA MERCADAL

serán libros académicos, engolados, solemnes, que es como hasta aquí han venido siendo, con pocas excepciones, los que durante muchos años se han escrito por los especialis- tas en materia histórica.

Declaremos que no serán tampoco libros tendenciosos» llenos de prejuicios políticos y religiosos, inspirados en ese patriotismo que cierra el paso a la enmienda, que oculta lo malo, o elogia hiperbólicamente lo bueno y aun lo me- diocre. Por el contrario, todos ellos estarán escritos con la norma única de la veracidad en las noticias, de la Justi- cia en las apreciaciones y de la severidad en los juicios. El discurso retórico, enfático, será reemplazado por el da- to, que tiene mayor eficacia, y supera siempre en elocuen- cia a las más entonadas declamaciones. La cita bien com- pulsada ocupará el espacio destinado por el historiador de la vieja escuela a sus juicios caprichosos o arbitrarios. La verdad de un hecho, o el perfil de un carácter estarán trazados escuetamente, sin velos que entorpezcan o atenúen la visión del lector imparcial, huyéndose con igual cuida- do de remilgos pseudo-patrióticos que de manchar la rea- lidad histórica con la sombra, negra o roja, del sectarismo- Pretende también la Biblioteca Nueva que su colección esté presidida por el interés y la amenidad en deleitoso consorcio, y con esta mira empezará por. ponerla a salvo de toda enfadosa erudición; de tal modo que al lector nun- ca faltará la cita de las autoridades en que se apoyen na- rraciones y asertos, pero sin que haya confusión de lo que son naturales y debidas justificaciones con esos alardes, por minuciosos innecesarios, a los que ciertos investigado- res fían la satisfacción de vanidades, con frecuencia harto pueriles. Los autores que honran con su concurso a la Biblioteca Nueva no aspiran a éxitos de paciencia. Qui-

ESPAÜA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 11

sieran, en cambio, dar a su público la noción clara y pre- cisa de los sucesos, los personajes, el espíritu, las ideas y las costumbres pertenecientes a la época que en cada tomo se estudie, y de sobra considerarán logrado su objeto si, dentro del mayor rigor científico, lo hacen sin merma del interés, de la gracia, el calor emotivo y la fuerza dramá- tica que en ellos se encuentran.

Puede agregarse que también quedará eliminado de es- tos volúmenes el abalorio de lo puramente extemo, lo in- útilmente decorativo, cuanto, en fin, sea vano y deleznable engaño de los ojos, concediéndose por sus autores especial preferencia, cuando se trate de pintar un período, un acon- tecimiento o un personaje históricos, al trazo que fije su aspetto más esencial, su fase más característica y su ras- go más gráfico. En un episodio pintoresco, o en una anéc- dota íntima está a veces todo el sentido de una vida, y ellos suelen tener más valor histórico que el relato mejor adobado de los hechos oficiales o públicos en que actuó. Baroja ha dicho, no sin razón, que a las vidas de hombres ilustre es- critas por Plutarco y Diógenes Laercio prefería, si las hu- biera, unas cartas o unas cuentas del tendero, o de la la- vandera de aquellos hombres como medio para conocerlos mejor.

Se ha aludido más atrás a los tesoros de información que hay en los archivos y bibliotecas nacionales. Allí se nutrirán las páginas de estos tomos. Otros serán resúme- nos y compendios de obras raras y costosas que hasta hoy han estado fuera del alcance del público. Y a menudo ve- rá el lector que se acude a la cita y recopilación de testi- monios y textos extrajeros, precisamente en abono de la certeza y autenticidad de las narraciones. Ahí están Ca- chará, Buckle, Dozi, Bergenroth, Mignet y Hume, entre

12 J. GARCÍA MERCADAL

otros historiadores extranjeros, más a fondo conocedores de nuestros archivos y, en general, de nuestra historia que muchos autores españoles.

Se advierte, por último, que la Biblioteca Nueva, para mayor garantía de acierto en la realización de su empre- sa, ha confiado la dirección de la misma a un ilustre maestro en ciencias históricas a la vez que escritor nota- bilísimo. Es este D. Ricardo Fuente cuyos méritos, bien conocidos, tuvieron la consagración más justa y adecua- da al ser nombrado para cargo tan elevado y honroso co- mo el de Director de la Biblioteca Municipal de Madrid.

El presente volumen españa vista por los extranjeros pertenece a uno de los tipos de libros que figurarán en es- ta colección, y es una sencilla recopilad ón de relaciones de viajeros que desde los más remotos tiempos pasearon por nuestro país su fe de peregrinos, su arrogancia de pa- ladines caballerescos, su sagacidad diplomática, o simple- mente su curiosidad y sed de aventuras.

En su texto hallará el lector reunidos multitud de datos y noticias que había dispersos en centenares de obras y que han sido espigados por el Sr. García Mercadal, tras de bri- llantes y laboriosas investigaciones. Refiérense a los usos y costumbres de España, a su situación política y al esta- do de sus distintos elementos sociales, tal y como fueron vistos y juzgados por cada uno de nuestros visitantes. Quiere esto decir que entre sus impresiones las hay de to- das clases, siendo muchas de ellas sorprendentes por ori- ginales o extrañas.

ESPAÍ5A VISTA POR LOS EXTRANJEROS 13

Todas, por otra parte, esclarecen en diversos puntos nuestro pasado, sin que carezcan del valor e importancia ni aun aquellas que más parecen fruto de la fantasía que reflejo fiel de la realidad, porque nos ayudarán a com- prender como, al difundirse por otras tierras, fue' formán- dose en ellas el concepto que de nosotros tienen sus natu- rales.

SIGLOS ANTERIORES AL X

I

LAS NOTICIAS MÁS REMOTAS

LOS VIAJES POR ESPAÑA. LOS PRIMEROS VIAJEROS LOS VASOS APOLINARES. ITINERARIO DE CARA- CALLA. EL TORINÉS TURRIBIO DE BECCATI, OBIS- PO DE ASTURIAS. LA OPINIÓN DE CICERÓN. UNA FRASE DEL POETA ALMOHAIDE. LAS «RIHLAS» ÁRA- BES.— ABDELWAHID, ESTUDIANTE EN ESPAÑA. LOS FRANCOS Y TRASMONTANOS. LA VALENTÍA DE LOS FRANCESES.- EXPEDICIONES DE LOS VIKINGS.

EL relato de Juan de Gortz que en el siglo x se traslada a España para visitar al califa de Cór- doba Abderramán Iii, en nombre y como enviado del emperador de Alemania, es el primero donde de manera clara y concreta podemos recoger obser- vaciones de viajeros extranjeros sobre España, so- bre sus habitantes, sus ciudades y sus costumbres. Con anterioridad a dicho viaje, del que en su de- bido lugar habremos de ocuparnos, y para que pue- dan servir como de introducción a cuantas noticias hemos de recoger, vamos a enlazar algunas otras que, utilizadas como elementos de iniciación, servi- rán para preparar al lector y disponerle a cuanto ha de leer después.

18 J. GARCÍA MERCADAL

En la conocida Bibliografía de los viajes a Espa- ña y Portugal, del ilustre hispanista Foulché-Del- bosc (1), cítanse hasta 858 obras consagradas a es- ta materia, y de ellas 1.730 ediciones diversas, es- tando los originales redactados en 16 lenguas. (2) Amplíanse detalles sobre esta importante cuestión en las notas críticas puestas por el hispanista italiano Farinelli al libro Etudes sur l'Espagne de A. Morel Fatio, en la «Revista crítica de Historia y Literatu- ra españolas, portuguesas e hispano-americanas» (3); en las de F. Adolpho Coelho a la citada Bibliografía de Foulché-Delbosc, en la misma revista (4); y so- bre todo en las adiciones hechas por Farinelli a la Bibliografía de Foulché-Delbosc, publicadas en la repetida revista (5) el año 1898, recogidas en volu- men aparecido en Oviedo al siguiente año, y con- tinuadas en la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos» (6). Todo esto forma un copioso arsenal de interesantes datos, que vienen a dar proporcio-

(1) R. Foulché-Delbosc. Bibliographie des voyages en Es- pagne et Portugal. Paris, H. Welter, 1896.

(2) La clasificación de las ediciones, según las lenguas en que los viajes están redactados, es la siguiente: 313 en francés, 229 en inglés, 123 en alemán, 107 en español, 30 en italiano, 11 en portugués, 9 en latin, 9 en holandés, 6 en árabe, 5 en danés, 5 en ruso, 4 en sueco, 3 en polaco, 2 en checo, i en catalán y I en hebreo.

(3) A. Farinelli. <vNotas críticas». (Revista crítica de His- toria y Literatura españolas, portuguesas e hispano-americanas. Año II, número i).

(4) F. Adolpho Coelho. «Notas críticas». (Rev. crit. de H. y L. Año II, número 2).

(5) A. Farinelli. Adic'ones a la «Bibliografía de Foulché- Delbosc». (Rev. crít. de H.^ y L.a.— Año III, núm. IV y V.)

(6) Enero 1901 y siguientes.

ESPAÑA VISTA POP. LOS EXTRANJEROS 19

nes dilatadas al primitivo trabajo del hispanista francés.

Con estas indicaciones queda bien claramente en- trevisto el ancho campo por donde los estudiosos pueden lanzarse. Aquí vamos a discurrir por él con amplia libertad de meros divulgadores del asunto; sin ánimos, no ya de hacer una labor erudita y com- pleta, que habría forzosamente de ser obra de mu- chos años, sino simplemente con el afán de compo- ner un libro curioso e interesante, que sirva para deleitar sin fatiga al lector. (1)

La primera noticia hemos de recogerla en Hero- doto, primer escritor griego que menciona a los cel- tas "(2), hablándonos de una ciudad llamada Pyrene, que había existido en el declive septentrional de la cadena oriental de los Pirineos, y que desapareció más tarde.

Desde los más remotos tiempos los moradores de nuestra Península distinguiéronse por su intrepidez, (3) ganando a todos en cuanto al tiempo y a la te- meridad de que hiciera alarde el cartaginés Han- non, quien cinco siglos antes de nuestra era partió de Gades y se lanzó por las costas de la Libia, qui- zá hasta el golfo de Guinea. De vuelta a Cartago hizo grabar su relato en el templo de Baal Molock.

(i) Para conocer con detalle los primeros tiempos de nuestra Península, debe consultarse el hermoso libro Estudios Ibéricos, del ilustre español D. Joaquín Costa, en donde se contienen am- plias noticias sobre la materia.

(2) Francesco P. Garofalo. El Occidente según los antiguos escritores griegos. (Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, t. xLi, 1899, pág. 129 y siguientes).

(3) Ángel Lasso de la Vega. Viajeros españoles de la Edad Media. (Boletín de la Soc. Geográfica de Madrid, tomo XII. Pri- mer semestre de 1882).

20 J. GARCÍA MERCADAL

Le sigue Himilcon, quien partiendo del mismo sitio remóntase hacia el Norte y llega hasta las islas Britá- nicas, dando lugar ambos viajes a valiosos periplos.

Se suceden los expediciones por el Mediterráneo durante las guerras púnicas, y esto despierta en las gentes de otros países curiosidad por visitar nues- tras costas, viniendo a ellas el greco-galo Pytheas, de paso para las islas Oreadas, de las que se presumía no haber más allá, y el griego Pausanias, que alcan- za tanto relieve como el logrado por el historiador Herodoto. (1)

Sobre viajeros por la Península las más remotas noticias que cabe buscar son las del viaje clásico de Avieno, (2), basado en uno griego del siglo VI antes de Jesucristo, y entre los nombres de ilustres visitan- tes de nuestro país pueden recordarse los de Catao, Polibio, Artemidoro de Efeso, Asclepiades de Myr- leia y Posidonio de Apameia.

Catao fué cónsul en la Península (234-149 antes dej. C), y las noticias que de España se con- tienen en sus Orígenes. Polibio (204-122 antes de

(i) Si nuestro propósito no se redujera a los extranjeros, aquí vendría seguirles el rastro a dos árabes nacidos en Gua-. dalajara en el siglo viii de nuestra era, Ahmed Ben Chalaf el Madiyuris y Ahmed Ben Muzalen Yangui, que estuvieron en Oriente; y al sevillano Alzeyat, cosmógrafo famoso; al cordobés Abu Obaid, que estuvo en África y Asia; al valenciano Abu Mohamad Alabderita, que dio un itinerario africano; al granadi- no Aben Isa el Gasani, que viajó por Oriente, al geógrafo Abu Rihan el Abiruni, que viajó diversos países, y a Mohoammed Ben Aljathir, que descubre el reino de Granada bajo el poder de los Naseritas. (Véase el art. de Lasso de la Vega).

(2) Rufus Festus Avienus, poeta del siglo iv antes de J. C, autor del poema <sOrae Maritimae».

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 21

J. C.) viajó por Occidente en una flota fletada por Scipión Emiliano para que pudiese realizar sus es- tudios, insertando en sus Historias cuanto hubo de ver en su viaje. Artemidoro de Efeso realizó un pe- riplo por las costas mediterráneas, y al regreso de su expedición escribió una Geografía contenida en once libros. Asclepiades de Myrieia fué maestro de Gramática en la Bética, y Posidonio de Apameia, filósofo, historiador, retórico y maestro que fué del ilustre orador Cicerón, estuvo en la ciudad de Ca- des durante 30 días para estudiar los mares y exami- nar el ocaso del sol, tratando de adquirir conoci- mientos no solo sobre la tierra visitada sino tam- bién sobre sus moradores. Fué al cabo de Santa María (Algarbe), a cuyo lugar había llamado «pro- montorio sacro» el geógrafo Artemidoro, y todas las observaciones extraídas de la experiencia e in- dagación con que ilustró su viaje hubo de trasla- darlas a sus Historias.

Del mons Pyrene hablan Avieno, Silio Itálico y Aristóteles.

La nota bibliográfica que figura ocupando el pri- mer lugar en el repertorio de Foulché-Delbosc, úni- ca anterior al relato de Juan de Cortz, no puede de- cirse sea propiamente la narración de un viaje, aun- que sí noticia interesante sobre un itinerario. Más que a la historia de las letras pertenece a la del arte, es decir, a la arqueología. Se trata de obra anónima, y como la nota es breve, vamos a traducir cuanto en ella dice Foulché-Delbosc en el mencionado li- bro: (1)

«El pueblecillo de Vicarello, situado a unos vein-

(i) R. Foulché-Delbosc. Obra citada, pág. 5.

22

j. garcía mercadal

tiocho kilómetros a! noroeste de Roma, en la anti- gua Etruria, en la orilla septentrional del lag-o Brac- ciano, el antig-uo lago Sabatinas, era, en la época romana, uno de los establecimientos de baños más célebres de Occidente: se las llamaba las Aguas apolinares, Aguce Apolliiiares. En 1852, los je- suitas, propietarios entonces de aquel estableci- miento termal, haciendo reparar el depósito que ali- mentaba una de las piscinas, descubrieron inscrip- ciones votivas, monedas y vasos de plata y bronce que habían sido arrojados como ofrenda a las fuen- tes. Entre aquellos objetos encontráronse cuatro vasos de plata maciza llamados después los <Vasos Apolinares». Fabricados en el reinado de Trajano, en Cádiz, tres de ellos debieron ser aportados por ricos bañistas que hicieron grabar sobre ellos la lis- ta de las principales estaciones del camino entre Cádiz y Roma; no pertenecían ciertamente al mis- mo año, puesto que la distribución de etapas varía sobre cada uno de eilos. El que parece más antiguo tiene en su parte superior, la inscripción siguiente: Itinerarivm a Gades Romani. Sobre el segundo se lee: Ab Cades Vsque Roma Itinerare. Y sobre el ter- cero: Itinerare a Cades Vsque Roma. Estos tres iti- nerarios han sido publicados en 1852 por el padre José Marchi».

Es decir, que esta primera noticia no puede ser más escueta, algo así como el moderno listín de es- taciones de una guía de ferrocarriles.

El estudio de los caminos antiguos españoles nos llevaría a hablar del famoso Itinerario de Antonino Caracalla, precioso índice geográfico del siglo lll, por el que nos serían conocidos los nombres de 34

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 23

caminos españoles militares, con expresión de 296 pueblos y mansiones, número que aumentan los grabados en los Vasos apolinares, útilísimos para descubrir la existencia de alg-unos atajos. La topo- grafía antigua se completa con las noticias que pue- den recogerse en Estrabon, Plinio y algunos otros historiadores, ya que el Itinerario de Caracalla era el registro del Pretor, es decir, un repertorio don- de no más se contenían las vías públicas costeadas por el Estado. A éstas era preciso añadir las veci- nales y las provinciales, para completar la remota red de comunicaciones.

En la época romana los barcos remontaban el curso del Guadalquivir hasta Córdoba, el del Ebro hasta Logroño y el del Tajo hasta Morón. Pero to- dos estos detalles refiérense a los caminos por don- de los viajeros llegarían a nuestra patria, no habién- dose conservado de sus relatos nada que nos pueda guiar.

Para orientarnos habríamos de examinar el mapa de Mela con indicaciones de las marinas, el de PH- nio para conocer la división política y judicial de España, los Vasos apolinares, los itinerarios de An- tonino Caracalla y del anónimo de Rávena, y el pe- riplo de Marciano para descubrir la España militar; el mapa de Estrabon para tener idea de cuales eran entonces los centros de la producción agrícola, co- mercial y minera, preguntando a Ptolomeo qué gentes y naciones habitaban el país, y a Silio y Avieno cuáles eran sus memorias primitivas. Mas con todo eso nunca pasaríamos de conocer la tie- rra, no llegando a saber lo de ella opinado por los extranjeros que hubieron de visitarla.

24 J. GARCÍA MERCADAL

Además de que en la tierra, en muchas de sus apariencias presentes, podemos ver un reflejo de su remota vida y realidad antiguas. Así lo declaró don Aureliano Fernández Guerra en su discurso de contestación, en la Academia de la Historia, al que para tomar posesión de su plaza de académico hu- bo de pronunciar D. Eduardo Saavedra, sobre el tema Las carreteras romanas de España. (1)

«Hoy , decía , lo mismo que en la edad fenicia, desde las orillas de Guadalfeo hasta más allá del rio Almanzora, rinden abundante metal los estribos de Sierra Nevada; Asturias y Galicia précianse de criar las muías de paso que tanto encomiaba Plinio; como entonces es rica en pemiles y cecinas Extrema- dura, habitación del celta pastor de ganado, que atravesaba los ríos y lagunas en hinchadas odres; todavía no ha degenerado la raza de caballos anda- luces que cantó la lira de Claudiano; y aún las fa- lernas vides plantadas en los montes malagueños por el obediente celo de procurador romano, con- servan su vigor nativo y su merecido renombre. Guadalquivir ostenta hoy más florida que en el im- perio de Vespasiano su corona de olivos; todavía como en los tiempos de Marcial, es famosa la valen- ciana seda; ahora los ferrocarriles van por la misma zona de los caminos romanos; y las alturas de Bai- len han vuelto a contemplar triunfos como los de Es- cipión en Vilches, como los de Alfonso el Bueno en las Navas de Tolosa».

(i) Aureliano Fernández Guerra. Discurso-contestación al de D. Eduardo Saavedra sobre «Las carreteras romanas de Espa- ña», en su recepción como académico de la Real Academia de la Historia, celebrada el 28 de Diciembre ds 1862.

ESPAfJA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 25

Otra noticia que debemos aquí recoger, sin po- der darla con más amplitud, es la de que en la pri- mera mitad del siglo V vino a nuestro país el tori- nés Turribio de Beccati, el cual permaneció aquí sin volver nunca más a su patria. Hubo de sorpren- der a sus contemporáneos con tan grande religión y doctrina, que desde muy joven vióse elevado a la dignidad de obispo de Asturias. (1)

Julián Juderías, en su libro La leyenda negra, re- coge el juicio adverso más antiguo de los expues- tos contra los españoles. Es del insigne orador ro- mano Cicerón, quien «opinaba que los españoles de la Celtiberia eran más odiosos que los cartagi- neses. A los españoles que no eran celtíberos, los tenía por salvajes. En sus discursos trataba muy mal a los naturales de España y en sus obras filosóficas se exalta al hablar de ellos». (2)

También encontramos en nuestra literatura arábi- go-hispana numerosa y brillante representación de cierta clase de escritores que, teniendo de historia- dores y de geógrafos, venían a ser en su tiempo lo que ahora conocemos bajo el nombre de turistas; solían describir en sus obras las impresiones y en- señanzas que les habían proporcionado sus viajes, realizados unas veces por razones de índole cientí- fica, por motivos religiosos las más, y muchas por simple recreo o para distracción del espíritu.

El poeta Almohaide, en una de sus poesías, dice

(i) En la Historia Hispana, de Ambrosio de Morales, apare- ce incluida (lib. xi, cap. xxvi) una epístola suya, De Eclesia- rutii Hispanicarum Statu.

(2) Julián Juderías. «La leyenda negra». (Estudios acerca del concepto de España en el extranjero) 2.^ edición, s. f. pági- na 200.

26 J. GARCÍA MERCADAL

la siguiente frase: «Así como otros se ven atormen- tados por las penas del amor, yo lo estoy por el de- seo de estar siempre viajando». Esto pasaba mucho entonces... y también ahora.

Las rihlas o libros de viajes contienen noticias sobre la vida íntima de la sociedad musulmana, de sus prácticas y costumbres, sus gustos y supersticio- nes, viniendo a ser como libros de memorias donde el viajero hubo de ir anotando, día tras día, todos los acontecimientos que vinieron a tropezarle en su viaje.

Los editores de Aben Batuta, viajero que nos vi- sita en el siglo xiv, dicen que «el conocimiento íntimo de la sociedad musulmana, de sus usos y su- persticiones, hay que buscarlo en los viajeros ára- bes mucho más que en los historiadores, tan secos y descarnados de ordinario, tan exclusivamente li- mitados a relaciones de batallas, de revoluciones palaciegas y de noticias necrológicas sobre los gran- des funcionarios y literatos».

Todos estos detalles que recogemos en el libro de Francisco Pons Boigues, Ensayo bio-bibliográ- fico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-es- pañoles, (1) muestran una parte del dilatado cam- po de estudio ofrecido a los entusiasmos y afanes del investigador; pero no más que una noticia de las múltiples contenidas en tan importante obra cae dentro del espacio de tiempo anterior al siglo X. Y es una noticia escueta, sin detalle alguno, la de que El Marrecoxi (Abdelwahid) vino a España para per- feccionarse en sus estudios, desde Marruecos, y es-

(i) Francisco Pons Boigues. Ensayo bio-bibliográfico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-españoles. Madrid 1898.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 27

tuvo el año 605 en Sevilla y el 606 en Córdoba, regresando a su patria en 610.

Durante los siglos que llenó el porfiado empeño valeroso de lucha tenaz contra los musulmanes que habían cruzado el Estrecho con Tarik y penetrado en la Península, los extranjeros venidos a España fueron muchos, juntándose aquí los guerreros del Norte para combatir, unidos con los españoles al enemigo común de Europa, tan gravemente amena- zada de invasión.

Farinelli hace notar (1) cómo, aun siendo lar- ga esta comunicación entre españoles y extranjeros, tanto en sus costumbres, como en la vida íntima respectiva, permanecieron entre extraños los unos a los otros; y señala la presencia en nuestra patria de los que dieron origen a los Francos o Transmon- tanos; estos eran aquellos que, no obstante su ca- rácter de forasteros, por haber ganado un trozo de tierra en España llegaban a olvidarse por completo de su patria, acabando por avecindarse en la Pe- nínsula.

Los franceses gozaban en España fama de valien- tes, y así nos lo dan a entender unos versos del Poema de Alejandro (col. 1.635 sigs.) que dicen: Los pueblos Despanna mucho son ligeros.

Parecen los franceses valientes caballeros...

Engleses son fremosos, de falsos corazones,

Lumbardos cobdiciosos, alemanes fellones.

En el año 843 una expedición de normandos (2)

(i) a. Farinelli. «Notas críticas». (Revista crítica de Histo- ria y Literatura españolas, portuguesas e hispano-americanas. Año II, núm. i).

(2) Sobre las expediciones de normandos debe verse el libro de Fernández Duro, L,i marina de Castilla, jSg4..

28 , J. GARCÍA MERCADAL

después de dejar arrasadas las costas de Francia, trasládase a España para desembarcar en Asturias, siguiendo hasta Lisboa, cuya ciudad sitian, arrasan- do todo el país. El rey Ramiro de Asturias compró, pagándola a bastante buen precio, la paz con los Vikings, que eran entonces los reyes del mar; para quitarse de encima tan molestos huéspedes puso en juego la astucia por un lado y los impulsos de la co- dicia por otro, indicándoles el rico botín que a sus incursiones brindaba la tierra de los moros; por eso al siguiente año los normandos remontaban el curso del Guadalquivir y se apoderaban de Sevilla y sus arrabales. (1)

Los Vikings, que profesaban la religión de Odio, hallábanse uniformemente provistos de cuatro armas ofensivas; el hacha, la espada, la lanza y el arco; y de una sola arma defensiva; el escudo. Sus buques eran hermosas galeras de remos, con un equipaje de cien- to cincuenta a doscientos hombres. Muy alargadas, muy altas y muy encorvadas en la popa y en la proa estaban artísticamente trabajadas, pintadas y dora- das en los extremos.

De todo esto nos da noticias Adolfo Hillmann en su trabajo sobre Relaciones históricas entre España y Suecia, (2) señalando cuales fueron las expedi- ciones realizadas a nuestro país por los Vikings.

(i) Puede verse sobve estas expediciones escandinavas el es- tudio publicado por A. Strindberg, Relations de la Suéde avec l'Espagne et le Foríus;a! jiizqu'a a fin dii .YF///e»ne siécle, in- serto en el «Boletín de la Real Academia de la Historia», t. XVII págs. 321 y sigs.)

(2) Adolfo Hillmann.— Relaciones históricas entre España y Suecia. (Rev. crít. de H.^ L.^ Año iii. Junio a Sepbre. núms. VI a IX. i8q8.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 29

La primera en 844, la segunda en 859, mandada por Hasting- y Bjorn Jarnsida, hijos del rey Ragnar Lodbrok, la tercera en 964, y la cuarta, que estuvo formada por cien barcos, en 968, según lo que pue- de verse apuntado en las sagas nórdicas.

Estas son las noticias que, con anterioridad al viaje de Juan de Gortz y más o menos de cerca re- lacionadas con el asunto de que tratamos, hemos creido dignas de ser traidas a colación como antece- dente lógico y natural de cuanto vamos a escribirá continuación.

SIGLO X

II

LA CORTE DEL CALIFA DE CÓRDOBA ABDERRAMÁN III.

ABEN-HAUCAL. ^JUAN DE GORTZ, EMBAJADOR DEL EMPERADOR DE ALEMANIA OTÓN I; SU VENIDA A ESPAÑA. DIFICULTADES PARA VER AL CALIFA Y CÓ- MO SE TRATABAN CON ÉL LOS ASUNTOS. EL SISTE- MA DE «DAR LARGAS». LA TENACIDAD DE UN EN- VIADO FRENTE A LA ASTUCIA DE LOS PALACIEGOS. SE ACONSEJA A LOS ENVIADOS NO HACER SEÑAS A LAS MUJERES. EL CALIFA NO QUIERE ADMITIR MÁS QUE LOS PRESENTES. LA CONSULTA AL EMPERADOR Y SU RESPUESTA. DE SEGLAR A OBISPO. EL ENVIA- DO NO QUIERE CORTARSE EL PELO Y EL CALIFA RE- CONOCE LA FIRMEZA DE SU CARÁCTER. CÓMO SE RECIBÍA A LOS EMBAJADORES EN LA CORTÉ DE CÓR- DOBA.— EL CALIFA RECOGE LOS PRESENTES Y EL EN- VIADO SE VUELVE A SU PAÍS. GERBERTO (SIL- VESTRE II).

/y BEN-HAUCAL fué un notable viajero oriental •* *• que visitó nuestro país en tiempos de Abde- rramán (912-961 a. de J. C.) y aunque elogia las condiciones naturales de España, habla con algún menosprecio de sus habitantes, suponiéndoles su-

34 J. GARCÍA MERCADAL

midos en la indolencia y faltos de entereza y valor para defenderse de sus enemigos. (1)

Almakkari le cita, entre otras veces, al describir la España musulmana en general y la ciudad de Córdoba en particular. (2)

En la vida del monje Juan de Gortz, escrita en el siglo X por el abad de San Arnulfo Juan, se refiere con todo detalle el viaje de aquél a España (3) en calidad de enviado del emperador Otón i de Ale- mania a la Corte del califa de Córdoba. (4)

Juan de Gortz viene a España el año 950. Aunque infiel, el rey árabe de España Abderramán iii había enviado al rey Otón una embajada portadora de ri- cos presentes, de paso que solicitaba su amistad. En la corte alemana se pensó en devolver la visita, para lo cual debían enviarse dos legados que, a tiempo de presentar las cartas del Emperador, de- bían interponer cerca de él sus consejos evangélicos para apartarle de la impiedad. Hubo bastantes vaci- laciones para la elección de personas sobre quienes depositar tan delicada y aun peligrosa misión, sien- do por fin elegido el monje Juan de Gortz, a quien debían acompañar un diácono llamado Garamano y, para servir a ambos de guía, un habitante de Ver-

(i) Gay, 1. 95.

(2) La obra de Aben-Haucal ha sido impresa en Leyden

(1873-75)-

(3) Embajada del Emperador de Alemania Otón i al califa de Córdoba Abderramán iii, Madrid; imp. de Rivadeneyra, 1872 in. 8.°. (Exrracto de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Mu- seos.— Primera época. Tomo 11, números 5, 6, 7, 8 y 9.) Tra- ducción de A. Paz y Meliá.

(4) Este viaje se encuentra en un códice en pergamino en la Biblioteca Nacional de París, y se ha incluido en la obra Mo- numento.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 35

dun llamado Ermenardo, conocedor de la ruta por haberla hecho otras veces.

Componían la caravana cinco caballos, tres para montar y dos para llevar los equipajes de los viaje- ros. En Champagne juntáronse los tres expediciona- rios y desde allí dirigiéronse a España por Langres, Beaune, Dijon y Lyon.

Llegados a Barcelona de!:uviéronse en ella quince días, dando tiempo a que un mensajero enviado a Tortosa, primera ciudad del rey sarraceno, regresa- se con la autorización para proseguir el viaje. El retraso del emisario les llevó a seguir la ruta hasta Tortosa, en donde tuvieron que aguardar un mes para que, enterado de su llegada Abderramán lii, autorizase la continuación de su viaje, que prosiguó entre honores de los pueblos y ciudades cruiados hasta Córdoba, donde se les había preparado pa- ra su alojamiento una posada distante del palacio del califa como unos dos mil pasos.

Alarmados por el tiempo que pasaba sin ser re- cibidos por Abderramán, hubieron de inquirir para conocer las causas de semejante demora, contes- tándoles que habiéndose detenido tres años a los embajadores árabes enviados a Alemania, el califa había resuelto que ellos aguardasen tres veces aquel tiempo, es decir, ¡nueve años!

Gentes de palacio visitábanles en tanto con áni- mo de ver si lograban sonsacarles arteramente cual era el objeto de su viaje, poniendo en práctica to- das las astucias de la más refinada diplomacia mu- sulmana; mas no logrando apesar de esto vencer la impenetrabilidad a prueba de sagacidades palacie- gas de los enviados alemanes, esparcióse la noticia.

36 J. GARCÍA MERCADAL

que hubo de resultar cierta, de que, aun no habien- do dicho nada los alemanes, los palaciegos árabes lo sabían todo, pues cierto presbítero de la embajada árabe, que con ellos regresaba, ganó su confianza durante el viaje, se hizo franquear algunas de las cartas que los enviados traían, y robándoselas los abandonó en Zaragoza, adelantándoseles y entran- do en Córdoba antes de que ellos llegasen-

Los enviados alemanes trataron de ver al rey pa- ra salir de dudas respecto a la situación en que se encontraban. Era algo extremadamente difícil llegar hasta él, pues había la costumbre de que todos los asuntos se tratasen por cartas llevadas a su destino por esclavos de cámara. Díjoles el Rey no tener más noticia que la de su llegada, lo cual fué para tran- quilizarles.

Mas todo ello era uno de tantos pasos de la astu- cia, pues el califa comisionó al judío Hasden, «el hombre más sagaz que nunca los nuestros vieran ni oyeran >, para que averiguase cuanto hubiera, ganan- do la confianza, mediante el empleo de su recono- cida sagacidad, de los mismos extranjeros.

El judio Hasden trató de convencerles de que nada debían de temer mientras estuviesen en ia cor- te de Abderramán y aun dentro de los límites de su reino, asegurándoles que una vez terminada su emba- jada volverían a su país con los mismos honores que se les habían dispensado a su llegada. «Hízoles mu- chas advertencias respecto a las costumbres de aque- llas gentes y a la conducta que ante ellos deberían observar, aconsejando a los más jóvenes que se abstuviesen de todo trato o acción licenciosos, por- que todo llegaría al momento a noticia del Rey, por

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 37

insig-nificante que fuese; que si se les permitía salir por la ciudad, no respondiesen ni aun por señas a cualquiera chanza de las mujeres, porque nada sería más terrible para ellos, y que no se extralimitasen en lo más mínimo de las prescripciones que les fue- ron impuestas, porque esto sería en ellos más nota- do, y una vez presos, de nada les serviría su cualidad de embajadores>.

Juan de Gortz se franqueó al judío, confesándole que traía ricos presentes y una carta. A los pocos meses volvió a visitarles un obispo llamado Juan, el cual les comunicó una orden del Rey para que se presentasen ante él, mas con la condición de no ser portadores más que de los presentes. Juan de Gortz no quiso presentarse sin la carta, en cuyo texto re- batíanse las blasfemias contenidas en la embajada que Abderramán lil había enviado.

De seis a siete semanas pasaron antes de que el califa hiciese nuevas gestiones, que consistieron en nuevos emisarios para conocer si el monje alemán se allanaba a quedarse con la carta en el bolsillo. Conocida que fué la inquebrantable firmeza de los enviados, el Rey, aprovechando un domingo de gran festividad en que, rodeados de doce sayones, per- mitíaseles acudir a la iglesia, envióles una carta lle- na de amenazas, del tamaño de una piel cuadrada de carnero. Juan de Gortz guardóse la carta y no la abrió hasta regresar a casa, después de haber co- mulgado; en ella comunicábasele que si era conde- nado a muerte, no quedaría un solo cristiano con vi- da en España, pues todos serían pasados a cuchillo.

Apesar de tales intimaciones no cedió el enviado alemán, sino que contestó con una larga carta al Rey,

38 j. garcía mexcadal

que éste sometió a sus consejeros, uno de los cua- les fué de parecer se consultara al propio emisario, el cual repuso lo siguiente: «Que envíe vuestro Rey una embajada al Emperador, nuestro señor, para qué éste me comunique lo que debo hacer del en- cargo que de él recibí y, vistas de nuevo sus cartas, obedeceré a cuanto se me ordenare».

Aceptado que fué el consejo ofrecióse a realizar el viaje un servidor de palacio llamado Recemun- do, después de informarse cerca de los enviados sobre distintos extremos referentes al país y cor- te que debía visitar, pidiendo por ello una iglesia vacante por muerte de su obispo, pues Recemundo era católico. Obtuvo su petición, viéndose por esta causa convertido de seglar en obispo.

Costóle el viaje de ida diez semanas, aguardando desde fines de Agosto hasta pasada la Natividad pa- ra ser recibido por el Emperador en su palacio, de Francfort, Elogióse al legado y se le escribieron cartas más suaves, indicándole prescindiese de las primeras y se presentase a Abderramán solo con los regalos, procurando por cualquier medio ajustar paz y amistad.

El español Recemundo salió de Gorce poco an- tes del domingo de Ramos (956, Marzo, 30) y llegó a Córdoba a principios de Junio, acompañado de un verdunense llamado Dudo, encargado de llevar los nuevos regalos e instrucciones. Estos nuevos en- viados quisieron nada más llegados visitar al Rey, pero éste no mostraba tener mucha prisa por reci- bir la embajada, cuando les dijo:

«De ninguna manera; preséntense antes con los primeros despachos o regalos, los que por tanto

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 39

tiempo han dilatado este asunto, y luego, a su vez, seguirán los segundos; bien entendido que no po- drán venir a mi presencia éstos, sin que antes hayan visitado a aquel religioso que tan constante se ha mantenido durante tanto tiempo, y consoládole con las noticias de su patria y amigos, de su rey, y de las instrucciones que de éste reciba».

Juan de Gortz recibió órdenes para visitar, por fin, al rey, previo corte de pelo, lavatorio de su cuerpo y poner algo más cuidado en su vestido. Juan negóse, y todos temieron que en este empeño se entercase por tanto tiempo como en el anterior. El Rey envióle diez libras para que se adecentase, pero las repartió entre los pobres y contestó al emi- sario, de Abderramán.

«No desprecio el donativo del Rey, pero no usaré otro traje sino el que a un religioso es permi- tido usar, ni me pondré manto o prenda alguna de otro color que no sea el negro».

Cuando el Rey recibió esta respuesta, convenci- do, hubo de decir:

«Reconozco en esas palabras la constancia de su ánimo. Con mucho gusto le veré, pues, si se pre- senta vestido con su sayal, y aún me agradará más así que con otro traje diferente».

Por último llegó la ocasión de ser recibido y de la recepción se ocupa del siguiente modo:

«Diferentes fílas de soldados, ocupaban por am- bos lados todo el camino que mediaba desde el alo- jamiento hasta la ciudad, y desde ésta hasta el pa- lacio real; la infantería en primera línea, fijas las picas en tierra, blandía en sus manos a gran distan- cia ciertas lanzas y armas arrojadizas, ejecutando un

40 J. GARCÍA MERCADAL

simulacro militar; seg-uían después otros soldados montados en mulos y armados a la ligera, y tras és- tos la caballería, haciendo relinchar y piafar a sus corceles con las espuelas. Además, unos moros, que por su extraño aspecto atemorizaron a los nuestros^ ejecutaban diferentes escarceos o ejercicios milita- res, que a aquéllos les parecieron maravillosos, le- vantando una gran polvareda por el camino, ya de suyo bastante empolvado por lo seco de la estación, porque era el solsticio de verano».

En la puerta de palacio fueron recibidos por los grandes de la Corte, y sobre alfombras y por entre tapices llegaron a la cámara donde les esperaba el Rey, solo, como una divinidad, recostado en un co- jín. Dio a besar a Juan la palma de la mano, favor el más alto, pues no lo dispensaba más que a los más elevados personajes, y mostrósele muy amable y obsequioso, diciéndole que en cuanto había rea- lizado no obrara por odio a su persona, sino por causas ajenas a su voluntad, ofreciéndole la conce- sión de cuanto pidiese.

Juan de Gortz ganó la voluntad del Rey, que no aceptó el que, según era su deseo, el emisario vol- viese inmediatamente a su país, pues hubo de mos- trar deseos de conversar con él en varias otras oca- siones. Después fueron introducidos los segundos enviados, que ofrecieron al monarca árabe nuevos presentes, y una vez terminada su entrega ambas embajadas regresaron a su hospedaje.

De cuándo y cómo regresó Juan de Gortz a su patria nada se sabe. Probablemente la narración es- crita terminóse cuando la embajada podía también considerarse como terminada.

ESPAfJA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 41

El Papa Silvestre ll, llamado Gerberto fuera del pontificado, fué el hombre más sabio de su tiempo y el primer francés que alcanzó a sentarse en el tro- no de San Pedro, (1) gobernando la iglesia desde 999 al 1003. En combatir la simonía y la vida poco moral de algunos presbíteros, ocupó buena parte de su gobierno, promoviendo con gran entusiasmo la idea de las Cruzadas.

Estuvo en España en los años de su educación, conteniéndose las noticias sobre su estancia y viajes por la Península en unas cartas escritas desde nues- tro país. (2) Trájole a España el deseo de comple- tar sus conocimientos en las ciencias matemáticas cerca de los maestros de la escuela de Vich, (3) y la astronomía, ciencias que habían alcanzado gran florecimiento en manos de los sabios árabes, y lle- gó a ser tal su erudición, que hubo de ser tenido por muchos como hombre sobrenatural, y tachado de brujo o hechicero.

(i) Historia de la Iglesia por S. E. el Cardenal Hergenrother «Biblioteca Teológica del siglo xix». Madrid, 1885. Tomo iii, página 192.

(2) Lettres de Gerbert (983-997) J. Havet, París 1889.

(3) A. Rovira y Virgili. El nacionalismo catalán. Barcelona,, página 54.

SIGLO XI

III

EL RASTRO DE UN SOLO VIAJERO

EL CAMINO FRANCÉS. LAS VENTAS, LOS VENTEROS Y SUS trapacerías. GATO POR LIEBRE. LOS MON- JES FRANCESES. ESPAÑA, TIERRA DE CONQUISTA. NOTÍCIAS DE LOS VASCOS. EL VIAJE DE SANTO OLAVO.

POR los remotos años de la undécima década y siguiendo la ruta de Santiago, cuantos venían a viajar por tierras de España hacíanlo empujados por el estímulo de su fe, guiándoles en su éxodo el irresistible deseo de adorar las cenizas del Apóstol ante el mismo sepulcro de la basílica compostelana. Tanta debió ser por aquel entonces la afluencia de franceses por dicho camino de peregrinación, o acaso en razón a ser tenidos como tales cuantos con traza de gente extranjera visitábannos, que en- tre los españoles dióse en la costumbre de conocer con el nombre de «camino francés» a la via que, después de cruzar por Pamplona, Burgos, Castroje- riz, Sahagún y Astorga, iba a terminar ante los mu- ros de Santiag3 da Coníioostela, a dos pasos del fi- nibusterre del mundo entonces conocido.

46 J. GARCÍA MERCADAL

En tan lejanos tiempos ha de buscarse la fuente donde brotan por primera vez las lamentaciones, de labios extraños desprendidas, y que con tanta fre- cuencia hemos de ver repetidas durante los sigilos posteriores, con las que se viene a motejar y poner reparos a los albergues españoles; aquellas pobres, cuanto mal provistas hosterías castellanas, alzadas en la margen de las rutas frecuentadas por los pere- grinos, donde, aparte no encontrarse más cosa pre- parada que el agua y el fuego, pues estos elementos estaban en todo momento preparados y no era poco lograr en época de tan extremosa penuria, erff, frecuei te ser acogidos los transeúntes con toda cla- se de trapacerías por parte de venteros y de vente- ras. Así fué como llegó a ser frase corriente en se- mejante época, que de labio en labio empujaba el comentario acerbo y mordaz de cuantos renovában- se en el ir y venir de las peregrinaciones, la de que «en el camino francés el gato se vende como car- ne», con lo que bien a las claras se deja indicado cuan viejas son en el mundo las argucias y embe- lecos de la simulación culinaria, que a tantos tiene hechos ricos, para prueba y castigo de estómagos de bronce.

Por el mismo camino francés debieron trillar a la apostólica o cabalgar orondos en muías de repo- sado andar los monjes de la Galia, salidos de Cluny y del monasterio de Claraval, cuya venida a España e influencia ejercida en Castilla, señalóse pronto con reformas en la liturgia visigótica, la que hubo de verse desechada para seguir el rito galicano.

También por este mismo camino se entró en nuestro país, aunque desviándose de aquél hacia

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 47

donde la solicitud de sus empresas belicosas llegaba a requerirla, abundante tropa desenvuelta de gentes de guerra, aislados paladines o guerreros en facción, llegados con ansias de botín para colaborar con los españoles en la obra de detener el curso del des- bordado torrente de los hijos del Profeta, realidad conquistadora en España y amenaza de Europa.

Tomada la nuestra como tierra de conquista, co- mo campo de lucha, quienes aquí venían de fuera para combatir al pueblo infiel, una vez terminados los combates y recogida su parte de botín, solían tornarse a sus respectivos países, sin mostrar la me- nor curiosidad ni el más pequeño interés hacia la tierra que hubieron de elegir para escenario de sus hazañas guerreras.

De labios de los viajeros venidos por entonces a España, apenas si cabe recoger las más ligeras im- presiones, pues hombres de guerra mostraron no estar solicitados por más preocupación que la de las armas. Apenas si cabe apuntar algún ligero de- talle sobre las armas y el vestuario de los vascos, sus javalinas, sayos y abarcas, e igualmente sobre su devoción, apuntaciones que repiten más tarde los viajeros de la siguiente centuria.

Forzados al detalle acaso no cupiera traer a cuen- to, como repertoriada por la solicitud de los erudi- tos, más noticia que la del viaje realizado por Santo Olavo en 1014, citado en una Memoria del Congre- so internacional de Orientalistas. (1)

(i) Adam Kristoffer Fabricius. La connaisanee de la pe^ ninmla espagnole par les hovimes du Nord. Imprenta Nacio- nal. Lisboa, 1892 Memoria presentada en la lo.^ sesión del Con- greso internacional de Orientalistas.

SIGLO XII

IV

LAS ESCUELAS DE MAGIA EN TOLEDO

UN LABORATORIO DE CIENCIAS OCULTAS. EL FILÓ- SOFO GERARDO DE CREMONA. KL COLEGIO DE TRADUCTORES. LO QUE ESTUDIABAN LOS CLÉRIGOS Y DONDE LO ESTUDIABAN. LA IGNORANCIA DEL CASTELLANO. LAS PEREGRINACIONES A COMPOSTE- LA DE LOS CRUZADOS. EL NORMANDO SIGURD, Y SU VIAJE A TIERRA SANTA. FRANCESES Y ALEMA- NES FÍNCENSE POBRES PARA BUSCAR EN ESPAÑA LA DOTE DE SUS HIJAS. LAS SIRENAS DEL CANTÁBRICO. UN CAMPO QUE RENTA PARA LOS POETAS. EL PRIMER PEREGRINO SUECO.

Conquistada la ciudad de Toledo en 1085, quedó convertida en un verdadero centro literario. A él acudían, tanto españoles como extranjeros, cuantos deseaban ampliar sus conocimientos en las escuelas mágicas, pues Toledo habíase transformado en un verdadero laboratorio de ciencias ocultas, cuyo cré- dito de tal manera se hallaba extendido por Occi- dente, que era cosa frecuente ver llegar de remotos países estudiosos aspirantes a graduarse en Toledo de la tan difícil como poco conocida ciencia astro- lógica.

52 J. GARCÍA MERCADAL

Entre estos extranjeros, huéspedes con tal motivo de España, llegados a estudiar en la escuela toleda- na durante el siglo xil, puede citarse a Gerardo de Cremona, una de las mejores inteligencias de la Europa medioeval, siendo de lamentar no haberse conservado relato alguno conteniendo las impresio- nes de éste y de otros viajeros no menos interesan- tes de su época.

Gerardo de Cremona dedicóse al estudio de la filosofía, viniendo a España para completar el acer- vo de sus conocimientos científicos con las enseñan- zas que se daban en las escuelas árabes de Toledo. En ellas hubo de aprender la lengua árabe, ocupán- dose de traducir al latín gran número de obras de sus maestros relativas a matemáticas, astronomía, astrología y medicina (1114-1187).

Raimundo, arzobispo, (1126-1150) fundó en la ca- pital toledana el colegio de traductores, del cual hubo de salir toda la cultura de los árabes para ex- tenderse y difundirse en el Occidente cristiano. Pe- dro el Venerable, abad de Cluny, encargó a un ju- dío la traducción del Coran.

Quienes de todas las naciones venían a Toledo para estudiar la magia, luego, de vuelta en sus res- pectivos países, poseedores del secreto de las artes ocultas y por ello gozadores de gran predicamento, extendían la fama de las aulas toledanas, formándo- se en torno a tales estudiosos como una leyenda de superstición y brujería que adjudicábales pactos se- cretos con Satanás.

«Los clérigos, dice Helinand, van a París para es- tudiar las artes liberales, en Orleans los autores clá- sicos, en Bolonia el derecho, en Salerno la medicina,

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 53

en Toledo los diablos y en ninguna parte las buenas costumbres».

La ignorancia del castellano hizo que los clérigos franceses, al volver a su país, nada supiesen de toda la labor jurídica y astronómica de Alfonso X el sabio, por estar escrita en lengua que desprecia- ban. No nos tomaron en serio. Se nos consideraba exclusivamente como un pueblo de guerreros en el que no había escritores. Hasta Corneille Europa ignoró al Cid.

Al fin de un opúsculo impreso en París por 1506 (1) recuérdase la escuela de magia de Toledo y la cueva misteriosa de Salamanca.

Continuaron también durante este siglo las pere- grinaciones al sepulcro de Santiago, uno de los mo- tivosprincipales que influyeron durante los siglos me- dios para hacer venir extranjeros a España. Antes de ocuparnos con detalle del viaje de Aimerico Picaud, recogeremos la noticia de que en 1107 visitó Gali- cia, Ibiza y Menorca la expedición del normando Sigurd, navegante por las costas españolas en su viaje a Tierra santa.

Por cierto que no ha de creerse fueran gentes de buenas costumbres todas las que llegaban a cruzar la frontera pirenaica con la intención de dirigirse en romería a Compostela. Morel Patio dice a este pro- pósito lo siguiente: «Muchos salían alegremente en busca de aventuras y, fingiéndose mendigos, enri- quecíanse a expensas de los indígenas», recogien- do una cita del libro Discursos del amparo de los

(i) De artibus magicis ac magonttn malejicus opus praecla- missinntm eximii sacrae legis desquito} is Magniri Bernardi Ba- sin, Caesaraugustanensís. Ecclesiac Canonici.

54 J. GARCÍA MERCADAL

legítimos pobres y reducción de los fingidos, de Cristóbal Pérez de Herrera, obra muy rara y curio- sa, en la que se dice lo siguiente: «Excusarse han los franceses y alemanes que pasan por estos reinos cantando en cuadrillas, sacándonos el dinero, pues no lo llevan todas las gentes de este jaez y hábito; y se dice que prometen en Francia a las hijas en do- te lo que juntaren en un viaje a Santiago de ida y vuelta, como si fuesen a las Indias, viniendo a Espa- ña con invenciones».

A 1147 pertenecen las noticias contenidas de una obra (1) guardada en la Biblioteca del Colegio del Cuerpo de Dios en la Universidad de Cambridge, en la que se dan detalles sobre el viaje de los cru- zados por el Norte y Occidente de la Península, ha- blando de las sirenas que se mostraban a los nave- gantes en el mar Cantábrico, del fuego de San Telmo, de cierto pez eléctrico y de los baños de mar en la «foz» del río Duero. Tras esta cita de Coelho se apuntan otras dos relaciones (2), en las que se en- cuentran algunas interesantes noticias sobre luga-

(i) Crucestgnati Ang^lici Epístola de expugnatione Olisipenis Codex 470.

(2) Epístola Arttul/i ad Milenem Mérinensem Episcopum, de 1 180. Colección Portugalise Monumenta histórica. Scriptores (Vol. 1. página 405-407),

De itinerare navali de eventibus di que rebns a pereg^inis He- rosolymum patentibus fortiter gestis narratio, relato anónimo pu- blicado por Constancio Gázzera en las «Memorie del l'Acade- mia delle Scienze di Torino». (Ser. 11. t. 11. pág. 177, sig. 1840) cuya traducción portuguesa se titula «Relacao da derrota naval, facanhas e successos dos cruzados que partirao de Escalda para a Terra Santa no anno de 1189» escripia en latín por hura dos raesmos cruzados. Traducida y anotada por Juan Bautista de Sil- va López, Lisboa, 1884.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 55

res de la costa española o próximos a ella, desde Gijón a Barcelona, visitados por viajeros de paso a las Cruzadas.

Para que veamos cómo en aquellos tiempos y por lo que se refiere a la vida que llevaban los árabes en España habíanse perdido los hábitos y tradicio- nes literarias, vamos a recoger una anécdota curiosa que cuenta Ald-ul-Wahid, y es la siguiente:

Mohammad ben Habus llegó a Silves sin haber comido en tres días, y habiendo preguntado el poe- ta viajero por alguna persona caritativa capaz de favorecerle y ayudarle en tan extrema situación, in- dicáronle la morada de Ebn-Al-Malah. Pidió enton- ces pergamino y pluma, y escribió unos versos con los cuales se dirigió a la casa de aquél a quien le habían anunciado como su posible protector, siendo recibido en ella muy afectuosamente y preguntado por su patria y profesión.

Ebn Habus contestó que era un poeta pobre, y leyó a Al-Malah los versos que en su honor había compuesto, siendo por él espléndidamente obse- quiado con 700 adinares morabities, y entregándo- le además 40 mitscales diciéndole: «Estos últimos son de parte mía»-

No comprendiendo el afortunado vate-viajero la significación de aquella frase, Al-Malah se la expli- có diciéndole cómo tenía dedicada una finca que producía 100 adinares anuales al obsequio de los poetas, y que en siete años no se había presentado ninguno, por lo cual se había reunido aquella can- tidad que le correspondía de derecho. Los 50 mits- cales eran particular obsequio tomado de sus aho- rros.

56 J. GARCÍA MERCADA L

Ya finaba el siglo cuando estuvo en España el primer sueco que hizo peregrinación a Santiago de Compostela, cuyo nombre no se ha conservado en documento alguno, sabiéndose tan solo era un clé- rigo, familiar del obispo Eskil.

V EL ROMERO DE SANTIAGO

MAS romerías a SANTIAGO DE COMPOSTELA. EL BENEDICTINO AIMERICO PICAUD Y SU COMPAÑERA DE PEREGRINACIÓN. LA OFRENDA DEL CÓDICE DE CALIXTO II. CAMINOS DE SANTIAGO. LO QUE CAN- TABAN LOS PEREGRINOS. LA LEYENDA DE CARLO MAGNO Y EL ÍDOLO DE CÁDIZ. LENGUA Y COSTUM- BRES DE LOS VASCOS. LOS NAVARROS, GENTE BÁR- BARA.— EL PRIMER DICCIONARIO DE VASCUENCE. ORIGEN DE LOS VASCOS. EL PQR QUÉ DEL NOMBRE DE «NAVARROS*.

ENTRE 1138 y 1140, después de haber estado en Italia para recabar del Papa Inocencio II una epístola o cédula, a la que muy pronto hemos de referirnos, viene a España el monje benedictino Ai- merico Picaud, natural de Partheney le Vieux, cerca de Poitiers, llamado por otro nombre Oliver de Iscán. No viene solo. Acompáñalo una mujer, Gi- berg-a, peregrina desde tierras de Flandes.

Son portadores del códice, cuya primera copia hi- zo el Papa Calixto li, que se conservara en la basí- lica compostelana, traído como ofrenda al Apóstol

58 J. GARCÍA MERCADAL

y ofrecido por ambos peregrinos en redención de sus almas pecadoras. A continuación del códice aparece una epístola de Inocencio II, la que fueron a buscar a Roma antes de penetrar en España, y por ella son excomulgados y anatematizados, no solo cuantos osaren inquietar a los portadores del documento pontificio mientras a su destino llega- ba, sino igualmente a quienes después pretendieran sacarlo o robarlo del sagrado lugar donde debía ser depositado.

El quinto libro del códice de Calixto II, trata de los diversos ritos y variadas costumbres de las gen- tes que iban en peregrinación, de los caminos eu- ropeos que servían a las caravanas peregrinantes, la mayoría de los cuales afluían a Puente la Reina, de las ciudades, castillos, burgos y montes por donde solían atravesar cuantos a Santiago se dirigían, de \a buena o mala condición de las aguas que en el camino se encontraban, de los peces, de los hom- bres, de las tierras y de los alimentos; y además, de los cuerpos de venerables y venerados santos que encontraba en su ruta el romero de Santiago, como jalones para la devoción, entre los que se cita a San Gil y San Martín.

Contiene además el mismo libro quinto, la topo- grafía de la ciudad compostelana, el nombre y nú- mero de las aguas que la fertilizaban, sin olvidar la fuente llamada del Paraíso. Describe igualmente la planta y forma de la Catedral, lo suficiente para que pueda uno formar idea de cómo era en tan remota época.

En 1173 el monge Arnaldo del Monte que acu- dió en peregrinación a Santiago desde el monaste-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 59

rio catalán de RipoU, sacó una copia de este quinto libro; también tuvo una copia el P- Mariana, a quien hubo de enviársela desde Zarag-oza el erudito Bar- tolomé Morlanes, y en tanta estima llegó a tenerla, que declaró apreciarla más «que el oro y las pie- dras preciosas». También vio este códice Ambrosio de Morales, quien puso reparos a su autenticidad. (1)

Tras la epístola de Inocencio ii aparecen en el códice el himno y coro que cantaban los peregri- nos, cuyo texto latino publican el P. Fidel Fita y D. Aureliano Fernández Guerra, (2) y que ha publi- cado y traducido Víctor Leclere en su Historia Litteraire de France. (3)

El texto latino del himno es como sigue:

«DE SANCTO JÁCOBO:

Dum pater familias, Rex universorum, Donaret provincias Jus apostolorum; Jácobus Hispanias, Lux, illustrat, morum.

Primus ex apostolis Mártir Jerosolimis, Jácobus egregio Sacer est martirio. (4)

(i) Crónica general di España. (1. ix. c. vii. m. 65)

(2) P. Fidel Feta y A.Fernández. Recuerdos de un viaje a Santiago de Galicia.

(3) Víctor 'Le.cltXQ-Histoire Liíteraise de France, Paris, 1874. Tomo XXI, pág. 276.

(4) Este estribillo se repite en las cuatro últimas estrofas.

60 J. GARCÍA MERCADAL

«Jácobi Gallecia Opem regat piam; Glebe cujus gloria Dat insignen viam, Ut precum frequentia Cantet melodiam.

Herru Sanctiagu! Grot Sanctiagu! Eultreja, esuseja! Deus, adjuva nos.

«Jácobo dat parium Omnis mundus gratis; Ob cujus remedium Miles pietatis Cunctorum presidium Est ad vota satis.

Primus ex apostolis, etc.

Jácobum miraculis, Que fíunt per illum, Arctis in periculis Acclamet ad illum Quisquís solvi vinculis Sperat propter illum.

«O beate Jácobe, Virtus nostra veré, Nobis hostes remove, Tuos ac tuere, Ac devotos adhibe Nos tibe placeré.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 61

«Jácobe propicio,

Veniam speremus;

Et, quas ex obsequio

Mérito debemus,

Patri tam eximio

Dignas laudes demus.--Amen>. (1)

(i) He aquí la traducción del himno, debida a don Luis Marco.

DE SANTIAGO

Cuando nuestro Padre, rey del Universo, diera a los apóstoles provincias en reino, , Jacobo en España

es luz de los b7ienos.

El primer apóstol mártir de Salem, lago egregio, Sacro su martirio es.

Galicia a Jacobo ruega en obra pía; la gleba a su gloria le da insigne vía, do el frecuente rezo cante melodía

Oh señor Santiago! Oh magno Santiago!

Y adelante, ea!

Y arriba, sus, ea! Dios ayúdanos.

Todo el mundo gratis parias da a Jacobo; para su remedio, soldado piadoso.

62 J. GARCÍA MERCADA L

En el códice se contiene la leyenda de Cario Magno, revivida como cierta por los poetas y no- veladores del siglo XI, para levantar el espíritu pú- blico, y se habla del ídolo de Cádiz.

En las Gestas Carlovingias se habla de Talavera de la Reina, «que he lugar de Moytas froytas>, de «Petrosa (Los Pedroches) en que facen moy boa prata» y de «Lucerna, que agora chaman Lurroes»,^

bástele el presidio de cumplir sus votos.

El primer apóstol, etc.

Jacobo milagros hácense por él, quien se ve en peligros aclámale a él, desatar sus lazos espéralo de él.

El primer apóstol, etc.

Oh santo Jacobo, nuestra sola fuerza, a los enemigos aparta, haz que mueran, y que tus devotos agradante muestra.

El primer apóstol^ etc.

Jacobo propicio, Su venia esperemos; y, cual por obsequio así lo debemos, a este Padre eximio dignas laudes demos.

El primer apóstol, etc..

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 63

que ocupaba la cima de la sierra de Credos y, des- truida por una conmoción de carácter volcánico, que atribuyen las Gestas a la maldición de Cario Magno, quedó convertida en la famosa laguna que en ellas se describe con todo detalle y exactitud.

No se trata de una fábula esto del ídolo de Cá- diz. Según allí se explica el penodo antigo, rodeado por el mar, junto a la entrada de la bahía, consistía en un pedestal o columna alta de cien codos, com- puesta de pilares de roca, sobrepuestos unos a otros y soldados con hierro y plomo. Estos pilares tenían quince codos de circunferencia y diez de altura.

La estatua era de bronce dorado y su talla de nueve pies. Dice la leyenda, con frase gráfica, que era de alto «cuanto puede volar un cuervo». Las sa- gas la llaman Karl (varón anciano, señor), descri- biendo su aspecto como el de un hombre todo ma- gestad y del que se desprende una impresión de fiereza. Su rostro encarábase con el Mediodía, es decir, hacia el puerto de Cádiz, probablemente des- de la punta de San Felipe, teniendo una gran llave en la mano derecha.

Los moros solían decir que aquel ídolo habíalo construido Mahoma con sus propias manos. La mano derecha del ídolo ofrecía la particularidad de tener el dedo pulgar libre del cuidado de sostener la lla- ve, lo cual hubo de tomar Muza, cuando desembar- có en Cádiz para conquistar Medinasidonia, como feliz presagio de que aquella llave iba a abrirle las puertas del reino visigodo, ya medio deshecho por Tarik.

Tres siglos después Oláo Haraldson, después de desvastar las márgenes del Miño y la costa portu-

64 J. GARCÍA MERCADAL

guesa, soñó al pie de la estatua que su espíritu man- dábale no seguir adelante, no cruzar el Estrecho y regresar a su patria para ceñir la corona de Norue- ga e Islandia, cuyo consejo hubo de seguir.

La estatua siguió en su puesto hasta 1145, en cuyo año, y más por codicia al suponerla de oro que por religioso celo, hubo de derribarla y deshacerla el almirante Ali-ebn-ísa-ebn-Maimón, que se había pronunciado en Cádiz.

En el último libro del códice descríbense los ca- minos europeos que afluían a Santiago de Galicia, las casas donde los peregrinos solían pernoctar en- tre jornada y jornada, los ríos de aguas sanas o per- judiciales, y todo cuanto podía interesar al romero; y en el capítulo Vil se da noticia de la lengua y costumbres de la gente vascongada, inventariándo- se algunas voces propias del país vasco-navarro, y se añade: «Los navarros son gente bárbara... more- na de color... enemiga de la nuestra francesa en to- das las cosas. Por un maravedí, un navarro o un vas- congado, daría la muerte a un francés, esto es, si pudiera*.

En la descripción de algunas costumbres del país vasco-navarro el autor de estas notas a que nos re- ferimos muéstrase atacado de una animosidad ver- daderamente extremada, pues los términos en que se expresa no pueden ser más desvergonzados. Acú- sales de monstruosa lubricidad, de borrachos y de pérfidos, y dice tener aquéllos una crueldad y gro- sería de salvajes más que de rústicos, que, sin em- bargo, no amenguan su valor en la guerra, ni la re- ligiosidad hasta cierto punto...

El remilgado carácter francés no podía soportar

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 65

que los vasco-navarros comiesen sin cuchara ni te- nedor, revolviendo todos los manjares en el mismo plato y bebiendo todos en un mismo vaso, juntándo- se todos en torno a una mesa, amos y criados, ha- ciendo gala de fraternal ig-ualdad. Tampoco eran de su gusto las negras mantas de lana con que envol- vían sus cuerpos, las abarcas de cuero crudo con que calzaban sus pies, y los gregüescos o bragas a la escocesa que solían completar su atavío.

Distingue entre navarros y vascos, afirmando que éstos últimos son más blancos de tez que aquellos, bien que unos y otros se semejen en la manera de comer y vestir, y en el lenguaje. «Si los veis comer, dice os parecerán manadas de puercos; si ha- blar, jauría de perros que ladran».

A continuación copia las palabras que del lengua- je de los vascos ha recogido en su viaje, y su in- ventario puede considerarse como el primer diccio- nario de vascuence, que a continuación reprodu- cimos:

Andrea, señora: Andrea Mariá, Madre de Dios; literalmente Señora María: Aragui, carne: Araign, pez: Ardum, vino: Anconá, azcona: Belaterá, pres- bítero: Echeá, casa: Elicerá, iglesia:, Erequiá, rey: Gari, trigo: Joaná, amo, dueño, señor: Joaná dom- neyacue, señor Sant- Yago: Z.at;areá abarca: OrguU pan: Saiá, manta: Urciá, Dios: Uric, agua.

Sobre el origen de los vascos y el por qué del nombre de «navarros», el autor de este viaje dice lo siguiente:

«Suele contarse que los vascongados descienden de los escoceses, a quienes se asemejan en las cos- tumbres y en la figura y complexión de los cuerpos.

66 J. GARCÍA MERCADAL

Julio César, según es fama, queriendo subyugar los pueblos de las Españas, que se resistían a pagarle tributo, envió con este objeto tres cuerpos de tro- pa: nubianos, escoceses y los del país de Cornua- Ues. Mandóles que a los varones pasasen al filo de la espada y se reservasen las mujeres. Llegado que hubieron por mar, echaron a pique sus naves y de- vastaron toda la región Pirenaica y del Ebro com- prendida entre Barcelona y Zaragoza, Bayona y los montes de Oca. No pudieron ir adelante porque se les opusieron los castellanos, y venciéndolos, los arro- )aron de sus fronteras. Huyendo los invasores fueron acorralados entre Nájera, Pamplona y Bayona, hacía la costa del mar, y se tendieron por Vizcaya y por Álava; y estableciéndose allí, edificaron muchas for- talezas, matando a los varones y procreando de las mujeres hijos de raza espúrea, que por esta razón se llaman Navarros, esto es, nacidos de estirpe no ver- dadera (non vera). Y en prueba de ello los mismos navarros llegan a confesar que vinieron de una ciu- dad etiópica, llamada Naddaver; la cual fué conver- tida al Señor por la predicación del Apóstol y Evan- gelista San Mateo».

Hasta aquí el romero de Santiago, a quien como se deben ingratas ausencias los antepasados de Vasconia y de Navarra.

VI

EL EDRISI Y SU GEOGRAFÍA UNIVERSAL

ESPAÑA EN LA EDAD MEDIA, SEGÚN EL ESTRABON ÁRABE. COMO SE HIZO EL ESTRECHO DE GIBRAL- TAR. LAS CIUDADES DE LA ESPAÑA ÁRABE. SU AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO. LA ESPA- ÑA CRISTIANA. NOTICIAS INTERESANTES, RARAS Y CURIOSAS.

A principios del siglo xii vino al mundo, en Ceu- ta, Abu-Abd-alla-Mohanried-Al-Edrisi, biznie- to del rey moro de Málaga Edris II, a quien se le ha llamado el Estrabon árabe por el gran tratado de Geografía universal, concluido en 11 54, y escrito por encargo del gran Rugiero de Sicilia, con la experien- cia de sus muchos viajes. En la parte dedicada a Es- paña (1) cabe estudiar con fruto cuanto concierne a la geografía de España en la Edad media.

Coincidiendo con los antiguos geógrafos, el Edrisi se representa a nuestra península, llamada del Anda-

(l) Eduardo Saavedra. La Geografía de España del Edrisi. (Bol. de la Soc. Geográfica de Madrid, tomos x, xi, xn, xiii, xiv,

XVIII y XXVII.)

Deseripeión de España, por Abu-Abd-alla-Mahomed-Al-£drisi. Versión española por D. Antonio Blázquez, Madrid, 1901.

68 J. GARCÍA MERCADAL

lus, de forma triangular, y como aquellos divide al mundo en siete fajas paralelas al Ecuador, denomi- nándolas climas. Cada uno de ellos se subdivide en diez secciones, contadas de Occidente a Oriente. La península se divide en dos porciones separadas por Las Sierras, larga cadena de montañas diviso- ria entre las cuencas del Tajo y del Duero, al Norte de la cual están los reinos cristianos, Castilla, en la primera sección del quinto clima, y al sur las tierras árabes, España, en la primera sección del clima cuarto.

Las provincias en que se dividía la España árabe (1) eran las del Lago, Sevilla, Campania, Osuna, Raya, las Alpujarras, Pechina, Elvira, Paramera, Todmir, Cuenca, Alcira, Murviedro, Catim, Las

(i) Las provincias comprendían lo siguiente: la del Lago (Tarifa, Algeciras, Cádiz, Arcos, Jerez, etc), la de Sevilla, limítro- fe de Aljarafe (Huelva), la de Campania (Córdoba, Ecija, Baena, Cabra, Lucena), la de Osuna (Osuna y Lora), la de Raya (Mála- ga, Archidona, Marbella), la de las Alpujarras (Jaén), con muchos castillos y más de 600 aldeas que cultivaban la sedería, la de Pechina (Almería), la de Elvira (Granada), la de Farmera o Pa- ramera (Baeza), el país de Todmir (Murcia, Orihuela, Cartagena, Lorca, Muía y Chinchilla), el de Cuenca (Orihuela, Elche, Ali- cante, Cuenca y Segura), la provincia de Alcira (Játiva, Júcar y Denia), la de Murviedro (Valencia, Murviedro y Burrianaj, la de los Catim ÍAlpuente Snnta María), la de Las Cuevas (Zorita, Hita y Calatrava), la de Balahita (Pedroches), la de al-Garb (Santa María, Mértola y Silves), la del Castillo (Evora, Badajoz, Jerez, Mérida y Coria), la de al-Balt (Medellin), la de Bálata (Santarem, Lisboa y Cintra), la de las Sierras (Talavera, Toledo, Madrid, Alfamin, Guadalajara, Uclés y Huete), la de Arnedo (Calatayud, Daroca, Zaragoza, Huesca y Tudela), la de los Olivares (Jaca, Lérida, Mequinenza y Fraga), la de Las Puertas (Tortosa, Tarra- gona y Barcelona). Y por último, la de Marmaria (Tiscar, Caset- Uón y Cutanda).

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 69

Cuevas, Balahita, al-Garb, del Castillo, al-Balt, Ba- lata, de las Sierras, Arnedo, de los Olivares, de las Puertas y de Marmaria. El conjunto de todas estas provincias se llamaba Andalucía, y a Toledo, capi- tal de España en tiempo de cristianos, lo señala co- mo centro de la península, pues dice distaba 9 jor- nadas de Córdoba, de Santiago, de Valencia, de Ja- ca y de Almería.

De la parte septentrional de la península cita El Edrisi los países de Galicia, Portugal, Castilla, el Poitou y la Gascuña como tierra de los francos. Y como límites habla del mar de Siria (Mediterráneo) y del Tenebroso o mar de los ingleses, (Atlántico) en el que ningún ser humano se atrevió a penetrar, «por las dificultades que oponen a la navegación las pro- fundas tinieblas, la altura de las olas, la frecuencia de las tempestades, los innumerables monstruos que le pueblan y la violencia de sus vientos». Apesar de esto añade a renglón seguido que ese Occeano, des- crito tan envuelto en misterios, está sembrado de gran número de islas, algunas habitadas.

Es curiosísima la versión que de cómo se hizo el Estrecho de Gibraltar, achacándole la obra al gran Alejandro. «Este rey escribe hizo venir in- genieros y les indicó el lugar donde hoy está el es- trecho, pero que entonces estaba cubierto de tierra, y les ordenó medir y comparar el nivel de los dos mares, encontrando algo más elevado el del Atlán- tico; se escavó el terreno, se construyó un canal en- tre Tánger y España y se continuó la escavación hasta llegar al pie de los montes españoles, constru- yendo allí un muro de piedras y cal. La longitud de este muro era de 12 millas, distancia igual a la que

70 J. GARCÍA MERCADAL

separaba los dos mares, y también se construyó otro enfrente, es decir en la costa de Tánger; de suerte que la distancia que quedaba entre los dos muros era solo de 6 millas. Cuando se terminaron estas obras se abrió paso a las aguas del Océano, y efecto del desnivel avanzaron entre los dos muros y penetraron en el Mediterráneo, ocasionando una inundación, por consecuencia de la cual, muchas vi- llas situadas en las costas quedaron sumergidas, y gran número de personas perecieron ahogadas, por- que las aguas se elevaron cerca de 11 estados por encima de los muros».

El Edrisi declara haber visto con sus propios ojos el muro de la parte de Andalucía, que hizo me- dir Ar-Rabi, y navegado a lo largo de todo el es- trecho.

Al describirnos las ciudades de la España árabe y citar a Córdoba, capital y metrópoli de los musul- manes, asiento del califato, El Edrisi hace de sus habitantes el siguiente elogio : «Poseen en el más alto grado la elevación y el esplendor. Dominan- tes intelectuales de la región y consumidos en la pie- dad, son renombrados por la pureza de su doctrina, la exactitud de su probidad, y la belleza de sus tra- jes, tanto en la manera de vestir y sus monturas, co- mo en lo que toca a la elevación de sentimientos que manifíestan en sus reuniones y sus socieda- des, así como en la elección de los alimentos y be- bidas: añadid a esto que están dotados de un ca- rácter amable, de las maneras más distinguidas, y que jamás en Córdoba han faltado sabios ilustres ni personas notables. En cuanto a los negociantes, po- seen riquezas considerables, habitaciones amuebla-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 71

das suntuosamente y no son movidos más que por una noble ambición».

Todo esto, que El Edrisi había visto en Córdoba, al tiempo de escribir su obra la discordia lo había destruido.

Dos grandes ciudades más contaba la España árabe, entre las más poderosas, Almería y Zaragoza. Almería fué la principal ciudad de los musulmanes en tiempo de los almorávides, (1) contando con 800 telares donde se trabajaba la seda, industria enton- ces de gran importancia. (2) Las telas fabricadas co- nocíanse con los nombres de holia, dibaele, sikla- ton, alhispaeni y alchorcheni, existiendo también industria de utensilios de cobre y hierro. Los alme- rienses eran gente rica, que pagaba ai contado con mayor facilidad que en ninguna otra ciudad. El te- rreno era malo, pues parecía como si lo hubiesen pasado por una criba y no conservaran más que las piedras. Después de la conquista por los cristianos la ciudad quedó totalmente arruinada.

En cuanto a Zaragoza el geógrafo árabe nos ha dejado la siguiente descripción:

«Zaragoza es una de las principales ciudades de España. Es grande y muy poblada. Sus calles son anchas y sus edificios muy hermosos. Rodéanla jar- dines y vergeles. Las murallas de esta ciudad están hechas de piedra y son muy fuertes: ha sido edifica- da a orillas del gran río llamado Ebro... Este río pro- cede en parte del país de los cristianos, en parte de

(i) Puede juzgarse de su importancia recogiendo el dato de ser 970 posadas las que pagaban el impuesto de vino a la admi- nistración.

(2) En la jurisdicción de Jaén señala El Edrisi la existencia de 3000 alquerías donde se cultivaban los gusanos de seda.

72 J. GARCÍA MERCADAL

las montañas de Calatayud, y en parte de las ¡nme^ diaciones de Calahorra. La reunión de estas diver- sas corrientes de agua se efectúa sobre la ciudad de Tudela. Zaragoza lleva también el nombre de AI- medina Albaida (la ciudad blanca), porque la mayor parte de sus casas están revestidas de yeso o cal... Una de sus particularidades más notables es que allí nunca se ven serpientes. Cuando un reptil de esta clase se le transporta de fuera y se le introdu- ce en la ciudad, muere al instante. Existe en Zara-^ goza un gran puente, por el cual se pasa para entrar en la ciudad, la cual posee fuertes murallas y so-- berbios edificios».

Pueden añadirse como ciudades ricas Valencia, habitada por mercaderes y cultivadores, con gran- des bazares y puerto muy frecuentado; Málaga, cu- yos higos de Raga exportábanse a Egipto, Siria y la India; Lucena, cuyos habitantes eran todos judíos; Sevilla, que hacía gran comercio del aceite, cose- chado en la región de Aljurafe, territorio de í40 mi- llas de largo y 12 de ancho, hasta Niebla, plantado todo él de olivares e higueras; Orihuela, donde se gozaban todas las comodidades de la vida. Como ciudades baratas distinguíanse Calatayud y Daroca, habiendo en Jaén gran abundancia de carne y de miel.

Tenían grandes bazares Huelva y Trujillo, fuertes murallas Badajoz, Lérida, Peñiscola, Tortosa, Cala- tayud, Niebla y Málaga, y una buena guarnición Castellón. Era castillo fuerte Madrid, pero el más importante de todos el de Tiscar, cerca de Baza, por lo inaccesible. Gozaban fama de hospitalarios los habitantes de Silves, árabes del Yemen, y de

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 75>

hermosas e inteligentes las mujeres de Chinchilla, que fabricaban unos tapices de lana que no podían ser imitados por la calidad del aire y de las aguas, siendo los que les seguían en estima los fabricados en Cuenca.

La industria estaba representada por Játiva, de donde se exportaba el mejor papel del mundo, por los molinos de Talavera y Murcia, estos últimos construidos sobre navios, como los de Zaragoza, por cuyo motivo eran transportables, por la loza do- rada que salía de Calatayud, por los astilleros de Tortosa, junto a cuya ciudad se alzaban montes cu- biertos de grandes pinares, cuya madera era exce- lente para la construcción de artesonados, (1) arco- nes, arboladuras y antenas de buques de gran porte y para construir ingenios militares, como bastidas cuervos, (2) escalas y otros.

En las montañas de Quesada, cerca de Baeza, cortábase madera para hacer cazuelas, jarras y pla- tos, de los que se hacía gran consumo tanto en Es- paña como en África; y de Magán, pueblo próximo a Toledo, sacábase una tierra para quitar manchas de grasa, agradable al paladar, que se enviaba a Egipto, Siria y Turquía.

La minería estaba representaba por las minas de mercurio y cinabrio junto al fuerte de Abal, a una jor- nada de Córdoba, de 250 brazas de profundidad, en las que había hornos donde se fundía y sublimaba

(i) De los pinares de Tortosa procedían las vigas de la te- chumbre de la famosa mezquita de Córdoba.

(2) Máquina de guerra usada en la Edad Media. Consistía en una pértiga con garfios de hierro para hacer fuerza en las piedras de la muralla y arrancarlas de su sitio.

74 J. GARCÍA MERCADAL

el mercurio, ocupando un millar de obreros; las de plata y oro en Hornachuelos; las de cobre y hierro en los montes de Toledo, y las de hierro en Cons- tantina. Junto a estas estaba el fuerte de Firris, don- de existía una célebre cantera de mármol blanco y veteado.

Los árabes cultivaban la tierra y obtenían de ella exquisitos frutos, siendo celebrados los higos y uvas de las huertas levantinas, y muy elogiada la fertilidad del territorio de Alfondon, cerca de Cartagena, en donde bastaba una lluvia para que madurasen frutos de superior calidad. Eran también celebradas las pe- ras de Dolar, que alcanzaban el peso de una libra, las nueces de Ferreira, que no necesitaban abrirse, el azafrán que se cogía en Baeza y en Guadalajara, el esparto de Alicante y la madera de los montes de Silves.

Famosos eran los arsenales de Denia, de cuyo puerto salía la escuadra en tiempo de guerra, y las termas de Alhama de Granada, «las de más calor del mundo».

Tan industriosos los árabes en el arte de la con- ducción de aguas, eran famosos sus acueductos- El de Mérida era muy importante, habiendo practicado encima de sus arcos otros abovedados, comunican- do la extremidad del acueducto con el interior de Ja ciudad, de tal modo, que los hombres y ani- males al pasar sobre las bóvedas resultaban invisi- bles. El de Toledo se componía de un solo arco, bajo el cual las aguas corrían violentamente, hacien- do mover en la extremidad del acueducto una má- quina hidráulica que elevaba las aguas a 90 estada- les de altura, penetrando en la ciudad.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 75

Las montañas extendidas desde Medinaceli a Coimbra estaban ocupadas por gran cantidad de car- neros y bueyes, de proverbial g-ordura.

De la España cristiana el Edrisi nos habla con elogio de los ríos gallegos; en el de Lérez, aunque pequeño, fondeaban grandes barcos, y en el de Santiago, formado por el Ulla y el Sar, las grandes naves penetraban veinte millas hasta Cesures, en cuyo sitio existía un puente de cinco arcadas, tan altéis, que bajo ellas pasaban los buques sin abatir los palos.

También nos traslada algunas interesantes noti- cias de la iglesia de Compostela, que «no cede en tamaño, más que a la de Jerusalén y rivaliza con el templo de la Resurrección (Santo Sepulcro), por la hermosura de las fábricas, la amplitud de su distri- bución y lo crecido de sus riquezas y de los dona- tivos que recibe. «Era iglesia muy rica, pues señala la existencia en su tesoro de 300 cruces labradas de oro y plata, incrustadas de jacintos, esmeraldas y otras piedras preciosas, más cerca de 200 imáge- nes en oro y plata».

Ciudades castellanas eran León, principal y prós- pera, cuya gente belicosa, noble y prudente, hacía gran tráfico de ganado; Sahagún, populosa forta- leza, de agradable aspecto y cómodo hospedaje; Burgos, grande, fuerte y opulenta, muy visitada de viajeros y rodeada de abundante viñedo; Avila y Segovia, que no eran propiamente ciudades sino conjunto de aldeas, y cuyos vecinos servían en la caballería del señor de Toledo; Huesca, hermosa y floreciente, con mercados concurridos, en los que se hacía activo comercio; Tarragona, ciudad de judíos.

76 J. GARCÍA MERCADAL

amurallada con mármoles, blancos y negros, «de lo poco que se en el mundo», y en cuyos alrede- dores había unas sabandijas muy dañinas; y Barce- lona, a la entrada de cuyo puerto había tales esco- llos que era grave peligro penetrar en él sin prác- ticos muy experimentados.

Los Pirineos eran llamados montes del templo de Venus, por el que había en Port Vendres, y se extendían desde el mar Tenebroso o de los ingleses (Cantábrico), hasta el de Siria. Llamábanse también montes de las Puertas, y sus puertos eran cuatro: el de Jaca, que no era el actual de Canfranc, pues lo cita después, sino probablemente el Col de la Perche, por donde iba en la Edad Media el camino llamado Strata Francisea, el Portus asperi en el códice de Calixto, Sumport o puerto de Canfranc, que toma- ba el nombre de Áspero del valle francés de Aspe, el Cicéreo, en Roncesvalles, del valle de Cize (Val- cari os), y el de Bayona, puerto de Maya en el va- lle del Baztan.

Estas vienen a ser, como en resumen, las indica- cíonas geográficas que la obra del Edrisi nos con- serva de la España medioeval. Además encontra- mos en su libro algunas noticias interesantes, raras y curiosas, de las que haremos rápida mención antes de terminar este capítulo.

Habíanos El Edrisi de la isla de Omm-Hakim, situada frente a Ceuta, la que siendo llana y muy baja, poseía un pozo de agua dulce, muy profundo y abundante. También se ocupa de los diez cuervos que daban nombre a una iglesia, a siete millas de Sil- ves, en el Algarbe, sobre cuyo tejado permanecían inmóviles y sin alimentarse, mientras los sacerdotes

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 77

daban de comer a los viajeros, pues imponía la cos- tumbre la aceptación de la comida.

En la ciudadela de Mérida había, sobre la sala de recepciones del palacio, una habitación llamada la cocina, a donde llegaba el agua por un canal, vi- niendo sobre ella los platos de oro y plata que con- tenían los manjares hasta colocaree delante de la reina- Una vez servidos los platos volvían a poder del cocinero, para su lavado. En la muralla había un pequeño edificio con una torre, para guardar el es- pejo de la reina, cuyo circunferencia de 20 palmos giraba sobre unos goznes en sentido vertical.

Sobre las riquezas que los musulmanes encontra- ron en Toledo dice eran incalculables, apuntando entre otras 170 coronas de oro, perlas y piedras preciosas, mil sables adornados con perlas y rubíes, gran cantidad de vasos de plata y oro, y la mesa de Salomón, formada por una sola esmeralda. En el tesoro de la mezquita de Córdoba había un ejem- plar del Corán que por su mucho peso apenas po- dían alzar entre dos hombres, hallándose encarga- dos de su traslado a un pupitre dos servidores, que caminaban precedidos de un tercero portador de una antorcha. En la mezquita había 16 pregoneros, estando una pareja de ellos constantemente de guardia en la torre del muezzin.

Estas son las más interesantes noticias que nos ha conservado, de la España del siglo Xll, la obra geográfica del Edrisi.

SIGLOS XIII Y XIV

VII

SANTIAGO SIGUE ATRAYENDO PEREGRI- NACIONES

VIEJOS ITINERARIOS DE PEREGRINOS. EL DAMAS- QUINADOR Y SU VENIDA 4 ESPAÑA. VIAJES DE UNA PRINCESA NORUEGA Y DOS SUECAS. SANTIAGO, CA- BO DEL MUNDO. LAS MISERIAS PORQUE LOS PERE- GRINOS PASABAN. UNA FAMILIA DE SANTOS SUE- COS.— UN VIAJE A PIE QUE DURÓ DOS AÑOS. VIAJE DE UN EMBAJADOR ALEMÁN. ÉL TUNECINO ABEN- JALDUN. UN ANTECESOR DE LOS PECCI.

LA misma corriente de religiosa devoción que du- rante el siglo anterior se había encauzado hacia la ciudad santa de Compostela, empujando un ver- dadero rio de gentes, durante las dos centurias si- guientes siguió llenando de peregrinantes las ru- tas que hacia dicho lugar se dirigían; pues si en muchos pueblos del Norte nació por entonces el estímulo religioso de visitar los Santos Lugares de Jerusalem, la gran distancia que los separaba de Tierra Santa hizo que los Pontífices, queriendo fa- cilitar el ejercicio de tan piadosa práctica, permi- tiesen a los peregrinos cumplir sus votos y ofrecí-

82 J. GARCÍA MERCADAL

mientos en estaciones más próximas, siendo una de ellas, entre las más señaladas, la ciudad de Santiago de Galicia.

De 1217-18 existe un Itinerarium (1) del viaje que hicieron ciertos peregrinos de Groninga, en el que se habla de una correría efectuada por las cos- tas de España y Poitugal.

Abu-Abdallá Mohammed el Damasquinador (1256-1327) estuvo en España, visitando las tierras conquistadas por los árabes y dando noticias de ellas en su Cosmografía. (2)

Describe los pueblos de Granada, añadiendo que «Elvira estaba situada en medio del Andalus, y se la llamaba Damasco por la semejanza con muchos de sus ríos y plantas». (3)

La princesa Cristina de Noruega vino, en 1256, a España, para casarse con uno de los hermanos del rey Alfonso X el Sabio. Sobre los viajes a España de los embajadores alemanes enviados a Alfonso X en 1258; los de Reo-na y del marqués Guillermo de Montferrato (1272-1280); sobre los pretendidos de Guido Cavalcanti y de Petrarca a España y los ver- daderos de Brunetto Latini en 1260 (Tesoretto cap. i) y de Bonifacio Calvi, puede verse un artículo de Farinelli. (4)

Hacia 1270 vienen a España dos mujeres suecas de sangre rea], Jngrid y su amiga Melchtild, a las que

(i) Publicado en Mathaci, Veterts Aevi Analectn.

(a) Cosmograpkie, publicada por Mehren: St Pétersbourg, 1 886, texto árabe.

(3) J. F. Riaño.— LA ALHAMBRA. Estudio crítico de las descripciones antiguas y modernas del palacio árabe. Revista de España. Tomo xcvii. Madrid 1884.

(41 Glorn, Slor, dtlla lett.r, ital, xxiv, 202 y siga.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 83

acompañó para protegerlas en tan larga jornada una multitud de jóvenes de noble condición y origen. Este grupo de peregrinos no solo vino hasta Santia- go de Composteia haciendo el viaje a pie, sino que desde Galicia marcharon en la misma forma a Ro- ma y de allí a Jerusalem, haciendo el viaje de vuelta a su país en las mismas condiciones.

El efecto producido por esta dura peregrina- ción fué grande, ejerciendo edificante influencia en- tre sus convecinos y conciudadanos. A su regreso a Sknninge, ciudad sueca de mucha importancia en la Edad media, Jngrid hizo actos que fueron conside- rados como verdaderos milagros, fundando en la misriía ciudad un convento de religiosas de la or- den dominicana, al que hubo a su muerte de dejar copiosamente dotado con pingües rentas.

Morel Patio dice que un viaje a Santiago era en esta época para los alemanes algo tan penoso y atrevido como un viaje al cabo del mundo. Por algo Finisterre se hallaba en Galicia. Recuerda cierta le- yenda poetizada por Pamphiius Gengenbach: Ja- kobsbrüder, muy semejante a otra holandesa suma- mente antigua. En ella se hace una pintura en extre- mo humorística de las abstinencias, trances apurados y miserias infinitas porque se veían obligadas a pa- sar cuantas personas se dirigían en peregrinación a Santiago de Composteia.

Y, sin embargo, venciendo los obstáculos de tan trabajosa peregrinación, la fe era tan grande y tan fuertes los deseos que sentían aquellas gentes por realizar el viaje a Santiago, que visitar el sepulcro del Apóstol y consagrarse a él era una de las más risueñas esperanzas de que se llenaban por entonces

84 J. GARCÍA MERCADAL

las vidas de los devotos habitantes del Septentrión. Pero aquella devoción

de los franceses es ya.

Desde Cario Magno acá,

la más devota estación.

Que él allanó los caminos

de Moros y salteadores... decía un personaje de una comedia de Lope de Vega. (1)

A principios del siglo XIV el senescal Birger Per- son y su mujer Jngeberg, ambos de sangre noble, visitaron el sepulcro de Santiago. Estos dos piado- sos peregrinos fueron padre y madre de Santa Birgi- tu, la que acompañada por su marido Uíf Gudmar- sen hizo la misma peregrinación, acompañándoles un número considerable de clérigos yseglares, hom- bres y mujeres, que formaron devotamente en su sé- quito.

El viaje se hizo a pie y duró dos años. Santa Birgitu fué la única santa sueca, haciendo peregrinación hasta Jerusalem cuando contaba la avanzada edad de 71 años, y falleciendo en Roma, en 1373, en el viaje de regreso. Fué canonizada a los dieciocho años de su fallecimiento. Todas estas noticias están recogidas de un estudio redactado por Adolfo Hillmann acerca de las Relaciones his- tóricas entre España y Suecia. (2)

En 1312 viene a España el embajador Konrad von Wiener Neuetadt, con objeto de negociar y prepa- rar las fiestas que debían realizarse con ocasión del

(i) La Francesilla (acto iil escena 3.*)

(2) Revista crítica de Historia y Literatura (Año iii. Junio a Septiembre. Núms. vi a ix. 1898.)

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 85

matrimonio de Felipe el Hermoso con Isabel de Aragón, hija del rey Don Jaime lí. De este viaje hay unos preciosos documentos, sacados en gran parte del Archivo de la Corona de Aragón.

Délos viajes a España, en 1332-1351, de Friedrich der Chronzpeck (Chrewtzbock, Krebsbes) hablan unas poesías de P. Suchenwirth.

De la mitad del siglo XIV datan unas cartas muy curiosas, escritas desde España por Simone di An- drea de Prato y Cristófano de Barberino.

En 1362 estuvo en Granada Abon-Jaldun, tune- cino por nacimiento aunque sevillano de origen. Fué allí muy bien acogido de Aben Aljatib, secre- tario y ministro del rey Mohammad V, quien le en- comendó la realización de una embajada cerca del rey don Pedro. Dice Aben-Jaldun que Badis «fué el que ensanchó y convirtió a Granada en ciudad y el que rodeó de murallas su Alcazaba, y edificó sus alcázares, y compuso las torres de su recinto mura- do». (1)

En 1390 Alonso Fernández Pecha, nombrado obispo de Jaén por Inocencio vi en 1360, de la es- tirpe de los Pecci, acompañó a Santa Brigitte, co- mo confesor que era suyo, en su peregrinación a Compostela.

Y estas son las escasas noticias de viajeros ex- tranjeros en España que cabe traer a cuento duran- te estas dos centurias.

(i) J. F. Riaño. Estudio anteriormente citado.

SIGLO XV

VÍÍI VIAJES DE EXTRANJEROS EN EL SIGLO XV

EL espíritu aventurero Y LA CABALLERÍA ROMÁN- TICA.— DOS CABALLEROS FLAMENCOS ACUDEN A LOS TORNEOS ESPAÑOLES. OTRO CABALLERO DE SUABIA VIENE A ESPAÑA PARA PELEAR CONTRA LOS MOROS. "PEREGRINO ALEMÁN QUE HUYE DE LA PESTE. UN BARÓN BOHEMIO NOS VISITA, DEJANDO ESCRITO DE SU VIAJE UN RELATO SUMAMENTE CURIOSO. EL GE- NERAL DE LOS TRINITARIOS. MERCADER FLAMENCO A PUNTO DE PERDER LA CABEZA EN PORTUGAL. UN HÉRCULES POLACO O EL HOMBRE DE LA LANZA. EL RELATO DE UN REY DE ARMAS. LA VISITA DE UN OBISPO ARMENIO. LOS ANTICUARIOS ERUDITOS. DEFENSORES DE LA ESPAÑOLA GRANDEZA.

EL sigflo XV señálase en e! interés de muchos de los viajeros que visitan por entonces nues- tra patria por la exaltación del espíritu aventurero de ciertos jóvenes paladines, acudidos al olor de la lucha contra los moros, como respuesta a las notas que los monarcas españoles solían enviar a las cor- tes extranjeras, anunciando las guerras que tenían pensado emprender; o simplemente se manifiesta como una floración del encendido romanticismo de

90 J. GARCÍA MERCADAL

la época, cuyos atacados venían a romper lanzas en torneos de amor y cosos de bizarrías.

Así es como en 1405 vemos trasladarse a España a Guiüebsrt de Lannoy, (1) a quien acompañan cua- tro caballeros más, todos los cuales concurren a un torneo que se celebró en Valencia, presidido por don Martín de Aragón. Guillebert de Lannoy hubo de volver dos años más tarde, con el conde de la Marche, para acompañar a don Fernando de Ante- quera en la guerra que hizo a los moros de Grana- da, tras de lo cual realizó su peregrinación a Santia- go de Compostela y, una vez cumplido este deber religioso, dio vuelta a sus tierras de Flandes.

En 1410 viene otra vez a la Península para poner- se bajo las banderas de D. Fernando, con el que to- ma parte en la famosa jornada y conquista de Ante- quera, más en las escaramuzas y asaltos de las for- talezas de Archidona y Ronda, poniendo término a su campaña las treguas del siguiente año.

Compatriota del anterior es Santiago de Lalaín (2) muchacho de veintidós años, que se traslada a España antes de mediar este siglo con el exclusivo objeto de combatir a caballo y a pie con el paladín capaz de aceptar su desafío. En Valladolid luchó en un torneo, ante la presencia de la corte, con Don Diego de Guzmán, muriendo muy joven en Flandes, en 1453, asistiendo al asalto de una fortaleza.

influido por las ideas caballerescas de la época viene también a nuestro país jorge de Einghen

(i) Juan Facundo Riaño. Viajes de extranjeros por Es laña en el siglo x\'. Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid. Año II. Octubre de 1877. Núra. 10.

[uan Facundo Riaño. Art. citado.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 91

(1), caballero de Suabia, de treinta años de edad, quien desde la coree de Carlos vil de Francia, donde se encontraba, trasladóse a España en 1457 para lu- char contra los moros y tomar parte en !a guerra pre- parada por Enrique IV de Castilla. Entretenido en su camino por haberse desviado de él para visitar en Angers a ivenato de Anjou, titulado Rey de Sicilia, al llegar a Pamplona sorprendióle en la Corle del famoso donjuán ii la noticia de que la expedición de los castellanos contra los moros g-ranadinos es- taba ya de vuelta.

Menos ma! que hubo de saber cómo el gran Alon- so V de Portugal disponíase a mover guerra a los africanos, trasladándose inmediatamente a la corte portuguesa después de haber sido agasajado en la de Navarra con cacerías, bailes, banquetes y otros regocijos, no obstante las preocupaciones que te- nían ganado el ánimo del monarca por las dife- rencias surgidas con su hijo, el príncipe de v iana.

En África este aventurero desempeñó papel prin- cipal en cierto singular combate en el que tomó parte, obteniendo brava y resonante victoria, siendo obsequiado cumplidamente y otorgándosele licen- cia del monarca portugués para ausentarse, acudien- do entonces al lado de Enrique IV de Castilla y siendo iierido en la toma de Jimena, a los pocos días de la gloriosa muerte obtenida por el gran poeta y noble caballero español Garciiaso de la Vega.

Con posterioridad de algunos años a la venida del caballero de Suabia fuimos visitados por un via-

(l) Fia/es />or España anota.áos por Y). Antonio Maria Fa- bié. (Libros de antaño, tomo vm) ?»ladrid. 1879.

92 I. GARCÍA MERCADAL

jero alemán, (1) peregrino a Santiago de Composte- la, que estuvo en Cataluña, Aragón, Navarra y Cas- tilla, siendo su propósito trasladarse desde Galicia por Portugal al reino de Granada, viéndose deteni- do en su intento por las nuevas que corrieron y a él llegaron de haberse desarrollado la peste, las cuales hiciéronle regresar inmediatamente a Fran- cia.

Ya entrado el año de 1466, cuando nuestro país sufría la guerra civil a que diera lugar la deposición en Avila por los nobles del rey de Castilla para al- zar en su lugar a su hermano don Alfonso, fuimos visitados por el barón bohemio León de Rosmithal de Blatna, cuyo relato de viaje (2) es el más comple- to y detallado de la época, conteniendo curiosas descripciones de ciudades y lugares de importancia y dando abundantes noticias sobre el gobierno y situación del país, las que vienen a modificar opi- niones equivocadas sobre la vida y carácter de la sociedad española en la Edad Media.

Sigue a Rosmithal el bibliotecario de Carlos Vlll y de Luis XII Roberto Gaguin, historiador y diplomá- tico, quien, como general que era de la orden de los trinitarios, hubo de trasladarse a Burgos por asuntos concernientes a su cargo religioso, y desde allí dirigió a un amigo suyo extensa epístola (3), en la que, por primera vez, adviértese el sentimiento de rivalidad que habrá de llenar toda la literatura del siglo XVI.

Il) Juan Facundo Riaño. Art. citado.

(2) Viajes por Españii, anotados por D. Antonio M." Fabié.

(3) 'I hesntirus 7iovus inecdotorum, de Martene et Durand, t. I (París, 1717) col. 1833-1840.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 93

Comisionado por un mercader de Brujas, que te- nía negocios en España, estuvo en la Península du- rante los años de 1479 y siguiente Eustaquio de la Fosse (1) natura! de Tournay, quien embarcó en el puerto de la Esclusa y pisó tierra en el de Laredo, trasladándose desde allí a Sevilla para recoger al- gunas mercaderías que se encontraban en su puerto, enviadas desde Flandes con destino a la Mina de Oro, en la costa occidental de África. En Sevilla fletó una carabela para realizar ese comercio, que es- taba prohibido por el rey de Portugal, cayendo en poder de los portugueses al intentar su viaje, quie- nes hubieron de trasladarle a Lisboa para allí cor- tarle la cabeza en pago de su culpa. Al desembar- car en Cascaes y en el camino de la capital el fla- menco logró fugarse, ganando la frontera de España y yendo a dar gracias de haber salvado la vida en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

Desde Guadalupe fué a pie y de limosna, sin más alimento que el de pan y agua, hasta Toledo, don- de esperaba hallar auxilio con los conocimientos hechos en su primera estancia en el viaje a Sevilla; hubo de encontrar un paisano suyo, librero, quien le vistió y ayudó en lo que pudo, marchando juntos a Burgos, Medina del Campo, Santiago y Coruña, en cuyo puerto embarcó en un navio que aparejaba para Flandes con cargamento de vinos y frutas de España. De regreso en su país escribió el relato de su viaje. (2)

(i) Cesáreo Fernández Duro. Viaje por Españn^ Portugal y Costa de África en el siglo X7i. (Boletín de la Real Academia de la Historia, lomo xxxii. Enero, 1898)

(2) M. E. Foulché-Delsbosc. Revue Hispanique. Paris, núme- ro II, Juillet, 1897.

94

'. GARCÍA MERCADAL

Descendiente de una noble familia de polacos germanizados, Nicolás de Popielovo (1), hombre de extraordinarias fuerzas, estuvo en España en 1484 para visitar el sepulcro del apóstol Santiago. Hacía el viaje en un carro, a cuyo largo descansaba una enorme lanza que nadie más que él pedia manejar, y con la que habí?, sorprendido a todo el mundo en los torneos de Malinas. Tras del carro seguía su corcel de guerra. El relato de su viaje por España ha sido juzgado como un cuadro admirable de aque- llos tiempos de confusión y de absolutismo.

Un rey de armas al servicio de Enrique vil de Inglaterra, llamado Machado, acaso portugués de nación, vino a España el año 1489, acompañando a los embajadores Savage y Nanfan, que traían el en- cargo de pedir la mano de la infanta Catalina, hija de los Reyes Católicos, para Arturo, príncipe "de Gales.

Desembarcaron en Laredo, y en el relato que de su viaje (2) hace el mencionado rey de armas no aparece descripción alguna de los lugares por don- de hubo de pasar la comitiva de los embajadores ingleses, limitándose en cuanto a noticias geográ- ficas a dejar indicadas las distancias de pueblo a pueblo.

De España y después de visitar la corte de los Reyes Católicos, de la que hace Machado una de- tallada y curiosa pintura, los embajadores británicos continuaron su camino hasta Portugal, pues eran

(i) Javier Liske. P'lnjes de extranjeros por España en los siglo.< XV, XVI y XVII. Colección de... 1878. Traducidos del origi- nal y anotados por F. R. Madrid (sin ,t.)

(2) Juan Facundo Riaño. Art. citrido.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 95

portadores de las insig^nias de la orden de !a Jarre- tiera para el rey de aqueüa melón, don Juan II.

A ñnes de esta decimoquinta centuria nos visitó también el obispo armenio de Arzendjan, Mártir (1), quien verificando un viaje por toda Europa no qui- so reg-resar a su país sin haber realizado la que era gran ilusión de todas las personas devotas en aque- llos tiempos, la pereg-rinación a Santiago de Com- postela.

Fué también motivo de ser entonces visitados por extranjeros el empeño de recoger toda clase de no- ticias, que sirvieran a los eruditos dedicados al es- tudio de las antigüedades, acerca de los restos que habían dejado ías destrucciones de bárbaros y sa- rracenos.

Martino V hizo viajar por este motivo al célebre Ciríaco Anconitano, conocido con el sobrCx^ombre del Anticuario, quien llevado de su inclinación pI estudio de las antigüedades estuvo en España, re- cogiendo interesantes datos para el estudio de nues- tros monumentos y de nuestra historia.

Siguiéronle en su tarea el dominicano de Verona Juan Jocundo (1490), el carmelita Ferrarino y el pin- tor napolitano Pirro Ligorio, tachado como poco erudito en !a lengua latina por nuestro don Antonio Agustín .

Los primeros impresores buscaron acreditar su arte lisonjeando a los eruditos con la impresión de inscipciones recogidas por los viajeros, como hizo

(i) RelGciÓ7i de u>? viaje por Europa en la peregrinación a Santiago de Galicia, verificado afines del siglo xv. por Mártir, obispo de Arzendian. Trad. del armenio por M. J. Saint Martin y del francés poi G. de R. (Madrid, 1898).

96 J. GARCÍA MERCADAL

el librero de Ingolstad Pedro Apiano, en 1538, de- dicando su colección al señor Raimundo Fugg-ar, consejero del Emperador Carlos V.

No quedaron los españoles muy satisfechos de la parte correspondiente a nuestro país en la colec- ción de Apiano, aplicándose por mismos al culti- vo de esta clase de estudios el célebre humanista Antonio de Nebrija, el médico Luis de Lucena, cu- yas inscripciones se recogen en un Códice de la Biblioteca Vaticana, el andaluz Juan Fernández Fran- co, el antequerano Juan de Vilches, el prebendado de Sevilla Pedro Oretano, el valenciano Francisco Llanzol de Romani, llamado Lumbrera de la Histo- ria por Palmireno y Maestro de las Historias por Zurita, antecesores todos estos de aquella gloria española y universal del sabio prelado Don Anto- nio Agustín, que ilustró en 1575 las prensas tarra- conenses con su Colección de Medallas y Antigüe- dades, y por cuya protección y auxilios desdoblóse el mérito de sus discípulos los Guevaras, los Men- dozas y el oséense Vincencio Juan de Lastanosa, grande amigo de Gracian, y todos ellos grandes vin- dicadores de la española grandeza. (1)

De todos estos extranjeros que visitaron España durante los años comprendidos en la decimoquinta centuria, de los relatos en donde nos legaron el in- teresante caudal de sus impresiones, vamos a ocu- parnos en los capítulos siguientes, siguiendo paso a paso el plan que previamente hubimos de trazar- nos al emprender la redacción de esta obra.

(i) Ambrosio de Morales. Las antigüedades de las ciudades de España. Madrid, 1792.

IX

LOS PALADINES CABALLERESCOS

UN GUERRERO DE VEINTICINCO AÑOS Y OTRO DE VEINTIDÓS. UN TORNEO EN VALLADOLID. ^JORGE DE EHINGEN VIENE A LUCHAR CONTRA LOS MOROS. EL PENOSO CAMINO DE BURGOS A SANTIAGO. EL PUERTO DE LA MÁS NEGRA ESTRELLA. CÓMO ERA PORTUGAL EN 1457. UN COMBATE SINGULAR ANTE LOS MUROS CEUTA. LOS REGALOS DE LOS REYES. CÓMO SE HACÍA LA GUERRA CONTRA LOS MOROS. LAS ÓRDENES MILITARES DE ESPAÑA. LOS REYES Y SU INDUMENTARIA DE DIARIO.

GUILLEBERT de Lannoy era demasiado muchacho al venir a España para que los detalles de su relato puedan ser muy interesantes. (1) Apenas si había cumplido 25 años, cuando en 1411 quedaron asentadas las treguas, después de sus luchas junto a D. Fernando de Antequera en la guerra contra los moros de Granada. Además no era propiamente un viajero que se interesa por el país que visita, sino an

(i) Voy ajes et ambassades de Mes ¡iré Guillebert de Lannoy, Chevalier de la Toisón d'Or, seigneur de Santos, Willerval, Tron- chienneSjBeaumont et Wahegnies, i399-f450.En 4.° Mons. 1840. Publicado por una sociedad de biblioálos.

98 j. garcía mercad al

hombre de guerra, atento no más que a las alterna- tivas de la campaña contra los árabes.

Firmadas las treguas un salvo-conducto le abrió el camino de la ciudad de Granada, cuyo rey moro hubo de acogerle con respetuosa solicitud. Mas si interesantes habrían sido las impresiones de su vi- sita a la corte granadina, nada apunta de aquéllas, contentándose con decir que el rey moro le enseñó sus palacios y las cosas maravillosas que poseía, quedándonos con la curiosidad de conocer por él tales maravillas, pues el hombre de guerra, por su corta edad y su temperamento, se cree dispensado de ser más explícito en el relato de sus impresiones.

Santiago de Lalain, compatriota del anterior y co- mo él hombre de pocos años, pues apenas si con- taba veintidós al franquear nuestras fronteras, es algo menos reservado que Guillebert para saciar nuestra curiosidad sobre usos y costumbres de la época. Por más de que a semejanza de su predece- sor no le traiga a España más interés que el de mostrar el arrojo de su brazo y la gallardía y de- cisión de sus arrestos en el desarrollo de caballe- rescos lances, siquiera no sea más que sobre este respecto nos algunos pormenores que no dejan de tener algún interés. (1)

Hizo su entrada por Pamplona, en cuya corte fué obsequiado con grandes fiestas, terminadas las cua- les pasó a Castilla, encaminándose a Valladolid, en cuyas inmediaciones hubo de toparse con el rey

(i) Hisioire du bon chevalier Messire yacques de Lalain-, fré- re et compagnon de l'ordre de la Toisón d'Or. Escrito por Mes- sire George Chastellain, chevalier, historiographe des Ducs de Bourgogne, etc. Mise nouvellement en lumiere. Bruxelles, 1634.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 99

D. Juan II, entretenido a la sazón en el deporte del alanceamiento de toros.

Como, segfún ya hemos dicho, el objeto único de su viaje era combatir, a caballo y a pie, con el pa- ladín castellano que quisiera recoger su cartel de desafío, éste hubo de admitírselo D. Diego de Guz- mán; y, después de los recibimientos, convenios, di- laciones y todos los demás casos que muy detalla- damente vienen a quedar relatados en su historia, hubo de celebrarse con un gran aparato el caballe- resco torneo, honrado con la presencia de la corte y la presidencia del monarca.

El flamenco en su historia se adjudica, natural- mente, el puesto de vencedor en tan singular com- bate, pero no es cosa fácil averiguar cual de los dos combatientes hubo de salir victorioso sobre el otro. Pues, aunque como dicho queda, el flamenco diga que lo fué él, lo cierto es que el español se propu- so terminar el combate a pie, alzando en alto a su adversario y despidiéndolo de sí, poniendo a con- tribución todas sus fuerzas para lanzarlo a una gran distancia; mas no pudo hacerlo, porque al dirigirse hacia él con los brazos abiertos hubieron de inter- ponerse los jueces, separándolos y quedando am- bos como buenos, sin que en definitiva pudiera de- cirse haber habido ni vencido ni vencedor.

Como ha escrito el señor Riaño, quienes «se in- teresen en el estudio de estas prácticas y casos ro- mánticos, harán bien en consultar el texto, seguros de ilustrar lo que nos dice Mosén Diego de Valera en su tratado de los retos y desafíos».

Jorge de Einghen, que había tenido la friolera de dieciocho hermanos y cuyos padres vivieron en el

100 J. GARCÍA MERCADAL

castillo de Entringen, con otros cuatro matrimonios nobles, reuniendo entre todos una descendencia de cien hijos, había sido con anterioridad a su viaje a España paje en la Corte de Inspruck, servidor de la esposa del príncipe austríaco duque de Segis- mundo, reina de Escocia, camarero más tarde del archiduque Alberto de Austria, y por él armado caballero en Praga había tomado parte en una ex- pedición de sanjuanistas contra el turco, visitando a continuación los Santos Lugares, el reino de Chi- pre, y regresando a Venecia, para desde allí volver a su patria en 1454.

Después de pasar un año en la corte del duque Alberto, en Rotemburgo, unióse al caballero de Saltsburgo Jorge de Ramyden y, con un heraldo que hablaba varias lenguas, mas un asistente y diez caballos en junto, partieron todos para visitar al rey Carlos VII de Francia, de cuya corte, no hallando ocupación para sus ansias caballerescas, encaminá- ronse a la de España, de donde acababa de llegar una embajada a la corte francesa, ofreciendo pues- tos honrosos a los caballeros que quisieran luchar contra los árabes.

Traído a España por sus aficiones guerreras, ape- nas si en su relato se encuentra tal cual detalle des- perdigado sobre el país y sus habitantes. En la cor- te de Navarra le entretienen cacerías, danzas y banquetes, y al atravesar España para dirigirse a Galicia, laméntase de lo muy penoso que era el ca- mino desde la gran ciudad de Burgos a Santiagoi en el que hubo de perder uno de sus mejores caba- llos de guerra. De no ser por esta pérdida, que a él

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 101

habría de serle tan dolorosa, seguramente ni este detalle nos hubiera legado.

Embarcóse para Portugal en el puerto llamado Logrunje, «que los santiaguistas dice de nuestro país llaman de la más negra estrella», el cuai según luego explica es Finisterre, y una vez en Lisboa volvieron a entretenerle bailes, banquetes, monte- rías, carreras de caballos, saltos, combates, luchas y juegos a la jineta, hasta el extremo de hacerle ex- clamar: «¡Buena vida llevábamos!»

Un momento se desprende de la preocupación de los ejercicios caballerescos, que le ocuparon to- do su tiempo en la corte de D. Alfonso V el Afri- cano, para decir, con referencia a Portugal, que «es tarnbién un país bien cultivado, y prosperan en él los frutos más varios: exquisitos vinos, granos, acei- te, azúcar, miel, pasas y además mucha sal».

Pero pronto vuelve a sus armas, marchando con el ejército que se trasladó a Ceuta para defender la plaza de las muchedumbres de soldados que, en contra suya, preparaba el rey moro de Fez. Y en esta ocasión Jorge de Ehingen es actor único de un hecho singular, que rodea a su figura de un gran prestigio.

Reproduzcamos esta parte de su relato:

< Hacia la tarde vinieron algunos de los nuestros y nos dijeron que un moro de los más esforzados desafiaba a cualquier caballero de los cristianos a pelear con él, a igual distancia de ambos campos. Supliqué yo entonces al capitán que me diese li- cencia para salir a su encuentro, por estar muy bien armado y por mi natural agilidad, a pesar de la ar- madura; tenía además un corcel muy fuerte que me

102 J. GARCÍA MERCADAL

había regalado el Rey. El capitán accedió a mi rue- go. Entonces, mandó retirar las guerrillas, que re- gresaron a sus puestos respectivos. Yo hice la señal de la cruz con mi lanza y me separé de los nuestros a toda prisa, dirigiéndome por el valle hacia donde estaban los moros. Cuando éstos lo observaron hicieron lo mismo con sus guerrillas. Entonces nues- tro capitán envió un trompeta hacia ellos, llamán- dolos a combate singular. Inmediatamente salió un moro, montado en un hermoso caballo berberisco, dirigiéndose hacia el valle. Yo hice lo mismo sin detenerme, y acercándome a él cuanto pude. El moro embrazó su escudo resguardándose con él y empuñó su lanza corriendo hacia y dando voces. Yo hice lo mismo por mi parte; empuñé mi lanza, y cuando estuve cerca de él preparé mi acometida para herirle en el pecho, aunque él con la suya me alcanzó en uno de los costados de la armadura, y el choque fué tan fuerte que el jinete moro y el caballo cayeron en tierra. Pero su lanza se quedo clavada en mi armadura, y hasta que no pude de- sembarazarme de ella no me fué tampoco posible bajarme de mi caballo. El estaba ya en pie; yo saqué mi espada, él hizo lo mismo con la suya; y ambos nos atacamos asestándonos terribles golpes. El mo- ro tenía una buena armadura, y aunque le acer- té en el cuerpo, a pesar del escudo, no le hice daño alguno. El no pudo tampoco hacérmelo. Nos abrazamos entonces mutuamente y luchamos tanto tiempo que caímos al suelo juntos. Pero el moro era muy forzudo y pudo arrancarse de mis brazos, y ambos nos levantamos quedándonos de rodillas. Entonces yo, con mi mano izquierda lo

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 103

separé de lo bastante, para poder herirlo con mi espada, como en efecto io conseguí. Y al se- pju-arlo se alejó tanto de mí, que le herí en e! rostro, y aunque el g-olpe no fué tan violento como debiera haber sido, observé que vacilaba y palide- cía. Entonces repetí la misma herida otra vez en su rostro y lo derribé en tierra, y me abalancé a él y le corté la cabeza. Me levanté, me apoderé de su espada y corrí en busca de mi caballo. Este y el su- yo estaban juntos; había trabajado mucho todo el día y era grande mi cansancio. Cuando los moros vieron lo que yo había hecho, huyeron en el mayor desorden. Pero los portugueses y cristianos corrie- ron en busca mía, y se llevaron la cabeza del moro, se apoderaron de su lanza y lo despojaron de sus armas. Eran muy ricas y al estilo morisco, y hechas con gran maestría, muy fuertes y adornadas. Se apropiaron también el escudo y su caballo, y me llevaron a la presencia del capitán, que se alegró sobremanera de mi victoria, felicitándome por ella y abrazándome. En todo el ejército cristiano hubo grande entusiasmo. Aquel día se experimentaron muchas pérdidas por ambas partes, de hombres y caballos, los unos muertos con armas blancas y a manos de los enemigos, y los otros con armas arro- jadizas. El capitán dispuso que la cabeza del moro, su caballo, su escudo y su espada fuesen llevadas delante de mí, por los señores caballeros y escude- ros más distinguidos. Me vi obligado a caminar a su lado, llevando esos trofeos por delante. Así atrave- sé con gran pompa la gran ciudad de Ceuta; los cristianos se regocijaron sobremanera, y yo tuve el ^ran placer, superior a todos, de no haber sufrido

104 J. GARCÍA MERCADAL

daño alguno. Dios omnipotente peleó, sin duda, en mi favor, porque en mis grandes apuros nunca lo olvidé. El moro era un hombre de fuerza y de ro- bustez extraordinarias; grande fué mi suerte en que mi ingenio, venciese su fortaleza. ¡Alabado sea el Señor Dios eternamente!»

De la plaza de Ceuta nos ha hecho Ehingen la siguiente descripción:

«Conviene saber, que Ceuta es una gran ciudad^ cuyas tres partes están cercadas de tierra, y la cuar- ta de mar, y a mi parecer es mayor que Colonia; hacia la parte de tierra hay hoyos que son sepulcros abandonados; en ella se levanta también una alta ciudadela con algunas torres, por su parte inferior tres aspilleras y almenas por la superior, alrede- dor de la ciudad una muralla de circunvalación».

Después de su triunfo volvió a Portugal, donde el rey regalóle una copa llena de monedas portu- guesas; mas enterado de que Enrique IV de Casti- lla, pensaba reanudar las campañas contra los mo- ros a que él llegara tarde al entrar en España, pidió permiso al monarca portugués para trasladarse a Castilla, y una vez que lo obtuvo se unió al ejérci- to castellano, que hace ascender un poco exajera- damente a la cifra de 70.000 buenos combatientes.

¿Cómo nos dice este viajero que se hacía enton- ces la guerra? Parece ser que con gran rigor, pues había orden de llevarlo todo a sangre y fuego, pa- sando a cuchillo a todo el mundo, hombres, muje- res y niños. Ehingen, que hace ascender a 30.000 los muertos, de 50.000 hombres que dice eran los moros unidos junto a Granada, no salió indemne de esta campaña. «Yo escribe fui mal herido en una

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 105

pierna por un dardo, y aunque me curé bien enton- ces, se me abrió de nuevo la herida, después que volví a Suabia, y hasta mi vejez tuve una fístula en la pierna».

Antes de trcisladarse de nuevo a Portugal el rey castellano honró al caballero de Suabia con las ór- denes militares entonces instituidas, de las que el viajero nos hace la siguiente descripción:

«El Rey nos concedió el distintivo de sus órde- nes, a saber: de la Española, que es una banda an- cha y linda, con placas superpuestas como escamas de pescados, y la otra la banda de Castilla, con una túnica escarlata y una banda dorada de dos dedos de anchura, que pasaba por debajo del brazo iz- quierdo y bajaba oblicuamente por delante hasta el extremo de la túnica del lado derecho, y desde aquí subiendo por detrás, lleoraba hasta debajo del mis- mo brazo izquierdo. La Orden tercera es la de Gra- nada, que es una granada sobre un globo, con un cabo o pedículo y algunas hojas».

En Portugal el Rey volvió a regalarles, a Ehin- yen y sus acompañantes, con varias piezas de tela bordadas en oro, por valor de 200 ducados, y ade- más un corcel portugués y 300 ducados a cada uno. Todas estas piezas de tela hubieron de venderlas, en su viaje de regreso a Alemania, en una gran ciu- dad llamada Zaragoza, ganando 500 ducados.

Como se desprende de este relato y de lo que de él hemos extractado, los paladines caballerescos H9 se preocupaban más que de sus hazañas y del botín que éstas les producían. El país les tenía sin cuidado, dándoles igual España que África, no ha- blando de él más que cuando las dificultades de los

106

I. garcía mercaüal

medios de comunicación se hacían tan grandes que habían de enterrar, al margen de los caminos, algu- no de sus corceles de guerra.

Lo más interesante del manuscrito de Jorge de Ehingen, que se conserva en un códice de la Bi- blioteca real y pública de Stugart, son unas miniatu- ras que aquel mandó hacer, representando a los reyes cuyas cortes hubo de visitar en sus viajes, y entre ellos D. Juan ii de Navarra, D. Enrique IV de Castilla y D. Alfonso V de Portugal, cuyos bustos aparecen, reproducidos en la edición anotada por Fabié.

Las miniaturas representan a los monarcas vis- tiendo sus trajes de la vida corriente. El rey caste- llano, según la descripción de las miniaturas hechas por Mr. de Virville, «lleva en la cabeza una gorra semejante a las que usan los mahometanos, llamada fez, de color rojo; el vestido es negro sobre negro realzado con algunos afollados de lienzo blanco, y se compone de una capa elegantemente plegada sobre un coleto de terciopelo; la espada, que es an- cha, pende de un tahalí en bandolera, y calza botas de piel, del color del curtido. Su fisonomía inquie- ta, apasionada y enfermiza, presenta en alto grado el carácter iconográfico y tiene el sello de la perso- nalidad».

Este retrato coincide, según nos dice Fabié, con el que hace Falencia de Enrique IV en las Décadas de las cosas de su tiempo, y que parece ser el único auténtico entre los del monarca que alcanzó una tan triste celebridad.

De Alfonso V de Portugal se dice que, «el talle es esbelto y la cara expresiva y noble; lleva una ro-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 107

pa corta, enteramente negra y un chaperón igual- mente negro, cuyo paño retorcido está envuelto en forma de turbante; las ballenas inflexibles de las hombreras, a la francesa, forman un hueco alrede- dor del cuello del jubón, en el cual está fija una ca- dena de oro que da muchas vueltas y de la que pende una joya con dijes del mismo metal».

Y en cuanto al traje de D. Juan ii de Navarra, se componía «de un chaperón negro, revuelto y ple- gado en forma de turbante, ropa parda y larga que cubre un jubón o coleto con cuello rojo y un collar formado por una gruesa cadena que va de una hombrera a otra, calzas y zapatos negros».

Para juzgar de estos detalles de indumentaria real el Sr. Fabié hace el siguiente extracto de lo que Virvüle dice sobre el traje de los nobles de aquel tiempo:

«Consistía el traje de los nobles de la época de Carlos VII, que llevaban el pelo muy corto y la cara afeitada, en una cofia o gorro ordinariamente rojo o negro, y encima chaperón o sombrero; el primero se hacía de diversas telas y variaba mucho de forma y de adornos; el sombrero era de fieltro o de piel de nutria o de castor. El lienzo, que entonces era escaso, se usaba poco en el traje de los hom- bres, y encima de la camisa llevaban calzas que se sujetaban cerca de la cintura con agujetas al jubón; los pies se calzaban con zapatos adorna- dos con pieles o con lazos, y ordinariamente aca- baban en punta larga y retorcida; encima del ju- bón, que tenía el cuello derecho, se ponía una ropa o túnica, que podía ser más o menos larga; la túnica corta era propia para los ejercicios corpora-

108 J. GARCÍA MERCADAL

les a pie o a caballo; la túnica propiamente dicha era larga y se usaba para la vida sedentaria y para los actos solemnes; pero de ordinario debajo del jubón se ponía una especie de armazón hecho de ballenas y rehenchido, que se llamaba las maheur- ires; esta moda, tan desgarbada tuvo en su origen carácter militar, y como las charreteras modernas defendían los hombros y las espaldas; una daga col- gando de un cinturón estrecho, y una cadena de oro al cuello, eran los adornos que completaban el traje».

No deja de ser interesante ver cómo coinciden muchcis de las prendas de este relato con las dibu- jadas en las miniaturas que. debemos a la curiosidad e interés puestos por el viajero alemán.

X

EL VIAJE DE UN BARÓN DE BOHEMIA

WN VERDADERO TURISTA. PRIMERAS OBSERVACIO- NES SOBRE LOS USOS Y COSTUMBRES DE LOS ESPAÑO- LES.— DOS RELACIONES DISTINTAS DE UN MISMO VIAJE. SCHASCHEK Y GABRIEL TETZEL. UN DIA- RIO DE VIAJE Y LAS MEMORIAS DE UN ANCIANO. LA COMITIVA DE UN GRAN SEÑOR. LAS CANONESAS Y SUS PAJES. UNA FAMOSA COLECCIÓN DE FIERAS. ^JUANA DE ARCO, MUJER FATÍDICA. LA NEGATIVA DE UN REY.

EL barón bohemio León de Rosmithal de Blatna, que vino a España el año de 1465, es, entre todos los viajeros que llevamos repertoriados, el primero cuyo relato despierta en nuestra curiosidad un interés extraordinario. Ello se debe a que Ros- mithal no viene a España exclusivamente traido por los anhelos de su fe religiosa, en ruta de peregrina- ción, aunque una vez en nuestra patria no salga de ella sin haber visitado el sepulcro de Santiago; ni le traen tampoco únicamente solicitaciones de un ideal romántico, por deseo de intervenir en com- bates y realizar hazañosas empresas contra el infiel agareno.

lio J. GARCÍA MERCADAL

Rosmithal es el primero a quien con justicia co- rresponde, por su viaje a España, el moderno cali- ficativo de turista. Era noble y hombre de armas, como todos los nobles de aquel tiempo, trayéndole a España el deseo de estudiar la disciplina militar, comparándola con la de su país y países por él vi- sitados, que fueron casi todos los de Europa, dete- niéndose preferentemente sus observaciones, y de aquí el interés del relato de su viaje sobre todos los demás viajes de la época, en el aspecto del país y en los usos y costumbres de sus moradores.

Por esta razón el relato de este viaje resulta el más completo y detallado de cuantos se escribe» durante el sigilo XV.

Hay del viaje del noble Rosmithal dos distintas re- laciones, escritas ambas por personas que figuraba» en su acompañamiento. Schaschek llámase el autor de la más extensa de estas dos relaciones, cuyo texto se conserva merced a una traducción latina de Es- tanislao Paulowiski, canónigo de Olmutz, impresa en 1577; por la forma respetuosa como está redac- tada, pues en ella se a Rosmithal repetidamente el calificativo de «el Señor», adivínase que el citado Schaschek debía ser uno de los secretarios del no- ble bohemio.

Un patricio de Nuremberg, llamado Gabriel Tet- zel, es el autor de la segunda relación, también compañero de viaje de Rosmithal. (1)

Entre las dos relaciones adviértense diferencias originadas por el tiempo en que se escribieron. La

(i) Ambas relaciones publicáronse en 1844 en el tomo vii de la colección de Littratura nacional-, dirigida por la «Sociedad Literaria de Statgart:>.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 111

de Schaschek es como un Diario de viaje, he- cho por mandato del noble señor y conforme se deslizaban las incidencias de la ruta. En cambio la de Tetzel ofrece caracteres de cosa menos fresca, alg-o así como recuerdos de tiempos pa- sados, revividos en la memoria de un anciano para solaz y enseñanza de hijos y de criados, auditorio sumamente curioso en pláticas para henchir el tiem- po, junto al fuego, de largas veladas invernales.

Rosmithal salió de Prag-a el 26 de Noviembre de 1465, con un acompañamiento de cuarenta personas y cincuenta y dos caballos, lo cual es sobrado elo- cuente para advertirnos de la elevada alcurnia de su condición social.

Antes de salir de Alemania recogemos de! rela- to de Tetzel, la curiosa indicación sobre la hermo- sura y elegancia de las canonesas de Nouas, que bailaban muy bien y tenían consigo en el claustro un escudero o paje para cada una.

Con anterioridad a su venida a España los viaje- ros estuvieron en Colonia, Aquisgran, Bruselas, Gante, Brujas y Calais, en donde embarcaron para Inglaterra; regresaron a Francia por Nantes, admi- rando en los alrededores de Saumur la magnífica colección de fieras del titulado Rey de Sicilia, Re- nato de Anjou.

Fueron amablemente acogidos por Luis XV y su familia, y al pasar por Blaye, villa en la desemboca- dura del Carona, Schaschek recogió la versión de la que entonces corría como historia de Juana de Arco, diciendo que «en otro tiempo poseyeron esta ciudad los ingleses cerca de ciento cincuenta años, pero fué recobrada por cierta mujer fatídica que re-

112 J. GARCÍA MERCADAL

conquistó de los ingleses casi toda la Francia. Esta mujer, hija de un pastor, fué dotada por Dios de grandes virtudes para alcanzar este fin; pero cogida por el Rey de Inglaterra, fué paseada ignominiosa- mente por Londres y quemada luego, arrojando sus cenizas al mar».

Dejando atrás las ciudades de Burdeos y Bayona la caravana del barón bohemio Rosmithal penetró en España.

De la Península salió, pasando del condado de Barcelona al de Rosellón, y por las fronteras del Delfínado y el Piamonte marchó el noble bohemio a Turín, Milán, Verona, Padua y Venecia, en donde inútilmente quisieron reponer la ya desfallecida bol- sa, pues apesar de su nobleza los venecianos no le hicieron crédito.

A los ocho días de estar en Venecia salieron para Alemania, celebrándose su retorno con unas justas, en las que fueron armados algunos caballeros.

Quisieron continuar el viaje a Tierra Santa, pero el rey de Hungría les negó el permiso para atrave- sar su reino, teniendo que volverse a Bohemia; pe- netraron en Praga con gran pompa y grandes ho- nores, tras quince meses de viaje y después de haber estado en las principales naciones de Europa, cosa que en aquellos tiempos representaba un esfuerzo considerable.

XI

EL RELATO DE SCHASCHEK

LOS MANZANOS DE VIZCAYA. EXTRAÑO TOCADO DE LAS VASCONGADAS. DEFENSA CONTRA EL DERE- CHO DE PORTAZGO. LA TOLERANCIA RELIGIOSA EN EL VALLE DE MENA. LOS EFECTOS DEL BOJ. BUR- GOS', CIUDAD DONDE TODO SE VENDE AL PESO. LA HISTORIA DEL FAMOSO CRISTO. UNA FIESTA DE TO- ROS.— LAS HERMOSAS MONJAS DE LAS HUELGAS. LOS GRANDES PINARES DE FUENTIDUEÑA. CÓMO TRILLABAN EN CANTINPALOS. LOS VIAJEROS EN- CUENTRAN AL REY.

CUANDO Rosmithal cruza el Bidasoa para pene- trar en España, !o primero que llama su aten- ción es la gran abundancia de manzanos, sembrados, dice: «como entre nosotros se siembra el cáñamo>, viéndose dueño un solo labrador de millares de ellos, y explicando semejante abundancia porque «no teniendo vino y no conociendo !a cerveza, ha- cen con las manzanas una bebida fermentada». El redactor del relato no apunta la palabra sidra.

Luego, al hablar de Vizcaya, bajo cuyo nombre comprende a todo el país vascongado, «región cer- cada de montes altísimos >, dice: «aquí vimos por

114 ). GARCÍA MERCADAL

primera vez las mujeres y las mozas con las cabezas rapadas, salvo algunos mechones que se dejan de cabello largo, y su vestido es tan extraño que no le hay semejante en ninguna de las regiones que visi- tamos». Sorprende esta noticia acerca del modo de arreglarse sus cabellos las vascongadas, verdadera- mente extravagante, según la descripción que el via- jero nos hace.

En Tolosa (Toloseta) anota la abundancia ex- traordinaria de truchas en el río Orio, y por Ver- gara (Virealium) y el valle pantanoso de Durango (Dunaco), una aldea entonces, llegan a Bilbao (Di- vaium), «ciudad no muy grande, pero bien poblada» de cuyos montes «se saca hierro y hay algunos pa- gos de viña junto a esta ciudad». Es curioso que al río le llama Belbada. Sin duda el río cambió de nombre y la ciudad le tomó el suyo.

Valmaseda era entonces un pueblo murado, a ori- llas de Cadagua (Cadecum), que hubieron de va- dear en cinco millas diez y siete veces.

Por cierto que en este punto causa a los viajeros gran sorpresa tropezarse con el derecho de portaz- go, y se defienden contra él en forma violenta y desusada. Veamos como lo explica la relación: «hay sobre este río un puente de madera no muy largo y en uno de sus extremos una torre de bella arquitec- tura, en la que residen los que cobran el portazgo a los caminantes; cuando llegamos al puente, como no habíamos pagado esta especie de tributo en nin- guna parte, nos negamos a hacerlo, y los caballos que llevaban nuestros bagajes fueron tomados por los publícanos y demás gente que había en la torre, que nos quiso matar; para repeler el ataque apun-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 115

tamos contra ellos nuestras escopetas; pero el Se- ñor prohibió que se dispararan y que se tiraran fle- chas; porque si heríamos a alguno de aquellos, nos matarían a todos, lo cual confesó después uno de ellos, diciendo que habían concertado, que si uno solo recibía una herida, todos moriríamos y aplica- rían lo que llevábamos en nuestros cofres y alforjas para pago del portazgo. Satisfecho este tributo nos volvieron los caballos»...

Al penetrar los viajeros en el valle de Mena nos dejan algunas noticias conducentes a deducir el es- tado de las creencias en España durante los siglos medios, no tan inflexibles ni tan fírme el sentimiento religioso como la mayoría de las historias nos han contado. Dice el relato que en este valle de Mena habitaban juntos y en paz cristianos y judíos, co- miendo éstos los sábados asaduras de los animales, por entender que no eran carne. Más adelante halla otros que comían carne por haber concedido el Papa bulas para ello.

Después de apuntar al paso la manera que tenían de recoger la sal en el lugar que hoy se llama Sa- linas de Rosa, encuentra en el camino de Burgos a Cernégula (Ezernelum) el lugar llamado de las Bru- jas, aplicándole al boj los efectos que descubre el pasaje siguiente:

«Pasado este pueblo entramos en unos montes donde no crecen más árboles que bojes, y anduvi- mos por ellos tres días, sintiendo todos nosotros fuertes dolores de cabeza por el olor penetrante que estos árboles, humedecidos y calentados entonces por la lluvia, exhalaban, aspirando por lo tanto nos- otros estas emanaciones nocivas».

116 J. GARCÍA MERCADAL

De Burgos apúntase la particularidad de que todo en dicha ciudad se vendía al peso, asombrándose ante el retablo bellamente pintado y cincelado de su catedral, y una estatua de la Virgen, de plata dora- da, de 300 marcos de peso y otros tantos de he- chura.

Cuando Rosmithal pasó por Burgos se estaba edi- ficando la tercera torre de la Catedral, encontrando una horca dentro de la ciudad y otra fuera.

Como noticia curiosa de los alrededores de Bur- gos se apunta la siguiente:

«A una milla de Burgos hay un monte que tienen que pasar los que van a la ciudad, y es muy dañoso ir por él cuando hace sol, porque está lleno de unas guijas relucientes que reflejan el sol como espejos, lo cual hace mucho mal en los ojos». Estas piedras debían ser yeso especular, llamado espejuelo o es- pejo de burro.

La historia del famoso Cristo de Burgos, que por cierto, cuando fué visitado por Rosmithal ya no ha- cía milagros, la cuenta el cronista del viaje del si- guiente modo:

«Hay otro monasterio poco más distante de la ciudad, en el que se guarda una cruz, y en ella cla- vada la imagen de un hombre con cabello y barba. Los sacerdotes tocaban sus miembros con gran re- verencia, cantando y tañéndose todas las campanas. Refirieron después al Señor que aquella imagen se había encontrado en la mar hacía quinientos años, añadiendo que nadie había podido averiguar de qué parte del mundo provenía; y que se habían hallado con la imagen, en una caja embreada, unas tablas en que estaba escrito que en cualquiera a que las

f

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 117

olas arrojasen aquel sagrado cuerpo lo recibieren con mag-nifícencia y lo colocasen en lugar decoroso; contaban además que el hallazgo había sido de este modo: «unos marineros españoles que se dirigían a cierta región, surcando el mar, tropezaron con un galeón en que iba aquel sagrado cuerpo: cuando vieron de lejos esta nave temieron que fuese de enemigos; se sobrecogieron de temor y se prepara- ron a la resistencia, como es costumbre en la mar; creyeron que el galeón era de catalanes (los cuales, aunque son cristianos, se entregan al robo en los mares, y por esto todos concibieron gran miedo); acercáronse algo, si bien con recelo, a la nave y np vieron nada en ella, pero temieron que estuvie- ran ocultos acechando, y por eso enviaron algunos hombres en una barca ligera para que explorasen, y si había peligro se volviesen con presteza; acercá- ronse éstos poco a poco, y no sintiendo ningún ru- mor se atrevieron algunos de ellos, no sin gran te- mor, a subir al galeón, donde no encontraron más que el cuerpo antedicho, y determinaron volverse con él y con la nave hacia Burgos, que era su patria. Todos los que Íbamos con el séquito del Señor vi- mos la imagen, y nada nos admiraba tanto como lo que decían los sacerdotes que nadie sabía de donde había venido este cuerpo, que es de gran estatura y robusto; un sacerdote se subió en el altar, tocó los pies, las manos y los demás miembros y movió todas las coyunturas. Doscientos años atrás aquella cruz y aquel cuerpo habían obrado en aquel monasterio grandes milagros, y hasta habían vuelto a la vida al- gunos muertos, pero desde entonces ha dejado de hacerlos».

118 J. GARCÍA MERCADAL

En la capital de Castilla la Vieja asistieron los bohemios a una fiesta de toros bravos, acosados y sujetos por alanos, cuya descripción es la sigfuiente:

«También vimos en esta ciudad una fiesta de to- ros bravos, a los cuales acosaban y sujetaban ala- nos. En España y en Portugal los ganados no están en las casas, sino que sus dueños les ponen una se- ñal y pastan libres en las selvas y en los desiertos; no se hace aquí queso ni manteca, y los naturales no saben lo que son estas cosas; en lugar de manteca usan aceite, de que hay gran abundancia. Por lo de- más en los días festivos tienen gran recreación con los toros, para lo cual cogen dos o tres de una ma- nada y los introducen sigilosamente en la ciudad, los encierran en las plazas, y hombres a caballo los acosan y les clavan aguijones para enfurecerlos, y obligarlos a arremeter a cualquier objeto; cuando el toro está ya muy fatigado y lleno de saetas suel- tan dos o tres perros que muerden al toro en las orejas y lo sujetan con gran fuerza, y los perros aprietan tan recio que no sueltan el bocado si no les abren la boca con un hierro. La carne de estos toros no se vende a los de la ciudad, sino a la gente del campo; en esta fiesta murió un caballo y un hombre y salieron además dos estropeados».

Del monasterio de las Huelgas, dice haber en él hermosísimas monjas, de alta alcurnia, pues a las plebeyas no las permitían hacer allí sus votos, las cuales recibieron al noble bohemio «muy humana- mente y le festejaron con juegos y otras diversio- nes, como danzas, cantares y cosas semejantes, y los introdujeron en hermosos jardines, llenos de árbo- les y hierbas exquisitas».

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS

119

En el camino a Lerma hace un elogio de la Jara, cistus ladaniferus, y después hasta Roa, cruza una selva de enebros y sabinas, siguiendo después por tierra yerma, sin más que salvia y romero.

Del camino de Fuentidueña a Villafuente, nos hace la siguiente descripción: «En toda nuestra pere- grinación, no vimos ninguna región en que hubiese más pinos que en ésta, pues aunque abundan en Francia, no es tanto ni se ven con tanta frecuencia. Recuerdo mejor que otras cosas estos pinares, por- que cansados nuestros caballos, atravesamos dos de nosotros a pie estas selvas, y sedientos por el gran calor que hacía, por más que hicimos, no pudimos hallar de beber y hubiéramos comprado a peso de oro agua o vino».

En Cantinpalos les sorprende la manera de trillar con mulos y bueyes, «una mujer con su hija, iba sentada en un instrumento o máquina, que era un trillo en forma de rollo, guarnecido de dientes de madera o de pedernal, que se pone en la parva y se arrastra por ella, hasta que la paja está bien machaca- da; al estramen llaman paja y la dan de comer aquí a los caballos y bueyes porque no tienen otro pasto >.

En Segovia los viajeros encuentran al Rey de Céis- tilla, Enrique IV, y al país en una situación lamen- table, que no era espectáculo digno para ofrecido a los ojos de un extranjero.

XII

LA CASTILLA DE ENRIQUE IV. C

UNA CORTE OSTENTOSA. LOS ANILLOS DEL ARZO- BISPO.— LOS CELOS DE UNA REINA. LAS BONDADES DE UN REY DOBLEMENTE CORONADO. CÓMO Y POR QUÉ SE FUNDÓ UN MONASTERIO. CASTILLA, PLAGA- BA DE BANDOLEROS. LAS ADMONICIONES DE UN POETA. EL RETRATO DE UN REY ABYECTO, CAZA- DOR DE ALIMAÑAS Y AMIGO DE BANDIDOS. EL OL- FATO REAL.

MUERTA doña Blanca de Navarra y, sin duda, para desvanecer ías especies cundidas entre el mismo pueblo acerca de la impotencia del rey Enrique IV, éste se dio prisa en contraer nuevo ma- trimonio, uniéndose a la hermana del rey Alfonso V de Portugal, doña Juana, que era joven y hermosa, trajo consigo una brillante corte de damas y donce- llas, inaugurándose un período tan ostentoso en dis- pendios por fiestas y banquetes, que pronto vióse

(i) Este capítulo viene a ser como un paréntesis necesario De no dar algunos antecedentes sobre la época en que nobles bohemios visitaban la corte castellana, pudieran sorprender y aún tenerse por exajeradas algunas de las noticias contenidas en el relato.

122 J. GARCÍA MERCADAL

amenazado de ruina el mismo tesoro real. No era solo el lujo de los reyes lo que mostraba augurios inmediatos de ruina, sino también la ostentación de magnates y prelados, de la que indicio el si- guiente hecho que cuenta el cronista Enríquez del Castillo:

«El arzobispo de Sevilla D. Alonso de Fonseca, después de una cena tuvo la vanidad de presentar en la mesa dos bandejas cubiertas de anillos de oro guarnecidos de piedras preciosas, para que la reina y sus damas tomaran el que fuese más de su gus- to». (1)

Y no había que esperar rectificación en tan des- carriados derroteros. Advertido el rey por su teso- rero mayor de que sus gastos eran excesivos, hubo de contestarle lo siguiente:

«Vos habláis como Diego Arias, e yo tengo de obrar como rey»...

Si la constitución económica del reino estaba en ruinas, la moral de la corte se hallaba totalncente en escombros. Enamorado el monarca de una dama de su mujer, doña Guiomar, cierto día la reina hubo de agarrarla por los cabellos y sacudirla fuertemen- te, ni más ni menos que si los celos hubiesen esta- llado entre dos villanas. Antes el rey había tenido a doña Catalina de Sandoval, y cuando se cansó «de holgar con ella», la hizo abadesa de un monas- terio de monjas en Toledo, y a su galán Alonso de Córdoba, mandólo descabezar en Medina del Campo.

La reina, según de público se decía, consolábase de los desdenes del rey con el lindo caballero don

(I) Enríquez del Castillo. —Cr.ifi, del rey don Enrique it, pá- gina 23.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 123

Beltrán de la Cueva, quien veíase pagado por el monarca en buena moneda de honores, valimientos y prerrogativas.

Doña Juana fué hembra liviana y al propio tiem- po de ingenio sobradamente sagaz para buscar ar- tes con que encubrir sus liviandades. De ella cuen- ta Alonso de Falencia había adoptado vestidos de anchura desmesurada, copiados por las damas españolas, con aros fuertísimos colocados bajo la tela, propios para encubrir cualquier grosura no de- seada del cuerpo.

Doña Juana y sus damas trajeron a Castilla cos- tumbres de un naturalismo tan desvergonzado, co- mo el que denuncia en el siguiente pasaje (1):

«Pasábanse los días en la distracción de los jue- gos, y la nobleza acudía a muy varias atenciones, pues la juventud había hallado recientes estímulos al deleite en el séquito de la Reina, compuesto de jóvenes de noble linaje y deslumbradora belleza, pero más inclinadas a los halagos de la seducción de lo que a doncellas conviniera, que nunca en par- te alguna se vio reunión de ellas que así careciese de toda útil enseñanza. Ninguna honesta ocupación las recomendaba: pasaban el tiempo en la ociosi- dad, o entregadas a solitarios coloquios con sus ga- lanes respectivos. Lo provocativo de los trajes ex- citaba la audacia de éstos, y extremábanla las palabras, aún más provocativas. Las continuas car- cajadas en la conversación; el constante ir y venir de medianeros, portadores de groseros billetes, y

(i) a. Paz y Meliá. Sales española}. Primera serie. Colec- ción de escritores castellanos. Tomo lxxx. Introducción, pá- gina XXV.

174 J. GARCÍA MERCADAL

la ansiosa voracidad que día y noche las aquejaba, eran entre ellas más frecuentes que en los mismos burdeles.

«El tiempo restante le dedicaban al sueño, cuan- do no le ocupaban en cubrirse el cuerpo con afei- tes y perfumes, y esto, sin hacer de ello el menor secreto, antes llevando descubierto el seno hasta más allá del estómago, y desde los dedos de los pies y los talones y canillas hasta la parte más alta de los muslos, interior y exteriormente, cuidaban de pintarse con albayalde para que, al dejarse caer de sus hacaneas, como hacían con frecuencia, bri- llase en todos sus miembros uniforme blancura».

Las flaquezas de la reina portuguesa fueron in- contables, dando muestras del más cínico de los descaros, como cuando, escapando de la fortale- za de Alaejos, donde la custodia del Arzobis- po D. Alfonso de Fonseca no impidió que un sobrino de éste la pusiera en estado de buena es- peranza, fué a refugiarse, huyendo de afrontar la presencia de su marido, en casa de su antiguo aman- te D. Beltrán de la Cueva, quien, respondiendo a las burlas de sus amigos, hubo de contestar desde- ñosamente «que no le inspiraba la Reina interés al- guno, y que nunca le habían gustado sus piernas demasiado flacas^.

Todas estas andanzas de Doña juana confírmalas Bernáldez (1) cuando escribe estas palabras: «La dicha Reina Doña Juana, segunda mujer del dicho D. Enrique, dio de muy mal ejemplo, ca se em- preñó y parió dos hijos de otro caballero de san- gre real, contino de su casa>.

(i) '-íi>n:ca </,• lo^ i'ey.'s atólicos , cap. x.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 125

Y para que se vea por qué extraños caminos lle- gábase entonces a la fundación de monasterios, re- produzcamos el siguiente pasaje de un historiador moderno, página sumamente curiosa:

«Con motivo de haber enviado el duque de Bre- taña a D. Enrique una embajada ofreciéndole su alianza y confederación, quiso el rey agasajar al em- bajador y ostentar a su presencia el lujo y brillo de su corte, a cuyo efecto dispuso unas magníficas fíes- tas en la casa de campo del Pardo. Pasáronse cua- tro días en justas, torneos, monterías y espléndidos banquetes. El cuarto día, para cuando los reyes y la corte regresaron a Madrid, e' joven D. Beltrán de la Cueva, gran cabalgador de la gineta, gracioso y esmerado en ios atavíos de su persona, preparó y tuvo un paso de armas cerca de Madrid en el sitio por donde habían de pasar todos los que regresa- ban del Pardo, Gonde hoy llamamos !a Puerta de Hierro. Los caballeros y gentiles hombres que lle- vaban damas no podían entrar sin que prome- tiesen hacer con él seis carreras, y los que no qui- siesen justar, habían de dejar e! guante derecho. En un arco de madera que se había construido, se pusieron muchas leerás de oro perfectamante labra- das: el caballero que rompía tres lanzas iba a! arco y tomaba la letra inicial de! nombre de su dama. D. Beltrán de la Cueva defendió solo contra todos y cada uno la belleza sin par de la señora de sus pensamientos, y aunque él no reveló el nombre de su dama, todo el mundo comprendió que era la rei- na a quien el caballero hacía los honores de su va- lor y de su brío. Duró esta fiesta desde la mañana hasta la noche, y el rey holgó tanto de este paso de

126 J. GARCÍA MERCADAL

armas, que queriendo honrar su memoria, mandó erigir en aquel sitio un monasterio de la orden de San Gerónimo, que se llamó San Gerónimo del Paso». (1)

Cuando Rosmithal llegó a la corte de Castilla contaba ya seis años la niña, que con su remoquete de la Beltraneja, proclamaba el doble coronamien- to del cuarto de los Enriques castellanos; se había borrado la impresión del aborto de la reina, ocurri- do el año anterior, a consecuencia de haberse asus- tado doña Juana al incendiársele la materia infla- mable con que tenía por costumbre humedecerse los cabellos, y olvidado el rey de su p^íblica depo- sición en Avila, habíase dejado manejar por las ar- tes del marqués de Villena para ordenar el licencia- miento de las tropas que había reunido para com- batir a la rebelde nobleza.

«Con el licénciamiento de las tropas dice La- fuente Castilla se plagó de gente bandida que in- festaba los caminos y alarmaba las poblaciones; to- do era violencias, asesinatos y robos, y los hombres apenas se contemplaban seguros en sus casas cuan- to más en los campos. No era posible vivir en aquel estado de miserable anarquía, y las villas y ciuda- des para proveer a su propia seguridad, apelaron al remedio acostumbrado en situaciones semejantes, cuando les faltaba la protección de las autoridades y de las leyes, a hacer hermandad entre sí, contra la plaga de malhechores y gente malvada. Hicieron sus estatutos y reglamentos, que el rey aprobó, y merced a los esfuerzos de la hermandad, se repri-

(i) Modesto Lafuente. Historia general de España, Madrid i86l. Tomo IV, pág. 506.

ESPAfjA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 127

mieron y castigaron muchos crímenes y se restable- ció algún tanto la seguridad pública». (1)

Contra el rey se volvieron todos, hasta los poe- tas. Y así se ve a Alvarez Gato despedirse del servi- cio del monarca con las siguientes advertencias: Qué cosa paresce fuerte

De seguir,

Quien remunera servir

Dando muerte.

Yr se t' an todos los buenos

Á lo suyo.

Qu'eres bravo con el tuyo

Y manso con los ajenos. Plácete de dar castigos Sin por qué:

No te torna nadie fe De tus amigos.

Y esos que contigo están Cierto só,

Cuno a uno se t* irán

Descontentos como yo.

Lo que siembras fallarás.

Non lo dudes.

Yo te ruego que t' escuden

Si podrás.

Qu* en la mano está el granizo,

Pues te plaze

Desfacer a quien te faze

Por fazer quien te desfizo. Y afirma tan íntegro trovador su entereza con otra notable composición, en la que «pregunta con vigorosos acentos el poeta dónde se esconden en

(i) Lafuento. Obra citada, pág. 522.

128 J. GARCÍA MERCADAL

Castilla la fe, la verdad, la paz, la justicia, la cordu- ra, dónde los buenos regidores, los buenos prela- dos, los buenos señores, los buenos religiosos, las ciudades leales, los buenos caballeros, los sabios guerreros, los limpios abades, los buenos reyes: ¿Qu* es de la gran fortaleza

De las cuvas mucho hondas?

¿Qué se hizo la franqueza?

¿Dónde está la gentileza?

¿Dó los truenos de las hondas?

¿A los dorados techos?

¿A los grandes tesoros?

¿Qué se han hecho grandes hechos

Artificios y pertrechos?

¿Dó las guerras con los moros? Alvarez Gato, después de muy discretas y bien medidas excusas de modestia, contesta con una amarga sátira, cuyo espíritu se encierra en estos versos:

Y d* aquí todos estados.

Unos aprendiendo d' otros.

Todos van descaudillados,

En los vicios acordados,

Ahilando unos tras otros.

Sin que ninguno se vele

Ni mire si al revés,

Guiando por donde suele

Tras la cabeza que duele

Y da dolor a los pies. Sin amor, sin amicicia

Todos llevan los tenores

Con jactancia y avaricia,

Todos van tras la codicia.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 129

Como lobos robadores, Atestando en nuestro seno Muchas usuras vilezas, Que jamás se halla lleno. Creyendo qu* es el más bueno El que tiene más riquezas.

Somos malos a porfía, Y muy contentos de sello; Toda funda nuestra vía, So modos de hipocresía, Parecer buenos sin sello.

Las virtudes son perdidas

Muertas son con negros velos,

Si los niños ternezuelos

No les dan vida de nuevo. (1) Después de leídas todas estas ligeras apuntacio- nes sobre el estado de Castilla bajo el reinado de Enrique IV, una gran curiosidad nos lleva a conocer el retrato moral y físico del rey, que Alfonso de Fa- lencia dejó hecho en sus Décadas^ y que Fabié re- produce en la Introducción puesta a los Viajes por España (2).

«Para acreditar la opinión común acerca de la im- potencia del Rey, dice Palencia que en todos sus actos manifestaba Don Enrique que no sentía el amor conyugal». Esto lo mostraba en la angustia

(i) Raimundo F. Villaverde. La escuela didácúca y la poesiu pnlitica en Cnstilla durante el siglo xv. Discurso» leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública del Excelentí- simo Sr. D Madrid, 1902, pág. 93.

(2) Vi ij es por España anotados por D.Antonio M.* Fabié, pág. XXXVI.

9

130 J. GARCÍA MERCADAL

que sentía cuando estaba con su mujer, apartándose de ella de repente; en sus discursos entrecortados, en su frente anublada y en su afán de buscar luga- res escondidos y sendas solitarias. Era el Rey muy descuidado en su persona, y andaba siempre con vestidos lúgubres, sin collar ni adorno alguno mili- tar ni regio, y con calzas comunes y borceguíes or- dinarios, viendo todos su manifiesto tedio. Era ene- migo de cabalgar con pompa regia, y prefería la manera que en esto usaban los moros, llamada a la jineta, propia para las algaradas y escaramuzas, al uso nuestro o de los italianos, cuyo aparato es más venerable en la paz y más fuerte y sólido en la gue- rra; le desagradaba el brillo de las armas, de los ar- neses y de las sillas y cuantas pompas señalaban lo excelso de su dignidad, y no quería mostrarse ante el concurso de la gente.

Amaba la oscuridad de las selvas, y no reposaba sino en la frondosidad de los bosques, para lo cual mandó labrar en inaccesibles montes cercas y edi- ficios propios para morar y recrearse, encerrando en ella multitud de fieras y alimañas; puso en estas heredades hombres incultos para cuidarlas, para alimentar a las fieras y para ahuyentar a las gentes, mientras él se encerraba en aquellos lugares con al- gunos facinerosos, los cuales andaban armados por las encrucijadas de los caminos, persiguiendo a ca- ballo a los que procuraban allegarse al Rey para negociar o para honrarle; era muy inclinado a estos y otros hombres torpes y oscuros, y no admitía con gusto a ninguno que fuese ilustre por su nobleza o dotado de saber.

Estas aficiones mostraba la misma figura de Enri-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 131

que: sus ojos eran torvos y su mismo color indicaba la fiereza; nunca estaba parado, y su volubilidad ex- trema revelaba la sospecha o la amenaza. La nariz era deforme y ancha y quebrada por medio de re- sultas de una caida que dio cuando niño, de suerte que parecía la de un mono: tenía los labios muy delgados y no daban gracia alguna a la boca, y la anchura de sus mejillas afeaba toda su cara.

La barba levantada hacía cóncavas las líneas de la frente, como si se hubiera quitado algo de la mi- tad superior del rostro; sus demás partes parecían de un hombre bien hecho, pero las sienes bastante hermosas, las traía siempre cubiertas de pieles o con algún capuz o birrete; su color era blanco y sonro- sado; el cuerpo membrudo y sus piernas bien pro- porcionadas, las afeaba, como ya he dicho, con ves- tiduras toscas y más toscas calzas.

La mano, que es uso en Castilla se bese a los príncipes, no la daba a nadie, lo que algunos atri- buían a humildad, pero en verdad aquella simulada humildad ocultaba su sordidez, como lo demostra- ron sus acciones; el olor que exhalaba era insopor- table, y él se deleitaba con el hedor de las cosas corrompidas, del estiércol, de las raeduras de los cascos de los caballos y con el de cosas semejantes y aun peores. Sus innumerables pasiones seguían esta norma, y puede juzgarse de los otros por este sentido del olfato».

Compulsado esto con el retrato popular que nos han conservado las famosas coplas de Mingo Revul- go, no pueden quedar más patentes ¡os defectos y vicios de aquel rey de tan desdichada memoria.

XIII ROSMITHAL EN CASTILLA

SEGOVIA: SU MONASTERIO Y SU ALCÁZAR. EL TE- SORO REAL. LUCHA ENTRE UNO DE LOS VIAJEROS Y UN HOMBRECILLO ESPAÑOL, VENCIENDO ÉSTE. LA CORRUPCIÓN DE LOS HABITANTES DE OLMEDO. COMO SE CASTIGABAN LOS ATAQUES A LA HONES- TIDAD.— EJECUCIONES Y SUPLICIOS. LA HORCA EN LA PLAZA. LA ESTEPA CASTELLANA. UN ERMITA- ÑO CON PIES DE SEIS DEDOS. SALAMANCA, CIUDAD DE ESTUDIOS FLORECIENTES. CIGÜEÑAS, LANGOS- TAS, SERPIENTES, ALACRANES Y LAGARTOS.

EL aparato de g^uerra en que viniera envuelta la comitiva trashumante del noble Rosmithal, te- nía inevitablemente que sufrir tropiezos al discurrir por un país como la Castilla de entonces, tan sembra- do de revueltas y parcialidades. Ya en Roa se les ha- bía impedido el acceso a la villa, teniendo que alo- jarse en inmediata aldea. Del mismo modo al avistar los muros de Segovia encontráronse Rosmithal y sus acompañantes con que no podían aposentarse en la ciudad, en esta ocasión por tenerla toda ocupada la hueste del rey.

Al méirchar el monarca los viajeros fueron recibí-

134 J. GARCÍA MERCADAL

dos en un monasterio de los alrededores, que el se- cretario de Rosmithal nos describe en los siguientes términos: «En la iglesia hay un hermoso retablo adornado de oro y plata, y según fama, el templo con sus adornos tuvo de costa al Rey doce mil áu- reos. El coro estaba adornado de artificiosísimas esculturas de piedra y oro, que los más peregrinos artífices no podrían esculpir en madera con mayor habilidad. No habíamos visto antes un claustro más hermoso que el de este monasterio: pero más ade- lante, en nuestra peregrinación, vimos otros más adornados. En medio del claustro había un jardín muy ameno, lleno de cipreses y de otros diversos géneros de árboles y hierbas; los frailes de este con- vento perLenecen a la Orden de San Francisco >. Las indicaciones parecen referirse al monasterio del Parral, aunque caso de serlo habría sido equi- vocada la orden, pues este convento fué siempre de Jerónimos.

Del alcázar de Segovia se hace la siguiente des- cripción:

«En el alcázar hay un elegantísimo palacio ador- nado de oro, plata y de color celeste que llaman azul, y con el suelo de alabastro; se ven también allí dos patios edificados con esta piedra. En este palacio están las efigies de los reyes que desde el principio ha habido en España, por su orden, en número de treinta y cuatro, hechas todas de oro puro, sentados en sillas regias con el cetro y el glo- bo en !as manos. Todos los Reyes de España están sujetos a esta ley; que desde que ciñen la corona y bajo su reinado juntan tanto oro como pesa su cuer- po, para que puedan ocupar, en muriendo, su lugar

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANjüROS 135

entre los otros Reyes en el palacio de Segovia>.

Sorprende no poco esto que dice, en el texto del viaje, sobre las áureas efigies reales y la especie de tenerse los reyes que pesar en oro.

El alcázar había sido custodio del tesoro real, del que Falencia refiere ocupar aparadores ostento- sos en una de las más espaciosas salas de la fortale- za, contándose más de doce mil marcos de plata y más de doscientos de oro, todo esto en piezas de vajilla y servicios de mesa, sin las joyas de adorno, collares, cintos, azorcas y apretadores, que enton- ces se usaban, en los que era excesivo el oro y la pedrería; mas para cuando Rosmithal estuvo en Se- govia la mayoría de aquellas riquezas debían estar consumidas. Sin embargo, seguían en el alcázar no permitiendo la entrada sino de cinco en cinco, y así entraron los del séquito de Rosmithal.

El oro, el alabastro y toda clase de mármoles mostrábanse por todas partes, y del primero se ha- llaba en los adornos de las salas, en el artesonado del dormitorio real, hasta en las ropas del lecho, to- das ellas tegidas con tan preciada materia.

Otra de las cosas de que los viajeros hubieron de sorprenderse mientras de Segovia fueron huéspedes fué de la extraordinaria abundancia de lagartos y alacranes que por los montes del contorno había, no dejando de recoger la leyenda del acueducto tal como la traduce la tradición popular, diciendo ha- ber sido construido por el diablo y en una sola no- che, pero antes de que ellos allí llegasen, con lo cual ponen de relieve su extraordinaria credulidad.

Tras de Enrique IV y camino de Olmedo marcha- ron los viajeros, siendo allí recibidos por el rey, y

136 J. GARCÍA MERCADAL

entreteniéndose con luchas muy del g-usto de la época. Veamos lo que el secretario cuenta sobre el particular:

«En Olmedo, donde hallamos al Rey, el Sr. Juan Zehrowitz luchó con cierto español ante tres obis- pos y otras muchas personas; pero el Rey no asistió a este certamen; antes de empezar dijeron a don Juan la ley o condición de la lucha, tal como allí se observa por costumbre, y consiste en que los lucha- dores no pueden asirse de los miembros inferiores, sino de cintura arriba; empezado el combate, el se- ñor Juan Zehrowitz asió de los hombros a su con- trario y le empujó hacia un escaño de piedra, y al tropezar con él le faltó un pie; D. Juan hizo que res- balase para que cayera, y ya caido en tierra se sen- tó sobre él (D. Juan era hombre membrudo y de gran estatura, y su contrario era pequeño), pero esta victoria la debió solo a la fortuna, porque el venci- do protestó, y los obispos y demás espectadores quedaron muy admirados pues nunca aquel hombre había sido, en aquella suerte de lucha, antes ven- cido >.

Pidió el Rey la repetición de la lucha, y asistió a ella, venciendo el luchador al extranjero con suma facilidad. El pueblo manifestó su júbilo en tal forma que el rey, los nobles y los obispos ofendiéronse ante desconsideración semejante.

Hubiéronse de admirar los extranjeros de la fuer- za de aquel hombrecillo, que, poniendo su mano sobre el hombro de D. Juan, saltó a pies juntillas sobre el hombro y sobre la mano, contándose de él que carg-ado con las armas corría cinco o seis mi- llas sin que nadie pudiera alcanzarle.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 137

La descripción que en el viaje se hace de Olme- do y de sus habitantes no puede denunciar un es- tado de mayor corrupción de costumbres.

«De esta ciudad dice no tengo que escribir otra cosa sino que sus habitantes son peores que los mismos paganos, porque cuando alzan en la misa el cuerpo de Dios, ninguno dobla la rodilla, sino se quedan en pie como animales brutos, y hacen una vida tan impura y sodomítica, que me da pena y vergüenza contar sus maldades».

Los viajeros fueron tres veces embestidos, que- riendo asaltar sus posadas para saquearlos, y al sa- lir a la calle les escupían y afrentaban de muchas maneras, buscando pendencia para poder matarlos y robarlos.

«También nos hicieron añade otra injuria: re- tozando Juan Zehrowitz con una muchacha le palpó un pecho, y habiéndolo visto un castellano, lo mal- decía en su lengua, aunque al pronto no le entendi- mos; D. Juan le dio una puñada y le echó de casa; mas apenas habían pasado dos horas, volvió aquel hombre con cerca de otros cuatrocientos y rodeó la posada con deseo de matarnos, lo cual sabido por el Rey envió al punto unos nobles para que apaci- guasen aquel bullicio».

A continuación y como uno de tantos sucesos inherentes al estado de rebeldía en que se agitaba por entonces el país, dícese en el relato haber visto los viajeros la ejecución pública de uno de los re- beldes al rey, y en la descripción señalan rasgos y detalles de una extrema crueldad, de la que no se encuentra rastro en ningún otro libro o manuscrito de la época.

138 J. GARCÍA MERCADAL

Dicen era costumbre ejecutar a los condenados llevándolos al suplicio sin despojarles de sus vesti- dos de oro, cuando por su condición los poseían; y que una vez en el lug-ar de la ejecución se les ataba al rollo, señalándoles sobre el pecho un blanco en el lugar correspondiente a la tetilla izquierda. Una vez así dispuesto no era deshonra sino honor el em- puñar el arco y asaetear el condenado a muerte, pu- diendo tirar cuantos quisieren, dándose veinticuatro maravedises al que acertaba, y entregando un cas- tellano de oro el que no daba en el blanco.

El narrador dice haber presenciado un suplicio semejante, en el que muchos erraron teniendo que pagar en oro su falta de acierto, que no sería segu- ramente porque el pulso les temblase; y añade ha- ber visto en Vizcaya otro género de suplicio toda- vía peor, en el que al condenado se le ataba con una cadena por mitad del cuerpo a una columna o barra de hierro, poniendo alrededor cuatro haces de leña más altos que la columna, a los que se pren- día fuego; antes de consumirse por entero la hogue- ra el condenado quedaba reducido a su esqueleto.

Dice también que en toda ciudad de Vizcaya, a poco grande que fuese, había siempre horcas levan- tadas enmedio de la plaza, dejando a los ahorcados tres días expuestos, y castigándose allí los robos con tal rigor que si alguno hurtaba un óbolo se le ahorcaba.

También es curiosa, al hablar de los habitantes de Olmedo, la siguiente noticia: «Viven entre ellos, dice, muchos paganos que llaman sarracenos; pero ¿quienes son mejores, los cristianos o los paganos? No juzgo fácil resolverlo».

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 139

En torno a Medina del Campo, ciudad adonde des- de Olmedo se dirigen los viajeros, extendíase la tierra llana en unas quince leguas, no hallándose ni rastro de bosque. «Los habitantes usaban para ha- cer fuego el estiércol de los animales, y así guisa- ban su comida; también gastan en lugar de leña césped, que arrancan y amontonan en el verano para que se seque, y sarmientos de viña».

Nueve millas antes de Salamanca los viajeros tie- nen un encuentro verdaderamente curioso. Un er- mitaño, que vivía solitario en una casa rodeada de bosque, y del que se decía ser un Rey de Polonia que, pasando por muerto entre los suyos, habíase retirado allí castigándose por no haber guardado con los infieles la fe jurada. Un peregrino polaco, que se había unido a los viajeros, aseguró recono- cer al rey de su país por la señal de tener seis de- dos en cada pie, lo que en el ermitaño comproba- ron después de repetidas súplicas para que se des- calzase.

De Salamanca dicen ser gran ciudad, muy concu- rrida de estudiantes y en donde florecían más los estudios que en ninguna otra provincia de la cris- tiandad. «En medio de la plaza está la horca, y si algún criado roba, lo cuelgan y lo dejan allí por tres días, y al cabo de ellos lo entierran en el ce- menterio; a los forasteros acostumbran ahorcarlos en otra horca que hay fuera de lugar».

Allí vieron los viajeros el día de Santiago una fíesta de toros, en la que el tercer toro mató dos hombres e hirió a otros ocho y a un caballo.

De Salamanca a Bóveda sorprende a los viajeros la gran cantidad de cigüeñas que vieron, pasarían

140 I. GARCÍA MERCADAL

de mil, así como la muchedumbre de langosta que asolaba todos aquellos términos.

Por Ciudad Rodrigo, San Felices e Hinojosa de Duero dejan Castilla para meterse en Portugal, ha- ciendo desde allí una visita a Galicia, cruzando el Miño.

De esta primera estancia en tierra portuguesa las noticias más curiosas que aparecen en e! relato son las que dicen haber visto en los montes de Tua ser- pientes que seguían al hombre y a los ganados vo- lando, haber tropezado también en dichos montes con escorpiones que alcanzaban el tamaño de pe- rros medianos de caza, y lagartos como gatos.

XIV

ROSMITHAL EN GALICIA

LA IMPRUDENCIA DE UN PAJE PONE EN GRAVE APRIE- TO A LOS VIAJEROS. LOS RECUERDOS DEL APÓSTOL. DE CÓMO LLEGÓ A GALICIA EL CADÁVER DE SAN- TIAGO.— LA CATEDRAL PROFANADA. DESCRIPCIÓN DEL TEMPLO Y DE SUS RELIQUIAS. LA BARCA DE MUJÍA.

ATRAVESANDO el Miño la cabalg-ata de Rosmi- thal pasó de Portug^al a Galicia, cruzando por Tuy y Redondela camino de Santiago. Por cierto que al salir de Redondela cuéntanos Schascheck la mayor exajeración de su relato, pues dice que a la derecha mostrábase el reino de Escocia. ¡Buena vis- ta la del secretario de Rosmithal!

En el camino de Pontevedra a Santiag-o ocurrió- les un suceso que cuenta el cronista del siguiente modo: «Cuando llegamos en este camino a un bos- que de castaños, un muchacho, paje del señor, con una varilla, al efecto aparejada, tiraba piedras por aquellos bosques, porque lo había visto hacer a los de la tierra, que de este modo arrojan las piedras muy lejos y muy altas, y él para imitarlos quiso ha-

142 j. garcía mercadal

cer como ellos, y por imprudencia y sin que nos- otros lo viéramos, hirió a un hombre hasta hacerle echar sangre, el cual, por medio de Heroldo, nos increpó con ira, amenazándonos con que habíamos de pagar nosotros aquella culpa; a lo que le respon- dió Heroldo: «¡Buen hombre! no te indignes tanto por ese suceso, pues sabes que ese muchacho, como no te veía, te ha herido sin intención >; dicho esto, nos fuimos. Junto a aquel camino había una venta, donde suelen detenerse los caminantes a comer y beber, porque en cinco millas no hay lugar ni cas- tillo.

Cuando volvíamos de Santiago, caminando algu- nos a pie y otros a caballo, al llegar a esta venta en- contramos cerca de cien hombres que había con- gregado el que fué herido por el paje, armados de espadas, picas y ballestas para matarnos. Nuestro Heroldo les increpó en lengua gallega, diciéndoles: «¿Por vengar una herida tan leve queréis matarnos a todos? Ignoráis que este señor es de alta y nobi- lísima alcurnia y que va peregrinando para ver las cortes de los Reyes como a tal varón cumple? Por tanto, sabed que si nos matáis tan sin causa, no que- daréis impunes». Oido esto se separaron unos cin- cuenta para consultar lo que harían, mientras nos rodeaban los restantes; por su parte el Señor exhor- taba a los suyos diciéndoles: «Queridos amigos, ved si estos hombres determinan nuestra destrucción, y si así fuere, será menester que les resistamos y nos defendamos con bizarría, porque las súplicas no se- rán de provecho; si lo pide el caso les acometeré, y vosotros imitadme y seguidme; y si perecemos ei el trance, nuestro nombre quedará perenne y glorio-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 143

SO por el valor que mostramos en nuestro fin». Pero después que hablaron entre aquellos hombres, respondieron a Hero!do: «Di a ese ilustre Señor que no queremos hacerle fuerza ni a él ni a sus compañeros, que olvidamos lo acontecido, y que si lo desea estamos pronto a acompañarle hasta el pun- to donde vaya a posar». De esta manera nos sepa- ramos de aquella g-ente sin recibir ning-una injuria».

En Padrón, ciudad donde se estrelló el apostola- do de Santiago, pues habiendo predicado allí un año entero no pudo convertir más que dos hombres a la fe de Cristo, vieron en un monte que domina- ba la ciudad cierta iglesia alzada en el sitio de las predicaciones del Apóstol, cerca de una cueva don- de el santo se refugiaba huyendo de las pedradas de los paganos, y en la que alcanzaban el perdón de sus culpas cuantos en ella penetraban. Sin em- bargo, Rosmithal no llegó a entrar, porque la entra- da era muy angosta y una de sus hombres estuvo a punto de asfixiarse.

Sobre ia venida del cuerpo de Santiago a España hubo de recoger la que ya Ambrosio de Morales caHfica üc piadosa invención, diciendo lo siguiente:

«Santiago, hostigado por muchas contrariedades, no pudiendo permanecer en Galicia, fué a otras tie- rras, y por último, a Jerusalén, y predicando allí a Cristo y convirtiendo a los judíos, fué preso por Herodes, que le cortó la cabeza con una hacha, la cual está puesta en un altar junto a su sepulcro; sus discípulos recogieron ocultamente su cuerpo, po- niéndole en una nave que estaba en la ribera del mar, y cuyo rumbo guiaba un ángel que bajó de los cielos y se mostró a sus discípulos; en el cielo apa-

144 J. GARCÍA MERCADAL

recio también una luciente estrella que les mostró el camino hasta la ciudad de Padrón, en que San- tiago había residido, la cual dista cuatro millas del lugar donde está ahora sepultado. Cuando llegaron al río de dicha ciudad, que se llama el Sar, pusieron el sagrado cuerpo sobre una peña, que todos vimos y en la que está impresa la figura del cuerpo, la cual se ve todavía como si estuviera acabada de hacer, y habiendo oido el Pontífice (1) que los peregrinos quebrantaban por todas partes aquella peña, la su- mergió en el agua y labró unos escalones desde donde pudiera la gente contemplarla, y aunque el agua es harto honda es tan clara que se ve bien la peña desde aquellos escalones. Los ministros de la reina Lupa, cuando supieron que había llegado aquella nave, fueron al alcázar y le dijeron que había llegado aquel Jacobo o Jago que había estado antes en aquellos lugares seduciendo al pueblo. También fueron al alcázar los discípulos de Santia- go para suplicarle que les diera algunos bueyes o muías para conducir el cuerpo del Santo al lugar que la estrella había señalado, pero aquella inhuma- na Reina tan cruel, principalmente con todos los cristianos, tenía un dragón fiero y sanguinario, al cual echaba aquellos que quería matar, y al punto los destrozaba; también tenía dos toros ferocísimos a los cuales arrojaba a aquellos cuya muerte resolvía, y los toros mataban al punto a los que cogían, de suerte que nadie osaba acercarse a ellos. La Reina mandó primero que echasen los discípulos de San- tiago al dragón para que los destrozara, diciéndo-

(i) Aquí por Pontífice hay que entender el Obispo de la dió- cesis. (Nota del traductor).

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 145

les: «Id al punto y tomad las bestias que necesitáis para conducir el cuerpo». Y al encontrarse con el dragón que había de devorarlos, no sólo no les hi- zo ningún daño, sino lo que es maravilla, parecía que los veneraba y se humillaba ante ellos para ha- cerles honra, lo que causó gran admiración a los que estaban presentes; también se admiró de esto mu- cho la Reina cuando lo supo, porque cuantas per- sonas se habían antes echado al dragón las había devorado al punto; mas viendo que entonces no lo había hecho, mandó que arrojasen los discípulos a los toros, a que nadie osaba acercarse; pero en cuanto los vieron se llenaron de terror y los que esto presenciaron fueron a relatárselo a la Reina, la cual, conmovida y aterrada con tales milagros, se convirtió a la fe de Cristo con todos los suyos, mandando que se dieran a ios discípulos aquellos toros, con los cuales condujeron el cuerpo de San- tiago al lugar a donde la estrella los guiaba, y lle- gados a cierto punto, la estrella se quedó inmóvil y los toros se pararon por su voluntad; allí colocaron el cuerpo, y en ese sitio está hoy el sepulcro donde Santiago con muchos milagros patentes, ha conver- tido innumerables infieles a la fe de Cristo, y allí eri- gieron el templo dedicado a su nombre, que hoy resplandece hasta el punto que la ciudad que le es- tá unida, dejando su antiguo nombre de Compos- tela, se llama ahora Santiago».

Cerca de la ciudad santa tropezaron con una fuente en la que, por haber bebido en ella el Após- tol, había la creencia de que cuantos de ella bebían estaban durante un año libres del peligro de te- ner calenturas.

10

146 J. GARCÍA MERCADAL

El secretario de Rosmithal nos hace de la ciudad de Santiag-o la siguiente descripción: «La ciudad de Santiag-o, está situada entre grandes montes, es muy espaciosa y está ceñida de una sola muralla, cuyas almenas están por una parte llenas de violetas ama- rillas, que se ven desde lejos, y por otra los muros están tan cubiertos de hiedra que parecen un bos- que; rodea la ciudad un ancho foso y coronan el muro torres cuadradas de antigua fábrica, que dis- tan muy poco espacio unas de otras».

Cuando Rosmithal y sus acompañantes pusieron ios pies en Santiago de Compostela encontraron la ciudad totalmente agitada, envuelta en las luchas in- testinas entre el arzobispo D. Alonso Fonseca y los nobles. Estaban a la sazón el arzobispo y veintitrés sacerdotes presos por los partidarios del Conde de Trastamara, que lo era entonces D. Alvaro Pérez Osorio, señor que tenía a sueldo doscientos hijos- dalgos, teniendo sitiada en la misma catedral com- postelana a la madre del arzobispo y a su hermano, que resistían tenazmente el asedio.

La iglesia había sido profanada. «Por causa de es- ta profanación el Pontífice había puesto entredicho a! que tom.ó la ciudad, a los que atacaban el tem- plo y a todos los sacerdotes de Galicia, mientras tuvieran presos al Arzobispo y a los canónigos; por esto no se decía misa en toda la provincia ni se bau- tizaban los niños, y estaban insepultos los muer- tos».

Muéstranos esto bien patente el poco respeto que se guardaba por entonces a las iglesias, convertidas por los propios eclesiásticos no solo en fortalezas para defender sus poderes o partidismos, sino hasta

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 147

en viviendas, no solo de las personas sino hasta de los animales.

Recuérdese que en las Cortes de Bribiesca; rei- nando D. Juan I, se decreta la siguiente medida: «Acaesce muchas vezes en la nuestra corte que los nuestros posaderos o de la Reina o de los Infantes o de la nuestra chancellería asynan e dan posadas a algunos en las eglesias, e aquellos a quien son dadas tienen allí sus bestias, lo cual es muy feo e deso- nesto que las egiesias que son casas de Dios e don- de se consagra tan santo maravilloso sacrificio como es el cuerpo de nuestro sennor Jhesu Christo, sean assy ensuziadas por establos de bestias; e lo que nos- non consentiríamos que se feziese en la nuestra casa rrazon es que mandemos que se non faga en la casa de Dios».

La situación anormal en que la comitiva de Ros- mithal encontró la catedral de Santiago estuvo a punto de ser causa de que no pudiesen visitar el se- pulcro del Apóstol, después de haber peregrinado desde tan lejanas tierras con semejante objeto. Ro- garon a los sitiadores les permitiesen la entrada, quienes decían negársela porque si entraban era dudoso que la madre del arzobispo les diese licen- cia para salir. Mas por fin lograron entrar, siendo bien recibidos, aunque celebrándose ciertas cere- monias previas para reconciliarlos con la Iglesia, ya que los consideraban en principio como excomul- gados por haber hablado, comido y bebido con quie- nes intentaban destruir las reliquias y habían puesto preso al arzobispo.

De su visita a la catedral com.postelana, en la que penetran descalzos, Schaschek hace la siguiente re-

148 J. GARCÍA MERCADAL

iación: «Allí nos mostraron los sacerdotes, hacién- donos mucha honra, todas las reliquias que en el templo se g-uardan; nos enseñaron primero el sepul- cro en que está Santiago, hecho en el mismo altar; en el que se ve también la hoz o hacha con que le cortaron la cabeza, atada al ara con una cadena de hierro. Sobre el sepulcro se celebran todos los días los sagrados misterios; los sacerdotes de esta iglesia son del orden que se llama de los Canóni- gos, como los de la iglesia de San Wenceslao de Praga; después nos enseñaron el báculo que llevó el Santo en sus peregrinaciones, el cual está sujeto a un altar y revestido de plomo, porque los pere- grinos a hurtadillas le arrancaban pedazos y lo hu- bieran destruido, si el Sumo Pontífice no hubiera mandado sabiamente que lo revistiesen de plomo; por esto sólo se ve del báculo el clavo de hierro que tiene abajo, el cual se puede tocar con las ma- nos. Después nos mostraron la cabeza de Santiago el menor, apellidado Alifeo, y una espina de la co- rona de Cristo, un pedazo de madera de la Santa Cruz, y además otras muchas reliquias de santos que no se nombran, ni se enseñan sino el año de jubileo. Vimos después la bandera de Santiago que lle- van los cristianos que van a la guerra contra los in- fieles: es de color rojo y tiene pintada la imagen del Santo con vestidura blanca y montado en un caballo también blanco; el caballo y las vestiduras tienen pintadas unas conchas como las que suelen traer en sus esclavinas los peregrinos; esta bandera está ya muy consumida por los años. Contaban los sacerdotes que en la primera batalla a que ha- bían ido con aquella bandera, trece mil cristianos

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 149

que bajo ella estaban y que se habían convertido después de la muerte de Santiag-o, derrotaron y ahuyentaron a cien mil infieles con el auxilio divino y de Santiago. Apareció en aquella batalla ceñidas ropas blancas y montado en un caballo blanco, co- mo está pintado en la bandera, y esto ocurrió des- pués de la muerte de Santiago. (1)

Nos enseñaron después la cadena con que fué ata- do el Santo, la cual está clavada en una columna a la entrada del coro. La iglesia es grande, pero oscura y tenebrosa por dentro; la rodean seis torres; de ellas, cuatro son redondas y dos cuadradas; una se levan- ta en un ángulo no lejos de la puerta de entrada».

.Desde Santiago y antes de volverse a Portugal fueron a Finisterre, y por el camino dicen haber vis- to en ¡a costa una nave con sus remos, cables y de- más aparejos, hecho todo de piedra, recogiendo la leyenda de que en aquella nave habían venido a Ga- licia Jesucristo y su madre, desem.barcando allí y subiendo al monte llamado Finisterre, donde se fun- dó el santuario de Nuestra Señora de la Barca.

Esta nave es una gran roca conocida en el país con el nombre de la barca de Mujía, por estar en sus inmediaciones, y que, bañada por el mar, hay ocasiones en que parece moverse como si se trata- se de una embarcación.

Después de esta visita a Finisterre la comitiva de Rosmithal tornó a Portugal, de donde emprendieron su viaje de vuelta, en ei que habremos de seguirles, entrando en España por Extremadura y cruzando Castilla, Aragón y Cataluña.

(ij Tradición de la batalla de Clavijo, bastante confusamen- te recordada.

XV

EL REGRESO DE ROSMITHAL

LOS OJOS DEL GUADIANA. EL MONASTERIO DE GUADALUPE: SU FUNDACIÓN. UN TEMPLO DONDE SE DECÍAN CIEN MISAS DIARIAS. UNO DE LOS VIA- JEROS ENFERMA EN EL MONASTERIO. FUNDACIÓN DEL MONASTERIO: LA VIRGEN SE APARECE A LOS TRABAJADORES. TOLEDO, SEGUNDA CIUDAD DE CASTILLA. MADRID, LUGAR NO MUY GRANDE. LAS FRONTERAS DE ARAGÓN. POR TIERRA DE IN- FIELES.— LAS COSTUMBRES DE LOS MOROS. SIETE MUJERES PARA CADA HOMBRE.

REMONTANDO el curso del Guadiana, cuyo nom- bre romano de Anas recuerda Schaschek, pa- san de Badajoz a Mérida, de la que apunta ser ciu- dad arruinada por los romanos, cuando fueron éstos quienes la dotaron de sus más importantes monu- mentos; también se deja ver otro error al decir que el Guadiana «viene por una cueva por espacio de siete leguas debajo del monte que domina la ciudad y vuelve a parecer cerca de ella», siendo así que el río reaparece en Villarrubia, pueblo de la Mancha. Por Medellín y Madrigalejo los viajeros pasan a visitar el monasterio de Guadalupe, de cuyas rique-

152 J. GARCÍA MERCADAL

zas hácense lenguas, diciendo no haber iguales en ninguna parte. La renta del convento ascendía a cuarenta mil trescientos veinticuatro doblones, pa- reciendo el monasterio una ciudad y diciéndose en él lo menos un centenar de misas diarias. El con- vento era grande y hermoso, teniendo treinta y dos caños de agua. «Tienen los monjes por regla nos cuenta Schaschek que si alguien, yendo a la gue- rra o peregrinando para visitar los santos lugares, llegase allí y cayese enfermo, están obligados los frailes a recogerlo en el convento y a proporcionar- le todo lo necesario; si muere le han de hacer fune- ral proporcionado, y si convalece de su dolencia y él los pide, han de darle los medios de que llegue a donde iba, costeándole el viaje, pues así se manda en su regla».

Uno de los acompañantes de Rosmithal enfermó allí, y de vuelta a su patria «publicaba la humanidad de aquellos frailes, la manera como lo trataron y como cuidaron de él durante su viaje por toda Es- paña, hasta que llegó a la frontera de Francia».

«Allí se nos refirió cuenta el viajero lo siguien- te: Habitaba en aquel lugar un ermitaño que hizo una capilla de madera; pero obrándose grandes mi- lagros, empezó a acudir gente que dio dineros para que se labrase un templo mayor: muerto aquel er- mitaño le sucedió otro que levantó una capilla de piedra. Según los frailes, se reñere también en los anales del monasterio que cuando éste empezó a fundarse se apareció la Madre de Dios a los traba- jadores en forma de doncella, suministrándoles las piedras. En este monasterio nos mostraron primero las reliquias de varios santos, y después un cáliz de

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 153

oro primorosísimo, adornado con piedras preciosas, regalo del Rey de Portug-al, mayor que cuantos an- tes habíamos visto; vimos también la custodia en que se coloca y muestra el cuerpo del Señor, asi- mismo de oro y piedras preciosas, tan grande que no la puede levantar un hombre; también vimos unas ráfagas y varas que tenían de oro puro y que eran harto grandes; todo esto lo había dado el Rey de Portugal».

Por Pedroso, Puente del Arzobispo y Talavera pasaron a Toledo, de cuya ciudad dice Schaschek ser la segunda de Castilla, deteniéndose muy poco en la descripción de su catedral, y dando una bre- ve' versión del regalo de una casulla hecha por la Virgen a San Ildefonso.

De Toledo pasan por Cabanas y Getafe, diciendo que a dos millas estaba Madrid, «que es un lugar no muy grande, situado en una colina que cercan campos»; y de allí visitan Alcalá de Henares, «lugar murado y con castillo», en donde tanta era la fama lograda por D. Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santiílana, que le dan por vivo y como habitador de Guadaíajara, por donde los viajeros no cruzaron, después de pasados ocho años de su muerte.

Por Hita,Sigüenza, «que puede compararse por su extensión y comodidad a cualquier ciudad de Cas- tilla», y Medinaceli, llegan a las fronteras del reino de Aragón, desde donde «el camino es por tierra de infieles, que ocupan una gran región y que no consienten que viva entre ellos ningún cristiano».

Esto, como escribe Fabié, «prueba que en tiem- po de la Reconquista, y a pesar de su carácter reli-

154 J. GARCÍA MERCADAL

gioso, nuestros antepasados tuvieron gran tolerancia con los pobladores moriscos, los cuales, dedicados especialmente a la agricultura, contribuían de un modo notabilísimo al aumento de la riqueza pública; esta tolerancia se convirtió alguna vez en marcadísi- mo favor, especialmente en el tiempo en que Rosmi- thal estuvo en Castilla, pues, como ya hemos dicho, Enrique IV sentía gran afición a los moros, cuyas costumbres seguía y de cuyos vicios participaba en altísimo grado». (1)

De Medinaceli pasaron a Monreal de Ariza, y aígo más allá hubieron de tropezar con unas gran- des piedras que marcaban los límites entre Aragón y Castilla. Y ya por tierras aragonesas fueron a Bu- bierca, lugar anejo a un castillo, y de allí a Calata- yud, «ciudad colocada en lugar montuoso que se- ñorean dos castillos», anotando la existencia en su arrabal de muchas habitaciones labradas en la roca.

Cuatro días tardaron en salir a tierra llana los via- jeros, al abandonar Calatayud, ocupándolos en atra- vesar unos montes muy ásperos, llegando a la Al- munia, < lugar fuerte no muy grande», y de allí a la Muela, «aldea situada en los montes».

Por cierto que bien porque Schaschek llamase moros granadinos a cuantos en España vivían, o porque al hacerlo hablase de referencias, lo cierto es que nos lega en este punto de su relación un cua- dro incompleto de las costumbres moriscas dicien- do lo siguiente: <Las costumbres de los sarracenos granadinos son éstas: cada uno tiene siete mujeres, y si no le place alguna, la puede repudiar y casarse con otra; entre ellos vimos muchos judíos con quÍ2-

(l) Viajes ¡¡or E.^piiñ'i^ Introducción, Lxvii.

ESPAPÍA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 155

nes viven en paz; no están contentos con su Rey, lo destronan o le matan y ponen otro, lo cual hacen con frecuencia; en aquel país son las mujeres muy hermosas y bien ataviadas, pero los hombres son muy feos. La tierra es muy buena y abundante en frutos. Tiene mezquitas muy bellas, según su gusto, y muy limpias».

XVI

ROSMITHAL EN ARAGÓN

ZARAGOZA, CIUDAD RODEADA DE TERRENOS PAN- TANOSOS.— LOS EMISARIOS DEL REY D.JUAN II. EL FRACASO DE SANTIAGO COMO PREDICADOR. EL APÓSTOL ESCULTOR. LA VIRGEN DEL PILAR, LA MÁS ANtlGUA DEL ORBE. LA LEÑA USADA EN LA CAPI- TAL ARAGONESA. LA VISITA AL REY Y SU ORDEN DE CABALLERÍA. LOS JUDÍOS BLANCOS DE OSERA. LOS ENEBROS GIGANTES DE MONEGROS FRAGA, PLAZA FUERTE FRONTERIZA.

CELEBRABA Cortes el Rey D. Juan li para tratar del matrimonio de su hija doña Juana con el príncipe castellano don Alfonso, proclamado rey por la nobleza que como secuestrado le tenía, cuan- do Rosmithal y sus acompañantes llegaron a Zara- goza, de la que en el viaje se deja hecha la siguien- te descripción:

«Esta ciudad es cabeza de Aragón, está situada fen llano, rodeada por una parte de hermosas viñas y por otras de pantanos y lagunas; corre junto a ella un gran río llamado el Ebro, que cuando se desborda ^ausa daños en la ciudad y en algunas le- guas alrededor, y tiene un largo puente de piedra».

158 J. GARCÍA MERCADAL

Al entrar el noble bohemio en la ciudad con su lucido séquito, estaban en ella D. Juan ii y su hijo D. Fernando, el que había de hacer famoso el so- brenombre de Católico. Rosmithal no fué recibido sin que antes se examinasen las cartas que llevaba de la Emperatriz de Alemania y de todos los reyes y príncipes que antes de llegar allí había visitado. Llamó la atención lo numeroso y rico de la comiti- va, tanto, que apenas hubieron descabalgado en sus posadas viéronse visitados de los ministros para in- dagar si viajero que de tal modo llegaba era Rey o Príncipe de algún lejano país.

Al siguiente día y ya examinadas, fuéronle de- vueltas las cartas cuya entrega se les había solici- tado, más regalos de parte del Rey, con la indi- cación de que les sería entregado cuanto pidiesen. Los viajeron dijeron no pedir oro ni plata, sino úni- camente el Real sello que atestiguase haber visitado aquella corte. A los tres días volvieron de nuevo a ser visitados por los enviados del Rey, rogando a Rosmithal no se impacientase por no haber sido to- davía recibido por D. Juan ii, pues estaba ocupado en la resolución de graves negocios.

El viajero habla de la magnífica casa donde se tenían las Cortes, y de que en la ciudad fué preso y llevado al suplicio el Rey de los infieles, sin pun- tualizar a quien se refiere; dice además que Santia- go al predicar allí a los infieles no logró conver- tir a nadie, otorgándosele sin embargo el que edifi- case una capilla a la Virgen, cuya imagen hizo con sus propias manos, y que no había en ningún reino ni provincia de la cristiandad imagen de la Santísi- ma Virgen tan antigua como la del Pilar.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 159

Como detalle curioso dice usarse en Zaragoza para la lumbre leña de ciprés, de acebuche y de ro- mero, porque los campos que rodeaban a la capital de Arag-ón eran tan abundantes en esta clase de ar- bustos que en cuarenta millas que anduvieron por aquellas tierras no vieron otra cosa.

De la visita al Rey el viajero nos hace el siguien- te relato:

«Al cuarto día vinieron a la posada del Señor al- gunos barones y caballeros que lo acompañaron, así como a su comitiva, para ir a ver al Rey. Llega- dos a palacio, el Rey se adelantó unos pasos al en- cuentro del Señor y le recibió muy honradamente y también a la comitiva; el Señor saludó entonces al Rey por medio de Heroldo, según la costumbre de todos los reyes y príncipes, y el Rey le dijo lue- go: «Sé que recorres y visitas las Cortes de los re- yes como cumple a un noble varón, y por esto, ca- ro amigo, cualquier cosa que me pidieres te será otorgada>. Y entonces el Señor rogó humildemen- te que no tuviese a mal honrarle a él y a los suyos . con las insignias de su Real Orden de caballería: el Rey se lo prometió así al punto, con ánimo genero- so, y le dijo además que si deseaba dineros se le darían al punto, a lo cual respondió el Señor: «Se- renísimo Rey, ciertamente no he dejado los patrios lares para volver a ellos rico en dones, sino para vi- sitar las cortes de los reyes y príncipes, para ganar saber y consejo; por esto he pedido a tu Majestad, y de nuevo te pido en mi nombre y en el de mis compañeros, que nos otorgues las insignias de tu regia Orden de Caballería>. Oído esto el Rey man-

160 J. GARCÍA MERCADAL

al punto que se la otorgasen, para lo cual estaba todo dispuesto.

Tomando entonces el Rey las insignias en sus manos, se las puso primero al Señor, y después a los demás que le acompañaban, y dijo: «Te conce- do plena y absoluta facultad para que puedas dar estas insignias de que ahora te he investido a los varones virtuosos y de noble sangre, con la misma autoridad con que pudiéramos hacerlo nosotros en nuestro solio , y esto por lo que te durare la vida.» El Señor dio al Rey por esto muy encarecidas gra- cias, pues le juzgaba a él y a los suyos dignos de tan grande honor. Después de esto dijo el Rey: «Por obligación de la Orden que se os ha conferi- do, debéis primeramente hacer oración a Dios, con frecuencia castigar vuestros cuerpos con ayunos, y dar limosna a los pobres». Prometido por el Señor y sus compañeros que lo harían así, y despedidos del Rey, volvieron a sus posadas, y al quinto día salimos de Zaragoza acompañados por gente del Rey hasta los confínes de Cataluña».

Marcharon los expedicionarios por los Monegros, y al pasar por Osera hubieron de advertir que allí todos los habitantes, menos tres, eran moros y ju- díos, permitiendo éstos últimos que Rosmithal viese el sitio en que solían hacer sus oraciones. Estos ju- díos eran de tez completamente blanca.

Gran sorpresa para quienes actualmente cruzan aquella parte de la carretera de Madrid a Francia por la Junquera... leer lo que Schaschek dice de que cerca del camino por donde iban crecían «ene- bros dobles, vulgares y rojos» con el tronco tan grueso que apenas si podían abarcarlos dos hombres

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 161

con los brazos extendidos. Eran tan altos como pi- nos, y las ramas se extendían como piras. ¡Qué di- ferencia con los desiertos actuales!

Algo más allá parece ser que tropezábéise tam- bién entonces con la tierra desértica de ahora. «Más allá el camino se dice en el relato va por unos desiertos que no crían más que romero, salvia y ajenjos, pero el ajenjo crece aquí de un modo di- ferente que en nuestra tierra, porque aquí es muy delicado y florece dos veces al año, en el invierno por Cuaresma y en otoño por San Martín; esta re- gión es cálida».

De Osera pasaron a Peñalba, lugar dominado por un castillo grande pero abandonado, y a cuatro mi- \\&s encontráronse con Fraga, plaza fuerte sobre el río Cinca, con un puente de madera, y última ciu- dad de Aragón.

11

XVII ROSMITHAL EN CATALUÑA

GUERRAS CIVILES EN TODAS PARTES. UN ATAQUE DE BANDIDOS. LUCHAS ENTRE UN BOHEMIO Y UN CATALÁN. LA PERSECUCIÓN DE UN ADÚLTERO. LA MALA OPINIÓN SOBRE LOS CATALANES. LA SEGURI- DAD PERSONAL EN BARCELONA. LOS CORSARIOS DEL MEDITERRÁNEO. CATALANES, PEORES QUE IN- FIELES.— EL PRÍNCIPE DE VIANA ADORADO COMO SANTO. LA LIMPIEZA Y LAS PALMERAS DE BARCE- LONA.— HISTORIETA UN VIEJO SEMBRADOR DE PALMERAS.

ROSMITHAL en SU viaje a España se nos aparece como un predestinado para tropezarse por to- das partes con la guerra civil. La había en Navarra, entablada entre ag-ramonteses y beamonteses; la halló en Castilla, en los azarosos días de Enrique IV y en Galicia, entre el arzobispo Fonseca y los par- tidarios del conde de Trastamara; volvió a tropezar con ella en Aragón y Cataluña, entre D. Juan ii y los varones y pueblo de Cataluña, a quienes violen- taba jurar como heredero de la corona al príncipe don Fernando, llamado a realizar con su matrimonio

164 J. GARCÍA MERCADAL

con doña Isabel de Castilla la unión de los dos grandes reinos.

Con motivo de la guerra e! territorio catalán en- contrábase en la ocasión del paso de Rosmithal in- festado de ladrones. Apenas dejadas atrás las ciuda- des de Lérida, rodeada de campos abiertos muy abundantes en granados: Tarragona, plaza fuerte, cercada de lagunas y de viñas; Cervera, residencia entonces del Cardenal de Cardona, que murió a poco de pasar por allí Rosmithal; Igualada, en un llano, al pie de un monte; Piera, lugar fuerte, en tie- rra montuosa; y Martorell, plaza de armas, señorea- da por un castillo labrado en lugar muy alto, los via- jeros hubieron de sufrir cierta aventura peligrosa y desagradable.

Existía entre Martorell y Molins de Rey cierto terreno pantanoso, no lejano del mar, por el que era forzoso pasar cruzándolo por una senda estre- cha, de suma dificultad para el tránsito de caballe- rías y de peones. Esta senda, además, estaba domi- nada por un monte lleno de peñascos, siendo un lugar muy bien dispuesto para lances de bandoleris- mo y piratería.

< Cuando pasamos por esta senda dice Schas- chek salieron de las breñas dos ladrones de mar y cogieron a Schaschonio, que se quedó un poco atrás de la comitiva, cuando pasaba aquellos peñas- cos; notólo Juan Zehroviense y gritó a los suyos di- ciéndoles que no sufriéramos que se lo llevasen, y queriendo salvarlo, corría por debajo del vientre de los caballos para llegar más pronto, porque la sen- da era muy estrecha; viendo los ladrones que les querían quitar la presa de las manos, trataban de

ESPAf5A VISTA POR LOS EXTRANJERO'. 165

arrojarlos al agua, pero como los compañeros ve- nían muy deprisa, los dejaron y se ocultaron en aquellas breñas, tan veloces que ninguno pudo se- guirlos».

Luego en Molins de Rey volvió a repetirse algo de lo que ya les había sucedido en Olmedo. Un ca- talán invitó a los forasteros a luchar, según era cos- tumbre militar en aquellos tiempos. Aceptado el desafío por Juan Zehroviense, éste lo venció y de- rribó con suma facilidad. Entonces el catalán le pro- vocó a un segundo combate a la barra, en cuyo ejercicio los catalanes eran muy prácticos, y enton- ces la victoria fácil quedó del lado del catalán. Con esto terminó la lucha y todos se retiraron a sus ca- sas y los extranjeros a su posada.

Pero... «como a cosa de las tres de la noche, dice el relato se levantó gran tumulto en la ciu- dad; por todas partes se oía el tañer de las campa- nas y una gran muchedumbre de gente acudía a nuestra posada, armada de flechas y empezaron a combatir la casa, sin que nosotros, por más que lo pensábamos, pudiéramos dar con el motivo de tal suceso. El Señor entonces, animando a los suyos, les dijo:

«Amigos, estos hombres no traen buenos in- tentos, vienen armados y combaten la casa, y yo creo que no quieren sino matarnos; ánimo, pues, y resistámosles como cumple a buenos y fuertes varo- nes, hasta donde nos alcancen las fuerzas; yo aun- que tengo el mismo temor por el éxito que cual- quiera no me apartaré de vosotros, vivos o muertos>.

Fortificados con esta plática, tomamos las armas y nos pusimos en lo a'to de las escaleras que iban a

166 J. GARCÍA MERCADAL

nuestras habitaciones, y el Señor mandó que cada uno se defendiese y que no abandonase su puesto mientras le quedara vida; entonces aquellos hom- bres dijeron a nuestro Heroldo que nos querían ha- blar, diciéndonos que nos sosegásemos; el Señor mandó a Heroldo que dijese que no podíamos es- tar sosegados viendo acometida nuestra posada y rodeándonos tanta gente con armas, lo cual no po- díamos atribuir sino a que nos querían matar a to- dos, y si era así debían saber que no habían de sa- lir ilesos; dicho esto se apartaron y se adelantaron a la muchedumbre cuatro varones nobles de ilustre nacimiento, que dijeron a Heroldo:

«Di al Señor y a los demás buenos varones que con él están, que nos dejen entrar y les contaremos la causa de este alboroto; que prometemos que se- rán libres de todo peligro, y por si los demás aco- meten, nosotros nos quedamos en vuestro poder como rehenes».

Oído esto, el Señor consultaba a los suyos lo que se haría y todos opinaban que debía dejarse entrar a los cuatro para hablar con ellos y a ninguno más; una vez en el atrio hablaron así:

«Señor, no conturbe tu ánimo este bullicio, porque su causa es la siguiente: aquel soldado que estuvo hoy en vuestra real casa y luchó y tiró a la barra con uno de los vuestros, ha sido sorprendido en adulterio y muerto por el marido y buscamos al homicida en vuestra posada, por creer que se haya refugiado en ella y como no pudimos entrar por eso la acometimos».

A lo que el Señor les contestó:

«Nosotros no quisimos dejar que entraseis, por-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 167

que os vimos correr armados y preparados para darnos muerte >.

Rogaron después al Señor que no se enojcise, porque la causa de lo ocurrido era la dicha».

Sin embargo de todas estas mutuas explicaciones los extranjeros no debieron quedar muy convencidos, pues además de declarar que no acababa de con- vencerles aquella explicación, Schaschek apunta que «los catalanes son hombres pérfidos y malvados, que se llaman cristianos; pero que son peores que los in- fieles».

De Molins de Rey pasaron a Barcelona, de la que en el relato se dice ser ciudad grande y bella, famo- sa en" todo Cataluña y muy concurrida de mercade- rías, llena de castillos y con gran muchedumbre de palmeras junto a la ciudad. De lo que no debía an- dar muy bien entonces es de seguridad personal, pues el huésped de los viajeros advirtióles que mientras allí estuviesen no saliesen de la posada dos tres solos, sino todos juntos cuando quisieran pa- searse, pues había muchos corsarios que cogían ocultamente a los hombres para venderlos. Cuando prendían a alguno lo llevaban a sus barcos, y allí lo amarraban para que no pudiera escaparse, y después los vendían como esclavos y al apartarse de la ori- lla no los desataban sino cuando ya no se veía más que cielo y agua para que de ningún modo pudiese huir y al acercarse a la tierra volvían a atarlos y así reunían hombres para venderlos como un rebaño >.

Poco tienen que agradecerles los catalanes al se- cretario de Rosmithal, redactor de su viaje por Es- paña, pues después de lo que anteriormente deja- mos dicho todavía vuelve a la carga para decir lo

168 J. GARCÍA MERCADAL

siguiente: «No que otra cosa cuente de esta provincia sino que los que la habitan son los más pérfidos y malvados de los hombres, y tales como no los hay en ning-una tierra. Tres provincias de in- fieles recorrimos, Bárbaros, Sarracenos y Granace- renos y entre ellos estuvimos más seguros que entre los catalanes».

Después el narrador incurre en inexactitudes his- tóricas, confundiendo a D. Pedro de Portugal coi D. Carlos, príncipe de Viana, y diciendo que había muerto y el Pontífice lo había colocado en el núme- ro de los santos. La canonización del príncipe de Viana fué cosa de los catalanes que no del Papa, diciendo sobre esto Zurita lo siguiente: «Informába- se al Papa de parte del Rey que no solamente ha- bían aquellos (los catalanes) cometido este crimen de lesa-majestad, contra él; pero por otro mayor que fué procurando de canonizar la memoria del príncipe D. Carlos y que fuese puesto en el número de los santos y adorando y haciendo reverenciar su sepultura y sus imágenes, teniendo en sus iglesias y en sus casas retablos con fingidas historias de mila- gros del Príncipe como si fuera canonizado». (1)

En cambio Barcelona como ciudad debió gustar- les mucho, pues no recordando haberla ya elogiado vuelve nuevamente a decir que era «una ciudad grande y hermosa, y sus plazas tan limpias que aun- que llueva mucho no se ensucian los pies con el lo- do, porque todas están empedradas, y la lluvia arrastra las inmundicias y las lleva al mar, pues la ciu- dad está en la misma orilla; en ella hay un barrio en que los mercaderes que llegan hacen feria de sus

(i) Anales de Zmrita, parte )▼.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 169

mercancías; en los alrededores hay palmas que crian dátiles, pero no dan fruto hasta los cien años, y es semejante a los higos pero más dulces y agradables; tienen las palmas gran altura, y el tronco está reves- tido desde el pie hasta lo alto de escamas, y en la cumbre echa las ramas y el fruto; estas palmas son como aquellas con que salieron a recibir a Cristo cuando fué a Jerusalén>.

A propósito de estas palmeras Schaschek recoge «na leyenda, a la que asigna el carácter de historia.

«Cuando uno de los reyes de Francia hizo una peregrinación para visitar a Santo Domingo, yendo por Cataluña, vio un viejo que sembraba una palma y le llamó diciéndole: «Amigo, ¿qué siembras?» Y como dijese que una palma, el Rey le replicó: «¿Y por qué haces eso, si según dicen, ese árbol no fruto hasta los cien años?» A lo que él dijo: «Sere- nísimo Rey, ves muchos árboles de éstos no plantados por mí, cuyos frutos gozo, y por eso siem- bro esta palma, para que muerto yo, los que me sobrevivan cojan su fruto». El Rey dijo entonces: «Yate entiendo, no solo cuidas de tí, sino de la posteridad, y por tu justa solicitud y cuidado, yo te llevaré conmigo y te pondré en alto lugar».

De Barcelona pasaron por Mamoleu, lugar rodea- do de lagunas y selvas a Hostalrich, ciudad domi- nada por un castillo, y de aquí fueron a Gerona, también con otro castillo, y a Figueras, rodeada de amenos jardines y florestas pantanosas, internándo- se después en el Rosellón, ya f>erteneciente al Rey de Francia.

XVIII LA RELACIÓN DE TETZEL

UN CONDE SIN RELIGIÓN Y UN PUEBLO DE ASESINOS. MÁS DETALLES DE LA FIESTA DE TOROS. —NUEVA VERSIÓN DEL SANTO CRISTO DE BURGOS. LA VIDA PUEBLERINA Y LA MANERA COMO SE HACÍAN LOS VIAJES. LAS COSTUMBRES MORISCAS DE ENRIQUE IV DE CASTILLA. UN MATRIMONIO REAL, MAL AVE- NIDO.— LA CATEDRAL DE SANTIAGO CONVERTIDA EN ESTABLO. EL AMOR Y LA CIENCIA HIDRÁULICA. LEYENDA DE UNA PRINCESA DE MÉRIDA. UNAS MUJERES MAL FORMADAS. EL REY D. JUAN II, DE ARACÓN. BARCELONA, CIUDAD DE GRANDES RI- QUEZAS.

LA segunda relación del viaje de Rosmithal, hecha por el patricio de Nuremberg Gabriel Tetzel, contiene algunos extremos que no figuran en la de Schaschek, y de ellos vamos a ocuparnos en este capítulo.

Comienza el relato hablando de la visita hecha por los viajeros a los estados del Conde de Haro, en cuyas tierras y hasta en la corte encontraron vi- viendo en paz, aunque no pueda también decirse

172 J. GARCÍA MERCADAL

que en gracia de Dios, a cristianos, moros y judíos; cosa que hemos visto sucedía en aquellos tiempos por casi toda nuestra patria. «Dicen que el Conde es cristiano, apunta Tetzel, pero no se sabe la reli- gión que profesa>.

Del Conde fueron tratados espléndidamente. así de sus subditos, pues a continuación leemos W) siguiente: «En aquel lugar mora un pueblo asesino y malvado, que tuvo contiendas con nosotros, no pu- diéndose vivir con seguridad ni de día ni de noche y siendo preciso tener siempre embrazado el es- cudo».

Viene aseguida una versión algo distinta del su- ceso que les acaeció camino de Burgos, al defen- derse contra el cobro del derecho de portazgo, dan- do algunos más detalles que su compañero sobre el «combate de toros bravos, que trajeron del campo a unos chiqueros, y los soltaron después; tenían grandes perros españoles que lanzaban contra los toros; derribábanlos con violencia y los sujetaban el tiempo necesario para que llegasen los lidiadores y los atasen de los cuernos, llevándolos a la carnice- ría y despedazándolos; y ningún cortador podía des- pedazar carne de toro y venderla sin haberlo caza- do con los perros».

Lo que extraña más es que diga el viajero que ia carne de toro era la mejor que se comía, y añade que «en la ciudad habita un pueblo malvado y ase- sino compuesto de hombres groseros».

De la leyenda relativa a la invención del Cristo de Burgos Tetzel recoge la siguiente versión:

«Un gran milagro vimos nosotros allí. Fuera de la ciudad, y a la distancia de un tiro de ballesta,

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 173

hay un monasterio de monjas que tienen señorío y su abadesa es casi un obispo, y en otro convento de frailes que está en la vega hay un crucifijo del largo y grueso de un hombre, y nadie sabía de dón- de había venido. No está hecho de madera ni de piedra, y el cuerpo se asemeja enteramente a un hombre muerto. Crécenle el cabello y las uñas, y sus miembros se mueven cuando se les toca, y se palpa el cutis que los cubre, y su rostro es terrible- mente grave. Los maestros dicen que Nicodemus pidió a Dios cuando lo bajó de la cruz poseer una imagen semejante a la del Crucificado y que de no- che se le apareció el Crucifijo, y lo tuvo largo tiem- po en su poder, siendo desde entonces reverencia- do. El día en que nosotros lo vimos se verificaron tres grandes milagros: un niño muerto tres días an- tes, otro con las dos piernas rotas y un hombre con carbunclo, se pusieron buenos en un día, y así su- ceden de continuo innumerables milagros».

En cambio, en el relato de Schaschek se ha di- cho que desde doscientos años antes el Cristo ha- bía dejado de hacer milagros.

La tradición del famoso Crucifijo se convierte, en labios del narrador, en una aventura caballeresca; y a tales extremos llega su fantasía que de la narra- ción deduce nada menos que Burgos era puerto de mar, lo cual es más que demasiado. Hacia el año 412 dice haber aparecido en el mar un buque con velas desplegadas, una especie do buque fantasma, pues, asaltado por unos piratas no hallaion en él más que un gran cofre, que al intentar abrirlo una fuerza misteriosa les hizo caer como muertos. Una gran tempestad empujó el barco Lacia Burgos, que-

174 J. GARCÍA MERCADAL

dando allí inmóvil. Los piratas buscaron a un ermi- taño, contándole el caso y mostrándole el cofre: el ermitaño fué con el cuento a un obispo, quien al ser llamado para recibirle, soñaba todo cuanto el ermi- taño hubo de decirle, con lo que fueron procesio- nalmente en busca del cofre, que se abrió por solo para que el obispo viese la imagen.

Sacada la imagen del cofre fué llevada a! monaste- rio de San Agustín, de donde los vecinos la sacaron para llevarla a la iglesia mayor, mas la imagen volvió- se al monasterio, y esto no una sino varias veces. Sin duda alguna las que para Schaschek son monjas de las Huelgas, para Tetzel son «hermosas doncellas y señoras ricamente ataviadas a la usanza morisca», que recibieron a Rosmithal en el palacio de un poderoso conde. Dice que estas mujeres vi- vían a la usanza de las moras, bailando danzas muy lindas y siendo morenas, de ojos negros, comiendo y bebiendo poco y mostrándose sumamente ama- bles con los tudescos.

De las dificultades del viaje al cruzar Castilla des- de Burgos a Segovia, Tetzel dice lo siguiente:

«Caminamos algunas jornadas, y cuando llegába- mos a villas o lugares no querían darnos albergue y hubimos de acampar en despoblado. Si deseába- mos beber o comprar pan o cualquier otra cosa, ha- bía de ser con el dinero por delante, y en cuanto al vino, solo había el que transportaban con muías por medio de las montañas para los hatos y aldeas. Si pedíamos pan, nos daban harina pesada por libras; con la cual y con agua hacíamos una torta y la po- níamos sobre cenizas calientes. Si queríamos que comiesen algo los caballos, debíamos salir a buscar

ESPAÍ5A VISTA POR LOS EXTRANJEROS 175

hierba y segarla y traerla, y lo mismo sucede con el grano, que teníamos que pagar caro. Si apetecíamos comer carne, solo se encontraba de cabra, que de- bíamos despedazar y comprar los utensilios necesa- rios para guisarla, por lo cual creo que hasta los gi- tanos viven en todos los países mucho más esplén- didamente que nosotros en éste. Se encuentran muy pocas gallinas, huevos, queso y leche, pues no hay vacas y se come poca carne, alimentándose la gente solo de frutos».

No es muy lisonjero el cuadro de la vida pueble- rina que el viajero nos deja pintado en las líneas anteriores, ni tampoco los detalles que nos da a con- tinuación sobre la manera como se hacían entonces los viajes, condenados los viajeros a una gran so- briedad, especialmente los criados.

«En España, dice cuando viaja por tierra un personaje importante, cabalga él en una muía, y todos sus servidores, con frecuencia en número de treinta o cuarenta, han de ir a pie al paso de su Señor, an- dando a veces al día doce o catorce millas, y pre- cediéndole algunos. Cuando quiere comer o dor- mir han de guisarle y prepararle la comida, y con lo que deja han de contentarse sus criados. Es este un pueblo que sufre bien el hambre y los trabajos».

De lo que Tetzel nos más detalles que su com- pañero, es de las costumbres moriscas del rey cas- tellano D. Enrique IV, y de las grandes simpatías que mostraba en todo momento sentir por los infie- les. Dice haberlos recibido «sentado en tierra sobre tapices a la usanza morisca», y en la villa de Olme- do, donde la mayor parte de sus habitantes eran in- fieles. «El Rey describe tiene muchos en su cor-

176 J. GARCÍA MERCADAL

te, habiendo expulsado a numerosos cristianos y cedido sus tierras a los moros. Come, bebe, se vis- te y ora a la usanza morisca y es enemigo de los cristianos; quebranta los preceptos de la ley de gra- cia, y lleva una vida de infiel».

De los reyes dice lo siguiente: «La Reina se ma- ravilla sobremanera de nuestros cabellos, y es una linda señora morena; el Rey no la quiere y no yace con ella, y hasta dicen que no puede haberse con ella como marido. En cambio comete él grandes torpezas. Por esto y por expulsar a los cristianos de sus tierras y apoderarse de ellas, de sus castillos y ciudades y darlos a los moros, se ha levantado en armas el reino, haciendo rey a su hermano».

También de la fiesta de toros en Salamanca, ciu- dad donde estaba «la gente más piadosa que se puede encontrar en toda España», Tetzel más detalles que Schaschek, sin duda porque éste se había detenido algo más en la de Burgos.

«Tenían toros bravos dice Tetzel que traían a la plaza, y montados en caballos muy ligeros, dis- paraban contra los toros dardos que llevaban, dis- tinguiéndose el que estaba más tiempo a caballo y clavaba más dardos. Y se encolerizaban los toros, que corrían tras ellos, y los acosaban de manera que aquel día se llevaron dos hombres como muertos. Después que se terminó la corrida pelearon entre sí, y se dispararon sus lanzas, parando los golpes con sus escudos, como suelen hacerlo los moros cuando combaten, no habiendo visto en mi vida ca- ballos ni gente más ágil. (1) Montan con los estri-

(i) Es claro que aquí se trata del juego de cañas. (Nota de Fabié).

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 177

bos muy cortos, y llevan las rodillas casi sobre la silla, como hacen los moros».

Respecto al poco respeto que se guardaba con las iglesias, Tetzel es más explícito que su compa- ñero, pues nos muestra la catedral de Santiago con- vertida en un verdadero establo. «Había en ella, dice, caballos y vacas; todos tenían allí habitación y se guisaba y se dormía dentro».

Al pasar por Mérida, de vuelta de Portugal, el buen patricio de Nuremberg recoge la siguiente fá- bula, que pretende explicar la reedificación de la ciudad por Roma, después de haber sido destruida:

<En cierto tiempo hubo tal mortandad en Roma, que" casi nadie quedó con vida; había en aquel tiem- po un romano de regia estirpe, el más poderoso de Roma, que sólo tenía una hija; huyó él entonces de la muerte a ia ciudad de Mérida; la doncella tenía doce años, y su padre le d¡ó muchos bienes y la ro- deó de una brillante corte.

Cuando pasó un año en Mérida le agradó tanto que no quiso volver a Roma. Entonces comenzó a edifícar un palacio suntuoso. Pretendiéronla para esposa muchos reyes poderosos; desdeñólos a to- dos, po-que era muy prudente y tenía consejeros muy sabios.

Pero había uno entre esos reyes que se tenía por el más hermoso y por el más sabio de cuantos ha- bía entonces en toda la cristiandad. En!:abló, pues, con él secretamente relaciones amorosas. Violo un día cabalgar por la ciudad, y su amor creció enton- ces sobremanera. Y ella hizo saber a su padre sigi- losamente la pretensión de todos aquellos reyes.

Su padre entonces la aconsejó también que to-

178 J. GARCÍA MERCADAL

mase por esposo a aquel a quien amaba. Mas la doncella era tan prudente, que, temiendo por la vi- da de su predilecto, no fuese que sus rivales la qui- sieran matar, se aconsejó, para evitarlo, de su padre y de sus consejeros, quienes le dijeron que con- vocase la corte. Vinieron a ella muchos reyes y se- ñores poderosos a quienes descubrió ella sus pen- samientos.

Había una fuente distante tres millas de Mérida y ella dijo que el que fuera tan ingenioso que tra- jera la fuente a su palacio de modo que brotase dentro de su recinto, había al fin de desposarla. Procedió ella así, creyendo que ninguno sería tan sabio que pudiera traer la fuente a su palacio sino aquel a quien amaba, a causa del mucho saber que se le atribuía.

Comenzaron, pues, a trabajar, el predilecto suyo y otro rey moro, pensando cada uno que él y no el otro traería el agua al palacio de la doncella. Y el rey cristiano adelantó mucho en su trabajo al rey pagano, nada menos que media milla; mas cuando terminaron llevó la ventaja el infiel, porque el agua traída por su traza brotó antes en el palacio que la del cristiano.

Cuando la doncella lo supo y se convenció de que era cierto, presenciándolo desde lo alto de las almenas de su palacio, sufrió tan horriblemente an- te la necesidad de casarse con el infiel a quien detestaba, que cayó muerta desde las almenas >.

La fábula termina con que al padre de la prince- sa le llegó la noticia de que su hija había sido ase- sinada por la gente de Mérida y precipitada desde lo alto de su palacio, y viniendo con los romanos

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 179

destruyó la ciudad, sin tropezarse con los de Méri- pa que habían salido para avistarse con aquellos.

Del monasterio de Guadalupe apunta el dato de que no habrían bastado doscientos carros para trans- portar las cadenas de cautivos que hicieran voto a la Virgen de Guadalupe, así como dice grandes ex- celencias del régimen y organización de su hospital.

De Toledo más detalles que Schachek, dicien- do que el obispo que podía gastar diariamente mil coronas, y «estaba indignado contra el antiguo rey (Enrique Vi) por la vida anticristiana que llevaba, propia solo de infieles», pero supone a Toledo es- cenario de la deposición del monarca ocurrida en Avila.

Dice haber visto allí la cabeza de San Juan Bau- tista y «la Biblia de más precio, que, según se opi- na, hay en toda la cristiandad».

De Medinaceli la curiosa referencia de haber sido obsequiados por un poderoso Señor, habitante en magnífico castillo, de modo que al ser llevada la comida al comedor «iban delante todos sus trom- petas y clarines, y dos moros con grandes tambores al estilo morisco, y otros muchos músicos»; luego hace el elogio de los moros, diciendo que vivían entre ellos más seguros que entre los cristianos, siendo los hombres derechos y de rostro agraciado y las mujeres muy mal formadas.

Del rey D. Juan II de Aragón dice era un «hom- bre viejo y pequeño enteramente ciego y pobre>,y de Zaragoza que era ciudad grande y poderosa, en la cual hacen importantes negocios mercaderes de todos los países».

De Barcelona, a la que llama Parsalaun, dice

180 J. GARCÍA MERCADAL

creerse que poseía tantos buques como los venecia- nos, siendo opinión que tenía ella sola tanta rique- za como todo el reiao de Aragón y Cataluña.

Y con esto terminan las noticias particulares de la relación que Gabriel Tetzel hubo de hacer del viaje del noble bohemio Rosmithal.

XIX

UN VIAJERO ALEMÁN Y UN TRINITARIO FRANCÉS

UN ALEMÁN ANÓNIMO, RECIBIDO POR LOS REYES DE ARAGÓN, NAVARRA Y CASTILLA. ARAGÓN, PLAGA- DO DE JUDÍOS Y DE MOROS. LA PESTE DETIENE AL' VIAJERO. RELACIONES ENTRE MOROS Y CRIS- TIANOS.— LOS «HERMANOS DEL ASNO> Y SU ES- TRECHA REGLA. UN ILUSTRE TRINITARIO VISITA A ESPAÑA. PARALELO ENTRE ESPAÑA Y FRAN- CIA.— LAS POSADAS ESPAÑOLAS Y SUS PULGAS. UN ESPAÑOL, DEFENSOR DE FRANCIA, TACHADO DE BAN- DIDO.— LA HERENCIA DE DON QUIJOTE.

A este tiempo corresponde el relato de un anó- nimo viajero alemán, cuyo texto hubo de descubrir D. Pascual de Gayangos entre los manus- critos del Museo Británico. (1)

Aunque traído este viajero, que debía de ser re- ligioso, por el deseo de hacer su peregrinación a Santickgo, hubo de hacer el viaje por el camino más largo, con objeto de conocer mayor número de paí- ses y visitéu- más cortes de reyes.

(i) Add. M. S. 14,326, en 4.° Es un libro escnto en perga- mino, con ilustraciones del tiempo, y texto en alemán antiguo.

182 |. GARCÍA MERCADAL

Penetró en España por la parte de Cataluña, y después de visitar Barcelona y el monasterio de Monserrat, continuó por el camino de la costa has- ta la ciudad de Tortosa, en donde fué amigable- mente recibido por el rey de Aragón.

El viajero alemán recoge la observación de estar el reino aragonés plagado de judíos y de moros.

Desde Aragón se trasladó a Navarra, en donde también fué muy obsequiado por los reyes, residen- tes a la sazón en el castillo de Olite; y tras una cor- ta estancia pasó a Castilla, presentándose en Burgos al obispo D. Alonso de Cartagena, a quien había conocido y tratado en el concilio de Basilea. El obispo recibió al viajero alemán como a persona de grandes merecimientos, obsequiándole con banque- tes al estilo del país. Además dióle para su compa- ñía, mientras por Castilla viajase, a uno de sus gen- tiles hombres y un cocinero que D. Alonso se había traído de su viaje a Alemania.

Desde Burgos se trasladó el viajero a Medina del Campo, donde hubo de celebrar una entrevista con el monarca castellano, quien estaba acompañado, según aquel cuenta, del maestre de Santiago y del prelado de Toledo.

Desde Medina emprendió su peregrinación a Compostela, siendo toda esta parte lo más detalla- do del relato, en el que se contienen noticias bas- tante curiosas sobre la catedral de Santiago y las atenciones que hubo de merecer del arzobispo, así como de la excursión que realizó a Finisterre.

Era su propósito trasladarse desde Galicia al rei- no de Granada, pasando para ello por Portugal, pe- ro habiendo llegado a sus oídos noticias de que por

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 183

allá se había desarrollado la peste, hubo de regfre- sar precipitadamente a Francia.

Sin embargo, y como referencia a persona que allí había estado, sobre la situación de moros y cristianos en la parte de Andalucía dice «hay un reino que es del rey moro de Granada, quien pelea con los cristianos, y los dos reinos de Portugal y España combaten con el rey moro; pero con los re- galos que les resulta que lo quieren los cristia- nos, para lo cual le pagan los moros una suma to- dos los años. A los cristianos que van a su tierra les hace enseñar su palacio y no hace daño a nadie».

No deja de ser curioso este informe sobre las re- laciones existentes entre moros y cristianos.

Cinco años antes de ser nombrado ministro ge- neral de los Trinitarios, estuvo en España el reli- gioso Roberto Gaguin.

Sabido es que la orden de los trinitarios fué ins- tituida en 1199 por Juan de Mata y el ermitaño Fé- lix de Valois, para el rescate de cautivos, siendo autorizada bajo el nombre de orden de la Trinidad por el papa Inocencio lli, extendiéndose rápida- mente por Francia. La primera regla era muy auste- ra, no pudiendo alimentarse más que de pan, le- gumbres, aceite, huevos, leche, queso y frutas. La carne y el pescado les estaban prohibidos; única- mente podían comer de la primera los domingos, mas era preciso que les hubiese sido entregada de limosna.

El pueblo llamaba a los trinitarios «los hermanos del 2isno>, por tener prohibido montar a caballo.

184 J. GARCÍA MERCADAL

conservando este nombre aún después de que los papas Honorio lii en 1217 y Clemente IV en 1267 permitiéronles el uso de mulos y caballos.

Un «hermano del asno» era pues Roberto Ga- guin, quien vino a Burgos en 1468 para solventar algunos asuntos concernientes al desenvolvimiento de la Orden que, como ya dejamos dicho, cin- co años después había de tenerle como ministro general, siendo bibliotecario de Carlos Vlll y de Luis XII. El primero de estos reyes encargóle, como a diplomático, de defender en Florencia los intere- ses de Renato de Lorena contra Fernando de Ña- póles (1486), sin duda por el acierto con que des- empeñara anteriormente, en 1477, la comisión que le dio Luis XI para que impidiese en Alemania el matrimonio de María de Borgoña con Maximiliano.

No es extraño el favor alcanzado por nuestro vi- sitante, pues era hombre que se preocupaba de todo, lo mismo del engrandecimiento de su orden religio- sa que del cuidado y embellecimiento de sus mo- radas conventuales. Fué él quien reconstruyó el claustro del convento que los trinitarios poseían en París, hecho a principios del siglo xiii, haciendo elevar de nuevo la iglesia, agrandándola y decorán- dola. Sabido en que en ellos celebraba sus asam- bleas generales desde el siglo xili la Universidad de París.

Roberto Gaguin dirigió desde Burgos una larga epístola a su amigo Francisco Ferrebout, en la que se desarrolla una especie de paralelo entre España y Francia. (1)

(i) J hesautus no-tts an.cdolorutii, de Marlene et Durand, T. 1 (París, 1717) col. 1833-1840.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 185

Ocupándose de la naturaleza de nuestro suelo y de los productos del mismo, el trinitario francés escribe lo sig-uiente: < España, dice, alaba sus acei- tunas, sus palmas, sus higos, sus granadas y sus li- mones, pero ¡qué son estos frutos, más apropósito para excitar las voluptuosidad que para aplacar el hambre, junto a nuestras manzanas y a nuestras pe- ras? Estos que son frutos importantes. ¿Y los me- lones de París no valen tanto como los de España? Feliz Francia, que, r.«ucho más poblada que cual- quier otro país del mundo, produce en abundancia con que alimentar a todos sus hijos: trigo tanto co- mo le es preciso, vino para no saber qué hacerse de él, puesto que lo exporta a Inglaterra. ¡Y qué diremos del ganado y de su cría! ¿Osará España comparar a los ricos pastos de la Galia sus campos áridos donde la hierba es tan rara que es necesario, para que los rebaños puedan pastar, hacerlos tras- humar sin cesar? Castilla casi no es más que una llanura de arena, que sus habitantes se ven obliga- dos a irrigar o drenar: en Francia el agua corre por todas partes, verdea los prados, fertiliza los campos. ¿Hablaremos de las carreteras, las carreteras de España, sin pavimentar, tan llenas de barro en el invierno como de polvo en el estío, de las ciudades, donde las casas construidas de adobes, no son ni bellas para miradas ni cólidas: de los castillos fuer- tes, mal construidos y que no sirven más que por su situación natural, cuando los han colgado sobre al- turas inaccesibles».

Después Gaguin pasa a ocuparse de nuestras ven- tas o posadas, piedra de escándalo en todo relato de viajero francés por España, diciendo que con

186 J. GARCÍA MERCADAL

nada mejor se las puede comparar que con unas porquerizas.

«Cuatro paredes, de las cuales cuelgan algunos pucheros: tal es la posada española. En ella es pre- ciso llevarlo uno todo, prepararlo con sus manos, encender por mismo el fuego y soplarlo, porque ios fuelles son utensilios desconocidos en tales pa- rajes. En las cuadras, en vez de camas de paja o heno para el ganado, basuras y algunos regimientos de pulgas».

Después de ocuparse de nuestro suelo y de lo que agarrado a él permanece, se ocupa de lo que sobre él transita, es decir, de los hombres.

Y una vez mostrada lo injusto de su manera de enjuiciar, pues tratando de glorias militares opone a las españolas las de Breno y los Galos, los cruza- dos y el traidor Uuguesclin, y al ocuparse del famo- so español don Rodrigo de Villaldrando lo califi- ca de bandido, no haciendo memoria de que hub© de combatir veinticinco años consecutivos por la de- fensa de la independencia francesa, nos retrata di- ciendo que «los españoles permanecen cerrados a las artes y descuidan la instrucción de la juventud; satisfechos con lo poco que liberalmente la na- turaleza, no comprenden al francés que corrige a la fortuna con su industria».

Después hace el retrato del pobre escudero que vive satisfecho con su suerte, a la sombra de su po- deroso señor, medianamente alimentado, mediana- mente vestido, y que muere dejando por todo ali- mento a sus herederos su broquel de cuero, su es- pada y su daga, su venablo y su lanza, su aljaba y su ballesta. El listín del mobiliario de D. Quijote.

XX

VIAJE AZAROSO DE UN NEGOCíANTE FLAMENCO

EL COMERCIO CON LA COSTA AFRICANA. VIAJE QUE EMPIEZA CON MALOS AUGURIOS. LOS MARINOS DE PALOS. PRISIONERO DE LOS PORTUGUESES. LAS LEYENDAS SOBRE ISLAS DESCONOCIDAS. LA EXPE- DICIÓN DE LOS 36 ESCRIBANOS. LA ISLA DE LAS CASAS DE ORO Y PLATA. UN SANATORIO DE LE- PROSOS.— LA LEPRA, CURADA CON SANGRE DE TOR- TUGA.— EL CUCHILLO DEL MARINERO. LOS PÁJAROS DE LAS ISLAS DESAPARECIDAS. FUGA DE UN CON- DENADO A MUERTE. A PIE Y SIN DINERO. EL AU- XILIO DE UN PAISANO. LOS VINOS BLANCOS DE VI- LLAFRANCA DEL BIERZO. SALVÓ EL PELLEJO, PERO PERDIÓ LOS CUARTOS.

HEMOS hablado de Eustaquio de la Fosse, nego- ciante flamenco, que por motivos puramente mercantiles visita nuestro país en los años de 1479 y 1480, escribiendo cuarenta años más tarde la re- lación de su viaje. (1) Esta relación fué publicada

(i) El único manuscrito conocido de esta relación se encuen- tr» en la Biblioteca de Valenciennes (Q. 5. 9.) y en la última lí- ■ea el copista nos dice fué escrito el 29 de Marzo del afio 1588, antes de Pascuas.

188 j. GARCÍA MERCADAL

por el autor de la Bibliographie des voyages en Espagne et Portugal, M. E. Foulché-Delbosc, pri- meramente en la Revue Hispanique (1) y más tar- de en volumen aparte.

La circunstancia de ser una relación escrita por Eustaquio de la Fosse, bastante tiempo después de haberse realizado el viaje, como Fernández Duro apunta, «ha contribuido a la concisión con que lo hizo y disminuye el interés que tuviera narrada in- mediatamente. Con todo, es tan poco lo que de esa época se sabe, que interés tiene cualquier dato re- lacionado con ella». (2)

El negociante flamenco hubo de venir a nuestro país comisionado por un mercader de Brujas, con objeto de realizar en Sevilla ciertas operaciones ne- cesarias para que continuasen su viaje unas mercade- rías procedentes de Flandes, depositadas en el puer- to andaluz, y que debían ser conducidas a la Mina de Oro, en la costa occidental de África.

Desde el puerto de la Esclusa vino por mar has- ta Laredo (La Rede), y desde allí se trasladó a Bur- gos, (Bourghes) gastando tres meses en solventar los negocios que le llevaban. De este su primer tránsi- to por España, como de las siguientes jornadas has- ta llegar a Sevilla, no nos más noticias que las de la distancia recorrida; cuarenta leguas de Bur- gos a Toledo (Toulette), otras cuarenta de To- ledo a Córdoba, y veintidós desde Córdoba a Se- villa.

(i) í\!7<uf. Hispanique^ París, número II, Juiller, 1897.

(2) Cesáreo Fernández Duro. Viaje por España, Portugal y Costa de África eti el ¡iglo xv. (Boletín de la Real Academia de la Historia, toiHO xxxii, Enero, 1898).

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 189

Ya en Sevilla, de la que no dice más si no que es una buena villa y en la que fleta una carabela pa- ra conducir en ella a la Costa de Oro las mercade- rías que desde Flandes habían enviado, se embarca y se dirig-e a Sanlúcar, y desde allí al condado de Niebla, en requerimientos del piloto que debía con- ducir la nave.

Al zarpar de España dieron en el puerto de Cá- diz contra una roca, lo cual era ya un mal augurio para el resultado del viaje. Detenidos en sus prime- ros momentos de navegación por una desesperante calma que hubo de durar ocho interminables días, y empujados otra vez hacia Cádiz por haber saltado un" viento contrario, cuando por fin los elementos se pusieron de acuerdo con la voluntad de los na- vegantes si entre éstos últimos había gente supers- ticiosa es lógico suponer que no esperaría nada bueno, como así hubo de suceder.

Gran empeño hubieron de poner los marinos de la carabela fletada por Eustaquio de la Fosse en evitar el encuentro con carabelas portuguesas, pues por cartas fechadas en Sevilla, a 4 de Marzo del año anterior, se viene en conocimiento de que los Reyes Católicos habían autorizado a los marinos de Palos para comerciar libremente por tierra y por mar con la Mina de Oro (Costa de Oro), concesión que venía a constituir tanto como una agresión con- tra Portugal, como consecuencia del estado de gue- rra existente entre los dos países, y al cual puso fin el tratado de paz terminado en 24 de Septiembre de 1479. (1)

(i) Por el tratado de 24 de Septiembre de 1479, pactado en- tre Portugal y España, fué estipulado que el comercio y la nave-

190 J. GARCÍA MERCADAL

Eustaquio de la Fosse estuvo en Safi, las Cana- rias, Rio de Oro, Cabo Blanco, Cabo Verde, Sierra Leona, Costa de los Granos y Costa de Oro, y allí, apenas había comenzado las primeras relaciones comerciales con los naturales del país, vióse sor- prendido por cuatro navios portugueses, que caño- nearon y asaltaron su barco, cogiéndole prisionero. Los malos augurios con que su viaje hubo de ser inaugurado no pudieron tener más lamentable con- firmación, pues no solo vióse cargado de cadenas en su viaje de regreso, sino que tuvo que ayudar a sus aprehensores para realizar por cuenta suya y con los indígenas las mercancías que con tantos tra- bajos había él traído desde las lejanas tierras de Flandes. Añádase a esto que el Rey de Portugal lo condenó a ser ahorcado, pues tal era la pena que el monarca portugués tenía señalada a los contra- ventores de las disposiciones que tenía dadas sobre el comercio en la corte africana.

Aunque nuestro propósito sea recoger las noti- cias que el mercader flamenco de nuestro país, por el gran interés que encierran y antes de alcanzar la parte de su relato en donde por segunda vez se refiere a España con detalles y noticias que no em- pleó en su primer paso por nuestra tierra, vamos a recoger los datos que recoge durante su travesía desde la corte africana al puerto de Cascaes, en donde desembarca como prisionero.

«Desde el primer tercio del siglo dice Fabié (1)

gación de la Guinea y de la Mina de Oro, así como la conquista del reino de Fez, pertenecía exclusivamente a los Portugueses (Zurita, Anales de Aragón, part. ii, libro xx, cap. 34.) (i) Viajes por España-, Introducción, pág. lxv.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 191

empiezan a manifestarse, con mayor fuerza que antes, todos los sentimientos, todas las ideas y pro- pósitos que habían de tener su más cumplido des- arrollo en la siguente centuria, que se señala como principio de la Edad Moderna, la cual no podía me- nos de tener íntimo enlace con la época anterior, y lo tiene hasta el punto de ser imposible establecer entre ellas un límite que las determine, pues en las letras, en las artes, en las ciencias y en sus aplica- ciones, e! sig-Io XV puede disputar al que le sigue la gloria de haberse iniciado y aún perfeccionado en él muchas de las invenciones y reformas que con- sideramos propias del XVI».

"En aquella época corrían misteriosas historias que parecen predecir el descubrimiento de las tie- rras de América, Schaschek, en el relato que nos hace del viaje de Rosmithal, al volver de Galicia recoge las noticias de una maravillosa expedición marítima, ordenada por un rey portugués cuyo nom- bre deja en el olvido.

«Está escrito dice en los anales de la historia que un rey de Portugal mandó hacer tres navios, los proveyó de todas las cosas necesarias y puso en cada uno doce escribamos con bastimentos para cuatro años, a fin de que navegaran cuanto más le- jos pudiesen en este tiempo, mandando a los de cada nave que escribieran todas las regiones a que aportasen y lo que en el mar les sucediese. Estos, según nos dijeron, cuando llevaban ya dos años de surcar los mares, llegaron a una región de tinieblas, que tardaron en atravesar dos semanas, y al salir de dichas tinieblas arribaron a una isla, y saltando en tierra encontraron unas casas labradas bajo tierra.

192 J. GARCÍA MERCADAL

llenas de oro y plata, pero no se atrevieron a tocar a nada: encima de las casas había huertos y viñas (como sucede en algunas partes de Francia).

Cuando salieron de aquellas casas estuvieron cer- ca de tres horas en la isla consultando entre lo que habían de hacer, si se llevarían algo de lo que allí había o no, y uno de ellos dijo:

«Soy de parecer que no nos llevemos nada, porque no sabemos lo que nos sucedería».

Convinieron todos en esto y se embarcaron; cuan- do a poco de empezar segunda vez a navegar, vie- ron unas olas como montañas que parecía que lle- gaban a las nubes, con lo cual todos sintieron un terror tan grande como si hubiera llegado el día del juicio, y por esto detuvieron la marcha que habían emprendido las tres naves, y deliberando entre sí, dijeron:

«Ya vemos lo que nos habrá de suceder, y la voluntad de Dios está patente: ¿qué conviene que hagamos, penetrar entre esas alteradas ondas o vol- vernos»?

A lo que respondió uno de ellos:

«¿Cómo hemos de volvernos? ¿Qué cosas y qué maravillas contaremos entonces a nuestro Rey, que nos envió a este descubrimiento? Veamos más de cerca lo que es ese fragor de las ondas».

Entonces determinaron que fueran dos naves ade- lante y que la tercera esperase en aquel lugar, y di- jeron los que habían de ir:

«Nosotros entraremos por aquellas ondas; vos- otros esperad aquí, y si no volvemos al cuarto o quinto día, tened por cierta nuestra muerte».

Dicho esto, dos de las naves entraron por aque-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 193

Has ondas; los de la tercera nave esperaron diez y seis días, y como los otros no volviesen no sabiendo lo que fuese de ellos, llenos de temor dieron la vuelta a Lisboa, ciudad grandísima y cabeza de Portug-al, a donde llegaron después de dos años de ausencia.

Cuando entraron en el puerto, las gentes de la ciudad les salían al encuentro y les preguntaban quienes eran y de donde venían. Ellos respondían que eran aquellos que el Rey había enviado a ex- plorar los confínes de la mar para que escribiesen las maravillas que vieran; algunos decían entonces:

«Nosotros estábamos también presentes cuan- do el Rey envió aquellas naves, y no iban en ellas hombres de vuestro continente y tan canos, sino mozos de veintiséis años».

Esto era un gran milagro de Dios, porque los na- vegantes tenían en la ciudad y sus cercanías muchos deudos y de ninguno eran conocidos por estar tan canos como los árboles cubiertos en e! invierno de escarcha.

Cuando anunciaron estas cosas al Rey de Portu- gal se admiró mucho de que hubieran envejecido tanto, r.o habiendo estado en el mar sino poco mas de dos años, y decía:

«Todo lo que esos hombres cuentan de que yo los envié, y las demás cosas, es verosímil y proba- ble que lo sepan porque quizá se hayan apoderado de las naves, matando a los que iban en ellas, pero antes les contarían los mandatos y encargos que les recomendamos. Les preceptuamos que después de salir de Finisterre, si llegaban a algunas islas o re- giones desiertas o les ocurría alguna fortuna de mar

33

194 J. GARCÍA MERCADAL

lo escribieran y anotaran todo, para lo cual pusimos treinta y seis notarios, doce en cada nave». Cuando llegaron al Rey, este les dijo así:

«Amig-os, ¿qué ha pasado que habiendo envia- do tres bajeles sólo uno ha vuelto?

Y ellos contestaron:

«Clementísimo Rey, todo te lo contarenios. Cuando tu magestad puso en cada bajel doce es- cribanos que anotaran cuanto viesen en la mar, partimos de la costa y estuvimos navegando once meses, en cuyo tiempo juzgamos que habíamos an- dado seis mil millas, sin que nos detuviera impedi- mento ni obstáculo alguno, y teniendo vientos muy favorables. Después, al año y medio de nuestra par- tida, llegamos a una región del mar tenebrosa y os- cura, que atravesamos en dos sem.anas, abordando luego a una isla que tendría tres leguas de ancho y otras tantas de largo, y desembarcando en ella la recorrimos y examinamos durante tres horas; allí vi- mos bellos ediñcios labrados bajo tierra, llenos oro y plata, pero sin gentes, y nada tomamos. Sobre aquellas casas había jardines y viñas muy hermosas; viendo esto nos reunimos y dijimos: hemos encon- trado grandes e inauditas riquezas, pero si nos lle- vásemos algo de ellas no sabemos lo que después sucedería; entonces dijeron algunos: es nuestro pa- recer que no tomemos nada sino que volvamos con presteza a nuestras naves, porque tal vez evitásemos así algún peligro, y en efecto nos embarcamos sin que ningún mal nos sucediese.

Partiendo de allí estuvimos navegando algún tiem- po y volvimos a las mismas tinieblas, y deliberamos si debíamos entrar en ellas o volvernos; y algunos

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 195

no querían volver, porque el Rey nos había manda- do que fuésemos hasta donde las naves pudiesen llegar, para notar lo que viésemos; se resolvió al cabo que entrásemos en aquellas oscuridades y na- vegamos por ellas algún tiempo, hasta salir al Océa- no abierto y claro; yendo adelante algunas le- guas, descubrimos unas ondas tan grandes que sus cimas parecía que tocaban el cielo y hacían tan ho- rrible estrépito, que trausidos de temor todos noso- tros creíamos que era llegado el último día; enton- ces consultamos de nuevo si atravesaríamos por aquelias ondas o sería mejor volvernos; los que iban en las otras dos naves nos dijeron: quedaos aqui con el tercer bajel y nosotros iremos a ver más cerca lo que es eso; esperadnos cuatro días, y si no volve- mos, tened por cierto que hemos perecido; dicho esto se metieron entre el fragor de aquellas ondas; les esperamos en aquel lugar diez y seis días, y co- mo no venían, teniendo miedo de pasar adelante y queriendo volver, nos dirigimos a Lisboa a donde en efecto hemos llegado. Estas cosas están escritas como las referimos en los anales de Portugal».

Hemos reproducido esta leyenda por su carácter curioso, respetando su doble versión característica de las narraciones de aquel tiempo. Es curiosa co- mo muestra del espíritu reinante en aquella época, del cual hubieron de nacer las expediciones de la India y más tarde el viaje de Colón que tuvo como final el descubrimiento de América.

En la relación de Eustaquio de la Fosse encon- tramos también rastros de este mismo espíritu, en las noticias que nos da con posterioridad a su arriba- da, en el viaje de vuelta, a las islas de Cabo Verde.

196 j. garcía mercadal

En estas islas el neg-ociante flamenco hubo de encontrar algo así como un sanatorio de leprosos, los cuales se curaban bañándose en sangre de unas tortugas de que la isla de Santiago contaba en gran cantidad- Estas tortugas eran de gran tamaño, y sus caparazones se empleaban como escudos para cuan- do había que combatir. También es curioso el caso que cuenta de que, estando dedicados a la pesca, cayósele al agua un cuchillo sin punta a uno de los marineros, y al poco rato, continuada la pesca, al abrir el vientre de uno de los peces cogidos encon- tróse dentro de aquel el cuchillo del marinero.

«En la travesía de vuelta vieron en la mar unos pájaros que, según los marineros le aseguraron, pro- cedían de ciertas islasdesaparecidas;porqueun obis- po de Portugal, experto en artes mágicas, se había refugiado en ellas con cuantos quisieron seguirle y las encantó de forma que nadie había vuelto a en- contrarlas ni las encontraría hasta que toda España volviese a la Santa Fe católica. Esto ocurrió en los tiempos de Cario Magno, cuando los sarracenos conquistaron a Granada, Aragón, Portugal y Gali- cia, y desde entonces los marineros suelen ver a los pájaros de las islas, pero a las islas no». (1)

Desembarcado en el puerto de Cascaes, en el ca- mino a la capital Eustaquio de la Fosse logró esca- parse, ganando la frontera de España y yendo in- mediatamente a dar gracias a Dios en el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe.

Allí fué acogido por los religiosos, pues su po- breza era extremada, dándonos noticia de la cos- tumbre que había de que los peregrinos durmiesen

(i) Fernández Duro. Artículo citado.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRAfJjEao:

197

en las iglesias, proporcionándoles los monjes un le- cho lo bastante largo para acostarse sobre él. No pudo lograr le diesen un asno para continuar su viaje hasta Toledo, en donde pensaba encontrar alguno de su país que le auxiliase aunque, un manteo y un par de zapatos nuevos. Pero estaba condenado por e! destino a seguir su viaje hasta Toledo a pie y de limosna, pues, apenas se puso en marcha, en una posada cierto paje le robó el saco donde llevaba lo poco que tenía.

Las veintiocho leguas de Guadalupe a Toledo las hizo sin más alimento que pan y agua, buscando en la castellana ciudad algunos de los conocimientos que. hizo durante su primera estancia, ai dirigirse a Sevilla, para ver si le proporcionaban ios medios de buscar un puerto desde donde regresar a Flan- des, poniendo fin a tan desventurada expedición.

De Toledo nos dice que fuera da 'a iglesia había una fuente, en la que tomó agua y no comió más que pan, porque no se alimentaba de otra cosa. Pretendió que el hostelero, al que conociera en la época de su prosperidad, le ayudase, pero el hos- telero le dijo: «Sabéis que tengo dos o tres hijas que casar, a las que es preciso ayude, por lo que no puedo ayudaros; pero si queréis alquilarme una ha- bitación durante un mes, os daré de comer».

Le enteró también de que en su casa tenía hos- pedado a cierto flamenco, vendedor de libros, el cual poseía dos muías, y ai que si quería ver podría encontrar en la Bolsa, donde celebraban sus reunio- nes los mercaderes.

El flamenco fué en busca de su paisano sin pér- dida de tiempo, pensando en que aquella muía de

198 J. GARCÍA MERCADAL

sobras podría ser para él; al verle se abrazaron, como era moda en el país, dice con gran asombro de los mercaderes, que, hombres de dinero, no po- dían comprender cómo su compañero estrechaba contra su pecho a hombre tan derrotado.

El vendedor de libros les presentó a su paisano como a un gran mercader de Flandes, cogido por los portugueses y escapado milagrosamente de en- tre sus garras.

Luego le compró una capa, a la moda española, y unas calzas, y a los pocos días salieron juntos pa- ra Burgos, en donde el delegado del mercader pa- gó todos los adelantos del librero. Juntos volvieron a la feria de Medina del Campo, de allí fué de la Fosss a Sevilla para recoger copia de las escrituras robadas, y al volver encontró en Burgos a un mer- cader, marchando junto con él a Santiago de Com- postela.

AI paso no nos lega más noticia que ia de ser ex- celentes los vinos blancos de s/^illafranca del Bierzo.

Después de cuatro o cinco días de estancia en Santiago se dirigió a la Coruña (la Coullongue), a donde llegó la víspera de los Reyes, embarcando en un navio que aparejaba para Flandes con carga- mento de vinos y frutas, y llegando a su país, Bru- jas, «salvado el cuerpo, pero perdidos sus bienes >.

¡Hartas fueron las peripecias de su viaje a Espa- ña para que no le sea perdonable el poco cuidado que puso en dar noticias de nuestro país!

XXI

EL CABALLERO DE LA LANZA

UN SOLTERÓN POLACO Y SU TESTAMENTO EN FAVOR DE LOS QUE QUISIERAN CASARSE. NUEVA DESCRIP- CIÓN DK LA BARCA DE MUJÍA. EL PAN DE SEVILLA, EL MEJOR DEL MUNDO. RETRATO DE LOS ANDALU- CES.-— LAS PUERTAS DE LA CORTE, CERRADAS A LOS PEDIGÜEÑOS. LA CORTE DE LOS REYES CATÓLICOS. UNA PROCESIÓN SEVILLANA. LA PROTECCIÓN A LOS JUDÍOS. LA CURIOSIDAD DE LAS GENTES. UNA COSTUMBRE ESPAÑOLA. GRANADA, CIUDAD MUY POBLADA. LA FERTILIDAD DE JEREZ. EL MERCADO DE MULAS EN BURGOS. LAS CAMPANAS MUDAS.

EL 21 de Junio de 1484 llegó a Santiago de Com- postela el noble polaco Nicolás de Popielovo, que había embarcado en Inglaterra para Portugal dieciséis días antes. En Portugal y España estuvo hasta el mes de Enero del siguiente año, volviendo a Breslau, en Silesia, de donde era natural, por Fran- cia y Alemania, en 1486.

Nicolás de Popielovo pertenecía a una noble fa- milia de polacos germanizados, y antes de su viaje sufrió una grave enfermedad en 1473, entrando una vez curado al servicio militar de Federico lli, empe-

200 J. GARCÍA MERCADAL

rador de Alemania. Pronto le cansó la vida militar y, con cartas de recomendación de su soberano em- prendió el 2 de Febrero de 14S4 el viaje de Viena a Inglaterra, Portugal, España y Francia.

A fínes de Septiembre de 1486 y, después de ha- cer un original testamento, pues siendo un solterón poco amigo del bello sexo dispuso 16 marcos anua- les a favor de pobres gentes que, careciendo de re- cursos, quisieran casarse, emprendió su peregrina- ción a Tierra Santa, muriendo en í Alejandría cuando regresaba a su país natal.

Nicolás de Popielovo era hombre sumamente diestro, de extraordinaria fuerza, patentizada en los torneos, donde hubo de tomar parte. Era un carác- ter sumamente original, alegre y expansivo, ganoso de aventuras, y de la relación que nos hace de su viaje distingüese más en el bosquejo de costumbres que en sus comentarios políticos.

Al principio de su viaje y, con más detalles que ningún otro de los viajeros que le precedieron, nos describe 'a barca de Mujía diciendo:

«...desde Santiago, hice doce millas alemanas a caballo hasta Nuestra Señora de la Barca, donde he visto un barco destrozado, hecho de pura pie- dra, ■ con su mástil y una vela colgada, ambos de piedra. mástil tendrá la altura de tres hombres y su volumen tres hombres apenas podrían abrazar- lo. Sin embargo, yo y otros pudimos mover esta piedra con una mano, y esto parece un gran mi- lagro > .

Dice haber visto en la iglesia de Nuestra Señora de la Barca el brazo de San Guillermo y en Com- postela la cabeza de Santiago el Mayor, así como

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 201

tocado con su propia mano la contera del bastón que sirvió en sus viajes al Apóstol, enumerando los restantes lugares y objetos recordatorios de su pre- sencia.

Viniendo de Portugal desembarcó en Lepe, villa de la provincia de Sevilla, sobre el río Saltes, en tiempo de los Reyes Católicos, a los que encontró ante la ciudad de Sitivil, (Setenil de las Bodegas), si- guiéndoles a Sevilla, en donde visitó al cardenal D. Pedro González de Mendoza. Mucho más adelan- te dice que en ninguna parte del mundo que visitó vio ni comió de mejor gusto pan que en Sevilla y sus alrededores.

Traía consigo dos negros, regalo del rey portu- gués Juan II el Perfecto, que se los confiscaron en la aduana de Niebla, obligándole a pagar tres du- cados.

De la gente de Andalucía nos dice era «general- mente grosera, necia, avara y poco dotada de ver- daderas virtudes, como en Portugal; sin embargo, más astuta es que las de este último país».

Dice haber tenido que esperar cuatro semanas en la coTte porque creían era un pedigüeño, reci- biéndolo cuando se convencieron de que solo de- seaba un salvoconducto. Y a propósito de esto aña- de lo siguiente*: Este procedimiento de regatear el honor y la magesíad de un Rey es muy vergonzoso, que de ahí nace luego la humillación, y aunque no me hubiese propuesto jamás pedir algo al Rey, se hubiera debido tener en consideración que soy un viajero extranjero, que con peligro de mi vida y fortu- ra atravesé tantos reinos, para que pudiese ver tam- bién a este Monarca, y rendirle el homenaje debido».

202 J. GARCÍA MERCADAL

Fué presentado a D. Fernando ei Católico Nico- lás de Popielovo por un embajador del duque de Burgandia, y el rey, al despedirse, le envió a la po- sada cien doblones para cubrir sus gastos y dos corceles de guerra.

Sobre la vida interior en la corte de los Reyes Católicos nos las noticias contenidas en el si- guiente párrafo de su relación:

«La Reina no quedó muy satisfecha, porque tra- yendo cartas del Emperador y del duque de Bur- gandia para el Rey, no tenía ninguna para ella. Es preciso constar aquí un contrasentido de aquel rei- no, en que la Reina es Rey, y el Rey es un servidor. Este sistema de gobierno me era desconocido, y lo aprendí por la primera vez la víspera de la Nativi- dad (1) de Nuestro Señor, del modo siguiente:

Este día se celebró una memorial anual del sitio de Sevilla por los cristianos, y la victoria obtenida sobre los infieles que llaman bárbaros hasta hoy en algunas partes; con este motivo se hace cada año una procesión solemne y estaciones, a las cuales asisten los Reyes, si están en la ciudad presentes. Delante de SS. MM. se lleva la espada que sirvió en la conquista de esta ciudad, y que es corta, mal hecha, sucia, negra y antigua. La espada, símbolo de justicia, que se tiene cuidado de llevar delante del Rey, va con su punta hacia la tierra, y su puño con una cruz hacia abajo; y eso porque el Rey, al emprender una guerra contra el padre del ac':ual Rey de Portugal, perdió la batalla con su ejército, y huyó con los suyos. Apercibí entonces en la pro-

(ij El 24 de Diciembre de 1484.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 203

cesión que el Rey es servidor de la Reina, porque lo llevaba a su derecha, y ai Cardenal a su izquierda; y tanto es así, que la nobleza teme más a la Reina que al Rey, que en todos sus instantes no se preocu- pa de otra cosa que de cumplir las órdenes, man- das y voluntades de la Reina. Si el Rey quiere despa- char algunas correspondencias no se puede sellarlas sin permiso de la Reina, que lee todas las cartas, y si encuentra algfo que no le guste, las despedaza en presencia del mismo Rey. El Rey no puede hacer nada sin permiso de la Reina; al contrario, lo que ella quiere, aquello tiene que cumplir. Lo que se decide entre el Cardenal, conde español muy po- deroso, y la Reina, el Rey ha de ejecutarlo. Por es- te motivo se murmura mucho en Aragón y Catalu- ña contra el Cardenal, y se habla mal; y si se publi- ca alguna orden en dichos países por el Rey o el Cardenal, no hacen caso; mas tiemblan al nombre de la Reina. El Rey es señor natural de Aragón, Cataluña y Sicilia, como se dirá más adelante. Al Rey, a causa de ser la Reina la heredera, ni se le teme, ni se le respeta más en sus propios Estados que en todo e- resto de España. Sus subditos de Cataluña y Aragón hablan públicamente, y lo mis- mo he oído decir a muchos en España, que la Rei- na es protectora de los judíos y como una madre de ellos».

Expresa la mayor confianza de los soberanos en los judíos bautizados que en los mismos cristianos, siendo aquellos sus consejeros y secretarios.

«Al ir yo a la corte, o a la iglesia, seguíanme en masa, me apretaban y miraban como a un espectro, y me hacían preguntas tan. extrañas como puede

204 J. GARCÍA MERCADAL

hacerlas únicamente la gente que en toda su vida nunca había viajado».

Señala la costumbre únicamente española, de que los paganos, judíos o rústicos se adornen de oro, declarando no haber visto nunca gente tan necia e impertinente, y que había tan poca costumbre de viajar, que se figuraba ser un sabio quien hizo el viaje a Roma.

Acerca de la población de Granada dice el viaje- ro que «está tan poblada, que de una sola de sus calles se pueden sacar 100 ballesteros, y de la ciu- dad entera 60.000 hombres». También nos la noticia de que en el reino de Granada había 400 castillos, y de que Jerez es la tierra más fértil de Andalucía.

Por referencias dice que «hay otra ciudad. Bur- gos, capital de Castilla, a ciento veinte millas de Sevilla. Es una plaza de meicado de las mejores muías; ds allí las llevan a Portugal, Aragón, Cata- luña, a toda la España, a Italia, Roma y también a Francia».

De su paso por Córdoba dice «es más antigua que Sevilla; mas esta circunstancia no contribuye en nada a darle algo de alegría, porque es muy cena- gosa, y distante diez millas del reino de Granada. Tanto en la ciudad como también en todo el terri- torio ds Lozia, no se tocan las campanas como en Alemania, Francia y otros países, en memoria de haber perdido allí los cristianos el reino de Gra- nada; se dan gol'>es de martillos sobre las campa- nas, como se suele tocar a fuego en Alemania, y no se tocará del modo ordinario, es decir, a vuelo, has- ta la reconquista del dicho reino a los moros».

XXII POPIELOVO EN ARAGÓN Y CATALUÑA

LOS JUDÍOS ADUANEROS. LAS HUERTAS LEVANTI- NAS.— EL POLACO Y LOS BESOS A LAS MUJERES VA- LENCIANAS.— LOS «RATAS» DE ARAGÓN. LA CERÁ- MICA DE REFLEJOS METÁLICOS. LA POBLACIÓN ARAGONESA. RELAJADAS COSTUMBRES DEL BrLLO SEXO. CÓMO PRACTICABAN LOS CRISTIANOS SU RELIGIÓN. LA CARESTÍA DE CATALUÑA. LA HER- MOSURA DE LAS CATALANAS. RETRATO DE LOS CATALANES. ENVIDIAS REALES. EL DERECHO DE PERNADA. EL CAMINO DE FRANCIA.

SALIENDO de Andalucía para dirig-irse a Francia por Valencia y Cataluña, al llegar a Almansa Ni- colás de Popielovo nos recuerda que allí empezaba el puerto de Aragón, en donde los aduaneros, que eran judíos, bautizados o no, desollaban a ios viaje- ros. «Los judíos dice en toda la Castilla y Espa- ña ocupan los puertos de la Real aduana, tanto en las ciudades y puercos de mar, como en todo el res- to del reino».

El juez le libró de pagar los dos ducados al pre- sentarle las Reales cartas que llevaba consigo.

206 J. GARCÍA MERCADAL

«Aquí empieza dice la gente de mejores y más dignas costumbres que las que hay en los dominios de Lozia y Castilla, como se verá más adelante >. Esto dice el viajero, aunque luego debe olvidar que lo ha dicho pues cuenta cosas no muy acordes con su añrmación.

Desde Murcia a Valencia encuentra muchos oli- vares y viñas, moreras y palmas de dátiles, comen- tando que en el territorio de Lozia (Andalucía) se ven raros viñedos u olivos, y montañas desiertas, áridas y despobladas.

En Valencia fué objeto de grandes atenciones por parte de los nobles caballeros valencianos, los cua- les, dice, «me presentaban algunas veces a sus se- ñoras, que yo por galantería, y en la presencia de ellos, tenía que tomar en mis brazos y darles besi- tos; en verdad, aunque nunca en mi vida me haya gustado mucho de dar besos a las mujeres, no po- día por esa vez privarlas de semejante obsequio; porque lo digo de veras, eran ya demasiado her- mosas*.

Al hablar de Valencia elogíala con gran ponde- ración de sus bellezas, teniéndola por la mejor y más lujosa de las ciudades de España, por cuya razón residían en ella muchas familias nobles, sien- do la cuarta parte de su población de judíos con- versos.

Según las noticias que encontramos en la relación del noble polaco en todo Aragón vivían sarracenos, a los que los alemanes llamaban ratas, estando au- torizados para vivir separados, mediante el pago de censos que cobraba la nobleza cristiana. Los judíos se convirtieron para que no les despojasen de sus

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 207

bienes, pero ocultamente siguieron practicando su relig-ión, lo que les costaba el ser quemados una vez descubiertos.

De su paso por tierras valencianas dice que en las ciudades de Mislata, Manises, Cesarte y Paterna los moros hacían ollas y platos con colores azules y dorados, los característicos reflejos metálicos, que servían de comercio a toda la cristiandad.

No por haberla visitado sino de referencias habla de la capital de Arag-ón. «A cincuenta millas de ca- mino de Valencia dice se encuentra una g-ran ciudad, que fíg-ura entre las capitales, y se llama Za- ragoza, situada en Aragón; allí existe un gran co- mercio».

Luego recoge la noticia de que en el campo ara- gonés eran mucho más numerosos en las aldeas los moros que los cristianos, y respecto a las costum- bres del pueblo añade:

«En Aragón y Cataluña el hombre y la mujer, apesar de la diferencia de los dos países, son poco más o menos lo mismo en el uno que en el otro; pero de las mejores y más civilizadas condiciones de España; sin embargo, el traje del hombre y de la mujer, y modo de vestirse, son como en Castilla o Andalucía».

«La verdad es que los gallegos son groseros, los portugueses casi lo mismo, pero ios habitantes de campo en Andalucía son aún más groseros, que di- fícilmente se encontrarían en todo el mundo». El autor lo atribuye a su convivencia con los sarrace- nos, la que les hace respirar aire pagano.

Recoge rumores de Galicia, Andalucía, Portugal y Vizcaya, acerca de las relajadas costumbres del

208 J. GARCÍA MERCADAL

bello sexo, donde dice era raro encontrar una joven virtuosa, diciendo de las jóvenes que «para satisfa- cer su avaricia, que es muy poderosa entre ellas, se dan a todo lo que se desea de ellas».

A estas especies, apuntadas por un hombre que sin que nadie se lo pregunte hace constar su miso- ginismo, no puede dárseles importancia alg^una.

Aún insiste todavía en el tema, diciendo que «se- gún la afirmación de varios, hubo también en Va- lencia una condesa que se hacía pagar dos ducados por cada noche. Además, así los casados como las casadas, tienen allí sus amantes, y sería una ilusión viajar entre los sarracenos para aprender buenas costumbres y virtudes, con excepción de Sevilla; porque en todas las tierras de Andalucía, Portugal y Algarbia, los edificios y los hombres se asemejan y la diferencia en la educación, costumbres y porte entre los sarracenos y cristianos únicamente se pue- de apercibir en la religión; sin embargo, los cristia- nos practican muy mal su fe, porque muy pocos hay entre ellos que se confiesen antes de llegar su último pecadillo, y aún menos los que ayunen, y que admitan más de dos pecados: «robar y matar».

Sobre los productos del campo dice que «en Aragón claro está que se refería a la parte valen- ciana, que era la que Popielovo visitaba se cultiva mucho arroz; los sarracenos preparan las tierras y la siembran, como los demás cereales. Carnes y vino se compran mucho rr.ás baratos en los mercados de An- dalucía que en los de Aragón». De los vinos dice ser los mejores los portugueses, más agradables y más baratos que los andaluces, y que Castilla tenía de todo, encontrando en el camino costanero por don-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 209

de seguía su ruta viñas, olivares, naranjos, higueras y moreras.

Popielovo cruzó en Tortosa el Ebro sin que le llamase gran cosa la atención, apesar de su caudal, pues ni siquiera lo nombra. Apunta el dato de pa- garse todo en Cataluña muy caro, por estar Catalu- ña «llena de desiertas montañas», y de que en el convento de Poblet se servía pan y vino a discrec- ción a cuantos viajeros llamaban a su puerta.

AI llegar a la capital de Cataluña hace el siguien- te elogio de las mujeres catalanas: «Si se pueden encontrar mujeres hermosas en todas partes de Es- paña, por cierto las hay más aquí que en cualquier otro lugar; pocas se pintan, y parece que los tarritos de colores concluyen en esta ciudad».

A juzgar por lo que de su paso por Barcelona di- ce Popielovo no debían ser muy grandes los respe- tos de los catalanes por el Rey Católico, pues dice que no solo no fué obsequiado, porque la ciudad despreciaba las cartas y sellos de su Rey, sino que en su aduana hiciéronle pagar más impuestos que a cualquier otro viajero.

De los catalanes hace un retrato bastante moles- to. Son,, dice, «unos rústicos y judíos, porque en lu- gar de apreciar el honor y la delicadeza, ponen úni- camente todo su cuidado en amasar grandes bienes y tesoros, con o sin justicia, poco les importa».

Añade que se sirven de completa astucia y enga- ño, y señala estar preparando una sublevación los campesinos contra los señores y caballeros, para su- jetarlos a la obediencia de su soberano.

«Las capitales de Cataluña y Aragón más tienen judíos conversos y sarracenos que cristianos, como

210 J. GARCÍA MERCADAL

en Portugal, donde las más grandes fortunas están generalmente entre las manos de los judíos bauti- zados».

Dice que los reyes de España y de Portugal, no obstante su parentesco «están siempre espiándose recíprocamente, sin preocupación de medios lícitos, y eso únicamente por la maldita envidia, de que ambos se distinguen entre todos los demás reyes del mundo».

Acerca de la existencia del derecho de pernada en Cataluña describe lo siguiente:

«Los nobles duermen la primera noche con las novias de los campesinos; si la mujer de un campe- sino tiene diez criaturas, entonces entrega una de ellas en esclavitud a su señor; y si la de primera no- che abandona a su marido, éste tiene que entregar a aquél la mitad de su haber».

De Barcelona partió el noble polaco para Fran- cia, diciendo, como últimas noticias de su paso por España que «en todo el camino de Barcelona hasta Gerona no se encuentran viñas; es un país alto; sus montañas en todas partes son áridas, y por esta ra- zón se compra todo en aquella comarca más caro que en las de su vecindad».

XXIII EL VIAJE DE UN REY DE ARMAS

TRAN-SFORMACIÓN DE ESPAÑA BAJO EL GOBIERNO DE LOS REYES CATÓLICOS. DEL MAYOR DESORDEN A LA MAYOR SEGURIDAD. VENIDA A ESPAÑA DE DOS EMBAJADORES INGLESES. —MACHADO, REY DE AR- MAS £>E ENRIQUE VII DE INGLATERRA. LO QUE PU- DO VER EL VIAJERO, SI HUBIESE MIRADO EN TORNO SUYO. LA ESPAÑA DE LOS REYES CATÓLICOS, SE- GÚN PRESCOTT. LA CORTE DE DOÑA ISABEL Y DON FERNANDO. EL TRAJE DE UNA REINA. LA «TIENDA DE LOS REYES CATÓLICOS». LA REINA CAMBIA POR DOS VECES LAS MANGAS DEL JUBÓN DEL REY. EL REY DE ARMAS, TRAS LOS EMBAJADORES, SIGUE SU VIAJE A PORTUGAL.

LOS últimos años del siglo XV se señalan en nuestro país, bajo el explendoroso gobierno de los Reyes Católicos, por contener uno de los cambios más hondos a la par que rápidos que pue- den registrarse en la historia de'^los pueblos. «Des- de el estado de mayor desorden, dice Pedro Már- tir de Angleria, pasó al de la mayor seguridad que había en el orbe cristiano». (1)

(i) De rebu¡ Hispanice memorabilibus.

212 J. GARCÍA MERCADAL

Tan interesante momento histórico aparece dibu- jado por la pluma de Guillermo Prescott, uno de los más acertados entre cuantos hubieren de histo- riar la época de los Reyes Católicos, con los si- guientes rasgos: «Bajo el glorioso imperio de don Fernando y Doña Isabel, hemos visto a España sa- lir del caos a una nueva vida: desarrollar, mediante instituciones adaptadas a su carácter, facultades que antes ignoraba existieran en su seno, multiplicar sus recursos poniendo en acción los resortes todos de su industria interior y del comercio, y abandonar poco a poco los hábitos feroces de los siglos feu- dales por las artes de una civilización más moral y culta». (1)

Sorprende mucho más tan rápida mutación des- pués de abismar el espíritu en el sombrío cuadro ofrecido por nuestro país algunos, no muchos años antes, apenas si el tiempo preciso para imaginar que todo el cambio, por la rapidez con que hubo de realizarse, parecía más que obra de seres huma- nos milagro de la Providencia.

«Pone grima ha escrito un autor contemporáneo (2) leer las crónicas y libros y papeles de media- dos del siglo XV. No hay retablo de lástimas que pueda semejarse a aquella Castilla desmedrada que vino a tar hondo abajamiento después de las gue- rras y rebeldías que ensangrientan el siglo XIV y en- vilecen la primera mitad del siglo que le siguió. Reinaba para afrenta un casi hombre que no supo

(i) Prescott. Historia de los Reyes Católicos.

(2) Fernando Segundo Brieva y Salvatierra. —Discurso leido en la Universidad Central en la inauguración del curso de 1904 a 1905. Madrid 1904.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 213

respetar la corona en las sienes de su padre ni de- fenderla en las suyas después que la ciñó. Hombre desmazalado de cuerpo y de alma que ni entendió de oficios de rey ni de oficios de marido, ni de ofi- cios de padre, mas solo de holgar y montear y de dar a los deleites los bríos que por ventura le fal- taran para los empeños honestos. Cortejábanle ju- glares y moros y señores y clérigos que más iban con la condición de aquella baja gente que con la que la sangre y la honra y la honestidad y la santidad del oficio les pedía. Y como el ejemplo del que está arriba sea de tanta fuerza a los de abajo, de modo que bien se pudo decir aquello de que ad exem- plumregis totas componifur orbis, que es en ro- mance según frase de Juan de Lucena, abajo citada «que lo que los reyes fazen luego ensayamos de lo fazer»; y como sea verdad que la multitud es dada de suyo a bailar al son que le tocan, ello fué que a ejemplo del rey se desbarataban todas las cosas».

Desconocíanse entonces honestidad y justicia, palabra de rey valía tan poco como palabra de pe- chero, y tan libre de raices se encontraba la autori- dad real, que el más ligero viento hubo de bastar para echarla por tierra. Los nobles seguían siendo los primeros, mas en la ruindad y la bajeza, afirman- do linajes nacidos del crimen bajo la mano sembra- dora de Enrique II y teniendo por sus obras mis de moros que de cristianos.

«Más gustaban de afeites y de cargarse de oro y pedrería hasta en los borceguíes, que de los- arreos de pelear. Arriscados en saraos y fiestas en el ba- tallar con damas, y muy arredrados de las fronteras donde, si alguna entrada se hacía, era como de bur-

214 J. GARCÍA MERCADAL

las, con mucho aparato de divisas y empresas en yelmos y escudos, como aquella de Enrique IV que quedó en lenguas, que no parecía sino que no ha- bía infieles en casa ni tierra que les ganar. Era fue- ro la fuerza, y no había otro imperio que el hierro, ni más procomún que la codicia y la rapiña de cada cual». (1)

Las calles y los barrios dentro de las ciudades, en el campo los caminos y las veredas, todo estaba a merced de la gente salteadora, y ni la Iglesia era refugio a tanto mal como andaba suelto, pues allá donde la clerecía estaba era dado hablar de «obis- pos esquilmadores y robadores de sus rebaños, que no pastores de ellos; que andaban a lanzadas por mejorar de mitra y las hacían pensión de su casa cuando no de su dañada y punible descendencia; y las prebendas y las abadías a lo que querían las cartas comendaticias; y los mozos lindos donde pe- dían canas; y monasterios y conventos perdido aquel ser y estado de perfección que está en su hábito y oficio en vida suelta, no ya de religiosos, sino de legos no cristianados». (2)

Esta era la Castilla heredada por la primera Isa- bel, la que bajo su mano hubo de transformarse en la España vista por los embajadores ingleses Sava- he y Naufan, quienes vinieron a nuestro país en 1489, trayendo el encargo de solicitar la mano de la infanta Catalina, hija de los Reyes Católicos, pa- ra el príncipe de Gales.

Con ellos vino un rey de armas al servicio de En- rique vil de Inglaterra, cuyo apellido Machado nos

(i) Brieva y Salvatierra. Discurso citado. (2) Ibídem.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 215

induce a pensar en la probabilidad de su origfen portugués.

En la relación del viaje de Machado, (1) no se cortiene descripción alguna de lugares, limitándose a citar las distancias de pueblo a pueblo, detalle en el que suelen detenerse los viajeros más distraidos. Los embajadores ingleses y con ellos este rey de armas tan poco curioso para el país que cruza, des- embarcaron en el puerto de Laredo. Que fué por mucho tiempo la entrada marítima de Castilla, visi- tardo después la corte de Portugal.

Si Machado hubiese detenido su atención en las tierras cruzadas, habría podido apuntar detalles de aquel gran cuadro que el historiador Prescott des- cribe en las líneas que a continuación reproducimos: «Allí florecían la antigua y majestuosa Toledo; Bur- gos, con sus mercaderes activos e industriosos; Va- iladolid, que podía hacer salir por sus puertas trein- ta nil combatientes, y cuya población entera con difcultad llegará ahora a las dos terceras partes de esle número; Córdoba, en Andalucía, y la magnífi- ca Granada, que aclimataban en Europa las artes y el hijo del Oriente; Zaragoza la abundante, como la lamaban por su feraz territorio; Valencia la her- mosa; Barcelona, que competía por su independen- cia y sus atrevidas expediciones marítimas con las orguUosas Repúblicas de Italia; Medina del Campo, cuyas ferias eran ya el gran mercado para los cam- bies comerciales de toda la península, y Sevilla, la puerta de oro de las Indias, cuyos muelles empeza- ron a verse poblados de multitud de mercaderes de

(I Memorials ef King Henry the seventh. Edited by James Gaircner. London, 1858. En 4." (Nota de Riaño.)

216

j. garcía mercadal

los países más distantes de Europa. Las riquezas de aquellas ciudades se ostentaban en palacios y edi- ficios públicos, fuentes, acueductos, jardines y oirás obras de utilidad y ornato, presidiendo a su extraor- dinario coste un gusto muy adelantado. Cultivában- se la arquitectura con reglas mejores y con gusto más puro que anteriormente, y junta esta noble arte con sus hermanas las artes del diseño, presentaron desde luego señales de la influencia del nuevo en- lace con Italia, despidiendo los primeros resplando- res de aquella elevación y mérito que dio tanto ks- tre a la escuela española a fines del siglo. Todavía fué mayor el impulso que recibieron las letras. Ha- bía probablemente más imprentas en España en la infancia del arte que en el día de hoy. Los colegÍDS antiguos se mejoraron dándoles nueva forma y se crearon otros nuevos. Barcelona, Salamanca y Al- calá estaban entonces concurridas de millares de estudiantes, que bajo la gloriosa protección del go- bierno hallaban en las letras el camino más segiro para adelantar en las carreras. Hasta los ramos nás sencillos y ligeros de la literatura experimentaion la influencia de aquel espíritu innovador, y después de haber dado los últimos frutos del antiguo siste- ma, presentaban nuevas y más bellas y variadas lo- res bajo la influencia de la cultura italiana... Con este desarrollo moral de la nación, las rentas pú- blicas, que cuando no van forzadas, son un indica- dor seguro de la prosperidad general, fueron au- mentándose con asombrosa rapidez... (1) Al propio

(i) Apropósito de esto reproduciremos unas líneas del lus- tre Costa, tomadas del estudio que dedicó a Isabel de Castilla. Dicen así: «El año de su proclamación, las rentas ordinarias

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 217

tiempo, los límites territoriales de la monarquía se dilataron de un modo que no tiene ejemplo. Casti- lla y León se reunieron bajo un mismo cetro con Aragfón y sus dependencias de fuera. Sicilia y Cer- deña, con los reinos de Navarra, Granada y Ñapó- les, con las Canarias, Oran y otros establecimientos de África, y con las islas y vastos continentes de América... Los nombres de castellanos y aragone- ses, se refundieron en el más general de españoles, y España, con un imperio que se extendía a tres partes del mundo, que casi realizaba el jactancioso dicho de que el sol nunca se ponía en sus dominios se elevó, no solo a la primera clase sino a la prime- ra de las naciones europeas». (1)

Este era el cuadro que ofrecía la España de los Reyes Católicos, el que habría advertido el rey de armas de Enrique VII de Inglaterra, quien, al pare- cer, no guardaba su curiosidad más que para el lu- jo y boato de la corte, cosa después de todo muy natural teniendo en cuenta el cargo que desempe- ñaba. Por esto los detalles de más importancia en- tre los contenidos en su relato son los que se cir- cunscriben a describirnos cómo era la corte de do- ña Isabel y Don Fernando. Más los convites y ñestas

del Estado ascendieron a 40 millones de maravedís, de los cua- les 30 estaban enajenados a perpetuidad, quedando sólo 10 para todas las atenciones del Estado y de la Casa real, cantidad muy inferior a la que gozaban algunas particulares. Treinta años des- pués, en 1504, año de la muerte de la Reina, las rentas comunes arrendadas importaron 341 millones líquidos, además de un servicio extraordinario de 210 millones votado por las Cortes». 'Reconstitución y Enropeiznciihi de EspnTii, Madrid, IQOQ- pág. 308).

(l) Prescott Hisioi ¡a -e los Keye: Católicos.

218 j. garcía mercadal

que se dieron en ella para honrar a los embajadores ingleses mientras duró su estancia en Medina del Campo, y especialmente los trajes que ostentaron don Fernando y doña Isabel con semejante motivo.

Sirva de muestra la descripción que hace del tra- je que llevaba la reina el día en que tuvieron los embajadores su primera entrevista:

«Ceñía la dicha reina un cinturón de cuero blan- co, hecho a la manera de los que llevan los hombres, cuyo cinturón tenía una escarcela decorada con un balaj del grandor de una pelota, entre cinco ricos diamantes y otras piedras preciosas del tamaño de una haba, y el mismo cinturón rodeado de piedras preciosas y grandes. Tenía en el cuello un rico co- llar de oro, con rosas blancas y encarnadas, y cada rosa con una grande piedra fina. Además llevaba dos cintas colgando de cada lado del pecho, guar- necido de buenos diamantes, balajos, rubias perlas y otras piedras de gran valor, hasta el número de ciento o más. Sobre este traje, vestía una capa cor- ta, echada a la izquierda, de fino raso carmesí forra- da de armiños de apariencia hermosa y brillante. Ostentaba la cabeza desnuda, salvo una pequeña cofia de plaisance en la parte de atrás, sin ninguna otra cosa. Ciertamente, como creo y como he oido decir, estimo que el traje que llevaba tenía el valor de doscientos mil escudos de oro».

La capa de carmesí se censerva en la Catedral de Toledo, donde se la conoce con el nombre de «Tienda de los Reyes Católicos», y tiene las armas de los Reyes y la divisa del «Tanto monta».

Eran ya días de grandeza lo-s que viera Machado en España, y detrás de la puerta del tiempo aguar-

ESPAfíA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 219

daban otros muy inmediatos que habían de llegar para engrandecer más todavía el poderío de tales monarcas, a los que llegarían a nacerles tierras nue- vas del fondo de los mares, para que pudiesen ce- ñir nuevos lauros a su corona.

Mas no se crea, por la descripción que Machado hace de las reales vestiduras, que doña Isabel guar- daba para el cuidado y regalo que tan grave con- secuencia había traído a la fastuosa corte de la reina doña Juana, la descocada portuguesa. El cuidado del gobierno no privaba a doña Isabel de rendir sus cuidados a los desvelos maternales, y «retraída la reina en su cámara allí se regalaba con sus hijos, festejo de su alma. ¿Aplacian brocados y joyeles y echar en un brial la renta de su condado? Las jo- yas de la reina más eran recurso de su providencia bienhechora que realce de la realeza, y con un ju- bón se honraba el rey católico que ya remudara de mangas la reina dos veces: que no hay camisa que mejor siente a un marido que la que zurció la mujer propia>. (1)

Los embajadores ingleses, y con ellos el rey de armas Machado de cuyo relato hacemos mención, abandonaron la corte de los Reyes Católicos para seguir su viaje hasta Portugal, pues traían consigo las insignias de la orden de la Jarretiera para el monarca portugués.

(i) Femando Segundo Brieva y Salvatierra. La. mujer espa- pañola de la Historia. Granada, 1 904.

XXIV EL OBISPO DE ARZENDJAN

DEL EUFRATES A ESPAÑA. A PIE Y LIMOSNEANDO. VIZCAYA, «PAÍS DONDE SE COME PESCADO». LOS VASCOS Y SU SUPREMACÍA EN EL MAR. EXPEDICIO- NES MARÍTIMAS DE LOS BALLENEROS Y PESCADORES DE BACALAO. LAS TIERRAS SEPTENTRIONALES DE AMÉRICA. POR DÓNDE COLÓN DEBIÓ PRESENTIR EL NUEVO MUNDO. LA ISLA DE LOS BACALAOS. EL SEPULCRO DEL APÓSTOL. LOS MARINOS DE GUETA- RIA. UNA EXPEDICIÓN MARÍTIMA. EL OBISPO SE EMBARCA PARA TIERRAS DESCONOCIDAS. EL VIEN- TO LES CAMBIA RUTA. OTRA VEZ A PIE. EL PA- SO DE LAS ALPUJARRAS.— JAÉN Y EL SUDARIO DE CRISTO. LAS CIUDADES JUZGADAS POR EL NÚMERO DE CASAS.

POR el tiempo en que Cristóbal Colón se hallaba navegando por segunda vez con rumbo a las tierras americanas recién descubiertas, vino a nues- tro país, desde las lejanas riberas del Eufrates, el obispo armenio Mártir o Martiros, traído por razo- nes piadosas para peregrinar hasta Santiago de

222 J. GARCÍA MERCADAL

Compostela, dejando escrita una relación (1) en la que sus observaciones acerca de personas y cosas adquieren un particular interés.

Bastaríale para ser notable a semejante relato el hecho de estar escrito por una persona de la condi- ción del obispo Mártir y de tan lejana nacionalidad; pero lo es todavía más porque, aparte las observa- ciones que nos trasmite de su ruta peregrinante, el obispo armenio, que hace su viaje a pie, no se con- forma con visitar distintos países del continente eu- ropeo, sino que, saliéndole al paso y como por ca- sualidad la ocasión de cierta audaz aventura, no se amilana ante peligros de importancia ni le detienen dudéis ni vacilaciones para tomar en ella parte, y embarcándose en una carabela vizcaína, armada para surcar los mares con rumbo a tierras desconocidas, permanece en el mar durante sesenta y dos días. ,

Es pues de gran importancia el detalle que en su relato nos da sobre cierta expedición marítima que partió de tierras vascas, siguiendo los pasos de Co- lón años después de haber éste puesto sus pies por primera vez en América.

Arzendjan era una gran ciudad de Armenia, si- tuada a orillas del Eufrates, a tres jornadas al s. o. de Arz-roun. Mártir habitaba ordinariamente en el mo- nasterio de San Ciríaco, en Nor-Kiegh, que era un retiro sumamente pintoresco y agradable. El deseo de conocer tierras y de visitar el sepulcro del apóstol

(i) Relation d^ un voyage fait en Europt et dans /' Océan at- lantique, a la fin dti xveme ¡iécle, sous le rrgne de Charles viii, par Mártyr, evéque d' Arzendjan, traduite de 1' armenien et accompagnée du texte original, par M. J. Saint-Martín. Pa- rís, 1827.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 223

Santiago hízole salir de su monasterio y encaminar- se a España por Constantinopla, Venecia, Ancona^ Roma, Tedeschi, Constanza, Basilea, Franfort, Fri- burgo, Strasburgo, Colonia, Flandes, Inglaterra y Francia, trasladándose desde Bayona a Vizcaya, «país donde se come pescado», que es una obser- vación que repite en distintas ocasiones como ex- trañado.

Cuando el obispo Mártir llegó a España todavía los vascos debían mantener su supremacía sobre el mar, que habían tenido durante los siglos XIV y XV, por la intrepidez demostrada en las largas navega- ciones a que les obligaba la pesca del bacalao y de la ballena en las costas de Escocia e Irlanda. (1) Las armadas de la marina militar española estaban for- madas casi en su totalidad por vizcaínos, siendo nuestra marina una de las más poderosas de Euro- pa, como se demostró luchando ventajosamente frente a ingleses y flamencos. Esto se en un tra- tado firmado en 1351 entre el rey de Castilla y Eduardo III rey de Inglaterra, por el que los vascos tenían reconocida la exclusiva para la pesca de la ballena, del bacalao y otros pescados en las costas de Inglaterra, Escocia, islas Nebridas y aguas al nor- te de Irlanda.

Las ballenas solían presentarse también en las costas guipuzcoanas, habiendo con ocasión de su pesca curiosas costumbres. «Algunas veces se pes- can ballenas, cuya lengua por antigua costumbre está cedida a alguna iglesia u obra pía, como en S. Sebastián a la cofradía de S. Pedro de los mari- neros, en Guetaria a la fábrica de su iglesia. La vi-

(l) Noel de la Moriniére. Histoire des Feches, t. i.p. 254 y 313

224 I. GARCÍA MERCADAL

lia de Zarauz, cuando sus vecinos mataban alguna ballena, daban al rey un tajo desde la cabeza hasta la cola: así lo expresa el fuero de dicha villa, con- cedido por S. Fernando en Burg-os a 28 de setiem- bre del año 1237, que parece ser la primera escri- tura que habla de matanza de ballenas, y ninguno la había citado hasta ahora para ilustrar con tan pre- cioso monumento la antigüedad de este ramo de industria en Guipúzcoa». (1)

En la historia de ios descubrimientos geográficos se cómo el recuerdo de las tierras septentriona- les de América, descubiwtas a fines del siglo IX por los escandinavos, no se había desvanecido comple- tamente en el norte y occidente de Europa. Colón no debía ignorar estos descubrimientos, ya señala- dos con anterioridad al descubrimiento de América en las cartas de los cosmógrafos venecianos, y en la vida del Almirante escrita por su hijo Fernando se asegura que su padre había navegado los mares del Norte.

Bergeron (2) y el P Charlevoix, en su Histoire de la Nouvelle Franca (3), muéstrannos cómo desde 1504, doce años después del primer viaje de Colón a América, bretones, normandos y vascos solían fre- cuentar las costas de Terranova y el continente ve- cino, atraídos por la gran abundancia de bacalaos que había en aquellos parajes. Esto mismo, por lo que se refiere a los bretones, se asegura por el tes-

íi) Diccionario Geográfico-Históf ico líe España, ■por la Real Ac idemia de la Historia. Madrid, mdcccii, en la imprenta de la Viada de D. Joaquín Ibarra.— Tomo i, pág. 331.

(2) Traite de la Navit^otion, c. xv.

{3) 7". /. Fijst. chron. p. xiij et xlvj et i /.e»' t>. 3 et 4.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 225

timonio de! almirante florentino Juan de Verrazzano, quien iiubo de visitar aquellas aguas en 1524, por orden de Francisco I; los tales parajes, según indi- caciones contenidas en la colección de Ramusio (1) habían sido descubiertas por los bretones y nor- mandos con anterioridad al primer viaje de Cristó- bal Colón.

Se tiene también la noticia (2) de que en 1507 un capitán de Honfleur, llamado Juan Denis, y un tal Gamart, de Rouen, visitaron aquellas costas que ya estaban visitadas por los portugueses. El P. Char- levoix pretende (3) que este Juan Denis publicó una carta de Terranova y regiones circundantes, y que en Francia, en 1508, vióse un salvaje traído del Ca- nadá por Tomás Aubert, piloto de Dieppe, en un navio llamado «El Pensamiento >.

Estas noticias parecen concluyentes a geógrafos del siglo XVI tan célebres como Ortélius, Mercator, Corneille Viitfíet, Pontanus, Antonio Magin y otros más modernos, según los cuales los pescadores vas- cos de bacalao, de junto al cabo Bretón, cerca de Bayona, descubrieron esta tierras antes de Colón, y que uno de estos pilotos dio la noticia a Colón. Por esta razón se llamó cabo Bretón a una de las primeras islas descubiertas, que fueron en principio llamadas islas de los bacalaos, denom.inación deri- vada del término vasco, de donde tomó la palabra el castellano.

Bartolomé de las Casas repite esto, en su Historia

(i) T. in, p. 41/ e/ 41S.

(2) Hist. de la Novvelle France, t. i. Fast. chronol, p. xiij ct xiv et liv. i.er p. 3 y 4.

{3) ^'^'''. P- 423-

15

226 J. GARCÍA MERCADAL

de Indias, agregando que Terranova había sido vi- sitada repetidas veces por Miguel y Gaspar de Cor- teréal, hijos del navegante portugués descubridor de la isla Tercera en el archipiélago de las Azores.

Se conocen los viajes de los mercaderes de Dieppe hasta Costa de Oro (1); la conquista de las islas Canarias emprendida en los comienzos del si- g-lo XV por Juan de Bethencourt, que se hizo señor de dichas islas (2), y descubrimiento de Madera, así como de las Azores, islas conocidas por los árabes (3) y por los genoveses (4), ocupadas por los por- tugueses y habitadas en 1466 por una colonia fla- menca, sometida al rey de Portugal. (5)

La Academia de la Historia ha recogido la tra- dición vasca que atribuye a Juan del Chaide el des- cubrimiento de los bancos de Terranova antes de Colón. (6)

El nombre de tierra de los bacalaos estaba con- signado en la carta de Sebastián Cabot, por haber sido reconocida por él y por sus hijos el 24 de íu- nio de 1494.

(i) La Maniniero D!ct. ^c^gra, C- niñee y todos los libro que tratan de los descubrimientos en África.

(2) Se posee la historia de dos contemporáneos que tomaron parte en la expedición; Juan Boutier y Santiago Leverrier, pres- bíteros y agregados a la persona de su señor Juan de Bethen- court. Su relación comienza en 1406 y termina en 1425. Juan Bergeron encontró el manuscrito en casa del señor Galien de Bethencourt, que pertenecía a la familia del conquistador de las Canarias, y lo imprimió en París, en 1630 en I vol. en 12."

(3) Hartmann África Edrisii p. 317 y sigs.

(4) Bergeron Traite de la is'avi^ntion c. vii.

(5) A'ofice sur Mariin Behaim por Muller, a continuación de los Voyages de Pigafetíaa. 307, 330, 332 y 370 trad. fr. Malte Bnm, Frécis de Geogr. univ. t. \ p. 424, 428 y 47g.

(6) Dic. geogrf de España t. t. p. 331 y t. r pág. 313.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 227

Todas estas noticias de expediciones marítimas que dejamos apuntadas en un rápido extracto de la introducción que J. Saint Martin pone a la edición francesa del viaje, nos muestran cómo la expedición en que forreió parte el obispo de Arzendjan fué una de tantas com.o en aquella época acreditaban el brío y la intrepidez de los marinos vizcaínos, sien- do de importancia por la relación que guarda con la empresa colombina.

Antes de embarcarse el obispo Mártir estuvo en Santiago de Compostela ochenta y cuatro días, sien- do en su viaje de vuelta cuando tropezó en el puer- to de Guetaria con una carabela a punto de zarpar, y en ella se embarcó, permaneciendo en el mar, co- mo ya hemos dicho, poco más de dos meses.

El obispo de Arzendjan penetra en España cru- zando el Bidasoa y deteniéndose en Fuenterrabía, en donde elogia la caridad sin límites del matrimo- nio que hubo de hospedarle, el cual llegó hasta salir dos o tres veces a limosnear para él, pues hacía el viaje a pie y con las limosnas que iba recogiendo. Dice que no vio en Fuenterrabía ningún rostro de mujer bonito.

Después de recorrer el interior de Vizcaya volvió a la costa, pues cita su paso por Portugalete; de allí fué a Santander, a Santillana del Mar y a San Vi- cente de la Barquera, siendo en todas partes bien acogido. Penetró en Asturias y estuvo en Oviedo, al que él llama San Salvador, sin duda por ser este el nombre de la iglesia ovetense, y después pasó a Betanzos, y «de allí con muchas fatigas , dice pero sostenido por la ayuda de Dios, muy cansado y debilitado llegué por fin hasta el templo y el se-

228 J. GARCÍA MERCADAL

pulcro de Santiago, santo glorioso y luz del mundo>.

Del sepulcro de Santiago hace la siguiente des- cripción:

«El cuerpo del santo se encuentra enmedio del altar mayor, en un cofre de cobre amarillo cerrado con tres cerraduras. Su estatua está colocada sobre el altar mayor; está sentada en un trono con una corona sobre la cabeza; está recubierto con una cú- pula de madera>.

De la iglesia dice lo siguiente: «La iglesia tiene forma de cruz, con una grande y magnífica cúpula, flanqueada por dos campanarios. Está dividida en tres partes, sostenidas sobre una sola bóveda. Tiene cuatro puertas. Saliendo de la iglesia por la del mediodia, se encuentra una gran fuente, cercando la cual hay tiendas blancas donde se vende de todo lo que se puede desear, medallas y rosarios. Delante de la puerta occidental se encuentra una fuente que se esparce por bajo; encima de la puerta oriental, se a Cristo sentado sobre un trono, con la re- presentación de todo lo que ha sucesido desde Adán, y de lo que sucederá hasta el fín del mundo, todo ello de una belleza tan exquisita, que es im- posible describirla».

La estancia del obispo de Arzendjan en la ciu- dad santa fué larga, ya dejamos atrás dicho que ochenta y cuatro días, no pudiendo prolongarla más por la carestía de los víveres. De allí se trasladó a visitar el santuario de Nuestra Señora de la Barca (1),

(i) El P. Enrique Scherer, jesuíta, publicó en Augsburgo «na geografía universal Arlas novjis cuya tercera parte se titula Geo- graphia Mariana. Allí se habla del santmarlo de Ntra. Sra. de la Barca.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 229

en Finisterre, y en el trayecto dice que tropezó con animales salvajes sumamente peligrosos, citando entre ellos el vakner, palabra bajo la cual el obispo armenio debe querer aludir a algún oso o toro sal- vaje.

Deshizo el camino para volverse a Francia, que tal era su intención, mostrando su desconocimient© del vascuence, y haciendo mención de una ciudad que hubo de atravesar, antes de llegar a Bilbao, que no podemos imaginar cual sería, pues dice estaba a orillas de un gran río y tenía un puente con 68 ar- cadas.

En Bilbao se detuvo muy poco y debió entrete- nerse después en visitar con detalle la región, pues dice haber puesto veintisiete días en trasladarse desde la capital de Vizcaya a Guetaria.

Desde que Sanche IV de Castilla (1285-1295) concedió grandes privilegios a los marinos de Gue- taria, aquel puerto había ido desarrollándose ex- traordinariamente, partiendo de él grandes expedi- ciones de pescadores de bacalao en los bancos de Terranova. Era la primavera de 1494 cuando el obispo armenio, desmadejado y rendido por tan gran caminata a pie como la que sobre llevaba, alcan- zó a ver el puerto de Guetaria. Tal era su cansancio que fué para él gran esperanza ver los navios anclados en el puerto, y entre ellos uno muy hermoso, una gran carabela, de 8000 ghantar (quintales), de la que se enteró estaba dispuesta para un largo viaje, pensando en que acaso le pudiera ser dado volver en ella a su país.

Buscó a los sacerdotes de Guetaria y les rogó so- licitasen para él una plaza en el barco, pues le fal-

230 J. GARCÍA MERCADAL

taban las fuerzas para seguir su viaje. Los sacerdo- tes fueron al capitán del barco y le dijeron:

«Este religioso armenio nos ruega que lo reci- báis en vuestro barco; ha llegado desde un país le- jano, y no puede volver a él por tierra».

Leyéronle al capitán la carta que el peregrino lle- vaba del Papa.

El capitán, ante semejante petición, contestó lo siguiente:

«Lo recibiré en mi barco; pero decidle que voy a recorrer la mar universal (el Occéano), que mi barco no lleva mercader alguno, y que todos los hombres que en él se hallan están empleados a mi servicio. Nosotros hemos hecho el sacrificio de nuestra vida; ponemos nuestra esperanza en Dios, y pensamos que allí donde la fortuna nos lleve, Dios nos salvará. Vamos a dar la vuelta al mundo, no sabemos donde nos llevarán los vientos. Dios lo sabe. De todos modos, si tenéis el deseo de venir con nosotros, bien está; venid en mi barco, y no os preocupéis del pan, ni de beber, ni de comer; en cuanto a vuestros restantes gastos, estos religiosos proveerán; como tenemos un alma, os proveeremos de bizcochos y todo lo que Dios nos ha conce- dido».

Sin duda el obispo de Arzendjan era hombre al que no le arredraban los peligros y muy amigo de aventurarse en caminos poco conocidos, pues ape- sar de que el barco no llevaba rumbo señalado, se embarcó en la nave como si partiese para su país. Así se lo comunicó al pueblo desde el altar de la iglesia, con objeto de que todos le llevasen a bordo víveres para el viaje. Sesenta y ocho días estuvie-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 231

ron en el mar, sin lograr su objeto, pues vinieron a tocar tierra en Finisterre. De allí marcharon a Cá- diz, «villa muy linda, pequeña, pero llena de mag- nificencias* desde donde el armenio fué a Nuestra Señora de Guadalupe, sin duda a dar gracias por haber escapado con vida de la arriesgada expedi- ción marítima.

De nuevo volvió a embarcarse, llevándolos el viento a Salobreña, en el reino de Granada, en don- de Mártir ya no quiso más navegaciones, abando- nando el barco e internándose por tierra de moros; la ruta le obligó a cruzar una gran montaña (las AI- pujarras), poniendo en ello dos días y medio, y lle- gó a .Granada, «que ha sido tomada por la reina», diciendo de ella ser «una villa grande y rica». Estu- vo allí once días, y poniéndose nuevamente en ca- mino a los cinco días llegó a Jaén, «que posee un sudario de Cristo».

Desde Jaén marchó por Baeza, San Esteban y un lugar que llama Burgos, pero no debe referirse a la capital de Castilla la Vieja pues, además de que no de él ningún detalle, y esto no sería natural si de Burgos se tratase, resultaría demasiada des- viación, pues después habla de Chinchilla, en don- de se vio atacado por un dolor a las entrañas, sien- do visitado por un médico. De allí fué a Almansa y a Játiva, que dice contener 25.000 casas, cayendo nuevamente enfermo, siendo atendido y curado por los religiosos de Játiva.

La enfermedad debió quitarle el humor de ano- tar más particularidades en el resto de su viaje por España, pues no nos dice más sino que desde Játiva pasó a Alcira y de allí a Valencia, con sus

232 J. GARCÍA MERCADAL

70000 casas, en donde estuvo cuatro días; y a los veintiún dias de camino llegó a Barcelona, ciudad de 90.000 casas, desde donde pasó a Perpignan y de allí a las islas de Sicilia.

Estos son los detalles del viaje que a fines del siglo XV hizo por España, a pie y pidiendo limosna para sostener sus escasas necesidades, un obispo Mártir, sólo de nombre, según él mismo indica, pe- ro que de mártir tenía la resistencia al aguantar tan largo caminar y tantas tribulaciones como en su viaje tendría que sufrir.

SIGLO XVI

XXV

EL VIAJE DE UN CHAMBELÁN

EL SEÑOR MONTIGNY Y LAS COSTUMBRES ESPA- ÑOLAS EN LOS ALBORES DEL SIGLO XVL EL FAVO- RITO DE UNA ARCHIDUQUESA, EJECUTOR TESTA- MENTARIO DE CARLOS V. EL VIAJE DE FELIPE EL HERMOSO. SÉQUITO DE LOS PRÍNCIPES DE ESPAÑA. LAS DAMAS ESPAÑOLAS DE DOÑA JUANA. EL PASO POR FRANCIA. BAYONA INUNDADA, Y SUS COSTUM- BRES MATRIMONIALES. UN MATRIMONIO CURIOSO. LOS CARROS DE LA IMPEDIMENTA.

I ONSECUENCIA de la política mantenida por los ^•^ Reyes Católicos, según la cual hubieron de buscar una mayor amplitud para sus Estados me- diante los entronques matrimoniales de sus hijos, fué el matrimonio de su hija doña Juana con el archi- duque D. Felipe el Hermoso, de la casa de Borgo- ña y heredero presunto de la corona imperial.

La primera relación de visitante extranjero que nos es dado curiosear en el siglo xvi es la de An- tonio de Lalaing, señor de Montigny, que viene a nuestro país no como uno de tantos chambelanes entre los que componían la suntuosa comitiva de

236 j. garcía MERCADAL

Felipe el Hermoso, sino como uno de los principa- les y mejor situados en la Corte.

Esta relación del señor de Montigny, que puede verse completa en la «Colección de viajes de los soberanos de los Países-Bajos», publicada por Ga- chard (1) es el mejor libro para conocer los usos y costumbres de España en los primeros años de la décima sexta centuria. Como dice Nelis «Montigny se ha complacido en describir el estado de la corte de su señor, las fiestas y acontecimientos de su via- je, sus dos entrevistas con Luis Xll, la primera en Blois, la otra en Lyon, su llegfada a España y su re- greso a los Paises-Bajos. Ha sabido incorporar a su narración muchos datos desconocidos de sus com- patriotas sobre España, sobre sus costumbres, las plazas públicas, los templos y los palacios de ese país; y sus reflexiones nos deben ser tanto más agradables cuanto que son la obra de un hombre que tenía un rango distinguido en la corte del so- berano, y que pinta con la elegancia de su siglo las costumbres de los grandes señores, sus iguales». (2)

Antonio de Lalaing, que desempeñó un papel de importancia durante los veinticinco primeros años del reinado de Carlos V, había nacido en 1480, siendo hijo de Josse y de Bonne de la Viesville. Desde muy joven nguró entre los oficiales de la casa de Felipe el Hermoso, siendo elegido en 1 de

(i) Collecíion des voyajes des souverains des Fays ^aj, publi- cada por M. Gachard. Bruxelles: F. Hayez, 1876. Tomo i pp. 121-305.

(2) Belgicarum rerum Prodromus, sive de Historia Bélgica ejusque scriptoribus praecipuis Comtnentatio, en el tomo i de la Chronique rimée de Philippe Mouskés publicada por Reiffenberg. (Nota de Gachard),

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 237

Noviembre de 1501 para formar parte del séquito que debía acompañar al monarca en su viaje a Es- paña, en calidad de chambelán, cargo que también desempeñó seis años después, en el segundo viaje realizado.

Después de la muerte del rey se trasladó a Mali- nas, donde la archiduquesa Margarita de Austria, designada por el emperador Maximiliano como re- gente de los Países-Bajos, hubo de ocuparle en dis- tintas comisiones de importancia. Recibió frecuentes honores y distinciones de parte de sus soberanos, lo cual testimonia el afecto con que supieron corres- ponder a su devoción y fidelidad, siendo gratificado en 22 de Abril de 1510 por Maximiliano y Car- los V con una renta de 400 libras, premio a los ser- vicios rendidos al difunto rey Felipe en sus viajes a Alemania, España, Francia, Inglaterra y otros paí- ses. El ó de Noviembre de 1516 fué elegido caba- llero del Toisón de oro, y dos años después nom- brado capitán de una compañía de cincuenta lanzas y designado el mismo año por Carlos V, en unión del príncipe de Chimay, el señor de Fresin, el con- sejero Jonglet y el escribano de cámara Haneton, para negociar un tratado de confederación y alian- za con los Estados de los países de Lieja, del du- cado de Bouillon y del condado de Looz, tratado que terminaron el 12 de Noviembre del mismo año.

Desposó a Isabel de Culembourg, viuda de Juan de Luxemburgo, con cuyo matrimonio adquirió pa- ra sí la baronía de Hooghstraeten, transformada en condado por el emperador Carlos V, mediante car- tas expedidas desde Zaragoza en el mes de Junio

238 J. GARCÍA MERCADAL

de 1518 (1); el 25 de Noviembre y con gran pom- pa, el archiduque Fernando invistióle de la digni- dad que el rey le acababa de conferir, en la igle- sia de Santa Gudula, de la ciudad de Bruselas.

El 8 de Febrero de 1522 distinguióle de nuevo el emperador con el nombramiento de gobernador general de Holanda, Zelanda y Frisia, y el 22 de Mayo, al hacer testamento Carlos V antes de mar- char a España, nombró a Lalaing entre sus ejecuto- res testamentarios.

La regente Margarita de tal modo hubo de testi- moniarle su especial predilección señalándole pen- siones y nombrándolo su caballero de honor y jefe de su casa, que suscitó las sospechas de algunos escritores, los cuales apuntan la idea de que el chambelán de Felipe el Hermoso alcanzó a ser cer- ca de la regente algo más íntimo que todo cuanto dicho queda. El embajador veneciano Gaspar Con- tarini, que estuvo en los Países-Bajos en 1521 y 1522, aseguró en su relación al Senado de la repú- blica italiana que los belgas estaban descontentos y Antonio de Lalaing había llegado a ser objeto de los odios populares. (2)

Lalaing acompañó a sus soberanos en diversos viajes, estando al lado de Margarita de Austria cuando en 1529 fué a negociar con Luisa de Sabo- ya el tratado que la historia conoce con el nombre de Paz de las damas, y en Febrero de 1540 fué con Carlos V a Gante para sofocar una rebelión popu-

(i) Le Roy. Notilia marc'ü<inattis Sacri Romnni Iinperü. p. 339. (Nota de Gachard).

(2) Las Monumemts de la diplomatie vínetienne, p. 64. (Nota de Gachard).

ESPAÍ5A VISTA POR LOS EXTRANJEROS 235

lar, cayendo enfermo y muriendo el 2 de Abril, siendo enterrado en el coro de la iglesia de Hoog4istraeten, no dejando ai morir ningún hijo le- gítimo, aunque varios naturales. Su mujer le so- brevivió hasta diciembre de 1555.

Felipe el Hermoso viene a España para entrar en posesión del reino, por muerte del hermano de su mujer doña Juana, hija de los Reyes Católicos. El 15 de Septiembre de 1501 llegó a la corte de Bruselas el señor de Belleville, enviado del rey de Francia Luis XII, para convencer al archiduque de que debe hacer su viaje a España por tierra, trayen- do el ofrecimiento de 400 lanzas encargadas de protegerle y darle escolta mientras los regios viaje- ros fueran huéspedes de las tierras francesas.

Felipe el Hermoso déjase convencer, y los lla- mados a la corona española salen de Bruselas el 4 de Noviembre, acompañados de un numeroso y lu- cido séquito: en él forman parte un arzobispo un obispo, un preboste y otras muchas gentes del consejo eclesiástico; cuatro caballeros de la orden del Toisón, diecisiete chambelanes, entre los que figuraba el señor de Montigny, más de cuarenta gentiles hombres, crecido número de señores y gentiles hombres al servicio de la archiduquesa, y multitud de damas, entre las que figuraban las espa- ñolas doña María de Aragón, hija del condestable de Navarra; doña María Manrique, hija de D. Pedro Manrique, señor de Bardízcar; doña María Manuel, hija de D.Juan Manuel; doña Blanca de Manrique

240 J. GARCÍA MERCADAL

nieta del duque de Nájera; doña Beatriz de Boba- dilla, nieta de la marquesa de Moya; doña Aldara de Portugal, hija de D. Fernando de Portugal, y doña Francisca de Zapata. Las seis primeras habían acompañado a Juana de Castilla en su viaje a los Países-Bajos cuando fué a casarse con el archidu- que.

La ruta de los archiduques desde Bruselas a Pa- rís fué por Vaienciennes, Cambray,San Quintín, No- yon, Compiegne, Senlis y San Denis, trasladándo- se después a Blois, en donde se entrevistaron con el rey Luis xii.

Por Tours y Poitiers llegaron a Guitres, entrada de la Gascuña, y siguiendo su ruta cruzaron por Roquefort, en el comienzo de las Landas de Bur- deos, deteniéndose en Mont de Marsán y partiendo después para Dax; allí salió a su encuentro el rey de Navarra, no acudiendo la reina por estar las mon- tañas cubiertas de nieve y hallarse los caminos difí- cilmente transitables.

De Dax se trasladaron Felipe el Hermoso y su esposa a Bayona; encontráronla inundada por la gran cantidad de agua y nieve caídas, tantas que al decir de sus habitantes hacía más de cien años no se viera cosa igual, teniendo que hacer uso de bar- cas para trasladarse de unas moradas a otras.

«Las costumbres de Bayona, dice Lalaing, en cuanto al matrimonio, son tales que hombre y mu- jer desposados difieren su matrimonio cuanto quie- ren, pero se acuestan juntos, no pudiendo cambiar de residencia, si no es por la muerte de uno de elIos>.

El chambelán cuenta el curioso suceso del bur-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 241

gués en cuya casa hubo de hospedarse monseñor de Cambrai, el cual se casó por entonces, dando a luz su mujer un niño el mismo día del matrimonio, pues antes de casarse habían tenido dos o tres años relaciones... a la moda de Bayona.

De Bayona se trasladaron a San Juan de Luz, en donde, a la vista de la frontera española, los fran- ceses que vinieran escoltándolos hubieron de des- pedirse, siendo espléndidamente gratificados por la munificencia de los archiduques.

Antes, en Bayona, se habían separado de los ca- rros flamencos que condujeron hasta allí la pesada impedimenta de tan numerosa comitiva, los cuales regresaron a su país por no poder franquear las montañas que cierran la entrada de España. El ba- gaje fué cargado a lomos de muías vizcaínas, que se sirvieron de trasladarlo hasta la ciudad de To- ledo.

16

XXVI

EL SEÑOR DE MONTIGNY, PEREGRINO DE SANTIAGO

LOS PASTELES DE ESPAÑA. LAS DAMAS VASCONGA- DAS Y SU TOCADO. UN PAÍS QUE NO QUIERE TE- NER OBISPO. UNA COMIDA DE TRES HORAS.— COMO DEFENDÍAN LOS BURGALESES SUS PRIVILEGIOS. LA MOMIA DEL REY DON JUAN II. LA OFRENDA DE LOS CAUTIVOS. EL MERCADO DE LAS LANAS. A COM- POSTELA, POR EL CAMINO DE ASTURIAS. LOS RO- SARIOS DE LEÓN. ASTURIAS,TIERRA DE MONTAÑAS. LOS ASTURIANOS Y LOS EGIPCIOS. LA CRIPTA DE SANTIAGO Y LOS SIETE CIRIOS DEL APÓSTOL. LA IMPEDIMENTA DEL PECADO f^ORTAL. EL HOSPITAL DE LOS PEREGRINOS. EL CUERPO DE SANTA SUSA- NA.— UN DIENTE DE PESO. LAS LIEBRES BLANCAS, LOS CAMELLOS Y LAS FIERAS DEL CONDE DE BENA- VENTE.

I UIADOS por la relación que dejara escrita el ^•— ^ chambelán Antonio de Lalaing, vamos a se- guir en su primer viaje por España a Felipe I el Hermoso, recogiendo al paso las noticias curiosas e interesantes detalles que nos legó el noble fla- menco acerca de las impresiones de su paso por nuestro país en el primer año del siglo xvi.

244

j. garcía mercadal

No en lodo su camino fué el cronista testigo de la jornada regia. Llegados a Burgos los príncipes, el señor de Montigny, acompañado por los señores de Saintzelles y de Monceaux, desgarróse del sé- quito regio para realizar la peregrinación a Com- posteIa,por cuyo camino hubieron de seguirles otros personajes de la suntuosa comitiva. En Madrid unié- ronse de nuevo a su señor.

Cruzado que fué el Bidasoa, los príncipes fueron recibidos el 26 de Enero de 1501 a la entrada de Fuenterrabia por Don Gutierre de Cárdenas, gran comendador de la orden de Santiago, y don Fran- cisco de Zúñiga, conde de Miranda, acompañados de gran número de nobles españoles, hincando la rodilla y besando la mano de los príncipes, celebrán- dose con ocasión de tal suceso grandes festejos en el castillo de la villa, corriendo cañas los caballeros españoles y siendo los recién llegados obsequiados con grandes bandejas llenas de pasteles azucarados, según costumbre de España.

Por Hernani, Tolosa y Segura continuaron su ru- ta, llamando la atención del señor de Montigny la hermosura de las damas vascongadas, las cuales llevaban en vez de bonetes una especie de turban- tes con muchas vueltas de tela. Las muchachas lle- vaban el pelo cortado, no pudiendo llevar bonetes las solteras. Las casadas llevábanlos cubiertos de bordados en oro y sedas.

También advierte la esterilidad de los montes cercanos a Vitoria, cuyos habitantes van a buscar sus vituallas a los puertos de la costa, con asnos y mulos, y hablando en general del país vasco dice que «la costumbre es que no tengan obispo en su

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 245

país y no lo quieren tener. Si se les pusiera lo ma- tarían. Están sujetos más que al papa y a sus cu- ras, que responden solamente al papa».

Vuelve a ocuparse de las mujeres vizcaínas para decir se visten de diversos modos, y cita la extrañe- za que causó a los habitantes de las montañas el ver cruzar la carreta de Monseñor de Broussut, quien, por un capricho, la había hecho seguir a la comitiva sin temor a los peligros del camino.

A Vitoria los viajeros llegaron el viernes 4 de Febrero, descansando sábado y domingo. El señor de Montigny se confiesa maravillado ante el festín con que obsequiólas el condestable, y principal- mente por la labor de un escudero que trinchaba las carnes en una mesa próxima a la del banquete, llevando a cada uno su ración, por dos y tres veces, en una escudilla de plata, durante una comida que hubo de durar tres horas.

Por Miranda y Briviesca encamináronse a Burgos, a donde llegaron el sábado, 12, siendo recibidos a una legua de la ciudad por D. Bernardino de Ve- lasco, condestable de Castilla, duque de Frias y Conde de Haro, D. Francisco de la Cueva, duque de Alburquerque y conde de Ledesma y el conde de Siruela, acompañándoles clarines y tambores. Media legua después encontraron a los magistrados y comerciantes de la ciudad, quienes por medio de una arenga ofrecieron a Felipe el Hermoso y a su esposa la ciudad y sus personas.

Los príncipes descendieron en las Huelgas, don- de adoraron las reliquias y ocuparon asientos igua- les junto al altar mayor. De allí salieron para entrar en la ciudad, cuyas puertas cerraron sus habitantes

246 J. GARCÍA MERCADAL

al verlos llegar, abriéndolas por la admonición de los grandes señores, no sin que el Rey jurase pre- viamente mantenerles en sus privilegios.

Entraron bajo palio, estando las calles entapiza- das. Apropósito de esta entrada el señor de Mon- tigny escribe lo siguiente: «Delante de la iglesia de Nuestra Señora, toda adornada de tapices y piezas de paño de oro, donde el Rey descendió, había un gran aparador cargado de vasos dorados, y encon- tró a! obispo de Burgos y a los canónigos, ricamen- te revestidos, al uso de dicha iglesia, y los reyes tenían preparados cerca del altar mayor sus asien- tos ricamente adornados. El obispo dióles a besar líus reliquias, dándoles su bendición, y los presbíte- ros cantaron el Te Deum. Después descendió a! bien acondicionado hospedaje del condestable, en donde su estancia estaba adornada y cubierta con paños de oro y otras muy ricas tapicerías. A la en- trada de la sala el aparador estaba cargado de 3.000 piezas de vajillas de oro. El gran escudero llevaba a través de la villa la espada delante de Monseñor, y las trompetas sonaban, como si estuviese en su país>.

Durante varios días se entretuvieron los viajeros con corridas de 12 toros, muertos con javalinas, jue- gos de cañas en las que tomaron parte de 50 a 60 gentiles hombres, y después de aquéllos los corres- pondientes convites, mostrando al extranjero los nobles castellanos «sus pájaros» dice el cronista, suponemos debe referirse a aves de cetrería, y ju- gando el rey a la palma y a la pelota, según el uso de España.

Haciendo mención de las visitas a los diversos

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 247

monasterios alzados en los alrededores de Burgos» dedica grandes elogios a los sepulcros reales de la Cartuja de Miraflores, que dice estar esculpidos con la mayor delicadeza que es posible, añadiendo que en una capilla próxima yacía el rey D. Juan II «en carne y en hueso entero, como el día de su muerte». Con referencia al hospital del Rey dice encontra- ban en él pan, carne, vino y leche los peregrinos que se dirigían a Santiago, no marchando sin oir allí misa.

Al hablar de la catedral, a la que llama Nuestra Señora de Burgos, se ocupa con preferencia de la capilla del Condestable, diciendo tener una funda- ción de mil ducados de renta para el rescate de in- fieles, debiendo cada uno de los rescatados entre- gar a la Virgen una camisa de lienzo amarillo- Co- pia también el epitafio puesto en el sepulcro del obispo Alfonso de Cartagena.

Dice de Burgos ser ciudad muy comercial, me- tropolitana del reino de Castilla, comparándola en tamaño a Valenciennes; cercada de dobles murallas, bien pavimentada y con hermosas edificaciones.

*A ella llevan todas las lanas que llamamos de España, que se traen a Flandes, ocupando algunas veces de dos a tres mil obreros. No tiene río, pero algunos arroyos, desprendidos de las montañas, afluyendo a media legua de la ciudad al río Duero, que va a Valladolid. £n lo más alto de la villa, mu- cho más alto que las casas, hay un castillo del ta- maño del de Ripplemont, bastante fuerte con rela- ción al país, bien amurallado con dobles muros y algunos saledizos; bastante bien de fosos secos, pe- ro no defendida la parte baja de los cubos, ataca-

248 J. GARCÍA MERCADAL

ble por todos sus lados; no tiene casas alrededor. Los del país estímanlo como uno de los castillos más fuertes de Castilla».

El 19 de Febrero Montigny con otros dos no- bles abandonó a los soberanos para dirigirse a Compostela, siguiendo hasta León el camino francés, pero desde allí continuaron por el de Asturias con ánimo de embarcarse en el puerto de Aviles, cami- no poco frecuentado de peregrinos por estar poco habitado y tener muchos más accidentes que el otro.

León le parece villa muy hermosa, bastante gran- de y de abundante comercio. Apunta haber cerca una mina de azabache, por cuya razón hacíase allí gran comercio de rosarios, siendo de León la ma- yor parte de los comprados por los peregrinos de Compostela.

El 22 de Febrero salieron de León, siguiendo por Pola de Cordón y el monte de San Antonio hasta Asturias, de cuyo país, dice, lleva siempre el nom- bre del primogénito del rey de Castilla. «No hay allí pan, ni vino, y hay que llevar consigo las vitua- llas en asnos y muías de otros países, pues allí no hay más que montañas. Vizcaya es bastante pareci- da, pero vale más a causa de sus puertos marítimos. Estos son los dos países de España en donde la vida está más cara».

A dos leguas de Oviedo dice Lalaing haber algu- nas minas de cristal, y a cuatro leguas otras de carbón.

El 25 de Febrero oyeron misa en la catedral de Oviedo, a cuya ciudad y como vemos hizo el obis- po armenio Mártir llama San Salvador, tomándole

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 249

el nombre a la Ig-lesia. Después de la misa enseñá- ronles las reliquias del tesoro de la ig-lesia, un lig- num crucis y una de las sandalias de San Pedro, entre otros muchos objetos de gran valor y mérito artístico-

Es curioso el miedo que parece producirles un puente colgante que hubieron de cruzar los viajeros entre Luarca y Otier, ya que vientos contrarios les obligaron a seguir el camino por tierra, no pudien- do embarcarse en Aviles para la Coruña como era su deseo.

<Los hombres y mujeres de Asturias, dice el se- ñor de Montigny, deben ser comparados a los egip- cios. Las mujeres llevan pequeños zarcillos pen- dientes de sus orejas, y grandes anillos en forma de estribos».

Hasta el día 5 de Marzo no dejaron a Santiago, encontrándose a la entrada de Galicia muchas can- teras de alabastro.

En la catedral compostelana, donde oyeron misa al día siguiente de su llegada, hallaron al arzobispo D. Alonso de Fonseca, recién llegado de Inglate- rra a donde había acompañado a la infanta doña Catalina, para casarse con el príncipe ArturO; hijo de Enrique vil, y que luego hubo de unirse en ma- trimonio a Enrique VIII. Hablando de la iglesia dice que «en una de éstas, bajo el altar mayor, yace el cuerpo de Santiago el mayor con dos de sus discí- pulos, mártires. Nadie ha entrado allí desde que un Santo obispo, que solía celebrar allí diariamente, solo, en la cripta bajo la bóveda, fué ayudado por los ángeles. Algunos que murmuraron de ello en- viaron al sobrino del obispo para que ayudase la

250 J. GARCÍA MERCADAL

misa de su tio, pero al descender a semejante lugar perdió repentinamente la vista, recobrándola des- pués por los méritos y oraciones de su tío. Muerto éste, su sucesor deseando imitarle bajó a la cripta para decir allí la misa, encontrando sobre el altar seis cirios que ardían sin consumirse; en memoria de los cuales seis cirios arden continuamente sobre el altar mayor de Santiago >.

Dice Lalaing que regían las iglesias ocho presbí- teros llamados cardenales de Santiago, por no po- der celebrar en su altar mayor quien no fuese car- denal, arzobispo u obispo. También recoge las pa- labras que les dijo el que hubo de enseñarles las reliquias, según las cuales era preciso creer que ba- jo el altar mayor se hallaba e! cuerpo de Santiago el Mayor, pues de lo contrario se verían castigados por la pena de excomunión papal. Habla de que so- bre el altar había catorce santos de plata, regalo de D. Alvaro de Luna, y una cruz de oro con perlas y piedras preciosas, conteniendo un lignum crucis, dejado ailí por un rey de Escocia. Además, descri- be cierta abertura cóncava por donde pasaban los peregrinos, no pudiendo cruzar quien se hallare en pecado mortal.

Con referencin al hospital que se estaba cons- truyendo por medio de las limosnas que iban depo- sitando los peregrinos, dice el señor de Montigny que si se puede terminar según se comienza, no ha- brá semejante sobre la tierra. En torno a la ciudad señala la presencia de 12 monasterios, otras tantas estaciones del jubileo para los peregrinos, guardán- dose en uno de ellos el cuerpo de Santa Susana.

El 8 de Marzo abandonaron la ciudad composte-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 251

lana Montig-ny y sus acompañantes, quienes en el viaje de regreso tropezaron con otros dos grupos de caballeros flamencos que iban también en pere- grinación. A su paso por Astorg-a dicen haber visto en su iglesia un diente y medio de San Cristóbal, que pesaban once libras menos un cuarto, y parte del brazo de San Blas.

Dirigiéndose por las tierras del conde de Bena- vente encontraron el camino inundado, siendo aga- sajados por el conde, quien les enseñó sus parques llenos de liebres, casi todas blancas, y lo que pare- ce más raro, de camellos. También visitaron hermo- sos jardines. Estuvieren en otro parque del mismo magnate, sumamente abundante en ciervos, corzos, gamos y cabras montesas, presenciando el curioso espectáculo de que tan acostumbrados entaban es- tos animales a recibir la comida dos veces al día del hombre encargado de ellas, que al son de un cuerno de caza acudían a comer delante de él.

Hace grandes elogios del palacio del conde, de sus salones y dependencias, hablando de un arco formado por dos grandes colmillos de elefante y de los leones, leopardos y otras fieras que el señor castellano tenía para su recreo.

Por Villalpando fueron a pasar la Pascua florida el 20 en Valladolid, y por Medina del Campo, Mar- tin Mutior y Guadarrama, llegaron a Madrid el 24, en donde se encontraron al Príncipe.

XXVII EL REINO DE CASTILLA

EL ROBO DE UN COFRE. LOS ESTUDIANTES FINGÍA- NOS.— LA FERIA DE MEDINA DEL CAMPO. SEGOVIA, VILLAGIBOSA. LA ADÚLTERA INOCENTE. LA CO- QUETERÍA DE LAS DAMAS ESPAÑOLAS. DOÑA JUA- NA DE ARAGÓN. COSTUMBRES DE LOS NOBLES. ES- CARAMUZAS A LA MORISCA. EL SUPLICIO DE LOS BALLESTEROS. EL VIÁTICO Y LOS ENTIERROS.

DE Burgos a Valladolid los príncipes pasan por Torquemada, ciudad que tenía el privilegio de elegir su gobernador y mudarlo cuando quería, pudiendo sucederse hasta siete de una misma fami- lia; en cambio daba al rey, cuando éste luchaba en el mar, toda la gente necesaria para las galeras. En Cabezón de Campos tuvieron ocasión de ver un monte, que daba nombre al pueblo, donde los se- ñores hacían decapitar a sus criados cuando come- tían algún delito grave.

De su estancia en Valladolid anota el robo, mien- tras cenaban el día de su llegada, de un cofre lleno de vajillas de oro; encontrado al día siguiente, el príncipe perdonó al ladrón.

Son curiosas las noticias que el narrador acer-

254 J- GARCÍA MERCADAL

ca del colegio fundado por D. Diego Hurtado de Mendoza. Cada estudiante tenía cámara aparte, de- biendo salir a la calle por parejas. Para su entrete- nimiento gozaba una renta de mil castellanos, y cuando el trigo estaba barato el colegio adquiría provisiones hasta 500 fanegas, que luego en tiem- pos de carestía vendía a los pobres al precio de coste. Cada estudiante disfrutaba anualmente de dos castellanos de cincuenta sueldos para calzas y za- patos.

La ciudad de Valladolid dice ser «del tamaño de Arras, bien pavimentada, muy poblada y de gran comercio, en un valle llano y bastante fértil de tri- go y viñas >.

En Medina del Campo el príncipe paseó vestido a la española, con peluca, por toda la feria, una de las mejores de Castilla, cuyas mercaderías ofrecíanse al comprador a lo largo de dos calles muy hermo- sas. Señala en el castillo de ciento a ciento veinte piezas de artillería, grandes y pequeñas.

"Cosa admirable y extraña de ver» le parece a Lalaing el acueducto de Segovia, «puente sin cal hecho por el diablo llamado Hércules, en un día». De la ciudad dice ser «villa de extraña situación y muy fuerte con respecto al país, del tamaño de Ma- linas, gibosa y de extraña traza, situada en país seco y estéril, sobre un monte entre montañas; sus arra- bales son tan grandes como la mitad de la villa, la cual está costeada por una fortaleza, llave del país, situada sobre una roca en la cual están tallados los fosos, buenos y profundos».

Después de ocuparse del alcázar en términos pa- recidos a los de Rosmithal, refiere la siguiente his-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 255

torieta: «Una noble dama del país fué antaño, en esta villa de Segovia, acusada de adulterio por su marido, condenándola a ser arrojada desde lo alto de una roca. Los jueces, bajando para recoger el cadáver, encontraron a la dama lavándose las ma- nos en una fuente donde el agua brotaba impetuosa, bajo dicha roca, sin herida alguna. Deslumbrados por el milagro edificaron en el mismo lugar una ca- pilla en memoria del suceso. La dama empleó el resto de su vida en cuidar de la catedral y en ser- vir a Dios, de tal modo que por mediación de ella realizáronse grandes milagros. Y su cuerpo yace bajo un altar, no canonizada, pero alzado tres o cuatro pies sobre el suelo».

El Espinar le parece a Lalaing «el pueblo más bello de España>. Luego, en Madrid, los príncipes apadrinan, recién llegados, el bautizo de un moro y dos hijos suyos, y llegados a Toledo el marqués de Villena les muestra una avestruz bastante her- mosa, advirtiéndonos el cronista de que los Reyes Católicos no vestían más que sencillos trajes de lana, mientras los príncipes lucían brochados, sate- nes y dorados terciopelos.

Describe las exequias celebradas en San Juan de los Reyes por el fallecimiento del príncipe de Ga- les, con todo el severo aparato, y más adelante el acto de ser recibidos D. Felipe y su esposa como príncipes de Castilla, recogiendo del banquete con que se celebró tal ceremonia e! siguiente cuadro de las costumbres femeninas de entonces:

«Vi en este lugar a una de las más hermosas se- ñoritas de la ciudad contentar a tres de aquellos gentiles hombres, que, para esta comida, que duró

256 J. GARCÍA MERCADAL

de dos a tres horas, eran sus servidores. Habló ella durante hora y media a uno de ellos, que permane- cía de rodillas y con la cabeza desnuda, durante todo ese tiempo; al segundo un cuarto de hora y al tercero una hora larga. Hablaba al uno, lanzaba miradas al otro y apoyaba su mano sobre la espal- da del tercero. Así los contentaba a los tres; pues, a causa de no verlas a menudo, se muestran tan sa- tisfechos de ver a sus damas por amor, como lo es- tán en otro país de hablar con ellas. Uno de nues- tros gentiles hombres preguntóla, después de la co- mida, cómo había podido tratar así a aquellos caba- lleros que tanto la querían. Ella respondió: «Nos- otras hacemos nuestro gusto mientras estamos en disposición de casarnos, tratándoles de este modo; pues una vez casadas, nos encierran en una cámara y en un castillo. Así nos vengamos del tiempo que tardan en casarse-.

Anota Lalaing el matrimonio del condestable de España con doña Juana de Aragón, hija bastarda del rey, de edad de 38 a 40 años, quienes hacía tres o cuatro años tenían relaciones, habiendo ella dado a luz un niño antes de casarse. «Es la moda, dice, como indiqué en Bayona- Esta fué estimada, durante su juventud, como la muchacha más bella de España».

Al hablar de unas justas celebradas en Zocodo- nes el 13 de Junio dice: «Es costumbre que un gen- til hombre al ir a la justa lleve una docena de laca- yos o más, vestidos con los colores de su casa, los cuales, al regreso, si su señor ha quebrado alguna lanza, llevan los trozos y otros las torcidas. Los jus- tadores, que estuvieron corriendo durante todo el

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 257

día, van durante toda la noche por la ciudad, cru- zando ante las ventanas donde están asomadas sus damas. Y hacen esto a fin de que ellas los vean, puesto que les es imposible hablarlas, ya que la mayor parte del tiempo permanecen encerradas en sus cámaras, y no las ven a no ser que el Rey o la reina tengan alguna fiesta: esto sucede únicamente tres o cuatro veces al año. Y sus lacayos gritan por la ciudad: «He aquí fulano que ha quebrado tantas lanzas» y los justadores van armados tal como esta- ban en la justa, salvo el casco, que un lacayo lleva delante de ellos».

Más adelante nos detalles de las costumbres cinegéticas del rey, que se dedicaba a la cetrería dos veces por semana, pasando todo el día en ei campo aunque el tiempo fuese malo, y de cómo en- tre las curiosidades que le mostraron al príncipe hubo un perro negro, sin un solo pelo, y un papa- gayo verde, que hablaba de modo increíble.

Refiere la fiesta celebrada la mañana de San Juan, en conmemoración de la reconquista de Tole- do, saliendo al campo y entreteniéndose en escara- muzas con gentes preparadas, el rey, el príncipe y los nobles, vestidos unos y otros a la morisca.

Con motivo del castigo dado a un ladrón, que murió estrangulado en Zocodover, dice que una vez muerto las gentes venían con grandes prisas a besar sus pies, poniendo cruces de pajas y de ma- dera en sus zapatos. «No se suele apenas ahorcar en España. dice A los malhechores condenados a muerte se les ata a un madero y les ponen una marca de papel blanco en el sitio del corazón. Des- pués la justicia «rdena a los ballesteros que dispa-

258 J. GARCÍA MERCADAL

ren sobre el malhechor mientras el condenado per- manece con vida: y si el malhechor tiene entre sus amigos algún buen ballestero, requiere a la justicia para que le haga tirar el primero, a fin de morir antes. Y si no se les hace morir así se les tiende en el suelo, se les obliga a poner la cabeza sobre un bloque, y se les corta ésta con un hacha. No hay costumbre de hacerlo con espada>.

Por entonces falleció el gentil hombre flamenco Antonio de Herrines. Con motivo de su muerte el señor de Montigny dice que «cuando se lleva el sacramento de la extremaunción en España, gentes de bien, llevando cirios o candelas de cera ardien- tes, lo acompañan hasta el lugar donde se encuen- tra el paciente; y esperan el regreso del cura, y lo vuelven a acompañar al sacramento hasta la iglesia; si durante ese tiempo que llevan el sacramento por las calles el rey u otros grandes del país lo ven, descienden de sus caballos y se aproximan al sacra- mento. Entonces gentes de bien les dan cirios o candeleros, y acompañan a dicho sacramento, que nunca se lleva sin que un gran acompañamiento le siga. Jamás lo vi llevar tan reverentemente como en España».

Más adelante añade: «Cuando un español muere, el día de su entierro, su viuda o su parienta más próxima, hacen colocar sobre su sepultura una ca- ma, una colcha, lo más suntuosa posible, y dos al- mohadas, y sobre esto ponen pan y vino, con algu- nos cirios encendidos. La viuda está detrás llorando y lamentándose, tirándose de los cabellos y gritan- do: «Dios mió, por qué me has quitado este hombre que era de los mejores del mundo». Luego explica

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS

259

que cuando no lo hacen por mismas pagan a otras mujeres para que lloren por ellas.

El 27 de Agfosto de 1502 el señor de Montigny saÜó de Toledo para visitar el reino de Granada.

XXVIII REINOS DE GRANADA Y VALENCIA

LOS MEJORES ORNAMENTOS. LAS BELLEZAS DE GRA- NADA.— LAS SEDAS MORISCAS. LOS TRAJES DE LAS «TORNADIZAS». ELOGIO DE LAS MUJERES DE VA- LENCIA.— UN NARANJO FECUNDO. EL MANICOMIO Y EL BARRIO DE LAS MUJERES PÚBLICAS. LA HORCA EN LA PUERTA DEL PROSTÍBULO. LA HIGIENE PÚBLI- CA.— LOS MOROS DE SEGORBE.

EL 27 de Agosto de 1502 salió Antonio de La- laing con el señor de Moncheau para visitar el reino de Granada, yendo por Guadalupe, en cu- yo monasterio declara haber visto los mejores, más bellos y ricos ornamentos de España.

A Granada no llegó hasta el 18 del mes siguien- te, visitando la ciudad de Sevilla, «cielo de Anda- lucía», de la que anota ser lugar donde hace calor en todo tiempo. Por entonces se estaba reconstru- yendo la catedral, y en el castillo enseñáronles más de veinte herejes, vestidos con un traje de lana ama- rilla con una cruz roja, los que, de caer nuevamen- te en error, eran quemados y sus ropas llevadas a la iglesia.

262 J. GARCÍA MERCADAL

Al hablar de Granada dice ser país bastante fér- til y con hermosos jardines. «La ciudad es muy grande. Las casas eran pequeñas, por cuyo motivo el Rey y la Reina hicieron derribar algunas de estas pequeñas calles, mandándolas hacer muy anchas y grandes, obligando a los habitantes a construir ca- sas grandes a usanza de las de España». Añade que cada casa tiene su fuente, siendo aguas buenas pa- ra beber las que vienen de las rocas y no 'las que proceden del deshielo de las nieves.

Apunta el dato de que una sola de las calles del Albaicín, barrio de Granada, dio al Rey para la de- fensa contra los enemigos 30.000 ballesteros, aña- diendo ser Granada «ciudad muy comerciante, prin- cipalmente de sedas, porque los mercaderes com- pran allí la mayor parte de las sedas que envían a Italia para hacer los paños de sedas. El lugar don- de las venden se llama el Zacatín. Cerca de este lugar hay una plaza llamada la Alcaicería, donde se venden las telas de seda labradas a la morisca, que son muy bellas por la multitud de colores y la diversidad de tegidos, y hacen de ellas gran comer- cio. Estos dos son los más frecuentados y grandes mercados de Granada».

De la Alhambra llámale la atención su grandeza y al describir el patio de los leones y las habitacio- nes situadas en sus costados, dice: «A un extremo de este patio, en una gran sala con el pavimento de mármol blanco, solía acostarse el rey moro para estar más fresco, y tenía su cama en un extremo de la sala, y la de la reina en otro. En el techo de es- ta habitación están pintados al vivo todos los re- yes de Granada desde largo tiempo. A los baños

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 263

situados en esta parte, también con galería de már- mol blanco, hacía venir el rey moro, para su solaz y recreo, multitud de mujeres. Es uno de los si- tios primorosos que existen en la tierra, como yo creo que no hay Rey cristiano, cualquiera que sea que se encuentre tan bien alojado para su placer».

Los trajes de las mujeres granadinas los encuen- tra muy extraños «porque no llevan más que blan- cos lienzos que arrastran por tierra, y cubren, yen- do por las calles, la mitad de su rostro, y no se de ellas más que un ojo; usan calzados grandes que les caen sobre las piernas a la manera de un collar, y llevan otras calzas de tela que sujetan delante con un- alfiler. Y no llevan otro vestido. Y parecen sor- prendidas cuando se las encuentra de noche. Los españoles las llaman tornadizas porque han sido moras».

Al pasar del reino de Granada al de Valencia, a media legua de Yecla, se sorprenden de tener que pagar el diezmo del dinero que sacan del país de donde vienen, tributo que obligaba a cuantos viajaban, excepto a los que llevaban salvoconducto del rey.

Del castillo de Játiva, el mejor del reino de Va- lencia, apunta ser donde el rey de Aragón enviaba los prisioneros que más interés ponía en guardar, y con respecto al puerto de Valencia dice no tener otros más cercanos que el de Tortosa a 20 leguas y el de Tarragona a 36, haciéndose en tan larga ex- tensión el transporte de las mercaderías en mulos.

Se hace lenguas de Valencia y de las casas de la nobleza, de las que dice poderse contar más de dos mil quinientas, entre ellas la del conde de Oliva

264 J. GARCÍA MERCAOAL

y la de los Borjas, pudiendo salir de la ciudad hasta mil hombres de armas con sus caballos para las ne- cesidades del rey de Arag-ón.

Hace grandes elogios de las valencianas en cuan- to a su belleza y elegancia, diciendo de ellas que «el paño de oro, el satén brochado y el terciopelo carmesí les son tan comunes como el terciopelo ne- gro y el satén en nuestro país».

A la huerta valenciana dedica palabras sumamen- te entusiastas, ensalzando las producciones de arroz, azafrán, algodón y azúcar, que se refínaba en Gan- día, así como los cueros de tafilete fabricados en Valencia. También cita haber visto en el jardín del castillo de Valencia, algo fuera de la ciudad, un na- ranjo del cual habían salido hasta cuatrocientos más.

De su visita al manicomio valenciano da una li- gera impresión, declarando haber muchos locos, ba- jo el cuidado de algunos guardianes a quienes la ciudad pagaba para que desempeñasen tan carita- tivo empleo.

A continuación el relato dice lo siguiente: «Des- pués de cenar fueron los dos viajeros, llevados por algunos gentiles hombres de la ciudad, a ver el lu- gar de las mujeres públicas, grande como una pe- queña ciudad, y cerrado en todo su contorno por muros y una sola puerta. Delante de esta puerta hay dispuesta una horca para los malhechores que pu- dieran entrar dentro. En la puerta un hombre dis- puesto para esto recoge los bastones de quienes pretenden entrar dentro, y les pregunta si quieren entregarle el dinero que llevan, que se los devolverá a su salida, sin pérdida. Si lo llevan y no lo entre-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 265

gfan, caso de que les roben durante la noche el por- tero no responde de ello.

En este lugar hay tres o cuatro calles llenas de pequeñas viviendas, en cada una de las cuales hay mujeres muy lindas, vestidas de terciopelo y de sa- tén, y hay de doscientas a trescientas mujeres. Tie- nen sus casas adornadas y bien acondicionadas con buena ropa blanca.

La tasa ordenada son cuatro dineros de su mo- neda, los cuales para nosotros significan uniros (en Castilla no pagan más que cuatro maravedises) del que se toman el diezmo, como de otras cosas des- pués declaradas, y no puede pedirse más por la no- che. Allí hay también tabernas y cafés. Por el calor no se puede ver bien el lugar de día, pero hacen de la noche día; estando ellas sentadas fuera, a su gusto, con la lámpara delante, para verlas mejor. Hay dos médicos ordenados y pagados por la ciu- dad para visitar a las mujeres cada semana, para saber si entre ellas hay algunas enfermas, haciéndo- las salir del lugar. Si hay alguna enferma de la ciu- dad, los señores de ella tienen dispuesto un lecho para ponerlas, a cargo de la ciudad, y las forasteras son enviadas donde quieran ir».

Al hablar de Segorbe dice que los habitantes de los pueblos de los alrededores son paganos y des- creídos, excepto el señor, el cura y dos o tres casas cristianas, y que así sucede en la mayor parte de los pueblos de Valencia, diciendo que aún no siendo es- te reino grande, había en él más de 50.000 moros.

A media legua de Barracas los viajeros cruzaron la frontera del reino de Aragón, juntándose a sus príncipes en Zaragoza.

XXIX

REINO DE ARAGÓN Y CONDADO DE BARCELONA

ELOGIO DE LA REINA CATÓLICA. EL PRÍNCIPE FELI- PE, AUTOR DE LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS. UN HUEVO PARA CUATRO PERSONAS. EL DUQUE DE MEDINACELI Y LAS MODAS FLAMENCAS. EL PRE- SENTE DE ZARAGOZA. LOS MOROS ZARAGOZANOS. ARAGÓN, PUEBLO DE LA LIBERTAD. LOS JARDI- NES DE BARCELONA. LAS GALERAS DEL REY. LA BOLSA DE LOS MERCADERES.

EL 29 de Agosto salieron de Toledo los prínci- pes para emprender su viaje de regreso. En Zaragoza se les unió Antonio de Lalaing, de vuelta de su viaje por ios reinos de Granada y Valencia. Grandes elogios hace el viajero de la reina Cató- lica, del acierto con que llevara asunto tan transcen- dental como el de su matrimonio, y medidas puestas en curso para beneficiar al país; recuérdase el edic- to por el que ningún hombre podía usar paños de seda en sus trajes o sayos, ni tampoco sus mujeres, a no tener el marido un corcel cuando menos en su caballeriza; con ello tratábase de evitar que los no-

268 J. GARCÍA MERCADAL

bles dilapidasen sus patrimonios arrastrados por el lujo, ordenando asimismo, exceptuada la gente de iglesia, que nadie pudiese cabalgar en muía, más que en caballos de quince o más palmos de alzada, con lo que llegada la ocasión de necesitarlos pudieron reunirse de 40 a 50.000 para la guerra.

Únicamente durante los cuatro primeros meses de su estancia en España podían los extranjeras vestir sedas y montar muías. También instauró la llamada «justicia alemana»; si un malhechor huía, alcaldes y alguaciles podían mandar fuesen tocadas las campanas de las iglesias para aprehenderle, por cuyo aviso en veinticuatro horas se buscaba al fu- gitivo por toda España.

El señor de Montigny atribuye a Felipe el Her- moso la expulsión de los moriscos, luego tan cen- surada, pues habiendo dicho el príncipe a la reina, al advertir los muchos meros que había en España y saber que cada uno de ellos, grande como chico, pagaba anualmente de tributo un ducado de oro, que «algún día podrían hacer más daño al reino que lo que valía su tributo», aquella quiso complacerle y ordenó la expulsión.

Hablando de los descubrimientos de tierras nue- vas, dice el viajero ser por entonces tan común en- tre los mercaderes andaluces ir a las Indias como a Flandes, y con respecto a tales descubrimientos añade que, «si alguno me dijese que estas son co- sas no probadas, respondería que yo me he pro- puesto no poner nada en mi escrito que no haya yo visto. Pero el deseo de expresar el elogio de esta inefable y loable reina me constriñe a escribir esto; y, para su verificación, he visto y oido certificar

ESPAfíA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 269

cuanto de ello he escrito a Monseñor y a varios grandes maestres, allí presentes, por un capitán que fué a estas islas conquistadas, de las cuales es to- davía jefe principal bajo el poder del rey y de la reina».

Curiosa es la declaración de haber tropezado junto a Sigüenza, orillas de un arroyuelo, los prime- ros prados que vieran los viajeros en España, y có- mo haciendo alto allí un viernes, por haberse reci- bido la noticia del fallecimiento en Madrid del car- denal Mendoza (14 Octubre 1502), tan faltos de alimentos se vieron, que en la mesa del primer chambelán un huevo hubo de repartirse entre cua- tro' personas.

Mal sentaban las modas flamencas a los españo- les, según se advierte en la presentación del duque de Medinaceli, muchacho de 17 años, quien mos- tróse a los reales viajeros en brazos de sus lacayos, por hallarse enfermo de las piernas a consecuencia, según la relación nos dice, de haber usado calzas a la flamenca.

El 25 de Octubre llegaron los príncipes a la ca- pital de Aragón, donde fueron recibidos con gran- des fiestas. A los tres días el rey don Fernando, que allí se hallaba, partió para Madrid por estar en- ferma la reina. Siguióle por el mismo camino don Felipe el 5 de Noviembre, y el 24 doña Juana. Has- ta el 4 de Enero del siguiente año no vuelve a Za- ragoza el arquiduque, solo, y de este segundo viaje recogemos la noticia de no haber en el pueblo de la Muela, a cinco leguas de la capital, más que cin- co casas de cristianos. Todas las demás estaban ha- bitadas por moriscos.

270 J. GARCÍA MERCADAL

Cuando Felipe I llega por segunda vez a Zarago- za, los magistrados de la ciudad ofrécenle como presente 200 perdices, 200 conejos, 200 gallinas, 100 capones, 50 cabritos, 24 bueyes, más una gran partida de vino y otros comestibles.

«Zaragoza dice Lalaing viene a tener el tama- ño de Arras y es muy comercial, visitada por mer- caderes de diversas naciones; está situada en un país sumamente fértil, de tierra labrada, viñas y pra- dos. Es la llave y la mejor villa de Aragón. Los mo- ros poseen en ella un barrio y un lugar para hacer sus abominables sacrificios a Mahoma, cuyo lugar llaman mezquita, en donde diariamente los íbamos a ver. Comienzan a acudir a su mezquita alrededor del mediodía; y antes de que entren, se despojan de sus calzados y en una fuente que allí nace se la- van desde los pies a la cabeza, y dicen que por es- te lavado resultan limpios de sus pecados como nosotros por la confesión; después se vuelven a ves- tir y entrar en su mezquita, la mayor parte esterada: llegados hasta las esteras se descalzan, pues la ley no les permite andar por allí más que con los pies desnudos. Los hombres están a un lado y las muje- res a otro, y no se ven entre sí; y su alfaquin reves- tido con una capa de paño azul y un sombrero de lo mismo, como un monje, teniendo un cayado, lee durante una hora larga. Todos los hombres, al fina- lizar la lectura, gritan y se lamentan, diciendo des- pués no qué devociones en su ley escrita, como nosotros las horas canónicas; y dura esto cerca de dos horas largas. Hecho esto se levantan varias ve- ces y besan la tierra cada vez tres veces; después se sientan y sentados vuelven a besar el suelo va-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 271

rias veces. Terminadas estas ceremonias, el alfa- quín pronuncia un sermón de media hora; después mete su cabeza en un agujero y allí reza a su dios Mahoma, haciendo después de él otro tanto todos los hombres. Cumplido esto, vuelven a coger sus calzados sobre las tablillas sugetas a los muros en torno a la mezquita y regresan a sus casas. Hacen es- to únicamente una vez a la semana: el viernes, cuyo día celébrase como nosotros el domingo, y no en- tran en la mezquita sino ese día. Su sacerdote pue- de tener mujeres e hijos, como cualquiera de ellos>.

«El país de Aragón en ciudades y pueblos es to- do llano, y no quieren rey ni señor, por los grandes tributos que tienen: porque cada cabeza, sea de hombre, de mujer o de niño, paga por año una pie- za de oro llamada una dobla, equivalente a un es- cudo de oro. Están libres de esto cuando se hacen cristianos: lo que no hacen alegres porque no co- men carne de cerdo ni beben vino por orden de Mahoma, su profeta y patriarca... De que no usan el vino ni el puerco nosotros, alojados en sus casas esparcidas por el país tuvimos la experiencia; pues hacían lavar los platos en donde se había comido el cerdo y los pucheros donde se había cocido, y los pucheros y los vasos donde se había puesto el vino, y los lugares de sus casas en donde nosotros habíamos comido».

El 6 de Enero el archiduque va después de comer a presenciar una justa en el Mercado, y después a los Cordeleros, donde representáronse algunos pasos del Juicio final.

«Zaragoza tiene también unaiglesiallamada Nues- tra Señora del Pilar, en la que hay gran acumula-

272 I. GARCÍA MERCADAL

ción de reliquias y ornamentos. Es el sitio en donde la Virgen se apareció a Santiago al volver de pre- dicar a los españoles, entre los que había converti- do muy pocos, y le amonestó para que volviese a predicarles, prometiéndole que ella los iluminaría para su cristianización y los convertiría, como así sucedió>.

El 7 de Enero de 1503 salió D. Felipe de Zara- goza para regresar a su país por Cataluña, yendo a Fraga en donde gran número de moros de ambos sexos bailaron ante él, intentando en vano la con- versión de dos o tres moras, las más bellas, belleza que también le sorprendió en Lérida.

De las costumbres de Aragón dice el señor de Montigny son parecidas a las de Castilla. «Pero no están en tan gran servidumbre, ni tan obedien- tes a su príncipe, porque en cuanto han pagado lo que deben a sus reyes y señores, no se creen obli- gados a otro servicio».

Desde Lérida el príncipe fué a Ribagorza, en don- de vióse sorprendido por el lujo de las damas, no mostrando mucho agrado en que le besaran las ma- nos. En Monserrat, que estima como la montaña más extraña del mundo, recoge la leyenda del er- mitaño Garin, diciéndonos que tanto la noche an- tes de su entrada en Barcelona como la del día en que entró, el príncipe salió de incógnito con algu- nos de su comitiva para ver de cerca las ilumina- ciones hechas en su honor.

A Barcelona le adjudica Lalaing el tamaño de Malinas, diciendo que es «imposible encontrar va- lle más hermoso, pues la ciudad tiene en sus alre- dedores y en una extensión de tres a cuatro leguas

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 273

de largo, jardines enriquecidos de naranjos, ador- nados de palmeras, ennoblecidos con granados, lle- nos de toda clase de árboles y hierbas buenas y fructuosas, y de trigos y viñedos. Además, este re- cinto está adornado con multitud de quintas de re- creo y de hermosas villas, y no es posible a los via- jeros aburrirse a causa de la bondad y belleza de este barrio. La ciudad es muy comercial, bien pa- vimentada; sus calles son estrechas, las casas bellas y altas, todas de piedra y llenas de mujeres muy os- tentosas. Y se hacen allí las más hermosas obras de vidrio y de cera que se hayan hecho en el mundo. Todo ello sería perfecto, si tuviesen un puerto».

Del lujo de las damas barcelonesas se muestra admirado el señor de Montigny, pues dice que mien- tras allí estuvieron cada día cambiaban sus trajes y cada vez eran más lujosos.

Vieron las galeras que el rey estaba construyen- do, que eran ochenta, de ellas doce muy hermosas, de un valor de 3.000 ducados cada una. Asimismo visitaron la Bolsa de los mercaderes, en donde la ciudad respondía del dinero que allí se llevaba.

Por Gerona y Figueras el príncipe y sus acompa- ñantes salieron de España, siguiendo por tierras en las que no ha de seguirles nuestra curiosidad.

18

I

XXX

EL PODERÍO DE ESPAÑA

LAS RENTAS ESPAÑOLAS. LOS PRELADOS Y GRAN- DES MAESTRES. LOS DUQüi:S, MARQUESES Y ÓRDE- NES MILITAEES. LOS CONDES Y VIZCONDES. GRAN- DES MAESTRES Y DIGNIDADES DE LAS ÓRDENES MILITARES. LA MONEDA ESPAÑOLA. OTRAS COS- TUMBRES ESPAÑOLAS.

PARA terminar el relato del viaje de Antonio de Lalaing, y como datos interesantes que nos servirán para apreciar las grandes riquezas y el in- menso poderío significado por la España del si- glo XVI, reproduciremos una síntesis del recuento que hace el viajero de las rentas disfrutadas por los magnates españoles de entonces.

De los prelados y grandes maestres de reinos y países pertenecientes al rey de Castilla, sin tocar los de Aragón, da la siguiente lista:

Arzobispado de Toledo con 52.000 florines de oro de renta, el de Sevilla 24.000, el de Granada 14.000 y el de Santiago 18.000. El obispado de Burgos 18.000, el de Sigüenza 14.000, el de Palen- cia 14.000, el de Osma 12.000, el de León 12.000,

276 J. GARCÍA MERCADAL

el de Córdoba 10.000, el de Jaén 10.000, el de Aissia, cuyo nombre no sabemos a qué ciudad pue- de referirse, 10.000, el de Plasencia 8.000, el de Sa- lamanca 8.000, el de Calahorra 8.000, el de Bada- joz 6.000, el de Ciudad-Rodrigo 4.000, el de Astorga 6.000, el de Coria 4.000, el de Ovie- do 6.000, el de Avila 8.000, el de Mondoñedo 5.000, el de Lugo 4.000, el de Tuy 4.000, el de Mála- ga 5.000, el de Almería 4.000, el de Guadix 4.000, el de Zamora 6.000, el de Cádiz 4.000, el de Oren- se 4.000 y el de Segovia 8.000. En junto los cuatro arzobispados y veintisiete obispados, 314.000 flori- nes de oro, a lo que habrían de agregarse las rentas de abadías y monasterios, que eran considerables.

Después de los prelados de España el señor de Montio-ny habla de los señoríos, títulos y rentas de los duques y marqueses, y las tres órdenes milita- res, sin mencionar lo que recaudaban los gentiles- hombres de título inferior, y en las casas nobles ci- ta solo las rentas del mayorazgo.

Nos hace la siguiente lista: El condestable de Castilla primer duque de Frías y tercer conde de Haro, 72.000 florines y 1.500 caballos; el almirante de Castilla, conde de Módica, 15.000 florines y 400 caballos; el duque de Alba, marqués de Coria y conde de Salvatierra, 48.000 florines y 500 caballos; el duque del Infantado, marqués de Santillana, con- de del Real de Manzanares y de Saldaña, 40.000 florines y 500 caballos; el duque de Medinaceli, conde del Puerto de Santa María, 40.000 florines y 400 caballos; el duque de Medina Sidonia, conde de Niebla, 56.000 florines y 600 caballos; el duque de Nájera, 20.000 florines y 400 caballos; el duque de

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 277

Béjar y conde de Bañares, 28.000 florines y 300 ca- ballos; el duque de Alburquerque, conde de Ledes- ma y de Huelma, 23.000 florines y 300 caballos; el duque de Cádiz, marqués de Zara, 16.000 florines y 200 caballos; el duque de Arcos, 16.000 florines y 200 caballos; el marqués de Villena, conde de Escalona, 20.000 florines y 300 caballos; el marqués de Astorg-a, 12.000 florines y 150 caballos; el mar- qués de Villafranca, 12.000 florines y 100 caballos; el marqués de Zenete, 16.000 florines y 200 caba- llos; el marqués de Agfuilar, 16.000 florines y 200 caballos; el marqués de Moya, 16.000 florines y 200 caballos y el marqués de Denia, 1.000 florines y 100 caballos. Entre los once duques reunían 375.000 florines y 5.300 caballos, y los siete marqueses 102.000 florines y 1.250 caballos. .

El poder de los condes y vizcondes arrojaba la siguiente lista: Conde de Benavente, 44.000 florines y 500 caballos; conde de Ureña, 24.000 florines y 400 caballos; conde de Folme, título ignorado, 18.000 florines y 150 caballor; conde de Castro, 12.000 florines y 150 caballos; conde de Monteagu- do, 12.000 florines y 150 caballos; conde de Feria, 14.000 florines y 150 caballos; conde de Oropesa, 12.000 florines y 150 caballos; conde de Buendía, 14.000 florines y 150 caballos; conde de Lista, 14.000 florines y 150 caballos; conde de Treviño, 4.000 florines y 100 caballos; conde de Belalcazar, 12.000 florines y 100 caballos; conde de Paredes, 8.000 florines y 60 caballos; conde de Osorno, 8.000 florines y 60 caballos; conde de Oruya, título igno- rado, 6.000 florines y 50 caballos; conde de Tendi- 11a, 6.000 florines y 50 caballos; conde de Salvatie-

278 J. GARCÍA MERCADAL

rra de Alba, 4.000 florines y 80 caballos; conde de Miranda, 10.000 florines y 40 caballos; conde de Sa- linas, 8.000 florines y 60 caballos; conde de Aguilar, 6.000 florines y 50 caballos; conde de Siruela, 6.000 florines y 50 caballos; conde de Nueva, 6.000 florines y 50 caballos; conde de Fuensalida, 4.000 florines y 50 caballos; conde de Rivadaria, 6.000 flo- rines y 50 caballos; conde de Ribadeo, 4.000 flori- nes y 40 caballos; conde de Coria, 6.000 florines y lOOcaballos; conde de Sisointe, desconocido, 12.000 florines y 100 caballos; conde de Santisteban, 8.000 florines y 40 caballos; Conde de la Coruña, 6.000 florines y 40 caballos; conde de Prieg-o, 4.000 florines y 20 caballos; conde de Medellin, 6.000 flo- rines y 40 caballos; conde de Castañeda, 8.000 flo- rines y 60 caballos; conde de Melgar, 6.000 florines y 60 caballos; conde de Altamira, 4.000 florines y 40 caballos; conde de Lemos, 4.000 florines y 4<^ caballos; conde de Salvatierra en Galicia, 4.000 flo- rines y 40 caballos; conde de Monterey, 4.000 flori- nes y 40 caballos; vizconde de Valduerna, 2.000 florines y 25 caballos, y vizconde de Vivier, desco- nocido, 2.000 florines y 25 caballos. En junto, entre los treinta y ocho condes y dos vizcondes 350.000 florines de oro y 3.640 caballos.

Sigue después ja relación de los grandes maes- tres y dignidades de las órdenes niilitares, que es la siguiente:

Gran maestre de Santiago, 64.000 florines de oro y 1.000 caballos; gran maestre de Cal atrava, 40.000 florines y 500 caballos; gran maestre de Alcántara, 36.000 florines y 400 caballos; gran comendador de León, 40.000 florines y 600 caballos; gran comen-

ESPAfl'A VISTA POR LOS EXTRANJEROS 279

dador de Calatrava, 8.000 florines y 50 caballos; clavero de Santiago, 6.000 florines y 30 caballos; clavero de Calatrava, 6.000 florines y 30 caballos; clavero de Alcántara, 2.0!30 florines y 15 caballos; prior de San Juan, 10.000 florines y 40 caballos; prior de San Marcos de León, 8.000 florines y 40 caballos; prior de Vellés, 6.000 florines y 36 caba- llos; prior del convento de Calatrava, 4.000 florines y 15 caballos; adelantado de Castilla, 12.000 flori- nes y loo caballos; adelantado de Murcia, 14.000 florines y 40 caballos; adelantado de León, 6.000 florines y 20 caballos; adelantado de Cazorla, 8.000 florines y 50 caballos; adelantado de Granada, 6.000 florines y 20 caballos; adelantado de Andalucía, 16.000 florines y 150 caballos; mariscal de Navas 2.000 florines y 20 caballos; mariscal de Malpica, 2.000 florines y 20 caballos; mariscal de Peñaflor, mil florines y 15 caballos y mariscal de Salvedra, 3.000 florines y 30 caballos.

Es de advertir que aparte todas estas relaciones quedaba fuera gran número de nobles que reunían rentas crecidas.

De la moneda española hace mención de los du- cados y dobles ducados, de cuatro o de diez, en oro, así como los castellanos, cuyo valor era cuatro reales y catorce maravedís de plata, monedas fun- didas del mejor oro. De plata corrían los reales y medios reales, y de cobre los maravedís.

Cita también, entre las costumbres del reino cas- tellano, la de los alojamientos del rey y la obliga- ción de prestar la mitad de las cosas a los marisca- les o furrieles que preceden al monarca en su camino, y con respecto a la alimentación el que

280 |. GARCÍA MERCADAL

Únicamente los sábados podía comerse cerdo, en morcillas, y los viernes no se comían huevos, ex- cepto desde Pascua a Pentecostés.

Termina aquí el primer volumen de ESPAÑA VIS- TA POR LOS EXTRANJEROS.

En el volumen segundo continuará el desfile de viajeros del siglo XVI y siguientes, creciendo el in- terés de esta recopilación, por los datos y noticias cada vez más curiosas, según avanza el tiempo y con él la más cultivada intelectualidad de nuestros visitantes.

índice

índice

Páginas. PRÓLOGO 9

ANIESDELSÍGLO X

I— LAS NOTICIAS MÁS REMOTAS

Los viajes por España. Los primeros viajeros. Los vasos apolinares. Itinerario de Caracalla. El torinés Turribio de Beccati, obispo de Astu- rias.— La opinión de Cicerón. Una frase del poe- ta Almohaide. Las «rihlas» árabes. Abdelwa- hid, estudiante de España. Los francos y tras- montanos.— La valentía de ios franceses. Expe- diciones de los vikings 17

SIGLO X

II— LA CORTE DEL CALIFA DE CÓRDOBA ABDERRAMÁN Ilí

Aben-Haucar. ^juan de Gortz, embajador del em- perador de Alemania Otón i; su venida a Espa-

284 J. GARCÍA MERCADAL

Páginas.

ña. Dificultades para ver al califa, y cómo se tra- taban con él los asuntos. El sistema de «dar largas». La tenacidad de un enviado frente a la astucia de los palaciegos. Se aconseja a los en- viados no hacer señas a las mujeres. El califa no quiere admitir más que los presentes. La con- sulta al emperador y su respuesta. De seglar a obispo. El enviado no quiere cortarse el pelo y el califa reconoce la firmeza de su carácter. Có- mo se recibía a los embajadores en la corte de Córdoba. El califa recoge los presentes y el en- \áado se vuelve a su país Gerberto (Silvestre ii). 33

SIGLO XI

III— EL RASTRO DE UN SOLO VIAJERO

El camino francés. Las ventas, los venteros y sus trapacerías. Gato por liebre. Los monjes fran- ceses.— España, tierra de conquista. Noticias de los vascos. El viaje de Santo Olavo 45

SIGLO XII

IV— LAS ESCUELAS DE MAGIA EN TOLEDO

Un laboratorio de ciencias ocultas. El filósofo Ge- rardo de Cremona. El colegio de traductores. Lo que estudiaban los clérigos y donde lo estu- diaban.— La ignorancia del castellano. Las pe- regrinaciones a Compostela de los Cruzados. El normando Sigurd, y su viaje a Tierra Santa.

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 285

Páifinas.

Franceses y Alemanes fíngense pobres para bus- car en España la dote de sus hijas. Las sirenas del Cantábrico. Un campo que renta para los poetas. El primer peregrino sueco 51

V— EL ROMERO DE SANTIAGO

Más romerías a Santiago de Compostela. El bene- dictino Aimerico Picaud y su compañera de pere- grinación,— La ofrenda del códice de Calixto ii. Caminos de Santiago. Lo que cantaban los peregrinos. La leyenda de Cario Magno y el ídolo de Cádiz. Lengua y costumbres de los vascos. Los navarros, gente bárbara. El pri- mer diccionario de vascuence. Origen de los vascos. El por qué del nombre de «navarros» . . 57

VI— EL EDRISI Y SU GEOGRAFÍA UNIVERSAL

España en la edad media, según el esírabón árabe. Cmo se hizo el estrecho de Gibraltraa. Las ciudades de la España árabe. Su agricultura, in- dustria y comercio. La España cristiana. Noti- cias interesantes, raras y curiosas 67

SIGLOS XIII Y XIV

VII— SANTIAGO SIGUE ATRAYENDO PEREGRINACIONES

Viejos itinerarios de peregrinos. El damasquinador y su venida a España. Viajes de una princesa noruega y dos suecas. Santiago, cabo del mun- do.— Las miserias porque los peregrinos pasa- ban.— Una familia de santos suecos. Un viaje a

286 J. GARCÍA MERCADAL

Pá^nas.

pie que duró dos años. Viaje de un embajador alemán. El tunecido Aben-jaldun. Un antece- sor de los Pecci 81

SIGLO XV

VIII— VIAJES DE EXTRANJEROS EN EL SIGLO XV

El espíritu aventurero y la caballería romántica. Dos caballeros flamencos acuden a los torneos es- pañoles.— Otro caballero de Suabia viene a Es- paña para pelear contra los moros. Peregrino alemán que huye de la peste. Un barón bohemio nos visita, dejando escrito de su viaje un relato sumamente curioso. El general de los trinitarios. Mercader flamenco a punto de perder la cabe- za en Portugal. Un hércules polaco o el hombre de la lanza. El relato de un rey de armas. La visita de un obispo armenio. Los anticuarios eru- ditos.— Defensores de la española grandeza .... 89

IX— LOS PALADINES CABALLERESCOS

Un guerrero de veinticinco años y otro de veinti- dós.— Un torneo en Valladolid. Lorge de Ehin- gen viene a luchar contra los moros. El penoso camino de Burgos a Santiago. El puerto de la más negra estrella. Cómo era Portugal en 1457. Un combate singular ante los moros de Ceuta. Los regalos de los reyes. Cómo se hacía la guerra contra los moros. Las órdenes militares de España. Los reyes y su indumentaria de dia- rio 97

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 287

PáginM.

X— UN VIAJE DE UN BARÓN DE BOHEMIA

Un verdadero turista. Primeras observaciones so- bre los usos y costumbres de los españoles. Dos relaciones distintas de un mismo viaje Schas- chek y Gabriel Tetzel. Un diario de viaje y las memorias de un anciano. La comitiva de un gran señor. Las canonesas y sus pajes. Una famosa colección de fieras. ^Juana ¿e Arco, mujer fa- tídica.— La negativa de un rey 109

XI— EL RELATO DE SCHASCHEK

Los manzanos de Vizcaya. Extraño tocado de las vascongadas. Defensa contra el derecho de por- tazgo.— La tolerancia religiosa en el valle de Me- na.— Los efectos del boj. Burgos, ciudad donde todo se vende al peso. La historia del famo- so Cristo. Una fiesta de toros. Las hermosas monjas de las huelgas. Los grandes pinares de Fuentidueña. Cómo trillaban en Cantinpalos. Los viajeros encuentran al rey 113

XII— LA CASTILLA DE ENRIQUE IV

Una corte ostentosa. Los anillos del arzobispo. Los celos de una reina. Las bondades de un rey doblemente coronado. Cómo y por qué se fun- dó un monasterio. Castilla, plagada de bando- leros.— Las admoniciones de un poeta. El retra- to de un rey abyecto, cazador de alimañas y ami- go de bandidos. El olfato real 121

XIII— ROSMITHAL EN CASTILLA

Segovia: su monasterio y su alcázar. El tesoro real. Lucha entre uno de los viajeros y un hombreci-

288 j. garcía MERCADAL

Páginas.

Uo español, venciendo éste. La corrupción de los habitantes de Olmedo. Cómo se castigaban los ataques a la honestidad. Ejecuciones y su- plicios.— La horca en la plaza. La estepa caste- llana.— Un ermitaño con pies de seis dedos. Sa- lamanca, ciudad de estudios florecientes. Cigüe- ñas, langostas, serpientes, alacranes y lagartos . . 133

XIV— ROSMITHAL EN GALICIA

La imprudencia de un paje pone en grave aprieto a los viajeros. Los recuerdos del apóstol. De có- mo llegó a Galicia el cadáver de Santiago. La catedral profanada. Descripción del templo y de sus reliquias. La barca de Mujía 141

XV— EL REGRESO DE ROSMITHAL

Los ojos del Guadiana. El monasterio de Guada- lupe: su fundación. Un templo donde se decían cien misas diarias. Uno de los viajeros enferma en el monasterio. Fundación del monasterio: la Virgen se aparece a los trabajadores. Toledo, segunda ciudad de Castilla. Madrid, lugar no muy grande. Las fronteras de Aragón. Por tie- rra de infieles. Las costumbres de los moros. Siete mujeres para cada hombre 151

XVI— ROSMITHAL EN ARAGÓN

Zaragoza, ciudad rodeada de terrenos pantanosos. Los emisarios del rey D.Juan ii. El fracaso de Santiago como predicador. El apóstol escultor. La Virgen del Pilar, la más antigua del orbe. La leña usada en la capital aragonesa. La visita al rey y su orden de cabaUería. Los judíos blan-

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 289

Páginas.

eos de Osera. Los enebros gigantes de Mone- gros Fraga, plaza fuerte fronteriza 157

XVII— ROSMITHAL EN CATALUÑA

Guerras civiles en tedas partes. Un ataque de bandidos. Luchas entre un bohemio y un cata- lán.— La persecución de un adúltero. La mala opinión sobre los catalanes. La seguridad per- sonal en Barcelona. Los corsarios del Medite- rráneo.— Catalanes peores que infieles. El prín- cipe de Viana adorado como santo. La limpieza y las palmeras de Barcelona. Historieta de un viejo sembrador de palmeras 163

XVIII— LA RELACIÓN DE TETZEL

Un coade sin religión y un pueblo de asesinos. Más detalles de la fiesta de toros. Nueva versión del Santo Cristo de Burgos. La vida pueblerina y la manera como se hacían los viajes. Las cos- tumbres moriscas de Enrique iv de Castilla. Un matrimonio real, mal avenido. La catedral de Santiago convertida en establo. El amor y la ciencia hidráulica. Leyenda de una princesa de Mérida. Unas mujeres mal formadas. El rey D. Juan II, de Aragón. Barcelona, ciudad de grandes riquezas 171

XIX— UN VIAJERO ALEMÁN Y UN TRINITARIO FRANCÉS

Un alemán anónimo, recibido por los reyes de Ara- gón, Navarra y Castilla. Aragón, plagado de Ju- díos y moros. La peste detiene al viajero. Re- laciones entre moros y cristianos. Los «Herma-

19

290 J. GARCÍA MERCADAL

Páginas.

nos del Asno» y su estrecha regla. Un ilustre trinitario visita a España. Paralelo entre España y Francia. Las posadas españolas y sus pulgas. Un español, defensor de Francia, tachado de bandido. La herencia de Don Quijote 181

XX— VIAJE AZAROSO DE UN NEGOCIANTE FLAMENCO

El comercio con la costa africana. Viaje que em- pieza con malos augurios. Los marinos de Pa- los.— Prisionero de los portugueses. Las leyen- das sobre islas desconocidas. La expedición de los 36 escribanos. La isla de las casas de oro y plata. Un sanatorio de leprosos. La lepra, cu- rada con sangre de Tortuga. El cuchillo del ma- rinero.— Los pájaros de las islas desaparecidas. Fuga de un condenado a muerte. A pie y sin dinero. El auxiHo de un paisano. Los vinos blancos de Villafranca del Bierzo. Salvó el pelle- jo, pero perdió los cuartos 187

XXI— EL CABALLERO DE LA LANZA

Un solterón polaco y su testamento en favor de los que quieran casarse. Nueva descripción de la barca de Mujía. El pan de Sevilla el mejor del mundo. Retrato de los andaluces. Las puertas de la corte, cerradas a los pedigüeños. La cor- te de los Reyes Católicos. Una procesión sevi- llana.— La protección a los judíos. La curiosidad de las gentes. Una costumbre española. Gra- nada, ciudad muy poblada. La fertilidad de Je- rez.— El mercado de muías de Burgos. Las cam- panas mudas 199

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 291

Páginas.

XXII— POPIELOVO EN ARAGÓN Y CATALUÑA

Los judíos aduaneros. Las huertas levantinas. El polaco y los besos a las mujeres valencianas. Los «ratas» de Aragón. La cerámica de reflejos metálicos. La población aragonesa. Relajadas costumbres del bello sexo. Cómo practicaban los cristianos su religión. La carestía de Catalu- ña.— La hermosura de las catalanas. Retrato de los catalanes. Envidias reales. El derecho de pernada. El camino de Francia 205

XXIII— EL VIAJE DE UN REY DE ARMAS

Transformación de España bajo el gobierno de los Reyes CatóHcos. Del mayor desorden a la ma- yor seguridad. Venida a España de dos embaja- dores ingleses. Machado, rey de armas de En- rique IV de Inglaterra. Lo que pudo ver el viaje- ro, si hubiese mirado en torno suyo. La España de los Reyes Católicos, según Prescott. La cor- te de D." Isabel y D. Fernando. El traje de una reina. La «tienda de los Reyes Católicos». La reina cambia por dos veces las mangas del jubón del rey. El rey de armas, tras los embajadores, sigue su viaje a Portugal 211

XXIV~EL OBISPO DE ARZENDJAN

Del Eufrates a España. A pie y limosneando. Vizcaya, «país donde se come pescado». Los vascos y su supremacía en el mar. Expediciones marítimas de los ballesteros y pescadores de ba- calao.— Las tierras septentrionales de América. Por dónde Colón debió presentir el Nuevo Mun- do.— La isla de los bacalaos. El sepulcro del

292 J. GARCÍA MERCADAL

Páginas.

apóstol. Los marinos de Guetaria. Una expe- dición marítima. El obispo se embarca para tie- rras desconocidas. El viento les cambia de ruta. Otra vez a pie. El paso de las Alpujarras. Jaén y el sudario de Cristo. Las ciudades juzga- das por el número de casas 221

SIGLO XVI

XXV— EL VIAJE DE UN CHAMBELÁN

El señor de Montigny y las costumbres españolas en los albores del siglo xvi. El favorito de una archiduquesa, ejecutor testamentario de Car- los v. El viaje de Felipe el Hermoso. Séquito de los príncipes de España. Las damas españo- . las de D."" Juana. El paso por Francia. Bayona inundada, y sus costumbres matrimoniales. Un matrimonio curioso. Los carros de la impedi- menta 235

XXVI— EL SEÑOR DE MONTIGNY, PEREGRINO DE SANTIAGO

Los pasteles de España. Las damas vascongadas y su tocado. Un país que no quiere tener obispo. Una comida de tres horas. Cómo defendían los burgaleses sus privilegios. La momia del rey D. Juan II. La ofrenda de los cautivos. El mer- cado de las lanas. A Compostela, por el cami- no de Asturias. Los rosarios de León. Astu- rias, tierra de montañas. Los asturianos y los egipcios. La cripta de Santiago y los siete cirios del apóstol. La impedimenta del pecado mortal.

I

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS 293

Páginas.

El hospital de los peregrinos. El cuerpo de Santa Susana. Un diente de peso. Las liebres blancas, los camellos y las fieras del conde de Be- navente 243

XXVII— EL REINO DE CASTILLA

El robo de un cofre. Los estudiantes pincianos. La feria de Medina del Campo. Segovia, villa gi- bosa.— La adúltera inocente. La coquetería de las damas españolas. Doña Juana de Aragón. Costumbres de los nobles. Escaramuzas a la morisca. El suplicio de los ballesteros. El viá- tico y los entierros 253

XXVIII— REINOS DE GRANADA Y VALENCIA

Los mejores ornamentos. Las bellez.as de Grana- da.— Las sedas moriscas. Los trajes de las «tor- nadizas».— Elogio de las mujeres de Valencia. Un naranjo fecundo. El manicomio y el barrio de las mujeres públicas. La horca en la puerta del prostíbulo. La higiene pública. Los maros de Segorbe 261

XXIX— REINO DE ARAGÓN Y CONDADO DE BARCELONA

Elogio de la Reina Católica. El príncipe Felipe, au- tor de la expulsión de los moriscos. Un huevo para cuatro personas. El duque de Medinaceli y las modas flamencas. El presente de Zaragoza. Los moros zaragozanos. Aragón, pueblo de la libertad. Los jardines de Barcelona. Las gale- ras del rey. La bolsa de los mercaderes 267

294 J. GARCÍA MERCADAL

Páginas.

XXX— EL PODERÍO DE ESPAÑA

Las rentas españolas. Los prelados y grandes maestres. Los duques, marqueses y órdenes mi- litares.— Los condes y vizcondes. Grandes maes- tres y dignidades de las órdenes militares. La moneda española. Otras costumbres españolas. 275

COLECCIÓN HISTÓRICA

DE LA

BIBLIOTECA NUEVA

TOMOS EN PRENSA

J. GARCÍA MERCADAL

ESPAÑA VISTA POR LOS EXTRANJEROS

(desde el siglo XVI HASTA NUESTROS DÍAs)

RICARDO FUENTE

REYES, FAVORITAS Y VALIDOS

LUIS DE TAPIA

LA SÁTIRA EN LOS SIGLOS XVI, XVII Y XVIII

ALBERT MOUSSET

HISTORIA DE FELIPE II

AURELIO BAIG-BAÑOS

LA VIDA LITERARIA EN EL SIGLO DE ORO

EL ARRÁEZ MALTRAPILLO

LA VIDA DE MADRID EN EL SIGLO XVIII

Í^l-Cí*

University of Toronto Library

DO NOT

REMOVE

THE

CARD

FROM

THIS

POCKET

Acmé Library Card Pocket

Under Pat. "Ref. Index File"

Made by LIBRARY BUREAU

i^- X^l

w.*.^.

¿-1 :.f

mm''''Éá''ím

í