Mons. FRANCISCO ARMANDO MALDONADO

ESTE CONCILIO VATICANO

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1962

IES DEL SECRETARIADO PERMANENTE DEL EPISCOPADO VENEZOLANO

CARACAS

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Motsrs. FRANCISCO ARMANDO MALDONADO

ESTE CONCILIO VATICANO

1962

OCT 13 1988

PUBLICACIONES DEL SECRETARIADO PERMANENTE DEL EPISCOPADO VENEZOLANO

c a r a c a s l 9 6 2

Este trabajo hecho en Venezuela, en la Imprenta Nacional, fue editado por dis- posición de la Secretaría General de la Presidencia de la República, como un homenaje de cortesía y como un aporle al Concilio Ecuménico.

ARZOBISPADO DE CARACAS Gobierno Superior Eclesiástico

Caracas, 27 de agosto de 1962

LM PRIMASE,

t Ramón I, Lizardi,

Obispo Auxiliar. Vic. General.

DEDICATORIA

Al Eminentísimo y Reverendísimo señor Cardenal José Hum- berto Quintero Arzobispo de Caracas.

Miembro de la Pontificia Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II.

Al Excelentísimo y Reverendísimo Señor Doctor Acacio Chacón Arzobispo de Mérida.

Miembro de la Pontificia Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II.

Al Excmo. y Revdmo. Señor Doctor Segundo García Obispo Titular de Olimpo.

Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho.

Consultor de la Pont. Comisión de las Misiones Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II.

Al Excmo. y Revdmo. Señor Doctor Luis Dadaglio Arzobispo Titular de Lero.

Nuncio Apostólico de su Santidad.

A los Excelentísimos y Reverendísimos Señores Arzobispo de Ciudad Bolívar.

Arzobispo Titular de Cirro y Coadjutor Cum lure Suecessionis de Mérida.

Obispos de Maracaibo, Barquisimeto, Calabozo, Cumaná, Coro, San Cristóbal, Valencia, Guarniré, TrujiUo, Barcelona, Maraeay, Maturín.

Vicarios Apostólicos de Caroní, Machiques, Tucupita.

Obispos Titulares de Tamaso, Assava, Lamdia Auxiliares del Emmo. y Revdmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Caracas y Obispo Titular de Vindo, Auxiliar del Emmo. y Revdmo. Arzobispo de la Habana.

Padres Conciliares Convocados al Concilio Ecuménico Vaticano Segundo.

Santidad .11 AX XXIII, felizmente reinante, autor y convocador del Concilio Ecuménica secundo; Presidente de la (omisión Central Preparatoria.

I

Los Concilios Ecuménicos y el Vaticano Segundo

Introducción

Veinte siglos. Veinte concilios de la ecumenicidad. Más éste que se perfila ahora sobre los avatares del fin de un siglo glo- rioso y crítico. Al leer la historia de los concilios, forzosamente se repasan las vicisitudes de la Iglesia : del dogma, su disciplina, la liturgia, el derecho canónico, la moral, el vaivén de su geo- grafía euroasiática. Como en una pantalla panorámica asistimos al cesaropapismo de los grandes emperadores y emperatrices ro- mano-bizantinos, que, celosos de la integridad del dilatado impe- rio, se asustaban hasta de su propia sombra al pensar que si la unidad religiosa se resquebrajaba, perecería a la par la compacta- ción política. Tiempos de cultura y de fe. Propicios para la esquematización. El oriente era una universidad católica. Con sus escuelas Alejandrina y Antioqueña. Con su segunda Roma que era Constantinopla. Todos los monjes, sacerdotes y legos, eran eruditos. Tenían la capacidad de distinguir el "omousios" (consustancial) del "omovusios" (semejante). El emperador ha- blaba en latín y los deliberantes conciliares pensaban en griego. Los concilios prueban entre otras cosas que el movimiento ecu- ménico fué siempre bandera de la iglesia católica. En esto como en tantos diversos aspectos ha llegado la hora de vindicar para la Iglesia, para el Papado, para la vitalidad sustancial de la di- vina institución, la iniciativa y el ejemplo primordiales. Este movimiento que se inició en Nicea, junto con el dinamismo de una vivencia católica y el mecanismo de un ajetreado quehacer, está diciendo muy a la claras de la amplitud y supranacionalis- mo de la cristiandad. Y también de su túnica que fué inconsútil.

Desde la reseña de Eusebio de Cesárea hasta los últimos documentos de Juan XXIII, todos nos cercioran acerca de un postulado básico: que no hay razas ajenas a la inquietud evan- gelizadora de la Iglesia, ni hay fronteras para la fe, ni horizon- tes que puedan limitar la posibilidad de unión entre los cristia- nos. Aquel nos refiere que al primer concilio asistieron : sirios, cilicios, fenicios, árabes palestinos, egipcios, tebeos, libios, oriun- dos de Mesopotamia, un persa, un escita, tracios, macedonios, aqueos, epirotas, gente del Ponto, Galacia, Capadocia, Frigia, Asia, Panfilia y que hasta España que era el fin de la tierra envió nada menos que al obispo de Córdoba, el inmenso Osio. Hoy el Pontífice reinante convoca a los Cardenales, Patriarcas, Arzobis- pos, Obispos, Abades y Prelados nullius flioeceseos. Abades Pri-

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mados, Abades Superiores de congregaciones monásticas, Supe- riores generales de religiones clericales exentas, de todo el mundo. Y si el año 325, en una sala del palacio de verano del emperador en Nicea, se sentaron 250 Padres, hoy en la Basílica de San Pedro en el Vaticano habrá reunidos unos 8.000 conciliares. Por lo menos en el pensamiento del Papa están presentes también los Patriarcas ortodoxos de Constantinopla, Antioquía, Alejandría, •Jerusalén y otros.

En todos los textos de historia eclesiástica y en los grandes diccionarios y enciclopedias no puede faltar este capítulo de los concilios ecuménicos. Las fuentes, obras generales, compilacio- nes, ediciones regias, actas, que se consagran a la materia, ocupan tantos volúmenes, que llegan a integrar el sector más opulento de la historia de la Iglesia. A guisa de articulistas, con ánimo de informar al público venezolano y como un homenaje de los católicos de este país al concilio Vaticano Segundo, vamos a re- correr sintéticamente la tabla cronológica y temática de los con- cilios. Luego en dos estudios debidos a la pluma de los Padres Camelot y C. Vaux St.-Cyr, expondremos un breve análisis de los concilios ecuménicos en la antigüedad y en el segundo milenio de la vida de la Iglesia. A continuación extractaremos de la co- rrespondencia epistolar de un arzobispo de Caracas, que fué tes- tigo del Concilio Vaticano Primero, unas cuantas notas acerca de la presencia en dicha asamblea de prelados venezolanos. Y por último, pondremos en manos de nuestros lectores los docu- mentos pontificios relativos a la indicción, convocatoria, fecha del concilio Vaticano Segundo ; así como a la creación de las Co- misiones preparatorias: sus componentes, las reuniones de la Comisión Central; y a la materia misma de éste Concilio Vati- cano. Un folleto de divulgación. Sin jactarnos de teólogos de- seamos que Venezuela esté presente hoy también en el movimien- to de opinión que señala como el acontecimiento del siglo la celebración en la cumbre de este Concilio Vaticano.

Cronología y temas de los concilios ecuménicos

Los ocho primeros reconocidos por la Iglesia Católica como universales se celebraron en Nicea, Constantinopla, Efeso y Cal- cedonia. El teatro de los restantes fué Europa. Los cuatro lla- mados "grandes Concilios" fueron por San Gregorio Magno com- parados con los cuatro evangelios, por haberse en ellos estructu- rado los dogmas trinitario y cristológicos. He aquí una visión de conjunto:

1. Primer Concilio de Nicea de Bitinia, "grande y santo sínodo de los 318 Padres", convocado por Constantino, bajo el Papa San Silvestre I; duró desde el 20 de mayo al 25 de julio del año 325; trató acerca de la consustancialidad del Hijo con el Padre; contra Arrio y Eusebio de Nicomedia impuso la pro-

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lesión de fe de Marcelo de Ancyra, Eustacio de Antioquía (obis- pos) y el diácono alejandrino Atanasio; veinte disposiciones cortas llamadas "cánones" norman la disciplina eclesiástica.

2. Primer Concilio de Constantinopla, convocado por Teo- dosio, siendo Papa Dámaso I; de mayo a julio del año 381; trató acerca de la divinidad del Espíritu Santo; su símbolo es el de Nicea, que hoy rezan los sacerdotes en la misa; cuatro cánones disciplinarios.

3. Concilio de Efeso, convocado por Teodosio II, siendo Papa San Celestino I; 22 de junio a 17 de julio del año 431; trató sobre la maternidad divina de la Virgen María; seis cáno- nes disciplinarios.

4. Concilio de Calcedonia, convocado por Marciano, a ins- tancias del Papa León I Magno ; 8 de octubre al 1 de noviembre del año 451 ; asistieron 600 Padres (más que en ningún otro hasta el Vaticano I) ; materia definida: las dos naturalezas en una persona de Cristo; veintiocho cánones disciplinarios.

5. Concilio de Constantinopla II, convocado por Justiniano, de acuerdo con el Papa Vigilio; 5 de mayo a 2 de junio del año 553; condenó los "Tres Capítulos" nestorianos, o sea, los escritos de Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro y la carta defensa de Teodoro contra San Cirilo de Alejandría, escrita por Ibas de Edesa.

6. Concilio de Constantinopla III, convocado por Constan- tino III, de acuerdo con los Papas Agatón y León II; 7 de no- viembre del año 680 a 16 de setiembre de 681 ; condenó la doc- trina de una sola voluntad en Cristo, llamada monotelismo (así como la herejía de una naturaleza en Cristo se llamó monofi- sismo).

7. Concilio de Nicea II, convocado por la emperatriz Irene, siendo Papa Adriano I ; del 24 de setiembre al 23 de octubre del año 787 ; trató sobre la licitud del culto de las imágenes sagradas ; veinte cánones de disciplina.

8. Concilio de Constantinopla IV, convocado por Basilio I Macedonio, siendo Papa Nicolás I y Adriano II ; 5 de octubre del año 869 a 28 de febrero de 870 ; liquidación del cisma de Focio ; veintisiete cánones disciplinarios.

9. Primer Concilio de Letrán en Roma, convocado por el Papa Calisto II; 18 de marzo a 6 de abril del año 1123; confirma- ción del concordato de Worms; veinticinco "capítulos" discipli- narios.

10. Concilio de Letrán II, convocado por Inocencio II ; abril de 1139; cisma de Anacleto II; treinta capítulos disciplinarios.

11. Concilio de Letrán III, convocado por Alejandro III ;

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tres sesiones del 5 al 19 de marzo de 1179; trató de la mayoría de dos tercios necesaria para la elección papal, la paz de Vene- cia, la agrupación de la catolicidad contra las investiduras y el cisma; veintisiete capítulos de disciplina.

12. Concilio de Letrán IV, convocado por Inocencio III ; tres sesiones del 11 al 13 de noviembre de 1215 ; profesión de fe contra los cátaros ; transustanciación eucarística ; confesión y co- munión anuales ; setenta capítulos disciplinarios.

13. Primer Concilio de Lyon, convocado por Inocencio IV; 28 de junio al 17 de julio de 1245; materia: deposición de Fede- rico II emperador; 22 capítulos.

14. Concilio de Lyon II, convocado por Gregorio X; seis sesiones que fueron del siete de mayo al 17 de julio de 1274; materia: estatuto del cónclave, unión con los griegos, la Cruza- da; treintiuno capítulos.

15. Concilio de Vienne en Francia, convocado por Clemen- te V; tres sesiones del 16 de octubre de 1311 al 6 de mayo de 1312; materia: supresión de los Templarios, pobreza de los fran- ciscanos ; decretos de reforma.

16. Concilio de Constanza, convocado por el rey Segismun- do y el Papa Juan XXIII ; 41 sesiones ; desde el 5 de noviembre de 1414 hasta el 22 de abril de 1418; asuntos importantes: el gran cisma, abdicación del Papa romano Gregorio XII, deposi- ción del Papa conciliar Juan 23, deposición del Papa aviñonés Benedicto XIII y elección del Papa Martín V ; materias : conde- nación de Juan Hus; Decreto "Sacrosancta" sobre la supremacía del Concilio por encima del Papa; Decreto "Frequens" sobx'e la periodicidad de los concilios; concordatos con las cinco "nacio- nes" conciliares.

17. Concilio de BasiJea-Ferrara-Florencia, bajo el Papa Eugenio IV; 25 sesiones: en Basilea del 23 de julio de 1431 al 7 de mayo de 1437; en Florencia desde el 16 de enero de 1439 a febrero de 1442 : la unión con los griegos, con los armenios y con los jacobitas.

18. Concilio de Letrán V, bajo los Papas Julio II y León X; 12 sesiones que van del 10 de mayo de 1512 hasta el 16 de marzo de 1517 ; materias : contra el concilio cismático de Pisa ; sobre la inmortalidad del alma; Decretos de reforma.

19. Concilio de Trento, bajo los Papas Paulo III, Julio III y Pío IV; 25 sesiones desde el 13 de diciembre de 1545 hasta el 4 de diciembre de 1563; sesiones I-VIII en Trento; IX-XI en Bolonia; XII-XVI en Trento; XVII-XXV en Trento. Materias: doctrina sobre la Escritura y la Tradición; el pecado original y la justificación; los sacramentos y el sacrificio de la Misa; el

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culto de los santos; Decretos de reforma; en especial, el "Tamet- si", invalidando los matrimonios contraídos sin testigos.

20. Primer Concilio Vaticano, convocado por Pío IX; cua- tro sesiones, desde el 8 de diciembre de 1869 hasta el 18 de julio de 1870 ; definición sobre la fe católica, el primado y la doctrina de la inhabilidad pontificia.

En el umbral del Vaticano Segundo

Llegamos así a los prolegómenos del inminente Concilio ecu- ménico Vaticano II. El mundo ha seguido con expectación se- rena y jubilosa sus preparativos. No con la polémica encendida que precedió al de la infalibilidad, sino con la dulce esperanza de que se arribe a una mínima unidad cristiana. Desde el 25 de enero de 1959 hasta ahora es mucho lo que se ha escrito con res- pecto del Concilio. Bien sea en el lenguaje periodístico, cable- gráfico ; ora en el técnico y documentado ; o también en el eleva- do y autorizado de las cartas pastorales colectivas de los diversos episcopados del mundo católico. Ya sabemos que será instalado el día 11 de octubre de 1962. Acerca de los temas que van a ser discutidos, no se conoce aún la agenda definitiva. Pero las innu- merables alusiones que continuamente hace el Soberano Pontífice en sus escritos y discursos, en sus audiencias y plegarias ; sus fór- mulas demandando al pueblo de Dios oraciones para el feliz resul- tado de la asamblea conciliar ; las palabras taxativas de los docu- mentos pontificios: la carta encíclica "Ad Petri Cathedram", el Motu Proprio "Superno Dei nutu", la constitución apostólica de convocatoria : "Humanae salutis", la carta apostólica "Celebrandi Concilii Oecumenici" pidiendo oraciones para el tercer Pentecos- tés preparatorio ; el Motu Proprio del 2 de febrero de 1962 fijando fecha para la celebración del Concilio ; el minucioso y progresivo nombramiento de miembros y consultores de las Comisiones pre- paratorias; el trabajo elaborado por la Comisión antepreparato- ria que presidió el difunto Cardenal Tardini, cuyo resultado fue- ron quince tomos contentivos de los criterios de Obispos y Pre- lados, las propuestas de la Curia Romana y los estudios de las Universidades consultadas; el acucioso estudio de esos tomos hasta reducirlos a esquemas preliminares por parte de las diver- sas Comisiones ; la designación de nuevos Cardenales entresaca- dos de la Curia como especialistas en diversas disciplinas, o del seno de comunidades religiosas, o llamados de lejanas tierras, así, por ejemplo, el Padre Bea escriturista, Larraona canonista y liturgista; Albareda, bibliotecario; organizadores como Testa y di Jorio; curiales como Roberti, Jullien, Bracci, Confalonieri, Heard, Coussa, Browne; diplomáticos como Montini, Marella, Cento, Antoniutti, Cicognani ; el latinista Bacci ; los profesores Richaud, Dópfner, Kónig, Suenens; en fin pastores eximios co- mo todos los recién creados por el Papa del Concilio; y sobre todo, las siete reuniones plenarias o semiplenarias de la Comi-

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sión Central celebradas en Ruma hasta el mes de junio de 1962: todos estos datos hacen entrever algo del temario que será es- quematizado y discutido en el gran Concilio. El tema, pues, será eco obligado de la consulta hecha al Colegio Episcopal. Y en estos meses que nos separan de la apertura de la asamblea ecuménica, todos los Obispos ya convocados tendrán la oportu- nidad de revisar los decretos y constituciones en esquema apro- bados por la Comisión Central. No cabe duda que a este Con- cilio Vaticano le ha tocado la suerte y gloria de haber sido el mejor y más técnicamente preparado.

Más adelante veremos pormenorizadamente la historia y ac- tividades de los organismos preparatorios, o sea, de cada una de las Comisiones encargadas de disponer y realizar todo lo con- cerniente a la celebración del Concilio. Este mecanismo se basa en la finalidad misma que el Papa persigue, inspirado y asis- tido por el Espíritu Santo, al convocar tan excepcional reunión. El Concilio, en efecto, tiene la finalidad de: promover el incre- mento de la fe católica; renovar las saludables costumbres del pueblo cristiano ; adaptar la disciplina eclesiástica a las necesi- dades de nuestro tiempo; ser un espectáculo maravilloso de la unidad cristiana y una suave invitación a buscar y encontrar la unión de todos los cristianos. A todo esto responde el nom- bramiento de las siguientes Comisiones preparatorias : Comisión para las cuestiones pertinentes a la Escritura, la Tradición, la Fe y las costumbres ; Comisión de los Obispos y gobierno do las Diócesis ; Comisión de la disciplina del Clero y pueblo cris- tiano ; Comisión de los Religiosos ; Comisión de la disciplina de los sacramentos; Comisión de la Sagrada Liturgia; Comisión de los Estudios y de los Seminarios ; Comisión para la Iglesia Orien- tal ; Comisión para las Misiones ; Comisión del Apostolado seglar. Acción Católica, religiosa y social ; Secretariado de relaciones públicas; Secretariado para la unión de los cristianos; Secreta- riado de Finanzas y técnico. Y para coordinar todas estas Co- misiones y Secretariados, la Comisión Central presidida por el Padre Santo y completada con un cuerpo de miembros y con- sultores y a la que pertenecen los Cardenales Presidentes de las demás Comisiones y ciertos Obispos del mundo entero.

La nostalgia de la unión de los cristianos

Los nueve siglos de separación de los Ortodoxos y los cuatro de la Reforma protestante, en opinión del Cardenal Bea, h?n dejado huellas y raíces hondas de prejuicios y amarguras difí- ciles de superar. Por tanto, el Papa espera, junto con todos los católicos, no la unión inmediata, sino "primero la aproximación, después el contacto y por último la perfecta unión de tantos her- manos separados de la antigua madre común". El movimiento unionista es más fuerte en los países del mundo antiguo, como

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Inglaterra, Francia, Alemania, Suiza, que en los Estados Unidos de Norte América. En aquellas Naciones el deseo de la unión procede en buena parte de la acuciosidad de los estudios bíblicos. En cambio en el nuevo mundo las innumerables confesiones re- ligiosas provienen no de una separación inmediata de la Iglesia romana, sino de comunidades ya alejadas de antaño, de donde se sigue que las diferencias se han ido acentuando y los obs- táculos para la unión han aumentado. Esta comprobación, sin embargo, no tiende a disminuir el optimismo ni la importancia de la auténtica nostalgia de la unión cristiana, como se deja ver por la constitución del Consejo mundial de las Iglesias, que com- prende 170 grupos confesionales unidos por la base de una fe común en Jesucristo Salvador y Dios ; y por la difusión crecien- te del octavario de oraciones por la unidad, que se celebra en todas partes del 18 al 25 de enero de cada año. Las posibilida- des del Espíritu de Dios, que es Espíritu de unidad, son infini- tamente superiores a las de los hombres y rebasan o desbordan nuestra miope medida. Dios ha suscitado ya en el Oriente cris- tiano una personalidad paralela en persuación, bondad y cordia- lidad a la de nuestro Pontífice Juan. Es la atrayente figura del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Atenágoras, quien acaba de realizar un supremo esfuerzo por estrechar los víncu- los entre las mismas iglesias ortodoxas y contactar las iglesias autocéfalas o autónomas nacionales monofisitas : siriaca, arme- nia, copta, etc., con el fin de lograr a su vez la reunión de un sínodo panortodoxo. El ha dicho : "la unidad ya existe entre los cristianos ; lo que falta por hacer es la unión ; dejemos a los teó- logos que prosigan sus discusiones y nosotros unámonos en la caridad; las iglesias ortodoxas no pueden desolidarizarse de las iglesias protestantes en su respuesta a la oferta de unión pro- puesta por Roma".

Del 2 de setiembre al de octubre de 1961 todos los orto- doxos acudieron a Rodas <m ¡a irla du Gh¿pre a una conferencia previa a un pre-Sínodo general. Estuvieron presentes los repre- sentantes de los antiguos Patriarcados de Constantinopla, An- tioquía, Alejandría y Jerusalén; de los más modernos de Moscú, Servia, Rumania y Bulgaria; de las Iglesias autocéfalas no pa- triarcales de Chipre, Grecia y Georgia; de las Iglesias autóno- mas de Polonia y Checoslovaquia. Asistieron como observado- res los representantes de las iglesias orientales no bizantinas: copta, etiópica, armenia y las sirias de Antioquía y del Malabar; del Consejo Mundial de las Iglesias, de los Anglicanos norte- americanos e ingleses; de los "viejos-católicos" en plan personal asistió un observador; y de la Iglesia Católica Romana a título personal fueron invitados: por "La Croix" el P. Wenger, por "Irenikon" Atanasio van Druyven, por "Proche Orient Chrétien" Duprey, por "Una Sancta" Manuel Jungelausen y por "Istina" de París, Dumont. Como finalidad concreta esta reunión tuvo la de ponerse todos de acuerdo sobre los temas a tratar en una

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ulterior asamblea pre-sinodal, que a su vez fuera preparación de un verdadero Sínodo con autoridad para tomar decisiones con carácter obligatorio para todas las iglesias ortodoxas. También se eligieron seis comisiones: 1) de Fe, Dogma y Culto; 2) Ad- ministración y Disciplina Elesiástica; 3) Relaciones de las Igle- sias ortodoxas entre sí; 4) Cuestiones teológicas y sociales; 5) Relaciones entre la Iglesia ortodoxa y las otras iglesias orienta- les; 6) Relaciones entre la Iglesia ortodoxa y las Iglesias occi- dentales. Se dió la precedencia a la delegación de Constanti- nopla y el nombre del Patriarca ecuménico Atenágoras se repe- tía en las celebraciones litúrgicas. En ese ambiente de unidad ortodoxa pareció resaltar el papel primordial del Episcopado en materia de responsabilidad dentro de la Iglesia y el sentido de unidad que está por encima de una simple asociación de Igle- sias locales autocéfalas.

También los ecumenistas protestantes se reunieron en Nue- va Delhi del 19 de noviembre al 5 de diciembre de 1961. Fué su tercera Asamblea general. Asistieron 198 delegaciones con un total de 1.200 personas, entre delegados oficiales, consultores, ex- ponentes de las Iglesias Jóvenes, delegados fraternales y obser- vadores. La autoridad eclesiástica envió como observadores a los Padres Le Guillou, del Centro Istina de París ; E. Duff , del Centro "Social Order" ; J. Edamarán, de rito siro-malabar ; Iván Extross, de Allahabad ; y el profesor Jan C. Groot, del Semina- rio de Warmond en Holanda. Los puntos que se trataron se pueden reducir así: 1) proyección política en cuanto se refiere a la independencia de pueblos antiguamente libres, las relaciones raciales y el cese de los experimentos nucleares; 2) admisión de la Iglesia Rusa en el seno del Consejo Mundial de las Iglesias; 3) integración en el Consejo Mundial del Comité Internacional de Misiones; 4) proselitismo y libertad religiosa. Por cierto que, como anota el P. Angel Santos al margen de esta informa- ción, el poder cambiar de religión y de creencias no dice mucho en favor de la consistencia de la fe de los asambleístas. 5) las exigencias de los seglares. El secretario de la Asamblea, M. Hooft, en la sesión inicial presidida por el Obispo Dibelius de la iglesia protestante alemana, subrayó la importancia de la pre- sencia de observadores católicos. Y refiriéndose al Secretaria- do para la Unión de los Cristianos, dijo : "La esencia de nuestras relaciones con el Secretariado consiste en el cambio mutuo de nuestras informaciones". En su predicación del acto de clausu- ra, el Pastor Niemóller, célebre en el mundo entero, exhortó a manifestar la unidad cristiana por un servicio y un testimonio comunes. El acto terminó con esta consagración pronunciada en alta voz por los asambleístas : "Confesamos a Jesucristo como Salvador de los hombres y luz del mundo; nos sometemos juntos a sus mandamientos ; renovamos nuestro compromiso de dar tes- timonio de El ante los hombres ; nos ofrecemos para ese servi- cio en el amor que sólo Jesucristo suscita; nuevamente recibi-

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mos el llamamiento de hacer visible nuestra unidad en El; y pedimos que nos sea concedido para esta empresa el don del Es- píritu Santo". (Datos recogidos por Sal Terrae del Boletín de Información del Consejo Ecuménico de las Iglesias, Ginebra, nn. 42-48) .

La coincidencia de estos acontecimientos, previos ambos, al Concilio ecuménico Vaticano Segundo, con los que tanto las Igle- sias Ortodoxas como el Consejo Mundial de las Iglesias han que- rido puntualizar sus votos por la unidad cristiana y han dejado constancia de sus aspiraciones basadas en una común fe en Cristo Salvador y en el dogma trinitario, no deja de ser un respiro ali- viador en la marcha hacia la unión de todas las almas que se enaltecen con el nombre de cristianas. Por otra parte, el 9 de agosto de 1960, en Düseldorf, Alemania, el Patriarca católico de Antioquía y de todo el Oriente, Su Beatitud Máximo IV, afir- mó en una valiente conferencia que ellos los católicos orientales son los más llamados a servir de enlace en el camino en que todos, tarde o temprano, de una manera o de otra, "habremos de en- contrarnos un día para recobrar plenamente la verdad de Cristo". La iglesia greco-melquita-católica es un factor poderoso e indis- pensable con una misión unificadora para alcanzar la anhelada unidad cristiana. Quiera, pues, el Señor que pronto las dificul- tades sean superadas y se entrevean la fraternidad y la compren- sión sin cortapisas de todo el mundo cristiano, bajo la guía del buen pastor, que a semejanza de Jesús no cesa de clamar al Pa- dre: ut omnes unum sint, que todos sean una misma cosa.

BIBLIOGRAFIA

BIBLIOGRAFIA. Hubert Jedin, "Breve Historia de los Concilios", Barcelona, Editorial Herder, 1960. De este autor entresacamos las siguien- tes indicaciones bibliográficas: Obras generales: Juan Domingo Mansi, Amplissima collectio, en 31 volúmenes, Florencia, 1759-1798. Reimpresión por Petit y Martin, en 60 tomos, Lyon, 1899-1927.

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Mons. Paul Guerin, Concile Oecumenique du Vatican Son histoire. Ses decisión 29-6-1868 au 20-10-1870. Bar-Le-Duc, París, 1877.

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N. del la R. El 13 de agosto de 1962 el Comité Ejecutivo del Consejo Ecuménico de las Iglesias, que representa 197 confesiones, reunido en París adoptó por unanimidad el acuerdo de enviar dos teólogos especialistas como obser- vadores al Concilio Vaticano II. Uno de esos teólogos es el doctor Lukas Vischer, de la iglesia reformada suiza.

II

Los Concilios Ecuménicos en la antigüedad

por Tomás Camelot, O. P. traducción y resumen por Mons. F. A. M.

Desde los primeros tiempos los Concilios aparecen como ór- gano normal de la vida de la Iglesia. Anacrónico es hablar del Concilio de Jerusalén, dando a este término el significado propio del Concilio de Trento o del Concilio Vaticano. Sin embargo, cierto es que desde los comienzos los Apóstoles procedieron "co- legiadamente". Incompleta y fragmentaria es la documentación que poseemos acerca del primer siglo de la historia de la Igle- sia: nada sabemos de las asambleas que en dicha época se hu- bieron de celebrar. Los primeros sínodos que conocemos se re- montan a la segunda mitad del siglo dos, durante la crisis mon- tañista, violenta irrupción de misticismo y rigorismo, que ame- nazó la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia. En tal ocasión los obispos del Asia se reunieron varias veces para examinar lo que predicaban los novadores, condenar sus herejías y exco- mulgar a sus secuaces. Después, por iniciativa del Papa Víctor, "hubo sínodos y asambleas de obispos por todas partes, en Pa- lestina, en Asia, en el Ponto, en Galia, en Roma", con motivo de la controversia sobre la fecha de celebración de la Pascua. En el siglo tercero ya los sínodos funcionan con regularidad, por ejem- plo, los de Antioquía de los años 264 y 268, en los que se depuso al obispo de aquella ciudad, Pablo de Samosate. La segunda de esas asambleas reunió unos ochenta obispos, que comunicaron su sentencia al obispo de Roma y de Alejandría y a todos los obispos que ejercen el ministerio "sobre la tierra habitada" (oikumene): aquí se verifica el caso de un concilio provincial consciente de los nexos que los unen "a toda la Iglesia católica que se encuentra bajo la bóveda del cielo".

Pero los obispos no sólo se reúnen por motivos graves. En el Asia Menor, en Capadocia, los obispos tenían la costumbre de reunirse una vez al año; en Africa, dos veces, en torno al obis- po de Cartago; justamente estos sínodos cartagineses cobran fama cuando presididos por San Cipriano se pronuncian sobre el problema de la reconcilación de los lapsos y del bautismo de los herejes. Son de particular importancia los sínodos romanos que congregan en torno del Papa a los obispos de Italia. Hasta entonces los sínodos reunían tan sólo a los obispos de una pro- vincia. Pero el año 314, el emperador Constantino, para poner fin a los desórdenes de los donatistas, convoca en Arles "un gran

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número de obispos provenientes de lugares diversos y espera que la conciencia unánime de los obispos allí reunidos pondrá fin a la disputa". Se reunieron, pues, en Arles 47 obispos y éste se puede decir que es el primer concilio general del Occidente lati- no. El mismo carácter reviste para el Oriente el concilio de An- tioquía del año 325, donde tomaron parte 56 obispos de Siria, Palestina, Arabia, Fenicia, Capadocia: para condenar los erro- res de Arrio y exponer solemnemente la doctrina tradicional de la Iglesia. Dichos obispos comunicaron sus decisiones a todos los demás obispos, en especial al de Roma y a los de Italia, de- pendientes de aquél ; y todos aprobaron lo establecido en Antio- quía en materia de fe.

Fué entonces cuando surgió la idea de un concilio que reu- niese todos los obispos de Oriente y de Asia, los del Egipto y del Orcidente. Una tal asamblea se hacía posible entonces, da- das las pacíficas relaciones entre Iglesia e Imperio, bajo la égi- da de Constantino, quien sólo podía por su autoridad y recursos materiales congregar cerca de trescientos obispos de todos los ángulos del imperio. El les facilitó el viaje y los convocó a la ciudad de Ancira primero y luego a Nicea. El 20 de mayo del año 325 se abre, pues, en Nicea de Bitinia el primer concilio "ecu- ménico". Le seguirán siete más, hasta aquel celebrado en Cons- tantinopla, el año 869-70, que depuso a Focio, índice de la cruel tensión entre Roma y el Oriente que se fué agravando hasta lle- gar a la ruptura de 1054. Estos concilios son reconocidos como ecuménicos por el Oriente y el Occidente cristianos. Pasémolos en revista, indicando lo más esencial de cada uno. Y luego sa- caremos algunas reflexiones de carácter general sobre la histo- ria de dichos concilios y la eclesiología que de ellos se puede de- rivar.

Nicea, año 325

Convocado por Constantino con el objeto de combatir la he- rejía de Arrio. Participaron en él trescientos obispos, casi todos orientales. Parece haber sido presidido por el famoso Obispo de Córdoba, Osio. El Papa Silvestre estuvo representado por dos sacerdotes romanos. El concilio depone y condena a Arrio y redacta un símbolo de la fe, que define a Jesucristo consus- tancial con el Padre.

Constantinopla I, año 3S1

Convocado por Teodosio para liquidar los restos de la cri- sis arriana. Participan 150 obispos todos orientales. El Papa Dámaso no fué invitado. El Concilio condena a los "macedonia- nos" que negaban la divinidad y la consustancialidad del Espí- ritu Santo; se confirma "la fe de Nicea"; entre los cánones dis- ciplinarios es importante el tercero, que confiere al obispo de

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Constantinopla, "la nueva Roma", un primado de honor después del obispo de Roma. Este concilio ha sido reconocido como ecu- ménico únicamente por la tradición progresiva de la Iglesia.

Efeso, año 431

El patriarca de Constantinopla, Nestorio, negaba que María fuese la madre de Dios y comprometía en Cristo la unidad de la persona divina. Teodosio II por estas razones convocó un con- cilio, que fué presidido por San Cirilo de Alejandría, delegado del Papa Celestino I. Los legados del Papa estuvieron presen- tes desde la segunda sesión y aprueban la condena de Nestorio. El concilio aprueba solemnemente la segunda carta de San Ciri- lo a Nestorio.

Calcedonia, año 451

Un monje de Constantinopla, Eutiques, por reacción contra el error nestoriano, negaba que en Cristo hubiese dos naturale- zas, la divina y la humana. El emperador Marciano con el con- sentimiento del Papa San León, reúne un concilio a la orilla Este del Bosforo, frente a Constantinopla, en Calcedonia. Más de 500 obispos, bajo la presidencia de los legados romanos, condenan y deponen a Eutiques y al patriarca Dióscoro de Alejandría; inspirándose en una carta de san León a Flaviano, definen en forma solemne la existencia en Cristo de dos naturalezas per- fectas, sin confusión ni cambio alguno, sin división o separa- ción. Entre los cánones de disciplina hay que recordar el nú- mero 28, no aprobado por san León, que reconocía a Constanti- nopla el mismo primado que gozaba "Roma, ciudad soberana".

Constantinopla II, año 553

La definición de Calcedonia había provocado largas y pe- nosas discusiones. Justiniano, el emperador teólogo, quiso en parte contentar a los adversarios de Calcedonia, haciendo con- denar por un concilio los Tres Capítulos, escritos por Teodoro de Mopsuestia, Teodoretto e Ibas de Edessa, sospechosos de nes- torianismo. A pesar de la oposición del Papa Vigilio que había sido conducido por la fuerza a Constantinopla, este concilio pre- sidido por el patriarca Eutiquio de Constantinopla y compuesto de unos 150 obispos todos orientales, condena los Tres Capítulos y propone 14 anatemas que resumen las definiciones de Efeso y Calcedonia. El Papa que no había querido participar en las sesiones, terminó, sin embargo, por reconocer el concilio.

Constantinopla III, año 680

La herejía monofisita (una naturaleza en Cristo), condenada en Calcedonia y Constantinopla, había reaparecido con un ropaje nuevo que reconocía en Cristo una sola actividad o una sola vo-

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luntad (monoenergismo o monotelismo ) . Después de mucho disputar, el emperador Constantino IV Pogonato reúne en Cons- tantinopla un concilio ecuménico, al que participaron, junto con los legados del Papa Agatón, unos 170 obispos. El concilio condenó el monotelismo y refiriéndose a los decretos de Cal- cedonia y a la carta de san León, definió el dogma de las dos naturalezas (dos voluntades) en Cristo. Fué aprobado por los Papas Agatón y León II.

Nicea II, año 787

El año 726 el emperador León III Isaúrico había condenado el culto de las imágenes sagradas ; ese edicto señala el comienzo de una violenta persecución que durará por espacio de sesenta años. El año 787 la emperatriz Irene, apoyada por el Patriar- ca Tarasio de Constantinopla y de acuerdo con el Papa Adriano I, convocó en Nicea un nuevo concilio ecuménico, con la presen- cia de dos legados del Papa, que justificó dogmáticamente la ve- neración y el culto de las sagradas imágenes. Un sínodo convo- cado en Constantinopla el año 843 confirmó esas decisiones y en recuerdo del triunfo de la doctrina verdadera instituyó la "fiesta de la Ortodoxia", que se celebró el primer domingo de cuaresma. Se ha dicho que la Iglesia llamada "Ortodoxa", la Iglesia de los "siete concilios", nació precisamente el 11 de mar- zo del año 843 (E. Ammán).

Estas breves noticias son ya suficientes para observar que el carácter de los concilios ecuménicos de los primeros siglos es muy diferente de lo que nosotros pensamos al imaginarnos un concilio de la Iglesia universal, convocado por el soberano Pon- tífice, que reúne bajo su presidencia o la de sus legados a los obispos del mundo entero, cuyos decretos solemnes deben ser confirmados y promulgados por el Papa. Sin embargo, el estu- dio de esos concilios sirve para subrayar algunos aspectos que iluminan la teología de los concilios ecuménicos.

La convocación de los concilios

El Basileus, o sea, el emperador no sólo desea la paz y poner fin a las disputas religiosas que perturban sus estados, sino que tiene plena conciencia de su papel de príncipe cristiano y de su tarea de velar por la paz y la unidad de la Iglesia. Al convocar un concilio, Constantino, Teodosio, Marciano, Justiniano no hacen otra cosa sino cumplir con los deberes de su cargo. Además sólo el emperador puede de hecho convocar y reunir obispos, obli- gar a los recalcitrantes, ejecutar las sentencias o decretos del concilio. Todo esto no representa la menor dificultad para sus contemporáneos. Los obispos se pliegan espontáneamente a las órdenes del emperador. Lo que para nosotros pudiera parecer una intromisión peligrosa del Estado en los asuntos eclesiásti-

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eos era para ellos un elemento normal de la vida del imperio cristiano. Hay que añadir también que, si el emperador toma la iniciativa de convocar a concilio, no lo hace sin pedir el pa- recer de los obispos. Ni faltan alrededor del emperador prela- dos que le sugieran oportunamente la idea de convocar la gran asamblea sacerdotal, a fin de regularizar los negocios eclesiás- ticos.

Un lector moderno preguntará qué parte le corresponde en dicha convocatoria al obispo de Roma. Ya hemos visto la re- sistencia del Papa Vigilio al concilio del 553. Cien años antes san León, que hubiese deseado que el concilio se desarrollara en Italia y que la asamblea pedida por Marciano se dejara para mejores tiempos, no se opuso, sin embargo, al concilio de Cal- cedonia, donde se hizo representar por medio de legados. Y más tarde escribía: "el concilio general fué convocado por el empe- rador con consentimiento de la Silla Apostólica". Irene convo- cará un concilio el año 787, previo acuerdo con el Papa Adria- no. Podemos concluir que, aunque no sea el Papa el que convo- ca, es él quien reconoce el concilio y en él se hace representar.

Ecumenicidad de los concilios

La intención de los emperadores es la de reunir a todos los obispos de la tierra habitada. San León escribe a Teodosio II que espera después del "latrocinio de Efeso" la sentencia de un concilio "en que estén congregados todos los obispos del mun- do entero". De hecho solo un exiguo número de obispos está presente en aquellos concilios. Vienen de provincias distintas y a veces de regiones que no pertenecen al imperio, como Arme- nia y Persia; pero son siempre casi exclusivamente orientales. El Occidente latino apenas está representado por los legados ro- manos. Con excepción hecha de Vigilio que fué obligado a Cons- tantinopla, el Papa no participa personalmente en el concilio. Con ocasión del concilio de Arlés, san Silvestre Papa no quiso abandonar Roma, "donde está la sede de los Apóstoles, donde su sangre atestigua la gloria de Dios". San León se excusa de no acudir a Calcedonia, diciendo que "la costumbre no se lo per- mite". San Celestino antes del concilio de Efeso escribe a Teo- dosio II : "En la persona de nuestros enviados estamos presentes en el sínodo que has querido"; "sin duda que estamos lejos, pero nuestra solicitud os sigue de cerca. Todos están presentes en lo que preocupa al santo Apóstol Pedro". Debemos insistir en ésto : los legados de Roma dan al concilio el "conforme" del concilio romano y de todo el episcopado occidental ; su presencia sanciona la unión del Occidente con el Oriente y de hecho realiza la ecumenicidad del concilio. Así, a pesar de lo exiguo del nú- mero de los obispos y de su proveniencia, ellos representan a la unánime Iglesia; se podría hablar de ecumenicidad o universa- lidad moral. Si hay una escisión como en Efeso, o en el caso

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de que un concilio yerre como en Sardi el año 343, entonces no se reconoce a los disidentes el derecho de representar la ecume- nicidad.

Presidencia de los concilios

Casi se diría que es el Papa, aunque sea a través de sus le- gados, quien preside aquellos concilios. Pero también aquí las cosas son bastante complejas. Hay diversidad con respecto a la práctica de los grandes concilios modernos. Por ejemplo, en Nicea toca al emperador la presidencia honoraria: él pronuncia el discurso de apertura, asiste a los debates y, según refiere Eu- sebio, participa en ellos ; él hizo adoptar el término consustancial (homousios) ; él obligó a los opositores a firmar la fórmula de la fe etc. El primer puesto entre los asistentes lo ocupó el obis- po de Córdoba, Osio, que era consejero del emperador; siguen luego en la firma los dos sacerdotes romanos, enviados del papa Silvestre. En Efeso el conde Candidiano, comandante de la guar- dia imperial, es el encargado de preservar el orden y la seguri- dad. Lo hizo tan mal que san Cirilo tuvo que proceder enérgi- camente. A tal punto que en el concilio de Calcedonia se dice que el de Efeso fué presidido por Celestino de Roma y Cirilo de Ale- jandría.

En Calcedonia dieciocho comisarios imperiales presiden de hecho la asamblea, imponen el orden y hacen aceptar la fórmula de fe deseada por el emperador. Marciano personalmente pre- sidió la sesión solemne de promulgación del símbolo de fe. Pero el papel preponderante lo tuvieron Pascasino y Lucencio que en nombre de la Silla Apostólica como representantes y legados del Papa san León, presidieron y dirigieron los debates, pronuncia- ron la sentencia de deposición del patriarca de Alejandría, Diós- coro. Cuando dieron lectura al Tomo de san León para Flaviano, los obispos exclamaron : "Pedro ha hablado por medio de León". En Constantinopla, el año 681, se dirá: "Pedro ha hablado por medio de Agatón". Para los que buscan en la historia de los concilios antiguos un testimonio de la autoridad del obispo de Roma, este concilio de Calcedonia constituye un vértice que nun- ca será igualado. Recordemos en efecto la humillación que sufre cien años después (553) en Constantinopla el Papa Vigilio.

Eclesiología de los concilios

Nos toca ahora abordar el tema de la eclesiología tal como se deduce más o menos explícitamente de los documentos conci- liares, las actas o diarios de debates, cartas, discursos y defini- ciones dogmáticas. Los obispos que se reúnen en estos primiti- vos concilios tienen conciencia de representar la tradición apos- tólica y la fe unánime de la Iglesia. Proceden como sucesores de los Apóstoles : Eusebio paragona a los obispos de Nicea con

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el "coro de los apóstoles". San Celestino escribe a los obispos de Efeso: "debemos conservar cuanto hemos recibido de la su- cesión apostólica". Y Atanasio dice: "Es necesario permanecer sobre la base de los apóstoles y mantener la fe de los Padres". Los Padres se preocupan por asegurarse de que su doctrina sea la misma de la Escritura, la misma de sus antecesores. San Ata- nasio, cuando nos transmite el eco de aquellas discusiones sobre los textos bíblicos que sirven de apoyo a la expresión "consus- tancial" de Nicea, dice que los obispos "respiran Sagrada Es- critura". El año 400 se recopilan florilegios y documentaciones patrísticas que sirvan de fundamento a las definiciones de Efe- so y Calcedonia. Los Padres del concilio del año 553: "confie- san la misma y única fe que han recibido de la divina Escritura, de la enseñanza de los santos Padres y las definiciones de los cuatro santos sínodos". El famoso "consustancial" es, como dice S. Atanasio, "la fe que Cristo nos ha dado, que los apóstoles predicaron y que nos ha sido transmitida por los Padres reuni- dos en Nicea de toda la oikumene. En materia de fe los obis- pos no han escrito : nos hemos decidido . . . sino : así cree la Igle- sia católica. Han confesado que lo que creen no es nuevo, sino simplemente el pensamiento de los apóstoles, y que no han es- crito descubrimientos hechos por ellos sino tan sólo lo que en- señaron los apóstoles".

Es interesante también observar las apreciaciones de Cons- tantino expresadas en las cartas que escribe al terminarse el con- cilio de Nicea para notificar sus decisiones. Los negocios de la Iglesia sólo deben ser tratados por los obispos congregados. Todo lo que se resuelve en el concilio se debe atribuir a la vo- luntad de Dios. Los obispos manifiestan la unanimidad de la fe, conforme a la enseñanza de la Escritura. Sus sentencias son las de Dios, pues el Espíritu Santo está con ellos. Tal el pensamiento del emperador. San Celestino al concilio de Efeso : "La reunión de los obispos atestigua la presencia del Espíritu Santo". Desde los tiempos del concilio de Arlés se creía que el juicio de los obispos debía considerarse como juicio de Dios, ya que el Señor se sentaba en medio de ellos. Esta presencia de Cristo quedó indicada en Efeso, al poner sobre un trono en me- dio de la basílica el Libro de los Evangelios.

El sustrato de la eclesiología contenida implícitamente en todos estos documentos de la antigüedad es el siguiente : los obis- pos tienen conciencia de representar colectivamente la unidad del Cuerpo de la Iglesia (idea de colegialidad) ; expresan la fe de la Iglesia porque son testigos y depositarios de la tradición de los apóstoles (idea de apostolicidad o de sucesión apostólica) ; y el Espíritu Santo está con ellos. La autoridad del concilio ecu- ménico se deriva del hecho de ser una expresión viviente de la universal Iglesia, representada por los obispos sucesores de los A costóles y custodios de la Tradición y de la Iglesia en que vi-

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ven y donde operan Cristo y el Espíritu Santo. Según dice san León, las definiciones de Nicea y Calcedonia son obra del Es- píritu Santo. Las decisiones del concilio son irreformables, se imponen a la Iglesia universal, tienen plena y entera autoridad ; no se puede poner sobre el tapete lo que ha sido decretado por el concilio. En especial, la fe de Nicea, la fe de los 318 Padres, a semejanza de la palabra de Dios, debe "permanecer para siempre".

Hubo necesidad de confirmación?

Antes de terminar, hay que responder a esta pregunta. No tenemos ninguna aprobación o confirmación del Papa, en el sen- tido formal de la expresión, de los decretos de Nicea, Efeso y Calcedonia. Hemos visto que es el emperador el que confirma, aprueba, pone en ejecución las sentencias contra Arrio y Nes- torio. Sin embargo, en Efeso los legados del Papa Celestino, llegados después que San Cirilo ha abierto el concilio y hecho condenar a Nestorio, examinan las actas "para poder confirmar vuestros juicios, conforme a las instrucciones del sumo pontífice Celestino y de Vuestra Santidad (los obispos presentes)". No parece tratarse aquí de una instancia superior que sanciona de- finitivamente las decisiones de una asamblea que solo entonces adquieren el valor de una ley. No hay dos autoridades distintas y subordinadas. O sea, el concilio deliberante que decide, junto con el Papa presente a través de sus legados, es una sola auto- ridad. El sacerdote Felipe en nombre de Celestino dijo: "Los miembros se han juntado con su cabeza, pues Vuestra beatitud no ignora que la fe y cabeza de los apóstoles es el beato apóstol Pedro".

Algo distinto sucede en Calcedonia. Los obispos piden a San León que confirme los cánones de disciplina establecidos en au- sencia de los legados y que por tanto no expresaban la opinión de la unanimidad. El papa se atribuye el derecho de casar (él usa el término en sentido técnico) el canon 28 que no respeta las decisiones de Nicea acerca de los respectivos derechos de las Iglesias. San León aprueba las actas sinodales para evitar cual- quiera interpretación tendenciosa y manifestar su acuerdo con el concilio en materia de fe. La presencia de sus legados era suficiente. Una aprobación formal no era necesaria. Lo mismo acontece con los concilios sucesivos (los de Constant. II y III). Si el emperador desea la aprobación del papa, es porque esa aprobación da fe del acuerdo del obispo de Roma y del episco- pado occidental con las medidas tomadas en el concilio. No es una confirmación propiamente jurídica.

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Conclusión

I) El concilio ecuménico en la antigüedad es una asamblea de obispos que están conscientes de representar la Iglesia uni- versal, a pesar de su exigüidad y proveniencia; la presencia de los delegados del obispo de Roma asegura el vínculo entre los dos extremos del mundo cristiano; ellos también tienen concien- cia de continuar el colegio apostólico en cuyo centro está entro- nizado Cristo y está presente y activo el Espíritu Santo; son depositarios y representantes de la Tradición, intérpretes de la Escritura; su unanimidad traduce la fe de la Iglesia; por todo ésto las decisiones conciliares tienen valor universal y son ina- pelables.

II) De hecho el concilio lo convoca el emperador. El obispo de Roma, sin que intervenga una convocatoria jurídica y for- mal, acepta más o menos explícitamente la convocación y pre- side el concilio por medio de sus legados, a los que se reconoce una autoridad preponderante, como se ve claro en el de Calce- donia. No se asoma la discusión de si el concilio es superior al Papa o al revés. Simplemnte el concilio está unido al papa como los miembros a su cabeza. No es necesaria una confirmación explícita del concilio por parte del papa, porque basta con la presencia de los legados romanos. Se observa, por último, una constancia sensible de estas características, durante los prime- ros siglos, a pesar de los complejos de las diversas situaciones. Contemporáneamente va en aumento y visiblemente se nota el reconocimiento de la autoridad del obispo de Roma; y aun ad- mitiendo que este hecho en parte es debido a la personalidad excepcional del gran pontífice que fué san León, no es menos cierto que, a través de la historia de estos concilios, palpamos la vida y el desarrollo de la Iglesia en sus doctrinas e institu- ciones.

BIBLIOGRAFIA

Denzirger: Enchiridion Symbolorum, Números 54, 85, 111 a., 148, 213-218, 289-293, 302-304-

Libro de los Hechos de los Apóstoles, 6, 2 6; 15, 1-29. Eusebio, Historia Eclesiástica: V, XVI, 10; XXII; XXIV, 8; VII, XXX, 2; X. V. 23-24.

Rufino, Hist. Eccl. I, 1; PL, 21, 467.

San León, Epíst. 114, 1; Ep. 43; Ep. 93, 1; 104, 3.

San Celestino Epíst. 19, 1; Ep. 18, 1.

San Atanasio: De syn., 54; Ad Afr., 4; Ad Afr. 1; De syn., 5; De decr. Nic. syn., 3; 27.

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III

Los Concilios Ecuménicos en el Segundo Milenio de la Historia de la Iglesia

Por B. M. Carra de Vaux Saint-Cyr, O. P.

traducción y resumen: por Mons. F. A. M.

Debemos ponernos en guardia contra el simplismo que puede ofuscar la fisonomía propia de cada una de esas asambleas so- lemnes de la cristiandad, llamadas concilios. Puesto que ellas son expresión de su vida, no pueden menos de reflejar el perio- do histórico a cuyas necesidades procuran subvenir. Esto nos ayudará a darnos una idea clara y orgánica de los doce concilios que a partir del lateranense de 1123 hasta el vaticano de 1869-70, se suceden a lo largo del segundo milenio de vida de la Iglesia. Vamos a distinguir los siete de la cristiandad medieval, los dos de la primera mitad del siglo XV, los dos del Renacimiento, el del XVI y el último que se celebró en plena edad moderna.

Del primero al segundo milenio

Se impone esta observación: estas asambleas del cuerpo episcopal son mucho más diversas entre que las de la antigüe- dad cristiana. Lo que nada quita a su legitimidad y alcance. La Iglesia de Cristo goza de la promesa de una eterna duración, pero es peregrina en el tiempo; ella es Jesucristo comunicado a los hombres, por tanto, en cierto modo participa de la mutabilidad del mundo. Nos damos cuenta perfectamente de esto, cuando echándonos a la espalda los ocho concilios primitivos, nos aveci- namos al primer concilio lateranense. Nos encontramos en otro mundo. Aun geográficamente, puesto que los concilios ahora se celebran en Occidente, y distinto es el universo mental que tene- mos por delante. En la primavera del año 1123 sería vano tratar de encontrar en torno del Papa Calixto II, en Roma, a los obispos bizantinos. Hacía 69 años que las relaciones entre Roma y Constantinopla habían cesado por completo. Prejuicios, al- tercados, seguidos de reconciliaciones fugaces estaban excavando un abismo de espíritu y de corazones entre las Iglesias del Pa- triarcado de Occidente con su Jefe, que es la cabeza universal de la Iglesia, al frente y los Patriarcados orientales de Constan- tinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Muchas sombras, que anunciaban tempestades futuras, se condensaban ya en pleno siglo V alrededor del glorioso Concilio de Calcedonia. Las dos mitades del viejo mundo romano se iban haciendo cada vez más extrañas una a otra.

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La última gran manifestación de unidad debía haber sido la asamblea ecuménica de Constantinopla, reunida en la capital bizantina los años 869-870, que depuso a Focio y volvió a colo- car en el trono de Santa Sofía a Ignacio, su predecesor, cuyas ideas para con los Latinos no diferían mucho de las de su rival. Las relaciones oficiales se veían complicadas por las intrigas de corte, a merced de la cual se encontraba la sede patriarcal de Bisanzio, mientras que el Papado se hallaba ocupado en de- fender su independencia de la anarquía feudal cada día más cre- cida. Esta situación ocasionó el desencadenarse de una xenofo- bia latente, del odio popular y del recíproco desprecio. Cuando el 16 de julio de 1054 el cardenal legado Humberto puso sobre el altar de S. Sofía la bula de ex-comunión del patriarca Miguel Cerulario, nadie se dió cuenta del alcance trágico de aquel gesto. Se lo juzgó como una diferencia más, pero de hecho fué la ruptura que todavía hoy subsiste a novecientos años de distan- cia. No examinaremos aquí las terribles consecuencias de esta herida sangrante aún en el costado de la Iglesia. Es suficiente recordarla y añadir que es inútil minimizar el desastre que fué y sigue siendo todavía hoy el gran cisma del Oriente.

Dentro de los mismos confines del mundo occidental nota- mos que una profunda ruptura se va pronunciando entre los siglos IX y XI. Sabemos que desde el año 406 las invasiones de los bárbaros habían sumergido la "Romanía"; pero el viejo mundo murió lentamente y muy mucho de él sobrevivía en aquellos esquemas de síntesis entre barbarie y cultura de los reinos ostrogodo de Italia, visigodo de España y merovingio de las Galias. El imperio carolingio vino como feliz conclusión a coronar lógicamente todas esas tentativas. Mas también fué una victoria efímera. El propagarse del Islamismo sobre las pla- yas del Mediterráneo, su flota que dominaba los mares ; el aluvión devastador de las invasiones normandas ; el asalto de los húnga- ros al corazón de los viejos pueblos cristianos; la desintegración de la autoridad central por obra de los secuaces de Carlomagno; el desmoronamiento del imperio dividido en innumerables feu- dos: todas estas catástrofes destruyeron el pasado a lo largo de los siglos de hierro. Una humanidad nueva nacía de aquellas ruinas.

Los tres primeros concilios lateranenses

Al recorrer las decisiones de esos tres primeros concilios ecuménicos de Letrán (marzo 1123, abril 1136, marzo 1179), se queda uno admirado de ver cuán largo espacio fué dedicado a la disciplina eclesiástica y qué poco al dogma. No se debe ol- vidar la crisis de la que estaba la Iglesia saliendo con sumo esfuerzo. Al favor de la creciente anarquía política, poco faltó para que las más altas y delicadas funciones espirituales se redujesen a simples "beneficios" rentísticos, valores de bolsa o de comercio, blanco de codicia. Los reyes y los pequeños seño-

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res, todos estaban dispuestos al asalto de la cosa sagrada. La misma Silla apostólica corrió un riesgo de ser presa de algunas familias de la aristocracia. El renacimiento del imperio de Occidente en pro de los soberanos germánicos pareció a cierta altura continuar la tradición carolingia. El poder civil se alineaba junto al poder espiritual para acabar con las dos pla- gas de la época: la simonía, o sea, el tráfico de las dignidades eclesiásticas, y el nicolaísmo, esto es el abandono del celibato eclesiástico. Desgraciadamente los hechos se encargaron de probar a la cristiandad que no era menos escandaloso el que los papas fuesen creatura de un Otón I o de un Henrique II. La solución germánica, pues, se presentaba así como un remedio peor que la misma enfermedad. Lo que dió origen a la lucha entre sacerdocio e imperio.

Gracias a la fe y energía indómitas de un puñado de religio- sos y monjes, cuyo prototipo es la austera figura del papa Gre- gorio VII, la Iglesia, a través de muchas vicisitudes, logró por fin liberarse de la garra laical y alcanzar su libertad de dedi- carse en integridad de pureza a las cosas de Dios. Un eco de toda esta tormentosa fatiga lo encontramos en la veintena de cánones promulgados por el primer concilio lateranense a fines de marzo del año 1123. La simonía y la incontinencia quedan proscritas ; se enfrenta el problema de las ordenaciones conferi- das por intrusos; de los antipapas y demás miembros de la jerarquía ilegítima, creados por emperadores enemigos de Roma. Se alude a la Cruzada, que es uno de los grandes acontecimien- tos de la época y constituye preocupación constante de los pon- tífices. En fin, "en tiempos en que la Iglesia está tan intima- mente vinculada a la vida de los pueblos, el concilio redacta de- cretos de contenido no sólo religioso sino más bien social y pro- vee a los intereses de los particulares o de iglesias locales, ade- más de interesarse por el bien de la Iglesia universal" ( Vernet) .

Por fin la asamblea pudo enorgullecerse de poner fin a la lucha por las investiduras, que era el punto de mayor fricción entre ambos poderes. El 23 de septiembre de 1122, Calixto II papa y Enrique V emperador llegaron a un acuerdo por medio del concordato de Worms: los eclesiásticos recibirían de Dios sólo y de sus representantes todos sus poderes espirituales y que- daban obligados a rendir homenaje al César en lo temporal. Estos detalles nos ayudarán a penetrar mejor en el clima de la época y en los problemas particulares de este periodo de la cris- tiandad. Por último, vale la pena considerar que cuatro años antes de la lateranense se había reunido una gran asamblea en Reims, donde se habían discutido problemas asaz importantes. El número de asistentes era casi igual: sin embargo, uno de los sínodos fué ecuménico y el otro no, y el criterio para dife- renciarlos fué la voluntad del Papa.

Podemos ahora tratar acerca de los dos concilios siguien- tes, cuya historia es poco conocida. En el que Inocencio II con-

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vücü en la primavera de 1139 en Letrán se promulgaron 30 caño- nes que más o menos resumen, en la paite moral y disciplinar, lo que encontramos en los decretos del concilio precedente, be percibe el eco de la emoción producida por el largo cisma de ocho años de Anacleto II (Pedro Pierleoni). Incidentalmente, en el canon 23, se ve asomar el error de "aquellos que condenan la eucaristía el bautismo de los niños, el sacerdocio y el matrimo- nio" Y quiénes son ésos? Se ha pensado en los herejes con- temporáneos más conocidos : Arnaldo de Brescia, Pedro de Bruys, un tal Enrique. Parece más bien probable que se trata allí de un fondo de errores común que estaban en el ambiente y a tra- vés de los cuales se insinuaba la crisis de los cataros. Volvemos a encontrar a estas personas en el último canon del concilio 111 lateranense, que reunió Alejandro III en marzo de 1179 sesión).

El texto nos revela que la herejía cátara se estaba difun- diendo por Tolosa y Gascuña y en la región de Alby y otros lugares Vinieron al concilio algunos discípulos de Pedro Va ció, que no eran herejes, sino testigos de aquel despertar evangélico que iba a soliviantar con tanto vigor la cristiandad. Algunos de estos hombres, gente sencilla, generosa, pero exaltada pararían al fin en separarse de la Iglesia. El material disciplinar ordi- nario abunda en los 26 cánones precedentes, en los que se insiste de nuevo en reclamar la dignidad de vida exigida a clero. Deben señalarse por último los desórdenes causados por las tentativas de los antipapas Víctor IV, Pascual III y Calixto III, que el concilio intenta remediar.

El cuarto concilio lateranense

Mejor conocido y mucho más importante, el IV concilio la- teranense, en el punto de confluencia de los dos siglos mas grandes de la cristiandad medieval, que fueron lo- siglos Xll y XIII aparece como el máximo concilio y así debió serlo p*ra sus contemporáneos. Convocado con dos años de anticipación para noviembre de 1215 por el gran papa, gran pastor y político, Inocencio III, asumió caracteres de extraordinaria dimensión. "Desde Estonia hasta Portugal-escribe M. H Vicaire— , desde Inglaterra hasta el lejano Oriente, los prelados se pusieron en camino para la asamblea. Todos debían estar presentes por lo menos a través de un representante. Sólo se permitió perma- necer en su sede a un obispo por cada provincia. Asistieron tres patriarcas, 412 obispos, más de 800 abades y priores, los repre- sentantes de los impedidos, los embajadores de la mayoría de los soberanos cristianos. Se había llegado a uno de esos raros momentos en el mundo, hacia el que parecen convergir todos los movimiento- anteriores. Los problemas que Inocencio había vigorosamente confrontado llegaban a su solución.

"La función del imperio latino de Oriente y sucesión del

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latino germánico, las luchas entre Francia e Inglaterra, las cru- zadas de España y contra los Albigenses, la reforma del clero y de los monjes, la constitución de la Universidad de París, la re- glamentación de las instituciones y doctrinas: todos estos pro- blemas, que el papa tenía a pechos, se encaminaban a la solu- ción que el mismo Pontífice había propuesto y tanto quería. La Iglesia gracias al mérito de Inocencio se apuntaba un triunfo". En el curso de las tres sesiones solemnes de los días 11, 20 y 30 de noviembre, se dedicaron 70 cánones a las cuestiones que ha- bían quedado en suspenso, y un decreto particular invitaba a todos los cristianos a la liberación de la Tierra Santa. Recuér- dense también la profesión de fe contra los cátaros, sobre Dios, la creación, la encarnación, las penas de la otra vida, el sacra- mento de la eucaristía y el canon 21 al cual se remonta la obli- gación de la confesión y comunión pascuales. Se intentó además poner fin a las luchas entre Otón de Brunswick y Federico de Hohenstaufen, entre Simón de Monfort y los Saint-Gilles, Rai- mundo VI y Raimundo VII.

El desarrollo de los acontecimientos no fué el esperado por los padres del concilio. La muerte prematura de Inocencio hizo más dramática esa hora para el historiador que tiene la posibi- lidad de darse cuenta de lo precaria y fugaz que fué tal apoteo- sis preparada con tantos años de esfuerzo. En los años sub- siguientes, aunque gloriosos, nos acercamos hacia el ocaso de aquella encarnación terrestre del reino de Dios que quiso ser la cristiandad de la Edad Media.

Los dos concilios de Lyon

Transportémonos ahora a la« riberas del Ródano, en Lyon, gran centro comercial, cuya posición geográfica en los confines de Francia con el vasto imperio germánico lo hacía prácticamen- te independiente. El Papa Inocencio IV convocó allí, desde el 26 de junio al 17 de julio de 1245, a prelados y príncipes. Las tres sesiones de los días 28 de junio, 5 y 17 de julio permi- tieron arreglar algunas cuestiones graves, como lo podemos de- ducir de la consideración de algunos cánones. Se vuelve sobre la vida cristiana y la disciplina eclesiástica. Dos peligros ame- nazan la república cristiana. En las fronteras, Jerusalén torna a caer en manos de los infieles; el imperio latino de Cons^anti- nopla, que fué un fruto dudoso de la cuarta Cruzada, está ago- nizando; los Tártaros dominan Hungría yPolonia. Y lo que es peor, el emperador Federico II, protegido de Inocencio III y Onofrio III, el pupilo de la Iglesia de Roma, da oídos a su san- gre de Hohenstaufen y de normando. Sus antena sados por lo menos permanecieron cristianos, a üesar de fus diferencias con la Silla Apostólica. Pero este siciliano refinado y cruel es una figura anacrónica en pleno sip-lo XIII. Uno se pregunta si es un antiguo pagano que se olvidó del tiempo, un sultán oriental

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caído sobre el Occidente cristiano, o un señor despótico del Re- nacimiento anticipado. En todo caso, ante los ojos del Pontífice, es el enemigo, un excomulgado que hay que abatir. Y a ésto provee el concilio. A pesar de la resistencia de sus partidarios, "todos los prelados, apagando el cirio que llevaban en sus manos, declaran depuesto y caído al emperador excomulgado" (Vernet). Las recriminaciones no se hacen esperar. Tanto el interesado como algunos príncipes negaron que el papa tuviese el derecho de deponer soberanos. La muerte de Federico y la victoria al parecer completa de la Iglesia hacen enmudecer los ecos de la lucha por un tiempo. Luego veremos hasta dónde llegarán estas grietas en el imponente edificio teocrático del Medioevo.

Veintinueve años más tarde se reúne otra interesante asam- blea en la iglesia primacial de San Juan de Lyon. En ella par- ticiparon 500 obispos, 60 abades, más de mil altos prelados y delegados de los príncipes. Las sesiones se efectuaron el 7 y 18 de mayo, el 7 de junio, el 6, 16 y 17 de julio de 1274. Estuvie- ron presentes Pedro de Tarantasia, futuro Inocencio V; san Buenaventura, san Alberto Magno, Eudes Rigaud ; faltaba santo Tomás de Aquino, muerto poco antes, mientras se estaba pre- parando para ir al concilio. También participaron allí los de- legados de Miguel Paleólogo. El fin principal de aquella asam- blea fué la unión entre Griegos y Latinos. Se habló de la disci- plina más en el sentido de una precisión jurídica que como re- forma de costumbres propiamente dicha. Se lanzó un nuevo lla- mamiento a las Cruzadas, que fué una voz en el desierto, ya que nadie lo escuchó. Por su amplitud de miras, por el ingenio de muchos de los que en él participaron, por la unión restablecida con Bizancio, este concilio que fué el último del siglo XIII, re- cuerda el esplendor del lateranense de 1215. Fué el canto del cisne.

El concilio de Vienne en Francia

Han cambiado los tiempos. Nos encontramos en los años 1311-1312. El Papa es Clemente V, antiguo obispo de Bordeaux, "impresionable, débil de carácter, diplomático ondulante, hom- bre de medias tintas, incapaz de sostener el parangón con Felipe el Hermoso" (Mollat). Pero debemos confesar que era un enfermo tal vez de cáncer y que tuvo que vérselas con una situación bastante difícil. Los pontífices del fin del siglo ante- rior tuvieron todos un gobierno breve y oscuro. La única per- sonalidad brillante de aquel tiempo fué Bonifacio VIII (1294- 1303), cuyo autoritarismo y su voluntad de restaurar el absolu- tismo teocrático chocaron contra un adversario terrible. El sobrino de san Luis, Felipe el Hermoso, que entonces reinaba en Francia, "temperamento frío y calculador, dotado de una vo- luntad obstinada" (Mollat), se afianzaba en el naciente nacio- nalismo y sobre la idea de un Estado que sus juristas, parien-

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tes de aquellos de Federico I, habían sabido rescatar del derecho romano, impregnado del concepto pagano de la ciudad antigua. El encuentro fué asaz violento. Sus resultados fueron: la rebe- lión de los capetos con la universidad de París a la cabeza, la apelación del papa al futuro concilio, la excomunión del sobera- no y sus principales consejeros, y luego el escándalo increíble de Anagni: el papa, abandonado, preso vilipendiado y abofeteado por Nogaret, murió poco después de haber sido puesto en li- bertad.

Clemente V, su segundo sucesor, no se atrevió a establecerse en Italia, dividida como estaba ésta por sus guerras intestinas, sino que fijó su residencia en Francia y cayó en manos de Feli- pe, para quien el concilio sirvió como de arma de combate con- tra Bonifacio y de medio cómodo para hacer estallar su golpe de fuerza contra los Templarios. Abierto el 16 de octubre de 1311 con la asistencia de 180 prelados, el concilio se ocupó antes que nada de la Cruzada, pero sin éxito alguno. Habiendo llega- do el día 20 de marzo el Rey de Francia, las sesiones del 22 de marzo y la del 3 de abril liquidaron el asunto de los Templarios, suprimidos por el pontífice "en virtud de su poder apostólico y con la aprobación del concilio, no con una decisión infalible, sino para cumplir su deber pastoral". El papa no condena, sino suprime, y sin tocar el fondo del problema, expresa: "que la Orden de los Templarios ha sido difamada demasiado y que no tiene reputación como para subsistir aún". La última sesión, el 6 de mayo, elaboró una definición dogmática sobre la unión del alma con el cuerpo, el alma es verdaderamente y de por for- ma del cuerpo. Esta decisión fué ocasionada por el conflicto de los franciscanos entre "espirituales" y "comunidad". Estos últimos acusaban al jefe del partido opuesto, Pedro Juan Olivi, de errores acerca de la naturaleza humana de Cristo. Así terminó aquel concilio, que fué definido muy a la ligera y con severidad exagerada por un historiador: como "expediente para liquidar el proceso contra los Templarios".

Los concilios de Costanza, Basilea, Florencia

De todos modos el papado era humillado y los sucesos del siglo XIV no contribuyeron a realzar su prestigio. El cautive- rio aviñonense, a pesar de la valía personal de algunos pontífi- ces y la notable reorganización de la curia, preparaba para la Iglesia días cruciales. Gregorio XI regresó a Roma en 1377 y al año siguiente murió. La elección puso en el trono de Pedro un hombre austero y sabio, aunque irascible y no muy diestro, Urbano VI. Los cardenales franceses de la mayoría nombra- ron un antipapa, Clemente VIL Aunque muy deplorable, el expediente no era una novedad. Sólo que ese antipapa no era ya la creatura de un César germánico rebelde, sino el electo de trece cardenales. Durante 40 años, el mundo cristiano iba a ser

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desgarrado por el gran cisma de Occidente (1378-1417). El escándalo fué horrible. Las dos Iglesias se anatematizaban en nombre del ideal del único rebaño y el único pastor. Por un momento se llegó a dudar si el sentido mismo de Iglesia había sido borrado de la conciencia cristiana. Después de un periodo de negra indiferencia, se comprendió que era necesario poner término a esa situación, pero no se sabía cómo. Se pensó en- tonces en un concilio que depusiera a los papas rivales y nom- brase uno solo para todos : la asamblea se reunió en Pisa el año de 1409 y llegó a la conclusión de dar a la cristiandad un tercer papa. Esto indica la preeminencia del concilio, emanación de toda la cristiandad, sobre el papa, que era como diríamos hoy, detentor del solo poder ejecutivo.

En 1414 se hizo otra prueba, bajo el patrocinio del empe- rador Segismundo de Luxemburgo. El concilio, ecuménico nú- mero 16, fué convocado por el papa de Pisa, Juan XXIII, quien fué de inmediato destronado. Abandonado por todos firmó su propia deposición, mientras esperaba volver a ser cinco años más tarde el cardenal Baltasar Cossa. Así las cosas, el papa de Roma, Gregorio XII, reconvocó el concilio con el fin de afirmar su propia legitimidad y después abdicó también. Restaba tan sólo el papa de Aviñón, Benedicto XIII, español, profundamen- te apegado a su derecho, que fué expulsado de Aviñón y apertre- chado en la fortaleza de Peñíscola, a cada intento de interpela- ción del concilio, respondía fulminando penas eclesiásticas. Fué depuesto. Por fin la ingerencia de Segismundo obtuvo el nom- bramiento, en su contra, de Otto Colonna, con el nombre de papa Martín V (6 de noviembre de 1417). El concilio no con- tento con tanto trabajo ni con la condenación de Wiclef y de Huss, quiso hacer del concilio la autoridad suprema normal de la Iglesia, que debía convocarse periódicamente. "El concilio general representa la Iglesia católica y recibe su poder directa- mente de Cristo ; todo el mundo, incluso el Papa, debía obedecerle independientemente de su grado o dignidad". Martín V no san- cionó tales decretos. El concilio de Costanza se disolvió y todo pareció regresar a la normalidad. Pero las ideas conciliares ardían debajo de la ceniza. Eugenio IV (1431-1447) se dió cuenta muy pronto de esa situación. Apenas elegido, consiguió escapar a la tutela que el sacro Colegio le quería imponer, p^ro grandes disgustos le ocasionó el concilio reunido en Basilea. En- vió un legado, disolvió la asamblea, a pesar de la oposición de muchos ; se resignó a convocar otro concilio, anuló luego sus de- cisiones, hasta que por amor de la paz acordó aprobarlo par- cialmente.

Mientras tanto, una importante delegación bizantina, en- cabezada por el propio basileus y el Patriarca, llegó a Ferrara para hablar con el Papa. De Ferrara la oeste obligó al concilio a trasladarse a la ciudad de Florencia. En los meses de junio- iulio de 1439 fué reconocida en este XVII concilio ecuménico la

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supremacía de Roma y se proclamó la unión de Griegos y Lati- nos. Hay que reconocer que, admitiendo la sinceridad de al gunos altos prelados orientales como Besarión e Isidoro de Kiev, el verdadero motivo de aquella unión era sobre todo político, o sea, el de encontrar en Occidente un apoyo en favor de la agoni- zante Constantinopla. La hostilidad popular fué tan grande que la unión tuvo que proclamarse mucho más tarde, cuando subió al trono imperial de Constantinopla su último emperador, que fué rápidamente deshecho por los victoriosos ejércitos del Sultán. En este período, a las orillas del río Rhin, en el mismo otoño que vió la unión de las dos grandes Iglesias cristianas, el con ventículo de Basilea hacía de Amadeo VIII de Saboya el antipa pa Félix V. Por fortuna nadie se dejó arrastrar hacia el enga ño, aunque el asunto se prolongó ocho años, después ño los cua- les Amadeo se retiró a su castillo de Ripaglia.

El quinto concilio lateranense

La Iglesia aún no estaba fuera de peligro. No hay más cismas ni antipapas. Sin embargo, en esta mitad del siglo XV, que ve el triunfo del Renacimiento, se retorna en todo a lo anti guo: en el arte, en los gustos y desgraciadamente en las eos tumbres. El paganismo aparece hasta en el lujo fastuoso de muchos prelados, vástagos de grandes familias, investidos de- masiado a la ligera de altas dignidades. La misma cátedra de Pedro no es extraña a tal descomposición. Julio II entra a ca- ballo en una ciudad conquistada, de yelmo en la cabeza y espada en el puño. Pero como no se pisotea impunemente el Evangelio ni se lastima en balde el sentimiento cristiano de los humddes, tal relajamiento iba a preparar jornadas terribles a la Iglesia. El 25 de julio de 1511 convoca el papa un concilio general, obli gado por la iniciativa de un grupo de cardenales franceses, que con el apoyo de Luis XII y de sus tropas estaba intentando re- novar la aventura de Basilea y pretendía retirar al papa sus poderes. Esto explica el porqué del primer acto del auténtico concilio reunido en Letrán el 3 de mayo de 1512, que fué cen- surar el conciliábulo de Pisa-Milán, que al poco tiempo, dejó de existir y se apagó en la ciudad de Lyon. El 21 de febrero de 1513 murió Julio II y el 11 de marzo le sucedió León X de Médici, quien resolvió el problema del momento que era el galicanismo de Pisa. La Pragmática Sanción de Bourges de 1438. resucitada por Luis XII porque era favorable a su causa, fué liquidada por un concordato firmado por Francisco I, confirma do por el Papa el 18 de agosto de 1516 y aprobado por el conci lio el 19 de diciembre. El galicanismo no desapareció del todo. La constitución Pastor aeternus, que condenaba explícitamente la Pragmática Sanción porque se inspiraba en las ideas de Basi lea-Costanza, infligió un golpe mortal a aquellas teorías ronH- liares que por poco triunfaron el siglo precedente.

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Antes de disolverse la asamblea, se trataron cuestiones anportantes: el peligro turco inminente que hacía volver a la escena el problema de las cruzadas; los destrozos de la herejía husita; la reforma de las costumbres y de la mentalidad ante el neopaganismo del Renacimiento. León X y su concilio reatir- maron vigorosamente la verdad católica sobre un punto funda- mental de la constitución de la Iglesia. Los adversarios del( pri- mado pontificio se vengaron negando la ecumenicidad del "con- cilio italiano" "concilio de bolsillo", llamado así por el exiguo número de los prelados presentes; pero dicho argumento no vale Quizá pudo hacérsele el reparo de que no hizo hincapié con energía sobre el esfuerzo de una reforma. Pero los tiempos no dejaban respirar fuertemente a la Iglesia. A los siete meses de la clausura del concilio, un joven monje agustino, maestro de la Universidad de Wittemberg, clavaba a las puertas del «-astillo las 95 tesis, en las que sobre todo impugnaba fieramen- te las indulgencias. "Era una cuestión candente —escribe un autor—- tráficos inconfesables pretendían apoyarse sobre una doctrina que en era correcta". (Vicaire). Tres anos mas tarde la chispa se convirtió en incendio. En poco menos de medio siglo, Alemania del norte y oriental, buena parte de Suiza, Holanda, toda Eseandinavia, Inglaterra y Escocia quedan su- mergidas por una oleada de protestantismo que fue al principio luterano y después calvinista. Polonia, Hungría y Francia fue- ron seriamente afectadas. La revolución religiosa marcha pa- rejas con las transformaciones socio-políticas y guerras despia- dadas invaden diversos países.

Un tal desbarajuste no puede explicarse por la sola indigna- ción de numerosos cristianos a causa de los abusos y escándalos en que languidece el cuerpo de la Iglesia ; ni por la transforma- ción profunda que va cambiando la mentalidad de los distintos estratos de la sociedad ; ni por el rencor de los alemanes contra los italianos de la curia. El drama se debe enfocar sobre una base profundamente más espiritual. "Lutero cree que su teo- logía progresivamente revolucionaria, tiende a poner en evi- dencia una verdad ortodoxa: la salvación por los solos méritos de Cristo la infinita grandeza de Dios, la perversidad del hom- bre, la necesidad de la humildad y espiritualidad de la religión. Es verdad que los errores alejan a los cristianos iluminados, pero esta intención proclamada en un lenguaje directo y apa- sionado, capaz de encontrar resonancia en sus contemporáneos, golpea las almas sinceramente religiosas y al mismo tiempo mu- chas otras que no lo son" (Vicaire) .

El concilio de Trento

Cuál será la acción de la Iglesia ante la nueva situación? Desde hacía tiempo se hablaba de reformas. El lateranense había aprobado algunas, que eran insuficientes en la coyuntura

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presente. Con energía tenaz y dúctil el papa Pablo III, apoyado por los cardenales más fervorosos, celosos y resueltos de que supo rodearse, logró a pesar de las dificultades convocar el con- cilio general en Trento el 13 de diciembre de 1545. Dicho conci- lio se prolongará hasta el 4 de diciembre de 1563, con cuatro interrupciones, por un total de quince años sobre los 18 que duró. Fué trasladado a Bolonia, luego de nuevo a Trento; mu- chas veces abandonado por los obispos; amenazado ya por ei emperador, o bien por el rey de Francia ; dividido por los intere- ses políticos: pero siempre estuvo reanimado por la voluntad de los papas al través de sus legados : Pole, Cervini, Morone, Monte que dirigen personalmente aquellos trabajos en que toman parte teólogos tan eminentes como: Seripando, los dos Soto, los jesuí- tas Laínez y Salmerón; Cano, Ruard, Taper. De lo cual resulta una obra imponente que da fisonomía propia no sólo a la Con- trareforma, sino a toda la catolicidad romana que es su producto.

Esta fué una obra grandiosa, fruto de un inmenso esfuerzo de estudio, de reflexión, de discernimiento, de oración, de fe, aun entre las vicisitudes políticas y las polémicas partidistas. La fe de la Iglesia se expresa con un vigor y precisión nuevas, sobre la base de la Sagrada Escritura y la Tradición en un conjunto de decretos dogmáticos que dominan por su amplitud y pro- fundidad teológica y por el espíritu que las anima los maravi- llosos capítulos sobre la justificación y el sacrificio de la mi- sa. La Iglesia da así su respuesta a un siglo que ansiosamente busca las leyes profundas del cristianismo, ávido de una religión que sea vida del alma y de un culto espiritual y eficaz. Se afir- ma la misericordia de Dios para con los hombres, arrancados del pecado original y de la miseria personal a que son empuja- dos por las caídas cuotidianas. La salvación merecida sólo por el Crucificado tiene la inaudita potencia de tocar intimamente al hombre, de alcanzarlo en lo profundo de su libertad para curar- la y hacerla producir frutos de gracia. Por ésto se proclama la realidad permanente, insustituible, objetiva de los méritos de Cristo. El actúa continuamente a través de los siete sacramen- tos, donde la eficacia misteriosa de la gracia se da la mano con la fe y el corazón del cristiano en torno del altar, sobre el cual, mediante el ministerio del sacerdote, se renueva de continuo el sacrificio único del Calvario, que es el verdadero culto en espí- ritu y en verdad (A. Duval) .

El concilio vaticano

Tres siglos transcurren entre la clausura del concilio de Trento y el inicio del concilio vaticano, vigésimo concilio ecu- ménico. Siglos que han visto, tras la reforma católica, la lucha del iluminismo contra el fanatismo y la superstición, y la revo- lución francesa que hablando humanamente pareció haber dado el golpe de gracia a la antigua fé. Un funcionario del Direc-

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torio escribió al saber la muerte de Pío VII en la prisión : "Ha muerto el Papa en Valence; será el último". La restauración religiosa del siglo XIX se encargó de desmentir muy pronto aquella imprudente profecía. La situación, sin embargo, no era completamente risueña. Había restauración religiosa, expan- sión misionera magnífica; pero al mismo tiempo se desencade- naban las fuerzas del laicismo. Estaba naciendo un mundo nuevo, bajo la insignia de la industrialización, dirigida por el capitalismo liberal completamente extraño a Dios, ateo. El propósito de Pío IX y de los obispos reunidos a su alrededor en la Basílica vaticana el 8 de diciembre de 1869 era justamente oponer a los múltiples errores 'una síntesis poderosa en la que los fieles pudieran encontrar la certeza y los espíritus indecisos la fuerza de recapacitar". La guerra franco-alemana que abrió a las tropas italianas el camino de Roma, pondrá fin al concilio (18 de julio de 1870), que no podrá concluir sus trabajos.

Una combinación de cánones y capítulos dogmáticos preci- saron la doctrina acerca de Dios, la creación, las relaciones en- tre razón y fe frente a la revelación, la enseñanza tradicional sobre la naturaleza y constitución de la Iglesia. El último día la constitución Pastor aeternus proclamó que la infalibilidad prometida por Cristo a su Iglesia recae sobre su Jefe, el Sobe- rano Pontífice, cuando éste define ex cathedra una verdad con- cerniente a la fe y las costumbres, en cuanto pertenece al depó- sito auténtico de revelación. El dogma de la infalibilidad pontificia quedará en la historia como el acto más decisivo del concilio vaticano. Pío IX había ya prácticamente ejercido esa infalibilidad de un modo espectacular dieciséis años atrás al proclamar, el 8 de diciembre de 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción.

Terminamos así la historia de estas grandes y solemnes sesiones de la cristiandad, punto final provisorio, como lo de- muestra el gesto de S. S. Juan XXIII al anunciar la convocación del segundo concilio vaticano. Mientras la Iglesia dure en el mundo, continúa su peregrinación hacia la Jerusalén celeste, que ella anuncia, representa, en parte ya constituye y tiende a rea- lizar. Es una romería larga, dolorosa, obstaculizada por el peso de la humana naturaleza. De hecho la Iglesia también, a seme- janza de nuestro Señor, pero además con el peso del pecado, está compuesta de carne y espíritu (Hebreos, 2,14). Sin em- bargo, sobre este pueblo de Dios, a pesar de sus traspiés cuoti- dianos y excepcionales, gaje de su misma existencia, descansa y esplende la gloria de Dios, que es amor y misericordia, fuerza de salvación para todos los que creen.

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BIBLIOGRAFIA

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M. H. Vicaire, "Histoire de saint Dominique", t. II, pp. 13-14; p. 14; el mismo en: '"Histoire de l'Eglise" dirigida por G. de Plinval, t. II, p. 17;-p. 18.

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M. B. Carra de Vaur Saint-Cyr, "/ Concili ecumenici nel secondo miVennio della Storia della Chiesa", en "II Concilio Ecuménico", Milán Societa editrice Vitu e Pensiero, 1960, págs. 29-53.

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Prelados Venezolanos en el Concilio Ecuménico Vaticano Primero

Asistieron al Concilio convocado por Pío IX el arzobispo de Caracas y Venezuela, Monseñor Dr. Silvestre Guevara y Lira (1852-1876) ; el obispo de Mérida, Monseñor Juan Hilario Bosset (1842-1873), como miembros y Padres conciliares; el entonces Pbro. Dr. José Antonio Ponte, quien fué más tarde sucesor de Mons. Guevara en el arzobispado de Caracas, como secretario de éste y procurador del obispo de Barquisimeto, limo. Sr. Víctor José Diez, aunque en realidad no llegó a parti- cipar en las sesiones, sino en la inauguración del memorable Concilio. Otros sacerdotes acompañaron al arzobispo Guevara y Lira en calidad de familiares. Pero el que fué sexto arzobispo de Caracas (1876-1883), Dr. José A. Ponte, tuvo la idea feliz de transmitir sus impresiones romanas de aquel Concilio por lo menos hasta el 23 de abril de 1870, por medio de cartas que fue- ron ávidamente publicadas en el famoso diario caraqueño "La Opinión Nacional". El Sr. Dr. José Tomás Sosa Saa, que había sido en sus tiempos de clérigo, familiar del arzobispo Ponte y durante toda la vida fué su férvido admirador y defensor cons- tante, recogió el año de 1884 en un buen libro toda la colección de las cartas romanas de nuestro arzobispo así como las reseñas de sus visitas pastorales, algunos discursos académicos del mi- trado caracense y las oraciones fúnebres que en su memoria se pronunciaron. Luego en el año de 1929 volvió el Dr. Sosa Saa a salir en defensa de la clara prestancia del nombre del arzobispo Ponte, que había sido casi acusado de haber rendido en su Pontificado algunas hiperbólicas alabanzas al Presidente Antonio Guzmán Blanco. Con ese motivo publicó un folleto, donde entre otras cosas cita fragmentariamente algunos pasajes de las cartas romanas y conciliares de Monseñor Ponte. Lo mejor, pues, nos parece reproducir primero el texto de Sosa Saa y luego unas dos cartas casi completas del arzobispo Ponte, en las que hace referencia a la participación de los Prelados venezolanos en el Concilio Vaticano I. Desde luego que la Dele- gación venezolana tuvo que regresar muy pronto a la patria y ya el 27 de julio de 1870 desembarcó en la Guaira Mons. Gueva- ra y Lira para entrevistarse con el doctor y general Guzmán Blanco, quien en ausencia del primero había asumido el gobier- no de la República, a consecuencia de su triunfo, obtenido el 27 de abril del mismo año, sobre la fusión liberal-conservadora que derrocó al Mariscal Juan Crisóstomo Falcón el año 1867, con el

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nombre de Revolución Azul. Con la llegada al poder de Guzmán Blanco comenzó el calvario del arzobispo Guevara y Lira y el de la Iglesia de Venezuela. Pero son episodios que pertenecen a nuestra historia patria y eclesiástica. Lo único que nos interesa es señalar que los Pontificados de Pío IX, el Papa del Concilio Vaticano y el local de Monseñor Guevara y Lira fueron casi pa- ralelos en la grandeza y en el dolor.

Ahora vamos a dejar con el lector al doctor Sosa Saa, quien nos relata inspirándose en la correspondencia de Monseñor Ponte algo acerca del viaje e intervención de nuestra Delegación vene- zolana al Primer Concilio Vaticano.

"El inmortal y santo Pío IX ocupaba el trono pontificio y acababa de convocar el Concilio Ecuménico Vaticano. Acudían a Roma de las cinco partes del mundo los sucesores de los Apósto- les, los príncipes de la cristiandad. En pos y en unión de los Prelados que por derecho propio tienen asiento, voz y voto en esas augustas asambleas, acudió multitud ingente de sacerdotes ilustres, ya como consultores, ya como secretarios de los Obis- pos, y entre éstos hallamos al doctor José Antonio Ponte como secretario privado del limo, señor Guevara y Lira, arzobispo de Caracas y Venezuela, y con poderes del limo. Sr. Diez. Obispo de Barquisimeto.

"A bordo del vapor Caribe se embarca el Dr. Ponte con el ilmo. Guevara y los dignos sacerdotes que lo acompañan: Fray Valentín de San Juan, José Ignacio Bereciartu, Pedro León Lovera, Martín Wendivoxel, otros que no recordamos y su fa- miliar, el diácono Ladislao Amitesarove, el cuatro de septiem- bre de 1869; el ocho trasbordan en Fort de France al Panamá, donde se reúnen con Obispos de Centro y Sur América. En la tarde del 22 pisan en Saint Nazaire el suelo de Francia; de allí a París y a Marsella; navegan en el Mediterráneo y llegan a Civitavecchia el 12 de octubre; tres y media horas de ferroca- rril, y ya están en Roma.

"Monseñor Ponte, el sacerdote venezolano tuvo por fin la dicha de contemplar esa ciudad y con su historia en la memoria y en el libro recorre sus antiguos edificios testigos de tantas civilizaciones, de tantos triunfos y de tantas grandezas; visita aquellos sagrados monumentos con sus recuerdos memorables. Cartas notables por el estilo y por el pensamiento nos trajeron a través de los mares en aquellos días de felices esperanzas para el catolicismo sus impresiones en la Ciudad Eterna. Pío IX con su grande alma y su figura histórica sublime; el Concilio Vaticano, el Episcopado católico en su gloriosa majestad fueron para él la revelación completa de la Iglesia Católica en el poder de su Pontificado, en la plenitud de su enseñanza y en su uni- versal soberanía; esa Roma con sus recuerdos, con sus augustas sombras, con sus ruinas, en las que el genio de la antigüedad

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parece reproducir todavía las voces del pasado; todo esto salía de la pluma del doctor Ponte en descripciones vivísimas y rá- pidas, como podía hacerlas un alma capaz de ponerse en contac- to con todas las grandezas.

"Esas doce cartas dirigidas a los venerables sacerdotes que ya sabemos formaron su corazón y desarrollaron su inteligen- cia en la edad temprana, los Reverendos Fray Idelfonso Agui- nagalde y Martín Tamayo Escalona (había muerto el limo, se- ñor Fernández Fortique) ; una, la primera, al Deán doctor Do- mingo Quintero, y dos a varios amigos, principian el 23 de octu- bre de 1869 y terminan el 23 de abril de 1870. Se publicaron en "La Opinión Nacional" y en el libro "Recuerdos del limo, señor Arzobispo de Caracas y Venezuela, Doctor José Antonio Ponte", que tuvimos la satisfacción de publicar en el año de mil ochocientos ochenta y cuatro.

El amor de Monseñor Ponte a la Patria

"Habla el citado Dr. Ponte de la salida de La Guaira con un cielo nublado y lluvioso y continúa así : "Con una tarde serena y un horizonte despejado siempre nos habría sido dolo- roso el alejamiento de la patria y no libre de recelos esa larga travesía del Atlántico; pero lanzarse al océano al principio de una tempestad, dejando el hogar y los amigos, algunos de los cuales nos acompañaron hasta el buque y al despedirse nos es- trecharon en sus brazos con tierna y silenciosa efusión, era sin duda muy recio aun para corazones acostumbrados a esa especie de emociones. Yo sufrí extraordinariamente, tanto que ni Pa- rís, ni Versalles ni Roma, ni el Vaticano, ni aun la vista del gran Pío IX han podido borrar de mi meromia el melancólico canto de los marineros del Caribe al levar anclas. Tan profundo así es el amor a la Patria, aunque uno tenga la desgracia de verla dividida y ensangrentada". "Con qué tristeza vimos cuan cerca de nosotros se detiene la corriente de la civilización y como teme introducirse en nuestro suelo ensangrentado por la guerra".

"Da la noticia de que el Arzobispo de Santiago de Chile, Iltmo. señor Rafael Valdivieso, en unas elecciones de las Comi- siones del Concilio fué favorecido por los votos de lujosa mayo- ría y por dos veces, honor hasta entonces sólo tributado al Ar- zobispo de Westminster: "Le diré de paso que, aunque he celebrado el honor de la América del Sur en esos testimonios de consideración y respeto tributados al limo, señor Valdivieso, como venezolano he gemido al ver la superioridad de Chile sobre nosotros. Ah! el general Soublette (a quien en parte se dirigía esta carta) recordará muy bien que no era así en 1846. Entonces publicó "El Liberal" de Caracas un cuadro comparativo de las dos Repúblicas, que nos enaltecía en extremo. Algo parecido

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escribió también el Dr. Felipe Larrazábal en 1847, me parece que en una descripción o historia de la situación del mundo en el año transcurrido ; pero después de esa época Chile no se ha ocupado más que en su engrandecimiento, mientras que nosotros, con diabólica constancia, nos hemos dado a la tarea de odiarnos, matarnos y saquear el tesoro público. Quiera Dios poner un término pronto a nuestra criminal locura. Sin embargo, Ve- nezuela no ha sido olvidada en estas elecciones. El señor Bosset figuraba en dos o tres listas, entre ellas la del Cardenal Anto- nelli y recogió no pocos votos. El señor Guevara figuraba en la de los eligendos para la comisión de disciplina, formada por el mismo anterior círculo".

El cariño hacia Monseñor Guevara

"Con cuánto cariño habla del limo, señor Guevara nos lo demuestra este párrafo de su primera carta al doctor Quintero en que le trata del viaje, de la llegada a Roma y de la audiencia del Santo Padre: "En fin, Pío IX manifestó la complacencia de un padre que se siente amado de sus hijos, al recibir de ellos una prueba de amor y de ternura. Como US comprenderá, esta audiencia se prolongó mucho más de lo ordinario. El señor- Guevara, quien pudo gozar solo de toda la expansión del Santo Padre, no tuvo ese egoísmo, que quizás pudo haber sido justifi- cado ; se acordó de que él también era padre de nosotros y pidió que se nos admitiese en la presencia del primer Pastor". Al instalarse el Concilio: "A los Obispos se les permitía el acom- pañamiento de un sacerdote y a me tocó el honor de quedar al lado del limo. Sr. Guevara, quien, como Arzobispo y ya anti- guó, ocupó un puesto superior. Los Arzobispos y Obispos tenían señalados sus asientos con números que correspondían a las cédulas que se les distribuyeron. Al señor Guevara le cupo el 47 y el 229 al señor Bosset. Vea usted qué antigüedad tienen ya nuestros Obispos, pues había como setecientas capas y mi- tras blancas, moviéndose suavemente por la escalera, en cuya cima se hallaba el sacro Colegio de Cardenales y Pío IX como corona del espectáculo. Oh! qué cuadro tan grandioso!".

La figura de Pío IX

"Oigámosle hablar del gran Pío IX. Antes de la audiencia : "Ibamos a contemplar la primera autoridad del mundo, al representante de la Divinidad en la tierra en un hombre, tan alto por sus virtudes y su alma, como la elevada silla que ocupa ; íbamos a rendirle los homenajes de la fe y de la admiración más sinceras y profundas; íbamos, en fin, a beber en el manan- tial mismo de las gracias, como el ciervo cediento que se arroja presuroso en las fuentes de las aguas. "Venezuela! Bolívar! nos dijo sí, le han levantado una estatua! Bueno, bueno!". Rasgo fino de galantería para complacer a unos extranjeros

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era por cierto recordarles a su gran Libertador". Al darles la bendición : "Como los Apóstoles en el Tabor, todos caímos de rodillas y, como los mismos, después de recibida, quedamos unos momentos siempre arrodillados y atónitos ; y nuestros ojos se humedecieron al ver que de los de Su Santidad caían dos grue- sas lágrimas, sangre de su alma que desahogaba así el ardoroso fuego de su caridad. Pasó aquel instante de transfiguración y volviendo a su calma, a su sonrisa, a su dulzura, encontramos en él otra vez al hombre benigno y cariñoso". Ya abierto el Con- cilio escribe: "Ya comprenderá usted cuánta majestad y vene- ración atraería a Pío IX este acto tan solemne en que tenía a sus pies palpablemente no sólo los corderos, sino también las ovejas del mundo católico. Allí vi realizado por el cristianismo el delirio de la monarquía universal que agitó a Alejandro, César y Napoleón. Pío IX reina verdaderamente sobre el mundo y su mano empuña el cetro que simboliza su poder, la Cruz!".

"Otras bellas cosas dice del Papado, pero basta! Dejémosle que nos hable del Concilio Vaticano, ese gran acontecimiento que agitó al mundo en el siglo XIX y cuya feliz realización la con- templó el día de la Inmaculada Concepción, el ocho de diciembre de 1869.

En el Concilio

"Nos cuenta su instalación, su Reglamento, el orden y la completa libertad de los Obispos y oradores, la caridad y dul- zura en las discusiones, tan recomendadas por Pío IX, cómo definió el dogma de la Infabilidad etc.

"El cuerpo episcopal dice el Dr. Ponte pasó delante de la estatua de Constantino, quien miraría sin duda desde el cielo la fecundidad de su victoria. Así como al de Nicea él asistirá complacido, siquiera sea en espíritu, al Concilio Vaticano. En el siglo XIX como en el siglo IV se niega la divinidad de Jesu- cristo: no hay más diferencia que en el nombre. Entonces se llamaban los enemigos cristianos arríanos, ahora cristianos li- bres pensadores".

"Oímos de labios del Doctor Juan Bautista Castro (Octavo Arzobispo de Caracas, 1904-1915) : "La entrada de Pedro en la ciudad de los Césares viniendo, pobre y despreciado judío, a sentar sobre las ruinas del paganismo las bases de un trono inmortal ! Sublime espectáculo que se ha conservado como uno de los más conmovedores y prodigiosos de la historia, se ha repetido de siglo en siglo, bajo el soplo vivificador de la Iglesia Católica".

"Y nuestro doctor Ponte: "En el mundo católico y fuera de él tendrá también una influencia vivificadora este Concilio: Religión, filosofía, política y bellas artes sentirán necesaria- mente el soplo de la verdad y el rayo de luz que partirá del

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Vaticano. No es necesaria la fe para contemplar este resultado: la evidencia de la historia lo demuestra. La filosofía y la idola- tría, la literatura, la escultura tenían tanto o más brillo en tiem- po de Nerón que en el siglo XIX. Pues bien, San Pedro entró a Roma solo y aquella civilización cayó a impulso de su palabra. La inteligencia humana plegará ante la inteligencia divina y el mundo moral obedecerá a Aquel a quien obedece el mundo físi- co. El sol sirve de centro a los grandes cuerpos y el Papa a las almas. Así lo ha dispuesto el Soberano de la materia y del espíritu y la oposición a su voluntad es una temeraria presun- ción que traerá funestas calamidades, pero que no logrará nun- ca triunfos de importancia en la serie de los siglos".

Nos refiere que el schema del catecismo cristiano ocupaba la atención del Concilio y era objeto de largos y esforzados dis- cursos : "Risa causará a algunos en Venezuela que la primera Cámara del mundo, el Concilio Vaticano, esté pasando días en- teros en discutir un Catecismo, cuando allá es asunto de vani- dad ostentar ignorancia de él. Esto prueba que no todos son pensadores en nuestra patria y que desconocen la importancia de los primeros rudimentos de la fe, en los cuales el catolicismo, superior a todos los filósofos de la antigüedad, resolvió hasta para el más oscuro entendimiento los grandes problemas de la filosofía: Quién soy? De dónde vengo? A dónde voy? Todo cristiano puede responder desde luego a estas preguntas sin esfuerzo alguno, pudiendo descansar con plena seguridad en la revelación divina. Y esto lo enseña nuestro pequeño Cate- cismo".

La Infalibilidad pontificia

"Escribe el Dr. Ponte: "Veinte Obispos de diferentes par- tes del mundo redactaron la postidata dirigida a la Comisión de Dogmas, en la cual se formula en términos precisos la definición de la infalibilidad pontificia, para que abra concepto sobre ella y la someta a la deliberación del Concilio, previa la venia de Pío IX, conforme lo prescribe el Reglamento. Y ha sido tan bien acogida que en menos de quince días se ha revestido de cuatro- cientas firmas y faltan aun numerosas que no bajarían de dos- cientas. A ellas debe añadirse el voto de la Comisión, compues- ta de 25 Padres, Cardenales y otros, cuya circunspección, im- puesta por el lugar en que se hallan, o las funciones que desem- peñan, los hará abstenerse de emitir su parecer hasta la hora precisa. Creyente? fervorosos anhelan esta definición como un remedio poderoso al desconcierto de las inteligencias en el pre- sente siglo. Y en verdad, si bien se observa, aparece desde luego que todos los errores han tomado creces en el seno de la Iglesia porque sus corifeos con su apelación a los Concilios han logrado evadir la sentencia primera de los Papas. Y cuando ee ha dejado oír la de los Concilios, ya las pasiones se han

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apoderado de los entendimientos y de los corazones. Arrio, Maeedonio, Lutero mismo no habrían envenenado tanta masa de cristianos, si éstos hubieran tenido que respetar como infalible, bajo pena de herejía, la primera condenación de sus doctrinas. Hoy mismo no habría división entre los católicos, si el aparta- miento de las decisiones del Pontífice se mirase como un apar- tamiento de la Iglesia".

"Se lamenta de que el limo, señor Dupanloup, Obispo de Orleans, quien había dicho: "La Iglesia católica ha visto siem- pre la separación de personajes ilustres de su seno, pero como piedras caídas de un sólido edificio, ni afectan su existencia, ni influyen sobre su estabilidad", se presenta ahora juzgando ino- portuna la decisión de la Infalibilidad, aunque protesta su sumi- sión al cuerpo episcopal congregado alrededor de Pío IX. "Ore- mos — dice- , oremos por él para que no se marchite tanta gloria conquistada con heroica bizarría en las batallas del Se- ñor". Agrega que al Señor Dupanloup se unieron el Obispo de Sura y cuatro franceses más, pero que esta minoría galicana tan insignificante no estorbaría la unánime decisión de más de setecientos Obispos.

"Y más después: "Decididamente la situación del Iltmo. señor Dupanloup se ha hecho demasiado azarosa y es triste que sus viejos años deban soportar un peso moral tan atormentador. En cambio, causa admiración la actitud de todo el resto del Episcopado francés". Nos pondera las condiciones de orador del Iltmo. señor Mermillod y que al Obispo de Poitiers en una homilía de dos horas, que no perdió su interés un solo momento, cuyo tema era : "Oportunidad de defender la verdad", se le oyeron estas graciosas y profundas ironías :

"Estrella de Belén! no aparezcas en el cielo de Oriente. No vengas a alumbrar las inteligencias de los hombres! no eres oportuna ! y si guiados por ti los Magos vienen a adorar al Niño Dios, se irritará Herodes y morirán los inocentes de Belén. Para evitar esta desgracia, es mejor que continuemos sentados en las sombras de la idolatría!". Por supuesto, estos discursos no eran pronunciándose en el Concilio. Al fin nos anuncia que el señor Dupanloup se decía que tenía redactada la pastoral de sumisión. Al hablar de los elocuentes oradores que se oyeron en los templos de Roma en esos días tan célebres, se entusiasma al saber que en el mismo Concilio el discurso de un Obispo Pe- ruano, el de Ayacucho, Iltmo. señor José Moreyra, excitó por cinco veces aprobaciones ruidosas, gran honor que solamente habrá merecido el Obispo de Nínive, Iltmo. señor Tusani, y exclama: "Sea para la gloria de nuestra América!". Nos cuen- ta los esfuerzos de todo género que hizo el infierno para impedir la declaración del dogma, la indigna conducta de la prensa, alertando que desconfiaran de sus noticias e informaciones".

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Hasta aquí el doctor José Tomás Sosa Saa. Ahora veamos a continuación la descripción escrita por Monseñor Ponte de la solemne sesión inaugural del Primer Concilio Vaticano; la re- lación de su Reglamento interior y de debates ; una referencia a las vicisitudes de la definición del dogma de la Infalibilidad Pontificia, y por último, la alusión al ambiente de la prensa que en el mundo y en Venezuela se comportó entonces de bien diversa manera de como lo está haciendo nuestro servicio inter- nacional informativo contemporáneo.

Al final de la página 21 del libro ya mencionado: "Recuer- dos del limo, señor Arzobispo de Caracas y Venezuela, Doctor José Antonio Ponte", compilado por el mismo autor, encontra- mos la primera carta dedicada por entero a narrar las ceremo- nias del Concilio Vaticano y dirigida también al Padre Martín Tamayo, y luego en la página 51 de la misma obra hallamos la del 10 de enero de 1870, con la que prácticamente cierra sus observaciones y noticias, ya que las siguientes hasta el 23 de abril enfocan los aspectos del Carnaval y de la Cuaresma y Semana Santa en la ciudad de Roma.

Sesión de apertura del Concilio Vaticano Primero y nombramien- to de Comisiones conciliares. Reglamento del Concilio.

"Roma, Diciembre 8 de 1869.

"Señor Pro. Doctor M. Tamayo "Venerable Cura de Catedral de Caracas "Amado amigo y bienhechor mío.

"Son las diez de la noche y como me sería impo-ible dormir sin conversar con usted sobre las emociones del día, tomo la pluma para darle cuenta de ellas, seguro de que para complacer- lo no exigirá usted elevación de ideas, ni corrección de estilo. Le bastará una sencilla descripción hecha por del grandioso acto que tenía en expectativa al mundo, y cuya feliz realización hemos contemplado hoy. Su afecto generoso hacia se conten- tará con ésto : el mío, muy humilde, pero muy intenso hacia usted, quedará también satisfecho.

"Ocho y media de la mañana era la hora fijada por el Santo Padre para dar principio a la augusta ceremonia que debía acompañar la instalación del Concilio Ecuménico en el Vatica- no. El cañón de Sant'Angelo anunció la aurora del memorable día y el ruido inmenso de los coches por las calles indicaba cla-

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ramente que el mundo se agitaba con motivo del acontecimiento. Por desgracia una lluvia sostenida y copiosa entristecía el cielo e impedía el tránsito en gran parte de la población ; pero no fué bastante a sostener la concurrencia que ya en coche, ya a pie, se dirigía presurosa a la Basílica de San Pedro.

Comenzamos, pues, á acumularnos, y en media hora nos reunimos por millares. Formados en dos alas veíamos pasar á los Obispos, llamando nuestra atención la inmensa variedad de fisonomías y trajes especialmente los de los orientales. Desde el calzado hasta el bonete ó mitra ofrecen una gran diferencia comparados con los del rito latino, brillando sobre estos por la esplendidez y la belleza. No tienen unidad, según parece. Cada Diócesis ó Patriarcado, por lo menos, posee una forma distinta de vestido, llegando algunos á una originalidad que juzgo dema- siado caprichosa. En los bonetes ó mitras han agotado las formas geométricas, y en los mantos ostentan los dibujos más graciosos y variados. Entretenidos estuvimos con tanto objeto de curiosi- dad, hasta que se sintió un estremecimiento general y como que caían repentinamente todos los que estaban á mi derecha. Era el Papa, que venía á la Capilla Paulina á revestirse, y á cuyo paso se arrodillaba el clero. Con sonrisa dulce y benévola volvía á uno y otro lado su mirada paternal y nos bendecía, hasta que desapareció, dejando como siempre una emoción profunda en los corazones.

A poco entró vestido también de pluvial y mitra preciosa á la capilla sobre el pórtico y con voz firme y sonora entonó el himno Veni, Creator Spiritus. Concluido el primer versículo con- tinuaron solos ocho cantores escogidos, y la procesión comenzó. No se movían más que los empleados subalternos del Concilio, los oficiales que acompañaban la silla y los Obispos. Las órdenes religiosas, representadas en comisiones y otros cuerpos, se mantuvieron fijos en dos hileras, y sin embargo, ¡qué desfilar tan prolongado y bello! A los Obispos se permitía el acom- pañamiento de un sacerdote y á me tocó el honor de ponerme al lado de Monseñor Guevara, que como Arzobispo y ya antiguo ocupa un puesto superior. Pude, pues contemplar desde este hasta el extremo y con bastante holgura, la brillante línea. Como setecientas capas y mitras blancas moviéndose sua- vemente por la escalera en cuya cima se hallaba el Sacro Colegio y Pío IX, como corona del espectáculo. ¡Oh, qué cuadro tan grandioso ! Varias veces me dije como Hugo Foseólo : S' io fosse pittore che ricca materia al mío pennello. Algo parecido á este debía ser aquel acto memorable en que el Sumo Pontífice y los sacerdotes de Jerusalen deslumhraron á Alejandro Magno, y le hicieron envainar la espada que llevaba contra el pueblo mo- numental.

El silencio era profundo, ni el ruido de los pasos resonaba sobre el mármol del palacio, sólo interrumpía aquel de cuando

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en cuando, la voz dulce y melodiosa de los cantores que ele- vaban al cielo la conmovedora plegaria, invocando el Espíritu Divino. El cuerpo episcopal pasó por la estatua de Constantino, quien miraría sin duda desde el cielo la fecundidad de su victoria. Así como al de Nicea, él asistirá complacido, siquiera sea en espíritu, al Concilio Vaticano. En el siglo XIX, como en el siglo IV, se niega la Divinidad de Jesucristo; no hay más diferencia que en el nombre. Entonces se decían los enemigos cristianos arríanos; ahora se llaman cristianos libres pensadores. Al frente de la estatua, la procesión cambió de frente dándole la espalda y continuando hacia el pórtico de la Basílica. Todo él estaba henchido de gente. La policía abrió una calle para el libre paso y aquella continuó la marcha, haciendo nueva convergencia en la puerta principal, por donde entró hacia la nave del medio.

La concurrencia era ya numerosísima: todo el espacio del templo se hallaba ocupado y el desfile se hizo por el medio de la tropa que se formó en dos líneas a lo largo de la nave. Al llegar á la Confesión (altar papal) los Obispos hacían genu- flexión con dirección á la sala del Concilio, que se celebrará en la capilla de la Santísima Virgen. El Papa dejó en la puerta la sedia gestoría y vino el último á adorar la Majestad y recitar las preces y oraciones con que debía terminar el himno : siguió des- pués la huella de los Obispos y ocupó su puesto. Todo estaba así préviamente arreglado con ese orden que impera en Roma en todas las solemnidades. Los Obispos y Arzobispos tenían señala- dos sus asientos con números que correspondían á las cédulas que se les distribuyeron. A monseñor Guevara le cupo el 47 : el 229 al Señor Bosset. Vea usted que antigüedad tienen ya nues- tros Obispos.

Ya instalados en la sala conciliar se comenzó la misa, que cantó el Cardenal Patrizzi. Como de estilo no hubo más música que la vocal, que mantuvo la gravedad propia de la fiesta. Nada especial hubo en la misa fuera de la omisión de la ceremonia de la obediencia. Esta tuvo lugar después besando los Cardenales la mano del Papa, los Obispos la rodilla y las Dignidades y empleados inferiores el pie. Después subió á la tribuna el señor Arzobispo de Iconio y pronunció un largo discurso en latín, que no se pudo oir sino por los que estaban muy cerca de él. Se repitió el himno Veni, Creator, se cantaron las letanías y antes de con- cluirse se levantó Su Santidad y tomando la cruz en la izquierda, vuelto a los Obispos arrodillados, dijo esta nueva deprecación: Ut hanc sanctam Synodum et omnes gradus Ecclesiae benedicere digneris, la cual repitió tres veces añadiendo en la segunda regere y en la tercera conservare digneris. Ya comprenderá usted cuánta majestad y veneración atraería á Pío IX este acto tan solemne en que tenía á sus pies, palpablemente no solo los corde- ros sino también las ovejas del mundo Católico : allí vi realizado por el cristianismo el delirio de la monarquía universal que agitó

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á Alejandro, César y Napoleón. Pío IX reina verdaderamente sobre el mundo, y su mano empuña el cetro que simboliza su poder, la Cruz. Terminadas las letanías con sus preces y oracio- nes era llegado el momento de despedir la concurrencia para celebrar la sesión primera ; pero el Papa no quiso que se guar- dase esta formalidad y el acto tuvo lugar en sesión pública. El Secretario leyó una larga serie de artículos que debe resolver el Concilio, la cual terminaba indicando para la segunda sesión pública el 6 de Enero próximo venidero. Se preguntó á los Obis- pos si aprobaban la resolución y contestaron afirmativamente con la voz placel. El Papa votó el último en el mismo sentido, decretándolo así, después de lo cual entonó el Te Deum, que puso fin a la instalación y primera sesión del Concilio Vaticano. La función terminó á las tres y media de la tarde y á pesar del tiem- po lluvioso la concurrencia fue tan variada como numerosa. El pavimento de San Pablo presentaba el aspecto de un inmenso lago formado por el agua que caia del calzado y de la ropa de los concurrentes, edificando sobre todo el ejemplo de muchos Obispos que, escasísimos de recursos, no han podido pagar los coches y han caminado á pie á ocupar su puesto presentando al mundo el modelo de la pobreza evangélica en todo el rigor de su humildad. El Santo Padre ha provisto á la habitación y alimento de muchos, pero ni ha podido proporcionarles coches, ni algunos de ellos han querido gravar el exhausto tesoro pontificio con este nuevo gasto.

Diciembre 9. Está publicado ya el reglamento del Concilio, cuyas disposiciones principales puedo transcribirle. El primer capítulo es una exhortación patética á los Obispos para que mul- tipliquen los actos de virtud y procuren elevar ésta al grado más eminente. (1) Sobre la unidad especialmente se les recomienda el mayor celo en evitar lo que pueda perturbarla, y se les recuerda que deben exhibirse como modelos acabados en lo que se refiere á la doctrina, la integridad , la gravedad, la santidad de la palabra, citando textualmente las de San Pablo á Tito. El séptimo habla de las congregaciones generales que preceden á las sesiones pú- blicas. En ellas se ventilarán todas las materias de que conocerá el Concilio. Ya el Santo Padre ha hecho preparar, por comisiones de los teólogos más profundos de todos los países, los proyectos de resolución de las cuestiones ; pero él no los ha aprobado aún de ninguna manera. Si merecen la aprobación de la Congregación general, se remitirán á la sesión pública para recibir la última sanción. Si han de sufrir modificaciones ligeras se les harán en la misma Congregación: Si notables, pasarán á la comisión respectiva que los reformará y volverá á presentarlos á la Con-

(1) N. de la R. También S. S. Juan XXIII, en la oportunidad de este Concilio de 1962, dirigió una exhortación no menos patética a todos los obispos en la carta pascual del 15 de abril de 1962: "Omnes sane vident".

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gregación general. A este efecto nombrará el Concilio cuatro comisiones que se ocuparán : la primera, de las cosas pertene- cientes á la : la segunda, de las relativas á la disciplina : la tercera, de lo relativo á las órdenes regulares : la cuarta, de los negocios orientales. Se compondrá cada comisión de veinticuatro miembros elegidos por el Concilio y un Cardenal que la presidirá nombrado por el Papa. Habrá además otras dos especiales com- puestas de cinco miembros cada una, para estudiar la primera, las excusas de los Obispos ausentes ; la segunda, para las cues- tiones que se susciten sobre precedencia, resolviéndolas de pron- to sumariamente, y presentando después ambas sus resultados á la Congregación general.

El segundo capítulo declara que aunque el derecho de pro- poner las cuestiones es privativo de la Santa Sede no sólo desea sino que también excita á los Obispos para que presenten los puntos que deben estudiarse en su concepto. Pero como en una Asamblea tan numerosa este derecho ejercido sin reglas trae- ría mucha pérdida de tiempo y otros inconvenientes, se le somete á las siguientes reglas. Primera. La cuestión propuesta debe ser ordenada al bien general de la Iglesia y no al particular de ninguna diócesis. Segunda. Debe ser prejuzgada como tal por una comisión especial nombrada por Su Santidad y com- puesta de Cardenales y Obispos. Tercera. No debe contener nada contrario al común sentido y á las tradiciones inviolables de la Iglesia. Cuarta .Debe ser presentada por escrito y con- tener las razones que la justifiquen en misma y en su opor- tunidad.

El capítulo octavo trata de las sesiones públicas. Admitidos y aprobados los proyectos en la Congregación general y consi- derados y aprobados por Su Santidad, serían leídos en la se- sión pública y votados de nuevo secretamente por papeletas que contendrán la voz placet ó non placet, las cuales recogerán los secretarios : el Santo Padre pronunciará la última sentencia y mandará promulgarlos con la siguiente fórmula : Decreta modo lecta placuerunt ómnibus Patribus (nemine dissentiente) ó (tot numero exceptis) . Nosque sacro approbante Concilio illa ita decer- nimus, statuimus atque sancimus ut lecta sunt. Por de contado que se levantará el acta correspondiente á cada sesión.

No me sería fácil seguir el orden del reglamento en esta carta, que escribo ya festinadamente, temiendo que salga el correo que debe enlazarse con el próximo paquete.

En la Congregación general y en las comisiones se concede un amplio derecho de palabra. Los proyectos impresos pasarán al estudio de todos los Obispos, y los que quieran combatirlos lo indicarán anticipadamente, por lo menos la víspera de la Con- gregación. El Secretario indicará el orden de los oradores según la jerarquía y antigüedad de cada uno y los que deseen replicar

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podrán hacerlo del mismo modo, obtenida la venia del Presidente. Mucho, mucho, mucho, recomienda el Papa la caridad y la dul- zura en las discusiones; y prohibe, además de toda palabra que pueda herir, la publicación, de las cuestiones que se estudian, y de las opiniones que se emitan sobre ellas en las Congregaciones, estableciendo así la responsabilidad absoluta y quitando la oca- sión de que se agrien los ánimos por las contradicciones. Los que no son Obispos y tienen derecho de asistir, prestarán juramento de silencio.

Nadie puede separase de las sesiones del Concilio sin grave causa comprobada ante la comisión de excusas y aprobada por el Papa. El reglamento termina declarando la legitimidad de la renta que se perciba durante las sesiones, por cuanto los que asisten cumplen un deber de su cargo asistiendo á ellas. Como usted ve, los Procuradores no tenemos aún asiento. Mientras no se juzgue y falle por el Concilio sobre la validez de la excusa, no se decidirá si tenemos derecho a sentarnos en la asamblea. Hasta hoy no he podido averiguar el número exacto de Obispos; pero no bajará de 700. Monseñor Dupanloup y el Obispo de Sura, seguidos por cuatro franceses más, se preparan para combatir la oportunidad de la definición de la infalibilidad Pontificia. El cuerpo episcopal casi entero la profesa, y puedo asegurarle que si no se pronuncia sobre ella será únicamente porque el Papa no lo apruebe. Se ignora aún lo que piensa Pío IX sobre la oportu- nidad de esa definición: nadie ha podido penetrar ni deducir su juicio. Se conoce ya el parecer del Episcopado inglés y de casi todo el americano del Norte y del Sur, favorable á la definición.

Monseñor Dupanloup ha provocado con sus últimos escritos, manifestaciones concluyentes y ardorosas sobre este punto tan combatido de los hereges é incrédulos como sostenido por los verdaderos católicos. A tanto llega el amor al Papado entre los fieles, que el grande Obispo de Orleans ha visto disiparse á su alrededor la atmósfera de entusiasmo y admiración que le rodea- ba para ir á lustrar más y más á los Obispos de Westminster y Malinas, que lo han combatido con firmeza. Su clero mismo co- mienza á protestar contra sus ideas últimamente emitidas. Sin embargo, yo espero que se inclinará ante la voz del Concilio, y que la resolución de éste será para él como para todo fiel la última palabra sobre la cuestión, y el tema de nuevos y fecundos escritos que la defiendan ante el mundo. Roma ha estado de fiesta con motivo de la Inmaculada Concepción y la instalación de la grande Asamblea. La víspera se iluminó toda, y las bandas de música recorrían las calles con alegres sonatas. Los templos hen- chidos de gentes pidiendo á Dios, por intercesión de María, el buen éxito del Concilio. Ayunos, limosnas, exposición del Santí- simo, nada se ha omitido para obtenes la bendición del cielo sobre el acto más trascendental del Pontificado de Pío IX. El mismo asistió á las vísperas en los Santos Apóstoles, y todos le observa-

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ron preocupado y volviendo á la reina de los Angeles miradas de súplica y de esperanza. El amor del mundo á su persona se aumenta. Al saberse pocas horas antes que saldría á la calle, como cinco mil personas se reunieron cerca del palacio Vaticano, pero erraron la vía por donde salía. Hubo quien le avisara del deseo ardiente de tantos extranjeros y quiso presentarse. La emoción fue terriblemente entusiasta. Sombreros al aire, vivas, bendiciones á su nombre, rodillas en tierra, lágrimas en los ojos, no se ha visto un homenaje ni más simpático, ni más vivo. De una de las filas salía esta imprecación. Confundantur qui te perturbant. El pagó las lágrimas con lágrimas de sus ojos enter- necidos y bendijo á los que le honraban señalándoles á Dios, objeto primero de alabanza y único autor de la santidad y de la sabiduría. En el mundo católico y fuera de él, tendrá también una influencia vivificadora el Concilio. Religión, filosofía po- lítica y bellas artes sentirán necesariamente el soplo de verdad y el rayo de luz que partirá del Vaticano. No es necesaria la fe para contemplar ese resultado. La evidencia de la hitsoria lo demuestra. La filosofía y la idolatría, la literatura y la escultura tenían tanto ó más brillo en tiempo de Nerón que en el siglo XIX. Pues bien, San Pedro entró á Roma sólo, y aquella civili- zación cayó á impulso de su palabra. Lo mismo y más pronto sucederá en nuestra época. La inteligencia humana plegará ante la inteligencia divina, y el mundo moral obedecerá á Aquél á quien obedece el mundo físico. El Sol sirve de centro á los grandes cuerpos y el Papa á las almas. Así lo ha dispuesto el Soberano de la materia y del espíritu, y la oposición á su voluntad es una temeraria presunción que traerá funestas calamidades; pero que no logrará nunca triunfos de importancia en la serie de los siglos.

"Roma, Enero 10 de 1870. ''Señor Pro. Doctor M. Tamayo.

"Amado bienhechor y amigo mío.

"Por el último paquete francés no le escribí, porque las sesio- nes del Concilio no daban casi materia de correspondencia. Mui escasa es aún la que hoy ofrecen, á pesar de que la prensa de la Europa publica tantas versiones sobre lo que pása en el aula se- creta vaticana.

Ya le he dicho que desconfíe de todas ellas, inclusive las que contienen los periódicos católicos. La necesidad de satisfacer el ansia de noticias les hace acoger cuantos rumores les trasmiten, y estos como de ordinario, jamás vienen de fuente autorizada ó competente.

Mucho se ha hablado de círculo de oposición, de reclamos contra el reglamento, de división marcada y descontento entre

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los Padres del Concilio. Esto depende únicamente de la preten- sión de asimilar nuestra Asamblea á las agitadas sesiones de los Parlamentos. Imagínanse ya al Papa como un Poder Ejecutivo, ambicioso de prerrogativas y de facultades extensísimas; al Con- cilio como un Congreso moderador que pone límites á su invasión, á los oradores como tribunas que levantan acentos valorosos ó hiperbólicos contra la tiranía, y al pueblo como sucesor de los antiguos romanos que hoy en San Pedro como antes en el foro, asiste, elemento activo, á aplaudir á sus favoritos y censurar á sus enemigos.

Ya usted comprenderá qué diferente idea ofrece de los Con- cilios el Catolicismo. El Papa es un padre amado á quien los Obis- pos rodean de profunda y afectuosa reverencia; sus proyectos son definiciones de la verdad que consulta con sus hijos y coope- radores, sin más ambición que la salvación del mundo.

Los Obispos exponen sus ideas, con la naturalidad y sencillez de la virtud, unida á una eminente ciencia. El éxito de ellos no depende de esas formas oratorias, sino de la fidelidad con que deponen sobre las creencias de la Iglesia ó sea sobre la tradición.

La barra brilla por su ausencia en las Congregaciones, y el oído más fino, y más curioso, por más que se adhiera á la puerta cerrada del aula conciliar, no percibiría sino el eco indefinido de voces que no puede conocer. Una que otra noticia que no hiera el secreto preceptuado, es lo único que puede recogerse de los pru- dentes labios apostólicos. Así se sabe que dos ó tres discursos, especialmente el de Monseñor Firrani, Obispo in partibus de Nisibo, han hecho una emoción profunda: que los diez y nueve ó veinte restantes han sido poco impresivos ; que han hablado en pro y en contra del Schema propuesto, todos sin que ninguna cir- cunstancia dé á conocer amistad ú oposición colectiva en él. Se sabe también que aún faltan oradores, cuyas opiniones no se cono- cen, por lo cual no se ha podido votar el referido Schema. Así la sesión pública del 6 en que debió recibir su última aprobación, se limitó fuera de las ritualidades solemnes acostumbradas, á la protestación de fe que hicieron el Papa y los Obispos, continua- mente se celebra una en la que quizás se decide la suerte del pri- mer Schema.

Ya están nombradas tres de las cuatro comisiones de que le he hablado. Conforme le indiqué están compuestas de Obispos tan ilustres por su ciencia como por su completa adhesión á la cátedra romana. Estas votaciones dan á conocer bien que si existe realmente un círculo galicano, su minoría es tan manifiesta como insignificante.

La unidad de los Pastores con el Pastor supremo se ostentará con más brillo en el siglo XIX. Y no sólo formarán esa cadena los misioneros apostólicos, como dicen los católicos liberales de

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la Francia y algunos libres pensadores, sino los más ilustres Obis- pos de la culta Europa y de Norte América.

La cuestión Infalibilidad del Papa que ocupa tanto á los enemigos de la Iglesia, no se ha propuesto aún ni en el Concilio, ni en particulares reuniones.

Según nuestro Federalista, que se une desde Caracas á otras hojas de Francia en el deseo y la esperanza de que no se llegue á definir, Monseñor Maret y el Obispo de Orleans, serán obs- táculos poderosos á la promulgación dogmática de esa creencia general, que Roma desea y por la cual tiene secretas simpatías.

No comprendo verdaderamente ese lenguaje en boca de hom- bres de talento é instrucción como el señor Doctor Becerra. Una de dos : ó somos católicos verdaderos, y no podemos dudar de que el Concilio fallará absolutamente la verdad; ó no pertene- cemos á esa comunión y entonces debemos alegrarnos de que se exhiba como una sociedad cualquiera, sometida á la intriga y al error.

Si somos católicos ¿para qué desear ó temer una definición ú otra? Ya vendrá la verdad dictada á sus órganos por el Espí- ritu Divino: si no lo somos, mientras más absurdos acoja el Con- cilio más seguros estaremos de que en él no reside la infalibili- dad. Así debiera pensarse en mi concepto, y ponerse límite á la discusión tan viva que sobre esta materia sigue la prensa europea. Es necesario observar sin embargo, que con excepción del círculo de católicos liberales, muy pequeño por su número, todos los de esta parte del mundo y del Asia, Africa y América, que se ocupan de su religión y la practican, desean y piden la definición del dogma ; mientras que los libres pensadores, protestantes y demás sectas enemigas, lo atacan con un furor espantoso. Quizá esto decida al fin la cuestión.

Lo que tanto aborrecen nuestros contrarios puede sin duda hacernos grandes bienes. En cuanto á Monseñor Dupanloup se sabe que se ha sobrecogido un poco con los elogios entusiastas de los incrédulos, y en una carta á Monseñor Manning se presenta con ideas muy modificadas. Le dice además que en las conferen- cias que ha tenido con Su Santidad, le ha dado explicaciones muy satisfactorias sobre ciertos conceptos de sus últimos escritos. Es lo cierto que ni él, ni el señor Arzobispo de París son centros de ideas, ni tampoco reuniones que pudieran ser calificadas de opo- sición á la mayoría inmensa del Concilio.

Me detengo un poco en estas particularidades porque los dia- rios que vienen de fuera no hablan casi de otras cosas, y como á Venezuela van muchos enemigos del catolicismo, no faltará in- clinación á juzgar de los Obispos y del Papa, como se juzga de un poder ejecutivo y de un congreso, es decir considerándolo

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como una reunión puramente humana, donde las pasiones é inte- reses vienen á representar un gran papel.

Sobre su duración es imposible aún juzgar aproximadamen- te. En un mes de trabajos, nada ha resuelto todavía; pero en lo sucesivo éstos serán más fecundos, vencidas las dificultades de organización que hasta ahora le han detenido.

Entre ellas se contaba la disposición de la sala, cuyas con- diciones acústicas eran del peor efecto. Se ha modificado ya convenientemente, y la voz del Presidente y de los oradores es- oída por toda la Asamblea. Los taquígrafos van tomando los dis- cursos que algunos Obispos han pedido se distribuyan impresos para mejor estudio del asunto. Quedará, pues, una obra monu- mental de sabiduría y de elocuencia, gracias á la facilidad con que se lleva la palabra en la época moderna. Como lo temía en mi carta anterior, ninguno de nuestros Obispos ha salido electo en las comisiones. Ni Colombia, ni Venezuela han merecido el honor de estos nombramientos, que se han llevado Chile, Perú y la República Argentina. Es innegable que ellas nos aventajan ya y que nosotros quedaremos postergados, mientras no hagamos otra cosa que matarnos. Nada más importante nos ofrece la his- toria del Concilio. Quizá en la próxima correspondencia podré enviarle un compendio de sus primeras definiciones.

BIBLIOGRAFIA

Datos sacados de:

Anales Eclesiásticos Venezolanos, por Monseñor Nicolás E. Navarro, Ca- racas, Tipografía Americana, 1929.

"Ilustrísimo Señor Doctor José Antonio Ponte, VI Arzobispo de Caracas y Venezuela", por José Tomás Sosa Saa, Caracas, 1929.

"Recuerdos del limo. Señor Arzobispo de Caracas y Venezuela, Doctor Jové Antonio Ponte Cartas Romaans Visitas Pastorales Aléjanos Discursos". Imprenta de ''El Monitor", 1884, Caracas, por J. T. Sosa Saa.

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V

El Artífice del Concilio Vaticano II

Fue el 25 de enero de 1959, en la sacristía de la Basílica de San Pablo extramuros de Roma, cuando Juan XXIII se reunió con 17 cardenales para departir amablemente con ellos en la intimidad y abrirles su corazón que rebosaba de una nerviosa, "trepidante", inspiración. El Papa dijo: "Para colmo de desventuras para los hijos de Dios y de la Iglesia santa, se añade la tentación y el atractivo hacia unas ventajas de orden material que el progreso de la técnica moderna, in- diferente de por sí, agranda y exalta. Todo ello nos refe- rimos a este progreso , mientras distrae de la búsqueda de los bienes superiores, debilita las energías del espíritu ; conduce al relajamiento de la disciplina y del buen orden que antes reinaba con grave perjuicio de lo que constituye la fuerza de resistencia de la Iglesia y de sus hijos a los errores que en la historia del cristianismo han llevado siempre a divisiones fatales y funestas, a la decadencia de la vida espiritual y moral y a la ruina de las naciones. Esta constatación aconseja una reso- lución decidida para el reclamo de algunas fuerzas tradicio- nales de afirmación doctrinal y de sabias ordenaciones de dis- ciplina eclesiástica, que en la historia de la Iglesia en épocas de renovación, fueron fruto de una extraordinaria eficacia por la claridad del pensamiento, la aglutinación de la unidad reli- giosa y la llama más viva del fervor cristiano. Os damos a conocer, temblando con un poco de emoción, pero también con humilde resolución de propósito, el anuncio de la doble cele- bración de un Sínodo diocesano de la ciudad de Roma y de un Concilio Ecuménico para la Iglesia Universal. A vosotros no os son necesarias muchas ilustraciones para comprender el al- cance jurídico e histórico de estas dos propuestas. Ambas conducirán fácilmente a la ansiada actuación del Código de Derecho Canónico, que deberá acompañar y coronar estos dos ensayos de aplicación práctica de las normas de disciplina eclesiástica, que el Espíritu del Señor nos irá sugiriendo a lo largo de nuestro camino".

Y el 2 de febrero de 1960, festividad de la Virgen de Candelaria, al recibir la tradicional oferta de los cirios, hizo el Papa, artífice de este Concilio, la siguiente conmovedora confidencia : "Esta mañana, al acercarnos al altar para la Misa matutina, hemos hecho la consagración de nuestra humilde existencia al Concilio Ecuménico". Y el 12 de junio del mismo año repitió estos mismos pensamientos: "Nuestra plegaria

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se ha dirigido a Dios para pedirle luz y gracia y dones para preparar y, si nos lo concede, para celebrar con fruto el Concilio Ecuménico Vaticano II, al que hemos consagrado lo que el Señor nos de vida". Es un Papa que habla y mani- fiesta los íntimos repliegues de su corazón ante el mundo. Se trata de un voto a Dios. De una inspiración sublime. De una consagración personal. Han pasado tres años y poco más. Dios le ha concedido a Juan XXIII el haber superado las etapas de la preparación del Concilio. Ya lo presiente con serenidad de espíritu. Véase a continuación el eco de estas palabras que son solemnes como la iniciación de un rito augusto y arcano, el eco de estos pensamientos que son divinos, plasmado en los documentos sobresalientes y más destacados con que el Sumo Pontífice ha hecho realidad su decisión y su propósito. Estas Actas de su Magisterio supremo son: el nombramiento de las Comisiones que se han dado a la tarea ciclópea de organizar un Concilio en el siglo veinte; la Alocución enderezada a esos mismos Miembros y Consultores de Comisiones y Secretariados al comenzar los trabajos antepreparatorios ; la Constitución Apos- tólica de indicción y convocatoria del Concilio que nos ocupa ; el Motuproprio de señalamiento de la fecha de apertura de la Asamblea Ecuménica; la Homilía de la fiesta de Pentecostés de 1962, en donde se escucha el tono constante y apasionado de la ardiente invocación al Espíritu Santo que ha caracterizado todos los pasos de estas fases preliminares ; y el último Discurso de clausura no sólo de la séptima sesión de la Comisión Central Preparatoria, sino de toda la serie de trabajos que han prece- dido a la inmediata consulta previa a la celebración del impo- nente Concilio que se estará naciendo a estas horas en el seno del Colegio Episcopal, digno sucesor en el espacio-tiempo del Colegio de los Apóstoles.

CONSTITUCION DE LAS COMISIONES PREPARATORIAS DEL CONCILIO ECUMENICO

Texto latino de "L'Osservatore Romano" del 5 de junio de 1960.

Inspiración del Altísimo Nos parece el pensamiento, que desde el principio de Nuestro Pontificado brotó en Nuestra mente, como flor de primavera imprevista, de convocar un Con- cilio Ecuménico. En efecto, con esta solemne asamblea de Obispos en torno al Pontífice Romano, la Iglesia, amada esposa de Cristo, puede adquirir, en estos agitados tiempos, un nuevo y mayor resplandor y respecto de los que, gloriándose del nom- bre cristiano viven con todo separados de esta Sede Apostólica, brilla de nuevo la esperanza de que, oyendo las voces del divino Pastor, vengan a la única Iglesia de Cristo

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Por eso, el 25 de enero de 1959, en la fiesta de la Con- versión de San Pablo Apóstol, después de haber asistido a los Sagrados Ritos en la Basílica Ostiense, manifestamos Nuestro propósito de convocar un Concilio Ecuménico al Sacro Colegio Cardenalicio, que lo acogió con expresiones de júbilo y de fer- vorosos deseos. Más adelante, el 17 de mayo siguiente, en la fiesta de Pentecostés, para que los primeros trabajos se ejecutasen con solicitud y diligencia, nombramos una Comisión Ántepreparatoria del Concilio Ecuménico, compuesta de Prela- dos muy escogidos de la Curia Romana y presidida por Nuestro querido hijo el Cardenal Domingo Tardini, Nuestro Secretario de Estado.

En Nuestra primera Carta Encíclica especificamos que el Concilio Ecuménico se celebraba con el fin principal de "pro- mover el incremento de la Fe Católica y una saludable reno- vación de las costumbres del pueblo cristiano y de adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades de nuestros tiempos. Esto constituirá, a no dudarlo, un espectáculo tan maravilloso de verdad, de unidad y de caridad, que su vista aún a los que se separaron de esta Sede Apostólica será una suave invitación como lo esperamos a buscar y encontrar la unidad por la cual Jesucristo dirigió a su Padre celestial tan ardiente súplica" (Encíclica Ad Patri Cathedram, 29 de junio de 1959, AAS, LI, p. 511).

Determinamos además que por la sede, en la cual se cele- braría, el futuro Concilio se denominase Vaticano segundo.

La Comisión Antepreparatoria ha llevado a cabo con suma diligencia el encargo que Nos le confiamos. Se ha puesto en contacto con el Episcopado para recibir sus consejos y suge- rencias acerca de las materias de que se ha de tratar en el Concilio: y después de haber ordenado cuidadosamente el ma- terial contenido en las dos mil y más respuestas, enviadas por Obispos y Prelados con expresiones de regocijo y felicitación, lo ha puesto en conocimiento de las SS. Congregaciones de la Curia Romana, que han podido utilizarlo con gran provecho en la elaboración de las proposiciones que Nos han presentado. Además, las Universidades de los estudios eclesiásticas y cató- licas, movidas por un celo semejante, han presentado votos y estudios sobre asuntos que serán de gran utilidad para la Iglesia.

Nos mismos hemos seguido estos trabajos de investiga- ción, realizados con cuidado y diligencia y Nos hemos reser- vado el examinar personalmente con la mayor atención las sugerencias y consejos de los Obispos, las proposiciones de las SS. Congregaciones de la Curia Romana, los votos y los estudios de las Universidades. Damos, pues, al Señor vivísimas gracias porque a Nuestro propósito ha correspondido un trabajo tan

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generoso y ferviente de Nuestros Venerables Hermanos y que- ridos Hijos.

Ya del material, tan abundantemente recogido, aparece claramente de qué asuntos debe ocuparse el próximo Concilio Ecuménico para el bien de la Iglesia y para la salud de las almas : ha llegado, pues, el momento de proceder, con la ayuda de Dios, a la constitución de las Comisiones, que deben atender al estudio de las materias, que podrán tratarse en el Concilio. Estarán compuestas de Cardenales, Obispos y Eclesiásticos, insignes en virtud y doctrina, así del clero secular como del regular, escogidos en las diversas partes del mundo, para que aún en esto brille la catolicidad de la Iglesia.

Así que con el presente Mofv proprio establecemos:

1. Para preparar el Concilio Ecuménico, Vaticano II, se constituyen las Comisiones Preparatorias, con el fin de estu- diar los asuntos, escogidos por Nos, a vista de los votos de los Obispos y las proposiciones de las SS. Congregaciones de la Curia Romana.

2. Según sus exigencias cada Comisión podrá dividirse en secciones o subcomisiones.

3. Cada Comisión tendrá un Presidente y cierto número de miembros. El presidente será un Cardenal. Los miembros serán escogidos entre los Obispos y Eclesiásticos ilustres.

4. Se agregarán a cada Comisión algunos Consultores escogidos entre gente experta.

5. Cada Comisión tendrá su Secretario.

6. Los Presidentes y los Miembros de cada Comisión, como también los Consultores y el Secretario serán escogidos por Nos.

7. Se han constituido diez Comisiones, si fuere necesario podrán constituirse otras, con Nuestro beneplácito. Las Comi- siones, pues, son las siguientes:

a) Comisión Teológica, encargada de examinar las cues- tiones que rozan con la Santa Escritura, la Santa Tradición, la fe y las costumbres ;

b) Comisión de los Obispos y del gobierno de las diócesis ;

c) Comisión para la disciplina del Clero y del pueblo cristiano ;

d) Comisión de los Religiosos;

e) Comisión de la disciplina de los Sacramentos;

f) Comisión de la Sagrada Liturgia;

g) Comisión de los Estudios y de los Seminarios ;

h) Comisión para la Iglesia Oriental;

i) Comisión para las Misiones;

j) Comisión del apostolado de los laicos, para todas las cuestiones relativas a la acción católica, religiosa y social.

8. Se instituye además un Secretariado para tratar de las cuestiones tocantes a los medios modernos de difusión del pen-

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Sarniento (prensa, radio, televisión, cine, etc.) Este Secreta- riado estará dirigido por un Prelado, nombrado por Nos y tendrá Miembros y Consultores igualmente nombrados por Nos.

9. Demostrando Nuestro amor y benevolencia hacia los que se llaman cristianos, pero están separados de esta Sede Apostólica, para que también ellos puedan seguir los trabajos del Concilio y encontrar más fácilmente el camino para alcanzar la unidad por la cual "Jesucristo dirigió al Padre Celestial tan ardiente súplica", instituimos un "Consejo" o Secretariado especial, presidido por un Cardenal, escogido por Nos, y orga- nizado, como se ha dicho de las comisiones.

10. Finalmente se instituye una Comisión Central que Nos mismo presidiremos, personalmente o por un Cardenal de Nuestra designación.

Miembros de la Comisión Central serán los Presidentes de cada Comisión, algunos otros Cardenales, y algunos Obispos de las diversas partes del mundo.

11. A la Comisión Central se agregará cierto número de Consejeros, escogidos entre los Obispos e insignes eclesiásticos.

12. La Comisión Central tendrá su Secretario, que será Secretario general.

13. Los Miembros de la Comisión Central, como también los Consejeros y el Secretario general serán escogidos por Nuestra autoridad.

14. La Comisión Central tiene la misión de seguir y coor- dinar, si fuese necesario, los trabajos de cada una de las Comi- siones, de cuyas conclusiones Nos dará una relación, para que podamos establecer los asuntos de que se ha de tratar en el Concilio Ecuménico.

A la Comisión Central corresponde además proponer las normas relativas al desarrollo del futuro Concilio.

15. Finalmente para proveer a la parte económica y técnica de la celebración del Concilio, serán constituidos los convenientes Secretariados.

Todo lo que en esta materia hemos creído útil establecer, queremos y ordenamos que permanezca firme y decidido, así como ha sido establecido, en su totalidad y en cada una de sus partes: sin que obste ninguna cosa contraria.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 5 de junio, fiesta de Pentecostés, del año 1960, segundo de Nuestro Pontificado.

JUAN XXIII.

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ALOCUCION DEL SANTO PADRE A LOS MIEMBROS DE LAS COMISIONES PONTIFICIAS Y SECRETARIADOS PREPARATORIOS DEL CONCILIO ECUMENICO VATICANO II

(14 noviembre 1960)

Venerables Hermanos, aviados Hijos:

En la apertura de esta solemne e imponente reunión, que señala el comienzo de una santa vigilia de trabajo intenso y pacífico para el Concilio Ecuménico Vaticano II, parece que vienen muy a propósito las conocidas palabras que preceden a la bendición episcopal : Sit nomen Domini benedictum: Adin- torium nostrum in nomine Domini.

El nombre y el auxilio del Señor invocado y bendecido: ¿qué cosa más suave y conmovente?

Con estos auspicios llenos de alegría deseamos hoy ocupar- nos con vosotros en una conversación del todo familiar y sen- cilla, que añada luz y fervor al que ya cada uno de nosotros lleva en la mente y en el corazón.

Los esfuerzos humanos, que han comenzado en la luz y gracia divina, continuarán después gradualmente, a medida que nuestra cooperación vaya creciendo en empeño, buena voluntad y santa energía.

Suele afirmarse que la incertidumbre, la sagrada emoción diría de los primeros pasos, siendo ejercicio de humildad, pronto se transforma en seguridad animosa, sobre todo si el sucesivo despejarse del horizonte revela gradualmente la inter- vención del Señor para iluminar, animar, seguir adelante corde magno et animo volenti.

Este nuestro Concilio no recibe su nombre de Jerusalén o de Nicea. Pero es natural que el alma del humilde sucesor actual de San Pedro, y del Papa Silvestre, que se siente lleno de ardor ante el proyecto de esta gran empresa, se aplique entre otras cosas a considerar principalmente el desarrollo histórico de los veinte acontecimientos de iguales o más vastas propor- ciones, que se han sucedido durante dos mil años ; a señalar solicitudes pastorales de la Iglesia; a considerar digamos las particulares y graves contingencias que acompañaron la celebración de estas memorables reuniones, las dificultades y contradicciones encontradas en las vicisitudes de las diversas épocas, a veces más tempestuosas y difíciles que la actual. A este trabajo de erudición histórica, precioso en sumo grado, deseamos ante todo invitar a cuantos han recibido la parti-

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cular y alta misión de colaborar más directamente en este Concilio Vaticano Segundo.

Están a nuestra disposición las principales Colecciones mo- numentales de los Concilios : la Romana ordenada por Paulo V, la Regia de París, y Nova et Amplissima Collectio de Mansi, que bajo la dirección del mismo insigne Arzobispo de Luca llegó a contar más de treinta grandes volúmenes, y que con- tinuada después por Petit y Martin llegó a los sesenta; por no mencionar otras preciosas publicaciones de gran valor, en muchos idiomas.

¡Cuánta doctrina y cuánta historia, erizada, por desgracia, de dificultades y de luchas, pero coronada siempre de gloriosos éxitos !

Bendigamos al Señor, venerables Hermanos y amados hijos, porque a juzgar por las primeras impresiones suscitadas en el mundo entero al mero anuncio del Concilio, hay muchos motivos que, por decirlo así, nos permiten gustar anticipada- mente del espectáculo de la inmutable 5 siempre floreciente juventud de la obra maravillosa de la acción redentora de Cristo que es la Iglesia Católica, quam acquisivit sanguine suo (Act. XX, 28).

Otro punto de importancia es preciso destacar aquí, al comienzo del enorme trabajo que tenemos delante y deseamos presentar sin demora al mundo entero.

Los Concilios Ecuménicos del pasado han respondido pre- ferentemente a varias e importantes preocupaciones de exac- titud doctrinal relativas a la lex credendi, a medida que las herejías y errores intentaban penetrar en la antigua Iglesia en Oriente y Occidente.

En Nicea se puso en discusión la Divinidad del Verbo divino hecho hombre por la salvación del género humano : el error de Arrio. En Efeso, la preocupación grave versó sobre la unidad de la persona del Verbo en las dos naturalezas y la maternidad de María, la iiTheotocos'\ En Calcedonia nuevas querellas y discusiones sobre la distinción de las mismas dos naturalezas. En el siglo XVI se había puesto en peligro funditus la constitución de la Iglesia, y en Trente se debió y se logró de hecho restablecer todo sobre las antiguas bases: fe, culto, sacramentos, disciplina : todo fue restablecido sobre sólidas bases y puesto en clarísima luz. Finalmente el Concilio Vati- cano I, en el breve espacio de tiempo que le fue concedido, con todo vigor revisó nuevamente la divina constitución de la Igle- sia, en particular lo relativo a la infalibilidad, in relms fidei et morum, del Promano Pontífice.

Para la convocación de los otros quince Concilios Ecumé-

nicos, además de esos cinco ya enumerados, es verdad que las ocasiones se presentaron por diversas circunstancias y por el cuidado de salvaguardar la pureza de lo enseñado por la Iglesia acerca de algunos puntos doctrinales, pero también por el cuidado de confirmar y dirigir las conciencias turbadas ante acontecimientos de carácter religioso o político, en diversas naciones o contingencias, aunque casi siempre en relación con las más altas tareas del magisterio eclesiástico, para el servicio del orden, del equilibrio y de la paz social.

En la época moderna, con un mundo de fisonomía profun- damente cambiada y que se sostiene difícilmente en medio de los atractivos y los peligros de la búsqueda casi exclusiva de los bienes materiales, ante el olvido o el debilitamiento de los prin- cipios de orden espiritual y sobrenatural que caracterizaban la implantación y la expansión de la civilización cristiana, a través de siglos : en la época moderna, digo, más bien que de uno u otro punto de doctrina o de disciplina que convenga llevar hasta las puras fuentes de la Revelación y de la Tradición, se trata de renovar en su valor y esplendor, la substancia del pensar y del vivir humano y cristiano, del que la Iglesia es depositaría y maestra por los siglos.

Por lo demás, el deplorar las desviaciones del espíritu hu- mano, tentado y arrastrado a gozar únicamente de los bienes terrenos, que los modernos progresos científicos ponen ahora con facilidad al alcance de los hijos de nuestro tiempo, cierta- mente es cosa grave y obligatoria. Pero Dios nos libre de exa- gerar las proporciones hasta el punto de hacernos pensar que los cielos de Dios ya han quedado definitivamente cerrados sobre nuestras cabezas ; que verdaderamente tenebrae factae si/ni super universam terram, y que no nos quede ya otra cosa que hacer sino derramar lágrimas sobre nuestro fatigoso camino.

Por el contrario, debemos llenarnos de valor.

No. Cristo, Hijo de Dios y Salvador nuestro, no se ha retirado del mundo que ha redimido; y la Iglesia fundada por El, una, santa, católica y apostólica, continúa siendo siempre su místico cuerpo, del cual El es cabeza, con el cual cada uno de nosotros, los creyentes, está relacionado, al cual pertene- cemos. El punto importantísimo que todo bautizado debe tener presente, es éste: el hecho de pertenecer a la Iglesia de Jesús no es una simple nota de carácter individual, para cada uno, sino de carácter eminentemente social, para todos. Y ésta es la significación del apelativo de hoino catholicus, de orbis ca- tholicus, de Ecclesia Catholica: como queriendo decir que cada uno .de nosotros, en la Iglesia de Cristo, somos verdaderamente, de la misma familia divina, hijos y hermanos: qups (Pater) praescivit et praedestinarit conformes fieri imaginis Filü su i, ut sit ipse primof/enit.us in multis fratrlbus {Rom., VIII, 29)..

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Así pues, cada uno de los fieles pertenece a la catolicidad toda entera, como cada uno de los sacerdotes y con la debida distinción de oficios, cada uno de los Obispos; y esto, en fuerza de la estructura divina que Jesús, Füius Dei fundator Ecclesiae, imprimió a su institución, hecha para la universalidad y para la eternidad.

Vosotros comprendéis, Venerables Hermanos y amados hi- jos, cómo corresponden a estas sencillas indicaciones, las pala- bras de unidad, de caridad, y de altísimas virtudes, los charis- mata meliora que San Pablo en su primera epístola a los Corin- tios se adelanta a enumerar, para común aliento y edificación (/ ad Corinth., Xll y XIII).

¡Oh! Qué páginas de sublime y emocionada elevación son ésas del incomparable Apóstol de las gentes, que corresponden al anhelo expresado por el "unum sint" de la trágica víspera de la Divina Pasión, y que todavía resuenan, desde el fondo de esa edad, incluso sobre las innumerables fracciones separadas de la unidad católica que no dejan de suspirar por el retorno a la senda del auténtico fundamenfum Apostolorum et propheta- rum, ipso summo angulari lapide Christo Iesu: in quo. omnis osdificatio constructa crescit in templum santutn Domini (Epkes., II, 19).

Amados hijos : todo lo que hemos querido recordar hasta aquí en estas Nuestras palabras, aunque haya sido ligeramente, nos lleva a indicar algunas líneas de procedimiento práctico, sobre el desarrollo del trabajo que hoy se inaugura, tanto por parte de esta Comisión Central la más alta presidida por el mismo Papa, como para la coordinación de las otras Comi- siones o Secciones de trabajo, sobre las cuales recaerá la parte formidable de esta gran tarea, a la que cada uno de vosotros fue llamado desde los más lejanos horizontes, con una intención, de pacífica concordia y de exultante fervor.

Queridos hijos: Cuando en la fiesta de Pentecostés de este año publicamos el Motu Proprio "Supremo dei ñutir, grande fue el consuelo de entrever y casi presagiar, en el diverso y rápido crecimiento del fervor religioso, la edificante vitalidad de las energías espirituales, capaces de llevar Nuestro buen designio y propósito del Concilio a feliz y alegre término. A pocos meses de distancia, fieles a una sencilla invitación Nues- tra, os encontráis aquí presentes ante Nos, constituyendo un noble ejército, bajo las bóvedas del templo máximo de la Cris- tiandad, como diciendo: "Adsumus, ecce Ubi".

\ Oh, sed bienvenidos, y que Dios os bendiga !

Algunas informaciones os serán de inmediato y pleno agrado. En la fase antepreparatoria se ha podido reunir y preparar un material precioso de investigación y de estudio. Obispos.,

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Prelados, Congregaciones Romanas, Universidades han expre- sado su parecer sereno, motivado, persuasivo, acerca de varios problemas de inmediata solución. Estas primeras respuestas se están ahora imprimiendo en una edición ejemplar, que consta ya de cinco volúmenes: y esperamos otros tantos poco después de Navidad.

De este copioso arsenal fue de donde se escogieron los asun- tos que parecieron más dignos de atención para las discusiones particulares. Ahora esos mismos asuntos serán confiados a vuestra pericia, queridos hijos, que podría además señalar o profundizar otros que pareciese necesario y oportuno proponer y preparar.

Bajo la sabia y prudente guía de cada uno de los presiden- tes, las Comisiones y los Secretariados están asimismo ya pre- parados para su tarea, como Nos lo aseguran las primeras cons- tataciones, y están particularmente dedicados a satisfacer los deseos y proposiciones de los Obispos, padres venerables de la noble asamblea.

¡Qué hermoso trabajo, amados hermanos e hijos Nuestros, va a ser esto !

Al solo pensarlo el ánimo conmovido se regocija y da gracias al Señor por toda la brillantez y belleza espiritual que la Santa Iglesia va a conseguir ante el mundo para su edifi- cación y su aliento.

Es natural que el estudio de preparación requiera ampli- tud de tiempo, paciencia perseverante en el trabajo, y ejercicio de la caridad que se embellece con los charismata meliora, mencionados en el capítulo XIII de la 1' carta de San Pablo a los Corintios. La experiencia más cercana a nuestros tiempos, la de Trento y del Vaticano I, servirá de buena dirección y •enseñanza a las proposiciones, discusiones y conclusiones.

Es también natural que el amor silentii, el sentido de la moderación, el respeto mutuo sea precioso ornamento de los estudios y de las reuniones. Todo en el Concilio ha de estar rodeado de grande circunspección, manteniéndose en su puesto cada uno de los que en él toman parte. El que las primeras informaciones que han circulado por el gran mundo hayan suscitado aun extra saepta Ecclessiae Catholicae respetuosa aten- ción de parte de los hermanos separados, Nos consuela sobre manera y Nos hace pregustar la alegría de la unidad de todos los cristianos en los sentimientos y en la misma oración de Cristo a su Padre: "Ut unum sint: ut sanctifices eos in.veritate" (lo. XVII, 19).

Sin embargo el Concilio, como es ya sabido y ha sido repe- tidamente anunciado, tiene un campo peculiar suyo, como civitas

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in monte, y se ocupará al principio exclusivamente de cuanto concierne a la Iglesia Católica, nuestra madre, y su actual organización interna.

Spiritus Domini replevit orbem terrarum, et hoc quod con- tinet omnia scientiam habet vocis. Magníficas son estas ex- presiones del capítulo del Libro de la Sabiduría, como es estupendo y conmovedor todo el libro. Pero todos los que, aun sin participar en la profesión íntegra de la fe católica, desean con ánimo leal y confiado informarse sobre los trabajos del Concilio, Nos queremos esperar que no encontrarán menos oportuna y cortés Nuestra invitación a aguardar un poco a que los Padres hayan terminado su obra y todo esté bien preparado y mejor dispuesto para los contactos más elevados : inteligencia, corazón y visión de lo sobrenatural, sobre todo lo cual pueda posar el Spiritus Domini a gloria y amor de Jesucristo, fundador de su santa y gloriosa Iglesia.

Bien sabido es, por lo demás, que para completar el cuadro oficial de las 10 Comisiones entre las cuales está distribuido el trabajo del Concilio, hemos procedido a la institución de un Secretariado especial que pueda responder a las referencias de todos aquellos hermanos nuestros que aunque separados como suele decirse desean seguir la obra del Concilio a la luz de la verdad, con sentimientos de respeto, de bondad, y de amable discreción.

Venerables Hermanos y amados hijos:

A esta Nuestra familiar conversación deseamos añadir al- gunas palabras que eleven nuestras almas a una animosa con- fianza, y a una santa emulación en las virtudes cristianas y sacerdotales, que todo el pueblo deba mirar con edificación, para salud, alegría, y paz del mundo entero.

La celebración de un Concilio de la Iglesia Católica lleva consigo el estudio de todo un conjunto de materias que se relacionan con el orden no sólo de los individuos y de las fami- lias, sino también de todas las naciones, orden que rige las bases de la convivencia humana.

Desde el decálogo de Moisés hasta los cuatro Evangelios, todo recibe su fuerza de esto : a saber, de Cristo y de su Iglesia en cuyo centro Jesús bendito continúa siempre repitiendo las solemnes palabras: Ego sum lux mundi. Ego sum via, veritas et vita (lo. VIII, 12; XIV, 6). A estas palabras y a lo que ellas significan, ponen después un divino sello las últimas, con que termina el Evangelio de San Mateo: Ecce: ego vobiscum sum ómnibus diebíis usque ad consummationem saeculi (Mat., XXVIII, 20).

¡ Amados hijos ! Durante estos meses, revisando nume-

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rosos escritos de la copiosa literatura relativa al último Concilio Ecuménico Vaticano I, celebrado por Nuestro Predecesor, de venerada memoria, Pío IX en el año 1869-1870, hemos descu- bierto un escrito público impreso, redactado por uno de los espíritus más abitados y aplaudidos en aquel tiempo de acen- tuado paroxismo antiromano. Iba enderezado con una ironía de mal gusto a los Obispos, que desde todo el mundo habrían de acudir al Vaticano, y los comparaba con los antiguos Obispos de Oriente, reunidos en Nicea para el primer Concilio en el año 325 : "Vosotros os habéis reunido hoy en Roma para el nuevo y último Concilio. El primero el Niceno fue un solemne y venerando bautismo de triunfo y de ordenada unidad para la religión que requerían los tiempos. Este último, el vuestro, sean las que fueren vuestras intenciones, probará la gran realidad de una religión agonizante, y consiguientemente el necesario y no lejano nacimiento de otra nueva" (Scritti editi ed inediti di G. M., Vol. LXXXVI. (Política. Vol. XXVIII, Imola, Cooperativa Tip. Ed. P. Galeati, 1940, p. 241).

Hasta aquí las auténticas palabras del desafío, y de las profecías. A un siglo de distancia podemos comprobar su insa- nia y lo que merecen estos profetas de Baal y nunca falta alguno qui viderunt et dixerunt falsa et stulta (Threni, II, 14). ¡Dejémoles hablar!, para nuestro ejercicio de vigilancia y de paciencia, ut reportemus promissionem. Nosotros sigamos fieles a la palabra de Cristo, la última palabra con la cual Mateo termina su Evangelio, y que es la confirmación de la victoria de la Iglesia de Jesús, de nuestra Iglesia, hasta el fin de los siglos.

Esta reunión de hoy, que congrega a representantes de todo el mundo, no es todavía la inauguración del nuevo Concilio ; sino el comienzo y como la consagración de la decidida y amplia preparación de nuestras energías con miras a su buen éxito, a tomar determinaciones, a iniciar estudios y discusiones, para proporcionar vida y doctrina segura.

;, No os parece oir el eco de una voz lejana oue llega a nuestros oídos y a nuestros corazones? Surge, iUuminare, leru- salem, quia cénit lumen tnnm, et gloria Domini super te orla est (Is. LX, 1). El lejano Isaías nos ofrece las notas para el primer cántico triunfal, que recoge los ecos del melodioso fervor que se eleva ex ómnibus linguis, et tribubus et populis.

Grandes cosas en verdad deseamos repetirlo esperamos Nos de este Concilio, que no sólo pretende vigorizar la fe, la doctrina, la disciplina eclesiástica, la vida religiosa y espiritual ; sino contribuir en gran manera a la consolidación de los prin- cipios del orden cristiano, en los que se inspira y por los que se rige el desenvolvimiento de la vida civil, económica, política y social. La ley del Evangelio debe llegar a todo esto, y no

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hay nada que no deba envolver y penetrar de cuanto nos viene de rore coeli et de pinguedine terrae (Gen. XXVII, 28). Llegar a todo esto supone una participación consciente, sincera, elevada, de todos los que integran el orden social sacerdocio y laicado ; autoridades constituidas ; actividades intelectuales ; trabajo del orden social absorbido con la preocupación de la perfecta unión de las relaciones entre cielo y tierra, entre vida presente incierta y peligrosa, y vida eterna y felicísima en la proporción de nuestra correspondencia como hombres y como cristianos a los dones de la gracia y de la misericordia del Señor. Venerables Hermanos, amados hijos :

En la gloria serena y tranquila de este hermoso comienzo de los trabajos del Concilio, confiado a la competencia y a las buenas y sabias inspiraciones de cada uno, dignaos recibir el sursum corda que deseamos dirigir a todos y cada uno de los presentes en persona o en espíritu ; a los Señores Cardenales, cercanos y preciosos colaboradores del humilde Sumo Pontífice episcopus Ecclesiae Romanae y Pastor de la Iglesia Universal; a los Patriarcas, Arzobispos, Obispos de toda la cristiandad, extendida en diversos ritos y por todas las regiones del mundo entero; a los Abades, a todos los miembros del clero, secular y regular, y a todos los que del estado eclesiástico han sido lla- mados in partem soüicitudinis, y que pertenecen al corpas universcUe Ecclesiae para contribuir con la oración, el consejo, la actividad, al gran acontecimiento, al cual nos ha llamado la Providencia del Señor, o puesto en condiciones de cooperar.

Desde el primer anuncio del Concilio Ecuménico Vaticano II, el mundo cristiano ha notado que una corriente de espiritualidad conmueve las almas con vibraciones insólitas.

Y en las almas sinceras estas vibraciones toman acento de oración confiada, suave al oído y al corazón : voces de almas inocentes, voces de almas consagradas, voces de los que sufren, que se elevan desde todos los puntos de la tierra.

En los primeros años de la historia de la Iglesia, el primer Papa, Pedro, fue objeto de persecuciones, privado de libertad, y recluido en prisión. El libro de los "Hechos" es conmovedor cuando nos refiere cómo toda la Iglesia comenzó a orar por él sine intermissione. Desde hace veinte siglos continúa la oración por el Jefe de la Iglesia Católica, y podéis comprender vosotros cuánto consuelo, seguridad espiritual y tranquilidad produzca en el Papa el sentirse sostenido así por sus venerables Hermanos y amados hijos, esparcidos en todo el mundo. Este sentimiento lo mantiene en continua comunión con la Sancta Ecclesia uni- ré rsalis, comunión de oración que responde a la oración, comu- nión de sufrimientos que responde al sufrimiento.

La bondadosa Providencia de Nuestro Señor ha dispuesto que el Obispo de Roma, reconocido en todos los siglos como su Vicario en la tierra goce ahora de una libertad personal que "le permite el ejercicio de su sagrado ministerio espiritual, como

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sucedió al primer Pontífice, Pedro, libre ya de la cárcel de Herodes.

Pero el Papa tiene una gran pena que llena siempre su corazón : el recuerdo de muchos, por demás numerosos, amados Hermanos suyos en el episcopado, de excelentes sacerdotes y fervorosos fieles que aquí y allá en varias partes del mundo sufren privación de la libertad humana y religiosa, y aun a veces física y moral, y hasta opresión comparable a la que sufrieron los primeros héroes y mártires del cristianismo.

Sabemos Nos lo que significa vivir con Cristo, con su Evangelio, con su Cruz, y lo que podemos esperar de los ene- migos de Cristo y de la civilización cristiana. Esto Nos hace mucho más sensibles a las aflicciones de Nuestros hermanos que continúan sufriendo en la tribulación ; y Nos anima a apre- surar para ellos y para todo el mundo el triunfo de la verdad, de la justicia, de la libertad y de la paz.

El diligente y reflexivo trabajo de la preparación más directa del Concilio Ecuménico, con la contribución ordenada y preciosísima de los componentes de las diez Comisiones y de los Secretariados ya a punto de entregarse a la gran tarea propuesta a cada uno, tenga siempre presente la voz de la Iglesia, hecha signo de persecución, en una no interrumpida comunión de oraciones, de fatigas, y de méritos que asegurarán el buen éxito de la santa empresa, que nos confía la Providencia, y asegurarán también la recompensa cierta de la vida presente y eterna en Cristo Jesús, Rey glorioso e inmortal de los siglos y de los pueblos. Así sea. (Traducción de la Oficina de Prensa del Vaticano).

N. DE I„A R. He aq»¡ la traducción de las palabras y frases latinas empleadas por S. S. en el curso de esta Alocución. Traducimos para el público, siguiendo el orden BUceslvio de las1 palabras latinas no repetidas:

(1) Sea bendito el nombre del Señor: nuestra ayuda en el nombre del Señor. (2) con. generoso corazón y ánimo decidido. (3) la Nueva y Amplísima Colección. (4) que conquistó con su sangre. (5> la ley de la fe. (6) Madre de Dios. (7) a fondo. (8) en las cosas de la fe y de costumbres. i9i que las tinieblas se hayan extendido sobre toda la tierra. (10) hombre católico, orbe católico, Iglesia católica. (lli a los que el Pa- dre predestinó y dispuso hacer conformes a la imagen de su divino Hijo, para que vengi El a ser como el primogénito entre muchos hermanos. (12i El Hijo de Dios Fundador de la Iglesia. ((13) los carismas superiores. ( 14 1 una misma cosa. iló> fundamento de los Apóstoles y profetas, teniendo por piedra suma angular a Cristo Jesús: en quien toda edificación construida crece hasta llegar a ser el templo santo del Señor. < 16 1 Por suprema inspiración de Dios. < 17 1 Presentes Aquí estamos! < 18 1 el amor del silen- cio. ( 19 » fuera del vallado de la Iglesia Católica. (20) Que sean una misma cosa: santifícalos en la verdad. (21) como ciudad en el monte. (22i El Espíritu del Señor colmó el orbe de la tierra y lodo cuanto en el se contiene resuena con el eco de su voz. (23) el Espíritu del Señor. (24) Yo soy la luz del mundo. Yo soy el camino, la verdad y la vida. (25) He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos. (26) que vieron y dijeron cosas falsas y estúpidas. (27> para ganarnos la pro- mesa. (28) Levántate, ilumínate oh Jerusalén, porque ha llegado tu "luz y la gloria del Señor ha amanecido para tí! (29) de todas las lenguas, pueblos y naciones. (30) de lo alto del cielo y de la esplendidez de la tierra. (31) arriba los corazones. (32) obispo de la Iglesia Romana. (33) para participar de su solicitud. (34) al cuerpo univer- sal de la Iglesia. (35) sin interrupción. (36) Santa universal Iglesia.

CONSTITUCION APOSTOLICA HUMANAE SALUT1S

(25 de diciembre de 1961; texto latino e italiano en "L'Osservator Romano" del 26-27).

JUAN OBISPO SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS PARA PERPETUA MEMORIA

Introducción.

El Divino Redentor, Jesucristo, que antes de subir al cielo había conferido a los apóstoles el mandato de predicar el Evan- gelio a todas las gentes como apoyo y garantía de su misión, les hizo esta consoladora promesa : "He aquí que yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos" {Mateo, 28, 20). Esta divina presencia, viva y operante en todo tiempo en la Iglesia, se advierte sobre todo en las épocas más graves para la humanidad. Es entonces cuando la Esposa de Cristo se muestra en todo su esplendor de maestra de la verdad y administradora de la salvación ; y es entonces también cuando Ella despliega todo el poder de la caridad, de la oración, del sacrificio y del sufrimiento; y esto por medio de bienes espirituales inconmovibles, los mismos empleados por su Divino Fundador, que en un momento solemne de su vida declaró: "Tened confianza, yo he vencido al mundo" (Jo., 16, 33.).

DOLOROSAS COMPROBACIONES

La Iglesia asiste hoy a una crisis real de la sociedad. Cuando la humanidad está en los comienzos de una nueva era, tareas de una inmensa gravedad y amplitud esperan a la Iglesia como en las épocas trágicas de su historia. Se trata, en efecto, de poner en contacto con las energías vivificantes y perennes del Evangelio al mundo moderno ; mundo que se vana- gloria de sus conquistas en el campo técnico y científico, pero que soporta también las consecuencias de un orden temporal que por algunos se ha querido reorganizar prescindiendo de Dios. Por lo que la sociedad moderna se caracteriza por un gran progreso material al que no corresponde un avance igual en el campo moral. De aquí el debilitado anhelo de los valores del espíritu. De aquí la inclinación a buscar casi exclusiva- mente los goces terrenos que la técnica progresiva pone con tanta facilidad a disposición de todos. Y de aquí también un hecho enteramente nuevo, desconcertante :1a existencia de un ateísmo militante, que opera en escala mundial.

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MOTIVOS DE CONFIANZA

Estas dolorosas comprobaciones están pidiendo un deber de vigilancia y un sentido de responsabilidad. Las almas des- confiadas no ven más que tinieblas gravitando sobre la faz de la tierra. Nos, en cambio, queremos reafirmar toda nuestra confianza en nuestro Salvador, que no se ha apartado del mundo por El redimido. Más aun, haciendo nuestra la recomendación de Jesús para saber distinguir "los signos de los tiempos" (Mateo, 16, 4), nos parece sorprender en medio de tantas tinieblas no pocos indicios que permiten abrigar buenas espe- ranzas sobre la suerte de la Iglesia y de la humanidad. Pues que las guerras sangrientas que se han sucedido en nuestro tiempo, la ruina espiritual ocasionada por muchas ideologías y los frutos de tantas experiencias amargas, no se han pro- ducido sin útiles enseñanzas.

El mismo progreso científico que ha proporcionado al hom- bre la posibilidad de desencadenar catástrofes por su poder destructor ha levantado angustiosos interrogantes; ha cons- treñido a los seres humanos a reflexionar, a darse mejor cuenta de sus propias limitaciones, a hacer que deseen la paz, que piensen en la importancia de los valores espirituales; y ha acelerado el proceso de una más estrecha colaboración y recí- proca integración entre individuos, clases y naciones, proceso al que, aún entre mil incertidumbres, parece ya estar encami- nada la familia humana. Todo esto facilita, sin duda, el apos- tolado de la Iglesia, puesto que muchos que ayer no se daban cuenta de la importancia de su misión, hoy, enseñados por la experiencia, están mucho más dispuestos a acoger sus adver- tencias.

VITALIDAD ACTUAL DE LA IGLESIA

Si fijamos nuestra atención en la Iglesia, vemos que no ha permanecido como pasiva espectadora frente a estos aconteci- mientos, sino que ha seguido paso a paso la evolución de los pueblos, el progreso científico, las revoluciones sociales; se ha opuesto decididamente a las ideologías materialistas y nega- doras de la fe ; ha visto, por último, brotar de su seno y desple- garse inmensas energías de apostolado, de plegaria, de acción en todos los campos por parte, sobre todo, de un clero cada vez más a la altura de su misión, por la doctrina y virtud y, de otra parte, por la labor de un laicado que cada vez se ha sen- tido más consciente de sus responsabilidades en el seno de la Iglesia y en particular de su deber de colaborar con la jerar- quía eclesiástica. A esto se añaden los inmensos sufrimientos de cristiandades enteras por los que una multitud admirable de pastores, de sacerdotes y seglares sellan la coherencia de la propia fe sufriendo persecuciones de todo género y dando lugar

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a actos de heroísmo no inferiores a los de los períodos más gloriosos de la Iglesia. Así, pues, si el mundo aparece pro- fundamente cambiado, también la comunidad cristiana se ha transformado y renovado en gran parte; es decir, se ha forti- ficado socialmente en la unidad, revigorizado intelectualmente, purificado interiormente de modo que está pronta para seguir siendo buen cimiento.

EL CONCILIO ECUMENICO VATICANO II

Ante este doble espectáculo, el de un mundo que acusa un grave estado de indigencia espiritual, y la Iglesia de Cristo todavía tan vibrante y llena de vitalidad, Nos, desde que subi- mos al Supremo Pontificiado, a pesar de nuestra indignidad y por un gesto de la Divina Providencia, sentimos el ingente deber de reunir a nuestros hijos para dar a la Iglesia la posibilidad de contribuir más eficazmente a la solución de los problemas de la edad moderna. Por este motivo, acogiendo como venida de lo alto una voz íntima de nuestro espíritu, hemos creído estar ya maduros los tiempos para ofrecer a la Iglesia católica y al mundo el don de un nuevo Concilio Ecuménico, en corres- pondencia y continuación de la serie de los veinte grandes concilios que fueron a lo largo de los siglos un verdadero medio providencial para incremento de gracia y de progreso cristiano. El eco gozoso que suscitó su anuncio seguido de las oraciones de toda la Iglesia y de su fervor en los trabajos preparatorios realmente alentadores, así como el vivo interés, o al menos la atención respetuosa, por parte de los no católicos e incluso de los no cristianos, han demostrado de forma la más elocuente cómo a nadie ha escapado la importancia histórica del aconte- cimiento.

Por tanto, el próximo Concilio se va a reunir felizmente y en un momento en que la Iglesia observa más vivo el deseo de fortificar su fe y de contemplarse en su propia admirable unidad; cuando también siente más urgente el deber de dar mayor eficiencia a su sana vitalidad y de promover la santi- ficación de sus miembros, la difusión de la verdad revelada, la consolidación de sus estructuras. Será ésta una demostración de la Iglesia, siempre viva y siempre joven, que percibe el ritmo del tiempo, que en todos los siglos se va adornando con nuevo esplendor, que brilla con nuevas luces, que realiza nuevas con- quistas aun permaneciendo siempre idéntica a misma, fiel a la imagen divina impresa sobre su rostro por el Esposo que la ama y protege, Cristo Jesús.

En un momento, además, de generosos y crecientes esfuer- zos que desde diversas partes se realizan a fin de reconstruir aquella unidad visible de todos los cristianos que responda a los deseos del Divino Redentor, es muy natural que el próximo

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Concilio contenga las premisas de claridad doctrinal y de caridad recíproca que harán todavía más vivo en los hermanos separa- dos el deseo del augurado retorno a la unidad y vayan expla- nando el camino para ella.

Por último, el próximo Concilio está llamado a ofrecer al mundo descarriado, confuso, ansioso bajo la continua amenaza de nuevos conflictos espantosos una posibilidad para todos los hombres de buena voluntad de albergar y disponer pensamientos y propósitos de paz; paz que puede y debe venir sobre todo de las realidades espirituales y sobrenaturales, de la inteligencia y de la conciencia humana iluminadas y guiadas por Dios, crea- dor y redentor de la humanidad.

PROGRAMA DE TRABAJO DEL CONCILIO

Estos frutos por Nos tan esperados del Concilio, y sobre los que tan a menudo nos ocupamos, suponen un vasto programa de trabajo que se está ahora preparando. Programa que mira a los problemas doctrinales y prácticos más adecuados a las exigencias de una perfecta conformidad con la enseñanza cris- tiana para edificación y servicio del Cuerpo Místico, de su misión sobrenatural y, entre otros, las Sagradas Escrituras, la veneranda tradición.los sacramentos,la oración, la disciplina ecle- siástica, las actividades caritativas y asistenciales, el apostolado seglar, los horizontes misioneros.

Este orden sobrenatural debe, sin embargo, reflejar toda su eficacia sobre el otro orden, el temporal, que termina muchas veces por ser desgraciadamente, el único que ocupa y preocupa al hombre. También en este campo la Iglesia ha demostrado que quiere ser "mater et magistra", según la expresión de nues- tro lejano glorioso antecesor Inocencio III, pronunciada en oca- sión del Concilio Lateranense IV.

Aun no persiguiendo finalidades directamente terrenas, la Iglesia, sin embargo, no puede desinteresarse en su caminar de los problemas y de los trabajos de aquí abajo. Sabe cuánto contribuyen al bien del alma aquellos medios aptos para hacer más humana la vida de los hombres que han de salvarse; sabe que vivificando el orden temporal con la luz de Cristo hace que los hombres se conozcan a mismos, los conduce a des- cubrir en mismos la razón de su propio ser, su propia dig- nidad, su propio fin. De aquí la presencia viva de la Iglesia, hoy, en los organismos internacionales, de hecho y de derecho; y de aquí la elaboración de su doctrina social en relación con la familia, la escuela, el trabajo, la sociedad civil y todos los problemas conexos, que ha elevado a un prestigio altísimo su magisterio, como la voz más autorizada, intérprete y mante- nedora del orden moral y vindicadora de los derechos y de los

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deberes de todos los seres humanos y de todas las comunidades políticas.

De este modo la influencia bienhechora de las delibera- ciones conciliares, como Nos vivamente esperamos, habrá de llegar hasta investir de luz cristiana y penetrar de fervorosa energía espiritual no sólo la intimidad de las almas sino también el acerbo colectivo de las actividades humanas.

CONVOCACION DEL CONCILIO

El primer anuncio del Concilio hecho por Nos en 25 de enero de 1959, fue como la pequeña semilla que Nos lanzamos con ánimo y con mano trepidante.

Socorridos con la ayuda celestial, Nos dispusimos entonces al complejo y delicado trabajo de prepararlo.

Han transcurrido ya tres años, a lo largo de los cuales hemos visto día a día crecer la pequeña semilla y convertirse, con la bendición de Dios, en un gran árbol.

Al contemplar el largo y fatigado camino recorrido se eleva de nuestro corazón un himno de gracias al Señor por habernos prodigado sus auxilios de forma que todo sea desenvuelto del modo conveniente y dentro de la armonía de los espíritus.

Antes de determinar los temas de estudio con miras al futuro Concilio quisimos escuchar el prudente e ilustrado parecer del Colegio Cardenalicio, del Episcopado de todo el mundo, de los Sagrados Dicasterios de la Curia Romana, de los superiores generales de las Ordenes y de las Congregaciones religiosas, de las Universidades católicas y de las Facultades eclesiásticas.

En el período de un año se realizó este ingente trabajo de consulta, de cuyo examen brotaron con claridad los puntos que se han de someter a un profundo estudio.

Constituimos entonces los diversos organismos preparato- rios, a los cuales confiamos la ardua tarea de elaborar los esque- mas doctrinales y disciplinares, entre los cuales escogeremos aqué- llos que Nos proponemos someter a la asamblea conciliar.

Tenemos, finalmente, la alegría de comunicar que este in- tenso trabajo de estudio, al que han prestado su contribución preciosa los cordenales, obispos, prelados, teólogos, canonistas, expertos de todas las partes del mundo, llega hoy a su término.

Confiando, pues, en la ayuda del Divino Redentor, principio y fin de todas las cosas, de su augusta Madre y de San José, a quien desde el comienzo hemos confiado un tan gran aconte- cimiento, Nos parece llegado el momento de convocar el Con- cilio Ecuménico Vaticano II.

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Por tanto, tras de haber oído el parecer de nuestros herma- nos los cardenales de la Santa Romana Iglesia, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, publicamos; anunciamos y convocamos para el próximo año 1962 el ecuménico y general concilio que se celebrará en la Basílica Vaticana, en los días que serán seña- lados oportunamente y que la Divina Providencia querrá depa- rarnos.

Queremos, en consecuencia, y ordenamos que acudan a este Concilio Ecuménico por Nos publicado, todos nuestros queridos hijos cardenales, los venerables hermanos patriarcas, primados, arzobispos y obispos, tanto residenciales como titulares, y, ade- más, todos aquellos que tienen el derecho y el deber de intervenir en el Concilio.

INVITACION A LA ORACION

Y ahora pedimos a cada uno de los fieles y a todo el pueble) cristiano que participe con sus más vivas oraciones, que acom- pañe, vivifique y adorne la preparación próxima al gran acon- tecimiento. Que esta oración se inspire en una fe ardiente, perseverante; que vaya acompañada de la penitencia cristiana que la hace más aceptable a Dios y más eficaz ; que esté avalorada por un esfuerzo de vida cristiana que venga a ser como prenda anticipada de la disposición adoptada por cada uno de los fieles de aplicar las enseñanzas y las directrices prácticas que emanen del Concilio mismo.

Al venerable clero, tanto secular como regular esparcido por todo el mundo ; a todas las clases de fieles dirigimos nuestro llamamiento. Pero de modo especial confiamos su éxito a las oraciones de los niños, puesto que sabemos bien cuán poderosa es ante Dios la voz de la inocencia y a los enfermos y a los que sufren para que sus dolores y su vida de inmolación, en virtud de la cruz de Cristo, se transformen y asciendan hechas oración, redención, fuente de vida para la Iglesia.

Invitamos también a unirse a este coro de plegarias a todos los cristianos de las Iglesias separadas de Roma para que el Concilio se produzca también en su provecho. Nos sabemos que muchos de estos hijos están ansiosos de un retorno de unidad y de paz según las enseñanzas y la oración de Cristo al Padre. Y sabemos también que el anuncio del Concilio no sólo ha sido acogido por ellos con alegría, sino que no pocos han prometido ya ofrecer sus plegarias por su feliz resultado y esperan mandar representantes de sus comunidades para seguir de cerca los tra- bajos ; todo esto es para Nos motivo de gran consuelo y esperanza y precisamente para poder facilitar estos contactos hace tiempo que establecimos un secretariado con este fin determinado.

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Repítase así en la familia cristiana el espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén, después de la Ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró toda unida en comunión de pensamiento y de plegaria con Pedro y en torno a Pedro, pastor de los corderos y de las ovejas. Y dígnese el Divino Espíritu escuchar de la forma más consoladora la ple- garia que todos los días asciende a El desde todos los rincones de la tierra.

"Renueva en nuestra época los prodigios como de un nuevo Pentecostés; y concede que la Iglesia santa reunida en unánime e intensa plegaria en torno a María Madre de Jesús y, guiada por Pedro, difunda el reino del Divino Salvador, que es reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Así sea". (De la oración por el Concilio Ecuménico).

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 25 de diciembre, fiesta de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, de 1961, cuarto de nuestro pontificado.

Catholicae Ecclesiae Episcoyiis, Ego Joannes.

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MOTU PROPRIO EN QUE SE ESTABLECE LA FECHA DE COMIENZO DEL CONCILIO VATICANO II

El día 25 de diciembre del pasado año 1961, festividad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, llevando a cabo una decisión que había estado largo tiempo madurando en nuestra alma, y al mismo tiempo llenando las esperanzas comunes del mundo católico, hemos convocado la celebración del II Concilio Ecuménico Vaticano para este año con la constitución apostó- lica "Humanae salutis".

Actualmente, tras cuidadosa consideración, con el fin de dar a los participantes en el Concilio la posibilidad de hacer anticipadamente sus preparativos, hemos llegado a la decisión de fijar la inauguración del II Concilio Ecuménico Vaticano para el día 11 del próximo mes de octubre. Hemos escogido esta fecha especialmente por la razón de que está relacionada con el recuerdo del gran Concilio de Efeso, que fue de máxima importancia para la historia de la Iglesia.

Al acercarse reunión tan solemne no podemos dejar de exhortar de nuevo a todos nuestros hijos para que aumenten aún más sus plegarias al Señor impetrando un feliz resultado de este acontecimiento, en lo cual Nos estamos unidos con nuestros venerables hermanos y amados hijos directamente relacionados con la labor preparatoria del Concilio Ecuménico, y en unión de la totalidad del clero y del pueblo católicos, que ardientemente lo esperan.

Los frutos que ardientemente deseamos de esta celebración son, sobre todo, éstos : Que la Iglesia, esposa de Cristo, pueda vigorizar aun más sus divinas energías y extender su benéfica influencia sobre las almas de los hombres en la máxima ex- tensión.

En este sentido hay también base para confiar en que los pueblos, volviendo sus ojos con más confianza hacia Cristo, alumbrando ?u luz a las naciones y especialmente a aquellas que, con mucho dolor, hemos visto sufrir a causa de desastres, conflictos luctuosos y discordias , puedan finalmente lograr la verdadera paz con respeto para sus mutuos derechos y deberes.

Por tanto, tras madura consideración "motu proprio" (por nuestra propia iniciativa), y en virtud de nuestra autoridad apostólica, establecemos y decretamos que el II Concilio Ecu- ménico Vaticano comience el día 11 de octubre del corriente año.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 2 de febrero, en la fiesta de la Purificación de la Bienaventurada Virgen María, año 1962, cuarto de nuestro pontificado.

Juan PP. XXIII.

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HOMILIA DE SU SANTIDAD EN LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES

(Texto italiano en "L'Osservatore Romano" del 11-12 de junio de 1962)

Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra (Act. 1, 8) .

Venerables hermanos y queridos hijos: El último encuen- tro de Jesús Resucitado con sus Apóstoles y discípulos fue verdaderamente un festín de gracias y de alegría. Las expre- siones de San Lucas "convescens", "loquens de regno Dei" compendian toda su belleza y encanto.

Mandato dado a sus íntimos de no abandonar la ciudad sino de permanecer en Sión, para esperar al Espíritu Santo que el Padre enviaría: "quem mittet Pater in nomine meo" (lo. 14, 26) ; seguridad del testimonio que ellos darían después al Rabí, divino vencedor de la muerte y dueño del futuro. "Eritis mihi testes in ultimum terrae" (Act. 1, 8).

¡Oh, qué palabras las que dirigió Jesús a los primeros confidentes de sus pensamientos y de su corazón y qué frag- mento luminoso y lleno de colorido sobre el futuro de su Iglesia : "eritis mihi testes", en tono profético y solemne, como una investidura para continuar el apostolado confiado a los suyos por el advenimiento de su reino de redención y salvación entre todos los pueblos y en el transcurso de todos los siglos !

El Reino de Cristo y la historia de la Iglesia.

De hecho, el reino de Cristo Jesús, Hijo de Dios, Verbo Encarnado, Señor del Universo, comenzó desde allí, desde allí la historia de la Iglesia Católica y Apostólica, una y santa, se puso en camino para dar ese testimonio. Han transcurrido veinte siglos. Graves y peligrosas vicisitudes provenientes^ de la debilidad humana amenazaron con frecuencia aquí y allá la firmeza de esta admirable institución : dificultades an su camino, pruebas e incertidumbres por el abandono de algunos, pare- cieron poner en grave riesgo a veces el carácter de su unidad, pero la sucesión apostólica jamás ha sido rota: la túnica de Cristo permaneció inconsútil aunque no faltasen en tiempos difíciles angustias de alguna desgarradura peligrosa.

Es que la palabra de Jesús sigue siendo vivificante en su Iglesia. El prodigio se renueva siempre con mayor difusión de

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gracia sobre cada uno de los fieles, a veces en forma misteriosa y grandiosa sobre todo el cuerpo social.

Queridos hijos: Todavía la palabra tranquilizadora de este "eritis mihi testes" que une con divino acento los acordes a toda la sustancia viva de los dos Testamentos: la misteriosa sucesión del pasado, del presente, del porvenir, Jesús, el Rabí divino está en medio y reúne en su persona, en sus enseñanzas, en su sangre, la gloria de su realeza.

"Eritis mihi testes". Testimonio doble: testimonio de Je- sús ante sus más íntimos, siempre "Dominus et Magister" en la evidencia de la sublime doctrina, en la sucesión de los milagros hechos, en el Sacrificio cruento, en la Resurrección victoriosa, en la profusión incesante de gracia y de amor para el hombre perdonado, para toda la humanidad redimida y elevada de nuevo a la sublimidad de una familia divina : "de Virgine natus, nobis id est mundo largitus suam deitatem".

Doble testimonio de elevación y salvación.

El otro testimonio es el testimonio de los discípulos de Jesús y de sus sucesores, dado al Divino Maestro a lo largo de los siglos a la continuación de su obra redentora desde Jerusalén hasta los más apartados confines del mundo.

Sí, "eritis mihi testes" es siempre la palabra, la nota sublime que une de nuevo los acordes del Antiguo con todo el Nuevo Testamento. A ella responden como un eco, cual poema divino y humano, apóstoles y evangelistas, pontífices y mártires, padres y doctores de la Iglesia, héroes y sagradas vírgenes, juventudes y experiencias antiguas y modernas, hijos de toda raza y color, de toda procedencia ética y social, todos aclamando a Cristo que había anunciado por "os suum proriissionmi Pitras", fecundadora por el Espíritu de toda gracia de apostolado a su Iglesia "usque ad consummationem saeculi".

Este primer Pentecostés cuyo recuerdo celebramos hoy, he aquí que sigue derramando todavía, después de veinte siglos, su luz sobre nuestras cabezas; encendiendo en nuestros cora- zones la misma liama con que .°e alegraron los primeros dis- cípulos del Señor al solo anuncio del Espíritu Santo que el Padre enviaría, respondiendo a las invocaciones que se elevaban del Cenáculo unidas a las de María, madre de Jesús.

Ciertamente, venerables hermanos y queridos hijos, el "eritis mihi testes" va a hallar una nueva y más solemne aplicación de la promesa de Jesús a sus discípulos; después de dos mil años todavía vivos, más numerosos que nunca, todavía palpitantes de afecto y entusiasmo apostólico en derredor suyo.

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La reunión litúrgica de hoy al contemplarla se recrea la vista y exulta el corazón compuesta de ancianos venerables y jóvenes dispuestos para el ejercicio y las tareas del minis- terio sucerdotal, representa a todo el mundo. Pero ¿no llega a ser la representación, el primer atisbo del espectáculo que la gracia del Señor quiere reunir en esta colina del Vaticano el 11 de octubre para suscitar con ello un nuevo ímpetu por la santificación de la Jerarquía, del clero y del pueblo, para ilu- minar a las gentes, para aliento vivificador de toda la actividad humana?

El Redentor, luz de todas las gentes.

Pronto el mundo podrá ver con sus ojos lo que es el Con- cilio; qué maravillas sabe ofrecer la Santa Iglesia católica en la luz de su divino Fundador Jesús, cómo la quiso, la hizo y a lo largo de los siglos sigue vivificándola entregada a la sal- vación de todas las almas y de todas las gentes; irradiante esplendor de celestial doctrina y tesoros de gracia y a través del sacrificio, camino de paz aquí abajo y de gloria impere- cedera por los siglos sempiternos.

Dejad, queridos hijos, que sobre estas relaciones de la Santa Iglesia con Cristo, que la sostiene como la ha fundado, sigamos haciendo alguna indicación que sirva de común edifi- cación y al mismo tiempo de preparación individual y colectiva al gran acontecimiento cuya espera es tan alegre y deseada.

El Concilio Vaticano Segundo quiere lograr en forma es- pontánea y de aplicación amplísima expresar lo que Cristo representa todavía y hoy más que nunca como luz y sabiduría, como dirección y estímulo, como consuelo y mérito de sufri- miento humano en la vida presente y garantía de la futura.

El testimonio de la Iglesia universal quiere dirigirse a Jesús como al "Dominus et Magister" de todos y de cada uno, al "Pastor Bonus" siempre procurando a su grey alimento de gracia, pan espiritual para preservarle de los peligros y, finalmente, al "Sacerdos et Hostia" para memoria y continuación de su sacrificio por la humanidad y los sufrimientos de la vida, graves en todo tiempo, pero más graves cuando hay que reconocer causas o consecuencias de opresión de la persona humana y de sus fundamentales e inalienables libertades.

En esta luz de doctrina, de seguridad y mérito, la perfecta fidelidad del cristiano se siente estimulada a la profesión de fe sincera y de correspondencia absoluta entre pensamiento y acción y toca el corazón del que anhela una conducta digna de vida para defensa de comunes ideales y logro de legítimas aspiraciones.

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Esta triple irradiación de luz celestial que Jesucristo, maes- tro, pastor, sacerdote, reverbera sobre el rostro de su Iglesia tiene una significación que no escapa a nadie, y más aún puede invitar a todos a situarse en la exacta perspectiva para com- prender, conforme a la más acreditada jerarquía de valores, lo que vale la vida para el hombre, incluso simplemente hombre, lo que vale más para el cristiano perfecto.

Confiada espera de la humanidad.

Con sentimiento de confiada espera asistimos hoy a nuevos fenómenos. Es cierto que, después de desaparecidas las dis- tancias, abiertos los caminos a la conquista del espacio, inten- sificada la investigación científica y exaltada la producción técnica, ahora descubrimos en el hombre un estado de ánimo realmente sorprendente.

Nos parece poder decir que el hombre de estudio y de acción de este atormentado siglo, atormentado por dos guerras mundiales y por otros innumerables conflictos de índole diversa, ya no es tan orgulloso de mismo y de sus conquistas ; no está tan seguro como en los siglos diecioho y diecinueve de poder alcanzar la felicidad en la tierra y mucho menos de lograr por solo con su talento y energías, aplacar las angustias, des- echar los temores, superar las debilidades que siempre amena- zan con vencerlo.

Hablemos más claramente. Después de todas las manifes- taciones de la literatura contemporánea surge un gemido y los poderosos de la tierra reconocen no poder levantar al hombre, no poderlo llevar a ese reino de felicidad y de prosperidad que siempre es su aspiración ardiente.

Jamás la Iglesia Católica ha dicho a la humanidad que quiere librarla de la dura ley del dolor y de la muerte. Y no ha intentado engañarla ni la ha facilitado el lastimoso remedio de la ilusión. Al contrario, ha continuado afirmando que la vida es peregrinación y ha enseñado a sus hijos a unirse al canto de esperanza que resuena todavía en el mundo.

Ahora que el hombre, como aterrado por los progresos científicos alcanzados, consciente en definitiva que ninguna con- quista le podrá proporcionar la felicidad, ahora que se suceden, alternándose y eliminándose, todos los que prometían inútil- mente eterna juventud y fácil prosperidad, es providencial y muy natural que la Iglesia levante su voz solemne v persuasiva y ofrezca a todos los hombres el consuelo de la doctrina y de esa cristiana convivencia que prepara los esplendores de la ale- gría eterna para la cual ha sido formado el hombre.

En ningún modo intimidada por las dificultades que en- cuentran sus hijos y que se deslizan en el servicio que quiere

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prestar a la verdad, a la justicia y al amor, siempre fiel a las consignas de su Divino Fundador, la Iglesia Santa quiere hablar todavía de El, por consiguiente, a la humanidad; de Cristo

Jesús, Maestro, Pastor. Víctima y sacrificio de expiación y redención.

"Dominus et Mayister" .

No todos los puntos, numéricamente, de la doctrina cató- lica serán explicados de nuevo en el próximo Concilio, sino con especial cuidado los referentes a las verdades fundamen- tales puestas en tela de juicio o en oposición con las contra- dicciones del pensamiento moderno como derivación de los errores de siempre, pero penetrados de diferente manera. El hombre que desentraña las profundidades de la ciencia y busca el punto de contacto entre el cielo y la tierra, sabe que ninguna cuestión permanece insoluble por la doctrina apostólica, que ninguna solución se ofrece con entendimiento polémico o con facilidad presutuosa. La verdad resplandece desde arriba, pero alcanzar la cima no supone esfuerzo para nadie cuando está animado de voluntad decidida y libre de vínculos opresores.

La Iglesia, continuando en dar testimonio de Jesucristo, nada quiere quitar al hombre, no le niega la posesión de sus conquistas y el mérito de los esfuerzos realizados, pero quiere ayudarle a encontrarse, a reconocerse, a alcanzar aquella ple- nitud de conocimientos y de convicciones que ha sido en todo tiempo anhelo de los hombres sabios, incluso al margen de la divina revelación.

En este inmenso espacio de actividad que se abre ante él, la Iglesia abraza con solicitud maternal a todo hombre y quiere persuardirle a que acepte el divino mensaje cristiano que da orientación segura a la vida individual y social.

Veinte Concilios ecuménicos, innumerables concilios nacio- nales y provinciales y sínodos diocesanos han aportado una valiosa contribución al conocimiento de una o más verdades de índole teológica o moral.

El Concilio Vaticano Segundo se presenta a la catolicidad, a la humanidad en la firmeza del credo apostólico proclamado por inmensa asamblea y con la experiencia de una ilustración doctrinal, además de universal, en una visión de conjunto que responde mejor al alma del tiempo moderno, y será éste un acertado testimonio de la enseñanza de Cristo evocado por la Iglesia a la tradición singular, especialmente del Vaticano Pri- mero, del Tridentino, del Lateranense Cuarto, gloria preclara del papa Inocencio III (1215), a la tradición de torios los con- cilios que señalaron triunfo de verdad penetrada y hecha penetrar con ardor en el cuerpo social.

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'Christtis Pastor".

Os podemos asegurar, queridos hijos, que este nuestro Concilio Vaticano Segundo pretende y quiere ser sobre todo gran testimonio y búsqueda de los rasgos característicos del Buen Pastor.

A la inmensa grey cristiana y católica nunca faltó el sos- tenimiento que ya el Divino Redentor proporcionaba a las mu- chedumbres: oración y liturgia, doctrina evangélica, sacramen- tos y manifestaciones múltiples de actividad pastoral.

La llamada a la vida cristiana y por ella a la vida divina que es penetración de gracia, está dirigida a todos.

Cristo por el servicio del Apóstol Pedro y de sus Sucesores y colaboradores, obispos y clero, está siempre elevándolos a la dignidad de hijos adoptivos de Dios. Las fuentes abiertas por El son inagotables ; los modos de comunicación con cada una de las almas, algunas veces inescrutables.

El que desea orientar las aspiraciones de su entendimiento, sabe que puede descansar en la contemplación de las verdades eternas ; el que tiene necesidad de expresar los sentimientos del alma se sumerge en oración y el canto; el que tiene verdadera- mente hambre y sed de justicia se dirige con confianza serena a los sacramentos que son signos sensibles productivos de la gracia. Para ellos todo está santificado: el hombre desde el comienzo al fin de la peregrinación terrena y en todas las mani- festaciones individuales y colectivas.

La Iglesia sigue los pasos del Buen Pastor en su místico peregrinar de pueblo en pueblo y de casa en casa.

Ella sale del recinto cerrado de sus cenáculos y a imitación y testimonio de su divino Fundador recorre todos los caminos del mundo, ni sabe contener el fervor del Pentecostés continuado que la invade y la lleva a conducir a su grey a los pastos exu- berantes de vita eterna.

Esta es la tarea de la Iglesia católica y apostólica: reunir a los hombres que los egoísmos y estrecheces podrían mantener dispersos : enseñarles a orar, llevarlos a la contrición de los pecados y al perdón, alimentarlos con el Pan eucarístico, reforzar la unión recíproca con el vínculo de la caridad.

La Iglesia no pretende asistir todos los días a la milagrosa transformación operada en los apóstoles y discípulos del primer Pentecostés, no lo pretende pero tarabaja por ello y pide cons- tantemente a Dios que se renueve el prodigio.

No se maravilla de que los hombres no comprendan en seguida, su lenguaje; que se sientan tentados a reducir al pequeño

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esquema de su vida y de sus intereses personales el código perfecto de la salvación individual y del progreso social y que a veces aminoran el paso; sigue exhortando, suplicando, esti- mulando.

La Iglesia enseña que no puede haber discontinuidad ni ruptura entre la práctica religiosa individual y las manifesta- ciones de la vida social.

Depositaría como es de la verdad, quiere penetrarlo todo y obtener la gracia de santificarlo todo en el ámbito doméstico, cívico, internacional.

Uno de los motivos de gran consuelo del humilde sucesor de San Pedro en estos meses de preparación al Concilio, es la comprobación de la jubilosísima acogida que por doquier en el mundo sigue haciendo honor a la encíclica "Mater et Ma- gistra".

Esta puede considerarse como una síntesis inapreciable y valiosa de doctrina moral pastoral y una excelente introduc- ción a aquellas orientaciones dirigidas a las conciencias cris- tianas en materia de economía informada en los principios de justicia y de caridad humana y evangélica.

La Santa Iglesia justamente pide a sus hijos que no rehu- yan el grave compromiso de cooperar en la instauración de tal convivencia de fraternidad de la cual el Salvador Divino, el "Bonus Pastor animarum" ha dado enseñanzas y ejemplos de incomparable significación.

"Christús Sacerdos et Hostia".

Queridos hijos : Nuestra conversación religiosa nos ha per- mitido mirar adelante, desde los fulgores de Pentecostés, hacia los surcos de la Reunión Conciliar del próximo octubre.

El espíritu alegre de sentirnos unidos a Cristo en evocación de excelente y fecundo apostolado, al cual responde, como al paso de Jesús por los caminos de Jerusalén, la muchedumbre que aplaude sus enseñanzas y sus milagros, tiene, sin embrago, que someterse a sentimientos de tristeza por otros espectáculos de los que la vista no logra apartarse y el corazón se conmueve.

Pensamos en los nombres topográficos de las palabras de Jesús relativos a las condiciones actuales: Jerusalén, Judea, Samaría y "usque ad ultimum terrae".

Palestina, donde resonó su voz, apenas conserva las huellas de su paso. Sus enseñanzas se han quitado de allí y todavía el Libro de ambos Testamentos hace resonar en el mundo el nombre de países que no pertenecieron a Cristo jamás o no pertenecen ya. Jerusalén, la ciudad santa de las divinas pro-

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mesas y las regiones que la rodean y los territorios limítrofes son en gran parte ajenos a una misión sagrada que les fue anunciado primero.

El gran misterio que desgarra nuestra alma está incluido, pues, en la historia de los pueblos que acogieron y luego repu- diaron a Cristo y de otros que le negaron obstinadamente y de algunos en los cuales por ley del Estado nunca abrogada, ni siquiera ahora que en las asambleas internacionales se pro- clama el respeto de todas las libertades, se niega a Cristo y a su doctrina el derecho de ciudadanía.

Y qué decir de aquellas naciones en las que el apostolado se ha reducido o se está reduciendo a lamentable recuerdo y los espíritus abatidos no se atreven a prever en breve plazo el éxito de un renovado movimiento de acción pastoral para luz de cada alma y para dirección de las familias y de los pueblos

Esto aclara el significado de otra verdad que los discípulos de Cristo no quieren olvidar: para el cristiano la verdadera alegría, incluso cuando va acompañada de prudentes propósitos, fácilmente encuentra tristezas y contradicciones.

Está escrito en el Libro Sagrado que Jesús al contemplar a Jerusalén desde lo alto sintió deshacerse el corazón y los ojos en llanto.

¡ Cuántas ciudades y naciones al contemplarlas en las pági- nas de su historia y a la luz de las maravillas de su pasado, maravillas de santidad y de heroísmo, de piedad religiosa y de triunfo de caridad, que las hicieron célebres, evocan un eco de tristeza: el "tenebrae factae sunt. . . Velum templi scissum est!" (Luc. 23, 44, 45), de la muerte de Cristo.

Vosotros comprendéis, venerables hermanos y queridos hijos, la significación de dolorosa actualidad que guardan estas graves palabras. Y sobre todo esto, como testimonio perfecto de los ejemplos de Cristo, la Iglesia católica muestra la ley del perdón aplicada en expresión de expiación, de misericordia y de es- peranza.

La visión del cenáculo con María y los Apóstoles.

Hoy se renueva la visión del Cenáculo donde María oraba y esperaba el Espíritu Santo junto con los Apóstoles y Discí- pulos. Este conmovedor recuerdo del Libro Sagrado que nos lleva a buscar en todo el mundo y especialmente en el Oriente cristiano los templos levantados en honor y nombre de la Madre de Dios. Estén abiertos o cerrados al culto esos templos encie- rran en las piedras la súplica de los siglos, la angustiosa oración de nuestros días para alcanzar de Dios que los hombres sigan o aprendan de nuevo a levantar los ojos al cielo y a esperar de

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allí la bendición y la consagración para el trabajo y el progreso que aquí abajo en el surco sigue abierto en los corazones de la gran tradición antigua.

Reflexionad, queridos hijos, Cristo, Verbo de Dios hecho hombre, palabra de verdad y de amor ha anunciado al mundo. Y este Cristo bendito que ha derramado su caridad y dispen- sado los dones de la gracia celestial, este Cristo se ve reducido al silencio por la negativa y los pecados de los hombres y de las naciones.

Este silencio que recuerda el más sublime momento del rito litúrgico eucarístico a veces es oración desgarradora, otras disciplina de prudencia.

El tercer testimonio de Cristo que tenemos que lleva r "us- que ad ultimum terrae", acompaña a este dolor que el entre- mezclarse de múltiples causas con frecuencia ajenas y pospues- tas unas a otras hace profundo e indecible.

No es necesario más explicaciones. Estamos, pues, llama- dos a dar testimonio de Cristo que en el Sacrificio eucarístico renueva la inmolación del Calvario.

En la celebración y el éxito del Concilio quiere afirmarse también la devoción a la Cruz, al sacrificio cruento y místico. Así se sitúa en su lugar exacto nuestro testimonio al Divino Maestro.

Llegados a este punto sólo nos queda, venerables hermanos, acoger con vosotros la santa poesía de Pentecostés, las vibra- ciones de los corazones hacia el próximo Concilio y la evocación de] triple testimonio que tenemos que dar de Jesucristo.

Estos mismos sentimientos nos complacemos en comuni- carlos especialmente a vosotros, jóvenes candidatos al sacerdo- cio o recién ordenados, cuyo corazón reposa exultante en la palabra de El, que os llama a participar en su apostolado y sacrificio.

Representantes como sois de todas las gentes ¡oh, cómo resplandece vuestra hermosa juventud ofrecida a El en holo- causto, Verbo de Dios, Rey glorioso e inmortal de los siglos y de los pueblos! También a vosotros, pues, también a vosotros se dirige la palabra del Señor, "eritis mini testes".

¡ Sed benditos, que seáis bien acogidos por vuestros herma- nos y podáis mostrar al mundo con vuestra estola inmaculada el título más alto y expresivo de vuestra consagración en esta vida y en la otra para salvación de todos!

Nuestra invocación al Espíritu Santo quiere asociarse ahora a la oración de nuestra celestial Madre María que asistió a las alegrías de la infancia de Jesús y a los dolores de su sacrificio. De aquí la súplica adquiere valor y adopta un tono de entusiasmo.

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¡Oh Santo Espíritu Paráclito, perfecciona en nosotros la obra comenzada por Jesús, haz fuerte y continua la oración que elevamos en nombre de todo el mundo: acelera para cada uno de nosotros el tiempo de una profunda vida interior; da impulso a nuestro apostolado que quiere llegar a todos los hombres y a todos los pueblos, redimidos con la Sangre de Cristo y todos herencia suya. Mortifica en nosotros la pre- sunción natural y elévanos a las regiones de la santa humildad, 'l<l verdadero temor de Dios, del generoso ánimo. Que ningún lazo terreno nos impida hacer honor a nuestra vocación; ningún interés, por negligencia nuestra, debilite las exigencias de la justicia; que ningún cálculo estreche los espacios inmensos de la caridad dentro de las estrecheces de los pequeños egoísmos. Qut todo sea grande en nosotros: la búsqueda y el culto de la verdad, la prontitud para el sacrificio hasta la cruz y la muerte, y que todo, finalmente, responda a la última oración del Hijo al Padre Celestial y a aquella efusión que de Ti, oh Santo Espíritu del amor, el Padre y el Hijo desearon sobre la Iglesia y sobre las instituciones, sobre cada una de las almas y de los pueblos. Amén. amén, alleiuia, aUeluia!

n l)K LA R. He aquí la traducción de las palabras y frases latinas empicadas iN»r s. s. en el curso de esta Homilía. Traducimos para el público, siguiendo el orden Hueeslvo de las palabras latinas no repetidas :

(] comiendo. '2' hablando del reino de Dios (3) a quien el Padre enviará en mi nombre. <4> Seréis testigos míos hasta el último rincón de la tierra. lói Seréis mis testigos. Hi> Señor y Maestro. (7i naeido de la Virgen, a nosotros, o s.'a. al mundo regaló su propia divinidad. ií<> por su boca la promesa del Padre. i9> hasta la con- sumación de los siglos. cid' El buen Pastor. (11) Sacerdote y Hostia. (12) Cristo Pastor (13) Madre y Maestra. < 1 4 El buen Pastor de las almas. (15) Cristo. Sa- cerdote y Hostia ilii' Se hicieron las tinieblas . . El velo del templo se ha rasgado

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ALOCUCION PONTIFICIA EN LA CLAUSURA DE LA SEPTIMA SESION DE LA COMISION CENTRAL PRE- PARATORIA DEL CONCILIO ECUMENICO VATICANO II

Miércoles 20 de junio de 1962

Señores Cardenales. Venerables Hermanos y dilectos Hijos:

Con este séptimo encuentro de los componentes de la Comi- sión Central, el período de preparación de nuestro Concilio Ecuménico Vaticano II llega a su término con alegría inmensa y común satisfacción. Para este humilde Siervo de los siervos del Señor es motivo de ternura el recuerdo de aquel primero y espontáneo centellear de la pequeña llama que iba a animar el Concilio Ecuménico, cuando se le apareció delante de los ojos y del corazón, e inmediatamente la transmitió en fraterna confidencia a los señores cardenales, allá en la Basílica de San Pablo extramuros, junto a la tumba del Apóstol de las Gentes, en la fiesta conmemorativa de su Conversión, el 25 de enero de 1959.

Han discurrido tres años de trabajo pleno, de leal coope- ración : tres años, decimos, desde la constitución de la Comisión Antepreparatoria (el 17 de mayo de 1959) hasta la constitución de las diez Comisiones y los tres Secretariados (5 de junio de 1959) ; perseverante trabajo, silencioso y proficuo, durante todo el año 1960; hasta la llegada a su debido tiempo del noble servicio de esta grande y suprema Comisión Preparatoria Cen- tral, bajo la presidencia del Papa, desde el 12 de junio de 1961 hasta el día de hoy. Verdaderamente, y nos complacemos en repetirlo, fueron tres años de magnífica, edificante, devotísima y ardiente actividad. Faltan pocas horas. Mañana, festividad del Corpus Christi, volveremos a ver aquella lucecita, que un día brotó pequeñita cabe la tumba de San Pablo, desplegarse ahora, cual enorme antorcha en la vastedad esplendorosa de la plaza de San Pedro, donde un pueblo inmenso la alzará cantando en torno de Jesús en la gloria de su Divino Sacra- mento, aclamado en el centro del mundo, como misterio de fe, misterio de unidad, misterio de paz. Su recorrido, después de tres años, va desde el templo de San Pablo, primar heraldo del Evangelio, a la Basílica de San Pedro, Príncipe del Apostolado y Jefe de la Iglesia universal. No podía ser más feliz y gran- dioso su paso triunfal.

El más importante, el primer empeño para ol feliz resul- tado de un Concilio Ecuménico es su meticulosa y perfecta preparación. Hemos de bendecir a Dios. Gracias a Dios ! Qué más podríamos esperar, en la medida de las posibilidades huma- nas, si a ello se añadió tan abundante y preciosa la gracia del

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Señor? Después de esta meta adonde se ha llegado en la pre- paración acabada y oficial, seguirán tres meses de recogimiento férvidos de trabajo para la Secretaría General y para la Comi- sión técnico-organizativa. Intensa y más viva será la coope- ración íntima de los Padres por el mundo esparcidos. Ellos además podrán disponer su espíritu leyendo, meditando, aco- tando los esquemas que a cada uno le serán oportunamente enviados. No se podía prestar un servicio más útil al feliz éxito del Concilio a partir de su próxima celebración el 11 de octubre, que esta cooperación la cual será bien recibida. Y buena cosa sería que se transmita con solicitud a la nueva Secretaría General o a la persona del cardenal Secretario de Su Santidad por vía reservada todo lo que, según las circuns- tancias, a alguno de los Padres le pueda parecer oportuno obser- var. Todo así se encamina a una mesurada previsión y a un espíritu de clarificación, tratando de superar con la mejer buena voluntad cualquiera dificultad en plenitud de paz.

En estas últimas jornadas se examinaron los esquemas elaborados por las Comisiones preparatorias sobre importantes problemas de la teología : relaciones entre Iglesia y Estado ; necesidades de la Iglesia ; Ecumenismo ; disciplina eclesiástica ; relaciones entre obispos y religiosos; formación de los clérigos, Escuelas católicas ; Asociaciones católicas ; Apostolado. Las Subcomisiones de correcciones y de materias mixtas ya están trabajando para poner al día los esquemas discutidos en esta última sesión de la Comisión Central. También la Subcomisión del Reglamento ha llegado a su etapa final.

Siguiendo el complejo trabajo de estos tres años, cuánta satisfacción y serenidad invaden nuestro espíritu al subrayar y admirar cada día el esfuerzo inteligente, fervoroso y alegre de todos : señores cardenales, obispos, moderadores generales de órdenes y congregaciones religiosas, rectores de Universi- dades y Ateneos eclesiásticos, prelados y miembros del clero sécula}- y regular y hasta personalidades del laicado, cuantos han participado en la preparación constructiva de esta mística torrt a la que muy bien cuadra el augurio de paz y abundancia del Salmo 121! Ah ! Nuestras intenciones son rectas y límpi- das. Esta santa Iglesia que Jesús ha fundado como la ciudad del Señor se irgue pacífica entre las diversas "torres" de los hombres, que tienden con mucho a lo que no es gloria de Dios y lo decimos prescindiendo de sus tal vez buenas intenciones y por tanto resultan motivo de angustia y peligro permanente para la paz del mundo. Nosotros estamos resueltos a proseguir en nuestro buen trabajo con tanto mayor empeño por cuanto vemos que se disponen y componen con brío y entusiasmo los elementos adecuados para lograr el más feliz y definitivo éxito.

Hay un adagio de antigua sabiduría que dice: "el que bien comienza ya está a la mitad del camino". Nos encontra-

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mos verdaderamente en el comienzo, pero las excelentes demos- traciones que se vienen multiplicando a través del trabajo y discusiones de estos tres años, primero de las Comisiones par- ticulares, luego en la Central, ofrecen al mundo un espectáculo edificante de una tal devoción a la Iglesia por parte de todos, que nos hace esperar, más aún nos asegura la favorable res- puesta del cielo a tantas voces de fraterna concordia y de sin- cera voluntad de todas las aun enormes energías de que dispone la heredad de Jesús, visibles e invisibles, de orden natural y sobrenatural, temporal y eterno.

Ya a punto de partir para vuestras diócesis o para los diversos menesteres del ministerio pastoral, como descanso de las prolongadas fatigas y en preparación para las nuevas em- presas que os esperan, comunicad a todos no sólo las gratas impresiones de cuanto habéis visto y de la contribución que cada uno ha prestado a la preparación del Concilio aquí en Roma, sino también esta clara luz, que no es de crepúsculo tranquilo sino de matinal aurora, que se perfila para el próximo octubre, bajo los auspicios de la Madre de Jesús y Madre nuestra. Insinuad a todos que recen con fervor siempre cre- ciente, en unión con el Papa, en todas aquellas formas que vuestra solicitud pastoral os inspire. Esta contribución de ple- garias en privado y en común por el Concilio es sustancial para sacerdotes y fieles. Que a todos les complazca el que a las fre- cuentes exhortaciones ya hechas Nos añadamos invitación sobre invitación. La santa Misa, el Breviario, el Rosario: todo éso es una fuente de alimento del fervor, del entusiasmo y de la exaltación del pueblo cristiano!

Recibid ya para partir otra paterna indicación. El inmi- nente Concilio prosigue enriqueciendo una literatura, que es suya, agradable al espíritu y digna de todo respeto. Nos la vamos gustando con viva complacencia y del mejor modo posible. Pero desearíamos colocar junto con vosotros sobre esa lectura y a título de preparación particular para el grande y provi- dencial acontecimiento del Concilio, una como llamada de aten- ción o espléndida corona. Se trata de las páginas del Evangelio de San Juan. Leed y meditad. En el capítulo primero: cielos abiertos y contemplación del Misterio del Verbo de Dios! La tierra sacudida por el estremecimiento del Precursor. San Juan Bautista, cuyo testimonio de austeridad personal, palabra y sangre, acompaña y da vida a toda la narración del Evangelista ! Luego, el capítulo décimo con la parábola del Buen Pastor, que auspició Nuestro Pontificado en el discurso del 4 de noviembre de 1958, día de Nuestra solemne coronación en la Basílica Vati- cana. En fin el último Sermón del Señor contenido en los capítulos 14, 15, 16 y 17: sobre todo, la suprema plegaria de Jesús con el divino anhelo: ut unum sint! Permitidnos un leve recuerdo que se refiere a Nuestra humilde Persona. Al prin-

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cipio de Nuestro Sumo Pontificado decidimos llamarnos Juan, nombre que por más de seis siglos (1316-1958) había perma- necido del todo ignorado. Escogimos ese nombre tan querido a Nos y a toda la Iglesia porque lo llevaron dos personajes que fueron y son los más cercanos a Cristo, Divino Redentor del género humano y Fundador de la Iglesia. Juan el Precursor del Señor sí, lo repetimos da testimonio de la luz verdadera y hoy todavía profiere y hace resonar ese invicto testimonio de la justicia y de la verdad ante la faz del clero, del pueblo y de todo el mundo. Que este santísimo Profeta nos asista también en el desarrollo del Concilio Vaticano y nos su eficiente ayuda para que le sea preparado a Dios un pueblo perfecto, para que se abran los caminos rectos y las sendas tortuosas se transfor- men en vías planas, por donde podamos llegar a Cristo Rey, de modo que todo el género humano pueda ver la salvación de Dios!

A San Juanj el Discípulo predilecto, le tocó la tarea de hacer revivir por siempre las grandes confidencias de Jesús a sus Apóstoles. Todo el mensaje evangélico palpita en sus páginas sublimes. Es Jesús que en la hora de su partida quiere prolongar para sus íntimos la gran enseñanza. Sí, en el momento extremo de su vida terrena, antes de pronunciar el "Surgite, eamus", que abre el camino del Calvario, el Maestro recapitula las líneas fundamentales del designio divino, mediante el cual se deben ayudar los hombres a reconocerse en su dignidad de hijos de Dios y a volverse con voluntad decidida hacia la perfección del vivir y del obrar. De este punto, que es el más alto de la narración evangélica, entre la institución de la San- tísima Eucaristía y el Sacrificio del Gólgota, saca la Iglesia humilde y sublime como reflejadas del rostro de su Divino Fundador las características de su aspecto propio y pone el acento sobre el mandamiento de iluminar a las naciones, de salvar a los hombres, de santificar la sociedad.

De esta simple referencia podéis colegir nuestra intención : en todas esas páginas resplandecen la verdad y la caridad. Son los elementos indispensables para una vida sacerdotal santa y santificadora, así como para la vida de todo buen cristiano. Esa inspiración da luz, fuerzas, suave exaltación a todo aquel que en el Señor confía, en la seguridad de la victoria de su Iglesia, una, santa, católica y apostólica, aquí sobre la tierra y por los siglos eternos. A todos vosotros: "salud, bendición, paz" ! Amén.

(Traducido del texto latino e italiano del "OsservatorL Romano", del jueves, 21 de junio de 1962).

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VI

Comisiones Preparatorias del Concilio Vaticano II

LA COMISION CENTRAL

En la primera semana de enero de 1962 apareció La - edición del volumen Comisiones Pontificias Preparatorias del Concilio Ecuménico Vaticano II, editado por la Poliglota Vati- cana por encargo de la Secretaría General de la Pontificia Co- misión Central. Durante 1961 todos estos importantes organis- mos han desarrolado una intensa actividad y se ha aumentado notablemente el número de sus componentes.

Las Comisiones preparatorias, comprendida la Central, son doce; los Secretariados, tres; estos quince organismos fueron constituidos por el Padre Santo con el "Motu proprio superno Dei nutu" en la solemnidad de Pentecostés, el 5 de junio de 1960.

La Comisión Central como su nombre lo indica- es aquella a la que convergen los trabajos de las otras Comisiones, las cuales están constituidas para estudiar cada uno de los problemas de su competencia. Estos, después de haber sido puestos en es- quemas, pasan al examen de la Comisión Central.

El Padre Santo mismo así precisa la tarea de la Comisión Central : "Se constituye una Comisión Central, que Nos mismo presidiremos, personalmente o por medio de un cardenal por Nos designado. Los miembros de la Comisión Central serán los presidentes de cada una de las Comisiones ; además, algunos cardenales y también algunos obispos de las diversas partes del mundo. A la Comisión Central se le añadirá un número deter- minado de consejeros, escogidos entre los obispos e insignes ecle- siásticos. La Comisión Central tendrá su secretario, que será secretario general. La Comisión Central tiene como tarea el se- guir y coordinar, si fuera necesario, los trabajos de cada una de las Comisiones, cuyas conclusiones Nos presentará para que podamos determinar los problemas a tratarse en el Concilio Ecu- ménico. A la Comisión Central coi-responde también proponer las normas para el desarrollo del futuro Concilio".

La Comisión Central actualmente cuenta con 102 miembros y 29 consejeros; su secretario es monseñor Pericles Felici, arzo- bispo de Somosata y vicario de la basílica patriarcal de San Pedro.

De los miembros, 63 son cardenales, cinco patriarcas, 27 arzobispos, cuatro superiores generales de Ordenes religiosas.

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Los cardenales son de 29 países diversos de los cinco conti- nentes. Estos son: Argentina, Armenia, Austrialia, Austria, Brasil, Canadá, China, Colombia, Cuba, Ecuador, Filipinas, Francia, Alemania, Japón, India, Inglaterra, Irlanda, Italia, Líbano, Méjico, Mozambique, Holanda, Polonia, Portugal, Es- paña, Tanganika, Uruguay, Estados Unidos de América, Ve- nezuela, Perú y Chile.

Considerados según las tareas que tienen, los cardenales de la Comisión Central pueden ser divididos en dos grupos : 24 son de la Curia, residentes en Roma ; 38 son obispos o arzobispos residenciales. Podemos añadir aun que 55 de ellos proceden del clero diocesano, 7 del clero regular, precisamente del Verbo Di- vino, de los Sulpicianos, de los Capuchinos, de los Claretianos, de los Jesuítas, Franciscanos y Salesianos.

Los cinco patriarcas de la Comisión Central representan a otros tantos países del Oriente Medio. Sólo el de Jerusalén per- tenece al rito latino y es religioso franciscano; los demás perte- necen al rito copto, melquita, maronita y caldeo.

Los 27 arzobispos, de los cuales solamente tres son titulares, ejercen su ministerio pastoral en 25 naciones diversas: Birmania, Bolivia, Canadá, Ceylán, Chile, Congo, Costa de Oro, El Salvador, Federación Británica del Caribe, Haití, Indonesia, Inglaterra, Yugoeslavia, Madagascai, Nueva Zelanda, Paraguay, República Dominicana, Perú, Estados Unidos, Senegal, Túnez, Unión Sud- africana, Venezuela, Vietnam y Paquistán.

Del clero diocesano proceden 17 de los arzobispos de la Co- misión Central y 10 del clero regular. Estos son : un dominico, un misionero Hijo del Corazón Inmaculado de María, dos oblatos de María Inmaculada, dos de la Congregación del Espíritu Santo, uno de la Congregación de la Santa Cruz, un franciscano, uno de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y uno de la Compañía de Jesús.

De los seis obispos, dos residenciales y cuatro titulares, dos del clero diocesano y cuatro del clero regular: un jesuita, un benedictino, un misionero del Sagrado Corazón de Jesús y uno de la Sociedad de San Colombano. Los países de donde proceden son : Australia, Corea, Dinamarca, Alemania y Suiza.

Los superiores de las Ordenes religiosas son cuatro : el abad primado de los Benedictinos Confederados, el maestro general de los Dominicos, el ministro general de los Franciscanos y el pre- pósito general de los jesuítas.

Los consejeros de la Comisión Central, en número de 29, pertenecen en su mayoría a los diversos Dicasterios romanos, en los cuales tienen los más altos cargos : dos, por ejemplo, son asesores de las Sagradas Congregaciones y nueve son secretarios ; entre ellos hay, además, profesores de los Ateneos eclesiásticos

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<le Roma, uno es asistente de la Acción Católica. Muchos de los consejeros son arzobispos titulares, seis solamente pertenecen al clero regular: dos benedictinos, dos dominicos, un jesuíta y un basiliano.

Es interesante, sobre este punto, hacer un parangón con la Comisión Central que entonces se llamaba Directora del Concilio Vaticano I. Esta estaba compuesta por nueve cardenales, de los cuales cinco eran presidentes de otras tantas Comisiones Preparatorias, y ocho consultores procedentes solamente de cua- tro naciones, escogidos entre los prelados de la curia y los pro- fesores de ciencias eclesiásticas.

El criterio con que han sido escogidos los miembros y con- sejeros de la Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecu- ménico Vaticano II, como del resto de las demás Comisiones Par- ticulares, ha sido el de la competencia en las diversas disciplinas eclesiásticas, lo mismo que en la experiencia pastoral. Todas las naciones del viejo y nuevo mundo están, de esta forma, presentes, por medio de los cuales los problemas propios de cada una pue- den quedar ilustrados y discutidos. Tal vez, jamás, como en el próximo Concilio Ecuménico, la catolicidad de la Iglesia será visible, no solamente en la celebración de las ceremonias en la que participan pueblos de todas las lenguas y estirpes, sino tam- bién en el examen de los problemas a través de los cuales se reflejan las dificultades y esperanzas de la Iglesia en el mundo entero.

La Comisión Central hasta ahora ha tenido siete sesiones : la primera en junio de 1961, del 12 al 20, v la última, del 12 al 20 de junio de 1962. ("L'Osservatore Romano", l-XII-61).

COMISION TEOLOGICA

La Comisión Central ha sido constituida siguiendo ante todo un criterio de representación, intentando hacerlo lo más uni- versal posible y, por tanto, la más rica en experiencia pastoral y la más apta para juzgar las diversas situaciones de los distintos países, el máximo organismo preparatorio del Concilio Vatica- no II.

Las comisiones particulares también han sido formadas sobro la base de la especial competencia en los diversos problemas a estudiar o destinados a una profunda elaboración, antes de re- cibir del Santo Padre la aprobación para ser presentados a las definitivas discusiones del Concilio.

La Comisión Teológica está presidida por el cardenal Alfredo Ottaviani, secretario de la Suprema Congregación del Santo Oficio, el cual antes de entrar en la Secretaría de Estado fue durante varios años profesor de Derecho público eclesiástico.

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Está compuesta por treinta y un miembros y treinta y seis con- sultores. A éstos debe añadirse el secretario, padre Sebastián Tromp, S J., profesor en la Facultad Teológica de la Pontificia Universidad Gregoriana, ayudado por un secretario y un archi- vero, ambos del clero regular.

Desde el comienzo de su actividad, es decir, desde junio de 1960, la Comisión Teológica se ha enlutado con la muerte de su excelencia monseñor Alberto Stohr, arzobispo de Maguncia, muerto el 8 de junio de 1961. Además, su excelencia monseñor Francisco Carpino, arzobispo de Montreal, ha pasado a ser miembro como consejero de la Comisión Central, después de su nombramiento de arzobispo titular de Sárdica y asesor de la Sa- grada Congregación Consistorial.

De los treinta y un miembros, cinco son arzobispos, todos residenciales, dos de los cuales son del clero diocesano y tres del clero regular: de la Congregación del Espíritu Santo, de la Con- gregación del Santísimo Redentor, de los pasionistas.

Los obispos son seis, todos del clero diocosano: dos residen- ciales y cuatro titúlal es.

Se puede decir que todos los miembros no revestidos de la dignidad episcopal son profesores de Universidad o de las más importantes escuelas eclesiásticas del mundo: tres son rectores magníficos de universidades pontificias, del Lateranense, del Ateneo Romano de Propaganda Fide y del Antoniano. Los pro- fesores de la Gregoriana son dos también, son dos los del Angé- lico, del Lateranense y de la Universidad de Lovaina. Hay tres miembros de la Academia Teológica romana que enseñan respec- tivamente en Munich, en Washington y en el Antoniano de Roma. A estos se añaden cuatro profesores: uno de la Universidad de Salamanca, uno del Seminario de Milán, uno del Seminario de Friburgo, uno del Colegio de San Agustín de Roma.

Finalmente, de los no obispos: once miembros son del clero diocesano y nueve del clero regular: cuatro dominicos, dos fran- ciscanos, dos jesuítas, y un ermitaño de San Agustín.

En el grupo de los consultores son mayoría los religiosos, veintisiete sobre treinta y seis: seis jesuítas, cuatro franciscanos, tres dominicos, dos oblatos de María Inmaculada, dos carmelitas descalzos, dos salesianos y uno por cada una de las siguientes familias: Congregación de las Misiones, Congregación del Es- píritu Santo, Claretianos, Congregación del Santísimo Redentor, Carmelitas de la Antigua Observancia, Franciscanos Conventua- les, Capuchinos y Benedictinos.

Junto a los profesores de las Universidades Pontificias y de los Colegios Religiosos Romanos, hay profesores que enseñan en centros famosos de estudio de Europa y América: Lovaina. Lyón, Paderborn, Tréveris, Lille, Angers, Toulouse, Washington, [nsbruck, Comillas, Ottawa, Madrid.

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Tanto los miembros como los consultores de la Comisión Teológica han realizado numerosas publicaciones de gran impor- tancia, de las cuales algunas sirven desde hace años como textos en muchos Seminarios y Universidades. La bibliografía de las obras de algunos es particularmente densa, alcanzando números superiores a diez, veinte y, algunos pocos, los treinta títulos. De esto se deduce que se trata de personas profundamente expe- rimentadas en problemas teológicos y versados en cuestiones to- davía en fase de estudio.

Los componentes son, por su nacionalidad de once países : Bélgica, Brasil, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Yugoslavia, España, Estados Unidos, Suiza y Ucrania. Los consultores, a su vez pertenecen a doce países distintos : Austria, Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Holanda, España, Suiza, Es- tados Unidos y Hungría.

Es interesante notar que un consultor religioso, de origen alemán, es redactor en Brasil de la revista eclesiástica "Brasi- leira". Lo cual quiere decir que en el seno de la Comisión Teoló- gica hay también un periodista.

La Comisión Teológica, por exigencias del trabajo, está di- vidida en cinco subcomisiones, las cuales han realizado un gran número de reuniones para poder presentar redactados los esque- mas a la discusión general de la Comisión Teológica en pleno, de donde saldrán revisados, para ser examinados aún por la Comi- sión Central. Una larga serie de estadios obligados, que tienen por fin, en cierto sentido, trabajar un material aún en bruto, para hacerlo claro y preciso en todos sus términos. Si tuvié- ramos que poner un ejemplo para hacer comprender mejor este delicado trabajo de desbrozamiento y afinación realizado por las comisiones particulares primero, por la subcomisiones a conti- nuación, después de nuevo por las comisiones particulares y fi- nalmente por la Comisión Central, espontáneamente pensaríamos en un horno que quema las escorias superfluas o en un torno que elimina gradualmente las imperfecciones hasta llegar a la forma deseada.

No ha de olvidarse que sobre la Comisión Teológica pesa la responsabilidad de la redacción de esquemas sobre la fe, que es el fundamento de la salvación. De poco servirán los esquemas disciplinares, litúrgicos, pastorales, etc., si no estuvieran sólida- mente enraizados en textos teológicos sólidos. Su eminencia mon- señor Felici, secretario general de la Comisión Central, ha dicho justamente que la Comisión Teológica forma "como la espina dorsal de las otras comisiones". Esta definición da idea exacta del valor y de la función de la Comisión Teológica. También en el Concilio Vaticano I se dio importancia a la "Comisión de Teo- logía Dogmática", la más numerosa de las seis comisiones cons- tituidas para aquel Concilio, presidida por un cardenal y com- puesta por veinticuatro consultores.

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La Iglesia no cambia sus métodos de trabajo según las di- versas vicisitudes de los tiempos; trata, sin embargo, de mejo- rarlos y perfeccionarlos según las exigencias de su mandato y su celo ardiente por todas las almas.

(O. R. 4-5 de diciembre de 1961).

LA COMISION DE LOS OBISPOS Y DEL GOBIERNO DE LA DIOCESIS

Si la Comisión Teológica, de la cual hemos hablado ya, está preferentemente compuesta de profesores, "la Comisión de los obispos v del gobierno de las diócesis" está formada en su ma- yoría por pastores en la cura de almas. El motivo de esta elección aparece evidente, si se piensa que esta Comisión tiene la tarea específica de estudiar los deberes y los derechos de los obispos en el ejercicio de su doble potestad de orden y jurisdicción.

Esta Comisión no es muy numerosa, pero en compensación se distingue por la doctrina y práctica pastoral, cuenta con vein- titrés miembros de los cuales veinte son arzobispos y obispos, y veintisiete consultores, de los cuales quince son también arzobis- pos y obispos. Esta gran presencia de pastores que conocen por experiencia directa los problemas no sólo espirituales y morales, sino también culturales y sociales de sus fieles, indica claramente la importancia del trabajo que la Comisión tiene que realizar, por mandato del Padre Santo. Muchos de ellos son también au- tores de obras excelentes que tratan de problemas morales, ju- rídicos, catequísticos y sobre todo pastorales, los cuales están hoy más que nunca a la orden del día, por causa de la rápida y profunda transformación a que están sujetas todas las formas tradicionales de apostolado.

Preside esta Comisión el cardenal Pablo Marella, arcipreste de la basílica vaticana y antes nuncio en París, que es no sola- mente una gran ventana abierta al mundo, sino también un centro de vida en el que se pueden madurar las experiencias más diversas.

También el secretario de la Comisión es un arzobispo, S. E. M. Gaulina, polaco de origen, hombre de grandes conocimientos adquiridos con ocasión de frecuentes contactos con representan- tes de muchos pueblos. Le ayudan un secretario y un archivero, ambos oficiales de la Sagrada Congregación Consistorial.

El cardenal Marella sucede al cardenal Marcelo Mimmi, muerto el 6 de marzo de 1961. También se ha enlutado la Comi- sión por la muerte del consultor S. E. M. Brady Guglielmo, ar- zobispo de San Pablo de Minesota, muerto el 30 de septiembre en

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S. E. EUGENIO TISSKKANT

cardenal presidente el «* la Sub-Comisión para las materias inixlas y de la Comisión Ceremonial, nacido en Nanry el 24 de marzo de 1XH4; ordenado el 4 de acostó de 1 !)!»"; oreado y proclamado cardenal por Su Santidad Tío XI en el Consistorio de 15 de junio de L936; elegido para la Iglesia titular ar/.obispal de Iconio el 2o de junio de 1937; Consagrado el 25 de julio del mismo año; obispo de Ostia el 13 de enero de 1951 y de Porto y Santa Rutina el 1S de febrero de 194(¡; decano del Sacro Colegio, prefecto de la Sagrada Congregación Ceremonial, bibliotecario y archivista de la s. i. K.

I

Roma, a donde acaba de llegar para asistir a la sesión plenaria que hubo el 25 de septiembre y el 7 de octubre de 1961.

De los ocho arzobispos miembros de la Comisión cuatro son residenciales y cuatro titulares; estos últimos, aparte del secre- tario de la Comisión Episcopal italiana, son coadjutores de gran- des diócesis como París, Florencia, Lyón. De los doce obispos, diez son residenciales y dos son auxiliares de centros religiosos imponentes como Malinas y París.

Figuran aún en la lista : un prelado auditor de la Santa Rota romana, un canónigo de París, experto en sociología reli- giosa, y un profesor de Derecho canónico en la Gregoriana.

Este es el aspecto que llamaríamos externo de la Comisión ; el aspecto interno presenta iguales puntos de interés respecto al trabajo realizado y al que queda por hacer.

Seis son las subcomisiones que, compuestas en su mayoría de miembros y consultores, residentes en Roma, tienen verda- deramente una tarea pesada, pues deben profundizar en los pro- blemas de su competencia, reducirlos a esquemas, presentarlos a la Asamblea de todos los componentes de la Comisión, retocar y a veces refundir la primera estructura según las observaciones hechas y subrayadas en las votaciones "iuxta modum", y presen- tar finalmente la nueva reelaboración. Mucho trabajo se ha des- arrollado por correspondencia, sobre todo con los miembros y consultores más lejanos de Roma, en un continuo contacto, fre- cuentemente también telegráfico, entre la Secretaría y los com- ponentes de la Comisión.

Hay luego también dos subcomisiones consideradas mixtas, formadas por elementos de la Comisión de los Obispos y Gobierno de las Diócesis, por una parte, y por otra de elementos de la Comisión para la disciplina del clero y pueblo cristiano. Estas dos, como también todas las demás subcomisiones mixtas que encontraremos en nuestras panorámicas de la preparación del Concilio, han sido creadas con el fin de coordinar el trabajo sobre problemas, o casi semejantes, o de interés concomitante, o por lo menos que tienen entre relaciones o puntos en común.

Esta es la Comisión de los Pastores de las Diócesis, que está a la altura de la Comisión Teológica, si no por la importancia del contenido de los temas tratados, ciertamente por la im- portancia que ellos tienen exteriormente, hoy tal vez más que nunca, paira una mayor eficacia en el apostolado de defensa de los valores de la fe y de la vuelta a Dios de grandes masas de fieles olvidados de sus deberes religiosos más elementales.

(O. R. 16 de diciembre de 1961).

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LA COMISION DE LA DISCIPLINA DEL CLERO Y PUEBLO CRISTIANO

La Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo Cristiano está presidida por el cardenal Pedro Ciriaci, nuncio en Praga desde 1928 a 1943, en Lisboa de 1934 a 1953, y actualmente pre- fecto de la Sagrada Congregación del Concilio. Tiene al lado como secretario, al padre Cristóbal Berutti, dominico, profesor de De- recho en el Angelicum y consultor de la Sagrada Congregación del Concilio; prestan su trabajo otros dos oficiales de la Sagrada Congregación del Concilio.

No será inútil observar, para cuantos no están muy al co- rriente de la terminología eclesiástica, que la Sagrada Congre- gación del Concilio y el Concilio Ecuménico son dos cosas clara- mente diferentes ; la primera es un dicasterio de la Santa Sede fundado por San Pío V en 1564, para velar por la exacta inter- pretación y observancia de las normas del Concilio de Trento. Hoy, terminada su tarea con respecto a los cánones tridentinos, la Sagrada Congregación del Concilio es el supremo órgano de la Iglesia que custodia la disciplina del clero y de los fieles, dirige la instrucción catequística, se preocupa del cumplimiento de los deberes del párroco y de todas las organizaciones católicas, re- visa las actas de los concilios no ecuménicos y las conferencias episcopales. El Concilio Ecuménico, por su parte, como ya todos saben, es la reunión temporal de todos los obispos del mundo, por la convocación y bajo la presidencia del Papa o de sus dele- gados, para estudiar particulares problemas que interesan a la vida de la Iglesia.

La Comisión de que hablamos hoy está compuesta por treinta y tres miembros y treinta y cuatro consultores. Una rápida ojeada a cada una de las personas y a sus particularidades, nos permite observar que entre los miembros hay cuatro arzob'spos, seis obispes, doce sacerdotes del clero diocesano, diez sacerdotes religiosos y un hermano. De los arzobispos, tres son residentes y uno titular; de los obispos, cuatro son residenciales y dos titu- lares; de los sacerdotes diocesanos, dos prelados auditores de la Santa Rota romana, un vicario general, un provicario general, dos párrocos. El director general de la Unión Apostólica del C'evn, un asistente central de la .Acción Católica italiana, dos nvofesoros de Universidad, el presidente del Instituto Histórico Polaco dp Roma, un miembro de la Comisión para la vigilancia da los tribunales eclesiásticos. Los sacerdotes religiosos pertene- cen dos a la Compañía de Jesús y uno a cada una de las siguien- tes órdpnes y congregaciones : benedictinos, olivetanos. dominicos, convrntuajrs. capuchinos, misioneros dp la Preciosísima Sangre, paúles, claretianos, oratorianos, un hermano de las Escuelas Cristiana^ Só'o hav un religioso entre los obispos titulares, de la Orden Mequitarista de Viena.

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Los consultores, a su vez, son : tres arzobispos, dos residen- ciales y uno titular; nueve obispos, siete residenciales y dos ti- tulares ; doce sacerdotes diocesanos ; diez religiosos. De los consultores del clero diocesano, dos son profesores de Univer- sidad y uno de colegio, un vicecanciller, dos párrocos, un vicepresidente del Instituto Pastoral, tres directores de ofi- cinas catequísticas, un director de un centro nacional para la enseñanza religiosa. Los diez religiosos se dividen en : dos fran- ciscanos, dos jesuítas, dos salesianos, un conventual, un lazarista, uno de la Congregación del Espíritu Santo, uno de la Pía So- ciedad de San Pablo.

Proceden de trece países: Armenia, Austria, Bélgica, Fran- cia. Inglaterra, Irlanda, Italia, Yugoeslavia, Alemania, Holanda, Polonia, España y Estados Unidos ; los diecinueve consultores de : Argentina, Austria, Brasil, Canadá, Chile, Cuba, Filipinas, Fran- cia, Alemania, Japón, Inglaterra, Italia, Yugoeslavia, Méjico, Polonia, España, Suiza, Estados Unidos y Uruguay. Esta vasta extensión de representaciones, juntamente con la particular com- petencia de muchos miembros y consultores en el campo de la enseñanza de la religión y del catecismo en particular, indica la preocupación de la Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo Cristiano por la instrucción religiosa, que es el fundamento de la vida cristiana y la defensa indispensable contra todos los errores y contra la misma propaganda atea.

Además del carácter jurídico que señalábamos al principio, la Comisión tiene también un carácter pastoral, tanto más evi- dente no por la presencia de obispos que es poco numerosa, cuanto por la presencia de párrocos y directores de oficinas catequís- ticas diocesanas y nacionales.

Las subcomisiones son diecinueve, casi una por cada es- quema a formular; naturalmente los mismos miembros perte- necen a diversas subcomisiones, y los estudios de cada una son medios a disposición de todas. Hay, además, tres subcomisiones mixtas : la primera, con la Comisión de los Obispos y del Go- bierno de las Diócesis ; la segunda, con el Secretariado de Prensa y Espectáculos, y la tercera, con la Comisión de los Religiosos y también con la de los Obispos.

Una última observación : a las sesiones plenarias de or- dinario— son invitados solamente los miembros, con la excep- ción de los consultores, que han sido encargados de estudia)' un tema determinado sobre el cual tienen que dar una relación. Se puede decir con fundamento que todas las comisiones tienen un mismo método de trabajo, con relación a la composición de las comisiones mismas y a los problemas que exigen estudios y di- versas investigaciones.

O. R. 18-19 de diciembre de 1961) .

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LA COMISION DE RELIGIOSOS

La Comisión de Religiosos, el nombre mismo lo indica, es la que tiene como tarea específica estudiar los problemas de la vida de los religiosos, entendido en su significado más enérgico, que comprende los canónigos regulares, los monjes, las órdenes mendicantes, los clérigos regulares, las congregaciones religio- sas clericales, las sociedades de vida común sin votos, las con- gregaciones religiosas seculares, juntamente con determinadas federaciones nacionales y organizaciones internacionales. Está presidida por el cardenal Valerio Valeri, antes nuncio en Francia y elevado a la sagrada púrpura en 1953, hoy prefecto de la Sa- grada Congregación de Religiosos.

Quizá sea oportuno, para mejor conocer las características y el trabajo de la Comisión de Religiosos, decir unas palabras que expliquen la diferencia entre cada una de las familias arriba enunciadas.

Se llama canónigos regulares a aquellos religiosos que han unido a la vez, armonizándolos perfectamente, la vida regular y los oficios canonicales. Son de fundación muy antigua; los ca- nónicos regulares de San Agustín, por ejemplo, provienen del siglo IV. Las diversas congregaciones derivadas de ellos y hoy confederadas, son todas del siglo XI y XII, excepto los premons- tratenses y crucígeros, que son del siglo XIII.

Los monjes fueron los primeros religiosos que vivieron en comunidad, fueran o no sacerdotes. El padre del monacado en Oriente es San Basilio y en Occidente San Benito. Del único tronco que se remonta al siglo VI han nacido a lo largo de los siglos en Europa y en América diversas congregaciones benedic- tinas, unidas después en federaciones en 1893 ; la última en el tiempo es la Congregación Benedictina eslava, que fue fundada en 1945.

Hoy los monjes pueden dividirse en cinco clases: la bene- dictina y cisterciense, para Occidente; la antoniana, paulina y basiliana, para Oriente. Pues, por ejemplo, los camaldulenses, los de Valleumbrosa, los silvestrinos y los olivetanos, son todos derivaciones benedictinas.

Las Ordenes mendicantes se añadieron al monacado al prin- cipio del siglo XIII, y unen al ideal de la vida en común el de la pobreza no sólo individual, sino también comunitaria. Recorda- mos entre las más conocdas Ordenes mendicantes, dominicos, franciscanos, carmelitas, agustinos, mercedarios, mínimos, sier- vos de María y trinitarios.

Los clérigos regulares nacieron entre el siglo XVI y XVII, con el fin de fundar el apostolado sacerdotal en todas las exigen- cias de la vida regular. Son éstos los jesuítas, barnabitas, so- mascos, escolapios, camilos, etc..

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S. E.. CARLOS CANFALONIKKL

cardenal presidente de la Sub-Comísión de las eorrecefonest nacido en Seveso, .Milán, el 25 de julio de 1X93, ordenado el IX de marzo de 1916. decido arzobispo de L'A<itiila el 27 de marzo de 1941, con- sagrado el 4 de mayo de 1941, trasladado a Nlcopolls de Neslo el 22 de febrero de 1950: oreado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio del 15 de diciembre de I95X, del Título de Santa Inés extramuros. Arcipreste de la Patriarcal Basílica de Santa María Mayor. Se cretario de la Sagrada Congregación Consistorial, Presidente de la Pontificia Comisión

Pro - América Latina.

Las congregaciones religiosas del clero están formadas por sacerdotes que viven en comunidad con votos solemnes o también sin votos. Nacieron entre los siglos XVII y XIX y tienen como fin el apostolado o las obras de caridad, además del de la propia perfección, naturalmente. Pertenecen a esta categoría, entre otros muchos, los pasonistas, redentoristas, maristas, sacramén- talos, rosminianos, estimatinos, claretianos, salesianos, etc.

Las sociedades de vida común sin votos, son sociedades for- madas por eclesiásticos o seglares que aún no teniendo votos, o no teniéndolos públicos, llevan una vida en común con el fin de conseguir la perfección y dedicarse a las obras ele apostolado. No son verdadera y propiamente religiosos, pero en muchos sentidos el Código los equipara a los religiosos. Entre otros citamos a los filipenses, paúles, lazaristas y sulpicianos y otras muchas insti- tuciones de carácter exclusivamente misionero, como la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, los padres blancos, el Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras de Milán.

Las congregaciones religiosas seculares se diferencian de las clericales en cuanto que están formadas generalmente por miembros que son de ordinario seglares, por ejemplo, los Her- manos de las Escuelas Cristianas, los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Irlanda, los concepcionistas, etc.

Los Institutos seculares cuya historia comienza en el siglo XVIII, pero que no han sido reconocidos jurídicamente hasta 1947, son fundaciones cuyos miembros no llevan una vestimenta particular, no siguen una vida de comunidad según las normas canónicas, no emiten votos públicos, y conservan también des- pués de su consagración al Señor, sacerdotes y seglares, la misma condición social que tenían antes, con todas las consecuencias jurídicas y prácticas que de ella se derivan. Mediante la práctica obligatoria de los tres consejos evangélicos se dedican a todas las formas de apostolado, según las exigencias de la vida mo- derna. Entre éstos están el Opus Dei, la Compañía de San Pablo.

Las federaciones nacionales y los organismos internaciona- les surgieron prácticamente del Primer Congreso General de los Estados de Perfección celebrado en Roma en 1950, y tienen por fin unir en el plano nacional, primero, y luego en el internacional, a los Institutos religiosos y seculares, masculinos y femeninos, según las diversas formas de apostolado a que se dedican, para favorecer la unión y la intensidad de las fuerzas que actúan en sectores idénticos.

A muchas de las ramas religiosas masculinas corresponden otras femeninas con finalidad propia, con las mismas líneas fun- damentales, de acuerdo con las cualidades femeninas y con las exigencias del apostolado específico que requiere la presencia, las dotes y la actividad de la mujer.

La digresión ha resultado un poco larga pero no nos parece

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inútil, sobre todo porque en la Comisión de Religiosos resulta más difícil hacer el cómputo distinguiendo entre el clero dioce- sano y ei regular: de los veinticuatro miembros, veintidós son religiosos, entre los que se encuentra un arzobispo, el de Winni- peg, de Canadá ; tres obispos : Padua y Anagni, de Italia, y de Albacete, de España ; solamente hay dos miembros del clero dio- cesano : el arzobispo de Aviñón y el obispo de Allentown. De veintinueve consultores sólo dos son del clero diocesano : el rector del Colegio de San Luis de los Franceses, de Roma, y un profesor del Colegio de San Patricio, de la ciudad de Maynooth, Irlanda.

Los veintidós miembros religiosos pertenecen: dos a la Orden Benedictina, dos capuchinos, y uno de cada una de las siguientes órdenes y congregaciones : Dominicos, Franciscanos, Conventuales, Carmelitas Descalzos, Carmelitas de la Antigua Observancia, Mínimos, Premonstratenses, Basilianos, Orden de la Santa Cruz, Jesuítas, Redentoristas, Claretianos, del Sagrado Corazón de Bétharam, Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, Congregación de la Santa Cruz, Salesianos, Hermanos Maristas y del Opus Dei.

Los veintisiete consultores se dividen a su vez en : canónigos regulares de la congregación suiza de San Mauricio, francis- canos (cuatro), premonstratenses, cistercienses, cistercienses reformados, canónigos regulares lateranenses, eudistas, capu- chinos, eremitas de San Agustín, carmelitas de la Antigua Ob- servancia, carmelitas descalzos, ministros de los enfermos, pa- sionistas, misioneros oblatos de María Inmaculada, Congregación de la Santa Cruz, resurreccionistas, claretianos (dos), misione- ros de Nuestra Señora de la Salette, Joseí'inos de Asti, hijos de la caridad, Pía Sociedad de San Pablo y Opus Dei. Se añade a estos el secretario de la comisión, padre Rousseau, de los misio- neros oblatos de María Inmaculada ; el minutante y ei archivero, también religiosos. Para el Concilio Vaticano I, la Comisión de religiosos estaba compuestas por un cardenal presidente y doce consultores.

Las naciones a qu-? pertenecen los miembros son : Austria, Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Ho- landa, Rumania, España y Estados Unidos; a su vez los consul- tores proceden de: Austria, Bélgica, Canadá, Ecuador, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, España, Suiza y Estados Unidos.

La Comisión ha dividido el trabajo en tres subcomisiones propias y dos subcomisiones mixtas ; la primera, con la Comisión de Obispos y del Gobierno de la Iglesia para estudiar los proble- mas del apostolado, y la segunda, también con la Comisión de los Obispos y con la Comisión de la Disciplina del Clero, para es- tudiar las cuestiones que respectan a los Institutos seculares.

Durante 1961, en febrero, murió el padre Quenar Gervasio, de los asuncionistas.

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Los problemas tratados que van desde la santificación de los religiosos a la organización interna de cada una de las ór- denes y congregaciones, y las relaciones de las diversas órdenes religiosas entre y con el clero diocesano, se han dividido en veinte temas principales en torno a los que se agrupan las cues- tiones de menor importancia.

Para la composición de la Comisión de Religiosos, además de la competencia para los problemas a estudiar, como, aparece claro también por las obras de cada uno de éstos, se ha tenido en cuenta la representación de las diversas instituciones, con una extensa selección hecha entre los juristas profesores y superiores y los consultores de la Sagrada Congregación de Religiosos.

Ramas florecientes y siempre nuevas del tronco de la Iglesia, los religiosos están llamados cada día más a desarrollar, junto a la actividad específica de su orden, un apostolado de vastísima extensión en todos los sectores de la sociedad moderna.

(O. R. 20 de diciembre de 1961) .

LA COMISION DE LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

En los Sacramentos hay un triple aspecto: el dogmático, el ritual y el jurídico o disciplinar. El primer aspecto, que trata de la institución y de los efectos de los Sacramentos, compite al Santo Oficio y, por tanto en cuanto concierne al futuro Con- cilio Ecuménico , a la Comisión Teológica ; el segundo, que trata de la manera de administrarlos, de la lengua que ha de usarse y de las ceremonias que lo acompañan, es de la competencia de la Sagrada Congregación de Ritos y, por tanto, de la Comisión de la Sagrada Liturgia; el tercero, que trata de la disciplina de los Sacramentos, las dispensas particulares y sus mismas con- secuencias prácticas de la vida externa y social, compite a la Comisión de la Disciplina de los Sacramentos. Es explicable, pues, que se le llame de esta manera y no como sería más sen- cillo : la Comisión de los Sacramentos.

Para mejor hacer comprender la amplitud de sus atribu- ciones, citamos lo que dice el Código de Derecho Canónico sobre la competencia de la Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos que, ocupándose justamente de la misma ma- teria, lleva el mismo nombre. A esta Sagrada Congregación, instituida en 1908 por San Pío X, "está encomendada toda la legislación sobre la disciplina de los Siete Sacramentos, salvo el derecho de la S. Congregación del S. Oficio y de la S. Con-

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gregación de Ritos sobre los ritos y ceremonias que deben ob- servarse al realizar, administrar y recibir los Sacramentos. Atañe, por tanto, a ella cuanto suele decretarse y concederse lo mismo en la disciplina del matrimonio que en la de k>s demás Sacx-amentos, sin exceptuar la celebración del Sacrificio Euca- rístico".

La Comisión de la Disciplina de los Sacramentos, presidida por el cardenal Benedetto Aloisi-Masella, obispo de Palestrina, prefecto de la S. Congregación de la Disciplina de los Sacra- mentos y camarlengo de la Santa Iglesia Romana, es la menos numerosa después de la Comisión Ceremonial. Cuenta, pues, so- lamente con 25 miembros y 15 consultores, a los que debe aña- dirse el secretario, padre Ramón Bidagor, S. J. ; un minutante y un archivero, ambos del Clero Diocesano y oficiales de la S. Congregación de los Sacramentos.

Entre los miembros hay cuatro arzobispos, de los cuales tres son residenciales y un titular; dos obispos, un residencial y un titular ; once sacerdotes diocesanos y ocho religiosos. Estos últimos pertenecen a los Benedictinos, Dominicos, Franciscanos (dos), Redentoristas, sacerdote del Ssmo. Sacramento y Cla- retianos.

También es sencillo el cómputo de los consultores : cinco obispos, de los cuales tres son residenciales y dos titulares, dos sacerdotes diocesanos, ocho religiosos, pertenecientes : uno a los Benedictinos, dos a los Dominicos, dos a los Franciscanos y tres a los Jesuítas.

Las naciones de donde provienen son : Bélgica, Brasil, Co- lombia, Francia, Alemania, Italia, Yugoeslavia, Líbano, Polonia, España y Estados Unidos; los países de los consultores son: Argentina, Australia. Brasil, Canadá, Francia, Italia, Alemania, Malta, Perú y República Dominicana.

Puesto que diez de sus veinticinco miembros residen habi- tualmente en Roma y tres en territorio italiano, la comisión ha confiado a ellos, por ser más fácil su reunión, el trabajo de profundizar en cada uno de los problemas que se habían tratado desde un punto de vista general en las sesiones plenarias. Seis han sido las sesiones reducidas de estos miembros que se reunían no en forma de subcomisiones, sino como un grupo de trabajo especializado. Téngase en cuenta, para subrayar aún más la particular competencia en los temas a estudiar, que entre los miembros cinco son prelados de Santa Rota Romana, siete pro- fesores de Universidad, dos consultores de la Sagrada Congre- gación de Sacramentos, un consultor y un calificador de la Sa- grada Congregación del Santo Oficio, un consultor de la Comi- sión Pontificia para la interpretación auténtica del Código de

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Derecho canónico. Cuatro de los consultores de- la Comisión de la Disciplina de los Sacramentos son también consultores de la Sagrada Congregación de los Sacramentos.

En el cuadro general de los Sacramentos se comprende fá- cilmente el que, en el estudio de esta Comisión, tengan particular relieve el Sacramento del Orden y el del Matrimonio, por sus múltiples consecuencias aún sociales, por la importancia que re- visten no sólo de cara a los que lo reciben, sino frente a la vida exterior de la Iglesia y a la sociedad civil. En la elaboración de los esquemas que tratan las cuestiones más vitales del Sacra- mento del Orden, la Comisión ha procurado adecuar a las exi- gencias de la vida moderna la actividad del Clero, considerando también la oportunidad de renovar instituciones vigentes en los primeros siglos de la Iglesia. Por cuanto respecta al Matrimonio, se ha centrado en los medios para tutelar, en la desorientación moral cada día mayor de nuestra sociedad, la sagrada institución de la familia. Poner un freno a las corrientes laxistas es no sólo un deber advertido por todos, sino también un deber urgente.

(O. R. de 2 de enero de 1962) .

LA COMISION DE LA SAGRADA LITURGIA

La Comisión de la Sagrada Liturgia ha adoptado un método particular de trabajo que ha dado óptimos frutos y que ha sa- tisfecho a la vez a sus componentes. Se han reducido al mínimo las reuniones plenarias y, en cambio, se han intensificado las reuniones de las Subcomisiones, que, constituidas en número de trece, una para cada tema de estudio, han tenido la misión de profundizar en cada uno de los temas.

Este método de trabajo ha exigido una particular organi- zación que puede sintetizarse así : Con la antelación de dos meses sobre la fecha fijada para la primera reunión plenaria fue en- viado a todos los miembros un cuestionario, dividido en doce temas, en los que para cada uno de los problemas se daba un esquema que contenía las indicaciones de más importancia y se pedía que respondieran con las observaciones y las propuestas que juzgaran más oportunas. Llegaron así, además de las res- puestas a los interrogatorios, una treintena de nuevas propues- tas. Durante la breve reunión del 14-15 de noviembre de 1960 fueron examinadas las doce cuestiones propuestas, y a ellas se añadió una decimotercera, creando después, para el estudio de cada una, una Subcomisión particularmente competente. Cada Subcomisión se compone de un relator, que es siempre escogido entre los miembros : de un secretario, que es siempre un consul- tor, y de cinco o seis especialistas, que pueden ser tanto miem-

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bros como consultores. De cada Subcomisión forma parte tam- bién uno o más obispos, pero nunca en función de relator.

Distribuido así el trabajo, las trece Subcomisiones han abordado el estudio de sus propios temas, teniendo a su dispo- sición cuatro meses para hacer llegar a la Secretaría de la Co- misión sus resultados. Las Subcomisiones formadas por personas que no residen en Roma han trabajado sobre todo por corres- pondencia; en cambio, las compuestas por personas cercanas relativamente entre sí, por su lugar de residencia, se han reunido más veces en Roma o en ctros lugares.

Hay que añadir a las ya citadas otras cuatro Subcomisiones mixtas : una con la Comisión de Religiosos, otra con la de Semi- narios, la tercera con la de Misiones y la cuarta con el Secre- tariado Pro-Unión.

La Comisión de la Sagrada Liturgia está presidida, después del fallecimiento del cardenal Gaetano Cicognani, por el cardenal Arcadio Larraona, prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos ; el secretario es el padre Aníbal Bugnini, de la Congregación de la Misión, ayudado por un minutante, también de la Congrega- ción de la Misión, y por un escribiente-archivero, sacerdote dio- cesano de origen rumano. Los miembros son 27, y los consul- tores, 38.

Los 27 miembros se dividen en : un arzobispo, cinco obispos residenciales, dos obispos titulares, doce sacerdotes del clero dio- cesano, siete sacerdotes del clero regular y, concretamente, dos benedictinos, un dominico, un jesuita, un claretiano, uno del Ora- torio, un misionero de San Vicente. Hay otro benedictino entre los obispos arriba citados. A su vez, proceden de doce países di- versos: Austria, Bélgica, Brasil, Congo, Francia, Alemania, In- glaterra, Iraq, Italia, Yugoeslavia, España y Estados Unidos.

Los 38 consultores comprenden : un arzobispo, cuatro obis- pos, 16 sacerdotes del clero diocesano, 17 del clero regular. Estos últimos se desglosan así: seis benedictinos, un premostratense, dos dominicos, dos jesuítas, uno de la Congregación de San Ba- silio, un Pallotino, un franciscano, un redentorista, un oratoria- no, uno de la Congregación de los Sagrados Corazones de Picpus. Y representan a 17 países: Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Colombia, Congo, Filipinas, Francia, Alemania, India, Irlanda, Italia, Holanda, Polonia, España, Suiza y Estados Unidos.

Se han producido tres defunciones en el seno de la Comisión : la del padre Cappelle, abad de Mont Cesar de Lovaina, miembro, y las de dos consultores : el abad Cannizzaro, de Génova, y de S. E. Zakrzeweski, presidente de la Comisión Litúrgica en la Con- ferencia Episcopal de Polonia.

En la composición de la Comisión de la Sagrada Liturgia se ha querido seguir un doble criterio: el de la especialización

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S. E. GUSTAVO TESTA,

cardenal presidente de la (omisión Técnico-Organizativa, nacido en Boltiere, Bérgamo, el 18 de julio de 1886, ordenado el 28 de octubre de 1010, elegido para la Iglesia titular arzobispal de Amasea el 4 de junio de 1934; consagrado el 1" de noviembre de 1934; creado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio del 14 de diciembre de 1959, del Titulo de San Jerónimo de los Schiavoni; Secretarlo de la S. Congregación de la Iglesia Oriental.

y el de la ecumenicidad. Se advierten así, junto a los arzobispos y obispos particularmente conocidos en el campo litúrgico, pro- fesores de Universidad o de escuelas superiores eclesiásticas, pre- sidentes de Institutos o de Comisiones para la Liturgia, la Música, el Arte Sacro, ex rectores magníficos, escritores de cuestiones litúrgicas. Baste decir que están representadas las Universida- des y los centros de estudios litúrgicos más conocidos, como los de Roma; de Tréveris, de París, de Innsbruck, de Viena, de To- losa, de Milán, de Strasburgo, de Friburgo, de Melbourne, de Bonn, de Washington, de Medellín, de Vitoria, de Leopoldville, de Manila, de Nimega, de Montreal, de Monaco y de Baviera.

En todo su trabajo preparatorio la Comisión de la Sagrada Liturgia ha tenido siempre presente tres elementos : el respeto y la veneración del sacro patrimonio del pasado y de los ritos litúrgicos actuales; la preocupación de que el clero esté sólida- mente formado en la inteligencia, comprensión y práctica ; el anhelo de que la acción pastoral se beneficie ampliamente de una liturgia en la que participen los fieles activa y conscientemente.

La preocupación pastoral ha dominado todos los trabajos de la Comisión en una visión abierta a todos los aspectos doctrinales y prácticos, de modo que pueda proporcionarse de nuevo a la liturgia del papel que le asignara San Pío X ; es decir, que los fieles puedan alcanzar, en una visión conciliadora y armoniosa, "el verdadero espíritu cristiano".

(O. R. de 5 de enero de 1962) .

LA COMISION DE ESTUDIOS Y DE SEMINARIOS

Presidida por el cardenal Pizzardo, obispo de Albano y prefecto de la Sagrada Congregación de Seminarios y de Uni- versidades, la Comisión de Estudios y Seminarios es la más numerosa después de la Central, pues está compuesta de treinta y seis miembros y de treinta y dos consultores. A éstos debe añadirse el secretario, padre Agustín Mayer, benedictino, rector magnífico del Ateneo Pontificio de San Anselmo, de Roma, ayu- dado por un minutante y un archivero, ambos del Clero Dioce- sano y oficiales de la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades.

De los treinta y seis miembros, seis son arzobispos, cuatro de ellos residenciales y dos titulares ; cinco provienen del Clero Diocesano y uno es salesiano. Los obispos son diez, seis residen- ciales y cuatro titulares ; uno es de la Congregación Hospitalaria del Gran San Bernardo. Hay además doce miembros del Clero Diocesano y ocho de las siguientes Ordenes religiosas : un sulpi- ciano, un dominico, un capuchino, un Siervo de María, dos je- suítas, un estimatino y un salesiano.

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De los treinta y dos consultores, hay siete arzobispos, un obispo, catorce sacerdotes diocesanos, nueve religiosos y un seglar. Los arzobispos son todos residenciales; el obispo, tam- bién residencial, es jesuíta; de los religiosos, hay dos dominicos, un franciscano, tres jesuítas, un escolapio y un oratoriano. El único seglar de la Comisión es el rector magnífico de la Univer- sidad Católica del Sagrado Corazón.

Los miembros son de las siguientes naciones : Austria, Ecua- dor, Francia, Alemania, India, Irlanda, Italia, Portugal, España, Estados Unidos y Suiza. A su vez, los consultores son de Austria, Bélgica, Chile, Congo, Francia, Alemania, Guatemala, Italia, Mé- jico, España y Estados Unidos. Dos bajas ha sufrido la Comi- sión, una de ellas recientísima : el obispo de Münster (Alemania) , monseñor Keller, que murió el 7 de noviembre de 1961, y el arzobispo de Sassari, monseñor Saba, el 19 de enero de este año.

Para subrayar mejor la competencia de los miembros y consultores sobre los problemas a estudiar en esta Comisión, es oportuno mirar las cualidades y actividades de cada uno de los que la componen, teniendo en cuenta que se ha querido alcanzar un justo equilibrio entre los hombres intelectuales y los de vida pastoral.

Tenemos, por tanto, cuatro miembros y tres consultores rec- tores de Universidades: el de la Gregoriana de Roma, el del Instituto Católico de París, el del Ateneo de San Anselmo y del Ateneo Salesiano de Roma, los de las Universidades Católicas de Milán, Washington y Pamplona; dos miembros decanos de Facultades Teológicas, del Marianum de Roma y del Seminario de Venegono de Milán; siete miembros y once profesores de Universidades bien conocidas como la Gregoriana, el Latera- nense, la de Propaganda Fide, el Angelicum, el Instituto Bíblico Franciscano de Jerusalén, el Instituto Católico de París, la Ca- tólica de Milán, la Universidad del Estado de Roma y las Uni- versidades Católicas de Bonn, Viene, Tubinga, Würzburg y Sa- lamanca ; cinco miembros y cuatro consultores rectores o padres espirituales de Seminarios, un miembro y tres consultores pro- fesores de Seminarios. A éstos, que siguen de lleno el ritmo de los estudios, se añaden dos consultores que son miembros de la Comisión Bíblica y dos miembros de la Academia Teológica Ro- mana; tres son también presidentes o miembros de comisio- nes episcopales de Seminarios. Se nota, pues, que tanto los miem- bros como los consultores tienen en su haber numerosas publi- caciones, algunas de gran importancia y actualidad.

Como método de trabajo, la Comisión, desde su comienzo se preocupó de buscarse un sistema de trabajo bastante preciso, pero también susceptible de cambios según las necesidades. Sobre la base de las propuestas formuladas por la Central, esta Co- rnijón prof.íSí>ha de la índole particular de cada una de las cues- tiones, teniendo presente siempre las peticiones durante el pe-

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ríodo antepreparatorio de los obispos, de las Universidades Ca- tólicas, de los Dicasterios romanos y de las Ordenes religiosas. El programa se comunicó seguidamente a miembros y consul- tores para escuchar su parecer; entre tanto varios relatores se encargaron de estudiar cada uno de los problemas, teniendo en cuenta las observaciones hechas en las sesiones generales o por escrito. A su lado, un correlator seguía el desarrollo del trabajo proporcionando la contribución de las propias experiencias, de los propios estudios y de los propios consejos.

Después de la presentación de cada relación a la sesión ple- naria, las eventuales modificaciones requeridas por miembros y consultores, a través de una libre y prolongada discusión, se hacían por los relatores en estrecha colaboración con el Secre- tariado de la Comisión. Se puede, por tanto, decir que el esquema definitivo, aprobado en la sesión plenaria, es el resultado de una asidua colaboración y el concreto punto de llegada de los consen- timientos unánimes de toda la Comisión.

El contenido de estos esquemas es fácil de intuir si se piensa en los problemas de los seminarios, hoy, desde los espirituales a los culturales, de los disciplinares a los ascéticos. Se trata de adecuar programas y métodos, no ya a los gustos de una moda que busca la novedad por la novedad, sino a las exigencias más profundas de los hombres de nuestro tiempo, con la intención de preparar para la Iglesia de mañana, con obediencia a las di- rectrices del Papa, a sacerdotes cada vez más numerosos, y cada vez más completos espiritual y culturalmente ; y con el fin tam- bién de favorecer un mayor desarrollo de los estudios católicos, desde sus más modestos comienzos hasta los más altos grados de la cultura.

(O. A. de 28 de enero de 1962) .

LA COMISION DE LAS IGLESIAS ORIENTALES

La Comisión de las Iglesias orientales es ciertamente y se comprende fácilmente por qué la más diversa en su com- posición, tanto por las naciones, estirpes, lenguas, ritos repre- sentados cuanto por las cualidades de cada miembro y consultor. Es también la Comisión que, en cierto sentido, extiende su com- petencia a un mayor número de problemas por cuanto abraza todo lo referente a la Iglesia Oriental aun en muchas de las cues- tiones que son estudiadas a su vez por las diversas Comisiones preparatorias para la Iglesia occidental.

La Comisión estuvo presidida por el cardenal Acacio Cousa, recientemente fallecido ; tiene el cargo de secretario el padre Anas- tasio Welykyj, basiliano de San Josafat, protector del Pontificio Católico de San Josafat y director de los "Analecta Ordinis S.

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Basilii Magni" ; trabajan con éí dos sacerdotes diocesanos, uno como minutante y otro como archivero.

Los miembros de la Comisión son veintiséis, ocho de los cuales son arzobispos, siete obispos, un archimandrita, un pre- lado auditor de la Sagrada Rota, un corepíscopo y ocho religiosos ; seis de los arzobispos son residenciales y dos titulares, siete del Clero Diocesano y un religioso, de la Congregación de la Imi- tación de Cristo; cinco obispos son titulares y dos residenciales, tres del Clero Diocesano y cuatro religiosos : dos clérigos regu- lares marianos, un asuncionista y un mequitarista de Venecia.

También el archimandrita, o prior de Monasterio, perte- nece a los basilianos y es ordinario, con territorio propio. El corepíscopo, que originariamente era un obispo a quien se le confiaba el gobierno de un territorio rural bajo la dependencia del obispo de la ciudad, hoy no posee la dignidad episcopal, pero continúa ocupando, al menos en algunas iglesias, un puesto pre- minente entre el clero. Los ocho religiosos pertenecen a las si- guientes órdenes y congregaciones : un basiliano Alepino, un ter- ciario regular de San Francisco, un agustino, tres jesuítas y dos asuncionistas.

En el elenco de las naciones que estos miembros representan en la Comisión predominan, naturalmente, las orientales, pero no excluyendo a algunos expertos de países occidentales; tene- mos, pues, Bélgica, Egipto, Etiopía, Alemania, Grecia, India, Irak, Italia, Yugoeslavia, Líbano, República Soviética Socialista Bielorrusa, Rumania, Rusia, Siria, España, Turquía y Ucrania.

Aún es más diverso el elenco de los treinta consultores, que comprende a dos obispos, nueve sacerdotes diocesanos y 19 reli- giosos, así repartidos: dos benedictinos, un premostratense, un basiliano de Grottaferrata, un basiliano de San Josafat, un ba- siliano Soarita, dos dominicos, dos franciscanos, un agustino, dos jesuítas, un pasionista, un asuncionista, un carmelita de María Inmaculada, un franciscano del Atolement y un hermano de la Predicación de San Marcos.

Los países representados son: Bélgica, Bulgaria, Checoslo- vaquia, Egipto, Francia, Alemania, Grecia, India, Italia, Letonia, Líbano, Holanda, Palestina árabe, Rumania, Estados Unidos y Ucrania. Se da el caso, y quizá no el único, de un consultor que nació en Turquía, es de nacionalidad armenia y ciudadano jor- dano. Se puede decir, dando un vistazo de conjunto a los nombres que figuran en la lista de miembros y consultores, que se ha al- canzado un feliz equilibrio entre hombres de gobierno y de estu- dios, entre los representantes de los diversos ritos, entre los ex- ponentes calificados de muchos pueblos, aun de los que padecen en este momento graves persecuciones. La Iglesia, y por medio de ella el Concilio, no se para en el presente, sino que mira al futuro, sabiendo bien por divina promesa y por la experiencia

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S. K. ALFREDO OTTAVIANI,

cardenal presidente de la Comisión Teológica, nacido en Roma el 29 de octubre de 1890; ordenado el 18 «le marzo <lc 19IB. creado y i>roclamado cardenal por Pío XII en el Consistorio de 12 de enero de 1953; consagrado el 1!» de abril de 1962; diácono de Santa María la Dominica: secretario de la suprema Sagrada Congregación «leí santo oficio.

de los siglos pasados que "Las fuerzas del infierno no prevale- cerán".

Otra característica interesante de esta Comisión es la di- versidad de ritos a que pertenecen miembros y consultores. Los seis ritos principales están representados con sus principales subdivisiones. Tenemos así : el rito Alejandrino, con las deriva- ciones de Coptos y Etiopenos; el rito Antioqueno, con los sirios, maronitas y malabares; el rito Bizantino, con los ucranianos, rutenos, griegos, italo-albaneses, melquitas, rumanos, rusos, búl- garos y yugoslavos ; el rito Caldeo, con los caldeos y malabares ; el rito armeno y el rito latino.

Se observa que en la Iglesia oriental los ritos tienen una importancia de relieve especial y se distinguen unos de otros por sus orígenes históricos, geográficos y etnográficos diversos. La misma diferencia de rito entre la Iglesia oriental y la occidental no es sólo una expresión externa diversa en ceremonias y len- guas litúrgicas, sino también una diferencia en la disciplina canónica. Los ritos orientales están regidos por patriarcas, asis- tidos por el Sínodo, que tiene amplios poderes personales y ju- risdiccionales, de modo que la distinción de ritos equivale, en ciertos aspectos, a la división de diócesis, o mejor dicho, de pa- triarcados. En algunas ciudades orientales hay patriarcas di- versos para cada rito; por ejemplo, en Antioquía hay tres, uno para los católicos de rito siró, otro para los de rito maronita y otro para los de rito melquita.

Se han creado en el seno de la Comisión seis secciones de trabajo que abarcan todos los temas de estudio: la Sección Teo- lógica, Jurídica, Histórica, Litúrgica, Unionista y Pastoral. Hay además una Subcomisión para las relaciones con los hermanos separados. Cada una de las secciones ha elaborado su propia materia, que ha presentado a continuación a la sesión plenaria, donde era necesario un ulterior trabajo de discusión y profun- dización para poder poner de relieve las particularidades de cpda rito, siempre con la intención no sólo de respetar, sino también de valorizar todas las peculiares características que forman parte de un patrimonio histórico y religioso, tanto más precioso cuanto más antiguo.

Todo lo que se ha dicho se refiere, es evidente, solamente a las Iglesias orientales católicas, que también, con ocasión de las sesiones comunes, por medio de sus representantes, han mani- festado la vitalidad que las anima, haciendo de esta manera que todfis las reuniones resultasen verdaderamente completas v fe- cundas. La asiduidad a los trabajos, la vivacidad de las discu- ciones. hechas posible por la más amplia libertad para expresar las propias opiniones ; la devoción particularmente filial al Pa- dre Santo Juan XXIII, son, en síntesis, las notas distintivas de esta Comisión, que ya ha sometido al examen de la Comisión Central ocho esquemas y trabaja ahora en la elaboración de otros siete.

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LA COMISION DE LAS MISIONES

Es fácil suponer el notable trabajo que le ha tocado desarro- llar a la Comisión de las Misiones, si se piensa en el avance misionero conseguido en este siglo, en los problemas graves y múltiples que varían de un continente a otro, en la acogida de los pueblos a la religión católica, en las dificultades de los di- versos países oprimidos por el comunismo o vejados por revo- luciones. Naturalmente, no decimos que el Concilio pueda y deba tratar en sus sesiones todas las cuestiones que hoy turban el horizonte misionero; pero es cierto que la Comisión de las Mi- siones debe en lo posible estudiar todas las soluciones y reformas eventuales que parezcan más apropiadas tanto para una prepa- ración cada vez más indicada de los misioneros como para im- primir un impulso cada vez más vigoroso a la evangelización de los pueblos.

Todo el trabajo de la Comisión fue esbozado ya en la pri- mera reunión de los miembros y consultores el 24 de octubre de 1960. Fue una reunión fructuosa a pesar de ser breve, en la que se formaron cinco subcomisiones con la tarea de estudiar temas diversos, como los sacramentos y la liturgia ; el régimen de las misiones y la reforma del Código; la disciplina del clero y del pueblo cristiano ; la formación intelectual de clérigos y religiosos ; la cooperación misionera de los fieles. Estos diversos temas se han estudiado en función y solamente en el ámbito misional, te- niendo presentes las especiales circunstancias de los países en que el catolicismo representa una minoría a veces pequeña y las exigencias de las jóvenes comunidades cristianas que acaban de nacer a la fe.

Dadas las dificultades para poder reunir el pleno de la Co- misión, puesto que muchos de sus miembros y consultores viven en tierra de misiones, se han realizado solamente dos sesiones plenarias, la primera del 17 al 26 de abril de 1961 y la segunda del 20 al 30 de noviembre del mismo año. En compensación, las subcomisiones, formadas en gran parte por miembros residentes en Roma, se han reunido una vez por semana ; los secretarios de cada subcomisión se encontraban luego todos ios meses para co- ordinar los trabajos con el fin de dar un carácter de unida da todos los esquemas o artículos, como se han llamado con prefe- rencia los elaborados por la Comisión de las Misiones.

La Comisión de las Misiones está presidida por el cardenal Gregorio Pedro Agagianian, patriarca de Cilicia de los Armenios, prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide; rea- liza las funciones de secretario monseñor Mathew, arzobispo ti- tular de Apamea de Bitinia, ayudado por un minutante del clero diocesano y un archivero, Misionero Oblato de María Inmacu- lada.

Los miembros de esta Comisión son 22, distribuidos así:

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cuatro arzobispos, cuatro obispos y catorce religiosos. De los arzobispos, uno es residencial y tres titulares ; dos del clero dio- cesano y dos del clero regular, uno del Verbo Divino y otro jesuíta.

Entre los obispos predominan los titulares y pertenecientes a familias religiosas. Pues uno es residencial y tres son titulares, uno del clero diocesano y tres religiosos, uno benedictino de la Congregación de Santa Otilia de Misiones Extranjeras, un ca- puchino y el superior general del Instituto Español de San Fran- cisco Javier de Misiones Extranjeras. Los religiosos son: bene- dictinos de la Congregación de Santa Otilia de Misiones Extran- jeras, ermitaño de San Agustín, dominicos, franciscanos, capu- chinos, jesuítas, misioneros oblatos de María Inmaculada maria- nistas y del Verbo Divino.

Los países representados por sus miembros, por lo menos en cuanto a su origen se refiere, son : Bélgica, China, Francia, Alemania, Ghana, India, Italia, Holanda, España y Suiza. Sin embargo, varios de ellos residen o en Roma, en las Curias Gene- ralicias de sus respectivos congregaciones religiosas, dedicados a formar futuros misioneros, o e ntierra misional, donde desarro- llan su ministerio pastoral. La Comisión se vale también de esta manera de la competencia de los que han sido misioneros y que hoy dirigen institutos consagrados a las misiones, y de los que aún viven en primera línea las experiencias más vitales de un apostolado siempre rico en sacrificio y que, a veces, exige el heroísmo y el martirio, como lo demuestran los recientes aconte- cimientos acaecidos en China, Vietnam y Africa.

Los consultores de la Comisión de las Misiones, en número de 32, tienen las mismas características, prácticamente, que los miembros : cuatro arzobispos, cuatro obispos, cuatro sacerdotes diocesanos y veinte religiosos. De los arzobispos dos son resi- denciales y dos titulares, tres del clero diocesano y uno religioso, precisamente de los misioneros de Africa ; dos obispos son re- sidenciales y dos titulares, pero todos religiosos; dos salesianos, un capuchino y uno de la Congregación de benedictinos de Santa Otilia de Misiones Extranjeras.

No debe extrañar esta mayoría de religiosos respecto al clero diocesano, pues son las Ordenes y Congregaciones religio- sas, antiguas y nuevas, las que han asumido de manera preva- lente la tarea misionera, disponiendo de hombres y de organi- zaciones para un trabajo continuado y profundo. Las misiones de una sola persona son inconcebibles, aunque los ejemplos de San Francisco Javier y las experiencias de Carlos de Foucault o de Alberto Peyliguere representan tentativas generosas dignas de admiración.

Los cuatro sacerdotes diocesanos que figuran entre los con- sultores de la Comisión tienen todos cargos que les ponen en

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contacto con los problemas misioneros. El primero es rector del Seminario de Manly, en Australia; el segundo es director na- cional de las Obras Pontificas Misioneras de Alemania; el ter- cero preside el Instituto de Misionología de Nimega; el cuarto es profesor de Derecho canónico en el Ateneo Urbaniano. Los religiosos se distribuyen en: jesuitas, misioneros de Scheut, do- minicos, franciscanos, conventuales, Compañía de María, Con- gregación del Espíritu Santo, Misioneros Oblatos de María In- maculada, Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras, Padres Blancos, Sociedad de Misiones Extranjeras de Belén en Suiza, Congregación de las Misiones y mercedarios.

Los países de procedencia, o en los que trabajan los consul- tores, son múltiples: Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Fili- pinas, Francia, Alemania, Honduras, India, Irlanda, Italia, Ho- landa, Pakistán, España, Estados Unidos, Suiza, Tanganika y Venezuela.

Tenemos aquí la vida de la Iglesia en su juventud siempre nueva, con sus espíritus de conquista y con su fuerza incontenible de expansión. Las misiones son la esperanza del futuro; del próximo Concilio recibirán nuevo impulso, en la dirección indi- cada por la "Fidei Donum" de Pío XII y la "Princeps Pastorum" de Juan XXIII.

(O. R. de 8 de febrero de 1962) .

LA COMISION DEL APOSTOLADO SEGLAR

La Comisión del Apostolado Seglar es la que más que nin guna otra, juntamente con el Secretariado de Prensa y Espec- táculos, subraya en cierto sentido el aspecto moderno del Concilio Ecuménico Vaticano II, en cuanto tiene que estudiar problemas nuevos madurados en la Iglesia de una manera más evidente en este último siglo. Una Comisión de esta clase sería casi insos- pechada en la preparación del Concilio Vaticano I, a pesar de que ya existían diversas formas de apostolado de frutos pre- ciosos: basta recordar las Conferencias de San Vicente de Paúl, iniciadas en Francia en 1833 por obra de Federico Ozanam y la Sociedad de la Juventud Católica, fundada en Italia en 1868 por Mario Fani y Juan Acquadermi. Sin embargo, el verdadero y propio apostolado seglar, en el sentido que damos hoy a estos términos, no estaba aún maduro, ni mucho menos organizado en el plano internacional. Por tanto, es más delicada la labor que la Comisión tiene que desarrollar para fijar las bases firmes del desenvolvimiento que la vida de hoy exige y que la Iglesia espera, sobre todo para conseguir la vuelta a la fe de las grandes masas descristianizadas.

Preside la Comisión el cardenal Cento, ya obispo de Acireale

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antes de ser nuncio en Caracas, Lima, Bruselas y Lisboa ; es se- cretario monseñor Glorieux, asistente eclesiástico de la Comi- sión Permanente de los Congresos del Apostolado Seglar. Cola- boran como minutantes un salesiano y un archivero de] clero diocesano.

Después de la Comisión Central y de la de los Estudios y Seminarios, ésta es la más numerosa, puesto que cuenta con se- senta y ocho componentes entre miembros y consultores. Están extensamente representados los arzobispos y obispos, que, en sus funciones de pastores de las diócesis, son maestros y guías na- turales de todo apostolado, autorizados consejeros y moderadores de toda iniciativa de carácter pastoral.

Los miembros de la Comisión son treinta y nueve, cinco de ellos arzobispos, seis obispos, veintiún sacerdotes diocesanos y siete religiosos. De los arzobispos, cuatro son residenciales y uno titular, tres del clero diocesano y dos del clero regular, dominico el primero y misionero del Sagrado Corazón el segundo. Los obis- pos son todos del clero diocesano: tres residenciales y tres titu- lares. Los sacerdotes miembros de la Comisión tienen todos, o han tenido, cargos de principal importancia en la asistencia, o en las consiliarías de asociaciones, organizaciones y obras cató- licas. Hay, por tanto, representaciones calificadas de la Acción Católica, de los Movimientos Obreros, de las Asociaciones Profe- sionales, de las Semanas Sociales, de las Obras de Caridad y Asistencia. Los religiosos, en general, proporcionan a su vez la contribución notable de sus estudios sobre problemas nuevos de- rivados de las múltiples formas del apostolado moderno seglar, manteniendo en la Comisión un justo equilibrio entre la teoría y la práctica, entre las experiencias directas y la doctrina teológica y jurídica.

Los países representados por los miembros de la Comisión son trece: Austria, Bélgica, Chile, Francia, Alemania, India, Italia, Yugoslavia, Líbano, Holanda, Méjico, España y Estados Unidos.

Cuanto se ha dicho respecto a los miembros de la composi- ción de la Comisión puede repetirse con respecto a los veinti- nueve consultores, así divididos : cuatro arzobispos, todos resi- denciales y del clero diocesano ; once obispos, ocho residenciales y tres titulares ; diez del clero diocesano y un misionero de Africa ; ocho sacerdotes diocesanos y seis religiosos. Estos últimos son dos dominicos, un jesuíta, un pasionista, un misionero oblato de María Inmaculada y un marianista.

Los países representados por los consultores alcanzan la cifra de veintinuno: Australia, Bélgica, Bolivia, Canadá, Ceilán, Dahomei (Africa occidental), Francia, Japón, India, Italia, Yu- goslavia, Méjico, Nueva Zelandia, Polonia, Portugal, España, Estados Unidos, Suiza, Tanganika, Unión Sudafricana y Uru-

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guay. Países totalmente católicos desde antiguo y países repre- sentados, en la Iglesia, desde hace poco, por minorías ; para todos se plantea urgente el problema de un apostolado en defensa de los valores cristianos y de conquista de los alejados, en un mundo embebido hasta sus raíces de espíritu laico y pagano.

El estudio de esta Comisión, que decíamos debía penetrar en tantos aspectos, en cuestiones aún no tratadas, se ha dispuesto subdividiendo la materia, más o menos en bruto, entre grupos de trabajo formados por elementos de nacionalidades diversas residentes en Roma, con la intención de, una vez realizado, po- derse reunir regularmente y preparar un conjunto de textos de común acuerdo. Dos Subcomisiones se han reunido una vez por semana. Los esquemas elaborados se mandaban, para revisarlos, a todos los miembros y consultores ; por tanto, se han redactado definitivamente sobre la base de sus observaciones.

Una nota peculiar de esta Comisión ha sido los frecuentes contactos con seglares especializados de las diversas organiza- ciones católicas, por correspondencia directa y por reuniones in- dividuales o de grupo. Por ejemplo, la conferencia de presidentes de las Organizaciones Católicas Internacionales ha creado un grupo de especialistas que han suministrado a la Comisión do- cumentos muy útiles para sus trabajos. Es válido también este hecho para demostrar que los seglares no han sido extraños a la preparación del Concilio, sino que han podido proporcionarle su eficaz contribución.

La Comisión ha podido discutir de esta manera los textos elaborados por los grupos de estudio sobre las diversas cuestiones propuestas al principio del trabajo preparatorio de la Comisión Central, sobre la base de las propuestas proporcionadas por los obispos en el período antepreparatorio. Se trata de aspectos im- portantes de la vida de la Iglesia, como se han revelado especial- mente en estos últimos cuarenta años ; a este respecto, tenemos ya las enseñanzas y directrices de los Papas, desde Pío IX a Juan XXIII, aparte de las indicaciones surgidas de los dos Congresos mundiales de apostolado seglar, celebrados ambos en Roma en 1951 y 1957.

En sus líneas generales, la materia estudiada por la Comi- sión puede reducirse a tres temas de fondo: Acción Católica y apostelado directo, acción asistencial y caritativa, y acción social. Para cada grupo se ha constituido una Subcomisión.

Huelga señalar también la estructura verdaderamente in- ternacional de la Comisión, necesaria para poder confrontar si- tuaciones diversas, no solamente de continente a continente, smo también entre países alejados y para acumular las experiencias, positivas y negativas, de los resultados determinados por las iniciativas más diversas originadas por las necesidades y exigen- cias peculiares de cada país. Miembros y consultores han traba-

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s. E. PABLO MARELLA,

cardenal presidente (le la (omisión de los Obispos y del Gobierno de las Diócesis, narido en Koma el 25 de marzo de 1X95: ordenado el 16 de febrero de 1918; elegido para le Iglesia titular arzobispal de Doclea el 15 de septiembre de 1933; consagrado el 29 de octubre de 1933; creado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio de 14 de diciembre de 1959, del título de San Andrés delle Fratte; arcipreste de la patriarcal basílica vaticana; prefecto de la Sagrada Congregación

de la Reverenda Fábrica de San Pedro.

jado de común acuerdo, con la única diferencia en el voto para manifestarse sobre temas en discusión que eran de competencia únicamente de los miembros. En ninguna Comisión, y mucho menos en la del Apostolado Seglar, se pueden tener en menos las experiencias de personas que antes de enseñar han actuado en puesto de gran responsabilidad. Y si en el futuro tendremos or- ganizaciones seglares cada vez más fervientes, cada vez más pre- paradas, más disciplinadas, lo debemos también al trabajo pro- fundo y metódico de esta Comisión, que quiere preparar para la Iglesia de mañana escuadras de seglares numerosos y capaces de hacer fermentar la masa demasiado amorfa de los cristianos. Será escuchado de esta manera el deseo más querido al corazón del Papa, que no cesa de pedir oraciones por "el feliz éxito del Concilio, para que, siguiendo los pasos de la juventud más ar- diente de la Iglesia, éste le proporcione su más brillante esplen- dor".

(O. R. de 11 de febrero de 1962) .

LA COMISION CEREMONIAL

Se puede decir, en cierto sentido, que mientras las demás Comisiones y Secretariados se encuentran ya finalizando sus trabajos, esta Comisión tiene aún que empezar su verdadera ac- tividad, porque, entre otras cosas, es de su competencia como su mismo nombre lo indica la organización de las funciones y ceremonias religiosas que preceden y acompañan el curso del Concilio. Y todo esto no puede ser estudiado con mucha antici- pación, pues faltarían muchos datos necesarios para una plena visión de conjunto.

Pueden reducirse a cuatro los puntos que esta Comisión tiene que estudiar : las festividades sagradas, con sus respectivas ceremonias, que han de realizarse en Roma y en las diversas diócesis del mundo antes de la apertura del Concilio; las fun- ciones con las que se comienzo a los trabajos del Concilio en 11 de octubre próximo; la exacta distribución de los sitiales de los padres conciliares durante todo el tiempo que duren las se- siones plenarias ; las ceremonias de clausura del Concilio.

No se trata, como podría sospecharse a primera vista, de cuestiones secundarias, en las que no vale la pena pararse. El Concilio no es solamente una asamblea de trabajo, sino también es en ciertos momentos, sobre todo, una Asamblea una verda- dera iglesia donde se ora, con la profunda convicción en la realidad de que el principal Maestro del Concilio es el Espíritu Santo, el cual guía las mentes y las oraciones de los padres hacia aquellas conclusiones que mejor responden al bien de las almas. Además, el Concilio, que desenvuelve la mayor parte de sus ac- tividades dentro de una necesaria reserva, debe también tener

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sus solemnes manifestaciones externas, que, aunque no repre- sentan la parte esencial, son necesarias para hacer participai también a los fieles en las intenciones y finalidad del Concilio.

Por lo dicho al principio sobre la competencia y límites de la Comisión Ceremonial, es evidente que debe preocuparse de una preparación remota del Concilio y de una preparación no solamente próxima, sino inmediata del mismo. Hasta hoy la Co- misión se ha reunido dos veces, el 7 y el 20 de marzo de 1961, para estudiar las iniciativas más oportunas para excitar en los fieles de todo el mundo un interés cada vez mayor por el Concilio, haciéndoles conocer su finalidad y obtener de ellos una contri- bución de oraciones cada día más fervientes. Ya se han presen- tado proposiciones concretas a la aprobación de la Comisión Cen- tral. Es evidente que no se trata de los acostumbrados esquemas de las demás Comisiones, sino de indicaciones e iniciativas que podrían resultar útiles para alcanzar el fin arriba indicado.

Son inminentes otras reuniones de esta Comisión para hacer un profundo examen de todo lo relacionado con la preparación próxima y el desarrollo mismo del Concilio, sin mezclarse, sin embargo, en la competencia de la Sub-Comisión de Reglamenta- ción. Cuantos más numerosos sean los padres conciliares más diligente debe ser la distribución de cada uno, según el orden prefijado de acuerdo con su dignidad, títulos y honores.

En lo que respecta a las funciones y ceremonias religiosas que deben inaugurar, acompañar y seguir los trabajos del Con- cilio, esta Comisión ha encargado a los consultores la tarea de estudiar e investigar lo que se realizó a este respecto en Concilios anteriores y especialmente en el Concilio Vaticano I. Sobre todo con relación a lo estrictamente litúrgico, la Comisión ha estudiado los rituales empleados en el I Concilio Vaticano. Puesto que el próximo Concilio se desarrollará en la misma basílica de San Pedro, donde el anterior, pueden aprovecharse no pocos aspectos, lo mismo que el Concilio Vaticano I los adoptó de otros Concilios precedentes. La Iglesia siempre se muestra respetuosa con todo lo que represente una tradición consagrada por los siglos.

Efectivamente, las ceremonias de apertura del Concilio Vaticano I y de las Sesiones solemnes se prepararon de acuerdo con fuentes antiguas, como los Libros de Ritos, compilados por Patrizi al final del "Quatrocento" y publicados por primera vez en 1516, y los Diarios de Parides Grassi, que tratan de la cele- bración del V Concilio Lateranense. La Comisión Ceremonial preparatoria del Concilio Vaticano I, constituida el 19 de julio de 1868, año y medio antes de la apertura del Concilio, realizada el 8 de diciembre de 1869, estaba compuesta por los cinco pri- meros maestros de ceremonias pontificios y presidida por el car- denal prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, que tenía a su lado como directo colaborador al secretario de la misma Con- gregación.

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Es varia la composición de la Comisión Ceremonial para el Vaticano II, manteniendo también una estructura parecida en sus líneas fundamentales. Es la menos numerosa de todas las Comisiones : cuenta sólo con cuatro miembros y seis consultores. Presidida por el cardenal Tisserant, prefecto de la Sagrada Con- gregación Ceremonial, y teniendo como secretario a monseñor Nardone, secretario de la misma Sagrada Congregación, ayu- dado por un minutante del Clero diocesano.

Los miembros de la Comisión son todos altas personalidades de la Familia Pontificia y de la Curia Romana: el mayordomo de Su Santidad, el sustituto de la Secretaría de Estado de Su Santidad, el prefecto de Ceremonias Pontificias, el maestro de Cámara de Su Santidad. Cuatro de los consultores son maestros de Ceremonias Pontificias, uno benedictino, profesor de Liturgia en la Universidad Lateranense; otro de la Congregación del Es- píritu Santo y profesor de Liturgia del Seminario Pontificio Francés, de Roma.

De esta manera completamos el cuadro en que hemos ido exponiendo cada Comisión, con rapidez de líneas que recogían únicamente algunos aspectos, bastantes superficiales, de éstas. Pero la imagen que se nos ofrece espontáneamente, nada por cierto irreverente, es la de una rica colmena donde se advierte un ardiente trabajo de investigación, de selección, de producción activa y fecunda. Sólo durante el Concilio se podrán apreciar los frutos de una actividad desarrollada durante meses, velada por el más discreto de los silencios y realizada con gran paciencia.

Nos resta presentar a los tres Secretariados, que aparte la diferencia del nombre, en lo demás tienen la misma estructura de las Comisiones y han desarrollado también un precioso tra- bajo.

(O. R. de 15 de febrero de 1962) .

EL SECRETARIADO DE PRENSA Y ESPECTACULOS

Al lado de las once comisiones especiales de las que hemos dado ya un cuadro panorámico sobre su constitución y trabajos realizados han sido creados tres secretariados preparatorios del Concilio, que tienen una estructura análoga a la de las comi- siones, pero competencia específica.

Baste, pues, considerar como está formado el Secretariado de Prensa y Espectáculos, del que ahora nos ocupamos, para comprender lo que acabamos de afirmar; está constituido por un presidente, monseñor O'Connor, arzobispo titular de Laodi- cea de Siria; por un secretario, monseñor Deskur, del clero dio-

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cesano, ayudado por un minutante salesiano y un archivero de la Pía Sociedad de San Pablo; por dieciocho miembros y veinti- séis consejeros.

Los miembros se subdividen en: siete obispos, seis de ellos residenciales y uno titular, cinco del clero diocesano y dos del clero regular (un agustino de la Asunción y un eremita de San Agustín) ; seis sacerdotes diocesanos, uno de ellos del Opus Dei; cinco religiosos (dos jesuítas, un asuncionista, uno de la Pía Sociedad de San Pablo, uno de la Sociedad de Misiones extran- jeras de Maryknoll) .

Son de diez naciones : Austria, Bélgica, Colombia, Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Luxemburgo, España y Estados Unidos. El presidente del Secretariado es de origen norteameri- cano, y el secretario de origen polaco, aunque ambos viven ac- tualmente en Roma.

Los consultores están divididos : en tres arzobispos, dos de ellos residenciales y uno titular; seis obispos, cinco residenciales y uno titular; once sacerdotes diocesanos; y seis religiosos (dos dominicos, dos franciscanos, un jesuíta y uno de las Misiones Extranjeras del Canadá) .

Los consultores proceden de dieciocho países : Argentina, Austria, Canadá, Colombia, Filipinas, Francia, Alemania, Grecia, Inglaterra, Irlanda, Italia, Holanda, Polonia, Portugal, Suiza, Estados Unidos y Hungría.

Si miramos, después de estos aspectos extrínsecos, numéri- cos y geográficos, las cualidades de miembros y consultores, nos percatamos de que se trata de elementos especializados por lo menos en uno de los cuatro sectores de la competencia del Secre- tariado : Prensa, Radio, Cine y Televisión. El mismo presidente, antes de venir para dirigir en calidad de rector el Seminario Nor- teamericano, fue director de un diario católico y es actualmente, desde hace catorce años, presidente de la Comisión Pontificia de Cine, Radio y Televisión.

También los demás arzobispos y obispos que forman parte del Secretariado, tanto como miembros o como consultores, son en la mayoría presidentes o secretarios de las comisiones epis- copales que se preocupan, en sus respectivos países, de estos nue- vos medios del apostolado moderno.

La calidad de los demás miembros y consultores revela también una gran variedad en sus tareas, en el plano nacional y en el internacional, en los diversos sectores de los grandes medios de información : unos son directores de diarios o agen- cias, presidentes de estudios radiofónicos o cinematográficos, asistentes y consultores eclesiásticos de emisoras católicas y es- tatales de televisión, secretarios y consultores de comisiones pon-

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S. I . PEDRO CDtlACI,

cardenal presidente d<- la Comisión de la disciplina di-I Otero > pueblo cristiano, nacido en Koma el 2 de diciembre de 1885; ordenado el 18 de diciembre de 1909; elegido para la Iglesia titular arzobis- pal de Tarso «I 15 de febrero de 1928; consagrado el 18 de marzo de 1928; creado y proclamado car- denal |Kir Su Santidad rio XII en el Consistorio de enero de 195:!, del titulo de santa Práxedes; prefecto de la Sagrada Congregación del Concilio.

tiflcias, directores de uniones profesionales, miembros de Insti- tutos religiosos, especialmente dedicados al apostolado de la Prensa, redactores de periódicos y revistas. No es fácil indicar con una denominación genérica las tareas y actividades que tie- nen significación y especificación diversa en cada país en que se ejercitan. Se puede afirmar por lo general, que en todos y cada uno va unido el estudio a la experiencia, el ejercicio directo del apostolado ambiental a la preocupación por los programas religiosos y profanos, la convicción personal sobre la importan- cia de los medios de común acuerdo en el seno del Secretariado se han llamado de comunicación social al conocimiento técnico de su empleo. Una nota curiosa que demuestra lo reciente de estas nuevas técnicas, especialmente las audiovisuales, la propor- ciona el hecho de que la edad media de los componentes del se- cretariado de Prensa y de Espectáculos es la más baja entre todas las comisiones preparatorias.

Se han realizado cuatro sesiones plenarias con la siguiente duración : tres en el mes de noviembre de 1960, cuatro en enero de 1961, cuatro en abril y quince en octubre del mismo año. Los miembros y consultores, en un gran porcentaje, han participado en todas las reuniones. Especialmente para los que procedían de países más lejanos, el sacrificio del viaje quedaba compensado en cierto sentido, por la misma utilidad de las reuniones, no so- lamente por los trabajos de cara al Concilio, sino también por ofrecérseles la oportunidad de intercambiar las respectivas ex- periencias, tanto más estimables cuanto que se trata de un mundo nuevo en el que queda aún mucho por intentar y hacer.

Entre una y otra sesión, se han multiplicado, y no sólo en Roma, las reuniones de trabajo entre los expertos de cada sec- tor. Pues se habían constituido tres grupos que comprendían a todos los miembros y consultores : el de la Prensa, el de la Radio, Televisión y el del Cine.

Los resultados de los trabajos de grupo se enviaban luego a todos los que componen el Secretariado para que expusieran sus observaciones. Relatores diversos presentaban luego a la Asamblea General los textos redactados, para un ulterior examen colectivo, después del cual, finalmente, se pasaba a la edición de- finitiva, trabajo enteramente asignado a la Secretaría General, para pasar al visto bueno de la Comisión Central.

Ha sido un trabajo amplio y con frecuencia difícil, por tratarse de problemas en su mayoría nuevos desde el punto de vista doctrinal y pastoral, y por tratarse también de medios que por la potencia de su penetración, por la eficacia de formación y de deformación de la mente y conciencia, exigen una presencia educadora de la Iglesia, que no puede dejarse a un lado.

Llorar sobre las ruinas morales y espirituales causadas por una Prensa que no conoce valladares ni controles, o por la li-

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cencía que impera en los espectáculos, no es resolver ningún problema; es preciso preparar medios adecuados para contra- pesar primero, superar luego, la nefasta influencia del mal pol- la influencia del bien.

Se han estudiado algunos problemas teniendo en cuenta el interés que podían tener sobre ellos también otras comisiones. A este propósito se han formulado los deseos que expresaban los puntos de vista del Secretariado; tales votos se han trasmitido luego según su competencia, a las Comisiones de la Sagrada Li- turgia, de Seminarios, de la Iglesia oriental, de religiosos, y del Apostolado Seglar. Se ha constituido una sola intercomisión con la Comisión de la Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano, para estudiar mejor algunos aspectos jurídicos de común interés.

Se han resumido todos los problemas en un sólo esquema de Constitución que ilustra, en secciones y capítulos diversos, todos los instrumentos de comunicación social, desde el punto de vista doctrinal y pastoral. A pesar de la amplitud y complejidad que presenta, aún desde el punto de vista muy superficial, este nuevo campo de las técnicas modernas de difusión del pensa- miento, se ha querido reducirlo a lo esencial, previendo que el Concilio deberá tratar problemas generales de una manera es- pecial y no podrá detenerse en cuestiones particulares, tanto menos si son secundarias. Para profundizar en las diversas cues- tiones, se ha tenido que hacer una selección para poder presentar al examen de la Comisión Central únicamente lo de principal importancia, ya porque sus influencias se extiendan a todo el mundo, ya por la importancia que revisten de cara a un verda- dero y justo apostolado.

A este respecto, el Secretariado se ha servido, si bien de una manera indirecta, de la competencia de los seglares que trabajan, con espíritu apostólico y alto sentido de la responsabilidad en la Prensa en el cine y en las emisoras radiofónicas y televisoras. Ha sido una contribución preciosa la ofrecida al Secretariado por personas que por el hecho de permanecer anónimas, no tienen menor mérito.

Entre las esperanzas que se maduran frente al Concilio, está también la de una renovación y un impulso eficaz en la orientación del apostolado moderno, aprovechando las enormes posibilidades que encierran las técnicas audiovisuales. Aun hay demasiados cristianos que no estiman en su justo valor la efi- cacia de la Prensa, del cine, de la radio y de la televisión y también aunque en un plazo inferior, del teatro, de los libros, de los pasquines, de los discos, etc. , para una acción positiva, y divulgadora de la verdad y defensa de los valores cristianos. El mirar con suspicacia los medios de comunicación social, en vez de realizar un esfuerzo para ponerlos al servicio de la educación y formación, no es obra inteligente ni mucho menos cristiana.

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Pero el hecho mismo de la creación, gracias a la previsión y prudencia de Juan XXIII, del Secretariado de la Prensa y Espectáculos preparatorio del Concilio, demuestra que ha llegado la hora de un apostolado más extenso, coordinado y eficaz, que se irradie en todo el mundo, penetre en todas las casas, llegue a todas las conciencias, por medio de los instrumentos cada vez más perfectos de comunicación.

EL SECRETARIADO PARA LA UNION DE LOS CRISTIANOS

El Secretariado para la Unión de los Cristianos es, sin duda, el organismo preparatorio del Concilio Ecuménico Vaticano II, que, desde el anuncio de su institución, ha suscitado especial in- terés y esperanzas, dentro y fuera de la Iglesia católica. Aunque se ha repetido con frecuencia que el próximo Concilio no estará dedicado a la unión de los cristianos, como el II Concilio de Lyón o el de Florencia, queda, sin embargo, siempre el hecho de que en el corazón de todos los que creen en Cristo como Dios y Re- dentor, hoy es más profunda que nunca la exigencia y el deseo de unidad, que ciertamente no se advertía hace cien años cuando se preparaba el Concilio Vaticano I. Y el Secretariado, querido y creado por el espíritu abierto y el corazón paterno de Juan XXIII demuestra cómo la Iglesia está presente en la vida de nuestro tiempo y cómo responde, con sensibilidad maternal, a las esperanzas de todos los hombres de buena voluntad.

Se han suscitado otras iniciativas en estos últimos años con la intención de estudiar los problemas de la unión de los cris- tianos y de preparar los espíritus a un acercamiento. Las almas de corazón limpio comprenden que ha llegado la hora de limpiar el terreno de inútiles malezas para poder empezar a construir un sólido edificio de fraternidad y unidad. Y la Iglesia, que ha alentado siempre los esfuerzos de todos los hombres generosos que son cada vez más numerosos para estudiar en común los problemas de la unidad, ha creído que ha llegado el momento de dar un paso más, sobre todo con ocasión del Concilio, de una especial solemnidad. Los fines del Secretariado fueron fijados claramente por el Padre Santo en el "Motu Proprio", "Superno Dei nutu". "Para demostrar a los que se llaman cristianos, pero están separados de esta sede apostólica, con objeto de que ellos también puedan seguir los trabajos del Concilio y puedan en- contrar más fácilmente el camino para la unidad por la que Cristo dirigió al Padre Celestial tan ardiente oración, constituimos un especial Secretariado, presidido por un cardenal".

Con el fin fundamental de ayudar a los hermanos separados a seguir más de cerca el Concilio, haciéndoles conocer los pro- blemas, los intentos, las esperanzas que se cifran hoy en su pre-

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paración y mañana en su desarrollo, van unidas otras dos fina- lidades: la de informar al mismo Concilio sobre las situaciones, las dificultades, las exigencias de los hermanos separados y la de estrechar y mantener con ellos relaciones de cordialidad, para llegar a un conocimiento mutuo más real que luego podrá engen- drar la estima y el deseo de un encuentro definitivo.

Es en este marco en el que hay que considerar algunos epi- sodios recientes que han suscitado interés y admiración: la visita al Padre Santo de altos dirigentes de algunas Iglesias separadas, el envío a Roma con miras al Concilio de representantes de la Iglesia anglicana y luterana, la presencia de observadores cató- licos del Secretariado en la Asamblea de Nueva Delhi, algunas reuniones de personalidades de la Iglesia católica con arzobispos orientales, frecuentes contactos epistolares y personales de los miembros del Secretariado con diversos individuos de las Igle- sias separadas. Se va creando todo un clima nuevo, y aunque el camino aparece aún largo y difícil, crecen las posibilidades de un diálogo abierto y rico en esperanzas. Hace pocos días, con oca- sión de la visita del Padre Santo a una de las reuniones de clau- sura de los trabajos del Secretariado, el cardenal Bea, que lo preside con tanta competencia y dinamismo, podía afirmar : "Nosotros que desde hace casi dos años trabajamos en este Se- cretariado hemos podido constata]* mejor que cualquier otro la utilidad y frutos que ha conseguido esta feliz institución. De hecho a muchos hermanos, separados de la organización visible de la Iglesia, aunque unidos con ella por medio del sagrado bau- tismo, el Secretariado ha ofrecido y continúa ofreciendo la po- sibilidad y la facilidad de relaciones con la Iglesia católica de proponer las propias dudas, y de exponer los propios deseos. Todo esto sin duda ha sido para ellos de gran utilidad y ha conseguido grandes frutos a la Iglesia católica, especialmente con miras al próximo Concilio. También el hecho de que nuestro Secretariado haya podido en seis reuniones plenarias, cada una de las cuales ha durado una semana, elaborar para el Concilio no pocas rela- ciones y esquemas de decretos, que hemos consignado a diversas Comisiones, se debe en gran parte a estos contactos con los her- manos separados, tanto personalmente como por carta".

El Secretariado está compuesto, aparte del cardenal presi- dente — que domina perfectamente muchas lenguas modernas y que ha sido durante muchos años profesor y rector del Instituto Bíblico y del secretario, monseñor Willebrands de origen holandés, especialista en problemas ecuménicos de dieciséis miembros y veinte consultores. Colaboran con el secretario un minutante del clero diocesano, francés de origen, y un archivero, norteamericano, del clero regular, de la Congregación de San Pablo.

Los miembros están divididos en tres arzobispos residen- ciales procedentes del clero diocesano; cinco obispos, cuatro re- sidenciales y un titular, cuatro del clero diocesano y un dominico ;

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S. E. VALERIO VAI.ERI,

( ardi ñal presidente «le la ( omisión de Religiosos! nacido t-n Santa Flora, diócesis de < ittá della I'ieve. el 7 de noviembre de lKKi; ordenado el 21 de diciembre de 1ÍI07: elegido para la Iglesia titular ar- zobispal de Efeso el 1S de octubre de 1927; consagrado el 2X de octubre de 1927; creado y procla- mado cardenal por Su Santidad I'ío XII en el Consistorio de enero de 1953: del título de San Silvestre in t'apite; prefecto de la sagrada Congregación de Religiosos. 1

cuatro sacerdotes diocesanos ; cuatro religiosos : un benedictino,, un jesuíta, un siervo de María, y un misionero sacerdote de San Pablo.

Las naciones de donde proceden los miembros son: Bélgica, Francia, Alemania, Inglaterra, Israel, Italia, Holanda, Estados Unidos, Sudáfrica y Suiza.

Entre los consultores se encuentran: un obispo residencial, ocho sacerdotes diocesanos, dos dominicos, dos jesuítas, un be- nedictino, un agustino, un asuncionista, un franciscano, un ora- toriano, un lazarista y un sulpiciano. Proceden de Bélgica, Ca- nadá, Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Holanda, Eslovenia, Escocia, Estados Unidos y Suiza.

Una enumeración como esta es necesariamente árida y no permite adivinar la gran competencia en los problemas del ecu- menismo que cada uno de los miembros y de los consultores posee. Se encuentran directores de periódicos especializados en cuestio- nes sobre las Iglesias separadas, junto a profesores que desde hace años profundizan temas teológicos, escriturísticos e histó- ricos, relativos a la unidad del mundo cristiano. Hay nombres a quienes se recuerda como pioneros de la idea unionística y otros que nos muestran a infatigables apóstoles de un ideal que se va haciendo cada vez más concreto. Por esta razón también el car- denal Bea podía afirmar en su discurso : "Nosotros trabajaremos de tal manera que la labor de nuestro Secretariado no sólo sea una labor administrativa y técnica, sino que se convierta en un ver- dadero apostolado, fuente de gracias para tantas almas que buscan sinceramente la unión".

En un discurso por Radio Vaticano, el cardenal Bea también ha dicho: "Si miramos solamente los obstáculos que hay que superar, especialmente en el campo doctrinal, podremos sentirnos desanimados : pues no hay solamente malentendidos, sino tam- bién numerosas y profundas diferencias doctrinales que nos se- paran de los ortodoxos y de los protestantes". Sin embargo, con- tinúa el presidente del Secretariado, tenemos la certeza que nos da la fe en la fuerza invencible de Cristo, capaz de superar el escándalo de los errores humanos ; tenemos el gozo de reconocer que un espíritu de condena contra toda división se va haciendo cada vez más fuerte y universal; tenemos la nostalgia de todos los hermanos disidentes hacia la unidad ; tenemos la humildad de los cristianos que comprenden que son incapaces de volver a unir las ataduras de hermandad que sus padres rompieron ... El camino está trazado a los fieles de la Iglesia católica por las palabras del Padre Santo : "Ofrecer a todo el mundo un maravi- lloso espectáculo de verdad, unidad y caridad, que visto también por los que están separados de la sede apostólica, será para ellos una delicada invitación a buscar y alcanzar la unidad por la que Cristo dirigió al Padre tan ardiente oración".

(O. R. 16 de marzo de 1962) .

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EL SECRETARIADO ADMINISTRATIVO

El Secretariado Administrativo es quizá del que menos se oye hablar en los trabajos de preparación del Concilio aunque sea el motor secreto que se preocupa de proveer, en el plano ma- terial y económico, la vida tan vasta y compleja hoy de cada uno de los organismos preparatorios, y mañana de todo el Concilio.

El Secretariado Administrativo se constituyó, juntamente con las demás Comisiones y Secretariados, el 5 de agosto de 1960, mediante el "motu proprio" "Superno Dei Nutu", en el que se dice textualmente : "Para atender a la parte económica y técnica con miras a la celebración del Concilio se constituirán adecuados secretariados". El plural indica un doble sector: el económico, de estricta competencia del Secretariado Administrativo, que nos ocupa, y el técnico o logístico, de competencia, en parte, de la Comisión Técnico-Organizativa, por lo que respecta al estudio y a la solución de los problemas relativos a la apertura y al fun- cionamiento de la Asamblea Conciliar, y en parte también, de competencia del Secretariado Administrativo, por lo que con- cierne a la financiación necesaria para un regular desenvolvi- miento de todas las actividades de la "máquina" poderosa que es el Concilio.

Cuatro son las características que principalmente se pre- sentan a los ojos de quien observa la estructura del Secretariado Administrativo ; el pequeño número de sus componentes ; el pre- dominio de los seglares siempre como número sobre los eclesiásticos ; la presencia de sólo miembros y exclusión total de consultores ; la homogeneidad de composición por cuanto se trata únicamente do representantes de diversos departamentos, en su mayoría económicos, financieros y técnicos de la ciudad del Va- ticano. Por tanto, a diferencia de las otras Comisiones y Secre- tariados precedentes de que anteriormente nos hemos ocupado, está simplificado al máximo el trabajo analítico basado sobre distinciones que no existen aquí.

Es presidente del Secretariado el cardenal Alberto Di Jorio, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la ciudad del Vaticano y presidente del Instituto para las Obras de Religión ; el secretario es monseñor Sergio Guerri. secretario también de la administración de bienes de la Santa Sede y delegado para la Administración Especial de la Santa Sede. A su lado trabajan un minutante sacerdote y un contable seglar.

Los miembros son diez, de los que tres son sacerdotes y siete seglares, los cuales representan a la Secretaría de Estado, al Instituto para las Obras de Religión, a la Administración de los Bienes de la Santa Sede, al Gobiprno del Estado de la ciudad del Vaticano, a la Administración Especial de la Santa S^de, a la Florería de los Sagrados Palacios Apostólicos, a la Oficina Técnica de la Reverenda Fábrica de San Pedro.

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El Secretariado Administrativo, a diferencia también de los otros organismos preparatorios del Concilio, se ha reunido casi regularmente una vez al mes, no para elaborar esquemas que proponer a la Comisión Central, sino para preparar balances consultivos de las expensas ordinarias y extraordinarias que no son ciertamente de modesta entidad. Puede decirse, además, que el Secretariado Administrativo, en cierto sentido, ha funcionado ya antes incluso de su constitución oficial en cuanto que ha hecho frente a todos los gastos del período comprendido del 17 de mayo de 1959 al 5 de junio de 1960, entre ellos los mayores, inherentes a la actividad de la Pontificia Comisión Antepreparatoria. Des- pués de junio de 1960, el Secretariado ha atendido financiera- mente a la estable constitución de la Secretaría General de la Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, al equipo de todas las Oficinas de las Comisiones Particulares, a la provisión económica de todo el personal necesario para el regular desenvolvimiento de los trabajos, a los gastos de viaje de los miembros y consultores llamados a Roma para las reunio- nes de estudio, en una palabra, a todos los gastos particulares y generales, ordinarios y extraordinarios que los organismos pre- paratorios exigen, día por día, desde los sellos de correos a los viajes, desde el papel y los impresos a los estipendios, desde los suministros mínimos a la adaptación de les edificios.

Particulares gestiones han sido realizadas por el Secreta- riado ante diversas entidades para hacer usufructuarios a los participantes en las reuniones preparatorias y en las futuras del Concilio, de especiales facilidades para el viaje. Los ferrocarriles italianos así como algunas grandes sociedades de navegación como la Italia, Adriática, Tirreña y Lloy Triestino han concedido, y concederán, descuentos a cuantos, provistos de una tarjeta ex- pedida por el Secretariado Administrativo, vengan a Roma o partan de ésta. Las principales compañías aéreas han asegurado siempre una especial asistencia a los componentes de las Ponti- ficias Comisiones Preparatorias durante sus viajes, motivados por trabajos para el Concilio.

Una actividad notable ha desarrollado, pues, el Secretariado Administrativo, aunque muy callada y también no siempre sufi- cientemente apreciada por quien no llega siquiera a imaginar la mole inmensa de problemas que plantea la realización de un Con- cilio en los tiempos modernos, que supera a todo otro anterior por el número de participantes, por la intensidad y amplitud de la preparación, por exigencias todavía desconocidas en los años del Concilio Vaticano I.

¡ Y eso que todavía estamos en el período preparatorio ! Pero ya el Secretariado Administrativo mira al inmediato futuro, cuando se inicie y desarrolle el Concilio, teniendo que proveer a la realización de los proyectos que la Comisión Técnico-Orga- nizativa aprobará para poner a punto el Aula Conciliar en la

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basílica de San Pedro, a fin de hacerla idónea y acogedora, con adecuada sistematización de las diversas reuniones de estudio en que participarán activamente más de dos mil padres, y a las que asistí rán teólogos y canonistas, así como eventuales observadores. Y no sólo esto; en muchos casos será también el Secretariado Administrativo el que habrá de ocuparse del alojamiento de los padres y de su séquito; más aún, existe la incógnita acerca de la duración del Concilio, por lo que todo cálculo debe ser suma- mente elástico de modo que permita todas las soluciones posibles.

No se han exteriorizado aquí, por comprensibles motivos de obligada reserva, cifras de ningún género, como no habíamos re- velado la esencia de los esquemas preparados por las otras Co- misiones y Secretariados. Repetimos que para este Secretariado los esquemas son las cuentas de ingresos y gastos. A los gastos ya hemos aludido aunque sea superficialmente ; los ingresos, que provienen de las ofertas de los fieles y del episcopado que miran al Concilio con tanto amor y tanta esperanza sintiéndolo como un acontecimiento que interesa a todos, desde el individuo a la colectividad, requieren por esto la colaboración de todos.

160

LAS SUBCOMISIONES DEL REGLAMENTO, PARA LAS MATERIAS MIXTAS Y DE LAS CORRECCIONES

Las Tres Subcomisiones del Reglamento, para las Materias Mixtas y de las Correcciones se constituyeron en el seno de la Comisión Central el 7 de noviembre de 1961, y fueron anunciadas por el mismo Padre Santo con ocasión de la apertura de los tra- bajos de la segunda Sesión plenaria de la misma Comisión Central el 7 de noviembre de 1961, y fueron anunciadas por el mismo Padre Santo con ocasión de la apertura de los trabajos de la segunda Sesión plenaria de la misma Comisión Central. "Sabemos —dijo textualmente el Sumo Pontífice que bulle el trabajo para cuidar aun de las cosas particulares y los detalles : en efecto, mien- tras los Miembros de la Comisión Central examinan colegialmente los esquemas, Subcomisiones particulares redactarán las normas que se habrán de observar en el futuro Concilio, oportunamente coordinarán las materias mixtas, juzgarán acerca de las correc- ciones propuestas en la discusión de esos esquemas". He aquí tra- bado en síntesis perfecta el propósito por el que fueron creadas >stas Subcomisiones; réstanos ahora ver las actividades progra- madas, algunas de las cuales ya se encuentran camino de rea- lizarse.

La Subcomisión del R<(/lamento.

Esta Subcomisión tiene el fin específico de elaborar las nor- mas que regularán la apertura y el desenvolvimiento del Concilio, teniendo en cuenta las leyes canónicas y los pareceres expresados por los Miembros de la Comisión Central, durante la primera Sesión tenida del 12 al 20 de junio de 1961. A ninguno escapa la importancia, más aún la necesidad, y la complejidad de un Regla- mento para una Asamblea a la que activamente participarán cerca de 2500 personas con derecho de voto deliberativo. Se trata de ordenar, del modo más eficiente posible, toda la vida interna del Concilio, preparando un proyecto de normas que han de someterse a la aprobación del Padre Santo, donde se establecen los organis- mos para las actividades de estudio, las modalidades de los deba- tes, las oficinas de las Comisiones, la distribución de las prece- dencias, las reglas de las votaciones, los cometidos individuales y de grupo de todos los que están agregados a los "servicios" con ocasión de las sesiones plenarias.

La palabra Reglamento no debe tomarse como una limitación o coercisión de la libertad de los Padres Conciliares, sino más bien como una guía encaminada a evitar confusiones, a facilitar los trabajos, a impedir contratiempos y errores de procedimiento.

161

El Código de Derecho Canónico precisa que está reservada al Sumo Pontífice la facultad de "fijar las materias a tratarse en el Concilio y determinar el orden a seguir en su discusión". Por eso hemos dicho que la Subcomisión del Reglamento prepara un proyecto que será definitivo sólo después que sea revisado y apro- bado por el Padre Santo.

En los primeros Concilios de la Iglesia no había Reglamento y se procedía según las situaciones y los casos. Antes de la aper- tura del Concilio de Constanza (1414), los teólogos pidieron al Papa que fijara algunas normas para avanzar mejor en el tra- bajo; en el V Concilio de Letrán (1512), el mismo Papa había con antelación redactado un Reglamento que aprobaron después los Padres Conciliares. En cambio el Concilio de Trento se abrió (1545) sin normas especiales; y durante su desarrollo, al adver- tirse la necesidad de un pequeño Código de procedura que agilizara el trabajo, fué cuando se procedió a fijar reglas según la nece- sidad de las emergencias. En consecuencia de las experiencias sufridas, se preparó para el Concilio Vaticano I un Reglamento, que se dió a conocer a los Padres el 2 de diciembre de 1869, seis días antes de la solemne inauguración de las Sesiones, por medio de la Carta Apostólica "Multíplices Ínter", de fecha 27 de noviem- bre del mismo año.

Ahora cuando ha crecido el número de los participantes al Concilio, se hace mucho más necesario un Reglamento, a lo que está proveyendo la Subcomisión presidida por el Cardenal Fran- cisco Roberti, compuesta por los Cardenales Jaime de Barros Cámara, Andrés Julien, Arcadio Larraona, Teodoro Guillermo Heard. Hace de Secretario monseñor Vicente Carbone, Minutante de la Secretaría de la Comisión Central. Como se podrá observar, esta como las otras dos Subcomisiones está formada por Carde- nales de diversa nacionalidad : un italiano, un brasileño, un fran- cés, un español, un inglés.

La Subcomisión ¡jara las Materias Mixtas

Esta Subcomisión tiene la finalidad sumamente delicada de estudiar las materias de argumento mixto con el propósito de uni- ficar los esquemas que han sido redactados por varias Comisiones y que tienen referencia a la misma o parecida materia. También esta Subcomisión se ha organizado con un fin práctico esencial- mente con el intento de aliviar el trabajo del Concilio que ya de por es bastante gravoso a causa del número y la extensión de los temas que se van a estudiar y discutir. Es fácil comprender cómo diversas Comisiones habrán podido tratar argumentos casi idénticos, a pesar de que se hayan constituido muchas Subcomi- siones mixtas para evitar en lo posible un doble trabajo y una doble redacción de esquemas. La naturaleza misma de los argu-

162

S. K. BENEDICTO ALOIS1 MASKLLA,

cardenal presidente de la Comisión de la disciplina de los .Sacramentos, nacido en Pontecorvo el 29 de junio de 1K79; ordenado el 1" rje junio de 1902; elegido para la Iglesia titular de Cesárea de Mau- ritania , pro hac vice, elevado a arzobispo el 15 de diciembre de 1919; consagrado el 21 de diciembre de 1919, creado y proclamado cardenal por Su Santidad Pío XII en el Consistorio de 18 de febrero de 1946; obispo de I'alestrina el 21 de junio de 1948; arcipreste de la patriarcal archibasilica lateranense; prefecto de la Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos; camarlengo de la S. I. K.

meatos hace que no se note entre ellos una distinción tan precisa que no consienta alguna relación.

La Subcomisión de las Materias Mixtas no ha podido aún adelantar mucho en su trabajo, porque debe esperar que hayan sido pasados a la Comisión Central casi todos los esquemas. Esta última es el gran centro a donde confluyen las elaboraciones de Comisiones y Secretariados y que, al buscar una formulación de textos cada vez más perfecta, examina, aprueba, corrige o decide la unificación, encargando después a la Subcomisión de Materias Mixtas el cometido de la última actuación.

Ya se prevee que no será poco el trabajo que, después de la última Sesión del 20 de junio de la Comisión Central, le espera a esta Subcomisión presidida por el Cardenal Eugenio Tisserant y compuesta por los Cardenales José Ferretto, Aquiles Liénart, Ignacio Gabriel Tappouni. Es su Secretario Monseñor Lauro Go- vernatori, Minutante de la Comisión de los Obispos y del Gobierno de las Diócesis. También formó parte de esta Subcomisión el Car- denal Luis Muench, fallecido en febrero de 1962.

La Subcomisión de Correcciones.

La Subcomisión de Correcciones debe proveer a la enmienda de los esquemas de Constituciones dogmáticas o de los decretos disciplinares, según las directivas y propuestas de los Miembros de la Comisión Central. La procedura, pues, que sufren los esque- mas antes de llegar al Concilio comienza en cada Comisión que prepara y presenta los esquemas, pasa después a través de la Co- misión Central que expresa un juicio prudencial acerca de los mismos sugiere o propone modificaciones o ulteriores elaboracio- nes y se detiene en esta Subcomisión que enmienda los esquemas, según el veredicto de la votación y las obsei"vaciones de los Miem- bros de la Central.

Pero antes de proceder a la corrección de un esquema, la Subcomisión cataloga sistemáticamente todas las proposiciones llegadas de la Comisión Central y las envía para conocer su pare- cer y para los efectos de su consideración a la Comisión de origen o de procedencia. Luego, observaciones y respuestas, oportuna- mente recogidas en una síloge que evidencia el proceso sufrido por el esquema en cuestión, el estado mismo de la cuestión, los puntos de común acuerdo y los puntos en controversia, pasan por fin a los Miembros de la Subcomisión, quienes en sesiones ordina- rias y comunes examinan y discuten dichas observaciones o res- puestas, con el fin de encontrar sobre todo una solución adecuada a las palies no concordantes.

Se comprende en seguida que tal manera de proceder y tal trabajo contribuyen a perfeccionar los esquemas, revelando clara -

165

mente uno de los aspectos de la variada e intensa actividad de la íntegra Comisión Central : o sea, la mejor preparación posible de la extensa, compleja y delicada materia que se debe presentar a la atención de los Padres del Concilio, a través dé' una colabora- ción extrema y el más amplio aporte de estudios y de experiencias calificadas.

Hasta hoy (24 de marzo de 1962) la Subcomisión ha exami- nado, discutido y corregido 13 esquemas; y otros 10 esperan su turno en las sesiones que tendrán lugar en los próximos días, durante la quinta Sesión de la Comisión Central. Los componentes de esta Subcomisión son el Cardenal Carlos Confalonieri, Presi- dente, y los Cardenales Clemente Mícara, Santiago Luis Copello. José Siri, Pablo Emilio Léger, que son Miembros. Secretario de la Subcomisión es Monseñor Vicente Fagiolo, Minutante en la Comisión de la Disciplina de los Sacramentos. El trabajo que espera a esta Subcomisión no es pequeño, pero habida cuenta del ritmo que la oficina ha impreso a toda su actividad, se tienen fundados motivos para esperar que seguirá con paso regular, como lo ha hecho hasta ahora, el trabajo que va desarrollando la Comisión Central.

LA COMISION TECNICO ORGANIZATIVA

La Comisión Técnico-organizativa fué constituida en la se- gunda Sesión plenaria de la Pontificia Comisión Central Prepa- ratoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, el día 7 de noviembre de 1961, después de haber dado lectura el Secretario general, Excmo. Mons. Pericles Felici, a algunas disposiciones relativas al desarrollo de los trabajos y estudio de la misma Comisión Cen- tral. Además de las tres Subcomisiones ya enumeradas del Regla- mento, de las Materias Mixtas y de las Correcciones de los esque- mas, quedó establecido que en el seno de la Comisión Central funcionaría esta otra Comisión Técnico-organizativa, como inti- mamente ligada a la Central. Su finalidad es : preparar todas las cosas necesarias para el desenvolvimiento material y orgánico del Concilio Vaticano Segundo. Sus componentes son todos expertos t>n cuestiones técnicas, logísticas, de organización etc. Además de las invitaciones a los Padres Conciliares que se han extendido de acuerdo con la Constitución Apostólica "Humani Generis", sobre convocatoria del Concilio, y de las que se enviarán a los Consul- tores definitivamente convocados y que tendrán sólo voz en las deliberaciones que se avecinan, esta Comisión piensa como tarea propia y específica en proveer al alojamiento de todos los convo- cados, ofreciéndoles a los que no hayan arreglado por su cuenta todo lo concerniente a su estadía en la Ciudad de Roma, el alo- jamiento que generosamente el Padre Santo ha organizado y preparado dentro de las dependencias del Palacio Apostólico del

166

Vaticano. Igualmente el cometido de esta Comisión es el de acon- dicionar el interior de la Basílica de San Pedro en el Vaticano para el desarrollo de las Sesiones y Congregaciones Conciliares, con instalaciones adecuadas de luz y de sonido, de asiento, tribu- nas para los oradores, calefacción moderna etc.

La Comisión tuvo su primera reunión de instalación el miér- coles 8 de noviembre de 1961 y desde entonces se encuentra en continua actividad. Está compuesta por su Presidente, que es el Cardenal Gustavo Testa, y los siguientes Miembros : Cardenales Francisco Spellman, Arzobispo de Nueva York; Fernando Quiro- ga y Palacios, Arzobispo de Santiago de Compostela ; Juen Bautis- ta Montini, Arzobispo de Milán; Pablo María Richaud, Arzobispo de Burdeos; Julio Dópfner, Arzobispo de Munich; Pablo Marella. Luis Traglia, Alberto Di Jorio : Presidente de la Reverenda Fá- brica de San Pedro el primero, respectivamente, Provicario Ge- neral de Su Santidad para Roma y su Distrito el segundo, y e: último, Propresidente de la Comisión Pontificia para la Adminis- tración del Estado de la Ciudad del Vaticano y de la vigilancia de! Instituto de las Obras de Religión y de los Bienes de la Santa Sede. Secretario de la Comisión Técnico-organizativa es el mismo de la Comisión Central : Su Excelencia Pericles Felici ; y Subse- cretarios: Mons. Sergio Guerri, Mons. Agustín Casaroli y Mons. Higinio Cardinale.

BIBLIOGRAFIA

NOTIZIARIO, Boletín diario del Servicio de Prensa de la Pontificia Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, Ciudad del Va'.'cano: Características de las Comisiones y Secretariados Prepara- torios del Concilio Vaticano II:

Comisión Central

JN

1 ."i

2! i

noviembre

1901

Teológica

1 6

diciembre

1961

de los Obispos y del Gobierno

de las

I\;ócesis

)>

18

Q

IIIUICIIIUI t

1 96 1

de la Disciplina del Clero y del

pueblo

cristiano

20

9

diciembre

1961

de los Religiosos

22

L6

diciembre

1961

de la Disciplina de los Sacramentos

25

:¡n

diciembre

1901

mí-» lo Ssío*i"inn í ítiii'trin

26

**

enero

1962

Estudios y Seminarios

88

27

enero

1962

de las Iglesias Orientales

ov

9 1

enero

1 Oí»

de las Misiones

,,

41

7

febrero

1962

del Apostolado de los Seglares

43

10

febrero

1962

Ceremonial

44

14

febrero

1962

Secretariado de Piensa y Espectáculos

58

O

0

marzo

1002

para la unión de los cristianos

* >u

1 A

marzo

Administrativo

61

17

marzo

1962

Subcomisiones Centrales

I )<• Reglamento

De Corecciones

De Materias Mixtas

03

24

marzo

1962

Comisión Técnico-Organizativa

74

1 1

abril

1962

Revista ECCLESIA, 28 de abril de 1902, N" K)8.r>, páginas 515-541.

168

s. E. AIU ADIO LARRA ON A,

. ■. . m.íi > presidenta de la Comisión de lu Sagrada liturgia P de Ion dareiianos. nacido en Oteiza de la Solana, Ar<|iiidiócesis de ramplona, el 13 de noviembre de I SK7 ; ordenado el i o de ionio de 1911 «reado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan Wlll en el Consistorio de 14 de diciembre de 1959; consagrado el L9 de abril de I f*t»2 ; diácono de los santos Kiauio > (arlos al (atinari: preíeoto de lu Sagrada Congregación de los ititos.

(T ADRO SINOPTICO DE LAS IGLESIAS ORIENTALES

I

IGLESIAS DISIDENTES

IGLESIA

RITO RIZANTINO

Griegos

1 ) Patriarcado de Cons- tatinopla

2 ) Igrlesia de Creta

3) Iglesia de Grecia . .

4) Arzobispado de Chipre

5) Arzobispado de Amé- rica

Melkitas

1) Patriarcado de Antio- quía

2) Emigrados de América

3) Patriarcado de Jerusa- lén

4) Patriarcado de Alejan- dría

5) Arzobispado de Sinaí. .

Eslü Vos

1) Patriarcado de Moscú. .

2) Rusos emigrados . .

3) Rascolniks

4) Patriarcado serbio . . .

5) Patriarcado búlgaro . . fi) Iglesia de Polonia .

7) Iglesia de Checoslova- quia

8) Iglesia de Hungría. ..

Otros pueblos

1 ) Patriarcado rumano . .

2) Catolicado georgiano. .

3) Iglesia albanesa

4) Iglesia finlandesa.. ..

Lengua Litúrgica

griego antiguo

griego antiguo-árabe.

griego antiguo

eslavón

rumano

georgiano

griego antiguo-albanés eslavón-f inlandés . . .

Estadística

310.000 450.000 (í.500.000 350.000

400.000

8.010.000

287.000 100.000

45.000

150.000 50

582.050

105.000.000? 3.000.000 20.000.000? 7.500.000 0.000.000 350.000

200.001) 40.000

142.000.000

12.000.000 2 500.000

215.000 70.000

14.785.000

IGLESIA

-RITO ARMENIO

1 ) C a t o 1 i cado de Etch- miadzin

2) Catolicado de Sis . .

3. Patriarcado de Cons- tantinopla

4) Patriarcado de Jerusa- lén

5) Arzobispado de Bulga- ria

<>) Dispersos Europa-Amé- rica

-RITO SIRO

1) Patriarcado de Antio- quía

2) Siros ortodoxos Mala- bar

3) Siros reformados Ma- labar

-RITO CALDEO

1 ) Catolicado Nestoriano . 2) Grupo del Malabar. . .

-RITO COPTO

1) Patriarcado de Alejan- dría

2) Iglesia etiópica

Lengua Litúrgica

armenio antiguó

siríaco-árabe

caldco .

copto-árabe «■héez . .

Estadística

3.000.000

125.000 6O".000 75.000 25.000

500.000

3.785.000

70.000 520.000 175.000 7fi5.00l»

1(10.000 10.000

170.000

L.350.000 5.000.000?

6.350.000

172

II

IGLESIAS UNIDAS

IGLESIA

1. RITO BIZANTINO

1) Griegos

2) Diócesis Hadju-Dorog. .'}) Italo-griegos

4) Patriarcado de Antio- quia

5) Melkitas dispersos . . .

(>) Rutenos:

a) Ga itzia

1)) Checoslovaquia. ..

c) Hungría

(I) Rukovina (Ruma- nía)

c) América

7) Yugoslavos

8) Búlgaros

9) Rumanos

2. RITO ARMENO

1) Patriarcado de Cilicia.

2) Arzobispado de Leopol

3) Dispersos Europa-Amé- rica

3. RITO SIRO

1) Patriarcado de Antio- quía

2) Malankares (India) ..

4. RITO CALDEO

1 ) Patriarcado de Babilo- nia

2) Grupo del Malabar. . .

Lengua Litúrgica

griego antiguo .... eslavo-rumano . . griego antiguo ....

griego antiguo-árabe

eslavo .

armenio antiguo

siríaco-árabe . siríaco

caldeo .

Estadística

2.000 182.000 75.000

180.000 50.000

3.602.000 585.000 21.000 76.000

1 .0(58.000

55.000 6.000 1.600.000

7.502.000

60.000 5.000

115.000

180.000

90.000 80.000

170.000

170.00(1 1.050.000

1.220.000

173

IGLESIA

."..—RITO MARONITA

1) Patriarcado de Antio- quía

2) Dispersos

RITO COPTO

1 ) Patriarcado de Alejan- dría

2) Iglesia de Etiopía . . . .

Lkngua Litúrgica

si ríaco-árabe

copto-árabe . ghéez

CUADRO COMPARATIVO

RITOS

DISIDENTES

CATOLICOS

1)

Rito bizantino . .

165.467.000 (95,67%)

7.502.000 (4,33%)

2)

3.785.000

180.000

3)

765.000

170.000

4)

Rito caldeo

170.000

1.220.000

5)

Rito maronita . .

885.000

6)

Rito copto

6.350.000

125.000

Totales

176.537.000 (94,60%)

10.082.000 (5,40%)

Datos sacados del R. P. Angel Santos Hernándezi en su obra: "Iglesias de Oriente - Puntos específicos de su Teología", Santander, 1959. Quien a su vez cita a Janin, en su obra: "Eglises Orientales et Rites Orientaux", París, 1955.

174

Vil

El Concilio en Miniatura

Las reuniones de la Comisión Central Preparatoria.

Dijimos ya que ha habido dos fases en el arduo camino hacia el Concilio. Dos fases preparatorias. La primera concluyó cuando Su Excelencia Monseñor Pericles Felici, arzobispo titular de Somosata y secretario general de la Pontificia Comisión Central Preparatoria, puso en manos de Su Santidad el último de los quince tomos editados por la Tipografía Poliglota Vaticana, que en 9.520 páginas contienen las Actas y Documentos Preparato- rios del Segundo Concilio Vaticano Ecuménico. La primera parte de estos volúmenes se refiere a las Actas del Sumo Pontífice Juan XXIII ; tiene dos apéndices relacionados con las cartas de 26 Cardenales y con la conferencia de prensa y entrevista tele- visada concedida por el Cardenal Tardini. Esta primera parte de la serie antepreparatoria es del dominio público. Pero los otros volúmenes restantes permanecen aun secretos y constitu- yen la base para la empeñosa labor de las Comisiones. Noble trabajo que se hizo "con paz, actividad y consuelo". La segunda parte lleva por título : "Pareceres y votos de Obispos y Prelados". Se divide en ocho tomos. Dos contienen las respuestas de los obispos de Europa. Uno tercero las de los obispos de Italia por separado. El cuarto las de los obispos de Asia. El quinto las respuestas de los obispos de Africa. El sexto comprende la con- sulta de América del Norte y Central con un total de 348 cartas. En el tomo séptimo se registran las respuestas de los obispos de América del Sur y de Oceanía, distribuidas así : 33 de Argentina, 14 de Bolivia, 132 del Brasil, 20 de Chile, 35 de Colombia, 17 del Ecuador, 3 de las Guayanas, 6 del Paraguay, 28 del Perú, 5 del Uruguay, 17 de Venezuela. De Oceanía: 30 de Australia, 1 de Malasia, 3 de Micronesia, 5 de Nueva Guinea y archipiélago de Bismarck, 3 de Nueva Zelandia, 6 de Polinesia; en total 358 car- tas. Consta el octavo tomo de las respuestas de los Superiores Generales de los religiosos. Dos tomos más recogen analítica- mente en forma de proposiciones, 8.972 por todas, las sugestiones del Colegio Episcopal y de los Superiores Mayores. O sea, en el noveno están sintetizadas las cuestiones doctrinales, normas ge- nerales del Derecho Canónico, disciplina del clero, asuntos refe- rentes a los seminarios y a los seglares. Y el décimo contiene proposicionees relativas a los sacramentos, lugares sagrados, pre- ceptos eclesiásticos, beneficios, bienes temporales, procesos, de- litos, penas, misiones, ecumenismo, obras sociales y caritativas de la Iglesia.

177

La parte tercera consta del tomo titulado : "Proposiciones y advertencias de las Sagradas Congregaciones de la Curia Ro- mana". La parte IV, por último, dividida en tres tomos encierra los estudios de las Universidades Católicas y Facultades Eclesiás- ticas, a saber: Universidad Gregoriana, Lateranense y Ateneo de Propaganda Fide; Ateneo Angélico, de San Anselmo, Sale- siaho, Instituto de Música Sagrada, de Arqueología Cristiana, Facultad Teológica de San Buenaventura, Colegio Internacional de Carmelitas Descalzos, el Marianum y 37 Universidades y Fa- cultades con sede fuera de Roma.

La segunda fase de la preparación del Concilio comenzó el día 12 de .iunio de 1961 y terminó el 20 de junio de 1962, con las siete reuniones generales de la Comisión Central. Sus delibera- ciones también serán editadas en otra serie de volúmenes que pasarán a manos del Colegio Episcopal. Vamos a resumir en lo posible algo de esas sesiones históricas, ya que, gracias a la Ofi- cina de Prensa del Vaticano, periódicos como el Osservatore Ro- mano y revistas como "La Civiltá Cattolica", Ecclesia, Sal Térras, Documentation Catholique y muchos otros órganos de publicidad han transmitido a sus lectores el substrato de las ponencias y anteproyectos de esquemas preconciliares que se han originado en el seno de la máxima Comisión. Estas sesiones constituyen una pauta segura para por lo menos presumir que dichas mate- rias van a ser consideradas por el próximo Concilio. Aunque bien sabemos que el Concilio no es un parlamento político, sino una asamblea de toda la Iglesia docente donde la primera moción corresponde al Espíritu Santo y, por tanto, siempre resultará aventurado adelantar opiniones acerca de lo que van a discernir y decretar los Padres conciliares.

Primera sesión de la Comisión Central. Reglamentación. Lengua oficial del Concilio.

La primera asamblea general de ese organismo central, cuyo Presidente es el Papa, tuvo como todas las demás su lugar en Roma, fecha 12 a 20 de junio de 1961. Se estudiaron cuestiones orevias, relativas al reglamento interno del futuro Concilio, orden de trabajo, estilo, idioma, etc. Asistieron 31 Cardenales, 2 Pa- triarcas, 12 Arzobispos y Obispos, 4 Superiores Generaos de Ordenes religiosas y 23 Consultores. Después del discurso del Padre Santo, los Presidentes de las diversas Comisiones y Secre- tariados dieron relación de sus trabajos correspondientes y el Secretario General la rindió con respecto a la Comisión Central. La audiencia del día 13 trató acerca de las personas que deberían ser convocadas al Concilio. Ya en la Bula respectiva se sancionó que deben participar todos los Obispos residenciales y titulares y cuantos según la legislación canónica vigente están obligados a comparecer. El día siguiente se trató el punto de la participación de un determinado número de Teólogos y Canonistas y de la com-

178

posición de las Comisiones conciliares. Las personas que inte- grarán esos sectores teológicos y canónicos serán convocadas oportunamente y las Comisiones conciliares, compuestas de sólo Padres del Concilio, serán en él determinadas. Cuatro funciona- ron durante el Vaticano Primero presididas por sendos Carde- nales : la de la Fe, de la Disciplina, de los Religiosos y de las Igle- sias Orientales y Misiones. La tarea de estas Comisiones es vol- ver a examinar, a su debido tiempo, los proyectos de decretos pro- puestos, en espera de la redacción definitiva. El día 16 se abordó además otro tema, el del modo a seguir en las discusiones y en la votación. La solución aceptada no se dió a conocer. Recordamos que en el Vaticano Primero, Pío IX exhortó a todos a que habla- ran libremente, pero después hubo de sancionarse que las obser- vaciones fuesen formuladas por escrito, dentro de los diez días de presentado el esquema ; la comisión respectiva recogió los pro y los contra y resumiendo el pensamiento de la mayoría, tornaba a someter a discusión el schema, hasta que la misma mayoría lo declaraba suficientemente debatido.

El día 17 se continuó el debate sobre el método de las discu- siones y la votación conciliares. Luego se trató acerca del idio- ma que se habrá de emplear. Ya el 3 de julio de 1960 el Cardenal Antonio Bacci, eminente latinista, publicó un sesudo artículo en el Osservatore Romano, en 3l que asomaba su opinión de que en las reuniones solemnes y congregaciones generales deberá preva- lecer el latín por lo menos escolástico y en la redacción de los do- cumentos y actas conciliares un latín más cuidado. Un concilio no es una academia literaria. El lenguaje de los Padres deberá ser sobre todo científico, preciso, claro y exacto. Luego el 22 de febrero de 1962 el Padre Santo promulgó su constitución sobre un renacimiento del estudio y empleo del latín. Pero es posible que al lado del latín y al margen de las sesiones puedan utilizarse otras lenguas modernas. Para que el servicio de prensa pueda efectuarse de un modo conveniente será necesario que un equipo de buenos latinistas, siguiendo el desarrollo de las discusiones, no sólo redacte un extracto fiel en latín, sino también una traducción precisa en las diferentes lenguas vulgares. El día 19 se ventiló el tema de cómo deben ser registradas las discusiones mismas. En el Vaticano I hubo un cuerpo de 23 estenógrafos. Ahora hay uno de 42 universitarios que bajo la dirección del doctor Aloys Kennerknecht se han entrenado suficientemente en taquigrafía latina y moderna. Son catorce las naciones representadas en ese equipo de taquígrafos excepcionales : Alemania, Austria, Ceilán, Egipto, España, Estados Unidos, Francia, India, Inglaterra, Ir- landa, Italia, Méjico, Paraguay y Ruanda-Urundi. El día 20. con un n-ievo discurso del Papa, se dieron por terminadas las audien- cias de esta primera sesión plenaria de la Comisión Central, de- dicada a la reglamentación del desarrollo del inminente Concilio Ecuménico.

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Segunda sesión de la Comisión Cent tal Teología y Disciplina eclesiástica.

Se abrió el día 7 de noviembre con el saludo de bienvenida del Padre Santo. Estaban presentes 44 Cardenales entre los cuales figuraba nuestro Arzobispo de Caracas, el Eminentísimo Cardenal José Humberto Quintero; 2 Patriarcas, 24 Arzobispos y Obispos, los 4 Superiores Generales religiosos y 28 Consultores. El Secretario General, Mons. Felici, dió lectura en latín a algunas disposiciones relacionadas con el desarrollo de los trabajos y estudio; entre ellas, la constitución de tres subcomisiones cuyos objetivos serán: elaborar las normas que regularán el Concilio, a la luz de las leyes canónicas y los pareceres expresados en la sesión anterior; estudiar las materias mixtas a fin de unificar los esquemas redactados por las Comisiones que se refieran a una misma o parecida doctrina; y la tercera se ocupará de corregir los esquemas después de haber oído las propuestas de los miem- bros de la Comisión Central. Quedaba constituida adentro la Co- misión técnico-administrativa, hoy presidida por el Emmo. Car- denal Gustavo Testa, cuyo fin es organizar todo lo conducente al crden material del Concilio: alojamiento, invitación de los Padres, etc. Los Cardenales Amleto Juan Cicognani y Agustín Bea propusieron a discusión el tema de una posible invitación a los no católicos. De momento en la Bula de convocación no han sido llamados a tomar parte activa en las sesiones del Con- cilio. En la segunda audiencia el Cardenal Ottaviani propuso una nueva fórmula de la profesión de fe, que por la legislación vigente deben emitir los Padres conciliares al iniciar sus tareas propias en el Concilio. En la discusión que se siguió tomaron parte todos los presentes. La nueva formulación prevé la fusión de la actual profesión de fe con el juramento antimoderníst'co.

En la tercera audiencia se trató un Esquema de constitución sobre las fuentes de la Revelación, siempre bajo la dirección del Cardenal Ottaviani. Se habla de Constitución porque es el tér- mino empleado para la exposición de cuestiones doctrinales, como se usa el término de Decreto para las de orden disciplinar. Hubo una atenta discusión antes de proceder a la votación. Lo que se aprueba en estos debates es para ser presentado al Papa en orden a su ulterior apreciación y definitiva discusión en las sesiones mismas del Concilio. El día 11 de noviembre se dedicó al clero y a su proporcionada distribución según las exigencias modernas para asegurar una asistencia espiritual a zonas siempre crecien- tes y desprovistas de adecuada instrucción religiosa. Se completó al día siguiente con el tema de la santidad sacerdotal. Exponía el Cardenal Pedro Ciriaci, Presidente de la Comisión de la disci- plina del clero y pueblo cristiano. Este estudio se prosiguió el día 14 con el Esquema sobre la provisión, unión y división de las parroquias. Al día siguiente se consideró detenidamente el pro- blema de la vida de las parroquias en aquellas sociedades some-

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tidas a transformaciones radicales debidas a fenómenos de urba- nismo, de facilidades de medios de comunicación, desarrollo del turismo, aumento del tiempo libre y otras evoluciones modernas. Se comenzó a discutir un Esquema de Decreto sobre los deberes del Párroco en torno a estos aspectos urbanísticos. El próximo Concilio completará este punto pastoral, ya que se trata de un tema bien práctico de orden disciplinar.

En la cuarta audiencia se estudió otro punto de carácter ju- rídico con relación a los oficios y beneficios eclesiásticos, a la administración de los bienes de la Iglesia y el esquema concreto sobre los Archivos, Bibliotetcas, Monumentos y obras de arte de propiedad eclesiástica o de custodia suya en las Iglesias y casas religiosas. El Padre Santo clausuró personalmente esta segunda sesión plenaria con un discurso de agradecimiento, el día 17 de noviembre.

Tercera sesión de la Comisión Central Dignidad de los Pa- triarcas orientales.

Se reunió del 16 al 23 de enero de 1962 con la asistencia de 35 Cardenales, 2 Patriarcas, 14 Arzobispos, 2 Obispos, 4 Supe- riores Generales de religiosos y 29 Consultores. Dieciséis puntos concretos fueron analizados. En la Comisión Teológica se trata- ron cuestiones que interesan al Orden Moral; la Comisión de la disciplina de los Sacramentos discutió sobre la Confirmación, la Penitencia y el Orden ; en la Comisión de las Iglesias Orientales se profundizaron las relaciones sobre los sacramentos, los ritos de la Iglesia, los Patriarcas, las funciones sagradas, el uso de las lenguas locales en la liturgia oriental ; finalmente se trataron los problemas teológicos que se relacionan con la íntegra custodia del depósito de la Fe. Este último Esquema se subdividió por su amplitud en otros 7 esquemas menores : la Verdad divina, Dios Creador, la Revelación y el progreso así llamado de los dogmas, la elevación al orden sobrenatural y espiritismo, el pecado ori- ginal y monogenismo, la suerte de los niños que mueren sin bautismo, la reparación vicaria hecha por Cristo para todos los hombres.

La cuestión del Orden Moral se trató en primer luear. Existe una desorientación con respecto a los límites entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, lo verdadero y lo falso, lo lícito y lo ilícito a tal punto que el mayor pecado de nuestro tiempo es no creer en la existencia de un Orden Moral que cualifica y distin- gue ante Dios los pensamientos, deseos y actos humanos; de donde se siguen los errores de : negar la existencia de Dios, autor y custodio del Orden Moral; erigir en criterio de moralidad lo útil, lo deleitable, el bien de la raza, los intereses de una clase, el poder del Estado; sustituir el Orden Moral por la moral de situa- ción, individualista o independiente sin idea de Dios ni concepto

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de sanción u obligación, todo ello a través de sistemas filosóficos, modas literarias y doctrinas políticas. Errores que envilecen la dignidad humana, bajo el pretexto de liberar al hombre de todo Ügamen que fréne su naturaleza. El orden moral, además de con- ducir al hombre a la consecución de su verdadero fin, debe pre- servarlo de todas aquellas prácticas que lo hacen esclavo de men- talidades, modas, pasiones indignas de su naturaleza intelectual, no conformes a su propia dignidad. El orden moral precisa los principios inmutables del pudor, la castidad contra los ataques de la moda, los espectáculos, la prensa, la opinión hoy vulgarizada de que todo lo relativo al sexto mandamiento ha sido ya superado y de que hay que dejar camino abierto a la satisfacción de todas las pasiones. Por tanto, quizás haya que esclarecer y condenar: el renacimiento del paganismo, el abuso del psicoanálisis y toda corriente doctrinal que justifique cuanto directamente contrasta con el orden moral. Fue relator el Cardenal Ottaviani.

En la segunda audiencia se discutió acerca de los sacramen- tos de la Confirmación y la Penitencia. Relator el Cardenal Aloisi-Masella. Hay muchos puntos concretos susceptibles de ser concordados con referencia a la práctica del sacramento del santo crisma o confirmación. En la Iglesia latina, sobre todo a partir del siglo XIII, la confirmación fue distanciándose del bautismo y su administración quedó reservada al obispo; sólo en los países de habla española sigue administrándose a los párvulos; en la Iglesia oriental es conferida por el simple sacerdote y a conti- nuación del bautismo. Ultimamente se ha agitado el proWema de la edad en que debe recibirse la confirmación; algunos hacen de ella el sacramento de la adolescencia (12, 15 años) ; otros un sacramento anexo a la recepción de la primera comunión (7 años) . También son puntos de interés : la preparación y responsabilidad de los padrinos; la oportunidad de extender en la Iglesia latina aun a los no obispos la facultad de administrar este sacramento, potestad que ya tienen los Párrocos y sus tenientes en determi- nados casos de necesidad. Acerca de la Penitencia, el aspecto que interesó a la Comisión no fué el de la institución divina del sacramento de la confesión ni el de su validez y eficacia, sino el jurídico de las facultades concedidas al sacerdote para confesar. Hoy se encuentran dificultades que hacen penosa la administra- ción de la Penitencia, por ejemplo, la concentración de masas hu- manas debida a las rapidísimas comunicaciones y otros motivos que se presentan a diario en la vida pastoral. Ello aconseja que se reduzcan al mínimo las condiciones que pueden impedir la ad- ministración de este sacramento con ocasión, por ejemplo, de pe- regrinaciones, congresos, grandes concentraciones, a fin de que haya suficientes sacerdotes aptos para el servicio de las almas que desean recuperar o aumentar la gracia. Parece, pues, que se desea ampliar la concesión de las correspondientes licencias mi- nisteriales.

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La tercera audiencia del día 18 continuó estudiando el sa- cramento del Orden sacerdotal en algunos de sus aspectos prác- ticos con el deseo de acomodar a las exigencias de la vida moder- na la actividad del clero, sin excluir la posibilidad de restaurar instituciones vigentes en los primeros siglos de la Iglesia. El Diaconado es hoy un simple paso previo para recibir el Presbi- terado y no tiene una función específica y definitiva, de donde se p-;igen las mismas disposiciones espirituales, morales, cultura- les y se imponen las mismas obligaciones que se reclaman e im- ponen a los sacerdotes. En la Iglesia católica oriental puede ser admitido al Diaconado un candidato que esté ya casado. Las gra- ves dificultades en que se debaten los sacerdotes sobrecargados de trabajo pastoral y en especial los misioneros parecen indicar que la idea de admitir el Diaconado en la Iglesia latina como ins- titución aparte y definitiva ya esté madura como para ser discu- tida en el inminente Concilio. Lo mismo podría decirse, salvadas las debidas proporciones, con respecto de las órdenes menores, algunas de las cuales podrían llevarse a un nuevo florecimiento ccn miras a una ayuda más eficaz y digna del sacerdote. El día 19 de enero, bajo la presidencia del mismo Cardenal Tisserant que había presidido las anteriores, se abrió la cuarta audiencia con la relación del Cardenal Amleto Juan Cicognani, Secretario de Estado de Su Santidad, en su carácter de Presidente de la Co- misión de las Iglesias orientales. Con la palabra ritos se indican el modo, el orden y la regla con que se celebran las diversas fun- ciones sagradas. Las mismas ceremonias más o menos solemnes se llaman ritos, pero este sentido ha sido modificado por el nuevo Código de Rúbricas, de 1" de enero de 1961. En sentido estricto rito significa el conjunto de la liturgia. Así tenemos ritos occiden- tales y ritos orientales. De los primeros el más conocido y prac- ticado es el rito romano ; pero existe también el rito ambrosiano usado en la diócesis de Milán ; el rito mozárabe ya limitado sola- mente a la Capilla del Corpus de la Catedral de Toledo; el rito lionés asimilado al romano; y unas variantes del rito romano que se conservan como propias de las órdenes religiosas cisterciense, benedictina, dominicana y carmelita. Desaparecieron el rito ga- licano, el céltico-irlandés y algunos otros. Los principales ritos orientales son : el Alejandrino, el sirooccidental o Antioqueño, el bizantino o Constantinopolitano, el sirooriental o Caldeo, el Ar- menio, cada uno de los cuales tiene sus derivaciones. La Iglesia considera iguales en dignidad a todos los ritos ; su legislación los defiende y hasta da cabida a la conformación de otros ritos si lo exigieren así situaciones o exigencias de determinados pueblos. La Iglesia exige unidad de fe, no uniformidad en la expresión cul- tual de esa misma fe. Ya en sus tiempos San Gregorio Magno escribió : "la diversidad de costumbres no daña en nada a la Igle- sia, siempre que haya unidad de fe".

Más interesante fue para la Comisión el examen, dentro del más amplio espíritu fraternal, del esquema ilustrado por el Car-

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denal relator para un reconocimiento de la dignidad de los Pa- triarcas orientales aun en el plano externo, en orden al ejercicio de sus poderes y al rango de sus precedencias formales. Hay que hacer una enunciación de principios: en la potestad de jurisdic- ción dos son únicamente los grados de la sagrada jerarquía ins- tituidos por Jesucristo: el Sumo Pontífice y el Episcopado a él subordinado. Hablando de los Patriarcas orientales católicos, cuya elección debe ser aprobada por el Sumo Pontífice, el presti- gio histórico de sus sedes, que son de fundación apostólica, pide que el orden de precedencia y dignidad sea : primero los Patriar- cados de Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén y luego los ulteriores Patriarcados creados para los diversos ritos : siró, maronita, melquita, caldeo, armenio, copto y el latino de Jerusalén. Otro origen tienen los Patriarcas de la Iglesia latina, quienes no gozan de aquella superioridad sobre los obispos que compete como institución eclesiástica supeditada a la autoridad del Romano Pontífice sólo a los Patriarcas históricos orientales. Se trata, pues, de títulos honoríficos cuando se dice : el Patriarca de Venecia, que a su vez deriva su honor del Patriarcado de Aquilea que data de fines del siglo VI; el de las Indias Occiden- tales, que es el de Madrid, creado por León X después del descu- brimiento de América ; el de Lisboa, otorgado por Clemente XI en 1716; el de las Indias Orientales, dado por León XIII al ar- zobispo de Goa en 1886. Las decisiones que el Concilio pueda tomar sobre esa representación y dignidad de los Patriarcas Orientales será siempre un paso de importancia en el camino hacia la unión.

El día 21 de enero la Comisión Teológica presentó a la dis- cusión de la Comisión Central tres esquemas relacionados con la custodia del depósito de la Fe, la vinculación de la Razón humana con estas verdades de Fe y las pruebas de la existencia de Dios. Depósito en el sentido jurídico significa la entrega de algún objeto no ya en posesión definitiva, sino en custodia para que sea conservado intacto. Aplicándolo al campo teológico, se en- tiende por Depósito de la Fe toda la Revelación divina contenida en la sagrada Escritura y en la Tradición y confiada a la Igle- sia, junto con la promesa de una asistencia perenne del Espíritu Santo, a fin de que ninguna de esas verdades quede perdida, al- terada o manchada. Cristo instituyó un Magisterio vivo e infa- lible, auténtico, encarnado en Pedro y sus sucesores y en todos los Obispos de la Iglesia que San Pablo define : "columna y fun- damento de la verdad". Este Magisterio no sólo debe conservar inmune de corrupción ese capital doctrinal, sino que debe tener1 siempre actualizada la presentación de esa Verdad según las necesidades de los tiempos y de las mentalidades. Su objeto y conocimiento son tarea del Magisterio vivo de la Iglesia. Qué relaciones tiene la razón humana con estas verdades del Depó- sito de nuestra Fe? La Iglesia ha valorado justamente la po- tencia de nuestra razón y ha definido que ella puede llegar al

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conocimiento de la existencia de Dios; pero esto no quita que a veces quede obnubilada e impedida parcialmente para llegar al conocimiento de las verdades religiosas que por misma puede alcanzar. Aquí entran las teorías que como el existencialismo no admiten la existencia de verdades inmutables y defienden la instabilidad de verdades que van cambiando con los tiempos, las personas y las situaciones hasta llegar a transformarse de rea- lidades objetivas en fantasmas puramente subjetivos. En 1907 fue condenado este error y Pío XII en la "Humani Generis" también condena esa filosofía. Acerca de las pruebas de la exis- tencia de Dios, son ya famosas las cinco vías de Santo Tomás, a las que pueden añadirse otras que llamamos psicológicas, ba- sadas en nuestra necesidad, de amor, de justicia y de verdad. Esta argumentación condena de por toda clase de ateísmo, panteísmo y deísmo. El esquema presentado a la Comisión re- chaza tanto las doctrinas del evolucionismo materialista como las del evolucionismo panteísta y teístico. Hay que reafirmar estos puntos inconcusos de la doctrina revelada en una época en que tanto van cundiendo la desorientación y la autosuficiencia sujetiva.

También se examinaron otros puntos en torno a la Revela- ción y a los dogmas del origen del hombre. La Revelación indica la manifestación mediante la cual Dios libremente se da a cono- cer a los hombres; una es natural, por medio de las mismas criaturas, y otra sobrenatural, que es la Revelación propiamente dicha, hecha por Dios a los hombres por medio de los Profetas, los Apóstoles y en especial por medio de Jesucristo, sobre ver- dades que sobrepasan la potencia cognoscitiva de la razón algu- nas de ellas. Contra este género de Revelación en la antigüedad surgió el Pelagiamismo, que negaba su necesidad ; y hoy aparece el Racionalismo que no admite verdades que extralimiten la ra- zón; y el Modernismo, que la reduce a un conocimiento progre- sivo, natural e histórico de las cosas divinas. La Revelación pú- blica quedó terminada con el último de los Apóstoles. Las Reve- laciones privadas pueden darse pero sin carácter obligatorio universal y que la Iglesia es dueña de admitir en casos particu- lares tras maduro examen. Nunca será demasiada la cautela de los fieles y la sumisión a los dictámenes de la Iglesia, para no exponerse a mixtificaciones, fantasmagorías singulares o co- lectivas, debidas muchas veces a perversidad de los hombres o a intervenciones diabólicas. No hay aumento o disminución ni transformación cualitativa objetiva del dogma, pero puede haber un esclarecimiento progresivo de lo que ya está contenido en la Revelación. Otro punto. El hombre ha sido gratuitamente elevado por Dios del. orden natural al sobrenatural, sin destruir, sino antes perfeccionando la misma naturaleza. Es la obra de la gracia. Debe rechazarse toda teoría que reivindique algún de- recho humano para tal elevación, o en la dirección opuesta la desprecie en nombre de un falso humanismo. Tienen cabida aquí

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errores como el espiritismo, la reencarnación, la superstición, la magia y la teosofía. Acerca del pecado de origen, se nota una tendencia a negar que nuestra naturaleza en su raíz esté debili- tada, corrompida y tarada con el pecado original. Es una doc- trina revelada y fundamental de la Iglesia, ésta del pecado ori- ginal, que el nuevo humanismo no puede aceptar. En relación directa con ella está la doctrina del monogenismo, o sea, la uni- dad de la especie humana procedente de un solo par de proto- parentes. Pío XII declaró inaceptable para un católico el poli- genismo, que pugna con las fuentes de la Revelación.

Sobre estos puntos discutió con entera libertad la Comi- sión Central en orden a aprobar o rechazar los esquemas doctri- nales sobre la materia que de ser aprobados serán presentados al Padre Santo y por el elevado órgano de Su Santidad al Con- cilio Ecuménico. El día 24 de enero en la clausura de esta sesión el Cardenal Ottaviani ilustró los dos últimos esquemas que se refieren a la oportunidad de administrar lo antes posible el bau- tismo a los niños recién nacidos, y el segundo a la completa re- paración por los pecados de todos los hombres realizada por Cris- to. Un acto de amor perfecto puede bastar al adulto para con- seguir la gracia y suplir el bautismo en el momento de la muerte, pero este camino no está abierto al que no ha nacido aún o al niño recién nacido. De ahí la obligación de los fieles de bautizar cuanto antes a los niños. Jesucristo satisfizo por toda la hu- manidad a la justicia divina, asumiendo en en función lla- mada vicaria la responsabilidad humana. De donde se sigue que el pecado es una verdadera ofensa de Dios y se hace notar la desorientación hoy frecuente de negar cualquiera valor al pe- cado, como si no implicase responsabilidad ante Dios, como si fuera fruto del ambiente, de las situaciones, del subsconciente. /.No es considerar en poco una culpa por cuya reparación pa- deció y murió el Hijo de Dios? Terminó la sesión con las pala- bras de felicitación y agradecimiento del Papa que quiso recor- dar a San Juan Crisóstomo diciendo : "Vuestro éxito es mi gozo y vuestra gloria es mi corona".

Cuarta sesión de la Comisión Centra] Las Universidades de la Iglesia.

El 20 de febrero abría las sesiones el propio Juan XXIII con el discurso de bienvenida. Estaban presentes 39 Cardenales, entre los que se contaba el Arzobispo de Varsovia, Cardenal Wyszynski; un Patriarca, el Secretario General de la Comisión, 13 Arzobispos, 2 Obispos, 3 Superiores Generales religiosos y 18 Consultores. Los cardenales relatores fueron cinco: Pablo Marella, Pedro Ciriaci, Valerio Valeri, José Pizzardo y Amleto Cicognani. Bajo la presidencia del Cardenal Tisserant se inició la discusión de los dos esquemas sobre la situación actual de las

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Diócesis y las Conferencias Episcopales. El conjunto de Obis- pos residenciales constituye formalmente el organismo sucesor del Colegio Apostólico, con sus prerrogativas de enseñar, santi- ficar y gobernar una parte determinada del pueblo cristiano. A las diócesis se asimilan en su tanto las Abadías y Prelaturas nvMius, que tienen también su territorio delimitado y que no dependen de diócesis ninguna. Ya el Derecho Canónico legisla sobre unas y otras, pero en determinados puntos puede buscarse una más actualizada ordenación para colocar al Obispo en la situación más apropiada para conocer, amar y salvar a sus fieles. Así lo pide el cambio del mundo actual en sus diversos campos : religioso, geográfico, social, económico, histórico. En cuanto a las Conferencias Episcopales, no deben estas confundirse con los Concilios o Sínodos regionales, provinciales o nacionales. Se hacía necesario estudiar nuevos métodos de apostolado capaces de influir en las aglomeraciones humanas cada vez más densas; ya para buscar una actitud común de defensa contra aguerridos enemigos. De ahí que estas Conferencias de carácter nacional tienen una finalidad pastoral; se logra unidad de acción y se evita la desorientación de los fieles ante una posible diversidad o contradicción de métodos en diócesis limítrofes a veces. Estas Conferencias poseen sus Estatutos aprobados por la Santa Sede. Puede darse un paso ulterior en el sentido de sobrepasar las fronteras nacionales y auspiciar reuniones en las que participen Obispos de distintas naciones. Es lo que se ha hecho en América Latina con la creación del Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM). Se trata de un sistema de gobierno contrastado entre por una mutua experiencia que reporta mejores bene- ficios espirituales para toda la cristiandad.

Al día siguiente el mismo cardenal relator presentó dos nuevos esquemas sobre las relaciones de los Obispos con la Curia Romana y sus relaciones con los Párrocos. Pudiera pensarse que la Santa Sede quiere centralizar demasiado el gobierno de la Iglesia con una intervención ineludible, al imponer una comuni- cación constante de los Obispos con los Dicasterios Romanos en cuestiones de doctrina y en asuntos de disciplina. Pero nosotros sabemos que esta comunicación y dependencia nace de un dere- cho divino y de la misma constitución de la Iglesia. Ello redunda en bien de los fieles y de los Obispos. Y además de los motivos prácticos y pastorales está el motivo de orden jurisdiccional, ya que el Papa ejerce su jurisdicción sobre todos los fieles y tiene la potestad de restringir o ampliar la jurisdicción de los Obispos; en virtud de esa potestad puede el Papa abocar a su propio tri- bunal determinadas causas, que en ocasiones hasta encomendará a los propios Obispos, mediante una mayor aplicación de sus fa- cultades en el gobierno espiritual y material, dentro de su potes- tad ordinaria. Cuando existen las correspondientes re'aciones entre los Obispos diocesanos y la Santa Sede en sus respectivos Dicasterios Romanos todo se determina mejor. El Obispo ocupa

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un puesto intermedio entre la Santa Sede y sus propios fieles diocesanos. Sus relaciones con estos últimos son directas, pero generalmente se actúan por medio de los Párrocos que son sus cooperadores en el ministerio pastoral. La Parroquia viene a ser el eje sobre el que gira toda la vida pastoral. Una de las princi- pales obligaciones del Obispo es la selección y el nombramiento de sus Párrocos. Pero surge una dificultad y estriba en la ina- movilidad de esos Párrocos sancionada por la legislación vigente. Parece que en este punto puede haber algún cambio, cuando con las debidas cautelas parezca convenir para el mejor desempeño del ministerio apostólico una remoción debida a motivos serios voluntarios o involuntarios. Esa transferencia la verifica a veces la Santa Sede con los propios Obispos ; no se ve la razón para que no pueda a su vez verificarla en determinada ocasión el Obispo con sus Párrocos. Son temas que deberá afrontar y decidir el Concilio.

La tercera audiencia se dedicó a dos esquemas relativos a las obligaciones de los Párrocos en la cura de almas y a los precep- tos de la Iglesia. Los mismos temas los había tocado el Papa en la mañana del 23 de febrero en un discurso dirigido al clero romano. El Párroco como maestro ha de preocuparse de la ins- trucción catequística; debe predicar la palabra de Dios en sus homilías ; debe adoctrinar sobre el valor de los sacramentos y sus ritos litúrgicos. Ello exige una preparación próxima y remota, primero durante los estudios de su carrera sacerdotal y luepo en el tiempo de su vida ministerial. Debe saber servirse de fieles colaboradores, en especial de la Acción Católica. Particular in- terés merecen las escuelas parroquiales. Como sacerdote debe concentrar la vida cristiana de la Parroquia en torno al altar, para lo que se necesita una buena educación litúrgica en el pue- blo. Como pastor, a todos debe llegar su preocupación : a los niños, a los jóvenes, a los esposos, a los enfermos, a los pobres, a los extraviados y aun malévolos, a los que van de paso, viaje- res, turistas, giróvagos. Por lo que debe llevar al día sus libros y registros parroquiales. En cuanto al segundo esquema de los preceptos de la Iglesia, éste se relaciona con las obligaciones de los mismos cristianos. Además de los Mandamientos de Dios hay cinco preceptos que la Iglesia impone a sus hijos, a veces con precepto grave: santificación de las fiestas etc. La Iglesia ha procurado con atinadas concesiones facilitar lo más posible el cumplimiento de estos preceptos : misas vespertinas, cambio de horario en el ayuno eucarístico, amortiguación de abstinencias y ayunos. Podrá la Iglesia facilitar el cumplimiento práctico de nuestras obligaciones, pero no podrá abrogar preceptos inheren- tes a la vida cristiana como son la oración y la penitencia. Toda verdadera reforma debe partir del interior de cada uno. Cam- biarán los tiempos, las circunstancias externas, pero esencial- mente el alma humana no cambia, ella deberá recorrer siempre

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s. E. .JOSE PIZZARDO,

cardinal presidente de la ( omisión «i- Estudios j de Seminarlos, nacido en savona el i A de junio di- 1S77; ordenado el 19 de septiembre de 1903; elegido para la Iglesia titular arzobispal de Cirro el 2.S de mano de 1930; trasladado a la Iglesia titular arzobispal de Nirea el 22 de abril de 1930; consa- grado el 27 de abril de 1930; creado y proclamado cardenal por Pió XI en el Consistorio de 13 de diciembre de 1957; obispo de Alhano el 21 de junio de 1948; prefecto de la Sagrada Congregación de seminarios y Universidades; «ran canciller de la Pontificia Universidad Gregoriana; camarlengo del

Sacro Colego.

el mismo camino si quiere llegar a la salvación eterna. Hasta aquí fue relator el cardenal Ciriaci.

El 24 de febrero se continuaron los trabajos de la Comisión examinando algunos esquemas relacionados con los Religiosos. Fue relator el Cardenal Valeri. Son tenidas como laicales en el lenguaje eclesiástico aquellas Congregaciones religiosas, cuyos miembros en su mayoría no llegan a recibir el sacerdocio. Viven en comunidad y además de su propia perfección suelen tener como finalidad obras de apostolado o de caridad. Son el signo de la maravillosa fecundidad de la Iglesia. Se subrayó la importan- cia de las que se dedican a la enseñanza. Y ya que se trata de una misión delicada y difícil, deben prepararse a ella los religio- sos aun con una formación teológica que los coloque a la altura de una enseñanza clara, profunda y completa sobre las verdades de fe y las prácticas de virtud que deben transmitir a sus discí- pulos. Son 27 las Congregaciones de este tipo aprobadas por la Santa Sede y de ellas unas 20 se dedican a la formación de la ju- ventud de toda condición social. Los Institutos seculares llevan este nombre porque sus miembros no visten hábito ni emiten votos públicos sino privados, ni cambian su condición social. Pueden pertenecer a ellos tanto eclesiásticos como seglares quie- nes conservan una cierta libertad de movimiento pues no quedan obligados a una vida de comunidad. La constitución Provida Ma- ter Ecclcsia de Pío XII en 1947 les dió existencia legal. Se dis- tinguen de las meras asociaciones católicas y también de las Con- gregaciones religiosas, aunque al igual que ellas persiguen el ideal de la perfección cristiana. Formas distintas y métodos di- versos que hacen resplandecer en el mundo paganizante de hoy el ideal de una perfección que tiene en el Evangelio su código in- mutable. Las vocaciones religiosas. Es agudo el problema de las vocaciones tanto religiosas como eclesiásticas. No ayuda nada a su germinación y desarrollo la vida cómoda y libre de la socie- dad moderna. Una vez que se haya conseguido la debida seguri- dad de la vocación, nada debe impedir su normal desenvolvi- miento en el ambiente más indicado. De la conveniente asegura- ción de todas estas vocaciones depende la restauración de la vida cristiana de que tanto nos habla el Papa como uno de los frutos más apetecidos del inminente Concilio. En la quinta audiencia se prosiguió la consideración de los dos esquemas relacionados con la perfección evangélica en la vida contemporánea. Se trata de la importancia de la vida religiosa en el seno de la Iglesia y del mismo Estado, y de la necesidad de mantenerla siempre en un alto nivel de espiritualidad; y al propio tiempo de la eventual posibilidad de revisar las constituciones de las Ordenes y Congre- gaciones religiosas más antiguas para adaptarlas a las exigen- cias de las nuevas técnicas. Eso no quita que sigan en pie las Ordenes contemplativas que en el plano sobrenatural son supe- riores a toda otra actividad aun heroica. Es necesario que algu-

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nos sufran y oren e intercedan por otros que viven en un natu- ralismo desenfrenado.

Las exigencias del apostolado moderno, unidas a la escasez de clero y a la descristianización de naciones que han tenido un recio abolengo cristiano imponen la necesidad de una unión ma- yor de las fuerzas para la obra de penetración y la defensa contra todos los enemigos de la fe. En cuanto al ideal de la perfección religiosa, ese ideal va unido a las enseñanzas de Cristo, a los consejos evangélicos. Y si en sus elementos esenciales no puede prestarse a ninguna acomodación, puede tenerla en el modo de su aplicación según los cambios profundos que experimenta la humanidad. Otro punto es el de las mutuas relaciones de las diversas Ordenes entre ; debe mantenerse la peculiaridad pro- pia de cada Instituto, pero debe tenderse con sinceridad a una unión de cooperación común, aun renunciando a determinados derechos en aras del bien general. Son temas de alcance práctico sobre los que a su tiempo se pronunciará autoritativamente el Concilio. En la última parte los miembros escucharon una rela- ción del Cardenal Pizzardo sobre vocaciones eclesiásticas. Una estadística somera demuestra lo acuciante del problema. Mien- tras en Europa hay un sacerdote por cada 1.100 católicos, en América Latina hay uno para cada 12.000. Las diócesis que están en relación con la S. Congregación de Seminarios son 1.100 con 418 millones de fieles con un sacerdote por cada 1.500 fieles. Serían necesarios 200.000 sacerdotes más para atender a las necesidades de solos los católicos sin contar los países de Misión, donde las necesidades son incalculables.

En la sexta audiencia del día 27 de febrero se examinaron dos nuevos esquemas acerca del ordenamiento de estudios en los centros de formación sacerdotal. Se trata primero de una ade- cuada formación humanística y filosófica que capacite para se- guir con fruto los cursos de las ciencias sagradas. Su fin es pre- parar sacerdotes cultos que puedan tener una visión universal de los problemas aun los más modernos y avanzados de la Iglesia en los diversos campos del apostolado misionero, seglar, unionís- tico y propagandístico. Cuando no puedan llenar esas condicio- nes los Seminarios diocesanos, podría buscarse la solución de abrir Seminarios interdiocesanos o regionales. La formación es- piritual no es menos necesaria. Desde el Concilio de Trento se aplicó la solución de los Seminarios diocesanos. Los documentos pontificios abundan. Las encíclicas Haerent animo de San Pío X, Ad Catholici Sacerdotii de Pío XI, Humani Generis y Mentí Nos- trae de Pío XII, y Sacerdotii Nostri Primordia de Juan XXIII, junto con sus recientes e insistentes alocuciones, contienen una riqueza de normas sobre la formación espiritual e instrucción intelectual que debe impartirse en los Seminarios. Es obvio que cuanto queda dicho acerca de los Seminarios, vale lo mismo para las Universidades y altos centros de estudios eclesiásticos, donde

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se preparan con sus respectivos títulos los que han de ser maes- tros de los seminaristas. Habrá que explicar con mayor deteni- miento disciplinas que no caben en los programas de los Semina- rios ordinarios, como la Patrología, Historia de las Religiones, Misionología, Arqueología cristiana, Arte sagrado, Historia de las confesiones no católicas, ciencias sociales, etnológicas, antro- pológicas, técnicas de periodismo y grandes métodos de informa- ción y difusión. Pasó revista el cardenal al número de Univer- sidades y Ateneos de Roma. De todos los Esquemas propuestos a la Comisión en esta su cuarta sesión, precisamente éste refe- rente a las vocaciones y a la formación de los seminaristas fue el que más llamó la atención del Papa y al que dedicó su discurso de clausura.

Después de las Universidades Eclesiásticas, no podía desaten- der la Comisión otro esquema muy similar, el de las Universida- des Católicas donde se educa la flor y nata de la juventud más escogida de la cristiandad. Tal fue el tema de la última audiencia del día 28 de febrero. Gloria es de la Iglesia haber iniciado en la alta Edad Media las primeras Universidades y hoy se ufana legítimamente de dirigir 37 Universidades en todo el mundo. Antaño fueron las de Salerno, Bolonia, Oxford, Padua, Tolosa, Yiena, Leipzig, Lovaina, Cracovia, Praga y Salamanca. Con el humanismo y el protestantismo vinieron a perder su carácter sagrado y hasta se convirtieron en focos de herejía y error. De ahí la preocupación y tenacidad de la Iglesia de tener sus propias Universidades para que sean fuente de la verdad y del cristia- nismo. Hoy el alumnado universitario se eleva a 150.000 en las Universidades de la Iglesia distribuidas así : una en Leopoldville, 1 en Tokio, 1 Beyrout. 1 Manila, 1 en Lovaina, 5 en Francia: Angers, Lille. Tolouse, Lyon y París; 1 en Milán, 1 en Maynooth (Irlanda), 1 en Nimega (Holanda), 1 en Lublin de Polonia; 3 en España: Comillas, Pamplona y Salamanca; 13 en América La- tina : 1 en Buenos Aires, 4 en Brasil : Sao Paolo, Río de Janeiro, Porto Alegre y Campiñas ; 1 en América Central, 1 en La Haba- na, 2 en Chile: Santiago y Valparaíso; 2 en Colombia: Bogotá y Medellín ; 4 en el Canadá : Quebec, Ottawa, Montreal y Sherbroo- ke; 3 en los Estados Unidos: Washington, Chicago y Niágara Falls. No entran en la cuenta las Universidades que no ostentan el título de Católicas, pero son dirigidas por distintas corporacio- nes católicas o religiosas. "Todas ías ciencias decía Pío XII tienen alguna relación directa o indirectamente con la Religión ; no sólo la Teología, la Filosofía, la Literatura o la Historia, sino aun las otras ciencias como son las jurídicas, médicas, físicas, naturales, cosmológicas paleontológicas. No es suficiente una enseñanza aun irreprensible en todos los ramos del saber, com- pletada por una instrucción religiosa superior dada aparte. Es necesario que el Profesor, aunque su disciplina no toque directa- mente la conciencia religiosa, esté imbuido plenamente de la re- ligión católica". Nada extraño, pues, que tanto la Comisión

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Central como el propio Concilio presten interés particular al tema de la educación universitaria católica.

Ya para terminar esta sesión, propuso el Cardenal Cicogna- ni un nuevo esquema sobre los preceptos de la Iglesia para los católicos orientales. Concuerdan en sustancia con el anterior- mente presentado para los católicos latinos. El Papa cerró con su discurso de rigor, al que hemos aludido, la densa sesión.

Quinta sesión de la Comisión Central Liturgia Misiones en los nuevos territorios independientes.

El lunes 26 de marzo, bajo la presidencia del Cardenal Tisse- rant, prosiguieron los trabajos de la Comisión. A esta sesión asistieron 46 cardenales, entre los que figuraban los nuevos Pur- purados Da Costa Nunes, Albareda, Browne, Landázuri, Sue- nens; 14 Arzobispos, 3 Obispos, 1 Patriarca, tres Superiores Ge- nerales de Ordenes Religiosas y 16 Consultores. Se puede decir que los temas únicos de todas las jornadas de esta quinta sesión fueron : la Sagrada Liturgia y las Misiones, ilustrados por sus relatores los Cardenales Arcadio Larraona y Gregorio Pedro Agagianan, respectivamente. La liturgia es el culto público que nuestro Redentor como Cabeza de la Iglesia rinde al Padre y que la sociedad de los fieles rinde a su Cabeza y por medio de El al eterno Padre. Es brevemente el culto integral del Cuerpo Místico de Cristo. La liturgia no es toda la actividad de la Igle- sia, pero es la fuente de donde brota la gracia y el término al que se encaminan las almas. Sin condenar las formas de piedad individual, la S. C. de Ritos exhorta a "instruir a los fieles sobre la importancia suma de la liturgia, que por su misma naturaleza sobrepasa en dignidad todas las demás formas de devoción". Dos cosas debemos tener en cuenta cuando se habla o se escribe de reforma litúrgica: solamente a la Silla Apostólica respecta la reglamentación de la liturgia y la aprobación de los libros litúrgicos ; su organización, pues, depende de la autoridad de la Iglesia. Y por otra parte, los elementos divinos de la liturgia, instituidos por el divino Redentor no pueden ser cambiados por los hombres ; pero sus elementos humanos pueden sufrir modifi- caciones, según las exigencias de los tiempos y de las almas. Entre los libros concernientes a la sagrada liturgia se deben prin- cipalmente señalar : el Misal, el Breviario, el Pontifical, el Mar- tirologio, el Ceremonial de los Obispos, los propios de los Oficios y Misas particulares de las diócesis o de una Orden religiosa, el Memorial de los Ritos de Benedicto XIII, la Instrucción Clemen- tina para las Cuarenta Horas, la colección de los Decretos de la Sagrada Congregación de Ritos. En los primeros decenios del siglo pasado tuvo comienzo el movimiento litúrgico. Pío XII dice: "Si comparamos el presente de este movimiento con el de hace treinta años hay que reconocer que ha tenido un progreso

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S. K.. CiKEGOKIO ! I ■IIUii XV AOAOIANIAN,

'■mili nal presidente de la Comisión de las .Misiones, nacido en Akbaltztkhe. obispado armenio del Caucaso( el IX de septiembre de 1X95; ordenado el íii de diciembre de 1917; elegido para la Iglesia titular de Comuna de Armenia el II de .julio de 19:15; consagrado el 21 de julio del mismo año; elegido patriarca de Clllela de los Armenios el :i0 de noviembre de 19117 y confirmado en el Consistorio del l'S fie di- ciembre del mismo año; oreado y proclamado cardenal por Tío XI en el Consistorio de IX de febrero de 1946, del titulo de San Bartolomé de la Isla; prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Pide.

innegable tanto en extensión tomo en profundidad. El impulso principal tanto en materia doctrinal como en aplicaciones prácti- cas se debe a la Jerarquía y en especial a San Pío X que con su Motu proprio Abhinc dúos anuos de 23 de octubre de 1913 im- primió al movimiento litúrgico un empuje decisivo".

El martes 27 el mismo cardenal ponente ilustró un esque- ma de constitución sobre "el Sagrado Misterio Eucarístico". El centro de toda la liturgia es el sacrificio de la Misa. Y el miste- rio de la Santísima Eucaristía es el vértice de la religión cristia- na. Es necesario que los fieles no asistan a la Misa como espec- tadores mudos, sino que participen activamente en ella, asimi- lando el espíritu, comprendiendo los ritos, ofreciéndose junto con la hostia y el vino, comulgando a poder ser inmediatamente después del sacerdote. Es indispensable una instrucción adap- tada a la inteligencia de los cristianos y es útil una revisión que, aun dejando intacto el orden actual de la misa, ponga más de manifiesto su naturaleza, el significado de los gestos, la agilidad del rito primitivo; una selección de los textos escriturísticos de la primera parte doctrinal y didáctica de la Misa podría ayudar a los fieles a unirse más íntimamente al sacerdote en la segunda parte sacrif ical ; grandes autores han subrayado la utilidad de presentar a la meditación del pueblo un número mayor y mejor de pasajes de la Sagrada Escritura; la misma homilía, en vez de ser un apéndice marginal, resultaría como parte de ia liturgia de la palabra. La Comisión con una exacta visión de equilibrio entre el pasado y el presente y teniendo como finalidad de sus observacionees "una participación activa y consciente de los fie- les en las acciones litúrgicas", se abocó al examen del antepro- yecto de constitución.

Los esquemas de los Decretos sobre las Misiones ponen de relieve la tarea misionera de la Iglesia, que recibió de su mismo divino Fundador el encargo de publicar el Evangelio a todas las criaturas. Esa tarea, como lo dice el origen de la palabra misio- nera, es parte integrante e irrenunciable de la vida de la Iglesia. Los problemas de las Misiones son hoy más complicados que nunca. Sus necesidades y exigencias se ilustran en esta sesión a la luz de las directrices de las encíclicas papales: "Evangelü praecones", "Fidei Doman" de Pío XII y "Princeps Pastorum" de Juan XXIII. En la tercera audiencia o jornada la Comisión ha tratado de encontrar alguna solución para las situaciones es- peciales que plantea el apostolado misionero, pues los problemas comunes a todos los sacerdotes revisten una fisonomía caracte- rística cuando se trasplantan a tierras de Misión. Los sacerdotes foráneos están en función del clero autóctono en el sentido de que su deber es el de dejar establecida una nueva cristiandad, capaz de desenvolverse por misma. La primera preocupación de un apóstol es la de forjar sus continuadores. Las mismas Obras Misionales llegará un momento en que se retirarán, pues

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no son un fin para mismas, sino que tienden a dejar estable- cida una Iglesia en tierra nueva con propias raíces. Gracias a los heroicos sacrificios hechos durante largos años por los Mi- sioneros, hoy podemos contemplar un clero autóctono y un im- pulso vigoroso en esta dirección de expansión de la Iglesia. La constitución del episcopado local iniciada por Pío XI el 28 de octubre de 1926 con la consagración de seis obispos chinos, hecho que se repitió en 1928 y 1933, hoy es una maravillosa realidad y constituye un acontecimiento normal en la vida de la Iglesia. Pío XII pudo presentar un cuadro consolador de los progresos alcanzados en 25 años desde la publicación de la "Rerum Ecle- siae" hecha en 1926 por Pío XI, y esas cifras compulsadas por Pío XII hoy las vemos mejoradas y superadas en el espacio de apenas 10 años. La Jerarquía Católica ha sido erigida en Corea, Indonesia, Vietnam, el Congo ex-belga, Ruanda-Urundi, Rodesia del Norte y Nyassalandia por Su Santidad Juan XXIII. Sólo en el año 1961 han sido erigidas 12 nuevas diócesis en países de Misión, 2 vicariatos ; seis prefecturas fueron elevadas a diócesis ; se nombraron un arzobispo, ocho obispos residenciales, un vi- cario apostólico, cinco obispos auxiliares y un obispo coadjutor: todos del clero diocesano nativo. "El hecho más significativo es que hoy mismo dijo el cardenal ponente forman parte de esta Comisión convocada para discutir los esquemas sobre el clero y religiones en tierras de misión los cardenales de China, India, Japón, Filipinas y Africa y al lado de ellos dos arzobispos africanos, un arzobispo vietnamita y un arzobispo indonesio". También el Concilio en su variada amplitud convertirá en reali- dad el sueño de Benedicto XV y Pío XI.

El tema específico discutido el 30 de marzo estuvo relacio- nado con los misioneros pertenecientes a las Ordenes o Congre- gaciones religiosas. Los religiosos misioneros son hoy cerca de 16.000 solamente en Africa y Asia. Se puede pensar en los Ins- titutos Misioneros como en escuelas formadoras de almas apos- tólicas. Todo esto exige que las cuestiones planteadas, como los medios de santificación personal, las dificultades de ^mpareiar la vida religiosa con la actividad pastoral, la exención de la ju- risdicción del ordinario diocesano hayan tenido que ser estud'a- das a la luz de las particulares situaciones existentes en las Mi- siones. Es cierto que la vida religiosa trasplantada de los viejos moldes a los nuevos y originales de los territorios de Misión puede representar un fecundo fermento de vida cristiana, un testimonio de perfección evangélica, una invitación para las almas generosas. Las vocaciones florecidas en estas décadas son la prueba de un trabajo cumplido y también un premio a esa obra valiente y heroica que Ordenes antiguas y Congregaciones recientes han llevado a cabo para la difusión del Evangelio, res- petando y valorando las tradiciones, las costumbres, la cultura, la historia, la civilización de cada pueblo. Inmediatamente des- pués de la votación sobre este esquema, tomó la palabra el Car-

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denal Larraona para ilustrar el tercer capítulo de un proyecto de constitución sobre la sagrada Liturgia, acerca de los sacramentos y sacramentales.

El 31 de marzo prosiguió el debate sobre los sacramentos, no en su aspecto doctrinal, pues ya el Concilio de Trento definió esta materia en los 13 cánones de la séptima sesión, y San Pío X en 1907 condenó los errores de los Modernistas contra los sacra- mentos, sino en relación con lo que estipulan los cánones 731 y 733 del Código de Derecho Canónico sobre su administración y el ceremonial prescrito por los libros litúrgicos. Toda la liturgia es un símbolo de los misterios cristianos. Los sacramentos, ade- más de indicar en forma de símbolo una realidad invisible, pro- ducen o acrecientan la realidad que significan por medio del rito. También a tenor del canon 1.194 se estudio el tema de los sacra- mentales. Se distinguen de los sacramentos por diversos mo- tivos : son de institución eclesiástica, no producen la gracia, pero obtienen por intercesión de la Iglesia favores espirituales, pueden variar en su número. Muchos son los sacramentales : la oración en general, el Padrenuestro y las oraciones públicas, en particu- lar, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita, las uncio- nes, las consagraciones, los alimentos bendecidos, la recitación del Yo Pecador y otros actos de humildad, las limosnas y las obras de misericordia, las múltiples bendiciones de personas y cosas. El libro litúrgico que contiene las rúbricas de ios sacra- mentales, así como los ritos de los sacramentos, es el Ritual cuya primera publicación oficial se remonta al año 1614 por obra de Pablo V. Contiene el Sacramentarlo que trata de los sacramentos administrados por los sacerdotes ; los cantos y plegarias de las procesiones litúrgicas ; los ritos fúnebres, la colección de bendi- ciones que puede dar un sacerdote y el formulario de los exor- cismos. La Comisión examinó algunas partes del Ritual en su jornada de ayer. Hoy el cardenal relator siguió ilustrando el cuarto y quinto capítulo del esquema de constitución, que tienen como tema el Oficio Divino y el Año Litúrgico.

El Oficio Divino viene a ser la oración misma de Cristo con- tinuada a lo largo de los siglos por los sacerdotes. Generalmente para nombrar el Oficio Divino se emplea la palabra Breviario, que significa sumario o abreviación del gran Oficio que se cele- braba en las abadías del Medievo. Desde los primeros siglos de la Iglesia había "cursus" para uso de los monjes, o sea, una serie de salmos, lecturas y oraciones. Estos "cursus" acabaron por formar muchos libros cuyo uso resultaba imposible a los que via- jaban. En 1215 Inocencio III aprobó una de las muchas reduc- ciones ya difundidas en aquel entonces. Fué el primer breviario, según el uso de la Curia Romana. Abreviado ulteriormente fue codificado por el Concilio de Trento y publicado por Pío V en 1565. Se hicieron otras revisiones en los siglos 17 y 18. San Pío X aprobó una muy completa en 1911. En 1945 Pío XII autorizó

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una nueva versión de los salmos y en 1960 se realizaron otras modificaciones con el nuevo Código de Rúbricas. Es deseo de la Iglesia que los fieles también se unan a los sacerdotes en la reci- tación o en el canto de algunas partes del Breviario, por ejemplo, las Vísperas. Juan XXIII en más de una ocasión ha dirigido profundas exhortaciones a todo el clero sobre la dignidad y belleza del Oficio Divino. Baste recordar la "Sacrae Laudis" del 6 de enero de 1962, en que precisamente encarece a los que tienen la obligación de rezar el Breviario a aplicarlo en su unión por el feliz resultado del Concilio Ecuménico. El año litúrgico comienza con la primera dominica de Adviento; luego se desarrolla por medio de ciclos que además de representar en sínttesis los pe- ríodos de la historia humana, tienen como fin hacer revivir los principales momentos de nuestra redención realizada por la en- carnación, pasión, muerte y resurrección de Cristo; los ciclos se agrupan en torno a las fiestas que recuerdan los grandes miste- rios de Navidad, Pascua de Resurrección y Pentecostés. Las fiestas de los santos y en especial de la Virgen María se insertan en el ciclo litúrgico como prueba de los frutos de la redención, y para excitar a cada cristiano a imitarlos. En la última parte de esta audiencia el Cardenal Agagianán desarrolló una relación sobre el esquema de Decreto acerca de los Sacramentos y la Li- turgia en los países de Misiones. Son los mismos problemas pero en cuanto reflejan la situación en que se encuentran los misio- neros.

Esta semana de trabajos se cerró con el examen de tres es- quemas presentados por el Cardenal Presidente de la Comisión de Misiones soba-e la disciplina del pueblo cristiano en las Misio- nes, los estudios eclesiásticos y la cooperación misionera. Quedan firmes los principios que han inducido a la Iglesia a dictaminar los preceptos que favorecen la santificación de los fieles en cual- quiera parte que vivan. La Iglesia se preocupa de no imponer obligaciones demasiado gravosas o que se encuentren en contra- dicción con la mentalidad y costumbre de un pueblo. Pero hoy, frente a los peligros que amenazan la fe, no basta ser cristiano: es preciso ser apóstol. De aquí la necesidad de la formación de los seglares para que no sólo cultiven la fe, sino que la propaguen con el ejemplo, la palabra y la vida. Lo que cuenta en el aposto- lado seglar tanto en las Misiones como en otras partes es una profunda formación espiritual, la sumisión a la Jerarquía y la unión de todos los que trabajan por Cristo. Primera preocupa- ción de Obispos y Misioneros es la creación de nuevos seminarios, la promoción de vocaciones eclesiásticas, la formación espiritual y cultural de los seminaristas. En Africa hay 151 seminarios menores con 15.586 alumnos y 35 seminarios mayores con 1.825 alumnos. En la India 38 seminarios menores, 10 mayores. En Pakistán 1 seminario mayor. En Birmania 4 menores y un se- minario mayor. En Ceilán 6 menores y uno regional. En Indo- nesia 16 menores y 6 mayores. En el Vietnam 16 menores y 6

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mayores. En Tailandia un seminario regional; en Corea 2 meno- res y uno mayor; en Hong-Kong- 1 menor y otro mayor; en For- mosa 3 menores; en Japón 2 seminarios mayores. Pero hay paí- ses donde a causa de la invasión comunista la vida católica y sus seminarios han sufrido un golpe muy recio como en China, Corea del Norte, Laos y Vietnam del Norte. Es necesario la cooperación de todos los cristianos, fieles y sacerdotes, enrolados en las gran- des Obras Misionales; la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe; la de San Pedro Apóstol de la que depende el Colegio de S. Pedro Apóstol de Roma, donde actualmente estudian 102 alum- nos; la de la Santa Infancia, que recaudó más de seis millones de dólares en 1960; la Pontificia Unión Misional del Clero, que cuenta con unos 250.000 socios sin contar los de la Iglesia del silencio; sus direcciones nacionales repartidas por todo el mundo son 52.

El lunes 2 de abril la Comisión continuó el examen de los capítulos 6, 7 y 8 del esquema de constitución de Liturgia sobre Música, Canto y Arte Sagrados. La Iglesia se ha servido siempre para el esplendor del culto de todo lo bueno que la naturaleza pro- duce y de todo lo bello que el ingenio del hombre crea. Los orna- mentos, los vasos sagrados, las vestiduras del altar son objeto de leyes particulares que establecen la materia, la forma, la me- dida de su confección. Sobre la música sagrada hay en la Iglesia una tradición que alcanza los primeros tiempos del cristianismo. Desde San Gregorio Magno hasta Juan XXIII, desde el Concilio de Trento hasta el próximo, las prescripciones respecto al canto y a la música sagradas persiguen un solo fin, el de rendir home- naje a Dios y fomentar la devoción en ei pueblo cristiano, para lo cual hay que evitar todo lo que sea profano y, mucho peor, sen- mal. En 1562 el Concilio de Trento estableció que hay que alejar de las ig;lesias aquellas músicas que tanto respecto del canto como del órgano fomenten la impureza. Un siglo después en 1657 Ale- jandro VII con la constitución Piac sollicitudinis studio prohibe la música y el canto no a tono con el lugar y culto sagrados. Be- nedicto XIV en 1750 vuelve a precisar dicha legislación con el fin de que la música ejecutada en los templos sirva para edifica- ción y no para escándalo de los fieles. En los tiempos recientes han surgido documentos como el Motu Proprio de San Pío X; "Tra le sollecitudini" de 1930; la constitución "Divini cuHus sane- titatem" de Pío XI; la encíclica "Mcdiator Dri" de 1947 y la "Mnsicae sacrae disciplina'' de 1955 de Pío XII; a ésto se añade para recopilar las enseñanzas pontificias la Instrucción de la S. C. de Ritos el año de 1958. Junto a la música, tiene un puesto de excepción el Arte sagrado, que siendo imagen de las cosas espirituales ha de levantar el alma hacia las celestes visiones y de inspirar sentimientos de fe. expresiones de esperanza y actos de caridad. En 1903 San Pío X dió instrucciones para el estableci- miento en todas las diócesis de una Comisión de Música Sagrada ; la Secretaría de Estado en 1924 dictó iguales disposiciones para

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el Arte Sagrado en las diócesis de Italia; y las Comisiones para la Sagrada Liturgia fueron recomendadas por la "Mediator Dei" en 1947. Ahora la Instrucción de la S. C. de R. aconseja que las tres Comisiones no trabajen por separado sino que se unan y es- fuercen por resolver de común acuerdo sus problemas.

En la segunda parte de la reunión la Comisión escuchó un

informe de Su Excelencia Martín O'Connor, Presidente de la Comisión de Prensa y Espectáculos y de la Pontificia Comisión de Cine, Radio y Televisión, acerca de los instrumentos de comu- nicación social para la difusión del pensamiento y las noticias, para el desarrollo de la cultura y las distracciones. Aunque la prensa se diferencia en algunos aspectos de los demás medios técnicos audiovisuales, tiene, sin embargo con ellos muchos pun- tos de contacto por lo que respecta a su poder de información y a su influjo en la formación de la opinión pública. Bajo este as- pecto del provecho común fueron estudiados por la Comisión. Por la primera vez en la preparación del Concilio se tocan temas como éste. El Código de Derecho Canónico cita una sola vez los periódicos, pero no se refiere a la radio, al cine, a la televisión ya que son de reciente invención. Hoy estos instrumentos han entrado en el hogar y en la vida de millones de personas y n~> pueden ser subestimados. Hay en el mundo más de 8.000 perió- dicos diarios con una tirada de 290 millones de ejemplares; más otros 22.000 títulos de diversas revistas con otros 200 millones de ejemplares. Las salas cinematográficas son cerca de 170.000 con una frecuencia media de 18.000 millones de espectadores Emisoras de radio 6.000 con 400 millones de aparatos receptores ; cerca de un mil estaciones de televisión con 120 millones de tele- visores. Y es posible que las transmisiones de televisión puedan hacerse de un continente a otro por medio de satélites articiales. La sabia observación de S. E. O'Connor se acaba de ver confirma- da con el lanzamiento al espacio del Satélite "Telstar" cuyo primer programa de transmisiones intercontinentales se verificó el día 23 de julio de 1962. El programa se intituló: "América, julio 23, 1962". Estos instrumentos unidos o separados poseen una fuerza de penetración y persuasión incomparable. Junto con la noticia y la imagen difunden opiniones, principios, doctrinas que rápida- mente cambian costumbres, modos de pensar y de vivir. La Igle- sia tiene el derecho y el deber de intervenir con el fin de salva- guardar los derechos fundamentales del hombre, su dignidad cristiana, los postulados del bien y de la verdad. Documentos pontificios recientes, como la encíclica "Vigilanti Cura" de Pío XI sobre el cine, y la "Miranda Prorsus" de Pío XII sobre cine, radio y televisión; y los discursos de Juan XXIII a los periodistas exponen les motivos de orden religioso y moral que impulsan a la Iglesia a emitir palabras de aliento o de condena, pero siempre de guía para alcanzar el mejor provecho de la sociedad. Respecto a los problemas de la libertad del arte, sobre libertad ele informa- ción, libertad de la descripción del mal, la Iglesia presenta so'u-

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S. E. FERNANDO t'ENTO.

cardenal presidente de la Comisión del Apostolado Seglar, nacido en Pollenza, diócesis de .Macerata. el 10 de agosto de 1XK1; ordenado el 23 de diciembre de 1906; decido para Acireale el 22 de julio de 1922; consagrado el :t de septiembre el mismo año; promovido para la Iglesia titular arzobispal de Setenóla Pieria el 24 de junio de 192G; creado y proclamado cardenal por Su santidad -luán en el Consistorio de 15 de diciembre de 1959, del titulo de San Eustaquio, diaconia elevada pro hac \ ice a titulo presbiteral. Penitenciario .Mayor de la S. I. R.

•ciones orientadoras y seguras. No es del espíritu de la Iglesia oponerse a lo nuevo. Todos los inventos del ingenio y de la cien- cia los bendice la Iglesia. Los quiere emplear para dar gloria a Dios, educar los corazones, divulgar el bien, procurar la paz. Condenando en los espectáculos y en la prensa lo que ofende a Dios, mutila o deforma la verdad, menosprecia los principios mo- rales, engendra la corrupción, difunde el odio o aconseja el mal. la Iglesia lo que hace es frenar la licencia bajo cualquiera dis- fraz, pero no impide la libertad.

La misión de la Iglesia es recordar a toda clase de personas sus deberes particulares frente a los diversos medios de comu- nicación social. A los periodistas, productores, actores : que no pueden sustraerse a la ley moral que regula las acciones huma- nas. A los que usan esos medios : que hay normas precisas de moral que no pueden infringirse sin daño colectivo e individual. A los padres, maestros, sacerdotes, educadores : que sobre ellos pesa un grave deber de vigilancia y custodia. A la autoridad ci- vil : que aun respetando la libertad, ella tiene la obligación de defender las buenas costumbres de los pueblos y el bien común de los ciudadanos. Así concluyó esta quinta sesión con las pala- bras de estímulo y aplauso del Soberano Pontífice, como de cos- tumbre.

Sexta sesión de la Comisión Central El mundo de las migra- ciones — Santidad del estado religioso Sublimidad del matrimonio cristiano.

El 4 de mayo a las 9 y media de la mañana comenzó en el Palacio Apostólico del Vaticano la sexta sesión de la Comisión Central con la asistencia de 42 Cardenales, 2 Patriarcas, 17 Ar- zobispos, 3 Obispos, 3 Superiores Generales religiosos y 17 Con- sultores, bajo la presidencia del Cardenal Tisserant. Terminó sus trabajos el sábado 12 de mayo después de nueve jornadas densas de fecundas discusiones, caracterizadas por tres notas funda- mentales que el Padre Santo se dignó subrayar en su discurso de clausura. "Con verdadera complacencia hemos advertido que estaban señalados en el orden del día problemas teológicos refe- rentes a la Iglesia, el matrimonio y la familia; problemas dis- ciplinares que consideran aspectos de las ordenanzas tanto de la Iglesia oriental como de la occidental; problemas pastorales su- mamente actuales como el del gobierno de las diócesis y la ins- trucción catequística de los fieles". Los esquemas desarrollados en esta sesión fueron 18, algunos divididos en partes, subdividi- das estas a su vez en capítulos, con un total de 32 opúsculos de 424 páginas. Los cardenales relatores fueron 6, cada uno para temas distintos, de la competencia de las Comisiones por ellos presididas: Pablo Marella, Pedro Ciriaci, Alfredo Ottaviani, Va- lerio Valeri, Benedicto Aloisi-Masella y Amleto Cicognani. En

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la primera jornada el Cardenal Marella presentó dos esquemas de Decretos: el primero sobre los obispos coadjutores y auxilia- res, y el segundo sobre la misión del obispo en la cura de almas. Todo período histórico tiene sus problemas. A veces la tarea de un obispo en su normal desarrollo se ve dificultada y por circuns- tancias especiales se agrava el peso de su responsabilidad y de su ministerio pastoral, por ejemplo, por la excesiva amplitud o crecimiento de la diócesis, por la precaria salud del mismo obis- po, por su avanzada edad. En estos casos la Iglesia acostumbra conceder como ayuda al obispo un coadjutor o auxiliar. Si el coadjutor se da a la sede sin derecho a sucesión, se llama ''obispo auxiliar". Ya en los primeros tiempos de la Iglesia existió esa costumbre y el Concilio de Trento al abrogar los derechos de sucesión en los beneficios eclesiásticos, hizo una excepción con los obispos coadjutores en los casos de urgente necesidad o de evidente utilidad para la diócesis. Para realizar sus propias ta- reas los obispos necesitan formarse cooperadores, cultivando las relaciones eclesiásticas y religiosas; utilizando y canalizando todas las energías de su clero y también de las religiosas ; prepa- rando apóstoles seglares; creando o vigorizando las asociaciones y obras sociales, asistenciales, culturales, técnico-administrativas etc. que son la expresión de la presencia de la Iglesia en la so- ciedad moderna. Estos tiempos imponen al pastor y a sus in- mediatos colaboradores la necesidad de un ministerio más ágil en sus métodos y más amplio en sus medios. Ya el apostolado no puede reducirse a la simple custodia del rebaño. Hoy la gente fácilmente pasa de una región, o nación o continente a otro por motivos de estudio, de trabajo, de comercio, de deporte, de turis- mo, de inmigración. Es el fenómeno de las migraciones desde la externa de país a país hasta la interna en el seno de la misma nación, llámese éxodo rural o concentración urbana etc. A la emigración verdadera se añade el problema de los fugitivos, los desarraigados, individuos y masas víctima de desequilibrios so- ciales y políticos que buscan fuera de la patria los medios para reconstruir su vida. Son situaciones extrañas que a veces se con- vierten en tragedias o dramas, donde todos los valores humanos y en especial los morales, espirituales y religiosos son pisoteados o comprometidos. Generosas iniciativas para venir en ayuda de tantos hermanos abandonados o perseguidos, nunca han faltado por parte de los particulares y de organizaciones que demuestran la sensibilidad y presencia de la Iglesia en medio del sufrimiento humano, con realizaciones de caridad, de asistencia, de servicio social.

La carta magna del apostolado entre los emigrantes es la "Exul Familia", constitución apostólica de Pío XII que ahora en agosto cumple diez años. Hoy los problemas de la asistencia a los emigrantes vienen tratados en el Consejo Supremo de la Emigración fundado el 1" de agosto de 1952 en el seno de la Sagrada Congregación Consistorial. También a esta misma Con-

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gregación fue confiada la dirección del Secretariado Internacio- nal del Apostolado del Mar en favor de la gente y trabajadores marineros. Esta gente que pasa largo trecho de su vida sobre las embarcaciones y rara vez pueden acercarse a su propio párroco necesitan del desvelo pastoral de obispos y sacerdotes. Pío XII también encomendó a la Consistorial el encargo de proyectar una constitución del "Apostolatus eoeli" sobre la base del Apostolatus maris para proveer al cuidado espiritual del personal del trans- porte aéreo. Bajo otros aspectos los nómadas y gitanos que viven en barracones vagando en caravanas de un país a otro, también tienen exigencias propias en el plano espiritual. Así come las tie- nen las masas de turistas. La Iglesia es madre de todos y quiere salvar a todos, sea cual fuere su profesión y el país donde viviere. En la segunda jornada, el día 5 de mayo, la Comisión examinó los innumerables aspectos y problemas de orden moral y espiri- tual inherentes a estas nuevas formas de vida, así como la ma- nera de encontrar métodos nuevos de apostolado para hacer llegar hasta los alejados de la Iglesia el mensaje de la salvación.

Se continuó estudiando los últimos capítulos del esquema de constitución sobre la Iglesia, ilustrados por el Cardenal Otta- viani, su relator. La función y posición de los religiosos y de los seglares en la vida de la Iglesia. En la Iglesia han tenido siempre una gran importancia los estados de perfección. Innumerables almas, a todo lo largo de veinte siglos de cristianismo, han enri- quecido esa nota característica de la Iglesia que es la santidad, siguiendo la práctica de los consejos evangélicos de obediencia, castidad y pobreza. Xo puede considerarse váhda la objeción de los que dicen que pertenecer a una Orden o Congregación religio- sa es envilecerse, como si los votos profesados significasen el aplastamiento del libre desarrollo de las dotes individuales. La disciplina o reglamento religioso no se inventó para destruir lo que hay de bueno en la naturaleza humana, sino que se propone arrancar las raíces del mal para hacer crecer las mejores cuali- dades. El que renuncia a los propios bienes no se mutila sino se libera de un peso material para conquistar los bienes del espíritu. Se estudiaron, pues, estos aspectos doctrinales o la motivación sobrenatural del estado de perfección, gracias a los cuales estas Ordenes y Congregaciones religiosas continúan prosperando en la Iglesia y proporcionan frutos abundantes de buenos eiemplos. de oraciones reparadoras, de ciencia eclesiástica y profana, de obras de caridad, apostolado y santidad. El último capítulo de la I parte del esquema de constitución se refiere al apostolado de los seglares en el mundo moderno en colaboración con el apostolado jerárquico de la Iglesia. Se ha escrito mucho acerca de la teolo- gía del apostolado seglar. Hay contraposición entre laicado y lai- cismo. Desde el punto de vista religioso el primero es de signo positivo cuando no neutral, el segundo es de signo negativo. La misión personal y privada de los seglares en las cosas humanas no atañe a la autoridad de los pastores de la Iglesia, ni exige un

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estado religioso especial, aunque se alimente de la misma fuente de la gracia que es Cristo y tienda a la consecución del mismo fin que es la salvación. Pero hay una misión que cumplir en el mundo del seglar y es la de santificar en cierto sentido desde dentro ese mundo en que ellos viven. En cuanto ejercen un apos- tolado organizado en colaboración directa del laicado con el tra- bajo pastoral de la Jerarquía, de la Iglesia, es claro que su acti- vidad debe quedar subordinada a la autoridad del obispo. Tam- bién en sus aspectos sociales en los que esta acción puede ejercer una influencia en la sociedad civil, la participación del laicado en el trabajo apostólico de la Iglesia, debe ser dirigida y guiada por la jerarquía, que es la autoridad competente para juzgar las repercusiones morales de los problemas suscitados en el orden económico y social. Esto no es sino un anticipo de lo que la Co- misión estudiará en su última sesión, cuando se aboque a exa- minar las conclusiones de la Comisión del Apostolado Seglar.

El Cardenal Valeri en la mañana del 11 de mayo presentó algunos capítulos de un esquema sobre aspectos prácticos de las vocaciones religiosas y la formación de los aspirantes al estado religioso. El canon 1353 dice: Los sacerdotes y especialmente los párrocos pongan particular atención para que los niños que muestran algún indicio de vocación eclesiástica sean alejados con especiai cuidado de las tentaciones del mundo, sean formados en la piedad, sean iniciados en los primeros estudios de las letras y cultivados en los primeros comienzos de su vocación. Todo esto puede decirse en particular sobre las vocaciones religiosas porque tal vez a causa de la mentalidad mundana y laicista de hoy una vocación al estado religioso encuentre aún mayores dificultades para desarrollarse que las vocaciones eclesiásticas. Las fantas- magorías acerca del voto de obediencia y de pobreza y el temor de todo lo que signifique penitencia y mortificación contribuyen a que se retraigan las almas generosas de los jóvenes que pen- saban consagrarse a Dios. De aquí la necesidad de buscar y de- fender toda clase de vocaciones religiosas, masculinas y femeni- nas, en aquellos ambientes donde hallan un terreno propicio para germinar y madurar como lo son las asociaciones y escuelas ca- tólicas. El deseo y la necesidad de vocaciones religiosas no deben jamás perdonar u olvidar la calidad por estar buscando la can- tidad. Ni deben ser reducidos los ideales propios, las constitucio- nes o reglamentos, el espíritu de una familia religiosa con la in- tención de favorecer el ingreso de nuevos candidatos. El fin de cada Instituto debe ser presentado en su desnuda realidad y si fuere preciso en toda su austeridad. Se debe acudir a la oración. En todo tiempo serán eficaces para los jóvenes los ejemplos de vi- da santa, de apostolado generoso, de caridad ilimitada procedentes de los religiosos y comunidades que están más en contacto con los seglares. Cuando un aspirante llega a los umbrales del Instituto religioso sea bien acogido, pero debe ser examinado bien, para que después no vaya a ser objeto de pesadillas. Los superiores,

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directores espirituales, médicos si fuere preciso, cada uno en su campo, sepan que asumen una responsabilidad ante Dios y ante los propios subditos y hermanos, lo mismo despreciando una ver- dadera vocación con un examen demasiado superficial, que acep- tándola por buena con una prisa poco laudable por las pruebas que eran tan solo una apariencia de vocación. La vocación es apenas el comienzo de un largo camino. Infortunios, obstáculos, desánimos han de preverse y prevenirse en la medida de lo po- sible. Se impone una obra de formación segura, inteligente, só- lida y verdaderamente íntegra, como dicen los estatutos anejos a la constitución apostólica "Sedes sapientiae" del 7 de julio de 1956. Esta obra pretende forjar un hombre nuevo y antes de transformar en un santo y en un apóstol a un hombre debilitado por las imperfecciones, requiere una larga prueba en los años de noviciado y una gran paciencia durante todo el período de los estudios. Estos mismos estudios humanísticos y científicos, filo- sóficos y teológicos, deben cooperar a la formación integral de la mente y del corazón, de la voluntad y la conciencia.

En la última parte de la audiencia anterior y en la del día 12 de mayo fueron examinados por la Comisión cinco esquemas de Decretos elaborados por la Comisión de la Disciplina de los Sacramentos que se refieren a los impedimentos matrimoniales, a los matrimonios mixtos, al consentimiento matrimonial, a la celebración del matrimonio y a los procesos matrimoniales. Mu- chos peligros acechan hoy al matrimonio, desde el divorcio hasta una mentalidad materialista y hedonista que tiende a despojarlo de todo contenido sagrado para reducirlo a un contrato de poca importancia y de duración incierta. Se impone una obra de vi- gilante educación en las jóvenes generaciones repleta de convic- ciones religiosas profundas y de conciencia viva de la responsa- bilidad individual y social que el matrimonio lleva consigo. La disciplina actual que regula el matrimonio se remonta al Con- cilio de Trento y fué codificada en el Derecho Canónico. La Igle- sia, aunque admite como único matrimonio válido el religioso, reconoce, sin embargo, la competencia del Estado sobre los efec- tos civiles del matrimonio. A este propósito deben tenerse muy en cuenta las normas de León XIII en su encíclica "Arcannm" del 10 de febrero de 1880. Los impedimentos matrimoniales son circunstancias relativas a la persona de los contrayentes que por ley divina o eclesiástica quedan inhábiles para contraer un ma- trimonio lícito o válido. En la legislación eclesiástica 'os impedi- mentos que hacen ilícito el matrimonio son : el voto simple de vir- ginidad, castidad perfecta, de no contraer matrimonio, de recibir las órdenes sagradas; la mixta religión; y el parentesco legal que se deriva de la adopción en los países que así lo sancionan. De estos impedimentos la Iglesia suele dispensar con algunas cau- telas. Se llaman de otro lado impedimentos dirimentes, o sea, que desligan a los esposos, aquellos que hacen al matrimonio no sólo ilícito sino también inválido y son: la falta de edad (menos

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de 16 años pava ei hombre y menos de 14 para la mujer) ; la im- potencia antecedente y perpetua, que no ha de confundirse con la esterilidad; un vínculo matrimonial anterior; la disparidad de cultos ; el orden sagrado ; la profesión religiosa solemne ; el rapto ; el crimen ; la consanguinidad ; la afinidad ; la pública honestidad ; el parentesco espiritual y el parentesco legal donde es conside- rado como tal por la ley civil. La Iglesia puede dispensar de aquellos impedimentos dirimentes que son de derecho positivo eclesiástico; pero no puede dispensar de aquellos que son de de- recho natural y divino. Las condiciones prefijadas por la Iglesia para conceder la dispensa del matrimonio mixto, o sea, entre una persona católica y la otra perteneciente a una religión cris- tiana no católica, son : promesa del cónyuge no católico de res- petar las convicciones religiosas del cónyuge católico; promesa de ambos cónyuges de bautizar y educar en la religión católica a todos los hijos. Esta promesa ha de hacerse por escrito y debe tener certeza moral de que será mantenida. Con las mismas cau- telas la Iglesia puede dispensar del impedimento de disparidad de cultos, que existe entre un católico y un esposo no cristiano, no bautizado. Para la validez del matrimonio es esencial el con- sentimiento de los esposos, este consentimiento libre no puede ser suplido por ninguna autoridad humana. Es inválido el ma- trimonio contraído por la fuerza, la violencia o por un temor grave ejercido injustamente desde afuera. Es inválido el matri- monio que se pretende contraer con un acto positivo de la vo- luntad de no querer el mismo matrimonio o de excluir los deberes o derechos conyugales, o de desechar cualquiera otra propiedad esencial del matrimonio.

Según el Código de Derecho Canónico, en lo relativo a la forma de celebración del matrimonio, son válidos solamenfe aquellos que son contraídos ante el párroco o el Ordinario del lugar o ante un sacerdote delegado por el párroco o por el Ordinario, y ante dos testigos que entre nosotros se llama padri- nos. En casos extraordinarios, como el peligro de muerte y otros parecidos, hay previstas excepciones particulares. También en los cánones 1.960 a 1.992 están contenidas las normas específicas relativas a los procesos matrimoniales en lo que concierne al fuero competente, la formación del tribunal, los derechos y obM- gaciones del defensor del vínculo, los testigos, las investigaciones, las publicaciones de los actos, las apelaciones contra la sentencia. El fin prefijado por la Iglesia en todos estos procesos es la sal- vación de las almas. Temas todos estos de suma importancia, dado que el matrimonio representa la constitución oficial y sa- grada de la familia, célula primigenia de la sociedad humana.

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S. E. AGUSTIN BEA,

cardenal presidente del Secretariado para la unión de los cristianos, de la Compañía de Jesús, nacido en Rieddbohringen, arquidiócesis de Friburgo, el 28 de mayo de 1881 ; ordenado el 25 de agosto de 1912; creado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio de 14 de diciembre de 1959; consagrado el 19 de abril de 1962; diácono de San Sabas.

Séptima sesión de la Comisión Central Los Seglares una fuer- za de base Eeumenismo y Unión: una esperanza en la cumbre.

El día 12 de junio de 1962 se dió comienzo a la séptima y postrera reunión de la Comisión Central Preparatoria, bajo la Presidencia del Cardenal Eugenio Tisserant, decano del Sacro Colegio, Presidente de la Comisión Ceremonial y de la Sub-Co- misión para las materias mixtas en preparación para el Concilio. Se inició la discusión de los problemas de la formación espiritual, moral, intelectual, pastoral de los seminaristas; el ordenamiento general de los estudios y la enseñanza en los seminarios. Fué relator el Cardenal Pizzardo. El cuidado y la selección de las vocaciones eclesiásticas ha sido preocupación constante de la Iglesia. Disposiciones referentes al cultivo de las vocaciones se encuentran en el I y II Concilios de Toledo (siglos 6 y 7) ; en los pontificados de S. Gregorio Magno, Honorio I, León III e Ino- cencio III. Pero el Seminario nació en el Concilio de Trento, que en su sesión 13, canon 18, establece que toda iglesia catedral lo mismo que toda sede episcopal debe reunir un cierto número de alumnos, educarlos religiosamente y formarlos en la disciplina eclesiástica, de modo que tales colegios sean un vivero de minis- tros de Dios. El Concilio Tridentino quiso coronar la obra de la restauración de la fe y de la moral católica asegurando la prepa- ración de un clero idóneo. Un historiador, el Cardonal Palavi- cino, afirma que la hazaña de los Padres de aquel Concilio que duró 18 años y medio con dificultades de todo género, "estaría suficientemente recompensada sólo con haber procurado a la Iglesia los seminarios, único instrumento apto para fortalecer la sagrada disciplina". La importancia, función y exclusiva fina- lidad del Seminario de preparar a los jóvenes para el sacerdocio están sancionadas en el Código, en los cánones 1.354 y 1.366 que recogen las mismas palabras de Trento. Sobre los superiores del Seminario dice León XIII: "la conducta ejemplar del que preside es el lenguaje más persuasivo para inspirar en los jóve- nes el convencimiento de sus propios deberes y el amor al bien". La selección de estos superiores es uno de los más delicados co- metidos de un obispo. Lo que cuenta para trabajar en el reino de Dios no es la cantidad sino la calidad. Tanto que sin duda alguna es mejor correr el riesgo de desaprovechar una vocación probable, que caer en el peligro de confiar la guarda del rebaño a un mercenario. Hay errores que se insinúan tomando pretexto de ciertas corrientes modernas que auspician una forma de edu- cación abandonada a la libre iniciativa y a las tendencias de cada cual. Un rector de seminario consagrado obispo dice : "Se puede estar tentado, al hablar del sacerdote del mañana, de insistir sólo en las situaciones nuevas que se le van a presentar; pero, antes de ser el sacerdote de mañana, importa ser el sacerdotte de siempre. Las sublimes funciones del sacerdote exigen que él viva

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una gran santidad hecha a base de piedad, castidad, desinterés, celo por la gloria de Dios y salvación de las almas, espíritu de disciplina, ciencia y fe". Estos mismos conceptos, como se ha dicho en otra sesión, los han repetido los documentos de los Papas de los últimos tiempos, desde la "Haerent animo" de San Pío X hasta los hodiernos discursos de Juan XXIII.

En su segunda jornada la Comisión prosiguió el estudio de otros esquemas siempre ilustrados por el Cardenal Pizzardo sobre las Escuelas Católicas y la obediencia al sagrado Magisterio en la enseñanza de las ciencias sagradas. La enseñanza es tarea fundamental de la Iglesia que así hace honor a la orden del Di- vino Maestro: "Id y enseñad". La escuela es el medio normal para la formación del entendimiento y la educación del corazón. La Iglesia tiene derecho tanto a tener sus propias escuelas como a permeabilizar de espíritu cristiano las escuelas del Estado. "En la escuela decía Pío XII está para todas las almas la salva- ción o la ruina". Está en juego algo de un valor moral, espiritual tan grande que la Iglesia no puede permanecer indiferente ante el problema de la escuela. Lo mismo que para los seminarios el Concilio de Trento imprimió a las escuelas católicas un nuevo impulso, al recomendar su fundación allí donde no existían, hacer revivir las desaparecidas y devolver su primitivo esplendor a las ya existentes. Impuso el Concilio a los sacerdotes la obligación de procurar que se impartiese a todos, a pobres y a ricos, una en- señanza esmerada y completa a cargo de maestros que supiesen juntar la fe a la ciencia. Así se volvía a los tiempos en que sólo la Iglesia se preocupaba de la enseñanza no ya del catecismo sino de toda otra materia, desde la gramática a la filosofía. Surgieron en los años del Concilio los colegios de los jesuítas y los barna- bitas; poco más tarde los de los Hermanos de las Escuelas Cris- tianas y de los Escolapios, por no citar sino algunos de los insti- tutos más famosos de la época. San Carlos Borromeo fundó en Pavia un colegio universitario; lo mismo hizo el Cardenal Ghis- lieri que fue después el Papa Pío V. La escuela al separarse de la Iglesia adquirió un aspecto que llamaríamos hoy aconfesional, pero que en realidad era antireligioso. León XIII observó que "no podría imaginarse medio más universal y eficaz para sus- traer a la sociedad del influjo de la Iglesia que la escuela laica". Esta fue la visión realista de las cosas que Pío XI expuso en la encíclica "Divini Ulitis Magistri". Es doloroso comprobar que en este campo una larga costumbre del predominio de la escuela estatal ha ofuscado en muchos la noción misma del derecho a la libertad de la escuela. Al defender esa libertad la Iglesia está defendiendo la libertad de la familia a la que compete la primor- dial obra educativa, y la libertad del individuo que no puede ol- vidar su fin sobrenatural, ni siquiera al escoger los medios hu- manos para su perfeccionamiento intelectual. La Iglesia no re contenta con una actitud defensiva, sino que se preocupa de que sus escuelas y maestros estén a la altura de su misión en mé-

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todos y programas, en seriedad de estudios y en modernidad de espíritu. El derecho a la libertad de enseñanza implica deberes en la preparación y elección de los educadores, en la vigilancia de los que enseñan, en la formación de una opinión pública cons- ciente sobre este problema, en la organización de los padres y re- presentantes y de los fieles para una cooperación moral y ma- terial siempre más coherente con su fe.

La Comisión de Estudios y de Seminarios completó su tra- bajo preparatorio presentando también una ilustración sobre el tema del magisterio de la Iglesia en las ciencias sagradas. Quien quiera enseñar en la Iglesia y con la Iglesia debe atenerse primero a lo que ella enseña. Esto no quita que los teólogos y los científicos se preocupen en dar un fundamento sólido a las cuestiones de la vida. La Santa Sede alaba y promueve las eruditas investigacio- nes y especulaciones de los teólogos que profundizan en las ver- dades reveladas y no dudan en considerar, explicar y sostener las declaraciones del magisterio eclesiástico con seriedad científica, a la luz de la razón iluminada por la fe, esto es, "con sentido de Iglesia". Pero los teólogos no ejercen su oficio por derecho di- vino, sino por delegación de la Iglesia. Decisiva para el conoci- miento de la verdad no es la opinión theologorum, sino el sensus Ecclesix. En la enseñanza, pues, expóngase la verdad según la doctrina de la Iglesia, luego los errores a ella contrarios. El maestro debe considerar si esos errores nacen de algún principio falso, o de la indebida aplicación de un principio justo, o de un defecto de método, o de un insuficiente estudio del problema. El que enseña Sagrada Escritura considerará como un deber sacro- santo no alejarse ni un ápice de la común doctrina y de la tra- dición de la Iglesia. Sobre los estudios de filosofía y teología, re- cuérdese el canon 1.366 que muestra en Santo Tomás de Aquino al maestro a quien deben acogerse las razones, doctrina y princi- pios. A la luz de aquellos principios clarificadores podrán ser juzgados en lo que valgan los vastos movimientos culturales y li- terarios, las corrientes del pensamiento moderno, las lagunas también y los peligros del tecnicismo.

En la siguiente jornada se estudió el tema: colaboración de los institutos religiosos en el ministerio pastoral de los obispos. Es un esquema que ha sido fruto de un trabajo realizado en equi- po por la Comisión de los obispos y del gobierno de las diócesis y por la de religiosos, a través de la Sub-Comisión de materias mixtas. La Iglesia tiene necesidad de la cooperación del clero secular y del regular para llenar la misión de santificar al pueblo cristiano. También a los miembros no sacerdotes de los Institutos consagrados al ideal de la perfección incumbe un deber mayor que a los simples seglares de trabajar con diligencia y entrega por el acrecimiento del Cuerpo Místico de Cristo. Los obisoos en todo tiempo han pedido ayuda a los religiosos y la piden hoy de un modo especial. A las tareas propias del religioso se añade

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para muchos de ellos la del apostolado verdadero en perfecta concordancia con los obispos y dentro de la más fraternal cola- boración con el clero diocesano. De estas observaciones funda- mentales se desprenden algunas normas que se refieren a la jurisdicción de cada obispo en su propia diócesis; la fidelidad de los religiosos a los ideales de su propia vida, aun en medio del apostolado; los derechos de la exención religiosa; los modos de colaboración entre ambos cleros. Nuevas exigencias surgidas por doquiera merecen ser consideradas y reguladas a fin de fa- vorecer la eficacia del apostolado en medio del pueblo, junto con el desarrollo de las entidades religiosas y el progreso en el ca- mino de la perfección de cada uno de los religiosos. El punto de mayor interés jurídico es el de la exención. Ella consiste en un privilegio por el que los religiosos que de él disfrutan, en vez de depender del obispo territorial, dependen directamente de la Santa Sede. Fue concebido dicho privilegio con el objeto de pro- curar un beneficio mayor de la Iglesia y en beneficio de los ins- titutos agraciados, que pueden así desarrollarse más orgánica- mente dentro de una autonomía de estructuras y .le régimen interno más cónsono con su propia vitalidad. El Sumo Pontífice puede, pues, disponer mejor de las notables fuerzas espirituales y morales que cada familia religiosa representa y aplicarlas a las necesidades de la Iglesia en visión universal y panorámica. Los primeros ejemplos de exención embrional se remontan a fines del siglo IV en Oriente. El primer caso de exención propiamente dicha lo encontramos en Roma el año 601. En el 628 Honorio I la concedió al monasterio de Bobbio; el 741 el Papa Zacarías la otorgó al monasterio de Cassino; Urbano II al de Cava en 1092; Alejandro III al de Florencia en 1176. En el siglo XII todos los monasterios prácticamente eran exentos y así lo fueron por ex- tensión las nuevas órdenes y congregaciones hasta caer en cierto abuso. Los Concilios de Constanza, IV de Letrán y el de Trento establecieron restricciones, en el sentido de no menoscabar la autoridad del obispo. El actual Código hace suyas las disposi- ciones de Trento y de los documentos pontificios de San Pío V, Gregorio XV, Clemente XII, Benedicto XIV, León XII. Para comprender el espíritu de la exención, hay que recurrir a las palabras de Juan XXIII que dirigió a los Superiores religiosos participantes en la asamblea promovida por la Pontificia Comi- sión pro América Latina. "Se trata de agrupar las santas ener- gías de la Iglesia, las maravillosas fuerzas de las antiguas ór- denes religiosas, de las numerosas congregaciones, sociedades e institutos masculinos y femeninos de perfección y de apostolado y de los más recientes Institutos seculares : para orientarlos can mayor eficacia hacia los amplios horizontes que se abren a su benéfico influjo".

Después de esta discusión de las relaciones entre Obispos y Religiosos, el Cardenal Ciriaci presentó tres esquemas de Decre- tos sobre las Asociaciones de los fieles, la limosna de las Misas

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y los legados píos, la admisión a las órdenes sagradas de minis- tros acatólicos conversos. Cuestiones estas que no revisten no- vedad, pero que tal vez en el seno del Concilio o de la Comisión que prepara la revisión futura del Código serán objeto de una adaptación a las exigencias de los tiempos que han cambiado. En la mañana del 15 de junio de 1962, habiéndose hecho la vota- ción sobre el examen de los tres Esquemas de disciplina ya men- cionados, la Comisión prosiguió estudiando el final del Esquema sobre los Estados de Perfección. Según el derecho vigente, son tres las categorías en que se divide el estado de perfección, o sea, el estado religioso que sirve para conquistar la perfección cris- tiana: las Ordenes y Congregaciones clericales y seglares; las Sociedades sin votos públicos; y los Institutos Seculares. Las Sociedades de vida común sin votos están formadas por eclesiás- ticos y seglares que, aun no teniendo votos o no siendo éstos pú- blicos, llevan una vida en comunidad con intención de alcanzar la perfección y entregarse a las obras del apostolado. Ya se ha hablado acerca de los Institutos seculares. Los estados de per- fección se distinguen tanto del estado episcopal como del clero diocesano. Al referirse a la variedad dentro de la unidad de la suprema aspiración de la vida religiosa, el Cardenal Valeri ter- minó recordando que el estado religioso representa ciertamente un ideal de vida más alto y querido a Dios que el estado matri- monial ; el estado de perfección no puede considerarse como un medio para evitar las molestias de la vida, pues impone graves sacrificios ; el estado de perfección no por esto último debe con- siderarse como imposible a la buena voluntad de aquellos cris- tianos que se entregan con absoluta confianza a la gracia del Señor.

El sábado 16 de junio la Comisión examinó los dos últimos esquemas sobre la preparación necesaria para recibir los sagra- mentos del Orden y del Matrimonio, ilustrados por el Cardenal Marella; y un esquema presentado por el Cardenal Cicognani Amleto, referente a la unidad de la Iglesia en relación con las Iglesias Orientales. La dignidad sacerdotal que hace de un hom- bre un ministro de Dios y un padre de las almas, es tan alta que exige una pureza de costumbres y una santidad de vida perfecta, en cuanto es humanamente posible. El libro del Pontifical inculca a los nuevos dióconos su obligación de ser claros, limpios, puros y castos. La insistencia con que los Sumos Pontífices tocan al- gunos principios de ascética sacerdotal demuestra cómo la exi- gencia fundamental para el sacerdote que quiere hacer fecundo su ministerio es la práctica eminente de todas las virtudes. Por ello la preparación para el Sacerdocio debe ser esmeradamente cuidada. Se necesita un aprendizaje de años para adquirir una virtud sólida capaz de salir airosa de los primeros contactos con el mundo y de mantenerse en medio de los reclamos e incitaciones al mal, a todo lo largo de la vida sacerdotal. La castidad no es una virtud que se rige por sola, sino que se nutre por la pie-

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dad y la candad. Sin la piedad hasta los ritos más augustos serán celebrados por rutina, mecánicamente. Y el ejercicio de la caridad es preservación de las graves caídas a las que conduce la debilidad de los sentidos.

También es grande la dignidad del sacramento del Matri- monio y exige que los jóvenes esposos se preparen con objeto de que la celebración del matrimonio no sea solamente lícita y vá- lida, sino espiritualmente fructuosa. No puede ser un acto cele- brado con ligereza, por razón de las tareas duraderas y recípro- cas que impone este sacramento. Ni puede ser determinado por interés, pasión o capricho, porque están en juego, junio con la felicidad humana de los esposos y los hijos, su salvación eterna. Incumbe a los pastores de almas el deber de instruir, educar, formar en una visión cristiana de la vida a los esposos para que consideren al matrimonio en su realidad, sus responsabilidades, sus acechanzas, sus dificultades y en los medios de la gracia sobrenatural que ayudan a superarlas. Obligación grave para el párroco el examen de los esposos, no sólo para cerciorarse de que no hay impedimentos, sino para conocer si los pretendientes están espiritualmente preparados para dar el paso trascendental.

Acerca de la unidad de la Iglesia, el Cardenal exponente habló del doble aspecto de la Iglesia como "esposa del Cordero", ya triunfante, y como Iglesia que debe trabajar sirviéndose de las estructuras humanas en la sociedad. Con relación a este as- pecto terreno y temporal, tienen su razón de ser las leyes y las penas, la autoridad y la jurisdicción, la jerarquía y sus diversos grados. La unidad visible de la Iglesia está centrada en Pedro, quien en nombre de Cristo y en sus sucesores gobierna, juzga y da leyes. Esta unidad puede ser conservada únicamente por la sumisión de todos los fieles a la autoridad constituida por Cristo, es decir, al Papa y a los Obispos a él unidos. Pero la unidad no es uniformidad. No se anula la diversidad de las tradiciones, costumbres, exigencias propias de un pueblo o de una región. Sin embargo, especialmente en este caso es necesaria la autori- dad que úna y coordine. Son demasiado graves los daños que causan a las almas las divisiones operadas en la Iglesia en el transcurso de los siglos. Hay que intentar todos los medios, sobrenaturales y humanos, para volver a traer al único redil a todos los alejados de él. Los medios humanos van desde los teo- lógicos a los jurídicos, desde los disciplinares a los psicológicos y prácticos. Ante problemas tan graves, el Cardenal relator ter- minó con las palabras de San Basilio: "Haz, Señor, que cesen las divisiones en la Iglesia; reúne a los dispersos y trae al buen camino a los errantes, para conducir a todos a tu santa, católica y apostólica Iglesia".

El lunes 18 de junio se abocó la Comisión al estudio de un largo Esquema de constitución sobre el Apostolado de los Segla- res, ilustrado por el Cardenal Cento. Este Apostolado de los

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S. I . ALBERTO I)E JORIO.

cardenal presidente del Secretariado Administrativo, nacido en Roma el 18 de julio de 1884; ordenado el 18 de abril de 1908; creado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio del 15 de diciembre de 1958; consagrado el 19 de abril de 1962; diácono de Santa Pudenciana,

diaconía pro hac vice.

Seglares no es una novedad en la Iglesia. Basta leer el libro de los Hechos de los Apóstoles, la historia de las persecuciones de ios primeros siglos y la misma historia de la Iglesia para darse cuenta de la presencia de este apostolado. Pero en nuestro tiem- po, mientras muchas actividades de orden temporal se han va- ciado de esplritualismo, se ha despertado también un nuevo fer- vor en las filas de los creyentes para devolverle un aspecto cris- tiano a todas las expresiones de la vida. De aquí la necesidad para estos apóstoles seglares de poner a disposición de la Iglesia la propia pericia profesional, su propia cultura, su experiencia y su fe. Cuando a la manifestación de la propia fe se añade un ejercicio verdadero de apostolado, se necesita un mandato, una misión de la Jerarquía que asume así la responsabilidad. A los sacerdotes corresponde la función de formar y guiar espiritual- mente a los seglares y a éstos la tarea de unirse organizada- mente bajo la dependencia de la Jerarquía para estudiar la ma- nera de realizar un apostolado eficiente que converja con todas las asociaciones católicas en el único fin de ayudar a la Iglesia a salvar las almas. Hay organizaciones que se proponen favorecer la difusión de la doctrina cristiana por medio del catecismo, la prensa, la enseñanza, los medios audiovisuales; otras se dedican a la conquista de los alejados, la conversión de los infieles o la penetración y transformación de los ambientes hostiles; otras colaboran con el apostolado litúrgico, la asistencia social, las obras de caridad. Se puede hablar de un apostolado familiar; de un apostolado educativo; de un apostolado obrero y profesio- nal, urbano o rural; de un apostolado internacional; del aposto- lado por la unión de los cristianos, en base a la comprensión ; del apostolado Misional para atraer a la Iglesia masas descristiani- zadas, o para vivificar el arte, la cultura, las costumbres, el de- porte, los espectáculos y todos los distintos aspectos de la vida contemporánea.

También es apostolado el que se mueve en el plano de la ca- ridad ; el que se desarrolla en la zona social, económica, política con el fin de hacer penetrar los principios de la doctrina social cristiana en hombres e instituciones, en las leyes y en el mundo del trabajo, en la escuela y en la administración pública, en los organismos internacionales, en el uso de las nuevas conquistas técnicas. El Evangelio no se hizo sólo para los individuos, sino también para la sociedad y cada una de sus partes. El influjo evangélico con fermentos de justicia y caridad debe atravesar, gracias a la labor de cristianos convencidos y coherentes, todas las capas de la vida, desde el núcleo familiar hasta la comunidad cívica ; desde las estructuras de cada Estado particular hasta las estructuras federativas, internacionales, mundiales. Sólo en esta difusión capilar y universal de los principios cristianos puede consistir la garantía del verdadero progreso, del genuino apos- tolado y de la paz. La Iglesia que tiene por misión salvar a todos los hombres sabe que es su deber salvarlos al través de los medios

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humanos que están a su disposición sin sacarlos del mundo, sino santificándolos en esa sociedad y al mismo tiempo santificando la sociedad humana por el apostolado de los mejores miembros del laicado católico.

En la relación introductoria de la mañana del 19 de junio el Cardenal Ottaviani presentó la última parte del Esquema de Constitución sobre la Iglesia, referente al Magisterio y Autori- dad de la Iglesia ; las relaciones entre Iglesia y Estado ; deber y necesidad de la Iglesia de anunciar el Evangelio a todo el mundo ; el Ecumenismo en la Iglesia. Esta jornada fue presidida por el Cardenal Clemente Mícara, Vicario General del Papa para la diócesis de Roma. La Iglesia, "columna y fundamento de la verdad", ha recibido de su divino Fundador la promesa de una asistencia indefectible del Espíritu Santo que la hace inmune de todo error en su enseñanza y permite que ella custodie fiel- mente el Depósito de la Revelación, completo desde la muerte del apóstol San Juan. Existe en la Iglesia un Magisterio vivo, perenne y auténtico. No es la doctrina de un hombre la que ex- pone el Romano Pontífice cuando con la plenitud de su autoridad define y condena, como tampoco es la opinión de una asamblea la expresada por los Obispos unidos con el Papa durante los Con- cilios Ecuménicos. En un caso y en el otro Cristo habla por boca de Pedro y de los Apóstoles en comunión con El; es el Espíritu Santo el que infunde su luz para que el Depósito de la Fe sea mantenido íntegro y pueda también ser, por medio del estudio, más claramente conocido. La Iglesia no puede ceder o faltar a esta su tarea de guardiana y maestra de la verdad. "Más fuerte que los obstáculos que se le oponen por todas partes, no ha ce- sado jamás de combatir por el libre ejercicio de su magisterio", como dijo León XIII en su encíclica Libertas del 20 de junio de 1898.

Al magisterio del Romano Pontífice, aunque no hable ex ca- thedra, se le debe religioso asentimiento en la medida que así lo requiera la intención y voluntad del Papa que se deducen de la índole misma de los documentos, de la frecuente exposición de la misma doctrina, o de la manera de expresarla. Algunas Cons- tituciones Apostólicas, las Encíclicas y Alocuciones de mayor importancia, que son documento del magisterio ordinario, contie- nen habitualmente doctrinas ya conocidas, pero expuestas con mayor precisión. También sobre este aspecto concerniente a la obediencia que se debe prestar al magisterio del Sumo Pontífice, escribió León XIII su encíclica Sapientise Christianse del 10 de junio de 1890. "Con sencillez de corazón como a Cristo, no con el ánimo de ser observados y de complacer a los hombres, sino ansiosos de hacer la voluntad de Dios y de servirlo a El única- mente", como dice San Pablo, así debemos mirar la autoridad del Papa y la de los Obispos. Autoridad y potestad de la Iglesia. Esta se extiende a todo lo que respecta a la salvación eterna de

224

las almas : "a todo lo que en el munoo hay de sagrado", como escribe León XIII en la encíclica Inmortale Dei del 1" de noviem- bre de 1885. Entre las cosas que indirectamente pueden influir sobre la fe y los bienes espirituales se encuentra la política. "Cuando la política llega al altar, entonces la religión, la Iglesia y el Papa tienen no solamente el derecho sino también el deber de dar indicaciones y directrices que las almas católicas tienen derecho a reclamar y el deber de cumplir". Así Pío XII.

Lo que tiende por su naturaleza al bien temporal de los hombres pertence a la autoridad civil. La Iglesia no se mezcla en cuestiones que no le tocan, siempre que quede a salvo la ley divina. En cuestiones relacionadas con el fin sobrenatural de la Iglesia y el natural del Estado, como son el matrimonio, la edu- cación de los jóvenes etc. la Iglesia lo que quiere es que no se impida su propio fin; que los bienes superiores de las almas no sean ignorados o sacrificados a intereses secundarios. La auto- ridad civil no puede ser indiferente a la religión y mucho menos contraria a ella. "Los Estados no pueden comportarse impía- mente como si Dios no existiese, o tratar de la religión como cosa extraña, o adoptar una entre muchas indiferentemente; sino que tienen la obligación de honrar a Dios en aquella forma que El mismo quiso que se hiciera".

El 20 de junio la Comisión, presidida por el Cardenal Míca- ra, terminó sus labores al estudiar, después de haber escuchado la Alocución del Papa que nosotros publicamos en el capítulo V de esta obrita, la ilustración del Esquema sobre el Ecumenismo, presentado por el Cardenal Agustín Bea, quien enfocó el asunto no bajo un aspecto teológico sirio pastoral.

Entre las cuestiones que preocupan a la Iglesia se encuen- tra ésta de la división abierta desde siglos más o menos lejanos en el seno de la unidad de los creyentes. Ante esa realidad dolo- rosa la Iglesia no ha cesado nunca de trabajar para que todas las comunidades disidentes cristianas encuentren el camino de la casa paterna, como tampoco ha cesado de mirar con benevolencia todos los esfuerzos que se realizan hasta por los no católicos para abrir los ánimos a pensamientos o caminos de unidad verdadera. La Iglesia se complace al ver que el movimiento ecuménico se desarrolla y busca ayudar con sus oraciones la buena voluntad de los que buscan la unión y estimula todo trabajo en el aspecto teológico y pastoral para que con mayor claridad brille el centro de la unidad. Pero es necesario tener mucha prudencia para no ceder a impulsos generosos y para no caer en formas equívocas de indiferentismo religioso, de interconfesionalismo, de compro- miso con el riesgo de agravar en lugar de sanear el actual estado de cosas. El irenismo ecuménico es algo muy distinto de la ver- dadera unidad recomendada y querida por Cristo.

La palabra ecumenismo como es usada hoy por los no ca-

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tólicos y por los protestantes indica una manera de entendimien- to como una Federación de igualdad de derechos de todas las iglesias cristianas. Según esa teoría, todas las iglesias son cul- pables de la separación igualmente ; ninguna podría presumir de ser la única y verdadera Iglesia de Cristo, sino una parte de ella ; la futura iglesia resultante de la unión de las diversas existentes en la actualidad no sería idéntica a ninguna, sino una iglesia nueva. Sobre estas bases, a las que la Iglesia católica no puede adherirse, se han celebrado las asambleas pancristianas de Edim- burgo en 1910, Estocolmo en 1925, Lausana en 1917, Oxford en 1937. El Consejo Mundial de Iglesias se formó en 1946 y tuvo las siguientes reuniones: en Amsterdam, 1948, la primera; la segunda en 1954 en Evanston, América; y en Nueva Delhi en 1961 la tercera. Los trabajos de esta última fueron seguidos por observadores católicos. La Iglesia católica no esperó este movi- miento de ecumenismo para intentar encontrar todos los cami- nos posibles de la unión. Es bien sabido que el II Concilio de Lyon, el de Florencia, el de Trento documentan los esfuerzos llevados a cabo para alcanzar el ideal indicado por Cristo. En tiempos más recientes Pío IX, el 8 de setiembre de 1868, con la carta Arcano Divinae Providentiae Consüio, invitó en términos cordiales a los obispos ortodoxos al Concilio Vaticano I; a los protestantes les anunció sin invitarlos el mismo Concilio en carta del 13 de setiembre del mismo año; León XIII dio nuevo impulso a las iniciativas de unión ; Pío X aprobó el Octavario pro Unión iniciado el año 1909. Más tarde se concretó una "conferencia" de todos los católicos qué se habían consagrado a los problemas ecuménicos y que tuvo un programa muy similar al elaborado por el Papa Juan XXIII al constituir el Secretariado para la Unión de los Cristianos, como preparación de este Concilio Va- ticano II : o sea, aunar experiencias en cuestiones referentes a la unión y establecer relaciones basadas en la recíproca confianza con los hermanos separados.

Para enlazar este esquema con el propuesto por la Comisión Teológica sobre el mismo tema del Ecumenismo, esta última Co- misión ilustró también un esquema acerca de la Virgen María. Madre de Dios y Madre de los hombres. En efecto, este Concilio se abrirá el día de la Maternidad de María. Pío IX en la Bula IneffabiUs Deus del 8 de diciembre de 1854 observó: "Estamos llenos de certísima esperanza y de la confianza más plena de que la Santísima Virgen quiera con su valiosísimo patrocinio hacer que todos los cristianos separados de nosotros vuelvan al sen- dero de la verdad y de la justicia". Y Juan XXIII determina bien el significado de la devoción que la Iglesia católica rinde a la Virgen María, con el fin de prevenir las posibles objeciones que puedan hacer los hermanos separados: "Algunos en el pasado quisieron criticar este sentimiento como si se tratase de una adoración que sólo a Dios es debida. Es claro que los católicos veneran a la Madre de Jesús con todo su entusiasmo sabiendo

226

que, a causa de sus prerrogativas, de su insigne privilegio de ser la Madre del Hijo de Dios hecho hombre, de los dones que ella recibió del Señor y de su poderosa intercesión, Ella es la criatura que sobre la tierra más se acerca a Dios. Nos llevamos siempre a Jesús en el corazón, fuente de fortaleza, de consuelo y aliento. De modo semejante tenemos con nosotros siempre la imagen de María".

Los demás esquemas preparados por el Secretariado para la unión de los cristianos versan sobre estos temas : la necesidad de la oración para alcanzar de Dios la gracia de recomponer en perfecta unidad las partes que se han separado del tronco fron- doso y vivo de la Iglesia; la importancia de la palabra de Dios, como instrumento de educación del pueblo cristiano para que ma- dure en él la necesidad de la unidad y a ella ajuste su conducta; el deseo de la Iglesia de extender los beneficios de la Redención a todos los pueblos. Con el examen de estos últimos temas, clau- suró la séptima y última Sesión de la Comisión Central Prepara- toria de este Concilio Vaticano Segundo, cuyos trabajos y esfuer- zo: realizados en el espacio de un año hemos llamado al encabe- zar este capítulo : "El Concilio en miniatura" .

BIBLIOGRAFIA

NOTIZIARIO, Boletín diario del Servicio de Prensa de la Pontificia Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, Secre- taría General, Ciudad del Vaticano, Números 1, del lunes 6 de noviembre de 1£'61, hasta el N" S7, del 23 de junio de 1&62.

Revista SAL TERRAE, marzo de 1962, N" 3, páginas 160-174; abril de 1£'62, páginas 217-232; mayo de 1C62, páginas 282-2S'6.

Revista semanal ECCLESIA. Páginas 112, 113, 114, 11."), 116, 145, 14fi, 147, 148, 14&; 273, 274, 27-",; 300-315; 435-441; 469-473; 625-628; 655-658; 651; 787-7S0; 561.

227

CROQUIS DEL AULA DISPUESTA EN LA NAVE CENTRAL DE LA BASILICA DE SAN PEDRO PARA LA CELEBRACION DEL CONCILIO ECUMENICO VATICANO SEGUNDO

Código interpretativo de los números del presente croquis:

-1. Estatua en bronce de San Pedro revestida de ornamentos pontificales.

2 . Altar portátil, llamado del Cardenal Rampolla, colocado delante de la estatua do í.'an

Pedro; sobre el altar se expone el libro de los Santos Evangelios. Para la celebra- ción de la Misa, dicho altar se puede mover hacia el centro del canal, de modo que pueda ser visto por todos los Padres del Concilio y por el Sumo Pontífice.

3. Trono Papal, delante de la Confesión, sobre una tarima a la que se sube por dos es-

calerillas de once gradas que están a los lados. El trono tiene tres gradas, balda- quino y dosel tapizado; está enmarcado dentro de las columnas salomónicas del Bal- daquino de Bernini. Todo el conjunto está montado sobre dispositivo con ruedas.

4 . Mesa de la Junta Directiva y Presidencia del Concilio, con sendos escritorios a los

lados para el Secretario General y el personal de Secretaría; todo organizado sobre una tarima plana.

5. Sillones para los Emmos. Cardenales con escritorio y reclinatorio, dispuestos enci-

ma de ocho escalones con diez bancas en fila por cada escalón de la gradería; los asientos están divididos por dos pasajes adaptados en forma de pequeña escalinata; las bancas están recubiertas con tela roja. Total: 88 puestos.

6. Asientos para los Excelentísimos Patriarcas, con escritorio y reclinatorio, semejan- tes a las bancas de los Emmos. Cardenales; recubiertos con paño verde. Total: (i puestos.

7 Asientos para los Padres del Concilio, con escritorio y reclinatorio, dispuestos en gradería y subdivididos en sectores, con seis bancos por fila y pasajes en escalinata; los sectores son 16 a cada lado del canal central con puestos en número de 60 a 84 como máximo por cada uno de los sectores. Total: 2.265 puestos. El canal o pasaje central tiene un ancho de 5,'30 metros.

8. Tribunas altas situadas en las arcadas laterales con entrada posterior, sobre cada

Tribuna se pueden colocar 51 poltronas-escritorios para un total de 30o puestos.

9. Pulpito para el orador oficial, comunicaciones generalas, etc.

10. Mesa escritorio para taquígrafos.

11. -Mesa para el escrutinio de los votos; para los Prelados "Oficiales de las votaciones.

12. Tribuna de San Andrés para Misiones Extranjeras con poltronas para 120 puestos.

13. Tribuna de San Longinos para ei Cuerpo Diplomático, con 200 puestos.

14 - Tribuna de Santa Elena para los Periodistas acreditados, con 250 puestos, cayo es- pacio puede ser aumentado según las necesidades.

15. Tribuna de la Santa Faz o de Santa Verónica, con 40 puestos para aparatos d.' ra- diocronislas. telecronistas, etc.

Ai Puntos de micrófonos (uno para cada dos sectores de bancos i para los Padres Conciliares; máxima distancia de cada asiento: 15 metros.

B) Pasajes en el plano de la planta para el tránsito de la nave central a las late- rales.

C) Escaleras de acceso a las Tribunas.

Di Sector de Mecanógrafos. Ei Cabina de amplificadores; cent rali: a d'e grabaciones Fi Servicios en general colocados a ambos lados del Aula Conciliar y separados de la misma. (íi Cruz Roja y Puestos de Socorro.

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INDICE GENERAL DE LOS ESQUEMAS DISCUTIDOS Y APROBADOS POR LA PONTIFICIA COMISION CENTRAL PREPARATORIA DEL CONCILIO ECUMENICO VATICANO II

Se han examinado sucesiva y complexivamente en las seis Sesiones de: noviembre de 1961, enero, febrero, marzo-abril, ma- yo y junio de 1962, SETENTA ESQUEMAS de Constituciones y Decretos, contenidos en 119 opúsculos con un total de 2.060 páginas. He aquí el orden de dichos Esquemas presentados por las Comisiones y Secretariados encargados de elaborarlos y cu- yos Presidentes los ilustraron ante la Comisión Centra! :

Comisión Teolóyiea. 6 Esquemas de Constitución divididos en 23 opúsculos :

I Las Fuentes de la Revelación

II El Orden Moral

III El Depósito de la Fe

IV Castidad y Familia

V La Iglesia

a) naturaleza, función, miembros

b) Episcopado y Sacerdocio.

c) oficio y dignidad de los Obispos

d) posición y cometido de los Religiosos y Seglares

e) Magisterio y Autoridad de la Iglesia

f ) relaciones entre Iglesia y Estado

g) necesidad y deber de anunciar el Evangelio a todas las gentes

h) ecumenismo católico

VI María Madre de Dios y de los hombres

Comisión de los Obispos y del Gobierno de ¡as Dióeesis, 6 Esque- mas contenidos en 9 opúsculos :

VII Limites de las Diócesis

VIII Conferencias Episcopales

IX Relaciones entre Obispos y Párrocos

X Relaciones entre Obispos y Curia Romana

XI Obispos Coadjutores y Auxiliares

XII Relaciones entre Obispos y Religiosos

233

Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo Cristiano, 17 Es- quemas de Decretos en 17 opúsculos:

XIII Distribución dei Clero

XIV Santidad Sacerdotal

XV Hábito y Tonsura

XVI Provisión, unión y división de Parroquias

XVII Deberes de los Párrocos

XY1II Oficios y Beneficios Eclesiásticos

XIX Patrimonio histórico y artístico de la Iglesia

X X Cura de almas

XXI Catecismo

XXII Preceptos de la Iglesia

XXIII Asociaciones de los fieles XXIY Limosna de la Misa

XXV Mandas y Donaciones Pías

XXVI Ordenaciones sagradas de Ministros acatólicos convertidos al Catolicismo

Comisión de los Religiosos, 1 Esquema de Constitución, dividido en secciones, contenido en 11 opúsculos:

XXVII Los Estados de Perfección

a) Congregaciones Religiosas laicales

b) Institutos Seculares

c) Las vocaciones al estado religioso

d ) Importancia del estado de perfección

e) Vida interior de los religiosos

i") Fidelidad a las Constituciones y adaptación a exigencias nuevas

g) Formación de jóvenes aspirantes al estado re- ligioso

Comisión de la Disciplina de los Sacramentos, 9 Esquemas de De- cretos contenidos en 9 opúsculos :

XXVIII El Sacramento del Orden Sacerdotal a) Diaconado y Ordenes Menores

XXIX El Sacramento de la Confirmación

XXX El Sacramento de la Penitencia

234

XXXI El Sacramento del Matrimonio

XXXII Preparación para el matrimonio

XXXIII P'orma de la celebración

XXXIV Impedimentos matrimoniales

XXXV Consentimiento de los esposos

XXXVI Procesos matrimoniales

XXXVI I Matrimonios Mixtos

Comisión de la Sagrada Liturgia, 1 Esquema de Constitución, subdividido en 8 Capítulos, contenido en 5 opúsculos:

XXXVIII La Sagrada Liturgia

a) Principios generales

b) Los libros litúrgicos

c) Movimiento litúrgico

d) El Sacro Misterio Eucarístico

e) Sacramentos y Sacramentales

f) El Oficio Divino

g) El año litúrgico

h) Los útiles sagrados; música y arte sagrados

Comisión de Estudios y Seminarios, 3 Esquemas de Decretos en 6 opúsculos y 2 Esquemas de Constituciones en 6 opúsculos :

XXXIX Las Vocaciones Elesiásticas

XL Formación de los candidatos al sacerdocio

a) Formación espiritual

b) Disciplina

c) Adoctrinamiento pastoral XLI Las Escuelas Católicas

XLII Las Universidades Católicas

a) Universidades de la Iglesia

b) Estudios académicos

XLI II Obediencia al Magisterio de la Iglesia en la en- señanza de las ciencias sagradas

('omisión de las Iglesias Orientales, 11 Esquemas de Decretos en igual número de opúsculos :

XLIV Los Ritos en la Iglesia XLV Los Patriarcas Orientales

XLVI Relaciones en las funciones sagradas con los cris- tianos orientales no católicos

235

XLVII Uso de la lengua vernácula

XLVIII Los Sacramentos en la Iglesia Oriental

XLIXII Preceptos de la Iglesia Oriental

L Las facultades de los Obispos

LI Instrucción Catequística

LII Calendario perpetuo y fecha de celebración de la Pascua

LUI El Oficio Divino

LIY La Unidad de la Iglesia

Comisión de ¡as Misiones, 7 Esquemas de Decretos, contenidos en 7 opúsculos :

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LVI

LVII

LVIII LIX

LX

LXI

Empeño Misionero de la Iglesia Disciplina del Clero

Disciplina de los Religiosos en tierras de Misión

Liturgia en los países de Misión La vida cristiana en las Misiones

Estudios y Seminarios

Cooperación Misionera

Comisión del Apostolado de los Seglares, 1 Esquema de Constitu- ción, dividido en tres partes, contenido en 4 opúsculos:

LXII Nociones generales sobre Apostolado Seglar

LXIII Acción Apostólica

LXIV Acción Caritativa

LXV Acción Social de los Seglares

Secretariado de Prensa y Espectáculos, 1 Esquema de Constitu- ción, dividido en 2 partes, subdividido en varios títulos, con- tenido en 6 opúsculos :

LXVI Principios de la Iglesia sobre los problemas de la Información y de la Formación de la Opinión Pública

236

Secretariado para la Unión de los Cristianos, 4 Esquemas de De- cretos en igual número de opúsculos :

LXVI1 Ecumenismo Católico bajo el punto de vista pas- toral

LXVIII Necesidad de la oración para la Unión

LXIX La Palabra de Dios como instrumento de forma- ción del pueblo para el sentido y acción unitarios

LXX La libertad Religiosa.

- 237 -

S. E. JUAN MARTIN O'CONNOR,

arzobispo, presidente del Secretariado de Prensa y Espectáculos, nació en Scranton el 1H de mayo de 1Í>00; fue ordenado sacerdote el día 16 de marzo de 1924, y obispo electo para la sede titular de Tespia el II de noviembre de 1942; posteriormente fue elevado por Pío XII a la sede arzobispal titular de Laodlcea y nombrad» asistente al Solio Pontificio. En la actualidad es presidente de la ('omisión Pontificia para el Cine, la Radio y la Televisión.

APENDICE

I

QUE DICE EL CODIGO DE DERECHO CANONICO ACERCA DEL CONCILIO ECUMENICO

LIBRO II, PARTE I, SECCION II, TITULO VII, CAPITULO II LIBRO III, PARTE IV, TITULO XXIV y LIBRO V, PARTE III,

TITULO XIII

Canon 222. Parágrafo 1" No puede haber Concilio Ecumé- nico si no ha sido convocado por el Romano Pontífice.

Parágrafo 2" Pertenece al mismo Romano Pontífice pre- sidir, por o por otros, el Concilio Ecuménico, determinar y señalar las cosas que en él han de tratarse y el orden a seguir, así como trasladar, suspender, disolver el Concilio y confirmar sus decretos *.

NOTA. Concilio Ecuménico o universal es la asamblea de los Obispos de todo el orbe católico, convocada por el Romano Pontífice para deliberar y resolver los asuntos de la Iglesia universal, bajo la presidencia y con la aprobación del mismo Romano Pontífice. Puede presidir el Concilio el Romano Pontífice por mismo o por sus delegados.

Los Concilios ecuménicos celebrados hasta ahora son veinte, incluido el de Constanza.

El Primero fué el de Nicea (a. 325) y el último el Vaticano, convocado el año 1869 y suspendido el 1870. Los ocho primeros se celebraron en Oriente.

Canon 223. Parágrafo 1" Son convocados al Concilio y tie- nen en él derecho de voto deliberativo :

N" 1" Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, aunque no sean Obispos; (hoy todos son obispos).

N" 2" Los Patriarcas, Primados, Arzobispos y Obispos re- sidentes, aunque todavía no estén consagrados;

N" 3" Los Abades y Prelados nullius;

N" 4" El Abad Primado, los Abades Superiores de Con- gregaciones monásticas y los Superiores generales de religiones clericales exentas ; pero no los de otras religiones, a no ser que otra cosa se establezca en el decreto de convocación.

Parágrafo 2" Los Obispos titulares, si se les convoca al Concilio, tienen también voto deliberativo, a no ser que otra cosa se prevenga expresamente en la convocatoria. (Han sido •convocados para este Concilio Vaticano II) .

243

Parágrafo 3" Los teólogos y canonistas que acaso fueren invitados al Concilio, sólo tienen voto consultivo *

NOTA. Para que el Concilio sea ecuménico no es preciso que asistan todos ni la mayor parte de los que tienen derecho de asistir, sino que basta que, hecha la convocatoria general, asista un número su- ficiente para, junto con el Romano Pontífice, representar moral- mente toda la Iglesia.

Canon 224. Parágrafo 1" Si alguno de los llamados al Concilio, según el canon 223,1, no pudiere asistir al mismo por justo impedimento, debe mandar un procurador y probar ei impedimento.

Parágrafo 2" Si el procurador es uno de los Padres del Concilio, no goza de doble voto; si no lo fuere, puede asistir so- lamente a las sesiones públicas, pero sin voto ; mas terminado el Concilio, tiene derecho a firmar sus actas.

Canon 225. Ninguno de los que deben asistir al Concilio puede retirarse antes que el Concilio esté debidamente clausura- do, a no ser que hubiese obtenido licencia del presidente, después de conocida y comprobada la causa para ausentarse.

Canon 226. A las cuestiones propuestas por el Romano Pon- tífice pueden los Padres añadir otras, con tal que sean antes aprobadas por el Presidente del Concilio.

Canon 227. Los decretos del Concilio no tienen fuerza defi- nitiva de obligar, si no son confirmados por el Romano Pontífice y promulgados por mandato de él *.

NOTA. No teniendo las resoluciones conciliares fuerza definitiva sino en cuanto son confirmada* por el Romano Pontífice, sigúese que el Concilio ecuménico no es sujeto de potestad adecuadamercU distinto del Sumo Pontífice. Por lo cual no puede apelarse del Papa al Concilio universal (canon 228, parágrafo 2), y si alguno lo hiciere, incurre en graves penas (canon 2332). La confirma- ción del Romano Pontífice puede ser expresa o tácita, anteceden- te, concomitante o subsiguiente.

Canon 228. Parágrafo 1" El Concilio Ecuménico goza de potestad suprema en toda la Iglesia.

Parágrafo 2"— De la sentencia del Romano Pontífice no se puede apelar al Concilio Ecuménico *.

NOTA. El Concilio ecuménico tiene potestad suprema en cuanto está unido con el Papa como el cuerpo con la cabeza.

Canon 229. Si muriere el Romano Pontífice durante la celebración del Concilio, éste se interrumpe por disposición del

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mismo derecho hasta que el nuevo Pontífice mande reanudarlo y continuarlo.

Canon 1323. Parágrafo 1" Hay que creer con fe divina y católica todo lo que se contiene en la palabra de Dios escrita o en la tradición divina y que la Iglesia por definición solemne o por su magisterio ordinario y universal propone como divina- mente revelado.

Parágrafo 2" El dar definiciones solemnes pertenece tanto al Concilio Ecuménico como al Romano Pontífice cuando habla ex-cathedra.

Parágrafo 3" No se ha de tener por declarada o definida dogmáticamente ninguna verdad, mientras no constare mani- fiestamente *.

NOTA. El magisterio ordinario y universal de la Iglesia es el ejercido por todos los Obispos del mundo en sus diócesis bajo la depen- dencia del R. Pontífice. Las enseñanzas del magisterio ordinario tienen igual valor que las del solemne.

Canon 1406.- Parágrafo 1" Están obligados a hacer la profesión de fe, según la fórmula aprobada por la Sede Apostó- lica:

N" 1" Ante el presidente o su delegado, los que asisten al Concilio Ecuménico o particular o al Sínodo dioce- sano con voto, ya sea consultivo, ya deliberativo; pero el presidente la hará ante el mismo Concilio o Sínodo ;

NOTA. Mientras la Sede Apostólica no disponga otra cosa, a la profesión de fe prescrita en este canon se ha de añadir el juramento anti- modernístico según la fórmula contenida en el Motu proprio 'Sacrorum antistitum", dado por Pío X, el 1 de septiembre de 1910 (S. C. S. Of., 22 de marzo de 1918; A. A. S., X, 136).

Canon 2332. Los que apelan al Concilio Universal de las leyes, decretos o mandatos del Romano Pontífice que por el tiem- po lo fuere, son todos y cada uno de ellos sospechosos de herejía y caen ipso fado en excomunión reservada de un modo especial a la Sede Apostólica, cualquiera que sea su estado, grado o con- dición, aunque ésta sea real, episcopal o cardenalicia; y las Uni- versidades, Colegios, Cabildos y otras personas morales, cual- quiera que sea el nombre con que se las designe, incurren en entredicho reservado asimismo de un modo especial a la Sede Apostólica *.

NOTA. Figura de delito: Para que exista el delito a que se refiere el canon, es necesario: a) que la apelación sea formal; esto es, que se recurra al Concilio como superior del Papa; pero no es nece-

245

sario que sea judicial; b) que se apele de las leyes, etc., del Papa mismo, no bastando la apelación contra los actos de la Curia Romana, a no sev que se hayan realizado en virtud de mandato especial del Papa o hayan sido confirmados por él en forma específica; c) que la apelación se interponga para ante el Con- cilio Universal, hállese ya convocado o no.

Penalidad : Las penas son todas latae sentevtiae. El entredicho parece que tiene el carácter de censura.

II

CARTA PASTORAL COLECTIVA DEL EPISCOPADO VENEZOLANO ANTE EL PROXIMO CONCILIO ECUMENICO VATICANO

El Cardenal Arzobispo de Caracas, los Arzobispos y Obis- pos de Venezuela, al venerable Clero y a todos los fieles de la República: Salud y Bendición en el Señor!.

Ya para finalizar este año 1961, junto con nuestros pater- nales votos por la paz, concordia y prosperidad de todos los hogares del país, deseamos hacer llegar hasta vosotros, amados hijos, uno como eco de la fausta noticia que acabamos de conocar acerca de la indicción promulgada en Roma del Concilio Ecumé- nico Vaticano Segundo, a tenor de la Bula Pontificia Humaiiae salutis de Su Santidad el Papa Juan XXIII, felizmente reinante. El próximo año registrará en sus fastos, que habrán de ser me- morables, la apertura y celebración en la capital del mundo cristiano de una asamblea de sagrados Pastores de la Iglesia que, por el número y cosmopolita procedencia de sus convoca- dos, siendo en la más plena acepción de la palabra ecuménica y católica, no encontrará par en la accidentada y secular serie de los veinte Concilios que la precedieron. Mucho se ha hablado y escrito al margen de esa reunión plenaria, universal y apostó- lica que significa el Concilio, desde el mismo día 29 de enero de 1959,fecha en que el Soberano Pontífice, "no sin una inspiración o instinto sobrenatural", anunció su celebración. Para la ade- cuada y cabal apreciación de dicho acontecimiento religioso juzgamos lo más conveniente atenernos a los ya múltiples co- mentarios, exégesis y alusiones que el mismo Romano Pontífice ha hecho al respecto, bien sea en documentos expresamente de- dicados al futuro Concilio, o en sus Cartas Encíclicas, o en ho- milías, discursos y audiencias generales.

Podemos resumir su pensamiento acerca de la finalidad, proyección, atualidad, naturaleza, conveniencia y frutos espera- dos de ese Concilio en la forma siguiente: el Concilio Ecuménico no es una reunión parlamentaria, pero si representativa de la Iglesia, que en la persona de sus sagrados Pastores, los Padres

246

arzobispo secretario General de la Comisión Central Preparatoria, nacido en Segni el 1" de agosto de 1911, ordenado el 28 de octubre de 1933. electo [>ara la Iglesia titular arzobispal de Samosata el 3 de septiembre de 1960; consagrado el 28 de octubre de 1960.

del Concilio, sostenidos y apoyados por la oración del pueblo cristiano, como sucesores de los Apóstoles y convocados por el Obispo de Roma, que es el Vicario de Jesucristo, se congregan para tratar y resolver los asuntos de la Iglesia universal; para juzgar, decidir y enseñar a la luz de los principios sobrenaturales de la fe, sobre los acuciantes problemas que estremecen en la actualidad el espíritu humano: para estudiar con la infalible asistencia del Espíritu Santo la más adecuada solución a las inquietudes planteadas por la compleja realidad del momento que nos ha tocado vivir.

Por medio de sus órganos auténticos de magisterio y go- bierno, la Iglesia, al través de los Padres Conciliares, que son extracción del pueblo y testigos de la hora presente, desea po- nerse a tono con el asombroso progreso de la humanidad que abre panoramas inéditos a la evangelización. Reconstruyendo la verdad sobre la base de la caridad, sin componendas con ninguna clase de materialismo ni traicionar el depósito que le ha sido confiado, el Concilio aspira devolver a la Iglesia con meridiana luz su fi.-onomía de esposa inmaculada del Cordero. Quiere ser un espectáculo maravilloso de la unidad cristiana y vigoriza- ción de la doctrina, disciplina y fe católicas y una suave invita- ción a buscar y encontrar la unión de todas las iglesias. A seme- janza de la voz de Isaías y de San Juan Bautista, "que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor", el Concilio per- sigue como fin enderezar los caminos tortuosos, colmar los tre- mendos vacíos del alma contemporánea, terraplenar los abismos que amenazan separar más y más a los hermanos. No estará ausente, no, el pueblo que adquirió Jesús con su preciosísima sangre de las deliberaciones del Concilio; antes por lo contrario, la gran familia signada con la esperanza y el amor del Redentor será el objetivo principal de los Padres conciliares.

"De hecho dice el Papa un Concilio es un acontecimien- to destinado a dejar una huella indeleble en la Historia de la Iglesia. Ha sido así en todos los que ya se celebraron; en esas veinte constelaciones que brillan en la Iglesia y que fascinan la mente por la consideración de las grandiosas consecuencias de ellos derivadas en lo que respecta a la pureza de la doctrina, la santidad de las costumbres, la piedad religiosa, la disciplina eclesiástica, el impulso misionero. Las condiciones históricas que acompañaron los Concilios nos permiten con plena confian- za en el Señor y casi nos obligan a ensanchar el ánimo a la esperanza, en la seguridad de los frutos que se obtendrán tam- bién del próximo Concilio" (1). "No faltan quienes murmurando tímidamente preguntan si amenazan graves males al mundo. Intentamos humilde pero firmemente contribuir a restablecer la confianza entre los hombres, avivar la concordia, extender el respeto a la persona humana que Cristo redimió y a establecer la paz ventajosa para todos los mortales" (2).

249

"Todas estas razones de esperanza deben movernos a pedir al Espíritu Paráclito, Dedo de la diestra del Padre, que guíe esta empresa de tanto peso y lleve adelante con sus dones de sabi- duría y consejo el trabajo común. Este es el libro que se nos entrega para que lo desenvolvamos con la ayuda de Dios. En él están ocultas las lamentaciones, el vaticinio y los ayes que pue- den aplicarse a los tiempos presentes y futuros. De las lamen- taciones preferimos no hablar, y por lo que a los ayes se refiere, bastante tiene cada quien con poner ante los ojos sus propios cuidados y preocupaciones. Invocamos la luz del Espíritu divino a fin de que recibáis amorosamente, amados hijos, estas pala- bras que se refieren a una obra que es para utilidad de la Iglesia, provecho de la sociedad moderna y que está tan unida con el progreso espiritual de las almas" (3) .

Ante todas estas consideraciones con las que Nosotros los Arzobispos y Obispos de Venezuela os hemos querido informar, amados hijos, acerca del notable y sobrenatural acontecimiento que se avecina y haciendo propias las palabras del Sumo Pontí- fice, ya en nuestra última Conferencia Episcopal celebrada en Los Teques, dispusimos declarar como en efecto declaramos Año de oración por el feliz éxito del Concilio Ecuménico Vati- cano Segundo el año próximo de 1962. A tal efecto os recomen- damos afectuosamente que tengáis muy en cuenta las especia- les intenciones del Apostolado de la Oración, aprobadas por Su Santidad para 1962. O sea, que ofrezcáis al Corazón divino de Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de María, todas vues- tras oraciones, obras, trabajos y sufrimientos, durante cada uno de los meses del año, así:

Enero: para que la preparación del Concilio Ecuménico

proceda con diligencia extraordinaria;

Febrero: para que todos los fieles cristianos en medio de las

preocupaciones de la vida presente se dediquen con mayor frecuencia a la oración;

para que la reforma de las costumbres de todos los cristianos nos conduzca a una restauración de la vida social;

para que todos los enfermos encuentren alivio y fortaleza en la fe y la esperanza cristianas;

para que una mayor estima y un mejor conoci- miento o comprensión entre los Católicos y los cristianos separados allane el camino de la verda- dera unidad ;

para que todos los bautizados en Cristo obedezcan de buen grado las inspiraciones del Espíritu Santo;

Marzo :

Abril:

Mayo :

Junio:

250

Julio: para que todos los que tomen parte en el Concilio

sean colmados de luz sobrenatural;

Agosto: para que todos los fieles, por medio de fervor osas

oraciones y mortificaciones del cuerpo, colaboren con el Concilio ;

Septiembre: para que las tareas del Concilio Ecuménico se cum- plan con toda felicidad y lleguen al término desea- do:

Octubre: para que, a través del Magisterio infalible del Con-

cilio Vaticano Segundo, sean de todos claramente conocidos los errores y los peligros contra la fe y las costumbres ;

Noviembre: para que el Sumo Pontífice, asistido de un auxilio peculiar del Espíritu Santo, sapientísima y enérgi- camente pueda presidir el Concilio Ecuménico;

Diciembre: para que al Concilio Vaticano Segundo un tes- timonio admirable de la verdad, la unidad y la ca- ridad de la Iglesia.

Además ordenamos que tanto la Hora Santa de este fin de año en todos los templos de nuestra República, como los tra- dicionales Meses de Marzo, dedicado a San José Protector de la Iglesia y Patrón del Concilio: de Mayo, consagrado a la Virgen María ; de Junio al Corazón de Jesús ; de Septiembre a la Virgen de Coromoto; y de Octubre al Rosario de María Santísima, sean exclusivamente ofrecidos y celebrados en el año 1962 por las intenciones y fines arriba expresados.

En los Ejercicios piadosos que en dichos meses se acostum- bran, cada día será recitada la oración al Espíritu Santo por el Concilio que se publica al pie de estas Letras.

Y así, amados hijos, con el fervor de Dios y contando con vuestras abnegadas y copiosas oraciones, teniéndoos siempre presente, concurriremos a las excepcionales sesiones del Conci- lio Vaticano, en la dulce esperanza de que todos vosotros aca- taréis y pondréis en práctica con el espíritu de fe, de unidad y de adhesión a la Iglesia que os caracteriza, todas las resolucio- nes que emanen de tan augusta Asamblea.

Estas Nuestras Letras serán leídas en el primer día festivo siguiente a su recibo, en todas las iglesias y capillas de nuestras jurisdicciones eclesiásticas.

Dadas en la festividad de Navidad de 1961.

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f JOSE HUMBERTO CARDENAL QUINTERO Arzobispo de Caracas

ACACIO CHACON, Arzobispo de Mérida. JUAN JOSE BER- NAL ORTIZ, Arzobispo de Ciudad Bolívar. JOSE RAFAEL PULIDO MENDEZ, Arzobispo Coadjutor de Mérida. FRAN- CISCO JOSE ITURRIZA GUILLEN Obispo de Coro. PEDRO PABLO TENREIRO F., Obispo de Guanare. CRISPULO BENI- TEZ FONTURVEL, Obispo de Barquisimeto. CRISANTO DARIO MATA COVA, Obispo de Cumaná. ALEJANDO FERNANDEZ FEO, Obispo de San Cristóbal. DOMINGO ANTONIO ROA PEREZ, Obispo de Maracaibo. JOSE ALI LEBRUN MORATI- NOS, Obispo de Maracay. ANTONIO J. RAMIREZ SALAVE- RRIA, Obispo de Maturín. ANGEL PEREZ CISNEROS, Obis- po de Barcelona. MIGUEL ANTONIO SALAS, Obispo de Cala- bozo. JOSE LEON ROJAS CH., Obispo de Trujillo. JOSE RIN- CON BONILLA, Auxiliar del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Caracas. RAMON INOCENTE LIZARDI, Auxiliar del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Caracas. CONSTANTINO GOMEZ VILLA, Vicario Apostólico del Caroní. SEGUNDO GARCIA, Vi- cario Apostólico de Pto. Ayacucho. MIGUEL AURRECOE- CHEA P., Vicario Apostólico de Machiques. ARGIMIRO AL- VARO GARCIA, Vicario Apostólico de Tucupita. JACINTO SOTO, Vicario Capitular de Valencia. ANGEL POLACHINI. Administrador Apostólico de la Prelatura Nullius de San Fer- nando de Apure.

Notas. (1) Discurso de S. S. a la Comisión Central Prepara- toria del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 12 de junio de 1961.

(2) y (3) Discurso de S. S. a la misma Comisión, el 8 de noviembre de 1961.

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ORACION AL ESPIRITU SANTO POR EL CONCILIO

Oh Espíritu Santo, enviado por el Padre en el nombre de Jesús, que asistís a la Iglesia con vuestra presencia y la dirigís infaliblemente, dignaos, os lo rogamos, derramar la plenitud de vuestros dones sobre el Concilio Ecuménico.

Dulcísimo Maestro y consolador, iluminad los espíritus de nuestros Obispos, que, respondiendo celosamente al Soberano Pontífice, se reunirán en Concilio.

Haced que este Concilio tenga frutos abundantes; que la luz y la fuerza del Evangelio se extiendan cada vez más en la sociedad humana; que la religión católica y la actividad de las obras misioneras acrecienten su vigor; y que, en fin, la doctrina de la Iglesia sea más plenamente conocida y las costumbres cristianas experimenten un saludable progreso.

Dulce Huésped de las almas, confirmad nuestras inteligen- cias en la verdad y disponed nuestros corazones en la obediencia para que recibamos con sincera sumisión todas las decisiones del Concilio y las pongamos en práctica con entusiasmo.

Os rogamos también por las ovejas que no están en el único aprisco de Jesucristo, a fin de que del mismo modo que se hon- ran de ser cristianas, lleguen igualmente por fin a la unidad, bajo el cayado del único Pastor.

Renovad en nuestra época, como en un nuevo Pentecostés, vuestras maravillas y conceded a a Santa Iglesia que, en una plegaria unánime insistente y perseverante a María, la Madre de Jesús, bajo la guía de San Pedro se extienda el reino de nuestro divino Salvador, reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Así rea.

(El 23 de septiembre de 1959, la Sagrada Penitenciaría Apostólica, en virtud de los poderes que le han sido otorgados por Su Santidad Juan XXIII, ha tenido a bien conceder las in- dulgencias siguientes :

Primera. Parcial de diez años para los fieles que la reci- tasen con contricción y devoción. Segunda. Plenaria, pudiendo ser ganada una vez al mes con las condiciones habituales por los fieles que la repitiesen piadosamente cada día durante un mes. No obstante, las disposiciones en contrario.

N. Cardenal Canali, Penitenciario mayor. S. de Angelis, Sustituto).

255

III

Vigilia Bíblico-Litúrgica por el Concilio Vaticano II

Texto francés de Mons. Jean RODHAIN, Secreta- rio Gral. del "Secours Catholique".

Traducción y adaptación: por Mons. F. A. Maldonado y Pbro. Francisco Miguel Seijas.

1. OREMOS CON LA IGLESIA TRIUNFANTE

INTRODUCCION

Lector 1. Después de Pentencostés la Iglesia se ha reunido en Concilio veinte veces.

Celebrante. De nuevo hoy la Iglesia se prepara para otro Concilio, el vigésimo primero.

Lector 2. Henos aquí reunidos hoy con toda la Iglesia para orar, por petición del Sucesor de Pedro, por el éxito del Concilio.

Celeb. Pidamos ante todo con la Iglesia triunfante :

La Iglesia de la tierra no es otra cosa que el reflejo de la Iglesia del cielo. No son dos Iglesias distintas. El Jefe único del Cristianismo es Cristo Jesús. San Pablo nos lo recuerda en su carta a los cristianos de Efeso. Oigámoslo.

Lect. 1. Lectura de la Epístola de San Pablo a los Efesios. IV. 7, 13:

Lect. 2. "Hermanos, a cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: subiendo a las alturas, llevó cautiva a la cautividad, re- partió dones a los hombres. Eso de "subir", ¿qué signi- fica sino que primero bajó a estas partes bajas de la tierra? El mismo que bajó es el que subió sobre todos los cielos para llenarlo todo; y El constituyó a los unos apóstoles, a los otros profetas, a éstos evangelistas, a aquellos pastores y doctores, para la perfección consu-

NOTA: es conveniente que esta vigilia la presida desde el Presbiterio un Sacerdote acompañado por dos Seglares. En las comunidades de religiosas, o en colegios y organizaciones de Acción Católica pueden alternarse diversos Coros.

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mada de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos alcance- mos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, cual varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo".

(Epístola de la Misa de los Santos Apóstoles).

Celeb.— La Iglesia de la tierra no es otra cosa que el reflejo de la Iglesia del cielo. Juntos invoquemos por el Concilio a aquellos a quienes la Iglesia nos presenta como los jefes de la Cristiandad.

LETANIAS DE LOS SANTOS (Cantadas por el coro y los asistentes) .

Todos.— 'Kyrie, eleison. Christe, eleison. Kyrie, eleison. Christe, audinos. Christe, exaudi nos. Pater de caelis, Deus, miserere nobis. Fili, Redemptor mundi, Deus, miserere nobis. Spiritus Sánete, Deus, miserere nobis. Sancta Trinitas, unus Deus, miserere nobis.

Celeb.— Roguemos a Nuestra Señora, rodeada de los Angeles y de aquellos que personifican a los Patriarcas, y los Pro- fetas de la Iglesia antigua.

Todos.— Sancta María, ora pro nobis.

Sancta Dei Genitrix, ora pro nobis. Sante Michael, ora pro nobis. Sánete Gabriel, ora pro nobis. Sánete Raphael, ora pro nobis.

Omnes sancti Angelí et Archangeh, orate pro nobis. Omnes sancti beatorum Spirituum ordines, orate pro nobis.

Sánete Joannes Baptista, ora pro nobis. Sánete Joseph, ora pro nobis.

Omnes sancti Patriarchae et Prophetae, orate pro nobis.

Celeb —Imploremos ahora por el Concilio a los doce primeros Obispos y a los cuatro Evangelistas del Concilio de Je- rusalén y de la Iglesia primitiva.

Todos.— Sánete Petre, ora pro nobis. Sánete Paule, ora pro nobis. Sánete Andrea, ora pro nobis. Sánete Jacobe, ora pro nobis. Sánete Joannes, ora pro nobis. Sánete Thoma, ora pro nobis. Sánete Jacobe, ora pro nobis.

257

Sánete Philippe, ora pro nobis. Sánete Bartholomaee, ora pro nobis. Sánete Matthaee, ora pro nobis. Sánete Simón, ora pro nobis. Sánete Thaddaee, ora pro nobis. Sánete Matthia, ora pro nobis. Sánete Barnaba, ora pro nobis. Sánete Lúea, ora pro nobis. Sánete Maree, oara pro nobis.

Omnes Sancti Apostoli et Evangelistae, orate pro nobis. Omnes sancti Dicipuli Domini, orate pro nobis. Omnes sancti Innocentes, orate pro nobis.

Celeb. Por el Concilio invoquemos a los Diáconos a cuyo cui- dado estuvieron los pobres, y con ellos a los Mártires que sucumbieron gloriosamente, reunidos de dos en dos.

Todos. Sánete Stephane, ora pro nobis. Sánete Laurenti, ora pro nobis. Sánete Vincenti, ora pro nobis. Sancti Fabiane et Sebastiane, orate pro nobis. Sancti Cosma et Damiane, orate pro nobis. Sancti Gervasi et Protasi, orate pro nobis. Omnes sancti Martyres, orate pro nobis.

Celeb. Invoquemos por el Concilio, a los Doctores de la Ense- ñanza y a los Maestros de la Caridad.

Todos. Sánete Silvester, ora pro nobis. Sánete Gregori, ora pro nobis. Sánete Ambrosi, ora pro nobis. Sánete Augustine, ora pro nobis. Sánete Hieronime, ora pro nobis. Sánete Martine, ora pro nobis. Sánete Nicolae, ora pro nobis.

Omnes sancti Pontífices et Confessores, orate pro nobis. Omnes sancti Doctores, orate pro nobis.

Celeb. Imploremos por el Concilio, a los Sacerdotes y los con- templativos.

Todos. Sánete Antoni, ora pro nobis. Sánete Benedicte, ora pro nobis. Sánete Bernarde, ora pro nobis. Sánete Dominice, ora pro nobis. Sánete Francisce, ora pro nobis.

Omnes sancti Sacerdotes et Levitae, orate pro nobis. Omnes sancti Monachi et Eremitae, orate pro nobis.

Celeb. Supliquemos por último a los seglares canonizados para que intercedan por el Concilio de los tiempos actuales.

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Todos. Sancta María Magdalena, ora pro nobis. Sancta Agatha, ora pro nobis. Sancta Lucia, ora pro nobis. Sancta Agnes, ora pro nobis. Sancta Caecilia, ora pro nobis. Sancta Catharina, ora pro nobis. Sancta Anastasia, ora pro nobis.

Omnes sanctae Virgines et Viduae, orate pro nobis. Omnes sancti et sanctae Dei, intercedite pro nobis. Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, parce nobis, Domine. Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, exaudí nos, Domine. Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis. Christe, audi nos. Christe, exaudí nos. Kyrie, eleison. Christe, eleison. Kyrie, eleison.

Lect. 1. Oremos hermanos.

Celeb. "Oh Espíritu Santo, enviado por el Padre en el nombre de Jesús, que asistís a la Iglesia con vuestra presencia y la dirigís infaliblemente, dignaos, os lo rogamos, derramar la plenitud de vuestros dones sobre el Concilio Ecumé- nico".

(Oración de S. S. Juan XXIII, por el Concilio).

Lect. 2. Después de haber invocado al Espíritu Santo, adoré- mosle en silencio.

Coros. Canto de aclamación: "Vcni creator spiritus".

2.— OREMOS CON LA IGLESIA MILITANTE

Lect. 1. "Vosotros como piedras vivas sois edificados en casa espiritual". (Epist. De S. Pedro II, 5) .

Celeb. Oremos con la Iglesia Militante. La Iglesia sobre la tierra es la cantera donde se edifica la Jerusalén celes- tial. El Concilio será rejuvenecimiento y renovación de este edificio: la Iglesia.

Sobre la tierra, la Iglesia es esta morada, donde reunidos como verdaderas piedras vivas, servimos cada uno para nuestro cometido.

Lect. Oigamos la Lectura del Pontifical en la ordenación de los Diáconos.

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CELEB. "Es verdaderamente justo y necesario, es nuestro de- ber y en ello está nuestra salvación, daros gracias siem- pre y en todas partes, oh Señor, Padre Santo, Dios eter- nal y todopoderoso, que confieres las dignidades, asignas a cada uno su rango en jerarquía y repartes las funcio- nes. Eres quien, permaneciendo siempre inmutable, renuevas todas las cosas y todo lo regulas para Aquel que es vuestra Palabra, vuestra Fuerza, y Vuestra Sa- biduría, Jesucristo, vuestro Hijo, nuestro Señor. Es vues- tra Providencia eterna la que prepara y asigna a cada época todo lo que le conviene. Eres quien hace que el Cuerpo de Cristo, vuestra Iglesia formada para la va- riedad de los dones de la gracia del Cielo y compuesta por diversos miembros, unidos para la lucha admirable que les espera , crezca y se extienda para que se engran- dezca vuestro templo". (Pontifical).

Celeb. Oremos, hermanos míos.

Oh Dios, que con piedras vivas y escogidas preparas eterna morada a tu Majestad, auxilia a tu pueblo supli- cante, para que cuanto se extienda tu Iglesia en templos materiales tanto se acreciente en aumentos espirituales. (Postcommunio. Misa de la Dedicación de una Iglesia).

Lect. 1. Y por esta variedad de piedras en la Iglesia y el Con- cilio.

Lect. 2. Y por esta variedad de intenciones en la Iglesia y el Concilio.

Lect. 1. Oremos como la Iglesia nos lo enseña el Viernes Santo: Estas oraciones especifican las intenciones de la Iglesia en el día en que su Soberano se inmola para cimentar estas piedras con su sangre.

ORACIONES DEL VIERNES SANTO: Celeb. Por la Santa Iglesia toda.

Lect. 1.- Oremos hermanos amadísimos, por la santa Iglesia de Dios, para que Nuestro Señor se digne pacificarla, unirla y guardarla por toda la redondez de la tierra, sometién- dole los principados y las potestades del mal, y nos per- mita pasar una quieta y sosegada vida glorificando a Dios Padre Todopoderoso.

Lect. 2. Oremos. Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente y sempiterno Dios, / que revelaste en Cristo tu gloria a todas las naciones ; / conserva las obras

260

de tu misericordia, / para que tu Iglesia, extendida por todo el mundo, / preservere estable en la fe, / confesando tu Nombre.

Lect. 1. Levantaos.

Celeb. Por el Soberano Pontífice.

Lect. 1.— Oremos también por nuestro beatísimo Papa Juan XXIII, para que Dios nuestro Señor, que le eligió en el orden del episcopado, le conserve para su santa Iglesia salvo e incólume, a fin de que rija el santo pueblo de Dios.

Lecg. 2. Oremos. Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente sempiterno Dios, / en cuyas disposiciones estriba todo, / atiende propicio a nuestras súplicas, / y consérvanos por tu misericordia al Pastor que nos has escogido; / a fin de que la grey cristiana, / bajo tus auspicios gobernada, / a las órdenes de tan gran Pontí- fice, / aumente en los méritos de su fe.

Lect. 1. Levantaos.

Celeb. En vísperas del Concilio oremos especialmente por to- dos aquellos sobre quienes pesa la responsabilidad de su preparación.

Lect. 1. Oremos también por todos los Presbíteros, Diáconos, por todos los dirigentes, los militantes, los seglares y por todo el santo pueblo de Dios.

Lect. 2. Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente sempiterno Dios, / que con tu Espíritu santificas y gobiernas todo el cuerpo de la Iglesia: / es- cúchanos, al rogarte por sus diversos órdenes ; / para que con el don de tu gracia / te sirvan fielmente / todos los grados de su jerarquía.

Lect. 1. Levantaos.

Celeb. En vísperas del Concilio oremos por la paz de las na- ciones.

Lect. 2. Oremos también por todos los Jefes de Estado y por sus ministerios y potestades; para que el Dios y Señor nuestro dirija sus inteligencias y corazones según su vo- luntad para nuestra perpetua paz.

Lect. 1. Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente y sempiterno Dios, / en cuyas manos están todos los poderes / y los derechos de todos los pueblos: atiende benigno a aquellos que nos rigen con potestad; / para que en todas partes bajo la protección de tu dies-

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tra / se mantenga firme constantemente / la integridad de la religión / y la seguridad de la patria.

Lect. 2. Levantaos.

CELEB. En víspera del Concilio oremos por los que buscan la fe.

Lect. 1. Oremos también por nuestros Catecúmenos, para que nuestro Dios y Señor les abra los oídos del corazón y la puerta de la misericordia ; reciban en el bautismo la remi- sión de todos sus pecados ; sean con nosotros incorporados a Cristo Jesús Señor nuestro.

Lect. 2. Oremos Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente y sempiterno Dios, / que fecundizas a tu Iglesia con nueva prole: /aumenta en nuestros catecúme- nos / la fe y la inteligencia : / para que regenerados en la fuente del bautismo, / se agreguen al número de tus hijos adoptivos.

Lect. 2. Levantaos.

Celeb. En víspera del Concilio oremos por los pobres de Cristo.

Lect. 1. Oremos, hermanos amadísimos, a Dios Padre Omnipo- tente, para que purifique al mundo de todo error, disipe las enfermedades, ahuyente el hambre, abra las cárceles, rompa las cadenas, conceda a los caminantes regreso, a los enfermos salud, y a los navegantes puerto de salva- ción.

Lect. 2. Oremos. Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente y sempiterno Dios, / consuelo de los afli- gidos, / fortaleza de los atribulados, / lleguen a Ti los ruegos de los que en cualquiera tribulación te invocan : / para que en sus necesidades se regocijen todos / de la asistencia de tu misericordia.

Lect. 2. Levantaos.

Celeb. En víspera del Concilio oremos por la unidad de la Iglesia.

Lect. 1. Oremos también por los herejes y cismáticos, para que nuestro Dios y Señor los libre de todos sus errores y se digne volverlos a la santa Madre Iglesia Católica y Apos- tólica.

Lect. 2. Oremos. Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente y sempiterno Dios, / que a todos salvas / y no quieres que nadie se pierda; / vuelve los ojos a las almas seducidas por diabólico engaño / para que adju-

262

rando la perversidad de la herejía, / los corazones des- carriados vuelvan sobre mismos / y tornen a la unidad de tu verdadera doctrina.

Todos. Omnipotente y sempiterno Dios, / que ni siquiera a los judíos excluyes de tu misericordia; / admite nuestras sú- plicas que en vista de la obcecación de aquel pueblo te pre- sentamos; / para que conociendo la luz de tu verdad que es Cristo, / sean libertados de sus tinieblas.

Lect. 2. Levantaos

Celeb. En víspera del Concilio, oremos por la conversión de los paganos.

Lect. 1. Oremos finalmente por los paganos: para que Dios to- dopoderoso arranque la iniquidad de sus corazones; de modo que, abandonando sus ídolos, se conviertan a Dios vivo y verdadero y a su Hijo único Jesucristo Dios y Se- ñor nuestro.

Lect. 2. Arrodillémonos.

Todos. Omnipotente y sempiterno Dios, / que no buscas la muerte, / sino siempre la vida de los pecadores : / acepta propicio nuestra oración / y libértalos del culto de los ídolos / y agrégalos a tu santa Iglesia / para gloria y ala- banza de tu Nombre.

Celeb. Oremos especialmente por todos los que trabajan direc- tamente en el Concilio.

Lect. 1. por los teólogos.

por los miembros de las cosimiones. por el Apostolado de los seglares.

Todos. Padre Nuestro que estás en los cielos. . . etc.

Lect. 2. Oremos finalmente por nosotros mismos, a fin de que después del Concilio,

nos adhiramos con fe a sus declaraciones, nos sometamos con verdadera obediencia a sus decisio- nes.

Todos. Padre Nuestro, que estás en los cielos . . . etc. Celeb. Y así, de todas partes la oración se elevará por el éxito del Concilio.

Todos. Desde nuestros campos y ciudades se elevará. De?de nuestras montañas y nuestros valles. Desde nuestras fábricas y nuestras oficinas. Desde nuestros claustros, escuelas y colegios. Desde el lecho de nuestros enfermos. Desde la mesa de nuestros altares y talleres.

263

CANTO: Marcha de la Iglesia

TODO EL PUEBLO :

reinarás, este es el grito que ardiente exhala nuestra fe : reinarás, oh Rey bendito, pues dijiste: ¡Reinaré!

Reine Jesús por siempre ! Reine su Corazón ! En nuestra Patria, en nuestro suelo, que es de María la Nación! En nuestra Patria, en nuestro suelo, que es de María la Nación !

3.— OREMOS CON LA IGLESIA PADECIENTE

(Todos en pie).

Lect. 1. Oremos finalmente con la Iglesia padeciente.

Celeb. La Iglesia es la Caridad de Cristo en el mundo. Ella agrupa y encierra a todas las almas. También a aquellas que han salido de la Iglesia que milita en la tierra, y ahora esperan que se les abran las puertas de la Iglesia triunfante.

Lect. Epístola San Pablo a los Tesalonicenses.

Celeb. "No queremos, hermanos, que ignoréis lo tocante a la suerte de los muertos, para que no os aflijáis como los demás que carecen de esperanza. Pues si creemos que Je- sús murió y resucitó, así también Dios por Jesús tomará consigo a los que se durmieron en El. Esto os decimos como palabra del Señor: que nosotros, los vivos, los que quedamos para la venida del Señor, no nos anticiparemos a los que se durmieron; pues el mismo Señor, a una or- den, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo re- sucitarán primero; después, nosotros, los vivos, los que quedamos, junto con éllos, seremos arebatados en las nu- bes, al encuentro del Señor en los aires, y así estaremos . siempre con el Señor". (1 Thess. A, 13-18)

Celeb. En vísperas del Concilio, oremos con nuestros difuntos.

(Salmo 50) "Miserere".

O: "De Profundis".

264

LECT. 1. Oremos hermanos.

Todos. Oración Rogárnoste, Señor, / que aprovechen nues- tras súplicas/ a las almas de tus siervos, y siervas, / pa- ra que, libres de todo padecimiento, / las hagas partici- pantes de tu bendición.

Lect. 1. La Iglesia dolorosa no se halla solamente en el Pur- gartorio.

Celeb. En las reuniones del Concilio estarán ausentes los re- presentantes de la Iglesia del silencio.

Que el Concilio logre la libertad de todos los cristianos que viven bajo la opresión.

Lect. 1. Oremos para que sus sufrimientos actuales sean bene- ficiosos al Concilio.

Lect. 2. Oremos, hermanos.

Todos. Rogárnoste, Señor, / acojas benigno las súplicas de tu Iglesia: / a fin de que, destruidas toda suerte de adver- sidades y errores, / pueda servirte con entera libertad.

COROS. Parce, Domine, Parce populo tuo, nc in aeternum, iras- caris no bis. (1)

Celeb. En el Concilio estarán presentes los Obispos de innu- merables pueblos que padecen hambre. Llevarán ellos a la faz de la Iglesia el "Misereo)" de naciones enteras que carecen del pan de cada día.

Lect. 1. Pidamos que la verdadera caridad aclare nuestra mi- rada.

Lect. 2.— Que ella despierte nuestra generosidad y anime nues- tras parroquias.

Lect. 1. Oremos, hermanos.

Todos. Señor Dios, / haces servir todas las cosas para el bien de los que os aman; / pon dentro de nuestros cora- zones / el impulso invencible de vuestra caridad / a fin de que los deseos de vuestra inspiración / no puedan ser alterados por tentación alguna.

COROS. Parce, Domine, Parce populo tuo, ne in aeternum, ¿ras- caris nobis.

Celeb.— Al Concilio comparecerán los Obispos de muchísimos cristianos sin trabajo, sin techo, sin clero.

(1) "Perdona a tu Pueblo Señor".

265

Lect. 1. Que el Concilio haga que nuestras parroquias se vuel- van misioneras, que haya un despertar de vocaciones de misericordia, para con los pueblos que esperan técnicos, enfermeros y apóstoles.

Lect. 2. Oremos, hermanos.

Todos. Oh Dios que quieres que todos los hombres / se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, / te rogamos man- des operarios a tu mies y les concedas predicar con toda confianza tu palabra ; / a fin de que por la predicación de tu Evangelio / conozcan todos los pueblos a Ti solo y verdadero Dios / y Aquél a quien has enviado, / tu Hijo, nuestro Señor. (Oración de la Misa por Ja Propa- gación de la Fe) .

Coro y TODOS: Parce, Domine, Parce populo tuo, ne in aeter- num irascaris nobis.

(Entra el cortejo de la Exposición o de la Misa).

Celeb. "El que tuviere bienes de este mundo, y, viendo a su hermano pasar necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo morará en él la caridad de Dios? (1 S. Juan, 3, 17).

Coros. Ubi Caritas et amor, Deus, ibi est. ( 1 ) .

Celeb. "Si vas a presentar una ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti. deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve a presentar tu ofrenda". (S. Mat.,

5, 23 y 2 A). Coros. Ubi Caritas et amor, Deus ibi est.

Celeb. "Habrá un solo Pastor v un solo rebaño". (S. Juan, 10, 16).

Coros. Ubi Caritas et Amor, Deus ibi est.

Celeb. "Yo soy el pan de vida ; el que viene a ya no tendrá más hambre, y el que cree en jamás tendrá sed". (S. Juan, 6, 35).

Coros. Ubi Caritas et Amor, Deus ibi est.

Celeb. "Sálvanos, Señor Dios nuestro y júntanos a todos de todas las naciones para que podamos cantar tu santo Nombre y nos gloriemos en tu alabanza". (Salmo 105, U7). Alabemos al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Coro y TODOS. Canto: "(Cantemos al Amor de los Amores)".

Se puede rezar la misa Votiva N" 20: por la Unidad de la Iglesia, o en razón de la brevedad se da la BENDICION EUCARISTICA.

( 1 ) "Donde hay Amor y caridad allí está Dios!"

266

INDICE

INDICE

Página

Dedicatoria 7

CAPITULO I Los Concilios Ecuménicos y el Vaticano Segundo

Introducción 11

Cronología y temas de los concilios ecuménicos 12

En el umbral del Vaticano Segundo. La nostalgia de la unión de

los cristianos 16

CAPITULO II

Los Concilios Ecuménicos en la antigüedad

Nicea año 325 22

Constantinopla, I, año 381 22

Efeso, año 431 23

Calcedonia, año 451 23

Constantinopla II, año 553 23

Constantinopla III, año 680 23

Nicea II, año 787 24

La convocación de los concilios 24

Ecumenicidad de los concilios 25

Presidencia de los concilios 26

Eclesiología de los concilios 26

Hubo necesidad de confirmación ? 28

Conclusión 29

CAPITULO III

Los Concilios Ecuménicos en el segundo milenio de la historia de la Iglesia

Del primero al segundo milenio 33

Los tres primeros concilios lateranenses 34

El cuarto concilio lateranense 36

269

Página

Los dos concilios de Lyon 37

El concilio de Vienne en Francia 38

Los concilios de Constanza, Basilea, Florencia 39

El quinto concilio lateranense 41

El concilio de Trento 42

El concilio Vaticano 1 43

CAPITULO IV Prelados Venezolanos en el Concilio Ecuménico Vaticano I

El amor de Monseñor Ponte a la Patria 49

El cariño hacia Monseñor Guevara 50

La figura de Pío IX 50

En el Concilio 51

La Infalibilidad Pontificia 52

La Sesión de apertura del Concilio Vaticano I. Nombramiento de

Comisiones. Reglamento del Concilio 54

CAPITULO V El Artífice del Concilio Vaticano II

El Motupioprio de la constitución de las Comisiones y Secretariados

Preparatorios 68

Alocución del Santo Padre a los Miembros y Consultores de las

Comisiones y Secretariados Preparatorios 72

Constitución Apostólica de la convocatoria del Concilio 81

El Motuproprio del señalamiento de la fecha de celebración. Ho- milía de Pentecostés de 1962 91

Discurso Pontificio en la clausura de la VII Sesión de la Comi- sión Central Preparatoria 103

CAPITULO VI Comisiones y Secretariados Preparatorios

Comisión Central 109

Comisión Teológica 111

Comisión de los Obispos y del Gobierno de las Diócesis 114

270

Página

Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo Cristiano 118

Comisión de Religiosos 120

Comisión de la Disciplina de los Sacramentos 125

Comisión de la Sagrada Liturgia 127

Comisión de Estudios y de Seminarios 131

Comisión de las Iglesias Orientales 133

Comisión de las Misiones 138

Comisión del Apostolado de los Seglares 140

Comisión Ceremonial 145

Secietariado de Prensa y Espectáculos 147

Secretariado para la unión de los cristianes 153

Secretariado Administrativo 158

Subcomisiones del Reglamento, para las Materias Mixtas y de las

Correcciones 161

La Subcomisión del Reglamento 161

La Subcomisión para las Materias Mixtas 162

La Subcomisión de las Correcciones 165

La Comisión Técnico-Organizativa 166

Cuadro sinóptico de las Iglesias Orientales 171

CAPITULO VII El Concilio en Miniatura

Las Reuniones de la Comisión Central Preparatoria 177

Primera Sesión. Reglamentación. Lengua oficial del Concilio. 178

Segunda Sesión. Teología y Disciplina Eclesiástica 180

Tercera Sesión. Dignidad de los Patriarcas Orientales 181

Cuarta Sesión. Las Universidades de la Iglesia 188

Quinta Sesión. Liturgia. Misiones en los nuevos territorios

independientes 196

Sexta Sesión. El mundo de las migraciones. Santidad del es- tado religioso. Sublimidad del matrimonio cristiano 207

271

Página

Séptima Sesión. Los Seglares una fuerza de base. Ecume-

nismo y Unión: una esperanza en la cumbre 215

Croquis del aula conciliar 229

Cuadro esquemático sobre la preparación del Concilio Vaticano II. 231 Indice general de los; esquemas aprobados por la Comisión Central

Preparatoria 233

APENDICE

I Qué dice el Código de Derecho Canónico acerca del Concilio Ecuménico 243

II La Carta Pastoral Colectiva del Episcopado Venezolano ante el

próximo Concilio Ecuménico Vaticano 246

III Vigilia Bíblico-Litúrgica pro Concilio Vaticano II 256

272