.521 v. 2.

HISTORIA

DE LA

HISTORIOGRAFIA ESPAÑOLA

PUBLICACIONES DE LA «REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA»

VOLUMENES PUBLICADOS INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA ROMÁNICA,

por W. Meyerlübke. Versión con notas y adiciones por Américo Castro.

ANTOLOGÍA DE PROSISTAS ESPAÑOLES, por

R. Menéndez Pidal.

MANUAL DE PRONUNCIACIÓN ESPAÑOLA, 'por

T. Navarro Tomás.

LA VERSIFICACIÓN IRREGULAR EN LA POESÍA CASTELLANA, por PEDRO HENRÍQUEZ UrEÑA.

LA ORACIÓN Y SUS PARTES, por RODOLFO

Lenz.

PALEOGRAFÍA ESPAÑOLA, por ZACARIAS GaR- CÍA VlLLADA, S. I.

POESÍA JUGLARESCA Y JUGLARES, por R. Me- NÉNDEZ PlDAL.

FUENTES DE LA HISTORIA ESPAÑOLA E HISPA- NOAMERICANA, por R. Sánchez Alonso (En pre- paración: Apéndice a la segunda edición).

INTRODUCCIÓN AL LATÍN VULGAR, por C. H. Grandgent. Traducción del inglés adicionada por el autor, corregida y aumentada con notas, prólogo y una Antología, por F. de R. Moll.

GLOSARIO DE VOCES COMENTADAS EN EDICIONES DE TEXTOS CLÁSICOS, por CARMEN FoNTECHA.

FILOSOFÍA DEL LENGUAJE. ENSAYOS, por KaRL

Vossler. Traducción- española.

HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA, por

R. Sánchez Alonso. Vol?. I y II; en prepara- ción el III y último.

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

B. SÁNCHEZ ALONSO

HISTORIA

DE LA

HISTORIOGRAFIA ESPAÑOLA

ENSAYO DE UN EXAMEN DE CONJUNTO I I

DE OCAMPO A SOLÍS (1543 - 1684)

MADRID

19 4 4

Imp. Sucs. J. Sánchez de Oci ña y Cía., S. A .-Tutor, 16 .-Telefono 32374

CAPITULO VI

La historiografía desde Ocampo hasta la publica- ción de la historia de Mariana.

(1543 - 15921

Entramos con este período en el Siglo de Oro de nuestras letras y artes, próximamente integrado por los tres que se examinan en el presente volumen. La coyuntura de plenitud se manifiesta en historiografía por el rigor científico con que laboran algunos inves- tigadores, por el primor literario con que otros his- toriadores componen sus obras y, sobre todo, por la profusión en el cultivo de todos los géneros. Esta haría quimérico un intento de examen total de la producción, si bien nos liemos esforzado por que sea lo más amplio posible.

Nace en este tiempo, en España y fuera de Es- paña, la preceptiva historiográfica, concebida ya como rama independiente que agrupa la exposición y crí- tica de las normas recomendables al historiador, an- tes sólo aludidas esporádicamente en las propias obras históricas. Su eficacia, empero, es muy reducida, por- que los preceptistas se inspiran simplemente en los tratados antiguos ""Poética" de Aristóteles, libros so- lí re la oratoria, de Cicerón, "Instituciones"' de Quinti- iiano... , con una excesiva preocupación por la ma-

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cap. vi (1543-1592)

ñera de exponer y un marcado olvido de los proble- mas que entraña la investigación y depuración de los hechos. Aun con tales deficiencias, la nueva teórica ofrécese desde ahora como un capítulo de que no puede prescindirse, porque representa el inicio de lo que, en tiempo más cercano a nosotros, ha logrado revolucionar toda la sustancia de la Historia. Además, entre muchos preceptos anodinos, no dejan de descu- brirse en las elucubraciones de los tratadistas algu- nas vislumbréis de valor positivo.

La unidad política nacional se hace compatible con la autonomía de los antiguos reinos, y el pasado de cada uno, aun en lo posterior a su absorción en la nueva España, es historiado independientemente. Los nombramientos de cronistas, que ahora se gene- ralizan y multiplican, adoptan tan variadas modali- dades que la función de los designados se escala des- de acometer la historia nacional de España, partien- do de los orígenes, hasta reseñar los sucesos de uno de - us territorios o ciudades, o los de un reinado, sin que falten los casos en que, existiendo ya un. cro- nista, se nombre a otro con igual cometido, para ase- gurar por ese medio el cumplimiento y perfección de la labor historiográfica . La producción total no se corresponde con la cuantía de funcionarios, ofi- ciales u oficiosos, retribuidos para realizarla. A rae-

h A 1 a-l multiplicidad, un tanto anárquica, débese la dificultad ron que se tropieza cuando se pretende trazar la lista de dos cronis- tas que se sucedieron. Se consultará con mito, sobre este punto, la obra de R. D. Carbia sobre La Crónica oficial de las Indias Occidentales (La Plata, 1931), que contiene también una Introduc- ción acerca de la crónica oficial de Castilla; en ella se esMerza por hacer luz sobre tan complicado tema, aunque sin lograrlo por completo. (Vid. mi reseila publ, en la ]tev. de Fuol, Españ., 1936, \mii, 414-417.)

OJEADA PREVIA

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nudo se hicieron los nombramientos para premiar otros servicio!*, sin que los agraciados se considera.- eu obligados a aplicarse a este menester. Otras veces, trabajos por ellos ya hechos permitieron confiar en la eficacia de la labor que se les encomendaba, pero que por muchos no fué iniciada siquiera. Con todo, la aportación de la historiografía oficial es en su conjunto considerable. Si la negligencia de bastantes cronistas acorta más de lo lícito el haber total, bas- taron algunos otros, excelentemente dotados, para por ner nuestra producción en un altísimo nivel.

La historia general de España no había sido ob- jeto de verdadera investigación desde la Primera Cró- nica alfonsina. Son refundiciones de ella, y compen- dios, mejor o peor hilvanados, de las historias ya he- chas, lo que nos ofrece el período transcurrido a par- tir del rey Sabio; sólo el esfuerzo del Gerundense por depurar el conocimiento de la época primitiva tiene validez de reindagación algo original. Ahora se intenta modelar una historia conforme a las nuevas exigencias de la ciencia historiográfica, y si en lo primitivo se consagran y amplifican las fábulas, en lugar de eliminarlas, para la edad propiamente his- tórica se utilizan impecablemente las fuentes de que se disponía; el largo período de más de doce si- glos — antigüedad y medievo historiado por Mora- les es ya tratado con ejemplar maestría. En tanto que la obra de éste cumple el objetivo de la investi- gación, otro escritor, el humanista Vaseo, realiza el de la difusión extrapeninsular de nuestros hechos» expuestos en buen latín y con rigor científico muy superior al de los anteriores compendios. Se allana

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cap. vi (1543-1592)

así el camino para que, en el período siguiente, logre Mariana en una .sola obra ambo; objetivos.

La historia de la Corona de Aragón, ineficazmente -estudiada basta ahora en su conjunto, tanto por sus propios cronistas como por los historiadores genera- les, se beneficia también de los nuevos métodos de Investigación. La obra que la consagró Zurita con- serva hoy todo su prestigio y se considera unánime- mente como modelo de indagación y probidad cien- tífica.

El capítulo de crónicas de reinados coetáneos no ofrece equivalente progreso. El glorioso período de Jos Revés Católicos había sido tratado por un grupo tan selecto de historiadores que no era fácil superar- los, ni siquiera en la variedad de características con que aquéllos habían laborado conforme a sus respec- tivos temperamentos. Ahora ccano entonces, los cronis- tas muestran sincero entusiasmo por las hazañas del monarca historiado, apta- sobre todo las del Empe- rador para inspirar bellas reseñas hmmandstticas. La única novedad es la crónica burlesca de don Franoe- sillo de Zúñiga, que ofrece los hechos a una luz ex- cepcional en los escritos históricos.

Las relaciones de sucesos sucesos bélicos, desde luego, únicos que en genera'l preocuparon a los his- toriadores— adquieren un enorme desarrollo, que per- sistirá en los dos períodos restantes del Siglo de Oro. Su mayor mérito lo reciben de la circunstancia de eer autores de casi todas partícipes en Jos sucesos re- señados, lo que no impide que manejen la pluma con destreza y soltura. Fueter, tan conocedor de la histo- riografía universal, 9e admira de que hubiese en Es«

OJEADA PHEVIA

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paña tai to militares cultos que supiesen narrar lite- rariamente las hazañas a que asistían. Con más pro- fusión aún es cultivado el relato de sucesos menores: viajes de rey< ceremonias de bautizos, bodas y en- tierros reales, fiestas de ciudades para celebrar entra* das de personajes, etc., relatos que individualmente son de escaso valor, pero que contribuyen en su con- junta a dar idea de la pasión que se despertó por todo cuanto fuese reseña de becbos reales.

En biografía pierde terreno la colectiva, tan bella- mente cultivada por Pérez de Guzmán y Hernando del Pulgar, y lo gana la individual. No sólo dan tema las vidas de señeras figuras, como Cisneros y don Gil de L41bornoz, objeto éste de una excelente historia humanística, sino que cortos períodos de la existen- cia de otros personajes son considerados también dig- nos de receñaTise, lo que se enlaza con la gran am- plitud, antes aludida, que obtuvo la literatura de fies- tas y ceremonias.

Mayor desarrollo que en todos estos géneros se marca en la historia de Indias, cultivada ahora con tanta profusión como variedad de facetas. Adviértese por lo pronto la introducción de un fuerte fermento de vehemencia polémica, debido al ardor con que Las Casas emprendió la defensa de los naturales de aquellos países. Llevado por ta'l designio, que ad- quiere ein él carácter de obsesión, su apasionamiento le dicta terribles dicterios contra sus connacionales, sin que los temple la admiración que sus portentosas hazañas despertaban en todos. Expuestas esas ideas en, múltiples formas, de palabra y por escrito, en alega- tos dirigidos exclusivamente a la discusión y en ex-

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tenías obras narrativas que le dan ocasión para insis- tir repetidamente sobre lo mismo, nadie pudo igno- rarlas, y en adelante cada uno de los que historiaron la epopeya americana hubo de tomar partido, a su lado o frente a él. Como en el período anterior, la historia general del descubrimiento, conquista y colo- nización de Indias es emprendida por pocos, porque cada vez la dificultaba más la amplitud que la actua- ción hispánica adquiría. Cada uno de los virreinatos, daba materia sobrada para un cronista concienzudo, y fueron varios los que en cada uno se aplicaron a re- señar sus sucesos.

La mayor novedad que se ofrece es la intensifica- ción de los escritos consagrados a la noticia de los indígenas. Vimos ya en el período anterior cómo desde el comienzo de la conquista se interesaron igualmente por este tema los autores de relaciones autobiográfi- cas y los historiadores propiamente dichos, interca- lando tales noticias en sus relatos. Ahora la catcquesis de indios, realizada con crecientes elementos, por el esfuerzo con que las diversas Ordenes religiosas riva- lizaron en esa tarea, multiplicó los conocedores de las lenguas vernáculas, que pudieron transmitir con más fidelidad que antes los informes recibidos de los naturales. Y a la mera curiosidad que con sus escritos satisfacían se añadieron otros objetivos. La campaña iniciada por Las Casas hizo del trato debido a los indígenas asunto candente, y los argumentos en pro o en contra sólo el conocimiento de las cosas del .país podía suministrarlos. La iniciativa oficial, de su parte, contribuyó también desde dos puntos de vista opuestos, tpero con resultado idéntico. Si habían de

OJEADA PREVIA

organizarse y regirse los territorios americanos oorv -ervando en todo lo posible sus antiguos usos, el pri- mer paso obligado era el ¡instruirse acerca de ellos. Si la nación conquistadora quería añadir a los títulos de la conquista el de los bienes que su intervención procuraría a los pueblos avasallados, babía también que documentarse para demostrar que los indígenas estaban esclavizados y maltratados por otros, y que sus costumbres abominables sacrificios humanos, vi- rio- contra la honestidad, etc. demandaban una pu- rificadera mudanza de régimen. Interesó, pues, com- pletar las noticias de usos presentes, que la simple observación bastaba a procurar, con el conocimiento de su historia anterior, conservado por tradición oral, ayudada ipor los primitivos medios de transmisión de fechas y figuras con que los naturales contaban. Abun- daron, en consecuencia, las i n.form aciones obtenidas valiéndose de ancianos, que unas veces declaraban libremente lo que sabían y otras respondían a cuestio- narios fijados de antemano. Se logró así conocer un gran número de tradiciones más o menos fabulosas, de las que hábiles interpretadores extrajeron lo que pudiera ser menos absurdo, y por ser muy variadas las relaciones así obtenidas, pudieron recíprocamente contrastarse y completarse, aunque sin alcanzar, ni de lejos, la certeza deseable.

Resta decir, para completar la rápida ojeada pre- via del presente período, que la bibliografía no pro- piamente histórica, pero auxiliar y colindante de ella, esto es, la labor de anotación, edición, crítica, traduc- ción, etc. de producciones bistoriográficas, empieza a adquirir ahora la importancia que caracteriza a la

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cap. vi < 1543-1592!

edad moderna. Asimismo logran, gran desarrollo las ramas de la historia no política, en especial la reli- giosa y la genealógica.

al Los teóricos de la Historia.

En los períodos anteriores sólo podía rastrearse el concepto vigente de la Historia y sus problemas en expresiones dispersas que ofrecen los prólogos y dedicatorias de las propias historias \ Ahora se co- mienza a exponerlo en tratados especiales, dedicados con preferencia a la parte preceptiva. La repercusión de esta labor doctrinal en la historiografía es muy escasa. Las teorías son unas veces enunciadas por filó- sofos, ligadas a otras nociones especulativas y uian- lenidas en la zona de lo que deleita y causa admira- ción, pero sin mover a derivaciones prácticas. Otras son expuestas por hombres de corto vuelo que al dog- matizar sobre Historia sólo alcanzan a pensar en mo- destos problemas de forma y expresión. En los más de los casos los tratadistas no aciertan a salir de un campo reducido de generalidades, cuya unánime ad- misión debe excusar en cualquier tiempo y lugar de formularlas: la necesidad de la verdad en la Histo- ria, de imparcialidad en el historiador, etc., esto es, los tópicos que siempre han acompañado a la histo- riografía \ Hállanse, con todo, en los escritos de los

2. El ejemplo más importante es el prólogo de las Generaciones y semblanzas de Pérez de tiuzmán, al que, por esta causa, hube de rererirme repetidamente en el cap. IV de la presente obra.

3. El tema más tratado es el de las condiciones que debe reunir el historiador, sohre todo el cronista regrio. A esto último dedicó uno de ¿us Vidloyos (Zaragoza, 1567. el obispo de Comenge 1). Pedro de .Navarra, bastardo del último Albrct reinante < ii la .Navarra espa- fioda. Sostiene el criterio, compartido por otros tratadista,», de que tal cronista debe ser noble.

TEÓRICOS. FOX MORCILLO

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teóricos algunos aciertos que conviene señalar, y. de otra parte, no son tantos los tratadistas que una men- ción ligera de cada uno frustre la concisión anhelada en la presente obra. Será, pues, dedicado en cada ca- pítulo un breve espacio a examinar los que en el pe- ríodo correspondiente consagren alguna obra a expo- ner sus ideas sobre la Historia, si bien prescindiendo de los que las vierten en producciones de campo más amplio o de tema diferente \

En el período ahora examinado teorizaron acerca de la Historia el famoso humanista Sebastián Fox Morcillo (próx. 1526 ó 1528-1560), el cronista real Juan Páez de Castro (m. 1570) y el cronista de Ara- gón Juan Costa im. 1597).

Morcillo, admirador entusiasta de la cultura gre- corromana, y de Platón en primer término, le pagó su tributo componiendo a imitación suya un diálogo, De Historiae institutione % sobre la manera de leerla, escribirla y juzgarla. Tiene malísimo concepto de la producción patria pero sus quehaceres le vedan in- tentar remediarlo con una propia y sólo accede a ex- poner cómo la concibe. Se ocupa primero de la His- toria y sus partes, y luego del historiador. De aquélla

í. Las breves noticias que aquí claré pueden fácilmente am- pliarse. J. Godoy Alcántara dedicó a este teína su discurso de en- trada en la A. de la H. (1870). ¡VIenéndrz Pelayo la consagra algu- nas páginas en su Hist. de las ideas esleí, en España (ed. del C. S. de 1. C, Madrid, 1940. 11. 195-203) y M. Altanara vana? He La enseñanza de la Historia. Hay, en fin, un excelente artícuilo de S. Montero Díaz, La doctrina de la Historia en los tratadistas espa- ñoles del Siglo de Oro, Hispañia, 1941, IV, 3-39, que a su vez guía a otros trabajos que pueden consultarse.

5. Impreso en Amberes, 1557.

6. "An patas dice a uno de los interlocutores me talevn aeqtlo animo historiam aediturum, qualem aut alii plaeri<¡ue, aut omnes feré e nostris antehac aedidere. sine arle, sine Ingenio, sine elo- (¡uentia, sine ordine, sine delectu, sine distinctione aut. varielate rerum atque vrrborum . sine incuntlttati' tic sale?"

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cap. vi (1543-1592)

consigna cómo él entiende su origen y causas, incre- men.to y decadencia. Refiérese siempre a los historia- lores griegos y latinos, únicos que para él cuentan; si alude a algo nacional es sólo para censurarlo, como una historia de Indias que condena, sin nombrarla, por no exponer con decoro torpezas que refiere pro- bablemente, la mención del pecado nefando . No todo, tampoco, le parece bien en los antiguos. Refuta a Dionisio de Halicarnaso, que entendía que sólo lo agradable debe incluirse; censura a Heródoto por in- sertar muchas fábulas, y a Livio por loar excesiva- mente al pueblo romano. Las tres normas que con estas tres condenaciones preconiza y su idea del am- plio contenido que debe tener la Historia, extendién- dola a lo cultural, constituyen la aportación más po- sitiva del bello diálogo de Fox. Respecto a la forma, no puede pedírsele que defraude su condieión de hu- manista: para él la historia sólo puede escribirse en latín., aliñada con arengas y demás primores retóricos.

Páez, al ser nombrado cronista de Carlos V, de- dicó a éste un escrito, que considera equivalente a los proyectos presentados por los arquitectos para dar previa idea del tipo y coste de lo que van a edificar . Entusiasta como Fox Morcillo de la literatura greco- latina, deprecia como él la producción de España, adonde "las letras y todas artes llegaron siempre más tarde que a otras Provincias" y "cuyos libros tienen poco artificio y primor". Vemos así que el criterio

7. Tal trabajo, que quedó inédito, lia sido modernamente pu- blicado por el agustino Fr. Eustasio Esteban (La Ciudad de Dios, 1892, mini. 28. pag-s. «01-610, y nüm. 29, páKs. 27-3?i. Dice el edi- tor que Páez no aituló su escrito y que en otro lugar lo llama Memorial ile las cosas necesarias ¡¡ara escribir historia.

TEÓRICOS. PÁEZ. COSTA

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«Je escuela, parcial y exclusivista, cerraba los ojos de loa tratadistas para cuanto no estuviese ornado a la moda humanística. Páez, no obstante, condena los remedos del latín, corno el "aquella de Séneca pala- bra" de Juan de Mena, y propugna la naturalidad del estilo, sin perjuicio de su nobleza. Sus preceptos se dirigen sobre todo al fondo. Exige que el historia- dor explique las causas de los bechos, los medios que se pusieron, dónde se acertó y dónde se erró, qué efecto tuvieron. No ba de escribir para lois que como niños se divierten con libros de caballerías, sino para agradar a loe sabios. Requerirá, pues, gran tino para seleccionar lo que debe decir y lo que puede omitir, y elocuencia para procurar a la historia su misión aleccionadora, y dotes psicológicas para hacer retra- tos físicos y morales de los personajes, atribuyendo a cada uno los sentimientos que le corresponden, y vigorosa fantasía para describir dando la sensación de realidad... Tan enciclopédica formación exige Páez al historiador que casi todos los conocimientos hu- manos le parecen, indispensables para historiar con fruto. La crónica de Carlos V no había de reducirse a la reseña de su tiempo, sino ir precedida de la des- cripción del país, divisiones de su historia, noticia de los lenguaje?, cambios sucesivos de usos, trajes, etc., nociones de la fauna y flora, riquezas minerales, in- dustrias, personas célebres en religión, letras, artes, armas, etc, extendiéndose, además, a los otros países a que llegó la acción española. Víctima él mismo de tan desmesuradas aspiraciones, murió sin llegar a acometer la crónica que se le encomendara.

En fin, Juan Costa, como mérito para asegurarse

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más el empleo de cronista que pretendía, pergeñó en un mes, según él dice, sus De conscribeiida rerum his- toria libri dúo \ Se refiere con cierto desdén a Fox Morcillo nadie había laborado en esta materia "praeter unum Foxium" , pero de él toma lo que en su obra hay de algún valor. Divídela en dos libros, tratando eil I "de Electione & Collocatione verborum" y el II "de Electione & Collocatione rerum". En aquél, después de los triviales cotejos de la Historia con la Filosofía y la Poesía, de la consabida disquisición so- bre la verdad en Historia-, etc.. se aplica al tema de ia elegancia de la expresión, punto en el que es tan meticuloso que los cronistas descuidados le parecen "mugiré ac boarc, potius quam loqui ac narrare". En el libro II su criterio es igualmente restrictivo en lo tocante a las cosas que deben ser incluidas: proscribe, en general, cuanto no pueda servir de buena ense- ñanza, ya por su futilidad, ya por tratarse de actos feos, obscenos, etc. Como ejemplo de ésto, cenoura a Suetonio pcv lo que infiere de los vicios de Nerón. La disposición que han de tener las noticias, orden de lo* dato- suininistiadr eUc., le parecen también importantes. Desciende, asimismo, a minuciosos por- menores en lo relativo a la descripción de ciuda- des, personas... - y acaba tratando extensamente de la propiedad que han de mostrar los discursos, de acuerdo con la calidad de quien los pronuncie, para Jo que compone varios de rey, de dictador, de le- gado...— . Recomienda el empleo de las sentencia», que le parecen muy bellas0.

8. Publ. en Zaragoza, 1591.

9. Para que pueda Justipreciarse la doctrina cíe nuestros tcóri

OCAMPO

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h) Crónicas generales.

Floiuáx de OCAMPO, o, mejor, Docampo (n. entre 1490 y 1495, m. 1558?) '", /.ainorano, estudiante y maes- tro en Alcalá, exaltado comunero fué secretario del obispo Acuña , después párroco y canónigo, sucesi- vamente, de Zamora, simultaneó dicho último cargo con el de Cronista real desde 1539. Lo que de sus calidades de hombre dejan traslucir los pocos datos biográficos que se conocen, y, sobre todo, sus propias obras, acusan una personalidad interesantísima, muy representativa de su época.

eos, sin supervalorarla ni rebajarla, he aquí una breve noticia de lies trabajos extranjeros coetáneos. Ventura Ceceo divide su De cvnscribenda historia (1563) en 5 partes: antigüedad de la His- toria, su utilidad y dificultad, demostración de que no corres- ponde al orador el escribirla, géneros históricos, preceptiva. Como se ve, predomina mucho lo prácticamente inútil sobre lo que tiene alguna aplicación: poro aun en esto lo más de la labor de Ceceo je emplea en distingos y sutilezas que nada allanan ell trabajo de un historiógrafo. .Mucha más aceptación tuvo la obra del célebre rilósoro y economista francés Juan Bodin, Methodus ad facüem historia m ni coi/nilionem U5G6i. Tiene t n.ii alta idea de la Historia, como principal base del Derecho universal y de la Filosofía, que cree que ésta "moriría de inanición en medio de sus preceptos si no los vivificase por la historia". Abundan, además, los sanos preceptos, como ed de la consulta de exposieioines abreviadas de conjunto como base de ulteriores estu'dios de detalle; rechaza la admisión de las cuatro monarquías y los siglos de oro, asi como la tendencia a buscarse los pueblos, a la par de los individuos, los más ¡ilustres orígenes; señala el auxilio que de los vestigios 09 las antiguas lenguas recibe el estudio de la edad primitiva ; menciona los historiadores que para el conocimiento de cada país deben ser preferidos, etc. Fué Bodin en realidad el definidor de la tendencia erudita a la seria investigación, que fué enseñoreán- dose, sobre todo a partir del s. xvn, del campo de la historia. En cambio J. A. Viporani (De scribenda historia líber, 1569) marca un retroceso, pues vuelve a la etapa retórica, poniendo el prin- cipal iprogreso de la historiografía en el adorno y pulimento que desde Heródoto fué adquiriendo; considera que deben escribirla los oiradores y que su único objetivo digno son los hechos ilus- tres de que se. desprenden buenos ejemplos. Sobre algunos par- ticulares ' (la exposición de acciones coetáneas en lugares dife- rentes, las digresiones, las reflexiones, los discursos, las palabras que convienen, la concisión, etc. da, entre mucha hojarasca, bue- nas normas.

to. m. Bataillon, Sur Florión Docampo, Bull. Hisp., 1923, XXV, 33-58. rectificó la Techa de nacimiento, que, bajo la de B. Cano, autor de uña Xotiein del historiador, en la edición de 1791 de la crónica, se situaba en i 199. En cuanto a la de muerte, muy dis-

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cap. vi (1543-1592)

De su producción 11 sólo importa examinar aquí la principal: la Crónica general de España, cuyos cin- co libros publicados alcanzan desde los primeros tiem- pos hasta la muerte de los Escipiones (210 a. J.)'\ Se enfrentó, pues, con el período de más peligro, el pri- mitivo, desprovisto, salvo al final de lo tratado, de fuentes seguras. Con todo, fué la obra muy bien aco- gida por la mayoría de sus coetáneos y tuvo abundan- tes ediciones. Ello se explica muy bien. Con todos los defectos que después le serán apuntados, el canónigo zamorano fué sin duda un verdadero artista, que supo baeer deleitosa la lectura de su historia. Es. además, el historiador españolista por excelencia. Leyendo su obra se siente halagado el orgullo patrio al ver ilu- minados los comienzos de la vida peninsular por el brillo de seculares dinastías, que enlazan los orígenes

cutida, la de 1538 parece asegurada por la indicación que se en- cuentra en la» quitaciones de corte conservadas en Simancas, co- rroborada también por el hecho de llegar a dicho año los escritos recibidos por el cronista para reunir noticias históricas. En un articulo posterior al de Bataillon (Varias noticias nuevas acerca de F. ile O., de E. Cotarelo, Bol. Ac. Española, 1926, XIII, 259-268) s.e vuelve a la fecha de 1555. señalada por Cirot, pero lo hace incidentalmente, sin dar razones que invaliden las investigaciones de B., que no parece conocer.

11. Como la mayor parte de nuestros historiadores del xvi y el xvir, trabajó en genealogía. Argote de Molina dice haber po- seído su Linaje del apellido de Valencia (su padre era hijo natural de D. Diego de Valencia, mariscal de Castilla), que Cirot cree será la (pie ron titulo de Genealogía de los Caballeros de Valencia se conserva en la Bibl. N'ac. Sala/ar y castro y otros le atribuyen también un nobiliario genealógico de España. Parece asimismo que algo escribió sobre Cisneros. En cambio, como cronista de Carlos V, no se cree que hiciere otra cosa (pie coleccionar los documentos o notas recibidos de sus corresponsales, relativos al período 1521-1553. Sobre este ultimo punto vid. C. Cirot. F. de O., chroniste de rhnrles-Quint. Huir. Hisp., 1914. XVI. 307-Ü36, y la rectificación de varios de sus asertos en el art. de Bataillon citado en la nota anterior. Resta decir que Ocampo se atribuía también, sur que se haya encontrado, una continuación de los "Claros va- rones" y la "Crónica" de Pulgar.

12. Fílenles, art. 88. Sobre la crónica, el mejor y mas extenso estudio que conozco es el que le consagró Cirot (ilixt. ae'n., pagi- nas 07-117). Pobre la vida de Ocampo véanse los artículos citados en las notas anteriores.

OCAMPO

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de España con las naciones de progenie más ilustre. Su historia tenia un solo punto débil: que no era pro- piamente historia, sino un tejido admirablemente com- puesto de fantasías, asentadas sobre levísimas bases. Pero el común de los lectores se sentía bien servido con lo que le daba, y no era cosa de remontarse a enojosas comprobaciones. Por otra parte, si Ocampo sabía demasiados embustes y el modo de sazonarlos convenientemente, no por ello ignoraba las fuentes buenas: conocía cuanto hasta entonces se había labo- rado en su campo y la manera de utilizarlo. Si hu- biera aplicado su actividad a historiar períodos sus- ceptibles de ser bien conocidos, probablemente hu- biese desempeñado su misión a maravilla. Pero le tocó trabajar sobre una época en que no había más opción que resignarse a no decir casi nada o llenar el vacío con datos hipotéticos, tomando pie de cual- quier afirmación de un autor antiguo para construir sobre ella. El carácter vehemente de Ocampo no se avino con aquella pobreza. Aceptó los embustes de Annio, los mejoró, acudió a sil propia fantasía para colmar las lagunas que aún quedaban, e hizo con todo ello una obra maestra, redactando una historia de- tallada e impecable de verosimilitud".

Ocampo comenzó su obra hacia 1527, cuando la grandeza nacional alcanzaba un nivel insospechado poco antes. El deseo de presentar una España primi-

13. El honrado Morales, incapaz de escribir una línea sin fun- damentarla, se muestra asombrado de la facundia despreocupada de Ocampo. Comentando su plan de consagrar diez libros a los 700 años anteriores a la invasión musulmana, dice: "Yo no puedo entender de ning-una manera como podía henchir tanta escritura con la historia de España que hay en estos años. Porque aunque los años son muchos, lo que hay que escribir dellos en las cosas de Esipaña es muy poco".

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tiva digna de la majestad de la España contemporá- nea, tenía que caldear su imaginación. Aplícase, pues, ai intento con todas sus fuerzas, y tiene esperanza, dice, de que "haya podido tanto mi flaqueza, que tornadas otra vez a cotejar esta* corónicas con las historias de las otras gentes, nadie de las naciones muy diligentes tenga su relación, más entera ni verdadera que la tendrán de los españoles en este libro de V. M., porque cuanto la dificultad ha sido mayor, tanto el cuidado creció y descubrió más de lo que conjeturábamos al principio". Ocampo aspiraba asi a que en. su libro no faltase nada, aun corriendo el albur de que sobrase mucho. En otra parte de su pró- logo asegura que su "principal intención ha sido, bre- vemente y en las más desnuda* palabra* que pode, contar la verdad entera y sencilla". Expone también los escrúpulo* con que usó de Anwio. Pero es en lo antes transcrito donde se refleja su verdadero propó- sito. No se limita, en efecto, a acoger ¡Los embuste* puestos a la cuenta del Beroso que eJ viterbicnse for- jó, sino que a su vez crea todos son indicios de ello un Julián Lucas, diácono ddl tiempo de Pclayo, que nadie logró ver entre sus pápele* '*. Tampoco ha logra- do hallarse una supuesta obra portuguesa de Juan Gil do Zamora sobre las antigüedades de E-paña. Nadie, pues, podía conocer mejor que él mismo la inanidad

14. Los únicos que abanan su existencia son personas tan tildadas rlc aficionadas a la seudoliistoria como el P. nomán de Va llipiieia y Pellicer, aquél en diferentes lug-ares de su I.uitprando y este en carta a Doran ej de 1673, en la que dice poseer las "K\- cerptas" de Lucas, lo tpie puntualiza 3 afios después en su "Tro- plieo ele la verdad de la Historia" con estas palabras: "...diré que lie, copiado de letra del mismo Florián, un quaderno de excerptas, églogas o apuntamientos, con epígrafe de ser sacados de la chro- nica del mismo Juliano".

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ili sus bases. Lo que tal vez pueda pensarse en su descargo es que la embriaguez que le produjo su pro- pio relato, viendo cómo iba surgiendo de él una Es- paña que aventajaba en antigüedad y nobleza a la propia Roma, le bizo creer en el fondo de lo que con- taba, aunque hubiese de apelar, para transmitir su fe a los demás, a autoridades que él no necesitaba y a detalles que añadiesen fuerza y verosimilitud a la na- 1 ración. De este modo pudo descubrir más de lo que él mismo esperaba, como dice en el piasaje citado.' Sea o no así, lo indudable es que tiene una habilidad inigualable para el engaño, pues se muestra de vez en vez tan cauteloso y desconfiado con los autores ma- nejados que parece imposible, cuando se arriesga a afirmar, no lo haga con, todas las garantías.

En cuanto al uso de fuentes fidedignas, no lo des- cuidó Ocampo. Aunque apenas inserta inscripciones, debió de coleccionar bastantes, que no tendrían en su mayor parte aplicación al período que historió. Re- unió también buen número de documentos de toda especie, que si él no pudo llegar a utilizar, sirvieron de mucho a Morales para la época siguiente; entre ellos descuella el corpus pelagianum.

En resumen: Ocampo tiene como historiador ex- celentes calidades al lado de vicios imperdonables: no hay en él término medio. Morales, que repetida-

15. B. cano, en la '• .Noticia" citada y en el "Discurso" que hizo para las Antigüedades ele Morales, opina que Ocampo no creia todo lo que escribía, pero que tenia que adaptarse al gusto de su tiempo. Cirot dice que lo que puede suponerse más favorable para Ocan^po es que se consideró como abogado a quien se confía la utilización de las pruebas favorables, no haciendo de ellas un examen imparcial y desinteresado, sino prescindiendo de escrúpu- los, esforzándose por creer en una autenticidad que ni podía ni le convenía recusar.

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mente le incrimina, le alaba también con frecuencia y dice que no quiso empezar en el período que él his- torió, como para enmendarle la plana, puesto que nada podría añadirle. Digamos en su haber que si in- trodujo mucha» fábulas, también rechazó otras que estaban ya admitidas y consagradas en las historias anteriores "'. Como escritor, tiene el don. de componer con facilidad y donosura, sin rebuscamiento, dando animación y colorido a lo que describe. Sus párrafos son muy equilibrados, sin tener extensión desmedida y guardando mucho orden en la exposición, con ven- taja para su claridad.

Pedro de Medina (¿h. 1493-1567?), famoso cos- mógrafo, clérigo \ servidor de la casa de Medina Sidonia, publicó en 1548 un- Libro de grandezas y cosas memorables de España ' . que Ocampo denunció como plagio de su "Crónica'". Cirot ha comprobado que Medina no usó directamente de ésta, sino de la de Beutcr'", aparecida dos años antes de la suya, siendo el historiador valenciano quien había beneficiado, sin mencionarlo, el filón del cronista real. De él y de otros muchos allegó sus noticias Medina, cuya obra, verdadera compilaeión de datos, no interesa por su originalidad, sino por el espíritu que la informa. Como indica íu título, éa más declaradamente apolló- lo. Es curioso que entre las obras que rechaza por peligro- sas— ila ile rtihueiga, entre ellas incluye los i muí i ¡«¡menos del üerurvdense, que tanto se esforzó por depurar las noticias (vid. nuestro vol. I, pdg. 361;.

17. Fuentes, art. 191. A la noticia de la obra y sus ediciones, y sobre todo al esclarecimiento del piarlo, detli.la algunas paginas Cirot (MUt. ffén., 153-157). Recientemente A. r.onzález Palencia con- sagró a Medina v sus obras su discurso de entrada en la Ac. Esp. (Madrid, 1910), en el que ha trazado la biografía del autor y expone en detalle el contenido del Libro de las grandezas.

18. Vid. nuestro vol. I, pág. 379.

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¿retira que las historias propiamente dichas y refleja el entusiasmo ipatrio de nuestro período de plen.itud. Busca en todo sus temas de loa: en la historia políti- ca, remontándose a la lamosa lista de reyes primiti- vo*; en la geografía peninsular, -cor. mención deta- llada de sus riquezas naturales; en las hazañas de navegaciones ^ dcsi ulmniicntos; en los encomios que del valor español hicieron antiguos y modernos. Diría- se una ampliación del proemio "De laude Spaniae" de S. Isidoro, hecha en el momento en que la grandeza hispánica alcanzaba su apogeo. Y para que la mag- nitud del elogio se corresponda con ella, el apologista no se limita a una noción de conjunto, sino que par- ticulariza sucesivamente las excelencias de las diver- sas regiones y aplica a cada una su reseña histórica y geográfica, consignando las glorias locales, curio- sidades, etc.

El flamenco Juan Vaseo (1511 ó 12-1561), cuyo Chronicon rerum memorabilium Hispaniae (1552) si- gue cronológicamente al de las "Grandezas" de Me- dina, ofrece un gran, interés19. Nacido en Brujas y estudiante en Lovaina, lo contrató por tres años Fer- nando Colón (1531) para trabajar en su Biblioteca Colombina, recién fundada. Cumplido el plazo, mar- chó a Salamanca, donde se dedicó a la enseñanza hasta 1538. Tras una estancia de doce años en Portu- gal (Braga y Evora), con igual profesión, pasó en Sa- lí). Fuentes, ar.fc 84. Posteriormente apareció un trabajo de A. Roersch, Un historien helge finblie. Johannes Vasaeus (Bruselas, 1929), que ha completado y rectificado muchos puntos de su bio- grafía, entre ellos el de la Techa de su muerte, que antes se si- tuaba en 1552. Dió ocasión a las investigaciones de Roersch un ar- tículo de A. Huarte (Rev. de Archivos, 1919, XL, 519-535), en que se lamentaba -de la falta fie datos seguros sobre Vaseo, de cuya: gestión en Salamanca aportaba algunos.

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lamanca el resto de su vida, siendo al final catedrático en propiedad.

Encariñado con su patria adoptiva, a los pocos años de su llegada púsose con ardor a estudiar la his- toria española, en la que acabó indagando por cuen- ta propia en gran escala. El Chronicon, resultado de tal labor, es obra meritísima, ajustada al tipo erudito iniciado por Blondus en Italia. En la dedicatoria a don Enrique, el cardenal infante de Portugal 20 y en los p reí i mi na res <se justifica de historiar a España sin ser español, por el desconocimiento que de ella hay fuera de sus fronteras. Las crónicas en castellano no pueden tener la difusión, de las latinas, y de éstas, unas no estaban impresas y otras lo estaban tan de- fectuosamente que en algunos puntos eran, ininteli- gibles. El, de otra parte, con veinte años de residen- cia que ya contaba en la Península dedicado a la en- señanza — "ut pauca admodum credam esse munLci- pia Hispaniae, quae non aliquem habeant Vasaei dis- cipulum" se considera ya del país. El capítulo si- guiente, V, es una interesante exposición crítica de la historiografía hispánica, en latín y en las lenguas vernáculas, con. indicación de lo que pudo consultar, que fué la mayor parte de lo existente, y de lo que «o logró poseer '. Adereza luego una larga lista de fuentes utilizadas, sin perjuicio de consignar después con esmero, en el cuerpo de la obra, los pasajes que de cada una le van sirviendo de base. Añádase a esto la fiel reproducción de bastantes inscripciones, la

20. Vasco rué en Braga director del colegio entonces rundarto por D. Knrique, que. además, proporcionó al historiador manus- '.ritos ele crónicas para su obra, allí empezada.

21. La noticia empieza en Hidacio y prosigue hasta Pedro de Uedina.

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puntual fijación de años sirviéndole de eras, suce- sivamente, el Diluvio, la fundación de Roma y el na- cimiento de Cristo y una metódica separación de las materias, y se comprenderá la importancia del trabajo de Vasco. En lo que no pudo sustraer- e al mal infJujo de la época fué en el tema de los reyes primitivos de Annio. Aunque no se le oculta que "buic autora non. satis fid/ei tribuunt eruditi", el ha» ber él hallado en su Beroso una coincidencia literal con las "Antigüedades" de Josefo allanó la entrada de aquellas fábulas, si bien con muchas salvedades, en su obra, en la que rechaza las fantasías de Ocam- po en el período cartaginés.

Esta consta de dos partes. La primera, en 22 ca- pítulos, contiene principalmente generalidades y lis- tas de los emperadores, los cónsules, procónsules y pretores de España, los reyes y los obispos, acaban- do con una noticia de la Era hispánica. La segunda, sin división en capítulo?, es una exposición, rigurosa- mente cronológica, de los reinados y sucesos desde Jesucristo hasta 1020, en que se unen en Fernando I las coronas de León y de Castilla. En el período ro- mano va destacando de la historia imperial los temas de interés hispánico, con particular referencia a los españoles ilustres de la época y sin olvidar los hechos principales de la historia religiosa. En el de la Recon- quista, el sistema de exposición, semejante >al de ana- les, que emplea en toda esta segunda parte, le per- mite consignar en artículos, brevísimos a veces, datos relativos a los varios reinos peninsulares, aunque es el de Asturias-León-Castilla el que forma, como siem- pre el eje. En conjunto, el "Chronicon" de Valseo

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puede considerarse, por sus proporciones, incluido en el grupo de sumarios, «i bien le separa del tipo ge- neral la gran cantidad de fuentes utilizadas y el es- mero y crítica con que de ellos usó ~\

Francisco Tarafa, canónigo archivero de Bar- celona, publicó al año siguiente su De origine ac re- bus gestis Regum Hispaniae líber . Como Vasco, bis- torió por propia iniciativa, sin el carácter de cronista oficial. Tienen además ambas obras de común el em- pleo del latín y el tipo de sumario; pero es muy in- ferior el valor de la de Tarafa, que se limitó a hacer una especie de catálogo biográfico de los reyes es- pañoles. Comprende desde los primitivos, aceptados integramente, basta Carlos V, inclusive; en el perío- do de la Reconquista prescinde casi del todo de la Corona de Aragón, por ajustarse al patrón corriente, o tal vez por tratarla aparte en su "Cbronica" cata- lana. A pe-:ar de su escaso valor, fué vertida al caste- llano por el cosmógrafo e bistoriador coetárco Alon- so de Santa Cruz, que a las fábulas admitidas por Carafa en la época primitiva aún añadió otras por su cuenta en la parte medieval

22. Para detalles sobre este pimío, en que aquí nu pórtenlos detenernos, vid. Cirot. in-l. gén., 158-168.

23. Fuentes, ttri. 87. De su bilocaría apenas se sabe ma« que la lista de sus obras, que son, además de la citada en el texto: una (tiránica dr cavallers Catalana (Fuentes, art. 1718 y Pida!. c<ii.. 180-100), ¡rápida Historia de Aragón -CatalnOa ilesde iosconuen- zos de la reconquista; un tratadito geográfico [Deis pobles. rltM >i montanyes de Espanya) y un nobiliario, en catalán cuino las dos anteriores y como ollas inédito. Jerónimo Puja,des le atribuye un episcopohtgio barcelonés, atribución rechazada por Nle. Antonio. Otra obra de Tarafa (pie puede mencionarse aquí para no incluirla entre las crónicas de Felipe II que ■después se htoVarou, es su Snc- etnta rervm a PMUppo //... gestarvm descripHo (colonia, 1577'. bosquejo muy abreviado y sin interés alguno que contiene Ja,s accio- nes del rey basta 1576.

2 i. Vid. mi art. La "Crónica dr los fíei/es Católicas" de Monso de Sania Cruz, P.ev. de FIlol. Esp., 1929, XVI, 35-50.

TA KA KA. GARIBAY

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Desde la publicación de la obra de Tarafa pasan casi veinte años sin aparecer nuevas historias gene- rales, hasta que en 1571 edita Esteban de Garibay X Zamalloa (1533-1599) el Compendio historial ~°. En sus "Memorias", no impresas hasta los tiempos mo- dernos "", se baila su autobiografía. Nacido en Mondra- gón, estudió en Oñate, se hizo gran helenista y lati- nista y empezó en 1556 el Compendio, que acabó en diez años. En 1570 marchó a Aimberes a avistarse con Plantino, en cuya oficina fué imjpresa su obra con una actividad jamás vista "desde que se inventó la arte impresoria", al punto que "hubo días en que se imprimieron mas de diez mil pliegos de papel". Los gastos que ello le produjo Je obligaron a tomar un préstamo, cuyo no pago originó un pleito " '. Felipe II le encargó una genealogía real y le protegió con una ayuda de costa, y más tarde con la pensión, vitalicia de 80.000 maravedís anuales, sueldo habitual del cro- nista, cargo para el que no fué nombrado hasta 1592.

El Compendio historial, que comprende desde los tiempos primitivos hasta la muerte del Rey Católico, tiene el mérito de ser la primera Historia de España uasi completa de alguna extensión. La labor que el

25. Fuentes, art. 9<í. El trabajo de Ramírez de Arellano, allí ciliado, sólo aporta algunos datos biográficos poco importamos. Ademas del Compendio escribió daribay una obra sobre las digni- dades seglares (vid. Fuentes, art. 297), que debió utilizar muclui Salazar y Mendoza; una* Ilustraciones genealóf/icus de los Iiei/e* Católicos de España u de los Emperadores de Constantinopla hasta Felipe 11 y sus hijos, impresas en Madrid, 1596, y otra noticia heráldica de los monarcas de Asturias-León-Castilla, d.e la que, según Salazar y Castro, tomó Alonso López de Haro lo más exacto que contiene su "Nobiliario".

26. Memorial Hist., Español, t. VII; la parte autobiográfica co- mienza en el tit. V Sel libio 3.° (págs. 261 y sigs.).

27. Vid. N. Alonso Cortés, E. de G. u el "Compendio historial", fii el "Hom. a D. C&nm. de Eclieg-aray"' (S. Sebastián, 1928), pági- nas 61-67.

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autor se impuso fué enorme: compilar todo lo hecho hasta entonces en una "general y universal Chronica de España, reduziendo a honesta brevedad y compen- dio sus Historias, escritas difusamente, y otras no bien entendidas, y algunas casi incógnitas, y muchas apo- criphamente ordenadas..." Es lo mismo que había planeado Ocampo, pero llegando hasta el fin. No le satisface empezar desde "nuestro Patriarca Tubal" : innova tomando el hilo desde la creación del mundo, pues quiere mostrar "la santa y bendita línea mascu- lina" desde Adán hasta Tubal. Con los 20 primeros li- bros de la ingente obra llegó a su término cronoló- gico, y empleó los 20 restantes en historiar a Navarra, Aragón-Cataluña, Portugal (hasta D. Sebastián) y los musulmanes españoles hasta su expulsión. Si se tiene en cuenta que todo está extensamente relatado, me- diante la consulta de un número incalculable de fuen- tes — cuya lista da cuidadosamente en cada libre- se tendrá idea del esfuerzo de Garibay. Descubrió, además, y dió a luz abundantes documentos.

Frente a estas calidades tiene graves defectos. Mero compilador, acepta sin criterio cuantas enormidades contienen todos los libro.- publicados, que adopta por fuentes sin selección alguna. En su obra tienen, pues, cabida todas las fábulas"8, incluso las creaciones de Annio y de Ocampo. El propio autor descubre, con admirable ingenuidad, su ausencia de crítica, al pe- es. El marqués de Mondéjar, en su Solida y juicio de los mris principales historiadores de España (Madrid, 1784) dice qu<? 0. es -el primero de cuantos hasta él escribieron nuestras Historias, en quien se onezca especiricaiia" "la fabulosísima y engañosa en- trada de los Judíos en Eapaíla", conducidos a «lia por su supuesto rey Pirro, (lanbay la tomó de Arias Montano.

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dir anticipadamente disculpa *" para los casos en que se contradiga, hablando de un suceso en diferente -cutido las varias veces que aluda a él, guiado en cada una por fuente distinta. No contrasta, pues, éstas, en busca de la más veraz, sino que traslada simple- mente sus datos, por contradictorios que entre pue- dan ser. Revela también su pobreza intelectual la prolijidad con que se esfuerza en demostrar lo que por nadie es discutido, él que, por lo vasto de la ma- teria, dice aspirar sobre todo a resumir. Los argumen- tos para ello empleados entran con frecuencia en el terreno de lo cómico J". Morales le ataca (repetidamen- te por su credulidad y porque hace afirmaciones sin señalar más base que la frase ambigua de que se ha- llan en algunos autores antiguos y modernos, aunque por pugnar eon la creeneia general requiriesen pun- tual demostración. Es también Garibay de lectura nada grata; torpe de expresión, necesita demasiadas palabras, y huyendo de la llaneza retuerce sus párra- fos, haciéndolos oscuros. Dice en su descargo que "co- munmente los cántabros son cortos de razones", pero éi peca por largo y engolado.

Ambrosio de Morales (1513-1591) hizo avanzar considerablemente la historia nacional con su Cró- nica, aparecida tres años después que el "Compendio" de Garibay "'. Nacido en Córdoba de ilustre familia,

•-'9. Vid. 1. I, caps. VII y VIII.

:i0. Para justificar la necesidad de la historia, después de apelar a la autoridad dei Espíritu Santo, de Aristóteles, Cicerón, etc., usa de este argumento decisivo: las gentes han odiado a veces a los médicos, abogados, etc., pero ¿a los historiadores? jamás. Refi- riéndose después e.n particular a la historia española, va diciendo: ¿Uué sabríamos de..., sin la historia? ¿y de...?, y así pasa revista a todos los períodos de nuestro pasado.

31. Fuentes, art. 89. Posteriorme.nte apareció <;. Cirot, De ave- tOTibus ub A. tie M. adhibitis ad scribendam Mstoriam, praesertim

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fué, sucesivamente, estudiante en Salamanca al lado de su tío, el humanista Pérez de Oliva , monje en S. Jerónimo, de la sierra de Córdoba 'don.de hizo sacrificio terrible de su virilidad, que a poco le cues- ta la vida *~ , estudiante, ya ordenado de sacerdote, en Alcalá allí fué discípulo y gran amigo de Mel- chor Cano y maestro después, contando con ilustres alumnos, de ellos D. Juan de Austria. En *in, tras varias mudanzas de residencia, fué la última Córdo- ba, donde murió en el Hospital de S. Sebastián.

Morales parece el hombre predestinado para la labor del historiador. Dice en el prólogo de su Cró- nica: "Puedo afirmar de mi con verdad que no me acuerdo de tiempo ninguno de mi vida en que comen- zase a saber algo en letras de humanidad que no tu- viese juntamente este deseo y propósito de escribir la historia y las antigüedades de Eispaña". Al cumpli- miento de tal vocación consagró todas sus fuerzas, no sólo desjde el nombramiento de cronista (1563), sino de mucho antes. Y cuando, cumplidos sus iseU r ta años, juzga que "teniendo tan vecina la muerte. e¡s razón poner todo el pensamiento y cuidado en. apa- rejar la partida de aquella última jornada" se despi- de con nostalgia de "cosa tan amada y bien engen- drada y nacida como es esta mi Corómica", el amor y

iie Sebastiano, Sampiro, Isidoro "el de Beja" (Hom. a Bonilla, II. 135-152); en él puntualiza a qué textos se refiere M. cuantío men- otooa a diohos cronistas, cuyos verdaderos limites desconoce a veces, por estar, sin duda, mal delimitados en los códices usados. Es interesante su comprobación de que los que da como del su- puesto I'acense ruinctden casi siempre con la llamada 2.» redac- ción de sr-haslián. esto es. la no erudita (vUk nuestro vol. I, pa- ginas 110-112).

:¡2. El P. Flórez, en las "Noticias" con que prologó su edición del Viaje Santo, Insertó un documento que contiene una biografía resumida, en el cual consta el suceso aludido. Puede verse también ese documento en Redei. apéndice I) (pAg\

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< I norte de toda su vida. Tiene de lia historia un concepto muy amplio, de que carecieron «us a inte - c«8ore9, ilustrando, a la par que la vida política de España, todos los aspectos con ella relacionados, en especio] el religioso.

Su primer mérito es de dar su verdadero valor a los fantásticos acrecimientos con que desvirtuaron la historia primitiva Annio y sus imitadores. No es sólo que la suerte le permitiese no tocar ese período, to- mando el hilo de la narración en el punto que lo dejo (hampo. Sin obligación de aludir a ello, con- dena explícitamente toda afirmación hecha sin base, \ c- seguro que a haber tenido que historiar esa época, hubiera hecho tabla rasa de los añadidois del viter- bierase. Además, opera siempre con la paciente inves- tigación del erudito de buena ley, no omitiendo es- fuerzo, por penoso que fuere, para documentarse. Cuando le pareció necesario, visitó los lugares mis- mos, como hizo, por ejemplo, con Covadonga, donde completó su inspección ocular con las noticias que las gentes del país sabían, por tradición. Por comple- tar cualquier dato soportaba las mayores molestias, l a circunstancias, es cierto, le favorecieron: pudo disponer de los cuantiosos materiales acumulados por Ocampo; laboró cuando los archivos públicos acababan de abrirse a la consulla de ios cronistas, y, como remate, su viaje oficial por las iglesias y mo- nasterios de León., Galicia y Asturias puso a su al- cance copiosísimas fuente?. Además, consagrada su larga vida a la investigación de temas, diversos entre -í. pero dentro todos del campo general de la historia vidas de santos, antigüedades de ciudades, crítica

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de historiadores, edición de textos y hasta estudio del idioma "J , adquirió un sentido sintético de la ma- teria histórica, que da a su obra, por la compenetra- ción de los más distintos elementos, una eficacia de indagación moderna. Se sale de Jos cánones de la escuela humanista en dos puntos esenciales: no em- plear el latín y no evitar los detalles que se opongan, a la '"nobleza" de la obra literaria. Por lo demás, es esclavo del sistema de anales, forja algunas arengas y da al esmero del lenguaje importancia considerable, tres características del humanismo.

Abarca la Crónica desde el año 210 a. de J. C, eu que se detuvo Ocampo, hasta Vermudo III ind. (10371, estando la obra dividida en 12 libros, contados desde el VI por ser 5 los que Ocampo compuso hasta el XVII. Una claridad admirable reina en la disposición del texto, no omitiéndose en cada página el año, contado por una o dos eras, así como la ano- tación en las márgenes de las fuente?, puntualmente

33. Sus obras, ademas de la Crónica, son: Viaje Santo a... León... Galicia y... Asturias, hecho de orden de Felipe II (no im- preso hast.a que lo publ. Flórez an 1763), obra de gran interés en que se describen los libros, reliquias, objetos artísticos, ate, conservados en las iglesias y conventos que visitó; varios trabajos genealógicos; otros de hagiografía, entre ellos una Vida de los Sanios Justo y Pastor y una edición anotada de las obras de S. Eu- logio de Córdoba, su vida por Alvaro Cordobés y varios escritos sobre mártires cordobeses (ins. en el t. II de los Padres Toledanos y en el CXV de la I'atrol. Lat. d,: Migne); monografías d.e corta extensión, como la Prisión del Arzobispo Carranza (publ. en Col. de doc. inéd., V, 465...); una descripción en latín de la batalla de LepantO, que quedó incompleta: una defensa de los "Anales" de /mita contra los ataques de Alonso de Sama Cruz. publ. con los Anales v suelta: un Discurso sobre la lenqua castellana, en que defiende la escritura fonética ¡publ. por NavarrHe en las Mems. de la Ac. Esp., VIH, 28S-S97X; etc. Con el titulo de Opúsculos cas- tellanas de A. <le tí., publicó el rraile escurlalense P. Francisco Valerio Cimentes una interesante colección en tres vols. (Madrid. 1793), en que pueden verse vacias de las citadas y otras no men- cionadas, entre ellas, el Discurso sabré las antigüedades de Cas- lilla, que no ha de confundirse con las Antigüedades <le las ciu- ilades ¡le España, las cuales rorman en realidad parte de la "Cró- nica", como una de las ilustraciones que la acompañan.

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consignadas. Además, con objeto de facilitar la com- prensión, intercala no pocos capítulos de carácter au- xiliar, empezando la obra con uno sobre la organiza- ción romana, necesario para en.ten.der el período de su dominación en España. Las inscripciones insertas, que son muchas, son primero transcritas y después traducidas al castellano, y siempre que está en su mano, pone del mismo modo sus noticias al cómodo alcance del lector, para lo que se vale también de abundantes índices de indudable utilidad.

Sorprende encontrar en esta obra datos que no suelen hallarse en las historias de esta época, como el cap. (III de 1. 9.°) titulado "Los lenguajes diversos que teman por este tiempo los españoles, y el rastro que se halla dellos". El autor observa que se conser- vaban aún en España durante la dominación romana los lenguajes primitivos, siendo tal la causa de las di- ferencias del latín en cada región, y entresaca con el mayor esmero las palabras que mencionan los es- critores latinos como especiales de nuestra península. Incluye asimismo noticias curiosas como la del viaje que hicieron a Roma varios españoles, con el solo objeto de conocer a Tito Livio, lo que señala justamente como signo de cultura , y otras de este mismo carácter particular, como nombramientos de funcionarios, mención de escritores españoles que descuellan de los que da lista de obras, hace a ve- ces su crítica y hasta refiere anécidotas , así como de hombres ilustres de otras profesiones. Hállamse tam- bién estadísticas de riqueza, y tiene hasta un capítu- lo — XXIII del 1. 9.° sobre Medicinas halladas en España por este tiempo (hacia el imperio de Vespa-

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«¡ano!, en. el que se refiere a noticias que da Plinio sobre descubrimientos botánicos en nuestro país. No olvida tampoeo las vías, las divisiones administrati- vas, los monumentos, así como los tipos raciales, tra- jes, armas, etc. En suma: consultando, no sólo los his- toriadores sino los escritores de toda clase cuyas no- ticias puedan ilustrar el pagado e-pañol, espiga cuan- tos datos tengan para nosotros algún interés, y los in- serta, con indicación de su fuente, en el período co- rrespondiente "\

Con esta* calidades, a haber sido Morales un buen expositor, sn obra sería perfecta para su tiempo. Por desgracia le faltó, como a la generalidad de los inda- gadores pacientes, el arte de componer. Enredada la narración en un exceso de pormenores, -ale malpa- rada la visión de conjunto, faltan las líneas generales y la lectura seguida deviene fatigosísima e ingrata. Su utilidad está en la consulta de cortos períodos de- terminados, a la que nadie acudirá sin fruto, por com- pendiar cuanto en su tiempo se sabía de cada uno.

El burgalés Julián del Castillo, tras del impulso dado a la investigación histórica por Morales, man a un gran retroceso con su Historia de los Reyes Go- dos *. Sólo se sabe de él que era muy aficionado a estos estudio.s. que hacia 1585 marchó de Burgos a la corte, de palaciego, y que más adelante le hizo Feli- pe 111 su cronista. La obra entra de lleno en el tipo, varias veces aludido ya, de los intentos de glorifica- ción de los orígenes de España. Castillo dice que las

34. Creo haber dado más clara idea de la Crónica destacando lo mas característico de sus apones que enunciando su plan cúm- plelo. Si Interesa <Ste, puede verse en Redel. pags. 344-364. ules, art. 90.

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hazañas de los godos son tan importantes que ni las de Roma Jas aventajan., y como, a pesar de ello, na- die las había tratado en particular "sino entremetidas algunas breves sumas de ellas en otras historias", él emprende el hacerlo. Lo que caracteriza, pues, esta obra es que a la relación de la edad pregoda de la historia española snsitituye en ella la defl origen y descendencia de los godos, desde el diluvio hasta la conquista de nuestra península, y a las fábulas de Tu- bal y sus descendientes, otras fábulas equivalentes de los pueblos germánicos. Por lo demás, ni el período visigodo está estudiado con más esmero y extensión que en las demás historias, ni en él se confina su na- rración, que prosigue, si no hasta Felipe II, como pa- rece indicar el título, hasta los Reyes Católicos. Dice que empleó en su labor diez años, acabándola en 1579. Su valor es nulo. No rechaza fábula alguna de las que encuentra, y escribe desordenadamente. Parece influido por Garibay, con quien coincide en el hábito de ingerir cosas extrañas al asunto de que trata, tomando ocasión de cualquier sueeso o perso- naje. Sirva de ejemplo el primero de los capítulos que consagra a Fernando e Isabel, con este título: "Trata el Reynado de los Reyes Cathoiicos, y sus virtudes, y gran conformidad: y la batalla de Qarnora con el Rey de Portugal: y toca el origen de la Música, y cosas notables de los Músicos y Médicos: y de el Dios Mercurio: y el origen de las Serenas, y notables cosas de Pintores: y otras cosas". El fundamento ale- gado para tan pintoresco baturrillo es la necesidad del favor divino y el de las nueve Musas al histo- riar el glorioso reinado.

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c) La historia de los antiguos reinos.

Jerónimo de Zurita y Castro (1512-1580) enca- beza este grupo con una de las obras capitales de ia historiografía española: los Anales de la Corona de Aragón M, Como Morales, parece haber nacido pre- destinado para historiar a su patria: todas las cir- cunstancias le son favorables y pone en su misión el amor y el objetivo de su vida. Nacido en Zara- goza de ilustre familia, estudió con gran provecho en Alcalá, alcanzando dominio deJ griego, latín y varias lenguas vivas. Habiendo sido su padre médico de cámara de Fernando V y de Carlos I, ya en su adolescencia le confió éste cargos en palacio, hacién- dole también merino de Barbastro y de Almudévar, y después baile de Huesca; en su madurez le nombró Felipe II (1566) secretario de su Consejo y Cámara. Pero su principal actividad la desarrolló como cro- nista de Aragón, cargo que con él inauguraron las Cortes del reino en 1548 J\ y como secretario del Santo Oficio, en el que sucedió a su suegro. Por co- misiones y menesteres de ambos empleos hizo varios viajes, dentro y fuera de la Península Países Ba- jos, Sicilia, Nápoles, Roma... y pudo manejar enor- me copia de libros y papeles de todas clases. Así per- trechado, trabajó durante treinta años en sus "Ana-

30. f uentes, art. 1.729.

87. rué creado en las Corles de Monzón de 1547, fundándose en que "Por falta de escriipturas, los hechos y cosas antiguas del Reyno de Aragón están olvidadas"; duró el cargo, como veremos, hasta la pérdida de los fueros aragoneses, en el s. xvm. Antes que Zurita habla sido cronista Vagad, pero no designadlo en Cortes (vid. nuestro vol. I, págs. 384-385.)

ZURITA.

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lea", perfeccionándolos sin descanso, y murió el mis- mo año en que el último tomo fué impreso "\

Zurita no comienza su obra con la usual indica- ción de su manera de entender la historia, que a lo largo de ésta es expuesta con toda transparencia. Limítase allí a ponderar brevemente la dificultad de conocer los orígenes de una nación, razón por la cual él prescinde de estudiar los de España y empieza su relación desde la entrada de los moros, alcanzando hasta Fernando V, inclusive. Querer tratar de los an- tiguos pobladores piensa que es "querer engolfarse por un muy gran desierto y arenoso". Pero no por soslayar aquel período deja de exponer claramente su opinión sobre los infundios acumulados sobre nues- tra historia primitiva alude, por ejemplo, a "los cuentos del Rey Gargoris" . Además, muestra sus opiniones en la materia con la propia conducta: historiando honradamente y con la mayor seriedad. Fueter dice que es quizá el más distinguido conti- nuador de Blondus y de Caichi, pero aventaja a ellos y a itodos por ser el primero que aplicó sus proce- dimientos a la historia de tiempos más antiguos, para rehacer períodos que ya estaban literariamente tra- tados, estableciendo directamente su relación sobre documentos, sin fiarse de lo ya hecho. Son, en efec- to, los Anales la expresión de todo lo que en el si-

38. Aunque los "Anales" son su obra capital, no monopoliza- ron su actividad. Ademas de sus Indices rerüiii ab Ara<joniae re- aibus gestarum (vid Fuentes, art. 1799), epitome de ios Anales hasta la muerte del rey Martín, escribió Enmiendas y advertencias a las crónicas de Ayala (Fuentes, art. 1391), así como a lois Cloros varónes de Pulgar, a varios autores latinos, etc. Su Antonini An- gustí Itinerarium cum Commentario (publ. por el P. Schoot en Co- lonia, 1600) es una verdadera edición crítica, con doctísima glosa. Se sabe tamibién de varios trabajos genealógicos y literarios. En fin, Dormer y otros han publicado bastantes cartas suyas.

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M

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glo XVI podía investigarse sobre un reino medieval, comprendiendo, junto a la historia política, noticias de los ricos-hombres, la institución del Justicia, he- ráldica, concilios, fundaciones de monasterios, etc. La reseña de cada año ocupa a veces abundantes pá- ginas, y aunque Zurita no .se confina en las cosas de la Corona de Aragón, sino que se extiende a lo coe- táneo de los demás reinos españoles y aun ultra- pirenaicos, puede comprenderse por ello la minucio- sidad con que a todo acude. Buscó diligentemente en .•us viajes los libros que podían ilustrarle en su ta- rea 39. Esto, unido a los índices de documentos que le encargó redactar Felipe II, le procuró un sólido cono- cimiento de las fuentes. De las utilizadas no da lista seguida, pero las cita a medida que a ellas va acu- diendo.

Alterna Zurita los capítulos consagrados a los so- beranos de Aragón, Navarra y Cataluña, e ingiere no- ticias de los del grupo occidental Portugal inclu- sive— , cuando lo demandan sus relaciones con aqué- llas. Por haber sido muy frecuentes tales i-elaciones casamientos, guerras, alianzas... , la obra toma a menudo proporciones de historia nacional, aunque pormenorizando, claro es, mucho más en la parte que ee bu especial objetivo. En conjunto, es un rico arse- nal de datos, en su mayor parte fidedignos, como asentados sobre documentos fehacientes, aunque tam- bién, fiado otras veces de fuentes literarias, da cabida a algunos elementos fabulosos, o, por lo menos, no probados. Pero en la totalidad de su obra, tan col-

39. Formó así una rica biblioteca, que, tras varias vicisitudes, fué a engrosar la del Escorial.

ZURITA

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mada de información segura, estas pequeñas mácu- las apenas cuentan, y no impiden que casi unánime- mente se consideren los Anales la fuente más veraz del período hi&pano-árabe.

Fueron, no obstante, objeto de violentos ataques de Alonso de Santa Cruz, a quien se lrabía confiado su examen para autorizar la impresión. Lo más esen- cial de siu crítica es la acusación de parciailidad por Aragón, contra Castilla; de dar importancia desme- dida a algunos sucesos aragoneses, como la expe- dición a Oriente, en la que hizo "de una hormiga un elefante"; de prolijidad, dando a su obra vastas proporciones por "entremeterse" a tratar de los demás reyes peninsulares y aun franceses; de pe- dantería, por remontarse a temas anteriores al pe- ríodo historiado, en el que ya no interesaban. So- braba mucho, en. suma, en los Anales, quitado lo cual, "quedaría bien pequeña su Historia". El resto de la censura se refiere a puntos particu- lares, en los que Santa Cruz impugn*a la versión de- fendida por Zurita. Todas estas acusaciones fueron una por una eficazmente refutadas por Morales, que considera "increíble"' la diligencia desplegada por Zu- rita; según, él, ' para descubrir la verdad en todo, puso los medios ordinarios y buscó otros extraordi- narios y exquisitos, quales en otra [historia] ninguna se podrán hallar, y en muy pocas de las latinas y de otras lenguas (por muy diligentes que sean,) se pare- cen". A la supuesta parcialidad contra Castilla de- dica Morales gran espacio; encuentra que Zurita dió a conocer cosas favorables a Castilla y contrarias a Aragón, que no existían, en las crónicas castellanas

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por él descubiertas, y que no sólo no incurrió en tal íaita. sino que insiste más en las faltas de los ara- goneses que en las de los castellanos, por lo que al- gunos de aquéllos le tachaban de demasiado afecto j Castilla. El juicio de ?,anta Cruz fué remitido por ■el Consejo al cronista Juan Páez de Castro, y éste se mostró casi más vehemente que Morales contra aque- lla diatriba, quedando así bien sentado el mérito del historiador.

El defecto capital de Zurita, mayor que en Mora- les, es su falta de arte para exponer y aun para asi- milarse el contenido de sus fuentes. Al leerle parece como si se notasen las junturas de las varias piezas yuxtapuestas, advirtiéndose en seguida cuándo acabó la parte de una procedencia y empieza la utilización de otra. Así resulta que alude a una misma cosa di- ferentes veces, y siempre como si fuese la primera. Entre esto, el desorden que resulta de referirse a los sucesos ocurridos en los lugares más diversos, sin más lazo de unión que el cronológico, y lo oscuramente que escribe, los Anales son de lectura poco grata y utilizables más bien para consultas aisladas. ^ a en eu tiempo se advirtió que sólo rendiría su verdadera utilidad con un índice de personas, lugares y asuntos, labor que emprendieron los jesuítas de Zaragoza y llevó a término el P. Rafael Oller

Jerónimo de Blancas un. 1591)1. a quien ya ha- bía encomendado la Diputación del reino, en 1576, la censura de la segunda parte de los "Anales" de Zurita, sucedió a éste como cronista en 1581. Dedi-

40. Conista la indicación le 61 ep el referido art. 1729 de Fuentes. En el 1730 puede verse la Wt un resumen moderno de los Anales.

BLANCAS

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cóse a ilustrar varios puntos determinados, que juz- gaba tratados sin suficiente extensión por su prede- cesor. Pero la realidad era que éste sentía gran des- precio por los amaños con que se presentaban loa orígenes del reino y se atenía sólo a lo que tenía una base algo segura. Blancas, por el contrario, se bailaba a placer en el terreno de la ficción y él fué quien completó y compaginó el artilugio de los reyes y fue-- ros de Sobrar be, que desde Tomicb y Vagad venían forjando los aragonesistas, para que el origen de Ara- gón tuviese así una ilustre antigüedad propia, inde- pendiente de Navarra. El nuevo cronista no vaciló en falsificar una supuesta crónica de San Pedro de. Taberna, el monasterio ribagorzano, y seis leyes fun- damentales de Sobrarbe, cuyo texto latino él mismo hizo. Se proponía demostrar que en aquellos fueros radicaba el origen del Justicia de Aragón, como ve- nía diciéndose desde el s. XV. Tal es el objetivo de ¿us Aragonensium rerum cammentarii 4 , con ocasión de explicar el poder y dignidad de dicha magistra- tura. Arranca, pues, de los mismos inicios del reino, tomando el asunto desde la invasión árabe y los fa- bulosos reyes de Sobrarbe. La parte que se refiere concretamente a tan discutido cargo comprende un largo capítulo sobre su fundación, otros acerca de los optimates y palatinos, ricos hombres y mesnaderos,

41. hítenles, aii. 1732. Uztarroz, en el prólogo a las "Coronacio- nes", dice que los Comentarios, aunque no publicados hasta 1588, fcStaban ya escritos en \bíí. antes en castellano que en latín. Ade- más de las obras citadas en el texto compuso Blancas: Tabula in fasto* mayistratuum Justitiae Aragoniae (Zarag-oza, 1587), que com- prende la misma serie de Justicias incluida en los "Commentarii", y los trabajos mencionados en Fuentes, arts. 1733-1735. ic. Antonio dice que Miguel Martínez del Villar le atribuye un Tratado de la reñida de Santiago a España, y que escribió también acerca De los obispos de Zaragoza.

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potestad del Justicia y demás funcionarios judicia- les, etc., acabando la obra con sendos artículos bio- gráficos de los 49 que desempeñaron aquel empleo a partir de la reconquista de Zaragoza, desde Pedro Jiménez basta Juan de Lanuza I\ . padre y antece- sor del famoso ajusticiado 4\

En las Coronaciones de los reyes de Aragón, libro escrito en 1585, se reseña al pormenor la ceremonia de cada una, a contar de Pedro II, con todos los dis- cursos, oraciones, etc. que las acompañaban; incluye también las de las reinas y las juras que recíproca- mente se hacían monarcas y vasallos. Relaciónase con esta obra por su tema la titulada Modo de proceder nit Cortes de Aragón, en que explica cómo eran, sus elases, quién podía convocarlas, en qué lugares, etc. Como se ve, mostró Blancas, aparte de sus desvarios en lo antiguo, una loable afición a la historia de las instituciones. Afánase asimismo por insertar numero- sos documentos, escudos, etc.. que ilustran la vida so- cial del país. Tiene también a su favor la superiori- dad sobre Zurita en dotes literarias. La contrapartida de sue méritos está en su escasa veracidad en cuanto roza con la política regional; no vacila en exagerar o falsear lo que pueda aumentar el brillo y prestigio de lo aragonés, aunque para ello hubiese de cam- biar y corregir lo que Zurita había tan concienzuda- mente establecido. Por ello ha incurrido en severas censuras de los que han laborado, en tiempos moder- nos, sobre la historia de Aragón.

42. I.a circunstancia de ocurrir a poco ele la publicación de su Sbra las alteraciones d >■ i reino, concurrió a la difusión de la doctrina r¿ Blancas, apoyándose en la antitruedad de los supuestos Tueros ío misino los tratadistas derensoi-es de las Inmunidades del reino

que Antonio Pérez en sus "Relaciones".

COSTA. VICUÑA

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Juan Costa (ni. 1597), catedrático de la Univer- sidad cesaraugustana, designado al morir Blancas como cronista, es más conocido por el libro que ya vimos (pág. 9), pues la historia contemporánea de Aragón por él compuesta fué después destruida, a causa de la independencia de su juicio. Su sucesor en el cargo correspon.de ya plenamente al siguiente período.

La labor que consagró Zurita a la Corona de Ara- gón fué coetánea de otra limitada a uno de sus te- rritorios: la Crónica de Valencia, del notario Rafael Martín de Viciana " (1502-¿1582?), que también tra- bajó en su obra largos años eerca de 50, según di- ce— . De las cuatro partes en que la dividió dedicó la segunda a la genealogía de las principales fami- lias del reino, y los celos y disgustos que ocasiona- ion la prioridad y extensión que a cada una conce- día se tradujeron en dificultades para la impresión y divulgación de la obra La parte perdida conte- nía, según dice el autor en el último capítulo de la 'Crónica", "la descripción de la ciudad de Valencia, desde el fundador e primero nombre, y la conquista que de ella hizo... D. Jaime, y todo lo bueno y digno

■13. Fuenjes, art. 1 USO. Sobré ol autor vid. Juan Rodríguez Con- desa, R. M. de V. Esludi bidbibliof/ra/ic (Valencia, 1911) y Castañeda, Los cronistas valencianos, págs. 24 y sígr.

44. De esta pacte hizo el autor hasta tres impresiones, pero sin lograr acabar ninguna, por las protestas de las ramillas que no se juzgaban tratadas con el debido encomio. Por ello, de 300 fami- .lias de caballeros que dice había, sólo pudo incluir 61 en la primera Urada, 51 más en la segunda, y otras 3 en la tercera, con otras 2 luego incluidas. La data do esta edición e.s de 1564, año en que también apareció la parte tercera. La cuarta se publicó en Barcelo- na, 1566. En cuanto a la parte primera, aunque el autor se refiere a ella repetidamente en las demás, no ha sido posible hallarla, a pesar de los esfuerzos de la Saciedad de Bibliófilos Valencianos, liara su reedición de 1881. Los ejemplares de las partes conservadas son muy raros, también.

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de saber de ella y los Anales de próspera y adversa fortuna por más de trescientos años". La tercera par- te — cuyo prólogo coincide en varios de los pintores- cos argumentos en pro de la historia que vimos en Garibay, quien sin duda tomó y desarrolló las pa- labras de Vician a tiene un contenido muy amplio, porque todas las derivaciones y entronques de los monarcas que reinaron en Valencia, desde Jaime I a Felipe II, dan ocasión al autor para hacer breves recorridos genealógico - históricos por las correspon- dientes dinastías. Son así reseñadas desde sus comien- zos las casas de Navarra, Aragón, Cataluña, Castilla. Portugal, Francia y Austria. N<o faltan otras digresio- nes menos justificables, ni deja de darse cabida a las leyendas enlazadas con las historias incluidas. Con todo, quédale espacio para ocuparse con cierta exten- sión de lo privativo del reino valenciano: fundación e historia de conventos. Ordenes militares, etc., y. sobre todo, una noticia geográfico-histórica de sus villas, que es en lo que \ iciana podía aportar inves- tigación más original. En fin. la parte cuarta y últi- ma la dedica a una detallada reseña de la Germanía, en la que participó y que fué causa de la muerte de su padre; ello perjudica, como puede comprenderse, a su imparcialidad. Literariamente, la obra se re- siente de poca soltura en el manejo del idioma, y el autor, como otros nacidos fuera de Castilla, se dis- culpa de la incorrección en que pueda incurrir por su escaso dominio de aquél.

Francisco Calza, catedrático de la l niversidad de Barcelona, compuso de su región una historia en latín, con el simple título de Catalonia, de cuyos cua-

CALZA. FERNÁNDEZ DE VELASCO

U

tro volúmenes planeados sólo el I llegó a término de publicación '". En- su dedicatoria a los diputados del reino dice no poder soportar que Cataluña, "quae prima Hispaniae, ñeque oa mínima portio est", esté totalmente sin alabar y sea desconocida para mu- chos extraños. Prescinde de la historia anterior a la reconquista, tomándola desde la liberación del país por los francos, y entra en seguida en el problema del origen de su nombre. Examina en. particular las dos opiniones más extendidas: la que lo deriva de Otger Cataló y la que lo compone de Cati o Goti y Alani. Cree ambas igualmente posibles y conciliables entre sí. El asunto es tratado tan prolijamente que basta, con las correspondientes disquisiciones sobre sus pobladores, para llenar todo el volumen. El au- tor se muestra muy erudito y se desenvuelve con bastante pericia.

El reino de León-Castilla, a pesar de formar el núcleo de las historias generales, tan abundantes des- de el s. XIH, fué ahora objeto de una exposición parti- cular, aunque n«o de investigación original, como las obras recién citadas. Fué su autor don Pedro Fer- nández de Velasco (m. 1559) , duque de Frías y con- de de Haro, cuarto de los de este título que desem- peñaron la cor.destablía de Castilla. Llama a su tra- bajo, que no lleva título propiamente dicho, Abre- viación de los Reyes de León y de Castilla " y com- ió. Catatoniae líber primus, Barcinonae, 1588. ¡6. Vid. Fuentes, art. 1027, y, sobre todo, Cirot, La Chronique de D. /'. F. de V., Bull. Ilisip., 1929, XXXI, 331-339. Debo advertir que el ms. mencionarlo en dicho art. de Fuentes corresponde, en erecto, a la misma obra estudiada por Cirot, incluso en el término (reinado de Enrique III), siendo la indicación del título del ms. evi- dente errata del copista. En cuanto al sumario contenido en el ma- nuscrito 10652 (Fuentes, art. 1028), cpie Cirot sospecha sea otro

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prende desde Pelayo hasta Enrique III. Con él pre- tende llenar un vacío, pues lo compone "uiendo quam poco se an dado a escriuir en estos Reinos"; se 6Írve prineipalmente, añade, de la crónica que mandó ha- cer Alfonso el Sabio 4 . La obra tiene escaso interés en la historiografía política, en la que no rebasa del tipo de sumario. Contiene, por el contrario, informa- ción bastante copiosa en cuanto se refiere a las fami- lias de abolengo, puntualizando los nombres de mu- chos partícipes en los sucesos y sus relaciones de pa- rentesco con otros. Tal vez la reseña general, en que tales datos se encuadran, fuese sólo un medio de dar a éstos mejor relieve, a la vez que mayor continuidad e interés a la obra. Las palabras con que el autor re- fiere sus propósitos, autorizan, al menos, para conje- turarlo así, pues declara que en esos temas consignó cuanto sabía <s.

Con el grupo que ahora examinamos tienen su mayor afinidad las crónicas de antiguos reyes y son

ejemplar de la obra del condestable, es ajeno del todo a ella, y habrá de identificarse probablemente con alguno de los muchos sumarios hechos en el s. xv, tarea en que yo no puedo ahora de- tenerme.

i*. CiTot ha examinado con detenimiento las partes correspon- díanles a sancho II y Fernando III. En la de aquél halló que casi todo se encuentra en la Primera Crónica y en la Crónica del Cid <vid. nuestro vol. L 427-428). En la del Rey Santo, lo que no se halla en el Tudense, el Toledano y Primera Crónica, suele encontrarse en la Tercera, de lo que deduce que Usase de un manuscrito muy cercano a ésta.

48. Contrasta con la brevedad con que se refiere a la historia política la prolijidad puesta al tratar de la genealógica: "... 1 ansí como en este libro, se ba contando de los Reres, que se a dicho, se n diciendo de muchos linajes de grandes i seflores. i caballeros destos Reinos todo lo que lo supe, lo que mas vuiere de cada dellos, sabrsnlo aquellos que defienden dellos, que de racon lo an de sa- ber mui mejor que io, i deje de poner otros muchos linajes, muí principales, por que io no sabia nada dellos, ansí que lo que dexe de poner fue por no aucllo sabido, que lo que supe todo lo puse" (Clrot, art. ott, p. 883). En la copia vista por mi las palabras son casi Idénticas, estando sólo un poco modernizada y corregida alguna expresión.

GÓMEZ MIEDES. SANTA CHUZ

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por ello aquí incluidas las dos que conozco de este ( iempo.

D. Bernardino Gómez Miedes (m. 1589) , que, tras una estancia de diez años en Roma, seguida de viajes por varias naciones de Europa, fué arcediano de Sa- guntó y, desde 1585, obispo de Albarracín, compuso, entre otras obras, un libro De vita et rebus gestis Ja- l obi Primi Regís Aragonum 4J, que puso él mismo, poco después, en castellano so. El autor usa como fuen- te primordial de la crónica del propio rey, acudiendo también a las otras historias de su tiempo y a los "Anales" de Zurita. Es, pues, trabajo de selección y ordenación, no de indagación original. A lo que prin- cipalmente aspiraba Miedes, como cuantos escribían en latín, era a procurar a los hechos narrados una di- vulgación universal, que entendían no lograban los li- bros en lenguas vulgares. Usó, pues, de aquel idioma y lo manejó con suficiente corrección para su objeto, ¿>in entrar por ello su obra en el campo de la historia humanística. Más recuerda, por su riqueza de datos, su no limitación a los temas "nobles", las crónicas medievales. Por eso no perdió carácter al ser tradu- cida, antes bien cobró entonces su verdadera fiso- nomía.

Alonso de Santa Cruz (ni. hacia 1569), el famoso

-Í9. Fuentes, art. 2055. El autor fué muy estimado por lo.s hom- bres doctos de su tiempo, según Dormer {Progr. htst. Aragón, edi- ción mod., p. 5U2 y sigs.), que publica tres cartas de Miedes' a Zurita. Actualmente, por el contrario, esta tan olvidado que no veo mención él en ninguna obra de las qué deberían examinarle.

50. Al traducirla, se atrevió, dice, "a añadir y quitar, a rehacer y mejorar lo que para mayor claredad y verdad de la historia se me ha oXfrecido de nuevo, después q safiio a luz la Latina". Hay. en efecto, cambios en el texto y hay, además, división de cada libro en capítulos titulados, lo que hace más cómoda la consulta de la i alción castellana.

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cosmógrafo sevillano, tan acreditado en esta ciencia que Carlos V asistió a sus lecciones, compuso una Crónica de los Reyes Católicos, la cual se mantiene inédita M. Le da su principal valor el historiar el glo- rioso reinado desde 1491, que no alcanzaron Pulgar. Valera, Patencia y demás coetáneos, a excepción de Bernáldez, que llegó a 1513. Santa Cruz que no co- noció la obra de éste, inédita hasta época moderna se propuso continuar la de Pulgar, dejada en 1490.

En un largo prólogo explica la falta de historias en España por las muchas guerras que en ella hubo, bastante* siempre para que harto hiciesen los espa- ñoles con sostenerlas, sin detenerse a historiarlas. La rápida reseña que con tal ocasión hace Santa Cruz está plagada de fábulas, que acogía sin reparo, como mostró también al hacer una versión castellana de la obra de Tarafa, a la que aún agregó dislates por su cuenta. Sigue el prólogo ocupándose de historiogra- fía, y al llegar a la del reinado que va a reseñar, sír- vese a la letra del "Proemio" de Galíndez de Carva- jal ''. Al fin, haciendo notar la laguna que quedaba después de la crónica de Pulgar, dispúsose a colmarla, y dice haber hallado tanta noticia inédita e interesan- te que ya le pareció poco continuar aquélla y decidió ''tornarla a hacer de nuevo". No parece, empero, que pasase de consignar, en alguno de los muchos manus- crito* que había de la crónica, pequeño* añadidos. El

51, Vid. B. StólCbez Alonso. La ■'(rúnica (le los Rei/es Católicos" de A. de S. <■., Rev. de FUol. Esp.. XVI, 1939. 35-50. Además de esta obra y (le una Crónica de Carlos \ v. pág. .".:i>. se le atrinn- ven Linajes de España (los menciona Argote de Molina) y un tra- tado De la caronería del Toisón (le alaba Alejo Veneg-as). Todo ello ha eslado siempre oscurecido por sus trabajos de cosmografía.

52. Vid. nuestro vol. I. pág-. 404.

GUEVARA

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período que él historia ]o divide en dos partes, con sendo-, títulos; comprende la primera los años 1491- 1504, acabando por transcribir el te- lamento de Isa- bel, y abraza la segunda 1505-1516, esto es, la actua- ción de Fernando desde la muerte de la reina, rema- tando esta parte el testamento del monarca. La apor- tación de Sarata Cruz, independiente de los otros es- critos relativos al mismo período Bernáidez, Pa- dilla, Zurita sirve como complementaria, por dar desigual importancia y extensión a varios de los acon- te cimiento.-, de ese tiempo. Suceso bay, como el del azaroso viaje marítimo realizado por Felipe el Her- moso y su esposa al venir de Flan des a España, que, Deferido escuetamente por Bernáidez y por Zurita, está en Santa Cruz animado por dramáticos porme- nores. Forma, en conjunto, su crónica un trabajo muy estimable, porque a la novedad de algunas de sus no- ticias une atractivo de sai exposición, bastante cla- ra y Cto desprovista de donosura.

d) Crónicas de los reinados coetáneos.

1) Carlos 1.

Antonio de Guevara (m. 1544), el famoso escri- tor, cobró los haberes de cronista desde 1527 hasta su muerte; pero no dejó crónica escrita53. Limitóse a apuntar las noticias recibidas de sus corresponsales, primera obligación de su cargo, y a servirse de ellas

53. Vid. A. Morel-Falio, üistoriographie de Charles-Quint, París, 1913, pág-s. 22 v sig-s. K. Costes, en su excelente artículo sobre i. nevara (Bull. Hisp., 1023, XXV, 305-360) limítase a acoger las in- dicaciones de m.-F. en el punto nuo aquí nos interesa.

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en sus Epístolas familiares. Estas, en pequeña parter suplen a una crónica del reinado, porque, como las de su antecesor Anghiera, reflejan la vida pública y privada de España en aquel tiempo. Sus noticias, con todo, no son muy seguras, pues el autor no parece mostrar empacho por alterar la realidad de algunos hechos, poniendo su principal afán en exponerlos con belleza y elocuencia. Su interés, escaso o nulo, por la historia rigurosa, fué comprendido por Carlos V, y, sin quitaide los 80.000 maravedises del sueldo de cronista, designó en 1536 a Sepúlveda. Por su parte Guevara mandó en su testamento que fuesen devuel- tos los emolumentos percibidos desde dicho año.

Juan Ginés de Sepúlveda (1490?-1572 ó 1573), gran humanista cuya formación inició en Córdoba de su provincia era natural , y perfeccionó em Alcalá y Bolonia, fué capellán del Emperador; como tal y cuino su cronista, le acompañó en algunos via- jes. Además de la historia, cultivó la filosofía, la teo- logía y las letras en general, obteniendo tal dominio del latín que lo escribe como un clásico; Erasmo le consideró el mejor escritor de su tiempo. Dióle mu- cha notoriedad su controversia con Las Casas (v. pá- gina 100). Por algunas de sus cartas se conocen sus ideas acerca de la historia, a la que dice haberse en- tregado de lleno, procurándose toda la información [necesaria, interrogando al propio Emperador cuando lo crevó conveniente; entiende que no es indispen- sable para documentarse ser testigo presencial de los sucesos. En otra carta, empero, en que anuncia a un amigo su reciente nombramiento de cronista, le dice que seguirá a Carlos a todas partes, para contar

SEPÚLVEDA

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Jas cosas de visu, aunque el fragor de los combates haya de apartarlo de sus amados estudios. Opina, también, que la» obras históricas no deben publicar- se en vida del autor, ni mostrar los manuscritos sino a personas muy graves, a quienes pueda fiarse la rec- tificación de errores

Nos interesan aquí amia Do robus ¡imtis Caroli Quin- ti... [libri XXX] 55, crónica del monarca compuesta con todos los primores humanísticos. Carece de pró- logo, pero empieza, según los cánones de la escuela, por una exposición preparatoria, que da noticia de la geografía peninsular, de sus divisiones a partir de las realizadas por los romanos y de su historia hasta la venida de Carlos. En este recorrido retrospectivo, que llena todo el libro I, da cabida, aunque con dis- tingos y desconfianza, a los aportes de Annio. Tam- poco faltan hechos fantásticos en el período medieval. Ya sobre terreno firme desde que comienza el tema principal, muévese en él con desenvoltura y utiliza bien las muchas acciones guerreras que colman el reinado del Emperador, tan apropiadas para la na- rración de corte clásico que él se propone hacer. La lucha de las Comunidades sírvele a maravilla para trazar un cuadro del tipo de los de César y Salustio. sin omitir detalle que recuerde aquellos relatos: las ciudades son designadas con nombres latinos Eme-

5í. Casi la totalidad de las suyas quedaron inéditas, y asi se han mantenido hasta 1780, en que la Academia de la Historia hiza una espléndida edición en cuatro vota Ue ésta quedó todavía ex- cluido un trabajo de Sepúlveda: el Demócratas aller, que veremos al tratar de su disputa con Las Casas.

55. Fuentes, art. 4841. El trabajo más reciente que conozco so- bre él es de A. F. G. Bell, Juan Ginés de Sepúlveda, Oxford, 1925 : dedica sendos capítulos a su biografía, cartas, controversias, con- sideración como historiador y, por último, como humanista.

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rita Augusta, Methymna, Valdolitus, Torsillas... : el alcalde Ronquillo es "aulicus Praetor"; Fonseca, "praefectus"... ; a los miembros del municipio tole- dano — "Senatus Toletanus" se dirige Petrus Las- sus llamándoles "Patres conscripti" y pronunciando una oración ciceroniana. En este plan sigue en todo el curso de su larga obra (más de mil páginas en 4.° m.) , utilizando las ocasiones de componer nue- vas arengas y escogiendo entre los muchos sucesos del reinado los que mejor se prestan para una narra- ción "noble". Predominan, pues, los de tipo guerrero, si bien no falta la mención de otros hechos como ia muerte de Erasmo, con una elogiosa semblanza , y aun de ocurrencias acaecidas al propio autor, cita- do en tales casos en primera persona. Cuando no re- pugnan a la "dignidad" del tipo clasicista adoptado, son también recogidas algunas medidas interiores del reino. Todo ello es expuesto con notable claridad y sin que la sencilla elegancia del latín empleado mues- tre esfuerzo y afectación en el autor. Es, pues, unr> excelente obra en el aspecto literario. Como historia, puede tildársela de incompleta, pero lo que incluye está bien expuesto. Imparcialidad, tiene toda la com- patible con su celoso españolismo, que en la lucha con los protestantes le marca una posición vehemen- temente contraria, como en. el debate sobre loe indios adoptó La más favorable a los conquistadores 5!. La

56. Pueter (í/w<. de ihist. mod., 288-9) le pondera por su pro- biaad, que le lleva a mencionar las fuentes realmente utilizadas, pero niega que fuese un político avisado que conociese bien sus deberes -de cronista oficial, concluyendo que "Como hombre, se le puede estimar, como historiador, no se le puede tomar en se- rlo". Morel-Kaliti {Ñ1»t. de Chiirlrs-Quiiil , 42...), y Ranke {ZW Krr (¡I, neuerer Gesrhirhtschreiber, e<d. de Leipzig, 1 87 í . pag. 9' le con- si leían muy estimable en varios aspectos.

BUSTO. ¡VI E J í A

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clónica, dispuesta cronológicamente, poro sin el ago- bio de anales rigurosos, alcanza hasta la muerte de Carlos V.

Bernabé del Busto (m. 1557) fué también cro- nista a partir de 1546, y de él se con/servan varios es- critos sueltos, que parecen ser partes de otra crónica del Emperador, o, más bien, de apuntes para for- marla ";. Refiéren-se sobre todo a sucesos en Alemania y Flandes; el único publicado es una relación de la batalla de Sian Quintín. Se advierte que no es tra- bajo monográfico, sino desgloise de obra más extensa, porque no se exponen los antecedentes del suceso, seguramente referidos ya, o con propósito de serlo. Que tampoco es obra acabada lo muestra el hecho de ser los datos consignados a medida que el autor los va recibiendo. Sin embargo, tanto los otros fragmen- tos como esta relación muestran, ya una redacción pulcra, suelta y clara, y todo lo necesario está des- crito rápida, pero cumplidamente. Parece lo más pro- bable que Bustos, como muchos otros cronistas, no llegase a componer más que estos bocetos incom- pletos.

Pedro Mejía (1499?-1552), muy elogiado como sabio por sus coetáneos y conocido de los modernos principalmente por su "Silva de varia lección", fué invitado también por Carlos V a historiar su reinado, para lo que le otorgó título de cronista en 1548. Se

57. Fuentes, arts. 5613 y 6582. Nic. Antonio sólo sabe del autor que fué preceptor de los hijos del monarca y escribió una obra gramatical. El P. Mtgmélez (Cat. cód. esp. del Escorial. Reí. hist., I, descripción de los códices V. II. 3 y L. I. 6) es quien ha identi- ficado varios de los írag-mentos en ellos contenidos, como obra de Busto, y añade el dato, tomado de ellos mismos, de haber sido también capellán del Emperador.

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ocupó en ello hasta su muerte con más ahinco del que permitía su déhil salud, y pudo escribir cinco li- bros y el comienzo del VI de la Vida e historia del Emperador, que alcanzan a 1530 "\ La inicia pon- un útil resumen del estado del mundo al advenimiento de su héroe. Cuando, tras ello, entra en la historia de éste, muestra en seguida su ciega admiración por él, considerán.dole como algo superhumano e indis- cutible, a lo que colabora también su monarquismo sin límites," la fe ciega en el derecho divino de los reyes 5\ Para él, Dios había encomendado a Carlos Máximo como le llama, poniéndolo así por enci- ma de Carlomagno , no sólo la gobernación de Es- paña, sino la de otras naciones, y éstas tenían tanto derecho como aquélla a su presencia. Piensa también que las ciudades no pueden nunca amenazar con ne- garse a otorgar al monarca sus servicios, pues por ley divina se les deben a los reyes, "como a ministros de Dios". Esta adhesión son reservas al soberano60, ha- biendo de enjuiciar las diferencias que se suscitaron entre el Emperador y una gran parte de los elementos nacionales al comienzo del reinado, culminadas en. la lucha de las Comunidades"1, le hacen abandonar

58. Fuentes, art. 4810.

59. Con su ideario político roayudaba también la gratitud al Emperador, que al nombrarle cronista no le admitió su renuncia, rumiada en lo precario de su salud, autorizándole para seguir residiendo en Sevilla, su ciudad natal, sin obligación de seguir a la Corte en sus andanzas.

60. Es curioso observar sus esfuerzos para no cargar nada en cuenta a los reyes, achacándolo todo a los gobernados. La enfer- medad de doña Juana rué para él "lision en ©1 juyeio y enten- dimfento. que por pecados de sus subditos fue Dios seruído de darle", y cuando trata de las diferencias entre Fernando el Católico y Felipe I, son admirables sus equilibrios para no atacar a nin- guno.

01. Esta? las albaca al Demonio, mal hallado con la paz y jus- ticia que en Castilla habla, y manifiesta que nunca hubo razón para ellas.

PÁEZ DE CASTRO

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la serena objetividad del historiador para tornarle en abogado del partido real. Em los asuntos exteriores pone igual vehemencia en la defensa del catolicismo contra los reformistas, pero en ese punto su sentir está del todo acordado con el sentimiento unánime o preponderante de la nación. Ha de reconocerse, ade- más, que Mejía se esfuerza siempre poir relatar con exactitud y por obtener el mayor partido de los da- tos que posee. Lo que le interesa poco es lo que lla- mamos historia interna: las Cortes son reseñadas por alto, sin consignar las peticiones y sus respuestas, y omite asimismo cuanto podría dar idea del ambiente nacional necesidades de los pueblos, sucesos parti- culares, etc. No transcribe cartas ni apenas docu- mentos de ninguna especie. Tampoco forja discursos de personajes. Literariameinte, su estilo y lenguaje, de un cierto sabor arcaico, revelan desde luego al hombre de letras, y aunque se nota la falta de lima, que re- servaría probablemente para la terminación de su trabajo, hacen grata su lectura °\

Juan Páez De Castro (m. 1570), aunque preferen- temente se dedicó a otras actividades, fué también nombrado (1555) cronista por Carlos V, a quien, ha- bía acompañado en un viaje a los Países Bajos'1. Sin satisfacerle nunca los datos que poseía, pasó los años sin decidirse a laborar en la historia del reinado.

62. Fireier juzg-a que Mcjla, en vez de seguir el camino de los humanistas, retrocedió a la crónica medieval, teniendo ¡guíales ex- celencias y derectos que la Crónica de Alfonso XI, considerada por él (Fueter) la obra maestra de aquel Upo. Sólo le encuentra supe- rior a los antig-uos cronistas en la mayor elegrancia de su estilo.

63. Se han ocupado de Paez: Ch. Graux, Essai sur les origines da fonds grec de VEscurial, p. 79; J. Catalina Careta, Bibliót. de escrit. de la prov. de Ouadalajara , p. 393; iMorel-Fatio, Hist. de Charles-Quint, p. 87. Sobre su apología de Zurita contra Santa Cruz, vid. ipág\ 36.

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Por lo menos, nada lia quedado de su actividad sino un trabajo, a modo de prólogo, en que consigna cómo entendía la tarea del historiador (vid. pág. 9,1 y la habitual serie de notas sueltas que venimos encon- trando de diversos cronistas 01 : son pasajes de cartas, despachos oficiales, apuntes de los sucesos de un año o de una campaña determinada, listas de nombréis, etcétera, entre lo que se hallan algunas notas con ob- servaciones personales y raros fragmentos ya en for- ma literaria.

Francisco López de Gomara (¿1511-1562?), mu- cho más conocido como historiador de Indias (v. pá- gina 101), fué el último cronista nombrado en el reinado que examinamos (1557). Laboró desde en- tonces en unos Anales, muy manejados en su tiempo, sobre todo por Sandoval, pero no publicados hasta fecha moderna =; abrazan el período 1500-1556. Son a modo de índice de (noticias sueltas, en el que se trata con igual concisión de acon/teciniientos impor- tantes como de sucesos sin trascendeiu ia histórica casos de monstruos, terremotos... ; si bien, junto a notas ligeras y descuidadas, hay pasajes bastante acabados. Puede pensarse que este trabajo representa un mero bosquejo y acopio de materiales, con pro- pósito de forjar sobre ellos una verdadera crónica.

Gí. fuentes, arls. 4812 ,\ íSi:i. Iztarroz y Dormer han insertado también varias cartas de Páez en sus Progresos- de Iti hist. en Ara- gón: en una de ellas (pág. 557;, dirigida a Zurita en 1569, se mues- tra disgustado porque pasa el tiempo sin que se le Tranqueen los datos y documentos Oficiales, sin los que su historia serla "un cuerpo sin alma". . .

65. Fuentes, art. 4816. Merriman encontró los "Anales en 1911 en la Blbl. Nac, y los publicó al afio siguiente, cotejando el ms. 'con otra copia conservada en el Museo Británico. En el estu- dio que hace de C.ómara puede ampliarse la breve impresión que <Jc la obra doy en el texin.

GOMARA. SANTA CRUZ

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Pero acaso sus proyectos se redujeron a esto. Tal como está, tiene poco miar gen para desarrollo de las dotes literarias que mostró en sus crónicas de Indias. Res- pecto a su fondo histórico, Gomara revélase en él vehemente españolista y dotado de muy amplia y certera visión, que le permite no ceñirse a lo inme- diato, sino que se remonta sagazmente a los más le- janos influjos. En camhio, descuida los detalles, e incurre así en contradicciones, al señalar, por ejem- plo, los años. Para documentarse se sirvió, además de su propia experiencia, de gran (número de obras, españolas y extranjeras. Su editor supone que se pro- puso, al escribir los "Anales", congraciarse con el Emperador, haciéndole figura central, después de ha- ber glorificado tanto a Cortés en la historia que le consagró.

Además de los cronistas oficiales, hasta aquí men- cionados, otros escritores, por propia iniciativa, his- toriaron en su tiempo el reinado de Carlos V.

Alonso de Santa Cruz (v. pág. 43) hizo una crónica puntual, que comienza con su nacimiento (1500) y alcanza a 1551° . En la que consagró a los Reyes Católicos había ya reseñaido los años 1500-1516, pero rehizo su labor en la medida necesaria para que el príncipe fuese en la nueva crónica, desde su inicio, ja figura central. Los capítulos correspondientes a los cuatro primeros años, en que el pequeño Carlos no contaba aún para nada en la historia de sus abue- los, fueron totalmente rehechos. En los siguientes,

66. Fuentes, art. 4811. El relato pormenorizado llega a 1549, inclusive, a lo que siguen dos breves artículos consagrados a 1550 y 1551.

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sobre todo a partir de la muerte de Felipe, lo rela- tivo al futuro emperador había ocupado más la aten- ción de Santa Cruz, y pudo ya irse copiando a mismo en proporción creciente, acentuándose de tal modo la identidad de ambas crónicas en la última parte de estos años comunes, que capítulos enteros pasan de la antigua a la nueva crónica sin esencial variación, ya innecesaria. El mismo afán de puntua- lidad, tan loable en quien no fué historiador de pro- fesión-, ise muestra en el resto de la obra. Aventaja a los humanistas en su no limitarse a reseñar las guerra¿. y demás sucesos aptos para la descripción brillante. El da igual importancia al estado económi- co del país, a las Cortes cuyas peticiones transcri- be, acompañadas de sus respuestas y a cuantos de- talles pueda interesar conocer. Por su eficacia como fuente. Prudencio de Sandoval, en la historia del Emperador que más tarde compuso, sirvióse de ella copiosamente, ocupando, según Ranke, el segundo lu- gar entre las que utilizó. Literariamente, si bien mues- tra la inelegancia de quien no profesa el manejo de la pluma frases como "costear las costas", "una deuda que le debía", etc. , no carece de gracia y posee también no poco colorido y concisión.

Alfonso de Ulloa, m. hacia 1580 en Venecia, donde residió buena parte de su vida, compuso en italiano, como casi toda su producción, una Vida del Emperador, que obtuvo numerosas reediciones Real- mente lo que atañe al monarca sólo es una parte del

6?. fuentes, art. 4825. La breve noticia que del amor y la obra se cía en el texto puede ampliarse en Morel-l'atío, Hislorioaravhie de Charles-Quint, págs. 123-143.

ULLOA. ZÚÑIGA

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contenido de la obra, que si no abraza la lüstoria universal de 1500-1558. tomo el autor promete al comenzarla, se extiende a muchos hechos ajenos. Púsose a la tarea, dice, apenas murió su héroe, y de cuanto no conocía por mismo trató de informarse de personas tan enteradas como imparciales, calidad esta última difícil de hallar en Italia, donde casi to- dos se inclinaban por el Emperador o contra él y tenían algún motivo de gratitud o de animadversión por uno de los dos partidos en pugna. Esta manera de documentación se compagina mal con lo rápida- mente que compuso su obra, rapidez que indica más bien haber simplemente laborado sobre textos ya im- presos. Y, efectivamente: el propio autor da al final una nota de los libros utilizados, de alguno de los cuales confiesa haber usado copiosamente. Sus noti- cias más defectuosas son en general las de España; unas son insuficientes o erróneas; otras, tendencio- sas. A lo legendario le da siempre cabida, y en. ello pudo influir tanto su falta de sentido crítico como ei deseo, a que parece referirse en una ocasión, de lograr una exposición atractiva, objetivo que en efec- to alcanza en- el cur;o de la obra **.

Don Francesillo de Zú.ñiga, el famoso bufón del Emperador basta 1529, en que liubo de dejar la corte por los odios que sus procacidades Le depararon, siendo después asesinado de orden de un noble por

68. En el libro IV dice que tales dificultades le ofrecía "scri- uere la uita d' un giún Principe (|ual fu Cario V. Impe, insieme con le Historie uniuersali del suo lempo, si in tronar la ueritá delle cose, & in metterle partitamente del modo che elle auuenero, come in dirle in modo tale, che piaci sse a tutti", que estuvo repetida- mente tentado a desistir de su trabajo.

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él escarnecido, compuso otra crónica del reinado 6a. Si como obra histórica tiene más veracidad de la que generalmente se la ha concedido °, literariamente tiene el interés de su amenidad y la originalidad de su combinación de historia y sátira. No obstante, la continuada ostentación de gracejo comunica a la obra cierta monotonía, debido a que los efectos cómicos son logrados casi siempre por el mismo procedimien- to: comparaciones de que se sirve para caracterizar a cada personaje que sale a escena a. Usa también del recurso de las citas, sobre todo latinas, abun- dantes de 'donosura, con las que sin duda trataba de burlarse de los historiadores eruditos, o tal vez de los oradores pedantes, puestos muchos años después en la picota por el "Fray Gerundio". Burla asimismo de regiones, de ciudades, de los arcaizantes, de algu- nas clases sociales sin excluir a los eclasiásticos 11 \ hasta de mismo, que interviene en tercera per- sona. De algunas personas habla sin satirizarlas y elogiosamente, en particular del Emperador, con quien sólo se permite bromas afectuosas '3.

09. Fuentes, art. 1817. La obra corresponde al anterior período, pero he preferido agruparla con las demás reseñas del mismo reinado.

70. Es significativo que la única edición que de ella se ha hecho, la de la Bibl. de AA. EE., no la inserta entre las obras históricas, sino en las "Curiosidades bibliográficas". Morel-Fatio pensaba incluir en una tercera parte de su Hist. de Charle s-Quint una edición critica de la crónica, por considerar completamente inutilizable el texto impreso en aquélla.

71. Véase un ejemplo, tomado al azar. En un corto espacio aparecen estas tres: "Después de su glorioso fallecimiento gober- el ilustre... don fray Francisco Jiménez [de Cisneros], eme paremia galga envuelta en manta de jerga, y tuvo las Es-pailas en paz"; "tuvo por com partero... al obispo de Avila... el cual otois-po parecía mortero de mostaza"; "este adelantado parecía sollo da- rtado ".

72. No se limita tampoco a los chistes innocuos, sino que ataca en cosas graves, como lo que dioe de los canónigos de Burgos (ed. .de Rivadeneyra, pág. 52).

73. De él dice en una ocasión que "era de muy buen ejemplo.

SEPÚLVEDA

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Comienza la crónica con la venida de Carlos a España (1516) y alcanza hasta 152$; parece que no quedó interrumpida, sino que él la dió por termi- nada. Casi todos los acontecimientos políticos de ese tiempo son referidos, sin apartarse esencialmente de la verdad ni aportar tampoco daito9 nuevos. Su inte- rés histórico está, pues, en la noticia íntima que nos da de las gentes de la Corte, de sus defectos e intri- gas. Aunque su objeto principal fuese provocar la risa a costa de su¿ víctimas, las ironías que les apli- ca tendrían sin duda una base real, si hien exagerada con fines cómicos. La parte final de la crónica abun- da en cartas al Papa y a diversos reyes , escritas en el mismo tono burlesco de aquélla

2) Felipe II

Por no haber terminado aún su reinado al acabar este período, es al siguiente al que corresponde el núcleo de sus crónicas. Sólo Juan Ginés de Sepúl- veda iv. pág. 46) compuso en e-te tiempo una in- completa, que no debemos omitir w. Como la del Em- perador, carece de todo preámbulo, y en ésta no tiene siquiera la necesidad de exponer antecedentes, por- que juzga suficientes los que se contienen en la cró- nica de aquél, en la que también se refirió ya a la niñez y mocedad ide Felipe. Empieza, pues, en 1556,

y más honesto que Aníbal, su caballerizo; y cuando a S. M. le decían que era desposado, parábase más derecho que el arzobispo de Toledo y más col-orado que el dotor de la Torre".

75. J. Menéndez Pidal (vid. Fuentes, 4948) cree que algunas, que interrumpen el orden cronológico de la Crónica, son ajenas a ésta y embutidas en ella por error de copistas, y deben ser con- sideradas como integrantes del Epistolario del bufón.

75. Fuentes, art. 5803.

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con el comienzo de su reinado, y prosigue hasta 1564. sin fórmulas de finalización deliberada. La nueva obra tiene iguales caracteres que la antigua: el mis- mo esmero en el latín empleado, la preferencia por los temas bélicos, el uso, aunque parco, de arengas. El porte clásico que todo ello da a su historia no le impide hablar de mismo en primera persona en un cierto tono familiar, como lo hace con ocasión de su conocimiento personal de Agustín Cazalla, de cuya condena por la Inquisición, junto con la de otros heréticos, se ocupa con bastante detalle.

e) Relaciones de sucesos.

La abundante actividad bélica de este tiempo dió ocasión a numerosas monografías, í-edactadas en su mayoría por partioipantes en los hechos referidos. Algunas son de difícil y aun de imposible consulta, perdidas ya para el investigador moderno, a lo que habrá contribuido su poca extensión y, probable- mente, la cortedad de la? tiradas. Conviene, no obs- tante, mencionarlas, para dar idea de la profusión del género y de cuáles fueron los temas preferidos

Las luchas con turcos y berberiscos dieron copioso contingente. Pedro de la Cueva, soldado en La Go- leta durante siete años, compuso un Diálogo ", dedi- cado a su señor el duque de Arcos. Es una relación puntual de lo acaecido en el tiempo de su estancia.

70. Recientemente ha publ. la Sor. de Bibliófilos Españoles un vul. de ñelaciones de toa reinados de Carlos V y Felipe II (Madrid, 1941). Son 11, todas impresas sueltas en su tiempo; sólo 3 de pilas, que versan sobre solemnidades, liabtan sido reseñadas por Alenda.' Ha hecho la colección, que parece continuara, A. miarte Echenlque.

77. ravpr, en Pevilla, 1550.

RELACIONES DE SUCESOS

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con el especial interés de reseñar con detalle cómo vivía la escasa guarnición y sus relaciones con los moros vecinois. Alcanza el relato hasta la pérdida de Túnez por los amigos de España. Baltasar de Co- llazos publicó unos Comentarios de la conquista del Peñón, que alcanzan el período 1557-1564; debe de ser edición tan rara que no he encontrado ningún ejemplar 5. Otro monografista de este tiempo, Juan Cristóbal Calvete de Estrella (m. 1593), es más conocido, habiendo sido maestre de pajes del prín- cipe Felipe (II) y nombrado cronista de Indias, aun- que no de la serie de 'Cronistas Mayores. Bastante fe- cundo y gran conocedor de la historia coetánea, al- canzó también .su actividad literaria a reseñar un. su- ceso de los que ahora nos ocupan, con el título De Aphrodisio expugnato, quod vulgo Aphricam vocant, Commentarius 9. Lo dirige a Luis de Avila y Zúñiga, que le había pedido lo escribiese, y es una aprecia- ble monografía, en que hace un breve recorrido his- tórico de dicha ciudad tunecina Mehedia desde su fundación, y reseña su conquista en 1550 por la escuadra que envió Carlos V a las órdenes de An- drés Doria. Al año siguierele publicó Pedro de Sa- lazar (m. 1576?), más conocido por su reseña de lais campañas aiemamas so, una Historia de la guerra y presa de Africa, y, bastante después, Hispania vic~

7S. Fuentes, art. 6663. Según Nic. Antonio, el autor era de Pa- redes do Nava (Paleada) y, además de los "Comentarlos", escribió Dies i/ siete coloquios i/ discursos de varios asuntos (Lisboa, 1 578 1 .

7¡>. rúenles, art. 5774. Compuso también un breve Encomium eo verso, de Carlos V (Fuentes, art. 57161, oiro del duque de Alba 'Amberes, 1577), un libro De relms aestis Cortessi y otros muchos opúscutos y cartas en latín. (Vid., además, las ipágs. 75 y 155.)

80. Nic. Ant. dice que Escolano atribuye también a Salazar una Vida del Corsario Drauul, pero que él no la ha visto.

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trix, también sobre tema africano s'. Ambas parecen haber sido escritas a base de relaciones ajenas, no por recuerdos del autor. Este se muestra muy fervo- roso patriota y es esto, y no dotes* de escritor, lo que le llevó a emplear sus ocios en historiar, sin que las burlas que le ocasionó su primer trabajo (v. pág. 67 1 le retrajesen de seguir en tal senda. Un Diego DEL Castillo, al que Nicolás Antonio dice poder difícil- mente distinguir de otros homónimos y cuya biogra- fía sigue en la misma oscuridad, compuso una esti- mable Historia de la presa de los Gelbes (1560), edi- ditada modernamente **. No es el diario desaliñado de un soldado, aunque sin duda como tal fué partí- cipe en el suceso: lo que él llama relación "desnuda de estilo y arte", si bien "llena de verdad, como la han aprobado muchas personas principales de auto- ridad y crédito, que se hallaron presentes" es una historia correctamente escrita, ornada de discursos, ajustada, en fin, a un tipo muy literario. Una segun- da parte se ha perdido Siguió a Castillo Alfonso de Ulloa, ya citado, con el Suceso de la jornada de Trípoli (Venecia, 1S62), que después publicó en ita- liano, continuado hasta 1565". Diego de Fuentes, de biografía desconocida ' . sigue la serie de estas historias con su Conquista de Africa lAmberes. 1570), hecha sobre el detallado escrito de un testigo y en

81. Fuentes, arts. 5775 y 5771.

82. Fuentes, ai I. 0G5I.

83. 1.a primera parte acaba con el apresamiento por los turcos de D. Alvaro de Sande. La que se ha perdido reseñaba su libera- ción.

84. Fuentes, art. 6648.

85. NlC. Antonio lo cree extremeño, y a ello se reduce cuanto él so sabe, l.a obra rifrura en Ftientes. arts. 4919 y 5717. Ade- mas de la "Conquista" adicionó a la •'Historia" de los ocho capl- lanes, de Pedro Valles, otros tres breves relatos de sucesos.

RELACIONES DE SUCESOS

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«que muestra iná- rudeza que cultura de letrado. El lo reconoce y lamenta "no pude por mi mal ser instruido..." en un soneto que inserta al comienzo •del libro.

Rematan esta- historias de sucesos relacionados con turcos y berberiscos las consagradas a la batalla de Lepante Dos bay de autores ilustres: una de Ambrosio de Morales, titulada Descriptio belli ñau- tici et expugnatio Isicl Lepanti per D. Joannem de Austria, que quedó incompleta e inédita M, y la Re- loción de la guerra de Chipre y sucesso de la batalla \ aval de Lepanto del célebre Fernando de Herre- ra "*. Aunque en estilo grandilocuente, no es ésta una obra meramente literaria, sino relato puntual. He- rrera se documentó seriamente para escribirla, y pudo así decir que "ninguno tuvo más copia de relaciones y ninguno inquirió la averiguación de la verdad con más deseo". El mismo año apareció otro libro de un Jerónimo Costiol, escritor probablemente catalánss. La obra, más extensa que la del poeta sevillano, es tam- bién más retórica y pretenciosa; Costiol usa, por ejem- plo, de arengas, que no empleó Herrera. Como tra- bajo histórico tiene valor por sus noticias de los par- tícipes en la lucha, y más le dan al libro, por su ra- reza, los bibliófilos. Un su homónimo, Jerónimo To- rres Aguilera, tan poico conocido como aquél, hizo una Crónica de varios sucesos de este tiempo luchas

86. ftBft. del Escorial, ms. &. III. 8.

87. Impr. en Sevilla, 1572, y reimpresa en la Col. de doc. inéd., XXI. 243-382.

88. Fuentes, art. 6090. La obra comprende tres libros: Historia de los turcos hasta Selin II, Guerra de Chipre y batalla de Lepan- to, Xoticia de muertos y 'prisioneros, con otros datos suplemen- tarios.

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cap. vi ! 1543-15921

navales entre cristianos y turcos , la cual contiene también mención individual de soldados, listas de ob- jetos, descripciones muy detalladas de todo El au- tor, que apellida a su estilo "syluestre y bárbaro", es- cribe en efecto muy mal, dando la impresión de que sólo fué escritor circunstancial; le dedican, sin em- bargo, versos encomiásticos el Comendador Fajardo, Lupercio de Argensola y Cosme Damián.

Otro suceso poco posterior, la lucha contra los mo- riscos de Granada, es el tema de dos de las más divul- gadas historias de este grupo. Una es la Guerra de Gra- nada, compuesta por Diego Hurtado de Mendoza (1303-1575), el famoso escritor, político y diplomáti-

so

CO .

Hombre de gran cultura, especialmente clásica, y casi testigo del hecho, Mendoza realizó un trabajo admirable en su género, un verdadero prototipo de historia humanística, al que sólo falta el empleo del latín para cumplir todos los cánones de la escuela. Pero, si el idioma usado no es el latino, es lo más parecido posible. Su castellano es el de un hombre totalmente empapado en la lectura de los clásicos, en- especial de Tácito, lo que no deja de comunicarle cierta afectación y amaneramiento. Es injusto empero el juicio de Fueter, según el cual en la "Guerra de Granada" parece leerse una mala traducción del au- tor de los "Anales"; y es que, extranjero al fin, no podía percibir el encanto de la nobleza de dicción y elegancia de giros de Mendoza. Como obra históri- ca, se recomienda por la valiente imparcialidad del

89. Fuentes, art. 6675.

90. Fuentes, art. 6178.

MENDOZA. MÁRMOL

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autor, que ataca despiadadamente lo que en su pro- pia patria era digno de censura01. Muéstrase, además, experto conocedor de las cosas militares y los proble- mas administrativos. La dureza de sus juicios fué sin duda lo que impidió que la obra viese la luz en vida del autor, no siendo impresa hasta medio siglo des- pués de compuesta. Parece, eso sí, que los manuscri- tos corrieron pronto por diversas manos, utilizando sus noticias, por ejemplo, Juan Rufo para su "Aus- triada" (1584) M.

Luis del Mármol Carvajal es el autor de la otra monografía sobre el mismo tema. Asistió, mozo aún, a la empresa de Túnez (1535) y siguió siendo solda- do por largos años en Africa, donde padeció también repetidos cautiverios, todo lo cual le dió gran cono- cimiento del país y de sus lenguas, utilizándolo en una

91. Luis Tribaldos de Toledo, en el prólogo que puso a la obra, celebra sobre todo su veracidad, que cualquiera, .dice, puede com- probar, "porque en ninguno leemos nuestra culpáis o yerros tan sin rebozo, la virtud o razón ajena tan bien pintada, los sucesos todos tan verisímiles: marcas por las cuales se gobiernan los lec- tores en el crédito de lo que no vieron". Justifica varias faltas del libro 'porque faltó al autor darle la última mano.

9?. Menéndez Pelayo. en su discurso sobre La Historia consi- tlerada como obra artística, considera a H. de M. "el hombre más italiano de todo el Renacimiento español" y uno de los pocos, en K'Spaña y en Italia, que siguieron las huellas puras de los clásicos, desde Tucídiies a Tácito. Su "Guerra de Granada" y las dos mo- nografías de Salustio son para él ejemplos períectísimos de ese tipo de historia con unidad orgánica tan vigorosa como la de un po^ma o novela. Dice, en fin, que su fuerte personalidad conser- va siempre su libertad de movimientos aun en sus momentos de imitación, y que "nunca nos parece más clásico, es decir, más em- papado en el grande arte de los antiguos (que él había estudiado más derechamente y con más independencia de juicio que ningún otro español de entonces), que cuando da más ensanches a la es- pontánea vivacidad de su natural cáustico, maldiciente y severo. Kntonces que verdaderamente dilata los términos de la lengua castellana, con aquel decir suyo, de tan precisa rapidez y de tan enérgica condensación: finales bruscos y desgarrados, sentencias que aún parecen correr sangre y quejarse de los dientes de la sierra que las ha dividido". (En las págs. 106-114 de la primera ed. de Estudios de critica literaria.)

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importante obra que compuso 3. Vuelto a la Penín- sula, participó en toda la guerra de Granada y la re- señó con el título de Historia del rebelión y Castigo de los moriscos Hecha ya entonces, aunque no pu- blicada, la obra de Mendoza, Mármol la conoció y usó de ella, pero discrepando mucho de su orientación, siendo la suya más favorable a los que dirigieron la campaña, por lo que Fueter supone que recibió el en- cargo de defender su gestión, bastante malparada en los juicios de Mendoza. El nuevo autor hace un re- lato muy minucioso, en que muestra sus conocimien- tos de milicia y el que tiene del pueblo morisco, al- gunos de cuyos escritos inserta traducidos. Su lengua- je, al revés del de Mendoza, es sencillo, popular y más bien difuso. Da, empero, cierto corte literario a su obra, dedicando todo el libro I a una historia pre- via de Granada e intercalando discursos, de moa-os y de cristianos, unos in-extenso y otros abreviados ".

Las guerras de Francia, Flandes y Alemania die- ron también asuntos para varias monografía-,

Luis de Avila y Zúñiga (1500-1564), siempre nun amado y admirado por Carlos V, que por igual le confió puestos diplomáticos y militares misiones cerca de Paulo IV y de Pío IV en los preliminares

93. Descripción general de Africa, sus guerras y vicisitudes, desde la fundación del mahometismo hasta el año 1571 (I y II, Granada, 1 573 ; III, Málaga, 1 599; . Nte. Antonio considera como tercera parte de esta obra la que examinamos en el texto.

94. Fuentes, art. 6176. Aúneme no Impresa hasta 1600, estaba ya escrita en 1590.

95. A. Morel-FaUo considera como una de las rúenlos posibles do Marmol los extractos que en una Historia de la casa de Mon- dejar (ms. do la Bibl. Nac.) se hacen de otra obra de Gabriel Ro- dríguez de Ardihi. Nicolás Antonio menciona, a nombre de éste, una historia de la casa de Mendoza, y Lafuente Alcántara una de los condes de Tendilla, que pudiera s&r un fragmento de la otra. (Vid. L'Bspagne nu \\¡ et au XVII siecle, 1-96, sobre todo, pági- nas 11-12.)

ÁVILA Y ZÚÑIGA

i).')

de Trento, altos mandos en las guerras de Alema- nia— , recibió de él el encargo de historiar éstas. Tan compenetrado estaba con el Emperador que ba llegado a creerse obra de éste 81 la que Avila com- puso con el título de Comentario de la guerra de Ale- maña". Ha sido dicha obra apreciada en muy diver- sos sentidos, tanto en el aspecto literario como en el liistoriográfico En éste le perjudica su absoluta ad- hesión al Emperador, que no le permitía completa libertad de juicio, haciéndole propender a exagerar lo favorable y atenuar lo desventajoso. Con todo, el cotejo con otras fuentes muestra que no alteró en lo esencial ningún suceso, y como, de otra parte, trata los asuntos militares con gran competencia y se es- fuerza por dar a los lectores españoles noticias de cuanto de Alemania podía tener interés pueblos, costumbres, vestidos... , el "Comentario" es muy im- portante como fuente histórica. Literariamente es tam- bién estimable, si nos ponemos en el terreno en que se situó el autor. Este no aspiró a componer una his- toria perfecta y limada; las frecuentes incorreccio- nes y repeticiones de vocablos muestran que escribía al correr de la pluma, sin preocupación de la elegan- cia, atento sólo a consignar concisa y eficazmente los

96. Así lo creyeron Cabrera de Córdoba, en su tratado De His- toria, y Pellicer, en Gloría de España.

97. Fuentes, art. 5682. Un trabajo equivalente que hizo sobre las guerras de Africa menciónalo Nlc. Antonio, bajo la de Sepúl- veda y de Juan Verzosa se ha perdido.

98. En el interesante artículo de E. Melé, cit. en el art. de Fuen- te*, pueden verse varios juicios que transcribe. Añadiré aquí el de Cervantes, en el escrutinio de libros del "Quijote": "se cree que fueron al fuego sin ser vistos ni oídos... los hechos del Emperador, compuestos por don Luis de Avila, que, sin duda, debían de estar enftre los que quedaban, y quizá si el Cura los viera no pasaran por tan rigurosa sentencia". El recuerdo merece anotarse por ser en paneral obras meramente literarias las que allí menciona Cer- vantes.

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sucesos de que fué testigo y parte No obstante, pa- rece que a la relación compuesta sobre el terreno de- bió darle la última mano en su retiro de Plasencia, y a ello tal vez se deba que en vez de párrafos cor- tados, en estilo de apuntes, los ofrece más bien lar- gos, como quien escribe de asiento y tal vez pensando ya en la versión latina que de su trabajo deseaba se

1 100

hiciese .

Los mismos dos años 1546 y 1547 que Luis de Avila, historió poco después Diego Núñez de Alba en sus Diálogos de la vida del soldado La disposi- ción coloquial que el título indica, con otros recur- sos amenizantes que tal estructura autoriza, sitúa en apariencia a la obra en un punto equidistante entre la historia y la literatura de ficción. Pero el propósito del autor es historiar. Habla como tantos otros de la escasa afición de los españoles a referir sus hechos, los cuales tienen que ser conocidos por relatos de ex- tranjeros, que siempre los rebajan.. Y cuando aquí se escriben, se hace "en tan baxo estilo y con tan poca doctrina" que ni en España misma, muchas ve- ces, se leen. EJ autor, sin duda versado en humanida- des, no debía de estarlo bastante para usar del latín, v quiso, tal vez, suplir ese rasgo característico de la historia humanista por otros primores más a su alean- ce. Pero le falta el dominio del lenguaje: casi siempre

99. n. Ballester considera que "es obra escrita con intención literaria mas que histórica", afirmación que él mismo parece con- tradecir después al juzgar que "la obra... de estilo natural, p«ro desaliñado, lleva en misma la prueba de haber sido escrita du- rante los acontecimientos..." (Fuentes narr. ... Edad Mod., Vallado- lid, 1927, pág\ 124.)

100. Tal versión fué hecha, a petición suya, por Van Male. Ha sido también trad. al holandés, italiano, rrnncés, alemán e inplés,

impreso rpipetklamente en dichos idiomas y en castellano.

101. Fuentes, art. 5084.

NÚÑEZ DE ALBA. SALAZAK

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escribe con -desaliño, repite palabras en poco espacio, no siempre acaba correctamente el sentido de sus párrafos, carece en absoluto de elegancia 1<B. Su atrac- tivo es, más bien, el del escritor popular, que trasla- da, sin buscarlo, la vivacidad del diálogo de la calle y describe animadamente con buenas pinceladas 10J. En cuanto al tema tratado, no requería grandes es- fuerzos, pues se limita a contar las vicisitudes por que pasó el ejército de que él formaba parte.

Algo anterior a la obra de Núñez de Alba es otra Historia de la guerra de Alemania, por el ya citado Pedro de Salazar 1M. Es interesante como fuente bas- tante imparcial; literairiamente tiene escaso valor. Está inédita en su casi totalidad 105 una segunda parte, la cual fué objeto de una carta muy donosa de Diego Hurtado de Mendoza, embajador en Roma cuando aquélla fué conocida. La escribe bajo el seudónimo de "El Bachiller de Arcadia" y en ella toma burlesca- mente la defensa de Salazar contra supuestos satíricos que dice zaherían a éste injustamente. Una titulada respuesta del historiador, obra también de Mendoza, siguió a la primera

ioí. No obstante, su editor Fabié, con la benevolencia de que Suelen usar tos monografistas con los escritores por ellos estu- diados, estima que puede compararse con Villalobos y los herma- nos Valdés, con cuyos diálogos halla muchas analogías a los de Núñez de Alba. También creo que valora Fabié con exceso las no- lirias que da sobre la vida del soldado en aquel tiempo.

103. Fabié inserta en su edición dos índices Interesantes que hizo: uno de .refranes y otro de italianismos.

104. Fuentes, art. 5688.

105. Capítulo de ella es. sin duda, el correspondiente a la ba- talla de Mühlberg, que publicó J. M. de Garamendi, registrado- también en Fuentes, art. 5688. Acerca de este punto, en que aquí' no podemos detenernos, vid. el prótogo de Fabié a los "Diálogos" de Núñez de Alba, acabados de citar.

106. Fueron ambas publ. en la Bibl. de AA. EE., y con más es- mero en los apéndices a los Diálogos de Núñez de Alba, págs. 302- 332). Las burlas se refieren a la imposibilidad de que Salazar

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El carmelita Pedro Cornejo (ni. 1618), residente algún tiempo en los Países Baje* y en Francia, pu- blicó en 1577 un Sumario de las Guerras civiles y cau- sas de la Rebelión de Flandes El propio autor nos informa de su doble finalidad, en la dedicatoria a D. Juan de Austria: de esta obra dice "espero que el lector podrá colegir dos f nietos: el primero ?aber justamente todo lo pasado: pues ninguna cosa escriuo que no sea por mis ojos vista, o de personas fide dignas muy bien sabida: y el otro ver la injusta causa y poca racon que los Estados... tienen en hacer la guerra a su Mag." El Sumario, iniciado por una descripción del país y noticia de su Gobierno, tiene \alor histórico, pese a la tendencia que lo informa, siendo de alabar su puntualidad y la profusión de documentos flamencos que inserta traducidos al castellano los de idioma francés . Literariamente no es de estimar ni él aspiraba a ello, pues asegura que aunque su libro "no haya aquel decor y adornamiento de palabras, que la historia requiere, y demanda, yo quedo muy contento y consolado con poner solamen- te el ripio y que otro lo mazone". Más adelante com- puso otras dos monografías, dedicadas a los hechos que tuvieron lugar en Francia ,c,s; relatan, respectiva- mente, lo acaecido deside la muerte de Enrique II «1559) basta la derrota del duque de Mayenne en

i (1590), y el sitio de París en rl mismo año. Cor-

tomase en la guerra parle tan activa y vailerosa como decía y estu- viese al tanto de todo lo que ocurría a los demás, y a que citase autoridades latinas, César principalmente, sin haberlas eautdlüido, Se refieren también a una lista, que le atribuye, de :los estandar- tes y banderas ganados, con inrticaci6n de sus medidas, y al uso

ile italiani-ano* innecesario*.

107. Fuentes, art. 6351.

108. Fuentes, art. G627.

CORNEJO. OTRAS RELACIONES

nejo, que estaba en el lugar de los sucesos, los descri- be con igual afán que los propiamente españoles, por la parte e interés que en ellos puso Felipe II.

La guerra de incorporación de Portugal dio den- tro de este período teína para una obra del soldado trujillano Francisco Díaz de Vargas, que formó par- te del ejército expedicionario. Su Discurso y sumario de la Guerra de Portugal y sucesos della "9 correspon- de al género de relaciones minuciosas y sin aspira- ciones literaria-, consignando el cuadro de cada uni- dad militar, nombres de los jefes, número de indivi- duos, detalles de barcos, municiones, etc. Relata día por día y alcanza basta la entrada de Felipe II en Lisboa.

Antonio de Escobar, también, soldado de la mis- ma, la bistorió asimismo con el título de Recopilación de la jornada que Felipe II hizo en la conquista de Portugal "". Cuenta con detalle, sencilla y claramente, todas las operaciones de la guerra basta que el rey bizo en Lisboa el correspondiente juramento, otorgó su perdón, etc.

Terminaré esta serie con un bistoriador que no se refiere a sucesos bélicos determinados, sino a todos los que tuvieron lugar en un período de veinte y cin- co años: es Martín García Cereceda, soldado partí- cipe en las guerras que narra, como la generalidad de los aquí examinados. Lo poco que se sabe de su vida ba sido extraído de su propia obra, titulada Tratado de las campañas de Carlos V desde 1521 has-

109. Fuentes, art. 6751.

110. Fuentes, a ni. 6767.

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ta 1545, no publicada hasta tiempos modernos "'. Tie- ne en su género gran valor, poirque el autor reseña copiosa e imparcialniente. Desde el punto de vista literario carece de atractivo; Cereceda escribe sin sol- tura ni elegancia alguna, repite torpemente los voca- blos y en vez de someterse a un plan que le permita exponer las cosas en conjunto refiere al menudo todo lo que va aconteciendo. No es, empero, un cabal ile- trado; -su curiosidad por ciertos detalles, en especial artísticos, que a este linaje de narradores suelen pa- sarles inadvertidos, revela cieila cultura. Como otros militares coetáneos, abunda en italianismos de voca- blo y de frase.

f) Biografía y autobiografía.

Varios historiadores de los ya nombrados, se apli- caron también a biografiar. Vimos que FloriÁN de Ocampo trabajó, según se cree, ©obre la vida de Cisne- ros. Juan Ginés de Sepúlveda escribió sobre otro ilus- tre cardenal español, don Gil de Albornoz, a instan- cia de sus compañeros de Bolonia, que querían. íc me- jorase la biografía que del fundador había compila- do el boloñés Juan Garzón. Las andanzas del activo cardenal, con su brillante actuación al servicio de la Iglesia, sus dotes políticas y militares, prestábanse

III. Fuentes, ai't. 4817. Sus editores Cruzada Villaamil y el mar- qués de la Fuensanta del Valle hacen ■•de Cereceda este etogio: "Sencillo y candoroso en el contar, desapasionado en sus apre- ciaciones, respetuoso siempre con los enemigos, en quienes reco- noce las buenas condiciones cpie no se excusa de encomiar, se percibe en toda su narración un sello... de verdad y un espíritu caballeresco lleno de hidalguía En este Tratado no hay que bus- car bellezas literarias, aun cuando no |>ocas veces la frase de c. es tan viril como el temple de su alma..."

BIOGRAFÍA

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bien, como las de Carlos V, para ser elocuentemente referidas por Sepúlveda. Constituyen, pues, los Rerum gestarum Aegidii Albornotii Carrilli libri tres UJ una excelente historia humanística, con abundantes dis- cursos, y cuyo latín ostenta la misma claridad y co- rrección que sus otros escritos. Completó la obra con una noticia del colegio por don Gil fundado 11 . Fran- cisco López de Gomara laboró también en. el campo biográfico con su Crónica de los Barbarrojas "\ Fué terminada en 1545 y alcanza la narración hasta el año anterior. Opina Gomara, y así lo dice en la de- dicatoria al marqués de Astorga, que no es lícito bio- grafiar a un per soma je basta que ha muerto; su pro- pósito es historiar, no la vida, sino los hechos, de los famosos corsarios. La narración está hecha con mu- cha vivacidad y animación. El autor muestra, además, buen sentido en «sus apreciaciones; en cuanto a su veracidad, ha podido apreciarse al ser contrastada la obra con fuentes arábigas coetáneas; Prudencio de Sandoval la diputó asimismo por buena, copiando páginas enteras de ella.

La biografía de Cisneros fué también escrita por el humanista toledano Alvaro Gómez de Castro 1 1515-1580), que descuella entre los varios profesores de la Universidad de Alcalá que dedicaron tal home- naje al fundador. Titúlase De rebus gestis a Francisco

112. Puede verse en la'ed. <Ie obras completas de la A. de la H., t. IV", págs. 1-76. Fueron ya publ. en vida del autor (Roma, 1521).

i 1.8. Vid. en Fuentes, ait. 1381, nota de un ms. que contiene otra biografía de Albornoz. Le faltan varios capítulos. Según el P. Antolln, es un texto más extenso que el de Sepúlveda.

11 i. Publ. en el "Memorial Histór. Español", VI, 327-539. Pró- vimaniHiite la- mitad de estas páginas están ocupadas por docu- mentas añadidos por los editores.

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Ximenio, Cisnerio. . . libri octo "". Expone en un pro- logo la génesis de la obra, que él había animado a realizar a Juan de Verga¡ra, el cual, como secretario de Cisneros en sus últ irnos años, estaba en mejores condiciones que nadie. Pero Vergara sólo pudo ini- ciar el trabajo, muriendo a poco, y hubo él de hacer- lo, utilizando su labor y cuantos escritos y noticias pudo allegar, entre ello un comentario autógrafo en castellano, de Ocampo. La biografía, en buen latín, es muy completa. Castro rastrea lo que puede cono- cerse de los ascendientes del cardenal y expone co¡n bastante detalle toda su vida y obra. Dedica el libro último a historiar la Universidad de Alcalá hasta su tiempo, considerando que ella y los hombres que allí descollaron son tan obra de Cisneros como sus propios actos personales. Un historiador especializado en el estudio del gran estadista "'' la considera su mejor bio- grafía, tan indispensable para conocer la persona de Cisneros como su época.

Otro biógrafo de este tiempo es el aragonés Pedro Valles, cuya Historia del Marqués de Pescara y otros siete capitanes de Carlos V se reimprimió varias ve- ces "\ Vallés dice que como eclesiástico y anciano no quería liacer cosa tan ajena como escribir de guerras, pero por importunaciones de amigos se decidió a com- pilar de Paulo Jovio \ otro-, así latinos como italia- no Fuentes, art. 27<1S. Compuso también sendas resenas de la acogida que dispensó Toledo al cardenal Silíceo, en latín-, la de la rniveisidad de Alcalá a los reyes en 1500, y la de Toledo a Isabel de valois en 1561, ambas en castellano. Es también autor de ver- sos latinos, epístolas, unas Antigüedades d<e la .Xubteza de Toledo, inéditas, etc. . .

116. A. de la Torre, en el prólogo a su edición del Memorial de Valle jo.

I IT. Fuentes", art. 1919.

BIOGRAFÍA

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nos. Muéstrase hombre culto y escribe con facilidad. En cuanto al valor bistoriográfico de la obra, es muy escaso, calcada como está en fuentes conocidas "5. Tam- bién adicionó la Crónica de los Reyes Católicos, de Pulgar, por el principio y por el final; probable- mente se valió asimismo de Jovio "9.

Distinto tipo de biografía que ahora se cultiva también es el de biografía parcial, relativa a un pe- ríodo determinado de la vida de los personajes.

Representante muy caracterizado de este género es el clérigo madrileño Juan López de Hoyos (m. 1583) , conocido principalmente como maestro de Cer- vantes. Por orden del Ayuntamiento escribió la Rela- ción de la muerte y honras fúnebres del SS. Príncipe D. Carlos, cuya edición fué intervenida por el Con- sejo de Castilla 120. Esta medida es incomprensible, pues se trata de un brevísimo relato de la enfermedad y muerte isin noticia alguna que justifique tal pro- hibición— y de una descripción muy detallada de las exequias, todo ello precedido de un preambulito de corte eclesiástico. Tal vez sonarían a inoportunas en aquellos momentos sus continuas loas al desgraciado príncipe. En seguida escribió otro libro equivalente acerca de la Reina : Historia de la enfermedad. . . trán- sito y... exequias de... Doña Isabel de Valoysw\ éste

.118. Uno de los que animaron a escribir la Historia, advierte en un prólogo que, por haber V.allés seguido tan Helmente a Jovio, italiano y más aficionado a los franceses que a los" españoles, su obra condene mucho de injusto y desfavorable para España.

119. Las adiciones pueden verse en la edición de Zaragoza, 1567, de dicha crónica. Noticia de ellas, en R. Ballestee. Fuentes nnrr. Eiiad Moderna, págs. 25-27.

120. Fuentes, art. 6007. Además de las tres obras citadas en el texto compuso una Declaración de las armas de Madrid y ale/unas antigüedades.

121. Fuentes, art. 5993.

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más extenso y literario, con versos, sermones, etc., pero detallando sobre todo, como en el anterior, las descripciones de exequias. En el prólogo quéjase ahincadamente de los críticos envidiosos que causan- muy grande sufrimiento a quien se decide a escribir la vendad. ¿Alusión a la suerte corrida por el libro anterior? Reseñó también el Recibimiento que hizo Madrid a Ana de Austria, con una relación del triun- fo de D. Juan de Austria, parto de la reina y... bau- tizo... Como se ve, López de Hoyos es un devoto de este género, inspirado en un momento, alegre o luctuoso, de la vida de personajes.

La tercera de las citadas obras obliga a aludir de nuevo 113 a la copiosísima literatura de relaciones de solemnidades, que ahora entra en su apogeo. Intere- san tales opúsculos en dos aspectos: como cuadros de costumbres y como apéndices ilustrativos de la biogra- fía de los personajes objeto del homenaje. Pero, por su abundancia y la dificultad de su consulta individual, no permiten sino una mención de conjunto. De los es- critos recogidos por Alenda corresponden a la época que estudiamos 219, número que ha de rebajarse, por haber varias relaciones repetidas; casi en su to- talidad son en castellano, abundando los de forma epistolar. Los temas más frecuentes se relacionan con los reyes y sus familiares: viajes, acogidas que les hacen las ciudades, fiestas de bodas y bautizos. Muy breves en general, de redacción apresurada \ sin aspiraciones literarias, sólo unos pocos descubren mayor esmero y son desarrollados con más extensión;

122. PUW. on Madrid, 1 378.

183. Vid. nuestro vol. i, i>ág\ 3ü9.

BIOGRAFÍA

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Ja misma proporción puede establecerse entre anóni- mos y publicados con nombre de autor, carácter éste que tienen muy pocos de los conocidos. El más per- fecto es, sin duda, El viaje del Príncipe Don Felipe a sus tierras de la baja Alemania, por el ya mencio- nado Juan Cristóbal Calvete de Estrella". Es tra- bajo extenso y minucioso, que da cabal noticia de cuanto pueda interesar, hecha en forma muy atracti- va; Jerónimo de Castro dice que "es una de las le- yendas extremadas que tiene el reino de España" '2\ El mismo asunto desarrolla otra Relación, del portu- gués Vicente Alvarez, muy inferior a la de Cal- vete m.

También el viaje del príncipe a Inglaterra dio tema a dos de las principales obras de este género. Una es la Relación de Andrés Muñoz (m. 1569?), que, haciéndose rarísima, ha merecido el honor de ser espléndidamente reeditada en época moderna ~ . Muñoz toma el hilo desde el punto en que Carlos V comunica a su hijo el convenido matrimonio (2-IX- 1553). Desde entonces hasta el embarque de la co- mitiva todo es referido con la mayor prolijidad : aprestos que se hicieron, regalos, vestidos que lleva- ban los nobles, servidores que les acompañaban, ce- remonias. . . También es minuciosamente descrita la parada que, en la ruta de Valladolid a Coruña, hi- cieron en Benavenie, cuyo conde agasajó suntuosa- mente a los viajeros. Deside el embarque, en que Mu-

124. Fuentes, art. 5902.

123. En el cap. XI de la "Adición a la historia ríe los reyes Godos" ríe Julián del Castillo. (Vid. Fuentes, art. 90.) 12G. Fuentes, art. 5888.

127. Fuentes, art. 5895. Del autor se sabe poco; cuando publicó su obra estaba al servjcio del principe don Carlo.s.

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iioz n.o participó ya, hubo de servirse de noticia? de segunda mano, y esa parte carece de interés. En las referencias a tiempos antiguos muéstrase el autor crédulo con exceso, tanto en lo que dice de España como en un resume» final que hace de la historia de Inglaterra. La otra obra aludida fué escrita, toda de visu. por Juan de Barahona o Varaona y se titula Viaje de Felipe II a Inglaterra en 1554 cuando fué a casar con la reinu Doña María ' \ Es mucho más bre- ve que la de Muñoz, gracias a una sobriedad felicí- sima de expresión, y de lectura muy agradable. La concisión con que expone los detalles del viaje le permita no reducirse a su tema, y refiere también al- gunas noticias llegadas a conocimiento de los expedi- cionarios, en especial sucesos de la guerra que por entonces bacía el Emperador en Flandes contra los franceses. Puede asegurarse que ni la obra fué redac- tada por encargo oficial ni siquiera pensó el autor en darla a la estampa, juzgando por el desenfado con que está escrita: lia) en ella picarescas bromas de boda que no se avienen con la seriedad de Felipe II.

El género autobiográfico fué también bastante cul- tivado, aunque sin gran brillantez. La mayor parte de los trabajos que produjo adolecen-, unos, de super- abundancia de fantasía, que hace de esas produccio- uea una especie híbrida, en que nunca se sabe bien dónde acaba la novela y empieza la historia: otros, de excesivo personal i sin o y nimiedad en los detalles carentes de interés; otros, de sequedad y falta de do-

128. Fuentes, art. DeJ autor sólo se sab.e que rué" uno de

lis corresponsales informadores de Qcampo. Nie. Antonio cita dos homónimos, pero a ninguno atribuye el "Viaje".

AUTOBIOGRAFÍA

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les literarias. Veamos de dar una ligera noticia de algunas obras características de Jas varias tendencias.

El Emperador C\rlos V, durante su viaje por el Kbin 1 15501. dictó sus memorias a Guillermo van Maleu 1 ', su secretario; en ellas alcanzó a consignar saa andanzas desde 1515 a septiembre de 1548 13°. No hay que ponderar el interés de tal escrito. Lo que no ha de buscarse en él es la revelación de sentimientos íntimos, la efusión de un espíritu que anhela al au- tobiografiarse hacerse a mismo patente lo más re- cóndito de su ser. Estas "Memorias" son la historia política del autor. Sirven como memorándum de su existencia andariega y sólo 'ligeramente aluden a los motivos que le guiaron en sus (decisiones. Menos aún a >us sentimientos de hombre. La forma en que se habla del autor en tercera persona y la sobriedad con que las cosas son expuestas acentúan su semejan- za con los itinerarios y crónicas que de los reyes solía redactar, por encargo oficial o sin él, alguno de sus servidores asiduos

Don Martín de Ayala (1503 ó 1504-1566), arzobis- po de Valencia, acompañante de Carlos V en varios viajes, compuso un Discurso de su vida, que alcanza

129. "En romance", dice una nota del Emperador, que fué trans- crita por el traductor portugués. Ranke interpretó que el dictado había sido hecho en castellano; pero Morel-Fatio, con buenas ra- zones, se inclina a considerar -romance" como sinónimo de "len- gua vulgar" y entiende que Carlos usó del francés, que es el idio- ma de que se servía con sus servidores de los Países Bajos.

130. Fuentes, art. ¡806.

131. El último periodo de la vida de Carlos V los 20 meses •le residencia en Yuste fué objeto de dos reseñas, obra ambas de monjes de dicho monasterio. Una es anónima; la otra se sabe la compuso, por encargo 'de la princesa doña Juana, fray Martin tle Angulo. Para más detalles vid. R. Ballester, Fuentes narrat. Fd. Modí., pág>. 133-135.

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hasta pocos días arates de morir 13~. Parece escrito con mucha veracidad y es curioso ver cuán. ingenuamente pondera la facilidad que desde niño tuvo para los esludios y la admiración que ello causaba. Su expre- sión tiene el mérito de la sencillez, pero carece de toda gracia y elegancia. El interés de la obra está principalmente en las noticias que da del Concilio de Trento, al que asistió ™\ También las da curiosas de la vida escolar en Salamanca y Alcalá, y del sis- tema pedagógico que entonces se seguía 1 ,

Otro prelado, Diego de Simancas, que lo fué de Badajoz y después de Zamora, escribió también su í ida"% cuyo interés histórico reside en. lo que nos cuenta de los tribunales en aquel tiempo, y en es- pecial del proceso del arzobispo Carranza, a quien Simancas persiguió sañudamente. Hombre propenso a las malas pasiones, trata también, muy mal a Pío V, y se querella contra Felipe II por no haberle hecho arzobispo de Sevilla o de Toledo. Toda la indulgen- cia la reserva para mismo, manejando la auto- alabanza con el más cómico desenfado. Frente a e^tas máculas tiene en su haber verdaderas dotes de escri- tor, expresándose con gran soltura y concisión.

De la azarosa vida de Juan Pérez de Saavedra

132. Fué publ. parcialmente, do una copia muy Incorrecta, en la "Rev. críl. <Ie hist. y lit. esp., port. e hisp.-am.", 1902, Vil, 141-156, y compieto, por Serrano Sauz, en su col. de (Autob. y Mem.", 211-238.

133. Ayala fué de los prelados españoles que defendieron la reforma de la Iglesia contra las tendencias ultramontanas, que ::1 fin 'prevalecieron.

134. El buen arzobispo se queja de "la grosería del bárbaro modo del enseñar que en España tenían de tomar mucho de me- moria del arte <de Nebrija, que ratigaban mucho los ingenios dé- los nlfios, de tal manera que hacían odiosa la sciencia o doctrina .

135. Publ. por Serrano Sanz, o. c., 151-210.

AUTOBIOGRAFÍA

7')

cuenta Gonzalo tle Moscas curiosos detalles Se le atribuyen iiriaa memorias autobiográficas, de las que hay dos textos: uno extenso, publicado en. el si- glo xviii " , y otro muy abreviado, editado reciente- mente "s. Saavedra se atribuye las más peregrinas ha- zañas, (realizadas por sus prodigiosas dotes de falsi- ficador de letras. Por haberse ya demostrado la fal- sedad de algunas y faltar en consecuencia toda fe en sus afirmaciones, el escrito queda reducido a uno de tantos relatos de aventureros, lindantes con la no- vela picaresca, pero sin el picante atractivo de las verdaderas manifestaciones de ésta.

Deben citarse, por último, tres trabajos autobio- gráficos, especialmente interesantes para la historia religiosa. El ardoroso protestante Francisco de En- cimas (1523-1570) describe en sus Mentarías la aza- rosa vida que sus ideas religiosas le acarrearon. Fue- ron escritas en latín y publicadas por primera vez en versión francesa m< Sobre ellas dice Menéndez Pe- layo, que estudió extensamente a Encinas: "El autor poseía facultades narrativas y dramáticas muy poco comunes y dibuja vigorosamente las situaciones y los caracteres, hasta el punto de dar a sus Memorias toda la animación de una novela. Es de los pocos espa- ñoles que han sobresalido en el género autobiográ-

136. Dice Illescas que Saavedra se fing-ió cotí tal perfección nuncio .de Paulo III en Portugal que implantó allí la Inquisición, a semejanza de la ríe Castilfa: une él lo vió luego en galeras, y que murió pobremente después de puesto en libertad. (Hist. i'ontifical, 1. IV, c. IV). Serrano Sanz señala la falsedad de tal implantación idel Santo Oficio.

137. Vida del falso Nuncio de Portugal Alonso (sic) Pérez de Saavedra, escrita por él mismo, a instancia del... Señor don Gas- par de Quiroga, Arzobispo de Toledo..., publ. por Don Juan Ber- nardina Roto... (Madrid, 17881.

138. Serrano Sanz. o. C, LXXX-LXXXVI.

139. Vid. Fuentes, art. 4957 y 6349.

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cap. vi (1543-1592i

fico" "\ En el campo contrario cultivaron este gé- nero San Ignacio de Loyola (1491-1556) y el P. Je- rónimo Nadal (1507-1580). La oibra del fundador no está escrita por él mismo, sino por el P. Luis Gon- zález de la Cámara, que procuraba repetir las mis- mas palabras de aquél, muy viejo ya a la sazón; el original castellano ¡muy breve y de lenguaje nada literario no ha sido publicado; pero una versión latina '". La autobiografía del P. Nadal está repar- tida en dos opúsculos con sendos títulos, ambo* en latín y de gran interés para la historia de los pri- meros tiempos de la Compañía En ella ocupó im- portantes cargos y viajó por la Península, Mallorca, Francia, Alemania, Países Bajos e Italia.

Aquí coresponde también mencionar a Sania Te- resa de Jesús (1515-1582), que, a instancia de sus confesores y consejeros, compuso su Vida. Parece la acabó en su primera forma en 1562, haciendo des- pués su división en capítulos, así como diversas su- presiones y adiciones; la publicación, encomendada por el vicario general de la Reforma carmelitana a Fray Luis de León, se hizo en 1588. La obra, honda- mente autobiográfica por revelarnos lo más íntimo del espíritu de la autora, sale empero del marco de las que aquí consideramos. No sólo los capítulos XI- XXII, que forman propiamente un tratado de la

i4u. m. Hernández Peteyo, Heterodoxos españoles u.a ed.), n,

223-246. ,, , . _

141. Aecha por el I'. Aníbal Ducoudray y publ. en Acta Sanc- ionan, VI, julio. , .

112. El titulado Chronicon Xatalis iam inde a principio vom caUonts suae comprende sus principios y el ingreso en la Com- pañía (1545), prosiguiendo has*» 1546; es muy breve. El otro, Bpncmerides, abraza el periodo 1546-1562. Ambos están publ. en los Monumento histórica societalis ¡esu, serie i.», I, l-2o, y II, 1-97.

AUTOBIOGRAFÍA

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¿ración, sino los restantes, de carácter narrativo, son páginas que tienen su lugar adecuado en la literatura mística. La autobiografía total de la santa puede re- constituirse con notas dispersas en varias de sus obras, sobre todo, los dos libros de las Relaciones y de las F undaciones.

Esteban de Garibay (v. pág. 23) compuso tam- bién unas Memorias, que si bien alcanzan a 1594, conviene examinarlas en este capítulo con su res- tante producción "3. Aportan curiosos datos sobre la actividad que puso en juego para componer sus di- versos trabajos, entre ellos, el "Compendio histo- rial": sus viajes por Francia, Flandes y España para documentarse, incidentes ocurridos basta ser impresa la obra, etc. Hay también en ellas interesantes no- ticias sobre personas de su tiempo Santa Teresa, Arias Montano, Morales, Páez de Castro... , así como indagaciones genealógicas, tan dilectas para él. Una larga ilustración de este carácter, consagrada a la fa- milia Garibay y a otras estirpes con ella relaciona- das o asentadas en su solar de Mondragón, inicia la obra, en la que ocupa los libros I y II y parte del III. Con el "¡título" o capítulo V de dicho libro empieza a ocuparse de su propia persona, con referencias des- de su lactancia y bastante detalladas de sus estudios primeros. A partir de 1544, en que el historiador te- nía ya 11 años, las noticias son muy continuadas y copiosas, pero sin isegudr un riguroso orden cronoló- gico, pues suele consignar todos los datos sucesivos de las personas que van figurando. Por no haber sido

U8. Están publ. en el Memorial Hist. Español, VII, 1-626. 6

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cap. vi (1543-1592)

Garibay simple erudito de gabinete, sino hombre de existencia muy movida y fecunda, su autobiografía ilustra muchas facetas de la vida de España en la segunda mitad del XVI. Inserta muchas cartas y otros escritos análogos. La obra carece de fórmulas finales, como si no la hubiese puesto término deliberado.

g) Libros de viajes.

A continuación de los escritos autobiográficos, de cuyo carácter participan en alguna medida, conviene agrupar los relatos de viajeros, si bien lo real de sus andanzas se diluye entre no poco de ficción.

Cristóbal de Villalón " tiene derecho a figu- rar aquí por su Viaje a Turquía, escrito en los prin- cipios del reinado de Felipe II, aunque no impreso hasta muestro tiempo El autor permaneció dos años en dicho país y con sus impresiones y noticias compuso un gustoso diálogo, en que se inuestra buen humanista y prosista excelente. Está en el coloquio i i prc-entado por "Pedro de Urdemalas". seudónimo, también, con que el libro fué escrito.

De menos valor literario, pero de bastante irtiterés histórico es la parte conservada de las Memorias del pelegrino, de Bartolomé de Villalba y Estaña, iné- ditas hasta que las publicó Gayangos H\ Las andan-

144. Parece seg-uro (fue es el misino autor del Crótalon: Se- rrano y Sanz llegó a este convencimiento mediante un cotejo de dicha obra con el Viaje. Alonso Cortés sospecha que ni la una ni la otra son originales del que compuso la Ingeniosa compara- ción entre lo antiguo y lo presente.

145. En el vol. Autobiografías ;/ Memorias, de Serrano y Sanz. ya repetidamente citado, pág. 1-1Í9.

146. En Jos vols. XXIII y XXIII bis de la colección de Bibliof. Kspañ. I.a parte conservada e impresa, con el titulo de El Pele- grino curioso y Gramlezus lie España, son los 8 primeros libros de los 20 que componían la obra. Gaynngos dice que ésta rué es- crita en 1577 y que 'nada se sabe del autor.

VIVI ES. HISTORIA UNIVERSAL

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zaa do Villalba tuvieron por escenario a España, para cuya situación en el siglo XVI es su libro una preciosa guía. Tiene, sin embargo, más de novelesco que de autobiográfico, sobre todo su segunda mitad, formada principalmenite de versos y leyendas. En la primera abundan la* descripciones puntuales. De las leyen- das referidas, algunas son alusiones a sucesos de su tiempo.

b) Otros géneros.

Siguiendo la práctica adoptada desde el capitule anterior, se dará aquí breve nota de conjunto de va- rias especien historiográficas, que, aunque muy cul- tivadas algunas, sólo requieren una ligera mención, por su ausencia de características personales y de va- lor literario.

La historia universal ofrece ahora algunas com- pilaciones en que se allegan variados datos y elemen- tos, sin aspirar a llenar la función genuin-a del gé- nero. A tal grupo corresponden el Epitome chronico- rum mundi y el Compendium historiarum ecclesias- ticarum, ambas del arzobispo de Braga Fray Barto- lomé de LOS Mártires (1514-1590) ; las Tabulae His- toriarum omnium saceulorum, que se atribuyen a un Pedro Juan Monzón, y la Summa de varones ilustres, en la cual se contienen muchos dichos, sentencias y grandes hazañas y cosas memorables de 224 famosos Emperadores, Reyes y Capitanes que ha habido en todas las naciones, por la orden del A B C, y las fun- daciones de muchos reynos y provincias, compuesta

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cap. vi (15434592)

por Juan Sedeño Junto a ellas pueden situarse los escasos intentos de historia extranjera, como la Palinodia Turquesca (1547), de Vasco Díaz Tanco; la Historia... de la origen y guer; as que han tenido los Turcos desde su comienco hasta nuestro tiempo (13561, del valenciano Vicente Roca; la Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres de la China, de Juan González de Mendoza (Madrid, 1586), eteé- tera 1J!. De pueblos extraños, abundan más las reseñas .religio'Sias.

La historia de ciudades, que en períodos siguien- tca ofrece varias obras de positivo interés, sigue te- niendo en el presente poca importancia, por el nú- mero y por la calidad de los ejemplares. Tal vez con- tribuye a ello el que tales producciones vieron rara- mente la luz, quedándose las más en manuscritos, para nosotros perdidos o poeo conocidos u\ Pueden mencionarse entre las inéditas unos Anales de Gua- dalajara, de Francisco Medina de Mendoza, escritor alabado por Ambrosio de Morales, que a su vez es- cribió Corduba sive ejus descriptio; el Libro y me- morial de algunas cosas que de algunos años a esta parte han sucedido en Madrid, de 1400 a 1520, del famoso JUAN de Timoneda: la Historia de Sevilla, de Luís de Peraza; Excelencias de Barcelona, de Dio- nisio Jerónimo de Jorba. ete. Comió improsas. Gran-

147. Impresa en Medina riel Campo, 1551, y relmpr. en To-

10 148 10Sobre los libros empanóles acerca de Turquía, escritos en el s xvi, da aUunas noticias Serrano y Sanz en la introd. al Cautiverio y trabajos de Diego Galán (Madrid, 1913), páginas

1 X149 11 En el conocido Dice, de Muñoz y Romero, repetidamente citado en el curso de esta obra, pueden completarse los datos que aquí se ofrecen.

HIST. DE CIUDADES. HIST. ECLESIÁSTICA

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dezas </<■ Tarragona, de Luis Pons de Icart. que lo fué en Lérida, 1572, y la Historia de Sevilla, de Alon- so Morcado, en Sevilla, 1587, obra ésta /tan apreciada que ha sido esmeradamente reimpresa en 1887. Gon- zalo Arcóte de Molina (n. 1549) , más conocido por su "Historia de la nobleza de Andalucía", pareee escribió una Historia de las ciudades de Baeza y JJbe- da, que alaba Juan de Pérez de Moya, y dejó sin aca- bar una de Sevilla.

En historia eclesiástica predominan los episcopo- logios. El ya citaido Alvar Gómez de Castro parece compuso un Catalogas Archie pisco porum Toletano- rum. y el también mencionado Francisco Tarafa un E pisco polo gium Barcinonense. Jerónimo de Blan- CAS, un libro De los Arzopispos de Zaragoza ""; Luis Pons de Icart, otro De los Arzobispos de Tarragona; el P. Jerónimo Román de la Higuera, un Dipthicon Tóletanum de Archiep. hujus Ecclesiae,5>, etc. De tema más amplio puede mencionarse el Catálogo de los Prelados del Reino de Aragón, inédito, de Fer- nando de Aragón (m. 1575) , y, sobre todo, la His- toria Pontifical y Católica, de Gonzalo de Illescas, impresa en Salamanca, 1574, varias veces reimpresa, y continuada por otros historiadores; obra cuyo in- terés, por su fecba e idioma, señala L. Pfandl, que le lia dedicado una monografía y se sorprende de su escasa utilización en la producción similar 15\

150. Veo también cit. De Caesaraugustánis E pisco pis de Antonio Agii-iiii. que ignoro si será el famoso arzobispo de Tarragona, y De rebus Ecclesíüe Caesoraugustanae de Diego de Espes (m. 1502).

151. Higuera, tan prolífico como falsario, dejó otras valias obras mss. de historia religiosa, como Historia eclesiástica de... Toledo, Martyrologw español, De la venida de Santiago a España, etc.

152. L. Píandl, Gonzalo de Illescas und die atieste spanische Po¡,stgescMchte (en "Gesamm. Aufs. zur Kulturgescli. Spaniens", III. Miinster, 1931, págs. 2I-5Í.I

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cap. vi 11543-15921

Otro género de historia eclesiástica ahora culti- vado es el relativo a las Ordenes religiosas, como Fundación de la Orden de la Sma. Trinidad de la redención de cautivos, por Francisco Barba (Baeza, 1556) ; Fundaciones de algunos Conventos de Cas- tilia de la Orden de Sto. Domingo, inédita, por Juan •de Robles, y la importante Historia general de la Orden de Predicadores (1584) , por Hernando del Castillo.

La hagiografía ofrece algunos ejemplos del tipo ■de "Flos Sanctorum'", como la famosa ohra de Alon- so de Villegas (1534- d. de 16151, titulada Historia ge- neral de la í ida y Hechos de Jesucristo y de todos los Santos..., que fué impresa en Toledo, 1568, y pronto alcanzó idoce ediciones, y la Hagiografía y Vidas de Santos, de Juan García Santoro, puhlicada en Bilhao, 1580. Como en toda la producción de his- toria religiosa de este tiempo, <se atiein.de más en es- tos trahajos a la edificación que a la crítica lii-tórica y al primor literario. Son, en cambio, insuperables desde estos dos puntos de vista, como corresponde a la altura de sus autores, la Vida del P. Avila, escrita ¡por su discípulo Fray Ll is de Granada, y la Vida de San Ignacio, también por *u discípulo predilecto el P. Pedro de Ribadeneira, que la hizo primero en latín (1572) y después en castellano (1563)

No debe, en fin, omitirse, por sus extraordinarias proporciones, la Monarquía eclesiástica o Historia universal del mundo, del franciscano Juan de Pine-

153. Mas adelante, ya en el periodo siguiente, publicó también Su ramoso Flo.s Sanctorum o Libro de las vidas de los Santos (1589- 1601).

HAGIOGRAFÍA. GENEALOGÍA

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da"'. Empieza desde la creación del mundo, con el auxilio de la Biblia, y en adelante las noticias de ésta son alternadas y completadas por cuanto la his- toria y la seudohi.storia habían acumulado hasta su tiempo, sin prescindir tampoco de la mitología clá- sica. No hay lista de reyes que Pineda no incluya al tratar de los respectivos territorios, por fabulosos caracteres que se les asignen; nada alcanza a des- pertar sus sospechas. Con esta credulidad, un gran dominio en el manejo del idioma que enriqueció con abundantes vocablos y una laboriosidad ex- cepcional, pudo compilar esta descomunal historia, en que un curioso ha contado más de 1.040 autores por Pineda citados. Así pertrechado, y sin rechazar siquiera los infundios, tan desacreditados ya en su tiempo, de Annio llama el buen franciscano "re- curiosos" a los que no le dan fe , se esfuerza por ir conectando cronológicamente los imaginarios reyes de los países más distantes y alcanza hasta tiempo muy cercano. Es una compilación mixta, de historia religiosa y política, que hubiera .sido un excelente ejemplar de historia universal si el autor hubiera tenido algún sentido crítico, pues pocos habrán pues- to un esfuerzo tan serio en lograr una exposición in- interrumpida del pasado humano.

La genealogía adquirió ahora gran desarrollo. JNo sólo se aplicaron a ello muchos de los escritores que laboraban y publicaban bajo la protección de los nobles, sino los cronistas oficiales, a quien los gajes de su cargo independizaban económicamente. Ocarn-

154. Se publ. «n Salamanca, 1588, 11 vola, i.a edición que lie consultado es la de Barcelona, 1594-1620, 5 voLs. en rol.

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cap. vi (1543-1592)

po, Medina, Tarafa, Garibay, Morales, Zurita, Alon- so de Santa Cruz, casi todo* los historiadores de este tiempo, elaboraron escritos genealógicos, a varios de los cuales hicimos referencia al tratar de cada autor. Huelga decir que a su interés histórico escaso por falta de crítica, no por deliberada inventiva, como en las épocas siguientes, no suelen unir el menor va- lor literario. Si atendemos al fondo y no a la forma, el primer lugar entre los genealogistas citados co- rresponde a Garibay, guiándonos por un afamado especialista en estos estudios m, Añadiremos también a la lista mencionada el nombre de Pedro Jerónimo de Aponte, autor de un Lacero de Nobleza (1560), y el del Cardenal D. Francisco de Mendoza \ Bo- sadilla, de un tratado De los linajes de España u>i- > : ambos trabajos cuentan entre los primeros esfuer- zos de algún valor para abrirse camino entre la ma- raña de nuestra genealogía. Tampoco puede omitirse a Gonzalo Arcóte de Molina, cuya Historia de la Nobleza de Andalucía, de la que sólo publicó una primera parte (1588) se cuenta entre lo más impor- tante del género; dejó manuscrita una ilustración De la Casa de Argote

La historia de Las instituciones ofrece ya en <--t<- período importantes trabajos. ESTEBAN DE Garibay

155. r. Fernández de Beíhenoourt pondera repetidamente a c.aribav, -en quien rivaliza lo fecundo de la pluma con lo estrecho de la conciencia literaria y cuyas obras no impresas representan quizil mayor caudal de conocimientos que .las importantísimas pu- blicadas" (Hist. geneal. y herald, de la Monarquía española, I. 7-8).

156. La lista de todo lo conocido serta demasiado larga, de- biendo agregar a los nombres citados los del célebre ralsario p. Ro- mán de la Higuera (Nobiliario de los linajes áe Toledo, Nobiliario ile la Casa de los Toledo), Alvar Gómez de Castro {Antigüedades de la Nobleza de Toledo), Antonio de Batallona (\~ergel de Nobleza), Jerónimo Gwiiel {Compendio de algunas Historias de España, don- de... especialmente se da milicia de... los Cirones, Alcalá, 1577», etc.

H. DE LAS INSTITUCIONES. POLEMISTAS 89

debe también ser aquí mencionado por su Origen, discurso e ilustraciones de las dignidades seglares de España '". Vasco Díaz Tanco, según Nicolás Anto- nio, que dice la alabó Pellicer, compuso Portante de casas nobles en que se trata de Títulos de Dignida- des... de España. De Jerónimo de Blancas ya se mencionaron Ipág. 38) las obras con» que ilustró espe- cialmente las instituciones al escribir sobre la his- toria aragonesa. Ambrosio de Morales contribuyó considerablemente a la bistoria interna con su fa- moso Viaje Santo por las iglesias y monasterio» de León, Galicia y Asturias, inédito basta ser publicado por el P. Flórez (1756), y su Discurso sobre los pri- vilegios (Córdoba, 1586).

Conviene rematar esta breve mención miscelánea señalando algunas actividades, unas ahora iniciadas y otras en este tiempo desarrolladas, en que no se bistoria directamente, sino que se toma por objetivo deliberado otras historias ya hechas. Se aludió ya, al tratar de Zurita, a la crítica que se hizo de sus ^Anales'*. Alonso de Santa Cruz la realizó con no- toria malevolencia, pero con innegable puntualidad y pericia. Al contestarle se mostró también hábil cen- sor Ambrosio de Morales en su defensa del historia- dor, sólo afeada por un tono pedantesco, en que se multiplican innecesariamente las citas latinas. Como ellos, Páez de Castro, al intervenir asimismo en fa- vor de Zurita, pone en su crítica no poca sagacidad y acometividad. Esta polémica y la que cca-i loa- ron los apasionados escritor de Las Casas (v. pág. 99 1,

157. Fuentes, art. 297.

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cap. vi 11543-1592)

¿on los ejemplos más notorios de trabajos declarada- mente consagrados a enjuiciar opiniones y asertos ajenos. Lo corriente es que la función crítica se ejer- za en forma esporádica en historias propiamente di- chas, o se censure o defienda em cartas particulares, en las que isuele campear la mayor vehemencia y agresividad.

Ofrece también ya este tiempo editores y anota- dores de obras antiguas. Debe mencionarse a Flo- rián de Ocampo, que dió a luz con mucha puntua- lidad lo que hoy llamamos "Tercera Crónica gene- ral", y Ambrosio de Morales, quie anotó y publicó las obras de S. Eulogio de Córdoba, ilustrándolas con su vida, por Alvaro Cordobés, y con otros escri- tos sobre mártires de la misma región. Jerónimo Blancas redactó también unas notas en latín a la "Crónica de San Juan de la Peña' "*?

Aquí podemos también situar las obras de crí- tica sobre historias publicadas. Ejemplar muy típico de tal grupo son los Apuntamientos y anotaciones sobre la Historia de Paulo Jovio... con descargo de la nación Española, com puestos por Gonzalo Jimé- nez de QuESADA, el célebre conquistador de Nueva Granada. Irritado por la parcialidad que encuentra en el obispo italiano contra España, y dolido de que su obra hubiese sido traducida al ca-tellano. Qnesa» da, ya anciano, tomó la pluma para poner las cosas en su lugar

158. Bibl. del Escorial, ms. L. [. 15.

159. VM. nota /te la nlira *e 01 ovio en Fuentes, art. 4?9I. Acerca de la de (.mesada, Impresa pero aun no publicada, vid. C. Baile, i'n libro nuevo tfe Gonzalo Ximénez de Quesaaa (Rev. de indias, 1í>¡>. III. m'irn. pairs. 111-120.)

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Las versiones de obras histéricas abundan en este tiempo, hallándose traductores del griego, como Juan de Castro Salinas (Ocho vidas de Plutarco, Colonia, 1362; Los ocho libros de Tucídides, m?. I, Diego Gra- tián de Alderete (traducciones de Jenofonte y Tucí- dides, publ. en Salamanca, 1552 y 1564) y Diego de Salazar (a quien ®e atribuye una versión de las Gue- rras civiles de Apiano, publ. em Alcalá, 1536) ; del Latín, como Pedro García de Oliván. {Comentarios de César, Toledo, 1570), Alonso de Santa Cruz (Chroni- ca de España, de Tarafa, Barcelona, 15621, Francis- co Thamara (Suma y compendio de todas las Chro- nicaa del mundo, de Juan Carrión., Medina, 1553), Juan de Molina (traducciones de obras latinas de Marineo Sículo), Gaspar de Baeza, Pedro Blas To- rrellas y Vasco Díaz Tanco (los tres, traductores de Paulo Jovio) ; del italiano, como Juan Vázquez del Mármol {Historia de Nápoles, de Francisco Collenu- zio, Sevilla, 1584) y sobre todo Alfonso de Ulloa, cu\ a principal actividad fué la de traducir obras es- pañolas al italiano y viceversa.

i) Historiadores de Indias.

1) Historia polémica.

Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), por la gran parte que tuvieron las vicisitudes de su vida en las doctrináis que tan ardorosamente sustentó, y la enorme repercusión de éstas, requiere aquí un re- sumen biográfico algo más detenido de lo habitual. Formado en la Universidad de Salamanca, pasó en 1502 a la isla Española, donde su padre, ido allí en

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cap. vi (1543-1592)

el segundo viaje de Colón., había logrado rica ha- cienda. Dedicóse el joven a su explotación, pintando él mismo con negras colores, en su "Historia de las Indias", la falta de escrúpulos con que siguió la co- rriente general. Pero en 1510 un sermón del domini- co Pedro de Córdoba le impresionó, se hizo sacer- dote, y aunque siguió aún algún tiempo lucrándose del trabajo de los indígenas, acabó (1514) por des- prenderse de los que poseía, y todo el resto de su larga vida lo consagró con creciente vehemencia a ía labor que le valió el título, unánimemente con- ferido, de "[Apóstol de loa Indios". La realizó pon- todos los medios a su alcance, con su pluma y con su gestión personal, logrando conmover a Carlos V, que le puso repetidas veces era situación de obrar por mismo y dictó por su influjo nuevas leyes de Indias. Las Casas fracasó en un intento de coloniza- ción pacífica que, por vía de ensayo, se le permitió hacer en Cumaná (1520); fué, en cambio, ejemplar su obispado de Chiapas, diócesis mejicana que rigió de 1545 al 47, en que volvió definitivamente a España. En la Orden de dominicos, con los que espiritual- mente estuvo de mucho antes, había profesado en 1523, movido del desaliento que le produjo el fallido intento de Cumaná.

Pocas vidas tan al servicio de una idea única como la de Las Casas. Durante 50 años consecutivos la de- fensa de los ¡radios fué en él un pensamiento obse- sionante, motor de todos sus actos y animador de todos sus escritos. No es preciso que deliberadamente polemice para que la idea fija acuda a su pluma. Puesto a describir, a narrar, a exponer antiguas teo-

LAS CASAS

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rías de filósofos, a tocar puntos de religión, casi siem- pre encuentra algo que Je conduzca al mismo tema. Siguiéndole en el desarrollo de eu exposición se ob- serva que sus propias palabras le arrastran en un ' '( ■rr-cendo" al que no puede sustraerse, y en cada nuevo párrafo acumula horrores más glandes que los precedentes. De que su propósitos no pueden -or más puros, dictados por urna caridad verdaderamente franciscana, no puede lógicamente dudarse. Y, sin embargo, ha sido enormemente injusto, porque su ob- sesión avasalladora cerró sus ojos para cuanto no fue- sen prueban de su doctrina, y abultó éstas muy por encima de la realidad. Ofuscado por la impresión que en su temperamento de fanático producen los desma- nes que empañaron la conquista americana, como to- das Jas oonqui-itas, nada significa para él el valor ex- traordinario con que unos cuantos hombres, con proe- zas increíbles, e adueñaron de vastos territorios po- bladísimcs, defendidos aJgunos por verdaderos ejér- citos bien organizados. Las Casas sólo ve de una parte unos indígenas angeJicaJes, confiados e inermes, y considera un evidente abuso de superioridad su so- juzgamiento por los invasores. Presentada la lucha de este modo, en un tiempo en que la potencia his- pánica despertaba universal rencor y celos, puede comprenderse Ja fruición con que sus enemigos usa- rían de las armas que un español les daba para difa- marla. El vehemente dominico no Jas esgrime sólo contra sus compatriotas. Pinta Ja colonización por- tuguesa con tintas iguaJmente sombrías wa, y aJ qfu-

IGi). Vid. los caps. XXII-XXVII del 1. I de la Historia de las Indias. Vuelve a atacar 'durisimaniente a los portugueses al ocu- parse de la esclavitud en el relato del tercer viaje de Colón.

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parse de la actuación de la compañía alemana en Venezuela dice cjue fué aun más cruel que lo demás, llamando a sus hombres "tiranos animales o Alema- nes" Pero como es la acción española el principal objeto de sus obras, lo demás pasa casi desapercibido y no invalida la tremenda condenación que a ella lanza constantemente 16~.

El ideario de Las Casas puede resumirse así. La Providencia concedió a España la noble misión de descubrir y evangelizar las tierra* americanas. Ocu- paban éstas unos hombres admirablemente dotados, qué vivían paradisíacamente y sólo les faltaba para •ser perfectos la luz de la cristiana. Enseñarles ésta no requería trastornar su dulce existencia. Regidos por suis jefes, naturales y dueños de su territorio, te- nían derecho a seguirlo siendo, sin que ello fuese incompatible con el señorío universal otorgado a Cas- tilla por la Sede apostólica '. Pero los invasores penr earon más en su lucro que en el bien de los indígenas y pospusieron la evangclización a la rapiña. Colón, de mismo, era indulgente y le animaba buen espí- ritu, pero incurrió en el error de creer que debía, a cualquier costa, resarcir a los Reyes Católicos de los

161. Brevísima reí. 'le la destr. <le ¡AS Indina, en !a Darte con- sagrada ;i Venezuela.

102. Sobre el dafio causado a España por Las C. vid. especial- mente él articulo de Levillier que cito en la noto 167.

163. Lega a decir que el reyezuelo Guacanagari "ofendía y vio- laba niuchci la ley natural, y era traidor y destruidor de su pa- tria y de los Royes de la isla y de toda su nación, y pecaba mor- talmente ayudando y manteniendo, favoreciendo y conservando a IOS eristianos, y por consiguiente, lodos los Reyes y -señores, y :o;tH la otra gente de aquellos reinos, Justa y licitamente lo per- seguían...", pues ayudaba a "gente áspera, dura, fuerte, extrafia, que los Inquietaba, turbaba, maltrataba, oprimía, ponía en dura servidumbre v, al cabo, los consumía, destrufa v mataba" (Hist. de las Indias, rol. <Joc. in.. i.xiii, 83).

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gastos de la empresa Extranjero y desvalido, te- mía que ésta fuese abandonada, si resultaba onerosa, y ello le llevó a iniciar procedimientos de expoliación, que después, «obre todo desde la muerte de Isabel, se agudizaron espantosaimente. En cuanto a los de- más, abundaron los indolentes que quisieron gozar en América de una vida regalada, a costa del sudor y la sangre de los indios, abusando de su natural bon- dadoso y de la superioridaid que a ellos daban sus ar- mas. Débiles los indígenas, bastábales con poco tra- bajo para satisfacer su sobriedad ; pero sus domina- dores, con nada hartos, dieron pronto al traste cotí. sus pocos elementos de vidia, esquilmaron el país, so- metieron a sus b abitantes a penosos esfuerzos y en poco tiempo quedaron despobladas de indígenas las primeras islas ocupadas y hubo de apelarse a trans- portes humamos de unas partes a otras, con lo que la extinción de la raza aborigen fué extendiéndose por todo el continente. Crueles, además, los invasores, multiplicaron por mal instinto los martirios de sus víctimas, por lo que la mortandad alcanzó cifras ate- rradoras. Tal es la sustancia a que pueden reducirse las ideas que con machacona insistencia repite Las Casas en sus diversas obras.

Estas entran todas, y casi con igual derecho, en el grupo polémico. Aunque suele citarse la "Destruc- ción de las Indias" como típica del apasionamiento del autor, no es mucho lo que de sus duras críticas

164. Dice Las Casas (|ii,e si Colón no hubiese caldo en desgracia habría llegado a despoblar aquellas tierras de indios, mandándolos todos a Europa, ya ente fallaba el oro y no tenía otra cosa <iue eavfar.

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falta en las demás 10\ De las que aquí interesan, es- cribió primero la Apologética Historia ,0,i, iniciada con breve reseña del 'descubrimiento, pero descriptiva en todo el resto; la parte más valiosa es la consagrada a la isla Española, que conocía [mejor; de algunas de la otras regiones se ve que habla por referencia. El autor pondera todo : la privilegiada situación de aque- llos países, la belleza y feracidad de las tierra-, y, sobre todo, las cualidades de los indígenas a los que incluso pinta como honestos y laboriosos, en desacuer- do con cuanto de ellos se sabe ; la pureza de sus creencias religiosas, con grandes atisbos de la fe cris- tiana; el gobierno paternal de sus reyes. Tiende, pues, a refutar a quienes los consideraban como raza infe- rior y llena de vicios repelentes, para disculpar el trato que se les daba.

Sigue en orden la Brevissima relación de la des- truyeion de las Indias, que con otros tratados breves se imprimió en 1552 0 . La dedica al príncipe Feli- pe, para que ponga término a los borrores que ba de contarle. Empieza encareciendo de nuevo aquellas

165. Incluso en la extensión con que se trata el tema' central de aquélla, compiten con ella las olías. Asi en la Historia de las ¡lidian, ailomás de aludirse al tema de los indígenas constante- mente, se le dedican casi completas los 21 caps, primeros del libro III.

1S6. Apologética Historia cuanto a las cualidades, áiapuíicim, descripción, cielo y suelo (¡estas tierras, y condiciones naturales, ]iolicias, repúblicas, maneras de vivir y costumbres de las gentes destas Indias ocidentales 1/ meridionales, cuyo imperio soberano pertenece a los Reyes de Castilla. Fue comenzada en 1527; sobrr eds. vid. Fuentes, art. 3583. Jiménez de la Espada la llama "la más genial y apasionada de sus obras" y resume su plan como "la aplicación de las teorías de la Política o República de Aris- tóteles sobre la ciudad, a todas las sociedades, agrupaciones o poblaciones indianas, procurando demostrar... que poseían en mis alio grado que los europeos y asiáticos, las necesarias condiciones para que su existencia rueso Hrme y permanente" (Prólogo a su edición do la parte relativa a Las antiguas gentes del Perú, pág. l>.

1G7. Fuentes, art. 3731. Añádase a lo allí citado: R. Levllner, Quelquea "Propositóme juridiques" el lo "Destr. des ¡ndes" du

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tierras, extraordinarianienite pobladas de unos seré» débiles de cuerpo, pero de gran bondad espiritual. Los españoles entraron allí "desde luego que las co- nocieron conio lobos y tigres y leones oradelissimos de muchos días bambnieinitos", con lo que en cuaren- ta años murieron imás de doce millones de indígenas, y aun cree que no se engañaría si dijese más de quin- ce; ello a pesar de haberles recibido como llegados del cielo y acogídolos tan humanamente. La obra abunda en pintorescas expresiones y anécdotas de la crueldad española, y su plan consiste en exponer sucesivamente el estado antiguo de cada región y la actuación en ella de los conquistadores.

A este tratado acabado ein 1542 y añadido en 1546 siguió la famosa polémica con Sepúlveda, a que luego se hará referencia, y la Junta de Valla- dolid (1550), ocupándose después el autor (1552-1561) en su producción más extensa e importante: la His- toria general de las Indias m, cuyo manuscrito con- fió al Colegio de San Gregorio, de Vallaidolid, en- cargando que durante cuarenta años no fuese leído por iseglar alguno y ni siquiera por todos los cole- giales, sino por los más prudentes ,b9.

En el prólogo, después de exponer prolijamente las diversas causas que movieron a los historiadores antiguos, dice que a él le impulsa el deseo de hacer

P. Las C. Essai de rectification (Rev. d' Hist. mod., 1932, n. s., núni. 8, pág-s. 239-257). 1,. Hanke, Las teorías políticas de B. de Las C. (B. Aires, 1935; yod. LXVII de Pubis, del Inst. de Inv. His.), R. Menéndez Pidal, ¿Codicia insaciable? Ilustres hazañas. Escorial, 1940, I, 21-35. Sobre la biogr.: N. Alonso Cortés, Fray B. de Las C. en Vallndolid, en sus Sumandos biográficos (Valí., 1939, 45-53).

168. Fuentes, art. 3582.

169. Esta recomendación, firmada en 1559, no se aviene con la publicidad dada, varios años antes, al terrible libelo de la Des- truye ión.

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conocer la verdad, por .ser superficial y erróneo lo que de las Indias se había escrito. Así contribuirá al remedio de aquellas gentes, si no es que se acaba con ellas antes de terminar él su obra. Quiere también mostrar que no son culpables los reyes de Castilla, sino loa hombree que allá fueron. Para ello se pro- pone referir en seis partes todo lo acaecido desde 1492, finalizando la primera en 1500 y reseñando sendas décadas en las restantes. De este plan fué rea- lizada la mitad, historiando hasta 1520. Imposible consignar aquí la-, muchas observaciones de interéis que la lectura de la obra provoca; sólo hay lugar para algunas notas que fijen sus principales características. El autor muéstrase muy erudito en escritos de toda especie, antiguos y modernos, refiriéndose a ellos con gran puntualidad y discutiendo sus tesis. Fustiga a varios con extraordinaria dureza, en particular a Fer- nández de Oviedo, a cuya refutación dedica muchas páginas en diversa-, partes de la obra; le llama "ca- pital enemigo de los indios", con los que cometió "horrendas inhumanidades", y que endereza "todas sus historias para excusar las tiranías de los españo- les, y acusar y abatir estas tristes gentes desampa- radas" B\ De Vespucio utiliza ampliamente las rela- ciones publicadas a su nombre, pero puntualiza el

170. El escritor argentino r. d. carbía opina (La superchería en la Historia del descubrimiento de América, B. Aires, 1929) que Las Casas, enojado de que Oviedo no quisiese suprimir de su Historia el pasaje relativo a su rracaso de Cumaná, se vengró tra- tando de quitar a cuanto aquél había dicho. Cree que incluso se valió de supercherías tales como la de fraguar la supuesta co- rrespondencia de Colón con Toscanelli, lo del mapa que se le atribure y la "Historia del Almirante" que figura a nombre de Fernando Colón. Vid. una replica de E. Jos (Supuestas falsificacio- nes del P. Las Canas en la historia de Colón, Rev. de Occidente 1931, XXXI. 217-2?^ y la contrarréplica d'o Carbia (La historia del Descubrimiento y los fraudes del />. Las Casas (Nosotros, 1931.

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alcance de sus viajes y se duele de que no mencio- náis© a Colón ni se diese al nuevo mundo su nombre. Loe escritos de éste, qiue él disfrutó en sus origina- les, y. su conocimiento de la Historia de Fernando Colón, le permiten trazan- de sus cuatro viajes la re- seña más detallada que poseemos, y en general la Historia de las Indias es la más completa que se ha hecho del descubrimiento y las primeras conquistáis, reseñando con detalle todas las expediciones que se hicieron ' . Pero su idea obsesioniante le impidió ob- servar con imparcialidad, y se atuvo, más que a los hechos, a su propia imaginación. Hoy se reconoce unánimemente que deformó la realidad, que dió ci- fras fantásticas por nadie admitidas, que la pasión le llevó a ser injusto con los Pinzones, con Cortés, con casi cuantos tuvieron una participación gloriosa en aquellas empresas. Su obra, además, es peligrosa- mente elocuente por la convicción que al autor posee y que él sabe transmitir con su verbo expresivo, a base de expresiom.es sermonarias, de las que impre- sionan fácilmente a la imaginación popular.

Las ideas divulgadas por Las Casas produjeron gran revuelo 1 " y sobre ellas se entabló una intere- sante polémica. El más señalado impugnador fué

LXXII, 138-154). Concretándome a la Historia de F. Colón, lie de anotar que aunque a veces toma Las Casas por testimonio pala- bras de ella, también la contradice; vid., sobre todo, las págs. 98- 100 del vol. LXIII de la Col. de Doctos, inéd., en que censura s Fernando por no darse cuenta del derecho que asistía a los in- dios para rebelarse contra las extraños.

"171. Las Casas, a quien, como a Oviedo, no asusta la prolijidad, extiende su relato a regiones no americanas. Entre otras muchas digresiones puede estarse la que consagra a las Canarias (caps. XVII- XXI del libro I) y a Madera, Azores, Cabo ver-dte y colonización, de Africa por los portugueses (XXII-XXVII del mismo).

1 75. No interesa aquí señalar 'el qu« ocasionaron al inspirar las nuevas leyes que se dictaron, sino su simple repercusión en la historiografía de aquel tiempo.

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Juan Ginés de Sepúlveda, que contendió pública- mente con Las Casas en una jun/ta celebrada en Va- lladolid, 1550 "3, y compuso además los diálogos ti- tulados Democrates primus y Democrates alter "*. En ellos trata de justificar las guerras, estableciendo, en- tre otras causas legítimas, la de someter a los que por condición natural deben obedecer a otros y re- husan su imperio Y en tanto que Las Casas tiene altísimo concepto de los amerindios, paréoele a Se- púlveda que difieren, de los españoles casi tanto como los momos de los hombres (quam simiae prope dixe- rim ab hominibus) . Su doctrina, en la que Menén- dez Pelayo encuentra justamente afinidades con la de los modernos positivistas, partidarios del exterminio •de las razas inferiores, no podía avenirse en modo alguno con la de Las Casas, más fundada en la pura virtud que en la triste realidad humana "*.

173. En la Colección de tratarlos ya aludida puede verse, a continuación de la "Destruvción", el Sumario que a petición de -la .lunta hizo l"r. Domingo de Soto de las razones alegadas pol- ios polemistas, con las respuestas consiguientes. IT i. Fuentes, art. 3736.

175. quorum una est, si non potes! alia via in ditionem rc- fligantur quorum ea conditio naturalis est, ut aliis parere de- heant, si eorum imperium recusent".

176. La extensión que lie debido conceder a Las Casas, para per- filar siquiera el alcance de su doctrina y principales obras, me

' obliga a limitar a lo ya dicho la referencia a la polémica que sus ideas suscitaron y (pie se mantuvo después de su muerte. Entre los escritos a ella pertinentes no quiero omitir la pendón de una

'do las informaciones hechas en el Perú, a la que me referiré en •el art. 4 de este mismo grupo. Está Techada en 1571 y figura en Fuentes, art. 4428. Trata del buen dominico, al Impugnar su opi-

'nión, con bastante comedimiento, veremos que varios de los his- toriadores de América examinados en este capitulo tocan también el problema de los indios, aunque sin hacer de él el leit moliv

"de sus obras, como Las CAisas; y en general, en todo el curso de la historiografía de Indias, encontraremos con frecuencia reper- cusión de las Ideas de éste.

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2) Historias generales.

En esite grupo, al que también corresponden las obras de Las Casas, aunque, por su carácter peculiar; se hayan segregado, incluiré las que se compusieron, sin limitarse a un determinado territorio. Predomina- en. urnas la parte descriptiva y en otras la narrativa.

Francisco López de Gomara (¿1511-1572?), ca- pellán de Hernán Cortés en sus últimos años, puso al servicio de éste su cultura y excelentes dotes lite- rarias historíamelo la eorrtquiuita de Méjico (v. p. 109), la cual hizo preceder de una Historia general de las Indias, que ha de situarse aquí '". Aunque Gomará forma en el grupo de los que historiaron América sin visitarla, tan vituperados por los que la conocie- ron de visu, la obra ha gozado de mucho renombre y ha sido reiteradamente editada y traducida. Alcan- za a 1551 y fué impresa en el 52, dedicándola a Car- los V. En el prólogo se refiere al estilo breve de que en ella usó l,s, contraponiéndolo al de la conquista de Méjico, más prolijo, y promete añadir muchas co-

177. Fuentes, ai't. 3587. El amor expone a la inversa la gestar ción de ambas obras; al llegar mi su recorrido de la Hisl. gen. a .Méjico y Cortés, dice: "E por cuanto él hizo muchas y gran- des hazafías en las guerras que allí tuvo, que, sin perjuicio ningún español de indias, fueron las mejores de cuantas se lian hecho en aquellas partes del Muevo Mundo, las escribiré por parte, a imitación de Folibio y de Salusitio, que sacaron de las historias romanas, que juntas y enteras hacían, éste la de Mario y aquél la de Sci-pión".

178. "Contar cunado, dónde y quién hizo una cosa dice en sus palabras "A los leyentes" , bien se acierta; empero, decir cómo es dificultoso. Por tanto, se debe contentar quien íee historias de saber lo que desea en suma y verdadero; teniendo por cierto que particularizar las cosas es engafioso y aun muy odioso; lo general ofende poco si es público, aunque toque a cualquiera; la brevedad a todos aplace: solamente descontenta a los curiosos, rué -on pocos, y a los ocioso.?, que son pesados".

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«as, ahora calladas, en una versión latina, que dice •está haciendo, pero no nos ha llegado. Precisamente en la impresión de conjunto, que con esa brevedad acierta a lograr, reside uno de sus méritos 1 '", avalora- do por la amenidad con que ofrece sus noticias. Hom- bre de bastante lectura, puede también hacer pre- ceder la reaeña de Indias de las nociones generales acerca del universo y .de la tierra, cuyo conocimiento interesa para basar con alguna firmeza el del nuevo mundo.

La descripción inicíala por Islandia y "Grutlan- dia" y sigue por el continente de norte a sur, con la indicación en leguas de la** distancias. Ocupándose después del descubrimiento, muéstrase poco afecto a Colón: considera que no fué docto ni por mismo pensó en la posibilidad de aquél, pues en tal caso se hubiera entendido con los genoveses; todo le vino del piloto muerto en ©u casa. Omite también las pro- testas, de la gente de mar, y en cuanto de él refiere inclina- e asimismo a la versión más desfavorable . También es contrario a los indígenas, "grandísimos «odomíticos, holgazanes, mentirosos, ingratos, muda- ble- v ruines", considerando que las muertes que se ocasionaron "azote debió ser que Dios les dió por ¿us pecados.''". Luego templa algo este juicio, culpan- do también a la avaricia e inhumanidad de los pri- meros colonizador»? No alude a los juicios de Las

I7!i. En algunas partes, no obstante, extrema demasiado la cor- tedad del relato; asi en diez capítulos breves refiere los cuatro viajes de colón, no dando idea de la realidad por la Importancia de Las omisiones, a la par que de errores.

190. Kl tema vuelve a tratarlo más particularmente en uno de los capítulos finales, tlf. "De la libertad de los Indios". Dice allí que al principio les dejaban los Reyies Católicos libres, pero en 1304 se empezó a esclavizar a los caribes, por ser sodomitas, y

GOMAR v

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Casas, del que refiere, en cambio, el fracaso de Cu- maná, al ocuparse de Venezuela en el (recorrido his- lórico-deseriptivo de las diversas comarcas, que cons- tituye el núcleo de la obra. Oicuipa en él mucho es- pacio la parte consagrada al Perú cerca de la mi- tad— , acabándolo con la correspondiente reseña de la América central. Siguen varios interesantes capí- lulos, muy apropiadas a una obrka de vulgarización, que tal es su verdadero carácter. Em ellos toca algu- nos puntos relativos a los indios el pan que comen, el color de sus rostros, cuándo y por qué se empezó a esclavizarlos , a la organización y gobierno de aque- llos países con noticia de la creación del Consejo de Indias y otros que era ya habitual el tratarlos, como los pastajes tan mencionados de Platón y Séneca y el camino de América, que, como a otros, le da ocasión para ocuparse de la conquista y las costumbres de las Canarias. El último capítulo es un "Loor de los espa- ñoles", en que pondera la magnitud de la empiresa ame- ricana y el beneficio que de ella recibieron los indí- genas; para s.u justificación remite, elogiándole, a Sepúlveda. Un excelente americanista condensa así su juicio de Gomara: "el más literato de los cronistas del Nuevo Mundo, hasta Solía; escritor elegante, fá- cil y correcto, cáustico, intencionado y atrevido en sus juicios" 1S'. La obra fué en su tiempo perseguida, censurándola de libre.

en adelante se esclavizó a Otros muchos, en represalia por sus crímenes. Expone un razonamiento hecho por el dominico Fr. To- más Ortiz al Consejo de Indias, en que se atribuyen a los indí- genas de Tierra Firme los más graves vicios y defectos, para per- suadir de que no merecían ser libres; es una terrible Invectiva que nada deja que añadir.

181. M. Jimén?z de la Esipada, en su prólogo a la Guerra de Quito, de Cieza, pág. XVII.

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Juan Ginés de Sepúlveda, después de su polémica con Las Casas, se aplicó asimismo a la historia gene- ral de Indias, componiendo sus De rebus Hispano- rum gestis ad Novum Orbem libri VII 1S\ No parece haberle guiado el deseo de contender también aquí con el apasionado dominico, presentando a distinta luz los hechos de la conquista. Aun*que la obra ca- rece de preámbulo que puntualice su finalidad, el espíritu que la informa basta para mostrar que se propuso simplemente hacer una nueva exposición de la gloriosa epopeya, embellecida por su maestría en el manejo del latín ,ss. No se refiere a más historias que a la de Fernández de Oviedo, que la realizó "co- piosisisimia commentariis, sed Hispane" 1M, lo que, sin duda, equivalía para él a encontrar el campo libre. De ella, y probablemente también de otras fuentes narrativas, tan copiosas ya en su tiempo, se valió para redactar su nueva producción, que ostenta igua- les características sin faltar las elocuentes aren- gas— que su crónica de Carlos V. En cuanto a su extensión y la proporcionalidad en el trato dado a los temas, aseméjase, más que a la obra de Oviedo, a la de Gomara. Compendia, en efecto, en brevísimo espacio 'libro I y 9 caps, del II los viajes de Co- lón y la actuación consecutiva en las Antillas, y todo el reato, cuatro quintos de la bistoria, es consagrado

182. Publ. en e-1 tomo III. págs. 1-244, de la ed. de la A. de la H.

183. Lo míe si hace es repetir los argumentos en pro del dere- cho de conquista sobre los indios (caps. XII y XIII del libro I>, que conviene, dice, exponer también en este otro libro, aunque ya hubiese establecido dicha doctrina en el opúsculo a ello con- sagrado.

184. Ha solido derivarse de esta mención la consecuencia de que tomó la obra de Oviedo por única base, limitándose a com uendiarla, afirmación que tambfcn yo he reproducido (Fiientes. art. 358ó), pero que ahora eslimo no se ajusta a la realidad.

SEPÚLVEDA. LÓPEZ DE VELASCO

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a la conquista de Méjico, hasta la paz alcanzada en 1521. Es lo más probable que Sepúlveda pensase ex- poner a continuación lo relativo a las demás regio- nes del continente, pues nada justifica que limitase deliberadamente su esfuerzo a uno solo de los capí- tulos de la conquista, sin consignar tal limitación en el título

Los demás escritores que en este período se refi- rieron a las Indias en general, las consideraron pre- ferentemente en el aspecto científico.

Juan López de Velasco, el primer cronista ma- yor de Indias, fué designado (en 1571, año de la creación del cargo) con el doble carácter de crotnista» cosmógrafo, y, por inclinarle más a lo último sus estudios, en vez de aplicarse a la historia general que se demandaba, compuso unía Geografía y descripción universal de las Indias ' ". Fué redactada en 1571-1574 y alcanzan sus datos hasta este último año. Su pri- mera parte, especie de preámbulo breve, tiene mu- cha analogía con las partes descriptivas de las cró- nicas y con las obras consagradas a la historia indí- gena; pero todo el resto del tratado, muy exteaiso, está dedicado preferentemente a la hidrografía ty nada tiene de común con la producción que aquí nos interesa.

18.). En la edición citada el titulo de la obra aparece ampliado con la adición "Mexfcunwue", pero ello es probablemente añadido de los editores, ya que el autor, al enunciar su propósito, se re- fiero a toda la actuación en América de los españoles, que "totum i>re orbe.m, exceptis zonia algre>ntU)us. perlustrarant, dutn nova *t inaudita Regna novasque Provincias quaerunt, long-issime ac lattesl- me Hispanorum lmperium el Chrislianam religionem dilatantes".

18G. Fuentes, art. 3590. Vid. B. D. Caibia, La Crónica oficial de Ion Indias occvlentrles, I.a Plata, 1934. püips. 101 y sigs., especial- mente 141-147. Sobre otro aspecto de la actividad de Velasco, vi l. i. de la Pefta Cámara, La Copúlala de leyes de Indias y las Orde- nanzas ovandinas. Resista de Indias (Madrid), 1941, II, núm. 6, pAgS. 121-146.

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Otra obra de este tiempo, divulgada en una ver-' sióm inglesa coetánea con el título de Joyfull netves out the newe founde ivorlde a\ da con él noticia in- exacta (de su contenido. En efecto, su autor, el mé- dico sevillano Nicolás Monardes, que la compuso en 1577, ise limita a tratar de las propiedades medi- cinales de vegetales y minerales americanos.

En fin, el sabio jesuíta José Acosta (1539?-160O) , aunque principalmente conocido como cosmógrafo y naturalista, tiene también interés en la historiografía. En 1584 estaban preparado? para imprimirse dos tra- bajos suyos: De natura novi arbis libri dúo y De pro- mulgatione Evangelii apud barbaros, sive de procu- rando indorum salute libri sex; ambos se publicaron en un solo volumen en Salamanca, 1589. Traducidos al castellano por el autor los dos libros "De natura" y añadidos a ellos otros cinco, nació así su Historia naturai y moral de las Indias, impresa al año siguien- te . Aprovechó también algo en ella otro escrito suyo, compuesto en 1586, en que refería las andan- zas y aventuras de un Bartolomé Lorenzo, que vagó varios años por diverso? países americanos, atrave- sando selváticois y apartados lugares "\

La "Historia" de Acosta, repetida.meri.te editada y traducida, ha valido a su autor gran renombre en el campo científico, llamándosele el Plinio del Nuevo Mundo, cuya geografía física e historia natural fué

187. Puentes, ait. 3301.

I8i*. Fuentes, ait. 3593. ti titulo completo es Hist. Mal. y Mor. ne las ¡tutúu en alte se trillan las cosas notables del Cielo, ele- mentos, niélales, ¡llantas y animales deltas: y los ritos y ceremo- nias, leyes y govierno y guerras de los indios. Sobre el autor y sus libias vid. J. R. Cawacido, El I'. 1. de \ y su importancia en la literatura Científica Española, Madrid, 1899.

18». fuentes, ant. r>:>09.

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el primero, según Humboldt, que trató de metodizar. Como historiador, no ha escapado a duras censuras, habiendo contra él una acusación de plagio, lanzada en 1598 por el dominico P. Dávila Padilla, desarro- llada modernamente y aclarada después en forma que vindica totalmente la fama de nuestro historiador Los propósitos que le movieron en las dos partes de 9U obra fueron análogos. En lo relativo a las "nove- dades y extrañezas" del nuevo mundo, enunciadas ya por otros, él aspiró a desentrañar las causas con procedimientos de filósofo y científico. En cuanto a los "hechos e historias de los mismos Indios anti- guos y naturales habitadores del nuevo orbe", su conocimiento requería trato muy íntimo con los in- dígenas, por lo que los anteriores escritores "se con- tentaron con relatar algunas de sus cosas superficia- les". En esta parte laboró también Acosta como filó- sofo por la manera de exponer, pues, en vez de per- der-e en la prolijidad de los casos observados, supo reducirlos a unos pocos tipos para su mejor com- prensión. Al enjuiciar los usos de los indios mues- tra una gran tolerancia en cuanto no roza con los dog-

190. Donde lie visto el tema tratado con más extensión es en la adición (Méjico, tS7S> de la Crónica mexicana de Fernando Alvarado Tezozomoc (Fuentes, art. 3028). Iniciado e.l volumen por i ' texto riel llamado "Códice Ramírez", y éste por uña Adverten- cia de su descubridor .). I . Ramírez, ocúpase en ella ampliamente del supuesto plagio; juzga que Acosta usó directamente "de dicho ms., sin tener noticia acaso de la "Historia de- los Indios" del dominico Diego Duran de efuien según el citado Dávila, había tomado Acosta su texto , que, a su vez, había también copiado y ampliado el del ms. anónimo. Posteriormente E. Beauvois, en ita art. de la "Revue des Questions historiques", 1885, llegó a la conclusión de que el dicho ms. es un resumen de la obra de Dináü hecho por el P. Tobar para uso de Acosta, y como éste dice leailmente en su obra que en lo relativo a Méjico sigue a Tobar e incluso inserta una carta que le dirigió para asegurarse de la veracidad de sus datos, todo el tinglado acusatorio se ha venido abajo. En la obra citada de Can-acido (págs. 9¡-98> pueden verse otras noticias sobre esta cuestión.

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mas cristianos y adopta una postura equivalente a la de Las Casas, pero sdn»desvirtuarla, como él, con fal- sedades. Ataca, pues, "la falsa opinión, que común- mente se tiene de ellos, como de gente bruta y bestial, y san entendimiento, o tan corto que apenas merece ese nombre: del qual engaño se sigue bacerles muchos y muy notables agravios, sirviéndose de ellos poco menos que de animales, y despreciando cualquier gé- nero de respeto que se les tenga". Opina, también como Las Casas, que se deben conocer sus leyes e i 1 1 ~ - tituciones, para respetarlas en lo que no contradigan las cristianas, y él quiere contribuir a ello con las noticias que da en su obra. Consagrados, pues, los cua- tro primeros libros a lo que llama Historia natural, dedica el V a la religión indígena y el VI a la poli- cía, gobiernos, leyes, costumbres y hechos; en el VII y último se ocupa exclusivamente de la historia me- jicana basta el comienzo de su evangelizado». Así como en lo relativo a Méjico dice el autor haber se- guido al P. Tobar, según vimos, en lo del Perú que A eos* a conocía mejor, pues vivió allí quince año? y sólo dos en Méjico menciona como su fuente a Polo de Ondegardo (v. pág. 147). Todo lo expone con grata sencillez y eficacia, ganando mucho sus nociones en claridad al no ser involucradas, como en otros autores, con los. hechos posteriores a la conquista.

3) Historia de los diversos territorios.

La creciente personalidad que cada uno de los vi- rreinatos fué adquiriendo multiplicó las reseñas de sus hechos particulares, las cuales eclipsan, desde

GOMARA

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ahora, por su cuantía e interés, a las historias gene- ralo. Son examinadas en este artículo las que se re- tinen, total o parcialmente, a la actuación española, dejando para el siguiente las que toman, a los indí- genas por tema central.

La historia de Méjico, limitada en el período an- terior a relaciones de tipo autobiográfico, es iniciada en el grupo de monografías de carácter erudito por el ya citado Francisco López de Gomara con su Se- gunda parte de la Crónica general de las Indias, que trata de la conquista de Méjico, aparecida con la pri- mera en 1552 '. Bastante más extensa que ésta, a pesar de la menor amplitud de su tema, compréndese que fué el principal objetivo del autor, para el que contaba con cotpiosa información.. Pero pecaba ésta de unilateral, como recibida de Cortés y de los tes- timonios conservados en su casa. Además, aunque aca- bada después de su muerte, al dedicarla a su hijo y heredero bien mostraba Gomara que se atenía en todo a la versión más favorable al gran conquistador. Aquí está el punto flaco de la crónica, en la que la figura de Cortés oscurece en demasía la participación de los demás héroes de la empresa. El autor trata la conquista como una hazaña personal : inicia su histo- ria con el nacimiento del héroe y la remata con su muerte y una elogiosa semblanza. Más que una re- seña de los sucesos es un monumento a la gloria del protagonista, y para ello pone en juego sus notables dotes literarias. Esmalta su narración de elocuentes í; rengas, en boca casi todas de Cortés; despliega su

101. Vid. pág;. 101 y Fuentes, aít. 3587; añádase E. Jos, El Cronista de Indias F. L. de Gomara. Apuntes biográficos, ft&v. de occidente, 1927, XVIII,' 274-278.

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erudición exponiendo cuanto «abe de la vieja cultura mejicana, y cuida mucho de mantener en su lengua- je una constante dignidad y de que sus loas continua- das al conquistador no resulten afeadas por indiscre- tos epítetos. Es en conjunto una pieza compuesta con. arreglo a los cánones humanísticos, que literariamente no será superada hatsta siglo y medio después, en que Solís aplicó sus primores estilísticos al mismo tema. Gomara prepara hábilmente al lector presentando en la dedicatoria el acontecimiento que va a reseñar como una empresa modelo, por la poca sangre que costó y la evangelización, por ella lograda, de mu- chos millones de seres, que así abandonaron la ido- latría, los sacrificios, humanos, la sodomía, la poli- gamia, etc., todo lo cual justifica los loores que ha de prodigar.

Bernal Díaz del Castillo in. a fines del xv, m. 1582? I, único participante en las tres conquista- de Méjico las intentadas por Córdoba y Grijalva máa la consumada por Cortés y sobreviviente a caisi todos los expedicionarios, comenzó, ya viejo, a consignar sus interesantes memorias, que tituló His- toria verdadera de la conquista de Nueva España Dc-rorocida en su tiempo y denostada por Solís cuan-

192. Fuentes, art. 5102. Posteriormente han aparecido cuatro In- teresantes ediciones; una con prólogo de C. Pereyra (Madrid, 1928, 2 vol.i; otra en Guatemala (1933-34, 2 vol.), hecha del ms. origrl- na'l, con un extenso prólotro biográfico-crítico de E. Mayora y ar- tlcuilos bibliográficos de B. Mitre y J. A. Villacorta; otra en Mé- jico, 1939, también «obre el cód. original, con Intr. y notas de /. Ramírez Cabanas; rinalmente. el tomo 1 de uní excelente «lición, critica, por el Instituto Fernández 'de Oviedo, del C. S. I. C. (Ma- drid» 1940). Contiena algo más ti» la mitad <le la crónica (capítu- los I-CXI.VL. Varios estudios complementarios iban a ser dirigi- dos 'por C. Pereyra, por desgracia fallecido. Vi l. también R. Igle- sias, b. n. del r. y el popularismo en ta historiografía española,. Tierra Firme, I93r>,' niim. i.

DER NAL DÍAZ

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do al fin fué impresa, ha obtenido después un renom- bre que, sin duda, hubiera sorprendido a su autor. De escasas letras, cuya falta proclama repetidamen- te "', púsose a escribir porque entendió que los es- fuerzos por él y sus compañeros realizados bien me- recían divulgarse "*. Su obra tiene en gran parte, y sobre todo al final, un cierto carácter de memorial de servicios, con la consiguiente lamentación de no haber sido éstos debidamente remunerados. No parece ha- ber pensado que su escrito habría ide ser respetado romo una producción historiográfica de primer or- den, superior en su tosquedad y sencillez a las obras de los eruditos, que él miraba con humilde admira- ción

La nota más acentuada de la Historia es su acento de evidente veracidad, su falta innegable de todo amaño y tergiversación. Aunque dictadas las más de sus páginas por una finalidad polémica, la de recti- ficar a Gomara en su constante olvido de los colabo- radores de Cortés, Bernal esquiva la fácil caída en el extremo contrario. La admiración por el gran comquis-

193. En su breve prólogo se refiere a ello y dice que por eso 110 se arriesga a componer uno del tipo corriente, "mas lo que yo vi y hallé en ello peleando, como buen testigo de vista, yo lo escriviré, con el ayuda de Dios, muy llanamente, sin torcer a una pairte ni otra". En el cap. CCIV afirma su desconocimiento del latín.

194. Se dice comúnmente que fué el deseo de reíutar la obra de Gomara lo que puso la pluma en sus manos; pero, según va- rias pasajes de la obra, parece que ya habla emprendido su relato cuando vio la crónica de aquel, objeto desde entonces de sus ataques.

195. La que su propia obia ha producido en los críticos moder- nos es casi unánime. Menéndez Felayo sólo encuentra comparable con Bernal, en el tipo del escritor-soldado, a Mu-n tañer; Robertson dice que es un libro único y cual no lo posee literatura alguna, e igual admiración muestran cuantos conocen la Historia.

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tador rebosa siempre en su relato y cuando habla de bandos en el ejército el autor se cuenta sieimpre entre "los que solíamos ser sus amigois". Su posición como historiador frente a Gomara y los que le siguie- ron la fija repetidamente a toda luz " , y ni él rega- tea lo.s elogios a Cortés ni busoa ocasión de censu? rarle. Si alguna vez se le ofrece, la señala sobriamente, como en su vuelta a Méjico después de vencer a Nar- váez, en que Bernal entiende que obró poco pruden- temente con Moctezuma, provocando así la guerra abierta: pero, desencadenada ésta, "se mostró Cortés muy varón, como siempre lo fué". La realidad es que la empresa de la conquista fué tan gigantesca que en ella hubo lugar para poner a prueba el esfuerzo y la prudencia de todo el minúsculo ejército que la llevó e cabo, y lo que hace Bernal es completar y puntuali-

190. Abundan en la obra parraros como éste: "Nuestro Señor le clava gra<;ia, que doquiera que ponía Ti mano se le hazía bien, especial en parificar los pueblos y naturales de aquellas partes, como adelante verán". Muestra siempre al conquistador como ad- mirablemente dotado para su misión.

197. El cap. XVIII, "De los borrones y cosas que escriven los coronistas Gómora (sic) e lllezcas, acerca de las cosas de la Nueva España", lo dedica especialmente a ese punto; allí dice que al ver que ellos escribían tan bien y él tan toscamente, suspendió su trabajo, pero al fin sus mentiras y exageraciones ("en todo escriven muy vicioso") le decidieron a proseguir, pues cree que decir la verdad es "la verdadera pulicia". También es interesante en esto aspecto todo el finan del cap. CXXIX, del que transcribiré aquí esto: "Y dexémoslc de repetir e digamos de lo que dize el coronista Gómara, que estoy muy arto de declarar sus borrones, qu© dize que le informaron, las quales no son así como él lo es- crive, y por no me detener en lodos los caipl'.ulos a tornarles a recatar y traer a la memoria cómo y de qué manera pasó, lo e dexado do escrivir, y agora, paresciéndome que en esto deste re- quiriniiento que escrive que hizieron a Cortés, DO dize quien íue- ron los que lo hizieron, si eran de los nuestros o de los de Nar- váez; y en esto q'escrlve, es por sublimar a Cortés y abatir a nosotros los que con él pasamos; y sepan que emos tenido por cierto los conquistadores verdaderos qu' esto vemos escrito, que íe devieran de dar oro al Gómara e otras dadivas porque lo escri- viese desta manera; porque en todas las batallas o reencuentros éramos los que sosteníamos al Cortés, y agora nos antcliiki en lo que dize este coronista..." (págs. 259-260 de la ed. crítica de 19401. Todo el resto del capítulo da también buena idea de la postura adoptada por Díaz frente a Gómara.

DERNAL DÍAZ

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zar la versión de Gomara, poniendo en su punto la participación de cada colaborador, sin omitir los casos en que éstos expusieron e impusieron su parecer al caudillo, a quien de ordinario presenta como sensato acogedor de las buenas iniciativas de sus subordi- nados.

Bernal Díaz da comienzo a su obra desde su na- cimiento — cuyo año no consigna y refiere las dos primeras expediciones, no empezando la de Cortés hasta el cap. XIX. Dotado de prodigiosa memoria, todo lo narra detalladamente, nombrando siempre a cada uno de los partícipes en la conquista, y su lon- gevidad le permite proseguir el circunstanciado rela- to basta consignar la muerte de casi todos y dedicar- les sendas semblanzas muy expresivas; su retentiva es tal, que basta de los caballos recuerda los nombres y cualidades. Con tan copioiso filón de recuerdos dejó Bernal fluir espontáneamente su ruda prosa de cas- tellano viejo, sazonada de vez en vez con una pican- te socarronería, y trazó así la más atractiva narración que hechos reales pueden dictar. Entre sus relatos de sucesos ingirió también las obligadas descripciones de lugares y las noticias relativas a la vida de los indí- genas. En el debate acerca de éstos contradice a Las Casas, mostrando el error en que está sobre las cruel- dades que atribuye a los conquistadores de Méjico; asegura no haber existido, y ser cierto, por el con- trario, que liberaron a muchos indios, dispuestos ya para ser sacrificados. Resta decir que la vida del au- tor, a contar de su marcha a Indias, pasó allí total- mente, sabiéndose que en 1580 vivía aún en Guate-

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mala, de cuyo Ayuntamiento era regidor, y se supo- ne que allí murió dos años después.

Francisco Cervantes de Salazar (h. 1514-1575), profesor, sucesivamente, de las Universidades de Osu- na, Alcalá y Méjico, después sacerdote y cronista, em- pezó en 1560 una Crónica de Nueva España, «rucho tiempo perdida y publicada modernamente 1SS. Como a Bernal Díaz, la posterioridad con que escribe le permite ilustrar mucha* noticias, consignando el es- tado en que se hallaban las cosas en su tiempo. Pero la semejanza acaba ahí, siendo su obra del carácter opuesto a la de aquél. Realiza la Crónica el tipo per- fecto de historia erudita con sus abundantes arengas y diálogos, equilibrada distribución en capítulos ti- tulados y una exposición muy cuidada, lo cual, uni- do a su predilección por dar cabida a las cosas sor- prendentes y misteriosas, forma una interesante no- vela verídica de atractiva lectura. Como fuente his- tórica, le da valor el haberse perdido algunas que usó, como la relación de Ojeda, y el insertar algunos documentos. Utilizó también los escritos de historia mejicana que ya examinamos cartas de Cortés y del Ayuntamiento de Veracruz, memoriales de Mo- tolinia, crónica de Gomara de la que usó mucho: la de Bernal Díaz, próximamente coetánea, no la cono- ció— . Información, particular dice haberla recibido muy valiosa de Cortés, a quien trató en España, y de otros expertos.

El libro primero lo dedica a la descripción de las

198. Fuentes, art. 4039. Vid. también el art. 5161.

CERVANTES DE SALAZAR. PERALTA

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Indias, opiniones de los antiguos 190 y geografía, usos, etcétera, de Niueva España, terminándolo con. los pre- sagio* que sus iludios tuvieron de la llegada de los españoles. El IT y siguientes se ocupan en la conquista, pero tal extensión alcanzó el relato con los recursos literarios antes aludidos, que aunque escribió hasta- el capítulo XXXII de] libro VI, sólo narra hasta el vencimiento de los indios chontales de Tequeeisclán por Alvarado, poco después de la toma de Méjico ' "". La empresa conquistadora es temada desde la prime- ra expedición, de Hernández de Córdoba. El autor se esfuerza evidentemente por escribir con imparcia- lidad, exponiendo con frecuencia las distintas versio- nes de lote hechos. A Gomara, del que tanto tomó, incluso a la letra, le contradice repetidamente. En- salza mucho a Cortés, al que rana vez censura. De la obra pasaron, párrafos y capítulos enteros a la "His- toria de las Indias occidentales", de Antonio de He- rrera, que hizo algunos cambios de forma para disi- mular el plagio. Fuera de esto, no parece haber en-, trado en la corriente general de la historiografía me- jicana por ignorarse durante mucho tiempo el para- dero de su manuscrito.

Juan Suárez de Peralta, n. en Méjico hacia 1536 ó 37, acabó en 1589 una obra de largo título, que ha sido publicada modernamente con el de Noticias his-

199. C. de S. hace suyo un largo párrafo <Ie Zárate (v. nuestra pág\ 121) en que éste recog-e la afirmación ide Platón sobre la Atlántúla, identificándola con el continente e islas americanas.

200. El autor tituló aún el capítulo stguiente, pero quedó ya sin texto.

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tóricas de la Nueva España'" . Su padre, uno de los primeros pobladores de Méjico y muy amigo de Cor- tés, le dió muchas noticias de éste, que dice omite por no ser .prolijo, siendo, con todo, bastante completa la biografía que de él traza. El autor no tenía, según dice él mismo, "sino una poca de Gramática, aunque muncba afición de 1er historiáis y tratar con perso- nas doctas'". Se ve, en efecto, su falta de letras, tara- co en la expresión como en lo deshilvanado del relato, -en que hace una curiosa amalgama de sus recuerdos personales con citas bíblicas, de autores antiguos, etc. Las incongruencias abundan, especialmente en los ■seis primeros capítulos, consagrados al descubrimien- lo de las Indias, con noticias entreveradas sobre el traje de los mejicanos, su manera de recibir los Sa- cramentos, mayor eficacia de la labor de los frailes que la del clero seglar, etc. El resto de la obra, capí- tulos VII-XLIV, en que hace un relato más seguido desde la conquista de Hernán Cortés, sobre todo al final, que comprende la rebelión., a que el título alu- cie, y los sucesivos gobernadores hasta el marqués de Villamanrique, inclusive, es muy interesante por la veracidad de sus datos. En éstos se advierte su compla- cencia por referir laa hablillas que, sin duda, corre- xían entre los soldados y el pueblo.

La historia del Perú fué iniciada con vasto plan

201. Fuentes, art. 5123. El autor la Ululó "Tratado del descu- brimiento de las Yiulias y su conquista, y los ritos y sacrificios, •y costumbres de los ymlios; y di' loé v.irreyes y gobernadores que las lian gobernado especialmente en la Nueva España, y del suceso del Marqués del Valhs *>jruiido, don Martin Cortés: del rebelión que se le ynputó y de las justicias y muertes que hizie- ron en México los Jueze>s...; y del rompimiento de los yngleses, y del principio (pie tuvo Francisco Draque para ser declarado ene-

C1EZA

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por Pedko de Cieza de León (1518-1560), partícipe en la conquista y las guerras civiles y buen conocedor del paÍ9, que recorrió detenidamente para documen- tarse. En él se aunan con feliz resultado el soldado que escribe sus propios recuerdos y el historiador que concibe una obra de grandes vuelos y pone todo su esfuerzo en realizarla. La doble personalidad asoma con frecuencia, hallándose, junto a citas de erudita apariencia, candorosas reflexiones de tipo popular. Marchó a América contando aipenas trece años y en- tró en seguida en los ajetreos de la milicia, por lo que él mismo se declara hombre de pocas letras; pero sintió con gran fuerza la vocación de historiador y no omitió sacrificio para cumplirla; "muchas veces* dice él, cuando los otros soldados descansaban cansa- ba yo escribiendo". Los primeros productos de esta su actividad agradaron tanto a La Gasea que le estimuló a continuar con título de cronista, ayudándole con sus propias memorias y documentos.

Cieza planeó una larga Chronica del Perú desde el período preincásico hasta su tiempo ~'°\ No es segu- ro qre la realizase por completo, pero lo conocido basta para asignarle un lugar eminente entre los his- toriadores de Indias ' . El sólo publicó la primera pairte (1553), que ya en vida suya fué repetidamente reimpresa y traducida. El resto, usurpado por Anto- nio de Herrera, ha sido casi desconocido hasta el

202. Fuentes, art. ¡381. Los dalos que allí faltan serán aquí agrégalos al tratar de las partes a que se refieren.

203. M. Jiménez de la Espada considera su historia "la mejor, más concienzuda y más completa (rué se ha escrito de las re- giones sur-americanas". Recientemente, E. Jos señaló la necesidad ile un trabajo concienzudo sobre la obra de Cieza, "historiador de gran conciencia" (Re>v. de Indias, lOií, III, 692) y censura el poco aprecio (pie de él hace Fueter.

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s. XIX, en que se hallaron e imprimieron varia? par- tes. Expone en el proemio de aquélla el plan de la obra total, que corresponde exactamente con el con- tenido de loe volúmenes encontrados, el cual será pun- tualizado al tratar de cada uno.

La Parte primera es principalmente descriptiva, pero contiene también otras noticias, tanto de los con- quistadores como de los indígenas, muy interesantes, en que los datois adquiridos se mezclan, con las expe- riencias personales del autor. La segunda, que nos ha llegado algo incompleta por el principio, está forma- da de lo que pudo averiguar por los indígenas de la* épocas preincásica e incásica, parte de lo cual anti- cipó ya en la anterior. Sus 30 capítulos priinerois des- criben, con ocasión de la historia del primer inca, la organización que éstos dieron al país, así como sus costumbres, introducción de loa diversos usos e in- ventor, etc. Los siguientes reseñan los reinados de los sucesivos incas, con creciente detalle, alcanzando hasta la llegada de los españoles. La exposición de esta parte, como basada toda en informes ajenos, tie- ne menos atractivo de espontaneidad que la primera. La tercera, que abarcaba, según el plan del autor, el descubrimiento y conquista hasta el principio de las guerras civiles, se mantiene, en lo que alcanzan mis noticias, inédita y desconocida .

La Parte cuarta debía abarcar cinco libros, pero

2üí. El mencionado Espada, en el prólogo a su edición de La Guerra </<• Quito (1877) dice que no ha visto el correspondien- le íns.. pero sabe que existe y espera sea publicado por su po- seedor. Sus esperanzas sólo se cumplieron en lo relativo a los fibros i v 11 de la parte cuarta, sobre las que se expresa en Igua- les térmi'nos que acerca de la tercera. En cambio se ha hecho una reedición de la parte i.» (Madrid, 1932).

CIEZA

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eólo se conocen los tic- primeros. El I '' narra exten- samente la primera etapa de las luchas civiles, Gue- ira de las Salinas. Forma a modo de preámbulo una condenación, de tales disensiones, que tantas muertes de españoles causaron, completándolo con su pro- mesa de decir en todo la verdad. El detallado cuadro que el libro traza, en que no se omiten discursos y dato?, de todo género, es tan sombrío como las duras diatribas de Las Casas, ponderando como éste los ma- les que de la situación se derivaban para los indíge- nas. Alcanza hasta poco después de la venida de Her- nando Pizarro a España. El libro II *" versa sobre la lucha que siguió, Guerra de Chupas. Al igual del an- terior, no se limita a la reseña bélica, refiere cuanto en el correspondiente período ocurría allí, sobre todo expediciones de descubrimientos y conquistas. El III, Guerra de Quito también muy extenso, se inicia con la partida para el Peni del virrey Núñez Vela, encargado de poner allí en vigor las nuevas leyes, que tanta resistencia encontraron y dieron ocasión a los ambiciosos proyectos de Gonzalo Pizarro. El testimo- nio de Cieza en este dramático período es interesan- tísimo, pues su puntual relación tiene el mismo acen- to de veracidad que todo lo que salió de sai pluma, y los asuntos son enjuiciados con mucha sensatez e im- parcialidad ~"s. Incluye, además, documentos que trans- aos. Fué publ. en la Col. de docs. inéd., LXVIII, 1-451. ¿06. PuM. también en la Col. de docs. inéd., LXXVI, 1-371.

207. Fuentes, art 4381.

208. Cieza pone empello en cargar la culpa de lo ocurrido a la Taita -de cauieia y previsión de los que sostuvieron a Gonzalo I'izairro. He aquí uno de los vario,s pasajes en que expone su pa- recer: "Una cosa quiero afirmar, que los vecinos ansí del Cuzco como de Los Reyes no deseaban, ni era sil voíluntad otra, más que S. M. el Rey nuestro señor suspendiese las nuevas leyes, porque decían que les venia mucho daño con ellas; y si como escojeron

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cribe literalmente, como traslada también los discur- sos y conversaciones.

El principal mérito de Cieza está en lo concien- zudamente que de todo se informó. Recorrió todo el territorio, imponiéndose de sus particularidades, tanto las naturales del país como los usos de sus habitantes. Supo comprender lo necesario que era, para entender lo actual, el conocimiento de su vida antigua, y fué el primero que logró trazar de ella un cuadro de conjunto, en que se simplifican y de- puran las múltiples tradiciones que de los indígenas ancianos obtuvo pacientemente. Con estos datos, y los muchos que su propia experiencia le ofrecía de los sucesos coetáneos, compuso una obra voluminosa y puntual, escrita con la gracia espontánea que suele caracterizar a nuestros cronistas cuando dejan fluir libremente su prosa Es, pues, muy lamentable la pérdida de los dos últimos libros en que dice histo- riaba hasta la fundación de la Audiencia de Lima, a lo que seguían, añade, dos comentarios de los he- chos posteriores hasta la entrada del virrey Men- doza. Acerca del tema de los indios dice en la Parte primera que. aunque al principio hubo abusos, des- pués equiparaban, aquéllos el tiempo presente con otro de mucha clemencia de que habían gozado en uno de los antiguos reinados. En la Parte cuarta.

a Pizarro para procurador, nombraran a tres o cuatro conquista- dores cuerdos, para que con su abtoridad fueran al visorey a la suplicación, y la pidieran con grande humildad, nunca pararan en lo que pararon; mas, siendo ellos las ovejas, escojeron al lobo para ser su g-uardia". A continuación, por via de ejemplo, acude a la historia antigua, a lo que es muy aficionado, señalando cómo de casos semejantes se aprovecharon algunos para ser tiranos.

209. Para ampliar el breve juicio que aquí se hace de Cieza y de su obra, puede acutí Ir se al largo prólogo d*> Jiménez de la Es- pada a su mencionada edición de La Guerra de Quito.

ZARATE

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como ya vimos, torna el elogio en invectiva, lo que muestra que las guerras civiles empeoraron de nue- vo la situación de los indígenas.

Agustín de Zarate, hombre que ocupó importan- tes cargos políticos, así en la Península como en América y Flandes, acompañó al Perú al virrey Nú- ñez Vela, permaneciendo allí cerca de año y medio. Las luchas civiles que por entonces se desarrollaban le movieron a narrarlas, y pensando que el relato que- daría incompleto sin lo anterior, se adargó hasta es- cribir una Historia que airranea del 'descubrimiento de dicha región "". Conocedor del peligro que entra- ña publicar reseñas de sucesos viviendo aún los ac- tores, mantuvo inédito el manuscrito; pero habién- dolo leído el príncipe Felipe (II) en su viaje de Coiruña a Inglaterra, le mandó imprimirlo. Así lo hizo, y es al dedicarle la obra cuando consigna los datos dichos. Sigue a la dedicatoria una especie de preámbulo, "Declaración de la dificultad que algu- nos tienen en averiguar por dónde pudieron pasar al Perú las gentes que primitivamente le poblaron.". En él examina las consabidas afirmaciones de Pla- tón sobre la Atlántida, y relaciona las casas de oro, a que se refiere, con los usos peruanos, lo cual le convence de que por allí se pasaría a América. Con- signa también los versos de la Medea, y acaba di- ciendo que lo principal del descubrimiento lo tomó de Roidrigo Lozano, vecino de Trujillo (Perú) y de otros que lo vieron. El cuerpo de la obra, en 7 li- bros, aunque el I contiene algunas noticias del país del tiempo anterior a la conquista, realmente empie-

210. Fuentes, art. 52GI.

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za por el concierto que hicieron para la empresa Pizarro, Almagro y Loque; alcanza hasta la muerte de Gonzalo Pizarro, con la consiguiente pacificación lograda por La Gasea. Completa, pues, el período tratado en lo conservado de Cieza.

Es Zarate un excelente escritor, que expone con verdadera galanura de lenguaje y estilo, con método y claridad. Vedia considera siu obra "uno de los mo- numentos históricos más bellos (quizá el primero) de nuestra lengua". No tiene, en cambio, el mérito de la originalidad. Se comprende al leerlo que ela- bora en parte principad sobre materiales ajenos, y ha podido, en efecto, puntualizarse una fuente que sigue hasta en sus errores en los tres libros últimos Jn.

Pedro Pizarro i 1514 - después de 15711, primo de los conquistadores, ae alistó en su expedición cuando Francisco vino a dar cuenta del descubri- miento y a pedir la gobernación de lo que se con- quista-e. Testigo desde entonces de los sucesos, los historió hasta 1571 en una Relación que moderna- mente ha «ido publicada En la dedicatoria a Fe- lipe II - dice que son ya muchos los que lian escrito del Perú, pero lo que oyeron, no lo que vieron, por lo que él acordó sacar a luz "lo que hasta agora ha estado escuro y en tinieblas*'. Hasta la muerte de Pi- zarro su relato es bastante detallado; de lo restante advierte, y así lo hace, que escribirá brevemente.

211. Espada, en el prólogo clt. a la Guerra de Quito, de Cieza, ílicf que siguió, incluso al tratar cíe sucesos que él presenciarla, una relación contenida en un ms. que fué de La Gasea, completa- da al rinal precipitadamente (para afiadir la batalla de Jaquljaguana y la muerte de i; o rízalo Pizarro), añadido que Espada sospecha Tue- sc obra del capitán Hern.m Mejía, que es tpiien llevó a Sevilla el ms. y la noticia de aquellos sucesos. (Vid. las pags. VII -VIII del prólogo y el Apéndice núm. I.)

212. Fuentes-, art (38:1.

PIZAKRO. DIEGO FERNÁNDEZ

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porque sabe que otros cronistas se ocupan en. las liiu/rras que ocurrieron. En este punto ataca a Cieza, que cree escribió más de oídas que de vista, pues no le conoce aunque él estuvo presente en todo, y le acusa de cohechar 200 ó 300 ducados de cada uno de los que querían les pusiese "¡muy adelante" en ¡su obra, insistiendo en ello repetidamente, así como en prometer decir siempre la verdad. Esta ma- lignidad y la comprobación de que fué él quien se apartó de la veracidad cuando le convenía, quitan valor al final de la crónica, interesante, por el con- trario, en su paute anterior por los detalles que da, tanto de sucesos como de usos de los indios. Litera- riamente la obra es muy pobre, sin que gracia natu- ral compense la falta de letras, como en otros sol- dados-escritores. Hay también frecuente ausencia de ilación, contribuyendo las digresiones con la torpeza de la expresión a hacer poco claro su relato, no di- vidido, de añadidura, en capítulos.

Diego Fernández, conocido también por El Pa- lentino, llegado al Perú poco después de la con- quista, titulado cronista de dicho virreinato por el marqués de Cañete y despojado idel cairigo er, 1559, compuso por este tiempo otra Historia del Perú también dedicada a Felipe II. Sólo reseña el perío- do abierto con los disturbios ocasionados por la apli- cación de la nuevas leyes, empezando su primera parte, tras la noticia de las mismas, en 1543, en que JNuííez Vela embarcó para América. Llega hasta 1546, en que el virrey fué vencido por Gonzalo Pi- zarro. En esta r)rimera parte, ha comprobado Jimé-

Fuentes, art. 5314.

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nez de la Espada que se sirvió literalmente de la reseña hecha o mandada hacer por La Gasea, a que ya se ha hecho antes referencia. En la segunda, his- toria los alzamiento* sucesivos, hasta el de Hernán- dez Girón (1554), en la campaña de cuya represión sirvió el autor. El cronista Juan López de Ve-lasco redactó un "Parecer'" sobre la obra, en la que se hahía-n señalado algunos lugares como reprensibles, confirmando que muchos de ellos "son en infamia y nota de deslealtad de algunos cabildos, de ciuda- des y personas públicas y particulares", por lo que propone no se permita su difusión, hasta ser pun- tualmente examinada por buenos conocedores. La edición fué, pues, secuestrada, haciéndose la ohra muy rara hasta ser reeditada modernamente. Como fuente es de mucho interés en lo que tiene de ori- ginal. Literariamente es un verdadero modelo: mo- delo de corrección y galanura en el lenguaje, de método v claridad en la exposición,, de mesura en los juicios.

Al mercedario Pedro Rliz Xaharro dehese una Relación de conjunto, desde el descubrimiento has- ta la muerte de Pizarro. escrita con posterioridad a los sucesos, robre La base de las historias ya he- chas y de los anales de su orden "". Es resumen bien hecho, aunque con algunas errores. Tal vez fuese redactado como simple antecedente necesario de la acción evangelizadora de los mercedarios.

Pedro de Quiroga. que «c dice sacerdote antee residente en efl Perú, dejó inéditos unos Coloquios de la Verdad, que tratan "de las causas e inconvi- 914, Fuentes, ait. ó?69.

RUIZ NAHARRO. QUIROGA

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nientes que imipiden la doctrina xpiana e conver- sión de los indios de los Reinos del Piru. Otrosí tirata de la entrada y conquista de aquel Reino y de los daños e males e agravio® que los indios pa- decen y el estado en que al presente está la justicia e doctrina que se les administra". Han sido impre- sos en nuestro siglo 215 y calcula su editor que fue- ron compuestos en 1563; se refieren a un período poco anterior. Es obra escrita con soltura, en la que se obtienen de la estructura del diálogo los efectos apetecibles. Hablan en ella dos españoles, buen co- nocedor el uno del Perú y recién llegado el otro, alternando con ellos un indígena, ya convertido e instruido, que muestra tanto conocimiento de las letras sagradas y la lengua sabia como el primero de aquéllos, acogido a penitente en su vejez. Aunque los coloquios acusan la disparidad de criterios pro- pia del género, bay en el conjunto una tendencia común a pintar con lastimero acento el estado del país. El autor hace recordar, a veces incluso por ex- presiones análogas, las diatribas de Las Casas, si bien queda a gran distancia de él en la vehemencia acusadora. Es alabada la conquista y justipreciado el valor que los españoles mostraron. La queja se concreta al tiempo siguiente y no es dudoso que aquellos años de enconada lucha civil, con las vio- lencias que naturalmente ocasiona, justifican las negras tintas empleadas por el autor. Alguna parte bay que dar también, claro es, al deseo de impre- sionar, como un recurso literario más.

La historia de Chile, deside el descubrimiento 215. Fuentes, art. 4431.

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hasta 1575, fué emprendida por Alfonso de Gón- cora de Marmolejo que murió al siguiente año. Participó en la conquista bajo Valdivia y siguió allí a las órdenes de los sucesivos gobernadores. En la dedicatoria a D. Juan de Ovando, el presidente del Consejo de Indias dice que por haber sólo una relación, la de Ercilla. en verso y menos com- pleta de lo que se desearía, intenta él esta historia, y aunque la censuren por mal ordenada, "no hace poco el que da lo que tien.e". Pertenece, en efecto, al numeroso grupo de soldados de Indias que fue- ron ocasionalmente escritores, y en él, cerno en tan- tos otros, suple a otros primores la gracia de su expresión natural, que en. pocas palabras refleja lo que quiere decir " . Empieza por la descripción de Chile v relata después la expedición de Almagro* la de Valdivia y los hechos posteriores, con bastante detalle, acostumbrando a citar por su nombre a los soldados que en ellos intervienen. La obra no tiene el carácter de memorias, omitiendo siempre la men- ción de mismo. Muestra, como es corriente en nuestros soldados-escritores, algún conocimiento de la historia antigua.

La de Tierra-Firme está representada por el franciscano Aguado y el beneficiado Castellanos.

Pedro de Aguado fué testigo de parte de los hechos (jue relata e informado en los demás por

216. t tientes, art. 4455; vid. también art. 2885.

217. Cuenta, por ej., cómo los indios veiam que los españoles '•eran terribles vecinos, cudlciosos de sus haciendas y muy man- dones" v al referir la llegada al Perú de Miranda y Monroy, Tu- sados de la cautividad en que los tenían los naturales de Chile, para donde invitaban a ir a los soldados que en el Perú estaban, dice que "rué prande la voz que' dtó en eu campo los estribos de oro que llevaban". Abundan en la obra frases de esta expresividad popular.

AGUADO

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sus compañeros y por los propios actores de los sucesos. Tiene, pues, su historia mucha autoridad, y la avalora el ser la primera de aquella comarca. Del autor se sahe poco: que pasó allí 15 años dedi- cado a la catcquesis de indios, fué elegido (1573) provincial del convento de Santa Fe y marchó en 1575 a España, de donde parece que no volvió. Su obra la empezó en colaboración con su compañero fray Antonio de Medrano, pero éste murió pron- to — eo la expedición de Quesada al Donado y fray Pedro hubo de continuarla solo; la unidad de estilo revela que la participación de Medrano debió de limitarse al acopio de los primeros datos. Cons- ta de dos largas partes, de extensión próximamente igual, formando cada una dos gruesos volúmenes. Ambas, aunque utilizadas por los siguientes histo- riadores, se han mantenido inéditas basta hace po- cos años.

La primera parte es la Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada 2l8, dividida en 16 libros y dedicada en muy humildes términos a Felipe II. También se sincera, en. un "Probemio al lector", de la acusación que podría hacérsele por emplearse en tal oficio, ajeno a su profesión; pero asegura que tal vez ningún religioso ise ha afanado tanto como él por cumplir su misión evangelizado™ y sólo le ha ocupado su historia el tiempo que hubiera de

218. Fuentes, art. 4171: vid. también art. 2870. El título que le dio el autor es "Primera parte de la recopilación historial reso- lutoria de Sancta Marta y nuevo Reyno de Granada de las Indias del mar Océano : en la qual se tracta del primer descubrimiento de Sancta Marta y nuebo Reyno, y lo en el sucedido hasta el año de sesenta y ocho; con las g-uerras y fundaciones de todas las cibdades y villas del..."

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dedicar al recreo. Al empezar el libro I se queja de ser más los descubrimientos de Indias quedado* en- la sombra que los historiados, siendo esto lo que le decide a aplicarse al de su provincia. Todo este pri- mer libro, que abraza desde el descubrimiento has- ta ser nombrado Fernández de Lugo gobernador de Santa Marta (1535), (puede conjsiderairse como de antecedentes al tema principal, mostrando en él poca información y errada a veces. En los siguientes detalla más, manifiesta mayor certeza, fecha puntual- mente e incluso desciende a cosas de escasa impor- tancia. A partir del II, la obra tiene una cierta or- denación geográfica : cada región es descrita al re- ferir su descubrimiento y conquista, soliendo consa- grar un libro a cada una, en el que se ocupa a la vez de las características de sus indígenas respectivos. Resulta así en su conjunto una muy eficaz contribu- ción al conocimiento de las civilizaciones de los pri- mitivos. En cuanto a la actuación española, contras- ta su reseña pormenorizada de las numerosas expe- diciones guerreras con la escasez de noticias eclesiás- ticas, lo que se corresponde también con el estilo del autor, que nunca adopta tono sermonario ni salpica el relato de citas bíblicas, usando de uv- lenguaje muy afín al de los soldados-historiadores. También debe apuntarse que tiene en cuenta a los lectores no conocedores de los usos de Indias \ hace a Veces explicaciones para ellos, como la diferencia entre encomiendas y repartimientos, el uso de las armas defensivas de algodón, más útiles para Luchar con los flecheros indios que las de hierro y acero, etc.

CASTELLANOS

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Sobre el problema del trato a los naturales, muéstra- se más partidario de usar con ellos procedimientos de rigor y pondera en una ocasión "la duhdosa y mala fee destos barbaros, y su desemboltura y rus- tica desuerguenza"; señala también la acritud con que en su tiempo se castigaba el mal trato que se les diese, que tan frecuente bahía sido en. los co- mienzos.

La segunda parte es la Historia de Venezuela, que fué escrita en 1581 y consta de diez libros " 9. Empie- za lamentándose de su penuria de noticias de los pri- meros tiempos, pues nada sabe desde el descubri- miento por Colón (1498) hasta 1525, y desde este año empieza el relato, que se prolonga hasta 1561, en que murió Lope de Aguirre, cuya semblanza remata la obra. Como se ve, no tiene el orden geográfico que la parte primera, mostrando por lo demás igua- les características.

Juan de Castellanos 11522-1607) marchó, niño aún, a Indias, participó en la conquista del futuro virreinato de Nueva Granada y al fin se hizo clérigo, siendo desde 1561 beneficiado de la parroquial de Santiago, en Tunja Salido tan mozo de su pueblo

219. Fuentes, art. 4208. En el ms. se titula: "Segunda parte de la Istoria... En el cual se trata el descubrimiento y fundación de la gouernacion y provincia de Ucnencuiela, co,n .el descubrimien- to de la isla Trenid,ad, y fundación de la ciudad .de Cartagena y su g-ouernacion, en Tierra Firme; con el alzamiento y tiranía de Lope de Aguirre... Cuéntase el descurso del general Pedro de Orssua..." Su editor Beeker señala que fué la fuente de la obra de fray Pe- dro Simón (v. nuestra pag. 402), que a su ivez fué utilizado por Oviedo Baños y éste po,r Antonio de Herrera, y añade falta en la del P. Simón mucho de la de Aguado, lo que aumenta la impor- tancia de ésta.

220. El colombiano Raimundo Rivas opina que hubo dos homó- nimos y que se han atribuido al Castellanos autor hechos de otro Castellanos conquistador. (Los fundadores de Bogotá, Bo>gotá, 1923, pág. 424.) Alguna actividad guerrera parece, no obstante, Induda- ble, juzgando por la obra misma.

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natal Alanís, en- Sevilla , su azarosa vida no le impidió adquirir por mismo, como tantos otros españoles de su tiempo, cultura suficiente para cul- tivar las letras. Castellano? sintió el anhelo de que no se olvidasen, ni fuesen deformados al recordarlos después, los hechos por él conocidos Quiso, pues, consignarlos puntualmente, si bien, a instancia de sus amigos, deseosos de que Tierra-Firme lograse en él el prestigio que a Chile diera "La Araucana", de Ercilla. puso en verso su obra. La tituló, además, en consonancia con la forma poética adoptada, lla- mándola Elegías de varones ilustres de Indias. Si, como veremos, la apariencia de poema no quita a la producción su verdadero carácter de historia, tam- poco la amplitud del título dehe despistarnos, inclu- yéndola entre las ger-eraler. por ser en realidad sim- ple historia de los territorios que compusieron el vi- rreinato nuevogranadino. La noticia que al comien- zo dedica a Colón y a la conquista de las Antillas se equipara sin violencia al recorrido preliminar con que otros iniciaron igualmente sus reseñas parciale-.

Veamos ante todo la estructura y contenido de la ohra. La primera parte, única inipre a en vida del autor ÍM, empieza con las consideraciones corrientes sobre el Nuevo Mundo y lo que pudo llevar a Colón a pensar en. la posibilidad de descubrirlo. Reseña brevemente los cuatro viajes, así como la conqui-ta

221. En el prólogo "A los lectores" de la parte cuarta dice que se lia escrito sobre Perú y Nueva España, pero se han olvi- dado muchas provincias que, sin la prosperidad y grandeza de aquéllas, tienen no poco digno de saberse y eternizarse.

222. Fuentes, art. 3563. De Qa producción total ha aparecido posteriormente otra edición, con estudio de C. Parra (Caracas, 1930-1932, 2 vols.).

CASTELLANOS

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de Puerto Rico, Cuba y Jamaica, y con la de las islas cercanas a Tierra Firme Trinidad, Cubagua, Mar- garita—y los primeros pasos en ella misma, entra ya en su propio tema. Las partes segunda y tercera, que tienen, de común con la primera el estar total- mente escritas en octavas reales, prosiguen la materia en el mismo plan geográfico, reseñando aquélla lo relativo a Venezuela, cabo de la Vela y Santa Mar- ta, y ésta lo de Cartagena con un. largo "Discurso" sobre el corsario Drake y Popayán "J. En fin, la parte cuarta, en verío libre con algunas octavas rea- les, tiene por subtítulo Historia del Nuevo Reino de Granada, iniciándola con la conquista de Bogotá, Tunja y Guane, y prosiguiéndola basta 1592 ~~\ Jus- tifican el título de la obra total varias "Elegías'* que entran en la composición de las tres partes pri- meras, pero en el fondo no se diferencian de los otros libros o series de cantos con que alternan. Así. la elegía I, no adscrita a ningún héroe, relata baÉ=ta el término del primer viaje de Colón; la II, dedicada a la muerte de Rodrigo de Arana, prosigue con la narración del segundo viaje; la III, a la de Bobadi- 11a, llega al final del tercei-o; la IV, a la de Colón, refiere el cuarto. En adelante da nombre a cada una el personaje protagonista de los hechos que en ella

223. Estas dos partes, sin el "Discurso" citado, fueron por pri- mera vez impresas, junto con la anterior, en la Bibl. de A.A. EE.^ t. IV (Fuentes, art. 3563). El Discurso del Capitán Francisco Dra- </ue lo publicó posteriormente, con estudio preliminar, A. Gonzá- lez Palencia (Fuentes, art. 3798).

224. Fuentes, art. 4172. Las cuatro partes fueron escritas en- tre 1570 y 1592. La cuarta la <1edlcó al irey en 1601, cuantío pen- saba, al parecer, imprimirda. En ella promete una quinta parte, sobre los demás pueblos que se fundaron después de Santa Fé, Vélez y Tunja; pero no se cree que llegase a hacerla. El Discurso- rio Draque fué prohibido, y su consiguiente segregación del ma- nuscrito de las "Elegías" originó su .extravío y la tardanza con¡ que ha podido publicarse.

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se contienen. Como se ve, la calificación de elegías es un simple recurso poético, pues el demerito na- rrativo es tan preponderante en ellas como en las otras divisiones, llamadas por el autor Elogios, Re- laciones, Historias, etc.. formando el conjunto un. re- lato cronológico dentro de cada entidad geográfica. En la parte cuarta prescindió el autor de esta ficción, dividiéndola simplemente en cantos con prolijos tí- tulos, que equivalen a los capítulos de cualquier his- toria.

Historia es. ante todo, la obra entera. El trabajo que Castellanos se tomó paira versificarla no le llevó a prescindir de los detalles poco poéticos. Cual- quier prosista humanista es más exigente que él en el punto de la "nobleza" de los pormenores. Conce- bidas las Elegías como puntual historia, no le arre- dra la consignación prolija de cuando importa para el cabal conocimiento de los hechos. Cuando éstos son de índole apropiada para el tono épico, por ejem- plo, los combates, colectivos o individuales, eleva el de sus versos el autor, que tampoco desaprovecha las a -iones de poetizar que le ofrecen la descripción de la salida o puesta del sol y otros espectáculos de la naturaleza. Pero todo ello excede poco de lo que cualquier narrador hace en casos semejantes, y ape- nas cuentan- estos leves destellos de inspiración en el conjunto, de no menor prosaísmo que una historia

225. Agustín de Zarate, en la ceinsura hecha para la Impresión de la primera parte, de 1589. dice saber que empleó mas de diez aflos en poner en octavas reailes su historia en prosa. Aunque este plazo se refiera probablemente a las tres primeras partes, no se compagina tanta dilación con la rapidez con que parece compuso el Discurso de Drake, puc\s, sepún ha comprobado González Falen- cia, hubo de emplear menos de un afio en historiar los hechos del ramoso corsario, narrados en 680 octavas.

ASENSIO

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corriente. Excede a muchas en veracidad. Ha podido comprobarse así por el cotejo con fuentes seguras, y es digna de la mayor loa la escrupulosidad con que el autor se documentó, así como el desapasionamien- to y equidad que pone en sus juicios. Muestra bas- tante credulidad, defecto que se le perdona por las curiosas noticias por él allegadas, tanto de costum- bres como de historia natural, monumentos, etc. Más grave es la inoportunidad con que despliega a veces su erudición, como en. una polémica que atribuye a Colón en su primer viaje, en. la que él y un supuesto contradictor defienden sus respectivas opiniones ale- gando a S. Agustín, Aristóteles, Plinio, Estrabón... También, es censurable el exceso de discursos en la obra. Tiene ésta, como contrapartida, una gran cla- ridad de expresión, en que aventaja a muchas histo- rias en prosa; sus versos son casi siempre inelegan- tes, pero el autor prefiere que suenen mal a retorcer las frases para someter las palabras a un ritmo mu- sical.

Fray Esteban de Asensio, franciscano como Aguado, contribuyó a la historia del Nuevo Reino con otra obra de distinto carácter, el Memorial de la fundación de la Provincia de Santa Fe, nombre dado a la que su orden estableció en dicho territorio "6. Con ella entramos en un género mucho más desarro- llado en. el siglo siguiente 221 . Asensio, navarro de na- cimiento, después de residir catorce años en el con-

226. Fuentes, art. 4206.

227. Segúin el P. Atanasio López, editor del "Memorial", la es- casez de escritos de este tiempo dedicados a la actuación de los religiosos fué en parte debida a la poca armonía existente entre las diversas órdenes; se temía despenar celos afl ponderar la acti- vidad de alguna.

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vento de Salamanca, pasó en 1561 a India-, y siendo teólogo predicador de la provincia dicha hizo su historia por orden de sus superiores. Inicia la reseña con. la fundación (1550) y la prosigue hasta 1585, en que parece acahó él también su trabajo. Para la his- toria franciscana es de gran interés. A la general de Nueva Granada aporta asimismo datos relativos a la región misma, cuya descripción geográfica hace, y a la población indígena: las diversas naciones com- prendidas en aquel territorio, sus lenguas, rito? gen- tílicos, etc., contando los habituales sucesos relacio- nados con su catequesis.

4) Historias consagradas principalmente a la noti- cia de los indígenas.

Sobre Méjico parece ser lo más antiguo en este período una anónima Relación de Michoacán. publi- cada varias veces modernamerete "s. El autor, al de- dicarla al virrey Mendoza, dice qué le vino "un de- seo natural, como a los otros, de querer investigar entre estos nuevos cristianos qué era la vida que te- nían en. su infidelidad, qué era su creencia, cuáles eran sus costumbres y su gobernación, de dónde vi- nieron", y que, algo retraído por las dificultades de información, las palabras animadoras del virrey le decidieron, a enterarse por medio de los anciano-.

228. Fuentes, art. 3010. El P. Miguélez, al describir el ms., se basa en su examem |»ra conjeturar sobre el autor y la fecha de la obra l.o finteo seguro es que la escribió un franciscano, y des- echada la sospecha de que fuese el P. Sahagun, piensa si seria Fray Maturtno OílbeiU, conocedor de la lengua chlchtmeca. En cuanto a ta fecha, constando allí que se la encargó el virrey Men- doza en 1537, calcula que él se la entregase hacia 1543. {Catálogo reíd.-- iIpI Escorial. I, 806). La "Relación" fué reimpresa en Madrid, 1S7".. y ''11 Morclhi (Méjico), 1 i.

SAHACÚN

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para que los indígenas fuesen así favorecidos, "rigién- dolos por lo bueno que en su tiempo tenían y apar- tándoles lo malo". Loe verdaderos autores, in-iste. son los viejos de la comarca, no él, mero intérprete. En la primera parte, en que prometía tratar de los dioses y las fiestas que se les hacían, se ocupa, ade- más, de sius usos en general, gobierno, modos de ma- trimonio, etc.. así como de sus primeros contactos con los españoles. En las dos restantes hace la histo- ria del país desde sus primeros pobladores; se ad- vierte la falta de un plan regular, limitándose a tra- ducir los diversos relatos que se le hicieron, de lo que se obtienen pocos datos de interés.

En este punto de las antigüedades mejicana- es el franciscano Bernarmno de Sahagún 1 1500-1590) el que goza de más autoridad. Fué a Méjico en 1529 y allí vivió en diferentes lugares, muy en contacto con los naturales, de quienes se hizo amar fervorosa- mente. Deseoso de conocer su religión y los detalles todos de su vida, preguntaba constantemente a ancia- nos, sabios y sacerdotes, y pedía a sus discípulos que escribiesen, en azíeca los informes así recibido*, de que él hacía una traducción en náhuatl y después otra en castellano. Los gastos a que obligaba esta labor, y el temor de su Orden de que con ella ayu- dase a mantener en los indios el recuerdo de su ido- latría, originaron disgustos al autor e interrupciones en la obra, privándose a aquél de sus manuscritos, cuyo paradero ignoraba al morir. En el s. xvm fué hallado por Muñoz el texto incompleto, que ha sido después publicado con el título de Historia general de las cosas de Nueva España, y repetidamente tra-

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elucido 22!>. Consta de 12 libros, dedicados todos a las aludidas nociones religiosas y sociales, menos el úl- timo, en que se refiere la conquista española, tal como los indios la entendían y exponían. Aquéllos reflejan con gran exactitud la vida espiritual y ma- terial de los indígenas, pues, además de la fidelidad de los informes recibidos, pudo él mismo todavía co- nocerla cuando aún los breves años de dominación española habían, introducido escasos cambios. Lo que más interesaba al autor era su mitología; pero como ésta se mezclaba en todos los detalles de su existen- cia, a todo alcanza la noticia que da, ilustrando muy bien su último tipo de civilización independiente. En cuanto al libro XII, conservó en él literalmente las noticias que de la conquista le comunicaron los indios, los cuales, como es natural, la referían del modo más favorable a ellos y achacaban a los inva- sores asesinatos de Moctezuma y otros , robos, etc. En 1585 la obra completa la había puesto en lim- pio en 1569 y acabado su traducción castellana en 1577 hizo una nueva versión del relato de la con- quista, en el que tomaba también en cuenta las no- ticias de los conquistadores, de que en la anterior había prescindido250.

Fray Diego Duran ln. bacia 1538 -m. 1588K do-

229. Fuentes, art. Í0í6. Posteriormente han aparecido Einiae Kapttel ñus dem Geschichtswerh des Fray B. de S. aus dein Azte- kischen ubers. v. E. Seler (Sluttgart, 1927>; llevan un interesante prólogo de la editora, Caecilie Seler -Sachs. En Méjico, 1938. se ha publ. una nueva ed., en 5 vols., con introd. de W. Jiménez Moreno y dos monografías del Dr. Seler, que, además, traduce los cantares y capítulos en náhuatl.

230. También se ha encontrado esta versión suelta, siendo pum. en Méjico, 1840; del mismo libro XII, tal como figura en la obra completa, hizo Bustamante una edición aparte a la vez que la de la obra total (Méjico, 1829: la titula Historia de la Conquista de México) .

DURAN. ZORITA

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mímico mejicano, se valió de los conocimientos ad- quiridos por mismo, de tradiciones populares y de obras anteriores para escribir sobre las "antiguallas" y la historia de su país21'. Su producción no ha sido publicada hasta época moderna w*. Se divide en tres "tratados". El I, acabado en 1581, desarrolla en 78 capítulos la historia de Méjico, desde su origen has- ta la conquista. El II, formado por los capítulos 79- 101, se ocupa de las divinidades, ritos, festividades y templos. El III, de 19 capítulos, tiente numeración aparte y expone el calendario mejicano, con las fies- tas correspondientes a cada mes. El autor se justifica de ocuparse en la mitología mejicana por considerar preciso conocerla para mejor poder desarraigarla. En la parte primera sostiene que los pobladores de aque- llos países proceden de las diez tribus de judíos des- plazadas por Saltmanasar. En el curso de su historia precolombina marca las fechas con admirable pun- tualidad: las 6 "compañías" o poblaciones salen de las 7 cuevas famosas el año 820, llegan a Nueva Es- paña el 902, la 7.a "compañía" (la nación azteca o mejicana) llega el 1193; en 1318 se empezó a cons- truir la ciudad de Méjico, etc. Descontando lo fabu- loso que sea todo esto, se alaba, no obstante, al au- tor, por lo íntimamente que penetra en los usos y sentimientos de los indios.

Alfonso de Zorita (1512, m. hacia 1585), oidor de Santo Domingo, Guatemala y Méjico, sucesiva- mente, escribió, entre otras obras, dos que aquí nos

231. Vid. la nota 190 de este capitulo, interesante para el tema de la originalidad del P. Durán.

232. Fuentes, art. 4060. En el art. 2963 se registró por error aparle el mismo manuscrito que sirvió para la edición.

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interesan, inéditas ambas hasta el s. XIX. Una es la publicada con el título de Historia de la Nueva Es- paña as. En ella, en vez de investigar por sí, como Sahagún, se limitó a recapitular lo ya escrito por otros <Motolinia, Oviedo... , sin ceñirse tampoco al tema mejicano, cuyos datos se pierden entre la mención de otros inventos y usos europeos e imper- tinentes citas clásicas; descien.de, también, a pueri- lidades, como enumerar las cosas buena,s del país cuyo nombre empieza por c. Más interesante, y libre de tales digresiones, es la otra. Breve relación de los Señores de la Nueva España ~'\ aunque con el defec- to de presentar un organismo político mucho más perfecto de lo que fué en realidad.

Juan de Cárdenas (n. 1563), catedrático de la Universidad de Méjico y médico en ejercicio en va- ria- ciudades americanas, publicó en 1591 Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias referida sólo a Nueva España promete tratar en otra del Perú . Se ocupa de las propie- dades de aquellas tierras, señ al a d ámenle en lo que se diferencian de Europa; de sus plantas y minera- les, y de los hombres y animales allí nacidos. En lo relativo a los hombres, única parte que aquí nos interesaría, limítase a caracteres somáticos, exami- nando su longevidad, calvicie, falta de pelo en las mejillas, propensión, a unas enfermedades y exen- ción de otras, etc.

233. fuentes, art. 4041. El autor la tituló "Relación do algunas de las muchas cosas notables que ay en la Nueva Esparta, y de BU conquista y paciricaclón, y do la co ni torsión ido los naturales

•oSnaiB 8iu rita b K 'OT.ircd tjouiud bj oíos so opüoiiqnd ot "..Pliop

234. Fuentes, art. 2926.

235. Fuentes, art. :!594.

CÁRDENAS. LAN DA

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Fray Diego de I.anda (1524-1579), franciscano que en Yucatán alcanzó a ser provincial de su orden, y en 1572 obispo de la diócesis, estuvo muy en contac- to con sus indígenas y tuvo por ellos diferencias con los encomenderos, manteniendo tesoneramente su opinión. Su celo ha sido interpretado de muy varia manera "'. El hondo conocimiento que adquirió del país y sus habitantes le sirvió para componer una Relación de las cosas de Yucatán ' '. considerada como la fuente de casi todo lo que de los mayas se sabe. Por desgracia se perdió, ya en época moderna, el manuscrito original y sólo se ha encontrado una refundición anónima hecha hacia 1616, en que gran parte de la obra fué reducida a breve extracto, si bien otros capítulos tienen la apariencia de haberse conservado casi sin variación. Se sabe que el texto original era de extensión considerable.

La obra empieza por notas descriptivas de Yu- catán, reducidas muchas a verdaderos esquemas que semejan simples títulos de capítulos. Luego, tras una breve reseña de los primeros contactos de españoles con aquel país, cuenta el autor lo que de las anti- güedades de éste aprendió de los naturales, comple-

¿30. En la última ed. de la obra a que vamos a referimos, pu- blicada en Méjico, 1938, con Introducción y notas por H. Pérez Martínez, se pinta a Latida como un fiarle ambicioso, dominante y batallador, aunque tampoco salen bien librados los demás espa- ñoles de la conquista, de esta crítica fundamentalmente hispanó- foba. La edición, no obstante, leídas con cautela sus ilustraciones, es de mucho interés, porque acumula cuanto sobre la obra han escrito sus sucesivos editores y traductores.

237. Fuentes, arts. 2923 y 4107. Además de las ediciones allí citadas, so ha publ. la "Relación" en el apéndice del t. XIII de la si g-unda serie de la Col. de doc. inéd. de América (crr. Fuentes, art. 28941; en París. 1928-1929, en do.s vols.. con traducción franc. y estudio de Jean Genet: en Baltimore, 1937. en versión inglesa, y en la cit. en la nota anterior.

238. Antes fué utilizado por Herrera y otros historiadores.

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tado por él con. conjeturas que le permitía el cono- cimiento del idioma y usos indígenas. Vuelve a ha- blar de la conquista actuación de los Mondejo, abu- sos cometidos, llegada y acción de los franciscanos y en el resto de la obra se ocupa de nuevo, con. mu- cha extensión, de la organización y cultura yucaiteca, siendo muy minuciosa su noticia del calendario y todo lo relacionado con la cronología, los datos so- bre la escritura y lo que dice sobre edificios "35. El autor acompañaba dibujos abundantes, muchos de los cuales suprimió el refundidor. Los últimas capí- tulos se refieren a la fauna y flora.

La pintura que de los indios hace fray Diego es bastante ventajosa, enalteciéndolos sobre los blancos en varios aspectos; pero dista mucho de la ciega apología de tipo Las Casas, pues pondera también sus muchas máculas. Tampoco su crítica de defectos de los conquistadores tiene excesivo alcance, salvan- do de ella no sólo, como todos, a los reyes, sino tam- bién a las autoridades coloniales, cuya coperación con los frailes en ayuda de los indígenas proclama. El sentido total de su opinión se resume en. estas palabras del capítulo postrero, a continuación de un breve compendio de las mejoras materiales que en la vida del país se introdujeron, amén de la princi- pal de cristianizarles: "Y así, yerran mucho los que dicen que por que los indios han recibido agravios, vejaciones y malos ejemplos de los españoles, hu-

239. En t&da esta parte, difícil de resumir, el refimdidor debió de limitarse a copiar, y de ahí que nos haya llegado con mucha mas extensión que lo tratado en los capítulos primeros. Tales no- ticias son de gran interés, on especial su interpretación de los je- log-lifos cronológicos.

MUÑOZ CAMARCO

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hiera sido mejor no los haber descubierto, porque vejaciones y agravios mayores eran los que unos a otros se hacían perpetuamente matándole, haciéndo- se esclavos y «aerificándose a los demonios". Litera- riamente, Landa está en un término medio; no cuen- ta entre los más toscos e incorrectos, ni entre los que acertaron, con pocas letras, a lograr atractiva expresión, ni tampoco entre los muy pulidos. Han de tenerse en cuenta, claro es, las mudanzas que el refundidor hiciese.

Diego Muñoz Camargo; hijo de un español y una india noble, intérprete de los conquistadores, apro- vechó su conocimiento del habla indígena para in- vestigar sobre las antigüedades de su patria. Com- puso, pues, Historia de la República y de la ciudad de Tlaxcala. que quedó inédita y se ha publicado en nuestro tiempo M0. Le da mucho interés el ser la úni- ca monografía que se hizo de esa nación, tan fiel aliada de Cortés. Nos ha llegado incompleta por el principio, empezando por el final de un párrafo que trata de los Traxcaltecas; su editor cree que acaso falte sólo lo correspondiente a los Toltecas. Como se ve. la historia está tomada desde el período primi- tivo, exponiendo las sucesivas oleadas de ocupantes del país, hasta fijarse su población, y continuando hasta su tiempo: comprende, pues, asimismo, la re- seña de la conquista española y prosigue hasta el quinto virrey, don. Alvaro Manrique, nombrado en 1585. Lo principal son las noticias tradicionales que consigna de sus antigüedades y de la religión, usos

240. Después de aparecer en la colección de Ternaux, trad. al francés, y, parcialmente, el texto original en un periódico de Tlax- cala, la publicó y anotó Alfredo Ohavero (Méjico, 1892).

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y costumbres de los indios. Acerca de aquéllas tiene el autor algunas confusione», las cuales pagaron de él a Torquemada, historiador del siguiente período, que utilizó mucho su manuscrito. Literariamente la obra de Camargo se caracteriza por su incorrección, al punto de resultar a veces muy oscura.

Jerónimo Román y Zamora (n. hacia 1536 - mu- rió 1597) debe citarse aquí por ocuparse juntamente, en sus Repúblicas de Indias 24\ de Méjico y Peni. Como fuente de noticias tiene su obra escaso interés, pues no parece estuviese en América, limitándose a sacar su información de la producción que ya babía da lista de todas las que consultó en sus Repúbli- cas del Mundo, de que la mencionada forma parte . En el libro I hace breve reseña del descubrimiento y se ocupa de los diose-, templos, sacerdotes, etc., confinándose ya casi del todo en ambas naciones. El II describe su gobierno, justicia, etc. El III y úl- timo trata de los vestidos, costumbres, formas de ma- trimonio, etc., más una rápida exposición del térmi- no que Cortés y Pizarro. respectivamente, pusieron a ambos imperios. Aquí el autor, que cita entre sus fuentes a Las Casas, muéstrase su fervoroso secuaz, incriminando violentamente a ambos conquistadores su crueldad con los reyes que vencieron. La obra se redime de esta mácula de apasionamiento y de la falta de originalidad por su buen orden y clara re- dacción, que hacen de ella un buen manual divul- gador.

Acerca del Perú la producción fué muy copio- sa 1. Fuentes, art. 2959. Román escribió otras muchas obras: nónicas de su Orden de ía que fué nombrado cronista en

lhT¿ , biografías, vidas de santos, etc.

ROMÁN Y ZAMORA. BETANZOS

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sa"4"'; pero, como animada en general por iguales propósitos, bastará la noticia de algunas piezas para dar idea.

Juan de Betanzos, uno de los primeros que pa- saron, a este país, donde casó con doña Angelina, hermana de Atahualpa y última manceba de Fran- cisco Pizarro, adquirió gran conocimiento de la len- gua quichua y mucha autoridad en el Cuzco, donde sirvió de intérprete y negociador con. los Incas alza- dos *a. Por orden del virrey Mendoza escribió, en 1551 ó 1552, la Suma y narración de los Incas que aparece como "agora nuevamente traducido e reco- pilado de lengua india de los naturales del Perú". Comienza desde la primera creación, por su dios Viracocha, del cielo y la tierra, desde cuyo tiempo .anterior a la existencia del sol se creía que hubo habitantes en el Perú, destruidos luego por el mis- mo dios, como todas las gentes nacidas de esa pri- mera creación. Sigue explicando cómo en la segun- da,, en que ya la tierra fué iluminada por el sol, for- mó de la piedra otras persona?, y continúa en tales temas ~>s, entrando luego en la relación de los suce- sivos incas, desde Manco Capae hasta Yupanqui.

242. Sobre las descripciones y estudios que de las cosas indí- genas se hicieron en el Perú en los primeros tieinrpos, puede ver- se la "Oarta..." can que M. Jiménez de la Espada encabeza su edi- ción de Tres relaciones de antigüedades peruanas (Madrid, 1879).

243. Era apoderado, en el Ciizco, del inca Tilo Cussi, de quien se hablará a continuación.

244. Fuentes, art. 3062.

245. En la dedicatoria a Mendoza dice el autor que bien ve "ser niñerías y vanidades lo que estos indios usaban y yo escribo aqui", pero tiene que cumpflir lo que se le ha mandado. También pondera alli las dificultades de su labor, porque ha de informarse, no de uno, sino de varios naturales, y además tiene que contradecir lo que escribieron los anteriores, que no conocían bien la lengua leí país, ni los indios, entonces recelosos, les darían entera rrla Gión.

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Hace de cada uno, más bien que una verdadera cró- nica nacional, una historia personal, tejida con. las fabulosas tradiciones que de ellos se conservaban. Queda la obra sin terminar en el cap. XVIII, donde se comenzaban a explicar los nombres que Inca Yu- panqui dio a cada mes. En una lista que precede a la obra da el autor la serie completa de los inca?' hasta los tres que siguieron a Atahualpa, dos nom- brados por Pizarro y uno por los capitanes del se- gundo de éstos.

El Inca Titu Cusí Yupanqui o Diego de Castro debe figurar aquí, porque su relación de la conquis- ta del Perú y de sucesos siguientes 246 está hecha des- de el punto de vista indígena. Su padre, Manco II. era hijo bastardo de Huaina Capac y hermano de Atahualpa y Huáscar. El, también bastardo, asumió, en 1557 o en 1560, el incazgo. que correspondía a su hermano Túpac Amarú, de menos edad, pero hijo legítimo :,T. Aunque bautizado en 1568, murió sin de- poner su resistencia, cuando ya el virrey Toledo, llegado a fines del año siguiente, accedía a cuanto pedía. También su escrito es una petición (a Feli- pe II) , en la que expone la deuda de gratitud que con su padre y él contrajo España, a cuyos soldados 6e unieron contra Atahualpa. Para mostrarlo es por lo que hace la "Relación de como los españoles en- tinaron en el Piru y el eubceso que tuvo Mango Inga

246. Fuentes, art. 5270. El ms. reseñado en el art. 5266 se re- fiere, sin duda, a la misma obra.

247. Cuando Titu Cusí murió (1570) ocasionándose pon olio ol martirio del fraile que le asistía, por creer los indios que rué envenenado con un medicamento que le propinó le sucedió di- cho Túpac Amarú, con el cual, ajusticiado en 1572, se extinguió el incazg-o.

CASTRO. MOLINA

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en el tiempo que entre ellos vivió..." Tergiversa los hechos presentando a su padre como si realmente gobernase, cuando lo cierto es que su hermano Ata- hualpa estaba representado en el Cuzco por Quis- quís, enemigo de Manco. No obstante, su relato tiene interés por los detalles que aporta de los hechos de su padre, con cuya muerte, dada por los españoles, y su propio bautizo, acaba el escrito, que está fecha- do en 1570. Como se ve, no es propiamente una his- toria, sino un alegato de parte interesada. Su editor. H. H. Urteaga, lo considera "noble y ruda protesta contra los errores y malos juicios que, acerca de los indios y de los incas, se escribían entonces por los historiadores de la conquista".

Cristóbal de Molina, sochantre de la catedral de Santiago de Chile J<>, compuso en 1555 una Rela- ción de la conquista y población del Perú, que que- dó incompleta 2,°. Conviene situarla aquí porque se advierte al leerla que su principal información es de indios, de cuyos antiguos usos y costumbres aporta noticias, basadas en sus tradiciones populares, con una parte especial, titulada "La manera de las ido- latrías de estos reinos". Estos datos sobre los natu-

248. Antes se atribuían a un solo C. de M. la Conquista, de que ahora se trata, y las Fábulas y ritos de los incas. H. H. Urteaga, editor de ambos textos, dice que se trata de dos autores homóni- mos. Mencionaré en su lugar al autor de las "Fábulas".

249. Fuentes, art. 5267. El título completo, que da Idea de la' tendencia <te la obra, es éste: "Reíacjon fle muchas cosas acaes- cjdas en el Perú, en suma, para entender a la letra la manera que se tuvo en la conquista y poblazon destos 'reinos, y para en- tender com quanto daño y perjuicio se hizo de todos los natura- les umversalmente deísta tierra, y como por la mala costumbre de los primeros se ha continuado hasta hoy la grande vexacion y destrulcion de la tierra, por donde evidentemente parece faltan mas de las 3 parte? de los naturales de la tierra, y si Nuestro Señor no trae remedio, presto se acabaran los mas de los que quedan; por manera que lo que aqui tratare más se podra decir fiestruicion del Perú, que conquista ni poblazon".

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rales se hallan mezclados con la breve reseña que hace de la actuación española, suficiente sólo para hacer resaltar los daños causados a los naturales siendo el autor un secuaz más de Las Casas. No pasa en su recorrido de los primeros tiempos de la con- quista, sin. alcanzar siquiera la muerte de Pizarro. El autor no escribe mal, pero compone con poco or- den, sin deslindar debidamente sus nociones de geo- grafía del país, datos de destrucción, sucesos de la conquista, etc.

Pedro de Santillán es autor de una Relación sobre el modo que tenían de tributar los indios del Perú '¡°; es una de las respuestas que se dieron a la consulta hecha por el príncipe Felipe (20-XI1- 1553) sobre diversos puntos de Indias.

Fernando de Santillán i m. 1575 ó 1576) . oidor en Lima, fundador y primer presidente de la Au- diencia de Quito, e interinamente gobernador del Perú a la muerte del virrey Mendoza y jefe del ejér- cito que redujo el alzamiento de Francisco Hernán- dez, escribió hacia 1572 una Relación de los In- cas U1. Se refiere en la dedicatoria a Ovando, el presidente de Indias a su carácter de informe so- bre los males por que está pasando el Perú, inser- tando a continuación la Cédula de Felipe II con lo* 16 puntos sobre que se pedía información, los cuales versan 6obre los antiguos tributos y régimen de los indios, y lo hedió hasta entonces ipor los españoles. Santillán hace un trabajo muy bien escrito, claro y

250. Fuentes, art. 3070. oirás respuestas a la misma consulta pueden verse en Documentos inéditos del s. XVI para la Historia de México, del P. Mariano Cuevas (Méjico, 1914).

251. Fuentes, art. 3072.

LOS SANTILLANES. POLO DE ONDEGARDO

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ordenado, provisto, incluso, de un minucioso índice. Expone lo que sabe del comienzo del domir.io del país por los Incas y dedica luego un breve artículo a cada uno de los que se sucedieron en el gobierno. Sigue una exposición detallada, más general, en. que va entrando ya lo del período español, cuyas mácu- las exagera, y propone diversos cambios de sistema. La información sobre los usos de los indígenas es muy copiosa, y muy favorable a éstos la tendencia del autor, que considera no son "gente tan bestial como la hacen los españoles'' y que están ahora en situación mucho más dura que cuando tributaban, aun siendo mucho, a los Incas. El entiende que las visitas iniciadas en tiempo de La Gasea mejoraron poco las cosas, pues algunos visitadores "se aparta- ban poco de los caminos reales, y así las hicieron ciegas muchas de ellas" y propugna una rebaja ma- yor de las tasas para que los indígenas gocen del bienestar que Carlos V Ies deseó. No hay que olvi- dar que él intervino en la revisión, como oidor, y que la exposición hecha tiende a defender su ges- tión, lo que daña a la imparcialidad del escrito.

Juan Polo de Ondegardo, jurisconsulto muy bien considerado en el Perú, tanto por los sublevados de Gonzalo Pizarro como por los realistas, adquirió un gran conocimiento de las antigüedades del país, que recorrió mucho por sus asuntos de abogacía y por una despierta curiosidad. El fué quien descubrió los cuerpos embalsamados de los Incas. Se le consultó, pues, repetidamente sobre los puntos tan debatidos en aquel tiempo, habiendo de él un Informe, de 1561,

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para ilustrar el tema de la perpetuidad de las enco- miendas, que es "modelo de investigación, y de crí- tica obedeciendo a un espíritu imparcial e indepen- diente" J; otro dado en 1571, a petición del virrey Toledo 85 , y varios trabajos sobre la religión, y go- bierno de los Incas '".

D. Francisco de Toledo, el virrey recién men- cionado, debe también figurar aquí, pues no sólo cuentan las informaciones por él promovidas entre sus actos más notables, sino que él mismo bizo un escrito, en que resume y explica unos veinte que sobre ello se hicieron, al remitirlos al Consejo de Indias. Ha 9Ído publicado modernamente, junto con dos de las informaciones a que acompañaba y frag- mentos de otras as. La esencia de ellas, conforme a la finalidad del virrey, es mostrar la dureza del go- bierno de los Incas, la obligación que imponían de trabajar a los indios, negligentes de suyo, la abun- dancia de vicios de éstos, etc., así como el carácter tiránico de aquel dominio, al que los antiguos lina- jes libres no prestaban su aquiescencia. Al final de su escrito recomienda al Consejo que se imprima una obra, muy fiel, que remite, ya que andan im- presas tantas falsas relaciones.

Pedro Sarmiento de Gamboa (m. 1587), el fa-

252. Jiménez de la Esparta. "Carta" citada, p&g. XV. En dicho iiig-aj- puede ampliarse la breve noticia que en el texto se da de Polo (págrs. XV-XVI1I).

253. Fuentes, art. 3738.

254. najo esto titulo g-encral so i>ubl. (en los vols. mencionados en Fuentes, art. 3065) la Relación de lo-s adaratorlos de los Indios en los cuatro caminos que sallan del Cuzco; la del linaje y con- quistas de los . incas, y otras trabajos menos Interesantes para nosotros.

255. Fuentes, art. 3063.

TOLEDO. GAMBOA

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moso explorador del estrecho de Magallanes es el autor de dicha obra: la Historia Indica, dada por perdida, y encontrada en. 1893 Lo conocido es la segunda parte, única que se cree hizo en la primera pensaba tratar de la historia natural del país y en la tercera el período español hasta 1572 ; en ella "se escribirán, dice al planear la obra total, los antiquísimos y primeros pobladores desta tierra in genere, y descendiendo a particularidades, escri- biré la terrible y envejecida tiranía de los incas ca- paes destos reinos hasta la fin y muerte de Guas- car" '\ Tras un preámbulo, dedica los 5 capítulos primeros a noticias geográficas y etn.ológicas; se re- fiere allí a la Atlántida, de Platón, que extiende hasta Cádiz y de la que conjetura formaban parte las In- dias, suponiendo que Ulises llegó a Nueva España y pobló hasta Veragua, como muestran los vestidos de los mejicanos, que son griego?. En los capítulos VI-VII expone la creación del mundo según las tra- diciones indígenas, que aluden, a un diluvio de casti- go y a una antigua lengua ilnica; VIII, estado muy

256. También refirió asta expedición en una relación, que lia sido impresa (vid. Fuentes, art. i¡272) y de la que habla hecho un resumen Bartolomé L. ríe ArgensoLa en su "Historia de las Islas Malucas". Tiene carácter oficial, está dirigida a Feüipe II y con- tiene una puntual reseña del viaje, con indicación de las singla- duras, las alturas tomadas cada día, operaciones en los navios, etc.

| prende desde 11 -IX- 1579 en que salió del Callao, hasta 17-VIII-

1580, Techa de la relación. Está inserta también la larga instrucción del virrey Toledo y demás documentos oficiales.

¿57. Fuentes, art. 3071. En el ms., conservado en la Biblioteca (ie ¡a n. Universidad de Cotlingen, titúlase "Segunda parte de la blsstorfa general llamiada yndica, la qual por mandado... de Toledo virrey... del l'iru... compuso el capt. Po Sarmiento de Gamboa". El preámbulo está firmado en el cuzco a 4 -III- 1 572. Se supone que fuera mandada a Amberes para imprimirse y sin serlo quedó por allí.

258. En una carta del autor a Felipe II díte que el tenia de esta segunda parte era el más urgente, y ello explica que le diese prioridad y no llegase a escribir las otras dos.

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primitivo, preincaico; IX, el valle del Cuzco y sus primeros pobladores; X-XIX, los seis primeros incas, ligeramente tratados; XX-XLVU, historia más dete- nida de los incas Yahuar Huacac, Viracocha y Pa- chacuti Inca YupanquL. sobre todo de éste ; XLVIII- LXIX, guerras de conquista de Tupac Inca Yupan- qui y Huaina Capac, guerra civil entre Huáscar y Atahualpa basta la llegada de los españoles; LXX, recapitulación, de los actos de violencia y tiranía de los incas; LXXI, cómputo sumario de la duración del imperio incaico. Completan la obra testimonios de sa veracidad, acreditada por 42 Indios principa- les; además de tales informes, obtenidos en el viaje oficial (1570-1572), en que él acompañó como exper- to al virrey, dice haber recibido otros de carácter particular. Con la "Histeria" de Sarmiento envió también Toledo ouatro paños con pinturas que re- presentaban las figuras de los Incas y escena.? de lo sucedido en el tiempo de cada uno; en illas parece haber tenido el historiador mucha parle, i Sabido es que con. las pinturas reunidas en la Casa del Sol, en lo relativo a imágenes, y con los quipos, en lo que se refiere a cifras, suplían los indígenas la escritura para ayudar a la tradición oral.) Como se ve, hizo Sarmiento una labor considerable, y se con- Mera su obra la más autorizada entre las muchas que se con- sagraron a las antigüedades peruanas "*. Con todo- el propósito deliberado con que escribió hace du-

259. Vid. Fuentes, arte. 3067, 3068, 3069, 3075, ele, de cuyo evainen particular prescindo aquí, para no alargar desmedidamen- te este capitulo.

MOLINA. CABELLO DE BALBOA

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dar a muchas de su imparcialidad, juzgándole dema- siado hostil a los incas 200.

Cristóbal Molina, párroco del Cuzco Xl, escribió, hacia 1575, la Relación de las fábulas y ritos de los incas ". Valiéndose, como todos, de informes de in- dios ancianos, expone las tradiciones cosmogónicas que había en diferentes regiones del Perú y cómo Ir^za Chupanqui empezó a ordenar mejor todas las cosas, incluso los cultos y ceremonias. Da, en fin, no- ticia de las fiestas correspondientes a cada mes, men- cionando éstos con sus nombres indígenas por el or- den allí guardado (de mayo a abril!. Ello es expues- to con mucho detalle: incluso transcribe en quichua las diversas oraciones en uso, traduciéndolas luego en. castellano.

Miguel Cabello de Balboa, malagueño, escribió en Quito, entre 1576 y 1586, una Historia del Perú. contenida en su "Miscelánea Austral" Sus noticias sobre los incas coinciden mucho con. las de Sarmien- to, lo que no es sorprendente, porque da a entender que se valió de las "Fábulas y ritos" de Molina, y los informes de éste proceden de una junta de an- cianos del país, poco posterior a la investigación he-

260. En el largo estudió del Dr. H. Sierre ns, mencionado en el Citado art. de Fuentes, se hace um detenido análisis de la obra, al que podrá acudir quien desee Información más completa. Hay también un libro posterior, de E. Morales, 5. de G. Un navegante español del s. XVI, Barcelona, 1932, en que el autor va mucho más allá que StefTens en lo relativo a la parcialidad de Sarmiento, mostrándose verdadero secuaz de Las Casas, como si las conde- naciones de éste no hubieran sido ya casi uinándmeimente recha- zadas por injustas y exageradas. En un reciente art. de R. porras Barrenechea se reivindica la veracidad de Sarmiento, comparando su visión del imperio incaico con la que tuvo el Inca Garcilaso (Revista de Indias, 1942, III, 9-10).

261. Vid. la nota 248.

262. Fuentes, art. 3066. Lo publicó también Markham en "Na- rrative of the rites and ilaws the Incas", p. 1-164.

?r.:>. Fuentes, art. 4390.

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cha por el virrey Toledo y utilizada por Sar- miento 264.

El P. Blas Valera, nacido en año incierto de un compañero de Pizarro. jesuíta desde 1568 y des- de entonces activo evangelizador del país, escribió en latín una historia de los Incas y su imperio, titu- lada Historia Occidentalis. Venido el autor a Espa- ña, se hallaba en Cádiz cuando fué saqueada por los ingleses (1596), sufriendo con. ello el manuscrito; Valera murió a poco. El Inca Garcilaso (v. pág. 253) , que es quien lo refiere, dice le fueron entregado? los fragmentos salvados, que él utilizó en sus "Comen- tarios Reales", citando, como tomadas del jesuíta autor, las partes correspondiente?. Pero el historia- dor peruano González de la Rosa conjetura, con ra- zones de bastante peso, que recibió la obra comple- ta y forma el núcleo de la suya, que ganaría en tal caso en autoridad lo que pierde en. originalidad M*. El asunto es de interés por haber sido Valera el pri- mer nacido en el país que historió a sus antepasa- dos, añadiéndole crédito su residencia continuada basta lo? cuarenta años y su conocimiento del qui- chua y el armará, lenguas a la? que tradujo cate- cismos y sermones para fomentar la cristianización de los naturales . Lo mismo que Gareilaso. usó de

264. Vid. el art. de Steflfens cit. en la nota 260, pág?. 1119 y 1120.

265. J. T. Polo (.Blas Valera, Rev. Hlst. del Perú, 1907, II, 544- 552) oree que nació hacia 1551. M. González <le Ja Rosa {El Padre Valera, primer hist. peruano..., ib., 180-199) Je señala como fecha probable entre 1538 y 1540. Vid. en Fuentes, art. 2881, nota de otros artículos iin te pesantes para el estudio de Valera.

266. Sobro este punto versa la polémica entablada entre Gonzá- lez de la Rosa y Riva Agüero (Fuentes, art. 2881).

267. La Rosa dice que escribió también un Vocabulario histórico del Perú, hasta la letra H, y un libro De los indios del Perú, sus

VALERA. CARVAJAL

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su obra Fe rn atildo de Montesinos (v, pág. 418) , y de él cree La Rosa que tomó éste la teoría cronológica de los soles y la serie de 96 reyes, expuestas en sus "Me- morias historiales".

5) Relaciones de sucesos y autobio gráficas.

También en este grupo hay que seleccionar con parquedad, limitándose a examinar unas pocas obras que den idea del género.

La expedición, de Pizarro-Orellana fué referida por un partícipe en ella, el dominico Gaspar de Carvajal i 1504?-1584) , fundador en el Perú del pri- mer convento de su Orden. Su Descubrimiento del Río de las Amazonas ha sido impreso modernamen- te268, aunque ya otro de los dos ejemplares conocidos del manuscrito había sido publicado con algunos arreglos por Fernández de Oviedo ". Acompañó el autor a Gonzalo Pizarro en calidad de capellán- y fué de los que siguieron con Orellana, haciendo así el primer recorrido del famoso río hasta salir al mar. Su relato, anotado día por día, comprende desde fines de 1541 hasta el ll-IX-1542, en que el barco en que iba llegó a Nueva Cádiz, en Cubagua. Ade- más de su indudable veracidad y del atractivo que le da el interés de su accidentado viaje, está el libro amenamente escrito con sencillez, sobriedad y co- rrección.

costumbres y pacificación, úel que afirma era una parte la "Rela- ción anónima" publ. por Jiménez de la Espada en su vol. de An- tigüedades peruanas, Madrid, 1879, págs. 135-227.

268. Fuentes, art. 5301. Posteriormente ha aparecido una tra- ducción inglesa, hecha por B. T. Lee (New York, 1934).

269. En SU Hist. (/en. y nat. de las Indias (ed. de Madrid, 1851- 1855, voH. IV, 541-574).

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La segunda expedición importan-te al Dorado, la encomendada a Pedro de Ursúa (1559), con el trá- gico complemento que le puso el rebelde Lope de Aguirre, fué referida repetidamente. Hay una Rela- ción de todo lo que sucedió en la jornada de Orna- gua y Dorado, en una de cuyas copias consta ser de- bida al bachiller Francisco Vázquez, que participó en la empresa como soldado "™. La narración, que empieza por resumir los hechos de Ursúa hasta su ida al Perú en 1558, es puntual y está aceptablemen- te escrita; abarca toda la cruenta actuación de Agui- rre hasta su muerte. Otro escrito, titulado Jornada del río Marañón..., fué compuesto por Toribio DE Orticuera después de 1585 *™. Lo dirige al príncipe Felipe (III) , a quien dice quiere servir contándole algunas de las cosas allí pasadas, para que el fin de Aguirre y otros rebeldes aleccione a los demás. No asistió a los sucesos, pero procuró informarse de tes- tigos y usó de una relación basada en la de Francis- co Vázquez ' Alcanza hasta algo después de la muerte de aquél, y en la relación se intercala tam- bién la anterior expedición de Pizarro y Orellana. Es un escrito extenso y con iguales características de detalle que los redactados por partícipes en los he-

270. Fuenles, art. 6247. La otra copia conocida, según dice en la ta.tr aducción el marqués de la Fuensanta -del Valle, está Inter- polada por Pedra.rias de Aílmesto, que quiso asi aparecer como autor. Lo que no se comprende es <jue, siendo ást, adoptase el marqués dicho texto interpolado, relegando a las notas las va- riantes del que considera más genuino.

271. Fuentes, art. 6248.

272. Sobre este punto y to-dos los relativos a la historiografía de las expediciones al Amazonas, se verán con fruto dos docu- mentadas monografías de E. Jos, La Expedición de Ursúa al Do- rado y la Rebelión de Lope de A<juirr<e (Huesea, 1927) y Centenario del Amazonas: La Expedición Orellana u sus problemas histó- riros. en curso de publicación (Rev. de Indias, 1912, III, 661-709; 1943, IV, 5-42, 255-303).

VÁZQUEZ. CALVETE

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ohos relatados; pero, por indudable falta de revisión del texto, se ob-ervan frecuente-; contradicciones en- tre los datos que expone.

Otro espíritu inquieto, Francisco Hernández Gi- rón, dió con su alzamiento tema para una Relación anónima 2 3. Parece escrita a raíz del suceso (1554- 55) por su detalle y mención nominal de los que in- tervinieron en la rebelión. Está hecha correctamen- te, con muchos pormenores y sin que revele más fina- lidad que la puramente narrativa. Al final incluye dos romances que inspiró el acontecimiento.

De Juan Cristóbal Calvete de Estrella (v. pá- gina 59) se sabía que hizo varios trabajos die histo- ria de Indias, pero hasta el último tercio del s. XIX no se conoció su Rebelión de Pizarro en el Perú y vida de D. Pedro Gasea'*, hecha en 1565-1567. Es obra de corte muy moderno y bien nutrida de infor- mación. Empieza por exponer el estado de las lu- chas entabladas en el Perú, que ocasionaron sucesi- vamente la muerte de varios personajes, y al ocurrir la de Núñez Vela hubo de pensar Carlos V en la necesidad de enviar allí una persona de grandes do- tes que arreglase las cosas. Se decidió por La Gasea, "uno de los más señalados hombres que ha habido en nuestros tiempos", y Calvete, que ha de tratar de él en esta obra, cree preciso dar noticia de su vida. Hasta tal punto lo hace, que su biografía constituye

273. Es la segunda ele las insertas en la colección citada en Fuentes, art. 4655.

274. Fuentes, art. 5305. Sobre otras historias de lema ameri- cano hechas por Calvete, vid. el prólogo de la edición citada. Car- hia opina que Cálvele, como otros cronistas de Castilla, consideró la historia de litólas dentro de su misión, pero que el no rué cro- nista de Indias [La Crónica oficial de las Indias! Occid.. La Piala, 1934. pág\ 951.

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cap. vi (1543-1592 )

propiamente el libro, prosiguiéndola hasta el tér- mino de éste, en que deja a D. Pedro rigiendo apa- ciblemente su diócesis de Sigüenza. El tema de la rebelión de Gonzalo Pizarro puede considerarse, a lo más, como episodio central. El gran conocimiento que Calvete tenía de la historia coetánea hace de esta obra una exposición de los principales sucesos del reinado de Carlos V, los de Europa y Africa en los años en que Gasea está en España, y los del Perú durante su feliz gestión pacificadora. Es, pues, en- realidad, una biografía, en. que la figura del prota- gonista da ocasión al biógrafo de trazar un cuadro completo del ambiente en que se mueve, para que sus hechos particulares puedan así apreciarse en sus verdaderas proporciones. En cuanto a sus fuentes, parece que el autor, que no debió de ir a América, se valió en gran parte de la historia compuesta o mandada componer por La Gasea, por lo cual co- incide mucho, hasta el embarque de éste para Es- paña, con la de Diego Fernández (v. pág. 123 1. Proba- blemente fué el mismo Gasea quien le proporcionó ese y otros escritos, e incluso información oral, a juzgar por el detalle con que expone su linaje y las prolijas noticias que da de sus padres y hermanos. Toda la obra es una fervorosa apología de él. Aun- que muy literaria, no contiene discursos.

De los sucesos de Chile hizo su conquistador Pe- dro de Valdivia un sincero relato, en forma de carta dirigida (1550) a Carlos V m. Tras de referirse bre-

275. Fué publ. en la Cok de docs. de Amér., IV, 5-68. En esta carta ae refiere valdivia a otras dlrig-ida? al Emperador anterior- mente, que no llegaran a él, y parece indicar que en ellas deta- llaba más.

VALDIVIA. QU1ROGA. SALAZAR

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M ínente a sus servicios anteriores a la gesta chilena, empezada en 1540, reseña ésta en conjunto. Escribe con la mayor sencillez, con verdadera ingenuidad, sin cohibirse de bacer su propio elogio "y tan bue- na maña me be dado...", dice en una ocasión n.i de repetir textualmente los que Francisco de Car- vajal decía de él. El objeto principal de la misiva era pedir al Emperador que se ampliasen los lími- tes de su gobernación hasta el estrecho de Magalla- nes, y diversas mejoras pecuniarias.

Otro capitán de las duras campañas chilenas, An- tonio de Quiroga, escribió la Memoria de lo que le sucedió "desde que dejó la casa de sus pa- dres" J. Iniciada la relación en 1573, en que se le nombró capitán de la tropa levantada para ir a Chi- le, no tiene el mero carácter autobiográfico que el título parece indicar, destaca también detalladamen- te la actuación heroica de otros. Hay asimismo des- cripciones del paisaje, narración de hechos curio- sos de indios, etc., todo ello escrito con 'bastante pulcritud. La mención de él se hace en tercera per- sona y a veces con un elogio que permite dudar que él mismo sea el autor; pero la práctica de la época no lo contradice. Desde 1584, en que dejó de parti- cipar en aquellas luchas, el escrito tiene más carác- ter personal, y sobre todo desde 1587, fecha de su vuelta a España. La última que figura es la de 1592.

Fernando Salazar firma una breve Relación, probablemente de 1582. en que refiere una entrada en el país de los Timhúes J". Dirigida a un superior

276. Fuentes, irt. 6271.

277. Fuentes, art. 6235.

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cap. vi (1543-1592)

que no nombra, pertenece al copioso grupo de comu- nicaciones oficiales, sin. otro interés que el de repre- sentar, en esta ligera reseña que hacemos, al territo- rio del Plata, para completar un tanto el cuadro de conjunto.

De Méjico puede presentarle un escrito, que ofre- ce un tipo poco frecuente y de gran interés: la Re- lación de algunas cosas que sucedieron al P. Alonso Ponce en Nueva España2 Designado dicho francis- cano en 1584 Comisario general de aquella región, partió el mismo año de Sanlúcar, y su vida allí fué un continuo viajar, pasando sus andanzas de 2.500 le- guas, aparte los recorridos hechos por mar. Dos re- ligiosos que le acompañaban emprendieron desde la salida de España un relato minucioso, hecho segura- mente con notas diarias, y así se prosigue en todo el curso de su misión. Los puntuales redactores no se limitan a lo relativo a ésta, sino que dan también noticias del país y de sus habitantes, configuración de las regiones recorridas, fauna y flora, curiosidades de todo género. También el tema principal ofrece datos importantes del estado de los conventos de la Orden que visitaron, relaciones mantenidas con sus frailes por el P. Ponce, sinsabores que le causaron, incluso destierros y otras persecuciones, afectuosa acogida que le bacían los indios, etc. Tan variados elementos y una clara exposición, correcta aunque sin adobo literario, hacen atractivo este largo escrito.

v78. Fuente*, art. 1684.

CAPITULO VII

La historiografía desde Mariana a Moneada.

(1592 - 1623)

Este período, tan venturoso para el progreso de las ciencias, y que marca en España el apogeo de la literatura de ficción, no fué igualmente propicio para la historiografía. El hecho capital en Europa con respecto a ésta es el insólito interés que alcanza la historia eclesiástica, consiguiente a la efervescen- cia introducida en el terreno religioso por la Refor- ma y la Contrarreforma. Iniciada la lucha entre ca- tólicos y protestantes, unos y otros hubieron de acudir a la historia del cristianismo en husca de srmas y argumentos. Si ello aportó el beneficio de poner fin a la despreocupación humanística por la historia eclesiástica, que es inseparable de la po- lítica, de otra parte la intromisión de la teología, tanto católica como protestante, en el campo de la investigación histórica, impidió que se tratasen con la necesaria ecuanimidad e imparcialidad cuantos asuntos roziaban más o menos con los temas reli- giosos.

En España, donde la lucha de ese carácter tuvo menos importancia que en los demás países por la escasa extensión de la Reforma, la historia eclesiás-

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cap. vil (1392-1623.1

tica desempeña, empero, un papel preponderante, y su abundancia es correlativa de su desvaloriziación. Cuanto en la historia política había hecho anterior- mente la perniciosa labor de Annio y sus secuaces, es poca cosa comparado cor. el actual desbordamien- to de falsedades, más difíciles de atacar por la san- tidad de los teínas en que se enquistaban. El caso de España no es único en la historia de este tiempo. Pero aquí adquirió tan graves caracteres y tal per- sistencia, que no se remedió hasta fines del siglo XViil. Y no totalmente, pues quedaron restos fabulo- sos en tradiciones locales, que la prudencia de los his- toriadores juzgó no convenía extirpar de raíz.

Fué siempre el interés local, las rivalidades de pueblos y de diócesis, lo que sostuvo el interés por los falsos hallazgos, aunque éstos se refiriesen a pun- tos de historia religiosa. Desde el encuentro del per- gamino y reliquias en la Torre Turpiana de Grana- da, en 1588, y de los plomos del Sacromonte, en 1595-1597, hasta la condenación definitiva de esta falsificación, dos sigilos después, pasando por los repetidos engendros del P. Román de la Higuera y de sus imitadores, toda la trama se dirige en reali- dad siempre a prestar antigüedad ilustre a determi- nados lugares, a dotarles de santos patronos imagi- narios, a apoyar sus pretensiones contra derechos alegados por otro?. Como puede advinarse, la genea- logía acudió también al filón, para proporcionar nobles ascendientes a plebeyos vanidosos. Los falsea- dores, con laboriosidad digna de mejor empleo, for- jaron larguísimos cronicones en los que se desliza- ban, junto a datos verdadero?, los que daban satis-

OJEADA PKKVIA

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facción a lo que se pretendía establecer. La técnica de la falsedad alcanzó el suficiente refinamiento para allanar todos los caminos a la credulidad. Cró- nicas dle diversas ¡procedencias afirmaban los mismos hechos. Aludían unas a los supuestos autores de otras y completaban las noticias de su vida y actividad. Otras preparaban el terreno para nuevas falsías, formando en total una red en que las varias fábulas se prestaban mutuo apoyo. No obstante, es lo más probable que sólo la masa del vulgo les daba fé. La prontitud con que algunos hombres severos, como el obispo de Segorbe don Juan Bautista Pérez y Benito Arias Montano, negaron su crédito a los primeros engendros, tuvo que abrir los ojos a los hombres de algunas letras. ,Se sabe, además, de alguno que, con- trario a los cronicones, los defendió después por su cargo, lo que indica que muchos consideraron atacarlos incompatible con sus deberes. Sólo el teji- do de intereses locales creados y el temor de que la negación pudiese dañar a los sentimientos religiosos del pueblo, explica que las ficciones se mantuviesen lanto tiempo, cuando nunca faltaron algunos hom- bres valerosos eclesiásticos en general que se opusieron a los engaños.

'El confinarse la ficción en la historia religiosa y afectar más direotasmente a las antigüedades loca- les no impidió que el daño se extendiese a todo el campo de la historiografía. La pérdida del respeto a la verdad, los cubileteos que se hacían con los datos históricos poseídos, el escepticismo con que hubieron de considerarse en definitiva todas las fuentes, se refleja en la falta frecuente de probidez y escrúpulo.

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cap. vii 11592-1623)

Veremos que historiadores de la altura moral de Mariana dan cabida a mucho en que no creen, por- que no se arriesgan a prescindir de lo generalmente admitido. Que otros fácilmente contentadizos, como Sandoval, aderezan los relatos con su propia fanta- sía, supliendo a la sequedad de los escritos en que se basan. ¿Hizo todo esto perder a la Historia algo de su estimación? 1 La creciente profusión con que siguió cultivándose no parece indicarlo así. Fué sin duda tiempo de gran avidez por saber del pasado y cada categoría de lectores encontró a la medida lo que deseaba hallar.

Por fortuna, la tendencia a falsear los tiempos primitivos, para saciar la demanda de noticias sobre ellos, no impidió que lo coetáneo fuese historiado con igual profusión en todos sus aspectos. Y, con lo presente, los hechos cercanos, en que la informa- ción podía aún ser suficientemente segura. Es perío- do, como el anterior y el siguiente, de gran riqueza hi-toriográfica, con cada una de sus especies bien nutrida de escritos. La historia nacional completa es acometida por él P. Mariana, que acierta a infun- dirla atractivo literario y a utilizar hasta un cier- to punto, que no quiso tras-pasar, el rigor crítico que se había alcanzado. Los antiguos reinos, la pauta de cuya historia había dado Zurita, tienen ahora inda- gadores en creciente número; les carecteriza un cier- to exacerbamiento del celo regionalista, que da tono

i. Sandoval se lamenta, en el prólogo do su t'hrouica de Al- fonso VII (10001, lie que en este llampo "son pocos los que se precian delta, y la tienen por obra ble Romancistas*^ F.s dudoso si ii<a iie este vocablo en su acepción tic escritores en lengua romanee, o de autores de romances, con el que podría aludir a la losorwirianza en la veracidad de las historias que se escribían.

OJEADA I'HKVIA

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polémico a las obras y daña a la veracidad cuando se trata el punto de los orígenes. La crónica de los reinados coetáneos, menos copiosa que en el de Car- los V, es en compensación tratada con mayor dili- gencia y hondura. La de sucesos particulares conti- núa con análogos rasgos y profusión que en. el pre- cedente período; sólo el carácter peculiar de uno de los hechos reseñado?, la expulsión de los mo ris- cos, da un matiz nuevo a los escritos que lo tratan. Tampoco la biografía y la autobiografía, aunque cul- tivadas ahora con. la más rica variedad de facetas, pueden añadir nada a la exuberancia que ostenta ya el género en el período anterior.

La historia de Indias, en fin, ofrece como rasgo más saliente el correr principalmente a cargo de re- ligiosos, con la diferencia de carácter que ello sig- nifica. Reseñadas en el período anterior con diferen- tes criterios las conquistas y sus derivaciones políti- cas, toca ahora intervenir a los frailes misioneros, que consideran con preferencia el asjpecto que les interesa: la predicación del cristianismo en los vas- los territorios ganados para la corona de España. El tema lleva aneja la historia eclesiástica de las nue- vas provincias y la noticia del estado anterior de los indígenas en sus diversas facetas, como antecedente necesario para la mejor inteligencia de la actuación evangelizadora. La sustitución de los historiadores misioneros a los historiadores militares redunda en mayor conocimiento de los naturales, con. quienes tienen contacto más continuado e íntimo que los sol- dados y los encomenderos. Condición ineludible para la evangdlización era el aprendizaje de las lengua»

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cap. Vil 11592-1623)

vernáculas, y ello mejoraba a la vez su aptitud para penetrar eu el conocimiento de su vida habitual y en el de sus tradiciones. Contribuye también a la mayor difusión de estos dos últimos aspectos el par- ticipar ahora en la labor de historiar varios descen- dientes de familias reales de Méjico y Perú. Con la labor de frailes e indígenas, completada con la de otros historiadores, entre loe que se contó el autor de la inás completa historia de América hasta enton- ices lograda, la crónica de Indias de este tiempo se empareja en frondosidad con la de los demás gru- po?. El predominio en ella de la parte religiosa se corresponde bien con la preponderancia que en to- das partes tuvo entonces esta rama de la historia. Y, para que la correlación sea perfecta, el anhelo por escudriñar el origen y antigüedades de los indios americanos condujo a fábulas equivalentes a las que colmaron la época primitiva de la nación descubri- dora.

a) Teóricos de la Historia.

Bastarán breves líneas para dar noticia de ello.-. Ni por su cuantía ni por sus aportes a lo labora lo en el período anterior, requieren largo examen.

Luis Cabrera de Córdoba, el cronista de Felipe II, eon-ignó en un libro, De Historia, para entenderla y escribirla (1611), cómo concebía este género literario. Después de exponer otras definiciones, lanza la suya: ''narración de verdades por bombre sabio para enle- jiar a vivir". Esta concepción mezquina, que reduce •el conocimiento del pasado a la finalidad de ense-

TEÓRICOS. BARTOLOMÉ DE ASCENSOH 165

fianza práctica, no es exclusiva suya; pero él la estre- cha aún desmedidamente con su teoría, trae palpita a lo largo de toda la obra, según la cual "las historias están por cuenta y a cargo de los Príncipes". Ella informa cuanto dice de las calidades que han de tener la historia y el historiador. Por su parte "deuer los Príncipes no tener mal satisfecho* a los historiado- rea, porque su pluma entierra vivos y desentierra muertos \ El preceptista desarrolla con orden y pro- lijidad los varios puntos que comprende el menester hi-toriográfico y desciende entre ellos a cosas de es- caso interés o tan incuestionables que no hay nece- sidad de considerarlas. Toda la exposición está hecha en un tono de dómine, lleno de suficiencia y atibo- rrada de definiciones y divisiones, de las que el autor deriva sus normas, y por ellas enjuicia dogmática- mente sobre abundantes ejemplos escritores grie- gos y latinos. Incurre también en errores históricos, y máculas como la de defender las falsedades de Annio. Frente a ello tiene el mérito de exponer sis- temáticamente toda la materia y el de ver con gran lucidez algunos temas, como la distinción, entre his- toria y poesía. En cuanto a la forma, Cabrera carece de todo atractivo por el artificio pedantesco con que escribe; "enfático e intolerable" le llama con razón Menén.dez Pelayo. Sus preceptos de lenguaje están también en armonía con su propia manera ".

Bartolomé L. de Argensola, para lograr el cargo

2. S. Montero Díaz, en el ait. ya citado (vi;l. nota i del ca- pitulo anterior), hace de Cabrera un juicio enteramente listinto.. Según él, su trabajo "supera la concepción retórica del huma- nismo. Su autor 96 propone, por primera vez, reflexiones pro- tandas y serías, engarzadas en un orden sistemático, sobre la: ciemeia histórica. En conjunto, mi obra excede en alcance y pe-

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cap. vil (1592-1623)

'de cronista de Aragón (v. pág. 183) , dirigió a los diputados un Discurso acerca de las cualidades que ha de tener un perfecto cronista \ Lo concreto del tema le exime de teorizar sobre generalidades; en tal aspecto, sólo unas breves palabras acerca de la diferencia entre el poeta y el historiador le sirven de iniciación. Todo lo reatante fórnianlo diversas nor- mas de sanísima doctrina, si bien expuestas con cierta oscuridad, veladas con toques, al parecer, irónicos, que quitan a sus aserciones la transparencia que se desearía. Propugna el respeto, pero sin imitación, de los antiguos historiadores, y la conveniencia de ate- nerse a sus escuetos datos sobre la edad primitiva, sin tratar de rellenarlos con ayuda de la imaginación; es muy valioso este criterio en un tiempo en que la incontinencia fantaseadora poblaba de ficciones los primeros siglos. También es muy atinada esta fijación de funciones: "El oficio del perfecto cronista es lu- char contra el olvido, sacándole de las manos todo lo digno de memoria, haciendo dello un ejemplar lleno de verdad y de doctrina: aquí son menester los ojos de Argos, y reconocer con infatigable vigilancia esta parte sutilísima, por estar compuesta de verdad y fi- losofía, sin que la una haya de exceder a la otra, ni mostrar más el cuerpo". Prudente deslinde, según pa- rece, entre la consignación de lo averiguado y lo que corresponde a la propia inteligencia del historiador.

netraclóo a las de <:o*ta y Fox Morcillo, poniéndose oasi al nivel

en orden a la prnrundiidad de pensamiento de Luis Vives, a

(pilen aventaja en ordenación sistemática". Coasagra a Cabrera las papinas 2R-20 de su estudio.

:t. Esta pilM. en efl vol. II de "Obras 'sueltas" >de ambos her- mano*, col. <11r. e tlustr. por el Conde de la Vinaza (Madrid, ISSO . paga. 255-277.

TEÓRICOS. HERRERA

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El fin principal de éste es explicar y juzgar, para que se obtenga el debido provecho; pero ha de sumi- nistrarse éste sin decirlo, porque, como observa Quin- tiliano, "el arte se pierde cuando se descubre el arte". Quiere, pues, Argensola que se historien los bechos en tal forma que de ellos se desprenda espon- táneamente cierta enseñanza, sin necesidad de que el narrador se convierta indebidamente en moralizador. Para él la pura narración es, sin duda, el ideal, y así le vemos rechazar la consignación excesiva de nocio- nes geográficas y cronológicas, que nunca deben ocu- par el lugar principal de la historia, y condenar, asi- mismo, la prolijidad en la exposición de los medios de información de que se usó, por lo que censura expresamente a Morales. Reprueba también que el amor a la patria lleve a detallar cosas de poco valor, y alaba a Zurita por haber omitido muchas que sin duda sabía En lo relativo a la forma de exponer propugna la formación, por cada uno, de lenguaje y estilo propios, digiriendo" bien todo lo adquirido en la lectura de buenos autores. Como se ve, las breve9 páginas de Argensola están colmadas de saludable doc- trina.

Antonio de Herrera (v. pág. 197) quedó manus- critos algunos trabajos en que teoriza también acerca de la Historia0. Titúlase uno Discurso sobre los pro-

i. La discreción de Arg-einsoila es más loable si se consideran las desatentada? fantasías a que llevaba en su tiempo un mal entendido fervor patriótico. "No olvide [el historiador] a su pa- tria eon ingratitud d,ire ól ; pero sepa que 'porque lo es ha de gustar de que sus hijos seam cuerdos y considerados: y si no gusta de esto, al fin es madre y no sabe 'lo que pide, porque «1 amor la engaña como a sus hijos."

5. Los he consultado en el ms. i. 035 do ta Bibi. N'ae, titu- lado Primera parte De lax varias epístolas, discursos y tractados De Antonio (te Herrera a il>"ersos Claros Varones...

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cap. vii (1592-1623)

techos de la Historia *, y tanto en las generalidades como en la parte preceptiva afánase más por multi- plicar conceptos de otros aurores que por exponer doctrina propia. Da la impresión de no ser todo el escrito más que un pretexto para atacar al final a Cabrera de Córdoba, no por la obra antes exami- nada — no le cita entre una serie de tratadistas que menciona •, sino por su modo de historiar. Le mues- tra como ejemplo de una categoría de historiadores que presumen de dar la materia histórica completa- mente digerida, disponiéndola a su manera y pres- cindiendo, como cosa increíble, de lo que ellos no en- tienden. Otro discurso, en el que trata de probar que "la historia es suficiente para adquirir la prudencia", tiene escaso interés por lo trillado del tema . En fin, el Discurso y Tratado de la Historia e Historiadores Españoles ' merece una breve noticia. Dice haberle movido a componerlo el ver un "Método de escribir historia" de noble autor ', en que se resume la doc- trina de diversos historiadores griegos y latinos y se juzga la "Historia"' de Mariana. Herrera entiende que la mención aislada de éste induce al error de creerle único representante legítimo de la historio- grafía española y quiere subsanarlo con una indica- ción de conjunto. Hace, pues, un catálogo de histo- riadores, incompleto y con los errores inveterados a

r>. DitKUrgO Sdbre los Drouechos de la Historia que cosa es y de quantas maneras, del off° del Historiador y de Como se ha de inquirir la fe y Verdad de la Historia y Como se ha De escribir. Ocupa los rr. Í05-III dell ms. citado.

7. Discurso y Trata/in que el medio de la Historia es suficiente para adquirir ta prudencia, tt. 1 1 1 - 1 1 5 v. del ms.

8. FoMos 1 1 r> v. - 1 1 8 v. de.1 ms.

9. Al mai-pen dice, en letra diferente, "El conde de Salinas": pero más parece qa« com ello se <[Mere Indicar la persona a quleil el Discurso (le llenera va dedicado.

MARIANA

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los que añade otros propios , pero que tiene el in- terés de que nunca carecen esas enumeraciones por lo que ilustran sobre el nivel de la erudición en su tiempo. Al final se ocupa de Mariana y tras un. breve elogio dice que "sin duda fueran sus trabajos los me- jores si se moisitrara más favorable a los famosos he- chos de la nobleza castellana", reprobación de la se- veridad ded jesuíta que no era el único en lanzar. El grupo de estos breves tratados de Herrera sobre la Historia se completa con una apología de Tácito y una refutación del falso Beroso y sus congéneres.

b) Crónicas generales.

El P. Juan de Mariana (1536-1624), estudiante en Alcalá, jesuíta desde muy mozo, profesor, joven tam- bién, en importantes colegios de la Compañía Roma, Sicilia, París , es autor de una de las más conocidas historias de España, compuesta en latín con el título de Historiae de rebus Hispaniae libri XXX 10 y vertida por él mismo al castellano '\ Es Mariana un pensa-

10. Los 30 libros no r'iPron publicados hasta ila edición cas- tellana de Toledo, 1601, y la Jatina fie Maguncia, 1G05. En la príncipe de 1592 el autor se refiere a ilos (libros I-XXV, pero en la generalidad de los ejemplares sólo se insertan I-XX, no sa- biéndose exactamente la causa de Ja exclusión de los restantes. En cuanto a los XXVI-XXX, aunque aparecieron primero en cas- tellano, Cirot lía demostrado que fueron, como todos, compuestos antes en latín.

11. Fuentes, art. 93. De las demás obras de Mariana son de carácter histórico: De adventu Beati Jacobi Apostoli in Hispaniam, la cual trata de demostrar, contra la negación consignada en un antiguo escrito del Toledano, ahora publicado; De die et nti>u> mortis Christi, censura de la corrección gregoriana, y De annis Arabum cum annis nostris compartitis ; formain el 1.°. 5." y 6. o de sus Tractatus VII (Colonia, 1609). Se conservan también unas idvertenctas a las tablas Genealógicas de Esteban de Garibay. Publicó, en fin, el tratado contra los Albigenses del Tíldense, re- visó la edición de su Clíróñicon Miirídi y roila.bo.ró en 'la de las obras de S. Isidoro.

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cap. vil (1592-16231

dor vigoroso y original, cuyas teorías le valieron, per- secuciones y han suscitado desde su tiempo no pocos comentarios 12. Con todo, su mayor notoriedad la ha logrado como historiador. Tanto el texto latino de su ' Historia" como más aún— el castellano han sido objeto de abundantes reediciones. Incluso se ha lle- gado modernamente a considerar aquélla como labor definitiva, que sólo requería ya ser continuada hasta nuestra época. Tratemos de explicarnos el ¿secreto de este éxito, destacando las características de la obra.

El autor, al dedicarla a Felipe II, resalta princi- palmente el hecho de haber llenado una laguna, his- toriando en lengua latina el pasado español. Al de- dicar, años después, a Felipe III la versión castellana, insiste también en "la falta que della [de una histo- ria latina] tenía nuestra España (mengua sin duda notable) , más abundante en hazañas, que en escri- tores, en especial de este jaez y añade que el tra- ducirla estaba "'muy fuera" de lo que al principio pensó. Vérnosle, pues, expresarse en análogos térmi- nos que la generalidad de los que usaron del latín,

12. Para do multiplicar aquí bibliografía remito simplemente a I'. U. Gnuzrtlez de la Calle. Ideas ¡¡oUUco-morales del P. J. de M., Rey. de Archivos, 1913, XXIX. 3S8-40G; 1911. XXX, 46-00, 201- Í98; XXXI. 212-205; 1915, XXXII. 100-J19. Sobre la conexión .de mi tratado I)e rege et regís InsttlUtione (15Ú9) con la "Historia", vid. r.. Cirot. Mariana historien, Iiordeaux, 1905, pAgs. 31 y slgrs.; M obra en que se traía con todo detalle de cuanto se reíiere a nuestro historiador, aunque Pueter eolia de memos ein el autor el conocimiento de los humanista* italianos, lo que le priva de tér- mino de comparación para su héroe. Tanibiñn es interesante el juicio de Menéndez Pelayo en su ensayo sobre "La Historia como obra artística" {Estudios de critica literaria, págs. 1U-116 de la primera adición).

13. En la dedicatoria del texlo latino conrreta más su pensa- miento: "Dlcendl arte et elegrantia potiores mullí sint: rerum nostrarurá eog-nlrlone qui encellan*, oceurrant Híspanla passlm. qui ad utrlusqne rei noiipullam racultatem, adiunxeiit voluntatem sUrtltumqiM ingentes labores tolorandi, quales histórico subeuiKtl siuit. nulla praemlornm spe, exia-uis ta praesenti oplbus, rorfasse nuil us existat. "

MARIANA

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alguno de los cuales, como Anglería, llegó a juzgar providencial el estar él en España para referir a los extranjeros el descubrimiento de Indias. Aparte del empleo de la lengua sabia sólo se apunta Mariana méritos de escasa cuantía: haber él logrado a justar los años árabes con los cristianos, devolver a los nom- bres geográficos sus formas latinas antiguas, abarcar en. su relato los varios reinos peninsulares, referir, junto a los sucesos de los reyes, las cosas eclesiásticas. Y es que, si en. efecto no había aquí una historia completa de humanista, en los idiomas vernáculos estaba gran parte de nuestro pasado laboriosamente investigado y recogido. El muevo autor pudo dispen- sarse en gran escala de indagar por su cuenta, porque encontró amplias zonas lo suficientemente elaboradas para no más aplicarse a ordenar y embellecer la ex- presión. El pondera, como todos los historiadores, el respeto a la verdad, cualidad primordial del género. Pero no sólo no significa su obra un avance en el es- fuerzo por indagaría, sino que marca un retroceso con relación al esmero depurador de Morales y Zurita. No puede, claro es, exigirse al expositor de toda una historia nacional intento sólo realizado antes por Garibay una crítica desmenuzadora de las múlti- ples fuentes de objetivo tan amplio. Mariana tenía que operar sobre lo ya hecho. La nueva Crónica ge- neral, iniciada en el segundo tercio del siglo, le ofre- cía un período primitivo, diestramente tejido por Ocampo a base de fábulas, y los doce siglos siguientes bien esclarecidos por Morales. Contaba, además, para llevar la historia hasta el final propuesto la muerte <lc Fernando el Católico con la prolija compila-

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ción de Garibay y los anales de Zurita, más las cró- nicas de reinados y demás fuentes de cortos períodos.

Mariana utilizó todo el material de que dispo- nía — lo publicado y mucho inédito , pero al tami- zar cuanto había de fabuloso o inseguro se mostró harto indulgente, no sólo en el difícil laberinto de lo primitivo, sino en períodos bien conocidos. Se com- prende que el sabio jesuíta prestaba muy escasa a niucho de lo que acoge, lo que él mismo confirma al hacer suya la famosa frase de Quinto Curcio plura transcribo quam credo. Pero él concibió su obra como destinada a los extranjeros, a los que se proponía ex- poner el pasado de una nación llegada a tanto pode- río y mirada por ello mismo con indudable malque- rencia por los demás países. Lo que le interesaba era condensar en un trabajo sabiamente dispuesto lo esen- cial de la historia patria, sin reparar demasiado en la exactitud de algunos pormenores Exige simple- mente verosimilitud. Si las fábulas que circulan están bien urdidas y no son absurdos cuentos de viejas, no

I l. Sopún J. r.odoy Alcántara (Ot'.vr. de entr. en la A. de In H., 1870), el objeto principal de la obra rué Ja formación del prin- cipe Felipe (iín, cuyo preceptor García de Loaisa le habla pedi- do consejo. Destinada a tal fin. explicase la sencillez de las re- flexiones que hace el historiador, como ajustadas al ínyenio de un muchacho; la dureza con <|ue Juzga a los malos reyes y cor- tesanos; su severidad contra los tributos excesivos, etc. Es en tal caso su "Historia" el medio de que se vale para decir la verdad a los reyes, a ;lo que nadie se atreve directamente. Respecto a la admisión de fábulas, Godov, que tan minucl ^sámente estudió el amblante que aquí tenían los cn¡re¡ndros de los falsificadores, o|rt- na que. la "Historia" hubiera tenido muy M-lste destino si hubiese cercenado todo lo que no creía, y que "transigió... con las ideas recibidas, v de esta transaerión resultó 'la historia más «acional que lengra ntng-una literatura, más española que es romana la de Tilo I.ivio, 1a más verdadera que hasta ahora poseemos; verdade- ra, no en el sentido de exarta, sino en el de reproducción riel (Be los ■¿entHnlcntos, de las pasiones, de las creencias, de los Ins- ttntos, de lo* amores y de ¡los odlo.s, que marcan enej-g camente ni la historia del mundo ta Individualidad de nuestra nación" (o. c, págr. 330).

MARIANA

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ve grave dificultad en admitirlas. Si rechaza las del "'nuevo Beroso", esto es, las de Annio, es porque las considera "nial forjadas y comipuestas". No hay que olvidar que Mariana laboró como historiador huma- nista, acaso el de carácter más acentuado entre los de España. Como tal, llenó su obra de arengas de vario tipo, ornato literario cuya falsedad no se ocul- taba a autores ni lectores, y que contribuía a habi- tuar a unos y otros al poco respeto de la escrupulo- sidad. Para apreciar fácilmente cómo concibe Mariana la historia, basta cotejar algún capítulo de Morales con el suyo corresponldiente En tanto que el pun- tual cordobés se muestra pendiente de sus fuentes, sopesando cuidadosamente sus datos, advirtiendo de la menor vacilación que le insiparan, nuestro jesuíta se desentiende de la procedencia de las noticias, traza simplemente con ellas un impecable relato en buen latín, toma pie de cualquier ocasión para ingerir un discurso y ootmipone así un texto de indudable atrac- tivo y fácil asimilación.

La obra se inicia con él acostumbrado elogio de España, inaugurado por San Isidoro, y las nociones pertinentes acerca de su geografía, antiguas divisio- nes, carácter de sus habitantes, etc., entrando ya en el espinoso capítulo de los reyes primitivos, unos acep- tados y otros excluidos por el autor. Prosigue así la narración por un plan exclusivamente cronológico, sólo ligeramente alterado alguna vez, y que no le im-

15. En el largo periodo historiado por Morales, Mariana se sirvió rasi exclusivamente ele su excelente texto romo base. Por ello, las diferencias que entre ambos se advierten son debidas no mas que a ia< que separan los temperamentos y los propósitos i!e ambos historiadores.

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pide en el período de la Reconquista ir ingiriendo las noticias correspondientes a los vario» reinos. En tal forma alcanza al término propuesto (1516). En cuanto a su enjuiciamiento de hombres y hechos, ad- mirablemente realizado en densas frases de gran con- cisión, fué diputado de tan severo que llegóse a juz- gar la obra dañosa para España. En realidad, Mariana se limita con frecuencia a recoger lo que estaba es- crito, y su función de pensador político se reduce a multiplicar en sencillos epifonemas las reflexiones que los sucesos le inspiran. Acaso esta falta misma de elevación, que hace sus pensamientos tan asequi- bles, contribuyó con su claridad y buen orden a procurarle su gran aceptación y a estimular los deseos de que se ampliase aun más el número de posibles lectores, poniéndola en castellano "'. Mariana se deci- dió pronto a satisfacer esta demanda, y como en la versión podía actuar como autor, y no como mero in- térprete, según él mismo dice, introdujo algunos cam- bios que estimaba beneficiosos para el nuevo público a que ahora se dirigía, aumentando así todavía los atoan tivos de su producción. Las mudanzas, empero, son pequeñas, y es conservada íntegramente la arqui- tectura de la obra y el título y materia de todo= Míe libros y capítulos. También pasan al nuevo texto las calidades de lenguaje y estilo, sustituyendo al latín un recio castellano sembrado de arcaísmos, muy ade- < nado para la exposición histórica.

ir.. La tasad menciona otra traducción del texto latino hecha por Francisco d-e Gottor. canónigo de Calatavu-.l. contem por Aneo ele Mariana; el nis. rué visto en una librería ile Zaragoza en 1787.

Clrói sospecha que ra:-se conocido y utWiadO por Mariana, por- que en ese interno año se vendieron los papeles de éste.

LÓPEZ MADERA

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Gregorio López Madera, jurisconsulto que ocupó altoo cargos judiciales y gubernativos, entre ellos el de consejero de Castilla '", y hombre de variada eru- dición, se propuso, como Mariana y poco después que él, exaltar a España, que él considera no era debida- mente estimada por los extranjeros. A diferencia de aquél, usó del castellano, aunque afirma que le hu- biera sido más cómodo escribir en. latín. Su obra se titula Excelencias de la monarchía y reyno de Espa- ña ls. El plan adoptado es el de consagrar sendos ca- pítulos a los diversos puntos en que la nación des- cuella: su religión, su fortaleza, potencia, riqueza, nobleza de sus reyes, etc., mostrando la antigüedad de cada uno. Su tesis es que tuvo nuestra nación tanto bueno o más que Roma. Só'lo le faltó quien escri- biese sus hazañas, carga ésta muy grande que él eclia sobre sus hombros. Consigna una larga lista de auto- res consultadois, entre ellos Beroso, a quien defiende, porque, basándose en su autoridad, necesita dice él demostrarla. La obra acaba tratando de probar la antigüedad del castellano, cuya derivación del la- tín reputa absurda, ya que es tan antiguo como él y siempre se habló aquí; su gran semejanza es fortuita. Como se ve, con López Madera vamos ya entrando en

17. Quevedo elogia ex t raordina ri amen te su firme rectitud en los Anales de quince días ("Semanario Erudito" de Valladares 1. ir>a-l56).

18. Fuentes, art. 192. Escribió también Historia y discursos de lu certidumbre de las reliquias. .. descubiertas en el Monte Sacro... (Granada, 1601), y hay de él una carta (publ. en la Blbl. de AA. EE., LXII, 45) en que da su parecer sobre ios supuestos libros de San Tesifante aparecidos em dicho lugar, en la ( ue se muestra opuesto a que desde luego se declaren por canónicos. Formó parte de la comisión que entendió en la expulsión de los •moriscos, redactando unas Providencias sobre ello.

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la corriente de dislates seudohistóricos, en que tan copioso fué el seiscientos.

Prudencio de Sandoval (ni. 1622), benedictino, abad de S. Isidoro de León, obispo de Tiíy (1608) y de Pamplona (1612 1 , gran aficionado a la investiga- ción de antigüedades, fué designado en 1600 cronista para continuar la labor de Morales. Con tal objeto compuso su Historia de los reyes de Castilla y de León Don Fernando [I] ... [hasta] Don Alonso sép- timo Este último monarca babía ya sido quince años antes historiado por él, bajo el título de Chronica del ínclito Emperador de España, Don Alfonso VII, obra basada en la crónica latina coetánea, rectificada y am- pliada con la consulta de gran raímero de documentos y de algunas fuentes narrativas el Toledano, unas memorias que casi con seguridad pueden identificar- se con el anónimo de Sahagún, Zurita, Garibay... "". La aportación de más bulto de Sandoval es la ilustra- ción genealógica de muchas familias, como suplemen- to a lais noticias de caballeros del tiempo de Alfonso, que figuran en su crónica. En cuanto a la Historia antes mencionada, habitualinente llamada "de los cinco reyes", está dedicada a Felipe III, que se la encargó, y el autor pondera sus dificultades y el ahin-

19. Fuentes, art. 1.158. Escribió, además, una crónica de Car- Ios V (v. pág. 196), algunos trabajos <de ihistorla religiosa (v. pá- gina 230) y otros genealógicos: ide éstos, el tu. Origen y antigüe- dad de muchas Casas ilustres de Es ¡taña y las sucesiones de ellas va u.nido a su "Crónica de Alfonso VII" eao la edición citada después.

20. Sobre la crónica latina vid. nuestro vol. I, pág.*. 125- 127. Sobre la de Sandoval, Fuentes, art. 1.224, y Sanche/. Alonso. Una traducción im'dita de la '•Crónica de Alfonso Yl¡", Rev. de l ilol. Esp., 1920, XIII, 1157-363.

SANDOVAL

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co que puso en laborar cumplidamente "'. Consta de un solo libro, ad que asigna el número XVIII, como continuación que es de la obra de Morales.

Es SarodiO'val bombre de gran imaginación. Cutan- do se conoce la fuente sobre que opera admira verle bordar su texto de curiosos detalles, muchos de ellos no apuntados siquiera en el original. Es curiosa tam- bién la facilidad con que deduce consecuencias de he- chos en que otro no repararía; por ejemplo, la fre- cuencia con que las reinas y otras damas diel tiempo de Fernando I aluden a sus ganados en los testamen- tos le lleva a inferir que, por nobles que fuesen las mujeres, tenían que ocuparse ordinariamenle "en la labranza y crianza y gobierno de sus casas, para po- der sustentar los maridos que iban a la guerra". Es- taba, pues, bien dotado para servirse en gran escala de documentos, a los que él entiende que debía darse más crédito que a las historias ya hechas, aun las coetáneas de los sucesos No obstante, se queja de no haber, desde la invasión árabe hasta Fernando III, más que la hecha por él de Alfonso VII, "compuesta como de remiendos". El mismo acababa de publicar, junto con las de Hidacio y San Isidoro, las tres del "corpus pelagianum", formando su volumen, de Histo-

21. "... para decir lo (pie otros ha-da ahora lian escrito, fácil fuera mi trabajo; pero ddíiiCU'ltoso y grave para sacar la obra (ele siglos tan antiguos y faltos fie autores) cumplirla, verdadera y con puntualidad en los año-, para suplir esta falta he mendigado cuanto he podido, sacado de libros viejos y nuevos, de privile- gios y otros pables, piedras, diarios, memorias y cartas pontifi- cales, lo que ell mismo libro dirá".

22. "finióme dice en unía ocasión por las escrituras de aquellos tiempos, pues no hay historias dellos, sino de muchos añrvs después, y cuando las hubiera es claro ¡que se ha de dar más crédito a una escritura despachada em el consejo real, que a lo que yo escribo en mi celda."

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rias ~\ que suele llamarse "de los cinco obispos". La última de ellas, la de Pelayo, abarcaba los tres prime- ros reinados que él historió, pero Sandoval no la men- ciona siquiera. Probablemente, por el poco auxilio que le prestaba con sus escuetas e imperfectas no- ticia?, fué ella la causa del desprecio con que en gene- ral halda de las viejas crónicas. Sus citas de fuentes se refieren siempre a documentos, sueltos o del "Tumbo negro" de Santiago, y las listas que suele dar de los personajes asistentes a cada acto muestran tam- bién su frecuente uso de diplomas. No por ello se exime su historia de ser, como la generalidad, exclu- sivamente política. Lo que hace es no limitarse a la actuación regia. Se ocupa mucho de los personajes particulares, a lo cual contribuye su afición a la ge- nealogía, que ocupa gran lugar en la obra total. Esta, por su constante documentación, no desmerece en el fomlo de la de Morales, aunque él se permita adicio- nar pormenores, sugeridos por su fantasía, que el concienzudo cordobés no hubiera tolerado.

M \nuel Correa de Montenegro y su Historia brevíssima de España sólo requieren una simple mención, pues la obra es mera lista de reyes, desde Adán hasta él tiempo del autor, en la que se incluyen también los fabulosos.

Pedro Salazar de Mendoza (h. 1549-1629), que desempeñó en Toledo varios cargos eclesiásticos, dejó una copiosa producción histórica hagiografía, bio- grafía, genealogía, historia poilítica y de las institu-

23. Fuentes, art. CU.

24. Fuentes, art. 100. Nic. Ant. <Uce que el autor era portu- gués y que no lia (le fonfundlráé ron el homOatmo iilustiadur de los Lusindas.

CORREA. S ALAZAR. CARRILLO

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ciónos . Aquí interesa su Monarquía de España ~\ ingente tratado dirigido a justificar el derecho de nuestros reyes a todos los países que llegaron a poseer. Felipe II le había encargado una demostra- ción jurídica e histórica del que le asistía a la corona de Portugal, y como ello dió ocasión a que Sa.lazar acopiase muchos materiales, extendió el encargo a los demás territorios adscritos a su trono. El autor hace sucesiva descripción histórica ole caída uno y expone cómo entraron a formar parte del imperio ei-pañol. La obra contiene innumerables noticiáis, comprendi- das desde el diluvio hasta loe tiempos modernos, ad- mitiendo cuanto puelde realzar el objeto que se pro- pone.

Martín Carrillo (1561-1630), que tras de ocupar importantes puestos rector de la Universidad zara- gozana, vicario general... fué aliad de Montearagón, compuso unos Anales que interesa citar aquí 2\ El autor, que los inicia desde la creación del mundo, advierte previamente la dificultad de asignar años determinados a los acontecimientos de tan remota fecha, por la disparidad que existe entre las fuentes a que puede acudir, y pone en lograrlo un tesonero esfuerzo. Menciona también en esas notas prelimina- res los autores consultados en toda la obra, lista que remata con Beroeo, Dextro y Julián, y en la que cam- pea un ferviente elogio a López Madera. Con esto

25. F nenies, art. I I i.

26. La 1." edición se til. Anuales, memorias Chron&logicns que contienen tus cosas sucedidas en el mundo, señaladamente en Es- paña, desde su principio y ¡/oblación hasta el año de 1620 (Hues- ca, 1622). La 2.", (pie es la por consultada, se titula simple- mente Anales cronológicos del Mvndo (1631) y contiene varios añadidos y una eontinu.aeión hasta 1630, todo lo cuaJ que-dó pre- parado por el autor mismo.

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cuenta ya el lector hallar en los anales las abundan- Ies fantasías que se habían forjado y aún encuentra otras inesperadas, como el abolorio de la casa de Au-itria, que Carrillo deriva de Hércules, rey de España. Pero desde que entra en terreno más firme 210 carece de utilidad la enorme labor de recapitula- ción que el libro significa. En sus páginas, provistas de columnas para la indicación de los años y de otras para las fuentes utilizadas en cada caso, se contiene la sucesión de pontífices y monarcas y la mención de los sucesos importantes ocurridos en España y en los países más relacionados con ella. La extensión dada a las noticias es muy desigual, concediendo mucha y aun título particular a alguna?, sin que ello interrum- pa la disposición habitual del género analístieo. Me- nos defendible es la selección hecha, pues en tanto que se incluyen noticias personales de interés restrin- gido, y otras extranjeras de dudosa utilidad, prescin- de de los hechos más trascendentales de la historia americana, de la que sólo se recoge el descubrimien- to, brevemente citado en el año que le corresponde.

c) La historia de los antiguos reinos.

En Aragón, la historia del período coetáneo, tan vidriosa por comprender los sucesos de las alteracio- nes del reino, causó disgustos al cronista Costa (v. pág. 3*9), y ial morir éste en 1597 recomendó el rey a los diputados mucho tino en la designación do sucesor VI Ellos, con todo, eligieron a Jerónimo Mak-

27. Conde la \'iíu/.i. /.«.»• cronistas de Aragón (Disc. de entr. en la A. de la H., Madrid, lOOii.

MARTEL. 1.1 PERCIO l>E ARGENSOLA

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TEL, "más fuerista e independíente" que Gaita. Es- rril)ió Martel los ánades de 1598-1606. El gobierno centrall tenía interés por que desapareciesen todos los papeles que rozasen con la cuestión regional, y una comisión dictaminó contra la obra del cronista y le desipojó de su cargo (1608), nombrando a Lupereio de Argensola, el famoso poeta. Este, que babía per- tenecido a la comisión dicha, fué encargado de revi- sar y aprovechar lo que le pareciese de los anales compuestos por Costa y Marte!; pero una apelación de éite di ó ocasión a que se ordenase la dest rucción, de la labor de ambos cronistas, realizándose en Ma- drid, em 1609. Lo que se conoce de Martel es otra obra, Forma de celebrar Cortes en Aragón '\ cuyos 84. capítulos corrigen y completan el trabajo de Blan<- cas. Según consta en la dedicatoria a los diputados del reino, la hizo en 1592, tras de lo cual fué modifi- cada con arreglo a lo preceptuado por las Cortes de Tarazo na, ofreciéndola en esta forma definitiva a la Diputación en 1601.

Lupercio Leonardo de Argensola (1562-1613) había estado muy relacionado con la corte, y en la .i^tiva parte que tomó en las aliteraciones de Aragón procuró r.o intervenir contra el rey. Por ello pensó en él más tarde Felipe III al crear el cargo de Cro* mista mayor de dieho reino (1599), que llevaba uni- do el de Consejero supremo del mismo y dió lugar

¿8. Fué publ. en 1GÍI por Uztárroz con f>] trabajo de] mismo título de Blancas (vid. Fuentes, art. 1.759). Otra obra de Marte!, Cronología universal, empezó a Imprimirse e'ri Zaragoza, icos, pero dio prohibida y no se pasó d,e la mitad. Antes había publi- cado una Relación de tas fiestas 'le Zaragoza en la canonización <!e S. Jacinto (Zar., 1595).

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a la participación dicha en el asunto de Martel. Al ser, pues, designado por los diputados aragoneses, se unieron en él los dos cargos de cronista, con per- juicio para la debida independencia del desempeño del último. Parece que debió ser anterior a este nom- bramiento la redacción de su Información de los su- cesos de 1590 y 1591, a juzgar por sus palabras: "... no siendo yo cronista del reino sino del rei". Constan éstaa en una advertencia previa, puesta en el manus- crito, en la que explica que, al tratar de imprimir- lo, Juan Francisco Torralba, regente de la Cancillería, hizo por su cuenta algunas adiciones, y. no estando él conforme, desistió de la publicación y se negó más tarde a entregar a los diputados ell original. Quedó éste, en efecto, inédito, y no lia sido impreso hasta 1808 . La obra, que es un modelo literariaimi •' i\ guarda como historia admirable equilibrio. No se aparta de la verdad, que él conocía bien por su par- ticipación personal y la de deudos y amigos suyos, pero mantiene al narrar los hechos una serenidad imperturbable, como si nada le conmoviesen sucesos tan trágicos. El se sincera de su aparente pasividad diciendo que se limita a referir, para que otros juz- guen. Con vistas a la más cabal initeligenoia de los acontecimientos, preceden a su narración muchos capítulos sobre la antigua consititución interna de Ara- gón. Es, también, autor de una Declaración sumaria de la historia de este reino, hecha para ilustrar un mapa del mi-imo, que, por iniciativa de Argentóla, compuso el cosmógrafo Lavaña. Es un nvunien his-

89. Fiterúes, art, c.ioc

BARTOLOMÉ I>E ARGENSOLA

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tórico y geográfico bien realizado, cuya brevedad no impide que el autor rectifique a Zurita y otros en algunos puntos 30.

Bartolomé Llórente, sucesor de Argensola, mu- rió al año siguiente (1614) de ser nombrado y sólo dejó algunos escritos de historia réligiosia.

Bartolomé L. de Argensola (1562-1631), más conocido como poeta, al igual de su hermano, fué de- signado cronista en 1615. En concepto de tal compu- so una continuación de los "Anales" de Zurita, muy extensa ¡más de 1100 páginas en folio , en propor- ción al período historiado años 1516 a 1520 . Aun- que acabada en el período siguiente '", conviene exa- minarla en este capítulo, en que le marcan lugar su citado nombramiento de cronista y dos de sus traba- jos históricos. Los Anales de Aragón constituyen una obra excelente, digna de mayor notoriedad de la que goza. Su título despista, pues coirresiponidienido a un tiempo en que los países de la antigua Corona se integraban ya en la monarquía española, incita a atribuirle un mero interés regional. Pero, realmente, cuenta entre las historias generales por su contenido. Aunque el autor subraya con preferencia lo que afec- ta en particular a Aragón, Cataluña, Valencia y sus

3». Se publicó en Zaragoza, 1621. Según el conde de la Vi- naza, o. c, la mayor parle de sus otros trabajos se perdiieron en la travesía de Itai'.ia a España.

31. Primera parte délos Anales itc Aragón que prosigue los del Secretario Gerónimo Cnrita... (Zaragoza, i 630) . Además de ésta y de las obras cit. en iás págs. 165 y 272, escribió una elegante Re- lación del torneo celetotacio en Zaragoza, 1690, en honor de la reina de Hungría, y una Respuesta a los diputados de Aragón acerca del motivo que tuvo para aprobar ía Historia apologética ile los sucesos... lie 1 50 1 ?/ 1592. de Gonzalo de Céspedes, en la cual se ocupa también, refutándolas, de aserciones de Cabrera rte Córdoba. Ambos trabajos pueden verse en el vol. de Obras ¿licitas, págs. 197-240 y 279-291, respectivamente.

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antiguas adquisiciones extrapeninsulares, la exposi- ción se extiende a todos los hechos de importancia nacional, incluso los de Indias, cuya empresa se con- sideraba privativa de Castilla ". Argensola, fervoroso aragonés a la vez que fervoroso español, reivindica para los hombres de su región las glorias que en otras historiáis cree hallar desvirtuadas o mal atribui- das, y casi a ello reduce su papel de cronista de Aragón. Por lo demás no difiere su obra de las otras crómicas que tratan los primeros años del reinado de Carlos V, con categoría como ellas de muy cercana a universal, por la extensa actuación del Emperador. En su manera de historiar muéstrase concienzudo y detallador, examinando ampliamente los numeroso? hechos que en el curso de aquellos cinco años van produciéndose. El orden en que los trata es el cro- nológico, aun dentro de cada año, pero ligado todo en una exposición seguida y sin fijar a cada uno su feclia dentro del año. Falta, pues, la noción de con- junto, a que nunca se eleva, porque no es Argensola un verdadero historiador, capaz de sintetizar grandes períodos. Es, sí, un escritor de notoria discreción, que examina con Lucidez Loe sucesos que van ocurriendo, se documenta bien paira enjuiciarlos, y, sobre todo, los expone como corresponde a un prosista de sus recursos. Frente a la habitual premiosidad e inele-

3á. I»e la amplitud con t|Uio son tratados los temas america- nos darán idea las capitulas consagrados a 1a conq-uirsta de Mé- jico, que, desglosados de los "Anales", forman gran parte de un grueso tomo de reciente publicación. (Bartolomé Leonardo de Ar- pensela/, Conquista de .Vt'ricn, México, 1940. Lleva introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabanas, y completan el volumen lo correspondiente a la continuación de los "Anales", por Uztarroz. y lo que se refiere de la misma conquista en la "Historia Pont, y Oes."", de Ulescas.)

BUSCO DE LANUZA

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gancia con que se expresan los que sólo en ¡miagar hechos se emplearon., las páginas de Aigen-ola sedu- cen al lector con el atractivo de su fluidez, la impe- cable construcción y la claridad que se deriva de la ausencia de todo rebuscamiento y afectación.

En otra obra, Alteraciones populares .de Zarago- za en 1591 33, rectifica lo que sobre ello habían escri- to los dos cronistas oficiales del rey, Herrera y Ca- brera. Las correcciones de Argensola fueron muy bien acogidas, prohibiendo los diputados aragoneses que los manuscritos de la "Historia de Felipe II" de Cabrera, circulasen sin ellas por el país.

Argentóla es el último cronista oficial de Aragón en este período, y nos corresponde ahora examinar a los que historiaron por espontáneo impulso.

Vincencio Blasco de Lanuza (1563-1635) , que tuvo una canongía en Zaragoza y otros cargos ecle- siásticos, fué uno más a continuar los "Anales" de Zurita. Su obra Historias Eclesiásticas y Seculares de Aragón u tiene contenido más exclusivamente re- gional que las demás continuaciones, aunque tampoco

33. Fuentes, art. 6. ¡93. La versión de los sucesos fiada por Herrera y Cabrera causó mucho revuelo en Aragón, y fueron va- rios los escritos que aparecieron sobre ello. En la edición de los "Comentarios," del Conde de Lunva, (pie serán más adelante exa- minados, págs. íTó-508, puede verse también una Respuesta he- cha al Tratado. Relación y Discurso historial i¡ue Antonio de He- rrera hace de los Sucesos de Aragón, sucedidos en 1591 y 1592, por D. Francisco Gilabeit. Del ms. citado en Fuentes y de otra copia dió recientemente breve noticia M. Almagro {Correo Erudi- to, 1940, I, 175-177). También dejó Argemsola unos Comentarios de hist. aragonesa de 161 5-1 027. cuyo ros. dice l.atassa haber vis- to. (Vid. Mufioz, Dice, Aragón, 54.)

34. Historias Ecclesiasticas, y Secvlares de Aragón, en (¡ve se continvan los Anuales 'le Cu rita, y tiempos de Carlos V. con Historias Ecclesiasticas antigxias, y modernas, que hasta ahora no han visto tus, ni estampa. Zaragoza, 1619-1622, 2 vols., Col. Apa- reció antes el vol. II (pie e.l I; vid. Muñoz, Vice, art. "Aragón", 49 (pág. 27;.

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se ciñe del todo a lo aragonés. Se asigna en ella mucho lugar a la historia eclesiástica, sin limitarse período reseñado en la parte política. Le da tam- bién un carácter peculiar su noticia, relativamente extensa, de los escritores aragoneses, entre ellos de poetas, de los que transcribe, incluso, versos. La es- tructura de la obra es más de historia propiamente dicha que de anales, si bien el orden es, en lo esencial, cronológico, tratando en cada volumen de un perío- do : desde la guerra de Granada hasta el comienzo del reinado de Felipe II, el primero, y de 1556 a 1618 el segundo. De este último año ofrece un estado, del tipo con que solía hacerse del año de comienzo; esto es, una mención de personajes en función, desde el Papa y el monarca español hasta los empleados de alguna importancia del país.

Juan Briz Martínez (m. 1632), que rigió la Uni- versidad de Zaragoza y el monasterio de San Juan de la Peña, sirvióse de los lorarlos de éste para componer la Historia de la fundación y antigüedades del mismo, y de los reyes de Sobrarbe, Aragón y Navarra hasta la unión de Cataluña JJ. Con dicha unión "se acaba- ron los medros de este Real monasterio" y por ello da fin. en dicho punto a su trabajo. Ell autor aspira a realizar con éste una rectificación de los errores admitidos por otros historiadores, como Gairibay, Sandoval y Mariana. No asiente a la doctrina de éste,

35. Fuentes, arl. 2.001. Rriz escribió también: Las Erequias fu iiernles ¡tel Rey Felipe 1 ile Aragón, o sea las de Felipe II: Traslación de /res infantas de Aragón hijas tle Ramiro 1 (Huos- i a. I6SS); Carta., al Dr. Barí. L. (le Argentóla de algunos Desen- gaños para una nuera Historia del ret/no de Navarra, putvl. por S. (le GtiTigOTB y Tov rebla rica (Pamplona, 1628), y otras cosas no históricas.

BK!/.. TOKNAMIKA

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que al limitarse a relatar lo que otros investigaron se exime de responsabilidad. El entiende que los an- íiguos deslizaron en sus escritos muchas fábulas gus- tosa?, que deben ser revisadas con cuidado, porque de uno en otro se van repitiendo. Prefiere atenerse a tan buen depósito de fuentes como es el archivo de su monasterio, pues "los privilegios y actos origina- les de aquellos tiempos son la sustancia y alma de la historia, y que es ajena de toda sospecha cuando se deduce dellos, principalmente si los privilegios se cogen de su fuente". Es también, partidario de que el historiador no se limite a referir, sino que juzgue los hechos y deduzca enseñanzas de ellos. Lo es, en fin, de que las historias se acomoden "al buen gusto con que se escriben en este tiempo... adornadas de toda erudición y doctrina".

No obstante tan buenos propósitos, Briz, ardiente secuaz de Blancas, malogró el fruto de su gran acti- vidad por empeñarse en justificar la leyenda de los orígene?, para lo que violenta el sentido de los docu- mentos consultados y apela a todo lo que pueda fun- damentar los reyes y fueros de Sobrarbe. La historia de ellos va enlazánidola con la del monasterio, y en el resto de la obra, que peca de extraordinariamente difusa, muéstrase el autor celoso aragonés en los asuntos que se refieren a relacicnes con Castilla, como el matrimonio de Alfonso I y Urraca, la lucha del Cid con el rey de Aragón, etc. Niega, también, la ilegitimidad de Ramiro I.

Juan Tornamira de Soto, aragonés que se llama a mismo "francés españolado'", por ser originario de una noble familia del sur de Francia, compuso un

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Sumario de la vida y reinado de Jaime I. m. Es una exposición bien hecha, de tipo vulgarizador, como su título indica. Todo en ella es relato seguido, sin in- cluir documentos ni forjar arengas. Le interesan prin- cipalmente los hechos militares,, pero no faltan algu- nas indicaciones sobre la organización del reino, mo- numentos, etc.

El antiguo condado de Cataluña tuvo también ahora dos historiadores, que conozcamos: Diago y Pu jadee.

Francisco Diago (m. 1615) , dominico valenciano, nombrado por Felipe III cronista de Aragón (1614) , compuso varias obras de historia eclesiástica; pero la que aquí interesa es la Historia de los Condes de Barcelona, con título y contenido muy prolijo, abar- cando los diversos puntos del pasado político y reli- gioso de todo el principado catalán'". Para tratarlos, dice, acudió a muchos libros, catalanes y extranjeros, y "viendo tiraban muy poco todos ellos la barra en campo tan espacioso y fértil", buscó su información en varios archivo?.. Mucho nuevo halló en ellos, y por ser nuevo y peregrino casi todo lo que ha de contar, lo apoyará siempre con la mención de la fuen- te. Con tales propósitos así expuestos, no espera el lector que la historia empiece por "Hércules el Egip- ciano", fundando a Barcelona el año 1678 (a. de J.) el mi nio en que murió Hispán. Pero así es, y el autor

36. Fuentes, mrt. 2.056.

:¡T. Fuentes, art. 1.866. Las de Upo exclusivamente religioso son las Historias tic la provincia de Aragón (fe la orden di Pre- dicadores (1598), di' S. Francisco Ferrer (1600), de S. Raimundo' de PehaforX (1601 . de Fr. Luis de Granada 1695), etc Tiene tam- bién un fpisropuioeio de Gerona, acabado por Esteban Corve ra en el 1. I de "Catatonía lllustrata", y una Cataloniae descriptto.

DI. VCO. PUJADES

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remacha 9us datos refutando la tesis que atribuye la fundación a Amílcar Barca. Igualmente crédulo mués- trase el buen dominico en todo el curso de la obra, que significa, con toido, un enorme esfuerzo de inves- tigación. El libro I es consagrado casi totalmente al .cristianismo primitivo en Cataluña mártires, obis- pos...— y ei II ail período de la Reconquista, desde Ludovico hasta la unión con Aragón, también con pre- dominio de lo eclesiástico. El autor, que escribe con agradable sencillez, muestra un vehemente entusiasmo por Barcelona, de la que se dice tan orgulloso como lo estaba Platón de haber nacido en Atenas '\

Jerónimo Pujades |1568-1635j , catedrático de Cá- nones en la Universidad barcelonesa y 'después juez del condado de Ampurias, trabajó mucho, como Dia- go, en los archivos para componer una historia ge- neral del país, la Coronica universal del Principat de Catalunya °J. Puso, además, a contribución, un gran nú- mero de historias, antiguas y modernas. Incluyó asi- mismo lápidas y monedas. A todo acudió, pues, y trató los asuntos con gran detenimiento, como mues- tra lo voluminoso de la obra, en desproporción con el período historiado, que sólo alcanza a la muerte le R. Berenguer IV (1162). Mostró también la mayor probidad literaria, autorizando siempre sus 'datos con cita escrupulosa de las fuentes utilizadas. Pero el

:¡S. E1 nació en Viver, prov. de Castellón, pero residió mu- cho en Barcelona, allí reailizó >u labor de indag-ación en los ar- chivos Real y Eclesiástico, y allí publicó casi todas sus obras.

39. Fuentes, art. 1851. La primera parte, hasta la invasión musulmana, la escribió en catalán; la versión castellana que se lia public. es de A. Tarazona (del s. xvm), cuyos enormes errores están corregidos en la ed. de 1829, la cual comprende la obra completa de Pujades; éste escribió lo restante de ella en caste- llana. (En el art. citado de Fuentes se deslizó la errata "1662" e.n vez de "1162".

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cap. vil (1592-1623.1

añílelo de no omitir nada le hizo admitir cuanto en- contró, y por desgracia para él la cosecha de false- dades era ya er¿ siu tiempo demasiado copiosa. Se le ve, pues, de continuo alegar a Beroso. a Manethon. y hasta el flamante Lucio Dextro le sirve alguna vez para apoyarse. En el período de la Reconquista usa preferentemente de Zurita y de Diago, y en esa parte fe valer, ya de mucho ¿us indagaciones documentales. Es, como se adivinará por lo dicho, una ohra de va- lor muy desigual en sur> diversas partes, si hien el ahinco y el afán de acertar campean por igual en to- das sus páginas. El daño estuvo en que sólo pensó en. la conveniencia de ligar y completar las h i - lorias que ya había, sin darse cuenta de que lo más urgente era depurarla! de fábulas. Juzgó que ba itaba asentar sus afirmaieiomes sobre obras ya liechas y no sospechó que algunas de la.s alegadas eran una pura falsedad y otras estaban también inficcionadas. Falló así su gigantesca labor, que pudo haber procurado a Cataluña una his- toria excelente 40.

También la bistoria del reino de Valencia tuvo abora cultivadores".

Gaspar Escolano (1560-1619), párroco y predica- dor de la capital del mi-ino y para quien las Cortes

■io. No quiero omitir la curiosa explicación que da Pujades de haber usado para su titulo del vocablo "Crónica" y no el de "His- toria'. Entiende que Crónica es "la rotación de las memorias pa- sadas, COD digestión del tiempo", o sea lo que é«l ha hecho, e Historia, "lo que se escribe por testimonio de vista o de aquel propio tiempo", esto es, la narración de lo coetáneo.

II. Sobro un breve Sumari (fe la svccexsió ilelx inclits Iieys de Valencia, cuya primera composición y publicación parece ha- ber sido a riñe- leí reinado de Felipe II. habiendo reediciones continuadas de ioit y de icr.fi. vid. el reciente folleto de F. Ma- ten y LloptS, "Sumar*.. ." y él l>r. D. Lorenzo Malheu ij Sanz, tirada aparte del Almanaque de "i.as Provincias", HH2.

ESCOLAN1 0

19 a

de 1604 >salicitarom dol rey el cargo de cronista, pa- gándole la Generalidad sus haberes, dotó a su región de una Historia, considerada la mejor. Afirma él que empleó ocho años en reunir y estudiar obras de con- sulta y en el examen ,de documentos, lápidas y mo- nedas, coordinando después, en otros dos años, los datos obtenidos, todo lo cual pensó distribuir en tres décadas o series de diez ¡libros. Sólo llegó a ccunponer y pulblicar la primera '", que modernamente ha re- aparecido, ampliada, anotada y continuada basta el siglo xix 1!. Es obra de copiosísima información, atin- genite a todos los aspectos: historia política, natural, social, geografía, idioma, instituciones, instrucción...., con gran pormenor en las reseñas locales. Tal varie- dad de noticias, un tanto arbitrarianienite distribui- das, hace penosa la consulta seguida, pero le da gran valor como arsenal de datos. No ,se comprende qué otras materias reservaría el autor para triplicar una producción, ya tan considerable. En el aspecto de la credulidad, aunque el anhelo propio de aquel tiempo, de llenar a toda costa el período primitivo, le baga multiplicar en varo sus esfuerzos, no es Escolano —que emplea, por ejemplo, todo un capítulo en re- futar lo; embustes de Annio de los que están ayu- nos de probidez científica. Escribe, asimismo, bien, incluso con cierto gracejo. Alcanza la narración basta

42. Fuentes, art. 1990. Sobre el autor puede verse F. Majrtl GU'3 jales. El doctor Gaspar Juan ÉSCOtáriÓ, Cronista del Reino... /!/«- 'bibliografía (Valencia, 1892) y el discurso de V- Castañeda sobre los cronistas valencianos (vid. Fuentes, art. I997>, piigs. 3S v sifrs.

13. Fo>r .luán B. Perales, en Valencia, 1878, 3 vols. en rol. El editor reproduce el texto sin otra variación que la de modernizar la ortografía, y hace aparte sus notas y complementos, poniendo aquéllas a pie de página y éstos a seguida de los respecllvos libros. La continuación forma el vat. III.

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cap. vii (1592-16231

¿ai tiempo, terminando con el tema de la expulsión de los moriscos.

Francisco Diago, citado antes por su historia ca- talana, escribió también unos Anales del Reino de V alencia M. Los años corridos desde la composición de aquélla no pasaron para él en balde, pues el nuevo trabajo supera mucho al anterior. Como en la "His- toria", pondera Diago el gran esfuerzo realizado, que fué, sin duda, considerable. Además de registrar gran número de archivos públicos y particulares, mués- trase conocedor de cuantos autores antiguos y mo- dernos podían suministrarle datos, sirviéndose también de inscripciones. Se comprende, asimismo, que reco- rrió concienzudamente la región, la cual muestra co- nocer a fondo. Así pertrechado, advierte que no quiere dejar nada sin contrastar y aclarar, por lo que for- zosamente habrá de contradecir a muchos, pidiendo de antemano no se le tome a mal. Pero es sobre todo Escolano no nombrado, sino aludido bajo la forma de "cierto autor moderno" el objeto constante de sus refutaciones.

Dedica Diago todo el libro I a una minuciosa des- cripción del reino, considerándolo deside los tiempos primitivos. Fija con mucho esmero sus límites, exa- mina separadamente los gruipos que lo poblaban iiearcones, edetanos...— y, después de apurar los da- tos geográficos, trata de mostrar en varios capítulos que la región valenciana es un verdadero microcos- mos, dando indicación de cuanto interesante contiene

i4. Anales del Reyho de Valencia, Qve corre desde sv pobla- ción después del liiluuio. hasta la muerte del fíe;/ don ¡ayune el Conquistador, Valencia, 1613.

DUGO. FRAY MALAQUÍAS

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en todos los órdenes. En el II, que inicia el reco- rrido cronológico ocupándole del período prerromano, salle bastante airoso del escollo de los reyes fabulosos, de los que sólo menciona a Tubal y a Hércules; además, sólo acude al testimonio de escritores segu- ros, sin que asomen Beroso y sus congéneres. En esta parte ba de apuntarse también a su favor el serio tra- bajo que realiza para la identificación de ciudades, basándose, más que en los habituales 'cubileteos de etimologías absurdas, en las características efectivas de las ciudades mismas; si en ello mezcla la mención de los dos citados monarcas, es lo menos en que pudo incurrir. Por desgracia, esta discreción mostrada en el período primitivo, el de más riesgo, le abandona más tarde al ocuparse de las antigüedades cristianas. Aquí el buen fraile es cogido en la red de Román de la Higuera y le vemos alegando reiteradamente a Dextro y hasta tratando de refutar las sensatas re- pulsas de Juan Bautista Pérez. En. lo restante sigue ol autor historiando muy bien; expone con copiosos datos cuanto se refiere a su reino, de lo que autores de toda laya nos dicen, y lo completa con sus pro- lijas indagaciones documentales. Así llega al final, el reinado de Jaime I, que trata ampliamente, dedi- cándole todo un libro. Escribe con grata naturalidad, según promete al principio, diciendo que es el estilo que demanda la historia; no tiene, en cambio, el mérito de la concisión.

Del reino de Castilla escribieron también varios historiadores.

El cisterciensc Malaquías de la Vega, nombrado

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cap. vii (1592-1623)

cronista en las cortes de 1625 <J, había compuesto un largo tratado De la chronología de los Jueces de Cas- tilla... y de sus descendientes los Reyes..., que. por orden de Felipe IV, aprobó Gil González Dávila en 1622. sin que llegara a imprimirle "c. De su rigor crítico baste decir que acoge todavía al Viterbiense. a cuya defensa consagra un capítulo. Con tal ayuda, no teme tomar las cosas desde la creación, y su de- nuedo encuentra su premio en el hallazgo del ante- pagado de Ñuño Rasura, que lo fué Franco, hijo del troyano Héctor, a quien encuentra también su ascen- dencia ininterrumpida desde Noé. Barajando así a hombres y linajes de diversas naciones, colma un gran volumen, primera parte, y única vista, de la obra, en que alcanza hasta Rasura y Calvo inclusive. En las otras dos partes de la obra, a que en él se alude, puede suponerse que proseguiría hasta los tiempos modernos y que daría gran lugar a las noticias ge- nealógicas de familias noble*, lo que ya se inicia en el volumen I.

Fray Juan de Arévalo un. 1649?) 4T, benedictino de Cao-deña, laboró mucho tiempo para hacer la his- toria del monasterio, y los papeles que vió en su ar- chivo y en otros le revelaron, dice, tantas noticia- de interés sobre los condes y reyes castellanos que se creyó obligado a exponerlas "mas istorial y dilata- damente"', aunque algunas las hubiese ya consignado

49. Asi dice NIc. Aul.. que afirma también que pertenerfa al monasterio de Valllsbona, rerca del Duero, y qine la obra, «según el Indice impreso de la biblioteca de la condesa de Villaunibrosa. constaba de tres vols.

4G. Fílenles, art. i 1 -i 3 .

¡7. Así dice PWc. Antonio. Bn la copla de la •■Historia" con- tenida en el ms. 3.516 de la Blhl. Nac. bay u.na nota de mano ajena que fija su muerte en 3 1 - XII - 1 633.

JUAN DE ARÉVALO

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en la obra dicha. Escribió, pues, algo después de 1615;, una Crónica de los antiguos condes y primeros retes de Castilla que llega a Alfonso VI inclusive, por entender que la historia de ese primer tiempo estaba corta y confusa en las crónicas existentes, habiendo suficiente claridad en lo posterior. El autor resume la historia nacional desde Tubal, y a partir de la re- conquista va exponiendo los reinados que se relacio- nan con Castilla, esto es. los asturleoneees y los na- varros. Advierte que en su tema propio se basa en- sus hallazgos, y en lo que incluye de Navarra, Aragón y reyes moros, sigue simplemente a otras historias. Las figuras que en la obra cobran más relieve son las de. Fernán González y, sobre todo, del Cid, cuya impor- tancia en la nueva crónica es subrayada en su título 4Í>. Realzar al Campeador, la realidad de cuyas ha- zañas pasaba en las historias por un período de crisis ", y demostrar la temprana independización de Castilla del dominio árabe, aunque sin designación de soberanos, parecen haber sido los principales ob- jetivos de Arévalo. Este considera su obra como una verdadera renovación e integración de la historia de Castilla, necesaria por él papel dirigente que esta región había adquirido en la vida nacional, y, aun- que acoje muchas fábulas y dista mucho de la defi-

-(8. Fuentes, art. 1141. Adviértese que de los dos mss. allí ci- tados sólo el 1.282 contiene la obra completa; el 3.546 es breve copia parcial.

49. Nie. Antonio se refiere a un escrito suyo consagrado sólo a dichos dos héroes con el título de Vida de los dos castellanos Martes...; probablemente algún curioso segregaría de la crónica que examinamos la amplia paite que en ella se les da.

60. Vid. R. Meaiéndez l'idal, l.a Es¡wñn del Cid, vol. I (Ma.- Sfld, 1020), pags. 14-15.

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cap. vh (1592-1623)

nitiva perfección que el autor la atribuye, es un in- teresante aporte al conocimiento del reino central.

d) Crónicas de reinados.

Prudencio de Sandoval (v. pág. 176 escribió, pro- bablemente por orden de Felipe III, una Historia de Carlos V "', que es la más conocida de sus obras. Se advierte que está becba rápidamente, no depurando y extractando sus fuentes, sino insertándolas. De ahí su gran extensión. Quiso mostrarse copiosiaimente in- formado y naida omitió de cuanto le fué conocido 5". Se sirvió de todas las historias que ya había, pero hizo gran uso de documento-, y ello le da su valor principal. Etn sus juicios se muestra bastíante ecuá- nime 53 incluso en temas espinosos, como el de las Co- munidades, en. que pondera la justicia que asistía en su inicio a los descontento?, aunque luego repruebe el rumbo que las cosas tomaron. En el aspecto lite- rario, si bien la narración en conjunto es deshilvanada y confusa, las descripciones particulares muestran la exuberante fantasía y brillantez de colorido oaraote- risticaa del autor. Este, llevado de su afición favorita, empieza la obra por la genealogía del Emperador, tomándola ¡desde Adán! con toda la parte imagina- tiva que puede suponerse. Por fortuna, tras este aso- mar-e a la historia primitiva, parte desde las muer-

51. Fuentes, art. 1830.

52. l"n curioso ejemplo de ello lo muestra, entre otros mil <jue podrían citarse, SU reseña del viaje de Felipe I y dona .lua- na, de rianwles a Espafla (ano 1505), en que consig-na ol dalo escueto de que e.1 piloto d'el navio se llamaba Santiago.

53. Fuetee, no obstante, le acusa de parclail, diciendo que "era un feroz ortodoxo, antisemita y nacionalista", y que ruamrto una ruenfe contrariaba sus tendencias la correrla a su trullo.

S4NDOVA1.. HERRERA

1.97

tes del príncipe Juan y demás vástagos de la regia familia, por las que pasó a doña Juana la herencia del reino. La historia nacional es referida, no desde la entronización de Carlos, sino desde su nacimiento, y prosigue en forma de anales hasta su muerte. Tal sistema es interrumpido cuando le conviene referir sin discontinuidad un suceso entero, como hace, por ejem- plo, con la conquista de Méjico. A pesar de ser tan reciente el reinado que historia, comete errores cro- nológicos de importancia ; tampoco faltan los geo- gi áticos. Pero es en conjunto un gran filón de noti- ciar, del período reseñado.

El reinado de Felipe II fué historiado en este tiempo por Herrera y por Cabrera de Córdoba.

Antonio de Herrera y Tordesillas (1549? -1625), cuyo primer empleo fué él de secretario del virrey de Nápoles, obtuvo después los de cronista de Es- paña y de Indias. Aunque m vida fué bastante aje- treada, aplicóse tanto a cumplirlos que, coimo dice Nicolás Antonio, ningún otro español historió y sacó del olvido más cosas. Pasma la extensión de sus tra- bajos, si bien es cierto que ha podido modernamente comprobarse el mucho u o por él hecho de fuentes entonces inédita-, que incorporó a sus escritos sin in- dicar su procedencia ajena

Interesa aquí su Historia del Mundo del tiempo de Felipe II \ Empieza por su matrimonio con María

Si. Véase lo (pie sobre él decimos cuino cronista de ludias (pag\ 238).

55. Fuentes, art. 5702. Sobre el amor, vi l. r. Ballestee, Fuen- tes eilad moderna. 147-159, y. sobre lodo, la completa biografía escrita por A. Baítesteros-Berella en al "PwnH-o" a la edición de tais "Décadas" ríe la R. A. de la II. (Madrid, 1934), t. [, pagi- na- [X-LXXXVIII.

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cap. vii ,1592-16231

Tudor y alcanza hasta el año de su muerte (1598 1. Como el título indica, no se confina en lo nacional, lo que justifica y casi impone la actuación ecumé- nica de los españoles en ese tiempo. Tomando, pues, •por eje la historia patria va trazando a modo de una historia universal, en la que se atiene, como puede suponerse, a los «uceóos de carácter internacional guerras, tratados... , sin preocuparse de ordinario del estado interno Copiosísimo en detalles, Herrera narra incansablemente, sin detenerse en comentarios ni buscar galas de estilo. No parece anhelar otro atractivo que el de una información concienzuda. No tiene, tampoco, gracia natural de escritor, que espon- táneamente anime y embellezca s>u relato. La obra, pues, con sus tres volúmenes en folio, es un ejemplar típico de trabajo de erudito. En cuanto a su autori- dad, no puede olvidarse su carácter oficioso, que no permite decir siempre la verdad ni mostrar impar- cialidad absoluta. Esta posición, frecuente en quienes historian cosas de su tiempo, se agrava en Herrera por el uso que de su función de cronista liizo. como medio de medro personal, con gran daño de sn pro- bidad de historiador

Luis Cabrera de Córdoba (1559-1623). que vivió hasta loa 23 años en palacio, donde su padre era despensero mayor, estuvo después con el duque de Osuna en Nápoles y con Alejandro Farnesio en Flan-

56. Su principal fuente fueran los papeles ele virreyes, ciii- b ajad ores y secretarios de Esia>;lo.

57. Para apreciarle en esto aspecto es de gran ulilitlail el ■conocimiento de la busca constanle (le lucro y tarar que Ofrece 'su vida: es particularmente decisivo lo que se sabe de su so- born > para tratar bien a Alejan lio Karnesio. (Vid. el cita. 'o estudio de Ballesteros.)

CABRERA DE CÓRDOBA

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des, volviendo luego al servicio de la casa real. No luvo título de cronista, pero escribió en el tono más oficioso y rendido su Felipe II Rey de España, cuya primera parte (1527-1583) fué impresa en tiempo del autor, no habiéndolo sido la obra completa hasta el s. XIX 5S. El año en que comienza tal historia, que fué el del nacimiento del monarca, indica de por el carácter acentuadamente biográfico de la obra. Partiendo del tema de la institución de los reyes, clase de la que Felipe II es un verdadero modelo, entiende que bosquejar su vida equivale a exponer los preceptos de antiguos y modernos acerca del go- bierno de los pueblos. El carácter que esta orienta- ción imprime a la obra llévale a multiplicar de con- tinuo la mención de personajes que se hallaron en casos iguales a los que sucesivamente va presentando, lo que enmaraña el relato y confunde al lector. Oscu- rece también su pensamiento el afán por sutilizar y sobre todo su lenguaje rebuscadísimo, en qüe se muestra un mal discípulo de Góngora, al que tam- bién quiso imitar en verso Vislúmbrase en él una preocupación muy moderna por expresar finos ma- tices, pero asta loable tendencia no le conduce en los

58. Fuentes, art. 579S. En Ja ecl. completa se reproduce la edición de 1610 d'e la 1.» parte, y se inserta la 2.a tal como se halló en un ms. de la Bib!. TVac. de París. Lleva además 'el relato que hizo Cablera de las alteraciones de Aragón e,n 1591. Ajeno a Cabrera, a Ululo de suplementos, contiene aUgunas relaciones de embajadores venecianos sobre Felipe II y las obras de Fr. Anto- nio r.erveia de la Torre y de Pérez de Herrera, que examinamos en .las págs. 211 y 212.

59. Juzgúese por uno de sus párrafos habituales: "Y aunque la amplificación de hechos y dichos notables es- la fama y ciará noticia representada de los héroes con alabanza, guíase por la razón; porque su virtud excelente con lo admirable que le comu- nican la majestad y el triunfo, tanto más se muestra maravillosa, cuanto con el triángulo de vidrio parece lo perfeto a los ojos mayor..." (En la deJicalorh del libro al reino reunido en Cortes).

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cap. vii (1592-1623)

más de los casos sino a complicar la expresión, dán- dole un sibilino hermetismo. Abusa también del len- guaje indirecto, trasladando en tal forma cartas, con- \ citaciones, etc., de larga extensión. Respecto al fon- do de su historia, ésta es muy desigual, con partes de excelente información y otras muy deficientes o equi- vocadas. Hay asimismo disparidad de factura entre los capítulos de los treinta primeros años, acabados y limados, y los re ít antes, que tienen el aspecto de noticias allegadas sin elaborar, faltas de la labor de- finitiva. Este último tipo está representado más fiel- mente por sus Relaciones de lo sucedido en la corte en los quince años primeros del reinado de Felipe III. base tal vez para una futura historia de éste "". Equi- valen a una colección de "Relaciones", hecha crono- lógicamente, y es probable que muchas transcriban simplemente las que entonces comenzaban a circular con más profusión que antes.

e) Historias de sucesos particulares.

Baltasar de Morales, capitán cordobés partici- pante en las guerras de Orán del tiempo de Carlos Y, las historió en un Diálogo forma literaria tan gus- tosa a los escritores de este tiempo. Es obra hecha mucho después de los sucesos y compuesta con es- mero, con recursos amenizantes de hombre de pluma. Más que la narración de las guerras mismas parece proponerse la apología del general de las fuerzas cristianas, conde de Alcaudete, a un familiar de cuya casa va el libro dirigido.

60. Puentes, wt. C8óg. oí. Fuentes, árt. 3769.

MORALES. OROZCO. MENDOZA

Agustín de Horozco delbe citarse al lado de Mo- rales porque, como él. historió con excelentes dotes literarias otro suceso africano. Titúlase su obra Dis- curso historial de la presa de la Maamora 6Í. Es una de tantas relaciones de hechos militares, dedicada a uno de los que manda ron tropas en la acción rese- ñada. Por su buen lenguaje y estilo, Horozco figura en el Catálogo de Autoridades del castellano.

Bernardino de Mendoza (1540 ó 41-1604), de ilus- tre familia, estudiante en Alcalá, guerrero valeroso y tratadista militar, diplomático y consejero de Gue- rra, tiene aquí un lugar por sus Comentarios de las guerras de los Países Bajos °2. Mandó en ellas una le- gión, y ial mérito que sus conocimientos profesiona- les dan a la obra se une el atractivo de su excelente expresión literaria, limpia de toda afectación. El au- tor dice que no tanto escribió el libro "por hacer memoria de las ganancias y pérdidas de las Vitorias cuanto para que la lectura del fuese de algún pro- vecho a los que han de seguir la guerra y ser sol- dados". En general, no obstante, se limita a referir los hechos muy puntualmente y a exponer las razo- néis que movían a los jefes, las estratagema* de que se valían, etc., dando así la materia para que el lec- tor comente y reflexione por mismo. Sólo contadas veces se anticipa a hacerlo él. Como fuente histórica, es obra de gran valía. Además de narrar detallada-

62. Fuente?, art. 709 í. El autor, ¿fue fué i'üt.iiiiam.'nte escriba- no de Cádiz, publicó una vicia <de sus patronos S. Servando y S. Germano (1619) v dejó inédita una historia de .la ciudad, que na sido impresa en 1845.

6:!. Fuentes, art. 6í:¡7. Para más detalles de la vida y obras del autor vid. A. Morel-Fatio, Don l¡. ile M. 1. La ule II. Lea Oeuvres ("Eludes sur í'Bspag-ne", IV, 373-490U

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cap. vil (1592-16231

mente día por día, consigna curiosidades de los lu- gares que menciona, transcribe documentos acom- pañados, si son franceses, de traducción española , epitafios latinos, etc. Las cartas y los discursos suele extractarlos. Es, en suma, uno de los buenos ejem- plares de nuestra producción de militares letrados.

Martín Antonio del Río (1551-1608), también de familia ilustre, comentó asimismo los sucesos de los Países Bajos, pero con características muy distintas de las de Mendoza, por no ser la milicia su profe- sión, sino la jurisprudencia y la teología. Nacido en Amberes, mostró muy mozo su rara inteligencia, que cultivó en varias universidades, la de Salamanca entre ellas, donde se doctoró en Derecho. La insurrección de su país le causó gran dolor, y en esa crisis ingresó en la Compañía de Jesús (1580). Desde entonces su actividad se consagra casi totalmente al estudio y la enseñanza de la Teología. Su producción es muy ex- tensa, pero de ella sólo los Comentarios aludidos en- tran en nuestro campo. Las escrihió en latín, idioma que, entre otros varios, dominaba a la perfección. No se ocupó de publicarlos y facilitó el manuscrito de los más extensos a Rodrigo de Medina, que los tradujo al castellano y los imprimió, disfrazando el nombre y apellidos del autor bajo un anagrama, que este mismo, sin duda, compuso ". Comprenden tale- comentarios el breve período 1 1576-1578) del gobierno t de don Juan de Austria, al que dedica cuatro libros, bastante extensos, de la obra; les precede otro dedi- cado a la descripción de»] país, comienzo de las alte- raciones y actuación de los sucesivos gobernadores

Oí. FuentéS, a it. 0170.

DEL RÍO. IBARRA

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basta la llegada del infante. Compuso también otra obrita de menos proporciones en que comenta el go- bierno del conde de Fuentes, con breve noticia del de sus dos antecesores inmediatos; fué publicada do3 años de.-puéa de su muerte u:. El docto jesuíta mues- tra, sobre todo en la primera de estas obras, sus ad- mirables dotes. Además de escribir el latín con rara elegancia, refiere con gran claridad y método y sus juicios son de gran imparcialidad. Ya él advierte que, babituado por su profesión a la justicia, no se dejará llevar de la pasión ni se atendrá a datos dudosos, sino a loa obtenidos por medios seguros y fidedig- nos. El idioma latino, se comprende que lo emplea por su universalidad, no por seguir la moda de los historiadores humanistas, de los que no acepta ni las arengas usadas como recurso, ni la designación de magistraturas y lugares por sus nombres antiguos. El se propone presentar las cosas con la mayor diafani- dad y evita cuanto puede originar confusión.

Francisco de Ibarra (m. 1622) , que participó como capitán de lanzas en la campaña de 1620 y 1621, dirigida por Ambrosio Spínola contra la Unión protestante, la historió bajo el título de La guerra del Palatinado. Mantenida inédita y muy poco cono- cida basta época moderna c", fué al fin publicada pot- ólo rel-Fatio ' . El autor, cuyo padre era consejero de Estado de Felipe IV y él mismo gentilhombre de cá- mara, tuvo ocasión de conocer bien los personajes

65. Fuentes, art¡ 6524.

66. De ello se aprovechó Mallas de iNovoa para plagiarla co- piosamente on su Historia ele Felipe III.

67. Fuentes, art. 70-47. La edición está Invita Pan c-1 esmero habituad en el aran hispanista, tjue la ilustra con prólogo, notas y piezas justificativas.

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cap. vil 11592-16231

de la corte. Como militar, su carrera fué brillante y alcanzó el grado de maestre de campo, muriendo heroicamente en la batalla de Pleuras. La obra figu- ra como anónima y en ella se habla de Ibarra en tercera persona, pero puede atribuírsele con suficien- te seguridad. No tierTe el mero carácter de memorias personales; el autor se propuso hacer una verdadera historia. Expuso, pues, con innegable pericia, los an- tecedentes necesarios para la apreciación del tenia principal; dió de los territorios en que los hechos se desarrollaron las oportunas nociones geográficas, y toda- sus noticias son sazonadas con breves refle- xiones y comentos que muestran su ciencia militar y su conocimiento de la política europea. Escribe, ade- más, con sobria corrección, sin preocuparse de inúti- les galas poéticas,' ni intercalar discursos o cosa seme- jante que signifique amaño. Sólo busca expresarse con eficaz claridad. Con tales caracteres, la obra pue- de ser considerada como un anticipo de las excelen- tes historias de sucesos que examinaremos en. el capí- tulo siguiente. Aunque no las iguale en quilates lite- rarios, bien lo compensa la copiosidad de la reseña, su buen orden y disposición, y la imparcialidad que se esfuerza por conseguir, si bien previamente ad- vierte no poder él mantenerse en una perfecta neu- tralidad, por la natural inclinación, a las cosas de su patria. Alcanzó a componer cuatro libros, sin di- visión en capítulos, que historian hasta el acuarte- lamiento de invierno en diciembre de 1621.

La expulsión de los moriscos dió tema para varías obra?, que lo tratan todas con igual finalidad apo- logética.

BLEDA

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Jaime Bleda (h. 1550-1622), dominico que alcan- zo el cargo de Predicador general de su orden y más larde el de Calificador de la Inquisición de Valen- cia, tuvo antes ocasión, en un curato cuyos fieles eran iodos moriscos, de advertir la insinceridad de su cris- tianismo. Esto le movió a emprender gestiones para remediar los peligros que entrañaba la permanencia en España de aquella raza, y en 1604 presentó al rey una Dejensio fidei. Agradó el escrito al monarca y, con su protección pecuniaria, fué impreso en 1610 '; en su ánimo influyó, además, para determinarle a decretar la expulsión. La obra se divide en tres par- tes, dedicada la primera a probar la apostasía de los moriscos, con sus usos contrarios a los cristianos; la segunda a exponer y refutar las defensas que algunos bacían de ellos, y la última a proponer los remedio?, señalando el ilimitado derecho que el rey tenía de obrar contra ellos y sus bienes. Remedios duros: "non vitae exemplo, ñeque etiam miraculis, quae sunt fortissima arma nostrae Religionis, cum ipsis esse agenduin, sed fustibus, et flagellis, et igne : ut vexa- tio det eis intellectum, quem nimia niansuetudo praes- tare non potuit, et auii ipsorum poena admoniti con- csilia in inelius vertant" Como se ve, no propone la expulsión. En vez de ella propugna una serie de cas- tigos y restricciones que anularían el riesgo de su convivencia con los cristianos viejos. Cumplido su anhelo más radicalmente de lo que proponía, tomó

os. Fuentps. art. G96I. Adema- tle esta obra y la que luego se mencionará escribió varia.-* ele asumo religioso, entre ellas, una Vida i\e S. Isidro >j Sta. María de la Cabeza, publ. en Madrid, 1622.

69. Estas palabras, (rué constan en la l'raeratio ad lectoreni, resumen bien el pensamiento tk-l autor.

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cap. vil 1 1592-1623)

de nuevo la pluma, ahora en castellano, para estimu- lar a una lucha decisiva que ponga fin ail Imperio mahometano; desea también la destrucción de "la pestilencial secta de los Políticos", cuyas defensas de los moriscos retrasaron siglos enteros el remedio. Esta .segunda ohra, titulada Coránica de los moros de España ' ", hace historia del daño que a España cau- saron los muisullmanes, tomándola desde Mahoma hasta el castigo de los moriscos en tiempo de Feli- pe II; en este largo recorrido utiliza, con la oportu- na cita, los historiadores más conocidos. Luego, tras un libro dedicado a los martirios que causaron los moros, reseña en el final, ya por su cuenta, la ex- pulsión.

Fray Marcos de Guadalajara y Javier (m. 1630) r carmelita zaragozano, historió la Memorable expul- sión de los Moriscos de España '. Sabedor de que el hecho ha de inspirar censuras, dentro y, sobre todo, fuera de España, emprende "el descargo de aquella hazaña", la "más honrosa, excelente y heroi- ca que Príncipe del mundo ha intentado"; en otro lugar la llama "justa y milagrosa Expulsión". Toma el hilo desde el principio del mundo, refiriendo con pimtoresoa expresión " todos los esfuerzos dell diablo para pervertir a los hombres pecados, persecucio- nes de los cristianos, herejías... , empezando, al fin,

70. Fuentes, G9G2.

71. Fuente*, art. G969. El autor laboró mucho en historia reli- giosa; ¿demás de su continuación de la ■•Historia Pontifica] y Católica" (v. p4gr. 228) compuso varias obras carmelitanas (fatii- logo de sus Santos, Vida <tc Stn. Magdalena ile l'azzis, etc.).

72. Véase una muestra: "Viendo e-1 Consejo de Estado de la santísima Trinidad, el cruel estrago que el demonio aula hecho por las seys edades y continuarla hawrle por esta vltima en su ganado Catholloo..."

GUADALAJAR A. RIPOL. VER 1)1

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en el capítulo 10 a tratar del "embustero" Mahoma y las conquistas de sus secuaces, lo que le lleva a su asunto. Este es tratado ampliamente y con habilidad, e inserta bastantes documentos, sin omitir nada que pueda justificar la expulsión y presentarla como in- dispensable.

Juan Ripol, que figura como "Eserivano de Man- damiento de su Magostad en el Reyno de Aragón", compuso una obrita encaminada al misuno fin, que forma volumen con la del carmelita. Titúlase Diá- logo de consuelo por la expulsión de los moriscos de España 3, y en ella uno de los interlocutores se la- menta de aquel suceso, de cuyos beneficios acaba el otro por convencerle.

Blas Verdú, dominico valenciano, incluyó en sus Engaños y desengaños del tiempo " otro tratadito sobre el tema de la expulsión. La razón de ello es el haber sido "desengaño, y no poco provechoso para E-paña, el que nos ha dado el tiemipo, descubriendo 1¿ dureza y obstinación de los Moriscos". Estas pala- bras indican ya el sentido del opúsculo, en el cual sigue el plan habitual: origen de la secta mahometa- na, demostración de que es la más perjudicial para los cristianos, justicia de la expulsión y respuesta a la opinión contraria, todo ello apoyado con copiosas' citas bíblicas y razonado con distingos de escolástico.

El lisbonés Damián Fonseca (1573 - después de 1627), amanuense en su niñez de fray Luis de Grana- da y dominico en Valencia en 1588, residió en ade- lante en esta ciudad, salvo algunas estancias en Roma

73. Fuentes, art. 6966. Ti. Fuentes, art. 6961.

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cap. vil (1592-16231

y comisiones a diversos países, entre ellos Polonia, Prusia y Rusia. Ocupó altos cargos en su orden y gozó de gran prestigio, que quiso emplear en la de- fensa del hecho que nos ocupa. Escribió, pues, en Roma, Justa expulsión de los moriscos de España, que, con permiso suyo, fué traducida e impresa en italiano antes de serlo en el originall '*; ello no es sorprendente, porque la difusión de la obra en otra lengua contribuía en mucho a justificar ante los ex- tranjeros lo que Fonseca consideraba la "determina- ción más santa y prudente que nunca tuvo Rey Christiano". Su plan es más eficaz que el de los ante- riores. Consagra el libro I a lois esfuerzos de los mo- narcas aragoneses por lograr la conversión de los mo- riscos; el II, a su poco éxito; el III. a sus traiciones contra España en diversos tiempos; el IV y V, al relato de la expulsión en Valencia: el \ I, a rebatir los argumentos de algunos teólogos y otros tratadis- tas, que negaban el derecho de los cristianos a casti- garles y propugnaban remedios más suaves. La idea central del autor es que, s-iendo notorio a todos el perjuicio que la expulsión causaba a España, la gran- deza del sacrificio aumentaba su mérito. Trata el asunto con tino y lo desarrolla, literariamente, con corrección. Parece, en oambio, que descuidó ésta en su relación con Bleda, que habiéndole prestado un traslado castellano de la Defensio fidei. vio con sor- presa que lo utilizó casi totalmente sin mencionar la procedencia de las noticias La obra de Fonseca es

?r>. Fuentes, art. (>9f>3.

7G. ÍMnla da noticia fifi plagio de qu>e rué victima, 011 la Coránica ¡ir ios moros, y, atraque ron mesura, ae muestra dolido. Fonseca, según 61, ignorante al principio dr>i castellano, harto lo-

FONSECA. AZNAR CARDONA

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por él llamada Primera parte, pero rao hizo más. Por el contrario, segregó de lo publicado los li- bros IV y V, que fueron impresos, con di mismo pró- logo de la obra total, bajo el título de Relación de la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia.

En fin, Pedro Azjnar Cardona publicó una obra ¿obre lo mismo, formada, dice él, de escritos com- puestos a su petición por Fray Jerónimo Aznar, prior del convento de S. Agustín, de Huesca ". Su objeto es disipar los escrúpulos de "ciertos christianos, senzi- lloa y de pocas letras", que se dejaban impresionar por loa lamentos de los expulsados. No se propone, pues, historiar el hecho, sino justificarlo, y realmente despista el título que puso a su obra. Esta es en suma un tratado teológico en que se refutan los prin- cipios islámicos y se defienden los dogmas cristia- nos, haciendo especial hincapié sobre los sacramen- tos, despreciados por los moriscos. Su lenguaje es de extraordinaria violencia contra M ahorna, en quien encuentra, como a otros precursores del Anticristo, los rasgos que a éste asigna el Apocalipsis, y multi- plica I09 dicterios para designarle. Parece que no dió por conclusa la obra y tal vez pensaba añadirle páginas más directamente relacionadas con el tema concreto de la expulsión.

No son las mencionadas las únicas producciones que versan sobre este punto, pero bastan para dar idea de la urailateralidad con que fué tratado.

gró con aprenderlo después, pero no <M vallen ci a no, sin cuyo conocimiento era imposible entenderse directamente co.n los mo- riscos. No hay, pues, en Fonseca información propia, sino que la toma de BJleda. El editor moderno de aquél trata de qruitar im- portancia ail plagio, amañando para ello ¡las clarísimas expresiones de Bleda, que no dejan lup-ar a la menor duda. 77. Fuentex, ait. G908.

M

21iO

c\p. VH (1592-16231

García de Silva y Figueroa (1550-1624) inició sus empleos por el de paje de Felipe II, y, tras larga vida de actividad militar y política, fué designado por Felipe III para una misión cerca del Shah de Persia, al regreso de la cual murió en alta mar. Re- señó dicha embajada con el título de Comentarios, interesante obra que se ha mantenido inédita hasta comienzos de nuestro siglo '*, pero que en su texto manuscrito era ya conocida de algunos extranjeros e incluso traducida al francés. Es trabajo meritísimo. que da completa idea del país visitado. Su configu- ración, costumbres, vestidos, etc., están puntualmen- te descritos, valiéndose de cuanto los españoles co- nocen para dar exacta idea por medio de compara- ciones. Emplea, además, un lenguaje nada rebuscado, pero acertando con las palabras más apropiadas y precisas. La relación, como es habitual en este linaje de libros, tiene disposición de diario.

Francisco Gurrea y Aragón, conde de Luna (1551-1622), quinto hijo del duque de Villahermosa, escribió unas memorias que modernamente han sido publicadas con el título de Comentarios de los suce- sos de Aragón en 1591 y 1592 °. Es una relación tor- pe e incorrectamente escrita, pero la avalora el activo papel que desempeñó su autor, que como diputado del reino lo fué 8 veces y embajador suyo cerca de Felipe II no fué sólo testigo, sino actor y víctima de los sucesos. A pesar de ello, su actitud no es extre- mada, sino basta inte juiciosa > ecuánime. Dirige su

78. tiuente.1, art. 7009.

79. Fuentes, art. 9 i. Tradujo y anotó la "Geografía" <!<■ Pómpenlo Mela, y dejó niss. varios trabajos bingr&rk'os de per- sonajes ele su ramilla.

BIOGRAFÍA

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escrito a Felipe III con grandes protestas de veraci- dad, y en él van incluidas, engarzadas en su relato, gran número de cartas ajenas y propias. Parece fuera de duda que no pensó en publicar su trabajo, el cual tiene todos los indicios de no haber sido revisado y carece de divisiones y ordenación, que hagan cómoda su lectura.

Vimos ya ipág. 180) cómo este tema dió bai'.di''

ocasión a escritos, y aún podrían mencionarse otros,

re- entre ellos un Tratado de los movimientos de Aragón,

del cronista Antonio de Herrera ", que no debe quedar en olvido por la categoría del autor. También compuso, en e'l género que acabamos de reseñar, Cin- co libros de la historia de Portugal en que refiere la anexión del vecino reino y consiguiente conquis- ta de las Azores.

f) Biógrafos y autobiógrajos.

Fray Antonio Cervera de la Torre, capellán de Felipe II, fué comisionado al morir éste por el arz- obispo de Toledo para escribir acerca de la fortaleza y espíritu religioso con que el monarca soportó su última enfermedad. Informado, con arreglo a un interrogatorio dado por dicho prelado, de los que mejor pudiesen hacerlo, compuso un Testimonio, impreso repetidamente M. Fórmanlo sendos discursos relativos a los dolores, a los ejercicios de piedad he- chos por el enfermo, a la prudencia que en todo mostró en tal trance, y al entierro, honras, etc. El

80. Fuentes, art. 0192.

81. Fuentes, art. 6787.

s?. Fuentes, art. 5912. Sobre oua reimpresión vM. la nota 5&.

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cap. vn (1592-16231

¿autor escribe con sencilla corrección, y la minuciosi- dad cow que describe alcanza a producir igual horror ,quc inspiraría la vista de las llagas mismas.

Cristóbal Pérez de Herrera, médico de los Fe- Hipes II y III, consagró al primero un. Elogio, equi- valente en el fondo al de Cervera ™. Pero, por curiosa anomalía, mientras éste, eclesiástico, se aplicó más a detallar la enfermedad, Herrera, médico, se extien- de principalmente en el tema de las virtudes. Consa- gra sucesivos capítulos a su fé, esperanza, caridad, sabiduría, magnanimidad, fortaleza y templanza, su- frimiento (paciencia), economía, veracidad, discre- ción y humildad. Al fin relata brevemente su dolen- cia, muerte, exequias, etc. Peca de prolijidad, y en vez de ceñirse a hechos concreto*, prefiere multipli- car citas, sobre todo, -bíblicas.

El jerónimo Diego de Yepes (1517-1600) escribió también, por orden de Felipe III, otra Relación de la muerte de Felipe II, que, aunque impresa des- pués qwe la de Cervera, fué cwmpu'esta antes y probablemente utilizada por aquél entre los demás testimonios, según muestra el cotejo entre ambas".

8a. Fuentes, art. 5793. rué reimpreso, como el "Testimonio" de Cervera, '"litro los apéndices de la obra (te Cabrera. El autor, ademas de muchos trabajos sobre Medicina, escribió unas Heme- dios para el bien de la salud del cuerpo de la república (Madrid, 1508) v dos opúsculos en defensa ele la capitalidad en Madrid (Fuen- tes, arts. 5979 y 6867). Desptfés de redactada e-sia nota veo una descripción bibliográfica del Elogio a las virtudes de Felipe U, hecha por L. Araujo-€osta, ipie parece desconocer la apuntada intuición eta Fuentes: completa el articulo una breve noticia del autor (Revista de Hibliogr. Nar., 1941 [apar, en 19421, II. 191-300

84. Fuentes, arl. 5913. Es autor, ademáis, de una Historia par- ticular de la persecución de Ingalaterrn desde... ir>~0 y una vida de la Madre Teresa de Jesús. Impresas ambas en Madrid, 1599. La,, "Relación" me también insería entre los apéndices de la obra de cabrera de Córdoba.' May una versión francesa publ. en Anihe- tres, 1599.

P. DE HERRERA. YEPES. COCK 213

^ qpes extrema sus loas y las extiende a otro* monar- cas anteriores y al propio Felipe III. Con la "Rela- ción" vió la luz un Indice o Compendio de las cosas más memorables de la vida de Felipe II, compuesto por Diego Ruiz de Ledesma. que no he encontrado.

Enrique Cock ím. después de 1598), holandés ca- tólico y muy afecto a Felipe II, historió dos de sus viajes, pudiendo situarse tales obras entre los escri- tos biográficos, por no tener los caracteres propios de los relatos de sucesos. Son la Relación del viaje hecho en 1585 a Zaragoza, Barcelona y Valencia 8" y la Jornada a Tarazona en 1592 8\ Amibas las reseñó como testigo, y cuenta él mismo, en la dedicatoria de la primera, que para hacerlo le admitieron entre los are he ros de la guarda real. Era hombre culto, y primero escribió dicho trabajo en latín, traduciéndo- lo él mismo al castellano Sabe, también, fijarse en. las cosas de verdadero interés, como usos y costum- bres de lo.? pueblos recorridos, que tal vez llamarían más su atención por ser él extranjero. Se ve que todo lo de España le inspira curiosidad, y no fueron las reseñas mencionadas los únicos escritos que la consagró A pesar de su cultura, participa de la

83. Fuentes, art. 3903. El título que el autor dio a *n trabajo ñs el de Anales del cñn ochenta y cinco, en el t¡iud... don Rhitfpe con el Príncipe ion Phuipe ni hijo se fué a Monona a tener las cortes del Reino de Aragón.

86. Fuente.», art. 5905.

87.. El tus. utilizado para la edición contiene ambos textos. El latino prosigue algo m;ís. y ios editores, que se atuvieron al castellano, tradujeron el trozo linal qiie falta en éste. Ambos se detienen en la mitad de la estancia del rey en Valencia (pri- meros días de 1586;.

88. Se refiere él mismo dos veces a un Libro o Catálogo de tos Santos de España, no encontrado hasta ahora. Si se conserva un poema latino, Rispanin heroice Acscripta, (pie él considera su obra mejor.

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cap. vil (1592-1623)

credulidad general: admite, por ejemplo, la deriva- eión del rey Brigo de varios nombres de ciudades. Pero sus noticias de lo coetáneo, entre las que no faltan indicaciones relativas a cuantos formaban la comitiva, son muy estimables.

Diego de GuzmÁN, que murió en 1631 siendo car- denal y arzobispo de Sevilla, tuvo antes mucha rela- ción con la familia real, como capellán de los Feli- pes III y IV y preceptor de Ana María y de Marga- rita de Austria. A la Vida y muerte de ésta consagró un largo trabajo, que dedicó al rey viudo 8\ Con mucho de la prosopopeya del seiscientos, trata su tema con harta difusión y aparato. Divide la obra en tres partes, que comprenden la soltería de la dama, su vida conyugal, y la enfermedad, muerte y exequias. Toma pie de las virtudes de su heroína para exten- derse sobre las de la mujer en general, y aunque no omite nada importante de su biografía 'inserta in- cluso documentos y árboles genealógicos , se explaya con predilección en las reflexiones moralizantes y otras digresiones que le sugieren los hechos?.

No faltan tampoco biografías de caballeros par- ticulares. Cristóbal Suárez de Figueroa (1571- 1639 ?'), más conocido por otras obras literarias en prosa y en verso, historió con gran pormenor los Hechos de Don García Hurtado de Mendoza, quarto Marqués de Cañete™. Aunque abundante en fábulas al tratar de los antepasados del marqués, y llena de las lisonjas que el género suele comportar, tiene interés, sobre todo para la historia de Chile y Perú,

8». t ¡trilles, arr. r.¡*s:t.

Gl'ZMÁN. SUAREZ DE FIGL EROA, ETC.

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de los que don García fué sucesivamente (1556 y 1588-96) gobernador y virrey. El perpetuo estado de guerra que los araucanos mantuvieron, dando ocasión a múltiples hazañas, sirve al literato que era Figueroa para animar la narración y hacer atractiva su apo- logía.

Como cultivador de biografía retrospectiva puede mencionarse al erudito Tomás Tamayo de Vargas 1 1588-1641), uno de los alentadores de las ficciones históricas, defensor del falso Dextro. Aquí le asigna un lugar su Diego García de Paredes "\ obra para la que dice haber consultado una copiosa bibliografía; a su cabeza figura la "Breve suma" atribuida al pro- pio Sansón extremeño y hay también buen número de papeles inéditos. El plan es muy amplio. Tras un elogio al valor de la nación española, describe Extre- madura, fijándose luego en Trujillo, hasta concretarse en los ascendientes de su héroe y al fin en él mismo. Trata Tamayo de esquivar la excesiva sobriedad con que aparecieron ¡sus hazañas en la real o supuesta autobiografía, por lo que sigue paso a paso todas las incidencias de su fuerte vitalidad. La expresión es más sencilla de lo usual en su tiempo; ya el autor advierte que refiere "con estilo ahora más militar, que (como en otras obras mías) cuidadoso".

Diego Suárez Corvín (n. 1552, m. después de 16201 es autor de una obra de muy diferente tipo que las hasta ahora citadas. De escasas letras, tuvo no obstante decidida afición a la historia, que cultivó durante su servicio militar en Orán, donde residió

91. Madrid, 1691.

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cap. vii (1592-1623)

cerca de treinta años. Dice lo así repetidamente, en prólogos y dedicatorias, y aún satisfizo su propensión a dar cuenta de su persona en una autobiografía aparte °". Por él mismo ise sabe también que la obra a que ésta acompañaba historiaba el reino de Tre- mecén y Argeíl, o sea la antigua Mauritania Cesarien- se, desde los comienzos de su pasado conocido basta su propio tiempo, Publicar tal trabajo fué su obse- sión, y, desconfiando de sacarlo completo a luz, des- glosó de él la parte relativa al gobierno de los her- manos Borja, capitanes generales de Orán y de Ma- zalquivir, a cuyas órdenes sirvió. Aun así, fueron in- útiles sus empeños por largos años para bailar pro- tector que allanase la impresión, la cual no ha sido realizada hasta fecha moderna A esta parte de la obra hemos de atenernos para juzgarla. Por fortuna, no desmembró sólo los capítulos que atañen a diebos personajes: les preceden bastantes páginas colmadas de noticias interesantísimas del país, de las costum- bres de sus habitantes, etc.. todo lo cual pudo co- nocer muy bien por su prolongada residencia y su afición a documentarse concienzudamente. Es Suárez Corvín un caso típico de lo que puede él ingenio na- tural, aunque nada se le muestre propicio para seguir su trayectoria. Lo que de su Historia se conoce es modelo de puntualidad, tiene todos los indicio» do veraz y acierta siempre con lo que importa conocer, siendo, además, de amena lectura, pese a "los defe-

9¿. Ha sido publicada por Morel-Katio en el Bull. Hisp., 1901, III, 146-1 57. Titúlase Discurso verdadero de la naturaleza, peregri- nación, vida y ¡¡artes del autor de la presente historia y precedía a la producción a (pie en el texto nos referimos.

9:i. fuentes, art. 6672. .

JERÓNIMO GUACIAN

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tos de su estilo" y a su "asturiano lenguaxe", de que él ise excusa humildemente. En cuanto a la autobio- grafía, confirma el amor a la exactitud de nuestro autor, que nos ofrece el panorama de su existencia gris, totalmente horra de episodios interesantes, con minuciosa fijación de fechas, nombres de personas, etc. Sobre los hechos en que participó en su larga resi- denca africana, remite al cuerpo mismo de la histo- ria, a que este breve relato de su vida precedía.

Corvín, biógrafo y autobiógrafo, nos sirve de en- lace con los demás de este grupo.

Fray Jerónimo Gracián (1545-1614), el director espiritual de Santa Teresa, debe ocupar el lugar pri- mero. Separado de su Orden carmelitana a la muerte de aquélla, perseguido despiadadamente, apresa- do, en fin, por un corsario en 1593, yendo de Gaeia a Roma, añadió la sus sufrimientos morales lais terri- bles penalidades de una cautividad en Túnez. Todo ello, soportado con admirable serenidad, dió tema a varios escritos autobiográficos en. forma de diálogos, lo que le permitía expresarse más libremente. En uno de ellos, entre Cirilo y Anastasio, refiere éste lo que sabe de Elíseo, que es el propio Gracián; comprende ias andanzas del autor "desde aquel año fatal de 88 hasta el fin de 95". Sus noticias se completan en parte con otro, Peregrinación de Anastasio entre CU rilo y Anastasio, en que éste asume la representación de Gracián y cuenta otros sucesos. Hay también uno en que son interlocutores Cirilo, Anastasio y Elíseo; éste, que es quien aquí representa al autor, cuenta, a petición de los otros, pormenores de la muerte de Santa Teresa. Todos estos diálogos son conocidos por

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amplios extractos que de ellos hizo un biógrafo de Gracián °', suficientes para apreciar su interés y valía. El buen padre escribe en aquella excedente prosa, característica de nuestros místicos, y el relato sen- cillo de los acaecimientos materiales, alternado con pensamientos de honda religiosidad, desahogo de un alma que suspira por el martirio, tiene un subido atractivo.

Antonio Pérez (1534-1611 i. el discutido secretario de Felipe II, representa otra faceta bien distinta de la autobiografía con sus Relaciones ' . Formado en las Universidades de Alcalá y Salamanca, y en diversos países de Europa, la actividad de su cargo junto al monarca le absorbió después, sin que la política de- jase en él lugar a las letras. Pero su suerte empezó a eclipsarse en 1579, con ocasión, de la muerte de Escobedo, que le fué imputada, y aprovechada por sus enemigos para acelerar su caída. Ed rey le sos- tuvo al principio, aunque sin declarar explícitamente su inculpabilidad, pero las cosas fueron complicán- dose, y el antiguo secretario escapó a Aragón, cuna de sus ascendientes él nació en Madrid , para aco- gerse al seguro de sus fueros. Como es bien sabido, el pueblo le liberó allí de la prisión a que se le ha-

9í. Andrés del Mármol, Excelencias, vida y trabajos del Pa- dre 1. a. (Valladolld. 1619. 8.">. •edición muy raía, repioduclda por V. ide la Puente en el i. II de las obras de Sania Teresa (Bltol. de \A. EE., LV, 452-185¡. Tormo Mármol la primera parte de su obra con las noticias (pie de Gracián da la santa; la segunda, con los diálogos dichos, (pie dice inserta "sin aftadir ni mudar nada": pero no están completos, sino (pie a veces los extracta.

95. Fuentes, arl. 6051. Vid. también; 5805, 6052-6058 y 6062.

La atribución a a. P. de La Relación mencionada en este úQUmo, a ipii- illl se alii, le, creo ahora que puede darse por segura, juzgan- <ln por su cotejo con el texto publicado a su nombre, comprende hasta la llegarla de P. a rau y cotncMe en muchas frases con la |;ü/rté corre-ipnodlente (ie las Relcctones, de las que parece haber sirio ni: pi mier esbozo.

ANTONIO PÉREZ

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bía reducido y fio ello se originaion los luctuosos -uiesos de 1591 y 1592. El perseguido huyó enton- ces (1591) a Francia, y entre esta nación e Inglaterra, cuyos monarcas, por odio a España, le protegieron, pasó el reslto de sus días. Salvada así su seguridad personal, preocupábale aún la suerte de su vaílerosa mujer, doña Juana Coello, y de sus siete hijos, que- dados una y otros en España. Acuciábale, ademáis, el deseo natural de volver y recobrar su ventajosa si- tuación. Le estimulaba, en fin, el anhelo de justifi- carse, de presentar lo acaecido como maquinaciones de malvados, que utilizasen su silencio discreto sobre la conducta del monarca para cargar sobre él, mero instrumento de aquél, toda la culpa.

Tales fueron los diversos móviles que dictaron sus "Relaciones", poniéndose entonces a prueba el inge- nio y cu/ltura del antiguo ministro. Literariamente, el éxito fué rotundo. Antonio Pérez se mostró habilí- simo escritor, tanto por su dicción castiza y expre- siva, por su estilo conciso y sentencioso, cuanto por la destreza en presentar las cosas del modo más fa- vorable al autor. A veces, no obstante, la frase es os- cura, debido, sobre todo, a los equilibrios que hace para decir y no decir, para sugerir unas ideas y ve- lar otras. Hay notoria desigualldad entre algunas pá- ginas de expresión clarísima, con predominio de pá- vrafos cortos muy bien distribuidos, y otras partes de redacción conceptuosa, agravada por lo largo de los períodos. Pero, en conjunto, la prosa de las ''Re- jaeiones'" es del tipo más grato que ofrece aquel siglo. En cuanto al fordo de la obra, el daño que a España lucieron sus diatribas y el conocimiento del espíritu

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caq. vil (1592-1623)

de su autor alejan toda simpatía. Era un hombre frío, egoísta, pagado de mismo. Las cartas que di- rigió a su mujer y a sus hijos carecen de efusión, afectuosa, son harto cumplimenteras y artificiosas. Hay más calor en las enviadas al rey de Francia, pero en sus expresiones de adhesión, admiración y gratitud se transparenta la adulación. Mimado hasta la madurez por la fortuna, que le dotó de todos los atractivos personales, no supo perder al variar su es- trella y no vaciló en hacer el juego a los más decla- rados enemigos de su patria, dándoles armas para acosarla. Sabido es que gran parte de las negras tin- tas con. que el reinado de Felipe II ha sido pintado, se le debe a él.

La parte autobiográfica de las "Relaciones", fuera de algunas noticias complementarias, se reduce al período 1579-1591, o sea al de sus persecuciones. Todo el resto, en vez de hacer la reseña de sus an- danzas en el extranjero, lo componen, lucubraciones políticas en que se refiere sobre todo al tema de los fueros aragoneses y su supuesta infracción por el rey y sus ministros. Aquí es donde el autor se esfuerza por mostrar :-us conocimientos de estad i -ta y por expresarlos sentenciosamente a la manera de Tácito, que es sin duda su modelo más imitado. La obra la dedicó a Enrique IV por motivos de gratitud, y al Papa v Sacro Colegio con esperanza de que pesasen sobre eJ gobierno de E-paña en su favor. Añadió va- rios apéndices, el más importante su memorial ante ci tribunal de Justicia de Aragón; todo él y en par- ticular su tercera parte se refieren directamente a su vida.

DIEGO GALÁN

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Diego Galán de Escobar i 1575-1648) 50 escribió su Cautiverio y trabajos, autobiografía interesantísima, inédita hasta nuestro siglo0'. Escapado de Consuegra, su pueblo natal, con deseos de ver mundo, fué cau- tivado a poco de embarcar en Málaga. Tenía enton- ces 14 años. Doce vivió en tal estado, en Argel pri- mero y en Con<stantinopla después, con sucesivos due- ños. El período más largo fué el de Turquía, y du- rante él participó, como galeote, en repetidas expe- diciones de piratería. En los intermedios de inacción marítima su oficio habitual fué doméstico y, última- mente, de acompañante de un hijo de su amo. En tanto que sus viajes, los piráticos y el de retorno a España, le hicieron conocedor de gran parte del Me- diterráneo, la estada en Gonstant inopia, donde la compañía del ilustre niño le franqueaba puertas, le permitió verlo todo edificios, ceremonias reales, usos populares... y satisfacer así la curiosidad que le ha- bía sacado del hogar. La primera etapa de cautividad, en la que desde Argel hubo de acompañar al bajá, su dueño, en expediciones terrestres, puso también ante sus ojos lugares y costumbres nuevos para él. Este variado conjunto de sensaciones impresionantes se grabaron fuertemente en su memoria, y cuando,

9(5. El segundo apellido y ta teoha de la muerte los consigna el P. Zarco {Cat. de los mss. Cast. de... El Escorial, II, pág. 49,i ail describir el ras., del rinaíl de cuyo texto transcribe la indicación correspondiente. El ms. allí descrito es una copia del s. xvm, y e>n lO'S datos consignados por el catalogador titulo, comienzo y rin se advierten diferencias con texto publ. por Serrano y Sanz, tomado de otro ms., de la Biblioteca provincial de Toledo.

9?. Pilé publ. por ila Suciedad de BáOjlióT. Españoles (Madrid, 1913), con notas y una larga introducción de Serrano y Sanz sobre el cautiverio moderno en su» diversos aspectos y sobre los prin- cipales libros españoles del s. xvi sobre Turquía.

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en 1599 ó 160'0 volvió a óu patria, gracia* a una arriesgada fuga, le aconsejaron sus amigos que escri- biese tales recuerdos. Aunque tal vez le persuadiesen a ello pocos días después del retorno, según él dice, su escrito no fué terminado hasta mucho después- pues alude ya al reinado de Felipe IV, comenzado en 1621. En estos años debió de darse mucho a la lleotura. En su obra alega una vez a Tolomeo, Estra- bón y el Itinerario de Antonino; menciona en otra ocasión, a Livio y Ocampo, añadiendo que por bre- vedad omite a otros, y alude asimismo a otros bisto- riadores y poetas. Aunque tal erudición sea superfi- cial, debió de adiestrarle en el manejo de la pluma, además de proporcionarle un fondo de conocimien- tos que le permite hablar de variados temas con la necesaria suficiencia. Escribe con claridad y agrado, aunque el descuido de la puntuación, que liga su rélato en parrafadas interminables, comunica al es- tilo pesadez y premiosidad. En general es sencillo y natural. Solamente, por un hábito curioso, adquirido sin duda en la lectura de novelas, exceptúa de eu naturalidad las referencia; a la salida y puesta del sol, que indefectiblemente reviste de poética frase, aunque a veces entone muy mal tal galanura con la ¡.nécdota relatada. Re;;ta decir que en toda ora-ion muestra una fervorosa religiosidad y que en tan larga reseña de aventuras no bay nada que se refiera a amoríos del autor, a pesar de sus verdes años, ni a escabrosidades de ninguna eapeeie. Tampoco asoma

98. El tlifv 1600, peni cómo rortere que a su llegada a Val n- ria se oeleorA ni matrimonio ¡de Felipe III y .Margarita de Austria, el cual se verificó en l."iflí>. hay lmhulahle confusión en r<i autor, como notó ya Serrano y San/..

JUAN DE PERSIA

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nunca la jactancia que sería perdonable a su moce- dad. Es, pues, el libro de Galán uno de los más ^preciables ejemplares de nuestra autobiografía po- pular.

Juan de Persia, natural de este país, salió de él en 1599, formando parte de una embajada dirigida a varias cortes europeas. Adoptó esos nombres al con- vertirse al cristianismo y ser bautizado en Valladolid, apadrinado por Felipe III. Poco después, ya estable- cido en España basta su muerte, dirigió al monarca unas Relaciones de su vida, compuestas primero en su idioma vernáculo y traducidas al castellano para ser impresas w. El "estilo Español (en que soy tan nueuo) ", dice él, lo fió al licenciado Remón, que en un prólogo se refiere también a la ayuda que le prestó y elogia las dotes del autor. La parte auto- biográfica es poco extensa. De los tres libros que forman la obra, el I contiene la historia de Persia hasta 1500 y el II las luchas que allí hubo con los turcos en el siglo XVI. En éstas se refiere ya algo a su propia persona. El libro III, dedicado a su via- je, es el de más interés. De las naciones recorridas hay información bastante copiosa de Rusia, dismi- nuyendo iprogresivamente las que va consagrando a Alemania, Roma y nuestra península. Como todas las producciones de su clase, tiene la del viajero persa ed atractivo de sus noticias obtenidas de visu

99. Relaciones de Don Ivon de l'ersia... donde se tratan las cosas notables de I'ersia... y las que vido en el t¿iaje que hizo a Ks/iaña: y su cotiuersion, y la <le otros dos Caualleros Persianas (Vallad oil td, 1604). Alg-unas noticias del autor pueden verse en rt artículo qu>e 'le consagra Serrano y Sanz E-n sus "Autobiografías y Memorias".

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en países poco conocidos en aquel tiempo; no falta, tampoco, agrado al autor para expresarse.

Miguel de Castro (n. 1593 ?) es autor de una autobiografía con características bastante diferentes que las anteriores. Con la escasa instrucción que le permitieron, los cortos años pasados en el bogar, tuvo la decisión de consignar las peripecias de su vida en un largo escrito que nos ha llegado incom- pleto por el final y ha sido esmeradamente publi- cado en nuestro tiempo "". Lo peculliar de él está en la extremada mocedad del protagonista y en la índole de sus aventuras. No más de 11 años tenía cuando, escapado de su casa, fué admitido por sol- dado, y a los 12 ya se nos presenta amancebado con una viuda, a la que envenena para sacarla de apu- ros. A tal amorío suceden otros sin interrupción, referidos junto con las artimañas, camorras y peli- gros consiguientes, hasta 1611, ¡esto es, hasta isus 18 años, en que el relato queda truncado por falta de lo rotante dol manuscrito. Aunque lo contado en t'l háoese inverosímil por la poca edad del aventure- ro, todo es expuesto con tal detalle, sin omitir fechas, nombres de personas y Lugares, etc., que el lector acaba por aceptarlo todo. La mocedad de Castro transcurre en Nápoles, con escasas soluciones de con- tinuidad, debidas a expediciones en que participa el Capitán a quien sirve. Algo ilustra su escrito los he- cho- militare- del virreinato en aquel tiempo, peí o la principal preocupación del autor son los suyos personales, en los que preponderan siempre las vic-

100. rúenles, Bft. C94C.

CASTRO. PASSAMONTE

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lorias masculinas, contadas con no velada fanfarro- nería. La obra podría tener los encantos de una no- vela picaresca histórica, pero falta al autobiógrafo la habilidad de escritor para detenerse donde es pre- ciso, evitando prolijidad y enojo. Fuera de sus pro- pias anécdotas, lo que está descrito con más porme- nores interesantes es el porte de vida del virrey con- de de Benavente, de quien fué ayuda de cámara; Castro nos da una lista completa de los oficios que formaban la nómina del palacio y puntual noticia de todo, con íntimos detalles no poco curiosos. Tam- bién de las costumbres de la ciudad recógense en esta historia algunos datos. El autor escribe de or- dinario con bastante desaliño y sólo por excepción se encumbra, adoleciendo entonces de afectación y rebuscamiento.

Otro soldado, Jerónimo de Passamonte (h. 1555- después de 1605) , escribió también su Vida y trabajos, oue han visto en nuestro siglo la luz pública ni, ho- nor no alcanzado por otras obras de más interés. Aunque no carecen de él sus andanzas estuvo en las empresas de Lepanto, Navarín y Túnez, fué he- oho prisionero en el recobro de ésta por los turcos, permaneció cautivo 18 años y aún volvió a 'a mili- cia en Italia , nada importante enseñan sus memo- rias, de las que mayor utilidad obtendría un psicó- logo que un historiador. No aporta, en efecto, dato* nuevos, ni sobre las acciones en que participó, que casi se limita a mencionar, ni sobre su período de

101. Fueron publ. por R. Foulelié-Delbosc (Revue Hispan.. 1922, LV, 31 1-446*. La obra fué terrniinada en 1603; las dedicatorias al peneral de las Dominicos y al asistente de España en la Compa- ñía de Jesús— son de 1603.

15

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esclavitud, ni sobre su postrera época de libertad. Da la impresión de un ser enfermizo y anormal, tal vez a consecuencia de varios riesgos mortales que sufrió en los primeros años, y sus noticias tienen siempre mucho de puerilidades. Con ellas asoma también const antemente una religiosidad, henchida de supersticiones y cierto terror indefinido. El que- rer que se ponga remedio al mayor peligro de los cristianos, el trato "con Angeles malos", fué lo que le impulsó, y no la vanagloria, dice él, a escribir esta obra extraña. Se comprende que así fuese, por- que el autor está completamente ayuno de dotes li- terarias y se advierte el penoso esfuerzo de su pluma por hacerse entender, lo que no siempre logra.

El médico Juan Méndez Nieto compuso en 1607 unos Discursos medicinales, otro ejemplar de auto- biografía al que da interés la profesión del autor, distinta de la que tuvieron los demás autobiógrafos de este tiempo '". Dáselo también el desenfado y gracejo con que cuenta algunas de sus aventuras profesionales, aunque predominen las descripciones de casos clínicos. Cursó sus estudios en Salamanca y dió en España los primeros pasos como médico, en- tre ellos la curación del príncipe de Elboli. que le gar.ó notoriedad después marchó a América, pasando lo más de su larga vida profesional entre Puerto Rico, Santo Domingo y Cartagena de Indias.

mí. Discursos medicinóles... que tratan de las maravillosas curas i/ sucesos que Dios... lia querido obrar por sus manos en 50 ailos que ha que cura. El ms. se conserva en fia Bitolllot. Real.

103. Este episodio es lo único publ. de la obra, en un art. de Jiménez de la Espada (Las cuartanas del Principe de Eboli, Revista Contemporánea, vol. de enero-febr. de 1880. pagrs. I53-I77>. Tam- bién puede verse el informe de la Ac. de la Hast., líeího por J. Amador de los Ríos y J. de Salas, ^sobre etl interés histórico de los Discursos (Bol. Ac. de la H., 1877, I, 151-153).

HISTORIA RELIGIOSA

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Además de las obras del tipo de las apuntadas, fundamentalmente autobiográficas, podrían mencio- narse otras en que tal carácter se muestra muy dis- minuido por servir sólo de armazón, desapareciendo casi entre la profusión de elementos ficticio® en verso y prosa que las integran. Producciones de este género son el Viaje entretenido (1603) , de Agustín de Rojas; la Historia y viaje del mundo del clérigo agradecido, don Pedro Ordóñez de Cebarlos (1616), el Pasajero (1617) del ya citado Cristóbal Suárez de Figueroa, el Caballero venturoso, de Juan Valla- dares de Valdelomar, etc. Por su mayor difusión, debida a su atractivo literario, tales obras no necesi- tan ser dadas a conocer entre la producción histo- riográfica. Basta señalar en conjunto su afinidad, tan escasa, con las memorias autobiográficas. Sería, además, muy difícil fijar límites precisos entre la producción esencialmente ficticia y la que refleja sucesos del autor, ya que las obras más fantásticas en apariencia tienen a menudo mucho de autobio- grafías.

g) Otros géneros.

La historia religiosa fué en todo este tiemipo, como ya se dijo, extremadamente copiosa. No hay especie de ella que no se cultivase, desde la que considera a la Iglesia en conjunto hasta lo meramen- te local. Tema como el de la predicación de Santia- go en España dió por solo origen a un enorme número de obras. También son legión los episcopo- logios, aunque muchos quedaron inéditos. Se rese- ña, asimismo, la evangeliz ación de países remotos;

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se intensifica la historia particular de las órdenes religiosas; se polemiza, sobre todo, acerca de nue- vos santos que empiezan a ser mencionados. Esta superabundancia de materia embaraza cuando se aspira a dar en pocas líneas una impresión total. Tratemos de destacar lo de particular interés.

La "Historia Pontifical y Católica", de Gonzalo de Illescas, tuvo ahora dos continuadores. Luis de Bavia (m. 1629). beneficiado de Granada, publicó una 3.a parte (Gregorio XlII-Inocencio IX) y una 4.a (Clemente VIII, León XI y los comienzos de Paulo V) en 1608 y 1613, respectivamente. Fray Marcos de Guadalaj\ra (v. pág. 206) compuso otra parte 4.a, equivalente a la de Bavia, a la que prece- dió (1612) y una 5.a, aparecida en 1630, en que prosigue hasta el principio de Urbano VIII (1623) . Está en forma de anales, dedicando a cada año un libro, y tiene el doble carácter de religiosa y de po- lítica, a la que corresponde gran parte de sus noti- cias, predominantes las de guerras ocurridas en los países europeos. Alfonso Chacón escribió también Vitae et gesta Pontificum... Cardcnaliumqiie (1601- 1602). Aquí puede también incluirse el Sumario de las persecuciones que ha tenido la Iglesia desde su principio (1593), de Juan Chirinos, obra que apa- reció en 1599-1601 y tuvo gran aceptación, si bien, como es habitual en la producción religiosa de este tiempo, atiende más a la edificación que a la crítica histórica.

Sobre la Iglesia española hubo ahora un ensayo: el del tesorero de Málaga Francisco de Padilla, con

HISTORIA RELIGIOSA

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el título de Historia eclesiástica de España (1605), que sólo alcanza hasta el siglo vm.

De hagiografía general dehe citarse el Flos Sane- torum, obra postuma (1597) de Francisco Ortiz Lucio (m. 1591) y, sobre todo, el del P. Pedro de Ribadeneira (escritor mencionado por otros trabajos en el capítulo anterior), que tanto se ha divulgado. Hubo también trabajos de hagiografía nacional, como la Historia eclesiástica de los Santos de España il596), de Juan de Marieta. Pero lo más copioso es la hagiografía individual, debiendo siquiera recor- dar-te algunas muestras, ya por su mérito literario, ya por la notoriedad de sus autores, como la Vida de San Jerónimo (1595), alarde de erudición y mo- delo de bien decir, compuesta por el P. José Si- güenza (1544 ?-1606), el sucesor de Arias Montano en la biblioteca del Escorial; la de Fray Tomás de Villanueva (1620), de D. Francisco de Quevedo""; la de Santa Teresa de Jesús (1615), por el P. Diego de Yepes, ya citado como biógrafo, etc.

Del grupo de episcopologios, más difícil de selec- cionar como más uniforme y menos conocido, bas- tará decir que se compusieron en este tiempo los relativos a las diócesis de Segorbe, Córdoba (1614), Sevilla, Pamplona (1613), Toledo (uno de Salazar de Mendoza y otro de Juan de Marieta), Zaragoza (uno por Martín Carrillo y otro por Luís Díaz de Aux), Valencia, Gerona, etc. Hay también historias de las iglesias mismas, no limitadas a la reseña de sus prelados, como la Historia ecclesiastica Regni

104. En el período examinado en eil capitulo siguiente publicó también una Vida de Son Pablo ( 1 643- 1 6 í 4) .

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V aLentini, de Miguel Juan Vlmbodino; la de la Iglesia del Pilar de Zaragoza, de Bartolomé Lloren- te: la de la Antigüedad del Obispado de Barbastro, de Gabriel de Sese; la de la Santa Iglesia de León, de Francisco de Trujillo; Antigüedades de la Igle- sia de Calahorra, de Juan Amiax; Memoria de las cosas de la Santa Iglesia de la Seo de Zaragoza, de Pascual de Mandura, etc.

La historia de las Ordenes religiosas, muy copio- sa también, ofrece modelos como la Historia de la Orden de San Jerónimo (1600), del citado P. JosÉ SlGÜENZA, la cual supera a su monografía sobre el santo. Sin alcanzar su nivel son también excelentes la Historia de la Orden de la Merced de Fray Ga- briel Téllez (más conocido por "Tirso de Molina", su .seudónimo de autor dramático') y la conocida Cró- nica de la Religión de San Benito (1607-1618) de Fray Antonio de Yepes, con 7 volúmenes consagra- dos a sendos siglos. Sobre esta Orden escribieron, además, Prudencio de Sandoval (Fundaciones de San Benito en España, 1601, e Historia del Convento de Santa María la Real de Nájera) y Juan Benito he Gu ardióla (H. del Monasterio de Sahagún) 10C. Sobre la de S. Francisco, Antonio Daza (que conti- nuó la obra de Marco Ulisiponense con el título de Cuarta parte de las Crónicas de S. Francisco, 1611) y Juan Carrillo [H. de la Orden Tercera de San Francisco. 1610-1613, y De la fundación de las Des-

105. Sigue inédita en su mayor paite; sólo tengo noticia (le la edición de su biografía de Santa María de Cervelldii, publ. por el Duque de Fernta-Núflei en 1030.

106. Recordemos aquí la del monasterio de S. Juan de la P«fla, por Juan Brlz (v. pág. 186).

HISTORIA LOCAL

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calzas Reales de Madrid, 1616) . Sobre las Mínimos, Lucas de Montoya (Crónica general de la Orden de los Mínimos de S. Francisco de Paula, 1619) . Sobre los Merced arios Francisco Zumel [De fundatione Ordinis et viris illustribus...) . Sobre los Dominicos, Francisco Diago {Historia de la Provincia de Ara- gón de dicha Orden, 1599) . Sobre los Jesuítas, el famoso Cristóbal Suárez de Figueroa, autor del ""Pasajero" (H. de los Padres de la Compañía en el Oriente, 1614) y Cristóbal de Castro (H. del Cole- gio de la C. de J. de Alcalá...) .

De los países cuya evangeliz ación, se realizaba ahora prescindo aquí de América el preferido por los historiadores fué el Japón, sobre el cual es- cribieron Luís Flores [Relación de los sucesos de la Cristiandad en el Japón hasta. . . 1622) , Luis DE Guzmán (U. de las Misiones que han hecho los Reli- giosos de la Compañía... en el Japón, 1601-1610), Luis PiÑeiro (Relación del suceso de la católica en el Japón desde 612 hasta 615, imperando Cubosa- ma, 1617), Luís Sotelo (Epístola ad Paulum V de statu rerum Japonicarum) , etc.

La historia local habitualmente mixta de civil y eclesiástica, tuvo también copioso cultivo, estimu- lado por los sorprendentes hallazgos de los falsarios, lo que obliga a desconfiar prudentemente de sus da- tos relativos a la antigüedad. He aquí mención de algunas, distribuidas por regiones. De Galicia, la Antigüedad de la ciudad y iglesia de la cathedral de Tuy, y de los obispos... (1610). por Prudencio de

107. Reitero la remisión al Dicción, de Muñoz y Romero.

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Sandoval (v. pág. 196) y una Historia del reyno de Galicia, por Atanasio de Lobera im. 1605), el cual imprimió también en 1596 una Historia de la ciudad de León. A este antiguo reino corresponden, además, Excelencias de Valladolid (1617) , del franciscano Antonio Daza; Historia de la antigüedad de... Sa- lamanca (1606), de Gil González Dávila (v. c. VIII i, etcétera. Al de Castilla, Teatro de las grandezas de Madrid (1623), por el mismo Dávila; Historia de Calahorra, de Antonio Martínez de Azagra (mu- rió en 1637) ; Historia de las grandezas de Avila (1607) "'\ del benedictino Luis Ariz; Descripción de... Toledo y historia de sus antigüedades y gran- deza y cosas memorables..., de Francisco de Pisa (m. 1616) impresa en. 1605 y reimpresa en 1617 por Tomás Tamayo de Vargas, que también dejó, manus- crita, una titulada Toletum sive de rebus toletanis his- toria, etc. Al de Aragón dos historiáis de Huesca, una inédita, de Juan de Garay (m. 1613) y otra de Fran- cisco Diego de Ainsa e Iriarte, impresa en 1619. De Extremadura, unos "Diálogos" o "Discursos pa- trios de Badajoz"'0' (1601), de Rodrigo Dosma Del- gado. El célebre antigongorista Francisco de Cásca- les |m. 1642) compuso un Discurso de... Cartagena

108. El subtitulo cíe esta obra no sólo da idea de su contenido, sino d<M Upo frecuente de las historias locales de aquel tiempo: "Kn la primera parte trata quíiil de los cuarenta y tres Hércules fué el mayor, y cómo, siendo rey de España, tuvo amores con una africana, en quien tuvo un hijo, que fundó a Avila. Tratase qué naciones la poseyeron hasta que la convirtió... S. Secundo, compañero de los seis obispos que enviaron S. Pedro y 8. Pablo acude Roma, y a lónde están los seis". Etc.

109. Como "Diálogos" la cita Me. Antonio; como "Discursos patrios" Muñoz y rtomero, que dice no ha podido ver ningún ejemplar.

HISTORIA EXTRANJERA

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1 1598) y Discursos históricos de... Murcia (1621); hay también unos Anales de la chronicas de Murcia, del oriolano Gaspar García, y un. Tratado de la jundación... de Orihuela (1612), de Francisco Mar- tínez Paterna. De Andalucía pueden mencionarse: Antigüedades y excelencias de Granada (1608), de Francisco Bermúdez de Pedraza, que la amplió des- pués bajo el título de Historia eclesiástica, principios y progresos... (1638) ; Sucesos de Sevilla de 1592 a 1604, de Francisco de Ariño, obra que ha sido pu- blicada en 1873 con prólogo, notas y adiciones de A. M.a Fabié; Teatro panegérico de las grandezas de Córdoba, de Francisco Torreblanca y Villal- pando, discípulo del Brócense; Grandezas y antigüe- dades de... Cádiz (1610), de Juan B. Suárez de Sa- lazar; Historia de Antequera, del poeta Agustín de Tejada (m. 1635), etc. Hay también una Relación... de la Valle de Arán, de los Reyes que la han poseído, sus conquistas, costumbres, leyes y govierno 1 1613) , que compuso por orden real Juan Francisco de Gra- cia. Baste esta enumeración, incompleta, de títulos para apreciar la afición que hubo a este género en aquel tiempo y la orientación francamente pondera- tiva con que fué cultivado.

En el capítulo de historia extranjera siguen te- niendo preferencia los países no europeo®. Pueden mencionarse la Historia de las Islas del Archipié- lago y Reino de la Gran China, Tartaria, Cochin- china, Siam, Camboxa y Jappon, por Fray Marcelo de Rivadeneira (1601) ; Crónica de los turcos, iné- dita, del cronista Antonio de Herrera, que la acabó

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en 1598""; Historia de Etiopía (1610), de Luis de Urreta; Epítome historial del reino de la China (1620), de Francisco de Herrera Maldonado; To- pografía y historial general de Argel (1612), de Diego de Haedo; Jornada de Africa del Rey D. Sebastián de Portugal (1622), de Juan Bautista de Morales, etc. Algo se cultivó también la historia europea, en los puntos relacionados con la historia española, como muestran varias obras del citado Antonio de He- rrera (Historia de lo sucedido en Escocia e Ingla- terra en los 44 años que vivió María Estuardo, impr. en 1589; Historia de los sucesos de Francia desde 1585 hasta 1594, 1598; Comentarios de los hechos de los españoles, franceses y venecianos en Italia desde 1281 hasta 1559, 1624) ; la titulada De las cosas más notables de París (1616), de Ambrosio de Salazar, etcétera. El famoso Benito Arias Montano compu- so unos Antiquitatum Judaicorum libri IX (1593).

La historia de instituciones sigue teniendo inte- ligentes indagadores. Sobresale Pedro Salazar de Mendoza (v. pág. 178). Su Origen de las dignidades seglares de Castilla y León "' se consulta aún con fruto. La parte antigua, en que cayó en los embus- tes de Annio y otros semejantes, carece de valor "\ En lo medieval abundan también las fábulas, así como las noticias relativas a los reyes, que, por ya

110. Serrano y Sanz (1. c. en la nota MS del cap. anterior) dice que esta obra es poco mis que una traducción de la itadiana

'!!• Juan M.» Vlcentlno. A continuación da noticia de otras rela- ciones iüs-, sobre Turquía, del tiempo a que rorres|>onde nuestro capítulo.

til. Fuenlrs, art. 10ÓG.

112. Con ól vuelven también al palenque, entre los ocupantes de Espafla, nuestros antiguos conocidos "los Almonuces o Almo- nildes, que dicen poblaron a Toledo".

INSTITUCIONES. GENEALOGÍA

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conocidas, carecen de interés. Pero desde el capí- tulo IX, dedicado a los Ricos-Homes, acerca de ouyo carácter y evolución expone varias opiniones ajenas y la propia, se encuentran datos valiosos. El autor consultó pacientemente abundantes documentos, y sus menciones personales de confirmantes, sobre todo le permitieron anotar los que correspondían a cada reinado. Sucesivamente, a medida que en la reseña de éstos van apareciendo, examina también los Me- rinos mayores, los Alcaides de Toledo, los Cancille- res, Notarios, Adelantados, Caudillos mayores, Almi- rantes, Condes, Alcaides de los Donceles, Marqueses, Duques, Condestables y Príncipes de Asturias m. Hay también un capítulo consagrado a los Privilegios ro- dados. Al mérito de la copiosa información une Sa- lazar de Mendoza el de exponer muy concisamente. Junto a él pueden, citarse Gabriel Lasso de la Vega, más conocido por autor del poema "Cortés valeroso", que compuso Relación puntual de las rentas del Rey de España, inédita, y Magdalena Gerónimo, autora de Razón y forma de la Galera y Casa Real ... para castigo de las mujeres vagantes (Valladolid, 1608) .

La genealogía, tan floreciente en el período an- terior, sigue en su avance. Alonso López de Haro, que fué ministro y cronista de Felipe IV, es el ge- nealogista más importante de este período, formando con dos del siguiente José Pellicer y Luis de Sa- lazar y Castro la cumbre del género. En su Nobi- liario General de los Reyes y Títulos de España (1622)

113. Sobre el origen ele eata dignidad había dedicado un escri- to en 1608 a Falipe III. Veo también .mencionado un ms. del mis- mo autor titulado El Juramento del Príncipe cómo se hace.

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hizo su historia desde Enrique II, en que empezaron éstos a ser transmisibles y hereditarios, hasta su tiem- po, y aunque no faltan abundantes errores hay ya en él mucho de exacto "\ Dejó, además, manuscri- tas Casas solariegas de España, Linajes de la Corona de Castilla, etc. Pedro Mantuano (m. 1656), añadió a su edición del "Seguro de Tordesillas" de 1611 115 una monografía sobre el Origen de los Vélaseos, de cuya casa era secretario. Mencionaré, en fin, a Ber- nabé Moreno de Vargas, por sus Discursos de la Nobleza de España (1622) y a Juan de Mariana, que dejó inéditas unas Advertencias a las Tablas Ge- nealógicas de E. de Garibay.

La crítica histórica tiene por representante muy erudito a Juan Bautista Pérez (1537-1597), obispo de Segorbe en sus últimos años. Fué de los más de- cididos refutadores de la seudohistoria y dejó gran caudal de trabajo hecho, en su mayoría inédito; son principalmente notas a diversas crónicas, y tra- tados de historia religiosa, entre ellos un Catalogus Episcoporum Segobricensium. También se cultiva la crítica, como rama independiente, con ocasión de la "Historia" de Mariana. Prescindiendo de los que la censuraron en cartas, como el P. Pablo Ferrer u , o en tratados históricos, como el benedictino Luis de Urreta en la "Historia de Etiopía" citada en este

II i. Fernández de Béthencourt, de cuya introducción a la Bíst. yeneal. y herald, de la Man. SSftañ. tomo este juicio, añade que, aunque Pellicer atacó a López de Haro con verdadera ruria, estuvo muy por najo de el en rutena Té, honradez científica y cla- ridad de expresión.

115. Vid. nuestro vol. I, pág. 337.

116. Sobre este y demás puntos relativos a la "Historia" de Mariana se obtendrá' ampíla iniormaoión en Cirot, Mariana histo- rien, especialmente en las págs. 154 y sigs.

CRÍTICA HISTÓRICA

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mismo capítulo, hubo tres escritores que le dedicaron obras exclusivamente consagradas a tal fin. Fueron-: el recién mencionado Pedro Mantuano, con sus Ad- vertencias a la Historia del P. Mariana, 1611; Tomás Tamayo de Vargas (v. pág. 215), que reopoinddó Historia... de Mariana defendida... contra... Mantua- no, 1616, y Lope de Deza (1564-1628), que también contestó a Mantuano en su Apología por el P. Ma- riana contra los errores de su contradictor, inédita m. Mantuano declara, en una carta particular, que es- cribió las "Advertencias" por orden del condestable \elasco, su señor, que deseaba la corrección de la Historia de España; en realidad, el condestable se sentía herido por diversas afirmaciones del jesuíta. En las críticas hechas a éste las hay de carácter ge- neral, que afectan, a sus dotes de historiador, pero la mayoría .se refieren a hechos determinados; unas son justas y Mariana las atendió en ediciones pos- teriores, otras marcan simplemente diferencia de opi- nión. En el conjunto, a vuelta de elogios insinceros, se advierte el deseo de ajar la reputación del his- toriador. Tamayo y Deza siguieron en sus escritos análogo sistema de exposición, insertando primero la afirmación de Mariana, luego la contradicción de Mantuano y en fin la réplica a ésta; parece, no obs- tante, que escribieron desconociéndose mutuamente y al saber Deza que estaba impresa la defensa de Tamayo desistiría de publicar la suya. Ambos de-

117. Para más detalles bibliográficos, Fuentes, art. <j¿.

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íienden con ardor a Mariana, por el que Deza, espe- cialmente, siente enorme admiración U8.

La labor de traducción se intensifica en este tiem- po y no tiene ya utilidad dar lista de traductores. El mayor número de historias vertidas lo dan las latinas e italianas; aparece también alguna portu- guesa, como la Relación de lo sucedido a los PP. de la Comp. de Jesús en la India Oriental y Japón en 1600 y 1601, del P. Hernando Guerrero, puesta en castellano por Antonio Collazo (1604), y catalana como la Historia de Bernardo Deselot, traducida por Bernardo Cervera (1616).

h) Historiadores de Indias.

1) Historia general.

Antonio de Herrera y Tordesillas (v. pág. 197) es en realidad el único cultivador del género en este período, pues si bien otro* autores dieron a sus obras títulos de gran amplitud, lo principal de su conte- nido se confina en alguno de los territorios ameri- canos. Herrera puso tanto empeño en lograr el ofi- cio de cronista de Indias como esfuerzo en cumplir- lo, empezando a laborar en cuanto fué nombrado (1596). Resultado de su trabajo, proseguido durante diecinueve años, fué la Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar

118. Empieza Deza su escrito «tuneando la "Historia" de Ma- riana de "obra de un Ingenio hMiantado, Ilustrado, diestro, auisado, copioso, judlcioso, eloquente, sentemoioso, proprlo, maduro, entero, v neutral. A (pie responden gran naturail, sclencla, experiencia, erudición, abundancia, elección, eloquencia, consejo, estimación, discurso, uerdad, y justicia".

HERRERA

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Océano, obra maestra del autor entre su copiosa producción 113.

Constantes subsidios oficiales allanaron la tarea de acumulación de fuentes, y Herrera pudo así dis- poner de gran número de narraciones inéditas, ade- más de tener libre acceso a los papeles de oficinas y archivos. Si recordamos que no haíbían visto aún la luz obras de tanto interés como la "Historia ge- neral de las Indias" de Las Casas, gran parte de la de Fernández de Oviedo, los trabajos de Bernal Díaz, Cervantes de Salazar, Cieza de León..., en una pala- bra, la mayor parte de la historiografía hasta en- tonces elaborada, y que de todo ese fondo de ma- nuscritos disfrutó Herrera, comprenderemos las fa- vorables circunstancias en que trabajó. Ello le im- ponía, eso sí, una enorme tarea de cotejo y contraste, amén de la información documental y de la busca de noticias coimplementarias. A sus anhelos de lograr una gran historia de conjunto no podía satisfacer una simple compilación de las historias ya hechas, del tipo que tan frecuentemente hallamos en la histo- riografía de los siglos anteriores. Con todo, cuando las obras de que dispuso han sido posteriormente publicadas, es tanto lo que ha podido comprobarse que de ellas tomó Herrera, que sus respectivos edi- tores le han proclamado el más cínico plagiario, lle-

119. Fuentes, art. 35SS. La Academia de la Historia ha empe- zado una espléndida edición, de la que han aparecido 5 vofls. (Ma- drid, 1934-1936). El I contiene ila descripción prefliminar de las Indias; II-III, la primera década; IV-V, la segunda. Don A. Ba- llesteros hizo un largo proemio biográfico-critico y anotó profusa- mente los vols. I, IV y V, con especial cuidado en el señalamien- to de las fuentes utilizadas por Herrera en caída capítulo. Don A. Altolaguirre anotó efl III y IV. Es muy de desear que tam inte- resante labor se lleve a término.

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gando a negar a su "Historia" todo valor propio. La acusación sólo en parte es fundada. El cronista llevó al extremo el abusivo derecho, que los historiadores se arrogaban, de entrar a saco en los escritos ajenos sin consignar la procedencia. Una vaga mención co- lectiva de autores alegados hecha como por inciden- cia, más para cubrirse que por el honrado deseo de ¿ar a cada uno lo que es suyo, no puede bastar cuan- do los trabajos de algunos fueron casi totalmente volcados en la compilación. Ahora bien, descontada esta falta de escrupulosidad, muy de acuerdo con otras facetas conocidas de la fisonomía moral de Herrera, habrá de reconocerse que éste siguió el úni- co camino posible para realizar la obra proyectada. Probablemente su verdadera misión de historiador, escribiendo cuando ya estaba terminado el ciclo de afianzación de la empresa colonizadora en las prin- cipales regiones descubiertas, no era seguir la traza de los historiadores primeros, *ino desenredarse de detalles y hacer una bien enlazada y sintética com- posición de conjunto. Las valiosas narraciones por- menorizadas que a sus manos llegaron, correspondía editarlas íntegras, y ello hubiera sido el digno com- plemento de su labor personal. Pero aquel tiempo no era aún el nuestro, y Herrera sólo creyó cumplir a conciencia el menester de cronista oficial haciendo la historia más completa posible con la utilización, de todos los elementos, narrativos y documentales, que para eJlo se le daban. Adoptado este tipo, lo realizó con mucha eficacia, siendo su obra una suma de trabajo ajeno y trabajo propio, en la proporción que en cada caso demanda la conveniencia.

HERRERA

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La "Historia" se inicia con un hurto considera- ble. Herrera vio la utilidad de iponer al frente una completa Descripción geográfica de las Indias, que permitiese aplicarse en adelante, sin. interrupciones, a la pura narración Pero el componerla no en- traba en sus gustos y aptitudes. La solución fué fá- cil: tomó la que había hecho y no publicado el cro- nista ar.-terior, Juan López de Velasco, que como cos- mógrafo fué a ese estudio más inclinado que a his- toriar. Herrera, conforme a la práctica que en toda su obra había de seguir, aderezó el escrito ajeno, poniéndole útiles añadidos: algunas notas históricas, noticias del Consejo de Indias y del gobierno espiri- tual y temporal de éstas, rematando con una nó- mina de los consejeros, gobernadores y virreyes ha- bidos hasta su tiempo.

El cuerpo de la Historia, independiente de la larga '"Descripción" preliminar, compone ocho déca- das, o series de diez libros, que contienen una nu- trida reseña, rigurosamente cronológica, de los años 1492-1554, término éste marcado por la pacificación del Perú tras sus guerras civiles. En el curso de la narración limítase unas veces a seguir una fuente de- terminada y utiliza otras, alternativamente, varias de- dicadas al mismo tema. La que siguió con más cons- tancia, único fondo a que acudió en todo el período colombino y en gran parte del inmediatamente pos- terior, fué la "Historia general de las Indias", de La?

120. Creo que debió de redactar parte, por lo menos, de la primera década, sin haber aún dispuesto la "Descripción" en el lugar preliminar. Dice en el cap. VII: "...y esto basta en este lug-ar. acerca de la descripción y naveg-ación de las Indias, de la cual aparte se hablara : porque siendo tan lairga... ruera de mucho embarazo para la Historia, si se pusiera en esta parte...".

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Casas, elección excelente por la copiosa y directa in- formación que tuvo el famoso dominico. Pero He- rrera hace una verdadera refundición: resume de ordinario varios capítulos en uno y prescinde sen- satamente de las constantes lamentaciones y reflexio- nes del obsesionado polemista. Lo que conserva y aun refuerza es la favorable semblanza del almi- rante que las páginas originales trazan. Herrera nos presenta un Colón percatado desde el primer mo- mento de la realidad de lo que va a descubrir, para lo que el historiador soslaya cuidadosamente el error en que siempre vivió. Tal vez se debe también a este deseo de no proyectar sombra alguna en la figura del descubridor, el modo como trata Herrera el pun- to habitual de arranque, el de las ideas de los an- tiguos sobre la existencia del mundo trasatlántico. Lo cierto es que muestra un discreto escepticismo sobre el valor de los supuestos indicios y trata bre- vísimamente de todos los antecedentes precolombi- nos. En los conocimientos cosmográficos del futuro Almirante y en las conjeturas que pudo hacer ba- sándose en cosas de su pro(pio tiempo, encuentra él suficientes razones para impulsarle al descubrimiento. Sea como sea, muéstrase Herrera muy sensato en toda esta parte, tan propicia en otros al más absurdo des- bocamiento de la fantasía. En tiempo en que la ma- yoría de los autores hacían las más peregrinas de- ducciones de cualquier coincidencia de nombres, asen- tar que es "la semejanza de vocablos... muy ligero fundamento para afirmar negocios tan graves" mues- tra saludable discreción.

A lo largo de la obra sobresale asimismo su «re-

HERRERA

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nadad de juicio, su esquivar el apasionamiento y la cié»: a adhesión a una tendencia determinada. Herre- ra tiene a la vista distintos autores y ni se siente encadenado por el orden en que cada uno examina los temas ni por el criterio con que los interpreta. No le importa, en cambio, trasladar pasajes a la letra cuando expresan su propio pensar. En punto a detalles, no es escrupuloso: se le ve afirmar, fijar una cifra, etc., donde el escrito que utiliza hace sal- vedades. Como Mariana, a quien admiraba, contén- tase con eludir sólo lo absurdo e inverosímil, con vistas a una historia biein construida y trabada. Lo que no logra eliminar son algunos errores, disculpa- bles en quien hubo de examinar tal variedad de hechos y manejar tan gran número de fuentes de todas clases.' En cambio, a pesar de estar tratados casi todos los asuntos por monografistas, logró alum- brar noticias, algunas de positivo interés, que sólo en él se hallan. Claro es que dispondría seguramen- te de relaciones no llegadas a nosotros, pero tampo- co han de descartarse las informaciones personales y sobre todo las obtenidas de documentos.

Aun con tales aportes, su valor principal está en la labor constructiva que realizó, formando de un acoplamiento de piezas de desigual valor el pri- mer conjunto bien distribuido y equilibrado m. En, cuanto al orden de exposición, preferible sería que no se hubiese ajustado tan servilmente al cronoló-

121. A pesar del titulo, "Hechos de los castellanos", dado a su obra, Heorera escribió también 'los capítulos 'necesarios para exponer lo que se sabia o creía saberse de Ja historia americana precolombina, en particular de Méjico y Perú. Quiso san duda que su producción no careciese de cuanto requería la gran Histo- ria peneral que aspiraba a hacer.

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gico. Las grandes empresas, desarrolladas en. varios años, como las de Méjico, Perú, etc., hubieran ga- nado unidad en su relato al ser tratadas sin inte- rrupción. El sistema de anales es, en cambio, casi insustituible para situar el relato de breves expedi- ciones, y en conjunto, con todos sus inconvenientes, no puede negársele la ventaja de marcar el ritmo con que la multiforme labor de colonización fué reali- zándose. De calidades literarias, las Décadas de He- rrera, superiores en esto como en todo a su crónica de Felipe 11, tienen cuanto puede esperarse en una obra de tan gigantescas proporciones, en que la la- bor de lima hubo de ser muy escasa. Están escritas con claridad y naturalidad; sin que se observen es- fuerzos de concisión, no pecan tampoco de profusas. Si algo habría que podar no es exuberancia verbal, sino muchos becbos insignificantes a que no corres- pondía descender en obra de tan amplio contenido.

Bernardo de Vargas Machuca (1555-1622) me- rece sólo una ligera mención, pues si bien tiene ca- rácter general su Milicia y descripción de las Indias '", interesa escasamente en el aspeoto histórico. El au- tor consagró la mayor parte de su vida a las armas, primero en Italia y después, principalmente, en tie- rras de Nueva Granada, ya maestre de campo y des- pués capitán general. Aprovechó su larga experien- cia militar para componer, en el retiro de sus últi- mos años, la citada obra, especie de vademécum del conquistador, donde se enuncian las cualidades que ha de tener el caudillo en Indias, modo de hacer la guerra, la paz, el reparto de territorios, etc., de acuer-

122. Fuente», trt. 3.195.

VARGAS. MONSALVE. OVANDO

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do con las características de los indígenas. De éstos y del país hace a lo último una "Descripción", que, más que exposición sistemática y completa, es una serie de noticias y de sus recuerdos personales.

El dominico Miguel de Monsalve es autor de otra obra, Reducción universal de todo el Pirú y de- más Indias que tiene alguna analogía con la ante- rior, porque también tiende a enseñar con lo que aconseja al autor su experiencia. Pero en ésta nada hay de carácter propiamente histórico.

Pedro Mejía de Ovando, hidalgo aventurero que residió principalmente en el Perú, hizo no poco ruido con una obra titulada la Ovandina que valió al autor un proceso y la recogida de ejemplares. Bajo tan extraño nombre 125 se esconde un tratado nada pe- caminoso por su asunto, que es la nobleza en general, con referencia particular, después, a la española y, en fin, a los miembros de ella que pasaron al Perú y otros territorios americanos. Mejía, como tantos cul- tivadores del género, se lucró de las personas favore- cidas con sus datos más o menos fantásticos, y ello dió ocasión a perseguirle, aunque parece mero pre- texto que oculta las verdaderas causas. La obra abun-

123. Fuentes, art. 7000. El título completo de la obra es Re- ducción universal de todo el l'ini >/ demás Indias con otros mu- chos Auisos, para el bien de los naturales deltas, y en aumento de las Reales Rentas.

124. Fuentes, art. 37:¡5. El titulo de la parte publicada llevaba este complemento: "... Donde se trata de la naturaleza y origen de la nobleza Política, y el de muchas y notoilissimas casas; con los que an passado dellas a estos Rey nos, y al de la Nueva España".

125. Dice el autor en el Prólogo al lelor: "...la poca razoTi y verdad de los que hablan y escriuen des-minu yendo la [noble- za] q>ue ay en España, me mouio a escreuir aquesta Ouandlna, dándola el titulo de vno de mis apellidos, por ser este tomo el hijo primogénito de mi entendimiento...".

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cap. vil (1592-1623)

da en dislates y falsedades, pero entre sus copiosos datos hay información útil. Más lo son para nuestro objeto otros dos libros del mismo autor, que compu- so, ya viejo, de vuelta en España. Ambos están iné- ditos 1 Titúlase el uno Epítome del gobierno de In- dias y aunque debe leerse con prudente desconfianza, se bailarán en él no pocas noticias y avisos sobre la vida colonial. Por desgracia, Mejía es de la escuela de Las Casas y comparte su exageración al ocuparse del trato dado a los indios. En el otro, Memorial práctico, examina cómo fué formándose el gobierno de las Indias y la legislación que produjo, tratando el autor de dilucidar las causas de que leyes tan bien inspiradas no surtiesen los debidos efectos; ello le lleva al mismo cuadro pesimista que en el "Epítome". Uno y otro se refieren con preferencia al Perú y en ambos propone el autor remedios para los muchos abusos que denuncia.

2) La historia de los diversos territorios.

En Méjico, de acuerdo con el uso general (v. pá- gina 163), la labor de historiar está ahora a cargo de religiosos, más concretamente, de franciscanos.

Jerónimo de Mendieta (1525-1604) ocupó impor- tantes puestos en los conventos de dicha Orden esta- blecidos en Nueva España, donde pasó gran parte de su vida. Amó mucho a sus indios y a sus frailes. De- fendió a aquéllos calurosamente, atacando los abusos

126. Serrano y Sanz da amplia nol.icia de su contenido en la introducción a su edición de la Ovnndina (Madrid, 1915), pagi- nas XXXVII-CXV. En las siguientes inTonma tambie-n sobre otra obra de MeJIa, la Crónica de la Nobleza Civil, asimismo inédita.

MENDIETA

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que con daño de ello» se cometían. Su prestigio entre los elementos oficiales fué, con todo, grande. Por en- cargo de su Orden trabajó durante muchos años y en 1596 terminó su Historia eclesiástica indiana, que se mantuvo inédita hasta el s. XIX IM. El autor se re- fiere, como precedentes de su trabajo, a los escritos de dos franciscanos que ya conocemos: Toribio de Motolinia y Bernardino de Sahagúnls; pero en la mayor parte de la obra su principal información de- bió ser de primera mano.

Bien distribuida la Historia, se divide en cinco libros. Dedica el I al período anterior a la conquista de Nueva España, en el que la acción colonizadora tuvo su centro en la isla Española. Mendieta se des- entiende de la reseña del descubrimiento, examinán- dolo sólo en el aspecto que le interesa. Lo considera como premio de Dios a los Reyes Católicos; su fin esencial, evangelizar aquellos países. El autor, muy empapado de Las Casas, del que transcribe largos pá- rrafos, da aquí rienda suelta a su indignación contra los que estorbaban, con su conducta depravada, dicha evangelización. Pero, mucho más ecuánime que el do- minico, no incurre en censuras generales además de salvar, como todos, los buenos propósitos de los monarcas y culpa sólo a la excesiva autonomía dada a los funcionarios que allí enviaban. Y más que la actuación oficial censura los malos hábitos de mu- chos particulares, que hacían formarse a los indios triste idea de las virtudes cristianas, dificultando así ia labor misionera. Tales trenos y protestas constitu-

ía". Fuentes, art. 4155.

128. Vid. nuestro val. I, p. 454, y el 'presente, p. 135.

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cap. vh 11592-1623)

yen elemento importante de este libro I, cuya parte propiamente histórica es la reseña de la organización eclesiástica de la isla, desde la ida de fray Buil hasta el comienzo de la conquista de Méjico. En el prólogo al libro II justifica emplear éste en dar a conocer la antigua religión y costumbres de los indí- genas por ser precedente necesario para tratar luego de su conversión; añade que toma sus datos de un escrito de fray Andrés de Olmos, también francisca- no, al que le había sido encargado un libro sobre esta materia en 1533, y de los que ya conocemos de Moto- linia. En esta parte de la obra, como en el libro I, alaba mucho a los indios, cuya conducta, dice, para vergüenza de los cristianos, empeoró con su trato. El III contiene el tema principal, la conversión, en que elogia a Cortés por el interés que en ello mos- tró; cree providencial que al tiempo que Lutero co- menzó su empresa de resta de prosélitos al catoli- cismo, empezase Cortés la suya, que había de com- pensarle con tantos millares de nuevos cristianos. La labor evangelizadora la expone en detalle, refirien- do los primeros nombramientos de misioneros, todos franciscanos; medios de que se valieron para apren- der las lenguas de los naturales y ganarse a éstos, etc.; no faltan censuras para los gobernadores que, al fal- tar Cortés, más obstaculizaron que favorecieron, el trabajo de los religiosos. El IV lo dedica a los frai- les de otras órdenes que empezaron después a lle- gar, a las provincias eclesiásticas que se fueron fun- dando y al fruto que los indios obtuvieron ocasión de renovar sus loas y las diatribas contra los malos españoles, llegando el buen fraile a desear que se

TORQLEMADA

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hundan las minas, causas de tantos daños—; da tam- bién cuenta de lo mucho que los franciscanos escri- bieron en las lenguas indígenas. Por último, el li- bro V trata en su primera parte de los misioneros que murieron naturalmente, y en la segunda de los que perecieron martirizados. Este libro, con sus nu- merosas biografías, encabezadas por una muy exten- sa de fray Martín de Valencia, el primer prelado de la Orden franciscana en. el país, es de un gran inte- rés, aunque en realidad lo tiene la obra toda, como primer intento de historia eclesiástica de Méjico.

Juan de Torquemada. provincial de su orden, re- cibió en 1609 un mandato del Comisario general de las Indias para componer la obra que en 1613 apare- ció, con extenso título que suele reducirse al de Mo- narquía indiana I29. Al hablar de su composición men- ciona como útiles fuentes de que se valió una "Vida de S. Martín, de Valencia" de Fr. Francisco Jiménez y el libro de Motolinda; más adelante cita, como franciscanos dedicados también a tales trabajos, a Sahagún y a Mendieta. Lo que no dice es que a este último le saqueó tan. desmedidamente, que el tercer libro de la "Monarquía" es un traslado casi textual de la parte correspondiente de la "Historia" de Men- dieta M. Afirma, por el contrario, que empleó 14 años en la busea de materiales y siete en ordenarlo®.

129. Fuentes, art. 3597.

130. Todo el que haya leído ésta apreciará sin buscarlo la cuantía <lel plagio. Según .dice Icazbalceta. -en ■el iprólogo a la obra de Mendieta. también una larg-a carta de éste, escrita en defensa d*> los indios y con vehementes ataques a los eilementos oTiciale-s, fué utilizarla por Torquemada. si bien palió mucho la parte de censura. El editor dicho publicó asimismo, en su edición de la "Historia" de Mendieta, una tabila de correspondencia de los capítulos úe ambos autores para facilitar la puntualizaeión de los hurtos de Torquemada.

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cap. vil (1592-1623)

Comprende la "Monarquía indiana" tres partes en sendos volúmenes. La primera, libros I-V, se ini- cia desde la creación del mundo, y tocando los temas de rigor ideas de los antiguos sobre la habitabili- dad de aquellas regiones, por qué se las llamó In- dias, etc. va circunscribiéndose a Nueva España, de cuyas antigüedades cuenta extensamente lo que sus indígenas referían.. Luego, prescindiendo sin nom- brarlas de las dos expediciones anteriores, reseña la de Cortés y continúa con el gobierno de sus suceso- res hasta el marqués de Guada'lcázar.

El vol. II, libros VI-XIV, está consagrado a la religión de los mejicanos. El autor comienza por con- siderar filosóficamente la busca natural de Dios por el hombre, y el hecho de entender muchas naciones que no había uno, sino varios dioses, le lleva a exa- minar la idolatría de los americanos, fijándose más en la del territorio dicho. Sin perder de vista la uni- versalidad con que empezó a tratar el asunto, pone especial ahinco en relacionar los dioses de aquel país con los equivalentes de la mitología grecolatina. Com- pletan la materia sendos libros dedicados a los sa- crificios, templos, sacerdotes y fiestas, y cuatro que describen el gobierno de los distintos países de In- dias, leyes, matrimonios, costumbres familiares, gue- rras, embajadas, esclavitud, etc., con algo también de curiosidades de la configuración geográfica, fauna y flora.

En fin, el vol. III, consagrarlo a la evangelización del país, repite en gran parte, como ya se dijo, la nutrida información de Mendieta, al que sólo cita como fuente en algún caso particular. Al contrario

PINEDA. REMESAL

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de este su predecesor, que gusta de concretarse, Tor- quernada propende en toda la obra a generalizar y filosofar, saliéndose de continuo del terreno de los hechos particulares. Por eso alcanzó la "Monarquía" extensión muy superior a la "Historia" de Mendieta.

Sobre Guatemala pueden mencionarse dos traba- jos de carácter muy distinto. Un Juan de Pineda, que no ha de confundirse con sus dos homónimos, más lamosos que él, marchó a Nueva España en 1548, residiendo allí y desipués en el territorio citado. Ello le suministró los conocimientos precisos para escribir en 1594, de orden oficial, una Descripción de la provincia de Guatemala "'. Le guía en ella el propósito de que tributen más los indios de realengo y con tal motivo da noticias de bastante interés sobre la vida en aquella región.

El dominico Antonio de Remesal es autor del otro trabajo aludido, una Historia de la Provincia de San Vicente de Chyapa y Guatemala, de la Or- den de... Sancto Domingo, publicada en 1619. Ha- bía dejado en 1613 su convento de Salamanca, pen- sando retornar en breve de un viaje a Guatemala, pero le pareció tan interesante lo que aquí conoció de la actuación de su orden, que se detuvo varios años para historiarla. En su labor escogió, dice, el modo breve y sucinto, "por ser más acomodado a este género de escritura". Parece referirse con ello a su limitación al asunto concreto de Guatemala, sin ocuparse previamente del tema general del descubri-

131. La ha publ. Serrano y Sanz en su colección de Relacio- nes históricas y geográficas de la América Central (vid. Fuentes, art. 3998).

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miento, y a su abreviación de los detalles. No a su estilo, poco propicio al laconismo. Empieza, pues, Remesal por narrar la conquista y colonización del país por Alvarado; la reseña, proseguida hasta 1609, abunda en noticias de interés para la historia polí- tica, sobre todo en lo relativo a la fundación de San- tiago de Guatemala. Pero, como puede adivinarse, es la historia religiosa, su objetivo directo, la mejor ilustrada en su obra. El autor expone todo con mu- cho orden, siguiendo con rigor el sistema de anales, y facilita mucho la consulta titulando prolijamente las noticias contenidas en cada capítulo. De criterio muy benévolo, bahía casi siempre con elogio y efu- sión de cuantos intervienen en su relato.

Del virreinato peruano mencionaré dos historia- dores y varios descriptores. El dominico Reginaldo de Lizárraga, Baltasar en el siglo (h. 1540-1612) pasó allí la mayor parte de su vida, desempeñando altos cargos en su orden y al final los obispados de la Imperial, en Cliile, y del Paraguay, donde mu- rió. Fruto de su incesante recorrido del país fué ei libro Descripción y población de la Indias y en particular su primera parte. Intitúlase esta "Des- cripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán., Río de la Plata y Cbile" y fórmanla 95 capítulos. Sobre el origen de s>u población cree el autor que nada positivo se sabe ni llegará a saberse; de las bipótesis heclias sólo le parece verosímil la recogida por Ocampo de la posible ida de cartagineses, arras- trados allá por el temporal cuando se ocupaban en

132. Fuentes, art. 359i¡.

LIZ.ÁRRAGA. EL INCA GARCILASO

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la conquista de España. Lizárraga prefiere atenerse " a lo seguro, a lo que él ha visto en cerca de 50 años de residencia, y su obra es una especie de itinera- rio, con marcamiento aproximado de las distancias, en el que pasa revista a ciudades, puertos, playas, valles..., de cada uno de los cuales expone los ras- gos principales y curiosidades, con grata amalgama en que entran sus observaciones y recuerdos perso- nales. La descripción es particularmente detallada al tratar de Lima y otras ciudades importantes, so- bre todo en lo relativo a sus iglesias y conventos. Escribe sencilla y pintorescamente, aumentando el interés de sus notas las mudanzas que su larga estada en el país le permite comprobar en el tipo general de vida. En sus repetidas comparaciones alaba más las costumbres antiguas, las del tiempo en que aún persistía el efecto del gobierno incásico, en lo que acaso influya el natural amor a la época de la moce- dad. Tiene de los indígenas muy mal concepto y entiende que el rigor con que los incas les trataban era más saludable que el ejemplo que les daban, los españoles, de los que censura en particular la edu- cación que daban allí a sus hijos; les exhorta tam- bién a que se esfuercen por evitar la afición a la embriaguez que se despertó en los indios. La segun- da parte historia los sucesivos prelados, los virreyes desde Mendoza hasta el conde de Monterrey y los gobernadores de Tucumán y de Chile, conteniendo alguna? noticias que sólo aquí se encuentran.

El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1617) es el segundo historiador aludido y uno de los más dis- cutidos del Perú. Nació en el Cuzco, de un capitán

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de igual nombre, descendiente del poeta homónimo, y una sobrina del inca Huaina Cápac. Sólo su ju- ventud pasó en el país, viniendo a España hacia 1560. Fué aquí soldado de la campaña de Granada y residió después en Córdoba, donde, según sus pro- pias palabras, buscó en las letras honrosa ocupación, huyendo la ociosidad. De su pluma salieron una tra- ducción de los Dialoghi di Amore de León Hebreo, La Florida del Inca (v. pág. 272) y lois Comentarios Reales. Compuesta ésta de dos partes, interesa exa- minar aquí la segunda, reservando la primera para el artículo siguiente.

El unirse en Garcilaso la sangre de la linajuda dinastía peruana y la de una noble familia española fija su orientación como historiador. La pugna de conquistados y conquistadores aspira él a armonizar- la en una admiración parigual a los dos pueblos contendientes. En sus obras alternan el orgullo por sus antepasados maternos, cuyo gobierno le parece el más venturoso que pudo haber, y el de pertenecer a un pueblo valerosísimo, destinado a la noble mi- sión de evangelizar a sus conterráneos. Para que la armonización sea perfecta, Garcilaso considera que la paternal acción civilizadora de los incas, sacan- do a aquel pueblo del salvajismo en que vivía, fué una preparación, deparada por Dios, para que fácil- mente fructificase la semilla cristiana. Ligada así la misión de ambas razas, elimínase todo motivo de roce y enemiga, y el mismo autor podrá loar con el más extremado fervor a los héroes de una y otra sin ajar en ningún caso susceptibilidades de nadie. Tal es la posición adoptada por el autor, si sacamos

EL INCA GARCILASO

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ía consecuencia total de palabras vertidas en. varios pasajes de sus obras. Abora bien, ¿es sincera su acti- tud? El temor de que se le crea más adherido al pueblo vencido, como parece mostrarlo su afán de alegar constantemente autores españoles, puede ha- cer pensar que él mismo no estaba muy convencido de la igualdad de su amor a los dos pueblos m. Co- moquiera que sea, lo cierto es que ningún español la aventaja en los loores a nuestros héroes ni a la religión que enseñaron..

Su Historia general del Perú, que así se llama la aludida segunda parte de los "Comentarios Rea- Íes", fué su última obra, apareciendo el mismo año de su muerte 134. Después de dedicarla a la Virgen, dirígese en un prólogo a los indios, mestizos y crio- llos peruanos para exponer sus dos objetivos: dar a conocer al munido su nación, tan orgullosa de sus antiguos incas como de SU9 presentes reyes españo- les, y celebrar la grandeza hispánica. Enlazando con la primera parte (v. pág. 266), ésta se inicia con el pacto de Pizarro, Almagro y Luque y alcanza hasta la muerte de Tupac Amaru, el último que tuvo de- recho al ineazgo. Este término dado a la obra, y él referir después el que tuvieron los dos que intervi- nieron en aquella ejecución el virrey Toledo y el capitán Martín García Loyola , como si lo conside-

133. A pesar tfe sus servicios como capitán en el ejército mandado por D. Juan cte Austria, Garcilaso no logró que se le devolví e-sen los bienes confiscados a su madre (J. T. Polo, El Inca Garcilaso, Rev. Hist, del Peni, 1906, I, 232-254).

134. Fuentes, art. 4382. El título completo es: "H¡=toria ge- neral del Perv. Trata del descubrimiento del, y como lo ganaron los Españoles. Las guerras ciultes que huno entre Páganos, y Ailmagros. sobre la partija de la tierra. Castigo y leuantamiento ele Uranos: y otros sucessos particulares que en la Historia se contienen".

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cap. vil (1592-1623)

rase castigo por ordenarla, parecen revelar un cier- to interés por acabar así la historia incaica, cuyo período de independencia reseñó en la parte prime- ra de los "Comentarios". Ello no impide, claro es, que sean los españoles ahora los protagonistas e in- cluso que la obra de Garcilaso no se diferencie esen- cialmente de las demás historias peruanas que nues- tros cronistas publicaron. El autor consigna a vece- información personal, pero en general sigue a Go- mara, Zárate, Cieza, Valera y algún otro. Lo que parece sea suyo, y que obedece sin duda a su deseo de ponderar a los españoles la valía del territorio peruano, es una comparación de la riqueza existente antes y después de su conquista; la reseña es bastan- te detallada, tomándola desde Fernando III, y son interesantes sus indicaciones sobre los precios de al- gunas cosas u\

Antonio Bautista Salazar, contador de rentas en el país, dirigió en 1596 al rey un Libro de la des- cripción del Pirú, del que sólo he podido ver los primeros capítulos, pero cuyo prolijo título especi-

135. Otros escritos (fue podrían citarse, relativos también a hechos acaecidos en países comprendidos en el virreinato perua- no, no tienen interés para nuestro objeto; En tal caso se halla uno firmado por Domingo de Eraso, acerca de la esclavitud de los Indios chilenos (vil. Fuentes, art. 4054); es un informe en que se sopesa la conveniencia de las dos soluciones, pacifica y violen- ta, (pie en el trato 'de aquéllos pueden adoptarse, exponiendo loa argumentos de ambas. También podría aquí mencionarse el poe- ma Argentina... con. otros acaecimientos... del Perú, Tucumá y estado del Brosil (l 602) de Martín del Barco Centenera, cuyo títu- lo permite ya adivinar su calidad de Te<laclón históri a. Es, en efecto, fuente valiosa de la conquista del Rio de la Plata, y como tal lo incluyó Barcia en su colección de Historiadores primitivos de Indias. El autor, embarcado como capellán pare América en 1572, resjdló en diferentes sitios e hizo en el Perú vida muy licenciosa, lo (pie le ocasionó un proceso de la taqulslc,'J*v m»i- chando entonces a Lisboa, donde dedicó a D. Cristóbal de Moura su poema.

S ALAZAR. RAMÍREZ. APONTE

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fica bien el contenido m. Juzgando por el prólogo, la información que en él dió el autor debía de refe- rirse principalmente a la capital del virreinato.

Baltasar Ramírez, capellán del conde de Mon- terrey, virrey de Méjico, le dirigió en 1597 otra Des- cripción del Pirú " . Habiendo estado muchos años en este territorio y siendo a menudo preguntado por el conde acerca de él, se decidió a hacer esta obrita de conjunto, que comprende los habituales datos sobre el país y sus indígenas, así como una in- formación bastante completa de la organización eclesiástica que le dieron los conquistadores, con indicación de parroquias, conventos, asilos, etc. Aca- ba con una reseña elogiosa del gobierno del virrey Toledo.

Juan de Aponte Figueroa, sargento que residía en Guamanga ( Perú) , dirigió a Felipe IV en 1622 un Memorial, en que traza un gráfico bosquejo del estado de aquel país I3S. Del virrey abajo, señala Aponte los logros que se atribuían, a las diversas cla- ses de funcionarios coloniales, siendo su acusación indudable reflejo de la murmuración popular. Mués- trase muy al tanto de los desarreglos abusivos de minero;, encomenderos, etc. La noticia se extiende, cosa natural en un soldado, a lo militar, sin que

136. Libro de la Sescripción del Piru discurso de gouiérnos de los Yissorreies y gouernadores del grandezas de la cibdad de los Beies calidad de las demás y de los corregimientos con las lientas <¡ue El Ftei... tiene y otras cossas. Sus primeras páginas pueden verse el ms. 2.010 de la Bibl. Nacional.

137. Deseriptíion del Bey no del Piru del sitio temple Prouin- cias, obispados Y ciudades, délos Naturales de sus Lenguas y trage. <Bibl. Nac, ms. 19.668; 87 Toa. en 4. o, letra moderna.) En Fuentes, art. 4385, rig-ur.a como existente en la Bibl. de Ultramar, que des- pués se ha refundido con los fondos de la Nac.

138. Fuentes, art. 7461.

17

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falte una referencia especial a la situación de Chi- le, para el término de cuya guerra crónica propone, como para todos los problemas del virreinato, los arbitrios que su buena voluntad le dicta.

La región del Plata tiene abora su primer histo- riador, Rui Díaz de Guzmán, nacido en el país. Fué el primogénito del capitán Riquekne, llegado allí con la expedición de Alvar Núñez y casado con una bija de Martínez de Irala. Se cuenta Guzmán entre los que se formaron por propios e historiaron con absoluta espontaneidad, llevados del deseo de que no se olvidasen los prodigiosos hechos por ellos co- nocidos. Escribió en 1612 y no pudo utilizar ningu- na de las obras que le hubiesen guiado en su tarea. La suya quedó inédita y, a pesar del interés extra- ordinario que le da su primacía, no ha sido impresa hasta 1836, en que apareció con el título de Histo- ria Argentina, del descubrimiento, población y con- quista del Río de la Plata

La dedicó el autor al duque de Medinasidonia, de cuya casa fueron servidores su abuelo y su padre, y en un prólogo al lector advierte que no es hom- bre de letras, sino militar, pero quiere impedir que queden desconocidos los comienzos de aquella nue- va provincia española. No tenía ésta un pasado ilus- tre, como Méjico y Perú, ni podía contar Rui Díaz con la información retrospectiva de que disfrutaban los historiadores de aquéllas. Se limita, pues, a refe- rir los primeros pasos de los descubridores, lo que él inicia con una falsa noticia, afirmando la ida al

139. Fuentes, art. 4275.

DÍAZ DE GUZMÁN. MORCA

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Brasil en 1493 de Américo Vespucio, por orden del rey de Portugal. De ello pasa a la expedición de Solís (1512) y al viaje de Magallanes (1519), todo ello expuesto con mucha brevedad, como simple an- tecedente, completado con una descripción del país. Tras el relato dél paso por éste de unos portugueses del Brasil (1526), que llegaron hasta los confines del Perú, la narración es ya seguida, y más detallada a partir de la expedición de Sebastián Caboto (1530) . Alcanza la obra, en tres libros, hasta 1575, siendo el último hecho de interés la fundación de Santa Fe (1573). No hay indicación de que la diese por termi- nada, y es (lógico pensar que su propósito sería his- toriar también los cincuenta años siguientes, conoci- dos con más pormen.or. Está la "Historia Argentina'* bien planeada, y escrita con claridad y sencillez. El autor se muestra ecuánime e imparcial, sin que se trasluzca encono por lo muy acibarada que fué la vida de su padre.

Un nuevo territorio afecto a la corona de España empieza ahora a figurar en historias de este tipo, con la obra de Antonio de Morga (1559-1636), titu- lada Sucesos de las Islas Filipinas, que apareció en. 1609 El autor era en dicha fecha alcalde de Corte de la Audiencia de Méjico. En la dedicatoria, al duque de Cea, dice Morga que ninguna relación ha tratado hasta entonces del descubrimiento, conquista y conversión de aquellas islas. El las conoció bien, por haber servido en ella9 ocho años en importantes

140. Fuentes, art. 6279. Aunque impreso en el año dicho, la composición de parte del libro es anterior, pues el P. Chirino» v. pág. 271), que publicó el suyo en 1604, se refiere ¡ya al de Marga,, que sin duda vió ms.

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cargos: el de teniente de gobernador y capitán ge- neral, y el de oidor de la Audiencia de Manila, de la que fué el primero. La obra consta de siete capí- tulos de historia y uno descriptivo. Aquéllos comien- zan con reseña breve y aumentan en pormenores e interés desde su propia participación, teniendo en realidad los tres últimos carácter de memorias perso- nales. Alcanzan basta 1608, en que murió el gober- nador don Pedro de Acuña. Se insertan bastantes es- critos documentales, cartas, etc., entre ellos la Rela- ción del viaje de Alvaro de Mendaña al descubri- miento de las islas de Salomón (1595), dirigida por su piloto mayor Pedro Fernández de Quirós a Mor- ga, como teniente general por S. M. en Filipinas U1. Tan sobrado de papeles y noticias estaba éste que dice en el prólogo haber repartido a algunos curiosos varios de aquéllos, los cuales espera que saldrán a luz "\ El capítulo octavo, también muy extenso, es la noticia de los indígenas, habitual en nuestros cro- nistas de Indias. Titúlase "Relación de las islas Fili- pinas y de sus naturales, antigüedad, costumbres y gobierno, así en tiempo de su gentilidad, como des- pués que los españoles las conquistaron, con otras particularidades". Es descripción muy minuciosa y bien hecha, en que, sobre torio, lo relativo a los usos de derecho común, economía, etc., mue-tran la peri- cia del especialista. El autor revélase en toda la obra

141. La Relación rué escrita antes de 1604, por 'lo mena.*. Véase (pág:. 274) noticia de una Historia, cuya 'i-elación con ésta he omiti- do 'Comprobar.

142. Rizal cuya.s notas son en su mayoría de nulo provecho por inspirarlas sólo una ciega hlspanorobia expone en una su creencia de que Morgra ailude a Arg-enso'la y sus Mullicas, apare- cidas el mismo sflo.

GREGORIO GARCÍA

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muy sensato, enjuiciando los temas con un criterio de discreto españolismo, que gana para ella incluso los elogios de nuestros detractores.

3) Historias en que predominan las noticias de los indígenas.

El dominico Gregorio García, instruido en anti- güedades de Indias por la lectura de varios libros y por una estancia de algunos años en el Perú, Nueva España y otras regiones americanas, concibió el pro- yecto de dilucidar tres temas: lo? antiguos reyes, costumbres, etc., el origen de los indios y la predi- cación del cristianismo en tiempos anteriores a la conquista "*. La mucha materia que halló sobre el se- gundo punto le movió a consagrarse por lo pronto a él; así nació su Origen de los Indios de el Nuevo Mundo H\ Siguió laborando sobre los otros dos, y diecinueve años después dió a la estampa el trabajo relativo al tercero, con el despistador título de His- toria eclesiástica y seglar de la India oriental y occi- dental i4S, Tenía también acabada, dice, una "Monar- quía de los Reyes Incas del Perú", esto es, el desarrollo del primer tema propuesto; pero no parece que viese la luz.

El Origen de los Indios se separa bastante, por su

143. Da cuenta tle talps pCanes y ele su cumpi'ímien.to en el prólogo .de la Historia, que examinaré a continuación del Origen de las Indias.

lií. Fuentes, art. 1607.

145. Se imprimió en Baeza, 1G26, pe.ro su composición debió ser bastante anterior, pues cuenta que el original desapareció después de aprobado por el Consejo Real, reinicn-do él que rehacer la obra. Expresa eil sentimiento que le causó dicha pérdüa, no por la obra misma, que ganó ail ser hecha de nuevo, sino por ignorar con qué fin la retendría quien la cogiese.

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objetivo y su construcción, del tipo habitual que vamos encontrando. El autor propúsose solamente ex- poner cada una de las opiniones existentes acerca de ello, defendiéndolas sucesivamente con el mismo ar- dor que si fuesen propias, y añadir las dificultades que es dado oponerlas y la solución de las mismas. Quería así facilitar a los curiosos la elección entre todas, sin él influir con la revelación de su sentir personal. Enuncia, pues, las teorías conocidas sobre la posible autoctonía de los amerindios y sobre su descendencia de distintos pueblos del viejo mundo, sin olvidar el examen de los obstáculos que a su marcha al nuevo podían ofrecerse. La exposición, bien hecha por un hambre culto debidamente pertreohado. tiene el interés de ofrecer reunidas y con igualdad de plan las muchas hipótesis que sólo se encuentran habitualmente dispersas. Al fin el autor, a petición ¿según él de amigos que consideraban valioso el pare- cer de quien tanto buceó en el asunto, lo revela al final, inclinándose por una tesis ecléctica: varios o todos los pueblos cartagineses, judíos, chinos... que se atribuía la ascendencia de los americanos, entiende él que probablemente, en distintas épocas, llegaran allí, originando así paulatinamente la pobla- ción total del continente e islas. Pondera el auxilio •que en sus indagaciones le prestaron las obras de Juan de Betanaos y, sobre todo, del P. Acosta, muy loado por él. Refiérese sin duda al último de los cinco libros de la obra, dedicado a exponer lo que de su origen creían los propios indios, valiéndose el autor de dichos historiadores, así como de Mártir de Anglería, Cieza y otros.

ALVARADO TEZOZOMOC

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En la Historia cuyo plan recuerda el del "Ori- gen" con sus pruebas, contrapruebas, etc. , parte de la afirmación de que el Evangelio fué predicado en todo el mundo en los tiempos apostólicos, lo que le lleva a exponer loó testimonios que hay de la actua- ción de Santo Tomás en la India y la China. Al final examina loa indicios que ofrece América de una an- tigua evangelización las cruces encontradas, la fa- mosa tradición del hombre blanco, etc. , los cuales corroboran su certidumbre de que no fué aquel país una excepción.

Fernando Alvarado Tezozomoc, a quien se cree descendiente de una de las estirpes reales de Mé- jico y conocedor de la lengua náhoa, compuso al fi- nalizar el siglo XVI una Crónica mejicana, inédita hasta el XIX H0. Basada en el llamado "códice Ra- mírez", su interés disminuye desde que se ha com- probado el verdadero alcance de éste 14 . No se limita a copiar aquel escrito y presenta la leyenda, según Orozco y Berra, en su sencillez, tal como la trans- mitía la tradición. Dicho crítico estima la "Crónica" preciosísima y juzga que no hay que desdeñar sus digresiones fabulosas. Como quiera que sea, ni él ni nadie puede negar que es una producción extrema- damente oscura de redacción, y cuya falta de indica- ciones cronológicas aumenta aún la dificultad de com- prenderla. Lo más de su contenido son guerras entre los indígenas, alcanzando hasta la llegada de Cortés y su acercamiento a la capital. Promete el autor con-

146. Fuentes, art. 3038. Del texto de uno de los capítulos se deduce que lo escribía en 1593.

147. Vid. la nota 190 del capítulo anterior.

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cap. vn 11592-1623)

tinuar "en otro cuaderno", pero no ha aparecido esta segunda parte.

Fernando de Al va Ixtlilxochitl (1569-1648), des- cendiente por linea materna de los reyes de Tezcoco, era intérprete del virrey de Méjico, y en 1602 se le declaró heredero de los bienes de su familia, por ha- ber muerto sin hijos el hermano mayor. Mantuvo, pues, buenas relaciones con los elementos oficiales. Conocedor de las cosas del país, se sirvió de las pin- turas y cantares antiguos, así como de la habitual consulta a indígenas ancianos, para componer va- rias historias de diverja? naciones del Anáhuac. Hay una primera serie, aprobada por el Cabildo de Chum- ba en 1608, traducida del mejicano al castellano por el alguacil Francisco Rodríguez "\ A ella pertene- cía una "Noticia de los Pobladores" compuesta de trece relaciones, de las que fué publicada la última, referente al período de la conquista española "*. Con- viene examinarla, porque representa un tipo que considero único.

Comprende desde las primeras noticias tenidas de la llegada de los españoles hasta el término de la conquista propiamente dicha y las expediciones he- chas por Cortés para ampliarla y consolidarla. Pero en su relato no es en realidad Cortés el protago- nista, sino el rey de Tezcoco, Ixtlilxochitl, tercer abuelo del autor, que quiere con esta obra exaltar la valía de la ayuda que aquél prestó al capitán, es-

1 48. Estos fíalos (|iic consig-no del autor los resumo de los que dan, en los prólopas de sus ediciones, C. L. Bustamante. H. Ternaux y A. Chavero, éste en al tomo II de las "Obras ntstó- rJcas", en el (pie rectifica errores anteriores; me ateneo a sus rectificaciones.

149 Fuentes. 5155.

ALVA IXTLILXOCHITL

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pañol. Estima tal ayuda muy superior a la de los tlaxcaltecas y se duele de que Cortés y sus cronistas la ocultasen y de que el favorecido correspondiese muy mal al auxiliador. Alva se expresa como cris- tiano fervoroso, considera bien pagados con la intro- ducción de la nueva fe los sufrimientos infligidos a su pueblo y proclama la santidad de todos los franciscanos evangelizadores. Habla también con ve- neración de España y de sus reyes. Son los conquis- tadores los que salen malparados, ya ponderando su crueldad, ya achicando la eficacia de su esfuerzo, que hubiera sido de nulo éxito sin el auxilio de los colaboradores indígenas, el rey de Tezcoeo en pri- mer término. Fué Ixtlilxochitl al que presenta tam- bién como vehemente cristiano - el verdadero con- quistador de aquel país para España y el catolicis- mo. Por amor y respeto a él, y, en- menos escala, a otros reyes y reyezuelos indios, soportaron sus gen- tes las violencias e injusticias de los invasores. En la obra, en fin, aparece siempre aquel rey en el primer plano, y Cortés acatando cuanto él le indica, menos en los casos de violencia; salva así el autor a su antepasado de toda responsabilidad en lo malo y abrillanta su aureola. Es, como se ve, obra extre- madamente tendenciosa, y de más peligro por el aparente españolismo que la informa. Del partido que de ello obtuvieron los mantenedores de la le- yenda negra basta a dar el título con que el his- panófobo Bustamante la publicó: "Horribles cruel- dades de los conquistadores de México y de los in- dios que los auxiliaron".

En sus últimos años escribió el mismo autor una

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Historia Chichimeca, que aunque alcanza también a reseñar, en parte la conquista española, man- tienen e en una objetividad muy lejana del apasio- namiento dsl escrito anterior.

La historia indígena del Perú está principalmen- te representada por el Inca Garcilaso de la Vega (v. pág. 253), con la primera parte de lo'S Comenta- rios Reales IS1. Tanto su originalidad " como su vera- cidad han- suscitado opiniones diversas, aunque nadie ha podido negar el gran fondo de imaginación que hay en el optimista cuadro trazado por el Inca del reino de sus ascendientes. El propósito armonizador que señalé en él y da sin duda la clave de su acti- tud ante los hechos, tenía en la historia del Estado incaico el mejor terreno para explayarse. Cuando él escribió pesaban sobre los incas las duras acusacio- nes que vimos salir a luz con ocasión de las infor- maciones promovidas por el virrey Toledo. Garci- laso, contemporizador siempre, no acusa de parcia- lidad a los que así escribieron. Le basta explicar lo que estima sus errores por lo desfiguradas que les llegaban las manifestaciones hechas por los ancia- nos, los cuales, a su vez, tampoco se percataban bien del sentido y objeto de las preguntas, todo a través de intérpretes que ni entendían por completo lo que les decían ni sabían siempre expresarlo a derechas. Garcilaso había salido muy joven del país, lo que

150. El ms. ha llegado Incompleto por el final, alcanzando frpe-na-3 a resellar el ataque a Méjico hasta el 9 de junio (no rué tomada la ciudad hasta el 13 de ag-osto;. Sobre la edlflón rte esta obra, vid. Fuentes, art. 3024.

141. Fuentes, arl. 3060.

152. Vid. el cap. anterior, pág-. 152, en 'que se habla de su atlll- zaoión de la obra deil P. Valera.

EL INCA GARCILASO

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le impidió descifrar los quipos por mismo; pero tuvo, dice, en sus primeros años gr:;n curiosidad pol- la historia antigua del país y se la satisfizo un muy anciano pariente, contándole lo que por tradición se refería entre los naturales. Parece que estos re- cuerdos de la niñez, completados, según él, con no- ticias pedidas a compañeros de aquella edad y con lo leído en las crónicas españolas que aduce a me- nudo— , son la base de su obra. De la del P. Valera transcribe párrafos con frecuencia, y es muy vero- símil que el manuscrito le llegase en mejor estado de lo que él dice y fuese el verdadero promotor de sus deseos de historiar. Comprende esta primera par- te de los Comentarios desde el origen del pueblo pe- ruano hasta la llegada de los españoles. El autor ex- trema la pintura del salvajismo anterior a los incas para realzar el gobierno de éstos, clemente, paternal, ilustrado, eficacísimo en fin, como muestra el estado general de costumbres, en las que campeaban la pu- reza, la laboriosidad y la honradez. En el cuadro que ofrece Garcilaso no se prescinde de tornar en virtudes ninguna de las tachas que se les habían atri- buido; así, por ejemplo, la sodomía, que contaba entre los grandes argumentos esgrimidos contra los indígenas, dice él que fué descubierta en una de las regiones al conquistarla los incas, y el rey mandó que fuesen quemados todos los sodomitas encontrados.

Tal es la obra de este hombre de dos razas, que a ambas sabe prodigar los más encendidos encomios para que a la par se sientan inclinadas a fundirse en una sola y orgullosas de su unión. En el aspecto literario, revela en su autor a un hombre culto y

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bien dotado, que escribe con naturalidad y sabe pa- sar rápidamente por unas cosas y detenerse en las que conviene.

Juan de Santacruz Pachacuti-Yamqui Salca- MAYHUA escribió, probablemente bacia 1613, una Relación de antigüedades... del Pirú, modernamente publicada "\ Era indio por los cuatro costados, de itna estirpe anterior al señorío de los incas y enemi- ga de éstos. Como Garcilaso, muéstrase vehemente cristiano e igualmente a su linaje, empezando su obra con una especie de profesión de fe. Su relato» iniciado con el período primitivo, está lleno de pro- digios, incluso en la parte del período incaico; se comprende que todo está basado en tradiciones ora- les, llenas de mitos y absurdos. Comprende basta Huáscar, en cuyo reinado empezó la aictuación es- pañola. El lenguaje es muy incorrecto y oscuro, "es- pecie de quichua con palabras castellanas", como dice su editor Jiménez de la Espada. El manuscrito que a éste sirvió está anotado por el P. Francisco de Avila, nacido también, al parecer, de padres indios, y autor de trabajos sobre la idolatría indígena "\

Otra Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Pirú anónima ésta, debe también destacarse entre la abundante producción similar, por tener algunas características especiales. Su autor fué, sin duda, un jesuíta. Espada, que la editó en la mis-

153. Fuentes, art. 3071.

154. Vic!. la lntrnrl. ;!" M. Jiménez de la Espada a Tres rela- cionen de antigüedades peruana» 'Madrid. 1879), pags. xxxn- xxxiv y xi. iv. tn ii tahona introducción da también noticia de otros cultivadores del mismo tema.

155. Fuentes, art. 3073.

PACHACUTI. ARRUGA

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ina colección que la anterior, supone fuese de los lle- gados allí en 1568 y calcula que la escribió entre 1615 y 1621 o acaso algo antes. Es obra muy copiosa de noticias sobre el antiguo sacerdocio peruano, y mucbo de lo que contiene procede de los quipos y de relaciones de los primeros tiempos de la conquista. Pero lo que más sorprende al leerla es la objetividad con que el autor expone cuanto concierne a la anti- gua religión, si bien las loas que prodiga a todo lo indígena parece revelar un propósito de censura, es- grimida contra los que no atendieron bien a su evanr gelización. Ello acaba en una apología de la Compa- ñía de Jesús, basada en el óptimo resultado que dió su catequesis, porque fué con su llegada al país cuan- do se empezó de veras a adoctrinar a los indios. El autor muestra particular inquina a Polo de Ondegar- do, y al contradecirle repetidamente aduce, como Garcilaso, la explicación de lo mucbo que en su tiempo se entendía al revés de lo manifestado por los indios. El anónimo jesuíta escribe con una concisión por pocos lograda.

Otro miembro de la Compañía, Pablo José de Arriaga, trata de tema muy emparentado con el an- terior en su Extir pación de la idolatría del Pirú Propónese en ella mostrar que los peruanos conser- vaban aún (1621) mucho de su idolatría y ofrece los medios para desarraigarla, con unas indicaciones fi- nales acerca de la manera como deben realizarse las Visitas consagradas a tal objetivo. Empieza por refe- rir cómo se descubrió la persistencia idolátrica en

156. Fuentes, art. 4429.

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cap. vil 11592-1623)

los indios tenidos por cristianos y expone con ese motivo sus dioses, cultos, etc., siguiendo a ello el enunciado de las causas a que él lo atribuye, y de los remedios, muy enérgicos, que considera necesarios. La obra, bien compuesta, está dirigida al rey, que, así informado, podrá poner término a aquel estado de cosas.

Sobre Chile puede citarse a Alfonso González de NÁjera, que en su Desengaño y reparo de la gue- rra de Chile se refiere a los sucesos del país desde un particular punto de vista. Su larga vida militar 37 años , empezó en Europa y acabó en las duras luchas de dicho territorio, cuya lentitud le hizo pen- sar en la conveniencia de algunos cambios. De acuer- do, pues, con el gobernador, nuestro autor, ya maris- cal de campo, vino a España en 1607 a presentar so- bre ello un escrito al Consejo de Indias. Interesado en el tema, lo trató después más por extenso, compo- niendo la obra mencionada, que acabó en 1614 en Italia, donde era entonces gobernador de Puerto-Hér- cules. Cuenta el autor que cuando refería en España cosas de Chile, advertía un gran desconocimiento de este país, cuyos sucesos cree él que no se habían es- crito hasta entonces más que en los poemas. Lo pri- mero que hace, pues, es una descripción geográfica y examen muy detenido de los caracteres físicos y morales de los indígenas; en este análisis tiende a re- bajar la excesiva idea que de sus dotes de guerreros se tenía. Expone luego las ventajas de que realmente se aprovechaban y diversos errores que en el trato

157. Fuentes, art. 7002.

NÁJERA. CHIRINO

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con ellos se habían cometido, para, sobre todo ello, finalizar con la explicación de los remedios propues- tos. De parte propiamente histórica sólo contiene la obra una reseña de la campaña hecha en 1598 y del estado en que la guerra se hallaba en 1607; pero toda ella es de verdadero interés para el conocimien- to de las condiciones del país y de la manera como se desenvolvía allí la actuación española. El autor se muestra muy enterado de todo y da clara idea de aquellos indios, los más obstinados contra los inten- tos colonizadores.

Acerca de los indígenas de las Islas Filipinas hay una Relación de otro jesuíta, el P. Pedro Chirino 1oS. Manifiesta que hará reseña breve, porque historia co- piosa ya la compuso Morga "con gran cuidado, ver- dad y elocuencia". Es la suya, en efecto, de poca ex- tensión, pero muy nutrida de datos. Se vale a menu- do de cartas de otros Padres de la Compañía. Escri- be con gratísima sencillez y no carece tampoco de atractivo la libertad con que se exime de todo plan riguroso, esparciendo mezcladas las noticias más di- versas. Van así mostrándose los usos del país, nocio- nes bastante puntuales de sus lenguas, idolatría, go- bierno, etc., todo ello entreverado con lo relativo a la actividad de la orden a que pertenece. A este úl- timo punto dedicó una obra aparte, en que exponía, al parecer, con gran extensión, la labor jesuítica de 25 años; pero no nos ha llegado159.

158. Fuentes, art. 5413.

159. De sus manuscritos extractó la suya el P. Colín (v. pá- gina 39í), la cual tiene gran extensión.

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cap. vii (1592-1623)

4) Historias de sucesos particulares.

El Inca Garcilaso (v. págs. 253 y 266) contribuyó a este género con La Florida del Inca, su primera historia I6a. Responde a igual orientación que los "Co- mentarios", esto es, prodiga indistintamente sus loas a españoles e indígenas, dignos para él unos y otros de hallar un historiador de sus hazañas. Ya el sub- título lo indica al hablar de "heroicos caballeros Es- pañoles e Indios". La expedición de Hernando de Soto, tema de la monografía, le fué referida tan re- petidamente, dice el autor, por uno de los partici- pantes, que decidió redactarla, documentándose ade- más con datos suministrados por otros dos. La rela- ción es hecha por extenso, dedicando sendos libros a los seis años que la empresa duró (1538-1544), y Gar- cilaso atina a realzar la belleza sombría de aquel glorioso intento desafortunado.

Bartolomé L. de Arcensola (v. pág. 1831 es au- tor de otra monografía, Conquista de ¡as islas Malu- cas La noticia de haberse apoderado el goberna- dor Acuña de la isla de Teníate movió a! conde de Lemos. presidente de Indias, a encargar a Argensola la reseña del suceso. Aunque el hecho escueto daba poco de sí, la descripción e historia de aquellas re- giones exóticas era tentadora para un literato. Dispo- nía, además, de amplios datos, pues se le franquearon lo: papeles del Consejo de Indias y tal vez le facili- tó Morga, el historiador de liáis Filipinas, referencias

160. Fuentes, art. 5169.

161. Fuente.*, art. ñ:t">3.

EL INCA GARC1LASO. BART. ARGENSOLA

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de sucesos. Púsose, pues, el mismo año (1606) a la tarea, y dos después fué la obra aprobada, impri- miéndose en el siguiente.

Argensola sírvese del tema concreto de aquella conquista efímera para hilvanar una sugestiva his- toria de las Molucas, iniciada con las tradiciones fa- bulosas que se contaban de su época primitiva. El relato, tomado desde tan atrás, es, además, exornado con todos los recursos que un hombre de letras no po- día desaprovechar. Con igual delectación refiere los beohos de aquellos reyes bárbaros que describe los raros frutos de sus tierras, las célebres especias que atrajeron a ellas tan rudas luchas, despertando tan- tas ambiciones. El autor refleja la tragedia de los indígenas poseedores de tesoro tan infausto, sus in- tentos de extinguir las plantas que les atraían cons- tantes invasores. Para animar aún. el dramatismo, prodiga los discursos de reyezuelos del país, en los que luce sus dotes de buen prosista. Usa también de digresiones relato de la expedición de Sarmiento de Gamboa al estrecho de Magallanes, una noticia de la China, etc. , de las que Argensola opina no debe prescindir el historiador para cumplir bien todos sus objetivos. Todo esto reduce a tan pequeña parte la reseña titular de la obra que sólo ocupa su libro X y último. La prolijidad del autor fué censurada por los que conocieron su producción antes de imprimir- se, y Lupercio, su hermano, le defiende de ello en un prólogo que para ella hizo. Cree que los anteceden- tes de los nueve libros primeros deben ser admitidos "como pompa de este triunfo", sin que sea preciso

18

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cap. vil (1592-16231

que el título se refiera a ellos. Le sincera también frente a los que encontraban su lenguaje más de poeta que de historiador, pues estos términos "son confines y no distantes". Tal es la obra de Argensola, un preludio más, con su adobo literario, de las be- llas monografías del siguiente período.

Tampoco carece de algún aderezo otra relación, anónima, publicada modernamente con el título de Historia del descubrimiento de las regiones australes hecho por Pedro Fernández de Quirós 1M. En los ca- pítulos I-III se extracta, a modo de antecedente, el relato del viaje (1567-1569) hecho por Alvaro de Men- daña, en que se reconocieron y bautizaron las islas de Salomón, relato redactado por su piloto mayor Hernán Gallego. Tras ello empieza, ya con pormeno- res y en estilo más personal, a referirse el segundo viaje de Mendaña (1595), en que el piloto mayor es Fernández de Quirós. Después de la reseña de esta accidentada expedición, en que las islas de Salomón no fueron encontradas y en la que halló Mendaña su muerte, el anónimo cronista cuenta las gestiones de Quirós, en España y en Roma, para que se le en- comiende a él la empresa. Dirige, en efecto, la que se inicia al final de 1605, separándose su nave de las demás y volviendo al año a Méjico y luego de nuevo a España. La noticia de las gestiones que aquí vol- vió a hacer Quirós hasta salir otra vez para América, donde a poco murió, forman el término de la rela- ción. Su editor la atribuye al poeta sevillano Luis de Belmonte Bermúdez, que acompañó a Quirós en sus

162. Fuentes, «I*. 6986. Vl<!. pAg. 260.

RELACIONES DE DESCUBRIMIENTOS

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viajes, atribución que ha tenido escasa aceptación. Pero sin duda intervino en el escrito un hombre de letras. Muchas partes de la obra tienen una soltura de estilo que denuncia hábitos literarios, si bien otras £on más escuetas. Quirós habla a veces en primera persona. Parece poderse pensar que él y un secreta- rio intervinieron de acuerdo, respetando éste lo que el jefe escribiese por mismo y dejando en libertad a su pluma en la parte encomendada a él, la más extensa.

De lo demás que ofrece el género monográfico en este tiempo descuella una Relación anónima de la expedición de Juan de Oñate (1601) en Nuevo Mé- jico 1CJ. Como su editor sospecha, parece casi seguro haberla escrito el franciscano P. Francisco de Velas- co, que con un lego acompañó a Oñate con fines evangelizado res; se habla de él en tercera persona, pero es bien sabido que ello era lo más frecuente. El autor, que escribe con la más sencilla naturalidad, no se propuso, como el Inca y Argensola, componer una obra literaria; pero expone con mucho tino y no sin cierto gracejo cuanto en la expedición hubo de interesante, así como las características del país y los usos de los indígenas. Terminado el viaje, que duró cinco meses, la relación fué leída a todos los expedicionarios, los cuales certificaron de su vera- cidad.

Los hermanos Bartolomé García de Nodal y Gonzalo de Nodal hicieron un detallado diario de su viaje al descubrimiento del estrecho nuebo de S. Vi-

163. Fuentes, art. 6989.

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cap. vil (1592-1623)

cente y reconocimiento del de Magallanes ***, que duró desde septiembre de 1618 a julio de 1619. Es modelo de puntualidad, en que se da preferencia a los datos científicos, pero sin olvidar los pormenores de interés del camino y de los lugares de desembarco.

De distinto carácter son otras relaciones que pue- den señalarse. Una, firmada por Juan de Salazar en 1603, refiere el naufragio ocurrido en dicho año junto a la isla y puerto de Guadalupe El autor no se limita a describir la isla y contar las penalidades allí sufridas; propone, además, otro itinerario para las escuadras, tocando en otras islas, cuya evangeli- zaron recomienda, observaciones que ruega al des- tinatario — no nombrado haga llegar al Consejo y al rey. También es un escrito bien compuesto. Otras son relaciones en que se da cuenta de los conventos que existían en tierras de Méjico, con los datos de edad, etc., de los religiosos que los forman; responden a un decreto del presidente de Indias y cada una se refiere a una orden determinada

1 G4. Fuentes, art. 6985.

165. Fuentes, art. 6988.

166. En la Col. <fe Documentos Inéd. para la Hist. de Esp.. C, 459-502, se publican tres, correspondientes a los agustinos, dominicos y franciscanos.

CAPITULO VIII De Moneada a Solis.

(1623 - 1684)

Este período ha sido fijado en el plan, de nues- tra obra por el carácter que imprime a la historio- grafía de estos años el apogeo alcanzado por las his- toria* de sucesos particulares. Se aplican a ese gé- nero hombres de admirables dotes literarias que por espontánea maestría de su pluma logran preciosas monografías. Acrece su valor el contraste con la pro- sa retorcida y pretenciosa que el mal gusto del siglo, en. progresión creciente según camina a su declina- ción, ofrece en gran número de escritores. El propó- sito exclusivo de historiar, poniendo en la veracidad todo el esfuerzo, salvó a muchos de incurrir en ex- travagancia, consignando lo que sabían en lenguaje llano. Pero esta superioridad que en conjunto carac- teriza a la historiografía sobre los demás géneros li- terarios no se muestra en todos los historiadores, muchos de los cuales compiten en rebuscamiento y afectación con los cultivadores de los temas de pura fantasía. Entre los dos casos, pues, más frecuentes, el del narrador sin pretensiones que no busca la ex- presión primorosa y el del que cree lograrla a base de retorcimiento y lima, los historiadores que espon-

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cap. viii (1623-1684)

táneamente acertaron a referir hechos interesantes con elegancia y donosura son inapreciables. Veremos en el curso de estas páginas que en varias especies historiográficas se dan algunos de estos casos ventu- rosos, pero es en la monografía, de más posibilidades artísticas que la obra de vasto tema, donde se obtiene la producción, más valiosa.

Fuera de esto no ofrece este tiempo sustanciales novedades. La historia general apenas tiene cultivo: sigue bastando la obra de Mariana para satisfacer las apetencias y no se piensa en. reemplazarla, sino en proseguirla con sucintos anales. Los antiguos reinos continúan con. plétora de investigadores, cuya vehe- mencia regionalista se acrece, acentuando el tono polémico. Cierto que éste no es privativo de las his- torias regionales. Caracteriza a gran parte de la pro- ducción del período, porque abundaron los temas candentes originadores de discrepancia. Baste recor- dar la lucha, durante toda la centuria, entre admiso- res y rechazadores de los falsos cronicones, así como entre los que derivaban de ellos competencias loca- les. Los acontecimientos de Cataluña y Portugal y lo que con ellos se relacionaba en el trato con las naciones extranjeras, enfrentaron también a muebos hombres de pluma. La historia de Indias ofrece a-i- mismo frecuente pugna de opiniones, más o menos velada: lo más visible es la emulación entre las di- versas órdenes religiosas, aspirando cada una a real- zar sus servicios a la empresa de la evangelización. La participación de los individuos de dichas órdenes es tan grande en la historiografía de este período, que no sólo se debe a ellos la crónica religiosa, sino

FRAY JERÓNIMO DE S. JOSÉ

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la mayoría de la producción relativa a la historia civil, así como la que trata con preferencia del tipo de vida de los indígenas. Los tres puntos son tratados de ordinario en cada una de sus obras, si bien, suele uno de ellos ser considerado con más extensión, dan- do así base para clasificarlas.

a) Teóricos de la Historia.

Fray Jerónimo de San José, en el siglo Jerónimo Ezquerra de Rozas (h. 1587-1654) , profesó en el Carmen Descalzo en 1615 y consagró lo más de su actividad a la historia de esta orden, prefiriéndolo a altos puestos que en ella quisieron encomendarle. Muy amigo de Bartolomé Argensola, éste le aconse- jó sobre un. trabajo que preparaba como prólogo de aquella historia, moviéndole a hacer de él obra in- dependiente. Así nació el Genio de la Historia, tra- tado que representa con fortuna la preceptiva his- toriográfica en el período que examinamos '.

El Genio, como la generalidad de las obras de ?ste tipo, abunda en nociones a las que quita todo interés su repetición en términos análogos por cuan- tos se ocupan de historia. Pero el autor sabe tam- bién, descender a puntos más concretos y controver- tibles, y tratarlos con agudeza y buen sentido. Dado i la soledad y al estudio, alcanzó extenso conoci- miento de preceptistas e historiadores antiguos y modernos, y pudo así teorizar con fundamento, es- quivando extravagancias. Prescindamos, por no in-

1. Se publicó en Zaragoza, 1651. Sus otros trabajos son liagio- grráficos.

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cap. viii (1623-16841

teresar aquí, de los juicios que emite sobre gran- nú- mero de cultivadores de la historia ! y de sus noti- cias acerca de los cronistas oficíale?, sobre todo en Aragón, cuyo interés por esta labor subraya. Lo que importa son sus prescripciones sobre lo que la his- toria debe ser.

Con fino atisbo de la calidad que ésta había de alcanzar, da gran parte a las cosas menudas, que, .•in interés en, apariencia en su tiempo, es de gran utilidad conocerlas a los que vivan mucho después. Recomienda previas exposiciones abreviadas de con- junto — "Aparato" las llama él , porque el lector, dis- traído luego por los detalles, pierde de vista el hilo general; con igual objetivo de claridad requiere mu- cho orden en la disposición de las noticias, con libros y capítulos de asuntos bien puntualizados. Divide las descripciones en necesarias e innecesarias, proscribien- do éstas y exigiendo brevedad en. aquéllas; censura asimismo los discursos cuando obedecen sólo a os- tentación de elocuencia de los autores, olvidado? de lo esencial, que es la verdad o verosimilitud. En punto al lenguaje, recbaza un excesivo primor, pues con. ello se desvía la atención del fondo, no dejando al lector percatarse de él debidamente. No admite tampoco, claro e*. desaliño y bajeza en la expresión, optando por un término prudencial. También en el <í-tilo opta por el medio, prefiriéndolo al supremo y al ínfimo, lo que le da ocasión, para combatir la

i. En este punto ttene Fray Jerónimo alguna caKla tan erave como citar ■etl primero, <>nt''p los historiadores españoles, a i.urio Flavio l>extro, que aunque al .principio, clice, fué puesto en duda, "ya el sol clarísimo de su verdad va venciendo las nietola-s que pretendían ofuscarla".

FRAY JERÓNIMO DE S. JOSÉ

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altisonancia de su siglo, si bien advierte que no debe rechazarse en bloque todo cambio y progreso estilís- ticos, que él, por el contrario, propugna. En este capítulo del estilo extiéndese mucho el autor; pre- coniza la igualdad, o sea la continuidad en el tono, proporciones, etc.; parécele apetecible la brevedad, pero entiende que en Historia debe preferirse la difusión a una concisión excesiva. En el historiador exige dotes muy cumplidas. Sabiduría en toda cien- cia y arte, pues que de todo ha de hablar; él cen- sura el afán de escribir en vez de aprender, arries- gándose más los hombres a publicar cuanto menos saben. Gran diligencia para investigar, y lentitud para componer y revisar: recomienda someter lo que se está componiendo al juicio de un hombre docto y recto como se sabe hacía él con Argensola , pues cada uno es juez harto benévolo de mismo; también preconiza un examen previo del asunto, de las fuerzas con que se cuenta para tratarlo y de lo que conviene decir o callar, según el bien y utili- dad que de ello resulte.

Sobre el menester de enjuiciar discurre fray Jerónimo con mucho tino: ni está con los que proscriben al historiador todo juicio ni con los que querrían, que fuese la historia un continuo sermón; él opina que sólo se enjuicie oportuna- mente y con brevedad y mejor si se acierta a hacerlo implícitamente, logrando que la moralidad surja por misma de la simple exposición del he- cho, a lo que sólo alcanzan los grandes maestros. La proporción de lo útil y lo dulce, en las cosas como en las palabras, estima que es muy de desear,

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cap. viii (1623-16841

debiendo darse preferencia a lo uno o a lo otro según los casos. En cuanto a la rectitud del historia- dor, el esquivar las preferencias a los suyos, el auto- elogio, la busca de provecho, etc., expone la doctri- na corriente. En materias graves estima lícita y aun obligada la controversia, pudiendo incluso mostrar- se ira, por ejemplo, cuando está en litigio la gloria de Dios. Por todo esto, debe el historiador tener autoridad; cuanto mayor sea, más autoridad tendrá su obra. Puede proceder de virtud, sabiduría, no- bleza y dignidad de oficio, entendiendo él que es difícil que uno solo reun-a todos esto? requis-tos. Para el orden de exponer se inclina sin restricción por el cronológico. Lo coetáneo no le parece tema adecuado para la verdadera historia. Resta decir que tuvo fray Jerónimo muy clara visión del verda- dero mérito del historiador, el de acertar a "infun- dir un soplo de vida" son palabras suyas en lo que nos resta del pasado, de forma que "parezca bullir y menearse las cosas de que se trata en me- dio de la pluma y el papel".

b) Historias generales.

Escasa importancia tiene tal género en este pe- ríodo. La Historia de Mariana, como cuatro siglos antes la ordenada por Alfonso el Sabio, satisfizo los deseos por muebo tiempo, y los principales esfuer- zos se pusieron simplemente en continuarla. El pro- pio Mariana había dado la pauta para esta labor, iniciándola con un "Sumario de lo que aconteció los años adelante". Adoptó en él la disposición de ana-

CAMARCO. VAREN DE SOTO

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les muy breves, que abarcaron primero los años 1515- 1612 y después fueron proseguidos hasta 1621 \ Se distinguen de los antiguos anales del tipo corriente en incluir menos noticias y más detalladas, con. ten- dencia a ofrecer cierta ligazón, que a veces une los artículos de años consecutivos. El autor, que consi- dera este añadido de su obra como suma provisional de datos, valedera sólo basta ser sustituida por una nueva historia que enlazase con el cuerpo propia- mente dicho de la suya, consignó sencillamente los hechos más relevantes sin galas de estilo ni reflexio- nes de ninguna especie.

El agustino Hernando Camargo y Salcedo (1572- 1652), poeta y fecundo tratadista de temas religio- sos, continuó el Sumario hasta 1649 . Su parte es más copiosa que la del primer autor, sobre todo en los años 1645-1648, en los que, además, el relato ad- quiere características de historia seguida. El estilo es más cuidado y la abundancia de noticias que ofre- ce cada año invita a disponerlas en una serie de gru- pos con sendos títulos.

El P. Basilio Varen de Soto (m. 1673), que ocupó altos cargos en la orden de Regulares Men-o- res, fué el siguiente continuador. El resto de su ac- tividad literaria se empleó en traducciones del ita-

:¡. S? imprimió en Madrid. 1 61 G ó 1617 (hay ejemplares de am- bas fechas), para cumpletar una edición de la Historia de di- chos afios.

4. Asi en la impresión de Madrid, 1623, y se reprodujo en otras. He visto el Sumario üe Mariana y los de sus tres continua- dores en la ed. de Madrid, 1678, en 2 vols.

5. "Prosigvese el Svmario historial ele las cosas más notables nve han svcedido en toda la Europa, especialmente en España, desde el ano mil seiscientos veinte y uno hasta el principio del de quarenta y nueue. Por el Padre..." (Ed. citada.)

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cap. viii 11623-1684)

liano " y en proseguir la "Historia Imperial y Ce- sárea" de Pedro Mejía '. Al Sumario de que trata- mos añadió él los años 1650-1669, iniciando su apor- te con. un prólogo que marca la distinta índole del género de anales y el de historia. Considera aquéllos menos exigentes que ésta en la admisión de temas, y de menos gloria s, por lo cual no puede prometer la igualdad de estilo que quisiera. La advertencia huel- ga, porque no es la Historia de Mariana lo que él prosigue, sino los anales con que aquél comenzó su propio suplemento. Por otra parte, no fe acoge a la exposición sencilla y descuidada propia de los analistas, sino que propende a la corrección y ele- gancia de la historia seguida, mostrándose el huen estilista que sabía ser. Por ello y por la amplitud con que trata los asuntos acentúa la diferencia que ya se iba marcando entre la parte compuesta por el primer autor y las aportaciones ajenas que la con- tinuaron. También se observa análoga amplificación en la índole de las noticias contenidas, adquiriendo creciente importancia las de países extranjeros; ello no disminuye el interés de estos anales por la parte española, lo que hace es aumentar extraordinaria- mente la extensión de la reseña de cada año.

En fin, Félix de Lucio Espinosa y Malo (1646-

6. Tradujo la "Querrá de Flandes" de Bentivog-lio [Fuente», art. 6311), la "Historia de las Guerras civiles Francia" de H. C. Daviila, cuyo reíalo continuó por 30 años (Madrid, Iflól1 y la "Vida de Fray Inocencio de la Chlusa" de Fray Pedro Folog- netti (Madrid, 1073, publ. a nombre de Diego de Soto).

7. Publ. en Madrid, 1655; comprende las vidas de los empe- radores desde Carlos V a Fernando IV.

8. Sobre ilas eacetenctas de la Historia se remite a su "Crisol de la Historia", que espera, dice, salir a iluz, pero que debió de quedar Inédito.

LUCIO. SAAVEDRA FAJARDO

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1691) , que parece llegó a reunir tres títulos de cro- nista — de Aragón, de Indias y de Castilla , com- puso, entre otra copiosa labor historicgráf ica, unas Relaciones históricas generales, que continúan el añadido de Varen con la reseña de los años 1670- 1677 9. Tienen igual tendencia que los de éste a apro- ximarse al tipo extenso de historia propiamente di- cha y a dar vasto lugar a las noticias de lo acaecido fuera de España, pero su texto es menos literario.

Todos estos añadidos dejaron de ser incluidos en las ediciones desde que el P. Mediano, en el si- glo xviii, compuso una verdadera continuación, de la Historia desde 1516 hasta 1700, empresa realizada después en latín por el P. Miñana.

Aparte de las mencionadas prosecuciones de la obra de Mariana, lo que este período ofrece puede considerarse incluido en el tipo de sumarios, hechos con diferentes objetivos. El más interesante es el compuesto por Saavedra Fajardo.

Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648), el fa- moso escritor político y excelente prosista, que si- multaneó el cultivo de las letras con la profesión diplomática, ejercida desde la mocedad a la vejez, aplicó tales dotes en una historia patria. Planeada con el título de Corona gótica, castellana y austríaca, su finalidad era exponer el desenvolvimiento de la nación española en sus tres fases: período visigodo, reconquista y gobierno de los Austrias; pero sólo

9. El titulo dice "desde principio de enero del año 1670 hasta vltimo ú-e diziembre de MDCLXXVIII", pero ailcanza sólo a 1077; acaba insertando la orden real que anuló ilas mercedes hechas a D. Fernando de VaAenzuela, firmada en 27 de enero de dicho afio.

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cap. viii 11623-16841

alcanzó a historiar la primera '". Se ocupó en esta tarea cuando se estaban elaborando los tratados de Munster, a cuyo Congreso asistió él como represen- tante de España, y al final del prólogo de su obra dice Saavedra que ésta sería útil a tales tratados. Cabe pensar que el recuerdo que hace de Suecia como patria de los godos tenga por objetivo atraerla a la causa de España, apartándola de Francia En la dedicatoria de su producción manifiesta al rey ser ésta el desarrollo práctico de la teoría expuesta en sus "Empresas políticas", ofreciéndole en conjun- to las acciones de sus antecesores para que en ellas aprenda lo que estará bien y mal en. las suyas l!.

De empezar su obra por los godos, tenidos por bárbaros en el concepto griego, se justifica el autor por ser precisamente de los que obran por razón natural, y no por especulación, de quienes más se aprende. La función magistral de la historia es, como se ve, la considerada preponderante por Saa- vedra, que no desaprovecha nin.guna ocasión para insistir en la enseñanza que de los hechos se deduce.

10. fuentes, art. 688. La segunda parte, dice en eil prólogo de la primera que "está ya muy adelante"; Nuflez de Castro, en su continuación de la Corona, utiliza las partes que dejó hechas, frag- mentas Incompletos que se extendían hasta el reinado de Alfon- so viii.

1 1 Bl autor, naturalmente, no alinde a esto. La utilidad de su obra, en relación con los importantes pactos que se estaban discu- tiendo, básala solo en la demostración que en ella se haría del legitimo derecho con que se fundó e>l reino de Espada y del que la asistía a diversas provincias.

12. Debe aquí mencionarse también otra obra (le Saavedra, In- troducción a la política >/ razón de Estado del Reí/ Católico Von Fernando. Su primera parte, dedicada al Conde-Duque, es un ver- dadero tratado político, en que no desciende a casos particulares. La segunda, dirigida a Felipe IV. es a modo de biografía comen- tada, de tono muy elogioso: fórmanila tina serle de capítulos con títulos prolijos, formados unas veces por proposiciones cuya de- mostración, se hace en el flexto y otras por la simple enunciación rápida de los sucesos en Al reseñados. Parece no 'haber sido ter- minada. (Puede verse en la Blbl. de A A. EE., XXIII, 423 v slg-s.)

NÚÑEZ DE CASTRO

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Pasa así revista a las faltas cometidas por los suce- sivos reyes visigodos, castigo de las cuales entiende haber sido la invasión musulmana. Moraliza tam- bién, frecuentemente, cantando las ventajas de la virtud, de la ausencia de ambición, del amor a la paz. Junto al moralista se ve en él al político por el arte de presentar los hechos en conjunto y el intento de explicarlos. En cuanto a crítica, se comprende que prefiere cerrar los ojos y no omitir nada de cuanto pueda abrillantar los orígenes nacionales y justifi- car así la hegemonía española. Sobre el aspecto lite- rario dice él mismo que se propuso imitar el estilo de los historiadores latimos, "que con, brevedad y con. gala expresaron sus conceptos; despreciando los vanos escrúpulos de aquéllos que, afectando en la lengua castellana la pureza y castidad de las voces, la hacen floja y desaliñada". El abusa un tanto de los recursos retóricos, estando su texto demasiado colmado de discursos y coloquios sueltos, cartas, excla- maciones, interrogaciones, etc. Ello no se opone a la concisión del relato, conforme con el sentir de un hombre que teme arredre a los príncipes la proli- jidad de las historias corrientes y prefiere "dalles en pistos la sustancia de las cosas pasadas".

Alfonso Núñez de Castro (n. hacia 1627) , hijo de un médico de cámara de Felipe IV, entró al ser- vicio de éste, que le nombró su cronista. De su pro- ducción historiográfica, bastante copiosa, interesa aquí la continuación, de la "Corona Gótica" de Saa- vedra Fajardo Sintió por éste enorme admiración,

13. Fué publ. en Madrid, 1671, forman-do la segunda parte de la edición de la Corona, de Munster, 1646.

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cap. viii (1623-1684)

o tal vez cedió simplemente al gusto por las expre- siones desmesuradas, tan de aquel tiempo. Lo cier- to es que habla de la obra proseguida como de un modelo perfecto, junto al cual encuentra tan pobres sus propios aportes que no considera necesario se- pararlos, en el texto, de las partes escritas por Saa- vedra. "pues ello mismo se señala" '*. En punto a estilo queda, en efecto, a no poca distancia. En. cuan- to al fondo, aunque Núñez trata de ajustarse a su modelo, es más breve en las reflexiones y se atiene con preferencia a lo narrativo; aventaja en puntua- lidad a Fajardo, consignando las fuentes comproba- torias. Su labor es en conjunto muy estimable. El período historiado por él se extiende hasta Enri- que II, inclusive; de los dos volúmenes que lo for- man, el I, hasta el comienzo de Fernando el Santo, contiene partes de ambos autores; el II parece total- mente de Núñez lj.

Aníerior a la "Corona" de Fajardo es una Re- sumpta historial de España, escrita por Francisco de Cepeda, del que sólo se sabe, porque él lo dice, que era de Oropesa Aunque mereció los honores de una reimpresión con añadido, es un resumen la- mentablemente hecho, en el que no sólo tienen ca- bida los absurdos inveterados sino otros concebidos

14. No obstante, Indica ail margen cuAles son de Saavedra y cuáles propios, dejando Intactos en el texto los fragmentos fl*1 aquél.

15. En eJ principio de su continuación se refiere éste a <u Crón. de Sancho, Alf. VIH y Enrique, ya putol.; al final del reinado de l'ern. III alude también a la vida que de él eeCrlblO "en máis difuso estilo". AI consignarlo aquí rectifico con ello mi afirmación Inexacta (Fuentes, art. 12441 de que la Vida de Fernan- do el Santo era simple desglose de la cont. de la "Corona": tie- nen, sf, mucho de común.

!<•. Fuentes, art. 107.

CEPEDA. MÉNDEZ SILVA

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por el autor. Faltan, además, noticias tan esenciales como la historia catalana, y la aragonesa hasta Fer- nando I, en tanto que se multiplican, detalles sin va- lor alguno, entre ellos noticias sobre oropesanos de su tiempo, expuestas al reseñar la fundación de la villa en el tiempo fabuloso de los tres Gerion.es.

De otros sumarios de este tiempo, carentes tam- bién en general de méritos particulares que justifi- quen una mención separada conviene destacar al- gunos por sus especiales características.

Entre ellos corresponde un lugar a las obras del cronista real Rodrigo Méndez Silva (1607-1670 ?). nacido en Portugal y muerto en Italia, habiendo sido en España ministro del Consejo de Castilla. Prescindiendo ahora de otras, que más adelante se- rán mencionadas, señalaré do* aquí: Población ge- neral de España y Catálogo real y genealógico de

17. Jerónimo cascón de Torquemada. que tuvo cargos palacie- gos y fué del Consejo y secretarlo de Felipe IV, compuso : j ri Compendio de los -reyes españoles 'Fuentes, art. 104 i. que inicia desde Adán, como monarca de España y deil mundo entero, sigue por la serie bíblica, los reyes fabulosos, y lleg-a así hasta Feli- pe IV, aumentando el detalle de caria remado a medida que se acerca a su tiempo. Se lija especialmente en lo persona» de los soberanos'— genealogía, epitafios... y en los cargos y títulos no- biliarios que cada tino creó, abundando por ello las noticias de personajes particulares, mía Historia de este .tiempo, de Diego de Soto y AguHar (Ftiéñtes, art. 101), empieza también desde Adán, para que se comprenda mejor la parte nacional desde Tu- bal, del cual y de sus fabulosos sucesores se ocupa con bastante extensión; más aid.elan.te adopta propiamente la forma de anales, llegando hasta 1621; sus noticias son por ello de tipo más gene- ral. Abundan otras manuscritos semejantes. Uno anónimo, titula- do Suma (te las ehrnniens de España (Fwcntes, art. 108), es sin duda mera apuntación, hecha cuidadosamente a dos tintas, de algún curioso para su Uso. Más acentuado tiene este carácter otro (Fuentes, a\\. 102) que consta haberse empezado en agosto de l fi69 por Francisco Valcárceil y Valázquez para su padre y homónimo, del Consejo (éste) de Castilla y superintendente de la Justicia militar de l'Iandes y Bopgoña. Los apuntes se refieren a distintos reinos peninsulares y a Francia, sin orden sistemáti- co, y responden probablemente a particulares deseos de infor- mación de quien lo encargó.

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cap. viii (1623-16841

España La primera es a modo de diccionario geo- gráfico de las principales ciudades peninsulares, de cada una de las cuales expone "sus trofeos, blaso- nes, y conquistas heroycas, descripciones agradables, grandezas notables, excelencias gloriosas, v sucessos memorables. Con mucbas, y curiosas noticias, flores cogidas en el estimable Jardín de la preciosa anti- güedad. Reales genealogías, y catálogos de digni- dades Eclesiásticas, y Seglares". El Catálogo es una cronología real muy compendiada desde la creación basta su tiempo; fué obra que tuvo gran aceptación, haciéndose en poco tiempo cuatro ediciones. El va- lor principal de Silva, según notó ya Nicolás An- tonio, es como genealogista; en cualquier forma que enfoque los asuntos, deriva regularmente a señalar la ascendencia y descendencia de los personajes que intervengan.

Aquí pueden también agruparse diversos escritos que consideran el tema español desde otros puntos de vista. Alfonso Carrillo Laso (1582-1628). de fa- milia ilustre y hombre de variadas actividades fun- cionario, abogado, mineralogista, comendador de San- tiago, literato , hizo en Soberanía del Reyno de Es- paña 19 una apología de la que poseían los monarcas españoles, soberanía absoluta de derecho divino: de su voluntad emanaban los Consejos y demás orga- nismos de gobierno, y no podían por tanto dismi- nuirla. La obrita está becha en un lenguaje muy alambicado y oscuro. Juan de Palafox y Mendoza (V. pág. 416) compuso un Juicio interior y secreto de

18. Fuentes, arts. 197 y 257.

19. Fuentes, art. 7227.

CARRILLO. PALAFOX. URREA

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la Monarquía para solo "", que aunque referida a su tiempo, hace el proceso de la decadencia na- cional, cuyas etapas marca. Escribe en uno de los peores momentos, cuando las ¡dificultades exterio- res eran agravadas por los movimientos portugués y catalán, y ello comunica un excesivo pesimismo al buen prelado. Para ponderar la brevedad del apogeo español, fija el término de su logro en 1558 y lo con- sidera declinante ya desde 1590. Señala varias cau- sas, haciendo especial hincapié sobre la pertinaz residencia 'del monarca en la corte, sin recorrer, como debiera, loe demás reinos, para conocer sus necesidades y estimular más su adhesión.

c) La historia de los antiguos reinos.

En el cargo de cronista de Aragón sucedió a Bar- tolomé Argentóla, el año mismo de su muerte (1631), Francisco Jiménez de Urrea (1589-1647). El nuevo historiador, muy erudito y gran bibliófilo, se consa- gró con preferencia a la numismática; anotó, asimis- mo, algunas obras ajenas M. De la prosecución, de los Anales de Aragón se sabe que hizo la parte de 1521- 1525, pero quedó inédita, así como sus otros escritos. ]No parece, siquiera, que fuese conocida de sus suce- sores en el cargo, pues la tarea se acometió de nue- vo después desde el punto en que Argensola dejó los Anales, sin que se vea mención del trabajo de Urrea.

20. Fuentes, art. 7252.

21. Vid. Fuentes, arts. 1742 y 1862. El Discurso... en que se prueba que según los autores franceses no pudo haber Reyes de Sobrarbe, de posible atribución a Urrea (ih., art. 1595) es sim- plemente una serie de notas sin coordinar. Otro trabajo del mismo, De Comitibus Regni Aragoniae (ib., art. 1741), es co-sa. más hecha, pero también sin terminar en el mas. visto.

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Juan Fraivcisco Andrés de Uztarroz (1605-1677), archivero municipal de Zaragoza, fué en 1646 desig- nado cronista, por indicación del propio Urrea, no fallecido hasta el año siguiente a. Ya entonces había Uztarroz publicado varios de sus libros, y alcanzaron a cerca de ciento los que dio a luz ~\ Predominan en ellos los temas de historia aragonesa local, religio- sa, de instituciones... . En los Anales del reino empezó de nuevo desde 1521. llegando a 1528: su aportación, más afortunada que la de Urrea, fué pu- blicada "\ Lo que no puede precisarse es la cuantía de los arreglos y añadidos que en su texto hiciese su editor. Tal como el texto nos ha llegado, es una narración extensa, que no se limita a lo particular de la historia aragonesa, sino que abarca la múltiple actividad de Carlos V en esos años. Como vimos en su lugar, así había también entendido Argensola los Anales, y veremos que así los realizarán sus suceso- res". En cuanto a la supervivencia de los de Uzta-

22. Antes de esa fecha, en 1637. la mayoría de los diputados nombró cronista de Aragón a Don José Pellicer, que ya lo era de Castilla; pero luego se anuló el nombramiento y sólo pudo figu- rar entre los cronistas ad honorem. sin sueldo ni derecho alguno. Mas adelante (1664) se le orreeió que continuase los Anales, pero rehusó. (Conde da Vinaza, o. c).

23. Vid. en Fxtenles, art. 7150, una falsa atribución a Uztarroz. Varias de sus publicaciones fueron de obras ajenas, que él ano- taba o prologaba, como las Coronaciones de Blancas, el tratado de Cortes de éste y el de Marte!, etc. Según Vinaza, empezó tam- bién a escribir, por acuerdo de las Cortes, sobre los sucesos alteraciones ocurridos en Cataluña desde 1621.

24. Segvnda \virte de los Anales (te la Corona, y Reyno de Aragón... (¡ve ¡irosigve Los... de Argensola... desaY... M.D.XXI. hasta el de XX VIH. Que escribia el Doctor... Vztarroz... Pvblica- los... Vr. Miguel Ramón Zapater... Zaragoza, 1663.

25. Este no ceñirse a los teínas aragoneses en lo.s Anales del reino originó algunas censuras, según afirma anos después Fray José Antonio de Hebrera en su aprobación de los de Dornier (1697). Hebrera disculpa a éste de extenderse a otros hechos, aduciendo que no es lo mismo la Historia, "suelta y libre", que los Anailes, "ligados", y es cierto que este género siempre tendió mas a la universalidad de las noticias.

UZTARROZ

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rroz, repítese el caso de los de Urrea, .siendo descono- cidos por sus inmediatos sucesores, y ahora es el he- cho menos comprensible, por haber sido publi- cados ~".

Pero su obra más importante y divulgada es la titulada Progresos de la historia en el reino de Ara- gón y elogios de Zurita su primer cronista "'. Define esta segunda parte del título el contenido de la única acabada y publicada de la obra, en la que se ilustra con el mayor esmero y profusión de deta- lles la actividad del gran historiador y la repercu- sión que obtuvieron sus "Anales". Dividida en cua- tro libros, se traza en. el I la biografía de Zurita, hecha con sobriedad, pero sin omitir nada de inte- rés. El II expone la gestación de su obra capital, los trabajos e indagaciones con que fué compuesta, los ataques y defensas de que se le hizo objeto. Los au- tores " se explayan a su sabor: acumulan pormeno-

26. La impresión fué hecha, como vimos, en 1663, en Zaragoza. Al publicarse, años después, los Anales de Dornver, que por ter- cera vez toman el hilo desde 1521, no se hace la menor alusión a los de. Uztarroz en la aprobación de Fraiy Aiiitonio de Hebrera. que menciona repetidamente los de Argensala y los rfe sayas. 'Dicha aprobación, como las demás licencias de la edición, es de 1697.) La adición del texto de Uztarroz es m\vy rara, 'pero no es de creer que lo fuera tanto a poco de publicarse y en la misma Zaragoza.

27. Fuentes, art. 1695.

28. Como se habrá visto en el artículo citado de Fuentes, la obra nos ha llegado después de pasar por mano de Dornier. Este pone entre asteriscos sus añadidos, pero no puntualiza exacta- mente qué cambios introdujo en el texto primitivo, que quería íuera de ellos. Parece, no obstante, que se limitaría a mudanzas de expresión, y en tal caso puede asegurarse que lo principal de la obra corresponde a Uztarroz. El cronista Sayas habla de ella en 1667, o sea antes de imprimirse, y dice que Uztarroz la dejó -'én dos Tomos a los vmbrates de ia Estampa". Probable- mente pondría Dormer su mayor esfuerzo en la continuación, o sea en el examen de tos sucesivos cronistas. Esta parte, que debía con s ti tu ir el vol. II de los Progresos, se halla inédita ei> la Ac. de la H.; según dice Vinaza, el ms. esta mutilado por el abandono en que se le tuvo antes.

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res, dan cabida a escritos de todo género, logrando una información muy completa de cuanto atañe a la famosa obra. Con las noticias de ella se insertan también las relativas a los otros trabajos de Zuri- ta, y aquí la defensa que éste bizo de las crónicas de Ayala da lugar a prolijas e interesantes referen- cias de la correspondencia que tuvo con el deán don Diego de Castilla, el cual, como descendiente que era de Pedro I, se esforzó inútilmente por con- vencer a Zurita de la mendacidad interesada del Canciller. El III, de contenido más heterogéneo, coopera al mismo fin apologético que el anterior. En él se insertan juicios encomiásticos de los "Ana- les"; se catalogan con detalles y observaciones su- ficientes para considerar este capítulo aporte no des- deñable a nuestra bibliografía bistórica las cróni- cas que Zurita tuvo en su biblioteca; se da noticia de la estimación que de su obra bicieron Felipe II y sus sucesores, así como otros personajes, escritores y poetas; se enumeran y examinan los epítomes, índices, etc., que fueron compuestos por diversos au- tores, así como los gastos de impresión de los. "Ana- Ies". La semblanza de Zurita es también completada en este libro, dándose sus rasgos físicos y la serie de oficios que ejerció. El IV contiene gran parte de la correspondencia que el cronista tuvo con los bom- bres más eminentes; el mayor número de cartas insertas lo forman las por él recibidas, y para calcu- lar el valor de esta parte de la obra basta considerar que 'la biografía de mucbos personajes y hombrea de letras de este tiempo tiene aquí una preciosa ilustración; la actividad epistolar de algunos, como

SAYAS. PORTER

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don Antonio Agustín, Páez de Castro, etc., está pro- fusamente representada. Tales son en resumen estos Progresos de la historia en Aragón, obra que prosi- gue el camino erudito emprendido en el s. XVI por el Viaje de Ambrosio de Morales, y cuyos vástagos en el XVH y el xvm babrían de tener más interés que la mayoría de las historias propiamente dichas.

Francisco Diego de Sayas (m. 1680) ¡fué desde 1654 cronista de Aragón. Como Urrea y Uztarroz, a cuyos aportes no se a'lude siquiera "°, prosiguió los Anales desde el punto en que los dejó Argensola. o sea en 1521; pero escribió también, con bastante pro- lijidad y no pasó de 1525 ". Comienza por un breve prólogo y una ojeada de la situación al finalizar el 1520, y, tras unos capítulos en que consigna sucesos de este año no incluidos por Argensola, se consagra ya al período que le corresponde. Como todos los colaboradores en estos Anales, la parte que dedica a Aragón es muy pequeña en el total de lo histo- riado, aunque tratada con más detalle. Otros tra- bajos históricos que compuso quedaron inéditos 31.

Juan José Porter y Casanate (m. 1677), cro-

29. Sayas, en la dedicatoria .de la obra, menciona, sin dar el titulo, los Progresos de Uztarroz, pero no alude siquiera a la parte que hizo de los Anales. Pellioer, en su aprobación, dice que Sayas es al tercero en la composición de éstos, a continua- ción de Zurita y Bartolomé de Arg-ensola.

30. Anales de Aragón desde el año de MU XX... hasta el d< MDXXV. Eócriviálo8 Don Franco, niego de Sayas Rabanera i, Ortvbia. Zaragoza, 1666. Esta fecha no corresponde mi al comienzo de la impresión, que fué en 1665, ni a su término, pues ía apro- bación de Pellieer y la dedicatoria de .la obra están firmadas en enero y febrero, respectivamente, de 1667.

31. Fueron, seg-ün Vinaza, varios cuadernos de comentarios de los años 1662-1668, una vida de Felipe III y varios memoria- les relativos al ejercicio de su cargo y a su manera de entender 1p. historia. También fué g-enealog-ista y poeta, alabado en este aspecto por Lope.

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ndsta desde 1672, se aplicó a continuar los anales del reino, reseñando lo correspondiente al reinado de Felipe IV y sobre todo a la guerra de Cataluña, acerca de la cual acopió muchos materiales 3S.

Diego José Dormer |m. 1705) es el último cro- nista de Aragón en este período. Se le nombró como supernumerario en 1673, por ausencia de Porter, y en propiedad a la muerte de éste (1677). Ocupó ade- más importantes cargos políticos y eclesiásticos, en- tre ellos el de arcediano, que es el que más suele aplicársele. Muy erudito y laborioso, es largo el ca- tálogo de sus obras, casi todas de carácter histórico y en su mayoría sobre Aragón. Entre ellas hay una Noticia de los cronistas del rein-o, habiéndose tam- bién dedicado a completar y publicar sus trabajos 33. En este aspecto su labor más considerable es la rea- lizada en los Progresos de Uztarroz. Aunque se ig- nora el estado preciso en que éste dejó su obra M, sin duda 'la revisión, del manuscrito hubo de ser peno- sa, y ello no arredró a Dormer de esforzarse en com- pletar y proseguir sus noticias.

En cuanto a los Anales del reino, fué su aporta- ción muy importante, bistoriando el período 1525- 1540 y añadiendo bastantes noticias en los ya tra- tados por Argensola y Sayas; se promete, además, un segundo volumen en que se proseguiría hasta 1558, pero esto no llegó a cumplirse. Dormer sigue

82. Fuentes, art. 7273. El ronde (le .la V.ifiaza desconoció sin duda este ims., .pues afirma, o. c, que el trabajo de Porter se pendió.

:<3. Vid. Fuentes, arts. 1391, 1728 y 1734. 31. VVd. Ha nota 28.

35. Anailes de Arafron desde el aflo MPXXV... hasta el fie MDXL. Afiadense primero alg-unas noticias muy Importantes des- de el Ano MDXVI hasta el de MDXXV.

DORYIER

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la práctica de sus antecesores de completar sus no- ticias de Aragón con amplia información de toda la actividad española, de tan vasta área entonces. Su aprobador Fray Hebrera dice que "se detiene" en aquéllo y "se ciñe" en esto; pero creo que como me- jor puede caracterizarse su diferencia de trato a lo regional y a lo ajeno es marcando que en lo uno se basa en documentos y en lo otro en bistorias ya com- puestas. Merced a ello, todo lo particular del reino se expone con notable detalle y seguridad, no dejan- do nada que desear su escrupulosa mención de cuan- tos intervenían en. las Cortes y demás organismos del país.

De sus otros trabajos, algunos fueron por él re- unidos bajo el título de Discursos varios de Histo- ria M. Dice haberlos compilado como diversión de la labor de los "Anales". Unos son monografías pro- pias; otros, monografías de Zurita; varios, en fin, son simplemente documentos que edita y anota. To- dos muestran la puntualidad concienzuda que Dor- mer ponía en sus escritos y la grata sencillez con. que se expresaba.

En tanto que los cronistas oficiales cumplían el deber de continuar los añades del reino, otros histo- riadores se aplicaban, de nuevo al período primitivo, continuando la tradición aragonesista que ya cono- cemos. Para percibir bien la trayectoria de sus tra- bajos conviene antes examinar al primer cronista oficial de Navarra, cargo que ahora fué creado para

36. Publ. en Zarag-oza, 1683. Es un vol. en 4.° de 472 pág->., cié varios cíe cuyos componentes puede verse mención en Fuente*, artS. 1797, 2217, 2383, 2457 y 2488.

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reparar el abandono en que estaba la historia de reino tan conspicuo.

El jesuíta José de Moret (1615-1687), de Pam- plona, don.de pasó lo más de su vida, simultaneó las funciones docentes que le encomendó su orden con una asidua labor sobre el pasado de su país. Una monografía acerca del Sitio de Fuenterrabía le dió gran notoriedad, y al crearse el oficio de cronista fué designado para ejercerlo. Propúsose entonces componer una historia general de Navarra, empresa difícil por la escasez y la inseguridad de las noticias aparecidas hasta su tiempo. Moret pensó, además, que la novedad de los datos que los archivos iban ofreciéndole requería aducir de continuo las fuentes en que se apoyaba y que ello dañaría a la elegancia literaria con que entendía debe aliñarse toda expo- sición histórica. Para obviar lo primero multiplicó los esfuerzos de indagación, y cortó la otra dificul- tad lanzando por delante la parte más embarazosa de su tarea con el título de Investigaciones históricas de las antigüedades del reyno de Navarra™. Quería mostrarse con esta obra como "inveistigadoir de An- tigüedades", y en otra futura como "Historiador"".

Son las Investigaciones trabajo inclitísimo en que casi la totalidad de las fuentes españolas y francesas que podían, interesar a la historia navarra son dili- gcn teniente sopesadas y completada 6U indagación con copiosa consulta de documentos. Sin rehuir obs- táculos, te aventuró en el período primitivo para

:¡7. Fuentes, ait. 7308.

38. Fuentes, ¡ni. 1818, en el que se da también noticia rte los dos trabajos siguientes del autor.

MORET

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puntualizar en. lo posible lo que podía columbrarse de la primera población de España, y su instinto crítico no sólo recbazó los embustes de Annio, sino muebas de las fábulas introducidas por otros ". Claro es que su carácter de cronista oficial le obligaba a ponderar la antigüedad y el perenne lustre del reino, lo que marcaba a su labor una previa orientación, incompatible con la necesaria libertad de movimien- tos. Pero, sin recurrir a las falsedades tan del gusto de su siglo, bastaba el testimonio del viejo idioma vasco y lo que se sabía positivamente del pasado de Navarra para presentar su historia prestigiada con el más remoto abolengo. Considerando el vascuence como la lengua primitiva de España, a cuya área total o a gran parte de ella suponía el historiador que se extendía, la región que la conservaba tenía por ese solo título un blasón de nobleza. Moret re- calca el carácter netamente indígena del pueblo que la hablaba, frente al cual son simples invasores y usurpadores los romanos, godos y musulmanes, a to- dos los cuales guerrearon los vascos incansablemen- te. Al llegar al punto de la reconquista el autor pre- senta el solar navarro por igual libre de la depen- dencia de Asturias, de la protección francesa y de la ocupación permanente mora, y pone en sus solos habitantes, dirigidos por los sucesivos reyes de Pam- plona, el esfuerzo para conservar y acrecer su terri-

39. En los Anales, >u obra .definitiva, prescinde de la historia primitiva hasta el momento en que los romanois dieron noticia de la Península, pues entiende que los sucosos anteriores "ni caen debajo de la Historia por inciertos, y la vehemente sospecha, con que los cuerdos reciben lo que incautamente, y con demasía da credulidad se ha publicado de los Reyes antiguos de España" (Ed. de Pamplona, 176G. inn. I, pá>. 7).

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torio independiente. Aunque no señala fecha con- creta, anticipa considerablemente la formación del reino propiamente dicho, que, según el testimonio de la crónica Albeldense, no ocurrió hasta 905. Tam- poco se acepta hoy la independencia que atribuye desde el comienzo a Pamplona, que se sabe perte- neció al reino de Asturias en tiempo de Alfonso L Pero el papel directivo que asigna a Navarra en la reconquista pirenaica conviene con la doctrina que se ha impuesto, dentro de la oscuridad que rodea sus orígenes. El artilugio del reino y fuero de So- brarbe, que restaba a Navarra parte de su gloria, fué fácilmente deshecho por él. La obra se detiene en Sancho el Fuerte (1194-1234), por entender el autor que lo posterior está ya suficientemente ave- riguado y aclarado.

Moret, que en todo el curso de ella muestra su discrepancia en diversos puntos, incluso de historia- dores tan respetados como Morales, Zurita, Mariana, etcétera, arremete en especial contra Blancas y Briz, principales so-tenedores del tinglado sobrarbiense. Esto despertó el celo regional de La Ripa, histo- riador que veremos a continuación, y a su obra con- testó Moret con las Congresioiies apologéticas "'. Este tratado discute concretamente 18 puntos controver- tidos por La Ripa, con tal extensión que iguala en. proporciones a las "Investigaciones"; la polémica adquiere en ambos autores vivo tono de acritud, y el cronista navarro no sólo mantuvo sus puntos de .vis- ta, sino que fué extremando la apología de su país.

10. CongresSiones « ¡wlngeticas .sobre la verdad de las Inves- tigaciones históricas de las antigüedades ilel fíeyno de Navarra. vid. Ja nota 38.

MORET

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La posición adoptada se acentúa aún más en los Ana- les", llegando a defender, como historiador oficial del reino, fábulas que <su buen criterio re pugnaba, según reveló él mismo a Pellicer <J. Esta última obra, a la que las "Investigaciones" habían desbrozado el camino probando lo más oscuro y dudoso, es una ex- posición seguida desde el origen de los vascos hasta 1349, en. que murió Juana II. El autor no cumple su propósito de exponer ya simplemente, remitiéndose para la justificación de datos al tratado anterior. De nuevo polemiza y aduce fuentes, lo que se compren- de por la inclusión de noticias antes no consignadas. En cuanto a la forma de anales, es propiamente adop- tada a partir de 715. El autor se concreta bastante a su reino, espigando lo a él relativo en- las crónicas peninsulares; expone con todo el posible detalle lo mismo las noticias de historia política que las ecle- siásticas, descendiendo incluso a pormenores de in- terés local. La producción del P. Moret fué muy bien acogida y se consideró en el país como labor definitiva que sólo había de proseguirse, lo que hizo el P. Mesón a comienzos del s. xvm **.

41. Aúnales del Reyno (Je navarra. Vid. la nota 38.

42. Vid. T. Ximénez de Embun, Ensayo histórico acerca de los orígenes de Aragón y Navarra (Zaragoza, 1878), pág. 43.

43. El marqués de Mon.déjar, en el prólogo .de sus Memorias de Alfonso VIII (vid. Fuentes, art. 1247), dice que Moret, "envi- dioso de las usurpaciones co.n que hablan procurado engrande- cer sus provincias Zurita, Br.it o y dos Brandaones, formó una historia metafísica, negando cuanto le pareció menos glorioso a su nación y defendiendo comu acciones memorables los suceso? mas ligeros y fútiles de ella". Cerda, en el prólogo que puso a dicha obra de Moradéjar, le sincera de las acusaciones de éste y le considera "digno de toda alabanza por el trabajo con que procuró dar luz a 'las coníusas tinieblas en que estaban sepulta- das las Memorias de aquel Reyno", si bien admite que el amor a Navarra le arrastrase a engravecerla y darle más antigüedad y prerrogativas de las que tenía. Este juicio coincide con el ds la crítica moderna.

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Fray Domingo de la Ripa (1622-1696), antes alu- dido, fué primero profesor de Teología en la Uni- versidad de Huesca y monje de S. Juan de la Peña desde los veintiocho años, desempeñando elevados puestos en la orden benedictina. Para impugnar al P. Moret publicó en 1675 una voluminosa Defensa histórica por la antigüedad del reino de Sobrarve **, y más adelante insistió en su tema, con mayor pro- lijidad aún, componiendo su Corona Real del Piri- neo, establecida y disputada <J. El autor la dedica con- palabras grandilocuentes al Reino de Aragón, lo que es muy apropiado a la obra, animada de un senti- miento de orgullo regional. Herido éste por la tesis sustentada por Moret, que adjudicaba a Navarra la antigüedad que negaba a Aragón, se esfuerza en mul- tiplicar pruebas en favor de la existencia de los so- beranos de Sobrarbe. Hace historia de la cuestión, como antes Abarca, cuyos anales menciona entre las obras adversas a ellos, así como la "Idea de Catalu- ña", de Pellicer, y las "Investigaciones" del citado Moret. Contra éste, que llamó "postizos y fabulosos" a tales reyes, e inventores de cuentos a sus historia- dores, esgrime sus principales dardos, tomando la defensa de los autores primitivos, cuyos testimonios fué el primero en negar Arnaldo de Ohienart u Oi- henart fm. 1668), él historiador vascofrancés. La obra de Ripa comprende desde la entrada de los moros hasta Petronila y la unión con Cataluña. El autor pone al servicio de su difícil tesis toda la po-

44. Fuentes, art. 1621. Esta obra contesta a las "Investiga- ciones".

45. Fuentes, art. 1745. Contesta a las "Congresiones" de Mo- ret, en que éste refutaba su "Defensa histórica".

R1PA. ABARCA

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sible puntualidad, citando en las márgenes las fuen- tes que va utilizando, y al componer su segunda obra dice que consultó previamente los archivos citados por Moret en las "Congresiones", para cerciorarse de su falsedad. Pero su empeño por defender la causa de Sobrar.be es totalmente infructuoso, sobre todo para el lector moderno, que sabe ya fallada terminantemente la cuestión en i«entido negativo. En su censura de los primitivos reyes navarros, admiti- dos por Moret, tiene buen éxito, por haberse fun- dado el jesuíta en base no menos falsa que la que sustentaba el reino de Sobrarbe.

Otro jesuíta, Pedro Abarca (1619-1693), profe- sor de Teología durante muchos años en la Univer- sidad de Salamanca, consagró a Aragón una larga obra, cuya intención crítica es muy de estimar en- tre los desvarios de su tiempo. Titúlase Los Reyes de Aragón en anales históricos 46 y comprende todo el período de su vida independiente hasta la muerte de Fernando el Católico. El ser él aragonés nació en Jaca no le impide reaccionar, aplicándose a su reino, contra la tendencia, llevada al extremo en el siglo XVII, de colmar de reyes y de sucesos los perío- dos primitivos, tan oscuros que sólo dan de con- jeturas, disputas y contradicciones. Alaba por ello a Zurita, que supo pasar como sobre ascuas al refe- rirse a los principios del reino aragonés, detenién- dose sólo en lo que tenía justificación. Muestra Abarca también su buen criterio sustituyendo a la aceptación de noticias antiguas muy inseguras lo que

46. Fuentes, art. 1743. Apareció después que la Defensa de La Rtpa y antes que su Corona Real.

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le enseña su propio conocimiento de la región, cu- yas condiciones topográficas permiten rastrear lo que sería allí la vida en los tiempos mal conocidos por 'la historia. Pero si rechaza los reyes de Sobrar- he, no por ello deja de fijar otra serie de reyes ara- goneses primitivos, tan inconsistentes como aquéllos. En. el aspecto literario tiene toda la desapacible afec- tación de la época, e incluso cuando no se aparta de la naturalidad comunica a su prosa un ingrato ma- chaqueo el uso constante de expresiones bimembres, con la repetición consiguiente de la copulativa

Con posterioridad a "Los Reyes de Aragón" compuso una Disputa histórica de los Reynados de Pamplona y otra relativa a los Pretendidos Reyes de Sobrarbe dedicadas específicamente a refutar la existencia de ambas series. En el último de estos opúsculos enumera los sucesivos tratadistas que de los comienzos de Aragón se ocuparon, distinguiendo entre los que admitieron y los que impugnaron ta- les reinados de Sobrarbe.

El conde de Guimerá don Gaspar Galcerán o Garcerán de Castro i 1584-16381, entre varios traba- jos históricos y genealógicos, dejó inédita, como casi todos ellos, una Relación historial de los condes de

47. Véase estos ejemplos de un solo párrafo: "...llenos de grandes y sangrientas batallas en tierra y mar, y esclarecidos con varias y briosas recuperaciones di' ltarcelona: Introdujeron en su nueva Corona de Aragón tan guerrera y católica Provincia de tantos y tan grandes pueblos... y los defendieron y autoriza- ron con guerras y batallas, solo para dejarían y dividirlos, como lo merecían (aunque tan nobles y ricos> por embarazosos y dis- tantes".

48. Estos aparecieron en 1682-1684; en la Disputa histórica se refiere a la publicación, en 1685, de la "Corona Real del Piri- neo" de Riipa.

49. Fuentes, art. 1601.

EL CONDE DE GUIMERA. SOTA

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Ribagorza™. Después de dar noticia geográfica de este territorio y de su relación con Francia y los te- rritorios limítrofes españoles, expone la serie de con- des ribagorzanos, que inicia por Audonio, conde de Gascuña, en 645. En otros manusoritos se ocupó tam- bién de los condes y reyes aragoneses.

El benedictino Fray Francisco de Sota, predica- dor y cronista de Carlos II, compuso una Crónica de los Príncipes de Asturias y Cantabria en la que los desvarios se extienden a 'los primitivos soberanos de ambos reinos. Quiere con ella probar que no fueron aquéllos "levantados de la plebe ni fueron criados en el tiempo que padecieron las guerras de los Ro- manos, sino que ya eran mucho más antiguos y pro- cedían de la primera Nobleza Soberana que hubo en el mundo después del Diluvio Universal". Dicho el propósito, añadiendo que las más peregrinas identi- ficaciones entre los personajes bíblicos y los de la mitología grecorromana no ofrecen para él la menor dificultad, y que se basa en el Hauber-to hispalense y otros engendros, no hay necesidad de entrar en detalles. En la historia de tiempos más recientes usó Sota de documentos verdaderos, y cuando basta- ba para sus temas la consulta de fuentes legítimas se desenvolvía bien-; pero su desatinada aspiración a forjar a los reyes astures y cántabros una larga lista de ascendientes, ininterrumpida desde la más remota antigüedad, llena de fábulas la parte mayor de su obra y hace perder al lector toda confianza

50. Fuentes, art. 1600.

51. Fuentes, art. 1106.

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en- su veracidad, aun al tratar de asuntos y tiempos menos asequibles al mito.

La historia catalana fué también cultivada en este tiempo. Esteban Corbera (m. 1635) escribió, entre otras obras, Cataluña ilustrada Ofrece la particularidad de que, en vez de interesarse espe- cialmente e'l autor por el período nacional, termina su trabajo en- el momento en que éste se inició; claro es que cabe pensar que quedase su tarea inte- rrumpida. Lo cierto es que esa circunstancia quita mucho carácter regional a la obra, pues Corbera, después de la parte descriptiva, tiene que hacer en realidad historia de España, si bien concretándose a Cataluña cuando le es posible. En- su final, corres- pondiente ya al principio de la reconquista, adop- ta plenamente el tipo de historia particular de su país, completada con noticias de fundaciones de con- ventos y de familias. El autor no se muestra dema- siado crédulo: le inspiran dudas las leyendas de los reyes primitivos, la de Otger Cátalo, etc.; pero aca- ba por admitir, aunque con salvedades, casi todo

52. Catalvña illvstrada. Contiene sv descripción en común, y particular con ios Poblaciones, Dominios, y Sxvccessos, desde el ¡irinci)tio del Mundo asta gwe por el valor de sv Sobleca fue libre ue la Oppresion Sarracena. La publicó el carmelita Fr. José Gómez de Forres en Nápoles, 1678.

53. Su editor supone que el ms. de Corbera fué utilizado por el francés Plerre de Marca ( ir>í) í- 1 662) para coniiponej- su Marca Hispánica sive Limes Hispanicvs, Hoc est, Oeographica el histó- rica descriptio Calaloniae, .liuscinonis, el circumjacentiiim po- pulorum. París, 1688. Esta obra, que, por extranjera no corres- ponde examinar en el texto, es un erudito aileyato en favor de Francia, entonces en pugna co.n España. Compuesta de tres libros, los 2 primeros se ocupan <de la geografía, poblaciones ocupan- tes de la Penfnsuila, etc., y el III de la reconquista catalana basta 752. En aquéllos descubre su finalidad al marcar, siempre favoreciendo a Francia, los limites hispano-Tranceses; en éste, ponderando la ayuda franca, sin la que acaso gemirla aún Espa- ña bajo los musulmanes. Esteban Baluze, editor de la obra, la prolongó, con un libro IV, basta !258, y anadió numerosos apén- dices, en su mayoría documentales.

CORBERA. MONFAR

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Diego de Monfar y Sors (m. 1652), archivero de la Corona de Aragón y uno de los rehenes enviados por Cataluña a Luis XIV para garantizar la seguri- dad de las tropas francesas, acabó en 1650 una His- toria de los Condes de Urgel, publicada en el si- glo XIX M. Obra más extensa de lo que el título pro- mete, dedica 43 capítulos, de los 63 que la forman,, a reseñar el tiempo anterior a los condes, cuya serie comienza en el reinado de Carlomagno. El autor se muestra muy erudito, baraja gran número de autores y utiliza profusamente los documentos de su archi- vo y de otros. Tras la obligada descripción geográ- fica, emprende la historia desde Tubal y se muestra escéptico ante la abundancia de detalles con que esta edad era expuesta por algunos, fustigando los em- bustes de Annio. No le acompaña la misma incredu- lidad en todo el curso de su reseña, pues se basa cuando le conviene en los falsos cronicones de Dex- tro y Máximo, acepta la legitimidad de los hallazgos de Granada, la actuación de Otger Cátalo, etc. Es, con todo, 'la obra utilizable en gran parte, contenien- do muy copiosas noticias de la historia política y religiosa de su región. Lo específico de la "Histo- ria", o sea los 20 capítulos dedicados a los 20 condes, abunda en noticias de interés, con inserción de nu- merosos documentos. El último capítulo, consagrado a Jaime el Desdichado, tiene enorme extensión por exponer al detalle todo lo ocurrido desde la muerte del hijo1 de Martín 1 55. Aunque se advierte su parti-

54. Fuentes, art. 1960.

55. Como obra de Monfars se cita una Historia del conde de- Urgel don Jaime el Desdichado, que no he visto; tal vez sea poco más que desglose de e*te capítulo, que, impreso, ocupa más de 300 pág-s. Tampoco he visto una Historia del rey don Jaime I que-

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cap. viii 11623-1684)

dismo por el con.de urgelense frente al candidato cas- tellano triunfante, muéstrase hábilmente imparcial, sin regatear los elogios a éste. Sabe asimismo escri- bir con claridad y suficiente atractivo 5B.

d) Los reinados coetáneos.

Gil González Dávila (h. 1578-1658), prebendado de Salamanca, cronista de Castilla desde 1612 y de Indias desde 1641, contribuyó a este capítulo con una Historia de Felipe III", hecha por encargo de Fe- lipe IV. Reseña en un libro sus años de príncipe y en otro el reinado. El autor, sin grandes vuelos de historiador, hace una obra discreta, atenta a los de- talles y en la que ocupau mucho espacio los docu- mentos oficiales y otros escritos análogos. También las solemnidades cortesanas son minuciosamente des- critas. Sigue un orden cronológico riguroso, sin otra alteración- que la de consignar el término que poste- riormente tuvieron algunos sucesos, como el proceso de don Rodrigo Calderón, cuya ejecución en tiempo de Felipe IV añade. El sistema de anales le lleva, como vemos ocurre casi siempre, a insertar las no- ticias curiosas propias del género. La exposición es siempre muy clara y correcta, sin afectación ni re- buscamiento.

Matías de *Novoa, toledano de oscura familia y

se menciona como suya. En cuanto a su relación con el anónimo titulado La (i del Conde d'Drgell, vi el . nuestro vol. I, pág. 408.

56. Su editor, P. de Borarull y Mascaró, dice haber respetado en absoluto el ms., limitándose a corregir lo que podemos llamar catalanismos ortográficos («y por ñ, 11- por s- por es-, -at por -ad, etc.).

57. Fuentes, art. 6860.

GONZÁLEZ DÁVILA. NOVOA

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de escasas letras, sirvió primero al conde de Lemos y luego le colocó el duque de Lerma en el cuarto del príncipe Felipe (IV) ; deja de figurar como emplea- do de palacio en 1652, suponiéndose que murió en dicho año. El conocimiento que su empleo le dió de numerosas noticias, chismes de antecámara, etc., le movió a escribir unas Memorias, que comprenden el período de Felipe III 5S y el de Felipe IV has- ta 1648 Sí. No muestra el autor probidad de histo- riador: más bien, se deja llevar de sentimientos muy personales, como lo denuncia su encono contra Oli- vares, dolido del poco aprecio que éste hizo de él 60. Encuentra mal cuanto realiza el conde-duque y en* salza a Lerma sin medida, llamándole "el mayor Príncipe que ha tenido el mundo, el mayor vasallo y privado que tuvo Rey, el que no tuvo igual ni se- mejante". También indica improbidad el uso que hace, sin declararlo, de escritos ajenos ". Es, en fin, lamentable la oscuridad y ausencia de todo atractivo con. que Novoa se expresa; además, cada uno de los extensos libros en que se distribuyen las Memorias forma una masa continua, sin división en capítulos

58. Fuentes, art. 6853.

59. Fuentes, art. 7107.

60. El duque de Lerma iiabij colocado a Novoa en palacio para espiar al conde-duque, y cuando éste se encumbró, no re- compensó el silencio que había aquél guardado con su protector, olfateando ya la mayor potencia del nuevo favorito.

61. Morel-Fatio cotejó lo referente a la participación de España en la guerra de los Treinta años con La guerra del Pala- linado, de Francisco de Ibarra, y halló que' lo copia en toda esa parte sin nombrarle. Es curiosa, además, la forma en que tras- lada los errores de la copia que vió; en ellos, por ejemplo, el copista había puesto "Cams" en vez de "Worms" y Novoa es- cribe Kams, hace una historia para referir la toma de esa supuesta ciudad y luego cuenta la de Warros. <A. Morel-Fatio, en Revue Histordque, 1890, XJ"* 175-176.)

3 LO

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m apenas en párrafos. El ;e proclama "hombre lego y sin ningún átomo de lección", y este juicio de mismo tiene en su obra más confirmación de la que al autor convendría. En compensación de estas ta- chas, no puede negarse que las "Memorias" son un rico filón de noticias en el que, sobre todo, lo mu- cho malo que el gobierno y la corte encerraban, tie- ne una pormenorizada exposición. No parece que el ayuda de cámara de Felipe IV pensase en publicar su escrito, y no tuvo así que recatar ninguna noticia de las que le llegaban. La que da de los tiempos pre- cedentes abunda en errores, y la de los primeros años del reinado de Felipe III es poco completa: pero todo el resto está tratado con gran extensión.

Gonzalo de Céspedes y Meneses (1385?-1638) . más conocido como novelista, hombre de vida asen- dereada que supo de prisiones y destierros, consagró parte de su actividad a bistoriar. Entre otros traba- jos se le debe una Historia de Felipe IV 6", que le valió el título de cronista. Cánovas la llama "corta y pedantesca narración" °. El primero de ambos ca- lificativos es un tanto inexplicable, pues es obra de gran extensión, en la que dedica sendos libros, bien nutridos de capítulos, a cada uno de los seis prime- ros años del reinado 1 1621-1626), consagrándose uno anterior a su período de príncipe, desde el nacimien- to basta la muerte de Felipe III. Más merecida es la censura de pedantería, aunque no rebasa el autor

62. Fuentes, art. 710G.

63. Prólogo a las "Memorias de Matías de Novoa" (Col. doc. inéds., LX, p. VII).

CÉSPEDES

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el tono normal de su época, y si propende a hacer filosofía barata cor- las reflexiones y comentarios que los hechos le sugieren, ello no puede escandalizar a un mediano conocedor de la historiografía corriente. Más peca de prolijo : se acuerda demasiado en las descripciones de los hábitos de novelista, gusta de decir en tres o cuatro formas las mismas cosas, inter- cala largos discursos. Pero ha de agradecerse al es- critor ''culto" que él era el hacer compatibles sus aliños, salvo en algunos casos, con la más transpa- rente claridad. Es también discreto en. los juicios que emite, como si los contratiempos padecidos hubiesen estimulado su sensatez. El plan de exposición es mei'a mente cronológico, siendo curioso que nunca consigna los años, sino los días y meses; al lector toca llevar la cuenta de aquéllos por el número de los sucesivos libros. La información alcanza por igual a lo nacional y lo extranjero, como se acostumbra en la generalidad de los anales Resta decir que el autor se creyó obligado a su tarea por la urgencia de lanzar un mentís a las invectivas que franceses, belgas e italianos lanzaban en sus libros contra Es- paña 6".

64. El autor se sincera en el comienzo del 1. IV de referir cosas que parecerán "ligeras, menos notables que prolixas, para ponerse en tanta [tan grande] historia"; ailude a noticias dadas en libros anteriores y a una que va a contar, de la reforma de trajes que se hizo en este tiempo.

65. Hay un compendio anónimo de la Historia de Céspedes; figura en Fuentes', art. 7103, donde no se hizo constar tal carác- ter por desconocerlo entonces. Los Anales recogidos en el art. 7104 carecen en absoluto de interés por su penuria de noticias.

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e) Historias de sucesos particulares.

Fué este género muy cultivado en el presente pe- ríodo, y con tal perfección que basta su florecimiento para caracterizarlo. Sucesos muy anteriores a este tiempo fueron ahora reseñados de nuevo, y aunque, como es propio de este linaje de monografías, los acaecimientos coetáneos ocuparon más las plumas de los historiadores, son precisamente dos de aqué- llos los que nos han marcado el comienzo y el final del período.

Francisco de Moncada (1586-1635), valenciano, conde de Osona y después marqués de Aytona, ini- cia la brillante serie. No es Moncada de los que lo- graron un puesto eminente en las letras aprovechan- do la experiencia de su vida en los años postreros. La obra que le ha conquistado la notoriedad fué hecha antes de empezar su carrera política, cuando sólo sus lecturas pudieron estimularle a escribir. Sá- bese, sí, de algunos servicios navales prestados en su juventud, así como de haber acompañado a su pa- dre, que fué, entre otras cosas, virrey de Aragón y Cerdeña y embajador en Roma. Después de compo- ner la obra que vamos a examinar desempeñó fun- ciones importantes: una misión en Cataluña (1622), la embajada en Alemania, a continuación, y diversos puestos de la mayor confianza en Flandes, donde murió. En todos se desenvolvió con gran prudencia y sagacidad, muy a satisfacción de Felipe IV.

Su Expedición de los catalanes y aragoneses con-

MONCADA

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tra turcos y griegos c'° estalla acabada en 1620, en. que la dedica a su tío el arzobispo tarraconen.se don Juan de Moneada; pero no salió impresa hasta 1623. Dice que se consideró obligado a emplear en ella el ocio de que disfrutó en una aldea, para puntualizar hechos patrios maliciosamente desfigurados por los extranjeros. Fueter supone que escogió ese tema por su naturaleza novelesca y que tanto se prestaba a entonar un himno a la bravura aragonesa. Gilí Gaya, uno de sus editores modernos "', cree que le impulsó "el patriotismo y el deseo de honrar la memoria de los Moneadas que intervinieron tan brillantemente en la dominación catalanoaraigonesa en Atenas". Todo influyó, sin duda. El asunto es sugestivo, y la mi- nuciosidad con que Muntaner lo había tratado em su obra dispensaba de muchas investigaciones a quien de nuevo lo tomase. Pero Moneada no ise limitó a vestir con galas modernas el texto medieval del antiguo cronista. Para justificar su intento de- purador y poder contender con los extranjeros ne- cesitaba contrastar la versión hispánica y la ene- miga. Leyó, pues, las obras de varios historiadores bizantinos y completó también, los datos de Mun- taner con los de Deselot, las "Memorias" de Beren- guer de Entenza y los "Anales" de Zurita. Pedirle que acudiese a otras fuentes, al alcance sólo del eru- dito profesional, sería excesivo. Con. lo que hizo bas- ta para que debamos sacarle del grupo de los que

66. Fuentes, art. 2158.

67. Prólogo a 'Sil edición de la obra en la col. de Clás. Cast. (Madrid, 1924), pág. 31. En él pueden ampliarse mis breves datos; allí se hallarán también remisiones a los trabajos de A. Rubió y Lluch, que es quien ha estudiado más a fondo cuanto a ía expedición misma se refiere.

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sólo aspiraron a componer una bella historia. L sa Moneada muy parcamente de las arenga; y demás aliño» humanísticos, no dispone sus capítulos con el artificio de iniciarlos con reflexiones que lo» lie- dlos inmediatos corroboren, ni evita el cotejo en el texto de opiniones discrepantes. El atractivo surge espontáneamente de la grandeza de las hazañas, del buen, orden de la exposición y la tersura del lengua- je. Es la suya una prosa viril y correcta, muy apro- piada al tema, y que el autor cuidó con esmero para darle precisión y sonoridad. Sitúase, pues, Moneada en un punto intermedio entre los hi-toriadores que ponen, todo el anhelo en la indagación, sin preocu- paeión literaria, y los meramente esteticistas 6S. Ve- remos que este tipo de escritores, que producen pun- tuales monografías de atrayente expresión, sin exce- so de retórica y rebu-camiento. es el que predomina en- este período.

La obra se inicia con una breve noticia desde Pedro el Grande y prosigue hasta el afianzamiento de la situación en Atenas con la designación para el mando del infante Alfonso; ello forma un libro I, que el autor ofrece continuar cuando tenga "larga y verdadera noticia de lo que sucedió en el espacio de ciento y cincuenta años que tuvieron aquel Es- tado", ocasión que no llegó. Como es frecuente, se omite en. la Expedición toda indicación de año- y se consigna a veces la de mes.

G8. No lo entiende asi Kiwte.r, <pie ■con-LJera la obra como una refundición artificiosa, con retórica humanística. <le los caps, correspondientes .de Mnntaner y los añadidos dichos. El docto ademán no puede percibir el encanto natural de la prosa de Moneada, poco accesible a un extranjero.

MESA. CÉSPEDES

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Sebastián de Mesa (na. 1632), sacerdote madrile- ño cuyo cargo más duradero fué el de párroco de S. Justo y Pastor, escribió Jornada de Africa por el rey ü. Sebastián y unión de Portugal a la corona de Castilla "'. Nicolás Antonio dice que no se sabe si es «imple traducción, de la obra italiana de Gonestaggio; pero, aunque usó de ella, sigue también a otras fuentes, que cita al margen con frecuencia. La obra, bien y sencillamente escrita, está dividida en dos libros, dedicados a las dos partes que el título seña- la. No se limita a los sucesos de Portugal, sino que contiene noticias generales de los años a que se re- fiere. Desde luego es obra de vulgarización más que de investigación original.

El tema de las alteraciones aragonesas siguió aún. siendo tratado. Gonzalo de Céspedes y Meneses (v. pág. 310) , que vivió casi siempre en Zaragoza, publicó allí Historia apologética en los sucesos del reino de Aragón í0. Aunque su propósito, consignado en. lo restante del título, es volver por la verdad, "que basta aora manzillaron diuersos Escritores", el tono es mesurado. A Antonio Pérez le ataca albier- tamente, adoptando el autor «1 partido real; consi- dera que se exageró al llamar movimientos del reino a los que sólo lo eran, de un reducido número de descontentos. El libro originó protestas y fué man- dado recoger.

Tras estas monografías sobre hecbos pretéritos

69. Fuentes, art. G726.

70. Fuentes, art. 6193.

71. Cito en la págr. 367 £1 Suceso de la batalla de Pavía, comp. por Juan Quiñones de Benavente (m. hacia 1650), qu" o-cupó, entre otros cargos, el de alcalde de corte.

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cap. viii (1623-1684)

de las que aún veremos un valioso ejemplar en la historia de Indias, pasemos a las inspiradas por los sucesos coetáneos. De éstos, la guerra de Cataluña originó una copiosa bibliografía, parte de la cual es examinada a continuación, dejando otros escritos para el artículo de Historia polémica.

El lisbonés Francisco Manuel de Meló Mello en su idioma vernáculo (1611-1667) es autor de la obra más importante sobre ese tema y una de las más umversalmente estimadas.

Personalidad la de Meló de muy variadas facetas, pocas vidas tan intensas como la suya. Poeta con- ceptista, escritor bilingüe, alabado igualmente como clásico por españoles y portugueses, militar llegado a altos puestos, político afecto al poder central y después a la causa lusitana, con tardía y exacerbada hispanofobia, conoció además los peligros de una arriesgada aventura amorosa y sufrió destierro y largos años de prisión". La forzada quietud de ésta y el reposo logrado en lo postrero de su dinámica existencia hicieron alcanzar elevadísima cifra a sus obras literarias. A eseribir la que aquí nos interesa, la Historia de los movimientos, separación y guerra

72. Es imposible dar en unas lineas idea precisa de las su- cesivas actitudes adoptadas por Meló frente a los varios proble- mas peninsulares. El mismo aumentó esta dificultad gloriándose en Portugal de haber sido uno de 'los primeros en laborar por su independencia, lo que está en contradicción con la conducta efectiva de la primera parte de su vida. Los lectores que lo de- seen pueden encontrar más detalles en las monografías citadas en Fuentes, asi como en la larga introducción de Picón a li ed. de la R. Ac. Espafiola. I.a biografía hecha por Prestage fué reeditada en traducción |X>rtuguesa también en 1933. Ultima- mente, el mismo Prestage, ante 'las dificultades que ofrece ahora hacer urra nueva edición corregida d-e su obra, ha condensado los posibles afiadidos y cambios *n un articulo (D. Francisco Ma- nuel de Meló en Inglés , "The Modern'Language Review", 1942, XXXVII, 327-334).

MELO

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de Cataluña ", fué invitado por el marqués de los Vélez, a cuyas órdenes luchó como maestre de cam- po. La acabó cuando aún no asomaba su hostilidad al reino central, y como su condición de portugués le eximía, por otra parte, de una ciega adhesión- a la política centralista, se hallaba en perfectas cir- cunstancias de imparcialidad. Se ponen, con. todo, algunos reparos a su exactitud, si bien, más que por falsear la verdad, por no haber consultado las abun- dantes fuentes documentales y literarias que ilustra- ban aquellos sucesos. Meló se atuvo a su propio co- nocimiento y se propuso ante todo componer una monografía de corte clásico, lográndolo en toda la medida. No cabe mayor maestría en- la manera de presentar los acontecimientos, de excitar el interés del lector, de describir, de esmaltar su exposición de hondo® pensamientos y expresiones felices. La concisión es extremada, obligando en ocasiones a una lectura muy reposada para captar cada matiz de las ideas que desarrolla. Se advierte, claro es, el esfuerzo del autor por quintaesenciar su prosa, y ello, junto con los otros recursos puestos en juego, entre los que no faltan los discursos de rigor per- fectos los suyos , da a la obra un inevitable acento retórico. Pero el mérito de Meló está en la aparente naturalidad que vela su labor, dejando apenas en- trever tal esfuerzo sostenido de lima y depuración. Con la pericia del hablista muéstrase también la sa- gacidad del político. Sin necesidad de remontarse mucho en el paaado, con sólo tomar desde 1635 las

73. Fuentes, art. 7298; vid. también ar.ts. 4529, 7187 y 7320.

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relaciones hispanofrancesas y dibujar los rasgos más característicos de los catalanes, compone un cuadro vigorosísimo en que se fundamenta debidamente cuanto después ocurrió. La obra alcanza sólo, poco más o menos, hasta el término del primer año de guerra (1641) : quiso así reducirse al período que conoció como testigo. El autor la repartió en cinco libros, sin subdividir éstos en capítulos. Siguiendo la práctica de los buenos historiadores, hace cuando conviene digresion.es que capacitan ad lector para entender en toda su hondura los hechos que refiere. Es, en suma, la "Historia" una monografía magis- tral que nada tiene que envidiar a las más bellas de la antigüedad ni a las de nuestro tiempo.

Antonio Pellicer lm. 1651), hermano del Pelli- cer famoso, participó también en la guerra catalana e hizo de ella un Diario que nos ha llegado incom- pleto '*. Sólo son notas escuetas de campaña, sin in- terés historiográfico alguno.

El agustino Gaspar Sala y Berart (m. 1670), partidario de Luis XIIT y su cronista en esta cam- paña, se apresuró a publicar en 1641, en. pleno triunfo catalán, su Epítome de los principios y pro- gresos de las guerras de Cataluña, antes, según él, de que los vencidos tratasen de desfigurar sus victo- rias ™. El tono de la obra, que literariamente respon- de a la fama de orador del autor, lo da su vehemen- cia anticastellana. En 1639 había impreso un Pane- gírico aniversario de los héroes catalanes difuntos.

74. Fuentes, art. 7331. De dos gruesos voto, que lo formaban, se perdió totalmente el segundo.

75. Fuentes, 7278.

SALA. SAYNER. MASCAREÑAS

319

También salió de su pluma la Proclamación ' católica a Felipe IV, que figura dirigida a éste por el Con- sejo de Ciento de Barcelona '6.

El levantamiento y secesión de Portugal originó también algunas monografías. El agustino Antonio Sayner (m. 1661) fué testigo y víctima de aquél; re- sidía en Lisboa y sufrió dieciocho meses de en-carce- lamiento en el convento de S. Francisco. Logró al fin pasar a España y publicó en Zaragoza una Historia del suceso ". En ella se propone explicar la verdad de lo ocurrido, pues fué tan. increíble, dice, el éxito de los rebeldes, que ello dió ocasión a muchos erro- res. La obra es, pues, a la vez que una reseña de he- chos, una exposición de sus verdaderas causas, que él pone en la negligencia de las autoridades espa- ñolas y en el abandono en- que se tenían las defensas del territorio portugués; cree que tampoco se supie- ron evitar "los inconvenientes que pueden ser motivo de exasperar" a la población lusitana. El buen- agus- tino escribe con poca soltura 78.

Jerónimo Mascareñas (m. 1671), aunque noble lisbonés, estuvo de parte de España al alzarse su país , siendo premiado por Felipe IV con varios altos cargos eclesiásticos; desempeñó, entre otros, el de obispo de Segovia (1668) y el de capellán de la

76. Fuentes, art. 7283, donde figura como anónima. De él son asimismo lo« Secrets Publichs (id. ar.t. 7287, allí dados también por anónimos). Compuso, en fin aparte de otras obras ajenas a nuestro tema , unas Lágrimas catalanas al entierro de Claris, a raíz de su muerte (1641).

77. Fuentes, art. 7378.

78. Véase la pág. 371, en que se da noticia de una Respuesta al libro de Sayner.

79. Vino precisamente cuando ocurrió e>l levantamiento portu- gués, como otros portugueses, que tal vez no creyeron entoncfs en el éxito definitivo de la rebelión.

cap. viii (1623-1684)

reina s0. Así como Sayner reseñó los comienzos de la rebelión, él se ocupó de su última fase, bajo el título de Campaña de Portugal de 1662"; está hecha desde un punto de vista netamente español, con grandes incriminaciones a sus paisanos. Es relación, bien es- crita y muy puntual. Como puede adivinarse, los portugueses no le perdonaron su hispanofilia; entre otros, el con.de de Ericeira, en su "Portugal restau- rado", ataca mucho la obra y al autor.

Los sucesos de los Países Bajos fueron tema de varias producciones de diverso tipo. A Carlos Co- loma (1567-1637), hijo del I conde de Elda, I mar- qués de la Espina él mismo, se debe la más impor- tante. Hombre culto, político y diplomático, fué so- bre todo experto militar, alcanzando elevados pues- tos. Hizo, entre otras, la campaña de Flandes en los años 1588-1599, y se decidió a historiarla. La obra se titula Las Guerras de los Estados Bajos " y compren- de los años dichos, por no haber querido el autor re- señar sino lo que por conocía. Aunque buen cla- sicista, como muestra su traducción de Tácito, no anheló hacer labor de humanista: se propuso escri- bir como militar, preocuparse ante todo de decir la verdad y hacer así resaltar la valía del ejército es- pañol. No está conforme con los que historian, gue- rras sin haber ellos hecho armas, por los errores a que se exponen. Los que militaron en Flandes no se cuidaron tanto "de escribir sus hazañas como de ha- so. Por haber sido designado para osle cargo formó en la co- misión que fué a recoger a Alemania a doña Mariana, escribiendo él como testigo el Viaje de la soberana desde Vlena a MadrUl (Fuentes, art. 7140).

81. Fuentes, art. 7410.

82. Fttentes, art. 6518.

COLOMA

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cerlas", y esto le decidió a "hurtar el oficio a los historiadores". Recomienda además a los Supremos Consejos que hagan se reseñen pronto en igual forma los veinte años que aún quedaban a merced de los extranjeros esto es, 1600-1622 . Como se ve, es un angustioso afán de impedir la ignorancia o el falsea- miento de los hechos, y no el deseo de hacer litera- tura, lo que le lleva a cultivar la historia.

La obra responde a los propósitos. Puntualidad, precisión, sencillez de expresión, son sus caracterís- ticas. El relato desciende cuando es preciso ia referir por días y aun por horas. Pero esta minuciosidad en los detalles no impide al buen general que Coloma era conservar siempre la noción del conjunto, como •e le ve asimismo mostrar sus taléntos de político y diplomático en su penetración, de los resortes invisi- bles que operan sobre las acciones por él referidas. En loe retratos y juicios de personajes es sobrio de palabras y eficaz, como son breves las reflexiones y atinados comentarios con que esmalta su narración. La obra está dividida en doce libros, correspondien- tes a los doce años que comprende.

Posteriormente escribió Coloma una Relación del socorro de Brujas s\ en forma de memoria personal, por haber él tenido principiad participación como ca- pitán general de la caballería ligera. La avaloran iguales rasgos que a la obra precedente, análoga pun- tualidad en las noticias y el vigor y naturalidad de la prosa.

El mismo año que las "Guerras" de Coloma apa-

83. Fuentes, art. 7560. 21

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recio otra obra consagrada también a las campañas flamencas. Su autor, el portugués Antonio Carnero (Garneiro, en su país), era tesorero de lats fuerzas españolas, y al cesar en esta actividad ocupó sus ocios en historiar los acontecimientos flamencos des- de su llegada al país, en. 1585. Los conocía por mismo, mejor, dice él, que los soldados participan- tes, y se informó de lo que no presenció por los propios capitanes. A petición de quienes conocieron su escrito, le amplió consignando lo anterior, desde 1539, para lo que dice haber utilizado las relaciones de Mendoza, Del Río y otros igualmente fidedignos, y en tal forma nos ha llegado su Historia**. Alcanza hasta 1608, en que fué pactada la tregua. Aunque el autor era poeta como tal lie cita Lope en el "Lau- rel de Apolo" , la obra es de pocos vuelos litera- rios; le falta también visión de conjunto de histo- riador. Pero es un relato discreto de los hechos dig- no de estimación.

Jerónimo Mascareñas (v. pág. 319) contribuyó con una reseña de los Sucesos de la campaña de Flan- des en 1635, en que Francia rompió la paz con Es~ paña Mj Muestra en ella el autor la entusiasta adhe- sión a la monarquía española que en sus otras obras, tan de estimar en un portugués del seiscientos. Tam- bién lo es la extremada corrección con que escribe el castellano. Su narración es clara y puntual y la completan interesantes documentos españoles y franceses, aunque su misma importancia hace que sean también conocidos por otros conductos. La obra

84. Fuentes, art. 6309.

85. Fuentes, art. 7560.

CE\ ALLOS. MONTERO DE ESPINOSA 323

acaba con la evasión de su prisión francesa del conde de la Feira y trece compañeros. El autor no indica que fuera testigo de los hechos referidos.

lo fué Lorenzo de Cevallos y Arce de los ocurridos en los años 1637 y siguientes hasta enero de 1641, cuya relación ha sido publicada a conti- nuación de la de Marcareñas. Cevallos, alférez refor- mado, según él nos dice, en el tercio del marqué* de Rivas, cuenta hasta Ja muerte del mismo, acaeci- da en el mes citado. Más que exposición seguida es conjunto de noticias sueltas, que son dispuestas den- tro de cada año sin precisar fechas, con la simple indicación de "Por entonces", "En este tiempo" u otras análogas. El autor se muestra informado como un periodista de cuantos llegaban, o salían para Es- paña y de otras novedades sabidas por mismo o por personas que le merecían fe. No aspira más que a darlas a conocer y "pide al lector le perdone lo que faltare al lenguaje cortesano, por lo que tiene de verdadero".

Román Montero de Espinosa, autor dramático que gozó, según Nicolás Antonio, fama de buen poe- ta, militó en Italia y luego en Flandes, alcanzando altos grados. Publicó en Bruselas, en 1654, unos Diá- logos militares y políticos sobre las campañas de Flandes. Los interlocutores son. dos amigos a quienes se llamaba Heráclito y Demócrito por su propensión,, respectivamente, al llanto y la risa, y en su charla tienen poca cabida los relatos de hechos, limitados a lo suficiente para basar en ellos consideraciones acerca de la milicia. El autor muéstrase culto y due-

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cap. viii (1623-1684)

ño de la pluma, si bien quita diafanidad a su prosa el abuso de los párrafos de extensión desmedida.

Tres relaciones anónimas, partes sin duda de una misma obra, aunque tomadas por los editores de ma- nuscritos diferentes, deben ser también citadas aquí Refieren el viaje de don Juan de Austria II, en 1656, desde Cataluña a Flandes, en que hubo, entre otros incidentes, una lucha afortunada contra corsarios tur- -eos; la campaña flamenca en dicho año bajo su man- do, y la de 1658. Probablemente habría, por lo me- nos, otra parte relativa a 1657. El autor habla siem- pre como partícipe en dos sucesos, y acaso el propio don Juan le hubiese encomendado la historia de su período de gobierno, misión que es cumplida con la necesaria puntualidad y suficientes dotes litera- rias. Vese aisí realizado, aunque parcialmente, el de- seo que Coloma mostró, aunque sin eficacia por el momento, debido a no darse publicidad a estos es- critos

Juan de Palafox y Mendoza iv. pág. 416) com- puso, por orden de Felipe IV, Sitio y socorro de Fuenterrabía y sucesos del año 1638**; aunque les consagra más de 400 nutridas páginas, se justifica ■de dar las victorias "a tan breve volumen reducidas". Ello es tan poco sincero como señalar a la obra los defectos de "poco o ningún aliño en el estilo, sin

86. Fueron incluidas on mismo volumen (|iip las de Masea- •i-efias y Cevallos (Fuentes, art. 75G0i. Puede suponerse que otras relaciones breves de este tipo se mantendrían Inédlta-s.

87. Los Anales de Flandes, de Envanuel Sueyro n. en España <le padres portugueses y m. en Bruiselas -en 1629 no correspon- den al grupo que examinamos, pues historian dicho territorio desde los primeros tiempos hasta 1477, quedando asi fuera la ac- iuaetón e-sj>aflola.

88. Fuentes, art. 7507.

PAI.AFOX. EGUÍA. MOLES

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exornación los sucesos, ni descripción las ciudades, fortalezas y provincias; desnuda de aquella elocuen- cia que va embebida en. las grandes historias que enseñan igualmente y persuaden"; precisamente la caracteriza un gran esmero en la redacción y toda la elocuencia que los temas daban de s\

Francisco de Eguía y Beaumont, caballerizo del con.de de Oñate, virrey de Nápoles, escribió Varios discursos sobre la reducción de Nápoles (Madrid, 1649). El título despista, pues la obra es realmente un simple relato de la revolución de Másamelo, bien hecho y con menos digresiones eruditas de lo acos- tumbrado en su tiempo. La obra va dirigida al conde de Oñate, y hace en. la dedicatoria, como es en este siglo tan frecuente, la genealogía de dicho señor. En un "Prólogo al lector" se refiere a varios libros es- critos antes y a largas investigaciones en Italia y Es- paña.

Urna fase de la guerra de Treinta años fué tam- bién, reseñada, con el título de Guerra entre Ferdi- nando II y Gustavo Adolfo (Madrid, 1637), por Fa- drique Moles. El autor manifiesta haberse limitado a resumir los datos obtenidos de las relaciones en- viadas de Alemania por los marqueses de Aitona y de Cadreita, Baltasar Marrada y otros. Comprende desde la marcha del rey sueco a Alemania (1630) hasta su derrota en. 1634, y la narración está hecha con mucho brío, que le dicta su entusiasmo por la causa defendida por los Austrias.

89. Veo citada una obra de Antonio Hurtado de Me.ndoza, el poeta dramático, titulada Relación de los efectos de las amias de España en el año 1638, que no he encontrado.

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cap. viH (1623-1684)

Debemos, en fin, agrupar aquí dos obras que ce refieren a todo lo acaecido en un breve período. Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), el famoso satírico citado ya en el capítulo anterior, es aquí incluido por sus Grandes anales de quince días °, ingenioiso título que marca el interés de lo ocurrido en breve espacio aunque más dilatado que la quincena dicha al comienzo del reinado de Fe- lipe IV. Es labor más de político y cortesano que de historiador. Lo referido atañe a asuntos persona- les: sustitución de validos, castigos y persecuciones, etcétera, tratándose entre ello de la situación del propio autor. Este muestra en la obra las dotes de gran prosista y de cáustico enjuiciador que le carac- terizan en todos sus escritos.

José Pellicer (v. pág. 358) debe también ser alio ra mencionado por sus Avisos históricos '", una de las fuentes más consultadas de este tiempo. No es mera apuntación de sucesos, como los abundantes anales que ofrece nuestra historiografía. El autor dió a su obra un carácter más definido de monografía histórica, encabezándola con una exposición del es- tado en que se encontraban los países cuyas noti- cias habían de formar su contenido, para su mejor comprensión. En cuanto a éstas, son breves, pero su- ficientes, y allgunas muy curiosas. El orden, marcado por los días en que se recibían las noticias en Ma- drid, es rigurosamente cronológico. El autor descien- de con el mayor desenfado a bechos pecaminoso-

90. Fuentes, art. G88!. Aunque el título lleva la apostilla de

"Alio 1621", hubo de ser escrito o acanallo m&s adelante, pues se refiere a sucesos posteriores.

01. Fuentes, art. 7238.

QUEVEDO. PELLICER. BIOGRAFÍA

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de la índole más reservada, componiendo así, a modo de información periodística, una crónica escandalosa de los años que comprende, 1639-1644. Con los su- cesos de este carácter alternan los públicos de inser- ción habitual".

f) Biografía y autobiografía.

También este género tiene ahora copiosísimo cul- tivo, abarcando todas las variedades que es dado se- ñalar en él. Su profusión invitaría a establecer va- rios subgrupos si ello no alargase estas páginas más de lo que conviene, por ser frecuente el caso de es- critores cuyas obras habrían de repartirse entre ellos. Es, pues, preferible puntualizar aquí cuáles fueron las variedades aludidas y reunir después la produc- ción biográfica de cada autor. Reyes de los antiguos reinos dan tema para monografías que lindan con. las crónicas de reinados, pero tienen más acentuado carácter de biografías. Los monarcas coetáneos son también objeto de escritos que, por referirse más a su vida particular, no deben tampoco confundirse con las historias a ellos consagradas; en esta especie pueden asimismo incluirse las reseñas de sus viajes y solemnidades, así como las que se refieren a los de sus familiares y otros personajes. Forman otro grupo nutrido las biografías propiamente dichas, con material suficiente para subdividir entre las de per-

92. Otro noticiario analog-o, que comprende los años 1636-1642 (Fuentes, art. 7230), se compone de relatos semanales hechos en Madrid, con preferencia por las noticias eclesiásticas. Es probable que los abundantes manuscritos inéditos de este tiempo conteng-an otras series semejantes de relatos.

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cap. VIH (1623-1684)

sonajes civiles y religiosos, de extranjeros y de espa- ñoles, colectivas e individuales. Tiene, en fin-, intere- sante representación la autobiografía, con diversidad marcada por el carácter y tipo vital de los que en ella emplearon su pluma.

Baltasar Porreño (h. 1565-1639?), acompañante en su mocedad de Morales en el viaje a Galicia, pá- rroco después de dos pueblos de Guadalajara, fué gran- aficionado al cultivo de la historia, con especial predilección por la biografía, colectiva e individual. Descuella entre la primera su inédita Historia epis- copal y real °\ obra de su juventud, de la que puede juzgarse por la "Vida del Cardenal Cisneros", que de ella se ha desglosado para publioarse aparte. Por 6U9 proporciones, por el conocimiento que muestra de la bibliografía eisnerian-a*, la abundancia de noti- cias y el esmero de su composición, más parece una cuidada monografía que simple parte de un tratado general. Revela así Porreño el concienzudo esfuerzo que ponía en sus producciones, a pesar de ser éstas muy numerosas M. En sus últimos años dedicó a Cis- neros, en pro de su beatificación, otro trabajo: los Dichos y hechos, anecdotario del Cardenal en que cada virtud es acreditada en sendos capítulos por detalles variados de su vida. La nueva obra, de tono má9 sentencioso, completa muy bien la biografía pri- mera, preferentemente narrativa y en gran parte nu-

93. Bittoria episcopal y real de España, en Ui cual se trata de lo» Arzobispos de Toledo y Reyes (¡ue han gobernado España de- bajo de su primado. Alcanza hasta el tiempo del arzobispo don Bernardo Sandoval y Rojas, o sea hasta principios del s. xvn. El manuscrita se conserva en la biblioteca catedral totfeda<na.

94. La lista de ellas puede verse en el estudio <lel conde de Codillo (clt. en Fuentes, art. 2709).

PORREÑO

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trida de historia política. Con objetivo equivalente al de loe "Dicho* y hechos de Cisneros" compuso una Historia de D. Alfonso el Noble cuando se intentó beatificar a dicho monarca; se conserva inédita90. Fué, por el contrario, impresa ya en tiempo del autor una Vida del Cardenal Albornoz 96, con característi- cas análogas a las de su biografía de Cisneros. A Fe- lipe II y Felipe III les consagró también sendos libros de Dichos y hechos "\ La fuerte personalidad del primero se adecuaba a una obra de este tipo. Porreño, tras un capítulo en que resume su vida, pudo construir una serie de ellos, dedicados a sus cualidades y virtudes más relevantes, en los que re- fiére multitud de anécdotas que lae manifiestan. La obra consagrada a Felipe III, aunque análoga en la contextura, difiere en el contenido, pues la opaca figura del monarca no permitía profusión de hechos personales, y el autor hubo de acogerse a narrar su- cesos del reinado como demostrativos de los rasgos que asigna al rey. Fn. una y en otra, como puede su- ponerse, campea el encomio. Fuera de esto, las hace estimables la sencillez con que están redactadas, a lo que une la primera el interés de las anécdotas referidas, que perfilan bien el impresionante carác- ter de Felipe II. Debe, en fin, mencionarse su Histo- ria de D. Juan de Austria, inédita hasta fines del si-

05. Fuentes, art. 1248 Ademas de los ms>s. aquí citados hav uno en la A. de la H., slgrn. D, 79. 96. Fuentes, art. 1382.

9". El de Felipe II rué publ. en 1628: vid. Fuentes, art. r>841, donde por errata aparece 1621. Consúltese preferentemente en la reciente edición, ya citada, de A. González Partencia. El de Fe.li- pe III, dispuesto en 1628 con todas las aprobaciones para impri- mirse, quedó inédito hasta el sigdo siguiente, en que lo incluyó Yáñez entre las Memorias recogidas sobre dicho rey (Fuentes, art. 6881).

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cap. vin (1623-1684)

glo XIX98; el autor dice haberla compuesto por creer que nadie acometió tal empresa; pero después de terminada su obra supo se hicieron otras dos por los mismos días, aunque no las vió por no haberse publicado. Es, pues, totalmente independiente del libro de Vander Hammen, y ambas biografías se completan en cierto modo, pues la de éste es más copiosa en la parte de las primeras campañas de don Juan, y la de Porreño en la de Flandes95.

El predominar en la producción de Porreño los temas cercanos a su tiempo salva a sus obras del des- crédito que hubiesen tenido de versiar sobre asuntos antiguos. La credulidad que denuncian sus alabanzas al P. Román de la Higuera, su admisión del Julián Pérez y otros engendros tales, da la medida de la fe que merece cuando toca puntos en que es fácil el extravío. Pero su aplicación a ilustrar las vidas de personajes coetáneos o poco anteriores le permite mostrarse como un autor muy estimable, en quien la laboriosidad para documentarse se halla asistida por una expresión llana y clara, de que incluso par- ticipan los versos que de él se conocen.

Alfonso Núñez de Castro (v. pág. 287) debe propiamente figurar aquí por sus Crónicas de San- cho III, Alfonso VIII y Eurique 1 10°, pese a su apa- riencia de bistoria de reinados. El mismo instruye sobre el carácter de las reseñas dedicadas a Sandio y a Enrique, sólo prólogo y apéndice, respeotiva-

98. Fílenles, art. 61 ni.

99. Ño se limita a lo apuntado la proflucción biográfica de Po- rrefio; hay, .ademas, una Vida del Cardenal /). Pedro González de Mendoza {Fuentes, art. 9643>, varias vidas de santos, obras de ge- nealogía, etc.

100. Fuentes, art. t2íí.

NÚÑEZ DE CASTRO

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mente, del núcleo de la obra, que es la biografía de Alfonso VIII. No olvidemos que Porreño, poco an- tes, había historiado también a este monarca, y, pro- bablemente, el mismo aliciente que a él, la posible beatificación del vencedor de las Navas, llevó a Nú- ñez de Gastro a ilustrar su vida m. Se descubre en el autor un vehemente deseo de mostrarse fidedigno; expone su modo de documentarse, visitando archi- vos; advierte, aunque se le centsure, que se vale, no de extranjeros, sino de españoles, porque éstos tie- nen más obligación de conocer bien su patria. Ma- nifiesta que se esfuerza por rechazar las fábulas ad- mitidas, aunque no creídas, por el autor de la His- toria General Mariana, isin duda1 ; no pensó éste, añade, que al vulgo le basta verlas impresas para darles fe. Entiende que los historiadores modernos han mejorado mucho las historias, no sólo añadien- do noticias, sino purificándolas de errores, y esa es su aspiración. Inicia los capítulos con determinadas reflexiones, que le conducen a la exposición de los hechos, y toda la obra está impregnada de filosofía ligera, de acuerdo con su finalidad, más de loa que de pura indagación m.

A Fernando el Santo, recién canonizado (1671) ,

101. Abundan en este tiempo, como se va viendo, los intentos de canonización .de antiguos monarcas. Bl conde de Guime.rá, Gas- par O-alcerán de Castro y de Pinós (1584-1638), compuso también un escrito en pro d"e la de D. Jaime I, que ha 'Sido modernamente publicado (vid. Fuentes, art. 2071). El jesuíta Juan de Pineda (1558-1637) hizo por orden del arzobispo de Sevilla un Memorial de la santidad de Fernando III, para que Felipe IV solicitara su canonización (Fuentes, art. 1 274) .

102. Cerda y Rico, en el prólog-o a su edición de las Memorias de Alfonso VIII, del marqués de Mondéjar, dice que éste trata "con una increíble 'Severidad y acrimonia" a Núñez de Castro, cuya defensa toma él. Acepta que su estilo es "hinchado, difuso, inculto y pedantesco"; pero como historiador estima que puso los medios para documentarse bien.

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cap. viii (1623-16841

dedicó también Núñez de Castro una elogiosa bio- grafía m. Siguiendo un plan bien concebido, hizo en sus dos primeros libros la historia política militar, con preferencia del reinado, y dedicó el tercero a mostrar las excelsas cualidades que brillaron, en el monarca en el hombre, diríase mejor . Forma en total una obra muy extensa y detalladla. Tuvo el au- tor, según se ve, preferencia por este linaje de obras biográfico-apologético ,0\

El benedictino Antonio Lupián Zapata (m. 1667), cuyo verdadero nombre parece haber sido Antonio de Nobis, uno de los más activos falsarios de este tiempo, consagró una de sus numerosas obras a tra- zar un Epítome de la vida de la Reina Doña BereH- guela m. Parece que a tal biografía debió moverle principalmente el deseo de demostrar que ella fué la primogénita de Alfonso VIH y no doña Blanoa, la reina de Francia, quitando así a lo® franceses todo pretexto para reclamar la sucesión de la corona de Castilla ,M. Este punto concreto lo trata en un dis- curso especial que remata el epítome. Tanto en esta obra como en unos Anales de Castilla 107 que compiló supo Zapata beneficiar los documentos de que dis- puso, y es lástima que sus prácticas de falseador qui- ten toda confianza en un autor que síabía, cuando quería, historiar con- puntualidad y eficacia.

103. Vida de San Fernando el lll, rey de Castilla y León, ley viva de principes perfectos (Madrid, i 673 1 .

104. A las examinadas pueden añadirse su Espejo christalino, 'Mi que pondera a varios personajes de las casas de Osuna y Pa- checo (Madrid, 1648) y Ejemplar de perfección, elogio de las dos randadonas del convento del Caballero de Gracia, de Madrid (1658).

105. Fuentes, art. 1138.

106. Veo mencionada una ohra. que supongo Inédita, de Juan Tamayo de Salazar, sobre este mismo tema.

107. Vid. Cerda, 1. c. en el art. mencionado de Fuentes.

LUPIÁN. DÁVILA. CASTILLO

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Gil González Dávila |v. pág. 308) compuso, del género que ahora examinamos, una Historia de En- rique III de Castilla m. Tiene un carácter marcada- mente biográfico y se asemeja mucho a las crónicas antiguas, copiando gran parte de la de Barrantes Maldonado ,09; de la historia interna sólo se ocupa en lo relativo a las cortes. No cita sus fuentes, como iba siendo ya frecuente en su tiempo; pero tiene de la nueva escuela el hábito de insertar documen- tos, incluso extensos, como los testamentos reales. Expone con soltura y método. Hizo también, una Historia de los Reyes Católicos hasta 1479 que, como la de Enrique III, es marcadamente biográfica.

Alonso del Castillo Solórzano (1584-1648?), bien conocido como novelista, publicó dos trabajos históricos, de los que interesa citar aquí el Epítome de la vida de Pedro III de Aragón m. No es labor de investigador. El no se refiere a indagaciones origina- les, no inserta documentos ni aduce fuentes. Parece haberse propue to solamente poner en práctica eu propio precepto acerca de la historia: "escribir con claridad, verdad y inteligencia de todos, sin hacer dudar con lo culto ni conceptuar". Es, en efecto, una obrita bien ordenada, escrita com mucho agrado y sencillez, que cumple bien una misión, divulgadora.

Un Fray Jerónimo de la Cruz, lector de Teolo- gía en el convento de San Jerónimo, de Madrid, hizo

108. Fuentes, art. 1 180.

109. Vid. sobre ésta nuestro vol. I, pág\ 377.

110. Fuentes, art. 2389. He (le advertir que al examinar ahora nuevamente el ms. no hallo en él la ¡radicación de autor, que sin duda t^nla cuamdo redacté dicho art. de Fuentes.

111. Fuentes, art. 21 II. La otra obra aludida es hagriográfica y se titula Sagrario de Valencia (Valencia, 1635 .

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cap. viii (1623-1684)

ahora una Historia de Enrique IV "% de tipo marca- damente apologético. No sólo no ve en el monarca las taclias generalmente atribuidas, sino que le pre- senta como un hombre ejemplar. El autor escribe con desembarazo, pero no demuestra, limitándose a afirmar.

Otro autor cuyos datos biográficos ignoro, llama- do Onofre Antonio de la Barreda, compuso un Compendio de la vida de los Reyes Católicos, título que luego modificó ligeramente, así como muchos pasajes de la obra. El manuscrito, conservado en la Bibl. Nac. de París, es de letra del s. XVII y tiene un permiso de impresión de 1631, lo que hace casi se- guro que la obra sea también de este tiempo 11S.

Baltasar Gracián 11601-1658), uno de los escri- tores más estimados de nuestro seiscientos, ilustró la vida de Fernando el Católico sin hacer biografía pro- piamente dicha. Su obra El Político don Fernando "' considera los principales ra'sgos del monarca, en co- tejo con los de otros personajes de diversos tiempos y lugares, para perfilar su aventajada fisonomía de político en el mejor sentido de este calificativo. Es, pues, una serie de pensamientos sueltos, concisamen- te expuestos en su limada prosa, tan personal en su barroquismo.

El conde de Cervellón, Gaspar Mercader de CervellÓN (1656-1686), tomó probablemente por mo- delo la obra del célebre jesuíta al escribir su Retrato

112. Fuentes, art. 1553.

113. A. Morel-Fatlo, Cnt. des mss. espagnols de la B. N. de París, núm. 62, y Fuentes, art. 2394.

114. Fuentes, art. 2473.

BARRADA. GRACIAN. CERVELLON

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político de Alfonso VIII "5, cuyas odio ediciones dan fe de su buena acogida. Se ciñe más que Gracián a los datos biográficos, pero es el mismo desfile de cotejos, sentencias y discreteo, con igual preocupa- ción por lograr frases cortadas, densas y efectistas. El matiz de afectación, que de ello resulta es agra- vado en el escrito del conde por un abuso de im- pertinentes citas marginales que ni de lejos se refie- ren al tema concreto del libro.

Juan Antonio de Vera Zúñiga y Figueroa, pri- mer conde de la Roca ím. 1658) , gozó de la confian- za de Felipe IV, que le concedió dicho título, le tuvo por asesor militar y por sai representante diplomáti- co en diversas cortes de Italia. Muy dado a la bio- grafía, se le deben varias de distinto tipo. Al hacer un Epítome de la vida y hechos del invicto Empera- dor Carlos V 116, sigue, dice él, la senda de su abuelo Avila y Zúñiga; si los "Comentarios" de éste (v. pá- gina 64) , en vez de limitarse a la guerra de Alema- nia, hubiesen abarcado toda la vida del Emperador, nada tendría ya él que decir; pero el gran monarca "ha padecido en sus escritores la infelicidad que las más veces sigue a los méritos", y él, gran admirador suyo, acomete la tarea de biografiarle. Estas decla- raciones del autor, que parecen prometer una obra de primera mano, no concuerdan con la realidad del "Epítome", en el que simplemente se propuso ofre- cer al infante Carlos, hermano de Felipe IV, un con- junto de las hazañas de su ascendiente. Para ello abrevió, con. sencillez y sin vuelos literarios, la "His-

115. Fuentes, art. 1245.

116. Fuentes, art. 4831.

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toria" de Sandoval; Martínez de la Puente, poste- rior refundidor de ésta, dice que la obra de Zúñiga "pana índice es larga y para historia demasiado cor- ta". Compuso también unos Fragmentos históricos de la vida del Conde-Duque m, con el cual mantuvo re- lacionéis que le permitieron insertar importantes do- cumentos que él le comunicó. Dirige la obra a Fe- lipe IV "por hacer a V. M. una loable lisonja; por- que la justificación del valido es gloriosa alabanza del Príncipe". Se propone mostrar la inexistencia de los defectos que le achacó su propia prosperidad, por la envidia y calumnias que le granjeó el favor real. La obra está bien hecha; la exposición es sen- cilla, correcta y concisa, y los documentos incluidos dan a sus loas la confianza que les resta1 su propó- sito decidido de apologizar. Otra relevante figura, el tercer duque de Alba, fué también, tema de su pluma, bajo el título de Resultas de su vida "s. Pa- rece que la iniciativa partió del poseedor coetáneo del título, que en una carta laño 1637) estimula a Vera al que recuerda el parentesco de esta fami- lia .con la suya a biografiar a su antepasado, peor tratado de lo debido por los historiadores; le pro- mete para ello los papeles que él tiene. En la obra campea la alabanza no sólo al titular de la biogra- fía, sino a todo su linaje, cuya genealogía hace hasta el momento en que escribe. El autor, que la dedica

117. Fuentes, art. 7151. Morel-Fatio, en .su introducción a la Cffdvta del Conté ct'Olii>ares (vid. Fuentes, art. 71501, ensalza el interés (te los Fragmentos históricos y culpa a su incorrecta e in- completa edición del poco caso que de ellos se ha heoho, dándose la circunstancia de que Cánovas y otros estudtosos de Olivares buscaron en relaciones extranjeras cosas que éstas hablan tomado ele la obra de Zúfllgra.

118. Fuentes, art. 6107.

VERA ZÚÑIGA

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"a la Nobleza ilustrísiina de España", olvida al prin- cipio su habitual sencillez y se deja arrastrar de la altisonancia, pero luego recobra su tono acostumbra- do. Está bastante nutrida de datos, que dice haber obtenido en historias impresas y manuscritas y en papeles sueltos inéditos. Mencionaré, por último, El Rey D. Pedro defendido "'% cuyo carácter también vin- dicatorio muestra ya su título. Cree el autor que, aunque se escribió mucho de este monarca, no tiene aún España una verdadera historia de él, y que los extranjeros le tratan "engañándose en lo que dicen o deseosos ide engañar". Más aún que a Ayala, que le historió siendo su enemigo, culpa a Mariana, que, sabiéndolo, casi le copia. Saavedra Fajardo, que es uno de los aprobantes oficiales de la obra, dice que todas las de Vera "piden más admiración que cen- sura" y que a ésta la admira él "por lo que dice en lo que calla y por lo que enseña en. lo que dice". Es, ciertamente, un trabajo discreto. El autor no adopta la postura de polemista intransigente. Ape- nas discrepa en los hechos, acogiéndose a enfocar a diferente luz las cansías. Considera que el rey, por sus pocos años y el poder de sus hermanos contra- rios, hubo de empezar a reinar poseído de recelos que le hicieron derivar hacia la violencia. Más bien que los dictados de Cruel o de Justiciero cree que le corresponde el de Necesitado, esto es, de empu- jado por las circunstanciáis a obrar como obró. Tal es esta nueva biografía de Pedro I, en la que tienen gran parte las consideraciones morales del autor y

119. Fuentes, art. 1392. 22

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cap. vin (1623-1684)

frecuentes cotejos con hechos anteriores y posteriores al reinado historiado, todo lo cual da a la obra cier- ta variedad atractiva 12°.

José Martínez de la Puente, antes aludido y cuya biografía se ignora, publicó en. 1675 un arreglo, con abreviación de unas cosas y aumento de otras, de la "Historia de Carlos V" de Sandoval Aunque veía los defectos de ésta, quiso contribuir a vulga- rizar "la historia más fecunda y ejemplar de que goza España". Su aportación consiste en marcar las fuentes de que usó Sandoval, corregir algunos deta- lle?, ampliar algo, sobre todo en la geografía, y su- primir, para aligerar, los documentos inserto*.

Lorenzo Vander Hammen y León (m. 1589), de padre belga, pero nacido él en Madrid, beneficiado de Granada adscrito últimamente a la Capilla de los Reyes Católicos, compuso, entre otras obras, una bio- grafía de Don Felipe el Prudente y otra de Don Juan de Austria'". A la de Felipe II acompañan -en das cartas a Quevedo y a Tamayo de Vargas, con la's respuestas de éstos, que alaban las dotes de re- sumidor del autor. No se jacta éste tampoco de otro mérito que el de haber reducido a poco espacio lo que escribieron los historiadores del monarca, con lo que se propone contrarrestar el sentido antiespañol de la obra de Pierre Matthieu, traducida por este tiempo y apreciada en España como todo lo extran-

120. Es curioso que en ninguna de las varias aprobaciones que van al frente ríe ta obra fisrura ésta ron el titivlo que aparece en la portada, en que se declara su calllad de defensa del monarca, sino simplemente ron el de "Vtda del Sr. Rey D. Pedro de Cas- tilla", añadiéndose sólo en una "el Justieie.ro por necesidad".

121. Fuentes, art. 18:i0.

122. Fuentes, arts. 5790 y 6092, respectivamente.

VANDER HAMMEN. ANA DE CASTRO

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jero. Urgía, pues, una obra al alcance de quienes no podían, consultar las de Herrera y Cabrera. Pres- cinde del sistema de anales, contando seguidas hasta el final las diferentes empresas del reinado, con lo que la exposición gana en. claridad, a la que tam- bién contribuyen su lenguaje y estilo. Acaba con la muerte del rey y consideraciones sobre sus virtudes. La biografía de don Juan de Austria, mucho más prolija, es obra de indagación personal, y en ella se insertan documentos; ya el autor, aunque se consi- dera pequeño para historiar una vida tan grande, cree le capacitan los muchos datos que pudo allegar. Abundan, en- efecto, las noticias de interés que apor- ta, y cumple su cometido con mucha puntualidad, si bien con poca gracia de expresión. Es, además, muy desigual, pecando de difusión y abuso de di- gresiones en unas partes y de escasez en otras.

Ana de Castro Egas, cuyos datos biografieos ig- noro 123 , compuso Eternidad del Rey Felipe Tercero... Discurso de su vida y santas costumbres m, obra ex- tremadamente alabada por Quevedo en un juicio que la acompaña. Con sus elogios compiten los que la autora prodiga al monarca, al que supone el más digno, de cuantos hombres hubo, de ocupar un tro-

123. Debió, no obstante, cíe tener bastante notoriedad, porque mas rte medio volumen de su obra lo ocupan composiciones laú- dalo rías de poetas, entre ellos 'los más conocidos de aquel tiempo. A ellas sig-ue e.l juicio, después aludido, de Quevedo, que, después de proclamar a la autora "inteligencia a nuestro siglo de grande admiración y al sejo de sumo ornamenta", dice que "El volumen es descansado, el estilo pulido, con estudio dichoso, las palabras sin bastardía mendigada de otras lenguas... Tan docto escrúpulo ha tenido en lo gue deja, como cuerda elección en lo que elige; la sentencia es viva y frecuente, los afectos eficaces y debidos, pues sin digresiones forasteras deja vivir su vida al Principe."

124. Fuentes, art. 6859.

349

cap. viii (1623-1684)

no. No le interesa su historia política, sino su vida particular, sus virtudes, referidas en una prosa atrac- tivamente sencilla, muy lejana de la habitual en su tiempo.

La vida particular de Felipe IV daría probable- mente tema a alguno de los abundantes escritas de este tiempo que se mantienen inéditos y poco cono- cidos. De lo publicado puede mencionarse la rela- ción que, en forma de carta al duque de Medina- eeli, hizo Jerónimo Mas carenas (v. pág. 319) de la enfermedad, muerte y entierro del monarca El mismo Mascareñas compuso, muy por extenso, otra ilustración a la vida de Felipe: el relato del Viaje de Mariana de Austria cuando fué a unirse en. ma- trimonio con él'20; por haber sido nombrado cape- llán mayor de la reina formó en la comisión que fué a buscarla a Alemania y estuvo así presente en las incidencias de la expedición 12'. También cabe ci- tar aquí la Ilustración del renombre de Grande, que fué aplicado al rey. escrita por Juan Antonio Tapia y Robles (m. 1658) B*. El trabajo consiste en una serie de biografías de los santos, pontífices y mo- narcas que llevaron, antes que Felipe, el dictado de "Grande".

Soberanos extranjeros, aunque vinculados algunos a España por su nacimiento, fueron también tema de nuestros biógrafos. A tal grupo corresponden la Admirable vida de la Emperatriz María hija de

125. Fuentes, art. 7131 i 90. Fuentes, art. 7110.

127. Masoarefias es también autor de otros escritos <le carácter biográfico, consagrados a Rnymundo Abad de Fitero (Madrid, 1653>, Amadeo de Portugal (ib.) y Fray Juan Pecador (1665).

128. Fuentes, art. 7115.

¡VIASCAREÑAS. OTROS BIÓGRAFOS

341

Carlos V y mujer de Maximiliano II , compuesta por Rodrigo Méndez de Silva (v. pág. 289) ,2°; Virtu- des de Fernando II. Emperador (Zaragoza, 1640), obra de Valerio Monzón; Gustavo Adolfo, Rey de Suecia, vencedor y vencido en Alemania (Madrid, 1648) , de Fabricio Pons de Castelví, que parece haberse propuesto por modelo a Salustio; etc. In- cluso se biografió a monarcas antiguos, como mues- tra el Epítome de los Hechos y dichos del Emperador Trajano (Valladolid, 1654), por Luis de Morales Polo.

La biografía de personas particulares, de las que ya hemos visto varios ejemplares al ocuparnos con preferencia de la consagrada a soberanos, es muy copiosa y habremos de examinarla con toda la po- sible rapidez. De la vida de Doña Sancha Alfonso, hija de Alfonso IX de León, escribieron ahora sendos trabajos el jesuíta Antonio Quintanadueñas y Gre- gorio de Tapia y Salcedo (m. 1671). caballero san- tiaguista y secretario de Estado y Guerra de Feli- pe IV 13°. Ambos lo hicieron a petición de la Comen- dadora del convento de Santa Fe, de Toledo, en que se conservaba el cuerpo incorrupto de la infanta, lo cual, junto con los milagros que obraba, movieron

129. Fuentes, art. 4908. Méndez Silva, del que ya se dijo haber sido su fuerte la genealogía, aplicó sus conocimientos a diversas biografías: la del Condestable portugués Ñuño Aívarez Pereira (1640), del capitán Alonso de Céspedes (1647), 'de,I alcaide toledano Ñuño Alfonso (1648), aparte de otros trabajos puramente genea- lógicos. En cuanto a su Breve noticia de los ayos y maestros de los principes de Castilla, publ. en 1654, no tiene el interés que el título promete como biografía colectiva, pu-es se limita a nom- brarlos. Lo más del libro son consideraciones sobre los ayos de principes en general, su importancia, cómo deben cumplir su misión, etc., hinchándose aún el tema con noticias ajenas, como la genealogía de diversos príncipes castellanos.

130. Fuentes, arts. 1241 y 1243.

342

cap. viii (1623-16841

a aquélla a promover su beatificación. Ambos auto- res se atienen, pues, con preferencia a ponderar los prodigios obrados por Sancha a partir de su muerte, y si Tapia repite el esfuerzo de Quintanadueñas es principalmente para rectificar el error de éste, que creía, como otros, a dicha hermana de S. Fernando hija de doña Teresa de Portugal, primera esposa de Alfonso, cuyo matrimonio con ella fué después anulado.

Manuel de Faria y Sousa (1590-1649), portugués de nacimiento, usó del castellano en varias obras, entre ellas El Gran Justicia de Aragón Don Martín Bautista de Lanuza ' . tan estimada por Mascareñas que al juzgarla como aprobador oficial se declara "mudo para censurar defectos y casi sin palabras para referir los aciertos''. Faria la escribió en su vejez, después de compuestas, según él dice, más de sesenta. Decidió historiar a Lanuza por haber en- contrado importantes papeles suyos en la librería de un sobrino del Justicia, al que dedica el libro. Este tiene, en efecto, el valor de basarse sus noticias en cartas de reyes, ministros, etc.

Francisco Pinel y Monroy, poeta, del que sólo se sabe que vivía en 1674 y era preceptor del primo- génito del duque de Medinaceli, compuso una exce- lente biografía, titulada Retrato del buen vasallo, de Andrés de •Cabrera, personaje muy afecto a los Revo- Católicos El autor pondera las dificultades de su tarea, por reflejarse las rivalidades del tiempo de Enrique IV en la disparidad de las crónicas que lo

131.

139.

Fuentes, art. Fuentes, art.

6199. 2591.

FARIA Y OTROS BIÓGRAFOS

343

historian, y dice que ello le decidió a acudir más a los archivos que a los libros. La finalidad moraliza- dora que el título parece indicar no impide que la obra sea puramente biográfica, si bien abunda en felices pensamientos; está escrita con elegante sen- cillez. La última parte trata de la descendencia de Cabrera.

Antonio Suárez de Alarcón, hijo del marqués de Trocifal, dedicó a Felipe IV, en. 1663, unos Co- mentarios de los hechos del señor Alarcón, que tenía dispuestos para imprimirse. Muerto a poco, sólo cumplidos veintisiete años, la obra fué publicada por un canónigo mirobrigense de igual apellido m. Fernando de Alarcón, el biografiado, vivió en los reinados de los Reyes Católicos y de Carlos V; sus hechos corresponden a los años 1482-1540, habiendo tenido muy importante papel en la batalla de Pavía, por lo que le fué encomendada la guarda de Fran- cisco 1 ,34. El biógrafo se vale de buen número de crónicas e inserta abundantes cartas; la obra está en buen lenguaje, sin aspirar a primores estilísticos.

El jesuíta Antonio Osorio (1623-1680), hijo del marqués de Astorga, profesor de Humanidades en el colegio de Medina, mostró sus dotes de humanista en la biografía titulada Ferdinandi Toletani Alhae

133. Fuentes, art. 259?. El autor era portugués, pero expatria- rlo por haber jurado a Felipe IV. Antes que los Comentarios había escrito unas Relaciones genealógicas de los Marqueses de Trocifal y Comles de Torresvedras-. Ambas obras se atribuyen enóneann ire en la Enc.ielopp.día Espasa al canónigo editor, a quien se hace hijo fiel Marqués.

134. Tres el as antes de morir, ron conocimiento de su próxima muerte, escribió una carta al Emperador reiterándole su fidelidad, que le dice predicaba también a sus hijos, y otira al monarca francés pidiéndole, en gracia a los servicios prestados en su cus- todia, que uniese sus armas a las de Carios para luchar juntos por el catolicismo contra los mahometanos.

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cap. viii (1623-1684)

Ducis vita et res gestae 133 y en otra, también latina, de don Juan de Austria I, que no llegó a ver la luz 13\ Ambas son muy completas, abrazando desde el nacimiento a la muerte de los biografiados.

De personajes civiles coetáneos puede mencionar- se la biografía de Don Rodrigo Calderón por JerÓ- ntmo Gascón de Torquemada "\ que, según Antonio Valladares, editor de la obra, fué "aposentador de S. M. y de la cámara del... infante don Carlos, su amigo [de Calderón, sin duda] y testigo de vista a todo quanto aquí se refiere". Por desgracia, el pe- ríodo activo del favorito de Lerma está sólo contado a grandes rasgos, reservando el autor su prolijidad para dar cuenta del proceso y la ejecución, ya bien conocidos por otras fuentes. Refiere, con todo, de- talles interesantes, y parece tan imparcial como en- terado del verdadero carácter de don Rodrigo. No he podido hallar una Relación de la muerte del mis- mo privado, que figura a nombre de Fernando Ma- nojo de la Corte. Fué suceso que debió de dar tema a multitud de escritos, por lo que tuvieron de sen- sacional el encumbramiento y la caída de aquel mi- nistro, tan odiado en vida como admirado por su va- leroso final.

Fermín López de Mendicorroz dedicó en 1625 unas Observaciones de la vida del Condestable Juan Fernández de Velasco a su hijo. Bl biografiado, du- que de Frías y conde de Haro, desempeñó finalmen-

135. Fuentes, art. fiiós. Por error se (lió nomo contenida <'<ta obra en el ras. 1110 de la BflJl. Nac., el cual contiene sólo «la bio- grafía de D. Juan de Austria.

I3fi. Fuentes, art. f.nqi

137. Fuentes, art. 6928.

TORQUEMADA Y OTROS BIÓGRAFOS

345

te, tras de otros cargos, el de gobernador de Milán, v fué su vida lo bastante activa para dar tema a esta biografía, no mal escrita, aunque un tanto relamida y conceptuosa.

El glorioso marino D. Antonio de Oquendo, bajo el título de El héroe cántabro (Toledo, 1666), fué objeto de otro libro análogo, hecho por su hijo na- tural Miguel de Oquendo, también general de la es- cuadra de Cantabria. Retirado del servicio después de un naufragio sufrido en 1663, encontró papeles de su padre y se decidió a hilvanar su biografía, muy elogiosa, como puede suponerse, y bien com- puesta; abunda, según costumbre de la época, en digresiones eruditas.

Personajes eclesiásticos dieron también bastante contingente a la literatura biográfica 13s, pero en ge- neral son. obras sin interés para nosotros. Por el ca- rácter mixto del biografiado conviene mencionar Las grandezas de don Gil de Albornoz, de Antonio Pé- rez Navarrete 139, que en 1629 regía el colegio de Bolonia y consagró ese trabajo al fundador. Trabajo excelente, de una seriedad y probidad científica no frecuentes entonces. El aparato erudito iguala en ex- tensión al texto, ocupando ambos sendas columnas de cada página. Cita el autor con precisión las fuen- tes de que se vale, transcribe los párrafos ajenos dis- crepantes de los suyos, se basa en documentación

138. Hay biografías de D. Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo, por Eugenio de Narbona (1624); ríe D. Baltasar de Moscoso y San- doval, también arzobispo toledano, por Antonio de Jesús María (1680); del Venerable Francisco de Velasco. párroco de S. Matías ■de Granada, por Mig-uel José de Molina (1671), ©te.

139. Fuentes, art. 1384.

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cap. viii 11623-1684)

n.ueva. Es copiosísima la bibliografía que muy a fon- do manejó.

También merecen mención especial, por la cate- goría del autor y el interés histórico de las obras, las crónicas del Cardenal Tavera 140 y del Cardenal Men- doza que compuso Pedro Salazar de Mendoza (v. pág. 178 1 . Siendo éste administrador del hospital que fundó Tavera en Toledo, se decidió a referir la vida de dicho Arzobispo, lo que constituyó, según dice, "las primicias de sus estudios". La obra es muy completa, luciendo el autor su variada erudición his- tórica y genealógica. Es también muy puntual; no omite nunca consignar la fecha exacta, los nombres de cuantos intervinieron en los diversos hechos, los antecedentes y noticias que importa conocer en cada caso. Pudo así hacer una obra extensa sin recurrir a los sucesos políticos del tiempo del biografiado. La del Cardenal Mendoza, hecha veinte años después, se caracteriza por su* largas digresiones: una histo- ria eclesiástica de Toledo, una apología en varios ca- pítulos de dor.. Alvaro de Luna, otra del marqués de Santillana, etc., acabando con una extensa noticia 44 caps. del Colegio de Santa Cruz, de Vallado- lid, fundado por Mendoza; abunda también, la obra en informaciones genealógicas. En conjunto, las crónicas de los dos cardenales encierran un valioso acervo de datos históricos, y la exposición está hecha con bastante agrado.

Citemos ahora algunas relaciones de actos y su-

140. Chroniro de el Cardenal Don ¡lian Taiiera... (Toledo, 1003,. Ul. Crónica de el gran Cardenal de España Don Pedro Gonca- lez de Mendoca... (Toledo, 1625).

SALAZAR. SUCESOS REGIOS

347

ce-os cuyos protagonistas fueron los reyes o infan- tes. Descuella la del Viaje del infante cardenal Don Fernando de Austria, hecha por Diego de Aedo y Gallart duró más de dos años, desde la salida de Madrid a la llegada a Bruselas, y el autor lo describe prolijamente con notable claridad y tino. Otra obra equivalente, sobre la Jornada que su Majestad hizo a la Andalucía, de Jacinto de Herrera y Sotoma- yor "a, ro he logrado hallarla. La ceremonia del ju- ramento del príncipe Baltasar Carlos (1632) fué re- señada por el poeta Antonio Hurtado de Mendo- za en calidad de secretario de cámara del monar- ca, y por su orden. Nadie adivinaría un poeta en el autor; la relación, atiborrada de gerundios y de lar- gos paréntesis, sin. aliciente literario alguno, más se- meja obra de escribano. Tiene interés por los muchos pormenores del acto, del sistema de representación de cada ciudad, etc. También escribió otra Relación del juramento aludido Juan Gómez de Mora, que asimismo describió un auto de fe celebrado el mismo año en, Madrid. Relaciones más breves de actos aná- logos húbolas en gran número en este período, y su noticia puede verse en la repetidamente citada obra de Alenda

Acabaremos esta reseña de la literatura biográ- fica con el examen de varias autobiografías.

112. Fuentes, art. 7561. No hallo noticias del autor. Por la Techa en (|iie escribió pudo ser un sobrino del autor de la Topografía e historia general <ie Argel, que publicó esta obra de su tto, tan ramosa por sus noticias relacionadas con Cervantes. Ambos fueron benedictinos.

143. Fuentes, art. 7122.

144. Fuentes, art. 7212.

145. J. Alenda y Mira. Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España íMa-clrid, 1903), pág-s. 213-431.

348

cap. vm (1623-1684)

El capitán Alonso de Contreras ( 1582 - m. des- pués de 1641) empezó a escribir en. 1630 el Discurso de mi vida, que comprende su carrera militar hasta 1633, quedando incompleta Iniciada ésta casi en su niñez —a los catorce años , pocas la igualan en abundancia y variedad de aventuras. Puede decirse que estuvo en. todos los países donde los españole* peleaban hay, incluso, una breve expedición a América ; pero lo más son empresas corsarias con- tra los turcos. El autor se muestra muy veraz, no es- quivando lo de-favorable, y fué sin duda de valor no común "*. Refiere todo con. gran sencillez y con tal concisión que apenas dice lo bastante para hacerse entender. Con lo que él simplemente apunta, tratado literariamente, habría temas para muchos libros "s.

Otro capitán.. Domingo de Toral y Valdés (na- ció 1598). refirió también muy brevemente su vida, pasada entre España. Flandes. India y Persia. países de los que regresó en 1634 El autor ementa lo's penosos viajes que hubo de hacer para trasladarse a estos territorios y lo más esencial de sus estadas en los mismos; pero se desearía menos parquedad en. la reseña de los sucesos en que participó. En lo tocante a sus cosas personales es Toral la discreción misma,

146. La publicó M. Serrano y Sauz en Bol. <le la Ae. <le la His., 1900, XXXVII, 129-270, ro,n una introducción sobre la autobiogra- fía espafiola, base de su libro Autobiografías y Memoria.*.

117. Asi lo proclama también Lope de Vejra, dleiéndole en la dedicatoria de El Rey sin reino : "SI Vm., Sr. Capitán, bubiera nacido en Roma en aquellos dorados sigrlos de su Monarquía, cuan- do fué cabeza por las armas, pienso que no le hubiera radiado co- rona de las que se concedían a los valientes soldados por hazañas heroicas, murales, navales y castrenses."

1 18. A. Morel-I'atio inicia con Contreras su* Soldáis espagnols dn XVI le siecle, resumiendo lo más interesante de su vida. (Eludes sur iEspagne, troisierne serie, París, 1904, páffs. 167-182).

149. Fuentes, art. 6165.

CONTRERAS. TORAL. DUQUE

349

al revés de la generalidad de estos autobiógrafos, que se complacen en sacar a plaza sus amoríos y demás hazañas de que puedan gloriarse. El cuenta simple- m érate las incidencias de sus viajes, sobre todo, sin jactarse de nada. El principal interés de la obra está en las noticias de su estancia en la India y en Perada, por ser poco frecuentadas por nuestros soldados y aventureros como más dentro del radio de acción por- tugués.

Diego Duque de Estrada (h. 1593-1649), soldado y aventurero cuya vida transcurrió en gran parte en Italia, escribió sus "notables sucesos, naufragios, for- tunas y felicidades" bajo el título de Comentarios del desengañado I50. Pero no resistió a la tentación de añadir aliciente a su obra atribuyéndose participa- ción en sucesos ajenos, aunque para ello hubiese de alterar datos y fechas, empezando por la de su naci- miento, que él adelantó a 1589, y la de la muerte de sus padres, procurándose así una interesante orfan- dad anticipada, que le daba campo para insertar no- velescos sucesos. Las dudas que se suscitaron han sido aclaradas hace pocos años por el italiano Croce, el cual ha podido hacer un decisivo deslinde entre lo real y lo amañado de las memorias US1. Pasada así la obra de la categoría de fuente histórica veraz, en que la incluyó su editor Gayangos, a la de reflejo

150. El tltuilo completo es Comentarios de el desengañado de si mesmo, prueba de todos estados y elección del mejor de ellos, o sea Vida de el mesmo autor, que lo es Don Diego Duque de Es- trada. Fué publicado por P. Gayang-Ois >en el "Memorial lrist. espa- ñol", vol. XII (Madrid. 1860), cuyas 532 págrs. ocupa.

151. B. Croce, Realtá e fantasía nelle Memorie di Diego Duque de Estrada (Napoli, 1928); vid. B. Sánchez Alonso, "Rev. de la Bibl., Aren, y Museo" del Ayuntamiento de Madrid, 1929, VI, 234-235.

350

cap. viii (1623-1684)

de costumbres de su tiempo, equidistante entre la historia y la novela, contiene aún no poco de intere- sante. Comienza por una noticia de sus ascendientes, cuya noble alcurnia trata de mostrar, y entra luego en. sus propias hazañas, iniciadas en plena mucha- chez. El autobiógrafo se retrata primero luciendo su ingenio entre escritores de Toledo, su ciudad natal, y después en Madrid, donde aparece como composi- tor de comedias, alternando con Lope de Vega y otras grandes figuras literarias, así como con lina- judos titulados. Expone asimismo hazañas de amor y de armas, imposibles en tan temprana edad, y toda la obra es un tejido de aventuras, referidas con bas- tante donosura y mucho pormenor. Fueron treinta años de vida militar entre Africa, Italia y Alemania, acabando por ingresar, en Cerdeña, en la orden de San Juan, de Dios. Entre lo mucho real y lo mucho fingido que la amena obra de Duque contiene, com- ponen un ejemplar muy típico del español de su tiem- po, valeroso, poco sufridor en el punto de honor y de mucho aguante en todo lo demás.

El poeta Luis de Ulloa Pereira (1584^1663) com- puso una obra sin título, que ha sido hace pocos años impresa con el de Memorias familiares y literarias'". Tiene, en efecto, encubierto, bajo la aparente ficción, mucho que se ha comprobado como real en la vida del autor, que en ella se refiere especialmente a su discordia con uno de sus hermanos. Pero su interés principal está en lo que ilustra la vida del poeta y en buen número de versos, que igualan o exceden en

152. La ptinllro M. trtlgaa en Madrid, 1925, rormando el vo- lumen 2.° de la 2." serle de la Sociedad dp Bibliófilos Bsipafiole-s.

ULLOA. CUBERO

351

extensión a la prosa. Su editor calcula que hubieron de escribirse entre 1637 y 1644. De haber sido poste- riores hubieran probablemente referido algo de la estancia en Toro ciudad natal y residencia del au- tor— del Conde-Duque, de quien Ulloa era muy adic- to y pariente lejano ,53.

Pedro Cubero Sebastián 1 1645?-1696) , sacerdote aragonés, fué nombrado Predicador Apostólico por la congregación de Propaganda Fide, y en calidad de tal recorrió, partiendo de Roma, numerosos países, con este itinerario : Venecia, Transilvaraa, Bohemia, Polonia, Rusia, Persia, India, Filipinas, Méjico, Es- paña. Dió, pues, la vuelta al globo y creyó interesante describir tan variados lugares, lo que hizo en un.a Breve relación de la peregrinación que ha hecho de la mayor parte del mundo (Madrid, 16S0). El viaje ocupó los años 1670-1679. Los rasgos que más resal- tan en el autor son un encendido fervor religioso, entusiasmo por su misión de propagandista, candor inigualable para expresar sus opiniones y una vera- cidad absoluta. Escribe sin ningún rebuscamiento, con ausencia total de preocupación literaria, y no le importa descubrir m desconocimiento de idiomas, ex- presando tal como le suenan las palabras que oye 15J. Pero su instinto le guía, y hace a su manera descrip-

133. Además del ras. completo, conservado en la biblioteca de Menéndez Peilayo. hay otro en la Bibl. Naoion.ail, extractado de aquél, y en que faltan todos los versos y las referencias a ellos. Este otro texto, que fué Incluido por Serrano y Sanz en su volu- men de Autobiografías y Memorias, pág<s. 507-531, lleva por apén- dice una Relación del recibimiento del Conde-Duque de Olivaren en Toro, 164S; en él se habla de Ulloa con su propio nombre y de su adhesión a dicho personaje.

154. En su estancia en París abundan 'las expresiones de este tiipo: en la Rúa da Barch, Alfa Burg de San Germe; Templo de Siotradam-, Pon noff, el Vbre, etc.

352

cap. viii (1623-1684)

ciones fidelísimas de las ciudades y territorios que va recorriendo, fijándose en lo característico e inte- resante. La obra empieza desde el nacimiento del autor.

El jesuíta José Tamayo (1607-1685), rector de varios colegios de su orden, compuso, además de otras obras religiosas, unas Memorias del cautiverio. En ellas refiere el que sufrió en Argel y Tetuán, por baber caído en poder de unos piratas berberiscos, en 1644. Se conservan inéditas 15°.

Juan de Palafox y Mendoza (v. pág. 416) escri- bió su Vida interior obra en que muestra su carác- ter vehemente. Su tono es francamente autoincrimi- natorio. El buen obispo, como un obstinado pecador, sólo encuentra en deméritos, y la obra es toda una efusión de gratitud a Dios, que tanto hubo de per- donarle. Para el conocimiento de los hechos con- cretos de su vida no tiene gran interés, porque los datos positivos se pierden en ese aluvión; pero se obtiene con su lectura un cabal concepto de su espí- ritu hondamente religioso y se comprenden alterna- tivas de su actuación, de otro modo inexplicables.

Miguel Parets (1610-1661), vecino de Barcelona, zurrador de oficio, escribió, no una autobiografía pro- piamente dicha, sino apuntes o memorias de los in- teresantes hechos que ocurrieron durante 9U vida en Cataluña y principalmente en la ciudad de su residen- cia. Con. el título De los muchos sucesos dignos de me-

155. Según Serrano y Sanz, que da noticia de ellas en sus Au- tobiografías \i Memorias, el ms. original, de 40 toílos en 4.°, lo posee la Btbl. Univ. de Salamanca.

156. Vida interior del Exc. Señor..., La qual vida el mismo se- ñor Obispo dexó escrita (Bruselas, 1682, 404 pagrs.,

OTROS AUTOBIÓGRAFOS

353

¡noria que han ocurrido en Barcelona y otros lugares de Cataluña, han sido modernamente publicados "'. Como puede suponerse, son apuntaciones hechas sin, aspiraciones literarias. El relato es minucioso e im- parcial. Comprende desde 26-111-1626, en que Feli- pe IV prestó en Barcelona el juramento de respetar los fueros, hasta 21-11-1660, fecha del tratado de los Pirineos. Abraza, pues, todo el alzamiento, con sus antecedentes y consecuencias. El autor, que habla de con frecuencia en primera persona, escribió prime- ro en catalán y tradujo por mismo al castellano; hay manuscritos de ambos textos.

g) Historia polémica.

Si hubiese de recoger en este artículo toda la his- toriografía animada de ardor polemizante, entraría en él una gran parte de la producción del (período, por ser acaso esa característica la más constante en todo el curso de él. En los géneros examinados hasta ahora se habrá ya advertido la frecuencia con que a la fun- ción de historiar iba aneja la finalidad de demostrar algo, refutando asertos anteriores l5S. Otro filón de combatividad fueron los supuestos hallazgos de fuen- tes antiguas, que estimularon la competencia regional y local y excitaron en los escritores el prurito de aven- tajarse en el descubrimiento de noticias que oscure- ciesen las ya aparecidas. No tiene objeto, como en otro lugar se dijo, examinar la frondosa literatura

157. Fuentes, art. 7311.

158. Recuérdese especialmente la producción relativa a las orí- genes de Aragón y Navarra y las historias de los alzamientos de Cataluña y Portug-al.

23

354

cap. vm 11623-1684)

apócrifa, evidenciada, como ya lo fué, su superche- ría ,59. Pero debe hacerse una breve mención de sus principales impugnadores.

Nicolás Antonio i 1617-1684), el gran bibliógra- fo, tiene entre sus muchos méritos el de haber puesto su autoridad frente a los falsos cronicones, si bien se había plegado, en cambio, a servir desde Roma a los que gestionaban la aprobación de los [plomos granadinos. Lo más de su actividad lo empleó en allegar materiales para su gigantesca Bibliotheca his- pana, pero se ocupó también en otros escritos, entre ello; el que aquí nos interesa. Lo tituló Defensa de la Historia de España contra el Padre Higuera, que- dando inédito, y cuando Mayans y Sisear, en. 1742, se decidió a publicarlo, caanbió su título por el de Censura de historias fabulosas. Habíase propuesto el autor, como se ve, no la refutación y esclarecimiento de todos los falsos cronicones, sino sólo los forjados por el P. Román, de la Higuera, esto es, los de Fla- vio Dextro, Marco Máximo, Luitprando y Julián Pé- rez. Pero puntualizar lo apócrifo de é^tos significa]) a destruir a la vez cuantos el ejemplo de aquel falsario babía estimulado a otros a componer"0. Nicolás An- tonio, como erudito de buena ley, examina serena-

159. Me remito una voz más a la obra de Oodoy Alcántara, en •pie el asunto miedo definitivamente liquidado.

160. "Xan n rada día, dice el autor, libros ?.ln número do Kls- i'iriis di' ('ir/lades, do Iglesias, de Religiones, de Reinos, en que no s? lee casi otra cosa, que orígenes fabulosos. Apóstoles y Pre- dicadores de la supuestos, Mártires traídos de tierras muy distantes a ennoblecer falsamente la tierra que no tuvieron por madre; Artatlgüedades mal inventadas o ridiculas: que si los lim- piarse n dest&s Fábulas quedarían cefíidos a muy nocas hojas. No hay liifrar en Espafia. por corto y oscuro que sea. (pie ya no piense en tiarer propia Historia con los materiales (pie baila en esta mina recién descubierta y copiosísima do extraflezas y no- vedades." (Ed. de Valencia, 1742, pág. 4.)

NIC. ANTONIO. EL MARQUÉS DE MONDÉJAR 355

mente la cuestión y, en vez de dejarse arrastrar por el fácil dicterio, desmenuza punto por punto y va estableciendo la realidad que tiene cada uno. Le duele que la deformación de datos ciertos y la in- terpolación de datos falsos lleven a la postre al des- crédito de todo lo que venía asentándose sobre tra- diciones respetables y haga ya dudoso para muchos lo que antes no lo era. La obra, muy extensa, signi- fica un gran esfuerzo de paciente investigación y lar- gas lecturas.

Gaspar Ibáñez de Segovia Peralta y Mendoza (1628-1708), marqués de Agrópoli y, después, de Mon.déjar, título con que es generalmente conocido, fué otro de los más calificados impugnadores de la seudohistoria. Hombre muy laborioso y erudito, dejó una extensa producción, de cuyo conjunto trataré de dar idea. Le interesó mucho el estudio de la histo- riografía patria. A ella dedicó una Noticia y juicio de los más principales historiadores de España M1, que, por ser el único trabajo de este tipo que cono- cemos de ese tiempo, conviene reseñar.

Fué hecho a instancia de la duquesa de Aveiro, que parece deseaba una guía acerca de las fuentes que ilustraban la historia española. Con buen méto- do, va pasando el autor revista a los sucesivos perío- dos. En el primitivo se lamenta de las falsedades in- troducidas por los griegos, al suponer poblada la Pen- ínsula por héroes helenos, anteriores y posteriores a la guerra de Troya. Sus fábulas fueron copiadas por los romanos y acogidas después por los que escribie-

161. Fuentes, art. 5.

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ron sobre nuestras antigüedades: Rada, la Crónica General, "Fray Francisco Giménez, natural de Gi ro- ña, y Patriarca de Alexandría" (?), y el Gerundense. Posteriormente se acudió al recurso de suponer au- tores ficticios para suplir la falta de noticias: así hicieron Annio de Viterbo, Antonio de Nobis (dis- frazado con el nombre de Lupián Zapata I. Roig y. antes que estes últimos, Ocampo con su Julián Diá- cono. Consecuencia de tanto amaño es que todo lo que se refiere, anterior a la actuación cartaginesa, está desestimado y sin firmeza. Dedica el "Párrafo" siguiente a Pellicer, cuya vasta erudición se corres- ponde con una perniciosa manía de apartarse de lo admitido con más constancia, apoyándose sólo en ligerísimas conjeturas, por creer basta su propia afirmación; de ahí que sus obras tengan, junto a partes muy apreciables, otras de pura fantasía, que la que domina en el "Aparato de la .Monarquía de España", con su serie de cuarenta reyes, por él engendrados. Los embustes de Annio fueron acogi- dos por casi todos los que escribieron después de él, entre ellos Ocampo cuya parte estimable dis- cierne, empero, muy bien , Garibay y el mismo Mariana, con la simple cautela éste del piara trans- cribo quam credo. Refuta a continuación Mondé jar la venida de los judíos a España antes de la llegada de los cartagineses, noticia introducida por Arias Montano, desarrollada por Garibay y acrecida con detalles por cuantos la recogieron. En adelante, esto es, desde el período cartaginés y el romano, ya la información de los antiguos es segura y la completó Morales con gran acierto; pero aunque éste no omi-

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tió ningún mártir español seguro, parecieron pocos los que él mencionó y surgieron los falsos cronico- nes para forjar otros, manchando así todas las histo- rias locales que después se escribieron. En lo poste- rior casi siempre se limita Mondéjar a mencionar los historiadores que conoce de cada período, condenan- do raramente a alguno y refutando puntos concre- tos, en cuyo detalle no podemos entrar. Digamos sólo que el criterio del autor no siempre es irrepro- chable y que, como puede esperarse, la noticia no es completa. Se extiende, aso sí, a todos los reinos peninsulares y a la historia de Indias. Como resu- men final propugna que se empiece con Ocampo, por su buen estilo y la seguridad de sus noticias to- pográficas; que se siga por Morales, Garibay, espe- cialmente en los tres libros últimos, y Mariana, que tan bien liga todo. En fin, Zurita debe ser el leído con, más atención y repetidamente. Si acaso, añade, complétese con las obras acerca de Navarra del Pa- dre Moret el conocimiento de nuestra historia.

Al mismo género corresponde otro escrito de Mon- déjar, De la corrupción de las chronicas impresas de nuestros reyes "", en la que se ocupa en, particular de la historia alfonsina, a la que también se refieren sus Memorias históricas del Rei D. Alonso el Sabio y observaciones a su chronica 103, y, en fin, Adverten- cias a la "Historia" del P. Mariana "4. Compuso asi- mismo buen número de monografías sobre temas an-

1 62. Fuentes, art. i.

163. Fuentes, art. 50. En esta obra, como en la anterior, es la que llamamos Tercera Crónica, editada por Ocampo, el objeto del examen de Mondéjar.

lGí. Fuentes, art. 93.

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tiguos, principalmente problemas cronológicos y pun- tos de historia religiosa, chocando en éstos con las innovaciones de los falsos cronicones. Situándose frente a ellos, escribió un Discurso histórico por el patronato de S. Frutos, contra la supuesta catedral de Hieroteo en Segovia, por pretendida autoridad de Dextro (Zaragoza, 1666) y las Dissertaciones eclesiás- ticas, por el honor de los antiguos titulares, contra las ficciones modernas (impresa la primera parte en 1671, y publicada toda la obra, corregida aquélla, en Lisboa. 1747; 2 vols.l. Aunque motivadas las "Diser- taciones" por el mismo asunto concreto que consta en el título del "Disonó®»", no se limitan a diluci- darlo: forman realmente un- alegato eontra todos los falsos cronicones aparecidos, e incluso contra las fic- ciones de Annio. Mondéjar escribe con más impe- tuosidad que Nicolás Antonio, y su erudición es me- nos ceñida a su tema; pero la impugnación es tam- bién muy eficaz y en ambos es ,por igual de estimar el valor que requería oponerse públicamente a una corriente que tanto aliento poipular tenía en su apoyo.

José Pellicer y Ossal de Tovar < 1602-1679). el tercer gran impugnador de la historiografía apócri- fa, había empezado por ser activo partícipe en ella. Hombre de tan extensa erudición como corto de es- crúpulos, ambicioso y batallador, es una de las figu- ras más representativas de su tiempo. "Fué el si- glo xvn hecho hombre", dice con razón Goilov \1- cántara. En sus últimos años, en decadencia ya los falsos cronicones, se esforzó, en cartas y otros escri-

PELLICER

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tos por condenarlos con toda la acometividad que fuese precisa para borrar el recuerdo de sus ficcio- nes anteriores, bien aprovechadas a su tiempo, sobre todo en el campo genealógico. La mucha autoridad de que disfrutaba entre sus contemporáneos, por su extensa y variada erudición, obró mucho contra las supercherías en curso. Débensele también otras pro- ducciones de tipo polémico, algunas de las cuales conviene examinar.

Idea del Principado de Cataluña fué hecha en ]642 y forma en la abundante bibliografía a que dió ocasión el alzamiento G". Sus primeras palabras re- flejan con exactitud su modo habitual: "Sangrienta Narración es la que emprendo; Trágica en el Argu- mento, Funesta en la Escritura." "Materia es la que comienzo dice ipoco después extraña* y jamás me- ditada de ninguno; pretender formar Historia sin- gular, de calamidades repetidas, por tanto dircurso de años en un Reino solo." El autor adopta posición contraria a las reivindicaciones de la región catala- na y se esfuerza por no enojar a los que las defien- den, convenciéndoles, más bien, de su injusto proce- der. Toma el asunto desde la antigüedad y su prin- cipal objeto es negar la validez y existencia de los privilegies en que los catalanes se basaban. Como la generalidad de sus obras, es muy extensa, porque le sobraba siempre la materia con que r.utrir sus ale-

165. El ataque m;i> importante es El Cuchillo lieal que corta el cáncer de las historias rerdaderas de España, introducido en ellas por las falsas que ha publicado... Fray Gregorio de Argaiz, siendo el Trinchante don Joseph l'ellicer. (El ms. autógrafo ' está en la Bibl. Nac., sign. 1576.)

166. Fuentes, art. 7290.

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gatos; la dio, no obstante, como simple parte pri- mera, si bien no publicó más.

Sucessión de... Portugal y el Algarve. feudos an- tiguos de... Castilla, escrita poco antes167, tiende al mismo resultado con respecto a dicho reino. Es me- nos dilatada que la anterior, porque en ella se basa casi del todo en datos genealógicos.

Defensa de España contra las calumnias de Fran- cia 165 es una respuesta a los 46 artículos del manifies- to flaneéis, firmado por Richelieu. Dedícala Pellicer a Urbano VIII como a quien mejor puede fallar, por los muchos servicios prestados por España a la Iglesia. Es obra muy elocuente, con, afectación y alti- sonancia en algunos pasajes, pero clara y elegante en general. El autor culpa a la ojeriza y envidia fran- cesas del alzamiento contra España y Austria de tan- tos enemigos. Al final inserta la bibliografía utilizada.

Población y lengua primitiva de España ""' tam- bién está informada por el espíritu polémico. Pelli- cer, que tanto había contribuido a aumentar la con- fusión de la historia primitiva, se esforzó después por combatir la credulidad y propugnar una crítica ri- gurosa. En esta obra ataca con predilección <•! libro de Ann.io de Viterbo y niega que fuese Tubal el fun- dador de España. Su tesis es que, a partir de la dis- persión de las gentes, no hay historia creíble hasta las Olimpíadas, tiempo que aquí corresponde a Gar- goris y Abidis. Acaso pertenezca a Tharsis el papel de fundador, pero tampoco encuentra a esto la fir-

167. Fuentes, art. 7335.

168. Fuentes, art. 7489.

169. Publ. en Valencia, 1672.

PFXL1CER

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meza necesaria para afirmarlo. En cuanto a la len- gua, considera indudable que fué el español una de las 72 de Babel, aunque rao queda ningún resto se- guro de cómo era, sabiéndose sólo que fué mejorán- dose y completándose en el curso de los siglos con los aportes de griegos, fenicios, romanos, etc. En una distinción que bace entre idioma latino y romano parece bailarse un vislumbre de la diferencia del clá- sico y el vulgar, lo que bonraría a su sagaeídad.

Armales de la monarquía de España después de su pérdida ' ', que estaba imprimiéndose cuando mu- rió y quedó por ello incompleta, es aplicación de equivalente rigor crítico al período de la invasión musulmana y comienzo de la reconquista. Aquí el es- fuerzo de erudición es considerable. El autor quiere bacer tabla rasa de todos los aportes inseguros o apó- crifos que habían oscurecido aquel momento tan. tras- cendental de nuestro pasado, y no sólo examina con detenimiento las crónicas coetáneas, sino que revisa gran iparte de la historiografía producida basta su tiempo. Para que sus datos tengan la apetecible au- tenticidad, rao se limita a citar sus fuentes: transcribe íntegros todos los párrafos de interés y documentos completos. Baste decir que, formando los 9 libros publicados de la obra ura gran volumen en folio, sólo alcanza a Alfonso II el Casto. Entre sus principales innovaciones se cuenta el negar la existencia de Ju- lián y la Cava, achacando simplemente el desastre a los hijos de Vitiza, que por ambición pidieron el auxilio moro. Pero rao siempre se emplea tan bien

170. Fuentes, art. 989.

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el ardor combativo de Pellioer, que otras veces se pasa de listo y arremete con exceso contra las ver- siones admitidas, como en la cronología de Pelayo, cuyo reinado retarda desmedidamente.

Los hechos contemporáneos fueron los que die- ron más temas polémicos. Sobre todo los alzamientos de Cataluña y Portugal, que ya hemos visto tratados por Pellicer, originaron una copiosa producción. Pero antes de examinarla conviene fijarse breve- mente en otros escritores de vistas más amplias.

Francisco de Quevedo y Villegas (v. pág. 229 1 puso en. sus breves contactos con la historiografía el ardimiento que le dictaba su genio batallador. Esta faceta de su producción, mucho menos conocida que las demás, es tal vez la que mejor refleja el espíritu del autor. No hay en estos escritos burlas ni chiste que puedan despistar, induciendo a incluirle entre los superficiales literatos festivos sin otro objetivo que promover la risa. Palpita en ellos un hondo y noble patriotismo, dolido de la injusta odiosidad con que los extranjeros difaman, todo lo español y de la necia sumisión con que los propios hispanos acep- tan, refuerzan y aun promueven de por las inju- rias ajenas. La obra más característica es España de- fendida "', dirigida a Felipe III en 1609, pero que conviene situar en el presente período, porque a él corresponde lo más de su producción historiográfi- ca. Por haber quedado incompleta no sabemos todo

171. Espolia rlefeiidúla. >/ los tiempos de chora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos, Por sit las obras do Queveido racil- iiionio consultables en colecciones modernas, bien conocidas, como la reciente de Astrana Marín (1932), 'sustituyo la indicación de las primaras ediciones por la techa correspondiente a cada tina.

QUEVEDO

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el alcance que pensase darle, si bien, basta lo cono- cido para apreciar lo esencial de su finalidad. En ella responde, con una encendida apología nacional, al desdén en que los enemigos de España disfraza- ban su malevolencia hacia ella. Su loa comienza por la descripción, aprovechando cuando corresponde las admirativas palabras que griegos y romanos dedica- ron a nuestra tierra y a sus habitantes. Partiendo luego de la noción geográfica a la histórica, toca con gran tino el punto de los orígenes. El rechaza las fábulas del supuesto Beroso, sin temer por ello apa- recer menos patriota; como burla también del pro- cedimiento de las etimologías para acreditar antiguos pueblos o personaje?. Cierto qre sin tales recursos quedan en blanco los comiences de las naciones, pero como el caso es igual en todas, ni la suya ni las de- más pierden ventaja : tal parece ser el pensamiento de Qvevedo. El tema de nuestra lengua primitiva le inspira muchas páginas, en las que muestra no poca erudición, que no bastaba, claro es, a resolver el pro- blema, aunque abunden en sus consideraciones los atisbos de buen sentido y de agudeza. Mayor conoci- miento ostenta aún Quevedo al tratar de la literatura española tomada lato sensu , para responder a unas palabras de Gerardo Mercator, en las que ne- gaba a nuestro pueblo capacidad literaria y cientí- fica. Bástale mencionar unos pocos de nuestros his- toriadores, poetas, etc., exactamente justipreciados con la mayor concisión, para mostrar cuán rica fué E-ipaña en todos los géneros y cómo las aberraciones y desvíos de la buena doctrina, que aquí se encuen- tran, vinieron de fuera. Acaba la parte conocida de

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cap. viii 1 1623-16841

la obra con un elogio de las antiguas costumbres nacionales.

Otras producciones de Quevedo se refieren a pun- tos concretos. El Memorial por el patronato de San- tiago y por todos los Santos naturales de España (1627) refuta, con argumentos históricos, la preten- sión carmelitana en favor de Santa Teresa de Je-iís. Xo niega él los altos méritos de la Santa, pero créese obligado, por su condición de caballero de Santiago, a xecordar que fué Cristo mismo quien eligió al Apóstol para que él crease la Iglesia de España y la amparase después de formada, siendo así patrón ríe lodos los españoles y. como de los demás, de la pro- pia Teresa. También consagró Quevedo sendos opúsculos a los ya aludidos problemas portugués y catalán en- ambos defiende ardorosamente la tesis españolista. Otros escritos históricos del autor , aunque animados por la vehemencia en él habitual, no son, propiamente polémicos, por no responder en ellos a otras producciones ajenas. En todos muestra Quevedo las características de ?u estilo: la pincelada precisa. semblanzas de personajes hechas con pocos rasgos, expresión personalísima, uso del vocablo exac- to en cada caso, frecuente oscuridad, o, más bien,

172. Titúlase e>l uno: fíescifraxe el alevoso manifiesto con que ¡merino el levantamiento fiel Duque <le fíerganza, con el Reúno de Portugal, Don Agustín Manuel de Vasconcelos... impreso con titulo que dice "Sucession del Señor Rey Don Filipe Segundo en la Coro- na de Portugal", l a obra censurada habla aparéetelo en ir>39; la implica quevediana es de 1641. Ei otro opúsculo se titula La rebe- lión de Barcelona no es por el güero ni es por el fuero; es de IG12 y va con.tra la "Proclamación católica" dirigida por Barcelona a Felipe IV (f uentes, art. 7283).

173. Los Anales de quince dios, ya citados <pág. 326\ el Com- pendio de los servicios del duque de Lerma, el Panegírico a Feli- pe IV en la caída del Conde-Duque, la Carta a Luis XIII, etc.

SAAVEDRA FAJARDO

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dificultad a la primera lectura, por exceso de alam- bicamiento y concisión.

Diego de Saavedra Fajardo (v. pág. 285) compuso un breve escrito, Locuras de Europa ' \ que no debe ser omitido, por la personalidad del autor y la noble finalidad de la obra. Es un diálogo satírico en que fustiga la política guerrera practicada por diversas raciones. Censura a Suecia por ponerse frente a Ale- mania, de donde "ba traído a todas las riquezas y despojos"; pero se ocupa más especialmente de Francia, la principal enemiga de España en este tiempo.

Recientemente se ba dado noticia de otro escrito, cuya atribución a Saavedra parece bastante segura l™. Conócese por una traducción italiana contenida en apéndice puesto a la "Historia di Portogallo", de Gio- vambattista Birago, por el portugués Fernando de Relevo, que reeditó con enmiendas dicha obra de Birago, cambiando además su título por el de "Isto- ria della disunione del regno di Portogallo della Co- rona di Castiglia" ( Amsterdam, 1647) . El escrito alu- dido titúlase allí Indis positione genérale della mo- narchia di Spagna, sue cause e remedii; está dirigido al Conde-Duque y fechado en Madrid, 29-XII-1630. En él se hace una severa crítica de la política exte- rior desde los Reyes Católicos, mostrándose el autor tan sagaz como curtido en tales lides, así como de un realismo muy cercano al de Maquiavelo. Baste esta indicación, porque ni es seguro que la obra sea de

174. Puede verse en la Bibl. de AA. EE., XXIII. 411-422.

175. Giorgio Spini, Uno scritlo sconosciuto di Saavedra fajardo, Híspanla (MatírM), 1942, n.° VIII, 438-451. Vid. Fuentes, art. 7388.

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cap. viH (1623-1684)

Fajardo ni de que, tal como el P. Helevo la ofrece, traduce exactamente el texto original, ya que los cam- bios por él introducidos en la "Historia" de Birago no permiten confiar plenamente en su escrupulosidad literaria.

Las competencias y discrepancias hisp ano-france- sas originaron bastante bibliografía polémica. He aquí algunas muestras. El granadino Marcelino Faria y Guzmán acabó en 1634 una Apología de esta Monar- quía y de la casa de Austria, inédita ''\ En respuesta a las inculpaciones francesas, hace un cotejo de la historia religiosa y política de Francia y España, para mostrar la superioridad de ésta. Gonzalo de Céspe- des Y Meneses (v. pág. 310), en su Francia engañada, Francia respondida '", se aplica especialmente a con- testar a los Manifiestos franceses de 1634 y 1635, que de todo lo malo culpaban a la ambición española. El se remonta a los comienzos de la cristiandad his- pánica, tan antigua que casi la diputa por la prime- ra; el recorrido que hace desde ese punto sólo le ofre- ce hechos honrosos y justificables, que pone en pa- rangón con di-safueros de la nación vecina. Hernan- do Avila Sotomayor trató varios temas de mucho in- terés en El árbitro entre el Marte francés y las Vin- dicias gálicas "'. Caracteriza a esta obra el orden y

176. Fuentes, art. 7190, repet. por error en >el 7229 con la descrip- ción tic otro manuscrito. El titulo completo es Apología en defensa de esta tnotiarchia V (le la Cosa de Austria pura el desengaño de ios 'potentados ée Europa y saHsfacción de los políticos de estos

tiempos. (Julio de 1634.)

177. Fuertes, art. 7188.

178. Fuentes, art. 719.">. He aqtil la explicación del titulo. Bcs- siano Arroyo (?) expuso los derechos de Francia a invadir Plan- des y Alemania: Alejandro Patricio Arinacano [esto es, Conidio Jansendo] contestó con su Mora Gallicus, demasiado fuerte en la ofensiva, lo que motivó una enérgica contrarréplica, Vindictas

OTROS POLEMISTAS

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claridad con. que expone la materia, tratando cada hecho concreto en capítulos separados, y la amplitud con que algunos son examinados; uno de ellos, la defensa de Pedro I, llegó incluso a formar una ex- tensa monografía "". El "Arbitro" aisume en realidad el papel de respuesta general a la "leyenda negra", defendiendo la empresa de Indias contra las incul- paciones basadas en los asertos de Las Casas, la In- quisición, etc. Con la apología española alterna el enjuiciamiento severo de hechos y hombres france- ses, acabando la obra con el paralelo, que a tantas plumas ha atraído, entre Richelieu y Olivares. Tam- bién va dirigido contra Francia el libro titulado Su- ceso de la batalla de Pavía, por el doctor Juan Qui- ñones de Bena vente m, del Consejo de S. M. y al- calde de su Casa y Corte. Le dió ocasión para com- ponerlo un escritor francés, que casi negaba la cau- tividad de Francisco 1. Como la tarea de Quiñones no requería muchas páginas, el autor se entretiene en disertar sobre la necesidad de la verdad en la Historia y em referir el suceso con cuantos detalles halla en, las crónicas; al fin inserta una serie de fuentes, españolas y extranjeras, que confirman el hecho lsl.

Veamos ahora algunas manifestaciones de la po- lémica que suscitó la cuestión catalana. Francisco

Callicae, de un d-ancés anónimo. A éstas -contestó Juan Jacobo ciiirriet, médico de Felipe IV, ron Yindiciae Hisjianicae. Pero éste no dijo torio lo necesario, a juicio -de Avila, el cual quiso poner todo en su punto y huir a la vez de la acritud de los primaros polemistas.

179. Fuentes, art. t 39 í .

180. Fuentes, art. 546!.

181. Veo citada, entre la profusa bibliografía del doctor Qui- ñones, otra obra, Tratado de tas contrariedades de España y Fran- cia (1635), que tendrá sin duda análoga orientación.

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cap. viii 11623-1684)

Martí y Viladamor, barcelonés, abogado fiscal, cro- nista real de los franceses ocupantes de Cataluña, pu- blicó en 1641 tres obras de análoga orientación l8\ En Noticia Universal de Cataluña, tras de un resumen bistórico, trata de los asuntos del día, atacando di- rectamente al Conde-Duque. Su tesis es que Feli- pe IV no era conde de Barcelona por herencia, sino por libre elección de los catalanes, que le aceptaron por su juramento de guardar las leyes del país. Con- dena la guerra y sus excesos. En. Cataluña en Fran- cia, Castilla sin Cataluña y Francia contra Castilla. se expresa ya como francófilo decidido, defendiendo la unión de su región a la monarquía transpirenaica. Avisos del Castellano fingido son unas breves adver- tencias contra el peligro castellano. De las produc- ciones posteriores de Martí conviene mencionar el Manifiesto de la fidelidad catalana, ya de 1646 " : en él la galofilia del autor y el odio a los españoles, siempre designados por "los Enemigos", no tienen límite. El motivo ocasional es la propuesta bispánica en Munster, que aspiraba a retener Cataluña, ce- diendo el Rosellón a Francia. El sostiene que, desue Carlomagno, nunca perdió Francia su señorío cata- lán, pues al recbazar su reconocimiento Alfonso I de Aragón, lo que bizo íné dar a aquélla el pleno do- minio por su felonía y desobediencia. La pasión le arrastra a de-honrar a varios de los soberanos cata- lanes para lisonjear a Luis XITL Martí trata de refu- lar la "Idea del Principado de Cataluña", de Pelli- cer. que ya se mencionó, y contesta con gran acritud

182. Fuente», arts. 7279. 7280 y 7282.

183. Fuentes, art. 7303.

MARTÍ. SALA. ROS

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y extensión a una carta aparecida como escrita por un catalán a un amigo de París, quejándose del trato que a los del país daban los franceses de las fuerzas de ocupación.

La obra de Gaspar Sala y Berart (m. 1670), nombrado por Luis XIII su cronista y predicador tuvo gran fama de elocuente , escrita en el apo- geo de la actuación franco-catalana, Epítome... do las guerras de Cataluña... y señalada vitoria de Man jai- que, ya examinada (pág. 318), corresponde también a este lugar, por su vehemente antie ipañolismo M. Muéstrase muy confiado en. el éxito de la rebelión.

Alejandro Ros (m. 1656), docto deán de Tortcsa, publicó Cataluña desengañada. Discursos políticos La hizo por indicación del Almirante de Castilla y en ella se prepone convencer a los catalanes, por creer mejor que la rebelión acabe por la persuasión que potr solas las armas. Con gran sensatez muestra el pe- ligro de acudir a un vecino poderoso, cuya ayuda priva de libertad al que a ella se acoge; los males de la guerra; la imposibilidad de que Cataluña sea una República. Ataca a Francia, frecuente violadora de 3U palabra, y proclama que todo el mundo, me- nos Cataluña en su ofuscación del momento, prefiere el gobierno de España. Quiere, en fin, mover a los catalanes a la sumisión sin otro acicate que el inte-

184. La obra a que ya me referí, tit. Proclamación Católica a ta Magestad Piadosa de Felipe el Grande (Fuentes, art. 7283), la atribuye Balag-uer a Dieg-o de Monfar y Sors. E< autor seguro fie Secrets Publichs (tel., 7287).

185. Fuentes, ar.t. 7301. Vid. también art. 7304.

24

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cap. viii (1623-1684)

res, que es el que mueve a las naciones. El alegato de Ros es muy convincente.

La producción relativa a las diferencias hispano- lusitanas tiene caracteres muy semejantes, como mos- trarán algunos ejemplos.

El eisterciense Juan Caramuel Lobkowitz 1I6O6- 1682), hijo de luxemburgués y alemana, nobles am- bos, hombre de extensa cultura y autor de muy co- piosa producción, publicó en 1639 Philippus pru- dens, Caroli V Imp. filius, husitaniae legitimus Rex demonstrutus m. Es una detenida reseña de la histo- ria portuguesa, antes y después de la cesión del con- dado por Alfonso VI de Castilla, deteniéndose en es- pecial en los hechos y momentos que pudieran ofre- cer duda: su objeto es probar que nunca se invalidó el derecho de los reyes castellanos al territorio lusi- tano. La obra fué objeto de varias impugnaciones, entre ellas un "Manifiesto" de Portugal, y a éste contestó en 1642 con una Respuesta en castellano, de la que el mismo año se hizo una versión latina . "No es de-crédito mío dice el autor que juzgase la Monarquía alterada, que entre treynta y tantos Autliores ilu-trUhnos, que escriuieron de esta mate- ria, sola la demonstración de Caramuel necesitaba de Respuesta." Reproduce entero el Manifiesto por- tugués por considerarlo como la mejoor prueba en favor de la tesis española, y contesta a sus afirmacio- nes y a las de otros muchos escritos, aparecidos en diferentes lugares en favor del duque de Braganza. La nueva obra tiene mucha analogía de contextura

186. Fxtentes, ai t. 6736.

187. Fuentes, art. 7361.

CARAMUEL. CASTRO. MELO

37T

y contenido con el Philippus prudens, que a veces- parece simplemente traducir.

Nicolás Fernández de Castro (1606-1661?), abo- gado fiscal en Milán y después senador, buen escri- tor en latín y en castellano, compuso Portugal con- vencida con la razón para ser vencida con las ar- mas 1SS. Eis un extensísimo alegato, en que de una parte prueba que sólo un feudo fué en su creación el condado portugués; de otra, con argumentos ge- nealógicos, la perfecta legalidad de la designación de Felipe II, y por último las calidades de piadosí- simo, respetuoso, etc., del gobierno español en aquel país.

La obra de Sayner sobre el levantamiento portu- gués (v. pág. 319) fué objeto de una Respuesta, anó- nima e inédita, cuyo tono es de gran, indignación18''. El autor dice que el libro en cuestión más le parece un manifiesto de los rebeldes lusitanos, encubiertos bajo el nombre del supuesto agustino, que obra de un. subdito de Felipe IV, merecedor en tal caso de general animadversión. Expone en una serie nume- rada los que considera errores del tratado censurado.

De los polemistas favorables al alzamiento, el de má9 interés por su autoridad en. las letras es el fa- moso Francisco Manuel de Meló, a cuya tardía afección a la causa lusitana se aludió ya. En el pró- logo del Ecco político se refiere él mismo al carácter de sus primeras obras, que no fué "como devía", y a la vez alega como prueba de imparcialidad el ha- ber escrito acerca de diversas naciones, al punto que

188. Fuentes, art. 7398. 180. Fuentes, a.rt. 7379.

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cap. viii 1 1623-16841

"de ninguna parezco". Ello le empuja sin duda a ex- tremar su vehemencia, como todo* los que llegan a deshora a un partido, y así lleva su hispanofobia en este opúsculo a no limitarse al tiempo presente, sino que censura acremente a Felipe II, pese a lo respe- tuoso que fué con la personalidad de su nuevo rei- no. En ia Declaración por el reino de Portugal, pu- blicada tres años antes de morir, persiste en la mis- ma orientación artiespañola, pero aquí se aplica a exaltar las glorias lusitanas desde el punto en que el país recobró su independencia. También debe aquí citarse a Antonio Sousa de Macedo, que impugnó las dos obras de Caramuel y extremó cada vez más la hispanofobia La lista de polemistas es larga y baste la mención de los diebos como ejemplo.

h) Otros gemeros.

El cultivo de la historia universal Ij representa con todas sus características el dominico vallisoleta- no Alfonso Maldonado |m. hacia 1628). Se dedicó a acopiar materiales para una ambiciosa Crónica universal de todas las nociones y tiempos, de cuyas 24 partes planeadas sólo cuatro llegaron a término (Madrid, 1624). Empieza la obra por 16 tratados cronológicos; en uno defiende el autor al Bcroso de Annio, muy atacado ya en su tiempo, y rechaza otros aportes del viterbien.se; en otro ampara también al Flavio Dextro "contra algunos professores de incre- dulidad, que por buir del extremo de creerlo todo, dan en otro peor, de no creer nada". Maldonado

190. Fuentes, art?. 7303, 7386 y 7393.

H. UNIVERSAL. H. ECLESIÁSTICA

373

pone en la defensa de sus malas causas una soltura e ingenio que se desearía ver mejor empleados. En- trando ya a historiar, aunque se limita casi a fijar la cronología de los hechos, sólo alcanzó al año 3179 de la creación, que sitúa en 777 antes de Cristo. Francisco de Macedo (1596-1681), portugués muy fecundo que escribió en las dos lenguas, tiene entre su producción castellana un Epitome chronologico desde el principio del mundo hasta la venida de Cristo (Madrid, 1634).

También la historia eclesiástica fué cultivada con carácter de universal. Del benedictino logroñés Die- go Malo de Andueza (m. 1673) cita Nicolás Antonio una Historia Real Sagrada, inédita. Sebastián Nico- lini (m. entre 1671-1681) resumió en Cabeza visible catholica... o Epítome historial eclesiástico (Valen- cia, 1659) las biografías de los Papas hasta Alejan- dro VII (m. 1655). Este género de la historia ponti- ficia fué también tratado por Francisco de Cabrera Morales, que continuó una que había iniciado Fra^ Alfonso Chacón (1540-1599) , añadiendo él los papa- dos de Pío III-Clemente VII. El capítulo de e;piseo- pologios estuvo muy nutrido, como muestran la ya citada Historia de los Arzobispos de Toledo, de Bal- tasar PorreÑO, que dejó también inéditos unos Elo- gios de los Cardenales de España; un Nuevo Catálogo de los Obispos de Sigüenza (Madrid, 1646) , de Diego Sánchez Portocarrero; la Chronología Pontificia Illiberitana (que quedó manuscrita, pero preparada para imprimirse en 1667), de Pedro de San Cecilio; Catálogo de los Obispos de España, id. de los de Tor- tosa y de los de Avila, inéditos los tres, de Tomás de

374

cap. viii (1623-1684)

Herrera, etc. Junto a ellas pueden agruparse otras historias eclesiásticas que se compusieron, como el Teatro de las Iglesias de España, del tan citado Gil González Dávila 1 " ; Teatro de la Iglesia de Burgos, de Antonio Lupián Zapata; Chronicón Eclesiástico Toledano, de Bernardo de la Peña; la Historia de la Iglesia de Santiago, de José Pellicer; la Historia Eclesiástica de Granada, de Justino Antolínez; Trac- tatus de origine et progressu Praepositurarum S. Ec- clesiae Valentinae (Roma, 1641), de Luis Crespi y B orgia; el Theatro de las grandezas de la Iglesia de Sevilla, de Pablo de Espinosa; Fundación de la Igle- sia de Astorga, y de su primer obispo S. Efrén (Ma- drid, 1634), de Pedro Aingo de Espeleta; una histo- ria de la capilla de Los Reyes Nuevos de Toledo (Ma- drid, 1667), de Cristóbal Lozano; otra de la funda- ción y milagros de nuestra Señora de Agres (Alican- te), de Andrés Carbonell, etc.

No -ie olvida tampoco la historia de las órdenes re- ligiosas, descollando la de Nuestra Señora de la Mer- ced (Madrid, 1618-1633), de Fray Alfonso Remón; Las Coránicas de los frayles Menores Capuchinos (Madrid, 1644, 3 vols.), de Gabriel de Moncada; la Primera parte de la Chronica general del orden de la Santísima Trinidad (Segovia, 1637), de Pedro López de Altuna; la Historia del Monasterio de Santo Do- mingo de Silos, de Gaspar Ruiz; la del de San Pedro de Cárdena, de Juan de Arévalo, el biógrafo del Cid y de loe Condes de Castilla; etc. En fin. presrin-

191. Madrid, 1615-1650, en tres vols.; ihay, además, otro inédito. En 1628 habla publ., en un solo tomo, Teatro eclesiástico de las ciudades e iglesias cathedrales de España. Bn el artícu/lo de histo- ria de Indias veremos otro Teatro eclesiástico, a ellas consagrado.

H. ECLESIÁSTICA. H. LOCAL

375

diendo de la hagiografía, nunca dejada de cultivar, debe hacerse mención de la historia misional, géne- ro en que siguió gozando el Japón de predilección particular: Historia de los Nuevos Mártyres del Ja- pón (Madrid, 163l2), de Francisco Macedo,- Historia eclesiástica de los sucesos de Cristiandad de Japón desde 1602... hasta... 1622 (Madrid, 1633), de Jacin- to Orsanel; Compendio de lo sucedido en el Japón desde la fundación de aquella cristiandad (Madrid, 1633), del jesuíta portugués Matías de Sosa; etc. Se reseñan también los trabajos en China {Historia evan- gélica de la China, inédita, de Juan Bautista de Mo- rales; etc.).

Lo mismo que la historia de las diversas diócesis e iglesias peninsulares, y por análoga causa, esto es, la competencia regional y local que los supuestos hallazgos habían exacerbado, la historia de ciudades tuvo enorme desarrollo. Pocas fueron las que no con- taron ahora con reseñas, impresas o inéditas, de sus antigüedades, y en ellas suele tener tanta o más par- te la historia eclesiástica que la civil; suelen tam- bién abundar los datos genealógicos. Producción de escaso valor en general, ofrece empero algunos ejem- plares no desdeñables, a los que sigue acudiéndose todavía. Pueden mencionarse la de Palencia, por Pe- dro Fernández de Pulgar (Madrid, 1679-1680, 3 vo- lúmenes) ; la de Plasencia, por fray Alonso Fernán- dez i Madrid, 1627); la de Segovia, por Diego de Colmenares (Segovia, 1637, varias veces reeditada y de mucha autoridad, dentro de la credulidad que en lo antiguo inficiona todo este género) ; las de Ma- drid, por Jerónimo de la Quintana (Madrid, 1629)

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cap. vm 1 1623-1684)

y por Antonio de León Pinelo (anales hasta 16581 : la de Cuenca, por Juan Pablo Mártyr Rizo i Ma- drid. 1629), y la de Sevilla, por Diego Ortiz de Zú- ñiga (Madrid, 1677, etc.), que se considera la mejor de toda* las historias locales; tiene la disposición y el título de anales, comprendiendo desde 1246 a 1671.

Sobre ciudades y países extrapeninsulares la pro- ducción es escasa. Pueden citarse como ejemplo Na- turaleza, costumbres y ritos de los Etíopes, de Alfon- so de Sandoval (Sevilla. 1627) ; Compendio historial <lr la ciudad de Placencia en Lombardía. por Juan Ruiz de LAGUNA (Madrid. 1635): Real Grandeza de la República de Genova, por Luís GÓNGORA Y Alcá- zar (Madrid. 16651: Historia de la conquista de Chi- na por el Tártaro, de Juan de Palafox y Mendoza i París, 1670), etc.

Sobre genealogía, por el contrario, es tal la pro- fusión de trabajos que pocos de los cultivadores de disciplinas histórica? dejaron de emplear una parte de su actividad en ilustrar el pasado de algún- linaje. Ya me referí anteriormente al filón que para los ge- nealogistas significó la facilidad de allegar testimo- nios para todo, que la multiplicación de Strpuestoí hallazgos aportaba.

La historia de instituciones, mucho más interesan»- te para nuestro objeto, tuvo algunos cultivadores, predominando los que se aplicaron a las del reino de Aragón. Además de los ya citados en el artículo relativo a los "Historiadores de los antiguos reinos" puede mencionarse Juan Francisco Montemayor de CüENCA Í1620-1685), que desempeñó importantes ma-

GENEALOGÍA. INSTITUCIONES. H. DE INDIAS 377

gistraturas en Santo Domingo y en Méjico; escribió una Sumaria investigación de el origen y privilegios de los nobles aragoneses De las instituciones de Castilla se ocuparon Melchor Cabrera Niñez de Guzmán {Origen de la dignidad de Merino, Madrid, 16741, Pedro de la Escalera Guevara {Origen de los Monteros de Espinosa, su calidad..., Madrid. 1632), José Pellicer [Del modo de armar Cavalleros) , Pe- dro Junco i Del origen de las armas y sellos de los Reyes de España, inéd.) , etc.

i) Historiadores de Indias. 1) Historia general.

El jesuíta andaluz Bernabé Cobo i 1572-1659 i es autor de la obra más importante del género en este tiempo: Historia del Nuevo Mundo, aunque, desgra- ciadamente, sólo nos ha llegado su primera parte "\ Cuando, en 1653. acabó su trabajo llevaba ya en- Amé- rica cincuenta y siete años, pasados entre diferen- tes regiones, y en los que pudo satisfacer su apeten- cia de noticias del país, ya por mismo, ya en lar- gas conversaciones con hombres que podían infor- marle de lo pasado. Alcanzó aún a conocer a algu- nos de los conquistadores del Perú y a casi todos sus hijos, así como de otras provincias. Tuvo tam- bién continuado trato con los indígenas. Todo lo peculiar de aquellos territorios geografía, fauna y

192. Fuentes, árt. 177?. Veo filada una e-i. de Méjico, 1658. Ouedó inédito otro tratado de Las caballerías que tenían tos ricos hombres y algunos mesnatleros en Aragón en tiempo del rey Don Alfonso el IV.

193. Fuentes, art. 4393.

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cap. viii (1623-1684)

flora, usos y costumbres... lo anotó con prolija puntualidad de curioso aficionado. Se halló, pues, en su madurez con. abundantes elementos para compo- ner una obra en que pudiese aclairar las discrepan- cias y disipar los errores que advertía en las histo- rias ya existentes. Contó, incluso, no sólo con los nía- n-uscritos corrientes hojas de servicios, cédulas y provisiones reales, cartas de virreyes, documentos de archivos. . . , sino con alguna relación totalmente des- conocida para nosotros, como una de la conquista de Nueva España hecha por Bernardino Vázquez de Tapia, importante partícipe en ella 1M.

Así preparado, redactó su Historia, cuyas vastas proporciones nos permite adivinar la parte conser- vada, que ocupa cuatro volúmenes. Las dos (perdidas reseñaban: la II, el descubrimiento y pacificación de las Antillas, más los del Perú y demás provincias del continente meridional, siguiendo su historia has- ta su tiempo; la III, lo relativo a Nueva Es>paña y demás regiones de la América septentrional, y las islas del Pacífico hasta las Filipinas y las Molueas.

La parte I, formada por catorce libros, distribuí- dos en abundantes capítulos, se inicia por conside- raciones filosóficas acerca del mundo y el hombre; el autor se atiene sobre su creación a la Biblia v luego consigna los errores de los antiguos sobre la configuración de la Tierra y la habitabilidad de «im- partes no conocidas. Algunas nociones cosmográficas generales le llevan ya a lo particular de América, cuya descripción y la noticia de sus minerales, plan-

194. Cita también Cobo la de Pedro Plzarro, relativa al Perú,

que ya conocemos (vid. p&g. 122).

BERNABÉ COBO

379

tas y animales dan ocasión a referir casos persona- les del autor. La parte propiamente 'histórica ocupa los capítulos XI-XIV, dedicados a Ja población indí- gena. ICo'bo examina todos los temas referentes a ella su escasa densidad, sus caracteres físicos y mora- les, su capacidad y trata de descubrir, con inne- gable buen sentido y agudeza, las causas de tales ca- racterísticas. Puede desde luego colocársele entre los que, al revés de Las Casas, consideran a aquellos indígenas muy mal dotados y nada bien inclinados; sólo para algunos oficios, que requieren más pacien- cia que brío e inventiva, les estima bien dispuestos. Por eso, cuando establece tres grupos, caracterizados por los niveles de cultura alcanzados, no aprecia de- bidamente el alto grado a que habían llegado algu- nos del tercero, en que junta los del reino de Bo- gotá, el imperio mejicano con algunos otros reinos de Nueva España, y el imperio inca. Aborda también, aunque con la natural desconfianza de acertar, el tema del origen de la población americana, cuyas principales opiniones expone previamente. Rechaza la tesis judía y cuantas defienden la inmigración de pueblos civilizados; él se inclina por el paso a la América septentrional de una sola oleada humana, en estado totalmente salvaje, procedente del nordeste asiático, que a medida que se desarrollase se habría ido extendiendo por todo el continente. Aunque aún no se había descubierto el estrecho de Behring, Cobo supone que sólo uno de poca anchura separaría, caso de no estar del torio unidas, Asia y América, lo cual allanaba el acceso a ésta. El parecido que encuentra entre los amerindios y los indígenas de China, Tar-

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cap. vm (1623-16841

taña v sobre todo lo? de las islas adyacentes el co- lor, los rostro- lampiños, la? costumbres, la cobar- día...— le confirma en isu opinión. Fuera de ese nú- cleo ingresado, cree que ningún pueblo antiguo tuvo noticia del nuevo continente, no admitiendo la posibi- lidad de situar a Opbir en América ni ninguna otra opinión que presuponga relaciones entre ambos mun- do.-. Acalla la parte primera can tres libros dedicados a "la república, gobierno, religión y costumbres de los Incas". Conforme el autor con los datos obteni- dos anteriormente por Polo de Ondegardo y los re- cogidos en el tiempo del virrey Toledo, base unos y otros de obras que ya conocemos, no es preciso de- tallar más. Sus propias gestiones coincidieron con los resultados de aquéllas, y hace de todos los puntos prometidos una exposición amplia. En ella, como en la obra toda, escribe Cobo con notable claridad, lla- neza y gracejo, que hacen de ella una de las histo- rias de Indias más asequibles y atractivas. Empleó cuarenta años en componerla y bien se advierte que todo está concienzudamente pensado y que la infor- mación es copio a y segura, lo que hace más dolo- rosa la pérdida de las partes II y III, donde pre- cisamente eran tratados los puntos más espinosos y controvertibles.

El jesuíta Claudio Clemente, nacido en Borgo- ña y residente en Madrid, de cuyos Reales E.-tudios fué catedrático, consagró parte muy importante de unas Tablas cronológicas a "los descubrimientos, con- quista-, fundaciones... de las Islas Occidentales de--

CLEMENTE. DIEZ DE LA CALLE

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de 1492 hasta 1642" "'. Hecho el trabajo en forma, bastante escueta, de anales, tiene el interés de ofre- cer un cuadro de conjunto de cómodo manejo. Una primera parte, consagrada a sucesos, está dividida en décadas (1492-99, 1500-1509, etc.), y bien la selec- ción de noticias no es muy afortunada, por insertar hechos mucho menos importantes que otros omitidos, no deja de anotar algunos curiosos y ipoco divulga- dos. La segunda parte, dedicada al gobierno secular y al eclesiástico, formarla datos oficiales sobre el Consejo de Indias y demás organismos afectos a su administración, y listas de los sucesivos virreyes, al- mirante.- mayores, generales de Armada, etc., acaban- do con las de patriarcas, arzobispos, obispos, Inqui- sición, y Ordenes religiosas, más la inserción de al- gunos documentos relativos a Indias (el testamento de Isabel, una carta de Carlos V a Cortés, escritos de los tres Felipes l. El trabajo del P. Clemente fué repetidamente impreso, ampliándolo primero Dormer y continuándolo después, basta 1689, V. J. Miguel.

Juan Díez de la Calle, que er.. 1646 era oficial ¿egundo de la Secretaría de la Nueva España, del Consejo de Indias, se decidió a publicar datos curio- so; que había ido anotando en veintidós años de ejer- cicio de tal cargo. La obra fué ititulada Memorial y noticias sacras y reales del imperio de las Indias Oc- cidentales, y dirigida a Felipe IV l9°. Fórmanla circo

195. Vid. Fuentes, arts. 3605 y 3601, separado éste de aquél por error.

196. Fuentes, art. 7í:i3. i'n largo subtítulo concreta detallada- miente eil contenido: ••Comprehende Lo Eclesiástico, Secular, Poli- tico, y Militar, que por su Secretarla de la Nupva España se pro- uee: Presidios, gente, y costas, valor de las Encomiendas de In- dios, y otras cosas curiosas, neees [«] rias, y dignas de saberse."

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cap. viii 11623*1684)

capítulos, dedicado* respectivamente a las audiencias de Santo Domingo, Méjico, Guadalajara, Santiago de Guatemala y Manila, o sea las correspondientes a su secretaría. La reseña de cada una comprende la de los sucesivos virreyes y prelados, datos sobre las ciu- dades, conventos, Universidades..., nuevos descubri- mientos, noticias curiosas, etc. La seguridad que da a la información la fuente oficial de que proceden, avalora mucho esta obra. Debió de obtener buena acogida, porque el autor publicó ocbo años después una segunda edición, en que las noticias se amplia- ban con la inclusión del Perú, a cuya secretaría pa- saría tal vez u".

Fernando Pizarro y Orellana, cuya actividad giró principalmente en- torno a las Ordenes milita- res, a cuyo Con-ejo perteneció, hizo honor a su lina- je con un lihro sobre Varones ilustres del Nuevo Mundo lM, que comprende las biografías de Colón, Ojeda, Cortés, los cuatro Pizarros, Almagro y el maes- tre de campo Diego García de Paredes. Se proponía completar su lahor en otro volumen, que no llegó a hacer, dedicado a las de Balhoa, Soto, los portugue- ses Alonso de Alburquerque y Duarte Paeheco, con- quistadores de las Indias portuguesas; Juan de Silva, de las Filipinas, y otros que no nombra, sin olvidar, añade, a Valdivia. El autor da una parte excesiva a las reflexiones que los hechos le sugieren las cua-

197. Fuentes, art. 7-í ÍG. No he em-ontrado esta nueva edición, pero es de creer que se limita a aumentar los datos relativos al Peni.

198. Furiilrs, arl. 35GÍ.

199. Las considera parle esencia! de su obra, consiR-na-iidolo asi en el titulo: "...con Slngvlares Observaciones Políticas, Mora- les, Iurldicas, Misceláneas, y Razón de Estado: para mayor auto- ridad de la Historia, y demonstrarión della, v su UCMlaflima Lec- ción."

PIZARRO Y ORELLANA. SOLÓRZANO

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les interrumpen de continuo el relato y contribuyen con la afectación del lenguaje y el abuso de citas impertinentes a hacer enojosísima su lectura. No pa- rece tampoco que su labor fuese totalmente desinte- resada, si liemos de juzgar por el discurso que in- cluye sobre "la obligación que tienen los Reyes a premiar los servicios de sus vassallos, o en ellos, o en sus descendientes".

Juan de Solórzano Pereira (1575-1655), oidor de la Audiencia de Lima ( 1609) , fiscal del Consejo de Hacienda (1627) y en el mismo año designado para el de Indias, consejero, en fin, de éste (1629) basta ser jubila'do en 1644, alcanzó un conocimiento de los asuntos americanos difícil de igualar. Con esa base compuso unas Disputationes de Indiarum jure, sive, de justa Indiarum inquisitione, acquisitione et retentione (1629-1639), que después refundió en cas- tellano, abreviando y añadiendo 20°. Es a este segundo texto, titulado Política indiana y en el que la expo- sición del asunto tomó su forma definitiva, al que conviene referirse directamente.

La obra de Solórzano, verdadero monumento de erudición y ecuanimidad, trata con tal acierto el vie- jo tema suscitado por Las Casas, que no se compren- de la pertinacia con que siguió la incomprensión de la labor realizada por España en los países por ella descubiertos. Sólo la odiosidad suscitada en otras na- ciones, bien servida por la ceguera de los propios españoles, pueden explicarlo. En este tratado, que auna los vuelos de un pensador, el rigor de un ju-

200. Fuentes, art. 3737.

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cap. viii (1623-16841

lista y la documentación de un historiador, se per- fila bien lo que la nación colonizadora estaba reali- zando en Indias: una generosa prolongación de Es- paña, en nada parecida a las colonias de explotación que otros pueblos crearon. La obra no refleja sólo la ideología del autor. Todo va apoyado en hechos y textos legales. Además de la completa preparación- de quien lo escribe, se beneficia de la época en que fué com/puesto, cuando ya los tanteos y vacilaciones de los comienzos habían ido cediendo a una labor definitiva, que cristalizaba en. la admirable legisla- ción que se estaba entonces recopilando

El libro I, después de tratar los temas habituales en la historiografía general de Indias el mundo y sus partes, el descubrimiento, los nombres dados al nuevo continente, excelencias y particularidades de éste, origen de sus habitantes, conocimiento que de él pudo tenerse en el mundo antiguo, gloria y acre- centamiento que a España valió entra en. la cues- tión del "justo título". Advierte que no la toca por- que pueda discutirse el indudable derecho de nues- tros reyes, sino por satisfacer a lo que dicen sus ene- migos. Con.-idera decisivo el hecho de que Dios hu- biese reservado el hallazgo y adoctrinamiento de aquellas poblaciones a los monarcas españoles, y lo apoya la coincidencia de diversos presentimientos te- nidos por los indígenas cuando los conquL-tadores iban a llegar. Estima que no es dudoso el derecho a ocupar los lugares desiertos y aun los habitados

SOI. Soldrzano trabajó también en esta tabón-, a ta que se re- Tiere como ya terminada; pero se Ignora qué relación tiene con

la recopilación oiicial que se publicó en 108O.

SOLÓRZANO

385

cuando, como las Indias, estaban ocupados por seres "tan bárbaros, incultos, y agrestes que apenas mere- cían el nombre de hombres, y necesitaban de quien, tomando su gobierno, amparo, y enseñanza, a su car- go, los reduxese a vida humana, civil, sociable, y po- lítica, para que con esto se hiciesen capaces de poder recibir la Fé, y Religión Cbristiama" 20\ Si en esta pintura se apairta tanto Solórzano de la apasionada apología que de los indígenas trazó Las Casas, no por eso puede contarse entre los que conceptuaron lí- cito cuanto con ellos se hiciese. En toda la obra aso- ma el deseo de que .se respete su libertad, que se les conserven sus caciques, que no se les obligue dura- mente a nada con el pretexto de convertirles. En cuanto al móvil de los colonizadores, que los enemi- gos de España ponían en la inmoderada apetencia de oro y plata, muestra con textos cómo los reyes y autoridades antepusieron a todo el anhelo de cristia- nizar. Imposible descender a todos los puntos que toca, tanto en dicho libro I como en el II, dedicado al trato que debe darse a los indios. Puede señalar- se como nota característica, que lo resume todo, el considerar que reúnen como nadie los rasgos de se- res "miserables", esto es, dignos de compasión, por lo que cuanto con ellos se haga debe tender a ampa- rarles en su debilidad, como así se preceptúa en las disposiciones que se iban dictando.

Los libros III (sobre las encomiendas), IV (cosas eclesiásticas y Patronato Real) , V (gobierno secular) y VI (Hacienda) tienen menos parte de ideas perso-

202. Vol. I, pág\ 92, de la ecl. de Madrid, 1930. 25

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nales y se aplican con preferencia a dar noticia de todas las instituciones allí implantadlas. La obra es de extensión considerable, a pesar de estar expuestos los asuntos con- notable concisión, y en todas sus partes avalora el buen juicio del autor la escrupulo- sidad con que sus afirmaciones son apoyadas con ci- tas, que revelan copiosísima lectura.

Antonio de León Pinelo (m. 1660) , que no llegó a hacer la historia de Indias que proyectaba, dejó, entre otras obras, un. Tratado de Confirmaciones Rea- les de Encomiendas, etc. 203, muy apreciable. En la dedicatoria al consejero de Indias Ramírez de Pra- do— dice que éste le mandó "que en un memorial le propusiesse, lo que por leyes, cédulas i ordenan- cas Reales está dispuesto, i se pratica en aquellas Provincias, en Encomiendas i mercedes, ventas i re- nunciaciones de oficios, i otros casos...", memorial que por su diligencia alcanzó extensión de libro. Aunque su objeto particular es la exposición de los variados puntos enunciados en su aspecto legal, tie- ne también interés histórico, sobre todo en los cinco primero- capítulos, que ofrecen, bien resumidas, las vicisitudes por que pasó desde el descubrimiento el trato de los indios, con las variadas incidencias a que dió lugar. El resto de la obra está también con frecuencia enriquecido con datos históricos. La ex- posición es clara y en buen, orden.

2o:¡. Fuente?, ait. 37 ¡C.

PINELO. DAVILA. VILLARROEL

387

2) Historia religiosa.

Gil González Dávila (v. pág. 308) compuso una obra de conjunto, titulándola Teatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias occidentales, vidas de sus arzobispos, obispos, y cosas memorables de sus sedes ". Trata separadamente, formando a modo de libaros independientes, de cada una de las archidió- cesi?. Aunque con la desigualdad consiguiente, debi- da a la abundancia o penuria de datos que de cada iglesia y personaje poseía, es producción bien nutri- da en general de noticias, pero con abundantes erro- res, algunos de gran bulto Fáltale también el arte para formar una exposición bien distribuida y orde- nada; la edición es asimismo lamentablemente de- fectuosa, todo lo cual puede explicarse por haber becbo este trabajo en edad muy avanzada y con pi-e- caria salud. Con él cumplió Dávila sus obligaciones de cronista de Indias, queriendo así satisfacer los de- seos del rey de poseer una historia eclesiástica del Nuevo Mundo.

Fray Gaspar de Villarroel, agustino, obispo de Santiago de Chile y después de Arequipa, que gozó de gran autoridad por sus escritos, compuso Gobier- no eclesiástico pacífico... 206, que sólo indirectamente nos interesa aquí. Se propone con esta obra, dice,

204. Fuentes, art. 3826.

2( 5. Vid. Ja Historia ríe la conquista del Paraguay, Río de la Plata u Tucumán, cíe Pedro Lozano (Fuentes, art. 5236), que señala sus errores más importantes en los caps. XVIII y XIX del t. 3.° y en el XIII del t. 5.°. Véase también La crónica oficial de las Indias Occidentales, de Rómulo D. Carbia (La Plata, 1931), pág-s. 200-202. donide bailé la referencia a la obra de Lozano.

206. Fuentes, art. 3832.

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cap. viii 11623-1684)

"poner en paz los Obispos y los Magistrados, y unir estos dos cuchillos... Los hallo en. las Indias no sólo divididos, sino encontrados". Por estimar él que unos y otros chocan a veces y no se guardan mutua- mente las consideraciones debidas a causa de desco- nocer sus respectivos derechos y obligaciones, trata muy ampliamente de ambas potestades, apoyándose siempre en disposiciones vigentes, canónicas y civiles.

•El mayor número de historias religiosas se aplica a cada una de las provincias en que las distintas ór- denes tenían divididos aquellos territorios para su actuación misionera, siendo escasos los escritos debi- dos al clero secular. Sólo conozco uno, obra de Juan Hequejo Salcedo, maestrescuela de la catedrad pa- nameña. Hizo por encargo oficial una Relación de su provincia "'" ', que cuenta entre las destinadas a proporcionar materiales para la Historia eclesiástica de las Indias, que se había encomendado compilar a Tamayo de Vargas. Por ello no ofrece unidad, es- tando formada por tres escritos, con las diferentes noticias que pudo allegar. Uno empieza por datos tomados principalmente de las "Décadas" de Herre- ra y acaba por reseñar la serie de obispos hasta el año en que escribe {1640) ; otro, fechado en 1630, re- lata diversos sucesos de su tiempo; el tercero, en fin, de 1640, extracta noticias del Guayni y del Darién, y de sus indígenas, de una relación enviada por el dominico fray A'drián de Santo Tomás al Consejo de Indias.

De las historias compuestas por religiosos de las

207. Fuentes, art. 3098.

RIBAS. OLIVA

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diversas órdenes daré ahora una selección, agrupán- dola por institutos. Empecemos por la Compañía de Jesús.

El P. Andrés Pérez de Ribas marchó en 1602 del colegio de Córdoha, su ciudad natal, a Nueva España, donde fué provincial, y a los cuarenta y dos años de residencia publicó una Historia de la labor evangelizadora realizada allí por la Compañía . Como la generalidad de tales obras, tan abundantes en este período, no se limita al tenia religioso, sino rme se extiende a la descripción de las regiones com- prendidas en cada misión, noticia de sus indígenas y actuación de las fuerzas españolas. La pintura de los naturales es bastante benévola; los encuentra, en muchos puntos, superiores a los cristianos. La obra es muy extensa, por dedicar varios libros a cada una de las misiones. En el prólogo proclámase partida- rio de la mayor sencillez y claridad en el estilo de la exposición histórica, y así lo cumple en la suya. Si siempre es recomendable la naturalidad, con más motivo en relaciones de este tipo, compuestas en su mayoría de pequeñas ocurrencias, detalladamente re- feridas.

El P. Anello Oliva i 1572-1642) , napolitano, que pasó en Lima la mayor parte de su vida en funcio-

208. Fuentes, art. 4154. El titulo completo es: "Historia de los triumphos ele nuestra santa fee entre gentes las mas barbaras y fieras del nueuo Orbe: conseguidos por los Soldados de la Milicia de la Compañía de Je.svs en las Missiones .de la Pirouincia de Nue- ua-España. Refierense assimismo las costumbres, ritos y supersti- ciones que usaua.n estas Gentes: sus puestos, y temples: las Vito- rias que de algunas dellas alcanzaran con las armas .los Católicos Españoles, quando les obligaron a tomarlas: y las dichosas muer- tes de veinte Religiosos de la Compafiia, que en varios 'puestos, y a manos de varias daciones, dieron sus vidas por la predicación del santo Euangelio."

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cap. mu (1623-1684)

nes de misionero y de profesor, escribió unas í idas de varones ilustres de su orden en el Perú, precedi- das de una historia de dicho reino " ". Tal introduc- ción, aunque basada en las obras anteriores, es in- teresante por su buena factura, de corte completa- mente moderno. El autor describe primero el país, resume luego hábilmente las noticias que había del período precolombino y consigna los hechos princi- pales de la conquista, con algo más de lo posterior a ésta. Muestra muy buen juicio al considerar los asertos de los precedentes historiadores, y añade da- tos sobre la riqueza peruana, que alcanzan a 1628. Los tres libro* restantes contienen las biografías de jesuítas que el título ofrece.

El P. Manuel Rodríguez, procurador de las pro- vincias jesuíticas de Indias en la corte, escribió una interesante obra titulada El Marañón v Amazo- nas...''", que si bien trata, como otros, de diversos aspectos de la historia de esa región, tiene sin duda por objetivo principal la actuación, de su Orden. El autor pondera la de las otras religiones, pero sin dejar de realzar la de la suya: no olvida recordar la coincidencia casi completa, que a algunos pareció providencial, del nacimiento de S. Ignacio (1491) con el año del Descubrimiento.

Sin referirse a otros antecedentes, se ocupa desde el principio del río que da título al libro y de la primera tentativa exploradora, la de Gonzalo Piza-

209. Fuentes, art. ií:¡3. i.a aludida Introducción histórica, que forma el .Mbro 1, ha sido publicada suelta, trad. al francés por H. Ternaux Compans (vid. Fuentes, art. 4:i92i, y es la Unica parte de la obra que he podido consultar directamente.

210. Fuentes, art. 4202.

RODRÍGUEZ. MONTOYA

391

rro, en 1 539-1540; al referir aquel desventurado viaje y lia separación de Orellana limítase a seguir a los historiadores que ya lo habían reseñado; sólo añade una serie de comentarios propios. Prescindiendo lue- go de relatar con igual detalle la subsiguiente expe- dición de Ursúa y Aguirre, expone sintéticamente cómo fueron ocupadas varias naciones indias de la región amazónica, y en adelante se aplica ya a his- toriar la labor, descubridora y misionera a la vez, de la Compañía de Jesús. Aunquie establecida ésta en el Perú desde 1567, es a partir de la fundación de su colegio de Quito (1585,1 cuando el autor em- pieza a reseñar con todo pormenor. Ello constituye la porción más considerable de la obra, dándose puntual noticia de las exploraciones en. que los je- suítas fueron aventurándose, de las características de las regiones y usos de sus habitantes, de las reduccio- nes que se formaron, etc. La obra está escrita con. corrección y claridad, sin que la afectación propia de la época la afee demasiado; su interés se acrecienta por tratarse de un territorio que nunca ha llegado a ser muy conocido. Fué puesta en el índice expurga- torio, al parecer por no haberse sometido a la cen- sura especial, requerida para todos los libros rela- tivos a misiones.

El P. Antonio Ruiz de Montoya (1585-1652), li- meño, es él mismo tan interes>ante como la obra que aquí ha de citarse. Gran parte de su vida transcurrió en las misiones del Paraguay, donde formó hasta trece reducciones, y pasó grandes trabajos y riesgos. Sentía por los indígenas la piedad paternal que tan- to se encuentra en los evangelizadores de Indias, en

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cap. VIH 11623-16841

especial los nacidos en el país. La labor realizada por la Compañía, en que tan principal papel tuvo él, fué historiada en su Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en... Pa- raguay. Paraná. Uruguay y Tape ". Su objeto no es de mera reseña. Con la información que en ella daba de los trabajos misionales se proponía interesar al monarca para que remediase faltas que allí había. "Mi pretensión dice es poner paz entre Españo- les, y Indios, cosa tan difícil, que en más de cien años que se descubrieron las Indias Occidentales, hasta oy no se ha podido alcanzar". Acababa, en efecto, de pasar por angustiosos momentos de albo- roto y violencia, que hacían peligrar la continuidad de la obra a tanta costa lograda. Por fortuna, consi- guió del monarca y luego del viirrey los medios que deseaba. La obra adolece de vaguedad en la crono- logía y la topografía, y su lenguaje tiene poca sol- tura, a lo que sin duda contribuyó así lo dice el autor la intimidad en que por tantos años con- vivió con los indígenas, sin usar apenas del castella- no. Es, en cambio, una autoridad en. el idioma gua- raní, para cuyo conocimiento escribió varios libros fundamentales.

El belga Nicolás du Toict i 161 1-h. 1680) . que españolizó su apellido en la forma del Techo, con que es generalmente conocido, y mueisitra asimismo sentimientos muy españoles, puede aquí ser mencio- nado entre los que historiaron la acción de las órde- nes religiosas en Indias. Usó para ello de la lengua

¿ii. Fuentes, art. 4330.

NICOLÁS DEL TECHO

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latina, componiendo una Historia provinciae Para- quariae Societatis Jesu provincia que comprendía, desde 1607, Paraguay, Tucumán. y Chile; hacia 1625 fué Chile separado. La obra se inicia con brevísi- mas notas de conjunto sobre América y una rese- ña de los esfuerzos colonizadores en el territorio his- toriado, a partir de un primer intento portugués, fa- llido. Las competencias entre lusitanos y españoles, las sucesivas expediciones de éstos, los alzamientos y resistencia de los indígenas hasta que varias ciu- dades son. fundadas y la ocupación se consolida, son el objeto de los capítulos siguientes, antecedente ne- cesario para el tema concreto de la obra. Desde que la Compañía "empieza a asomar en el país, el autor se desentiende de lo demás y sólo consigna en ade- lante lo que con su actividad se relacioné. No es poco, ciertaxnenite, porque el papel preponderante que los jesuítas ejercieron en aquella región alcanza- ba a todos los elementos, colonizadores y colonizados, por lo que se hallan, dispersas entre las varias partes del libro, noticias abundanttes de unos y otros. El au- tor sigue un orden cronológico de cierta latitud y va consignando cuanto sabe de interesante para su tema. La obra peca por darse demasiado a lo's detalles, a los sucesos sueltos, sin. ofrecer una noción sistemática de la organización, tan interesante por única, que a las reducciones de indios fué dada. Entusiasta de la Compañía, euyo elogio reitera ingenuamente, su vi- sión es excesivamente unilateral, aceptando cuanto tiende a su gloria sin crítica alguna. Tal es el de-

212. Fuentes, ait. 4331. Además de la traducción castellana allí citada fray una ing-lesa, anterior .(London, 1704; ind. en *»] t. VI de la "Collectio.il of Voyagres and Travels", de ühurchill).

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cap. viii i ] 623-1684 1

fecto que suele encontrarse en. esta obra, abundante, por otra parte, de datos, sobre todo para la biogra- fía de los Padres que allí actuaron. De la vida de los indígenas, de sus usos y características, la infor- mación es mucho menos copiosa que en otras pro- ducciones de este tipo, pues a Techo sólo le interesa- ban, los indios como posibles catecúmenos. También la acción de las autoridades civiles y militares le importa sólo en el aspecto de la cooperación o la resistencia que de ella resulta para la cateque-i- en gran escala que la Compañía emprendió allí. La obra alcanza, próximamente, basta mediar el xvn, y el autor se proponía proseguirla, sin haberlo llevado a efecto. Literariamente, éste muesitra suficiente domi- nio de los recursos de expresión; lo que no sabe es graduar la extensión debida a los pormenores que incluye, referidos en general con más prolijidad de la necesaria.

El P. Francisco Colín, o Colí, su forma cata- lana (1592-1660), pasó lo más de su vida en Filipinas, desempeñando en la Compañía importantes cargos y siendo también activo evangelizador de indígenas. Cumpliendo una orden de Felipe IV, que deseaba se historiase la actuación, jesuítica en aquel país, con noticias, además, de la tierra y sus habitantes. Colín resumió la obra de Chirino, que estimaba algo difusa, y añadió lo que juzgó conveniente. Así sur- gió su Labor evangélica... de la Compañía de Jesús... en Filipinas 2".

213. Fuentes, art. 5114. El P. Colín compuso además india Sa- cra y una Vida del Santo Hermano Alfonso Rodríguez, en la que también utilizó mss. cíe otro j»snita v .tuvo Igualmente niuv buen éxito.

COLÍN. BURGOA

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El libro I es de gran interés para la historia general, por dar muy completa descripción de aque- llas islas, origen de sus poblaciones, carácter de las gentes, religión, idiomas, vestidos, costumbres, etcé- tera, sin olvidar la noticia de lia fauna y flora. Tras de describir a continuación teJ archipiélago Moluco, entra en la reseña histórica desde el descubrimiento y conquista, completada con anales desde 1511 has- ta 1632 inclusive. Los tres libros restantes tratan del asunto especial que 'da título a la obra, historiando en. el III a la Compañía mientras fué Misión (1581- 1594) , en el III su período de Vicetprovineia subor- dinada a la Iglesia de Méjico (1594-1606), y en el III los 'diez primeros años de siu existencia como Provincia (1606-1616) También es muy interesan- te esita parte, porque el autor no se limita al regis- tro escueto de los hechos de más relieve, sino que ouen.ta por menudo todo, dando a conocer muchos particulares de la vida corriente, gran número de biografías de religiosos de amibos sexos, noticias de Japón y Cbina, etc. Acierta, además, a lograr una expresión sencilla y atractiva.

De la orden de Predicadores, el oajaqueño Fran- cisco de Burgoa (h. 1600-1681), descendiente de los primeros conquistadores de Méjico, pasó en este país la mayor parte de su vida, llegando a ser pro- vincial de su Orden. De sus obras interesa mencio-

214. En el s. xvni la labor del P. Colín fué continuada por el P. Marino Velarde, que reseñó la actuación de la Compañía des- de 1616 a 1716.

3%

cap. viii (1623-1684)

nar Palestra historial ''" que se imprimió en- Méjico, 1670, y la Geográfica descripción **, que lo fué en 1674. El autor considera a ésta como segunda parte de la Pélestra y, en efecto, ambas se completan y tienen igual finalidad : descubrir y realzar la acción evan.gelizadora de los dominicos en Nueva España, y más concretamente, en Oajaca. Ofrecen, pues, igua- les características que toda la producción histórico- religiosa ide este tiempo, con sus biografías de mi- sioneros, relatos de sucedidos en la labor catequísti- ca y noticias sobre los usos y costumbres de los in- dígenas. Como la generalidad de los eclesiásticos, y sobre todo de los nacidos en el país, Burgoa se mues- tra muy afecto a los indios y condena toda violen- cia contra ellos. Literariamente ostentan isus obras todo el enfadoso empaque, abuso de hojarasca y mal gusto, de que tan escasos escritores se libraron en este tiempo. Los hechos más sencillos son revestidos al referirlos de tanta afectación y oscuridad, y la prosa se hilvana en párrafos inacabables de tan penosa ilación, que su lectura es tormento en vez de placer. Hay, no obstante, que soportarlo, porque sólo en esta producción se halla completa la histo- ria ide la actuación 'dominicana en aquellas pro- vincias.

15. Palestra Historial de Virtvd.es, y K Templares Apostólicos. Fundada del zelo de insignes Héroes de la Sagrada Orden de Pre- dicadores en este neceo Mundo de la America en las Indias Occi- dentales. Ha skio reeditada en Méjico, isai, romi. el voi. xxiv ele I'nbls. del Arch. Oral, de la Nación. Vid. sobre esta obra y la Si- guiente R. Esquerra, "Revista de Indias", ism2. ih, 569-570.

216. Geográfica Descripción de la parte Septentrional, del polo Artico de la America, y nueve iglesia de las Indias OccUlentales, y sitio astronómico de esta Provincia de Predicadores de Ante- quera Valle de Oaraca... Reinipre'Sa a continuación de la anterior, forma los vols. XXV y XXVI de la misma colección.

MELÉNDEZ

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Fray Juan Meléndez. dominico nacido en Lima, que alcanzó a ser Maestro de su orden, puso el ma- yor entusiasmo en historiar sus glorias en la Pro- vincia a que perteneció, puesta bajo la advocación de S. Juan Bautista. No contento con los materia- les que allí encontró, vino en 1678 a España y a Roma, donde imprimió en 1681-82 los tres volumi- nosos tomos de sus Tesoros verdaderos de las In- dias...'''. La obra tiene un cierto carácter polémico, pues el autor se proponía demostrar y el viaje a España tuvo por principal objeto hallar las reales cédulas acreditativas de ello que fué la orden de Predicadores la primera que catequizó en el Perú, contra lo afirmado por el agustino P. Calandra y el mercedario P. Remón. Exalta también la gran parte que tuvieron los dominicos en promover, jun- to con los franciscanos, el descubrimiento de Amé- rica, por lo mucho que allanaron las gestiones de Colón los frailes de S. Esteban, >de Salamanca. Lle- vado por su amor a la orden, ningún dato carece para él de interés y escribe copio sámente de todos los asuntos que a ella atañen. Algunas de las biogra- fías que componen la obra, la 'de Santa Rosa de¡ Lima, sobre todo, forman verdaderos libros. Abun- dan también las digresiones. Además de los papeles de sus conventos consultó mudras crónicas de Indias y siempre prefiere apoyar sus asertos en testimonio ajeno. Una de las figuras que más ensalza es la del P. Las Casas, cuya paternidad de la "Desltruición de

¿17. Fuentes, ai!. 4438.

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las Indias" niega 1S. En el aspecto literario, Fray Meléndez se libra bastante del mal gusto de la épo- ca por entender, según advierte, que toda exposi- ción bistórica debe tener por principal norma la sencillez y claridad de expresión.

Pasemos a la orden franciscana. El P. Bernardo de Lizaxa, predicador de su orden y superior del convento de Izmal o Itzamal, predicó, según dice, más de 20 años a españoles y 24 a indio®, cuya len- gua aprendió no sólo para hablarles a ellos sino para preparar a otros religiosos, por lo que también escribió en ella sermones y otras cosías. Admirador de la obra realizada allí por sai* hermanos de reli- gión y dolido de las calumnias que les imputaban demasiado rigor en el castigo de los pecados públi- cos y abuso de autoridad, escribió Historia de Yuca- tán, devocionario de Nuestra Señora de Izmal y Con- quista Espiritual. Describe brevemente el país, li- mitándose casi a ponderar el estado de idolatría de sus habitantes, si bien descubre indicios de una pri- mitiva fe verdadera, traslucidos en presentimientos de un cambio radical. Luego expone éste, originado por la llegada de los iprimeros franciscanos y sobre todo con los milagros realizados por la sagrada ima- gen de la Virgen, que re-eña con fervorosa unción. La segumda parte, dedicada a la historia de la orden en aquella provincia, tiene la estructura corriente, dando noticia de los principales misioneros, santos

■218. Es destacado este hecho en un juicio, muy favorable al P. Meléndez, <pie precede a la obra. No puedo puntualizar en qué lugar de ésta se refiere el autor a ello, pues ni aparece en la noticia seguida que a Las Casas dedica ni lo he hallado en el im- perfecto examen que a producción tan extensa pude consagrar.

LIZANA. ESPINO. GRIJALVA

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en buena parte. Fuera del tenia religioso es poco lo que consigna Lizana y en Jo que dice muéstrase en general muy crédulo: así, en el punto de los po- bladores de aquel territorio acepta sin titubear el baberlo sido los cartagineses de la isla Española, la de Cuba y la parte oriental ide Yucatán. Con esta ingenuidad de criterio se corresponde muy bien, su expresión literaria, humilde como un sermón popu- lar y colmada de incorrecciones ortográficas.

Fray Fernando de Espino, provincial de los fran- ciscanos de Guatemala, nos ofrece un ejemplar de otro tipo en. su Relación verdadera de la reducción de los indios... llamados Xicaques219. Es un escrito breve que se refiere a un episodio die la catequiza- ción en tierras guatemaltecas, de que el autor fué testigo. A pesar de su corta extensión, aplícase tam- bién a describir el país y sus indígenas.

De la orden agustiniana, Fray Juan de Grijalva, prior del convento de S. Agustín, de Méjico, publi- có en 1624 una Crónica de la actuación de su orden en Nueva España 2 Como preliminar se refiere a los primeros eclesiásticos que allí fueron desde la conquista y expone los anhelos de varios agustinos desde 1527 por participar en aquellas misiones, no cumplidos hasta 1533. La historia comprende desde esta fecha a la de 1592, con alguna alusión a años posteriores. Además dél interés común a todas las producciones del mismo carácter tiene el de ilustrar la expedición de Andrés de Urdaneta, agustino ya, como es sabido, cuando se le invitó a aportar a ella

219. Puentes, art. 3998.

220. Fuentes, art. 02 1 .

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su experiencia de la pasada. Ocúpase bastante, con tal motivo, de Filipinas, donde la orden tuvo gran papel, y consigna también noticias curiosas de Chi- na, con la que tanta relación, se mantenía desde aque- llas islas.

Bl P. Antonio Calancha (1S84-1654), nacido en la ciudad de la Plata de padres españoles, alcanzó en su orden altos puestos y mostró ell entusiasmo que por ella sentía en la Coránica moralizada del Orden de San Augustin en el Perú La vehemencia comunica a su estilo gran, vivacidad. No se explica el fervoroso fraile que la labor agustiniana en aque- llas tierras siga aún sin divulgarse, y exclama: "O Religiosos de mi Orden, que pareze que azemos quarto voto de descuydo, dejando sin registro mil glorias pasadas i sin arcbivo millares de onras futu- ras". Los agustinos, dice más adelante, "an sido mon- tes con vetas ricas de virtudes". Animado por este legítimo orgullo de hermandad y con amplísima en cuanto pueda redundar en gloria de su religión, remedió la falta que lamentaba con esta historia colmada de noticias, que, pese a su gran extensión, no agotó lo que se proponía decir, acabándosele la vida sin darle cima. Contribuyó a ello por mucho su verbosidad, pues incluso los temas generales ya tratados antes repetidamente son por él expuestos con una minuciosidad y extensión innecesarias. Fál- tale también un plan riguroso que evitase repeticio-

221. Fuentes, art. 4Í35. Allí se (la por solo ajiareelrlo el \. I. pero hay un II. si bien rarísimo. Impreso en Lima, 1653. Acerca de éste vid. M. Serrano y Sanz, El lomo segumio de la "Cnrtínicn moralizada..." por el P. Calancha, "Rev. de Archivos". 1904. I, 355-361.

CALANCHA. TORRES

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nes y le marcase en todo momento el ¡punto a que convenía aplicarse. Sigue, es cierto, un orden, cro- nológico, que en el volumen conocido alcanza hasta 1594. Pero el hilo se interrumpe a menudo con no- ticias útiles para su objeto como las relativas a la antigua religión de los indígenas o a la actuación política y guerrera de los conquistadores , que con- venía haiber reunido previamente. El relato se aere- ce asimismo con multitud de reseñas de milagros. Las vidas de los sucesivos superiores de la orden son también referidas muy al por menor. Forma la obra con todos estos elementos un gran filón de datos, al que han. acudido mucho los posteriores historia- dores del Perú.

Fray Bernardo de Torres acabó y publicó en 1657 una Crónica de la provincia peruana del Or- den... de San Agustín 222 ; era catedrático de la Uni- versidad de Lima, definidor de la Provincia y su cronista general. Considera su libro como segundo volumen, por ser continuación de la obra de Calan- cha. Comienza, pues, la historia en 1594, a que éste había llegado, y alcanza hasta el mismo año de im- presión; hizo, además, un resumen del libro de Ca- laneha, que inserta a seguida del suyo. En la expo- sición sigue el orden marcado por los Capítulos Pro- vinciailes, "que son, dice gráficamente, como nues- tros reinados". Escribe Torres con empaque litera- rio, pero de buena ley. En la© noticias muestra algún exceso de prolijidad, pormenorizando algunas que sólo convendría apuntar. Cíñese, en cambio, deima-

222. Fuentes, art. 4486.

i2*'

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cap. viii (1623-16841

siado a su tema. Se echan de menos las sabrosas no- ticias de la vida en general, que en otras historias de órdenes religiosas se encuentran.

3) Historia de los diversos territorios.

Son en este artículo agrupadas las obras que por referirse igualmente a los diversos aspectos de la historia de cada país, pueden considerarse, con al- guna amplitud de criterio, como reseñas totale- de los mismos. Pero los más de los autores son. también religiosos regulares y el matiz que distingue sus producciones de las examinadas en el artículo ante- rior no marca en todos los casos una diferencia muy tajante.

Luis Jerónimo de Alcocer, canónigo de Santo Domingo, escribió en 1650 una Relación sumarip. del Estado Presente de la ysla Española, que se con- serva manuscrita2"3. Forma en conjunto una breve reseña, más descriptiva que histórica, de la isla, so- bre la que aporta datos curiosos, principalmente de tipo religiofo santuarios e imágenes milagrosas, noticias de personal eclesiástico, etc. , pero que se extienden- también a la geografía, fauna y flora, al- gunos sucesos notables, etc.

Fray Pedro Simón, franciscano conquense, mar- chó a Indias en 1604, llegando a ser Provincial de su orden- en el Nuevo Reino de Granada. Su prolon- gada estancia en este país, pocas de cuyas tierras dejó de pisar en sus viajes, le procuraron copiosa

223. Bibl. Nac, ni-;. :i000. rT. M-87. En Fuentes, art. 3808, fig-u- ra con un titulo fartlrío que no responde bien ail cnitonlrlo.

ALCOCER. FRAY PEDRO SIMON

información directa, con que podría escribir sin mover a risa, dice él, como otros que erraron por hablar de oídas. Considera que todo lo escrito an- tes— menciona los "Ratos de Suesca" de Jiménez de Quesada, Ib hecho por los PP. Medrano y Aguado, y los versos de Castellanos quedó "en embrión" por no haberse impreso, y él se decide a componer unas Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales 22\ Utiliza mucho la obra, entonces inédita, de Aguado J2j, pero la comple- ta prolongando la reseña hasta su tiempo (1625) y dando en ella mucha parte a la actuación religiosa,, sobre todo de su orden, en que Aguado apenas se ocupó. Más uso hizo, según ha puntualizado Béekeiy de la "Jornada de Pedro Ursúa", de Diego de Agui- lar y Córdoba, que él traslada a la letra sin- men- ción del autor.

Fray Simón inicia su obra con un prólogo en que con ingenuo tono de suficiencia expone la nece- sidad de fijar bien lo que es la Historia, pero no sale de las generalidades y tópicos habituales. Tam- poco quiere prescindir de las nociones sobre el mun- do, el descubrimiento, el nombre dado al continente descubierto, el problema de su población, etc., mos- trando su inaudita credulidad en. las afirmaciones categóricas que él sienta en los puntos más difíciles. Da por seguras dos poblaciones antes de la llegada de Colón: una antediluviana y otra posterior, en. la

221. Fuentes, art. 62í9.

225. En el vol. II, págs. 6-7, .(le la Historia de Santo Marta y Nuevo 'Reino de Granada, de clirho Fray Pedro de Aguado (Madrid, 1917!, hace su editor J. Beeker un breve cotejo entre el contenido- de esta obra y la de Fray Pedro Simón.

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cap. viii (1623-1684)

que acepta la tesis de expediciones cartaginesas y otra hebrea, reducida por él a la tribu de Isacar, por juzgar que se dan en aquellos indios los carac- teres profetizados a la descendencia de dicha tribu. A partir del descubrimiento la reseña es muy prolija.

Juan Flórez de Ocáriz compuso unas Genealo- gías del Nuevo Reyno de Granada que contienen muchos datos de interés para el conocimiento de este país, tal vez más el largo "Preludio" que el cuenpo de la obra. Tras de ponderar en. él el mucho número de nobles que de España pasaron a Améri- ca, sobre todo después de las conquistáis de Méjico y Perú, en especial al Nuevo Reino, y de exponer luengamente lo que es la Nobleza, sus prerrogati- vas, etc., resume la historia del país y da a conti- nuación listas, bien, nutridas algunas de datos bio- gráficos, de sus personajes de diversas categorías: colaboradores de Quesada en el descubrimiento, hombres que quedaron de los llevados por Feder- mann, ministros de la Chancillería, Arzobispos. Obispos, Párrocos, religiosos de ambos sexos. Go- bernadores, Corregidores... Todo esto no lo da sino por vía de preámbulo, pues su objeto es evitar que siga ignorándose cuáles son los nobles "a quienes se ha de reconocer el beneficio de auer trasplantado a esta Región la Santa Católica, hecho la funda- ción de poblaciones, y dexado su Nobleza, y seña- les de su valor por herencia a sus sucessores". La parte consagrada a esto no difiere de las genealogías

3?fi. Fuentes, art. 4198.

OCÁRIZ. TELLO. SALINAS

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corrientes, haciendo é] la reseña de 43 árboles de linajes radicados en aquel territorio, a la cabeza de los cuales está el de Jiménez de Que s a da.

Fray Antonio Tello, uno de los cuatro francis- canos que fueron en. la expedición salida de Acapul- co en 1596 al mando de Sebastián Vizcaíno, escribía en 1652, ya ochentón, una historia de Nueva Galicia de que se conservaron dos fragmentos "27. En uno icaps. 8-13) se refiere parte de las expediciones de Ñuño de Guzmán; en el segundo (caps. 26-291, la sublevación de los indígenas ue Nueva Galicia hasta el regreso del virrey Mendoza a Méjico; correspon- den, respectivamente, a los períodos 1530-1533 y 1536-1542. El autor transcribe documentos y relata con gran corrección; muestra una orientación muy españolista. Gozó de mucho prestigio en su orden.. Las noticias de la obra fueron utilizadas por dos escritores del s. XVIII, que aún lograron consultarla completa 22s.

El franciscano Buenaventura de Salinas y Cór- doba, del convento de Jesús, de Lima, y Calificador del Santo Oificio, es autor de un Memorial de las historias del... Pirú..., que abarca hasta su tiem- po Hace primero una reseña desde los orígenes del país, opinando él que América debió de estar unida al viejo continente por varios sitios que faci-

227. Fuentes, art. 4083. No he podido ver la eitl. de Guadalajar.i, 1891. cuyo contenido ignoro.

228. Fué el primero Matías de la Mota Pradiilla, que se sirvió de ella para su Conquista fie la Xuei>a Galicia (1742); el otro, el P. Beaumont, que la cita con frecuencia en su Crónica de Michoa- crin, escrita hacia 1780: éste dice que la habla leído hacía mucho* años antes y después se habla perdido.

229. Fuentes, art. 7554. Anterior a la ed. aquí citada hay una heoha en Italia (Prato, 1878).

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litasen el paso a ella de sus pobladores. Acerca de quiénes fueron éstos parece adherirse a la conjetura de Torquemada, que los supone descendientes de uno de los hijos de Cam. Expone luego la historia del Perú incásico, sin omitir las más absurdas tra- diciones de los indígenas; conoce también a los cro- nistas españoles de aquella región y contrasta sus asertos. Enlaza la historia de los incas con la con- quista española, cuyas etapas resume. Tiene una segunda parte dedicada a Lima, de la que reseña las excelencias con más detalle. La obra termina con un tercer libro sobre el trato dado a los indios. Sale con ello al paso de los que incriminaban, a España en ese terreno. Prueba que los reyes hispanos y el Consejo de Indias consideran a los indígenas como vasallos dignos de todo amor y respeto, y pide a los españoles que allí van la más fiel observancia de sus leyes protectoras, porque los que se conducen desatentadamente dañan a la opinión de sus reyes y a su patria. Tiene toda esta parte un acento dolo- rido, mostrando por los indios la mayor conmisera- ción, y este sentimiento sincero comunica a su len- guaje una sencillez y naturalidad que faltan en otros lugares de la obra, en que campea un estilo rebusca- do y oscuro, con atrevidas metáforas gongorinas, im- propias del asunto del libro. Al final inserta, como otro- hicieron, en calidad de pieza* probatoria-, loa Fragmentos correspondientes del testamento de Isa- bel, la carta de Carlos V a Cortés, etc.

Gaspar de Escalona y Agüero, nacido en el país y que llegó a ser oidor de la Audiencia de Chile, compuso una obra, que, aunque no propiamente

ESCALONA. AGUIRRE

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historiográfica, conviene aquí mencionar, por repre- sentar un tipo diferente, pero cercano a los que nos reseñan la historia de la actuación española en cada una de sus provincias ultramarinas. La intituló Ga- zophilatium regium perubicum y alcanzó varias edi- ciones Como marca su título, ocúpase de los va- rios recursos que constituían las rentas e ingresos de toda clase en el Perú, con los que se atendía a los gastos de su administración y al legítimo provecho de la corona. Ilustra, pues, uno de los aspectos de lo que hoy llamamos historia interna y no es preci- so ponderar su interés, ya que contribuye a mostrar cuánto se preocuparon nuestros antepasados por aclarar y comentar cuanto se refería a la coloniza- ción de América.

Fray Miguel de Aguirre, prior del convento de la Ciudad del Plata y vicario de las Provincias de los Charcas, fué llamado a Lima en 1641 por el vi- rrey marqués de Mancera para que le informase sobre dichas provincias y continuó en su trato con él, lo que le permitió conocer muy bien los sucesos de aquellos años y las dotes del propio virrey. Pen- só, pues, que mejor que nadie podía él ilustrar sobre ello al monarca, a quien con ese objeto dedicó un libro titulado Población de Baldivia. Motivos y me- dios para aquella fundación. Defensas del Reino del Perú... 23\ Escrito en tono muy elogioso para Man- cera, reseña las medidas tomadas por él para la de- fensa contra los holandeses, las relaciones con los indómitos araucanos, los actos de su gobierno v ad-

230. Fuentes, art. 4407.

231. Fuentes, art. 74G4.

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cap. vin 11623-1684)

ministración.. Aunque refiere muchos hechos ante- riores, la reilación comienza propiamente en 1643 y aleanza hasta 1647, en que la ohra fué impresa. Está correctamente escrita y sin resabios de nial guato.

Melchor Jufré del Aguila (1568-1637), de fa- milia noble, buen soldado en. las guerra? de Chile, diose, ya retirado de ella?, a las letras: propuso al rey el nombramiento de un cronista de Chile, ofre- ciéndose él, y aunque no se atendió su propuesta, se decidió a escribir un Compendio historial del des- cubrimiento, conquista y guerra... de Chile...23'. Na- die adivinaría por tal título que, por la forma, se trate de un poema, y precisamente Jufré, en el alu- dido escrito al monarca, afirmaba que el verso "es poCo capaz de historia" y se refería a una obra ex- tensa — pensaba sin duda en el Arauco Domado cuyo contenido se podía exponer mejor en dos o tres capítulos de una historia. Lo cierto es que compuso un ejemplar híbrido que cuenta entre lo más pro- saico de las obra* versificadas. «i<n que como fuente histórica tenga tampoco un interés que se sobrepon- ga a lo abrumador de su lectura. Es puntual, sigue un orden cronológico, fija los años y hasta, a vece-. Jos días de los sucesos: pero la aportación de datos nuevos es muy escasa.

Un. ilustre jesuíta, Alonso de Ovalle 11601-1651), merece especial mención. Nacido en Santiago de Chile, ingresó muy mozo en la Compañía contra la voluntad de su padre, un capitán español, que hizo

23?. Fuentes, art. M61.

JUFRÉ DEL ÁGUILA. OVALLE

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extremados esfuerzos inútiles para volverle a su ho- gar. Tuvo puertos muy importantes y fué designado como procurador de lia orden en Roma, adonde fué a gestionar el envío de más misioneros a su región nativa. Llegado a Europa, diose cuenta de la igno- rancia que había acerca de Chile, cuyo propio nom- bo-e dice era casi desconocido, y le pareció urgente remediar tal inopia de noticias. Sin esperar, pues, a su regreso, coimpuso rápidamente una Histórica re- loción del Reyno de Chile, y de las missiones, y mi- nisterios que exercita en él la Compañía de Jesús, publicándola en la misma Roma en 1646 28J. Hubo, claro es, de servirse de obras ajenas, la de Antonio de Herrera especialmente; pero tiene en su trabajo gran parte su propio conocimiento del país.

Dejemos al autor exponer por mismo el plan y contenido. El lector, dice, "verá aquí en el prime- ro y segundo libro la naturaleza y propiedades de aquella tierra; en el tercero, las de sus habitantes; en el cuarto y quinto, la entrada de los españoles y su conquista. En el sexto, varios sucesos de la gue- rra que ha ocasionado la valerosa resistencia que ham hecho los araucanos a los españoles; en el isép- timo, los medios de paz que intentó el padre Luis de Valdivia de la Compañía de Jesús, para facili- tar la predicación del Santo Evangelio, y la muerte de sus dichosos compañeros; y en el último, que es el más largo de todos, el modo que hubo de plantar la fe, y los progresos qr,e ha hecho y hace, particu- larmente por medio de las misiones y ministerios

Í33. Fuentes, art. -4520.

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cap. viii (1623-1684)

de nuestra Compañía..." Como se ve, aunque el objetivo particular es la reseña de la cristianización del país, Ovalle compuso una historia completa de Chile, del que se le considera el primer historiador. Debe contársele tamhién entre los más atractivos df lois que ensayaron el oficio de historiar. Nuestro jesuíta es enamorado rendido de su tierra, y el en- tusiasmo infunde en. su descripción un ingenuo acento apologético que conquista desde las primeras páginas la simpatía del lector. Posee además como pocos el don de escribir. Su prosa es modelo de flui- dez, y siempre halla, se comprende que espontánea- mente, la palabra apropiada, como acierta asimismo a destacar lo que conviene en cada punió que toca. La obra compite así en amenidad con el más inte- resante libro de ficción. Como historia es también muy perfecta, pues el lector va recibiendo en buen orden, la información que necesita. La impresión que ofrece del país, salpicada abundantemente de ob- servaciones y anécdotas personales, no desmerecería °n un buen libro descriptivo de nuestro* días. La pintura que hace después de sus habitante» indíge- nas revela el conocimiento de quien allí nació y la imparcialidad del que tiene el doble carácter de español y chileno. Cuando, en fin, comienza a histo- riar, resume bien, todo lo que importa conocer del descubrimiento de América y de los capítulos de la conquista que son antecedente de la colonización chilena. Entrando ya en. ésta, huelga ponderar cómo el autor sabe desenvolverse. Si algún reparo ha de

234. He 'de advertir que hago esta transcripción de edición mo- derna, en que la ortografía del original fué modernizada.

ROSALES. PONCE DE LEÓN

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oponérsele, es el de excesiva credulidad el que me- jor le conviene. Pero era muy difícil sustraerse a un ambiente en que lo más extraordinario acababa por ser posible 23\

Eil P. Diego de Rosales, también jesuíta (1603- 16771, pasó asimismo gran parte de su vida en Chi- le, cuya lengua aprendió muy bien, logrando muchas conversiones de indios; tuvo también altos cargos en la Compañía y fué rector del colegio que ésta tenía en Santiago. Escribió primero una Historia temporal y luego una Historia de la conquista espi- ritual de aquel país, muy apreciadas sss.

El mercedario Francisco Ponce de León, hom- bre al parecer muy dinámico, alternó sus deberes religiosos con activa función militar y política, par- ticipando en conquistas y poblaciones y siendo Pro- curador general del Reino de Chile. Sus servicios de este tipo se extienden de 1618 a 1632, a juzgar por una circunstanciada mención de ellos que acom- paña a su breve Descripción... de Chile... con algu* nos discursos para su mayor defensa, conquista y

235. Respecto a la Relación verdadera de las paces que capituló con el Araucano rebelado el Marqués de Baldes, pubil. como anó- nima y riada en Fuentes, art. 7107, como de posible atribución a Ovalle, él mismo, ail reproducirla en la obra que acabamos de exa- minar, dice que se sirvió de los informes recibidos de los jesuítas que acompañaron al ejército del marqués y de escritos que éste le envió. Hubo, pues, de hacerse una labor de acoplamiento, que sin duda realizó él, cuyo estilo se transparente bastante en esa pieza suelta. Por su relación de asunto con elidía "Relación" pue- de mencionarse aquí otra tit. Sucesos de la jornada del Marqués de Baides desde Chile a tierras de enemigos, año tfiiO, puesta en Fuentes, art. 7466, como original del marqués; créola ahora má« bien obra de a'lg-ún subordinado suyo, que en ella se esforzó en elogiarle.

236. Fuentes, art. 4463. >'o he logrado ver la obra. Los datos consignados proceden de la "Carta de edificación" que al morir Rosales escribió el P. Francisco Ferreira, cuya edición moderna se reseña en dicho artículo.

cap. viii (1623-1684)

duración "*1; la dirigió a Solórzan.o Pereira, deman- dando su autorizada censura, que el solicitado hizo, como puede suponerse, en términos elogiosos. Pon- ce se limita a rápidas noticias descriptivas del país, cuyos diferentes lugares le dan ocasión para injerir noticias le sucesos y consejos al rey sobre las me- didas y arreglos que debe disponer. Obsérvese que rara vez los escritos sobre Chile dejan de contener arbitrios e iniciativas de los autores para poner fin- al estado permanente de lucha.

Fray Rodrigo de Aganduru Moriz (o Rodr. Mau- ricio Aganduru), guipuzcoano, es un caso más del tipo de aquellos hombres que supieron compaginar ias letras con las más variadas facetas de una acti- vidad andariega y arriesgada. Agustino antes de los 15 años, estudiante después en Salamanca, destinado en seguida a las Indias m, donde ise ordenó antes de la edad y aprendió la lengua indígena, se le hizo por ello Prior, bautizando 14.000 naturales. Fué poste- riormente, tras un viaje a Madrid y a Roma, cape- llán de la armada enviada al Moluco, calificador del Santo Oficio, predicador de su orden en Filipi- nas, dontde fundó varios conventos y un colegio, marchando en 1622, en viaje muy accidentado a través del Asia, a Roma, donde el Papa le agradeció en un Rreve el haber catolizado más de 12.000 cis- máticos de Caldea y Armenia; murió poco después I ] 626) . En 1621 empezó una Historia general de las islas occidentales a la Asia adyacentes, llamadas

337. Fuentes, art. ií<~.

338. La noticia éc donde tomo estos datos no precisa a qué reglón de Indias fué ahora enviado.

AGANDURU. COMBÉS

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Philipinas, que ha sido modernamente Impresa 8S\ El autor dice que escribe en Manila, por orden de su cabildo, y que cuenta muchos años de residencia en las islas, las cuales í-ecorrió, siendo testigo de muchos sucesos desde que el gobernador Acuña ganó «■n 1606 a Ternate. La mayor parte del t. I que es lo único encontrado de la obra, no sabiéndose si escribió más la emplea en referir lo acontecido en las Molucas desde su descubrimiento por los portu- gueses. Hace antes, huelga decirlo, las conjeturas de rigor sobre su historia primitiva; él supone que las poblaron descendientes de Cani y sitúa allí a Ofir. Para la expedición de Magallanes "sigo, dice, una relación manuscrita, original de un compañero de Magallanes, que tengo en mi poder". A partir de entowces la mayor parte es relato de las luchas de españoles, portugueses e indígenas en el Moruco; probablemente pensaría dedicarse de líenlo en el vol. II a la historia filipina que el título promete. El autor se muestra muy crédulo en ocasiones, lo que contribuye a dar cierto encanto de novela de aventuras a muchas partes de la obra. Otras veces entrevera en el relato reflexiones de tipo político. En el aspecto literario la Historia ofrece siempre una expresión feliz, lográndose a veces frases de ver- dadero ingenio.

El P. Francisco Combés, S. J. Í1620-1665), llega- do a Filipinas a los 23 años, conícluyó allí los estu- dios que en la Compañía venía haciendo, se ordenó de sacerdote a los 25 y su vida fué de un dinamismo extraordinario. Hizo compatibles la labor docente 2M. Fuentes, art. 5376.

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cap. viii 11623-16841

fué catedrático y rector , la actividad misionera, allanada por un- pronto conocimiento de la lengua bisaya. y tan constante relación con las autoridades españolas como con los reyes y personajes indíge- nas. \ aleroso y hasta temerario en los riesgos, era a la vez bondadoso y paternal cuando la necesidad de la violencia había pasado, siempre con un senti- do armonizador de la conquista guerrera y la con- quista espiritual. Para éÜ, tras de abrir el camino '"el rigor de las armas", obra "la suavidad Evangé- lica los milagros que suele: pues aplacada, acaba lo que no pudieran las aimas. y abarca lo que se hizie- ra impossible a ¡numerables exéncitos". Era esto, en suma, el pensamiento de la Compañía, que por ello sirvió de acicate a los gobernadores, moviéndoles a iniciar conquistas que ella completaría, sobre todo en la isla de Mindanao.. que desde sus primeros con- tactos consideraron, los Padres "como a cosa suya . Fallaron los esfuerzos jesuíticos cuando el goberna- dor Manrique de Lara. contra el parecer de Com- bés, ordenó que se abandonasen las fortalezas de aquella parte meridional del archipiélago filipino, y parece que ello impulsó a aquél a escribir su Historia de las islas de Mindanao, lolo, y sus adya- centes "\ cuya lectura mostraría la sinrazón de tal medida.

El libro I describe loa i ~la s. extendiéndose, «egún

e3 uso corriente, a la noticia de sus frutos, animales.

etcétera y acabando por la de su población, con sus

peculiaridades de religióln. usos y costumbres. El

3(0. Furtitc?. art. r,375. En Madrid. 1897, hizo una excelente reedición ?1 ttllpüllata W. E. Retana, con la colaboración del Padre Pablo Pastells.

COMBÉS

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mucho trato que con ella tema le permite ofrecer copiosa información sobre linajes reales y sobre personajes indígenas, así como curiosidades que en- tre los indios se referían. En este punto se considera la obra superior a todas las demás historias que de Filipinas se hicieron, tanto más valiosa por lo poco que de Miwdanao se ha sabido hasta época muy reciente. Los siete libros restantes, dedicados a la labor española a partir de la llegada de Magallanes, se ocupan indistintamente de la acción armada y la catequística, consideradas ipor él, según dijimos, como etapas de una común finalidad. La reseña al- canza hasta 1665, en que el autor, designado pro- curador general de su provincia en las Cortes de Madrid y Roma, salió para España, muriendo en la travesía.

Combés, de pluma muy castiza, escribe con una viveza y colorido que, además de mostrar sus es- pontáneas dotes literarias, reflejan bien la visión directa que de las cosas tenía. Para mayor ameni- dad, gusta de consignar los prodigios que los indí- genas le referían, aunque a veces dice que todo ello le parece "cuentos de Indios, o sueños de viejas". Habla también de su participación en los sucesos con la mayor sencillez. La historia de la acción espa- ñola es muy detallada y veraz, fuera de algunos lige- ros descuidos. En cuanto a la razón que le asistía en la tesis que sustentó, los hechos posteriores la proclamaron sin lugar a duda, por el aumento de dificultades que originó el abandono de aquellos lugares, con ventaja sólo para la impunidad y des- arrollo de la piratería.

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cap. Yin (1623-16841

4) Obras que se ocupan preferentemente de los indígenas.

Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659), hijo natural, después reconocido, del marqués de Ariza, ofrece una interesante personalidad, de las que tan pródigos fueron nuestros siglos de apogeo. Estudiar- te en Alcalá y Salamanca, se inició en la política como diputado de la Nobleza. Después se privó de todos sus bienes, se hizo eclesiástico, fué capellán de la Emperatriz María y desde 1639 desempeñó diversos obispados; es sobre todo conocido por el de Puebla de los Angeles, cargo que simultaneó unos meses con. el de virrey de Nueva España. Vi- mos ya cómo en su "Vida interior" muestra en sus autoincriminacioiies la vehemencia de su espíritu, cualidad que en su actuación en Indias se tradujo en un celo apostólico algo indiscreto, que le causó no pocas desavenencias. Concibió por los indígenas un afecto verdaderamente paternal, e inspirado por él compuso un Libro de las virtudes del indio que dedicó a Felipe IV y fué impreso clandestinamen- te "2. Dice en él al monarca que entre su prelacia de Los Angeles y demás cargos que ha ejercido ha po- dido adquirir un completo conocimiento de los na- turales de Nueva España, a los que en mucho son semejantes los del Perú, y se cree obligado a am-

241. Pág. 352. También se ha dado ya noticia (pá#. 324) .de su

monografía sobre e<\ sitio de Kuenterrabia y se ha mencionado otra obra suya sobre la conquista de Ohina .por los .tártaros (pí- ifina 376).

242. Fuentes, art. 3739.

PALAFOX Y MENDOZA

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pararles. Se propone, pues, hacer tres tratados: uno acerca de sus virtudes, otro de sus penalidades y un tercero sobre los medios para evitarlas. Parece que sólo llegó a escribir el primero, objeto de estas lí- neas. En una serie de capítulos va ponderando el autor las diversas excelencias que en los indios en- cuentra, justificativas de la solicitud que merecen: su pronta y fervorosa cristianización, no manchada, como en el viejo mundo, por herejías; la facilidad con que se hicieron muy fieles subditos de España; su valentía, aunque la admiración que les inspira- ron los conquistadores les tornase aparentemente en pusilánimes; la utilidad y riqueza que ellos y sus países nos granjearon; su inocencia y exención de muchos pecados, que bien disculpan los que a veces les afean sensualidad, embriaguez, pereza , fáci- les, además, de corregir; su paciencia, ausencia de ambición, liberalidad, frugalidad, obediencia, dis- creción, elegancia para expresarse, agudeza y pron- titud de ingenio, destreza para las artes mecánicas, justicia, humildad, cortesía, gusto por la pulcritud. El excelente obispo da la impresión de ur. padre que cuenta y no acaba de las gracias de sus hijos, para él los mejores del mundo. La descripción está hecha sin prolijidad enfadosa y salpicada de pormenores concretos, todos los cuales, según advierte al princi- pio, los ha "visto y tocado". La sinceridad del autor es indudable y cautiva al lector de muy otro modo que la apología trazada por Las Casas; pero, como en el caso de éste, no es dudoso que la dilección que por los indios sentía le hizo ver muy favoreci- das sus cualidades.

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cap. viii (1623-1684)

Fernando Montesinos, nacido en Osuna, mar- chó en 1628 al Perú y pasó allí quince año*, siendo funcionario de aquella Audiencia y dos veces visi- tador. Sus frecuentes viajes por el país, además de proporcianarle muchos conocimientos sobre su* mi- nas, en cuyo ramo alcanzó gran fama, le pertrecha- ron de datos -obre sus antigüedades, con lo que es- crihió su Ophir de España. Memorias Historiales y Políticas del Pirú Es ohra abundante en absur- dos. El autor entiende que América fué e¡l Ofir, po- seido primero por los fenicio* y después por los reyes judíos, hasta que Dios lo quitó a Josafad. por sus tratos con idólatras, dándolo 2542 años después a los Reyes Católicos. Se inicia con la población de América por Ofir, nieto de Noé, y no cree difícil el autor que este mismo estuviese en Perú. Calcula que las provincias peruanas acabaron de pablarse 600 años después del Diluvio, acudiendo muchos ha- bitantes por la parte de Chile y otros por los Andes, por Tierra Firme y por el mar del Sur. Da una serie de 90 reyes preincásicos, y todavía en el período incaico, mejor conocido por las tradiciones, abun- dan las muestras de su credulidad 2". Esta primera

Fuentes, art. 30fil. Vid. también F. .lo=, o. c. -Rev. de Indias", 1943, IV. 3Í-4?.

2ií. Las Memorias historiales, etico Riva Atrüero, "constituyen una maraña de tradiciones, apócrifas las una-, corrompida* las otras, todas ellas barajarlas y embrolladas en laberíntica eonru = i(Vn. I.o único seguro es lo que ha comprobado ta .xrnueolog-ía, a saber: la efectiva existencia de un imperio peruano anterior a los Incas" J. '.I" la Riva Andero. Eramen tle la primrra parte de los Comen- tarios Reales.... "Revista Histórica" (Úma), 190f>. I. pág\ M9). Ji- ménez de 'la Espacia, editor de la obra, dice que es "curiosísima, verdaderamente singular . y muy sospechosa también en aquella parte quie la constituye en una especio de Antiiruo Testamento", lo que no Impide que los .americanistas, al tratar de las edades remotas, la citen, como si fuese un tevto sejruro. Cierto es, aflade, míe V. discurre sobre las cosas de los Incas por el estilo que los demás autores.

MONTESINOS. ROCHA

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parte de la obra alcanza hasta el punto en que Huairaa Capac tuvo noticia de que "la mar había echado unos monstruos marino*, hombre* con bar- bas, a la orilla, que andaban por la mar y en casas grandes". Con ello empieza la segunda, "Anales del Perú", en. que se recogen los principales sucesos acaecidos desde 1498 a 1642, habiendo él sido testigo de muchos de los consignados. Esto, más la comodi- dad que el sistema ofrece y la abundancia de dato* atesorados, avalora los Anales, que no son, en cam- bio, tenidos por fuente muy segura. Era el aspecto literario es Montesinos bastante aceptable.

Diego Andrés Rocha, oidor de la Audiencia de Lima, es autor de un Tratado único y singular del origen de los Indios occidentales del Perú, México, Santa y Chile MB. Este problema, que tanto inte- resaba en aquel tiempo, lo resuelve él según lo que "dicta la razón", y ésta le marea que los habitantes de España, como los más occidentales, y con la At- lántida, después desaparecida, sirviéndoles de puen- te facilitador del acceso a América, eran los más indicados pobladores de ésta. Puesto en ese camino, sólo le falta hallar rasgos comunes de ambas pobla- ciones, y la lectura de los antiguos que describieron a los primitivos hispanos le lleva a una certeza ab- soluta. Claro es que los caracteres de los demás pue- blos primitivos le hubiesen mostrado también analo- gías con los de aquellos indígenas. Rocha pone al servicio de su hallazgo, por el que muestra una in- genua satisfacción., la erudición que tiene a su alcan- ce, exponiendo primero las opiniones distintas que

245. Fuentes, art. 2961.

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había y después todos los textos comprobantes de la suya. Peje a lo aventurado y sin base de ésta, la obra parece haber sido bastante apreciada, siendo impresa repetidamente, y el encargado de su apro- bación se muesitra muy admirador del autor y llega a decir que "'e ilustró algún rayo de la divina luz para descubrir la verdad de lo que estaba tan con- fuso". Resta decir que, tras la llegada de los hispa- nos, muy poco posterior según él a la población de la Península, da por segura la de las diez tribus he- breas desterradas por Salmanasar y la de grupos tártaros. Tal mezcla de elementos originarios le sir- ve para explicar lo bueno y lo malo de la raza ame- ricana, atribuyendo aquéllo a los de pura sangre es- pañola y los defectos al predominio ancestral de los otros pueblos inmigrantes.

Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán <h. 1607- 1682 ?), que llegó a alcanzar la categoría de maestre de campo y fué gobernador de la plaza de Valdivia, adquirió un. hondo conocimiento de los usos y cos- tumbres de los araucanos, entre quienes vivió como prisionero en su juventud. Por eso tituló una obra que les dedicó Cautiverio feliz ' : en ella denuncia los abusos de que son. objeto y suministra interesan' tes datos en apoyo de sus opiniones.

5) Historias de sucesos particulares.

Examinemos, según la norma adoptada, varia? reseñas de diversos tipos.

2<6. Fuentes, art. 44G5. No l>e podido ver la obra, siendo mis referencias de segunda mano.

HISTORIAS DE SUCESOS

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Gregorio Martín del Guijo, secretario del ca- bildo metropolitano de Méjico, compuso un Diario de sucesos notables, desde enero de 1648 al final de 1664 Son noticias de muy diversa índole llega- das de personajes, nombramientos de funcionarios, autos de fé, incendios, fenómenos naturales... , pre- dominando las de lo ocurrido en la capital misma del virreinato. Algunas son bastante extensas. Que- dan a veces incompletas, por faltar palabras y frases dejadas en- blanco, en espera de completar la infor- mación. Tiene próximamente ell interés de un perió- dico local, lo suficiente para que otro presbítero, Antonio de Robles, creyese merecía una continua- ción, haciendo él un. diario en forma análoga desde 1665 hasta 1704 24S.

Una Relación del suceso que tuvo Francisco Díaz Pimienta... en la Isla de Santa Catalina (1640) fué impresa dos años después y ha sido reproducida mo- dernamente 2<9. No parece haber sido hecha por el mismo General, sino por alguien a quien encomen- dase esta labor, la cual fué realizada concienzuda- mente, sin omitir nada y con correcta expresión.

Martín de Herize y Salinas, gobernador de la provincia de Chiloé. firmó a 20-X-1658, en forma de carta a un vecino de Lima, una extensa reilación titu- lada Felices progresos..., en que se reseñan las cam- pañas de Chile idesde el comienzo de aquel año 250.

247. Fuentes, art. 7445.

248. Vid. Fuentes, art. 7778.

249. En la colección de 'Relaciones mencionada en 'la nota siguiente.

250. Se imprimió en Lima el mismo año y ha sido reeditada en la cal. de Varios relaciones riel Perú y Chile (VM. Fuentes. art. 4655).

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cap. viii 11623-1684)

Corresponde al tipo más literario, con un estilo re- buscado y abuso de epíteto?, impropio de la senci- llez epistolar.

El santanderino Santiago de Tesillo |1607-des- pués de 1673), soldado en. el Perú, alcanzó en 1665 el grado de maestre de campo general del ejército. En 1641 compuso Guerra de Chile; causas de su du- ración, advertencias para su fin... cuya buena aco- gida movió al gobernador de dicho país, don Fran- cisco Meneses, a utilizar al autor por su apologista. La conducta de Meneses. muy censurable, necesitaba ser compensada con él elogio de su actuación mili- tar y quiso utilizar la autoridad de que Tesillo go- zaba para lograrlo. Este se plegó a ello y escribió Restauración del Estado de Arauco 252, en que refiere la primera campaña de Meneses para dominar el alzamiento de indio? surgido al ser él nombrado. El autor se esfuerza por glorificarle y se vale de sus recurso? literarios para presentar a la luz más favo- rable -posible a su amigo, que más tarde le pagó en- viándole castigado a un fuerte.

El recobro en 1625 de la ciudad brasileña del Salvador, tomada el año anterior por los holandeses, dió tema, por lo menos, para dos relaciones. Una, titulada Compendio historial de la jornada del Bra- sil...'3, la escribió Juan de VALENCIA v Gizmyn, que asistió a la acción, como soldado. Pertenece a la clase de militares letrados, aspirando a algo más que un simple relato. Su asunto, de otra parte, exigía mayor ilustración para los lectores, porque él Brasil, que

251. Fuentes, art 4468. 232. Fuentes, art. 4469. 253. Fuentes, art. 7471.

HISTORIAS DE SUCESOS

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seguía con su administración lusitana, ora menos co- nocido que los territorios afectos desde el descubri- miento a la corona de Castilla. El autor empieza, pues, por describir la región y los habitantes, rese- ñando lo principal de su historia desde la primera llegada de los portugueses. Enlaza así con las luchas sostenidas contra la piratería oficial holandesa, ob- jeto particular de la obra. A partir de las operacio- nes que condujeron a la ocupación de la ciudad di- cha, hasta su reconquista y el regreso a España de la expedición libertadora, el relato es minucioso y hecho día por día. En posesión, además, de datos oficiales, acompaña Valencia listas de los navios empleados, con los nombres de los jefes y oficiales expedicionarios, número de hombres a sus órdenes, sueldos, cantidades de material bélico transportado, instrucciones y órdenes transcritas a la letra, etcéte- ra. También en la precedente información- del país muéstrase el autor bien enterado. Escribe con sufi- ciente corrección, pero sin aliños retóricos. La otra relación, del mismo suceso, titulada Restauración de la Ciudad del Salvador ... JJ\ la publicó dos años des- pués el cronista oficial Tomás Tamayo de Vargas (v. pág. 215), que la hizo por orden del rey. Dice haber utilizado, además de la documentación con- servada en las Secretarías de los Consejos, dos rela- ciones, una del conde de B aguólo y otra del P. Bar- tolomé Guerrero, S. J. Tamayo enfoca el asunto con- siderando aquel hecho como una de tantas conse- cuencias originadas de la envidia que despertó la grandeza del imperio español. Se refiere, pues, al

254. Fuentes, art. 7472.

-124

cap. viii (1623-16841

período de apogeo, a la rebelión flamenca que em- pezó a minarlo, al apoyo que los rebeldes hallaron, en Inglaterra, concretándose al fin en la ambición de los holandeses por ocupar bases en el Brasil, que a la vez allanasen, sus expediciones a Oriente y difi- cultaren el comercio español. Aún expone, como otro antecedente necesario, noticia de las relaciones his- panoportuguesas. y del descubrimiento y población, del Brasil. Al f'n hace la reseña detallada de la toma del Salvador por los holandeses, las expedicio- nes preparadas por Castilla y Portugal para su reco- bro y la victoriosa acción con que éste fué 'logrado. Como Juan de Valencia, de cuyo trabajo no se ma- nifiesta enterado, consigna la nómina del personal enviado, pero sin los detalles relativos a los efectos transportados. Ambas relaciones se completan, como hechas la una de visu y la otra desde la Península.

DüARTE d'ALBUQUERQUE COELLO, MARQUÉS DE

Basto [m. en 16581. e cribió unas Memorias de la ¡Hierra del Brasil, de 1630 a 1639, sostenida por Es- paña contra los holandeses '". El noble lusitano, que había participado en lo más de la campaña, recelan- do que nadie la historiase, se decidió a hacerlo él mismo, para lo que completó su propia información con las relaciones del general y de otras personas de crédito. Es escrito hecho sin aspiraciones litera- rias. Prescinde de iniciarlo con descripción del país ni especie alguna de antecedentes, empezando direc- tamente por consignar la decisión tomada por la Compañía Holandesa Occidental de intentar de nuc-

í:>'i. Fuentes, ail. 7473.

EL MARQUÉS DE BASTO. CARVAJAL

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vo en 1630 la empresa conquistadora, cuyo conato anterior |1624) acabamos de ver frustrado. El relato es puntual, hecho casi al día, y tiene las característi- cas normales del abundante género de memorias militares.

El dominico Jacinto de Carvajal dejó manuscri- ta una relación del descubrimiento del río Apure < 1647) con el título de Jornadas náuticas, continua- das por el cappitan Miguel de Ochogauía..., cuya primera parte, autógrafa, se ha conservado y ha sido editada modernamente "56. El autor participó en la expedición como capellán de Ochogauía, único título que alega para emprender ese relato, que dice haber compuesto "en frasse humilde y estremeño estilo". Tiene, empero, su escrito no poco empaque literario; abundan las frases latinas y se advierte anhelo de elegancia en la expresión. Preceden, además, al tex- to gran número de composiciones en verso, en que exprimieron su ingenio, aunque con el mínimum de estro poético, el autor, el propio caipitán y otros. No se pueden, pues, incluir las "Jornadas náuticas" en- tre la historiografía dictada por el solo afán, de im- pedir el olvido de un suceso, y si bien las dotes del autor no responden del todo a su deseo indudable de expresarse con primor, la obra no carece de atrac- tivo y cumple su objeto de resaltar el interés del descubrimiento. El asunto es tomado deside que el gobernador se dió cuenta de la conveniencia de aco- meter la empresa, y refiere ésta hasta que se llegó al Orinoco, en que el Apure desagua. El relato tiene

256. Fuentes, art. 7¡sr>. s? supone que la 2.» parte, perdida, comprenderla el i-egreso ele los expedicionarios hasta el río Santo Domingo y su puerto dp San Francisco en las Mijag-uas.

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cap. viii (1623-1684)

la amenidad que a las expediciones descubridoras no falta nunca, y completa la re-eña del hecho con las habituales noticias de los naturales con quienes los expedicionarios fueron poniéndose en contacto.

El P. Cristóbal de Acuña, S. J. (1597-1675) fué enviado de España a las misiones de Chile y Perú, y en. 1639 le designó el provincial, en unión de otro jesuíta, para acompañar al general Pedro Teixeira en su exploración del Amazonas. Así lo hizo, y con- signó los frutos de ella en su obra Nuevo descubri- miento del gran río de las Amazonas El autor hace una breve reseña de todas las tentativas anteriores: la de Orellana Acuña no menciona siquiera a Gonzalo Pizarro ; la de Ursua y Aguirre; las orde- nadas— pero no iniciadas por Felipe IV en 1621 y 1633 ó 1634; en. fin, la en parte consumada por fran- ciscanos en 1635-1637, la llegada de dos de los cuales a Pará determinó la salida de aquí de Teixeira (1637) hacia Quito. Fué entonces (1638) cuando el virrey conde de Chinchón dispuso ed .nuevo viaje en sentido inverso del explorador portugués.

No hace "Acuña de esta expedición la reseña ha- bitual en talles casos. Se atiene directamente a la noticia del país que mediante ella obtuvo y sólo en contadas veces alude a becbos del viaje mismo. La obra es, pues, eminentemente descriptiva de cuan- to al gran río se refiere, desde la consideración de su curso total, que compara con el de otro- [ata sos, hasta la información, bastante detallada, de las va- rias islas y regiones ribereñas, con sus recurso» de

257. Fuentes, art. 7452.

ACUÑ\. FRAY LAUREANO DE LA CRUZ

427

toda especie, nivel de vida de sus habitantes, reli- gión y costumbres. Acepta la existencia de las ama- zonas, la cual dice haberle confirmado unos Tupi- nambáf, y en general admite cuanto pueda acentuar la grandeza de aquellos territorios, que a él le pare- cen otro verdadero Nuevo Mundo dentro del Nuevo Mundo. Cree que toda la riqueza que de éste se conoce es muy poca cosa en comparación de la que tal país reportaría. También le interesa, claro es, el cristianizar tantos pueblos que allí habitan. Por todo ello, después de la relación se inserta un Memorial al rey, dirigido al Consejo de Indias, en que insta a emprender seriamente la colonización.. Este fué re- dactado después de alzarse Portugal, lo que impedía a los españoles la entrada en el río por el mar, por lo que propone iniciar la expedición desde la pro- vincia de Quito. Pide también que se encomiende la labor evangelizadora a la Compañía de Jesús.

Acuña escribe bien, con notable concisión y cla- ridad, y distribuye su escrito en numerosos capítu- los muy breves. En- cuanto a su veracidad, responde de ella Teixeira en una certificación que precede a la obra. Como se dijo antes, apenas alude el autor a las incidencias del viaje y sólo enjuicia severamen- te unos actos de violencia cometidos con los indíge- na? por los portugueses.

Poco después que Acuña, el franciscano Laurea- no de la Cruz, con otro hermano de religión, salía de Quito y rendía viaje en Pará, en 1651, escribien- do dos años después su Nuevo descubrimiento del río Marañón, llamado de las Amazonas, no publica-

428

cap. viii ¡1623-1684)

do hasta nuestro tiempo >5S. El autor inicia su re- seña refiriendo los anteriores intentos franciscanos de evangelización de aquel territorio, iniciados des- de 1633, y en algunos de los cuales había participado ya él mismo; se duele de que no se les hubiese de- signado para hacerlo en la expedición de Teixeira, a que asistió Acuña. Fray Laureano escribe correc- tamente, pero con menos detalle que éste, siendo muy breve su relación.

Acabaremos este desfile de monografistas por el más señalado, Solís, que cultivó el tema de Indias con brillantez análoga a la de los más sobresalientes historiadores de sucesos de este período.

Antonio de Solís y Rivadeneyra (1610-1686) fué hombre de estudio y meditación, grave y reco- gido, como mostró su pronto apartamiento del tea- tro, a pesar de la aceptación en él lograda, que también obtuvo como poeta, afiliado a la escuela de Góngora. En política participó en sus comienzos, siendo sucesivamente secretario del conde de Oro- pesa y de Felipe IV, que le hizo asimismo, al morir León Pinelo (1661), cronista mayor de Indias. Este nombramiento y su ordenación de sacerdote 1 1667) decidieron tipo de vida de sus últimos años, que pasó retraído, casi totalmente consagrado a la labor de historiador.

Solís cumplió su deber de cronista componiendo una Historia de la conquista de Méjico ", que cons- tituye su mayor gloria y le ha procurado una gran

258. Fuentes, art. 7454.

259. Fuentes, art. r>io:i.

SOLÍS

429

popularidad ""n. ¿Por qué eligió este tema, menos urgente de tratar que tantos otros asuntos de Indias no objeto aún de una verdadera historia? El autor dice que pensó primero proseguir las "Décadas" de Herrera, desde 1554, a que éste alcanzó; pero le desalentaron las discrepancias halladas entre tanto escrito, nacional y extranjero, que él había de coor- dinar. Apreció la dificultad de tratar en conjunto una historia general, y sobre todo la de Indias, en que habían, de compendiarse multitud de historias particulares y exponerse con inevitable confusión dos numerosos hechos que paralelamente se desarro- llaban en regiones diferentes. En aquel maremag- num él percibía tres grandes acciones, que juzgó no ser fáciles de reducir "al contexto de una sola na- rración": las que tuvieron, por protagonistas, res- pectivamente, a Colón, Cortés y Pizarro. Y estimó que si la del Almirante estaba bien tratada por He- rrera y la del Perú por el inca Garcilaso, no había tenido la de Nueva España una "historia que merez- ca este nombre". La explicación parece poco satis- factoria. La historia hecha al modo erudito por Go- mara y la de tipo popular compuesta por Díaz del Castillo, a que Solía se refiere, distan, mucho de desmerecer junto al resto de la historiografía ameri- cana. Fueron, más probablemente, las aptitudes y gusto de Solís las que determinaron su elección. Des- cartada una continuación de las "Décadas", bastante para amilanar a quien no tuviese los arrestos excep- cionales de Herrera, ningún asunto tan adecuado

260. Ha alcanzado la obra cerca el* treinta ediciones, entre ellas traducciones al francés, italiano, inglés, danés y alemán.

430

cap. viii (1623-1684)

como la hazaña de Cortés para desarrollarlo al modo clásico. Y no es incompatible la explicación aquí dada con otra que veo expuesta, según la cual quiso Solís iluminar la época sombría en que vivió con. el reniozamiento de aquella empresa de mejores tiem- pos, cuyo recuerdo podía alentar las esperanzas decaídas M1,

Lo cierto es que el tema escogido, con una figura central de acusado tipo heroico, desarrollo rapidísi- mo y una acción en que el antagonista vencido tiene en su mano todo un imperio, premio del héroe, era tentador para un literato. No quiere aparecer como tal nuestro autor, sino como historiador que desdeña el aliño. "Los Adornos de la Eloquencia dice en su prólogo son accidentes en la Historia, cuya subs- tancia es la Verdad, que dicha como fué, se dize hien: siendo la puntualidad de la noticia, la mejor elegancia de la Narración". Trata, no obstante, poco después del estilo que conviene, entendiendo él que los tres que solían señalarse, el humilde, el mode- rado y eJ sublime, tienen empleo en la Historia, siendo adecuados, respectivamente, para la narración do sucesos, los razonamientos y las descripciones. Más que en esta disquisición muestra Solís su pre- ocupación por la forma artística en la estructura que a su obra da. En busca del obligado cuadro prelimi- nar que a los humanistas gustaba ofrecer, traza él

26». "Su deseo, dice rarbin. no era turo que el ule cla.r romo un latigazo (Je luz en aquella penumbra vespertina de la deca- rtenria, y datMn ofreciendo a la rontcmplaoióii de todos... el relato (le lo que. Espafia habla herlio en un sector de las Indias, y frente, no a autóctonos desnudos y bárbaros, sino rara a rara a una ver- dadera civilización de hombres niCTÍes, ricos, numerosos y muy rapaces de parear en la lucha al castellano. " (R. D. Carbia, La Crónica oficial de las Indias Occidentales, 1.a Plata, 1031. plati- nas 206-207).

SOLÍS

431

uno de la España de 1517 bien, recargado de negras tintas, al modo de tantos otros diseñado© por los historiadores clásicos. El contraste abrillanta así la aparición de Carlos V y el feliz rumibo que con ella toman las cosas de España y de sus Indias. Nace en esa favorable coyuntura la idea de la empresta que al fin, lleva a término Cortés, y con seguirla paso a paso, sin necesidad de falsear los hechos M2, tenía loe suficientes elementos para componer una histo- ria tan atractiva como un poema épico. Solís, ex- celente prosista, no precisó acogerse a los artificios de relumbrón, de otros escritores, menos favorecidos en el reparto de dotes literarias. Mérito principal de su obra es el de mostrar, en aquel ambiente de enfadoso rebuscamiento, una expresión diáfana, mo- delo a la vez de naturalidad y de nobleza. Es difícil lograr mayor transparencia y dar sensación tan viva de un lenguaje ajeno a toda afectación. Empleó el autor unos veinte años en su obra, y mucho de este camero constructivo se puso en pulirla, pero allanán- dola en vez de recargarla y violentarla. Abundan en ella los comentarios, siempre oportunos, que nos re- velan al pensador equilibrado y sereno. La sola mácula, para el gusto moderno, son las arengas elo- cuentes, tan fuera de lugar en boca de los guerreros conquistadores como dichas por los indígenas; pero

262. Sólo se advierten en la obra .pequeñas transgresiones ,de 1j realidad, que tienden sin duda a realzar el brillo de la admirable gesta, como el callar la confusión de Colón ante los países des- cubiertos, creídos por él las propias Indias; el evitar llamar por su nombre a la locura de Juana: el admitir el épico salto de Al- varado, ya negado por Bernail Díaz. etc. De otra parte, el autor i pina que no se debe "gasíar el tiempo en las circunstancias me- nudas que, o manchan el papel con lo indecente, o le llenan de lo menos digno, atendiendo mis al volumen que a la grandeza de la historia".

432

cap. viii (1623-1684)

no era fácil sustraerse a una moda abonada por va- rios siglos.

En cuanto al fondo histórico, lo obtiene Solí? de un cotejo que hace en- cada caso de las aserciones de Herrera, Gomara y Bernal Díaz, ayudado, según dice, de otros escritos que disfrutó. Parece seguir, con más constancia que a los otros, a Bernal, cuya impresión directa de los sucesos dejó tan vivida hue- lla en su relación. Este es el punto en que flaquea nuestro autor, como cuantos escribieron de Indias desde la Península, pues todos los recursos son inúti- les para suplir la visión inmediata de los parajes y los hombres americanos, que dictó a modestos solda- dos tan impresionantes notas descriptivas. Resta de- cir que alcanzó Solís a historiar hasta la conquista definitiva de la capital mejicana y la prisión de Guatiinozín, y tal ve/ pen*ó que ningún remate tan sugestivo podía tener su obra, que acaba más bien con expresiones terminales que como simple final de una parte. Suele considerársela, no obstante, como una parte primera, no continuada por la inmediata muerte del autor; se ha intentado proseguirla basta la de Cortés, e incluso se pensó a'lgún tiempo que existía una continuación escrita por el propio So- lís m.

263. sobr<> estos puntos pnp.de verse R. D. Carbta, o. e., páfci- na 212 y nota l.« de la 213.

INDICE

D E

HISTORIADORES1 Y DE ANÓNIMOS

Abarca, Pedro: 303. Acosta, José de: 106. Acuña, Cristóbal de: 426. A<edo y Gallart, Diego de: 347-

Aganduru Moriz, Rodrigo: 412.

Aguado, Pedro de: 126. Aguilar y Córdoba, Diego

de: 403. Aguirre, Miguel de: 407. Agustín, Antonio: 85 (nota

150).

Aingo de Esperta, Pedro: .374-

Ainsa e Iriarte, Francisco

Diego de: 232. Albuquerque Coello, Duarte

d', marqués día Basto:

Alcocer, Luis Jerónimo de: 402.

Alva Ixtlilxcchitl, Fernando de: 264.

Alvarado Tezozomoc Fer- nando: 263.

Alvarez, Vicente: 75.

Amiax, Ju2in: 230.

Andrés de Uztarroz, Juan Francisco: 292.

Antolínez, Justino: 374.

Antonio, Nicolás: 354.

Antonio de Jesús María, Fray: 345 (nota 138).

Aponte, Pedro Jerónimo de: 88.

Aponte Figueroa, Juan de: 257.

Aragón, Fernando de: 85. Arévalo, Juan de: 194, 374-

Argensola: V. Leonardo de

Argensola. Argote die Molina, Gonzalo:

85, 88. Arias Montano, Benito:

234.

Ariño, Francisco de: 233.

1. Véase la nota correspondiente del vol. I. Sólo ha de añadirse aquí, relativo al presente, que han sido incluirlos alg-nnos hWo- riadores extranjeros, examinados en el texto por vía de cotejo, que, por su número reducidísimo, no originan confusión y puede ser útil su conocimiento a los lectores de este ensayo.

1218

434

ÍNDICE DE HISTORIADORES

Ariz, Luis: 232.

Arriaga, Pablo José de: 269.

As-ensio. Esteban de: 133.

Avila y Sotomayor, Hernan- do de : 366.

Avila y Zúñiga, Luis de: 64.

Ayala. Martín de: 77. Aznar Cardona, Pedro: 209.

Barahona, Antonio de: 88

(nota 156). Barahona-, Juan de: 76. Barba. Francisco: 86. Barco Centenera, Martín

del: 256 (nota 135). Barreda, Onofre Antonio de

la: 334. Bartolomé de los Mártires.

Fray: 83. Bavia, Luis de: 228. Belmonte Bermúdez, Lu:s

de: 274. Bermúdez de Pedraza, Fran- cisco: 233. Betanzos. Juan de: 143. Blancas y Tomás, Jerónimo

de: 36, 85, 89, 90. Blasco de Lanuza, Vincen-

cio: 185. Bleda. Jaime: 205. Bodín. Juan: r^. Briz Martínez. Juan: 186. Burgoa. Francisco de: 395. Busto. Bernabé éA: 49.

Cabello de Balboa, Miguel: 151.

Cabrera de Córdoba, Lu:s:

164, 198. Cabrera Morales, Francisco

de: 373- Cabrera Núñez de Guzmán.

Metlchor: 377. Calancha, Antonio: 400.

Calvete de Estrella, Juan Cristóbal: 59, 75, 155.

Calza, Francisco: 40.

Ca.margo y Salcedo, Her- nando: 283.

Caramuel Lobkowitz, Juan:

37°-

Carbonell, Andrés: 374- Cárdenas, Juan de: 138. Carlos I de España, V de

Alemania: 77. Camero, Antonio: 322. Carrillo, Juan: 230. Carrillo, Martín: 179, 229. Carrillo Laso, Alfonso: 290. Carvajal, Gaspar de: 153. Carvajal. Jacinto de: 425. Casas, Fra'V Bartolomé de

las: V. Las Casas, Fray

Bartolomé de. Cáscales, Francisco de: 232. Castellanos, Juan de: 129. Castillo, Diego del: 60. Castillo, Hernando del: 86. Castillo, Julián del: 30. Castillo Solórzano, Alonso

del: 3 3 3-

Castro, Cristóbal de: 231.

Castro, Diego de: 144-

Castro, Miguel de: 2'24.

Castro Egas, Ana de: 339.

Ceceo, Ventura: 13.

Cepeda, Francisco de: 288.

Cervantes de Salazar, Fran- cisco: 1 1 4.

Cervera de la Torre. Anto- nio : 211.

Céspedes y 'Meneses, Gonza- lo de: 310. 315. 366.

Cevallos y Arce, Lorenzo de: 323.

Cieza de León. Pedro de: 1 1 7.

Clemente, Claudio: 380. Cobo. Bernabé: 377- Cock, Enrique: 213.

ÍNDICE DE HISTORIADORES

435

Colín, francisco: 394.

Colmenares, Diego de: 375.

Coloma, Carlos: 320.

Collazos, Baltasar de: 59.

Combes, Francisco: 413.

Cantareras, Alonso de: 348.

Corbeta, Esteban: 306.

Co rne jo , Pe-d ro : 68.

Correa de Montenegro, Ma- nuel: 178.

Costa, Juan: 9, 39.

Costiol, Jerónimo: 6r.

Cnespi y Borgia, Luis: 374.

Cubero Sebastián, Pedro: 35i-

Cueva, Pedro de la: 58. Cusí Yupa.nqui, Inca Titu: V. Castro, Diego de.

Chacón., Alfonso : 228. Chirino, Pedro: 271. Chirinos, Jua.n: 228.

Daza, Antonio: 230, 232. Deza, Lope de: 237. Diago, Francisco: r 88, 192, 23,1.

Díaz de Aux, Luis: 2^29. Díaz del Castillo. B?rnal: 110.

Díaz de G u z m á n, Rui: 258.

Díaz T a n c o, Vasco: 84, 89.

Díaz de Vargas, Francisco: 69.

Diez de la Calle, Juan.: 381.

Dormer, Diego José: 296, 381.

Dosma Delgado, Rodrigo: 232.

Duque de Estrada, Diego: 349-

Darán, Diego: 136.

Eguía y Beaumont. Fran- cisco: 325.

Encinas, Francisco de: 79.

Eraso, Domingo de: 256 (nota r 3 5 ) .

Escalera Guevara, Pedro de la: 377.

Escalona y Agüero, Gaspar de: 406.

Escolano, Gaspar Juan: 1 90.

Escolar, Antonio de: 69. Espes, Diego de: 85 (neta 150).

Espino, Fernando de: 399. Espinosa, Pablo de: 374.

Farra y Guzmán, Marcelino: , 3.66.

Faria y Sousa, Manuel de: 342.

Fernández, Alonso: 375.

Fernández de Castro, Nico- lás: 371.

Fernández de Palencia, Die- go: 123.

Fernández de Pu 1 g a r, Pe- dro : 375.

Fernández de Quirós, Pe- dro: 260, 274.

Fernández de Velasco, Pe- dro : 4 r .

Ferrer, Pablo: 236.

Flores, Luis: 231.

Flórez de Ocáriz. Juan: 404.

Fo'nseca, Damián: 207. Fox Morcillo, Sebastián: 9. Fue.ntes. Diego de: 60.

Galán de Escobar, Diego: 221 .

Gal cerán o Garcerán de Cas- tro, Gaspar, conde de Guimerá: 304, 33 r (no- ta 1 o 1 ) .

436

ÍNDICE DE HISTORIADORES

Gallego. Hernán: 274.

Gara y, Juan de: 232.

Ga re í a , Gaspar : 233.

García, Gregorio: 261.

García Cereceda, Martín: 69.

García de Nodal, Bartolo- mi: 275.

García Santero, Juan: 86.

Garcilaso de la Vega, El In- ca: V. Laso de la Vega, El Inca García.

Garibay y Zamalloa, Este- ban de: 23. 81, 88.

Gascón de Torquemada, Je- rónimo: 2 8>9 (nota 17), 344-

G:rónimo, Magdalena: 235. Gilberti, Mat u r i n o: 134

/nota 228) . Gómez de Castro, Alvaro:

71, 85. 88 (nota 156). Gómez Micdes, B:rnardi.io:

43-

Gómez de Mora. Juan: 347. Góngora y Alcázar. Luis: 376.

Góngora de Marmolejo, Al- fonso de : 126.

González Dávila, Gil: 232, 308, 333, 374, 387.

González de M e n d o z a, Juan: 84.

González de Nájera, Alfon- so: 270.

Gracia, Juan Francisco de: 233-

Gracián, Baltasar: 334.

Gracián, Jerónimo: 2 1 7.

Granada, Luis de: 86.

Gri jaiva, Juan de: 399.

Guadalajara y Ja¡vier, Mar- cos de: 206, 228.

Guard'iola, Juan Benito de: 230.

Gudiel. Jerónimo: 88 (no- ta 156).

Guevara, Antonio de: 45. Gurrea y Aragón. Francisco de, conde de Luna: 210. Guzmán. Diego de: 214. Guzmán, Luis dz: 231.

Haedo, Diego de: 234. Herize y Salinas. Martín de: 421.

Herrera, Fernando de: 61.

Herrera, Tomás de: 373.

Herrera Mal donado, Fran- cisco de: 234.

Herrera y Sotomaivor, Ja- cinto de: 347.

Herrera y Tordesillas, Anto- nio de: 167, 197, 211. 233, 234, 238.

Horozco, Agustín de: 201.

Hurtado de Mendoza, Anto- nio: 325 (nota 89), 347.

Hurtado de Mendoza. Die- go: 62, 67.

Ibáñez de Segovia Peralta y Mendoza. Gaspar, mar- qués de Mondéjar: 355.

Ibarra, Francisco de: 203.

Ignacio de Loyola, San: 80.

Illescas, Gonzalo de: 85.

Jerónimo de la Cruz, Fray: 3 3 3-

Jerónimo de San José, Fray: 279.

Jiménez de Quesada, Gon- zalo: 90.

Jiménez de Urrea. Francis- co: 291.

Jorba, Dionisio Jerónimo de: 84.

Jufré del Aguila, Melchor: 408.

Junco, Pedro: 377.

ÍNDICE DE HISTORIADORES

437

Landa. Diego de: 139. Las Casas, Bartolomé de: 91.

Laso de la Vega, El Inca García: 253, 266, 272.

Lasso de la- Vega, Gabriel: 235-

Laureano de la' Cruz, Fray: 427.

León Pindó, Antonio de:

376. 386. Leonardo d e Argensola.

Bartolomé: 165. 183,

272.

Leonardo d e Argensola,

Lupercio: 181. Lizana, Bernardo de: 398. Lizárraga, Reginaldo de:

252.

Lo^bera, Anastasio de: 232. López de Altuna, Pedro: 374-

Lópiez de Gomara. Francis- co: 52, 71, loa, 109.

López de H a r o, A'lonso : 235.

López de Hoyos. Juan: 73. López Madera, Gregorio: 175-

López de Mendicorroz, Fer- mín: 344.

López de Veilasco, Juan: 105.

Lozano, Cristóbal: 374.

Lucio Espinosa y Malo. Fé- lix de: 284.

Lupián Zapata. Antonio: 332, 374.

Llórente, Bartolomé: 183. 230.

Macedo, Francisco de: 373, 375-

Maldonado, Alfonso: 372.

Malo de Andueza, Diego: 373-

Mandura, Pascual de: 230.

Manojo de la Corte, Fernan- do: 344.

Mantuano, Pedro: 236, 237.

Marca. Pierre de: 306 (nota 53).

Mariana, Juan de: 169,

236, 237, 282. Marieta. Juan de: 229. Mármol CarvajaL Luis del:

63.

M a rtel , J e rón i mo : 180.

Martí y Viladamor, Francis- co: 368.

Martín del Guijo. Gregorio: 421.

Martínez de Azagra. Anto- nio: 232.

Martínez Paternia, Francis- co: 233.

Martínez de la Puente, José: 338.

Mártyr Rizo, Juan Pablo: 376. _

Mascareñas, Jerónimo: 319, 322, 340.

Medina, Pedro de: 18.

Medina de Mendoza, Fran- cisco: 84.

Mejía, Pedro: 49.

Mejía de Ovando, Pedro: 245.

Melénde-z, Juan: 397. Meló, Francisco Manuel de:

316, 37L Méndez Nieto, Juan: 226. Méndez Silva, Rodrigo:

289, 341. Mendieta, Jerónimo de:

246.

Mendoza. Bernardino de: 201.

438

ÍNDICE DE HISTORIADORES

Mendoza Bobadilla, Fran- cisco: 88.

Mercader de Cervellón, Gas- par: 334.

Mesa, Sebastián de: 315.

Moles, Fadrique: 325.

Molina. Crstóbal de (pá- rroco) : 151.

Molina, Cristóbal de (so- chantre) : 145.

Molina. Miguel José de: 345 (nota 138).

Monardes, Nicolás: 106.

Moneada, Francisco de: 312.

Moneada, Gabriel de: 374.

Monfar y Sors, Diego de: 307.

Monsalve, Miguel de: 245.

Montema.yor de Cuenca. Juan Francisco: 376.

Montero de Espinosa Ro- mán: 323.

Montesinos, Fernando: 418.

Monto/ya, Lucas de: 231.

Monzón, Pedro Juan: 83.

Monzón, Valerio: 341.

Morales, Ambrosio de: 25, 61, 84. 89, 90.

Morales, Baltasar de: 200.

Morales, Juan Bautista de:

234. 375- Morales Polo, Luis de: 341. Moreno de Vargas, Bernabé:

236.

Moret, José de: 298. Morga, Antonio de: 259. Morgado, Alonso: 85. Muñoz, Andrés: 75. Muñoz Camargo. Diego: 141.

Nadal, Jerónimo: 80. Narbona, Eugenio de: 345

'-■ota 138) Nicolini. Sebastián: 373. Nodal, Gonzalo de: 275.

Novoa, Matías de: 308. Núñez de Alba, Diego: 66. Núñez de Castro, Alfonso:

287, 330. Núñez de Pineda y Bascu-

ñán, Francisco: 420.

Ocampo, Florián de: 13.

70, 90. Oliva, Amello: 389. Oquendo, Miguel de: 345. Ordóñez de Ceballos. Pedro:

227.

Orsanel, Jacinto: 375. Ortiguera, Toribio d:: 154. Ortiz Lucio, Francisco: 229. Ortiz de Zúñiga, Diego: 376.

Osorio, Antonio: 343. Ovalle, Alonso de: 408.

Padilla, Francisco de: 228. Pá:z de Castro, Juan: 9, 51. Palafox y Mendoza, Juan

de: 290, 324, 352, 376,

4 1 6.

Parets, Miguiel: 352. Passamonte, Jerónimo de: 225.

Pedro de San Cecilio: 373.

Pellicer. Antonio: 318.

Pellicer y Qssau dz Tovar, José: 292 (nota 22), 326. 358, 374. 377.

Peña. Benardo de la: 374.

Peraza. Luis de: 84.

Pérez, A n torro: 2t8.

Pérez, Juan Bautista: 236.

Pérez de Herrera, Cristóbal: 2 1 2.

Pérez Navarrete, Antonio: 345-

Pérez de Ribas. Andrés .389.

Pérez de Saaivedra, Juan 78.

ÍNDICE DE HISTORIADORES

439

Persia, Juan de: 223. Pineda. Juan de (franciscano

del s. XVI) : 86. Pin* da, Juan de (seglar, m también del siglo XVI) :

251.

Pineda. Juan de, S. I.: 331

(nota 1 o 1 ) . Pinel y Monroy, Francisco:

342.

Piñeiro, Luis: 2311.

Pisa, Francisco de: 232.

Pizarro, Pedro: 122.

Pizarro y Onellana, Fernan- do: 382.

Polo de Ondegardo, Juan: 147.

Ponce de León, Francisco: 411.

Pons de Castelví, Fabrkio: 341.

Pons de kart. Luis: 85. Po'rreño, Baltasar: 328. 373.

Porter y Casanate, Juan

José: 295. Pujades, Jerónimo: 189.

Quevedo y Villegas, Fran- cisco de: (229, 326, 362,

Quintana, Jerónimo de la: 375-

Quintan adue ñas, A n ton io : 341.

Quiñones d e Benavente,

Juan: 367. Quiroga, Antonio de: 157. Quiroga, Pedro de. 1124.

Ramírez, Baltasar: 257. Remes-ai, Antonio de : 251. Remón, Alfonso: 374. Requejo Salcedo, Juan: 388. Ribadeneira, Pedro de: 86, 229.

Río, Martín Antonio del: 202.

Ripa, Domingo de la: 302. Ripol, Juan: 207. Rivaideneira, IMa r c e lo de: 233.

Robles. Antonio de: 42a.

Robles, Juan de: 86.

Roca, Vicente: 84.

Rocha, Diego Andrés: 419.

Rodríguez, Manuel: 390.

Rojas Villandrando, Agustín de: 227.

Román de la Higuera, Jeró- nimo: 85, 88 (nota 156).

Román y Zamora, Jeróni- mo: 142.

Ros, Alejandro: 369. Rosales, Diego de: 411. Ruiz. Gaspar: 374. Ruiz de Laguna, Juan: 376. Ruiz de Ledesma, D:ego: 213.

Ruiz de Montoya, Antonio: 391.

Ruiz Nabarro, Pediro: 124.

Saavedra Fajardo, Diego de:

285, 365. Sahagún, Berna r d i n o de:

135-

Sala y Berart, Gaspar: 318, 369.

Salazar, Ambrosio d*: 234. Salazar, Antonio Bautista: 256.

Salazar, Fernando: 157.

Salazar, Juan de: 276.

Salazar, Pedro de: 59, 67.

Salazar de Mendoza, Pedro: 178, 229, 234, 346.

Salinas y Córdoba, Buena- ventura de: 405.

Sánchez Portocarrero, Die- go: 373.

440

ÍNDICE DE HISTORIADORES

Saindoval, Alfonso de: 376. Sanaoval, (Pru de n c io de:

176, 196, 230, 231. Santa Cruz, Alonso de: 43,

53-

Santacruz Paohacuti - Yam. qui Sa'kamay'hua, Juan de: 268.

Samtillán, Femando' de: 146.

Santillán, Pedro de: 146.

Sarmiento de Gamboa, Pe- dro: 148.

Sayas, Francisco Diego de: 295.

Sayner, Antonio: 319. Sedeño, Juan: 84. Sepúlvída, Juam Ginés de:

46, 57, 70, 100. 104. Sese, Gabriel de: 230. Sigüenza, José: 229, 230. Silva iy Figueroa, García de:

210.

Simancas, D'ego de: 78.

Simón, Pedro: 402.

Soh's y Riva.dieinryra. Anto- nio de: 428.

So'.órza.no Pereira, Juan de: 383.

So:a, Matías de: 375. Sota. Francisco de: 305. Sot:lo. Luis: 231. Soto y Aguila*, Diego de:

289 (nota 1 7) . Sousa d'2 iMacedo, Antonio:

372. naf Suárez de Alaccón, Antonio:

343-

Suárez Corvín, Dkgo: 215. Suárez de Figueroa, Cr'stó-

bal: 214, 227, 231. Suárez ¿.'Peralta, Juan:

115.

Suárez de Solazar, Juan B.: 233-

Sucyro, Emanuel: 324 (nota 87).

Tamayo, José: 352.

Tamayo de Sa'lazar, Juan: 3 32 (nota 106).

Tamayo de Vargas, Tomás: 215, 232, 237, 423.

Tapia y Robles, Juan Anto- nio: 340.

Tapia y Salcedo, Gregorio de: 341.

Tarafa, Francisco: 22, 85.

Techo, Nicolás del: 392.

Tejada, Agustín de: 233.

Télkz, Gabrieil. 230.

Tello, Antonio: 405.

Teresa de Jesús, Santa: 80.

Tesillo, Santiatgo de: 422.

Timoneda, Jua.n de: 84.

Toledo, Francisco de: 148.

Tora<l y Val des, Domingo de: 348.

Tornamira de Soto, Juan: 187.

Torquemada, Juan de: 249. Torrebknca y Villalpanco.

Francisco: 233. Torres, Bernardo de: 401. Torres Aguilera, Jerónimo:

61.

Trujillo, Francisco de: 230.

Ulloa, Alfonso de: 54, 60. Ulloa Per«ir;, Luis de: 350. Urreta, Luis de: 234, 236. Uztarroz, Juan Francisco

Andrés de: V. Andrés de

Uztarroz. J. F.

Vakárcel y Velázraoiez, Fran- cisco: 289 (nota 17).

Valdivia. Pedro de: 156.

Valencia y Guzmán, Juan de: 422.

Vabra, B'.as: 152.

Valladares de Valdelomar, Juan: 227.

ÍNDICE DE HISTORIADORES

441

Valles, Pedro: 72.

Vander Haunmen y León,

Lorenzo: 338. Varen de Soto, Basilio: 283. Vargas Machuca, Bernardo

dle: 244. Vaseio, Jiuan : 1 g . Vázquez, Francisco: 154. Vázquez de Tapia, Bernar-

dino: 378. Vega, Malaquías de la: 193. Velasco, Francisco de: 275. Vera Zúñiga y Figueiroa,

Juan Antonio de: 335. Verdú, Blas: 207. Viciana, Rafael Martín de:

39.

Villalba y Estaña, Bartolo- mé de: 82.

Villalón, Cristóbal de: 82.

Villarroel, Gaspar de: 387.

Villegas, Alonso de: 86.

Vimfcodino, Miguel Juan: 230.

Viperani, J. A.: 13.

Yepes, Antonio de: 230. Yepes, Diego de: 212, 229.

Zárate, Agustín de: 121. Zorita, Alfonso de: 137. Zumel, Francisco: 231. Zúñiga, Francisco de: 55. Zurita y Castro, Jerónimo de: 32.

II

Historia del descubrimiento de las regiones australes por Quirós: 274.

Relación de algunas cosas que sucedieron a'l Padre Alonso Ponce: 158.

Relación del alzamiento de Francisco Hernández Gi- rón : 155.

Relación de las costumbres antiguas dle los naturales del Perú: 268.

Relación .de la expedición de Oñate: 275.

Relación de Michoacán: 134.

Relación del suceso de Díaz Pimienta en la isla de Santa Catalina: 421.

Relaciones (Tres) del viaje de Juan de Austria II a Fl andes y sus hechos de 1 656-1 658: 324.

Respuesta a la obra de Say- ner: 371.

Sulaesos ;de. ,1a jornada del Manqués de Baldes : 411 (nota 235).

Suma de las ebronicas de España: 289 (nota 17).

TABLA GENERAL

CAPITULO VI

Páginas

La 'historiografía desde Ocampo hasta la pu- blicación de la historia de Mariana (1543-

1592) 1

a) Los teóricos de la Historia 8

b) Crónicas generales 13

c) La historia de los antiguos reinen 32

d) Crónicas de los reinados coetáneos.

1) Carlos 1 45

2) Felipe II 57

e) Relaciones de sucesos 58

f) Biografía y autobiografía 70

g) Libros de viajes 82

h) Otros géneros 83

i) Historiadores de Indias.

1) Historia polémica 91

2) Historias generales 101

3) Historia de los diversos territorios 108

4) Historias consagradas principalmente

a la noticia de los indígenas 134

5) Relaciones de sucesos y autobiográficas. 153

CAPITULO VII

La historiografía desde Mariana a Moneada

(1592-16123) 159

a) Teóricos de la Historia 164

b) Crónicas generales 169

Páginas

c) La historia de los antiguos reinos 180

d) Crónicas de reinados 196

e) Historias de sucesos particulares.. 200

j) Biógrafos y autofbiógrafos 211

g) Otros géneros 227

h) Historiadores de Ind las.

1) Historia general 238

2) La historia de los diversos territorios. 246

3) Historias en que predominan las noti-

cias de los indígenas 261

4) Historias de sucesos particulares 272

CAPITULO VIII

De Moneada a Soh's (1623-1684) 277

a) Teóricos de la Historia 279

b) Historias generales 282

c) La historia de los antiguos reinos 291

d) Los reinados coetáneos 308

e) Historias de sucesos particulares 312

f) Biografía y autobiografía 327

g) Historia polémica 353

h) Otros géneros 372

i) Historiadores de Indias.

1) Historia igeneral 377

2) Historia religiosa 387

3) Historia de los diversos territorios 402

4) Obras que se ocupan p referentemente

de los indígenas 416

5) Historias de sucesos particulares 420

IndLe de historiadores v do anónimos 433

K^íaUonograf¡aespanc^

1 1012 00049 44¿