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JOHN CÁRTER BROWN LIBRARY

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LITT. D.

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HISTORIA

DE LA ISLA

DE SANTO DOMINGO,

CONTINUADA

HASTA LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS

"uHANTK .A INSURKECCtON DE LOS XK.BS

KEGROS, ESPECIALMENTE EN EL ANO 180O

( VIII DE LA REPÚBLICA FRANCESA ) Y

^ SIGUIENTES HASTA EL PRESENTE

DE 1806.

Por D. V. A. E. P.

MADRID.

IMPRENTA DE VILLALÍANDO. 180Ó.

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HISTORIA

DE LA ISLA

DE SANTO DOMINGO,

CAPÍTULO I.

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,a Isla de Santo Domingo está

¡ituada entre los diez y siete y veinte grados de latitud boreal, y entre los setenta y uno y setenta Y siete de longitud al Oeste del meridiano de Toledo. Tiene cerca de quarenta y seis leguas de an- cho 5 y ciento y treinta de largo. En esta Isla, la mayor de las An- tillas después de Cuba , se nota una variedad singular con respec- to al clima y al terreno. En ge-

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n^ral el país es montañoso, prin- cipalmente en el centro y hác.a la co.ta oriental. Las montanas se- mejantes á las que se ven en las otris partes de las Antülas elevan sus cumbres á una altura prodi- oiosa. Entre estas alturas hay va- lles fértiles que forman un con- traste admirable cotj las c.mas muy altas que los dominan El suelo se diferencia según las loca- lidades , pero en general es suscep- tible de mejoras considerables. La naturaleza lo ha hecho propio pa- ra producir con el socorro del cu-

tivo toda suerte de vegetales. Asi es que esta Isla produce azúcar, «¿ cacao, agengibre y los de- mas frutos de los trópicos que proveen los mercados de Europa y enriquecen al colono Ameri-

''^^ Los Españoles fueron los pri- meros europeos, que atravesando

(3) el Océano Atlántico , se fixáron en Santo Domingo. Una tropa de aventureros de todas clases se em- barcaron para el pais del Oeste; los quales después se dirigieron hacia el México , en donde esta- blecieron su residencia. Solo un pequeño numero de los mas in- dustriosos permaneció en Santo Domingo para cultivar el terreno y sacar de él su subsistencia. Es- te pais fértil y asombroso habien- do quedado con el tiempo casi desolado , los Españoles miraron, aunque involuntariamente, por su repoblación, obligando á una com- pañía de franceses é ingleses á huir de la Isla de S. Cristóbal , y refugiarse á la de la Tortuga. Esta se halla situada á algunas leguas de la costa septentrional de Santo Domingo. Hacia esta misma épo- ca un gran número de Holande- ses vinieron á ser compañeros de

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ios primeros. Como ía analogía de su fortuna les obligaba á reunirse vinieron por úlrímo á formar en la Isla de la Tortuga la cuna de una Colonia conocida después ba- xo el nombre de parte Francesa de Santo Domingo. Los animales domésticos que los Españoles ha- bían dexado errar en las llanuras de Santo Domingo suministraban á la subsistencia de aquellos refu- giados ; los quales hacían escur- siones por el país para cazar en él 5 y después volvían á la Isla de la Tortuga su retirada común. Fuera de la ocupación de la caza se dedicaron al cultivo de los cam- pos , y por este medio se procu- raron para las necesidades de la vida. Asi es , que ellos supieron huir de la pobreza , y todos go- zaban de una feliz libertad. La obscuridad en que vivían les dio lugar á aumentarse en número y

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fuerzas. El Padre Charlevois eti su historia de Santo Domingo en- tró en grandes descripciones so- bre los progresos de esta Colo- nia desde su nacimiento y prime- ra fundación en la Tortuga has- ta que se puso baxo la protección de la Francia. Podrá consultarlo el que guste.

CAPÍTULO II.

Las divisiones políticas y gene- rales de Santo Domingo eran dos. Allí se distinguía la parte Fran- cesa y la Española. Hemos ins- truido al lector del origen de am- bas Colonias. Y como el espíritu se formará mejor la justa idea de las escenas y de los desastres de que vamos á hablar , si desde luego adquiere nociones previas sobre el estado de cada Departa- mento , es indispensable estudiar

(6) con alguna atención las localida- des de ellos. Hay muy pocos in- dicios auténticos sobre la porción de territorio que quedó en la po- sesión del corto número de Es- pañoles que no quisieron seguir hastci México á sus valerosos com- patriotas. El antiguo Cabo-Fran- ces está situado sobre la frontera occidental de su territorio cerca de la punta de Nordeste. Sobre el lado de Oriente se halla también la bahía Escocesa , Puerto-gosier, Cabo-Cabron, el de Sámana, Ra- fael , y el del Engaño. En toda esta extensión el pais no ofrece al ojo del observador, sino el aspec- to triste y melancólico de una horrorosa esterilidad; no obstan- te este territorio abandonado es susceptible de una mejora consi- derable. A la punta del Sud-este se encuentra el rio de Hygüey que tiene su nacimiento en las

(7) montañas vecinas de la villa de Zevbo , y desemboca en el U- ccano. La pequeña Isla de la Sao- na, que está separada de Santo Do- mingo por un canal navegable pa- ra los barcos pequeños, es el pri- mer objeto que se encuentra al Sud, adelantándose hacia la pun- ta del Sud-este ; y en todo lo res- tante de la costa meridional no se descubren mas que regiones in- cultas y despobladas , dónde los rios de la Romana , Cucumaya, Macoris y Yuca vierten en el O- céano el tributo de las aguas que acarrean desde el seno las mon- tanas. En todo este espacio el as- pecto general del pais , la calidad del terreno y los progresos del cultivo, son los mismos que en el quartel del Oeste.

La villa de Santo Domingo está situada sobre la orilla del mar en el centro de la parte que los

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(8) Españoles habían conservado. De esta ciudad es de donde la Isla entera ha tomado su nombre : los antiguos habitantes la llamaron Hayti , ó Bayti : Cristóbal Colon la había llamado Isla Española. Santo Domingo está fundado so- bre la costa del bello rio Ozama, cuya madre engruesada de una multitud de arroyos y torrentes que se dexan caer de continuo de las montañas vecinas, viene á ha- cerse tan ancho y profundo que es navegable aun hasta la ciudad de S. Lorenzo , la qual ya es- tá metida muy tierra adentro, Bartolomé Colon , hermano del ilustre navegante , fundó á Santo Domingo en 1498. Le dio este nombre en honor de su padre, llamado Domingo; aunque otros dicen que fué en memoria de San- to Domingo , que floreció antes de aquella época en 1221. Su si-

(9) tuacion es de las mas cómodas. El rio baña sus murallas , y for- ma delante de ella un puerto vas- to y grandioso. La fortaleza y el castillo se elevan magestuosamen- te en el medio de la ciudad. La pequenez de las demás casas les hace parecer aun mayores. Ade- mas se encuentra allí una iglesia Catedral y tres Conventos, todos construidos de piedra de sillería, y del mejor orden de Arquitec- tura. A estos edificios públicos se agrega un Hospital destinado pa- ra los ancianos y personas enfer- mas. Se sale de la capital por tres grandes caminos; el uno que con- duce al Este , el otro que se di- rige hacia el Oeste á lo largo de las costas del mar , y el tercero corta el territorio en línea curva por la parte de Nor-oeste : y des- pués de haber atravesado los pue- blos de Saato Tomas , Bauicaj Ma-

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íaya y la Azufreera , viene á ter- minar en la ciudad de Cabo-Fran- ces. Lo restante de la costa me- ridional de esta división al Oeste de Santo Domingo , está cortado por ima infinidad de cabos y pro- montorios. Entre ellos es consi- derable el Cabo Jeremías , cerca del qual desemboca en el Océano el rio Nizao. El viagero encuentra en este mismo lugar la punta lla- mada de Palanquín , la de Nizao, la Bahía de Santa Catalina y otras muchas. Pero los mas dignos de atención son los grandes y peque- ños Cabos de Mongon , en donde una cordillera de montes se aban- za hacia el Océano á una dis- tancia considerable. Al Este de la ciudad de Santo Domingo el ex- pectador goza de la situación mas agradable. Una inmensa extensión de un terreno unido, que llaman los Llanos, sucede á los tristes pai-

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sages del quartel del Oeste. Estos llanos están provistos de gran can- tidad de agua, de modo que en el tiempo de sequedad son allí muy fáciles los riegos artificiales. Y es- ta ventaja trae consigo abundan- tes cosechas. Al Sud, la parte an- tigua Española, tiene por límite el pequeño rio de Pitres. Esta pun- ta es paralela á la de Norte , que servia igualmente de demarcación á las posesiones Españolas ; pero la frontera en lugar de seguir es- ta dirección perpendicular íorma una línea curva que pasa al través de los montes vecinos de Puerto- Príncipe y los llanos , al Sur de la ciudad de Hinca. Después de haber atravesado estos llanos , de los quales la mayor parte se halla por el Jado del territorio Espa- ñol , la línea de demarcación da la vuelta por detras de dos enor- mes montañas ; y después de ha-

berse dirigido al Nordeste viene á confundirse con el rio que llaman del Degüello. Finalmente , estos linriites respectivos jamas han sido fixados de una manera constante: las dos naciones Francesa y Es- pañola han tenido en este punto frecuentes contestaciones.

Atendida la gran porción de pais que divide esta frontera , el golpe de vista queda extremamen- te variado. Unas veces montanas magestuosas hacen renacer en el espíritu un sombrío sentimiento de terror ; sus cumbres parecen suspendidas encima de vuestra ca- beza 5 y luego de repente experi- mentáis la agradable sorpresa de ver llanos enriquecidos de todo el luxo de la vegetación ; y quando la imaginación del viagero ha des- cansado con delicia en estos so- berbios puntos de vista , una hor- rorosa cordillera de montes vuel-

('3) ve á aparecer , y os acompañan durante todo el resto de vuestra excursión hasta las orillas del rio Yagua , donde ella se termina. La parte antigua Española está divi- dida hoy en dos departamentos, á saber, de la Sámana y del Enga- ño. La costa marítima del prime- ro ofrece á la vista lugares pro- pios para recrearla ; tales son la Granja , la punta de la pequeña Salina , la punta de la Roca , la punta Isabelica , Puerto-Caballo, y la punta de Carruge. La Ciu- dad y el Puerto de la Plata se presentan luego á la vista; después Santiago, la punta de Macurí, la Bahía de Baume , el Cabo la Ro- ca ; y en fin se viene á llegar á la extremidad de Nordeste. Las montañas y colinas innumerables que erizan, por decirlo así, la cos- ta , entristecen por su demasiado horror, y presentan por todas par-

(H) tes la imagen de la esterilidad; mas lo interior de las tierras es superior á todo otro Cantón de la Isla de Santo Domingo. En un es- pacio de diez y ocho leguas el rio Yuna serpentea en medio del her- moso y íertil valle de Bega-Real: en su corriente tortuosa llega á tocar en fin la Bahía de Sámana sobre la costa de Oriente. Nadie puede figurarse lo que este valle seria capaz de producir si se die- sen á la agricultura los cuidados convenientes. El rio de Santiago, cuya corriente alimentan muchos arroyos que baxan de las monta- ñas de Cibao , atraviesa el medio de la parte Occidental de esta di- visión , y sirve considerablemente á hacer mayor la belleza y el ap-rado de los países adyacentes. El número de habitantes de esta división , según un cómputo he- cho en mil setecientos diez y sie-

('5) te, era de 18,410. Pero desde aquella época ha disminuido mu- cho. Esta población, poco nume- rosa , no dexa de contribuir á el aspecto saivage de toda aquella comarca.

La segunda división política de Santo Domingo está situada al Oeste de la primera , y pertenece mucho tiempo ha á los Franceses. Comprehende tres departamentos, á saber, los del Sur, del Oeste, y del Norte. En los lugares vecinos á la linea de demarcación , el as- pecto y calidad del terreno , y el estado del cultivo son casi los mismos que en los distritos limí- trofes de la parte Española. Las pequeñas ciudades de Pilatos, Pla- sencia, Petit-fond, Tapion, Mon- trui y Arcalia se hallan en esta dirección. El Departamento del Sur tiene cerca de cincuenta le- guas de longitud , desde el rio Pi-

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(i6) tres hasta Cabo-Tiburon á la ex- tremidad de Sud-Oeste. Las ciu- dades que forman variedad en es- tos países son demasiadas para en- tretenernos en nombrarlas. Aun- que los caminos Reales y los puer- tos son en número considerable, sin embargo la mayor parte no se hallan sin riesgo. Las ciudades mas considerables de esta costa son Jacmel y los Cayes. La últi- ma está provista de un Puerto, pero tan poco cómodo que en los temporales , los Marinos que lo freqiientan , se ven .obligados a buscar abrigo en la Babia de Fla- mencos. El aspecto del pais es ri- sueño : la tierra es allí fértil , y por algunos parages bien cultiva- da. El Departamento del Oeste es- tá contenido en el circuito de cien leíí-uas. Este quartel de la Isla con- tiene algunas ciudades importan- tes; debe señalarse entre ellas so-

bre la costa Occidental la de Puer- to-Príncipe ó Puerto-Republica- no , antigua capital de toda la Co- lonia. Allí hay un Puerto donde las embarcaciones encuentran to- da suerte de comodidades : mas la situación de esta Plaza , en un ter- reno baxo y cenagoso , hace la rada muy peligrosa , aunque está rodeada de pequeñas colinas. AI Este de esta misma ciudad se des- cubre el grande y fértil llano Cul- de-sac , que tiene tres leguas de ancho y diez de largo. En este cantón los plantíos de azúcar com- piten en hermosura y en rique- zas: algunos pequeños canales es- tan siempre prontos á remediar ios ardores desecantes del Estío; y no hay hasta las montañas ve- cinas ningunos de ellos que no sean dóciles á llevar su tributo de café , quando la industria del la- brador sabe contenerlos allí. Puer-

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(i8) to-Priacipe , S. Marcos y Cul-de- sac son los pueblos mas conside- rables de este Departamento. Ha- blando de ellos , entretendremos mas de una vez al lector en discurso de esta historia.

El Departamento del Norte es- tá á quarenta leguas del mar: te- nia por límites , antes de la reu- nión de la parte Española , el rio Yagua al Este , y el Cabo de San Nicolás á la extremidad del Noro- este. Son en mucho número los cabos 5 promontorios , puertos de mar , ciudades y pueblecillos de esta Costa ; pero los principales son Puerto-Deifin , Cabo-Fran- ces, Puerto de la Paz, y el Cabo de San Nicolás. Durante la guerra el Cabo-Frances era la residen- cia del Gobierno. Esta plaza por su elegancia y simetría ocupa el segundo orden en la arquitectura europea. Ademas de las casas có-

(19) modas y primorosas que forman el cuerpo de la ciudad , está ador- nada de una Iglesia, y de un Co- legio que antes fué de los Jesuí- tas, y en el qual se celebraban las asambleas coloniales y provincia- les. Por lo demás estos no son allí los únicos monumentos pú- blicos. Una caserna ó alojamien- to para los soldados baxo los ba- luartes , un arsenal , un teatro, una cárcel y dos hospitales con- curren á la par á la hermosura y á la utilidad. Con todo, la situación de la ciudad no es de las mas có- modas. Colocada al pie de una alta montaña está privada de los sa- ludables efectos de las brisas de tierra. Esta misma elevación ha- ce que reiiexen sobre la ciudad los rayos ardientes del sol. Ai Es- te se halla una extensión de tier- ras de quatro leguas de ancho , y diez y seis de largo ; este puede

(zo) ser un origen mas fecundo de ri- quezas , que ningún terreno de la Xíiisma extensión- que haya en el mundo conocido. Una vecindad tan útil 5 y las ventajas de su puerto 5 hicieron florecer pronta- mente á esta ciudad; pero es muy doloroso haber de añadir, que en el discurso de nuestra relación, ella no se presentará casi siempre á los ojos de nuestros lectores, si- no como la hoguera de un violen- to incendio que abrasó todos los quarteles , y no se apagó hasta que ella misma quedó reducida á cenizas. Tampoco debemos olvi- darnos del muelle de San Nico- lás. Las ventajas que este puerto debe á la naturaleza y al arte son considerables. El Puerto es el mas bello y el mas seguro de las In- dias Occidentales. Como es fran- co lo frecuentan mucho los bu- ques Americanos. Las fortificacío-

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nes que protegen la costa pasan por las mas formidables de las Antillas. Muchas colinas dominan la Rada , y por esto no solamen- te una esquadra enemiga tendría que vencer muchas dificultades pa- ra apoderarse del Puerto ; pero aun en el caso de hacerse dueño de él no podria conservarlo, á me- nos de no haber sometido igual- mente todo el pais que le rodea. La población y la riqueza agrí- cola de un pais siempre están en- tresí en una exacta proporción. La población de la parte France- sa de Santo Domingo , siguiendo el cálculo de algunos viageros, antes de la rebolucion , era de 30,821 blancos, 434,429 negros esclavos : paremos aquí un mo- mento la consideración , y note- mos que el numero de negros, prescindiendo de todo. socorro ex-» trangero , excedía al de los bian-=

eos en 403,608 individuos. Y por- que los negociantes no nos acu- sen de omisos en referir lo que á ellos concierne , añadiremos que antes de las turbaciones é insur- rección , habia en Santo Domin- go un mil ochenta y un plantíos de diferentes suertes de azúcar: tres mil ciento treinta y siete de café : quatro mil novecientos trein- ta y siete de algodón , y dos mil ciento cincuenta y ocho de añil, sin contar otros establecimientos menos preciosos, tales como ver- geles, jardines, plantíos de cacao, tenerías , tejares , &c. en numero de ceica de seiscientos setenta y siete.

CAPÍTULO iir.

aII conocimiento exacto de la Geografía de un país , es necesa- rio para la perfecta inteligencia

(^3) de su historia. Por eso hemos co- menzado por delinear la parte descriptiva de esta Isla, acerca de la qual vamos á dar noticias his- tóricas. Después de haber habla- do de las localidades , es conve- niente entrar en algunos detalles sobre las diversas clases de habi- tantes. La población de Santo Do- mingo , asi como la de los otros establecimientos Americanos , se compone de tres castas bien dis- tintas: primero , los Blancos que han emigrado de Europa: segun- do, los Negros que han sido tras- portados allí del África : tercero, los Mulatos ó Mestizos que de la mezcla de ambos han nacido en el pais. Antes de 1789 la autori- dad judiciaria residía en las ma- nos de un Intendente y de un Gobernador general , el uno y el otro á elección de la Corona. Du- raba su empleo tres años. Sus fa-

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cultades estaban en parte confun- didas , y en parte distintas ; de manera que quando su poder es- taba combinado tenia una exten- sión que llegaba hasta lo arbitra- rio. Ellos tenian derecho de ins- tituir leyes, de nombrar para las plazas vacantes en los diversos empleos públicos , de disponer de las tierras de la Corona ; y en fin conocían en todos los asuntos de policía y de administración. En estas épocas el solo recurso del pueblo estaba en la división de sus soberanos ó xefes ; pero aun en este caso el Gobernador llevaba la preferencia. Había también allí tribunales inferiores repartidos por los diversos distritos de la Colo- nia. Cabo-Frances y Puerto-Prín- cipe eran la residencia de las dos Cortes supremas , ante las quales se llevaban las apelaciones de los tribunales inferiores. Pero todos

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los miembros de estas Cortes es - taban baxo la influencia del Go- bernador , el qual gozaba en la realidad de un poder ilimitado. Es fácil concebir que baxo semejante forma de administración , la cor-- rupcion y los delitos debian triun- far. A mas de esto cada una de las cincuenta y dos parroquias ó quarteles levantaba una ó mas compañías de Milicias. Las tropas del Rey llegaban al numero de dos á tres mil hombres.

En tal estado de cosas la fe- licidad de toda la Colonia depen- día 5 casi exclusivamente , de las buenas disposiciones y talentos de mi solo hombre. Los progresos de ¡a civilización hablan no menos alterado el respeto que se debia entonces al nacimiento , y á las brillantes distinciones sociales. La industria y los beneficios del co- mercio hablan de tal modo enri-

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quecido á la plebe, que los nobles eran obligados á renunciar á su antigua altivez. Mas los Mulatos estaban agoviados de males que exceden toda idea. El Negro , que era la propiedad de un Blanco, debía naturalmente ser protegido por él ; los Mulatos al contrario, eran considerados como una suer- te de propiedad pública: asi es que sufrían toda especie de ma- los tratamientos, sin tener el con- suelo de inspirar alguna compa- sión , ó de esperar el remedio de sus males. Luego que llegaban á su adolescencia , eran forzados á servir tres años- en el exército; después durante una gran parte del aao , reducidos á una humil- de esclavitud , eran obligados á trabajar en la reparación de los caminos , y esto no era el todo; sus facultades intelectuales no es- taban menos esclavas que sus per-

(^7) sonas. El Mulato era inhábil para todo empleo publico ; ni aun po- dia aspirar á una plaza particular que exigiese educación liberal , ó que estuviese adornada de alguna distinción. Así es que no podia ni recibir las órdenes eclesiásticas, ni exercer la profesión de Letrado, de Médico , Cirujano , Boticario, ó Preceptor. Tal era el efecto de aversión que se tenia á la raza africana. Parece que lo injusto de las leyes concurrió con las preocu- paciones populares á hacer esta clase completamente desgraciada. Un Mulato rara vez obtenía justi- cia quando él se quejaba de un Blanco , quando por el contrario éste jamas dexaba de lograr el castigo del Mulato. No habia si- no dos circunstancias favorables á aquella casta de gentes : la pri- mera es que la conmiseración pu- blica modlñcaba algunas veces la

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extremada severidad de las leyes: la segunda que se les permitía te- ner una propiedad de cierto va- lor. Por medio de sus riquezas al- gunas VQces hacian por corromper los jueces y mejorar su situación. Baxo el reynado de Luis XÍV. se publicó en favor de los Negros un Edicto conocido con el nom- bre de Código negro. Sus regla- mentos son dignos de atención por su humanidad , y hacer infinito honor á aquel Monarca j pero en un pais poblado de esclavos , don- de el principal móvil es el temor, es en vano buscar poner límites á los derechos de una clase de hombres , puesta necesariamente en oposición con otra.

Se ha disputado mucho sobre la qüestion , de si la condición de los esclavos de Santo Domingo es mejor ó peor que la de los Ne- gros de lis otr¿is Islas. Parece des-

(i9) pues (le todo que la diferencia no es muy grande ; la única distin- don que puede hacerse es esta: Los Ingleses dan mejor de comer á sus negros , y los Franceses les dan mejores vestidos. Sin embar- go debemos confesar que la si- tuación de todas las clases de ha- bitantes de Santo Domingo era mucho mejor de lo que hubiera calculado un filósofo sistemático, después de la forma de gobierno de que ya hemos hecho mención. En ella se encontraban todos los indicios que aseguran la prospe- ridad de un pais. Las ciudades eran ricas y brillantes : los mer- cados bien surtidos : el comercio en todo su esplendor : el cultivo hacia progresos rápidos , quando el memorable año de 1789 intro- duxo nuevos principios en todas las provincias de la dominación Francesa. Entonces fué quando el

(30) público creyó tener necesidad de un nuevo régimen , y quando pi- dió á grandes gritos la supresión de los abusos mas graves. Pro- curemos asignar estos efectos á sus verdaderas causas ^ descubra- mos los atroces proyectos de una aparente filantropía , de una de- magogia extravagante , y de una ambición alucinada ; delineemos en fin la basta y deplorable des- trucción , que fué el resultado, y que dio á la nación Francesa una lección tan terrible y tan impor- tante. La dulzura con que se tra- ta á los vasallos permite á la na-' ve del Estado bogar apaciblemen- te ; mas quando la corrupción ó la injusticia han exercido largo tiem- po su influencia fatal , la energía del cuerpo social, que estaba como adormecida , despierta y desplie- ga un vigor pasmoso. Apenas el gusto de novedad habia comen-

(30 zado a manifestarse en la Fran- cia , quando se esparció con ra- pidez por todas sus dependencias. Los efectos no tardaron en hacer- se sentir en Santo Domingo. Mr. de Chilleau era entonces el Go- bernador 5 y como tenia fama de mirar por los intereses del pue- blo , se le dexó provisionalmente en su plaza. El reyno de la hipo- cresía no siempre es de larga du- ración : las acciones bien pronto se hallan conformes con los senti- mientos interiores , y con el gus- to dominante del espíritu ; así la conducta de este hombre no es- tuvo mucho tiempo sin manifes- tar las disposiciones de su cora- zón, Quando él vio que su plan favorito encontraba obstáculos que él no habia previsto , intentó re- sistir al voto del pueblo , impi- diendo la reunión de las asam- bleas provinciales y parroquiales^

pero su disimulación recibió el pre- mio que merecia , pues Jos colo- nos despreciando ia autoridad de su Gobernador , celebraron sus juntas. En estas asambleas se pro- ducían ias opiniones con mucha libertad : allí se tenia un lengua- ge hasta entonces desconocido en las colonias Francesas. Después de largas deliberaciones los colonos eligieron diez y ocho diputados pa- ra representarlos en la Asamblea nacional. Estos enviados llegaron á Francia poco tiempo después de, la apertura de la Asamblea ; mas por mucho cuidado que se puso en favorecer la mayor represen- tación del estado plebeyo , suce- dió no sin dificultades , que sola- mente seis de estos diputados ob- tuvieron el derecho de sentarse en la Asamblea nacional. entusias- mo general por la libertad excitó una indignación popular contra

(33) ios colonos de las Antillas , y ía manera extravagante con que se comportaban en la Metrópoli cor- roboraba mas esta aversión gene- ral. Antes de esta época se habían suscitado en Francia y en Ingla- terra discusiones muy vivas , en orden á la condición de los escla- vos Africanos. Se .habia formado en Londres una Sociedad , cuyo objeto abiertamente anunciado era empeñar al Gobierno á que pro- hibiese para lo sucesivo la impor- tación de los Negros en las pose- siones de la Gran-Bretaña. Otra Sociedad se habia reunido igual- mente en París con el titulo de Amigos de los Negros. No es fácil convenir en las miras filantrópi- cas 5 que al parecer animaban igualmente á las dos asociaciones, pero ellas no se conduxeron sino de una márjera diametralmente opuesta j en una palabra , la una

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(34) y la otra se dexó arrastrar del espíritu general que gobernaba á su nación. La Inglaterra gozaba entonces de la mayor calma, y de una tranquilidad inalterable. La sociedad de los amigos de los Ne- gros de este pais limitó todos sus esfuerzos á impedir que en ade- lante se reduxesen á esclavitud unos hombres, á quienes sus miem- bros miraban como hermanos. La Francia por contrario se halla- ba en la turbulencia y agitación mas violenta; por consiguiente la Sociedad Amiga de los Negros te- nia proyectado el obrar sin deten- ción , y generalmente la libertad de todos los esclavos.

La naturaleza de sentimientos de que estaban penetrados estos hombres , dirigió su lenguage y sus acciones. Y esta es la razón porque las vehementes arengas de ios miembros de esta Sociedad ir-

(35) ritaron de tal modo la cólera del pueblo 5 que en las calki» de Pa- rís no estaba seguro ninguno de quien se supiese que era colono. En esta misma época muchos de los criollos de Santo Domingo ha- blan abandonado su patria por di- versos motivos , y se hablan ve- nido á la capital , los unos para observar las costumbres y el co- mercio de Europa , los otros con el fin de instruirse ó de cuidar de la educación de sus hijos ; y al- gunos finalmente que hablan ad- quirido una fortuna considerable, deseaban vivir en medio del fasto de la opulencia. Todos estos in- dividuos se alistaron en la Socie- dad de Amigos de Negros , y su- pieron comunicar á sus hermanos los de América el impulso gene- ral que se propagaba por todas partes. Los Blancos que tenían en Santo Domingo posesiones de que

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(36) sacaban toda su subsistencia , em- pezaron á temer que esta Socie- dad no acarrease un golpe fatal al poder y á la influencia que ellos tenian sobre sus esclavos. No tar- daron en confirmarse en su timi- dez , luego que la Asamblea na- cional promulgó la famosa decla- ración de los derechos , declaran- do entre otros artículos, que to- dos los hombres nacen libres é iguales. La Asamblea nacional de Francia temiendo , á vista de la inquietud que se manifestaba en la capital , no sucediese en Santo Domingo algún caso funesto , de- cretó se estableciesen en aquella isla asambleas coloniales. Al mis- mo tiempo los colonos por su par- te dispusieron se formasen otras en cada distrito y provincias, com- puestas de un gran número de re^ presentantes. A los principios de la reforma que se obraba en San-

(37) to Domingo , los Mulatos infor- mados de las favorables disposi- ciones de los novadores hacia ellos, y de los privilegios y derechos que se les concedían , se mostraron inquietos y conmovidos , pidiendo imperiosamente su pronta eman- cipación. Desde luego se reunie- ron en tropas ; pero como no obraban todos de concierto , no hubo dificultad en vencerlos. Sia embargo las asambleas provincia- les usaron de la mayor atención con ellos : así es que ios xefes del motín y otros muchos que se ha- Jlaban en las cárceles de Jacmeí y de Artibonita fueron puestos en libertad.

Entretanto el furor popular de la isla iba subiendo á su col- mo, y se señalaba particularmen- te contra aquellos Blancos , que se habían declarado generosamen- te defensores de los mulatos. En-

(3S) tre otros un magistrado de Goa- ve , en el acto de contraer ma- trimonio con una muger de color, tuvo la temeridad de zaherir las preocupaciones de sus compatrio- tas publicando una memoria en favor de los Mulatos, y reclaman- do para ellos el entero beneñcio de la declaración de los derechos del hombre. Fué arrestado inme- diatamente por orden de la junta ád distrito; pero el populacho fu- rioso lo sacó de la prisión , y lo asesinó. En medio de estos suce- sos , muchos de los colonos pro- pusieron se proclamase la inde- pendencia de Santo Domingo, y se erigiese en estado separado. Otros insinuaron que la libertad, que les concedía la Asamblea na- cional de mirar por su seguridad, era una renuncia implícita de par- te de la Francia , á mantener la colonia en su dependencia. En fin

(39) por dictamen de otros se remitie- ron á la Asamblea nacional un montón de representaciones. En ellas se suplicaba á este cuerpo tomase prontas y eficaces provi- dencias para reconciliar los espí- ritus de los habitantes de Santo Domingo , á fin de impedir que esta preciosa posesión de la Fran- cia no se perdiese sin remedio. La Asamblea nacional tomó en efec- to este asunto en consideración, y decretó, que su intención nun- ca había sido comprehender el go- bierno interior de las colonias en la constitución que ella habi^^ pro- mulgado para la Metrópoli ; y que tampoco queria se hiciese innova- ción alguna directa ni indirecta- mente en el sistema , baxo el qual hablan existido hasta entonces las colonias : que en fin ella autori- zaba á los habitantes á exponer libremente sus sentimientos en

(40) quanto al pían de legislación in- terior, y de arreglo comercial. Es- ta ley no causó poco disgusto á los negros , y á sus amigos resi- dentes en Francia , pues que la miraban como una aprobación tá- cita del tráfico de negros. No obs- tante es bien observar que la A- sambíea , quando expidió esta ley, parece tuvo en consideración mas bien la conservación de la colo- nia que la de los esclavos. Todas las deliberaciones de la Asamblea son la mejor prueba de sus mi- ras políticas. Los detalles de todo quanto pasó con relación á ellas, harán el asunto dei capítulo si- guiente.

CAPITULO IV.

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^as agitaciones que hacia poco tiempo habían hecho presa de la Francia, pusieron en convulsión

(40 no solo á toda la Europa, mas también se hicieron sentir en el fondo del atlántico. Las turbu- lencias interiores de aquel Impe- rio hicieron probar bien presto á las naciones vecinas los efectos del choque que extremeció todo el continente; y esta conmoción no fué menos terrible para las colonias , á quienes un intervalo inmenso separaba del foco de es- tas convulsiones políticas. Asi es que habiendo tocado el movimien- to general de la Europa á la isla de Santo Domingo , caminó aiii á paso rápido hacia una revolu- ción. Ya hemos observado que el espíritu público de aquellas gen- tes participaba mucho del entu- siasmo , que exaltaba el de la Me- trópoli, y que el precursor de los acontecimientos que se prepara-* ban habia sido la convocación de las asambleas municipales y

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(4^) provinciales, á efecto de tomar me- didas para una reforma política. Tam^bien hemos hablado de la au- toridad legal concedida á los habi- tantes para establecer otra Asam- blea colonial, en la que deliberasen sobre su administración interior. En conseqüencia esta misma asociación se reunió el de Abril de 1790 en la ciudad de San Marcos. En ella se procuró sobre todo nombrar un gran nú- mero de representantes : la ma- yor parte de los distritos eligió dos diputados ; las ciudades gran- des enviaron una porción verdade- ramente estravagante ; entre otras la de Puerto-Príncipe, y la de Cabo-Frances se hicieron repre- sentar por diez y ocho y vein- te miembros cada una. Mas es tal la fragilidad universal del géne- ro humano , que la mayoría es muchas veces llevada por el me-

(43) ñor número, quando se trata de decisiones importantes: así suce- dió en la Asamblea general de la colonia. El Presidente abrió las se- siones por un discurso enfático, mas propio para arrastrar los vo- tos de un populacho atumultua- do, que para restablecer la calma. En él hacia relación de diferentes vicios de la constitución , y el ré- gimen baxo del qual había estado gobernada hasta entonces la co- lonia. En fin , proponía nuevos reglamentos , y entre otros el que se mitigase el rigor de las leyes que concernían á los Ne- gros y Mulatos. La Asamblea^ demasiado exaltada para poder reflexionar , adoptó ciegamente las ideas de su orador: se ocupó inmediatamente en modificar al- gunos reglamentos militares , de que los Mulatos se quejaban amar- gamente. Decretóse que en el ser-

(44) vicio militar entrasen los Mulatos con los Blancos en proporción igual. Después procedió á tratar de que se reorganizase la admi- nistración de justicia : es cierto que en esta parte se había intro- ducido la mas vergonzosa corrup- ción, la venalidad, y las vexacio- nes de toda especie. La Asamblea colonial manifestó en este punto su moderación , procurando re- primir las injusticias , el abuso y el escándalo : todas sus miras se dirigían á un nuevo y acertado plan de constitución. Pero el in- terés privado retarda los progre- sos de las reformas. Los antiguos empleados veían comprometida su existencia y sus bienes : por tan- to eran los mas interesados en favorecer la vuelta del antiguo sis- tema. El Gobernador y sus agen- tes se alarmaron desde luego de tal manera, que temían dar el me-

(45) ñor paso para defenderse: mas lúe- go que volvieron en de este ter- ror pánico , reunieron sus fuer- zas , y todos vinieron á aliarse baxo las banderas del Goberna- dor. Con todo eso vino á mani- festarse por último una terrible oposición contra la Asamblea co- lonial de Santo Domingo. Juntos en cuerpo formidable los antiguos empleados se entregaron á los mas violentos excesos : entre ellos se contaban los oficiales de aduanas, ios recaudadores de impuestos 5 y varios subalternos ; los que ocu- paban los puestos mas eminentes en la carrera militar ; los jueces civiles y criminales. Todos con- ducidos por su interés personal, estrechaban al Gobernador con las mas vivas instancias se pusiera al frente de ellos , y d^efendiese sus derechos.

El Gobernador Mr. Peynier

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(46) permaneció en-su puesto , hasta tanto que el caballero Mauduit vino de Europa á reemplazarlo. Peynier era hombre desprovisto de los talentos necesarios para obrar en circunstancias tan des- esperadas^ por consiguiente su partido , que era el de los emplea- dos, no podía prometerse grandes ventajas. Por el contrario Mauduit tenia todo lo necesario para el ca- so; su espíritu era á un tiempo inventor, vivo y penetrante, pron- to no menos para resolver que pa- ra executar ; en una palabra no había ardid ni artificio de que no fuera capaz. La disimulación con que se portó entonces , es una prueba de la profundidad de su política: queriendo dividir los par- tidos, batirlos unos con otros , y disminuir sus fuerzas de este mo- do , se declara amigo y protec- tor de los Mulatos , á fin de ga-

(47) narse su confianza. Así sucedió, que no solo las gentes de color hi- cieron una facción aparte , sino que los mismos colonos estuvie- sen discordes entre sí. En quan- tas medidas y providencias se to- maban , la Asamblea general de San Marcos se hallaba en con- fiicto con la Asamblea provincial del Norte. El deplorable efecto de estas disensiones fué , que todos los síntomas de la guerra civil se manifestaron aun antes que la nue- va constitución hubiese recibido su existencia: asi la Asamblea colonial terminó su trabajo el 28 de Ma- yo. Mas como Mauduit y sus par- tidarios han querido atribuir la causa de las discordias á la nueva constitución , es preciso presentar á los ojos del lector este nuevo pacto en toda su extensión. Em- ' pezaba por un preámbulo bastante difuso, que contenia algunas pro-

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(4«) posiciones fundamentales ; luego seguian los artículos de la consti- tución , que eran en número de diez en la forma siguiente:

Art. i. El poder legislativo en lo que concierne al régimen interior de Santo Domingo, re- side en la Asamblea de sus repre- sentantes, establecidos en la Asam- hlea general de la parte francesa de dicha Isla.

II. Ningún acto del cuerpo legislativo en lo perteneciente al gobierno interior, podrá ser teni- do por ley diíinitiva, siempre que no sea exercido por los represen- tantes de la parte Francesa de San- to Domingo libre y legalmente elegidos.

IIÍ. Todo acto legislativo he- cho por la Asamblea general en el caso de necesidad urgente , en quanto al régimen interior , será considerado como ley provisional^

(49) y en este caso se notificará el de- creto al Gobernador, quien en el término de diez días siguientes á la notificación lo hará promulgar y cuidará de su execucion.

IV". Esta urgencia se decidirá por un decreto separado, que no podrá ser dado sino á mayoría de dos terceras partes de votos.

V. Si el Gobernador general remitiese á la Asamblea algunas observaciones sobre si conviene ó no publicar algún decreto, se pro- cederá á examinarlas; y tanto el decreto como las observaciones se- rán entregadas á la discusión en tres sesiones distintas. Los votos se darán por si ó «o; y el proce- so verbal de la deliberación será firmado por todos los miembros presentes, señalando el número de votos así en favor de una opi- nión como de otra.

VI. Debiendo ser la ley el re-

(50) sultado del consentimiento de aque- llos á quienes se impone, la parte Francesa de Santo Domingo pro- pondrá sus planes en quanto á las relaciones comerciales y otras co- munes , y los decretos que sobre esta materia diese la Asamblea na- cional no serán executados en la colonia 5 hasta que haya prestado su consentimiento la Asamblea ge- neral de sus representantes.

VIL No serán comprehendi- clos en la clase de relaciones co- munes de Santo Domingo con la Francia los objetos de subsistencia que la necesidad obligase á intro- ducir; y en quanto á los decretos que se expidan sobre este asunto, se observarán todas las formalida- des prescritas en los articulos 3? y 59

VIH. Todo acto legislativo dispuesto por la Asamblea gene- ral y executado provisionalmente

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en el caso de necesidad urgente, será remitido á la sanción del Go- bierno Francés.

IX. Cada legislatura de la Asamblea se hará de dos en dos años, y la reelección de los miem- bros de cada legislatura será por todos votos.

X. La Asamblea general de- creta que los artículos anterio- res como que hacen parte de la constitución de la parte Francesa de Santo Domingo , serán remiti- dos sin detención á Francia pa- ra presentarlos á la aceptación de la Asamblea nacional : serán ade- mas enviados á todas las parro- quias ó distritos de la parte Fran- cesa de Santo Domingo.

Esta constitución no era de las mas populares ; su objeto era de una extremada importancia , ella abrazaba una grande variedad de mteresesj pero la subordinación co=

(5^) íonial parecía incompatible con al- gunas de sus disposiciones. Ade- mas debe observarse que la ma- yor fermentación reynaba enton- ces entre los habitantes de San- to Domingo ; era imposible re- dactar un código de leyes que me- reciese su entera aprobación. Las circunstancias eran del todo nuevas, y los representantes de la colonia no tenian todavía la experiencia necesaria en la carrera legislativa. Nadie seria capaz de imaginar que ellos hubieran concebido seriamen- te el designio de erigir la colonia en estado independiente. No obs- tante sus enemigos les atribuye- ron esta intención , y luego que este rumor se extendió lo bastan- te para adquirir alguna consisten- cia , se pretendió decir que la co- lonia estaba vendida á ios Ingleses, y que los miembros de la Asam- blea general habían recibido y par-

(53) tido entre quarenta millones, premio de la constitución que se les habia dictado. El humor inquieto del populacho dio á estas absurdas imposturas un crédito tan ciego, que algunos distritos del Oeste s@ apresuraron á llamar á sus dipu- tados mientras que los habitantes de Cabo-Frances tomaban medi- das mas y mas decisivas. Ellos dieron en fin el gran golpe, de- clarando que ya no reconocían mas la autoridad de la Asamblea general, y presentando al Gober- nador una memoria en la que con tono absoluto é imperioso le pe- dían disolviese la Asamblea y la despojase de toda especie de po- der.

Mr. Peynier, que aun conti- nuaba sus funciones, unido con Mauduit, debió recibir esta carta con una satisfacción interior. En esta época la política de todos los

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partidos hacia inútiles todos los medios de conciliación : aconteció ademas un lance que acabó de irri- tar los ánimos. El navio de línea Leopardo, su Comandante Mr. de la Galissoniere , había fondeado en la rada de Puerto Príncipe. Este Oficial entraba perfectamente en las miras de Peynier y Mauduit; á consecuencia dio un banquete suntuoso á los partidarios de estos caballeros. Este acto irritó sobre manera á los marineros, hasta el punto de desobedecer á su Coman- dante y declarar abiertamente que ellos abrazaban los intereses de la Asamblea colonial. En tales cir- cunstancias Gah'íSoniere abando- nó su navio, luego que vio el al- boroto y el espíritu de revolución que iba subiendo al mas ■lito gra- do. Convencida la Asamblea de las ventajas que este acontecimiento podía procurarle, remitió ai ins-

(55) tante á la tripulación por escrito un testimonio de su reconocimien- to , dándole orden de mantener el navio en la rada, y de esperar sus órdenes ulteriores. Encantados con semejante lisonja, fixáron el decre- to en el palo mayor y prometie- ron obedecerlo. A aquella sazón los partidarios de la Asamblea también se apoderaron de un al- macén de pólvora en Leogano. La guerra civil iba á encender- se, no solo en virtud de estos he- chos, sino de que Mr. Peynier publicó una proclama para disol- ver la iVsamblea , acusando á sus miembros de meditar proyectos de independencia, de alboroto y de traición, y declarándolos traido- res á la patria , enemigos de la nación.

En vista de tal edicto no po- dian menos de comenzarse las hos- tilidades. El primero que fué ata^

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(56) cado por las tropas civiles y mi- litares que se habían reunido á Eeynier , fué el comicio de la Asamblea provincial del Oeste, que tenia sus sesiones en Puerto- Príncipe : decidióse el que todos sus vocales fuesen arrestados ; y Mauduit se encargó de esta ope- ración. Habiendo sabido que el congreso tenia sus sesiones á me- dia noche, se puso al frente de cien soldados, proponiéndose sorpre- hender á los miembros durante sus deliberaciones. Pero con gran sentimiento suyo encontró la casa en donde ellos estaban reunidos, protegida por 400 guardias na- cionales. Siguióse de esto una es- caramuza sangrienta, habiendo por parte de la Asamblea dos hom- bres muertos , y en ambos parti- dos muchos con graves heridas y conti'sioaes. Mauduit se retiró sin cumplir su designio j pero logró

(57) apoderarse de la bandera nacio- nal y la llevó en triunfo. El rui- do de este acontecimiento excitó á la Asamblea á tomar las medi- das mas vigorosas, ordenando pueblo tomase inmediatamente las armas en todos los quarteles y vi- niese al socorro de sus represen- tantes. Con este designio el na- vio Leopardo zarpó de Puerto- Príncipe , y vino á anclar delan- te de San Marcos. Por otra par- t€ la Asamblea provincial del Nor- te, abrazando el partido del Go- bernador , envió en su auxilio un destacamento de tropas regladas; y un cuerpo de 200 hombres de color. Mauduit levantó en la pro- vincia del Oeste una fuerza aun mas considerable. Los preparati- vos hostiles de los dos partidos presagiaban un empeño próximo, sangriento y obstinado. En cir- cunstancias tan criticas la Asam-

-íME^sír

(58) blea colonial tomó el partido re- pentino é inesperado de marchar á Francia , á efecto de justificar en persona su conducta en pre- sencia de la nacional.

La mayor parte de las pro- vincias del Oeste y del Sud, apro- baron decididamente este pensa- miento. En poco tiempo hom- bres tomaron las armas y se pu- sieron en marcha hacia Puerto- Príncipe, á fin de proteger las per- sonas de los miembros de la Asam- blea y apoyar sus medidas. Los di- putados persistiendo en su resolu- ción, se embarcaron en 8 de Agos- to, dia para siempre memorable, á bordo del Leopardo, y se hicieron á la vela para Europa en núme- ro de 8 5 personas , de las quales sesenta y quatro eran padres de familia. A vista de esta conducta el Gobernador y sus sequaces mos- traron la mayor sorpresa 3 el po-

(59) pulacho lleno de admiración aplau- día ei proceder Ueroyco de la Asam- blea. Una tropa innumerable de personas de todas clases siguió á los diputados hasta el mismo em- barcadero; en medio del ardor de una piedad fervorosa, invocaban al cielo en su favor; las lágrimas de sensibilidad y de afección mostra- ban quanto ellos se habían mere- cido la estimación universal. Se miraba su resolución como el mas noble sacrificio, y el exempío mas brillante de heroísmo y de virtud cristiana que se hubiese presenta- do jamas á la admiración de los siglos. Asi terminó la primera ten- tativa de establecer en Santo Do- mingo una constitución nueva y particular. Los Señores Peynier y Mauduit infatuados con este su- ceso continuaron en comportarse del mismo modo. Y como quiera que ellos tuviesen razones para

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(óo) desconñar de la fidelidad de los soldados franceses , recurrieron al Gobernador de la Habana, pidién- dole un refuerzo de tropas Espa- ñolas de Cuba. Dexando aparte es- tas cosas, debe ahora llamar nues- tra atención la deplorable historia de un individuo : vamos á fixar en él la curiosidad de los lectores, an- tes de continuar la relación de lo que pasó en Europa después de haber llegado á París los miembros de la Asamblea colonial.

CAPITULO V.

^as gentes de color de la colo- nia se mantuvieron mas tranqui- las de lo que se esperaba, mien- tras duraron las sesiones de la Asamblea de Santo Domingo. En las provincias del Oeste y del Sud la dulzura con que se les trató, las disposiciones favorables de que se

(6i) íes dio testimonio , tuvieran el re- sultado mas saludable. Mas los Mulatos que residian en la capi- tal de Francia anunciaban dispo- siciones mas hostiles; diversos par- tidos fomentaban su odio. El de- creto de 28 de Mayo apenas fué sabido del público , quando exci- tó el disgusto general. Un gran número de individuos se reunió á vituperar la conducta de los co- lonos de Santo Domingo. Los par- tidarios de la democracia' y los re- publicanos , se asociaron en vista de esto mismo á los defensores del antiguo gobierno. A los primeros parecía la nueva constitución aun mas odiosa que las instituciones que ella había destruido. Todos es- tos hombres entregándose á los proyectos mas profundos y obscu- ros, poseían aquella unión, aquella firmeza , aquel vigor de carácter que podían asegurar la execucíon.

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y que después (con admiración de todo el orbe) no conocieron ya mas obstáculos. En la misma épo- ca un tercer partido hacia los ma- yores esfuerzos para excitar tur- bulencias. Este se componia de ciertos reformadores especulativos, cuyas opiniones no podían con- cordar con el nuevo gobierno, por quanto cada uno de ellos habia ideado su sistema favorito , que deseaba hacer adoptar á los de- mas. No parece que la sociedad filantrópica de Amigos de los Ne- gros formase un cuerpo distinto; ella venia á ser un medio entre el partido democrático y el de que acabamos de hablar. Entre los in- dividuos de la ciase desgraciada de Mulatos que vivian en Francia y que estaban inñamados hasta la ra- bia , habia un mozo de edad de treinta años llamado Santiago Oges. Este habia nacido en Santo Do-

(63) mingo de una Mulata, que todavía poseía un plantío de café en la provincia del Norte á diez leguas de Cabo-Francesj en donde vivia con mucha honradez. Sus facul- tades le permitieron enviar á su hijo á Paris para recibir allí una educación distinguida hasta que hubo llegado á la edad viril.

Oges había sido alistado en la sociedad de los Amigos de Ne- gros , baxo la presentación de! Abate Gregoire, Brissot, Lafayette, y Roberspierre^ xefes de ella: allí había bebido los principios de la doctrina popular de la igualdad y de los derechos del hombre. Allí aprendió quan digna de compa- sión era su casta , á qué injurias y ultragcs así él como todas las gentes de su color estaban expues- tas en América. Como el verda- dero designio de la mayor parte de los alumnos de aquella socie-

(^4) dad era el de sembrar la discordia en los Negros y Mulatos de todas las colonias de la dominación Fran- cesa ; el desgraciado Oges vino á ser el instrumento dócil, y des- pués la victima de su cruel ambi- ción. No había sido difícil persua- dir á este joven inexperto , que la raza entera de los Mulatos en las Islas Francesas se levantaria en cuerpo formidable para tomar ven- ganza de sus opresores; que lo úni- co que les faltaba era un xefe ilus- trado, é intrépido para sublevar- los y conducirlos á la victoria. Oges tuvo la locura de creer que él po- seía todas las prendas propias pa- ra formar un excelente General: y así resolvió pasar á Santo Domin- go en la primera ocasión. El com- pló, para reanimar sus esfuerzos y encarecer la idea que él tenia con- cebida de su importancia, ie pro- curó el grado de Teniente-Coro-

(65) nel en el exército de un Elector de Alemania.

Eita misma sociedad tenia bas- tante penetración para reconocer que ella no podria hacer trasla- dar fuera de Francia la porción necesaria de armas y municiones, sin llamar la atención del publi- co y sin despertar las sospechas de aquellos colonos que habitaban en la Metrópoli: por consiguiente ella dio el encargo á Oges de que hiciese un largo rodeo , y fuese á comprar á la América Septentrio- nal todo quanto juzgase necesario para la empresa. Este aventurero bien pertrechado de plata y de le- tras de crédito, se embarcó páralos Estados-Unidos entrado el mes de Julio de 1790. Mas todas las pre- cauciones y destreza de que se usó para encubrir su partida fueron en vano , porque aun antes de la salida de Oges fué descubierto to- 5

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do el compló. Se remitieron los detalles, y hasta el retrato del di- cho caudillo antes de su llegada á la Isla. En fin , el dia i 2 de Oc- tubre desembarcó secretamente de un navio Americano que lo ha- bía conducido , y al instante ha- lló medios para transportar, sia ser descubierto, al sitio que un her- mano suyo había dispuesto todas las armas y municiones que ha- bla podido adquirir. Los blancos recibieron del mismo Oges la pri- mera noticia de su llegada. Ea el espacio de seis semanas Oges y su hermano emplearon todos sus esfuerzos para sembrar el descon- tento general, y hacer nacer en- tre los Mulatos el espíritu de re- volución Procuraron persuadirles con toda confianza que los ciu- dadanos de la Metrópoli estaban prontos á ayudarles á recobrar sus derechos naturales , y á favo-

(^7) recer su causa. A unos ganaron las promesas , á otros arrastraron las dadivas. Pero á pesar de todas estas maniobras, á pesar de unas circunstancias que parecian favo- rables, Oges no pudo reunir baxo sus estandartes mas de 200 com- batientes ; y de ellos la mayor parte consistia en una juventud fogosa é indisciplinada, impacien- te de toda especie de yugo. Con estas fuerzas se creyó Oges bas- tante poderoso para enviar al Go- bernador una carta, en la qual después de echar en cara así á él como á sus predecesores, la ne- gligencia en executar los artículos del Código Negro , exigía en los términos mas arrogantes, que las disposiciones de esta célebre prag^ mática fuesen observadas en to- da la colonia; pedia también que los privilegios concedidos á una clase de habitantes fuesen comu-

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(68) _ _ nes á las demás sin distinción. El se declaraba el protector de los Mulatos, y amenazaba tomar las armas en su defensa si no se les daba una pronta satisfacción.

Para no perder tiempo apostó su quartel á cinco leguas de Ca- bo-Francés en un distrito llama- do el Rio-Grande. Nombró por sus tenientes á dos hermanos suyos, y á un tal Marcos Chevannes. Es- te era un hombre fiero , intrépi- do, activo y emprendedor, pronto á cometer los mayores excesos y an- sioso de sangre humana y de ven- ganza. Por lo que hace á Oges, era naturalmente dulce y humano: él impuso por ley á sus partidarios el que no derramasen la sangre inqcente ; pero luego se tuvo po- ca consideración á esta parte de sus instrucciones. Ellos asesinaron cruelmente al primer Blanco que se les presentó ^ otro llamado Si-

(69) cara tuvo la misma suerte; y aun con los de su color se portaron con la misma crueldad , quando reusaban ser cómplices en la re- volución. Un Mulato que poseía algunas propiedades intimado por ellos á que los siguiese, les mos- tró á su esposa y á sus seis hijos, pidiendo le disimulasen el que no tomase parte con ellos, y le per- mitiesen quedar tranquilo en sus hogares atendiendo al amparo de aquella su inocente familia. Los insurgentes tuvieron esta conduc- ta por un insulto, y la atrocidad de degollar á los tristes padres y á los dulces frutos del amor con- yugal.

Luego que hubo llegado á ía ciudad de Cabo-Frances la noticia de tan espantosos atentados , los habitantes tomaron el mas gran-» de ardor y la mas perfecta con- cordia para asegurar los medios

(70) de reprimir la insurrección. En- viaron contra los rebeldes un cuer- po de tropas regladas y el regi- miento de milicias de Cabo : el campamento de Oges fué luego embestido; su tropa no hizo tan- ta resistencia como se esperaba por su parte en una situación tan des- esperada. La derrota fué general, y considerable el número de Mu- latos 'muertos , sesenta quedaron prisioneros, el resto se salvó en los bosques. Oges , uno de sus her- manos, y Chevannes su compa- ñero de fortuna , se refugiaron al territorio Español. Del otro her- mano de Oges no se ha vuelto á saber mas. Esta tentativa des- graciada de Oges indispuso fuer- temente á los blancos contra los Mulatos ; el baxo pueblo sobre to- do no respiraba sino venganza contra esta clase de gentes. Las inquietudes que reynaban en to-

(70 das las partes de la colonia ha- cían temer el que no se viniese á proscribir y á sacriíicar indistin- tamente á todas las personas de color. Alarmados con estos ru- mores y con apariencias que ame- n¿izaban aun algo mas , los Mu- latos tomaron las armas en to- dos los distritos. Formaron sus campos en el quartel de la Arti- bonita , en Petit-Goave , en Je- remías y en los Cayes ; pero el exército mas formidable y nume- roso se reunió cerca de la villa de Verette. Los blancos juntaron también sus fuerzas en los con- tornos de este mismo sitio ; vino á su socorro el coronel Mauduit con 200 soldados del regimiento de Puerto-Príncipe.

No obstante ambos exércitos se mantuvieron respectivamente sobre la defensiva , y ninguno de los dos se adelantó á comenzar las

(7^ hostilidades. Mr. Mauduit dexó su destacamento en el puerto de San Marcos á doce leguas de Verette. Se adelantó solo, y en el momen- to en que menos se le esperaba al campo de los Mulatos; allí tu- vo una larga conferencia con sus xefes. Jamas se ha traslucido lo que se trató en esta circunstan- cia. Lo cierto es que á consecuen- cia de estas interlocuciones los Mulatos se retiraron tranquila- mente á sus casas. El silencio y misterio que aparentó Mauduit y la confianza popular de que go- zaba entre los Mulatos , dieron lugar á las sospechas mas odio- sas de su conducta. Antes de su llegada á Verette habia ocurrido en los Cayes una escaramuza , en la qu.J habían muerto 50 perso- nas de una y otra parte, y se preparaban para trabar nueva acción : la mediación de Mau-

(73) duít hizo concluir una tregua. Sin embargo Rigaud, xe^e de los Mu- latos de este cantón, declaró abier- tamente que en su opinión la cal- ma era muy pasagera y engañosa, y que la total exterminación del uno de los dos bandos seria la fatal consecuencia de estas discor- dias.

En el mes de Noviembre de 1790 renunció Mr. Peynier su au- toridad , y partió para Europa. Como Mauduit se hallaba ocupa- do en la campana contra los re- beldes, entró en el gobierno Mr. Branchelande , tomando el título de Teniente-General con grande satisfacción de todos los colonos. El primer acto que exerció fué pedir á los Españoles entregasen la persona de Oges y sus cóm- plices. El tono imperioso de que acompañó su demanda, determinó al Gobernador Español á condes-

(74) cender desde luego. A fines de Di- ciembre el infeliz Oges y sus com- pañeros fueron remitidos entre las manos de tropas francesas, y encer- rados en la prisión de Cabo-Fran- ces. La indignación general que ellos hablan excitado no permitió diferir mucho tiempo su causa. For- móse el proceso, los interrogatorios fueron muchos; en fin se pronun- ció la sentencia á los principios de Marzo de 1791, El hermano de Oges y otros diez y nueve fueron condenados á horca. Un castigo mas cruel y mas terrible se reservó á Oges y á su Teniente Chevannes: se les sentenció á ser rotos de los quatro remos aun estando vivos, y á espirar en la rueda. Estos dos xefes mostraron en aquel momen- to terrible un carácter bien dife- rente. Chevannes mostró una ener- gía y firmeza á toda prueba; en medio de los tormentos mas horro-

(70 rosos no clexó escapar un solo ge- mido. Pero á Oges lo abandonó su valor; apenas se le hubo in- timado la sentencia rigorosa, quan-- do con las lágrimas á los ojos pi- dió le perdonasen. Con esta espe- ranza ofreció revelar importantes secretos, siempre que no le quita- sen la vida. A consecuencia le con- cedieron 24 horas para descubrir- los. Se ha creido generalmente que los tales secretos hablan sido en- cerrados en el sepulcro con el mis- mo, que era su depositario. Mas en quanto á esta circunstancia la opinión pública ha sido infunda- da ; porque después se ha sabi- do , que no solo este desgraciado joven habia hecho una confesión entera de todos los hechos , sino que también habia descubierto un compló que se formaba al acercar- se el momento fatal que iba á abrirle la eternidad. El dio reía-

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(70) dones circunstanciadas sobre ías medidas que tenían tomadas los Mulatos , para traer á los Negros esclavos á una rebelión abierta. Nombró los xq^qs y aseguró po- sitivamente que á pesar del mal suceso de su tentativa, debía rom- perse una insurrección general en el mes de Febrero siguiente. Des- cubrió ademas que los xe^es te- nían sus conferencias en ciertos subterráneos del distrito de Rio- Grande; y se obligaba, si se le ha- cia gracia de la vida , á condu- cir á aquel parage un cuerpo de tropas ; á fin de asegurar á los conspiradores en medio de sus atroces conciliábulos.

La junta de la provincia del Norte había nombrado cierto nú- mero de comisarios para juzgar al caudillo Oges, y estos fueron an- te quienes hizo todas sus decla- raciones. Los miembros de la co-

(77) misión eran bien conocidos por su firme adhesión al antiguo go- bierno, y esta es la razón porque no es fácil explicar, si separando á un testigo tan útil , ellos siguieron las instrucciones de los oficiales su- periores que administraban la co- lonia, ó si se dexáron llevar de sus sentimientos interiores. La pronta execucion de la sentencia dada á Oges impidió el que este impor- tante secreto no fuese divulgado. Se han hecho mil conjeturas so- bre este punto; pero será tal vez lo mas humano pensar que los co- misarios miraron los indicios que tomaron de la declaración de Oges, como vanos artificios de un delin- qüente desgraciado, que creía con- seguir de aquel modo el que se le mitigase el espantoso suplicio que le aguardaba.

(78)

CAPITULO VI.

XXemos interrumpido el hilo de nuestra narración para dibuxar el doloroso quadro de la historia trá- gica de Oges; ahora ya es preci- so volver á llamar la atención del lector sobre la conducta que ob- servó la Asamblea nacional de Francia , con motivo de las rela- ciones que recibía de todos los de- partamentos de la Isla de San- to Domingo en orden al procedi- miento de la Asamblea de San Mar- cos. El I 3 de Septiembre de 17QO ios miembros de la Asamblea co- lonial desembarcaron en Brest, ellos saludaron las riberas de la Metró- poli en medio de los aplausos y felicitaciones generales. Se les hi- cieron los mismos honores que se hubieran dado á la misma Asam- blea nacional. Con todo, estos bri-

¿¡gSMIktrilB

(79) liantes testimonios de respeto y benevolencia no sirvieron sino de hacer mas amargos los reveses que luego experimentaron en la capi- tal 5 en donde los esperaba una acogida bien diferente. Ellos tu- vieron la mortificación de ver que sus enemigos les hablan torteado delantera. En efecto , habian ya llegado unos diputados de parte de la Asamblea provincial del Nor- te. De concierto con los agentes de Peynier y Mauduit , se apo- deraron tan eficazmente del áni- mo de Mr. Barnabe, Presidente de las colonias , que los miembros de la Asamblea colonial entendie- ron con harto dolor suyo, que su causa estaba juzgada de antemano, y que se les habia condenado sin escucharlos. Efectivamente en Pa- rís no se les concedió ni una sola audiencia ; se les arrojó de la tri- buna con indignación , mandando

C8o) ía Asamblea nacional se nombra- se una junta que hiciese su rela- ción tocante á este asunto. Fué presentado dicho informe por Mr. Barnabe el ii de Octubre: con- tenia un gran detalle de toda la conducta de la Asamblea colonial desde su instalación en San Mar- cos ; y en él se hacia la censu- ra en los términos mas agrios. Se atribuian todos sus actos á mo- tivos de odio y aversión contra la Francia y á la impaciencia de to- da subordinación. Concluía el in- forme pidiendo se anulasen todos los decretos de la dicha Asamblea y que ella quedase disuelta y sus miembros declarados por ineligi- bles en adelante ; que se diesen testimonios de aprobación á la Asamblea provincial del Norte, al Coronel Mauduit y al regimiento de Puerto-Príncipe, por la vale- rosa resisteacia que habían opues-

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co á las intrigas de la Asamblea de San Marcos : en fin , que los expresados miembros quedasen en estado de arresto.

Un decreto de esta naturale- za ocasionó grande sorpresa , y opiniones encontradas en los ha- bitantes de Santo Domingo. Los partidarios de los diputados de- clararon que consideraban á es- tos aun quando estuviesen en Fran- cia 5 como los únicos legítimos re- presentantes de la colonia. Cada vez se fué acalorando mas el re- sentimiento popular contra Mau- duit y su exército ; de suerte que aun aquellas mism.as tropas que poco antes manifestaban la ma- yor obediencia y amor á este su xefe, viéndose odiadas de toda la colonia , se convirtieron en crue- les é indóciles, y aun tuvieron el arrojo bárbaro de asesinarlo entre sus manos. No será digresión in-

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útil el delinear en qué términos su- cedió un caso tan extraordinario. Hemos ya dicho que el Coronel Mauduit en la acción del 29 de Julio de 1790 se había apoderado de una bandera nacional, y la ha- bía llevado en triunfo ; este ul- trage hecho al pavellon tuvo unas consecuencias tan funestas , que no solo el destacamento al qual se lo habia quitado , sino también todas las guardias nacionales de la colonia lo miraron como el in- sulto mas sangriento que se pudie- ra hacer á un cuerpo militar. Agre- góse á esto que la tripulación del Leopardo, y de otros dos navios de linea (Fogoso y Bóreas) re- cien llegados de Francia manifes- taron al Regimiento de Mauduit tanto mayor aversión que los guar- dias nacionales : Estos procedi- mientos hicieron que el regimien- to de Mauduit empezase á mos-

(83) trar frialdad é indiferencia con su xefe , y que este perdiese la con- fianza de todos sus soldados. Ins- truido Mauduit por unas aparien- cias nada equívocas del riesgo que corría su persona, y no queriendo envolver en su desgracia á Mr. Blanchelande el Gobernador y su familia, les advirtiójna reliasen in* mediatamente á la ciudad de Ca- bo Francés, mientras lo podían ha- cer con seguridad. Blanchelande tuvo por acertado seguir este con- sejo, aunque después se le censuró mucho. En quanto á Mauduit, en coyunturas tan delicadas tomó único partido que le dictaba la pru- dencia. El arengó enérgicamente á sus granaderos: les anunció con franqueza que por amor á la paz estaba pronto á volver á los guar- dias nacionales la bandera, que les había tomado; que al frente de to- do su regimiento iba á depositarla

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(84) en la Iglesia, en que tenían su alo- jamiento los guardias; y que no les pedia otra cosa sino el proteger su persona contra todo insulto mien- tras daba esta satisfacción solemne. Los granaderos poco antes confi- dentes de su xefe, no guardaron fiel- mente en esta ocasión la promesa que hicieron de defenderlo hasta ia última gota de sangre.

Llegado el dia siguiente, Mau-» duit en medio de un concurso in- menso de espectadores hizo la re- paración que habia ofrecido. Por desgracia como él se habia allana- do á dar un paso de tanta hu- millación 5 uno de los soldados tuvo demasiado poca generosidad para gritar : es preciso que él pida de rodillas perdón á los guardias na- cionales. Apenas lo habia dicho, quando siguiendo el impulso de la humorada todo el regimiento aplaudió la proposición. Mauduit

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penetrado de la grandeza de al- ma que convenia á un militar, se volvió con horror y presentó su pecho desnudo á la punta de las bayonetas. ¿ No debia esperarse que semejante demostración bas- taría á tranquilizar los espíritus, y que sus subditos se estremecerían con la sola idea de intentar contra la vida de su Comandante, á vista de esta apología? Pero (tembla- mos de horror al referirlo) el des- graciado Mauduit fué atravesado de cien golpes por las manos de sus propios soldados. Ni un solo brazo se levantó en su defensa. Sea que la negra traición de los soldados les llenase de pasmo , ó bien sea, que el odio contra el Co- ronel endureciese sus corazones, los asistentes permanecieron in- mobles durante tan atroz escena. Ko halla la lengua ni la pluma expresiones bastante enérgicas pa-

(86) ra referir, con qué barbarie, con qué inhumanidad aquellos atolon- dr¿ados arrastraron el frío cadáver de su Coronel. Estaba reservado á este dia memorable el mostrar la fiereza y las venganzas atroces de los salvages de América , sobre- pujadas ciertamente por unos hom^ bres civilizados. Podriaraos descri- bir en prueba de esta aserción, los vergonzosos excesos á que se en- tregaron estos monstruos, sino te- miéramos ofender demasiado la sensibilidad. Conviene entretanto consolar al lector y hacerle saber en honor de la hunianidad , que la ingratitud de los soldados del regimiento de Mauduit con su xe- fe que los habia colmado de be- neficios , fué inmediatamente cas- tigada. Se les desarmó , y fueron prisioneros á Francia.

La Sociedad de Amibos de los Negros no continuaba menos sus

(87) intrigas y artificios : ella meditaba proyectos y concertaba planes, que ocasionaron crímenes aun mas es- pantosos en el tiempo mismo en que estas escenas pasaban en la Isla de Santo Domingo. Era in- contestable que la clase entera de las gentes de color, de ninguna manera estaba> opuesta á una re- conciliación con los blancos ; pero sea por ignorancia ó por irrefle- xión no se tuvo consideración á esta verdad. Todos los argumen- tos posibles no bastaron á per- suadir á los pretendidos Amigos de los Negros , que abandonasen los negocios de Santo Domingo á su curso natural. Esta observación se confirma con un hecho , y es que Mr. Barnabe, á quien su des- tino ponia en mayor proporción de instruirse de las conveniencias locales, se convenció por último de que toda intervención de la

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(S8) Metrópoli en las turbulencias de Santo Domingo no serviría sino de hacer mas funestas las conse- cuencias. Este dictamen de Barna- fué escuchado con indiferencia y sin lograr el menor suceso. Por el contrario Lafayette , Brissot y otros reformadores incendiarios, recurrieron al poder legislativo, deseosos de que este consagrase con su aprobación sus proyectos estravagantes.

A fin de poner baxo un punto de vista luminoso la naturaleza y enlace de las circunstancias que transformaron la mas hermosa co- lonia del globo en un campo de carnicería y devastación , es ne- cesario fixémos la atención sobre el decreto de la Asamblea nacio- nal de 8 de Marzo de 1790. Es- ta ley retractaba departe del cuer- po legislativo, la intención de mez- clarse en los negocios locales é

(89) interkres de la colonia. A menos de estar cegado por la preocupa- ción no puede nadie dudar , que si este reglamento hubiera sido bien entendido y religiosamente execu- tado, los mas saludables efectos hubieran demostrado la sabiduría con que se dictó. Mas los ene- migos del orden se complacen en destruir las mejores leyes. Por tan-^ to 5 queriendo anular el decreto y excitar el incendio que estaba ya á punto de romper, propu- sieron y adoptaron un decreto adi- cional en forma de instrucción. Dirigíase dicha instrucción al Go- bernador , y reglaba el modo con que la Asamblea nacional quería fuese interpretada y executada la ley de 8 de Marzo. Entre otros ar- tículos disponía, que toda perso- na de edad de 2 5 años ó mas, que poseyese propiedades , ó hubiese residido dos años en la colonia,

(90) y pagado en ella los impuestos, seria admitida á votar para la for- mación de la Asamblea colonial. Los amigos de los colonos que te- nían asiento en la Asamblea, se opusieron á esta medida con tan- ta justicia como discreción. Repre- sentaron que semejante instruc- ción era contraria al espíritu del primer decreto., en el qual se ha- bía anunciado claramente; que en ningún caso se mezclaría el cuer- po legislativo en la administra- ción interior del gobierno colo- nial ; y que nada bastaba á hacer sospechar que las gentes de color fuesen comprehendidas directa ni indirectamente en el decreto.- Los partidarios de la nueva ley pre- tendieron abiertamente que su ob- jeto se limitaba á modificar el de- recho de votar en las Asambleas parroquiales ó de cada partido, ex- clusivamente compuestas de los

(91 ) blancos ; y que hasta esta época no había ocurrido exemplar de que los Mulatos hicie.'^Ln parte de las Asamblea:., ni alegasen derecho á este privilegio.

Por ultimo, no bien fueron de- cretadas las instrucciones por la Asamblea nacional, quando aque- llos mi:>mos que habían incitado á darlas, se quitaron la máscara. Los Mulatos que habitaban la Francia continental, y el compló de los Amigos de los Negrus , se dieron priesa á escribir á sus confiden- tes de Santo Domingo, que las gentes de color debían entender- se implícitamente comprehendi- das en la ley. Fuese por igno- rancia, ó por falta de medios pa- ra cumplir sus deseos, los Mula- tos de la colonia enviaron á Fran- cia diputados, á solicitar de la Asamblea nacional la explicación de su decreto. Ei Abate Gregoire,

(9^) con el entusiasmo y eíoqiiencía que le caracterizaban , sostuvo la cau- sa de los mestizos , pidiendo se les admitiese á disfrutar los mis- mos derechos y privilegios de que gozaban los habitantes blancos de ias colonias francesas. En este crí- tico momento llegó por desgracia á Paris la noticia del suplicio de Oges; ella excitó una indignación general, que no fueron dueños de calmar los colonos residentes en Francia, No se oian en todas las conversaciones sino gritos de fu- ror y declamaciones contra la opre- sión y crueldad de los blancos de Santo Domingo. Para alimentar mas el odio público hacia ellos, se compuso un melodrama de la his- toria de Oges , el qual se repre- sentó en los teatros de Paris y aun en los de las Provincias. Du- rante el fervor de este tumulto po- pular, no solo los colonos eran

(93) objeto de la execración gene- ral; pero ni aun se atrevian á pre- sentarse sin riesgo en las calles de Paris. Los Condercet, los Brissot^ los Roberspierres y sus sectarios hablan empleado las intrigas mas bien urdidas , para hacer juzgar la causa de los Mulatos por la opi- nión pública , de suerte que los derechos de estos parecían incon- testables. Asi vino á suceder, que unas manos guiadas por el error, quando se confirmó el decreto á fa- vor de las gentes de color, des- truyeron de raiz las basas de to- da constitución libre y racional^ por una sola ley todas las leyes antiguas, y todo lo que había acre- ditado el uso y la opinión que- daron abolidos. La franqueza y constancia de la junta colonial, á ia cabeza de la qual representa- ba Mr. Barnabé su presidente, se desplegaron eo esta ocasión 5 ella

(94) tuvo la entereza de advertir á ía Asamblea las ñitales consecuencias que resultarían de esta providen- cia , suspendiendo al momento el exercicio de sus funciones. Los di- putados de las colonias significa- ron al mismo tiempo su resolu- ción de no volver á tomar asien- to en la Asamblea, Pero nada hay que sea capaz de contener un lo- co entusiasmo. Todo el efecto que produxéron estas representaciones en la Asamblea nacional fué, que ella dio orden á los tres comisa- rios encargados en los asuntos de las colonias de marchar áelia quan- to antes, y hacer executar las 1¿- yes y decretos por todos los me- dios posibles , empleando la fuer- za si fuese necesario. En el ca- pítulo siguiente se nos ofrecerán ocasiones para llorar los infinitos males y desgracias, con que estos actos de la autoridad legislativa

(95) oprimieron la colonia de Santo Domingo.

CAPÍTULO VIL

í^cL imaginación mas fuerte y la pluma mas exercitada no serian capaces de describir las escenas de horror que ahora vamos á pre- sentar. Por importantes que fue- sen las contiendas que entonces nacian del conflicto de las faccio- nes, en adelante ya no deben fi- xar nuestra atención ; nos resta que presentar el quadro de unas calamidades tan horrorosas , que la historia de los hombres jamas ha ofrecido iguales en ningún tiem- po ni lugar.

El alma toda se remueve , la pluma escapa de las manos quan- do es preciso escribir , que mas de cien mil hombres casi salva- ges habituados á cometer todas las

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barbaridades que desoían ías pro- vincias de África, se aprovecha- ron de la obscuridad de una no- ene para echarse sobre los tran- quilos y confiados colonos , como una tropa de leones y tigres ham- brientos y furiosos , buscando ase- gurar la presa. La muerte mar- chaba en su seguimiento, y se pre- sentaba baxo las formas mas hor- ribles que pueden inventarse. Una crueldad refinada , el degüello, el incendio ofrecían por todas par- tes quadros horrendos y execra- bles. Ei sexo , la edad ni la clase de personas eran consideradas; una muerte pronta era un favor en comparación del sacrificio lento y doloroso que esperaba el anciano venerable, el joven amable, la res- petuosa madre de familia, la don- cella hermosa y tímida, y aun el parvulito en la cuna.

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(97) gun freno las pasiones desarre- gladas de estos bárbaros , se des- envuelven con increíble fuerza, so- bre todo durante la guerra; ellas los conducen á cometer atrocida- des no menos vergonzosas que abo- minables. El resultado de esta se- dición fué terrible; en pocos dias las mas hermosas llanuras del mundo fueron convertidas en un campo de carnicería y de desola- ción , en donde el fuego consu- mió todo quanto el fierro no ha- bía podido destruir.

Esta venganza meditada lar- go tiempo había, alimentada por una opresión de muchos años, con- currió con el execrable decreto de la Asamblea nacional á encender aquella llama desoladora. Es bien evidente que semejante calamidad no habiendo tenido hasta entonces exemplar, era fácil prevenirla. Qon todo, aunque la declaración hecha

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por Oges á la orilla de su sepul- cro, prueba que esta desgracia es- taba á punto de suceder , el fatal decreto vino á animar el fermento de la revolución. Ciertamente pue- de asegurarse , el incendio de la colonia fué emprendido con la tea, que la misma Asamblea nacional habia preparado.

Estas no son unas simples aser- ciones desnudas de pruebas ; por que los acontecimientos de que he- mos hablado apenas fueron sabidos en el Cabo el 30 de Junio, quando la indignación, la rabia y el resen- timiento se esparcieron por toda la colonia ; mas en ninguna parte fueron mas violentas las demos- traciones que en la misma ciudad de Cabo que siempre se habia dis- tinguido por su firme afición y apego á la Metrópoli.

La federación general debía verificarse el 14. de Julio; pero

(99) se resolvió unánimemente no pres- tar el juramento cívico. Tal fué el efecto de este decreto , que los intereses mas opueí>tos se hadaron reunidos. En los primeros movi- mientos de fermentación fué quan- do se propuso ei confiscar todas las propiedades francesas, y de apoderarse de todos los buques que se hallaban en el puerto; y no so- lamente fué puesto este embargo, sino que se procedió hasta hacer el atentado de abatir la bandera fran- cesa , y de substituirla el pavellorx Ingles. Toda especie de subordi- nación quedó abolida 5 por todas partes se arrojó á los pies la cu- carda nacional , y el Gobernador se vio obligado á guardar silencio mientras duraron todos estos ex-* cesos.

En una memoria que después publicó este Oficial sobre su ad- ministración en la Isla, describe

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con energía los temores y apren- siones que él habia concebido: ^f Conociendo, dice, el espíritu y «el carácter de los colonos blan- sjcos , por una residencia de sie- nte años en las Islas del viento, 3)y bien instruido en los princi- 9>pios y motivos de sus preocu- íjpaciones á vista de los hombres «de color, desde entonces presen- «tí las turbulencias y desgracias wque debía producir infaliblemen- «te la noticia de semejante pro- «videncia poco reflexionada. No «hallándome con facultad suficien- «te para impedir su publicación, «me di priesa á informar á los $>ministros de S. M. del descon- fítento general, y de la fermen- í>tacion violenta que ella excitaba «en la colonia. Agregaba á mis «propias observaciones las de mu- j)chos hombres respetables, mode- «radosé imparciales á quienes habia

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íícreido debía consultar en circuns- jjtancias tan críticas, y concluía mi «carta con explicar mis temores de 5>que el decreto no fuese la conde- «nación á muerte de muchos milla- «res de habitantes. Por desgracia «el suceso vino á justificar mis «predicciones."

Las diferentes parroquias del departamento del Norte procedie- ron luego sin mas tardar , á la elección de nuevos diputados pa- ra la Asamblea nacional. En 9 de Agosto se reunieron en Leogano en número d^ 176, y tomaron título de Asamblea general de la parte francesa de Santo Domin- go. La unanimidad mas rara , y una firmeza de carácter poco co- mún fueron desplegadas por los diputados durante el tiempo de sus operaciones , aun para los nego- cios de poca importancia que allí se trataron. Quedaron emplaza-

(ro2) dos para el 2 5 del mismo mes, y resol vieron juntarse en Cabo Fran* ees. Llevado violentamente por la dirección que tomaba el espíritu público, Mr. Blanchelande se vio precisado á transmitir á la Asam- blea provincial del departamento del Norte una copia de la carta que habia escrito á los Ministros. Y no fué est^i la sola condescen- dencia que tuvo que manifestar en aquella época ; porque ade— mas dio la seguridad solemne, de que suspendería la execucion del decreto odioso , luego que vinie- se de oficio. Nada podia demos- trar mejor que él hubiese perdido toda su autoridad.

Los Mulatos de todas las par- tes de la colonia , alarmados por todas estas medidas , y temiendo tal vez una proscripción general, formaron varias quadrülas de gen- te armada j y los blancos por una

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ciega falta de precaución los de- xáron juntarse sin poner estorbo alguno. La reunión de la Asam- blea, de la que se aguardaba con certeza el reparo de todos los da- nos, llamaba entonces la aten- ción universal. El mismo Blan- chelande habia concebido esperan- zas no menos lisongeras y seducto- ras: "Después de tan larga serie de turbulencias violentas (dice) aguar- daba yo con ardor la vuelta de la calma y de la paz. La con- ducta moderada y conciliadora de la nueva Asamblea durante su cor- ta sesión en Leogano, el caráctec de la mayor parte de sus miem- bros, y la necesidad conocida por todo el mundo de obrar de acuer- do y mutuo concierto en esta gran- de ocasión, me hacian creer que la colonia iba en fin á ver el tér- mino de sus calamidades ; quan- do , ahí 1 la borrasca que después

(i04) nos envolvió á todos en ía desgra- cia, estaba á punto de dar el es- tallido."

El 23 de Agosto poco antes de rayar el alba la alarma y la general consternación se esparcie- ron por toda la ciudad de Cabo. Una persona que habia escapado del degüello , sacó á los habitan- tes del sueño en que estaban pa- ra informarles que todos los es- clavos se hablan sublevado en las parroquias vecinas durante la no- che 5 y que elíos llevaban la muer- te y la desolación por todo el her- moso y grande valle de Nordeste. El Gobernador y los Oficiales de guardia se juntaron al punto en consejo ; pero las noticias que re- cibían eran tan imperfectas y con- tradictorias, que no excitaban mas que una débil creencia. No obs- tante , la venida del dia y la lle- gada de algunos fugitivos pálidos

('05) y trémulos que se habían subs- traído al asesinato, demostró bien presto la verdad de tan tristes nue- vas. El plantío llamado de Noe, distante tres leguas de la ciudad, fué donde habia comenzado la re- belión hacia la hora de la media noche : doce ó trece de los xefes de los insurgentes se adelantaron hacia la fábrica de azúcar, y apoderándose de un joven apren- diz de refinador , lo hicieron pe- dazos con sus sables delante de la misma casa de su habitación. El Inspector del establecimiento despertó al ruido, y alarmado por los repetidos gritos dolorosos de aquel infeliz voló á su socorro, y fué muerto al instante de un ti- ro de fusil.

Envistieron luego el aposento del refinador; este desgraciado fué asesinado en su propia cama. En la sala inmediata habia un mozQ

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(io6) enfermo; lo mutilaron de la mane- ra mas vergonzosa , y se marcha- ron dexándole por muerto ; mas el recobró bastantes fuerzas para ir á rastras hasta la habitación ve- cina y contar aquello de que acaba- ba de ser testigo. Anunció que to- dos los blancos del plantío don- de él se hallaba hablan sido muer- tos á excepción del cirujano , á quien los asesinos obligaron á per- manecer en su compañía para si llegase el caso de valerse de su servicio. Con esta noticia los blan- cos se apresuraron á tomar la hui- da, y no volvió á hablarse de lo que se había hecho del joven en- fermo. Entretanto el tropel de los Negros se engruesó y se adelan- tó hacia la casa de Mr. Clement. Los Negros se unieron á los re- voltosos , y Clement fué muerto á manos de su propio postilion, al qual había profesado siempre gran-

(107) de carino. El refinador tuvo igual suerte, mas los demás blancos hi- cieron por escaparse. A algunas millas de allí los Negros mataron en la habitación de Mr. Flaville cinco blancos , de ios quaies uno tenia muger y tres hijai. Estos quatro infelices se arrojaron á los pies de los asesinos implorando su piedad : ellas vieron la escena hor- rible de caer en el suelo a golpes mortales al esposo y padre. Se les perdonó por un instante; pe- ro les estaba reservado un fin mas afrentoso : lleváronlas consigo los atroces malvados.

¡Qué escena tan espantosa des- cubrió la claridad del día! Enton- ces fué quando se reconoció que todos los Negros obraban de con- cierto, y que en todos los quarteles se hacia una mortandad general de los blancos. A la verdad , en algunos parages no mataron las

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(io8) miigeres ; pero los Negros exer- cieron en ellas su pasión brutal y feroz. A pesar de todo se creía generalmente en la Ciudad , que la revolución no era sino par- cial. El plantío de Mr. Gallifet era el mas extenso de todo el lla- no; él habia tratado siempre á sus esclavos con tanta dulzura que Mr. Odelug su apoderado persuadido á que no se sublevarían como los otros, se dio priesa á ir á la ha- cienda con algunos soldados de la guardia de la ciudad. Con grande sorpresa suya y no sin terror, acer^ candóse á la habitación halló á los Negros puestos sobre las armas, llevando en triunfo en la punta de una lanza el cuerpo de un niño blanco que acababan de sacrificar. Odelug se habia ya adelantado mu- cho para poder volverse atrás: fué cruelmente asesinado así como la mayor parte de los soldados que

(io9) lo acompañaban. No escaparon si- no uno ó dos, que contasen ea la ciudad esta horrible nueva.

Después que el mayor núme- ro de blancos que residian en di- ferentes ingenios de azúcar fueron victimas de la rabia, los asesinos furibundos cambiaron la espada por la tea incendiaria. Vióse en pocos minutos hacia todas las di- recciones y puntos de Cabo-Fran* ees las llamas devorar las habi- taciones , y presentar un espec- táculo demasiado espantoso para que la pluma ose describirlo , ni la imaginación se forme idea. Las casas de los colonos , las fábricas del azúcar, y todos los edificios en general fueron envueltos en es- ta devastación. La Asamblea re- mitió al Gobernador el mando en xefe de la guardia nacional ; to- dos los ciudadanos corrieron á las armas , y se suplicó al Goberna-

(lio) dor diese las órdenes que exigían Ciivuiistaacias tan urgentes. ¡Que qnadro fan horrendo ofrecían to- das ías parres del pueblol La cons- ternación y el terror comprimían los e.piritus; los gritos lamenta- bles de las niugeres y niños que corrían en desorden por las ca- lles daban nuevo horror á la es- cena.

La primera resolución que se tomó fué enviar todas las muge- res y niños blancos á bordo de los navios anclados en el puertoj y como había motivos para sospe- char de los Negros que habían quedado en la ciudad , se pusie- ron en seguridad los mas fuertes de ellos. Quedaban aun en la ciu- dad gran número de Mulatos que no habían tomado abiertamente parte en las altercaciones sobre- venidas entre sus hermanos y los blancos. La situación de estos hom-

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bres era de las mas críticas: la cla- se inferior de los colonos, consi- derando á los Mulatos en gene- ral como los primeros autores de la revolución, los hubieran muer- to al instante , si la Asamblea y el Gobernador no los hubiesen to- mado baxo su protección y abra- zado su causa coa ardor. En re- conocimiento á esta generosidad, todos quantos habia entre ellos en estado de tomar las armas, se em- peñaron en marchar contra los re- veldes y á dexar sus mugeres é hi- jos como garantes de su fidelidad. Aceptóse la oferta, y se les incor- poró en las diferentes compañías de milicia.

La Asamblea tuvo sus deli- beraciones á la luz de las llamas. Se aumentó la tropa con los ma- rineros que no eran absolutamen- te necesarios en las embarcacio- nes y y se propuso atacar el prin-

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cipal cuerpo de los reveldes. Al recibir estas órdenes Mr. de Tou- zard, excelente oficial, que se ha- bía distinguido en la guerra de América, tomó el mando de un cuerpo de milicias y de tropas de línea. A la frente de este des- tacamento marchó al encuentro de 4^) Negros apostados cerca de la habitación de Mr. Latour. Fué en vano el haber muerto un gran número de ellos , porque los re- fuerzos venían por centenares. En consecuencia Mr. de Touzard se vio forzado á tocar la retirada. No hay duda en que si los reveldes lo hubieran perseguido hasta la ciu- dad, lo hubieran destruido inevi- tablemente, y todos los habitantes hubieran caído baxo sus golpes, ó se hubieran obligado á salvarse á bordo de los navios. En tan de- plorable situación la Asamblea pre- vino ai Gobernador se maatuvie-

se por algún tiempo sobre la de- fensiva. Y temiendo que los Ne- gros se esparciesen por torren- tes en la ciudad , se cerraron to- das las entradas y salidas. £1 ca- mino principal ád Este quedaba cortado por un rio sin puente. A fin de defender este paso se for- mó sobre barcos amarrados una batería de cañones. Se compusie- ron pequeños campamentos á dis- tancias convenientes sobre las ori- llas del mismo rio.

El otro gran camino venia deí Sud, y pasaba por un pais mon- tuoso. Se tomaron bien pronto aquellas alturas , y se colocó en ellas cuerpo de tropas considera- ble. Por lo demás , no juzgando suficientes todos estas precaucio- nes , resolvieron defender la ciu- dad por la parte de tierra con una fuerte empalizada. En esta obra se empleó sin distinción á

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todos los habitantes; y con el do- ble objeto de asegurarse la asisten- cia de los marinos y de facilitar- se la retirada en caso necesario, se puso embargo en todos los bu- ques del puerto. Envióse á todos los quarteles, con quienes se podia comunicar la advertencia de que to- masen medidas para su defensa: ellos desde luego establecieron campa- mentos y formaron una cadena de puestos , que durante algún tiem- po , parecía serviría de atajar la rebelión en las provincias del Nor- te. Se cree generalmente que la insurrección de los Negros no es- taba señalada sino para el 28 de Agosto , pera que la impaciencia de algunos les había determina- do á levantar dos dias antes el es^ tandarte de la revolución.

En Rio-Grande y en Dondon los campamentos que se habían formado fueron atacados por los

("5) Negros que se acababan de reunir á los Mulatos, y llevaban consi- go la desolación de todas las ca- sas. Por espacio de siete horas los Blancos se mantuvieron en Don- don ; mas al cabo vencidos por la superioridad del número fue- ron obligados á retirarse con pér- dida de una centena de ellos. Los que se escaparon se refugiaron al territorio Español. En poco tiem- po todo el llano de Cabo y las montañas vecinas vinieron á ser la presa de los rebeldes , y nada bastó á contener sus horribles des- órdenes. No hay términos que pue- dan describir las barbaries que co- metieron con los Blancos que tu- vieron la desgracia de caer entre sus manos. Un oficial de policía llamado Bleu , fué amarrado co- mo facineroso , y clavado vivo en la puerta de su misma habitación; luego que estaba colgado de este

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modo los Negros le fueron cor- tando á hachazos todos sus miem- bros uno á uno. Un pobre car- pintero que intentó ocultarse , fué descubierto en el lugar de su re- tirada ; aquellos hombres atroces exclamaron que merecía morir de un modo análogo á su oficio ; al punto sujetándolo entre dos ta- blas se pusieron friamente á ser- rarlo.

Estos horrores repugnantes se agolpan á la pluma, al paso que ios queremos delinear. Mr. Car- dineau colono de Rio-Grande ha- bla tenido de una Negra dos hi- jos naturales; habia procurado criar- los con una afección sin exemplo, y desde la cuna les habia dado li- bertad. Los dos jóvenes tomaron parte en la revolución : su padre empleó toda la eloqiiencia que le fué posible 5 y aun les ofreció di- nero para disuadirlos de su pro-

("7) yecto. Pero , ¡ ó impiedad inaudi- ta ! ellos tomaron el dinero , y momento atravesaron con la es- pada el corazón de su padre y bienhechor!... Mataban sin excep- ción á la vista , y algunas veces en los brazos de las mismas ma- dres todos los niños blancos ó mulatos de aquellos que no ha- blan querido unirse á la revelion, ¿Tendremos acaso valor para con- tarlo ? ellos abusaban brutalmente de las jóvenes doncellas, y un ins- tante después las asesinaban Si di- ferian alguna vez el inmolarlas era con el fin de condenarlas á ser victimas de nuevos horrores. En el barranco Grande un colono res- petable fué atado y engarrotado por uno de los crueles y salvages caudillos de los reveldes. A su misma presencia abusaron de una de sus hijas , doncella de extrema- da hermosura j uno de los solda-

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fii8) dos cometió con la otra las infa- mias mas indignas ; y por último degollaron al padre y á sus hijas. En medio de tales escenas de barbarie la mas atroz, descansará gustoso el lector oyendo contar un rasgo de humanidad tan ve- hemente como inesperado. El ca- ballero Baillon y su madama te- nían su habitación sobre una mon- taña á diez leguas de Cabo-Fran- cés ; tenian en su compañía á su hija, su yerno y dos criados blan- cos. Uno de sus esclavos noticio- so del secreto de la conspiración les advirtió el golpe que se pre- paraba ; pero prometió hacer to- do quanto dependiese de él para salvar los dias de su amo y su familia. Penetrado de tan genero- so designio, los conduce á un bos- que cercano ; después que los de- xa allí , va á juntarse con los re- veldes A la noche siguiente les

lleva provisiones del campo ene- migo , y repite este acto de ge- nerosidad el dia después declarán- doles con lágrimas que no le que- daba arbitrio para volverlo á hacer en adelante. Durante tres dias no tuvieron noticia de su negro ; al cabo de ellos vino con gran sa- tisfacción suya , y les aconsejó se volviesen á la orilla del rio que des- emboca en Puerto-Margot, previ- niéndoles que allí hallarian una canoa. En efecto marcharon, en- contraron la canoa, y se embar- caron sin oposición ; mas ahí! que la violencia de la corriente der- ribó la débil barquilla , y se vie- ron obligados de nuevo á buscar asilo en las montañas. El Negro fiel , inquieto sobremanera sobre qual seria el paradero de sus amos, los buscó por todas partes hasta que tuvo la dicha de encontrar- los, y les llevó pichones, pollos

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y pan. Luego les hizo costear las orillas del rio, y de esta mane- ra los conduxo á Puerto-Margot, sin que hubiesen sido descubier- tos. Allí dio el último á Dios á esta familia, y se apresuró á jun- tarse con los insurgentes. Los desgraciados fugitivos habían an- dado errantes por los bosques du- rante diez y nueve dias. Ño pue- de dudarse de la verdad de es- ta anécdota , pues fué contada por la misma boca de madama Baillon. Volvamos á seguir la triste relación que hablamos sus- pendido.

CAPITULO vm.

'exemos por un momento los campos, y llevemos nuestra aten- ción hacia la ciudad de Cabo, en la que los habitantes se creian en una especie de seguridad. La Asam-

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blea y el Gobernador pensaron que el momento era favorable para vol- verá comenzar las operaciones con- tra los rebeldes: á consecuencia una pequeña escolta se dirigió hacia el Este, mandada por Mr. Rouvray, y estableció sus baterías en Rou- crou. Los edificios y casas gran-» des estaban ocupados por un cuer- po numeroso de insurgentes que se hablan atrincherado allí con un cañón de grueso calibre , que el gobierno habia tenido la impru- dencia de dexar en los puertos, á donde los hablan llevado en tiem- po de guerra. Desde luego les eos- dificultad el saber en. donde se habían procurado los Negros las municiones; pero averiguaron por último que estos habían robado una gran cantidad de pólvora y balas en el arsenal de Cabo -Fran- cés, y que las habían llevado se- cretamente á los insurgentes. La

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mayor parte de las armas de fue- go habían sido subministradas por Oges , y después los rebeldes ha- bian sido abundantemente provis- tos de ellas por varios pequeños bastimentos de la América Septen- trional,

Los Blancos tenían frecuentes escaramuzas con los Negros, quan- do enviaban las partidas á forra- gear fuera de los plantíos. En es- tos encuentros los Negros rara vez mostraban valor; pero apenas al- guno de sus destacamentos quedaba deshecho , quando otro era puesto en su lugar. Continuaron de este modo fatigando á los Blancos, pa- ra destruirlos parcialmente, ó aba- tirlos con la fatiga, hasta llegar á convertir aquella soberbia pobla- ción en un árido desierto.

Hasta el presente no nos hemos detenido en contar sino los aconte- cimientos que desolaron las pro-

vincias del Norte ; pero advierta-- se que la llama de la rebelión no tardó en propagarse en la parte del Oueste, En el distrito de Mireba- lais se pusieron sobre las armas co- mo cosa de 2^ hombres. En las lla- nuras deCul-de-Sac los Negros co- menzaron sus operaciones por in- cendiar en los montes tres plantíos de café: allí se les reunieron 600 es- clavos. Contra estos marchó un destacamento de Puerto -Príncipe, mas los rebeldes eran superiores en número; de suerte, que no siendo contenidos por freno alguno, con- tinuaron en talar el pais y cometer las mismas atrocidades contra los Blancos que tenían la desgracia de caer en su poder. Renovaron en una palabra todos los horrores de la provincia del Norte. Aun hay mas tuvieron bastante audacia y valor para marchar contra la misma ciu- dad de Puerto-Principe. En estas

(iH) coyunturas haliándose aquella sin defensa, parecía inevitable su rui- na. Con todo una circunstancia fe- liz arrancó por un momento á es- ta ciudad de las llamas devorado- ras. Las tentativas de los xefes de los Malatos no salieron tan bien como ellos esperaban , en quanto á arrastrar consigo á todos ios es- clavos Negros. Por consiguiente primer ardor de sus espíritus se resfrió un poco : los hombres de color manifestaron inclinarse á la suspensión de hostilidades. Decla- raron abiertamente que jamas ha- blan tomado las armas con in- tención de arruinar del todo la co- lonia, sino mas bien para soste- ner y hacer executar el decreto expedido el 1 5 de Mayo por la Asamblea nacional de Francia.

Mr. Jumecourt colono muy rico tomó á su cargo hacer el papel de mediador^ y gracias á su poder y

sabia intervención, convinieron 1 1 de Septiembre en un armis- ticio entre los blancos y las gen- tes de color. Y conao no cabia du- da en que el origen principal de la revolución era el muy famoso decreto , se arregló todo quanto tuviese relación con él. En efec- to , la Asamblea general siguió es- te exemplo ; y publicó en 20 de Septiembre una proclamación por la que anunciaba no querer ya oponerse á la execucion del de- creto de que se trataba. Aun pa- só mas adelante , y declaró que su intención era dar á la ley mas ex- tensión de la que ella tenia. Con estas miras ordenó la formación de compañías francas de Mulatos en las quales podian servir todos los que tuviesen las qualidades ne- cesarias, sin distinción de clases ni de color. Por poco que el lector quiera reflexionar, conocerá que

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tales concesiones hechas en una época anterior hubieran excusada ¡a efusión de mucha sangre, y pre- venido muchas devastaciones; pe- ro las llagas aun se mantenian abiertas y muy recientes : todas las pasiones ^z donde nacen el orgullo , la rabia , la maldad , el odio , y el furor de venganza, se agitaban en el corazón de los dos partidos. De allí resultó para ma- yor desgracia que la hacha de la discordia no se apagó del todo: que el fuego del incendio quedó amortecido baxo las cenizas , pa- ra manifestarse después con mas violencia é impetuosidad que nun- ca.

Las personas sensatas podrán tal vez preguntar que causas ha- bían ocasionado la unión y con- cierto de tan grande número de esclavos Negros con los Mulatos; y como estos hombres en otro tiem-

(1^7) po enemigos implacables se ha- blan hallado asociados en la re- volución? El razonamiento siguien- te podrá satisfacer á la qüestion. Es preciso tener muy poca idea de lo que son los esclavos, y la situa- ción particular de la Isla de Santo Domingo, para negar que la clase entera de gentes de color tuviese antes de esta época, justos motivos de queja. Conviene asimismo dar por sentado que la conducta de los hombres de color de Santo Do- mingo hubiera sido excusable has- ta cierto punto , si el reparo de los daños que sufrian y la mejora de su estado no hubiesen ya fixa- do la atención de la primera Asam- blea general de Santo Domingo. Esta circunstancia pues muda en- teramente la naturaleza del hecho, y pone baxo un aspecto odioso la conducta de los indiscretos refor- madores que excitaron á los Mu-

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íatos á conquistar en el altar san- griento de la crueldad, lo que no hubiera tardado en sacrificar la razón y la ley en el altar de la mis- ma humanidad. Los procedimien- tos de las personas de color con ios Negros» no parecían haber si- do reprehensibles ; antes bien ex- cusables con respecto á su seguri- dad personal. Los Mulatos eran los feroces opresores de los Ne- gros 5 ellos ofrecían á la vista el quadro que traza muy frecuente- mente la fragilidad de la natura- leza humana. Pues ahora bien, ¿có- mo pudo suceder que los Negros olvidasen de pronto su enemistad inveterada, y que se decidiesen á obrar de concierto con los que eran objeto de su odio implacable? Esta qüestion es seguramente de la ma- yor importancia para entender ú fondo las causas secretas de estos horribles acontecimientos.

(1^9) Para resolver este problema histórico, conviene volver desde luego la vista al modo de obrar de la Sociedad de los Amigos de los Negros residente en Paris, y de la otra de Inglaterra que tenia sus sesiones en Londres en Old-Jewry, Una corta atención ai plan com- binado que las dos seguían , no solo hará cesar toda sorpresa so- bre la sublevación de los esclavos de Santo Domingo , sino que aun causará admiración que los Ne- gros de las colonias británicas no hayan seguido el mismo exemplo. El lector sabe ya que la Sociedad de Londres no se proponía otro objeto que el obtener del Parla- mento una acta que impidiese Pa- ra lo sucesivo el comercio de Ne- gros en África. Es verdad que sus miembros declaraban en publico, que la emancipación general de estos hombres en su estado actual

9

(i3o) de ignorancia y de barbarie , en lugar de ser un beneñcio, seria pa- ra ellos un origen fecundo de ma- les y calamidades. Mas el lengua- ge que estos mismos individuos guardaban en sus conversaciones particulares , y sus sentimientos interiores eran bien opuestos á los principios de que hacían profesión. Sus miras secretas eran no única- mente excitar en el pueblo Ingles la aversión y horror al comercio de Negros , sino también el pro- vocar hasta el mas alto grado el resentimiento de los esclavos que habitaban las colonias. A fin de efectuar este proyecto esparcieron por las Antillas una infinidad de memorias y de papelotes, que se distribuían con profusión. En ellas se inspiraba á los Negros la idea sus derechos naturales, la igual- dad de su condición , y de esta manera se les empeñaba á la re-

ll

(I30 volucíon y al estrago.

Por otra parte no seria fikil equivocarse en quanto al lengua- ge , estilo y argumentos sembra- dos en algunos de estos folletos, en que se veía aprobada la con- ducta de los Negros y sus conti- nuas violencias con los Blancos. Sin embargo todos aquellos es- fuerzos parecían insuficientes : los alumnos de la Sociedad dirigie- ron á los Negros un lenguage mas artificioso ; pero mas propio para su inteligencia. Se acuñó una me- dalla en que se representaba á un Negro del todo desnudo , carga- do de cadenas, y en acción de su- plicar. Y á fin de que todos los esclavos que no tuviesen propor- ción de leer las declamaciones in- cendiarias fuesen instruidos por esta alegoría, se repartieron milla- res de medallas por todas las An- tillas. Ademas de emplear estos

medios, un gran número de Ne- gros esclavos que volvían anual- mente de Europa eran suficientes á sublevar sus compatriotas j ellos se esmeraban en representar á los colonos como una raza de tiranos insensibles y sanguinarios. No se- ria fácil ni aun imaginar otros me- iiios mas eficaces para determinar á los Negros á una rebelión abier- ta , á menos de ponerles en efec- to las armas en la mano , abaste- cerlos de municiones destruidoras, y hacerles servirse de ellas. Antes de esta época la Sociedad de Lon- dres había sido el modelo sobre el qual se había formado la de Paris ; no obstante los Amigos de los Negros establecidos en esta ca- pital proclamaron en público los principios que sus hermanos de Londres se avergonzaban de pro- fesar libremente. Entonces suce- dió que un gran número de Mu-

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(133) latos libres que se hallaban enFrati- cía se encargaron con gusto de explicar á sus compatricios de las colonias este pretendido deseo de la Metrópoli.

Este paso de los hombres de color atraxo una estrecha reconci- liación y alianza con los Negros; los quales persuadidos á que solo por la inñuencia de los Mulatos y su enlace con ellos, podrían lle- gar á conseguir la cantidad de ar- mas y municiones que les eran ne- cesarias ; una vez recibida esta im- presión, olvidaron bien presto su animosidad y su antiguo odio. Por otra parte los Mulatos contando con el mucho número y fuerzas de los Negros para el buen éxito de sus ideas, supieron captarse de tal modo su benevolencia que ganaron á los 19 diputados escla- vos de cada quartel de la provm- cía del Norte. Por lo demás, los

('34) directores de la Sociedad de Ami^ gos de los Negros parecían haber sospechado, que el decreto del i 5 de, Mayo podria dirigirse á des- unir las dos clases, puesto que los privilegios que en él se concedían estaban limitados absolutamente á las gentes de color; y esta es la razón porque ei Abate Gregoire escribió y publicó su famosa carta circular. El efecto repentino pro- ducido por ella fué que los Ne- gros de Santo Domingo lo mira- ron desde entonces como su abo- gado y el mas ardiente de sus pro- tecto es, como un hombre sobre cuya ^e podían con toda confian- za hacerse ellos mismos la justi- cia. Para que el lector pueda for- mar idea de la sensación que de- bía hacer un e críto tan eloqüente, tan enérgico sobre un pueblo sal- vage, copiaremos aquí las mismas expresiones del Abate Gregoire.

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Carta de Gregoire á las gentes de color de la Isla de Santo Do- mingo-

^^ Amigos: vosotros erais hom- bres, ya sois ciudadanos, y reinte- grados en la plenitud de vuestros derechos; vosotros participareis en adelante de la soberanía del pue- blo. El decreto que la Asamblea nacional acaba de dar con res- pecto á vosotros sobre este objeto, no es una gracia , es una justi- cia. Asegurándoos el exercicio de los derechos políticos os hemos pagado una deuda ; faltar á ella hubiera sido un crimen de nues- tra parte, y una mancha á la cons- titución. ¿Los legisladores de una nación Ubre podían hacer menos en vuestro favor que nuestros an- tisruos soberanos? Hay mas de un siglo que Luis XIV. había reco-

nocido y proclamado solemnemen- te vuestros derechos, pero este pa- trimonio sagrado habia sido inva- dido por el orgullo y la codicia, que por grados iban agravando vuestro yugo, y emponzoñaban vuestra existencia. La resurrec- cioQ del Imperio Francés abrió vuestros corazones á la esperan- za, y este rayo consolador en- dulzó la amargura de vuestros ma- les. Apenas tenia la Europa una leve noticia de ellos : los colonos blancos que tenían asiento entre nosotros se quejaban muy viva- mente de la tiranía ministerial, mas ellos no cuidaban de hablar de la- suya. Jamas articulaban los llan- tos y las quejas de los infelices mestizos , con todo eso que son hijos suyos ; y solo nosotros so- mos quienes á dos mil leguas de distancia, habemos sido obligados á defender los hijos contra los des-

(137) precios, y contra el encarnizamien- to y crueldad de sus padres. En vano se ha intentado ahogar es- tas reclamaciones, vuestros suspi- ros, á pesar de la extensión de los mares que nos separan, vues- tros males han resonado en el co- razón de los Franceses de Europa, porque estos no forman sino un corazón.

Dios en medio de su ternura paternal abraza á todos sus hijos; su amor no admite otra diferen- cia que la que resulta de la ex- tensión de sus virtudes : la ley que debe ser una emanación de la eter- na justicia, ^podría por ventura consagrar una predilección culpa- ble; y la patria que sobrevela en todos los miembros de la gran fa- milia, podría ser la madre de unos y la madrasta de otros ? No Se- ñores, vosotros no podíais evadi- ros á la solicitud de la Asamblea

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nacional. Desenrollando á los ojos del universo el gran mapa de la naturaleza , ella ha vuelto á en- contrar allí vuestros títulos : se había intentado hacerlos desapa- recer y mas por fortuna ios ca- racteres eran indelebles como el sello sagrado de la divinidad gra- bado sobre vuestras frentes. Ya el 28 de Marzo de 1790, en su instrucción á las colonias, la Asam^ blea nacional había comprehendi- do baxo una denominación común á los blancos y á los mestizos. Vuestros enemigos han querido hacer mentir al papel imprimien- do lo contrario ; mas es incontes- table que luego que yo pedí en aquella sazón que expresamente fueseis comprehendidos en aque- lla denominación , una tropa de diputados , de los quales muchos eran hacendados y poseían plan- tíos de azúcar en la Isla, se apre-

(139) suráron á gritar que el articulo os incluía en su generalidad; y el mis- mo Mr. Barnabé que me lo había dicho, cediendo á mis muchas ins- tancias, acaba en fin de confe- sarlo á la faz de la Asamblea. ¿No tenia yo razón para temer que una interpretación perversa no disfra- zase nuestro decreto? En efecto, las nuevas vexaciones que se os han hecho y vuestros males lle- vados á su colmo , han justificado demasiado mis aprehensiones. Las cartas que sobre este asunto he re- cibido de vosotros, han hecho cor- rer mis lágrimas. La posteridad se admirará , se indignará puede ser al leer que durante cinco días con- secutivos se haya debatido vuestra causa, cuya justicia está manifies- ta hasta la evidencia. ]Há! quan- do la humanidad se reducida á luchar contra la vanidad y las

(140) preocupaciones , su triunfo es una penosa conquista.

Hace mucho tiempo que la So- ciedad de los Amigos de los Ne- gros se ocupaba en los medios de suavizar vuestra suerte y la de los esclavos ; es difícil , y puede ser imposible hacer impunemente el bien , y su zelo respetable le ha ocasionado muchos ultrages. Hom- bres viles se ocultaban baxo lo anó- nimo para lanzar sobre ella su ve- neno, y en insolentes libelos no ce- saban de repetir objeciones y ca- lumnias ci&n veces desmenuzadas. ¡Quántas veces los perversos nos han acusado de haber sido vendi- dos á los Ingleses asalariados por ellos contra la Francia, de habe- ros dirigido cartas incendiarias, y aun enviadoos armas! Vosotros lo sabéis, amigos mios, quán infun- dadas y atroces son estas impos-

(141) turas. ¿Cómo se nos acusa de ese modo á nosotros , que siempre os hemos predicado sin cesar el afec- to á la Metrópoli, la resignación y la paciencia aguardando se des- pierte la justicia? Nada ha sido ca- paz de entiviar nuestro zelo el de vuestros hermanos mestizos que se hallan en Paris. Mr. Ray- mond con especialidad se ha sa- crificado de una manera heroyca á vuestra defensa. ¿Con qué trans- porte de alegría hubierais visto á este ciudadano distinguido en la tribuna de la Asamblea nacional, de que es miembro benemérito, presentar el quadro desastroso de vuestras desgracias, y reclamar enérgicamente vuestros derechos? Si la Asamblea los hubiera sacri- ficado, ella hubiera marchitado su gloria. La obligación le dictaba el decretar con justicia, el explicar- se con claridad, y hacer executar

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con firmeza : ella lo ha hecho así; y si (lo que Dios no permita) al- gún acontecimiento escondido en el seno de lo porvenir nos arran- case nuestras colonias, ¿no val- dría mas tener una pérdida que llorar , que una injusticia con que ser vituperados? Ciudadanos, ele- vad vuestras frentes humilladas: á ia dignidad de hombres procurad reunir el valor, la fiereza de un pueblo libre. El 1 5 de Mayo, dia en que vosotros habéis reconquis- tado vuestros derechos, debe ser por siempre memorable para voso- tros y para vuestros hijos : esta época despertará periódicamente una vez en el ano los sen:ímien- tos de la gratitud hacia el ser Su- premo , y entonces podran vues- tros acentos herir la bóveda de los cielos, á los quales levantareis vues- tras manos reconocidas!

En fin vosotros tenéis una pa-

(143) tría, en adelante ya no veréis so- bre vosotros sino la ley ; la ven- taja de concurrir á su creación os asegurará el derecho imprescripti- ble de todos los pueblos, que es el de no obedecer sino á la jus- ticia. Vosotros tenéis una patria; y sin duda ella no será ya un país de destierro en que no se en- cuentran sino autores y compa- ñeros del infortunio , aquellos dis- tribuyendo , estos recogiendo los desprecios y los ultrages. Los so- llozos de vuestro dolor eran cas- tigados como gritos de rebelión. Colocados entre los puñales y la muerte, esos contornos desgracia- dos fueron empapados de vues- tras lágrimas, y algunas veces te- ñidos de vuestra sangre. Tenéis una patria , y sin duda la feli- cidad relucirá en los lugares que os vieron nacer ; entonces gusta- reis en paz los ifrutos que hubie-

(144) reís cultivado sin turbación , en- tonces se verá terminado aquel inmenso espacio que , poniendo á gran distancia unos de otros los hijos de un mismo padre, ahoga- ba la voz de la naturaleza, y rom- pía ios lazos de la fraternidad; en- tonces las castas dulzuras de la unión conjugal reemplazarán á las sucias explosiones de la disolución que insultaba á la magestad de las costumbres.

Pero, ¿por qué extraña mudan- za de razón era cosa vergonzosa á un blanco el desposarse con una muger de color, al paso que no se tenia por indecoroso el vivir con ella en un libertinage grose- ro? Quanto mas desnudo está el hombre de virtudes, tanto mas bus- ca el revestirse de distinciones frí- Tolas. ¿Y qué necedad mayor que la de querer fundar un mérito so- bre los matices del color en la piel,

('45) y sobre ía tez mas ó menos bru- ñida del rostro ? El hombre que piensa se avergüenza á veces de ser hombre quando ve á sus se- mejantes cegados con tal delirio; pero como por desgracia el orgu- llo es la pasión mas tenaz; el rey- no de las preocupaciones se pro- longa: porque parece que el hom- bre no llega á tocar la verdad has- ta que ha apurado todas las suer- tes del error. En nuestras colo- nias Orientales no existe tal pre- ocupación, contra la qual ellas han reclamado por el órgano de Mr. Monneron. Nada hay que mas mueva que el elogio de las gentes de color en los términos que lo han consignado los habitantes de aque- lla parte del mundo en sus ins- trucciones dirigidas á los diputa- dos que tienen en la Asamblea na- cional.

La Academia de Ciencias de

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(146) París se honra de contar en el número de sus corresponsales á un Mulato de la Isla de Francia; entre nosotros un Negro estima- do es administrador de San Hipó- lito en el Departamento de Gard. Nosotros no concebimos que la diferencia de la piel puede esta- blecer derechos diversos entre los miembros de la Sociedad políti- ca; así es que vosotros no halla- reis estas orgullosas pequeneces en nuestros vaUentes guardias nacio- nales que desean ir á la América á asegurar la execucion de nues- tros decretos. Penetrados de los loables sentimientos que ha mani- festado la ciudad de Burdeos , os dirán con ella que el decreto re- lativo á las gentes de color, re- dactado baxo los auspicios de la prudencia y sabiduría, es un ho- menage á la razón y á la justi- cia; que los diputados de las co-

lonias han calumniado vuestras in- tenciones y las del comercio. Ello es bien extraña la conducta de estos mandatarios que solicitaron ardientemente en Versalles su ad- misión en la Asamblea , jurando con nosotros en el juego de pe- lota no abandonarnos hasta que la constitución estuviese acabada; y declarándonos luego después del decreto de 15 de Mayo último, que ellos no pueden ya sentarse entre nosotros. Esta deserción es un abandono de los principios, y una mengua á la religión del ju- ramento.

Ya los colonos blancos que son dignos de ser Franceses se apre- suran á abjurar las prevenciones ridiculas para no ver en vosotros sino hermanos y amigos. Con qué dulce emoción citamos estas pa- labras de los ciudadanos activos de Jacmel : " Consagrándonos á

(148) 5?sep'uir sin restricción los decre- 3>tos de la Asamblea nacional so- >)bre nuestra constitución presen- Mte y por venir , y ofreciendo ?>conformarnos con las disposicio- J5nes de aquellos que puedan mu- ??dar la substancia. " Los ciudada- nos de Puerto-Principe dicen á la Asamblea nacional esto mismo en otros términos : '^^ Dignaos, seño- jjres, de recibir el juramento que Jila municipalidad presta en vues- 5)tras manos en nombre del pue- ssblo de Puerto-Príncipe , de res- sjpetar y executar puntualmente 5) vuestros decretos, y de jamas se- sjpararse de ellos baxo ningún pre- jjtexto."

"Asi la Filosofía engrandece su orizonte en el nuevo mundo, y bien pronto las absurdas preo- cupaciones no tendrán mas sec- tarios , que algunos tiranos sub- alternos que quisieran perpetuar

(i49) en América el reyno del despotis- mo. ¿Pues que hubieran dicho es- tos si las gentes de color hubie- ran intentado arrancar á los Blan- eos el goce de las ventajas políti- cas? ¡Con qué fuerza hubieran re- clamado contra esta vexacionl Ellos arrojan por la boca espumarajos de rabia al ver que se os hayan revelado y devuelto vuestros de- rechos. Con la esperanza de con- solar su orgullo irritado puede ser que ellos agoten los esfuerzos pa- ra hacer encallar el suceso de nues- tros decretos. Ellos intentarán un sacudimiento, que arrancando las colonias á la patria, les facilite los medios de escapar de sus acree- dores. Ellos no han cesado de sembrar el terror, y declamar que uti acto de justicia con respecto á vosotros pondría en movimiento y agitación la Isla de Santo Do-- mingo. En esta aserción nosotros

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no hemos visto sino engaño ; al contrario vivimos persuadidos á que el decreto va á estrechar los nudos que os unen á la Metró- poU. Ilustrando el patriotismo vues- tro int'cres y vuestras afecciones, Va Metrópoli será á donde voso- tros dirigiereis vuestras operacio- nes comerciales; y los tributos mu- tuos de la industria establecerán entre la Francia y las colonias un cambio constante de fortuna y de sentimientos fraternales. Si llega- seis á ser infieles á la Francia, se- riáis los mas viles y mas iniquos de ios hombres. No, generosos ciu- dadanos , vosotros no seréis trai- dores á la patria ; esta sola idea os debe penetrar de horror. Reu- nidos con todos los buenos fran- ceses baxo las banderas de la li- bertad, defenderéis nuestra subli- me constitución. Vendrá dia en que Jos diputados de color franquearán

el Océano para venir á tomar asien- to en la dieta nacional , y jurar con nosotros vivir y morir baxo nuestras leyes ; algún dia el sol no iluminará entre vosotros sino hombres libres : los rayos del As- tro que esparce la luz no caerán mas sobre los fierros y sobre los esclavos. La Asamblea nacional no ha asociado aun á estos úl- timos en la participación de vues- tra suerte, porque los derechos de ciudadanos concedidos precipita- damente á los que no conocen os

deberes , serian tal vez para ellos un presente funesto ; mas no ol- vidéis que, igualmente que voso- tros, ellos nacen y quedan libres é iguales:;: Se os hecna en cara mat que á los Blancos la dureza para con los Negros ; pero ; i ah! se han esparcido tantas impostu- ras contra vosotros que pruden- temente debemos formar dudas so-

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bre esta acusación ; si no obstan- te ella tiene algún fundamento, obrad de manera que la maledi- cencia venga á ser una calumnia. Vuestros opresores han ale- jado continuamente de los escla- vos las luces del cristianismo, por- que la religión de la dulzura, de la igualdad, de la libertad, no con- venia á la ferocidad de estos hom- bres sanguinarios; haced que vues- tra conducta contraste enteramen- te con la suya. Caridad es el gri- to del Evangelio; vuestros pasto- res lo harán resonar en medio de vosotros; abrid vuestros corazo- nes á esta moral divina , de que ellos serán los órganos. Nosotros hemos aliviado vuestras penas, ali- viad las de esas desgraciadas vic- timas de la avaricia que rocian vuestros campos con el sudor de su frente , y á veces con sus lá- grimas. Que la existencia no sea

(M3) ya para los esclavos un suplicio; por medio de vuestros bciicBclos para con ellos expiad los crune^ nes de la Europa. Conduciéndo- los progresivamente á la libertad, cumpliréis con un deber ; os pre- parareis recuerdos consoladores, honrareis la humanidad y asegu- rareis la prosperidad de las co- lonias. Tal será vuestra conducta hacia vuestros hermanos los Ne- gros; ¿y qué no deberéis hacer en consideración á vuestros padres los Blancos? Sin duda os será permi- tido derramar lágrimas sobre las cenizas de Ferrando de Boudiere, de aquel desgraciado Oges, legal- mente asesinado , y que espiró en el suplicio de la rueda por haber querido ser libre, i Mas perezca aquel de entre vosotros que osa- re concebir contra vuestros per- seguidores proyectos de vengan- za 1 Bastante castigo tienen con

estar entregados á sus remordi- mientos y cubiertos de un eterno oprobio. ¿La execración contení^ poránea acaso no se anticipará con respecto á ellos á la execración de la posteridad? Sepultad en un pro- fundo olvido todos los resentimien- tos del odio ; gustad los placeres deliciosos de hacer el bien á vues- tros opresores , y suprimid hasta los ímpetus demasiado conocidos de una alegría que recordando sus yerros aguzará contra ellos la pun- ta del arrepentimiento. Religiosa- mente sumisos á las leyes, inspi- rad el amor de ellas á vuestros hi- jos ; y que una educación cuida- dosa desenvuelva sus facultades morales, prepare á la generación que os sucederá ciudadanos vir- tuosos , hombres públicos y de- fensores de la patria. Cómo se mo- verán sus corazones quando con- duciéndolos sobre vuestras ribe-

ras, dirigiréis sus miradas hacia ía Francia, diciéndoles : por aque- llos parages de allí está la patria vuestra madre; de allí es de don- de nos ha venido la Ubertad, la justicia y la felicidad; allí están nuestros conciudadanos, nuestros hermanos, y nuestros amigos; no- sotros les hemos jurado una eter- na amistad. Herederos de nuestros sentimientos y afecciones, procu- rad que vuestros corazones y vues- tros labios repitan nuestros jura- mentos ! ¡Vivid pues para amar- los, y si aun fuese necesario, mo- rid por defenderlos 1"= A 8 de Junio 1791- =

CAPITULO IX.

l^a historia es á un mismo tiem- po dolorosa é instructiva. Es co- sa triste dirigirlas miradas á es- cenas de mortandad y de carnice-

ría; pero también se saca de ello una ventaja , que es la de estu-^ diar las virtudes y las locuras del género humano. Aquellas son ofre- cidas al lector para que las imite; estas le son dibuxadas para que las huya con horror. Es bien enfado- so el que en la historia que refe- rimos , se encuentren tantas co- sas que despedazan el corazón, y tan poco pábulo para meditacio- nes útiles. El lenguage , las opi- niones , la eloqiiencia y los desig- nios del Abate Gregoire han fixa- do nuestra atención , é interrum- pido por un instante el hilo de nues- tra relación. Es preciso ahora ver con que alegría feroz los conduc- tores del cónclave de los Amigos de los Negros , que hasta enton- ces hablan aguardado con impa- ciencia la noticia de los efectos que produciría el decreto del 1 5 de Mayo , supieron que sus de-

(M7) seos estaban ya cumplidos»

En los primeros dias de Sep- tiembre se entendió en París todo quanto había precedido y seguido a la recepción del famoso decre- to. La pérdida de esta colonia pa- ra la Francia era juzgada desde luego como inevitable, visto el quadro funesto que se presenta- ba de turbulencias , de insurrec- ciones, de latrocinios y de mor- tandades. Con todo que no se aguardaba sino una guerra á to- do trance entre los Blancos y Mu- latos, jamas se hubiera imaginado el que los Negros se sublevasen. Las principales ciudades de comer- cio , y fabricantes , previendo^ la próxima ruina de sus negociacio- nes , la pérdida de sus capitales y de sus navios después de lo que acababa de suceder, hicieron una representación á la Asamblea na- cional, suplicándola revocase toda

(158) ley que violase los derechos de los colonos , y particularmente la del 1 5 de Mayo. La Asamblea to- caba en aquel momento el fin de sus sesiones. La opinión popular antes tan poderosa contra los co- lonos, estaba cerca de mudar de curso. Tal es la volubilidad de las cosas humanas, que aquellos miem- bros que habían dirigido á su al- bedrío la Asamblea quando se tra- taba de las colonias, eran mira- dos en adelante con indiferencia, menospreciados y escupidos. El 24 de Septiembre una inmensa mayo- ría de votos se declaró por revocar el decreto. Mientras en Francia su- cedía esta notable mudanza, justa- mente quatro días antes de esta época, la Asamblea colonial de Ca- bo-Francés acababa de publicar su proclamación concerniente á los hombres de color y á los Negros. En el tiempo mismo en que el de-

(M9) seo de la paz , ó fuese la necesi- dad de conservar la colonia em- peñaba á la Asamblea colonial, que se hallaba presente á los lugares, que conocía los hechos, á observar estrechamente la ley de 1 5 de Ma- yo; la Asamblea nacional anula- ba un decreto que antes había mi- rado como justo, necesario y pru- dente. .

Es imposible afirmar si el de- creto de 1 5 de Mayo fué mas fa- tal quando se dio, ó quando se re- vocó. En esta última época los bue- nos efectos del armisticio y de la proclamación de la Asamblea co- lonial se hacían sentir. En el áni- mo de los Mulatos se habían sus- citado dudas sobre la buena fe de los Blancos. Estas alarmas y sos- pechas aun habían tomado tal con- sistencia , que las gentes de color habían exigido formalmente se les renovase esta convención pacifi-

(i6o) ca. En consecuencia, 1 1 de Oc- I tubre se concluyó una suspensión

I de armas que fuese como e! su-

1 Vi plemento de Ja de 20 de Septiem-

, bre. Pero, ¡ahí! apenas se conoció

de una manera auténtica las medi- ( das tomadas por la Asamblea na-

cional quando se desvaneció toda I confianza. No fué posible desvaue-

I ' I cer del espíritu de los Mulatos la idea

I , de que los Blancos hablan sido cau-

¡ sa de revocar Ja ley por su doblez

y artificios. Poseídos de furor de- clararon con energía que en aquel j! asunto no podía ya esperarse otra

; i alternativa que la entera extermí-

j jl nación de Jos BJancos ó de los de

j|i color. En esta situación se halla-

j'l ban Jos ánimos quando los de co-

i i lor corrieron á Jas armas en Jas

provincias del Norte y del Oeste. Los insurgentes del Sud se apode- ,1 ráron de Puerto-San-Luis; Puer-

j'j ío-Principe hubiera sido ígualmen-

(lól)

te tomado sino se hubiera refor-' zado la guarnición con tropas eu- ropeas ; pero si es verdad que los revoltosos no pudieron hacerse dueños de la Ciudad , no dexáron de lograr su intento de entregar- la á las llamas : la tercera parte de los edificios fue consumida por este horrible incendio.

La guerra se renovó con to- dos sus furores : una venganza baxa é insaciable animaba á los hombres en otras ocasiones los mas pacíficos. Cada uno de los partidos luchaba con esfuerzos bár- baros por aventajarse al otro en atrocidad. En el distrito de Cul- de-Sac , los Negros se juntaron con los Mulatos : trabóse una ac- ción vigorosa y sanguinaria en- tre ellos y los Blancos ; estos ob- tuvieron la victoria, pero por fal- ta de caballería no pudieron apro* vecharse de ella. Se contentaron II

(l62)

con saciar su feroz resentimiento en los prisioneros ; no citaremos sino un exemplo. Habiendo caido un gefe de Mulatos en manos de los Blancos fue puesto sobre un carro ; allí lo enclavaron , y en esta situación deplorable fue mos- trado en espectáculo á toda la Ciu- dad ; y por fin rompieron sus miembros en el suplicio de la rue- da , y lo arrojaron aun vivo en medio de las llamas. Un cuerpo de Mulatos atacó la casa de Mr. Sejaerne en Jeremías : se apodera- ron de él y de su esposa. Esta desventurada se hallaba muy ade- lantada en su embarazo ; los sal- teadores degollaron á el esposo en la misma presencia de ella , des- pués abrieron las maternas entra- ñas , sacaron k criatura y la ar- rojaron á los cerdos para que la devorasen. No contentos con es- to pusieron en el lugar que ocu-

(i63) paba el feto en el vientre la ca- beza del marido á quien acababan de asesinar. ¡Horrores sobre horro- res! ¿Acaso la barbarie de los sal- vages fue nunca capaz de produ- cir efectos mas exécrablCvS?

Los últimos dias del año 1791, pusieron fin á estos excesos ver- gonzosos. En esta época tres co- misarios civiles delegados por la Asamblea nacional de Francia lle- garon á la ciudad de Cabo-Fran- ces. Los amigos de la paz y del buen orden concibieron grandes esperanzas con su venida , pero en vano, porque bien pronto fue- ron desengañados. Esta impor- tante comisión se habia confiado á Mirbeck, Romme, y Saint-Le- ger. Estos hombres debían su ele- vación á las turbulencias del tiem- po , mas se hallaban desprovistos de los talentos necesarios para des- empeñar un papel tan brillante»

(1 640

Eííos estaban imbuidos en los principios mas baxos. Mirbeck pa- saba la mayor parte del tiempo en las disoluciones mas viles , mas in- moderadas, y de la mayor glotone- ría. Saint-Leger, irlandés de ori- gen, que habia exercido algunos años en Francia la profesión de cirujano , estaba poseido de una insaciable codicia ; asi es que sa- tisfizo su gusto sacando exorbi- tantes contribuciones de los po- cos colonos que quedaban. Rom- me fue el único cuya conducta estuvo exenta de tachas , todo su carácter estaba compreheridido en estas palabras : si él no hizo bien^ tampoco obró el mal, ¿Qué podia pues esperarse de semejantes hom- bres revestidos de poderes tan ex- tensos? Por lo demás , los colo- nos respetando su empleo les hi- cieron los honores militares, y tu- vieron con ellos las consideración

(i65) lies convenientes. A su entrada en ia Ciudad se cantó Te Deum so- lemne , para atraer las bendicio- nes del cielo sobre su adminis- tración.

El primer acto de los comi- sarios fue publicar la nueva cons- titución francesa, y la revocación del decreto de 1 5 de Mayo. Po- cos dias después proclamaron una amnistía general á aquellos de to- dos los partidos, que en un tiem- po determinado rindiesen las ar- mas y jurasen fidelidad á la Cons- titución. Este paso les quitó en- teramente la confianza de los Blan- cos 5 y fue mirado por ellos como la aprobación tácita de todos los actos de barbarie y de crueldad exercidos por sus enemigos :^ los Mulatos no se mostraron menos descontentos , por quanto se les privaba de los beneficios de una ley que ellos apreciaban. En el pe-

$

' i!

(i66) queño Goave los hombres de co- lor eran los mas fuertes : ellos tenían en estrecha prisión á 34 Blancos , á quienes se proponían dar un castigo exemplar. Luego que les fue notificado el indulto, hicieron salir sus victimas de pri- sión, los destrozaron vivos, y en medio de los suplicios les leyeron el decreto del perdón general, añadiendo con una alegría insul- tante , que en esta amnistía es- taban comprehendidas sus cruel- dades actuales. Los poderes ili- mitados de los comisarios alar- maron igualmente á la asamblea colonial ; ella les pidió manifes- tasen hasta donde se extendía su autoridad , pero no recibió res- puesta satisfactoria. Después de haber estado en Cabo-Frances muy pocos días , pasaron á visi- tar otras plazas ; pero no encon- trando por todas partes sino in-

(i67) diferencia ó menosprecio , y no hallándose con las fuerzas mili- tares suficientes para sostener su dignidad, regresaron á Europa separados unos de otros y sm re- presentación. . ,

Es verdad que de Francia ha- vian llegado tropas ; pero mon- tadas baxo el sistema del día, ma- nifestaban un espíritu tal, que nadie podia lisongearse de poder- las reducir á la obediencia y al deber. Con todo su presencia no dexó de intimidar á los rebeldes, V ella fue la que salvo a Cabo- Frances. También es constante que el brazo desprevenido de la guer- ra habia esparcido el hambre y las enfermedades entre los ban- dos insurgentes. Después de ha- ber devastado las fértiles llanu- ras del Cabo , fueron obligados á retirarse á los bosques. AUi el hambre los hubiera destruido m-

í:^-..

(i68) evitablemente, si el prudente y há* bil Juan Francisco su gefe no hu- biera tenido la advertencia de obli- gar á sus Negros á cultivar la tier- ra para procurarse socorros. La sabia precaución de este hombre salvó á su exército , y perpetuó la llama de la rebelión.

Mientras que los negocios to- maban esta vuelta en la colonia, los de la capital de Francia mar- chaban á pasos acelerados hacia una crisis fatal. El partido de la^ anarquía crecia diariamente en número y en poder ; la sociedad de los Amigos de Negros adquiría también un ascendiente fatal. Gar- ran de Coulon, uno de sus miem- bros , en la sesión del 29 de Fe- brero propuso el revocar la ley de 24 de Septiembre , y publicar una amnistía general y la entera emancipación de todos los escla- vos. Para lograr este fin determi-

(i69) náron contener el que se reunie- sen nuevas asambleas coloniales, y que ellas trasmitiesen su opinión sobre la administración general interior del país , y la abolición total de la esclavitud de los Ne- gros. A la abertura de la nueva legislación no se pudo hallar una mayoría suficiente para hacer pa- sar semejante ley ; mas el 4 de Abril se dio principio á este asunto , y se expidió un decre- to que es del tenor siguiente.

"La Asamblea nacional reco- noce y declara que los hombres de color y Negros libres deben gozar, así como los colonos blan- cos , de la igualdad de los dere- chos políticos ; después de haber decretado la necesidad de ello, determina lo que sigue.

Art. i. Inmediatamente des- pués de la publicación del pre- sente decreto , se procederá en

I

CI70)

cada una de las colonias france- sas de las islas de barlovento y sotavento á la reelección de las asambleas coloniales , y de las municipalidades , en las formas prescritas por el decreto de 8 de Marzo de 1790, y la instrucción de la asamblea nacional de 28 del mismo mes.

II. Los hombres de color y Negros libres, serán admitidos á votar en todas las asambleas de los distritos, y serán eligibles pa- ra todas las plazas , quando ellos reúnan por otra parte las condi- ciones prescritas por el articulo 4^ de la instrucción de 28 de Marzo.

III. Se nombrarán tres comi- sarios civiles para la colonia de Santo Domingo , y quatro para las islas de la Martinica, la Gua- dalupe , Santa Lucia , Tabago y la Cayena.

IV. Estos comisarios estarán

(170 autorizados para pronunciar la suspensión , y aun la disolución de las asambleas coloniales actual- mente existentes , para tomar to- das las medidas necesarias á ace- lerar la convocación de las asam- bleas parroquiales ó de distrito, y mantener en ellas la unión , el buen orden y la paz; como tam- bién para pronunciar provisional- mente, salvo el recurso á la Asam- blea nacional, sobre todos los pleytos que pudiesen suscitarse so- bre la regularidad de las convo- caciones , la celebración de las asambleas , la forma de las elec- ciones , y la aptitud de ser elec- to en los ciudadanos.

V. Están igualmente autori- zados á tomar todos los informes, que puedan procurarse acerca de los autores de las turbulencias en Santo Domingo ; á asegurar la persona de los culpables, poner-

ios en estado de arresto , hacer- los conducir á Francia para que

se les forme acto de acusación en virtud de un decreto del cuerpo

legislativo.

VI. Los comisarios civiles es- tarán obligados, á este efecto, á dirigir á la Asamblea nacional un expediente en forma , de los pro- cesos verbales que hubieren exten- dido, y de las declaraciones que reciban concernientes á los dichos acusados.

VIL La Asamblea nacional autoriza los comisarios civiles á requerir la fuerza publica , siem- pre que lo juzgaren conveniente, sea para su propia seguridad, sea para la execucion de las órdenes que hubieren dado , en virtud de los precedentes artículos.

VIII. El poder executivo está encargado de hacer pasar á las colonias una fuerza armada sufi-

. (173) cíente, y compuesta en gran par- te de guardias nacionales.

IX. Inmediatamente después de su formación é instalación las asambleas coloniales darán, en nombre de cada colonia , su voto particular sobre la constitución, legislación y administración, que convienen á su prosperidad y al bien de sus habitantes, baxo con- dición de conformarse á los prin- cipios generales , que ligan las co- lonias á la metrópoli y que ase- guran la conservación de sus in- tereses respectivos, conforme á io prescrito por decreto de 8 de Marzo de 1790 y la instrucción de 28 del mismo.

X. Luego que las colonias liu- vieren dado su voto, lo harán lle- gar sin dilación al cuerpo legis- lativo. Nombrarán también los re- presentantes que se hayan de reu- nir en la Asamblea nacional, si-

(174) guíendo el número de proporción que aquella determinase, con pre- sencia de las basas que su junta colonial está encargada de presen- tarle.

XI. Dicha junta está igual- mente encargada de presentar con freqüencia á la Asamblea nacio- nal un proyecto de ley para ase- gurar la execucion del presente decreto en las colonias asiáticas. Xíl. La Asamblea nacional deseosa de socorrer la Isla de San- to Domingo , pone á disposición del Ministro de la marina una su- ma de seis millones, para hacer llegar allá las subsistencias y ví- veres, materiales de construcción, animales é instrumentos para la agricultura.

XIll. El Ministro deberá in- dicar á cada instante los medios que juzgue mas convenientes pa- ra el destino y cobranza de estos

(175) fondos, con el fin de asegurar el reembolso á la metrópoli.

XIV. Los decretos anteriores tocante á las colonias , serán exe- cutados en todo aquello que no se oponga á las disposiciones del presente."

Los personages que habían propuesto y hecho pasar el de- creto tenian todos los instrumen- tos prontos para hacerlo executar. Estos eran Mrs. Santhonax, Pol- verel y Ailhaud, hombres los mas violentos entre los Jacovinos. Se determinó darles la fuerza mili- tar que fuese necesario para ha- cer respetar su autoridad , y res- tablecer la calma en la colonia. Se hizo una entresaca rigorosa de seis mil hombres en las guardias nacionales. El Gobernador gene- ral de Santo Domingo fue llama- do á Francia , y Mr. Desparbes nombrado en su lugar. El nuevo

'if.|

(176) Gobernador se hizo á ía vela pa- ra la Isla , acompañado de trein- ta transportes. Inflamados por la avaricia y el resentimiento estos hombres no respiraban sino pilla- ge, rapiña y carnicería. En 13 de Septiembre de 1792, los comisa- rios desembarcaron en Cabo-Fran- ces. Mr. Blanchelande antiguo Go- vernador hallándose á la sazón en contextaciones con la Asamblea colonial, fue arrestado al momen- to , y enviado á Francia , para responder de su conducta en la tribuna de la nación. Pocos me- ses después de su llegada este desgraciado Gobernador fue acu- sado al Tribunal revolucionario, y condenado á muerte. El terror y la confusión entre tanto se ha- vian difundido por toda la colo- nia con la rapidez del relámpago. Todos los quarteles enviaron di- putados á los comisarios para in-

(177)

formarse de sus intenciones. Des- de luego se había traslucido el pro- yecto de hacer libres á todos los Negros, todos los partidos se ha— bian reunido para oponerse á es- ta medida. Si desde aquel momen- to los Blancos se hubieran aso- ciado por una coalición pronta é incontrastable, el Gobernador con todas sus fuerzas hubiera encon- trado mucha dificultad en salir con sus proyectos.

No obstante , los comisarios supieron oponer la disimulación al mal que les amenazaba, no solo declararon , pero aun juraron so- lemnemente que ellos no tenian intención de innovar nada en los asuntos de la colonia ; que ellos miraban la manumisión de los es- clavos como inconveniente en las actuales circunstancias. Su único objeto , decian , era reducir los Negros á su deber , y hacer exe-

12

I' ','

(178)

cutar en favor de los Mulatos el decreto de 4 de Abril. Estas en- gañosas protestaciones hicieron que ios Blancos dieran algún crédito; pero nunca llegaron á satisfacer- les del todo, Y así no tardaron mucho tiempo en descubrir que los comisarios teniaa sus conci- liábulos secretos con los xefes de ios hombres de color de diferen- tes partes de la coloniae Estos mis- mos comisarios apenas habian re- conocido su número y fuerzas, quando se declararon abiertamen- te protectores de los Mulatos y Negros. Se apoderaron de las per- sonas de un gran número de Blan- cos , confiscaron sus bienes y los enviaron á Europa so pretexto de que tenían que responder de su conducta delante de la Asamblea legislativa. El Coronel, el Tenien- te-Coronel y otros muchos Ofi- ciales, fueron de los del número

(^79) de los deportados. Lo:> Blancos in- sistieron entonces en la elección de una Asamblea colonial. En lu- gar de condescender con esta de- manda razonable y fundada en el interés público ; los comisarios se ciñeron á nombrar doce personas, de las quales seis eran Mulatos, para recaudar los impuestos , re- servando ellos el derecho de dis- poner de los fondos.

Por este tiempo el Goberna- dor Desparbes intentó protestar contra semejantes providencias: no se le respondió sino por un man-« dato de arresto, al qual supo subs- traerse por medio de una pron- ta emigración fuera de la colonia. Dos miembros de los que forma- ban la comisión interina, habien- do osado exponer una opinión con- traria á la de los comisarios, fue- ron arrestados. Mas como quiera que la mas estrecha confederación

m\

(i8o) entre hombres viciosos está pron- ta á disolverse , los comisarios se desunieron. Polverel y Santhonax estaban decididos á desembarazar- se de Ailhaud; sin embargo con- vencidos de que la desgracia del uno de ellos dañarla á los otros en el ánimo del público, lo obligaron á contentarse con tomar su paró- te del botin , y retirarse tranqui- lamente á Europa: Ailhaud se con- formó sin replicar con la volun- tad de sus compañeros. Habien- do logrado de este modo el que- dar libres de un hombre que tan importuno les era , se hallaban á los principios del año de 1793 en posesión de la vida y fortunas de todos los Blancos de Santo Domin- go, podian á su albedrio saciar su venganza ó satisfacer su codicia.

El estado en que se hallaban los negocios públicos de Francia con motivo de la guerra declara-

(i8i) da á ía Gran-Bretaña y Oíanda, hizo necesario llamar la atención á la situación de Santo Domingo. Envióse un nuevo Gobernador sin retirar los poderes de los tres Co- misarios : Mr. Galbaud fué esco- gido para esta misión. Se dio or- den de poner la colonia en esta- do de defensa contra las empre- sas del enemigo. Con gran satis- facción de los Blancos llegó Gal- baud al Cabo-Frances en 7 de Ma- yo. Toda la ciudad lo recibió en medio de los aplausos. Pasó in- mediatamente á la municipalidad^ prestó el juramento acostumbrado^ y entró á exercer sus funciones. Los Comisarios civiles fomenta- ban en este momento una insur- rección en el distrito del Oeste: Mr. Galbaud les intimó la orden de regresar á Europa, y de ir á tomar las instrucciones del poder executivo. Después de varias con-

(I82)

rextaciones con el Gobernador, ellos hicieron manifiesta una ley del 14 de Abrii de 92, artícu- lo I 5 5 la qual prevenia que nin- guna persona que tuviese propie- dades en la Isla, pudiera exercer en ella funciones públicas hasta el perfecto restablecimiento del buen orden. Como Mr. Galbaud tenia en Santo Domingo un plantío de café , le preguntaron si habia ins- truido al gobierno francés de es- ta circunstancia, á que no dio res- puesta. En consecuencia los co- misarios le intimaron se embar- case para Francia en la Gavarra la Normanda ; dieron el empleo de Gobernador general á Mr. De- lasalle que tenia el mando de Puer- to-Príncipe.

Los dos partidos emplearon sie- te dias consecutivos en intrigar. El hermano de Galbaud , mozo de un valor distinguido, juntó toda

(i83) la gente que pudo, los otros des- embarcaron el 20 de Junio, y acometieron la posada misma del Gobernador. Se siguió de esto una acción vigorosa y sangrienta. Los marineros á las órdenes del jo- ven Galbaud habiéndose atrinche- rado en una cantina, se embriaga- ron en ella completamente y se pu- sieron incapaces de obrar j de mo- do que la columna fué obligada á refugiarse en el arsenal. Al día siguiente hubo algunas escaramu- zas, en una de las quales el her- mano de Galbaud quedó prisio- nero : el hijo de Polverel cayó en manos del partido opuesto. Se pro- puso cangearlos; pero Polverel respondió que su hijo estaba pron^ to á morir por la república.

Entretanto pasó una escena, de la qual ninguna descripción podrá dar completa idea. Los Negros ha- bian sido convidados por los co-

(i84) misarios á abrazar su partido , y se les prometió una amnistía é indulto general. Los xefes de los rebeldes despreciaron estas ofertas; quando^ el 21 de dicho mes á hora de mediodia, mas de 3^) esclavos sublevados penetraron en la ciu- dad de Cabo á las órdenes de un cierto Macaya que comenzó á de- gollar sin distinción los hombres, las mugeres y niños. Mientras los Blancos corrían hacia el mar in- tentando refugiarse á bordo de los navios con el Gobernador, una tropa de Mulatos les cortó la re- tirada, é hizo en ellos una horri- ble carnicería. Esta continuó con furor hasta el 23 por la tarde; ca- si todos los Blancos fueron asesi- nados, y la ciudad quedó reduci- da á cenizas. Los comisarios se salvaron en un navio de línea: la proclamación que ellos dirigieron á los habitantes de Santo Domin-

(i80 go prueba , que eran cómplices en el alboroto. Tal fué la suerte de Santo Domingo, Isla en otro tiem- po tan rica y tan floreciente.

CAPITULO X.

^e resultas de la catástrofe que acabamos de referir, el Goberna- dor y otras muchas familias ricas que hablan tomado asilo en las embarcaciones, huyeron precipi- tadamente á la América, en don- de se les concedió la hospitalidad mas generosa. Antes del 21 ya se hablan verificado emigraciones considerables en todos los quar- teles de Santo Domingo. Se cal- culan al pie de io2) personas las que pasaron á los Estados-Unidos; y otras muchas se refugiaron á la Jamayca. Los colonos mas ricos y poderosos vinieron á Inglaterra, suplicaron al gobierno envíase una

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'(t86) esquadra á tomar posesión de la Isla , asegurando que todos los Blancos correrían veloces á poner- se baxo el amparo del pavellon británico. La guerra que estaba comenzada permitía formar pro- yectos sobre Santo Domingo. En efecto, por el verano de J793 uno de dichos colonos recibió des- pachos para el General Willíamson, Comandante en xefe de la Jamay- ca. Se daba á este Oficial la orden de partir con todas las tropas de que pudiera disponer ; de concluir una, capitulación con los habitan- íes de Jamayca , y de tomar ba- xo su protección á todos aque- llos que se rindiesen voluntaria- mente. El colono habiendo cum- plido su comisión, envió un agen- te para preparar los ánimos de los habitantes á recibir sus nue- vos defensores.

Los Ingleses tuvieron que lu-

(i87) char contra grandes ¿ificultadest los comisarios se habian llevado consigo 69 hombres de tropas^ Habia antes en la colonia 14 ó 1 5¿) hombres de milicia efectiva; y de- be añadirse á este número una ban- dada de Negros furiosos y deses- perados. Así un exérclto de 22^ hombres acostumbrados á aquel clima, se hallaba en la Isla de San- to Domingo. Es verdad que él es- taba disperso por toda la super- ficie del país; pero para remediar este inconveniente, los comisarios proclamaron la abolición de la es- clavitud, y convidaron á todos los Negros á reunirse baxo sus ban- deras. Una muchedumbre inmensa seducida con esta proclama , en vez de reunirse á ios comisarios, se retiró á los bosques, y allí for- mó el exército mas temible. Au- mentaban su número diariamente, y se mantenían en la defensiva,

(i88) viviendo de las producciones es- pontáneas de la tierra y del exerci- cío de la caza. Cerca de Ne- gros revoltosos de la provincia del Norte hablan escapado hasta en- tonces del hambre y de la espa- da; estaban igualmenre dispues- tos á combatir con los Franceses ó con los Ingleses. Ya hemos di- €ho que un gran numero de co- lonos habían salido para el con- tinente Americano ; algunos que- daron con la esperanza de hacer renacer la paz y la tranquilidad: por el contrario una porción de aventureros que se acababan de apoderar de las habitaciones de- siertas , tenían ínteres en que vol- viese el buen orden y subordina- ción. Los colonos franceses en ge- neral, no parecían tener mucho afecto al gobierno británico ; se- gún toda apariencia el número de Blancos que entonces se unieron

(i89) á los ingleses no excedía de 2^. De todo resulta , que la su- misión de Santo Domingo era un obieto mucho mas serio de lo que se creia en Inglaterra. Hay también

razones para pensar que el Gene- ral Williamson habia sido enga- ñado por las promesas exagera- das de los colonos, y con la es- peranza de recibir socorros de hn- ropa. Gracias á esta cruel ilusión el exército destinado á poner una colonia tan extensa , tan intere- sante baxo el poder de la corona inglesa, consistía solo en 870 hom- bres La primera división com- puesta de 677 soldados á las ór- denes del Teniente-Coronel Whi- teloke partió de Puerto-Real en la Jamayca, y desembarcó en Jere- mías el 19 de Septiembre de i793; Iba comboyada por la esquadra del Commodoro Ford nuevamente lle- gada de Europa. Los ingleses to-

(I90) máron posesión de la ciudad al punto que desembarcaron: el Com- modoro sin detenerse se hizo á la vela para el Puerto de San Ni- colás; se apoderó de él y puso guar- nición de la compañía de grana- deros y cinco compañías de la Jamayca. Estas rendiciones que sucedieron sin riesgo ni daño, \í^ songeáron mal á propósito las es- peranzas de los ingleses ; porque á la verdad estos puestos eran de poca importancia. El Coronel Whi- íeloke se adelantó para apoderar- se del puesto cercano de Tiburón; pero unas fuerzas superiores obli- garon á sus tropas á retirarse. En esta época se llegó á declarar con violencia una enfermedad epidé- mica, é hizo un horrible estrago en los soldados de tierra y mar. El General Williamson no por eso dexó de continuar sus esfuerzos vigorosos y envió socorro á su pe-

(191)

queño exército. Con la llegada de estas tropas de refresco los colo- nos franceses se persuadieron que los ingleses trataban seriamente de conquistar á Santo Domingo ; así muchos distritos, entre ellos la ciudad de Leogano se sometieron voluntariamente. Los ingleses pro- curaron después apoderarse del Ca- bo-Tiburón, y executároneste pro- yecto con una valentía y destreza singular ; allí encontraron alma- cenes abundantemente provistos de municiones de toda especie.

Se esperaba diariamente de In- glaterra un armamento considera- ble ; pero antes de su llegada , el General Williamson quiso tomar el Accul y fortaleza importante en las cercanías de Leogano. Salióle bien su intento , aunque no sin pérdida y sin obstáculos que su- perar. Atacaron después los In- gleses la plaza de Bompard , pe-

(192)

ro tuvieron mal suceso en esta tentativa. Entretanto que esto pa- saba mas de dos mil Negros, con- ducidos por la rabia y desespera- ción, atacaron á la guarnición in- glesa de Cabo-Tiburón, pero fue- ron rechazados con gran pérdida. Esta victoria costó no obstante muy caro á los ingleses , quienes tuvieron muchos muertos y heri- dos. Lo mucho que cada dia se debilitaba el exército británico, des- de luego tan pequeño en su orí- gen, comprimía á sus aliados, y esforzaba á sus enemigos. Por lo mismo un puñado (que asi podia llamarse ) de ingleses , parecía es- tar destinado á la destrucción ; al cabo de ocho meses de haber des- embarcado , no hablan recibi- do refuerzo alguno de Europa. Ya se hallaban casi en estado de desesperación , quando en 14 de Mayo de 1 794 los navios de guer-

(^93) ra ingleses el Belicoso y el Irresis- tible con la balandra la Mosca ar- ribaron al Cabo de S. Nicolás, es- coltando una flota de transporte y gran número de tropas de des- embarco, mandadas por el Briga- dier General Whyte.

La rada de Puerto-Principe estaba cubierta de embarcacionesj cargadas de las mas ricas produc- ciones de la colonia ; se creia que por razón natural esta plaza se- ria el primer objeto de las empre- sas de la esquadra inglesa : la es- peranza general se reanimó con mas alegría que nunca. En efecto el General Whyte , después de haber dexado sus enfermos en San Nicolás , y tomado en su lugar ciento y cincuenta hombres de a- quella guarnición, se puso en mar- cha hacia la rada de Arcahaya , lu- gar destinado para concertarse con el Conmodoro Ford sobre las me-

13

h^

(i94) didas que debian tomar para salir felizmente de tan ardua y tan im- portante empresa. La esquadra in- glesa partió en 30 de Mayo de Arcahaya , y en la tarde del mis- mo dia echó anclas en la bahía de Puerto-Principe. Reunidas de este modo las fuerzas , y estando todo dispuesto para el ataque , se envió un parlamentario á intimar á la plaza se rindiese : la respuesta fué que no escucharian ningu- na proposición. Al momento co- mienzan las operaciones ; se con- tinúa durante muchas horas un fuego vivo y bien sostenido : mas viendo que el bombardeo causa pocos efectos en la ciudad , el ma- yor Spencer al frente de 300 sol- dados ingleses y 500 de tropas co- loniales, desembarcó con el fin de atacar la ciudad por la parte de tierra. Un uracan espantoso acom- pañado de truenos , relámpagos y

(195) ráfagas de lluvia que se levantó á tiempo que los ingleses estaban á corta distancia de la plaza , fué una feliz casualidad que impidió el que se les viese. Por consiguiente la vanguardia compuesta de sesen» ta hombres , mandados por el Ca- pitán Daniel , corrió al asalto del fuerte Bizotton ; y habiendo ha- llado una brecha en las murallas, entraron en él sirviéndose de las bayonetas, que fixaban en los hue- cos y junturas de las piedras pa- ra apoyarse. Ellos se apoderan del fuerte; el enemigo rinde las ar- mas y pide quartel ; el valiente Capitán Daniel queda gravemen- te herido , y su Teniente Vallace es muerto. La toma de Bizottojí decidió la suerte de la plaza : Es- ta fué conquistada el 4 de Junio. Los Ingleses fueron bastante feli- ces en impedir que la Ciudad y los navios no viniesen á ser el pá-

(196) bulo de las llamas. Los comisarios seguidos de sus partidarios se sal- varon en los bosques, llevando consigo un enorme botin.

La conquista de Puerto-Prín- cipe no fué menos útil que glorio- sa para las armas británicas : los Oficiales y soldados que sobrevi- vieron al estrago dividieron entre si el valor de los navios que se ha- llaban en el puerto. Los cálculos mas moderados valúan esta presa en la suma de 400,000 libras es- terlinas. Mas no tardaron los ven- cedores en experimentar un revés de la fortuna ; porque la peste que ya se habia llevado tantos sol- dados , volvió á comenzar sus es- tragos con mas furia. Puerto-Prín- cipe no goza de temperamento muy sano, y como los soldados por defender la plaza contra el enemigo que se habia atrinche- rado en las alturas vecinas, te-

(197) nían que excavar fosas durante el día , y mantenerse toda la noche sobre las armas ; esta alternativa de excesivo calor y frió fué sin du- da el origen de tan terrible en- fermedad. Los ingleses pues ago- viados de fatigas , sujetos á la in- temperie de un clima insalubre, segados rápidamente por la fiebre amarilla caian como las hojas en otoño. El Puerto-Príncipe no hu- biera permanecido largo tiempo en su poder , si no hubiera rey- nado la misma epidemia en las tro- pas francesas. Es verdad que la plaza recibió un refuerzo de las islas de Barlovento, pero este au- mento aparente no hizo mas que agravar su aflicción. En efecto la fragata en que habían estado em- barcadas la tropas de refresco vino á ser la horrible morada de la pes- te. Mas de cien contagiados fue- ron arrojados al mar , y los in-

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I 1

(198)

feíices que les sobrevivieron , no hallándose en mejor estado tu- vieron necesidad de descansar. En el espacio de dos meses quarenta Oficiales y seiscientos soldados in- gleses fueron víctimas de una muer- te anticipada.

El General Whyte habiendo perdido toda esperanza , y viendo quebrantada su salud obtuvo per- miso de volver á Europa. Fué re- emplazado en el mando por el Bri- gadier general Horneck. En otra qualquiera circunstancia las qua- lidades personales de este Oficial hubieran sido un garante seguro del buen éxito de la cosa. Hablan pasado siete meses sin haber re- cibido socorro alguno de Europa. Así pues , en lugar de guiar sus tropas d la victoria y de presen- tarles laureles que conquistar, Mr. Horneck se vio obligado á man- tenerse sobre la defensiva. Para col-

(199) mo de dificultades, los Negros m turgentes se apoderaron de Leo- gano , y pasaron á cuchillo a to- dos los colonos franceses que allí se encontraban, y que habían he- cho causa común con los ingleses. En estas circunstancias , el suceso obtenido por el Coronel Bnsbane al frente de una tropa poco nu- merosa se hizo célebre en toda la colonia. Los rebeldes no solamen- te se apresuraron á someterse ba- xo su poder , sino aun á pedir su protección. Estas ventajas tue- ron bien presto contrapesadas por desgracias : porque apenas se vie- ron los Mulatos en estado de re- parar el revés que hablan sufrido, y de sublevarse , quando aprove- charon la ocasión con grande en- tusiasmo.

Rigaud , xefe de las tropas re- beldes, hizo todos sus esfuerzos por reconquistar el puesto importante

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de Bizotton. Pero aunque él lo atacó al frente de dos mil hom^ bres, fué rechazado con pérdida considerable : la de los ingleses fué menor. En esta acción el Capitán Grant y su Teniente fueron heri- dos de peligro. El General rebel- de hizo segunda tentativa para recobrar á Tiburón. Sus proyec- tos eran conocidos ; hubiera sido fácil prevenirlos, pero él no encon- tró oposición alguna en su mar- cha ; atacó el cuerpo de la plaza. El puerto fué defendido con pro- digios de valor por la barca la King, su Capitán Gray, hasta que una bala .roxa habiendo abrasado la Santa Bárbara hizo volar el buque. La guarnición de la plaza se de- fendió vigorosamente, aunque últi- mamente tuvo que abrirse paso por entre los enemigos , y tomar pre- cipitada fuga. Este acontecimien- to terminó la campaña de 1794.

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■Como se entristece el alma, inuando tiene que repasar escenas lan horrorosas de combates , es- caramuzas , asesinatos, muertes abominables , y sangre humana derramada! La tierra denegrida por las cenizas y escombros que^aun humeaban, el ayre emponzoñado de exálaciones pestilenciales esta- ban en armonía con estos exce- sos , que no tienen exemplo en los fastos de la crueldad y de la depravación. Seria necesaria mu- cha exactitud, cuidado y obser- vaciones para fixar de una mane- ra cierta el número de desgracia- dos , que perecieron en esta Isla, por los azotes combinados de la guerra, del hambre , de la peste y de las calamidades de toda espe- cie. Se cuenta que dos meses des- pués de haber empezado la insurre- cion mas de dos mil Blancos de to- da condición, de todo sexo y edad

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(202 ) habían sido víctimas del furor; que 180 plantíos de azúcar, 900 de café , algodón y añil habían sí- do presa de las llamas y que 1200 familias cristianas, nacidas en la opulencia se habían queda- do reducidas á deber á la caridad publica las necesidades de la vida. Se ha hecho también el cálculo de que mas de log) rebeldes habían perecido por el fierro ó por el ham- bre; que muchos centenares de ellos habían muerto á manos del ver- dugo, y espirado en el potro ó en la rueda , género de castigo y muerte tan cruel, tan bárbara, que no hay atrocidades ni crímenes, que puedan justificarlo en una na- ción civilizada.

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CAPITULO XL

^ acabamos de ver ía guerra y lo^ azotes que ella trae consigo des- plegar su furia contra la desven- turada colonia : ahora vamos á ex- plicar como se doblaron aun estas terribles calamidades. Las tropas inglesas, á pesar de los reveses que hablan sufrido, no se comportaban con menor valentía; en algunos pa- rases obtenían ventajas señaladas. El 2 1 de Enero de 95 Mr. Duques- ne hizo un reconocimiento en los bosques de San Marcos con un fuer- te destacamento de caballería , y la ledon de emigrados. El 22 e^^- tráron en el campo de la Moleta, donde se les recibió como un re- fuerzo que venia muy aproposi- to No debemos pasar en silencio una acción de intrepidez de cinco

(204) voluntarios del cuerpo de Dessour- ees, que pasaron el rio de Gorman; y pusieron en derrota una gabi- ^^a de los bandoleros, dexándo muertos en el campo á 15 de ellos, ■t-i 29 el General Laplante partió de Arcaya con 100 hombres pa- ra tomar puesto en la Artiboni- ía. El mismo dia , mientras que el Coronel Dessources estaba en mar- cha hacia el campo de Bellanger con un comboy de 10 carros, v una escolta de 25 voluntarios, fué atacado por una tropa de bandi- dos en el Viejo-Bac : se hallaban alh emboscados en número de 400 La pequeña escolta puso en hui- da la mfantería de los enemigos- mas habiendo gastado todas sus municiones, y viéndose cargada por la caballería , tuvo que reti- rarse. El Coronel Dessources heri- do desde el principio de la acción, íiebio h vida á uno de sus sóida-

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¿OS que le cedió su caballo. Dos Oficiales y quince voluntarios que^ dáron en el campo de batalla ; to- do el comboy fué tomado con una gran cantidad de cartuchos, y mu- niciones. , En de Febrero el Coronel Brisbane partió de San Marcos al frente de 200 hombres. Hizo alto en el campo de Gorman , en donde Mr. de Cocherel Comandan- te de la milicia fué herido en el brazo izquierdo: por la noche paso con su destacamento al campo de Bellanger. El + ¿el mismo mes a las dos de la mañana Brisbane de- este puesto para ganar el de Viejo-Bac : los bandoleros fueron instruidos de ello, y se entraron en una emboscada. Esta era la pri- mera vez que el Coronel Brisba- ne se habia querido exponer a riesgo: él estaba detrás de una ca- sa de Negros. Quiso sacar la ca-

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beza y asomarse á la esquina pa, ra ver el estrago que hacia en Jos enem,gosuntirodecañon,quan- do en el mismo instante recibió en a frente un balazo de fusil, que lo tendió por tierra frió cadáver :^ntro en su lugar el Coronel -Dessources 5 pero era tan gran- de el desaliento y consterntcion de las tropas, que hubo de dar orden de retirarse. El desgraciado Bnsbane fué el único soldado que muño en este encuentro. Trasla- darota el cuerpo á San Marcos, y le dieron sepultura en el fuerte Wdhamson. Era este un excelente «Jíicial que gozaba de la confian- za pubhca, y cuya muerte prematu- M no causó menos pesares, que quanto hablan excitado de admi- ración su valor y su buena con- ducta. En una coyuntura tan crí- . íica esta pérdida quitaba á la In- glaterra un Oficial hábil é infati-

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gable , que se habia merecido por su bondad el afecto de quantos estaban baxo sus órdenes. Se die- ron priesa á enviar avisos á la Jamaica y á Puerto-Principe. Des- pués de haber recibido estas noti- cias el General Horneck y el Ma- yor Bradshaw marcharon á San Marcos , y éste último sucedió á Mr. Brisbane en la plaza impor- tante que aquel ocupaba. En ^ el mismo momento en que habían perdido un General tan útil, la fiebre amarilla hacia los mas rápido^ progresos. Puerto-Príncipe fué de nuevo atacado por los Negros re- beldes ; mas ellos fueron derrota- dos , y muerto un gran número. Dos dias después los ingleses hi- cieron una salida, obligando á los sitiadores á entrarse en su campo y haciendo prisioneros á tres de sus desertores. En Cabo-Tiburoa se suscitó una insurrección entre

(loS) los Negros que hacían parte deí exército republicano del General Mulato Rigaud. Después de em- peñada una acción sangrienta que duró cinco horas , fué obh'gado á retirarse á los Cayes con la gente de Color que mandaba. Esta re- volución tenia por origen la muer- te de un Gefe de los Negros, á quien Rigaud había mandado ar- cabucear.

Los ingleses sacrificando poca gente, y haciendo sufrir á sus con- trarios una pérdida considerable, tomaron la ciudad de Mirebalais en 30 de Agosto. Los habitantes se reunieron al punto baxo sus ban- deras , y fueron destinados á es- coltar hasta Puerto-Príncipe un comboy importante de provisiones de boca y municiones. Mr. de la Chause quiso tomar por asalto puerto de la Roca , plaza bien for- tificada , de que se habían apode-

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rado los rebeldes. Como él habiíi recibido un refuerzo de 300 hom- bres , y algunas piezas de artille-^ ría , los rebeldes á su vista eva- cuaron suspuestos inmediatamente. Hubo en los contornos distintas es- caramuzas con los rebeldes , y en todas fueron batidos. Este buen éxito de cosas contribuyó á res- tablecer la tranquilidad en aquel quartel. Por la primavera de 1796 los dos partidos ingles y francés recibieron cada uno por su par- te diferentes refuerzos. A fines de Abril una esquadra inglesa con 400 hombres á bordo , vino á ata^ car el fuerte de Leogano , que los franceses tenian en su poder; pero la fuerza superior del enemigo los obligó á retirarse 5 después que aU gunos bastimentos de la escuadra sufrieron daños de bastante con^ sideración. El verano comenzó coa apariencias de una destrucción es-

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pantosa; todo anunciaba una gran- de mortandad debida á los pro- gresos de la fiebre amarilla.

El General Negro Toussaint- Louverture habia bloqueado el puerto de Bompard , con esperan- za de reducirlo á su obediencia. Los ingleses hicieron dos tentati- vas para socorrer la plaza , pero fueron infructuosas ; los combo- yes quedaron interceptados , y sus escoltas despedazados. Mejor su- ceso tuvieron sus armas en el cam- po de Mirebalais , en el qual el exército ingles habiendo hecho una retirada en falso, atraxo á una em- boscada al de Santos-Louverture que constaba de 1200 hombres; solo 100 de ellos pudieron sal- varse , quedando los demás muer- tos ó prisioneros. Victoriosos los ingleses prosiguieron sus venta- jas , y adelantándose á doce le- guas de allí derrotaron muchos

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campamentos enemigos , y lleva- ron gran cantidad de municiones. Los Negros intentaron un ataque contra San Marcos , pero fueron batidos y rechazados con pérdida. Por este tiempo fué quando la Corte de España renunció en fa- vor de los franceses sus posesio- nes de la parte española de la Is- la de Santo Domingo , de que re- sultaron nuevas inquietudes en aquellos colonos. Las tropas in- glesas, baxo el mando de un Ge- neral valiente y experimentado Mr. Bowyer consiguieron dar á los ne- gocios de esta Isla una vuelta su- mamente ventajosa. Será bien ob- servar aqui 5 que las relaciones dadas sobre la situación general de Santo Domingo en esta épo- ca, y las observaciones que se hi- cieran con este motivo en el Regis- tro anual , obra periódica publi- cada en Londres, parecían ser el

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resultado de los informes y ave- riguaciones mas exactas.

La colonia de Santo Domin- go la mas preciosa que poseía la Francia, el principal origen de su prosperidad comercial , se halla- ba en un estado de confusión que hacia inútiles todos los esfuerzos que podian practicarse para resta- blecer en ella el orden y la tranqui- lidad. Los Negros y Mulatos se ha- bían hecho los soberanos dueños de ella; la mayor parte de los propie- tarios estaban arruinados sin ar- bitrios. Sus bienes se hallaban en- tre las manos de sus antiguos es- clavos. Como estas gabillas de Ne- gros estaban armadas , su núme- ro hacia imposible toda resisten- cia. Los soldados elegían ellos mis- mos sus xefes : en poco tiempo aniquilaron toda especie de vesti- gios de un gobierno reglado: ellos se apoderaron á viva fuerza de una

parte considerable del distrito del Sud , en el que se proclamaron pueblo libre é independiente. A los comisarios franceses les era dificil poderlos reducir á la obediencia: y no hicieron poco en conservar la autoridad de la república en los quarteles del Norte. Para col- mar la medida del desorden, mu- chas de las plazas mas importan- tes de la Isla , estaban ocupadas por los Ingleses , á quienes los mismos colonos hablan llamado para defenderlos contra la tiranía de los comisarios franceses. En consideración de este socorro, ellos hablan transferido á la Gran Bre- taña la sumisión que debían á la Francia. Una y otra nación no se hallaba entonces en estado de con- servar mucho tiempo el poder en la Isla de Santo Domingo. La emancipación de los esclavos or- denada por la convención, habla

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excitado entre los Negros un es- píritu de desobediencia que se transformó por grados insensibles en motin y alboroto. Por otra par- te los ingleses jamas hablan teni- do en esta Isla bastantes fuerzas para hacer progresos señalados. Las continuas enfermedades de la especie mas funesta hablan corta-» do sucesivamente todos los socor- ros venidos de Inglaterra casi a! tiempo de su llegada. En efecto, jamas la extravagancia de con- fiar tropas europeas á unos cli- mas destruidores se manifestó de una manera mas terrible que en las mortandades prodigiosas , que no cesaron de ser el resultado de esta expedición tan infructuosa co- mo mortífera.

A mas de esto los Negros y Mulatos habían hecho tan rápidos progresos en la táctica europea, en el arte de atacar y defender,

que su número, su destreza en ma- nejar las armas, su perfecto conoci- miento en el país, los ponían com- pletamente en estado de rechazarlas fuerzas mas considerables, y man- tener su independencia, á pesar de todos los esfuerzos que se hiciesen para extinguirlos. Tal es la exten- sion de Santo Domingo , que no podia salir bien ninguna empre- sa, sino enviando un exército for- midable : pero la experiencia de todos los tiempos tiene acreditado Guan impracticable es el conser- var mucho tiempo la existencia y la salud de los europeos después de su desembarco, para executar con eficacia semejante proyecto.

El ano de i797 comenzó por acontecimientos de la mas grave importancia. Se había sabido de oficio que por el tratado de paz celebrado entre S. M. C. yla Re- pública francesa , la España ha-

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bia cedido á esta la parte de ter-» ritorio que poseía en Santo Do- mingo. Desde aquel momento em- pezaron á desplegarse las miras ambiciosas de Santos-Louverture, y á manifestarse enemigo de la Francia, el que antes habia dado pruebas de serle fiel. El deseo de apoderarse de la parte española cedida á los franceses, le hizo rom- per los vínculos mas sagrados y cometer los excesos mas horribles. Por otra parte, como el Gobierno francés le habia nombrado Gene^ ral en xefe de los exércitos de la Isla , con este cargo quedaron á disposición suya todas las fuer- zas de la colonia ; y desde enton- ces pensó ya en asegurar su in- dependencia. En el mes de Abril el exército de Louverture habien- do evacuado de improviso el Mi- rebalé se apoderó del Gran-bos- que, mientras que las fuerzas apos-

tadas de la parte de Leogano con- tinuaban un vivo cañoneo contra el puesto de Grenier.

Como las tropas de Santos re- cibían diariamente refuerzos , era evidentemente imposible disputar- le el paso en el llano ; en con- secuencia de esta observación el Barón de Montalembert evacuó el puesto de Thomaceau á ori- llas del Gran-bosque. El Coronel Dessources se puso al frente de un cuerpo de 2^ hombres : se to- maron todas las precauciones pa- ra la defensa de la Arcaya; en una palabra se emplearon todos los ar- tificios propios á hacer una diver- sión del enemigo. Este fué echa- do de sus diferentes puestos con una pérdida considerable. El de San Lorenzo fué defendido con mas vigor que ninguno; la muer- te del Ayudante mayor Pouchet, que tuvo la desgracia de ser he»-

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rido dirigiendo el ataque de Je- remías, esparció la confusión en- tre las tropas inglesas : no se lo- gró tomar el puesto hasta que se presentaron tropas de refresco con artillería. La dilación ocasionada por la resistencia de San Loren- zo obligó al General á dexar pa- ra el dia siguiente el ataque de la batería. Llegado el dia , Santos- Louverture desembocó en el lla- no , y se adelantó por la parte que llaman la Cruz de los rami- lletes ^ dirigido por una voz va- ga de que este puesto importan- te debia ser abandonado desde lue- go que el se presentase. Su ca- ballería vino á trabar escaramu- za con la del Conde Manoux: este oficial habiendo reunido todas sus tropas cargó sobre el enemigo con vigor, lo derrotó y persiguió hasta las montanas. Al mismo tiempo el Capitán Couchet, Comandante

del navio ingles el Avergavenny, se puso con algunos Qtrosbasu- nientos armados á hacer el cru- cero delante de Leogano i blo- queó este puerto é hbo diferentes Lvimientos con el fin de atraer por aquella parte la atención del

enemigo. , ^

En la mañana del 17 «1 <-<'- ronel Dessources marchó con sus tropas atravesando un país en ex- tremo áspero, escabroso y casi in- transitable, á fin de rodear la iz- quierda de la batería enemiga. Ue- anticipadamente tropas en las alturas de San Lorenzo para ase- gurar su retirada. Acercándose a la batería y al parapeto que ser- via para defenderla , advirtió no sin sorpresa que el Teniente-Co- ronel Dessaixes al frente de otra división se habia ya apoderado de las alturas por la parte de alia del enemigo. Después de una re-

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sistencía infructuosa íos Negros tomaron la fuga, y dexáron a! Coronel Dessources en posesión de su batería , fruto de muchos meses de trabajo. Durante un año entero se sucedieron unos á otros varios acontecimientos de igual clase á íos que acabamos de descri- bir. Los dos partidos fueron al- ternativamente unas veces venci- dos, otras triunfantes; pero des- pués de todo, la suerte se deci- dió por los Negros y Mulatos, que ademas de la inmensa y casi in- calculable superioridad de núme- ro, lograban la ventaja en el cli- ma , en sus largas posesiones, su completo conocimiento del pais, y en fin por su instrucción sucesi- va en el manejo de las armas. Lo mas que podía hacer un pu- ñado de ingleses, era señalarse por rasgos de disciplina y de valor- pe- ro en orden á esto los Negros y

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la gente de color les eran rlva- les Estos temibles enemigos ad- quirieron muy pronto el conoci- miento de la táctica europea , y se vieron en estado de insultar el poder y los medios de las nacio- nes civilizadas.

El resultado difinitivo de es- tas luchas sangrientas, fué que en 1798 las tropas británicas fueron obligadas á evacuar á Santo Do- mingo, y á llevar consigo todos aquellos colonos franceses que ha- bian querido seguir la fortuna de las armas británicas. Esta evacua- ción se verificó en el mes de Ma- yo; las condiciones fueron arre- gladas entre el Brigadier General Maitland , y el General Santos- Louverture, xefe del exército re- publicano. Las principales fueron, que todos los puestos ocupados por los ingleses serian entregados en el estado en que se hallasen ba-

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xo la reserva expresa de que el General Santos tomase el empeño solemne y positivo de respetar las vidas y fortunas de todos los ha- bitantes que quisieran permane- cer en la Isla. En seguida de esta capitulación el General Maitland antes de dexar á Santo Domingo, entró en negociación con el di- cho Santos. Fué estipulado que las producciones de la colonia se en- viarían á Inglaterra , y que en cambio recibirla manufacturas in- glesas y otras producciones de Europa. Parece que desde esta épo- ca los revoltosos estaban decidi- dos á no tener mas comunicación con el gobierno de entonces. Otra de las condiciones en que convi- nieron fué 5 que estas relaciones comerciales serian protegidas por una esquadra respetable de navios ingleses. Este tratado que recibió la sanción y aprobación del Go-

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bierno británico , puso el sello á la victoria de los Negros y Mu- latos; de suerte que después de muchos combates, las tropas fran- cesas por si mismas fueron eva- cuando á Santo Domingo en el discurso del año siguiente.

CAPÍTULO XII.

l^a posición política de la Fran- cia en esta época , era de lo mas interesante que pueda imagmar- se. Durante todo el curso de sus turbulencias intestinas y de sus guerras exteriores no había teni- do tiempo de volver seriamente la atención hacia sus colonias. Por consiguiente Santo Domingo ha~ bia logrado en este intervalo una gran proporción para establecer y cimentar su nuevo orden de cosas. La superioridad decidida que los Ingleses supieron conser-

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(224) var sobre el mar, impidió las co- mimicaciones é hizo del todo di- fíciles las relaciones de comercio entre ia Francia y sus colonias. Hablase esparcido un rumor ge- neral de que ia Isla de Santo Do- mingo se habia substraído de la dominación de la capital y eri- gido en estado independiente. A pesar de estos rumores, el direc-^ torio de Francia envió á esta co- lonia al General Hedouville con ia dignidad de Gobernador ; mas apenas llegó quando encontró al General Santos-Louverture, cu- ya autoridad no conocía límites, firmemente decidido á oponerse á la execucion de algunas de sus órdenes. Después de muchos de- bates y contextaciones que pasa- ron entre ambos, el General Ne- gro se puso en marcha el 22 de Octubre al frente de un exército de 30^) hombres con la intención

de hacer embarcar á viva fuerza para Francia á Mr. Hedouville, y de proclamar la independencia de la colonia. Hedouville publicó una circular á los ciudadanos de Cabo-Frances en que les repre- sentaba, que no hallándose en es« tado de medir sus fuerzas con las de Santos , creia de su obliga- ción el prevenir la efusión in- útil de sangre humana , el saqueo de la ciudad , y la renovación de todos los horrores que habían man- chado la famosa jornada del 20 de Junio. Declaró en consecuen- cia que iba á embarcarse de se- guida para Francia á bordo de la fragata que le había conducido á Santo Domingo. Hizo al mismo tiempo la protesta solemne de que su intención había sido no hacer atentado alguno contra la líber- tad de los habitantes, si se le hu- biera permitido permanecer eu la

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colonia. En efecto., partió Hedou- ville para Francia en Enero de 99. Al dia siguiente una hora después de haber salido el General fran- cés 5 entró Santos en la ciudad de Cabo con toda su caballería, se apoderó del arsenal y del fuer- te Picolet que domina el puerto. Los prisioneros que hablan sido tomados en el fuerte del Delfín estaban detenidos á bordo de las fragatas ancladas en la rada : él exigió que todos fuesen puestos en libertad, y (jue la fragata Ma- ría Anteneta ^ como también una presa inglesa que este buque ha- bla hecho delante de la Isla de San Eustaquio le fuesen entrega- das para llevar sus despachos á Francia. El General Hedouville le concedió ambas demandas des- pués de algún examen.

Santos-Louverture al dia si- guiente de su llegada al Cabo, pu-

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blicó una proclama , por la que convidaba á la municipalidad á reunirse á él para apaciguar las in- quietudes de los ciudadanos, ase- gurándoles que no tenian de que temer de su exército , cuya disci- plina era tal, que no corria pe- ligro en que un soldado siquiera cometiese el menor exceso. Em- peñaba á mas de esto á los habi- tantes á conformarse á las leyes y á la constitución de la Repúbli- ca Francesa. Su proclama estaba concebida en estos términos.

» Ciudadanos y representantes 9?del pueblo. ¿Esperabais vosotros sjpor ventura quando el nombra- jjmiento del General Hedouville 5)al gobierno de Santo Domingo ajera un presagio de la prospe- 9>ridad que su gran reputación pro- sjmetia á este desgraciado pais; es- aperabais, digo, llegar á saber que j)él os expondría á los peligros

i!' "

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«mas inminentes, de que yo acá- í?bo de tener la dicha de preser- «varos? La copia que os acom- «pano de la carta que he diri- «gido al directorio os hará co- sjnocer quanto este agente , te- uniendo en sus manos los mejo- «res medios de hacer el bien, si «hubiera querido, ha engañado las «esperanzas de los verdaderos ami' «gos.de la libertad, indisponiendo «á todo un pueblo por sus me- «didas impolíticas, y los actos ar- «bitrarios que exerció en nombre «de las leyes , siendo estas mis- «mas el escudo de que se servia «para encender el hachón de la «discordia , y empeñar la guerra «civil que estaba á punto de dar el «estallido. No obstante esto, a fin «de excusarse de haber abando- «nado vergonzosamente su em- «pleo , os escribe á vosotros, ciu-<- íídadanos representantes , según

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•>que lia tenido la insolencia de ^^proclamarlo aquí, que yo ha- ,)bia separado la colonia de Santo «Domingo del dominio de la Fran- ,,ciai que yo habia introducido en «ella emigrados ingleses, y que „con tropas pagadas por la In- «glaterra , yo habia executado el «proyecto de independencia queha^ «cia largo tiempo tenia concebi- „do. En un asunto tan delicado «me refiero á la imparcialidad de «los dos Consejos , y á la jus- «ticia del Directorio. La tormen- «ta que resuena sobre mi cabeza „no me acobarda por cierto. In- «variable en mis principios, sin- «ceramente afecto á la Francia y «á la libertad continuaré sacrifi- «cando todos los instantes de mi «vida en asegurar la prosperidad «de Santo Domingo = Santos-Lou^

«verture."

Tal fui la actividad que pu-

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so Louverture en preservarse de toda reprehensión y vituperio, que pocos dias después de la prartida de Hedouville envió uno de sus ayudantes de campo con despa- chos para el Directorio. Entre los papeles justificativos de su con- ducta estaban el oficio de la ad- ministración municipal de Cabo- Frances á la central de la colonia, y una carta escrita por Santos á los diputados de Santo Domingo en Faris. Los oficiales municipa- les en su discurso daban á enten- der 5 que á la vigilancia de Lou- verture, á su amor á la Francia, á su país y al género humano, debia el Cabo su reposo y su se- guridad.

Durante el ano de 1800, VIIL de la República, la grande y so- berbia Isla de Santo Domingo fué desolada por una guerpa furiosa, que resultó como consecuencia de

(í30 Jas disensiones entre los dos xe- fes Rigaud , y Santos-Louvertu- re Fueron cometidas atrocidades sinnúmero por los dos partidos, Y mayormente por el de los Ne- gros Por último después de mu- chos sucesos de desastre , vino a poner fin á esta guerra cml la expulsión del Mulato Rigaud , ^ nuien Louverture obligo a embar- carse para Francia. Entretanto ha- biendo coronado las armas fran- cesas unos sucesos prodigiosos du- rante la guerra continental, sose- gadas ya las turbulencias intesti- nas con no menos fortuna , con- cluid^ la paz con todas las po- tencias europeas; esta vuelta de calma permitió al gobierno tomar medidas para la «conservación de Santo Domingo.Deseando pues por una parte dar destino á unas tro- pas endurecidas después de tanto tiempo en las fatigas de la guer-

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ra ; y por otra recobrar una tan preciosa herencia del poder fran- cés , el gobierno hizo partir ha- cia principios del año 1802 una ilota que consistia en once na- vios de línea franceses y cinco de guerra españoles , con un gran numero de transportes, llevando á bordo un exérciro de 40® hom- bres. El ruido de esta expedición que se preparó inmediatamente des- pués de firmada la paz, excitó al- guna inquietud en Inglaterra. Pa- ra disipar estos temores el gobier- no ingles 5 hizo pasar á la Jamay- ca un refuerzo considerable de na- vios y tropas de desembarco.

Después de la evacuación de Santo Domingo por los franceses, Santos^ Louverture abandonado á si mismo, se habia imaginado que la Metrópoli no se hallarla jamas en estado de oponerse á sus mi- ras. A consecuencia formó para la

colonia una constitución que se ordenaba á hacerla independien- te , aunque no se atrevió á anun- ciar abiertamente este designio. No puede negarse que habla adopta- do reglamentos muy sabios, y que muchas de sus medidas eran pro- pias á dar á la colonia una me- jora saludable. Las instituciones que creó tenían por basa tanto la moral como, la administración ci- vil. Una de las cosas en que se fixaba mas particularmente era en estimular á los casamientos legíti- mos; porque la negligencia que los incultos habitantes de Santo Do- mingo manifestaban en orden á esta institución sagrada habla produci- do los efectos mas deplorables. Po- co tiempo después de esta empre- sa debió de llegar á sus oídos la noticia de la conclusión de la paz entre Francia é Inglaterra ; sos- pechó desde entonces, que la Fran«

(^34) cía no tardaría en medir su po- der contra el suyo. Con todo líe- no de confianza en sus fuerzas creyó poder oponerse al desem- barco. En consecuencia , apenas tuvo conocimiento de esta expe- dición, quando se apresuró á ha- cer grandes preparativos. Las fuer- zas desuexércíto consistían en óoS hombres bien disciplinados: estaba abundantemente provisto de mu- niciones de guerra y de boca. Rey- naba entonces en la Isla el mejor orden y regularidad. Todos los Negros reconocidos por perezosos é indolentes eran arrestados al ins- tante , y conducidos á los plan- tíos 5 en donde les obligaban á trabajar. Se les abonaba un quar- to de los productos para pagar- les su trabajo. Santos-Louverture había amontonado en Puerto-Prín- cipe tesoros considerables : el ru- mor publico ios hacia subir á cer-

ca de quarenta millones de do- lares. El mantenia su antiguo maes- tro en Filadelfia y le enviaba tres- cientos dolares cada mes. Era es- timado de todos, y en particular de

los Blancos de la parte Francesa.

Hacia el mismo tiempo se de- ver en la Isla una insurrec- ción de las roas serias y formi- dables : un cierto Flavila era el principal motor de ella. Este hom- bre estaba resentido por creer que se lehabia hecho agravio en no darle un puesto que era el obje- to de su ambición. Algunos dis- cursos imprudentes despertaron desde luego las sospechas contra él. El Capitán Trois-Balles fue inmediatamente arrestado y con- denado á muerte. Su valor le aban- donó en los últimos momentos: el descubrió todo el compló. Estaba dispuesto por los insurgentes que él tomase el mando de la ciudad.

(236) y Flavila el de la campiña ; se debía excitar durante la noche aU gun movimiento que hiciera to- car la generala según costumbre. Esta debia ser la seña del exter- minio universal de todos ios Blan- cos y Mulatos, sin exceptuar las mugeres y los niños. En vista de la declaración de Trois-Balles fué* ron arrestados quarenta oficiales; la capital de la Isla y todos los Blancos fueron preservados de la destrucción que les amenazaba. Se puso en planta luego al punto un exército formidable baxo las ór- denes del General Sutcliff, para impedir á Flavila el que cometie- se sus depredaciones en la cam- piña Los facinerosos hablan ya comenzado la execucion de su abo- minable proyecto. Apenas se sal- vó un Blanco ó un Mulato, qual- quiera que fuese su edad ó sexo, de esta horrible carnicería. Un po-

(^37) bre anciano, ciego y en la edad de no años amigo del General Moy- ses, fué del número de las victimas. A este tiempo Santos-Louverture reunió su exército; ordenó que no se diese quartel á los rebeldes, y que fueran pasados por las armas todos cuantos cayesen en sus manos. Es- tas órdenes fueron executadas y pocos revoltosos pudieron escapar. Flavila fué cogido valiéndose de es,- tratagemas artificiosas, y al punto lo cargaron de cadenas.

A pesar de la valentía que ma- nifestaba Santos, no puede negar- se la inconstancia natural de su carácter. En efecto, mientras que él se entregaba todo á disponer los preparativos mas formidables para rechazar la invasión de los fran- ceses, parecía por otra parte que todo lo prevenía con actividad pa-- ra recibirlos como hermanos y amigos. Mas quedaron frustrados

sus designios por una insurrección que fomentó el General Moyses sobrino de Louverture. Esta revo- lución ocasionó muchas muertes y estragos; pero la prisión y la muer- te dei principal culpado volvieron á traer la tranquilidad.

La flota francesa pareció en fin delante de la ciudad de Cabo. Qualquiera que fuese la perplexi-

|(i, dad y las demostraciones equivo-

cas de Santos-Louverture antes de este acontecimiento , fue fácil reconocer después quales eran sus disposiciones para con la Metró- poli. Un exército numeroso de Ne- gros quiso rechazar á los france-

iji ses á fuego y sangre. Parte de la

ciudad de Cabo quedó reducida á cenizas, mas el llano y los cam- pos vecinos fueron preservados me- diante la actividad de las tropas y la fuga precipitada de los re- beldes. El General en xefe Leclerc

ui

(^39) envió al Gobernador ingles de ía Jamayca la noticia del recibimien- to que se le había hecho. En con- secuencia le pedia se uniese á él para efectuar la sumisión de la Is- la , atento á que el suceso de los Negros de Santo Domingo no de- xaria de excitar á la rebelión á los de las otras colonias. Presentare- mos al lector una copia de la pro- clama pacifica que el Genenü en xefe dirigió á todos los habitan- tes de la colonia ; debiendo ob- servar para inteligencia de un pa- sage de dicha proclama que el go- bierno francés á fin de dar á San- tos-Louverture un testimonio na- da equivoco de sus miras bienhe- choras y de conciliación , le ha- bla vuelto á enviar en la flota de la expedición sus dos hijos, que ha- blan estado en Francia recibien- do una educación conveniente al rango que ocupaba su padre.

(240)

Proclamación del General LechrCj Capitán General Comandante del exército de Santo Domingo. En el quartel general de Cabo el iS plu- vioso año X. (17 de Febre-^ ro de 1S02.)

^^Acabo de llegar aquí, en nom- !»?bre del gobierno francés, á traer «ros la paz y la felicidad; temía «encontrar obstáculos de parte de «los xefes de la colonia por sus «miras ambiciosas , y veo que no j^me he engañado. Estos xefes que í?anunciaban su devoción á laFran- «cia en todos sus escritos, en na- 9?da pensaban menos que en ser 7?franceses ; si ellos hablaban al- «guna vez de la Francia , era por «no creerse aun en disposición de «desconocerla abiertamente. Hoy «sus intenciones pérfidas han si- «do descubiertas. El General San-

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55tos me había enviado sus bijas 3)Con una carta , en la qual ase- jjguraba que nada desearía tanto «como la felicidad de la colonia, 3>y que estaba pronto á obedecer «todas las órdenes que yo le die- jjse. En efecto , le mandé venir á «presentarse delante de , em- «peñándole mi palabra de emplear- «lo como mi Teniente General : no «respondió á esta orden sino por «frases ambiguas , queriendo con «esto ganar tiempo. Tengo órde- «nes de mi Gobierno para hacer «que reynen prontamente aqui la «prosperidad y la abundancia. Si «yo me dexase entretener por sus «rodeos astutos y pérfidos , la co- «lonia vendría á ser el teatro de «una larga guerra civil. Desde aho- «ra entro en campana , y haré co- «nocer á este rebelde qual es ía «fuerza del Gobierno francés. Des- «de este momento no deberá ser

i6

35á los ojos de todo buen francés jjque habita en Santo Domingo, 5)SÍno un monstruo insensato. He 3?prometido á los habitantes de la 3)colonia la libertad, y sabré hacer «que gocen de ella t.haré respetar jjlas personas y las propiedades. jjAsí pues ordeno lo siguiente.

Art. i. »>El General Santos- 3)Louverture , y el General Cris- ??tobal quedan puestos fuera del 3)privilegio de la ley ; y se pre- 3)viene á todos los ciudadanos los 3?persigan , les vayan al alcance, 3)y los traten como rebeldes á la 3?República francesa.

11. jjDesde la fecha del dia en 3)que la armada francesa ocupe un 3jquartel , todo oficial , tanto civil 9)Como militar , que obedeciere á 3)0tras órdenes que á las de los 3)Generales de la República fran- 3)cesa , que yo mando en Gefe, 3jserá tratado como rebelde.

(243) III. j>Los agricultores que han „sido inducidos ea error, y que 5,engañados por las pérfidas insi- «nuaciones de los Generales rebel- «des hubiesen tomado las armas^ 3»serán tratados como niños cega- «dos por el engaño; y se les hará volver al cultivo, siempre que no jjhayan contribuido por á exci- 5)tar la sublevación.

IV. wLos soldados de las me- ajdias- brigadas que abandonaren „el exército de Louverture , ha- jjrán parte de la armada francesa.

V. "El General Agustin Cler- 5,vaux, que manda en el departa- amento de Cibao , y que ha reco- jjnocido el gobierno francés y la «autoridad del Capitán General, „se mantendrá conservando su «grado y comandancia.

VI. «El General xefe del es- «tado mayor hará imprimir y «publicar la presente proclama-

lil.

(H4-) íjcion. = Leclerc. " =

Los franceses ansiosos de re- conquistar esta preciosa colonia obraron prodigios de valor. Se a- poderáron desde luego de las prin- cipales fortalezas que defendían la costa, á fin de asegurar las comu- nicaciones con la Europa. El Ge- neral Kervelegan entró en Santo Domingo al frente de un cuerpo de tropas considerable. Los espa- ñoles que en aquella época tenian concebido un odio inveterado á Santos-Louverture y á sus parti- darios 5 lo recibieron con grandes aclamaciones. El General Boudet y el Contra-Almirante Latouche- Treville , llegaron el 1 5 de Febre- ro delante de Puerto-Principe. La fragata la Guerrera fue despachada para llevar la proclamación del gobierno. El General Boudet en- cargó á uno de sus edecanes de xin mensage para los oficiales ci-

(H5) viles y militares ; tuvo favorable acogida en el General Age ; pero los Negros y Mulatos no tardaron en sospechar de su General que era Blanco. Al cabo se sublevaron y pidieron que el mensagero fue- se detenido ; que se apoderasen del bastimento que lo habia con- ducido y de su equipage. Por con- siguiente el General Age se vio obligado á advertir á Boudet que su autoridad no habia sido reco- nocida; y que asi la primera ten- tativa de un desembarco seria la señal del degüello de los Blancos y del incendio de la ciudad.

Al dia siguiente de madruga- da desembarcó el General Boudet por la costa de Lamantin , sin ihallar resistencia. Estableció sus puestos avanzados delante del fuer- te Bizorton. Luego que el Coman- dante supo que la columna que se adelantaba era francesa y com-

(246)

puesta de tropas republicanas, su- plicó á sus gentes aguardasen las órdenes del General Dessalines; mas en este intervalo los oficiales y la guarnición salieron y vinie- ron á unirse al exército francés; muy pronto quedó ocupado el fuer- te por un destacamento francés. El exército se dirigió á Puerto- Principe 5 y en su marcha encon- tró un cuerpo de quatro mil Ne- gros ordenados en batalla delante de la puerta de Leogano. Un ba- tallen se adelantó , y fue envesti- do de una granizada terrible de balas : dióse la señal de ataque. La sesenta y ocho media-brigada forzó la puerta , y se halló bien pronto en medio de la ciudad con los fugitivos El ayudante coman- dante Darbois ganó el fuerte Jo- sef , que estaba defendido por qua- tro mil Negros : el fuerte nacio- nal fue evacuado , el de Biocow

(M7)

se rindió igualmente , quedando ocupadas todas las baterías de la costa por las acertadas disposicio- nes del Contra Almirante Latou- che. Los ayudantes Lacroix , Du- hesme y Ducós fueron levemente heridos : la ciudad no sufrió daño alguno. Todos los almacenes , y también la caxa militar cayeron en poder de los franceses. Los Ne- gros llevaron consigo un gran nú- mero de Blancos, entre los qua- les estaban Mr. Sabe , Ayudante del General Boudet , y la tripula- ción del baxel. El 20 el General Boudet ocupó á Leoganoy la Cruz de los Ramilletes. El General Hum- bert , enviado con dos navios al Puerto de la Paz , efectuó su des- embarco : se adelantó tres leguas tierra adentro , y tuvo diferentes combates.

El General Clervaux, Coman- dante del distrito de Cibao (de la

(248)

parte Española) y que ocupaba interesante puesto de Santiago , vi- no á prestar su sumisión. E( her- mano de Santos- Louverture que estaba en Santiago , y comandaba toda la parte Española, fue arro- jado de allí. General Leclerc envió una media brigada para re- forzar á Clervaux , á fin de esta- blecer un cordón de tropas á lo largo de la parte Española. En la acción del Puerto de la Paz ua destacamento de cien soldados y ios oficiales de la fíota , se distin- guieron de una manera que me- reció los mayores elogios. El Te- niente de Artillería Mesoe , el Al- férez Bourdembach , y el valiente Gelin fueron muertos; los Tenien- tes Lívenard y Hosamel recibieron heridas peligrosas.

A pesar de los endebles me- dios con que se encontraban los franceses ^ comparados á los de

(249) sus enemigos , supieron defender una extensión inmensa de pais, y mantener en ella el orden y la tranquilidad; los labradores mis- mos persiguieron á los incendia- rios, y llegaron á suministrar á la armada los socorros que necesi- taba. En pocos dias una cadena de felices acontecimientos hizo mi- rar como muy probable la re- conquista de esta importante co- lonia. Cada vez iban tomando los franceses en ella mayor consisten- cia ; recibían refuerzos , y veían disminuir sus peligros. Encontrá- ronse 2,30o2) francos en la caxa militar de Puerto-Principe, y San- tos-Louverture tuvo la audacia de pedir se le devolviesen. Entre aque- llos mismos , á quienes mandaba, se suscitaron murmuraciones con- tra él; 700 Mulatos presentaron al General francés una petición solici- tando los tomase baxo su protección.

lil

(■250)

CAPITULO XIIL

ül Lector ha dexado la hermosa colonia de Santo Domingo en una situación interesante. Ha visto á 2os Negros servirse con ventaja de su conocimiento en el pais , en los diferentes encuentros con los franceses , y portarse con toda la energia y violencia de unos hom- bres , que combatían por la liber- tad : ha visto por otra parte al exército francés mostrar aquel fue- go y valor intrépido , que habia ya manifestado en el continente; esforzándose todos quantos lo com- ponían á recobrar su antigua do- minación en esta Isla. El presen- te capitulo ofrecerá aun los mis- mos rasgos, y un quadro casi igual.

En efecto , mientras pasaban estos sucesos , la división del Ge-

ncral Desfourneaux marchó hacia el Limbé ; la del General Hardy se adelantó por el lado de Grand- Boucan, y de los bosques, a tiem- po que la de Rochambeau se pu- 0 en movimiento haca la Tene- ría , y el bosque del Alma. Un corto destacamento sacado de las cruarniciones de Cabo-Frances y Puerto-Delfin marchó a ponerse sobre los puntos importantes de Petit-Trou, Velliere, y Santa Su- zana. Todos estos cuerpos^ de tro- pas tuvieron grandes dificultades que vencer, por la ventaja que los

rebeldes tenian en el conocimien- to práctico del terreno. Asi es que estos se retiraron á los bosques im- penetrables, que circundan los va- lles , y luego que eran rechaza- dos en alguna acción , encontra- ban allí un asilo seguro. Al cabo las tropas francesas se apoderaron de todos los puntos , á los quales

habían atacado. La división de Des- fourneaux ocupó el puesto de Don- rion lade Rochambeau el puesto Kaíaeí ; así estas como la de Har- dy batieron al enemigo con una impetuosidad sin igual. Es precia so conocer perfectamente el pais para formar justa ¡dea de los obs- táculos que nacian á cada paso en la marcha de los vencedores. •No hay sitio alguno en los Alpes, que pueda compararse con la as> pereza de las simas y bosques de la isla de Santo Domingo. La di- visión de Desfourneaux se abrió sin oposición paso hasta Plasencia : es- te distrito tenia por comandante a Juan Pedro Dumesnií hombre de excelente carácter, el qual apro- vechó la primera ocasión de tener ima conferencia con el General Desfourneaux. Tenia baxo sus ór- denes 200 hombres de caballería, y 300 de infantería, y desde lúe-

(M3) go manifestó la resolución genero- sa de salvar á su pais , á despe- cho de Santos Louverture, que ha- bía mandado talarlo todo á san- gre y fuego. El General Hardy marchó contra la Marmelada : an- tes de su llegada y se apoderó del bosque y breñas de Borspon , una de las posiciones mas formidables que el General en Xefe habia ata- cado desde que estaba en la car- rera militar. Esta división de Hardy ganó á bayoneta calada el, puesto de la Marmelada , aunque estaba defendido por el mismo General Cristóbal en persona , el qual te- nia baxo sus órdenes 1200 sol- dados de tropas regladas , é igual número de paisanos : todo se rin- dió á la impetuosidad francesa.

Por su parte Rochambeau se apoderó del puesto de San Mi- guel 5 de la Marca de la Roca^ y poco después vino á reunirse al

I

(^54) General en el sitio que llaman San Rafael. La intención del ene- migo era defender los cantones de Ennery y de los Gonaibas ; por lo mismo el General en Xefe le si- guió el alcance en esta posición, todo quanto le fué posible. Y así envió al General Debelíe al Puer- to de la Paz con un destacamen- to numeroso, dándole orden de apretar vivamente al enemigo , y de atraer al Xefe Negro Maurepas, hacia el distrito de Gonaibas. Es- te rebelde tenia consigo 4^) sóida- dos, y otros tantos paisanos, atrin- cherados á dos leguas del Puerto de la Paz en el estrecho paso que llaman de Tres-Rios. El General en Xefe entendía que era de gran- de importancia el destruir este cuerpo de tropas, que habia con- seguido algunas ventajas sobre el General Humbert. En consecuen- cia dio órdenes al General Bou-

det de marchar por el Mirebalals, á fin de cortar la retirada al ene- migo , y batirlo en los Gonaibas. El destacamento de Debelle mar- chó también al encuentro del Ne- gro Maurepas. La división de Bou- det , al salir de Puerto-Principe pasó hacia el sitio que tiene por nombre la Cruz de los Ramilletes y al acercarse á él , los Negros le pusieron fuego. El General rebelde Dessalines , Comandante de aquel distrito, fingió retirarse á la mon- tana de Bosque-Grande ; mas, usando de una marcha acelerada se adelantó por el lado de Leo-- gano , después de haber pasado por la Montana Negra. Boudet no juzgando acertado alejarse de es- te interesante punto , envió 1 500 hombres á las órdenes del Ayu- dante Arbois, con el fin de obli- gar á Dessalines á la retirada , y exigir la sumisión del General Ne-

(.56) gro Laplume. Esta providencia tan acertada fué la que salvó al De- partamento del Sud. En efecto Des- salines se retiró con sus tropas á la montana de Bosque-Grande, y Laplume envió al General en Xe- fe un certificado de su sumisión al Gobierno francés.

Ennery, puesto muy impor- tante 5 estaba defendido por Cris- tóbal, cuyas fuerzas consistían en 1 2) hombres de tropas regladas, y I200 paisanos : mas los france- ses siguiendo su costumbre lo ga- naron á bayoneta calada. El cau- dillo Cristóbal se retiró al plan- tío de Bayonnai; allí fué persegui- do, y desbaratado, tomándole to- dos sus efectos , y dexando 200 hombres muertos en el campo de batalla. La división de Rochambeaii -entró en el barranco nombrado de Culebra. Allí Santos-Louverture al frente de su guardia , compuesta

(^57) de I 500 granaderos , y teniendo ademas 1200 hombres escogidos de entre los mejores batallones de su exército, y 400 dragones, se creia en e^^tado de poder resistir. Di- cho barranco está cercado por to- dos lados de un modo singular: tiene por flancos unas montañas, cuyas cumbres están cubiertas de bosques; allí había colocados mai de 200 paisanos armados, á mas de las fuerzas de que acabamos de hablar. Los rebeldes habían amontonado materiales para es- torbar el paso 5 y se habían apo- derado de todos los puestos for- tificados que dominan el barran- co. El General Rochambeau hizo sus disposiciones con la celeridad de un rayo , y atacó las trinche- ras del enemigo. Se siguió de es- to un combate de hombre á hom- bre. Los soldados de Louverture combatieron con mucho valor y

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(^58)

obstinación; pero cedieron en fin á la intrepidez francesa. Santos abandonó su puesto , y se reple- gó en desorden hacia Rio-chico, dexando 800 de los suyos en el campo de batalla. Mr. Boudet se hizo dueño de San Marcos. Mau- repas que habla resistido con for- tuna al General Debelle , prestó su sumisión ; y Cristóbal apenas fué instruido de la marcha vic- toriosa del General en xefe , del ataque que le amenazaba , y de la fuga precipitada de Santos- Louverture, quando no juzgó co- sa prudente correr el riesgo de una mas larga resistencia , y así pidió al punto capitulación. Des- pués de haber licenciado á 800 Negros paisanos , á quienes ha- bla hecho tomar las armas , en- tró en el Puerto de la Paz con hombres de tropas regladas, y diez y siete piezas de cañón,

poniéndolo todo á la disposición del General en xete Leclerc.

El Negro Dessalines siguió sin tardanza el exemplo de Cristóbal; de modo que en pocos dias la Is- la entera quedó sometida á los franceses, á excepción de algunas gavillas errantes de bandidos, que se hablan refugiado á los bosques. Santos-Louverture, caudillo prin- cipal de los insurgentes , usó du- rante toda esta campaña de una profunda disimulación. Entró mu- chas veces en negociaciones ; pe- ro jamas quiso aceptar las con- diciones que se le imponían. Quan- do en fin abandonado de los su- yos , no contando cerca de si mas que un puñado de aventureros, reconoció la imposibilidad física de prolongar su resistencia, rindió las armas , y declaró que se sometía á la autoridad del gobierno fran- cés. El General Leclerc aceptó

(26o) gostoso esta sumisión, y le orde- nó se mantuviese tranquilo en el quartei que él le señalase hasta saber las ulteriores intenciones del gobierno con respecto á su per- sona. Esta obediencia de Louver- ture era aparente y nada sincera; no considerándose en estado de rechazar á los franceses á fuerza de armas, él aguardaba que los dos formidables auxiliares , á saber, la fiebre amarilla y la estación de las lluvias viniesen á debilitar el exército francés. Entonces los Ne- gros se hubieran sublevado y hu- bieran acabado por su numerosi- dad con unas tropas mal habi- tuadas á aquel clima , devoradas por las enfermedades ; y Santo Domingo hubiera escapado otra vez del brazo de la Metrópoli. Se habria acabado para siempre el poder Europeo en las Antillas; una nueva Argel se hubiera for-

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madó ea aquel inmenso Archi- piélago, los Negros esclavos de la Jamayca, de Cub»^. y de to- das las demás islas americanas hu- bieran seguido el exemplo de los Negros de Santo Domingo , y no contentos con sacrificar á toda la especie de hombres Blancos , con incendiar las ciudades mas flore- cientes, estos piratas hubieran de- solado el Océano y llevado aca- so el fuego y la llama sobre las costas de América y de la Eu- ropa. Todos estos proyectos de Santos-Louverture fuéroa descu- biertos por cartas que él escribía á algunos de sus confidentes , y que el General Leclerc llegó á in- terceptar. Luego que hubo hecho un descubrimiento tan importan- te , no dudó de la conducta que debia- observar en aquel momen- to. Dio orden de arrestar á Lou- verture , le hizo subir á bordo de

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un navio , y lo envió á Brest, Desde este puerto de mar fué con- ducido Santos Louverture á Paris; y de esta capital lo trasladaron al castillo y ciudadela de Besan- zon donde murió á poco tiempo de estar encarcelado.

El arresto de Santos-Louver— ture dexó al Negro Dessalines con el mando del exército. In- grato este caudillo á la confian- za que había merecido al Gene- ral Leclerc , turbó de nuevo la tranquilidad de la colonia. En 2 de Noviembre de 1S03 asaltó la muerte a Leclerc : queriendo apro- vechar esta ocasión Dessalines, in- tentó acercarse á las puertas de Cabo-^Frances ; pero fué rechaza- do por el General de división Clau- sel. Juntos los Generales france- ses en el Cabo intentaron dar un ataque general , al qual no pu- diendo resistir Dessalines huyó

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precipitadamente á las montanas, desde allí expedía sus órdenes co- mo si todavía fuese Señor abso- luto , acompañándole siempre en sus crueles proyectos Cristóbal y Clerveaux. Poco tiempo había du- rado la paí firmada entre Fran- cia é Inglaterra. Violados los ar- tículos del tratado de Amiens, vol- vió á renovarse la guerra entre las dos naciones : hízose con es- te motivo mayor la insurrección de los Negros. Ya estaba nom- brado para suceder á Leclerc el General Rocha mbeau , perfecto imitador de la prudencia y del espíritu marcial de su antecesor: mas á pesar de estas aprecables prendas , i cómo había de poder desistir á un numero de 60^ Negros , de que entonces cons- taba el exército de Dessalmes, m á las flotas inglesas que teman in- terceptado el paso de aquellos ma-

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res , sin dexarle comunicación al^ guna con la Europa? Por con- siguiente se vieron en la dura necesidad de capitular todas las plazas principales que aun con- servaban los franceses en la co- lonia Toda la guarnición de Jere- mías, compuesta del General Fres- senette, y 457 hombres embar- cados á bordo de seis navios Ame- ricanos, cayó en manos de los in- gleses al salir de aquella plaza. Entregáronse prisioneras de guer- ra al ingles las guarniciones del Muelle y de Puerto-Delfín. Tomó- se por los Negros el Puerto de la Paz. Evacuaron también los fran- ceses á Puerto-Principe, y 92 de ellos fueron ahorcados ignominio- samente por los Negros ; otros muchos perecieron á la explosión del almacén de pólvora que se vo- ló. Evacuaron asimismo á Cabo- Frances, haciéndose capitulación

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entre el General Rochambeau, y el Commodoro ingles Loring. Des- salines mandó degollar 1700 Blan- cos en las ciudades de Cayes y otras , poniendo á las mugeres en la cadena y trabajo de obras pú- blícas. Ciento y cincuenta solda- dos franceses inválidos, qne se íia- bian refugiado en la Isla de la Tortuga, fueron conducidos por los Negros á Gonayva y arcabu- ceados á media milla de la ciu- dad. Son increíbles las atrocida- des y carnicería que hizo en aque- llos dias el Comandante Negro de Cayes llamado Cerulois, arrojan- do al mar y dando cruel muerte á quantos encontraba su insacia- ble sed de sangre humana. En los papeles de Londres se publicó la lista de los Oñciales franceses del exército de Santo Domingo he- chos prisioneros de guerra , que llegaron á Porsmoutn á bordo de

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la Fragata Revolucionaria. Con- tábanse entre ellos el General en xefe Rochambeau, su Ayudante de campo O-gorman , el ingeniero Leclerc, y los Generales Lapoy- pe y Boye. Otros muchos llega- ron en el navio Cumberland al piismo puerto.

Confiado el gobierno ingles con estos sucesos en que Dessa- iines coadjuvaria á sus miras po- líticas , le envió comisarios para tratar con él un arreglo , igual al que se firmó entre el General Maitlandy Tousain-Louvertureen orden á intereses y relaciones co- merciales con aquella colonia : al cabo de varias conferencias tuvie- ron que retirarse los comisarios sin haber adelantado nada. Ensoberbe- cido Dessalines con el título de Go- bernador General y Supremo de la Isla de Santo Domingo , con que lo hablan jurado los Generales y

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xefes Negros en Enero de S04, ya no trató sino de cimentar su po- der, su ambición, y de hacer res- petar sus proclamas, que publi- caba con frecuencia ; tales como la del ano primero de la mde- pendencia de Hayti , ó Quisqueya (Santo Domingo) concebida en los términos mas altaneros; la de que se restituyan á Hayti todos los Negros y Mulatos que estuviesen en los Estados-Unidos America- nos , y otras varias. Concluya- mos el presente capítulo con cier- tas observaciones que los políti- cos han hecho sobre el carácter de los xefes Negros del dia en la Is- la de Santo Domingo. Omitiendo á Biassou, Juan-Francisco, Paul, Moyses , Macaya , Maurepas , el Africano Belair, el Congo Sans- Soua y otros; Juan Jacobo Des- saHnes, principal xefe , es cruel, ignorante, brutal é inepto pa-

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ra el gobierno. Cristóbal es un po- co mas civil izvido y hábil, pero ha perdido la confianza de los Ne- gros. Clerveaux es bastante san- güínano. Geston ha logrado en Francia una educación mediana, y tiene grandes posesiones en el país, Ei Mulato Freron tiene por su habilidad mucho influxo sobre el General en xefe, y parece que es uno de sus consejeros. El Mu- lato Pethion es todavía mas há- bil; sirvió en Francia, pasó á Amé- rica con el General Leclerc, y de- sertó del exército francés al de los Negros, cuya absoluta confianza po seería sino fuera Mulato. En 27 de Marzo del pasado año de 1805 el General de Brigada Ferrand , Co- mandante de la parte Española de Santo Domingo escribió al Ministro de la Marina en Francia lo si- guiente: jíTengo el honor de comu- «nicaros, que desde el 6 del corrie ate

(209)

«los Negros rebelados á las ór- jídenes de Cristóbal , Clerveaux, 5,Pethion, y Juan Felipe Dan, ea jjnúmero de 83 hombres, después j)de invadir la parte Española, vi- «niéron á bloquear á Santo Do- «mingo. Se hicieron todos los pre- «parativos de defensa : mi guar- «nicion , y las guardias nacioaa- «les se han portado con un valor ?5sin igual; pero después que iiega- sjron los refuerzos que ha conduci- «do la esquadra ¿d Contra-AÍmí- urante Missiessi, estoy al abrigo >?de qualquiera acontecimiento Xos «Negros han levantado el sitio, por- «que temen perder el Cabo y los «demás establecimientos , y así se >?han retirado á la parte francesa. >>El General de Brigada Barquier, «que merece muchos elogios , fué «herido al dia lo en una salida. «Estoy también muy satisfecho «de la buena conducta del Ca-

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(270) ?' "

j»pitau Aussenac. Vamos á ocu- jjparnos en reorganizar la parte jjEspañola que los bandoleros eva- 3)cuan en el momento. Soy &c. = «Firmado -Ferrand=" Este es el estado actual de la célebre Isla de Santo Domingo , cuyos suce- sos dexarán siempre campo abier- to á plumas de otros mas dig- nos historiadores.

FIN.

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