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HISTORIA

DE LA

RIPÍ B MGiTl

SU ORIGEN

SU REVOLUCIÓN Y SU DESARROLLO POLÍTICO

HASTA 1852

POR

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VICEKTE r.' liOPEE

TOMO VIII

BUENOS AIRES

Caulos Casavallk, Editor— Imprknta de MATO CALLB PEKÚ 191 (antes 115)

1888

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TRASFORMACION DEL ORGANISMO

Y RESURGIMIENTO DE LA CULTURA LIBERAL

BCBNOS AIRES Y LOS CACICAZGOS PROTINCIAIES

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Qne los pnrístas me perdonen la palabra resurgimiento; no eetÁ en el biccionarío pero debiera estu* de acuerdo con su tema surgir que no es smónimo de reausdtar ni de rtsurreccionm

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-np 2 9 1937

CAPÍTULO I

DEFENSA DEL ORDEN PUBLICO CONSTITUCIONAL Y CAUSAS DE SU CAÍDA

Sumario Doctrinas y sofismas Fuera de lo legal no hay suposiciones verídicas Disciplina militar y guerra civil Origen verdadero de nuestra desorganización política Negativa para las provincias argentinas y servicios po- sitivos en Chile Situación de Tucuman y de Salta Efectos desastrosos de la desobediencia del general San Martin El rcboltoso Bernabé Araoz El motin de Tu- cuman— Los soldados argentinos en el Bio-bio La ex- pedición de Cádiz Tropelía y apresamiento del general don M. Balcarce Asalto de los Santafecinos en Bue- nos Aires— Actitud del general San Martin Carta del general San Martin á O'Higgins La remonta de la di- visión de los Andes en Cuyo— Falso punto de vista so- bre la Expedición contra el Perú— Nada habia que sal- var—Cómputo inexacto de las fuerzas realistas en el Perú— La situación de Córdoba Bustos y Paz Fal- sas escusas de Paz sobre el motin de Arequito Mo- vimiento y marcha del Ejército Auxiliar hacia Bueno» Aires— Incompatibilidad de los veteranos con los mon- toneros-'El motin de Arequito— Jefatura de Bustos Visita de don José Miguel Carrera al campamento de

6 EL ORGANISMO NACIONAL

Bustos— Bustos y San Martin— Bustos y los caudillos litorales San Martín en Chile— Amenaza de la Expe- dición de Cádiz Falsas escusas y verdaderos motivos del raotin de Arequito Incongruencia de los pretestos aducidos por el comandante Paz— El proceder del ge- neral San Martin y la opinión pública Situación po- lítica de la provincia de San Juan y sublevación del Núm, 4^ de los Andes Propósitos y declaraciones de los sublevados en favor del organismo nacional El coro- nel Alvarado abandona su regimiento Premura de las medidas para llevar á Chile los otros cuerpos— Abando- no de Mendoza Desbande y anarquía de los subleva- dos— Prisión de Mendizabal Remitido al Perú Su fusilamiento Buenos Aires Aspecto del ano XX.

Cuando se ha querido justificar al general San Martin de no haber acudido á defender la consti- tución,y el régimen representativo que con ella iba á recibir su complemento, se ha dicho que si hu- biera obedecido habría perdido su ejército envuel- to en el desorden que se produjo algunos meses después. Prescindiendo de que esta doctrina sea ó aceptable para justificar aventuras heroicas, quedaría siempre por examinar algunos puntos de bastante gravedad. Seria el primero, saber si en ese desvio de la regla común que todos los Estados reconocen como fundamental, se ha servido algún interés inmediato de la nación y del gobierno que soportaron el perjuicio. El se- gundo—si la presunción de desórdenes y motines que pudieran tener lugar, autoriza á desobedecer las órdenes de un gobierno constituido. Y no se-

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 7

ria de menor importancia examinar si la desobe- diencia ha sido causa anticipada y no efecto; ó si se puede invocar como tal causa la reso- lución propia de generales, y gefes, á no con- taminarse en la defensa de su gobierno contra los anarquistas que amenazan en armas el orden público.

Que un ejército no pueda mezclarse en la guerra civil haciendo bandera contra el gobier- no constituido, es cosa que todo el mundo com- prende y acata. Pero hay dos modos de encarar la cuestión : el uno es verdadero, el otro es so- fístico; porque la obligación de defender al go- bierno constituido de quien depende ese ejército no es caso de guerra civil sino de sedición : de manera que si eso pudiera invocarse, el orden público no tendría jamás una sanción asegurada, ni la autoridad medios propios de defensa. Deje- mos pues los soñsmas de conveniencias antoja- disas, y sigamos en el estudio de los hechos, de acuerdo con las leyes sociales y morales que los caracterizan; porque al historiador no le es per- mitido tomar bajo otro aspecto el carácter moral de los sucesos que narra.

Hasta marzo de 1819 ningún síntoma de insu- bordinación habia asomado en los ejércitos ar- gentinos. La lealtad militar habia sido la base del orden público nacional en la Capital, en Cuyo y en Tucuman; que eran los tres puntos car- dinales del triángulo en que se encerraban to-

8 EL ORGANISMO NACIONAL

das las provincias situadas á la derecha del Paraná. Las tentativas sediciosas del malogrado coronel Borges en Santiago del Estero, de Ca- parros y de los Villafañes en la Rioja, y de Juan Pablo Bulnes en Córdoba, habian sido so- focadas; á penas conocidas, por las fuerzas del gobierno; sin dejar rastro ninguno que pusiera en peligro el orden. Y al general Alvearleha- bia bastado un puñado de buenos soldados para atravesar el rio, caer sobre Artigas y llevarlo de rondón en pavorosa fuga hasta meterlo des- calabrado en las selváticas soledades del Are- ¡•unguá.

Miróse pues como dolorosa novedad que en Enero de 1819 brotaran rumores ó gérmenes de desobediencia en el seno del ejército mas disci- plinado y mas firme de cuantos la República habia tenido hasta entonces; y á todos se les hacia increíble que el Ejército de los Andes, ese ejército modelo, pudiera reproducir jamás la escena de Jujui, de 1814, en que habia figu- rado Rondeau.

La carta del 17 de Marzo que el señor Guido escribió al general San Martin interceptada fatal- mente por los montoneros, fué la que les dio co- nocimiento de que el general San Martin no pen- saba cumplir las órdenes que habia recibido; y de que los gefes de los cuerpos se negaban á pa- sar de guarnición á Tucuman. (1)

(1) Pap. del Sr. Guido, pág. 234-35 y 244.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 9

Esforzándose en lo posible por vencer la mala voluntad del general, pero viendo la imposibilidad de imponerle el cumplimiento de un deber al que cada dia se mostraba menos resignado, el go- bierno reproducia unas veces sus órdenes ter- minantes y otras las atenuaba reduciendo su exigencia á la devolución de algunos cuerpos del ejército. Contando en Mayo con ir adqui- riendo poco á poco algunas de esas fuerzas, y un número cualquiera de reclutas chilenos, el ministro de la guerra señor Irigoy en le dirigió una nota al general diciéndole «Como parece que el gobierno de Chile calcula mejor sus intereses en el dia, y se dispone á los esfuerzos y sacri- ficios que demanda la citada expedición, se ha acordado dejar sin efecto la orden del 9 de Abril (sobre el repaso de todo el Ejército) (?n la parte que á V, E. pareciere oportuno, y también que los escuadrones de Cazadores á caballo regre- sen á Chile. » Debian pues quedar en Mendoza dos escuadrones de Granaderos á Caballo y el número 19 de infanteria (d Cazadores de los Andes) que en todo formaban 1600 soldados de primera calidad, y que reunidos con las milicias movilizadas en Cuyo y con el ejército de Belgrano, habrían dado una fuerza efectiva de 5,000 hom- bres, por lo bajo, que puestos en Córdoba y en combinación con la división de 3,000 hombres que Buenos Aires tenia avanzada al Arroyo del Medio colocaban á los montoneros de San-

10 EL ORGANISMO NACIONAL

ta entre 8,000 hombres con que el gobierno nacional los habría aplastado para siempre. La atenuación de las órdenes impartidas al general San Martin tenia por fundamento la promesa de completar el plantel de Cuyo con reclutas chilenos. (2) Pero esta esperanza se hizo vana en muy pocos dias, y prevaleció otra vez en la política ministerial de Buenos Aires, la resolución de « dejar sin efecto la expedición á Lima > y de reconcentrar todo el Ejército de los Andes á este lado de la Cordillera por divisiones convenientemente distribuidas en Cór- doba, en Tucuman y en Buenos Aires.

Apercibido de esto el plenipotenciario chile- no don Miguel Zañartu interpeló al señor Ta- gle por el cumplimiento de lo convenido acer- ca de la formación del Ejército Unido; pero el 3 de Junio se le contestó: «que se habia resuelto suspender la expedición á Lima; y va- riar el plan de las operaciones.» Aquí son de notar dos cosas : una es que en esos dias el señor Puejrredon estaba ya desprendido del mando, y la otra que en esta tan grave medida impera notoriamente la voluntad del señor Tagle,

Si de Chile, donde no hacia servicio ninguno, el Fjército de los Andes hubiera pasado á acan- tonarse en Tucuman, los anarquistas del norte

(2) Pap. del Sr. Guido, pág. 237.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 11

no hubieran podido trastornar el orden en las provincias del norte. No lo hubieran tentado tam- poco si hubiera permanecido allí el general Bel- grano. Pero como uno de los dos ejércitos tenia que ocurrir al litoral en defensa y garantía del or- den público, y como el general San Martin se de- claraba renitente á tomar parte en esa campaña, lo justo y lo lejítimo era que se hubiese prestado á tomar posiciones en el norte; y preparar allí con Güemes una buena base de seis ó siete mil hombres que bien le habria servido después, y cuya falta bastante lamentó cuando se vio perdi- do en las costas del Perú. En vez de apuntalar así la situación interior del país y de su orga- nismo social, cundió como un repiqueteo de campanas que no se cumplirían las órdenes del gobierno ; y en todas las provincias se hizo esta voz de pública notoriedad. (3)

La traslación de una división del Ejército de

(3) Memorias del general Paz : tomo 2 , pág. 9.

El doctor Dalmacio Velez Sarsfíeld en un artículo in- serto en el Nacional en 1864, corroboró también la tra- dición notoria de su tiempo sobre la desobediencia del general San Martin~«San Martin también fué llamado con todo su ejército á repasar los Andes al mismo objeta. Llegó en persona hasta la provincia de Córdoba, y desde alli retrocedió á Chile, desobedeciendo al Gobierno. Sin- embargo, este acto de San Martin que le atrajo la odiosidad de los primeros hombres de Buenos Aires salvó la Revolu- ción y salvó á Chile y al Perú. Véase también Gaceta de B. Aires, Núm. 156 del 10 de Enero de 1820.

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12 EL ORGANISMO NACIONAL

los Andes á Tucuman era de una necesidad evidente y de una conveniencia inestiniable. Fuera de ser necesario defender con solidez el norte amagado siempre por las incursiones rea- listas, convenia reforzar la situación interesantí- sima del coronel Güemes, que habia quedado ais- Jado entre adversarios internos y enemigos externos. Los primeros cansados de la guerra y del régimen militar que era forzoso mantener en aquella frontera, andaban ya en acuerdos con Olañeta; y creian que formando allí una repu- bliqueta mas ó menos estensa podrian acomo- darse en una situación neutral, que por lo me- nos les permitiera vivir en mas sosiego y comer- ciar con sus frutos de campaña en las rejiones del Alto-perú. A Olañeta, que aunque español y realista se desvivia por abrirse la ciudad de Salta, centro y hogar de toda su familia y de sus mas caras afecciones, le convenia muchísimo también que se formase un país neutral entre su territorio y las provincias constituidas en el gobierno argentino : lo que además de la neu- tralidad de sus limítrofes, le ofrecía una espec- tativa de alianza con el partido local que en Tu- cuman y en Salta aspiraba á segregarse de la unidad nacional. (4) Apercibido de que tan siniestros propósitos

(4) Aunque un poco ma> tarde este malhadado escán- dalo se realizó al fin como una emergencia de los suce- S80 que van á tener lugar.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 13

iban á encontrar su campo y su apoyo en la im- punidad que les permitía la falta de fuerzas y la desenfrenada ambición de los capitanejos pro- vinciales, Güemes le comunicó sus temores al general Belgrano, y también su noble decisión de defender el organismo constitucional; porque tal era la concepción que él tenia del verdadero patriotismo, que habia sido la regla de toda su vida y que conservó hasta el triste momento de su gloriosa muerte « Compañero y amigo: son « ciertamente de grande consideración los ma- « les que han ocasionado los partidarios del des- « orden ; y es preciso que si no se convencen por « su propio desengaño, sean escarmentados al « fin por la justicia. No faltarán hombres virtuo- « sos que nos ayudarán á acabar con la causa de « la anarquía. Yo me propongo con empeño 4c castigar tanto á los perturbadores del sosiego « público como á los enemigos de nuestra liber- 4[ tad. La unión de todos los pueblos bajo el Su- « premo gobierno del Estado es la arma inven- te cible que debe salvarnos ; nada me hará mu- « dar de resolución, y mientras yo gobierne la « provincia de Salta no se separará de la obe- « diencia á las autoridades supremas por mas « que algunos enemigos de la felicidad general 4^ se atrevan á intentarlo. »

Al manchar al litoral el general Belgrano ha- bia dejado en Tucuman un piquete de 300 hom- bres al mando del coronel Arévalo hombre de

14 EL ORGANISMO NACIONAL

Orden pero poco estimado de la tropa, y de esca- so talento para las circunstancias, según se des- prende de las observaciones que le consagra el general Paz. (5) Seguros los anarquistas de Tu- cuman de que las fuerzas del Ejército de los An- des no asomarian por el norto, resolvieron le- vantarse. Uno de los capitanes del piquete que guarnecía la plaza se habia dejado sobornar por don Bernabé Araoz mediante la suma de diez mil pesos á repartir entre sargentos y tropa. Aunque miembro de una de las familias mas acomoda- das y antiguas de aquel vecindario, era este don Bernabé un guazo que hacia de devoto no siendo sino un hipócrita rematado. Habia consagrado su tiempo y su espiritual trato de la plebe, en la que por su nombre, y por su riqueza, ejercía bas- tante influjo. Dado á los alborotos políticos y á las bullangas de motines y de armas, habia ac- tuado en las manifestaciones patrióticas y po- pulares originadas por la revolución y por las invasiones de los realistas ; pero nunca como militar de categoría decente ni como majístrado, sino siempre como partidario de libre escuela, y como cooperador de alarmas: en cuyo carácter había servido algunas veces para excitar el en- tusiasmo y el espíritu de las masas de su pro- vincia. De todas sus pasiones, la que mas calenta- ba su alma era la raquítica ambición de mandar

(5) Memorias^ tom. 2, pág. 6.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 15

en su recinto. Verdad es que fuera de eso nada había en su cabeza que pudiese levantarlo mas ^^^^9 y que su retrato podría resumirse diciendo en dos palabras que no servia para nada.

Las victorias, los servicios y el acantona- miento del Ejército en Tucuman á las órdenes del general Belgrano, no le habían dejado á don Bernabé resquicio alguno por donde pudiera sa- lir mas arriba de lo que puede un guazo retrógra- do y rico que andaba como flotante sobre las cor- rientes políticas sin valor propio. Era demasiado atrasado y vulgar para que pudiera ganar á los intereses de su ambición á los gefes predo- minantes del ejército, ni á los hombres de algún valor propio en esa provincia; y el respeto que inspiraba el general Belgrano se imponía de tal manera, que nadie hubiera osado allí atropellarlo. Pero, ausente el ejército y el general, la situa- ción era completamente diversa. Los diez mil pesos con que Araoz había sobornado al capitán Abrahan González, el contagio y los ejemplos de los anarquistas del litoral, y la impunidad con que se podía atentar contra el orden en aquel apartado lugar, eran causas demasiado estimulantes para que no hicieran estallido. Pre- parado estaba el motín cuando se corrió la voz de que el general Belgrano regresaba á Tucu- man por razones de salud. Temiendo que ese fuese un mero pretesto, y que la presencia del general bastara para desbaratar los acuerdos

16 EL ORGANISMO NACIONAL

que tenían hechos resolvieron obrar inmediata- mente. El 11 de Noviembre á media noche Abrahan

González puso en armas la guarni-

1819 cion, ocupó la plaza y mandó tocar

Noviembre 11 arrebato con las campanas de la

iglesia matriz. Desde la tarde an- daba ya Araoz por las orillas pronto á cooperar en apoyo del motin que debia darle la goberna- ción de aquella provincia. El coronel Arévalo, dormia en aquel momento en el cuartel de Drago- nes, tomó su espada al oir el alboroto, pero al sa- lir al patio fué detenido por el Mayor Felipe He- redia y cinco oficiales que se apoderaron de él y lo encerraron bajo custodia. El Gobernador Mot- ta Botello fué sorprendido en su casa por un gru- po de gauchos comandados por el mismo Araoz. Al ponerse en defensa fué herido por alguno de los asaltantes con un cuchillo engastado en un palo: derribado en seguida y desarmado se le puso preso también. Abrahan González con el titulo de general y de comandante de las armas despachó expresos por toda la provincia orde- nando á los vecinos que concurriesen inmedia- tamente á la ciudad para fiombrar al Goy^onel Mayor don Bernabé Araoz Supremo Director de la República independiente de Tucuman. (6)

(6) Peligros y Desgracias de la Patria^ pág. 7, folleto de, Dr. M. A. Castro, 1820.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 17

El atentado, aunque escandalosísimo en si mismo á no poderlo ser mas, no pasaba de las muy estrechas proporciones de un desorden ve- cinal; y habría desaparecido en muy pocas ho- ras á la simple aparición de un regimiento vete- rano que hubiese venido á dar consistencia á la autoridad del Coronel Güemes en sosten del orden nacional. Pero, como no se tomó me- dida ninguna con ese fin, el gobernador de Salta, que tenia toda su atención fija en las amenazas de los realistas por el lado de Humahuaca^ guar- dó una prudente espectativa; y se limitó á pedir- le al cabecilla de Tucuman que en caso de ser atacada la frontera de Jujul lo reforzara con las fuerzas de su mando. Precisamente era esto lo que Araoz no haria por el natural temor de que esos auxilios sirvieran contra él ; y de ahí el abandono y la debilidad en que quedó esa fronte- ra, al mismo tiempo en que 3,000 argentinos ope- raban al sur del Biobio en defensa del territorio y de los hacendados de Chile.

Por mucho que se menosprecien los sucesos pasados cuando se han desvañceido las amena- zas y los peligros con que infundieron temores y alarmas á sus contemporáneos, seria contra la verdad que dominó en aquella época negar las profundas inquietudes que los preparativos de la Expedición de Cádiz causaban en Buenos Aires. Diráse cuanto se quiera de que tales ó cuales per- sonajes no creian en ella, de que era un puro

TOMO VIII 2

18 EL ORGANISMO NACIONAL

fantasma sin realidad. Pero con decirlo ahora^ nadie probará que no era cierto que á fines de 1819 esa expedición contaba con 25 mil hombres de primera calidad y con un convoy de ciento y tantos buques prontos ya para embarcarlos y traerlos al Rio de la Plata. Verdad es que el esta- do moral de la tropa ofrecía síntomas peligrosos. Pero cuando asomaron en 1819, el general en jefe Conde de La Bisbal poderosamente ayudado por el general de la caballería don Pedro Sarsfield formó todos los cuerpos en el Palmar de Cádiz^ acordonó el campamento, arrestó los oficiales sospechosos, reorganizó algunos cuerpos y los distribuyó en las cercanías con motivo de la fie- bre amarilla que reinaba en el puerto. Estas ocur- rencias trasmitidas y comentadas por los ami- gos y los agentes de los |jatr¡otas argentinos, fue- ron causa de que se propagase la voz «de que habia fracasado la expedición de Cádiz». Pero tan lejos de eso Fernando VII centuplicó sus me- didas y sus empeños; y en 20 de Diciembre de 1819 todos los cuerpos con su mas completo ma- terial se hallaban otra vez en Cádiz en número de 22 mil : una gran parte de ese material, los ca- ballos, el parque y cuanto es de necesidad en estos casos, se estaba embarcando, con el apoyo de la marina francesa, de trabajadores italianos y de contingentes rusos.

Estas fueron las noticias alarmantes y urgen- tísimas que el señor Gómez, el señor Rivadavia y

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 19*

el señor Irizarri mandaron á Buenos Aires y á Chile por el expreso especial y bien informado don Mariano Gutiérrez Moreno. Llegó este señor á Buenos Aires el 24 de Octubre: entregó sus plie- gos al Supremo Director Rondeau, y comunicó de palabra todos los encargos que aquellos tres ajentes le habían cor.fiado para que urgiese la necesidad de tomar medidas: ya fuera aceptando las propuestas del gabinete francés, ya preparan- do de una manera seria la defensa del país. (7)

El general San Martin según se dice, no daba ascenso á la reorganización del ejército y armada de Cádiz ; pero por mas juiciosas y sinceras que fuesen sus presunciones, esa reorganización ha- bía tenido lugar: estaba consumada, y pronto to- do para zarparen Febrero á mas tardar. Ni el general ni hombre ninguno sobre la tierra podía asegurar, por mas que lo presumiese, que ese po- deroso armamento se sublevaría. Lo racional, lo justo, era prevenirse contra él y mantenerse aliado del gobierno que se veía amenazado.

Coincidiendo estas noticias con la sublevación de Tucuman, el gobierno le ordena al ge- neral San Martín que inmediatamente ponga á caballo todos los cuerpos del Ejército de los Andes, caballería é infantería, y que marche á prisa á la capital ; y al señor Gómez le au-

(7) Proceso de Alta Traición: 1820 documentos de 7 á21.

20 EL ORGANISMO NACIONAL

toriza para que acepte el negociado de la monar- quía con el principe de Luca, propuesto por el gabinete francés, á condición de que se suspen- da la expedición mientras se formalice la ne- gociación.

En el temor que el general San Martin no cumpliese lo que se le ordenaba, se hizo salir de Buenos Aires para Cuyo al general don Marcos Balcarcey al abogado don Mariano Serrano, al parecer como simples viageros, pero en rea- lidad con la importantísima comisión de cum- plir allí y en Chile las órdenes del gobierno. Sobre esto estaba prevenido desde Abril el ge- neral San Martin. (8) Marchaban estos dos per- sonages con varios otros viageros en carros ar- rastrados por bueyes (por la imposibilidad de obtener caballos de posta) y en la confianza de que estando vigente el armisticio de San Loi^enzo no iban expuestos á ninguna tropelía, cuan- do en la tarde del 14 de Octubre se presentó delan- te del convoy un gefe de montonera con cincuen- ta secuaces, se apoderó del general Balcarce y del señor Serrano, les ligó los brazos con fuer- tes correas y se puso en marcha hacia Santa Fé, con toda la caravana. Allí fueron reducidos á dura prisión, con centinela de vista, el general Balcarce y su ayudante el sargento mayor Por- tal: los demás fueron puestos en libertad; y

(8) Pap. del señor Guido, pág. 234.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 21

quedó asi frustrada la comisión que llevaba á Cuyo el general Balcarce para dividir el ejér- cito de los Andes con el general San Martin.

Después de una felonía tan inicua como propia de la gente que la cometió, el gobierno nacional no podia'permanecer indiferente; y se resolvió en consejo que el Supremo Director saliese acampa- na con todas las fuerzas que pudiera levantar de la capital, llevando por segundo al general don Juan Ramón Balcarce. Pero don Estanislao Ló- pez que hasta entonces habia estado engañando á los comisionados de Buenos Aires y demorando las transacciones de paz convenidas en San Lo- renzo el 12 de Abril, habia aprovechado el tiempo en prepararse; y se adelantó á caer sobre la cam- paña de Buenos Aires. Acometió el partido del Pergamino : mató á su comandante el benemérito coronel don Francisco Pico que tan gloriosamen- te habia contribuido el año 13 á la victoria de Sal- ta; tomó las caballadas, dispersó la milicia y re- gresó á su provincia acompañado de José Miguel Carrera que habia venido con él, después de ha- ber escrito á su hermana, á su familia y á sus amigos:—* Me pongo en campaña : voy á ven- garme, á vengarte y á vengaros á todos.» (9)

Asi que se puso en campaña, el Supremo Di- rector se lo comunicó al general San Martin con nuevas y urgentísimas órdenes de que se tras-

(9) Gaceta de B. A. 102, pág. 443 del 23 de Diciem- dre de 1818. Vicuña Mackenna, carta del 27 de Julio del mismo año.

22 EL ORGANISMO NACIONAL

ladase á Córdoba y viniese á reunirse con el ejército de la Capital trayendo de prisa la divi- sión que tenia en Cuyo y mandando que viniesen en seguida todas las fuerzas argentinas que que- daban en Chile. A nadie se le pasaba por la imaginación que en las aciagas y dolorosas cir- cunstancias en que se hallaba el gobierno nacio- nal, y dado el peligro que corria el orden interior y el pais por el lado de España, no pusiese el general toda la diligencia necesaria, que tan fá- cil era en el bello mes de Noviembre, para pre- sentarse donde su patria tanto lo necesitaba. To- dos sus amigos lo esperaban : todos confiaban en que habia llegado el momento de que con su juicio, su genio, su moderación, su habilidad militar, su gran firmeza y la bondad verdadera- mente escepcional de su ánimo, viniese á ser el ángel tutelar de la capital, y le pagase el tributo de gratitud que tan justamente le debia. Uno de sus mas entusiastas amigos, que tantas veces habia sido su confidente, que en la Logia y fuera de la Logia habia sido su mas solícito agente, don Julián Alvarez, escribía el V de Diciembre de 1819 en la Gaceta Oficial: «La resolución de nuestro Supremo Director no necesita de en- carecimientos, S. E. á esta fecha debe haber reu- nido las fuerzas de la provincia, y en breves dios lo estará con las de los generales San Martin y Belgrano, bien que acaso no pueden ellos con- currir en persona por el sensible estado de su

V CAUSAS DE SU CÁIDA ¡83

salud : el cielo se las conservará para mas gran- des empresas. Todo anuncia que el reinado del orden va á quedar prontamente consolidado », y ochodiasdespues agregaba—* El Director con- tinúa sus marchas hasta reunir todas las fuerzas que deben operar contra los disidentes, y las úl- timas noticias anuncian que apenas restablecido el general San Martin se había puesto en camino al frente de una fuerte división de caballería, en términos que en muy breve se verá el desenlace en que se hallan empeñados nuestra prosperidad y nuestro crédito.» (10)

No sabemos si el general San Martin contestó 6 no á las órdenes y ruegos de su gobierno y de sus amigos. Que lo hubiera hecho ó no, para el valor de los sucesos es lo mismo.* Lo que consta es que en 9 de Noviembre le escribia desde Men- doza á O'Higgins— «Tengo la orden de mar- char á mi Capital con toda mi caballería é in- fantería que pueda montar ; pero me parece im- posible poderlo realizar tanto por la flacura de los animales como por la escasez de numerario, pues los auxilios que « me han remitido » en letras han sido protestadas por este comercio. {Reservado para V. solo). No pierda V. un mo- mento en avisarme el resultado de Cochrane para, sin perder un momento marchar con toda LA División á esa escepto ün escuadrón de gra-

(10) Gaceta del 8 de Diciembre» 1810.

u

EL ORGANISMO NACIONAL

naderos que dejaré en San Luis para resguarda de la provincia T^. Débese notar aquí que en ese momento la división constaba no solo de los mil cuatrocientos ginetes que habia traído de Chile ocho meses antes, sino de una remonta de mas de tres mil soldados con que la habia aumen- tado. (11)

(11) No tenemos datos oficiales sobre el número de hombres con que Mendoza y San Juan contribuyeron k la remonta del Ejército de los Andes en 1819, que de la noche á la mañana apareció como ejórciio chileno: pero los tenemos perfectos con respecto á San Luis, y al efec- to trascribimos el siguiente Estado:

DEPARTAMENTO DE LA GUERRA

Estado del alistamiento general que se ha hecho en la juris- dicción de San Luis desde la edad de 16 años hasta 50, con expresión del número de casados, solteros y viudos ron fami^ lia, como igualmente de los que han elegido aieiyos para tomar las armas, y de los que voluntariamente están dispties- tos d tomarlas en los cuerpos que se les destine.

Casados que han elegido cuer- po & Gran, á Caballo 471

ídem ídem á Cazad. ídem. . . ídem ídem ¿ Artilleros .... Alistamiento ( Solteros que han elegido cuer- do la / P^ áurand. á Caballo .... Campaña i ^^^^ ídem á Cazadores ídem. ^ ( Viudos ídem á Grand. ídem.

Casados voluntarios para los cuerpos que se les destine. . Solteros idem idem idem. . . . Viudos idem idem idem .... f Casados voluntarios para los } cuerpos que se les destine.

19

150 17

819

472

21

493

176

ídem de la ciudad

Solteros idem idem idem

89 115

1312

204

Fuerza total 2185

San Luis, y Agosto 24 de 1819. (firmado) Dupuy.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 25

En cuanto á San Juan y .Mendoza, dice el ge- neral en cartas al señor Guido de 21 y 27 de Ju- lio de 1819: «Esta División aumenta rápida- mente: todo se saca de la Provincia, pues Bue- nos Aires nada remite ». La observación es rara en verdad. ¿Qué habia de remitirle Bue- nos Aires cuando estaba clamando por que la

auxiliase el general ? y continúa : « Esta

provincia está desplegando su energia. Cuan- do hay buena voluntad y manos auxiliares, todo se hace». Por estas palabras, y por el resultado de la remonta en San Luis puede verse que es bastante moderado el cálculo del aumento que recibió entonces el Ejército de los Andes. Dice el general que solo dejará en Cuyo un escua- drón de Granaderos á caballo, pero no para au- xilio del gobierno sino para r^í^rwardo de Cuyo, es decir para que José Miguel Carrera no pe- netre en Chile por que á lo que parece estas hos- tilidades de los partidos allende los Andes no eran guerra civil que estuviese vedada á la hon-

Mendoza, 27 de Agosto de 1819.

El adjunto estado que tengo el honor de incluir á V. S. manifiesta bien claramente los sublimes sentimientos de la heroica ciudad de San Luis. No serán subyugados pueblos capaces de hacer tales sacrificios. Estoy seguro de la satisfacción que tendrá el Supremo Director del Es- tado cuando V. S. eleve á su conocimiento el heroico patriotismo de la ciudad de San Luis. Dios guarde á V. S. muchos años.— /osé de San Martin.

26 EL ORGANISMO NACIONAL

ra y á la delicadeza del Ejército de los Andes. Y no era que el general desconociese toda la gra- vedad de los hechos en que incurria ; pues á ren- glón seguido agrega: «Va á cargar sobre « una responsabilidad terrible, pero si no se enri- ce prende la expedición al Perú todo se lo lleva « el diablo». Acaba do decir que es imposible que marche á Buenos Aires por la flacura de los caballos ; pero en la parte reservada de esa misma carta agrega esto para O'Higgins. « Ten- « go reunidos (en Cuyo) 2,000 caballos sobresa- « lientes que marcharán Á ESA con la División. « Si vienen noticias favorables de la escuadra « haga V. que estén prontas todas las muías de « silla y carga del valle de Aconcagua para qiie « trasporlen los cuerpos del pié de la Cordillera « á esa capital».

Cuando se ha dicho que esta resolución del ge- neral San Martin, que tan funesta fué para el orden público, para el crédito moral, y para la marcha futura de la República Argentina « sal- vó la revolución americana» se ha cometido una de esas fantásticas exajeraciones que no resis- ten al menor examen de los hechos y de la verdad. ¿Cuál era, de 1819 á 1820, el estado de la Revo- lución Americana? Chile tenia una escuadra poderosa con la que habia tomado y destruido, sin escepcion de una, todas las naves chicas y gran- des que la España habia tenido en el Paclñco. Pezuela podía revolverse en Lima y en el Perú;

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 27

pero no tenia, ni fuerzas ni medios para poner en Chile 2,000 soldados siquiera, ni para sostener- los, ni era hombre de cometer semejante desatino, cuando la escuadra unida al mando de Cochrane le arrancaba la fragata « Esmeralda»— del mis- mo puerto del Callao, y seguia á tomar al norte la fragata « Venganza » y los demás buques que cayeron con ella. ¿Dónde estaba pues el peli- gro que corria Chile cuando era impenetrable por tierra para los peruanos, y cuando por mar tenia la poderosa escuadra con que dominaba todo el mar Pacífico? Si Chile no peligraba ¿cuál era la otra fracción ó región americana que « era menester salvar en 1820?» Seria Colombia? pe- ro Colombia se hallaba militar y políticamente tan remota de nuestros sucesos, que aunque los españoles fuesen allí vencedores, no tenien- do marina en el Pacífico nada podian inten- tar ; y en todo caso habria sido tan lenta y tan difícil su concurrencia en el sur, que nos habrían dado tiempo para todo. Pero ni esto se puede suponer siquiera ; porque precisamente en esa época habia realizado Bolívar su atrevido pasa- ge de Venezuela á Nueva Granada ; y el 21 de Julio de 1819 habia ganado la batalla de Boyacá, que al decir de Torrente y de Gebhardt « fué la señal de la perdición de los españoles en aquel territorio: las provincias de Tunga, Socorro, Pam- plona, Mariquita, Nei va, Velez alzaron el grito de independencia y los dominios de España que-

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daron limitados al istmo de Panamá por el norte y á Quito por el otro lado.» (12) No era pues Co- lombia la que había que « salvar», ni donde— «peligraba la revolución americana». Queda- ba en poder de los españoles el virreinato propia- mente dicho del Perú, y sus provincias austra- les que son hoy Bolivia. Pero, por mucho que exajeremos el poder de estas dos regiones, seria ridículo suponerles en 1819 poder capaz de so- juzgar la República Argentina. En mejores tiem- pos para los realistas, cuando se hallaban en el apo-

(12) Esta hazaña de Bolívar es la empresa atrevida do un incansable guerrillero que con 600 hombres escasos trasmonta la Cordillera, y so presenta en el país domina- do: lo subleva, y pone de su lado las masas y los pueblos. Pero está muy lejos de tener el mérito estratégico y mi- litar del pasage de los Andes por San Martin, realizado con un ejército organizado en forma para operar en cam- paña contra el poseedor del pais que invadia, sin que hubieran de intervenir mas fuerzas que las que llevaban el arma al brazo por una y otra parte. Una incursión y correrías felices no son por si mismas operaciones mili- tares. Muchos guerrilleros las han ensayado con fortu- na. Los dos Minas, el tio en España y el sobnno en Mé- jico, ejecutaron hechos asombrosos de esa especie. Otros también, y Lavalleja con 33 orientales, tomó tierra en su pais cuando estaba todo él dominado por las tropas bra- sileras, y ganó ruidosos triunfos como el del Sarandi sin tenerla menor noción del arte de la guerra. La opera- ción de San Martín es de aquellas que se tienen por es- cepcionales, como la de Anibal y la de Bonaparte al tra- vés de los Alpes. Su rasgo capital no es la audacia sino la ciencia.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 29

geo de sus triunfos desde Venezuela hasta los confines del mar del Sur por el lado de Chile, habían fracasado siempre en ese intento ; y des- pués de la terrible lección que habían recibido en Salta el año de 1816, les habia quedado la mas completa convicción de su flaqueza para ensayar tamaña hazaña. Y si la proyectaban no era con- tando con sus propios medios sino en combina- ción con el armamento que se preparaba en Cá- diz contra Buenos Aires. Esto demostraría que el único peligro que corría la Revolución Ame- ricana era que fuese atacado Buenos Aires ; y que si el general San Martin lo miraba como un cuento de tontos, no habla ningún peligro de que zozobrara la emancipación de la América del Sur en ninguna otra parte del vasto conti- nente cuando él abandonaba su patria á la mala suerte y al desorden, por expedicionar sobre Lima.

Es preciso también tener presente que cuando se ha computado en 25 mil hombres el ejército del Virrey del Perú, se sobrepasa en mucho el número efectivo de sus tropas. Ni Pezuela ni Laserna pudieron jamas poner en línea ó en cam- paña, una fuerza mayor de 8,000 soldados. Pu- diera ser que entre piquetes y guarniciones de- partamentales tuviera distribuido tres ó cuatro mil soldados de muy inferior clase, pero es sa- bido que cuando se ocupa un país insurrecto, esas parcialidades no sirven sino para contener;

30 EL ORGANISMO NACIONAL

y que para lo que es la defensa ó la agresión con grandes movimientos, esos son elementos inuti- lizados ó perdidos si abandonan su forzado puesto. En ninguna de las operaciones, á que dio lugar la guerra en el Perú se presentaron fuerzas de aquel exajerado bulto. La incursión de Canterac al Callao, monl6 cuando masa cinco mil hombres muv escasos. Masó menos eso fué el número con que los realistas triunfaron en Mocqnegua y en Torala, Tuvieron en seguida una época de triunfos y de tranquila organización en el Cuzco y en el Alto-perú, después de esas señaladas victorias, hastaque vinieron los colom- bianos ; y sin embargo en Jiinin no presentaron sino seis mil hombres; y algo menos de seis en Ayacucho, Olañeta quedó inutilizado y perdido sin combatir: jamás tuvo á sus órdenes mas de tres mil soldados de línea ; lo demás era colecti- cio y puro cholage sin consisten^ria militar. ¿Qué se hicieron y dónde estaban esos 24 mil hom- bres que se le suponen al Virrey del Perú ?

Reduzcamos puesá lo verdadero las imagina- rias ventajas que se quiere dar á la expedi- ción contra el Virreinato del Perú ; y contente- monos con decir que fué producto natural de las aspiraciones tradicionales de la Revolución Ar- gentina : cuyo primer pensamiento desde 1810 fué marchar adelante hasta proclamar en Lima su triunfo definitivo.

La resistencia del general San Martin á soste^

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 31

nerel orden constitucional, cruzó como un toque de alarma por todas las provincias; é introdujo su funesto contagio en el Ejército Auxiliar del Perü de cuyo mando se habia separado el gene- ral Belgrano postrado ya y verdaderamente sin aliento vital. Allí también, comenzó á decirse que los ejércitos de la nación no eran para sos- tener al gobierno ni para tomar parte «en esa guerra civiU— sino para batallar con los españo- les. Pero, la doctrina, como lo vamos á ver, era tan elástica, que en todas partes podia cobijar as- piraciones de muy distinto género, y servir para que cada general, ógefede influjo, pensara en ha- cer del ejército nacional un instrumento de pre- potencia personal en su respectiva provincia ó para sus miras particulares.

Por lo pronto, la provincia que mas expuesta quedaba á ser presa de esta doctrina que se ha- bia hecho de moda, era la de Córdoba. El Ejér- cito Auxiliar seguia acantonado en el Pilar á doce 6 catorce leguas de la ciudad, bajo las ór- denes de dos gefes cordobeses que tras la cor- tina de la hipócrita abstención preparaban tam- bién la rebelión del ejército para segregar su provincia «de la guerra civil» y entronizarse en ella: Bustos y Paz. Refunfuñaba en esta provincia desde 1811 un partidito local, semi-bur- gués y ramplón, que aunque impotente por mis- mo para fundar cosa que valiera, pretendía tam- bién, rivalizar de influjo con Buenos Aires^ y

32 EL ORGANISMO NACIONAL

constituirse en republíqueta con algún otro sobe- rano del jaez de Araozen Tucuman. Nos asegu- ra el general Paz en sus Memorias, que ese par- tido contaba con la opinión general y con el favor popular de la provincia : ya veremos que no era así. Pero si eso hubiese sido verdad, habríamos tenido la repetición de las ranas de Esopo que después de tanto gritar porque les diesen un rey, apenas les hizo Júpiter el gusto, se pusieron de hinojos (el señor Paz entre ellas) llorando á lá- grima viva porque les quitasen el rey que habian pedido. Ese partido al que se adhirió el señor Paz por una ambición prematura, y quizá inexper- ta, no pasaba de ser un circulillo de descontentos que venia mohíno y atufado desde los tiempos de Diaz y de Juan Pablo Bulnes. Pero no estaban con él, sino con el gobierno nacional, los Funes, los Fragueiros, los Bedoyas, los Baigorri, los Learte, ni la alta burguesía de la provincia; y bien poco contaba como opinión pública que al- gún Pedro Juan González, de los que por resa- bios de familia unos, y otros por el rencor local que siempre rezonga en los rincones de un pais cualquiera contra el brillo social de los grandes centros, redujeran la nación y el mundo al pla- cerdo tener una república cordobesa é indepen- diente. Que las masas inorgánicas estuvieran mas dispuestas á entender así la política nacional, que á vincularse á una capital y al influjo de au- toridades impersonales como deben ser la de un

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 33

organismo regular perfecto, no es cosa de dispu- tarse ; ni tampoco lo es que ese sentimiento mate- rial de apego al terruño pudiera ser á su vez una fuerza cooperante á la disolución política si se le azuzaba contra el orden legal. En pleno siglo XIX hemos visto á la Commia de Faris re- volver y levantar la barbarie de las masas de la mas culta ciudad del mundo. ¿Y era esa la opinión pública de Francia ?

Las divagaciones á que el señor Paz se aban- dona al tocar en sus Memorias la faz criminal de la sublevación de Arequito, no son nada mas que las alegaciones de que todo reo se vale para exculpar los hechos con que le hace cargos el proceso. No hay tontería ni calumnia de que el señor Paz no eche mano; y al argumentar con- tra el régimen establecido, se olvida de dos co- sas capitales que echan por tierra cuanto pudiera decir en defensa de su complicidad « el prime- ro : que por la Constitución que acababa de san- cionarse se cambiaba radicalmente todo el per- sonal del gobierno y de las Cámaras, no solo librando lo nuevo á la inmediata elección de los pueblos, sino declarando que « ninguno de los miembros del anterior orden en lo ejecutivo y en lo legislativo, podia ser electo ni entrar á ejercer jurisdicción política en la administración subsiguiente. ¿Que mas podian pedir ni querer los partidos de oposición? Y aún suponiendo que tuviesen todas las quejas posibles contra los TOMO VIH 3

34 EL ORGANISMO NACIONAL

hombres y las cosas que iban á retirarse del go- bierno ¿ no quedaba subsanado el nial y salvada el porvenir con ese cambio? ¿no es eso loque se hace en todos los pueblos libres? ¿no es ese el modo como se constituyen, se reforman y se

reconstituyen las mayorias gubernativas?

Otro argumento al aire con que el señor Paz falsi- fica un hecho capital para excusarse: es «que el gobierno habia violado de mil modos y á cada instante la constitución que el mismo acababa de hacer jurar». Apenas puede darse un antojo mas raro! Verdad es que el señor Paz escribe de memoria y treinta años después, mas ó menos, de la época en que tuvieron lugar los hechos. Si hubiera consultado los periódicos habría visto que la Constitución se habia jurado en Mayo: que después de jurada era menester comenzar por el principio, es decir, por elegir las Cáma- ras; que solo después de electas las Cámaras podia organizarse el Poder Ejecutivo, y organi- zar en común el Senado; y después de todo que cuando Bustos y él sublevaron el ejército nacio- nal en Arequito, habian llegado recientemente á los intendentes de las Provincias las convocato- rias para reunir los municipios y proceder á la^ elecciones. ¿Quien era pues el que habia violador esa Constitución que aún no tenia los elemento&si de vida que iban á dársele ? ¿ El señor Pueyrre don ? No, porque habia dejado el gobierno, y nia— gun daño podia hacer ya. El señor Rondeau? No ,

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 35

pop que apenas electo habia tenido que salir á campaña. ¿Cómo habia podido ser violada enton- ces esa Constitución que puramente nominal to- davía? De ningún modo: y la única verdad del caso es que asi como el general San Martin lo abandonaba todo, la patria y los amigos, con la mira de llegar á Lima antes que Bolivar, para re- tirarse en plena posesión de la gloria á vivir en la plácida nombradia que era el mas querido ensueño de su vida; así. Bustos y Paz procedian sin otra mira que la de centralizarse en Córdoba con un pequeño ejército lugareño, dejando al tiempo que el espíritu público nacional viniera á buscarlos para el bien, ó á decirles que habiendo ya reinado lo bastante era menester desocupar el asiento. Pero es que en el asiento, cordobés y pequeño, no habia lugar para dos; y que alguno de ellos te- nia que ser burlado por el otro.

Ambos se necesitaban por el momento, pero los dos se traicionaban y pensaban trampear en el juego. Sin Bustos nada podia hacerse por- que ademas de ser Gefe del Estado Mayor del Ejército acantonado en el Pilar, haciéndose el palurdo y el bonachón se habia captado el afecto 3e algunos comandantes de cuerpo, hombres /ulgares y oscuros, pero de graduación, que eniéndolo por buen compañero y juicioso su- erior, habian entrado poco á poco en sus leas, y contaban con hacer fortuna á su lado. ustos era uno de esos hombres astutos y

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egoístas, que todo lo cubren con las mas tran- quilas apariencias de la lentitud y de la condes- cendencia. Pero allá adentro de su calma tenia espíritu de autoridad y sabia calcular el momento y la ocasión de servir sus intereses. Sin que afectara ser reservado, conseguía que nadie pe- netrara en él otra cosa que su juicio y su bon- dad. Era querido y respetado como un buen patrón ; en el fondo era buenhombre; y si alguna vez cometió alguna violencia en momentos de enojo, no pasó de un puntapié, de un sopapo, ó de un empujón, volviendo después á la calma seráfica con que disimulaba su ambición.

Estas calidades que no eran tan negativas como pudiera creerse á primera vista, por que en su género eran eximias y geniales, le ha- bían grangeado la mas grande estimación de parte del general Belgrano, espíritu simple é incapaz de sondear un tartufo sin pasiones ni antojos visibles, que parecia indolente pero que cultivaba con respeto el trato de su general y que tenia convenientemente arreglado su regi- miento. Fué así como llegó á ser entidad, á merecer comisiones de importancia, á estar en la escala para ser gefe del Estado mayor ge- neral, cuando el general Cruz pasó á general en gefe por la ausencia del general Belgrano.

Por lo demás, como soldado y como militar, Bustos era de lo mas mediocre y adocenado que 'puede figurar en un ejército. No tenia

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 37

ninguna de las calidades del oficio : carecia de empuge y de iniciativa en el momento crítico del combate : no sabia discernir con rapidez y oportunidad cómo ni adonde debia cooperar: ignoraba no digo el arte sino las reglas mas elementales de la estrategia y la combinación de los movimientos parciales, ya fuera en una campaña, ya en una batalla ; y Paz que tenia en grado supremo el talento, las habilidades y la escuela de un eminente militar, que no siendo sino comandante de cuerpo se sentia capaz de mandar y de hacer maniobrar en la guerra cinco ó siete mil hombres, miraba á Bustos con el mas profundo desprecio; lo tenia por un figurón de paja que después de hacerlo servir de espantajo, se le pone á un lado como cosa inútil. Pero se engañaba. Bus- tos lo había penetrado á él, él no había pe- netrado á Bustos; y eso que Paz no pecaba por franco ni por espontáneo, y que en cuanto á sorna y taimaduras allá se las llevaba con su jefe. Pero habia una diferencia; Bustos sabia que Paz era un peligro ; y Paz, por su misma distinción, no podia ocultar que á su vez mi- raba á Bustos como un obstáculo. Engañándose pues recíproca mente, y teniéndose por ignorados el uno del otro, obraban de acuerdo contra el gobierno nacional.

Cubierto con su posición, con su grado y con su carácter, nadie habia sospechado en el

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ejército que Bustos conspiraba. Pero Paz habia tenido que hacerse agente activo del inicuo in- tento. Solícito en hacerse gefe de un partido per- sonal en la burguesia sediciosa de Córdoba, que á su tiempo lo apoyara contra Bustos, iba y ve- nia á la ciudad pretestando diversos motivos. Bustos lo seguía y lo empleaba en esas dili- gencias sin inquietud por que tenia seguridad de los gefes adheridos á su persona, á quienes Paz no era simpático por su juventud: y tam- bién, por que cuando la superioridad de los talen- tos transpira de iguales ó de inferiores gra- dos ofende siempre el amor propio y las pre- tensiones de los del oficio. En esta situación estaban las cosas cuando el general Rondeau salia á campaña contra las correrías vandáli- cas de los montoneros en los campos de Bue- nos Aires.

Habia llegado pues el momento supremo de poner en campaña el ejército que mandaba en Córdoba el general Cruz. Se le ordenó á San Martin que inmediatamente reforzara á Cruz con los Granaderos á Caballo y con el N. 19 Cazadores de los Andes y que hiciera re- pasar á Cuyo el resto del ejército que estaba aún en Chile. El general San Martin, como hemos visto en su carta del 9 de Noviembre (pág. 23 á 26) ocupaba activamente su tiempo en engordar caballos y remontar esos regimientos para pasarlos á Chile, y expedicionar sobre

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Lima. El general Cruz trató de cumplir las órdenes del gobierno reuniendo todos los ele- mentos necesarios para emprender su marcha. El pensamiento del gobierno no era ya operar con tres cuerpos combinados, sino concentrar todas las fuerzas en un punto central al ex- tremo norte de la Provincia de Buenos Aires; y después de haber asegurado la quietud pública en la capital y la seguridad de la campaña abrir su marcha sobre Santa con diez mil hombres, consolidar la situación en Córdoba, arrojar á los montoneros al otro lado del Paraná y tras- ladar cuatro mil hombres á Entrerrios para limpiar de bandoleros las costas del Uruguay á uno y otro lado, en combinación con las tropas portuguesas que operaban en la costa oriental. Seria necedad dudar de que los sucesos de 1820 habrían tomado muy diverso carácter, si, cum- pliendo los gefes militares con su deber, hu- biesen realizado la concentración que se les habia ordenado. Y cuando se argumenta que el resultado mostró que todo habría sido inútil, se olvida muy graciosamente que ese resul- tado fué producido por los gefes que se suble- varon, y no por las tropas ni por el desorden so- cial. Es el colmo de lo absurdo deducir de esta sublevación que lo mismo habría sucedido sin ella. Eso equivaldría á sostener que si sig- nifica no; y que la consecuencia de un hecho positivo Qs igual á h consecuencia del hecho

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contrario. En esta falacia consiste precisamen- te la doctrina estúpida de la fatalidad histórica: que suprime la libertad, el mérito y la responsa- bilidad de los agentes libres en el bien y en el mal: y que comienza á tomarse como base de criterio para materializar el derecho criminal suprimiendo la responsabilidad del hombre que piensa y que habla, para no imponerle mas elemento de crite- rio delante de la ley y del crimen que el instinto

de la bestia. Lo que sucedió debia suceder !

No: por que lo que sucedió no fué obra de las masas sino de hombres inteligentes y libres, que no solo pudieron sino que debieron dejar de ha* cer lo que hicieron. La mejor prueba de que los ejércitos no estaban contaminados cuando los generales y gefes los sustrajeron á la obediencia del gobierno nacional, es : que ni aún después de producido el desorden y el escándalo, se adu- naron jamás los soldados ni los oficiales con las montoneras del litoral ni con los anarquis- tas de provincia. Quedaron como entidades incoherentes, antipáticas, irreducibles. Los de los Andes y los de Bustos siguieron sumisos ásus gefes de cuerpo; y los de San Juan, no sabiendo que hacer se disolvieron sin dar un solo hombre á la montonera ; que quedó estricta y esencialmente en su carácter de fenómeno montaraz y selvático en Santa Fe, en Entremos en Corrientes y en la Banda Oriental. El Ejército Auxiliar alzó su campamento del

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Pilar á las órdenes del general Cruz el dia 12 de Noviembre de 1819 ; y de acuerdo con las órde- nes del Director Supremo don José Rondeau, emprendió su marcha hacia el Rosario para cor- tar por el sudeste la provincia de Santa y reunirse al Director en San Nicolás de los Arro- yos. Los montoneros no tenian fuerzas capa- ces de estorbar esta marcha: ni el Ejército Auxi- liar tenia porque preocuparse de ellos, pues le bastaba seguir impasible su camino para estar seguro de que lo encontraría despejado. Aque- llas hordas corredizas no eran capaces de estre- llarse contra los soldados ni de resistir las cargas de la caballería veterana. El general Cruz, hom- bre grave y sensato, estaba bien al cabo de que Bustos y Paz trabajaban por sublevar el ejército antes de que pasase á Buenos Aires ; pero, como contaba con algunos gefes distinguidos y hono- rables, como los coroneles Zelaya, Pinto (chile- no), Morón, León Domínguez, Lamadrid, Be- nito Martínez, Antonio Ramírez gefe de la arti- llería, creia que llevando su marcha con firmeza en la dirección en que la habia emprendido, con- seguiría ponerse en Buenos Aires antes de que los conjurados hubiesen tenido tiempo de ejecu- tar el plan inicuo que mecKtaban. Sabia también el general que el mas persistente y el mas apto de los sediciosos era el teniente coronel Paz ; (13)

(13) Mera, de Paz vol. 2 páj. 18— Meraoria de la Ma- drid pág. 178 y siguientes.

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y con el fin de inutilizar sus dañinos traba- jos le ordenó que retrocediese con 50 dragones á ponerse á las órdenes del coronel Arenales que quedaba en la Villa de los Ranchos (Córdoba) organizando una división de milicias para tomar sobre el Tercero la posición que habia aban- donado el ejército. La orden sorprendió al comandante Paz en medio de sus afanes, pero como no la habia previsto ni acordado el mo- mento de la sublevación, tuvo que acatarla y que ponerse en marcha ; pero era demasiado marrajo para no encontrar un medio de vol- ver á las suyas sin perder mucho tiempo ; y así que llegó á Calchines, se adelantó solo con tres soldados como si fuese en busca de Arenales, y volvió á poco rato poniéndose otra vez en busca del ejército ansioso de llegar antes de que hubiese adelantado sus marchas hacia Buenos Aires. El ejército iba en camino cuando Paz lo alcanzó en la tardo del 9 de Enero ; y como su regimiento iba á la cabeza de la columna, se ingenió de modo á ir pasando por entre los cuerpos para hablar con los oficiales conju- rados y advertirles que se pusiesen de acuerdo con Bustos por que era indispensable suble- varse esa misma noche. De no hacerlo así, el general Cruz tomaría medidas al otro dia pues estaba ya visto que conocia la conjuración. Después de haber pasado esta revista haciéndose el que buscaba el cuartel general, se present<>

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en él á dar cuenta de su comisión, y dijo—* que el coronel Arenales le habia dado orden de re- gresar al ejército por qv£ se habia falsificado la noticia de haberse levantado montoneros en CóTdoba.T^

Es denotas decir que el general Cruz no creyó i^i una palabra de lo que le decia el comandante ^^2 ; y presumió que se le hacia una burla de í^alísimo género. Pero, su característica pru- ^^ricia era siempre causa de que prefiriese re- :ionar con lentitud aún en aquellos casos que ígian energia rápida y acción decisiva ; y en ^^t;a ocasión creyó mejor dejar para el dia si- ^^xiente las medidas preventivas que pensaba to- í^ ^r. Si en vez de eso hubiese llamado á los g^fesen quienes confiaba, y hubiese prevenido l^ ejecución del crimen en la debida forma, ha- bida salvado el ejército ; por que tenia medios y fuerzas con que sofocar el motin como lo vamos é^ver. (14)

Al darlas doce de la noche el comandante Paz

se puso á la cabeza de su cuerpo.

1820 Dio orden de montar á caballo, y

Febrero 9-10 fue el que tuvo la triste gloria de

iniciar el movimiento prendiendo inmediatamente á su gefe el benemérito co-

(14) Este paso del señor Paz fué causado que cuando Be víó en desgracia al fín de ese mismo año, el general San Martin prevenido por Arenales se hubiese negado redondamente á recibirlo en el Ejército de los Andes.

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ronel Zelaya, el hombre mas acreditado en él ejército desde su formación en 1811 por su bravura y su honrado carácter. A la voz de los Dragones, el segundo gefe del núm. 2 se echó sobre su coronel don Bruno Morón y 1^ puso en arresto ; siguiólo el núm. 10 cuyos ca- pitanes arrestaron al coronel Pinto. Dudando los oficiales conjurados del cuerpo de Húsares que pudieran levantarlo en masa, por la popula-^- ridad de que su gefe el coronel Lamadrid gozaba entre ellos, le habian indicado al gefe delE.M. G- coronel Bustos que dividiese el cuerpo por razo- nes de servicio ; y así arrastraron al 29 Escua- drón quedando Lamadrid con el t?

Losgefes sublevados proclamaron general en gefe al coronel Bustos ; y bajo sus órdenes sali^' ron del campamento y fueron á formar en líne^ á una distancia de diez cuadras al frente dond^ esperaron que amaneciese.

Apercibido el general Cruz de que habia esta^ liado el movimiento que tanto se temía, reunií^ en Consejo á los comandantes de los batallones que quedaban á su lado, á saber : los coro- neles José Blas Pico, León Domínguez, Benito Martínez, Antonio Ramírez y Lamadrid. Este último quería emprender un ataque inmediato sobre los sublevados ; convencido de que así que él se presentase á sics Húsares, estos y multitud de soldados de los otros cuerpos, habian de aclamarlo y volver á la obediencia. Los demás

Y CAISAS DR Si: CAÍDA 45

opinaron que lo mas conveniente era salvar el parque y los Irenes de artilleria, que afortuna- dutnente habían quedado en el Cuartel General, y continuar la marcha al dia siguiente hasta en- trar en los campos de Buenos Aires.

^1 amanecer pudo verse que los sublevados ha bien recojido y retirado gran parte de las ca- ba.lladas, las boyadas del parque y de la co- misaria. El general Cruz reclamó que se le de- volviesen las que pertenecían á las tropas que ha.bian preferido seguirá sus órdenes: vino en- tonces el coronel Herédia por parte de los su- blevados á prometer que las dividirían con tal qu.c se dividieran también el Parque y la Comi- sa, ría. El general en gefe rechazó la exigencia: m atondó uncir los bueyes que pudo recojer, y píxso en movimiento su columna. Al momento aE>arecíeron en el horizonte gruesas partidas de niontoneros ; pero eran impotentes para detener l^ Marcha. Los sublevados seguían á la dis- ta.Tic¡atras de la columna; pero como vieran que e^fa se internaba decididamente, y que habia a-Vanzado ya como dos leguas arrollando á los tnontoneros, se presentó otra vez el coronel Ale- jandro Herédia acompañado de don José María Paz y repitieron la misma exigencia intimándo- le que de no acordarla se vei ian forzados á em- plear contra él la superioridad de su caballería. Los montoneros se agrupaban distanciados de uno y otro cuerpo del ejército ; pero evidentemen-

46 EL ORGANISMO NACIONAL

te resueltos á intervenir contra la columna de Cruz. En este conflicto, el general se resolvió á detener su marcha y entró en convenio con los sublevados para dividir el parque, los caballos, los bueyes, y la comisaria. Tomóle en este tra- bajo la noche, y como era de esperar, comei>zó la deserción y la relajación de la disciplina en los cuerpos que el general Cruz quería mantener bajo sus órdenes.

Estaba apenas amaneciendo el día licuando una partida de montoneros se adelantó y trabó un nutrido tiroteo con el campamento del gene- ral Cruz, como si trataran de traerle un ataque general. Pero Bustos, que tenia sus miras ulte^ riores como lo veremos, y que no estaba dis- puesto á entrar en ligas con nadie, le ordenó á Herédia que montase sus tres escuadrones, que saliese á protejerel campamento del General en Gefe, y que intimase á los montoneros, con una demostración seria, que si no se retiraban los iba á sablear sin piedad. Al verá los. Z)ra- go7ies y á los Hüsay^es en ademan de cumplir la intimación, los montoneros se replegaron á gran distancia contentándose con observar de lejos los movimientos de las tropas. Esto prueba lo que antes digimos.

No pudo sin embargo sostenerse el propósito de continuar la marcha; la tropa se desprendía por grupos, y la que tomaba diversa dirección del cuerpo sublevado, era prontamente alcanza-

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 47

da y traida á él por sus partidas. Fué preciso pues suspender la marcha y entregarse. Dueño de todo, Bustos contramarchó por el camino de Córdoba.

Bustos habia llegado á sus fines: estaba ya en posesión del poder militar con que pensaba en- tronizarse en su provincia. Pero Paz quedaba forzado al papel de aspirante. Allá en sus aden- tros tenia piona confianza de que muy pronto tomarla el primer lugar, levantado por el círculo burgués que habia respondido en la ciudad á la sublevación del ejército. Fuera del menosprecio que hacia de Bustos, teniéndolo por mas estú- pido é inepto de lo que era, se tenia él por el ofi- cial mas distinguido ; y presumia de tanto in- flujo en las tropas que contaba con ponerlas al servicio de los actos y arreglos populares que tomase el pueblo, seguro de que serian todos en el sentido de su ambición y de las medidas que ha- bia preparado para propiciárselos de antemano.

Hacia apenas dos ó tres dias que el ejército retrocedía lentamente por la pampa en dirección al Rio tercey^Oy cuando apareció en el horizonte del naciente, á eso de las ocho de la mañana, un grupo dcginetes que galopaba con g.illardia y confianza hacia el campamento de Bustos. Era don José Miguel Carrera con una alegre comiti- va que venia festejando el fausto acontecimiento que les aseguraba la victoria contra el gobierno nacional, y el avasallamiento de la capital. Venia

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Carrera plenamente poseído de su importancia jT del influjo que contaba ejercer sobre Bustos par»- ponerlo de parte suya, y sacarle cuando meno^ una buena porción de tropas.

La sublevación de Arequito les habia qui- tado á los montoneros el único obstáculo qu» habian tenido para lanzarse sobre Buenos Ai res. Pero compensaba Bustos la carencia d^^ talentos positivos con una rara habilidad para^ envolver sus miras en las apariencias de una. pesada negligen-^ia; y mostrando solo cierta sensatez vulgar, que para muchos pasaba por estupidez, ocultaba en el fondo un intenso egoís- mo; que ala vez, como toda calidad muy de- senvuelta y preponderante, alcanza á ser un poder efectivo, y tanto mas peligroso cuanto me- nos perceptible es al vulgo de los que lo sirven ó lo ayudan. El silencio vulgar y complaciente de Bustos, mirado por dentro de su alma po- dría compararse con una gruesa piedra colgada siempre en su centro de gravitación: sin balan- ces pero sin desvíos.

Así que Bustos vró próximo á Carrera se ade- lantó á recibirlo con la apatía que le era nntural, un tanto mas afectada y fría quizá. No asi Carrera ; quien al ver « al Héroe de Arequito » se tiró del caballo con su garbo habitual, y vino con un semblante animado por el entusiasncio en ademan de abrazarlo. Pero este, haciéndo- se encogido y modesto, aparentó no compren-

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 49

der la efusión petulante de su huésped ; y co- mo con cortedad y cierta sonrisa indecisa 6 va- ga^ le alargó una mano floja y fría que descon- certó á Carrera. (15)

Haciéndose siempre el pobre hombi*e, Bustos regresó hasta la puerta de su tienda con Carrera y lo invitó á sentarse en unas banquetas, mien- tras los oficiales y acompañante^ de una y otra 3arte, se colocaban en grupos por detrás. Siem- bre encojido, Bustos mandó que trajesen unmate jT se quedó en silencio, sin iniciar ni preguntar - ^3sa alguna. Conoció Carrera que á él le toca- animar aquel bulto inerte que tenia por delan- , y tomando sus grandes aires le dijo : « Ven- por encargo de mis Aliados y compañeros Jefe Supremo de Entrerrios y el señor Gober- idorde Santa Fé, á felicitar á V. E. y á los ge- 3 que han derrocado la tirania corrompida que saba sobre el país; y yo, señor general Bus- =>s, tomando la voz del pueblo chileno y á nom-

CJ5) Recibí estos datos en 1840 en Córdoba, del señor ^^^«1 José Gregorio Baigorri, y del doctoren Medicina don 3^^n Gordon que rae dijo haber estado presente. Después ^^ tres años los ha corroborado el señor B. Mitre dici en- conos que los hahia recibido verbalmente del señor ge- t^^ral Paz, aunque este no los incluye en sus «Memo- nagM^ni los habia recordado el señor Mitre en sus tres ulteriores ediciones de la «Vida de Belgrano». Pero tn una carta al señor Barros Arana, le decia que se atu- viera á los pormenores con que yo habia trasuntado este suceso, por que por lo pronto no le podía dar otros.

TOMO VIII 4

50 EL ORGANISMO NACIONAL

bre de toda la América del Sud, declaro, señor^ que V. E. es el benefactor mas grande de las dos Repúblicas; y espero que unido con V. E., si V. E. me acepta por amigo para cooperar á la grande obra, como no lo dudo, de libertar á mi patria de sus dos verdugos, y restituir la moral y la igualdad entre los dos pueblos libres, espe- ro, digo, que un dia próximo el nombre de V. E. y de los que le han ayudado en este gran paso, serán colocados por la gratitud universal en la galeria de los grandes hombres.»

Bustos mientras tanto ni levantaba los ojos del suelo ni cambiaba la vaga sonrisa que parecía estereotipada en sus carrillos. Pero el teniente coronel Paz, indignado de los elogios que Car- rera le prodigaba á Bustos delante de los ofi- ciales del Ejército, se dio vuelta, y salió del grupo, diciendo en voz inteligible que podia ser oida de todos ^Esie badnlaqne no sabe el terreno que pisa.^

Si señor, contestó Bustos: los señores gefes que me acompañan no gustaban de la guerra civil : yo tampoco; y creo que los pueblos de este lado están muy cansados también. Como se piensa en llevar la guerra al Perú, á todos nos gustaria mas contribuirá acabar con aquellos tiranos estrangeros para entrar cuanto antes en paz.

Pero eso no se logrará, señor general Bus- tos, antes de que un cambio radical de cosas

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 51

tenga lugar en Buenos Aires, en Cuyo y en Chi- le, para que formándose una fuerte alianza de Pueblos á las órdenes de héroes populares como V. E., el general Ramirez y el general López, y no de tiranos impopulares como O^Higginsy San Martin, sea posible combinar míestf^os grandes medios de acción y asegurar el resultado. Chi- le, señor general, es la base de operaciones necesaria. Pero Chile, señor general, odia á sus mandones ; Chile gime bajo la planta brutal de dos caciques coaligados para robar y para oprimir á todo el mundo; y mientras Chile no sea libre, mientras Chile no se incorpore con la masa de las riquezas y de los recursos que tiene, crea V. E. que es un delirio querer llevar la guerra al Perú con fuerzas diminutas, con fuer- zas que aspiran como aspiraba este benemérito ejército á sacudir el papel de opresores sangui- narios que los dos tiranos imponen á los gefes beneméritos que tienen que obedecerles.

Bustos continuó escuchando sin la menor emoción ni mirar siquiera á su interlocutor, y se quedó en profundo silencio cuando este dejó de hablar. Viendo que la situación se hacia muy desabrida, insistió Carrera con otra exhortación^ y la terminó diciendo He venido, pues señor ge- neral, ya que hoy nuestros objetos son los mis- mos po7* identidad de posición, á que me diga V. E. con qué condiciones formaremos la alianza que ha de hacer comunes nuestros esfuerzos. El

52 EL ORGANISMO NACIONAL

Supremo Jefe de Entremos y yo, dejaremos á V. E. la posición que quiera tomar, para que de- signe con qué fuerzas de las de este ejército, y con qué gefes ha de ser representado V. E. en la campaña que vamos á abrir. Qué campaña, señor? La campaña contra Buenos Aires y con- tra el partido de bribones que ha querido esclavi- zarla América. Sobre ese punto, contestó Bus- tos con calma, no me atreveré á decir á V. cosa ninguna. Me parece que el ejército quiere ser neutral. Yo hablaré después con los gefes. Por ahora lo que hemos resuelto es marchar á Córdoba : allí se verá lo que hemos de hacer. Pero yo no veo tampoco que necesidad hay de que ustedes hagan campaña contra Buenos Ai- res. Desde que este ejército ya no los amenaza, lo mejor seria hacerla paz y reunir un Congreso que ordene el mejor modo de que todos quedemos bien acomodados en nuestro país. Carrera hizo un gesto de impaciencia. Habló otra vez con tono imperioso y con evidente enojo de sus inte- reses y de su poder en Chile : se estendió ponde- rando las grandiosas vistas y los recursos de Ramirez ; y creyendo que habia dicho lo bas- tante para cambiar las ideas de Bustos le pre- guntó con altaneria:— ¿En qué quedamos, gene- ral?—En nada, amigo; le contestó Bustos : lo que á xtíi me gustaría es la concordia y un nuevo Congreso que podría reunirse en Córdoba. Yo me propongo trabajar en eso y nada mas.

Y CAUSAS l)K SU TAIDA TkÍ

Entonces, señor general, es difícil que V. E. consiga la paz, al menos con nosotros. A estas palabras de Carrera los de su comitiva dieron muestras de aprobación. De todos modos, ge- neral, he tenido mucho gusto de conocerlo, dijo levantándose, y creo que hemos de ser amigos al fin y por la fuerza de las cosas Dios lo quie- ra ! por que yo deseo mucho la paz, para que nuestros esfuerzos sean todos dirigidos contra los españoles.

Es difícil no encontrar en el motinde Arequito un cierto influjo, que será indirecto si se quiere, pero que parece ligarse á las ideas y á los pro- pósitos de San Martin. El mismo general Paz asegura en sus Memorias^ que fué por no mez- clarse en la guerra civil, y por hacer la campa- ña del Alto-perú, que sustrajeron el ejército á la obediencia del gobierno. Y aunque los he- chos subsiguientes, como veremos, no acreditan la disculpa, no cabe duda que una invasión por el Alto-perú cooperando á las operaciones de San Martin por las costas del Pacífico, era y ha- bía sido siempre con razón uno de los pensa- mientos favoritos de este general. Contribuyó pues de otro modo que con su ejemplo al motin de Arequito halagado con la esperanza de que el Ejército Auxiliar regresase á Salta y se pre- parase á la acción combinada que requería su empresa ?

La verdad es que Bustos no solo estaba re-

54 EL ORGANISMO NACIONAL

suelto á no entrar en liga con los caudillos del li- toral, sino que continuó en amistosas y frecuen- tes relaciones con San Martin y con 0*Higgins: quienes, por lo menos lo lisonjeaban especial- mente con el interés de que cubriese el orden y la tranquilidad en Cuyo, estorbando ast las pre- tensiones subversivas de Carrera que miraba esta provincia como su centro y su camino para restablecer su poder en Chile.

Cuatro dias antes del motin de Arequito, y casi repentinamente, habia San Martin trasmon- tado los Andes,—-* pretestando como anle^ (dice « Barros Arana: Rev. Chil., tom. III, pág.634) « el mal estado de su salud ; y en la tarde del « 13 de ese mismo mes se reunia con O'Higgins « que habia salido hasta Huechucaba para vec\- « birlo con los brnzos abiertos». En los mismos dias Pueyrredon fugaba de Buenos Aires, y tenia que asilarse en Montevideo bajo la égida

del gobernador portugués ! Como habia de

incluirlo el general San Martin entre los tres ami- gos gratos á sus recuerdos en 1827 !

« Los riesgos que amenazan á la Patria (decia « la Gaceta Oficial hablando de los montoneros ) « con los anuncios de la Expedición española han « sido calculados por ellos fríamente; y han servi- « do de base á la nueva agresión á que han dado « principio con inauditos escándalos, etc. etc.»

Esta otra amenaza, tomaba, en verdad, pro- porciones graves. Los ministros ingleses habian

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 55

avisado con interés á los representantes argenti- nos que España enviaba decididamente su gran- de ejército de Cádiz sobre Buenos Aires, y que iodo estaba formalmente preparado para que las fuerzas saliesen de la Península en los prime- ros dias de 1820. El embajador inglesen Rio Ja- neiro le participó al doctor don Manuel José Gar- cia una comunicación de su gobierno, en que se le ordenaba que participase al Rey de Portugal que la convicción del gabinete inglés era que en

Enero de ese año saldría el convoy espedicio- nario.

Si esto se realizaba, Buenos Aires estaba irre- misiblemente perdido. Su estado interno se ha- llabade tal manera anarquizado, y su espíritu tan postrado, que el Gobierno no podia hacerse ilu- siones. Era indispensable abandonar la capital, hacer salir á sus moradores capaces de llevar armas, y tratar de enardecer la lucha en los campos! )L

Por fortuna el formidable armamSito se ha- bía sublevado en esa misma semana. Buenos Aires estaba salvado ; pero el general San Martin habia partido á Chile sin saberlo, y desde enton- ces quedó fuera de las desgracias y del resurgi- miento de su patria.

El recuerdo del motin de Arequito fué siem- pre un motivo de perpetuo arrepentimiento y de delorosas impresiones para el general Paz; y cuando después de 30 años se puso á escribir

56 EL ORGANISMO NAaONAL

SUS Memorias, invocó causas insustanciales para atenuar las tristes responsabilidades que ese error le habia impuesto en las largas desven- turas del país, que duraron mas allá de su muer- te. Conociendo que el mas grande pecado de su vida era haber contribuido al triunfo del desorden y de los montoneros sobre el organismo político de su país, pone, al escribir sobre el malhadado suceso, un solícito esfuerzo en asegurar que el motin de Arequito se habia hecho sin la menor inteligeíicia con los ge fes federales ni con la monto fiera santa fecifia.

Puede ser: pero la cuestión de fondo no es esa, sino saber si los que sublevaban el ejército como el señor Paz, hacian lo münio que lo que hacian los niontoner os y los fede^^ales, precipi- tando en un desquicio general á la Nación. £1 coronel Paz era demasiado ilustrado y habiloso para creer que la sublevación de aquel ejército veterano pudiera tener por objeto volver á las fronteras á hacer la guerra contra los españo- les. El señor Paz sabia muy bien que ese pre- testo era falso é imposible. Un hombre como él no puede decir cosas que son contrarias al sentido común mas elemental. ¿Con qué gene- ral y bajo la acción de qué gobierno iba el señor Paz á emplear ese ejército en el Alto Perú? ¿ Con qué recursos administrativos, con qué ju- risdicción, con qué centro regular y orgánico de poderes públicos, iba á operar ese ejército, ó iba á

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 57

mantenerse concentrado como una fuerza militar organizada? Pues qué ¿no puede ver cualquiera que eso era imposible, y que semejantes absur- dos no habian podido entrar en la mente ni en las esperanzas de los que sublevaron el Ejército Auxiliar? El señor Paz no podia suponer que esos batallones y escuadrones pudiesen ir á buscar el cuartel general de San Martin en Chile. Lo primero que este general habria hecho, habría sido separar los malos gérmenes que llevaban no solo para cumplir con su deber, sino por in- terés propio y ejemplo de sus propias tropas y gefes. No es lo mismo desobedecer que incor- porar revoltosos. El mismo señor Paz conviene en que el general San Martin lo miró desde en- tonces con tales prevenciones, que jamás quiso permitirle que se incorporase al ejército del Pe- rú, cuando desesperado de su mala situación en Santiago del Estero, solicitó servir allí por me- dio de un amigo. (16)

Nos asegura el señor Paz que si él entró en el motín de Arequito fué con el objeto de que el

(16) Memorias: tora. ll,pág. 42 y nota. El señor Paz era tan desafecto para con el general San Martin que hasta en sus Memorias ha dejado pruebas que jamás debieron manchar su pluma, y que desfavorecen su ca- rácter, sin rebajar en un ápice las altas calidades, la pu- reza de procederes y las glorias del vencedor de los An- des. Véase sobre esto las Memorias del general Lama- drid, pág. 178 y siguiente.

58 EL ORGANISMO NACIONAL

ejército volviese á las fronteras á continuar la guerra contra los españoles. Con quién? y bajo qué órdenes ? No seria con el general San Mar- tin que se habia resistido á ir á esas fronteras. ¿Era acaso con Bustos con quién el señor Paz

pensaba realizar sus tan nobles propósitos?

Pero cómo? ¿No nos dice el mismo que hacia cuatro años que conocia á Bustos; que servia con él en el Ejército Auxiliar ¡y que jamás habia conocido «hombre mas inepto, mas ras- trero, mas efíoista, ni de una negligencia mas vergonzosa que este malhadado personage, á quien llega hasta llamar estüpido.*^ (17)

Un ente semejante no podia ser pues el gefe predestinado bajo cuyas órdenes se proponia el señor Paz ver realizadas sus nobles miras. ¿ Era con el coronel Güemos? A nadie miraba el señor Paz como ma< inadecuado é indigno de mandar soldados y oficiales como él : ahí están sus Me- morias para probarlo. El general Cruz es obje- to de todas sus críticas, y era además un gefe leal al ^robierno nacional. De manera que por cualquier lado que se mire el problema, no que- daba mas hombre apto que el comandante Paz para mandar en gefe el Ejército Auxiliar y go- bernar el interior de la república.

Pero concedamos que él, ó algún otro de los que entraron en el desquicio, hubiera sido ese hombre necesario y apto para desempeñar las

(17) Mem, t. I, pág. 306, 308, 310 y sig.

Y CAUSAS DE SU CAIOA 59

miras y los servicios que el señor Paz le supo- ne al motin de Arequito. ¿Cuál era el gobierno, el organismo político, el agente público que ha- bia de dar la fuerza moral y disciplinaria de que ese hombre, ese general necesitaba para poner en acción su ejército? ¿Cuál habia de ser el centro de los recursos, el origen y el carácter de la administración que iba á sostener y mover los infinitos mecanismos que necesita un ejército nacional en guerra contra el extranjero? ¿En dónde pensaban los revolucionarios de Arequito colocar este centro de acción cuando ellos mis- mos destruian el único natural y posible suble- vando las tropas? Bustos lo sabia: y era lógico cuando se encajonaba en su lugarejo y se sen- taba tranquilo sobre las armas usurpadas. Pe- ro cuando el comandante Paz pretende haber as- pirado á mas altos fines, falta á la lógica mas elemental, y basta el buen sentido para ver que no pudiendo contar él con nada de aquello que era indispensable, no pudo tampoco tener otra mira que apoderarse de Córdoba y estender su influjo personal en el interior, por los mismos medios y sin mas fin que mandar. Después de todo, ¿era acaso cierto que él y los gefes que participaron en el funesto motin tuvieran tanto horror á la guerra civil como el que pretesta- ban? (18)

(18) Yo también he tenido ocasión de tratar al gene- ral Paz. Frecuentaba yo en 1839 la casa del señor don

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Lo que mas complicaba la situación ydafc>3. lugar á que crecíiese la anarquia que comenz^*- ba á dominar los ánimos, era el rompimiento del general San Martin con el gobierno naciona^^' que andaba de boca en boca exagerado por t ^

Narciso Lozano con una de cuyas hijas contraje despu< matrimonio. Hacia poco que el señor don Manuel Ocanr^^*^' po, cuñado de don Julián Paz, hermano querido del ge^^ ncrai, se habia casado con otra señorita Lozano, y vivi ^ en familia con su suegro y con su cuñado don JoséMa. ría Lozano, entre todos los cuales tenia yo una entradi y confíanza fraternal que aún subsiste. El general Pas:- iba noche á noche á la casa con su antiguo camarada dor^ ^■ Felipe Heredia. Se habia acostumbrado á verme, y &vec^^ el afecto y estimación que allí se me tenia, y sabia tam ^ bien por la familia el propósito que me unia á ella. No^^ pocas veces me informó con franqueza, aunque con esca-^^ -^ sez siempre, de acuerdo con su habitual reserva, sobre ^^' sucesos pasados ; sobre los presentes guardaba una es- --^ ^ tricta prudencia que todos respetábamos escusando aque- llas franquezas sobre Rosas y su gobierno que pudieran ^ comprometerlo, ó hacerle creer que lo comprometían. Se habló una vez de Bustos, y dijo: era muy hipócrita, muy nulo como militar pero intrigante y no tenia nada de tonto para lo que le convenia: <'yo fui su víctima en el negocio de Arequito» agregó. Irreflexivamente y quizá por inex- periencia juvenil le pregunté de pronto Y porqué se su- blevó el ejército en Arequito, señor general? El señor Paz vaciló un momento y dijo Bustos por apoderarse de Cór- doba y yo lo seguí por que era muy joven y me ofusqué con otras ideas. Hay casos en que no se pueden apreciar bien las consecuencias de lo que uno hace. . . bien la he pagado, agregó, sonriendo. Sin raí Bustos no habría agar-

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 61

'Malignidad de los partidos hostiles y también por el pavor y el pesimismo de los que se creían abandonados y perdidos. Nada de lo que pu- diéramos decir sobre esto seria mas claro que 'O que escribia la Gaceta oficial en su número del 19 de Enero de 1820. Aludiendo allí á los ^^istes rumores de ese rompimiento y á la de- ^'olucion de los despachos de general argentino lUe el general San Martin habia hecho para ^Cíeptar los de general de Chile, decia « para c:onservar ileso su honor aquel ilustre gefe no necesita que se cuenten las cosas de otro mo- do que como son. No ha habido tal devolu- ción de despachos ; lo que ha habido es una RENUNCIA del mando del ejército fundándose ^n la ruma de su salud, y todo el mundo sabe tque hace mucho tiempo que el general San ^'lartin padece un peligrosísimo afecto al pe- oho, que alo menos en la noche le aflije estra- ordinariamente». A esto, argumentan los riemigos ¿y cómo es que si el general se halla iri ese estado para rehusarse á hacer una cam-

^^<io á Córdoba ni habría valido nada, ni yo estaría así. ^Ues hombre, le dijo Heredia, consuélate por que ya vés <^nio andan Lavalle, Olazabal, Martínez, y eso que no í^tuvíeron en Arequito.— Doblemos la hoja, no hay cosa <l^e mas me atormente que conversar de aquellos tiem- pos. En Montevideo fui íntimo relacionado con don Julián Paz y muchas veces me ha dicho «á José María lo en- ferma que le hablen de aquel tiempo; se fígura que todos io acusan de haber levantado á Bustos.

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EL ORGANISMO NACIONAL

paña de verano, bajo el clima benigno de la pública Argentina, prepara todo el ejército pst ir á hacer una campaña en el clima pútrido y mortífero de las costas del Perú? «El seFi<3r « general, habrá creido por delicadeza que -^^o « piidiendo ceñir á operai^ en campaña conC ^•^

« los disidentes debía hacer dimisión del man « del ejército de los Andes ; pero el Supremo « bierno ha creido que no debia admitírsela, « si dejar á su discreción todo el tiempo (f « pudiera necesitar para su restablecimient(^ Se obgeta que esa falta de salud no le prohibí el marcharse á Chile y encargarse de la ex dicion á Lima. El general San Martin es due. y libre para aventurar su vida é ir á Lima ag^ nizante si quiere. » Pero la voz pública y los a gos del gobierno preguntaban á su vez ¿ y ejército argentino que sevá con él, es tambi libree y ducho de ha<;er lo que quiera? El gener es dueño de esas tropas de nuestro Estado?. . « No, señor : nosotros sabemos que la razón « que el general San Martin está disgustado co :^ « algunos individuos notables de los que correa « ponden á la actual administración. Sí, s^^ « ñores, responde el Editor, así será ó no serát « así : asi será, porque tal maña se han dado « los que tienen interés en desunir^ en enemis* « tar, y en destruir las relaciones de recíproca « benevolencia, de gratitud y amistad que le han « conservado siempre los que en ningún

-p»

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 03

« evento dejarán de ser los mejores amigos del

« señor general San Martin : no sera osij por

* que dicho general conoce que los que han par- « ticipado con admiración y enternecimiento de *. sus gloriosas proezas, y los que han conside- « rado í^u persona como uno de los mas fuertes « baluartes del orden y de la libertad no cambia- « rá.n tan fácilmente de sentir, aún concediendo

* €ie gracia que hubiese algunos ligólos motivos

* de disgusto. »

1.a Gaceta invoca en seguida la indulgencia y dioe: # Entre los que mas ardientemente se "* ^man, se levantan frecuentes tempestades "* ^ue no producen otro efecto que el de estre-

'^ C'har cada vez mas sus vínculos el resen-

"* timiento embarga el juicio y la razón : y en

* ^ste estado ¿presume alguno acertar? Ha- "^ jarnos al menos de modo que no lo pague

* nuestra pobre patria ! Por este estilo cor-

^ Ten también varios caprichos en orden á las "^ provincias de Tucuman y de Cuyo en que ^ cuando menos se exagera todo sin piedad. »

Otra catástrofe mas sangrienta, aunque de un ^^rácter político muy diverso, habia tenido lugar ^ti la ciudad de San Juan un dia antes de la su- blevación de Arequito. Los que decian que el i'epaso del Ejército de los Andes á este lado de la cordillera tenia tan grandes resistencias en- tre las tropas que era muy posible una deser- ción en masa, no decian la verdad. Por el con-

64 EL ORGANISMO NACIONAL

trario— lo mal visto en el ejército era la expedi- ción al Perú; los cuerpos argentinos, sin escep- cíon, anhelaban regresar á la patria, como era na- tural y como sucede en todos los ejércitos del mundo cuando han operado largo tiempo en el exterior. El verdadero riesgo no era traer á este lado las tropas, sino volverlas á llevar. Eso era lo que el general San Martin temía; y de ahí su tenaz resistencia á condescender con el gobierno argentino en este punto. No "tardó mucho en verse que esta era la situación real de las cosas. El núm. 19 de infanteria ó Cazadores délos Andes se hallaba acantonado en San Juan ; y acababa de recibir una remonta con reclutas de esta provincia y de laRioja quelohabia elevado á 1,200 plazas. De tiempo atrás era voz cor- riente entre oficiales y soldados que el cuerpo habia venido de Chile para pasar á Buenos Ai- res con los Granaderos á Caballo. Pero de re- pente se sabe la precipitada marcha del general San Martin, y comienza á susurrarse con pavor que pronto iban á regresar á Chile para marchar al Perú por mar. Difícilmente podia inventar- se nada mas antipático al soldado argentino que ese alejamiento y ese género de travesía, sobre todo en aquel tiempo, en que los ánimos subsis- tían aún bajo el influjo de los hábitos coloniales tan concentrados al foco nativo y tan ajenos á los percances de la navegación. En San Juan como en todas las otras provincias existia un partido

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 65

local y mal inspirado contra las autoridades exis- tentes, y por lo mismo enemigo del régimen polí- nico que les servia de base legal. Pero como el poder militar en Mendoza y San Luis, estaba mas concentrado en manos del general San Martin, y de su hombre el coronel Luzuriaga, que influi- do por los hombres y por los resortes políticos de Buenos Aires, el espíritu revolucionario prescin- dia allí de la capital y aspiraba á sacudir los in- flujos de San Martin y de Luzuriaga que eran los contrafuertes de la situación local que los oprimía, ó que los agraviaba de cerca ; y si hemos de decir mas, diremos que en esa tendencia, y con la voz de que el general San Martin desobedecía al gobier- no de Buenos Aires, el partido disidente unia allí su espíritu con mas simpatía en favor de la capital que de los hombres y los intereses del general San Martin y desús proyectos sobre el Bajo-perú. Escitado el terror de las tropas por la amenaza de volver á Chile, con las intri- gas del partido disidente, y con el funesto influjo de la insubordinación del general en gefe, se ha- bía ido formando una situación compleja, difícil y á la vez peligrosa. Agregábase todavía que la excesiva severidad del comandante Garcia-Ze- queira, soldado cumplido y bravo, pero hombre de fierro que no tenia flexibilidad para él ni para los demás, y durísimo al trabajo y á la disciplina, pesaba demasiado sobre los soldados ; y aunque sumamente respetado, no era querido ; como lo

TOMO VUI 5

66

EL ORGANISMO NACIONAL

era por ejemplo Necochea entre los Granaci^ ros : que se salvaron gracias á ese cariño.

Hacia algunos días que los ánimos andab^tn sobresaltados, y que vagaban por el pueblo ain^- nazantes rumores, sin que se percibiese síntoncma alguno que dejase ver el punto del peligro, cuan- do el 9 de Enero rayando apenas el crepüscu-lo de la aurora, se sintió sacudido el suelo con repentinas y terribles descargas de fusilería, el regimiento Núm. I** que acababa de sublev se. Lo primero había sido prender y encarcelar en el cuartel al comandante Garcia-Zequeira, ^^ mayor Lucio Salvadores, á tres capitanes, y" * varios otros oficiales de honor; quede haber te- nido tiempo, se habrían hecho matar ó hubier^^"^ convertido á los soldados á su deber. No ' ^ fué posible por desgracia ni tentarlo siquiera; y la sublevación se consumó apareciendo gefe del motin investido de toda la terrible toridad del momento un cierto don Mariano Me^^ dizabal, hombre corrompido pero bravo, que ^^ tiempos anteriores habia pertenecido al N. 11 r pero que habia sido arrojado del cuerpo y de/ Ejército.

Este tal Mendizabal era originario de Buenos Aires, imbuido del espíritu local mas genuino, é hijo de una familia sumamente distinguida entre la clase mas decente del vecindario. Ha- bia sido íntimo compañero del que fué des- pués general L. Mansilla. Pero ah!, por esos

Y CAL'SAS I)K Sr caída iu

ños se distanciaron, tomando distintas posi- LT iones; porque la habilidad que lo sobraba al LEnOy era en el otro fuerza torpe de pasiones, y abandono vicioso, aunque con sus ráfagas ele alguna viveza. Apesar de sus vicios, Men- d izaba! habia conseguido en mala hora casarse c^on una interesantísima hermana del Teniente- g-obernador de la provincia don José Ignacio de la Rosa. Era este señor el vecino de ma- yor importancia de San Juan: habia contri- buido con su fortuna particular y con sus me- didas á todo cuanto el general San Martin le t].¿&bia exigido de la provincia para trasmontar los Andes y vencer en Chacabuco. Así es que el general y el gobierno de la capital lo con- sideraban como uno de los mas preclaros pa- tr-iotas y cooperadores á los triunfos que ha- bí sn asegurado la independencia nacional. (18)

(18) Mendizabal habia comonzado muy bien su car- ^P^^va como sargento del núm. de Patricios. Nos ha re- ferido el coronel don P. R. de la Plaza que se habia ^fialado con mucho brío en las salidas que algunos pi- ^^etes del cuerpo hicieron por la calle del Correo (Perú) Sobre el teniente coronel Codogan, y por la de la Vic- toria sobre las fuerzas del coronel Kington, Pasó des- pués a prestar servicio como veterano con el grado de teniente l^ en el Nüm. 6 bajo las órdenes del coronel M. E. Soler. Volvió de capitán después de la toma de Montevideo; y marchó con este grado en la división de Alvarez-Thomas que se sublevó en Fontezuelas. Se )e notaba ya entonces el hábito de la embriaguez, y poca

68 EL ORGANISMO NACIONAL

Pero en tiempos de revolución y en países sacudidos por los vaivenes de la fortuna pú- blica y privada, como lo estaba aquella provincia en 1819, no se puede apremiar á los pueblos m aún para su propio bien, sin agraviarlos y pro- vocar quejas que poco á poco toman mal carácter y se enconan. De ánimo resuelto, y animadlsincio partidario de la espedicion á Chile, el señor L^

íielicadeza en sus costumbres; lo que fué causa que ^* coronel Las Heras lo separase del Nün. 11. No sa.t>^' mos si asistió á la batalla de Chacabuco, pero en ^ tiempo subsiguiente sirvió en San Juan disciplina-*^^^ reclutas con el grado de Sargento Mayor. Era Mei^^*' zabal un hermoso joven. A pesar de sus vicios (quizar P^ lo mismo que era un calavera bravo y confiado) se c^P* taba con facilidad el cariño del amable sexo; y un». * teresante niña hermana del Teniente gobernador ^^ José Ignacio de la Rosa, el hombre de San Martii:x ^ San Juan, tomó tal pasión por aquel perdulario qu^ 'J liubo como evitar el enlace ni las aciagas desgracias qii<^ trajo ella á su familia. Comenzó Mendizabal á mostrB^'*^ como era, dilapidador, haragán; insolente, 6 insaciíi'^ por arrancar dinero á la familia de su mujer, pesan^^ de una manera abominable sobre su cuñado. No so'^ mente cuando estaba ebrio sino en su estado natura»^ tal vez por la irritación continua en que lo tenia su pro^ pia decadencia moral, era torpe y brutal con la nina infeliz íjue se habia sometido á él; la castigaba con violencia y con golpes tan recios como los que habria descargado sobre un animal. Promovió cuestiones particionarias ásu antojo, y no solo era así el tormento de la familia, sino un perillán á quien todos tenían un verdadero terror en San Juan.

Y CAUSAS DE Si: CAÍDA C)0

Rosahabia ejecutado repartimientos de contribu- ciones en dinero, en muías, en bueyes, en ví- veres y otros géneros de exacciones indis- pensables, pero pesadas, que habian suscitado odios ocultos y formado contra él un partido de cierto valor relativo : en el que figuraban algu- nos vecinos reaccionarios como los Maradona, Janson, Laspiur Albarracin, Cortinez: unos por enfados locales, y otros por mala tendencia há- ^^^ los montoneros que con el título de federa- ^^ no querian otra cosa que disolver el vínculo central y absorverse el mando irresponsable de ^^ provincia.

In Arequito los gefes amotinaron el Ejér- ^^ ^ o Auxiliar conir Si e\ gobierno Nacional, pre- ^^^tando que querian imitar las nobles miráis ^^ I general San Martin. En la de San Juan,

^^^ que amotinaron el regimiento N. 19 del ejórci- ^ <iel general San Martin, protestaron que que- ^^^n restablecer Inobediencia al gobierno Nacio- '^^l contra el general y los agentes que la habian ^^^to. Por mas honorable y digna que haya sida ^^spues la vida del general Paz, por mas viciosa y repugnante que haya sido la vida de Mendiza- •^^1, disienten ambos aquí diametralmente ea ^^s documentos y en las miras con que trata- ron de justificarse.

Consumado el motin y dueño absoluto de la c'^udad, fué aclamado Mendizabal gobernador y comandante general de Armas por los oficiales

70 EL ORGANISMO NACIONAL

y por los vecinos de antemano complotados coa ellos. Temían los sublevados que los cuerpos áe Granaderos á Caballo y de Dragones de los An- des que estaban en San Luis y en Mendo^^i marchasen sobre ellos ; y mientras Mendizab^-^ organizaba la defensa, se hacia reunión de bildo abierto y casi en tumulto, como era con guíente, se elegía, ó se formaba, un nuevo ayixti^ tamiento de ellos-, por ellos y para ellos, conr^^ ha quedado de moda hacerlo siempre hasta bajo el régimen constitucional. No hay pues c\y^^ escandalizarse ni hacer aspavientos.

Reunido el cabildo con el comandante &^' neral de armas se resolvió que se labrase i*^' mediatamente una Acta solemnísima, en donde ^ hiciera constar auténticamente que el objeto ^ aquel mooimiento era el restablecer en la pi*^^ víncía de Cuyo la supremacía legal y suf>^' rior del Supremo Director y del Congreso ^^ las Provincias Unidas, quebrantada y desconí^' cida ílegalmcnte por las autoridades derroca" das, y rebeldes al gobierno establecido y á 1^ Constitución. Agrega el acta que entre las me^ didas urgentes y mas importantes, la principal sea : «Dar un parte exacto al Exmo. señor Su- « premo Director de las Provincias Unidas del « Rio de la Plata, pidiéndole su suprema apre- se bacion, y protestándole que el Gefe Militar « y el Cabildo no se animan de otro deseo « que del de recibir sus superiores órdenes y

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 7i

c^umplirlas con toda exactitud y honor, á que

^stán ligados por el solemne juramento que

1:1^ an prestado de no reconocer otra autori^

que la de la Primera Majistratura de

Nación: que el capitán Mendizabal se

Iriabia apoderado de la fuerza armada, y de- uesto al Teniente Gobernador don José Ig- acio de la Rosa por coligado con los de- ^9^^ás Ge fes de la Provincia de Cuyo empe- ^hados en desobedecer alExnio. señor Supre-

"9^7.0 Director de la Nación y que se tu-

"v^iera también presente, que aunque electo en ' ^1 primer momento, el Capitán Mendizabal ^ Viabia renunciado obstinadamente para que •^ no se creyese que habia tenido otro objeto, "^ al apoderarse de la fuerza armada, que el "^ de libertar de su tirano al Pueblo de San Juan

"^ uniéndolo á la Nación » y que por consi-

%uiente, el Gefe Militar y el Cabildo estaban re- sueltos á no reconocer otra autoridad que la

<Jel Supremo Director del Estado asegurando

^ protestando que estaban unidos con intimidad ^n sus ideas políticas de sumisión á la su- prema majistratura y de odio á la anarquia (es decir á los montoneros. )

Estendida esta acta, Mendizabal pasó una nota al Director en términos análogos, y el Cabildo hizo lo mismo. En la primera se hace referencia á duros y crueles castigos impues- tos á los soldados, que quizas tuvieron algo

72 EL ORGANISMO NACIONAL

de cierto, porque el Comandante Garcia-Ze- queira pertenecía á esa escuela rígida y seve- rlsima, que funda en la absoluta disciplina to- da la excelencia de la fuerza militar. Pero lo importante de la nota como rasgo político es este: «Dígnese V. E. mandar un Juez nom-' « brado para toma?* conocimiento de lo que « ha sucedido, y que sea persona imparcial, 4c para que oyendo al pueblo en plena libertad, « trasiyiila á esa supremacía el resultado de « la causa,... y suplico rendidamente á V. E. « que á la brevedad posible se sirva nombrar « un teniente Gobernador que cumpliendo con « sus deberes, sepa merecer el aprecio de es-

« te noble vecindario y confio que tendrá

« á bien no desaprobar mi determinación, y « que si no obstante, ella pareciese disconforme < á los principios liberales en que está fundada « nuestra Constitución, sufriré con resignen « cion las penas á que me juzgue acreedor <L recto ánimo de V. E.*

Al proceder así, Mendizabal no procedía por miedo ni por inspiraciones de una política as- tuta y trascendental, sino por pasiones del mo- mento y por motivos inmediatos ó vulgares. No procedia por miedo, porque el Director, no solo no tenia como amenazarlo, sino que no tenia como protegerlo de las numerosas fuer- zas que el coronel Alvarado podia traer de Men- doza sobre él. Desde que Mendizabal desa-'

Y CAUSAS DB SU CAÍDA 73

fiaba al fuerte para acatar al débil y lejano^ obedecia pues á sugestiones que no eran hijas de la prudencia ni del miedo. ¿ Seria acaso por que era porteño y por que obraba inspirado en el patriotismo local que despertaba en él la supre- macía de su provincia? Tratándose, como aquí^ de un hombre audaz y aturdido, privado de otra luz mental para guiar sus afecciones políticas que el efecto inmediato y espontáneo de la tierra en que habia nacido, es presumible que al sentir los rumores de que se negaba á Buenos Aires su derecho á imperar, y de que se quería desobe- decer al gobierno de esa su tierra, Mendizabal hubiera encontrado una bandera política á la altura de su razón y de su corazón; y que combi- nándose este sentimiento, mas ó menos político, con el deseo natural que tenian los soldados de no ser arrebatados al pais de su nacimiento, para espediciones lejanas, se formase el espíritu y la tendencia que hizo estallar al ñn la subleva- ción del regimiento y los matices políticos que presentó.

Entretanto, es digna de ser estudiada la forma de intervención nacional que este perdulario le trazaba instintivamente al Gobierno, desde el cuartel de un regimiento sublevado. Desde allí le pedia un juez que sumariase á los dos parti- dos: que secuestrase provisoriamente la autori- dad local mientras se procediera, con defensa libre de las pai*tes y sentencia jurídica. No se-

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ria de más tal vez que se estudiase esta forma de intervenciones en los conflictos provinciales!

El Coronel Alvarado salió de Mendoza sobre San Juan el dia 11 llevando una pequeña es- colta. Contaba con que su prestigio provoca- ría en el regimiento una reacción á favor suyo. Pero tan lejos de eso el Rejimiento salió á en- contrarlo el dia 15, no para volver á la obe- diencia sino para batir á su Gefe cuya per- sona no era apreciada ni influente en el Ejército de los Andes.

Viendo esto, el Coronel temió que la fuerza que llevaba simpatizase con los sublevados para librarse de volver á Chile y de ir al Perú. San Martin tenia el mismo temor y escribió en el mismo sentido. De manera que sin tentar acto alguno decisivo, Alvarado regresó á Mendoza, y de acuerdo con el Coronel Necochea comenza- ron á tomar las medidas mas urgentes y rápidas para contener los cuerpos que aún permane- cían obedientes ; y trasmontarlos á Chile antes de que se introdujera entre ellos el contagio : que no era el de tomar parte con los montoneros como creen algunos, sino el de no ser tras- portados á Chile «y solo fué á duras penas que los llevaron » dice el general Paz. (20)

El coronel Luzuriaga, gobernador de Cuyo, hábil y experimentado político, ligado en cuerpo

(20) MemoriaSf tomo II, pág. 10.

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 75

7 alma al general San Martin, comprendió al mo- mento que Buenos Aires y el gobierno nacional

estaban perdidos ¿ Para que pues aferrarse

á Mendoza con una división desmoralizada y expuesta á contajiarse ? Los momentos no da- ban lugar á vacilar. Reunió las milicias, con- centró los dos cuerpos al oeste de la ciudad : los hizo marchar precipitadamente; y cuando estuvieron dentro de los boquetes de la cordi- llera regresó á Mendoza, renunció la goberna- ción, y se dio prisa á seguir él también el camino de Chile. Habian perdido el Núm. 1^ pero le llevaban á San Martin mas de 2,000 hombres de famosa caballería con que habian sido re- montados los Granaderos y los Cazadores.

No quedaba ya Mendoza en tanto peligro como se hubiera creído. La desmoralización de la tropa y anarquía que reinaba entre sus oficiales y gefes, hacia que fueran impotentes para continuar compactos y obrar con disciplina á la distancia. Mendizabal se disgustó muy pronto con algunos oficiales y en especial con el teniente Corro. Para deshacerse de este, lo hizo llamar una noche con engaños : así que lo hubo lo hizo montar á caballo custodiado por una partida y lo envió á la Rioja, solicitando ó mandando que se lo retuvieran preso liasta nuevo aviso. Pero como Corro había adquirido grande voga por su falta de dignidad y por su bajo roce con la soldadesca, Mendizabal hizo correr que lo había enviado con una comi-

76 EL ORGANISMO NACIONAL

sien muy urgente y de la mayor importancia* La verdad traspiró sin embargo: la tropa se amotinó y exigió imperiosamente que le devol- viesen á Corro; Mendizabal tuvo que someterse y que hacerlo regresar.

Con esto, la tropa se hacia de momento en momento mas difícil de manejar. Los bandos, los delirios de la ebriedad y la licencia, promo- vian frecuentes riñas entre aquellos sargentos y soldados abandonados á mismos y dueños del poder. Los corifeos de la sublevación empeza- ron á temer que estallara de pronto un movi- miento para reponer al comandante Zequeira y descansar asi de tanto desorden restableciendo la gerarquia legítima del Regimiento. Para evitar este peligro mandó Mendizabal que una partida armada condugese al Comandante, á Salvadores, á Fuentes, á Bosseau y á Bena- vente, hasta la Rioja, y que de allí los pasasen á Tucuman. Capitaneaba la partida un godo rea- lisiaj llamado Biendicho precisamente por lo grosero de su hablar, que habia tomado parte en la sublevación por odio á los oficiales de la patria. Este malvado, fuera por que tu- viese órdenes reservadas, 6 por venganza pro- pia, cuando se encontró bien retirado y en lugar solitario, comenzó á ejecutar .sobre los presos una matanza feroz y desordenada, en la que sucumbieron estos desgraciados y valientes oficiales haciendo esfuerzos supremos por de-

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 77

fenderse contra los golpes de un prisionero de Maipu ! García Zequeira tenia 34 años y Salva- dores 28.

Los vicios, los caprichos, las violencias y la ebriedad habitual de Mendizabal tenian al ve- cindario bajo aquella especie de terror que pesa sobre el que se siente amenazado por los delirios 6 los antojos de un demente sin saber cuando ni de donde le vendrá el peli- gro. Muchos de los vecinos que habian fo- mentado y fraguado el complot del 9 de Ene- ro, empezaban á temblar ahora delante del co- rifeo que habian levantado; y pudieron al fin persuadir á Corro que lo destituyera y lo ase- gurase. Corro se puso á la cabeza de otro motin; el 21 de Marzo destituyó á Mendiza- bal, lo puso preso é hizo que nombrasen go- bernador á Fernandez Maradona. Pocos dias pasaron sin que Mendizabal comenzase á tener en alarma á sus mismos carceleros ; y entonces, como el hombre era realmente peligroso y ob- cecado, prefirieron regalárselo al gobernador de Córdoba general Bustos, á quien le suponian bastante fuerza militar para contenerlo y cas- tigarlo. Bustos que no era amigo de encar- garse de nada que le diera trabajóse incomo- didades ni aún de ejecutar castigos : mandó que llevasen á Mendizabal hasta la frontera de Santa y que allí le dejasen libre.

Si este hombre desgraciadamente tan vicioso

78 EL ORGANISMO NACIONAL

hubiese tenido alguna inclinación á la causa y al servicio de los montoneros, libre estaba para entrar en sus filas. Pero él, en esa misma no- che en que los soldados de Córdoba le dejaban en la posta de Desmochados^ se dio vuelta y corrió solo hasta San Juan. En Hacha encuentra cinco soldados desertores del regimiento, los seduce con promesas y los pone de su parte: con ellos enlra al pueblo á las ocho de la noche y cae de sorpresa sobre el cuartel. Rechazado y venci- do, lo vuelven á deportar. Para que no repi- tiera sus ataques lo entregaron á un oficial de temple, llamado Calixto Calderón. Estelo con- dujo bien amarrado hasta la Rioja con un oficio ó exhorto para que allí le tuvieran en buena guardia. Tanto ponderaban los remitentes la índole peligrosa del preso, que el Teniente-Go- bernador de la Rioja, el viejo general don Fran- cisco Antonio Ortiz de Ocampo, entró en serias inquietudes sin saber* como haria para asegu- rar semejante tigre. Después de mucho vacilar consultó al coronel Güemes.— Remítamelo V., contestó Güemes, para mandárselo al general San Martin, que es lo que corresponde. En efec- to lo recibió y lo hizo conducir á Chile como reo de Estado: de Chile lo pasaron al Perú : y some- tido á un Consejo de guerra, fué sentenciado y pasado por las armas en Huaura el 18 de Noviembre de 1820. He aquí la historia de las tres sublevaciones

Y CAUSAS DE SU CAÍDA 79

que consumaron el desquicio del organismo so- cial levantado por el Congreso de 1816, y que por algún tiempo se creyó consolidado por los compromisos personales y por las victorias de San Martin y de Güemes.

Reanudemos ahora en Buenos Aires los suce- sos que van á decidir de la nueva evolución con que el grupo de provincias que habian formado el Estado del Rio de la Plata se desviaron del ca- mino en que las habia puesto la Revolución de Mayo, y dieron otro giro, á los conflictos y tra- bajos de la reorganización nacional. Puede ser que la Providencia, como creen algunos, tenga parteen el encadenamiento de los hechos que de- ciden de la suerte de las naciones. Pero de cualquier modo que se mire este problema, es incuestionable que las soluciones vienen al pre- sente preparadas con lentitud por el juego de los intereses públicos y personales que luchan en un país, y que el movimiento de las pasiones indi- viduales, envuelto en las grandes crisis, que por causas externas exitan el ánimo de los pueblos, es el que fabrica y proporciona los estímulos que dan dirección á la vida de conjunto que se llama historia. Me parece mas sensato pensar que después de haberles dado sus leyes morales, Dios, 6 la Providencia abandona los hombres y los pueblos á si mismos para que encuentren ó pierdan su camino, sin meterse mas con ellos.

Por eso, lo que tiene de mas bello la historia

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argentina, no es tanto el movimiento múltiple y vivísimo de sus cuadros, desempeñados por ac- tores que se mueven alumbrados por los rayos fulgentes de la gloria, cuanto esa conformi- dad de su marcha con las leyes de su territorio y de su porvenir, cuya exposición fiel y clara forma el principal objeto de mis esfuerzos en este trabajo.

Pero, para escribir la historia del año XX es menester que el escritor se resigne á quedarse muy abajo de los sucesos, cuando quiera res- tablecer, por el artificio de las letras, la vida y el movimiento que ellos tuvieron. La pluma no alcanza á seguir con las ideas ni con la palabra el drama que se mueve en ese cuadro palpitante de nuestra historia : negro y profundo como el caos, pero tan animado, que antes de que uno se vuelva hacia donde ha rujido el último trueno, ó cruzado la raya luminosa del último relámpa- go, cien truenos nuevos y cien relámpagos mas repiten el fragor fantástico y vertiginoso del ca- taclismo : y han pasado, y se han oscurecido, y vuelven otros, sin que uno haya podido dominar el tropel de los luchadores en aquel desborde en que todo arde, en que todo se mueve y en que todo marcha hacia lo desconocido como el tor- rente que atropellando obstáculos, va con su fu- ria hasta caer á lo lejos en el plano en cuyo lecho reposa y fertiliza la tierra.

CAPÍTULO II

CAPITULACIÓN DEL PILAR

Sumario Rondeau y la situación El ejército de Bue- nos Aires— Debilidad militar y moral de las monto- neras— Fenómeno de barbarie— Vistazo sintético— In- compatibilidad de las montoneras con el orden federal Agresión de los caudillos Dispersión de la caballe- ría de Buenos Aires El generai J. R. Balcarce en Cepeda Las perspectivas nuevas Antagonismos y dis- cordias entre los caudillos— Actitud del Cabildo Nu- lidad absoluta de Rondeau Movilización de las fuerzas urbanas Indicaciones conciliatorias— Asalto de la es- cuadrilla— Reembarco de la infanteria en San Nicolás de los Arroyos Propósitos de Balcarce Los sucesos por dentro de la ciudad Los Cívicos Sarratca y So- ler— El localismo forzado y salvador La burguesía joven El arranque de los nuevos partidos Buenos Aii-es convertido en baluarte nacional índole unitaria del Cabildo y de la burguesía Maniobras de Soler y de Sarratea por tomarse el poder público Tropelía de So- Jer Disolución del Congreso y del organismo directorial Primera negociación de paz— Sus alternativas y resul- tados— El Cabildo abierto y don Vicente Anastacio Eche- varría— Creación de una Junta de representantes' de la Pro- vincia de Buenos Aires Tentativa de esta Junta por TOMO Yin 6

82 TRATADO Y CAPITULACIÓN

reorganizar el partido dii'ectonal Oportunidad de 1

candidatura de Sarratea Vacilaciones de Ramirez eii^

tre Soler y Sarratea Complicación de los detalles Sa-i." - ratea gobernador— Consejo de notables Nuevo Cabi 1 do— Negociación con Soler Sarratea en el campo d^^ e Ramirez— La Convención ó Capitulación del Pilar Lo -^s caudillos argentinos y el artigu i s mo ortcnía/ Predispcr^ \^' sicion contra ambos de la burguesía porteña Nuevcm. ^s causas de encono Actitud de don José Miguel Carrea. a

Coml)inacion de todas las fuerzas y elementos de 1 Ja situación contra Artigas Manus egus contra omnes: itit^- 3- 71US omnium contra cnm La burguesía y Carrera VisL '•-jz^fta y recibimiento de los caudillos en el salón municipal.

Rondeau había dado una prueba de condes cendencia automática, 6 de deseo de ocupar alt puestos fuese como fuese, dejándose imponer 1 responsabilidades del mando en semejante crísi Ninguno de los conflictos anteriores de nuest historia se habia presentado con mayores di cultades, y nunca habia estado en la direcci de los negocios un hombre de menos genio pa- superarlas. De todas partes parecia que se d peñara rugiendo sobre la capital un torrente desastres: los hombres superiores habían d saparecido. Los unos abandonaban la patria á mala suerte : los otros la traicionaban : v L mas comprometidos se retiraban confusos y

asustados de su impotencia para mantener ^^n pié aquel lúgubre ediíi(*io, que crugia sobre s-m--is asientos amenazando desplomarse sobre todo s- Solo Tagle quedaba agarrado á dos manos

DEL PILAR 83

último pilar que quedaba de pié ; pei-o su talla moral era inferior á sus talentos ; y privado del prestigio de Pueyrredon carecía de terreno segu- ro en que apoyarse. Comenzaba el año XX.

Sin voluntad propia y sin genio, pero envuelto en esa serenidad insignificante y estática que nun- ca lo abandonaba, Rondeau sehabia dejado arras- trar sin iniciativa ni luz, cuando la sublevación de Arequito vino á descargar el golpe de gracia sobre el orden constituido. Después de este aten- tado cobarde, era fácil preveer que los caudillos de la montonera quedaban completamente libres de todo cuidado, y que podían llevar en masa sus correrías sobre la provincia de Buenos Ai- res. El Supremo Director se dio prisa á levantar su campo del Lujan, para reunirse con la divi- sión del general don Juan Ramón Balcarce que campaba avanzada en ¡San Nicolás de los Ay^ro- yos. El ejército con que el Director iba á dar la batalla final contra los caudillos de la segregación provincial, y endefensa del sistema representativo, constituido en unidad de régimen, que venia con- naturalizado con la Revolución de Mayo, se com- ponía en su mayor parte de milicianos de caballe- TÍa tomados en los campos : que por su mismo «splritu rural, ageno á las emociones y luchas fAe la ciudad, carecían de pasiones ó intereses <^ue movieran su entusiasmo ó les dieran vuelo para batirse con denuedo por tal ó cual partido ^e los que bullían en la burguesía de la capital.

84 TRATADO Y CAPITULACIÓN

Mas que ejército, aquella era una masa de hom- bres forzados á dirimir conflictos ágenos. De toda la fuerza solo tres batallones muy diminu- tos y un piquete de artilleros con seis piezas de campaña, era lo que podia contar como sol- dados y ofrecer consistencia en el dia de un encuentro. El general Rondeau, como tantas veces lo habia ya probado, era de tan escasa fan- tasía y de un espíritu tan lento, que no sabia preveer los movimientos ni combinar aquellos golpes de vista con que un general debe prepa- rar y desenvolver sus planes. Sin criterio para comprender lo que exigiael supremo mando mi- litar, se limitaba en sus malhadadas campa- ñas á marchar hasta donde el enemigo lo deté- nia. Otro hombre en su caso, habría operado en retirada hasta respaldarse en un centro fir- me, para reaccionar desde allí cuando elempu- ge del enemigo hubiera venido á quebrarse en la solidez de la resistencia. Esto habría sido tanto mas necesario entonces, cuanto que era indispen- sable obrar así visto el carácter de las hordas que iba á combatir, y el de los medios que les iba á oponer.

Esta clase de gentes sin disciplina, y movi- das en mo7iton, tiene necesidad imperiosa de las exitacionesde un movimiento continuo y ágil. Si encuentran algún obstáculo que no puedan lle- varse por delante, y se ven obligados á campar inútilmente delante de ese obstáculo, caudillos

DEL PILAR 85

y secuaces pierden el ánimo al instante, vaci- lan, no saben que hacer y se desgranan. Ese es el momento de escarmentarlos. Si Rondeau, al saber el motin de Arequito se hubiese reple- gado á los suburbios de la capital, y limitádose á defender una estension adaptada para la infan- tería y la conservación de víveres frescos, los montoneros habrían caido en tal desaliento, por su escaso número, y la imposibilidad de hacer la guerra correteando, que no habrían tardado en considerarse perdidos y abandonar el terreno á prisa, como sucedió muy pocas semanas después cuando el coronel Dorrego se puso á la cabeza de la defensa.

Para buscarlos en la campaña se habría nece- sitado uno ó dos cuerpos de caballería veterana capaces de ocupar los puntos oportunos y de de- senvolver una operación de limpieza. De otro mo- do era absurda la pretensión de salir á buscarlos como si fuesen invasores extranjeros. Mas ági- les que los escuadrones que los buscaban, ellos se fraccionaban á su antojo en grupos menores, que desparramados por el desierto, obligaban á sus contrarios á subdividirse también en todas direcciones. En este afán, la caballería regular pierde al fin las ventajas de su solidez para com- petir en sus movimientos con la ligereza de sus contrarios ; y la equivalencia individual de cada fuerza respectiva tiende á tomar su equilibrio en el combate. Desde ese momento, se invierten

86 TRATADO Y CAPITULACIÓN

las ventajas de las posiciones : la evolución se continúa en sentido contrario\y la igualdad de- saparece. Por que mientras las fuerzas regla- das disuelven su masa para hacerse ligeras, y difundirse persiguiendo á sus enemigos, estos se aglomeran sobre cada fracción, y acaban por poner de su parte el número en cada encuentro parcial.

Con las primeras victorias crece el prestijio de los caudillos que las alcanzan : se afirma la fide- lidad y la confianza de sus secuaces ; y se hace necesario al fin que el ejército regular que lucha contra ellos cambie radicalmente la táctica de sus movimientos, echando mano de la infantería para proteger las operaciones restringidas de la caballeria. Pero con este auxilio se rebaja ne- cesariamente el nivel y la importancia de esta arma; le entra el sentimiento de su debilidad. El conocimiento de su impotencia la hace tímida ó inepta, para operar en un terreno estenso ; y estrechando cada vez mas su radio, acaba por convertirse en un apéndice de la masa resistente pero inerte que la protege con sus fusiles.

Pero, lo mas importante para nuestra sociabi- lidad y nuestra historia, es preguntarnos ¿cuáles son las condiciones constitutivas del terreno y de la sociedad que dan nacimiento y carácter á este fenómeno? He aquí la parte interesante y sus- tancial de nuestro problema. Hasta ahora se ha dado mas atención que la que merecía á la parte

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superficial. El heroísmo y la fervorosa tenaci- dad con que cada grupo ó guerrilla de montone- ros se desempeñaba en la guerra civil, ha sido el fantástico lema de las vanidades provinciales, que lio han alcanzado lodavia á comprender que esa guerra es la manera privativa de los países ngrestes, desiertos y bárbaros, en donde el sue- lo no está poseído, esplotado ni valorizado por el trabajo y por la producción. Si no se quiere mirar en este fenómeno sino el heroismo per- sonal, no hay duda que se encontrará aquí como en todas partes, hechos individuales ó de conjunto capaces de impresionar por el temple de los caracteres y por la energia de los actos. Aquellas heroicidades de sus montoneros de que tanto blasonan las leyendas de Santa y de Entrerrios en sus guerras contra la capital, de- pendían del grado de barbarie ó de cullura relati- va en que se hallaba cada una de las partes beli- gerantes. Cuando el toque eléctrico de la revo- lución social los puso en acción, los litorales se incorporaron como hordas bravias; y muy pron- to hallaron gefes á quienes la naturaleza habia dotado pródigamente de las enérgicas cualidades que requerían los momentos y que requería el empuge con que venían á influir en el rumbo de los sucesos. Hoy, que esas dos provincias están cubiertas de colonias rurales, que una ranchería miserable de entonces, es una ciudad de 70 mil habitantes, y un puerto de primera importancia ;

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bastarían mil hombres de caballería nacional , y mucho menos también, para doMlizar todos los heroísmos de aquel tiempo ; y eso es por que la tierra que entonces era bárbara é inculta, es hoy civilizada y cultivada.

Si en aquellos momentos el gobierno nacional y la capital hubiesen podido disponer del lleno de sus recursos y de sus fuerzas, sin otros cui- dados que el de la insurrección , los famosos mon- toneros habrían sido al fin traqueados en sus de- siertos y sometidos ala ley civil y política, por el poder de las armas ; por que la barbarie es siem- pre débil delante de la civilización relativa que la combate. Y por eso, si el ejército de los An- des hubiera operado sobre Santa y sobreara- bas márgenes del Uruguay, en combinación con el Ejército Auxiliar del Perú, y con los medios marítimos de la Capital, habrían bastado sus escuadrones de carabineros y lanceros para bar- rer en dos días esas escasas turbas, hasta inter- narlas en el Paraguay ó en el Brasil, dado caso que no se hubieran sometido y docilizado.

Pero las fuerzas y los recursos de la Capital se hablan agotado desde 1810 sosteniendo la guerra de la independencia. Habia sido menes- ter reparar los contrastes sufridos en el Alto-pe- rú; y al mismo tiempo que el Gobierno unitarío que habia tomado sobre sus hombros la salva- ción de la independencia, reconquistaba á Chile con un esfuerzo asombroso, tenia que luchar

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contra el vandalage de las provincias litorales con restos miserables y escasos de malas tro- pas, que eran los únicos de que le permitian disponer las exigencias insaciables de la lucha titánica contra España. Esta obra de civilización, esta creación de la patria, representa una glo- ria de otro brillo y de otro nivel que el de la in- dómita energía con que los bárbaros del país inculto lucharen contra el organismo político que pretendía unificarlos en la constitución y en el progreso nacional por su mismo bien.

Esta obra de civilización, esta creación de la patria argentina que se debe única y exclusiva- mente al partido unitario de la primer década después de 1810, es una gloria de otro brillo y de mas alto nivel, que el de la indómita barbarie con que la resistieron los montoneros del litoral ; y lo admirable en nuestra historia es la evolu- ción latente que ejecutaban los dos partidos en lo mas ardoroso de su combate. Mientras el uno salvaba la independencia y echaba los funda- mentos del orden político por medio de ensayos que hacian germinar las ideas y los principios vitales de la sociabilidad moderna, el otro rozaba su grosera corteza con estas mismas cuestiones, y partiendo del amor con que las tribus aman su independencia, trazaba inconcientemente el cami- no hacia el organismo federal, pero no como lo buscaban sus caudillos sino en unidad de régi-

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MEN NACIONAL, que era lo sustancial del progra- ma que defendía su adversario.

El año XX fué la época climatérica y estraña de esta grande y fecunda evolución. Hecha la tregua cada caudillo provincial se quedó con su presa, ó con su herencia: hubo sacudimientos, descomposiciones, pactos, desgracias y dudas ; hasta que se levantó la tiranía : el monstruo que la empuñó redujo toda la república á su obe- diencia: sometió todas las disidencias, despojó de su personalidad y de su poder á todas las provincias : el país entero quedó decapitado á su nivel ; y fué posible al fin que al renacimiento de la libertad se constituyese la república sobre su solio natural— la Capital de Buenos Aires. De hoy en mas, todo puede suceder, menos caer de su eminencia ni perder su corona la ciudad que mira nacer el Sol en las aguas del Rio de la Plata.

aquí por qué es indispensable que al em- prender la historia de esta nueva época les pre- guntemos á los combatientes de cada campo como entendian sus fines, y qué representaba la bandera con que cada uno de ellos mantenía el combate.

« Por qué pelean los anarquistas ? preguntaba « el diario oficial, momentos antes de la catás- « trofe. ¿Quiénes son ellos? Cuáles sus cáli- ce dades y sus medios de establecer un sistema « cualquiera regular ? Se les atribuye la pre-

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tensión de establecer la Fedey^acion. ¿Y hay Alguno entre sus gafes que sepa pronunciar correctamente siquiera esa misma palabra? Hasta ahora no hemos oído esplicar razona- blemente á los pretendidos federales cuales son los alcances de su sistema. Hubo tiempo cjue en Buenos Aires (1815) asomó el deseo de reducirse á solo su provincia, aún excluyen- do á Santa que es pueblo de su dependen- cia provincial, y anadie asentó peorlapro- Z>osicion que á los partidarios de tal régimen. Los federalistas quieren no solo que Buenos Afires no sea capital, sino que, como perte- 'naciente á todos los demás pueblos, divida con ellos el armamento, los derechos de aduana, y demás rentas generales : » en una palabra c|^ue se establezca una igualdad física entre Bue- nos Aires, y las demás provincias, corrigiendo la. naturaleza que nos hadado un puerto, unos campos, un clima, y otras circunstancias que le han hecho físicamente superior á otros pue- blos, y á la que por las leyes inmutables del or- den del universo está afecta cierta importancia

'^ TXioral de un cierto rango. »

El articulista tenia razón ! Ese reparto por

V^rtes alícuotas de las ventajas locales de Buenos

Aires, era la pretensión de Artigas y de Ramírez.

entretanto» nada de mas absurdo ; por que

las provincias disidentes eran un todo nacional,

debian fundar y reconocer autoridades y gobierno

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entrerrianos que mandaba Ramírez en person para invadir la campaña de Buenos Aires. A ^l sentir la proximidad de la invasión, en vez d^ Je reconcentrarse hacia la Capital, marchó Ron ^ »• deau hacia la confluencia del cañadon de Ce peda con el Arroyo del medio, teniendo en vis que aquel terreno le fuera mas favorable par resistir el empuge de la caballería enemiga -; pues que además de estar cerrado entre lo^ ^s arroyos de Ramayo y del Medio, se compoDU^B-ia de lomadas y albardones bastante pronunciados donde podia colocar ia artillería y la infant ría de manera que dominasen el campo, que sus fuegos pudiesen ofender eficazmente la^ masas de los montoneros.

Colocado allí podia también defender lasen^c—)- tradas de la provincia y protejer el Pergramtncrrs?, flanqueando ó amenazando por la espalda á

cualquier grupo considerable de montonerc=3s que penetrase. Rondeau tenia por fortuna á su lado al general don Juan Ramón Baleare que aunque de jénio un poco atropellado. & sin embargo hombre de acción, vivaz, ac vo en el campamento, y bastante bravo y ac tado en el campo de batalla.

Los primeros encuentros aunque reducid á escaramuzas y reconocimientos fueron pc^ satisfactorios para la caballería porteüa. los Manantiales se sintió un grupo de moa ñeros; un escuadrón de Dragones salió eJ^

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ie Enero á rechazarlos ; pero habiendo pasado ú Arroyo del Medio en la persecución, los )orteños fueron arrollados y traídos con bas- ante pérdida y dispersión hasta que pudieron isilarse en el grueso de las fuerzas del go- >¡erno. El mes de Enero pasó así con suec- os varios. Los montoneros, seguros ya del ligar donde pensaban atropellar las fuerzas le Rondeau, habian ocupado todo ese tiempo n agrupar las suyas en tres columnas, rela- ivamente poderosas y muy bien montadas; )s Entrénanos mandados por Ramirez, á los ue estaban unidos ¡como ochenta chilenos de Jarrera ; los santafecinos mandados por Lo- ez, y los correntinos mandados por el foragido iglés Pedro Campbell.

En la mañana del 19 de Febrero las avan- adas del ejército provincial vinieron á toda risa á comunií'ar á Rondeau que el enemigo ividido en las tres columnas mencionadas es- iba pasando resueltamente el An*oyo del Me- to, é inclinándose al flanco izquierdo de los 3nstitucionales. Rondeau encargó al general on Juan Ramón Balcarce que dispusiese con- enientemente la infantería y la artillería ; y reser- ándose presidir él mismo la formación y las peraciones de la caballería la aglomeró toda ntera sobre su naneo izquierdo, creyendo con azon, que desde que la infantería apoyaba ^u flanco derecho en las orillas pantanosas del

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Arroyo del Medio, era bastante fuerte para re- chazar cualquiera operación que el enemigo quisiera practicar por aquel lado para pasar á retaguardia de la línea.

Un momento después tenia lugar el choque. Los santafecinos de López y los indios cor- rentines de Campbell acometieron sin vacilar la caballeria porteña; y esta, con solo sentir la resolución que traia el empuge de los ene- migos, se descompuso, vaciló, y sin que nadie pudiera remediarlo abandonó el campo en ma- sa, llevándose envuelto al general con los ge- fes y los oficiales. Perseguida de cerca fué de- jando cadáveres hasta que se disolvió en pe- queñísimos grupos, que aterrados se salvaron por sus buenos caballos ó por otros accidentes afortunados. Ramírez y Carrera trageron su empuge hasta la inmediación de las líneas de la infantcria. Pei'o el general Balcarce estaba firme ; la tropa decidida á defenderse con la conciencia de que era muy superior á los asal- tantes ; hizo fuego; cayeron algunas decenas á pocas varas de los fusiles; y los montone- ros retrocedieron en completa confusión hasta ponerse fuera de alcance : allí procuraron reha- cerse y traer otro asalto ; pero mas cautos se contuvieron á los primeros tiros, contentán- dose con vociferar en grande tumulto. Esta fué la batalla de Cepeda : que duró apenas diez mi- nutos.

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Después de algún tiempo empleado en re- templar el ánimo de la tropa, el general Bal- caree redujo á pocas carretas el parque y el material que queria salvar : á lo demás le prendió fuego : unció á las carretas los bue- yes de que disponía y se puso en retirada cubriendo su retaguardia y flancos con guer- rillas de cazadores A las 12 del dia hizo alto: formó cuadro y mandó carnear para que co- miesen sus soldados. Ramirez con una gran parte de sus masas le seguia á la vista, sin acometerlo. Al ver que la columna hacia alto, el caudillo se figuró que algo hubiera ocurrido que la hacia vacilar en su resolución de re- tirarse ; y mandó al Comandante Pérez de Ur- dinínea, oficial peruano que habia caido pri- sionero ese mií^mo dia, con una intimación al gefe de la columna diciéndole que se rindiese ÉL discreción, en la seguridad de que perdona- ría las vidas y dejaría libertad para que cada uno se retirase á donde quisiere : pero bien en- tendido que de someterse, los iba á pasar á cuchillo sin misericordia. «Quedan en po- « der mió, decia en su nota, un número con- 4L siderable de prisioneros de todas clases; y « se hallan tendidos en el campo de Marte 4L cantidad considerable de soldados y oficiales, « entre ellos el general Balcarce y casi todos « los gefes de caballería. »

Ramirez dirigía la intimación al coronel Ro-

TOMO VIII 7

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Ion suponiéndolo Gefe de la Columna. Balcarce no era Rolon, y presentándose co desprecio y con altivez al parlamentario, 1 preguntó que ¿cómo tenia la ridiculez de ha-; cerle semejante intimación cuando habia qu dado dueño del campo de batalla sin que n die se hubiese atrevido á aproximarse á s^gr^u posición ? Que en suma obrase como quisiese ^^^ pues tan lejos de temerle se tenia por muy s* —a" perior para defenderse y seguir su marcha ccriDn toda seguridad.

La derrota de Cepeda hizo un estrago fcz>r- midable en Buenos Aires. El pavor fué "^1 que se produjo ese desasosiego mecánico del ir y venir, sin saber á qué, á que se abandonan l^s multitudes en el susto de un derrumbe. I-* primera noticia debió venir del campo de 1^^ anarquistas. Se daba como indudable la mu^r* te de Balcarce. ¿Y el Director Rondeau? N^^' die sabia de él ! Se decia que por miedo d^' pueblo andaba oculto por la campaña. (1)

(1) Era yo un tierno niño entonces, y recuerdo ** consternación indcscriptü le en que de pronto vi &. ^^ padre. Era él, como se conservó siempre, íntimo ato^S del general Balcarce y estaba bastante compróme!*^ en la política directorial; era la entrada de la nocb^ aVjsorto yo ante el pánico que presenciaba, oía y pens^-' que se trataba de degollarnos á todos. Mi padre ^ tomó de la mano: seguíanos mi madre como Hecuba la terrífica noche de Troya. Al entrar al salón de afliciones, vi lo que conservo todavia en mi retina <

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I día 3 de Febrero por la noche renació apital á sus esperanzas de salvarse y de nderse. El Coronel don Celestino Vidal,

irnos colores, y de lo que solo he venido á darme ta por las reminiscencias posteriores. Bellísima do os y de griega talla, la señora doña Trinidad Man- de Balcarce, era una beldad de fama en la capital, dama altiva v dominante. Suelto el abundante ca- >, crispadas las marmóreas manos sobre la esplén- cabeza, y de hinojos en medio del salón, daba gritos •antes, y parecia querer alcanzar al cielo con sus im- aciones. Su hija, la que fué después señora de Ck)e, ida sobre las rodillas de la madre gemia anegada m torrente de lágrimas; y el tierno hijo, el insepara- compañero de mi niñez, figuraba en la trájica escena idido al cuello do la madre. Algún dolor como ese ó ser el que inspiró al estatuario griego el grupo do >e. Aquellas imprecaciones y lamentos arrancados el dolor y por el orgullo del nombre que creia manci- o por la derrota y por la muerte, el rostro en el para- no del dospeclio estrellándose contra la insondable lidad de la desgracia, las ropas del seno desgarradas 8 cabellos sacudiéndose como en un vendabal, tenian ¿ inumerables circunstantes alli apiñados petrificados dé- te de aquella mujer que habia concentrado en el amor su marido, y en el culto de la patria, las intensas pa- les de una alma conocidamente ardorosa y exaltada, lo que se siguió no recuerdo más sino que en las al- boras de la noche se sintieron grandes golpes en las tanas de nuestra casa; y que hablando después de los s sobre esto supe que habia sido que don Tomás de Lu- labia venido á decirle á mi padre que « Balcarce se ia salvado sin perder un hombre y que venia por el á defender á Buenos Aires. Todo se puso en nuevo vimiento: el cuadro habia cambiado.

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gefe de la guarnición de San Nicolás le ^s- cribia al gobierno—* Hoy á las nueve de la « mañana recibido parte verbal del seüor « Coronel Mayor don Juan Ramón Balcardse, « comandante del ejército directorial, desd^ la « posta de Oírnos^ traído por el alférez de cz^a- « balleria don Manuel Fernandez, de haber 1 le- « gado á aquel punto en la madrugada de ho ^2^2 « del corriente, con toda la infantería, artil le- « ria, municiones v demás bagajes del ej ^^'

« cito que ha sabido salvar con su natu '^^^ « serenidad é intrepidez. » El general Balc^^'^"' C8 no habia perdido un soldado de su infa^ '^' leria ni una sola pieza de su bagaje, y se r'*^®" tiraba á San Nicolás con intención de embarcar^^^ y de llegar á tiempo de reforzar la defen-í^^* de Buenos Aires contra el ejército federal, q^^ él suponía en marcha sobre la ciudad.

Ya puede suponerse cual era el tumulto y agitación de las pasiones que habia provoc ^^' do la noticia de esta fatal derrota. La angust-^^^^ de las familias, el terror de los hombres cor"^^^^' prometidos en la política que hasta entone^ _^^ liabia predominado, la indignación del orguL^^'^ local humillado, las acriminaciones contra 1^^"*^^ gobernantes que no habian sabido precaver " superar tan ruinosos resultados, la necesid^^" suprema de defenderse contra los artiguistíu esos enemigos animados del deseo de externr^'" liar y de convertir en desierto la capital, llenab^'í

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<:le horror la mente de los que se lenian ya por víc- timas del derrumbe. Lo menos que se decía era cjue Artigas y Ramírez traian la resolución de de- portar á todos los ricos y partidarios del anterior gobierno.» Yo mismo (me decía alguna vez mi padre) estaba tan convencido de eso, que le es- cupí bl á Esteban de Luca transcribiéndole aque- llo de

« Nos patrice fines

. et dulcid linquinius arva.

La derrota había derruido el monumento so- cial en cuya cúspide había predominado la ciu- dad de Buenos Aires desde 1810. Esta ciudad había perdido ahora sus medios de acción estcrio- res, sus recursos y los ejércitos con que había entrado en la lucha para sostener la prepotencia del organismo centralizado que venia sancio- nado constitucionalmente por la Revolución de Mayo y por el último Congreso. Reducida á misma, la ciudad renunciaba á la pretensión de ser la cabeza del gobierno nacional que venia im- plícita en sus tradiciones y que el movimiento propio de la revolución habia justificado por la victoria, en nombre de las necesidades supre- mas del buen gobierno y de la guerra de la in- dependencia. Definitivamente derrotados estos principios y sacrosantas tradiciones, Buenos Aires renunciaba al destino que le habían dado los acontecimientos y también la naturaleza: se

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tomaba á la bandera de sus propios enemigos, y ahora queria también aislarse para salvar al menos su cultura y sus adelantos, dejando á las demás provincias que gozaran de la indepen- dencia bárbara que tanto amaban.

Al influjo de esta nueva situación, y bajo la presión ineludible de los sucesos, lo único que podia obstar á una solución conciliatoria era que los gefes de los montoneros pretendiesen sojuzgar á la ciudad bajo la prepotencia per- sonal de sus caudillos; é invertir la tradición histórica, imponiendo á Buenos Aires un ré- gimen personal y concentrado fuera de ella; y digo bajo un régimen personal y concen- trado^ por que la solución por medio de una fe- deración constitucional, era de todo punto impo- sible, dada la calidad de los hombres que encabe- zaban la reacción disolvente, dada la naturaleza de los medios con que obraban y dado el carácter de los fines que perseguian. El empuge social, diremos así, era el de una mera desagregación anárquica, con el propósito de que cada porción evolucionase dentro de misma como pu- diese: de que cada provincia combinase con sus propios dolores los elementos de su propia sociabilidad. Pero esa teoría estaba viciada en los hechos, por la ambición absorvente de Ar- tigas y de Ramírez.

Afortunadamente, era ya imposible en 1820 lo que pudo ser posible en 1815. La España estaba

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vencida por las armas argentinas dentro del terri- torio nacional. No habia ya necesidad de un esfuerzo de concentración social como el que habia sido preciso hacer en 1816 para desemba- razar nuestras fronteras en Chile y en Salta. Nada habia que temer ya de Fernando VII dentro de nosotros mismos. Y si bien quedaba el grave temor de la expedición que se preparaba en Cádiz, los pueblos no veian todavía la cara del enemigo, y esperaban con su natural ne- gligencia á que brillaran sus armas para preo- cuparse de lo que tendrían que hacer cuando fuera necesario arrancárselas de las manos.

Libres pues de un peligro inmediato, las pro- vincias argentinas podian abandonarse sin ries- go al impulso anárquico de inmediata desagre- gación que las dominaba; y puesto Buenos Aires en esa misma corriente, por la derrota que acabada de sufrir la tradición orgánica sobre que reposaba su predominio anterior, era fácil entenderse; porque receloso Ramirez de Arti- gas, y receloso López de Ramirez, tenian los tres que andar con prudente hipocresia, y no podian lanzarse tan de pronto á la conquista del poderío general que azuzaba sus apetitos.

Muchas razones habia para que no pudiera dejar de ser así. Ramirez rechazaba como con- traria á «su régimen federal» la supremacía que Artigas quería atribuirse sobre todo el litoral; y no sok) trataba de mantener su liga con Santa

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sino de aumentarla con Buenos Aires para^ tener con que repeler las agresiones que temía de parte del execrable caudillo oriental. López en- treveía claramente á su vez que si Ramirez triun- faba de Artigas, habria de pretender convertir á Santa-fé en instrumento de su ambición y de su predominio personal; y buscaba con tiempo co- mo alejar ese peligro. Bustos en Córdoba pre- veía también que su seguridad y su quietismo de- pendían de que Ramirez no predominase en Santa- ni en Buenos Aires, para que Carrera no se apo- derase de Cuyo. Todos los elementos de aquel caos estaban pues en gestación; y á eso se agregaba la imposibilidad que Ramirez entre- veía de dominar, por la fuerza de las armas, la resistencia de la ciudad de Buenos Aires, donde ocho ó nueve mil Cívicos acababan de armarse dispuestos á defender su municipio na- tal, y repeler las hordas de ginetes y de indios con que los gauchos de Entrerrios y de Santa pretendía n entrar á saco por las calles. Es- tos eran los perfiles generales de la situación : veamos ahora los hechos.

Apenas amaneció el día 3 de Febrero se fijó en todas las esquinas, y se repartió profusa- mente por las calles y en los suburbios, un BANDO impreso con grandes letras y de redac- ción solemne, firmado por don Juan Pedro de Aguirre, Alcalde de primer voto y cabeza del Cabildo, es decir Mayor de la Comuna, á

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quien el general Rondeau, al salir de la ciu- dad, había encargado también del despacho del Ejecutivo Nacional con el título de Director Sos- tituto del Estado. El bando ó proclama del Mayor nada disimulaba: un peligro inminente amenazaba al pueblo: el ejército de la ciudad, que el supremo Director mandaba en personay iabia sido derrotado; y el enemigo, lleno de orgullo, marchaba á humillar á Buenos Aires, ^ hollar sus nobles fueros, á despojarla de su antigua gloria para arrancarle sus preciosas ventajas y postrarla victima de los consejos de irritación. Este, y no menos era el fin que proponian los « pretendidos federales, Pero Jos hijos de Buenos Aires no habian de con- este oprobio que quería imponerles un migo fratricida. El gobierno se incorpo- ra para libertar de estas furias á la ciu- ^"^cly esperaba que seria segundado. Con esto *^*^> se quería decir que no estuviera dispuesto ^acer la paz, dado caso de que ella pudiese cerse sin mancillar la honra del pueblo y del bildo. Sin embargo, para lograrlo era me- ^ter tomar una actitud imponente.

n consecuencia, el Alcalde Mayor nom- al general Soler general en gefe de to- ^^^las nuevas fuei*zas de la defensa; y man- que se formase á sus órdenes un campo iante^ al esterior, con el resto de tropas ve- ^nas que tenia aún la capital y con las mi-

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licias de campaña que se mandaron movili- zar inmediatamente. La misión del general So- ler era observar los movimientos del enemigo y maniobrar de manera que tuviese que pa- ralizar sus marchas, ó que subdividir sus ma- sas para atender á los diversos puntos de su= flancos.

Circuláronse órdenes para que á las 4 de tarde, ocurrieran los Tercios* Cívicos á ser r^ vistados y armados para destinarlos según con viniera á la defensa. (8)

El primer tercio, compuesto de tres batalla nes, debía acamparse en la plaza de la Cor» cepcion. El segundo tercio, compuesto de cu^ tro batallones en la Fábrica de fusiles (ho: plaza del Parque), y los Cazadores del Comer' cío en la Fortaleza (hoy casa de gobierno y adua- na) debiendo incorporarse á sus respectiva^: compañías las demás clases militares : retirados rebajados, licenciados, asistentes, y cualqui© otro individuo que por la ley estuviere llamad^ á alistarse. Movilizábasen también por el misim^ bando tres batallones llamados Argentinos, ^ se componían de los hombres de color; y ^^ les ponía bajo las inmediatas órdenes del gen^ ral don Eustoquio Diaz Velez, Gobernador it^ tendente de la provincia, unidos á los carreros

(2) Llamábanse tercios á los tres regimientos de cf vicos en que estaba clasificada la población urbana.

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c3.TTiiceros y abastecedores de mercados, cuyo p\info de reunión era la Alayneda, 6 actual Pa- s^o Julio.

F^ara movilizar y poner en acción esta masa de fuerzas, el Alcalde Mayor ordenó peren- toriamente que los Alcaldes de barrio, por y pop medio de sus tenientes, inventariasen prolijamente los caballos y monturas de sus respectivos distritos. El Cabildo tomó sobre el acopio de víveres y el servicio de carnes, granos y demás suministros que hubieren de necesitarlas fuerzas movilizadas y los habitantes do la ciudad, mientras se rechazaba al enemigo de sus inmediaciones.

Lo mas notable en los procederes y órdenes d^l Mayor de la Ciudad no fué el acertadísimo conjunto, y el buen sistema de disposiciones ^ue contenia el Bando, modelo acabado en s género, sino la admirable actividad y eficacia con que él mismo, multiplicando sus esfuerzos, puso en activo servicio todo este conjunto de ele- mentos, haciendo valer y concurrir cada parte ^ri perfecta correlación con el sistema de que ^í*a un resorte.

El general Soler salió á situarse en el Monte ^ Castro lugar inmediato á Morón. De allí P^s6 al Puente de Marques con las primeras fuerzas que se pudo reunir. Y tan eficaces ft^eron las medidas y la actividad del Alcalde Mayor, que el dia 8 estaban ya en el campa-

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mentó volante de campaña mas de cuatro mil hombres, y en la ciudad otros tantos, acanto- nados en las azoteas y detrás de palizadas levan- tadas para impedir bruscas acometidas. (3)

Por el lado del Paraná disminuían también las ventajas que Ramirez podia haber espera- do en los primeros dias de su triunfo. Toda la infantería, artillería y bagajes del pequeño ejército del Centro habia logrado llegar á. San Nicolás. Ramirez lo habia seguido á la vista; pero sin osar acometerlo. Una vez acantona- da la fuei*za en ese pueblo, el general Balcarce estaba completamente libre de peligros ; no solo por la seguridad de su base de opera- ciones, sínó por que tenia á sus órdenes en el Rio Paraná una escuadrilla sutil con que defender el puerto para embarcar su tropa, y venir fácilmente aguas abajo hasta las Con- chas ó San Isidro. Ramirez comprendió que si la división de Balcarce lograba bajar has- ta Buenos Aires, no le quedaba otra solu- ción posible que un tratado de pacificación, con algunas ventajas de puro detalle, que el interés mismo de la ciudad le habia de con- ceder en los primeros momentos del apuro y de la agitación. Con fecha 2 de Febrero pasó una nota al Cabildo demostrándole que por la derrota del dia anterior, el Directorio era ya

(3) Gaceta del 9 de Febreix> de 1820.

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impotente para preponderar sobre las provincias 6 para conservar esperanzas de someter por ias armas la resistencia de los confederados del litoral; y que por consiguiente, la provin- cia de Buenos Aires debia decidirse á transi- gir bajo las reglas del sistema federal, de mo- do que todas quedasen igualmente libres é igualmente soberanas dentro de sus propios territorios, sin perjuicio de aliarse para todo aquello que fuere de interés común. Eso era lo que estos bandoleros entendian por federa- ción: alianza de armas y nada mas. La idea de un gobierno general ó de una sola ley po- lítica y civil, no entraba por supuesto en su mente ; y la suplían con una mera alianza bélica. Ramirezla buscaba contra los portugue- ses para hacerse de un grande ejército con este pretexto. Bustos y Paz contra los españo- les con iguales miras. La idea tácita y bien clara de todos ellos, era constituirse de ese modo en centro de un poder militar y disponer de los recursos de todo el país, para gobernarlo en nombre de la fuerza y de las armas. López no podía salir todavía del segundo plano; ob- servaba V callaba.

Pero al mismo tiempo que Ramírez daba este paso conciliatorio, echaba mano también de un recurso que todavía le quedaba, para ver si hacia imposible que el general Balcarce bajase con sus fuerzas hasta la capital. El

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aventurero Campbell corre de prisa hasta Goya -^, tripula cinco lanchones í-on un batallón de indios ^s Tapes (4), reconocidamente bravos: y vien^ -iC inmediatamente con ellos aguas ahajo, ocul- -al- tándose por las islas para no ser ser sentido

El 13 de Febrero por la madrugada se ar- rojó de i'epente sobre el bergantín Aranzazú el buque de mejores condiciones que teni la escuadrilla de los porteños, y logró sor ^*^- prenderlo con bastante felicidad. Mandabas* •& allí dentro el capitán de marina don Ange^^^' Ubac, hombre demasiado bravo para resig 'S* narse á ser tomado por aquel forajido. Teni^ac- ¿a abordo, por fortuna suya, una compañia d^^J® sesenta cívicos del segundo tercio, Criollos be ^^ licosos y ágiles. Así que el capitán sintió eL ^^l repentino ataque se puso en armas é incorpor&^>"^ su fuerza, casi mezclada ya y confundida co los asaltantes, trabándose en la cubierta del bu que una pelea de cuerpo á cuerpo, á cuchiil y fusilazos, que fué una verdadera y horrible^^ '^ carnicería. Diez minutos después Ubac y los cívicos habían triunfado: los Tapes habian sido literalmente destrozados : el segundo de Camp- bell, un inglés llamado Oliffrant, estaba degollado colgando de un mastelero con la cabeza pen-

(4) Iríondo : Apuntes para la historia de Santafé- Lo cito solamente en cuanto á los TapeB^ porque en cuanto á fechas y detalles es inexacto casi siempre.

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diente de los últimos tendones como de una ouerda atada al tronco. Un pequeño resto de Tapes, con Campbell entre ellos, tirándose al £igua, lograban alcanzar á nado hasta la ribera é internarse por las islas en busca de las parti- cJas de Ramirez. Veintitrés cívic0í=; y diez y ocho wiarinosyacian en la cubierta nadando en char- oos espantosos de sangre; y el mismo capitán TJbac también yacia postrado con las dos pier- nas destrozadas y tan acribillado el cuerpo de lieridas que á pocas horas del triunfo moría.

No teniendo objeto la permanencia en aquel punto, el general don Juan Ramón Balcarce dejó xina, parte del batallón de Cazadores negros bajo las órdenes del coronel Vidal (don Celestino) y se embarcó el 15 de Febrero con dirección á la Capital, en una ignorancia completa de lo que pudiera haber sucedido, pero decidido á entrar en ella, ya fuese para defenderla, ya para resta- t}lecer las autoridades constituidas, es decir : el HéjimenDirectorial. (5) «El entusiasmo y bri- •« liante disposición que manifiestan los cuerpos •« que componen mi división de sacrificarse por •« la integridad y seguridad de la provincia, no ^ menos que por el decoro y por la existencia '^ de las autoridades constituidas, es acreedor <c no solo á mis consideraciones, sino también -^ á las de V. E. y demás ciudadanos empeñados

(5) Gaceta del 9 de Febrero.

112 TRATADO Y CAPITULACIÓN

« en la defensa de tan sagrada causa. Esté V. E. « persuadido que á cualquiera dirección que « (mi fuerza) marche, arrastrará un número con- « siderable de honrados vecinos que al mismo « tiempo de proveerla de lo necesario, obrará « en unión contra los que nos invadan, y tam- « bien contra los aspirantes que prevalidos de « las circunstancias^ fuesen capaces de poner « al heroico pueblo de Buenos Aires en la mas < lejana dependeficia, impidiéndole que esprese « de un modo solemne y libre su voluntad gene- « ral, siempre qice nuestro estado politico asi Ic^

« exigiese. Tengo el honor de hacera V. E

« el antecedente anuncio para que use de élco 4c mo crea mas conveniente á la salvación de laiB « provincia».

Veamos ahora el giro que tomaban las cosa^- - dentro déla ciudad. Predominaban dos sentí- - mientos: hacer la paz, si se podia : defenderse todo trance, si no se podia. El momento no como para pensar en sostener la capital del ré- gimen anterior. Reduciéndose á misma, h provincia queria salvar su vida propia por los mismos principios que habian proclamado los caudillos enemigos. Esta era por lo pronto una buena solución. para el partido directorial, por que le pcrmitia la esperanza de quedar predomi- nante en la ciudad, que era el verdadero punto fuerte para reaccionar á su tiempo sobre el resto del país. Los partidos de oposición deseaban

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también la paz ; eran demasiado porteños para favorecer 6 consentir el predominio de caudi- llos foráneos. El pueblo genuino, acostumbra- do al régimen metropolitano, era por lo mismo esencialmente localista, callejero y plebeyo. Por ese lado era un vigorosísimo elemento de de- fensa local, pero como plebeyo y callejero ni era ahora ni habiasido simpático jamás á los hombres degobierno y de principios constitucionales que hablan caido en desgracia. Anarquizada la multitud por la sorprendente complicación de los sucesos, so puede decir que no tenia mas ban- dera que el impulso mecánico de la defensa lo- cal ; y que flotaba indecisa todavía, aunque con f>i*edilecciones naturales en favor de los revolto- sos, que moralmente eran mas allegados á su £pciole y á su trato, que las clases superiores, tre estos elementos populares ocupaban los ICOS, y principalmente el regimiento llamado ^^^undo Tercio, el primer rango de la milicia ur- ■^^-via. No solamente era ese cuerpo poderoso POr su número, sino por estar compuesto de los ^^illeros : gente altiva y esforzada que se habia ^tido con los ingleses de Beresford y de White- tocke, y actuado en todas las peripecias y albo- rotos de la subsiguiente Revolución.

Dos hombres habian echado su nombre en el bullicio de los cuatro primeros dias : don Ma- nuel de Sarratea y el general don Miguel E. Soler,

& quienes ya conocemos.

TOMO VIH 8

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«" *r 'a fecundidad ^¡'l^^^Xo ^^"^^^ u"a ra-^on.P-^ -:Jna d^P^otn^-^-^r poneré^ te V tan de baio » caudülos . ^ ^

S^í/wHdo ^ '^^^ , a en aquel -e comen'.6á gf'^^^ "«.UUar de P^^^^^, de bata-

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de\os V^^'f'l\¿^\\o^,^ ^^'^^Vaunpavacot^' una .dea clava de e ^^^.aitnlento aun P ^^^^ ^.

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b;rpaíaV"'"^"'

DEL PILAR 115

ue no pasaba de ser instrumento de los que se onian á su lado y lo empujaban en uno 6 en otro entidoal favor de las eventualidades mas trivia- 3s. Sin embargo, la justa fama con que habia ■anido después de su admirable desempeño en ú Paso de los Andes v en la batalla de Chacabu- 'O, fué motivo de que todos los militares aproba- ren con entusiasmo el nombramiento que el Ca- bido hizo de él como comandante general de ar- nas; y el 6 de Febrero tenia ya en su campamen- a del Puente de Marques el 2^ Tercio de cívicos ntre cuya gente era muy popular, el batallón argentinos, un escuadrón de blandengues, y las iiMcias de las inmediaciones que estaban llegan- 3 por momentos. A su lado se habian agru- a.do muchísimos militares veteranos que en di- arsas épocas habian servido en el Alto-perú, 1 Chile y en la Banda Oriental, la seguridad de Buenos Aires reposaba sobre fuerza de sus Cívicos. Apasionados por la ofensa de la ciudad natal, eran eA\o?^ el Mtinici- "o en Armas. Pero el estado turbulento de su ^sa, y sobre todo de la gran parte que perte- ^ <:ia á la clase plebe ^ era á la vez un riesgo muy -irio. Y al llamarle plebe estoy muy lejos de ^ nfundir esa clase de nuestra antigua población wi la gente menesterosa y baja que vaga por ^ calles délas ciudades populosas viviendo del -ío 6 de los trabajos serviles del jomal. Por -^^ como otras veces lo he hecho observar, el

116 TRATADO Y CAPITULACIÓN

Cívico porteño era propietario rural, entera- mente libre é independiente de patrones: tenia caballo (circunstancia digna de notarse) hogar y medios propios de subsistencia en las orillas y barrios embrionarios de la ciudad. Pero como vivía á sus anchas entre los abiertos eriales lla- mados las orillas, tenia una cultura intermedia y deficiente: era soberbio por que estaba poseido de su individualidad: predispuesto á los albo- rotos, unido por espíritu de cuerpo con su mé- dium social, y poco simpático á las clases diri- gentes cuyas casas ocupaban las calles del urba- no centro. Era una clase hoy desaparecida, de origen europeo, y que como se ve ofrecía una saltante analogía con la plebe romana, tan fiel como ella al sentimiento del patriotismo local, y del mismo modo rebelde á la aristocracia que la

dominaba. Dorrego fué su Graco : Rosas. su

César; pues haciendoaparte las grandes y nobles calidades del usurpador romano, y sin perder de vista la baja y brutal idiosincrasia del monstruo argentino, cesarisvio se llama ya todo gobierno que invocando la soberanía de la plebe, la tritura y la absorve en el absolutismo de su ídolo.

Podia temerse que revueltos por las pasiones de la defensa armada, cayesen los Cívicos en la anarquía; y que flotando los intereses públicos al viento vario de los tumultos, se perdiera has- ta la última esperanza de salvar el único centro de cultura y de sociabilidad que aún quedaba

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en pié en todo el vasto territorio. Era pues de vital urgencia hallar pronto una solución pa- cífica y ponerse en condiciones aceptables para Ramirez, que era por el momento el que podia dar solución al conflicto.

Claro es que en una situación tan repentina y tan compleja, la gloriosa capital de las Provin- cias Unidas de Sud-América habia caido en una completa impotencia para influir en la marcha ó en los sucesos de las otras provincias. Todas ellas estnban ahora libradas á sus propias convul- siones interna*^, sin otros reactivos que aquellos que pudiíTa encontrar cada una en la aplicación y en el amalgama eventual de sus propios me- dios. De Buenos Aires habia desaparecido cuanto ei'a de un carácter ó de un interés nacio- nal. Nadie se preocupaba de otra cosa que de lo que afectaba inmediatamente la vida interna y la suerte especial déla ciudad materialmente limitada á su recinto. Era pues de muy poca importancia, que las provincias se hundiesen ó en la miseria, puesto que ellas mismas, por rebeldes al organismo de un gobierno general, eran las que se habian echado en los brazos de la barbarie, y levantado el poder ominoso y disolvente de los caudillejos que las sojuzga- ban.

Pero debajo de esta indiferencia aparente, que los sucesos presentes parecian imponerle á la capital, ella mantenía el recuerdo de su tradicio-

lis TRATADO Y CAlMTlILAí ION

nal gerarquia; y el despecho mismo con que se veia destronada, era un rasgo peculiar en que se revelaba la pei^sistencia latente con que sus habi- tantes y sus partidos, sin escepcion, abrigaban el propósito de reconquistar en la primera ocasión favorable la gerarquia perdida. Tan singular era. esta fisonomía doble de la situación, que al mis-

mo tiempo que Buenos Aires daba la espalda coi enojo á las provincias, y que prevalecía entren

provincianos y porteños enemistad poco di

simulada, los unos y los otros procuraban ga- nar y reatar el poder centralizador, para dai cohesión y cuerpo al mando nacional supn mo que ambicionaban : los Montoneros^ con- quistando á Buenos Aires para absorverlo, ni- velarlo y dominar el todo : los Porteños, rechí zando á los Montoneros, y esperanzados ei hallar alianzas en el campo enemigo, ó en loí pueblos oprimidos, con que restablecer los lazoí de la antigua comunidad, y recuperar el centn de la nación.

Pero estas evoluciones, que debian tomar mas tarde un vivísimo colorido, no eran en los pri- meros dias que se siguieron á la derrota de Ce- peda, sino intuiciones que germinaban en el ins- tinto público preparando el rápido declive que tomaron los sucesos á muy corto tiempo. Lo señalamos por que ahí en esa vislumbre de re- organización nacional que atraviesa el caos en su momento mas tétrico, es donde toma origen ei par-

Á

DEL PILAR 119

tido llamado especialmente partido unitario : y j3orque los que como el señor Dominí^uez (don í,uis) el general Paz y otros, han pretendido tras- J^LÓav este germen á tiempos anteriores, y clasi- Ixoar con estas ú otras denominaciones los j^.£trtidos anteriores á 1820, llegarian á tal con- ísion de resultados, entre hombres y cosas, que encontrarian sino trasmutaciones imposibles explicar con semejante clave. Desde 1810 á O todos los partidos gubernamentales fue- w esencialmente centralistas, jamás ninguno <i^^ ellos proyectó, formuló, ó practicó nada ^^- egativOy nada federal; y si bien se combatieron tre sí, fué, como se habrá visto en esta obra, por ones accidentales de situación ó de mejor go- mo, sin el menor accidente que revelase miras sadas en el organismo federal. Entremos en el udio de los hechos y se irá viendo con claridad lenta germinación del nuevo partido unitario. 3^or de pronto, en Febrero de 1820, el Munici- de Buenos Aires había venido á ser el último

5^*^^ Ruarte del vencido nacionalismo. Reunido el * *^ * stre Congreso que habia participado de las glo- s y tribulaciones de aquellos cuatro años, se comprimido (dirémoslo así) entre las calles ^*^ la ciudad; y como no tuviera mas defensa

asilo que aquel municipio representante nato localismo porteño, le trasmitió sus faculta- ^ de cuerpo nacional, y al Alcalde Mayor le ^^^nfirió los poderes del P. E. nacional con un

120 TIIATADO Y CAPITCLACION

voto absoluto de confianza. Hecho esto el Con^ greso de Tucuman (6) se puso en receso.

El Municipio y el Pueblo aceptaron el testa^ manto del ilustre moribundo, y comenzó así aquella alianza de los elementos respectivos que vino á tener su complemento en el ensayo de 1826, y que dio su carácter, reaccionario por desgracia, á la presidencia intempestiva del se-

ñor Rivadavia. Pero Buenos Aires no habia olvi- dado, ni olvidará jamás, que ese es el espíritu d^^^A^ sus muertos: que esa es la voz que pasará de ios ^id^ cementerios al alma y á las pasiones de los vivos^^ ^s* Traqueado el Congreso desde Tucuman hasta Is. W ^^ calle de San Martin centro de la cintura á cuyo ^^CV^ amparo ponia ahora su baluarte, se dirigió á los o>-lo^ porteños, y les dijo : «que estado crítico y de ^^-t=^^ « sesperado del pats exige medidas extraordina.^s> ^"^^ « rias y eficaces. Los riesgos son inminentes; ^ í »' es preciso hacer cesar la guerra ominosa conls^í ^^' « provincia de Santa y con los orientales. Ei» Z^- ^ « este concepto, el Alcalde Mayor queda plena-^ -^^'^^ « mente autorizado para poner á la capital er^'^^ ^ ^ un pié respetable de defensa, proporción to- ^'^-^'^ dose ó sacando el dinero 7iecesario, por todoi<:^^^ « los medios que le dicte la Suprema ley d&S^^ ^ « la salvación de la Patria; pero se le reco*^^^ '^

(6) Le llamamos de Tucuman por el primitivo lugar ¿'^^Ljoú su instalación ; pero desde 1817 se había trasladado s ^ Buenos Aires.

DEL PILAR 121

« mienda especialmente que negocie ante todo « una suspensión de hostilidades con el fin sa- « grado de sellar la unión de los pueblos sobre « bases de eterna justicia y de interés recipro- « co, cesando el Congreso en sus sesiones mien- « tras duraren los aprestos militares.» La Mu- nicipalidad de Buenos Aires recibía pues del Congreso General un título legítimo á la herencia unitaria de la Nación ; la tradición protestaba y vencia en el terreno del derecho consagrado, contra la fuerza brutal de los hechos que la vio- laban. Esta era al menos la convicción inapea- ble del partido de los constitucionales, cualquiera que fuese la bandera en que hubiesen estado afi- liados.

Desde que el Congreso, en la impotencia de hacer otra cosa, abdicaba de su mandato en el Cabildo de Buenos Aires, el espíritu local surgia con el vigoroso empuge que le daban las inquie- tudes mismas y la actividad en que se agitaba al vecindario de quien aquel era hechura. Era for- zoso que el movimiento y la iniciativa comenza- ran á efectuarse desde entonces, entre el Pueblo y el Cabildo : y que esta corporación adquiriese el individualismo ruidosísimo de que gozó en los sucesos de 1820.

Como el Cabildo procedia por su formación y por su espíritu del régimen directorial, y como era también la úilica autoridad orgánica que se hallaba en pié para defenderlo, se agruparon & él

122 TRATADO Y CAPITULACIÓN

todos los restos del partido vencido. Los unos de una manera activa y belicosa, los otros con aque- lla adhesión de opiniones que le á una autori- dad la confianza de la estimación en el puesto que desempeña. Comenzaban pues los dii'ectoria- les á tener esperanzas de salvar su núcleo po- líticoy su influjo al rededor del Alcalde Mayor Aguirre, si conseguian que Ramírez, conven- cido do que no podría superar la resistencia de la ciudad, hacia la paz bajo condiciones de arma- mentos, dinero, y otros pactos mas ó menos favo- rables que podian ofrecérsele á trueque de que se retirase á Entrerrios con elementos nuevos de fuerza que le aseguraran la supremacía sobi*e Artigas y la sumisión de Santa-Fé. De cierto que si esto se conseguía, y si la ciudad entraba en quicios bajóla dirección de Aguirre, el sen- timiento de la paz habría bastado para reponer el orden ; y que repuesto el orden, el partido consti- tucional n.viviriay se restablecería de nuevo con mayor robustez ; por que puestos fuera de la es- cena Pueyrredon, Tagle,y otros pocos de los que se hablan hecho odiosos á esa ligereza estúpida con que las multitudes populares juzgan siem- pre de los gobiernos que caen, la reacción favo- rable que tendia á restablecer el crédito y el pre- dominio de las ideas orgánicas, habia comenzado un trabajo admirable de recomposición moral en que estaba entrando todo el* culto vecindario; movido naturalmente por el terror que le inspi-

DEL PILAR 123

raban las bandas bárbaras del Paraná, y por la conveniencia do agruparse para hacer eficaz la defensa de la ciudad.

Eí=íte movimiento incipiente se encontró con dos escollos : Soler que á la cabeza del ejército trataba de presentarse á Ramirez como el mejor y mas fuerte agente de la paz por lo mismo que tenia la fuerza ; y Sarratea que revelando á todos los enemigos interiores del régimen anterior, el peligro que corrian de verlo restablecido, traba- jaba en el empeño de que Ramirez no admitie- se negociaciones sino á condición de que desa- parecieran el Congreso, el Supremo Director y todo lo que hubiera sido hechura suya. Los se- cuaces de Sarratea consideraban y veian que siendo dominante sobre todas las otras miras la de hacer la paz y salvar la autonomia, de buena (> de mala gana el vecindario aceptarla siem- P^e esa solución con preferencia á otra cual- quiera.

Entre Soler y Sarratea, la burguesía se incli- í^aba con evidente preferencia á Sarratea como '^ejor instrumento para obtener una paz tran- quila; por que no tenia para dominar el peli- Ki^oso poder de la fuerza armada, y por que tonaándose á Sarratea se evitaba la coalición de 1^ tropas de Soler con las bandas de Ramirez. Soler no comprendió tampoco que no podia ser ^^ amigo aceptable para que Ramirez le adjudi- ^^se el mando de Buenos Aires, pues por lo mis-

lá4 TEATADO Y CAPITULACIÓN

mo que tenia las fuerzas militares para hacerse 1er, había de tratar de prevalecer. Y como nc comprendióse precipitó dando un paso imprer ditado que lo perdió con unos y con otros. Apeí conoció la recomendación de transigir que el C( greso le habia hecho al Alcalde Aguirre, se a( lantó de su cuenta á proponerle condiciones Ramírez, y copar la partida, enviándole al tenie coronel don Gregorio Jaime con autorización | ra acordar preliminares, que una vez convenid él haría que fuesen aceptados por el Cabih Pero Ramírez le contestó el día 9 de Febre que no detendría sus marchas, ni oiría propo cíones «mientras el Ejército y el Pueblo « derrocasen todas las gerarquías políticas q « tuvieran ó hubieran tenido origen en el Dir torio. » En lo cual quedaba incluido el Congrí y también el Cabildo. No necesitó mas Soler | ra convertirse en agente ejecutor de la sentenc El día 10 le pasó al Cabildo un ultimátum altar ro que en el primer momento puso á todos angustias, por que se creyó que unido el ej< cito á los montoneros marcharía sobre la Ca tal. (7)

(7) ¿Para cuando guarda V. E. su poder? .... De ayer el enemigo pisa victorioso en el Salto ; y aun partidas alcanzan al Lujan. Las provincias se han parado; y por consiguiente ¿á quién representan los ese Congreso? Los enemigos no quieren tratar con toridad que dependa de ellos ; solo V. E. se presenta

DEL PILAR 125

La intimación reventó como una bomba en medio del Ayuntamiento, y provocó una grita desordenada en el público. Los unos vociferaban, que se hiciese pronto lo que el ejército ordenaba : los otros, sumamente inquietos pedian que se le resistiese. Según estos, los miembros del Con- greso y del Cabildo debían morir sentados en sus sillas curules, como aquellos mtticos Ro- manos que se habían dejado decapitar por los Galos: el clasicismo era el código Itrico del tiem- po. No faltaban otros tampoco que vocearan por

este conflicto como el iris de paz. Este Ejército reunido wie ha facultado para hacer á V. E. la presente comuni- cación; y por mi conducto esplicar sus sentimientos en uniformidad con los votos de ese desgraciado pueblo. El ejército ha jurado sostener su resolución de que se disuel- va KL CONGRESO, y scan separados de sus destinos cuan- tos empleados emanen de este y del Directorio, por que est&n intimamente ligados: que salgan á alguna distan- cia delaciudad, á los arrabales: y que V. E. reasumien- do el mando, oiga libremente d su pueblo. Esta resolución •* he comunicado hoy mismo al General Ramírez, invi- ^lidole á tratar sobre estos principios .... Nuestro único objeto es la salud de ese gran pueblo, y la unión de los Pweólos separados desgraciadamente; y entre tanto V. E. '^o nae conteste, la amargura y la zozobra se lee en el sem- blante de todos.» Firmaron este papel veinte gefes, de 8^Qerales á tenientes-coroneles; y vino á la ciudad acom- pañado de una ardiente adhesión del Cabildo de Lujan, cuyo vecindario venia á prestar asi una especie de •P^yo popular á esa ilegal intimación del ejército. El Bcrieral Soler trataba pues de precipitar los sucesos para ^"^graciarse con Ramirez en provecho propio.

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TRATADO Y CAPITULACIÓN

otras mil combinaciones, para librarse de Soler y de los federales á la vez. Las angustias co- menzaban á ser estremas: la situación se dev raba á si misma: y el espíritu de la defensa s desmoralizaba por horas en medio de esta ame nazante anarquia.

Desconocido é intimado de muerte por su prc pió ejército, el Cabildo se sometió en el primí instante, á pesar del enojo popular que comenzó prevalecer contra Soler por tan estúpido atentadc Todas las facciones que tenian interés en de montará Soler, se armaron con la opinión laten del país para condenarlo. La facción de Sarr tea, obraba movida por el peligro que corria que Soler le arrebatara el mando ; los vecin bien intencionados, por el alarma con que veia erigirse una tiranía demagógica, y militar, y tu bulenta, que se inauguraba con un atentado a atrevido. Pero los cabildantes, que no tenia en mucho estas fuerzas morales y latentes de 1 opinión, tuvieron miedo; creyeron en peligros seguridad individual, no solo por el carácter jefe que los amenazaba sino por que comenzó correrse que el Tercio marchaba ya á sitúa se en la plaza central.

El Congreso fué convocado desde luego, y

Ayuntamiento admitido en sesior 1820 secreta, solicitó la disolución com

Febrero 1 1 pieta de todo lo que quedaba en pi del antiguo organismo, en vista

i

DEL PILAR 127

A eso lo forzaban las circunstancias. El Con- considerósu situación ;|y contestó con fecha 1 :1 « que sin embargo de que los Representan- ^es de los Pueblos tenian un pacto de unión c^elebrado con la representación legítima del ^ran Pueblo de Buenos Aires, y de que por lo tanto desearian saber la voluntad do este, ^^ c^edian ala intimación que se les hacia.» La cli 5=36 ©lucion fué comunicada entonces al general Kideau, que «adhirió á la voluntad general, dimitiendo la Suprema Dirección del Estado ^n manos del Cabildo ;y^ y quedaron asi consu- midos, con la disolución de la Nación, los resul- ^dos que Bustos y Paz habian buscado en Are- ito, cuyo término fué poner á las provincias en situación espantosa, de que daremos cuenta '5=^ pues de haber seguido el encadenamiento de ^*^^ sucesos en la de Buenos Aires.

Oonsumada la disolución, el Cabildo proclamó

^^ I^ueblo el dia 11 sincerando sus medidas con

íseo de poner término á una guerra fratri-

\ y de cumplir el voto de los ciudadanos vir-

^^^^ sos que habian exjido el cese de las antiguas

^^toridades. En esta virtud, el Cabildo habia

^^r^tdo á resumir todo el poder de la provincia;

^ ^ccia que á su tiempo, concurriría á levantar

^^ bases de una liga, que siendo la obra de una

^^^iprocidad de conveniencias, pudiese ser per-

^^^Tiente. Mientras se reorganizaba la autori-

*^fJ, el Ayuntamiento se hacia responsable del

128 TRATADO Y CAPITULACIÓN

Orden público contando con la cooperación que debían darle los ciudadanos, para garantir la propiedad y la seguridad individual y para per- seguir y castigar á los que atentaran á pertur- barlas. ' Aseguraba también que en la provin- cia todos estaban conformes con las nuevas ba- ses de asociación que los pueblos apetecían; y que las cuestiones acerca de la reorganización de la Nación quedaban libradas al tiempo en que fuese posible la unánime concurrencia de las Provincias que la componían.

Antes que Soler, y en el mismo dia en que el Congreso se lo habia recomendado, habia el Cabildo enviado también una comisión encarga- da de tratar con Ramirez. Después de incon- venientes y vacilaciones sobre cuales serian los hombres mas adaptados para ese servicio : se fijaron los pareceres en un abogado de esquisita travesura y apasible trato ; en un rico campesi- no muy respetable pero de poca argucia, y en un individuo especie de comodín y no poco ágil pero insustancial: era el primero el doctor en leyes don Vicente Anastacio de Echevarría, don Joaquín Suarez el segundo, y don Julián Viola el último, que quizá no entró sino como procura- do?^ secreto y testigo del Cabildo, de que era miembro. Fácil es ver que todo el peso de la íiegociacioii recaía en el señor Echevarría ; como era nativo de Santa y había hecho estre- chísima amistad con Estanislao López y no se-

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ria estraño, por lo que se vio, que llevara algu- nas miras, propias 6 encomendadas, de sacar á L.opez del lado de Ramirez. Tarde 6 tempra- no eso tenia que suceder, por mucho que el de Santa siguiese mostrando la mas obse- quiosa subordinación al de Entrerrios. Eche- varría era como mandado hacer para el negocio en cualquier carácter que tuviese ; por que, aun- que santafecino, era completamente fiel al vecin- dario de la capital donde tenia una sobresaliente posición, riqueza é íntimas amistades en el seno de la burguesía directorial.

Como los comisionados habian salido de la ciudad el dia 8, ignoraban lo acaecido después déla intimación de Soler; y el 11 desde la Vi- lla de Arecole pidieron á Ramirez que les de- signase el lugar en que quisiera esperarlos. Ra- mirez ignoraba también los cambios efectuados en la ciudad y como al mismo tiempo recibíalas insinuaciones de Soler, les contestó negándose también á la entrevista. Pero mejor informado llamó el dia 14 á los comisionados é inmediata- mente se reunieron. Procuró Ramirez hacer mas presión de la que podía produciéndose en términos violentos contra Aguirre por los ban- dos y proclamas insultantes que desde el dia 3 había lanzado á los pueblos contra los jefes fede- rales: y exigió que fuera depuesto y castigado : pidió también pusiese bajo sus órdenes la fuerza de Soler, con la escuadrilla del Paraná, y dijo

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130 TRATADO Y CAPITULACIÓN

que solo cuando la ciudad se hubiera puesto en pié de paz entraría él á tratar con las nuevas autoridades que se creasen. Los comisionados declararon que no tenían poderes para nada mas que para restablecer la concordia en términos igualmente equitativos ; y resolvieron retirarse ; pero parece que Echevarría conferenció priva- damente con don Estanislao López, y que no anduvieron muy distantes ambos en el temor de que la mira de Ramírez fuese levantarse con la supremacía absoluta é imponer su personal vo- luntad sobre el país.

Salieron los comisionados del campamento de Ramírez dejándolo en marcha hacía el Pilar; y llegaron á la ciudad en la mañana del 16. In- formado de lo que pasaba, el Cabildo llamó á su seno á los vecinos mas notables, hizo venir la oficialidad de Cívicos que guarnecía las aproximaciones de la plaza, y convocó con urgencia á todo el vecindario para las ci?ico de la tarde de ese mismo día. Presente allí el señor Echevarría, subió á la mesa concejil y dio cuenta de su comisión con una exposición habilísima, y bien calculada para levantar el furor popular. Dijo que el pueblo había ya ejecutado cuanto podía exigírsele para obtener la paz pero que por ningún motivo cometiese la debilidad de poner sus destinos en manos de hombres que pudieran ser instrumentos del caudillo de En- trerrios ; sino que cuidase de elegir hijos de la

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tierra patriotas y servidores acreditados del pue- blo— es decir— de la ciudad. » Frenéticos aplau- sos cubrieron el informe ; y la A?annblea del ve- cindario resolvió crear autoridades provinciales, con ese fin : Se acordó 1? que cada ciudadano presente votase por do^ electores, y que los doce que resultasen con mas votos fuesen proclama- dos J?^nía de Representantes déla Provincia; 29 Que esta Junta nombrase inmediatamente un gobernador con la obligación de ponerla en de- fensa y con fuerza para atacar si fuera necesario: 3? Que sin perjuicio se intentase nuevos arreglos de paz. Del escrutinio resultó que el Pueblo Sobe- rano se componía en aquel momento de doscien- tos veintidós votantes; en general jefes de familias principales; de cuyo voto salieron por Represen- tantes hombres de muy acreditado carácter, y de tradición directorial, por que votando en liber- tad Buenos Aires no podia dar otra cosa. (8)

Después del torpe paso que habia dado Soler estaba ya excluidode toda combinación, bien fue- .se de índole pacífica, bien para hacer una defen- sa extrema y á todo trance. Se hicieron tenta- tivas para levantar de nuevo la candidatura de

(8) Don Juan Pedro Aguirre— Juan José Passo— Vic- torio García Zúñiga Ant. José de Escalada Vicente A. Echevairia Thomas Man. de Anchorena— Juan J. Cris- tóbal de Anchorena Vicente López Sebastian Lezica —Manuel Luis de Oliden Manuel Obligado— Manuel Sapratea.

132 TRATADO Y CAPITULACIÓN

Aguirre al gobierno de la provincia; pero des- pués de maduro examen, los Representantes electos creyeron que si bien no debian someterse á la ambición de Ramirez, no era prudente ha- cer imposible una aproximación por medio de un candidato capaz de acercársele y de pasar por algunas concesiones humillantes con tal que se consiguiese la paz. En este ir y venir de com- binaciones varias, acabaron todos por preferirá Sarratea ; y el 17 de Febrero lo eligieron gober- nador de la Provincia de Buenos Aires.

Este primer descenso 6 debilidad trajo otras concesiones como lo vamos á ver.

Al proclamar la elección de Sarratea, la Junta electora dirigió al Pueblo una proclama en que decía: «Los Representantes están per- « rectamente al cabo de el espíritu de dig- « nidad y nobleza que llena los corazones « de los ciudadanos: saben que estos aspiran á « una paz ho7irosa, pero que detestan una ver- « gonzosa humillación. Tales elementos serán <f puestos en movimiento si se llegase á tocar el « inesperado estremo de mala en el ejército « federal. Las glorias del gran pueblo de Bue- « nos Aires, adquiridas á costa de su sangre 'i^ < sacrificios ¿serán eclipsadas por la degrada^— « cion? El mundo admirador de nuestro valo ^' « ¿deberá arrepentirse de su concepto, y retraen - « tarlo para situarnos entre los míseros esch « vos, y seres abatidos que sucumben al arbitri

DEL PILAR 133

« de quien les venda protección y les calce ca- denas? No creemos sean tales los sentimien- < tos del Ejército federal, pero prevenirse es muj compatible con la prudencia y con la confian- za racional ».

Mientras que esto pasaba en la ciudad, Soler y Ramírez andaban en intrigas buscando de qué medios echarían mano para sacar cada uno el mejor partido. Creyó Soler que dando cuenta á Ramírez del resultado que habia tenido su atre- vida intimación, conseguiría imponerle su per- sona como la mas adelantada en el influjo sobre la ciudad ; y en efecto, creyólo Ramírez tam- bién y le contestó, lleno de contento, que esa intimación era propia del patriotismo y de la li- beralidad de tan ilustre jefe : que lo que ahora se hacia necesario era afirmar la victoria de los ejércitos federales y castigar á los famosos de- lincuentes que habían querido arruinar el país sometiéndolo á una constitución fabricada para tiranizarlo ; pero que si el general Soler no unía sus fuerzas á las del ejército federal no podría ver realizadas sus santas intenciones ni prote- ger la causa de la libertad. Era menester pues, agregaba Ramírez que se viesen : que las tropas cié uno y otro ejército estrechasen sus brazos ; y que de esa entrevista resultaría el término de todas las inquietudes. (9)

(9) Campamento en el Pilará 12 de Febrero de 4820, . . . «^ Si el Cabildo se presta á esas benéficas indicaciones

134 TRATADO Y CAITI T LATK )N

Pero lo que hace cómico el incidente entre e^- tos dos personages, es, que pocos momen- tos después de haber comunicado á Ramírez el éxito de su intimación, le llegan noticias á Soler del furor que ella habia producido en la

puede V. E. estar seguro de que ha llegado el momento déla reconciliación común, déla tranquilidad y de la di- cha del país. . . . Pero señor Brigadier, pongamos fuer- tes diques al torrente de intrigas con que la aspirante y criminal administración amenaza aun la libertad de los pueblos; ella tiene los medios de seducir á los incautos valiéndose del influjo de los infinitos lojistas que no aban- donarán sus intereses mientras no sean aterrados con ua ejemplar castigo en los primeros delincuentes: muchas de las primeras autoridades en las corporaciones exis- tentes son todavia agentes activos de aquellos monstruos; y si V. E. no lo creyera, vuelva los ojos sobre ol Bando del Directorio Sostituto, en el que desconociendo los sa- crificios y servicios do los pueblos de la Liga, presenta al General Federal animado de sentimientos infernales, que solo caben en corazones tan corrompidos como los de esa gavilla de malvados que tantas lágrimas ha hecho derramará la patria. . . . Concluyamos, V. E. y nosotros, esta grande obra para que no renovemos dias tan amar- gos. Sea en horabuena el Cabildo el órgano por donde se haga entender á este heroico pueblo que puede, sin el recelo de las bayonetas, espresar su voluntad ; pero abs- téngase de mezclarse en lo que delibere el pueblo mismo, por que eso seria sostener los intereses de aquellos que tie- nen jurada su opresión. DifícuUadcs terribles van á opo- nerse á las santas intenciones de V. S. si unidas nuestras fuerzas no se dedican á proteger la causa de los Libres ; acer- candóse V. S. al Ejército Federal, no para prodigar la sangre americana, sino para estrechar en sus brazos á los dignos-

DEL PILAR 135

á^iudad. Sus amigos le escriben que habia co- rxietido el error mas imprudente que era posi- ble cometer en semejantes circunstancias ; y 4q|^ue con solo ese paso habia hecho que todos í^e retirasen de su nombre para tomarse al de Sarratea. Desconcertado é incapaz, como he d i cho, de ver claro en el cúmulo de cosas que se agitaban, hizo Soler lo que hace un muchacho que clava mal un clavo pegarle por la punta y torcerlo mas: el 14 vuelve ¿escribirle al Ca- bildo con tal humillación que solo con sus mis-

nnas palabras puede comprenderse— « pues

^igo con franqueza á V. E. que siendo yo unjo-

^eri sin relaciones, y sin mayor esperiencia de

unos negocios tan arduos y trascendentales^

como los que hoy se manejanno quisiera tomar

providencias, que tal vez desdigan del plan j

<^onductaque V. E. se haya propuesto. Asegu-

í*o si que soy obediente, y que obedeceré áV. E.

<iua.nto V. E. rae ordene, y que estos son los sen-

t^tnientos del ejército, que enteramente confia en

V- E. Parece de mas semejante empeño. V. E.

í^andey será obedecido. La salud pública está

«n manos de V. E. »

Ciudadanos que obedecen sus órdenes, y para tener la satis- laccion de hablar con V. S. : de cuya entrevista resultará la pronta conclusión de tantas inquietudes. ¿Y qué diré ^ ^- S. de la fuga de los principales traidores Puoyrre- ^^ y Tagle? Quién responderá ante el Tribunal de la w^cion á los cargos que van á hacerse por los pueblos y pollos individuos contra aquellos pérfidos?».

136 TRATADO Y CAPITULACIÓN

Apenas ha escrito esta nota recibe la de Ramv rez llamándolo á una entrevista y trazándoh perspectivas que lo deslumhran. Soler toma unj pequeña escolta y se va al campo de Ramirez Hallábase Ramirez irritadísimo en ese momento acababa de saber lo quehabia pasado en lacii dad. Soler lo encontró pues en condiciones vorables ; y se pusieron de acuerdo en que anl de formar pacto ninguno de paz era menestr i r qiic no quedase con empleo ó cargo de ningir^ tn género individxjbo alguno que hubiese ayudao^z^táo á la administración directorial ó intentado sos^ ^s- tenerla en sus proyectos de opresión, ó coopeí^^^- do á la ejecución de sus crímenes : á cuyo fr^^^Bn los generales pactantes empeñaban su honor, el

de las fuerzas que maridaban y el de los pueblc^^os que representaban.» Después de esto convini ^e- ron en que cada uno por su parte dirigiría inm^^^e- diatamente una nota al Cabildo acompañándocru^^'e en copia este armisticio que acaban de celebra- ^^r «para darle tiempo á reflexionar sobre \^^^^ horrores que de nuevo amenazaban á la nació si persistia en eludir y contrariar las justas es^^'" gencias de los pueblos. » (10)

(8) La nota de Ramirez era por demás atrevida é l noble:— «Es preciso (agregaba) que V. E. se decida una vez á separar de entre nosotros hasta el último de 1 empleados y dependientes de la administración, que h yan tomado parte con esos crimínales. Los sucesos estos dias, la conducta de algunos miembros de ese

DEL PILAR 137

Soler se habia comprometido á segundar la nota de Ramírez; y al efecto volvió al campa- mento trayendo una copia. Mas, por fortuna suya, alarmados sus amigos de la ciudad con

bildo y el escandaloso proceder de la Comisión do V. E. cerca de nosotros, nos ha alarmado, y nos prueba lo que debemos esperar etc. etc. » protestaba después que si no era destituido el Cabildo é integrado con otros miembros «que mereciera su confianza, la guerra comentaría contra los tenaces intrigantes, que, sin conocer su ver- dadera situación, pretenden aun hacer valer el influjo de sus Logias para envolver al paí:> en sangre.» Hacíale cargo al Cabildo de que no hubiese aprisionado á Pueyr- redony áTagle, y de que los hubiesen dejado irá Mon- tevideo, sin duda, para que sus aliados los portugueses les «liesen medios de restablecer su poder. Recordaba el Bando del 3 «ese papel inicuo dirijido á desacreditar al JSjército Federal y á electrizar contra él al pueblo de Bue- nos Aires» y decia que él no podía soportar que fuese reelecto y mantenido en su influjo el mismo hombre que ^0 habia fírmado. Examinando después la conducta de la Comisión negociadora, aseguraba que sus miembros Rabian convenido con él en que debían ser destituidos to- dos los servidores y partidarios de la antigua adminis- tración; pero que, asi que habían regresado á la ciudad, pusieron á «gritar que las proposiciones délos fede- ieseran inadmisibles, que venían animados de vcngan- i, que los vecinos temblasen de su furor, y que el Pueblo debi a mantener e\ famoso Bando del Director Sos- titiato. Después (dice) se fínge una elección popular, y so ve salir como elbctorbs : al agente secreto de Rondeau, al intrigante de Areco y pregonero de insultos céntralos fe<] erales al doctor don Vicente Anastacio de Echevar- i^A -al mismo Aguírre: al congresal Passo; y última-

^ sus actos, \e «^ . ^.dia c^

la poca corau;a der3^,, ^^u ^^^-^ ,

ti consejo de quejo ^^^^^adamen^ ^^ ,e como Bchand^a ^^^ed^ar lo vaacon^^,rez co^^

cambiar rau ^^g^^go las ^y ^.^.^gto »a'

rameule.ns>.«» i»P«"*= ,>«

por Vas costas Pj ¿^ '* J^„ reformas «P^^^^^^^, -. ^

; operar <=»""■" '^e conVortnana con / ^^^^ ¿e aVe^ ^

íestaba^ue no-^ facción je -.^ ^^ ««'^Sva"-'*^

«•r r ¿uestraresoWoon ( ^ «^'^í^oT^e^ se.ot

receremos con o^ poNRHOS A i^^ faciUt^

^ Uft.\carce, > ^" a; visión, P^**^^ *■

de abrazar íi los

DEL PILAR 139

Sarratea se recibió del Gobierno el 18 : en ese ismo dia á las diez de la noche llegó también el ultimátum de Ramirez y la nota de Soler. Por EXiuy exaltadas que estuvieran las pasiones loca- les al ver ajada así la altivez de Buenos Aires, por la insolencia de unos cuantos gauchos^ mon- toneros, no era posible disimular que el ultima- tr4.m de Ramirez, y las amonestaciones encapo- ta.clas de Soler, eran peligros demasiado serios y urgentes para que debieran ser tratados con lijereza y facilidad. Los hombres discretos com- prendieron que era menester llevar mas adelante ©I sacrificio, y hacer concesiones indispensa- t>Ies en el estado angustioso de los negocios. El Gobernador llamó inmediatamente á la I^ortaleza á los doce representantes que compo- ■^ia.nla Junta, y á otros vecinos respetables; y d^55puesde haber discutido el estado de las cosas

^^ a^iordar con ellos el armisticio que remitia. Hablando ^^*^ franqueza de los únicos obstáculos que ofrecía la paz, ^i'eia que todo el mal se reducia d la falta de confianza que '^Tf^piraba la actual Municipalidad «el Ejército Federal, *^moel Pueblo lodo de Buenos Aires, conocen bien las ra- ^^ñ-caciones de algunos de sus miembros, con la facción c«píraníe que no cesa de aspirar. No hay remedio: si se quiere terminar la guerra, es preciso disolver el actual cuerpo municipal. ... El Ejército que tengo el honor de mandar tiene hoy las mas lisongeras esperanzas, á pesar de las falsas alarmantes ideas que esparció, en su trán- sito, contra los Federales la Comisión Municipal, que, por iospechúsa é ilegitima volvió desairada. »

140 TRATADO Y CAPITULACIÓN

convinieron:—!? en que era indispensable q u^ de acuerdo con la cláusula 2 del acto de su el^o cion, declarase el Cese del Cabildo, cuya compo- sición alarmaba tanto á los Caudillos federate^r y se procediese á nombrar otros— 29 queSarrat^^ fuese en persona á tratar con Ramírez y le con- cediese condiciones capaces de restablecer 1^ paz sin comprometer al gobierno ni laindepeí'^^ dencia de la Provincia : —39 Que se le enviase f^ Soler un comisionado de su confianza que lolt- songease pidiéndole los nombres que leagr^^ darían para miembros del nuevo Cabildo y corm-' firmándolo en el mando en gefe de las fuerza.^ de la Provincia y de la ciudad.

Los Cabildantes estaban muy lejos dequer^^ sostenerse en sus puestos. Por el contraríen » seriamente alarmados por el odio y por las am^^^ nazas de los Caudillos federales, deseaban de v^^ ras verse libres de un cargo que les imponiair»--^ quietudes harto amargas.

El mismo dia 19 partió don Manuel Oliden í»' campamento de su primo y amigo el genera-* Soler y muy pronto se pusieron de acuerdo en la designación de cabildantes, tomándolos todos del partido y de la relación particular del general- Con lo que este se formó la esperanza de qii^ viniese á sus manos ese poderoso resorte Ae\ gobierno de la ciudad. Entraron pues al go- bierno municipal los siguientes ciudadanos Don Juan Norberto Dolz, don E. Pérez Millan,

DEL PILAR 141

don Mariano Zavaleta, don E. Blanco, don Ze- non Videla y don José Tomas de Isasi. Depar- te de la Junta, esta elección habia sido hábilmen- te combinada ; por que habiendo tenido quedarle á Sarratea todo el poder ejecutivo, convenia qu€ el Cabildo obedeciese á influjos diferen-

, para que pudiesen celarse respectivamente.

rde pronto, se consiguió con esta maniobra un «enorme ventaja ; que fué traer á la ciudad, d^l campamento exterior el Segundo Tercio de (^i^icos; por que siendo el Alcalde Mayor por '^y Gefe y Brigadier^ General de los Tercios Cítricos, consiguió Dolz que el general Soler le do volviese ese cuerpo que era la base armada de partido y del nuevo municipio al mismo tiem- po , por si se hiciera necesario esforzar la defensa

lí^tcrior dado caso de que fracasara la paz ó por oti*os motivos. El 2? Tercio entró á la ciudad ^1 20 de Febrero ; y sobre este hecho insigni- fic^ante al parecer vinieron á complicarse en un divísimo drama los subsiguientes alborotos y sucesos que han dado su carácter escepcional y íannosoal Año XX en la Historia Argentina.

En este momento, solemne para ól, es cier- ^niente digna de estudio la trasfiguracion de Sarratea: que si no era la del Salvador en el Sinaí, no por eso nadaba en menos luces y fosforescencias el espíritu del actor que se veia trepado al escenario y con todas las cuerdas la maquinaria en la mano para bajar

142

TRATADO Y CAPITULACIÓN

subir y— cambiar telones en el drama embroll de los sucesos que lo rodeaban. El 21 de Febr^^ se marchó con una comitiva de alarifes en bu^^ deRamirez; y se encontraron en el Pilar. Trap> Ion de gran mundo y dado á embrollas por r^ turaleza, pero vivo y ágil, tenia lamas compl tranquilidad para acceder y faltar á toda clase compromisos. Soltábalas palabras, las prorrm sas, ¡os arreglos y las conveniencias, accedien siempre átodo aquello que lo podia sacar d^ dificultad presente : j contando con que por I mismos juegos podia salir de todas las ot complicaciones cualquiera que fuese el que clavase, 6 la dcslealtad que lo pusiese á sus a. chas. Por sorprendentes que sean estas h. bilidades en el manejo de los expedientes, re jan indudablemente el nivel moral de los ho bres que las tienen ; y que casi nunca pasan ser instrumentos poco apreciados. Pero no h que negar que en muchas ocasiones despej dudas y sirven para poner expedita la via.

Entraba pues Sarratea al campo de los mont ñeros con esa fisonomía radiante que toman 1 hombres de carácter ligero y festivo en su grandes momentos de alegría. Sus ideas b Ilian y saltaban como chispas de fósforo; su palabras fluían con tal predisposición ala simpa tía universal que se hizo recibir bien y lo prome tió todo con una esquisita facilidad. Después haber metido la mano, diremos así en el cora

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DEL PILA II 1Í3

n soberbio del caudillo entrerriano, y de ha- rlehecho esperar cuanto dereal y deefectivo se le ocurrió para el aumento de sus fuerzas y la consolidación de su poder, connenzaron los peros do la prudencia y de siníiple detalle. En cuanto ^ fusiles, sables, municiones, monturas, es- cuadrillas, dinero, ninguna dificultad se ofre- <^eria; pero el ejército Federal no debia pre- tender por lo pronto entrar á la ciudad; por ^Ue con eso se corria el riesgo de indignar ^} orgullo de los porteños, sin ventaja posi- ^'va. El sabia bien que la Junta de Represen- tantes estaba compuesta de enemigos suyos y ^^ los federales ; pero solo haciendo la paz P^cJia asegurarse bien como gobernador y con- ^^r» con fuerza moral y partido para cambiar ^^rnpletamente estos estorbos.

Oonoció Ramirez lo que habría conocido cual-

^^ier otro, que el hombre le con venia mucho

J^^s que Soler; é hizo con él el famoso tratado

^1 Pilar. Pero lo que no conoció fué que se

^fraseaba con un perillán desleal é incapaz

f^v^i* lo mismo de la energia necesaria para

^^ostrar las consecuencias del tratado y ha-

lo cumplir á despecho de toda oposi-

on. (12)

Al hablar de la Convención del Pilar, es

-ciso hacer distinción entre el convenio pii-

(l2) Véase el Apéndice,

144

TRATADO Y CAPITULACIÓN

blico, y el tratado secreto. La única impc^ tancia del convenio público residía en el pr pósito íntimo que revelaban los pueblos di dentes de reconstituir su preciosa nacionalid Ninguno renegaba de ser argentino: ningu pretendía formar republíqueta, sino que mi ban como una gloriosa herencia de todos Comunidad de la patria y la Unidad del car ter nacional.

Este organismo íntimo de la vida argenti respetado por los caudillos de Entrerri y de Santa-fé fué consagrado en el conveí del Pilar como una aspiración nativa de I pueblos. « Protestan las partes contratan « que el voto de la nación, y muy en pa « cular el de las provincias de su mando, r « pecto al Gobierno que deba regirlas, se « pronunciado en favor de la federación, q^ « de hecho admiten. Pero que debiendo « clararse por Diputados nombrados por « libre ele(ícion de los pueblos, se sometere 4c sus deliberaciones» v acordaban al efe que cada provincia contratante nombrase Diputado: que se reuniesen los tres en San renzo dentro de dos meses, y que se invítase las otras provincias á que llenasen el deseo q todas tenían de formar un gobierno centr es decir comim.

Así convenido, las fuerzas invasoras debi retirarse de la provincia de Buenos Aires

DEL PILAR 145

uis respectivos territorios. Pero se esperaba ^patriotismo y de lagenerosidad de la heroica *3^omncia de Buenos Aires, cuna de la Li- arriad de la nación, que refleccionase acerca los medios con que debia contribuir á arro- á los portugueses del territorio oriental del Truguay, y á poner en plena defensa la de Intrerios, que tan espuesta se hallaba al peli- T*o de ser invadida. Esta vaga estipulación staba reducida á un sentido mas positivo en i^ convención secreta, como veremos.

Eamirez insistió en que fuesen procesa- os los miembros de la anterior administra- ion; y Sarratea tuvo que acceder aunque pre- cia las malas consecuencias que podrian recaer ^fcreél. Prometió pues que les abriria causa ^ Alta traición, por que los Ge fes del Ejérci- ^ JFederal qi(£rian quedar* justificados de los ^^rierosos motivos que les habian impedido á ha- la guey^ra que acababa de terminar.

I^rescindiendo de algunas otras disposiciones pura forma, como indultos, amnistías, liber- de prisioneros, y de otros arreglos sobre ^ comercio, la navegación de los Hios y de- marcación de límites, que se deferían á las reso- ''^<^iones del futuro Congreso, el punto de mayor "^portancia en la Convención del Pilar fué el L^e se locaba en el artículo 10 referente á Arti- ?^s. Era evidente que este funesto caudillejo ^^ aceptaría jamás las dos cláusulas que se re-

TOMO Tin 10

TRATADO ^ CAPl

^46 TR^T^^° . .^ recomí'

. .la reunión del Cong^so V ^^ p^^er

í>-uccton de « .¿^ en la P'^"J' Este se

efectivo ^«^^^f erecido el de ^«/"V'^'^' nacional

Y cabezaleg ^^^ P^^retanto, acos^^^ P .¿-.^s, p,,

P^^^'^^'.^Je hallaba tan --^^^'^^:,^,erc^.e^^ tuguesessen , ^^^ «" ^¿'^ ^^^ntrasque

ue estabarn ^^^^ je Entr ^.^^^ ^^

«^""^'l raen Santaíé y «"^" protector. La^ naba ahora en ^roteclor del rr '

Teniente era puesj^°^ ,,,aban ya rotas V^^, relaciones en^^e \^„,o contra el ot, o^ ^ -

crespado ^^^^^^'^^ov escusar en «^^ j,^

re. le P^a retenga á A'-^^^^^'^u' ase en ,el Pilar toda ve^^^^ conven.a que bg ^^^^ ^

^-«^'^^"'i Mse P^T'Urgueses; ni coi S"'"!'^ O Intal contra los po.tu^ ^^^^^^.^

^^'•'\.Xoeo darle -J" J/^l^s provino venia ^^^\^ interesaba ^^^^ J .. ^^g ese por lo P'-«"^<^ '" o Sarratea «^leto q"^

V"Svia de 1--- r^e Ti- lencio báo' que para q . ¿.^pensí

taba^af .«^"".audillo onental , Y voluntad uei

DEL PILAR 147

incluir su nombre; pero presentándolo de una

manera tan humillante que de allí á la guerra

entre ambos no habiayala menor distancia. (13)

En los momentos mismos en que la obra

nefanda de Artigas contra Buenos Aires, se

consumaba cayendo derrumbado el organismo

(13) Art. 10— «Aunque las partes contratantes están convencidas de que todos los artículos arriba espresados son conformes con los sentimientos y deseos del Exmo, Scriíyr Capitán General de la Banda Oriental don Joaé Artigas, S€Tffun lo fui expuesto el señor Gobernador de Éntrenos, que di- ce Anidarse ron instrucciones privadas de dicho Kxmo. señor pafa este caso no teniendo suficientes poderes en forma, se ha acordado remitirle copia de esta acta, para que, siendo de su agrado, entable desde luego las relaciones que puedan oonvenirk los intereses de la Provincia de su mando, cu- ya incorporación á las demás federadas se miraría como un dichoso acontecimiento.» Al pretender Ramirez que tenia instrucciones, mcntia y echaba sobre su gefe la ver- güenza de quedar reducido á un simple estafermo sin volunta! ni criterio. Después de eso le privaba de los tnas Hljombantes de sus títulos, precisamente de el de Protector pe los Pueblos Libres que era en el que apo- yaba toda su soberbia política, y dejándolo reducido al de Capt'ean General de la Banda Oriental (completamente nomi- nal ya) le intimaba que de allí en adelante no era ya parte ni tenia papel en las cosas argentinas. Artigas, que habia llegado al extremo de salir bazuqueado de la Banda Orien- t&li debió comprender que no le quedaba mas alternativa que la sumisión al caudillo entreriano, ó una tentativa desesperada para castigarlo. Don Estanislao López ca- llaba y esperaba buscando también su independencia per- sonal y política.

148

TRATADO Y CAPITULACIÓN

constitucional, los elementos argentinos servidos por el propio brazo de los dos tenientes, del brutal caudillo, le echaban mano al cuello y lo arrastraban á recibir el ju*=ito castigo que mere- cia en la tierra que tanto habia hecho sufrir por sus crímenes.

La Co7ivencion del Pilar fué recibida en Buenos Aires con una frialdad manifiesta. Ha- bia sido una necesidad : no hav duda. Pero en un acto impuesto. La soberbia local, y la pro- funda antipatia que inspiraba Ramirez por e poder de que se jactaba, y por su genio vio

lento y dominante cedian á las conveniencias

Verdad es que la consecución de la paz habi desarmado las resistencias activas; que el ca sancio era profundo : que todos abandonaban I escena y daban la espalda á la cosa pública, coi vencidos de que no quedaban resortes para \r¿ bajar en otro sentido. Perf» en el fondo de sociabilidad porteña prevalecia un grande sen miento de ofensa y de rencor, no solo contra U federales (mirados como foráneos) sino co tra Pueyrredon, contra Tagle y contra el círc Intimo del gobierno de cuya corrupción y tor manejo todos hablaban como orijen y causa la ruina en que el pnls se hallaba envuelto, caido siempre tiene la culpa ; pero el tiempo p paraba una completa renovación de cosas y iiombres.

El descontento público crecia tanto, que

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DEL PILAR 149

Gazeta oficial salió á combatirlo : Los enemi- gos del actual orden de cosas, (decia en el es- tilo ramplón de su redactor) han asestado contra él tres baterías : 1.' claman y lloran el vilipen- dio de la provincia. 2.* llaman disolución del Es- lado á la federación; y predi(!en que el pueblo y los empleados van á quedar sepultados en la mi- seria y entregados al hambre. La Gazeta procu- jt^aba «desmontar la artillería de cada uno de es- tos reductos» en un largo y trivial artículo, en el <3fiie su autor prueba que ignoraba completa- mente aún aquello que es más simple y elemen- <<a/ en el mecanismo federal, para extasiarse injurias y calumnias contra los hombres del tido caido. -Aumentóse el encono del vecindario cuando conocieron las estipulaciones ftecretas del ^^venio del Pilar. Sarratea habia hecho entré- is* á Ramirez mil quinientos fusiles, igual nfi- wo de sables, trabucos de bronce, lanzas, y ^^inuniciones con los correajes respectivos. El f^^*^^ue habia quedado limpio, scí?un se decia, ^ ^^M, ciudad estaba ya indefensa en las garras ^*^<::>ces de sus enemigos. El tesoro habia va- ^^^^cdo doscientos mil duros en la caja del Ejérci- ^^ t^ederal. Se habia contratado también entre- á Ramirez la escuadrilla sutil del Paraná. A Jo.sé Miguel Carrera se le auxiliaba con sete- ^>tos fusiles y con todos los chilenos capaces de que pudiera hallar en Buenos Aires, ya

i

150 TRATADO Y CAPITULACIÓN

fueran ocupados en trabajo á jornal, ya en lo cuerpos armados, para que marchase á Cuyo formase allí una división con que invadir á Chil y derrocar á O'Higgins. Fué clemencia, per no justicia del cielo el remediarlo: que bien 1 habrían merecido!

Ramirez y López sabían, que haciendo es tratado por su sola cuenta, y en provecho de s propio poder, ponian á Artigas en la necesida de declararles la guerra y de tratarlos como re beldes. Necesitaban pues armarse para resistirle Sarratea comprendía que era necesario fortif Carlos contra ese enemigo intransijeiite y tere del orden público, y aprovecharse de los cau dillos de Santafé y de Entrerios para acabs con ese peligro. Pero el pueblo de Buenos A res no veia sino lo que era inmediato: el despoj de sus armamentos y de sus buques: la pérdid de su poder, y temiaque el Caudillo de Entrene quedase con inmensos recursos para predom nar. La imaginación y la pasión magnifici ban las visiones en el caos de este desórdei como sucede siempre; y las iras públicas se aci mulabanen las entrañas íntimas del vecindar: siempre centralista de la Capital.

El auxilio de armas, de dinero y de soldado.' dado á Carrera era un atentado. Se necesitafc ser Sarratea para incurrir en la cínica debilids de consentirlo. Pero Ramirez quería á toe trance pagarle á Carrera la adhesión con que

DEL PILAR 151

Irmabia seguido: y cumplir las promesas que lo había hecho en el seno de la amistad y del favor.

La Junta de Representantes, tímida, y mal asen- J^^da todavía en los primeros días, estaba eclip- sada por la supremacía del nuevo Cabildo y por oi influjo prepotente de los amigos de Soler. Esle prescindía siempre de la Junta, y no dirijia sus oficios y plácemes sino al Cabildo; de mo- do que Dolz, Ramos-Mejia, Vídela, Zavaleta, le devolvían guirnaldas y elogios trenzados por las i^a.iios de la gloria, y con lemas complacientes. La Convención de la Paz del Pilar, fué ratifica- da el día 24. Sarratea cortesano y lisongero no tuvo bastante energía ó previsión para estorbar ^^^ los gefes montoneros viniesen á ofender, mas ^^ lo que ya estaba, el orgullo local de la cíu- "^<i El día 25 regresó á ella acompañado de Ra- '^^^ez y de López, cuyas numerosas escoltas ^^■^^ri puestas de indios sucios y mal traídos, á tér- ^^^osdedar asco, ataron sus caballos en los P^^stes y cadenas de la Pirámide de Mayo, mien- ^^-^ los Gefes se solazaban en el salón del ^Vvtntamiento. Seguíalos también don José *Suel Carrera; pero sin carácter oficial, y nada '^^^ que como un individuo del séquito. Rami- !J|^^ permaneció en la Ciudad hasta el día 1? de ^^1*20; pero el grueso de las hordas se man- *^Vo en 6l Pilar.

CAPÍTULO III

QUKBRANTOS Y TENACIDAD DE LA EGEMÓNIA

PORTEÑA

Sumario Retirada enigmática del generalJ. R. Balca^J ce Impresiones y resoluciones contradictorias— ^=^ repentino desembarco Agitación púhlici— Embarai " de Sarratea Aparición de Alvear Inquietud y en^ mistad de Soler Acusación contra Sarratea— El bildo Abierto del 6 de Marzo Despecho y alzamieni de Soler— Elección de Balcarce— Conflictos Convocí cion de la Asamblea del Pueblo— Re-oluciones estr^^ mas del gobernador Pavor público— Desgranamienf^ de las fuerzas Abandono del poder y acefalia.

Apesardel éxito que tuvo Sarratea en la ciudad

y en el campamento de los caudillos

1820 que por ser disolventes pretendían

Febrero 26 ser federales, quedaba de pié un

problema bastante grave. Se sa- bia que el general J. R. Balcarce se hallaba en el Paraná con la escuadrilla al mando de 1,400 ham- bres de infantería. Pero nadie sabia si permane- cía en San Nicolás, si se habia apoderado de ese

DE LA EGEMÓNIA PORTBÑA 153

puerto con la mira de permanecer en él hasta que jDUdiera conocer los sucesos, ó si habia continúa- lo bajando el rio ; en cuyo caso era muy dudoso ►reveer si optaría porel restablecimiento de las au- "toridades derrocadas, ó si sesometeria á lasque in iievamente se habian creado en aquellos dias. Sú- pose de pronto que Balcarce con todas sus fuer- y con la escuadrilla habia llegado al puerto de rate, y aventado de allí algunas partidas de santafecinos que lo habian hostilizado. El 21 reeibió <'omunicaciones de Sarratea y conoció el porTTienor de los cambios ocurridos. En el acto ^¡'•¡jióá Ramírez una nota diciéndole que recien ®n ^.quel momento podia definir la línea de con- ducta que debia observar. Pero tomando tam- *^i^ri un tono enérgico y franco, reclamaba de las ^opelias y robos que las partidas de los federa- '^s continuaban perpetrando, á pesar del ar- ^^^ticio, en los pueblos y vecindarios de las ^^^tas por cuyas aguas bajaba; y le intimaba, V^e si no ponia remedio y término á esc van- *^laje de los suyos, debia estar cierto qite * todo este ejército, notablemente aumentado, ^ y yo no podremos contribuir á esa paz que * hoy lisonjea nuestros oídos. »

Esta mala situación en que estaba el espíritu del (jeneral se desvaneció completamente el día 24 cuando recibió las comunicaciones de la paz que se habia celebrado el 23. En el extrac- to de la convención que se le remitió, todo esta-

154 QUEBRANTOS Y PERSISTENCIA

ba favorablemente puesto de realce : las bandas litorales iban á evacuar el territorio de la pro- vincia en 48 horas: un nuevo (jongreso ibaá ser convocado para que reorganizase la nación: Buenos Aires quedaba libre de enemigos y en- salzado por elogiosas palabras en el testo mismo del convenio. Balcarce que tenia espíritu impre- sionable, ízéiiio impetuoso pero abierto á las bue- nas impresiones, y poco cauto en manifestarlas, creyó todo como se lo decian, y se forjó la fan- tástica idea (le que el tratado dejaba á Buenos Aires en la misma gloria y ma^xestad que an- tes de la invasión. Sin poder contener su entu- siasmo, se dirijióá Ramirez como aun hermano y terminó dicíiéndole con un entusiasmo pueril « ¡viva el general Ramirez! á quien la libertad 4c común debe bienes tan inapreciables, que nos « ha sacado de la esclavitud á donde miserable- « mente éramos conducidos. ¡ Viva otra vez ! < y viva mil veces, eterno en nuestra memoria, « el genio benéfico que nos ha elevado nueva- « mente á la dignidad de hombres libres, de la muerte á la vida, y de la infamia á la gloria. » Declarábale en seguida que deseaba abrazarlo, tocarlo, con otras mil tonterías propias de su po- ca malicia.

¿ Cuál no debió ser su sorpresa y su disgusto cuando el 26 de Febrero, por la noche, recibió por mano de don Felipe Soto un memorial ardo- roso y elocuente escrito por el joven abogado

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don Manuel B. Gallardo, en el que á nombre del Ptieblo y de ^us amigos se le hacia la mas odiosa pintura de la situación, y se reclamaba de su patriotismo que volase á salvar la patria de la degradante humillación en que habia caido ? La escena dio entonces un vuelco completo en la cabeza del general. Lleno de furor y de abnegación, incauto y precipitado siempre cuando no tenia á su lado algún amigo de quien acon^íejarse, reunió á sus jefes, les ex- puso la situación de la ciudad, y les reclamó el deber en que estaban de seguir la navegación hasta los Olivos ó Maldonado para desembarcar y marchar á libertar á Buenos Aires. Como todos lo apoyaran, procuró hacer algunos víve- res de prisa, y soltándoseotra vez aguas abajo, íJ^^embarcó en los Olivos el 1** de Marzo alas 8 de la mañana.

En la ciudad se habia preparado en efecto un ti^ovimiento de reacción tendente á sacudir la opresión de los caudillos litorales, destituir á Sar- ratea y volver la ciudad al influjo de su bur- guesia constitucional. Figuraban en primera linea, como promotores, jóvenes completamente nuevos en el movimiento político del país, que J/egaban al dintel del escenario precisamente cuando el orden constituido se derrumbaba ame- nazando cerrarles el camino, de su carrera. Qui- sieron poner su enérgica actividad bajo la direc- ción de los hombres ya consagrados; pero encon-

l.^G t^H KliliAN ros Y PEIISISTENCIA

traron todas las puertas cerradas, y se agrupar ^n^ii entonces á hacerlo todo por misnaos. Red&..a. hi- taron un fogoso memorial, y lo firmaron abogados Gallardo, Juan Gil, Ramón Díaz, Juan Cruz, Jacobo y José Várela: Lemoyi Lafinur, el fraile dominico I. Grela con mucl otros que los sucesos posteriores nos harán nocer. La repentina aparición de Balcarce puso <«n

movimiento á toda la ciudad. 1820 unos lo veían llegar como enei Marzo I.» go, los otros como el restaurac

délos derechos del pueblo. Al nerse en marcha, Balcarce se hizo preceder una nota dirigida á la Junta de Representan^ y como no podia ocultar la vergüenza de la dirula carta que antes habia dirijido á Ramir— - decia: «que para llegará los OlivoshBhm ten ^^ que disfrazar en ella su^ sentimientos, y usar-^ ^" lenguaje agerio á su carácter.» « He procur^^^^ salvar estas fuerzas, ningún sacrificio orr^»-"^'" do : lo conseguido y solo me resta que V ^' se penetre de los recelos con que marcho. ^E^^" petidos anuncios nos advierten que marchenC^ ^^ con precauciones por que se nos trata como s^ ^^^* pechosos: el Ejército Federal ha tratado .

atacarme el 22 y aún con artillería que le ha •^^^ franqueado el nuevo gobierno : los tratados ^

(1) A(|uel á quien dedicó J. C. Várela su sentida ^"^^^^ gia « Sí, Ramón : es verdad !

DE LA EGEMÓNIA PORTEÑA 157

están violando, y los federales siguen ocupan- do la campaña y cometiendo violencias inaudi- tas y por último como todo esto hacia creer que el ejército de mi mando no debia confiar ^n las nuevas autoridades, es menester que se rne den esclarecimientos sobre la condición en que ha de quedar no solo este ejército sino el Honor de la Provincia ». De mas seria querer pintar la agitación que el incidente produjo.

Que la columna marchaba rápidamente á la ^'Udad era cosa indudable. Ramirez que aún ^^taba dentro salió á escape; pero su campa- ^^^nto estaba demasiado lejano, para que pu- ^í^ra detener A Balcarce. El ejército de So- *^í* se habia desbandado desde que se habia ^■^^pezado á tratar de paz. El mismo general ^^taba indeciso al ver el jiro que tomaban los ^^ontecimíentos, y no queria perderse to- bando puesto en las fila? hostiles á los porie- ^^^5?. Sarratea le ordenó que movilizase inme- diatamente ^2"* Tercio, pero Soler creyó mas P^^udenteno hacerlo y dejó pasar el dia sin tomar ^^odidas.

Sarratea convocó la Junta y se presentó aji- ^^cJtsimo en la sesión. Protestó su acrisolado ^^o^teñümo : el alto respeto y antigua amistad ^^e siempre le habia profesado al general Bal- ^^rcepor sus virtudes, porsus ser\icios, y porla ^í^alguia siempre espontánea y generosa de sus Propósitos. Dijo que si este eminente patriota ve-

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QUEBRANTOS Y PERSISTENCIA

nia animado de sentimientos hostiles á su perso ^«n s y á su gobierno, no podia ser sino por haber si ^dLo engañado con falsos informes ó por intrigas:^ >f solicitó que la Junta le enviase una Comisión cg^ ~^-i6 le desengañase y desagraviase si algo lehub ^ ^' re ofendido. La Junta aceptó la indicacioi fueron encargados don Vicente López, y el calde de voto don Ildefonso Ramos Mex Pero era ya muy tarde ; los Comisionados, contraron al general en el Retiro. Después breves esplicaciones, el general protestó su cisión de no perturbar el orden, haciendo \ah sin embargo, los derechos que tenia á ser n petado en la persona, grados y mando de tropa. En esto, no hubo dificultad, y el Gener"^-^ siguió con los Comisionados, con su Estado M yor y con numeroso séquito de gentes hasta plaza de la Victoria. Al entrar en ella fué salu- dado por la artilleriade la Fortaleza; y comí por encanto renació la vida, la alegría y el movimiento en las calles de la ciudad : tal era el vigor de las ideas que querían reaccionar.

Una inmensa multitud se agrupó en la plaza ; las aclamaciones, el repiquede las campanas y la afluencia del gentio, formaban un bullicio que sonaba placenteramente á los oidos de la grande mayoría. Balcarce mandó formar en columna y proclamó sus tropas. Después subió al Cabildo, en cuyo salón lo esperaba la Junta de Repre- sentantes. Un momento después entraba también Sarratea, siempre cómico, siempre dúctil, y ha-

DE LA EGEMÓNIA PORTEN A IT)!)

ciendo elegantes saltitos á la francesa, se echaba en los brazos del general con toda la efusión de un Intimo cariño. Al salir de allí, Soler tonnó del brazo á Balcarce y juntos llevaron la tn>pa al Retiro, en cuya plaza quedó acannp ida una par- te, y otra parte dentro de los cuarteles.

El 2 la ciudad estaba ya convertida en un nuevo laberinto de intrigas y de enredos. Balcar- ce comenzaba i\ comprender que sus amigos no le permitian contemporizar con Sarratea ni con los caudillos litorales. El Gobernador no tenin autoridad propia para hacer que rstos cau- dillos consintií^scn en el influjo qu(* había al- canzado Balcairc, ni medios para desarmar á es^te. Soler obraba por su cuenta; parecía in- clino.do á dejar que Balcarce tumbase áSar- rate?i para pronunciarse contra Balcarce y ha- cers^e necesario, 6 para aliarse con Balcarce si es^te acertaba á organizar medios poderosos de defensa y de gobierno.

L-a alarma yol enojo de los federales llega- vojí ¿i su colmo al saber que el gobierno, invo- cando la necesidad de reorganiza!' el ejército de la Provincia «en un todo que muestre las di- tneiisiones regulares que le correspondían, » erigía una Junta de Gefes encargada riel arre- glo del Estado wilitar proimicial, inchufos sus cuerpos Cívicos y urbanos. Esto era mostrar claramente la resolución de armarse contra el f;jército Federal. Intimidado por Ramirez, quo

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decia ponerse ya en marcha contra la ciudad, Sarralea quiso revocar este decreto al mismc tiempo que reunía secretamente algunos gefes, entre ellos al Coronel Vedia, para ver si podia dar un golpe de mano y desarmar á Baloarce. Sospechando este de lo que se trataba, por indi- <úos que le llevaron sus amigos, se le presenta el dia 3 á Sarratea, y le maltrató de palabra enlfi manera mas violenta. El Gobernador se deshizc en protestas espl i cativas y trató de ganar tiempo Pero la? cosas llevaban ya una pendiente irresis- tible. La opinión pública, exaltadísima, le hacis á Sarratea dos cargos tremendos para la pasiot y el amor propio déla oligarquia local. El pri mero era haber permitido que las hordas de En- trerrios v Santa hubiesen hollado las calleí de la Capital con su asquerosa inmundicia ^ el salvage aspecto de sus indiadas. Entonces habia porteños.

Los porteños no podian sufrir la idea de qu( su decaden(!ia fuera tanta, que hubieran teiiidc que pasar por tal bochorno, y desahogaban si rabia contra Sai ratea, que, por mas obsecuente y adulón que hubiera sido al recibir aquello: odiosos huéspedes, no tenia la culpa, en ver dad, de que los acontecimientos le hubiesen im puesto ese desagradable deber.

El otro cargo tenia mejores fundamentos Sarratea se habia comprometido, como hemos dicho, por cláusula secreta, á proveer de buei

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fiii*mamento y de artilleria al Ejército Federal. Oiaa.ndo Balcarce le sorprendió entrándose á la ciuidad, faltaba aun por entregar una parte de armamento. Ramírez lo necesitaba, ya fue- para operar contra Balcarce, ya parairáde- foriderse de Artigas ; y Sarratea se prestó á entre- ga Arselo subrepticiamente en cumplimiento de lo p^tctado, haciendo salir algunos cajones de ar- mas y pertrechos en esa misma noche del dia 1* de Marzo en que Balcarce habia entrado. Soler no fué tampoco estraño á esta entrega : cua^ndo menos la supo sin oponerse. Pero el dia. 2 empezó esto á susurrarse, y el 3 era ya una voz general que no admitia dudas. Bal- canee, y los restos del partido directorial que po- nían en él toda su esperanza, levantaron el grito; y la indignación se hizo tumulto.

El 4 de Marzo publicó Balcarce un papel so- berbio y provocativo contra los caudillos federa- les. Allí los acriminaba de que hubieran llamado falso el parte que habia dado de la batalla de Ce- P^a, y de que lo hubieran incluido entre los ge- nerales vencidos por ellos. Insistía en que él habia sido vencedor en Cepeda: el pueblo ha- bía Ansto y contado los mil y tantos hombres Q^^ formaban su división, á cuyas filas no se habí €^ atrevido el enemigo en aquel dia ; y seglo- naba.de que habia tenido la fortuna de no ser ven- cido jamas, recorriendo su carrera, desde la der- rota de los ingleses, y la victoria de Tucuman, has- Tono VIH 11

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ta el momento presente. Sostenía que por mas que Ramírez se ofendiera de que él lo llamase caudU IlOy no era otra cosa que caudillo, por que ja- mas le habia conocido título legal en la milicia ni otro cará(!tei que el de cabeza que guiaba gente armada. Con estos incidentes, la exita-' cion del público era ya estremadísima en la t^r- dedel 4 y se veia bien quede un momento á otra iba á tener lucrar un nuevo trastorno.

Desde dias antes venia preparándose tam- bién otro grave disgusto entre Soler y Sarra- tea. Para colmo de desorden faltaba en este laberinto la aparición del General Alvear. Li- gado con Carrera desde 1814, por oposición y antipatía con los hombres y con el organismo fundado en 1816, Alvear habia pasado año y medio en Montevideo participando desgra- ciadamente de las mismas esperanzas y de los mismos trabajos, que el proscripto chile- no. Los sucesos de 1815 y la poca pru- dencia con que habia tomado una posición tan contraria á los sentimientos que pi^edomi- naban en la ciudad contra Carrera y contra los montoneros, exacerbaron tanto el odio con- tra Alvear, que los directoriales, ó naciona- listas, indignados de su conducta reciente, y los cívicos y la burguesía con el recuerdo de los sucesos de 1815, se mancomunaron en un sentimiento unísono de repulsión y de enojo, de- cididos á cerrarle todas las puertas de la vida

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blica como á un reprobo. El mismo Alvear cluaba sin saber que hacer. Soler era su ene- go, y allí no habla lugar para los dos. Sar- -ca temblaba delante de Soler. Bien habría erido emanciparse agarrándose de Alvear, ^ leconocieron visibles tentaciones de hacerlo; rminos de saberse que él mismo le habia 11 -^^ wr^Kiado. Pero Alvear no tuvo Indiscreción de r^ MrM. «xionar que para un hombre de sus méritos, I^ «mejor política era esperar y levantarse con ena frente sobre las vergüenzas del mo- nto presente. En vez de eso se lanzó al tu- Itoy aumentó el desórdon de la revuelta. I 4 no habia ya duda: Alvear estaba oculto ^^ ^ I íi ciudad. Cunde la noticia : Soler y sus parti- d^^ «'•ios entran en una inquietud amenazante. En- i^^ estos anda Pagóla, el protagonista del al- ^^"«^^iríiento de Jujuy en 1814: hombre malo y ^^^*^f^e, vulgar y grosero pero audaz y bravo.

-n la mañana del 5, Soler se presenta al ildo acompañado de su primo el coronel Ví^'^l^irion de la Quintana, de Pagóla y multitud ^^ oficiales secuaces suyos, á denunciar la pre- ^^^■^eia de Alvear y las intrigas subversivas ^vio estaba tramando. Al oir la denuncia pvorrumpe el Cabildo en manifestaciones de indignación y manda que el alcalde de 89 vo- to Hamos Mexia pida en el dia la convoca- c\(^y\ extraordinaria de la Junta de Representan- tes, y exponga ante ella las alarmas y los de-

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seos del Cabildo. La Junta oye la queja, se alarma también, y le dirige un oñcio al go- bernador para que sin pérdida de momentos proceda contra Alvear, y lo reembarque ab- solutamente incomunicado, haciendo lo mismo con todos los que fueran y hubieran sido sus partidarios y actores en 1815.

Pero no fué esto todo, sino que irritado So- ler por la tentativa que supon ia hecha contra él, hizo que el alcalde de voto en aquella misma sesión acusase á Sarratea en nombre suyo y del ejército de que por las noches es- taba remitiendo armamento y municiones al campamento de los caudillos litorales, con el objeto de que se armaran para anonadar á Balcarce. Aún no habia terminado el alcalde Mayor su acusación, cuando el presidente de la Junta recibió un pliego urgentísimo del ge- neral Balcarce, dando las mismas quejas por las asechanzas y pérfidos procedimientos del gobernador Sarratea contra él y contra sus fuer- zas. Con semejantes alicientes bien se com- prende la excitación de la burguesía y sobre todo de la juventud que se habia echado á en- cabezarla en la primera ebullición de sus pa- siones políticas. La ciudad parecia amenazan- te. El cuartel y el campamento de Balcarce en la plaza del Retiro, eran un ir y venir in- cesante de grupos : un centro de agitación con- fusa y vocinglera, donde era difícil hacerse

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una idea clara de lo que se quería ó se pen- saba hacer. Los partidarios y agentes de So- ler, en brega unas veces, en acuerdos otras con los de Alvear, y con Alvear mismo, luchaban por hacerse del apoyo de Balcarce. Todos aunque con diversos fines hacíanle cargos & Sarratea y buscaban como desmontarlo. Se le acusaba de que con su acuerdo se estaba violan- do el pacto del Pilar : de que hacia seis dias que los litorales debian haber contramarchado á sus provincias, y de que tan lejos de eso se habían concentrado en mayor inmediación ala capital. La entrega de armas que se les estaba ha- ciendo era una infame traición. Bastaba ese nefando crimen para que se tuviese ya por destituido á Sarratea, y como no se le encon- traba para que asistiese á justificarse ante la Junta, se creyó y se aseguró que habia fugado al campamento de Ramirez.

No era solo de Sarratea de quien So- ler quería deshacerse. El objeto principal que lo habia llevado en la acusación habia sido impedir que aquel se tomase de Alvear para su- plantarlo. Pero Alvear no habia querido seguir la suerte de Sarratea ; y se habia hecho fuerte en el cuartel de Aguey^ridos bajo la protección del coronel Mariano Benito Rolon 2" gefe de la di- ^¡.sion de Balcarce. Puesto allí, y seguro de que no seria ultrajado, Alvear le escribió á Balcarce llamándolo; y tuvieron una conferen-

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cia. El proyecto de Al vear consistía en servirse de su influjo con Ramirez y Carrera para que transigiesen con Balcarce. Hacer de este gefe el gobernador estable de la provincia : hacerse dar el mando de las armas para reorganizar el ejército provincial: y unirse á Ramirez contra Artigas y contra los portugueses una vez que quedara arreglado el régimen interior déla pro- vincia. Balcarce se dejó inducir en estas miras. Soler y sus secuaces quedaron de nuevo flotan- tes y mal parados.

La noche se pasó en grandísimas ansieda- des. Desde la madrugada comenzó el ruido y el gentío á sentirse en la plaza de la Victoria. Bas- taba un ligero examen para conocer que los agita- dores pertenecían al partido directorial. El abo- gado Gallardo tomó pronto la voz por todos desde una alta mesa que se hizo colocar en la vereda ancha (hoy Crisol) y propuso que se nombrasen dos comisiones de hombres juicio- sos, para que una convocase urgentemente al Cabildo y la otra á la Junta de Representan- tes. Aceptada la indicación, fué imposible en- contrar un solo representante; pero se habia. conseguido traer á la casa municipal algunos- miembros del Cabildo.

La excitación crecia por horas á causa de las- noticias alarmantes que veniarf de la campaña^ y de los suburbios. Sarratea se hallaba en, el campo de los litorales, y sus partidas re—

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■rían ya las aproximaciones de la ciudad. El €blo agrupado en la Plaza resolvió entón- presentar al Ayuntamiento una petición, staba leer su exordio para conocer la mano 1 partido que la habia redactado ^Plaza de Victoria á 6 de Marzo de 1820: Han sido y notorios los sucesos quo motivaron las raciones del once y del diez y ocho del ximo pasado Febrero. (2) El Pueblo "^-o quiere agravar su dolor con repetir- Es verdad que la caducidad de esas au- ■^•i dades estaba bastantemente indicada; pero ^^ ^:ondticto de su conclusión fué ofensivo á ^^^^ dignidad y á la de las Provincias: El í^^^^blo en esta parte resolverá lo conveniente; ^ gobierno actual no tiene la confianza del

blo, por que sin atribuciones se ha atre- á entregar armamento y vestuarios al rcito Federal; fuera de otros graves moti- ^ ^ ^. Al pueblo solo, era á quien le correspon- ^"^^ determinar con prudencia lo que convenia ^11 honor, sin perjuicio de la paz celebrada P^^^^ los gobiernos de Santa-Fé y de Entre- ^^^s, en lo sustancial. En virtud de estas y _ *^^s razones, el Pueblo terminaba solicitando se le abriera el salón capitular para delibe- en la materia. El Ayuntamiento accedió

, Aludía á la intimación de Soler que había precí- ^ ^"^"do la caída del Directorio y del Congreso, y al nom- *" liento de Sarratea y destitución del viejo Cabildo.

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sin difícultad á la solicitud del pueblo; abría sus puertas, y la concurrencia se apoderó dd recinto. Sobresalían en los grupos, llevando la dirección del negocio, hombres de talento y de antecedentes conocidos, como los abogados Pedro Medrano, Vicente A. Echevarría, Zu- dañez. Gallardo, R. Díaz, Lemoyne, Lafinur, el Padre dominico Grela, el general Alvarez- Thomas, y muchísimos otros de la misma tradi- ción y con iguales ramificaciones en las letras y en el comercio. Leída que fué la represen- tación en público y en alta voz, se adelantó el general de las fuerzas de mar y tierra don Mi- guel E. Soler, á cuyos actos se aludía en ese escrito, como si nada le tocase en ello, y po- niendo en evidencia su elevada talla y ademan gallardo, procuró enardecer mas todavía la indig- nación de los presentes haciendo revelaciones te- rribles sóbrelos procedimientos inicuos de Sarra- tea, y poniendo por testigo al General Quintana, que acababa de ser Gobernador Delegado en la ciudad por la ausencia de Sarratea. Soler ratificó la verdad del cargo sobre la sustrac- ción de armas y pertrechos; y dijo, que el dia 4 el Gobernador había dado dos órdenes de que se hiciese esa entrega á un cierto Martínez y á otro individuo que allí nombró. Dijo que él se ha^ bia opuesto y resistido á cumplirlas como gefe de las fuerzas, pero que á pesar de eso la entrega se había llevado á cabo; siendo ahora de su

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deber declararlo al pueblo, para escusarsede toda la responsabilidad por el hecho.

En este sentido hablaron muchos otros con pasión y con bríos. Los pareceres fueron va- rios. No faltaron partidarios ardientes que propusieran la completa restauración de las autoridades destituidas el 11 de Febrero; y se conservó por mucho tiempo después en la memo- ría de los contemporáneos las enfáticas y céle- bres palabras del doctor Medrano. Después de bfiíber sostenido, con otros muchos que el resta- í>lccimiento del organismo directoríal era el dt^seo unánime déla opinión. Enardecido con '^ audacia de sus ¡deas, adelantó su hermosí- ^5 «Tía y venerable figura hacia el concurso api- ^^^do en las galerías; se terció la capa, y sacu- ^^ 5 ^ndo su nivea cabellera, con voz de trueno y ^<:>ble actitud gritó : « Pueblo Heroico de Buenos * Aires ¿qué queréis? ¿Queréis que se resta- ^ blezcan las antiguas autoridades?» Sí.' si! ^^spondió la muchedumbre; y el doctor Medra- ^^^ estendiendo la mano con garbo doctoral dijo / -Gsa es mi voz !

Tan grande fué el estrépito con que fueron ^^lamadas sus palabras, que pareció induda- ^1^ que esa iba á ser la resolución de la ^^íunblea popular. Pero los partidarios de ^oler protestaron con gritos y amenazas; y ^^ri furiosas fueron las réplicas y las provo- caciones de sus adversarios, que el general

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170 QUEBRANTOS Y PERSISTENCIA

dudando de su fuerza y del numero allí presei'ile de sus secuaces, salió á la plaza y montó á c<a- ballo vociferando que iba asentar su campam^»-

to en San José de Flores para reunir á sus anrmi- gos y volver sobre la ciudad. Lo siguió ^" efecto gran número de gentes en tumulto; 1 en pocas horíis tuvo á su lado al 2? tere ^^ de Cívicos con el energúmeno coronel Pagóla * numerosos oH -iales. ^^

Ya fuera por el efecto que causó esta r^^^ tirada, por que el restablecimiento de l^t-^*^^^ antignas autoridades dejara á Balcarce si^ ^ mas colocación que ponerse á las órdenes d^ ^ Rondeau ó de Aguirrc, los pareceres volvie ron á cambiar; y se resolvió por fin que tuviese por destituido á Sarratea. Un momento después el general J. K. Balcarce era electo gobernador de la provincia y capitán general encargado de su defensa.

Amargos conflictos le esperaban. Se habia puesto á la cabeza de una naciente oligarquía re- presentada por la juventud formada bajo los in- flujos del pasado directorio, que mas tarde iba á formar la brillante falange de políticos y publicis- tas liberales, que tanto prestigio dio á la renova- ción unitaria de 1821 A 1826. Pero aún no estaba compacta la combinación de esos nuevos inte- reses con los elementos fundamentales que ha- bia dejado la tradición, para salvar y con- solidar la autonomía absoluta de Buenos Ai-

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en previsión de la reorganización futura 1 orden nacional en unidad de régimen, ysL fuese federal, ya fuese unitario. El movimien- convulsivo que esa oligarquía embrionaria teñ- en Marzo de 1820 asiéndose á las escasas bapyonetas salvadas por el general Balcarce, era una reacción prematura pero bastante poderosa, para perdurar después insistiendo hasta impo- nerse.

En la Índole del general Balcarce, la intre- pidez primaba sobre la prudencia. 1820 Puesto en actitud belicosa contra Marzo 4 las facciones armadas de monto- neros, de cívicos, de amigos de Soler por un lado, de secuaces de Sarratea por otro, sin contar con la ebullición en que el subsuelo político se sacudia, al influjo de esta epidemia moral, se dejó dominar por la fiebre del combate y de la acción. Ni era sangui- ^B.rio, ni era tirano: jamás habia castigado á i^adie; no era capaz de acto alguno cruel ni Cí>ntra un simple animal ; se contaba de él que en la batalla de Tucuman habia llorado al ver agonizante el caballo que habia montado ; pero una vez excitado al combate, toda su persona y sus ideas se convertían en empuje material y terquedad .

Apenas encargado de la gobernación y de la defensa, comenzaron á verse con terror los es- decretos y las proclamas que lanzó. Mandó cer-

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rar todas fas casas de compra- venta y de menic deo; bajo penas severas ordenó la convocación de todo el vecindario en la plaza de la Victori j al estampido de tres cañonazos disparados e^ los baluartes de la Fortaleza^ á pié ó á ci^ ballOy bajo pena de i7ifame traidor el que a^ no lo cumpliese. Semejantes medidas contr^^ buian á infundir espanto mas bien que coi fianza en el vecindario, que conociendo el nio arrebatado del gobernador y su resoluc¡( de salir á dar una batalla, contaba de seguí con una tremenda catástrofe. Sus proclamas eran menos alarmantes: «Ciudadanos ! es íil ^ « nester anunciaros con dolor que sin mas razc^r « que la de haber querido cambiar de admiiiisti*^- « cion, porque la anterior habia dado arbitr-st- « riamente armas, municiones y vestuarios ^ « ejército federal, se trata de hollaros é inf*' « maros imponiéndoos la ley que quiere ^ « gefe don Francisco Ramírez, y algunos o^' « ciales nuestros, como el general Soler, cC^' « róñeles Pagóla, Holhemberg, y algunos otrcF-^ « subalternos, que descuidados de su honor'^ « embriagados con sus pasiones, alarman gent^ « de nuestra campaña é intentan hostilizarnos.^ Apurando las cosas, y sintiendo el goberna- dor que se hacia el vacio en derre- 1820 dorsuyo, apeló al pueblo y pidió Marzo, 9 al 12 Cabildo Abierto. El 9 de Marzo

á las 8 de la mañana se paseaba

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por la sala capitular visiblemente agitado. To- c&ndo en la hora designada la plañidera cam- pana del Cabildo, mandó abrir las puertas, y en- traron al recinto dos ó trescientas personas de las que querian, como él, salvar la situación con un gran golpe de audacia. Dirigiéndose al con- curso les di6 cuenta de que Sarratea y Soler ase- guraban al país en una proclama— que valién- dose él de la fuerza habia oprimido al pueblo de Buenos Aires y héchose gobernador contra la vo- luntad general. Esta acusación, dijo, era la mas grave y dolorosa que podia hacérsele : y de- seaba que el pueblo se pronunciase con franque- za para cumplir inmediatamente su dictamen. Los concurrentes lo confirmaron en su puesto y lo vivaron con entusiasmo.

Salió de allí el gobernador bien penetrado de su legítimo mandato, y mas resuelto que nunca á sacrificarse por la defensa de Buenos Aires. Montó á caballo en medio de la algazara que lo vivaba; y seguido de grande tropel visitó los cuarteles de Aguerridos, de Granaderos y áe Ar- olleros. La deserción .se pronunciaba empero por n^omentos. El general les dio las órdenes de— •prontos á marchar» regresó al Fuerte : nom- bró una Comisión de gobierno y de policía que supliese su ausencia, (3) y se desahogó en se- guridades de volver victorioso al otro dia.

(3) Presidente y gobernador delegado, coronel don Juan Ramón Roxas. Vocales : don Vicente López, don Miguel Villegas y don Manuel Bonifacio Gallardo.

174 QUEBRANTOS Y PERSISTENCIA

Los rumores que corrían por el pueblo no po- dian ser mas imponentes. Decíase que pars asegurarse la bravia cooperación de los orille- ros y cívicos del 2** Tercio, Pagóla, el de la lúgu- bre fama en aquellos dias, les habia ofrecido el saqueo de las casas y riquezas del 1er. Tercio, halagando así el odio con que se miraban los dos cuerpos. A poco rato se comprobó este ru- mor por un informe oficial del gefe de Estadc Mayor general don Ignacio Alvarez-Thoraas El 10 á medio dia se recibió la intimación de Ra. mircz:— « V. S., le decia este á Balcarce por se Gobernador envuelve en sangre á su patria coi una indiscreción admirable. V. S. va á dispones de fortunas y de vidas porque asi le conviea á sus miras, y á los intereses de esa faccio execi-able que vemos entronizarse de nuewpo todas partes desde el momento en que V, S empuñó el hastojí en esa capital, i^ Balcai^c contestó al instante en una forma probatoria apologética, que era probablemente obra de a gunode los abogados que le rodeaban y termS diciendo: «Algunos cobardes han abara donado su país, y tratan de seducir su fuerza pey^o no seducirán su noble vecindario, »

El 12 determinó y arregló el gobernador tod^ lo necesario para emprender su salida á cam paña en las primeras horas de la noche. NoU faltaban doscientos ó mas jóvenes entusiastas que habian ocurrido á la plaza con sus caballos ^

DE LA EGEMÓNIA PORTEÑA 175

armas. En el acto se circularon las órdenes consiguientes á los tres cuerpos veteranos que debian formarla parte sólida de la columna. Pero en los momentos en que se tomaban estas medi- das, viene noticia de que el regimiento de Grana- deros, minado por Soler que habia sido antes su gefe, y seducido por el mayor Monjaime, acababa de abandonar su cuartel de la Ranchcria (hoy Mercado del Centro) y que vivando á Soler por la calle del Cory^eo (hoy Perú) se marchaba pro- <'Iamando á los ciudadanos que abandonasen á Balcrarce, como ellos lo hacian.

Este contraste inesperado hizo que no se pu- diese llevar adelante el propósito de salir aquel día en demanda de los contrarios. Pero resuel- *^ y enérgico siempre, el gobernador empeñó sus esfuerzos en reunir los cívicos del Primero y del '^^'^cer Tercio, Hizo venir á la Plaza de la Victo- ^^^ los cuerpos de Artilleros y de Aguerridos, ^Ue al efecto dejaron sus cuarteles del Retiro. El gobernador vivaqueó esa noche con las tropas. ^^ otro dia, se incorporó el Teniente Coronel ^on Luciano Montesdeoca con una parte bas- *^nte escasa del 1er. Tercio; y el comandante ^«^brera (hombre de color) con solo 22 hombres ^^ s¡u Tercio; por que al salir del cuartel el ^^erpo se habia desgranado.

En tan extrema situación el gobernador man- ^^ llamar al coronel Roxas presidente de la co- lisión de gobierno ; la contestación fué que se

17() QCl-HRANTOS Y PKIlSISTESCIA

habia marchado al campo de Soler, con \< coroneles P. A. García, Ant. L. Beruti y 1 demás oficiales del Estado Mayor General, ducido materialmente á las plazas de la Victo y del Fuerte, el gobernador trasladó el cara] mentó de los dos batallones que le quedaban esta última plaza y se encerró en la Fortale: Le acompañaban el general Alvear, el coro Rolon, los capitanes Manuel Oribe, Gabriel lazco, Sixto Quesada y unos cuatro ó cinco ciales subalternos.

La ciudad habia caido en un silencio sepul( propio de la consternación y de las horrible^ inquietudes en que se hallaban todos sus ha 5/ -^ tantes. Nadie habia obedecido al bando de aque^^ lia mañana, ni habia querido señalar su casa poniéndole una luz ; y como todas las puertas estaban aherrojadas, las calles espantaban por su lobreguez y soledad. El general Balcarce y sus compañeros estaban en la Fortaleza, como los náufragos que esperan la luz del dia para co- nocer su suerte.

Confiaba todavía en conseguir un arreglo; y pa- ra obtenerlo estaba resuelto á sostener la posición ú todo trance con el batallón Aguerridos. De improviso, rompiendo el tétrico silencio, se oyen algunas voces descompuestas en la plaza, como si algún desorden se hubiese producido. Otras voces aumentan la alarma, y el pavoroso estam- pido de las armas de fuego sacude con sus ecos

DE LA EGEMÓNIA PORTENA 177

los ediñcios de la ciudad ¿Se han sublevado

ios Aguerridos? Se va la última esperanza!

Salen inmediatamente Velazco y Quesada á

inquirir desde la muralla lo que acontece en la relaza. Pero no bien se han dejado ver, cuando '^ guardia misma de la Fortaleza les hace fuego : ^^J^ el puente y se desparrama por la Plaza tras los Agtierridos, que, también revueltos, gri- do y disparando tiros, se dispersaban á su ojo por direcciones opuestas. Un momento ^pues, todo volvió á quedar en el mismo silen- ^í<^, en la misma soledad que antes; y aprove- ^'^«i.ndo esta favorable ocasión, salió Balcarce la puerta principal, acompañado por Alvear, Oribe y por Velazco. Oribe acompañó á ¡caree hasta la casa de un amigo que debia ^**ocurarle escape por el rio, y Velazco acompa- ^^ ú Alvear hasta la habitación de su familia. -Asi acabó en diez dias la primera y prematu- ''^^ tentativa que el viejo partido directorial hizo Va.ra reconquistar el poder oligárquico que habia perdido ; y que todavía pensaba disputar y re- cuperar con vigorosa porfía.

TOMO VIH 12

CAPITULO IV

EL ANARQUISMO SIN BANDERA NI FINES POLÍTICOS

Sumario— Acofalia Aparición de Carrera y de Alveai* Violento alboroto— Fluctuaciones y dchilidades de Sar- ratea— El Proceso de Alta rrfíicion— Influjo predominan- te do Soler Arrojida aventura de Alvear Apuros consipruientes de su situación— Apoyo de Carrera In- din:nacion del vecindario Expulsión de Alvear Re- clamos contra Carrera—Cargos contra Sar ratea Acu- sación del periódico Año Veinte— Ariigas y Ramírez El íTíMieral on Martin Rodríguez y el estanciero don Juan Manuel de Rosas—Quién era Rosas entonces Sarratea y la opinión pública El veto de los Diputados Conlrovorsia con el Cabildo La nueva Junta de Re- presentantes—Sarratea incluido en el Proceso de Alta Trnirion Desfitucion de Sarratea Elección de Ramos Mexia La Junta y el general Soler Anuncio de una nueva invasión de indios y santafecinos Carácter pecu- liar de estas hordas ó montoneras ETímera alianza del raudillo López con el general Alvear— Rompi- miento de Soler con el gobierno de la ciudad Pronun- ciamiento sedicioso de la Villa de Lujan— Proclama- ción de Soler como gobernador de la Provincia— Vi-

NI FINES POLÍTICOS 179

llana conducta de Soler con la Junta de Representan- tes y con el Cabildo— Su salida y raarchaá contener á los montoneros El coronel Dorre^o— Defensas pre- ventivas de la ciudad.

AI amanecer el dia 12 la ciudad estaba acé- fala. Con la noticia de que las 1820 tropas se habian desbandado, y

Marzo 12 que Balcarce habia desaparecido, comenzó á llenarse la plaza de par- tidarios de Soler desde las primeras lioras de la mañana. A poco rato se pre'^entaron los ca- bildantes y entraron en consejo para remediar la acefalia en que se hallaba el pueblo. Algu- nos oficiales y corifeos del partido de Soler re- clamaron el mando para su general que á la sa- zón se hallaba en San José de Florees formando campamento con los dispersos de los dias ante- riores. De improviso apn rece dentro de la Sala Capitular don José Miguel Carrera; y haciendo adelantar al general Alvear se dirige al Cabildo en víiz alta, y le grita que no hay mas autoridad legitima que la del gobernador don Manuel de Sarratea ; el mismo que de un momento á otro reinstalará su gobierno en la ciudad « Yo ven- go de su parte á comunicar á V. E. que ha nom- brado al general Alvear, aquí presente, coman- dante general de Armas ; y manda que se le re- conozca y que inmediatamente se le entregue el mando de las tropas.»

180 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

Lo que se siguió es indescriptible. El Salón se convirtió en un confuso alboroto y hasta de vias de hecho. Al ruido de que Alvear y Carrera se habian apoderado del Cabildo, co- menzaron cívicos y gentuza á entrar arnnados por la casa. El oficial Vicente Suzviela se echa sobre el general levantando una daga : se defien- de éste con su natural agilidad y bravura. Los cabildantes acuden ; se prenden desesperada- mente del agresor; y mientras los unos lo con- tienen con gritos, otros arrastran al general y á Carrera hasta las piezas interiores y los pasan por los techos á las casas inmediatas. Los gru- pos vociferan insistiendo en que se les entregue al general Alvear; pero el decano don Pedro Capdevila vecino venerable y respetadísimo lo- gra hacerse oir: enaltece los fueros del saíTOsanto recinto que se está violando: habla de las gloriosas tradiciones del cabildo, del respeto que le habian tributado hasta los mismos virreyes, que jamás se atrevieron á entrar con espada ni con guar- dias en ese recinto ; y cuando ve que ha logrado hacer prevalecer la reflexión, su palabra de honor deque Alvear quedará preso en la cárcel y de que sera embarcado así que se encuentre buque en que hacerlo salir del país.

Apenas restaurado, se encontró Sarratea en la posición mas falsa que podia caer hombre al- guno en aquel gobierno de comedia. Influido por Carrera y por Ramírez se hallaba amarrado

NI FINES POLÍTICOS 181

por uno de los brazos á la supremacía militar de Alvear: y él mismo se inclinaba á este lado, por que esperaba mas de la cultura y vivacidad do Alvear, que del soldadesco atropellamiento de Soler, en cuyo círculo plebeyo y tumultuario, predominaba el brutal Pagóla, intimidándolo é imponiéndole condescendencias vergonzosas.

Sin el apoyo de Ramirez Sarratea era hombre perdido. Lo único que le impedia á Soler ponerlo á un lado, era el temor de romper con el caudillo de los montoneros. Pero el apoyo de Ramirez^ imponiéndole el influjo de Carrera y las conni- vencias con Alvear, lo hacian odiosísimo y abominable á los ojos de la burguesía.

Resultado de estas fuerzas contrarias fueron sus primeras medidas: por un lado promulgó de- cretos bombásticos, sobre laámplia libertad de im- prenta deque debian gozar los ciudadanos : per- mitió que se le digese cuanto se quisiera, y pro- testó que cuando mas se quejaría á un tribunal de imprenta que creó y compuso con perso- nas que tan lejos de serle afectas podían mas bien serle hostiles. Declaró que de allí adelante na- die seria deportado, ni detenido en buques, ni encerrado en calabozos restos ( decía ) de bar- barie que no eran necesarios para satisfacer á la justicia ni para defender las autoridades públicas. Pero en el mismo día, 18 de Mar- zo, hizo prender á los miembros del caído

182 EL ANARQUISMO SIN BANDEEIA

Congreso, y mandó abrirles el Proceso de alta Traición, justificándolo 19 en que habian autori- zado las negociaciones del señor Gómez en París para coronar al Príncipe de Luca 29 en que habian negociado tratados de Alianza con el Key de Portugal contra los pueblos libres del Uru- guay ; según estaba acordado en el art. 79 del Conveyíio del Pilar. (1)

¿Cuánta impavidez no necesitaría abrigar la conciencia de un gobernante, que después de ha- ber figurado tan vergonzosamente en la ne- gociación de Cabarru^, hasta como sustractor de fondos, se atrevía ahora á mandar que se abriesen procesos de Alta Traición á los miem-

(1) Docia este artít^ulo «La deposición de la antece- dente adininisira<'ion ha sido obra de la voluntad general por la rc|jelicion de crímenes, con que compromciia la libertad déla nación con oíros excesos. Ella debe respon- der enjuicio púHlicoante el tribunal que al efecto se noni- bre:esta medida es muy particularmente del interés délos jefes del ejército federal, que quieren justificarse de los motivos poderosos que les impi^lieron á declarar la guer- ra contra Buenos Aires en Noviembre del año próximo pasado, y conseguir con la libertad de la provincia de Buenos Aires la garantía mas segura de las demás uni- das ». En cumplimiento del art. del tratado de paz y alianza de 23 de Febrero último, ha procedido este go- bierno á la aprehensión y seguridad de los mandatarios que existian en esta ciudad, y ha abierto el juicio público prevenido del modo que V. S. se impondrá por las pri- meras diligencias que se le incluyen impresas». Nota dirigida al Cabildo en 18 de Marzo de 4820.

NI FINES POLÍTICOS 183

bros del Congreso de Tucuman y de la adminis- tración directorial ? Tan inesperada y audaz des- vergüenza causó una profunda indignación en ei país. Se hizo evidente después, de esto, que uo era capaz ni de salvar su dignidad personal; y que todo cuanto le exigiesen Ramírez y Car- rera habia de concederlo por la incurable debili- dad de su índole. La opinión pública apasionada y terca siempre en salvar la autonomia de la pro- brincia, volvia sus iras contra él ; y Soler á la vez, conociendo bien que del campo de Carrera soplaban vientos favorables para Alvear, vigila- ba sobresaltado y haciendo empeños de to.lo f»:é- nero para reorganizar fuerzas capaces de re- sistirles.

Tratando al fin de probar fortuna y de afirmar la situación vacilante en que se le mantenia ; So- ler le sustrajo á Sarratea todo lo relativo á fuerzas militares y armamentos, obligándolo á que crease un Departamento General de Guerra, con sus divisiones técnicas, á cuya cabeza se puso 4&1 con gefes de su devoción.

Sarratea accedió con la doblez y humillación ^ue sellaban todos sus actos. Pero apenas es- iaba acordado y en via de ejecución el nuevo arreglo, cuando se generalizó de un modo espe- cial la noticia de que el general Alvear, oculto ^n la ciudad, se hallaba otra vez á la cabeza ^e una formidable conjuración en combinación ^on el mismo Sarratea.

184 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

Tanto comenzó á encresparse el enojo públicc y la agitación popular removida por los partida- rios de Soler entre la gente popular, que Sarra- tea se vio en la necesidad de vindicarse con un^"^" Manifiesto que hizo circular impreso. Queja --^^ base en él hipócritamente de las desconfianzas injustas con que se le perseguia cuando todos sus pasos eran— ^injémtos (!) y tendentes al « bien común: hoy se hace cori-er que con con- « sentimiento mió don Carlos Alvear se ha de- « sembarcado y conspira en tierra. No es esta « la primera vez, ni será probablemente la última^ « que esto se haga circular por los faciosos, « empeñados en suscitar prevenciones alar- « mantés contra la presente administración como 4c queriendo hacer olvidar que son ellos los que « lo presentaron á vuestra vista, y los que le « dieron una parte activa en vuestros negocios.

« Vosotros lo habéis visto, Ciudadanos Por

« lo tanto el Gobierno se apresura á deciros So- « LEMNEMRNTE que es FALSO ; y que €uale$qtiiera « que sean sics sentimientos con respecto á aquel « individuo, jamás se permitirá traspasar las « disposiciones superiores, que á esto respecto 4c ha recibido de la H. C. de Representantes, y « mucho menos á obrar en contradicción de la 4c opinión general en este ó en cualquiera otro « negocio : » Con estas protestas renació la calma y se creyó alejado el peligro.

El Gobernador se quejó á Carrera de la preci-

NI FINES POLÍTICOS 185

jpitacion con que el general Alvear se condú- cela creyendo que no habia mas medio de ►btener resultados que los golpes de auda- ia; y combinaron en seguida un plan mas con- «niente. Este plan fué que se diese aviso á "todos los jefes y oficiales que estaban compro- letidos en la conjuración contra Soler, de que nía noche del 25 se reuniesen en el cuartel de juerridoSy cuyo comandante don Anacleto Mar- ^5 »iez habia entrado en el complot. Que Alvear se F^ '^-asiese á la cabeza del cuerpo y mandase pren- * ^3r á Soler con una partida y oficiales de con- ^anza á la hora en que el gobernador Sarratea lo ^-^^ria llamar á su despacho con motivos del ser- ^ ^ ^io.

El 25 de Marzo á las 10 de la noche entró Al- ^^^ar al cuartel de Aguerridos: lo esperaban ya ^^^^^ coroneles Gregorio Perdriel, Ventura Vaz- ^'^-iez, Rufino Bauza, Juan Ramón Rojas, y como <^>aarenta oficiales mas de diversas graduacio- nes. Soler fué tomado en el despacho del go- ^^^mador. Fingió este grande espanto : dio vo- ^s, prorrumpió en amenazas con una mímica ^tájica admirable. Una vez preso, Soler fuéem- l)arcado en una de las goletas de guerra fondea- das en balizas interiores. En las primeras ho- ras de la mañana se hizo circular impresa una petición dirigida al gobernador, á nombre del Ejército y del Pueblo solicitando que Alvear fuese reconocido General en Gefe del Departa-

186 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

mentó de la Guerra, y que el Cabildo pusie^ ^^ bajo sus órdenes los tres tercios cívicos de '* Capital.

El pueblo andaba ya en fermentación. AgC^ pado al cabildo pidió que una comisión de sr miembros pasase al fuerte á inquirir lo quehí bia sucedido. Sarralea, sumamente inquieto ^^ tembloroso, declaró que en efecli) habia estalladl^^^^ ^ una conjuración en el cuartel de Aguerridos eii^ cabezada por Alvear: que este habia hecho P^'^^^^q der á Soler en su propio despacho, y toraadí^ '^ otras medidas, usando falsamente de su nombre. ^^ * De todos los eslremos de la ciudad ac^udian á \c^ ^ plaza hom!)res armados; pronto llegaron tambieiT'* ^^ algunos escuadrones de milicias; y la mullitudfe^-^"^^ comenzó '^ tomar las formas de una división 6^^ _ . cuerpo de ejército bajo la dirección y el criterio^^^ ^

de muchos oficiales de graduación que eran ene- migos de (barrera y de Alvear.

Apremiado por el alboroto y por lacreciente ¡n— -^ ^' dignación de la multitud, el Cabildo le pasó á Sar- ratea una nota apremiante fechada á las 7 de la mañana, ordenándole que sin mas dilaciones ni términos, mandase que Alvear dejara el mando que habia usurpado, y saliese del territorio. j

Sarratea contestó que acababa de ordenar al comandante de Aguerridos que en el acto pren- diese á Alvear y lo pusiese ¿disposición del go- bierno. A esta orden contestó el comandante que por primera vez sabia que el general Alvear

NI FiNiis püLÍriros 187

obrara en desacuerdo con el gobierno; y que ^^tno había creído lo contrario, se encontraba en ^nagran sorpresa por lo ocurrido; pero tenía ^Ue advertir que el general Alvear no se hallaba ^n su cuartel sino en el bajo de la barranca, en ^^mpo abierto, á la cabeza de tropas y oficíales í Ue le obedecían ; por todo lo cual no sabía co- "tto obrar á satisfacción del gobierno. Nada tt3s claro que el carácter evasivo de estas espu- taciones.

Parecía natural que la primera medida del go- bernador hubiera sido hacer desembarcar á So- 31* y á los gefes que habían sido tomados con él. ^ero en la esperanza de que Alvear y Carrera pre- aleciesen, Sarratea se esquivaba de hacerlo con Citilespretestos. Entretanto, el Cabildo, al toque lo su campana, y á tambor de llamada por las ca- tes, había reunido un número considerable de cí- ^iaos. Los comandantes Bonorino del 1er. ter- ciio. Salces del 2? y Puche del 39 organizaron sus Wtallones: agregándose á ellos un piquete de granaderos de la guardia de Soler, y dos c ompa- í^ias de libertos Mamador Ay^gentinos. Se mando venir á toda priesa el escuadrón de Flores, y el délas Conchas que estaba en San Isidro. Antes de que estas fuerzas se moviesen, muchas parti- das sueltas á pié y á caballo corrían hacia las barrancas del Retiro y de la Recoleta animadas 4 batir «á Carrera y Alvear, que querían apo- derarse de Buenos Aires». Viéndose en serio

188 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

peligro, Alvearle comunicó á Carrera que viniese de la Chacarita á reforzarlo ; y para ganar tiem- po pasó una nota justificando sus actos con la sú- plica que el vecindario le habia dirigido instándole que tomase su protección. Decia que la prisión de Soler habia sido un acto espontáneo de la ofi- cialidad y del pueblo ; y que si habia tomado la voz del gobierno era por que tenia razones para ello. Desconcertado por este movimiento unánime

de la población, Alvear resolvió

1820 alejarse á toda priesa, antes que ro-

Marzo 26 deasen el cuartel. Pero necesitaba.

para retirarse, que alguna fuerza de caballería cubriese su retaguardia y que no solo contuviese la persecución de las partidas que ^^ preparaban á caer sobre él, sino que sometiese también á los Aguerridos que parecian resuel- tos á no seguirlo. Carrera ocurrió oportuna- mente ; y pasando á retaguardia de los fugitivos les dio protección para que pudiesen adelantar- se hacia afuera. Sin embargo, cuando los Aguer- ridos se vieron cortados de la ciudad por los chilenos, y que Alvear trataba de sacarlos á campaña, se pusieron en abierta desobediencia. Carrera hizo entonces amago de atacarlos para reducirlos ; pero tomando la voz algunos oficia- les, los soldados formaron cuadro resueltos á resistir; y los anarquistas se retiraron deján- dolos en libertad de volverse á la ciudad sin ningún embarazo.

NI FINES l'OLÍrUOS 189

Convencido Sarrateade que el general Alvear estaba perdido dio orden de hacer desembarcar al g-eneral Soler, y nombró al coronel mayor don Flilaríon de la Quintanacomandante general délas fuerzas destinadas á perseguir á los fugitivos. P^roestese encontró con que los chilenos mar- cliaban interpuestos á retaguardia y dio cuenta al g'obierno pidiendo nuevas órdenes, y diciendo que quedaba con dos columnas formadas para oumplirlas. Sarratea prefirió guardar silencio y pasarle una nota á Carrera del siguiente tenor :

«El gobierno se halla instruido de que V. S.

^ proteje & don Carlos Alvear; y aunque la hos-

^ pitalidad en cierto modo lo pone á V. S. á

^ cubierto de esta operación, ha de saber V. S.

« que por lo mismo, á este gobierno lo deja V. S.

^ muy comprometido con el Pueblo^ que na-

« da menos quiere que permitirlo ni por un

* momento en su provincia; y solo en conside

« ración A la respetable persona de V. S. y de

« ser nuestro huésped, el gobierno le propone

« que si V. S. quiere protejer la persona de don

« Carlos Alvear disponga V. S. su marcha y se

« retí7^e á la fro^itera con toda la fuerza de su

« mciníio.* Carrera contestó:— «El general Alvear

« no está en el caso de necesitar mi protec-

« cion: se halla á la cabeza de una división

< veterana y acompañado de un número de oñ-

« ciales resueltos á seguir su suerte. Si yo me

« he retirado á retaguardia de su columna, ha

190 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

^ sido por evitar un choque con las fuerzas qu^Bue « saliesen de esa ciudad, cuyo recelo tuve el « sentimiento de ver realizado ayer tarde por la « partida del capitán Vitela^ como lo verá V. 4t por las dos copias que adjunta. Este atenl « do lo atribuyo solo á la ignorancia ó mala ft

* de esc comandante Esta mañana entró -al

« pueblo el capitán Jordán, que esperaba desrrrie 4t ayer en el Retiro por cierta cantidad de rec-

* dos, y á las intempestivas descargas cerr « das de unos Cívicos imprudentes, no osó « cer uso de sus armas en defensa de su parlii ^ ni de su persona. »

La intervención harto escandalosa é irritan! de Carrera en los asuntos v conflictos de Bueni Aires, producía una irritación estrema en el esp rutu público de los porteños, sobre todo conti Sarratea que era evidentemente el cómplice estos atentados. Las quejas tomaron un cará< ter amenazante después del último descalabro d Alvear. Se narraban hechos que levantabas tormentas de ira entre militares v ciudadanoí Una noche, Carrera se habia presentado conuns- partida al cuartel de Aguerridos; y contando co^ la complicidad del comandante Martínez nado á los intereses de Alvear, habia sacadi del cuerpopor orden del gobierno, dos sargentos un cabo, y varios soldados, hijos de la provincia de Cuyo, asegurando que eran chilenos á pesai de las protestas de aquellos desgraciados. Otrí

NI i'iNHs i'OLí ricos r.M

noche, contando con igual connivencia por par- te del capitán Amigorena, hizo otro tanto en el cuartel de artilleria. De la campaña vinieron quejas contra atentados del mismo género per- petrados en peones sueltos, nacidos en Cuyo ó di Santiago del Estero, que por carecer de ar- faigo tenían pocos medios de evitar estas vio- lencias; y el 28 de Marzo (lo que vale á decir oflton*e dias después de restaurado Sarratea) jra levantaba su voz y denunciaba estas tropelías oon franca indií2:nacion, el periódico titulado Año Veinte, redíictado por una reunión de jóvenes ^ ouya cabeza figuraban Manuel Gallardo, Juan Gil Rfirnon Diaz, Fortunato Lemoyne, Juan Cruz lela y otros. La revelación empezó por este comunicado : « ¿Qué quiere Carrera con fuerza ** armada en Buenos Aires ? ¿ Con qué fin forma

* Una recluta, cuya bandera no se sabe de quien

* es, en los suburbios mismos de la capital?

* Esto lo sabe el gobierno ¿y lo tolera A es- ^^^ preguntas del comunicado respondían los ^^dactores : -- « Nosotros deseábamos hablar de

* Csto antes aun que se nos hubiese preguntado.

* I^eroel último suceso de Alvear ha respondi-

* do por nosotros ; y después acá queremos vol-

* Ver la pelota y preguntar al que quiera contes-

* tarnos. ¿Estará todavía Carrera bajo la pro-

* teccion de la ley? Esa fuerza que noobede-

* ce anadie sino á él mismo; que no lleva mas

* fin que el que le su gefe ¿ no amenaza to-

192 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

« davia la libertad del país que la sustenl * Eí^os quinientos chileno.^ extraidos de nu< « tros regimientos para robar las estancias v- « ciñas de la Chacarita, donde se metieron, « han hecho gemir bastante con sus latrocinii << á nuestros infelices labradores? ¿Quéerai

« los sostiene?» y Jevantando la voz sobr-^^^

este tono, terminaban diciendo : Compatri( tas ! Haceos respetar : tomad las armas, y di un ejemplo al mundo de que existe libre todavi. el Pueblo Argentino.

Esta reaparición del partido porteño en i campo del combate venia apoyada en circuns tancias inespei*adas que ponian á Ramiréz graves dificultades, y áSarratea en el declive su perdición. Era ya sabido que Artigas, habia visto traqueado de tal modo por las di siones portuguesas, que no le habia queda mas remedio que pasarse á Entrerrios seguí por dos mil hombres, mas ó menos, de lash das que lo adoraban y lo temían como si fus el brazo de Dios para perdonar y castigar er» tierra. La cuestión era de vida ó muerte p Ramírez. Artigas y él no cabían en Entrerri Uno ú otro tenía que perecer y que desapíi cer. El hecho se habia mantenido oculto por ^ gun tiempo; y ese habia sido el inconveni^*^ que habia tenido Ramírez para comproí^í^

ter sus fuerzas de una manera mas posÜ* en apoyo de Sarratea contra Soler, y contra^ ^

k ^

NI FINES POLÍTICOS 193

partido burgués de oposición que se mantenia insistente y soberbio en la capital. Todos sus empeños eran ahora queSari'atea le diese armas, pertrechos, y la escuadrilla sutil del Rio, que estaba á las órdenes de un tal Monteverde. Sarratea le daba cuanto podia, pero subrrep- liciamente. En la opinión del pueblo era conve- niente que Artigas acogotara á Ramírez, y que López tuviese que defender á todo trance la in- dependencia de su cacicazgo santafecino; en ^^yo caso no le quedaba otro recurso que ple- garse y someterse á Buenos Aires haciendo cau- ^^ común. Sarratea se encontraba pues en una posición angustiosa ; mientras Soler acechaba el '^Omento de ladearlo y de calzarse la goberna- ción política y militar de la Capital.

Sojuzgado á la vez por las exigencias impe-

^^Osas de este general, y por las del partido bur-

S^és, tuvo que dirigirse á Ramírez exigiendo la

P'^i^sion y entrega del general Alvear: «Sabe-

^ rtios que don Carlos Alvear trata de refugiarse

^ bajo el amparo de V. S. Un hombre tan cri-

^ rninal y proscripto por el país, no debe ser

^ protegido con razón alguna por ningún ami-

^ go de la Federación ; » y concluía por pedir

^f- entrega del prófugo para imponerle el cas-

^So que merecía. Pero Ramirez entendía

^Ue mas le interesaba contar en Buenos Ai-

^^^ con el fuerte partido que se le suponía al gene-

^^l Alvear, que con Soler, cuyas miras eran

TOMO VIII 13

194 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

evidentemente hacerse dueño absoluto deí poder local, y representar en toda su fuerzífc la resurrección de la egemonia pof^teña. Su con- testación fué categórica; y quizás acordada c^on el mismo Sarratea « Está en mi deber y e^í- « ge mi honor el acordar toda hospitalidad al « General Alvear y á la numerosa comitiva d^ « oficiales que le acompañan, oficiales que hstce « muy pocos dias que ayudaron á la reposv « cion de V. S., cuando la turba en Bueiio^ « Aires pedia la cabeza de V. S. y del Gen^'

« ral Soler El gefe de la vanguardia de I ^^

« fuerras de la ciudad ha intimado al gen^^^' « Carrera que entregue los refugiados que *i^' « ne en su división: paso que merecería '^ « execración pública, y que yo jamás perC*^^' « tiré, antes bien autorizaré la resistencia á c^^^^ « se dispone el gefe á quien se ha hecho ^^^ « intimación. Por consiguiente quiera V. S. « sus órdenes para que las fuerzas del ge « ral Soler suspendan sus marchas, y evi"^^^ « así un rompimiento que produciría la to*^ « ruina de esta Provincia.»

Con esta contestación, el gefe de los moi'^*^' nevos del litoral rompia ya definitivamente ^^' Soler. No le quedaba á este otro recurso ^^ el do adunarse con los restos del partido di í^'^^' torial, y quedar ligado á la defensa enérgieíi ^ la capital. Sarratea empero no poidia salir d^ ^situación en que los sucesos lo coloca bíi^^'

NI FINES POLÍTICOS 195

irrado al gajo de legalidad que le habia o su elección por la Junta de los RR de Provincia, subsistia medio colgado á él, pero posar los pies en terreno seguro: « Es muy lortificante (le e5^cribe á Ramírez) para estas iitoridades, que no les quede otro arbitrio ira evitar todo motivo de rompimiento, que

exigirle á V. S. que las fuerzas de su ando evacúen inmediatamerite el territorio 3 la Provincia, llevándose esos hombres ^sgraciados que se han hecho víctimas de is propios caprichos.»

no habia remedio: Ramirez tenia que 'arse; y muy de priesa por cierto. Con bas- s ansiedad habia pasado las horas esperando Sms de Entrerrios. Al saber la invasión de gas, habia dado órdenes perentorias á su her- lo materno don Ricardo López Jordán, y al andante Hereñú, que movilizasen las 'es de la campaña á la parte oriental del leguay; y saliesen inmediatamente á batir ^rtigas antes que tomase posesión del terre-

Pero Artigas no les habia dado tiempo; habia puesto en completa derrota y quedaba rio absoluto del vasto territorio que mé- entre el Rio Gualeguay y el Rio Mocoretá. pues de este contraste era de todo punto ispensable que Ramirez se marchase al con- tó con la tropa que tenia á sus órdenes. Es- islao López le dio algo mas de 150 infantes,.

196 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

que aumentados con algunos prisioneros y po ^ bre gente de los pueblos del norte, arrastrado^ en su columna, sirvieron de base á los do^ batallones de la ciudad del Paraná, cuvo man do tomó el teniente coronel Mansilla. Una de^ esas noches, alzó velas Monteverde, de autoridad^ propia y se fué al Paraná con la mejor parte de^ la escuadrilla v unos ocho ó diez cañones.

Quedábase pues Sarratea sin mas espantajos que le diera alguna consistencia que el cam pamento do Carrera y Alvear en la Chacarita,^ liarlo débil para contener las fuerzas de la ciu dad, y el campamento de López en el Pilar,-», del que se hablan ido á Santafé un gran mero de montoneros llevándose caballos, ga nado vacuno v otros bienes robados.

El Año Veinte se habia propuesto no dejar ' respirar á Sarratea. ^'olviendo al asunto crl-- tico de la situación, suponía que un corres ponsal le preguntaba «¿Con que derecho le- « vanta Carrera ejército y forma recluta en « nuestro territorio? Respondemos que con « ninguno sino por la voluntad del goberna- « dor. Se duda de la dirección que le dará « á esa fuerza?» decimos que ninguna por ahora, pues el plan es protegerá Alvear para que colocado «en Buenos Aires, sea á su « vez el protector del otro para su colocación « en Chile, siendo entretanto Buenos Aires « quien sufrague los gastos de uno y de otro,

NI IINHS l'OLÍriCOS 197

^jor conducto de su señor gobernador. Opi- namos así 1** por que el señor gobernador 1:10 ha dado hasta ahora satisfacción al pue- fc>lo de haber dado dinero, armas y pertre- c^lios al señor Carrera, permitiendo además cjue nuestros soldados se deserten á sus ban- deras: 29 por que el domingo, estando Al- ^v-^ar en el cuartel de Aguerridos, el señor gobernador no dio la menor providencia para Sofocar la insurrección, permitiendo que lo ^ echasen á bordo al señor Soler, nuestro muy f^-^iado general. Cuatro gatos son los vete- í^^nos; á estos hubiésemos desbaratado si ^I señor Gobernador hubiera dado alguna ^T-den; pero miró con indiferencia la cosa, ^in duda recordó que los Cívicos de Buenos -4 ires no necesitamos órdenes cuando se tra- ^ tcL del bien de la patria. » Por decontado, \vxe los elojios á Soler no eran sino un dis- ^^^z que los redactores tomaban para ahondar ^^ ílaga, y cohonestar la firma de Unos Civi- ^os de la Union que llevaba el artículo.

En el estado de profunda irritación en que se hallaba la opinión, este artículo tenia un al- cance que hizo temblar áSarratea. A pesar de ser gobernador, se presentó como simple ciu- dadano á la Junta Protectora de la libertad de imprenta contra los redactores del Año Veinte: prometiendo probar que eran ellos y 10 los pretendidos Cívicos de la Union los au- ires de las preguntas y respuestas con que

198 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

lo calumniaban. Por lo relativo al cargo, 1( declinaba con tal moderación que rayaba ei humildad. Se deshacia en elogios de los ciu- dadanos que no solo usaban sino que abusa- ban de la libertad de imprenta, por que eso- ora de regla para que esa libertad fuera ili- mitada en el uso, verdadera y eficaz en sus servicios; pero pedia á \a Junta Py^otectora qixe obligase á los redactores del Año Veinte á pro- bar sus avanzados asertos, y que en caso de que no lo hiciesen en término justo, se le diese constancia para acusarlos de calumnia ante los jueces ordinarios. Difícil es encon- trar mas estraña mezcla de buen carácter y de cinismo, de habilidad y desvergüenza, de cultura aristocrática y de trapacería, de buen tono y de delicadeza externa, de equilibrio práctico y espíritu de conducta para no degra- darse en explotaciones de baja traza, ó en robos abiertos de dinero, ni una mas admirable falta de coherencia en los grandes principios de la moral pública y privada, que la que daba vida y movimiento perpetuo al alma de este singular personage. No creo que haya otro que como él haya flotado con todo eso, durante toda su vida, en las altas regiones de nuestra vida so- cial— conocido y censurado por todos pero sin caer jamás en el vilipendio aquel que ex- pulsa á los hombres del contacto común. (2)

(2) Apéndice.

NI FINES POLÍTICOS 199

.A. la demanda ó pedimento del gobernador, la. mTvnta Protectora de la Libertad de Irn." 2^r^nta que bastante mal dispuesta estaba contra ^1 » puso No ha lugar; fundándose en que solo le correspondía declarar de hecho si habia ó *^o a.buso de imprenta y en queeraageno de atribuciones deferir el caso á la prueba el procedimiento ordinario. (3) Desairado así, y puesto bajo la peligrosa in- dignación con que todos repetían los hechos 'denunciados por el Año Veinte, Sarratea, como -era. de esperar, careció de entereza y de viri- **<iad para honrar su puesto. Cobijando la ^^^teca condición de su ánimo baja el manto aparatoso de su amor á la libertad de im- piden ta, publicó un manifiesto de escaso deco- ^^> en el que colmaba de elogios á los escri- tores que lo hablan puesto en la picota; con *^ esperanza de hacerse soportable á los ojos -de la opinión. (4)

(3) Formaban el Tribunal el doctor don T. M. An- Cwrena, doctor don Manuel Cueto, y doctor don J. J. Carnadas.

(4) uTal ha sido, ciudadano, decía, el resultado de este juicio, que ha llenado al gobierno seguramente do la mas pura complacencia, al ver que la Junta, bien pe- netrada del verdadero carácter y objetos de su instítu- ^on, ba procurado, en cuanto lo permitía el asunto, in- diñar la balanza en favor del escritor, c&mo debe ser para que 88 verifique que no es ima Junta Censoria, sino Pro- tectora de la libertad de la prensa; y aunque no estoy abso-

SOO EL ANARQUISMO SIN BANDERA

De muy buena gana habría querido Sarr tea dejar en nada los procedimientos del iní cuo proceso de A lia Traición que habia enta-^ blado contra los miembros del Congreso y con- ^ tra los funcionarios del régimen direclorial. Ja^ - más habia tenido idea de iniciarlo ni de llevarl á cabo. Lo habia hecho forzado, no tanto po Ramirez cuanto por el abogado don Pedro Jos de Agrelo, hombre recio y de mal tempera-^ mentó que buscaba en esa causa un medio de ^ saciar su encono por las persecuciones, ó mas ^ bien dicho, por el justo castigo que en 1817 se le habia impuesto como conspirador decla- rado y confeso. Ayudábalo en esto otro hom- bre procaz, violento y abarbarado, que no res- piraba sino pasiones malignas, ni tenia jamas una inspiración noble ó reflexiva el coronel Pagóla. Eran estos dos hombres, el primero sobre todo, el que habia imbuido á Ramirez en la idea de que á su nueva grandeza y futu- ros destinos convenia vindicar sus procede-

lutamente conforme con los principios que pueden haber reglado el pronunciamiento yo doy muy gustoso por con- cluido todo el negocio.yy Y terminaba pidiéndole al pueblo permiso para hacer algunas breves observaciones sobrd la materia que pudieran servir de buena doctrina en otro caso «para que se consulte siempre ia libertad ra* « cional del escritor sin perjuicio del honor y de las ac- « cienes de los ciudadanos que no quieran llevar la ge- « nerosidad hasta el punto que yo la llevo.»

NI FINES POLÍTICOS

201

y dar al mundo los motivos de su hostili- dad contra el gobierno directorial; y de ahí el artículo 79 ¡del Convenio del Pilar, impuesto á Sa.rratea mas bien que convenido por él. Pero ^^lejado Ramirez y puesto Pagóla en los intere- ^^s de Soler, el proceso de Alta traición deca- y<^. Agrelo que era el que lo insuflaba era ^^ornbre desprestigiado, virulento pero sin ^^^^ portan cia ni valor alguno en la opinión: ó ^'^r^as bien dicho tan malquisto, que su adhe- sión hacia mas daño que beneficio. Sarratea Gc>menzó á darle de mano al revés por pruden- Agrelo se fué á Soler protegido por Pa- pero Soler que no tenia interés ninguno autorizar venganzas retrospectivas, lo tenia, y muy grande, en hacerse cabeza y caudillo de \3. burguesía porteña; que libre de preocupa- Otones pasadas no buscaba mas ahora que de- tender la ciudad y salvar su autonomía, orga- nizando un gobierno propio, bastante fuerte para arrojar de la provincia las montoneras santafecinas ó entrerrianas que le impedían cons- tituirse.

Al volver triunfante después de la efímera ten- tativa del general Balcarce, Sarratea habia que- rido dar una base mas legítima á su goberna- ron; pues aunque habia sido electo por una Junta de Representantes, la urgencia de los momentos no habia permitido que fuesen convo- cados y representados los vecindarios de la

202 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

campaña, ni aun los de los suburbios siquiera Para subsanar este defecto, que no era nfmi por cierto, Sarratea que se veia restaurado y co mejor base de poder en esos días, publicó un Ban do convocando á toda la provincia, ciudad y cam paña, á nuevas elecciones de una Junta de Re "presentantes ^ que fuese á la vez corporacioi electoral y poder legislativo. DesarroUárons entre tanto los tumultos y peripecias de Al vea y Carrera ; pero resueltos con la retirada de Ra mirez á Entrerrios y la de López á Santa fué indispensable llevar acabo la convocación d los cabildos á fin de que nombraran los electo res de Representantes.

A esta sazón habia un nuevo elemento en 1 campaña destinado á tomar las proporcione graduales, aunque lentas, de un famoso mons truo. El general don Martin Rodriguez habí sido mandado por Rondeau á la campaña del Su ¿movilizar y regularizar el servicio de la muí titud de campesinos y de gauchage que vagab por aquellas soledades. En el desempeño d esa comisión el general Rodriguez habia dad con un hombre joven, de genio popular, de vo luntad de hierro, eximio en los violentos ejerci cios de aquel paisanaje inculto. Hombre ignora do hasta entonces, era este campesino un están clero sin rival en el duro trabajo de domestica ganados y caballos salvages. Primer plantado de árboles y primer cultivador de cereales en 1 vasta campaña, sin interés ni mas mira que po

NI FINES POLÍTICOS

203

lujo de adelanto. Conocedor como nadie de la estadística y topografía de sus pagos, y noble de familia— se fingia modestó y recatado en las es- casas visitas que hacia á la capital. Pero allá en los campos era tan brutal en sus juegos hípicos que no se contentaba sino haciendo víctimas. Payaso Sl su vez, mentiroso é inventor de historias malig- nas, se complacía en propagarlas entre aquellas ignorantes multitudes. Alto, hercúleo, de sem- blante rubio, de ojos azules y de una hermosa fi- gura, tenia aquel no qué avasalla bárbaros. Era naedio histrión y medio profeta: cómico y trági- co siempre en aquellos desiertos : castigaba la- drones y perdonaba asesinos á su antojo y por su solo criterio. Don Juan Manuel Kosas, el nieto íbI Conde de Poblaciones Ortiz de Rosas, era ya tal hombre cuando el general Rodríguez salió á llenar su comisión de movilizar y arreglar las mi- licias del sur. Él era el que á su voz traia y clasi- ficaba los habitantes de aquella campaña como ^i fuesen ganados mansos de su rodeo. Uno de ^Us rasgos peculiares era haberse leido y estu- diado todo el Diccionario de la Academia ; y á la "lanera del Bourgeois Gentil-Homme de Moliere ^^ habia hecho esplicar el Almanaque por don ^osé de Santerbaz, un informado pedagogo ca- ^^an, que le servia en la estancia d^/ Pino de con- ^^or y secretario para el manejo de los intereses ^^iales que nuestro hombre tenia á su cargo— especialmente los del Rico-home don Juan José Cristóbal de Anchorena— cabeza ( y la mas dis-

204

EL ANARQUISMO SIN BANDERA

tinguida cabeza por cierto) de la conocida fami de ese apellido. Y con el Diccionario de la A demia, y con e\ Almanaque ^ había llegado d Juan Manuel de Rosas á convencerse de q tanto sabia, que todas las reputaciones de ciudad, los doctores sobre todo, que tanto h bian errado en política y que de tantas trapi nadas vivían haciendo pleitos y partidos, er gentes de saber muy despreciable para él, b nos, cuando mas, para palabrear lo que ot mas sabio y mas práctico que ellos les dicta ó les mandase. Ese era en su mocedad este ho bre que descollaba sobre las auras y sobre 1 multitudes de nuestro pampeano desierto. Gra de amigo do los indios, no pocas veces se \ vía indio también por la perfidia que emplea con ellos. Si tenia que vengar algún pasa malón que ellos hubieran dado á sus estanci los atraía después de tiempos, les daba opfp ras fiestas, y en llegando la buena ocasión echaba sobre ellos y los escarmentaba con buen degüello en masa, y aplicación de azotes, h ciéndoles recordar la travesura que le debía Otras veces cuando el hambre y la viruela die maba las tribus vecinas, les enviaba ganados, ov jas y socorros de todo género; y cuando los cae ques veniaíi á darle las gracias, aquello se co vertía en un festival de popw/o-6ár6aro; se a maban juegos al pato, corrida de banderolas de toros; y Rosas, con los admirables cabal!

NI riNF.s poíJticos 'rii)^}

e montaba, y que hacia montar á su adalides

ingeniaba de modo que diez ó doce caci-

y príncipes de la pampa cayeran y salie-

n estropeados y rotos de costillas, de brazos ó

piernas. Pero los despachaba con regalos y

n víveres : quedando así magnífico, bárbaro y

ibie ante ellos. "Por la clase social en que habia nacido, y rías conexiones de ambos en la capital, Ro- 55 era un porteño pur-sang como Rodríguez : y loados influjos se ligaron de una manera estrc- y con sincera adhesión álos mismos intere- En Abril de 1820 tenían una í-recida reu- •^ion de milicianos bravos v entusiastas en Ran- ^hos, en Chascomus y en otros puntos de este 1^ do del Salado; y habiendo de hacerse la ele> ^¡on de Representantes ordenada por Sarratea, ^«.cJa lesera mas fí\cil que designar personas per- *^riecientes al partido de la burguesía directorial. En la ciudad andaban excitados los ánimos. I-.€i. voz general era que á todo trance debía crearse ^^ria Jimia de Representantes que declarase ile- gítima la autoridad de Sarratea, y le sostituyese ^'^^iiun gobernador que fuese la genuina expre- ^i on del voto y de la opinión de la capital : «So * habla públicamente de un nuevo trastorno ^ decía Sarratea en una proclama. Los díscolos ^ criminales están empeñados en sumir al país ^ en nuevos conflictos, para hacerlo presa de ^ sus pasiones y de sus intrigas La multi-

S06 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

« tud de imposturas con que se anuncia jr^ « prepara esta próxima convulsión son públi ^^^^ 4c ¿cuál es el fin razonable de los perturbador^^^* « La Provvicia va á reunir sus comicios den^^ "'^ « de ocho dias ¿ por qué no esperan las reso ^**^'" « ciojies del pueblo? ¿quieren usurparle ^^3US « derechos?»

El Cabildo, de su parte, instaba también ^

pueblo que concurriese á los lugares de la vo" -^tá- cion : «Uno de los asuntos mas important»^ -©s» « decia el Cabildo en su proclama, que pued^Ben « ofrecerse á los Pueblos que quieren ser libr^ ^*es « es el de las elecciones. El ciudadano que»^ ^- « sordece í\ los Edictos, que no obedece las ci-

« taciones que lo llaman á votar da una prue==^ba « tan vergonzosa como pública, de serle in -^di- « ferente la corporación que va á investirse de « síis poderes, la autoridad que lo ha de mand- ^^' « indiferente á los beneficios ó á las calamidac:::^®^ « que resulten de los gobiernos ; en unapalab" ra» « da una prueba de que mira con indiferen-^ ^^^ « su libertad, su propia felicidad. Ciudadanri^os « de Buenos Aires ! Ciudadanos todos de la P-^^^' « vincia I '¿querréis manchar vuestro carao '^^^ « con esa indiferencia tan brutal cuanto funes^^^^ « No puede imajinárselo este ayuntamiento 7 Y « pues está abierta para vosotros la votaci ^^í « mas interesante que es aquella de que \& ^ « resultar la Representación que lia de dirig^'r « los destinos de vuestra Provincia, apresura<^5

NI FINES POLÍTICOS 207

« á sufragar en esta Sala Capitular, y en los « puntos señalados en la Campaña, por los indi- « viduos que mas merezcan vuestra confianza. Así evitareis las maniobras de las facciones: « así podréis lisongearos de una obra ptiray des- « nuda de miras particulares, y capaz por lo < mismo de llenar nuestras esperanzas. Así « mostrareis que merecéis en todo su lleno el « gran título de ciudadanos de un pueblo li-

« BRE. »

La elección tuvo lugar el 27 de Abril ; y el re- sultado no pudo ser mas desfavorable para Sar- ratea. Sus principales adversarios políticos fueron electos; y desde luego era incuestionable que la Junta iba á poner término á su gobierno, nombrándole inmediatamente un sucesor. Bas- taba ver que la componian don Tomás M. de Anchorena y su hermano don Juan José Cristo- bal, don Juan José Passo, don Vicente López, don Juan Pedro Aguirre, don Manuel Obligado, dos Escalada y Ramos Mexia, para compren- der que lo que habia quedado en la ciudad de mas respetable del partido directorial entraba de nuevo al poder en la Provincia de Buenos Ai- res reaccionando contra su anterior derrota.

En el acto de recibir el oficio en que el Cabildo le comunicaba el resultado de la elección, Sarra- tea contestó protestando contra la ilegitimi- dad del acto : ^ en medio de la marcha un tanto « lisongera que los negocios iban tomando, me

208 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

« es muy sensible verme necesitado á interpo- « ner, con respecto á algunos de los señores « electos, un 76^ ¿o desagradable para mismo; « pero que lo demandan imperiosamente la tran- « quilidad interior de la provincia, la siibsis- « tencia de los ty^alados recientes con las de- « mas provincias fedey^adas por la Convención « del23 de Febrero en el Pilar, y la complicación « particular de dichos señores en los asuntos que « han motivado el grito general de los pueblos. > Nada mas inhábil, ni mas inoportuno en aque- llos momentos, que semejante veto fundado ei^ el aborrecido recuerdo de la Convención del Yi' lar, que no habia sido otra cosa que el testiirxio- nio de la derrota de Buenos Aires, mas moirtifi- cante, cada dia que pasaba, para el amor f :)ro- pio y para la soberbia de los porteños.

Sar ratea pasaba en seguida á justificar su ^'(^^o exponiendo los motivos que hacian ilegltinn^'^ elección de aquellos diputados quemas se 'la- bian señalado en el gobierno de Pueyrreclon: don Juan Pedro Aguirre estaba encausado por que habia ajenciado y contribuido á la fug^ Pueyrredon y deTagle. El doctor don Vic^'^^^ López habia sido ministro del Director y 1)3-^^^ firmado los decretos de expatriación que pre?^^- dieron al pasa ge de los Andes por el Ejército Argentino; (5) y como el coronel Pagóla ped^a

j^) Inexacto.

NI FINES POLÍTICOS 209

reparaciones contra los dos, era preciso que no pudiesen ampararse de una representación á la que solo podian haber sido llamados por igno- rar el pueblo aquellos antecedentes. El doctor don Juan José Passo se hallaba notoriamente complicado en la traición del Congreso para entregar al país á los portugueses ; así es que para calmar la terrible indignación de las Pro- vincias, y para evitar la guerra civil, habia sido preciso, tanto á él como á Aguirre, separarlos del Cabildo y de la anterior Junta de Represen- tante*<. En el mismo caso se hallaba don Tomás Manuel Anchorena, y debia responder en juicio para vindicarse de cargos que quizás no reposa- ban sino en la malignidad con que sus compañe- ros le hicieron aparecer como cómplice de aquella traición. Todos estos individuos además, esta- ban seriamente complicados en un gravísimo incidente relativo á la logia famosa de Ijys Ca- balleros de América (6) en cuyas tenebrosas asociaciones se habia tramado muertes, estermi- iiio y dilapidaciones. Aseguraba Sarratea que su generosidad natural lo habia hecho faltar á sus deberes, demorando hasta ahora el enjuicia- miento de estos y de otros criminales ; lo cual

(6) La Logia de los CahaUei'os de América se componía de los ^osa Cruces de la Logia Lautaro^ y correspondía á un grado mas de iniciación, que en efecto, parece que te- algo que ver con la mira de constituirse en monar- quía .

TOMO VIII l4

210

EL ANARQUISMO SIN BAXDKliA

habia servido solo para qae el Pueblo se enga- ñara creyendo que ellos habían purgado sus de- litos, 6 que estaban exhonerados de su respon- sabilidad. Pero no siendo así, era preciso se- pararlos para no turbar la paz con las dema9 provincias, pues el estado de los ánimos era taít vidrioso y delicado que habia mucho que temer si no se hiciera ast.

El Cabildo contestó inmediatamente rechazando las pretensiones del Gobernador, y le dijo que por el Bando del 9 de Abril, la Junta de Repre- sentantes quedaba constitutivamente dotada de todas las atribuciones y facultades necesarias para entender ella misma, y ella sola, en todo lo que ocurriere en la Provincia ; pues por la con- vocatoria y por los actos consumados, ella era una Corporación que reunia el Soberano Poder del pats. De modo, que sobre ella y sobre sus miembros no habia poder ni tribunal alguno sino ella ini&ma. Todos los Representantes habian sido electos por el Pueblo en virtud de un número notorio de sufragios ; y sentado esto, á nadie le era lícito poner la mano sobre ellos para deshacer lo que el Pueblo habia hecho. El Ca- bildo entendía pues, que carecía de poderes pro- pios para tomar resoluciones que eran exclusi- vas de la deliberación y juicio de la Junta después que se instalase.

Sarratea procuró rebatir esta doctrina in- concusa en el régimen parlamentario, con una

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NI FINES POLÍTICOS 211

1 «rga nota de fecha 29 de Abril, y con razones es- p>ec¡osas que no tuvieron éxito ninguno. Suprin- c^ipal argumento era que las disposiciones ori- ginarías podían establecer incompatibilidades previas ; como en este caso las había en virtud de la Convención delPifay^—esegraude espantajo con que el Gobernador quería seguir imponien- do miedo á la opinión sin ver cuanto habían va- riado las cosas desde entonces. El Ayunta- miento volvia á contestarle ^c V. tendrá razón, pero la cuestión no es esa : aquí se trata solo de saber quien es el Juez que ha de examinar las incompatibilidades que V. opone, para privar á los miembros en cuestión de los fueros que les acuerda la elección. V. dice que una elección viciosa no fueros, pero alguien tiene que de- clarar antes ese vicio, juzgándolo por los ante- cedentes: ese alguien no es el Gobernador: prin- cipas obstat : no es el Ayuntamiento por que está fuera de .su esfera el negocio: luego es la Junta misma y nadie mas que la junta.

Sin embargo, el Cabildo acababa de trasgredir estos mismos principios, y Sarratea no se des- cuidó de echárselo en cara. Habiendo votado el Ejército del Lujan y remitido sus Actas, una mayoría diminuta del Cabildo, ante y por sí, las declaró nulas y las devolvió, obrando ilejítí- mamente en cuanto á los principios, pero con notable energía en cuanto á Soler cuyas malíg-

*<?)? VA. ANAIUOIISMO SIN liANDF.liA

ñas aspiraciones tenían indignada á la bur- guesía.

Confio el Cabildo viera la opinión pronunciadí- sinna ya contra Sarratea, trató de apresurar su triunfo para no dar lugar á intrigas que lo hi- ciesen dudoso; y en el misnio dia 29 le pasó al Gobernador un ultimátum muy significativo que no daba lugar á subterfugios «La Salud « blica, decia, exige que los Representantes d « nuestra Provincia, que se hallan prontos ac « tual mente y présenles, se reciban de su carg « y pasen luego á tomar conocimiento y delibe « rar sobre los graves é importantes negocios* « del Estado : protestando contra V. S. los per « juicios que son consiguientes en la dcUcadasr^^ « expectatica del Pueblo que nos observa. Es^^?^ « de esperar que V. S. com|)renda que esta me- « dida Q^ áQ\di primer a importancia, y que para. « cumplirla imparta V. S. las órdenes mas ac-^ ^^ « tivas, á fin de que en el dia quede reunida la .^^^^ « Corporación Augusta de quien el país espera « remedio de tanto males, protestando de lo con- « trario toda responsabilidad por su parte, y '^^

« que OBRARÁ EN su CASO COMO LO CREA CONVE- « NIENTE.»

Esto, como se ve, era ponerse ya en el caso estremo, y amenazar al Gobernador con una re- volución a/ pecho, ¿De dónde proveníala ur- gencia? Provenia de que el partido directorial, apoderado del Ayuntamiento y triunfante en la

NI FINES POLÍTICOS 213

íleccion, tenía sumo interesen reconstruir desde ya el poder legal, para oponerlo con éxito á las ■itrigas de Soler j de Sarratea, interesados, cada mo por su lado, en inriponerse y dominar. El rimero habia mandado hacer citaciones por la iríimpañay las aldeas para remontar sus tropas. !1 segundo procuraba ganar horas y demorarla I Instalación de la Junta para ponerse de acuerdo c^cDn el primero y reunir medios de resistencia <^oiitrala reacción directorial.

El Cabildo, que era el agente de este par-

^'<3o y cuyos miembros mas influyentes SLCa-

t>at>an de ser electos Representantes, queria pues

^ todo trance vistalar en el dia la Junta para

q.u^ nombrara por Gobernador aun hombre suyo,

^^^ reorganizando con rapidez los elementos

^^^^ i'ales de la ciudad, trasladase la acción oficial

^ *^^ 55 resortes del poder público á manos de la

■^Ur^jguesia nervio y agente poderoso del nuevo

P^'^t^ido unitario. Las cosas habian venido bien

y l^i dirección habia sido hábil. Era preciso

P^e^ suprimir el tiempo ; y tales habian sido las

^' ^'encías del Cabildo, que el ultimátum que

/^^-iDamos de trascribir, firmado á las doce

^* dia, fué remitido á Sarralea por el Ayu-

^^te Guaux encargado de decirle verbal-

^*>tequesi no contestaba en el acto mandan-

^ ^ oitar y reunir en el dia á los Representan-

^^ que se hallaban en la ciudad, el Cabildo iba

^x*denar que se tocare su campana y que se

214 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

convocase al Pueblo á Cabildo Abierto, como era de regla en los casos de urgente peligro.

Sarratea contestó que como ya. eran las doce y cuarto deldia, mandaba hacer la citación que se le ordenaba para el dia siguiente á las diez de la mañana: «Lo que aviso á V. E. decia, « concluyendo por mi parte este negocio, sin « perjuicio de lo que V. E. tenga á bien acordar « sobre la nota última referente á los cuatro Di- « putados vetados que he pasado en esta maña- « na. » Pero el Cabildo encontró peligrosísima esa demora « que, aunque corta podía compro-- « ineter la tranquilidad pública;» y solicita- ba que la instalación tuviese lugar á las 4 de la tarde. Sarratea se resistió : « ni ^

« carácter del gobierno, ni su dignidad, ni la d « V. E. ni el de la misma Junta que va á íov^j^ « marse, so compone bien con la informalida « que traerla semejante precipitación. » Entf^ tanto, se habia aproximado la noche y fué prec so esperar. El Cabildo no tocó su terrible ca pana de alarmas ; pero toda la juventud y los d mas adeptos y dependientes de sus partidario como empleados, esclavos, comensales, durmi ron sobre las armas por los alrededores de la- plazas, ó agrupados en los cuarteles y barra^ cones donde acostumbraban reunirse.

La contestación que Sarratea reclamaba el 29, sobre el veto de los cuatro diputados, estaba ya escrita y pronta cuando él la pedia. El Cabildo

NI FINES POLÍTICOS 215

ñQ Fatiñcaba en su doctrina, porque era la única consistente cuando se trataba de miembros de un Poder Legislativo. En cuanto á la devolución de las actas del Lujan, el Cabildo se limitaba á negar fríamente el hecho, sin entrar en mas es- plicaciones: «El Cabildo estraña que V. S. « asiente proposiciones, que publicadas por la « prensa, tienden á desquiciar el orden público,

* de que V. S. se muestra ahora, tan interesado,

* y que seguramente es inconciliable con las

* ideas que V. S. espone en su comunicación.

* El Cabildo considera que eso es propiamente

* '^^arpr^ncfer el candor del pueblo; pero está al

* nnismo tiempo convencido de que su vigilancia

* ( la del pueblo) comprendí? las intenciones de

* Sus magistrados; y de qué á cada uno le hace

* Ict. justicia que merece. » No podia ser mas ^Ui»o su lenguaje ni mas incisivo en su misma ^^tioencia.

^ 1 30 de Abril contestó Sarratea con audacia 6 ^^jor dicho con despecho, pero sin habilidad y ^* ^ oriterio : « Cuando por la nota que tengo á la

* yistaveo que V. S. me disputa la facultad de

JVizgarálos individuos de la Administración

depuesta, desconociendo notablemente la na-

"^Uraleza de sus crímenes y de su responsabili-

* <iad ; y lo que es mas en este caso— los Trata-

* üos y compromisos que sobre la materia han ^ ^echo tres Provincias Federadas no me

^ parece estraño que se lleve el empeño hasta

216 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

« privarme de la facultad de impedir y ca*«"ft^' « un acto (electivo) conlrario á la ley. P ^ro « V. E. debe saber que no es fácil convencer czz^ue « el gobe7'nador carezca de esas facultades (de « juzgar y casar) para contener á todos en los « límites de su deber. En uso de esas facía "B-ta- « des opuse mi í^^eto á los diputados excl- ^»-

« dos »y confundiendo asi el vicio origL na-

rio de la elección con la especialidad del tri ^u- nal que debia juzgarlo, el Gobernador se pc^ ^^^ en mayor ridículo ante la opinión pública, y d^^^a todo el poder de la resistencia legal á los per^^e- guidos, que. como era natural, se afirmaban <::^o\\ entereza en el terreno de la verdad: que solo la ^^á- mará era juez de sus miembros y de la valí ^^^ ó nulidad de las elecciones populares es un pfJ"" cipio absoluto, un apotegma incuestionable d^ '^ ciencia política. En cuanto á la repulsión de ' *^ Actas del Lujan insistía Sarratea enqueelrep^""^' che que habia hecho al Cabildo era justo y exr=^^' to «pero no era esta tampoco la ocasión de e « peñarse en esas justificaciones odiosas q « solo producirían desazones. »

Sarratea terminaba su nota revelando elfo do de la situación: «El gobernador, para se « lo, no necesita de convulsiones pues está « el mando sin ellas. Estas intrigas, á m « de ser opuestas á mi carácter personal ( « solo pueden adoptarse por quien aspire « mando por medios ilegítimos; y en cuanto

NI FINES POLÍTICOS 217

"*<^ mi, no se presenta un interés que pudiera ^ impulsarme á promoverlas. V. E. puede opi- -^ nar como guste; yo me libraré siempre al ^^ testimonio de mi conciencia reposando en la opinión pública.»

Al querer sostener esta cuestión en el carác- ter en que lo hacia, y reclamando facultad tan monstruosa como jurisdicción criminal sobre los representantes del pueblo; Sarratea faltaba á la lealtad personal y á los compro- misos contraidos con la anterior Junta de Representantes en documentos auténticos y fitrchi vados. La Junta del 16 de Febrero no ^abia querido ratificar la convención del Pi- IsLVj en cuanto al enjuiciamiento de los Con- g resales y Funcionarios del Directorio sin entablar antes una negociación que dejase bien Lrlaros los términos y condiciones de ese enjui- amiento. Esa habia sido la causa de que XI el primer período de su gobierno, es decir \ 30 de Febrero al 6 de Marzo en que Bal- roe se pronunció contra él, Sarratea no hubiera tentado medida alguna para iniciar la causa. Lo ordado en Febrero sobre esto era profunda- ^nte diverso de lo que Sarratea habia procura- ejecutar después; por que estaba convenido e los que resultasen acusados no podrían ser ^rseguidos sin pr^íjío aviso reservado al Ca- ldo de sus respectivas provincias para que ^ hiciera arraigar, quedando deferido entre-

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21S KL ANAKQL'ISMO SIN BANDERA

tanto el py^ocedvniento que se hubiera de ado¡ tar para el juicio, al Congreso General de U Pf^ovincias que se habia acordado reunir. Sai ratea habia querido pues conculcar los princ- pios y violar la de los pactos celebrados co la Junta de Buenos Aires que explicaban y fijj ban el sentido de la cláusula 7* de la Convenció. - J^ del Pilar. Y que habian servido de base á 1 8 aceptación de su gobernación.

La nueva Junta de Representantes que bia dado ocasión á que esl 1820 liara el conflicto entre Sarratea

Mayo 1 y 2 la burguesía directorial, se instí el 30 de Abril. En su primei sesión del 19 de Mayo, entró á tratar el asunl del veto opuesto á los cuatro diputados oi denándole al Gobernador que remitiera la caí sa en el estado en que se hallara. SarraU remitió el proceso al dia siguiente con ui larga nota explicativa de los hechos acriminj dos y del compromiso contraído con Ramii de procesar y castigar á los acusados de ber trabajado por la erección de una monai quia. Tratándose el asunto en sesión secret^&=^» tomó la palabra el señor Passo y dijo: que "^

él le constaba oñcialmente que don Manuel Sa ratea no solo habia sido promotor de la con nación del infante don Francisco de Paula Bo^ bon, sino que se hallaba acusado de malos m nejos de dinero en ese asunto, y de complicidí

NI FINES políticos 819

^n otras intrigas viles con un cierto Cabarrus de muy mala fama. Sobre esto, dijo que había documentos en los archivos, y que si se habian sustraído podían reponerse con testimonios del mas alto crédito. El cargo era pues no solo idéntica naturaleza al que se hacia en el pi'oceso de Alta traición á los directoriales, ^íno algo peor, por que á estos nadie se había atrevido jamás á acusarlos de trampas de d¡- P^ro, ni de confabulaciones con caballeros de industria. En virtud de estos antecedentes hizo 'loción el señor Passo, para que la acusación y el proceso recayeran también sobre el gober- í^ador; y que se exigiese su renuncia de acuer- da con los principios en que se había fundado para vetar la elección de los diputados á quien acusaba de instigadores de monarquías. Des- pués de una corta discusión, la Junta resolvió 'lUe se continuara el Proceso de Alta Traición Contra todos los que aparecieren complicados ^^ intrigas monárquicas, desde 1810 para ade- lante; y que al efecto crearía ella misma los ^^*bunales y el procedimiento respectivo queha- ^'a. de emplearse con los que fueran residentes y "Vecinos de la provincia de Buenos Aires; por ^^c estos estaban sujetos única y esclusivamen- ^ ásus propias autoridades^ sin ningún tra- ^^0 pudiera alcanzar á sujetarlos á las de ^t*as provincias, ílesuelto así el punto, fué comisionado el re-

220 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

presentante don Tristan Baldez para que sase á comunicar á Sarratea la resolución de la Lejislatura y la necesidad de que renuncisise en virtud de los cargos á que quedaba sujeto. Sar- ratea se sometió; y por mano del mismo Di pu- tado que le habia llevado la intimación, mandó su renuncia fundándola en la decadencia de su salud y en el cansancio causado por las pesa- das tareas del gobierno.

Quedaba ahora la Junta con frente á Sol^*** Este general habia dejado hacer, sin dar se- ñales de vida en su campamento del Luj^" mientras se habia tratado de desalojar á S^^^' ratea de la gobernación; pero aspiraba á^^^^" tituirlo. No conviniéndole á la Junta rom p^^ con él desde yá, sino contemporizar ganar^^^ tiempo hasta afirmarse mejor en el poder, ^'*' gió Gobernador interino de la Provincia á ^^ propio Presidente don Ildefonso Ramos Me?^*^' y mandó en comisión al campamento de So*^^ á los Diputados don Pedro Sebastiani y d^" Francisco Exequiel Maderna para explica- í**^ que aunque la primera intención de la Jat'**^ habia sido nombrarlo gobernador titular, se V^^f bia creido peligroso imponerle las respons^-^*' lidades del gobierno en momentos en qu^ ^^ anunciaba que el caudillo de Santa B^^^^ uislao López, unido á Alvear y á Carrera, v-o^" vian sobre Buenos Aires con numerosas hor^^^ que habia vuelto á reunir ; en cuyo caso, ^

NI FINES POLÍTICOS 281

mde misión era defender la provincia hasta 'arla de enemigos y restituirle su completa lependencia.

L,os comisionados encontraron á Soler profun- Tiente indignado de que la Junta hubiera íscindido de él en el apuradísimo deseo de librar un nuevo gobernador. No se le ocul- a que debajo de todo, las cosas tomaban giro independiente y rebelde á su prestigio itar. Su primer ímpetu habia sido marchar 1 ciudad, disolver la Junta y hacerse acla- r gobernador; y aunque desistió cuando se lizo ver que si cometía semejante tropelía iba á encontrar imposibilitado de hacer ite á Alvear, y en una situación desespe- a, no pudo contenei* su despecho, y el día 5 Mayo mandó su renuncia de general pre- ando que lo hacia por que tenia que enta- * acciones judiciales contra Sarratea por la 'ion y de[)ortacion ojec'utada en la noche 85 de Marzo. Su secretario Echandia por- ^r de la renuncia, declaró con franqueza los verdaderos motivos que el general lia- tón ido para renunciar, eran que la Junta mala intención habia nombrado á su Pre- -nte Gobernador de la Provincia con todo lleno de la.s facultades que le competian, - todos habían entendido que estas facúlta- lo hacían también capitán general; y que ' consiguiente, el general Soler quedaba des-

222 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

tituido de su empleo de general en jefe de ^o- das las fuerzas de mar y tierra, sin cuyo rácter no podia hacer frente de ninguna ñera á los graves conflictos en que había <1® ponerlo la defensa de la provincia amenaza^-da ya de ser invadida por López, Alvear y Car- rera. Que habiendo mandado venir ásucamn- po las milicias de la Magdalena y de RancJw.^^'Sj el general Rodríguez y el comandante Rosas ha- bían rehusado obedecer sus órdenes, diciencio que no procedían del gobernador que era el ún i <^^ Capitán general déla Provincia; y que nos^ lo daban recursos y hombres, el general no seguí fía en un encargo de cuyos buenos resultados no podía responder. Aparte de que estas exigencias, eran fundadas, no era menos notorio para to- dos que lo que el general buscaba era reuii^''' bajo sus órdenes una fuerza prepotente que lo hiciera dueño de la situación. Sin embarS"Oi el interés vital de la burguesía porteña coi"" cidia momentáneamente con el interés perso- nal del general, y el gobierno consideró con- veniente y necesario suministrarle 20 mil pe^^s, un buen número de armas, y entregarle el ^*' tallón de Cazadores que era la mejor troj3Si' línea de que en esos días se podía disponer*-

Don Estanislao López, seguido de Alvear V^ Carrera, se hacía sentir de nuevo por la partía "^' norte de la provincia. Para quien no esté ^* cabo de quienes eran las gentes que aquel c^^"'

NI FINES POLÍTICOS 2S3

lo removia, seria incompi*ens¡ble, que ha- indo estado poco antes en las inmediaciones t la ciudad, se hubiese retirado á Santafé para ►Iver de nuevo sobre el terreno que acababa t desocupar. Para espiicárselo es menester ber, como lo he dicho antes, que esas cnanto- ras no tenian consistencia ninguna, ni con- rvaban unidad de fuerza desde que saliendo sus aduares invadian tierras ajenas y mejor tadas de riquezas que las que ellos habitaban. Lnsados unos v satisfechos otros con el botin con las emociones de la correrla realizada, endonaban á voluntad su montón, y regresa- n á descansar ó dar á sus familias lo que ha- m adquirido ; y no solo lo hacían los soldados 10 también los capitanejos que los dirijian. El adillo no tenia interés ninguno en contrariar- : esa licencia le servia mas bien para que vol- aran á juntarse á su voz cuando de nuevo los mará.

womo las hordas de Estanislao López vieran e las de Ramírez se retiraban con él á Éntre- os llevando buen bolin, comenzaron á des- uñarse á su vez, y á volver á su provincia Mando el ganado de que podian echar mano os haberes ó comodidades que encontraban Su paso por las estancias abandonadas de 5^ dueños en la mayor parte. El caudillo de nía tuvo pues que retirarse por falta de Operadores. Pero no le convenia en ma-

224 EL ANARQUISMO SIN BANDERA

nera ninguna contemporizar con la reacciciii3^ directorial que tendia á consolidarse en Buen^^^^ Aires, ni con el general Soler que le pareció fav— ac- recido por las circunstancias. Dejándole tier^ -MTI- po á esa reacción, corria el muy serio peligro m de que llegase á organizar cinco 6 seis mil hoL m- bres, y de que ayudado por buenos oficiales, ^ y por una estricta disciplina diera á sus tropas la

consistencia de un buen ejército ; y deque hacié^^én- dose el caudillo militar v absoluto de Buen ^r~ios Aires reuniera medios para emprenderla -triríon Santa Fé. Esto era tanto mas de temer pam^ssiva. ellos, cuanto que ni López ni Ramírez liT'Mlia- bian podido sacar á Bustos de la polítiS" ^ica enigmática en que se habia envuelto. Y esto ^ sin contar todavia con lo dudoso del resultado q^^i^ue iba á tener la brega de Hamirez con Artigc^"as. Necesitaba pues López buscai'se un medio de

afirmaren Buenos Aires un partido y un g^ ^^efe con el que pudiera contar cuando tuviese que ío- maruna política decisiva, contra Artigas ócc:^*>n- tra Ramirez; y de ahí la nueva campaña c ^^ue emprendia con Alvear, en la creencia de ci^^ue este general conservaba en Buenos Aires un partido numeroso y fuerte, que puesto enace *on con medios eficaces habia de concentrar toc^^í? las opiniones, acabar con la anarquia de ¡os ánimos y constituir un gobierno regular coa^ e/ que López pudiese entenderse para garantizar los intereses respectivos de las dos provincias.

NI FINES POLÍTICOS 285

Esta vana ilusión habia servido de base á la unión de Alvear con López ; y era el moti- vo con que López hacia de su cuenta esta nueva campaña, sin esperar á Ramirez ni el resultado de la contienda con Artigas. Su mira secreta era tenercomo resistir á Ramirez si triunfaba de Ar- tigas ; y tener como defenderse de Artigas si este triunfaba de Ramirez. Resolviendo pues la cues- tión interna de Buenos Aires en provecho de esas miras, conseguia asegurars e por aliado ala anti- gua capital y ponerse en buenos términos con Bustos, asegurando la defensa de su propia inde- pendencia contra el caudillo entrerriano ó contra er caudillo oriental según viniesen los sucesos. No eligió, por cierto el mejor camino como lo va- mos á ver; pero, por fortuna suya, los sucesos de Entrerrios le dieron tiempo para correjir su plan y llegar á los fines que buscaba con una ha- bilidad digna de ser admirada sin reservas.

La aparente concordia de Soler con el go- bierno de la ciudad se estrelló y se hizo pedazos en la mala voluntad con que de una y otra parte se miraban. Los de la ciudad habian condes- cendido en darle fuerzas; pero en el acto to- maron medidas para levantar otras nuevas y en mayor número que los pusiesen á cubierto de toda tropelia. Pretendió Soler que esto era ata- car las prerrogativas y poderes que á él le cor- respondian como Capitán general de las Armas y general en gefe del ejército, por que dado este

TOMO VIII 15

226

EL ANARQUISMO SIN BANDERA

carácter que investia solo él tenia facultad de le^ vantar tropas y de mandarlas. La Junta de Re- presentantes declaró que el único capitán ge- neral de la Provincia era su propio gobernador como gefe del P. E.

Indignado de verse asi desairado y creyéndose el hombre necesario, Soler autorizó un pronun- ciamiento sedicioso en el ejército y se hizo acla- mar gobernador de la Provincia. Pero conocien- - do la necesidad de que el acto tuviera algo pareci- do á una sanción popular, la buscó en el cabil- do del Lujan. Cuadraba la circunstancia de qu^ la Villa del Lujan donde campaban sus tropas, fuese cabeza de Ayuntamiento desde muchisi mos años antes, y que fuese también laúnica vill de toda la campaña dotada del poder concejil. Desde la concentración del ejército allí se ha— bia hecho esa villa un foco político de los intri gantes, partidarios y amigos de Soler; y pue- de decirse que el verdadero influjo político fluc tuaba desde entonces entre el Avuntamiento d Buenos Aires y el Ayuntamiento del Lujan, com si fueran dos capitales. El levantamiento sedí cioso de Soler encontró pues allí el centro mu nicipal que necesitaba poner en juego.

La Villa del Lujan convocó á Cabildo Abier- to á su pueblo. Se declaró en él que las auto- ridades de Buenos Aires habían caducado faltado á sus deberes. Se nombró por aclam cion gobernador y capitán general de la Pr

NI FINBS POLÍTICOS 227

TÍncia al general Soler con jurisdicción exclusi- va en toda ella para que no fuesen reconoci- dos por gefes ó empleados en ningún departa- mento especial, sino aquellos que el mencionado gobernador nombrase; y terminaba el Acta del pronunciamiento diciendo « que este era el de- seo del pueblo : que lo ejecutaría con las armas llevando á la cabeza délas tropas y délas mi- licias populares al gobernador y capitán general c3on Miguel E. Soler (nuestro amado gefe) el l^éroe que es la esperanza de este heroico y grande pueblo de Buenos Aires ; y el único ca- -paz de organizar y de mandar las tropas de la provincia.»

Con ese título y con los antecedentes respecti- vos se dirigió Soler audazmente á 1820 la Junta de Representantes de la Junio 23 capital para que se le hiciese pro- clamar y se le prestase obediencia. Sin esperar el resultado levantó la mejor parte í© Sus fuerzas y se vino áSan José de Flores. ^' S'obernador interino Ramos Mexia renunció ^'^^'i^^diatamente la gobernación. El Cabildo '^^vtr^ió la Junta de Representantes. Tomado el ^^^oen consideración, la Junta se declaró disuel- ^ pasó á manos del Cabildo el encargo de ^^ *^. r por el orden civil seriamente amagado por ^'^ enorme atentado. Pero Soler no se dio P^^ satisfecho : violando los respetos debidos al ^^<^ro ajeno y á la dignidad de los funciona-

228

EL ANARQUISMO SIN BANDERA

rios públicos, declaró que no entraría á la ciudad, (lo que equivalía á dejarla acéfala en medio d^ un desorden infernal) «Ínterin los señores Di- putados que representaban á la capital no esp^^e^ sen liby^emente la voluntad de sus representa- dos hacia la persona que debia ser gobernador y^ capitán general de la provincia: estrañando mu- cho que la predicha H. Junta se hubiese disuelto intempestivamente : que se le invitase á tomar et mando por conducto del cabildo ; y que haya- usado para ello de las expresiones que emplea, como si yo, el general Soler, procurase violenta la voluntad de ese digno pueblo. » Desconcer^ tado el Cabildo al recibir esta insolente intima cion, se puso á buscar, uno por uno, á los Repre sentantes. Valiéndose de súplicas é insinuaci nes individuales consiguió que el dia 22 de Junio viniesen algunos á su presencia; y dio testimo- nio de que todos habian convenido y acordado Uby^einente que el general Soler quedase nom- brado y reconocido por Gobernador y capitán general de la Provincia de Buenos Aires. Así se le participó para que al dia siguiente se pre- sentase en la Sala Capitular aprestar juramento del cargo ante el Cabildo con asistencia de los miembros de la Junta de Representantes.

Conociendo los invasores que las circunstan- cias eran especialmente favorables 1820 para caer sobre Soler, y formula

Junio 25 un nuevo pacto con el vecindari

NI FINES POLÍTICOS 229

común de la ciudad, apuraron sus marchas. El usurpador tuvo que salir de priesa llevándose sus tropas al Lujan para marchar contra los ene- migos.

Acababa de llegar de los Estados Unidos el coronel don Manuel Dorrego. Soler tuvo la buena inspiración de entregarle el mando de la ciudad y de las tropas cívicas que la guarnecían, con el titulo de comandante general de armas delegado. Puesto en evidencia y con mando, Dorrego tomó un empeño particular en ponerse al habla con los hombres principales del vecin- dario, particularmente con los que se creian en peligro, ó mal vistos, por haber sido afectos á la .administración directorial ; y fueron tan eficaces Jos pasos que dio en este sentido, que logró resta- blecer la tranquilidad de muchas familias, y ga- narse la confianza y la adhesión general de todos los vecinos. Activo y sumamente entendido en las cosas militares, reorganizó los elementos de que Aun podía disponer la ciudad, constituyó obras ^6 defensa; y en muy pocos dias consiguió «ontaryacon bastantes medios para contener á los invasores, en caso de que por algún contras- te, pudiesen aproximarse decididos ó ocupar el JK)ueblo. Pero antes de llegar á este buen resul- tado ocurrieron perturbaciones que interesa dar conocer.

CAPITULO V

EVOLUCIÓN PERSISTENTE HACIA EL ORDEN POLItICO

TRADICIONAL

Sumario Violentas usurpaciones y medidas del general Soler Desaliento del ejército— Derrota de la Cañada de la Cruz— El Cabildo expulsa á Soler— Fray Francisco Cas- tañeda— El coronel Dorrego Su popularidad y su noble actitud Aparición agresiva del coronel Pagóla Terror del vecindario— Humillación del Cabildo Tentativas de arreglo con los montoneros Dorrego y Pagóla El co- ronel Lamadrid Combinación de las milicias de la campaña y de la ciudad, contra Pagóla— Destitución y evasión de Pagóla Dorrego gobernador interi- no y comandante de armas de la capital Dificulta- des insuperables para transigir y convenir en un arre- glo— Actitud del general Alvear después de la derrota de Soler— El Cabildo del Lujan Elección de Alvear como gobernador de la provincia Alvear y los comisionados de la ciudad López y el Cabildo— López y Alvear Alteraciones y reorganización del nuevo partido unitario de la ciudad Idea constitutiva de López El general don Martin Rodríguez Dorre- go y el partido nuevo Feliz excursión sobre Morón El batallón de Cazadores Rehabilitación del espírítu públi- co y de la confianza en la capital Decadencia de Alvear —Retirada de los santafecinos y de sus cooperadores

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 231

Alvear y Carrera— Júbilo público— Derrota y toma de los chüotes en San Nicolás de los Arroyos— Negociacio- nes frustradas— Disidencias del general Rodríguez y Rosas con Dorrego— Su grande importancia y su ex- plicación política— Victoria de Dorrego en Pavón— Mal éxito de la subsiguiente invasión á Santa Derrota de Dorrego en el Gamonal,

Viendo á Sarratea y á su círculo arrastrados ya por la ventolera política, dio sueltas 1820 Soler á la ira que lo habia causado Febrero 11 la intriga con que el partido directo- rial, burgués, habia intentado sus- traerle la gobernación de la provincia. Aprove- cháronse de esta maligna viaraza, Pagóla y Agrelo, sugiriéndole la necesidad de que sa- ^^se de la capital y confinase en su campamento ^ todos los personages notorios y de opinión conocida, que pudieran ser un peligro para ^^ autoridad; mientras durara y se resolvia la próxima batalla el conflicto en que lo ponia \ieva invasión de López, ceptado el consejo con la impetuosidad propia

/

^^ *^~ carácter y sobre todo con la falta de criterio

P^^lttico que echaba á perder las otras cualidades ^^^^ tenia como militar, publicó un Bando que ^^^ 1<::> un energúmeno en el paroxismo de la demen-

^^- podia haber concebido: verdad es que era ^^^^'^ de Agrelo. Declarábase allí minado y

^^ echado por traidores y conspiradores imagi- **'ios;y como no pudiera designar individuos

232 EVOLUCIÓN

realmente culpables, mandó en globo que todosf los que hubiesen pertenecido al Congreso, á la administración, ó al partido directorial desde el tiempo en que el Congreso se habia instalado en Tucuman (cuatro años antes) le fuesen remitido» al campamento bajo buena custodia.

Fácil es hacerse una idea del terror que se apoderó, no solo de los que estaban notoriamente sindicados, sino de muchísimos otros hombrea acaudalados, y conocidos: que por algún an- tecedente cualquiera se tenian por compro- metidos en la política directorial. La mayor parte de ellos abandonó sus casas y se asi- laron en escondites de gentes pobres, en lo» altillos donde algunos pulperos aglomeraban maiz, trigo, charqui, y otros mil objetos de su negocio. Por fortuna, la orden de ejecutar las resoluciones del Bando recaia en Dorrego coma gobernador militar de la Plaza. Dándose maña, como se dice, para ganar el primer tirón, d\(> tiempo suficiente para que nadie pudiera ser ha- llado; y al dar cuenta á Soler, reclamó seria- mente contra tan brutal tropelia ; puso de mani- fi'esto su carácter inicuo y su inutilidad ; y de- claró que renunciarla su puesto si se pretendie^ ra forzarlo á emprender esa caza de ciudadanos honorables que no podia ser otra cosa que la in- vención de un circulo de malvados incapaz de comprender lo que era de regla en un gobierno libre y republicano.

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 233

En esto estaban las cosas cuando se hizo sentir de cerca la nueva y estrepitosa invasión. Traia López como mil y doscientos gauchos santafecinos y un cuerpo de dragones veteranos que habia creado y organizado recientemente con especial esmero. A sus órdenes venia Car- rera con trescientos aventureros de todas menas, que él titulaba enfáticamente División Chilena; y Alvear encabezaba ochenta ó cien oficiales de diversas graduaciones, seguidos de algunos asistentes, que no tanto por su número cuanto por su clase, formaban un escuadrón pequeño pero de importancia.

Las perturbaciones políticas de los dias ante- riores, la agitación febril de los ánimos, y la in- mediación de un conflicto sangriento como el que iba á ventilarse, habian desquiciado com- pletamente la unidad de espíritu, y relajado el ri- gor de la disciplina, en la fuerza con que Soler pensaba defender la autoridad que tan escanda- losamente habia usurpado. Gran pai*te de los oficiales que lo seguían, iban ya desmoralizados y deseando abandonarlo ; y la opinión general era que marchaban á una derrota inevitable.

A la noticia de que los invasores estaban ya

en la Capilla del Señor salió Soler

1820 del Lujan á marchas forzadas con

Junio 28 la esperanza de sorprenderlos. Pe- ro descubierto por una partida de santafecinos tomó posiciones en la Cañada de la

234 EVOLUCIÓN

Cruz : donde fué acometido y completamen derrotado. En previsión de ese contraste, So 1er habia preparado un punto de retirada fo tificando la Villa del Lujan con el precioso ba Uon de Cazadores negros que mandaba el cor nel don Celestino Vidal. Pero la persecucic» que le hicieron los ginetes santafecinos fué viva y apremiante, que cuando el general quís introducirse en la villa la encontró cercada, tuvo que continuar su fuga hasta el Pusnte Márquez.

Desde allí se dirigió al Cabildo diciéndole « Aunque podria hacer un nuevo esfuerzo pa « reunir milicias de caballería y parte de las « ejército, á mi juicio seria infructuoso para (^ « der batir un enemigo engreido y que hoy de « estar bien montado ; en este caso me aconse, « la prudencia que invite áV. E. á que arbit « un medio, que á mi no se me ocurre por ahor « para evitar el desastre de ese benemérl « pueblo, si se acercan semejantes malvad(^ « en la inteligencia de que ya es imposible q « se reúna la milicia de la campaña. Yo di ^ « pongo no obstante circulares para Chase « mus, Matanza, Magdalena y Ranchos, don « considero que hay alguna gente reunida pa « que venga á protejer al pueblo ; y ordeno « Comandante de Armas don Manuel DorregT « que se sitúe en Perdriel adonde marcho aho « dejando órdenes para que vaya también

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 335

una infantería del Fijo con el parque y cua- o piezas que llegarán á este punto hoy (29

9 Julio) á las diez. Quedarán aquí los Dra- onesy Blandengues que se han reunido para acer descubiertas y comunicar noticias.» *egaba el general que solo su deber y la honra tar habia podido empeñarlo en una acción

10 la del dia 28 ; pues aunque la oficialidad ba decidida, la tropa malisimamente armada, jomponia— «de reclutas: un sinnúmero de lismes habían dividido todos los ánimos, iciendo imposible que obrara con firmeza, y 3Struyendo la reciproca confianza.» Toda la ierda, incluso el mayor general French y )ficialidad quedaban en poder de los santa-

lOS.

n la dispersión logró Pagóla llegar con su ada al Puente de Márquez el 29 de madru-

«

a. El general le ordenó que hiciese pié allí itras reunía las tropas é iba á la ciudad en :a de refuerzos. Pero la gente de Pagóla y iispersos se amotinaron : hubo gritos y de- 3tos; y á tal grado llegó el desorden que ntras Soler daba órdenes á los capitanes Al- ños y Arrascaeta, los soldados le hicieron ;o, pasándole algunas balas á pocas pulga- de su cabeza.

or fin de todo, el Cabildo se resistió categó- .mente á enviarle refuerzos y auxilios; y Dor- D le escribió que el pueblo estaba exítadlsimo

236 EVOLUCIÓN

contra su persona : que no se aventurase á ^ew- trar solo á la ciudad : que el Cabildo y los ^^^iBf JOS (los ricos burgueses) querían transigir y te- cibir á Alvear ; pero que la juventud, los cívico ^s ^ la muchedumbre preferían resistir á todo tran<^^ice: que á pesar de estas disidencias todos estafac=)ai] unánimes en procesarlo y castigarlo si lo ton^ana-

ban; asi es que lo mejor era que se embarcj ise

con tiempo.

Al mismo Soler no se le ocultaba ciertame líle que las criminales tropelías cometidas en Jos dias anteriores, y su reciente descalabro ba^ "ía- ban para poner en riesgo su seguridad indS.ví« dual, y quizá su vida también. Fiando pujaes su salvación á la rapidez de la fuga atravesí^ i^ poniente á oriente la dormida ciudad el 30 de Junio por la noche: y á toda prisa se echó ^^ un lanchon que mediante buen precio lo U^'^* á la Colonia del Sacramento.

Con este motivo el famoso panfletista Ff* Francisco de Castañeda, ardoroso partidario Pueyrredon, encabezaba una de sus populai nemesis con estos versos que por lo mismo ser de brocha gorda se introducían profuní mente en el ánimo y se fijaban en el oido de muchedumbre popular:

Ahorcados habrán de ser López, Alvear y Carrera; Sin dejar de agradecer Que nos hayan libertado De Pagóla y de Soler,

HACIA EL ÓRDKN ANTERIOR 237

La fuga de Soler y la concentración del mando político y militar en manos de Dorrego produjo un verdadero sentimiento de consuelo en el atri- bulado vecindario de la capital. Su natural bon- dadosOy la alegría y la animada franqueza de su espíritu, produjeron un general sentimiento de seguridad individual, que unido á la autoridad de su valor y de sus eminentes cualidades mili- tares, dieron confianza de que bajo su dirección la ciudad se salvaría sin que fuese preciso opri- mir, agraviar ó perseguir á nadie por opiniones anteriores 6 alarmas presentes «Comenzamos (decía un contemporáneo) á respirar á pulmón abierto en aquellos dias: á dormir sin el temor de que un enemigo personal golpease nuestras puertas para llevarnos á la cárcel en las altas ho- rfitsde la noche.»

Dorrego tuvo la primer noticia del desastre á las dos de la noche del dia 29. Reunió en el aoto álos cabildantes, y convino en la necesidad de destituir á Soler. El envió de nuevas fuerzas A campaña se consideró no solo ineficaz sino peligroso; pero se convino en que era conve- niente que Dorrego formase una columna con caballos de repuesto y saliese lo mas pronto posible en dirección al caserío de Caseros para Salvar los dispersos y reunir los grupos de in- í^nt^riaque anduviesen por el campo en retira- r^ Hacia la ciudad. Ademas se resolvió tam- *^ri enviar al campamento de López una comi-

238 EVOLUCIÓN

sien pacifícadora compuesta de vecinos notableSi con facultad de negociar : lo que se tenia por fácil ya que Soler quedaba destituido y fuera del pais. Mientras Dorrego sacaba su columna á las 8 de la mañana por el lado del Retiro apoyando su derecha en las barrancas de la costa, salía por las calles del oeste la comisión pacificadora en una galera arrastrada por seis caballos á la cin- cha. (1) La plaza de la Victoria quedaba ocupa- da por un inquieto gentio, armado en su mayor parte, que voceaba en confusión, exitado al viento de mil mentiras, de calumnias y noticias que corrían sin origen conocido. Los unos querían transacción : los otros energía y defensa á todo trance. De improviso comenzó á divulgarse por allí el rumor de que el Cabildo traicionábala causa del pueblo, y que sus comisionados lleva- ban autorización para entregar al general Alvear y á Carrera el gobierno de la capital. Propalar- se esta noticia y comenzar un tumulto formida- ble, de parte de los cívicos principalmente, fué todo uno. Los corifeos mas insolentes de los grupos diversos que mantenían inquieta la multi- tud, exaltaban sus pasiones con tanto mayor éxi- to cuanto mas vago y confuso era el e.^^tado de las cosas. El Cabildo por su parte, y otros mu-

(1) Componían la comisión el Alcalde de lor. voto don Juan Norborto Dolz, el doctor don Manuel A. Castro pre- sidente del Supremo Tribunal de Justicia, don Ambrosio Lezica, y don Luis Borrego.

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 239

chos ciudadanos despachaban chasques á Borre- go pidiéndole que regresase inmediatamente. No faltaban reaccionarios que alentados por el des- orden dirigiesen misivas también á Pagóla (y aún & Soler) pidiéndoles que tragesen pronto sus tropas para guarnecer la ciudad.

En el fondo del conflicto todos veian como de instinto, aunque sin poderlo determinar, que se trataba, 6 que se cernia sobre aquella agitación, una tentativa vaga pero cierta de resucitar el ré- gimen y el partido directorial. El Cabildo no se lo podia disimular á mismo, ni podia ocultarlo á los demás ; y con mas ó menos reservas trataba solo de desvirtuar esa preocupación en el ánimo de la plebe. La proclama de Dorrego lo decia cla- ramente:— «Nuestro ejército, ciudadanos, acaba « de sufrir un contraste. S. E. con un resto de ca- « balleria, lainfanteria, artillería y parque, viene « en retirada al Puente de Márquez, como punto « mas cercano para recibir los auxilios de este

< heroico pueblo. Ciudadanos: es llegado el

< lance de acreditar vuestro amor al Patrio Sue- « lo : jamás se os ha invadido con mayor injiis-

< ticia. La administración es del todo incom-

< vinable con el partido de Pueyrredon: sin 4c embargo se os ataca ápretesto de que este se 4c entroniza. (2) Es un pretesto, sí, con el que

(2) Pronto vamos á ver como esa preocupación era bastante fundada.

240 EVOLUCIÓN

« se trata de paliar una ambición desenfrenada y « abrir el paso á esa misma reposición. No vis- « teis todo ese partido unirse á Alvear en el mo- « mentó en que apareció? No lo habéis obser- ve vado preconizar el pretendido mérito y los « talentos de esto aspirante á quien aborrecéis 4c por tantos motivos? Él ha ligado su fortuna 4c á la de otros que son sus iguales, y con ellos « proyecta abatiros para escoger de entre voso- « tros tantas víctimas cuantas señale su sed ar- « diente de sangre. Hacedles conocer que vues- « tro odio no es efímero. Corred á las armas « para vengar la afrenta con que se os veja. Vo- « lad conmigo al lado del señor Capitán Gene- re ral. Así defenderéis vuestro decoro, vuestra « dignidad, vuestras esposas, vuestras propie- « dades, y haréis que concluya el ominoso pe- « riodo en que la heroica Buenos Aires ha sido « feudataria de ambiciosos y desagradecidos. i^ El Cabildo, por su parte, arrojaba al mismo tiempo otra proclama desde sus balcones, algo mas prudente en el sentido de transigir: «En « esta incertidumbre que amenaza vuestra tran- sí quilidad y vuestras fortunas, el Cabildo juzga « de su deber invitaros nuevamente á tomarlas « armas, no para derramar sangre americana, « sino para consultar vuestra defensa, dignidad

« y decoro respetad la quietud pública: no

4c la alteréis con dolor de este virtuoso vecinda- « rio ; y que vuestras armas no sean destinadas

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 241

« sino para salvar vuestra seguridad y el honor « de este heroico pueblo.»

Cualesquiera que fuesen las apariencias, habia mil razones para presumir que el Cabildo no es- taba inclinado á la defensa á todo trance. Lo que mas le lisongeaba era conseguir una transacción que salvara al pueblo de la ruina y del saqueo; cualquiera imposición, por dura que fuese, le pa- recia aceptable. Era difícil por consiguiente decir si los Comisionados, (hombres de la clase de los prudentes), llevaban 6 no algunas instrucciones secretas ó verbales , para entenderse con Alveary facilitarle su ascenso al gobierno de la provincia, con tal que se arbitraran medios para deshacerse de Dorrego y del partido popular que clamaba por la defensa á todo trance. Cierto ó falso, el rumor ganaba terreno ; y los grupos del pueblo se hacian mas amenazantes por momentos.

Dorrego habia pasado de los Santos Lugares (hoy San Martin) en dirección á Caseros, cuan- do recibió las noticias de lo que ocurria. El Ca- bildo le llamaba urgentemente en su protección. Los que desconfiaban del Cabildo le llamaban también incitándolo a que regresase al instante y se proclamase Capitán Geney^aL Dorrego no creia en la traición de los cabildantes, ni estaba dispuesto á dar e) escándalo que le aconsejaban; pero sabia que los capitulares y todos los hom- bres de su misma condición social, tenian el ánimo oprimido y poco dispuesto á un heroico

TOMO VIII 16

242 EVOLUCIÓN

esfuerzo. Temía que el miedo fuese causa de al- gún error lamentable; y por este lado no estaba libre de aprehensiones.

Dudaba sobre si adelantaría sus marchas 6 regresaría á la ciudad, cuando le trageron la no- ticia que Pagóla habia entrado por San José de Flores dirigiéndose á la capital á la cabeza d^ una fuerte columna y de un numeroso arreo de caballos y de ganado. Dorrego, que habia ser- vido con Pagóla en la Banda Oriental y en el norte, conocía su perversidad, su genio arrebata- do y terco, sus pasiones brutales y sabia que todo habia que temerlo de este pretoriano: solda- dote tan repleto de odios y de prevenciones, como falto de criterio y de juicio. Temeroso pues de las tropelías que pudiera cometer, trató de reco- ger algunas nolicias sobre el estado de la cam- paña, encargó la retirada de la columna al co- ronel don Hilarión de la Quintana, y regresó al pueblo ganando instantes.

Al presentarse en la plaza, fué rodeado y vic- toreado á grandes voces, por un numeroso con- curso de gentes que lo miraban como el hombre necesario para sacar al pais de las tremendas complicaciones en que se veia. Sin desmontar- se dirigió á la concurrencia algunas palabras ale- gres y himioristicas sobre la campaña de tres horas que acababa de hacer y sobre la vanidad de los peligros que la imaginación forjaba siempre en los momentos de agitación popular. Asegu-

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 243

<que en dos dias formaría una división y ba- tí m-í^ á los gauchos miserables que formaban las witoneras comparándolos con los tunantes se vestian de viudas para aterrar tontos y "Ujeres. Les dijo después que iba á conferen- ci€i.r con los cabildantes y que volveria á dar cuen- pueblo de lo que se conviniese ; concluyendo recomendar la quietud y la confianza, para no perturbar las medidas militares y políticas quo era preciso tomar prontitud.

Después de tomar en consideración el estado de las cosas, resolvió el Cabildo que Dorrego hiciese circular con su firma una proclama, que ^fiíro otras cosas decia : «Aunque no he podi-

* do evitar las inquietudes que pueden causaros

* . presentes ocurrencias, os aseguro con la

* ^'^S'eimidad que me caracteriza que vuestros

* ^^^'Z^etables Magistrados y Yo solo aspiramos ' á lo. conservación del orden y seguridad de ^ vu ^55^ tras personas y propiedades, alejando f pc^r- ouantos medios estén á nuestro alcance la ^ onrk i liosa guerra en que por desgracia, y ánues- ' *^^^ F>esar, somos envueltos : á tan privilegiado t ol>j ^to se ponen en ejecución las órdenes con- f v^í^iontes, y ha ma^^chado una Diputación í ^^^'9^2^itestade personas de probidad, talento ^ y ^^2^'£nion pública, con las instrucciones opor- K tuii^^. tranquilizaos pues, y vivid ciertos que

* en o t^gequio de vuestra felicidad sacrificará to-

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246 EVOLUCIÓN

exigido, lanzó Pagóla una proclama redactada por Agrelo «Es necesario ponerse en de- « fensa para libertar esta provincia de los ene- « migos que la atacan, y que campan ya á « doce leguas de su recinto. Ordeno y man- « do á todos los habitantes que cierren sus « puertas y que concurran á tomar armas á « la Plaza grande, sin distinción de pey^sonas y « bajo pena de la vida el que no lo hiciere, « reuniéndose los Tercios argentinos en sus « puntos respectivos para armarlos y municio- « narlos según los puntos que exija el caso: « asi mismo se ordena una iluminación gene- « ral. Os prometo haceros el cargo corres- « pondiente con la pena, lo uno por ser causa « vuestra, y lo otro porque mi sangre derra- be mada y la de tanto ciudadano asi lo exigen, « y del mismo modo ordeno que todo aquel « que tenga caballo ó esclavo lo presente en « el término de 6 horas cumplidas desde la « publicación de esta mi orden.»

El Cabildo facultó secretamente á Dorrego para que tomase medidas y levantase fuerzas contra Pagóla. Antes de obrar quiso Dorre- go tentar otra vez alguna manera de reducirlo á la razón. Pero fué imposible convencerlo. Pagóla desconfiaba de todos : se desahogó en amenazas: al otro dia (dijo) se proponia echar á patadas al Cabildo, fusilar los partidarios de Pueyrredon y de Alvear, y llamar en se-

HACIA EL ORDEN ilNTERIOR 247

^ida á las armas á todo el pueblo bajo para que saquease las casas de los ricos.

Dorrego salió de allí convencido de que era indispensable atar de pies y manos á este energúmeno peligroso; recorrió los cuarteles y se situó en Barracas con unos doscientos ó mas hombres que lo siguieron. De allí pasó oficios urgentísimos al general Rodríguez y al comandante Rosas que se habian aproximado hasta las Lomas de Zamora. El Cabildo apro- bó todas sus medidas, y le envió el nombra- miento de gobernador interino, comunicándolo también directamente al general Rodríguez y al comandante Rosas para que le prestasen y obediencia. Pero no pudo evitarse que Pa- góla llegase á informarse de estas maniobras, y el 3 de Julio, dice un cronista á quien vamos á copiar «Se ha tocado la campana del Ca- « bildo y arbolado. En la tore la Bandera se- « nal de apuro del pueblo El Exmo. Cavildo « reuniendo Votos para la Elecion de Goberna- « dor nuevo y de un Comandante de armas « Sucedió al tpo de reunir los Votos y su- « fragios se presentó En Cavildo El coronel « Pagóla confuria Colérica contra El Ca\Tildo « arrebatóles los papeles, de sufragios asien- « dolos a pedazos y rojolos del Balcón a la « Plaza a Vista del Concurso. Gritando contra « el Cabildo. Espreziones suspechosas. con- « tra El pueblo etc. quedando el dicho Coro-

248 EVOLUCIÓN

« nel Pagóla mandando Espontaniaoite .

« Quedo Resentido, abochornado El Exmo. Ca-

« vildo del suceso Se corian. Vozes sise

« quitarla ono El Cabildo, quedó la cosa así.»

Como el Cabildo no habia sido socorrido á tiempo habia tenido que someterse á las iras de Pagóla, y se levantó una acta, que este gefe fir- mó también, (3) en la que se hizo constar su opo- sición á los actos que tenían por objeto nombrar un gobernador interino. Inmediatamente des- pués de estendida y firmada esta acta. Pa- góla se retiró al Fuerte amonestando antes á los Cabildantes de que los haria decapitar si volvian á intentar destituirlo; (4) y ellos luego que se quedaron solos estendieron también una protesta haciendo constar que no habían desem- peñado su deber por haberles faltado garan- tías y libertad para ello.

En esos dias habia llegado del interior el co- ronel Lamadrid; y contando Pagóla con su popularidad entre los oriundos de Tucuman y Santiago, de los que gran número podia reco- jerse en Buenos Aires, le habia dado autori- zación para que formase un escuadrón con los que pudiera llamar á su lado. Poco tardó en efecto el coronel en formar cerca de trescien-

(3) Impresa en hoja suelta en la Imprenta de Expó^ sitos.

(4) Exposición del Ayuntamiento etc. etc. fecha 11 de Julio: Imp. de Expósitos.

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 849

tos ginetes entusiastas de su fama y resuel- tos á seguirlo. Pero Lamadrid era mas ami- go de Donrego que de Pagóla; y no solo por esto, sino porque era hombre bien inclinado siempre á la causa mas templada y mas le- gal, se separó de Pagóla cuyos excesos lo in- dignaron, y se presentó al Cabildo ofrecién- dole sus servicios. El Cabildo le ordenó que marchase á Barracas y se pusiese á las ór- denes del coronel Dorrego. (5)

Reunidas todas las tropas en la Convales- cencía^ Dorrego se puso á la cabeza de una co- lumna, que no bajaba ciertamente de 2,500 hom- bres y entró por la calle del Buen Orden. Al pasar por la Plaza de Monserrat encontró un cantón guarnecido por los Cívicos del2? Tercio: los pro- clamó, y consiguió que se uniesen ásu columna: en parte porque no teniaa como hacer resis- tencia, y quizá porque gozaba también de bue- na opinión entre ellos como miembro notorio del partido popular. De allí siguió la columna basta la calle de la Victoria y entró á la Pla- za municipal seguida y apoyada por toda la juventud decente y liberal, que como hemos dicho, y como lo veremos, no abandonaba las propensiones unitarias y constitucionales que lehabia dejado el período directorial.

Pagóla entretanto se habia encerrado en el

(5) Véanse sus Memorias, páj. 208.

850 EVOLUCIÓN

Fuerte resuelto á sucumbir. La Plaza estaba otra vez repleta de ciudadanos que ya habían traído en triunfo al Alcalde Mayor Dolz y á los demás Cabildantes. Reuniéronse con ellos al instante los electores de gobernador que á cau- sa de las tropelías de Pagóla y Agrelo an- daban ocultos por diversos barrios. Lo pri- mero fué mandar que se imprimiese y se cir- culase otra proclama. Se decía en ella, que el Cabildo había cumplido con sus deberes en las circunstancias delicadas que lo rodeaban: que sus intenciones habían sido siempre sanas á pesar de las glosas siniestras que se habían hecho de sus procederes, es decir, de las su- posiciones que se habían hecho de que había estado dispuesto á entregar el pueblo á Alvear; y que á pesar de todo lo que había sufrido, y de las amenazas que se le habían hecho, el Cabildo había sido inalterable en sus princi- pios:— «No temáis, Ciudadanos : los Capitula- re res morirán en unión con vosotros antes que « permitir el descrédito y el ultraje de vues- « tros derechos. El nombramiento de Coman- « dante militar interino que acaba de hacer « en la persona del Sr. Coronel D. Manuel « Dorrego, por remoción del Coronel Pagóla, « se halla fundado en la pública desobediencia « de este, y en que es el autor de la funesta « discordia nacida entre ambas autoridades « desde que se presentó en este pueblo. Su

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 251

abierta y temeraria oposición al nombramiento

de Gobernador interino tan indispensable en

las presentes circunstancias, hizo también

necesaria esa medida; y la Junta Electoral

i « tuvo que suspender sus deliberaciones por

i « la falta de libertad en que la puso el Coro-

i < nel Pagóla; Ciudadanos! Tened confianza

« en el Ayuntamiento y en el comandante ge-

[ « neral de Armas de la capital.»

Inmediatamente se dirijió Dorrego al Fuerte. El oficial de guardia obedeció la orden que le dio de bajar el rastrillo; hizo formar la tro- pa, y apoyado por el mayor Ravelo y el Ca- pitán Otero, mandó echar armas al hombro é hizo desfilar la columna hacia el exterior. Des- pués fué en busca de Pagóla: lo encontró pa- gándose solitario y torbo sobre el murallon del Rio: le echó los brazos, le protestó que ^/•a su amigo, que tenian una misma causa ^^ la defensa de la capital contra Alvear y ^^mra Carrera y contra el partido de Pueyr- on: que por forma quedase arrestado para i ^facción del Cabildo, pero que dejaba ór- de que en llegando la noche se le dejase i^K^en libertad y ponerse en retiro por algún "^^ripo.

-^^1 4 de Julio reunió el Cabildo á los elec-

^^^^s: fué nombrado Presidente de la Junta

^^^-^'fcoral el majistrado don Manuel Antonio

tro y secretario don Manuel Obligado; y

252 EVOLUCIÓN

ya constituida en esta forma eligió al coronel Dorrego Gobernador interino de la ciudad de Buenos Aires « mientras que en oportunidad « y en consorcio con los legítimos electores « de los partidos de la campaña pueda veri- « ficarse la elección del legítimo Gobernador « Provincial. El nombramiento de V. S. es « con la condición de que V. S. ha de reco- ce nocer la supremacía de este Pueblo en la Junta « de Representantes, á cuya elección debe in- « mediatamente mandar V. S. que se proceda « según estilo, y práctica observada con las 4c mismas formalidades y objetos que revestía, « y (t que estaba destinada la última Junta « anterior disuelta fuera del órden^ por las « notorias circunstancias que la obligaron á to- « mar semejante medida, etc. etc.» La reac- ción directorial volvía como se á hacer ac- to de presencia; haciendo restaurar la Junta de la Burguesía; y debemos tenerlo en cuen- ta para comprender el carácter de los sucesos que van á producirse.

Mientras esto sucedía en la ciudad ¿qué había pasado en la campaña después del triunfo de los montoneros sobre Soler y Pagóla?

La Comisión mandada por el Cabildo al campo de don Estanislao López el 29 de Ju- nio, le hizo presente que nada era mas fácil que arreglar una transacción satisfactoria con tal que se eliminase y se pusiese fuera de acción

y^

HACIA El, ORDEN ANTERIOR 253

general Alvear y á don José Miguel Car- Lopez contestó: « Por eso no se de- de hacer, pero es indispensable también el Cabildo separe y elimine de un modo itivo á Dorrego y á Soler. Pongan en el fcierno hombres buenos y pacíficos; y yo t^aré también en el mismo sentido». Lisonjeábale al Cabildo el aspecto de la ne- ciíiacion sobre esta base. Su principal inte- era eludir las dificultades y los conflictos la guerra. Pero, como los propósitos anun- cios no habian tomado todavia un carácter armiñado, no podia aventurarse á trasmitir al blo las ofertas meramente preparatorias que raia la Comisión, y que le hacían esperar resolución feliz. La única política eficaz pues la de ganar tiempo, y empujar mien- tanto las cosas en ese sentido, staba el Cabildo tratando de desenvolver política de términos medios que compla- al genio do la institución y al carácter y icion de los hombres que la componian, ndo Pagóla vino á entrometer su torpe y ada mano, entre estos finos estambres de intriga política. El Cabildo no desmayó; «iíreyendo por el contrario, que á posar de gola podría continuar sa negociación con pez, le pasó un oficio el dia 2 « Desde ^ne este Cabildo se propuso allanar todos '^s estorbos que se opusieron á la tranqui-

i

254 EVOLUCIÓN

« lidad pública, y envió cerca de V. S. una d¡- « putacion que le manifestase la sinceridad de « sus sentimientos, no se ha desmentido su « conducta. Luego que recibió con la mayor « satisfacción las esplicaciones que le hicieron « sus Diputados de las intenciones de V. S. « empezó á dictar providencias instantáneas 4c para realizar lo convenido, y muy principal- « mente el nombramiento de Electores.» Limi- tándose en seguida á hacer una alusión rápida é indirecta al atentado de Pagóla, se mostraba deferente con López y le daba cuenta que « para instruirle de todo le habia enviado por « 2* vez otra Comisión de respetables ciudadanos; « pero que estos habian sido detenidos por mas « de doce horas en su vanguardia, y que vién- « dose repulsados de seguir hasta su perso- « na, habian preferido regresar dejando allí « las comunicaciones de que eran portadores: « actualmente hay aquí noticias de que las « tropas de V. S. se acercan al Miserere « (hoy Once Sbre.) Esto seria quebrantar uno de « los artículos acordados, por el que V. S. no « debia pasar de los Santos Lugares. En ta- « les circunstancias, el Cabildo no puede res- 4c ponder de los resultados^ y se halla en la « necesidad de hacer á V. S. responsable de <c ellos bajo la mas seria y formal protesta, « con tanto mayor motivo cuanto que la apro- « ximacion de esas fuerzas á cuya cabeza fi-

HACIA EL ORDEN ANTERIOR

255

uran Alvear y José Miguel Carrera han ausado en este pueblo una indignación ge- "ieral, han hecho desconfiar de la buena e V. S. y fortalecido á los ciudadanos en idea de resistir con toda su energia y me- cí ios.»

F^ero las circunstancias se habian complica- do de tal manera que ni el Ca- 1820 bildo, ni López, tenian libertad de J^ulio !• acción para formular y llevar á cabo un pacto reconciliatorio, en acixaellos momentos. Las cosas no estaban aun en sazón. El general Alvear habia complica- do los sucesos de un modo funesto. Proce- diendo con aquella violenta rapide:^ que á la ^Gz que era una eminente calidad de sus ta- lentos militares, descomponia su carácter y pt^eci pitaba sus juicios en los asuntos políticos, habia seguido el mal ejemplo de Soler y se habia hecho nombrar en la Villa de Lujan go- ^^rnador y capitán general de la Provincia de Buenos Aires, sin que López hubiera podido saberlo á tiempo para impedirlo. Apenas con- seguido el triunfo del 28 de Junio sobre Soler, Alvear y Carrera se lanzaron sobre la Villa del Lujan y se apoderaron del precioso bata- llan de negros que mandaba don Celestino Vi- "^'> y que Soler habia dejado en esa Villa como punto de reunión. Estos trescientos infantes, con las cinco piezas de artilleria que

256

EVOLUCIÓN

tenian, y con los otros piquetes que componiair^ la guarnición, formaban una coluntina de tante importancia, que reunida á los grupos qu seguían al general Alvear y á Carrera, no bajab de 600 á 800 hombres. La pérdida del batallón de cazadores era un contraste bastante serio para la c^ausa de la ciudad, no solo porque la privaba de la única fuerza realmente veterana con que podia contar, sino por que le daba al enemigo un cuerpo de infantería, precioso en aquellos momentos, con el que era difícil com- petir en los encuentros que pudieran sobre- venir.

Anhelando sacar ventajas de estos favora- bles incidentes, ocupó Alvear todo el dia 29 en reunir sin pérdida de instantes, una Junta Electoral. Numerosas comisiones de vecinos que se prestaron á servirlo, y también partidas militares, salieron á recoger en los pueblos de la costa, desde San Isidro á Zarate, y por las otras inmediaciones de Areco, Baradero, y demás puntos á su alcance, los vecinos mas conocidos que hallasen en cada uno de ellos, aceptasen ó no el cargo de electores á que se les destinaba. A las 24 horas, es decir, á mi- tad del dia 30 de Junio hallábanse ya reunidos en el Lujan bastantes vecinos como para com- poner una Junta Electoral aparentemente nu- merosa y libre. Reunidos en uno con toda urgencia, constituyeron la mesa nombrando á

wS(

HACIA EL ORDEN ANTERIOR S57

^on Lino Chavarria, presidente,^ y secretarios

^1 presbítero don Cayetano Escola y á don

Juan de Dios Carranza. Al dia siguiente (1<>

<ie Julio) procedieron á nombrar gobernador

^ Capitán general de la Provincia de Buenos

^ires; y «Convencidos (dijeron en el acta de

la Sesión) de que es un interés público y la

voluntad general, que exista una cabeza á la

•• frente de los negocios que mereciendo la

•« confianza y la opinión pública, reúna á mas

« el crédito posible por su valor, firmeza y

< pericia militar, acordaron que D. Carlos Ma-

« ria Alvear fuese esa cabeza como Goberna-

« dor y Capitán General, de la Provincia, fó-

« vantándole (esto es curiosísimo ! ) la inicua^

« injusta é ilegal proscripción del 28 de Mar-

zo. »

Mientras esto se hacia en el Lujan bajo la dirección y enjuagues del coronel don Grego- rio Perdriel y de don Pedro Cavia, encarga- dos de ejecutar los detalles menores del plan, Alvear salió del Lujan á la cabeza de su co-

«

lumna el 30 de Junio por la noche en direc- ción á Morón y San José de Flores para po- nerse al habla con los partidarios que creia te- ner en la ciudad, sin bastante juicio para en- tender que su intimidad y connivencias con don José Miguel Carrera lo habian perdido para siempre en el concepto político de la burgue- sía porteña.

TOMO VIII 17

258 EVOLUCIÓN

El 2 de Juüo, investido ya con el aparatóse^ título de gobernador y capitán ge- 1820 neral, se adelantó con Carrera (su Julio 2 genio fatal) hasta lo que se llama hoy Almagro; y fué allí donde se encontró y detuvo, como ya vimos, á los Co- misionados que el Cabildo (pág. 254) manda- ba por 2* vez acerca de don Estanislao López. Informado de los objetos con que solicitaban pa- sar, les hizo presente Alvear que era muy estra- ño que el Cabildo tratase de prescindir de su per- sona, sabiendo ya que él era el gobernador de la Provincia; y que se empeñase en entenderse con el general López, su aliado, que como gober- nador de Santa Fé, nada tenia que ver en los negocios internos de la Provincia de Buenos Aires «Me dicen, señores comisionados, que allá en la ciudad hay energúmenos que pro- testan sucumbir antes que reconocer mi auto- ridad : eh?» El doctor Castro (D. Maní. Ant.) contestó con calma: Esa parece ser la volun- tad del pueblo, señor General. Del pueblo ! de cuatro picaros á quienes hice mal en no ahorcar en 1815, y que he de ahorcar ahora para librar al pais de los infinitos males que le han de hacer todavía. Digan Vds. á esos obce- cados que ahora ya no hay escape : que por mas que hagan se han de acoger á mi clemencia, por que no tienen como resistir las fuerzas que mando : que si se figuran que soy algún mu-

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 359

ñeco, para que un animal como Pagóla y un

loco [de como Dorrego, puedan privarme de

los frutos de la victoria y quitarme la posesión que tengo de toda la campaña y de todos los de- mas recursos. ¡Seria de verse! Y por este estilo di6 suelta á las viejas y profundas ofensas de su ánimo. Con tono firme pero moderado, el doctor Castro le contestó. No es mi ánimo, señor Gene- ral, asegurarle á V. E. que todo eso no sucede- rá; pero no dude V. E. que el pueblo está resuelto á resistir hasta el último trance. Mientras no vean nada de serio, le observó Carrera con ironia Todo lo qwe vemos es bas- tante serio No: no han visto todavía dar un asalto y tocar á degüello ! Es verdad, pero se sabe que ustedes están dispuestos á intentarlo. Vuélvanse ustedes á la ciudad, les dijo Alvear; el General López no se entromete en las cosas de la Provincia; yo soy el Gobernador y digan ustedes á esos hombres que conmigo es con quien tienen que tratar y arreglar todo este ne- gocio— Hemos mandado aviso al señor go- bernador de Santa-fé; y estamos dispuestos á esperar su respuesta un tiempo prudente para desempeñar nuestra Comisión. Está bien, al menos llevarán ustedes la nota que voy á diri- jir al Cabildo Muy bien, señor General ; y se separaron.

La nota de Alvear nótenla nada de caracterís- tico : palabras encomiásticas al pueblo : deseos

'¿i]() i:\ í)u (ION

de que saliera de los errores en que se hallaba acerca de su persona : promesas de felicidad fu- tura que produciría su gobierno ; y protestas de que solo por someterse á la fuerza de los aconte- cimientos aceptaba interinamente el mando. El Cabildo le contestó inmediatamente objetándole la ilegitimidad de su elección, y diciéndole que sin traicionar los derechos del Pueblo (cosa que jamás haria) nunca la podría aceptar como váli- da— «El pueblo detesta su persona. No se alu- « cine V. creyendo que estos sentimientos son « de un partido ó facción. Son los del Pueblo « todo entero comunicados por el órgano de su 4c Cabildo, etc. etc.»

Entretanto, el lenguage de López era muy di- verso. Al cargo que le habia hecho el Cabildo por haber adelantado fuerzas á Miserere, cuan- do estaba convenido que no pasarían de los San- ios jf/?<¿'ííre^, y cuando no se le habia faltado á ninguno de los preliminares asentados entre él y la primera comisión del dia 29, ni se le había dadomotivo para repelerá la segunda comisión, contestó inmediatamente que habia tenido un verdadero sentimiento al saber que la segunda diputación del Cabildo hubiera regresado antes de que él hubiese sabido que lo buscaban, quitán- dole la satisfacción que habría tenido en re- c¿6iWa :—« Ciertamente (agregaba) que V. E. « 710 ha desmoitido en su conducta ninguna de « las protestas que se dignó hacerme por medio

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 261

de la Diputación; y la Proclama que V. E. acaba de publicar es un documento que acre- dita la sanidad de sus intenciones ; pero, señor Exmo., si la fuerza armada está á las órdenes de UNO de los Gefes que con mas bárbaro enco- no puso á precio nuestras cabezas en la orden deldia27; si se aumentan las medidas de defen- sa ; si se recogen al pueblo y se reúnen las mi- licias de caballeria, nosotros no podemos man- tenernos inmóviles; pero esto no dismi- nuye el vivo deseo que me anima de alcanzar una paz honrosa cuyos resultados sean la di- cha presente délas Provincias Unidas Si

V. E. quiere algún tiempo mas para verificar lo acordado, sírvase V. E. llenar exactamente cuanto se me prometió, sin que sirvan de pre- texto las distintas circunstancias en que me dice hallarse ; por que si V. E. carece de fuer- zas para hacer respetar su autoridad, las ar- mas federales irán inmediatamente en su au- xilio.»

En ese tiempo existia una profunda enemistad Mitre Lopezy Dorrego. El primero le hacia car- os al segundo de que cuando habia invadido á anta en 1816 como 29 comandante del ejér- ito mandado por Diaz-Velez, habia cometido ^^cesos y castigos de todo género contra el ve- indario y contra los prisioneros. Dorrego se vindicado en papeles públicos haciendo otar que esas calumnias eran procedentes solo

262 EVOLUCIÓN

del orgullo despechado de López, por no haber podido contener sus marchas, ni las persecusio- nes que habia hecho de sus montoneras ; y que tan lejos de haber cometido violencias habia sido siempre soUcito en proteger las familias y los in- tereses de las personas mismas que andaban en esas montoneras. Es probable que de una y otra parte hubiera alguna verdad, sin culpa volunta- ria en esas desgracias de la guerra ; pero el he- cho es que Dorrego era mirado por los federa- les de Santa como el mas terrible de sus ene- migos ; al paso que él miraba á López como el mas perjudicial y pérfido de los caudillos fede- rales.

Nos hemos detenido en narrar estos inciden- tes con alguna insistencia, por que espHcan gran parte de las complicaciones políticas y per- sonales que alteraron la composición anterior de los partidos, sacando á luz el nuevo partido UNITARIO como una incubación genuina de la vieja tradición directorial. No es menos digno de atención ver á Dorrego, á Balcarce, á Rosas sirviendo poderosamente á esa evolución, mien- tras que Alvear y muchos de los hombres de su partido figuraban en opuesto sentido: lo que prueba, como antes hemos dicho, que los que como el general Paz y el señor Dominguez han pretendido encontrar la índole y el origen de nuestros partidos ulteriores unitario y federal en los tiempos anteriores á 1820, están tan en-

HACIA EL ORDEN ANTERIOR S63

nados que si quisieran bajar á ia prueba, con

hechos y con los hombres, no encontrarían

^amo salir de la mas oscura confusión. Pero

se verá pronto como se despejan y se ex-

<3an los problemas que contiene ese movi-

^nto de intereses y de posiciones relativas de nacieron esos partidos. a coincidencia de los intereses de López con de Alvear y de Carrera, era mas aparente y

nsitoria que real. En el momento actual era simple consecuencia del influjo quehabia

«•cido Ramírez, y de la situación indecisa, o abierta y poco personal en que el caudillo de

xita tenia que mantenerse mientras no se ^^<^idiese la lucha del Jefe Supremo Entrerriano

^^^ *^tra Artigas ; y mientras que la situación in- ^^^■^*ia de Buenos Aires no le ofreciese un punto ^ apoyo en donde salvar su autonomía pro-

por medio de una alianza interprovincial.

^temporizaba, pero se preparaba habilísima-

nte á sacar buen partido del porvenir, sepa-

^^dose del movimiento divergente de los dos

^^ V^dillos litorales, para incorporarse al sistema

^*>vencional y pacítíco que predominaba en las

a:*as y propósitos de los gobernadores medi-

^^neos, cuya principal entidad era Bustos en

^^^doba, y Güemes, que forzado por los suce-

habia tenido que ponerse en la misma si-

cion, sin renunciar al deseo de contribuir á la

Tganizacion nacional, como lo vamos á ver.

864 EVOLUCIÓN

López buscaba pues ( y en esto consiste su esca- so mérito relativo) una confederación de gober- nadores provinciales, es decir un orden políti- co sin concentración de poderes constituciona- les, y sin mas base que la alianza federativa de las autonomias supremas, por medio de pac- tos gubernativos, en lo referente solo á los inte- reses recíprocos y ala representación externa de la nacionalidad argentina, tomada como un con- junto teórico sin organismo legal ni activo. Tal como él y Bustos concebian la forma es- traña de este todo, la república argentina debe- ría ser una Nación sin resortes internos ni vínculos A dministrativos.

Pero, como lo hemos indicado, los sucesos del momento no daban lugar á iniciar ni pactar esta singular concepción de gobierno. La actitud tomada por Alvear y Carrera en la elección de la Villa del Lujan, la decisión del pueblo de Bue- nos Aires contra esos dos hombres, la suprema^ cia de Pagóla en los dias de sus tropelías, la de Dorrego inmediatamente después, hacian de todo punto imposible que el Cabildo tuviera libertad de acción para sobreponerse á estas dificultades y transigir con López ; al mismo tiempo que Ló- pez no podia tampoco saltar por encima de todo, y hallar medios de componérselas con el pueblo que lo detestaba como montonero y federal, ni con el partido que encabezaba la resistencia contra su influjo. El pueblo y sus jefes querían

HACIA EL ORDEN ANTERIOR

265

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expulsar de la provincia á los montoneros ; que- rian la guerra ; y la verdad es que la hicieron con éxito y con un acierto admirable.

Como militar y como hombre político, Dorrego tenia una inteligencia demasiado audaz y am- plia para limitar sus miras á la simple defensa de la plaza. Él se proponia realizar un conjunto de operaciones, que diese por resultado envolver ^1 enemigo, y aniquilarlo en los arrabales mis- inos de la capital, para apoderarse de sus gefes y i*esolver en una semana esta interminable lu- s contra las invasiones de los montoneros, ^ en aquel tiempo eran mas ruinosas é in- ^ortables para la provincia de Buenos Aires, ^ las invasiones de los indios; porquetraian pánico y la devastación hasta los huertos que *iian de víveres frescos á la ciudad.

on una lealtad política que prueba el esplri- generoso y despreocupado con que servia á la vincia, Dorrego nombró comandante general las milicias de la campaña del sur al gene- don Martin Rodríguez, que era un miembro rio del antiguo y del nuevo partido oligár- <o que se reorganizaba en la ciudad con el ^^^^bre de^ partido de los principios 6 partido ^Gral, antes de llamarse como se llamó des-

PARTIDO UNITARIO.

"Xambien mostró Dorrego su deseo de incor- porarse á los restos vivaces que aún quedaban 4^ ese axitlguo partido directorial, no solo con

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este acto, sino encargando del mismo modo al general Rondeau, Director Supremo tres meses antes, el mando de todo el litoral del Paraná ; con el encargo especial de movilizar las milicias y de operar sobre la izquierda de los montoneros santafecinos, al mismo tiempo que Rodríguez y Rosas operarian sobre la derecha, y que él mis- mo como gobernador haria punta sobre el cen- tro con las fuerzas de la ciudad.

Ayudado con el poderoso influjo de Rosas en la campaña del sur, el general don 1820 Martin Rodríguez había reunido Julio 7 una numerosa división de hombres decididos, á la que Dorrego hizo incorporar el escuadrón de Dragones que co- mandaba el coronel Lamadrid, para darle una decisiva superioridad sobre la derecha de los montoneros. Esta división se situó el 6 de Junio á 6 leguas de la ciudad. No tardó Alvear en apercibirse del peligro; ya fuese que la división mantuviese su posición sobre su flanco, ya que prefiriese incorporarse á la guarnición de la pla- za ; y con la rapidez del ojo militar que lo distin- guía, concentró en Aíoro/i todas sus avanzadas; y el día 7 por la noche se puso en rápida marcha para sorprenderla. Pero Dorrego que había previsto el movimiento, y que se preparaba á sacar gran provecho á su vez, le dio aviso á Rodríguez que tomase la costa de Quilines y se corriese hasta Barracas dejando fogones

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 267

y partidas sueltas que favoreciesen ia ilusión de Alvear ; y poniéndose á la cabeza de una división de 400 hombres á la que incorporó inmediata- mente la fuerza de Lamadrid, marchó sobre Afo- ron llevando á este gefe á la vanguardia.

En la madrugada siguiente sorprendieron en esa villa el disputado batallón de Cazadores ne- gros que al mando del coronel Vidal habia to- mado Alvear en el Lujan. Los oficiales y los soldados se pronunciaron en el acto en favor de sus libertadores ; « y á la media tarde entraron « á la ciudad festejados por las salvas de artille- Éf ria y en medio de las aclamaciones y vivas de « un pueblo entero que les formó la carrera por « la calle de su entrada, acompañados de todos « los gefes de la guarnición, y de los cuerpos * cívicos armados, que en una columna respe- « table salieron á recibirlos en los Corrales de « Miserere. (6)

Mientras recibían este golpe mortal, el gene- ral Alvear y Carrera buscaban á Rodríguez y á Lamadrid por el partido de Cañuelas, y per- seguían las milicias de don Hilarión Castro cre- yendo que era la división de los primeros. (7)

El general Rondeau habia levantado también fuerzas en la campaña del Norte ; y sus subal- ternos Vega y Vilela batian las partidas santafe-

(^) Boletín núm. 4, 9 de Julio de 1820. «v Boletín citado.

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sinas tomándoles muchos prisioneros : cayeron entre ellos algunos de importancia relativa como el caudillejo Zapata, el comandante Palomeque, oriental artiguista, y muchos otros.

Privados del batallón de Cazadores, Alvear y Carrera quedaban reducidos á fuerzas colecti- cias, que la deserción hacia mermar continua- mente al influjo de la mala perspectiva que ofre- cian sus negocios, y de la imposibilidad material en que se hallaban de dominar la resistencia de la ciudad. Conoció López también que su po- sición se hacia muy peligrosa, y comenzó á pre- parar su retirada. Dorrego apreciaba con exac- titud las ventajas que habia obtenido, y se propu- so conservarlas poniéndose en aptitud de per- seguirá los montoneros hasta Santa si fuer^ necesario para escarmentarlos de una vez po todas. Deseoso de que lo apoyase la opinioi^ pública de la capital lanzó una proclama. Invo- caba en ella los injustos y enormes perjuicios^ que los malvados invasores habian hecho á una^ provincia hermana, como la de Buenos Aires que siempre se habia sao'ificado por la causa nacional, y que nunca habia tenido otros deseos que los de confraternizar con las demás provin- cias. Tomando el nombre del pueblo porteño y el de su Cabildo les pedia á los ciudadanos que no fuesen sordos «al clamor de la naturaleza» ni al imperio del deber : y que se resolyiesen á ex- tinguir el fuego de la fatal discordia que devoraba

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 269

á los hijos de una misma tierra para convertir en días de prosperidad los que eran dias aciagos pa- ra todos « Recordad (les decia) que estas desa- « venencias intestinas nos hacen la Befa y el Es- « cárnto insultante délas Naciones que nos es- < tan observando. Yo estoy facultado para

« echar un velo sobre todo lo anterior Nues-

« tras tropas ya están al frente de vosotros ; ellas « os recibirán generosas con el ósculo de paz.

< No demoréis, por que nuestros escuadrones

< solo esperan la señal de marcha . . . . » (8) Tanto cuanto habia exaltado el entusiasmo y la

energia de la ciudad, lareadquisicion del batallón de Cazadores abatió completamente la confianza íe los invasores. Los ruinosos efectos que esta Perdida produjo entre los parciales del general A^liear, pueden juzgarse por las cartas de fecha lo de Julio que se le tomaron al coronel don Gre- gorio Perdriel, comandante militar del Lujan :

* Siguen corriendo aquí una porción de embustes.

* La fuerza que corrió ayer en Morón vino tan ^ asustada, que aunque la reuní en este punto,

* se desertó anoche la mayor parte; y el resto lo

* he mandado escoltando la artilleria que tenia- « mos y que dirigido á San Antonio de

< A7*eco.^

La resolución de retirarse á Santa era pues evidente, y la invasión se podia considerar vencida

(8) Proc. del 4 de Julio de 1820.

270 EVOLUCIÓN

por el esfuerzo popular que la ciudad y los cívicos liabian ejecutado bajo la dirección de Dorrego. Era él quien habia contenido y dominado á Pa- góla : quien habia reunido y organizado las 7ni7t- cias y los Tercios: quien habia recuperado y re- montado en seis dias los batallones veteranos: quien habia vuelto á formar el escuadrón de Dra- gones: quien habia conciliado los partidos y las disidencias políticas y personales para dar uni- dad de acción á la defensa. Habia pues salvado al pueblo de Buenos Aires ; y pronta tenia ya una fuerte división con que acometer y perseguir al amenazante enemigo quehabia triunfado de Soler diez dias antes en la Cañada de la Cruz. Sola- mente después de Cancha-Rayada, se habia visto una rehabilitación tan rápida como esta de os grandes intereses de la libertad y déla patria. Y todo esto, como lo vamos á ver, habia sido he- cho en beneficio directo del partido liberal que gracias á eso pudo resurgir vigoroso, poco des- pués, con el nombre de partido unitario/. . ,. Cuan misteriosos, y terribles á veces, son los destinos de los hombres!

Frustrados y sin éxito los propósitos con que Alvear y Carrera habían emprendido su correría por San Vicente y la Magdalena, fué preciso replegar á Morón todas las fuerzas federales; y al dia siguiente continuaron en retirada has- ta el Lujan.

El 10 de Julio renunciaban ya los invasores á

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 271

todos los resultados que se habian propuesto sacar de su espléndida victoria del 28 de Junio. Los mas chasqueados y desairados, eran Alvear y Carrera ; sus esperanzas quedaban para siem- pre perdidas. López no tanto : por que tenia otros propósitos. Resuelto á desocupar el ter- ritorio de Buenos Aires, se proponía esperarla elección del nuevo gobernador para promover tratados que conviniesen á las dos partes ; y en efecto, dada la situación general de la Repúbli- ca, no habia entre Buenos Aires y él ninguna incompatibilidad que pudiese ser estorbo para que cada uno de los dos gobiernos viviese délo ^uyo y en comunidad de intereses externos: que era entonces lo capital para ambos. En el fondo JDorrego y el Cabildo entendian del mismo modo ^•as conveniencias respectivas del momento. Pe- ^o, afectados por el orgullo porteño, que se le- ^^ntaba con nueva arrogancia al favor de los ^^ontecimientos recientes, exigian categórica- '^ ^ nte condiciones, que por el momento, era difícil ^'^o López les pudiese acordar, pues debían pare- ^^í^le humillantes, por mas dispuesto que ya es- txi V i ese á arrojar de su lado á Carrera y al gene- ^^1 Alvear. El 13 de Julio autorizado por el Ca- ^^^^o, envió Dorrego al campamento en retira- ^fl- cJe López, una Comisión Negociadora com- puesta de los abogados Castro y Cossio ; para proponerle: Desalojo íntegro del territorio de la Provincia con promesa de no volver á en-

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trar en él jamás : 29 Entrega y devolución de todos los prisioneros, arnnas y pertrechos toma- dos el 28 de Junio en la acción de la Cañada de la Cruz: Devolución de la artilleria tomada en el Lujan el 29: 49 Reunión del Congreso DE LAS Provincias Unidas del Rio de la Plata, en la ciudad que la mayoría de ellas determinara: 5? Expulsión de don Carlos Alvear, y de José Miguel Carrera sin que López y Santa Fe se mezclasen directa ó indirectamente en las pre- tensiones de esos dos individuos.

Estas eran las bases de la negociación que Dorrego ponia en conocimiento del pueblo en el Boletín núm. 9 del 14 de Julio ; y agregaba « Si no acceden á estas razonables proposicio- « nes tendremos la gloria de ir á su territorio á « obligarles á que entren por las condiciones que « en tal caso correspondan. En medio de la « borrasca que se ha sufrido, los que han vivido « bajo los auspicios del Gobierno no pueden 4c quejarse de que no han estado al amparo de « las Leyes. La imprenta ha seguido en la li- « bertad que tenia ; y los que han querido hacer « uso de ella la han encontrado pronta y sin el « menor estorbo.»

El Cabildo, á su vez, tomaba represalias de la jactanciosa arrogancia que Alvear y Carrera ha- bian propalado en sus papeles después del 28 de Junio ; y proclamaba al Pueblo con estas pala- bras:— «El Ejército Federal á quien nada im-

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 373

ponía en el curso de sits victorias va en reti- rada llevando en su frente oprobio é ignomi- nia, y dejando tras de sus huellas desolación y espanto.» Dominado y vencido por la ener- gía y por el entusiasmo del Pueblo de Buenos Aires, ha conocido que este pueblo es invencible, que no acepta la persona de Alvear, y que no ha de consentir jamás que un José Miguel Carrera tenga ocasión de formar tropas en Buenos Ai- res para ir á sostener sus pretensiones persona- les y sus venganzas allá en Chile : « Un vergon- zoso retroceso es el único partido que les ofre- ce su desesperación. Nuestras tropas van en su seguimiento : la guerra mas activa está dis- puesta sobre ellos, y serán perseguidos hasta expulsarlos de la Provincia.»

Triunfante el Cabildo, y libre ya la ciudad de todo temor, fueron licenciados los Cívicos y mili- cianos que la habian guarnecido en los dias de an- terior tribulación. Al darles las gracias, el dia 14, Dorrego lesdecia : « Marcho á la cabeza de una División respetable que se está organizando en esta capital, y que escarmentará á los invasores.» Otra división á las órdenes del general Rodrí- guez, de Lamadrid y de Rosas, cruzaba el 16 por el lado sur de Morón hacia el Oeste ; y las fuerzas del Norte á las órdenes del comandante don Ju- lián Vega marchaban también convergiendo to- das á concentrarse sobre la retaguardia del ene- migo:—«Las fuerzas de esta ciudad que van á TOMO vni 18

274 EVOLUCIÓN

salir á campaña, decia el Boletín de la misms fecha, fueron hoy revistadas por sus respecti- vos gefes ; y las espresiones mas vivas no po- drían espresar el entusiasmo con que se presen taron : Buenos Aires, este pueblo inmortal, va á presentar á sus enemigos un convencimien- to de lo que ha podido hacer en otras ocasio- nes, pues solo su moderación y sufrimientc habia interrumpido el curso de sus victorias.» En una circular de fecha 17 dirigida á las demaa Provincias, decia Dorrego: «En cumplimiea to de los mas sagrados deberes de mi cargo me creo en la obligación de invitar á los go- biernos de las Provincias, y aún de conjurarlos á nombre de la Patria, para que con el influjc de su autoridad promuevan la pronta y libre elección de los Representantes para el Con- greso General que ha de hacer la suerte del país, pues que mientras nos hallemos sin um centro de unión, presentaremos un cuadro- melancólico, y la Patria estará á una línea de* distancia de un trastorno cualquiera que ven- drá á inutilizar para siempre las sanas inten- ciones do los que aman verdaderamente la libertad y el orden.»

El caudillo de los Federales recibia entre- tanto con suma distinción á los comisionados Castro y Cóssio ; y decia que consecuente con sus patrióticas intenciones, y á pesar de los suce- sos, les reiteraba sus deseos de hacer una paz

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 275

'lv_iOí tranquilizase para siempre á las dos provin- cia.^ de Buenos Aires y Santa Fé. Inculcando en ^1 mismo sentido contestó al Cabildo con una ^^>t«i notablemente lacónica, pero significativa ^^TXibien, por lo estudiado de sus términos, para que no se entendiese que tenia grandes compro- 'f^isos políticos con Alvear ó con Carrera ** Creo haber manifestado con franqueza á los señores Comisionados mis seotimientos en favor de esta desgraciada Provincia, sin faltar ^ nnis deberes y sin abandoyiav la causa de los J^^^^blos que llamaron en su auocilio al Ejér- de mi mando. Exíjase de toda clase sacrificios por el bien de la Nación ; y acr<?- ^ré que nada amo tanto como su felicidad ^manente. »

a

^r^

in embargo de que las reticencias calculadas ^sta comunicación ofrecian ancho campo á negociado pacífico, los ánimos estaban de- siado exaltados en Buenos Aires por el éxito *í^dela defensa, para cambiar de dirección. '^ fregó mismo estaba demasiado interesado en ^consumación del triunfo; y en llevar la guerra ^ntaF^, para que pudiera prestarse ¿consejos _ ^ s modestos ó mas conciliatorios. Las cosas ^'^ieron pues el empuje fatal que traian ; y Bue- *^ Aires movió sus fuerzas animada con la es-

^^nza de revindicar en Santa Fé, y en Entre- ^, la supremacía y los respetos de capital tra-

276 EVOLUCIÓN

dicional, que habia estado a punto depender en Cepeda y en la Cañada de la Cruz.

Con la mira pues de justificar su derecho á invadir á su vez el territorio de los enemigos que le habian traído la guerra hasta los suburbios de la misma capital, el Cabildo y el gobernador publicaron dos manifiestos en forma de circular á las demás provincias «El gobernador López, (decía Dorrego en el suyo) sin la menor pre- meditación, aún de sus propios intereses, se ha dejado conducir miserablemente por su- gestiones del Criminal José Miguel Carrera y del proscripto Carlos Alvear : ha reunido las hordas vandálicas de su territorio y arrojándo- se al nuestro con sus dos socnos antropC^Ta- gos:(!) ni los ruegos de los inocentes, ni Aas lágrimas de las esposas, ni las ruinas que \)or todas partes multiplica la cuadrilla de lacílv^^' nes y de asesinos que comandan, les det^'iene en el bárbaro empeño de destruirlo todo.»

«El pueblo de Buenos Aires se ha colmacl <^d^ gloria y honor (decia la Gaceta del 19 d^ J"" lio). Mas de diez mil ciudadanos han pef^^^- necido armados y municionados por 17 días

sin el menor desorden Es necesario ^í^e

Carrera se olvide de Buenos Aires para ú^^- pre: que Alvear abandone el funesto embono de gobernar en este pueblo; y que López en- tienda que los Porteños vuelven á acordarse

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 277

de lo que son : que han recobrado su impor- tancia; y que el rango de Buenos Aires, sus luces, su población, sus recursos inmensos, todo, todo, se empeñará para confundirlo en sus deseos con el derecho que le asiste para castigarlo y vengar los agravios que con osada planta ha inferido á los dignos hijos de esta Provincia.»

El Cabildo hacia valer también sus agravios : entre los cuales el mas intolerable, era á sus ojos la pretensión que los federales habian tenido de imponerle a) pueblo por gobernador á don Car- los de Alvear «como si fuese un don el mas < apreciable, que se presenta en señal de pro- « teccion, sin desprenderse aquel de su asocia- « do Carrera, que debia también entrará /a par- « te de estos aprovechamientos. > Pero después de desahogarse en este sentido, volvia el Cabil- do sobre sus enojos, abundando en inspiracio- nes pacíficas y generosas «por que solo por la concordia, decia. podian hacerse cesar los es- cándalos que las Provincias Unidas estaban dando, con satisfacción de la envidia de las de- mas naciones; y sin otro fruto efectivo que el de arruinar las fuentes de la propia prosperidad.» Por exelentes que fuesen estos consejos, el par- tido de la burguesia estaba demasiado infatua- do con sus nuevas fortunas para dar oído á los ecos de esta política sentimental ; el 18 de Julio á las 3 de la tarde Dorrego se movió de la ca-

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pital con la división que debia forniar la ba del ejército de operaciones.

Después de algunos pequeños incidentes q no tienen interés histórico ni mérito pintores las fuerzas de los montoneros se pusieron ^3n plena retirada hacia el Arroyo del mediOj segi-Ji.i- das muy de cerca por las fuerzas porten cuyas diversas divisiones se incorporaron el de Julio con el cuerpo principal. (9)

Entre sus diversas operaciones de det He, Dorrego hizo ejecutar una que tenia fin generoso y que alcanzó un éxito completo ; fué la de mandar por retaguardia del eneír^-^'' go al sargento mayor Obando, santafesir'^^ emigrado, para que cayese de improviso s^^^" bre el Pergamino, donde se hallaban presc:^'^ todos los gefes y oficiales que los federal habían tomado prisioneros en la acción de Cañada de la Cruz, Obando ejecutó sus ma

(9) Como dato curioso, aunque incidental, harerac^^^^-^ notar que figuraban en el ejército porteño don Juan Mi nuel Rosas como comandante de milicias y el Capitán Artilleria don Manuel Oribe, de quien encontramos, pi blicadaen el Bolotin del 26 de Julio, la siguiente cart dirigida á un empleado del Despacho de Guerra «^ « amigo, el tiempo es muy corto y el papel escaso, ya qu « V. ansia por noticias ahí va la primera: hemos dormi u do á una legua del enemigo ; pero á media noche des « campó sin que se sepa su dirección» Este oficial Orib^^""^ (decia el Boletin), según nos dicen, está en la vanguardií así es que parece que el enemigo ha eludido el encuenti

HACIA EL ORDEN ANTEIUOR 279

con un completo acierto ; fueron resca- t£i.c3os desde el general French hasta el último siat><siíterno; y Dorrego tuvo la satisfacción de verlos incorporarse á su ejército el 29 de Ju- lio • Fué tan grande el despecho que este in- cidonte causó en el ánimo de López, (enemigo mortal de Obando) que hizo fusilar en el acto al laayorBernal, bajo cuya custodia estaban esos prtsioneros. (10) Obando se adelantó hasta el Salto; y levantando y armando todas aquellas mi- licias ala espalda délos Montoneros, obligó á los san tafecinos á meterse de priesa en su provincia. Pei*o Carrera y la división de Alvear, prefirieron encofrarse en San Nicolás de los Arroyos. ^^ el Salto se reunió á Obando el Coman- ^^nte don Francisco UUoa, gefe local de bas^ ^'^to importancia, y le entregó cartas que ha- bía, recibido, en las que por primera vez se ^í^evientra en nuestras luchas el perverso pen- ^^^^^iento (que Carrera realizó algunos meses

^^pmes) de incitar á los indios á que viniesen ^ ^omar parte en e! saqueo y en la guerra civil.

^^^ este motivo Dorrego le escribía al Gober- ^^^or Delegado general don Marcos Balcarce: *^^r la inclusa verá V. S. que en el despecho

^*^) Los principales de estos prisioneros eran el Gene- l^rench, Coroneles Monteslarrea y Salvigni; Ma- . **^^ Marino, Víanqui, Ramírez y treinta y tantos ofi- ^^^ de capitanes á sub-tenientes.

280 EVOLUCIÓN

en que se hallan le ordenaban á Ulloa que viese los indios.» (11)

El feliz suceso del Pergamino y el pror ciamiento de todas las milicias del Salto ' Arrecifes pusieron á López en grandes cu dos. Renunciando entonces á toda pretem de mantenerse en una situación tan ambl como arriesgada, resolvió desocupar la vincia de Buenos Aires y replegarse á Pa con la mira de reunir nuevamente las fue de Santafé y defender su territorio de la ii sion con que Dorrego le amenazaba yj cerca.

Pero el abandono de la provincia de Bu< Aires contrariaba las miras y los intereses caros de Alvear y de Carrera. Para ellos evidente que López contramarchaba resue contentarse con defender á Santafé, abandoi dolos á ellos á su mala suerte, y aún á crificarlos si hallaba la ocasión de tran; con Buenos Aires. Entretanto, Ramirez n< taba en las mismas ideas. Por el conti era de esperar que si triunfaba definitivam de Artigas volverla con mayor prestigio, y

(11) La carta dice :— «Amigo Ulloa, es preciso qu « ted haga lo de los Indios, esta diligencia es prec « aprovecha. . . . por eso vino á verme con el ge « Carrera: si hubiese sabido de usted me hubiese n dado ahí. Constancia que todo ha de ir pai^ « Arrecifes 27.

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 281

poder, á reclamar su altiva supremacía en la política argentina y la sumisión de Buenos Ai- «5^; ó por lo menos la garantía de que Alvear aceptado como gobernador y de que Canrera fuese ayudado para apoderarse de o y de las fuerzas que tenia Bustos en Cór- .. En vista de estas emergencias, era pues de xana grande importancia para Alvear y para Canrera ocupar y sostener en la Provincia de Buenos Aires un punto fuerte que pudiese ser- ^'inles no solo de centro de recursos, sino de base pa.ra. una nueva invasión bajo las órdenes de Ra- ^^ii'ez; y con este propósito resolvieron guar- í^ecer á San Nicolás de los Arroyos. No pu- liendo obtener que López les ayudase con el '^^ta.llon de pardos que tenia en el Rosario, *^^c¡eron entrar en la plaza á los Chilenos con *^ división de los oficiales de Alvear y con al- Sune. milicia, para detener las marchas de *^on»^go y obligarlo á dar asaltos contra las ^'^inoheras que probablemente ocasionarían su **^'n^. Cuando Dorrego supo que los chilenos y ^^^^ciristas habían ocupado á San Nicolás con ^ nnira de guarnecerlo, fingió seguir sus mar- ^«a.^ sobre la izquierda como pretendiese ^^<^sr su entrada por el partido de Rojas; pe- ^^ ele improviso, el 1' de Agosto á media ^<^He, levantó su campamento y marchó rapi- J^^nnamente sobre la derecha, cayendo sobre ^^* Micolás el día 2 á las diez de la mañana.

Para embestir la plaza, formó tres columnas Tomó en persona el mando de la derecha d tinada á penetrar en el centro mismo de la trincheras con los Civicos del 29 y con los Ca-- Sudores: las otras dos columnas, compuestas d caballería á las órdenes del General Rodrígu< la una, y la otra á las órdenes del coronel Lamadrid, debían apurar otros dos costa- dos de la plaza para hacer diversión la columna primera daba el asalto. Como Do regó era impetuoso y bastante experto habia concentrado todo el empuge de sus fuerzas e un solo punto, impidiendo que el enemigo hi ciera lo mismo para defenderse. Apesar d eso la columna fué rechazada dos veces ; pero en la tercera acometida logró llevárselo todo por delante; y al ímpetu de este choque supre- mo, los otros costados fueron totalmente aban- donados. Los que los defendían trataron de acu- dir al punto comprometido; de modo, que al mismo tiempo que Dorrego superaba la resis- tencia á la cabeza de los Cívicos y de los Ca- zadores, Rodríguez y Lamadrid se abrían tam- bién las otras boca-calles, y todos los sitiados se vieron obligados á rendirse á discreción sin escepcion de uno solo de los oficiales que componían la Legión de Alvear, y de un solo hombre de la División de los Chilotes. (12)

(12) El señor Vicuña-Mackenna, siempre inventor de cosas que no sucedieron, para realzar con aire noveles-

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 283

lEste es un suceso que no puede mirarse como o de esos desgraciados acontecimientos de guerra civil. Su importancia consistió en

c anuló para siempre la fatal ingerencia que dia á tomar entre nosotros un aventurero

^ los aventureros que seguían á Carrera, ha forjado i. historieta mirovolante de la evasión de dos oficia- chilenos Benavenie y Jordán, que eran los gefes lediatos de esos aventureros; y dice que se esca- atravesando divisiones porteñas sable en mano. tña. de eso sucedió. El general Don Ángel Pacheco, -^or entonces y gefe de una de las columnas de ata- "^'-^^ que mandaba Dorrego, nos ha referido que en el '^^"'ii^ier momento de la victoria y cuando los vencedores ^-** limaban y perseguían todavía por la plaza á los ene- ^^^S'os, Benavente le tomó el estribo y le gritó su nom- '^**'^ » porque se habían conocido y tratado mucho en Men- ^^^^^ y en Buenos Aires poco antes. Otro oficial, que ^<iheco no conocía y que supone que seria Jordán, se- ^'^i*^ k Banavente con la espada desnuda. No siendo ^^^^ible protegerlos y cuidarlos en aquel desorden, Pa- '^^cso los hizo entrar á una casa inmediata, en la que in supo después habitaba la familia do don Josó par Chacón. Creyendo que Benavente le guardara ^^ Secuencia y que se mantuviese leal mente á su disposi- ^*^^^^, como se lo había prometido, siguió desempeñando ^ cieber. Pero en vez de eso, Benavente y Jordán, saU ^*"<Hi por los fondos á las barrancas del rio Paraná: ^ ^-irudados por un sirviente de la familia, lograron to- ^^^ una canoa y asilarse en la isla, de donde se pa-

*n al territorio de Santa-Fé. Esta narración del ge- ^1*^1 Pacheco se comprueba con la nota del Boletín ^oi^ del 12 de Agosto que dice así— wDespues de pri- sioneros fugaron los oficiales Benavente y Jordán»; y

284 EVOLUCIÓN

dañino é intruso, que parecia empeñado en

vengar sobre nuestro país la enorme ofei isa

que según él habíamos hecho al suyo dánd ^ole independencia y emancipándolo del coloniage - es- pañol á costa de nuestros tesoros, de mucha s^: an- gre y de inmensos sacrificios. Después del

suceso de San Nicolás, ese aventurero inf -elh

no pudo ya mas levantar cabeza, y persistí en-

do por despecho, como lo veremos, en to dos los escesos del mal, nada logró sino dirig^^'^rse á grandes pasos á una catástrofe que pudo ha- ber evitado si hubiera tenido mayor sens ^tez y una chispa siquiera de sentido moral.

La victoria de San Nicolás tuvo consecu-^®"' cias de la mayor importancia. López, que ^^ mo hemos visto, estaba interesadísimo en t*^^^"

:mi el con un comunicado inserto en esos mismos días ^ ,

Desengañador Gauchi-Politico del Padre Castañeda, firí*'^

por un testigo ocular (pág. 220).

Los chilates que se rindieron formaban 220 hom^-— '^^ , ¡

De la Legión de honor quedai*on prisioneros adem<

uez,

general Vedia, los coroneles Perdriel, Ventura Vaz^ ^ „• Y -José

Juan Ramón Rojas, Iriarte, Anacleto Martínez y ^^"^

Gabriel de Oyuela, con 50 oficiales mas de sargento p

yorá subteniente. Fueron también tomados los doce

» jn V presentantes que habian compuesto la Junta del Luj*

iSS

elegido gobernadora Alvear. La tropa rendida, adeí^^ de los chilotcs, constaba de 253 milicianos de la \oC^^ ' dad, 60 artilleros veteranos, cinco piezas de á 4 y ^ 12, un piquete de ciento cincuenta voluntarios de \vS^^ teria, 3000 caballos, y como setecientas armas de fu^^-^ entre fusiles y tercerolas.

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 285

5¡gir con Buenos Aires, se apresuró á quitar iel medio los obstáculos mas visibles que se 3ponian á ello; y para no aparecer cediendo i exigencias que preveia, se adelantó á separar le Santa-Fé á Alvear por la incuria con que labia dejado atacar y tomar al pueblo de Sa7i Sicolás\ y le ordenó á Carrera que se internase il Rincón de Goi^ondona con los restos de su 2fente, unos ciento y tantos hombres que por ca- sualidad no liabian estado dentro la plaza el lia del asalto.

El Cabildo de Buenos Aires quiso también 3or su parte, sacar una paz ventajosa como fruto de la victoria, y se dirigió al de Santa- con una nota conciliatoria, que no insistia 3n otras condiciones de arreglo que las de se- parar de toda ingerencia política y arrojar del territorio argentino á Carrera y Alvear. En- tretanto, el gobernador delegado don Marcos Balcarce entregaba todos los prisioneros milita- res á un Consejo de guerra presidido por el general don Miguel Azcuénaga, remitiendo ante la Justicia Criminal á los Uepresentantes y par- ticulares que liabian seguido las banderas de Alvear y contribuido a la farza electiva del Lujan.

El dia 5 de Agosto el gobernador López le íscribió á Dorrego un billete confidencial, por nedio del cura don Manuel Saturnino Reman- ió, en el que le pedia una conferencia «para

286

EVOLUCIÓN

« discutir y establecer tratados de paz per^ < manente entre ambos territorios.» (13) Bor- rego aceptó la invitación, y la entrevista tuvo lugar el 6 de Agosto á las 10 de la mañana. « Se suscitaron tales dificultades (dice Dor- « regó en nota al gobernador delegado) que « á pesar de que se discutieron mil modos dfe 4c avenencia hasta la hora de ponerse el soV -, 4c no fué posible convenir en nada de positivo-^ No se rompió sin embargo el negociado: Do"^ regó consintió que el coronel don Juan Antor»- Argerich acompañase al gobernador López h ta su campamento, y tratase de ver allí si podi superarse los inconvenientes. Pero podría ta bien inferirse de los sucesos posteriores, q teniendo motivos para desconfiar de la sino ridad de López, era el principal fin de Dorr averiguar la situación y circunstancias de 1 fuerzas santafecinas.

El dia 7 de Agosto prefijado como último pl regresó Argerich al campo de Dorregocon un nota en que López le decia ^c Después de mu^ maduras reflexiones estoy penetrado de la i posibilidad de concluir una paz sólida y establ entre dos gefes que se hallan á la cabeza dc^ una fuerza armada, y que necesitan de la rati-^ ficacion de autoridades superiores para cual- quiera de las cláusulas en que puedan conve-

>5

o

(13) Boletín del 11 de Agosto de 1820.

í?íl

HACIA KL ORDKN ANTERIOR

í^ir y concluia de aquí proponiendo, que por el momento, se redugesen á celebrar un armisti- cio; y á retirarse ambas fuerzas de las fronteras respectivas, nombrando dos comisionados que ^mtarian con calma y esmero de arreglar una paz definitiva. Dorrego aceptó la propuesta con las siguientes modificaciones 1* Que la línea divi- soria entre ambos ejércitos fuese la deMrroyo medio: 2* Que el armisticio durase 50/amen- tresdias: 3* Que se nombrase en el acto el isionadosantafecino, pues por parte de Dor- o quedaba ya nombrado el general don Mar- Rodriquez. El ayudante don Dionisio Que- a (dice Dorrego) ha regresado con la acep- iion lisa y llana de López; y me informa que "v^ear queda preso por López, y aun que habiadado orden de fusilarle.» Arreglado o, el general Rodríguez, acompañado de don n Manuel Rosas, se dirigió al campamento migo á tratar con don Cosme Maciel comi- ^^c> liado al efecto por parte de Santa Fé. (14)

XDorrego, que tenia una índole fácil y genero-

^^, habia cometido una verdadera imprudencia

^^ndole ocasión á López de que pudiera tentar al

S^neral Rodríguez insinuándole que la paz era

Vnaposible, mientras un genio impetuoso y alre-

^^docomo el de Dorrego tuviera bajo su mando

\os recursos y las armas de Buenos Aires. Con

(14) Boletín del 1 1 de Agosto de 1820.

*iSS KVOI.LCION

otro hombre mas reposado y de un crédito ira sólido en la opinión de la capital, decia López, ^ do podría arreglarse en un minuto con ventaj respectivas de la mas alta importancia. Ese ho bre era el general Rodríguez ; y López lo deja entender bien claramente, por que á su juicio y^ á su modestia reunía la condición de ser popular* y estimadísimo de la alta burguesía por sus ante- cedentes desde 1810, por sus conexiones con d antiguo partido de Saavedra, y por sus vínculos con los hombres que habían hecho una respe- table figura en la época directorial. Don Juan Manuel Rosas que estaba lanzado en el mismo sentido jugaba un papel principal en esta intríg'^- Notando Dorrego que se trataba de ganaH® tiempo con pretestos y demoras, le ordenó » general Rodríguez que exigiese las últimas ro^- puestas de López sobre los puntos pendientes; y que si no las daba el dia 11 de Agosto á l^ diez de la mafianíi, denunciase el armisticio y ^ retirase iin-nediatamente. Fué entonces cuai*^^ el comisionado de López don Cosme Maciel tu'*''^ la impavidez de proponer como forma definiti va del arreglo— 19 el restablecimiento liso y 11»*^^ délos artículos públicos y secretos del conveN^^ DEL Pn.Aii— 29 la restitución de la división cAí^' na tomada en San Nicolás el avalúo y pa^^ de los perjuicios sufridos por Santa desd^ 1815; «y todo esto lo propone (escribía Dorr^" « go al gobierno delegado) con dicterios y c^^'

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 889

mnias indignas contra individuos benemóri- s. Eso es no querer la paz: es querer continuación de los estragos de la guerra. Bhan roto por consiguiente las hostilidades ...y adviértase que el timbre que López sa en sus oficios ya no es Gobernador de anta Fé, sino Confederación de Sud-Amé- ica.y>

in embargo, el general Rodríguez y don Juan nuel Rosas hacian oposición á la renovación as hostilidades, insistiendo en que aquellas posiciones no debian mirarse como definiti- i: que López tenia exelentes disposiciones 'atar: que por consiguiente lo mejor era itener el armisticio y dar cuenta al Ca-

0 de Buenos Aires para que se apresurase la ícion déla Junta Provincial, y se pudiese ne- iar después sobre bases mas sólidas. El fin ocido de estas ideas era trabajar por la elec-

1 del general Rodriguez suprimiendo á Dorre- :omo obstáculo capital al buen arreglo con Lo- - Borrego no encontró acertadas estaálrídica- les ; y moviendo sus fuerzas en la noche del pasó el Arroyo Pavón, y marchó resueltamen- obre el enemigo « Los santafecinos estaban candados por su mismo Gobernador López, I que engreido con las victorias de mas de cua- •0 años creia suyo el triunfo. Mas después e una acción brillante de hora y media, en uepor ambas partes no se ha usado de mas

TOMO VIII 19

290

EVOLUCIÓN

4c arma que del sable y la lanza, ha sido co « pletamente derrotado y puesto en dispersi « y fuga, picándosele en ella por mas de cuat

4c leguas La bravura de nuestras tropas

« sido mayor aún que la que desplegaron en S « Nicolás. Han dado repetidas cargas sa 4c en mano rechazando las del enemigo con « toria ventaja.» (15)

Esta victoria y los celos que produjo, que estallase al fin el rompimiento de DorrCj con el general Rodríguez y con Rosas, que nia diseñándose cada dia mas por las ope ciones y rivalidades electorales que se debatí ardientemente en la ciudad. Rodríguez yR- sas habian sido opuestos á la invasión del t ritorio de Santa : opinaban que debia fací tarso la paz retirándose nuestras fuerzas á este I do del Arroyo del medio, Dorrego, por el co trario, deseaba sacar todos los resultados de

1-

(15) Con este motivo decía la Gaceta del 16 de Ag( to : (í¿Qué mas deseáis, Ciudadanos? Habéis eses « mentado por dos veces á vuestros invasores; y ab « donándose á denuestos de menos precio contra la /ij «< santa de López, Alvear y Carrera «¡Loor al gefe « la provincia ! agregaba. . . . Prez al que á la frente « los bravos ha sabido darles ejemplo de valor y Iccci « nes para atacar á los pretendidos Medos, y para h « corles morder el polvo del campo de batalla. Honor « nuestro joven Temístocles, á toda su oficialidad et « etc. »>

.r-

HACIA EL ORDEN ANTERIOr. 291

triunfo, y ganar su candidatura permanente á la

Sobernacion de Buenos Aires, anulando definiti-

^'^tnente á López y levantando otro gobernante

^^ Santa Fé, que apoyado por Buenos Aires,

"^'iriieseá ser una sólida garantía de paz y de

^lí^nza duradera entre los intereses políticos y

'^^oionales de las dos provincias. Y para esto,

'-^c>rrego tenia por candidato al comandante don

''^an Obando, oficial muy distinguido que gozaba

^^ grande séquito entre sus comprovincianos.

n le decia Borrego en su oficio al Cabildo—

.a persona del Gobernador López es general-

^ mente odiada por que lo creen autor de esta

^ g^uerra que todos, aun los mas afectos á él, tie-

•^ nen por injusta é ilegal.»

Ademas de estas causas que preparaban ya ^1 rompimiento de Dorrego con el general don ^^^«irtin Rodríguez y con Rosas : y que en el fondo eran una simple controversia de ambi- ciones personales, coincidian otros motivos de ^1^ carácter mas poderoso y de una justicia mu- ^^o menos aceptable. El influjo, la decisión y I3.S victorias de Dorrego habían salvado á la ^^T^italy y con ella habian vuelto á la vida los ^^stosdel partido burgués cuyo corazón y cuyos ^^<^uerdos estaban ligados estrechamente á la ^Poca directorial. La rehabilitación social, habia devuelto á la escena j al influjo político á los hom- ^'^es^ principales de la época anterior. Con ellos ^'^nian los ricos, los propietarios, el gremio co-

292 EVOLUCIÓN

mercial, los abogados, los estudiantes, los ten- deros, los hijos de familia, y todo ese potente conjunto de las fuerzas sociales engendradas por la tradición de Mayo, agrupadas en la ciudad , y esencialmente centralista y directorial en el sen- tido unitario.

Ahora pues, á medida que todos estos ele- mentos de vida nueva se sentian rehabilitados, y libres de temores, recobraban sus pasiones sus rencores, sus reminiscencias, sus preven- ciones de la época anterior ; y Dorrego, á pesar de todos sus servicios y de haberlos salvado, vol- vía también á ser para ellos el Dorrego de 18l6, el díscolo de aquellos tiempos conturbados, el ene- migo de Pueyrredon, el hombre inquieto á quí^*^ había sido preciso expulsar del país. Los re- sabios del odio antiguo, garantidos ahora p^^ la nueva fortuna del partido que antes habia co «t^* batido, y que ahora habia salvado, se conver- tían así en bandera política y personal coijti'^ él; y se trataba de excluirlo como á un repro- bo, para levantar hombres que pertenecieran í4 '^ tradición genuina del partido gubernamen *^' consagrado en el pasado. Realizóse con l>o^' regó, el mismo fenómeno que se reprodujo ^^^ 1853 con el general Urquiza.

Dócil sin embargo á las exigencias que teni^*^ una base moral, ó que interesaban su patrio t»^' mo, Dorrego se prestó á escribirle á López c^^^ fecha 14 de Agosto— «El Gobierno de Buei:»^^

HACIA El. ORDEN ANTERIOR 293

res no quiere continuar la guerra : anhela ce- rar una paz bajo bases que consoliden la tran- ilidad de ambas provincias. Lo invito pues taradamente á V. S. para ello, ya sea cele- tndo tratados, ó un armisticio de tres á cuatro ses para que los Diputados respectivos es- •lezcan nuestra armonía, nuesta amistad y 2stra defensa.» A este oficio público, Dorre- habia adjuntado uno rey^ri^a^o en que decia 3 para obtener la terminación de los estragos la guerra era necesario que López se péne- se— « de que era indispensable mandar que f*rera saliese del pais y quedase inhabilitado obtener empleo ó mando ninguno en las ^ provincias. Ese hombre es la manzana la discordia. Y esta es una base que exijo V. S. como condición indispensable para :ar al avenimiento deseado. » Al otro dia (15 Agosto) contestó López con una ambigüedad términos estraña pero que tenia sin embargo sentido eminentemente pacífico en el fondo : Los deseos por una firme transacción que nifiesta V. S. en su comunicación de ayer, los mismos de que mucho tiempo estoy penetrado y decidido á realizar. Ojalá V. S. lo estuviera del mismo modo! y todo a concluido felizmente. Repase V. S. con fuerza el Arroyo del medio. Nombre una nision bastante autorizada, y concluiremos '- obra que tanto nos interesa. »

294

EVOLUCIÓN

Dorrego tomó esta respuesta como una termi- nante negativa á expulsar á Carrera; y al dar cuen- ta de ella al Gobernador Delegado y al Pueblo de Buenos Aires, decía «El Gobernador de Santa se ha negado á todo, porque está completamen- te decidido á hacer la guerra á nuestra provincia por influjos de don José Miguel Carrera de quien depende. (16) Por esto fué que sin acabar de leer mis comunicaciones, las hizo á un lado ^^manA^ llamar á Carrera para que las contestase. »

El general Rodríguez y Rosas no pens del mismo modo. Para ellos López estaba cidido á echar á Carrera de Santa Fé, desde q^ estuviera seguro de aliarse con Buenos Ai para contener á Ramírez ; y decían que era u suposición gratuita de Dorrego ese avanza aserto de que tal respuesta hubiera sido escri por Carrera mismo. Bastaba reparar en su t ñor para ver la favorable conformidad ( López en negociar la paz ; y en efecto, esa mis- ma frase en que Dorrego aseguraba que Garre era quien había escrito la respuesta, tiene hq mismo todas las apariencias de ser un cebo ad lantado á las prevenciones populares que reina ban en la ciudad, para justiñcar su propósito d^ continuar la invasión sobre Santa Fé. Endisen^ timiento abierto con Dorrego, el general Rodrí- guez se retiró ala capital dejando tras de si ru-

(16) Alusión á la supremacía de Ramírez.

HACIA EL ÓIIDEN ANTERIOR 29,"»

mores que anarquizaron los ánimos. Don Juan Manuel Rosas continuó en el ejército por algún tiempo ; pero al ver que Borrego decidia inter- narse en busca de López, que la caballada se destruia por momentos, y que la deserción era ya muy notoria y frecuente, se separó tam- bién: y tras de él, quizas animadas por él mis- ino, se desertaron casi todas las milicias del sur de Buenos Aires. Pero Dorrego alucinado por el comandante Obando y por muchos otros san- tafecinos enemigos de López, les dio mas im- portancia y poder que el que tenian; y se internó la provincia, cometiendo una fatal impruden- i. Contando con hacer marchas rápidas, li^tbia concebido la esperanza de perseguir A López sin dejarle descansar. Con ese fin hizo regresará San Nicolás toda la infantería, no> solo por que en aquel territorio yermo consi- dolaba imposible mantenerla y moverla, sino ^^í^bien para economizar bagages y caballadas. ^ esta circunstancia atribuye el general Paz la ^^a suerte de la invasión después de haber ini- ^■^^do la campaña con éxito tan brillante. (17) obligado á cruzar campos solitarios cubier- de un pasto venenoso llamado mio-mio por ^^^ nírturales, se vio embarazado de pronto por Partidas enemigas y dificultades de todo género; y W^ató de ponerse en retirada. López salió enton- en) Mem. tom. 2, p&g. 62.

¿90

EVOLITION

ees de su provincia y cayó sobre el Pergamino simulando una nueva invasión sobre Buenos Ai- res. Dorrego trató de acudir á contenerlo puesto ya en malas condiciones, y el 2 de Setiembre fué derrotado en las chacras del arroyo Gamonal^ López se contentó con el triunfo que libraba á s*^ provincia de la invasión: regresó á Santa F^i licenció sus montoneros, y le ordenó á CslttgT^ que campase en el Rincón de Gorondona con 1^-^ 200 y tantos chilotes que le hablan quedac^' hasta que se le diesen nuevas órdenes. Al ^^ estas medidas, es casi de presumir que Lop^ estuviese ya entendido con el general Rodrigí^- y con Rosas, y que se tratara de promover en Capital la separación de Dorrego, para arregl en seguida sus recíprocos intereses. Por lo pro*^ to, y amarrado á esta desfavorable situacio don José Miguel Carrera quedaba verdade mente confinado, casi en arresto bajo la vigilancf^ del habiloso caudillo de Santa Fé— y á resul de lo que este quisiera hacer de él. (18)

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(18) Esto basta para que se vea que el papel desem^^ peñado por don José Miguel Carrera en los sucesos d 1820 no pasa de ser el que podía hacer un subaltem** protegido por los caudillos argentinos del litoral. Ent tanto, el señor Vicuña Mackenna persiguiendo con pa triótica fogosidad la mira volante ilusión que se había foi^^ jado de balancear las hazañas de San Martín en Chil^ con las de Carrera en Buenos Aires, adultera los he chos con singular desembarazo, y asienta nada meno

IIÁCIA EL ORDEN ANTERIOR ?07

que esto «El resultado político de la batalla de la Ca- « nada de la Cruz fué colocar á Carrera en una altura á « que acaso ninguno de los hijos de la Confederación Ar- te ^rn^ma, y aun el mismo San Martin, habia subido has- « ta entonces. Era en esos momentos el Arbitro Supremo « de aquella Nación, y podta c{tc¿ar/e /a Ley como Soberano. u La Capital Argentina estaba en sus manos. López y « Ramirez, sus aliados, le aseguraban toda la linea del « Paraná y del Uruguay. Mendizabal y Morillo, que « acababan de partir de su campo con auxilios lo guar- daban bajo su influjo las provincias de los Ande-. En- contrábase rodeado de un Ejército valiente y aguerrido «1 que la victoria consagraba su lealtad (?). Solo le faltaba insinuarse con una palabra al Gobernador de *< Córdoba coronel Bustos, que aun tenia algunas tropas, **^ "^ el general Carrera, el mismo Presidario de Buenos '* ^ires y Mendigo de Montevideo, era el Dictador Su- premo de la República Argentina.» Pero Carrera no ^a mandar á los argentinos, agrega este broraista his- ^"^^^«Sador: le bastaba ser el Arbitro de los partidos para lie- adelante sus propósitos gigantescos «Su objeto era 1 o asumir en la República Argentina el mismo rol que jaba en Chile su grande y terrible adversario el gene- San Martin, y su aspiración era encontrar un hombre «tre y popular -para darle un puesto análogo al que octi- el Director O'Higgins al otro lado de los Andes .*» Sar- no valia nada: Ramirez habría sido el hombre pre- s^tinado á ser elevado por Carrera, pero estaba dis- te y ocupado en su lucha con Artigas: «López era un 'oucko rudo y sin ascendiente de ningún género. Solo le uedaba un hombre que pudiera segundar sus miras y atraer un tanto los espíritus á la causa que él servia.

•STB hombre era FATALMENTE (dice) DON CaRLOS Ma-

uAlvbar.)) y á pesar de que lo mas exacto seria <^irque la fatalidad mas funesta del general Alvear, des- ' 1815, fué su connivencia con Carrera, nuestro historia-

«

^2[)S

KVOLLCION

\

dop antojadizo lo entiende de otro modo; y para ensal^-^*^ su protagonista en el vuelo de una imaginación into^c-A^ da, sacrifica cruelmente las dotes y las aptitudes de^^ ^ noral Alvear. «Así paga el Diablo á quien bien le ^^^ dice el sensato proverbio de Sancho Panza.

Con el prurito de amenguar las figuras dominant^^^^ los jefes federales Ramirez y López, y de reducirl simples tenientes é instrumentos de Carrera (textual) el critor chileno no se detiene en adulterar los mismos cumentos oficiales que copia. Ya se ve! ¿quién es el ha estudiado en Chile la Historia Argentina de 18*20 que pudiera lamentar esas mistificaciones de un esc cuya viva inteligencia vaga entre sueños forjados co el tenor y la exactitud de los hechos mismos que pone?

Por ejemplo, al iiablar del encuentro sangriento de^^ CafUída de la Cruz entre Soler y los Montoneros, c éxito, aunque triste como todos los que se ganan en c tiendas civiles, pertenece por entero á los santafecinos á la Legión de Honor de Alvear, el señor Vicuña Macke na, con toda soltura, nos dice: «Carrera le ordenó áB< navente (su segundo) que hiciera mudar caballos de fresco, y simultáneamente le pió á López (que manda la derecha) la señal de avanzar los Dragones.^ Esta cómica ocurrencia de poner á López (que era el general en gefe el caudillo nato de la invasión) á las órdenes de Carrer que apenas era allí un advenedizo subalterno y sin pode propio, solo podia ocurrírsele á un escritor sin criterio resuelto á falsificar la verdad de las cosas que escribía Y esto, haciendo á un lado la notoria superioridad de Ló- pez como genio y caudillo militar, sobre Carrera, que no habia dado jamas pruebas de otra cosa que de una cons- tante ineptitud. Es preciso ignorar las cosas de aquel tiempo, y no haber tenido noción seria ninguna sobro los hombres que actuaban en los sucesos, para no saber que López era un hombre evidentemente superior á Carrera

\9-

^

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 299

en capacidad estratégica y en sagacidad diplomática: que tenia un agudísimo sentido común y un sentido mo- ral no solo mas elevado, sino infinitamente mas sensa- to y reposado, como lo vamos á ver.

En su empeño de hacer á Carrera General en Jefe de ios Ejércitos Federales y Dictador Supremo de la Re- pública Argentina, desde el Lujan álos Andes, desde los Andes á Bolivia, el escritor falsifica el texto de los mis- xnos documentos oficiales que inserta como justificati- 'vos. Así, al trascribir las instrucciones que el Cabildo de Buenos Aires dabaá sus Comisionados después do la acción de la Cañada de la Cruz, introduce á sabiendas un aren tesis de su invención para sacar avantes sus false- ades. Las instrucciones dicen: Se apersonarán al señor eneral, y manifestándole el diploma de su comisión, pedirán le. etc,. El señor Vicuña Mackennano quiere que ese eneral en jefe sea López : es preciso que esa gran figu- L^^ sea Carrera; y entonces, recompone á sus anchas la istoria y trascribe así Se apersonarán al señor Gene- 'aI en Jefe (Carrera) manifestándole el diploma, le pedi- ría etc. etc. aquí un paréntesis que basta y sobra ara juzgar la ingenuidad del escritor fantástico que tal ^^acel

Inexactas son también las referencias que el señor Vi-

c^tiña Mackenna hace á las connivencias de Mendizabal

'y do la sublevación del N.» 1.» de los Andes en San Juan,

<ion las ideas y propósitos de Carrera y de los montone-

**os. Esa sublevación se verificó como hemos visto le-

'V-antando la bandera del Centralismo Directorial y de la

ol)ediencia al gobierno nacional constituido en Buenos

Aires.

Verdad es que cuando fué depuesto Mendizabal, y c|\ie los sublevados se vieron perdidos por sus propios desórdenes, un teniente Morillo se dirigió al litoral á so- licitar auxilios de López y de Ramírez (nó de Carrera que no tenia medios ni autoridad para darlos). Pero es ine-

300

EVOLUCIÓN

xacto que se le hubiera auxiliado. Ramírez estaba ya apurado por Artigas. López lo estaba por Dorrego. "^ aun es preciso tener presente que cuando Morillo vino litoral con esa solicitud, fué después que preso Mendiz bal por Corro y derrotado este por Cajaraville, el 1.0 iba ya disuelto y en dispersión hacia Catamarcay s destino fijo. Falsificar una situación y confundir mala momentos distintos, es tanta falsedad como fal ficar hechos.

Hemos narrado d la luz estricta de los documentos o oíales y délos testimonios unánimes de todos los co temporáneos, el papel que desempeñó don José Migui Carrera en la famosa Guerra Litoral de los Argent nos, que tantas analogías tiene, por el colorido y por < movimiento, con la famosa Gt/erra del Pe/oponcso entre 1 Griegos. Se ha visto que si se desprende al intruso chi leño del apoyo que le dieron los dos caudillos de En tre Ríos y de Santa Fé, y se le separa del partido milita de Alvear, es bien notorio que su influjo y que su podei fueron totalmente nulos entre nosotros: que jamas fu otra cosa, por mismo, que un proscrito lanzado por i desgracia y por el despecho, al servicio de intereses ágenos y sin escrúpulos delante del crimen y de la vio- lencia. Solo en un momento de su amarga vida pudo vislumbrar un rayo fugaz de esperanza para sus voraces ambiciones; y ese momento fué el dia en que Sarratea celebraba los Tratados del Pilar y le ofrecía concederle soldados, pertrechos y dinero, para que fuese á formar en Cuyo una división con que invadir á Chile. Pero he- mos visto también cuan fugaces fueron esas horas: y que no bien descubrió el pueblo esa generosidad oficiosa y con' fidencialy que era en verdad un enorme atentado, se su- blevó indignadísimo é hizo imposible su ejecución. Libra- do así mismo entonces, fué espulsado por las fuerzas ur- banas de la Capital, con el general Alvear á quien hizo tan odioso con su malhadada cooperación, que, aun ven-

HACIA EL ORDEN ANTERIOR 301

ciendo á sus contraríos en la Cañada de la Cruz, bastó la presencia aborrecida de Carrera para que se levantasen las olas embravecidas del mar popular, y pudiese Dorrego Arrojarlo, perdido ya para siempre y separado de sus j>rotectores, á la vida del desierto, de los salteos, y del ^isesinato en alianza con las tribus salvages, que terminó j>or la derrota, por la captura y por el patíbulo.

CAPÍTULO VI

LUCHA FINAL Y TRIUNFO DEL PARTIDO CENTRAL!^' TA EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Sumario Consecuencias de la derrota del Gamonal Ca- rácter fenomenal y fatal que los sucesos imprimen á los hombres públicos La burguesia de 1820 El ge- neral Rodriguez y don J. M. Rosas— Naturaleza fisio- crática de nuestro pais Cansancio y necesidad de paz Situación política de Dorrego La nueva elección de Diputados Esperanzas y miras de Dorrego Su fraca- so—La nueva legislatura Elección del general don Martin Rodriguez Inclinaciones conciliatorias del go- bernador de Sanla-Fd Indignación y encono de la oposición Alarmas y medidas del nuevo gobernador El partido gubernamental Los Cívicos— Elementos y gefes revolucionarios Reaparición de Pagóla Mo- tín del de Octubre Fuga del gobernador— El aboga- do Agrclo— Terror del vecindario Campamento del gobernador en Santa Catalina Recoiicentracion de las milicias de la campaña Marcha del gobernador sobre la ciudad Ataque y asalto del o de Octubre Triun- fo del gobernador Rehabilitación del partido directo- rial Situación y proceder de Dorrego Alarma in- fundada— Satisfacción y elogios innobles Salvedades, dcceptivas y fingidas Propósitos reales Facultades ñ^a-

EN BI'ENOS AIRES 30.*^

traordinarias Egecuciones— Revelación y Maniñesto de la Junta de Representantes sobre la restauración del organismo nacional unitario Punto de arranque del Partido Unitario— Rosas y el partida unitario (Nota fínal).

Vamos á estudiar ahora las graves é impor- ^nttsimas consecuencias que tuvo en Buenos ires el descalabro que Dorrego acababa de sufrir en el Gamonal. La prolija atención con que seguimos los acontecimientos de estos mo- Ttientos tiene por objeto mostrar como fué que ellos, en su lenta complicación, llegaron á pro- ducir el germen del partido unitario y liberal cuyas heroicas luchas, y grandes tradiciones, tienen todavia tan inmenso influjo, tan poderoso eco, en los intereses, en las pasiones, en los propósitos, en las reminiscencias y en las espe- ranzas de nuestra política actual.

La vida revolucionaria ofrece con frecuen- cia fenómenos estraños, tanto mas difíciles de esplicar con claridad, cuanto que se forman casi siempre por accidentes oscuros é impercepti- bles que van agrupándose insensiblemente en la opinión, y en el genio de cada partido, has- ta que en un dia dado producen con vida el hecho dominante de su época. La personalidad política del coronel Dorrego en la escena de nuestra Revolución, es uno de estos fenómenos : y estamos ciertos que por masque se le estudie, y por mas elevado que sea el criterio moral con

304

TRIUNFO DIRECTORIAL

que se analice la vida de este hombre ilusVt«i será siempre asombroso que habiendo sido ^^ patriota ejemplar y lleno de abnegación, d^s4^ los primeros momentos de nuestra emanci-P^'

ra-

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cion : que habiendo sido un militar de una vura admirable, humano y entendido en las sas de su carrera como pocos : que habie tenido la fortuna y la habilidad de decidir solo, como subalterno dos grandes y salvadc batallas ( lo que no hizo ninguno de sus émuL que habiondo sido orador liberal, escritor talentos no comunes, hombre de índole sim tica y generosa, haya sido también tenazme^ ^^ perseguido é injustamente odiado por el part:* ^^ oligárquico de la comuna porteña devuelto ^^^"^^ él á la vida, al influjo y al poder.

Apesar de sus dotes admirables, quizá (> la misma vivacidad escesiva de su espírit Dorrego era en 1820 aborrecido por aquella mismos á quienes servia y salvaba en el mentó mas azaroso de su naufragio político, solo no se le perdonaban esos servicios, sii: que los recibian resueltos á deshacerse de él, a^^ que la ocasión se les presentase favorabh Tenian la resolución de separarlo del poder de confinarlo en alguna provincia remota com hombre peligroso para el nuevo orden de c< sas que premeditaban restaurar con los mism( personages de la época directorial. Y sin ei bargo, Dorrego y Belgrano han sido quizás,

EN BUENOS AIRES 305

istra historia revolucionaria, los únicos ofi- es generales que no hayan figurado jamás motines ó pronunciamientos anárquicos, sin eptuar al mismo General San Martin, que una vez al menos tocó en las aguas impuras desorden como en el 8 de Octubre de 1812. (1)

) Señor (ion Juají Martin Pueyrredon. Muy señor mío ;odo mi respeto: nada hay tan sensible para todo re como el ser acusado de echos que no ha come- ; asi es que abicndo sabido extrajudicialmente me a Vd. el promotop del incidente de su hermano y bus- e Vd. la noche del 8, ha llegado al colmo mi senti- nto, firme en mis principios ni aun la misma muerte haria negar este echo si lo hubiere cometido, bien ontrario, es bien notorio que ami llegada ala plaza abia ya ejecutado y que lo desaprové: mi honor y cadeza exige que tanto á Vd. como al resto del Pue- que estón en esta creencia les d6 una satisfacción : :iumplo con hacerlo.

oy con la mayor consideración su mas mas atento v rupo Servidor

Q. S. M. B. José de San Martin,

Estancia de Arrecifes, 26 de Octubre de 1812.

uy seiior mió : Creo que muy retardada recibí antes ver la estimable ele Vd. sin fecha, que con otras mo x^emitida por un pasajero desde la posta inmediata á Icstino. Confieso que he leido con placer la satis- ion que ella contiene, solo por que es Vd. quien me ^; por que también era Vd. el solo de quien liabia ^0 que estrafiar: Por lo demás, créame Vd. que he > el comportamiento de el oficial, que insultó mi casa

TOMO VIII 20

306 TRIUNFO DIRECTORIAL

Pero Dorrego habia nacido panfletista polemista y guerrero á la vez, de primera fuerza, como Ar- mand Carrel 6 Pablo Luis Courrier ; ya fuese que

y la de mi hermano y la conducta del xefe que se lo or- denó y como un efecto natural y preciso de causas co- nocidas. Yo seria igual á todos los hombres si conser- vase resentimientos vulgares por un suceso tan común y tan repetido, por desgracia en nuestra revolución : pera no señor; me fixo en buenos principios; y observóla roarciía incierta de una nave que corre sin brúxula; y veo la desesperación del equipage, por que no llega tan pronto como deseara al puerto, que cada uno se fígura en diversa dirección; lo disculpo por que no conoce otra razón que su deseo ; compadezco al piloto, por que sin los instrumentos para su derrota será mal seguro cual- quier rumbo que tome; me intereso en la salvación de la nave por que ella conduce mi vida y mi fortuna; y solo culpo de este choque de intereses y pasiones á la fatali- dad de mi destino. Vd. verá si hay semejanza entre nuestra situación política y la de mi preciosa nave, y podrá calcular mis sentimientos. Lo que puedo afir- mar á Vd. es, que será un prodigio la salvación de la nave sin la brúxula indispensable ; como lo será tam- bién la de nuestra patria sin una constitución que ense- ñe los caminos que deben llevar los que mandan y los que ovcdecen ; pues de lo contrario daremos sin remedio en el escollo de la anarquía, ó en otros no menos rui- nosos.

Me he dilatado mas de lo que pedia la materia de mi contestación; pero es también porque escribo á Vd.y solo para Vd., á quien por lo que es .*. y por la familia á que pertenece aprecia con verdad su muy atento y apasionado servidor.

Q. B. S. M.

EN BUENOS AIRES S07

hablara 6 escribiera, habia en su naturaleza algo de parecido al esquife que busca las tormentas y que corta el mar con agilidad, pero que levanta también, en su camino, lasólas espumosas de las

resistencias y esta fué quizá la causa de su

desgracia.

En el momento del peligro las facciones po- pulares de la capital, y la burguesia unitaria que era la primera de ellas, callaron y aceptaron la in- tervención superior y salvadora de Dorrego. La dirección de la defensa se puso en sus manos. -Bajo sus órdenes se organizaron y se pusieron Gn acción, con un vigor inesperado, todos los ele- 'Hriontos con que el héroe del dia contuvo y humi- '^<^ el empuje arrogante de los vencedores de 'a <2añada de la Cruz. Pero no bien comenzó á menos necesaria su persona, en razón de lo ido y sorprendente de su propio triunfo: no ^í^ir» comenzaron á disminuir los riesgos y las i::ionsabilidades alarmantes de ese primer sto, de que el mismo general Rodriguez ha- bí ^ rehusado encargarse, negándose al llamado ^^ 5=5us amigos, cuando comenzó también á de- ^*^^^^sr la importancia de Dorrego á los ojos de *^^ antiguos directoriales que se ponian en via de ^^^■^ formación hacia un nuevo centralismo res- *^^ín*sdo. El escritor independiente que sin justi- ^)^ l^abia batido en brecha el sistema oligárquico- \^^^T»al de Pueyrredon, que habia levantado el gri- ^^ <Jo la prensa contra la burguesia aristocrática Auefia del oficialismo en 1817, que habia procu-

308 TRIUNFO DIRECTORIAL

rado desmontar la polllioa de alta presio descentralizar la máquina administrativa, aquella libertad de espíritu y de palabra campea por sus propios respalos, volvi ser aquel díscolo insolente é incorrejible le habla faltado ai respeto del general Bel no, que criticaba con sarcástíca licencia debilidades y las opiniones de los prohoml y comenzó á prevalecer la opinión de qi algo acababa de hacer de bueno, era por todo se le liabia fat^ilitado por que habia te la habilidad de apoderarse de la gerencia i causa porteña en los momentos mas favora para lucirse y para triunfar sin lo suyo á i costa. El jóceti Temlstocles como lo ha llamado el dia anterior; el benemérito gefe habia salvado d la capital de caer á los p¡¿ las hordas montoneras, 6 de ser martiri; por la soldadesca sin freno de Pagóla, voh ser poco A poco, al juicio de la soberbia guesia de la Comuna, el mismo oficial cala de antes, atrevido y despierto pero sin basl responsabilidad para que un Partido honor: rico y de altas tradiiñones, que venia consa do por todas las glorias de la Revolución gentina, hubiese de abandonarle el destino país, y permitirle que actuase á su altura i menos que como su gefe.

Las dos entidades que el partido oligái co oponía á Dorrego en 1820, eran el gei

EN BUENOS AIRES 309

don Martín Rodríguez, y su cooperador mas Intimo en aquellos días el comandante de la campaña del sur don Juan Manuel de Rosas. El primero era uno de los patriotas mas estima- bles de la primera década. Habia figurado no solo como uno de los mas fervorosos promo- tores de la Revolución de 1810 sino también co- mo uno de sus soldados mas constantes en los triunfos y en los desastrosos descalabros de la primera época. Era un hombre llano y entusiasta: que si no habia sobresalido por las inspiraciones brillantes del talento militar, ni por altas apti- tudes políticas, habia sabido grangearse la esti- mación general de sus contemporáneos, por la franqueza genial de su trato, por la modestia de su vida, y por un carácter, que, aunque cordial y bondadoso, no carecia de aquella firmeza en los propósitos, y persistencia en los intereses po- líticos, que son las dotes elementales de un buen gefe de partido, y que Valen mas ó menos de acuerdo con el juicio correcto y con la laboriosi- dad del que asume ese puesto. Por lo que es su propio genio, el general Rodríguez pasaba por un hombre mediocre. Por su buen sentido, por su hombría de bien, por la sencillez de su vida, por las maneras abiertas y simpáticas de su trato, desprovistas quizá de esmerada cultura pero atrayentes por su misma simplicidad, se habia hecho querer de los antiguos directoriales evo- <íados de nuevo al influjo como cuerpo poli-

310 TRIUNFO DIRECTORIAL

tico. En la ausencia de hombres de mayor vslW personal y de mas brillantes antecedentes, pr^ ducida por los anárquicos sacudimientos que a baban de descomponer el personal del partid^ era el general Rodríguez el que mejor se aven con los propósitos y con las esperanzas que la burguesía porteña, centralista y liberal, ponia en él como el mas indicado para que sirviese á la restauración de su anterior influjo, en la capital al menos.

Ya hemos indicado antes quien era entonces don Juan Manuel de Rosas. Pero tanto es lo que nos interesa conocer bien á este funesto personaje destinado á ser uno de esos malva- dos que ensangrientan la historia de su pais por la mera perversidad de su índole, y por las inclinaciones infernales de su alma, que ha de permitírsenos que acentuemos ahora un poco mas los rasgos con que antes lo hemos dise- ñado. Singularizábase su ftsonomia con ciertos rasgos de aquellos que se han tenido como sello histórico y característico de los mas atroces entre los cesares romanos. La barba saliente y cuadrada, los labios delgadísimos, y comprimi- dos como una cuerda sanguínea sobre los dien- tes : la nariz perfilada y aguda pero de bellas pro- porciones : el rostro y la cabeza abultada : obli- cua y sin quiebra la línea desde la raiz del pelo al arranque de la nariz: sanguíneo también el temperamento y la tez: el ojo húmedo, la mirada

EN BUENOS AIRES 311

Siiriente, agria y solemne: ahí la figura del tirano, cuando ensimismado con la omnipo- "Cencia espantosa de su poder, enderezó el busto ^ levantó la cabeza para imponer su rango y ^ terror de su persona. Antes tenia la mirada astuta y taimada de los que viven acechando los caminos tortuosos del éxito. En su rostro bri- llaba la robustez de una salud vigorosa, y libre de aprehensiones mas ó menos nerviosas. Al verlo vestido de pies á cabeza con traje entero color café : con el sombrero de baja copa y an- chísimas alas á lo qiuicaro: con el pantalón flotante de cuyos bolsillos sacaba á cada ins- tante una enorme caja de rapé que sorbia con deleite: con la bota fuerte, grande, cómoda y tosca, con la levita suelta y larga hasta mas abajo de las pantorillas, cualquiera lo habría tomado por un labriego ricacho y empecinado de la Liebana ó de la Mancha. Pero este mismo hombre pesado y campechano en la ciudad, era el centauro mas ágil, mas esforzado y mas bru- tal que gineteaba en los campos del sur. Allí vestia el chiripá de bayeta colorada, la camisa tomada al cuello con un pañuelo del mismo color y sin mas nada que cubriera el busto. Ar- mado de tremendo rebenque de hierro y de lonja f se complacía en saltar mas pronto y mas Ágil que nadie sobre el potro que quería siyetar b\ freno, ó sobre el potente redomón que de una pechada volteaba y hacia rodar de costillas

o^

318 TRIUNFO DIRECTORIAL

un toro bravio 6 un gaucho que no anduviese bastante valiente y arrojado en los bárbaros trabajos de aquellas estancias.

Si aparte de todo esto se estudian los an^^* cedentes que habian hecho notoria en 1820 ** influencia de Rosas en la campaña, y su aftl^^" cion en el partido unitario de 1820, difícilmente ^^ hallará otro hombre que haya tenido un pa de partida mas justificado que él, para ser ac tado en un partido como el partido unitario, c*"^^ tipo económico y político era sustancialme ^^ fisiocrático y fomentador de la riqueza rural

Rosas, por accidentes que no es del ci^ ^^^ narrar, se habia criado desde la niñez contacto con el desierto y con los hábitos bárh^ ros de la vida semi-salvaje que llevaban 1 gentes semi-cristianas que lo poblaban con nombre de gatichos. Cuando la Revolución cC^ 1810 abrió las puertas de nuestra Rada al cc^ mercio europeo, se emprendió en grande e^ cala la matanza de los ganados alzados, qu^ vagaban sin dueño, para surtir los buques de ultramar que venian á pedirnos retornos por las mercaderías de que nos surtian. Rosas, aunque ignorado entonces de todos, contrajo sus tareas á esas grandes volteadas y corre- rías en el desierto, apandillando numerosas com- pañias de gauchos; y como era noble, fornido^ diestro como ningún otro, intelijente.y maliciosa, tomó en poco tiempo la posición de un prln-

EN BUENOS AIRES 313

cíipe fronterizo, seguido de subalternos, que <3astigaba sus agravios á su modo y á su @usto: á quien todos temian por lo malo, y á cguien todos querían por lo protector y por lo ge- neroso en recompensas arbitrarias.

El año de 1814 comenzaron á escasear ya

los rodeos alzados que habian servido de fuente

la faena de corambres en la Banda Orien-

il y en el sur de Buenos Aires ; y Rosas fué

los primeros, que adquiriendo los mejores

terrenos, emprendió la cria sedentaria de los

&<anados sujetos á gobierno industrial, que de

ÍS15 á 1820 hizo admirables y estupendos pro-

fff esos entre nosotros. Sus estancias bien plan-

^^cJas con árboles, subdivididas en chacras, suje-

^s auna administración inteligente y á una dis-

^^plina rigorosa : sus grandes ensayos de semen-

tei^a^g^ su prolijo conocimiento de los lugares, su

^^ornbrosa actividad, su estenso crédito entre

lo^ campesinos, su acertada y firme economía,

y Sobre todo la generosidad con que se pres-

*^l>a» á fundar para sus amigos establecimientos

^"^i^stles análogos á los suyos, á cuidarlos y

^^S^nizarlos hasta que los ganados se aque-

^^Uoiasen y quedase corriente su administra-

^^^Ti , lo habian hecho el personage mas útil y

6^\iíinado no solo entre los modestos trabajado-

^s de la campaña sino entre los ricos vecinos de

te ciudad que contrahian su capital á esas tareas.

El conocimiento consumado que con estos

314 TRIUNFO DIRECTORIAL

trabajos había adquirido de la topografía y d^^ la estadística de la Provincia, en tiempos ei que nadie había hecho exploraciones, en que nadie habia escrito ó propagado libros especiales ^ y prolijos sobre las condiciones climatéricas y productivas de nuestro pais, y en que todo él era un verdadero misterio envuelto en la impene- trable soledad de desiertos y remotos campos, le daban, diremos así, la llave de todos sus se- cretos, y podía determinar los elementos de vida y de riqueza que contenían las diversas partes del territorio.

Asi es que en 1819, cuando el general Ro- dríguez tomó el mando de la campaña del Sur como comandante general de sus milicias, no pudo menos que ponerse en contacto con Ro- sas, formándose entre ambos, al muy poco tiempo, una Intima amistad que en aquel mo- mento tenia por base la comunidad de los intere- ses políticos. Rodríguez necesitaba del joven ga- nadero como elemento electoral y como resorte para mover militarmente las masas del Sur. Ro- sas necesitaba del comandante general para ele- var su gerarquia, disponer de los influjos del poder ofícial á su antojo y llevar adelante sus miras particulares. ahí el vínculo recíproco con que entraron ambos unidos en los últimos sucesos del año XX.

Derrotado el Director Rondeau en Cepeda, Rodríguez y Rosas no tuvieron tiempo de pre- sentarse á contener á los vencedores; y la ciu-

EN BUENOS AIRES 315

dad, como se ha visto, cayó en manos de don Manuel Sarratea. Pero en las distintas complica- ciones que se subsiguieron, el general Rodríguez prestigiado en el sur, concentró de mas en mas los votos y el favor del partido oligárquico de la Comuna. Con mas arrojo hubiera podido tomar la gerencia de esos intereses contra Soler; pero los sucesos hablan venido de tal modo, que en vez de tomar las responsabilidades de la dirección su- prema, después de la Cañada de la Cruz, habia creído que le convenia mas declinar esos compro- naisos y dejar que los tomara Borrego. Este habia sido tan feliz y tan rápido en sus operaciones, pa- ra librar la provincia de los montoneros, y habia alcanzado con esto tal prestigio entre los Cívicos y la muchedumbre de la ciudad, que no era pru- dente ni fácil disputarle el poder que poco antes se le habia abandonado. Sin embargo, la oligar- <iuia unitaria, dueña del mecanismo electoral, tra- tó de tomar para misma la ventajosa posición en qvie la habia puesto la victoria definitiva que Bor- rego acababa de obtener sobre los santafecinos; y segura de que la provincia estaba libre de nue- vos ataques por parte de estos, comenzó á ver la facilidad de organizar un gobierno autonómico, prestigioso y regular en la capital del antiguo virreinato, que continuaba siendo la parte sus- tancial del poder y del boato administrativo. Convenia pues, ante todo, hacer la paz con el gobernador López ; fundar una época de con-

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cordia y de relaciones amigables con las dema^ provincias ; y abstenerse de tomar interés direc- ta 6 indirectamente en sus disidencias internas^ en sus partidos, en sus escándalos, ó en su mi- seria. Ellas habian querido la disolución del régimen nacional: habian querido la segregación y el aislamiento; pues, natural y lejltimo eir» que lo gozaran á sus anchas y con todas sixs consecuencias. Para conseguir esta situación definitiva, cuya base indispensable era la psLZ con Santafé, no habia otro obstáculo que Derrai- go. Mientras este siguiera triunfando con pro- balidades de vencer y de derrotar á López, no era posible destituirlo, por que contaba con gI apoyo de la fuerza armada que mandaba, Y con la popularidad que su genio, su braMiraysii fortuna, le daban entre la plebe que constitai^ la parte militante de los Tercios Cívicos. En la duda del resultado final la oligarquia unitaria tenia que contemporizar, y devorar en silenc^^ su deseo y sus miras de apoderarse del pod^^ para elevar hombres genui ñámente suyos. P©^^ cuando Dorrego, derrotado en el Gamonal P^ López, perdió parte del ejército que manda^^^' y cayó en el descrédito que impone toda d^ rota, esa oligarquia encontró la ocasión de alz^^ se poderosa: se organizó con rapidez: decl^^^ cual era su genuino gefe: y descubriendo ^ ^ ambición en nombre de la pacificación y del ^ den, marchó á sus fines sin embozo.

EN BUENOS AIRES 317

Mil circunstancias, aun aquellas que podrían irarse como eventuales, vinieron á servir sus clinaciones. Hemos visto que el 4 de Julio, el a aquel del terror y del conflicto público, Do- ego había sido nombrado gobernador inte- 10 por una Junta Electoral compuesta del cindario reunido bajo la presidencia del Ca- lcio. Las palabras del Bando en que se pro- ulgó esa resolución bastarán para esplicarnos encadenamiento de los sucesos que vamos á Lrrar— «El coronel don Manuel Borrego ha sido electo Gobernador interino de esta ciudad, en- tre tanto que con oportunidad, y eyi co7iso7*cio cíe legítimos electores por los partidos de la campaña^ pueda verificarse la elección del competente Gobierno Provincial: con la cali- dad de V. S. reconozca la supremacia del Pueblo en la Junta de Representantes, d cuya elección debe V. S. mandar inmediatamen- te que se proceda según estilo y prácti- ca » De modo que cuando Dorrego salia

campaña persiguiendo con ardor álosmon- neros, quedaba pendiente la elec^-ion gene- 1 de los Representantes que debían ejercer

poder Lejislativo ordinario, y nombrar el ^bernador permanente de la Provincia. Después de la victoria de San Nicolás, al- nzada el 2 de Agosto, Dorrego se creyó »egurado en el poder, por que no era posi- ^ preveer siquiera que nadie se ati'eviese á

318 TRIUNFO DIRECTORIAL

elegir otro gobernador permanente que él; y para aprovechar de la buena ocasión, coino se dice, se dirigió al Gobernador Delegado fecha 7 de Agosto en estos términos : «hallánd* se esta provincia libre ya de la opresión Á que la habia reducido la inicua facción que acaba de ser concluida y esterminada jhdt los bravos que me acompañan; y por con- siguiente en plena libertad para elegir el Gro bernador propietario que habrá de regirla, dispondrá V. S. que en el término de S4 horas de recibida esta comunicación, se cri^ cule la correspondiente convocatoria, á ef^<í- to de que reunidos los Representantes pro- cedan al espresado nombramiento.» Estepa' so revelaba por cierto una premura pueril» y la opinión unitaria que veia con pesar ci*^" favorable y decisiva era la ocasión para Pf^® Dorrego se aprovechase de ella, prorrunOÍ en quejas, en críticas amargas, y tambiet^^^^^

alarmas; por que no estando aún venc^^^ López, y siendo de temerse siempre que alc-^^^" zase algunas ventajas posteriores, parecía c^^^ imprudentísima hacer imposible la paz, co:::- ^ se haria sin duda, otorgando á Dorrego el ^^^^ bierno permanente de la Provincia de Buer ^^ Aires. Pero unos pocos dias después tuvo , gar la nueva victoria de Pavón j fué prec '^^ resignarse. El gobernador delegado general don Marcr:^^^

i

EN BUENOS AIRES 319

Icarce, cumplió la resolución de Dorrego. n fecha 11 de Agosto se dirigió al Cabildo iéndole que convocase á los electores de ciudad ; y se circularon órdenes á los jueces ritoriales para que hicieran lo mismo en campaña, tomando por regla el bando del 3e Abril que habia ya servido para la elec- ►n de la Junta que derrocó á Sarratea. (2) Los vecinos que se abstuvieran ó prescindieran cumplir este deber, serian castigados con publicación de sus nombres notados de inci- ^7no. La colecta de votos no debiasersimultá- a en un solo dia sino en aquellas horas y días e los Cabildantes que presidieran la Mesa con- aerasen mas oportunos, acontar desde el 17 de rosto en que los comicios debian abrirse. La elección de esta nueva Junta de Repre- itantes tuvo lugar del 17 al 24 de Agosto, d resultado fué la reelección de los mismos 2mbros que componían la Junta violentada Jisuelta por Soler, es decir la que habia Jtituido á Sarratea, nombrado á Ramos xia, tratado de anular á Soler para nom- r al general Rodríguez; y que no solo

) El procedimiento electoral consagrado por este ido era el siguiente: Cada ciudadano con arraigo 'ecindad dcbia dar su voló en pliego cerrado firman- an la cubierta ante la Comisión ó Mesa colectora que bien debia firmar allí el testimonio de la identidad ional y de la calificación civil del votante.

320 TRIUNFO DIRBCTORIAL

estaba compuesta de antiguos directoriales, afiliados á la reorganización refornnada del partido, sino sostenida también por el voto y por la adhesión de toda la burguesía decente y liberal de la vieja capital.

El resultado estaba tan previsto, que á nadie sorprendió, á nadie alarmó. Dorrego mismo y los gefes subalternos de su partido habian cooperado contando con que esos Represen- tantes, ganados por los sucesos y por los servicios del joven gobernador interino, no osarian jamás defraudarlo ni negarle ese tes- timonio de su gratitud. Y en efecto, así hu- biera sido : ninguno habria tenido valor ó interés en romper la corriente de las cosas, si no hubiese ocurrido la derrota del Gamonal^ acaecida el 2 de Setiembre en los momentos en que la Junta de RR. acababa de ser electa, sin haber tenido tiempo ni aún para instalarse.

La noticia de esa derrota causó en Buenos Aires una sorpresa y una inquietud proporcional á la seguridad y confianza que las victorias ante- riores habian inspirado al pueblo. Todo el traba- jo hecho, todos los sacrificios y los triunfos an- teriores de nada servían ahora. Todo estaba perdido ; los montoneros, mas indignados aho- ra, y mas vengativos, iban á entrar de nuevo talando la Provincia.

Quedábales sinembargo á nuestros hombres de Estado una esperanza: sacrificar á Dorre-

EN BUENOS AIRES *3Sl

go, levantar á Rodríguez, y hacer que este no solo se propiciase de la amistad de López, sino que puesto en el gobierno, sirviese de garan- tía para celebrar la paz y entrar en pactos mas trascendentales de mutua defensa. Pero esto exijia largo tiempo ; y mientras tanto Dorrego hacia esfuerzos desesperados por re- hacerse. Pedia que le enviasen sus leales Cívi- cos del Tercio que habia devuelto á la ciudad después de la acción de San Nicolás y de Pavón. Desde Areco donde se habia replegado) circulaba órdenes y notas, especial- mente á la Campaña del Sur, para que le mandaran los regimientos de don Hilarión Cas- tro, de Julianes, de Vilela y de Vega. Pero, por muy urgentes é incisivas que fuesen esas órdenes, la opinión del partido predominante en la ciudad le era ya adversa ; y el prudente general don Marcos Balcarce que no se atre- vía á contrariarla, y que quizá simpatizaba con ella de acuerdo con sus antecedentes, dejaba que Rodríguez y su partido en la ciudad, y Rosas en la campaña, cruzaran las medidas de Dorrego eludiendo sus órdenes. Y así mis- mo con nada mas que el batallón de Cazado- reSj que al retirarse recogió de San Nicolás^ habia logrado reunir bastantes fuerzas para contener el enemigo Ínterin le llegaran los refuer- zos que pedia.

Pero estaba engañado : lo que todos querían

TOMO VIU 21

322 TRIUNFO DIRBCTORIAL

era hacer la paz con el gobernador de Santaf< La guerra habia concluido por el aflojamienti^ de las pasiones recíprocas. Persistiendo e^ mantenerla Dorrego se hacia responsable de siH propia caida ; la opinión no estaba ya con él Las glorias militares son demasiado caras sangrientas : los pueblos se cansan y se postra al peso de una revolución prolongada, no habia odio contra los santafecinos: esto no eran ya ni bárbaros ni renegados: que s quedasen en su provincia, que en ella gober— * nasen como quisiesen, que vejetasen en la-^ inanición y en la miseria: todo eso era indi-^ ferente, con tal de que Buenos Aires, la ca- pital del comercio y de la opulencia, fuese la Capital de la paz, de la reforma, de la vida culta, del boato, con independencia del resto del país por lo pronto; y con un olvido mas aparente que real de la unidad nacional. En la atmósfera revolucionaria, como en la atmós- fera física, el viento sopla de donde sopla, según leyes que en su momento dado son incontrastables.

Con esto, bien podemos esplicarnos bajo qué influencias inevitables, y con qué propó- sitos, se rounia esa famosa Lejislatura del mes de Setiembre de 1820 que iba á ser la piedra fundamental de la reorganización definitiva de la Provincia de Buenos Aires, bajo el réjimen representativo liberal y republicano en cuanto

EN BUENOS AIRES 323

¿L los principios: autonómico y segregado en encanto á las circunstancias : unitario y concen- tr^€:^do en cuanto á la forma administrativa. Sobre esta base debian venir después Garcia y Rivr adavia, á levantar, como en un invernáculo de flores exóticas, las mas halagadoras teorías de los pensadores liberales de su tiempo, para sostituir, en las preocupaciones siempre nobles 7 e:xaltadas del Pueblo Argentino, las glorias í^i I liares de la Revolución por las glorias de 1^ Civilización y de la Paz concebidas en la &í*íHidiosa escala de la Reforma Social y del Carden Público cimentado sobre bases solemnes. I^ero no nos dejemos arrebatar todavía por esa ^tra.ccion magnética que tiene la época de aque- llos ensueños, que alguna vez serán realidades sin duda, por que están en la recta de nuestro ca- ^^ino, pero que no lo serán como dones milagro- sos del cielo, sino como premio de nuestros es- fuerzos y como fruto de nuestros sacrificios y ^^ nuestra energía, cuando la recuperemos.

El 8 de Setiembre de 1820 se reunían los í'-^presentantes electos en la casa de sus se- í^^ones (3) y declaraban que dada la urgen- ^^^ de las circunstancias se constituían como ^^^ Junta de Representantes con el Poder Le-

1?) Estaba en el terreno donde se ha levantado hoy el opulento edificio del Banco de la Pmvincia. La Junta o<iupaha los salones de la derecha, y el Consulado los de \a izquierda del patio.

324 TRIUNFO DIRECTORIAL

gislativo, y con las demás facultades que era- consiguientes al encargo de organizar losP deres Públicos que les habia conferido Pueblo de Buenos Aires--«Que en consecue « cia de este acto público y solemne, se tras

« mitiese el aviso correspondiente al gobernadci^i « interino en campaña para que prestara ^l^ « juramento de regla ante el juez territori»^!, « y después lo tomara el mismo al ejérci^»:o « de su mando: que igualmente se le orden « se al gobernador sustituto que se apers « nase el dia 12 con todas las corporación ^s « civiles, eclesiásticas y militares á prest ^xr * igual acatamiento.» La Junta en medio <Je salvas de artillería y repiques generales, qu^^ó constituida el mismo dia con el nom bramido lo de presidente y secretarios de su propio soi:m o, que lo fueron don Francisco Antonio Escala <-la para el primer puesto ; para Vice-Presidei ^te el Doctor Passo y para Secretario don Victoi "lo García de Zúñiga. Nada mas significativo ^ ^^^ estos nombres como prueba de la reacci <^" directorial.

Entretanto, el partido plebeyo ó Clcico, ^^ apercibía con enojo y estupor de que la oügí^^" quía comunal de los hábiles, de los ricos y ^^ los ahogados, que venían continuando la P^' lítica y el favoritismo administrativo déla ép^" ca anterior, se habia sobrepuesto á Dorreg^ ) al partido de Soler, que meses antes haL"*^^

EN BUENOS AIRES 325

rocurado acabar con esa tradición aborrecida, ¡nfurecidos por la sorpresa con que se les arre- ataba el poder y el influjo que habian ganado, ^solvieron defender la posesión del gobierno n manos de Dorrego ó de otro hombre de >s suyos. El general don Hilarión de la Quin- ina, el coronel Pagóla, los comandantes San- >s Rubio, Salomón, Epitacio del Campo, y US hermanos Dámaso y Estanislao, algunos abildantes como Dolz y Zavaleta, con mu- has otras personas, sobre todo oficiales subal- ernos y sargentos del Tercio de Cívicos y f^ Argentinos (pardos y negros criollos) co- í^enzaron á agitarse de una manera amena- ^nte que hizo temer el estallido de una violenta Sonada. La evidencia misma del peligro sirvi6 ^ estímulo á la Junta para apurar sus ac- s y colocar á Rodríguez al frente de la uacion. Rosas reunia en el Sur los regi- entes de milicias con el fin de tenerlos pron- á obrar: al mismo tiempo que en sosten del vo orden de cosas, se buscaba como estre- relaciones con el gobernador López y se le iba á Santafé el 16 de Setiembre al Coman- > don Ángel Castillo (un buen vecino del Sur) m mensaje amistoso pidiéndole que no ese inútilmente la provincia: que el ge- Rodriguez seria electo Gobernador, y que íz que lo fuese, la paz seria un resul- íguro y el principio de una íntima alian-

386 TRIUNFO DIRECTORIAL

za ofensiva y defensiva entre las dos provin cias.

Castillo regresó al momento con las mejore protestas del gobernador de Santafé como era esperar ; y el 26 de Setiembre, lanzados ya lo espíritus en el camino de la reacción para le- vantar nuevamente á los hombres ilustres la época directorial, desplegaron su poder, y la Junta de Representantes eligió al Brigadier General don Martin Rodríguez gobernador interino, como si por el momento no se ani- mase á más, y quisiera esperar el resultado de este ensayo peligroso antes de proceder á dar á su candidato el gobierno permanente de la provincia.

Basta en efecto ver las palabras del Bando

del 26 de Setiembre con que la

1820 Junta de RR. promulgaba esa elec-

Sctiembre 26 cion, para comprender los graves

temores que aún tenia de que este paso atrevido, con que el Partido Difectorial se restauraba en el poder, provocase una tre- menda reacción : « Fin á las alteraciones y « á la anarquía: Reconocimiento á la Auto- « ridad Representativa que es la primera de « la provincia: y obediencia á sus determina- « clones. Los que promovieren la insurrección, « perturbasen la tranquilidad pública ó atenta- re sen contra esta autoridad y las demás que se « constituyeren: los que de algún modo pro-

EN BUENOS AIRES 327

A movieren ó causaren la discordia entre ios « puebios, la auxiliaren ó le dieren coopera- 4t cion directa ó indirecta, serán reputados « Enemigos de la Provincia y Perturbadores * del orden público; y serán castigados con « todo el rigor de las penas, hasta la de muer- « te y expatriación, conforme al influjo que 4t tuvieren. No hay clase ni persona que que- « de exenta del alcance de este decreto.»

Hasta en estas reminiscencias era fiel el parti- do á su origen y sus tradiciones. (4)

Para explicarnos los temores que la oligar- quía de la Junta sentía al apoderarse otra vez del poder, es bueno tener presente que en derredor de Dorrego se habian agrupado to- dos los descontentos que desde 1812 venian en pugna contra el esclusivismo oligárquico de las clases doctas y ricas que eran los que desde entonces, hasta la derrota de Cepeda, habian predominado en la Capital estrechando cada vez mas el círculo personal de su influjo c(5mo sucede siempre. Sarratea y Soler no ha- bian sabido responder á las tendencias provincia- les y democráticas del partido plebeyo informe todavía. El uno por que aliándose con los mon- toneros y con Carrera habia herido en lo vivo

(4) Reproducción íntegra del famoso Edicto del Con- greso de Ttumman expedido en Agosto de 1816 al comu- nicar á los pueblos la elección del Supremo Director Üon Juan Martin de Pueyrredon.

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el sentimiento porteño: el otro, por que habia ofendido el pundonor civil de la masa con la arrogancia brutal de sus actos y con los es- cesos del despotismo militar.

Dorrego por ei contrario, acababa de encabe- zar el movimiento defensivo y espontáneo del pueblo mismo con grande habilidad como mili^ tar, con pasión sincera como localista, y con in-* genuidad como demócrata; de modo, que no solo^ los descontentos anteriores, sino todas aquellas capas intermedias del pueblo que no eran dema- siado opulentas b hábiles ^b^b. tener afinidades oligárquicas de profesión 6 de posición, y que no eran tampoco los miserables que forman la masa inerte de la multitud, vinieron de suyo, atrai- das por el sentimiento local y por el antago- nismo democrático, á formar al lado de Dor- rego, constituyéndole asi un partido activo y fervoroso que debia acompañarlo en los suce- sos ulteriores hasta el bárbaro crimen que puso fin á sus dias de un modo atroz.

Para este partido era intolerable la maniobra con que los Hábiles del partido directorial re- formado acababan de apoderarse del gobierno de la Provincia. Ellos, por un golpe de mano rápido, y aprovechándose de la primera con- fusión que habia sobrecogido al pueblo al saber- se el contraste del Gamonal, habian puesto eii movimiento electoral la burguesía: y desenmas- carándose con rapidez habian conseguido ha-^

BN BUENOS AIRES

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cer triunfar la reacción pura y simple del antiguo régimen. Menos Pueyrredon y Tagle, suprimidos por haber quedado demasiado usa- dos en las refriegas de la lucha , y para dar lugar amas frescas ambiciones, todo lo demás entra- ba en acción : los mismos nombres y los mismos íii/lujos : el mismo compañerismo de toga y de />os¡cion : la misma concentración del barrio en calles^principales que habitaban: los mismos t>itristas de las finanzas directoriales : la mis- soberbia de las posiciones conquistadas y de tradiciones domésticas: la misma ampli- en las miras: el mismo garbo virreinal; or último la misma infatuación del dog- ^tismo y de los principios absolutos con se distinguía en Francia aquella clase de políticos que Napoleón llamaba ideólogos; y ^"^^ durante la monarquia constitucional de ^Viis Felipe se llamaron doctrinarios. En ese ^^^Txipo, todo el comercio de menudeo y de ^OTisumo, las tiendas y los almacenes, estaban ^^^^tenidos y servidos por hijos del país. Por s\i número eran un poderoso contingente del ^*^rnento burgués. Como milicia formaban el ^•** Tercio Cívico, que aunque de escaso in- "Mjo militar por defecto de la clase misma de ^^o se componia, compensaban ese defecto por A^igoroso tono que su adhesión daba á la opinión pública en favor de las ideas y de las

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esperanzas del partido oligárquico y liberal ^ que pertenecían en cuerpo y alma.

Lo singular es (y debemos notarlo) que est^^^ repentina y afortunada restauración no habri-^Kiia podido tentarse siquiera con éxito, si el nuev^^'^^^o gefe de ese partido reformado, no hubiera tra -•ai- do en su apoyo, al apoderarse del poder ofr cial, á los Campesinos de la Campana

SuTy con las peonadas de las chácaras, prepar^^— a- das por el comandante Rosas á obrar en apc^ ^o- yo del general Rodríguez y de la burguesiff' ^ia unitaria y liberal de la Ciudad.

Hasta entonces, la verdadera fuerza de In^ os movimientos convulsivos de la Capital hab-^/a estado en manos de los Cívicos^ y princip^^/- mente del 2o Tercio. Estos eran los que h^ -^-

bian derrocado al general Alvear en 1815, Y

decidido de todas las peripecias del año X-^» como lo acabamos de ver. Afiliados ahora ^ partido de Borrego, es decir, sostenedores^^ elemento plebeyo, era muy dudoso saber nuevo contingente que traían los campesinos^ ^ ^ que, aliado con la burguesía liberal, formaba fuerza militar de Rodríguez, seria bastante pocí roso para acallar y someter el ferviente enca- de las clases plebeyas y de sus gefes, que d^' pechados por la sorpresa con que habian si^ ^ supeditados, estaban naturalmente resueltos echar mano de las armas:— y de ahí la inquí*

EN BUENOS AIRES 331

tud general y las amenazas del Bando que acabamos de trascribir.

Se preveía con mas 6 menos probabilidad que una lucha porfiada y sangrienta estaba á punto de estallar. El encono y la rabia del par- tido popular no tenían limites; y al mismo tiem- po, la burguesía estaba resuelta á emprenderla con él, y poner fin, una vez por todas, al anár- quico influjo que los Cívicos del 29 Tercio ha- bían ejercido por tanto tiempo en los movi- mientos políticos de la capital.

En esta inquieta y animosa predisposición de los espíritus, unos contra otros, no podía tar- dar mucho en pronunciarse el terrible choque de las fuerzas opuestas; y en el acto que se conoció el personal de la Junta de Representan- tes, y que se vio como cosa indudable la elec- ción del general Rodríguez, se sintieron ya los síntomas de un inminente sacudimiento.

En la intención de prevenir un golpe de mano audaz, mandó el gobierno acuartelar las tropas. Los batallones de Aguerridos y Cazadores pasaron á guarnecer el Fuerte para defender en todo caso la plaza central. El general Ro- dríguez le escribió al Comandante Rosas, or- denándole con fecha 26 de Setiembre que reuniera precipitadamente todas las milicias del sur, principalmente las de Matanzas, Mag- dalena y Ranchos; y que, sin esperar mas órdenes ni avisos, ocurriera con toda diligen-

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TRIUNFO Dnir:(^TORIAL

cia á situarse en Santa Catalina, á dos leguas y media de la ciudad. Se pensaba rodear la ciudad con una fuerza fíel: introducirla á las plazas principales de la circunsferencia: incor- porar allí los partidarios del gobierno, y pro- ceder súbitamente al desarme y disolución de los Tercios 29 y 3*» de Cívicos, y del batallón Fijo, que eran los tres cuerpos que inspira- ban recelos mas serios y que no era pruden- te tocar sin tener antes como dominarlos.

Como todas estas medidas nacian de resolu- ciones secretas tomadas con toda previsión en el centro dire«!tor del partido, se había resuelto que para llevar á cabo el plan, y salvar los grandes intereses que dependían de él, no solo era menester desconcertar á los contrarios, sino castigarlos ejemplarmente haciendo efec- tivas las penas del Bando. La Junta había au- torizado al gobernador Rodríguez con toda la suma del poder público^ y facultades ordi- narias y extraordinarias. (5)

(5) Véase los documentos oñcíales conlenidos en las Gacetas del 11 y del 25 do Octubre. En cuanto á los con- ciliábulos de partido en que se trataba de destituir á Dor- regó por la intriga ó por las armas, véase las Memorioi de Lamadrid, páj. 228; allí se verá también el papel principal que hizo Rosas al lado del general Rodríguez y en las fílas del partido unitario, donde hizo sus príme- ras armas y recibió su primera educación en la política militante de los partidos argentinos.

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EN BUENOS AIRES

3:

El Fijo era el mas antiguo de los cuerpos teranos que guarnecían la capital. Ocupaba estremo sur de los cuarteles del Retiro. Cons ba de 280 plazas, rezagos de la división de fantería que el general don Juan Ramón Bale ce habia salvado en Cepeda. Escogiendo mejor que podia sacarse de esos restos, el i neral Soler habia procurado hacer con ellos cuerpo de su confianza personal ; y ya fuera | su origen, ya por los oficiales subalternos ( /lAbían quedado en el batallón después de e^^ida de Soler, el coronel Pagóla y muchos < cía/es de su círculo conservaban grande infl este cuerpo, y daban fundados motivos á ( ieran rumores muy alarmantes con una sístencia que probaba la verdad en su origen. JE I Segundo Tercio estaba compuesto por juventud de la clase media, menestrales, jor ler'osB, carreros, ó gentes sin oficio, aunque de '^ i I i«s modestas y propietarias en los suburvi -^^^clos ellos estaban habituados á los pelig í^x guerra. Muy pocos eran los que no hab

^^y En gran parte de estos detalles y otros que c

*^*^r*^ la sedición del de Octubre de 1820 sigo los di

,. "^'^-^nidos en una carta de fecha 15 de Noviembre (

-. ^) que el señor don José María Rojas, testigo oci

_ "^^J i^al señor don Manuel José García residente en

^n Rio Janeiro. Tengo copia tomada del orig

tL ,^ Cixistia en poder del doctor don Manuel R. Gai

^^^íStro que fué de la Reuúblicaen E. U. y en Lónd

334 TRIUNFO DIRECTORIAL

hecho alguna campaña, ó no habian concurrido á media docena de asonadas reñidas y mortífe- ras. Su misma clase y las exitaciones de la revolución, les habian dado predilecciones políti- cas apasionadas, vinculándolos entre con un espíritu de cuerpo que no lo tenia mas fuerte ni mas estrecho ningún batallón veterano.

El 2.° Tercio tenia su cuartel en el córralo^ de San Francisco, cuya puerta da hoy á la cali® de Potosí esquina de Balcarce. Pero como e^®* tan notoria la mala disposición del cuerpo, ^ Presidente de la Nueva Junta le habia ordenac^^ al Gobernador Delegado don Marcos Baleare^ que no lo acuartelara y que recogiese todas 1^^ llaves y enseres del cuartel para que no se iot^ mase allí ningún centro de reunión: así s hizo. Pero los Cívicos dependian entonce^ del Cabildo y no del gobierno: los soldados te ' nian en sus casas sus fusiles y municiones ; y^ habiéndoseles cerrado el cuartel, se pasaron la-^ voz con los oficiales conjurados para acudir al Retiro como punto de reunión en el momento señalado.

El gefe militar de este complot era el coronel Pagóla: el gefe político inmediato era el general don Hilarión de la Quintana; y el gefe definitivo ó superior para el caso en que la asonada se convirtiera en una revolución triunfante, debia ser el general Soler, que esperaba en la Colonia el resultado del primer movimiento. Los amigos de

KN BLKNOS AIRES 3li7)

Sarratea, que aunque pocos eran importantes y atrevidos, habian entrado en la conjuración diri- gidos por el doctor don Pedro Agrelo, por don Vicente Chilabert (padre), por los comandantes Santos Rubio, Bares, Malavés y algunos otros reconocidos ya por alborotadores patentados. El j:)artido popular de Dorregohabia puesto también f3u poderosa cooperación ; pero Borrego no co- nocia la situación ni habia cooperado como lo "^'a-inos á ver. Los gefes únicos del complot, Juagóla, Quintana, Agrelo, Soler, y Sarratea, ¿iban indignadísimos cortra Borrego; y le usaban de haber sido, con su conducta inde- <^i^=^^Y tonta, e\ agente principal de que el poder hxilDiesecaido otra vez en manos de los Birecto- ■"ís^les; y á fé, que tenían razón. Los conjura- ^c>^ no le habian comunicado la resolución de ^^^l^levarse, y aun tenian el propósito de pres- ^* *^ <jir de él y de poner á Soler en el mando, alia- ^ ^^ con los amigos de Sarratea por la hostilidad ^*^^í»un contra los Birectoriales que ahora los ^^^^is, sin perjuicio de salvar después las miras ^^•t-esriores ¿e cada uno de ellos.

ISadiemas propio que el coronel Pagóla para ^^^*ig¡r una conjuración militar y para llevarla á ^^tfcocon éxito. Era brutal, pero también era ^^^ \'o y resuelto. Tenia una voluntad inflexible

V '•-1 na de aquellas astucias que elaboran pronto ^ idea, que ven claro en un círculo estrecho de ^^s^asy que obran aventurándolo todo, como si

^3^) TRirNIX) DIIiECTOIilAL I

fuesen á juego cierto. Una vez que había entrado f ^^- ^ en un complot, que tenia que tomar una resolu- I ^ .^ cion suprema, que salvar de una derrota, ó deci- I r-^e ^ dir de una victoria, Pagóla obraba con una ener I ta.i ^■- gia peculiar, é iba á fondo sin sentir vacilaciones I ¿dv^^ ni perder el tiempo en reflexiones. La linea I rutri' recta era su regla ; pero como su espíritu era 1 é^- ''"^ estrecho, esas calidades del ánimo, 6 delcarác- 15 -^^ ter, carecían de amplitud en el propósito, de ele- 1 vacion en la mente, y eran solo condiciones ¿e \\'\ un subalterno arrojado. 1 '

El nuevo gobierno tenia numerosísimos da*»^^ 1 *', para asegurar que habia un complot próxima % estallar. No todo era claro para él, pero ^ V. preparaba á defenderse y á obrar. Ademas V

los batallones Cazadores y Aguerridos acu^^ 1 telados en el Fuerte, hacia pernoctar en 1^^,, 1 portales del Cabildo los Cívicos del t.°ydel3 "^q l Tercio : el |)nmero cubria los arcos del edificio ^ a i desde el centro hasta la calle de la Victoria, y ^ 3.** hasta la calle de Riimdacia. -^^

Pesaban pues en aquellas horas sobre los áni ^^^^ mos del vecindario las lúgubre^ ^^ 1820 preocupaciones que se imponeiC^^^.

Octubre V en semejantes momentos ; y se-^ ^^ rian como tes diez y media de^^^ \. la noche, hora en que 'la ciudad estaba literal- ^* mente en tinieblas, y recogida en sus hoga- "^^^^q res, cuando el ruido estridente y pavoroso de repetidas descargas de fusilería, en el cen-

EN BUENOS AIRES 337

1ro mismo de la ciudad, pusieron en espan- tosa alarma á las familias, haciéndoles saber que sus amigos y sus deudos se estaban ma- tando horriblemente en la plaza y en las calles adyacentes. Entre los espacios que dejaba el nutrido fuego de los fusiles se oian los tétricos ecos de la campana del Cabildo tocando á con- flicto con una dolorosa y fúnebre urgencia.

Desde las primeras horas déla noche habian comenzado á reunirse ocultamente en el cuartel del Fijo (Retiro) un gran número de oficiales cí- vicos y veteranos, con grupos de hombres suel- tos y con la mayor parte del 2** Tercio, cuyos soldados acudian armados por los eriales y ca- lles escusadas. Muy pronto se sintió este movi- miento estraño, y hubo que tomar medidas para averiguar lo que se hacia. Era poco mas de las aiueve cuando el coronel Pagóla con ocho ó diez ayudantes se presentaba al cuartel del Fijo ; y Á los gritos de ¡Muera Pueyrredon! ¡Muey^a Alvear! ¡Abajo la Facción! ¡Guerra á muer- te á los Directoriales! y otras voces de este género, se armaba un grande tumulto; salia el F'ijo á la Plaza del Retiro: seguíalo el Tercio alas órdenes del comandante González Salomón: formaban en columna: y restablecido el mas profundo silencio, marchaban sobre la Plaza de la Victoria.

Como el gobernador estaba sobre-aviso, supo -al instante que habia estallado el alzamiento, y

TOMO VIII 22

338 TRIUNFO DIRECTORIAL

trató de prepararse á rechazar A los agreso- res. Sacó del Fuerte tres compañías del bata- llón de Cazadores y dos del batallón áeAguer^ ridos. Colocó á los primeros en el arco ma- yor y arquería de la Recoba vieja ; (7) y en la recoba nueva á otra parte de la fuerza, dejan- do en el Fuerte y en la plaza del Veinticinco de Mayo en reserva las demás compañías de arabos cuerpos. Acababa de tomar estas medíd^^ cuando los revolucionarios entraban ya á la pl^' za principal. Por la calle de las Torres (h^^ Rivadavia) desembocaban los comandantes Sc^^ (Anastacio) y Bares á la cabeza de una parte c^^ 3." Teyxio que desde temprano se había idc:^ reunir con el Fijo y con el Segundo; y como ^ resto del mismo cuerpo cívico ocupaba la verec:^^* de la Policía y le daban allí la voz de amigos, y la vez que perturbaban todo, atrayéndose \C^^^, unos y dispersando á los otros, acometían al pr mer Tercio en los portales del Cabildo, lo des lojaban del edificio, ocupábanlas galerías alta los salones del Ayuntamiento, y la torre, dand vuelo á su campana.

Por la calle de la Catedral (hoy San Martin^^^ ^^ desembocaba Pagóla montado en un caball(^ -^ blanco al frente del Segundo Tercio; y entrando' ^ en Columna por la acera de la Catedral, despl gaba al frente de la Recoba vieja bajo el fueg

(7) Demolida hace 4 años.

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de los Cazadores. Formada su linea, les hacia una descarga cerrada, y acometiéndolos sin va- cilar ala bayoneta metia sus pelotones entre los arcos y galerías bajas con un brío irresistible. Los Cazadores cedieron al empuje y á la masa de los cívicos, desbandándose y huyendo á gua- recerse en la Fortaleza adonde un momento des- pués entraba también el Gobernador Rodríguez verdaderamente desesperado. Por el otro lado continuaba el tiroteo entre los Aguerridos^ que se habian subido á las azoteas de la Recoba nueva, y el Fijo que con el 3." Tercio habia to- mado los altos y la torre del Cabildo.

Dispersados los Cazadores, Pagóla tocó á reunión en la Plaza del Veinticinco^ y resguar- dando su tropa en los arcos de ese lado de la Re- coba vieja, procuró aislar á los Aguerridos en la Recoba nueva para que no pudiesen replegarse al Fuerte.

Dos jóvenes oficiales del Primer Tercio, don Jacobo Várela y don Miguel Sánchez, que ha- bian salido entre los dispersos del Cabildo hu- yendo por la calle del Colegio, dieron vuelta por la de Moreyío y tomando la de Baleares consi- ^ieron introducirse en el Fuerte. El señor Ro- dríguez se hallaba en la mas grande ansiedad. Jío podia apreciar todavía ni el tamaño ni las íuerzas de la rebelión. Por estos dos jóvenes, íué que logró saber el estado que las cosas pre- sentaban en la plaza. Ellos le incitaban á volver

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al fuego con los restos de Cazadores y Ague^""' ridos que veian á su lado, diciéndole que hab»'^ cientos de dispersos en las calles adyacentes qu-^® se le unirían ; y como el tiroteo que continuatn^^^^ nutridísimo del lado de la Recaba nueva, probabr:==^^ que los Aguerridos se sostenían bien, el Gobe^' ^^' nador dio orden al resto del cuerpo, que hiciese ^^ una descubierta vigorosa en la plaza. Peroiií^*P bien se hizo sentir, fué mortíferamente rec -'^^^'' bido por los Cívicos apostados en el costad^^^ oriental de la Recoba vieja ; y cargados despue^^ -®^ con una impetuosidad admirable, sedesbandaro^^^^^^''^ completamente, uniéndose quizás en gran partP' ^^^^ á los revolucionarios, pues fueron pocos los qo^^-^^^ regresaron al Fuerte.

Despejadas las dos plazas. Pagóla se coloe^r^::^ í^¿> con los Cívicos en las azoteas de la Recob^^^a vieja y en los altos de Escalada. De modo qu^^-^e la posición de los Agueryñdos en la Recolj^-^^a nueoa vino á ser desesperada bajo los fuegcrzzi^s cruzados del Cabildo, de la Recoba vieja y delcrzDs Altos de Escalada, Al instante comenzaron á oirsc, entre el tiroteo, gritos de ¡ Parlamentc^^^^ !

¡alto el fuego! y los Agiie7^ridos, red

cidos á la última estremidad, rendían las arnfi un momento después.

Mientras el comité de los revolucionarios coi""* ^* tituia en los salones del Ayuntamiento una oft^^^' na de trabajo administrativo bajo las órdenes c^^^ doctor Agrelo, el Gobernador Rodríguez sí^ ^ *^

EN BUENOS AIRES 341

del Fuerte á caballo, por el costado del Río, con algunos amigos y ayudantes. A la madrugada se detuvo algunas horas en Barracas para orde- nar á los gefes Vega y Vilela (de Caseros y de las Conchas), que acudiesen con toda urgen- cia á Santa CataHna, donde iba á poner su cuartel general ; y donde contaba con encontrar al comandante Rosas á la cabeza de los Regi- mientos 5** y 7** de Milicias, que formaban como 900 hombres.

Abandonados á mismos, los Cazadores capitularon en el Fuerte. Pagóla habia comple- tado su obra en la capital, y tenia, á lo menos^ mil y quinientos soldados de primera clase bajo sus órdenes. Era pues dueño de Buenos Ai- res. La plaza ofrecia un espectáculo desas- troso.

La comisión ejecutiva de los revolucionarios nombró á Pagóla gefe político y comandante general de Armas. Hizo venir á los miembros del Ayuntamiento para con su presencia legali- zar los actos del motin ; y como el Caljildo era por ley Brigadier y Gefe nato de las tres Briga- das Cívicas delegó su mando en el general don Hilarión de la Quintana primo hermano del ge- neral Soler.

Mientras tanto y para reunir muchedumbre, se continuó con la campana el toque de alarma: y sus lúgubres ecos difundiéndose al través de las tinieblas y del silencio de la noche, sonaban

34S TRIUNFO DIRBGTORIAL

en el oido délos vecinos como una invocación infernal en medio del caos y del espanto general. Podríamos nombrar á muchos que huyeron por las azoteas buscando guaridas en que esconder su espanto.

Eran las 8 de la mañana del dia 2 de Octubre cuando el Cabildo se declaró en asamblea abier- ta. El doctor Agrelo y otros ciudadanos de si bando presentaron redactado, y pronto ya, ui Bando adecuado á las circunstancias: que san- cionado por aclamación tumultuaria se hiz( imprimir y promulgar al momento. Decías< en él, que una parte muy considerable de ciu- ^ dadanos, auxiliados con la fuerza Cívica que ^ hacia la guarnición, se habia reunido en la no- ' che anterior « para ocurrir ante el Cabildo contra la elección de los Representantes que componían la Jíjnta, y mas que todo contra el nombramiento que esta Junta ilegal habia hecho para Gobernador y Capitán general de la Provincia en la persona del general don Martin Rodríguez, por pertenecer este noto* riamente, á la facción destruida del Congre- so y del Directorio, enemiga de la libertad de los pueblos y de los patriotas, contra quie^- nes ha desplegado desde su entrada al man- do la misma sanguinaria pey^secucion que ha marcado todos sus pasos. En consecuencia el Pueblo y los Cívicos han pedido que el Ayuntamiento asuma el mando mientras se

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procede á la creación de un nuevo gobierno que salve al pais. »

Con estos antecedentes, el Cabildo resolvió que se convocase al pueblo para que el día 3 (Octubre) se reuniese en el templo de San Ignacio, á las nueve de la mañana y deli- berase en asamblea lo que quisiera resolver. 2"* Que siendo justos y exactos todos los de- fectos y tachas objetadas á la Junta y á la elec- ción del general Rodriguez, se declaraba que quedaban por nulas las actas en que habían sido electos ambos poderes. Que los Alcaldes y sus tenientes de Bar 7^0 citasen é incitasen á comparecer á todos los vecinos del municipio ; y que especialmente fuesen llamados todos los que hubiesen sido miembros de las Juntas ante- riores desde la del 16 de Febrero que habia sido Ja primera. 49 Que para mantener el orden y la libertad de todos los asistentes se nombraba al general don Hilarión de la Quintana coronel de todas las brigadas Cívicas, bajo la autoridad del Cabildo.

Los revolucionarios creian con toda ingenui- dad que habian triunfado. Ninguna otra cosa les quedaba por hacer sino nombrar un gobierno interino al dia siguiente para que mandara ha- cer nuevas elecciones y nombrase un gober- nador de su partido.

Agrelo que era el artífice que daba forma á los propósitos del motin, forjó una doctrina sin-

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guiar para legalizar sus resoluciones. Por el derecho canónico, el Obispo que abandona su diócesis ó que es sacado de ella, pierde su juris- dicción privativa, y puede dársele legUimamentó un sucesor ; ahora pues, como el Gobernador Rodríguez habia abandonado la capital, debía considerársele extrañado, y falto de legalidad por consiguiente para volver á mandar en ett^- Parece¡imposible que tan pueril inepcia se h^" biese tomado á lo serio y provocado polémic^^ sobre su valor jurídico. Muy poco tiempo del>^^ durar el favor de esta doctrina y la confianza c que los revoltosos se creveron triunfadores el primer momento.

Situado en Santa Catalina el gobernad^^ Rodríguez habia reunido ya las fuerzas C^ Rosas, las de los comandantes Hilarión Ca^^ tro, Julianes y Castillo, con numerosos grupo^ de gentes de la ciudad que corrían á formad con él. Desde allí circuló el gobernador una^ proclama protestando que no debia tenérsele^ por prófugo, pues estaba á la cabeza de todas las fuerzas legales y pronto ya á volver sobre los facciosos que se hablan alzado en armas contra su legitima autoridad. Amenazados por la fuerza material, y privados de la fuerza moral por el odio que se hablan concitado de parte de toda la burguesía sin escepcion, la situación de los revoltosos estaba muy lejos de ser halagüeña. Un año entero de perturbaciones y de tumultos

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diarios habia levantado en el seno de la sociedad culta el vehemente deseo de poner término al desorden, á cualquiera costa. La insolencia y la brutal perversidad de Pagóla hablan llevado á su colmo la indignación pública. No esperaba mas el gobernador para moverse sobre la ciudad que la incorpora- 1820 cion de los escuadrones de Caseros Octubre 3 y de las Conchas. En la tarde del dia 2 (Octubre) se incorporaron y fueron todos uniformados con camisetas y gor- de bayetilla punzó ; lo que les dio el nombre Colorados de Rosas y Colorados de las Con- ohas con que se distinguian las dos divisiones del sur y del norte.

Comenzaron los revolucionarios á ponerse en '^iicho cuidado; y aunque al principio hablan pensado prescindir de Dorrego, á quien acusa- ^^n de haber sido causa de la rehabilitación del Partido directorial, ocurrieron ahora á él: no solo por su popularidad en la parte plebeya del pue- blo, por su fama y destreza militar, sino por la fuerza que tenia aun bajo sus órdenes en Areco : «El Cabildo (le decían) única autoridad legiti- ma del pueblo de Buenos Aires, ha tenido que ^^sumir el mando para cortar la discordia y salvar al vecindario. Pero numerosas parti- das de campesinos, mal dispuestos, están si- tiando al pueblo con ánimo de saquearlo; y para librarlo de atroces sufrimientos y desas-

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tres es de urgente necesidad que V. S. mar- che inmediatamente á la ciudad á ponerse ¿ las órdenes del Ayuntamiento.»

Pagóla conocía que el recurso era tardío; 1 que para que fuese eficaz era preciso disponer^^ á resistir á todo trance, hasta que Dorrego ti-^' viese tiempo de llegar. Con esa mira hizo abr^"^ zanjas y formar trincheras en la Plaza : acantea ' por todas las alturas de la circunferencia ^^ posible número de tropas ; y para evitar que sit^ enemigos se aglomerasen sobre el centro, de* " tacó otros cantones por la Residencia^ por 1 Concepción y por Monserrat.

El dia 3 por la mañana se hacia efectiva po toda la ciudad la citación á Cabildo Abiert que debia tener lugar en el Templo de San Igna^ ció. A las nueve a. m. se instalaba la Asamblea^ con un gran número de curiosos, mucha chus- ma, poca gente conocida, sise esceptúan los corifeos ardientes de la facción que dominaba en la plaza. Al poco rato comenzó á entrar una cantidad notable de jóvenes estudiantes y tenderos, que parecian animados de un espíritu sarcástico y hostil, aunque sin marcada resolu- ción de tomar parte en el debate. Un testigo presenta así la composición del conjunto : «Pri- mero— la facción del Cabildo es decir de So- ler :— 29 la de Sarratea á que pertenece Agrelo 3? Algunos hombres de puñal : 49 Algunos jóvenes honrados á quienes nada de esto ate-

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rraba: 5? Los federales de buena fe: 6? Es- Irangeros mirones y entrometidos: 7.** Alguna gente decente en minoría; y bastante chusma. El alcalde Dolz abrió la sesión como Presi- dente. En seguida, Agrelo se apoderó de la tribuna (el pulpito de la iglesia) y empezó á decir con furor que era preciso nombrar go- bernador en el acto, excusando los atentados de Sarratea y de Soler. Suplicó al pueblo que se convenciese de que Dorrego era federal de buena fé, y por lo mismo el mas indicado en ^^ ci7*cunstancias para tomar el mando. Dijo ÍUe era tiempo de empaparse en la sangre de Jos monarquistas y de los partidarios de Puey- ^''^on y Alvear, por que eran portugueses. yodo esto fué muy aplaudido por sus saté- lites.» (8)

(^) Dice el mi?mo testigo ocular Derrepente nos vimos »*^stalado en el pulpito al italiano Virgilio « Pueblo sobe- " •'ano I esclamó: mirad! dijo estendiendo sus manos ** ^^u horror hacia un altar, i Oh bárbara prcocupa-

cíone! ¿Cómo se atreve Santa Teresa atener velas *' encendidas delante de la Soberanía del pueblo? . . . Que

**isas! amigo ; que silbidos! el pueblo echado en su " ^Uen humor lo hizo bajar.» Este señor Virgilio era l**^ pensador y eruditísimo italiano ; pero de vida y de *^^as tan estrafalarias que en medio de todo su enorme ^^bep era tenido por loco. Y en efecto, sus desvarios *J*^n tales que cada semana publicaba en hoja suelta ^lucubraciones asombrosas pero siempre en el sentido ^l 6pden y de la moral, á su modo. Entre ellas fué cé- *^bp^ la Proclama contra las palomas que por todos los

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Pretendió Agrelo volver á ocupar el pulpito del templo, pero don Nicolás de Anchorena lo tomó del cuello, y sacó de los bolsillos un par de pistolas, invocando con enérgicas voces el apoyo de todos los hombres de orden. Se produjo como era natural un grande alboroto, al mismo tiempo que numerosos grupos entraban de afue- ra gritando que acudieran todos á la plaza, po^ que las fuerzas del general Rodríguez comenza- ban A entrar ja por las calles de la ciudad. L*^ Asamblea se disolvió como por encanto. (9)

En efecto, veíanse ya corretear por las caU®^ del circuito urbano gruesas partidas de Co^^' vados. Muchos de los cantones avanzados ^ habian pronunciado por los invasores y reu*^ dose á ellos.

Al sentir esta desmoralización Pagóla y Qix^^ tana retiraron las avanzadas leianas. Conc^^ traron todas sus fuerzas en la Plaza de la Y^^ to^Hajj en los edificios inmediatos, defendió *^ do las avenidas con zanjas, estorbos y artiller í ^ Toda la noche del 3 duró el tiroteo entre las p^'

techos de las casas escandalizaban á las tiernas niña^^^ á las familias con hábitos desvergonzados de todo ^^ ñero.

(9) Estos y otros muchos detalles son tomadas de tm ^^ estensa carta ó memoria que don José María Roja^ Patrón, escribió al señor don Manuel José García, t^*^ viado Diplomático en Rio Janeiro.

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trullas avanzadas de la plaza con las partidas de vanguardia del gobernador. El 4 por la ma- ñana adelantó este sus fuerzas y se posesionó sólidamente de la Residencia, de la Concepción y de Motiserrat, A la tarde avanzó un cuerpo principal hasta el Hospital de Betlem (actual- nente Ca^a de la Moneda) las guerrillas entra- on por la calle Victoria, Rivadavia, Bolívar y >efensa, haciéndose tenaces y mortíferas de una otra parte:— «Murieron muchos combatientes mirones curiosos, porque todo el mundo pa- gaba las calles como si nada hubiese. Es B advertir que en todo este intervalo de ¡tiem- o, los parlamentos no cesaban de ir y venir; ^ pesar de su banderita blanca, tenian que ha- erlo por entre las balas. »

Este mismo dia, situado ya el gobernador con u. cuartel general en la plaza de la Reside^icia antigua casa de Wright) pasó una nota á la Jun- ^ de RR. diciéndole: «A orillas de esta Capi- ^I estoy en aptitud de obrar como Gobernador Capitán General que soy de la Provincia.» -ecorclaba en seguida que al tomar el mando abia prometido olvidar odios y desconfianzas ^^^ proteger y garantir á todos. Peroelúlti- ^ tumulto lo ponia en la obligación de hacer ^<^tivas las leyes que habia jurado para defen- '^*^l orden. En consecuencia, el Gobernador -^^^^ba á la Junta á que volviera á desempeñar

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SUS funciones : oyera en libertad las reclamacio- nes que se le hicieren y deliberase sobre ellas. Pero el Gobernador « protestaba que estaba re- suelto á contener toda innovación ó reforma que emanase de conductos irregulares y tumul- tuarios», decia aludiendo al Cabildo. «En este conciso concepto (agregaba) observe V.H. que yo no soy prófugo, ni ex-gobernador, f ^•- sino que salí á evitar las consecuencias de ■''^' un tumulto, sin dejar de ser gobernador, an- tes bien obrando como tal.»

Al recibirse esta nota dirijida á la Junta e\ mismo Cabildo que ya empezaba á ver \^^ cosas como demasiado eventuales y apurad^^^ hizo llamar 7 reunirá los Diputados que pu3^*^ ron ser hallados con mas premura, para <3-^^-. abriesen el pliego, y deliberasen sobre el "P^^ ^tk. cular, en unión con el Ayuntamiento. (10) Di cil era arribar á nada definitivo en el Cabil( bajo el imperio de Pagóla que no queriatraa gir sino cambiando el gobernador. El único curso que quedaba, era nombrar una coi sion conjunta de Capitulares y de Repn sentantes que entrasen á mediar entre los g( fes de ambas fuerzas enemigas. A las - de la noche regresó la Comisión del cuarta

(10) Se reunieron los RR. Pinto, Escalada (don Fran- cisco,) Alzaga, Pinero, Ramos Mejia (Ildefonso,) Riva- davia (Santiago) y Victorio Garcia Zúñiga.

EN BUENOS AIRES 351

general del gobernador. Este con venia en que ambos partidos dejasen la resolución sobera- na y dirimente del conflicto á la decisión de la Junta, prometiendo obedecer lo que ella resolviera. Llamados á la Sala Capitular, Quintana, Pagóla, Bares, Malavés y otros gefes, se les propuso que accediesen á lo que el señor Rodríguez proponía. Quintana respondió que él dependia esclusivamente del Cabildo, y que obedecería todo lo que este Cuerpo le ordena- se : dijeron los demás exactamente lo mismo. Con esto se retiraron los Gefes sublevados á ia plaza; y el alcalde Dolz invocó el patriotis- iTio de la Junta á fin de que deliberase y pr^opusiese algo que fuese un arreglo ingenuo^ por que de otro modo aquello iba á conver- ^*»"se en un cuadro espantoso de horrores y ^^ matanza. Los RR. observaron que allí nada P^^cSian deliberar, pero que iban á hacerlo en ^^í^c lugar mejor adecuado donde tuviesen para ^*lc:i mas quietud y mas libertad, asegurando ^^^^ comunicarían al Cabildo su última propo- ^^^ion.

iLos del Cabildo y los sublevados querían

^ar dos ó tres días para que Dorrego vinie-

en su auxilio. Rodríguez estaba resuelto

P^r* lo mismo, á atacar el dia 5, sin ninguna

^^rmora; tomar la plaza costase lo que costase

^ impedir la llegada de ese auxilio que podía

^^í^Ie funesto.

362

TRIUNFO DIRECTORIAL

En una nueva nota el Gobernador le decía á la Junta «Estas legiones se acercan, por amor al orden, y para redimirá la Patria de los vejámenes en que fué envuelta la noche del lo. Toda aceleración en el despacho es so- bremanera interesante. La gente está llena de un ardor estremado, y tal vez me será difícil contenerla. Pongo en la consideración de V. H. este único motivo, que es muy grave para quien ve las cosas de cerca.»

La Junta se retiró de su casa á la una la noche y escogió el Convento de San Juan (Capuchinas) para deliberar; por que allí que- daba yá bajo la inmediata protección de l^ fuerzas del General Rodríguez. (11) Desp^^^ de maduras reflexiones, resolvió: primei^O' Que ratificaba en el general Rodríguez nombramiento de gobernador, á quien to^^^ debían obedecer: Segundo: Que se declar^^" una franca y solemne amnistia general á ^^' vor de todos los comprometidos en los hect'^^^ del de octubre, garantiéndosela la Jui é interpelando también el honor del gobier Tercero: Soltura y libertad inmediata de dos los presos y prisioneros que tuviese y otro partido.

e\

ta, o.

to- no

(11) Véase cl papel publicado por el Presbítero Mariano Zavalcta en defensa de su hijo, el Cabild te don Ventura Ignacio Zavalcta.

011

-an-

EN BUENOS AIRES 353

El dia 5 á las 7 de la mañana entró el diputado don Félix Alzaga á la plaza á notificar- le al Cabildo y á los sublevados esta resolu- ción de la Junta : Los revolucionarios la recha- zaron en el acto y propusieron que se reuniese el pueblo á elegir doce representantes mas, que unidos á los actuantes reconsiderasen ese acuer- do. En estos nuevos negociados pasaba ya el dia. Pero á las 12 de la mañana, el gobernador Rodríguez dio por terminada toda negociación pacífica, y volvió á echar sus guerrillas amagan- do ya un ataque general. Pagóla habia coloca- do una parte de sus mejores soldados en dos fuertísimos cantones: situado el uno en el café de Mallcos (esquina del Colegio) y el otro en la alt i azotea de Elorriaga (esquina de San Francisco) y defendidos ambos por la metra- lla de la plaza. Era indispensable hacer desa- lojar estos ilos puestos para poder penetrar al centro. Después de algún tiempo, los asaltantes pudieron ocupar el Colegio y las torres de San Francisco, Desde sus alturas hicieron desalo- jar, aunque con pérdidas dolorosas y recíprocas, iiquellos dos fuertes cantones. El gobernador se situó entonces en el atrio de San Francis- co; y habiendo avanzado tiradores por las azo- teas hacia la plaza se trabó sobre ellas una A^erdadera batalla en la que los combatientes se amparaban de los parapetos. Pero desalo- jados al fin los artilleros de la calle del Colé- TOMO vni 23

354

TRIUNFO DIRECTORIAL

flrío, entró á la plaza un enorme grupo del

Colorados de Rosas, (12) causando una tr-

menda confusión. Otros grupos se abrieron c<

esto, fácil entrada por las calles Victoria

Defensa trabándose así un combate de cuer]

á cuerpo entre los dos bandos. Invadida

plaza ya era imposible su defensa. Los g-

fes de la rebelión, y los Capitulares compr

metidos en ella, huyeron para no caer

manos de los vencedores. Infinidad de Cívicc:^:^»

se evadieron también por las casas y azotea^^*^

adyacentes, pero dejando un gran número

prisioneros, de heridos y de muertos. «Aq

fué (dice el testigo que antes hemos trasc

to) donde todos revueltos se mataban un

á otros sin compasión. Muchos de los fai

ciosos, metidos detras de los pilares de la R

coba nueva, prefirieron morir á rendirse..

Porción de heridos yacian en las calzadas e

perando el turno de las camillas para ser II

vados á los hospitales, 6 el de morir allí si

.socorro. En uno de los costados de la piro

mide de mayo se veia una dolorosa cantida

de ".adáveres apilados, que daban horrible te

(12; Pero es de advenir que á esteno se le vio solo instante en los lugares del peligro; y .s« dijo qi daba sus órdenes lomando mate en la puerta de su c^ sa que era la (jue ocupa la cuadra de Moreno entre livar y Verú. Rosas era personalmente muy colmrde.

w i

EN BUENOS AIRES 355

monío de ia bárbara matanza producida por . lucha.

«Después del último tiro todo quedó en silencio: o se dio un solo viva : ni festejo, ni signo a!gu- o de alegría pública. Nadie se ocupó de otra 3sa que de socorrer indistintamente á los he- dos, y de recoger los cadáveres, que habrán ido de 180 á 200. » Este accidente es honorí- co, por que prueba que el partido vencedor la- lentaba la amargura de una victoria fratricida;

para hacernos una idea de lo vidriosas que ha- lan estado las cosas, veamos como concluye el

¡smo contemporáneo que hemos trascrito: 55ta ha sido la feliz terminación del suceso íl o. Pero ¿ cuál habría sido si hubieran ncido los contrarios? 1** El saqueo por

ehusma de poncho agrupada en la.s c\v-

^^las: y esa misma noche se les reúnen

cuatro á cinco mil hombres de canalla,

no hubieran sido vencidos: 2V La pros- pcrion y la Horca.... Ya V. conoce bien: ^^e homb)'e don Pedro José de Agrelo. ■gola ha fugado con muchos otros: han 'o tomados el Alcalde de 1." voto don Juan ^^"bcrto Dolz, el 2? Comandante de Cívicos, >í. Salomón (13) y varios otros cómplices

o-<>-

' ^) Hermano del famoso malvado que fué después _ ^^ la Mazorca durante la tiranía atroz de Rosas; fut> ^^do, fusilado y puesto en la horca en Novitíml)re de ^ ^ consecuencia de su complicidad en ese motin.

356 TRIUNFO DIRRCTORIAL

de los que cinco sai-gen tos fueron tannbieii eje- cutados. Los muertos han sido enterrados en la plazuela del Fuerte, y en ios corrales de los templos inmediatos; lo cual se ha hecho á prisa en esa misma noche para disminixí** la consternación y las lágrimas del pueblo. Los vencedores parecían vencidos: no se l^^ oia una palabra : rehusaban cuanto se l^^ ofrecia, como no fuera agua pura, y guard-^' ban con admirable obediencia las órdenes ^^ sus gefes. El pueblo entero lo declara y &^^' ba esas tropas de su campaña tan leales ^^^ mo bravas » (14)

El sentimiento unánine de las clases cnl*^"^^ y ricas, la convicción de todos aquellos qu^ nian intereses normales en el orden público, la prosperidad y en el progreso social, y por lo mismo estaban ligados á la consoli cion liberal y legítima del pais y de su gob: no, era que en la Jornada del cinco de Oc"^^^ imE la Provincia de Buenos Aires habia salvíJ^^ su precioso porvenir y el de la nación trasmíT^^ .^ íando uno de esos cataclismos que sacan de q '^^^ <!Ío los fundamentos de la vida de los puehlc^^^ ' Al nacer ligada con tan felices coincidencias, -^ ^ era estraño que la rehabilitación de los \iO^ bres y de las grandes tradiciones de la épo ^^ '

(14) Véiisi* la importante nota que va al fin déoste c-^ püulo.

directorial, despertase por un lado en el seno de la vigorosa burguesía de la antigua capital, un sentimiento general de satisfacción, pronto á echarse en el desarrollo de todo aquello que hace próspera, luminosa, entendida en letras y ciencias, la resurrección liberal de una épo- ca cuyos gloriosos recuerdos eran y serán eter- namente el honrosísimo patrimonio de Buenos Aires. No lo era tampoco que comenzaran á condensarse las ofensas, las aspiraciones frus- tradas, y las enemistades personales, en camino de remontar una nueva oposición, y que á la remota distancia de los sucesos debia produ- cir nuevos y oscuros gérmenes de lucha. (15)

(15) ¿A quien, se figuran nuestros lectores, que se de- Ijíó el sangriento y terrible triunfo del general Rodri- ^uez sobre el bravo Segundo Tercio de Cívicos y sobre ^1 temerario coronel Pagóla? Según el señor Vicuña ^^^ackenna se debió ¿ ios Chilenos! .... para él estos €^hilenos, son como los enjambres de las moscas en el cr^mpo que aparecen sin ser vistos donde quiera que hay sangre, batalla, matanza, catástrofe, y otras inmun- dicias. Oigamos y juzgúese: «El gobernador Rodriguez ncpn unos pocos veteranos que salvó de la Ciudad, cor- i-e en el acto á las Bruscas y pone en libertad á los Chi- lenos que Dorrego habia tomado prisioneros en San Ni- colás. Vuelto sobre la Plaza, Rodriguez no ti*epida en el Ataque: ordena i los Chilenos y á los pocos vetera- nos de que disponia, el asaltar las trincheras, sable en mano, lo que aquellos ejecutaron con su acostumbrado denue<)o .... Cerca de 400 cadáveres quedaron tendidos por la.s callos y los mas eran de aquellos bravos prisioneros

X}'< TRÍINKO DIREriOlUAL

Bajo la lisongera impresión de una viciO" ria que en el sentido público aseguraba la ^' lidez del régimen liberal y representativo J^^ ^ la provincia de Buenos Aires, pensó el gol>^^ no que era político y consecuente con las ¡<^^V^ populares, celebrarla dando gracias al Crear^-^ ^ /del Universo en el templo católico. El Te D^^^.^ llamó una enorme concurrencia como en ^

gvsindesi fiestas patrias. Atestada de gerC^"^^ .^ estaba la espaciosa iglesia, cuando derrepe '^^ g^ se acerca un militar al gobernador, y sin r^"^^^e- peto al ceremonial, le habla al oido. El g^^^^^^^te ral Rodríguez llama al doctor Castro Presider* ^^ del Tribunal Superior de Justicia, le deja % ^^^.qs asiento, y sale del templo seguido de al&un<^ ^^^-^^^ edecanes y gefes de la guarnición. Una inqui^ ^ jg tud general y febril se propaga entre toda i- ^

concurrencia. Apenas llega el gobernador ^ ^^^v Fuerte se disparan los tres cañonazos de alar^^ ^^al ma; y los atambores salen tocando generala a .^^ ^^ rededor de los cuarteles, al mismo tiempo qu^

ks^

de San Nicolás que así morían por una causa ageoa y^^ ^ ^¿ desconocida, sin mas titulo que ser contados los Pri- meros ENTRE LOS VALIENTES.» Estos prímcros cntre los Valientes eran sin embargo prisioneros de otros que por lo visto eran segundos entre los cobardes! qué hubie- ra sido no hubiesen sido prisioneros sino vencedores! Esto es sublime! Cuando la monomanía no se hunde en la demencia, es de cierto la mejor de las comedias pa- ra hacer reír. La idea no es mía sino de Erasmo en su libro Encomium Moriop,

EN BUENOS AIRES 359

ayudantes militares recorren á galope las ca- lles llevando órdenes, y que un tren de arti- llería toma posición en la plaza de la Victo7^ia. ¿Qué hay? se preguntaban las gentes cor- riendo por las calles j se les contestaba : «Bor- rego avanza con su ejército sobre la ciudad.» Y en efecto, ese era el aviso que habia recibido el gobernador.

Verdad era que después de la jornada del 5 habian quedado serios cuidados y dudas sobre cual seria la marcha que adoptaría Derrego. Nadie sabia en qué espíritu habría recibido la noticia de los acontecimientos; y no faltaba quienes aseguraran que teniéndose por gober- nador legítimo, estaba decidido á resistir la in- triga desleal con que habia sido destituido, y á negar su obediencia al general Rodríguez. Pe- ro otros que creian conocerlo mejor, se resistían á esa sospecha y aseguraban que era un patriota intachable, incapaz de ligarse á los atentados de Pagóla ó de venir á atacará mano armada al pueblo de Buenos Aires.

De cualquier modo que fuera, Dorrego tenia á sus órdenes como mil y tantos hombres según constaba de los estados que él mismo habia pasado pocos días antes. La tropa era buena; y mandada por él, era difícil que las milicias del Sur pudieran hacerle frente en campo abier- to. De manera que si el pueblo tenia que reducir su defensa al radio interno de la ciudad, era de

360 TRIUNFO DIRECTORIAL

temerse, ó mas bien era casi seguro que los vencidos del dia cinco^ y la crecida plebe que tenia afinidades notorias con ellos, se incorpo- raran á Dorrego ; y entonces la situación podía hacerse desesperada para los vencedores.

El último chasque decia que dejaba á Bor- rego en el Lujan en marcha hacia la Capital. Habia, sin embargo de todo, un antecedente que hacia esperar que el conflicto no fuese tan grave como se temia. Dijimos antes que el Ca- bildo habia oficiado á Dorrego con fecha 2, di- ciéndole que el á la noche se habia produci- do un cambio total de cosas: que el Ayunta- miento habia reasumido el mando de la Provine cia abando7iado y abdicado por el gobernador Rodríguez. Como esto se habia reproducido ya varias veces en este mismo año, sin que na- die hasta entonces hubiera osado desconocer en el Ayuntamiento la autoridad y la represen- tación originaria del pueblo, Dorrego debior tomar como legítima (y lo era, á estar á los antecedentes consagrados) la notificación y la orden que se le impartía como á general del ejército que le habia dado el mismo Cabildo en una circunstancia exactamente igual. Sin embargo, Dorrego habia recibido dos dias antes la notificación de que el General Rodríguez ha- bia sido nombrado Gobernador por la Junta de RR. y lo habia dado á reconocer en su Di vi-

EN BUENOS AIRES 361

sion (16) Absteniéndose con prudencia de pro- ceder de pronto, y de marchar en apoyo de la asonada de Pagóla, como se lo ordenaba el Ca- bildo, prefirió esperar mas datos, y conocer los sucesos antes de tomar una resolución. Al efec- to, despachó con pliegos al Sargento Mayor don Ángel Pacheco. Pero el dio 5 recibió nuevos y urgentísimos oficios del Cabildo, datados el 4, participándole que la Ciudad estaba rodeada por numerosmmas bandas de gauchage: que iba ú ser asaltada y saqueada ; que los Cívicos es- taban resueltos á sostenerse en la plaza á toda costa, que por consiguiente se interpelaba su patriotismo y su honor militar para que viniera prontamente á intermediar en la furia recíproca de los bandos, á fin de que el pueblo, salvado de una catástrofe espantosa pudiera darse un gobierno con entera libertad. Nadie, en su lugar habría vacilado ; y Dorrego se puso en marcha hacia la ciudad. Que tuviese ó no otros propósi- tos detrás del simple y estricto cumplimiento de su deber, no es del caso: lo justo es conside- rar que en su situación, nadie habría rehusado

(16) Véase la Gaceta del 18 de Octubre (Oficio del señor General Coronel D. Manuel Dorrego) en donde consta que el reconocimiento de Dorrego fué entregado en la Sala Capi- tular el lunes 2 de Octubre dwante la sedición y que no se LBYÓ AL publico. Esto solo basta para vindicarlo de todo cargo sobre participación directa 6 indirecta en la aso- nada.

oG2 TUirMO DUiKCTORIAL

Ji

nesie ¡3íaV

acudir al llamado del Cabildo; y que poniendo cu marcha cumplió con su deber. Ifete

Ese fué sin embargo uno de los grandes cr"í- ml^ ^ menes que le atribuyó el partido vencedor paT^ It^lP l)erseguirlo. Se necesitaban pretestos, y él mis* mo los dio con la lealtad y con la rectitud de su conducta. Si hubiera estado confabulado cofl los sediciosos de la noche del 1? de Octubre, ^ hubiera estado convenido con Pagóla y cc>^^ Agrelo, habría venido en el momento del mot*^ con la decisión y con la rapidez que le era gen*^ en todas sus empresas ; y entonces, la causa ^ general Rodríguez era causa perdida, porq^^ Dorrego tenia un fuerte partido popular, era t^ bil, tenia tropas, y estaba muy lejos de inspi á la comunidad las resistencias desesperadas (f inspiraba Pagóla. Pero la verdad es que los jurados del 19 de Octubre habian pensado cluirlo por sus disidencias anteriores del mes Julio ; y que solo apelaron á él, tarde ya y corr^^^^^ ^ último recurso, invocando la autoridad legUi del Cabildo v no el interés de la sedición mi

m

ma : lo cual lo exhoneraba de todo cargo ju tincado. (17)

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(17) «En el momento en que escribo (decía el P. Cas « tañeda en el Filantrópico) son las 8 de la mañana del « de Octubre, y estamos esperando la intimación del Ge^^'^ <( neral Dorrego que abandonando su posicioOi se ha Tuel « to contra la capital, Ikmado sin duda por los « que nada habrán dejado por intentar para envolví

EN BUENOS AIRES 3Go

La opinión pública no confundía pues ú

L>orrego con los sediciosos de profesión.

I-«a moderada justicia con que habla de él

^l P. Castañeda, que era el escritor nnas hi-

í'tenle y mas procaz contra todo lo que era

contrarío á la persona ó al gobierno del señor

F^taeyrredon, prueba que Dorrego se habia

P^antenido en términos prudentes y lejltimos,

p-staba tan ageno de lo que debia suceder en

^^ capital el V de Octubre, que ese mismo

^"^■^ hacia reconocer y jurar en su división al

^n todo género de males. A media noche, la Fortaleza *>Í20 señal con tres cañonazos, é inmediatamente se co- ^^cnó la plaza y azoteas con inmenso pueblo. Se lia man- ^ado tomar satisfacción al general de sus precipitados

^>iovimientos, y no dudamos que será batido pues

1 pueblo está decidido á no vivir bajo la peste federal e gefes hebdomadarios, por que mejor mil veces es la ^itroniaque la anarquia consiguiente á las mudanzas se-

^^^anales de gefes y majistrados Son las doce del

ia (agregaba en seguida) y dicen que el movimiento del eñor Dorrego no fué mas que un equívoco al que die- on motivo las sugestiones de los que, aún vencidos, uieren atizarla discordia. Esperamos pues que el ge- eral Dorrego no interrumpa el curso de sus victorias ; fácilmente nos persuadimos que no solo €icabará con montoneros extemos, sino que abriendo también los ^os, como los ha abierto este pueblo, tratará de perse- uir y de no abrigar ni por un momento á esos monto- ^ros internos, que mudando más formas que Proteo han vrlado la vigilancia de los que tenían por Argos, te- iéDdonos todo el año en una continua sorpresa.»

\

'M\\ IIUl'MO Dir.KCTORIAL

gobernador nombrado don Mariin Rodríguez, de acuerdo, decía con sus principios de su- bordinación militar; y mandaba á la ciudad al honorable Mayor don Ángel Pacheco para que | á nombre del ejército y del jefe felicitase al | * r gobernador electo.

Dorrego llegó al Lujan sin conocer el ca- | - f rácter y el resultado de los sucesos de la capital. El dia 7 de Octubre tuvo noticia de ellos, ó inmediatamente dirigió á la Junta de |- ^ RR. una nota de noble sentido y palpitante sinceridad: «Con fecha 2 me hizo saber ^^

« Exmo. Cabildo que el mando de la Proviti<^^^ « habia recaído nuevamente en éJ por la ^^' « luntad de ese pueblo ; y de acuerdo coa ^^ « principios de subordinación y amor al 6f^ « que siempre me han guiado, fué hecho ^q. « conocer en el Ejército de mi mando por ^^^ i « bernador y capitán general. Con fech^^^ ^e « nie ordenó la misma Corporación que g^- « pusiese inmediatamente en marcha en ^^^ \\a* « xilio de ese benemérito pueblo que se hal^ ^^as « ba asediado y atacado por gruesas pai*tid^ ^^en « de caballería: no trepidé un momento ^^^^-es- « obedecer, animado del deseo de evitar de^^^ic « gracias entre mis conciudadanos; y asi % ¿^ « hice entender y proclamé al ejército ^¡^^^^io * mi mando— Al llegar (hoy 7) á este puntJ^^J^^^ « se me ha presentado el Sargento Mayor do « Ángel Pacheco, y me informa de la dolon

(7-

i

EN BUENOS AIRES 365

« sa escena sucedida en esa capital Yo sus-

« pendo nni marcha hasta recibir órdenes de « V. Honorabilidad; pero es niuy de notar para mi, que en todo este tiempo yo no he « recibido comunicación ni aun contestación á « varios oficios que le he dirijido al señor « General Rodriguez, como verbalmente podrá « informar á V. H. el condutor de esta, Ma- « yor Pacheco. En el entretanto, Vuesa Ho- norabilidad puede descansar bajo la firme « inteligencia que la fuerza de mi mando ja- más projjenderá sino al orden y tranquili- « dad de nuestra Provincia, y al escarmien- « to de los enemigos de ella.»

Con la misma fecha del 7, en que Dorrego dirigia esta comunicación á la Junta de RR., la Junta, le dirigia á su vez á Dorrego una nota acre y casi hostil, que no tenia razón alguna de ser: «Acaba de saber la Junta con la ma- « yor sorpresa que V. S. por comunicaciones « que le hizo una parle pequeña del Cabildo, « en los momentos de su efímero \ I umultua- rio mando, por equivocados conceptos, fal- < ta de datos positivos ó por otros principios « que la Junta se hace violencia en creer, se ha « puesto en movimiento hacia esta ciudad, aban- « donando el principal objeto de su destino, « y la seguridad de la Provincia, que, por « este paso irregular, queda espuesta á una « libre é impune invasión del enemigo, con

"I

366 TRIUNFO directoría L

4( consecuencias de alta y lamentable trascen- « dencia de que en todo tiempo será V. S.el ^ « único responsable. Omitiendo la Junta ha- \^ « cer á V. S. otras reflexiones sobre tAn per-

* nicioso paso ordena á V. S. que en el

4c acto suspenda toda marcha en cualquier « punto en que se halle y obedezca lasórde-

* nes del gobernador y capitán general Ra- <c driguez, bajo el mas serio apercibimiento y responsabilidad á los males inevitables qii.e « no deben esperarse de V. S. por el amc^^^ « al firden y felicidad de la provincia qix^ « V. S. ha acreditado en sus anteriores vio— « torias contra sus enemigos, y que esta Jui^'' « ta nunca olvidará para conferirle á su ticrt*" « po el respectivo premio.» El proceder d^ *^ Junta era tan innoble como chocante: y ^^^ cuanto al premio, que ella ofrecia como u^* dádiva soberbia, mas bien que como un ac^ bien merecido, se convirtió muy pronto en r ^ destierro tanto mas injusto cuanto que no t vo mas motivos que personalidades viejas rivalidades nuevas. Rodriguez no podía olv dar los satíricos comentarios que Dorreg hacia de las malhadadas campañas; del nuev gobernador en el AUo Perú. (18)

s\%) Dorrego fué destituido á los pocos dias por c (ioncral Rodríguez, y confinado, por precaución, en Sai Isidro. A los pocos meses fué confinado á Mendoza

i:n nuKNOs aiiiks 307

Mientras se aseguraba en su terreno, el nuevo partido centralista y unitario, protesta- ba y clamaba contra el cargo de pueyrredo^ nista y directorial, que no cesaban de hacerle sus adversarios, como si tal cargo envolviese una calumnia intolerable ante la justicia del pueblo. Y era que en efecto, cualquiera que fuese el predominio de la burguesía ilustrada y rica que constituía la fuerza de ese partido, so rmovian todavía en los senos populares, y en la opinión, enemistades y obstáculos que "O oonvenia atropellar de frente ; y de ahí que s;istemade cosas tradicional resucítase á 1-a ví- ¿3. tratando de vestirse 6 de disfrazarse con hom- ^^^5^ nuevos; repeliendo á los que le habían dado antes su vida y su fuerza; para esquivar su ''C>nt€icto y darse apariencias de no ser ni próji- ^^s siquiera de los hombres del pasado. Puey- iTedon, Tagle, y otros pocos quedaron excluidos y Condenados como Saturno por sus hijos los

''^^íS'nado él de este tratamiento, y aburrido de su lai*-

^^ •íostierro, dejó á Mendoza por su propia voluntad, y

*^ ^UC; al AUo-Perú buscando la amistad y la protec-

^'^ ele Bolívar y de Sucre, con quienes trabó estrecha

^■^oion. PeiH) cuando en 1826 se pronunció la oposi-

'<>rí ^Q todos los caudillos provinciales contra la per-

_o»íu. de Rivadavia, Borrego logró hacerse nombrar

P í^^tado Nacional en Santiago del Estero por el mismo

*Pe Ibarra cuyos auxilios de tropa habían solicitado

1^.^^^^ ^ntes el coronel Paz. Incorporado al Congreso se

* ^^ ol gefe de la oposición.

k:

'>í

368 TRIUNFO DIRECTORIAL

nuevos dioses del nuevo Olimpo. Rodríguez, Rivadavia, Garcia, Agüero, Gómez, López, Lú- ea, Várela, Gallardo, Gil y cien otros cuya pro- I í oedencia se con solo nombrarlos, tomaron I i^ la primera línea en el partido reformado. I r^

El poder unitario estaba ahora concentrado I l*^ en la Junta de RK. y en el Gobernador déla | ('^ Provincia, como antes lo habia estado en el Director y en el Congreso. Pero cuando los prestigios y los vapores del triunfo militar y político del 5 de Octubre, envolvieron en el incienso de los te-deum y en el humo de l^ artilleria los pasados temores y recelos, y^ no hubo para que ser prudente: El nue^^ gobierno tenia en efecto su origen en los hor<^* bres ilustres de la ópoca de Pueyrredon, ^ aunque habia destituido á su glorioso g^ para renovar su savia, era continuador C^ aquellas tradiciones, y aspiraba á reanud los vínculos nacionales en un nuevo Gong

so unitario y constituyente. El Gobernador

la Junta lo declaraban asi con la toda frar^ ^'

qucza. (19)

(19) El Gobernador dccia en una de sus ari^oganU proclamas— «Ellos mo incluyen en lo que llaman /¡accio- ♦< de Pueyrredon. Son muchos los hombres que han sei^-^^ " vido diversos destinos en la anterior administracio^^^ - directorial y solamente el atrevimiento de la iniquiánc:^^^^^ <• puede calificarlos á lodos de delincuentes. ¿Cuál esc *< juicio, cuál el Tribunal, cuál la ley que los ha conde--"^'

EN BUENOS AIRES 369

Si el nuevo partido unitario no se hubiera pre- sentado en la escena internamente reformado, para ofrecer al pais el mismo núcleo tradicional, pero distintamente acomodado, no habria conse- guido reaccionar. Su habilidad estuvo en la persistencia de sus miras y en la reforma de su propia constitución interna por medio de sangre nueva.

Fortificándola doctrina con los hechos, para asentar bien su poder, la Junta de RR. le daba al Gobernador nuevas Facultades Estraordina- rias, diciéndole que entre ellas le conferia la de «proceder al juicio de los reos y á la im- •« posición de las penas, por los medios que le bastasen á cerciorarse del delito y del delin- cuente, sin detenerse en la lentitud y trabas de las formas ordinarins, por exijirlo así la su- <¡a prema ley déla salud pública de esta benemé- ^ rita Ciudad y Provincia.» (20) En consacuen-

'*■ nado? Yo no pertonozfo á facción alí^una: soy parti- rá dario del bien do mi patria: soy enemií^o do los que tratan do arruinarla .».. Hay fuera de Buenos Aires una terrible 1 i. i^a contra la libertad de Buenos Aires y do las di'mas Provincias : liga que elige, por medios, los desórdenes y la anarquia para entregarnos al yugo del despotismo. So pone en ejercicio contra nosotros la máxima do dividir para dominar. Unamos por lo mismo nuestras fuerzas morales y nuestras fuerzas físicas; y veremos pronto restituido el esplendor de esta Provincia y do toda nuestra Patria.»

(20) Comunicación Oficial del 7 de Octubre de 1820: inserta en la Gacítadel 18 del mismo mes.

TOMO VIII 24

r .-

370 TRIUNFO DIRECTORIAL

cia, el Gobernador hacia fusilar en la Plaza del 25 de Mayo al comandante Salomón que habia figurado á la cabeza del 2** Tercio en el motín del 19 de Octubre, á un tal García, á un tal Gutiérrez ; al mismo tiempo que se activaban los procedi- mientos contra Dolz: quien, después de haber corrido un peligro inminente de ser fusilado, sal- vaba á duras penas solo por pertenecer á una fa- milia de las mas distinguidas del municipio, y por estar vinculado á otra de no menos notorie- dad que hicieron esfuerzos inauditos por arran- carlo á las duras exijencias de la justicia polí- tica. (21)

La Junta de RR. se mostró mas franca toda- vía que el mismo Gobernador, para declarar que sus miras políticas tendian á reorganizar la Unidad Nacional sobre la base de la ciudad y del municipio de Buenos Aires. Ella creyó de tanta urgencia hacerlo saber á todos, que pa- ra decirlo en su famoso Manifiesto no esperó que se produgese la lucha con los desconten- tos, que todos preveían, ni el triunfo del 5 de Octubre; lo lanzó el 28 de Setiembre, apenas electo el Gobernador Rodríguez que completaba la restauración del partido. Ese Manifiesto tenia miras y conceptos que son hoy de la mayor im- portancia para esplícarnos el carácter de los su-

(21) Era casado con la scíiora doña Juana Rosa Ugarte.

k

EN BUENOS AIRES 371

cesos pasados y de los que debían continuar la historia de aquella época ilustre « Así que esta Junta ha sido llamada por el sufragio del Pue- blo al arduo ejercicio de sus funciones, uno de los prinneros raovinnientos de su celo lo ha di- rigido al examen del estado presente de la Nación.» La Junta lo consideraba aflijente y desconsolador «Esa máquina política que con la primera rotación supo imponer respeto á sus agresores y atraerse el interés de las naciones sabias, ^yacia rola por el volcan de la anar- quía, que los enemigos del pais habian sabido fomentar con diabólica destreza: Ha desapa- recido hasta el carácter nacional ; ha desapa- recido el comercio interior por la interrupción de todas las vias interprovinciales ; y la rique- za pública está arruinada. Pero, que no can- ten el triunfo esos enemigos y los cómpli- ces depravados que les sirven,— siempre que las Provincias Unidas, volviendo atrás los ojos, recuerden el hermoso oriente de su gloria en 1810, recuerden el acta memorable de 1816, y traigan ajuicio el compromiso solemne en que están para con millones de almas, (23) para con las tiernas generaciofies, para con el mismo atUor del UniversOy á quien pusieron por garan-

(22) Es evidente que esto se refiere á la Euj'opa liberal, y á la necesidad de atraerla emigración industriosa del -viejo mundo.

372 TRIUNFO DIRECTORIAL

te de la soberanía é independencia nacional, ju- rando que tenian recursos bastantes y.voluntad inquebrantable para fundarla: siennpre que es- tiendan la vista al porvenir, que consideren la grandeza de nuestros destinos futuros, destinos de gloria que la imaginación mas enérgica no puede abarcar; entonces no podrán menos que ver cortadas estas dos épocas luminosas del pa- sado y del porvenir por un abismo de oscuridad y de oprobio, por que distraídos por interese? bastardos quedaremos sin un centro vital, cuya falta basta para que desaparezca la res^ petabilidad y el poder nacional, sin lo cual no habrá el porvenir que anhelamos, así como no habría habido ese pasado de que nos gloria * mos.» La Junta sabía que todas las provin-^ cías se hallaban en las mismas disposiciones; y esto era para ella una prueba de la sanidad del cuerpo social. «Por su posición geográfi- ca, por sus producciones, por los vínculos tradicionales, y por mil otros motivos, las Provincias Argentinas forman una unión tan natural, que toda separación entre ellas tiene que ser violenta y estrana á sus deseos esen- ciales.» Estaba pues en sus manos presentar desde luego esta obra lenta de los siglos que se llama una Nación Constituida; y correspon- dia á las autoridades realizarla con solo el es- fuerzo de su voluntad. Para ello, era preciso sin embargo anular antes á los agentes de ladis-

EN BUENOS AIRES 373

cordia y temer sus nuevos planes, « Ellos son hoy mas activos y mejor combinados: y solo podrán ser reprimidos, si los que tene- mos la gloria de ser agentes de la Union Na- cional nos apresuramos á reunir en un foco todos los rayos del Poder Público que hoy es- tán diseminados y sin la acttividad conveniente.» La Junta se declaraba pues francamente Unita- ria y Directorial «Dar una cabeza á estos miembros hoy separados, formar un centro común, depositario de la confianza general de todos los pueblos, que por su respetable inter- posición, ó poder, sofoque en su nacimiento las diferencias indispensables que entre ellos se suscitaren, reorganizar nuestra máquina social de modo que sea capaz de dar impulso á sus resortes y de recuperar la grande rota- cien correspondiente á sus destidos: tal es la importancia, tales los objetos del Congreso Nacional que hoy se anhela por esta Provincia de concierto con las demás. Sin la existencia de este cuerpo, y sin el convenio de las pro- vincias en darle este poder para exterminar las discordias, este templo que se ha estado levantando en diez años de libertad, este asilo que se ha estado fabricando para todos los hombres industriosos del resto de la tierra, va á quedar convertido en teatro vergonzoso de guerras civiles, de devastación y de sangre. Ya las carabanas del comercio que poco

374 TRIUNFO DIRECTORIAL

antes cruzaban todos los caminos del interior, repartiendo entre los pueblos la vida y la ri- queza, hoy son escuadrones armados de hier- ros fratricidas para la matanza, el pillaje y la ruina en general. Buenos Aires cuenta empero con bastantes recursos para reducir a sil deber á los miserables que la provocan. » Pero lo importante era que no quedase vivo el germen, y que los pueblos se unificasen para sofocarlo «Nada importante se habrá hecho 7nientras las Provincias no vuelvan á entrar en la carrera, para que el Foder combinado de la Nación impida y castigue toda via de hecho en los pueblos hermanos; via que solo pudiera tolerarse cuando, en casos estreñios, fuese autorizada por el Cuerpo Augusto Na- cionaL Si no damos al sistema político ese tono enérgico, al mismo tiempo que justo y benéfico, las bocas del abismo quedan abier- tas; j esta Nación que ha querido formarse en el luminoso siglo 19, mostrará, para vergüen- za del nombre americano, un atraso de diez siglos. Entonces esta Nación que ha querido aparecer en el horizonte político tras la Cons- telación brillante del Norte, será solo para el mundo un cometa aterrador ó un meteoro es- pantoso. ¿Qué títulos haremos valer en los gabinetes para merecer la consideración ó la amistad de las naciones? ¿Qué respeto im- pondrán nuestras fuerzas cuando solo estén

EN BUENOS AIRES 375

empleadas, de un estremo á otro, en luchar y en acabarse á si misma?» La Junta no podia menos de confesarse profundamente afectada de este descrédito en que el país iba cayendo, preci- samente cuando todas las circunstancias de la política exterior, empezaban á hacernos esperar que llegábamos ya á tocar el momento de que nuestra independencia fuese reconocida por la Inglaterra, por los Estados Unidos y por el Por- tugal. Estas razones de tan alta importancia eran las que habian estimulado á la Junta á tomar la iniciativa y provocar la reunión de un nuevo Congreso.

aquí el punto de arranque del famoso Par^ lido Unitario^ salvado por Dorrego, defendido por Rosas; y encabezado después por el hombre prototipo de sus ideas y de sus aspiraciones ¿on Bernardino Rivadavia. Toda la política de este ilustre patricio está ya escrita, desde antes que él viniera de Europa, en ese importante y solemne Manifiesto que acaba de leerse. (23)

(23) La intervención de Rosas en la rehabilitación del üntiguo partido directoríal, que dio á luz, de su seno, al partido unitario, es una de las peripecias mas curiosas del Año de 1820.

Era en efecto verdad, que el vecindario, las familias jde tradición, los estrangeros lo mismo que los nacionales se esmeraron á cual mas en elogiar la moderación, la sumisión y el orden con que se habian conducido ios CO' Jorados de Rosas. Referíase que si al pasar por las ca-

376 TRIUNFO DIRBCTORIAL

lies alguien les había obsequiado con bebidas, las habían arrojado al suelo ; y si con alguna dádiva, la habian re- husado. Los periódicos del tiempo contienen innúmera^ bles anécdotas de este género; y uno de ellos agrega que « daban á entender que si el Motin Nocturno habia sido « efecto de la embriaguez, el ataque de los virtuosos E$- « cuadrones de Rosas era el fruto y el efecto del zelo patrio, « de la lealtad, déla razón, y en fin de un santo y ma> « duro acuerdo. Mil ejemplos acreditan que el Ejército « Salvador traia en el ánimo la moderación y la templan- « za unidas al valor, como el laurel y la palma de la vic- «' toria.»

Lo que habia inspirado estos arrebatos de admiración al escritor unitario, eran algunas trivialidades vulgares, y de género común, que contenia una proclama de des- pedida que Rosas á nombre de sus Colorados habia dirigi- do á los habitantes de la Capital « Me despido de voso- « tros, compatriotas ! El 5<> Regimiento del Sur es Amigfj « de todos: es Hermano de todos / . . Primer Tercio, Ter- «« cío Segundo, Tercio Tercero de Cívicos, Ciudadanos « todos y cada uno: recibid los votos que os hago presen- il te, á nombre do la División que mando : Odio eterno « á los tumultos: Amor al Orden: Fidelidad a los Jura^ t( mentes: Obediencia á las autoridades constituidas t « Recibid este desahogo de unas almas patrióticas ; y esta « espresion de unos hermanos agradecidos. Creedme « que toda nuestra satisfacción consiste en haber tratado « de ser virtuosos ; y la mia particularmente en haber abe- « decido sirviendo al pueblo en que nací y á la provincia « á que pertenezco.»

Este hipócrita papel, «'araeteristico de la alma felina y rampante que clavaba ya su vista en el lejano poder como en la presa que codiciaba, reventó las cuerdas del entusiasmo, y de la cordura también, en los aplausos que el partido unitario le pi*odigó. Un periódico decía « No podemos menos que hal)lar algo sobre el maní-

EN BUBNOS AIRES 377

« ñesto que nos acaba 3o dar el amable y en grado « HEROICO BENEMÉRITO JOVEN don Juan Manucl Rosas: « todo él es un vistoso ramillete de pensamientos. « Pero, sobre todo aquella espresion unánime y acorde « de esa ofícialidad que lo acompaña y que por tantos •« títulos es honorable: de Obediencia—Fidelidad Ftr- « meza : son nuestros pareceres,» Ved aquí Americanos, « unos Catones con espada: unos Cicerones armados. « Estos son los que mejor que César vinieron, vieron *< y vencieron.» Y por este estilo, de éxtasis en éxta- sis, arrobado en las alas del entusiasmo místico, y con la heroica trompa eu los labios, el escritor se postra al fin y le dice á Rosas— «Por Dios ! por Dios ! Oh joven Co- « mandante del b^ Regimiento de Campaña, no seas tan « encantador, tan déspota y tan tirano. ...» Que ludibrio!... Fray Cayetano Rodríguez el virtuoso y amable francis- cano que lleno de inocencia y de candor había atrave- sado toda la revolución sin entenderla, ni mas caudal en su alma que clamorá la tierra en que había nacido, le dedicaba A Rosas este detestable soneto, que por la ramplón, es digno al menos del héroe.

Á LOS COLORADOS DEFENDIENDO AL PUEBLO

Nobles hijos del Sud, bravos campeones Vestidos de carmín, púrpura y grana. Honorable legión americana, Ordenados valientes escuadrones.

Plantasteis con honor vuestros pendones Sobre la ruina de lajente insana: Ilusoria dejando, inerme y vana, La trama impura y vil de sus mandones.

La virtud y el valor, el alma han sido De tan gigante empresa. Loor eterno Por tan glorioso triunfo conseguido.

Llenaos de gloria ; que aunque el nuevo Averno Vomite furias, quedará esculpido En vuestro pecho leal sensible y tierno.

378 TRIUNFO directoría L

Rosas se hizo por algún tiempo el favorito de lo roas osclarecido de la burguesía porteña. El gobernador lo tenia á su lado á cada momento: entraba en todos los planes y en las miras de la política interprovincíal que el gobierno de Buenos Aires se proponia reanudar con Santa y con las demás Provincias del interior. Era recibido como en palmas en las tertulias con los Lucas. El señor Agüero, Anchoris y los principales corifeos del nuevo partido inspiraban la renovación placentera y la- boriosa de la vida social. Allí era Rosas, como ya lo liemos indicado, el texto que servia á todos los comentarios de la economía físiocrática á cuyo desarrollo se pensaba confiar la prosperidad pública.

Pero Rosas no era hombre de contentarse con esos lí- mites de chicheen que pensaban lucirlo sus eminentes padrinos del momento, y ya veremos como fué que no encontrando en ellos los elementos de inñujo político y de fortuna que buscaba para su propio provecho, comenza- ron á producirse y acentuarse, el descontento primero, las quejas después, el rompimiento y la guerra al fin. ¿Ño es esa la marcha de todos los tiranos? ¿No han comen- zado todos por la mentira y por la hipocresía?

Pero esto es adelantarse mucho á los sucesos. Por lo pronto, la unión del general Rodríguez con Rosas, era para este un poderoso medio de adelantar su fortuna.

Tenemos pues que en 1820 Dorrego tomaba la direc- ción del partido unitario, le devolvía la vida y lo rehabi- litaba en su influjo: que Rosas, elogiado y bendecido hasta la extravagancia por ese mismo partido, cooperaba á la restauración del Gobernador Rodríguez, del hombre que lo representó y que lo concentró mejor en la capi- tal, del mismo que^unos meses mas tarde, entregaba el poder ministerial á don Manuel José García y á don Ber- nardino Rivadaviaen la forma fundamental y efectiva de un ministerio parlamentario : el único que hayamos te- nido. Demás seria contar á mil otros que como el gene-

EN BUENOS AIRES

379

ral Alvear actuaban en consorcio con los federales y montoneros al mismo tiempo que Dorrego, y que Rosas actuaban con los unitarios ! Y vengan ahora el general Paz, y los que lo han copiado, á decirnos sin criterio ni estudio que el partido unitario que asesinó militarmente ¿ Dorrego, que tanto bregó después contra la tiranía de Rosas y contra el partido sbudo-fbderal que sirvió al oscurantismo de ese hipócrita malvado y sanguinario, ve- nían caracterizados desde los primeros años de la revolu- ción ! Con semejante criterio todo quedaría tan revuelto jen nuestra historia, que no podria nadie ^arsc cuenta ni entender la filiación de los sucesos ; cuando, por el con- trario, tiene nuestra historia el mismo carácter que tiene la de los pueblos cultos de la Europa.

El enlace do las causas con los efectos es en ella lógi- co y persistente ; de modo que su fílosofía intrínseca si- gue el desarrollo moral y económico del país, al vaivén y al influjo vario de las pasiones, de los intereses públicos y privados, y de las complicaciones sociales en el desa- rrollo de su civilización y de su riqueza.

*

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CApnr'í.o \ii

LUCHA POR LA FACIFICACION Y POR EL RESTA' BLECIMIENTO DE LAS ARMONÍAS INTERPRO-

VINCIALES

SuMARio^Punto de partida de la rerorma social— Alt^ f ü raciones y abuso de la antigua institución concijí^'' Origen y í^arácter do sus usurpaciones militares y ^ inultuárias— Forma y composición de las Brigadai (^ vas Necesidad y ocasión de la reforma Exceso ^* cioso con que se ejecutó— Rehabilitación del part*"^ ^"^íh directorial Estado de las Provincias Situación * espíritu de Güemes Vínculos y relaciones de Bus*^ con el gobierno de Chile y con el general San MaitiU^ Actitud de Bustos contra los anarquistas del litoral''^ Inlei'eses económicos de su provincia Intereses s^ ciales y políticos do don Estanislao López Negocia ciones pacíficas entre Buenos Aires y Santafé— 4ii tervencion de don Juan Manuel Rosas Obstáculo^ que ofreció á la pacificación la entrega y prisión de don José Miguel Carrera Conferencia del gobernador López y del gobernador general Rodríguez Rompi- miento—Reanudamiento de la negociación Aquiesoen* cia de López á las condiciones exijidas por Rodñ- guez y Bustos Situación difícil de Carrera Su eva- sión ó internación entre los indios de la pampa—

DE LAS ARMONÍAS INTEíaMiOVíNCIALES :]81

Connivencia de López bajo ofertas de Carrera Nobles caracteres de la nueva situación^ Júbilo y satisfacción del pueblo de Buenos Aires Sorprendente noticia de un grande atentado Ataque, saqueo y matanza del SíUto Detalles del atentado según el mismo Ca- iTera Proclama del gobernador Rodriguen Fuga de los bandoleros hacia el desierto.

El estrepitoso y sangriento motin de los primeros dias de Octubre proda- 1820 jo necesidades aprenniantes que Octubre 20 crearon á su vez nuevos intere- ses y nuevas ideas administrati- vas. A la luz de los sucesos, hubo que reco- nocer que era de todo punto indispensable emprender una reforma seria del orden social; y vino á quedar en tela de juicio todo cuanto se relacionaba con los fundamentos ó princi- pios gubernativos que hasta entonces habian venido subsistiendo como hechos tradicionales mas ó menos adulterados por la labor popular, €n el curso de los acontecimientos. Entro estas corruptelas llamaba indudablemente la atención la manera con quó el Cabildo se habia atribuido la representación política de la capital: no ya como poder municipal, sino por la añeja tradi- ción de los cabildos abiertos ó asambleas de conflicto público, excepcionalmente permitidas en el régimen colonial, pero que en el régimen revolucionario se habian convertido en una de las funciones ordinarias del Ayuntamiento, dejando

382 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

en olvido y en atraso las funciones vecinales que eran las únicas que estrictamente le correspon' I i& dian por su naturaleza legal. En el régimen coló- I :i nial el país y el Virreinato tenían un orden po- I er Utico soberano que quedaba fuera de la esfera I le vecinal. Destronado ese régimen por la acción I ai popular, entró á figurar teóricamente la entidad I ¿ Pueblo; y como en la despoblación y vasta estén- | le sion de los campos, y de las provincias, solo el vecindario de las capitales tenia bastante concen- . tracion de fuerzas y de medios para llamarse Pueblo, y para actuar como tal, el Cabildo se convirtió espontáneamente en el ájente inmediato y legal de esa nueva y vivaz entidad.

Desde el 2o de Mayo de 1810, todos los actos de la soberanía revolucionaria habían tomado carácter político y soberano en la Plaza pública de Buenos Aires y en los balcones de su Ajiint^' miento. Era esta corporación la que tenia el p^' der eminente de convoca}' directamente al Pu^' blo, al toque de su campana ; la que proclama^^ y y^egistraba como el viejo Pay^lamento de V^^* rlSy las instalaciones, los cambios, los Ba^' dos y las resoluciones de la ciudad, que ca ^^ ^ siempre eran leyes nacionales que se ejecut^^^ ban y obedecían en los ejércitos y en las d^^ mas provincias. Esta facultad de dsenlar e-^ sus registros las resoluciones del pueblo e materias políticas y orgánicas, le daba al Ca bildo un poder inmenso, al mismo tiempo qu

DE LAS armonías INTERPROVINCIALES 383

lo hacia una máquina de perturbaciones pues- ta al servicio de los partidos y de las sedi- ciones; tamo mas peligrosa cuanto que no era posible regularizar ni moderar los actos de las multitudes reunidas y alborotadas bajo las influencias de la intriga y de la cabala, en el interés de producir cambios y usurpacio- nes del poder público.

Hasta 1820 todas las manifestaciones inor- gánicas y eventuales de la vida política y revo- lucionaria, habian girado sobre la acción directa que el Cabildo lomaba en ellas, como instrumen- to unas veces, como promotor de perturbaciones otras veces. Y por ficticio que ahora nos parezca semejante 6rden de cosas, ese era en- tonces el principio inconcuso de la soberania po- pular, que nadie se habla atrevido á tocar; sin perjuicio de que cuando se concretaba en las ^Itas esferas del gobierno un orden superior manejado por una mano fuerte y experta, quedara el cabildo en quieto descanso por la i mpotencia de las facciones de plaza que eran las que lo ponian en juego. Pero dormitar no es morir; y la máquina quedaba siempre pronta á ser movida: el salón siempre pronto ú, abrir sus puertas á los tumultos: adulte- rándose asi el poder municipal con el poder y con la representación política del vecindario de Buenos Aires, convertido en pueblo porteño: y

384 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

quiza no exageraríamos la verdad si dijésemos en pueblo argentino.

Pero no solo era esto lo grave, sino qa^ se habian complicado con este desvio otras coincidencias no menos monstruosas. Ademas de ser poder político, de ser oficina de Registros administrativos y legales, era también el Cabildo gi^ande poder militar. Cuando Buenos Aires tuvo que prepararse á resistir y vencer la formidable espedicion inglesa de Lord White- locke fué el Cabildo el que levantó, organizó y pagó con sus propios fondos las Lejiones de Patricios que entonces se formaron. Una vez armados , estos batallones triunfadores en las famosas jornadas de Julio de 1807, fué preciso mantenerlos en pié : no solo por la nueva expedición que á las órdenes de \Ve- llesley (Wellington después) preparaba el go- bierno inglés, sino por las diversas perturbacio- nes que se siguieron y que hicieron necesaria su conservación. Después de la Revolución, esa necesidad se hi/o mas apremiante aún; y las Le- jiones de Patricios, inspiradas por el ardoroso espíritu de la guerra de la independencia y de las pasiones políticas, no solo vinieron á ser el eje que daba á la sociedad colonial el mo- vimiento febril que se requería en la lucha rontra la España, sino que constituyeron la base de la defensa y de la seguridad de la Capital en el caso muy probable de que fuese

DE LAS armonías interprovincialbs 385

atacada por mar. Mientras duró la Junta Gu- bernativa y los Triunviratos que le sucedieron en los años de 1810 á 1813, los Cívicos si- guieron en manos de estos gobiernos, que, por su origen y por el centro en que gravitaban, eran esencialmente locales. Por eso, cuando el gene- ral Alvear trató de concentrar el poder político y militar en una esfera mas elevada y puramen- te nacional, los cívicos y el cabildo sintieron atacado su carácter y su predominio local; y en- traron como se sabe, en un movimiento de opo- sición tan vivo que poco tardó en triunfar del jo- ven Director. Fueron precisamente el Cabildo y los Cívicos las entidades que hicieron un pa- pel mas eficaz y mas enérgico en esa insu- rrección del espíritu civil y urbano contra la ceniralizacion militar. Desde 1815 los Cívicos quedaron pues bajo el mando directo del Ca- bildo y sostenidos por los fondos de esta cor- poración— que desde 1807 se titulaba ya Eooino. Ayuntaüiicnío y Brigadier General de los Tercios Cívicos,

La doctrina de una milicia cUya base sea el munici[)io, no solo es aceptable en princi- pio, sino de exelentes resultados. (1)

.1) Todo el organismo militar de la Prusia reposa lioy sobre la unión del elemento municipal y del vecinda- rio con las listas elementales de la Compañia, del Ba- tallen, del Regimiento y de la División, con los ejer- cicios doctrinales y con los estudios de academia de los

TOMO VIH 25

'386 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

Pero esa excelencia del principio pasivo de la milicia municipal se habia viciado en la primera década de nuestra revolución. Los Tercios Cívicos estaban movilizados, acuarte- lados y armados, bajo el mando del Cabildo, con esclusion de toda intervención por parte de las autoridades administrativas de la na- ción 6 de la provincia: y cuando el general Alvear quiso reformar este orden vicioso, se creyó que lo hacia por asegurarse con <^ ejército, un poder militar despótico, mas bi^^^ que por un principio impersonal de buei'ia. administración. Se sublevaron contra su p^í" sona las furias del Cabildo y de los Cívicos; y haber atentado contra la Tradición Popul^í* le costó caer para no levantarse mas.

Pueyrredon en 1817, hizo en el mismo sentici^ una tentativa prudente para poner á los cívicc^s bajo la acción gubernativa de los poderes nací o- nales. Invocando la urjente necesidad de orgaii ^' zar la defensa de la capital y de continuar co»* energia la guerra de la independencia, formv*' por medio de un decreto la concentracic^*^ de todas las fuerzas veteranas y de milici^»-^ bajo un plan serio que respondia á la unid^^

oficiales. Así es que en todas las tablinas de los c- minos que designan las secciones y departamento^ municipales y provinciales en Prusia, está también ^ designación do las categorias militares que les son rc"^ Jativas. (Le Pley: Organization du Travail, pag. 314)

DE LAS armonías INTERPRO VINCULES 887

^ á la dirección uniforme del mando. Pero il momento se levantaron tales protestas que üé preciso declarar que ese decreto no tenia ^I sentido general que se quería darle, ni la ntencion siquiera de sacar á los Cívicos de a obediencia y jurisdicción municipal que yercia el Ayuntamiento.

Al principio, es decir— en los momentos de a victoria sobre Whitelocke v durante los Drimeros años de la revolución, el espíritu cí- nico y de urbano compañerismo, habia sido jin vínculo común de unión entre los tres Tercios ó Brigadas, á pesar de la distinción Je clases de que se componia cada una. El Primer Tercio correspondia al centro comer- cial de la ciudad, donde estaban aglomeradas as clases esencialmente burguesas por sus propiedades, por sus especulaciones mercan- les y por el ejercicio de las profesiones libera- os. Habí ise aglomerado en el Segundo Tercio >da la población de las orillas, que tenia por =>nsiguiente una posición social menos favo- -cida que la del centro, por las relativas co- modidades é influjos de la vida oligárquica; componían la Tercer ByHgada las gentes de olor, negros y mulatos criollos, que por sin- gulares circunstancias conservaban mas afini- dades con la burguesía oligárquica que con la •^ase plebeya de las orillas. Para esto habia varias razones—la una era que como todos

z

388 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

los negritos y mulatillos habian nacido de las esclavas que servian á las familias, conser- vaban una relación de cariño con los aínas en cuyo respeto se habian criado, y con los hijos de la casa con quienes habian hecho da común de infancia: otra razón bastante derosa era que los orilleros, aunque plebe^ tenian poi* gentes de sangre pura, y menospr ciaban ah^2w/a/o ó negro, que á la vez se co sideraba poco ligado al compadrito.

La alta burguesia es poco apta como se sab#^ para constituir por si sola un poder milita La brigada de los de sangre mezclada se ha bia disminuido mucho por las movilizaciones^ ^ que en gran número los habian llevado alS- ^ Perú y á Chile; de manera que los orilleros "^ del 29 tercio hombres de verdadero temple militar, por su naturaleza y por su número, habian oscurecido el valor relativo de las otras dos brigadas y tomado para si la especiali- dad social y activa que denotaba la palabra— Pueblo y Clcicos: ellos solos eran los civicas.

Estas diferencias de vínculos y de propen- siones morales, que venia acentuándose des- de tiempo anterior, habian acabado por poner en pugna los efectos políticos, las pasiones de partido y los intereses personales del 29 ter- cíOy con el partido directorial que aspiraba natu- ralmente á la absorción de los Cfrtcoí dentro de un mismo orden administrativo y gubernamental

DE LAS AimONIAS INTHIU-RO VINCl ALES oSÍ)

manejado por el Poder Ejecutivo. Largo tiempo había sido imprudente intentar esa reforma. Pero vencido el motin del 19 de Octubre, sojuzgado y destronado al fin el Cabildo por la Junta de Re- presentantes que era legalmente un Poder legis- lativo superior al poder municipal, la aglomera- ción de lo militar y de lo comunal sobre que ha- bía jirado la Revolución desde Mayo de 1810 hasta Octubre de 1820, cayó hecha pedazos por Ja victoria del partido directorial ; y vino la oca- sión que tanto tiempo se habia buscado, de de- sarmar para siempre la vieja máqnina de los Cabildos Abiertos, tuinultuarios y militares. i3l gobierno del general Rodriduez pudo hacer, después de la victoria del 5 de Octubre, lo que no habia podido hacer el general Alvear en ^815, ni el Director Pueyrredon en 1817. Con- sultada la Junta sobre el caso contestó que

4c En el lleno de las facultades estraordinarias

C|ue se han conferido al gobierno, está com- I^rendido el tomar las medidas mas conve- inientes para conservar la tranquilidad públi- C5a sobre el particular de la milicia Cívica á cj^ue se dirige su citada consulta ; y debe tener "nnuy presente los objetos porque fueron conce- didas aquellas facultades! » Con esto, el Go- l>ierno resolvió en fecha 20 de Octubre, que <iesde ese día quedasen los cuerpos cívicos yo el inmediato mando del P. E. » (2)

(2) Véase el Bando del !• de noviembre de 1820 tirado

390 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

No era tan fácil resolver también desde los primeros momentos la reforma del orden mu- nicipal, ni hacer desaparecer los Cabildos. Una multitud de servicios orgánicos estaban deferí— dos á esa corporación, en los ramos de mer- cados, de tributos, de policia, de salubridad de abastos, con muchos otros cuidados de un necesidad diaria y apremiante. Pero, de cual quier modo que fuese, privada la corporacio del mecanismo electoral que hasta entoncer habia tenido en sus manos, privada del mand« de sus Cívicos, y concentrado el Poder L gislativo, local y provincial, en manos de I Junta de Representantes, los Cabildos de forma antigua colonial estaban ya muertos, solo quedaba el temor de que en algunos arra ques convulsivos por agarrar la vida y el p der que se les escapaba, buscasen la alian de alguna facción que necesitara darse air de legitimidad con la renovación de las pa& das asambleas populares. Como este tero ^^^ no era del todo hipotético, el gobierno, y

partido ¡lustre que lo inspiraba, estaban co pletamente acordes en que era urgente qu0

JUNTA entrara en la tarea de crear un 6r entero de leyes administrativas que hiciera f^

pafael arreglo del ejército, que creó la Legión Patria Patricia en sostitucien de los Ter'dos Civieos, dándole organización fundamentalmente diversa de la que bian tenido antes.

a

DE LAS armonías INTERPROVINCIAtES 391

eiblc, cuanto antes, la abolición definitiva de los Cabildos. (3) Fueron por esto tolerados en apa- riencia, mientras que cada día se les demolia, como se demuele un viejo edificio que estorba, con leyes fundamentales que los despojaban con arte y oportunidad de todas sus antiguas ar- mas y atribuciones; hasta que el señor Rivada- via arrasó sus cimientos, sostituyéndolos con la Policia de Estado servida por funcionarios admi- nistrativos: lo que no fué por cierto de alabar, pues ademas de las malas tradiciones que eso nos ha dejado para hacer vida municipal, echó las jbases de un centralismo excesivo que se prestó admirablemente al ludibrio de todas las for- mas del gobierno representativo que hizo Ro- sas durante su tirania, y al personalismo descarado que se ha continuado después, sin escepcion, al servicio á las trampas electora- les y de los favoritos de cada círculo. Con un conocimiento mas formado en la buena, política constitucional, de que este estadista se naostró siempre escaso, por no decir otra co- sa, y con un criterio mas liberal para ensor- ¡jar los influjos vivos de la opinión pública. in el gobierno libre y parlamentario, pudo Tiuy bien hacerse que la antigua institución Tinunicipal hubiese perdurado y producido

(3) Véase los documentos insertos en el Bando del % de noviembre de 1820.

392 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

grandes servicios, con tal que al consen'arV^ sus bases se le hubiese reconstruido sobre ^ plan niunicipal descentralizado que la halV^^ hecho tan fecunda y preciosa— en España ant^^^ del sacrificio de los Comuney^os^ en Inglater^ ^* y en Norte América después. Por desgrac^^^^* no fué allí donde el estadista argentino fué - * buscar modelos, sino en la fábrica administrati*^ ^^'* del centralismo francés creada y puesta en a. ^nc- cion por el genio absorvente y despótico de B^^3^* ñaparte. (4)

El importantísimo Manifiesto do la LegislatP^ -*u- ra de Buenos Aires del 88 de Setiembre, de qi hemos hecho mención en el capítulo anteri< (pág. 370) muestra que al mismo tiempo que política del partido triunfante tomaba á su carj la reforma liberal del organismo interno de Provincia, ponia ya sus ojos sobre las otras p^ vincias de la Union, decidida también á emprend. la reconstrucción nacional sobre las mism- bases del sistema representativo liberal que e se daba ; mal concebido si se quiere pero stnc ramente entendido y deseado. Sus declaracion^es no podiaii ser mas terminantes en ese sentido. (5)

(4) Véase sobre este interesante tópico los dos ^ ■*^" ciosos artículos, firmados— K/ Fatriota refiexivo y ct^^^^" temado— en la Gaceta del 25 de octubre 1820.

(5) Este papel bastante notable por el mérito dc^" concepción y por su estilo, fué escrito por el doctor ^'^'J Vicente López, miembro de la Junta, y revisado po^ ®' doctor Gazcon.

DE LAS armonías interprovinciales 393

El partido unitario que dirigió los asuntos públicos del año veinte al año veintiséis, está todo entero en los conceptos nobles, vastos y un tanto visionarios de ese Manifiesto : que consideramos como el punto de partida de todos los sucesos que caracterizan de un mo- do tan especial aquel trozo brillante de nues- tra historia política que se ha llamado después, con poca verdad, época de Rivadavia. El señor Rivadavia no habia venido todavia de Europa cuando nuestra política interna provincial se te- nia ya con esas tintas inspiradas y lucientes de las ideas liberales y de las grandes soluciones de la civilización sud-americana. Hasta en esas metáforas, tomadas á la astronomia, en que abunda el Manifiesto, está marcada la época que debia producir la «Afi^^'a» y el ^ArgosT^, fun- dar la Sociedad Literaria, exaltarse con el es- tudio del cielo, y darse á las matemáticas con un entusiasmo poético, para crear el De- partamento Topográfico, emprender la Carta Rural de la Provincia y echar las bases de la Estadística Nacional.

Pero antes de someter á Santafé ó de inte- resar pacíficamente á su caudillo en los mismos intereses, era imposible que Buenos Aires pu- diera encontrar oportunidad favorable para re- <:uperar la gerarquia de capital que tenia asegu- :x*ada, para mas tarde, cualesquiera que fueran

394 PACIFICAaON y RESTABLEaMIBNTO

las condiciones con que se restableciera el pact< nacional.

Fiel álos principios y á los intereses que habi^^ ^^ profesado y defendido durante toda su vida cor^- ,^^^ una elevación de miras que lo hacen uno d^^^[e nuestros mas ilustres patriotas, Quemes miraba ^:^^ y aplaudía la rehabilitación del partido naciona^^ ^^j en Buenos Aires como una felicidad pública qiL^:_jQg debia volver las cosas á la gloriosa situación qu^c^^^ tuvieron en 1817 y 1818.

El pueblo culto de Mendoza que nunca aspi»^ á otra cosa que á brillar como una joya liiP[^ )¡a en el patrimonio argentino, se mantenía leal y honradamente en los mismos y sanos prin«^=2¡- pios de la nacionalidad constituida en u^cní- dad de régimen político. Bustos proclama ** también la necesidad y la conveniencia de ^•^^ Congreso Nacional, pero con ciertos interese^^y miras egoístas que provocaban justas desconfi^*^'[^' zas en el seno del partido liberal y parlamenta-^^*^ de Buenos Aires.

Colocado en Córdoba á la cabeza del ejéro ^^ veterano que había usurpado por el innoble ' funesto motín de A requito, y que era entonce^ única fuerza efectiva que predominaba en el ^ " tenor de la República, Bustos pretendía absor ^^^

en su persona y fijaren sus dominios cordo*^^-^ ses el poder público nacional. Resumiendo ^

su gobierno las relaciones mas importantes^ ^ vivaces de las provincias del norte y del oeste, ^'^^

DE LAS armonías interprovinciales 395

a realzado el prestigio de su poder personal, comenzaba á insinuarla necesidad y la con- niencia de que el nuevo Congreso Nacional instalase en Córdoba bajo su mano y su pro- ícion. Especulando en las ventajas que debía irle la reconstrucción del organismo nacional ue él y Paz habian demolido) en esta nueva for- a, Bustos esperaba nada menos que ser eleva- Director Supremo en la Capital mediterránea I que tenia su solio sobre la firme base de los itallones de que disponia. No habia descuida- ), en vista de esto, atraerse ciertos elevados •estigios, á los que él daba mas importancia y icacia que la que tuvieron. San Martin y Higgins lo lisongeaban con su amistad y n el favor que daban á sus aspiraciones, primero creyó que después de Arequi- Bustos iba á ser la fuerza central y po- i va del interior; y que una vez levantado al der tomaría la dirección de la guerra en las * uteras de Salta, para avanzar sus tropas de jerdo con Güemes sobre el Alto-perú, y :^binar ese movimiento con las operaciones s debian abrirse por las costas del Pacífico. ^ supuesto, que contar con semejante delirio t no conocer á Bustos, ni tener idea de la in- ^orosa apatia de su carácter. Metido en Cor- tea como el vicho en su cesto, no habia gloria estimulo patrio capaces de hacerle sacar la

396 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

cabeza para ver lo que pasaba en las otras par- tes de la nación 6 del mundo.

Pero, coincidían otros peligros, que era me- nester conjurar.

Por fortuna. Bustos se creia también perso- nalmente amenazado dentro de su cesta por don José Miguel Carrera.

Si este lograra trastornar el orden en Cuyo con los auxilios de Ramirez, era evidente que la su- premacia de Bustos habría quedado expuesta á desaparecer, ó por lo menos, arrastrada á te- ner que sostener una guerra inmediata dentro dft su propio territorio. Tenia pues interés personaL en seguir repeliendo las tentativas de Carrera délos caudillos litorales. Con ese interés O'l ginsy San Martin lo lisongeaban con grandt ' "^^ promesas y protestas de amistad, haciendo concebir la deslumbradora posibilidad de veri reemplazando á Pueyrredon. Bustos no era p cierto, hombre de contentarse con lisonjas ; pen^ viniendo esas lisonjas de tan alto y poderoso oríB gen, esperaba que fuesen una fuerza moral qu ayudara eficazmente á las aspiraciones efectivas que lo preocupaban en ese sentido de ser ti Pueyrredon en Córdoba: lo levantaban en 1 esfera social y política de la nación, y eso solc^^. ya es mucho para los que aspiran á domi nar. A estas circunstancias debió Bustos, pesar de su ineptitud, haberse atraído la aten-^^ ^* cion y los respetos de los pueblos argentina

I- á

DE LAS armonías interprovinciaebs 397

€n 1820 y 1821. En su antagonismo irreme- diable contra Ramírez, y aún contra López en el caso de que este hubiera seguido sumiso á aquel, Bustos era un aliado providencial de la nueva situación creada en Buenos Aires ; y como el caudillo de Santafé era demasia- do sagaz para no comprender que nada tenia ya que temer de Buenos Aires, y mucho me- nos de la autonomía militar y provincial es- tablecida en Córdoba, veia claro que su pri- mordial interés era ahora asegurarse también esa autonomía contra Ramírez si triunfaba de Ar- tigas, ó contra Artigas si triunfaba de Ramí- rez, que eran los únicos que podían pretender avasallarlo á un poder 6 influjo eslraño. Bus- tos, Buenos Aires y López tenían pues los mis- mos intereses, las mismas necesidades; y la vic- toria del 5 de Octubre, desatando entre ellos el nudo de todas las complicaciones, había acla- rado la situación general, y abierto el camino para que las tres provincias se pusiesen de acuerdo. Esto era lo que habla presentido la opinión pública, y lo que legitimaba la general satisfacción y el entusiasmo producidos por ese importante acontecimiento.

Desde los primeros meses de su gobierno babia cuidado Bustos de atenuar el crimen político de Areqi'ifo, proclamando en alto su buena inteligencia con el general San Martín, y su resolución de proteger las provincias de

398 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

Cuyo en provecho de O'Higgins contra las ten- tativas de Carrera favorecido por las connivencias de Ramírez. Al saber las victorias que Dorrego habia obtenido en San Nicolás y en Pavón, se dirigió al Cabildo de Buenos Aires en una nota del 28 de Agosto felicitándolo y dicién- dolé: «Desde que por comunicaciones de oti-

* ció y particulares del Gobernador de Santa

* y López, y de don José Miguel Carrera « datadas en 27 y 28 de Abril, y conducidas « por un enviado, se me exigió por ambos « que pusiese á la disposición del segundo 4c todos los oficiales y soldados chilenos que « hubiese en las fuerzas de mi cargo con el 4c objeto de libertar, como decian, el Estado « d(> Chile, de sus actuales opresores, creí de 4c mi ílcber, no solo despedir en el acto, como « lo hice, y sin contestación ninguna, al ea- « viado, sino alarmarme contra estos injustc^s

* invasores del orden, y enemigos de la caas^a « de Amórica; tanto para impedirles su tri^iv

* sito por el territorio de esta Provincia á ^* 4c de Cuyo, cuanto para cooperar en cua'^ ^^^ « est^wiese de mi parte, á la destrucción ^^ 4c sus fuerzas. Así lo ofrecí al señor Got> ^^ 4c nador de Mendoza, y también á los Exnr^ ^*

* SS. San Martin y O'Higgins : y con este í ^ 4c portante designio, es que, con todo sacrifi ^-^^ « sigo manteniendo en pié una consider£> - « fuerza. En este estado recibo una circí *

DE las-armonías interprovincialbs 399

4f de V. S. en que suponiendo que el Caudillo < Carrera pueda hacer tentativas muy esfor- 4f zadas para emprender su espedicion proyec- « tada á Chile me encarga tome las providen- « cias que crea conducentes á la seguridad 4c de ese pais. Yo tengo el placer de que mis « primitivas medidas coincidan en todo á los 4c deseos y miras de ese Gobierno de B. A. « á quien aseguro que en este punto y en cuan- 4L to diga relación á la cansa común y her^ « mandad de las Provbwias^ me tendrá inal- « terablemenle adiete).»

Pero, además de estas causas puramente políticas que acabamos de indicar, obraban otras, que aunque de un carácter mas egois- ta, eran también muy graves, mas urgentes quizá y menos trascendentales.

Roto el vínculo nacional que tenia concre- tado en las cajas de Buenos Aires el tesoro público con que se sostenia la administración y las fuerzas de las provincias internas en la lucha de todas ellas contra el poder colonial, estas se hablan quedado sin rentas con que llenar sus necesidades y proveer á sus caudillos de medios con que hacer frente á sus erogacio- nes internas. Ellos suplieron esa falta echándose en el desorden ruinosísimo de las espoliaciones; creando, cada uno, aduanas propias contra las importaciones ó las exportaciones y contra el tránsito que los frutos y consumos que las

400 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

unas necesitaban hacer pasando por el terri- torio de las otras. Sabido es que las merca- derías del estrangero no podían surtir las pla- zas del interior sino recostándose al Rosario y atravesando las orillas de la provincia de Santafé, para ir á Córdoba, y pasar de Có^ doba á las otras Provincias del oeste ó norte. Sublevada la Provincia de Santafé contra la nación, y levantado el avispero de las corre- rías de las montoneras entre esta provincia y la de Buenos Aires, las arrias y las tropas de carretas en que se hacia esa internación de las mercaderías, suspendieron completamen- te sus espediciones por los salteos y confisca- ciones que sufrían al paso; y si alguna remesa llegaba á conguirlo, por algún favor especial, iba pagando tales gabelas en su camino, que los valores llegaban con un recargo de ciento cin- cuenta ó doscientos por ciento, que cada gobier- no le iba tomando al paso para constituirse su renta. En Santiago del Estero, cada carreta pa- gaba catorce duros de tránsito : y esto mismo era eventual, pues dependía de la buena voluntad del caudillo, de su participación con el dueño de las mercaderías, de su estado de paz 6 de enemistad con el gobernador de la provincia á donde iban destinadas, del favor 6 disfavor que le merecía el conductor, de sus necesi- dades momentáneas, y de otras infinitas con- tingencias. Cuando la guerra se hizo vandálica

DE LAS armonías INTERPROVINaALES 401

y general en Marzo de 1820, este tránsito 6 internación de mercaderías estrangeras cesó enteramente. Nadie osaba aventurar sus capi- tales en ese caos; y no solo los gobiernos ó caudillos locales, sino los habitantes mismos, se quedaron sin poderse surtir ni mover sus productos hacia la única salida que tenían por el mercado de Buenos Aires. Fácil es com- prender la miseria y la barbarie á que se vie- ron reducidos los infelices pueblos del interior. La única parte del territorio argentino que que- dó exenta, (hasta cierto punto no mas,) de este ruinoso perjuicio, fué la provincia de Mendoza, que, por su proximidad á la Cor- dillera y por su propio capital, podía fre- cuentar los mercados de Chile, é internar mercaderías hasta Córdoba. Pero esto mismo era en condiciones mezquinas; por que en primer lugar, la navegación entre la Europa y el Pa- cifico estaba muy restringida todavía: Chile estaba sumamente pobre también, y como los productos de Mendoza eran agrícolas y simila- rios no eran adecuados para Chile, sin contar muchas otras causas que amenguaban la pro- porción de los cambios.

Semejante situación era ya insoportable. Ha- bía comenzado á producir una profunda indig- nación contra el estorbo que Santafé ponía al comercio con Buenos Aires, sobre todo en Córdoba y en Salta. Y fué debido á este desas-

TOMO VIII 26

402 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

troso cúmulo de causas, políticas las unas, eco nómicas y sociales las otras, que se produgese un cambio de notas simpáticas entre los gober- nadores—Dorrego primero, y Rodríguez des- pués, con Bustos, para conseguir que Santafé respetara los intereses del comercio interior y se sometiera á arreglar sus cuestiones con Buenos Aires, si no quería que Bustos, autorizado por todos los otros pueblos que eran víctimas de esta situación, premoviese una alianza general y ofensiva con los porteños, para dar á la gue- rra civil las proporciones que hubo de haber tomado á últimos del año 19, cuando Belgra- no y San Martin aparecieron un momento resueltos á decidir por las armas esta vitalí- sima cuestión de la integridad administrativa.

A Santafé no le habrían intimidado quizás las redamaciones de Bustos: que era chico Iiom- bre para hacer cosas de importancia. Sin em- bargo, Buenos Aires habia recobrado todo su espíritu púbii'-o. La victoria del 5 de octubre, Ja cooperación de las masas de la campaña, movidas y puestas por Rosas al servicio del partido unitario, la desaparición de todas las necesidades y peligros de la guerra de la in- dependencia y de los ataques de ultramar, por la suble\ ación y disolución del ejército espa- ñol en Cádiz el 19 de Enero de 1820 hacian fácil para el gobierno la reunión de un ejérci- to de cinco mil hombres, resueltos y anima-

DE LAS armonías intehprovinciales 403

dos de un sentimiento uniforme, que, apoya- dos por el lado de Córdoba, habrían caido sobre Santafé con un peso irresistible.

Pero no ernn estas solamente, sino otras muy diversas, las causas principales que obra- ban en el ánimo de López disponiéndolo á oir proposiciones de paz y de alianza con una intención ingenua y con un deseo vehementí- simo de negociarlas con prontitud. López que anhelaba sobretodo emanciparse de las exigen- cias insolentes de Ramírez, sabia que aco- modándose con la situación actual de Buenos Aires y del resto de las provincias situadas á la derecha del Paraná, consagraba la estabili- dad de su poder local dentro de una situación pacífica con fuertes alianzas contra las agre- ciones del caudillo entrerriano, y sin ningu- na presión que amenazara ó amenguase la inde- pendencia absoluta que queria gozar en su go- bierno y en su provincia.

Luego que Bustos se puso de acuerdo con Guemes y con la provincia de Mendoza para gestionar los intereses comunes en el sentido que hemos señalado, le dirijió á López, coa fecha 7 de octubre, una nota imperiosa en que le reprochaba que por su causa, por sus ca- prichos personales, por la protección antipa- triótica que le daba á Carrera, por espíritu de encono, y sin ningún motivo justo, cono- cido ó racional, estuviese manteniendo una

404 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

guerra intransigente contra Buenos Aires, con enorme perjuicio de todos los intereses públi- cos y particulares: «Que los males habian lle- gado yá al estremo de ser insoportables; y que por consiguiente era necesario que la situación se definiese para evitar que se con- sumase la ruina general de las provincias. El gobierno de Córdoba (decía,) quiere saber donde está el estorbo para que Buenos Aires y Santafé vivan en paz; y se ha puesto de acuerdo con el señor gobernador de Salta, que tan interesado está en lo mismo, para que los doc- tores don José Saturnino Allende v don Lo- renzo Villegas vayan al litoral, como Diputa- dos, á entablar negociaciones y restablecer la buena intelijencia entre esas dos provincias; no sólo para que queden libres y cspeditas las vias respectivas de comunicación, sino para poder reorganizar la Nación.»

López recibió con grande deferencia á los Diputados de Córdoba y de Salta; conferenció amigable y confidencialmente con ellos, y con- testó á la nota de Bustos con fecha 20 de oc- tubre. Trató de sincerar en ella su conducta anterior, insistiendo en las calumnias corrien- tes coiUra el gobierno directorial ; pero reco- noció también que Bustos tenia razón, que era indispensable hacer la paz; y prepararse á contener la ambición intratable de Ramí- rez:— «Al fin, (agregaba,) la justicia de núes-

DE LAS armonías interprovinciales 405

4c tros procedimientos se ha descubierto; pues < convencida una parte de la provincia mis- « ma de Buenos Aires de la criminalidad de « los desnaturalizados que la habian envuelto « en la guerra civil y vendido al estrangero (!) 4c han empuñado las armas para castigarlos y 4c contenerlos.» Esta alusión á la victoria del 5 de octubre y á la destitución de Dorrego, era soberanamente absurda y desleal ; pues por satisfactorio que fuese para él verse libre de ios temores que este gefe le inspiraba, no le era permitido á nadie dirijirle de atrás las acusa- ciones gratuitas que se habian hecho al gobierno del señor Pueyrredon. (6) Pasado este desaho- go, López se echaba sobre Ramirez, con alu- siones mas claras y mas amenazantes: « No digo yo (agregaba) que todos los caudillos se proponen iguales miras. Algunos ambi- ciosos procuran también hacer su fortuna á la sombra de estos ruidosos acontecimientos, en circunstancias en que el Portugués as- tuto nos observa y fomenta nuestras discor- dias, con la mira de hacerse del grande imperio del Sur á que aspira, y cuando los españoles tenaces, que conservan todavía en

(6) La mala fe de estos disparates se prueba con solo ver lo que él mismo continúa diciendo en alabanza del general San Martin, como si este general no hu- biese sido la principal columna y el principal cómplice del gobierno de Pueyrredon.

406 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

nuestro territorio posiciones ventajosas, diri- jen quizás todas sus fuerzas contra la expe- dición prematura del general San Martin, que debió haber ido combinada con el mo- vimiento del Ejército de Observación, que está hoy impotente para obrar, por el aban- dono absoluto en que le ha dejado Buenos Aires, cuyos innumerables gefes emplean el Tesoro Nacional en saciar su codicia v en fomentar guerras crueles é injustas.» Hasta aquí, como se vé, la nota del caudillo santa- fecino era un eco enconado de las malas pa- siones y de los absurdos con que Artigas ha- bia inspirado la Cancilleria de los Montoneros, levantando las acriminaciones mas vulgares contra los esfuerzos y los sacrificios que Bue- nos Aires había hecho para mantener las leyes nacionales al paso que se sacrificaba defen- diendo la Revolución de Mayo contra el po- der de la España. Y es curioso ver á López acriminando á Buenos Aires de que tuviera en abandono el Ejército Auxiliar del Perú, sien- do asi que ese era precisamente el mismo ejér- cito que Bustos se había apropiado en el motín de Arequito^ y metldolo en Córdoba para su propio uso. «Pero nada de esto puede reme- diarse (continuaba diciendo) sin que nos en- tendamos los gobiernos de las Provincias y estrechemos nuestras relaciones de un modo franco y amistoso, proponiéndonos desde lúe-

DE LAS armonías interprovinciales 407

go contener á los perturbadores, despreciar ú los egoístas, correjir á los delincuentes y exterminar á los invasores de nuestro suelo. Con mucha estension he manifestado mis opi- niones á los señores Diputados de V. S. quie- nes le instruirán del pormenor de mis dispo- siciones, para alcanzar una paz razonable y conveniente.»

Lope/ les protestó á los diputados de Cór- doba y de Salta que estaba tan resuelto á ha- cer la paz, como á entrar en alianza para contener la ambición y los atentados de Ra- mirez en el caso (mas que probable) de que procurara pasa)* á la derecha del Paraná con ¿nimo de continuar la guerra contra Buenos Aires. Pero al hacer estas protestas amiga- bles, exijia compensaciones algo pesadas para el erario de Buenos Aires, y un tanto vejato- rias para el orgullo provincial. Decia que si Ramirez conseguía vencer á Artigas y hacerse adueño absoluto deEntrerrios y de Corrientes, podia mover con la mayor facilidad cinco mil hombres, por lo menos: que de consiguiente, la Provincia de Santa seria la parte que iba á te- ner que hacer frente al primer peligro, á causa precisamente de la paz y de la alianza que deseaba hacer con Córdoba y con Buenos Aires. Entre- íanto su provincia estaba en tal pobreza que no lenia como pagar sus fíeles milicianos ni sus empleados ; sin contar que los hacendados esta-

408 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

ban arruinados, y los campos yermos por la gue- rra civil de que habia sido teatro en siete años. Justo era pues que Buenos Aires proveyese de recursos á Santafé, en compensación de los esfuerzos comunes que iban ahora á hacer. Y que la sostuviese y gratificase amigablemente con una subvención provincial de doce mil pe- sos fuertes por año, y con treinta mil cabezas de ganado por una vez para repartir entre los hacendados y gefes de la provincia que eran los que quedaban expuestos á ponerse en armas de nuevo contra el caudillo entrerriano.

Los diputados de Córdoba y de Salta con- sideraron que las exigencias de López eran muy justas, y que el general Rodríguez debía acordar esas erogaciones con tal que López hi- ciera entrega, á Bustos ó al gobierno de Bue- nos Aires, déla persona de Carrera; que era de todo punto necesario sacar del país por ser un revoltoso incorregible, y causa de la alar- ma en que vivian los ciudadanos de Cuyo y el gobierno de Chile. Para Bustos esta era xxn^ condición sustancial, por que siendo sumamen* te amigo de su quietud personal, aspiraba & librarse de la responsabilidad de este servicíí> á que se habia comprometido con el general San Martin y con O'Higgins. Y era él quietí habia comprometido al general Rodríguez á que no le acordase á López ninguna de las concesiones

DE LAS armonías intbrprovincialbs 409

3 solicitaba, sin que la entrega de Carrera se una condición estricta del arreglo. Pe- Lopez se negó redondamente: Carrera era desgraciado que nada valia por sí, ni por fuerza que le seguia: lo mismo era que uniese ó que no se uniese á Ramírez, >s este nada ganaba y nada perdía con eso. general Rodríguez no debia exigirle al go- nador de Santafé un acto tan poco digno como ;e de una alianza que debia tener fines mas ^ados. Por lo demás, si la paz se hacia, él, 10 gobernador de Santafé era bastante fuer- era responder de Carrera, y para obligarse ^nerlo quieto y seguro su autoridad. Dr mucho que los diputados insistieran, . pudieron obtener; y á punto de re- ;e á Córdoba, López les rogó pasasen á Vicolás á discutir con el general Rodri- las bases que él les proponía, y su re- :¡a á entregar la persona de Carrera, üputados dieron conocimiento á Bustos \ue pasaba. Autorizados por él, le es- n al general Rodríguez que viniese á era, por que la negociación ofrecía al- lificultades en cuanto á Carrera, punto para las provincias de Cuyo y de y para el Gobierno de Chile, de cuya ad se había comprometido el gober- Córdoba á responder, lucta de López, era honorable; pero

410 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

levantó sin embargo sospechas de doblez y de mala fé. Las pasiones políticas inducen gene- ralmente á pensar con poca justicia de aque- llo que las contraría en sus fines inmediatos. Se propaló que procuraba engañar y ganar tiempo, mientras Ramirez arreglaba sus fuer- zas en Entrerríos para pasarlas al lado dere- cho del Paraná. Estas voces se hicieron co- rrientes con suma facilidad, por que en el fondo de la opinión pública de Buenns Aires persistía siempre un fuerte sentimiento de ani- madversión contra los montoneros y contra sus caudillos, cuyas hordas, con su aspecto repug- nante y su fiereza, habían ofendido vivamente la altivez y el pulcro decoro de los porteños. El par- tido dominante comprendía la necesidad de la pacificación, pero tenia también en sus entrañ^^ el grano de la amargura alimentado por el r©' cuerdo de lo pasado ; y sentía una prevenci^^ pronta á estallar al primer motivo, para vol á la lucha con esperanzas de mejor suceso. E^ cosas habían cambiado favorablemente p5^ Buenos Aires.

í

a

En esta duda sobre si López tendría ó intenciones sinceras de hacer la paz, el gob^^ nador Rodríguez resolvió ponerse en maro al frente de sus tropas sobre la provincia Santafé; y al dar este paso, publicó con fec 21 de Octubre una proclama que pinta y res

DE LAS armonías INTERPROVINCIALES 411

(16 perfectamente la situación de los negó- los. (7)

El general Rodríguez acampó el ejército en iamallojsG dirigió á San Nicolás á conferenciar on los diputados de Salta y de Córdoba, llevan- [o en su compañía al comandante don Juan íanuel Rosas que era su inseparable favorito, ío fué poca su sorpresa al encontrarse allí con ilgunas cartas de López, sumamente cariñosas, ín ellas le protestaba que tenia tal confian- :a en las honradísimas intenciones del go- bernó de Buenos Aires, y tal seguridad de i paz, que habia desarmado y licenciado todas s fuerzas de su provincia, y se habia

7J «Hé cumplido, ciudadanos, con el deber de

Bstituiros el sosiego interior. Réstame llenar el

ro deber no menos importante de vuestra defensa

seguridad exterior. Marcho pues á campaña con

doble designio de no rehusar la guerra ni la paz,

sta conseguir que nuestras armas sean depuestas

i honor, asi como fueron tomadas con dolor . .

rcho con la persuacion de que terminaron y¿ los

\ de humillación del Ínclito pueblo de Buenos Ai-

nuestra dulce Patria, y que recobraremos bien

to con ventajas su gloria y esplendor .... Em-

nos los dias de serenidad en el arreglo de todos

amos de administración que se han resentido

eneral trastorno. Trabajemos por dar curso á

entes de pública prosperidad, que una serie do

s y delirios habia casi cegado; y el suceso co-

nuestros esfuerzos.»

412 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

retirado á Santafé á esperar con toda segu- ridad el buen éxito de la negociación. Asi es que mientras el gobernador de Buenos Aires se habia aproximado á la frontera de Santafó con un imponente aparato y bagaje de guerra, el sagacísimo caudillo habia desarmado toda su gente y ordenado que cada hombre se re- tirase á su casa.

Habiendo conferenciado en seguida con los diputados, Rodriguez, que no daba ninguna importancia á Carrera en lo que tocaba á la Provincia de Buenos Aires, creia sin embargo que para Bustos era una grave incomodidad tener que estar en continua vigilancia para que este bandolero no se introdujese en Cu- yo con la gavilla que encabezaba, á pretexto de pasar á Chile donde se le suponía mucho séquito. El Encargado de Negocios de Chile señor Zañartu, empeñaba fuertemente también el favor de que disfrutaba en Buenos Aires, V los respetos de O'Higgins, para que se le es- torbase á Carrera toda maniobra ó movimien- to hacia el interior. Influido por estas considera- ciones poderosas, el general Rodriguez hacia pun- to capital de la negociación la necesidad de ase- gurar la persona de Carrera, por interés ajeno» mas bien que por creer que la Provincia Buenos Aires tuviera en ello ventaja alguna que obtener.

El 2 de Noviembre le contestó al gobernador

DE LAS ARMONLA.S INTERPROVINCIALES 413

López retribuyéndole sus amistosas protestas y espresándole de un modo categórico la poca esperanza que tenia de que se pudiera hacer la paz, desde que se tuviera por inaceptable una de las condiciones esencialtsimas de la negociación; mientras que por parte del gobier- no de Buenos Aires tenia que declarar que no podia acceder á la indemnización en ga- nados, porque el Gobierno no los tenia, ni podia comprarlos, ni expropiarlos violentamen- te; y agregaba que lo sentia tanto mas, cuanto que esas eran cuestiones de pura forma que quizás hubieran podido zanjarse conversando y combinando garantías ó conveniencias en la manera de ejecutarlas. López comprendió ^ue apesar de lo que le decía el Gobernador Ro- dríguez, la imposibilidad de darle ganados no quería decir otra cosa sino que era un des- quite contra su propia negativa ; y que si él entregaba á Carrera se le entregarían los ga- nados, se haría la paz y se ajustaría la alianza <Je las tres provincias. Decidido como estaba & llegar á esa solución, vino el 10 de Noviembre al Rosario, y desde allí le escribió al general Rodríguez (que ya lo aguardaba desde el 9 en la Estancia de Banegas) esta carta: «Paisano «^ y amigo de mi aprecio:— Anoche he llega- « do á este punto acompañado con los Dipu- « tados nombrados para tratar con los de esa « Provincia. Mis muchas ocupaciones retar-

414 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

4c daron mi marcha; (8) pero ya no hay obstácu^ 4c lo para nuestra entrevista que será el dia « que V. elija en las casas de Izaurralde, á « donde iré con solo doce honobres, mi secre- te tario y dos ayudantes, sin otra formalidad 4c ni precauciones que aquellas que V. tenga 4c á bien admitirme. Cesen pues los males, « la sangre y nuestro descrédito. Para que « nuestra reconciliación sea estable, ciñámo- 4c nos á lo justo y á lo honorable: sin que 4c se trasluzca una sola idea que pueda cau- « sanios recelos, y que nos aleje de aquella 4( buena que debe presidir todos nuestros « pasos. Así pues, querido paisano, salga- « mos de este estado de anarquia que nos 4c trae precisamente el desprecio de cuantos « nos observan de cerca, y que nos priva del 4( reconocimiento de nuestra independencia. « Mientras tengo la satisfacción de abrazar á « V. disponga de este su sincero y apasio- ne nado amigo.»

Los dos Gobernadores se reunieron el 11 de Noviembre en la estancia de Izaurralde : mediaba entre ellos don Juan Manuel Rosas: que tuvo una parte decisiva en el resultado. Ro- dríguez oponia grandes obstáculos á la entre-

(8) La disculpa no era evidente. La verdad era que liabia querido ganar tiempo para que Cancera huyese y le librase del compromiso de entregarlo.

DE LAS armonías INTERPROVINCIALES 415

ga de las treinta mil cabezas de ganado, limitándose á acordar la subvención de ocho mil fuertes mensuales. López insistía en ne- garse á la entrega de Carrera. Promediando entonces Rosas, le dijo á López que si tenia confianza en su palabra, se comprometía á entregarle en el término de tres meses veinti- séis mil cabezas de ganado, para que las repar- tiese á su nombre entre los campesinos de Santafé pues estaba seguro de que en obse- quio de la paz, todos sus amigos de la cam- paña del sur se suscribirían con cuotas relati- vas, pero que lo haría tan solo en el caso de que el Gobernador de Santafé entregara á Carrera para espulsarlo del país aunque fuese dándole un puesto y señalándole una pensión en el extrangero.

Viendo López que la entrega de Carrera era una exigencia que el general Rodríguez le hacía, por compromiso con Bustos y con Zañartu, mas que por necesidad ó interés propio, di- jo, que puesto que se hacia de esto un pun- to capital, se le diese el término de cuatro ó seis días para conversar con Carrrera y con- A'encerlo que aceptase lo que Pueyrredon y San Martin le habían ofrecido, y se retirase á Europa ó Estados Unidos -con una pensión que se le abonaría mientras permaneciese ale- jado del Rio de la Plata y de Chile. Quizá hizo López empeño en decidir á Carrera por

416 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

este ventajoso y honorable partido; pero lo que López mas deseaba era que fuese como fuese, desapareciera don José Miguel de Santafé con la gavilla que le acompañaba, para quedar libre del compromiso de prenderlo en que fatalmen- te lo ponia la necesidad de hacer la paz y de premunirse á tiempo contra las pretensiones de Ramirez.

López regresó á Santafé con ánimo ver de alla- nar estas dificultades, dejando en Ba^iegas á sus comisionados don Juan Francisco Seguí, y don N. Larrechea. Pero pasaban los dias sin que viniera una resolución categórica y satis- factoria. Comenzó el general Rodríguez á po- nerse en cuidados por esta demora y por tan estraño silencio. Ño le faltaron tampoco de- nuncias de que Carrera negociaba su evasión con algunos de los caciques de la Pampa; y cuando reclamó la necesidad de acabar con to- das c>tas vaguedades, se le comunicó un pro- yecto de armisticio por el término de 20 dias. Indignóse el general Rodríguez con una cir- cunstanciaque parecia una burla, y les pasó á los Diputados de Santafé una intimación enérgica que no dejaba lugar á otra cosa que á soluciones inmediatas. (9)

(9) «Lejos de que yo pueda admitir semejante cosa, la « tomo como un aviso para prepararme á una marcha « militar, por la que mi Provincia conseguirá por la fuer- « za de las armas lo que no se quiere que obtenga por un

DE LAS armonías interprovincialbs 417

El gobernador Rodrigüez cobraba, como se ve, los réditos de la política y de las victorias de Dorrego ; y á que tenia como hacerlo ! Ha- bían pasado ya los di as en que el pueblo de Bue- nos Aires había estado desprovisto del senti- miento de mismo ; y una vez que lo habia re- cobrado era indispensable contar con él.

El gobernador de Santafé comprendió que

el momento era harto vidrioso y

1820 delicado ; y apenas tuvo noticia el

Noviembre 23 dia veintidós de la intimación del

general Rodríguez, salió del Rosa- río á toda priesa y se vino inmediatamente ¿L la Estancia de Banegas á verse con él man- dándole aviso reservado á Carrera que apu-

« ajuste amistoso. Solo oir ese término de veinte dias « escandaliza, y parece pretendido para entorpecer, para « tomarse tiempo, y al ñn para obtener algunas ventajas a sobre nuestras fuerzas, que no es posible esperar por otros medios. Asi es que tan lejos de aceptar tal d¡- « iacion, tengo la resolución mas firme é invariable de « rehusarla; y ío/o doy el plazo dedos á'iíHi contados des- « de mañana, bajo la inteligencia de que pasados, se en- « tenderán rotas por mi las hostilidades. Si se quiere « la paz de buena fé, una iiora, un solo instante bastan « para sancionarla. Toda otra cosa significa intenciones <f siniestras, que ya es tiempo que aprendamos á preca- « ver. Estos son mis sentimientos y los del bravo ejer- cí cito que comando ; y si ellos no son los de aquellos que « presiden á los destinos de Santafé, bien pronto sa- « brán á qué precio tan costoso deben 'adquirirla.»

TOMO VIII 27

418 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

rara su fuga, por que no le quedaría mas re-» medio que mandarlo prender en dos Or tres dias mas, para entregarlo. Reunidos el dia veintitrés los dos gobernadores y presente don Juan Manuel Rosas, arreglaron todos los de- tal les del convenio reservado. López contrajo alianza contra Ramirez comprometiéndose Bue^ nos Aires á situar en la frontera del norte una gruesa división de dos mil hombres que quedaría allí á sus órdenes, con una escuadrilla en el Para- ná para el caso de que Santafé fuese invadida por los entrerrianos. Bustos, á su vez, se compro- metió á poner en campaña todas las fuerzas de que disponiacon el mismo objeto. Buenos Ai- res debia subvencionar al gobierno de Santafé indefinidamente con la suma de ocho mil pesos fuertes mensuales, y don Juan Manuel Rosas, de su cuenta y por su propia oficiosidad, se com- prometió á entregarle á López, para que regala- se á sus servidores y campesinos, la suma veintidós mil cabezas de ganado. (10)

(10) Rosas cumplió su oferta en poco tiempo. Para cO" leciar esos ganados procedió sumariamente y á \opamp^' Le avisó i\ cada estanciero de los de su obediencia lacan^*' dad con que tenia que contribuiTy el tiempo en que debí* hacer la entrega, y el lugar adonde debia conducir 5*^ porción. Con esto, á los tres meses, recibia López en l^ frontera de Santa los ganados ofrecidos. La cantida^^ de veintidós mil respondia al cómputo que habia hecho de la porción de cada contribuyente.

DE LAS armonías interprovinciales 419

>íada mas Ijuedaba pues por hacer, sino re- atar el tratado público, que de suyo era sen- ísimo, pues se reducia á convenir en que las 3 provincias quedaban reconciliadas y obli- ias á nombrar Diputados para que á los dos íses se reuniese un Congreso Nacional encar- do de reorganizar el gobierno general y de de- ^minar el punto definitivo de su residencia. s únicas estipulaciones que ofrecian enton- 5 algún interés eran dos: la declara- m de que el comercio de armas, muni- ►nes y todo otro artículo de guerra, se- n libres entre las partes co7itratantes ; y del artículo 5? referente á la entrega de Car- 'a aunque sin nombrarlo: «Quedan obli- gados los dos gobiernos (dice) á y^emocer^ 2ada uno en su territorio, todos los obstáculos jue pudieran hacer infructuosa la paz cele- >rada, cumpliendo fielmente las añedidas de "precaución con que deben estrecharse los vín- culos de su reconciliación y eterna amistad.^ pez quedó pues obligado á sacrificar á Carre- Era esta una ineludible necesidad exi- a por la paz, por el orden público y por el 3€rio de las leyes fundamentales de nuestra "ionalidad; pero procuró hacerle llegarlos nucios necesarios para que se evadiese antes ser aprehendido ; advirtiéndole que el cuer- de Dragones de Santafé debía llegar el 27

430 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

al Rosario para ir sobre su campamento y tomarlo preso.

Este desgraciado sin talento ni juicio, que sa- bia que su prisión y su expulsión serian la solu- ción de la paz de Santafé con Buenos Aires y con Bustos, habia informado de todo á Kamirez incitándolo á que acudiese á tiempo para confun- dir la trama con que sus enemigos pensaban arruinarlo. Pero Ramírez no podia separai'se de Entrerrios.

No pudiendo contar con ese auxilio echó ma- no por lo pronto, de recursos suyos ; y trató de renovar las conexiones que habia anudado con los Indios Pampas en el Lujan en el mes de Julio, durante la efímera gobernación del ge- neral Alvear (pág. 280) ya fuera para esperar entre ellos la venida de Ramírez, ya para em- prender su marcha á Chile por los desiertos del Sur y juntarse allí con los famosos bandoleros de las bandas que capitaneaban los hermanos Benavidesy Pincheiras: y que con el nombre del Rey de España, y con la bandera de los realistcu<y no eran otra cosa que gentuza armada, sin rey ni ley, que habrían aceptado á Carrera ó al dia- blo, y servídole con provecho en sus propósitos de saqueo, de revuelta y de vandalage.

Desde el 20 de Noviembre habia estado en su campamento el cacique Ancafilú con dos capita- nejos y cuatro chuzas de los suyos con el objeto de hacer los arreglos previos y de recíproco in-

DE LAS armonías intbrprovinciales 421

teres, con que habian de aunarse. Y en efecto, el

85 del mismo mes á media noche, desapareció

Carrera con su gavilla, protegido quizá, tolerado

la menos, por el gobernador de Santafé, sin que

nadie supiese en qué rumbo se hubiera corrido.

Suponian muchos que se hubiera ido al Chaco en

busca de un camino para unirse con Ramirez en

Entrerrios; y otros que hubiera tomado rumbo

por el desierto pampeano para salir al Sur de

Mendoza y entrar á Chile por el Planchón ó por otro remoto boquete.

Que López hubiera favorecido la evasión de Carrera para escusarse de entregarlo era cosa de que no podia dudarse. Con el justo interés de no mancharse con un hecho oprobioso, que leerá impuesto por la necesidad de hacer la paz y de asegurar su provincia contra Ramirez, ha- bía tolerado que Carrera se entendiese con los salvages y que concertara con ellos su tránsito por los campos del Sur hasta pasar la cordillera donde se proponía bregar por su causa ó perecer en la demanda, si el suelo patrio no respondiera ¿L sus altaneras aspiraciones.

Mirando el asunto con ojo imparcial, es justo considerar que López no tenia razones de nin- gún género para preocuparse de los intereses de O'Higgins ó de su partido ; y que si no habia sido, como Ramirez, amigo íntimo de Carrera, lo habia tenido por compañero al menos. Era pues natural quepreñriese verlo allá en su tierra.

422 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

fuese como fuese, antes que pasar por entregar- lo con sus propias manos al gobierno de Buenos Aires, donde el proscripto chileno era odiadísi- ino; ó que darle á Bustos la vanidosa satisfac- ción de que lo remitiera de regalo, codo con codo, como lo habría hecho, dándose los aires de un influjo prepotente. . Por olra parte, López habia consentido, y aun cooperado á la fuga de Carrera, bajo la solemne promesa que este le habia hecho de que no haría otra cosa que buscar por el desierto su entrada en Chile, y de que nada tentaría ya en las Pro- vincias argentinas: donde separado de los cau- dillos federales que le habian dado amparo, y de López sobre todo, nada podia intentar y á nada podia aspirar. Nos inclinamos pues á creer que al ajustar y cumplir este convenio de separación social, uno y otro individuo proce- dieron de buena ; el uno, con la intención de cumplir loque ofrecia; el otro, en la creenc^* de que asi llenaba, hasta donde le era posib^®> los deberes que le imponian los sucesos anter*^^' res y las necesidades presentes. Carrera hut^*^' ra podido fugar fácilmente á Entrerrios; p^^^ hubiera tenido que irse solo, sin los 280 hot^' bres de que constaba su banda: por que Lop^^ no habría consentido que un grupo tan granel^ pasase públicamente al otro lado del Paraná Y fuese á reunirse con Ramirez. Por otra parte, Ramírez estaba preocupadísimo con sus opera-

DE LAS armonías interprovinciabes 423

€¡ones en la región litoral ; y á Carrera no le convenía echarse al otro estremo de su visual, y aplazar indefinidamente sus ardientes esperanzas de sublevar sus partidarios y derrocar áO'Hig- gins.

López finjió por supuesto profunda contrariedad de que Carrera se le hubiera escapado, y se dis- culpó diciendoque le liabian faltado caballos para perseguirlo y capturarlo. La disculpa era pue- ril ! Carrera habia reunido caballos en Gorondo- na para escaparse seguido de 300 hombres, mas ó menos. Habia recibido á los caciques, y tra- tado de su viage durante muchos dias á la vista de López; y López, que era un lince en eso de correrlas y de movilidad, pretendía no haber tenido noticia anterior de nada de eso, en una j^rovincia que le obedecía espontáneamente como si fuese un solo hombre; y no haber tenido ca- ballos para correr tras del prófugo ! López

oomunicó el hecho en el acto al general Rodrí- guez, y pasó circulares á Bustos y á Godoy Oruz, para que pusiesen fuerzas al Sur de Cór- doba y al Este de Mendoza que vigilaran ó cor- taran á Carrera el camino del sur si es que inten- taba violar el territorio de Cuyo.

Si el general Rodríguez no habia condescen- dido secretamente en la maniobra con que López esquivaba su oprobio, como es probable, es casi seguro que no dio el menor crédito á las discul- pas y esplicacíones del gobernador de Santafó,

4S4 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

cuyas vivezas y ardides eran bien conocidas pa- ra que pudiera engañar con ñngida ingenuidad. Le bastaba su propio juicio y la esperiencia que tenia do las contingencias revolucionarias para comprender que lo sucedido habia sido va- lor entendido entre ellos ; y como López le dio seguridades de que Carrera habia tomado el de- sierto de Melincué, internándose en dirección al Planchón para bandear por allí las Cordilleras^ el general Rodríguez se dio por satisfecho con tanta mayor quietud, cuanto que el asunto no merecía romper la paz recientemente hecha, ni in- terrumpir los trabajos de reorganización política y social que se estaban emprendiendo. Tranquilo pues, y considerando á la provincia de suman- do repuesta en el camino déla prosperidad y de una sólida paz, el gobernador de Buenos Aires regresó ala Capital, premeditando trabajos im- portantes para asegurar y estender las fronte- ras, y dar un vasto desarrollo á la produc- ción rural, garantiendo eficazmente las propie- dades y las ocupaciones laboriosas en los campos. Inútil es decir que en la Capital todos estaban radiantes de alegría y que reinaba und profunda en el progreso moral y econótni* co de la provincia. Todo cuanto las ciencias, la Ü* teratura y el espíritu público podian remover, era ya tocado, pedido y recibido con entusiasmo co- mo si se hubiera entrado en una época de resur- rección. Verdad es, que se disfrutaba ahora de

DE LAS armonías interprovinciales 425

una verdadera paz moral y civil; y que tan elevado y ennoblecido era el sentimiento de justicia y de laboriosidad administrativa que animaba al go- bierno, que todos los intereses públicos y priva- dos marchaban y se satisfacian en unisón. Ha- bíase anulado el favoritismo de círculo; la decen- cia y el decoro eran tan evidentes que no pro- vocaban la menor sospecha ni el menor recla- mo. La parte mas distinguida de la sociedad ponia el hombro, sus talentos y sus esfuerzos en el desempeño de las funciones públicas: habian desaparecido los partidos personales, y la vida política se hacia y se deslizaba en las corrientes de la opinión delpais. Nohabiamas móviles que los móviles generales, sin que nada de excluyente se hiciera sentir en la participación de la cosa pública á que todos estaban llamados, y á que todos concurrían con una libertad de espíritu completo.

Inútil es decir, que para alcanzar esta tan envidiable gloria que hace tan ilustre su primera época, el partido unitario habia deja- do de ser pueyrredonisía. Habia sacrificado para siempre la parte gastada de su antiguo personal relegándola á la justicia de la histo- ria en servicio del presente. Imposible es que pueblo alguno haya despertado á la vida, des- pués de una grande y prolongada catástrofe, con un sentimiento mas vivo de su virilidad 7 de su inteligencia, que el que surgió en Buenos

426 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

Aires casi repentinamente, de Novieoibre á Di- ciembre de 1820, para entrar en la época repa- radora y próspera de 1821 á 1825.

El 4 de Diciembre se interrumpe derrepente esta satisfacción general con la noticia de que habia tenido lugar en la provincia un atenta- do inauditamente bárbaro, atroz. Trescientas familias han sido sacrificadas ! Han sido viola- das las doncellas y las madres de familia, dego- llados los hombres hasta en el pié de los altares, cautivados los niños, y empapado el suelo con i raudales de sangre inocente en el desventurado pueblo del Salto, Todo ha sido saqueado, las casas y las haciendas! Lo que ayer era una vilL^ y un distrito floreciente, es hoy presa del incen-' dio, y suelo yermo en donde todo lo ha truido, y hollado, el pasage voraz de las t

bus y de los potros de la Pampa! José M

guel Carrera ha consumado su obra y firmad - ^ al fin la página espantosa de su historia ; pued ® compararlo el patriotismo del panegirist chileno, en la historia argentina, con la virtu marcial de San Martin en la historia de Chil^

Todo cuanto pudiera decirse de horrible espantoso, habia tenido lugar en el Salto ^ caido como fuego del infierno sobre las de^ graciadas familias que allí habitaban. Los indio jamás habrían podido tomar el pueblo, por que? como se sabe, sus hordas y sus chuzas soi:í impotentes contra unos cuantos fusiles para^

a

DE LAS armonías interprovinciales 437

petados en casas ó en cercos. Pero los doscientos ochenta hombres que Carrera en- cabezaba— foragidos cristianos procedentes de todas partes del mundo, (11) desalmados y provistos de armas de fuego, eran mas que suficientes para sorprender y vencer un vecin- dario pacífico y desarmado de trescientas familias. Renunciamos á dar cuenta nosotros de esta horrenda tragedia. Se creerla que por espíritu local exageraríamos la barbarie del atentado. Vamos á dejar hablar al panejirista chileno de Carrera, al promotor de la estatua que trasfigura en Santiago de Chile su perso- na, y en cuyo sócalo falta por inscribirse El S^alto en 1820 Oigámosle: lo que él llama la ^ uarniciojí eran 18 hombres que se defendían J ^sde el campanario de la iglesia, en cuyo 5^grado recinto y en una azotea vecina se ha- >ian asilado las familias contra 600 asal- ^ ntes, entre foragidos y salvages «La guarni- : cion capituló al fin, á condición de que se le dejara salva la vida en el campanario y en el fortin; y habiendo cesado toda resis- tencia comenzó la escena de la desolación, «1 degüello, el saqueo, el incendio, los crl- ^ «lenes contra el pudor, pey^petrados en la *- <:alle publica, las abominaciones mas sacrl-

Cll) Había entre ellos españoles, norte-americanos, portugueses, bandidos argentinos, y Chilenos.

4S8 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

« legas en el templo Los indios se preci-

« pitaron á las puertas de la Iglesia y á « empellones las sacaron de sus quicios. Allí < estaba la parte mas codiciada de su botin, « que es la muger, por que la gloria del salvage « de la Pampa se cuenta por el número de « sus cautivas, y su poder por el número de « los hijos que estas le dan. Como cuadrillas « de lobos en el indefenso redil, cayeron sobre « las familias, que, arrodilladas en pavoroso « tumulto, dirigian á la Virgen las plegarias « de su aflicción; y en un momento cada una « de esas desgraciadas tuvo un dueño feroz 4c que la apartaba, ya de la madre, ya de los 4c hijos, ya del esposo inmolado. Mas de « 250 mugeres y un gran número de niños « fueron tomados de esta suerte.» (12)

El mismo Carrera después del hecho, cono- ció la responsabilidad con que habia puesto el colmo á los exesos criminales que pesaban ya sobre su nombre; y le escribió á su da- ma en estos términos, según Vicuña-Macken- na: «Ayer, mi Mercedes, tomé el Salto H?i « querer (I) mi objeto era sacar ganado^ y el « de los indios saquear.-^ Mas adelante vere- mos que fué todo lo contrario ; que el objeto y las

(12) El señor Vicuña Mackenna, de cuyo panejirico copiamos este lúgubre retazo y lo que sigue, ha escrito tomando los detalles y los hechos de la mistna corres- pondencia de don José Miguel Carrera.

DE LAS armonías interprovinciales 429

necesidades de Carrera le llevaban á saquear; y el de los indios, como siempre á sa^ar ga- nado: dado caso que saquear y sacar gana* do no sea siempre saquear. Continuemos— « Avanzamos y mandé la primera compañia « con orden de tirar al aiy^e y huir de las « primeras calles como aterrados, para que « los indios desistiesen de su empresa. Pero « los soldados animados por el pillage se « apoderaron de la plaza con intrepidez, y los « indios, contra sus promesas hicieron tolde- « rías en la Iglesia, en las casas y en las « familias. Me vi obligado á contenerlos en « parte, y aun estuve resuelto á batirlos si no « cedian. Por la fuerza, por robo y por intri- 4C ga, les quité casi todas las prisioneras; y 4c esto me costó el echar mano de una pis- 4t tola para quitar á una tierna joven, que, en < comitiva con 12 mas, volví anoche con la « oscuridad acomoañadas de una escolta. €c comprado por veinte vacas (13) la hija de « un honrado vecino v al instante la mandé, « y una chica como Javierita (14) muy bonita « con quien dormí anoche por que estaba <n desnuda al frió.» (15)

(13) Parle del saqueo.

(14) El recuerdo de su íiija es digno en este caso de llamar la atención.

(15) Por mi parte no creo en la veracidad testual do nsta carta, si es que existe, ó si es que no ha sido in-

430 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

Si esta carta no es obra del señor Vicuña Mackenna, como puede sospecharlo quien co- nozca su redacción, está anchamente elaborada sobre un original muy diverso, ó es una jus- tificacios eX'post'facto soltada por Carrera des- pués del crimen. Empecemos por ver que en su situación menesterosa y en la necesidad que tenia del auxilio de los indios, es completamente imposible, y cosa de no creerse, que haya podido tomar sobre aquellos, que ademas de ser mas poderosos que él eran sus protectores, el imperio y la mano justiciera con que ridiculamente quiere aparecer en medio del estrago. En se- guida comparemos la relación del mismo bió- grafo con su carta, y veremos que ambas so "^ variantes antojadizas del mismo deseo de just ficar un crimen con escusas inaceptables, atacar los chilenos, según dice el señor Vicuñ Mackenna, su capitán les gritó : muchach en retirada! por que— «(?.9ía era la órd 4c que había recibido de Carrera para a/n 4c drentar á los indios con la fuga de « propios soldados y hacerlos desistir de « bárbaro intento.» Pero si tal hubiera sido objeto, mas llano era no haberlos acompañacJ y no cometerla perfidia de emprender el ataq

1

s n

e

ventada ó alterada para justifícar las atenuaciones rw cesarias al panegirista que otras cosas ya ha inventa^- y alte^'ado en documentos oficiales.

'^

DE LAS armonías interprovincialbs 431

con el ánimo deliberado de dejar á los indios so- los en la estacada. ««Los chilenos se detuvieron, « agrega, sorprendidos con aquella orden á la « que sus oidos estaban mal acostumbrados en « tales momentos. Atribuyendo á miedo la irre- « solución de su gefe, le volvieron la espalda, « y ordenaron al corneta sonarles la carga.» Salvaron así por lo visto á los indios, sus alia- dos, de que cayeran en la trampa que les habia puesto Carrera y de ser fusilados y rechazados por el fuego de la guarnición. La cosa no tiene otra esplicacion; y casi es imposible dudar de la incongruencia con que todo esto aparece aco- modado al intento del escritor.

Pero preguntemos ¿por qué se sorprendie- ^^on los chilenos de la orden de retirada? Del ismo modo que el capitán la habia recibido sa- iendo que era simulada, debieron saberlo tam- t>ien los soldados: que no siendo indios, nada r nnpedia que supieran que se les daba esa orden 3 on un noble objeto. Ademas, en todos los casos que un gefe prepara y trasmite órdenes simu- <las, es de regla y de necesidad absoluta que lo pan los que van á ejecutarlas : gefes, sar- ntos, cabos y soldados; pues ningún gefe pone su tropa á la desmoralización do una t.irada fingida, sin poner á cubierto la moral la dignidad del soldado advirtiéndoselo de temano, sobre todo cuando se trata de **vipos pequeños como aqui. Esa carta con

432 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

que se quiere justificar los sentimientos deli- cados de Carrera no puede ser cierta ni ge- nuina; y ese mismo sentimiento del orgullo de los chilenos ofendido por la orden de retirar- se, está mostrando ya la pluma del artista que la ha inventado.

Ademas aquellas frases de : Tomé el Sal- to sin quet^er, «mi objeto era sacar ganados y el de los indios saquear é incendiar el pue- blo,» son descargos de mala ley para que los acepte la historia. Basta estudiar las cosas para ver la verdad. Carrera premeditaba atra- vesar las Pampas hasta el Planchan, Salí3 del rincón de Oorondona con doscientos cii:^- cuenta ó trescientos hombres mas ó menos des- nudos y sin ninguna clase de avios para llen^aír las primeras necesidades de la vida. Nada c3ic eso habla podido adquirir al servicio de Lop^3, que, como hemos visto, estaba también ^3n suma miseria. Arrojado de Santafé, Carre^fa no tenia punto alguno de comercio donde sw^ ^' tirse de ropa, de correage, de tabaco, de yerl>^f de papel : cosas todas que los Indios no nece^*" taban tanto como él y como los suyos, porq"*-^® con sus tegidos ellos se suplen su vestir p^^ lo genera!. El que mas necesitaba acometer ^-■^'^ pueblo civilizado y mercantil para saquea^^ y proveerse, era Carrera. Esa era la prir^^' ra necesidad de su situación y de su empT^^' saj sin que esto quiera decir que los indí^

DE LAS ARMONÍAS INTERPRO VINCULES 433

no desearan también saquear^ y sacar gana- dos^ que era siempre su constante interés. El ataque y el salteamiento de ese pueblo infeliz fué de parte de Carrera un bárbaro crimen y hasta cierto punto una necesidad fatal de su empresa y la prueba mas concluyentede que no es aceptable la carta con que se le ha querido justificar, es que el mismo señor Vicuña-Mackenna pone otra carta en la página 335, de fecha 2 de Diciem- bre, que tiene todos los caracteres de la ver- dad, y que es enteramente contradictoria con la que dejamos analizada: «Ayer á las 12(dia « 1») llegué al campo de los indios, y están « enteramente resueltos á avanzar las guardias 4c de Buenos Aires para saquearlas, quemar- « las, tomar las familias y arrear las « haciendas. Doloroso paso!— Pero en mi 4c situación no puedo prescindir de acompa- « ñarlos al Salto que será atacado mañana

^ al amanecer El paso de mañana me

« consterna, mas que todo, que se sepa que yo « voy; pero atribuyase por los imparciales á « la cruel persecución del infernal complot.» Se así que el ataque y el saqueo del Salto era un atentado resuelto con todos sus horrores y con anterior deliberación; que no hubo ni pudo haber tal orden de retirarse dada á los chilenos. Fué pues una necesidad déla situación personal y política de Carrera, y un simulacro, que, por un desgraciado accidente se hubiera conver-

TOMO VIII 28

434 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

tido en una catástrofe propia de los foragidod que la causaron.

El Gobernador de Santafé supo con profun- da indignación el horrendo atentado: no solo por que era un acto desleal para con él, sino porque le dejaba en un punto de vista poco serio V nada honorable ante el Gobernador Ro- driguez, y ante la opinión pública de Buenos Aires, que lo miraba todavia con bastante desconfianza y con no poca aversión. El ataque del Salto vino á interrumpir en efecto el cur- so de los trabajos pacíficos. Los gobernado- res, de Buenos Aires, de Santafé, de Córdoba, de San Luis y de Mendoza, temieron que re- movidas las indiadas de la Pampa, y refor- zadas por los aventureros de Carrera, fuesen asaltados uno tras otro los pueblos fronterizos del sur, y que la campaña, fuente de la riqueza y del valor sobre que se cimentaban todas las esperanzas del progreso, se despoblase, y caye- se otra vez en desaliento y en la miseria.

« Ciudadanos (decia el Gobernador en la pro- « clama que publicó para dar cuenta al « pueblo del infame atentado) preparaos á es- « cuchar con indignación y con asombro la

« noticia oficial que acabo de recibir Los

4c indios bárbaros, acaudillados en persona por « don José Miguel Carrera, y otros oficiales « chilenos, han asaltado el pueblo del Salto. « Se han llevado sobre trescientas almas en-

DE LAS armonías interprovinciales 435

« tre mugeres y niños, sacándolas de la Igle-

< sia, robando los vasos sagrados, ¡ncendian-

« do las casas aquí, mis compatriotas,

« los últimos y estremosos escesos que aca- 4( ba de cometer ese monstruo horrible que « abortó la América para su desgracia. No « necesito exagerarlos para irritar todo el 4( furor de vuestra cólera contra ese funesto « parricida, que nunca ha pisado un palmo de 4( tierra donde no haya dejado espantosos ves- « tigios de sus crímenes : crímenes atroces

« que han costado lágrimas, sangre y desola- re cion. José Miguel Carrera— ese hombre de-

* pravado esa furia bostezada por el infierno « mismo, es el autor de tamaños desastres. 4L Ese traidor, que en 1814 entregó su patria

< en manos de Osorio abandonando la defén- « sa de Chile por atender á su venganza, que « después de haber saqueado los caudales pú- « bucos y particulares de aquel Estado, emi- « gró al nuestro en busca de un asilo; y que

* ha atizado la discordia, tentado conspiracio- « nes, encendido la guerra civil, con toda clase <€ de maldades y perfidias; que profanó nues- ^ tras leyes, que trastornó nuestro gobierno, « que invadió nuestras campañas, que insul- « con atrevimiento á nuestro pueblo; ese 4c facineroso es el que huyendo del solo nom- 4c bre de la dichosa paz, que su alma de ré- « probo no puede sufrir, ha elegido en su ra-

436 PACIFICACIÓN Y RESTABLECIMIENTO

« bioso despecho la venganza de las fieras.

«Bárbaro! cien veces mas bárbaro y ferino « que los salvages errantes del sud á quienes « se ha asociado. En el pueblo del Salto ha « hecho ronnper á punta de hacha las puertas 4c del tennplo en donde las familias indefensas

4t se habían refugiado ¡Qué pasiones tan

« encontradas devoran mi alma en este mo-

« mentó! Marcho, Compatriotas, en busca

« de este portento de iniquidad Juro á Dios

« perseguir ese tigre para vengar á la religión « que ha profanado, á la patria que ha ofendido, « y á la naturaleza que ha ultrajado con sus « crímenes.*

La barbarie nunca es medio de llegar á resultados duraderos; y fué mas grande, mas atroz el crimen que la fuerza real ó que los medios que Carrera sacara de él.

Luego que saquearon al Salto, las tribus y la banda de los forajidos se retiraron al desierto para eludir el ataque de las fuerzas regulares que salieron inmediatamente á buscarlos. El panejirista de Carrera lo trasforma entonces <cen grande explorador de los secretos de la Pam- pa.* Por i»ooo no lo hace un Darwin ó un Li- vingston, que por amor á la ciencia vaga entre soledades y hasta el Neuquen ó á las orillas del Estrecho; desde las márgenes del Rio Colo- rado y del Rio Negro por gusto de esplorar y l)or la grandeza de su espíritu investigador. Pero

DE LAS armonías interprovinciales 437

Carrera no pisó jamás esos ni otros lugares re- motos del sur: campó con los indios á unas le- guas mas allá de la Blanca Gy^ande, donde to- davía |se señala su parada. Y todas esas lomas del Diablo Azul y de los espíritus vagabundos del desierto que inventa el señor Vicuña-Ma- ckennapara lucir su voladora fantasia, no son sino las lomas del arroyo Gualichú (16) y de las FloreSy en cuyas cercanías acampó Carrera con su tribu, de paso hacia el Huilche. (17)

^16} Arroyo del Brujo,

(17) Son garantes de esto el coronel don Eugenio Bustos, famoso hijo del desierto que todos conocemos por su intachable honorabilidad, el coronel don Alvaro Barros y otros conocedores do la Pampa no menos dis- tinguidos. Fuera de que es noción común.

CAPITULO VIII

TRASLACIÓN DEL TEATRO DE LOS SUCESOS A I.A PROVINCIA DE CÓRDOBA

SUMARio—Dias de cspoctativa— Las nuevas miras y lo» nuevos prestigios— Situación de Córdoba y de sus parti- dos—Bustos, Paz y Heredia— Inquietud interior en Cór- doba— Oposición revolucionaria Mala indolu de la? ideas de Paz— Vulgaridad 6 inexactitud de sus opinio- nes—Motivos especiosos de su proceder contra el or- den nacional Palta de consecuencia cnirc sus ideas y su conduela posterior— Elección de don José Javier Diaz Entrada de Bustos Descalabro de sus oposito- res— Síntesis del partido opositor Su carácter esen- cialmente montonero y disolvente— Evoluciones inter- nas de ambos partidos y de sus gi^fes Anacronismos insinceros— Conspiraciones Política nacional y ame- ricana de Bustos- Su hipocresía característica— &v» rompimienio con Carrera y con Ramiroz- Afinidai^'^ y connivencias del coronel Paz^Conspi ración del u*-*-' pitan Droucí— Separación y confinación del coror»*— ' Paz—Coincidcntc invasión de Carrera— Derrota *-^ Bustos Expatriación del coronel Paz— Su reunión c*-^" los montoneros afiliados á Ramirez y Carrora— Via.,^= de Paz ÍL Santiago del Estero en busca de la protecci^--""' de Ibarra— Triunfo del coronel Bedoya sobre los an^''

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 439

«quistas— Currerias de Carrera en la dirección del Chaco y Ábipo7ies Rasgos verídicos de cada uno de los partidos que actuaban en Córdoba.

La mayor parte de las provincias medite- rráneas hablan asentado su situación verda- deramente inspiradas por un espíritu de tran- quilidad, que si no era enteramente satisfac- torio bajo el aspecto de la libertad política, era al menos bastante simpático y conciliatorio de parte de las unas para con las otras. En Ene- ro de 1821 muchas de ellas habian restablecido ya relaciones amistosas y adelantado deseos de ligar vínculos nacionales. La de Buenos Aires estaba completamente sana y regenerada. Re- conciliado su gobierno con el de Santafé, se habia constituido de suyo una perfecta comuni- dad de intereses políticos y pei*sonales, entre am- bos gobiernos y los de Córdoba, Cuyo, la Rioja y Salta. Solo la republiquela efímera de Araoz en Tucuman, daba la nota discordante por el norte; pero del lado del litoral quedaba siempre Ra- mírez en la actitud amenazante en que lo ponia su arrogante ambición y su antagonismo con el concierto general de las otras partes de la Repú- büca que parecian ya resueltas á no permitirle que estorbase la reconstrucción del orden na- cional.

Para comprender bien las ventajas y los inconvenientes que se complicaban en este estado

440 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

general de cosas, es menester que estudiemos la influencia y la consecuencias que la subleva- ción de Arequito produjo en Córdoba.

Bustos, Paz y Heredia habían sido los tres empresarios responsables de este abominable atentado. Cada uno de ellos habia entrado en el negocio con miras personales que conviene exponer con claridad. El interés del coronel don Alejandro Heredia (para comenzar por el rae- nos espectable de los tres) era que se le pagase su cooperación dejándole disponer del escua- drón de Dragones que mandaba, aumentado con el 19 de Húsares. Su interés era marchar á Tucuman, su provincia natal, y libertarla (todos eran libertadores) de la tiran ia con que don Ber-' nabé Araoz humillaba á lo mas conspicuo y honorable de aquel vecindario. En esta rairay Heredia no contrariaba los intereses ni la am- bición de sus otros dos cómplices, y nada era mas justo que el que le diesen la remuneración que habia contratado con ellos. Pero, no pasaba lo mismo con estos otros dos. La ambición de Paz era incompatible de todo punto con la supre- macía de Bustos; y cualquiera que fuese el carác- ter que tomaran los sucesos, era irremediable el rompimiento y la gresca entre ellos. Ambo» bregaban por el mismo reino; y su título ¿go- bernar consistia en haber libertado su provincia del ominoso gobierno que hacian en ella los in- dignos agentes del gobierno directorial el ilustre

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 441

y virtuoso jurisconsulto don Manuel Antonio Castro, y el general don Antonio Alvarez de Arenales grande soldado y grande ciudadano á la vez. Consideraba Bustos que por ese emi- nente servicio, hecho á su patria, lo menos que podia pedir era su gobierno soberano ; y Paz que se tetiia por mas digno de ese galardón, atento el mayor mérito personal con que se creia, estaba dispuesto á disputárselo. Con- taba el uno con su mas alto rango y con la adhesión de los cuerpos del ejército sustraído por ambos al gobierno nacional; y contaba el otro con la preferencia que le acordaba el par- tido vecinal, que concentrado en el recinto ur- bano de la ciudad, voceaba con mas bulla que poder efectivo los chismes y rencillas le- vantadas al favor del desorden y de la anar- quía en que cada uno quería poner de su lado los resultados favorables que les ofrecia la si- tuación.

Habia en Córdoba como en Buenos Aires un partidito vecinal, que precisamente por serlo era localista y politiquero. Como localista era disolvente, es decir— enemigo acérrimo de la administración centralizada en Buenos Aires, Y mas inclinado á ponerse bajo la bandera bár- bara de Artigas ó de Ramirez, á trueque de satisfacer sus envidias y rivalidades de pro- vincia, que á prestar su apoyo á la recons- trucción de los antiguos vínculos nacionales.

442 PASAGB DE LOS SUCESOS DE 1880

Como civilista ó politiquero del barrio, era al fin burgués, y prefería, para su propio pro- vecho, un régimen electoral que pusiese en sus manos los resortes gubernativos de su provincia antes que el incómodo predominio de un general, que por lo mismo que se pre- sentaba á la cabeza de un ejército relativa- mente fuerte, quedaba habilitado para gobernar con una voluntad absoluta, y sin considera- ción á las pretensiones de tal 6 cual alboro- tador. En esta situación interna es donde está la clara esplicacion de lo que iba á acontecer en- tre Bustos y Paz.

A Bustos no le con venia desnaturalizar s\i poder refundiéndolo en el movimiento volunta' rioso de la burguesía cordobesa. Su autorid^"^ era efectiva y personal; y cuando un pod^^ es efectivo y personal hay siempre grupos qvi® vienen á concretarse bajo su amparo buscando la satisfacción de sus propios intereses ó pr^^' pensiones. Pero del mismo modo (aunque pc^*" efecto contrario) se formaba á su frente, y en ^^ contra, otro partido decidido á luchar móvil ^" zando el descontento y los elementos explosr^" vos de otros intereses y de otras propensiones» j fué así como á penas tuvo éxito la subleva-' cion de Arequito se estableció de fació é in^ mediatamente el conflicto entre sus dos gefe^^ y sus respectivos partidos.

El partido burgués de Córdoba habia pr0"

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 443

visto, desde antes del movimiento de Arequito, el peligro de que Bustos, gefe de ese movi- miento, quisiese apropiarse en provecho suyo las ventajas que produgera; y habia procura- do precaverse con tiempo: ilusión ridicula en que incurren todos ios hombres y los partidos que se adunan con movimientos y gefes mili- tares. El general Paz sin pensarlo, y sin que- rerlo quizás, pinta con verdad la situación local de Córdoba en los dias que precedieron á ese ii.otin: «La efervescencia era cada dia mas violenta en todos los ángulos de la Repúbli- ca, y era imposible py^ecaver su acción en

los ejércitos En la provincia de Córdoba

no era menor, y aún puede asegurarse que ^ra mas violenta que en el resto de las pro- 'lindas la fermentación de las pasiones po- Mticas que se agitaban.^^ Llamamos la aten- <^n de los pensadores sobre lo que sigue, ^Ta que penetren en las ideas y en los inte- •^es políticos que guiaban las simpatías y las 5 ras del coronel Paz; y para que se vea su ^^'idida inclinación hacia los anarquistas en •■"2^0 servicio y bajo cuyos auspicios fué que ^ <:^abezó la funesta rebelión de Arequito : ditre los partidos de Tucuman y de Cór- doba (dice) habia una notable diferencia, íln Tucuman la parte pensadora ó decente ^e la población habia manifestado mucha indiferencia; mientras que en Córdoba era

444 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

4( la mas exaltada. Muchas causas habiaii « concurrido para crear estas fatales dispo- ne sicione?, que no es de este lugar esplican « Baste decir que Yo estuve algunos dios en « la Ciudad por licencia que obtuve en el 4c campamento del Pilar; y que tuve la ocasión « de conocer á fondo el estado de la opinión y « los sucesos que se preparaban.^ Se aquí con evidencia que el señor Paz co?iocia á fondo el estado de la opinión y los sucesos que se preparaban; y eso solo prueba su íntimo con- tacto con los que allí conspiraban; y que fué uno de ellos como lo vamos á ver. ♦Esas mismas « ideas (agrega) se propagaban en los Ejér^ « citos, y desde entonces no era dudoso el « resultado.» ¿Quien las propagaba? es claró- los gefes que encabezaron el motin de Arequilo; es decir el partido comunal de Córdoba que el

señor Paz llama la gente decente: burguesw^ anarquista que por odio á Buenos Aires ten" dia abiertamente á la disolución del Organis* mo Nacional. Esto es muy importante par* que podamos conocer el carácter de los suc^^ sos y juzgar de la conducta de los hombres q*^ figuraron en ellos. El coronel Paz era, coin^ lo vamos á ver, gefe de este partido anár-" quico y disolvente, que era en Córdoba lo qu^ el partido de Artigas en la Banda Oriental, lo que el partido de Ramírez en Entrerrios, lo que el de López en Santafé, lo que el de Araoi

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 445

'ucuman, lo que por fin, era en cada pro- a el partido del caudillo que la había se- ado para poseerla y dominarla. Por mala sea la compañia, vamos á ver dolorosa- e al coronel Paz en jue^o y en unión ísos perversos fines después del escándalo y^equito.

mprendiendo las apreciaciones poco lison-

5 que aquel atentado debia dejar sobre su

echa mano, para justificarse, de las calum-

y de los embustes inventados por las

ones; y nada seria que lo hubiese hecho

s tiempos en que estaba apasionado y en-

do ; sino que lo ha«'e en el año de 1846

lo los calumniados estaban á su lado

T'ometidos en la misma lucha contra el

Rosas: cuando estaban ya plenamente

ados por la historia, y cuando solo era

ano el que insistía en acriminarlos con las

? montiras que el general Paz adoptaba

ia sin título, sin datos, sin estudio y sin

liento propio para avanzarlas. A quien

aba el general Paz en 1846 con esas

as pretensiones á justificarse? A

a : á Garcia: al Congreso de Tucuman ; Itimo á todos los ilustres hombres de 826 ! que después de todo eran car- éame y hueso de sus huesos ! A esos ue llama traidores á la patria que lia- ndo el paU ni Rey de Portugal y

446 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 18S0

forjado en tinieblas la venida de un principe extrangero con un ejército poderoso para esclavizarlo j devolverlo al Rey de España! Por esto fué (dice él) que entró en la Revolu- ción de Arequito. (1) La menguada y vacia vul- garidad de las escusas y de los nnotivos que el señor Paz hacina pai^a espiicar su proceder, apa- rece con solo leer sus palabras: «¿Que se pro- 4t ponia el gobierno de Buenos Aires (dice) « abandonando las fronteras del Perú y renun- « ciando á las operaciones militares tanto aU* 4t como sobre los puertos del Pacífico? ¿Qué « pretendia con esa concentración de fuerza^ « de línea en Buenos Aires? ¿Era para op^>' « nerlas á algunos cientos de montoneros, ^ « para apoyar la Coronación del Principe dl^ « Luca? Cada uno resolverá esto según su^ « convicciones.* Lo que sigue es estupendo: '

* Libre Buenos Aires del incendio y robiisU^^ « cido el poder de su Gobierno con un ejércit<^ « numeroso y con algún otro que podrí -^ « TRAER EL PRESUNTO MoNARCA, hubiera réT^ « cobrado su influencia cuando no se hubiera « emprendido una nueva conquista, sin adveí"^ « tir que esos pueblos abandonados serian un^ « presa fácil de los ejércitos españoles que no^ « observaban y que no combatían sino por I^

* sugecion completa á la metrópoli. Fácil er«

(1) Memor. tomo 2, pág. 3.

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 447

K congeturar que entonces venia á tierra la « causa de la independencia aún sobre las ba- « ses de una monarquía en la persona de un « Príncipe de la casa de Borbon; y que así < lo gtce se quería era allanar el camino á « nuestros antiguos opresores.» (2)

Doloroso es, en verdad que un hombre como el señor Paz haya figurado en ese escándalo jue es uno de los acontecimientos mas lúgu- bres de nuestra historia. Que un Bustos hu- lera cobijado su bastarda ambición debajo e tales pretextos y embustes, seria cosa Lie á nadie sorprenderia. Las responsabilida- -s de cada hombre tienen la medida de su talla. n pillo mediocre no deja en su huella sino

que es propio de su índole. Pero no es lo íií^^mo cuando esas responsabilidades recaen ^ un hombre de mérito superior, que al obrar ^ntra la ley y contra la verdad, debe saber que •"ocede mal; y que procede peor cuando para í^tificar sus faltas ó sus errores, echa mano de ^s chismes y de las calumnias, sin creerse mo- ^'niente obligado á estudiar los hechos con Uenuidad, verificarlos con amor álajus- ^'^ y sincera atención.

Aquí tenemos pues que el único y poderosísimo motivo que decidió al señor Paz á encabezar

''unestísimo motin de Arequito, fue impe-

'^^ dfemor., tomo 2, pAg. 12.

448 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

dir que el gobierno nacional recobrase su influencia^ y fuese robustecido por el ejéf^cito del norte que había sido llamado para defen- der el orden constituido y la integridad legal de la nación. «Confesión de parte releva de prueba;» y si al decir que «Cada uno ju^- ra de esto según sus convicciones» quiso el señor Paz decir según la verdad de los he- chos, la honradez de la conciencia, y el impe- rio de los principios, no habrá uno que no condene ahora su proceder como no hubo un solo hombre de pro que no lo condenara en- tonces.

Pero no es esto solo lo que mas asombrarnos debiera en los fantásticos cargos que avanza con- tra la gloriosa época de ese gobierno directorial, contra el que hizo armas el señor Paz en 1820, sino la triste decadencia de su memoria: ó, si se quiere el estraño olvido con que adul- tera la correlación y secuela misma de los he- chos que procura esplicar. El gobierno nacio- nal, acosado por los bárbaros del litoral, en peligro inmediato no solo la conservación del orden público sino la salvación de la capital: llama en auxilio suyo á su ejército del norte: ordena que el de lo^ Andes se traslade á Salta para operar sobre aquella frontera, ya que la expedición á Lima es innecesaria é imposible sin exponer al pais á su completa disolución, Pero el general San Martin desobedece: Paz y Bustos

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 449

sublevan el ejército que se les habia confiado: el gobierno nacional queda desarmado: cae vencido y exánime: triunfa la anarquia: se consuman la obra y los deseos de Bustos y de Paz: «han impedido al fin que el gobierno

nacional se robustezca y recobre su influjo^

Delante ahora de ese luctuoso espectáculo el ge- neral Paz levanta su voz de en medio de las rui- nas en que él mismo ha sepultado á la nación, para acusar al gobierno derrocado de haber de- jado indefensas las fronteras con la inicua mira de que la patria caiga en manos de un príncipe extrangero : príncipe de su fantasia, que con un ejército europeo venia ya á restaurar por cuenta de los españoles el régimen colonial! En ver- dad: que si alguien hubiera sido cómplice de esta nefanda traición, seria cosa de preguntar quien lo hubiera sido mas, ¿el gobierno que luchaba desesperadamente por defender el or- den público y la inteíjridad constitucional: ó losgefes militares que se sublevaban entronizan- do el desorden, la anarquia y causando la diso- lución completa del cuerpo político y social?

Verdad es que el general Paz (hombre de grande mérito sin duda) tuvo siempre el mal- hadado defecto de ser cordobés anle todo; y si acaso— después de cordobés argentino; y que no son de estrañar esas tristes vulgaridades de la filosofía localista y rezongona con que tiñe los matices de sus recuerdos: que eran, por otra

TOMOV III 29

450 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

parte, los mismos que profesaba el partida burgués con cuya adhesión se proponía supe^ rar sobre Bustos.

Asi que se conoció en Córdoba la noticia y el triunfo de los sublevados en Arequito, se levantó también el partido localista y anti- porteño, 6 por mejor decir anti-nacional. De- rrocó al gobernador intendente doctor don Manuel Antonio Castro. El general Arenales que desempeñaba el puesto de comandante de las milicias provinciales, no esperó á ser desti- tuido, y se dirigió por el momento á Salta don- de tenia su familia. Estos dos caballeros, per- sonajes ilustres de la historia argentina, de gran crédito por la competencia de su saber y por la honorabilidad de sus procederes, eran los dos tiranos que el gobierno directorial ha- bía puesto en Córdoba; y por lo visto— dos de los famosos traidores que provocaron la indig" nación patriótica del señor Paz.

Levantado el tumulto en Córdoba los can- didos burgueses creyeron suya la partida ; y se apresuraron á echar mano de la ocasión haciendo gobernador á don José Javier Diaz con quien el coronel Paz tenia combinado el modo de suplantar á Bustos. Diaz era en Córdoba desde 1814 el andarín del partido ^^- paraUsta y anti-nacional. Habia andado de entremés en las asonadas de Caparros y de los Villafañes en la Rioja: habíase juntado

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 451

con don Juan Pablo Bulnes, y en lo arduo de la lucha se le habia esquivado. Le habia escrito á Artigas que pasase el Paraná y viniese á proteger el pronunciamiento de Córdoba con- tra el gobierno nacional; y siempre y constan- temente habia trabajado por la disolución con la mira de que Córdoba, libre de todo contac- to con el aborrecido influjo de Buenos Aires, constituyese una república independiente y so- berana.

Tomado como entidad política, don José Javier era un simple bullanguero, inquieto y amigo de figurar, pero sin condiciones de ningún gé- nero para hacer un papel algo importante en la vida política de la provincia 6 de la nación. Su notoriedad nacia única y exclusivamente de que era un vecino de muy buena familia y rico hacendado de la sierra. Ese era el personaje con quien el coronel Paz vinculó su ambición! De manera que lo encontramos entrando en la vida política por un motin contra el gobierno nacional, y ligado con el partido disolvente que no habia cesado de llamar en su auxilio el pode- roso apoyo de las armas de Artigas, de Ra- mirez v de Carrera. Esto lo confiesa él mis- mo, como lo vamos á ver dentro de un mo- mento, por que estas cosas no se dicen sin que la prueba sea concluyente.

La precipitación con que el partido localista se habia echado sobre el poder, no tenia por fin

\.

452 PASAGB DE LOS SUCESOS DE 1820

responder en arnnonia al motin del ejército, sino oponerle á Bustos el hecho consumado, y anular de ese modo las pretensiones que este pudiera tener al gobierno como cabeza del pro- nunciamiento y gefe superior de la fuerza que lo habia hecho. Contaba Paz con tomar á su vez la defensa de la lejitimidad electoral constitui- da ya en esa elección de asonada, para traerse la adhesión de la tropa y de la opinión popu- lar con ese influjo moral y con el prestigio que se atribuía, antes de que Bustos hubier podido llegar, precaverse y parar el golpe.

Bustos era indudablemente inepto como m- litar; pero no era menos disimulado ni men( marrajo que Paz: y con su aire lento y hab ^ tual pachorra, sabia ocultar la mas refinada m^^ licia y desplegar á tiempo una tenaz consistencf -tí de propósitos, poco elevados si se quiere, peí»" ^ correctamente ajustados á los intereses pers<^-« nales ó miras que se proponia alcanzar.

No se le habia escapado, por supuesto, doble intención con que Paz lo habia segu -*

dado en el motin de Arequito; mas, por pr

venido que hubiera estado acerca de la opos===r=5^ cion que lo esperaba en Córdoba, no hab ^^ creido que habiendo él encabezado ese motí n que tanto anhelaba el menguado partido qil^ le hacia eco á Diaz y á Paz, partido que en resu- midas cuentas no era mas que un círculo sin poder real, murmuron y versátil tuviese la

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 453

audacia de disputarle las ventajas del escánda- lo y de ponérsele por delante para estorbarle su camino.

Tan lejos de que el círculo de Diaz fuese el partido predominante de la burguesia de Córdoba, militaban de parte del gobierno na- cional las familias de mayor autoridad en aquel vecindario, como los Funes, los Bedoyas y vein- te mas que eran á su vez centro de un influjo con- siderable; y que de cierto habrían continuado haciendo preponderar su adhesión al gobierno nacional concentrado en Buenos Aires, si la sublevaccion del ejército no hubiera puesto esa fuerza militar al servicio de los localistas. Esta circunstancia complicaba muy mucho el éxito de las esperanzas y propósitos del señor Paz, por que era bien claro que si los artiguis- tas entraban á disputarle el poder y el triunfo á Bustos, los nacionalistas hablan de tomar el de- clive natural en estos casos, afiliándose con Bustos, y dándole la buena suerte de que se encontrase con un partido importante y de elevadas condiciones á quien llamar en torno

suyo. Ademas de este peligro corrían otro muy

serio el señor Paz y sus amigos del circulo de Diaz. La masa baja del pueblo no estaba pre- parada para la contienda que se armaba entre ellos. Pero Bustos venia en camino de Córdoba á la cabeza de viejos y lucidos escuadrones; y

^s

454 PASAGB DE LOS SUCESOS DE 1830

no era dudoso que esa masa llevada siempre á impresionarse por el espectáculo y por el pres- tigio personal de lo que vé, habia de victorear la preeminencia del rango militar, con prescindencia de los influjos vecinales. La elección de Diaz | ^ quedaba pues vacilando entre la prepotente vo- luntad de Bustos, y el nuevo motin 6 pronun- ciamiento con que Paz se proponia consoli- darla.

El mismo coronel Paz pinta la situación dt una manera que basta para ver con dolor si complicidad con el partido artiguista y anár- quico que se empeñaba en hacer imposible h reorganización política de la nación. El quien lo dice: «Desde que Bustos supo la^^^ « elección de don José Javier Diaz la desa- « probó quejándose de que no se le hubiera « consultado, y dando á conocer desde enton-- '^L « ees, que deseaba para si el gobierno de la -^^^ « provincia. Como el 'partido vencedor en « Córdoba era el que habia promovido la elec- « cion de Diaz, Bustos se indispuso con ese « partido, y desde entonces empezó á plegar- « se al que acababa de ser vencido. Este 4c abrazó el medio que se le presentaba de « sobreponerse á su contrario, y antes de un « mes de su derrota volvió á tomar la ofen- 4c hiva, y no la dejó hasta no cantar victoria * entroyiizándose con Bustos. Sin duda que « el partido que se decia liberal^ y al que des-

-a

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 455

^ pues de haber servido anonadó este general^ « se componia de los hombres mas distinguidos « por sus luces. » (3)

El señor Paz comete aqui un anacronismo de importancia. Parece fuera su intención con- fundir la verdadera índole de dos épocas diversí- simas bajo su aspecto político. El partido liberal y constitucional de Córdoba en 1820 era el de los Funes, los Bedoyas, los Fragueiro, los Loza- no, que con muchas otras familias distinguidas por su saber y por sus principios orgánicos y liberales, sostenian al gobernador intendente don Manuel Antonio Castro, y al comandante militar de la provincia el ilustre general Are- nales. El partido de Diaz, de los Corro, de Bul- nes, González, Moyano, no era ni podia ser libe- ral, por que era artiguista, disolvente, y monto- nero ; sin que entonces ni ahora se le puedan conocer mas doctrinas políticas que la baja mira de constituir en Córdoba una republiqueta que ademas de mezquina y oscura, era de todo punto imposible. (4)

(3) Memorias f tom. II pag. 28.

(4) Como antes quedan exhibidos los documentos que justifícan mi juicio sobre este figurante secundario de nuestra historia: documentos que por otra parte se ha- llan en manos de todos: y como son contestes las opinio- nes de cuantos han tenido que escribir sobre él, nos li- mitaremos á dar el excelente exiracto que hace de ellos é\ señor Antonio Zinny en su informadisima y laboriosa

456 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1830

La posición geográfica de esa provincia era tal que no era posible fundar en ella nada sub- sistente, ni consolidar influjo político por otro medio que el de la fuerza armada usurpada tem- poralmente á la nación : de manera que su pre- tendida autonomía no era ni podia ser otra cosa que un resultado efínnero de la concentración accidental del ejército en manos de alguno de sus caudillos locales.

No es exacte tampoco que el partido artiguis- ta fuese en Córdoba, ó en alguna otra parte wo- table por 6tis luces ni por lo elevado de su espí- ritu público. Ese elojio correspondía al partido directorial en cuyas filas lucian sus talentos, ^ su indisputable saber, hombres como los presta •* .teros Bedoya, Baigorri, Castro-Barros, los Frí

Historia de los gobernadores de las Provincias Argentind Hallándose el Dean Funes en Santafé tratando de maír^»' comunar los intereses del gobernador Vera con los d^^* gobierno nacional contra Artigas— «se recibió un ofic:^ <> del gobernador Diaz en que comunicaba su disposición ¿ resistir á las tropas de Buenos Aires. ... Y en raéri ^-^ de los servicios que el general Artigas prestaba á l^"-^ provincias litorales y de Córdoba, se le acordó en cst^ una espada de honor con la inscripción siguiente en ^^ vaina-- La espada del general Artigas: Córdoba en susp^*' meros ensayos, á su protector inmortal general don José A-^*' tigas Año 1815— En el anverso de la ho¡SL— Córdoba i*^' dependiente (de Buenos Aires) d su protector En el revcr^^ -General don José Artigas— -Año de 4845, La referida c^' pada que es de oro macizo se halla en el Museo Nací^^ ' nal de Montevideo.

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 457

gueiros, Funes (el Dean) y sus hermanos don Ambrosio y don Domingo, sin contar otros ju- risconsultos como Aguirre, que seria inútil enu- merar. En el partido de Diaz no rolaba un solo hombre liberal ni de luces que fuera notable en el país. Los corifeos, eran como Diaz, como los González, como los Moyano y los Bravo, veci- nos de arraigo y de buen nombre relativo, pero destituidos de todo saber y de toda importancia. El señor Paz confunde épocas que se hallan separadas por un espacio de diez años ; y quisiera hacernos creer que el partido que lo rodeó en 1829 contra la tiranía de Quiroga, de llosas y de Bustos, era el mismo que habia -aplaudido el motin de Arequiío; s'm tomar en cíuenta los tiempos, los cambios ni las compu- lsaciones que ellos habían producido. Muchísi- Ds hombres de importancia y de encumbradas aniilias se adhirieron á Rosas en 1829 ¿consti- iiian acaso por eso un partido liberal en 1840? os partidos tumultuarios se componen y se escomponen por accidentes personales. Sin desmentir su calma aparente entró Bustos Córdoba á la cabeza del ejército. El pueblo el común no vio en él sino el prestigio del mando ^premo rodeado de la glorióla militar, y lo ro- c6 con sus aplausos y con su natural abyección »i estos casos. El gobernador Diaz y su partido ^i n medios á la mano con que defender lo que te- ian dentro del pecho, pusieron notable esmero en

458 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

ocultar sus miras exajerando sus adulaciones á los píes del dueño verdadero de la situación provincial. Todos á una endiosaron su perso- na con festejos y espectáculos que llegaron al colmo de lo ridículo. Comparsas de señoritas principales en trajes de <Famas^ con clarín y alas de mariposas unas, en disfraz de Ninfas y de Musas otras, entraron al salón donde Bustos se exhibía; y al coronarlo de laureles y olivas le re- citaban loas en verso y discursos de clásica pro- sopopeya, á la faz del populacho encantado y absorto también delante del grotesco figurón. Bien se comprende por un lado la triste y ridi- cula figura que en todo este festejo hacia el cui- tado gobernador Diaz; y por otro el rabioso despecho del coronel Paz.

El resultado fué el que era de esperar : «Se hicieron elecciones (dice el señor Paz) para re- presentantes en que prevaleció el partido fo- mentado por Bustos, (5) y al nombrar estos re- presentantes el gobernador legítimo de la pro- vincia, solo unOy le faltó á Bustos : de modo qU® recibió el gobierno sin que sus contrarios pudi^* ran tachar la elección. Sin embargo la opinio^ continuaba trabaja^ido como podia.T^ (6)

(5) El señor Paz no dice cual, pero la palabra fom^^^ tado Y sus conceptos anteriores, prueban que triunfa ^ partido directoría!.

(6) Memorias del general Paz, tom. 2, pág. 30.

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 459

«

aquf una frase capital y preñada de serias consecuencias. Si el partido de oposición «seguia trabajando después de la elección» es claro que conspiraba ; y no es estraño que apercibido Bustos de esos trabajos tratara de atraerse con esmero á los nacionalistas y lo que poco debió costarle, por que ese era el partido á que él mismo habia pertenecido antes de que la ambición y la ocasión lo hubieran puesto en el declive del atentado que debia darle al gobierno absoluto y militar de su provincia. Al ligarse con él, los nacionalistas procedían de buena fé, y en el sentido ingenuo de sus Jdeas. Veian á Bustos conciliador y simpá- tico para con el triunfo de ese partido en la capital: lo veian continuar su honrosa conse- cuencia con la nombradia y con la gloria de San Alartín : lo veian decidido á mantener el orden político en el interior, y en Cuyo sobre todo, oontra la pandilla de foragidos que encabezaba Carrera: lo veian decidido á iniciar la reunión é instalación de un nuevo Congreso nacional ; y no estando ya en manos de ellos salvar el edificio <i^i*rumbado, lo práctico y lo honorable era to- •^^rlos sucesos como se presentaban, en serví - ^ .^^ y pro de sus antecedentes y de sus princi- ^*^^5s. Bustos estaba pues dentro del partido '^^Ostitucional, y de movimiento reorgánico de ^^^ los directoriales hablan formado parte; y ^^^a era mas regular que el que le prestasen su

460 PASAGB DE LOS SUCESOS DE 1820

apoyo y su adhesión, contra el círculo anárquico, disolvente y montonero en que el señor Paz se habia afiliado por ambición prematura y por despecho personal.

Desde luego, estrechó Bustos relaciones amis- tosas con el general San Martin y con O'Higgins. Comprometióse con este á impedir el paso de Carrera á las provincias de Cuyo ; y con el pri- mero á reforzar á Güemes con algunas tropas veteranas do las que tenia en Córdoba para que sobre ellas formase el cuerpo divisionario con que debia cooperar por el Alto-perú y Tarija á las operaciones de San Martin sobre Lima.

Puesto en este camino. Bustos quedaba natu- ralmente unido á los mismos propósitos é inte- reses de Buenos Aires, y naturalmente opuesto á los de Ramirez y de Carrera ; mientras que el señor Paz y su partido, ya fuese por inclinación, por los intereses personales ó por los influjos de la cuestión interna y local que ventilaban contra Bustos, venian á quedar fatalmente en un decli- ve de pasiones y de miras que debian llevarlos á ser aliados y cómplices del bandolerismo que encabezaban Ramirez y Carrera. Eso es loque vamos á ver sin mas demostración que la tras- cripción textual de lo que el mismo señor Paz nos dice sobre sus propios hechos en ese tiempo.

En Abril de 1820 cumplió Bustos el compro- miso contraído de mandar fuerzas veteranas á

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 461

Salta. Puso al mando del coronel don Alejandro Heredia el batallón N? 10 con los escuadrones de Dragones y de Húsares. El señor Paz era gefe de los Dragones desde mucho tiempo tras : y debia haber ¡do á Salta con ellos, con tanta mayor [razón cuanto que acaba de decirnos * que puede asegurar con la mas perfecta cer- tidumbre que el único propósito que tuvieron los autores del movimiento de Arequito fué tan solo separarse de la guerra civil y regresar á las fronteras de Salta amenazadas por los ene- migos de nuestra independencia : al menos este fué el sentimiento general. » (7)

Se le presenta inmediatamente al coronel Paz la ocasión de justificar la disculpa de su mal proceder : puede marchar ahora á las fronteras amenazadas en auxilio de Quemes: y rehu- sa marchar con su escuadrón! Renuncia el mando y prefiere quedarse en Córdoba « don- de la oposición continuaba sus trabajos como pedia ;t^ y donde no tardó mucho en dar otro clásico desmentido á su ánimo de no tomar par te en la guerra civil.

Separado de su escuadrón por no seguir con él á las fronteras del norte, el coronel Paz se re- tiró á una quinta. Bustos, socarrón en todo, le mandó los despachos de coronel efectivo ; y el í?eñor Paz que quizá tomó el acto del lado bur-

(7) Mem. tom. 2«, pág. 20.

462 PASAGB DE LOS SUCESOS DE 1820

lezco, se presentó en el gabinete de Bustos y des- pués de haberse negado á recibir el grado «te dejó los despachos sobre su misina mesa. » El rompimiento, como se ve, tomaba ya un carác- ter algo grave.

Comienza entonces en la provincia de Córdo- ba un periodo de inquietudes y de amenazas que el coronel Paz nos expone con una confusión que no tanto viene de los sucesos mismos, cuan- to de la notoria dificultad que el narrador siente para ser claro é ingenuo en la historia de esa malhadada época de su vida. No niega que to- maba parte en todas las conspiraciones que se tramaban contra Bustos : sueltas al odio y al menosprecio que le inspiraba este personaje de quien habia sido amigo y cómplice, sin que se sepa ahora por qué era enemigo : no oculta que los conspiradores y sus agentes toma- ban consejo de él ; y llevado por las necesida- des de la narración confiesa al fin que hizo ar- mas, que « tomó parte en la guerra civil, del peor lado, con los montoneros y con Carrera;» pero cuida de colocarse en una insignificancia calculada de actitud y de resoluciones : en una nulidad moral y política completa, digna apenas del mas oscuro figurante ; y por muy poca que sea la crítica que uno quiera hacer de sus re- velaciones, basta conocer su carácter, su mé- rito militar, su influjo y sus pasiones, para darse cuenta que aunque él lo diga, no era el

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manequi de otros, sino el mas avisado é inteli- gente artífice del dmma cordobés de 1820. Oigá- mosle exponer la escena en que va á figurar.

López (dice) ha hecho la paz con Buenos Aires. Ramírez se apronta á castigarlo, y Car- rera vaga por el desierto engrosando su banda mientras llega el Gefe Supremo de Entrerios, á quien el Coronel Paz distingue con altos elo- gios como General y como táctico. «La guerra iba á estallar sin que la provincia de Córdoba pudiese ser indiferente en la contienda: el parti- do de oposición á Bustos no ce^iaba de manió- brar para evitar la destrucción que lo amena- sabúj y estaba dispuesto en su desesperación á aprovecharse de cualquier coyuntura sin escluir la que le ofrecian Ramirez y Carrera^ ^ (8) y como ese era el partido con el que el coronel Paz trabajaba ó maniobraba según lo ha di- cho, tenemos, por confesión propia, que el co- ronel Paz «trabajaba ó maniobraba con su partido, dispuesto á aprovecharse de cualquier coyuntura, sin excluir la que le ofrecian Rami- rez y Carrera i^.

El general Paz, escribiendo en 1840 pro- cura atenuar ó desvirtuar el verdadero sentido del hecho, llamando partido liberal al que en- tonces servia, como si quisiera dar á entender que era la fracción cordobesa del partido porteño

(8) Memor, vol. 2, pág. 35 á 37.

464 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

y unitario de 1826 cuando en realidad era todo lo contrario; y como esto podria inducir en error á sus lectores, y hacerles creer que ese partido cordobés habia sido alguna vez nacionalista ó unitario por principios, necesario es que haga- mos ver que no fué unitario ni liberal, enton- ces ni después, sino localista y cordobés siem- pre desde 1815 hasta 1832 : bajo Bustos en 1820 lo mismo que bajo Paz de 1830 á 1832. Y de no, dígalo el Dean Funes, que conociendo á fondo su provincia natal y la genealogia de sus partidos, nos dice : « La ciudad de Córdoba se inclinaba del lado de los artiguistas y santafeci- nos. Don José Xavier Diaz estaba también inclinado del lado de la causa del Federalismo: este don José Diaz era el mismo que aunado en 1816 con don Juan Pablo Bulnes, se habia sublevado en Córdoba contra el Congreso de Tucuman y proclamando la bandera separa- tista. (D)

ahí la verdad. Nosotros no ponemos en du- da que ese partido tuvierra en su seno algunos gefes de honorables familias y de sólida rique/ii. ¿No las tuvo también el partido de Rosas en ma- yor cantidad y calidad? Pero ese simple acciden- te no bastaba para que pudiera ser clasificado de liberal, bajo el punto de vista político, ni bajo el punto de vista filosófico ó histórico, cuando era

(9) Bosquejo histór. p&g, 172.

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 465

por el contrario un partido localista y rehácio que bregaba descaradamente por la disolución del gobierno constitucional, y por la entronización de caudillos de baja esfera y mala índole, como Ramirez, Artigas y Carrera. Ese partido no era pues una fracción del partido unitario liberal en que el general Paz se enroló después para luchar contra la tirania absoluta y absorvente de Rosas; y por mas que él quiera confundir los tiempos y envolverlos en las alteraciones produ- cidas por las emergencias posteriores, el partido que abrazó en 1820 era todo lo contrario, una fracción apasionada^del partido montonero, co- mo el mismo señor Paz va á seguir poniéndolo en evidencia.

Asi pues, cuando el coronel Paz mohino y mal avenido se retiraba á una quinta á conspirar contra Bustos, este se establecia á sus anchas en el poder, y formaba en derredor de su persona un partido político compuesto de los antiguos directoriales de Córdoba, y fortificado con la ad- hesión de las masas urbanas y campesinas, que comenzaron á mirarle como el prototipo de la glorificación y del orgullo cordobés levantado á la gerarquia de soberania política y militar. Habia para esto una razón capital : era Bustos el primer mandón que con charreteras y entor- :íhados de oro ocupaba el solio cordobés por lerecho propio ; y como se había educado en 3S ejércitos regulares tenia cierto garbo teatral

TOMO VIII 30

466 PA8AGE DE LOS SUCESOS DE 1820

con la solemne apostura del ofício y del ciiartd« Pensó Bustos al principio que mancomu* nai!KÍo su autoridad con la amistad del general San Martin, con O'Higgins y con Guemcs, po- dría prescindir de Buenos Aires y vivir de la fuerza y de la popularidad que tenia á su ser- vicie»; pero los sucesos vinieron de tal modo que antes de muy poco tiempo, se vio forzado á en- tablar relaciones íntimas con la antigua capital para defensa común de ambas partes.

Fallida la audaz tentativa del general Alvear para apoderarse de Buenos Aires se retiró á Entrerrios dejando á Carrera en Santafé como ya lo digimos, con un escasísimo número de se- cuaces. Creyó Carrera que podia imponerle miedo á Bustos, y le ofreció su neutralidad á condición de que se le entregase el batallón N* 10 que decia contener un número considerable de chilenos. El encargado de esta embajada fué un capitán Urra. La misión de este capitán era un simple pretexto. Bien sabia Carrera que Bustos no habia de acordarle lo que le pedia. Pero su objeto verdadero era entenderse con un oficial francés llamado Drouet, capitán de ese batallón que por medio del general Brayer residente en Montevideo, habia sido tocado para que promoviese una sublevación, y apóyase- le al partido de oposición que seguia trabajando y maniobrando según podia » como dice el ge- neral Paz.

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 4^7

Drouet puso manos á la obra ; y parece que había logrado la cooperación de algunos sar- gentos cuando fué descubierto. Preso y puesto en capilla para ser fusilado^ mostró que era un loco, mas estrafalario que peligroso : solicitó que se le permitiera dar un banquete: escribió un prolijo programa de la fiesta y redactó el dis- curso que se proponia pronunciar. Al infor- marse Bustos de aquella extravagancia se puso á reir, y ordenó que Drouet y Urra fuesen puestos en libertad y saliesen inmediatamente de su provincia.

Que el acto fué generoso y digno de elogio nadie lo negará; pero el general Paz opina de otro modo : * Bustos era incapaz de un sentimiento elevado y de una acción gloriosa. Aferrado en el estrechísimo círculo de sus mez- quinas aspiraciones, no daba un paso que en- nobleciera su gobierno El descontento que

esto producia se hizo bastante general en el ejército, y un tal Bravo, oficial que habia sido de mi regimiento, vino un dia á decirme muy en secreto que habia concurrido á una reunión de oficiales en que se habia discutido un proyec- to de revolución, en estos términos: Deseo- nocer la autoridad militar de Bustos, quitándole el generalato, ponerme á á la cabeza del ejér- cito, para que lo llevara á las fronteras amagadas por los españoles*. Dice el coronel Paz que man- dó disuadir á los conspiradores ; que ellos acepta-

468 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

ron su consejo— «y que todo quedó tranquilo.» Sinentibargo, á renglón seguido, él mismo nos motivo, mas que suficiente, para creer qué tan lejos de que «todo quedase tranquilo» la conspiración siguió armándose con tezon. El señor Paz confió el secreto, en muchísima re- serva al abogado don Lorenzo Villegas; y— «este malvado no solo aprobó el proyecto de los ofi- ciales, sino que procuró alentarme para que me pusiese á la cabeza, y hasta se me ofreció á redactar el manifiesto con que debia justifi- carse el movimiento dí?5pw^,y de realizado»

Singular abstención y rara tranquilidad ! « Pero este malvado (Villegas) fué en el actoá decírselo I todo á Bustos» y sucedió lo que era natural que sucediese: hubo arrestos y destituciones: el coronel Paz fué exonerado del Estado Mayor General, v confinado en CaUímuchita. Mirando bien las cosas, nos parece que podria pensarse que Bustos se portó también en este caso con bastante benignidad.

Lo que es aquí muy digno de llamar nuestra atención, es que la conspiración de los oficiales "^ de los amigos del señor Paz coincidiese con i^ repentina aparición de Carrerra en las fronte ^' ras de Córdoba. Lo habíamos dejado cruzan^^o de la Blanca Grande á Melincíié para doblar ^ sur sobre San Luis y Cuyo. Los indios de c=: ^' yas acechanzas se habia escabullido, trasmita ^ ron noticias del rumbo que llevaba ; y el goberné ^'

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 469

dor Rodríguez las puso en conocimiento de López y de Bustos para que concertando sus opera- cones con los gobernadores de San Luis y Cuyo le estorbasen el paso.

Bustos les circuló todos los informes y avisos del caso. Les previno que se ponía inmediata- mente en campaña ; y que iba á situarse en las Achiras que así se llaman las puntas ó declives que de la sierra de Córdoba bajan al camino de San Luis.

La posición escojida era excelente, por que á la vez que cerraba la entrada al enemigo por aquel costado, permitia ocurrir oportunamente á las márgenes del Rio Quinto, y cruzar la marcha de Carrera ya fuese que quisiera correrse al sur ó introducirse en Cuyo por el Rio Cuarto. Reu- nidas en este terreno las tres divisiones, de Cór- doba, San Luis y Mendoza quedaban en fuerza mas que suficiente para arrojar á Carrera hacia el norte, ó forzarlo á refugiarse de nuevo entre los indios: lo que en uno y otro caso equi- valía á destruirlo completamente.

La presunción que Bustos habia hecho era exacta. Carrera venia buscando el Portezuelo para atravesar por Renca, en la creencia de que por allí ninguna fuerza enemiga lo esperaba. Pero quiso la casualidad que el 3 de Marzo diera con unos doce milicianos que andaban rondando las fronteras por orden de Bustos ; y que habiendo tomado prisionero á uno de ellos,

470 P AS AGE DE LOS SUCESOS DE 1820

supiese que Bustos ocupaba las puntas de la sierra de Córdoba, y que el gobernador de Saa Luis ocupaba el Oratorio. Con estos datos, Carrera resolvió dirigirse al Morro y hacerse sentir entre las dos divisiones que lo esperaban ^ incitándolas así á que se moviesen sobre él.

El 6 de Marzo entró al MorrOy y calculando ^

que al saberlo vendrían á buscarlo allí, salió co ti

rapidez y se dirigió sobre Bustos, á quien soi

prendió y derrotó vergonzosamente en el Chají

De allí, Carrera contramarchó al sur pai^*"^ caer]con igual rapidez sobre el gobernador Orti^^« que se habia movido hacia el Morro contand ^ con que Bustos estaría también en marcha sobi- "■© el mismo punto. Al llegar supo que Carreí habia contramarchado precipitadamente y supi so que huia á ocultarse otra vez en la Pam] No teniendo noticia ninguna de Bustos, Orti resolvió contramarchar á su anterior posición d< Oratorio. Retrogradaba con esta mira, cuand» Carrera apareció de improviso sobre su guardia; y le hizo saber por un pasado qui habia derrotado y deshecho completamente Bustos. En este apuro inesperado, el gobema dor Ortiz recostó sus pequeñas fuerzas á las ri beras del Rio Quinto : perseguido de cerca tuvi que hacer pié en el punto de las Pulgas, ho; Mercedes; pero desmoralizados los miliciano de San Luis con la derrota de los cordobeses con la retirada que acababan de hacer, fu^^

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ron batidos ; y la infantería que constaba de unos cien hombres rindió las armas, pasando con los demás prisioneros á engrosar la ííierza de los vencedores, como sucedía siempre en aque- llos tiempos.

Favorecido pues por la fortuna en estos dos encuentros, Carrera ocupó á Sctn Luis y puso de gobernador á un tal Jiménez que le ayudó e^- cazmente á aumentar su banda con reclutas y perdularios púntanos.

Sin embargo de sus triunfos, Carrera estaba perplejo aún sobre si acometería la empresa de marchar sobre Mendoza, ó esperaría en San Luis las fuerzas de esa otra provincia que tam- bién se aprontaban á buscarlo. Según sus in- formes las fuerzas de Mendoza eran muy superiores á las suyas, y temia que no pu- diera resistirlas. Benavente, y los otros ofi- ciales opinaban que lo mas acertado era in- vadir la sierra de Córdoba: alborotar á los enemigos políticos de Bustos hasta conseguir la reunión de un grupo capaz de medirse ven- tajosamente con los mendozinos. Carrera vaci- laba entre estos diversos pareceres, cuando tu- vo la fortuna de que le alcanzase un tal Felipe Alvarez caudillo prestigioso de la Punilla pi- diéndole en nombre de Diaz y de otros, que ea- trase á la sierra á dar apoyo al levantamiento general de la región alta que iba á tener lugar asi que se sintiese su aproximación. En efecto.

472 PASAGB DE LOS SUCESOS DE 1820

cuando apareció en la sierra lo esperaban ya en alzamiento varias partidas encabezadas por los hermanos Moyas y por otros montoneros «del partido de oposición en que figuraba el señor Paz. »

Los triunfos obtenidos por la banda de Carrera no pasaban de ser pequeños encuentros sin im- portancia militar que nada decidían. Pero, según dice el señor Paz, era tal el estado de fermenta- ción en que se hallaba la provincia de Córdoba que habia bastado el ruido solo de la derrota de Bustos en el Chajá y la ignominia que el he- cho mismo arrojaba sobre su nombre, harto de- sacreditado ya por inepto, según dice también el señor Paz, para que aparecieran gruesas mon- toneras en la sierra y en el norte.

Por fortuna suya, al salir á campaña. Bus- tos habia delegado el gobierno en manos del coronel don Francisco Bedoya, hombre de una energía excepcional y capaz de sobreponerse ^ conflictos mucho mas graves que los que pudie- ra causar Carrera. Bien apercibido Bedoya d que el coronel Paz era cabeza en las perturb' ciones que se hacían sentir en la sierra, maa^ que lo prendiesen en Calamuchitay y que lo lie'* sen á las fronteras de la Rioja con orden de q fuese á prestar sus servicios en el Ejército J a?z7íar del Alto-perú, que estaba reorganizan se en Salta; intimándole penas muy severa desobedecía ó volvía á vérsele en la Provi

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 473

de Córdoba. Paz se sometió y marchó á la Rioja custodiado por el oficial de la partida á quien se le habia encargado la ejecución estricta de la or- den. «Yo estaba realmente preso, dice, y como tal seguia mi camino. Pero creo que mi con- ductor comenzó á asustarse al ver el aspecto de algunos vecinos de la campaña que no era na- da favorable al gobierno ; y yo atribuyo á esto mas que á los pretestos frivolos que me dio, su resolución de volverse antes de haber llega- do á la Cerrezuela. Al otro dia de su regreso estaba yo solo en el punto de la Higuera^ es- tancia de los Vázquez Novoa, (10) cuando cayó de sorpresa una partida de doce ó quince paisa- nos al mando de don Faustino Allende, (11) que no traia mas objeto que ponerme en libertad empleando la fuerza si fuera posible. No fué ne- -esario que Allende me libertara porque yo ya 5taba solo, pero lo hecho bastaba para consti- fr un acto de rebelión. Dejé, pues, mi viaje á Ftioja y al Perú, y segui al señor Allende que f*esó á su hacienda. Me maravillé cuando lo entregarse tranquilamente á las faenas ordi- as ; y le hice presente el peligro que corría- si no nos arenábamos ó si no nos poníamos alvo. Entre los vecinos principales se hablan

Corifeos del partido rehácio de Diaz.

Cuñado de Díaz, de don Pedro Juan González y de ^yano.

474 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

hecho algunas prisiones, y el gobernador dele- gado Bedoya que habia mostrado un carácter de fierro, mandó hacer otras muchas, entre ellas la de don Gaspar d^ Corro, cuya hacienda distaba 30 leguas de la que nosotros ocupába- mos. Corro se ocultó en los bosques ; y allí em- pezó á reunir á si^ principales partidarios pa- ra hacer formal resistencia. Allende creyó en- tonces que debia hacer lo mismo, y con diez y ocho ó veinte de sus peones salimos en busca de las fuerzas que reunían Corro y otros. De es4e modo se formó un grupo como de 400 hombres, sin armas, sin práctica de la guerra y sin esa dis- posición moral cuya exaltación se requiere en defecto de disciplina, ó de otros medios para vencer.» Pero el caso fué que habiendo despa- chado el gobernador delegado una división de 200 á 300 hombres do tropa al mando del sa^ gento mayor Catolis, los montoneros que man- daba el coronel Paz fueron completamente derro- tados y corridos en todas direcciones. (12)

(12) Al referir estos incidentes harto culpables en ftí mismos, el general Paz procura atenuar la triste responsa- bilidad que le cupo en ellos haciendo la mas burlesca pin- tura de los amigos que lo habian acompañado con entera' abnegación en estos desórdenes poco propios de su alt^ reputación: «Acompañado siempre (dice) de don Fausti^ no Allende, á quien me ligaban relaciones de amistad y ¿^^ parentesco, emprendimos la marcha para Catamarca de^^ pues de nuestra dispersión. Mas, á las pocas leguas, t^^ propuso variar de camino para llegar á su estancia, doi^^

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 475

Lo que el general Paz cuida de no decirnos ^s que el nial éxito de la montonera que levan- -6, tuvo su causa en que Carrera no operó :omo se habia contado que lo hiciera. Los re- ^'olucionarios de la campaña de Córdoba creye- ron que derrotado Bustos en el Chajá, Carrera seguiría sobre él. y que lo traeria arrollando lasta encerrarlo en la ciudad. Cediendo pues á 3stas esperanzas lisongeras, y á la escitacion )ue produjo en los partidos la primera noticia de a derrota de Bustos, comenzaron á estallar en

lecia que nos proveriamos de guias, de caballos y demás osas necesarias para el camino. A poca distancia de la asa nos internamos en un bosque á donde vino á visitar- « doña Rita Moyano, su esposa. Sus primeras palabras eron: mas quiero verte preso que ausente. aqui á mi mpañero mas tierno que un caramelo, que se pone á lio- ' como un chiquillo; y que, por lo que vi después, le de- ofrecer á su joven esposa amoldarse & sus consejos. lo pronto me dijo que los preparativos del viaje nece- ban algunos dias que pasaríamos ocultos en perfecta irídad ; pero como este plazo se alargase me propuse solo. Me entretuvo, me engañó; y al último me salió ue todos los caminos estaban tomados por las fuer- il gobierno, y que era imposible escapar.» Cual- i creería que la abnegación idolátrica con que el in- Ilcnde se habia entregado á su servicio, hubiera lado la inclinación del general á la sátira y al raor- pero al contrario, valia mas ridiculizarlo para al menos el valor de los hechos que, como vamos »Tau mucho mas serios de lo que á él le con venia considerasen.

476 PASAGB DE LOS SUCESOS DE 1820

la campaña esas insurecciones parciales á cuya cabeza se puso el general Paz. Pero Carrera, que no obedecía sino á su conato de marchar con rumbo á Cuyo para pasará Chile, cometió el error de no perseguir á Bustos por la provin- cia de Córdoba hasta anonadarlo ; y prefirió ir á batir á los Púntanos para pasar á Mendoza. Asi fué que viéndose Bustos libre de toda ur- gencia, no solo logró reunir una división mas fuerte y sólida que la que había sido batida, sino que su delegado en Córdoba ajustó con severi- dad los resortes de la obediencia: organizó la defensa de la ciudad ; y pudo despachar fuerzas parciales á la sierra y al norte para deshacer las montoneras que se habian formado contan- do con Carrera. Si este no hubiera perdido tiem- po en su invasión á San Luis, hubiera podido indudablemente apoyar el levantamiento de to- dos los partidarios del coronel Paz ; y quizás derrocar á Bustos y á Bedoya, para poner en Córdoba un gobierno enteramente de la devoción de Ramirez. Pero no lo hizo; y mientras ope- raba en San Luis, Bustos se repuso y Bedoya puso en seguridad la ciudad.

Así pues que cuando Carrera abandonó á San Luis para esquivar el ataque de las fuerzas de Mendoza, ya era tarde : la insurrección cordo- besa estaba vencida. Pero él, halagado conla^ manifestaciones de hostilidad á Bustos q^® acababan de verse en la Sierra de Calam^^

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 477

chita sobre todo, resolvió venir por ese cami- no, contando con encontrar adhesiones; pero la represión estaba demasiado reciente para dar lugar á un nuevo y poderoso movimien- to. Contrariado pues de no hallar todo lo que habia creído, descendió de la Sierra por el Rio Cuarto, proponiéndose atravesar la Pampa hasta Melhicué ; y aproximarse á las orillas del Paraná para tomar lenguas acerca de Ra- mírez.

En Melincué supo que Ramírez no se había movido de Entrerríos : fuese por que la escua- drilla de Buenos Aires le hubiese estorbado el paso, fuese por que sus aprestos no estu- viesen todavía completos para lanzarse á la banda derecha del río Paraná. Con esta nueva contrariedad, Carrera contramarchó hacia Cór- doba. Bustos había venido á esperarlo á las Tunas, punto intermedio de la pampa entre Córdoba y Santafé, Carrera le llevó el ataque, pero lo encontró en una posición demasiado fuerte, y tuvo que contentarse con una acción indecisa.

Entretanto, al saberse en el norte de Cór- doba que Carrera había aparecido en la Sierra de Galamuchita se creyó que traía ánimo de radicar la guerra en la provincia ; y el coro- nel Paz con los demás enemigos de Bustos vaI\ieron á ponerse en campaña mes y medio después de su anterior derrota. Todo este

478i PASAGÉ DE LOS SUCESOS DE 18S0

tiempo habían vivido ocultos en los bosques á esperas de las montoneras con que se propo^ nian derrocar á Bustos: «Habia trascurrido mes y medio (dice el general Paz) cuando vol- vió á encenderse la insurrección tomando ca- racteres mucho mas serios. Dos jóvenes, Pin- tos y Peralta, se pusieron á la cabeza de las partidas y atacaron las casas de los partidor rios del gobierno en la campaña, permitiendo á su tropa que cometiera desafueros. Aun- que jóvenes, eran los únicos hombres de au- dacia y resolución entre los que habian tomada parte en el movimiento; y por lo menos. Pintos prometía ser un caudillo célebre y quizás peli- groso. Los hermanos Torres (¿ ?) los se- gundaron y ?e pusieron también en campaña adoptando los mismos principios. La revolu- ción tomaba entonces un giro amenazador, porque si la numerosa población de la cam- paña de Córdoba se conmovia y gustaba de los atractivos de la licencia hubiera sido bien difícil traerla al buen sendero.» Debe tenerse presente, al leer esto, que el señor Paz escri- bia así 28 años después de los sucesos, y bajo la influencia de un cambio completo de pers* pectivas políticas y de intereses personales. Pero la verdad es que en el tíempo en qu© esos sucesos pasaban, él estaba identificado caí* los que encabezaban ese desorden : y que con^<^ segregatista y anarquista, tomaba una part^

POR LA PBOVINCIA DE CÓRDOBA 479

ivfsima y directora en la lucha. Oigámosle se verá:— Hc Yo (dice) rehusé ^positivamente wrme á la cábeMa del desórden.i^ Luego le ecieron el mando; y en ese caso es evi- ite que los montoneros mas peligrosos de ese lido lo tenian por uno de sus gefes. «Pero ANSIABA (agrega á renglón seguido) por

IBR UNA PEQUEÑA FUERZA DE LINEA que me

/iese de base para regularizar aque-

iS montoneras: fuerza que no era difícil

iseguir de Santiago del Estero 6 Tucuman

ide yo tenia amigos y estaban mis antiguos

opañeros.» En efecto, en Santiago estaba

imoso Ibarra! y no era por cierto muy pura

uente en donde el señor Paz iba á proveerse

sos auxilios. « Con este fin (continúa di-

lo) resolví trasladarme á Santiago; pero

\o llegué á la capital de la Provincia se ce-

)a la paz que se habia ajustado con el go-

de Tucuman; y se habían marchado á

las tropas con que yo contaba. Esto me

inmensamente; pero al mismo tiennpo

en Córdoba la crisis que hacía inútil

^ectada medida.» ¿Por qué lo contrarió

marcha de esa tropa á las fronteras?

^ia sido ese— su único designio al

' en el motin de Areqtdto? Veamos

(ue habia sucedido para ver hasta

aba comprometido el coronel Paz en

obras del partido anarquista que

480 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1830

esperaba á Carrera para obrar de acuerdo. (13) Lo que había sucedido de real y verídico era esto: ese joven Pintos se habia alzado con- tando con Carrera y con la fuerza veterana que el coronel Paz habia ido á pedirle á Ibarra; y que era parte de el cuerpo de Dragones que antes habia mandado. Con este motivo se dieron avisos á Carrera para que viniese al norte de Córdoba á combinarlos medios de tomar la ciu- dad. Halagado con esta esperanza, Carrera re- trocedió al momento y contando con tan feliz coincidencia se unió á los amigos del coro- nel Paz en los Galchines; mientras Bustos, temiendo que Ramírez hubiera pasado el Pa- raná, y que Carrera anduviese en busca de su incorporación con los entrerrianos, seguía á lo largo de las orillas de las pampas, donde estaba acordado que se le uniera el coronel Lamadrid con una escojida división de tropas de Buenos Aires. Reunido Carrera con Pin- tos y Peralta, amenazaron de pronto la ciu- dad de Córdoba. Pero no era tan fácil como habían creído apoderarse de ella. El coronel don Francisco Bedoya, hombre enérgico y

(13) Para apreciar estas tristes connivencias con el partido de los anarquistas véase la Gaceta de Buenos Aires de 1821 , páginas-263, 267, 281 , 292, correlativas todas ellas con l&s Memorias del General Paz, vol. 2,p^' 44 á 50. Véase también los importantes datos que con* tiene la Gaceta de B. A. del 13.

no«a«Mi

POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 481

de genio militar al igual de Paz ó de cualquiera otro, ocupaba la plaza; y bravamente ayudado por sus cívicos, se hizo temer tanto de los sitiadores que todos ellos comenzaron á vaci- lar y á pensar en retirarse al norte en espera de los veteranos que debia traerles el coronel Paz. Temiendo Bedoya que se le escaparan les ur- dió una celada que les fué fatal. 1821 Despachó dos ó tres hombres segu- Mayo 6 ros con comunicaciones de algunos oficiales encargados de los canto- nes del norte que ofrecian sublevarse y abrir las entradas en la noche del 6 de Mayo. A la hora convenida rompió en efecto un tiroteo desor- denado al rededor de esos cantones. Los mon- toneros se echaron á cuerpo perdido en la alga- zara; pero cayeron en una emboscada donde fueron acribillados, dejando á Peralta y Pintos en manos del coronel Bedoya, que los hizo fusi- lar en el acto. Escapóse Carrera, por que no conociendo á los oficiales que figuraban como confabulados, prefirió mantenerse en reserva j)ara operar según fuese oportuno. Malogradas sus esperanzas, torció rápidamente el camino del nordeste, y salió por el Tío á tentar por las orillas del Chaco y de Abipones un medio de ponerse en comunicación con Ramirez ó de trasladarse á Entrerrios. aquí á lo que el í^eñor Paz alude cuando dice «pero al mismo

TOMO VIII 31

482 PASAGE DE LOS SUCESOS DE 1820

tiempo sucedió la crisis en Córdoba que hizo inú- til mi proyectada medida. Peralta y Pintos atraidos vilniente (?) á una emboscada habían sido muertos por traición. Don Vicente Mo- yano, gefe principal de la insurrección, habia sido batido por sorpresa y habia después ca- pitulado, habiéndolo hecho los Torres por inter- posición de ese mismo Villegas de quien hablé anteriormente.» (14)

(14) Mem., tomo 2°, pág. 49. La Gaceta de B. A. del 13 de Junio de 1821 trac bajo el rubro Noticias del Interior importantísimos datos sobre esta época y estos hechos, cuyo verdadero sentido trata de adulterar el señor Paz en sus Memorias,

CAPITULO IX

RAMÍREZ Y ARTIGAS EN ENTRERRIOS

Sumario— Infatuación y prestigio de Ramírez Envidia y soberijia de Artigas La Convención del Pilar acen- túa el rompimiento Victorias de los portugueses Expulsión de Artigas Su aparición en Entrerrios Sus pretensiones Indignación de Ramirez Victoria de Artigas sobro los tenientes de Ramirez Las coin- cidencias misteriosas en la historia Polémica carac- terística entre Artigas y Ramirez Razonamientos sin principios ni conciencia— El choque de las armas Acción de las Gt/ac^as— Derrota de Artigasen el Para- ná—Descalabros subsiguientes Su fuga y su confina- ción absoluta en el Paraguay— Simplificación de los problemas orgánicos en el territorio argentino.

Después de la Convención del Pilar y que fué por un momento lo mismo que una capitula- C!Íon humillante para Buenos Aires, se vio Flamirez levantado á un grado de fortuna, que á sus ojos debió hacerlo el principal y mas arrogante mandón del suelo y de los pueblos argentinos. Si antes habia sido subalterno y

484 RAMÍREZ Y ARTIGAS

servidor de Artigas, las cosas habian cambia- do totalmente. Una serie de triunfos que de- bieron tener para 61 todos los esplendores de la gloria militar lo habian hecho dueño de Entrerrios, de Santafé y de Buenos Aires, al paso que una serie vergonzosa de derrotas ha- bía puesto en claro la ineptitud de Artigas para defender su propia provincia, haciendo irre- parable su caida y menospreciado su influjo. A los hechos del uno y del otro, respondían también las cualidades respe^-tivas de ambos: tanto cuanto habia de tenebroso y bajo, de terco y estrecho en la índole del caudillo orien- tal, tenia de despejado y audaz, de amplio y de prestigioso, el carácter de Hamirez Aquel era una fiera torba, cuya mirada hería desde las tinieblas de la profunda guarida, en que vivía siempre encogido ; en este, habia algo de artista que se veía en todos sus accidentes y que se revelaba hasta en la fi-anca desenvol- tura de sus pasiones amorosas, unidas siempre con estraña coquetería de sultán A los proyec- tos militares y políticos de su fastuosa ambi- ción. Como hombre de guerra y como admi- nistrador Ramírez tenia calidades de un orden á que nunca alcanzó Artigas. De modo que todo lo que había levantado y ensoberbecido al Teniente, había concentrado en el alma deloEFE decaído las iras infernales de la envidia, con el propósito de humillar al insolente subalterno

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que desde tan abajo pretendía ser ahora su rival, hasta ponerlo á sus plantas y saciar su vista viéndolo maniatado y destrozado en el cepo de Perugorria. (1)

La Coyiveyícion del Pila?' vino á poner el col- mo á esta violenta incompatibilidad de ambos caudillos. Artigas comprendió al momento que en el fondo de este famoso pacto se escondia una alianza sub-entendida para poner fin á su influjo en las provincias occidentales del Uru- guay y restablecer las afinidades naturales y necesarias del nacionalismo argentino; y como jamás hubo bruto alguno que fuese mas celo- so de su tirania, ó mas fatuo que este antiguo bandolero, á quien las masas del campo, por un movimiento semi-bárbaro y mecánico, ha- bian hecho una especie de monstruo asiático ó irresponsable, se entregó todo entero al des- pecho y á la ira, al ver que sus mismas doc- trinas de la segregación provincial y del loca- lismo, eran las que habian cavado debajo de sus pies la fosa en que ahora se hundia, fomentando Jos intereses personales y políticos de sus pro- pios Tenientes, contra la tiranía absorvente que él, á su vez, había querido imponerles á todos.

Los graves sucesos que lo arrastraban al precipicio de su ruina, no podían haber caído en peores tiempos para él. Cuando se celebra-

(1) Véase el vol. 4, pág. 320.

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ba el pacto del Pilar en 24 de Febrero de 1820, era precisamente cuando los portugueses ha- cían un esfuerzo definitivo para consumar Aa conquista de la Banda Oriental, con un éjci'lo que procedía del mismo estado de anarquíai- Y de disolución en que aquel bárbaro caudillo había puesto no solo al pais mismo que debiera haber defendido, sino á todas las demás pro v^ín- cias argentinas, privándolas de la unidad de v ida política, y de la unidad de acción con que hut^ie- ran podido proteger y salvar ese hermosísi "anio pedazo de la patria antes común. La terquec^ad llevada hasta el delirio, la indisciplina salveimge de su carácter, y aquel infernal egoísmo c^on que abiertamente prefería la ruina total an» tes que la sumisión á las condiciones constituci^io* nales de un orden general radicado en Bue»'^os Aires, eran el mayor y mas poderoso aux Üio de los invasores de la Banda Oriental. ^3so era lo que había hecho imposible que el pat^^io- tismo de los argentinos fuese impotente p-^r^ contenerlos diplomática ó militarmente: y ^^ue para salvarse de sus bárbaros ataques hubl ^se sido necesario é indispensable adoptar con y Rey de Portugal una política de contemp^^"' zaciones inspirada como hemos visto, por r0^^ altos y por mas sagrados designios.

Los habitantes de la campaña oriental I^^" bian hecho una resistencia heroica. Hasta fi f ^^ de 1819, y no obstante ser dueño de la pl^^^

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de Montevideo, Lecor no habia podido ocupar los departamentos; y hostigado mas bien por ios campesinos orientales, se veia encerrado en la plaza sin medios de movilidad, hasta el estremo de carecer de víveres para el cuerpo de ejército con que habia entrado en ella.

En la urjente necesidad de restablecer su poder, se pusieron en campaña las divisiones de la frontera que mandaba el mariscal Cura- do, apoyadas por la escuadrilla que como antes dijimos habia subido por el Rio Uruguay.

Una de esas divisiones se adelantó hasta el ñncon llamado de Haedo (6 de las Gallinas) jue forman las aguas del Rio Negro al unirse :on las del Uruguay. Tenia esta operación por nira principal correrse hacia las márgenes del barita Lucia y movilizar con elementos nuevos y iveres frescos las numerosas tropas que se lallaban inmóviles dentro de Montevideo, por :arecer de ellos.

Pero, como al internarse por ese costado, 3S portugueses habian dejado mal guarnecida a línea del Cuareim, Artigas concentró todas US fuerzas en las fuentes del Qtteguay y con ,000 hombres acometió la atrevida empresa de travesar la frontera de Santa- Ana: caer re- •entinamente sobre Alégrete y Santa-Maria, ' devastar esa parte de la provincia de Rio rrande arreando en su provecho todos los re- ursos que esta ocupación le habría proporcio-

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nado si la hubiese podido consumar. Entre esas ventajas no era la menor la sublevación de los indios guaraníes que jamás olvidaban el vivo patriotismo que los unia á la lengua es- pañola, antes de que la inicua debilidad de la política española los hubiera entregado al gobier- no portugués por el Tratado de San Ildefonso,

Nadie esperaba en el Brasil que apareciese Ar- tigas traspasando aquella frontera. Se creia por el contrario que el mariscal Curado iria persi- guiéndolo de cerca por el territorio oriental hasta anonadarlo; por que con esa intención definitiva se habia preparado el movimiento general de las fuerzas. Sorprendido por la rapidez de la incur- sión, el brigadier Abreu (2) jefe de la vanguar- dia que guardaba la línea, se replegó buscando el apoyo del cuerpo principal que obedecia las órdenes del Conde de laFiguera. Pero, acosado por los orientales tuvo que hacer pié en el paso del Rosario, y reclamar el pronto movimiento de las tropas que quedaban á su retaguardia; pero allí fué alcanzado y derrotado.

Aunque feliz y glorioso, no era aquel un triun- fo que pudiera tener consecuencias importan^ tes. Pocas horas después llegaba el briga- dier Cámara ; y el mismo Conde de la Figue- ra, siguiéndolo de cerca con fuerzas incori-

(2) El mentado Marqués de Alégrete que murió en €» campo de Ituzaingó.

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trastables puso á Artigas en una posición en que no le quedaba mas alternativa que retirarse precipitadamente, para impedir que ocurriese por su espalda el mariscal Curado, á quien Ar- tigas suponia en marcha ya sobre él. Comprendiendo que ibaá ser perseguido, Arti- gas desprendió con antelación toda 1820 su infantería y artilleria con orden Febrero 14 de escoger un buen campo en Ta- cuarembó^ y esperar atrincherado al enemigo, mientras él maniobrando en la cam- paña abierta trataría de hacer difícil sus pro- gresos con guerrillas y alejamiento de los re- cursos. Pero Abreu y Cámara no le dieron tiempo á desenvolver su plan y lo alcanzaron el 14 de Febrero de 1820, derrotándolo de tal modo, que no le quedó nada mas fuerza, con que conti- nuar la resistencia dentro de la provincia, que la división de caballería con que su teniente Frutos Rivera (conocido después por general Rivera) recorría los departamentos del Este en observa- ción de los movimientos de la plaza de Monte- video. Pero este insigne trapizondista que en materia de lealtad personal no tenia hora ni mi- nuto seguro, estaba ya cohechado por el ge- neral Lecor gobernador de la plaza; y mediante grandes y lisongeras ofertas que se le hablan hecho (y que se le cumplieron), habia ofrecido pasarse á la bandera y al servicio del rey de Portugal.

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Aprovechándose entonces de la ausencia de Ramírez (detenido en Buenos Aires por las complicaciones de Sarratea con Soler y con Al- vear) Artigas se trasladó á Entrerrios contando con el título farsáico de Jefe Supremo y Pro- tector de los Pueblos Libres que habia asumido en tiempos mas favorables para él; y se situó en Curuzü-Cuatiá con unos mil y tantos disper- sos y resagos que lo habían seguido. Muy dudoso ya, ó mas bien dicho muy seguro de que Ramirez habia de venir tan de prisa como pu- diera á disputarle el suelo de Entrerios, Artigas se colocaba en Curuzíc-Cuatiá por dos razones: la primera porque contaba con la absoluta sumisión de la provincia de Corrientes aterrada y humillada bajo la mano brutal de un bárbaro, destituido hasta de instintos morales, llamado «Blasito»; y la segunda, porque desde alh po- día informarse sin peligro personal, de cuales serian las fuerzas que Ramirez podría mover y poner en armas ; pues en la desgraciada si- tuación de aquellas provincias, las simpatías de sus habitantes no se movian tanto bajo el in- flujo libre de sus opiniones, cuanto por los inte- reses inmediatos de eso que ahora se llama— « la cuestión local » ; y era por esto que muchos nacionalistas enemigos de Ramirez cuando este obraba en unión con Artigas, ahora que am- bos estaban en pugna, tenian mas interés en li- brarse de Ramirez que era el tirano local, que

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en combatir á Artigas, que era el único que lo podia derrocar, y entronizar un nuevo orden de cosas que no les fuera tan adverso personal- mente como el que pesaba fatalmente sobre ellos.

Favorecido por la coincidencia de estos mo- tivos, y empleando también la fuerza con el influjo de la nombradia que tenia entre la multi- tud de desertores y bandoleros que cruzaban la inculta y barbarizada provincia, logró Artigas reunir bastante gente en su campamento de Curuzü'Cualiá: y se esforzaba en aumentarla con levas y llamamientos á uno y otro lado de la frontera interprovincial, cuando Ramirez, alar- madísimo, y no pudiendo desprenderse de Bue- nos Aires, ordenó que su hermano don Ricardo Lopez-Jordan y el comandante Hereñú reunie- sen la milicia y corriesen á expulsar á Artigas. Pero ninguno de ellos era hombre para eso ; y fueron completamente derrotados, teniendo que replegarse á la Bajada. Desde luego, ya no le quedaba á Ramirez como demorar su marcha al teatro donde esos sucesos, de primera importan- cia para él, lo llamaban ui'gentlsimamente. Y fué esa la causa de que abandonase de improviso la campaña de Buenos Aires, dejando perdido á Sarratea ; y de que á toda prisa se dirigiese á Santafé para pasar á Éntrenos.

Hay coincidencias y movimientos tan inespe- í^ados en la historia de los pueblos, que unas

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veces para su mal, y otras para su bien, vienen como hechos de propósito para la ocasión opor- tuna, por algún artífice superior, que resolviera aquí, 6 complicara allí, problemas intrincadísi- mos, por combinaciones verdaderamente asom- brosas, que parecen obra de la misma natu- raleza, 6 del acaso, por la simplicidad de los medios con que se producen. Y si hay época al- guna de nuestra historia, que provoque esta clase de reflexiones, es ciertamente la de 1820, en que coincidencias como las mencionadas, como la sublevación del ejército español en Cádiz, y como las demás contingencias, que trabajando á la distancia y á su modo, y dando soluciones de detalle en el vasto horizonte do nuestro pais, se ingieren en la situación interna, y armonizan su acción decisiva en el momento capital para despejar el resultado general de los problemas. A lo que parece esto es nada mas que un efecto del vitalismo natural de las sociedades nacio- nales, que nacen, crecen y deperecen, como los individuos, en acuerdo con las leyes intrín- secas de su organismo. Nosotros debíamos ha- ber caido en el año XX según todos los sínto- mas aparentes del tiempo. Pero ¿un país y un pueblo nuevo, destinado á poner en libre y orgá- nica cultura el vastísimo territorio argentino, po- dia perecer? Nó: su natural vitalismo tenia que salvarlo ; y todo contribuyó á eso, por que era menester que así fuese desde que estábamos des-

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tinados á dar nuestro contingente al progreso de la Humanidad ubre y opulenta; y por que si se ha visto que otros pueblos en iguales cir- cunstancias han perecido, fueron los pueblos viejos que habían cumplido la misión de su tiempo; y aún esos mismos renacen también de sus cenizas como el Fénix, después que alcanzan á renovar su sangre por análogas y misteriosas coincidencias en la labor de los siglos.

Cuando Ramirez pasó el Paraná encontró que Artigas estaba en posesión con fuerzas con- siderables del Arroyo de la China ó Villa Concepción, centro de todas las márgenes del Uruguay hasta las confluencias con el Gua- leguay. Fingiéndose sorprendido de semejante usurpación, Ramirez pidió explicaciones; á las que Artigas le contestó, entablándose entre ellos una polémica oficial de cargos y acriminaciones que ofrece el mas vivo interés para nosotros; porque es el comentario auténtico, mas genuino y mas completo, que puede pedirse de la política y del carácter de estos dos matreros que habian tenido en sus impuras manos la suerte de esta bella parte del país desde 1814. Ninguna rela- ción histórica, pincel ó estilo de ninguna clase, por hábil y diestro que pudiera ser, bastaria tras- mitir estas dos tétricas figuras en el debate y en el pujilato desvergonzado de sus mentiras y de su fétido egoismo: ni podría decir con mas verdad y mas fuerte colorido, lo que ellos se di-

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cen en la rabiosa fraseología con que el uno y el otro se acriminan. Son dos reos indignos de la consideración del jurado público que los escucha, delatándose y descubriendo la perversidad de sus hechos y de sus aspiraciones, con el cinismo mas repulsivo que conoce la moral humana, que es el cinismo de la infatuación y de la glo- rióla en el seno mismo del crimen. Por supues- to que la hipocresia y la perfidia saltan del uno al otro como puñados de inmundicias ; y los dos tienen razón! Dícele Artigas á Ramírez:— «El objeto y los fines de la Convención del Pilar celebrada por V. S. sin mi autorización ni cono- cimiento, no han sido otros que confabularse con los enemigos de los Pueblos Libres para des- truir su obra y atacar al Jefe Supremo que ellos se han dado para que los protegiese; y esto es sin hacer mérito de muchos otros pormenores maliciosos que contienen las cláusulas de esa inicua Cojivenciojí, y que prueban la apostasia y la traición de V. S. Al ver este atentado, no he podido vacilar, y he corrido á salvar la pro- vincia entrerriana de la influencia ominosa de V. S. v de la facción directorial entronizada en Buenos Aires, que ya la destinan á entregarla también al yugo portugués; y lo hecho, no solo por que así me lo imponen los altos deberes del puesto que me han dado los pueblos, sino en resguardo de la Banda Oriental, cuya ruina quedaria consumada si yo permitiese que V. S.

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y aquella infame facción de Legistas entreguen al enemigo la costa entreriana. V. S. no puede negarme las pruebas de su arrepentimiento por haberse mostrado tan indigno de la confianza que le hicieron los Pueblos Libres y tan ingrato de los beneficios que ha recibido de su Protec- tor. Recuerde que V. S. mismo reprendió y amenazó á don Estanislao López gobernador de Santafé por haberse atrevido á tratar con el general Belgrano sin autorización saya, y que hizo anular esos tratados; lo que prueba que tratando ahora V. S. con Buenos Aires sin au- torización mia que soy el Jefe Supremo y Pro- tector de los Pueblos Libres, ha cometido V. S. el mismo acto de insubordinación que no le consintió al gobernador López ; y eso que V. S. tenia entonces y tiene ahora mucha menos ge- rarquia en el mando y en la confianza de los Pueblos Libres de la que tengo yo. V. S. debe ver que con su conducta audaz é imprudente provoca mi justicia y la autoridad que ejerzo como Jefe Supremo y Protector; pues por mis antecedentes y la amplísima confianza que los Pueblos han depositado en mi, no puedo excu- sarme de pedirle cuentas, y de prevenirle que si no retrocede en el camino criminal que ha to- mado, me veré obligado á usar de la fuerza ; pues yo también tengo que arrepentirme de ha- berlo elegido á V. S. y de haberlo propuesto al amor de los Pueblos Libres para que hoy tenga

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los medios de traicionarnos. Estando íntima- mente interesado en que estos pueblos no se anarquicen y caigan en manos del poiiugués, resolví pasarme á Entrerrios V. S. ha teni- do la in55olente vilantez de detener en la Bajada los fusiles que remití á Corrientes. Este acto injustificable es propio solamente de aquel que habiéndose entregado en cuerpo y alma á la facción de los pueyrredonistas, procura ahora privar de sus armas á los pueblos libres para que no puedan defenderse del portugués. Esta es una de las pruebas mas claras de la traición de V. S. y de la perversidad que se ocultaba en la Convención del Pilar; y no es menor crimen haber hecho ese vil tratado sin haber obligado á Buenos Aires á que declarase la guerra á Por- tugal, y entregase fuerzas suficientes y recui*sos bastantes para que el Jefe Supremo y Protector efe los Pueblos Libres pudiese llevar á cabo esa guerra y arrojar del pais al enemigo aborreci- ble que trata de conquistarlo. Esa es la peor Y mas horrorosa de las traiciones de V. S.»

« Es V. S. (le contesta ahora Ramírez con fecha 25 de Mayo) quien se ha atrevido á usurpar con tropas suyas el mando de imas provincias qu^ tienen sus jefes naturales: con lo cual ha dejado traslucir miras de dominación, que si los pueblos no habian sospechado antes ha sido solo porque

han estado alucinados Pero ha llegado ya el

momento de que con una repetición inaudita de

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esos actos tiránicos, que han marcado el mando de V. S. en Corrientes, en Mandisovi y en la Banda Oriental, se ha disipado el prestigio, y V. S. es ahora conocido como lo que es en rea- lidad. Su provincia misma ha tenido el herois- rno de repelerlo: la mia lo ha acogido en sus desgracias, su conducta disimulada y misterio- sa, y la consecuencia de que me precio, son cau- sas de que se le haya dado un asilo que hoy paga con ingratitud y con engreimiento. V. E. ataca ahora mi provincia, y ha llegado el caso de preguntarle ¿qué especie de poderes tiene V. S. de los Pueblos Federados para darles la ley á su antojo; para introducir fuerza armada cuan- do no se le pide, y para intervenir como ab- soluto en sus menores operaciones internas? ¿V. S. es acaso el arbitro soberano en ellos, ó fué solo uno de los ge fes de la Liga? ¿Porqué ha de tenernos en una tutela vergonzosa? Es ne- cesario haber apostatado de la razón para crer- se con un discernimiento superior al de los de- más pueblos. Sus opiniones y las declaraciones consagradas son las que condenan á V. S. : sacrifique pues su amor propio al interés común 6 confiese de buena que esas] dudas de que aparece V. S. agitado, no son mas que un claro ardid de que se vale para apropiarse la obra de los demás y ejercer un acto de soberanía de que no lo han revestido los pueblos de esta pro- vincia ni de ninguna otra. La provincia de En-

TOMOV III 32

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tre-Rios no se halla en la debilidad que le atribuye V. S. para encubrir su pasage del Uru- guay, cuya barrera no necesita su defensa, ni corre riesgo de ser invadida por los portugueses, desde que ellos tienen el mayor interés en de- jarla intacta para acabar la ocupación de la Provincia Oriental, á laque debió V. S. dirigir sus esfuerzos. ... Es una vergonzosa calumnia esa que V. S. me levanta de que la Convención dd Pilar tuviese artículos secretos contra V. S. para favorecer á los portugueses y llevar adelan- te la traición de la antei'ior administración di- rectorial. Tan lejos de eso el mérito y las ven- tajas de esa Convención han sido reconocidas por todas las provincias federadas, y aplaudi- das por sus Cabildos que es lo esencial para justiticarlas. Pero esos reproches que ahora nos hace V. S. son un comprobante de que sus opi- niones no tcnian jamás por norte la voluntad soberana ni el interés sagrado de los pueblos. Cuando marché á Buenos Aires anuncié á las provincias que la complicación de aquel gobier- no con la Corte del Brasil amenazaba la ruina de su libertad. V. S. no solo ha visto los funda- mentos de mi aserción á este respecto sino que sabe que desapareció la administración que los causaba. Sus empeños con la Corte de Francia sobre el príncipe de Luca y con la Casa de Bra- ganza, se han publicado por la prensa y se ha abierto el juicio á sus autores. Tal vez muy

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pronto esté á nuestro cargo el condigno castigo de esta traición.» (3)

«Los primeros pasos, asi como los que se den en lo sucesivo no han exigido el influjo de V. S.; cuyo nombre, si se invoca alguna veZy es solo para mostrarle la consecuencia y buena con

que antes le mirábamos Si V. S. ama su

patria, ceda V. S. sin mas tardanza al imperio de la razón. Conozca V. S. q\ poder del tiempo y délas circunstancias:^ resuélvase sin tardan- za á abandonar una provincia que no lo quiere,. y que no lo recibirá sino como á un americano que busca su refugio sugetándose á las leyes y al gobierno que ella tiene, »

En cuanto á las cláusulas secretas de la Con- vención del Pilar, Hamirez decia con lisura y sin verdad: «Por mi parte, protesto á V. S. que son falsos los compromisos que el culgo dice que firmé en el Pilar contra su persona: soy honrado y jamás lo hubiera hecho en secreto. » Sin embargo habia recibido armas y buques para defenderse y para luchar: se habia com- prometido á contribuir á un Congreso Argentino con la perfecta seguridad de que eso solo le traia el rompimiento con Artigas, y lo habia he- cho contando con que ese Congreso, proyectado

(3) Véase la dolorosa conformidad de las ideas y de la« pasiones políticas de Ramirez y de Artigas con las del co- mandante don Josó Maria Paz; que pueden verificarso en lapág. 12, tom. 2 de s\i^ Memorias»

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entre él y Sarratea en los momentos más humi- llantes para Buenos Aires, habia de reunirse en la Bajada, para reconocer y consagrar su auto- ridad personal y superior en toda la República, 6 en el Litoral cuando menos. (4)

¿Cómo podia Ramírez pretender entonces que la Convención del Pilar no era un acto de sepa- ración y de rompimiento entre él y Artigas? Aun- que ese pacto no hubiese contenido mas cláusu- la que la erección de un Congreso Nacional Argentino, era visto que se ponia á Artigas en la alternativa de someterse á eso ó de reventar la comunidad de caudillage inor- gánico y bárbaro que habia sido su bande- ra, y que era la única fórmula posible de su poder personal. ¿Podia Artigas someter su im- perio y su persona á la ley nacional? ¿Podia esperar siquiera que un congreso reunido bajo el influjo de Ramírez y de los intereses que ha- bían predominado en la Convención del Pilarle dejara á él otra puesto, otro rol, que el de subalterno de Ramírez? ¿Podia Artigas admitir esa rehabilitación de la entidad argentina su|)e-

(4) La residencia del Congreso Nacional en la Bajada

dd Parandf de 1854 adelante, í'u6 un resultado provisorio

y forzoso de circunstancias que no es del caso explicar. La Constitución sencionada en Santafé y promulgada por

el director interino general Urquiza designaba á Bueno? Aires como única residencia de las autoridades y corpo- raciones nacionales.

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rior y soberana sobre cada caudillo local, que exigió y conservó Rosas desde 1825 á 1853? Convenir y concertar esa autoridad general no era poner á Artigas bajo el freno común y rom- per con él?

Lo mas curioso entre las ambiciones y dispu- tas de estos dos bella(50s. es que Ramírez también, cuando vio que por la segregación de Santafé y de López se le escapaba el imperio ab- soluto que le habia arrancado á Artigas: que el proyectado Congreso Nacional se le iba á las casas de los vecinos de la derecha del Paraná, y que Bustos manejaba sus influjos para con- centrar en sus manos ese poder general de la nación unificada que debia reinar soberano so- bre las entidades soberbias del localismo, puso también el grito en el cielo: clamó traiciones, interpeló de infame é inicuo traidor á López, de vendidos otra vez á los portugueses ; y para que se vea si semejantes bandoleros son dignos de que los respete la buena y honorable tradición de nuestro pais, sigamos oyéndolo en su pugi- lato contra Artigas para compararlo después con sus propios actos y con sus provocaciones

posteriores.

«La confianza (dice) que los pueblos le ha- bían acordado á V. S. estaba en conformidad de esa libertad decantada con que V. S. los lisongeaba; pero al enseñarles la esperiencia que es muy distinto el obgeto de V. S. ellos

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se alarman, y se deciden á sostenerla, contra V. S. mismo. Mi patriotismo no necesita de las recomendaciones de V. S.; mis servicios decididos son los que pueden haberme dado esa grande importancia que parece disgus- tar á V. S.; pero si V. S. quiere ser ingenuo puede y debe confesar que ha disfrutado de gran parte de mis glorias y sacrificios, y que en negarlo descubre con evidencia su ingrati- tud y su injusticia.»

Pasando á otro orden de consideraciones y examinando los cargos que Artigas le ha- cia por no haber obligado á Buenos Aires á declarar la guerra al Portugal, Ramírez los con- testaba con mas justicia y con mas verdad que la que el general Paz le hacia al gobierno de Buenos Aires violando todas las reglas de la razón, de la historia y del deber: «¿Por qué <2straña \'. S. que no se declarase la guerra al Portugal? Ó V. S. no conoce e\ estado ac- tual de los pueblos, 6 traiciona sus propios

sentimientos ¿Cuál es la fueraa efectiva y

disponible de Buenos Aires, y de las demás Provincias, para emprender nuevas empresas, después de la aniquilación á que las condujo una facción horrorosa y atrevida? ¿Qué interés hay en hacer esa guerra ahora mismo y en hacerla abiertamente? ¿Cuáles sus fondos, cuá- les sus recursos? ¿Cuál es en una palabra su poder para repartir su atención y divertirla del

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primer objeto, que es asegurar el orden inte- rior y consolidar la libertad? O cree V. S. que por restituirle una ^provincia que ha perdido, han de exponerse todas las demos con inopor- tunidad? Aguarde V. S. la reunión del Con- greso, que ya se hubiera celebrado á no hallar entorpecimiento de su parte; y no quiera que una declaración formal de guerra con una na- ción limítrofe, que debe afectar los intereses generales y particulares de cada provincia, sea la obra de dos ó tres pueblos separados que no han debido abrogarse los derechos de la co- munidad, ni representarlos sin poderes suficien- tes al efecto. ¿Tiene V. S. algunos poderes especiales para ello? Ciertamente que V. S. no emprendiera hostilidades contra Entrerios, si nos sometiéramos al capricho de un gefe que quiere mandar misteriosamente, sin reconocer en fa- vor de las provincias ley alguna. A V. S. debo yo preguntarle ahora ¿cuál es el sistema que se ha propuesto seguir; y si es el de la federación, cómo puede V. S. conciliar su conducta con los deberes que ella le impone de respetar la^ pro- vincias li^

No hay duda que los argumentos son de la mas pura verdad, y también de la mas pura doctrina. Pero vamos dentro de poco á ver lo que piensa de ellos el mismo que los hace, cuan- do perdida la espigada posición con que ahora habla, se vea puesto en la posición de Artigas

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por otros jugadores que le han soplado la dama.

« Tiene ahora V. S. la sandez de decirme que ha pasado á Entrerrios y que interviene en mi provincia para proteger á sus habitantes contra el desorden y contra las facciones que hay en ella. De este modo bien podria V. S. comenzar por estar agradecidísimo á los portugueses, pues ellos también dicen y alegan, para cubrir su ambición, que han entrado en la Banda Orien- tal para librarla de los desórdenes causados por V. S. y asegurar la tranquilidad de su territo- rio. De manera que asi como V. S. se lo dice á ellos, debe V. S. desalojar mi provincia y sa- car esa fuerza estraña que ha introducido, pues su seguridad está confiada á mi cuidado.»

Ramirez, que en provecho de su ambición que- na echarla ahora de paladin nacionalista y captarse asi las simpatias del sentimiento ar- gentino de las demás provincias, les dirigió una circular esplicativa de su posición y de sus pro- cederes que merece conocerse. «Cuando sobre el campo de Cepeda consiguieron las provincias ver sancionada la federación,* un clamor gene- ral se oyó resonar por todas partes proclaman- do con vivas y aclamaciones el grande dia en que los trabajos, las privaciones y tanta sangre dieran por fin todo el desahogo al sentimiento general de los pueblos al recibir en sus manos la

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grande Carta que las armas arrancaban de la injusta y annbiciosa Buenos Aires. Yo por mi parte debo protestar que si la sensibilidad de mi corazón no dejó de esplicarse con las lágrimas que el dolor arrancaba sobre los cadáveres de mis compatriotas, una suave emoción entre el tumulto de mis pasiones lisongeaba mi amar- gura al considerar concluida la guerra civil que aquel pueblo habia sostenido por tantos años contra su propio interés y el interés general de la Revolución misma, que hasta entonces ha- bia conducido bajo combinaciones que solo pu- do adoptar la mas falsa y la mas errada políti- ca. Pero muy distante estaba yo de que algún grave incidente engañase mis esperanzas lison- geras, y que naciese bajo mis pies un nuevo y mayor peligro del que acababa de allanar. Don José Artigas supo acogerse á pretestos na- da decorosos para no recpnocer el tratado so- lemne del Pilar. Bajo el nuevo sistema en que veia colocarse el gobierno de cada provincia^ no dejé de advertir que se disipaban los pres- tigios con que hasta entonces habia alucinado la opinión de los pueblos y conducldolos á su iW- íima disolución. Los errores de su sistema mi- litar acababan de poner bajo la dominación por- tuguesa la amena y poderosa provincia de Mon- tevideo ; y espulsado de ella por un resto con- siderable de fuerzas que poco antes habían com- batido á sus órdenes, vino á situarse sobre la

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banda occidental del Uruguay. (5) Sin opinión y sin recursos, recordó entonces el título de Protector de los pueblos para abrogarse el go- bierno absoluto y esclusivo de Entrerrios y Cor- rientes. No tuvo sufrimiento para esperar que el Congreso General ya convocado, diese el pre- mio á sus servicios, determinando el rango— * la colocación» á que una resignación volun- taria lo habria hecho acreedor. Mi resistencia á sus primeras insinuaciones fué la señal que dio para declarar la guerra á la provincia de mi mando. Despechado en sus designios no fué capaz de contenerse ante el escándalo que iba á causar hostilizando á una provincia cuyas ar- mas acababan de poner en sus manos la Carta de Federación general que él no pudo ver esta- blecida cuando bajo su influjo y poder tenia los recursos enteros de la Banda Oriental ; y le vi venir sobre mi pcpvincia con el mismo fu- ror con que lo habria hecho, si antes, unido yo con Buenos Aires me hubiese decidido á sofocar el voto general de las provincias y sus derechos. Mi corazón se resentía al considerar este nue- vo período de sacrificios á que me veia conduci- do por la criminal y bárbara obstinación de un hombre cuyos designios no presentaban un término pacífico que concluyera sin sangre y con

(5) Alude á la traición de Frutos Rivera que coa to- da su división se entregó al servicio del rey de Portugal.

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nobleza las diferencias que habían fomentado la guerra civil. No temia la que el Protector me declaraba nuevamente. La justicia estaba de mi parte, mi interés no era otro que el de aliviar á la humanidad oprimida con todos los horrores que debo silenciar cometidos por los indios Guaycurues, á cuyas licencias entregaba el Pro- tector los pacíficos habitantes de estos pueblos, el honor de sus familias y sus propiedades. Los mas nobles esfuerzos no pudieron darme una amigable transacción, y armado de aquella sa- grada indignación que siempre causa la perfidia tenaz de un enemigo que hace la guerra sin haber sido ofendido, y que la dirige sin reconocer los límites que ha establecido la humanidad, tuve que aventurarlo todo á la suene de las armas.» (6)

Desde luego, ya no les quedaba mas estremo que se alas manos el uno sobre el otro. Arti- gas levantó rápidamente su campo de Curuzü- Cuatiá: pasó el rio Mocorelá con tres mil hom- bres de caballería, y entró á la provincia de En- trerrios costeando el rio Uruguay. Ramírez com- prendió que la mira del caudillo oriental era apo- derarse de toda la parte que media entre el Uru- guay y el rio Gualeguay para establecer su centro de acción en el Arroyo de la China^ al alcance

(6) Circular pasada por Ramírez en 3 de Noviembre de 1820: una de cuyas copias firmadas y originales me ha sido dada por mi amigo el doctor don Benjamin Vic- lorica.

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de SUS recursos y de sus amigos de la Banda Oriental. Reconociendo la urgencia con que tenia que acudir á pro tejer esa parte de su territorio, salió precipitadannente de la Bajada con una división de caballeria; cruzó por Villaguay y fué á interponerse entre el invasor y el arroyo déla Chi7ia ó Concepción del Uruguay. Fué tan rápi- do el movimiento de Ramirez que temiendo Ar- tigas por su retaguardia se detuvo en el Arroyo Grande^ donde tuvo lugar un primer encuentro de las vanguardias que fué bastante desfavorable para los entrerrianos. Obligado por este contras- te, Ramirez repasó el Gualeguay y procuró re- hacerse en el arroyo de las Guachas, Pero— «después que Artigas asoló completamente el pueblo del arroyo de la China con sus inferna- les tropas, se avanzó el 13 de Junio hasta las Guachas, costa del Gualeguay, donde tuve con él un encuentro sangrientísimo, quedando in- decisa la acción por haber caido la noche, y sién- dome necesario retirarme al Paraná.» (7)

La verdad del caso, como fácilmente se de- duce de sus propias palabras, es que Ramirei fué derrotado en esa sangrienta acción 6 ef^"' trevero de las Guachas, y que se i'eplegó á í* Bajada del Paraná como última trinchera de sU

(7) Parte oficial de Ramírez dirigido á López con fecha 3 de Noviembre de 1820. Como este documento que p^' seo original, contiene un compendio de toda la carapaí^*' será mi guia principal en toda la narración.

EN ENTRERRIOS 509

poder en la provincia de Entre-Rios. Allí reu- nió como setecientos hombres de caballería, un piquete de artillería con seis piezas dea cuatro y como trescientos veinte cívicos á las órdenes del comandante don Lucio Mansilla.

Infatuado como siempre, pasó Artigas el rio Gualegiiay y se dirigió con rapidez sobre Ra- mírez. Pero la posición en que este lo espera- ba era demasiado fuerte y bien defendida para las tropas colecticias y de caballería con que se lanzó al ataque; y al fin de unas cuantas ten- tativas para llevárselo por delante, toda su gente se desbandó en distintas direcciones. Ramírez se aprovechó al momento de la ventaja: «Los es- cuadrones de mi caballería lo cargaron sin inter- misión, y fué acuchillado en la larga distancia de ocho leguas, hasta las siete de la noche, hora en que los hice replegar. Esta completa derrota dejó en mi poder considerable número de pri- sioneros, mas de dos mil caballos y ochocien- tas cabezas de ganado.»

Sin darle descanso, siguió Ramírez tras de Artigas, reuniendo gente al paso y caballos para no demorarla persecución ni darle tiem- I>o á rehacerse. Quiso Artigas hacer pié en el lugar llamado Sauce de Luna, costa de Gua- leguay; pero el 17 de Julio fué alcanzado y llevó otro recio golpe. El 22 volvió Ramírez á to- rnarlo en el rincón ó confluencia de los Yu- Q^^y^is, y lo arrojó al otro lado del Mocoretá.

510 RAMÍREZ Y ARTIGAS

Pasó tras de él, y cuando Artigas se creia engolfado en un terreno inaccesible, apareció Ramírez sobre él, poniéndolo en tales aprietos que «dejó ensillado su caballo, y se me es- capó en las ancas del que montaba su hijo Manuel.» No le quedaba al caudillejo oriental mas recurso que tentar una resistencia deses- perada, ó hundirse en el Paraguay, donde bien sabia él que le esperaba mala suerte; y antes de resignarse á ella formó un campo atrin- cherado en A halos. El 29 de Julio llegó allí Ramirez: atacó y desbarató el campo atrin- cherado;— «y acuchillándolo sin miramiento ni vacilar, lo destruí totalmente, y me apoderé de toda la artilleria, de todas las armas y muni- ciones, de 25 carretas, 500 bueyes, gran nú- mero de sus mejores oficiales, y de su famoso secretario Monterroso. (8) El 3 de Agosto, la escuadra entrerriana apresó en el rio de Cor- rientes todos los lanchones y buques del gene- ral Artigas. A la celeridad de estos movimien- tos fué consiguiente mi entrada en la ciudad de Corrientes, cuyo gobernador fué tomado mientras fugaba; y don José Artigas no tuvo ya mas recurso que entregarse á la República del Paraguay donde permanece habitando una celda del Convento de la Merced, que aquel Gobierno le ha señalado por todo alojamiento.

(8) Véase el apéndice ó nota final titulado Monlcrroso^

EN ENTRERRIOS

511

Yo sigo mis empeños que no soltaré de la mano hasta no ver restablecido un orden re- gular en todos los ramos de la administración pública: presa hasta ahora del despotismo mas criminal que ha hecho gemir á esta Provincia, entregada por su Gobernador á los indios saivages del Chaco.»

Enterrado Artigas en las soledades sin eco de las selvas del Paraguay, de su nombre no quedó otra cosa entre nosotros los argentinos que la anexión de la Banda Oriental al im- perio brasilero, y la guerra que tuvimos que sostener después para constituirla en repú- blica independiente : cuyo único beneficio, por lo pronto, ha sido simplificar los problemas y las arduas dificultades de nuestra organiza- ción definitiva.

CAPITULO X

liL TRIUNFO DE RAMÍREZ SOBRE ARTIGAS Y SUS CONSECUENCIAS EN LAS PROVINCIAS ARGENTINAS.

Si'MARio Relaciones ambiguas entre Ramirez y López Cambio de las conveniencias de Ramirez sobro la reunión de un Congreso Nacional Peligros de la auto- nomía santafecina— Ambiciones v ensueños asiáticos de Ramirez Propósitos absorventes El imperio litoral incluso el Paraguay y la parte meridional del Brasil Irritante influjo de los pactos celebrados por López con Buenos Aires y Córdoba Actos de presión y exacciones en Corrientes Regreso á Entrerrios— Asesinato militar del coronel don Gervacio CpiTea- Nota del gobernador de Buenos Aires Contc-tacion agresiva y l)olicosa de Ramirez Manifiesto de gue- rra cin-ulado á las demás provincias Contestación del gobernador de Salta coronel Güemes Actitud y circular del gobierno de Buenos Aires— Mir^í» '"^^ sanas y despóticas de Ramirez Unánime reprobación de los domas gobernadores— La invasión sobre CoroH- dn El ataque sobre Santafé Sucesos varios y fuer- zas que entran en campaña Desastre de Lamadrid-- Victoria de López Fuga de Ramirez hacia Córdo'ja Su incorporación con José Miguel Carrera— Colisio" con Bustos Retirada Disidencia de Ramirez y Car-

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 513

rera— Separación y marcha en opuestos rumbos Sa- lida del coronel Bedoya sobre Ramirez Incidente desgraciado de doña Delfína Abnegación heroica de Ramirez Su muerte.

Sin poder saber que en esos mismos dias se habían realizado las sospechas que ya tenia de la infidencia de López, y que este se hubie- ra puesto ya en defensa, contra él, celebran- do con Buenos Aires el tratado de «Paz y amistad* del 23 de Noviembre, ponia Rami- rez particular esmero en desentenderse de esas sospechas, y continuaba prestándole la estima- ción que un gefe superior tributa al mas dig- no y meritorio de sus tenientes; y terminaba el parte que le dirigia desús triunfos sobre Ar- tigas con estas palabras irreprochables en la forma pero destituidas de sinceridad: «Yo creo que V. S. celebrará conmigo estos impor- tantes sucesos con que el destino parece in- dicarnos la necesidad de estrechar mas y mas nuestra imion, para que nuestros trabajos ha- gan gustar á los pueblos de la paz y de la tranquilidad, y se adopten las bases sólidas y permanentes de la felicidad general. >

López no se habia olvidado que el enojo y las amenazas de Ramirez en un tiempo en que no era bastante fuerte para resistirle, lo ha- bían forzado á faltar á la buena y al honor

burlando lo convenido con el general Belgrano TOMO Yin 33

514 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

en 12 de Abril de 1819. (1) y si en aquella ocasión fué tan agria y amenazante la repro- bación, bien sabia López á qué atenerse tratán- dose ahora de un convenio infinitamente mas trascendental que aquel, por el que no sola- mente habia expulsado de su favor á Carrera, instrumento servil de Ramirez, sino que ha- bia cerrado un pacto de un carácter hostil con- tra las pretensiones absorventes y despóticas del vencedor do Artigas.

Este habia sostenido contra Artigas dos pun- tos, que eran de su mas grande interés : la reu- nión de un Congreso bajo su especial suprema- cia; y la creación de un fuerte ejército en el Uru- guay bajo su mando. Mientras esto no estuviera consumado, no era posible la guerra contra Portugal. Artigas divaga y era un díscolo— ^que no sabia respetar el imperio de las cir- cunstancias; ni resignarse al papel que le que- daba.» Pero precisamente, asi como á Ramirez no le habia cuadrado que esa gerarquia y ese po- der parasen en manos de Artigas con peligro de dominar en Entrerrios y en las otras provincias «donde gobernaban sus gefes naturales» áLo- pez no le cuadraba tampoco que la prepotencia

(1) Véase el vol. VU, pág. 536; y pág. 20 á 23 de este tomo. Si alguna vez se hubiera dudado de que había sido Ramirez el autor verdadei-o de esa perfidia, toda duda desapareceria desde que como acabamos de ver es Artigas el mismo quien se lo enrostra en la comu- nicación que dejamos trascrita.

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 515

quitada á Artigas, pasase á manos de Ramí- rez, y que con el mismo pretexto de llevar la guerra á la Banda Oriental contra los portu- gueses, tratase de concentrar en sus manos y en su provincia todo el poder público y mi- litar del pais para imponer su voluntad á las demás provincias, y á la de Santafé sobre todo que era la que quedaba mas inmediata al yu- go. Si Artigas hubiera predominado quedaba suprimido Ramirez: si Ramirez predominaba quedaba suprimido López, agredido Bustos y amenazado Buenos Aires.

Mas alarmado pues con el soberano triun-' fo de Ramirez, que lo que habria estado quizá con el de Artigas mismo (que en todo caso siem- pre habria sido efímero y foráneo en tierra ar- gentina) López estrechó cada vez mas, y con entera sinceridad, pues mucho le iba en ello, los vínculos de interés y de común defensa que lo ligaban con Bustos y con el partido unitario reformado que gobernaba en Buenos Aires.

Ramirez entretanto miraba con el mayor menosprecio la coalición de las tres provin- cias de la derecha del rio. Dueño de los for- midables resultados que le habia dado su triunfo habia levantado su fantasia y sus en- sueños á un grado en que tenia por seguro que su simple vuelta al teatro de los sucesos argentinos bastaría para que todo se allanase delante de su ambición y de su soberbia. Su

516 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

ánimo estaba concentrado todo entero en levan- tar un fuerte imperio guerrero y personal bajo una forma asiática, con el poderoso contin- gente de las hordas incultas y expansivas del litoral, puestas al servicio de su nombre y de su influjo. Hombre de una fantasia infinita- mente mas elevada y fosforescente que la de Artigas, de índole mas instintiva y audaz, de ambición franca y primitiva servida por un ojo cuyas luces recorrían todo el horizonte orien- tal argentino y brasilero, como límites pro- pios de su gloria y de su poder, no aspiraba á gobernar— «en el misterio oscuro de sus siones» como decia él de Artigas, sino á luz del dia, con lujo, con grandeza, con pompas,

con un poder dispensador de gracias y

no se crea que es broma con un harem tam- bién á lo criollo bien sostenido y bien surtido: que para eso tenia ya la sultana favorita en la célebre doña Delfina, que con chaquetilla y con gorra de gefe militar lo acompañaba en todas sus campañas y le servia también de reclamo para variar sus caprichos.

Llevado en su rabiosa persecución de Arti- gas hasta los límites misteriosos y fantásticos del Paraguay, engendróse en su mente una ¡dea atrevida. Aquella sumisa y opulenta tier- ra cuya feracidad hablan hecho tan famosa los jesuitas, abrigaba, según se decia, millón y medio de gentes robustas y docilizadas al yugo-

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 517

Acostumbradas á una estricta miseria, con- tentábanse con comer v con cubrir su desnudez con los restos de una tela cualquiera. (2) Go- bernaba allí un tétrico fantasma llamado doctor Francia, mas teólogo que doctor y mas je- suita que teólogo : hombre de perverso carác- ter que dominaba sobre aquel enorme rebaño por la misma impunidad con que su condición servil se lo consentía. Pero ¿quien era Francia para que pudiese contener un ciclón de hordas entrerrianas y correntinas encabezadas por un hombre impetuoso y varonil como Ramirez? ¿Y cuales ventajas no podia sacar este hombre de aquella tierra virgen habituada á la obediencia sin protestas ni reclamos? Adueñado de ella, Ramirez podia sacar de allí treinta mil hombres: fundar en Entrerrios un enorme depósito de reclutas: armar un número crecido de soldados : volver sobre Santafé : humillar de nuevo á Bue- nos Aires: habilitar á Carrera con fuerzas bas- tantes para sacar á Bustos de la escena política : organizar en el Arroyo de la China su imperial grandeza: remover sus masas, echarse sobre la Banda Oriental, é ir á consumar su gloria

(2) El doctor don Juan Gualberto Méndez, plenipoten- ciario Uruguayo en el Paraguay, allá por el año de 1860, nos ha asegurado que el servicio doméstico andaba com- pletamente desnudo, y que cuando las china%% ervian el maie se contentaban con doblar una pierna sobre la otra.

518 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

en las antiguas fronteras del Guayra y del Rio Grande.

La tentación era poderosa, y hubo un mo- mento en que decidido á llevarla á cabo sintió bullir todo ese fuego en su cabeza. Con esta mira y con la de sustraerle á López la mejor parte de la fuerza provincial con que contaba le pasó una nota con fecha 3 de Diciembre (1820) comunicándole que habia resuelto formar en Cala un campamento donde quería con- centrar y preparar el ejército de diez mil hom- bres con que se proponia invadir y ocupar el Paraguay inmediatamente; realizar la reu- nión de todos los pueblos litorales del antiguo vireinato, y en seguida recuperar la Banda Oriental por arreglo ó por fuerza. «Esta em- presa ha sido hasta ahora un anhelo frustrado de \os Pueblos de la Liga Federal, Yo cuen- to con que el señor gobernador de Santafé me enviará quinientos milicianos, el escuadrón de Dragones y el batallón de Pardos y Morenos de la ciudad. Con el mismo fin me he dirigido al gobernador de Buenos Aires pidiéndole un contingente de dos mil reclutas, como está convenido en la Convención del Pilar; y no dudo de que el general Bustos atenderá tam- bién mis indicaciones sobre el particular. »

Expulsado Artigas, y sin la menor probabili- dad de que volviese al pais, las provincias indicadas, decia, si están unidas de buena

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 519

con la de Entremos para expulsar á los por- tugueses, no tendrían prstesto ninguno plau- sible para negarse á esas remesas, ni á dar otros recursos que á su tiempo detallaría. Su negativa daría lugar á cargos muy serios que no quería presumir por que importarían agra- vios de aquellos que no se pueden justi- ficar ni consentir.

Pero á poco andar, cayeron sobre sus gran- diosos proyectos militares y políticos las no- ticias de la alianza de Buenos Aires y Santafé, con su enorme peso. Tras las noticias llegaron una multitud de emigrados exaltados, desespe- rados y enfurecidos con la mala suerte que les habia cabido el 5 de Octubre. Los rencores y las esperanzas de que iban animados coinci- dían con el enojo, con los temores y con las cavilaciones de que Ramirez estaba acosado. El legista don Pedro Agrelo, Chilavert, Mala- vés, Santos-Rubio, Sarratea, y otros hombres bulliciosos é inquietos de los que hablan sido vencidos y arrojados de Buenos Aires, llevaban la convicción de que el general Rodríguez mar- charía inmediatamente á Santafé; y de que unido allí con López y con Bustos prepararían los tres una formidable invasión sobre Entrerrios. Ra- mirez estaba en Corríentes ocupadísimo de re- montar sus fuerzas y de robar cuanto valor tenia aquel infeliz vecindario y las iglesias

5S0 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

para hacerse de un tesoro militar. (3) Inquieto con las novedades que le llegaban, se puso in- deciso sobre si la emprendería primero contra el Paraguay para engrandecer sus medios de acción, ó trataria antes de ocupar á Santafé y de reducir al gobierno de Buenos Aires al res- peto de lo convenido y de su supremacía per- sonal. El coronel Mansilla y otros gefes milita- res le aconsejaban que prescindiese de Buenos Aires y de Santafé, que no se apenase de lo que allí sucediere, y que su poder y su gloria lo llamaban á la conquista del Paraguay. Los emigrados del 5 de Octubre le argumentaban que si se engolfaba en el Paraguay, los san- tafecinos, porteños y cordobeses, se iban á apoderar impunemente del Entrerrios que que- daba sin defensa y perdido para él. Y en esto se hallaban las cosas cuando recibió noticia en Corrientes del famoso tratado del 23 de Noviembre que acababa de celebrar López con Rodríguez. Ramírez lo miró como una coali- ción declarada contra su influjo; y decidió regresar á Entrerrios para defender y conso- lidar la autoridad general que se atribula y los proyectos que su propio albedrio é infa- tuación le hablan sugerido.

Desde luego contrajo su afán durante tres meses á sacar de Corrientes grueiSos valores,

(3) Revista de Buenos Aires, vol. VII, p&g. 71

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 521

recursos y reclutas; y llegó á la Bajada con- duciendo 20 mil caballos, 70 mil cabezas de ganado vacuno y por via de tesoro todos los ornamentos de las iglesias, las campanas, enorme cantidad de alhajas extraidas por con- tribuciones forzosas en reemplazo de dinero ó de todo aquello que pudiera tener un valor venal.

Venia airado y enfurecido. El León era gran- dioso cuando estaba repleto y enchido, pero rugia y devoraba cuando se sentia incómodo ó hambriento. En su regreso tomó al coman- dante don Gervasio Correa que antes habia sido su enemigo: y teniendo ahora sospechas de que volviese á serlo aliándose como antes á los porteños, lo fusiló sin mas motivo ni mas for- ma: igual suerte corrieron varios otros oficia- les que tuvieron la desgracia de estar en su camino.

El Argos, redactado por el Dean Funes, decia con este motivo— ^Aún humea la sangre del benemérito y desgraciado americano don Gervasio Correa. La infeliz esposa de este hombre honrado ha tenido que refugiarse á Buenos Aires; y sus hijos han tenido que abri- garse entre las fieras que se albergan en lo profundo de los montes, temiéndolas menos que á las manos carniceras de Ramírez. Para abatir á los porteños, él pone en planta todas tas lecciones que ha aprendido en los seis años

522 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

en que ha practicado la carrera de los vánda- los, y servido de azote del género humano, conforme con los principios de su creador y de su propia víctima don José Artigas. Cui- daremos de seguir sus pisadas para que si Buenos Aires hace sentir á los que le siguen los efectos de su credulidad ó de su impru- dencia, la posteridad no tenga que echarle en rostro unos procedimientos á que ha sido constantemente provocado.» Bien meditadas estas palabras, seguir sus pisadas quería decir seguir su ejemplo; ó lo que es lo mismo: que se habia formado la resolución de fusilai* á Ramirez si se le tomaba, en la misma forma con que él fusilaba á sus enemigos.

Uno de los primeros cuidados del general Rodríguez habia sido darle cuenta á Ramirez en términos parcos y urbanos de su elección al gobierno de la Provincia de Buenos Aires. La contestación que recibió el 18 de Noviembre tenia un tono altivo, casi insolente, y abundaba en indi- caciones irónicas y amenazantes: «Son verda- deramente remarcables los sucesos del año presente, le decia. Al recordarlos se fastidia mi imaginación con ideas tan lúgubres j de- gradantes. V. E. me hace el honor de creerme imparcial: yo, si no guardado la mejor a^ monia con la administración del Directorio, al menos puedo gloriarme que desde la Convefir cion del Pilar guardado el mas escrupu*

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 533

loso comportamiento con ese gobierno. Él em- pero no ha observado igual correspondencia en los lances precisos. Se denegó abiertamente á franquearme la escuadrilla de mar; y hasta hoy subsiste en el firme propósito de privar el tras- porte de armamento al Entrerrios. Estos pre- parativos alarmantes hubiesen desconcertado la mayor armonia, si mi delicadeza para con- servarla no se hubiese manifestado superior al fuerte estímulo con que se provocaba mi moderación. callado, y por lo mismo, mis afanes han sido, dedicados esclusivamente á conservar el orden, la tranquilidad, y una lau- dable armonía en el territorio de mi mando. Allanado esto creido de mi primer deber velar sobre los enemigos esteriores que nos acechan con empeño para pasar la barrera del Uru- guay. >

Véase ahora la perfidia con que procedían es- tos m^ilvados. Hacia apenas tres meses que este le habia reprochado á Artigas la mala de sus pretendidos temores sobre la inseguridad de la linea del Uruguay que decia estar amena- zada por los portugueses «La provincia de Entrerrios (decia entonces) no se halla en la debilidad que le atribuye V. S. para disimu- lar su pasage del Uruguay, cuya barrera ni necesita su defensa ñi corre riesgo de ser invadida por los portugueses desde que ellos tienen el mayor interés en dejarla in^

524 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

tactd,^ Ahora ya no es así; y aquello fué en- tonces una mentira, 6 lo es ahora; por que cam- biando los intereses hace que el mismo hecho que fué falso entonces se alega como verdadero ahora. Antes no le con venia aceptar este temor como principio para reforzar á Artigas ; pero ahora que Ramírez está en lugar de Artigas es indispensable que sobre este pretexto se consolide la unión; y siendo así «Cuente V. E. con la decisión de mis votos por la unión.» ¡De otro modo, nó: «Ella debe ser el resulta- do de un sólido avenimiento para no compli- carnos en nuevas dificultades. Por lo demás, crea V. E. que aún armándome de toda la moderación precisa, no puedo dar un paso ha- cia atrás sin tocar de cerca necesarias con- secuencias. Unámonos, dice V. E. Yo esto>( pronto; y lo estarán las demás provincias sv la patria se sobrepone á otros intereses.-^ Sigamos, Exmo. Señor, la marcha de la R^" volucion en el tono qtie dictan el honor y t^ opinión publica. Arrostremos los peligros ^^ frente del común enemigo para que se vea qu ^ no se derrama en vano la sangre americana Deseo que V. E. no se niegue á tan nobl^ empeño.»

Apenas habia dado Ramirez esta contesta-^ cion evidentemente hostil y tan mal intencionada, dirigió una circular á las domas provincias enT" que las proclamaba á que tomasen parte con éC

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 525

en la nueva guerpa que iba á declarar al go- bernador de Buenos Aires y al partido entro- nizado el 5 do Octubre. Estamos en la creen- cia de que el único gobernador que contestó á esa circular, 6 manifiesto de motivos, fué el gobernador de Salta don Martin Güemes. «Bue- no será (le decia en ella á Ramírez) que V. S. recuerde mi absoluta consagración al servicio de la nación, y los heroicos esfuerzos con que mi provincia ha contribuido á la defen- sa de nuestra independencia, á la del orden legal en que deben subordinarse todas las

malas pasiones que lo ponen en peligro

Mas, por desgracia, aislado ahora en mi pro- vincia deploro la ferocidad espantosa con que la anarquía despedaza á las otras. En tan tristes circunstancias ha llegado á mis manos la nota de V. S. deSOde Noviembre incitándome á entrar en lina coalición que extirpe el complot que me indica y para asegurar la defensa de la patria con- tra una agresión con la que V. S. cree minada nuestra suerte. Pero si mi cálculo ha tocado en la línea de sus conjeturas, debo decirle (con la jngenuidad que asunto tan delicado requiere) que no me parece conveniente lanzarse al rompimiento que V. S. prepara, por mas gran- des que sean sus recelos acerca de la alianza con los portugueses, de la ocurrencia del Prín- cipe de Luca, y de todo lo demás de la pasa- da administración.» Güemes consideraba como

526 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

chismes y calumnias las acusaciones que Ramí- rez hacia al gobierno de Buenos Aires; y le observaba con una sensatez incontroverti- ble— que «si fueran ciertos semejantes pla- nes forjados al favor de la anarquía de^ gradante que acababa de verse en aquel año, era mucho mas probable que esa alarma y coalición á que se le invitaba ahora, fuese la que presentase á esos conspiradores la me- jor ocasión para reanudar y ejecutar las mal- dades que se les atribuia, pues es evidente que empujando á los pueblos á los abismos de una nueva crisis, cuando no estaba apagado todavia el fuego voraz de las anteriores disensiones, ni transada formalmente la divergencia de opiniones que originó y propagó el anarquis- mo, se les daria la ocasión mas propia para realizar sus proyectos, si los tenían. No es así como se ha de conseguir una tan íntima coa- lición de intereses, con reciprocidad de aspi- raciones y conatos , cual se requiere para afrontar la magnitud de una empresa superior á la constitución abatida en que nos hallamos al salir recien del horror de tantas convul- siones. El único remedio que guarda conso- nancia con nuestra situación política, es en mi concepto organizar cuanto antes el futuro Congreso. Sí: hagámoslo antes de que entre- mos en nuevos trastornos, en infructíferos desastres; pues es de esperar que esa Asam-

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 527

blea guiada por la esperiencia de los conflictos que hemos sufrido, y que nos han conducido hasta el borde del precipicio, establezca la paz. No partiendo de este punto céntrico, ja- más podrán las Provincias obrar con simulta- neidad; y no tema V. S. ni por un instante que este cuerpo nacional llegue á ser sus- ceptible de la cabala ó de la intriga en favor de parcialista alguno. Su formación no será debida al clamor de Buenos Aires, ni del Gefe que allí preside, como dice V. S. La primera invitación fué mía. La escucháronlas Provincias con un contento significativo del alivio que anhelaban entre los volcanes en que ardian. Se han dado prisa á la par conmigo para nombrar sus Diputados. La esperiencia hará lo demás. Buenos Aires tendrá su parte como cada una de las demás, sin la ventaja de que el Congreso se sitúe en ella; y no pre- sentándose de ese modo, un motivo de recelo contra la autoridad, en apoyo de las ideas, cualesquiera que V. S. le suponga, del gefe de Buenos Aires, ni de complotarios algunos, me parece un exeso de zelo el que animó la pluma de V. S. al manifestarme en el oficio que contesto, su ^repugnancia á la instalación del Congreso, que^Hendo antes que sea tras- tornado el gobierno de los argenthios,»

Véase aqui á Ramirez rechazando ahora la convocación de un congreso, cuando tres me*

528 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

ses hacia apenas, como hemos visto, que increpándole á Artigas esa misma resistencia le decia— €Aguarde V. E. la reunión del Con- greso, que ya se hubiera celebrado á no ha- llar entorpecimiento de su parte Ahora le

debo preguntar ¿cual es el sistema que sigue

V. S. ? y si es el de la Federación ¿como

puede V. S. conciliar su conducta con los de- beres que ella le impone de respetar á las demás provincias^* Pero esto lo decia Rami- rez cuando trataba de arrancarle las uñas á Artigas; mientras que ahora que veia en pe- ligro sus propias uñas pensaba y procedía como Artigas. ahí por que les hemos lla- mado igualmente bellacos á los dos; y héahí como los que siguen la rutina de llamarlos Fe- derales y Defensores de la Federación no pa- san de ser necios ó simples que hablan con un tupido velo sobre los ojos.

Por eso, y bien apercibido de su perfidia, le decia Güemes con evidente y elevada razón— «Está en choque esa opinión de V. S. con la opinión general de los Pueblos. Ellos claman por Congreso, y en sus futuras sanciones cifran la consolidación de sus intereses con los de la causa pública. Toca á V. S. hacer lo mis- mo. Por medio de su diputado puede hablar congresalmente con libertad y confianza sobre todo lo que forme sus temores, como la mis- teriosa conducta de la Corte del Brasil, la de-

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 529

negación de Buenos Aires al coniercio de ar- mas con Entremos No nos intimide

pues lo pasado. Reunámonos en un cuerpo para tener consistencia; y á la sombra de este se realizaran los males que V. S. recela, los Pueblos que hoy garantizan la firma de sus Representantes (entre los que el mió tiene, ha tenido y tendrá como hacer valer sus dere- chos y como sostener su dignidad con Legiones acostumbradas á vencer) los Pueblos, digo, se convertirán entonces en panteones antes que humillarse ó rendirse á una dominación ex- trangera y dejar impunes á los autores de tanta iniquidad.»

Mas adelante, empleando el Gobernador Güemes una mansedumbre algo maliciosa concluia así: « He espresado á V. S. mis ideas con el lenguage sencillo y claro de que jamás me aparto; y deseo que V. S. se decida á uniformarse con él, para dar espera á sus miras en obsequio del celo activo que á toda prueba lo anima, teniendo presente que en los asuntos grandiosos en que amenaza una horrible tempestad, el reposo conduce al acier- to; y por lo contrario, la celeridad es como la materia sulfúrea de donde seguramente par- ten los rayos de cuyo estrago tratamos de precavernos.»

Con esta nota cuya importancia brilla á pri- mera vista, acompañó el Gobeirnador Güemes

TOMO vni 34

530 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

una carta confidencial de la misma fecha. (4) «Suponiendo que sean fundados los cargos con que Vd. pretende justificar la renovación de la guerra civil, y por apurados que sean sus cuidados ó fundada su presunción contra el gobernador Rodríguez, soy de sentir que un rompimiento no hará mas que empeorar el mal y apresurar la ejecución de unas medidas que quizas no tietien sino el estado de presumi- bles. Acudir á las armasen momentos en que no hay unidad de opinión, ni centro de acción, es poner al pais postrado delante de su ruina: y aún suponiendo todos los criminales propó- sitos que \A, alega es preciso buscar la ac- ción de la ley en la Nación misma reunida en

Congreso La voz pública clama por él, y

en este concepto, gradúe Vd., Compañero, si el señor Rodríguez puede tener influjo maligno en la autoridad que va á instalarse, especial- mente cuando por una decisión unánime no ha de ser Buenos Aires el punto de su resi- dencia. Es pues conveniente, mi buen amigo, que Vd. espera á sus miras. Sigamos el clamor de los Pueblos. En nombre de la pa- tria haga Vd. que el suyo nombre su Rcpre- .sentante, é instiúyalo estensamente en cuanto

(4) ManuscriiOy regalado por el doctor B. Victorica, quo hice insertar en el tomo VI, entrega XXVH de la Revista Nacional.

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 531

á los motivos en que funda sus reclamacio- nes. Yo estoy seguro de que el Congreso to- mará providencias ejecutivas para desarmar y frustrar esa amagadora tormenta. Ya que te- nemos á la vista que la dosolacion ha sido el fruto de nuestra anarquía, y que son muy estériles sus progresos, en perjuicio de la gue- rra ofensiva que debemos hacer sin descanso á mas de 20,000 españoles que ocupan nuestro continente, sea este el preferente objeto de nuestras atenciones. No sea, que por nuestras disenciones se inutilicen los planes seguros que ya anuncian la caida de la tirania. El General San Martin se halla con un ejército imponente en los suburbios de la orgullosa Lima. El ene- migo ha replegado las reliquias del suyo sobre aquellas costas; y yó, por mi parte, á esfuer- zos de la actividad y del trabajo; me hallo á la cabeza de otro para marchar á posesionar- me de los puntos que el terror de aquellos aban- done Bajo este seguro concepto, intereso á

V. encarecidamente por el envío de un Diputa- do que represente á su pueblo en el tan recla- mado próximo Congreso »

Veamos ahora la actitud que al ser tan ini- cuamente amenazado tomó el gobierno de Buenos Aires. En la ausencia del General Ro- dríguez, presidia la administración provincial como Delegado el honorabilísimo general don Marcos Balcarce: ese hombre de noble carácter

53S AGRESIÓN DE RAMÍREZ

y de tranquilo juicio, que tantos y tan buenos ser- vicios habia hecho en las campañas de Chile, del Alto-perú, y de la guerra que el go- bierno lega! habia tenido que sostener contra los montoneros y los enemigos del orden. (5) Infor- mado de la nota de Ramirez y de la circular 6 manifiesto de guerra que habia lanzado á las provincias, el delegado reunió en consulta á los hombres de mayor peso en la opinión pú- blica; y fué encargado el señor don Julián Segundo de Agüero de redactar la contestación y una circular que pusiese de manifiesto á las demás provincias la forzosa necesidad en que Buenos Aires se veiade resistir al atentado ¡i^.au- dito del caudillo entrerriano.

La Provincia de Buenos Aii'es ha sido tan calumniada por las pasiones locales recalentadas con frecuencia en alguna de las otras, cuyos ecos retardatarios suelen todavía resonar en los la- bios de gentes malamente prevenidas ó poco in- formadas, que creemos conveniente que se juz- gue de este debate, siguiendo con paciencia esta esposicion documentada de los conflic- tos inter-provinciales en que se muestra el vacio

(5) Difícil seria hacer un elogio preferente de alguno do los tres hermanos, don Antonio, don Juan Ramón y don Marcos Balcarce; los tres fueron generales, bra- vos los tres, y servidores intachables de la Independencia argentina.

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y la inepcia de los que todavía quisieran forjar generalizaciones de capricho y de mala índole sobre hechos inexactos y nial estudiados, con torpe espíritu las mas veces. Digna del pa- triotismo y del talento de su autor, la contes- tación y la circular fueron remitidas el 31 de Diciembre «El bárbaro atentado del Salto y la instigación al alzamiento de los salvajes pro- vocado y servido á mano armada por Carrera, han obligado al gobernador de la provincia á salir íi campaña; y en su ausencia le toca al infrascrito el triste deber de contestar A la es- traña nota de V. E. que en sus últimas expresio- nes es una declaración de guerra. Al contes- tarla, el infrascrito se hará un deber de consi- derar las indicaciones que contiene con la fran- queza y la buena que regla la conducta del actual gobierno. El asunto que se ventila es nada menos que el rompimiento ó la conser- vación de la armonía y unión que debe reinar entre las provincias de un solo Estado, sin lo cual no podremos jamás formar una Nación ni tener una Patria. Son tres los fundamentos en que V. E. hace consistir sus ofensas. El primero es que se le ha denegado la escuadra de mar de este Gobierno. Entre tanto esa es- cuadrilla está en manos de V. E. sin haber sido apresada; y esto bastaria para destruir el car- go, y para mostrar que mas bien podria hacerlo

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el Gobierno de Buenos Aires contra el de En- trerrios. (6)

«Notorio y de toda publicidad es el hecho con que esa escuadrilla pasó al servicio de V. E. en que continua todavía^ y si alguien ha reque- rido su devolución en los términos á que alude V. E. habrá sido don Manuel Sarratea; y no debo ni pretendo responder del tiempo y hechos de don Manuel Sarratea que el influjo de F. E, colocó á la cabeza del gobierno de esta provin- cia. Estoy cierto que ni el Señor capitán gene- ral don Martin Rodríguez, desde que tomó el mando, ni en su sostitucion, la hemos ne- gado; y si alguna vez se ha exigido su regreso, en circunstancias de necesitarse absolutamente para el servicio y defensa de esta provincia, es tan justa esta reclamación, que no se com- prende como ha podido V. E. fundar en ella quejas ni desconfianzas. En cuanto al segundo cargo de que el gobierno de Buenos Aires ha estorbado ó impedido la remesa de armas al Entre-Ríos, diré que el hecho es falso, falsísimo; y por eso reclamé al principio la noble impar-

(6) En efecto— recuérdese lo que digimos en la pág. 195 y 196 de este tomo al dar cuenta de como fué que el 25 de Febrero, (1820) Sarratea dio subrepticiamente á Ramírez la escuadrilla de Buenos Aires fíguráadose por aparato que su gefe Monteverde se habia aliado con ella y seguido á Ramírez en su marcha á Entremos para combatir á Artigas.

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cialidad de V. E., pues los hombres públicos llamados á presidir ios grandes destinos de la patria, es necesario que sepan sobreponerse á las malas sujestiones con que los genios depra- vados los sorprenden casi siempre por desgra- cia. Muchos criminales, muchos descontentos se han abrigado en la provincia de Entrerrios, de resultas del último y escandaloso tumulto del 1? de Octubre; y debe haber sido su primer propósito prevenir el ánimo de V. E. con todo género de imposturas, soplar el fuego de la discordia, y hacer el último esfuerzo para que la llama se propague y el pais se envuelva en guerra y desolación. No se ha espedido. Señor Gobernador, orden ni decreto alguno que impida llevar armamento á Entrerrios. Es necesario que V. E. haga á este Gobierno la justicia de creerle sobre este particular, ó por lo menos que aduzca datos para redargüir lo contrario. ¿Y será prudente ó justo que las imposturas de los malvados hayan de producir desconfianzas y guerra entre gobiernos cuyo primer inte- rés debe ser la conservación de la paz entre sus provincias?» Pasando el gobernador delegado al tercer cargo lo resumía en la condición pues- ta por este de que para contar con sus votos y su benevolencia, era preciso que Buenos Aires se decidiese á declarar la guerra á los portu- gueses. En esta exigencia, Ramírez, como ya he- mos dicho, buscaba el generalato forzoso del ejér-

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cito nacional que, según él, debía componerse de los contingentes que habían de darle todas las de- mas provincias argentinas; y por eso no quería congreso que no estuviese bajo su mano: que, por cierto, no pecaba por liviana ni por condescen- diente. Buenos Aires era, por supuesto, la pro- vincia que debia darle tesoros y medios bélicos de todo género ; y con esto lo que buscaba era fun- dar su poder de un modo sólido, mas bien que em- prender esa guerra contra Portugal , que bien sabia (como él mismo se lo habia dicho á Artigas) que era imposible y desatinada empresa por el momen- to. A eso le contestaba el gobernador delegado:— « El Gobierno actual de Buenos Aires está muy distante de negarse á semejante empeño el mas digno de las provincias de Sud-América y el mas conforme á sus votos. Pero apenas hace tres meses que el General Rodríguez gobierna en la Provincia: él la encontró invadida y bajo el peso de la guerra; partió inmediatamente á campana á defenderla. En semejante situación era imposible pensar en otra guerra. Por for- tuna, se hizo la paz con Santafé; pero el Go- bernador tuvo que marchar rápidamente al Sur «contra los indios, que acaudillados por 6l perverso americano don José Miguel Carrera, invadieron de un golpe todas nuestras fronte- ras, robando, matando, y haciendo todo géne- ro de estragos. Sigue todavía la espedicion; y no es posible por consiguiente, ni oportuno pen-

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sar en otra empresa militar, cuando todas las fuerzas, todos los recursos de la provincia, se necesitan para su necesaiía defensa y seguridad. Pero pacificada ¿qué cosa mas natural y mas digna de la provincia de Buenos Aires, que dio el primer grito de Independencia, que dedicar todos sus esfuerzos hasta arrojar toda domina- ción extrangera de un territorio que hace la mas preciosa porción de estas provincias?» (7) « Como prueba de que en Buenos Aires exis- te una resuelta opinión de recuperar esa parte de la patria, diré que nada es mas absurdo que

(7) En apoyo de que este era el deseo de Buenos Aires y de que nada era mas absurdo que ese rumor calum- nioso que acusaba al general Rodríguez y á su partido de estar confabulado con el Brasil, el gobernador delegado unia á la nota, y á la circular, un papel impreso que con- tenia las notas cambiadas con el barón de la Laguna, con motivo del corsario Confederación q\ie hah'm cometido ac- tos de hostilidad contra la bandera portuguesa ; y en las que se veia el estado vidrioso de las relaciones.

La complicación producida por ese corsario se re- ducía á ciertos actos de visita é inquirimiento que había ejercido sobre buques portugueses encontrados en el Cabo de San Antonio, con el pretesto de ver si no eran españoles, ó si por lo menos no llevaban mercaderías españolas. El tono con que el barón de la Laguua recla- mó de estos actos fué incisivo y exigente, al paso que el gobernador de Buenos Aires se limitó á escusarse en for- ma poco ó nada concluyeme sobre la usurpación de la 3anda Oriental, que era el mas grave y principal motivo que perturbábalas relaciones entre los dos gobiernos.

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calumniar con semejantes especies al goberna- dor Rodríguez. Pero por eso mismo, y no sien- do este gobierno sino una autoridad provincial, se ha limitado á recabar la reunión de un Con- greso general, para que, representada en él la Nación, delibere cuanto antes sobre sus gran- des intereses. Buenos Aires ha hecho cuanto podia en este sentido, que era nombrar sus dipu- tados y hacerlos partir inmediatamente á Córdo- ba. Congregada la Nación, ella misma es quien debe resolver sobre la paz ó la guerra ; y noso- tros, inmediatamente ejecutar. Si cooperamos á este imp(>rtantísimo objeto, antes de dos meses habremos conseguido el resultado. V. E. ha asentado en su nota que está pronto á unirse desde que la patena py^esida á los intereses. Eso es lo que este gobierno desea: que presida la pa- tria legítimamente congregada por la represen- tación de todos los pueblos: escuchemos allí su voluntad y cumplámosla. Entonces es, señor go- bernador, que podremos arrojar con suceso de nuestro suelo á esos extranjeros que no lo han ocupado sino al favor de nuestras disenciones. Pero si lejos de formar un cuerpo de nación, y de hacerse causa común contra toda nación es- traña, se preparan guerras y agresiones contra esta provincia ¿qué ha de hacer ella sino apelar á la sagrada ley déla propia conservación y de- fensa? entonces pues no responderá el invadido sino el invasor, de la sangre americana que se

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derrame.» Después de espresar la confianza que tenia de que Ramírez se dejaría convencer por razones tan sanas como evidentes, el Delegado agregaba:— «Pero á mayor abundamiento este « gobierno envía cerca de V. E. al doctor don « Juan Cossio, sujeto de probidad, de patriotis-

* mo y honor. (8) El entregará á V. E. esta co- « municacion: le impondrá menudamente délos 4( principios de buena que reglan nuestra con- « ducta : le instruirá de los sucesos gloriosos de « la Expedición Libertadora del Perú sobre Li- < ma, al mando del Exmo. Señor General San « Martin, y de la crisis favorable en que se halla

* la causa de la patria, si logramos aprovecharla « para consolidar nuestra independencia.» (9)

A pesar de todo, el gobierno de Buenos Aires no tenia esperanza de que Ramírez se aviniese á la convQcacion de un Congreso ; y mucho menos de que sugetase á él sus procedimientos y su am- bición. Era claro que un Congreso reunido en Córdoba, bajo el inñujo de las circunstancias presentes, y decidido como era natural á sacudir

(8) Hombre muy respetable en efecto, nacido en la pro- vincia de Corrientes, y cuya acendrada honradez hacía esperar que fuese oído y que inspirase confianza al cau- dillo entrerriano.

(9) Compárese con la pág. 12 del vol. II, Memor. del ge- neral Paz y se verá cuan arriba estaba el gobierno y el pueblo de Buenos Aires de las indignas acusaciones que allá se le hacen.

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el yugo de Ramírez y de Carrera, habria de indu- cir al poder nacional en otro orden de ideas y de influencias que las de estos dos caudillos ; y que por consiguiente, habria de exigir que ellos se subordinasen á ese orden general creado y con- solidado en los poderes públicos generales. Ra- mírez alcanzaba perfectamente á percibir que este propósito era el que predominaba en el es-* píritu de todas las provincias del interior; y por lo mismo, estaba resuelto á impedir la convo- cación del Congreso bajo auspicios que le eran evidentemente contrarios. Prefería pues, renovar la guerra civil para asegurar su dominio en Buenos Aires con el partido de Sarratea: en la de Santafé con el de Vera, en Córdoba con el del montonero don José Javier Diaz; y después de hacerse asi el gefe nato de la nueva situa- ción, reunir el Congreso en Entrerrios para que viniera ¿i proclamar la consagración legal de su dictadura.

Este era en sustancia el punto de vista que se hacia resaltar en la circular que el gober- nador delegado dirigió á las demás provincias. Ella comenzaba por trazar un cuadro bien deli- neado del momento presente «Cuando todo nos anunciaba (decia) una favorable crisis en nuestra situación política al terminar este in- fausto y terrible año : cuando sin perdonar sacri- ficios, el gobierno de esta provincia había solici- tado y ajustado una paz sólida y sincera con el

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de Santafé : cuando todas las provincias herma- nas obraban llevadas por el deseo de reunirse cuanto antes en Congreso, para concluir con la anarquía : cuando los grandes y gloriosos suce- sos de la expedición libertadora del Perú exigen mas imperiosamente nuestra pacificación y coo- peración, este gobierno ha visto con profundo dolor una circular que el gefe de Entrerrios dirige Á V. S. y á los demás señores gobernadores, con el objeto de alarmarlos-contra esta provincia con el antiguo y desacreditado arbitrio de impu- tar á su gobierno traiciones y complots. Un paso de esta naturaleza podria cruzar los mas caros intereses de la patria, si no se le recibiese con toda la circunspección que conviene tener cuando se trata de nuestro común destino. Es por esto que dirijo á V. S. y á los demás señores gefes delas^emas provincias hermanas, esta comuni- cación en que desabrocharé todos los sentimien- tos del actual gobierno de Buenos Aires, con la verdad y sencillez que corresponde á la delica- deza de mi honor. Quiera V. S. escucharme sin prevención y con su natural imparcialidad.»

Resumiendo la circular de Ramirez, el gober- nador delegado ponia en relieve los tres tópicos de la acusación, que aquel tomaba como pretes- to para echarse á la guerra contra Buenos Aires.

Vistas las circunstancias que habian pesado sobre la Provincia en el año XX, y el estado que tenian las cosas en los momentos en que el ge-

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neral Rodríguez habia tomado el poder, tres me- sesantes, era ridículo acusar al pueblo de Buenos Aires de que no hubiese dedicado sus recursos y sus conatos ala espulsion de los portugueses de la Banda Oriental ; y mucho mas proclamar á su gobierno provincial como traidor á los gran- des deberes del patriotismo.

«Es muy ridiculo exigir que este gobierno de- dique sus esfuerzos á expulsar á los portugueses de un territorio adonde no puede llevar la guerra, y que abandone el de su provincia, invadido y ocupado por el mismo señor Ramirez contra \o convenido en el Pilar ; » cuando estaba amenazíx- do ademas por los salvages concitados por Cav- rera el aliado de ese mismo caudillo. «Señala ®^ señor Ramirez en qué momento ha podido el ^^^' tual gobierno de Buenos Aires disponer de ^=5us fuerzas y recursos, para emplearlos contra extranjeros que ocupan la provincia de Mont deo. Ni como ha de abrogarse Buenos Ai el derecho de abrir una guerra nacional, cu resultados serán de precisa trascendencia p todo el pais, sin que la Nación, ó su gobie general, la resuelva? Por eso es que este gobi no ha solicitado con eficaz diligencia la reun de un Congreso General, que decida de los gocios á intereses nacionales. En decretand Nación la guerra contra los portugueses, nos Aires la sostendrá, con el mismo ardor que se empeñó en estorbar la ocupación de >

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tevideo cuando Artigas abandonándoles esa im- portante plaza les franqueó la llave del terri- torio.» (10)

«Buenos Aires la sostendrá por que no pue- de mirar con indiferencia la ocupación de esa preciosa provincia, que por todo derecho pertene- ce á la integridad de la nación. Pero no se atra- viesen las miras del interés general: no se estor- be la instalación de la Representación Nacional ; no quiera el gefe de una provincia disponer de la suerte de las demás. A Buenos Aires, poruña parte, se le invade su propio territorio, se le ame- naza, por otra, con nuevas hostilidades; se le obliga á ocuparse esclusivamente de su propia defensa y al mismo tiempo se le exige que lleve sus fuerzas contra los [)0rtugueses ! » En se- guida, el delegado reproducia los mismos des- cargos, sobre el comercio de armas y la escua- drilla, que ya enunciamos y concluia preguntan- do: « ¿ Qué mas ha podido hacer el gobierno de Buenos Aires, en prueba de su sinceridad y buena fé, que lo que ha hecho y está haciendo actualmente por el restablecimietito del orden NACIONAL? El ha incitado á las otras provincias y se ha prestado francamente á la reunión del Congreso: él ha allanado los estorbos que po- dirían impedirlo, haciendo todos los sacrificios

(10) Palabras tostuales de la circular de Ramírez comra artigas. V(^ase el lom. VI, pág. 232.

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posibles para terminar la guerra civil: él ha aceptado el lugar que los pueblos han designado: él ha urgido el nombramiento de los Diputados; y ahora mismo, la honorable Junta está forman- do las instrucciones con que deben partir. ¿Es esto reducir d las provincias al papel de clien- tes como dice el gefe de Entrerrios ? Yo creo que la verdad obrará con toda su eficacia en el ánimo de V. S.: que estos sinceros sentimientos lo prevendrá contra las injustas alarmas que ha- ce circular el gefe de Entrerrios ; y que nada ha- brá que lo separe de sus generosos sentimientos por el bien de la patria. Yo, por no perdonar todavía medio alguno conducente á este objeto, le envió á él, ahora mismo, un Diputado para que desvanezca sus equivocaciones si es que son sinceras, y le proteste la pureza de los sentimien- tos de este gobierno. Pero, si contra nuestras esperanzas y deseos, el gefe de Entrerrios se obstinase, Buenos Aires habrá salvado su res- ponsabilidad ante la Nación, y tomará el camino que le ^marcan los intereses de su propia conser- vación.»

Hemos dado casi íntegro todo este debate, pa- ra que la justicia de la posteridad patria pueda juzgar de él piezas en mano; y se comprenda de qué lado y qué hombres han sido los que enton- ces contri huyeron á desatar el desorden y la anar- quia que tantos males nos hicieron entonces, y que tantas dificultades nos han creado para ver

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sólidamente constituido á nuestro pais sobre principios liberales y dentro de un organismo libre y serio.

La justicia de Buenos Aires fué reconocida por las demás provincias sin esceptuar una sola. Todos los cabildos contestaron abun- dando en declaraciones amigables, y condenan- do la conducta procaz é inicua de Ramirez. Y no era por que en aquel momento predominara en parte alguna, ni tuvieran sus hombres pú- blicos influjo alguno en ellas. Córdoba declaró que hacia común la causa y que concurriría con sus fuerzas militares á defender la quietud del pais y la reunión del Congreso.

Las demás provincias, sin escepcion de Tucu- man, hicieron iguales protestas y jamás hubo hombres que se colocaran mas afuera de la opi- nión del pais, que Ramirez y Carrera por los desafueros de la ambición el uno, y por sus crí- menes atroces el otro.

En Abril llegó Ramirez á la Bajada con su pri- mera división, y estableció su cam- 1821 pamento en el X)ía>naní^. Enlosdias Abril 4 subsiguientes llegaron, la 2* divi- sional mando del coronel L. Man- silla, y la 3' á las órdenes del coronel Gregorio Piriz, cuyo segundo era un indígena de las mi- siones, bravo, honorable, de verdadera índole militar— don Anacleto Medina, que muy conspi- cuo papel hizo después en la guerra del Brasil,

TOMO VIII 35

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y en las sangrientas revueltas del Estado Orien' tal en que al fin pereció.

Desde luego comenzó á sentirse en aquella cos- ta un movimiento de fuerzas y de buquecillos que hizo sospechar preparativos considerables eiv la margen izquierda del Paraná. Bien apercibido López de que su provincia parecía ser el punt del desembarco, se |)reparó á defenderla. FLl- general Rodríguez se retiró de la campaña d Sur, y comenzó á enviar al norte las tropas qut debían operar en combinación con las de Sa tafé y Córdoba, asi que se conociese la posici que pensaba ocupar Ramírez. El coronel L madrid nombrado gefe de toda la caballer recibió orden de situarse en Manantiales s brc la frontera dcSantafé; y como la posesir:>ií del curso del Paraná era de suma importanci ^r se le encomendó ese cuidado á la escuadrilla qi-a^ mandaba el coronel don Matías Zapiola.

Ramírez supo burlar la vigilancia de este ilim ^"

tre gefe y lanzó repentinamente 2^^

1821 hombres á la margen santafecÍB.'^^

Marzo 3 con los que sorprendió el pueblíto ^=^® Coronela^ apoderándose con incr^^^^' ble destreza de una gruesa caballada que el g ^^' bernador López reservaba para el servicio de ^^ próxima campana, y que había encerrado en ^' Rincón de Gorondona creyéndolo un lugar cor "' pletamente seguro. El golpe había sido acert ^' do bajo todos sus aspectos, porque esa cabalfci^^'

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da arrimada y oculta cerca de los campos de Buenos Aires era la que debía servir á los movi- mientos de incorporación que debian ejecutar las diversas divisiones de esta provincia.

Dueño pues de este valiosísimo elemento de movilidad, Ramirez en persona se trasladó al mismo punto con 1,700 hombres de caballeria y marchó sobre el Rosario en busca de Lamadrid. (comprendiendo que al saber su pasage habría López de venir por su retaguardia, había orde- nado á su segundo don Romualdo García que el mismo día atravesase á Santafé llevando i piezas de artillería y como 900 infantes al mando de Mansilla y de Lopez-Jordan. Esta 2* división debía arrollar á López y buscar cerca <lel liosario la incorporación del cuerpo princi- pal. Todo parecía pues bien combinado; pero Kamirez no había tomado en cuenta los percan- <ies imprevistos que todo buen general debe pre- ver cuando opera con divisiones separadas.

Por parte de Buenos Aires, Lamadrid se diri- gía al Arroyo del Medio: otro cuerpo de reserva zxX mando del general Cruz, llevaba el camino de la costa en dirección tSan Nicolás; y el go- bernador Rodríguez quedaba en el Lujan con mil y ochocientos hombres, en vista de lo que a.conteciese y fuese necesario para defender el iíeiitro de la provincia. Siempre animoso co:i exceso, y siempre desacertado por falta de reílc- xion, Lamadrid se precipitó á encontrar á lía-

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mirez apenas supo su proximidad, y este lo sor- prendió sin ningún trabajo dispersándolo com- pletamente. Por fortuna se hallaba próxima la división del general Cruz, y los dispersos pudie- ron replegarse á ella sin grande pérdida; pues Ramirez no tenia aún su infantería y tuvo que contenerse en la persecución. Pero á su retaguardia habian ocurrido co- sas graves. Romualdo García y 1821 L. Mansilla habian atacado la ciu- Mayo 6 dad de Santafé. En el primer em- puje lograron tomar una batería y cuatro lanchones armados en guerra que defen- dían el puerto. Toda la fuerza ocupó por consi- guiente las riberas y se formó en diversas colum- nas de ataque. Pero la plaza estaba guarnecida, por los cívicos de la ciudad, que mandados po^ el mismo gobernador López rechazaron con éxi to y bravura las primeras guerrillas ó tentativa: que hicieron los invasores para apoderarse d— - « algunos puntos estratégicos y dominantes. Lo-^s partidaríos celosos de Ramirez acusaron e' ^^^

aquel tiempo al coronel Mansilla (nativo de B. A i^-)

de no haber puesto todo su empeño en logra^e^ií' el fin definitivo de la operación ; y de que tocad^ErJo por los grandes intereses políticos que hacia^^n necesaría la desaparición de Ramirez, habí -^''a cooperado en cuanto habia podido, á que frac& ca- sase la base del plan estratégico en que es ^^ste caudillo hacia consistir toda la armonía de sl-^ws

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movimientos; para que quedase perdido y aislado en la margen derecha del Paraná, entre las fuer- zas de Buenos Aires, de Santafé, de Córdoba, y las de Mendoza también, que á las órdenes del coronel Morón se hablan avanzado ya hasta el Rio Cuarto. Que fuera esto cierto ó ; que la causa de la indecisión en el ataque proviniese, por el contrario, de escasez de medios y de tro- pas adecuadas para dar un asalto : ó de estar la plaza demasiado bien guarnecida por los cer- cos, las paredes y azoteas que le servían de mu- rallas, el hecho fué que después de las primeras tentativas ó guerrillas, las columnas parecieron quedarse indecisas por muchas horas ; y que á la tarde se esparció un rumor, con no poco pá- nico de la tropa invasora, de que la escuadra de Buenos Aires estaba á la vista á toda vela para cortarles la retirada. El mismo coronel Mansilla profundamente inquieto al parecer, con esta amenaza, se contrajo con una activi- dad manifiesta á reembarcar toda la infantería y artillería de que era gefe inmediato, sin ha- cer gran caso del general Garcia ni de López- Jordán que querían insistir; y esa misma noche lo trasladó todo al Paraná, dejando á Ramírez en medio de los conflictos que natural- mente debian rodearlo en semejante posición, agravada ahora por el desembarazo en que el gobernador López quedaba para obrar en cam- paña con todo el peso de su prestigio, de su

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habilidad y de las fuerzas todas de su provincia.

Al otro dia de este suceso, se apareció en efecto la escuadrilla de Buenos Aires en la boca del riacho de Santafé ; y el general Zapiola, que la mandaba, le ordenó al comandante Rosales que subiera al Colastiné con sus cuatro lancho- nes para resguardar esa parte de toda nueva tentativa. Al ver esta operación, Monteverde se alarmó creyendo quizás que se premeditaba al- gún ataque sobre sus buquecillos, y poniéndose á fa cabeza de otros tantos lanchones tripulados por tapes correntinos, se echó, en la madruga- da del dia 8, sobre los lanchones de Rosales. Este lo recibió con aquella bravura y serenidad que lo hizo tan célebre y legendario entre los marinos argentinos; y después de un combate violento y encarnizado de una hora, habia ya dominado completamente el ataque del enemigo, y apresádole tres lanchones con toda su tripu- lación. Hubo como era consiguiente, una grande mortandad de hombres al arma blanca; Mon- teverde cayó prisionero y fué fusilado como trai- dor.

aquí las noticias que recibía Ramírez en el Rosario cuando persiguiendo los restos de la fuerza de Lamadrid tuvo que detenerse delante de la del general Cruz. Indeciso por un momen- to sobre cual seria su mejor camino á tomar, vinieron á decirle que López, por su parte, no habia perdido tiempo, y que habia desprendido

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ú toda prisa una división de 500 hombres al man- do del acreditado guerrillero y comandante don Juan Luis Orrego, para que viniera á picarle la retaguardia y ayudar á la reposición de Lama- drid. Con este dato, Ramirez levantó su campo y marchó con tal rapidez hacia el Carrizal, que por mas alerta que quiso estar Orrego, no pudo xívitar la sorpresa, ni tomar aquellas medidas necesarias para combatir con ventaja. Los san- tafecinos desplegaron sin embargo su bravura habitual; y de tal modo comprometieron la lucha y el entrevero, que Ramirez tuvo que pe- lear personalmente. Allí perdió al coronel Gre- gorio Piriz, que era el mejor hombre de guerra Ae todo su ejército; pero al fin, los santafecinos <-edieron el terreno y fueron acuchillados en dis- persión. Careciendo de datos asertivos sobre los movimientos que hacian al mismo tiempo López, Lamadrid, Cruz y Bustos, y no teniendo noticias sobre las posiciones ó las operaciones <|ue Carrera estuviera ejecutando por su parte para incorporársele, Ramirez se recostó á Co- ronda buscando informes sobre el verdadero es- tado de las cosas y ver cual era el rumbo que le convenia tomar.

Entretanto, al saber el general Rodríguez que López habia rechazado victoriosamente á Man- silla, y que habia salido en busca de Ramirez, reforzó á Lamadrid con los escuadrones que tnandaban su hermano don Antonio Rodríguez,

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el coronel Fleitas y el comandante Miller; y le or' denó que entrase prontamente á Santafé, lleván- dole á López abundantes pertrechos de guerra^ municiones, y una suma de treinta y ocho mil pesos fuertes. El gobernador Rodriguez además le ordenó espresamente á este «coronel, que al hacer este movimiento inclinase su marcha al sur, procurando incorporarse con López á la espalda de Ramirez, para evitar todo encuen- tro intempestivo que pusiese en peligro los auxilios y recursos que llevaba. Lamadrid si- guió hasta cierta altura las indicaciones que se le habian hecho : pero habiendo sabido que Ramirez quedaba á su derecha arrinconado en Coronda ; y suponiendo, á su antojo, que Ló- pez estaba sobre el enemigo, marchó resuelta- mente hacia la costa para salir al encuentro de Ramirez; y sin previo acuerdo ni combina- ción cierta, le escribió una esquela al goberna-' dor de Santafé, como si este dependiese de su& órdenes ó estuviese pronto á operar, diciéndolo que al otro dia iba á caer sobre Ramirez en Coronda: que al emprender el ataque dispara-' ria dos tiros de canon; y queá esta señal suy^ atacase para acabar con el invasor. Ni Lop®^ estaba en aptitud de obrar así, ni Lamadrid tenia autorización para disponer de ese modo de los movimientos estratéjicos de las fuerzas- Así es que ya fuera por que López no supiese l^ que Lamadrid pensaba hacer, por que no creyc^^

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conveniente aventurar ese movimiento ó por que no tuviese tiempo de impedir tal desacierto, el hecho fué que al otro dia, iniciada la batalla, y casi sorprendido Ramirez en verdad, obtuvo sin embargo una completa victoria : derrotando á las tropas de Buenos Aires de la manera mas terrible, tomándoles todo el armamento y arti- Ueria, y apoderándose también de todo el dine- ro y pertrechos que llevaban para el goberna- dor de Santafé.

Escusado me parece entrar en detalles sobre estos tristes encuentros, en los que nada hay que pueda compensar las miserables propor- ciones de la acción: ni ciencia de la guerra» ni genio, ni escenario. Todo es raquítico y mo- mentáneo, fugaz é impremeditado, aunque terri- ble y violento como asalto de bandas bárba- ras, 6 como un huracán que arrebata, derrum- ba y pasa.

El descalabro inesperado de Lamadrid pro- iujo en la ciudad de Buenos Aires un pánico le los mas profundos. En el primer momento odo se crey6 perdido. López derrotado y pro- nto, Rodríguez en retirada, Ramirez dueño e la campaña y próximo á adelantarse sobre L capital

Sumamente alarmado, ordenó el gobernador ^driguez que la división del general Cruz mar- ^se inmediatamente sobre el Arroyo-del-me- ^ ; y poniéndose á la cabeza de todas las

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AGRESIÓN DE RAMÍREZ

fuerzas de reserva que tenia en Lujan se diri- gió al mismo punto para contener á Ramírez. Entretanto, en el descalabro de Lamadrid habia ocurrido, por fortuna, un 1821 incidente sumamente feliz. Escu- Mayo 26 sando la derrota, toda el ala dere- cha de la división habia zafado dei campo de batalla completamente hecha y or- denada bajo las órdenes de su gefe el coronel Arévalo; que desconfiando siempre de los Ím- petus irreflexivos del coronel Lamadrid, cuya^ ligerezas conocía mucho, habia obrado coi admirable prudencia, replegándose á tiemp( hacia las fuerzas con que el gobernador Ló- pez venia buscando de nuevo á Ramírez. R( forzado por Arévalo, que tenía las mejores tropas de caballería de Buenos Aires, (loí Dragones y los Blandengues,) López se en- contró mas fuerte que Ramírez ; y decídil marchar resueltamante sobre él, bien seguroi^* de que la victoria del día anterior lo habría de- jado bastante debilitado para soportar un nuev< encuentro. En efecto, el día 26 chocaron loí santafecinos y los entrerrianos á la manera ans= tigua, en masa y al arma blanca. El entreterc^ fué espantoso; pero acosados los entrerrianos por los Dragones de Santafé y de Buenos Aireí^ que mandaba Arévalo, cedieron al fin el terne no y se desbandaron, echándose los unos al rio Paraná para salvarse en las islas, y disolviéa^

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 555

I los otros por la campaña. Ramírez, apo- ) en un grupo de 400 hombres que manda- ú tape coronel don Anacleto Medina, huyó a adentro hacia los Desmochados; seguido u secretario el fraile Monterroso, y de su eria» la joven doña Delfina que le habia con- ado una deesas pasiones medio idolátricas, io amorosas, que los caracteres fuertes y )rofetas del desierto inspiran con frecuencia LS mugeres dotadas de una imaginación

y audaz. (11)

irrera se hallaba en los Ranchos al nordes- e Córdoba cuando supo que Ramirez habia ado el Paraná é invadido la provincia de tafé. Inmediatamente se puso en marcha a el Rio-Tercero para incorporársele con cer- le 700 hombres que le seguían. En ese mo- to precisamente era también cuando Rami-

derrotado por López, se internaba en la ^inciade Córdoba con la mira de tomar el ¡no de Santiago del Estero y de pasar por liaco á Corrientes para rehacerse allí y en En- Mos. Convirgiendo pues hacia el mismo pun- iamirez y Carrera se encontraron en el Paso- reirá sobre la margen izquierda del Rio Ter- K Reunidas las dos bandas alcanzaban á dis- 3r como de 1,300 hombres todavía. Varios inos se les presentaban para rehacerse. El

) Véase Apuntes de doa Urbano Iriondo, pág. 59.

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AGRESIÓN DE RAMÍREZ

mas inmediato, y quizás el mas ventajoso, era persistir en la retirada por Santiago hasta el Cha- co y Corrientes. A una fuerza como la que lleva- ban nadie podia cerrarles el paso en aquel rum- bo, y podian contar también con la benevolencia de I barra, gobernador y amo de la provincia de Santiago y con la de su huésped el habilosísima coronel don José Maria Paz. (12) Pero Cancera, cuyo empeño y cuya resolución inflexible era di- rigirse á Chile, se negó á desistir á su propósito; y procuró convencer á Ramírez de que siguie- sen unidos sobre Cuyo. Ramírez, á su vez, se negó á desligarse de las caras afecciones que echaban su corazón hacia el litoral. Como un término medio en esta diferencia intransigible, resolvieron atacar y tomar la ciudad de Có^ doba donde contaban con la adhesión del par- tido de don José Xavier Diaz. (13) Adueñados de esa provincia, Carrera podia operar sobre CuyOi y Ramirez sobre Santafé. Pero como para reali" zar esta operación carecían de infantería, deci- dieron buscar á Bustos, atacarlo de improviso Y tomarle dos batallones con que ocupaba ^ pueblecito del Sauce. En efecto, la conduc*^ indecisa de Bustos daba motivo para esp^'' rar que no resistiría en campo abierto al ataq*^^

(12) Véase Mem. vol II, pág. 51, 52.

(13) Véase el Argos núm. 21, pág. 130 y 131: don^* se verá bien pintado ese partido de Diaz y de Paz.

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 557

de aquella muchedumbre desesperada. Bus- tos lo había sospechado y procuró correrse por los fortines de la frontera esquivando el encuentro hasta ponerse en contacto con La- madríd y con el general Cruz, que traian el camino de Buenos Aires. Pero avisado por los bomberos que habia desparramado en las fron- teras del este, de que Ramirez y Carrera venian en su busca, se dirigió precipitadamente al for- tín déla Cruz Alta. Allí se parapetó entre los altos y tupidos tunales que formaban el cercado de la posta, y cuyos intersticios le podiari servir perfectamente de troneras. Arrimando de todos los lados carretas, cueros y árboles, encerró en el centro la caballada y los bueyes con que se movia. Los montoneros lo atacaron el 16 de Junio. Pero recibidos por el fuego nutrido de la fusileria y de los cañones, tuvieron enor- nies pérdidas; y avisados además de que La- ííiadrid, rehecho en parte de su descalabro, y reforzado por eljcomandante Orrego de San- éate marchaba precipitadamente en apoyo de Bustos para desembarazarlo de la situación en 9^0 se encontraba, resolvieron internarse otra ^'62 en la provincia de Córdoba, y se situaron ^n el Fr^aile Muerto.

Era preciso tomar una resolución. Carrera in- sistía en seguir por el camino de Cuyo : Ramirez prefería tomar el camino de Santiago. Juntos po- ^^^^ hacer algo de importancia todavía : separa-

558 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

dos quedaban débiles. Ramírez invocó los dere- chos de la gratitud para que Carrera no le privase del recurso de la fuerza que tenia. Le hizo presen- te que él era quien lo habia habilitado para ponerlo en acción, y que todo se lo debia. Carrera no era hombre de ceder al influjo de sentimientos delicados. Era el mas fuerte ahora, y estaba na- turalmente apoyado por los perdularios de Cór- doba y de San Luis que se habian incorporado á su banda, y que no aceptaban la idea de me- terse en los lodazales del Chaco para servir en Entrarnos, abandonando el territorio de las pro- vincias que les eran familiares. Carrera, inicuo siempre, se insolentó con Ramirez, y pretendió que el favorecedor y el genio de todas las em- presas anteriores habia sido él. Poco á poco pa- saron á recriminaciones mas agrias, y al dia siguiente se separaron. (14)

Ramirez, con unos doscientos entrerrianos se dirigió á Santiago del Estero ; Carrera con sete- cientos y tantos hombres tomó hacia el ft'^ CuayHo con ánimo de batir á los mendocinos y de abrirse paso por San Luis y por San Juan.

Al saber que Ramirez tomaba por el norte 4^ la provincia, salió de Córdoba el bravo coron don Francisco Bedoya, decidido á continuar 7 extremar la persecución de los entrerrianos.

(14) Asi lo decía el coronel don Manuel do Pueyrrcd que andaba en estas correrías al lado de Cancera.

1

CONTRA SANTAFÉ Y BUENOS AIRES 559

se tiempo también tomaba el mismo rumbo el 3mandante Orrego con una división santafeci- a: mientras Lamadrid incorporado á Bustos ataban de alcanzar á Carrera en la dirección el Rio Cuarto,

Mas feliz que ellos, Bedoya alcanzó á Ramirez 1 Rio Seco jurisdicción de Córdoba. Sorpren- ido y atacado allí de improviso, Ramirez habria Ddido salvarse y alcanzar á entrar en Santiago el Estero^ donde por el momento al menos po- a haberse salvado ; aunque fuera sin quedar íguro de que Ibarra, con la vileza de siempre, \ entregase á trueque de que los vencedores le ejasen vejetar, obeso y tendido alo indio según u costumbre. Pero los hábitos de la galanteria aucha, aquello de pelear á tajos y cuchilladas— por la hembra» que venia como segunda aturaleza incorporada á sus primeros pasos 1 la vida de tenorio y de terne, ofuscaron Ramirez. Doña Delfina, la hechicera mucha- »a que lo seguía («mi china» como él la lia- aba) corria también entre el grupo de los fu- tivos, con el desorden que era consiguiente, íro á poco habia ido quedándose algo atrasada, i* poca pericia en el manejo del caballo, ó por Pedo del animal. El hecho fué que en uno de * grandes recodos del escabroso camino, fué ^nzada por ginetes enemigos, que al sablear c>s fugitivos dieron con ella en tierra; y al ver s era una muger joven y bonita, se armó una

560 AGRESIÓN DE RAMÍREZ

gritería de burlas y rechiflas en que dominaban los lamentos y los ruegos de socorro que la infeliz lan- zaba. Conoció Ramírez que algo grave sucedía ))or detrás : preguntó por la señora: apercibióse de que quedaba á retaguardia; y decidido á sal- varla ó á morir como lo habría hecho cuando no era sino «Pancho Ramirez» volvióse sable en mano y cayó con la furia de un león entre los aprensores de ^su china t^. Rodeado allí y lanza- do fuera del caballo fué mal herido: y-uñ indio santafecino se echó sobre él le cortó la cabeza y la conservó atada á los tientos hasta que pudo presentársela al gobernador López, sin prever el profundo desagrado que debía causarle seme- jante acto de barbarie.

Allá en el claro-oscuro de este lúgubre cuadro nos presenta el coronel don José María Paz la despreciable figura del gobernador Ibarra. Ate- rrado dice, al saber que Ramírez pretendía pasar por sus tierras, me dio comisión suplicatoria de que saliese á encontrar al caudillo entrerriano y le rogase que atravesara en paz la provincia sin comprometerlo asilándose en ella.» Pero el señor Paz no tuvo tiempo de expedirse ; en el camino supo los sucesos y regresó á Santiago del Estero. La dramática tragedia del Año XX había llegado por el norte al final de uno de sus cuadros. (15)

(15) Mem. del general J. M, Paz, vol. 2o, pág. 51-52.

CAPÍTULO XI

CAPTURA Y EJECUCIÓN DE DON JOSÉ MIGUEL CAR- RERA EN MENDOZA

í^üMARio— Marcha de Carrera al Rio Cuarto— Apalia 6 inacción de Bustos Encuentro con la división de Men- doza— Muerto del coronel Morón Ocupación de San Luis— Alarma de Chile Solicitudes de O'Higgíns— Tratados y vanas ofertas Proposiciones pacíficas de Carrera Arranques entusiastas y belicosos de Cuyo El comandante general de las tuerzas de Mendoza don Alvino Gutiérrez— Nueva campaña Lamentos de po- breza é impotencia de O'Higgins para escusarse de cumplir lo tratado Situación difícil de Carrera Ata- que de las Cutitas Sagacidad de Gutiérrez Marcha <1e Carrera sobre los sanjuani nos— Pronta aparición de Gutiérrez Encuentro sangriento de la Punía del Médano Destrucción completa do Carrera Infame con- ducta de sus secuaces Su entrega á las fuerzas de Mendoza— El procoso criminal El teniente coronel don Manuel Olazabal— Reminiscencias justas de Carrera sobre el general San Martin La ejecución Alborozo del partido de O Higgins Lisonjas y manifestaciones do gratitud Indiferencia del espíritu público en Bue- nos Aires Moderación do los documentos y de las co- municaciones oficiales.

Mientras Ramírez sucumbía perseguido por el coronel Bedoya y comandante Orrego, había

TOMO VIII

36

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correrías y trágico fin

conseguido Bustos incorporarse con Lair.adrid al sudeste de Córdoba. Quería este último jefe continuar la nnarcha hasta el Rio Cuarto con \^ mira de incorporarle con las fuerzas de Cuv^ que de allí venían en dirección á este mismo puo^^ ú las órdenes del coronel Morón. Si asi se huL»^^' ra hecho, la banda de Carrera hubiera recibido ^^^ golpe decisivo que habria puesto término por ^I3^e lado también ú este triste período de nuestra p^ti' mera guerra civil. Pero Bustos, entumido y c ^^^' teloso siempre, no sohi se opuso á perscgui ^'^ Carrera en esa incui sion que hacia otra vez liÁ ^>* las puntas de la sierra, sino que no permitió r^ue^ Lamadrid marchase en el mismo rumbo, v lo -^^' tuvo bajo sus órdenes; ya porque temiese < los impetuosos antojos de este oficial lo lleva á un descaIal)ro (en lo que tal vez tuviera raz ya poi* que cansado de tantas inquietudes y i vimientos varios, como los ^ue habia tenido c:^^^ hacer torio el ano, contra su temperamento a j3^^' ti(!0 3' estacionario, prefiriere dejar las vicist des finales del tan prolongado sacudimientoá |)rovin<*ias de Cuyo y A Chile.

Haciéndole justicia se convendrá que no z muy equivocado. En el camino que lleva CfH-rera no tenia mas alternativa que perder **^^- o\] Cuyo si era desgraciado, ó ¡visará Chile si c::^'*'í feliz. De todos modos, era ya imposible que |''>í'- diese volver á tentar foi'tuna en el litoral: v a^^^'' dado caso que consiguiese entrar al otro la^/o

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ha i3a.

DE CARRERA EN MENDOZA 563

de la cordillera, la cuestión era totalmente agena á los intereses argentinos: tocábale solo áO'Hig- gins y á su partido sostenerla como pudieran ya que los argentinos y San Mai'tin se habian marchado al Perú. Si en Cuyo hubiera actuado un gobernante de índole análoga á la de Bustos, se habria apurado á negociar con Carrera el libre pasage de los Andes: librándose asi de complica- ciones, de sacrificios y de responsabilidades que no eran de su incumbencia en ningún sentido. (1) Desde la invasión anterior de Carrera en San Luis, se habia apoderado de Chile una profunda alarma. Bastante desconceptuado ya, y sin el apoyo de San Martin, tembló O'Higginsde que su unortal enemigo consiguiese doblar la resistencia de las provincias de Cuyo y presentársele en Chi- le con una fuerza y un prestigio irresistibles. Ame- nazado seriamente, y teniéndose por perdido el caso llegaba, el Supremo Director de Chile levantó los brazos y dirigió sus vehementes ple- garias al gobernador de Mendoza por medio de un plenipotenciario ampliamente facultado para ofrecer lo de esta y lo de la otra vida, con tal que Mendoza y San Juan se constituyeran en de- fensores y vanguardia tuitiva del gobierno chi- leno: es decir que nuestras provincias hicieran por él, lo que él no habia querido hacer por la

(1) Gaceta do Bs. As. núm. 66 Ho 1820 : rubro- -noticias, al fínal.

564 correrías y trAgico fin

salvación de nuestro organismo nacional. El plenipotenciario don José Silvestre de Lazo, ce- loso partidario y particular amigo de O'Higgins, consiguió del gobernador de Mendoza don To- más Godoy-Cruz cuanto solicitó; por que rehabi- litado en aquella provincia el partido que obedecía todavia á los prestigios y recuerdos políticos deV general San Martin, no se supo hacer allí la di- ferencia de los tiempos, ni comprender el cambio de los intereses ; y se procedió en !a errada idea de que á las autoridades de Cuyo les incumbiese todavia la defensa déla situación interna de Chile, como si aun estuviesen las cosas como habían estado de 1817 ál819, cuando se trataba de nues- tra política continental y de nuestro propio ej^^" cito situado en aquel pais. Ofreció el señor Lazo por cuenta de Chile un contingente de tro- pas, ochenta mil pesos plata y pertrechos del p^^^' que, asegurando que inmediatamente después de firmado el tratado de alianza saldrian de allá p^^^ acá, esos recursos y auxilios á toda prisa. firmó el tratado, y en la esperanza de su pronto cumplimiento, Mendoza y San Juan se pusieroii en armas contra Carreta. El coronel Moroa adelantó hasta Barranqxdtafi á cerrarle el cam i ^^^ dado caso que pretendiera introducirse por 1^^ Achiras ó por el Portezuelo con mira de ocup^^ á San Luis.

Desde luego fué inevitable el encuentro de '^^

DE CARRERA EN MENDOZA 565

dos fuerzas en la mañana del 23. 1821 Una densa neblina envolvía todo el Junio 23 terreno bajo una nube blanquecina, densa y opaca que im pedia dis- tinguir los objetos á diez varas: fenómeno muy común en nuestras provincias andinas. Los unos y los otros conocieron que estaban inmediatos por el sonido de los clarines y por las voces de mando de los gefes. Al verse, mas bien dicho al apercibirse por su bulto las dos líneas, los de Carrera se quedaron inmóviles: el coro- nel Morón mandó cargar; y ya fuese por lo imprevisto y súbito del encuentro; ya por ser milicianos, los que componían las primeras hile- ras, vacilaron; y como los viese indecisos, aquel bravo oficial que había hecho con mucha distin- ción las campañas del Perú, (2) picó su brio- so caballo, y se puso al frente de las mitades iniciando el movimiento de la carga que había ordenado. Por desgracia, el caballo que monta- ba estaba herrado, y al recibir el empuje de las eí^puelas del ginete se resbaló sobre el pasto acuoso que pisaba, y fué á rodar violentamente sobre la línea enemiga, siguiéndose un bullicioso choque de animales y de armas, en medio del <!ual postrado en el suelo y gravemente estropea-

(2) Al tiempo del motin de Arequito era gefedel bata- 1 Ion 2; y permaneció fiel á sus deberes al lado del ge- eral Cruz, porque era un verdadero militar de honor.

566 CORREIUAS Y TRÁGICO FIN

do, el coronel Morón no pudo retirarse ni. de- fenderse y perdió la vida. Después de unos minu- tos de pelea, los de uno y otro bando se abrie- ron para rehacer-e sobre sus respectivas reta- guardias. Cundió entonces entre los cuyanos la lúgubre noticia; y ya fuese por íalta de dirección, ya por efecto del pánico que causa siempre un suceso de ese tamaño en tropas novicias, el he- cho fué que se pronunció la retirada y el desban- de en desorden.

Mas el enemigo, deshecho á su vez y sin consistencia militar, no estaba tampoco en ac- titud de renovar el combate ni de perseguir. De manera que los mendocinos se retiraron hacia su provincia sin haber sufrido una verdadera dispersión. (3)

(3) Si fuera posible hallar sentido en los asombrosos desatinos y pintarrajos que el señor Vicuña-Mackenna, (intemperante siempre), escribe y traza con este motivo, de- beriamos creerque á posar de lo negativo del resultado, la victoria del dia había pertenecido á las armas provinciales de Mendoza. Difícil seria al menos descifrar de otro mo- do este galimatías : El sucesor del coronel Morón (dice) dio orden de repasar el rio, y dispersarse en la opuesta orilla, dirigiéndose cada cual como pudiese á la provin- cia de Mendoza, que seria el punto general de reunión ¡ tan profundo era el pánico que inspiró á los propios ven- cedores el inaudito coraje de los vencidos í La victoria misma se inclinó ante las columnas perseguidas de los chi- lenos, que esta vez puede decirse que conquistaron el campo con la espalda vuelta al enemigo, levantando así la reputa- ción de su bravura.» ¡ Sublime !

DE CARRERA EN MENDOZA 5G7

El. descalabro y retirada de los mendocmos <lejó pues abierto el camino. Carrera pasó por las Achiras y de nuevo ocupó San Luis á princi- pios de Julio. A la noticia de este contraste se produjo en Mendoza y en San Juan una grande agitación. Llenos de ardor y de indignación todos tomaron las armas para acabar- de una vez con aquel bandolero que no les dejaba vivir en -quietud. Alzáronse los ánimos para empren- der de una manera seria la campana y revin- dicar el honor de las armas provinciales, con un entusiasmo verdaderamente popular. Carre- ra lo conoció, y comprendió que su posición era mala en San Luis. Allí no podia permanecer. Xo podia tampoco retroceder, por que las fuer- zas de Buenos Aires y de Santafé, numerosas y vencedoras de Ramírez, aseguraban ya una situación inconmovible en Córdoba y en el li- loral. No le quedaba pues mas camino que continuar hacia adelante, y trasmontar los An- des, Pero era preciso doblar antes la enér- gica resistencia con que Mendoza y San Juan habían resuelto, detenerlo. En este apuro, pre- firió tentar medios pacíficos, y negociar el pa- ísage que tanto deseaba, desinteresando á los gobiernos de Cuyo de todo esfuerzo en contra 5?iuya.

Con esta mira procuró poner de manifiesto, <:iue aunque vencedor y dueño de San Luis, ha- bía usado de una cfe/¿carf(?ja ^¿«/ia: que no ha-

568 correrías y trágico fin

bia tomado la mas mínima ingerencia en el go- bierno que según él se habia dado la provincia por libre elección, ó reelección de Jiménez; y aparentando una abstención absoluta en todo lo interno, se limitó á estipular con este, como de potencia á potencia, que desalojaría el terri- torio con la fuerza que mandaba que se le suministrasen caballos y algún ganado para su mantenimiento en el camino 3** que el gobierna (creado por él) de San Luis mediase para que en obsequio á la paz y A la tranquilidad délas tres provincias, Mendoza y San Juan ratitícaran este tratado, y no solo le abriesen el paso de la Cordillera, sino que le dieran también algunos socorros de víveres.

El gobierno de Chile no habia cumplido una sola de las cláusulas del tratado; y habia deja- do pesar sobre Cuyo los enormes sacrificios de sangre, de recursos y de dinero que le costaba la defensa de sus caminos contra Carrera ; pero

el gobierno de Mendoza, fiel á sus compromi- sos, rechazó con indignación las cláusulas pro- puestas, sin dejarle á Carrera mas escape que el de abrirse á viva fuerza el paso que buscaba. Y por cierto que si quería salvarse no tenia tiem- po que perder.

Mendoza habia reorganizado sus fuerzas: San Juan habia levantado y equipado una buena d'' visión: juntas las dos provincias formaban á'^ menos mil ochocientos hombres, de los que seis-

DE CARRERA EN MENDOZA 569

cientos eran de excelente infantería : arma decisi- va en un terreno como aquel que alejado de la Pampa y situado entre propiedades rurales no permitía que la caballeria pudiese correrse como en el desierto, ni esquivar el fuego de los fusiles. Mandaba la división de San Juan el coronel Ur- dininea, hijo de Charcas, y oficial de cierto cré- dito en las guerras del Perú. Mandaba la divi- sión de Mendoza un coronel de Milicias de la Provincia, don Alvino Gutiérrez: rico hacen- dado y ty^opero enérgico que estaba habituado A atravesar las Pampas. A estas condiciones de valía social, Gutiérrez reunia la de ser honradí- simo y popular vecino, leal en todos sus senti- mientos, intransigente con lo malo, patriota fir- me, provincialista acérrimo; y si no sehabia hecho notable por talentos militares ó políticos de un orden superior, tenia por lo menos esquisita cordura, y aquel sübstractum de la esperiencia local, que se adquiere con el hábito de vivir en contacto Intimo con el pueblo de cuyo seno sa- lian los soldados milicianos y paisanos que de- bian obedecerle. Ellos eran también troperos como su jefe: adecuados por consiguiente para entenderse entre y obrar de acuerdo. Con estas dotes, y con un conocimiento consumado del terreno en que iba á operar, Gutiérrez era, á no dudarlo, el mejor general quo Mendoza podia oponer á Carrera; que al fin no era, en su com- petencia militar, superior al gefe mendocino.

570 CORFIERIAS Y TRÁGICO FIN

La situación de Carrera no era nada satisfac- toria en San Luis. El vecindario huia de él en masa, y se refugiaba en los campos de Córdo- ba 6 de Cuyo. Sus gefes ó mejor dicho— sus corifeos cometian desacatos y violencias de todo género : «uno de ellos que era casado, forzaba á una niña de la familia de Ocaña á casarse con él. Otro arrancaba por fuerza de la casa de sus padres á una señorita conocida y la encerraba por cuatro dias en su cuartel. Otro robaba des- vergonzadamente las alhajas de las Iglesias. Los soldados, y los foragidos de que se compo- nia la banda, salteaban, mataban, robaban y vio- laban á su placer j sin estorbo.» (4)

La noticia de estas infamias caian sobre el culto y civil vecindario de Mendoza como brasas de fuego en un terreno predispuesto á incen- diarse. La indignación y el odio habian llega- do á su colmo contra el hombre que tanto tiempo hacia que pesaba con su funesta nombradia so- bre la quietud pública y particular de aquellos pueblos.

Apurado el gobierno por la gravedad del peli^ gro, por la falta del dinero necesario para tantos y tan costosos preparativos, y por la duda de qu^ bastasen á su defensa las fuerzas quehabia moví- lizado, despachó en comisión urgentísima alabo

(4) Vicu ña-Mackenn a— Os/mc. de los Carrera, pág. 3^ y 399.

DE CARRERA EN MENDOZA 571

) don Pedro Nolazco Videla para que recla- a del gobierno de Chile la pronta remesa de suministros pactados en vista de su propio •és. La contestación tardó muy poco : es ver- que muy poco costaba darla: «No puede ►. figurarse cual es el presente estado de nuli- de nuestros fondos. El sosten de la guerra, luxilios remitidos á nuestro ejército del i (!) y los que se han enviado á las provincias uyo (tres mil pesos remitidos en Marzo al jr el tratado) han reducido al erario á térmi- que no puede absolutamente subvenir aún igo de las listas de lo militar y de lo civil, ►.sabe, por otra parte, cuantos gastos exige ovimiento de la mas pequeña partida de tro- y debe por consiguiente sentir la absoluta Dsibilidad de que marche la que se había inado para esa provincia.» o que habia en el fondo era un cálculo de ) egoismo dejar á Cuyo que hiciera, solo, upremo esfuerzo y conservar la tropa con demás recursos ofrecidos, para oponerlos irrera si lograba ultrappasar la Cordillera, e le pedia á Mendoza que lo disculpara ha- dóse cargo de los cuantiosos gastos que im- a el movimiento de la mas pequeña partí- te tropa; pero no quería reflexionar por ►arte, sobre los inmensos sacrificios que lianza le imponía á Cuyo, en el momento no en qué, con muy poca lealtad, se de-

572 correrías y trAgico fin

claraba impotente pare cumplir el solemne compromiso que habia tomado de contribuir al sosten de una causa que era de su esclusivo interés; y en la que todo era sacrificio y abne- ga:;ion por la otra parte.

Visto el ardor con que se hacian los nuevos armamentos de Cuyo, y la aproximación de Bustos y Lamadrid á las Achujas, Carrera comprendió que en muy poco tiempo vendrían sobre San Luis las fuerzas de San Juan y de la Rioja, por el poniente : las de Mendoza refor- zadas según él suponia equivocadamente con la escolta de O'Higgins por el Sur: al mismo tiempo que Bustos y Lamadrid, situados al nor- deste en las puntas de la sierra, debian estor- barle toda tentativa de verificar una vuelta á las tierras de los indios del sur: lo que por otra parte era notoriamente impracticable por la confusa y mezclada turba dejentes, deser- tores y bandoleros que formaba el bulto prin- cipal de su fuei-za.

En esta situación harto apurada para él, no tenia mas alternativa que entregarse á la cle- mencia de sus enemigos, ó abrirse camino po^ entre ellos. En este último caso era indispeí'»^^ sable apresurar mucho sus marchas para batí ^ en detalle alguna de las divisiones que I formaban cerco. Suponiendo mas fuerte y ma. formada la fuerza de Mendoza que la de Sa Juan, procuró hacer un movimiento simul

DE CARRERA EN MENDOZA 573

do sobre la primera, que le quedaba á su iz- quierda en el Retamo, para contramarchar con pri^ipitacion sobre la segunda que estaba al poniente, en las Majaditas: sorprenderla y atravesar con rapidez á Coquimbo por los bo- quetes de la Cordillera por donde habia pasado el coronel Cabot en 1817, cumpliendo órdenes del general San Martin.

Las fuerzas de las provincias de Cuyo comen- zaban yá á ejecutar sus movimientos. En pre- visión de que Carrera quisiera tomar las márge- nes del Tiinuyan para internarse al sur de Chile por el Planchón, el comandante general de la di- visión mendocina se habia situado en el Retamo, V habia adelantado sobre el camino de San Luis una vanguardia de 200 hombres, al man- do del capitán Ardíanos, con la orden de situarse en las Catuán y vigilar las rutas de la Pampa.

Pero no era ir por ese camino el propósito de Carrera, sino caer de improviso sobre la fuer- za de San Juan que era mucho mas débil que la suya. El 21 de Agosto por !a tarde salió sigilosamente de San Luis; y para ocultar su ría robo, desprendió al capitán mendocino don José Aldao, que andaba con él en cuenta de chileno como muchísimos otros, sin ser nada Mas que un perdulario como los demás, con OfcJen de atacar la avanzada de las Catitas. Queria ton esto hacer creer al comandante

574 correrías y trAíüco fin

Gutiérrez que marchaba á encontrarlo. Pero este era demasiado sagaz y conocedor de aquel territorio para caer en ese error; y compren- dió que aquella demostración era un simple ardid. En efecto, aprovechando las horas, Car- i'era caminaba dia y noche por la travesía, á pasar entre la Sierra de las Quijanas y la laguna de Huana-cachi, en dirección recta al rio de San Juan. Tomó Gutiérrez inmediatamente por la misma dirección con buenos caballos de tiro; y en Encon dio ya con las huellas del enemigo que no se creia perseguido tan de cerca.

Entretanto las fuerzas de San Juan sorpren- didas con la rápida aparición de 1821 Carrera, y sin noticias de la divi-

Aíxosto 4 sion mendocina, comenzaron á re- plegarse con la mira de defenderla'' ciudad en último caso. Pero, como eranaturaK muy pronto supo Carrera que los mendocinos acudían por su retaguardia. De continuar ei^ su propósito corría el peligro de ser alcanzado; y aún suponiendo que pudiera batir á los san-' juaninos, pocas horas después tendría que ba^ tirse en malas condiciones con los mendocino-*^ que corrían áél de refresco. Prefirió entonce^ contramarchar con rapidez y sorprender á Gu- tiérrez donde este menos lo esperara. Pero no pudo lograrlo, por que el gefe de los mendo- cinos marchando á su vez con la misma sa-

DE CARRERA EN MENDOZA 575

cidad y con igual resolución, acometió y de- )tó completamente á Carrera en la Punta del fdano. Allí le tomó todo cuanto llevaba, hasta scientas y tantas mugeres que seguían la ban- , y que Carrera habia puesto en línea á cierta ítancia figurando con ellas una reserva pronta echarse en la pelea. (5)

jíutiorrez dio cuenta del triunfo al gobierno de mdoza con estas palabras : «Lo he destruido

todo; he hecho muchos prisioneros y pr¿- ñeras, muchos muertos; aun estamos en el Tipo de batalla persiguiendo al enemigo. Él

huyendo y enteramente á pié ; no tiene por nde escapar; si no cae en mis manos caerá en ; de San Juan ; tengo toda su caballada y car- s ; nada le queda si no lleva una soga para orearse.»

Consecuente con su temple de hombre endu- :;ido en los accidentes del desierto y de sus )regas travesías, Gutiérrez estaba espuesto dejarse llevar por los eslímulos apasiona- s del momento. Enardecido por la lucha írofundamente contagiado con el odio impla- )le con que los pueblos de Cuyo— idólatras de í Martin, miraban á Carrera, Gutiérrez abusó ti-iunfo, mandando sacaí* de entre los prisione-

) En cuanto á las precauciones rjue Carrera tomai)a ^ su propia seguridad puede verse el parte oficial **oniandantc gen(?ral D. Albino Gutiérrez y la con- arion de Vicufia-Maciienna, ps'ig. 114 y 391.

576 correrías y trágico fin

ros aquellos que se decia habían sido los mas cri- MiNAj.ES, y los hizo fusilar en el acto, sin oir las insinuaciones ni consejos de oficiales mas acos- tumbrados que él á vencer sin tomarse el de- recho de castigar á los vencidos. Pero antes de condenaran rigorismo, es de justicia tener pre- sente que al dar esta orden, acababa de recibir la noticia de que una de las partidas dispersas del enemigo habia asaltado la población de Jo- coll, violado una niña y muerto al joven Antuña, oficial de milicias que por su orden guardaba allí un ti'ozo de caballada; y verdad es también que ante el sentimiento popular, Carrera pasa- ba por un monstruo de iniquidad; y que los que le servían eran tenidos por reprobos de la peor canalla, maldecidos é indignos de ser tole- rados en ninguna sociedad culta. Por exa- gerado que parezca este aserto, por difícil de concebirlo que sea hoy, entonces era artículo de ; y á los ojos del pueblo, un secuaz de Cance- ra era un tigre ó una hiena que todo el mundo tenía derecho de matar en defensa propia y de su familia.

Temiendo un desastre. Carrera habia ten|d<^ la precaución de ponerse á la cabeza de esa es- traña reserva demugeres montadas á caballo qu^ figuraba como reserva para imponer al enemiga- Debido á eso tuvo tiempo de huir asi que v»^ el mal éxito de la jornada ; y salió del camp^ acompañado de cincuenta y tantas personaSi

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«ntre oficiales y soldados que se reunieron á él en ese primer instante, y que pasaban por ser sus secuaces mas antiguos y mas fieles. Con ellos tomó el camino de Encon en la idea de dete- nerse algunas horas allí y de reunir los disper- sos, para cruzar al Relamo haciendo á la inver- sa la marcha misma que habia traido Gutiérrez ; ganar la margen derecha dej rio Tunuyan y asilarse entre las indiadas de la pampa patagó- nica, ya que no le quedaba otro medio de sal- varse : medio harto problemático por cierto, dada la pérfida malquerencia con que los salvages re- cibian siempre á los seudo-crlstianos^ sobre todo cuando llegaban débiles y derrotados; y cuando todo, uicluso el traje, los caballos, las monturas, y la menor baratija del servicio, eran materia de codicia y de expropiación para ellos. A corto rato de ir en esa dirección se le reunió el coronel Benavente, que habia quedado en el campo de batalla haciendo esfuerzos hasta perder la últi- ma esperanza.

En las primeras horas de la fuga nadie se habia preocupado, entre los montoneros, de otra cosa que de escapar á la sangrienta per- secución de los vencedores. Pero al cerrar la tarde, queriendo darse cuenta de su verdadera situación, se preguntaron de boca en boca á donde iban? con aquella ansiedad que es pro- pia de los desgraciados que se ven perdidos en el espantoso vacio de la derrota. Cuan-

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578 correrías y trAgico fin

(lo oyeron decir ¡No tenemos mas recurso que la Pampa y las indiadas! sintieron el pavor y la desesperación entrárseles como un frío mor- tal dentro del alma; y comenzó á formarse un sentimiento unánime de resistencia, vago al principio, pero que tomó pronto el carácter de una formal conjuración. Vn teniente llamada Indiausti, nativo de Chile, que pertenecía á la escolta de Carrera, se acercó al capitán Rafael Fuentes de la misma nacionalidad, y le dijo-- Rafael resto no puede ser! Estos hombres ti^^ han sacrificado con mentiras, y ahora quieveu hundirnos en la Pampa! Es preciso resistid V sublevarnos! Fuentes oyó cabizbajo aquc3»^^^ graves palabras, y después de un momento c^^^' testó : «Tal vez no habrá mas remedio. . . ^ coronel Arias piensa también como tú; y c^^eo que esa es opinión general ¿por qué no ha*^'^^ con el coronel? Inchausti picó su caballo y h^^»'^'^ largo rato con Arias envueltos en la oscurida^^^^ la noche. Tramóse en seguida un complot ^^^^ oficiales y soldados, para prender á Carrer^^ í obtener indulto entregándolo á las fuerzas ^^'' docinas, cuyas partidas no podian estar c^'^' tantcs. Nada era mas natural que b^emejante '"' lamia entre bandoleros como aquellos, que p:^^'*" tenecian á la clase mas degradada y criminal cj "^ puede tener una sociedad anarquizada por '^ guerra civil. Carrera recibia en ese momentos ^' galardón de los atentados que habia autoriza. ^^

DE CARRERA EN MENDOZA 579

haciéndose el gefe de semejantes bandidos.

Cuando el complot estuvo formado, convinie- ron en esperar las altas horas de la noche para aprovecharse de la fatiga y de la postración de los vencidos.

Un grupo de oficiales, entre los que iban Car- rera y Benavente, caminaba silenciosamente á la cabeza de los fugitivos, envueltos todos ellos hasta la boca en sus ponchos para resguardar- se del húmedo frió de la noche. Arias, Inchausti, Moya, Fuentes y otros complotados hablan to- mado poco á poco un puesto adecuado cerca de don José Miguel : é inmediatamente á su espalda se habia colocado un malvado chileno, llamado Sierra, que hasta entonces habia sido el sicario mas íntimo de Carrera, y que no habia tenido ahora escrúpulo ninguno en comprometerse á desarmarlo á la primera señal de los conjura- dos.

Eran las diez de la noche cuando el melancóli- co silencio en que marchaba aquel grupo estig- matizado por la opinión, fué repentinamente per- urbado por el grito de: ¡Alio! ¡Piéd tierra! 3ado vigorosamente á vanguardia, seguido de anas cuantas detonaciones de armas de fuego. Siguióse como era consiguiente un alboroto de gritos y carreras de caballos de los que sorpren- lidos con el incidente huian á rienda suelta por ti campo. Carrera habia sido tomado de la boca leí poncho por Sierra, al mismo tiempo que oíros

580 correrías y trAgico fin

conjurados lo desarmaban y lo hacían bajar del caballo con violencia sin atender á las voces de no me dejes matar, Sierra! que fueron las úni- cas que pronunció. Benavente, montado en aquel generoso animal que habia rodado bajo la espuela del coronel Morón en el encuentro de Rio Cuarto, logró escaparse, tomando la carre- ra con diez ó doce mas que huyeron con él ha- cia la derecha. Pero una hora después caiaii también en manos de una de las partidas men- docinas que los perseguían, y eran remitidos á Mendoza ; donde entraron á las diez de la ma- ñana seguidos de una ardiente multitud que lo maldecía en todos los.tonos con la exaltación qu toman estas victorias populares. (6)

Preso ya Carrera por la traición de los suyo-^, y sosegado el primer alboroto, Arias tomó ^1 mando de la banda. Ajustó los resortes de la Ais- ciplina proclamando el rigorismo brutal que r^S^ en estos casos, y se dirigió hacia Jocoli sat^^'^* fecho de llevar una presa con cuya presentacr: ion

(6} Informes vcrl)aIos del rorgnel don Manuel Pil -^y* redon, joven de esa ¡lustre íainilia, pero calavera y i-^^ia'* cabeza en sus verdes años que tuvo grandes y lamenti»^ '''^''' extravíos. Pertenecía entoneles ala banda de Cari"^^^^* después sirvió á Rosas, y contra Rosas también coa ""* acreditadísima bravura. Vivió mas tarde en Montev^ *"^^^ en una estrecha pobreza: buen padre ya de famili ) bien recibido por algunos amigos de última data. I— ^ "^ conocido v tratado en casa del doctor don Francisco I ^'^^' murió en suma pobreza y olvidado.

DE CARRERA EN MENDOZA 581

esperaba obtener su indulto y el de los misera- bles que le habian ayudado en su infanie hazaña.

Con el aviso de lo ocurrido, salió de Mendoza un escuadrón de milicias al mando del coro- nel Garcia, que se recibió del preso y lo trajo por lo pronto á una de las quintas de la ciudad bajo buena guardia.

Es inútil hablar del júbilo en que prorrumpió la ciudad vencedora. Los habitantes llenaban las calles : en las ventanas abiertas y llenas de se- ñoras flameaban banderas nacionales: las salvas de la artillería y las campanas daban alas al bullir de las gentes y á la vocinglería del pueblo.

Para evitar que Carrera sirviera de espectácu- lo haciendo mas cruel su desgracia, ó que se provocara quizás alguna de esas violaciones ul- trajantes que son de temerse cuando el odio popular se halla así exaltado hasta el paroxismo, se dio orden de que no se le trajese á la cárcel hasta las diez de la noche : hora en que se supo- nia que una gran parte de la multitud, aquella precisamente que en estos casos es mas de temer- se, se hubiera ya retirado á sus lugares habitua- les de descanso ó de pasatiempo. Sin embargo, pronto se supo la hora de la entrada ; y como en aquel tiempo Mendoza tenia un escasísimo alumbrado por la dificultad de surtirse de fa- roles y artículos de vidrio, el vecindario se ha- bia provisto de linternas de mano y de manojos * trapos enechados para alumbrar el tránsito y

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sus JUICIOS. ^ . g^doene\ ^o^gr cónsul

Mendoza, y había si ^.embros mas

de Tucuman uno de ^ ^^^„ á su lado « ^

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^'^^""'un'cirustro. FáclUes fué como un ciav*

DE CARíiERA EN MENDOZA 583

Jurisprudencia al caso y aplicarla en todo su rigor. La invasión vandálica de Carrera era Ain salteamiento á mano armada de provincias y gobiernos, snte los cuales el caudillo de la i>anda era un simple intruso y un aventurero cri- nrk inal. El preso habia comenzado por iniciar la íTuerra á muerte en el Salto contra niños y con- mugeres. Ninguna ley humana le protegía mo beligerante : era un notorio salteador y ge- <^ de salteadores. Su atrevida y peligrosa agre- dí 43n era precisamente la que habia puesto á Mén- ica za bajo el imperio de la ley marcial. El go- ^i^rno imperaba pues como capitán general en mpaña, bajo el imperio de las Ordenanzas Hitares^ al frente de un enemigo que obraba que estaba fuera de la ley común. En tal ca- ^ el gobierno era un tribunal militar, y tenia e obrar como Consejo de guerra con entera y í>erfecta regularidad. Bastaba nombrar por de- •T*oto ó por orden administrativo, los miembros cixae bajo la presidencia del gobernador hablan rto constituir ese Consejo, oir sumariamente al i"eo, y resolver sobre su suerte inmediatamen- le. (7)

Asi se resolvió y asi se hizo. A las diez de la noche atravesó Carrera la ciudad sentado en un caballo; llevaba los pies ligados con grillos, y

(7) Informes del señor Godoy-Cruz recogidos en San- tiago de Chile por los años de 1843 á 45.

584 correrías y trágico fin

era conducido de la rienda por un soldado del piquete que lo iba custodiando. Una infinidad da linternas y mechones de luz vaga y vacilante^ se alzaba á la altura de los circunstantes para^ reflejarse en el rostro aristocrático del proscrito^ y el tropel de las gentes seguia por uno y otn lado del tránsito, hasta amontonarse en las puer-

tas de la Casa de Gobierno, donde el tribuna 1 de Estado ó Consejo de guerra, esperaba al reo Carrera entró á la sala del Consejo con dignida(=d pero sin petulancia. Godoy-Cruz se levantó tomando á Carrera del bra'/o lo ayudó á colocaí se en la silla que se le habia preparado. Dcí pues tomó su asiento y le dijo : « El señor geni ral comprenderá probablemente la situación e que se halla. El gobierno de Mendoza tiene qu juzgarlo en conformidad con la ley marcial qu_ rige en la provincia, y que se ha puesto en vigei cia precisamente en razón de los mismos acto- hostiles del señor general. Pero antes de proc(

der á resolver la causa, el gobierno quisiera qu ^

el señor general se defendiese delante de sus ju( ees ; y en esa virtud, tengo yo que precisarle l(

cargos de que debe descartarse. » Carrera

interrumpió «Yo no comprendo, dijo, qué si] niñean estas palabras de caíisa y de sentencia qi le oigo á V. E. con verdadera estrañeza. Yo so^^ y aquí, señor gobernador, un prisionero deguerr^^r tomado después de una batalla ; y no comprenc3ií> que se me quiera someterá tribunales, de cu3»^/'

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quier clase que sean; pues solo entre salvages se juzga y se castiga á los prisioneros Mejor será, señor general, que no discutamos sobre loque hacen ó no hacen los salvajes ; ni tampoco si los que no somos salvajes tenemos ó el derecho de juzgar á V. en el caso en que nos hallamos. Dejemos esto á un lado por el interés del mismo señor general ; y le pido que me escuche por que si bien es cierto que tengo un grande dolor de que me haya tocado entender en este caso, también lo es que en cumplimiento de mi deber y como primer magistrado de esta provincia, estoy resuelto á hacer todo lo que me exijan las cir- cunstancias— Rendido y engrillado, yo no podré evitarlo, señor gobernador De eso precisamente se trata: de que el señor general, oyendo los car- gos que tenemos que hacerle, nos esplique todo lo que ha sucedido antes de haber sido vencido por las tropas de la provincia y traido como reo. Ya he dicho, señor, que he sido tomado después de una batalla, y que no soy reo, sino prisionero Nuestra opinión pudiera ser otra, señor gene- ral: se dice prisioneros á los militares que sir- viendo con las armas bajo una bandera recono- cida ó bajo un gobierno cualquiera establecido, tienen que rendirlas al mas fuerte en el combate. Pero el señor general, desde que se separó su- blevado del Excelentísimo señor gobernador de Santafé, no ha tenido bandera ni servido á nin- gún gobierno conocido. Sin embargo, ha asalta-

586 correrías y trágico fin

do y saqueado pueblos, ha tomado propiedades, ha invadido provincias, ha concitado las hostili- dades de los indios contra los pueblos cultos, ha castigado y perseguido vecinos. Y, valido de la fuerza de su banda, ha impuesto contribucio- nes y atacado gobiernos en un pais en el que ningún derecho político puede atribuirse para ello. Estos hechos, señor general, si fuesen ciertos, y si no fuesen atenuados por sus descar- gos, son los que las leyes en todas partes del mundo llaman actos de piratería. Los que los cometen no son prisioneros que puedan ampa- rarse de la ley de las gentes, sino reos que siem- pre son juzgados por los tribunales miUtares de que dependen las fuerzas que los aprehenden. Repito, sin embargo, que el tribunal que presido tiene un sincero deseo de que el señor general pueda descartarse, ó atenuar por lo menos el peso de estos cargos.» Permítame ante todo el señor gobernador que le observe que á lo que con verdad ó sin ella se ha referido no pertenece al territorio de esta provincia ; y que V. E. ú otra cualquiera autoridad de ella, carecen de jurisdic- ción para hacerme cargos y causa por cuenta de otras que no mantienen integridad nacional con esta El señor general está equivocado ; y sabe perfectamente que las armas de Mendoza han operado en virtud de pactos solemnemente reno- vados con las provincias en que se han cometido lo3 hechos referidos ; y en todo caso lo único que

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el señor general podría reclamar en rigor seria su entrega al gobierno de Buenos Aires ó de Córdoba— Nada ganaria en ello sino el nuevo atentado de que se me entregase alado de pies y manos al asesino de mi familia que tiraniza á Chile En ese caso, este tribunal desea oir los descargos del señor general, y juzgar de si pueden ellos atenuar el carácter de los hechos cometidos.

Carrera meditó unos momentos, y levantan- do de pronto la cabeza hizo una historia animada de los vejámenes que se le hablan inferido des- de el dia en que, perdido Chile por la derrota de Rancaguay habia tenido que asilarse en Mendo- xsL. Se le habia dado un trato humillante con ixienosprecio de la elevada categoría con que ha- bía emigrado. Dijo que el general San Martin le hst-bia privado del mando de las tropas chilenas qu^ele correspondía, y que lo habia desterrado á ^laenos Aires; que allí habia encontrado la be- ^ i S^a protección del supremo director don Cár- ^^s de Alvear; pero que caido este, habia sido perseguido, y se habia visto obligado á irse á ^orte- América. Continuó en seguida narrando ^l despojo de los buques de guerra que habia ^**^ido á su regreso, y la injusticia de su nueva Prisión: espuso el asesinato jurídico de sus her- ^^nos: mencionó muy por encima su amistad ^^n Ramírez, el desvio de don Estanislao López V la situación desesperada en que se le habia

588 correrías y trAgico fin

puesto. De todo lo cual había resultado (dijo) que una fatalidad inflexible lo hubiera empuja- do á tomar las resoluciones que ahora se le repTx>chaban como crimen, cuando la verdad era que no le habia quedado alternativa ningu- na para obrar de otra manera en esta lucha espantosa que habia tenido que sostener entre la muerte y la vida.

AI decir del señor Godoy-Cruz, y del abogada don Pedro Nolasco Videla á quien he oído tam- bién la misma relación. (8) Carrera se produjo con ingenuidad y con elocuencia. El tribunallo oyó con un silencio impenetrable y cuando Car- rera terminó, el gobernador le preguntó si nada mas tenia que agregar Nada mas. Después de esta contestación el gobernador volvió á to- marlo delicadamente del brazo, y lo entregó al oficial de la guardia que ocupaba la puerta de salida: Carrera le preguntó entonces «¿Y cual será mi suerte, señor Godoy-Cruz ¿Qué puedo decirle? le contestó este: eso lo decidirá el tri- bunal con justicia, según ¡os cargos y los des- cargos que ha invocado V.»

La viva exposición y la figura interesante del proscrito hicieron profunda impresión en e' concejo de gobierno. Algunos miembros de los que hablan entrado en él con la idea de oir á

(8) Ambos hicimos pop mas de un año la mesa ^^ medio-dia en lo del canónigo don Julián Navarro.

DE CARRERA EN MENDOZA 589

Tera solo por forma, para sentenciarlo y ^rlo ejecutar al dia siguiente, variaron de nion; y sostuvieron que era indispensable ar la causa con nnayor formalidad: nombrar consejo de Guerra compuesto de militares, m fiscal que acusase permitiendo que los s nombrasen sus respectivos defensores, ín efecto, el Gobierno tiró un decreto al 3 dia (2 de Setiembre) ordenándole al Co- ndante de Armas que nombrase un Consejo Guerra de oficiales Generales, para que oida ellos la acusación fiscal procediese en el niño de 24 horas á sentenciar la causa. El cal, Sargento Mayor don José Cabero, pre- su acusación y pidió pena de muerte con tilacion de miembros (los tiempos eran du- ) contra los reos Carrera, Benavente y Alva- , fundándose en los hechos notorios de cada ) y en el texto de las Ordenanzas. Después varios incidentes, los reos decidieron no nbrar defensores; y vista la causa el dia 3 de embre, los siete miembros del Consejo vo- Dn por la muerte, y la mayoría de ellos por mutilación de miembros, según lo prevenia Tiandaba la Ordenanza en el Trat. 8% tit. 10, . 3, 4, 6, 26, 70, 80, 88.

ín esos mismos momentos, el pueblo de Men- sa saludaba con inmenso regocijo la entra- del ejército vencedor; y los vivas al coman- iite general Gutiérrez, al teniente coronel Ola-

590 correrías y trAgico fin

zabal, al capitán Velazco, Aycardo, Corbalan, lanzados por miles de voces entusiasaiadas, atro- naban literalmente el aire mezclados al i*uido del canon, de las campanas, y de los cohetes. Al- guien logró interesar al comandante Olazabal pa- ra que en este feliz instante le arrancara al Go- bierno el indulto de Benavente; y lo obtuvo. Co» este motivo, el bravo oficial tuvo ocasión de en- trar al calabozo y de hablar con Carrera. Al cirio no pudo menos que salir interesado también por salvarlo. Ardoroso y exijente, parece (según dice él mismo) que logró ablandar á Godoy-Cruz; y corrió á comunicárselo al reo, quizás con dema- siada ligereza «Carrera oyó la noticia de su in- dulto con entera gratitud «y con aquella afluen- cia que le era tan peculiar, me llenó de lisonjas, (dice Olazabal) agregándome que estaba cier" to de que si el General San Martin hubiera sa- bido el peligro e?i que habia estado su vida^ no habría permitido que lo sacrificaran.» (9)

Véase pues como Carrera sabia en concien- cia que el general San Martin habia sido es- traño al asesinato jurídico de sus hermanos. Ahora hacia justicia á la magnanimidad del ilustre guerrero argentino; y se que cuando habia pretextado aquellas falsas ofensas para

(9) La campaña de Mendoza contra el general Carrera por el Coronel don Manuel de Olazabal:— inieresantiái"^^ folleto sobre este ^.'pisodio.

DE CARRERA EN MENDOZA 591

lanzarse á tantos y tan inauditos atentados, in- vocando la justicia de su venganza contra el irreprochable libertador de Chile, habia obede- cido nada mas que al despecho y al rencor de sus pasiones desenfrenadas. Bien sabia él que los únicos culpables en el sacrificio de sus her- manos hablan sido O'Higgins y Monteagudo; y bien sabia él que el general San Martin habia lamentado el hecho y castigado al ejecutor hasta donde habia alcanzado su poder: hasta don- de le habia sido posible, vistas las exigencias de la causa sud-americana. La prueba de que Carrera sabia todo eso está ahi en esas pala- bras que le dijo al Coronel Olazabal en un mo- mento de efusión: palabras que ese ingenuo y honrado militar transcribe en el interesante fo- lleto que hemos citado. No sabemos ni pode- mos apreciar cuáles fueron las causas y los influjos que se atravesaron para que Godoy- Cruz retragera las palabras de clemencia que le hicieron presumir á Olazabal el perdón de Carrera. Dijo el gobernador que ni habia he- cho tales ofertas ni habia tenido la facíultad de hacer gracia por ; y que el coronel Olaza- bal habia interpretado con excesiva estension algunas espresiones de compasión y dolor que habia pronunciado. No faltó quien atribuyera esta retractación al influjo y enojo de don Albino Gutiérrez.

«El 4 del corriente fué pasado por las armas

592 correrías y trágico fin

en la plaza mayor de esta ciudad 1821 el Brigadier don José Miguel Ca- Setiembre 1 rrera con otros dos de sus secua- ces; sus miembros fueron mutila- dos para memoria de la posteridad y escar- miento de otros desnaturalizados que quisieran imitarlo.» Esto decia el parte oficial que el gobernador Godoy-Cruz pasó al general Ro- driguez, gobernador de Buenos Aires, sobre los sucesos de Mendoza.

Para quien fué realmente satisfactoria la eje- cución de Carrera, fué sin duda para el gobier- no de Chile y para el partido que encabezaba O'Higgins. Las manifestaciones de honra y de gratitud tributadas á la provincia de Mendoza V al ciudadano victorioso don Alvino Gutiérrez, fueron esplícitas y se pasaron de lisongeras. Una ley mandó que se acuñaran medallas de oro y de plata para que á nombre de Chile el gobierno de Mendoza condecorase el pecho de los vencedores; en el centro del anverso lleva- ban el lema: Chile Agradecido dentro de una orla de estrellas; en el reverso Campaña de Mendoza, El Supremo Director de Chile dirigiéndose al gobernador Godoy-Cruz le decia oficialmente: «La victoria de la Punta del Mé- daño y cuyo detalle me incluye V. S. en nota del 10 de Setiembre último ha colmado de gloria las armas de Mendoza. La muerte del último y mas tenaz caudillo de los anarquistas, con la des-

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truccion total de sus fueraas, la reputo como una

gran batalla ganada al enemigo Yo felicito á

V. S. con el mayor júbilo como el principal móvil de una acción que ha disipado las densas nieblas del anarquismo, librándolas de la devastación y horrores á que habrian sido entregadas si no se hubiese acertado el golpe que aniquiló á sus encarnizados enemigos. Chile conservará una ETERNA GRATITUD á V. S. y á los diguos gcfes, oficiales y tropa del ejército de Mendoza, por la que á cada uno cupo en libertarlo de esos mismos males con que también se veía ame- nazado por las antiguas aspiraciones de aque- llos vándalos.» (10)

(10; Resalta aquí el egoísmo con que el señor O'Higgins <!ncara los sucesos preocupado de nada mas que de ^us intereses inmediatos, y procurando dar y compartir con las provincias argentinas el mismo interés que él tenia en la muerte de Carrera. En eso hablaba á su gusto y placer, olvidándose graciosísimamente de que Ramírez había sido el hombre verdaderamente poderoso y supe- rior entre los gcfes del Anarquismo. Carrera que pa- ra O'Higgins valia mucho, no valia nada en el territo- rio argentino sin el apoyo de aquel quo lo había protejí- do. Muerto Ramírez, Carrera no era sino un mero incidente, incapaz de infundir temor ni de hacer desviar el curso de las cosas. El desgraciado lo sabia; y de ahí su anhelante empeño de trasmontar pronto la cordillera y huir del territorio argentino. Por nuestra parte opi- namos todavía que antes de ver regado nuestro suelo con su sangre, habríamos preferido que olvidando las raaldades que cometió entre nosotros, se le hubiese per-

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correrías y trágico fin

Desde luego era natural que el gobierno de Buenos Aires no diese á la victoria de la Punía del Médano la misma importancia que á la de Coronda, en la que López habla deshecho para siempre á Ramirez. Aquella era una mera con- secuencia, una resultante necesaria de la otra: dia mas dia menos Carrera tenia que caer en manos de las fuei'zas legales; y aún dado ca- so de que hubiera sido feliz, todo se habria reducido á que hubiera logrado pasar á Chile con su banda de 700 forajidos, y encontrar allí el triunfo ó el desastre que buscaba. Ni Bue- nos Aires ni el resto de la República Argentiníu tenían en eso grande interés 6 peligro. Sea poi

esto, 6 por los elevados principios que predo

minaban en el espíritu público, el gobierno d( Buenos Aires no dio grandes aplausos a suceso, y guardó prudente y decoroso silen- cio sobre la ej(cucion de Carrera; limitándosi á los términos ordinarios de congratulación que en estos casos se usan oficialmente: á di ferencia de O'Higgins y de su partido, par quienes la ejecución del proscrito fuécircunsta cia mas importante que la victoria misma.

iniüdü ir á su patria á debatir sus dercclios y sus ot"-»i- riionos, ó á su(!uinlj¡p allí sacrificado por sus compiv triotas. f

CAPÍTULO XII

JACION GENERAL DE LAS PROVINCIAS ARGENTI- AS DESPUÉS DE LA DISGREGACIÓN GUBERNATIVA E 1820.

\Rio— A la derecha del Paraná Al centro y al norte En Cuyo Restos dispersos del JV° /<> de los Andes icumaii y Salta-La cómica república de don Bernabé 'aoz— Actitud de Güemcs Bustos, Hei*edia, Araoz y iemcs Segregación y doctrina federal de Santiago del fero— Polóniica oficial con Tucuman— Colisión arma- , Güemcs, la burguesía de Salta y el general de los alistas don Pedro Antonio Olafieta Política local de añeta Miras y pasiones nacionales de Gúemes Su sístencia por la invasión al Alto-perú Indiferencia tura) del espíritu público en B. A. —«El carro de la errase ha hundido en el Occéano!»— Prevenciones de rehabilitación diré ctorial ceñirá Guarnes y contra San artin— Recuerdos ofensivos entre Rodríguez y Gúemes sorpresa de Salta por Olañeta Herida de Gúemes Su ga al centro de la selva inmediata— Negociaciones de añeta con la burguesía de Salta Actitud del patrio- y honorable coronel Fernandez Cornejo Rumores liestros sobre la suerte de Gúemes— Noticia directa su muerte Las pasiones contemporáneas y los de- tres de la historia Levantaraient) heroico de la pro- ncia á las órdenes del coi'onel Do \Vitt« La «Repú-

596 SITUACIÓN DE LAS PROVINCIAS

blica de Tucuman»— Santiago del Estero y el cacicazgo de Felipe I barra— Grotesca figura y repugnantes hábi- tos de este personaje Gobierno de don Estanislao Ló- pez en Santafó— Vida de inercia Abstención completa del vecindario— Miseria y silencio patriarcal Situa- ción de Entrerrios y Corrientes Bregan por la gober- nación Román Garcia, Lopez-Jordan y Lucio Man- silla Connivencias y maniobras de don Estanislao Ló- pez— Lopez-Jordan y el gobierno 'de Buenos Aires Las condiciones— Pronunciamiento de Mansilla auxiliado por López Prisión y confinación de los otros aspiran- tes— Sumisión y fatalismo moral de las masas Conse- cuencia de estos hechos en Corrientes Constante in- clinación deesa provincia á las analogias porteñas— Su nuevo gobierno Su Constitución Don Pedro Ferré— Caida final del artiguismo Persistencia del senlimienío unificador de las provincias esencialmente argentinas —El presente y el porvenir de nuestro régimen guber- nativo.

En la margen derecha del Paraná, el orden general de las cosas á principios 1821 del nuevo año se dividía en dos ca- Enero tegorias sin relación interna la una con la otra : Córdoba y Cuyo, de un lado: Tucuman y Salta por el otro. Las de- mas provincias, como Santiago del Estero, Ca- tamarca, la Rioja y Jujuí, eran resultancias del movimiento predominante en este último grupo. En Cuyo podia contarse con una pacificación <!ompleta y sincera. El sacudimiento anárquico que acababa de pasar no habia sido espontáneo allí, sino eventual y transitorio. La masa de

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