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HISTORIA

foimtmimto, Gutvra y Hfttoiuriojt

HISTORIA

DEL

ttwrúamitntOi timctta y Wcvolxiúon

DE ESPAÑA

POR

EL COADE DE TOREIVO.

TOMO III.

Ülatiriír:

IMPRENTA DE DON TOMAS JORDÁN.

1835.

DC 23/

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quis ncscit ,

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esse historia; legem ,

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quid fülsl dicwe audeat ?

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Cici

5». De Oralore. Lib. 2 , c. i5.

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RESUMEN

LIBRO NOVENO.

vjonducta de la central después de Medellin. Su decreto de 18 de abril. Ideas añejas de al-

f irnos de sus individuos. Repruébalas el go- ierno inglés. Fuerza que adquiere el partido de Jovellanos. Proposición de Calvo de Ro- zas para convocar a cortes , Í5 de abril. En- sanche que se da á la imprenta. Semanario patriótico. Descontentos con la junta. Infan- tado.— Don Francisco Palafooc. Montljo. Alboroto que promueve el último en Granada reprimido. Discútese en la junta convocar á cortes. Decídese convocar las cortes. Decre- to de 22 de mayo. Efecto que produce en la opinión. Restablecimiento de todos los conse- jos en uno solo. Operaciones de los ejércitos. Araron. Ríndese Jaca a los franceses. El P. Consolación. Pérdida de Monzón. Son rechazados los franceses en Mequinenza. Mo-

Una. Pasa el 5.° cuerpo de Aragón á Castilla. Sucede á Junot Suchet en el mando de Ara- gón,— Formación del 2.° ejército español de la derecha. Mándale Blake. Reino de Valencia. Reúne Blake el mando de toda la corona de Ara- gón.— Muévese Blake. Conmociones en Ara- gón. — Albelda. Tamarite. Abandonan los franceses á Monzón. En vano intentan reco- brarle.— Ríndense 600 franceses. Entra Blake en Alcañiz. Va Suchet á su encuentro. Ba- talla de Alcañiz. Retírase Suchet á Zaragoza. Situación critica de Suchet. Partidarios. Adelántase Blake á Zaragoza. Batalla de Ma- ña.— Retírase Blake á Botorrita. Retírase de Botorrita. Batalla de Belchite. Resultas de- sastradas de la batalla. Pasa Blake á Catalu- ña.— Conspiración de Barcelona. Suplicio de algunos patriotas. Sucesos del mediodía de Es- paña.— Mariscal Víctor. Patriotismo de Ex- tremadura.— Inacción de Víctor. Pasa Lapis- se de tierra de Salamanca á Extremadura. Entra en Alcántara. Úñense Lapisse y Víc- tor. — Marchan contra Portugal. Desisten de su intento. Muévese Cuesta. Partidarios de Extremadura y Toledo. Vuelan los franceses el puente de Alcántara. Ejército de la Mancha. Va á su encuentro sin fruto José Bonaparte. Campaña de Talavera. Fuerzas que toma- ron parte en ella. Marcha Welleslej á Extre- madura.— Planes diversos de los franceses. Situación de Soul. Cuesta en las casas del Puerto. Avístase allí con él JVelleslej. Plan que adoptan. Medidas que había tomado la cen- tral.— Marcha adelante el ejército aliado. Pro-

pone Wellesley á Cuesta atacar. Rehúsalo el general español. Incomódase Wellesley. Avanza solo Cuesta. Reconcéntrame los fran- ceses. — Avanza Wilson á 1S avale amero. Peligro que corre el ejército de Cuesta. Bata- lla de Talavera 21 y 28 de julio. Severidad de Cuesta. Recompensas que da la junta cen- tral y el gobierno inglés. Retírame los france- ses á diversos puntos. No sigue Wellington el alcance. .Votivos de ello. Llega Soult á Ex- tremadura — Va Wellington á su encuentro. Tropas que se agolpan al valle del Tajo. Cuesta se retira de Talavera. El ejército alia- do se pone en la orilla izquierda del Tajo. Pa- so del Arzobispo por los franceses. Deja Cues- ta el mando. Sucédele Eguia. Nuevas dispo- siciones de los franceses. Encuéntrame Wil- son j Ney en el Puerto de Baños. Extorsiones del ejército de Soult. Muerte violenta del obis- po de Coria. Ejército de Venegas. Sumar- cha. Nómbrale la junta capitán general de Cas- tilla la Nueva. Su incertidumbre . Defiende el paso del Tajo en Aran juez. Batalla de Almo- nacid. Retirada del ejército español. Su dis- persión.— Contestaciones con los ingleses sobre subsistencias. Llegada á España del marqués de Welleslej. Plan de subsistencias. Con- ducta y tropelías del gobierno de José. Opi- nión de Madrid. Júbilo que alli hubo el dia de Sarita Ana. Nuevos decretos de José. Medi- das económicas. Plata de particulares. Del palacio. De iglesias. Mr. Napier. Cédulas hipotecarias. Cédulas de indemnización y re- compensa.— Otros decretos.

HISTORIA

DEL

LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN

LIBRO NOVENO.

JL-jl querer llevar á término en el libro anterior la evacuación de Galicia y de Asturias, nos obli- gó á no detenernos en nuestra narración hasta tocar con los sucesos de aquellas provincias en el mes de agosto. Volveremos ahora atrás para contar otros no menos importantes que acaecie- ron en el centro del gobierno supremo y demás partes.

La rota de Medellin sobre el destrozo del . <*■**««

•'"II' íii n central

ejercito había causado en el pueblo de Sevilla desP»« de

* .1 . -, . . * . Medellin.

mortales angustias por la siniestra voz esparci- da de que la junta central se iba á Cádiz para

Su decreto «le 18 de abril.

ÍO

de alli trasladarse á América. Semejante nueva solo tuvo origen en los temores de la muche- dumbre y en indiscretas expresiones de indivi- duos de la central. Mas de estos los que eran de temple sereno y se hallaban resueltos á perecer antes que á abandonar el territorio peninsular, aquietaron á sus compañeros y propusieron un decreto publicado en 18 de abril , en el cual se declaraba que nunca «mudará [la junta] su re- »sidencia_, sino cuando el lugar de ella estuviese »en peligro ó alguna razón de pública utilidad (do exigiese." Correspondió este decreto al buen ánimo que habia la junta mostrado al recibir la noticia de la pérdida de aquella batalla , y á las contestaciones que por este tiempo dio á Sotelo, y que ya quedan referidas. Asi puede con ver- dad decirse que desde entonces hasta después de la jornada de Tala vera fue cuando obró aquel cuerpo con mas dignidad y acierto en su go- bernación.

Antes algunos individuos suyos, si bien no-

Ideasañe- , , . » , , .. i i ^

jas deaigu- veles republicos e hijos de la insurrección, con- divi<íuo».s '" tinuaban tan apegados al estado de cosas de los reinados anteriores , que aun faltándoles ya el arrimo del conde de Floridablanca , á duras penas se conseguia separarlos de la senda que aquel habia trazado : presentando obstáculos á cualquiera medida enérgica _, y señaladamente á todas las que se dirigian á la convocación de cortes , ó á desatar algunas de las muchas trabas de la imprenta. Apareció tan grande su obsti- nación que no solo provocó murmuraciones y desvio en la gente ilustrada , según en su lugar se apuntó y sino que también se disgustaron todas

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las clases: y hasta el mismo gobierno inglés , te- meroso de que se ahogase el entusiasmo público, Bl|nifl,¿Í4 insinuó en una nota de 20 de julio de 1809 ^1g>bieruo que * «si se atreviera á criticar [son sus palabras] ('"V n. i.) «cualquiera de las cosas que se habían hecho en

«España , tal vez manifestaría sus dudas de

«si no habia habido algún recelo de soltar el fre-

»no á toda la energía del pueblo contra el

«enemigo."

Tan universales clamores y los desastres, principal aunque costoso despertador de malos ó poco advertidos gobiernos, hicieron abrir los ojos á ciertos centrales y dieron mayor fuerza é influjo al partido de Jovellanos el mas sensato qaeaAn*m> y distinguido de los que dividían á la junta, y ÜS^J" al cual se unió el de Calvo de Rozas menor en número pero mas enérgico é igualmente incli- nado á fomentar y sostener convenientes refor- mas. Ya dijimos como Jovellanos fue quien primero propuso en Aran juez llamar á cortes, y también como se difirió para mas adelante tratar aquella cuestión. En vano con los reveses se intentó después renovarla, esquivándola asi- mismo, mientras vivió, el presidente conde de Floridablanca ; á punto que no contento con hacer borrar el nombre de corles que se halla- ba inserto en el primer manifiesto de la central, rehusó firmar este, aun quitada aquella palabra, enojado con la expresión substituida de que se restablecerian «las leyes fundamentales de la «monarquía." Rasgo que pinta lo aferrado que estaba en sus máximas el antiguo ministro.

Ahora muerto el conde y algún tanto ablan- dados los partidarios de sus doctinas, osó Calvo

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proposición de Rozas proponer de nuevo, en Í5 de abril, el

de Calvo de 1J-1 , 7 , t-ii

Rozas para que se convocase la nación a cortes. Hubo voca-

convocar á i i r -i i

cortes, 15 de les que todavía anduvieron rehacios, mas es- tando la mayoría en favor de la proposición, fue esta admitida á examen; debiendo antes discu- tirse en las diversas secciones en que para pre- parar sus trabajos se distribuía la junta. Enanche Por el mismo tiempo dióse algún ensanche

2J¿¡¿¡.ál" á la imprenta , y se permitió la continuación del semanario periódico intitulado Semanario patriótico : obra

patriótico, empezada en Madrid por Don Manuel Quintana, y que los contratiempos militares habían inter- rumpido. Tomáronla en la actualidad á su car- go Don I. AntillonyDon J. Blanco; merecien- do este hecho particular mención por el influjo que ejerció en la opinión aquel periódico y por haberse tratado en él con toda libertad y por primera vez en España graves y diversas mate- rias políticas.

Descontentos Mudado v mejorado asi el rumbo de la iun-

con la junta. i 11 i

ta, aviváronse las esperanzas de los que desea- ban unir á la defensa de la patria el estableci- miento de buenas instituciones, y se reprimie- ron aviesas miras de descontentos y perturbado- res. Contábanse entre los últimos muchos que estaban en opuestos sentidos, divisándose al par de individuos del consejo otros de las juntas, y amigos de la inquisición al lado de los que lo infamado, eran de la libertad de imprenta. Desabrido por lo menos se mostró el duque del Infantado ; no olvidando la preferencia que se daba á Venegas, d. Francisco rival suyo desde la jornada de Uclés. Creíase dePaiafox. que no ignoraba los manejos y amaños en que ya entonces andaban Don Francisco de Palafox

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y el conde del Montijo, persuadido el primero m^jo. de que bastaba su nombre para gobernar el rei- no, y arrastrado el segundo de su índole inquie- ta y desasosegada.

Centellearon cbispas de conjuración en Gra- nada , á donde el del Montijo teniendo parciales Aibom había acudido para enseñorearse de la ciudad. ^Faiu" Acompañóle en su viaje el general inglés Doy- le; y el conde, atizador siempre oculto de aso- nadas, movió el ¡6 de abril un alboroto en que corrieron las autoridades inminente peligro. La pérdida de estas hubiera sido cierta si el del Montijo al llegar al lance no desmayara según su costumbre, temiendo ponerse á la cabeza de un regimiento ganado en favor suyo y de la ple- be amotinada. La junta provincial habiendo vuel- to del sobresalto, recobró su ascendiente y pren- dió á los principales instigadores. Mal lo hubie- ra pasado su encubierto gefe, si á ruegos de Doy- le, á quien escudaba el nombre de inglés, no se le hubiera soltado con tal que se alejara de la ciudad. Pasó el conde á Sanlúcar de Barrame- da y no renunció ni á sus enredos ni á sus tra- mas. Pero con el malogro de la urdida en Gra- nada desvaneciéronse por entonces las esperan- zas de los enemigos de la central, contenién- dolos también la voz pública , que pendiente de la convocación de cortes y temerosa de desunio- nes queria mas bien apoyar al gobierno supre- mo en medio de sus defectos, que dar pábulo á la ambición de unos cuantos, cuyo verdadero objeto no era el procomunal.

Mientras tanto examinada en las diversas £ijíSr«c secciones de la junta la proposición de Calvo de

Tocar a cor-

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llamar á cortes, pasóse a deliberar sobre ella en junta plena. Suscitáronse en su seno opiniones varias, siendo de notar que los individuos que Labia en aquel cuerpo mas respetables por su ri- queza , por sus luces y anteriores servicios sos- tuvieron con abinco la proposición. De su nú- mero fueron el presidente marqués de Astorga, el bailío Don Antonio Valdés, Don Gaspar de Jovellanos, Don Martin de Garay y el marqués de Campo Sagrado. Alabóse mucbo el voto del último por su concisión y firmeza. Explayó Jove- llanos el suyo con la erudición y elocuencia que le eran propias; mas excedió á todos en libertad y en el ensanclie que quería dar á la convocato- ria de cortes el bailío Valdés, asentando que sal- vo la religión católica y la conservación de la corona en las sienes de Fernando Vil, no debe- rían dejar aquellas institución alguna ni ramo sin reformar, por estar todos viciados y corrompi- dos. Dictámenes que prueban basta qué punto ya entonces reinaba la opinión de la necesidad y conveniencia de juntar cortes entre las per- sonas señaladas por su capacidad, cordura y aun aversión á excesos populares.

Aparecieron como contrarios á la proposi- ción Don José García de la Torre, Don Sebas- tian Jócano, D. Rodrigo Riquelme y D. Fran- cisco Javier Caro. Abogado el primero de To- ledo , magistrados los otros dos de poco crédito por su saber, y el último mero licenciado de la universidad de Salamanca , no parecía que tu- viesen mucbo que temer de las cortes ni de las reformas que resultasen , y sin embargo se opo- nían á su reunión, al paso que la apoyaban los

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hombres de mayor valía , y que pudieran con mas razón mostrarse mas asombradizos. A pesar Decía*» de los encontrados dictámenes se aprobó por la ™,™ar laí gran mayoría de la junta la proposición de Cal- vo y se trató luego de extender el decreto.

Al principio presentóse una minuta arregla- da al voto del bailío Valdés, mas conceptuando que sus expresiones eran harto libres , y aun pe- ligrosas en las circunstancias, y alegando de fue- ra y por su parte el ministro inglés Frere razo- Decreto de nes de conveniencia política, varióse el primer texto, acordando en su lugar otro decreto que se publicó con fecha de 22 de mayo, y en el que se limitaba la junta á anunciar «el restableci- wmiento de la representación legal y conocida »de la monarquía en sus autiguas cortes, convo- cándose las primeras en el año próximo, ó an- »tes si las circunstancias lo permitiesen."' Decre- to tardío y vago, pero primer fundamento del edificio de libertad que empezaron después á le- vantar las cortes congregadas en Cádiz.

Disponíase también por uno de sus artículos que una comisión de cinco vocales de la junta se ocupase en reconocer y preparar los trabajos necesarios para el modo de convocar y formar las primeras cortes, debiéndose ademas consul- tar acerca de ello á varias corporaciones y per- sonas entendidas en la materia.

El no determinarse dia fijo para la convo- Efecto que cacion, el adoptar el lento y trillado camino de ^"n.enU las consultas, y el haber sido nombrados para la comisión indicada con los señores arzobispos de Laodicea , Castañedo y Jovellanos los seño- res Riquelme y Caro enemigos de la resolución,

sejos en uno

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excitó la sospecha de que el decreto promulga- do no era sino engañoso señuelo para atraer y - alucinar; por lo que su publicación no produjo en favor de la central todo el fruto que era de esperarse. R«stabiec¡- Poco después disgustó igualmente el resta- dotkw^i blecimiento de todos los consejos: á sus adver- sarios por juzgar aquellos cuerpos particular- mente al de Castilla opuestos á toda variación ó mejora , á sus amigos por el modo como se restablecieron. Según decreto de 3 de marzo de- bía instalarse de nuevo el consejo real y supre- mo de Castilla, reasumiéndose en él todas las facultades que tanto por lo respectivo á España como por lo tocante á Indias habian ejercido hasta aquel tiempo los demás consejos. Por en- tonces se suspendió el cumplimiento de este de- creto , y solo en 25 de junio se mandó llevar á debido efecto. La reunión y confusión de todos los consejos en uno solo fue lo que incomodó á* sus individuos y parciales, y la junta no tardó en sentir de cuan poco le servia dar vida y ha- lagar á enemigo tan declarado.

A pesar de esta alternativa de varias y al pa- recer encontradas providencias , la junta cen- tral, repetimos, se sostuvo desde el abril hasta el agosto de 1809 con mas séquito y aplauso que nunca ; á lo que también contribuyó no solo ha- ber sido evacuadas algunas provincias del nor- te, sino el ver que después de las desgracias ocurridas se levantaban de nuevo y con preste- za ejércitos en Aragón, Extremadura y otras partes.

Rendida Zaragoza cayó por algún tiempo en

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desmayo el primero de aquellos reinos. Cono- d^s"Je°rnc" ciéronlo los franceses, y para no desaprovechar tosAnoon tan buena oportunidad, trataron de apoderarse de las plazas y puntos importantes que todavía no ocupaban. De los dos cuerpos suyos que es- tuvieron presentes al sitio de Zaragoza, se des- tinó el 5.° á aquel objeto, permaneciendo el 3.° en la ciudad , cuyos escombros aun ponían es- panto al vencedor. Hubieran querido los ene- migos enseñorearse de una vez de Jaca, Mon- zón , Benasque y Mequinenza. Mas á pesar de su conato no se hicieron dueños sino de las dos primeras plazas, aprovechándose de la flaqueza de las fortificaciones y falta de recursos, y em- pleando otros medios ademas de la fuerza.

Salió para Jaca el ayudante Fabre del esta- »«■*■•*«« do mayor llevando consigo el regimiento 34.° y **".* un auxiliar de nuevo género que desdecía del pensar y costumbres de los militares franceses. Era pues este un fraile agustino de nombre fray Eip.conso- José de la Consolación misionero tenido en la Ucion" tierra en gran predicamento , mas de aquellos cuyo traslado con tanta maestría nos ha deli- neado el festivo y satírico padre Isla. El 8 de marzo entró el fray José en la plaza, y la elo- cuencia que antes empleaba , si bien con poca mesura , por lo menos en respetables objetos, sir- vióle ahora para pregonar su misión en favor de los enemigos de la patria , no siendo aquella la sola ocasión en que los franceses se valieron de frailes y de medios análogos á los que re- prendian en los españoles. Convocó á junta el padre Consolación á las autoridades y á otros religiosos, y saliéndole vanas por esta vez sus tomo m. 2

Monzón.

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predicaciones, fomentó en secreto ayudado de algunos la deserción, la cual creció en tanto gra- do que no quedando dentro sino poquísimos sol- dados, tuvo el 21 que rendirse el teniente rey Don Francisco Campos que hacia de goberna- dor. Aunque no fuese Jaca plaza de grande im- portancia por su fortaleza, éralo por su situa- ción que impedia comunicarse con Francia. De- sacreditóse en Aragón el fraile misionero, pre- valeciendo sobre el fanatismo el odio á la do- minación extrangera.

p¿rd¡d« de Perdióse Monzón á principios de marzo. Ha- bia el i.° del mes llegado á sus muros el mar- qués de Lazan procedente de Cataluña y acom- pañado de la división de que hablamos anterior- mente. Adelantóse á la sierra de Alcubierre, hasta que sabedor de la rendición de Zaragoza y de que los franceses se acercaban, retrocedió al cuarto dia. Don Felipe Perena á quien habia dejado en Beabegal, tampoco tardó en retirar- se á Monzón, en donde luego apareció con su brigada el general Girard. Informado Lazan de que el francés traia respetable fuerza, caminó la vuelta de Tortosa , y viéndose solo el gober- nador de Monzón Don Rafael de Anseátegui, desamparó con toda su gente el castillo, eva- cuando igualmente la villa los vecinos.

No salieron los franceses tan lucidos en otras empresas que en Aragón intentaron, á pesar del

MequinTnza" abatimiento que habia sobrecogido á sus habi- tantes. El mariscal Mortier gefe , como sabe el lector, del 5.° cuerpo, quiso apoderarse en per- sona y de rebate de Mequinenza, villa solo am- parada de un muro antiguo y de un mal casti-

Son recha- zados los franceses

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lio, pero de alguna importancia por ser llave hacia aquella parte del Ebro, y tener su asien- to en donde este rio y el Segre se juntan en una madre. Tres tentativas hicieron en marzo los enemigos contra la villa : en todas ellas fueron repelidos, auxiliando á los de Mequinenza los vecinos de la Granja , pueblo catalán no muy distante.

Extendiéronse igualmente los franceses via de Valencia hasta Morella , de donde exigidas MoIin'- algunas contribuciones se replegaron á Alca- ñiz. Por el mediodía de Aragón se enderezaron á Molina , enojados del brio que mostraban los naturales, quienes bajo la buena guia de su jun- ta habian atacado el 22 de marzo y ahuyenta- do en Truecha 300 infantes y caballos de los contrarios. Por ello y por verse asi cortada la comunicación entre Madrid y Zaragoza, diri- giéronse los últimos en gran número contra Mo- lina, de lo que advertida su junta se recogió á cinco leguas en las sierras del señorío. Todos los vecinos desampararon la villa , cuyo cas- co ocuparon los franceses, mas solo por pocos dias.

Napoleón en tanto creyendo que los arago- pasaeis.» neses estaban sometidos con la caida de Zara- £££VÍ£ goza , é importándole acudir á Castilla á fin de tiUa- proseguir las operaciones contra los ingleses, de- terminó que el 5.° cuerpo marchase á últimos de abril del lado de Valladolid, poniéndole des- pués asi como al 2.° y 6.°, según ya se dijo, ba- jo el mando supremo del mariscal Soult.

Quedó por consiguiente para guardar á Ara- ^¡¿¡l* gon solo el 3.er cuerpo regido por el general Ju- *' mando da

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not, quien permaneció allí corto tiempo, ha- biendo caido enfermo, y no juzgándosele capaz de gobernar por pais tan desordenado y poco seguro. Sucedióle Suchet que estaba al frente de una de las divisiones del 5.° cuerpo, y de- jando dicho general á Mortier en Castilla, vol- vió á Zaragoza y se encargó del mando de la Í)rovincia y del 3.er cuerpo, cuya fuerza se ha- laba reducida con las pérdidas experimentadas en el sitio de aquella ciudad y con las enferme- dades, notándose ademas en sus filas muy men- guada la virtud militar. Llegó el 19 de marzo á Zarogoza el general Suchet con la esperanza de que tendría suficiente espacio para restable- cer el orden y la disciplina sin ser incomodado por los españoles.

Mas engañóse , habiendo la junta central a.ei 2-e eJ¿r: acordado con laudable previsión medidas de que

dio español , , 1 _ , * .

deíaderecha. luego se empezó a recoger el iruto. Debe mi- rarse como la mas principal la de haber ordena- do á mediados de abril la formación de un se- gundo ejército de la derecha que se denomina- ría de Aragón y Valencia, y cuyo objeto fuese cubrir las entradas de la última provincia é in-

MindaieBia- comodar á los franceses en la otra. Confióse el mando á Don Joaquín Blake que se hallaba *en Tortosa , habiéndole la central poco antes en- viado á Cataluña bajo las órdenes de Reding, quien á su arribo le destinó á aquella plaza pa- ra mandar la división de Lazan acuartelada en su recinto. El nuevo ejército debia componer- se de esta misma división que constaba de 4 á 5000 hombres, y de las fuerzas que aprontase Valencia.

Formación

luí

Rica y populosa esta provincia hubiera en R«nodeT»- verdad podido coadyuvar grandemente á aquel lencia- objeto, si reyertas interiores no hubieran en par- te inutilizaclo los impulsos de su patriotismo. Habíase su territorio mantenido libre de enemi- gos desde el junio del año anterior. Continuaba á su frente la primera junta que era sobrado tur- bulenta , y permaneció mucho tiempo mandan- do como capitán general el conde de la Con- quista , hombre no muy entusiasmado por la causa nacional que consideraba perdida. En di- ciembre de 1808 se recogió alli desde Cuenca, hasta donde habia acompañado al ejército del centro, Don José Caro y con él una corta di- visión. Luego que llegó este á Valencia fue nom- brado segundo cabo , y prontamente se aumen- taron los piques y sinsabores queriendo el Don José reemplazar en el mando al de la Conquis- ta. No cortó la discordia el barón de Sabasona individuo de la central enviado á aquel reino en calidad de comisario : buen patricio-, pero ig- norante, terco y de fastidiosa arrogancia, no, era propio para conciliar voluntades desunidas ni para imponer el debido respeto. Anduvieron pues sueltas mezquinas pasiones , hasta que por fin en abril de 1809 consiguió Caro su objeto, sin que por eso se ahogase, conforme después veremos, la semilla de enredos echada en aquel suelo por hombres inquietos. Asi fue que Valen- cia á pesar de sus muchos y variados recursos y de tener cerca á Murcia libre también de enemi- gos, y sujeta en lo militar á la misma capitanía general, no ayudó por de pronto á Blake con otra fuerza que la de ocho batallones apostado*

Reúne Cía ke el ni.i Ue toda roña de Ara gon.

Muévese ke.

Conmocio' es en Ara

22

en Morella á las órdenes de Don Pedro Roca. Con estos y la división mencionada de Lazan inndo empezó á formar Don Joaquín Blake el segun- do ejército de la derecha. Entonces solo trató de disciplinarlos, contentándose con establecer una línea de comunicación sobre el rio Algas, y otra del lado de Morella. Mas poco después animado con que la central hubiese añadido á su mando el de Cataluña vacante por muerte de Reding, y sabedor de que la fuerza francesa en Aragón se habia reducido á la del 3/ cuerpo, como también que muchos de aquellos moradores se movían, resolvió obrar antes de lo que pensa- ba, saliendo de Tortosa el 7 de mayo. Manifes- táronse los primeros síntomas de levantamiento hacia Monzón. Sirvieron de estímulo las veja- ciones y tropelías que cometían en Barbastro y orillas del Cinca las tropas del general Habert. Dio la señal en principios de majo la villa de

Albelda. Albelda negándose á pagar las contribuciones y repartimientos que le habían impuesto. En- viaron los franceses gente para castigar tal osa- día ; mas protegidos los habitantes por 700 hom- bres que de Lérida envió el gobernador Don Jo- sé Casimiro Lavalle á las órdenes de los coro- neles Don Felipe Perena y Don Juan Baget, no solo se libertaron del azote que los amaga- ba, sino que también consiguieron escarmentar

Tañíante, en Tamarite á los enemigos, cuyo mayor nú- mero se retiró á Barbastro quedando unos 200

Abandonan en Monzón. Alentados con el suceso los natu- rales de esta villa y cansados del yugo extran- gero, levantáronse contra sus opresores, y los obligaron á retirarse de sus hogares.

los franceses á Monzón.

En vano in- tentaron re-

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Necesario era que los franceses vengasen ta- maña afrenta. Dirigieron pues crecida fuerza lo largo de la derecha del Cinca, y el 16 cruzaron este rio por el vado y barca del Pomar. Ataca- ron á Monzón que guarnecia con un reduci- «¿rarí. do batallón y un tercio de miqueletes Don Fe- lipe Perena : creían ya los enemigos seguro el triunfo, cuando fueron repelidos y aun desalo- jados del lugar del Pueyo. Insistieron al dia si- guiente en su propósito, y hasta penetraron en las calles de Monzón; pero acudiendo á tiempo desde Fonz Don Juan Baget tuvieron que reti- rarse con pérdida considerable. Escarmentados de este modo pidieron socorro á Barbastro , de donde salieron con presteza en su ayuda 2000 hombres. Desgraciadamente para ellos el Cinca hinchándose con las avenidas salió de madre , y les impidió vadear sus aguas. Separados por este incidente , y sin poder comunicarse los france- ses de ambas orillas, conocieron su peligro los que ocupaban la izquierda, y para evitarle cor- rieron hacia Albalate en busca del puente de Fraga. Habia antes previsto su movimiento el gobernador español de Lérida, y se encontra- ron con que aquel paso estaba ya atajado. Re- volvieron entonces sobre Fonz y Estadilla, que- riendo repasar el Cinca del lado de las monta- ñas situadas en la confluencia del Esera. Hosti- gados alli por todos lados, faltos de recursos y sin poder recibir auxilio de sus compañeros de la margen derecha, tuvieron que rendirse estos Ríndeoslo, que en vano habían recorrido toda la izquierda, entregándose prisioneros el 2 1 de mayo á los ge- fes Perena y Baget en número de unos 600 hom-

frauttsrí.

eu Alca

24

bres. Encendióse mas y mas con hecho tan glo- rioso la insurrección del paisanage , y fue esti- mulado Blake á aceJerar sus movimientos.

E..tra Blake Ya este general después de su salida de Tor- tosa se habia aproximado á la división francesa que en Alcañiz y sus alrededores mandaba el ge- neral Laval, obligándole á evacuar aquella ciu- dad el 18 del mes de mayo. Los enemigos toda- vía no tenian por alli numerosa fuerza , pues di- cha división no permanecia entera y reunida en un punto, sino que acantonada se extendía hasta Barbastro , mediando el Ebro entre sus esparci- dos trozos. Nada hubiera importado á los france- ses semejante desparramamiento si no perdieran á Monzón , y si impensadamente no se hubiera aparecido Don Joaquin Blake , cuyos dos aconte- cimientos supiéronse en Zaragoza el 20 á la pro- pia sazón que Suchet acababa de tomar el mando. Se desvanecieron por consiguiente los pla-

•oencueutro. neg ¿e este general CU3 mejorar el estado de su ejército antes de obrar , y en breve se preparó á ir á socorrer á su gente. Dejó en Zaragoza pocas tropas , y llevando consigo la mayor parte de la segunda división marchó á reforzar la primera del mando de La val , que se reconcentraba en v las alturas de Híjar. Juntas ambas ascendian á unos 8000 hombres, de los que 600 eran de ca- ballería. Arengó Suchet á sus tropas, recordó- les pasadas glorias, y yendo adelante se aproxi- mó á Alcañiz , en donde ya estaba apostado Don Joaquin Blake. Contaba por su parte el general español, reunidas que fueron las divisiones va- lenciana de Morella y aragonesa de Tortosa, 8176 infantes y 48 1 caballos.

Va- Suchet

Alcañiz.

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La derecha al mando de Don Juan Carlos de k £*■« Areizaga se alojaba en el cerro de los Pueyos de Fórnoles; la izquierda gobernada por Don Pe- dro Roca permaneció en el cabezo ó cumbre baja de Rodriguer , situándose el centro en el de capuchinos á las inmediatas órdenes del general en gefe y de su segundo el marqués de Lazan. Gorria á la espalda del ejército el rio Guadalu- pe , y mas allá se descubría colocada en un re- cuesto la ciudad de Alcañiz.

A las seis de la mañana del 23 aparecieron los enemigos por el camino de Zaragoza, reti- rándose á su vista la vanguardia española que re- gia Don Pedro Tejada. Pusieron aquellos su pri- mer conato en apoderarse de la ermita de Fór- noles , atacando el cerro por el frente y flanco derecho , al mismo tiempo que ocupaban las al- turas inmediatas. Contestaron con acierto los nuestros á sus fuegos, y repelieron después con serenidad y vigorosamente una columna sólida de 900 granaderos, que marchaba arma al bra- zo y con grande algazara. Queriendo entonces el general Blake causar diversión al enemigo, envió contra su centro un trozo de gente esco- gida al mando de Don Martin de Menchaca. No estorbó esta atinada resolución el que Suchet repitiese sus ataques para enseñorearse de la er- mita de Fórnoles, si bien infructuosamente, al- canzando gloria y prez Areizaga y los españo- les que defendían el puesto. Enojados los fran- ceses al ver cuan inútiles eran sus esfuerzos, re- volvieron sobre Menchaca, que acometido por superiores fuerzas tuvo que recogerse al cerro de la mencionada ermita. Extendióse en segui-

-&'

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da la pelea al centro é izquierda española, avan- zando una columna enemiga por el camino de Zaragoza con tal impetuosidad que por de pron- to todo lo arrolló. Mandábala el general francés Fabre , y sus soldados llegaron al pie de las ba- terías españolas del centro , en donde los con- tuvo y desordenó el fuego vivísimo de los infan- tes , y el bien acertado á metralla de la artille- ría que gobernaba Don Martin García Loigorri. Rota y deshecha esta columna tuvieron los ene- migos que replegarse , dejando el camino de Za- ragoza cubierto de cadáveres. Nuestras tropas pi- caron algún trecho su retirada, y no insistió Blake en el perseguimiento por la desconfianza que le inspiraba su propia caballería que andubo floja en aquella jornada. Perdieron los españoles de- 200 á 300 hombres : los franceses unos 800, que- dando herido levemente en un pie el general Suchet. Prosiguieron los últimos por la noche su marcha retrógrada, y tal era el terror iníun- dMiim dido en sus filas que esparcida la voz de que lle- gaban los españoles echaron sus soldados á cor- rer, y mezclados y en confusión llegaron á Sam- per de Galanda. Avergonzados con el dia vol- vieron en , y pudo Suchet recogerse á Zarago- za , cuyo suelo pisó de nuevo el de junio.

Satisfecho Blake de haber reanimado á sus tropas con la victoria alcanzada, limitóse duran- te algunos dias á ejercitarlas en las maniobras militares , mudando únicamente de acantona- mientos. La junta de Valencia acudió en su au- silio con gente y otros socorros, y la central estableciendo un parte ó correo extraordinario dos veces por semana, mantuvo activa correspon-

RetíraseSu-

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dencia, remitiendo en oro y por conducto tan expedito los suficientes caudales. Reforzado el general Blake y con mayores recursos se movió camino de Zaragoza , confiado también en que el entusiasmo de las tropas supliria hasta cierto punto lo que les faltase de aguerridas.

Por su parte el general Suchet tampoco des- perdició el tiempo que le habia dejado su con- trario,, pues acampando su gente en las inme- diaciones de Zaragoza procuró destruir las cau- sas que habian alsun tanto corrompido la disci-

T -1 -r-i ' 1 1-1 Situación

plina. lormo igualmente con objeto de evitar cnticadesu- cualquiera sorpresa atrincheramientos en Torre- ro y á lo largo de la acequia , barreó el arrabal, mejoró las fortificaciones de la Aljafería , y en- vió camino de Pamplona lo mas embarazoso de la artillería y del bagage.

En las apuradas circunstancias que le rodea- ban no solo tenia que prevenirse contra los ata- ques de Blake, sino también contra las asechan- Partidarioí- zas de los habitantes, y los esfuerzos de varios artidarios. De estos se adelantó orillas del Ja- on un cuerpo franco de ÍOOO hombres al man- do del coronel Don Ramón Gayan, y por el la- do de Monzón é izquierda del Ebro acercóse al puente del Gallego el brigadier Perena. De suer- te que otro descalabro como el de Alcañiz bas- taba para que tuviesen los franceses que evacuar á Zaragoza , y dejar libre el reino de Aragón.

Afanado asi el general Suchet y lleno de zo- zobra ocupábase sobre todo en averiguar las ope- raciones de Don Joaquín Blake, cuando supo que este se aproximaba. Preparóse pues á reci- birle , y dejando la caballería en el Burgo, dis-

E

Adelantas* Blake á Za- ragoza.

Batalla Je María.

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tribuyó los peones entre el monte Torrero y el monasterio de Santa y camino de Madrid, al paso que destacó á Muel al general Fabre con 1200 hombres.

El ejército español proseguía su movimien- to, y engrosadas sus filas con nuevas tropas reu- nidas de varias partes, pasaba su número de 170 hombres. De ellos hallábase el 13 avanzada en Bolorrita la división de Don Juan Carlos de Arei- zaga, estando en Fuendetodos con los demás Don Joaquín Blake. Noticioso este general de que Fabre se habia adelantado de Muel á Lon- gares, apresuró su marcha en la misma tarde con intento de coger al francés entre sus tropas y las de Areizaga. Mas aquel viéndose cortado del lado de Zaragoza, abandonó un convoy de víveres, y se retiró á Plasencia de Jalón. Inútil- mente corrió en su ayuda la segunda división francesa , que ni pudo abrir la comunicación ni apoderarse del puesto que en Botorrita ocupaba Areizaga, teniendo al fin que replegarse sabedo- ra de que venia sobre ella el grueso del ejército español.

Cerciorado de lo mismo el general Suchet y resuelto á combatir, tomó sus disposiciones. La fuerza con que contaba ascendia á unos 12$ hombres, debiéndose juntar en breve dos regi- mientos procedentes de Tudela , y Fabre que desde Plasencia caminaba á Zaragoza. La disci- plina de sus soldados se habia mejorado , mos- trándose mas serenos y animados que en Alcañiz. En la mañana del \5 el general Blake luego que llegó á Maria , distante dos leguas y media de Zaragoza, pasó mas allá y cruzó el arroyo

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qiie pasa por delante de aquel pueblo. Su ejérci- to estaba distribuido en columnas mandadas por coroneles , y le colocó sobre unas lomas repar- tido en dos líneas. La primera de estas la man- daba Don Pedro Roca , y en ella se mantuvo desde el principio Don Joaquín Blake. Estaba al frente de la segunda el marqués de Lazan. Si- tuóse sobre la derecha que era la parte mas lla- na la caballería , capitaneada por el general Odo- nojú con algunos infantes, apoyándose en el Huerba , cuyas dos orillas ocupaba. La fuerza alli presente no pasaba de 12,000 hombres, con- tinuando destacada en Botorrita la división de Areizaga compuesta de 5000 combatientes.

Enfrente y á corta distancia del nuestro se divisaba el ejército francés, guiado por su gene- ral Suchet. Los españoles permanecían quietos en su puesto, y los enemigos no se apresuraron á empeñar la acción hasta las dos de la tarde que les llegó el refuerzo de los regimientos de Tude- la. Entonces habiendo dejado de antemano en Torrero al general Laval para tener en respeto á Zaragoza, movióse Suchet por el frente ha- ciendo otro tanto los españoles. Dieron estos muestras de flanquear con su izquierda la dere- cha de los enemigos, lo cual estorbó el general francés reforzándola , hasta querer por aquella parte romper nuestras filas. Separaba á entram- bos ejércitos una quebrada que recibió orden de cruzar el general Musnier , á quien no solo re- pelieron los españoles, sino que reforzada su iz- quierda con gente de la derecha le desordena- ron y deshicieron. Acudió en su auxilio por man- dato de Suchet el intrépido general Harispe, con-

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siguiendo aunque herido restablecer entre sus tropas el ánimo y la confianza. En aquella hora sobrevino una horrorosa tronada con lluvia y viento que casi suspendió el combate , impidien- do á ambos ejércitos el distinguirse claramente.

Serenado el tiempo pensó Suchet que seria mas fácil romper la derecha no colocada tan ventajosamente , y en donde se hallaba la caba- llería inferior á la suya en número y disciplina. Asi fue que con una columna avanzó de aquel lado el general Habert, precediéndole Vattier con dos regimientos de caballería. Ejecutada la operación con celeridad se vieron arrollados los ginetes españoles y rota la derecha } apoderán- dose los franceses de un puentecillo por el cual se cruzaba el arroyo colocado detras de nuestra posición. Permaneció no obstante firme en esta Don Joaquín Blake, y ayudado de los generales Lazan y Roca resistió durante largo rato y con denuedo á las impetuosas acometidas que por el frente y oblicuamente hicieron los franceses. Al fin flaqueando algunos cuerpos españoles se ar- rojaron todos abajo de las lomas que ocupaban, en cuyas hondonadas formándose barrizales con la lluvia de la tormenta se atascaron muchos ca- ñones, de los que en lodo se perdieron hasta unos quince. Fueron cogidos prisioneros el ge- neral Odonojú y el coronel Menchaca, siendo bastantes los muertos. Retírase Bia- Retiráronse después los españoles sin parti- cular molestia , uniéndose en Botorrita á la di- visión de Areizaga, que lastimosamente no to- mó parte en la acción. Ignoramos las razones que asistieron á Don Joaquín Blake para tener-

te á Botor rita

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la alejada del campo de batalla. Si fue con inten- to de buscar en ella refugio en caso de derrota, lo mismo le hubiera encontrado teniéndola mas cerca y á su vista , con la diferencia de que em- pleados oportunamente sus soldados al descon- certarse la derecha, muy otro hubiera sido el éxi- to de la refriega , bien disputada por nuestra par- te, recientes todavía los laureles de Alcaíiiz , y desasosegados los franceses con la terrible ima- gen de Zaragoza , que á la espalda aguardaba si- lenciosa su libertad.

El general Suchet volvió por la noche á aque- lla ciudad, mandando al general Laval que de Torrero caminase á amenazar la retaguardia de los españoles. Permaneció Don Joaquín Blake el 16 en Botorrita, resuelto á aguardar á los fran- ceses : pudiera haberle costado cara semejante determinación si el general Laval, descarriado por sus guias, no se hubiese retardado en su marcha. Admiróse Suchet al saber que Blake aunque derrotado se mantenia en Botorrita , de cuyo punto no se hubiera tan pronto movido si el amo de la casa donde almorzó Laval no le hubiese avisado de la marcha de este. Asi el patriotismo de un individuo preservó quizás al ejército español de un nuevo contratiempo.

Advertido Blake abrevió su retirada , sin que B*„¿¡at^d* por eso hubiese antes habido ningún empeñado choque. Siguióle Suchet el 17 hasta la Puebla de Alborton, y el 18 ambos ejércitos se encontra- ron en Belchite. No era el de Blake mas nume- roso que en Maria , pues si bien por una parte se le unió la división de Areizaga y un batallón del regimiento de Granada procedenle de Léri-

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da , por otra habíase perdido en la acción mu- cha gente entre muertos y extraviados, y sepa- rádose el cuerpo franco de Don Ramón Gayan. Además la disposición de los ánimos era diver- sa j decaídos con la desgracia. Lo contrario su- cedía á los franceses , que recobrado su antiguo aliento y contando casi las mismas fuerzas , po- dían confiadamente ponerse al riesgo de nuevos combates. Batana de Está Belchite situado en la pendiente de unas alturas que le circuyen de todos lados excepto por el frente y camino de Zaragoza , en donde yacen olivares y hermosas vegas que riegan las aguas de la Cuba ó pantano de Almonacid. Don Joaquín Blake puso su derecha en el Calvario, colina en que se respalda Belchite : su centro en Santa Bárbara , punto situado en el mismo pue- blo , habiendo prolongado su izquierda hasta la ermita de nuestra señora del Pueyo. En algunas partes formaba el ejército tres líneas. Guarne- ciéronse los olivares con tiradores, y se apostó la caballería camino de Zaragoza. Aparecieron los franceses por las alturas de la Puebla de Al- borton, atacando principalmente nuestra izquier- da la división del general Musnier. Amagó de lejos la derecha el general Habert, y tropas li- geras entretuvieron el centro con varias escara- muzas. A él se acogieron luego nuestros solda- dos de la izquierda , agrupándose alrededor de Belchite y Santa Bárbara, lo que no dejó ya de causar cierta confusión. Sin embargo nuestros fuegos respondieron bien al principio á los de los contrarios, y por todas partes se manifesta- ban al menos deseos de pelear honradamente.

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Mas á poco incendiándose dos ó tres granadas españolas, y cayendo una del enemigo en medio de un regimiento, espantáronse unos, cundió el miedo á otros, y terror pánico se estendió á to- das las filas, siendo arrastrados en el remolino mal de su grado aun los mas valerosos. Solos quedaron en medio de la posición los generales Blake, Lazan y Roca, con algunos oficiales; los demás casi todos huyeron ó fueron atropellados. Sentimos, por ignorarlo, no estampar aqui para eterno baldón el nombre de los causadores de tamaña afrenta. Como la dispersión ocurrió al comenzarse la refriega, pocos fueron los muer- tos y pocos los prisioneros, ayudando á los co- bardes el conocimiento del terreno. Perdiéron- se nueve ó diez cañones que quedaban después de la batalla de Maria, y perdióse sobre todo el fruto de muchos meses de trabajos, afanes y pre- parativos. Aunque es cierto que no fue Don Joa- quin Blake quien dio inmediata ocasión á la der- rota, censuróse con razón en aquel general la extremada confianza de aventurar una segunda acción tres dias después de la pérdida de la de Maria , debiendo temer que tropas nuevas como las suyas no podian haber olvidado tan pronto tan reciente y grave desgracia.

Los franceses avanzaron el mismo Í8 á Al- cañiz. Los españoles se retiraron en mas ó me- nos desorden á puntos diversos : la división ara- gonesa de Lazan á Tortosa de donde habia sa- lido, la de Valencia á Morella y San Maleo: acompañaron á ambas varios de los nuevos re- fuerzos, algunos tiraron á otros lados. También repartiendo en columnas su ejército el general

TOMO III. 3

Resultas de- sastradas de la batalla.

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francés, dirigió una la vuelta de Tortosa, otra del lado de Morella, y apostó al general Musnier en Alcañiz y orillas del Guadalope. En cuanto á él, después de pasar en persona el Ebro por Caspe, de reconocer á Mequinenza y de recupe- rar á Monzón, volvió á Zaragoza, habiendo de- jado de observación en la línea del Chica al ge- neral Habert.

Ganada la batalla de Belchite, si tal nom- bre merece, y despejada la tierra, figuróse Su- chet que seria arbitro de entregarse descansada- mente al cuidado interior de su provincia. En breve se desengañó, porque animados los natu- rales al recibo de las noticias de otras partes, y engrosándose las guerrillas y cuerpos francos con los dispersos del ejército vencido, apareció la insurrección, como veremos después, mas for- midable que antes, encarnizándose la guerra de un modo desusado. cauíSÍ* 4 Desde Tortosa volvió el general Blake la vis- ta al norte de Cataluña, y en especial la fijó en Gerona, de cuyo sitio y anexas operaciones sus- penderemos hablar hasta el libro próximo, por no dividir en trozos hecho tan memorable. En lo demás de aquel principado continuaron tro- pas destacadas, somatenes y partidas incomodan- do al enemigo , pero de sus esfuerzos no se re- cogió abundante fruto faltando en aquellas lides el debido orden y concierto.

Tampoco cesaban las correspondencias y tra-

. . tos con Barcelona , y fue notable y de tristes re-

deBarcelona, sultas lo que ocurrió en mayo. Iramabase ganar

la plaza por sorpresa. El general interino del

principado marqués de Coupigny se entendía

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con varios habitantes, debiendo una división su-

Ía entrar el 16 á hurtadillas y por la noche en a ciudad, al mismo tiempo que del lado de la marina divirtiesen fuerzas navales á los france- ses. Mas avisados estos frustraron la tentativa, arrestando á varios de los conspiradores que el 3 de junio pagaron públicamente su arrojo con J^j*?*4* la vida. Entre ellos reportado y con firmeza res- »nrous. pondió al interrogatorio que precedió al supli- cio el doctor Pou de la universidad de Cerbera: no menos atrevido se mostró un mozo del co- mercio llamado Juan Massana, quien ofendido de la palabra traidor con que le apellidó el gene- ral francés, replicóle «el traidor es V. E. que wcon capa de amistad se ha apoderado de nues- tras fortalezas." Recompensó el patíbulo tama- ño brio.

Habia alterado al gobierno de José la excur- sión de Blake en Aragón á punto de pedir á Saint-Cyr que de Cataluña cayese sobre la reta- guardia del general español. Graves razones le asistian para tal cuidado, pues ademas de las in- mediatas resultas de la campaña, temia el influ- jo que podia esta ejercer en el mediodía de Es- paña, donde el estado de cosas cada dia presa- giaba extensas é importantes operaciones milita- res. Por lo cual será bien que volviendo atrás sn««»dei relatemos lo que por alli pasaba. EJÍS* d"

Después de la batalla de Medellin habia sen- tado el mariscal Víctor sus reales en Mérida, ciudad célebre por los restos de antigüedades que aun conserva, y desde la cual situada en fe- raz terreno se podia fácilmente observar la pla- za de Badajoz, y tener en respeto las reliquias

Mariscal Víctor.

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del ejército ele Don Gregorio de la Cuesta. Pa- ra mayor seguridad de sus cuarteles fortificó el mariscal francés la casa del Conventual, residen- cia hoy de un provisor de la orden de Santiago, y antes parte de una fortaleza edificada por los romanos , divisándose todavía del lado de Gua- diana , en el lugar llamado el Mirador , un mu- ralloii de fábrica portentosa. En lo interior es- tablecieron los franceses un hospital y almace- naron muchos bastimentos.

patriotismo De Mérida destacaron los enemigos á Bada- de ixtreina- . , , . 1 l »

dura. joz algunas tropas e intimaron la rendición a

la plaza, confiados en el terror que habia infun- dido la jornada de Medellin y también en secre- tos tratos. Salió su esperanza vana, respondien- do á sus proposiciones la junta provincial á ca- ñonazos. Era en esta parte tan unánime la opi- nión de Extremadura , que por entonces no con- siguió el mariscal Victor que pueblo alguno pres- tase juramento ni reconociese el gobierno intru- so. Solo en Mérida obtuvo de varios vecinos, casi á la fuerza , que firmasen una representa- ción congratulatoria á José; mas el acto produ- jo tal escándalo en toda la provincia, tjue al de- cretar la junta contra los firmantes formación de causa, prefirieron estos comparecer en Bada-

Í'oz y correr todo riesgo á mancillar su fama con a tacha de traidores. Su espontánea presenta- ción los libertó de castigo. No era extraño que los naturales mirasen con malos ojos á los que seguian las banderas del extrangero, cuando es- te saqueaba y asolaba horrorosamente la desgra- ciada Extremadura.

Por lo demás Victor habia permanecido in-

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moble después de lo de Medellin, no tanto por- viIc^t^c!on<,• que temiese invadir la Andalucía cuanto por ser principal deseo del emperador la ocupación de Portugal. Ya dijimos fuera su plan, que al tiem- po que Soult penetrase aquel reino via de Gali- cia , otro tanto hiciesen Lapisse por Ciudad Ro- drigo y Yictor por Extremadura. La falta ¿e co- municaciones impidió dar á lo mandado el de- bido cumplimiento, dificultándose estas á punto de que se interrumpieron aun entre los dos últi- mos generales. Ocasionóles tamaño embarazo Sir Roberto ^Yilson, quien antes de pasar á Portu- gal en cooperación de Wellesley, habia destaca- do dos batallones al puerto de Baños, y corlado asi la correspondencia á los enemigos. Incomo- dados estos con tales obtáculos , estuviéronlo mucho mas con la insurrección del paisanage que cundió por toda la tierra de Ciudad Rodri- go, de manera que temiendo Lapisse no entrar *. t¡e¿T¿¡ en Portugal á tiempo, determinó pasar á Extre- SíS^Í madura y obrar de acuerdo con Yictor. Asi lo verificó haciendo una marcha rápida sobre Al- cántara por el puerto de Perales.

Los vecinos de aquella villa trataron de de- ^V1***"*1"

r l i 1 » i in cámara.

lender la entrada apostándose en su magnifico puente , mas vencidos penetraron los franceses dentro , y en venganza lodo lo pillaron y destruí veron, sin que respetasen ni aun los sepulcros. IDiéronse no obstaute los últimos priesa á. eva- cuarla, continuando por la noche su camino, temerosos del coronel Grant y de Don Carlos de España que seguían su huella, y los cuales entrando por la mañana en Alcántara se halla- ron con el espantoso espectáculo de casas incen-

TJnens» La pisse y Yit

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diadas y de calles obstruidas de cadáveres. Se incorporó en seguida Lapisse con Victor en Mé- rida el 19 de abril.

Entonces prevaleciendo ante todo en la men- te de los franceses la invasión de Portugal, man- dó José al mariscal Victor que en unión con el general Lapisse marchase la vuelta de aquel reino. Parecia oportuno momento para cum- plir á lo menos en parte el plan del empera- dor, pues á la propia sazón se enñoreaba el ma- riscal Soult de la provincia de Entre Duero y Miño. Marchan Encaminóse pues Victor hacia Alcántara, po- comra Por- nien(j0 a] cuidado de Lapisse repasar el puente, ocupado á su llegada por el coronel inglés May- ne, quien en ausencia de AVilson al norte de Por- tugal mandaba la legión lusitana. Quiso el in- glés volar un arco del puente , y no habiéndolo conseguido se replegó el 14 de mayo á su anti- gua posición de Castello-Branco. Hasta alli cles- Euesde cruzar el Tajo envió Lapisse sus descu- iertas por querer el mariscal Victor ir mas ade- lante. Mas aunque resuelto á ello, detuvieron á este temores del general Makenzie, el cual se- gún apuntamos en el libro anterior apostado en Abrantes al avanzar Wellesley á Oporto, salió al encuentro de los franceses para prevenir su marcha. El movimiento del inglés y voces va- gas que empezaron á correr de la retirada de Soult de las orillas del Duero , decidieron á Victor no solo á desistir de su primer propósi- to, sino también á retroceder á Extremadura. Por su parte Don Gregorio de la Cuesta lue- go que supo la partida de aquel mariscal, movió-

Desisten de u intento.

39^

se con su ejército rehecho y engrosado , y púso- los reales en la Fuente del Maestre , amagando sin estrecharle al conventual de Mérida que guar- necían los franceses. Víctor al volver de su cor- rería se colocó en Torremocha, vigilando sus puestos avanzados los pasos de Tajo y Guadiana. Pero su inútil tentativa contra Portugal , el ha- ber asomado ingleses á los lindes extremeños, y el reequipo y aumento del ejército de Cuesta, dieron aliento á la población de las riberas del Tajo, la cual interceptando las comunicaciones, molestó continuadamente á los enemigos. Mu- cho estimuló á la insurrección la junta de Extre- dep*j£j^*. madura enviando para dirigirla áDon José Joa- ^ra yToi«. quin de Ayesteran y á Don Francisco Longedo, quienes de acuerdo con Don Miguel de Quero, que ya antes habia empezado á guerrear en la Higuera de las Dueñas , provincia de Toledo,

1 "untaron un cuerpo de 600 infantes y 100 caba- los bajo el nombre de voluntarios y lanceros de Cruzada del valle de Tiétar. Recorriendo la tierra molestaron los convoyes enemigos, y fue- ron notables mas adelante dos de sus combates, uno trabado el 29 de junio en el pueblo de Men- ga con las tropas del general Hugo comandante de Avila, otro el que sostuvieron el 1.° de julio en el puente de Tiétar, y de cuyas resultas cogie- ron á los franceses mucho ganado lanar y vacu- no. Se agregó después esta gente á la vanguardia del ejército de Cuesta.

Mientras tanto el mariscal Víctor viendo lo que crecia el ejército español, y temeroso de las fuerzas inglesas que se iban arrimando á Caste- llo-Branco, repasó el Tajo situándose el 19 de

Vuelan fra

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lo» junio en Plasencia. Poco antes envió un destaca- p«ente7eAi- mentó para volar el famoso puente de Alcánta- ra , admirable y portentosa obra del tiempo de Trajano, que nunca fuera tan maltratada como esta vez, habiéndose contentado los moros y los

Portugueses en antiguas guerras con cortar uno e sus arcos mas pequeños. Mantha.dcla Otras atenciones obligaron luego á Víctor á mudar de estancia. En la Mancha y asperezas de Sierramorena , después que Venegas tomó el mando de aquel ejército , se habian aumentado sus filas , ascendiendo el número de hombres á principios de junio á unos 19,000 infantes y 3000 caballos. Para no permanecer ocioso y fo- guear su gente, resolvió Venegas salir en 14 del mismo mes de las estrechuras de la sierra y sus cercanías, y recorrer las llanuras de la Mancha. Alcanzaron sus partidas de guerrilla algunas ven- tajas, y el 28 de junio la división de vanguardia regida por Don Luis Lacy escarmentó con glo- ria al enemigo en el pueblo de Torralba.

La repentina marcha de Venegas asustó en Madrid á José ya inquieto, según hemos dicho, va á su con la entrada de Blake en Aragón. Asi fue que frutoToséBo" al paso que ordenó á Mortier que se aproxima- napute. se p0r e\ jac[0 t|e casti]la la Vieja á las sierras de Guadarrama , previno al mariscal Victor que poniéndose sobre Talavera le enviase una divi- sión de infantería y la caballería ligera. Agrega- da esta fuerza á sus guardias y reserva, se metió José desde Toledo en la Mancha , y uniéndose con el 4.° cuerpo del mando de Sebastiani, avan- zó hasta Ciudad Real. Venegas que por entonces no pensaba comprometer sus huestes, replegóse

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á tiempo, y ordenadamente tornó á Santa Ele- na. Penetró el rey intruso hasta Almagro , y no osando arriscarse mas adentro, se restituyó á Ma- drid devolviendo al mariscal Victor las tropas que de su cuerpo de ejército habia entresacado.

Tales fueron las marchas y correrias que pre- cedieron en Extremadura y Mancha á la cam- paña llamada de Talavera , la cual siendo de la mayor importancia , exige que antes de entrar en la relación de sus complicados sucesos, con- temos las fuerzas que para ella pusieron en jue- go las diversas partes beligerantes.

De los ocho cuerpos en que Napoleón dis- campaña de tribuyo su ejercito al haeer en octubre de 180o su segunda y terrible invasión, incorporóse mas tarde el de junot con los otros, reduciéndose por consiguiente á siete el número de todos ellos. Cinco fueron los que casi en su totalidad coad- Faenas que yuvaron á la campaña de Talavera. Tres, el 2.°, ÍEXT*" 5.° y 6.° acantonados en julio en Valladolid, Salamanca y tierra de Astorga bajo el mando supremo del mariscal Soult, y el 1.° y 4.° alo- jados por el mismo tiempo en la Mancha y ori- llas del Tajo hacia Extremadura. Concurrió tam- bién de Madrid la reserva y guardia de José, pu- diéndose calcular que el conjunto de todas estas tropas rayaba en 100,000 hombres. De los espa- ñoles vinieron sobre aquellos puntos los ejérci- tos de Extremadura y Mancha , el 1.° de 36,000 combatientes, el 2.° de unos 24,000. La fuerza de AVellesley acampada en Abrantes después de su vuelta de Galicia, aunque engrosada con 5000 hombres, no excedia de 22,000 menguada con los muertos y enfermos. Pasaban de 4000 por-

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tugueses y españoles los que regia el bizarro Sír Roberto Wilson: de los últimos dos batallones habían sido destacados del ejército de Cuesta. Ademas 15,000 de los primeros que disciplina- ba el general Beresford desde el Águeda se tras- ladaron después hacia Castello-Branco. Por ma- nera que el número de hombres llamado á lidiar ó á cooperar en la campaña era de parte de los franceses , según acabamos de decir , de unos 100,000; v de casi otro tanto de la de los alia- dos, con la diferiencia de ser aquellos homogé- neos y aguerridos , y estos de varia naturaleza y en su mayor parte noveles y poco ejercitados en las armas.

El general Wellesley , aunque al desembar- car en Lisboa habia conceptuado como mas im- portante la destrucción del mariscal Victor, em- pezó sin embargo, conforme relatamos, por arro- jar á Soult de Portugal para caer después mas desembarazadamente sobre el primero. Asi se lo habia ofrecido al gobierno español al ir á Oporto, rogando que en el intermedio evitasen los generales españoles de Extremadura y Man- cha todo serio reencuentro con los franceses. Cumplióse por ambas partes lo prometido; vióse Marcha Wei- forzado Soult á evacuar á Portugal, y "Wellesley, !remIduraEx' después de haber dado descanso y respiro á sus tropas en Abrantes, salió de alli el 27 de junio poniéndose en marcha hacia la frontera de Ex- tremadura. planes d¡- Andaban los franceses divididos acerca del

versos de los f II'

franceses. plan que convendría adoptar en aquellas cir- cunstancias. José deseaba conservar lo conquis- tado , y sobre todo no abandonar á Madrid, pen-

Soult.

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sando quizá con razón que la evacuación de la capital imprimiría en los ánimos errados senti- mientos , en ocasión en que aun se mostraba vi- va la campaña de Austria. El mariscal Soult ate- niéndose á reglas de la mas elevada estrategia, prescindía de la posesión de mas ó menos terri- torio , y opinaba que se obrase en dos grandes cuerpos ó masas , cuyos centros se establecerían uno en Toro donde él estaba , y otro donde José residía.

Después de la vuelta de Soult á Castilla nada s¡t«ac¡«o«fe de particular habia ocurrido allí, esforzándose solamente dicho mariscal por arreglar y recon- centrar los tres cuerpos que el emperador habia puesto á su cuidado. Encontró en ello estorbos asi en algunas providencias de José que habia, según se dijo, llamado hacia Guadarrama á Mor- tier, y asi en la mal dispuesta voluntad del ma- riscal Nejj quien picado de la preferencia dada por el emperador á su compañero, queria sepa- rarse, so pre testo de enfermedad, del mando del 6.° cuerpo. Embarazaban también escaseces de varios efectos, y sobre todo el carecer de artille-* ría el 2.° cuerpo abandonada á su salida de Por- tugal. Para remover tales obstáculos, pedir au- xilios y predicar en favor de su plan, envió Soult á Madrid al general Foy que en posta partió el 19 de julio. Tornó este el 24 del mismo, y aun- que se remediaron las necesidades mas urgentes y se compusieron hasta cierto punto las desave- nencias entre Ney y Soult, no se accedió al plan de campaña que el último proponía , atento so- lamente José á conjurar el nublado que le ame- nazaba del lado del Tajo.

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cu^aen Manteníase en Extremadura tranquilo D. Cre- ías casas del l i /~i 1 1

puerto. gorio de la Cuesta en espera del movimiento del general Wellesley, no habiendo emprendi- do , aunque bien á su pesar , acción alguna de gravedad. Hubo solamente choques parciales, y honró á las armas españolas el que sostuvo en Aljucen Don José de Zayas, y otro que con no menor dicha trabó en Medellin el brigadier Ri- bas. Forzoso le era al anciano general reprimir su impaciencia, pues tal orden tenia de la jun- ta central. Limitábase á avanzar siempre que los franceses retrocedian , y al situarse en Plasencia el mariscal Victor el 19 de junio, sentó Cuesta el 20 del mismo sus cuarteles en las casas del puerto, orilla izquierda del Tajo. Alli aguardó á que adelantasen los ingleses, enviando al co- misionado de esta nación coronel Bourke á pro- poner á su general el plan que le parecia mas oportuno para abrir la campaña.

Sir Arturo Wellesley después de levantar el 27 de junio su campo de Abrantes, prosiguió su marcha y estableció el 8 de julio su cuartel

Avístase .mu general en Plasencia, pasando el 10 á avistarse con Cuesta en las casas del Puerto. Conferencia- ron entre largamente ambos generales , y pro- puestos varios planes se adoptó al fin el siguien-

auo'.ta1". que le como preferible y mas acomodado. Sir Ro- berto Wilson con la fuerza de su mando y dos batallones que Cuesta le proporcionaría , habia de marchar el 16 por la Vera de Plasencia con dirección al Alberche, ocupando hasta Escalo- na los pueblos de la orilla derecha : el 18 cru- zaría el ejército británico por la Bazagona el Tiétar , en que se habia echado un puente pro-

enn él W lesley.

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visional, y dirigiéndose por Majadas y Cenleni- 11a á Oropesa y al Casar, Labia de extender su izquierda hasta San Román y ponerse en contac- to con la división de Wilson. El ejército espa- ñol de Cuesta cruzando el 19 el Tajo por Alma- raz y puente del Arzobispo Labia de seguir el camino real de Talayera , y ocupar el frente del enemigo desde el Casar hasta el puente de tablas que hay sobre el Tajo en aquella ciudad, mas procurando en su marcha no embarazar la del ejército aliado. También se acordó que Venegas, cuyo cuartel general estaba entonces en Santa Cruz de Múdela, y que dependia hasta cierto punto de Cuesta , avanzase si la fuerza del ge- neral Sebastiani no era superior á la suya , y que pasando e] Tajo por Fuentidueña se pusiese so- bre Madrid, debiendo retroceder á la sierra por Tarancon y Torre joncillo, en caso que acudie- sen contra él tropas numerosas. Agradó este plan por lo respectivo al movimiento de Cuesta y de los ingleses : no pareció tan atinado en lo tocante á Venegas, cuyo ejército alejándose de- masiado del centro de operaciones, ni podia fá- cilmente darse la mano con los aliados en cual- quiera mudanza de plan que hubiese, ni era po- sible acudir con prontitud en su auxilio, si ace- leradamente caian reforzados sobre él los ene- migos.

Acordes Cuesta y Wellesley volvió el último áPlasencia,é impensadamente escribió el 16 al ayudante general Don Tomás Odonojú dicién- dole que si bien estaba pronto á ejecutar el plan convenido, desprovisto su ejército de muchos artículos y sobre todo de transportes, podrian

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quizá presentarse dificultades inesperadas, y des- pués anadia con tono mas acerbo , que en todo pais en que se abre una campaña , debiendo los naturales proveer de medios de subsistencia , si en este caso no se proporcionaban, tendría Es- paña que pasarse sin la ayuda de los aliados. Tal fue la primera queja que de este género se sus- citó. Habia la junta central ofrecido suministrar cuantos auxilios estuviesen en su mano , y en efecto expidió órdenes premiosas á las juntas de Badajoz, Plasencia y Ciudad Rodrigo para ha- cer abundantes acopios de todos los artículos Medidas que precisos á la subsistencia del ejército británico,

había tomado x 1 1 r T\ ' j T - ' t lrn

ía central. escogiendo ademas a Don Juan Lozano de lor- res con los correspondientes comisarios de guer- ra para que le saliesen á recibir á la frontera de España. Semejantes resoluciones pudieran haber bastado en tiempos ordinarios, ahora no, ma- yormente estando nombrado para ejecutarlas el Lozano de Torres, hombre antes embrollador que prudente y activo. Las escaseces fueron rea- les, mas agriándose las contestaciones, se tra- taron con injusticia unos y otros, dando oca- sión, según después veremos, á enojos y desa- brimientos. Marcha ade- Comenzó no obstante al tiempo convenido la marcha de los ejércitos aliados, haciendo so- lo en ella los españoles una corta variación por falta de agua en el camino de Talavera. El 2 1 de julio se alojaban ambos entre Oropesa y Velada: prosiguieron el 22 su camino encontrándose la vanguardia regida por Don José de Zayas con fuerza enemiga, capitaneada por el general La- tour-Maubourg. Las escaramuzas duraron parte

lante el ejer^ cito aliado.

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del dia , portándose nuestros soldados bizarra- mente , y con eso y aparecer los ingleses cru- zaron los enemigos el Alberche, estando enCa- zalegas el cuartel general del mariscal Victor. Las divisiones de Villatte y Lapisse formaban sobre su derecba en altozanos que dominan la campaña, y la de Ruffin cubría sobre la iz- quierda tocando al Tajo el puente del Alberche, larguísimo y de tablas, amparado ademas su de- sembocadero con 14 piezas de artillería. Ascen- dían sus fuerzas á 25,000 hombres , y permane- cieron en sus puestos los dias 22 y 23.

Acercáronse allí por su lado los ejércitos alia- Propone dos, y Sir Arturo Wellesley propuso á Don Gre- SSSuca?. gorio de la Cuesta atacar á los enemigos sin tar- danza el mismo 23, mas el general español pidió que se difiriese hasta la madrugada siguiente. Fútiles fueron las razones que después alegó pa- ?£0¿¿ ra tal dilación, contrastando el detenimiento de ** ahora con el prurito que tuvo siempre y re- novó luego de combatir á todo trance. Asegu- ran algunos extrangeros que se negó por ser do- mingo, mas ni Cuesta pecaba de tan nimio, ni en España prevalecía semejante preocupación. Ha habido ingleses que han tachado á cierto ofi- cial del estado mayor de Cuesta de la nota de entenderse con los enemigos. Ignoramos el fun- damento de sus sospechas. Lo cierto es que los franceses, ja en situación apurada, decamparon en la noche del 23 al 24, y en lugar de seguir el camino de Madrid, tomaron por Torrijos el de Toledo. Falló asi destruir al mariscal Victor a la sazón que sus fuerzas eran inferiores á las aliadas, y falló por la inoportuna prudencia de

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Cuesta , prenda nunca antes notada entre las de este general. Jrnf,°"í¿dase Incomodado por ello "Wellesley , receloso de

Wellesley. . -T i i V

que continuasen escaseando Jas subsistencias , y pareciéndole quizá arriesgado internarse masan- tes de estar cierto de lo que pasaba en Casti- lla la Vieja , declaró formalmente que no daria un paso mas allá del Alberche á no afianzársele la manutención de sus tropas. Cuesta que el 23 se remoloneaba para atacar , impelido ahora por aviesa mano, o renaciendo en su ambicioso áni- mo el deseo de entrar antes que ninguno en Ma-

Avaiuasoio drid , marchó solo y sin los ingleses, y llegó el

24 al Bravo y Cebolla , y adelantándose el 25 á

Santa Olalla y Torrijos, hubo de costar cara su

loca temeridad.

nerón. Los franceses no se retiraban sino para re-

Siccses. los concentrarse y engrosar sus fuerzas. José des- pués de dejar en Madrid una corta guarnición, habia salido con su guardia y reserva , uniéndo- se á Victor el 25 por Vargas y orilla izquierda del Guadarrama. Otro tanto hizo Sebastiani, que observaba á Venegas en la Mancha cerca de Dai- miel , cuando se le mandó acudir al Tajo. Con esta unión los franceses que poco antes tenian para oponerse á los aliados solo unos 25,000 hom- bres , contaban ahora sobre 50,000 alojados á corta distancia de Cuesta , detras del rio Gua- darrama. Venegas, sabedor de la marcha de Se- bastiani, envió en pos de él y hacia Toledo una división al mando de Don Luis Lacy, aproxi- mándose en persona á Aranjuez con lo restante

Í^TSuTat de su ejército. No por eso dividieron los fran-

carnero- ceses sus fuerzas, ni tampoco por otros moví-

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mientos de Sir Roberto Wilson, quien exten- diéndose con sus tropas por Escalona y la villa del Prado , se habia el 25 metido hasta Naval- carnero, distante cinco leguas de Madrid, cuyo suceso hubo de causar en la capital un levanta- miento.

Aunque juntos los cuerpos de Víctor y Se- bastiani con la reserva y guardia de José, no pensaban los franceses empeñarse en acción cam- pal, aguardando á que el mariscal Soult, con los tres cuerpos que capitaneaba en Salamanca, vi- niese sobre la espalda de los aliados por las sier- ras que dividen aquellas provincias de la de Ex- tremadura. Plan sabio , de que habia sido porta- dor desde Madrid el general Foy, y cuyas re- sultas hubieran podido ser funestísimas para el ejército combinado. La impaciencia de los fran- ceses malogró en el campo lo que prudentemen- te se habia determinado en el consejo.

Viendo el 26 de julio la indiscreta marcha Peligro que de Cuesta, quisieron escarmentarle. Asi arrolla- dto'd/cueT ron aquel dia sus puestos avanzados, y aun acó- ta' metieron á la vanguardia. El comandante de esta Don José de Zayas avanzó á las llanuras que se extienden delante de Torrijos, en donde lidió largo rato, tratando solo de retirarse al noticiar- le que mayor número de gente venia á su en- cuentro. Comenzó entonces ordenadamente su movimiento retrógado, pero arredrados los in- fantes con ver que no podia maniobrar el regi- miento de caballería de Villaviciosa metido en- tre unos vallados , retrocedieron en desorden á Alcabon , á donde corrió en su amparo el du- que de Alburquerque , asistido de una división

tomo ni. 4

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de 3000 caballos. Dióse con esto tiempo á que la vanguardia se recogiese al grueso del ejército, que teniendo á su cabeza al general Cuesta ca- minaba no con el mejor concierto á abrigarse del ejército inglés. La vanguardia de este ocu- paba á Cazalegas, y su comandante el general Sherbrooke bizo ademan de resistir á los enemi- gos que se detuvieron en su marcha Parecía que con tal lección se ablandaría la tenacidad del general Cuesta, mas desentendiéndose de las jus- tas reflexiones de Sir Arturo "Wellesley, á duras penas consintió repasar el Albercbe.

Anunciaba la unión y marcha de los enemi- gos la proximidad de una batalla, y se preparó á recibirla el general inglés. En consecuencia mandó á Wilson que de Navalcarnero volviese á Escalona, y no dejó tropa alguna ala izquier- da del Alberche, resuelto á ocupar una posición ventajosa en la margen opuesta. Batr.na * Escogió como tal el terreno que se dilata y^X'j^iu,! desde Talavera de la Reina hasta mas allá del cerro de Medellin, y que abraza en su exten- sión unos tres cuartos de legua. Alojábase á la derecha y tocando al Tajo el ejército español: ocupaba el inglés la izquierda y centro. Era como sigue la fuerza y distribución de entram- bos. Componíase el de los españoles de cinco divisiones de infantería y dos de caballería , sin contar la reserva y vanguardia. Mandaban las úl- timas Don Juan Berthuy y Don José de Zayas. De las divisiones de caballería guiaba la primera Don Juan de Henestrosa, la segunda el duque de Alburquerque. Regían las de infantería según el orden de su numeración el marqués de Zayas,

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Don Vicente Iglesias, el marqués tle Portago, Don Rafael ;Manglano y Don Luis Alexandro Bassecourt. El total de tropas españolas deduci- das pérdidas, destacamentos y extra vios no lle- gaba á 34,000 hombres, de ellos cerca de 6000 de caballería. Contaban alli los ingleses mas de 16,000 infantes y 3000 ginetes repartidos en cuatro divisiones á las órdenes de los generales Sherbrooke, Hill, Mackenzie y Campbell.

La derecha que formaban los españoles se extendia delante de Talavera y detras de un va- llado que hay á la salida. Colocóse en frente de la suntuosa ermita de nuestra Señora del Pra- do una fuerte batería, con cuyos fuegos se enfi- laba el camino real que conduce al puente del Alberche. Por el siniestro costado de los españo- les, y en un intermedio que habia entre ellos y los ingleses, empezóse á construir en un alto- zano un reducto que no se acabó; viniendo des- pués é inmediatamente la división de Campbell, á la que seguía la de Sherbrooke, cubriendo con la suya la izquierda el general Hill. Permaneció apostada cerca del Alberche la división del ge- neral Mackenzie con orden de colocarse en 2.a línea y detras de Sherbrooke al trabarse la re- friega. Era la llave de la posición el cerro en don- de se alojaba Hill, llamado de Medellin, cuya falda baña por delante y defiende con hondo cauce el arroyo Portiña, separándole una caña- da por el siniestro lado de los peñascales de la Atalaya é hijuelas de la sierra de Segurilla.

Al amanecer del 27 de julio poniendo José desde Santa Olalla sus columnas en movimien- to, llegaron aquellas á la una del dia á las al tu-

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ras de Salinas , izquierda del Alberche. Sus ge- fes no podian ni aun de alli descubrir distinta- mente las maniobras del ejército combinado, plantado el terreno de olivos y moreras. Mas escuchando José al mariscal Victor que cono- cia aquel pais, tomó en su consecuencia las con- venientes disposiciones. Dirigió el 4.° cuerpo del mando de Sebastiani contra la derecha que guardaban los españoles, y el 1.° del cargo de Victor contra la izquierda , al mismo tiempo que amenazaba el centro la caballería. Cruzado el Alberche, siguió el 4.° cuerpo con la reser- va y guardia de José, que le sostenia, el camino real de Tala vera, y el 1.° que vino por el vado cayó tan de repente sobre la torre llamada de Salinas , en donde estaba apostado el general Mackenzie que causó algún desorden en su di- visión, y estuvo para ser cogido prisionero Sir Arturo Wellesley, que observaba desde aquel pun- to los movimientos del enemigo. Pudieron al fin todos, aunque con trabajo, recogerse al cuer- po principal del ejército aliado.

Iba pues á empeñarse una batalla general. Los franceses avanzando empezaron antes de anochecer su ataque con un fuerte cañoneo y una carga de caballería sobre la derecha que de- fendían los españoles, de los que ciaron los cuer- pos de Trujillo y Badajoz de línea y leales de Fernando VII, y aun hubo fugitivos que espar- cieron la consternación hasta Oropesa, yendo envueltos con ellos y no menos aterrados algu- nos ingleses. No fue sin embargo mas allá el de- sorden , contenido el enemigo por el fuego acer- tado de la artillería y de los otros cuerpos , y

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también por ser su principal objeto caer sobre la izquierda en que se alojaba el general Hill.

Dirigieron contra ella las divisiones de los generales Ruffin y Villatte, y encaramáronse al cerro á pesar de ser la subida áspera y empina- da con la dificultad también de tener que cru- zar el cauce del Portiña. Atropellándolo todo con su impetuosidad tocaron á la cima de don- de precipitadamente descendieron los ingleses por la ladera opuesta. El general Hill, aunque berido su caballo y á riesgo de caer prisionero, volvió á la carga y con la mayor bizarría recupe- ró la altura. Ya bien entrada la noche insistieron los franceses en su ataque , extendiéndole por la izquierda de ellos el general Lapisse contra otra de las divisiones inglesas. Viva fue la refriega y larga, sin fruto para los enemigos. Pasadas las doce de la misma noche un arma falsa, espar- cida entre los españoles, dio ocasión á un fuego graneado que duró algún tiempo, y causó cierto desorden que afortunadamente no cundió á toda la línea.

Al amanecer del 28 renovaron los franceses sus tentativas, acometiendo el general Ruffin el cerro de Medellin por su frente y la cañada de la izquierda : sostúvole en su empresa el general Villatte. La pelea fue porfiada, repetidos los ata- ques ya en masa ya en pelotones, la pérdida gran- de de ambas partes, herido el general Hill, du- doso el éxito en ocasiones, hasta que los franceses tornando á sus primeros puestos, abrigados de formidable artillería suspendieron el combate.

Falto el ejército británico de cañones de grue- so calibre pidió el general Wellesley algunos de

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esta clase á Don Gregorio de la Cuesta : los cua- les se colocaron al mando del capitán Uclés en el reducto empezado á construir en el altozano, interpuesto entre españoles é ingleses. Viendo también el general Wellesley el empeño que po- nía el enemigo en apoderarse del cerro de Me- dellin , sintió no haber antes prolongado su iz- quierda y guarnecídola del lado de la cañada; por lo que, para corregir su olvido, colocó allí parte de su caballería que sostuvo la de Albur- querque, y alcanzó de Cuesta el que destacase la 5.a división del mando de Bassecourt, cuyo gefe se situó cubriendo la cañada en la falda y peñascales de la Atalaya.

En aquel momento dudó José de si convenia retirarse ó continuar el combate. Víctor estaba por lo último, el mariscal Jourdan por lo pri- mero. Vacilante José algún tiempo decidióse por la continuación, habiendo recorrido antes la lí- nea en todo su largo.

En el intermedio hubo un respiro que duró desde las nueve hasta las doce de la mañana, ba- jando sin ofenderse los soldados de ambos ejér- citos á apagar en el arroyo de Portiña la sed ar- diente que les causaba lo muy bochornoso del dia.

Por fin los franceses volvieron á proseguir la acción. Vigilaba sus movimientos Sir Arturo Wellesley desde el cerro de Medellin. Acome- tió primero el general Sebastiani el centro, por la parte en que se unían los ingleses y los espa- ñoles. Aqui se hallaban de parte de los últimos las divisiones 3.a y 4.a al cuidado ambas de Don Francisco de Eguia, formando dos líneas, la primera mas avanzada que la inmediata de

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los ingleses. El francés quiso sobre todo apode- rarse de la batería del reducto, mas al poner el pié en ella recibieron sus soldados una descarga á metralla de los cañones puestos alli poco an- tes al mando del capitán Ucles, y cayendo los ingleses en seguida sobre sus filas, experimenta- ron estas horrorosa carnicería. Replegados en confusión los franceses á su línea, rechazaron á sus contrarios cuando avanzaron. Reiteráron- se tales tentativas, hasta que en la última inten- tando los enemigos meterse entre los ingleses y los españoles, se vieron flanqueados por la pri- mera línea de estos mas avanzada , y acribillados por una batería que mandaba Don Santiago Pi- ñeiro , militar aventajado. Repelidos asi y al tiempo que ya flaqueaban dio sobre ellos asom- brosa carga el regimiento español de caballería del Rey guiado por su coronel Don José María de Lastres, á quien herido substituyó en el acto con no menor brio su teniente Don Rafael Val- parda. Todo lo atropellaron nuestros ginetes, dando lugar á que se cogieran diez cañones, de los que cuatro trajo al campo español el men- cionado Piñeiro.

A la misma sazón en la izquierda del ejérci- to aliado trató la división del general Ruffín de rodear por la cañada el cerro de Medellin, ame- nazando parte de la de Villatte subir á la cima. Colocada la caballería inglesa en dicha cañada, aunque padeció mucho, en especial un regimien- to de dragones, logró desconcertar á Ruffin, sos- teniendo sus esfuerzos la división de Bassecourt y la caballería de Alburquerque. También sir- vió de mucho la oportunidad con que el dis-

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tinguido oficial Don Miguel de Álava ayudan- te del último, condescendiendo con los deseos del general inglés Fane , y sin aguardar por la premura el permiso de su gefe, dispuso que obra- sen dos cañones al mando del capitán Entrena, que hicieron en el enemigo grande estrago. Asi se como en ambas alas andaba la refriega fa- vorable á los aliados.

Hubo de compremeterse su éxito durante cierto espacio en el centro. Acometió alli al ge- neral Sherbrooke el francés Lapisse, el cual si bien al principio fue rechazado gallardamente, prosiguiendo los guardias ingleses con sobrado ardor el triunfo , repeliéronlos á su vez los fran- ceses introduciendo confusión en su línea, mo- mento apurado , pues roto el centro hubieran los aliados perdido la batalla. Felizmente al ver Wellesley lo que se empeñaban los guardias, con previsión ordenó desde el cerro donde estaba bajar al regimiento número 48 mandado por el coronel Donellan, cuyo cuerpo se portó con tal denuedo que conteniendo á los franceses dio lu- gar á que los suyos volviesen en y se rehi- ciesen. Sucedido lo cual avanzando de la 2.a lí- nea la caballería ligera á las órdenes de Gotton, y maniobrando por los flancos la artillería en- tre la que también lució con sus cañones el ca- pitán Entrena, ciaron desordenados los france- ses, cayendo mortalmente herido el general La- pisse. Ya entonces se mostraron por toda la línea victoriosos los abacios. Recogiéronse los fran- ceses á su antigua posición, cubriendo el movi- miento los fuegos de su artillería. El calor y lo seco de la tierra con el tráfago y pisar de aquel

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dia , produjeron poco después en la yerba y ma- torrales un fuego que recorriendo por muchas Írartes el campo, quemó á muertos y á postrados íeridos. Perdieron los ingleses en todo 6268 hombres , los franceses 7389 con 17 cañones: murieron de cada parte dos generales. Ascendió la pérdida de los españoles á 1200 hombres, que- dando herido el general Manglano.

De este modo pasó la batalla de Talayera de la Reina, que empezada el 27 de julio no conclu- yó hasta el siguiente dia, y la cual tuvo, por de- cirlo asi, tres pausas ó jornadas. En la última del 28 se comportaron los españoles con valor é 8enMai de intrepidez. A los cuerpos que el 27 flaquearon cuesu. nada menos intentó Cuesta que diezmarlos, co- mo si su falta no proviniese mas bien de anterior indisciplina que de cobardia villana. Intercedió el general inglés y amansó el feroz pecho del español, mas desgraciadamente cuando ya ha- bian sido arcabuceados 50 hombres.

Nombró la junta central á Sir Arturo We- Recompensa* llesley capitán general de ejército, y elevóle su uwntrTy gobierno á par de Inglaterra bajo el título de £gg¡>ien,a Lord vizconde AVellington de Taiavera, con el cual le distinguiremos en adelante. Dispensó tam- bién la central otras gracias á los gefes españo- les, condecorando á Don Gregorio de la Cuesta con la gran cruz de Carlos III.

El 29 de julio repasaron los franceses el Al- Rf^^'~ berche, apostándose en las alturas de Salinas. d¡verSOSPun- Marchó en seguida José con el cuarto cuerpo y la reserva á Santa Olalla, y se colocó el 31 en Illescas, habiendo antes destacado una división vuelta de Toledo, á cuya ciudad amenazaba gen-

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te de Venegas. El mariscal Victor recelándose de los movimientos por su flanco de Sir Rober- to Wilson, cuya fuerza creía superior, se retiró también el 1. de agosto hacia Maqueda y Santa Cruz del Retamar, creciendo el desacuerdo en- tre él y el mariscal Jourdan , como acontece en la desgracia. ii^s!fo™nedd Lord Wellington y los españoles se mantu-

«am*. vieron en Talavera , adonde llegó el 29 con 3v2)

hombres de refresco el general Grawfurd , que al ruido de la batalla se apresuró á incorporarse á tiempo, aunque inútilmente, al grueso del ejér- cito. No quiso Wellington á pesar del refuerzo seguir el alcance, ya porque considerase á los franceses mas bien repelidos que deshechos , ó ya porque no se fiase en la disciplina y organi- zación del ejército español, tolerable en posi- ción abrigada , pero muy imperfecta para mar- ^moutos de c]iag y granc|es evoluciones. Otras causas pudie- ron también influir en su determinación : tal fue el anuncio del armisticio de Zuaim , que se pu- blicó en Gaceta extraordinaria de Madrid de 27 de julio; tal asimismo la marcha progresiva de Soult , de que se iban teniendo avisos mas cier- tos. Sin embargo no fundó el general inglés su resolución en ninguna de tan poderosas é insi- nuadas razones, fuese que no quisiera ofender á los caudillos españoles , ó que temiera sobresal- tar los ánimos con malas nuevas. Disculpóse so- lamente para no avanzar con la falta de víveres, pareciendo á algunos que si realmente tal esca- sez afligía al ejército, no era oportuno modo de remediarla permanecer en el lugar en donde mas se sentia , cuando yendo adelante se encon-

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trarian paises menos devastados, y ciudades y pueblos que ansiosamente y con entusiasmo aguar- daban á sus libertadores.

Por tanto creyóse en general que si bien no p^* sonit abundaban las vituallas , la detención del ejérci- dura.1"* to inglés pendia principalmente de los movi- mientos del mariscal Soult, quien según aviso recibido en 30 de julio intentaba atravesar el puerto de Baños , defendido por el marqués del Reino con cuatro batallones , dos destacados an- teriormente del ejército de Cuesta y dos de Bé- jar. A la primera noticia pidió Lord "Wellington que tropa española fuese á reforzar el punto ame- nazado, y dificultosamente recabó de Don Gre- gorio de la Cuesta que destacase para aquel ob- jeto en 2 de agosto la quinta división del mando de Don Luis Bassecourt : poca fuerza y tardía, pues no pudiendo el marqués del Reino resistir á la superioridad del enemigo se replegó sobre el Tiétar, entrando los franceses en Plasencia el 1.° de agosto.

Cerciorados los generales aliados de tan tris- ÜJü te acontecimiento , convinieron en que el ejér- ™<*tro- cito británico iria al encuentro de los enemigos, y que los españoles permanecerían en Talavera para hacer rostro al mariscal Victor en caso de que volviese á avanzar por aquel lado. Las fuer- zas que traían los franceses constaban del quin- to, secundo y sexto cuerpo, ascendiendo en su totalidad á unos 50,000 hombres. Precedia á los demás el quinto á las órdenes del mariscal Mor- tier, seguíale el segundo á las inmediatas de Soult, que ademas mandaba á todos en gefe , y cerraba la marcha el sexto capitaneado por el mariscal

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Ney. Fue de consiguiente Mortier quien arrojó de Baños al marqués del Reino , extendiéndose ya hacia la venta de la Bazagona por una parte y por otra hacia Coria, cuando el 3 de agosto pi- só Soult las calles de Plasencia, y cuando Ney cruzaba en el mismo dia los lindes extremeños. Tal y tan repentina avenida de gente asoló aque- lla tierra frondosísima en muchas partes , no es- casa de cierta industria , y en donde aun quedan rastros y míjeros de una gran calzada romana. El general Beresford que antes estaba situado con unos 15,000 portugueses detras del Águeda , si- guió al ejército francés en una línea paralela , y atravesando el puerto de Perales llegó á Salva- tierra el 17 de agosto, desde cuyo punto trató de cubrir el camino de Ábrantes.

Ibanse de esta manera acumulando en el va-

1 ropas cpie ~ iml

Se agolpa., ai He o prolongada cuenca que lorma el Tajo des- jo3. e a" de Aranjuez hasta los confines de Portugal mu- chedumbre de soldados, cuyo número, inclusos los ejércitos de Venegas y Beresford, rayaba en el de 200,000 hombres de muchas y varias na- ciones. Siendo difícil su mantenimiento en tan limitado terreno y corto el tiempo que se reque- ría para reunir las masas, era de conjeturar que unos y otros estaban próximos á empeñar deci- sivos trances. Pero en aquella ocasión como en tantas otras no aconteció lo que parecía mas probable.

Lord Wellington informado de que el ma- riscal Soult se interponía entre su ejército y el puente de Almaraz , resolvió pasar por el del cuesta se re- Arzobispo y establecer su línea de defensa de- tras del Tajo. Por su parte Don Gregorio de la

tira de Tala vera

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Cuesta temeroso también de aguardar solo en Talavera á José y Víctor que de nuevo se unían, abandonó la villa y se juntó en Oropesa con la quinta división y el ejército británico. Desazonó á Wellington la determinación del general espa- ñol por parecerle precipitada , y sobre todo por no haber puesto el correspondiente cuidado en salvar los heridos ingleses que habia en Talaye- ra. Desatendió por tanto y con justicia los cla- mores de Don Gregorio de la Cuesta, que insis- tía en que se conservase la posición de Oropesa como propia para una batalla. Cruzó pues AVe- llington el puente del Arzobispo, y estableció su cuartel general en Deleitosa el 7 de agosto, poniendo en Mesas de Ibor su retaguardia. En- vió también por la orilla izquierda de Tajo al general Crawfurd con una brigada y seis piezas, el cual llegó felizmente á tiempo de cubrir el pa- so de Almaraz y los vados.

Forzado bien á su pesar el general Cuesta * ei¿rcito

1 •' -1/ -■ i S , j i aliado se po-

a seguir ai ejercito ingles paso el 5 el puente dei «ee« u ori-

. °i. i ' J J 1 lla "quiera*

Arzobispo, hacia donde con presteza se agolpa- deiTajo. ban los enemigos. Prosiguió su marcha por la Paraleda de Garbin á Mesas de Ibor, dejando en Guarda del puente á la quinta división del car- go de Don Luis Bassecourt, y por la derecha en Azutan para atender á los vados al duque de Al- burquerque con 3000 caballos. Mas apenas ha- bia llegado Cuesta á la Peraleda cuando ya eran dueños los enemigos del puente del Arzobispo.

Acercándose alli de todas partes el quinto cuerpo, se habia colocado su gefe Morder en la Puebla de Nadados. Estaba á la sazón en Naval- moral el mariscal Ney, y Soult desde el Gordo

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liabia destacado caballería camino de Talayera para ponerse en comunicación con Víctor , de vuelta ja este el 6 en aquella villa. Asi todas las tropas francesas podian ahora darse la mano y obrar de acuerdo. paso dei Ar- Reconcentráronse pues para forzar el paso íotfranceL" ¿el Arzobispo el quinto y segundo cuerpo , al tiempo que Víctor por el puente de tablas de Ta- layera debia llamar la atención de los españoles, y aun acometerlos siguiendo la izquierda del Ta- jo. A las dos de la tarde del 8 formalizaron los franceses su ataque contra el paso del Arzobis- po : dirigíalo el mariscal Mortier. El calor del dia y el descuido propio de ejércitos mal disci- plinados hizo que no hubiese de nuestra parte gran vigilancia , por lo cual en tanto que los enemigos embestían el puente cruzaron descan- sadamente un vado 800 caballos suyos , guiados por el general Gaulincourt , quedando unos 6& al otro lado prontos á ejecutar lo mismo. Pro- curaron los españoles impedir el paso del Arzo- bispo abriendo un fuego muy vivo de artillería, ágenos de que Gaulincourt pasando el vado aco- metería como lo hizo por la espalda. Solo habia en el puente 300 húsares del regimiento de Ex- tremadura que contuvieron largo rato los ímpe- tus de los ginetes enemigos, á quienes hubiera costado caro su arrojo si Alburquerque hubiese llegado á tiempo. Pero los caballos de este de- sensillados y sin bridas tardaron en prepararse, acudiendo después atropelladamente, con cuva detención y falta de orden dióse lugar á que va- dease el rio toda la caballería francesa, que ayu- dada de algunos infantes desconcertó á nuestra

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gente , de la cual parte tiró á Guadalupe y parte á Valdelacasa , perdiéndose cañones y equipages.

Afortunadamente no prosiguieron los ene- migos mas adelante dirigiendo sus fuerzas á otros puntos, por lo que los aliados pudieron mante- nerse tranquilos; los ingleses sobre la izquierda hacia Almaraz con su cuartel general en Jarai- cejo , los españoles sobre la derecha con el sujo en Deleitosa , atentos también á proteger la po- sición de Mesas de Ibor. Don Gregorio de la DejaCMU Cuesta abrumado con los años, sinsabores é in- elmando- comodidades de la campaña hizo dimisión del mando el 12 de agosto, sucediéndole interina- s™*^ mente y después en propiedad Don Francisco de Esuia- Eguia.

Puestos los aliados á la orilla izquierda del KoeTMdjs. Tajo, y temiendo José movimientos en Castilla podones de

1 ir' ' 1 ni i os francés».

la Vieja , cuyas guarniciones estaban fallas de, gente, determinó siguiendo el parecer de Rey suspender las operaciones del lado de Extrema- dura. Asi lo tenia igualmente insinuado Napo- león desde Schoenbrun con fecha de 29 de ju- lio , desaprobando que se empeñasen acciones importantes hasta tanto que llegasen á España nuevos refuerzos que se disponia á enviar del norte. Conforme á la resolución de José situóse Soult en Plasencia , reemplazó en Talavera al cuerpo de Víctor el de Mortier, y retrocedió con el suyo á Salamanca el mariscal Ney.

Caminaba el último tranquilamente á su des- Enca¿ntran- tino sin pensar en enemigos, cuando de repen- 8eNey ™Y te tropezó en el puerto de Baños con obstinada ?""todeBa' resistencia. Causábala Sir Roberto Wilson, quien abandonado y estando el 4 de agosto en Velada

los mmomn

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sin noticia del paradero de los aliados, repasó el Tiétar , y atravesando acelerada é intrépidamen- te las sierras que parten términos con las pro- vincias de Avila y Salamanca , fue á caer á Be- jar por sitios solitarios y fragosos. Desde alli que- riendo incorporarse con los aliados contramar- chó hacia Plasencia por el puerto de Baños, á la propia sazón que el mariscal Ney revolvía sobre Salamanca. La fuerza de Wilson de 4000 hom- bres la componían portugueses y españoles. Dos batallones de estos avanzados en Aldeanueva de- fendieron á palmos el terreno hasta la altura del desfdadero , en donde se alojaban los portugue- ses. Sostúvose Wilson en aquel punto durante horas, y no cedió sino á la superioridad del nú- mero : según la relación de tan digno gefe sus soldados se portaron con el mayor brío , y al retirarse los hubo que respondiendo á fusilazos á la intimación del enemigo de rendirse, se abrie- ron paso valerosamente.

El cuerpo del mariscal Soult mientras per- Extorsiones maneció en tierra de Plasencia , acostumbrado á

del ejercito ... . -, , , ' «

de soult. vivir de rapiña, talo campos, quemo pueblos, y

cometió todo género de excesos. Al obispo de

Muerte vio- Coria Don Juan Alvarez de Castro, anciano de

¿"de Coria!" ochenta y cinco años, postrado en una cama , sa- cáronle de ella violentamente merodeadores fran- ceses, y sin piedad le arcabucearon. Parecida atrocidad cometieron con otros pacíficos y hon- rados ciudadanos. Ejémtode En tanto José pensó en hacer frente al gene-

venegas. raj yenegas / que p0r su parte habia puesto en gran cuidado á la corte intrusa adelantándose al Tajo en 23 de julio, al tiempo que el general

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Sebastiani retrocedió á Toledo. Era el ejército de Don Francisco Venegas de los mejor acón* dicionados de España , y sobresalian sus gefes en* tre los mas señalados. Estaba distribuido en cin- co divisiones que regían : la primera Don Luis Lacy; la segunda Don Gaspar Vigodet; la ter* cera Don Pedro Agustín Girón; la cuarta Don Francisco González Castejon, y la quinta Don Tomás de Zerain. Gobernaba la caballería el mar- qués de Gelo. Ya hablamos de su fuerza total.

El 27 de julio dispuso el general Venegas su marcha. que la primera división pasase á Mora , cayendo sobre Toledo al paso que él se trasladaba á Tem* bleque con la cuarta y quinta _, y avanzaban á Ocaña la segunda y tercera. Ejecutóse la opera* cion yendo hasta Aranjuez en la mañana del 29. Un destacamento de 400 hombres mandados por el coronel Don Felipe Lacorte se extendió á la cuesta de la Reina , en donde dispersó tropas del enemigo y les cogió varios prisioneros.

En tal situación parecía natural que Venegas se hubiera metido en Madrid , desguarnecido con la salida de José via de Tala vera. Aguijón era para ello el nombramiento que el mismo dia 29 recibió de la central, encargándole interinamen- te el mando de Castilla la Nueva , con preven- Nombráis cion de que residiese en Madrid. Pero siendo el ^ener^de" verdadero motivo de Concederle esta gracia el ¿¡¡¡2* u disminuir el influjo pernicioso de Cuesta , caso que nuestras tropas ocupasen la capital 7 se le ad- vertía al mismo tiempo que no se empeñase muy adelante y pues los ingleses con pretexto de falta de subsistencias no pasarían del Alberche.

Hubiera aun podido detener á Venegas para

TOMO III. £

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entrar en Madrid el parte que el 30 le dio Lacy desde nuestra Señora de la Sisla , de que enemi- gos se agolpaban á Toledo , si en el mismo dia no hubiese también recibido oficio de Cuesta anunciando la victoria de Talayera , coligiéndo- se de ahí que la gente divisada por Lacy venia mas bien de retirada que con intento de atacar- le. Sin embargo se limitó Venegas á reconcen- trar su fuerza en Aranjuez, apostando en el puen- te largo la división de Lacy que liabia llamado de las cercanías de Toledo. su incerti- Permanecía asi incierto, cuando el 3 de agos- to le avisó Don Gregorio de la Cuesta como se retiraba de Tala vera. Con esta noticia parecía que quien se habia mostrado circunspecto en mo- mentos favorables, seríalo ahora mucho mas y con mayor fundamento. Pero no fue asi , pues en vez de retirarse lomó el 5 disposiciones para defender el paso del Tajo. Apostó en sus orillas las divisiones primera, segunda y tercera, al man- do todas de Don Pedro Agustín Girón, que de- bían atender á los vados y á los puentes Verde, de Barcas y la Reina , quedándose detras camino de Ocaíia con las otras dos divisiones el mismo Venegas.

Los franceses se presentaron en la ribera de- P^fddTaJÓ recha á las dos de la tarde del mismo 5, y em- pezaron por atacar la izquierda española coloca- da en el jardín del infante Don Antonio , aco- metiendo después los tres puentes. A todas par- tes acudía el general Girón con admirable pres- teza , y en particular á la izquierda , apoyando sus esfuerzos los generales Lacy y Vigodet. No menos animosos se mostraban los otros gefes y

Aranjuez.

I

67 soldados, y los hubo que apenas curados de sus heridas Volvían á la pelea. Los franceses viendo la porfía de la defensa abandonaron al anochecer su intento. Perdimos 200 hombres; los enemigos 500, estando mas expuestos á nuestros fuegos.

Bastábale á Venegas la ventaja adquirida pa- ra que satisfecho se retirase con honra ; mas cre- ciendo su confianza permaneció en Ocaña, y se aventuró á una batalla campal. Los franceses frustrado su deseo de pasar el Tajo por Aranjuez, hicieron continuos movimientos con dirección á Toledo , lo cual excitó en Venegas la sospecha de que querían atravesar hacia allí el rio , y co- gerle por la espalda. Situó en consecuencia su ejército en escalones desde Aranjuez á Temble- que, en donde estableció su cuartel general, en- viando la quinta división sobre Toledo. En efec- to los franceses pasaron en 9 de agosto el Tajo por esta ciudad y los vados de Añover, y el lO juntó el general español sus fuerzas en Almonacid.

En la creencia de que los franceses solo eran uataiu 14,000 repugnábale á Don Francisco Venegas desampararla Mancha, inclinándose á presentar batalla. Oyó sin embargo antes la opinión de los demás generales, la cual coincidiendo concia suya se acordó entre ellos atacar á los france- ses el 12, dando el 11 descanso á las tropas. Mas en este dia previnieron los enemigos los deseos de los nuestros trabando la acción en la madrugada.

Componíase la fuerza francesa del cuarto cuerpo ai mando de Sebastiani, y de la reserva á las órdenes de Dessoles y de José en persona, cuyo total ascendía á 26,000 infantes y 4000 ca-

Almonacid.

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ballos. Situáronse los españoles delante de Al- monacid y en ambos costados. El derecho le guarnecía la segunda división, el izquierdo la primera, y ocupaban el centro la cuarta y quin- ta. Quedó la reserva á retaguardia, destacándo- se solo de ella dos ó tres cuerpos. Distribuyóse la caballería entre ambos extremos de la línea, excepto algunos ginetes que se mantuvieron en el centro.

Empezó á atacar el general Sebastiani antes que llegase su reserva , dirigiéndose contra la iz- quierda española. Vióse por tanto muy compro- metido un cuerpo de la primera división, y á punto de tener que replegarse sobre los batallo- nes de Bailen y Jaén , que eran dos de los des- tacados de la tercera división. Ciaron también estos de la cresta de un monte á la izquierda de la línea donde se alojaban , herido mortalmente , el teniente coronel de Bailen Don Juan de Silva. Inútilmente fue á su socorro el general Girón, hasta que desplegando al frente de las columnas enemigas Don Luis Lacy con lo restante de su primera división contuvo á aquellas, y las recha- zó«apoyado por la caballería.

tía sazón llegó el general Dessoles con par- la reserva francesa, y animando á los sol- dados de Sebastiani renovóse con mas ardor la refriega. Viéronse entonces también acometidas la cuarta y quinta división española : la última colocada á la derecha de Almonacid dio luego indicio dqtflaquear; mas la otra sostúvose bizar- ramente , distinguiéndose los cuerpos de Jerez, Córdoba y guardias españolas, guiado el segun- do con conocimiento y valentía por Don Fran-

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cisco Carvajal. Cargaba igualmente la caballería, y anunciábase allí la victoria cuando muerto el caballo del comandante de aquellos ginetes viz- conde de Zolina, hombre de nimia superstición aunque de valor no escaso , paróse este tomando por aviso de Dios la muerte de su caballo.

Entretanto acudió José con el resto de la re- serva al campo de batalla , y rota la quinta di- visión que ya habia flaqueado, penetraron los franceses hasta el cerro del castillo , al que su- bieron después de una muy viva resistencia. Lle- gó con esto á ser muy crítica la situación del ejército español, en especial la de la gente de Lacv, por lo cual Venegas juzgó prudente reti- rarse. Para ello ordenó á la segunda división del mando de Vigodet, que era la menos com- prometida , que formase á espaldas del ejército. Ejecutó dicho gefe esta maniobra con prontitud y acierto , siguiendo á su división la cuarta del cargo de Castejon.

No bastó tan oportuna precaución para ve- Retiradadei rificar la retirada ordenadamente, pues asusta- a^L,oe*pa dos algunos caballos con la voladura de varios carros de municiones, dispersáronse é introdu- jeron desorden. De allí no obstante con mas ó menos concierto dirijiéronse todas las divisiones por distintos puntos á Herencia y en seguida á Manzanares. En esta villa corriendo entre la ca- J^1"" ballería la voz falsa y aciaga de que los enemigos estaban ya á la espalda en Valdepeñas, desran- cháronse los soldados, y de tropel y desmanda- damente no pararon hasta Sierramorena, en don- de, según costumbre, se juntaron después y rehi- cieron. Costó á los españoles la batalla de Almo-

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nacid 4000 hombres, unos 2000 á los franceses. Tan desventajosamente finalizó esta campa- ña de Talayera y la Mancha comenzada con fa- vorable estrella. No se advirtió sin embargo en sus resultas, á lo menos de parte de los españo- les, lo que comunmente acontece en las guerras, en las que, según con razón asienta Montesquieu, no suele ser lo mas funesto las pérdidas reales que en ellas se experimentan, sino las imagina- rias y el desaliento que producen. Lo que hubo de lastimoso en este caso fue haber desaprove- chado la ocasión de lanzar tal vez á los fran- ceses del Ebro allá y sobre todo la desunión mo- mentánea de los aliados, á la que sirvió de prin- cipal motivo la falla de bastimentos. ■««•toi»- Cuestión ha sido esta que ya hemos tocado, f^MrtfBrfM y n0 volveríamos á renovarla sino hubiese te- nido particular influjo en las operaciones mili- tares, y mezcládose también en los vaivenes de la política. Hubo en ella por ambas partes injus- ticia en las imputaciones, achacándose á la cen- tral mala voluntad y hasta perfidia , y califican- do esta de mero pretexto las quejas á veces fun- dadas de los ingleses. Todos tuvieron culpa , y mas las circunstancias de entonces, juntamente con la dificultad de alimentar un ejército en campaña cuando no es conquistador, y de pre- venir las necesidades por medio de oportunos almacenes. Se equivocó la central en imaginar que con solo dar órdenes y enviar empleados se abastecería el ejército inglés y español. A aque- llas hubieran debido acompañar medidas vigo- rosas de coacción, poniendo también cuidado en encargar el desempeño de comisión tan espi-

7!

nosa á hombres íntegros y capaces. Cierto que á un gobierno de índole tan débil como la central, érale diíicil emplear la coacción , sobre todo en Extremadura provincia devastada , y en don- de hasta las mismas y fértiles comarcas del va- lle y vera de Plasencia , primeras que habían de pisar los ingleses, acababan de ser asoladas por las tropas del mariscal Victor. Pero hubo azar en escoger por cabeza de los empleados á Lozano de Torres , quien al paso que bajamente adulaba al general en gefe inglés, escribia á la central que eran las quejas de aquel infundadas: juego doble y villano, que descubierto obligó á ÁVellington á echar con baldón de su campo al empleado español.

De parte de los ingleses hubo imprevisión en figurarse que á pesar de los ofrecimientos y bue- nos deseos de la central, podria su ejército ser completamente provisto y ayudado. Ya habia es- te padecido en Portugal falta de muchos artícu- los, aunque en realidad el gobierno británico alli mandaba , y con la ventaja de tener próxima la mar. Mayores escaseces hubieran debido temer en España, pais entonces por lo general mas des- truido y maltratado, no pudiendo contar con que solo el patriotismo reparase el apuro de me- dios después de tantas desgracias y escarmien- tos. Creer que el gobierno español hubiera de antemano preparado almacenes , era confiar so- bradamente en su energía y principalmente en sus recursos. Los ingleses sabian por experiencia lo dificultoso que es arreglar la hacienda mili- tar ó sea comisariato , pues todavía en aquel tiem- po tachaban ellos mismos de defectuosísimo el

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suyo, y no era dable que España , en todo lo demás tan atrasada respecto de Inglaterra , se le aventajase en este solo ramo y tan de repente.

En vano pensó la junta suprema remediar en parte el mal enviando á Extremadura áD. Lo- renzo Calvo de Rozas, individuo sujo, j en cu- jo zelo y diligencia ponia firme esperanza. Se- mejante determinación, que no se tomó hasta i.? de agosto, llegaba ja tarde, indispuestos los ánimos de los generales entre sí, j agriados cada vez mas con el escaso fruto que se sacaba de la campaña emprendida, De poco sirvió también para concordarlos la dejación voluntaria que hi- zo Cuesta de su mando, anhelada por los mis- mos ingleses j expresamente pedida por su mi- nistro en Sevilla. Lord Wellington viendo que la (♦ap n.s.) abundancia no crecía * cual deseaba, j que sus soldados enfermaban j perecían sus caballos, declaró que estaba resuelto á retirarse á Portu- gal. Entonces Eguia j Calvo hicieron para des- viarle de su proposito nuevos ofrecimientos, con- clujendo con decirle el primero, que á no ce- der á sus instancias creería que otras causas y no la falta de subsistencias le determinaban á re- tirarse. Otro tanto j con mas descaro escribióle Calvo de Rozas. Ásperamente replicó Welling- ton, indicando á Eguia que en adelante sería inútil proseguir entre ellos la comenzada cor- respondencia. ue adaá Algunos no obstante mantuvieron esperan- España dei zas de qUe todo se compondría con la venida wéíteiey. " á Sevilla del marqués de Welleslej , hermano del general inglés j embajador nombrado por S. M. B. cerca del gobierno de España. Había

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llegado el marqués á Cádiz el 4 y acogídole la ciudad cual merecia su elevada clase y la fama de su nombre. No nos detendremos en describir su entrada, mas no podemos omitir un hecho que alli ocurrió digno de memoria. Fue pues que queriendo el embajador, agradecido al buen recibimiento, repartir dinero entre el pueblo, Juan Lobato zapatero de oficio y de un batallón de voluntarios, saliendo de entre las filas dí- jole mesuradamente : « Señor Excelentísimo, no «honramos á V. E. por interés sino para corres- »ponder á la buena amistad que nuestra nación «debe á la de V. E." Rasgo muy característico y frecuente en el pueblo español. Pasó después á Sevilla el nuevo embajador y reemplazó á Mr. Frere , á quien la junta dio el título de marqués de la Union en prueba de lo satisfecha que es- taba de su buen porte y zelo. Uno de los prime- ros puntos que trató Wellesley con la junta fue ™™ el de la retirada de su hermano. Recayendo la principal queja sobre la falta de provisiones, ro- góle el gobierno español que le propusiese un remedio, y el marqués extendió un plan sobre el modo de formar almacenes y proporcionar transportes, como si el estado general de Espa- ña y el de sus caminos y sus carruages estuviese al par del de Inglaterra. No obstante los obstá- culos insuperables que se ofrecían para su ejecu- ción, aprobólo Ir central, quizá con sus puntas de malicia , sin que por eso se adelantase cosa alguna. Lord Wellington habia ya empezado el 20 de agosto desde Jaraicejo su marcha retro- i¡»gt«.¿B«. grada, y deteniéndose algunos dias en Mériday t^lJpZ'. Badajoz, repartió en principios de setiembre su tufia1'

de sub- sistencias.

Retírase Wel-

I

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ejército entre la frontera de Portugal y el ter- ritorio español. Muchos atribuyeron esta reti- rada al deseo que tenia el gobierno inglés de que recayese en Lord "Wellington el mando en gefe del ejército aliado. Nosotros sin entrar en la refutación de este dictamen, nos inclinamos á creer que mas que de aquella causa y de la fal- ta de subsistencias que en efecto se padeció, pro- vino semejante resolución del rumbo inesperado que tomaron las cosas de Austria. Los ingleses habian pasado á España en el concepto de que prolongándose la guerra en el Norte, tendrian los franceses que sacar tropas de la península, y ue no habria por tanto que luchar en las orillas el Tajo sino con determinadas fuerzas. Sucedió lo contrario, atribuyendo después unos y otros á causas inmediatas lo que procedia de origen mas alto. De todos modos las resultas fueron desgraciadas para la causa común, y la central, como diremos después, recibió de este aconte- cimiento gran menoscabo en su opinión. conducta y El gobierno de José por su parte lleno de gobierno de confianza habia aumentado ya desde mayo sus persecuciones contra los que no graduaba de amigos, incomodando á unos y desterrando á otros á'Francia. Confundía en sus tropelías al procer con el literato , al militar con el togado, al hombre elocuente con el laborioso mercader. Asi salieron juntos, ó unos en pos de otros á tierra de Francia el duque de Granada y el poeta Cienfuegos, el general Arteaga y varios conseje- ros, el abogado Argumosa y el librero Pérez. Mala manera de allegar partidarios, é innecesaria para la seguridad de aquel gobierno , no siendo

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los extrañados hombres de arrojo ni cabezas ca- paces de coligación. Expidiéronse igualmente entonces por José decretos destemplados, como lo fueron el de disponer de las cosechas de los habitantes sin su anuencia , y el de que se obli- gase á los que tuviesen hijos sirviendo en los ejércitos españoles á presentar en su lugar un sus- tituto ó dar en indemnización una determinada suma. Estos decretos como los demás ó no se cumplian ó cumplíanse arbitrariamente, con lo que en el último caso se anadia á la propia in- justicia la dureza en la ejecución.

La guerra de Austria aunque habia alterado algún tanto al gobierno intruso, no le desasosegó extremadamente , ni le contuvo en sus procedi- mientos. Llególe mas al alma la cercanía de los ^^¡^j, ejércitos aliados y el ver que con ella los mora- Madrid, dores de Madrid recobraban nuevo aliento. Pro- curó por tanto deslumhrarlos y divertir su aten- ción haciendo repetidas salvas que anunciasen las victorias conseguidas en 'Alemania; mas el español, inclinado entonces á dar solo asenso á lo que le era favorable, acostumbrado ademas á las artimañas de los franceses, no dando á lejanas nuevas, reconcentraba todas sus esperan- zas en los ejércitos aliados, cuya "proximidad en vano quiso ocultar el gobierno de José. Tocó en frenesí el contentamiento de los madrileños el 26 de julio, dia de Santa Ana, en el que los al- deanos que andan en el tráfico de frutas de Na- valcarnero y pueblos de su comarca , esparcieron jímo haber llegado alli y estar de consiguiente cerca- día de° no á la capital Sir Roberto AVilson y su tropa. Con la noticia saliendo de sus casas los vecinos,

allí hubo el

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espontáneamente y de montón se enderezaron los mas de ellos hacia la puerta de Segovia para esperar á sus libertadores. Los franceses no die- ron muestra de impedirlo , limitándose el ge- neral Belliard que habia quedado de goberna- dor , á sosegar con palabras blandas el ánimo le- vantado de la muchedumbre. Durante el dia rei- nó por todo Madrid el júbilo mas exaltado, dán- dose el parabién conocidos y desconocidos, y entregándose al solaz y holganza. Pero en la no- che llegado aviso del descalabro que padeció el mismo 26 la vanguardia de Zayas, anunciáronlo los franceses al dia siguiente como victoria al- canzada contra todo el ejército combinado : sin que la publicación hiciese mella en los madri- leños calificándola de falsa, sobre todo cuando el 3 i de resultas de la batalla de Talayera vie- ron que los franceses tomaban disposiciones de retirada, y que los de su partido se apresuraban á recogerse al Retiro. Salieron no obstante falli- das, según en su lugar contamos, las esperan- zas de los patriotas; mas inmutables estos en su resolución comenzaron á decir el tan sabido no importa , que repetido á cada desgracia y en to- das las provincias, tuvo en la opinión particu- lar influjo, probando con la constancia del re- sistir que aquella frase no era hija de irrefleja arrogancia , sino expresión significativa del sen- timiento íntimo y noble de que una nación } si quiere, nunca es sojuzgada. cretÓTdejo*- José sin embargo persuadido de que con la retirada de los ejércitos aliados, las desavenen- cias entre ellos , la batalla de Almonacid y lo que ocurria en Austria , se afirmaba mas y mas

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en el solio , tomó providencias importantes y promulgó nuevos decretos. Antes ja habia ins- talado el consejo de estado, no pasando á con- vocar cortes , según lo ofrecido en la constitu- ción de Bayona, asi por lo arduo de las circuns- tancias , como por no agradar ni aun la sombra de instituciones libres al hombre de quien se de* rivaba su autoridad. Entre los decretos, muchos y de varia naturaleza , húbolos que llevaban el sello de tiempos de división y discordia , como fueron el de confiscación y venta de los bienes embargados á personas fugitivas y residentes en provincias levantadas, y el de privación de suel- do, retiro ó pensión á todo empleado que no hu- biese hecho de nuevo para obtener su goce soli- citud formal. De estas dos resoluciones, la pri- mera ademas de adoptar el bárbaro principio de la confiscación , era harto amplia y vaga para que en la aplicación no se acreciese su rigor; y la segunda , si bien pudiera defenderse aten- diendo á ias peculiares circunstancias de un go- bierno intruso, mostrábase áspera en extenderse hasta la viuda y el anciano, cuya situación era justo y conveniente respetar, evitándoles todo compromiso en las discordias civiles.

Decidió también José no reconocer otras grandezas ni títulos sino los que él mismo dis- pensase por un decreto especial , y suprimió igualmente todas las órdenes de caballería exis- tentes, excepto la militar de España que habia creado y la antigua del Toisón de Oro : no per- mitiendo ni el uso de las condecoraciones ni me- nos el goce de las encomiendas : por cuyas de- terminaciones ofendiendo la vanidad de muchos

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se perjudicó á otros en sus intereses, y tratóse de comprometer á todos.

Aplaudieron algunos un decreto que dio Jo- sé el 18 de agosto para la supresión de todas las órdenes monacales , mendicantes y clericales. Napoleón en diciembre habia solo reducido los conventos á una tercera parte : su hermano am- pliaba ahora aquella primera resolución , ya por no ser afecto á dichas corporaciones, ya tam- bién por la necesidad de mejorar la hacienda.

Los apuros de esta crecian no entrando en arcas otro producto sino el de las puertas de Madrid , aumentado solo con el recargo de cier- tos artículos de consumo. Semejante penuria obligó al ministro de hacienda conde de Ca- barrus á recurrir á medios odiosos y violen- tos como el del repartimiento de un empréstito forzoso entre las personas pudientes de Madrid particulares, y e\ ¿e recoger la plata labrada de los particu- lares. En la ejecución de estas providencias , y sobre todo en la de la confiscación de las casas de los grandes y otros fugitivos , cometiéronse mil tropelías, teniendo que valerse de indivi- duos despreciables y desacreditados, por no que- rer encargarse de tal ministerio los hombres de vergüenza. Asi fue que ni el mismo gobierno in- truso reportó gran provecho, echándose aque- lla turba de malhechores , con la suciedad y an- sia de harpías, sobre cuantas cosas de valor se ofrecian á su rapacidad.

Del palacio real se sacaron al propio tiem- po todos los útiles de plata que por antiguos ó de mal gusto se habían excluido del uso común y se llevaron á la casa de la moneda. Díjose que

Plata de

Del pala

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del rebusco se juntaron cerca de ochocientas mil ouzas de plata , cálculo que nos parece ex- cesivo.

Tomáronse asimismo de las iglesias muchas alhajas, trasladándose á Madrid bastante por- ción de las del Escorial. Cierto es que entre ellas varias que se creian de oro no lo eran, y otras que se tenian por de plata aparecieron solo de hojuela. El historiador inglés Napier [ja es pre- ciso nombrarle] empeñado siempre en denigrar la conducta de los patriotas , dice que esta me- dida del intruso excitó la codicia de los espa- ñoles, v produjo la mayor parte de las bandas que se llamaron guerrillas. Aserción tan erró- nea y temeraria que consta de público , y pue- de averiguarse en los papeles del gobierno na- cional, que si los gefes de aquellas tropas inter- ceptaron parte de la plata ú otras alhajas de las que se llevaban á Madrid, por lo general las res- tituyeron fielmente á sus dueños ó las enviaron á Sevilla. Lo contrario sucedió del lado de los franceses que mirando á España como conquis- ta suya ú obligados sus gefes á echar mano de todo para mantener sus tropas, se reservaron gran porción de aquellos efectos, en vez de re- mitirlos al gobierno de Madrid. Con frecuen- cia se quejaba entre sus amigos de tal desorden el conde de Cabarrus, añadiendo que Napoleón nunca conseguiria su intento en la Península, sino adoptaba el medio de hacer la conquista con 600 millones y 60,000 hombres en lugar de 600,000 hombres y 60 millones , pues solo asi podría ganar la opinión que era su mas ter- rible enemigo.

De iglesia».

Mr. JTapier.

Cédalas hi- potecarías.

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Aquel ministro de cuya condición y pren- das hemos hablado anteriormente, juzgó polí- tico y miró como inagotable recurso la crea- ción que hizo por decreto de 9 de junio bajo nombre de cédulas hipotecarias de unos docu- mentos que habían de trocarse Contra los cré- ditos antiguos del estado de cualquiera especie, y emplearse en la compra de bienes nacionales, con la advertencia de que los que rehusaran ad- quirir dichos bienes, recibirían en cambio ins- cripciones del libro de la deuda pública que se establecía , cobrando al año cuatro por ciento de interés. También discurrió Cabarrus prohi- bir el curso de los vales reales en los países do- minados por los franceses, sino llevaban el se- llo del nuevo escudo adoptado por José; lo que en lugar de atraer los vales á la circulación de Madrid, ahuyentólos, temerosos los tenedores de que el gobierno legítimo se negase á recono- cerlos con la nueva marca. Coligiéndose de ahi ser Cabarrus el mismo de antes, esto es, sugeto de saber y viveza, pero sobradamente inclinada á forjar proyectos á centenares, por lo cual le había ya calificado con oportunidad el célebre conde de Mirabeau dhomme á expédiens.

Ademas todas estas medidas que flaqüeaban ya por tantos lados, y particularmente por el de la confianza, tase fundamental del crédito, acabaron de hundirse con crear otras cédulas, cédulas de llamadas de indemnización y recompensa , pues aunque al principio se limitó la suma de estas á la de 100.000,000 y en forma diferente de las otras , claro era que en un gobierno sin trabas como el de José y en el que habia de conten-

indemniza cíon y recom pensa.

ai

tarse á tantos, pronto se abusaría de aquel me- dio ampliándole y absorviendo de este modo gran parte de los bienes nacionales destinados á la extinción de la deuda. Asi fue que si bien al principio algunos cortesanos y especuladores hicieron compras de cédulas hipotecarias, con que adquirieron fincas pertenecientes á confis- cos y comunidades religiosas, padeció en breve aquel papel gran quebranto ^ quedando casi re- ducido á valor nominal.

No sacando pues de ahogo tales medidas eco- nómicas al gobierno de Madrid, tuvo Napoleón mal de su grado que suministrar de Francia 2.000,000 de francos mensuales, siendo aquella la primera guerra que en lugar de producir re- cursos á su erario los menguaba.

Mas atinado anduvo José en otros decretos que también promulgó desde junio hasta fines del año 1809 : entre ellos merece particular ala- banza el que abolió el voto de Santiago impues- to gravosísimo á los agricultores del que habla- remos al tratar de las cortes de Cádiz. Igual- mente fueron notables el de la enseñanza pú- blica, el de la milicia y sus grados, el de mu- nicipalidades, y el de quitar á los eclesiásticos toda jurisdicción civil y criminal. Providencias estas y otras, que si bien en mucha parte tira- ban á la mejora del reino , no eran apreciadas por falta de ejecución, y sobre todo porque de- saparecía su beneficio al lado de otras ruinosas y de las lástimas que causaban las persecucio- nes de particulares y los males comunes de la guerra.

TOMO III. 6

RESUMEX

DEL

LIBRO DÉCIMO.

i^itio de Gerona. Mal estado de la plaza. Descripción de Gerona. Su población y fuer- za.— Alvarez, gobernador. Defectos de la pla- za.— Entusiasmo de los gerundenses. San Nar- ciso declarado generalísimo. Se presentan los franceses delante de Gerona. Majo. Circun- valan la plaza. Junio. Formalizan su ataque. Entereza de Alvarez. Acometen los enemi- gos las torres avanzadas de Monjuich. Em- pieza el bombardeo contra la ciudad. Beramen- di. Nieto. Apodáronse los enemigos délos torres avanzadas de Monjuich. Desalojan los españoles del Pedret á los enemigos. Saint- Cjrr con todo su ejército pasa al sitio de Gero- na.— Ocupa á San Feliú de Guijols. Corre-

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rías de los partidarios. Julio. Embisten los enemigos á Monjuich. Intrepidez de Montoro. Asalto de Monjuich. Por cuatro veces son repelidos los franceses. Retírame. Pierson. El tambor Anclo. Vuélase la torre de S. Juan. Arrojo de Beramendi. Toman los franceses á P alamos. Mariscal Augereau. Su procla- ma.— Partidarios que molestan á los franceses. Socorro que intenta entrar en Gerona. Mars- hall. Continúan los franceses su ataque contra Monjuich. Agosto. Ataque del rebellín de Monjuich. Gnjols. Abandonan los españoles á Monjuich. Esperanzas vanas de los france- ses con la ocupación de Monjuich. Estrechan la plaza. Respuesta notable de Alvarez. Su diligencia. Don Joaquín Blake. Va al socor- ro de Gerona. Buenas disposiciones que para ello se toman. Setiembre. Vese Saint-Cyr engañado. Entra un convoy y refuerzo en Gerona á las ordenes de Conde. Salida malo- grada de la plaza. Asaltan los franceses la pla- za el 19 de setiemljre. Valor de la guarnición y habitantes . Alvarez. Muerte de Marshall. Son repelidos los franceses en todas partes con gran pérdida. Convierten los franceses el sitio en bloqueo. Intenta en vano Blake socor- rer de nuevo la plaza. (Jdonell. /Zorro.— Ventajas de los españoles y de los ingleses cer- ca de Barcelona. Octubre. Empieza el ham- bre en Gerona. Únese Odonell al ejército. El mariscal Augereau sucede a Saint-Cyr en Cataluña. Estréchase el bloqueo. Auméntan- se el hambre y las enfermedades. Tercera é inútil tentativa de Blake para socorrer á Gero-

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na. Noviembre . Hambre horrorosa. Carestía de víveres. Vacila el ánimo de algunos. In- Jlexibilidad de Alvarez. Bando de Alvarez. Gracias que concede la céntrala Gerona. Con- greso catalán. Estado deplorable de la plaza. Diciembre. Renuevan los franceses sus ata- ques.— Ataque del 7 de diciembre. Se agolpan contra Gerona todo género de males. Enfer- medad de Alvarez. Subst tájele Don Julián Bolívar. Hablase de capitular. Honrosa capi- tulación de Gerona. Extraordinaria defensa la de esta plaza. Alvarez , trasladado á Fran- cia.— Su muerte. Sospechas de que fue vio- lenta.— Honores concedidos ala memoria de Al- varez.— Estado de las otras provincias. Pro- vincias libres. Provincias ocupadas. Navar- ra r Aragón. Renovales. Combates en Ron- cal. — Correspondencia entre los franceses y Renovales. Sarasa. San Julián de la Peña quemado. Combates en los valles de Ansó y Roncal. Capitulan los valles. Venasque. Perena y otros partidarios. Nuevas partidas. Ríndese Venasque. Junta de Aragón. Ga- yan.— Le atacan los franceses. Se apoderan de la virgen del Tremedal. Entra Suchet en Albarracin y Teruel. Cuenca y Guadalajara. Atalayuelas. El Empecinado. Hechos de éste. La Mancha. Francisquete. León y Castilla. Don Julián Sánchez. El Capuchino 3 Saornil. Juntas y partidarios en el camino de Francia. Mina el mozo. Sucesos generales de la nación. Estado de desasosiego de la cen- tral.— Don Francisco de Palafox. Consulta del consejo. Su ceguedad. Altercados de las

juntas de provincia y la central. Sevilla. Ex~ tremadura. Valencia. Exposición de esta contra el consejo. Trama para disolver la cen- tral.— Descúbrela el embajador de Inglaterra. Trata la central de reconcentrar la potestad eje- cutiva.— Diversidad de opiniones. Nómbrase al efecto una comisión. Nómbrase otra segun- da. — Nuevos manejos. Palafox. Romana. Su inconsiderada conducta y su representación. Nómbrase la comisión ejecutiva. Fíjase el di a de juntarse las cortes. Instálase la comisión ejecutiva. Estado de Europa. Expediciones inglesas. Contra Ñapóles. Contra el Escal- da.— Desgraciadísima esta. Paz entre Napo- león y el Austria. Mawficsto de la central. Prurito de batallar de la central. Ejército de la izquierda. General Marchand. Carrier. Primera defensa de Astorga. Muévese el du- que del Parque al frente del ejército de la iz- quierda. — Batalla de Tamames. Gañanía los españoles. Únese Ballesteros á Parque. En- tra Parque en Salamanca. Únesele la división castellana. Ejércitos españoles del mediodía. Únese al de la Mancha parte del ejército de Ex- tremadura.— Fuerza de este ejército reunido al mando de Eguia. Posición de los franceses. Irresolución de Eguia. Sucédele en el mando Areizaga. Favor de que éste goza. Lord Wellington en Sevilla. Tbarnavarro conse- jero de Areizaga. Muévese este. Choque en Dos-Barrios. Areizaga en Tembleque. Ejér- cito españolen Ocaña. Movimientos inciertos y mal concertados de Areizaga. Choque de caballería en Ontigola. Fuerzas que acercan

87

los franceses. Batalla de Ocaíia. Horrorosa dispersión. Pérdida de Ocaña. Resultas. Se retira Jlburquerque á Trujillo. Movimientos del duque del Parque. acción de Medina del Campo. acción de Alva de Tormes. Valor de Mendizabal. Retirada de los españoles. Retirada de los ingleses del Guadiana al norte del Tajo. Flaqueza de la comisión ejecutiva. . Comisionados enviados á la Carolina. Prisión de P alafa x y Moni i jo. Manejos de Romana y de su hermano Caro. Tropelías. Estado de- plorable de la junta central. Providencias de la comisión ejecutiva y de la junta. Proposi- ción de Calvo sobre libertad de imprenta. Mo- do de convocarse las cortes. Mudanza de in- dividuos en la comisión ejecutiva. Decreto de la central para trasliularse a la isla de León.

HISTORIA

DEL

LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN

íc (Bzyctña.

LIBRO DÉCIMO.

«s

era pasarlo por las armas el que profiera la »voz de capitular ó de rendirse." Tal pena im- puso por bando al acercarse los franceses á Ge- rona su gobernador Don Mariano Alvarez de Castro. Resolución que por su parte procuró cumplir rigurosamente, y la cual sostuvieron con inaudito tesón y constancia la guarnición y los habitantes.

Preludio fueron de esta tercera y nunca bien ponderada defensa las otras dos ya relatadas de junio y julio del año anterior. Los franceses no consideraban importante la plaza de Gerona, ha- deb

M i l

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biéndola calificado de muy imperfecta el gene- ral Manescau comisionado para reconocerla: jui- cio tanto mas fundado, cuanto prescindiendo de lo defectuoso de sus fortificaciones, estaban en- tonces estas unas cuarteadas, otras cubiertas de arbustos y malezas y todas desprovistas de lo mas necesario. Corrigiéronse posteriormente algunas de aquellas faltas sin que por eso creciese en gran manera su fortaleza. Descripción Gerona cabeza del corregimiento de su nom-

de Ctronu. . O i i

nre , situada en lo antiguo cuesta abajo de un monte , extendióse después por las dos riberas del Oña, llamándose el Mercadal la parte colo- cada á la izquierda. La de la derecha se prolon- ga hasta donde el mencionado rio se une con el Tér, del que también es tributario por el mis- mo lado, y después de correr por debajo de va- rias calles y casas el Gálligans formado de las aguas vertientes de los montes situados al naci- miento del Sol. Comunícanse ambas partes de la ciudad por un hermoso puente de piedra, y las circuía un muro antiguo con torreones, cu- yo débil reparo se mejoró después, añadiendo siete baluartes, cinco del lado del Mercadal y dos del opuesto : habiendo solo foso y camino cubierto en el de la puerta de Francia. Domina- da Gerona en su derecha por varias alturas, eleváronse en diversos tiempos fuertes que de- fendiesen sus cimas. En la que mira al camino de Francia y por consiguiente en la mas septen- trional de ellas se construyó el castillo de Mon- juich con cuatro reductos avanzados, y en las otras separadas de esta por el valle que riega el Gálligans los del Calvario , Condestable, reina

Airare* , go- bernador.

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Ana, Capuchinos, del Cabildo y de la Ciudad. Antes del sitio se contaban algunos arrabales, y abríase delante del Mercada! un hermoso y fér- til llano que bañado por el Ter, el riachuelo Guell y una acequia, estaba cubierto de aldeas y deleitables quintas.

La población de Gerona en Í808 ascendía á supobudon 14,000 almas, y al comenzar el tercer sitio cons- y ue taba su guarnición de 5673 hombres de todas ar- mas. Mandaba la plaza en calidad de goberna- dor interino D. Mariano Alvarez de Castro, na- tural de Granada y de familia ilustre de Castilla la Vieja, quien con la defensa inmortalizó su nombre. Era teniente de rey Don Juan Bolívar que se habia distinguido en las dos anteriores aco- metidas de los franceses, y dirigían la artillería y los ingenieros los coroneles Don Isidro de Ma- ta y Don Guillermo Minali: el último trabajó incesantemente y con acierto en mejorar las for- tificaciones.

Por la descripción que acabamos de hacer de Gerona y por la noticia que hemos dado de sus fuerzas, se cuan flacas eran estas y cuan desventajosa su situación. Enseñoreada por los castillos, tomado que fuese uno de ellos, parti- cularmente el de 5lonjuich, quedaba la ciudad descubierta siendo favorables al agresor todos los ataques. Ademas si atendemos á los muchos puntos que habia fortificados, y á la extensión del recinto , claro es que para cubrir convenien- temente la totalidad de las obras, se requerían por lo menos de 10 á 12,000 hombres, núme- ro lejano de la realidad. A todo suplió el pa- triotismo.

la plaza.

ueralisiino.

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Entusía^o Animados los gerundenses con antiguas me- deu.es. monas y reciente en ellos la de las dos ultimas defensas , apoyaron esforzadamente á la guarni- ción, distribuyéndose en ocho compañías que bajo el nombre de Cruzada instruyó el coronel Don Enrique Odonell. Compusiéronla todos los vecinos sin excepción de clase ni de estado , in- cluso el clero secular y regular, y hasta las mu- geres se juntaron en una compañía que apelli- daron de Santa Bárbara , la cual dividida en cuatro escuadras llevaba cartuchos y víveres á los defensores, recogiendo y auxiliando á los heridos. deci"radóCge°. Anteriormente habíase también tratado de excitar la devoción de los gerundenses nombran- do por generalísimo á San Narciso su patrono. Desde muy antiguo tenian los moradores en la

Eroteccion del santo entera y sencilla fé. Atri- uian á su intercesión prosperidades en pasadas guerras, y en especial la plaga de moscas que tanto daño causó, según cuentan, en el siglo de- cimotercero al ejército francés que bajo su rey Felipe el Atrevido puso sitio ala plaza: sitio en el que, por decirlo de paso, grandemente se se- ñaló el gobernador Ramón Folch de Cardona, quien al asalto, como refiere Bernardo Desclot, tañendo su añafil y soltadas las galgas no dejó sobre las escalas francés que no fuese al suelo herido ó muerto. Ciertos hombres sin profundi- zar el objeto que llevaron los gefes de Gerona, hicieron mofa de que se declarase generalísimo á San Narciso, y aun hubo varones cuerdos que desaprobaron semejante determinación, temien- do el influjo de vanas y perniciosas supersticio-

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nes. Era el de los últimos arreglado modo de sentir para tiempos tranquilos, pero no tanto pa- ra los ajitados y extraordinarios. De todas las obligaciones la primera consiste en conservar ile- sos los hogares patrios, y lejos de entibiar para ello el fervor de los pueblos, conviene alimen- tarle y darle pábulo hasta con añejas costumbres y preocupaciones: por lo cual el atento político y el verdadero hombre religioso, enemigos de indiscretas y reprensibles prácticas, disculparán no obstante y aun aplaudirán en el apretado ca- so de Gerona, lo que á muchos pareció ridicula y singular resolución hija de grosera ignorancia.

Los franceses preparándose de antemano pa- se presentan

... iJ .. --.líos franceses

ra el sitio, se presentaron a la vista de la plaza aeíame de el 6 de mayo en las alturas de Costa-Roja. Man- joT"' daba entonces aquellas tropas el general Reille, hasta que el 13 le reemplazó Verdier quien con- tinuó á la cabeza durante todo el sitio. Con este general, y sucesivamente, llegaron otros refuer- zos, y el 3 1 arrojaron los enemigos á los nues- tros de la ermita de los Angeles que fue bien defendida. Hubo varias escaramuzas, pero lo cor- to de la guarnición no permitió retardar, cual conviniera, las primeras operaciones del sitiador. Solamente los paisanos de las inmediaciones de Montagut, tiroteándose con él á menudo, le molestaron bastantemente.

Al comenzar junio fue la plaza del todo cir- c¡rcm>Taian cunvalada. Colocóse la división westfaliana de Ío!™ los franceses al mando del general Morio des- de la margen izquierda del Ter por San Medir, Montagut y Costa-Roja : la brigada de Juvhan en Pont-Mayor, y los regimientos de Berg y

i ataque.

94 "Wurszburgo en las alturas de San Miguel y Vi- lla-Roja hasta los Angeles : cubrieron el terreno del Oñá al Ter por Montelibi, Palau y el llano de Salt tropas enviadas de Vique por Saint-Cyr, ascendiendo el conjunto de todas á 18,000 hom- bres. Hubiera preferido el último general blo- quear estrechamente la plaza á sitiarla; mas sa- biéndose en el campo francés que no gozaba del favor de su gobierno , y que iba á sucederle en el mando el mariscal Augereau, no se atendie- ron debidamente sus razones, llevando Verdier adelante su intento de embestir á Gerona. Formalizan Reunido el 8 de junio el tren de sitio corres- pondiente _, resolviéronlos enemigos emprender dos ataques, uno flojo contra la plaza, otro vi- goroso contra el castillo de Monjuich y sus des- tacadas torres ó reductos. Mandaban á los inge- nieros y artillería francesa los generales Sansón y Taviel. Antes de romper el fuego se presentó el 12 un parlamentario para intimar la rendi- ción, mas el fiero gobernador Álvarez respon- dió que no queriendo tener trato ni comunica- ción con los enemigos de su patria, recibiría en adelante á metrallazos á sus emisarios. Hízolo asi en efecto siempre que el francés quiso entrar en habla. Criticáronle algunos de los que pien- san que en tales lances han de llevarse las cosas reposadamente, mas loóle muy mucho el pue- blo de Gerona, empeñando infinito en la defen- sa tan rara resolución cumplida con admirable tenacidad.

Los enemigos habian desde el 8 empeza- do á formar una paralela en la altura de Tramon á 600 toesas de las torres de San Luis y San Nar-

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ciso, dos de las mencionadas de Monjuich, sa- cando al extremo de dicha paralela un ramal de trinchera , delante de la cual plantaron una ba- tería de ocho cañones de á 24 y dos obuses de á nueve pulgadas. Colocaron también otra bale- ría de morteros detrás de la altura Denroca á 360 toesas del baluarte de San Pedro situado á la derecha del Oüá en la puerta de Francia. Los cercados, á pesar del incesante fuego que desde sus muros hacían, no pudieron impedir la con- tinuación de estos trabajos.

Progresando en ellos y recibida que fue por los franceses la repulsa del gobernador Alvarez, empezó el bombardeo en la noche del 13 al 14, y todo resonó con el estruendo del cañón y del mortero. Los soldados españoles corrieron á sus puestos, otro tanto hicieron los vecinos, acom- pañándolos á todas partes las doncellas y matro- nas alistadas en la compañía de Santa Bárbara. Sin dar descanso prosiguieron en su porfía los enemigos hasta el 25, y no por eso se desalenta- ron los nuestros ni aun aquellos que entonces se estrenaban en las armas. El 14 incendióse y que- dó reducido á cenizas el hospital general: gran menoscabo por los efectos alli perdidos difíciles de reponer. La junta corregimental que en todas ocasiones se portó dignamente, reparó algún tan- to el daño , coadyuvando á ello la diligencia del intendente Don Carlos Beramendi, y el buen ze- lo del cirujano mayor Don Juan Andrés Nieto, que en un memorial histórico nos ha transmiti- do los sucesos mas notables de este sitio.

Al rayar del 14 también acometieron los enemigos las torres de San Luis y San Narciso,

Acometen los enemigos las torres a- v.;n?jdüs de Munjuich.

Empieza el bombardeo contra U ciu- dad.

Apoderante los enemigos de las torres avanzadas de

Monjuicu.

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apagaron sus fuegos, descortinaron su muralla, y abriendo brecha obligaron á los españoles á abandonar el 19 ambas torres. Lo mismo acon- teció el 2 1 con la de San Daniel que evacuaron nuestros soldados. Este pequeño triunfo enva- lentonó á los sitiadores, causándoles después gra- ve mal su sobrada confianza. _ . . . En la noche del 14 al 15 desalojaron los mis-

Desalojnnlos ' J

españoles dei mos a una guerrilla española del arrabal del JPe-

Pedrct a los t . i /• 1*1 1 t-i

enemigos, dret situado hiera de la puerta de b rancia; y levantando un espaldón trataron de establecerse en aquel punto. Temeroso el gobernador de que erigiesen alli una batería de brecha , dispuso una salida combinada con fuerza de Monjuich y de la plaza. Destruyeron los nuestros el espaldón, y arrojaron al enemigo del arrabal. saint-cyr En tanto el general en gefe francés Saint- ej"nre¡t°ó paS" Cyr habiendo enviado á Barcelona sus enfermos Geroñ'á? * f heridos aproximóse á Gerona. En su marcha cogió ganado vacuno, que del LJobregatiba pa- ompaásan ■■ el abasto de la ciudad sitiada. Sentó el 20 de FoimdeGui- junj0 S11 cuartel general en Caldas, y extendien- do sus fuerzas hacia la marina se apoderó el 2 i aunque á costa de sangre de San Feliú de Gui- jols. Con su llegada aumentóse el ejército fran- cés á unos 30,000 hombres. Los somatenes y va- rios destacamentos molestaban á los franceses en los alrededores, y antes de acabarse junio cogie- . , ron un convov considerable y 120 caballos de

Correrías de 1 . , J . V . __ , ».

ios panida. la artillería que venían para el general Verdier. Corrió asi aquel mes sin que los franceses hubie- sen alcanzado en el sitio de Gerona otra venta- ja mas que la de hacerse dueños de las torres in- dicadas.

97

Pusieron ahora sus miras fin Monjnich. Guar- Jq1!o- necíanle 900 hombres á las órdenes de Don Gui- *M¿u*-im llermo Nash, estando todos decididos á defen- á"™¿k ' <ler el castillo hasta el último trance. Al albo- rear del 3 de julio empezaron los enemigos á atacarle valiéndose de varias baterías, y en es- pecial de una llamada Imperial que plantaron á la izquierda de la torre de San Luis, compues- ta de 20 piezas de grueso calibre y 2 obuses. En todo el dia aportillóse ya la cara derecha del ba- luarte del norte , y los defensores se prepararon á resistir cualquiera acometida practicando de- tras de la brecha oportunas obras. El fuego del enemigo habia derribado del ángulo flanqueado de aquel baluarte la bandera española que alli tremolaba. Al verla caida se arrojó al foso el M¿ü£"de subteniente Don Mariano Montoro, recobróla y subiendo por la misma brecha la hincó y enar- bolóde nuevo : acción atrevida y digna de elogio.

No tardaron los enemigos en intentar el asal- a«*o ** to del castillo. Emprendiéronle furiosamente á las diez y media de la noche del 4 de julio: va- nos fueron sus esfuerzos, inutilizándolos los nues- tros con su serenidad y valentía. Suspendieron por entonces los contrarios sus acometimientos; mas en la mañana del 8 renovaron el asalto en columna cerrada y mandados por el coronel Muft'. Tres veces se vieron repelidos haciendo Por ™a- en ellos grande estrago la artillería cargada con í^w^n balas de fusil, particularmente un obús dirigido {raacese*- por Don Juan Candy. Insistió el gefe enemigo Muft en llevar sus tropas por cuarta vez al asal- to, hasta que herido él mismo desmayaron los suyos y se retiraron. Perdieron en esta ocasión Ret'««se.

tomo m. 7

98

los sitiadores unos 2000 hombres, entre ellos 1 1 oficiales muertos y 66 heridos. Mandaba en la s brecha á los españoles Don Miguel Pierson que pereció defendiéndola , y distinguióse al frente de la reserva Don Blas de Fournas. Durante el asalto tuvieron constantemente los franceses en el aire contra el punto atacado 7 bombas y mu- chos otros fuegos parabólicos. Grandes y escla- recidos hechos alli se vieron. Fue de notar el Ando. r del mozo Luciano Ancio tambor apostado para señalar con la caja los tiros de bomba y grana- da. Llevóle un casco parte del muslo y de la ro- dilla , y al quererle transportar al hospital opú- sose, diciendo: «No, no, aunque herido en la «pierna tengo los brazos sanos para con el toque »de caja librar de las bombas á mis amigos." vuéias« 1,. Entubrió algún tanto la satisfacción de aquel j°uarM.deSau c^a haberse volado la torre de San Juan, obra avanzada entre Monjuich y la plaza. Casi todos los españoles que la guarnecían perecie- ron , salvando á unos pocos Don Garlos Bera- rauíendi. mendi, que sin reparar en el horroroso luego del enemigo acudió á aquel punto, mostrándo- se entonces, como en tantos otros casos de este sitio, zeloso intendente, incansable patriota y va- leroso soldado.

Esto ocurría en Gerona cuando el general Saint-Cyr atento á alejar de la plaza todo géne- ro de socorros, después de haber ocupado á San Toman los Feliú de Guijols creyó también oportuno apode- SuTr ¿ rarse de Palamós, enviando para ello el 5 de julio al general Fontane. Este puerto casi aisla- do hubiera podido resistir largo tiempo si le hu- bieran defendido tropas aguerridas y buenas for-

Mari'cal Aa- gerc-.i.

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lificaciones. Pero estas de suyo malas se halla- ban descuidadas, y solamente las coronaban al- gunos somatenes y miqueletes, que sin embargo se negaron á rendirse y disputaron el terreno á palmos. Cañoneras fondeadas en el puerto hicie- ron al principio bastante fuego ; mas el de los enemigos las obligó á retirarse. Entraron los fran- ceses la villa y casi todos los defensores pere- cieron, no siéndoles dado acojerse según lo in- tentaron á las cañoneras y otros barcos que to- maron viento y se alejaron.

Por el mismo tiempo llegó á Perpiñan el ma- riscal Augereau. Confiado en que los catalanes escucharian su voz, dirigióles una proclama en SaprocL...a. mal español , que mandó publicar en los pueblos del principado. Mas apenas se habían fijado tres de aquellos carteles cuando el coronel Don An- tonio Porta destruyó en San Lorenzo de la Mu- ga el destacamento encargado de tal comisión, volviendo á Perpiñan pocos de los que le com- ponían. Un ataque de gota en la mano y el ver que no era empresa la de Cataluña tan fácil co- mo se figuraba, detuvieron algún tiempo al ma- riscal Augereau en la frontera, por lo que con- tinuó todavía mandando el séptimo cuerpo el ge- neral Saint-Cyr.

No desayudaban tampoco á los heroicos es- Part¡Jarios fuerzos de Gerona las escaramuzas con que di- p* *******

, | r , 1 a los Icuice-

vertían a los iranceses los somatenes, miquele- *«• tes y alguna tropa de línea. Don Antonio Porta los molestaba desde la raya de Francia hasta Fi- gueras; de aqui á Gerona entreteníalos el doc- tor Don Francisco Robira , infatigable y audaz partidario. El general M impffen , Don Pedro

100

Cuadrado y los caudillos Milans, Iranzo y Cla- ros, corrían la tierra que media desde Hostal- rich por Santa Coloma hasta la plaza de Gero- na. Por tanto para despejar la línea de comuni- cación con Francia tuvo Saint-Cyr que enviar el 12 de julio una brigada del general Souham á Bañólas, al mismo tiempo que el general Gui- llot desde Figueras se adelantaba á San Lorenzo de la Muga. socorro que Muy luego de comenzar el sitio habían los

intenta entrar -, /-, i i ,

en Gerona, de Gerona pedido socorro , y en respuesta a su demanda trataron las autoridades de Cataluña de enviar un convoy y alguna fuerza á las ór- Mmhaii. fienes ¿e j)on Rodulfo Marshall , irlandés de na- ción y hombre de brios , que había venido á Es- paña á tomar parte en su sagrada lucha. Pasa- ron los nuestros delante del general Pino en Llagostera sin ser descubiertos; mas avisado el enemigo por un soldado zaguero , tomó el gene- ral Saint-Cyr sus medidas, y el 10 interceptó en Castellar el socorro , entrando solo en la plaza el coronel Marshall con unos cuantos que logra- ron salvarse, continúan Los sitiadores después del malogrado asalto su ataque de Monjuich prolongaron sus trabajos, y abra- Juicir M°" zanclo los dos frentes del nordeste y noroeste se adelantaron hasta la cresta del glacis. Nuevas y multiplicadas baterías levantaron sin que los de- tuviesen nuestros fuegos ni el valor de los sitia- dos. Perecieron el 3 1 muchos de ellos en la tor- re de San Luis, que voló una bomba arrojada de la plaza , y en una salida que voluntariamen- te hicieron del castillo en el mismo dia varios soldados.

101

Entrado agosto continuaron los franceses con el mismo ahinco en acometer á Monjuich, y en la noche del 3 al 4 quisieron apoderarse del rebellin del frente de ataque. Frustróse por entonces su intento; pero al dia siguiente se hi- cieron dueños de aquella obra , alojándose en la cresta de la brecha : 800 hombres defendían el rebellin, 50 perecieron, y con ellos su bizarro gefe Don Francisco de Paula Grifols. Ni aun asi se enseñorearon los franceses de Monjuich. Los defensores antes de abandonarle hicieron una sa- lida el 10 en daño de los contrarios.

Sin embargo previendo el gobernador del castillo Don Guillermo Nash que no le seria ya dado sostenerse por mas tiempo, habia consul- tado en aquellos dias á su gefe Don Mariano Al- varez , quien opuesto á todo género de capitu- lación ó retirada tardó en contestarle. Nash en- tonces juntó un consejo de guerra y con su acuer- do evacuó á Monjuich el 12 de agosto á las seis de la tarde , destruyendo antes la artillería y las municiones. Ocuparon los franceses aquellos es- combros, siendo maravillosa y dechado de de- fensas la de este castillo , pues los sitiadores solo penetraron en su recinto al cabo de dos meses de expugnación, y después de haber levantado diez y nueve baterías, abierto varias brechas, y perdido mas de 3000 hombres. De los 900 que componían la guarnición española murieron 18 oficiales y 5 1 1 soldados , sin quedar apenas quien no estuviese herido.

Poco antes de la evacuación v va esta resuel- ta recibió Don Guillermo Nash pliegos del go- bernador Al varez , en los que lejos de aprobar

Agosto.

Ataqnr M rrbelli» de

Moujuich.

los español»

102

la retirada de Monjuicli estimulaba á la defensa con premios y ofrecimientos. No por eso se cam- bió de parecer , juzgando imposible prolongar la resistencia. Los gefes al entrar en la plaza pi- dieron que se les formase consejo de guerra si no babian cumplido con su obligación. Pero Al- varez justo, no menos que tenaz y valeroso, aprobó su conducta. Fs mnzas Miraba el enemigo como tan importante la ▼anas de io* rendición de Monjuich que al dar Verdier cuen- u 'ocupación ta de ella á su gobierno, afirmaba que la ciudad deMonjmch. ge entregaría dentro de ocbo ó diez dias. Gran- de fue su encaño. Cierto era que la plaza con la pérdida del castillo quedaba por aquella par- te muy comprometida, cubriéndola solo un fla- co y antiguo muro, y ningunos otros fuegos si no los de la torre de la Gironella y los de dos baterías situadas encima de la puerta de San Cris- tóbal y muralla de Sarracinas. También los fran- ceses se babian posesionado el 2 del convento de San Daniel en la cañada del Galligans, é impe- dido la entrada de los cortos socorros que toda- vía de cuando en cuando penetraban en la pla- za por aquel lado.

Hasta entonces persuadidos los sitiadores de ia pialT sn que con la ocupación de Monjuicb abriria la ciu- dad sus puertas, no babian contra ella apretado el sitio. Solo por medio de una batería de 4 cañones y 2 obuses plantada en la ladera del Puig Denroca molestaban á los vecinos, y ba- cian desde su elevada posición daño en los ba- luartes de San Pedro, Figuerola y en San Nar- ciso. Construyeron ahora tres baterías: una en Monjuich de 4 cañones de á 24; otra encima

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del arrabal de San Pedro , y la tercera en el monte Denroca. Rompieron todas ellas sus fue- gos el dia Í9, atacando principalmente la mu- ralla de San Cristóbal y la puerta de Francia. Los sitiados para remediar el estrago y ofrecer nuevos obstáculos imaginaron muchas y opor- tunas obras: cerraron las calles que desembo- can en la plaza de San Pedro , y abrieron una gran cortadura defendida detras por un parape- to. Los franceses que escarmentados con el ejem- plar de Zaragoza huian de empeñar la lucha en las calles, no insistieron con ahinco en su ata- que de la puerta de Francia , y revolvieron con- tra la de San Cristóbal y muralla de Santa Lu- cía, parage en verdad el mas flaco y elevado de la plaza. Adelantaron para ello sus trabajos, y construidas nuevas baterías de brecha y morte- ros vomitaron estas muerte y destrozos los últi- mos dias de agosto, con especialidad en los dos puntos últimamente indicados y en los cuarteles nuevo y viejo de alemanes. Quisieron el 25 alo- jarse los enemigos en las casas de la Gironella; pero una partida española que salió del fuerte del Condestable impidió su intento , matando á unos y cogiendo á otros prisioneros.

Pocos esfuerzos de esta clase le era lícito ha- cer á la guarnición, escasa de suyo y menguada con las pérdidas de Monjuich y las diarias de la plaza. La corta población de Gerona tampoco daba ensanche como en Zaragoza para repetir las salidas. Ni aun apenas hubiera quedado gen- te que cubriese los puestos si de cuando en cuan- do y subrepticiamente no se hubiesen introduci- do en el recinto algunos hombres llevados de

Respuesta notable de

104

verdadera y desinteresada gloria, de los cuales en aquellos dias hubo 100 que vinieron de Olot.

No obstante el gobernador Don Mariano Al- varez, activo al propio tiempo que cuerdo, no desaprovechaba ocasión de molestar al enemigo y retardar sus trabajos, y á un oficial que en- cargado de una pequeña salida le preguntaba que adonde en caso de retirarse se acogería, respondióle severamente, al cementerio.

&• diügen- Mas luego que vio atacado el recinto de la

plaza puso su mayor conato en reforzar el pun- to principalmente amenazado: para lo cual cons- truyendo en parages proporcionados varias ba- terías , hasta colocó una de dos cañones encima de la bóveda de la catedral. Aunque los enemi- gos desencavalgaron pronto muchas piezas, ofen- díales en gran manera la fusilería de las mura- llas, y sobre todo las granadas, bombas y po- lladas que de lugares ocultos se lanzaban á las trincheras y baterías vecinas. Los apuros sin em- bargo crecían dentro de la ciudad, y se dismi- nuía mas y mas el número de defensores, sien- do ya tiempo de que fuese socorrida.

non joaquia £1 general Don Joaquín Blake , quien des-

pués de su desgraciada campaña de Aragón re- gresó según dijimos á Cataluña, puesta también bajo su mando, salió en julio de Tarragona con solo sus ayudantes, y recorrió la tierra hasta Olot. En su viage si bien detenido por una in- disposición, no. permaneció largo tiempo , re- trocediendo á Tortosa antes de concluirse el mes; de allí tomadas ciertas disposiciones, pen- só con eficacia en auxiliar á Gerona.

Aguijábanle á ello las vivas reclamaciones

Blake

105

Va al socor- ro de Gerona.

Bnena* rl¡s

que para ello toman .

de aquella plaza , y las que de palabra hizo Don Enrique Odoneíl enviado por Alvarez al in- tento. Blake resuelto á la empresa atendió an- tes de su partida á distraer al enemigo en las otras provincias que abrazaba su distrito , por cuyo motivo envió una división á Aragón , de- jó otra en los lindes de Valencia, y él con la de Lazan se trasladó en persona á Vique, en donde no terminado todavía agosto , estableció su cuartel general. A su llegada agregó á su gen- te las partidas y somatenes que hormigueaban por la tierra, y "pasó á Sant Hilári y ermita del Padró. Desde este punto quiso llamar la aten- ción del enemigo á varios otros para ocultar el verdadero por donde pensaba introducir el so- corro. Asi fue que el 30 de agosto en la tarde pmmJ envió á Don Enrique Odonnell con 1200 hom- bres la vuelta de Bruñólas, habiendo antes diri- gido por el lado opuesto á Don Manuel Llauder sobre la ermita de los Angeles. Don Francisco Robira y Don Juan Claros debían también diver- tir al enemigo por la orilla izquierda del Tér. El general Saint-Cyr cuyos reales desde el 10 de agosto se habían trasladado á Fornells, es- tando sobre aviso de los intentos de Blake , to- mó para estorbarlos varias medidas de acuerdo con el general Verdier, y reunió sus tropas des- parramadas por la dificultad de subsistencias. Mas á pesar de todo consiguieron los españoles su objeto. Llauder se apoderó de los Angeles, y Odonnell atacando vivamente la posición de Bruñólas, trajo hacia la mayor parte de la fuerza de los enemigos que creyeron ser aquel eJ punto que se quería forzar.

Vése Saint-

roña á las ór ■lenes de Con

K

Amaneció el 1.° de setiembre cubierta la ryr engaña- tierra ele espesa niebla , y Saint-Cyr, á quien Verdier se habia ya unido , aguardó hasta las tres de la tarde á que los españoles le atacasen. Hizo para provocarlos varios movimientos del lado de Bruñólas; pero viendo que al menor amago daban aquellos traza de retirarse , tornó á Fornells, en donde con admiración suya en- contró en desorden la división de Lecclii , que regida ahora por Millossevitz habia quedado apostada en Salt. Justamente por alli fue por donde el convoy se dirigió á la plaza , siguien- Entra »m do la derecha del Ter. Componíase de 2000 acé- írerVonlüe- milas que custodiaban 4000 infantes y 2000 ca- ballos á las órdenes del general Don Jaime Gar- cía Conde. Cayó este de repente sobre los fran- ceses de Salt, arrollólos completamente, y mien- tras que en derrota iban la vuelta de Fornells, entró en Gerona el convoy tranquila y feliz- mente. Alvarez dispuso una salida que bajo Don Blas de Fournas fuese al encuentro de Conde, divirtiendo asimismo la atención del enemigo del lado de Monjuich. A la propia sazón Cla- ros penetró hasta San Medir, y Robira tomó á Montagut, de donde arrojó á los wessfalianos que solos habian quedado para guardar la línea, matando un miquelete al general Hadeln con su propia espada. Clavaron los nuestros tres ca- ñones, y persiguieron á sus contrarios hasta Sar- ria. En grande aprieto estaban los últimos cuan- do repasando el Ter el general Verdier volvió á su orilla izquierda , y contuvo á los intrépi- dos Claros y Robira. Por su parte el general Conde después de dejar en la plaza el convoy

107

y 3287 hombres, tornó con el resto de su gen- te á Hostalrich, y á Olot Don Joaquín Blake que había permanecido en observación de los diversos movimientos de su ejército. Fueron estos dichosos en sus resultas y bastante bien di- rigidos , quedando completamente burlado el general Saint-Cyr no obstante su pericia.

Dio aliento tan buen suceso á la corta guar- nición de Gerona que se vio asi reforzada ; mas por este mismo aumento no se consiguió dis- minuir la escasez con los víveres introducidos.

Los franceses ocuparon de nuevo los pun- tos abandonados , y el 6 de setiembre recobra- ron la ermita de los Angeles, pasando á cuchi- llo á sus defensores, excepto á tres oficiales y al comandante Llauder que saltó por una ven- tana. No intentaron contra la plaza en aque- llos dias cosa de gravedad, contentándose con multiplicar las obras de defensa. No desapro- vecharon los sitiados aquel respiro , y atareán- dose afanadamente , aumentaron los fuegos de ílanco y parabólicos, y ejecutaron otros traba- jos no menos importantes.

Pasado el í 1 de setiembre renovaron los enemigos el fuego con mayor furor, y ensan- charon tres brechas ya abiertas en Santa Lu- cía, Atemanes y San Cristóbal, maltratando tam- bién el fuerte del Calvario , cuyo fuego sobre- manera los molestaba.

Dispuso el 15 Don Mariano Alvarez una sa- saiuiamai». lida con intento de retardar los trabajos del si- »™¿ Ue ,a liador y aun de destruir algunos de ellos. Di- rigíala Don Blas de Fournas, y aunque al prin- cipio todo lo atropellaron los nuestros, no sien-

108

do después convenientemente apoyadas las dos primeras columnas por otra que iba de respeto, tuvieron que abrigarse todas de la plaza sin ha- ber recogido el fruto deseado.

Aportilladas de cada vez mas las brechas, y apagados los fuegos del frente atacado, trataron los enemigos de dar el asalto. Pero antes envia- ron parlamentarios, que según la invariable re- solución de Alvarez , fueron recibidos á caño- nazos, «unta» ios Irritados de nuevo con tal acogida corrie- ¡!u¿?7?y£ ron al asalt0 á las cuatro de la tarde del 19 de «Miembre. setiembre , distribuidos en cuatro columnas de á 2000 hombres. Entonces brillaron las buenas

L previas disposiciones que había lomado el go- rnador español : alli mostró este su levantado ánimo. Al toque de la generala , al tañido triste vajnr <ieia de la campana que llamaba á somaten, solda-

goarnrnon y -. . í A , , . p -i

habitauícs. dos y paisanos, clérigos y trailes, mugeres y hasta niños acudieron á los puestos de antema- no y á cada uno señalados. En medio del es- truendo de doscientas bocas de cañón y de la densa nube que la pólvora levantaba , ofrecía noble y grandioso espectáculo la marcha mages* tuosa y ordenada de tantas personas de diversa clase, profesión y sexo. Silenciosos todos se vis- lumbraba sin embargo en sus semblantes la con- Aivarez. fianza que los alentaba. Alvarez á su cabeza gra- ve y denodado, representábase á la imaginación en tan horrible trance á la manera de los hé- roes de Homero, superior y descollando entre la muchedumbre , y cierto que si no se aventaja- ba á los demás en estatura como aquellos , so- brepujaba á todos en resolución y gran pecho.

109

Con no menor orden que la marcha se habían preparado los refuerzos , la distribución de mu- niciones, la asistencia y conducción de heridos.

Presentóse la primera columna enemiga de- lante de la brecha de Santa Lucía que mandaba el irlandés Don Rodulfo Marshall. Dos veces to- maron en ella pie los acometedores , y dos ve- ces rechazados quedaron muchos de ellos alli tendidos. Tuvieron los españoles el dolor de que fuese herido gravemente y de que muriese á po- co el comandante de la brecha Marshall, quien antes de expirar prorumpió diciendo « que mo- »ria contento por tal causa y por nación tan »brava."

Otras dos columnas enemigas emprendieron arrojadamente la entrada por las brechas mas anchurosas de Alemanes y San Cristóbal, en don- de mandaba Don Blas de Fournas. Por algún tiempo alojáronse en la primera hasta que al ar- ma blanca los repelieron los regimientos de Ul- tonia y Borbon , apartándose de ambas destro- zados por el fuego que de todos lados llovía so- bre ellos. No menos padeció otra columna ene- miga que largo rato se mantuvo quieta al pie de la torre de la Gironella. Herido aqui el capitán de artillería Don Salustiano Gerona, tomó el mando provisional Don Garlos Beramendi , y haciendo las veces de gefe y de subalterno cau- só estrago en las filas enemigas.

Amenazaron también estas durante el asal- to los fuertes del Condestable y del Calvario igualmente sin fruto.

Tres horas duró función tan empeñada. To- das las brechas quedaron llenas de cadáveres y

Mnerte tle

Maoiii.ll.

110

sonrrpeii- despojos enemigos; el furor de los sitiados era ceses^todu tal , que dejando á veces el fusil , sus membru- granitérduía" dos y esforzados brazos cogían las piedras suel- tas de la brecha y las arrojaban sobre las cabe- zas de los acometedores. Don Mariano Alvarez animaba á todos con su ejemplo y aun con sus palabras precavia los accidentes , reforzaba los puntos mas flacos , y arrebatado de su zelo no escuchaba la voz de sus soldados que encareci- damente le rogaban no acudiese como lo ha- cia á los parages mas expuestos. Perdieron los enemigos varios oficiales de graduación y cerca de 2000 hombres : entre los primeros contaron al coronel Floresti que en 1808 subió á posesio- narse del Monjuich de Barcelona en donde en- tonces mandaba Don Mariano Alvarez. De los españoles cayeron aquel dia de 300 á 400, en su número muchos oficiales que se distinguie- ron sobremanera y algunas de aquellas mugeres intrépidas que tanto honraron á Gerona.

Escarmentados los franceses con lección tan rigorosa, desistieron de repetir los asaltos á pe- sar de las muchas y espaciosas brechas, convir- tiendo el sitio en bloqueo, y contando por au- xiliares , como dice Saint-Cyr , el tiempo , las calenturas y el hambre.

Don Joaquín Blake, á quien algunos mote- jaban de no divertir la atención del enemigo "Tiapií del lado de Francia, intentó de nuevo avitua- llar la plaza. Para ello preparado un convoy en Hostalrich apareció el 26 de setiembre con 1 2,000 hombres en las alturas de La Bisbal á dos leguas de Gerona. Gobernada la vanguardia por odomeii. ^>on Enrique Odonnell ; desalojó a los france-

Convicrten los frauceses el sitio en bloqueo.

Intenta en

ano Blake

111

ses de los puntos que ocupaban desde Villa-Ro- ja hasta San Miguel. Salieron al propio tiempo de la plaza y del Condestable 400 hombres guia- dos por el coronel de Baza D. Miguel de Haro n,r» que también ha trazado con imparcialidad la his- toria de este sitio. Seguia á Odonnell "Wimpffen con el convoy, el cual constaba de unas 2000 acémilas y ganado lanar. Quedó el grueso del ejército teniendo al frente á Blake en las men- cionadas alturas de La Bisbal.

Enterado Saint-Cyr de la marcha* del con- voy, trató de impedir su entrada en la plaza. Consiguiólo desgraciadamente esta vez interpo- niéndose entre Odonnell y "Wimpffen y todo lo apresó , excepto unas 170 cargas que se salvaron y metieron en Gerona. Achacóse la culpa á la sobrada intrepidez de Odonnell que se alejó mas de lo conveniente de "Wimpffen, y también á la tímida prudencia de Blake que no acudió de- bidamente en auxilio del último. Asi no llega- ron á Gerona víveres tan necesarios y deseados, y perdió malamente el ejército de Cataluña unos 2000 hombres. Odonnell y Haro se abrigaron de los fuertes del Condestable y Capuchinos. Trataron los franceses cruelmente á los arrieros del convoy, ahorcando á unos y fusilando á otros en el Palau á vista de la ciudad.

Corta compensación de tamaña desdicha fue- viajas ron algunas ventajas conseguidas en el Llobre- £*Üi.- gat y Besos por los miqueletes y tropas de lí- Jñ£«w nea. Tampoco pudo servir de consuelo el haber dispersado los ingleses y cogido en parte un convoy que escoltaban navios de guerra fran- ceses, y que llevaba víveres y auxilios á Barce-

I.llipil hambre Gerona.

I! líese Odón

nell al ejercí

El mariscal Augereausu cede á Saint Cvr en C.

Estréchase el bloqueo.

112

lona ; ventura que no habían tenido poco an- tes con el que mandaba el almirante francés Gosmao que entró y salió de aquel puerto sin que nadie se lo estorbase.

Realmente en nada remediaba esto á Gero- na , cuyas enfermedades y penuria crecían con rapidez. Se esmeraban en vano para disminuir el mal la junta y el gobernador. No se habian acopiado víveres sino para cuatro meses, y ya iban corridos cinco. Imperceptibles fueron con- forme manifestamos los socorros introducidos en 1.° de setiembre , aumentándose las cargas con el refuerzo de tropas.

Por lo mismo y según lo requería la escasez de la plaza , Don Enrique Odonnell que desde la malograda expedición del convoy de 26 de setiembre permanecía al pie del fuerte del Con- destable , tuvo que alejarse, y atravesando la ciudad en la noche del 12 de octubre, cruzó el llano de Salt y Santa Eugenia , uniéndose al ejército por medio de una marcha atrevida.

En aquel dia llegó igualmente al campo ene- migo el mariscal Augereau, habiendo partido atü* el 5 el general Saint-Cyr. Con el nuevo gefe francés, y posteriormente, acudieron á su ejér- cito socorros y refuerzos estrechándose en ex- tremo el bloqueo. Levantaron para ello los si- tiadores varias baterías, formaron reductos, y llegó á tanto su cuidado que de noche ponían perros en las sendas y caminos, y ataban de un espacio á otro cuerdas con cencerros y campa- nillas ; por cuya artimaña cogidos algunos pai- sanos, atemorizáronse los pocos que todavía osa- ban pasar con víveres á la ciudad.

113

^oroéntam* el hawhr

La escasez por tanto tocaba al último punto

1 ,. x . j el nawnre y

Los mas de los habitantes habían ja consumido «.&«»*. las provisiones que cada uno en particular ha- bía acopiado , y de ellos y de los forasteros re- fugiados en la plaza veíanse muchos caer en las calles muertos de hambre. Apenas quedaba otra cosa en los almacenes para la guarnición que trigo, y como no habia molinos, suplíase la fal- ta machacando el grano en almireces ó cascos

bomba , y á veces entre dos piedras ; y asi y 1 cocido se daba al soldado. Nacieron de aquí

de ma

y se propagaron todo género de dolencias , es- tando henchidos los hospitales de enfermos y sin espacio ya para contenerlos. Solo de la guar- nición perecieron en este mes de octubre 793 individuos, comenzando también á faltar hasta los medicamentos mas comunes. Inútilmente Don Joaquin Blake trató por tercera vez de in- troducir socorros. De Hostalrich aproximóse el p3^ Í8 de octubre á Bruñólas, y aguantó el 20 un ataque del enemigo, cuya retaguardia picó des- pués Odonnell hasta los llanos de Gerona. Acu- diendo el mariscal Augerau con nuevas fuerzas, retiróse Blake camino de Vique dejando solo á Odonnell en Santa Coloma, quien á pesar de haber peleado esforzadamente, cediendo al nú- mero tuvo que abandonar el puesto y todo su bagage. Quedaban asi á merced del vencedor las provisiones reunidas en Hostalrich que po- cos dias después fueron por la mayor parte des- truidas, habiendo entrado el enemigo la villa, si bien defendida por los vecinos con bastante empeño.

Dentro de Gerona no dio noviembre lugar

TOMO III. 8

Tercera é

inuti! tentati-

de Biake

socorrer

Gerona.

Hambre

Carestía de víveres. J* Véase Ap

114

á combates excusados y peligrosos en concepto de los sitiadores. Renováronse de parte de estos las intimaciones , valiéndose de paisanos, de soldados y hasta de frailes que fueron ó mal acogidos ó presos por el gobernador. Pero las lástimas y calamidades se agravaban mas y mas horrorosa, cada dia. * Las carnes de caballo , jumento y

Carestía Ae. , , I 1 1 ' $

mulo de que poco antes se había empezado a echar mano, íbanse apurando ya por el consu- mo de ellas, ya también porque faltos de pas- to y alimento, los mismos animales se morían de hambre comiéndose entre las crines. Cuan- do la codicia de algún paisano arrostrando ries- gos introducia comestibles, vendíanse estos á exorbitantes precios; costaba una gallina diez y seis pesos fuertes y una perdiz cuatro. Ad- quirieron también extraordinario valor aun los animales mas inmundos, habiendo quien diese por un ratón cinco reales vellón y por un gato treinta. Los hospitales sin medicinas ni alimen- tos, y privados de luz y fuego, habíanse con- vertido en un cementerio en que solo se divi- saban no hombres sino espectros. Las heridas eran por lo mismo casi todas mortales y se com- plicaban con las calenturas contagiosas que á todos aíligian , acabando por manifestarse el ter- rible escorbuto y la disenteria.

A la vista de tantos males juntos de guerra, hambre, enfermedades y dolorosas muertes, fla- vaeiu ei queaban hasta los mas constantes. Solo Alvarez t«M. se mantenía inflexible. Habia algunos aunque inivxiMü. contados que hablaban de capitular, otros que- jdeAKa- r¡enc]_0 incorporarse al ejército proponían abrir- se paso por medio del enemigo. De los primeros

di <

115

hubo quien osó pronunciar en presencia del go- bernador la palabra Capitulación, pero este in- terrumpiéndole prontamente díjole «¿cómo, so- mIo usted es aqui cobarde? Cuando ya no haya ví- nveres nos comeremos á usted y á los de su ra- »lea , y después resolveré lo que mas convenga."

Entre los que con pensamientos mas honra- dos ansiaban salir por fuerza de la plaza , se ce- lebraron reuniones y aun se hicieron varias pro- puestas , mas la junta recelando desagradables resultas atajó el mal, y todos se sometieron á la firme condición del gobernador.

Este cuanto mas crecía el peligro mas imper- Bam)od(. térrito se mostraba , dando por aquellos dias un Airare*, bando asi concebido. «Sepan las tropas que guar- necen los primeros puestos, que los que ocupan »los segundos tienen orden de hacer fuego, en «caso de ataque, contra cualquiera que sobre »ellos venga sea español ó francés, pues todo el «que huye hace con su ejemplo mas daño que el »mismo enemigo."

La larga y empeñada resistencia de Gerona dio ocasión á que la junta central concediese á rias sus defensores iguales gracias que á los de Zara- coD«-de u

Y i ° ""i 1/-..1- l céntrala Ge-

gOZa , y provoco en el principado de Cataluña el roña.

deseo de un levantamiento general para ir á so- correr la plaza. Con intento de llevar á cabo congreso ca. esta última medida, se juntó en Manresa antes Wan' de concluirse noviembre un congreso compues- to de individuos de todas clases y de todos los puntos del principado.

Pero ya era tarde. Tras del triste y angustia- Estado de. do verano en el que ni las plantas dieron flores, falopr,aa^e de ni cria los brutos, llegó el otoño que húmedo

!Í6

y lluvioso acreció las penas y desastres. Desplo- madas las casas, desempedradas las calles , y re- mansadas en sushoyos las aguas y las inmundicias, quedaron los vecinos sin abrigo y respirábase en la ciudad un ambiente infecto, corrompido tam- bién con la putrefacción de cadáveres que ya- cían insepultos en medio de escombros y ruinas. Habian perecido en noviembre 1378 soldados y casi todas las familias desvalidas. No se veían mu- jeres en cinta, falleciendo á veces de inanición en el regazo de las madres el tierno fruto de sus entrañas. La naturaleza toda parecía muerta. Dieiembra. Los enemigos aunque prosiguieron arrojando bombas é incomodando con sus fuegos, no ha- bian renovado sus asaltos escarmentados en sus anteriores tentativas. Mas el mariscal Augereau viendo que el congreso catalán excitaba á las ar- mas á todo el principado, recelóse que Gerona con su constancia diese tiempo á ser socorrida, Renueva,, por lo que en la noche del 2 de diciembre , ani- lu'j «tafii«. versario de la coronación de Napoleón, empren- dió nuevas acometidas. Ocupó de resultas el arra- bal del Carmen, y levantando aun mas baterías, ensanchó las antiguas brechas y abrió otras. El 7 se apoderó del reducto de la Ciudad y de las casas de la Gironella , en donde sus soldados se atrincheraron y cortaron la comunicación con los fuertes , á cuyas guarniciones no les quedaba ni aun de su corta ración sino para dos días. Imperturbable Alvarez, si bien ya muy enfer- mo, dispuso socorrer aquellos puntos y consi- guiólo enviando trigo para otros tres dias, que fue cuanto pudo recogerse en su extrema penuria. En la tarde del 7 después de haber inútil-

fí7

mente procurado los enemigos intimar la ren- £{gv^ dicion á la plaza, rompieron el fuego por todas partes desde la batería formada al pie de Mon- telibi hasta los apostaderos del arrabal del Car- men, imposibilitando de este modo el tránsito del puente de piedra.

Gerona en fin se hallaba el 8 sin verdadera se«?o»pa. defensa. Perdidos casi todos sus fuertes exlerio- n°ntodoeé¿I

f»_ '11 •• ñero de ut>

res, veíase interrumpida la comunicación con i^. tres que aun no lo estaban. Siete brechas abier- tas, 1 100 hombres era la fuerza efectiva, y estos combalecientes ó batallando como los demás contra el hambre, el contagio y la continua y penosa fatiga. De sus cuerpos no quedaba sino una sombra, y el espíritu aunque sublime no bastaba para resistir á la fuerza física del enemi- go. Hasta Alvarez, de cuya boca como de la de Calvo gobernador de Maestricht, no salían otras palabras que las de ano quiero rendirme," doliente durante el sitio de tercianas, rindióse al fin á una fiebre nerviosa que el 4 de diciem- - - f , bre ya le puso en peligro. Continuó no obstante ^ Alvar"- dando sus órdenes hasta el 8, en que entrán- dole delirio hizo el 9 en un intervalo de sano sabstndv.ic juicio dejación del mando en el teniente de rey u™. Don Julián Bolívar. Su enfermedad fue tan gra- ve que recibió la extremaunción, y se le llegó á considerar como muerto. Hasta entonces no pareeia sino que aun las bombas en su caida ha- bían respetado tan grande alma , pues destruido todo en su derredor y los mas de los cuartos de su propia casa, quedó en pie el suyo no habién- dose nunca mudado del que ocupaba al princi- pio del sitio.

118

Hábluse de capitular.

Postrado Alvarez postróse Gerona. En ver- dad ya no era dado resistir mas tiempo. D. Ju- lián Bolívar congregó la junta corregimental y una militar. Dudaban todos que resolver , ¡tan- to les pesaba someterse al extrangero! pero ha- biendo recibido aviso del congreso catalán de que su socorro no llegaria con la deseada pron- titud^ tuvieron que ceder á su dura estrella, y en- viaron para tratar al campo enemigo á D. Blas

Honrosa ca- , , A ' i , i i «

pituiacio» de de lournas. Acogió bien a este el mariscal Au- f*íp!*¿ 2.) gereau y se ajustó * entre ambos una capitulación honrosa y digna de los defensores de Gerona. Entraron los franceses en la plaza el 1 1 de di- ciembre por la puerta del Areny, y asombrá- ronse al considerar aquel montón de cadáveres Í' de escombros, triste monumento de un ma- ogrado heroísmo. Habían alli perecido de 9 á 10,000 personas, entre ellas 4000 moradores. Exiniordina- Garnot nos dice que consultando la historia dréesíJiLa. de los sitios modernos , á penas puede prolon- garse mas allá de 40 días la defensa de las me- jores plazas ¡y la de la débil Gerona duró siete meses! Atacáronla los franceses conforme he- mos visto con fuerzas considerables, levantaron contra sus muros 40 baterías de donde arroja- ron mas de 60,000 balas y 20,000 bombas y gra- nadas, valiéndose por fin de cuantos medios se- ñala el arte. Nada de esto sin embargo rindió á Gerona, «solo el hambre, según el dicho de un »historiador de los enemigos, y la falta de mu- niciones pudo vencer tanta obstinación."

Dirigieron los españolos la defensa no solo con la fortaleza que infundía Alvarez, sino con lino y sabiduría. Mejor avituallada hubiera Ge-

119

roña prolongado sin término su resistencia, te- niendo entonces los enemigos que atacar las ca- lles y las casas, en donde como en Zaragoza hu- bieran encontrado sus huestes nuevo sepulcro.

El gobernador Don Mariano Alvarez, aun- que deslía uciado volvió en sí, y el 23 de diciem- bre le sacaron para Francia. Desde allí torná- ronle á poco á España, y le encerraron en un calabozo del castillo de Figueras, habiéndole antes separado de sus criados y de su ayudante s..^ Don Francisco Satué. Al dia siguiente de su lie- £„*»'. gada susurróse que habia fallecido, y los france- ses le pusieron de cuerpo presente tendido en unas pangúelas, apareciendo la cara del difunto hinchada y de color cárdeno á manera de hom- bre á quien han ahogado ó dado garrote. Asi se creyó generalmente en España , y en verdad la circunstancia de haberle dejado solo, los indi- cios que de muerte violenta se descubrían en su semblante, y noticias confidenciales * que re- \P cibió el gobierno español, daban lugar á vehe- mentes sospechas. Hecho tan atroz no merecia sin embargo alguna, á no haber amancillado su historia con otros parecidos el gabinete de Francia de aquel tiempo.

La junta central decretó «que se daria á Don «Mariano iUvarez, si estaba vivo, una recom- pensa propia de sus sobresalientes servicios, y »que si por desgracia hubiese muerto, se tribu- Mtarian á su memoria y se darían á su familia los «honores y premios debidos á su ínclita constan- »cia y heroico patriotismo."' Las cortes congre- gadas mas adelante en Cádiz mandaron grabar su nombre en letras de oro en el salón de las

AWara. Trasladado á Frauria. km

Hocnrrs concedidos á la memoria de Alvares.

Esta Jo de

las otras pro- viucias.

J'rorlaclaí libre*.

120

sesiones, al lado de los ilustres Daoiz y Velar- de. En Í815 Don Francisco Javier Castaños capitán general de Cataluña , pasó á Figueras, hí- zole las debidas exequias, y colocó en el cala- bozo en donde habia expirado una lápida que recordase el nombre de Alvarez á la posteridad. Honores justamente tributados atan claro varón.

Ocurieron durante el largo sitio de Gerona en las demás parles de España diversos é impor- tantes acontecimientos. De los mas principales hasta la batalla de Talayera dimos cuenta. Re- servamos otros para este lugar, sobre todo los que acaecieron posteriormente á aquella jorna- da. Entre ellos distinguiremos los generales y que tomaban principio en el gobierno central de los particulares de las provincias, empezan- do por los últimos nuestra narración.

Debe considerarse en aquel tiempo el terri- torio español como dividido en pais libre y en pais ocupado por el extranjero. Valencia, Mur- cia, las Andalucías, parte de Extremadura y de Salamanca, Galicia y Asturias respiraban desem- barazadas y libres, trabajadas solo por interio- res contiendas. Mostrábase Valencia rencillosa y pendenciera , excitando al desorden el ambi- cioso general Don José Caro, quien habiéndose valido de ciertas cabezas de la insurrección pa- ra derribar de su puesto al conde de la Conquis- ta , las persiguió después y maltrató encaruiza- damente. Murcia, aunque satélite, por decirlo asi, de Valencia en lo militar, daba señales de moverse con mayor independencia cuando se trataba de mantener la unión y el orden. Asiento las Andalucías del gobierno central no recibían

121

por lo común otro impulso que el de aquel , te- niendo que someterse á su voluntad la altiva jun- ta de Sevilla. Permaneció en general sumisa Ex- tremadura, y la parte libre de Salamanca esta- ba sobradamente hostigada con la cercanía del enemigo para provocar ociosas reyertas. En Ga- licia y Asturias no reinaba el mejor acuerdo, resintiéndose ambas provincias de los males que causó la atropellada conducta de Romana. De- sabrida la primera con la persecución de los pa- triotas, no ayudó al conde de Noroña que que- dó mandando y á quien también faltaba el ner- vio y vigor entonces tan necesarios, lo cual ex- citó de todas partes vivas reclamaciones al go- bierno supremo para que se restableciese la jun- ta provincial que Romana ni pensó ni quiso con- vocar. Al cabo , pero pasados meses, se atendió á tan justos clamores. Gobernaban á Asturias el general Mahy y la junta que formó el mismo Romana , autoridades ambas harto negligentes. En octubre fue reemplazado el primero por el general Don Antonio de Arce. Habíale enviado de Sevilla la junta central en compañía del con- sejero de Indias Don Antonio de Leiva, á íin de que aquel capitanease la provincia y de que los dos oyesen las quejas de los individuos de la junta disuelta por Romana. Ejecutóse lo postre- ro mal y lentamente, y en lo demás nada ade- lantó el nuevo general, hombre pacato y flojo. Reportóse por tanto poco fruto en las provin- cias libres de las buenas disposiciones de los ha- bitantes, siendo menester que el enemigo pun- zase de cerca para estimular á las autoridades y acallar sus desavenencias.

Na

Ai,"

122 provinrias Tampoco fallaban rivalidades en lasprovín-

ocupadus. . -•• , - 1

cías ocupadas, particularmente entre los geles militares , achaque de todo estado en que las revueltas lian roto los antiguos vínculos de su- bordinación y orden. Vamos á hablar de lo que en ellas pasó hasta fines de 1809.

Pulularon en Aragón después de las funestas jornadas de Maria y Belchite los partidarios y cuerpos francos. Recorrían «nos los valles del Pirineo é izquierda del Ebro, otros la derecha y los montes que se elevan entre Castilla la Nue- va y reino de Aragón. Aquellos obraban por y sostenidos á veces con los auxilios que les en- viaba Lérida : los segundos escuchaban la voz de la junta de Molina y en especial la de la de Aragón, que restablecida en Teruel el 30 de ma- yo, tenia á veces que convertirse como muchas otras y á causa de las ocurrencias militares, en ambulante y peregrina.

Abrigáronse partidarios intrépidos de las ho- ces y valles que forma el Pirineo desde el de Venasque en la parte oriental, hasta el de Ansó, situado al otro extremo. También aparecieron muy temprano en el de Roncal, que pertenece á Navarra, fragoso y áspero, propio para em- breñarse por selvas y riscos. En estos dos últi- mos y aledaños vaRes campeó con ventura D. Ma- riano Renovales. Prisionero en Zaragoza se es- capó cuando le llevaban á Francia, y dirigién- dose á lugares solitarios se detuvo en Roncal para reunir varios oficiales también fugados. No- ticioso de ello el general francés D'Agoult, que mandaba en Navarra, y temeroso de un levan- tamiento envió en mayo para prevenirle al ge-

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fie de batallón Puisalis con 600 hombres. Súpolo J:»^" en Renovales y allegando apresuradamente paisa- nos y soldados dispersos se emboscó el 20 del mismo mes en el pais que media entre los valles del Roncal y Ansó. El 21 antes de la aurora comenzaron los combates , trabáronse en varios puntos , duraron todo aquel dia y el siguiente en que se terminaron con gloria nuestra al pie del Pirineo , en la alta roca llamada Undarí. To- dos los franceses que alli acudieron fueron muer- tos ó hechos prisioneros, excepto unos 120 que no penetraron en los valles.

Animado con esto Renovales, pero mal mu- nicionado, buscó recursos en Lérida y trajo ar- meros de Eybar y Plasencia. Pertrechado algún tanto aguardó á los franceses, quienes invadien- do de nuevo aquellas asperezas el Í5 de junio, fueron igualmente deshechos y perseguidos hasta la villa de Lumbier. Interpusiéronse en seguida los nuestros en los caminos principales, y sem- braron entre los enemigos el desasosiego y la zozobra.

Dieron lugar tales movimientos á que el co- c»rr«poD- mandante de Zaragoza Plique y el gobernador ÍTfA^lS de Navarra D'Agoult entablasen corresponden- yRenorale»- cia con Renovales. En ella al paso que agrade- cían los enemigos el buen porte de que usaba el general español con los franceses que cogia, re- clamaban altamente el castigo de algunos subal- ternos que se habian desmandado á punto de matar varios prisioneros, quejándose también de que el mismo Renovales se hubiese escapado sin atender á la palabra empeñada. Respecto de lo primero , olvidaban los franceses que á tan

Í24

lamentables excesos habían dado ellos triste oca- sión, mandando D'Agoult ahorcar poco antes, socolor de bandidos, á cinco hombres que for- maban parte de una guerrilla de Roncal; y res- pecto de lo segundo replicó Renovales, «si yo »me fugué antes de llegar á P'.mplona , advertid »que se faltó por los franceses al sagrado de la ca- »pitulacion de Zaragoza. Fui el primero á quien »el general Morlot, sin honor ni palabra, des- »poió de caballos y equipage, hollando lo esti- »puíado. Si al general francés es lícita la infrac- ción de un derecho tan sagrado, no por qué »ha de prohibirse á un general español faltar á »su palabra de prisionero."

Los triunfos de Roncal y Ansó infundieron grande espíritu en todas aquellas comarcas, y Don Miguel Sarasa hacendado rico, después de haber tomado las armas y combatido en julio en varios felices reencuentros, formó la izquier- da de Renovales apostándose en San Juan de la Peña monasterio de benedictinos, y en cuya es- pelunca, como la llama Zurita, nació la mo- narquía aragonesa, y se enterraron sus reyes has- ta Don Alfonso el II.

Viendo los enemigos cuan graves resultas po- dría traer el levantamiento de los valles del Pi- rineo, mayormente no habiéndoles sido dado apagarle en su origen, idearon acometer á un tiempo el país que media entre Jaca y el valle de Salazar en Navarra, llamando al propio tiem- po la atención del lado de Venasque. Con este fin salieron tropas de Zaragoza y Pamplona y de otros puntos en que tenían guarnición, no olvi- dando tampoco amenazar de la parte de Fran-

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cia. Un trozo dirigióse por Jaca sobre San Juan EÜ^* <le la Peña , olro ocupó los puertos de Salvatier- mado- ra, Castillo nuevo y Navascues, y se juntó una corta división en el valle de Salazar. Fue San Juan de la Peña el primer punto atacado. De- fendióse Sarasa vigorosamente , mas obligado á retirarse quemaron el 26 de agosto los france- ses el monasterio de benedictinos , conserván- dose solo la capilla abierta en la peña. Con el edificio ardió también el archivo, habiéndose perdido alli, como en el incendio del de la di- putación de Zaragoza ocurrido durante el sitio, preciosos documentos que recordaban los anti- guos fueros y libertades de Aragón. El general Suchet fundó, por via de expiación, en la capi- lla que quedaba del abrasado monasterio una misa perpetua con su dotación correspondiente. Pensaba quizá cautivar de este modo la fervoro- sa devoción de los habitantes, mas tomóse á in- sulto dicha fundación y nadie la miró como efec- to de piedad religiosa.

Vencido este primer obstáculo avanzaron los franceses de todas partes hacia los valles de XL*¡ Ansó y Roncal. El 27 empezó el ataque en el

Í>rimero, y á pesar de la porfiada oposición de os ansotanos entraron los enemigos la villa á sangre y fuego.

Contrarestó Renovales su ímpetu en Roncal los dias 27, 28 y 29, retirándose hasta el término y boquetes de la villa de Urzainqui. Mas agol- pándose á aquel paraje los franceses del valle de Ansó , los del de Salazar y una división proce- dente de Oleron en Francia , no fue ya posible hacer por mas tiempo rostro á tanta turba de

Combates < los valles de Ans

cjI.

Capitulan

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enemigos. Asi deseando Renovales salvar de ma- yores horrores á los roncaleses, determinó que

ios vanes". Don Melchor Ornat vecino de la villa capitula- se honrosamente por los valles, como lo hizo, asegurando á los naturales la libertad de sus per- sonas y el goce de sus propiedades. Renovales con varios oficiales, soldados y rusos desertores se trasladó al Cinca.

En tanto que esto pasaba en Navarra y valles occidentales de Aragón, llamaron también los venasquc. franceses la atención á los orientales, incluso el de Aran en Cataluña. No llevaron en todos ellos su intento mas allá del amago, siendo re- chazados en el puerto de Venasque en donde se señaló el paisano Pedro Berot. perena y Descendiendo la falda de los Pirineos, y si-

dar<¡os.part" guiendo la orilla izquierda del Cinca, Don Fe- lipe Perena, Baget y otros partidarios tuvieron con los franceses reñidos choques. En varios sa- caron ventaja los nuestros, incomodándolos in- cesantemente y cogiéndoles reses y víveres que llevaban para su abastecimiento. Ansiosos los franceses de libertarse de tan porfiados contra- rios, enviaron al general Habert para dispersar- los y despejar las riberas del Cinca. Consiguió Habert penetrar hasta Fonz, en donde sus tro- pas asesinaron desapiadadamente á los ancianos y enfermos que habian quedado. Al mismo tiem- po que Habert cruzó el Cinca por cima de Es- tadilla el coronel Robert, quien al principio fue rechazado, pero concertando añinos gefes sus movimientos, replegáronse los partidarios espa- ñoles á Lérida, Mequinenza y puntos abrigados, tomando después el mando de todos ellos Reno-

nnsque.

127

vales. Ocuparon los franceses á Fraga y Mon- zón, como importantes para la tranquilidad del pais.

Mas ni aun asi consiguieron su objeto. Sara- ggj" Par- sa en octubre y noviembre apareció de nuevo en las cercanías de Ayerbe y procuró cortar las comunicaciones entre Zaragoza y Jaca. Los es- pañoles de Mequinenza también hicieron en 16 de octubre una tentativa sobre Caspe , en un principio dichosa, al último malograda. Otras parciales refriegas ocurrían al mismo tiempo por aquellos parages, poniendo al fin los franceses su conato en apoderarse de Venasque.

Mandaba alli desde 1804 el marqués de Vi- BfcfcM Ve- llora, y el 22 de octubre del año en que vamos, intimándole el comandante francés de Benabar- re la Pageolerie que se rindiese, contestóle el marqués dignamente. Mas en noviembre acu- diendo otra vez los franceses, cedió Yillora sin resistencia ; y por esto , y por entrar después al servicio del intruso, tachóse su conducta de muy sospechosa.

En la margen derecha del Ebro las juntas de Molina y Aragón trabajaban incansables en favor de la defensa común. La última, aunque metida en Moya, provincia de Cuenca , después de la vergonzosa jornada de Belchite , desvivía- se por juntar dispersos y promover el armamen- to de la provincia. Don Ramón Gayan, separa- Gjy*n- do ya del ejército de Blake al desgraciarse la acción de Maria, sirvió de mucho con su cuerpo franco para ordenar la resistencia. Ocupaba la ermita del Águila en el término de Cariñena, y la junta agrególe el regimiento provincial de So-

Aragón.

Le atacan los franceses.

128

ria y el de la Princesa venido de Santander. Hubo entre los nuestros y los enemigos varios reencuentros. Los últimos en julio desalojaron á Gayan de la ermita del Águila , y frustróse un plan que la junta de Aragón tenia trazado para sorprender á los franceses que enseñoreaban á Da roca.

Falló en parle por disputas de los gefes que eran de igual graduación. Para prevenir en ade- lante todo altercado envió Blake desde Catalu- ña , á petición de la mencionada junta , á Don Pedro Villacampa, entonces brigadier, el cual reuniendo bajo su mando Ja tropa puesta antes á las órdenes de Gayan , y ademas el batallón de Molina con otros destacamentos, formó en bre- ve una división de 4000 hombres. A su cabeza adelantóse el nuevo gefe antes de finalizar agos- to á Calatayud, arrojó á los enemigos del puer- to del Frasno , y haciendo varios prisioneros los persiguió hasta la Almunia.

En arma los franceses con tal embestida , des- pués de verse algo desembarazados en la orilla izquierda del Ebro, revolvieron en mayor nú- mero contra Villacampa. Prudentemente se ha- bía recogido este á los montes llamados Muela de San Juan y sierras de Albarracin, célebres por dar nacimiento al Tajo y otros rios cauda- losos, habiéndose situado en nuestra Señora del Tremedal , santuario muy venerado de los natu- rales , y adonde van en romería de muchas le- guas á la redonda. De las tropas de Villacampa habían quedado algunas avanzadas en la direc- ción de Daroca, las cuales fueron en octubre arrojadas de allí por el general Chlopicki , que

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avanzó hasta Molina destruyendo ó pillando casi todos los pueblos.

Don Pedro Villacampa juntó en el Treme- dal entre soldados y paisanos sin armas unos 4$ hombres. El santuario está situado en un eleva- do monte en forma de media luna , y á cuyo pie se descubre la villa de Orihuela. Pinares que se extienden por los costados y la cumbre ro- queña de la montaña dan al sitio silvestre y ce- ñudo semblante. Habia acumulado alli la devo- ción de los fieles muchas y ricas ofrendas , res- petadas hasta de los salteadores } siendo asi que de dia y noche se dejaban abiertas las puertas del santuario. Por lo menos asi lo aseguraban los clérigos ó mosenes, como en Aragón los lla- man, encargados del culto y custodia del templo.

Habia Villacampa hecho en la subida algu- f> ptfr*

, *i t o , t i- ° de la Virge

ñas cortaduras _, y dedicábase a disciplinar en *>} TrenH aquel retiro su gente bisoña. Conocieron los fran- ceses el mal que se les seguiria si para ello le de- jaban tiempo , y trataron de destruirle ó por lo menos de aventarle de aquellas asperezas. Tuvo orden de ejecutar la operación el coronel Hen- riod con su regimiento 14 de línea, alguna mas infantería , un cuerpo de coraceros y tres pie- zas. Maniobró el francés diestramente amagan- do la montaña por varios puntos , y el 25 se apo- deró del Tremedal , de donde arrojados los es- pañoles se escaparon por la espalda camino de Albarracin. Los enemigos saquearon é incendia- ron á Orihuela , volándose el santuario con es- pantoso estrépito. Salvóse la Virgen que á tiem- po ocultó un mosen, y retirados los franceses acudieron ansiosamente" los paisanos del contor- tomo ni. 9

F.ntra en Alb;

Í30

no á adorar la imagen, cuya conservación gra- duaban de milagro.

Aunque con tales excursiones conseguian los enemigos despejar el pais de ciertas partidas, no

Í)or eso impedían que en otros parages los mo- estasen nuevas guerrillas. Asi al adelantarse aque- llos via del Tremedal, los hostilizaban á su reta- guardia el alcalde de Ulueca, y el paisanage de varios pueblos. Lo mismo ocurria con mayor ó menor ímpetu en casi todas las comarcas , fati- gando á los invasores tan continuo é infructuo- so pelear.

Suchet sin embargo insistia en querer apaci- guar á Aragón, y sabiendo que de Madrid había snchet id0 á Cuenca el general Milhaud para desbandar

abarra- , -11 1 11

cinyTeruei. las guerrillas de aquella provincia, avanzo tam- bién por su parte el 25 de diciembre hasta Al- barracin y Teruel, cuyo suelo aun no habian pi- sado los franceses, obligando á la junta de Ara- gón que entonces se albergaba en Rubielos á abandonar su territorio , teniendo que refugiar- se en las provincias vecinas. o.enca y De estas las de Cuenca y Guadalajara traían

Guadañara. £ maltraer al enemigo. En la primera era uno

Atalayóla*, de los principales gefes el marqués de las Ata- layuelas, que solia ocupar Sacedon y sus cer-

F.i Empecí- canias ; y en la segunda el Empecinado, á quien ya vimos en Castilla la Vieja, y que se aventa- jaba á los demás en fama y notables hechos. Por disposición de la central habíase establecido el 20 de julio en Sigúenza [ciudad poco antes muy junta», mal tratada por los franceses] una junta con ob- jeto de gobernar la provincia de Guadalajara. Trabajó con ahinco la nueva autoridad en reu-

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nir las pártalas sueltas, efectuar alistamientos y hostigar de todos modos al enemigo , y asi esta junta como otra que se erigió en tierra de Cuen- ca , uniéndose en ocasiones ó concertándose con Jas de Aragón y Molina, formaron en aquellas montañas un foco de insurrección que hubiera sido aun mas ardiente si á veces no hubiesen debilitado su fuerza quisquillas y enojosas pen- dencias.

Don Juan Martin el Empecinado guerreaba allende la cordillera carpetana; mas buscado en setiembre por la junta de Guadalajara acudió u*Gaad«-

. K , { _ , ' , , . Ujara l!.m¡a

gustoso al Jlamamiento. Comenzó aquel caudí- aiEa^iu... lio á recorrer la provincia, y no dejando á los franceses un momento de respiro tuvo ya en los meses de setiembre y octubre choques bas- tante empeñados en Cogolludo , Alvares y Fuen- te la Higuera. Los franceses para vencerle re- currieron á ardides. Tal fue el que pusieron en planta en 12 de noviembre, aparentando reti- rarse de la ciudad de Guadalajara para luego volver sobre ella. Pero el Empecinado, después de haberse provisto de porción de paños de aque- llas fábricas, rompió por medio de la hueste que le tenia rodeado y se salvó. Pagó en seguida á los franceses el susto que entonces le dieron,

Erincipalmente sorprendiendo el 24 de diciem- re en Mazarrulleque á un grueso trozo de con- trarios.

Entre los guerrilleros de la Mancha, de que jjManch«. ya entonces se hablaba , ademas de Mir y Jimé- nez merece particular mención Francisco Sán- chez , conocido con el nombre de Francisquete, J™****- natural de Camuñas. Habian los franceses ahor-

tilla.

Sanclii

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cado á un hermano suyo que se rindiera bajo se- guro^ y en venganza Francisco hízoles sin cesar guerra á muerte. Otros partidarios empezaron también á rebullir en esta provincia y en la de Toledo; mas ó desaparecieron pronto, ó sus nom- bres no sonaron hasta mas adelante.

iconycas- En las que componen los reinos de León y Castilla la Vieja descolló entre otros muchos

,ncL?lian cerca de Ciudad Rodrigo Don Julián Sánchez. Viviaeste en la casa paterna después de haber militado en el regimiento de Mallorca. Pisaron los enemigos en sus correrías aquellos umbra- les , y mataron á sus padres y á una hermana, atrocidad que juró Sánchez vengar : empezó con este fin á reunir gente , y luego allegó hasta 200 caballos con el nombre de Lanceros, de cuya tro- pa nombróle capitán el duque del Parque gene- ral que alli mandaba. Don Julián unas veces se apoyaba en el ejército ó en la plaza de Ciudad Rodrigo, otras obraba por y se alejaba con su escuadrón. Infundía tal desasosiego en los fran- ceses que en Salamanca el general Marchand dio contra él y sus soldados una proclama amenaza- dora , y cogió en rehenes como á patrocinado- res á unos cuantos ganaderos ricos de la provin- cia. Sánchez agraviado de que el francés califi- case á sus hombres de asesinos y ladrones, repli- cóle de una manera áspera y merecida. Cruda guerra que hasta en el hablar enconaba asi de am- bos lados el ánimo de los combatientes.

Eicnpuchi- Por el centro y vastas llanuras de Castilla la Vieja andaban asimismo al rebusco de franceses partidas pequeñas, como las del Capuchino, Saor- nil y otras que todavía no gozaban de mucho

no , Saorml.

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nombre , pero que dieron lugar á una circular curiosa al par que bárbara del general francés Kellermann comandante de aquellos distritos, y por la que haciendo en 25 de octubre una requi- sición de caballos , mandaba bajo penas riguro- sas sacar el ojo izquierdo y marcar ó inutilizar de otro modo para la milicia los que no fuesen destinados á su servicio. Porlier también ejecu- tando á veces rápidas y portentosas marchas rom- pía por la tierra y atropellaba los destacamentos enemigos , descolgándose de las montañas de Ga- licia y Asturias que eran su principal guarida.

En todo el camino carretero de Francia des- jyyyp^ de Burgos hasta los lindes de Álava, y en ambas camino de riberas por aquella parte del Ebro, hormiguea- raaaa' ron de muy temprano las guerrillas. Tenia la codicia en que cebarse con la frecuencia de con- voyes y pasageros enemigos, y muchos de los naturales dados ya desde antes al contrabando por la línea de aduanas alli establecida, conocian á palmos el terreno y estaban avezados á los ries- gos de su profesión , imagen de los de la guerra. Fomentaron tales inclinaciones varias juntas que se formaron de cuarenta en cuarenta lugares, y las cuales ó se reunieron después ó se sujetaron á las que se apellidaban de Burgos , Soria y la Rioja. Reconocieron la autoridad de estos cuer- pos las mas de las partidas, de las que se mira- ron como importantes la de Ignacio Guevillas, Don Juan Gómez , el cura Tapia, Don Francis- co Fernandez de Castro hijo mayor del marqués de Barrio-Lucio , y el cura de Villoviado , de quien ya se hizo mención en otro libro.

Sus correrías solían ser lucrosas en perjuicio

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del enemigo y no fallas de gloria , sobre todo cuando muchas de ellas se unían y obraban de concierto. Sucedió asi en setiembre para soste- ner á Logroño, estando á su frente Cuevillas : lo mismo el 18 de noviembre en Sausol de Navar- ra en donde deshicieron á mas de 1000 france- ses , guiadas las partidas reunidas por el capitán de navio Don Ignacio Narron presidente de la junta de Nájera.

En esta función tuvo ya parte Don Francis- co Javier Mina , sobrino del después tan célebre Espoz. Cursaba en Zaragoza á la sazón que esta- lló el levantamiento de 1808: su edad entonces era la de 19 años, y tomó las armas como los demás estudiantes. Habia nacido en Idocin , pue- blo de Navarra , de labradores acomodados. Re- tirado por enfermo al lugar de su naturaleza se hallaba en su casa cuando la saquearon los fran- ceses en venganza de un sargento asesinado en la vecindad. Para libertar á su padre de una per- secución se presentó Mina el mozo á los france- ses, redimiéndose por medio de dinero del ar- resto en que le pusieron. Airado de la no mere- cida ofensa y de ver su casa allanada y perdida, armóse, y uniéndosele otros doce comenzó sus correrías, reciente aun en Roncal la memoria de Renovales. Aumentóse sucesivamente su cua- drilla , y con ímpetu daba de sobresalto en los destacamentos franceses de Navarra , como tam- bién en los confinantes de Aragón y Rioja. Fue estremada su audacia, y antes de concluirse 1809 admiró con sus hechos á los habitantes de aque- llas partes.

Hasta aquí los sucesos parciales ocurridos este

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año en las provincias. Necesario ha sido dar una idea de ellos aunque rápida , pues si bien se obe- decía en todo el reino al gobierno supremo , la índole de la guerra y el modo como se empezó Jg¡¡^» inclinaba á las provincias ó las obligaba i veces ■**». á obrar solas ó con cierta independencia. Ocu- pémonos ahora en la junta central y en los ejér- citos, y asuntos mas generales.

Vivos debates habían sobrevenido en aque- Estadodcde- 11a corporación al concluirse el mes de agosto S^ulí.'1" y comenzar setiembre. Procedieron de divisio- nes internas y de la voz pública que le achaca- ba el malogramiento de la campaña de Talave- ra. Hervían con especialidad en Sevilla los ma- nejos y las maquinaciones. Ya desde antes , co- mo dijimos, y sordamente trabajaban contra el gobierno varios particulares resentidos , entre ellos ciertos de la clase elevada. Cobraron ahor ra aliento por el arrimo que les ofrecía el enojo de los ingleses, y la autoridad del consejo reins- talado el mes anterior. No menos pensaban ya que en acudir á la fuerza , pero antes creye- ron prudente tentar las vias pacíficas y lega- les. Sirvióles de primer instrumento Don Fran- cisco de Palafox individuo de la misma junta, quien el 21 de agosto leyó en su seno un papel en el que doliéndose amargamente de los males públicos y pintándolos con negras tintas, propo- nía como remedio la reconcentración del poder en un solo regente , cuya elección indicaba po- dría recaer en el cardenal de Borbon. Encon- tró Palafox en sus compañeros oposición, pre- sentándole algunas objeciones bastante fuertes, á las que no pudiendo de pronto responder co-

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mo hombre de limitado seso , de]ó su réplica para la siguiente sesión en que leyó otro papel explicativo del primero.

consulta de» Aquel dia que era el 22 vino en apoyo suyo, con aire de concierto, una consulta del consejo. Este cuerpo que en vez de mostrarse reconoci- do teníase por agraviado de su restablecimien- to , como hecho , según pensaba , en menoscabo de sus privilegios, andaba solícito buscando oca- siones de arrancar la potestad suprema de las manos de la central , y colocarla ó en las suyas

saoeguedad. ó en otras que estuviesen á su devoción. Figuró- se haber llegado ya el plazo tan deseado, y per- judicó con ciega precipitación á su propia causa. En la consulta no se ciñó á examinar la conduc- ta de la junta central , y á hacer resaltar los in- convenientes que nacian de que corporación tan numerosa tuviese á su cargo la parte ejecutiva, sino que también atacó su legitimidad y la de las juntas provinciales pidiendo la abolición de estas, el restablecimiento del orden antiguo , y el nombramiento de una regencia conforme á lo dispuesto en la ley de Partida. ¡Contradicción singular! El consejo que consideraba usurpada la autoridad de las juntas, y por consiguiente la de la central emanación de ellas , exigía de este mismo cuerpo actos para cuya decisión y cum- plimiento era la legitimidad tan necesaria.

Pero prescindiendo de semejante modo de raciocinar , harto común en asuntos de propio interés , hubo gran desacuerdo en el consejo en

Eroceder asi , enagenándose voluntades que le uhieran sido propicias. Descontentaban á mu- chos las providencias de la central : parecíales

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monstruoso su gobierno ; mas no querían que 6e atacase su legitimidad derivada de la insurrec- ción. Tocó en desvarío querer el consejo tachar del mismo defecto á las juntas provinciales, por cuya abolición clamaba. Estas corporaciones te- nían influjo en sus respectivos distritos. Atacar- las era provocar su enemistad , resucitar la me- moria de lo ocurrido al principio de la insur- rección en 1808, y privarse de un apoyo tanto mas seguro cuanto entonces se habian suscitado nuevas y vivas contestaciones entre la central y algunas de las mismas juntas.

La provincial de Sevilla nunca olvidaba sus ^SZ+Sul primeros zelos y rivalidades, y la de Extrema- de,p™™^a dura antes mas quieta , movióse al ver que su seviiia. territorio quedaba descubierto con la ida de los ingleses, de cuya retirada echaba la culpa á la central. Asi fue que sin contar con el gobierno supremo, por dio pasos para que Lord Wel- lington mudase de resolución, y diólos por el conducto del conde del Montijo que en sus per- secuciones y vagancia había de Sanlúcar pasado á Badajoz. Desaprobó altamente la junta cen- tral la conducta de la de Extremadura como agena de un cuerpo subalterno y dependiente, é irritóla que fuera medianero en la negocia- ción un hombre á quien miraba al soslayo , por lo cual apercibiéndola severamente mandó pren- der al del Montijo que se salvó en Portugal. Ofendida la junta de Extremadura de la repren- sión que se le daba, replicó con sobrada des- compostura, hija quizá de momentáneo acalo- ramiento , sin que por eso fuesen mas allá afor- tunadamente tales contestaciones. Las que ha-

Extrema -

dora.

m

vai«,cia. bian nacido en Valencia al instalarse la central se aumentaron con el poco tino que tuvo en su comisión á aquel reino el barón de Sabasona, y nunca cesaron, resistiendo la junta provincial el cumplimiento de algunas órdenes superiores, á veces desacertadas, como lo fue la provisión en tiempos de tanto apuro de las canongías, be- neficios eclesiásticos y encomiendas vacantes, cuyo producto juiciosamente liabia destinado dicha junta á los hospitales militares. Encontra- das asi ambas autoridades á cada paso se enre- daban en disputas, inclinándose la razón ja de un lado ya de otro.

Dolorosas eran estas divisiones y querellas, y de mucho hubieran servido al consejo en sus fines, si acallando á lo menos por el momento su rencorosa ira contra las juntas, las hubiera acariciado en lugar de espantarlas con descubrir sus intentos. Enojáronse pues aquellas corpora- ciones, y la de Valencia aunque una de las mas enemigas de la central, se presentó luego en la lid á vindicar su propia injuria. En una exposi» dc^Ccon" ci°n fecha en 25 de setiembre clamó contra el traeiconsejo. consejo, recordó su vacilante si no criminal con- ducta con Murat y José, y pidió que se le cir- cunscribiese á solo sentenciar pleitos. Otro tan- to hicieron de un modo mas ó menos explícito varias de las otras juntas, añadiendo sin embar- go la misma de Valencia que convendría que la central separase la potestad legislativa de la ejecutiva , y que se depositase esta en manos de uno, tres ó cinco regentes.

Antes que llegase esta exposición, y atrope- llando por todo en Sevilla los descontentos, pen-

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saron recurrir á la fuerza, impacientes de que

la central no se sometiese á las propuestas de Pa- t/3™* p»-

, , , . ri r -n ra dlso,T«-

laíox, del consejo y sus parciales. Era su pro- central.

Ííósito disolver dicha junta, transportar á Mani- a algunos de sus individuos, y crear una regen- cia, reponiendo al consejo real en la plenitud de su poder antiguo y con los ensanches que él codiciaba. Habíanse ganado ciertos regimientos, repartídose dinero, y prometido también convo- car cortes, ya por ser la opinión general del reino, ya igualmente para amortiguar el efecto que podría resultar de la intentada violencia. Pero esta última resolución no se hubiera rea- lizado, á triunfar los conspiradores como ape- tecían, pues el alma de ellos, el consejo, tenia sobrado desvío por todo lo que sonaba á repre- sentación nacional, para no haber impedido el cumplimiento de semejante promesa.

\ a en los primeros días de setiembre estaba Descúbrela próximo á realizarse el plan, cuando el duque ^¿i"' dei Infantado queriendo escudar su persona con la aquiescencia del embajador de Inglaterra, con- fiésele amistosamente. Asustado el marqués de A\ ellesley de las resultas de una disolución re- pentina del gobierno, y no teniendo por otra parte concepto muy elevado de los conspirado- res, procuró apartarlos de tal pensamiento, y sin comprometerlos dio aviso á la central del proyecto. Advertida esta á tiempo, é intimida- dos también algunos de los de la trama con no verse apoyados por la Inglaterra , prevínose to- do estallido, tomando la central medidas de pre- caución sin pasar á escudriñar quienes fuesen los culpables.

Uva.

Diversidad

140

La junta no obstante viendo cuan de cerca la atacaban, que la opinión misma del embaja- tráufe rccon* dor de Inglaterra, si bien opuesto á violencias, tcTt^ejccu.' era 1Q ^e reconcentrar la potestad ejecutiva y que hasta las autoridades que le habian dado el ser eran las mas de idéntico ó parecido sentir, resolvió ocuparse seriamente en la materia. Al- gunos de sus individuos pensaban ser convenien- te la remoción de todos los centrales ó de una parte de ellos, acallando asi á los que tachaban su conducta de ambiciosa. Suscitó tal medida el bailío Don Antonio Valdés, la cual contados de sus compañeros sostuvieron , desechándola los mas. Tres dictámenes prevalecian en la junta, dcopiuioiies. el de los que juzgaban ocioso hacer una mudan- za cualquiera debiendo convocarse luego las cortes, el de los que deseaban una regencia es- cogida fuera del seno de la central, y en fin el de los que repugnando la regencia querían sin em- bargo que se pusiese el gobierno ó potestad eje- cutiva en manos de un corto número de indi- viduos sacados de los mismos centrales. Entre los que opinaban por lo segundo se contaba Jo- vellanos, pero tan respetable varón luego que percibió ser la regencia objeto descubierto de ambición que amenazaba á la patria con peligro- sas ocurrencias, mudó de parecer y se unió á los del último dictamen.

Al frente de este se hallaba Calvo que acaba- ba de volver de Extremadura y quien con su ás- pera y enérgica condición no poco contribuyó á parar los golpes de los que dentro de la misma junta solo hablaban de regencia para destruir la central é impedir la convocación de cortes.

Nómbrase al efecto una

cuiuiaiou.

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Trajo hacia á Jovellanos y sus amigos, los que concordes consiguieron después de acaloradas discusiones, que se aprobasen el Í9 de setiem- bre dos notables acuerdos. 1.° La formación de una Comisión ejecutiva encargada del despacho de lo relativo á gobierno, reservando ala junta los negocios que requiriesen plena deliberación. Y 2.° fijar para 1.° de marzo de 1810 la aper- tura de las cortes extraordinarias.

Antes de publicarse dichos acuerdos nom- bróse una comisión para formar el reglamento ó plan que debia observar la ejecutiva, y como recayese el encargo en Don Gaspar de Jovella- nos, bailio Don Antonio Valdés, marqués de Campo Sagrado, Don Francisco Castañedo y conde de Gimonde, amigos los mas del prime- ro, creyóse que á la presentación de su trabajo serian los mismos escogidos para componer la comisión ejecutiva. Pero se equivocaron los que tal creveron. En el intermedio que hubo entre Nómbrase

e i i ^* i i . otra segunda.

iormar el reglamento y presentarle, los aficio- nados al mando y los no adictos á Jovellanos y sus opiniones, se movieron y bajo un pretexto ú otro alcanzaron que la mayoría de la junta desechase el reglamento que la comisión habia preparado. Escogióse entonces otra nueva para que le enmendase con objeto de renovar, si ser pudiese, la cuestión de regencia, ó sino de me- ter en la comisión ejecutiva las personas que con mas empeño sostenían dicho dictamen. Vio- Nue™ ma- se á las claras ser aquella la intención oculta de mos' ciertas personas, por lo que de nuevo sucedió con Don Francisco de Palafox. Este vocal, ju- paiafox. guete de embrolladores , resucitó la olvidada

#*

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controversia cuando se discutía en la junta el

f>lan de la comisión ejecutiva. Los instigadores e habian dictado un papel que al leerle produ- jo tal disgusto, que arredrado el mismo Pala- fox se allanó á cancelar en el acto mismo las cláusulas mas disonantes. Romana. Viendo la facción cuan mal Labia corres-

pondido á su confianza el encargado de ejecu- tar sus planes , trató de poner en juego al mar- qués de la Romana recien llegado del ejército, y cuya persona mas respetada gozaba todavía entre muchos de superior concepto. Habia sido el marqués nombrado individuo de la comisión substituida para corregir el plan presentado pol- la primera, y en su virtud asistió á sus sesio- nes, discutió los artículos, enmendó algunos, y por último firmó el plan acordado, si bien re- servándose exponer en la junta su dictamen par- ¡neonsidc- ticular. Parecía no obstante que se limitaría es- te á ofrecer algunas observaciones sobre ciertos puntos, habiendo en lo general merecido su aprobación la totalidad del plan. Mas cuál fue la admiración de sus compañeros al oir al mar- qués en la sesión del 14 de octubre renovar la cuestión de regencia por medio de un papel es- crito en términos descompuestos, y en el que haciendo de propio pomposas alabanzas, ex- presaba la necesidad de desterrar hasta la memo- ria de un gobierno tan notoriamente pernicioso como lo era el de la central. Y al mismo tiem- po que tan mal trataba á esta y que la calificaba de ilegítima , dábale la facultad de nombrar re- gencia y de escoger una diputación permanente compuesta de cinco individuos y un procurador

rada conduc-

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que hiciese las veces de cortes, cuya convoca- ción dejaba para tiempos indeterminados. A ta- les absurdos arrastraba la ojeriza de los que ha- bían apuntado el papel al marqués y la propia irreflexión de este hombre, tan pronto indolen- te, tan pronto atropellado.

A pesar de crítica tan amarga y de las per- sombra judiciales consecuencias que podría traer un es- ejec«t¡Ta. crito como aquel, difundido luego por todas par- tes, no solo dejó la junta de reprender á Roma- na, sino que también, ya que no adoptó sus pro- posiciones, fue el primero que escogió para com- Eoner la comisión ejecutiva. No faltó quien atri- uvese semejante elección á diestro artificio de la central, ora para enredarle en un compromi- so por haber dicho en su papel que á no apro- barse su dictamen renunciada á su puesto, ora también para que experimentase por mismo la diferencia que media entre quejarse de los ma- les públicos y remediarlos.

Sea de ello lo que fuere , lo cierto es que el marqués admitió el nombramiento y que sin de- tención se eligieron sus otros compañeros. La comisión ejecutiva conforme á lo acordado de- bía constar de seis individuos y del presidente de la central, renovándose á la suerte parte de ellos cada dos. meses. Los nombrados ademas* de Romana fueron D. Rodrigo Riquelme, D. Fran- cisco Caro, Don Sebastian de Jócano, D. José García de la Torre , y el marqués de Villel. En el curso de esta historia ya ha habido ocasión de indicar á que partido se inclinaban estos voca- les , y si el lector no lo ha olvidado recordará que se arrimaban al del antiguo orden de cosas,

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por lo cual hubieran muchos llevado á mal su elección sino hubiese sido acompañada con el correctivo del llamamiento de cortes. ¿TürtS Anuncióse tal novedad en decreto de 28 de las cortes, octubre publicado en 4 de noviembre, especifi- cándose en su contenido que aquellas serian con- vocadas en 1.° de enero de 1810 para empezar sus augustas funciones en el 1 de marzo siguien- te. El deseo de contener las miras ambiciosas de los que aspiraban á la autoridad suprema, alentó á los centrales partidarios de la repre- sentación nacional á que clamasen con mayor instancia por la aceleración de su llamamiento. Don Lorenzo Calvo de Rozas, entre ellos uno de los mas decididos y constantes, promovió la cuestión por medio de proposiciones que forma- lizó en 14 y 29 de setiembre, renovando la que hizo en abril anterior y que habia provocado el decreto de 22 de mayo. Suscitáronse disen- siones y altercados en la junta, mas logróse la aprobación del decreto ya insinuado, apretan- do á la comisión de cortes para que concluyese los trabajos previos que le estaban encomenda- dos, y que particularmente se dirigían al modo de elegir y constituir aquel cuerpo. Esta comi- sión desempeñó ahora con menos embarazo su encargo por haber reemplazado á Riquelme y Caro , remoras antes para todo lo bueno, los se- ñores Don Martin de Garay y conde de Aya- mans dignos y zelosos cooperadores. instancia La ejecutiva se instaló el 1.° de noviembre cuíiva?ncje* no entendiendo ya la junta plena en ninguna materia de gobierno, excepto en el nombramien- to de algunos altos empleos que se reservó. Si-

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Riñéronse no obstante tratando en las sesiones de la junta los asuntos generales , los concer- nientes á contribuciones v arbitrios, y las mate- rias legislativas. Continuo asi hasta su disolución dividido este cuerpo en dichas dos porciones, ejerciendo cada una sus facultades respectivas.

En tanto el horizonte político de Europa se EJ^do d< encapotaba cada vez mas. Estimulada la gran Bretaña Con la guerra de Austria no se habia ceñido á aumentar en la península sus fuerzas, sino que también preparó otras dos expediciones ^f5?^™.

Contra 'Escalda.

á puntos opuestos, una á las órdenes de Sir Juan contra »». Stuart contra Ñapóles, y otra al Escalda é isla de ^ AValkeren mandada por Lord Ghatam. Malos consejos alejaron la primera de estas expedicio- nes de la costa oriental de España, adonde se habia pensado enviarla, y se empleó en objeto infructuoso como lo fue la invasión del territorio napolitano. La segunda formidable y una de las mayores que jamás saliera de los puertos ingle- ses se componía de 40,000 hombres de desem- barco , tropas escogidas, ascendiendo en todo la fuerza de tierra y mar á 80,000 combatientes. Proponíase con ella el gobierno británico des- truir ante todo el gran arsenal que en Amberes habia Napoleón construido. Lástima fue que en este caso no hubiese aquel gabinete escuchado á sus aliados. El emperador de Austria opinaba por el desembarco en el norte de Alemania , en donde el ejemplo de Schill, caudillo tan bravo y audaz , hubiera sido imitado por otros mu- chos al ver la ayuda que prestaban los ingleses. La junta central instó porque la expedición lle- vase el rumbo hacia las costas Cantábricas y se tomo m. 10

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diese la mano con la de Wellesley : v cierto que si las tropas de Stuarty Chatam hubiesen toma- do tierra en la península ó en el norte de Ale- mania en el tiempo en que aun duraba la guer- ra en Austria , quizá no hubiera esta tenido un fin tan pronto y aciago. Prescindiendo de todo el gobierno inglés sacrificó grandes ventajas á la que presumía inmediata de la destrucción del arsenal de Amberes, ventaja mezquina aunque la hubiera conseguido en comparación de las otras. n^graciadí- Es ageno de nuestro propósito entrar en la historia de aquellas expediciones, y asi solo dire- mos que al paso que la de Stuart no tuvo resul- tado , pereció la de Ghatam miserablemente sin gloria y á impulsos de las enfermedades que cau- só en el ejército inglés la tierra pantanosa de la isla de "Walkeren á la entrada del Escalda. Tam- poco se encontraron con habitantes que les fue- ran afectos , de donde pudieron aprender cuan diverso era, á pesar del valor de sus tropas, te- ner que lidiar en tierra enemiga ó en medio de pueblos que como los de la península se man- tenían fieles y constantes, paz entre Colmó tantas desgracias la paz de Austria en euiultria. y favor de cuya potencia habia cedido la junta central una porción de plata * en barras que ve- nían de Inglaterra para socorro de España, y ade- mas permitió sin reparar en los perjuicios que se seguirían á nuestro comercio, que el mismo oTueAuT-1 gobierno británico negociase con igual objeto en nuestros puertos de América 3.000,000 de pesos fuertes : sacrificios inútiles. Desde el ar- misticio de Znaim pudo ya temerse cercana la paz. El gabinete de Austria viendo su capital

(•Ap.D.4.)

Sacrificios de la central en f; tria

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invadida , incierto de la política de la Rusia , y no queriendo buscar apoyo en sus propios pue- blos., de cuyo espíritu comenzaba á estar recelo- so , decidióse á terminar una lucha que prolon- gada todavía hubiera podido convertirse para ZS a- poleon en terrible y funesta, manifestándose ya en la población de los estados austríacos sínto- mas de una guerra nacional. Y ¡cosa extraña! un mismo temor aunque por motivos opuestos ace- leró entre ambas partes beligerantes la conclu- sión de la paz. Firmóse esta en Viena el 15 de octubre. El Austria, ademas de la pérdida de territorios importantes y de otras concesiones, se obligó por el artículo 15 del tratado á «reco- »nocer las mutaciones hechas ó que pudieran ha- »cerse en España, en Portugal y en Italia.'"

La junta central á vista de' tamaña mengua publicó un manifiesto en que procurando des- iL"ZiaZ¡ impresionar á los españoles del mal efecto que produciría la noticia de la paz , con profusión derramó amargas quejas sobre la conducta del gabinete austríaco, lenguage que á este ofendió en extremo.

Disculpable era hasta cierto punto el gobier- no español hallándose de nuevo reducido á no „nt"T vislumbrar otro campo de lides sino el penin- sular. Mas semejante estado de cosas, y las pro- pias desgracias hubieran debido hacerle mas cau- to , y no comprometer en batallas generales y decisivas su suerte y la de la nación. El deseo de entrar en Madrid y las ventajas adquiridas en Castilla la Vieja pesaban mas en la balanza de la junta central que maduros consejos.

Hablemos pues de las indicadas ventajas. Lúe-

Manifiesto de

batallar ilc la

i 48

f¡¡¿¿u que el niarqués de la Romana dejó en el mes de agosto en Astorga el ejército de su mando, llamado de la izquierda, condújole á Ciudad Ro- drigo D. Gabriel de Mendizabaí para ponerle en manos del duque del Parque , nombrado suce- sor del marqués. Llegaron las tropas á aquella plaza antes de promediar setiembre, y á estar to- das reunidas hubiera pasado su número de 26,000 hombres; pero compuesto aquel ejército de cua- tro divisiones y una vanguardia, la 3.a al man- do de Don Francisco Ballesteros, no se juntó con Parque hasta mediados de octubre, y la 4.a que- dóse en los puertos de Manzanal y Fuencebadon á las órdenes, según insinuamos, del teniente general Don Juan José García. General El 6.° cuerpo francés después de su vuelta de Extremadura ocupaba la tierra de Salaman- ca, mandándole el general Marchand en ausen- cia del mariscal Ney que tornó á Francia. Gon-

camer. tinuaba en Valladolid el general Kellermann y vigilaba Garrier con 3000 hombres Jas márge- nes del Esla y del Orbigo.

Atendían los franceses de Castilla mas que á otra cosa á seguir los movimientos del duque del Parque, no descuidando por eso los otros pun- tos. Asi aconteció que en 9 de octubre quiso el general Carrier posesionarse de Astorga , ciudad antes de ahora nunca considerada como plaza. Gobernaba en ella desde 22 de setiembre D. José María de Santocildes; guarnecíanla unos 1 Í00 soldados nuevos, mal armados y con solos 8 ca- ñones que servia el distinguido oficial de artille- ría Don César Tournelle. En tal estado, sin for- tificaciones nuevas, y con muros viejos y desmo-

Primn-a de Tensa de As torga.

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roñados, se hallaba Astorga cuando se acercó á ella el general Carrier seguido de 3000 hom- bres y dos piezas. Brevemente y con particular empeño , cubiertos de las casas del arrabal de Reitivia, embistiéronlos franceses la puerta del Obispo. Cuatro horas duró el fuego que se man- tuvo muy vivo, no acobardándose nuestros inex- pertos soldados ni el paisanage , y matando ó hi- riendo á cuantos enemigos quisieron escalar el muro ó aproximarse á aquella puerta. Retiráron- se por fin estos con pérdida considerable. Entre los españoles que en la refriega perecieron se- ñalóse un mozo de nombre Santos Fernandez, cuyo padre al v£rle espirar, enternecido pero firme, prorumpió en estas palabras : «Si murió »mi hijo único, vivo yo para vengarle." Hubo también mugeresy niños que se expusieron con grande arrojo, y Astorga, ciudad por donde tan- tas veces habian transitado pacíficamente los fran- ceses, rechazólos ahora preparándose á recoger nuevos laureles.

Esta diversión y las que causaban al ene- ¿^¡¿^ migo Don Julián Sánchez y otros guerrilleros eparql"eaf ayudaban también al duque del Parque que co- ;*<*« d. u locado á fines de setiembre á la izquierda del 12iuierda Águeda habia subido hasta Fuente Guinaldo. Su ejército se componía de 10,000 infantes y Í800 caballos. Regía la vanguardia Don Martin de la Carrera y las dos divisiones presentes 1.a y 2.a Don Francisco Javier de Losada y el conde de Belveder. Púsose también por su lado en movi- miento el general Marchand con 7000 hombres de infantería y 1000 de caballería. Ambos ejér- citos marcharon y contramarcharon, y los fran-

Tamaiues

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ceses después de haber quemado á Martin del Rio , y de haber seguido hasta mas adelante la huella de los españoles, retrocedieron á Salaman- ca. El duque del Parque avanzó de nuevo el 5 de octubre por la derecha de Ciudad Rodrigo, é hizo propósito de aguarda* á los franceses en Tamames. íauíia de Situada esta villa á nueve leguas de Salaman- ca en la falda septentrional de una sierra que se extiende hacia Be jar, ofrecia en sus alturas fa- vorable puesto al ejército español. El centro y la derecha de áspero acceso los cubria con la 1.a división Don Francisco Javier de Losada, ocu- paba la izquierda con la vanguardia Don Martin de la Carrera, y siendo este punto el menos fuer- te de la posición, colocóse alli en dos líneas, aunque algo separada , la caballería. Quedó de respeto la 2.a división del cargo del conde de Belvederpara atender adonde conviniese. 1500 hombres entresacados de todo el ejército guar- necían á Tamames. El general Marchand refor- zado y trayendo 10,000 peones, 1200 ginetes y 14 piezas de artillería, presentóse el 18 de octu- bre delante de la posición española. Distribu- yendo sin tardanza su gente en tres columnas, arremetió á nuestra línea poniendo su principal conato en el ataque de la izquierda, como pun- to mas accesible. Carrera se mantuvo firme con la vanguardia , esparando á que la caballería es- pañola apostada en un bosque á su siniestro cos- tado cargase las columnas enemigas; pero la 2.a brigada de nuestros ginetes ejecutando inoportu- namente un peligroso despliegue , se vio atacada por la caballería ligera de los franceses, que á

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las órdenes del general Maucune rompió á esca- pe por sus hileras. Metióse el desorden entre los caballos españoles, y aun llegaron los franceses á apoderarse de algunos cañones. El duque del Parque acudió al riesgo, arengó á la tropa, y su segundo Don Gabriel de Mendizabal echando pie á tierra contuvo á los soldados con su ejem- plo y sus exhortaciones, restableciendo el orden. No menos apretó los puños en aquella ocasión el bizarro Don Martin de la Carrera casi en- vuelto por los enemigos y con su caballo herido de dos balazos y una cuchillada. Los franceses entonces empezaron á flaquear. En balde trata- ron de sostenerse algunos cuerpos suyos. El con- de de Belveder avanzando con un trozo de su división y el príncipe de Anglona con otro de caballería, que dirigió con valor y acierto, aca- baron de decidir la pelea en nuestro favor. La vanguardia y los ginetes que primero se habían desordenado volviendo también en sí, recobra- ron loscañones perdidos y precipitaron á los fran- ceses por la ladera abajo de la sierra. Igualmen- te salieron vanos los esfuerzos del ejército con- trario para superar los obstáculos con que trope- zó en el centro y derecha. Don Francisco Javier de Losada rechazó todas las embestidas de los que por aquella parte atacaron, y los obligó á re- tirarse al mismo tiempo que los otros huían del lado opuesto. Al ver los españoles apostados en Tamames el desorden de los franceses desembo- caron al pueblo , y haciendo á sus contrarios vi- vísimo fuego , les causaron por el costado nota- ble daño. Dos regimientos de reserva de estos protegieron á los suyos en la retirada , molesta-

es panoles.

tíñese Ba- lleneros á Parque.

Entra Par- que en Sala-

ünésde !a ¿¡visión cas- tellana.

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dos por nuestros tiradores , y con aquella ayuda y al abrigo de espesos encinares y de la noche ya vecina pudieron proseguir los franceses su ca- mino la vuelta de Salamanca. Su pérdida con- sistió en 1500 hombres, la nuestra en 700, ha- biendo cogido un águila, un canon, carros de municiones, fusiles y algunos prisioneros. El ge- neral Marchand se detuvo cinco dias en Sala- manca aguardando refuerzos de Kellermann : no llegaron estos, y el del Parque habiendo cruza- do el Tormes en Ledesma obligó al general fran- cés á desamparar aquella ciudad.

Al dia siguiente de la acción unióse al grue- so del ejército español con 8000 hombres Don Francisco Ballesteros. Habia este general pa- decido dispersión sin notable refriega en su nue- va y desgraciada tentativa de Santander, de que hicimos mención en el libro 8.° Rehecho en las montañas de Liébana obedeció á la orden que le prescribia ir á juntarse con el ejército de la izquierda.

Unido ya al duque del Parque entró este en Salamanca el 25 de octubre en medio de las mayores aclamaciones del pueblo entusias- mado que abasteció al ejército larga y desinte- resadamente. El í.° de noviembre llegó de Ciu- dad Rodrigo la división castellana llamada 5.a al mando del marqués de Castro-fuerte con la que y la asturiana de Ballesteros 3.a en el or- den, contó el del Parque unos 26,000 hom- bres sin la 4.a división que continuó permane- ciendo en el Vierzo. Faltábale mucho á aquel ejército para estar bien disciplinado , partici- pando su organización actual de los males de

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la antigua y de los que adolecía la varia é in- forme que á su antojo habían adoptado las res- pectivas juntas de provincia. Pero animaba á sus tropas un excelente espíritu, acostumbra- das muchas 'de ellas á hacer rostro á los fran- ceses bajo esforzados gefes en San Payo y otros lugares.

No pasó un mes sin que un gran desastre viniese á enturbiar las alegrías de Tamames. ^ércaoses. Ocurrió del lado del mediodía de España, y por j^Ldel tanto necesario es que volvamos allá los ojos para referir todo lo que sucedió en los ejérci- tos de aquella parte , después de la retirada y separación del anglo-hispano, y de la aciaga jor- nada de Almonacid.

Puestos los ingleses en los lindes de Portu- ,rnes* ■'*; gal y persuadida la junta central de que ya no panedeiejer- podia contar con su activa coadyuvacion , de- maduL. ,re" terminó ejecutar por sola un plan de campa- ña cuyo mal éxito probó no ser el mas acerta- do. Al paso que en Castilla debía continuar di- virtiendo á los franceses el duque del Parque, que en Extremadura quedaban solo 12,000 ombres, dispúsose que lo restante de aquel ejército pasase con su gefe Eguia á unirse al de la Mancha. Creyó la junta fundadamente que se dejaba Extremadura bastante cubierta con la fuerza indicada , no siendo dable que los fran- ceses se internasen teniendo por su flanco y no lejos de Badajoz al ejército británico. Se tras- ladó pues Don Francisco Eguia á la Mancha antes de finalizar setiembre , y estableciendo ,Fue™ *

, i J este ejercito

su cuartel general en Daimiel, tomo el man- reuuid° al do en gefe de las fuerzas reunidas : ascendía su s^." e

i

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número en 3 de octubre á 5 i, 869 hombres, de ellos 5766 ginetes con 55 piezas de arti- llería. posición de De las tropas francesas que habían pisado des- ios franceses. de fc batalla de Tala vera las riberas del Tajo, ya vimos como el cuerpo de Ney volvió á Cas- tilla la Vieja , y fue el que lidió en Tamames. Permaneció el 2.° en Plasencia , apostándose después en Oropesa y Puente del Arzobispo; quedó en Talavera el 5.° , y el 1.° y 4.° regi- dos por Victor y Sebastiani fueron destinados á arrojar de la Mancha á Don Francisco Eguia. El 12 de octubre ambos cuerpos se dirigieron, irresolución el 1.° por Vülarubia á Daimiel , el 4.° por Vi- de Eguia. Haharta á Manzanares. Habia de su lado avan- zado Eguia , quien reconvenido poco antes por su inacción enfáticamente respondió que « solo «anhelaba por sucesos grandes que libertasen á »la nación de sus opresores. " Mas el general español no obstante su dicho á la proximidad de los cuerpos franceses tornó de priesa á su guarida de Sierramorena. Desazonó tal retro- ceso en Sevilla , donde no se soñaba sino en la entrada en Madrid , y también porque se pensó que la conducta de Eguia estaba en contradic- ción con sus graves ó sean mas bien ostentosas palabras. No dejó de haber quien sostuviese al general y alabase su prudencia, atribuyendo su modo de maniobrar al secreto pensamiento de revolver sobre el enemigo y atacarle separada- mente, y no cuando estuviese muy reconcen- trado ; plan sin duda el mas conveniente. Pero en Eguia hombre indeciso é incapaz de aprove- charse de una coyuntura oportuna , era irreso-

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lucion de ánimo lo que en otro hubiera quizá sido efecto de sabiduría.

Retirado á* Sierramorena escribió á la cen- socóirie en tral pidiéndole víveres y auxilios de toda espe- «¡^1° cié, como si la carencia de muchos objetos le hubiese privado de pelear en las llanuras. Col- mada entonces la medida del sufrimiento con- tra un general á quien se le habia prodigado to- do linage de medios , se le separó del mando que recayó en Don Juan Garlos de Areizaga, llamado antes de Cataluña para mandar en la Mancha una división. Acreditado el nuevo ge- neral desde la batalla de Alcaiíiz , tenia en Se- villa muchos amigos , y de aquellos que ansia- ban por volver á Madrid. Aparente actividad y el provocar á su llegada al ejército el aleja- miento de un enjambre de oficiales y genera- les que ociosos solo servian de embarazo y re- cargo, confirmó á muchos en la opinión de ha- ber sido acertado su nombramiento. Mas Arei- zaga, hombre de valor como soldado , carecía de la serenidad propia del verdadero general y escaso de nociones en la moderna estrategia, li- braba su confianza mas en el corage personal de los individuos que en grandes y bien com- binadas maniobras: fundamento ahora de las batallas campales.

Acabó el general Areizaga de granjear en Faverde<pe favor suyo la gracia popular proponiendo ba- *** S°M' jar á la Mancha y caer sobre Madrid, porque tal era el deseo de casi todos los forasteros que moraban en Sevilla , y cuyo influjo era pode- roso en el seno del mismo gobierno. Unos sus- piraban por sus casas, otros por el poder per-

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dido que esperaban recobrar en Madrid. Nada pudo apartar al gobierno del raudal de tan ex- wd we- traviada opinión. Lord Wellington que en los Sír e" P"meros "ias de noviembre pasó á Sevilla con motivo de visitar á su hermano el marqués de Wellesley, en vano unido con este manifestó los riesgos de semejante empresa. Estaban los mas tan persuadidos del éxito ó por mejor de- cir tan ciegos , que la junta escogió á los Seño- res Jovellanos y Riquelme para acordar las pro- videncias que deberían tomarse á la entrada en la capital. Diéronse también sus instrucciones al central Don Juan de Dios Rabé que acom-

Sañaba al ejército , eligiéronse varias autorida- es y entre ellas la de corregidor de Madrid, ibamavar- cuya merced recayó en Don Justo Ibarnavar-

ro consejero " , . i i 11

de Arenga, ro, amigo intimo de Areizaga y uno de los que mas le impelian á guerrear. Lágrimas sin em- bargo costaron y bien amargas tan impruden- tes y desacordados consejos.

Muévese es- Empezó Don Juan Garlos de Areizaga á

moverse el 3 de noviembre. Su ejército estaba bien pertrechado, y tiempos hacia que los cam- pos españoles no habían visto otro ni tan luci- do ni tan numeroso. Distribuíase la infantería en siete divisiones estando al frente de la ca- ballería el muy entendido general Don Manuel Freiré. Caminaba el ejército repartido en dos grandes trozos, uno por Manzanares y otro por Valdepeñas. Precedía á todos Freiré con 2000 caballos ; seguíale la vanguardia que regía Don José Zayas, y á la que apoyaba con su 1.a di- visión Don Luis Lacy. Los generales franceses Paris y Milhaud eran los mas avanzados, y al

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aproximarse los españoles se retiraron, el pri- mero del lado de Toledo , el segundo por el camino real á la Guardia.

Media legua mas allá de este pueblo en don- de el camino corre por una cañada profunda, situáronse el 8 de noviembre los caballos fran- ceses en la cuesta llamada del Madero, y aguar- daron á los nuestros en el paso mas estrecho. Freiré diestramente destacó dos regimientos al mando de Don Vicente Osorio que cayesen so- bre los enemigos alojados en Dos-Barrios , al mismo tiempo que él con lo restante de la co- lumna atacaba por el frente. Treparon nuestros soldados por la cuesta con intrepidez, repelie- ron á los franceses y los persiguieron basta Dos- Barrios. Unidos aqui Osorio y Freiré continua- ron el alcance basta Ocaña, en donde los con- tuvo el fuego de cañón del enemigo.

Mientras tanto Areizaga sentó el 9 su cuar- tel general en Tembleque , y aproximó adon- de estaba Freiré la vanguardia de Zayas com- puesta de 6000 hombres casi todos granaderos, y la 1.a división de Lacy : providencia necesa- ria por haberse agregado á la caballería de Mil- haud la división polaca del 4.° cuerpo francés. Volvió Freiré á avanzar el 10 á Ocaña, delan- te de cuya villa estaban formados 2000 caballos enemigos, y detrás á la misma salida la división nombrada con sus cañones. Empezaron á jugar estos y á su fuego contestó la artillería volante española arrojando los ginetes á los del enemi- go contra la villa , que abrigados de su infante- ría reprimieron á su vez á nuestros soldados. No aun dadas las cuatro de la tarde llegaron Zayas

Ataque de Dos-Barrios.

Aranga o Tembleque.

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y Lacy. Emboscado el último en un olivar cer- cano, dispúsose á la arremetida, pero Zayas juzgando estar su tropa muy cansada , difirió auxiliar el ataque hasta el dia siguiente. Apro- vechándose los enemigos de esta desgraciada suspensión, evacuaron á Ocaña, y por la noche se replegaron á Aranjuez. Eércitocs- ^ 1 1 de noviembre en fin todo el ejército i»»..oienOca- español se hallaba junto en Ocaña. Resueltos los nuestros á avanzar á Madrid , hubiera conveni- do proseguir la marcha antes de que los france- ses hubiesen agolpado hacia aquella parte fuer- zas considerables.

Mas Areizaga al principio tan arrogante co-

Movimieutos r . ■* •« x V'rl

inciertos y menzo entonces a vacilar, y se inclino a lo peor dolTl^el' que fue á hacer movimientos de flanco lentos zaga- para aquella ocasión y desgraciados en su resul-

tado. Envió pues la división de Lacy á que cru- zase el Tajo del lado de Colmenar de Oreja, Í rendo la mayor parte á pasar dicho rio por Vi- lamanrique , en cuyo sitio se echaron al efecto puentes. El tiempo era de lluvia, y durante tres dias sopló un huracán furioso. Corrió una sema- na entre detenciones y marchas, perdiendo los soldados en los malos caminos y aguas enchar- cadas casi todo el calzado. Areizaga con los obstáculos cada vez mas indeciso acantonó su ejército entre Santa Cruz de la Zarza y el Tajo. Mientras tanto los franceses fueron arriman- do muchas tropas á Aranjuez. El mariscal Soult habia ya antes sucedido al mariscal Jourdan en el mando mayor general de los ejércitos fran- ceses, y las operaciones adquirieron fuerza y actividad. Sabedor de que los españoles se diri-

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gian á pasar el Tajo por Yillamanrique, envió alli el dia 14 al mariscal Víctor, quien hallán- dose entonces solo con su 1. r cuerpo hubiera podido ser arrollado. Detúvose Areizaga y dio tiempo á que los franceses fuesen el 16 refor- zados en aquel punto ; lo cual visto por el ge- neral español , hizo que algunas tropas suyas puestas ya del otro lado del Tajo repasasen el rio , y que se alzasen los puentes. Caminó en la noche del 17 hacia Ocaña, á cuya villa no lle- gó sino en la tarde del 18, y algunas tropas se rezagaron hasta la mañana del 19. La víspera de este dia hubo un reencuentro de caballería ca^r°aeeJne cerca de Ontígola : los franceses rechazaron á on¿Soü. los nuestros, mas perdieron al general Paris muerto á manos del valiente cabo español A i- cente Manzano que recibió de la central un es- cudo de premio. Por nuestra parte también alli fue herido gravemente , y quedó en el campo por muerto, el hermano del duque de Rivas Don Ángel de Saavedra, no menos ilustre entonces por las armas que lo ha sido después por las le- tras. Areizaga que moviéndose primero por el flanco dio lugar al avance y reunión de una parte de las tropas francesas, retrocediendo aho- ra á Ocaña, y andando como lanzadera, per- mitió que se reconcentrasen ó diesen la mano todas ellas. Difícil era idear movimientos mas desatentados.

Juntáronse pues del lado de Ontígola y en menas qnc Aranjuez los cuerpos 4.° y 5.° del mando de ?r<í^,.los Sebastiani y Mortier, la reserva bajo el general Dessolles y la guardia de José, ascendiendo por lo menos el número de gente á 28,000 inían-

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tes y 6000 caballos. De manera que Areizaga que antes tropezaba con menos de 20,000, aho- ra á causa de sus detenciones, marchas y con- tramarchas , tenia que habérselas con 34,000 por el frente, sin contar con los 14,000 del cuerpo de Victor colocados hacia su flanco de- recho, pues juntos todos pasaban de 48,000 com- batientes; fuerza casi igual á la suya en núme- ro, y superiorísima en práctica y disciplina. Batana de Don Juan Garlos de Areizaga escogió para

Eresentar batalla la villa de Ocaña, considéra- le y asentada en terreno llano y elevado á la entrada de la mesa que lleva su nombre. Las di- visiones españolas se situaron en derredor de la población. Apostóse él á la izquierda del lado de la agria hondonada donde corre el camino real que va á Aranjuez. En el ala opuesta se si- tuó la vanguardia de Zayas con dirección á On~ tígola , y mas á su derecha la primera división de Lacy, permaneciendo á espaldas casi toda la caballería. Hubo también tropas dentro de Oca- ña. El general en gefe no dio ni orden ni colo- cación fija á la mayor parte de sus divisiones. Encaramóse en un campanario de la Villa , des- de donde contentándose con atalayar y descu- brir el campo continuó aturdido sin tomar dis- posición alguna acertada. El 4.° cuerpo del man- do de Sebastiani , sostenido por Mortier , em- peñó la pelea con nuestra derecha. Zayas apoya- do en la división de Don Pedro Agustín Girón y el general LaCy batallaron vivamente , hacien- do maravillas nuestra artillería. El último sobre todo avanzó contra el general Leval herido , y empuñando en una mano para alentar á los su-

161

yos la bandera del regimiento de Burgos, todo ío atropello y cogió una batería que estaba al frente. Costó sangre tan intrépida acometida, y entre todos fue alli gravemente herido el mar- qués de Villacampo oficial distinguido y ayudan- te de Lacy. A haber sido apoyado entonces este general, los franceses rotos de aquel lado no alcanzaran fácilmente el triunfo; pero Lacy so- lo sin que le siguiera caballería ni tampoco le auxiliara el general Zayas, á quien puso según parece en grande embarazo A reizaga dándole primero orden de atacar y luego contra orden, tuvo en breve que cejar, y todo se volvió con- fusión. El general Girard entró en la villa, cuya plaza ardió; Dessoles y José avanzaron contra la izquierda española, que se retiró precipitada- mente, y ya por los llanos de la Mancha no se divisaban sino pelotones de gente marchando á la ventura , ó huyendo azorados del enemigo. Areizaga bajó de su campanario, no tomó pro- dhpéreióu" videncia para reunir las reliquias de su ejército,

_ i^1 i .. j . ,*» -• ' ' Pérdida de

m señalo punto de retirada. Continuo su cami- ocañ». no á Daimiel , de donde serenamente dio un par- te al gobierno el 20, en el que estuvo lejos de pintar la catástrofe sucedida. Esta fue de las mas lamentables. Contáronse por lo menos 13,000 prisioneros, de 4 á 5000 muertos ó heridos, fue- ron abandonados mas de 40 cañones, y carros, y víveres, y municiones: una desolación. Los franceses apenas perdieron 2000 hombres. Solo quedaron de los nuestros en pie algunos batallo- nes, la división segunda del mando de Vigodet, y parte de la caballería á las órdenes de Freiré. £n dos meses no pudieron volver á reunirse á

TOMO III. 1 1

i 62

las raices de Sierramorena 25,000 hombres.

Conservó por algún tiempo el mando Don Juan Garlos de Areizaga sin que entonces se le formase causa , como se tenia de costumbre con muchos de los generales desgraciados: ¡tan pro- tegido estaba! Y en verdad, ¿á qué formarle causa? Habíanse estas convertido en procesos de mera fórmula, de que salian los acusados pu- ros y exentos de toda culpa.

Terror y abatimiento sembró por el reino la rota de Ocaña, temiendo fuese tan aciaga para la independencia como la de Guadalete. Holgá- ronse sobremanera José y los suyos, entrando aquel en Madrid con pompa y á manera de triun- fador romano, seguido de los míseros prisione- ros. De sus parciales no faltó quien se gloriase de que hubiesen los franceses con la mitad de gente aniquilado á los españoles. Hemos visto no ser asi ; mas aun cuando lo fuese no por eso recaeria mengua sobre el carácter nacional, cul- pa seria en todo caso del desmaño é ignorancia del principal caudillo.

La herida de Ocaña llegó hasta lo vivo. Con haberlo puesto todo á la temeridad de la for- tuna, abriéronse las puertas de las Andalucías. José quizá hubiera tentado pronto la invasión si la permanencia de los ingleses en las cerca- nías de Badajoz, juntamente con la del ejérci- to mandado ahora por Alburquerque en Extre- madura, y la del Parque en Castilla la Vieja, no le hubiesen obligado á obrar con cordura antes de penetrar en las gargantas de Sierramorena, ominosas á sus soldados. Prudente pues era des- truir por lo menos parte de aquellas fuerzas, y

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aguardar, ajusfada ja la paz con Austria, nuevos refuerzos del norte.

El duque de Alburquerque desamparado seminAi- con lo ocurrido en Ocaña, se aceleró á evitar K¡j¡2£,P" un suceso desgraciado. La fuerza que tenia de 12,000 hombres dividida en tres divisiones, van- guardia y reserva, habia avanzado el 17 de no- viembre al puente del Arzobispo para causar di- versión por aquel lado. Desde alli y con el mis- mo fin siguiendo la margen izquierda de Tajo, destacó la vanguardia á las órdenes de Don José Lardizabal con dirección al puente de tablas de Talavera. Este movimiento obligó á retirarse á los franceses alojados en el Arzobispo enfrente de los nuestros; mas á poco sobreviniendo el destrozo de Ocaña, retrocedió el de Alburquer- que y no paró hasta Truiillo.

Puso en mayor cuidado á los enemigos el ejército del duque del Parque, sobre todo des- pués de la jornada de Tamames. Motivo porque SKjSdw envió el mariscal Soult la división de Gazan al rarque- general Marchand camino de Avila para coger al duque por el flanco derecho. El general espa- ñol á fin de coadyuvar también á la campaña de Areizaga movióse con su ejército, y el 19 inten- tó atacar en Alba de Tormes á 5000 franceses que advertidos se retiraron.

Prosiguió el del Parque su marcha, y noti- cioso de que en Medina del Campo se reunian unos 2000 caballos y de 8 á 10,000 infantes, jun- tó el 23 á la madrugada sus divisiones en el Car- pió á tres leguas de aquella villa. Colocó la van- guardia en la loma en que está sito el pueblo, Cimpo- ocultando detras y por los lados la mayor parte

Acción de Medina del

164

de su fuerza. No logró á pesar del ardid que los franceses se acercasen, y entonces se adelantó él mismo á la una del propio dia , yendo por la llanura con admirable y bien concertado orden. Marchaba en batalla la vanguardia del mando de Don Martin de la Carrera , á su derecha par- te también en batalla parte en columnas , la ter- cera división regida por Don Francisco Balles- teros, á la izquierda la primera de Don Fran- cisco Javier de Losada : cubría la caballería las dos alas. Iba de reserva la segunda división á las órdenes del conde de Belveder, y dejóse en el Carpió con su gefe el marqués ae Castrofuer- te la 5.a división, ó sea la de los castellanos. Los franceses, aunque reforzados con 1000 gi- netes, cejaron á una eminencia inmediata á Me- dina. Empeñóse alli vivo fuego , y engrosados aun los enemigos con dos regimientos de drago- nes y alguna infantería, cayeron sobre los gine- tes del ala derecha que cedieron el terreno , con lo cual se vio descubierta la 3.a división que era la de los asturianos. Mas estos valientes y se- renos reprimieron al enemigo , en particular tres regimientos que le recibieron á quema ropa con fuegos muy certeros. En la pelea perecieron el intrépido ayudante general de la división Don Salvador de Molina , y el coronel del regimien- to de Lena Don Juan Drimgold. Rechazados ó contenidos en los demás puntos los franceses, so- brevino la noche , y Parque durante dos horas permaneció en el campo de batalla. Después obli- gado á dar alimento y descanso á su tropa , y avisado de que el enemigo podría ser reforzado, antes de amanecer torno al Carpió. Los france-

165 ses por su parte no creyéndose bastante nume- rosos, se alejaron para unirse á nuevos refuerzos que aguardaban.

Les llegaron estos de varias partes, y el ge- neral Kellermann reuniendo toda la fuerza que pudo, entre ella 3000 caballos, se mostró el 25 delante del Carpió. El duque del Parque, hasta entonces prudente y afortunado caudillo, des- cuidóse , y en vez de retirarse sin tardanza vien- do la superioridad de la caballería , temible en aquella tierra llana, suspendió todo movimien- to retrógrado hasta la noche del 26 , y entonces aguijado con el aviso de las lástimas de Ocaña; cuya nueva derramada por el ejército descora- zonó al soldado.

El 28 por la mañana entraron los nuestros Alendo ai- en Alba tristes y ya perseguidos por la vanguar- ■*,.* Tor' dia enemiga. Asentada aquella villa á la derecha del Tormes comunica con la orilla opuesta por un puente de piedra. El duque del Parque dejó dentro de la población con negligencia notable el cuartel general, la artillería, los bagages, mayor parte en fin de su fuerza, escepto dos di- visiones que pasaron al otro lado. Alegóse por disculpa la necesidad de dar de comer á la tro- pa , fatigada y sin alimento ya hacia muchas ho- ras, como si no se hubiera podido acudir al re- medio y con mayor orden poniendo todo el ejér- cito en la orilla mas segura, y en disposición de proteger á los encargados de avituallarle.

Esparcidos los soldados por Alba para bus- car raciones, y cundiendo la voz de que llega- ban los franceses, atropelláronse al puente hom- bres y bagages, y casi le barrearon. Pudieron

166

con todo los gefes colocar fuera del pueblo las tropas , y parar la primera embestida de 400 franceses que iban delante , hasta que aproxi- mándose un grueso de caballería cargó este nues- tra derecha, en donde se hallaba la primera di- visión del mando de Losada y 800 caballos. Ar- rollados los últimos huyeron también los infan- tes que repasaron el Tormes abandonando su valor de artillería. El ala izquierda que se componía de Ja vanguardia de Carrera y de parte de la se- gunda división, se mantuvo firme, y puesto Men- dizábal á su cabeza repelieron nuestros soldados por tres veces á los ginetes enemigos formando el cuadro, y respondieron á fusilazos á la inti- mación que les hicieron de rendirse. En vano los acometieron otros escuadrones por la espal- da : forzados se vieron estos á aguardar á sus infantes , de los que algunos llegaron al ano- checer. Mendizábal cruzó con sus intrépidos sol- dados el puente y tocó gloriosamente la orilla Retirada de opuesta. Allí todo era desorden y atropellamien- espano- ^ c^ jQS Jjjggjggj y caballería fugitiva. El du- que del Parque perdió entonces del todo la pre- sencia de ánimo , y sus tropas careciendo de ór- denes precisas se alejaron de aquel punto y se re- partieron entre Ciudad-Rodrigo, Tamames y Mi- randa del Castañar. Semejante y no calculado movimiento excéntrico salvó al ejército ; pues el general Kellermann dejó de perseguirle incier- to de su paradero, y limitándose á dejar ocupa- da la línea del Tormes volvióse á Valladolid. El duque del Parque al principiar diciembre sentó su cuartel general en el Bodón á dos leguas de Ciudad-Rodrigo, y echáronse de menos entre

Retirarse los iuzleses del

norte del Ta jo.

167 dispersión y pelea unos 3000 hombres. Antes de concluirse el mes pasó el duque á San Martin de Trebejos detras de sierra de Gata.

Con tales desdichas destruidos ó menguados unos tras otros los mejores ejércitos españoles, debieron naturalmente los ingleses, meros espec- tadores hasta entonces, tomar en su extrema pru- G™?d¡a!!»d?i dencia medidas de precaución. Lord AVellington determinó dejar las orillas del Guadiana y pasar al norte del Tajo, empezando su movimiento en los primeros dias de diciembre. Despidióse antes de la junta de Extremadura , y mostróse muy sa- tisfecho «del zelo y laborioso cuidado [son sus «expresiones] con que aquel cuerpo habia pro- porcionado provisiones á las tropas de su ejér- »cito acantonadas en las cercanías de Badajoz." Dicha junta habia sido una de aquellas autorida- des contra las que tanto se habia clamado pocos meses antes acerca del asunto de abastecimien- tos , tachándolas hasta de mala voluntad. El tes- timonio irrecusable de Lord Wellington proba- ba ahora que la premura del tiempo y la gran demanda fueron causa de la escasez, y no otras reprehensibles miras.

La profunda sima en que la nación se abis- J^q»^*.*» maba, consternó á la comisión ejecutiva de la jun- ta central, poniendo á prueba la capacidad y energía de sus individuos. Mas entonces se vio que no basta reconcentrar el poder para que este aparezca en sus efectos vigoroso y pronto , sino que también es preciso que las manos escogidas para su manejo sean ágiles y fuertes. No forman- do parte de la comisión ninguno de los pocos centrales, á quienes se consideraba por su sa-

¡68

ber como mas aptos, ó como mas notables por los brios de su condición , escasearon en aquel nuevo cuerpo las luces y el esfuerzo , faltas tan- to mas graves cuanto los acontecimientos habían puesto á la nación en el mayor estrecho.

Asi resultó que al saberse la derrota de Oca- ña quedó la comisión como aturdida y aplana- da _, no desplegando la firmeza que tanto honró al gobierno español cuando la jornada de Mede- llin. Redujéronse sus providencias á las mas co- munes y generales , habiendo en vano nombra- do á Romana para recomponer el ejército del centro , tan menguado y perdido ; pues aquel ge- neral permaneció en Sevilla temeroso quizá de que sus hombros ílaqueasen bajo la balumba de tan pesada carga. Para llenar su hueco , á lo me- nos en ciertas medidas de reorganización , par- do» ¡mi'ví"_!¡"s tieron camino de la Carolina Don Rodrigo Ri- quelme y el marqués de Camposagrado, uno in- dividuo de la comisión y otro de la junta , quie- nes en unión con el vocal Rabé debían impul- sar la mejora y aumento del ejército, y atender á la defensa de los pasos de la sierra. Repetición de lo que hizo la central al retirarse de Aran- juez con la diferencia de que ahora no hubo mu- cho vagar ni espacio.

Tampoco se destruyeron con el nombramien- to de la comisión ejecutiva las maquinaciones de los ambiciosos. Volvió á salir á plaza Don Frau- de pabfo!0y cisco de Palafox deseoso de erigirse por lo me- Moutijo. nos en lUgar-teniente de Aragón. Sospechábase que le prestaba su asistencia el conde del Mon- lijo, que á hurtadillas se fue de Portugal acer- cando á Sevilla. Tuvo de ello aviso el gobierno,

r*

169

j Romana á quien antes no disgustaban tales ma- nejos, ahora que podían perjudicar á los en que él mismo andaba , instó para que se aprendiesen las personas de Palafox y Montijo juntamente con sus papeles. El último fue cogido en Valver- de y trasladado á Sevilla, en donde también se arrestó al primero sin que lo impidiese su cali- dad de central. Metió algún ruido la detención de estos personages, y mayor hubiera sido á no tenerlos tan desopinados sus continuos enredos. Los acontecimientos que sobrevinieron termina- ron en breve la persecución de entrambos.

Romana que tanta diligencia ponia en des- «■»*•■*

i l 111 Román

cubrir y cortar las tramas de los demás, no por *<• eso cesaba en alterar con su conducta la paz y buena armonía del gobierno supremo. Favore- cía grandemente sus miras su hermano D. José Caro que á nada menos aspiraba que á ver á su familia mandando en el reino. En la provincia de Valencia puesta á su cuidado trabajaba los áni- mos en aquel sentido, y con profusión esparció el famoso voto de Romana de 14 de octubre. La junta provincial ayudóle mucho en ocasio- nes , y este cuerpo provocando unas veces el nombramiento de una regencia exclusiva, dese- chándolo en otras, vario é inconstante en sus procedimientos, manifestaba que á pesar de su buen zelo por la causa de la patria, influían en sus deliberaciones hombres de seso mal asentado. Don José Caro remitió á las demás juntas una circular á nombre de la de Valencia , en que alabando los servicios, el talento, las virtu- des de su hermano el marqués de la Romana, se hablaba de la necesidad de adoptar lo que este

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había propuesto en su voto, y se indicaba á las claras la conveniencia de nombrarle regente. La central en una exposición que hizo á las juntas yantes de finalizar noviembre , grave y victo- riosamente rechazó los ataques y opinión de la de Valencia , invitando á todas á aguardar la pró- xima reunión de cortes. Las provincias apoya- ron el dictamen de la central, y en Valencia se separaron de Caro varios que le habían estado unidos. Para cortar las disensiones debió Roma- na pasar á aquella ciudad , viage que no verificó, enviando en su lugar á Don Lázaro de las He- Tro,.eiías. ras , hechura suya , pues el marqués tomaba á veces por resoluciones sin cuidarse de la apro- bación de sus compañeros. Las Heras, como era de esperar, procedió en Valencia según las mi- ras de Romana , y atropello en diciembre y con- finó á la isla de íbiza á Don José Ganga Argue- lles y á otros individuos de la junta, ahora en- contrados en opiniones con el general Caro. ibudo ¿». Pero con estas reyertas y miserias crecían

junu central, los males de la patria , y Ja central en cuyo cuer- po no habían en un principio reinado otras di- visiones sino aquellas que nacen de la diversidad de dictámenes, se vio en la actualidad combati- da por la ambición y frenéticas pasiones de Pa- lafox, de Romana y sus secuaces, convirtiéudo- se en un semillero de chismes, pequeneces y en- redos impropios de un gobierno supremo, con lo cual cayó aun mas en tierra su crédito y se anticipó su ruina. rrovidencias La comisión ejecutiva, cuya alma erajel mis-

íonije^uw nio Romana, nada pues de importante obró, po- ydeiajuuta. niéndose de manifiesto lo nulo de aquel general

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para todo lo que era mando. La junta por su parte y en el círculo de facultades que se habia reservado , animada del buen espíritu de Jove- Jlanos, Garay y otros , acordó algunas providen- cias no desacertadas, aunque tardías , como fue el aplicar á los gastos de la guerra los fondos de encomiendas, obras pías, y también la rebaja gradual de sueldos, exceptuándose á los milita- res que defendían la patria.

En el periodo en que vamos ó poco antes ¿£%S¡¡%£ examinóse asimismo en la junta central una pro- ¡j^'1^1

Eosicion de Don Lorenzo Calvo de Rozas sobre i importante cuestión de libertad de imprenta. La junta ora por la gravedad de la materia, ora quizá para esquivar toda discursion, pasó la pro- puesta de Galvo á consulta del consejo, el cual como era natural mostróse contrario, excepto Don José Pablo Valiente. Extendida la consul- ta subió á la central, y esta la remitió á la co- misión de cortes que á su vez la pasó á otra co- misión creada bajo el nombre de instrucción pú- blica , corriendo por aquella inacabable cade- na de juntas, consejos y comisiones á que siem- pre ¡mal pecado! se recurrió en España. En la de instrucción pública halló la propuesta de Cal- vo favorable acogida , leyendo en su apoyo una memoria muy notable el canónigo D. José Isi- » doro Morales. Masen estos pasos, idas y venidas se concluía ya diciembre y las desgracias corta- ron toda resolución en asunto de tan qrrande im- portancia.

Entre tanto se acercaba también el dia seña- lado para convocar las cortes. La comisión en- cargada de determinar la forma de su llamamien-

Modo de con Tocarse las curtes.

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lo, tenia ya casi concluidos sus trabajos. No en- traremos aqui en los debates que para ello hubo en su seno [cosa agena de nuestro propósito], ni en los pormenores del modo adoptado para constituirse las cortes , pues retardada por los acontecimientos de la guerra la reunión de estas, nos parece mas conveniente suspender hasta el tiempo en que se juntaron el tratar detenida- mente de la materia. Solo diremos en este lugar que se adoptó igualdad de representación para todas las provincias de España, debiéndose di- vidir las cortes en dos cuerpos el uno electivo, y el otro de privilegiados compuesto de clero y nobleza.

Las convocatorias que entonces se expidie- ron fueron solo las que iban dirigidas al nom- bramiento de los individuos que habian de com- t>oner la cámara electiva , reservando circular as de los privilegiados para mas adelante. Mo- tivó tal diferencia el que en el primer caso se necesitaba de algún tiempo para realizar las elec- ciones, no sucediendo lo mismo en el segundo en que el llamamiento habia de ser personal. Mas de esta tardanza resultó después, según ve- remos, no concurrir á las cortes sino los miem- bros elegidos por el pueblo, quedando sin efec- to la formación de una segunda cámara. Mudanza <ie El mismo dia que partieron las convocato- í'r'lomi'lm r*as se mudaron también los tres individuos mas rjetutiva. antiguos de la comisión ejecutiva conforme á. lo prevenido en el reglamento. Eran aquellos el marqués de la Romana, Don Rodrigo Riquel- me y Don Francisco Caro, entrando en su lu- gar el conde de Ayamans, el marqués del Vi-

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llar y Don Félix Ovalle. Su imperio no fue de larga duración.

Todo presagiaba su caida y la de la junta Decreto central v todo una próxima invasión de losfran- rat7ansi"dar?e ceses en las Andalucías. Para no ser cogida tan Lo1!'*1" de de improviso como en Aran juez, dio la junta un decreto en 13 de enero, por el que anunció que debia hallarse reunida el 1.° del mes inmediato en la isla de León á fin de arreglar la apertura de las cortes señalada para el I. de marzo, sin perjuicio de que permaneciese en Sevilla algu- nos dias más un cierto número de vocales que atendiese al despacho de los negocios urgentes. Este decreto en tiempos lejanos de todo peli- gro hubiera parecido prudente y aun necesa- rio, pero ahora, cuando tan de cerca amagaba el enemigo , consideróse hijo solo del miedo, impeliendo á despertar la atención pública, y á traer hacia los centrales los contratiempos y sin- sabores que, como referiremos luego, precedie- ron y acompañaron al hundimiento de aquel go- bierno.

RESUMEN

LIBRO UNDÉCIMO.

í\me:nazas de Napoleón acerca de la guerra de España. Su divorcio con Josefina. Su ca- samiento con la archiduquesa de Austria. Re- fuerzos que envia á España. Resolución de

invadir las Andalucías. Sus preparativos

Los de los españoles. Los franceses atacan y cruzan la Sierramorena. Entran en Jaén y en Córdoba. Ejército del duque de Alburquerque. Viene sobre Andalucía. Retirase de Sevilla la junta central. Contratiempos en el víage de sus individuos. Sospechas de insurrección en Sevilla. Verifícase. Junta de Sevilla. Pro- videncias que toma. Continúan los franceses sus movimientos. Encuentran en Alcalá la real la caballería española. Piérdese en Isna-

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Hoz un parque de artillería. Toma Blake el mando de las reliquias del ejército del centro. Entran los franceses en Granada. Avanzan sobre Sevilla. Se retira Alburquerque camino de Cádiz. Ganan los franceses á Sevilla. Pre- séntase el mariscal Víctor delante de Cádiz. Mortier va á Extremadura. Baja también allí el 2.° cuerpo. Va sobre Málaga Sebastiani. Abello alborota la ciudad. Eráronla los fran- ceses.— Junta central en la isla de León. Su di- solución.— Decide nombrar una regencia. Re- glamento que le da. Su último decreto sobre cortes. Regentes que nombra. Eligen una junta en Cádiz. Ojeada rápida sobre la central j su administración. Padecimientos y perse- cución de sus individuos.— Idea de la regencia y de sus individuos. Felicitación del consejo reunido. Idea de la junta de Cádiz. Provi- dencias para la defensa y buena administración de la regencia y la junta. Breve descripción de la isla gaditana. Fuerzas que la guarnecen. Españolas. Inglesas. Fuerza marítima. Recio temporal en Cádiz. Intiman los france- ses la rendición. La junta de Cádiz encargada del ramo de hacienda. Sus altercados con Al- burquerque.— Deja este el mando del ejército y pasa á Londres. Impone la junta nuevas con- tribuciones. — José en Andalucía. Modo con que le reciben. Sus providencias. Vuelve á Madrid. Nueva invasión de Asturias. Llano- Ponte. Porlier. Entra Bonnet en Oviedo. Evacúa la ciudad. Ocúpala de nuevo. Cas- tellar y defensa del puente de Peñajlor. ¡jar- cena. Retir anse los españoles al Narcea.

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Don Juan Moscoso.— El general Arce. Con- ducta escandalosa de Arce y del consejero Lei- va. Nueva instalación de la junta general del principado. Auxilio de Galicia. Desampara Bonnet a Oviedo. Se enseñorea por tercera vez de la ciudad. Estado de Galicia. Albo- roto del. Ferrol. Muerte de bargas. Mahy ge- neral de las tropas de aquel reino. Sitio de As- torga. Capitula. Licenciado Costilla. Ara- gón.— Mina el mozo. Expedición de Suchet sobre falencia. Estado de este reino y déla ciudad. Malógrasele á Suchet su expedición. Pozoblanco. Ventajas de los españoles en Ara- gón.— Cae prisionero Mina el mozo. Sucédele su tio Espozy Mina. Estado de Cataluña. Varias acciones. Bloqueo de Hostalrich. Va Augereau al socorro de Barcelona. Descala- bro de Duhesme en Santa Perpetua y en Mo- llet. Entra Augereau en Barcelona. Odon- nell nombrado general de Cataluña. Ejército que junta. Acción de Vique el 19 de febrero. Pertinaz defensa de Hostalrich. Socorre de nuevo Augereau á Barcelona. Retirase Odon- nell á Tarragona. Feliz ataque de Don Juan Caro. Evacúan los españoles a Hostalrich. El mariscal Macdonald sucede a Augereau en Cataluña. Parte Sucliet á Lérida. Entrcui sus tropas en Balaguer. Sitio de Lérida. Desgraciada tentativa de Odonnell para socor- rer la plaza. Entran los franceses en Lérida y ríndese su castillo. También el fuerte de las Medas.— Sucesos de Aragón. Sitio de Mequi- nenza. La toman los franceses. Toman tam- bién el castillo de Morella. Cádiz. Toman tomo ni. 12

*

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los franceses á Matagorda. Manda Blake el ejército de la isla. Trasládase á Cádiz la re- gencia.— Barón en la costa dos pontones de pri- sioneros.— Trato de estos. Pasan alas Balea- res. Su trato alli.— Resistencia en las Jnd alu- cias.— Condado de Niebla. Serranía de Ronda. Don José Romero. Acción notable. Tarifa. Ejército del centro en Murcia. Correría de Sebastiani en aquel reino. Su conducta. Eva- cúale.— Partidas de Cazorla y de las A 'Ipu jar- ras.— Extremadura. Ejército déla izquierda. Romana. Ballesteros. Don Carlos Odonnell. Decreto de Soult de 9 de majo. Otro en respuesta de la regencia de España. Decreto de Napoleón sobre gobiernos militares. Une á su imperio los Estados Pontificios y la Holanda. Inútil embajada de A zonza á París. Tenta- tiva para libertar al rey Fernando. Barón de Kolly. F ida de los príncipes en Valencey. Préndese á Kolly. Insidiosa conducta de la policía francesa.— Cartas de Fernando.

HISTORIA

DFX

LEVANTAMIENTO , GUERRA Y REVOLUCIÓN

íre <£spmut. LIBRO UNDÉCIMO.

1N uevos desastres amagaban ¿España al comen- zar el año de 1810. Napoleón ele vuelta déla Amenaza* guerra de Austria que para él tuvo tan feliz re- «Jüídl^u mate, anunció al senado francés «que se pre- p"fi"adeEs" «sentaría á la otra parte de los pirineos, y que »el Leopardo aterrado huiría hacia el mar, pro- curando evitar su afrenta y su aniquilamiento." No se cumplió este pronóstico contra los ingle- ses, ni tampoco se verificó el indicado viage, persuadido quizá Napoleón de que la guerra pe- ninsular, como guerra de nación , no se termina- ría con una ni dos batallas: único caso en que

i Joiciina.

i

180

hubiera podido empeñar con esperanza de glo- ria su militar Hombradía. s.« divorcio Ocupábanle también por entonces asuntos do-

tu Jn«*ftna. »■■-•* "l / l l

mesticos que quena acomodar a la razón de es- tado, y la.alicion que tenia á su esposa la em- peratriz Josefina, y las buenas prendas que á esta adornaban cedieron al deseo de tener heredero directo, y al concepto tal vez de que enlazán- dose con alguna de las antiguas estirpes de Eu- ropa, afianzaría la de los Napoleones, á cuyo trono faltaba la sólida base del tiempo. Resol- vió pues separarse de aquella su primera esposa, á mediados de diciembre de Í8Ú9 publicó so- emnemente su divorcio, dejando á Josefina el titulo y los honores de emperatriz coronada, mienfo" m" i Pensé después en escoger otra consorte, in-

archiduquesa cunándose al principio á la familia de los Cza- res, mas al fin trató con la corte de Austria y se casó en marzo siguiente con la archiduquesa Maria Luisa hija del emperador José II : unión que si bien por de pronto pudo lisonjear á Na- poleón, sirvióle de poco á la hora del infortunio. Antes y en el tiempo en que mostró al se- nado su propósito d,: cruzar los pirineos, dio Refuerzos cuenta el ministro de la guerra de Frangía del estado de fuerza que liabia en España, manifes- tando que para continuar las operaciones, mili- lares bastaba completar los cuerpos alli exis- tentes con 30,000 hombres reunidos en Bayona. Pasaron en efecto estos la frontera, y con ellos V otros refuerzos que posteriormente llegaron, ascendió dentro de la península el número de franceses en el año de 1810 en que vamos, á unos 300; 000 hombres de todas armas.

que env

Resolución de invadir las Andalucías.

181

Llamaba singularmente la atención del ga- binete de las Tullerías el destruir el ejército in- glés, situado ya en Portugal á la derecha del Tajo. Pero el gobierno de José prefería á todo invadir las Andalucías, esperando asi disolver la junta central, principal foco de la insurrección española. Por tanto puso su mayor ahinco en llevar á cabo esta su predilecta empresa.

Destináronse para ella los tres cuerpos de ejército 1.°, 4.° y 5.° con la reserva y algunos cuerpos españoles de nueva formación, en que tenían los enemigos poca fé, constando el total de la fuerza de unos 55,000 hombres. Mandába- los José en persona , teniendo por su mayor ge- neral al mariscal Soult, que era el verdadero caudillo.

Sentaron los franceses sus realesel 19 de ene- ?.ns p"p*«- ro en Santa Cruz de Múdela. A su derecha y en Almadén del Azogue se colocó antes el maris- cal Victor con el 1." cuerpo, debiendo penetrar en Andalucía por el camino llamado de la Pla- ta. A la izquierda apostóse en Yillanueva de los Infantes el general Sebastiani que regía el 4.° y que se preparaba á tomar la ruta de Montizon. Debia atravesar la sierra partiendo del cuartel general de Santa Cruz, y dirigiendo su marcha por el centro de la línea, cuya extensión era de unas 20 leguas, el 5.° cuerpo del mando del ma- riscal Mortier, al que acompañaba la reserva guiada por el general Dessoles.

Los franceses asi distribuidos y tomadas tam- bién otras precauciones, se movieron hacia las Andalucías. 2So habían de aquel suelo pisado an- teriormente sino hasta Córdoba, y la memoria

Utos.

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de la suerte de Dupont traíalos todavía desasose- gados. Sepáranse aquellas provincias de las de- mas de España por los montes Marianos, ó sea la Sierramorena , cuyos ramales se prolongan al levante y ocaso, y se internan por el mediodía, cortando en varios valles con otros montes, que se desgajan de Ronda y Sierra Nevada , las mis- mas Andalucías en donde ya los moros formaron los cuatro reinos en que ahora se dividen: tierra toda ella por decirlo asi de promisión, y en la que por la suavidad de su temple y la fecundi- dad de sus campos, pusieron los antiguos según C ap. n. i.) la narración de Estrabon* con referencia á Ho- mero, la morada de los bienaventurados, los campo Elisios. los de ios es- Pocos tropiezos tenían los enemigos que en- tapies, contrar en su marcha. No eran extraordinarios los que ofrecía la naturaleza, y fueron tan esca- sos los trabajos ejecutados por los hombres, que se limitaban á varias cortaduras y minas en los pasos mas peligrosos y al establecimiento de al- gunas baterías. Se pensó al principio en fortifi- car toda la línea adoptando un sistema completo de defensa, dividido en provisional y permanen- te , el primero con objeto de embarazar al ene- migo á su tránsito por la sierra, y el segundo con el de detenerle del todo , levantando detrás de las montañas y del laclo de Andalucía unas cuan- tas plazas fuertes que sirviesen de apoyo á las . operaciones de la guerra , y á la insurrección ge-

neral del pais. Una comisión de ingenieros visi- tó la cordillera y aun dio su informe, pero como tantas otras cosas de la junta central, quedóse esta en proyecto. También se trató de abando-

t83

liar la sierra y de formar en Jaén un campo atrincherado , de lo que igualmente se desistió, temerosos todos de la opinión del vulgo que mi- raba como antemural invencible el de los mon- tes Marianos.

Dio ocasión á tal pensamiento el considerar las escasas fuerzas que habia para cubrir con- venientemente toda la línea. Después de la dis- persión de Ocaña, solo se habían podido jun- tar unos 25,000 hombres que estaban repartidos en los puntos mas principales de la sierra. Una división al mando de Don Tomás de Zerain ocu- paba á Almadén, de donde ja el 15 se replegó acometida por el mariscal Victor. Otra á las ór- denes de Don Francisco Gopons permaneció has- ta el 20 en Mestanza y San Lorenzo. Colocá- ronse tres con la vanguardia en el centro de la línea. De ellas la 3.a del cargo de Don Pedro Agustín Girón en el puerto del rey, y la van- guardia junto con la 1.a y 4.a gobernadas res- pectivamente por los generales Don José Zayas, Lacy y González Castejon en la venta de Cár- denas, Despeñaperros, Collado de los Jardines y Santa Helena. Situóse á una legua de Monti- zon en Venta nueva la 2.a á las órdenes de Don Gaspar Vigodet, á la que se agregaron los restos de la 6.a que antes mandaba Don Pere- grino Jácome.

El 20 de enero se pusieron los franceses en movimiento por toda la línea. Su reserva y su 5.° cuerpo dirigiéronse á atacar el puerto del Rey, y el de Despeñaperros, ambos ae difícil paso á ser bien defendidos. Por el último va la nueva calzada ancha y bien construida , abierta en los

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mismos escarpados de la montaña de Valdazo- res, y á grande altura del rio Álmudiel, que ba- ñándola por su izquierda corre engargantado en- tre cerrados montes que forman una honda y estrechísima quebrada. La angostura del terre- no comienza á unos 300 pasos de la venta de Cár- denas yendo de la Mancha á Andalucía , y ter- mina no lejos de las Correderas, casería distante una legua de la misma venta. En este trecho habian los españoles excavado tres minas , levan- tando detrás en el collado de los Jardines una especie de campo atrincherado. Por la derecha de Despeñaperros lleva al puerto del Rey un ca- mino que parte de la venta de Melocotones an- tes de llegar á la de Cárdenas; este era el anti- guo mal carretero y en parages solo de herra- dura, juntándose después y mas allá de Santa He- lena con el nuevo. Entre ambos hay una vereda que guia al puerto del Muradal, existiendo otras estrechas que atraviesan la cordillera por aque- llas partes. lo, franceses En la mañana del indicado 20 salió del Vi- *auta'sierra- so el general Dessoles con la reserva de su man- do y ademas un regimiento de caballería. Diri- gióse al puerto del Rey que defendía el general Girón. La resistencia no fue prolongada : los es- pañoles se retiraron con bastante precipitación y del todo se dispersaron en las Navas de Tolo- sa. Al mismo tiempo la división del general Ga- zan acometió el puerto del Mtiradal con una de sus brigadas, y con la otra se encaramó por en- tre este paso y Despeñaperros, viniendo á dar ambas á las Correderas, esto es, á espalda de los atrincheramientos y puestos españoles. El ma-

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riscal Mortier, al frente de la división Girard, con caballería, artillería ligera y los nuevos cuer- pos creados por José , pensó en embestir por la calzada de Despeñaperros, y lo ejecutó cuando supo que á su derecli« el general Gazan, habien- do arrollado á los españoles, estaba para envol- ver las posiciones principales de estos. Las mi- nas que en la calzada Labia reventaron, mas hi- cieron poco estrago: los enemigos avanzaron con rapidez, y los nuestros temiendo ser corta- dos todo lo abandonaron como también el atrin- cheramiento del collado de los Jardines. Per- dieron los españoles 15 cañones y bastantes pri- sioneros, salvándose por las montañas algunos soldados y tirando otros con Castejon hacia Ar- quillos, en donde luego veremos no tuvieron mayor ventura. Areizaga que todavía conserva- ba el mando en gefe, acompañado de algunos oficialesy cortas reliquias, precipitadamente cor- rió á ponerse en salvo al otro lado del Guadal- quivir. Los franceses llegaron la noche del mis- mo 20 á la Carolina, y al dia siguiente pasaron á Andújar después de haber atravesado por Bai- len, cuyas glorias se empañaban algún tanto con las lástimas que ahora ocurrían. El mariscal Soult y el rey José no tardaron en adelantarse hasta la citada villa en donde pusieron su cuar- tel general.

Llegó también luego á Andújar el mariscal Víctor que desde Almadén no habia encontra- do graneles tropiezos en cruzar la sierra. La jun- ta de Córdoba pensó va tarde en fortificar el paso de Mano de hierro y el camino de la Pla- ta, y en juntar los escopeteros de las montañas.

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La división de Zerain y la de Copons tuvieron que abandonar sus respectivas posiciones, y el mariscal Victor después de hacer algunos reco- nocimientos hacia Santa Eufemia y Belalcazar se dirigió sin artillería ni.bagagcs por Torre- campo, Villanueva de la Jara y Montoro á An- dújar, en donde se unió con las fuerzas de su nación que habian desembocado del puerto del Rey y de Despeñaperros. De estas el mariscal Soult envió la reserva de Dessoles con una bri- gada de caballería por Linares sobre Baeza, pa- ra que se diese la mano con el general Sebastia- ni, á cuyo cargo habia quedado pasar la sierra por Montizon.

Dicho general, aunque no fue en su movi- miento menos afortunado que sus compañeros, halló sin embargo mayor resistencia. Guarnecia por aquella parte Don Gaspar Vigodet las posi- ciones de Venta nueva y Venta quemada, y las sostuvo vigorosamente durante dos horas con fuerza poco aguerrida é inferior en número, has- ta que el enemigo habiendo tomado la altura llamada de Mata muías, y otra que defendió con gran brio el comandante Don Antonio Brax, obligó á los nuestros á retirarse. Vigodet mandó en su consecuencia á todos los cuerpos que baja- sen de las eminencias y se reuniesen en Monti- zon, de donde , replegándose con orden y en escalones, empezó luego á desbandársele un es- cuadrón de caballería que con su ejemplo des- compuso también á los otros, y juntos atrope- llarony desconcertaron la infantería, disolvién- dose asi toda la división. Con escasos restos en- tró Vigodet el 20 de enero después de anoche-

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cido en el pueblo de Santiestévan , y al ama- necer viéndose casi solo partió para. Jaén, á cu- ya ciudad habian ja llegado el general en gefe Areizaga y los de división Girón y Lacy, todos desamparados y en situación congojosa.

Sebastiani continuó su marcha y cerca de Ar- quillos tropezó el 29 con el general Castejon que se replegaba de la sierra con algunas reli- quias. La pelea no fue reñida : caido el ánimo de los nuestros y rota la línea española, que- daron prisioneros bastantes soldados y oficiales, entre ellos el mismo Castejon. El general Sebas- tiani se puso entonces por la derecha en comu- nicación con el general Dessoles, y destacando fuerzas por su izquierda hasta Ubeda y Baeza, ocupó hacia aquel lado la margen derecha del Guadalquivir. Lo mismo hicieron por el suyo hasta Córdoba los otros generales, con lo que se completó el paso de la sierra, habiendo los franceses maniobrado sabiamente, si bien es ver- dad tuvieron entonces que habérselas con tropas mal ordenadas y con un general tan despreveni- do como lo era Don Juan Carlos de Areizaga.

Prosiguiendo su movimiento pasó el general Jae„u,r3n^ Sebastiani el Guadalquivir y entró el 23 en Jaén, córdoba, en donde cogió muchos cañones y otros apres- tos que se habian reunido con el intento de for- mar un campo atrincherado. El mariscal Víc- tor entró el mismo dia en Córdoba, y poco des- pués llegó alli José. Salieron diputaciones de la ciudad recibirle y felicitarle, cantóse un Te Deum y hubo fiestas públicas en celebración del triunfo. Esmeróse el clero en los agasajos, y se admiró José de ser mejor tratado que en las de-

183 mas partes de España. Detuviéronse los france- ses en Córdoba y sus alrederores algunos dias, temerosos de la resistencia que pudiera presen- tar Sevilla , é inciertos de las operaciones del ejército del duque de Alburquerque. Ejército dci Ocupaba este general las riberas del Guadia-

duquede Al- , * & £ , . . _

burquerque. na después que se retiro de hacia lalavera, en consecuencia de la rota de Ocaña: tenia en D. Be- nito su cuartel general. En enero constaba su fuerza en aquel punto de 8000 infantes y 600 caballos, y ademas se hallaban apostados entre Trujillo y Mérida unos 3100 hombres á las ór- denes de los brigadieres Don Juan Señen de Con- treras y Don Rafael Menacho; tropa esta que se destinaba caso que avanzasen los franceses para guarnecer la plaza de Badajoz , muy desprovis- ta de gente. v¡ene sobre La junta central luego que temió la inva-

sión de las Andalucías empezó á expedir órdenes al de Alburquerque las mas veces contradicto- rias, y en general dirigidas á sostener por la iz- quierda la división de Don Tomás de Zerain avanzada en Almadén. Las disposiciones de la junta fundándose en voces vagas mas bien que en un plan meditado, de campaña, eran por lo común desacertadas. El duque de Alburquerque sin embargo deseando cumplir por su parte con lo que se le prevenia, trataba de adelantarse hacia Agudo y Puerlollano, cuando sabedor de la retirada de Zerain, y después de la entrada de los franceses en la Carolina, mudó por de parecer y se encaminó la vuelta de la Andalucía, con propósito de cubrir el asiento del gobierno. Este al fin y ya apretado, ordenó á aquel hicie-

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se lo mismo que ya habia puesto en obra, mas con instrucciones de que acertadamente se sepa- ró el general español, disponiendo contra Jo que se le mandaba que las tropas de Señen de Con- treras y Menacho partiesen á guarnecer la plaza de Badajoz.

Con lo demás de la fuerza, esto es, con 8000 infantes y 600 caballos encaminándose Albur- querque el 22 de enero por Guadalcanal á An- dalucía, cruzó el Guadalquivir en las barcas de Cantillana haciendo avanzar á Carmona su van- guardia y á Ecija sus guerrillas que luego se en- contraron con las enemigas. La junta central habia mandado que se uniesen á xilburquerque las divisiones de D. Tomás Zerain y de D. Fran- cisco Copons, únicas de las que defendían la sierra que quedaron por este lado. j\las no se verificó , retirándose ambas separadamente al. condado de Niebla. La última mas completa se embarcó después para Cádiz en el puerto de Le- pe. Lo mismo hicieron en otros puntos las reli- quias de la primera.

Siendo las tropas que regía el duque de Al- burquerque las solas que podian detener á los franceses en su marcha , déjase discurrir cuan débil reparo se oponia al progreso de estos, y cuan necesario era que la junta central se ale- jase de Sevilla si no quería caer en manos del enemigo.

Ya conforme al decreto en su lugar mencio- <¿£ü"r¿. nado del 13 de enero, habían empezado á salir tacentMl- de aquella ciudad pasado el 20 varios vocales, enderezándose á la Isla de León punto del lia- poseneuj^ mamiento. Mas estrechando las circunstancias &íwm*

Sospechas de insurrección eu Sevilla.

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casi todos partieron en la noche del 23 y ma- drugada del 24, unos por el rio abajo y otros por tierra. Los primeros viajaron sin obstáculo, no asi los otros á quienes rodearon muchos ries- gos alborotados los pueblos del tránsito , que se creian con la retirada del gobierno abandonados y expuestos á la ira é invasión enemigas. Corrie- ron sobre todo inminente peligro el presidente que lo era á la sazón el arzobispo de Laodicea, y el digno conde de Altamira marqués de As- torga, salvándose en Jerez ellos y otros compa- ñeros suyos como por milagro de los puñales de la turba amotinada.

Aseguróse que contando con la inquietud de los pueblos, se habían despachado de Sevilla emi- sarios que aumentasen aquella y la convirtiesen en un motin abierto para dirigir á mansalva ti- ros ocultos contra los azorados y casi prófugos centrales. Pareció la sospecha fundada al saber- se la sedición que se preparaba en Sevilla, y estalló luego que de alli salieron los individuos del gobierno supremo. De los manejos que an- daban tuvo ya noticia el 18 de enero Don Lo- renzo Calvo de Rozas, y dio de ello cuenta á la central. Para impedir que cuajaran, mandó- se sacar de Sevilla á Don Francisco de Palafox y al conde del Montijo, que aunque presos se conceptuaban principales promotores de la tra- ma. La apresuracion con que los centrales aban- donaron la ciudad, el aturdimiento natural en tales casos, y la falta de obediencia estorbaron que se cumpliese la orden.

Alejado de Sevilla el gobierno quedaron due- ños del campo los conspiradores de aquella ciu-

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dad, y ei 24 por la mañana amotinaron el pue- blo, declarándose la junta provincial á misma suprema nacional, lo que (lió claramente á en- tender que en su seno habia individuos sabedo- res de la conjuración. Entraron en la junta ade- mas Don Francisco Saavedra, nominado presi- dente, el general Eguia y el marqués de la Ro- mana que no se habia ido con sus compañeros, y salia de Sevilla en el momento del alboroto con Mr. Frere, único representante de Inglater- ra después de la ausencia del marqués de AVelles- ley. Agregáronse también á la junta los señores Palafox y conde del Montijo que al efecto solta- ron de la prisión ; el último esquivó por un rato acceder al deseo popular, fuese para aparentar que no obraba de acuerdo con los revoltosos, fuese que según su costumbre le fallara el brio al tiempo del ejecutar.

Creóse igualmente una junta militar que fue *>nta dése- la que realmente mandó en los pocos dias de la " duración de aquel extemporáneo gobierno, y la cual se compuso de los individuos nuevamente agregados. Desde luego nombró esta al marqués provincias de la Romana general del ejército de la izquier- da en lugar del duque del Parque que destina- ba á Cataluña, y encargó el mando del que se llamaba ejército del centro á Don Joaquin Bl«- ke. Expidiéronse ademas á las provincias todo linage de órdenes y resoluciones, que ó no llega- ron ó felizmente fueron desobedecidas , pues de otra manera nuevos disturbios hubieran desgar- rado á la nación entonces tan acongojada. Que- daron sin embargo con el mando, según vere- mos, los generales Romana y Blake , habiéndose

que toma.

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posteriormente conformado el verdadero gobier- no supremo con la resolución de la junta de Sevilla.

Procuró esta alentar á los moradores de la ciudad á la defensa de sus hogares, y excitar en sus proclamas hasta el fanatismo de los clérigos y los frailes que por lo general se mantuvieron quietos. Duró el ruido pocos dias poniendo pron- to término la llegada de los franceses. Ya se la temían el conde del Monlijo y los principales instigadores de la conmoción, y alejándose aquel el 26 del lugar del peligro con pretexto de de- sempeñar una comisión para el general Blake, quedaron los sediciosos sin cabeza, careciendo para defender la ciudad del ánimo que sobrada- mente habían mostrado para perturbarla. Cier- to que Sevilla no era susceptible de ser defendi- da militarmente, y solo los sacrificios y el valor de Zaragoza hubieran podido contener el tor- rente de los enemigos, de cuya marcha volvere- mos á tomar ahora el hilo de la narración. £™™an!°! Dueños los franceses de la margen derecha del Guadalquivir, y habiéndose adelantado el general Sebastiani hasta Jaén , prosiguió este su movimiento para acabar con el ejército del centro , cuyas dispersas reliquias iban en su mayor parte la vuelta de Granada. Por de- cirlo asi no quedaban ya en pie sino unos 1500 ginetes á las órdenes del general Freiré, y un parque de artillería compuesto de 30 cañones situado en Andújar. Los oficiales que manda- ban dicho parque no recibiendo orden ningu- na del general en gefe, juzgaron prudente sa- biendo las desventuras' de la sierra, pasar el

frabcrsea sus

movimientos.

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Guadalquivir y encaminarse á Guadix, lo aue empezaron á poner en obra sin tener caballe- ría ni infantería que los protegiese. El general Sebastiani al avanzar de Jaén el 26 de enero, tomó con el grueso de su fuerza la dirección de Alcalá la Real, enviando por su izquierda ca- mino de Cambil y Llanos de Pozuelo al general Peyremont con una brigada de caballería lige- ra. El 27 pasado Alcalá la Real alcanzó Sebas- Encoentr™ tiani la caballería española de Freiré que resis- ííLa u e». tió algún tiempo; pero que después fue rota y ^!a""e'pa' en parte cogida y dispersa, atacada por un nu- mero superior de enemigos, y sin tener consigo infantería alguna que la ayudase. Tocóle á la otra columna francesa, que tiró por la izquier- da á Cambil , apoderarse de la artillería que di- gimos Labia salido de Andújar.

Caminaba esta con dirección á Guadix á la sazón que el conde de Yillariezo capitán general de Granada, impelido por el pueblo á defender- se, ordenó á los gefes de la artillería indicada que desde Pinos de la Puente torciesen el camino y viniesen á la ciudad en que mandaba. Obede- cieron; pero luego que estuvieron dentro, no- tando que todo era alli confusión, trataron de salvar sus cañones volviendo á salir de Grana- da. Desgraciadamente para continuar su mar- cha se vieron forzados á tomar un rodeo, retro- cediendo al ya mencionado Pinos de la Puente, pues entonces no era camino de ruedas el de los Dientes de la vieja, mas corto y directo que el otro para Diezma y Guadix. Con semejante atra- *"«"- so perdieron tiempo dando en Isnalloz con los caballos ligeros del general Peyremont; en don- TO.MO ni. 13

parque de ir-

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de como no tenían los artilleros españoles in- fantes ni ginetes que los protegiesen, tuvieron, bien á pesar suyo, que abandonar las piezas y salvarse en los caballos de tiro. Asi iba desapa- reciendo del todo aquel ejército que dos meses antes inundaba los llanos de la Mancha. Tomaitiau Por fin al espirar enero tomó en Diezma el

el mando de ■. ■, *■. , . . ._ .

¡as reliquia» mando de tan tristes reliquias Don Joaquín i3ia- dtii-Z"o.l° ke, quien yendo á Málaga de cuartel de vuelta de Cataluña, recibió en aquel pueblo el nom- bramiento que le babia conferido la Junta de Sevilla. Cedióle el puesto sin obstáculo el mis- mo Don Juan Carlos de Areizaga , y dio en efec- to Blake prueba de patriotismo en encargarse en semejantes circunstancias de empleo tan es- pinoso, sin reparar en la autoridad de que pro- cedía. No habia otro cuerpo reunido sino el primer batallón de guardias españolas mandado por el brigadier Otedo : lo demás del ejército reducíase á dispersos de varios cuerpos. Blake retrocedió todavía á Huerca] Overa villa del reino de Granada en los confines de Murcia; y despachando proclamas y órdenes á todas partes consiguió juntar en los primeros dias de febrero hasta unos cinco mil hombres de todas armas: no habiéndosele incorporado otros generales de los que mandaban divisiones en la sierra , sino Vigodet y ademas Freiré con unos cuantos ca- ballos. Entra., in. El general Sebastiani entró en Granada el Sad?. e" 28 de enero. Quisó el pueblo defenderse, mas disuadiéronle los hombres prudentes y los tími- dos con capa de tales : también contribuyó á ello el clero que en estas Andalucías mostróse sobra-

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(lamente obsequioso á los conquistadores. Se en- vió una diputación á recibir á Sebastiani; y agre- góse á este poco después de su entrada el regi- miento suizo de Reding. Trató el general fran- cés con ceño y palabras airadas á las autorida- des españolas, e impuso una gravosísima y ex- traordinaria contribución.

Entre tanto el 1.° y 5.° cuerpo avanzaron por disposición de José bácia Sevilla, tiroteándo- se el mismo dia 28 cerca de Ecija con las guer- rillas de caballería del duque de Alburquerque: noticioso este general de que los enemigos avan- zaban por el Arahal y Morón, para ponerse en Utrera á su retaguardia, y cortarle asi la reti- rada sobre la isla Gaditana , abandonó á Carmo- na y comenzó su marcha retrógrada bácia la costa. La caballería y la artillería las envió por el camino real , dirigiendo la infantería por las Cabezas de San Juan y Lebrija para unirse to- dos en Jerez. Fue tan oportuno este movimien- to, que al llegar á Utrera dejóse ya ver desde Morón un destacamento enemigo. Tomóle pues Alburquerque la delantera ; y recogiendo en Je- rez todas sus fuerzas, pudo entrar al principiar febrero en la Isla de León sin ser particular- mente incomodado, y habiendo solo la caballe- ría sostenido en su marcha algunas escaramuzas. Si en esta ocasión hubieran los franceses andado con su acostumbrada presteza , hubieran tal vez podido interponerse entre el ejército español y la isla Gaditana ; y muy otra fuera entonces la suerte de aquel inexpugnable baluarte. El duque de Alburquerque contribuyó , en cuanto pudo, á salvar tan precioso rincón, y con él quizá la

Se relira Alburqat-r- qoe camino de CaUi/.

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independencia de España. Por ello justas alaban- zas le son debidas.

Los franceses recelosos en aquellas circuns- tancias de comprometerse demasiadamente , mi- iimi!iwki dieron sus movimientos, anteponiendo á todo seviiia. el apoderarse de Sevilla , posesión codiciada por sus riquezas y renombre. Presentóse á vista de sus muros al finalizar enero el mariscal Vic- tor. De la nueva Junta casi todos los individuos habian desaparecido, por lo que su formación de nada aprovechó, sino de sobresaltar á los pueblos, acrecentar la división de los ánimos, é impedir la salida de cuantiosos é importantes efectos.

Sevilla ciudad vasta y populosa , y en la que brillan, según se explica en su lenguage senci- llo la crónica de San Fernando «muchas y gran- ee des noblezas las cuales pocas ciudades hay

«que las tengan" había sido por mandato de la central circunvalada de tripes líneas , para cu- ya guarnición se requerian 50,000 hombres. In- virtiéronse por tanto inútilmente en dicha for- tificación muchos caudales, pues no pudiendo defenderse aquel recinto, conforme á las reglas de la milicia, y solo acudiendo al patriotis- mo y brio del vecindario, hubiera clebido la central pensar mas bien que en fortalecerla re- gularmente, en entusiasmar los ánimos y cui- dar de su disciplina y buena dirección.

Preparábanse los franceses á acometer á Se- villa , cuando el 3 1 les enviaron de dentro par- lamentarios. Querian estos entre varias cosas, que se distinguiese aquella ciudad de las otras en la capitulación , como una de las principales

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cabezeras de la monarquía, y también hicieron la notable petición de que se convocasen cor- tes. No accedió el mariscal Victor, como era de presumir , á la última demanda : y en res- puesta á las proposiciones que se le presentaron envió una declaración, según la cual prometía amparo álos habitantes y á la guarnición, como también no escudriñar los hechos ni opiniones contrarias á José , anteriores á aquel dia : otorga- ba ademas otras concesiones y señaladamente la de no imponer contribución alguna ilegal: ar- tículo que pronto se quebrantó, ó que nunca tuvo cumplimiento.

Accediendo los sevillanos á las condicio- nes de Yictor, entraron los franceses en la ciu- dad el 1.° de febrero á las 3 de la tarde. La vís- pera por la noche habia salido la escasa guarni- ción hacia el condado de Niebla á las órdenes del Vizconde de Gand, cuyo camino tomaron también algunos de los mas respetables indivi- duos de la antigua Junta provincial, enemigos del desbarato y excesos de los últimos dias, los cuales establecidos en Ayamonte se constituye- ron luego en autoridad legítima de los partidos libres de la provincia.

En Sevilla cogieron los franceses municio- nes, fusiles, gran número de cañones de aque- lla magnífica fábrica , y muchos pertrechos mi- litares. Asimismo otra porción de preciosida- des y valores, particularmente tabacos y azo- gues, tan necesarios los últimos para el benefi- cio de las minas de América : botin que debió el enemigo parte á descuido é imprevisión de la junta central, parte, según apuntamos, á los

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alborotos y al atropellamiento que en Sevilla hubo. preséntase Sojuzgada esta ciudad se encaminó el primer

Yictordeuní cuerpo francés á las órdenes de su gefe el ma-

te de adh. Ylsca\ yictor \a vuelta de la isla Gaditana, cu- yos alrededores pisó el 5 de febrero. La ante- rior llegada á aquel punto del duque de Albur- querque previno los hostiles intentos del enemi- go, é impidió todo rebate. Paróse pues Victor á la vista quedando su cuerpo de ejercito desti- Monier va nado á formar el bloqueo. Aprestóse en Córdo-

dura. ba la reserva bajo el mando de Dessolles; y el

5.° del cargo del mariscal Morder, después de

dejar una brigada en Sevilla, asomó á Extre-

B3Ja tam- madura y dióse mas adelante la mano con el 2.°

S"uearpo.el que desde el Tajo avanzó á las órdenes del ge- neral Reynier. En seguida se encaminó Mortier á Badajoz, y habiendo inútilmente intimado la rendición á la plaza , volvió atrás y estableció en Llerena su cuartel general, va sobre Sebastiani por su lado dio á sus opera-

batüfni. * ciones cumplido acabamiento. Tranquilo po- seedor de Granada , quiso recorrer la costa , y sobre todo enseñorearse de la rica é importan- te ciudad de Málaga , con tanta mayor razón cuanto allí se encendia nueva lumbre insurrec- cional.

Abeiioaibo- Era atizador y caudillo un coronel de nom-

dad. d bre Don Vicente Abello natural de la Habana, hombre fogoso y arrebatado , mas falto de la capacidad necesaria para tamaño empeño. Si- guió su pendón la plebe, tan enemiga alli como en las demás partes de la dominación extraña. Agregáronse á Abello pocos sugetos de cuenta,

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asustados con los desórdenes que se levantaron y previendo la imposibilidad de defenderse. Los únicos mas notables que se le juntaron fueron un capuchino llamado Fr. Fernando Berrocal, y el escribano San Millan con sus hermanos; de ellos los hubo que partieron á Yelezmálaga pa- ra sublevar aquella ciudad y su partido. Come- tiéronse tropelías, y se empezaron á exigir for- zadas y exorbitantes derramas, habiendo em- bargado y cogido al solo Duque de Osuna unos 50,000 duros. Prendieron á los individuos de la junta del Casco de la ciudad, y al anciano ge- neral Don Gregorio de la Cuesta que vivia alli retirado, pero que al fin pudo embarcarse para Mallorca.

El general Sebastiani procediendo de Gra- E»trauu nada por Loja á Antequera , adelantóse el 5 de febrero á Málaga. Al atravesar la garganta lla- mada Boca del asno dispersó una turba de pai- sanos que en vano quisieron defender el paso, y se aproximó al recinto de la ciudad. Fuera de ella le aguardaba Abello , tan desacertado en sus operaciones militares como en las políticas y económicas. Su gente era numerosa, pero allegadiza, y la mitad sin armas. Al primer choque quedó deshecha , y amigos y enemigos entraron confundidos en la ciudad. Empezó el pillage, mediaron las autoridades antiguas que habia quitado Abello , ofreció Sebastiani sus- pensión de hostilidades, pero no cesaron estas hasta el dia siguiente. Cayeron en poder del ge- neral francés intereses públicos y privados, in- cluso el dinero del duque de Osuna; é impuso ademas á la ciudad una contribución de doce

lo.-

200

millones de reales, de que cinco liabian de ser pagados al contado.

Don Vicente Abello logró refugiarse en Cá- diz , donde padeció larga prisión, de que las cortes le libertaron. El capuchino Berrocal y otros, cogidos en Málaga y en Motril tuvieron menos ventura , pues Sebastiani los mandó ahor- car. Tratamiento sobradamente duro; porque si bien este general nos ha dicho haberse com- portado asi , siendo los tales frailes y fanáticos, su razón no nos pareció fundada , pues ademas de no estar en aquel caso todos los que padecie- ron la pena indicada, ¿por qué no seria lícito á los eclesiásticos tomar las armas en una guer- ra de vida ó muerte para la patria ? Castigádse- les en buen hora, si cometieron otros excesos, mas no por oponerse á la conquista del extran- gero.

Al propio tiempo que los franceses se espar- cían por las Andalucías, y se enseñoreaban de junta cen. sus principales ciudades, acontecían importan- do Lcon.'su tes mudanzas en la isla de León y en Cádiz. A disolución. amDOS pUnios, como también al puerto de San- ta María, habían llegado antes de acabarse ene- ro muchos vocales de la junta central, los cua- les se reunieron sin tardanza en la citada isla . de León. La tormenta que habían corrido, la voz pública, los temores de no ser obedecidos, todo en fin los compelió á hacer dejación del mando antes de congregarse las cortes, y á subs- tituir en su lugar otra autoridad. Don Lorenzo TK-cide nom- Calvo de Rozas formalizó la proposición de que se nombrase una regencia de cinco individuos que ejerciese la potestad ejecutiva en toda su

brar una Re- grada

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plenitud, quedando á su lado la central como cuerpo deliberante , hasta que se juntasen las cortes. La junta aprobó la primera parte de la proposición y desechó la última; declarando ademas que sus individuos resignaban el mando, sin querer otra recompensa que la honrosa dis- tinción del ministerio que habian ejercido , y excluyéndose á propios de ser nombrados pa- ra el nuevo gobierno.

También se formó un reglamento que sir- viese de pauta á la nueva autoridad , á la que se dio el nombre de supremo consejo de regencia, y se aprobó un decreto por el que reuniendo todos los acuerdos acerca de la institución y for- ma de las cortes, ya convocadas para el inme- diato marzo , se trataba de hacer sabedor al pú- blico de tan importantes decisiones.

En el reglamento ademas de los artículos de orden interior , habia uno muy notable , y se- gún el cual la regencia «propondría necesaria- amenté á las cortes una ley fundamental que »protegiese y asegurase la libertad de la irnpren- »ta , y que entre tanto se protegería de hecho es- »ta libertad como uno de los medios mas con- tenientes, no solo para difundir la ilustración «general , sino también para conservar la liber- tad civil y política de los ciudadanos." Asi la central tan remisa y meticulosa para acordar en su tiempo concesión de tal entidad, impo- nía ahora en su agonía la obligación de decre- tarla á la autoridad que iba á ser sucesora suya en el mando. Disponíase igualmente en dicho reglamento que se crease una diputación com- puesta de ocho individuos, celadora de la ob-

Reglameoto que le da.

decreto sobre curies.

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servancia de aquel y de los derechos naciona- les. Ignoramos por qué no se cumplió semejan- te resolución , y atribuimos el olvido al azora- miento de la junta central , y á no ser la nue- va regencia aficionada á trabas. su ¿itimo En el decreto tocante á cortes se insistía en el próximo llamamiento de estas , y se manda- ba que inmediatamente se expidiesen las convo- catorias á los grandes y á los prelados, adop- tándose la importante innovación de que los tres brazos no se juntasen en tres cámaras ó estamen- tos separados sino solo en dos, llamado uno po- pular y otro de dignidades.

Se ocurria también en el decreto al modo de suplir la representación de las provincias que ocupadas por el enemigo no pudiesen nombrar inmediatamente sus diputados, hasta tanto que desembarazadas estuviesen en el caso de elegir- los por directamente. Lo mismo y á causa de su lejanía se previno respecto de las regio- nes de América y Asia. Habia igualmente en el contexto del precitado decreto otras dispo- siciones importantes y preparatorias para las cortes y sus trabajos. La regencia nunca publi- có este documento , motivo por el que le inser- (•Ap.n.i.) tamos íntegro en el apéndice. * Echóse la cul- pa de tal omisión al traspapelamiento que de él habia hecho un sugeto respetabilísimo á quien se conceptuaba opuesto á la reunión de las cor- tes en dos cámaras. Pero habiendo este justifi- cado plenamente la entrega asi de dicho docu- mento como de todos los papeles pertenecien- tes á la central en manos de los comisionados nombrados para ello por la regencia , apareció

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claro que la ocultación provenia no de quien desaprobaba las cámaras ó estamentos , sino de los que aborrecian toda especie de representa- ción nacional.

La junta central después de haber sancionado *Srqae en 29 de enero todas las indicadas resoluciones,

Sasó inmediatamente á nombrar los individuos e la regencia. Cuatro de ellos debian ser españo- les europeos, y uno de las provincias ultramari- nas. Recayó pues la elección en Don Pedro de Quevedo y Quintano obispo de Orense, en Don Francisco de Saavedra consejero de estado , en el general de tierra Don Francisco Javier Gas- taños, en el de marina Don Antonio Escaño, y en Don Estevan Fernandez de León. El úl- timo por no haber nacido en América , aunque de familia ilustre arraigada en Caracas y por la oposición que mostró la junta de Cádiz , fue removido casi al mismo tiempo que nombrado, entrando en su lugar Don Miguel de Lardiza- bal y Uribe, natural de Nueva España. El 2 de febrero era el señalado para la instalación de la regencia ; pero inquieto el público y disgus- tado con la tardanza , tuvo la central que ace- lerar aquel acto, y poniendo en posesión á los regentes en la noche del 31 de enero, disolvió- se inmediatamente dando en una * proclama (* ¿p- »• 3 •) cuenta de todo lo sucedido.

Al lado de la nueva autoridad, y presumien- ¿K¡TcT do de igual ó superior, habíase levantado otra d"- que aunque en realidad subalterna, merece aten- ción por el influjo que ejerció, particularmente en el ramo de hacienda. Queremos hablar de una junta elegida en Cádiz. Emisarios despa-

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chados de Sevilla por los instigadores de los al- borotos, y el justo temor de ver aquella plaza entregada sin defensa al enemigo, fueron el prin- cipal móvil de su nombramiento. Dióle también inmediato impulso un edicto que en virtud de pliegos recibidos de Sevilla publicó el gober- nador Don Francisco Venegas, considerando disuelta la junta central y ofreciendo resignar su mando en manos del ayuntamiento , si este quisiese confiarle á otro militar mas idóneo. Conducta que algunos tacharon de reprensible y liviana, mas disculpable en tan arduos tiempos.

El ayuntamiento conservó al general Vene- gas en su empleo, y atento á una petición de gran número de vecinos que elevó á su conoci- miento el síndico personero Don Tomas Istú- riz, abolió la Junta de defensa que habia y trató de que se pusiese otra nueva mas autorizada. El establecimiento de esta fue popular. Cada veci- no cabeza de casa presentó á sus respectivos co- misarios de barrio una propuesta cerrada de tres individuos : del conjunto de todas ellas formó- se una lista en la que el ayuntamiento escogió 54 vocales electores, quienes á su vez sacaron de entre estos \S sugetos, número de que se ha- bia de componer la junta relevándose á la suer- te cada cuatro meses la tercera parte. Se insta- ló la nueva corporación el 29 de enero con aplau- so de los gaditanos, habiendo recaido el nom- bramiento en personas por lo general muy re- comendables.

He aqui pues dos grandes autoridades la re- gencia y la junta de Cádiz impensadamente crea- das, y otra la junta central abatida y disuelta.

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Antes de pasar adelante echaremos sobre las tres una rápida ojeada.

De la central habrá el lector podido formar ojca.iará- cabal juicio, ya por lo que de ella dijimos al £¿í^£ tiempo de instalarse, y ya también por lo que ^"inUtra' obró durante su gobernación. Inclinóse á veces á la mejora en todos los ramos de la adminis- tración; pero los obstáculos que ofrecian los in- teresados en los abusos, y el titubeo y vaivenes de su propia política nacidos de la varia y mal entendida composición de aquel cuerpo, estor- baron las mas veces el que se realizasen sus in- tentos. En la hacienda casi nada innovó ni en el género de contribuciones, ni en el de su re- caudación , ni tampoco en la cuenta y razón. Trató á lo último de exigir una contribución extraordinaria directa que en pocas partes se planteó ni aun momentáneamente. Ofreció por medio de un decreto una variación com- pleta en el ramo , aproximándose al sistema er- róneo de un único y solo impuesto directo. Acer- ca del crédito público tampoco tomó medida alguna fundamental. Es cierto que no gravó la nación con empréstitos pecuniarios, reembol- sándose en general las anticipaciones del comer- cio de Cádiz ó de particulares con los caudales que venian de América ú otras entradas; mas no por eso se dejó de aumentar la deuda, según especificaremos en el curso de esta historia, con los suministros que los pueblos daban á las par- tidas y á la tropa. Medio ruinoso, pero inevi- table en una guerra de invasión y de aquella naturaleza.

En la milicia las reformas de la central fue-

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ron ningunas ó muy contadas. Siguió el ejérci- to constituido como lo estaba al tiempo de la insurrección, y con las cortas mudanzas que hi- cieron algunas juntas provinciales, debiéndose á ellas el haber quitado en los alistamientos las excepciones y privilegios de ciertas clases, y el haber dado á todos mayor facilidad para los as- censos.

Continuaron los tribunales sin otra altera- ción que la de haber reunido en uno todos los consejos ó sean tribunales supremos. Ni el mo- do de enjuiciar ni todo el conjunto de la legis- lación civil y criminal padecieron variación im- Eortante y duradera. En la última hubo sin em- argo la creación temporal del tribunal de se- guridad pública para los delitos políticos ; crea- ción conforme en su lugar notamos mas bien reprensible por las reglas en que estribaba, que por funesta en sus efectos.

En sus relaciones con los extrangeros man- túvose la junta en los límites de un gobierno nacional é independiente : y si alguna vez me- reció censura , antes fue por haber querido sos- tener sobradamente y con lenguage acerbo su dignidad que por su blandura y condescenden- cias. Quejáronse de ello algunos gobiernos. Po- cos meses antes de disolverse declaró la guerra á Dinamarca , motivada por guardar aquel go- bierno como prisioneros á los españoles que no habían podido embarcarse con Romana , guer- ra en el nombre , nula en la realidad.

Sobresalió la central en el modo noble y fir- me con que respondió é hizo rostro á las pro- puestas é insinuaciones de los invasores } susten-

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tando los intereses é independencia de la pa- tria , sin desesperanzar nunca de la causa que defendia. Por ello la celebrará justamente la posteridad imparcial.

Lo que la perjudicó en gran manera fueron sus desgracias , mayormente verificándose su desistimiento á la sazón que aquellas de todos lados acrecían. Y los pueblos rara vez perdo- nan á los gobiernos desdichados. Si hubiera la junta concluido su magistratura en agosto des- pués de la jornada de Talavera, é instalado al mismo tiempo las cortes , sus enemigos hubie- ran enmudecido ó por lo menos faltáranles mu- chos de los pretextos que alegaron para vitu- perar sus procedimientos , y oscurecer su me- moria. Acabó pues cuando todo se habia con- jurado contra la causa de la nación , y á la cen- tral echósele exclusivamente la culpa de tama- ños males.

Irritados los ánimos aprovecháronse de la coyuntura los adversarios de la junta , y no so- , lo desacreditaron á esta , aun mas de lo que por algunos de sus actos merecia , sino que obligán- dola á disolverse con anticipación y atropella- damente , expusieron la nave del estado á que pereciese en desastrado naufragio , deleitándose ademas en perseguir á los individuos de aquel gobierno, desautorizados ya y desvalidos.

Padecieron mas que los otros el conde de Tilly y Don Lorenzo Calvo de Rozas. Mandó prender al primero el general Castaños _, y aun obtuvo la aprobación de la central , si bien cuan- do ya esta se hallaba en la Isla y á punto de fe- necer. Achacábase al conde haber concebido en

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Sevilla el plan de trasladarse á América con una división si los franceses invadían las Andalucías, y se susurró que estaba con él de acuerdo el duque de Alburquerque. Dieron indicio de los tratos mal encubiertos que andaban entre am- bos , su mutua y epistolar correspondencia y ciertos viages del duque ó de emisarios suyos á Sevilla. De la causa que se formó á Tilly pa- rece que resultaban fundadas sospechas. Este en- fermo y oprimido murió algunos meses después en su prisión del castillo de Santa Catalina de Cádiz. Como quier que fuera hombre muy des- opinado , reprobaron muchos el mal trato que se le dio , y atribuyéronlo á enemistad del ge- neral Castaños. La prisión de Don Lorenzo Cal- vo de Rozas exclusivamente decretada por la regencia , tachóse con razón de mas infundada é injusta , pues con pretexto de que Calvo die- se cuentas de ciertas sumas, empezaron por vi- lipendiarle encarcelándole como á hombre man- chado de los mayores crímenes. Hasta la reu- nión de las cortes no consiguió que se le sol- tara.

Escandalizáronse igualmente los imparciales y advertidos de la orden que se comunicó á to- dos los centrales, según la cual permitiéndoles « trasladarse á sus provincias, excepto á Amé- »rica , se les dejaba á la disposición del gobier- »no bajo la vigilancia y cargo especial de los «capitanes generales, cuidando que no se reu- »niesen muchos en una provincia." No conten- tos con esto los perseguidores de la junta , lan- zaron en la liza á un hombre ruin y obscuro, á fin de que apoyase con su delación la calum-

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nia esparcida de que los ex-centrales se iban car- gados de oro. Con tan débil fundamento man- dáronse pues registrar los equipages de los que estaban para partir á bordo de la fragata Cor- nelia, y respetables y purísimos ciudadanos vié- ronse expuestos á tamaño ultrage en presencia de la chusma marinera. Resplandeció su inocen- cia á la vista de los asistentes y hasta de los mis- mos delatores , no encontrándose en sus cofres sino escaso peculio y en todo corta y pobre fortuna.

Ayudó á medida tan arbitraria é injusta el zelo mal entendido de la junta de Cádiz arras- trada por encarnizados enemigos de la central, y por los clamores de la bozal muchedumbre. La regencia accedió á lo que de ella se pedia, mas procuró antes escudarse con el dictamen del consejo. Este en la consulta que al afecto extendió, repetia su antigua y culpable canti- lena de que la autoridad ejercida por los cen- trales « habia sido una violenta y forzada usur- pación tolerada mas bien que consentida por »la nación.... con poderes de quienes no tenian »derecho para dárselos." Después de estas y otras expresiones parecidas, el consejo mostrando per- plejidad acanaba sin embargo por decir que de igual modo que la regencia habia encontrado mé- ritos para la detención y formación de causa res- pecto de Don Lorenzo Calvo de Rozas y del conde de Tilly , se hiciese otro tanto con cuan- tos vocales resultasen « por el mismo estilo des- cubiertos ," y que asi á unos como á otros «se »les substanciasen brevísimamente sus causas y se »les tratase con el mayor rigor. " Modo inde-

TOMO III. 14

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terminado y bárbaro de proceder, pues ni se sabia que significado daba el consejo á la pala- bra descubiertos ni qué entendía tampoco por tratar á los centrales con el mayor rigor, ad- mirando que magistrados depositarios de las le- yes aconsejasen al gobierno, no que se atuvie- ra á ellas , sino que resolviese á su sabor y ar- bitrariamente. Dolencia grande la nuestra obrar por pasión ó aficiones, mas bien que conforme á la letra y tenor de la legislación vigente : asi ha andado casi siempre de través la fortuna de España.

Nos hemos detenido en referir la persecu- ción de los miembros de la junta suprema, no solo por ser suceso importante recayendo en personas que gobernaron la nación durante ca- torce meses , sino también con objeto de seña- lar el mal ánimo de los enemigos de reformas y novedades. Porque el enojo contra la central nacia, no tanto de ciertos actos que pudieran mirarse como censurables, cuanto de la incli- nación que mostró aquel cuerpo á mudanzas en favor de la libertad. En esta persecución como después en la de otros muchos afectos á tan no- ble causa, partió el golpe de la misma ó pare- cida mano, procurando siempre tapar el dañino y verdadero intento con feas y vulgares acusa- ciones.

Hubiérase á lo sumo podido tomar cuenta á la junta de su gobernación; pero no atropellan- do á sus individuos. La regencia mas que todos estaba interesada en que los respetasen, y en de- fender contra el consejo el origen legítimo de su autoridad , pues atacada esta lo era también

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la déla misma regencia, emanación suya. Ade- mas los gobiernos están obligados aun por su Sropio interés á sostener el decoro y dignidad e los que les han precedido en el mando, sino el ajamiento de los unos tiene después para los otros dejos amargos.

Hablemos ya de la regencia y de los indi- viduos que la componían. No llegó hasta fines de mayo á Cádiz el obispo de Orense residente en su diócesi. Austero en sus costumbres y cé- lebre por su noble y enérgica contestación cuan- do le convidaron á ir á Bayona , no correspon- dió en el desempeño de su nuevo cargo á lo que de él se esperaba, por querer a justar á las estre- chas reglas del episcopado el gobierno político de una nación. Presumía de entendido, y aun ambicionaba la dirección de todos los negocios, siendo con frecuencia juguete de hipócritas y enredadores. Confundía la firmeza con la ter- quedad y difícilmente se le desviaba de la sen- da derecha ó torcida que una vez habia toma- do. Don Francisco Javier Castaños antes de la llegada del obispo, y aun después, tuvo gran mano en el despacho de los asuntos públicos. Pintárnosle ya cual era como general. Antiguas amistades tenian gran cabida en su pecho. Co- mo estadista solia burlarse de todo, y quizá se fi- guraba que la astucia y cierta maña bastaban aun en las crisis políticas para gobernar á los hom- bres. Oponíase á veces á sus miras la obstina- ción del obispo de Orense j pero retirándose es- te á cumplir con sus ejercicios religiosos daba vagar á que Castaños pusiese en el intermedio al despacho los expedientes ó asuntos que faVO-

Idea de la regencia? de

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recia. En el libro tercero tuvimos ocasión de de- linear el carácter y prendas de Don Francisco de Saavedra, hombre dignísimo, mas de corto in- flujo como regente , debilitada su cabeza con la edad, los achaques y las desgracias. Atendía ex- clusivamente á su ramo , que era el de marina, Don Antonio Escaño, inteligente y práctico en esta materia y de buena índole. Excusado es ha- blar de Don Esteban Fernandez de León, re- gente solo horas, no asi de su substituto Don Miguel de Lardizabal y Uribe, travieso y afi- cionado á las letras, de cuerpo contrahecho, imagen de su alma retorcida y con fruición de venganzas. Castaños tenia que mancomunarse con él , mas cediendo á menudo á la superio- ridad de conocimientos de su compañero.

Compuesta asi la regencia permaneció fiel y muy adicta á la causa de la independencia na- cional ; pero se ladeó y muy mucho al orden antiguo. Por tanto los consejeros, los emplea- dos de palacio, los que echaban de menos los usos de la corte y temian las reformas, ensal- zaron á la regencia, y asiéronse de ella hasta querer restablecer ceremoniales añejos y cos- tumbres impropias de los tiempos que corrían. El consejo especialmente trató de aprove- dei cSo charse de tan dichoso momento para recobrar Mumjo. todo su poder. Nada al efecto le pareció mas conveniente que tiznar con su reprobación to- do lo que se habia hecho durante el gobierno de las juntas de provincia y de la central. Asi se apresuró á manifestarlo el 2 de febrero en su felicitación á la regencia, afirmando que las des- gracias habían dependido de la propagación de

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«principios subversivos, intolerantes, tumul- tuarios y lisonjeros al inocente pueblo ," y re- comendando el que se venerasen « las antiguas »leyes, loables usos y costumbres santas de la «monarquía ," instaba porque se armase de vi- gor la regencia contra los innovadores. Apoya- da pues esta en tales indicaciones, y llevada de su propia inclinación, olvidó la inmediata reu- nión de cortes á que se habia comprometido al instalarse.

La junta de Cádiz émula de la regencia, y si .J¡¡¡a£¿ cabe con mayor autoridad, estaba formada de «u*.a vecinos honrados, buenos patriotas, y no esca- sos de luces. Apegada quizá demasiadamente á los intereses de sus poderdantes escuchaba á ve- ces hasta sus mismas preocupaciones , y no faltó quien imputase a ciertos de sus vocales el sacar provecho de su cargo, traficando con culpable granjeria. Pudo quizá en ello haber alguno que otro desliz ; pero la verdad es que los mas de los individuos de la junta portáronse honoríficamen- te,^ los hubo que sacrificaron cuantiosas sumas en favor de la buena causa. El querer sujetar á regla á los dependientes de la hacienda militar, á los gefes y oficiales de los mismos cuerpos y á todos los empleados, clase en general estragada, acarreó á la junta sinsabores y enconadas ene- mistades. La entrada é inversión de caudales sin embargo se publicó y pareció muy exacta su cuenta y razón, cuidando con particularidad de este ramo Don Pedro Aguirre, hombre de pro- bidad , imparcial é ilustrado.

Ahora que hemos 3a echado la vista sobre la pasada gobernación de la central, y dado idea

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rrarÍdiTdeS ^ cormenzo y composición de la regencia y fc.sa y buc- junta de Cádiz , será bien que entremos en la re- "racion'T'ia lacioii de las principales providencias que estas regenca y ia jj^ autorjclac|es tomaron en unión ó separada- mente. Empezaron pues por las que aseguraban la defensa de la isla gaditana.

La naturaleza y el arte han hecho casi inex-

Í^ugnable este punto : en él se comprenden la is- a de León y la ciudad , propiamente dicha de ir£ía°gadi- Cádiz. Distan entre ambas poblaciones , jun- ta™, tándose por medio de un estendido istmo , dos leguas. Tres tiene de largo toda la isla gaditana, y de ancho una y cuarto en la parte mas espa- ciosa. La separa del continente el brazo de mar que llaman rio de Santi Petri, profundo, y el cual se cruza por el puente de Suazo, asi apelli- dado del Doctor Juan Sánchez de Suazo que le rehabilitó á principios del siglo xv. El arsenal de la Carraca , situado en una isleta contigua á la misma isla de León , y formada por el men- cionado rio de Santi Petri y el caño de las Cu- lebras, quedó también por los españoles. El ve- cindario de Cádiz , en el dia bastante disminui- do, no pasa de 60,000 habitantes, y el de la Isla que está en igual caso de unos 18,000. La prin- cipal defensa natural de la última son sus sala- dares, que empezando á poca distancia de Puer- to Real se dilatan por espacio de legua y media hasta el rio Zurraque , enlazados entre é inter- rumpidos por caños é impracticables esguazos de suelo inconstante y mudable. Al sur hay otras salinas llamadas de San Fernando, rodeando á toda la isla por las demás partes ó el océano, ó las aguas de la bahía. En medio de los saladares

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Ít caños que hay delante del rio de Santi Petri, se evanta un arrecife largo y estrecho que conduce al puente de Suazo. En su calzada se practica- ron muchas cortaduras , y se levantaron baterías que hacian inexpugnable el paso. Al llegar Al- burquerque estaban muy atrasados los trabajos; pero este general y sus succesores los activaron extraordinariamente. Fortificóse en consecuen- cia con una línea triple de baterías el frente de ataque del rio de Santi Petri, avanzando otras en las mismas ciénagas ó lagunajos, y cuidando muy particularmente de poner á cubierto el ar- senal de la Carraca y la derecha de la línea, parte la mas endeble.

Aun ganada la isla de León no pocas dificul- tades hubieran estorbado al enemigo entrar en Cádiz. Ademas de varias baterías apostadas en la lengua de tierra que sirve de comunicación á anmas poblaciones, construyóse en lo mas es- trecho de aquella y bañada por los dos mares una cortadura, en que trabajaron con entusias- mo todos los habitantes, herizada de cañones y de admirable fortaleza, quedando después por vencer las obras del recinto de Cádiz , ejecuta- das según las reglas modernas del arte , y que solo presentan un frente de ataque. Para guar- necer punto tan extenso como el de la isla gadi- tana y tan lleno de defensas , necesitábase gran número de tropas de tierra y no poca fuerza de mar. El ejército de Alburquerque aumentado cada dia con los oficiales y soldados dispersos Espadas que de las costas aportaban á Cádiz , llegó á con- tar á últimos de marzo de 14 á 15,000 hombres. También los ingleses enviaron una división com- inglesas.

Eiwrzas qae

la guurucí t ii .

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puesta de soldados suyos y portugueses. Pidió aquel socorro á Lord Wellington la junta de Cá- diz por medio del cónsul británico y de Lord Burghest , que al efecto partió á Lisboa antes que se supiese la venida á la isla del duque de Al- burquerque. Llegó á ascender en marzo esta fuer- za auxiliar á unos 5000 hombres, reemplazando en el mismo mes en el mando de ella á su primer gefe Stewart el general Sir Tomás Graham. La guardia de la plaza de Cádiz se hacia en parte por la milicia urbana y por los voluntarios , cuyos batallones de vistoso aspecto los formaban los ve- cinos honrados y respetables de la ciudad, cons- tando su número de unos 8000 hombres inclu- sos los que se levantaron extramuros y en la isla de León, servicio que si bien penoso era desem- peñado con zelo y patriotismo , y que descarga- La de mucha faena á las tropas regladas. Fuer™ ma- Siendo esencial la marina para la defensa de ír,u'poraiCCen posición tan costanera fondeaban en bahía una escuadra británica á las órdenes del almirante Purvis, y otra española á las de Don Ignacio de Álava. Padecieron ambas gran quebranto en un recio temporal acaecido en el 6 de marzo y dias siguientes : de la inglesa se perdió el navio por- tugués María , y de la nuestra perecieron otros tres de línea, una fragata y una corbeta de guer- ra con otros muchos mercantes. Los franceses se portaron en aquel caso inhumanamente, pues en vez de ayudar á los desgraciados que arrastraba á la costa la impetuosidad del viento hiciéronles fuego con bala roja. Varados los buques en la playa ardieron casi todos ellos. No cesando por eso los preparativos de defensa se armaron asi-

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mismo fuerzas sutiles mandadas por Don Caye- tano Valdés , que vimos herido allá en Espinosa. Eran estas de grande utilidad, pues arrimándo- se á tierra é internándose á marea alta por los caños de las salinas, flanqueaban al enemigo y le incomodaban sin cesar.

Guando se supo que los franceses avanzaban, comenzóse, aunque tarde, á destruir y desman- telar todas las baterías y castillos que guarnecían la costa desde Rota , y se estendian bahía aden- tro por Santa Catalina , Puerto de Santa María, rio de San Pedro, Caño del Trocadero y Puer- to Real , pues Cádiz estaba mas bien preparado para resistir las embestidas de mar que las de tierra , siendo dificultoso vaticinar que tropas francesas descolgándose del Pirineo y atravesan- do el suelo español se dilatarían hasta las playas gaditanas.

Confiados los franceses en esto, el descui- intímenlo. do natural de los españoles, y en el desánimo que produjo la invasión de las Andalucías , mi- raban á Cádiz como suyo , y en ese concepto in- timaron la rendición á la ciudad y al ejército mandado por el duque de Alburquerque. Para el primer paso se valieron de ciertos españoles parciales suyos que creían gozar de opinión é influjo dentro de la plaza, los cuales el 6 de fe- brero hicieron desde el Puerto de Santa María la indicada intimación. La junta superior contestó á ella con la misma fecha sencilla y dignamen- te , diciendo : «La ciudad de Cádiz fiel á los prin- cipios que ha jurado no reconoce otro rey que »al Señor Don Fernando VIL" Aunque mas ex- tensa igualmente fue vigorosa y noble la respues-

ta

rendicioo.

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ta que dio sobre el mismo asunto al mariscal Soult el duque de Alburquerque. De consiguien- te por ambos lados se trabajó desde entonces con grande ahinco en las obras militares: los france- ses para abrigarse contra nuestros ataques y mo- lestarnos con sus fuegos nosotros para acabar de poner la isla gaditana en un estado inexpug- nable. Asi pues corrió el mes de febrero sin cho- que ni suceso alguno notable.

Tales y tan extensos medios de defensa pe- dían por parte de los españoles recursos pecunia- rios , y método y orden en su recaudación y dis- rádilQenra<Ie tTiDuci°n« La regencia solo podia contar con las gada dd ra- entradas del distrito de Cádiz y con los caudales SLbe a" de América. Difícil era tener aquellas si la junta no se prestaba á ello, y aun mas difícil aumen- tar sin su apoyo las contribuciones, no disfru- tando el gobierno supremo dentro de la ciudad de la misma confianza que los individuos de aque- lla corporación , naturales del suelo gaditano ó avecindados en él hacia muchos años.

Obvias reflexiones que sobre este asunto ocur- rieron y el triste estado del erario promovieron la resolución de encargar á la junta superior de Cádiz la dirección del ramo de hacienda. Desa- probaron muchos , particularmente los rentistas, semejante determinación, y sin duda á primera vista parecia extraño que el gobierno supremo se pusiera, por decirlo asi, bajo la tutoría de una autoridad subalterna. Pero siendo la medida tran- sitoria , deplorable la situación de la hacienda y arraigados sus vicios, los bienes que resultaron aventajáronse á los males, habiendo en los pa- gamentos mayor regularidad y justicia. Quizá la

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junta mostróse á veces ateun tanto mezquina, midiendo el orden del estado por la encojida es- cala de un escritorio; mas el otro extremo de que adolecía la administración pública perjudi- caba con muchas creces al interés bien entendi- do de la nación. Adoptóse en seguida para la buena conformidad y mejor inteligencia un re- glamento que mereció en 3 1 * de marzo la apro- C ap.».4.) bacion de la regencia.

Ya antes, si bien no con tanta solemnidad, susaitere»- estaba encargada del ramo de hacienda, habién- wqÜ^que. dose suscitado entre ella y varios gefes militares, principalmente el duque de Alburquerque , de- sazones y agrios altercados. Escuchó tal vez el último demasiadamente las quejas de los subal- ternos avezados al desorden, y la junta no aten- dió del todo en sus contestaciones al miramien- to y respetos que se debían al duque. Esto y otros disgustos fueron parte para que dicho gefe deja- se el mando del ejército de la isla al acabar mar- zo , nombrándole la regencia embajador en Lón- «ü^o^! dres. En aquella capital escribió mas adelante ^c£?Jb2! un manifiesto muy descomedido contra la junta de Cádiz , la cual , aunque en defensa propia, re- plicó de un modo atrabilioso y descompuesto. Contestación que causó en el pundonoroso ca- rácter del duque tal impresión que á pocos dias perdió la razón y la vida ; fin no debido á sus buenos servicios y patriotismo.

Entre no pocos afanes y obstáculos la junta de Cádiz continuó con zelo en el desempeño de su encargo. Impuso una contribución de cinco por ciento de exportación á todos los géneros y mercadurías que saliesen de Cádiz , y un veinte

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por ciento á los propietarios de casas , gravando ademas en un diez á los inquilinos. Con estos y otros arbitrios, y sobre todo con las remesas de América y buena inversión, no solo se asegura- ron los pagos en Cádiz y la isla, y se cubrieron todas las atenciones, sino que también se envia- ron socorros á las provincias.

Afianzada asi la defensa de aquellos dos pun- tos tan importantes, convirtiéronse sus playas en baluarte incontrastable de la libertad española. dai°n1ía.nAn" J°sé había en todo este tiempo recorrido las ciudades y pueblos principales de las Andalu- cías, recreándose tanto en su estancia que la pro- longó hasta entrado mayo. Cuidaba Soult del mando supremo del ejército que apellidaron del mediodía , el cual constaba de las fuerzas ya in- dicadas al hablar del paso de la Sierramorena. «Tí rea" Acojieron l°s andaluces á José mejor que los **»• moradores de las demás partes del reino , y fes-

tejáronle bastantemente , por cuyo buen recibi- miento premió á muchos con destinos y conde- coraciones, y expidió varios decretos en favor de la enseñanza y de la prosperidad de aquellos pue- blos. Nombró para establecer su gobierno y ad- ministración en las provincias recien conquista- das comisarios regios , cuyas facultades á cada paso eran restringidas por el predominio y arro- gancia de los generales franceses. Manifestó José en Sevilla su intención de convocar cortes en todo aquel año de 1810, para lo que en decreto de 18 de abril dispuso que se tomase conoci- miento exacto de la población de España. Por el mismo tiempo trató igualmente de arreglar el gobierno interior de los pueblos, y distribuyó

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e! reino en treinta y ocho prefecturas, las cuales ¿¿v**** se dividían á su vez en subprefecturas y munici- palidades, remedando ó mas bien copiando en esto y en lo demás del decreto, publicado al efec- to, la administración departamental de Francia. Providencia que habiendo tomado arraigo hu- biera podido mejorar la suerte de los pueblos; pero que en algunos no se estableció desapare- ciendo en los mas lo benéfico de la medida con los continuos desmanes de las tropas extrange- ras. La milicia cívica ya decretada por José en julio de 1809, y en la que se negaban por lo ge- neral á entrar los habitantes de otras partes, dis- gustó menos en Andalucía donde hubo ciudades que se prestaron sin repugnancia á aquel servicio. Por ello y por el modo con que en aquellos reinos habia sido recibido el intruso, motejaron acerbamente á sus habitadores los de las otras provincias de España , tachando á aquellos na- turales de hombres escasos de patriotismo y de condición blanda y acomodaticia. Censura in- fundada porque las Andalucías , singularmente el reino de Granada , no solo habían hecho gran- des sacrificios en favor de la causa común, sino que igualmente al tiempo de la invasión estuvie- ron muy dispuestos á repelerla. Faltóles buena guia estando abatidas , y siendo de menguado ánimo sus propias autoridades. Cierto es que en estas provincias era mayor que en otras el nú- mero de indiferentes y de los que anhelaban por sosiego, lo cual en gran parte pendía de que ata- cado tarde aquel suelo considerábase á España como perdida , y también de que habiendo los habitantes sido de cerca testigos de los errores y

Vuelve á Madrid.

Nueva in- vasión de As- turias.

222

aun injusticias de los gobiernos nacionales , ig- noraban los perjuicios y destrozos de la irrup- ción y conquista extrangera , males que no ha- bían por lo general experimentado como lo de- mas del reino. Desengañados pronto empezaron á rebullir, y las montañas de Ronda y otras co- marcas mostraron no menos brios contra los in- vasores que las riberas del Llobregat y del Miño. Las delicias y el temple de Andalucía , que recordaban á José su mansión en Ñapóles, hu- bieran tal vez diferido su vuelta á Madrid, si ciertas resoluciones del gabinete de Francia no le hubiesen impelido á regresar á la capital, en donde entró el 13 de mayo : resoluciones im-

f>ortantes, y en cuyo examen nos ocuparemos uego que hayamos contado los movimientos que hicieron los franceses en otras provincias de España, algunos de los cuales concurrieron con los de las Andalucías.

Tales fueron los que ejecutaron sobre Astu- rias y Valencia, juntamente con el sitio de As- torga. Tomó el primero á su cargo el general Bonnet. Manteníase aquel principado como des- guarnecido, después que al mando de Don Fran- cisco Ballesteros se alejó de sus montañas la flor de sus tropas. Quedaban 4000 soldados escasos en la parte oriental hacia Cohombres, y 2000 de reserva en las cercanías de Oviedo; sin con- tar con unos 1000 hombres de Don Juan Diaz Porlier, quien antes de esta invasión de Astu- rias, abriendo portillo por medio de los enemi- gos , recorrió el pais llano de Castilla , tocó en la Rioja, y divirtiendo grandemente la aten- ción de los franceses tornó en seguida á buscar

223

abrigo en las asperezas de donde se liabia des- colgado. Linage de empresas que perturbaban al enemigo, y diferian por lo menos si no tras- trocaban sus premeditados planes.

Continuaban mandando en el principado el general Don Antonio Arce y la junta nombra- da por Romana ; permaneciendo al frente de la lu™ Ponte, línea de Golombres D. Nicolás de Llano-Ponte. Este no mas afortunado ahora que lo habia sido en la campaña de Vizcaya, cejó sin gran resis- tencia cuando en 25 de enero le atacaron 6000 franceses á las órdenes del general Bonnet. Los españoles, en verdad inferiores en número, so- lo hubieran podido sacar ventaja de algunos si- tios favorables por su naturaleza. Forzaron los enemigos el puente de Puron , en donde nues- tra artillería bien servida les causó estrago. Lla- no-Ponte replegóse precipitadamente hacia el Infiesto, y el general Arce con las demás auto- ridades evacuaron á Oviedo, haciendo alto por de pronto en las orillas del Nalon.

Alteró algún tanto el gozo de los invasores Porlier- la intrepidez de Don Juan Diaz Porlier, quien noticioso de la irrupción francesa en Asturias, metióse en lo interior del Principado viniendo de las faldas meridionales de sus montañas, en donde estaba apostado. Atacó por la espalda las

Eartidas sueltas de los enemigos, cogió á estos astantes prisioneros, y caminando la vuelta de la costa por Jijón y Aviles, se situó descansada- mente en Pravia á la izquierda de las tropas y dispersos que se habian retirado con el general Arce. Imitaron á Porlier Don Federico Casta- ñon y otros partidarios que se colocaron en el

ciudad.

224

camino real León, por cuyo parage con sus frecuentes acometidas molestaban á los con- trarios.

ÍcmST* E* general Bonnet ocupó á Oviedo el 30 de enero , de cuya ciudad, como en la primera in- vasión , habian salido las familias mas principa- les. En esta entrada se portó aquel general con sobrada dureza , habiendo ejecutado algunos actos inhumanos : amansóse después y gobernó con bastante justicia, en cuanto cabe, al menos, en un conquistador hostigado incensantemente por una población enemiga. Evacúa ía A pocos dias de estar en Oviedo, temeroso Bonnet de los movimientos de Porlier y demás partidarios, desamparó la ciudad y se recon- centró en la Pola de Siero. Confiados demasia- damente los gefes españoles con tan repentina retirada , avanzaron de sus puestos del Nalon, se posesionaron de Oviedo, y apostaron en el puente de Colloto la vanguardia mandada por Don Pedro Barcena. Los franceses que no de- seaban sino ver reunidos á los nuestros para aca- bar con ellos mas fácilmente por la superiori- dad que les daba en ordenada batalla su prácti- ca y disciplina; revolvieron el 14 de febrero so-

ocúpaiade bre las tropas españolas, y atropellándolo todo

recuperaron á Oviedo y asomaron el Í5 á Pe-

ñaflor, en cuyo puente los detuvieron algunos

castellar paisanos mandados animosamente por el oficial

y defensa del X' . _ JT

puentedePe- de estado mayor Don José Castellar, que ya se

señaló allá en San Payo, y ahora quedó aquí

herido.

ReüraneSea¡os Don Pedro Barcena volviendo también á

SE22" al reunir su gente , á la que se agregaron otros dis-

Don Juan Mostoso.

general

225 persos, rechazó á los franceses en Puentes de Soto, y se sostuvo allí algún tiempo. Pero al fin amenazándole continuamente enemigos nume- rosos, juzgó prudente recogerse á la línea del Narcea, quedando solo sobre la izquierda en Pravia, orillas del Nalon, Don Juan Diaz Por- lier. Encomendóse entonces el mando del ejér- cito de operaciones al mencionado Barcena, hombre sereno y de gran bizarría. Ayudaba en todo con sus consejos y ejemplo el coro- nel Don Juan Moscoso geí'e de estado mayor, que en el arte de la guerra era entendido y aun sabio.

El general Arce amilanado á la vista de los peligros de una invasión que le cogia despreve- nido, resolvióse á dejar el mando de la provin- cia; mas antes con intento de poder alegar que estaba concluida la comisión que le habia lleva- do alli, determinó restablecer la junta constitu- cional que Romana á su antojo habia destruido, y para ello ordenó que los concejos nombra- sen, según lo hicieron, diputados que concur- riesen á formar la citada corporación; desmo- ronándose de este modo la obra levantada por Romana , obra de desconcierto y arbitrariedad.

Gomo quiera que fuese loable la medida de Arce y miróse esta como nacida de las circuns- tancias, mas bien que del buen deseo de desha- .bZ^S cer una injusticia y de granjearse las volunta- des de los asturianos. Dio fuerza á la opinión que acerca de su partida enunciamos, el que di- cho general y su compañero de comisión el con- sejero Leiva se llevaron consigo, so color de sueldos atrasados, 16,000 duros. Paso que debe

TOMO III. 15

Conducta escandalosa

consejero Lei- ba.

226

severamente condenarse en un tiempo en qne el hacendado y hasla el hombre del campo, se privaban de sus haberes por alimentar al solda- do , á veces en apuros y en extrema desdicha. Nueva ins. La nueva junta se instaló en Luarca el 4 de

lalación de la i j i -i

juma general marzo , y no desmayando con la ausencia de

íado.1""01" Don Antonio Arce, nombró en su lugar á Don José Cienfuegos , general de la provincia é hijo suyo ; formando al mismo tiempo un consejo de guerra, con cuyo acuerdo se dirigiesen las operaciones militares. auxüío <ic De Galicia llegó luego en auxilio de Astu- rias una corta división de 2,000 hombres, con lo que alentados los gefes determinaron atacar el 19 de marzo á las tropas francesas. Hízose asi acometiendo el grueso de nuestra fuerza del la- do del puente de Peñaflor al mismo tiempo que se llamaba por la derecha la atención del enemigo, y que Porlier por la izquierda, em- barcándose en la costa, caia sobre fas espaldas á la orilla opuesta del Nalon. Ejecutada con ven- nesampa tura la maniobra, evacuó Bonnet á Oviedo y

oviédonnet a no paró hasta Gangas de Onis; asi para refor- zarse , como también para ir en busca de aco- pios y pertrechos de guerra, que solo muy es- coltados podian llegar á su ejército, se enseno- Goii mayor circunspección que en la oca-

ía%Pe7ueTa sioii anterior se adelantaron esta vez los nues- tros, sacando ademas de Oviedo todos los útiles de la fábrica de armas. Precaución tanto mas oportuna, cuanto Bonnet engrosado y de re- fresco tornó en breve y obligó á los nuestros á retirarse, enseñoreándose por tercera vez de la capital el 29 del mismo marzo. Los españoles se

ciudad.

227

recogieron enlonces á su antigua línea del Na- lon, poniendo su derecha en el Padrunc, cami- no real de León, y su izquierda en Pravia.

Ni aun alli los dejaron quietos por largo tiempo los franceses , teniendo que refugiarse después de varios y reñidos choques , las tropas de xlsturias y Porlier a Tineo y Somiedo, y la ^ división gallega al INavia. Prosiguieron durante abril los reencuentros, sin que les fuese dable á los enemigos dominar del todo el Principado.

La ocupación de este no se hubiera prolon- Estado ae gado á haber puesto la junta del reino de Gali- Gahc,a' cia mayor esmero en cooperar á que se evacua- se. Dicha autoridad se hallaba instalada desde el mes de enero, y si bien contaba entre sus in- dividuos hombres de conocido zelo é ilustra- ción, no desplegó sin embargo la conveniente energía, desaprovechando los muchos recursos que ofrecia provincia tan populosa. Asi ni au- mentó en estos meses considerablemente su ejér- cito, ni tampoco se atrevió al principio á poner debido coto á los atrevimientos y oposición de la junta subalterna de Betanzos, harto desman- dada.

Con las rejertas que de aqui y de otras par- Alboroto dei tes nacian, no solo se descuidaban los asuntos teXvaigal. de la guerra, únicos entonces de urgencia, sino que se dio margen á que en eb mes de febrero gente aviesa suscitase en el Ferrol un alboroto. Fue en él víctima del furor popular el coman- dante de arsenales Don José María de Vargas, sirviendo de pretexto para el motín los atrasos que se debían á la maestranza. Restablecido el sosiego formóse causa á algunas personas, y cas-

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tigóse con el último suplicio á una muger del pueblo que se probó baber sido la que primero acometió é hirió al desgraciado Vargas.

La junta de Galicia disculpándose ademas, para no ayudar á Asturias, con los temores de que los franceses invadiesen su propio suelo por el lado de Astorga, cuya ciudad amenazaban y sitiaron luego, desatendió las reclamaciones de aquella provincia, ni convino tampoco en adop- tar la proposición que su junta le bizo de nom- brar de acuerdo ambas corporaciones un mis- mo gefe militar; puesto que la regencia á causa de la distancia no podia con prontitud acudir al remedio de los males que causaba la división. Mai.y gene- Solo el general Maby á quien se habia con- ".'s'de'^quei fiado el mando superior de las tropas de Gali- rc¡"°' cia , procuró por si y en cuanto pudo auxiliar

al principado. Mas el asedio de Astorga, y te- ner que cubrir el Vierzo, obligábanle á perma- necer en Lugo y Villafranca con las principales fuerzas de su ejército, que eran poco conside- rables. su¡o de as- No le incomodaron sin embargo tanto como temiera los franceses, cuya mira se enderezaba á Portugal ; habiéndolos también detenido la de- fensa de Astorga mas porfiada de lo que per- mitia la flaqueza de sus fortificaciones. Ciudad aquella antigua, nunca fue plaza en los tiempos modernos, cercándola un muro viejo flanquea- do de medios torreones. Tres arrabales facilita- ban su acceso careciendo de foso, estacada y de toda obra exterior. La población antes de 600 vecinos, ahora menguada con sus muchos pade- cimientos. En el intermedio que corrió desde

torga

229

el anterior ataque del pasado octubre hasta el de esta primavera del año de 1810, se trató de mejorar el estado de sus defensas, fortaleciendo principalmente el arrabal de Reitibia con fosos, estacadas, cortaduras y pozos de lobo. Se forma- ron cuadrillas de paisanos, y la guarnición as- cendía á unos 2,800 hombres. Continuaba sien- do gobernador Don José María de Santocildes.

En febrero estaban los franceses alojados en las riberas del Orbigo hacia donde los nuestros para aumentar el repuesto de sus víveres exten- dían las eorrerias. El 1 1 del mes el general Loi- son con S000 hombres y seis piezas de campaña se presentó delante de la ciudad, haciendo el 16 intimación de rendirse. Contestó á ella negati- vamente Santocildes, y entonces el general fran- cés se alejó de la plaza, sin que por eso cesasen sus guerrillas de tirotearse diariamente con las nuestras. Asi se prosiguió hasta que el 2 1 de marzo pensaron los franceses en formalizar el sitio.

Habíase arrimado hacia aquella parte el ge- neral Junot duque de Ábranles, encargado del mando del <S.° cuerpo, vuelto á formar de nue^ vo, y uno de los que habían de componer el ejército que Napoleón destinaba eontra los ingle- ses de Portugal. Habiéndose Santocildes opues- to á recibir un pliego que Junot le expidiera, comenzó desde luego este los trabajos del sitio. Impidieron su progreso los cercados, y aun el 26 rechazaron una tentativa de los sitiadores so- bre el arrabal de Reitibia. Escaseaban los espa- ñoles de cañones, y los que habia solo eran de menor calibre; carecíase también de municio-

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nes ; abundaba el entusiasmo de la tropa y del paisanage. Por ambos lados se escaramuzaba sin cesar , manteniendo los sitiados la esperanza de ser socorridos por el general Mahy que per- manecía en el Vierzo , cuyas avenidas observa- ban atentamente los franceses , trabándose á ve- ces pelea entre unos y otros.

Mientras tanto concluida el 19 de abril la batería de brecha, rompieron los enemigos el fuego en el siguiente dia con piezas de grue- so calibre, y se dirigieron contra la puerta de Hierro, por donde aportillaron el muro. Con las granadas se incendió la catedral, quemán- dose parte de ella y varias casas contiguas. El vecindario y la guarnición se defendían con se- renidad y denuedo. Practicable á poco tiempo la brecha, aunque Junot intimó por segunda vez la rendición, amenazando pasar á cuchillo soldados y moradores, se desechó su propuesta y se prepararon lodos á repeler el asalto. Em- prendiéronle los enemigos, embistiendo á la misma sazón que la brecha abierta en la puerta de Hierro, el arrabal de Reitibia. Duró el ata- que desde la mañana hasta después de obscure- cido. Los sitiados rechazaron con el mayor va- lor todas las acometidas sin que los franceses consiguiesen entrar la ciudad. Vecinos y mili- tares se mostraban resueltos á insistir en la de- capitula, fensa, mas desgraciadamente era imposible. Ya no quedaban sino 24 tiros de cañón, pocos de fusil; estando ademas desfogonadas las piezas y rotas sus cureñas. En tal angustia reunidas las ..«melado autoridades determinaron la entrega. Solo en el ayuntamiento hubo un anciano de mas de 60

i

Costilla.

231

años, y de nombre el licenciado Costilla, imá- oen por su esfuerzo de los antiguos varones de León, que levantándose de su asiento prorum- pió en las siguientes y enérgicas palabras «mu- « ramos como Numantinos."

Decidida la rendición se posesionaron los enemigos de Astorga el 22 de abril en virtud de capitulación honrosa. Computóse la pérdida * que experimentamos en aquel silio en 200 hom- bres; superior la de los contrarios.

De esta manera los franceses de Castilla ase- gurando poco á poco su Üanco derecho, y te- niendo en suspenso las provincias del norte mientras José ocupaba las Andalucías, se dis- ponían al propio tiempo, según veremos en el libro próximo, á invadir á Portugal.

Por su lado Suchet trató en Araron de 11a-

i l 'll i Aragt

mar igualmente la atención de los españoles moviéndose hacia Valencia. Antes habia este ge- neral ocupádose en sosegar su provincia y so- bre todo Navarra , cuyo reino bastantemente tranquilo en un principio, comenzó á rebullir en tanto grado que con trabajo transitaban los correos franceses, y apenas era reconocida la autoridad intrusa fuera de la plaza de Pamplona. Mina el mozo causaba tamaña mudanza. Obe- Miueii decido por todas partes, y nunca descubierto ni vendido, dominaba la comarca y aun obligó en enero al gobernador de Navarra á entrar con él en tratos para el cange de prisioneros.

Disgustado el gobierno francés con tener á sus puertas tan osado enemigo, encomendó al general Suchet el restablecimiento de la tran- quilidad en Navarra. Burló Mina por algún tiem-

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po con su diligencia y maña los intentos de los Franceses , y especialmente los del general Ha- rispe, encargado en particular de perseguirle. Acosado al fin no solo por este , sino también por tropas que se destacaron de hacia Logroño y otras que salieron de Pamplona , desbandó su gente y ocultó sus armas , aguardando reunir de nuevo aquella luego que los enemigos le deja- sen algún respiro. La osadía de Mina era tal que aun después, yendo Suchet á Pamplona con ob- jeto de arreglar la administración francesa , bas- tante desordenada , disfrazóse de paisano y se metió cerca de Olite en un grupo deseoso de ver pasar en el tránsito al general su contrario. Arrojo á que también impelia la seguridad con que era dado recorrer la tierra á los españoles que guerreaban contra los franceses. E*po<i¡cion El general Suchet compuestas las cosas de í»sví£cta! Navarra , y llegando alli de Francia nuevas tro- pas, tornó á Aragón disponiéndose á invadir el reino de Valencia. Proyecto que le fue indica- do por el príncipe de Neufchatel, quien finaliza- da la campaña de Austria volvió á desempeñar el empleo de mayor I-general de los ejércitos franceses en España , no obstante el mando en gefe dado al rey José : complicación de supre- macías que causaba, por decirlo de paso, en- contradas, resoluciones , señaladamente en las provincias rayanas de Francia. Modificáronse al parecer por otras posteriores Jas primeras insi- nuaciones que respecto á Valencia había hecho e\ príncipe de Neufchatel; pero no pudiendo tampoco las últimas calificarse de órdenes posi- tivas, prefirió Suchet someterse á una terminan-

233

te y clara que recibió del intruso escrita en Cór- doba el 27 de enero, según la cual se le preve- nía que marchase rápidamente la vuelta del Gua- dalaviar. No llegó el pliego á manos de Suchet hasta el 15 de febrero, siendo dificultosa la tra- vesía por hormiguear los guerrilleros.

Resuelto el general francés á la empresa de- jó en Aragón alguna fuerza que amparase las comarcas mas amenazadas por los partidarios, y fortaleció varios puntos. Tres divisiones en que se distribuían las reliquias del ejército espa- ñol de Aragón después de la dispersión de Bel- chite, llamaban con particularidad su atención. Era una la que estaba á las órdenes de Don Pe- dro Villacampa, situada cerca de Villel partido de Teruel, en un campo atrincherado, del que no sin trabajo la desalojó el general polaco Klo- picki; otra la que cubría la línea del Algas, re- gida por Don Pedro García Navarro, que luego pasó á Cataluña; y la última la que andaba en- tre el Cinca y Segre á cargo de Don Felipe Pe- rena : divisiones todas no muy bien pertrecha- das, pero que contaban unos 13,000 hombres.

Ascendiendo ahora el 3.er cuerpo enemigo con los refuerzos venidos de Francia á 30,000 combatientes, érale á Suchet mas fácil tener en respeto, á los aragoneses, asegurar las diversas comunicaciones y partir á su expedición de Va- lencia, para la cual llevó de Í2 á 14,000 solda- dos escogidos.

Empezó pues á realizar su plan, y el 25 de febrero llegó en persona á Teruel. En conse- cuencia ei general Habert con una columna de cerca de 5000 hombres se dirigió el 27 sobre

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Morella, debiendo continuar por San Mateo y la costa , y casi al propio tiempo con la di- visión de La val y la brigada de París, compo- niendo en todo unos 9,000 soldados , partió de Teruel siguiendo la ruta de Segorbe el mismo Sucliet. Al ponerse en marcha recibió de Paris la orden por duplicado [habiendo sido inter- ceptada la primera] de desistir de la expedición de Valencia y formalizar los sitios de Lérida y Mequinenza ; pero tarde ya para variar de rum- bo , á pesar de la responsabilidad en que incur- ría llevó adelante su propósito.

La fama de la inminente invasión llegó muy en breve á la ciudad de Valencia , en donde con el temor se desencadenaron las pasiones. El ge- neral Don José Caro en lugar de dirigirlas al único y laudable fin de la defensa , fuese miedo, fuese deseo de satisfacer odios y personales riva- lidades, dio rienda suelta á todo linage de exce- sos y á enojosas venganzas. No compensó hasta cierto punto tan reprensible conducta con acti- vas y oportunas providencias militares : medio seguro de reprimir los malévolos, y de tener en su favor la gran mayoría de los honrados ciu- dadanos. Un año era corrido desde que Caro mandaba, y ni se habia fortificado Murviedro ni otros puntos importantes, ni el ejército de línea se habia aumentado mas allá de 11,000 hombres. La población en parte se encontraba armada, mas tan oportuna providencia antes bien habia nacido de la espontaneidad de los ha- bitantes, que de disposición enérgica de la au- toridad superior; flojedad común á casi todos los gefes y juntas de España, suplida, en cuanto

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era dado, por el buen seso y ánimo de los na- turales.

En tanto las dos columnas francesas avanza- ban. La de Morella entró sin resistencia en la villa y ocupó el castillo, abandonado por el co- ronel Miedes. La de Teruel se aproximó á Al- ventosa, en donde la vanguardia del ejército valenciano estaba colocada detras del barranco por donde corre el Mijares. Al principio las guerrillas capitaneadas por Don José Lámar al- canzaron ventajas; mas luego recibida orden de Caro de replegarse sobre Valencia, y al tiempo que los franceses trataban ya de envolver la iz-

3uierda española , se retiraron los nuestros el 2 e marzo sobradamente de prisa , pues dejaron abandonados cuatro cañones de campaña. En- traron después los franceses en Segorbe, ciudad que pillaron desamparada por los habitadores.

Llegó el 3 á Murviedro el general Suchet, en donde se le juntó con su columna el general Habert. No estando todavía fortificado aquel si- tio, que lo fue de la antigua y célebre Sagunto, se sometió la ciudad : encaminándose en seguida á Valencia los enemigos, ya mas gozosos por comenzar á competir desde allí el cultivo del hombre con la lozanía de la vegetación.

Según se iban los franceses aproximando á la ciudad crecia en ella la fermentación, y mas se desbocaba Don José Caro en cometer trope- lías. Envió á San Felipe de Játiva la junta su- perior, y «reo una comisión militar de policía _, instrumento de sus venganzas. Cierto que para ellas habia un pretexto honroso en secretos tra- tos que el enemigo mantenia dentro de Valen-

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cia; pero en vez de solo descargar sobre los cul- pados la justicia de las leyes, arrestáronse indis- tintamente y para satisfacer enemistades buenos y malos patriotas. Maléasele En tal estado presentáronse los franceses de-

a Sucbet su-, Jirl , * i ,

espedkion. lante de Valencia el 5 de marzo, estableciendo Suchet en el Puig su cuartel general. Ocuparon fuera de los muros y á la izquierda del Guada- la viar el arrabal de Murviedro, el colegio.de San Pió V, el palacio real , el convento de la Zaidia y otros,, extendiéndose al Grao y su comarca en gran detrimento de los pueblos. Intimó el 7 el general Suchet á Don José Caro la rendición,, quien en este caso respondió cual debia. Se man- tuvo Suchet hasta el 10 en las cercanías esperan- do á que estallase en su favor dentro de la ciu- dad una conmoción, mas saliendo fallida su es- peranza y temeroso de las guerrillas que se for- maban en su derredor, levantó el campo en la noche del 10 al 11 y retrocedió por donde ha- bía venido..

Grande algazara y justa alegría- se- manifestó

Pozobianco. en Valencia al saberse el alejamiento del enemi- go.. Mas no por eso cesó Caro en sus persecucio- nes. Varios de los presos aunque inocentes con- tinuaron encarcelados, y fue ahorcado el barón de IJozoblanco. Dudamos aun si este infeliz era ó no delincuente, y si en realidad habia seguido correspondencia con el enemigo. Natural de la isla de la Trinidad unían en otro tiempo á él y á Caro estrechos vínculos, que tuvieron princi- pio cuando el último visitaba como marino las costas americanas. Convirtióse después en odio la antigua amistad, y se acusó á Caro.de haber

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usado en aquel lance de la potestad suprema no imparcial ni desapasionadamente.

Suchet al retirarse se encontró con muchos paisanos armados que se habían levantado á su espalda , y también con la noticia de que el rei- no de Aragón aprovechándose de su ausencia comenzaba de nuevo á estar muy movido. En ,J^¡¡2¿ efecto Don Pedro Villacampa revolviendo el 7 en Aragón. de marzo sobre Teruel habia entrado la ciu- dad y obligado al coronel Plique á encerrarse con su guarnición en el seminario ya de antes fortificado. No contento aun asi el español habia salido á esperar y cogido en la venta de Mala- madera á corta distancia de Teruel un convoy enemigo procedente de Daroca. Apoderóse de 4 piezas, de unos 200 hombres y de muchas municiones. Otro tanto hizo por opuesto lado con una compañía de polacos avanzada en Al- ventosa. El seminario estrechado por los nues- tros y próximo á caer en sus manos, se libertó el 12 de marzo con la llegada del ejército de Suchet que forzó á Villacampa á alejarse. D. Fe- lipe Perena también por el Ginca habia hecho sus correrías, destruyendo en Fraga el puente y los atrincheramientos enemigos.

El 17 volvió Suchet á Zaragoza y quiso ante todo acabar con Mina el mozo que por su la- do se habia igualmente adelantado á las Cinco villas. Inquietó bastante este caudillo en aque- caePr¡s¡one. líos diasá los franceses, mas perseguido en Ara- mozo.'" gon por el gobernador de Jaca y el general Ha- rispe , y en Navarra por Dufour, cayó desgracia- damente el 3 1 en poder de los puestos france- ses que al cogerle le maltrataron. Sin detención

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lleváronsele á Francia , y le encerraron en el castillo de Vincennes, donde permaneció co- mo tantos otros españoles hasta 1814. Sucedióle sucédeiesu su tio el renombrado Don Francisco Espoz v

tío hspoz y _ . . 1 «7

Mina. Mina , quien con sus hechos y mejor fortuna obs-

cureció las breves glorias de su sobrino.

Arregladas las cosas de Aragón trató Suchet de cumplir con lo que se le habia mandado de París sitiando á Lérida. No por eso estaba bajo su dependencia Cataluña encomendada al ma- riscal Augereau , dejando solo á cargo del pri- mero el asedio de las plazas que formaban, por decirlo asi, cordón entre aquel principado y las provincias rayanas. Estado de De luto habia cubierto á Cataluña la caida

cauíu.u. je Qerona ])on Joaquín Blake por su parte no admitiéndole la central la dejación que repeti- damente habia hecho de su mando, se separó de autoridad propia en 10 de diciembre de su ejército, poniendo interinamente á su cabeza al marqués de Portago. Motivó semejante resolu- ción haber aprobado la central contra el dicta- men de dicho general lo determinado por el congreso catalán de levantar 40,000 hombres de somaten. Blake queria crear cuerpos de línea y no reuniones informes de indisciplinados pai- sanos. Pero los catalanes apegados á su antigua manera de guerrear, hallaron arrimo en el go- bierno supremo, desatendiéndose las reflexiones juiciosas y militares de Blake, quien en medio de sus conocimientos no gozaba de popularidad á causa de su mala estrella.

Ausente este general no quedó Portago lar- go tiempo en el mando, pues cayendo enfermo

23!)

dejó en su lugar á Don Jaime García Conde, sustituido también en breve ¡ior el general mas antiguo Don Juan Henestrosa. El congreso ca- talán después de expedir varias providencias en favor de la defensa del principado , tomando para darlas mas bien consejo de los falsos con- ceptos del provincialismo, que de atento é im- parcial juicio, se disolvió y quedó sola para el despacho de los negocios la junta superior.

El somaten que se Labia levantado no pro- dujo el efecto que esperaban los catalanes. Apa- reció tarde y al caer Gerona, y no queriendo tampoco los partidos desprenderse de sus respec- tivos contingentes para prestarse mutuo auxilio, faltó el necesario concierto. Permaneció en Vi- que el grueso del ejército español, teniendo apos- tado en el Grao de Olot un cuerpo volante. Cla- ros estaba hacia Besalú, y Rovira camino de Fi- gueras, ambos con bastante fuerza á causa de los somatenes que se les agregaron. Para despe- jar el pais y asegurar las comunicaciones con Francia marcharon contra ellos los generales Souham y Verdier. Hubo con este motivo va- rios reencuentros de los que se contaron algu- nos favorables para los somatenes. En los mis- mos dias el enemigo que de todos lados acome- tía hizo de Francia inútiles esfuerzos contra el valle de Aran.

Dispuso en seguida Augereau que 10,000 hom- bres suyos yendo sobre Vique atacasen el ejér- cito español. Trabáronse por aquella parte des- de 1.° de enero frecuentes y reñidos combates honrosos para los españoles, pues con fuerza in- ferior hicieron rostro á contrarios aguerridos.

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Pero viendo los nuestros la superioridad de los franceses , celebraron el 12 consejo de guerra y determinaron replegarse hacia Manresa y Tarra- sa , dejando en Tona una división al mando del general Porta. Siguieron aun entonces las refrie- gas. Los franceses entraron en Vique, y avan- zando se encontraron con los nuestros el 14 y 15 , siendo de notar la acción habida en Moya, en la que los generales Odonnell y Porta recha- zaron á los enemigos, de los que perecieron mas de 200. El primero peleó con ventaja hasta co- mo soldado y cuerpo á cuerpo.

Urgíale en tanto al mariscal Augereau, ase- guradas en algún modo sus comunicaciones con Francia, abrir las de Barcelona, plaza que em- pezaba á estar apurada por falta de bastimentos. Bloqueo de Conveniente era para ello la toma de Hostal- rich , pero no cediendo el gobernador á las in- timaciones, Augereau asi que ocupó la villa de- jó al coronel Mazzuchelli encargado de blo- quear el castillo. Arrimó también alli las fuer- zas de Souhan para alejar á los somatenes, y él en persona dispúsose á marchar prontamente so- bre Barcelona.

La población de esta ciudad habia disminui- do careciendo de trabajo los fabricantes y sus operarios, y avergonzada la mocedad de no acu- dir al llamamiento que por medio de su con- greso y junta continuamente les hacia la provin- cia. El general Duhesme mandaba como antes en Barcelona, y con frecuencia se veia obligado á ir en busca de víveres teniendo que atacar á los somatenes y á una división que siempre per- maneció en el Llobregat, cuyas fuerzas reuni-

Hostalricl

241

das estrechaban la plaza , acorralando á veces dentro de ella á las tropas francesas.

Augereau aunque hostigado por las guerrillas va au«t<tm« se adelanto con el convoy y 9000 hombres, y LS™ Duhesme seguido de unos 2000 salió de Barce- lona hasta Granollers á su encuentro. De hacia Tarrasa desembocó para interceptar el socorro el marqués de Gampoverde , al paso que Oroz- co comandante de la división del Llobregat lla- maba de aquel lado la atención.

Gampoverde atacó el 20 en Santa Perpetua D^caiabro á Duhesme haciéndole 460 prisioneros: juntó- ensatar'."? sele después Porta que acudió por Castellersoll, j^t 7 e" y ambos en Mollet cayeron sobre el 2.° escua- drón de coraceros y le cogieron casi entero. Fe- lizmente para la demás tropa del general Duhes- me llegó á tiempo Augereau libertando á un batallón que se defendía en Granollers. En se- guida pudieron los franceses sin obstáculo me- ter el convoy en Barcelona.

Aquel mariscal cumpliendo de este modo con el principal objeto de su expedición, quitó á Duhesme el gobierno de aquella plaza, íiom- BnmAog».

Lt i ° , m ,. * *i ' r TI teau en Lur-

1'0 en su lugar a Matbieu, y se replegó a líos- ce;oua.

talrichj temiendo que de nuevo se le estorbara el paso.

Con tanta mayor razón se mostraba descon- odonneii fiado cuanto Don Enrique Odonnell iba á ca- ¡^ÍÍS pitanear las tropas de Cataluña. Asi lo ansiaba el principado, y el 21 de enero se recibió la orden de la junta central, á la sazón todavía existente , confiriendo á aquel general el mando supremo.

Odonnell mozo activo y valiente , COdicia- ir OMO III. 16

túiuiia.

242

so de gloria aunque algo atropellado , se Labia atraído las voluntades de los catalanes con su adhesión á la causa de la independencia y su gran intrepidez, moslrada ja en el primer cer- co de Gerona. Ahora autorizado empezó á obrar con diligencia y á mejorar la disciplina. Distri- buyó igualmente su ejército en nuevas brigadas y divisiones, reconcen! raudo el 6 de febrero en Manresa casi toda la fuerza disponible. Solo de- jó en Marlorell y línea del Llobregal la 3.a di- visión á las órdenes del brigadier Martínez.

Ejírdio que El nuevo general llegó pronto á tener con-

sigo 8000 infantes y 1000 caballos bien dispues- tos. El 14 de febrero atacó con feliz éxito á los Accionac cnemiiros cerca de Moya, y el 19 se aproximó

de febrero: a Vique con animo de desalojarlos. Siguió lo principal de su fuerza el camino que de Tona se dirige á aquella ciudad, marchando una 'co- lumna via de San Culgat hasta la altura del Ven- drell, donde se paró, A las nueve de la maña- na la vanguardia ó sea cuerpo volante mandado por Sarsíield rompió el fuego. Una hora después cundió por toda la línea sostenido con tenacidad de ambas partes. Mandaba á los franceses el ge- neral Souham. Garecian los nuestros de caño- nes, no habiendo podido traerlos por lo fragoso de la tierra; no mas de dos tenían los contra- rios. A las doce se reforzaron los últimos con 2500 hombres que se les juntaron de Vique. Entonces Odonnell que conservaba á sus inme- diatas órdenes la división situada en las alturas del Vendrell, bajó con ella al llano. Avivóse el fuego y continuó reciamente hasta lastres de la tarde, en cuya Lora flanqueado Porta que regía

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el nía izquierda , A pesar de los esfuerzos de Odonuell quedaron desbaratados los nuestros y se retiraron á Tona y Collsuspiíia. Perdimos entre muertos y heridos 900 hombres, otros tan- tos prisioneros : no fue corto el daño que expe- rimentaron los franceses, siendo reñida la ac- ción aunque malograda para los españoles.

Aguardaba en el intermedio el mariscal Au- Perlinazde gereau á orillas del Tordera refuerzos de Fran- ^f'c¿eHos cia , y apretaba la división de Pino el bloqueo de Hostalrich. Situado este castillo en una ele- vada cima , enseñorea el camino de Barcelona, obstruyendo de consiguiente en tiempo de guer- ra las comunicaciones. Don Julián de Estrada entonces gobernador resuelto á defenderle hasta el último trance, decia : « Hijo Hostalrich de «Gerona debe imitar el ejemplo de su madre." Cumplió Estrada su palabra desoyendo cuantas proposiciones se le hicieron de acomodamien- to. Desde el 13 de enero hasta el 20 del mes inmediato, limitáronse los franceses á bloquear el castillo, mas en aquel dia comenzó horroro- so bombardeo.

Al propio tiempo fueron llegando á Auge- reau los refuerzos de Francia que hicieron ascen- der su ejército al comenzar marzo á 30,000 com- ,oua* batientes sin contar la guarnición de Barcelona. Escasa nuevamente esta plaza de medios tuvo Augereau que volver á su socorro, y consiguió no obstante pérdidas y tropiezos meter dentro un convoy.

Semejante movimiento obligó á Odonnell á odon*e¿" replegarse mayormente coincidiendo con la cor- Ta^ago.». rería que por aquel tiempo hizo Suchet sobre

Socorre de nuevo Aape- reau á Parte-

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Valencia. El 21 entró en Tarragona el general español, y acampó en las cercanías el grueso de su ejército. Juntósele la división aragonesa del Algas ó sea de Tortosa compuesta de unos 7000 hombres. No se estuvo Odonnell quieto allí sino que luego ejecutó otros movimientos. Feíi* ataque Tal íue el que veriíícó al concluirse marzo

de Donjuán ... i * tt-ii <• i t-w ir

caro, noticioso de que en Villaíranca de Panades se

alojaba un trozo bastante considerable de fran- ceses. Envió pues contra ellos á Don Juan Caro, asistido de 6000 hombres. Viendo los enemigos que los nuestros se aproximaban se encerraron en el cuartel de aquella villa, fuerte edificio si- to á la entrada , pero en breve á pesar de su pre- caución y resistencia tuvieron que capitular ca- yendo prisioneros 700 hombres. Portóse Caro con destreza y bizarría y quedó herido.

Sucedióle en el mando Campoverde, quien marchó sobre Manresa para darse la mano con Rovira, siendo el intento de Odonnell distraer al enemigo y si era posible auxiliar a Hostal- rich. El general Swártz hacia por aquellas par- les frente á los somatenes, cuya tenacidad des- concertaba al francés y aun le causaba á veces descalabros. En principios' de abril tomó la re- sistencia tal incremento, que asustado Augereau salió el i i de Barcelona y se dirigió á Hostalricli para impedir los socorros que los españoles que- rían introducir en el castillo , como ya lo ha- bían conseguido una vez guiados por el coronel Don Manuel Fernandez Villamil. Evacúan ios Sin embargo lodo ya era demás. La penuria

nSSdUh.- del fuerte tocaba en su último punto, faltando hasta el agua de los aljibes, única que surtía á la

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guarnición. El bizarro gobernador, los oficiales y soldados habían todos sobrellevado de un mo- clo el mas constante la escasez y miseria que igualó sino sobrepasó la de Gerona. Mas deses- peranzado Estrada de recibir auxilio alguno, y E refiriendo correr los mayores riesgos á capitu- ir, resolvió salvarse con su gente de la que aun le quedaban 1200 hombres. A las diez déla noche del 12 púsose en movimiento y salió por el lado de poniente descendiendo la colina de carrera. Cruzó en seguida el camino real y atra- vesando la huerta llegó repelidos los puestos fran- ceses alas montañas detras de Masanas y á Ar- bucias. Mas en aquel parage descarriado el va- liente Estrada tuvo la desgracia de caer prisio- nero con tres compañías. Él resto que ascendía á 800 hombres sacóle á buen puerto el tenien- te coronel de artillería Don Miguel López Ba- ños, quien el 14 entró en Yique, ciudad libre en- tonces de franceses. Estrada no se rindió sino después de viva refriega, y Augereau aunque incomodado con que se le escapase la mayor par- te de la guarnición, hizo alarde en gran manera de haberse hecho dueño de su gobernador. De poco le sirvió tan feliz acaso, pues no tardó en desgraciarse con Napoleón quien nombró para _. . ,

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sucederle al mariscal Macdonald. Dicese que Macd01,a¡d

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contribuyeron a su remoción quejas de Suchet, gcreaueuc»- desazonado porque no le ayudaba debidamente uUuia" en sus empresas.

De estas una de las principales era la que Pi,rt'- Soeh»1

i i -ii^t-i-1 «Lérida.

por entonces y después de su retirada de Valen- cia intentaba contra Lérida, conformándose con la orden que se le dio de Paris. Asi después de

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dejar un tercio de su fuerza en Aragón á las ór- denes del general Laval , se enderezó con lo res- tante á Cataluña. Pero destruido por los españo- les el puente de Fraga , y estando de aquel lado próximo el castillo de Mequinenza, prefirió Su- chet al camino mas directo , el de Alcubierre, y estableció en Monzón sus almacenes y hospitales. Entran sus Se hallaba á la sazón en Balaguer Don Fe-

tropas en Ba- i te

laguer. hpe rerena con alguna tuerza , y aunque es ciu- dad en que no quedan sino reliquias de sus an- tiguos muros, interesaba á los franceses su pose- sión á causa de un famoso puente de piedra que tiene sobre el Segre. Atento á ello ordenó Su- chet al general Habert que atacase á los españo- les. Mas Perena creyendo ser desacuerdo resistir á fuerzas tan superiores cejó á Lérida , y los franceses entraron en Balaguer el 4 de abril. sitio de lí- El Í3 embistió Suchet aquella plaza. Asen-

rida tada Lérida á la derecha del Segre, rio que tam-

bién alli se cruza por hermosa puente, ha sido desde tiempos remotos ciudad muy afamada. En sus alrededores acabó Cesar con Afranio y Pe- treyo del partido pompeyano, y antes cuando estos ocupaban la ciudad pasó aquel caudillo grandes angustias, acampado en la altura en don- de ahora se divisa el fuerte de Garden. En la defensa de este, y sobre todo en la del castillo colocado al extremo opuesto del lado del norte en la cumbre de un cerro , consiste la principal fortaleza de Lérida, si bien ambos no se prestan entre grande ayuda. Muro sin foso ni camino cubierto, parte con baluartes, parte con torreo- nes, rodea lo demás del recinto. Algunas obras nuevas se habian ejecutado, á saber: una á la en-

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trada del puente y también dos reductos llama- dos del Pilar y San Fernando en la meseta de Garden, en el para ge opuesto á la plaza, fuera de cuyos muros está situado aquel fuerte. La población que ya ascendía á mas de 12,000 al- mas se hallaba aumentada con los paisanos que del campo se habían refugiado dentro. Contaba la guarnición 8000 hombres inclusa la tropa de Perena. Mandaba como gobernador Don Jaime García Conde.

Todavía los franceses no habían empezado los trabajos del sitio, y ya Don Enrique Odonnell pensó en hacer levantarle ó por lo menos en so- correr la plaza. Ignoraba su intento el general francés por lo que el 21 de abril avanzó este hasta Tárrega, temiendo solo á Campoverde que vimos se adelantara hacia Manresa; tanto sigilo guardaban los catalanes de rara y laudable fi- delidad.

Odonnell se había el día antes puesto en DeseracúMa marcha con 6000 infantes y C00 caballos, y el ÓT™Iu pí- 22 sabiendo por el gobernador de Lérida que ™as^rrcrla parle del ejército francés se había alejado de la plaza miró como asegurada su empresa. Empe- zó pues Odonnell en la mañana del 23 á apro- ximarse á la ciudad siguiendo el llano de Marga- lef, repartida su fuerza en tres columnas, una mas avanzada por el camino real, las otras dos por los costados. Desgraciadamente sabedor al fin Suchet de la salida de Odonnell de Tarrago- na tornó de priesa hacia Lérida, y tomó oportu- nas disposiciones para que se malograse el plan del general español. Caminaba este confiado en su triunfo, cuando de repente se vio arremetido

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por fuerzas considerables. El general Harispe trabó luego pelea con la 1.a columna, y Musnier saliendo de Alcoletgc acometió á la que iba por la derecha del camino. Los nuestros se desor- denaron, principalmente la caballería arrollada por un regimiento de coraceros. Odonnell aun- que sobrecogido con tal contratiempo pudo jun- tar parte de su gente, y antes de anochecer reti- rarse con ella en buen orden camino de Mont- Blanc. La pérdida de las dos columnas atacadas fue sin embargo considerable, quedando prisio- neros batallones enteros.

Los franceses queriendo aprovecharse del terror que aquel descalabro infundiría en los le- ridanos embistieron en la misma noche los re- ductos del fuerte de Garden. Dichosos los ene- migos al principio en el ataque del Pilar, salie- ron mal en el de San Fernando, teniendo que retirarse y aun evacuar el primero que ya ha- bían ocupado.

Al día siguiente tanteó el general Suchet el ánimo del gobernador, proponiendo á este para hacerle ver lo inútil de la defensa que enviase personas de su confianza que por mismos exa- minasen la pérdida que en el día anterior habían los españoles padecido en Margalef. La réplica de García Conde fue enérgica y concisa. «Señor «general , dijo, esta plaza nunca ha contado con »el auxilio de ningún ejército." Lástima que á las palabras no correspondiesen los hechos co- mo en Zaragoza y Gerona.

Empezaron los franceses el 29 de abril los trabajos de trinchera, escogiendo por frente de ataque el espacio que media entre el baluarte de

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la Magdalena y el del Carmen, que era por don- de embistió la plaza el duque de Orleans en la guerra de sucesión.

Los sitiados no repelieron con grande em- peño los aproches del enemigo. Asi esta defensa no fue larga ni digna de memoria. Merece no obstante honrosa excepción la resistencia que hizo en la noche del 12 al 13 de mayo el reduc- to de San Fernando, ya bien sostenido como arriba hemos dicho en una primera acometida. En la última se defendió con tal tenacidad que de 300 hombres que le guarnecian apenas sobre- vivieron 60.

Los franceses asaltaron el 13 del mismo mes la ciudad, y la entraron sin tropezar con ex- traordinarios impedimentos. La guarnición se recogió al castillo, en donde también se metie- ron casi todos los habitantes viendo que los aco- metedores no les daban cuartel. Crueldad eje- cutada de intento, para que hacinados muchos individuos en corto recinto obligaran al gober- nador á rendirse. Hubiera sin embargo García Conde podido despejar aquella fortaleza echan- do fuera la gente inútil, pero Sucliet para no desaprovechar la ocasión de acabar en breve el sitio, empezó desde luego á tirar bombas, las cuales cayendo sobre tantas personas apiñadas en reducido espacio, causaron en poco tiempo el mayor estrago. Blandeando el ánimo de García Conde con los lamentos de mugeres, niños y an- cianos, y forzado hasta cierto punto por la jun- Entumios ta corregimental que creia que nada importaba la defensa del castillo si la ciudad perecía, ca- pituló el 14, habiendo los franceses concedido

franceses en Lérida y ría. dése su cas- tillo.

También el fuerte Ue las

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á la guarnición los honores de la guerra. Ejem- plo que siguió el fuerte de Garden. Pérdida sen- sible la de Lérida , conquista que abria á los in- vasores las comunicaciones entre Aragón y Ca- taluña.

Tachóse á García Conde de traidor, opinión que adquirió crédito con haber después abraza- do el partido del gobierno intruso. Lo cierto es que era hombre de limitados alcances, y juzga- mos que su conducta mas bien dimanó de esto y de fatal desdicha que de premeditada maldad.

Por entonces para que las desgracias vinieran isledas. * juntas, ocuparon también los franceses el fuer- te de la isla de las Medas al embocadero del Tér, puesto importante malamente entregado por el gobernador español Don Agustín Cailleaux.

Asi iban de caida las cosas de Cataluña, no habiendo acontecido en lo restante de mayo y en el inmediato junio, sino acometidas parcia- les de somatenes y guerrilleros que siempre hos- tigaban al enemigo. Don Enrique Odonnell mo- lestado de sus heridas dejó por unos pocos dias su puesto á Don Juan María de Villena. Conta- ba el ejército á pesar de sus pérdidas 21,798 hombres, inclusas las guarniciones de las pla- zas, entre las que Tarragona se miraba como la base de las operaciones. En esta ciudad volvió Odonnell á empuñar el í.° de julio el bastón del mando con objeto de instalar alJi el 17 del mismo mes un congreso catalán que de nuevo habia convocado para reanimar el espíritu algo abatido de los naturales, y buscar medio de opo- nerse con fuerza al mariscal Macdonald, quien daba muestras de obrar activamente.

fc

Por su parle el general Sucliet terminada la *««*<* *>

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Arago

expedición de Lérida pensó en poner sitio á la plaza de Mequinenza. Mientras duró el de la primera hubo muchos y parciales combates , ya en las comarcas septentrionales de Cataluña que lindan con Aragón, y ya en Aragón mismo. Aqui hizo contra los franceses de Alcañiz una tenta- tiva infructuosa Don Francisco de Palafox des- tinado por la regencia á aquellas partes, sien- do mas afortunado Don Pedro Villacampa en una sorpresa que dio el 13 de mayo á los ene- migos en Purroy partido de Calatayud, en don- de cogió al comandante Petit con un convoy y mas de 100 hombres.

Las ventajas conseguidas por aquel caudillo irritaron á los franceses, quienes desde el 14 de mayo se pusieron á perseguirle , partiendo de Daroca el general Klopicky. Fuese retirando Villacampa y no paró hasta Cuenca. Siguieron de cerca su huella los enemigos sin llegar á aque- lla ciudad, pero dejando rastra de su paso en Molina y demás pueblos del camino. Diversos choques de menor importancia acaecieron tam- bién en otros puntos de Aragón : porfiado pelear que cansaba sobremanera á los franceses.

Del 15 al 20 de mayo embistió el general Musnier la plaza de Mequinenza, importante por su situación y necesaria para enseñorear el Ebro. Villa esta de 1500 vecinos estriba su prin- cipal defensa en el castillo , antigua casa fuerte de los marqueses de Aytona , colocado en lo al- to de una elevada montaña de áspera é inaccesi- ble subida por todos lados, excepto por elde- poniente que se dilata en planicie, cuyo frente

Sitio (le Me- quideuza.

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amparan un camino cubierto , foso y terraplén abaluartado revestido de manipostería. Guarne- cían la plaza 1200 hombres. Gobernábala como antes el coronel Don Manuel Carbón, y dirigía la artillería Don Pascual Antillon , ambos ofi- ciales muy distinguidos.

No tenia el castillo otros aproches sino los que ofrecia á la parte occidental la planicie men- cionada, y no era cosa fácil traer hasta ella ar- tillería. Pronto discurrió la diligencia francesa medio de conseguirlo, abriendo desde Tómen- te y por la cima de las montañas un camino que viniese á dar al punto indicado. Tuvieron los enemigos concluida su obra el 1.° de junio, y en el intermedio no descuidaron tomar en re- dedor y en ambas orillas del Ebro, y en las del Segre su tributario , los puestos importantes. En- traron los sitiadores la villa en la noche del 4 al 5, la saquearon y prendieron fuego á muchas casas. Las tropas se refugiaron en el castillo. El gobernador resistió alli cuanto pudo los ataques de los franceses, mas arruinadas ya las principa- les defensas, y no habiendo abrigo alguno con- tra los fuegos enemigos, se entregó el 8 quedan- do la guarnición prisionera de guerra.

La víspera de la rendición había llegado á Mequinenza el general Suchet, quien deseando Toman tam- sacar te su triunfo /a mayor ventaja, despachó utfeítodu dos hoiás después de la entrega al general Mont- marie para que se apoderase del castillo de Mo- rella, lo que ejecutó dicho general sin obstácu- lo el 13 de junio. Posesión que aunque no tan importante como la ele Mequinenza , éralo bas- tante por estar situado aquel fuerte en los con-

La loman lol franceses.

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fines de Aragón y Valencia, y porque asi iban los franceses preparándose á nuevas empresas, y afianzaban poco á poco y de un modo sólido su dominación.

No obstante hallábase esta lejos de arraigar- <***- se. Los pueblos continuaban casi por todas par- tes haciendo guerra á muerte á los invasores, y la isla Gaditana, punto céntrico de la resistencia, no solo mantenía la llama sagrada del patrio- tismo, sino que la fomentaba procurando ade- mas acrecer y mejorar en su recinto las fortifi- caciones.

De nada influyó para no llevar adelante se- To^10* me jante propósito la pérdida de Matagorda acae- Maugonu. cida el 22 de abril. Situado aquel castillo no le- jos de la costa del caño del Trocadero, sostu- viéronle con tenacidad los ingleses encargados de su defensa , y solo le abandonaron ya con- vertido en ruinas. Luego mostró la experien- cia lo poco que sus fuegos perjudicaban á las comunicaciones por agua y sus proyectiles á la plaza.

El mismo dia de la evacuación del mencio- Manda «ai* nado fuerte londeó en bahía viniendo del rei- £uuialcd* no de Murcia Don Joaquín Blake, nombrado por la regencia para suceder al de Alburquer- que en el mando de la isla Gaditana, cuyas fuer-* zas sin contar las de los aliados, ni la milicia armada ascendían de 17 á 18,000 hombres, en- grosado el ejército con los dispersos y reliquias que de la costa aportaban, y con nuevos alista- dos que acudían hasta de Galicia. A la llegada de Bíake consideróse dicho ejército como parte integrante del denominado del centro, que se

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alojaba cu el reino de Murcia , repartiéndose en- tre ambos punios las divisiones en que se dis- Iribuia. SdflTií ^ conseÍ° de regencia trasladóse el 29 de geuci., ma jo de la isla de León á Cádiz , y escogió para su inorada el vasto edificio de la aduana. Se le reunió por aquellos dias el obispo de Orense que no habia hasta el 26 arribado al puerto, retar- dado su viage por la distancia, ocupaciones dio- cesanas y malos tiempos. nar.m m En este mes nada muy importante en lo mi- ¡w,móT,esdde nlar avino en Cádiz, sino e| haber barado en rrisioucros. ]a costa de enfrente los pontones Castilla y Ar- gonauta llenos de prisioneros franceses. Apro- vecháronse los que estaban á bordo del prime- ro de un furioso huracán que sopló en la noche del 15 al 16 para desamarrar el buque y dar á la costa; eran unos 700, los mas oficiales. Imi- táronlos el 26 los del Argonauta 600 en núme- ro , sin que pudiesen estorbar su desembarco nuestras baterías y cañoneras.

Con este motivo han clamoreado muchos

Trato de , .

«ios. extrangeros, y lo que es mas raro, inglesas con-

tra el mal trato dado á los prisioneros, y sobre . todo contra la dureza de mantenerlos tanto tiem- po en la estrechura de unos pontones. Nos las- timamos del caso y reprobamos el hecho, pero ocupadas ó invadidas á cada paso las mas de nues- tras provincias, imposible era para custodia de aquellas buscar dentro de la península paraje seguro y acomodado. La Gran Bretaña libre y poderosa permitió también que en pontones ji- miesen largos años sus muchos prisioneros. Qui- siéramos que nuestro gobierno no hubiese segui-

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do tan deplorable ejemplo , dando asi justa oca- sión de censura á ciertos historiadores de aque- lla n;icio:i tan prontos á lachar excesos de otros como lentos en advertir los cpie se cometen en su mismo suelo.

El gobierno español sin embarco habia re- ******

O i O Huleares ,

suelto suavizar la suerte de muchos de aquellos trato aiu. desgraciados, enviando á unos á las islas Cana- rias y á oíros á las Baleares. Dichosos los prime- ros , no cupo á los últimos igual ventura. Albo- rotados contra ellos los habitantes de Mallorca y Menorca á causa de la relación que de las de- masías del ejército francés les venian de la pe- nínsula, necesario fue conducirlos ala isla de Cabrera, siendo al embarco maltratados muchos y aun algunos muertos. Aquella isla al Sur de Mallorca , si bien de sano temple y no escasa de manantiales, estaba solo poblada de árboles bra- vios sin otro albergue mas que el de un castillo. Suministráronse tiendas á los prisioneros, pero no las bastantes para su abrigo, como tampoco instrumentos con que pudiesen suplirla faltado casas fabricando chozas. Unos 7000 de ellos la ocuparon , y llegó á colmo su miseria , carecien- do, á veces hasta del preciso sustento , ora por temporales que impedían ó retardaban los en- víos, ora también por flojedad y descuido de las autoridades. Feo borrón que no se limpia con haber en ello puesto al fin las cortes convenien- te remedio, ni menos con el bárbaro é inhuma- no trato que al mismo tiempo daba el gobierno francés á muchos gefes é ilustres españoles sumi- dos en duras prisiones y castillos, pues nunca la crueldad agena disculpó la propia.

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Resistencia i las Anda-

lucias

IvieMa.

Entre tanto el gobierno español no solo aten- dió en su derredor á la defensa de la isla Gadi- tana, sino que también pensó ei1 divertir la aten- ción del enemigo, molestándole en las mismas Andalucías y provincias aledañas. Dos de los puntos que para ello se presentaban mas cerca- nos é importantes 9 eran al oeaso el condado de Niebla, y al levante la Serranía de Ronda. El primero ademas de ser tierra costanera, y en parles montuosa , respaldábase en Portugal, para cuya invasión tenian los enemigos que preparar- se de intento, y por lo que respecta á Ronda favorecía sus operaciones y alzamiento la veci- na é inexpugnable plaza de Gibraltar, depósito de grandes recursos, principalmente de pertre- chos de guerra. lado de La regencia para dar mayor estímulo á la

defensa, encargó el mando de aquellos distritos á gefes de su confianza.- Para el condado esco- gió á Don Francisco de Copons y Navia que per- manecía en Cádiz después que en lebrero arri- bó alli con su división. Partió pues el general nombrado, y el 14 de abril tomó el mando de aquel pais, muy trabajado con las vejaciones del enemigo, y solo defendido por unos 700 hom- bres remanente de cuerpos dispersos ó situados en otras partes. Procuró Copons unir y aumen- tar esta masa bastante informe, recogerlos cau- dales públicos, mantener libre la comunicación de la cosía con Cádiz , y hostigar con frecuencia á los franceses. Consiguió su objeto si bien con suerte varia, teniendo á veces que replegarse á Portugal.

Del lado de Ronda la resistencia fue mayor,

Serranía de Ronda.

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mas empeñada y duradera. Partido occidental es- ta serranía de la provincia de Málaga y cordi- llera de montes elevados que arrancan desde cer- ca de Tarifa estendiéndose al este, se compone de muchos pueblos ricos en producciones y da- dos al contrabando á que los convida la vecin- dad de Gibraltar. Sus moradores avezados á pro- hibido tráfico conocen á palmos el terreno , sus angosturas y desfiladeros, sus cuevas las mas es- condidas, y teniendo á cada paso que lidiar con los aduaneros y las tropas enviadas en persecu- ción suya , están familiarizados con riesgos que son imagen de los de la guerra. Empléanse las mugeres en los trabajos del campo, y en otros no menos penosos inherentes á la profesión de los hombres,^ asi son de robustos miembros y de condición asemejada á la varonil. Llena pues de brios población tan belicosa , y previendo los obstáculos que recrecerían á su comercio si los franceses afianzaban su imperio, rehusó some- terse al yugo extrangero.

Ya dieron aquellos habitantes señales de de- sasosiego al tiempo de la ocupación de Sevilla. José pensó que los tranquilizaría con su presen- cia y discursos, para lo cual pasó á Ronda antes de concluir febrero. Satisfecho quizá de su ex- cursión, ó temiendo mas bien otras resultas, no se detuvo alli muchos dias, dejando solamente alguna fuerza y un gobernador con extensas fa- cultades. Pero la autoridad del francés redújose pronto á estrechos límites, ciñéndola á la ciu- dad la insurrección de los serranos. Acaudilla- ron á estos varias cabezas, siendo uno de los que mas promovieron el alzamiento Don Andrés Or- tomo ni. 17

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tiz de Zarate , que los naturales denominaron el Pastor.

El consejo de regencia por su lado envió de comandante al campo de San Roque, cuyas lí- neas enfrente de Gibraltar se habían destruido de acuerdo con el gobernador inglés Campbell, á Don Adrián Jácome con encargo de recoger dispersos y de soplar el fuego en la serranía. Hombre Jácome pacato é irresoluto de poco sir- vió á la buena causa. Afortunadamente los ser- ranos siguiendo los ímpetus de su propio instin- to solían á veces obrar con mas acierto que al- gunos gefes que presumían de entendidos.

Al ánimo de aquellos debióse en breve que el levantamiento tomase tal vuelo que ya el 12 de marzo se presentaron numerosas bandas de- lante de Ronda capitaneadas por Don Francis- co González. Los franceses viendo el tropel de gente que venia sobre ellos, evacuaron cíe no- che la ciudad y se retiraron á Campillos. Pene- traron luego los paisanos por las calles de Ron- da , y comenzó gran desorden, y aun hubo pilla- ge y otros destrozos. Contuviéronlos algún tan- to patriotas de influjo que llegaron oportuna- mente.

A poco se reforzaron también los enemigos con tropa que llevó de Málaga el general Peyre- mont, y el 21 recobraron á Ronda. No perma- neció alli largo tiempo dicho general, pues en- trada en su ausencia por los paisanos la ciudad de Málaga tuvo que volar á su socorro. La guer- ra continuó por toda la sierra sin que los fran- ceses pudiesen solos dar un paso, y no transcur- riendo dia en que sus puestos no fuesen inquie-

259

latios. Formóse en Jimcna una junta y nombró el gobierno comandante del distrito á Don José Serrano Yaldenebro, bajo la inspección de Don Adrián Jácome. Creciendo los gefcs crecieron los zelos y las competencias , y se suscitaron tras- tornos y mudanzas.

Por tristes que fuesen tales ocurrencias ine- vitables en guerra de esta clase, no por eso se ce- día en la lucha , llevando á cumplido remate E roe zas que recuerdan las del tiempo de la ca- allería. Fue una de las mas memorables la que avino en Montellano, pueblo de 4000 habitan- tes inmediato á la sierra. Era alcalde Don José Romero, y ya el Í4 de abril al frente del vecin- dario habia repelido de sus calles á 300 franceses. Tornaron estos el 22 reforzados con otros 1000 para vengar la primera afrenta. Encontraron á su paso obstáculos en Grazalema ; pero llegan- do al fin á Montellano tuvieron allí que vencer la braveza de los moradores, lidiando con ellos de casa en casa. Impacientados los franceses de tamaña obstinación recurrieron al espantoso me- dio de incendiar el pueblo. Redujéronle casi to- do él á pavesas, escepto el campanario en que se defendian unos cuantos paisanos y la casa de Romero. Este varón tan esforzado como Villan- drando, haciendo de sus hogares formidable pa- lenque y ayudado de su muger y sus hijos , con- tinuó por mucho tiempo con terrible puntería causando fiero estrado en los enemigos , v tal que no atreviéndose ya estos a acercarse resol- vieron derribar á cañonazos paredes para ellos tan fatales. Grande entonces el aprieto de Ro- mero, inevitable fuera su ruina si no le salvara

Don José Ro- nieio : acci-.ii notüMe.

260

de ella la repentina retirada de los franceses,

2 ue se alejaron temerosos de gente que acudía e Puerto Serrano y otras partes. Libre Rome- ro á duras penas pudo arrancársele de los escom- bros de Montellano, respondiendo á las instan- cias que se le hacian : «Alcalde de esta villa, es- »te es mi puesto."

Imitaban al mismo tiempo en Tarifa la con- ducta de los serranos. No habian los enemigos ocupado antes esta plaza situada en el extremo meridional de España , contentándose con sacar de ella raciones en una ocasión en que se apro- ximaron á sus muros. Pudieran entonces haber- la fácilmente tomado , pero no juzgaron pruden- te exponerse á ello sin mayores fuerzas. Los es- Í>añoles después aumentaron los medios de de- énsa , y aun vinieron en su ayuda algunos in- gleses mandados por el mayor Brown. Ignorá- banlo los franceses , y el 21 de abril intentaron entrar la plaza de rebate. Saliólos mal la empre- sa rechazados con pérdida por el paisanage y sus aliados.

Vemos asi cuánto distraían á los franceses las conmociones é incesante guerrear de los pun- tos mas inmediatos á Cádiz. Tampoco se los de- jaba tranquilos en otros mas distantes de las mis- mas Andalucías, ya por la parte de Murcia en que permanecía el ejército del centro, ya por la de Extremadura en que estaba el de la iz- quierda. Ejército Puesto aquel á últimos de enero , según que- da referido, bajólas órdenes del general Blake, fue creciendo y disciplinándose en cuanto las cir- cunstancias lo permitían , y fomentó con su pre-

del centro en M

26 í

sencia partidas que se levantaron en las monta- ñas del lado de Cazorla y Ubeda , y en las Al- pujarras.

A principios de marzo Don Joaquín Blake con motivo de la entrada de Suchet en el reino de Valencia , movióse hacia aquella parte; mas enterado luego de la retirada de los franceses retrocedió á sus cuarteles, volviendo á unirse al general Freiré , á quien con alguna tropa había dejado en la frontera de Granada. Entonces fue cuando Blake recibió la orden de pasar á la Isla, quedando en ausencia suya Don Manuel Freiré al frente del ejército, cuya fuerza constaba de 12,000 infantes y cerca de 2000 caballos con Í4 piezas de artillería.

Hizo á poco una correría la vuelta de aquel punto el general Sebastiani acompañado de 83 «/^í hombres. Enderezóse por Baza á Lorca, y Frei- ré se replegó sobre Alicante , metiendo en Car- tagena la 3.' división de su ejército al mando de Don Pedro Otedo. Los franceses se adelantaron sin oposición, y el 23 de abril se posesionaron de la ciudad de Murcia , siendo aquella la vez primera que pisaban su suelo. Los vecinos de mas cuenta y las autoridades se habían ausenta- do la víspera. Sebastiani anunció á su entrada 3ue se respetarían las personas y las propieda- es; pero no se conformó su porte con tan solem- nes promesas.

En la mañana del 24 fue á la catedral, y después de mandar que se llevase preso á un ca- nónigo revestido con su trage de coro hizo que se interrumpiesen los divinos oficios, obligan- do al cabildo eclesiástico ú que inmediatamente

Correría de Sebaslbiii eii

262

se le presentase en el palacio episcopal. Prove- nía su enojo de cjue no se le hubiese cumpli- mentado al presentarse en la iglesia. Maltrató de palabra á los canónigos , y ordenó que en el término de dos horas le entregasen todos sus fon- dos. Pidiéndole el cabildo que por lo menos alar- gase el plazo á cuatro horas, respondió altane- ramente : «Un conquistador no deshace lo que »una vez manda."

Con no menos despego y altivez trató Sebas- tiani á los individuos de un ayuntamiento que se habia formado interinamente. Reprendióles por no haberle recibido con salvas de artillería y repique de campanas, imponiendo al vecin- dario en castigo 100,000 duros, suma que á mu- chos ruegos rebajó á la mitad. Tomaron ademas (1 general francés y los suyos, no contando las raciones y otros suministros, todo el dinero de ];>s establecimientos públicos, y la plata y alha- jas de los conventos, sin que se libertasen del saqueo varias casas principales.

Esta correría ejecutada, al parecer, mas bien con intento de esquilmar el reino de Murcia, aun intacto de la rapacidad enemiga , que de afianzar el imperio del intruso, fue muy pasage- ra. El 26 del mismo abril ya todos los franceses habian evacuado la ciudad, y bien les vino em- pezando á reinar grande efervescencia en la huer- ta y contornos. Idos los invasores se ensañaron los paisanos en las personas y haciendas de los que graduaron de afectos á los enemigos, y ma- taron al corregidor interino Don Joaquin El- guela, el cual habia también corrido gran peli- gro de parle de los francesGS.mie riendo amparar

263

á los vecinos. ¡Triste y no merecida suerte! Me- jor hubieran los murcianos empleado sus puños en defenderse contra el común enemigo, que ha- berse manchado con la sangre inocente de sus conciudadanos.

Envió después Freiré la caballería y algunos c£2S¡£ infantes á la frontera de Granada, quedándose J." , Alpnj""

él en Elche. Con tal apoyo volvieron á fomen-

1 lado de Caz orla , y pe el opuesto de las Alpujarras, y hubo muchos

tarse las partidas por el lado de Gazorla , y por

reencuentros entre ellas y cuerpos destacados del enemigo , compuestos de 200 á 400 hombres. La conducta de algunas tropas francesas contribuía también no poco á la irritación de los habitan- tes, habiéndose mostrado feroces en Velez Ru- bio y otros pueblos , por lo que los vecinos de- fendían sus hogares de consuno, tocando á reba- to y á manera de leones bravos. En las Alpujar- ras ásperas pero deliciosas sierras, y en cuyas vertientes á la mar se dan las producciones del trópico, señaláronse varios partidarios como Me- na, Villalobos, García y otros, aspirando los moradores, como ya en su tiempo decia Már- mol, á que se les tuviese por invencibles.

Andaba también á veces la guerra bastante viva en la parte de las Andalucías que linda con £¿2j2£. Extremadura. La junta de Badajoz, luego que da- Mortier se retiró el 12 de febrero de enfrente de la plaza , puso gran conato en derramar guerri- llas hacia el reino de Sevilla y riberas del Tajo. Caminó luego hacia las del Guadiana desde San Martin de Trevejos el ejército de la izquierda, excepto la división de la Carrera que quedó apos- tada para impedir las comunicaciones entre Ex-

Extmn.iita-

264

tremad ura y el pais, allende la Sierra de Baños. Este ejército , unido á la fuerza que Labia en Ba- dajoz, constaba de unos 26,000 infantes y de mas de 2000 hombres de caballería, la mitad des- montados. El marqués de la Romana le distri- buyó colocando en su izquierda cerca de Caste- 11o de Vide y en Alburquerque dos divisiones al mando de Don Gabriel de Mendizabal y de Don Garlos Odonnell [hermano de Don Enrique] una, y su cuartel general en Badajoz mismo, y otras dos á su derecha en Olivenza y camino de Mo- nasterio á las órdenes de los generales Balleste- ros y Señen de Contreras. Servia de arrimo al ejército de Romana , ademas de Badajoz , la pla- za de Yelbes y otras no tan importantes que guarnecen ambas fronteras española y portugue- sa, en donde también habia una división aliada que regia el general Hill. Se trabaron asi de ára- los partes continuos choques, ya que no bata- llas, y en algunos sostuvieron los españoles con ventaja la gloria de nuestras armas. Ballesteros por la derecha fue quien mas lidió , siendo no- tables los combates de 25 y 26 de marzo en San- ta Olalla y el Ronquillo , los del 15 de abril y 26 de mayo en Zalamea y Aracena , junto con los de Burguillos y Monasterio que se dieron al linalizar junio; lodos contra las tropas del ma- riscal Morlier. Era el principal campo de Ba- llesteros y su acogida el pais montuoso que se eleva entre Extremadura, Portugal y reino de Sevilla , desde donde igualmente se daba la ma- no con los españoles del condado de Niebla. Sus servicios fueron dignos de loa , si bien á veces ponderaba sobradamente sus hechos.

265

Don Carlos Odonnell do dejaba tampoco de O^,"n^rlos hostigar al enemigo por el lado izquierdo. Te- nia alli que habérselas con el 2.° cuerpo á cargo del general Revnier, quien en principios de mar- variasrefri*. zo, viniendo del Tajo, sentó sus reales en Méri- s¡> da. Se escaramuzó con frecuencia entre unos y otros, y Reynier también hacia correrías con- tra las demás divisiones españolas, formalizán- dose en ocasiones las refriegas. Tal fue la que se trabó en 5 de julio entre él y los gefes Imaz y Morillo en Jerez de los Caballeros : los es- pañoles se defendieron desde por la mañana has- ta la caida de la tarde, y se retiraron con orden cediendo solo al número. Permaneció Reynier en aquellas partes hasta el 12 de julio, en cuyo tiempo repasó el Tajo aproximándose á los cuer- pos de su nación que iban á emprender, camino de Ciudad Rodrigo, la conquista de Portugal. Observóle en su marcha , moviéndose paralela- mente, la división del general Hill.

Siguió haciendo siempre la guerra en el me- diodía de Extremadura el cuerpo del mariscal Mortier; mas este gefe disgustado con Soult an- helaba por alejarse, y aun pidió licencia para volver á Francia.

Molestaba la pertinaz resistencia de los espa- Decreto «ie ñoles al mariscal Soult en tanto grado que con ^a°)10.de9<Je nombre de reglamento dio el 9 de mayo un de- creto ageno de naciones cultas. En su contexto notábase, entre otras bárbaras disposiciones, una que se aventajaba á todas concebida en estos términos : «No hay ningún ejército español fue- ;>ra del de S. M. C. Don José Napoleón ; asi lo- adas las partidas que existan en las provincias,

[.tiesta ele la r.-K.-n,ia de

266

«cualquiera que sea su número y sea quien fuc- »re su comandante , serán tratadas como reunio- »nes de bandidos Todos los individuos de es- Mas compañías que se cogieren con las armas en ))la mano , serán al punto juzgados por el prebos- te y fusilados; sus cadáveres quedarán expuestos »en los caminos públicos."

Asi quería tratar el mariscal Soult á gene- rales y oficiales, asi á soldados, cuyos pechos quizá estaban cubiertos de honrosas cicatrices, asi á los que vencieron en Bailen y Tamames, confundiéndolos con foragidos. La regencia del reino tardó algún tiempo en darse por entendi- da de tan feroz decreto con la esperanza de que nunca se llevaría á efecto. Pero víctima de él algunos españoles, publicó al fin en contra- posición otro en 15 de agosto , expresando que por cada español que asi pereciese, se ahorca- rían tres franceses; y que «mientras el duque »de Dalmacia no reformase su sanguinario de- »creto.... sería considerado personalmente co- »mo indigno de la protección del derecho de »gentcs , v tratado como un bandido si cayese »en poder de las tropas españolas." Dolorosa y terrible represalia, pero que contuvo al maris- cal Soult en su desacordado enojo. íkrretode Entibiaban tales providencias las voluntades ,l'0gow aun de los mas afectos al gobierno intruso, coad- yuvando también á ello en gran manera los yer- ros que Napoleón prosiguió cometiendo en su aciaga empresa contra la península. De los ma- yores por aquel tiempo fue un decreto que dio en 8 * de febrero, según el cual se establecían en varias 'provincias de España gobiernos mili-

üos militares.

(• AP. u. i.)

257

tares. Encubríase el verdadero intento so capa de que careciendo de energía la administración de José, era preciso emplear un medio directo pora sacar los recursos del país, y evitar asi la ruina del erario de Francia, exhausto con las enormes sumas que costaba el ejército de Espa- ña. Todos empero columbraron en semejante resolución el pensamiento de incorporar al im- perio francés las provincias de la orilla izquier- da del Ebro , y aun otras si las circunstancias lo permitiesen.

El tenor mismo del decreto lo daba casi á entender. Cataluña, Aragón, navarra y Vizca- ya se ponían bajo el gobierno de los generales franceses, los cuales entendiéndose solo para las operaciones militares con el estado mayor del ejército de España, debían «en cuanto á la ad- »minislracion interior y policía, rentas, justi- »cia , nombramiento de empleados y todo gé- )>nero de reglamentos, entenderse con el empe- drador por medio del príncipe de Neufcbalel, »mayor general." Igualmente los productos y rentas ordinarias y extraordinarias de todas las provincias de Castilla la Vieja, reino de León y Asturias, se destinaban á la manutención y sueldos de las tropas francesas, previniéndose que con sus entradas hubiera bastante para cu- brir dichas atenciones.

Va que tales providencias no hubiesen por si mostrado á las claras el objeto de Napoleón. ts^°% r0" Jos procedimientos de este a la propia sazón res- u^uda. pecto de otras naciones de Europa, probaban con evidencia que su ambición no conocía lí- mites. Los estados del papa en virtud de un se-

l ne a so imperio los

(• Ap. •.. 6.)

268

nado-consulto se unieron á la Francia , decla- rando á Roma segunda ciudad del imperio , y dando el título de rey suyo al que fuese herede- ro imperial. Debian ademas los emperadores franceses coronarse en adelante en la iglesia de San Pedro , después de haberlo sido en la de Nolre Dame de París. El senado-consulto os- tentoso en sus términos anunciaba el renaci- miento del imperio de occidente , y decia : « mil »años después de Carlo-Magno se acuñará una «medalla con la inscripción Renovatio impera" Agregóse también á la Francia en este año la Holanda aunque regida por un hermano de Na- poleón , y ocupó su territorio un ejército fran- cés , imaginando el emperador en su desvarío, pues no merece otro nombre, que países tan di- versos en idioma y costumbres, tan distantes unos de otros , y cuya voluntad no era consultada para tan monstruosa asociación , pudieran lar- go tiempo permanecer unidos á un imperio ci- mentado solo en la vida de un hombre.

En España muy en breve se empezaron á sentir las consecuencias del establecimiento de los gobiernos militares. Procuró ocultar aque- lla medida en tanto que pudo el gabinete de Jo- sé conociendo su mal influjo. Los generales fran- ceses aun en las provincias no comprendidas en el decreto «dispusieron luego á su arbitrio * »[como afirman Azanza y Ofarrill], ó sin otra «dependencia directa que la del emperador de »todos los recursos del pais. Por consecuencia de »esto las facultades del rey José [añaden los »mismos] fueron disminuyendo hasta quedarse )>en una mera sombra de autoridad."

269

Sumamente incomodó á José la inoportuna hV^i'^¿ y arbitraria resolución de su hermano , conce- maganza bida en menoscabo de su poder y aun en des- precio de su persona. Trastornáronse también los ánimos de los españoles, sus adherentes, quienes ademas de ver en tal desacuerdo la pro- longación de la guerra , dolíanse de que España fmdiese como nación desaparecer de la lista de as de Europa. Porque entre los de este bando no obstante sus compromisos conservaban mu- chos el noble deseo de que su patria se mantu- viese intacta y floreciente.

Menester pues era que por parte de ellos se pusiese gran conato en que el emperador revo- case su decreto. Creyeron asi oportuno enviar á París una persona escogida y de toda confian- za, y nadie les pareció mas al caso que Don Mi- guel José de Azanza, conocido de Napoleón ya en Bayona, y ministro de genio suave y de ín- dole conciliadora. * Hemos leido la correspon- (. Ap.n.7) dencia que con este motivo siguió Azanza ; y nada mejor que ella prueba el desden y despre- cio con que trataba al de Madrid el gabinete de Francia.

En principios de mayo llegó á Paris como embajador extraordinario el mencionado Don Miguel. Tardó en presentar sus credenciales, y á mediados de junio de vuelta ya Napoleón des- de 1.° del mes de un viage á la Bélgica, no ha- bía aun tenido el ministro español ocasión de ver al emperador mas que una vez cuando le pre- sentaron. Pasados algunos dias mirábase Azan- za como muy dichoso solo porque ya le habla- ban * [son sus palabras]. Satisfacción poco du- (-AP.n. 9.)

270

radera y de ninguna resulla. Prolongó su es- tancia en Paris hasta octubre, y nada logró, co- mo tampoco el marqués de Almenara que de Madrid corrió en su auxilio por el mes de agos- to. Hubo momentos en que ambos vivieron muy esperanzados; hubo otros en que por lo menos creyeron que se daria á España en true- que de las provincias del Ebro el reino de Por- tugal : ilusiones que al fin se desvanecieron di- ciendo Azanza aJ rey José en uno de sus últi- CAp.n.g.) m os oficios [24 de setiembre] * «El duque de »Cadore [Ghampagny] en una conferencia que «tuvimos el miércoles nos dijo expresamente />que el emperador exigía la cesión de las pro- »vincias de mas acá del Ebro por indemniza- »cion de lo que la Francia ha gastado y gastará »en gente y dinero para la conquista de Espa- »ña. No se trata de darnos á Portugal en com- pensación. El emperador no se contenta con «retener las provincias de mas acá del Ebro, «quiere que le sean cedidas."

Fuéronse por lo mismo estas organizando á la manera de Francia en cuanto permitían las vicisitudes de la guerra , y cierto que la provi- dencia de su incorporación al imperio se hubie- ra mantenido inalterable si las armas no hu- bieran trastrocado los designios de Napoleón. Suerte aquella fácil de prever después de los acontecimientos de Bayona en 1808, según los cuales, y atendiendo á la ambición y poderío del emperador de los franceses, necesariamente el gobierno de José, privado de voluntad propia, tenia que sujetarse á fatal servidumbre de na- ción extraña. ^^km»

271

En una de las primeras cartas de la citada T«uura correspondencia * de Don Miguel de Azanza, aT'rey Fe" hablase de un suceso que por entonces hizo gran "a/h. .o.) ruido en Francia, y cuyo relato también es de nuestra incumbencia. Fue pues una tentativa he- cha en vano para que pudiese el rey Fernando escaparse de Valencey. Habíanse propuesto va- rios de estos planes al gobierno español, los cua- les no adoptó este por inasequibles, ó por lo me- nos no tuvieron resulta. En la actual ocasión tomó origen semejante proyecto en el gabinete británico , siendo móvil y principal actor el Barón de Koly, empleado ya antes en otras co- misiones secretas. Muchos lian tenido á este por irlandés, y asi lo declaró él mismo; pero el ge- neral Savary bien enterado de tales negocios nos ha asegurado que era francés y de la Borgoña.

Kolly pasó á Inglaterra para ponerse de Barón a, acuerdo con aquel ministerio, del que era in- Ko'Ar' dividuo el marqués de Wellesley, después de su vuelta de España. Diéronsele á Kolly los medios necesarios para el logro de su empresa y pape- les que acreditasen su persona y comprobasen la veracidad de sus asertos. Desembarcó en la bahía de Quiberon, acercándose también á la costa una escuadrilla inglesa destinada á tomar á su bordo á Fernando. En seguida partió Kolly á Paris para dar comienzo á la ejecución de su plan, de diíicil éxito, ya por la extrema vigilancia del gobierno francés, ya por el poco ánimo quépa- la evadirse tenían el rey y los infantes.

No hemos hablado de aquellos príncipes des- vidi! Je Io» pues de su confinamiento en Valencey. Su es- ISSSJ."* tancia no habia hasta ahora ofrecido hecho al-

272

guno notable. Apenas en su vida diaria se ha- bían desviado de la monótona y triste que lle- vaban en la corte de España. Divertíanse á ve- ces en obras de manos , particularmente el in- fante Don Antonio , muy aficionado á las de torno , y de cuando en cuando la princesa de Talleyrand los distraía con saraos u otros en- tretenimientos. No les agradaba mucho la lec- tura, y como en la biblioteca del palacio se veian libros que , en el concepto del citado infante, eran peligrosos , permanecía este continuamen- te en acecho para impedir que sus sobrinos en- trasen en aposentos henchidos á su entender de oculta ponzoña. Asi nos lo ha contado el mis- mo príncipe de Talleyrand. Salían poco del cir- cuito del palacio y las mas veces en coche , lle- gando á punto la desconfianza de la policía fran- cesa que con tretas indignas de todo gobierno casi siempre les estorbaba el ejercicio de á caballo. La familia que los acompañó en su destier- ro antes de cumplirse el año fue separada de su lado , y confinados algunos de sus individuos á varias ciudades de Francia, entre ellos el duque de San Carlos y Escoiquiz. Quedó solo Don Juan Amézaga, pariente del último, hombre con apariencias de honrado de ocultos manejos, y harto villano para hacerse confidente y espía de la policía francesa. Préndese i En tal situación y con tantas trabas dificul- Ko"y- toso era acercarse á los príncipes sin ser descu- bierto, y mas que todo llevar á feliz término el proyecto mencionado. Ni tanto se necesitó

{>ara que se malograse. Kolly á pocos dias de legar á Paris fue preso, habiendo sido vendido

¡¡

273

por un pseudo-realista , j por un tal Richard, de quien se habia fiado. Metiéronle en Vincen- nes el 24 de marzo, y no tardó en tener un co- loquio con Fouché ministro de la policía gene- ral. Admirábase este de que hombres de buen seso hubiesen emprendido semejante tentativa, imposible [decia] de realizarse , no solo por las dificultades que en misma ofrecía , sino tam- bién porque Fernando no hubiera consentido en su fuga.

Sin embargo aunque estuviese de ello bien idiosa

j -i 1 i r p . . conduela de

persuadida la policía irancesa, quisieron susem- ia poikía pleados asegurarse aun mas, ja fuera para son- francesa" clear el ánimo de los príncipes, ó ja quizá pa- ra tener motivo de lomar con sus personas al- guna medida rigurosa. En consecuencia se pro- puso á KolJj el ir á Valenzej, j hablar á Fer- nando de su projecto , dorando la policía lo infame de tal comisión con el pretexto de que asi se desengañaría Kollj, j veria cuál era la verdadera voluntad del príncipe. Prometiósele en recompensa la vida j asegurar la suerte de sus hijos. Desechó honradamente Kollj propues- ta tan insidiosa é inicua, y de resultas volvié- ronle á "\ incennes donde continuó encerrado hasta la caida de napoleón, siendo de admirar no pasase mas allá su castigo.

La policía, no obstante la repulsa del barón, no desistió de su intento, y queriendo probar fortuna envió á Valenzej al bellaco de Richard, haciéndole pasar por el mismo Kollj. Avocóse primero en 6 de abril con Amézaga el disfra- zado espía ; mas los príncipes rehusando dar oí- dos á la proposición , denunciaron á Richard

TOMO III. ? 18

274

como emisario inglés , al gobernador de Valen- zey Mr. Berthemy, ora porque en realidad no se atrevieran á arrostrar los peligros de la hui- da , ora mas bien porque sospecharan ser Ri- chard un echadizo de la policía. Terminóse aqui este negocio, en el que no se sabe si fue mas de maravillar la osadía de Kolly, ó la confian- za del gobierno inglés en que saliera bien una empresa rodeada de tantas dificultades y escollos, canas de Publicóse en el Monitor con la mira sin du-

Femaudo. ¿a ¿e desacreditar á Fernando una relación del hecho acompañada de documentos, y antes en el mismo año se habían ya publicado otros, de que insertamos parte en un apéndice de los li- bros anteriores. Entre aquellos de que aun no hemos hablado, pareció notable una carta que

(•Ap.n.n.) Fernando habia escrito á Napoleón en 6 * de agosto de 1809 felicitándole por sus victorias.

CAp.n.o.) Notable también fue otra de 4 * de abril de 1810 del mismo príncipe á Mr. Berthemy, en que de- cía : « lo que ahora ocupa mi atención es para »mí un objeto del mayor interés. Mi mayor de- »seo es ser hijo adoptivo de S. M. el empera- »dor, nuestro soberano. Yo me creo merecedor »de esta adopción que verdaderamente baria la «felicidad de mi vida , tanto por mi amor y »afecto á la sagrada persona de S. M. , como por »mi sumisión y entera obediencia á sus inten- ciones y deseos." No se esparcían mucho por España estos papeles, y aun los que los leian considerábanlos como pérfido invento de Napo- león. A no ser asi ¡qué terrible contraste no hubiera resallado entre la conducta del rey, y el heroísmo de la

RESUMEN

LIBRO DUODÉCIMO.

JlLjército francés que se destina á Portugal. Mariscal Mas sena general en ge fe. Sitio de Ciudad Rodrigo. Herrasti su gobernador. Situación de Wellington. Don Julián Sánchez. Capitula la plaza. Gloriosa defensa. Cla- mores contra los ingleses por no haber socorrido la plaza. Excursión de los franceses hacia As- torga y Alcañices. Toman la Puebla de Sana- bria. La pierden. La ocupan de nuevo.— Campaña de Portugal. Estado de este reino y de su gobierno. Plan de Lord Wellington. Fuerza que mandaba. Subsidios que da Ingla- terra.— Posición de Wellington. Devastación del pais. Líneas de Torres-Vedras. Dicho de Wellington a Álava.— -Preparativos y fuerza de

576

los franceses. Escaramuzas. Puerle ele la Con- cepción.— Combate del Coa. Sitio de Almeida. Vuélase . Capitula. Proscripciones y prisio- nes en Lisboa. Temores de los ingleses. Re- pliégase Wellington. Dificultades que tiene Massena. Aguíjale Napoleón. Empieza Mas- sena la invasión. Posición de Wellinotony me- didas que toma. Descripción del valle de Mon- dego. Distribución de los cuerpos de Massena. Muévese sobre Celbricoy Viseo. Entran sus avanzadas en Viseo. Continua Wellington su retirada. Ataca Trant la artillería j equipajes franceses. Detiénese Wellington en Busaco. Acción de Busaco. Cruza Massena la sierra de Caramida. Losfranceses en Coimbra. Con- de ¿xa. Desordenes en el ejército inglés. Sor- prende Trant á los franceses de Coimbra. Al- coentre. Alenquer. Los ingleses en las líneas. Massena no las ataca. Formidable Jiierza y posición de Wellington. Únesele con dos divi- siones Romana. Moléstase también al enemigo fuera de las líneas. Don Carlos de España. Situación crítica de los franceses. Galicia. Asturias. Expediciones de Porlier por la cos- ta . Extremadura . Refriega en Cantaelgallo . En Fuente de Cantos Expedición de Lacy á Ronda. Al condado de Niebla. Situación de esta comarca. Operaciones en Cádiz. Fuerza sutil de los enemigos. Fuerzas de los aliados en Cádiz y la Isla. Blake en Murcia. Sebastiani se dirige á Murcia. Medidas que toma Blake. Se retira Sebastiani. Insurrec- ciones en el reino de Granada. Expedición contra Fuengir ola y Málaga. Avanza Blake

277

á Granada.- Acción de Baza , 3 de noviembre.

Provincias de levante. falencia. Choques

en Morella y Albocaser. Avanza Caro j se retira. Caro huye de Valencia. Le sucede Bassecourt. Cataluña. Su congreso. Odort- neli Macdonald. Convoyes que lleva ¿Bar- celona.— Ejército español de Cataluña. Inten- ta Suchet sitiar á Torios a. Sus disposiciones. Salidas de la plaza y combates parciales. Adelanta Macdonald a Tarragona. Se retira. Dificultades con que tropieza. Avístase en Lérida con Suchet. Macdonald incomodado siempre por los espcüioles. Sorpresa gloriosa de La Bisbal. Y de varios puntos de la costa. Guerra en el Ampurdan. Eróles manda allí. Campoverde en Cardona. Otro convoy para Barcelona. No adelantan los enemigos en el sitio de Tortosa. Convoyes que van alli de Mequinenza. Los atacan ¿os españoles. Car- vajal en Aragón. Villacampa infatigable en guerrear. Andorra. Las Cuevas. Alvento- sa. Combate de la Fuensanta. Nuevos con- voyes para Tortosa. Combates parciales. Los españoles desalojados de Falset. Movi- miento de Bassecourt. Acción de Ulldecona. Macdonald socorre á Barcelona y se acerca á Tortosa. Formaliza el sitio Suchet. Deja Odonnell el mando. Partidas en lo interior de España. En Andalucía. En Castilla la Nue- va.— En Castilla la Vieja. Santander y pro- vincias Vascongadas. Expedición de Renova- les a la costa Cantábrica. Navarra. Espoz y Mina. Cortes. Remisa la regencia en convo- carlas. — Clamor general por ellas. Las piden

278

diputados de las juntas de provincia. Decre- to de convocación. Júbilo general en la na- ción. — Dudas de la regencia sobre convocar una segunda cámara. Costumbre antigua. Opinión común en la nación. Consulta la re- gencia al consejo reunido. Respuesta de este. Voto particular. Consulta del consejo de estado. No se convoca segunda cámara. Modo de elección. El antiguo de España. Po- deres que se dan á los diputados. Llámanse á las cortes diputados de las provincias de Amé- rica j Asia. Elección de suplentes. Opinión sobre esto en Cádiz. Parte que toma la moce- dad.— Enojo de los enemigos de reformas. Nú- mero que acude á las elecciones. Temores de la regencia. Restablece todos los consejos. Quiere el consejo real intervenir en las cortes. No lo consigue. Señálase el 24 de setiembre para la instalación de cortes. Comisión de po- deres.— Congojosa esperanza de los ánimos.

HISTORIA

DEL

LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN

í>c (£epaña.

LIBRO DUODÉCIMO.

JL roseguian los franceses en su intento de in- vadir el reino de Portugal y de arrojar de alli al ejército inglés, operación no menos importante que la de apoderarse de las Andalucías y de mas dificultosa ejecución, teniendo que lidiar con framAogM tropas bien disciplinadas, abundantemente pro- tugaf.Marin vistas y amparadas de obstáculos que á porfía les ^JET£ prestaban la naturaleza y el arte. Destinaron los '•• franceses para su empresa los cuerpos 6.° y 8.°, ya en Castilla, y el 2.° que luego se les junto yen- do de Extremadura. Formaban los tres un total de 66,000 infantes y unos 6000 caballos. Nom-

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bróse para el mando en gefe al duque de Rivo- el célebre mariscal Massena.

Antes de pisar el territorio portugués, for- zoso les era á los franceses no solo asegurar al- gún tanto su derecha, como ya lo habian prac-

sitio deaa- ticado metiéndose en Asturias y ocupando á AS- dad Rodrigo. . , . i i i

torga, sino también enseñorearse de las plazas colocadas por su frente. Ofrecíase la primera á su encuentro Ciudad Rodrigo , la cual después de varios reconocimientos anteriores, y de ha- ber hecho á su gobernador inútiles intimaciones, embistieron de firme en los últimos dias del mes de abril.

A la derecha del Águeda y en parage eleva- do, apenas se puede contar á Ciudad Rodrigo entre las plazas de tercer orden. Circuida de un muro alto antiguo y de una falsabraga, domí- nala al norte y distante unas 290 toesas el teso llamado de San Francisco, habiendo entre este y la ciudad otro mas bajo con nombre del Cal- vario. Cuéntanse dos arrabales, el del puente al otro lado del rio, y el de San Francisco bastan- te extenso, y el cual colocado al nordeste fue protegido con atrincheramientos , se fortalecie- ron ademas en su derredor varios edificios y conventos como el de Santo Domingo , y tam- bién el que se apellida de San Francisco. Otro tanto se practicó en el de Santa Cruz situado al noroeste de la ciudad , y por la parte del rio se levantaron estacadas y se abrieron cortaduras y pozos de lobo. Despejáronse los aproches de la plaza y se construyeron algunas otras obras. Se carecía de almacenes y de edificios á prueba de bomba, por lo que hubo de cargarse la bóveda

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de la torre de la catedral y depositar alli y en varias bodegas la pólvora', como sitios mas res- guardados. La población constaba entonces de unos 5000 habitantes, y ascendia la guarnición á 5498 hombres, incluso el cuerpo de urbanos. Se metió también en la plaza con 240 ginetes Don Julián Sánchez é hizo el servicio de sali- das. Era gobernador Don Andrés Pérez de Her- rasti, militar antiguo, de venerable aspecto, honrado y de gran bizarría, natural de Grana- da como Alvarez el de Gerona, y que asi como él habia comenzado la carrera de las armas en el cuerpo de guardias españolas.

Confiaban también los defensores de Ciudad Rodrigo en el apoyo que les daria Lord Wel- lington, cuyo cuartel general estaba en Viseo y se adelantó después á Celórico. Su vanguar- dia á las órdenes del general Crawfurd se aloja- ba entre el Águeda y el Coa, y el 19 de marzo en Barba del Puerco hubo entre cuatro compa- ñías suyas y unos 600 franceses que cruzaron el puente de San Felices un reñido choque , en el que si bien sorprendidos al principio los aliados, obligaron no obstante en seguida á los enemi- gos á replegarse á sus puestos. Unióse en mayo á la vanguardia inglesa la división española de Don Martin de la Carrera apostada antes hacia San Martin de Trevejos.

Viniendo sobre Ciudad Rodrigo aparecié- ronse los franceses el 25 de abril vía de Valde- carros, y establecieron sus estancias desde el cerro de Matahijos hasta la Casablanca. Descu- briéronse igualmente gruesas partidas por el ca- mino de Zamarra, y continuando en acudir hasta

Hrrrasti , su gobernador.

Sitoacion de

'NYt'llinglou.

Sanche»,

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junio tropas de todos lados, llegáronse á juntar mas de 50,000 liombres que se componían de los ya nombrados 6.° y 8.° cuerpos y de una reserva de caballería que guiaban el mariscal Ney y los generales Junot y Montbrun. El primero habia vuelto de Francia y tomado el mando de su cuer- po con la esperanza de ser el gefe de la espedicion de Portugal. Por demás hubiera sido emplear tal enjambre de aguerridos soldados contra la sola y débil plaza de Ciudad Rodrigo, si no hu- biera estado cerca el ejército anglo-portugués. Tuvo el 6.° cuerpo el inmediato encargo de ceñir la plaza : situóse el 8.° en San Felices y su vecindad , y se extendió la caballería por am- non juiian bas orillas del Águeda. Pasóse el mes de mavo en escaramuzas y choques, distinguiéndose va- rios oficiales, y sobre todos D. Julián Sánchez. Maravillóse de las buenas disposiciones y valor de este el comandante de la brigada británica Grawfurd que desde Gallegos habia pasado á Ciudad Rodrigo á conferenciar con el goberna- dor. Era el 17 de mayo, y de vuelta á su cam- po escoltaba al inglés Sánchez , cuando se agol- pó contra ellos un grueso trozo de enemigos. Juzgaba Crawfurd prudente retroceder á la pla- za, mas Don Julián conociendo el terreno di- suadióle de tal pensamiento, y con impensado arrojo acometiendo al enemigo en vez de aguar- darle , le ahuyentó, y llevó salvo á sus cuarteles al general inglés.

Intimaron el 12 de nuevo los franceses la rendición, y Herrasti sin leer el pliego contes- tó que excusaban cansarse , pues ahora no trata- ría sino á balazos.

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Los enemigos después de haber echado dos puentes de comunicación entre ambas orillas y completado sus aprestos, avivaron los trabajos de sitio al principiar junio.

El 6 verificaron los cercados una salida man- dada por el valiente oficial Don Luis Minayo que causó bastante daño á los franceses , é hicie- ron hoyos en las huertas llamadas de Samanie- go en donde se escondian sus tiradores incomo- dando con sus fuegos á nuestras avanzadas. Con- tinuaron adelantando los franceses sus apostade- ros, y á su abrigo en la noche del 15 al 16 de junio abrieron la trinchera que arrancaba en el mencionado teso, y que los enemigos dilataron aunque á costa de mucha sangre por su derecha y por el frente de la plaza. 400 hombres de las compañías de cazadores y el batallón de vo- luntarios de Avila capitaneados por el entendi- do y valeroso oficial Don Antonio Vicente Fer- nandez se señalaron en los muchos reencuen- tos que hubo sostenidos siempre por nuestra par- te con gloria.

Teniendo ya los enemigos el 22 muy ade- lantadas sus líneas, y de modo que imposibili- taban el maniobrar de la caballería, resolvióse que Don Julián Sánchez saliese del recinto con sus lanceros y se uniese áDon Martin de la Car- rera. Ejecutóse la operación con intrepidez , y el denodado Sánchez á la cabeza de los suyos di- rigiéndose á las once de la noche por la dehesa de Marti-Hernando, forzó tres líneas enemigas con que encontró, y matando y atropellando lo- gró gallardamente su intento.

Acometieron los sitiadores en la noche del

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23 el arrabal de San Francisco y en especial ios convenios de Santo Domingo y Santa Clara, pe- ro fueron rechazados. Lo mismo practicaron en el arrabal del Puente si bien tuvieron igual ó semejante suerte. A la verdad no fueron estos sino simulados ataques.

Apareció como verdadero el que dieron con- tra el convento de Santa Cruz situado según queda dicho al noroeste de la plaza. Cercáron- le en efecto por todos lados de noche , escala- ron las tapias de su frente, y quemando la puer- ta principal se metieron en la iglesia á cuyas pa- redes aplicaron camisas embreadas. Pensaron en seguida asaltar el cuerpo del edificio en donde se alojaba la tropa que guarnecía el puesto y que constaba de 100 soldados á las órdenes de los capitanes Don Ildefonso Prieto y Don Ángel Cas- tellanos. Los defensores repelieron diversas aco- metidas, y habiendo de antemano y con maña E radicado una cortadura en la escalera de su- ida, al trepar por ella con esfuerzo los gra- naderos franceses quitaron los nuestros unos ta- blones que cubrian la trampa y cayeron los aco- metedores precipitados en lo hondo, en donde perecieron miserablemente, junto con un brioso oficial que los capitaneaba, el sable en una ma- no y en la otra una hacha de viento encendi- da. Duró la pelea cerca de tres horas, firmes los españoles aunque rodeados de enemigos y casi chamuscados con las llamas que consumian la iglesia contigua. Recelosos los franceses con lo acaecido en la escalera, no osaban penetral* dentro , y al fin fatigados de tal porfía y espues- tos también al fuego continuo de la plaza se re-

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tiraron dejando el terreno bañado en sangre. Honraren á nuestras armas con su defensa las tropas del convento de Santa Cruz : fue su ac- ción de las mas distinguidas de este sitio.

Ocupados hasta ahora los franceses en los ataques exteriores y en sus preparativos contra la plaza, molestados asimismo y continuamen- te por los sitiados, y prevenidos á veces en sus tentativas, no habían aun establecido sus bate- rías de brecha. Atrasó también las operaciones el haberse retardado la llegada de la artillería gruesa , detenida en su viaje á causa del tiempo que lluviosísimo puso intransitables los caminos. Por fin listos ya los franceses descubrieron el 25 de junio 7 baterías de brecha coronadas de 46 cañones, morteros y obuses que con gran furia empezaron á disparar contra la ciudad ba- las , bombas y granadas. Se extendía la línea enemiga desde el teso de San Francisco hasta el jardín de Samaniego.

Respondió la plaza con no menor braveza, acudiendo en ayuda de la tropa el vecindario sin distinción de clase, edad ni sexo. Entre las mu- geres sobresalió una del pueblo de nombre Lo- renza , herida dos veces, y hasta dos ciegos guia- do uno por un perro fiel que le servia de laza- rillo, se emplearon en activos y útiles trabajos, y tan joviales siempre y risueños entre el sil- bar y granizar de las balas, que gritaban de con- tinuo en los parages mas peligrosos «ánimo mu- chachos; viva Fernando VII, viva Ciudad Ro- drigo."

Los enemigos dirigieron el primer dia sus fuegos contra la ciudad para aterrarla , y empe-

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zaron el 26 á batir en brecha el torreón del rey que del todo quedó derribado en la mañana si- guiente. Hiciéronles los españoles por su parte grande estrago bien manejada su artillería , cu- yo gefe era el brigadier Don Francisco Ruiz Gómez.

El 28 intimó de nuevo el mariscal Ney la rendición á la plaza, y habiendo ya entonces lle- gado al campo francés el mariscal Massena que antes habia pasado por Madrid á visitar á José, hízose á su nombre dicha intimación, honorífi- ca sí, aunque amenazadora. Contestó dignamen- te Herrasti diciendo entre otras cosas, «después »de 49 años que llevo de servicios, las leyes »de la guerra y mis deberes militares.... Ciudad «Rodrigo no se halla en estado de capitular."

Sin embargo imaginándose el oficial parla- mentario que parte de la confianza del goberna- dor pendía de la esperanza de que le socorriese Lord Wellington, propúsole entonces de pala- bra despachar á los reales ingleses un correo por cuyo medio se cerciorase de cuál era el intento del general aliado. Convino Herrasti, mas Ney sin cumplir lo ofrecido por su parlamentario, re- novó el fuego y adelantó sus trabajos hasta 60 toesas de la plaza.

Descontento el mariscal Massena con el mo- do adoptado para el ataque , mejoróle y trazó dos ramales nuevos hacia el glacis y enfrente de la poterna del Rey, rematándolos en la con- traescarpa del foso de la falsabraga. Desde alli socavaron sus soldados unas minas para volar el terreno y dar proporción mas acomodada al pie de la brecha. Contuviéronlos algún tanto los

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nuestros, y los ingenieros bien dirigidos por el teniente coronel Don Nieolás Verdejo abrieron una zanja y practicaron otros oportunos traba- jos, contrarestando al mismo tiempo la plaza con todo género de proyectiles los esfuerzos de los enemigos.

En el intermedio en vano estos Labian aco- metido repetidas veces el arrabal de San Fran- cisco. Constantemente rechazados solo le ocu- paron el 3 de julio en que los nuestros para re- forzar los costados de la brecha le habian ya eva- cuado excepto el convento de Santo Domingo.

El gobernador siempre diligente velaba por todas partes, y el 5 ideó una salida á cargo de los capitanes Don Miguel Guzman y Don José Robledo, cuyas resultas fueron gloriosas. Em-

{ rezaron los nuestros su acometida por el arra- bal del Puente, y después corriéndose al de San Francisco por la derecha del convento de San- to Domingo sorprendieron á los enemigos ^ les mataron gente y destruyeron muchos de sus trabajos.

Con esto enardecidos los españoles cada dia se empeñaban mas en la defensa. Sustentábalos también todavía la esperanza de que viniese á su socorro el ejército inglés, no pudiendo com- prender que los gefes de este tan numeroso y tan inmediato , dejasen á sangre fría caer en po- der de los franceses plaza que se sostenia con tan honroso denuedo. Salió no obstante fallida su cuenta.

Las baterías enemigas crecieron grandemen- te, y el 8 algunas de ellas enfilaban ya nuestras obras. La brecha abierta en la falsabraga y en la

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muralla alia de la plaza ensanchóse hasta 20 toe- sas, con lo que, y noticioso el gobernador de que los ingleses en vez de aproximarse se aleja- ban , resolvió el 10 capitular de acuerdo con todas las autoridades, u»*-*- -^ *a sazon preparábanse los enemigos á dar

el asalto, y tres de sus soldados arrojadamente se habian ya encaramado para tantear la brecha. Enarbolada por los nuestros bandera blanca sa- lió de la plaza un oficial parlamentario, quien encontrándose con el mariscal Ney , volvió lue- go con encargo de este de que se presentase el gobernador en persona para tratar de la capi- tulación. Condescendió en ello Herrasti, y Ney recibiéndole bien y elogiándole por su defensa, añadió que era excusado extender por escrito la capitulación, pues desde luego la concedía am- plia y honorífica, quedando la guarnición pri- sionera de guerra.

El mariscal Ney dio su palabra en de que se cumpliría lo pactado, y según la noticia que del sitio escribió el mismo Herrasti, llevóse á efecto con puntualidad. Fueron sin embargo tra- tados rigorosamente los individuos de la jun- ta, porque encarcelados con ignominia y lleva- dos á pie á Salamanca trasladáronlos después á Francia.

En este asedio quedaron de los españoles fue- ra de combate 1400 soldados, del pueblo unos 100. Perdieron por lo menos 3000 los france- nioriosaUe ses. Massena encomió la defensa , pintándola co- fe..sa. mo ¿e jas mas porfiadas. «No hay idea [decia

»en su relación] del estado á que está reducida »la plaza de Ciudad Rodrigo , todo yace por

Clamores

contra los i

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«tierra y destruido , ni una sola casa ha queda »do intacta."

Enojó á los españoles el que el ejército in glés no socorriese la plaza. Lord Wellington «¡mí^wm habia venido alli desde el Guadiana, dispuesto rid»upu^. y aun como comprometido á obligar á los fran- ceses á levantar el sitio. No podia en este caso alegarse la habitual disculpa de que los españoles no se defendían, ó de que estorbaban con sus desvarios los planes bien meditados de sus alia- dos. El marqués de la Romana pasó de Bada- joz al cuartel general de Lord Wellington y unió sus ruegos á los de los moradores y auto- ridades de Cuidad Rodrigo, á los del gobierno español y auna los de algunos ingleses. JNada bas- tó. Wellington resuelto á no moverse permane- ció en su porfía. Los franceses aprovechándose de la coyuntura procuraron sembrar cizaña, y el Monitor decia. «Los clamores de los habitantes »de Ciudad Rodrigo se oian en el campo de »los ingleses, seis leguas distante, pero estos se «mantuvieron sordos." Si nosotros imitásemos el ejemplo de ciertos historiadores británicos, abríasenos ahora ancho campo para correspon- der debidamente á las injustas recriminaciones que con largueza y pasión derraman sobre las operaciones militares de los españoles. Pero mas imparciales que ellos, y no tomando otra guia sino la de la verdad, asentaremos al contrario, prescindiendo de la vulgar opinión, que Lord Wellington procedió entonces como prudente capitán, si para que se levantase el sitio era ne- cesario aventurar una batalla. Sus fuerzas no eran superiores á las de los franceses, carecian TOMO m. 19

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sus soldados de la movilidad y presteza conve- nientes para maniobrar al raso y fuera de posi- ciones , no teniendo tampoco todavía los portu- gueses aquella disciplina y costumbre de pelear que da confianza en el propio valer. Ganar una batalla pudiera haber salvado á Ciudad Rodri- go , pero no decidia del éxito de la guerra : per- derla destruía del todo el ejército inglés, facili- taba á los enemigos el avanzar á Lisboa, y dá- base á la causa española un terrible ya que no un mortal golpe. Con todo la voz pública atro- nó con sus quejas los oidos del gobierno, cali- ficando por lo menos de tibia indiferencia la con- ducta de los ingleses. Don Martin de la Carre- ra, participando del común enfado, se separó al rendirse Ciudad Rodrigo del ejército aliado y se unió al marqués de la Romana. Excursión de Envió en seguida el mariscal Massena algu- háciaaAstor! nas fuerzas que arrojasen allende las montañas g^yAicañi. a\ general Mahy que habia avanzado y estre- chaba á Astorga. Retiróse el español, y el gene- ral U. Croix atacó en Alcañices á Echevarría que de intendente se habia convertido en par- tidario y tenido ya anteriormente reencuentros con los franceses. Defendióse dicho Echevarría en el pueblo con tenacidad y de casa en casa. Arrojado en fin perdió en su retirada bastan- te gente que le acuchilló la caballería enemiga. Toman la ^or eiltonces quisieron también los france- pnebiadesa- ses apoderarse de la Puebla de Sanabria que ocu- paba con alguna tropa Don Francisco Taboada y Gil. Aquella villa solo rodeada de muros de corto espesor y guarecida de un castillo poco fuerte , ya vimos como la entraron sin tropiezo

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los franceses al retirarse de Galicia, habiéndola después evacuado. Su conquista no les fue aho- ra mas difícil. Taboada la desamparó de acuer- do con el general Silveira que mandaba enBra- ganza. Enseñoreóse por tanto de ella el general Serras, y creyendo ya segura su posesión se re- tiró con la mayor parte de su gente y solo de- jó dentro una corta guarnición.

Enterados de su ausencia los generales por- Lap¡«o«. tugues y español revolvieron sobre la Puebla de Sanabria el 3 de agosto, y después de algunas refriegas y acometidas, la recuperaron en la no- che del 9 al JO. Gayó prisionera la guarnición compuesta de suizos, á los que se les prometió embarcarlos en la Coruña bajo condición de que no volverian á tomar las armas contra los aliados.

En breve tornó y de priesa en auxilio de la i.* «apande

Elaza el general Serras con 6000 hombres. A su noeTO" iegada estaba ya rendida , pero Taboada y Sil- veira juzgaron prudente abandonarla, no tenien- do bastantes fuerzas para resistir á las superiores de los enemigos. Lleváronse los prisioneros, y Serras de nuevo se posesionó de la villa y su cas- tillo , cuya anterior toma con la pérdida de los suizos le costaba mas de lo que militarmente valía.

Comenzó entre tanto el mariscal Massena la invasión de Portugal. Pasaremos á hablar aun- Poftu's que con rapidez de acontecimiento de tanta im- portancia, refiriendo antes los preparativos y me- dios de defensa que alli habia, como también la situación de aquel reino.

Después de la evacuación que en el año pasa-

Campaña

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Botado * «• do de 1809 efectuó el mariscal Soult de las pro- te remo y de , 1 r

»u gobierno, vincias septentrionales de Portugal, puede aseve- rarse que ni esta nación ni su ejército habían to- mado parte activa ó directa en la lucha peninsu- lar. Achacaron algunos la culpa á la flojedad del gobierno de Lisboa, y muchos al influjo que ejer- cía la Inglaterra , cuyo gabinete acabó por ser arbitro de la suerte de aquel pais, no convinien- do á la política británica, según se creía, el que se estableciese íntima unión entre Portugal y £s-

Eaña. Hubo de los gobernadores del reino [nom- re que se daba á los individuos de la regencia portuguesa] quien se disgustó de tal predominio, y asi se verificaron por este tiempo mudanzas en las personas que componían aquella corpora- ción. El marqués de las Minas se retiró, y se agre- garon á los que quedaban otros gobernadores, de los que fue el mas notable y principal Sousa, hermano de los embajadores portugueses residen- tes en el Brasil y en Londres. Poco después en setiembre entró también en la regencia Sir Car- los Stuart, á la sazón embajador de Inglaterra en Lisboa. Del ejército, ademas del mando inme- diato dado á Beresford, disponía en gefe como mariscal general de Portugal Lord Wellington, independiente del gobierno y absoluto en todo lo relativo á la fuerza combinada anglo-portu- guesa de cualquiera clase que fuese. Igualmen- te se confirió la dirección suprema de la marina al almirante inglés Berkeley. En fin el gabinete del Brasil, ó por mejor decir, las circunstancias arreglaron de modo la administración pública de Portugal que, conforme á la expresión de un historiador inglés, en esta parte nada sospecho-

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so, aquel reino * «fue reducido á la condición (***•■• *0 »de un estado feudatario."

Por lo mismo no con mayor resignación que el marqués de las Minas se sometian algunos de los otros gobernadores del reino, aun de los nuevos, á la intervención extraña. Las reyertas eran frecuentes y vivas, echando los ingleses en cara al gobierno de Lisboa, que en vez de re- mover obstáculos los aumentaba, entorpecien- do la ejecución de medidas las mas cumplideras. Pero tales quejas partian á veces de apasionada irreflexión, pues si bien ciertas resoluciones de los comandantes británicos solian ser eficaces pa- ra el éxito final de la buena causa , producian por el momento incalculables males, poco sen- tidos por exlrangeros que solo miraban los cam- Í>os lusitanos como teatro de guerra, y desoían os clamores de un país que no era su patria.

Lord Wellington para hacer frente á tantas dificultades y no abrumado con la grave carga que pesaba sobre sus hombros, desplegó asom- brosa firmeza y se mostró invariable en sus de- terminaciones. Ministróle gran sostenimiento la suprema autoridad de que estaba proveído, y los socorros y dinero que la Inglaterra profusa- mente derramaba en Portugal.

De antemano había Lord Wellington medí- 25¿¡¡? tado un plan de defensa y elevádole al cono- cimiento del gobierno británico, después de exa- minar detenidamente los medios económicos y militares que para ello deberían emplearse. Ex- tendió su dictamen en un oficio dirigido áLord Liverpool , obra maestra de previsión y madu- ro juicio. El gabinete inglés descorazonado con

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la paz de Austria y el desastrado remate de la expedición de Walcheren , había vacilado en si continuaría ó no protegiendo con esfuerzo la causa peninsular. Pero arrastrado de las razones de Wellington , apoyadas con elocuencia y sa- ber por su hermano el marqués de Wellesley,. miembro ahora de dicho gabinete, accedió al fin alas propuestas del general británico. Según ellas debiendo aumentarse el- ejército anglo-portu- gués, tenian que ser mayores los gastos y que con- cederse nuevos subsidios ai gobierno de Lisboa. Fuerza qne Aprobado pues en Londres el plan de Wel- lington en breve contó este con una fuerza ar- mada bastante numerosa. Habia en la Penínsu- la T no incluyendo los de Gibraltar, cerca de 40,000 ingleses, y dejando aparte los enfermos y los cuerpos que contribuían á guarnecer á Cá- diz , quedábanle por lo menos al general britá- nico de 26 á 27,000 hombres de su nación. Di- vidíase la gente portuguesa en reglada, de mi- licias y en ordenanzas, las últimas mal pertre- chadas y compuestas de paisanage. Los estados que de toda la fuerza se formaron tuviéronse por muy exagerados, y según un cómputo pru- dente no pasaba la milicia arriba de 26,000 hom- bres, y el ejército de 30,000. No es fácil enume- rar con puntualidad la fuerza real de las orde- nanzas. Por manera que casi al comenzarse la campaña hallábanse ya bajo el mando de Lord Wellington unos 80,000 hombres bien mante- nidos, armados y dispuestos, con los que apo- yados por las ordenanzas ó sea la población debia defenderse el reino de Portugal.

El subsidio con que á este acudía la gran

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Subsidios que da IdjU-

DeTastacioB del país.

Bretaña llegó á ascender por año á cerca de 1.000,000 de libras esterlinas. Rayaba el costo del ejército puramente británico en la strnia de i. 800,000 libras de la misma moneda , 500,000 mas de las que hubiera consumido en su propio pais. Encarecióse sobre manera el enganche de soldados, no permitiendo las leyes inglesas en el reemplazo de las tropas de tierra conscripcio- nes forzadas. Se pagaban once guineas de premio por cada hombre que pasase de la milicia á la lí- nea, y diez por los que se alistasen en la primera.

Lord "Wellington colocado ya en el valle del v£¡£¿ Mondego, ó ya avanzando hacia la frontera de España , estaba como en el centro de la defensa, formando las alas la milicia y ordenanzas por- tuguesas. Todo el territorio hasta cerca de Coim- bra por donde se pensaba habia de invadir Mas- sena, fue destruido. Arruináronse los molinos, rompiéronse los puentes, quitáronse las barcas, devastáronse los campos, y obligando á los ha- bitantes á que levantasen sus casas y llevasen sus haberes, se ordenó que la población entera del modo que pudiese hostigase al enemigo por los costados y espalda y le cortase los víveres, mien- tras que el ejército aliado por su frente le traía á estancias en que fuese probable batallar coa ventaja.

De aquellas se contaban á retaguardia de los anglo-portugueses varias que eran muy favora- dri°™"s"v'" bles, sobrepujando á todas las que se conocie- ron después con el nombre de líneas de Torres- Vedras. Fortaleciéronse estas cuidadosamente, proviniendo la primera idea de mantenerlas y asegurarlas de planes que de todos sus puestos

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mandó levantar en 1799 el general Sir Carlos Stuart [padre del Stuart por este tiempo emba- jador en Lisboa] , trabajo queja entonces se hi- zo con el objeto de cubrir la capital de Portu- gal de una invasión francesa. "Wellington desde muy temprano concibió el designio de realizar pensamiento tan provechoso.

Dos fueron las principales líneas que se for- tificaron. Partía la primera de Alhandra orillas del Tajo, y corría por espacio de siete leguas, siguiendo la conformación sinuosa de las mon- tañas hasta el mar y embocadero del Sizandro,. no lejos de Torres- Vedras. La segunda que era la mas fuerte y que distaba de la primera de dos á tres leguas, según la irregularidad del terreno, arrancaba en Quíntela , y dilatándose cosa de seis leguas remataba en el parage en donde desagua el rio llamado San Lorenzo. Había ademas pa- sado Lisboa al desembocar del Tajo otra tercera línea , en cuyo recinto quedaba encerrado el cas- tillo de San Julián, no teniendo la última mas objeto que el de favorecer, en caso de necesi- dad , el embarco de los ingleses. Contábanse en tan formidables líneas 150 fuertes y unos 600 ca- ñones. Se habían construido las obras bajo la di- rección del teniente coronel de ingenieros Flet- cher, á quien auxilió el capitán Chapman. d«*o «te Puso Lord Wellington particular ahinco en que se fortificasen estas líneas cumplida y pron- tamente, pues como decía al digno oficial Don Miguel de Álava, comisionado por el gobierno- español cerca de su persona , « no ha podido ca- »bernos mayor fortuna que el haber asegurado «el punto de la isla gaditana y este de Torres-

■WellingtOBÚ Álava.

y fuerza de Losf

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»Vedras, inexpugnables ambos, y en los qne es- trellándose los esfuerzos del enemigo daremos »lugar á otros acontecimientos , y nos preparare- »mos con nuevos brios á ulteriores y mas brillan- tes empresas."

Los franceses por su parte habian preparado J^P*^ grandes fuerzas, para que no se les malograse la expedición de Portugal. El mariscal Massena no solo tenia á su disposición los tres cuerpos indi- cados y la caballería de Mont-Brun , sino que comprendiéndose igualmente en su mando las provincias de Castilla la Vieja y las Vascongadas, el reino de León y Asturias, de su arbitrio pen- dia sacar de alli las fuerzas que hubiese disponi- bles. Ademas se alojaba entre Zamora y Bena- vente á las órdenes del general Serras una co- lumna móvil de 8000 hombres que amenazaba á Tras-los-Montes, y en agosto entró en España un 9.° cuerpo de ejército de 20,000 hombres, formado en Bayona y regido por el general Drouet : á mayor abundamiento en la misma ciu- dad se juntaba otro al cargo del general Caffa- relli. No eran inútiles semejantes precauciones si querían los enemigos conservar firme su base, y evitar el que se interrumpiesen las comunica- ciones por las partidas españolas.

Asi fue que el mariscal Massena , próximo á entrar en Portugal, dio en Ciudad Rodrigo una proclama á los habitadores de aquel reino , ex- presando que se hallaba á la cabeza de 1 10,000" hombres. Aserción no jactanciosa si se cuentan- todos los cuerpos y divisiones que estaban bajo su obediencia, y que se extendían por España desde la frontera lusitana hasta la de Francia.

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Hubo ya escaramuzas en los primeros dias de «».' Fuerte julio entre ingleses y franceses. Aquellos vola- íeePc'oa Con' ron y acabaron de arruinar el 2 1 del mismo mes el fuerte de la Concepción , en la raya pertene- ciente á España , y bien fortificado antes de 1808; pero que al principiarse en dicho año la insur- rección se vio abandonado por los españoles , y destruido en parte por los franceses, combate del Crawfurd, general de la vanguardia inglesa, Cüa- se colocó entonces á la margen derecha del Coa,

y sin tener la aprobación de Lord "Wellington decidióse el 24 á trabar pelea con los franceses, llevado quizá del deseo de cubrir á Almeida, bajo cuyos cañones apoyaba su izquierda. Con- sistía la fuerza de Crawfurd en 4000 infantes y 1 100 caballos, situados en una línea que se ex- tendía por espacio de media legua, formación al- go semejable á las desadvertidas del general Cues- ta. Vino sobre los ingleses el mariscal Ney acom- pañado de su cuerpo de ejército , y por consi- guiente muy superior á aquellos en número. Y si bien los batallones de la vanguardia aliada y los individuos combatieron por separado valero- samente, maniobróse mal en la totalidad, y los movimientos no fueron mas atinados que lo ha- bía sido la colocación de las tropas. Los france- ses rompieron las filas inglesas , obligando á sus soldados á pasar el Coa. Sirvió á estos para no ser del todo deshechos y atropellados por los gi- netes enemigos lo desigual del terreno y los vi- ñedos, y también el haberse negado á evolucio- nar oportunamente con la caballería el general Mont-Brun , disculpándose con no tener orden del general en gefe mariscal Massena. Hallaron

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asi los ingleses hueco para cruzar el puente, euyo paso defendido con grande aliento detuvo al fran- cés en su marcha. Perdió Crawfurd cerca de 400 hombres; bastantes Ney por el empeño que puso aunque inútil en ganar el puente.

Tal contratiempo en vez de coadyuvar á la defensa de Almeida no podia menos de perjudi- carla. Los franceses en efecto intimaron luego la rendición ; mas no por eso obraron con su acos- tumbrada presteza, pues hasta el 15 de agosto en la noche no abrieron trinchera.

Parecia natural que Almeida, plaza bajo to- dos respectos preeminente á Ciudad Rodrigo, imi- tase tan glorioso ejemplo, prolongando aun por tiempo mas largo la resistencia. Los antiguos mu- ros se hallaban mucho antes de la actual guerra mejorados, conforme al sistema moderno de for- tificación, con foso, camino cubierto, seis ba- luartes, seis rebellines, y un caballero que do- minaba la campiña. Habia también almacenes á prueba de bomba. Estaba ahora la plaza mu- nicionada muy bien, y sus obras mas perfec- cionadas. Guarnecíanla 4000 hombres, y man- daba en ella el coronel inglés Cox~

Rompieron los franceses el 26 horroroso fue- go, y á poco ardieron muchas casas. Al anoche- cer del mismo dia tres almacenes los mas prin- cipales encerrados en un castillo antiguo, situa- do en medio de la ciudad , se volaron con pas- moso estrépito, y causaron deplorable ruina. Por unas partes requebra járonse los muros, por otras se aportillaron ; los cañones casi todos fueron ó desmontados ó arrojados al foso ; perecieron 500 personas ; hubo heridas muchas otras, y ape-

300

ñas quedaron seis casas en pie. Tal espectáculo ofreció Almeida en la mañana del 27. No fal- tó quien atribuyese á traición semejante des- dicha : los bien informados á casualidad ó des- cuido, capitula. Sin tardanza repitieron los franceses la inti-

mación de rendirse. El gobernador Cox, aun- que ya miraba imposible la defensa , queria alar- garla dos ó tres dias esperando que el ejército aliado acudiese en socorro de la plaza ; pero obligóle á capitular un alboroto agavillado por el teniente de rey Bernardo de Costa. Presúme- se que en él influyeron los portugueses adictos al francés , y que estaban en su campo. El te- niente de rey fue en adelante arcabuceado , si bien no resultó claramente que llevase tratos con el enemigo. rtMerípcú* De resultas la regencia de Portugal también declaró traidores á varios individuos que seguían el bando francés. Entre ellos sonaban los nom- bres de los marqueses de Aloma y de Loulé, del conde de Ega, de Gómez Freiré de Andra- de y otros de cuenta. Se prendió asimismo en Lisboa á muchas personas so pretexto de cons- piración j sin pruebas ni acusación fundada. En- viáronlas después unas á Inglaterra , otras á las Azores. Dieron ocasión á tan vituperable dema- sía livianos motivos y privadas venganzas. Ex- trañóse que Lord Wellington , y particularmen- te el embajador Stuart miembro de la regencia y de poderoso influjo, no estorbasen procedi- mientos en que por lo menos pudiera achacár- seles cierta connivencia , como sucedió- Pero la regencia de Lisboa tomando la defensa de am-

x

yp"

lies en Lis boa-.

301

bos, manifestó no haber tomado parte ninguno de ellos en aquella ocurrencia.

Mientras tanto la caida de Almeida, el con- Temores de tratiempo de Grawfurd , y la idea agigantada que entonces tenían los ingleses del ejército fran- cés , causaban en el británico grande descaeci- miento. Las cartas de los oficiales á sus ami- gos en Inglaterra no estaban mas animosas , y su mismo gobierno se mostraba casi desesperan- zado del buen éxito de la lucha peninsular. Asi fue que no obstante haber accedido á los pla- nes de Lord Wellington indicábase á este en particulares instrucciones que S. M. B. veria con gusto la retirada de su ejército, mas bien que el que corriese el menor peligro por cualquie- ra dilación en su embarco. Otro general de me- nos temple que Lord Wellington y menos con- fiado en los medios que le asistían, hubiera qui- zá vacilado acerca del rumbo que convenia to- mar, y dado un nuevo ejemplo de escandalo- sa retirada. Mas Wellington mantúvose firme, á pesar de que la repentina é inesperada pérdida de Almeida aceleraba las operaciones del enemigo.

Acaecida tamaña desgracia se replegó el ge- ««p^»» neral ingles a la izquierda del Mondego , esta- bleció en Gouvea sus reales , colocó detras de Celórico los infantes , y en este mismo pueblo la caballería. Massena teniendo dificultades en acopiar víveres, á causa de las partidas españo- las y de la mala voluntad de los pueblos, retar- dó la invasión, y aun dudaba poderla realizar tan pronto. Dos meses eran corridos después de la toma de Ciudad Rodrigo. Almeida apenas ha- bía ofrecido resistencia , y el ejército francés aun

üifioollaAs

302

Eermanecia á la derecha del Coa. Tanto ayuda- a á los aliados la constante enemistad que con- servaban los habitantes á los invasores. £<íieon!eNa' Napoleón, que no palpaba de cerca como sus generales los obstáculos del pais, maravillábase de la dilación , mayormente siendo superior en número al anglo-portugués el ejército de los fran- ceses. Asi se lo manifestaba á Massena en instruc- ciones que le expidió en setiembre ; pero antes de recibir estas ya aquel mariscal se habia pues- to en marcha.

Fue su primer plan , aseguradas las plazas de Ciudad Rodrigo y Almeida , moverse por ambas MassenaTa3 orillas del Tajo. Pero después contando con que mvas.on, ^ tr0pas francesas ¿e Extremadura y Andalu- cía amenazarían por el Alentejo , y no creyén- dose con bastante fuerza para dividir esta , limi- tó sus miras á su solo frente , y determinó obrar por uno de los tres principales caminos que por alli se le ofrecían de Belmonte, Gelórico y Viseo, posición de "Wellington conservando en Gouvea sus cuar- 2¡£*u teles extendía los puestos avanzados de su ejérci- to, comprendiendo las fuerzas de Hill y otras sobre la derecha, desde el lado de Almeida por la sierra de Estrella á Guarda y Castello-Bran- co : en caso de ataque del enemigo debían todas las divisiones replegarse concéntricamente hacia las líneas. El inconveniente de esta posición con- sistía en lo dilatado de ella , pudiendo el enemi- go al paso que amagase á Celórico interponerse por Belmonte entre Lord Wellington y el gene- ral Hill, á quienes separaba gran distancia. El último siguiendo paralelamente , conforme indi-

303 camos, los movimientos del francés Reynier ha- bia llegado á Castello-Branco el 21 de julio. De- jó aqui una guardia avanzada , y obedeciendo las órdenes de Lord Wellington, que le habia reforzado con caballería, se acampó con 16,000 hombres y 18 cañones en Sarcedas. Para preve- nir el que los franceses se interpusiesen se rom- pió de Covilhá arriba el camino, ejecutáron- se otros trabajos de defensa , se apostó en Fundao una brigada portuguesa , y colocóse entre dos po- siciones que se atrincheraron detras del Cezere, rio tributario del Tajo, y junto al Alba, que lo es del Mondego, una reserva formada en To- mar, y compuesta de 8000 portuguesesy 2000 in- gleses bajo el mando del general Leith.

El cuerpo principal del ejército de Welling- Descripción ton podia desde Celórico tomar para su retirada ó el camino que va á la sierra de Murcela , ó el de Viseo. El primero corre por espacio de quin- ce leguas lo largo de un desnladero entre el rio Mondego y la sierra de Estrella , teniendo al es- tremo la de Murcela que circunda el Alba. De alli un camino que lleva á Espinhal facilitaba las comunicaciones con Hill y Leith, y un ra- mal suyo las de Coimbra. La otra ruta insinua- da , la de Viseo , es de las peores de Portugal, interrumpida por el Griz y otras corrientes , y también estrechada entre el Mondego y la sier- ra de Caramula que se une por medio de un pais montuoso á la de Busaco, límite, por decirlo asi, del valle, y que hace frente á la de Murcela, pa- sando entre las faldas de ambas sierras el men- cionado Mondejo. La decisión de Wellington pendía del partido que tomasen los franceses.

del valle de Mondego.

304 Distribucroa Massena no conocía á fondo el terreno , v to-

de los cuer- j l i i i

pos de Mas- mando consejo de los portugueses que había en su campo, á quienes suponía enterados , resol- vió dirigirse á Viseo y de alli á Coimbra, habién- dosele pintado aquella ruta como fácil y sin par- ticulares obstáculos. En consecuencia reconcen- tró el 16 de setiembre los tres cuerpos de ejér- cito que mandaba ; el de Ney y la caballería pe- sada en Mazal de Chao; el de Junot en Pinhel, y el de Reynier en Guarda. Hizo distribuir á los soldados pan para trece dias pensando caminar aceleradamente , y deseando anticiparse á Wel- lington en su marcha. Massena colocando asi su ejército amenazaba los tres caminos indicados de Celórico, Belmonte y Viseo, y dejaba en du- da el verdadero punto de su acometida. Reynier habia hecho desde su retirada de Extremadura varios movimientos, ya dando indicios de diri- girse á Castello-Branco , ya adelantándose hasta Sabugal, ya retrocediendo á Zarza la mayor. Por fin se incorporó , según acabamos de ver , á los otros cuerpos de Massena.

Muéveseso- J)e estos el 2.° y 6.° unidos con la caballería y vi*». de Mont-Brun cayeron en breve sobre Gelórico, replegándose los puestos de los aliados á Corti- zá. "Wellington entonces comenzó su retirada por la izquierda del Mondego sobre el Alba, y el 17 notó que los dos mencionados cuerpos fran- ceses se dirigían á Viseo por Fornos ; quedaba el 8.° de Junot hacia Trancoso en observación de í0,000 hombres de milicia al mando del coro- nel Trant, y de los gefes Miller y Juan Wilson, recogidos del norte de Portugal, y que se pusie- ron á las órdenes del general Bacellar para mo-

305

lcstar el flanco derecho y la retaguardia del enemigo.

Entraron en Viseo las avanzadas francesas Entran s..s el \S. La ciudad estaba desierta. Wellington sin *w* " demora hizo cruzar de la margen izquierda del Mondego á la opuesta la brigada portuguesa que mandaba Pack , y la apostó mas allá del Criz ro- tos sus puentes. En seguida empezó también el *J¡¡5¡¡¡Í ejército aliado á pasar el Mondego por Pena- *"eü'ada- Gova , Olivares y otras partes : colocóse la divi- sión ligera de Crawfurd en Mortagao para soste- ner á Pack ; la 3.a y 4.a del mando de Picton y Colé entre la sierra de Busaco y aquel pueblo, situándose al frente del mismo en un llano la ca- ballería. Pasó al otro lado de la citada sierra la í.a división regida por el general Spencer, y se dirigió á Meallada con la mira de observar el camino de Oporto á Coimbra , pues todavía se dudaba si Massena procuraría desde Viseo salir hacia aquella ruta, ó continuar lo largo de la derecha del Mondego. Por igual motivo el coro- nel Trant con parte de la milicia debia marchar por San Pedro de Sul á Sardao, y juntarse al ge- neral Spencer. En tanto el general Leith llega- ba al Alba, y siguióle de cerca Hill, quien sa- biendo que Reynier se habia juntado á Massena, se anticipó afortunadamente sin que hubiese to- davía recibido órdenes de "Wellington, y vino á incorporarse al ejército aliado.

El grueso del de los franceses llegó á Viseo el 20 ; pero su artillería y equipages se detuvie- ron por los tropiezos del camino , y por una embestida del coronel Trant. Atacólos este cau- uA£¡ñIrk? dillo el mismo 20 en Tojal , viniendo de Moi

TOMO III. 20

equipages franceses.

306

menta da Beira, con algunos caballos y 2000 hom- bres de milicia. Cogióles Í00 prisioneros, algún bagage, y su triunfo hubiera sido mas completo si la gente que mandaba hubiera sido menos no- vicia. Sin embargo tan inesperado movimiento desasosegó á los franceses, cuya artillería, equi- pagesy gran parte de la caballería, no llegó á Viseo hasta el 22 , lo cual hizo perder á Masse- na dos dias, y no desaprovechó á Wellington, á quien hubiera podido andar el tiempo escaso.

Parecía ahora que este general prosiguiendo en su propósito de no aventurar batallas no se detendría en donde estaba, sino que cerciorado de que los franceses iban adelante se replegaria para aproximarse á las líneas. Suposición osla tanto mas fundada, cuanto no habiendo querido empeñar acción para salvar dos plazas, no era regular lo hiciese en la actual ocasión en que no concurría motivo tan poderoso. Mas no sucedió asi. Presúmese que varió de parecer á causa de los clamores que contra los ingleses se levanta- ron en Portugal , viendo que dejaban el pais á merced del enemigo. Detiéncse Welüngloii determinó pues hacer alto en la S2T sierra de Busaco, y disponer su gente en nuevas y acomodadas posiciones. Corren aquellos mon- tes por espacio de dos leguas, cayendo por un lado rápidamente , según hemos apuntado, sobre la derecha del Mondego, y enlazándose por el opuesto con la sierra de Caramida. Tres cami- nos llevan á Coimbra : uno cruza lo mas alto, y alli se levanta un convento célebre en Portugal de carmelitas descalzos, en donde Lord Welling- ton estableció el cuartel general, y aquella mo-

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rada antes silenciosa y pacífica convirtióse aho- ra en estrepitoso alojamiento de gente de guerra. De los otros dos caminos uno venia de San An- tonio de Cántaro , y el otro seguia el Mondego á Pena-Cova. A través del último se colocó el cuer- po de TI i 11 que llegó el 26; á su izquierda Leith. Seguia la 3.a división , y entre esta y el conven- to formaba la 1.a La 4.a se puso en el extremo opuesto para cubrir un paso que conduce á Mea- Hada , en cuyo llano se apostó la caballería , que- dando solo en las cumbres un regimiento de esta arma. La brigada de Pack se alojaba delante de la 1.a división , á la mitad de la bajada del lado de los franceses : también se situó descendiendo y enfrente del convento la vanguardia de Craw- íurd con algunos ginetes. Habia en ciertos para- ges á retaguardia de la línea portugueses que sos- tenían el cuerpo de batalla. Hallóse Wellington con toda su fuerza principal reunida en número de unos 50,000 hombres.

Túvose á dicha que los franceses se hubiesen parado hasta el dia 27, pues á haber acelerado su marcha y acometido treinta y seis horas an- tes , conforme se asegura quería Ney, la suerte del ejército aliado hubiera podido ser muy otra, reinando alguna confusión en sus movimientos. Leith pasaba el Mondego , Hill todavía no ha- bia llegado , y apenas estaban en línea 25,000 hombres.

El mariscal Massena después de algunas du- das se resolvió á embestir la Sierra el 27 al ama- necer. Tenían sus soldados para llegar á la cima que trepar por una subida empinada y escabro- sa, cuya desigualdad sin embargo los favorecía,

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escudando hasta cierto punto sus personas. El mariscal Ney se enderezó al convento, y Rey- nier del otro lado por San Antonio de Cántaro. Jnnot se quedó en el centro y de respeto con la caballería y artillería.

Las tropas de Reynier acometieron con tal ímpetu que se encaramaron en la cima, y por un ralo se enseñorearon de un punto de la línea de los aliados, arrollando parte de la 3.a divi- sión que mandaba Picton. Pero acudiendo el res- to de ella , y también el general Leith por el flanco con una brigada, fueron los enemigos de- salojados, y cayeron con gran matanza la mon- taña abajo.

Ni aun tan afortunado logró ser por el otro punto el mariscal Ney. Dueño desde el princi- pio de la acción de una aldea que amparaba sus movimientos, comenzó á subir la sierra por la derecha encubierto con lo agrio y desigual del terreno. El general Crawfurd que se hallaba alli tomó en esta ocasión atinadas disposiciones. De- jó acercarse al enemigo , y á poca distancia rom- pió contra sus filas vivísimo fuego, cargándole después á la bayoneta por el frente y los costa- dos. Precipitáronse los franceses por aquellas hondonadas, perdieron mucha gente, y quedó prisionero el general Simón. Ganaron después los ingleses á viva fuerza el pueblecillo que ha- bían al principio ocupado sus contrarios. Lo re- cio de la pelea duró poco, el enemigo no insis- tió en su ataque , y se pasó lo que restaba del dia en escaramuzas y tiroteos. Perdieron los france- ses unos 4000 hombres : murió el general Grain- dorge, y fueron heridos Foy y Merle* De los

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aliados perecieron 1300 , menos que de los otros á causa de su diversa y respectiva posición.

Convencido el mariscal Massena de las difi- oazaMas- culfades con que se tropezaba para apoderar- dTcaram^i"? se de la sierra por el frente, trató de salvarla poniéndose en franquía por la derecha, y obli- gando de este modo á los ingleses á abandonar aquellas cumbres, ya que no pudiese sorpren- derlos por el (¡anco y escarmentarlos. Lo difícil era encontrar un paso, mas al fin consiguió ave- riguar de un paisano que desde Mortagao partía un camino al través de la sierra de Caramida, el cual se juntaba con el que de Oporto va áCoim- bra. Contento el mariscal francés con tal des- cubrimiento, decidió tomar prontamente aque- lla via,y disfrazó su resolución manteniendo el 28 falsos ataques y escaramuzas. Mientras tanto fue marchando á la desfilada lo mas de su ejér- cito, y basta en la tarde no advirtieron los in- gleses el movimiento de sus contrarios.

No lesera ya dado el estorbarlo, por lo que* desampararon áBusaco antes del alborear del 29. Hill repasó el Mondego, y por Espinhal se reti- ró sobre Tomar: hacia Coimbra y la vuelta de Meallada Wellington con el centro y la izquier- da. Cubría la retaguardia la división ligera de Crawfurd á la que se unió la caballería-.

Los franceses después de cruzar la sierra de Caramula, llegaron el mismo dia 28 á Boyalvo sin encontrar ni un solo hombre. El coronel Trant se hallaba á una legua en Sardao adonde habia venido desde San Pedro de Sul, pero con poca gente. Las partidas enemigas le arrojaron fácilmente mas allá del Vouga.

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Por la relación que hemos hecho de la ac- ción de Busaco aparece claro que con ella no se alcanzó otra cosa que el que brillase de nuevo el valor británico y se adquiriese mayor confian- za en las tropas portuguesas, las cuales pelearon con brioybuena disciplina. Pero no se recogió ninguno de aquellos importantes frutos , por los que un general aventura de grado una batalla. Ni siquiera habia los motivos que para ello asís- tian durante los sitios de Ciudad Piodrigo y de Almeyda. Y hasta la prudencia de Lord \Vel- lington falló en esta ocasión , dejando un por- tillo por donde no solo se metieron los france- ses , sino que también por é] pudieron envolver al ejército aliado ó á lo menos flanquearle con gran menoscabo. En vano se alega en disculpa haber mandado Wellington que avanzase el co- ronel Trant con la milicia : la escasa fuerza y la índole bisoña de esta tropa no hubiera podido detener cuanto menos rechazar las numerosas huestes de Massena. Tan cierto es que de un hi- lo cuelga la suerte de las armas, aun goberna- das por generales los mas advertidos.

Puesto el mariscal francés en Boyalvo mar- chó sobre Goimbra. En aquel tránsito no esta- ba el pais tan destruido y talado como hasta Bu- saco. No se cumplieron alli rigurosamente las disposiciones de Wellington, parte por creerse lejano el peligro, parte también porque ala re- gencia portuguesa , gobierno nacional , no le era lícito llevar á efecto órdenes tan duras con la misma impasibilidad y fortaleza que al brazo de hierro de un general que., aunque aliado, era

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Los francesa en Cuiuibra.

Hubo por tanto en Coimbra desbarato y con- fusión, y si bien los vecinos desampararon la ciudad, con la precipitación se dejaron víveres y otros recursos al arbitrio del enemigo. No le aprovecharon sin embargo á este : Junot á pesar de órdenes contrarias del general en gefe, per- mitió ó no pudo impedir el pillage.

De aqui nació que agolpándose muchedum- bre de población fugitiva de aquella ciudad y cumiéis. otras partes á los desfiladeros que van á Con- deixa, hubo de comprometerse la división de Crawfurd que cubría la retirada del ejército aliado, porque detenida en su marcha se dio lu- gar á que se aproximaran los ginetes enemigos. A su vista suscitóse gran desorden, y si hubie- ran venido asistidos de infantería , quizá hubie- ran destrozado á Crawfurd. Este consiguió aun- que á duras penas poner en salvo su división.

Lo apacible del tiempo habla favorecido en Desordene. su retirada á los ingleses, abundaban en provi- LnsíeS!Jerc't° siones, y no obstante cometieron excesos á pun- to de robar sus propios almacenes. El cuartel general se estableció en Leiria el 2 de octubre, y creciendo la perturbación y las demasías hu- biéranse quizá repetido en compendio las esce- nas deplorables del ejército de Moore, á no haber Lord "Wellington reprimido el desenfreno con castigos ejemplares y con vedar que los regimien- tos mas díscolos entrasen en poblado.

El saqueo de Coimbra y sus desórdenes im- pidieron también por su parte al mariscal Mas- sena moverse de aquella ciudad antes del 4, res- piro que aprovechó á los ingleses. No obstante acometiendo de repente los enemigos á Leiria,

3)2

se vieron aquellos al pronto sobrecogidos. Ata-

1'ados al fin los ímpetus del francés prosiguieron a retirada los aliados , yendo su derecha por Tomar y Santaren , la izquierda por Alcoba- za y Obidos, el centro por Batalha y Rioma- yor : envióse fuerza portuguesa á guarnecer á Pe- niche , pequeña plaza orillas de la mar.

sorprende ]\o bien hubo el mariscal Massena salido de

franceses de Coimbra, cuando el coronel Trant viniendo des- de el Vouga con milicia portuguesa, pudo el 7 sorprender en aquella ciudad á los franceses que la custodiaban, coger á los que se habían forti- ficado en el convento ele Santa Clara , apoderar- se en una palabra de 5000 hombres contados he- ridos y enfermos, y asimismo de los depósitos y hospitales. Al siguiente dia llegaron también con sus milicianos los gefes Miller y Juan AVil- son, y tomaron, extendiéndose por la línea de comunicación, 300 hombres mas.

No detuvo á Massena semejante contratiem- po, ni tampoco las lluvias que empezaron áser muy copiosas. En nada reparaba la impeluosi-

Akoentre. dad francesa, y el 9 en Alcoentre vióse sorpren- dida una brigada de artillería inglesa y hasta per- dió sus cañones. Cosió mucho recobrarlos. Pa- recida desgracia ocurrió el 10 á la división de

Aicnquer. Crawfurd en Alenquer, permaneciendo esle ge- neral muy descuidado cuando lenia cerca un ene- migo tan diligente. El terror fue grande, y aun- que se disipó, no por eso dejó de correr la voz de que aquella división había sido cortada , por lo cual temeroso Hill de la suerte de la 2.a lí- nea que era la mas importante, se echó atrás pa- ra cubrirla , y dejó desamparada la primera des-

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de Alhandra á Sobr.nl cosa de dos leguas. Feliz- mente los enemigos no lo notaron, y antes de la madrugada del 1 1 tornó Hill á sus anteriores puestos. Infiérese de aqui lo poco firme que to- davía andaba el ánimo del ejército inglés.

Había este ido entrando sucesivamente en Lcs¡ngicses las líneas de Torres- Vedras, y admirábase no teniendo de ellas cumplida idea. No menos se maravilló al acercarse el mariscal Massena, quien hasta pocos dias antes ni siquiera sabia que exis- tiesen. Ignorancia pasmosa, ya dimanase del si- gilo con que se habían construido obras de tal importancia , ya de la falta de secretas corres- pondencias de los enemigos en el campo aliado.

Massena gastó algunos dias en reconocer y tantear las líneas, se trabaron varias escaramu- zas, la mas seria el 14 cerca de Sobral. Fue he- rido el general inglés Harvey, y en Villaf ran- ea mató el fuego de una cañonera al general francés Saint-Croix.

No vislumbrando Massena después de su exá- J^-"** raen probabilidad de forzar las líneas, consultó con los otros gefes principales del ejército, y juntos decidieron pedir refuerzos á Napoleón, y reducir en cuanto fuese dado á bloqueo las ope- raciones. Estableció de consiguiente Massena su cuartel general en Alenquer, situó el cuerpo de Reynier en Villafranca , el de Junot mirando á Sobral, y mantuvo el de Ney en Otta á reta- guardia.

Por su parte el ejército de Lord AVellington fj^^JJ estaba distribuido asi: la derecha á las órdenes cLi *<i¿ \\ei- de Hill en Alhandra, la izquierda que mandaba D5t°n Picton en Torres- Yedras, Wellington mismo y

dos divisio- nes Romana

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Beresford en el centro, el último tenia su cuar- tel general en Monteagrazo, el primero en Quin- ta de Peronegro cerca de Enxara de los Caba- lleros. Fuese el ejército británico reforzando, y cubriéronse sus huecos con tropas de Inglaterra y Cádiz, también se le unió de Badajoz antes únesele con de acabar octubre el marqués de la Romana con dos divisiones mandadas por los generales Carrera y Don Carlos Odonnell, que ambas com- ponían unos 8000 hombres.

Juzgó conveniente ademas Lord Wellington no solo teñera su disposición fuerza real y efec- tiva bien organizada , sino igualmente gran ave- nida de hombres que aumentasen el núníero y las apariencias. Asi la milicia cívica de Lisboa, la de la provincia de la Extremadura portugue- sa y sus ordenanzas se metieron en el recinto de las líneas, pues alli podían ser útiles y repre- sentar aventajado papel. Creció tanto la gente que al rematar octubre recibían raciones dentro de dichas líneas 130,000 hombres, de los que 70,000 pertenecían á cuerpos regulares y dispues- tos á obrar activamente : guardaban casi todos los castillos y fuertes de la primera y segunda línea la milicia y artillería portuguesas, la ter- cera que era la última y mas reducida la tropa de marina inglesa.

Tan enorme masa de gente abrigada en es- tancias tan formidables, teniendo á su espalda el. espacioso y seguro puerto de Lisboa, y con el apoyo y los socorros que prestaban el inmenso poder marítimo y la riqueza de la gran Bretaña, ofrece á la memoria de los hombres un caso de los mas estupendos que recuerdan los anales mi-

■iMitiía

también al »■

315

litares del mundo. ¡Qué recursos asistían al do- minador de Francia para superar tantos y tan- tos impedimentos!

Por de fuera de las líneas no descuidó Wel- linston el que se hostilizase al enemigo. Lamí- nemigo fo™

,. P , - * i -.^ ii i 1 delaslmeas.

hcia del norte de Portugal le punzaba por la es- palda y se comunicaba con Peniche , hacia don- de se destacó un batallón español de tropas lige- ras y un cuerpo de caballería inglesa , también sostenidos por una columna volante que salia de Torres- Ved ras á hacer sus excursiones, y por el pueblo de Obidos en estado de defensa. Del otro lado maniobraba la milicia de la Beira baja, dán- dose la mano con la del norte y apoyada por Don Carlos España que con una columna móvil Doñearlos habia pasado el Tajo y obraba la vuelta de Abran- ^"^ tes, villa esta en poder de los aliados y fortifica- da. De suerte que los franceses estaban metidos como en una red, costándoles mucho avituallar- se y formar almacenes.

En la lejanía dañábales igualmente el conti- situación

, 7i 1 -1 IT critica de los

nuo pelear de los partidarios españoles de León, franceseS. Castilla y provincias vascongadas que dificulta- ban los convoyes y socorros, é interrumpían la correspondencia con Francia. No menos los des- favoreció la guerra que por las alas hacían las tropas españolas, ya en la frontera de Galicia, ya en Asturias y también en Extremadura.

De las primeras Galicia, aunque libre , ceñía Galicia- sus operaciones á hacer de cuando en cuando cor- rerías hasta el Orbigo y el Esla , de donde según ya quedó apuntado solían los enemigos arrojar á los nuestros obligándolos á replegarse á los puertos de Manzanal y Fuencebadon y aun al

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Vierzo. El general Mahy continuaba maliciando como antes aquel ejército, cuyas fuerzas apenas llegaban á 12,000 hombres y ñocos caballos, to- do no muy arreglado. Y ¡cosa de admirar! los gallegos que se habían esmerado tanto en defen- der sus propios hogares, mostráronse perezosos en cooperar fuera de su suelo al triunfo de la buena causa. Mas esto pendió mucho aquí como en las demás partes, de las autoridades y no de reprensible falta en el carácter de los habitan- tes. Aquellas por lo general eran flojas y adole- cían de los vicios de los gobiernos anteriores, careciendo de la previsión y bien entendida ener- gía que da la ciencia práctica del gobierno.

Las operaciones pues del general Mahy fue- ron muy limitadas. Ocuparon sin embargo sus tropas por dos veces á León, é inquietaron con frecuencia y á veces con ventaja á los franceses. Distinguiéronse en semejantes reencuentros los oficiales superiores Menesesy Evia. Diósele des- pués á Mahy el mando de las tropas de Asturias, para que reuniendo este al que ya tenia, se proce- diese mas de concierto. Al fin aulorizósele tam- bién con la capitanía general de Galicia, y se cre- yó de este modo que poniendo en una mano la supremacía militar del distrito y la de las fuer- zas activas de ambas provincias, tomarían los movimientos de la guerra rumbo mas fijo. Mahy en consecuencia y para obrar de acuerdo con la junta de Galicia, y hacer que de un solo centro partiesen las providencias convenientes, pasó á la Goruña en 2 de setiembre, y dejó en su lugar al frente del ejército á Don Francisco Taboada y Gil que vimos en Sanabria. Colocó este gene-

317

ral las tropas en Manzanal y Fuenccbadon con

Í tuestas destacados sobre las avenidas de la Pue- da de Sanabria por un lado , y por otro sobre Asturias via de las Bávias. Formóse asimismo una columna volante de 2000 bombres al man- do del coronel Mascareñas que particularmente maniobraba hacia León, la cual desbarató algu- nas tropas del enemigo en la Robla, antes de acabar octubre, y en San Feliz de Orbigo al em- pezar noviembre. También el 26 de aquel mes en Tábara Don Manuel de Nava sorprendió á los franceses y les bizo algunos prisioneros. Mas el único beneficio que de tales operaciones resultó, ciñóse á obligar al enemigo á que mantuviese fuerzas bastantes en las riberas del Orbigo y del Esla.

Maby no alcanzó nada importante con su ida á la Coruña. Habian traido aíli fusiles de Ingla- terra y otros auxilios, de que no se sacó gran fruto. Las autoridades discurrían, es cierto, mu- cho entre sí, y aun ideaban planes, pero casi to- dos ellos ó no llegaron á plantearse ó se frus- traron. Hombre desanas intenciones, escaseaba Maby de nervio y de aquella voluntad firme que imprime en la mente de los demás respeto y sumisión.

Dejamos en abril las tropas de Asturias colo- cadas en la Navia y en el pais montuoso que si- gue casi la misma línea. Las primeras se com- ponían de la división de Galicia , y las manda- ba Don Juan Moscoso : las otras que eran las asturianas Don Pedro de la Barcena , á quien se babia agregado con su cuerpo franco Don Juan Diaz Porlier. Atacó Moscoso el 17 de mayo en

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Luarca á los franceses. Por desgracia nuestras tropas flaquearon , y con pérdida volvieron á ocupar su primera línea. A Barcena acometido al mismo tiempo sucedióle igual fracaso. Con- servóse íntegro el cuerpo de Porlier que en se- guida se situó en el puente de Salime á la dere- cha de Moscoso.

Se retiró á poco este del principado , cuyo mando supremo militar confirió la regencia de Cádiz á Don Ulises Albergotti , hombre muy anciano é incapaz de desempeñar encargo que en aquel tiempo requería gran diligencia. El nue- vo general permaneció en Navia, y alli en 5 de julio acometiéronle los franceses penetrando por el lado de Trelles. Estaba Albergotti despreveni- do, y con el sobresalto no paró hasta Meyra en Galicia. Los enemigos extendieron sus correrías á Castropol, límite de aquel reino y de Asturias. Dos dias antes, el 3, Barcena que habia avanza- do hacia Salas, también fue atacado y se reco- gió á la Pola de Allande.

Mahy entonces como general en gefe de to- das las fuerzas de Galicia y Asturias, quiso po- ner remedio á tan repetidas desgracias, hijas las mas de descuido en algunos gefes y de mala in- teligencia entre ellos, y meditó un plan para de- sembarazar de enemigos el principado. Envió pues 600 hombres que reforzasen la división ga- llega, mandó que esta partiese á Salime y comu- nicase con Barcena , y ademas destacó del grue- so del ejército de Galicia que estaba en el Vier- zo un trozo de 1500 hombres al cargo de D. Es- tevan Porlier, el cual cruzando el puerto de Lei- tariegos debia obrar mancomunadamente con

tienta.

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las fuerzas de Asturias. Al propio tiempo el olro Portier [Don Juan Diaz] estaba destinado á lia- jEjjg^ mar con la infantería de su cuerpo franco la ' atención de los franceses del lado de Santander, embarcándose á este propósito en Ribadeo á bor- do v escollado de cinco fragatas inglesas.

Semejante plan hubiera podido realizarse con buen éxito, si Mahy usando de su autoridad hu- biera hecho que todos losgefes concu riesen pron- tamente á un mismo fin. Porlier dio la vela de Ribadeo, dirigiendo la expedición marítima el Gonmodoro inglés Roberto Mends. Amagaron los aliados varios puntos de la costa, y tomaron tierra en Santoña, puerto que bien fortificado hu- biera sido en el norte de España un abrigo tan inexpugnable, como lo eran en el mediodía las plazas de Gibraltar y Cádiz. Tal deseo asistía á Porlier, pero su expedición puramente maríti- ma, no llevaba consigo los medios necesarios para fortificar y poner en estado de defensa un sitio cualquiera de la marina. Desembarcó sin embargo en varios parages ademas de Sanloña, cogió 200 prisioneros, desmanteló las baterías de la costa, alistó en sus banderas bastantes mo- zos del pais ocupado, y felizmente tornó á la Co- rtina con la expedición el 22 de julio.

Repitió este activo é infatigable gefe otra ten- tativa del mismo género el 3 de agosto, y aportó á la ensenada de Cuevas entre Llanes y Ribade- sella. Dirigióse á Potes, deshizo en las monta- ñas de Santander algunas partidas enemigas, y retrocediendo á Asturias obró de consuno con Don Salvador Escandony otros gefes de guerri- llas que lidiaban al oriente del principado.

(lur.i

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Barcena por su parte también avanzó, y el 15 de agosto tuvo en Linares de GornelJana un reencuentro con los franceses. Siguiéronse otros, y parecía que pronto se veria Oviedo libre de enemigos, favoreciendo las empresas de la tro- pa reglada las alarmas de varios concejos, nom- bre que como dijimos se dabq al paisanage ar- mado de la provincia. Pero no fue asi : cuando unos gefes avanzaban se retiraban otros, y nun- ca se llevó á cabo un plan bien concertado de campaña. Teníase en sobresalto al enemigo, forzábasele á conservar en aquellas partes con- siderable número de gente , mas la guerra yen- do al mismo son en el principado de Asturias que en la frontera de Galicia, no reportó las ventajas que se bubieran sacado con mayor unión y vigor en las autoridades y ciertos caudillos. Extrema. Fue importante , si no siempre favorable en

sus resultas, la asistencia que dio Extremadura á la campaña de Portugal, pues por lo menos se entretuvo el cuerpo del mariscal Mortier, y se impidió que metiéndose en el Alentejo qui- tase á Lisboa los auxilios que aquel territorio su- ministraba.

Dimos cuenta basta entrado julio de las ope- raciones mas principales del ejército de dicha provincia de Extremadura que se llamaba de la izquierda. Privado este del apoyo del general 3 lili habia puesto Lord Wellington en manos del general en gefe marqués de la Romana la pla- za de Gampomayor y enviádole á mediados de agosto una brigada portuguesa á las órdenes de Madden.

Aun sin tales arrimos continuaban las tro-

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pas de Extremadura incomodando con mayor ó menor ventura al enemigo. Ya al retirarse Reynier le siguieron la huella los soldados de Don Carlos Odonnell, cogieron á los que se re- zagaban, y el 31 de julio el géfe España se apo- deró de 100 hombres que guardaban una torre y casa fuerte sita en la confluencia del Almonte y Tajo, cerca de donde se divisan los famosos restos del puente romano de Alconétar, que el vulgo apellida de Manlible, nombre célebre en algunas historias españolas de caballería. Mas por este lado hubo la desgracia que en Albur- querque con la caida de un rayo se volase casi al mismo tiempo que en Almeida un almacén de pólvora , accidente que causó daños y ruinas.

La guerra que hasta aqui habia hecho el ejér- cito de Extremadura no dejó de ser prudente y acomodada á las circunstancias y á la calidad de sus tropas , si bien se quejaban todos de la indolencia y dejadez del general en gefe. Y asi mas bien que por premeditado plan de este di- rigiéronse las operaciones según el valor ó el buen sentido de los generales subalternos, los cuales evitaban grandes choques, y solo par- cialmente hostigaban al enemigo, y le traian en continuo movimiento. Quiso Romana en agos- to probar por fortuna y dar á la campaña nue- vo impulso y mayor ensanche. En consecuen- cia saliendo de Badajoz el 5 se unió á las divi- siones de los generales Ballesteros y la Carrera que se hallaban en Salvatierra , ambas á las ór- Refrita en denes de Don Gabriel de Mendizábal , y juntos CautaeieaU°- se adelantaron recogiéndose atrás á Llerena los franceses que habia en Zafra. Aguardaron estos tomo ni. 2 1

En tucnte de Lantos.

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en las alturas de Villagarcía y los nuestros se colocaron en las de Cantaelgallo separadas de las primeras por un valle. Los enemigos ataca- ron el 1 1 , y valiéndose de diestras maniobras, estuvieron próximos á envolver á los infantes españoles, si la Carrera con la caballería no los hubiera sacado de tan mal paso. Portóse asimis- mo con habilidad y honra la artillería. Se re- tiró Romana á Almendralejo, y los franceses volvieron á Zafra.

No pasaron por entonces mas adelante, por- que como en aquella guerra tenían á un tiempo que acudir á tantas partes, luego que en una triunfaban, los llamaba á otra algún suceso des- agradable ó inesperado. Verificóse particular- mente en Extremadura este trasiego, este con- tinuado ir y venir, distrayendo la atención de las tropas de Mortier, ya las ocurrencias del condado de Niebla, ya las de Ronda ú otros lugares.

Después de lo que aconteció en Cantaelga- llo fueron reforzadas las tropas españolas con los ginetes del general Butrón que ocupaban otros sitios y con los portugueses ya indicados, al mando de Madden. Quietos los franceses y aun replegados de nuevo, avanzó Butrón ¿Mo- nasterio, y se colocó la Carrera con su división de caballería y la artillería volante en Fuente de Cantos. Vinieron los enemigos sobre ellos el 15 de setiembre en número de 13,000 infan- tes y 1800 caballos. Butrón se incorporó á Car- rera, y ambos pelearon bien, hasta que opri- midos por la superioridad enemiga empezaron á retirarse. Los franceses tenían oculta parte de

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su tropa , casi á espaldas de los nuestros, y car- gando de improviso, introdujeron desorden, y se apoderaron de algunos cañones. Mayor hu- biera sido la desgracia de los españoles á no ha- ber acudido pronto en su favor el inglés Mad- den apostado con los portugueses en Galzadilla, quien contuvo á los ginetes franceses y aun los escarmentó. El general Butrón también des- pués en Azuaga les cogió 100 hombres. Pará- ronse los nuestros en Almendralejo, y los ene- migos no pasaron de Zafra y de los Santos de May mona.

Prosiguió de este modo la guerra sin nin- gún considerable empeño, y Romana saliendo, como hemos dicho, para Lisboa, se juntó en octubre con el ejército inglés. Determinación que tomó de propia autoridad , y no de acuer- do con el gobierno supremo. Cierto es que no hubiera obtenido Romana la aprobación de aquel á haberle consultado; pues claro era que las tropas que llevó consigo, hacian mas falta pa- ra cubrir la Extremadura española y aun para impedir la entrada de los franceses en el Alen- tejo, que en las líneas de Torres-Yedras abun- dantemente provistas de gente y de medios de defensa. Antes de partir nombró Romana para que le reemplazase en el mando en gefe á Don Gabriel de Mendizábal , puso á Badajoz como si estuviera amagado de sitio, y mandó que la jun- ta y demás autoridades se trasladasen á Valen- cia de Alcántara.

Tenia inmediata correlación con las opera- ciones del ejército de Extremadura la guerra que se hacia en el condado de Niebla, en la

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serranía de Ronda y en otros lugares de la An- dalucía. Expedición Se daba desde Cádiz pábulo á semejante lu- iiÓnda!ty * cha por medio de auxilios y de algunas expe- diciones marítimas. Hízose á la vela la prime- ra de estas el 17 de junio compuesta de 3189 hombres de buenas tropas á las órdenes del ge- neral Don Luis Lacy, y dirigió su rumbo á Al- geciras , en donde desembarcó. Tenia por ob-

1'eto dicha empresa fomentar la insurrección de a serranía de Honda , adoptando un plan que constantemente mantuviese alli la guerra. El que proponía Lacy, siguiendo en parte los pen- samientos del general Serrano Valdenebro co- mandante de la sierra _, se presentaba como el mas adecuado , y consistía en establecer de mar á mar, quedando Gibraltar á la espalda, una lí- nea de puntos fortificados que abrigasen respec- tivamente ambos flancos cuando se obrase ya en uno ó ya en otro de ellos. Se habilitaban también en lo interior de la sierra varios cas- tillejos, antiguos vestigios de los moros, colo- cados los mas en parages casi inaccesibles. El ejército habia de obrar no en masa sino en tro- zos, reuniéndose solo en determinadas ocasio- nes , y se dejaba á cargo del paisanage guarne- cer los castillos, y suplir con reclutas las ba- jas del ejército en Cádiz. Mas para realizar es- te plan, necesitábase tiempo, y no era proba- ble que los franceses se descuidasen y permi- tiesen el que se llevara á efecto.

Lacy luego que hubo desembarcado se en- caminó á Gausin, desde donde quiso acercarse á Ronda. En esta ciudad se habían los france-

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ses fortalecido en el antiguo castillo , y forma- do varios atrincheramientos: tomar uno y otro á viva fuerza no era maniobra fácil ni pronta, principalmente conservando los enemigos en Grazalema una columna móvil.

Limitóse pues Lacy á hacer algunos movi- mientos , y á contener á veces los ímpetus del enemigo. Le ayudaban los partidarios favoreci- dos del conocimiento que tenían del terreno, siendo los de mas nombre Don José de Agui- lar , Don Juan Becerra y Don José Valdivia. También los ingleses de acuerdo con el gene- ral español enviaron al este de la sierra 800 hombres que sirviesen de apoyo en cualquiera desmán.

Inquietos los franceses con la expedición, y persuadidos de que si se mantenía firme en los montes de Ronda, desasosegaría continuamente las fuerzas que sitiaban á Cádiz , y aun las de Sevilla y Málaga , diéronse priesa á frustrar ta- les intentos. Y asi al paso que el general Gi- rard buscaba á Lacy hacia el frente , destacó el mariscal Victor tropas del 1.er cuerpo por el lado de poniente, y Sebastiani otras del 4.° por el de levante. De manera que temeroso Don Luis Lacy de ser envuelto se trasladó á la fuer- te posición de Casares, embarcándose después en Estepona y Marbella. Tomó á poco tierra en Algeciras, y tornando á San Roque se cor- rió otra vez á la banda de Marbella , á fin de alentar y socorrer la guarnición de aquel cas- tillo que bajo el mando de Don Rafael Ceva- llos Escalera burló diversas tentativas que para ocuparle hizo el enemigo. Don Francisco Ja-

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vier Abadía comandante de San Roque , aun- que asistido de escasa fuerza , cooperó igualmen- te á los movimientos de Lacy, y llamó por Al- geciras la atención de los franceses.

Pero al fin agolpándose estos en gran nú- mero á la sierra , se reembarcó la expedición, y regresó á Cádiz el 22 de julio. No se sacaron de ella mas ventajas que la de molestar á los enemigos , y divertirlos de otras operaciones, particularmente de las que intentaba en Extre- madura tan conexas con las de Portugal. Po- ca ó mala inteligencia entre las tropas de línea y los paisanos desfavoreció la empresa. Para aquellas Labia obscura gloria y mucho trabajo en la guerra de partidarios, única que conve- nía en la sierra : no asi para los otros habitua- dos á tales peleas, y cuya ambición de fama es- taba satisfecha con que se pregonasen sus haza- ñas en el ejido de sus pueblos. condado Ni un mes se pasó sin que el mismo Don Luis Lacy con otra expedición saliese de Cádiz llevando rumbo opuesto al anterior de Ronda, esto es, al condado de Niebla. En dicha comar- ca proseguía el general Copons entreteniendo al enemigo que bajo el mando del duque de Arem- berg hacia con una columna móvil excursiones en el pais, y le molestaba. La junta de Sevilla contribuía desde Ayamonte al buen éxito de las operaciones de Copons, y oportunamente for- mó de la isla llamada Canela en el Guadiana un lugar de depósito resguardado de los ataques repentinos del enemigo. En breve aquel terre- no, antes arenoso y desierto*, se convirtió en una población donde se albergaron muchas fa-

de Mr!, ¡a.

Situación de

esta comarca.

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milias, refugiándose á veces los habitantes de aldeas enteras y villas invadidas. Construyéron- se allí barracas , almacenes, pozos, hornos, y se fabricaron en sus talleres monturas, cartu- chos y otros pertrechos de guerra. Al fin forti- ficáronse también sus avenidas, de manera que se hizo el punto casi inexpugnable.

Constaba la expedición de Lacy de unos 3000 hombres , y escoltábala fuerza sutil es- pañola é inglesa al mando la primera de Don Francisco Maurelle y la segunda al del capitán Jorge Cockburn. Desembarcó la gente el 23 de agosto á dos leguas de la barra de Huelva en- tre las Torres del Oro y de la Arenilla. La fuer- za sutil se metió por la ria que forman á su em- bocadero las corrientes del Odiel y el Tinto, con propósito de ayudar la evolución de tierra,

Ít atacar por agua á Moguer. En este sitio tenian os franceses 500 infantes y 100 caballos que sorprendidos se retiraron, no asistiendo mayor dicha á otros tantos que corrieron á su socorro de San Juan del Puerto.

Copons al desembarcar Lacy se hallaba en Castillejos, 12 leguas distante, y habiéndose por desgracia retardado el pliego que le anunciaba el arribo, no pudo acudir á la costa con la pun- tualidad deseada , malográndose asi el coger en- tre dos fuegos á los franceses que estaban avan- zados. Vino Copons sin embargo á Niebla y se puso luego en comunicación con Lacy. Los pue- blos recibieron á este con el júbilo mas colma- do , y fiados en su apoyo dieron á los enemigos terrible caza. Pero no teniendo otra mira la ex- pedición de Don Luis Lacy sino la de divertir

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al francés de Extremadura, en tanto que el ejér- cito de Romana también por su lado se movia, miró aquel general como concluido su encargo luego que le amenazaron superiores fuerzas, y de consiguiente se reembarcó el 26 del mismo agosto. Desagradó en el condado lo rápido de la excursión , y muchos pensaron que sin com- prometer su gente hubiera podido Lacy perma- necer alli mas tiempo, y maniobrar en unión con el general Gopons. Desamparados los pue- blos padecieron nuevas molestias del enemigo, en especial Moguer que se habia declarado y to- mado parte desembozadamente. Quiso en segui- da Lacy acometer á Sanlucar de Barrameda; pero los franceses ya sobre aviso frustráronle el proyecto.

De vuelta á Cádiz el mismo general estimu- d«cü¡i""" lado por el gobierno y de acuerdo con él y los otros gefes verificó el 29 de setiembre una sa- lida camino del puente de Suazo, consiguiendo con ella destruir algunas obras del enemigo, siendo esta la sola operación digna de mentar- se que hasta finalizar el presente año de 1810 practicaron en la isla gaditana las tropas de tierra.

Pudieron las de mar haber tenido ocasión de señalarse, á no estorbárselo tiempos contra- rios. El mariscal Soult convencido de que para cualquiera empresa contra Cádiz y la isla de de^eaemi-1 León , si habia de ser fructuosa , era indispen- s°5* sable fuerza sutil, ideó que se construyesen bu-

ques al caso en Sanlucar y en Sevilla. Para ello valióse de barcos de aquellos puertos, or- denó una tala en los montes inmediatos, y reci-

Operaciones

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bió de Francia carpinteros, marinos y calafa- tes. En octubre dispuesta ya una flotilla, se tras- ladó en persona á Sanlúcar dicho mariscal , á fin de presenciar desde la costa la dificultosa travesía que tenían que emprender los referidos buques desde la boca del Guadalquivir hasta lo interior de la bahía de Cádiz. Empezóse á po- ner en obra el proyecto en la noche del 3 1 pa- sando la flotilla por entre los bajos de punta Candor, y atracando siempre á la costa. Se cora- ponia en todo de unos 26 cañoneros : dos bara- ron, nueve se metieron la misma noche en el puerto de Santa María , y los otros anclaron en Rota, de donde, aprovechando vientos frescos y favorables, se juntaron á los que habían ya entrado, sin que les hubiese sido dable impedir- lo á las fuerzas de mar anglo-españolas. Pero de nada sirvió á los franceses suceso en su en- tender tan dichoso. En balde después quisieron que su flotilla doblase la punta del T rocadero, en balde trasladaron por tierra los barcos á Puer- to Real. Durante el sitio ya no se menearon de alli, obligándolos á permanecer quedos las superiores y mejor marineras fuerzas de los aliados.

No por eso dejaron los franceses de perfec- cionar las obras de tierra, y de establecer una cadena de fuertes que se dilataba desde la entra- da de la bahía hasta Chiclana , por cuya parte y en una batería inmediata al cerro cíe Santa 4na'.Perc^eron muerto de una granada al dis- tinguido general de artillería Senarmont. ramasáe Los aliados tampoco se mantuvieron ocio- im aliados « sos. Mejoraron cada vez mas las fortificaciones,

Cádiz y la Is- la.

líbko

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y las tropas se engrosaron y adquirieron buena disciplina. De las inglesas se contaron en julio 8500 hombres; volviéronse á reducir á 5000 por los refuerzos que se enviaron á Portugal; mas antes de fines de año crecieron otra vez á 7000 con gente que llegó de Sicilia y Gibral- tar. Las tropas españolas de línea pasaban de 18,000 hombres. Don Joaquin Blake continuó á su cabeza hasta 23 de julio , en cuyo tiempo se transfirió á Murcia , extendiéndose su man- do, conforme apuntamos, á las divisiones exis- tentes en aquel reino, las cuales formaban con las de la isla de León el ejército llamado del centro.

Llegado que hubo el general Blake á su nue- Mwvia. yo destino , restableció paz y armonía que an- daba escasa entre algunos gefes. El ejército se habia aumentado á punto que poco antes envia- ra á Cádiz una división de 4000 hombres al mando del general Vigodet. Blake llegó el 2 de agosto, y la fuerza disponible era de unos 14v5) soldados, 2000 de caballería.

Alrededor de este ejército revoloteaban, por decirlo así, muchos partidarios, en especial del lado de Jaén y de Granada. Entre los primeros sobresalían los nombrados Uribe, Alcalde y Mo- reno puestos á las órdenes del comandante Biel- sa , entre los otros el coronel Don José de Vi- llalobos.

Cuando Blake se incorporó al ejército se ha- llaba este repartido en Murcia, Elche, Alicante, Cartagena y pueblos de los contornos : algunos batallones estaban destacados en la Mancha, sier- ra de Segura y frontera de Granada , en donde

Sebasti d¡ri"e

tullía blake

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permanecía la caballería , extendiéndole hasta cerca de Huesear.

Fijó la idea de Blake la atención de los fran- ceses _, y desde luego resolvió Sebastiani hacer síurua. otra excursión la vuelta de Murcia , lisongeán- dose que de ella saldria tan airoso como la vez primera , y aun también de que disiparia como humo el ejército de los españoles.

Informado Blake de los intentos del enemi- Med¡<)asque go preparóse á recibirle. Agrupó sucesivamen- te en la huerta de Murcia sus tropas, y las co- locó de esta manera: la 5.a división al mando del brigadier Creagh ocupó la derecha en Año- ra; detras guarnecía un batallón el monasterio de Gerónimos , teniendo apostaderos por la iz- quierda hasta el rio; delante se plantaron cua- tro piezas de artillería. Alojábase la izquierda del ejército en el lugar de Don Juan, y la com- ponía la 3.a división del cargo del brigadier Sanz , teniendo un destacamento por su siniestro costado. Enlazábase esta posición con la del centro por medio de un molino aspillerado y de una batería circular colocada en donde una de las acequias mayores se distribuye en dos atageas. Dicho centro, que cubria la 1.a divi- sión al mando del general Elío, estaba cerca de Alcántara en la Puebla.

Dispúsose ademas la inundación de la Huer- ta ; medio oportuno pero no del todo hacede- ro, ya por no ser nunca, y menos en aquella estación, muy caudaloso el Segura, ya también poique aun en caso de una rápida avenida, las obras alli practicadas, estanlo en términos que solo sirven para sangrar el rio, y no para favo-

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recer estragos : como construidas con el único objeto de dar á los campos el necesario y fecun- dante beneficio del riego. Sin embargo se inun- daron los caminos y una faja de bancales por la orilla, amparando lo demás de la Huerta sus naranjos y sus cidros, sus limoneros y more- ras , en fin toda su intrincada y lozana frondo- sidad.

Siguióse en esto y en lo de armar al paisa- nage la conducta del obispo Don Luis Belluga en la guerra de sucesión. Ahora como enton- ces acudieron todos los partidos, hasta el de Ori- huela aunque perteneciente á Valencia , y se dis- tribuyeron en compañías y secciones incorpo- rándose al ejército. Manifestaron los paisanos grande entusiasmo y mucha docilidad ; perfec- ta armonía reinó entre ellos y los soldados. Bla- ke declarando á Murcia amenazada de inmedia- to ataque, la sometió al solo y puro gobierno militar; providencia que las autoridades respe- taron, y que en aquel lance obedecieron con gusto.

En el intermedio se habia ido acercando el general Sebastiani, y echáclose atrás nuestra ca- ballería á las órdenes de Don Manuel Freiré, que sustentó con destreza varios reencuentros. Según los enemigos se aproximaban daban avi- so de todos sus pasos al general Blake los alcal- des de los pueblos y muchos particulares con rara puntualidad, llegando á su colmo la dili- gencia de todos. Los franceses aparecieron el 28 de agosto en Lebrilla á 4 leguas de Murcia, y nuestros ginetes se situaron en Espinardo con puestos avanzados sobre el rio Segura. El par-

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tidario Villalobos, que habia acompañado á Frei- ré, se colocó en Molina.

Luego que el general Sebastiani llegó á Le- ¿*^¡raSe- brilla hizo varios reconocimientos; y arredra- do del modo con que los nuestros le aguarda- ban, se apartó del intento de penetrar en Mur- cia , v en la noche del 29 al 30 se replegó á To- tana." Hostilizáronle en la retirada los paisanos, particularmente los de Lorca; y en esta ciudad y en otros pueblos cometió el francés mil tro- pelías. Bien le vino á este no insistir en la eni- Íiresa proyectada , pues á haber padecido desca- abro como era probable en los laberintos de la Huerta de Murcia toda su gente hubiera sido muy maltratada, ya por los habitantes de este reino, ya por los de Granada, cuyos ánimos se encrespaban acechando la ocasión de escarmen- tar á sus opresores. Haberse expuesto á tal ries- go y cansado inútilmente la tropa con marchas y contramarchas de mas de cien leguas en esta- ción tan calurosa, fueron los frutos que repor- tó Sebastiani de una expedición que de ante- mano habia pregonado como fácil.

Entre los que empezaron en el reino de Gra- nada á levantar cabeza durante la ausencia del general francés , señalóse el alcalde de Otivar, de nombre Fernandez, quien entró en Almu- ñecar y Motril , y aun se apoderó de sus casti- llos. Estas y otras empresas que propagaron la llama de la insurrección por las sierras y por varios pueblos de la costa, á pesar de algunos amigos y parciales que tuvieron alli los enemi- gos, impulsó á los ingleses á dar cierto apoyo á aquellos movimientos. Decidiéronse sobre todo

Insurreccio- nes en el rei- no de Gra- nada.

Expedición

contra Fuen- giróla y Má- laga.

Avanza Bla ke á Grana- da.

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á atacar á Málaga guarida entonces de corsarios,

Ír en cuyo puerto también fondeaba una floti- la enemiga de lanchas cañoneras. Al efecto se preparó en Ceuta una expedición de 2500 hom- bres españoles é ingleses á las órdenes de Lord Blayney, la cual dio la vela el 13 de octubre con dirección á Fuengirola. Empezaron luego los aliados á embestir este castillo guarnecido por 1 50 polacos con esperanza de que asi lla- marían hacia aquel punto las fuerzas enemigas, y podrian reembarcándose caer repentinamen- te sobre Málaga que se veria desprovista de gen- te. Pero dándose Lord Blayney torpe maña, en vez de sorprender á sus contrarios, él fue, por decirlo asi, el sorprendido acometiéndole de improviso el general Sebastiani con 5000 hombres. Al querer retirarse fue dicho Lord cogido prisionero , y las tropas inglesas volvie- ron en confusión á sus barcos; solo un regimien- to español, el imperial de Toledo, único délos nuestros que alli iba , tornó á bordo sin pérdi- da y en buena ordenanza.

El ruido de semejantes acontecimientos y el deseo de ensanchar los límites de su territorio, estimularon al general Blake á avanzar á la frontera de Granada, habiéndose ocupado todo aquel tiempo desde agosto en mejorar la disci- plina de su ejército y en adiestrarle, como igual- mente en asegurar sus estancias de Murcia. En- vió asimismo á la Mancha con un trozo de 300 caballos á Don Vicente Osorio , queriendo ex- traer granos de aquella provincia para la ma- nutención de su ejército. Las partidas si bien fomentadas por Blake en todas partes, fuéronlo

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en especial del laclo de Jaén, en donde Don An- tonio Calvache sucedió á Bielsa en el mando de ellas. Mas los enemigos persiguiendo de cerca al nuevo gefe después de haber quemado casi toda la villa de Segura, le mataron el 24 de oc- tubre en Villacarrillo.

Don Joaquín Blake reuniendo sus tropas dis- tribuidas por la mayor parte , sin contar las de las plazas, en Murcia, Carayaca y Lorca, se pu- so el 2 de noviembre sobre Cúllar : movimien- to hecho á las calladas y del que los franceses estaban ignorantes. Dejó Blake 2000 hombres en dicho 'Cúllar , y á las doce de la mañana del 3 se colocó con 7000, de los que unos 1000 eran de caballería, en las lomas que dominan la hoya de Baza , y que lame el rio Guadal- quiton.

Los enemigos tenian en el llano una divi- sión de caballería que acaudillaba él general Milhauld, asistida de artillería volante: ademas habían situado de 2 á 3000 infantes en las in- mediaciones de la ciudad bajo la guia del gene- ral Rey. No acudió alli Sebastiani hasta des- pués de concluida la acción que ahora iba á trabarse.

Empezó esta á las dos de la tarde , desembo- Acción <ie cando la caballería española á las órdenes de ^"émL.de Don Manuel Freiré por el camino real que de Cúllar va á Baza. JNuestros ginetes tiraron por la derecha , y formaron en batalla en dos lí- neas, sosteniendo sus costados artillería y guer- rillas de fusileros. Los enemigos ciaron hacia sus peones, y entonces el general Blake dejan- do apostados en las lomas la mitad de sus infan-

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tes , se adelantó con los otros y 3 piezas en 4 columnas cerradas, repartidas en ambos lados del camino.

Nuestros caballos proseguían confiadamente su marcha ; mas al querer efectuar un movi- miento se embarazaron algunos , y el enemigo descargando sobre ellos con impetuoso arran- que los desordenó lastimosamente. Tras su rui- na vino la de los infantes que habían avanzado, y solo consiguieron unos y otros rehacerse al abrigo de las tropas que habían quedado en las lomas. El enemigo no persistió mucho en el al- cance. Quedaron en el campo 5 piezas; y se perdieron entre muertos, heridos y prisioneros 1000 hombres. De los franceses muy pocos.

Descalabro fue el de Baza que causó desma- yo y contuvo en cierto modo el vuelo de la in- surrección de aquellas comarcas. Adverso era en esto de batallar el hado de Don Joaquín Blake, y vituperable su empeño en buscar las acciones que fuesen campales antes que limitar- se á parciales sorpresas y hostigamientos. No permaneció después largo espacio al frente de aquel ejército, llamado á desempeñar cargo de mayor alteza.

Por lo demás y en medio de reveses y con- tratiempos la tenacidad española, la serie in- numerable de combates en tantos puntos y á la vez, fatigaban á los franceses, y su ejército de las Andalucías no gozó en todo el año de 1810 de mucha mayor ventura que la que tenían los de las otras provincias. Y si bien ordenadas ba- tallas no menguaban extremadamente las filas enemigas, aniquilábanse aqui, como en lo de-

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mas del reino, en marchas y contramarchas, y en apostaderos y guerra de montaña.

Del lado de levante las provincias de Ya- pro™*.» lencia, Cataluña, y aun lo que restaba libre de la de Aragón, hubieran obrando unidas entor- pecido muy mucho los intentos del enemigo, siendo entre ellas tanto mas necesaria buena hermandad, cuanto para sojuzgarlas estaban de concierto el 3.° y el 1." cuerpo francés. Pero la multiplicidad de autoridades, su diversa con- dición, los obstáculos mismos que nacían de la naturaleza de la actual guerra estorbaban com- pleta concordia y adecuada combinación. Por fortuna los caudillos enemigos, aunque no me- nos interesados en aunarse, y aquí mas que en otras partes, á duras penas lo conseguían, no ya por las rivalidades personales que á veces se sus- citaban , sino principalmente por lo dificulto- so de acudir al cumplimiento de un plan con- venido.

En Valencia Don José Caro mas bien que v«i«Uc¡a. en la guerra pensaba en ir adelante con sus de- safueros. Dejó que se perdiesen Lérida, Mequi- nenza y hasta el castillo de Morella, sin dar se- ñales de oponerse al enemigo ni siquiera de dis- traerle. Al fin viendo Caro que se aproximaban los franceses, y que la voz pública se acedaba contra tan culpable abandono, mandó áD. Juan Odonojú, prisionero en la batalla de María y ahora libre, que se adelantase con 4000 hombres. El 24 de junio arrojaron estos de Vilhibona á los n10qn^r.. enemigos que se abrigaron áMorelJa, delante ¡Sí**1- de cuyo pueblo se trabó el 25 un choque muy vivo retirándose después los nuestros en vista de TOMO III. 22

y se retira.

338

haberse reforzado los contrarios. Por segunda vez avanzó en julio el mismo Odonojú, y aun llegó el 16 á intimar la rendición al castillo de Morella, pero revolviendo sobre él prontamen- te el general Monl-Marie, le obligó á alejarse y causóle en Albocascr un descalabro. Avanzad,™ J\o Labia Don José Caro tomado parte per- sonalmente en ninguna de semejantes refriegas, hasta que en agosto pidiendo su cooperación el general de Cataluña para aliviar á Tortosa ame- nazada de sitio , se movió aquel por la costa len- tamente y mas tarde de lo que conviniera. Lle- vó consigo 10,000 hombres de linea y otros lan- íos paisanos, y se situó en Bcnicarló y San Ma- leo. El general Sucbet vino por Calig á su en- cuentro con diez batallones y también con arti- llería y caballería. Caro no le aguardó, replegán- dose después de ligeras escaramuzas á Alcalá de Gisbert, y de allí el 16 de agosto á Castellón de la Plana y Murviedro. No retrocedió en de- sorden el ejército valenciano, si bien su gefe Don José Caro dio el triste y criminal ejemplo de ser de los primeros y aun de los pocos que desaparecieron del campo. Zahirióle por ello agriamente su hermano Don Juan, hombre li- gero pero arrojado, de quien hablamos allá en Cataluña, caroimye Con la conducta que en esta ocasión mostró el general de Valencia se acreció el odio contra su persona, y lo que aun es peor menospreció- sele en gran manera. Se descubrieron asimismo tramas que urdía y proscripciones que intenta- ba , propalándose en el público sus proyectos con tintas que entenebrecían el cuadro, reme-

de Y

ll'IH'lü.

339

roso por tanto se escabulló disfrazado de fraile [trage liarlo estraüo para un general], y pasó lue- go á Mallorca, sin cuya precaución hubiera tal vez sido blanco de las iras del pueblo.

Sucedióle inmediatamente en el mando Don jj^jf* Luis de Bassecourt que estaba á la cabeza de una división volante en Cuenca , hombre que si bien alabancioso al dar sus partes y no de grande ca- pacidad, aventajábase en valor y otras prendas á su antecesor, procurando también con mayor ahinco acordar sus operaciones con los genera- les de los demás distritos, en especial con los de Aragón y Cataluña.

En este principado hacíase la guerra con otra catalana. eficacia y obstinación que en Valencia: merced su congreso. al celo de su congreso y á la pronta diligencia y esmero de su general Don Enrique Odonnell. ouonneii. Luego que en M de julio estuvo reunida aquella corporación, tomó varias resoluciones, algunas bastantemente acertadas. En la milicia acomodó los alistamientos á la índole de los naturales, im- poniendo solo la obligación de un enganche de dos años, con facultad de gozar cada seis meses de una licencia de 15 dias. Sin embargo los ca- talanes tan dispuestos á pelear como somatenes, repugnaban á tal punto el servicio de tropa re- glada que tuvo su congreso que establecer co- misiones militares para castigará los desertores, y aun á los distritos que no aprontasen su con- tingente. Recaudáronse con mayor regularidad los impuestos y se realizó, á pesar de lo exhausto que ya estaba el pais, un empréstito de medio millón de duros. Aplicáronse á los hospitales los productos que antes percibía la curia roma-

340

na y ahora los obispos por dispensas y otras gra- cias ó exenciones. El alma de muchas de estas providencias era el mismo Don Enrique Odon- nell, quien puso ademas particular conato en adestrar sus tropas, en inculcaren ellas emu- lación y buen ánimo, y también en mejorar la instrucción de los oficiales.

Maodcnaid. Por su parte el mariscal Macdonald apenas

podia ocuparse en otras operaciones que en las de avituallar á Barcelona : los convoyes de mar estaban interrumpidos, y los de tierra escasos y lentos tenían con frecuencia que repetirse y ser escoltados con la mayor parte del ejército si no se quería que fuesen presa de los somatenes y de las tropas españolas. Macdonald trató eu un prin- cipio de granjearse las voluntades de los habi- tantes, contrastando su porte con la ferocidad del mariscal Augereau, que habia, por decirlo asi, guarnecido las orillas de algunos caminos con patíbulos y cadáveres. Estaban los ánimos so- bradamente lastimados de ambas parles, para que pudiesen olvidarse antiguas y recíprocas ofen- sas. Asi no surtieron grande efecto las buenas intenciones y aun medidas del mariscal Macdo- nald, acabando también él mismo por adoptar á veces resoluciones rigurosas, convoyes En junio y poco después de tomar el man-

nár-eioM á ^°> acompañó no sin tropiezos un convoy á Bar- celona. Volvió después á Gerona, y preparóse á conducir otro en mediados de julio á la misma ciudad. Odonnell trató de estorbarlo y destacó á Granollers 6500 infantes y 700 caballos uni- dos á 2500 paisanos bajo las órdenes de D. Mi- guel Iranzo. Trabóse un reñido choque entre

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los nuestros y los franceses, pero mientras tan- to pasó á la deshilada el convoy y se metió en Barcelona.

Dolióse mucho Odonnell del malogro de aquella empresa , y no faltó quien lo atribuyese ^^'"~¡ á desmaño del general que en Granollers manda- «ai»fi«- ba. El plan que Odonnell habia resuelto seguir en Cataluña pareció el mas acertado. Evitan- do batallas generales, quería por medio de co- lumnas volantes sorprender los destacamentos enemigos, interceptar ó molestar sus convoyes y aniquilar así sucesivamente la fuerza de aque- llos. Por tanto el ejército español de Cataluña que según dijimos constaba en julio de unos 22,000 hombres, sin contar somatenes ni guerrilleros, estaba colocado al principiar agosto del modo siguiente : la 1.a división ocupaba las orillas del Llobregat y observaba á Barcelona, estando tam- bién fortificada la montaña de Montserrat : la 2.a acampaba en Falset y no perdía de vista á Soche! que, como poco hace apuntamos, inten- taba sitiar á Tortosa : parle de la 3.a cubría en Esterri las avenidas del valle de Aran ; la reser- va distribuida en dos trozos , mantenía uno en el Col de Alba próximo á Tortosa y el otro en Arbeca y Borjas blancas para enfrenar la guar- nición de Lérida. Un cuerpo de húsares y tro- pas ligeras se alojaban en Olot y acechaban las comarcas de Besalú y Bañólas; varios guerri- lleros recorrían la demás tierra aprovechándose todos de las ocasiones que se presentaban para desvanecer los intentos del enemigo é incomo- darle continuamente. El cuartel general perma- necía en Tarragona desde donde Odonnell go-

342

bernaba las maniobras mas notables , tomando á veces en ellas parte muy principal. Con esta distribución creyó el general de Cataluña que vigilando las plazas y puntos mas señalados, lle- varía á cumplido efecto su plan, y que el ejército francés se rehundiria poco á poco y en comba- tes parciales.

Si en todo no se llenaron los deseos de D. En- rique Odonnell, se lograron en parte. El maris- cal Macdonald afanado siempre con el abasteci- miento de Barcelona no pudo desde el segun- do convoy que metió alli en julio pensar en co- sa importante, sino en preparar otro tercero que consiguió introducir el 12 de agosto. Entonces mas libre resolvió, aunque todavía en balde, fa- vorecer directamente las operaciones del gene- ral Sucliet.

No desistía este general del indicado propó- sito de sitiar á Tortosa, lo que dio ocasión á va- rios combates y reencuentros, algunos ya refe- ridos, con las tropas españolas de Cataluña, Ara- gón y Valencia, que precedieron á la formaliza- cion del cerco, ligándose de parte de los fran- ceses las mas de las operaciones, aun las lejanas de aquel principado, con tan primario objeto, por lo que á una y en el mejor orden que nos sea posible, si bien brevemente, daremos de ellas cuenta. susaisposi- Suchet para emprender el sitio estableció en Mequinenza un depósito de municiones de guer- ra y boca : transportarlas de alli A Tortosa era grande dificultad. Ofrecía el Ebro comunicación por agua , pero interrumpida en partes con va- rias cejas ó bajos, solo se podían estos salvar en

chet sitiar á Tortosa.

tiones.

343

las crecidas, y rara vez en los tiempos secos del eslío. Del lado de tierra era aun mas traba- joso ? aun impracticable el tránsito, encallejo- nándose los caminos que van desde Caspe á Me- qninenza entre montañas cada vez mas escar- padas Según avanzan á Mora, las Armas, Jerta y Toriosa, por lo que ya en 21 de julio empe- zaron los franceses á componer uno antiguo de ruedas, cuyos rastros al parecer se conservaban del tiempo de la guerra de sucesión. Sucliet an- tes de que la ruta se concluyese, fue arrimando fuerzas á la plaza.

En los primeros días de julio la división que mandaba el general Habert dirigióse partiendo de cerca de Lérida por la izquierda del Ebro, y llegó á García estando pronto á caer sobre Ti- venysy Toriosa. Poco antes salió de Alcañíz la división de La val, y después de haberse movi- do la vuelta de Valencia, retrocedióy se colocó el 3 de julio á la derecha del Ebro, delante del puente de Toriosa, prolongando su derecha á Amposta , y destacando tropas que observasen el Cenia, siendo esla división ó parte de ella la que tuvo que habérselas con los valencianos en los combates parciales acaecidos alli por este tiem-

Eo y ya relatados. Suchet mantuvo á su lado la rigada del general Paris, y sentó el 7 sus reales en Mora , dándose la mano con los dos genera- les Laval y Habert, y echando para la comunica- ción de ambas orillas del Ebro dos puentes, sin que sus soldados consiguiesen, como lo intenta- ron, quemar el de barcas de Tortosa. salida. «ieia La guarnición de esta plaza hizo desde el C£¿££." principio varias salidas é incomodó á Laval que '

la*

344

se atrincheraba en su campo. Igualmente parle de la división española que se alojaba en Falset atacó con vigor los puestos enemigos en Tivisa, y el Í5 toda ella teniendo al frente al marcjués de Campoverde, rechazó una acometida de los enemigos y aun siguió el alcance.

Eran tales maniobras precursoras de otras que ideaba Qdonnell, quien el 29 acometió en persona al general Habert. No pudo el español desalojar de Tivisa á su contrario, mas el j.° de agosto se metió en Tortosa y dispuso para el 3 una salida contra Laval. La mandaba Don Isi- doro Uñarte, y embistiendo los nuestros intré- pidamente al enemigo, le rechazaron al princi- pio y destruyeron varias de sus obras. La pobla- ción sirvió de mucho, pues llena de entusiasmo auxiliaba á los combatientes aun en los parages en que habia peligro con abundantes refrescos, y aliviaba á los heridos con prontos y acomoda- dos socorros. Reforzados al cabo los franceses tuvieron los españoles que recogerse á la plaza, dejando algunos prisioneros, entre ellos al coro- nel Don José María Torrijos. Semejantes opera- ciones hubieran sido mas cumplidas, si D. José Caro con quien se contaba, no hubiera por su

Íiarte procedido, según hemos visto, tarde y ma- amente. Adei.™ta También Don Enrique Odonnell se vio obli- Tarrago» gado a retroceder en breve a larragona, adon- de le llamaban otros cuidados. El mariscal Mac- donald, después de haber introducido en Barce- lona el convoy mencionado de agosto , se ade- lantó via de Tarragona ya para cercar si podia esta plaza, yapara coadyuvar encaso contrario

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al asedio de Tortosa. Desistió de lo primero fal- to de almacenes, y escasos los víveres en aque- lla comarca , cuyos granos de antemano recogie- ra Odonnell. Este ademas se apostó de suerte que guarecido de ser atacado con buen éxito, trató de reducir á hambre el cuerpo de Macdo- nald situado desde el 18 de agosto en Reusy sus contornos. Frústresele el 2 í al mariscal francés un reconocimiento que tentó del lado de Tar- ragona escarmenándole los nuestros en la altura de la Canonja. Para evitar mayor desastre reti- róse Macdonald el 25 de Reus, pidiendo antes la exorbitante contribución de 136,000 duros, é imponiendo otra también muy pesada sobre gé- neros ingleses y ultramarinos.

El camino que tomó fue el de Lérida para avocarse en esta ciudad con el general Suchet, y desde Alcover dirigiéndose á Monlblanch, pa- saron sus tropas por el estrecho de la Riva. Aqui las detuvo por su frente la división que manda- ba el brigadier Georget, que de antemano habia dispuesto Odonnell viniese de hacia Urgel en donde estaba. Al mismo tiempo D. Pedro Sars- iield las atacó por flanco y retaguardia en las al- turas de Picainuxons y Coll de las Molas, ma- niobrando á la izquierda varias partidas. Los ene- migos con tan impensado ataque y las asperezas del camino se vieron muy comprometidos, pero siendo numerosas sus fuerzas alcanzaron por úl- timo forzar el paso y ganar las cumbres, ayu- dándoles mucho una salida que hizo á espaldas de Georget la guarnición de Lérida. Con todo perdieron los franceses unos 400 hombres entre muertos y heridos y 150 prisioneros.

Dificultadrs con que tro- pieza.

346

i¿5f"""c£ Llegado á Lérida el mariscal Macdonald se sudíct. avistó el 29 con el general Sucliet que ya le aguardaba. Convinieron ambos en limitar ahora sus operaciones al sitio de Tortosa, emprendién- dole el último por y con sus propios medios, al paso que el primero debia protegerle con tal que tuviese víveres, los que le suministró Suchet en cuanto le fue dable. Entonces creyó este que podría obrar activamente y apoderarse en bre- ve de Tortosa, sobre todo habiendo empezado á acercar á la plaza, favorecido de una crecida del Ebro, piezas de grueso calibre. Pero sus espe- ranzas no estaban todavía próximas á realizarse. Maaionaid El ejército francés de Cataluña continuó

incomodado i II

s.v.np.0 por siempre escaso de granos y embarazado para me- losespanoits. liearse ¿ pesar ¿c \os grandes esfuerzos de Suchet y de Macdonald, pues las partidas, la oposición de los pueblos, la cuidadosa diligencia de Odon- nell y sus movimientos desbarataban ó detenían los planes mas bien combinados. Se colocó en los primeros dias de setiembre en Cervera el ma- riscal Macdonald : y el general español vislum- bró desde luego que su enemigo tomaba aquellas estancias para cubrir las operaciones de Suchet, amenazar por retaguardia la línea del Llobre- gat, y enseñorearse de considerable extensión de pais que le facilitase subsistencias. Prontamente determinó Odonnell suscitar al francés nuevos estorbos, continuando en su primer propósito de esquivar batallas campales.

Nada le pareció para conseguirlo tan opor- tuno como atacar los puestos que el enemigo tenia á retaguardia, cuyos soldados se juzgaban seguros fuera del alcance del ejército español, y

3 17

bastante fuertes y bien situados para resistir á las partidas. Otlonuell firme en su resolución ordenó que se embarcasen en Tarragona pertre- chos, artillería y algunas tropas, yendo tocio con- voyado por cuatro faluchos y dos fragatas, una inglesa y otra española. Partió él en persona el 6 de setiembre por tierra poniéndose en Villa- franca al frente de la división de Campoveide que de intento había mandado venir allí. En se- guida dirigióse hacia Esparraguera, colocó fuer- zas que observasen al mariscal Macdonald, y otras que atendiesen á Barcelona, y uniendo á su tropa la caballería de la división de Georget, prosiguió su ruta por San Gulgat, Mataró y Pi- neda. Salió de aqui el 12, envió por la costa á Don Honorato de Fleyres con dos batallones y 60 caballos, y él se encaminó á Tordera. Mar- chó Fleyres contra Palamósy San Feliú de Gui- jols, y Odonneil después de enviar explorado- res hacia Hostalrich y Gerona, avanzó á Vidre- ras. Para obrar con rapidez tomó el último con- sigo, al amanecer del 14, el regimiento de caba- llería de Numancia 60 húsares y 100 infantes que fueron tan de priesa, que las ocho horas de camino que se cuentan de Vidreras á La Bisbal, las anduvieron en poco mas de cuatro. Siguió de- trás y mas despacio el regimiento de infantería de Iberia, situándose Campo verde con lo demás de la división en el valle de Aro, á manera de cuerpo de reserva.

Luego que Odonneil llegó enfrente de La serp^. Bisbal ocupó todas las avenidas, y dióse tal ma- Cü* fia que no solo cogió piquetes de coraceros que patrullaban y un cuerpo de 130 hombres que

348

venia de socorro, sino que en la misma noche clel 14 obligó á capitular al general Schwartz con toda su gente que juntos se habían encerra- do en un antiguo castillo del pueblo. Desgracia- damente queriendo poco antes reconocer por Odonnell dicho fuerte , con objeto de quemar sus puertas, fue herido de gravedad en la pier- na derecha, cuyo accidente enturbió la común alegría. y de rano» Fleyres afortunado en su empresa se apode-

puntos de ia ro je §an YeUú de Guijols, y el teniente coro- nel Don Tadeo xAddea, de Palamós, teniendo es- te la gloria de haber subido el primero al asalto. Entre ambos puntos el de La Bisbal y otros de la costa tomaron los españoles 1200 prisioneros, sin contar al general Schwartz y 60 oficiales, habiendo también cogido 17 piezas. Mereció mas adelante Don Enrique Odonnell por expedición tan bien dirigida y acabada el título de conde de La Bisbal. Guerra en ei Posteriormente á este suceso creció la guer- Ampurdan. ra contra }os franeeses en el norte de Cataluña. Don Juan Claros los molestaba hacia Figueras y el coronel Don LuisCreeft con los húsares de San Narciso por Besalú y Bañólas. Marchó á Puigcerdá el marqués de Campo verde , acosó un trozo de enemigos hasta Montluis y exigió contribuciones en la misma Cerdaña f ancesa, de donde revolviendo sobre Calaf , estrechó de aquel lado al mariscal Macdonald al paso que el brigadier Georget le observaba por Igualada. Rroiesman- El barón de Eróles que ya se había distin- guido en el sitio de Gerona, se encargó después de Campoverde del mando de los distritos del

da aiii

349

norte de Cataluña bajo el título de comandan- te general de las tropas y gente armada del Am- purdan. Empezó luego á hacer grave daño á los enemigos, y al promediar de octubre les apre- só un convoy cerca déla Junquera, acometién- dolos el 2 1 con ventaja en su campamento de Liado.

El propio dia junto á Cardona hizo asimismo £»^po*«¡j frente el marqués de Campoverde á las tropas del mariscal JNlacdonald. Vinieron estas de ha- cia Solsona, cuya catedral habian quemado po- cos dias antes, y encontrando resistencia torna- ron á sus anteriores puestos : con la noche tam- bién se recogieron los españoles á Cardona.

JNo eran decisivas ni á veces de importancia las mas de dichas acciones ni otras refriegas que omitimos; pero con ellas embarazábanse los fran- ceses, y se retardaban sus operaciones, renován- dose la escasez de víveres, y creciendo la dificul- tad de su recolección.

Motivo por el que volvió Barcelona á dar á otro convoy los enemigos fundados temores. Dos meses eran P^aBarccU>- ya corridos después de la entrada en la plaza del último socorro, y los apuros se reproducían en su recinto. Se esperaba el alivio de un convoy que partiera de Francia; mas como no bastaban para custodiarle las fuerzas que regia en el Am- purdan el general D Hilliers, tuvo Macdonald que ir en noviembre camino de Gerona para conducir salvo dicho convoy hasta la capital del principado.

Asi el cerco de Tortosa, suspendido en los *o aóviam™ meses de setiembre y octubre , continuó del mis- eu¡32 mo modo durante el noviembre. No habia aque-

Tortosa.

ll'll-

350

Ha interrupción pendido solamente de las razo- nes que estorbaron al mariscal Macdonald coo- perar á aquel objeto, según babia ofrecido, sino también de los obstáculos que se presentaron al general Sucbet, nacidos unos de la naturaleza, otros del hombre. Los primeros parecían venci- dos con las lluvias del equinoccio que empeza- ron á hinchar el Ebro, y con lo que se adelan- taba en el camino de ruedas arriba indicado; no asi los segundos que llevaban traza de crecer en lugar de allanarse, convoyes Resueltos sin embarco los franceses á prose-

l van allí . . ..." . -I .

la».

I.os atacan espaíio-

Mermen guir en su intento habian tratado ya en setiem- bre de enviar desde Mequinenza convoyes por agua, y de asegurar el tránsito haciendo el 17

{íasar de Flix á la otra orilla del Ebro un bata- Ion napolitano. El barón de La Barre que man- daba una división. española enFalset [punto que los nuestros volvieron á ocupar luego que Mac- donald en agosto se dirigió á Lérida] destacó un trozo de gente á las órdenes del teniente coro- nel Villa contra el mencionado batallón, al cual este gefe sorprendió y cogió entero. Afortunada- mente para los franceses el convoy que debió partir, retardó su salida, escaso todavía de agua el rio Ebro, sin lo cual hubiera aquel tenido la misma suerte que los napolitanos. No solo en es- te sino también en otros lances prosiguió el ba- rón de La Barre incomodando al enemigo lo lar- go de aquella orilla. carvajal en Por la derecha desempeñaron igual faena los aragoneses. Gobernábalos en gefe desde agosto Don José María de Carvajal, á quien la regen- cia de Cádiz había nombrado con objeto de que

Aragón

351 obedeciesen á una sola mano las diversas parti- das y cuerpos que recorrían aquel reino. Pensa- miento loable ; pero cuya ejecución se encomen- dó á hombre de limitada capacidad. Carvajal pa- ró solo mientes en lo accesorio del mando , y descuidó lo mas principal. Estableció en Teruel grande aparato de oficinas, con poca previsión almacenes, y dio oslenlosas proclamas. En vez de ayudar embarazaba á los gefes subalternos, y mostrábase quisquilloso con sus puntas de celos.

Importunaba mas que á los otros á Don Pe- dro Villacampa , como quien descollaba sobre todos. Este caudillo sin embargo continuando infatigable la guerra, cogió el 6 de setiembre en Andorra un destacamento enemigo, y al siguien- te dia en las Cuevas de Cañart un convoy con 136 soldados y 3 oficiales. El coronel Plicque que le mandaba logró escaparse, achacándose á Carvajal la culpa por haber retenido lejos , so pretesto de revista , parle de las tropas. Desazo- nado Súchel con tales pérdidas envió de Mora para ahuyentar á Villacampa alguna fuerza á las órdenes del general Habert, que reunido á los coroneles Plicque y Kliski que estaban hacia Al- cañiz , obligó al español á enmarañarse en las sierras.

Mas pasado un mes volviendo Villacampa á avanzar resolvió de nuevo Suchet que le ataca- sen sus tropas, y destacó á Klopicki del bloqueo de Tortosa con 7 batallones y 400 caballos. Vi- llacampa retrocedió, y Carvajal evacuó á Te- ruel, donde entraron los franceses el 30. Siguie- ron estos de cerca á los españoles , y en la ma- ñana siguiente alcanzaron su retaguardia mas

Villacampa infatigable en guerrear.

¡TO

Comnate de la Fuen San-

■m

allá de la quebrada de Al ventosa, y cogieron 6 piezas, varios caballos y carros de municiones.

Klopicki creyó con esto haber dispersado del todo á los españoles ; pero luego se desengañó, quedando en pie la mayor parte de la fuerza del general Villacampa. Por lo mismo trató de ani- quilarla , y se encontró con ella apostada el 12 cíe noviembre en las alturas inmediatas al san- tuario de la Fuen Santa, espaldas de Villel. Don Pedro Villacampa tenia unos 3$ hombres, man- teniéndose Carvajal con alguna gente en Cuer- vo, á una legua del campo de batalla. La posi- ción española era fuerte aunque algo prolonga- da, y la defendieron los nuestros dos horas por- fiadamente, hasta que la izquierda fue envuelta y atropellada. Perecieron de los españoles unos 200 hombres, ahogándose bastantes en el Gua- dalaviar al cruzar el puente de Libros, que con el peso se hundió.

Klopicki tornó después al sitio de Tortosa, y dejó á Kliski con 1200 hombres para defender por aquella parte contra Villacampa la orilla de- recha del Ebro. Nuevo* con. Entre tanto sosteniéndose altas con mayor Toítosa.para constancia las aguas de este rio, apresuráronse los enemigos á transportar lo que exigía el ente- ro complemento del asedio de aquella plaza. Mas no lo ejecutaron sin tropiezos y contra* ardt!etat°s tiempos. El 3 de noviembre diez y siete barcas partieron de Mequinenza escoltadas con tropa francesa que las seguian por las márgenes del Ebro : la rapidez de la corriente hizo que aque- llas tomasen la delantera. Aprovechóse de tal acaso el teniente coronel Villa puesto en embos-

353

cada entre Fallo y Ribaroya , y atacando el con- voy cogió varias barcas , salvándose las otras al abrigo de refuerzos que acudieron. No les fal- taron tampoco antes de llegar á su destino nue- vas refriegas. Lo mismo sucedió el 27 de no- viembre á otro convoy, con la diferencia que en este caso las barcas se habían retrasado anti- cipándose las escoltas : y catalanes en acecho aco- metieron aquellas , las hicieron barar, y cogie- ron 70 hombres de la guarnición de Mequinenza que habían salido á socorrerlas.

Como semejantes tentativas y correrías ó eran u* españo- proyectadas por la división española alojada en ¿LáTí^ú Falset , ó por lo menos las apoyaba , habia ya determinado Suchet, tanto para escarmentarla, cuanto para facilitar la aproximación del 7.° cuerpo, al que siempre aguardaba, atacar á los españoles en aquel puesto. Verificólo asi el 19 de noviembre por medio del general Habert, quien no obstante una viva resistencia de los nuestros, regidos por el barón de La Barre , se enseñoreó del campo, y cogió 300 prisioneros, de cuyo nú- mero fue el general García Navarro , si bien lue- go consiguió escaparse.

Don Luis de Bassecourt por el lado de Va- lencia también tentó molestar á los franceses , v "T1"-

T -1 1 1 1 m i ' •/ to He Basso-

aun divertirlos del sitio de Tortosa. En la noche «"»«. del 25 de noviembre partió de Peñíscola la vuel- ta de Ulldecona con 8000 infantes y 800 caba- llos , distribuidos en tres columnas : la del cen- tro la mandaba el mismo Bassecourt ; la de la de- recha que se dirigía camino de Alcanar Don An- tonio Porta , y la de la izquierda Don Melchor Alvarez. Al llegar el primero cerca de Ulldeco- ÜUd£Í„" d* TOMO ni. 23

354

na perdió tiempo aguardando á Porta ; pero im- paciente ordenó al fin que avanzasen guerrillas de infantería y caballería , y que al oir cierta se- ñal atacasen. Hízose asi, sustentando Bassecourt la acometida por el centro con el grueso de los ginetes, y por los flancos con los peones. Hasta tercera vez insistieron los nuestros en su empe- ño, en cuya ocasión no descubriéndose todavía ni á Porta, ni á Don Melchor Alvarez, tuvieron

2ue cejar con quebranto, en especial el escua- ron de la Reina, cuyo coronel Don José Ve- larde quedó prisionero. Bassecourt se retiró por escalones y en bastante orden hasta Vinaroz, donde se le juntó Don Antonio Porta. Los fran- ceses vinieron luego encima habiendo juntado todas sus fuerzas el general Musnier que los man- daba j, con lo que los nuestros, ya desanimados, se dispersaron. Recogióse Bassecourt á Peñísco- la, en donde se volvió á reunir su gente, y lle- gó noticia de haberse mantenido salva la izquier- da que capitaneaba Don Melchor Alvarez, ya que no acudiese con puntualidad al sitio que se le señalara. Corta fue de ambos lados la pérdida; los prisioneros por el nuestro bastantes, aunque después se fugaron muchos. Achacóse en parte la culpa de este descalabro á la lentitud de Por- ta : otros pensaron que Bassecourt no habia cal- culado convenientemente los tropiezos que en la marcha encontrarían las columnas de derecha ¿izquierda.

Al mismo tiempo que se avanzó hacia Ullde- cona, dio la vela de Peñíscola una flotilla con in- tento de atacar los puestos franceses de la Rápi- ta y los Alfaques ; mas estando sobre aviso el ge-

355

neral Harispe , que habia sucedido en el man- do de la división á Laval, muerto de enferme- dad , tomó sus precauciones, y estorbó el desem- barco.

Se acercaba en tanto el dia en que Macdo- JJ^j^ nald, después de largo esperar, ayudase de veras ¿Baro-ionay á la completa formalizacion del sitio de Torto- Tortol sa. Permitióselo el haber podido meter en Bar- celona el convoy que insinuamos fue á buscar via del Ampurdan. Aseguradas de este modo por algún tiempo las subsistencias en dicha plaza, dejó en ella 6000 hombres; 14,000 á las órdenes del general Baraguey D'Hilliers en Gerona y Fi- gueras, de que la mayor parte quedaba disponi- ble para guerrear en el campo y mantener las comunicaciones con Francia, y con 15,000 res- tantes marchó el mismo Macdonald la vuelta del Ebro, entrando en Mora el 13 de diciembre. Concertáronse él y Suchet, y sentando éste en Jerta su cuartel general, ocupó el otro los pues- tos que antes cubría la división de Habert, y se dio principio á llevar con rapidez los trabajos Formaliza a del sitio de Tortosa , del que hablaremos en uno sitio Suchet* de los próximos libros.

A la propia sazón el ejército español de Ca- taluña dejando una división que observase elLlo- bregat, y continuando el Ampurdan al cuidado del barón de Eróles, se colocó en su mayor par- te frontero á Macdonald en figura de arco , al- rededor de Lent , y apoyada la derecha en Mont- blanc. Faltóle luego el brazo activo y vigoroso de Don Enrique Odonnell, quien debilitado á causa de su herida, empeorada con los cuida- dos, tuvo que embarcarse para Mallorca antes

356 Deja odon- de acabar diciembre , recayendo el mando inte-

iiell el man- . ' i * » -r\ »*• i i

uo. rinamente , como mas antiguo , en Don Miguel de

Iranzo.

Por la relación que acabamos de hacer de las operaciones militares de estos meses en Catalu- ña, Aragón y Valencia, harto enmarañadas, y quizá enojosas por su menudencia , habrá visto el lector como á pesar de haber escaseado en ellas trabazón y concierto fueron para el enemi- go incómodas y ominosas; pues desde principio de julio que embistió á Tortosa no pudo hasta diciembre formalizar el sitio. Nuevo ejemplo de lo que son estas guerras. Sesenta mil franceses, no obstante los yerros y la mala inteligencia de nuestros gefes, nada adelantaron por aquella par- te durante varios meses en la conquista , estre- llándose sus esfuerzos contra el tropel de refrie- gas, y pertinacia de los pueblos.

partida» en En el riñon de España, junto con las pro- España"0^6 vincias vascongadas y Navarra , se aumentaban las partidas, y en este año de 10 llegaron á for- mar algunas de ellas cuerpos numerosos y mejor disciplinados ; pues en tales lides , como decia Fernando del Pulgar, «crece el corazón con las «hazañas, y las hazañas con la gente, y la gen- »te con el interés." Proseguian también alli en algunos parages gobernando las juntas, las cua- les, sin asiento fijo, mudaban de morada según la suerte de las armas, y ya se embreñaban en elevadas sierras, ó ya se guarecian en recóndi- tos yermos. La regencia de Cádiz nombraba á veces generales que tuviesen bajo su mando los diversos guerrilleros de un determinado distri- to , ó ensalzaba á los que de entre ellos mismos

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sobresalían , autorizándolos con grados y coman- dancias superiores. Igualmente envió intenden- tes ú otros empleados de hacienda que recauda- sen las contribuciones, y llevasen en lo posible la correspondiente cuenta y razón, inviniéndo- se los productos en las atenciones de los respec- tivos territorios. Y si no se estableció en todas partes entero y cumplido orden , incompatible con las circunstancias y la presencia del enemi- go , por lo menos adoptóse un género de gober- nación que, aunque llevaba visos de solo con- certado desorden, remedió ciertos males, evitó otros, y mantuvo siempre viva la llama de la in- surrección.

No poco por su lado contribuían los france- ses al propio fin. Sus extorsiones pasaban la raya de lo hostigoso é inicuo. Vivían en general de pesa- dísimas derramas y de escandaloso pillage, cuyos excesos producían en los pueblos venganzas, y éstas cruelesy sanguinarias medidas del enemigo. Los alcaldes de los pueblos, los curas párrocos, los sugetos distinguidos, sin reparar en edad ni aun en sexo, tenían que responder de la tranquili- dad pública, y con frecuencia, so pretexto de que conservaban relaciones con los partidarios , se los metia en duras prisiones, se los extrañaba á Francia, ó eran atropelladamente arcabuceados. ¡Qué pábulo no daban tales arbitrariedades y de- masías al acrecentamiento de las guerrillas!!

Asaltados por ellas en todos lugares tuvieron Jos enemigos que establecer de trecho en tre- cho puestos fortificados , valiéndose de antiguos castillos de moros , ó de conventos y casas-pala- cios. Por este medio aseguraban sus caminos mi-

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litares , la línea de sus operaciones, y formaban depósitos de víveres y aprestos de guerra. Su do- minio no se extendía generalmente fuera del re- cinto fortalecido , teniendo á veces que oír mal de su agrado y sin poder estorbarlo las jácaras patrióticas que en su derredor venian á entonar con los habitantes los atrevidos partidarios.

Al viajante presentaban por lo común aque- llos caminos triste y desoladora vista : pueblos desiertos, arruinados, continua soledad que in- terrumpían de tarde en tarde escoltados convo- yes, ó la aparición de los puestos franceses, cu- yos soldados rezelosamente salían de entre sus empalizadas. Resultas precisas, pero lastimosas, de tan cruda y bárbara guerra.

Conservar de este modo las comunicaciones exigía de los franceses suma vigilancia y mucha gente. Asi en las provincias, de que vamos ha- blando, nada menos contaban que unos 70,000 hombres, 24,000 en Madrid, y lo restante de Castilla la Nueva. En la Vieja ademas de Sego- via y Avila , y de otros puntos de inmediato en- lace con las operaciones de Portugal y Asturias, habia en Valladolid de 6 á 7000 hombres, y 10,000 en Burgos, Soria y sus contornos. 7000 se esparcian por Álava , Vizcaya y Guipúzcoa, y 22,000 se alojaban en Navarra. Distribuíase toda esta gente en columnas móviles, ó se jun- taba, según los casos, en cuerpos mas numero- sos y compactos.

En orden á los partidarios, causadores de tan- to afán, no nos es dado hacer de todos particu- lar especificación, y menos de sus hechos, co- mo agena de una historia general. Suhia á 200

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la cuenta de los caudillos mas conocidos , apa- reciendo y desapareciendo otros muchos con las oleadas de los sucesos.

Los que andaban cerca de los ejércitos en la circunferencia peninsular, y de que ya hemos hablado , permanecian mas fijos en sus respecti- vos lugares, como dependientes de cuerpos re- glados. Los que ahora nos ocupan, si bien de pre- ferencia tenian , digámoslo asi , determinada vi- vienda, trasladábanse de una provincia á otra al son de las alternativas y vueltas de la guerra , ó según el cebo que ofrecía alguna lucrativa ó glo- riosa empresa.

En Andalucía , aparte de las guerrillas nom- bradas y que recorrían las sierras de Granada y Ronda, diéronse á conocer bastante las de Don Pedro Zaldivia, Don Juan Mármol y Don Juan Lorenzo Rey, habiendo una que apellidaron del Mantequero metídose en el barrio de Triana un dia de los del mes de setiembre con gran sobre- salto de los franceses de Sevilla.

Continuaban en la Mancha haciendo sus ex- cursiones Francisquete y los ya insinuados en otro libro. Oyéronse ahora los nombres de Don Miguel Diaz y de Don Juan Antonio Orobio,

1'untamente con los de Don Francisco Abad y )on Manuel Pastrana , el primero bajo el mole de Chaleco, y el último bajo el de Chambergo. Usanza esta general entre el vulgo, no olvidada ahora con caudillos que por la mayor parte sa- lían de las honradas pero humildes clases del pueblo.

Apareció en la provincia de Toledo Don Juan Palarea médico de Villaluenga , y en la misma

En Castilla la >"ueva.

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murió el famoso partidario Don Ventura Jimé- nez de resultas de heridas recibidas el 17 de ju- nio en un empeñado choque junto al puente de San Martin. Igual y gloriosa suerte cupo á Don Toribio Buptamante , alias el Caracol , que re- corría aquella provincia y la de Extremadura. Tomó las armas después de la batalla de Riose- eo, en donde era administrador de correos, pa- ra vengar la muerte de su muger y de un tier- no hijo que perecieron á manos de los franceses en el saco de aquella ciudad. Finó el 2 de agos- to lidiando en el puerto de Mirabete.

En las cercanías de Madrid herbian las par- tidas á pesar de las fuerzas respetables que cus- todiaban la capital; bien es verdad que dentro tenia la causa nacional firmes parciales, y auxi- lios, y pertrechos, y hasta insignias honoríficas recibían de su adhesión y afecto los caudillos de las guerrillas.

Don Juan Martin [el Empecinado] , que por lo común peleaba en la provincia vecina de Gua- dalajara , era á quien especialmente se dirigían los envíos y obsequiosos rendimientos. Cuerpos suyos destacados rondaban á menudo no lejos de Madrid, y el 13 de julio hasta se metieron en la Casa de Campo tan inmediata á la capital , y sitio de recreo de José. A tal punto inquietaban estos rebatos á los enemigos, y tanto se multi- plicaban que el conde de Laforest embajador de Napoleón cerca de su hermano , después de ha- blar en un pliego escrito en 5 de julio al minis- tro Champagny de que las «sorpresas que hacían »las cuadrillas españolas de los puestos milita- res, de los convoyes y correos, eran cada dia

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»mas frecuentes", anadia, «que en Madrid nadie »se podía sin riesgo alejar de sus tapias."

Mirando los franceses al Empecinado como principal promovedor de tales acometidas, qui- sieron destruirle , y ya en la primavera habian destacado contra el á las órdenes del general Hugo una columna volante de 3000 infantes y caballos, en cuyo número habia españoles de los enregimentados por José ; pero que comunmen- te solo sirvieron para engrosar las filas del Em- pecinado.

El general Hugo , aunque al principio alcan- zó ventajas, creyó oportuno para apoyar sus mo- vimientos fortalecer en fines de junio á Brihue- ga y Sigüenza. No tardó el Empecinado en ata- car á esta ciudad, constando ya su fuerza de 600 infantes y 400 caballos. Se agregó á él con 100 hombres Don Francisco de Palafox que vimos antes en Alcañiz, y que luego pasó á Mallorca donde murió. Juntos ambos caudillos obligaron á los franceses á encerrarse en el castillo, y en- traron en la ciudad. Abandonáronla pronto. Mas desde entonces el Empecinado no cesó de ame- nazar á los franceses en todos los puntos, y de molestarlos marchando y contramarchando , y ora se presentaba en Guadalajara, ora delante de Sigüenza , y ora en fin cruzaba el Jarama y ponia en cuidado hasta la misma corte de José.

Servíale de poco á Hugo su diligencia ; pues Don Juan Martin si se veía acosado, presto á des- parcir su gente, juntábala en otras provincias, é iba hasta las de Burgos y Soria , de donde tam- bién venian á veces en su ayuda Tapia y Merino. El 18 de agosto trabó en Gifuentes, partido

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de Guadalajara, una porfiada refriega, y aunque de resultas tuvo que retirarse, apareció otra vez el 24 en Mirabueno, y sorprendió una columna enemiga cogiéndole bastantes prisioneros. Vol- vió en 14 de setiembre á empeñar otra acción también reñida en el mismo Cifuentes, la cual duró todo el dia , y los franceses después de po- ner fuego á la villa se recogieron á Brihuega.

Ascendió en octubre la fuerza del Empeci- nado á 600 caballos y 1500 infantes, con lo que Íiudo destacar partidas á Castilla la Vieja y otros ugares, no solo para pelear contra los franceses, sino también para someter algunas guerrillas es-

Í tañólas que , so color de patriotismo, oprimían os pueblos y dejaban tranquilos á los enemigos.

No le estorbó esta maniobra hostilizar al ge- neral Hugo, y el 18 de octubre escarmentó á al- gunas de sus tropas en las Cantarillas de Fuen- tes, apresando parte de un convoy.

Con tan repetidos ataques desflaquecia la co- lumna del general Hugo , y menester fue que le enviasen de Madrid refuerzos. Luego que se le juntaron se dirigió á Humanes, y allí en 7 de diciembre escribió al Empecinado ofreciéndo- le para él y sus soldados servicio y mercedes, bajo el gobierno de José. Replicó el español brio- samente y como honrado , de lo cual enfadado Hugo cerró con los nuestros dos dias después en Cogolludo, teniendo el gefe español que re- tirarse á Atienza sin que por eso se desalenta- se; pues á poco se dirigió á Jadraque y recobró varios de sus prisioneros. «Tal era, dice el ge- »neral Hugo en sus memorias, la pasmosa acti- vidad del Empecinado, tal la renovación y au-

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»mento de sus tropas, tales los abundantes so- corros que de todas partes le suministraban, »que me veía forzado á ejecutar continuos mo- »vimientos." Y mas adelante concluye con asen- tar. «Para la completa conquista de la penínsu- la se necesitaba acabar con las guerrillas

«Pero su destrucción presentaba la imagen de la «hidra fabulosa." Testimonio imparcial , y que añade nuevas pruebas en favor del raro y exqui- sito mérito de las españoles en guerra tan ex- traordinaria y hazañosa.

Don Luis de Bassecourt , conforme apunta- mos, mandaba en Cuenca antes de pasar á Va- lencia. Entraron los franceses en aquella ciudad el M de junio, y hallándola desamparada co- metieron excesos parecidos á los que alli des- honraron sus armas en las anteriores ocupacio- nes. Quemaron casas, destruyeron muebles y or- namentos, y hasta inquietaron las cenizas de los muertos desenterrando varios cadáveres en bus- ca , sin duda , de alhajas y soñados tesoros*

Evacuaron luego la ciudad, y en agosto su- cedió á Bassecourt en el mando Don José Mar- tínez de San Martin, que también de médico se liabia convertido en audaz partidario. Recorría la tierra hasta el Tajo, en cuyas orillas escar- mentó á veces la columna volante que capita- neaba en Tarancon el coronel francés Forestier.

Cundía igualmente voraz el fuego de la guer- En castm» ra al norte de las sierras de Guadarrama. Soste- uv,íja* níanse los mas de los partidarios en otro libro- mencionados, y brotaron otros muchos. De ellos en Segovia Don Juan Abril, en Avila Don Ca- milo Gómez , en Toro Don Lorenzo Aguilar , y

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distinguióse en Valladolid la guerrilla de caba- llería , llamada de Borbon , que acaudillaba Don Tomás Príncipe.

Aqui mostrábase el general Kellermann con- tra los partidarios tan implacable y severo como antes , portándose á veces ya él ó ya los subalter- nos harto sañudamente. Hubo un caso que aven- tajó á todos en esmerada crueldad. Fue pues que preso el hijo de un latonero de aquella ciudad, de edad de doce años , que llevaba pólvora á las

Í>artidas, no queriendo descubrir la persona que e enviaba , aplicáronle fuego lento alas plantas de los pies y á las palmas de las manos para que con el dolor declarase lo que no queria de gra- do. El niño firme en su propósito no desplegó los labios /y conmoviéronse al ver tanta heroi- cidad los mismos ejecutores de la pena , mas no sus verdaderos y empedernidos verdugos. ¿Y quién , después de este ejemplo y otros seme- jantes, solo propios de naciones feroces y de si- glos bárbaros, extrañará algunos rigores y aun actos crueles de los partidarios?

Don Juan Tapia en Falencia, Don Gerónimo Merino en Burgos, Don Bartolomé Amor en la Rioja, y en Soria Don José Joaquin Duran, ya unidos ya separadamente peleaban en sus respec- tivos territorios, ó batian la campaña en otras provincias. Eligió la junta de Soria á Duran co- mandante general de su distrito. Siendo briga- dier fue hecho prisionero en la acción de Bubier- ca , y habiéndose luego fugado se mantenía ocul- to en Cascante , pueblo de su naturaleza. Resol- vió dicha junta este nombramiento [que mereció en breve la aprobación del gobierno] de resultas

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de un descalabro que el 6 de setiembre padecie- ron en Yanguas sus partidas, unidas á las de la Rioja. Causóle una columna volante enemiga que regia el general Roguet, quien inhumanamente mandó fusilar 20 soldados españoles prisioneros, después de haberles hecho creer que íes concedia la vida.

Duran se estableció en Berlanga. Su fuerza al principio no era considerable; pero aparentó de manera que el gobernador francés de Soria Duvernet, si bien á la cabeza de 1600 hombres de la guardia imperial , no osó atacarle solo , y pidió auxilio al general Dorsenne, residente en Burgos. Por entonces ni uno ni otro se movieron, y dejaron á Duran tranquilo en Berlanga.

Tampoco pensaba este en hacer tentativa al- guna hasta que su gente fuese mas numerosa , y estuviese mejor disciplinada. Pero habiéndosele presentado en diciembre los partidarios Merino y Tapia con 600 hombres, los mas de caballe- ría, no quiso desaprovechar tan buena ocasión, y les propuso atacar á Duvernet, que á la sazón se alojaba con 600 soldados en Calatañazor, ca- mino del Burgo de Osma. Aprobaron Merino y Tapia el pensamiento , y lodos convinieron en aguardar á los franceses el 1 1 á su paso por Tor- ralba. Apareció Duvernet, trabóse la pelea, y va iba aquel de vencida cuando de repente la ca- ballería de Merino volvió grupa y desamparó á los infantes. Dispersáronse estos, tornaron Tapia

Íf su compañero á sus provincias, y Duran á Ber- anga, en donde sin ser molestado continuó has- ta finalizar el año de 10 , procurando reparar sus pérdidas y mejorar la disciplina.

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Santander Tomó á su cargo la Montaña de Santander y provincias el partidario Campillo aproximándose unas ve-

vascon gadas, » « x , JTT.

ees a Asturias , y otras a Vizcaya , mas siempre con gran detrimento del enemigo. Mereció por ello gran loa, y también por ser de aquellos lidiadores que sirviendo á su patria , nunca des- pojaron á los pueblos.

La misma fama adquirió en esta parte Don Juan de Aróstegui que acaudillaba en Vizcaya una partida considerable con el nombre de Bo- camorteros. Sonaba en Álava desde principios de año Don Francisco Longa de la Puebla de Arganzon, quien en breve contó bajo su man- do unos 500 hombres. Pronto rebulló también en Guipúzcoa Don Gaspar Jáuregui llamado el Pastor, porque soltó el cayado para empuñar la espada. Expedición Estas provincias vascongadas asi como to-

fia'co^caT. da Ia costa cantábrica, de suma importancia pa- ra divertir al enemigo y cortarle en su raiz las comunicaciones, habían llamado particularmen- te la atención del gobierno supremo , y por tanto ademas de las expediciones referidas de Porlier se idearon otras. Fue de ellas la prime- ra una que encomendó la regencia á Don Ma- riano Renovales. Salió este al efecto de Cádiz, aportó á la Coruña , y hechos los preparativos dio de aqui la vela el 14 de octubre con rum- bo al este. Llevaba 1200 españoles y 800 in- gleses convoyados por 4 fragatas de la misma nación, y otra de la nuestra con varios buques menores. Mandaba las fuerzas de mar el Co- modoro Mends.

Fondeó la expedición en Gijonel 17 átiem-

tábrica.

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Íio que Porlier peleaba en los alrededores con os franceses; mas no pudiendo Renovales des- embarcar hasta el 18, dióse lugar á que los ene- migos evacuasen aquella villa , y que Porlier atacado por estos unidos á los de afuera , se ale- jase. Renovales se reembarcó y el 23 surgió en Santoña : vientos contrarios no le permitieron tomar tierra hasta el 28 : espacio de tiempo fa- vorable á los franceses que acudiendo con fuer- zas superiores en auxilio del punto amagado, obligaron á los nuestros á desistir de su intento. Ademas la estación avanzaba, y se ponia inver- niza con anuncios de temporales peligrosos en costa tan brava : por lo mismo pareciendo pru- dente retroceder á Galicia, aportaron los nues- tros á Vivero. Alli arreciando los vientos se perdió la fragata española Magdalena y el ber- gantin Palomo con la mayor parte de sus tri- pulaciones. Grande desdicha que si en algo pen- dió de los malos tiempos, también hubo quien la atribuyese á imprevisión y tardanzas.

Causó al principio desasosiego á los france- NaTarra.E*. ses esta expedición que creyeron mas podero- sa ; pero tranquilizándose después al verla ale- jada, pusieron nuevo conato, aunque inútilmen- te en despejar el pais de las partidas, perturbán- dolos en especial Don Francisco Espoz y Mina que sobresalió por su intrepidez y no interrum- pidos ataques.

A poco de la desgracia de su sobrino habia allegado bastante gente que todos los dias se au- mentaba. Sin aguardar á que fuese muy nume- rosa , emprendió ja en abril frecuentes acome- tidas, y prosiguió los meses adelante atajando

poz y Mina.

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las escoltas , y combatiendo los alojamientos enemigos. Impacientes estos y enfurecidos del fatigoso pelear determinaron en setiembre des- truir á tan arrojado partidario. Valióse para ello el general Reille que mandaba en Navarra de las fuerzas que alli habia y de otras que iban de paso á Portugal, juntando de este modo unos 30,000 hombres.

Mina acosado para evitar el exterminio de su gente , la desparramó por diversos lugares encaminándose parte de ella á Castilla y parte á Aragón. Guardó él consigo algunos hombres; y mas desembarazado no cesó en sus ataques, si bien tuvo luego que correrse á otras provin- cias. Herido de gravedad tornó después á Navar- ra para curarse; creyéndose mas seguro en don- de el enemigo mas le buscaba. ¡ Tal y tan en su favor era la opinión de los pueblos, tanta la fi- delidad de estos!

Antes de ausentarse dio en Aragón nueva forma á sus guerrillas, vueltas á reunir en nu- mero de 3000 hombres, y las repartió en tres batallones y un escuadrón : confirió el mando de dos de ellos á Curuchaga y á Gorriz gefes dig- nos de su confianza. La regencia de Cádiz le nombró entonces coronel y comandante gene- ral de las guerrillas de Navarra ; pues estos cau- dillos en medio de la independencia de que dis- frutaban, hija de las circunstancias y de su po- sición, aspiraban todos á que el gobierno supre- mo confirmase sus grados y aprobase sus he- chos, reconociéndole como autoridad soberana y único medio de que se conservase buena ar- monía y unión entre las provincias españolas.

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Recobrado Mina de su herida , comenzó al finalizar octubre otras empresas, y su gente re- corrió de nuevo los campos de Aragón y Casti- lla con terrible quebranto de los enemigos. Res- tituyóse en diciembre á Navarra, atacó á los franceses en Tie vas, Monreal y Aibar : y cer- rando dichosamente la campaña de 1810 se dis- puso á dar á su nombre en las sucesivas mayor fama y realce.

Juzgúese por lo que hemos referido cuan- tos males no acarrearían las guerrillas al ejér- cito enemigo. Habíalas en cada provincia , en cada comarca , en cada rincón : contaban algu- nas 2000 y 3000 hombres , la mayor parte 500 y aun 1000. Se agregaron las mas pequeñas á las mas numerosas ó desaparecieron, porque co- mo eran las que por lo general vejaban los pue- blos, faltábales la protección de estos, persi- guiéndolas al propio tiempo los otros guerrille- ros interesados en su buen nombre y á veces también en el aumento de su gente. ?So hay du- da que en ocasiones se originaron daños á los naturales aun de las grandes partidas; pero los mas eran inherentes á este linage de guerra, pu- diéndose resueltamente afirmar que sin aquellas hubiera corrido riesgo la causa de la indepen- dencia. Tranquilo poseedor el enemigo de ex- tensión vasta de pais se hubiera entonces apro- vechado de todos sus recursos transitando por él pacíficamente , y dueño de mayores fuerzas ni nuestros ejércitos por mas valientes que se mostrasen, hubieran podido resistir á la supe- rioridad y disciplina de sus contrarios , ni los aliados se hubieran mantenido constantes en con-

TOMO III. 24

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tribuir á la defensa de una nación, cuyos habi- tantes doblaban mansamente la cerviz á la co- yunda extrangera.

Tregua ahora á tanto combate , y lanzán- doles. , o 1*li'-

donos en el campo no menos vasto de la políti- ca _, hablemos de lo que precedió á la reunión de cortes , las cuales en breve congregadas, ha- ciendo bambonear el antiguo edificio social, echaron al suelo las partes ruinosas y deformes, y levantaron otro, que si no perfecto, por lo menos se acomodaba mejor al progreso de las luces del siglo , y á los usos , costumbres y mem- branzas de las primitivas monarquías de Es- paña.

Desaficionada la regencia á la institución de rcRSsac" cortes habia postergado el reunirías, no cum- cunvocarias. p]jenj0 debidamente con el juramento que ha- bia prestado al instalarse « de contribuir á la ce- lebración de aquel augusto congreso en la for- »ma establecida por la suprema junta central, »y en el tiempo designado en el decreto de crea- »cion de la regencia." Cierto es que en este de- creto aunque se insistia en la reunión de corles ya convocadas para el 1.° de marzo de 1810, se

anadia: «si la defensa del reino lo permi-

»tiere." Cláusula puesta allí para el solo caso de urgencia, ó para diferir cortos dias la instala- ción da las cortes ; pero que abria ancho espacio á la interpretación de los que procediesen con mala ó fria voluntad. ci«mor geno Descuidó pues la regencia el cumplimiento ruipoKibs. ^e gu sojemne promesa, y no volvió á mentar ni aun la palabra cortes sino en algunos pape- les que circuló á América las mas veces no di-

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fundidos en la península , y cortados á traza de entretenimiento para halagar los ánimos de los habitantes de Ultramar. Conduela extraña que sobremanera enojó, pues entonces ansiaban los mas la pronta reunión de cortes, considerando á estas como áncora de esperanza en tan des- hecha tormenta. Creciendo los clamores públi- cos, se unieron á ellos los de varios diputados de algunas juntas de provincia, los cuales resi- dían en Cádiz , y trataron de promover legal- mente asunto de tanta importancia. Temerosa la regencia de la común opinión y sabedora de lo que intentaban los referidos diputados, re- solvió ganar á todos por la mano, suscitando ella misma la cuestión de cortes, ya que conta- se deslumhrar asi y dar largas, ó ya que obliga- da á conceder lo que la generalidad pedia, qui- siese aparentar que solo la estimulaba propia vo- luntad y no ageno impulso. A este fin llamó el 14 de junio á Don Martin de Garay, y le instó á que esclareciese ciertas dudas que ocurrian en el modo de la convocación de cortes, no ha- llándose nadie mas bien enterado en la materia que dicho sugeto, secretario general é indivi- duo que habia sido de la junta central.

No por eso desistieron de su intento los di- Lasp-.dend;. putados de las provincias, y el 17 del propio E?S¿¡L,S junio comisionaron á dos de ellos para poner Provil,cia- en manos de la regencia una exposición ende- rezada á recordar la prometida reunión de cor- tes. Cupo el desempeño de este encargo á Don Guillermo Hualde diputado por Cuenca, y al conde de Toreno [autor de esta historia] que lo era por León. Presentáronse ambos, y después

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de haber el último 9 obtenida venia , leido el pa- pel de que eran portadores , alborotóse bastan- temente el obispo de Orense , no acostumbrado á oir y menos á recibir consejos. Replicaron los comisionados , y comenzaban unos y otros á agriarse , cuando terciando el general Casta- ños , amansáronse Hualde y Toreno, y templan- do también el obispo su ira locuaz y apasiona- da , humanóse al cabo ; y asi él como los demás regentes dieron á los diputados una respuesta satisfactoria. Divulgado el suceso , remontó el vuelo la opinión de Cádiz , mayormente habien- do su junta aprobado la exposición hecha al go- bierno , y sostenídola con otra que á su efecto elevó á su conocimiento en el dia siguiente.

Amedrentada la regencia con la fermenta- ción que reinaba, promulgó el mismo 18 * un de- creto , por el que mandando que se realizasen á la mayor brevedad las elecciones de diputados que no se hubiesen verificado hasta aquel dia, se disponía ademas que en todo el próximo agos- to concurriesen los nombrados á la Isla de León, en donde luego que se hallase la mayor parte, se daria principio á las sesiones. Aunque en su tenor parecía vago este decreto, no fijándose el dia de la instalación de cortes, sin embargo la regencia soltaba prendas que no podia recoger, y á nadie era ya dado contrarestar el desenca- denado ímpetu de la opinión. j¿biio gene- Produjo en Cádiz y seguidamente en toda la monarquía extremo contentamiento semejante providencia , y apresuráronse á nombrar dipu- tados las provincias que aun no lo habían efec- tuado, y que gozaban de la dicha de no estar

Decreto Je convocación. C Ap. n. ».)

ral en la na-

regencia so- bre contoear oiu segunda

373 imposibilitadas para aquel acto por la ocupación enemiga. En Cádiz empezaron todos á trabajar en favor del pronto logro de tan deseado ob- jeto.

La regencia por su parte se dedicó á resol- Dudas de u ver las dudas que , según arriba insinuamos, ocurrian acerca del modo de constituir las cor- tes. Fue una de las primeras la de si se convo- caría ó no una cámara de privilegiados. En su lugar vimos como la junta central dio antes de disolverse un decreto , llamando bajo el nom- bre de estamento ó cámara de dignidades á los arzobispos, obispos y grandes del reino; pero también entonces vimos como nunca se habia publicado esta determinación. En la convoca- toria general de 1.° de enero ni en la instruc- ción que la acompañaba no habia el gobierno supremo ordenado cosa alguna sobre su poste- rior resolución : solo insinuó en una nota que igual convocatoria se remitiria « á los represen- tantes del brazo eclesiástico y de la nobleza." Las juntas no publicaron esta circunstancia , é ignorándola los electores, habían recaído ya al- gunos de los nombramientos en grandes y en prelados.

Perpleja con eso la regencia empezó á con- sultar á las corporaciones principales del reino sobre si convendría ó no llevar á cumplida eje- cución el decreto de la central acerca del esta- mento de privilegiados. Para acertar en la ma- teria de poco servia acudir á los hechos de nues- tra historia.

Antes que se reuniesen las diversas coronas Co de España en las sienes de un mismo monarca, ■,ui*

374

Labia la práctica sido varia , según los estados y los tiempos. En Castilla desaparecieron del to- do los brazos del clero y de la nobleza después de las cortes celebradas en Toledo en 1538 y 1539. Duraron mas tiempo en Aragón ; pero colocada en el solio al principiar el siglo XVIII la estirpe de los Borbones dejaron en breve de congregarse separadamente las cortes en ambos reinos , y solo ya fueron llamadas para la jura de los príncipes de Asturias. Por primera vez se vieron juntas en 1709 las de las coronas de Aragón y Castilla, y asi continuaron hasta las últimas que se tuvieron en 1789; no asistiendo ni aun á estas á pesar de tratarse algún asunto grave sino los diputados de las ciudades. Solo en Navarra proseguía la costumbre de convo- car á sus cortes particulares el brazo eclesiásti- co y el militar, ó sea de la nobleza. Pero ade- mas de que alli no entraban en el primero ex- clusivamente los prelados , sino también prio- res , abades y hasta el provisor del obispado de Pamplona , y que del segundo componían par- te varios caballeros sin ser grandes ni titulados, no podia servir de norma tan reducido rincón, á lo restante del reino , señaladamente hallán- dose cerca como para contrapuesto ejemplo las provincias vascongadas, en cuyas juntas del to- do populares no se admiten ni aun los clérigos. Ahora habia también que examinar la índole de la presente lucha, su origen y su progreso.

La nobleza y el clero, aunque entraron gus- tosos en ella, habían obrado antes bien como particulares que como corporaciones , y lo mas elevado de ambas clases, los grandes y los pre-

en ia na- ción.

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lados no habían por lo general brillado ni á la cabeza de los ejércitos , ni de los gobiernos, ni de las partidas. Agregábase á esto la tendencia de la nación desafecta á gerarquías, y en la que reducidos á estrechísimos límites los privilegios de los nobles, todos podían ascender á los pues- tos mas altos sin excepción alguna.

Mostrábase en ello tan universal la opinión, oP¡..¡o.. o que no solo la apoyaban los que propendían á ideas democráticas , mas también los enemigos de cortes y de todo gobierno representativo. Los últimos no en verdad como un medio de desorden [habia entonces en España acerca del asunto mejor fé] , sino por no contra restar el modo de pensar de los naturales. Ya en Sevi- lla en la comisión de la junta central encarga- da de los trabajos de cortes, los Señores Riquel- me y Caro que apuntamos desamaban la reu- nión de cortes, una vez decidida esta, votaron por una sola cámara indivisa y común, y el ilustre Jovellanos por dos : Jovellanos acérrimo partidario de cortes y uno de los españoles mas sabios de nuestro tiempo. Los primeros seguían la voz común: guiaban al último reglas de con- sumada política, la práctica de Inglaterra y otras naciones. Entre los comisionados de las juntas residentes en Cádiz fue el mas celoso en favor de una sola cámara Don Guillermo Hualde, no obstante ser eclesiástico , dignidad de Chantre en la catedral de Cuenca y grande adversario de novedades. Contradicciones frecuentes en tiempos revueltos, pero que nacían aquí, repe- timos, de la elevada y orgullosa igualdad que ostenta la jactancia española : manantial de cier-

Respuesta de esle. Voto

particular.

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las virtudes, causa á veces de ruinosa insubor- dinación. comuitau ^a regencia consultó sobre la materia y otras regencia ai relativas á cortés al consejo reunido. La mavo-

«onsejo reu- , ,, , 1 í . . J

■>¡ao. ría se coníormo en todo con la opinión nías

acreditada , y se inclinó también á una sola cá- mara. Disintieron del dictamen varios indivi- duos del antiguo consejo de Castilla , de cuyo número fueron el decano Don José Colon , el conde del Pinar , y los señores Riega , Duque Estrada, y Don Sebastian de Torres. Oposición que dimanaba, no de adhesión á cámaras, sino de odio á todo lo que fuese representación na- cional : por lo que en su voto insistieron parti- cularmente en que se castigase con severidad á los diputados de las juntas que habian osado pe- dir la pronta convocación de cortes.

Cundió en Cádiz la noticia de la consulta junto con la del dictamen de la minoría, y en- fureciéronse los ánimos contra esta, mayormen- te no habiendo los mas de los firmantes dado al principio del levantamiento en Í808 grandes pruebas de afecto y decisión por la causa de la independencia. De consiguiente conturbáronse los disidentes al saber que los tiros disparados en secreto, con esperanza de que se manten- tlrian ocultos , habian reventado á la luz del dia. Creció su temor cuando la regencia para fundar sus providencias , determinó que se pu- blicase la consulta y el dictamen particular. No hubo entonces manejo ni súplica que no emplea- sen los autores del último para alcanzar el que se suspendiese dicha resolución. Asi sucedió, y tranquilizóse la mente de aquellos hombres, cu-

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vas conciencias no habían escrupulizado en acon- sejar á las calladas injustas persecuciones, pero que se estremecían aun de la sombra del peli- gro. Achaque inherente á la alevosía y á la cruel- dad , de que muchos de los que firmaron el vo- to particular dieron tristes ejemplos años ade- lante , cuando sonó en España la lúgubre y acia- ga hora de las venganzas y juicios inicuos.

Pidió luego la regencia acerca del mismo consuiudei asunto de cámaras el parecer del consejo de taX!° estado, el cual convino también en que no se convocase la de privilegiados. Votó en favor de este dictamen el marqués de Astorga, no obs- tante su elevada clase : del mismo fue Don Be- nito de Hermida adversario en otras materias de cualesquiera novedades. Sostuvo lo contrario Don Martin de Garay, como lo había hecho en la central, y conforme á la opinión de Jove- llanos.

No pudiendo resistir la regencia á la uni- versalidad de pareceres decidió que las clases privilegiadas no asistirían por separado á las cortes que iban á congregarse, y que estas se juntarían con arreglo al decreto que había cir- culado la central en 1.° de enero.

Según el tenor de este y de la instrucción que le acompañaba , innovábase del todo el an- tiguo modo de elección. Solamente en memoria de lo que antes regía se dejaba que cada ciudad de voto en cortes enviase por esta vez, en re- presentación suya , un individuo de su ayunta- miento. Se concedía igualmente el mismo dere- cho á las juntas de provincia como premio de sus desvelos en favor de la independencia nacio-

Nosecon- Toca se "iimla

Modo de elecciou.

de Kspa&a.

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nal. Estas dos clases de diputados no componian ni con mucho la mayoría, pero los nombrados por la generalidad de la población conforme al método ahora adoptado. Por cada 50,000 almas se escogía un diputado, y tenían voz para la elec- ción los españoles de todas clases avecindados en el territorio , de edad de 25 años, y hombres de casa abierta. Nombrábanse los diputados in- directamente, pasando su elección por los tres grados de juntas de parroquia, de partido y de provincia. No se requerían para obtener dicho cargo otras condiciones que las exigidas para ser elector y la de ser natural de la provincia, que- dando elegido diputado el que saliese de una ur- na ó vasija en que habían de sortearse los tres sugetos que primero hubiesen reunido la mayo- ría absoluta de votos. Defectuoso si se quiere este método , ya por ser sobradamente franco , esta- bleciendo una especie de sufragio universal, y ya restricto á causa ele la elección indirecta, lle- vaba sin embargo gran ventaja al antiguo ó á lo menos á lo que de este quedaba.

En Castilla hasta entrado el siglo XV hubo cortes numerosas y á las que asistieron muchas villas y ciudades, si bien su concurrencia pendió casi siempre de la voluntad de los reyes y no de un derecho reconocido é inconcuso. A los dipu- tados ó sean procuradores, nombrábanlos los concejos formados de los vecinos, ó ya los ayun- tamientos, pues estos siendo entonces por lo co- mún de elección popular , representaban con mayor verdad la opinión de sus comitentes, que después, cuando se convirtieron sus regidurías, especialmente bajo los Felipes austríacos, en ofi-

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cios vendibles y enagenables de la corona; me- dida que, por decirlo de paso, nació mas bien de los apuros del erario que de miras ocultas en la política de los reyes. En Aragón el brazo de las universidades ó ciudades , y en Valencia y Ca- taluña el conocido con el nombre de real, cons- taban de muchos diputados que llevaban la voz de los pueblos. Cuáles fuesen los que hubiesen de gozar de semejante derecho ó privilegio no estaba bien determinado, pues según nos cuen- tan los cronistas Martel y Blancas solo goberna- ba la costumbre. Este modo de representar la ge- neralidad de los ciudadanos, aunque inferior sin duda al de la central, aparecía, repetimos, muy superior al que prevaleció en los siglos .XVI y XVII, decayendo sucesivamente las prácticas y usos antiguos, á punto que en las cortes cele- bradas desde el advenimiento de Felipe V hasta las últimas de 1789 solo se hallaron presentes los caballeros procuradores de 37 villas y ciudades, tínicas en que se reconocía este derecho en las dos coronas de Aragón y Castilla. Por lo que con razón asentaba Lord Oxford, al principio del siglo XVIII que aquellas asambleas solo eran ya magni nominis umbra.

Conferíanse ahora á los diputados facultades ,

-,. , , * . -. Poderes que

amplias , pues ademas de anunciarse en la con- s<; *■■ ios vocatoria entre otras cosas, que se llamábala ,puta os" nación á cortes generales «para restablecer y me- jorar la constitución fundamental de la monar- quía" se especificaba en los poderes que los di- putados « podían acordar y resolver cuanto se «propusiese en las cortes, asi en razón de los «puntos indicados en la real carta convocatoria,

IJámanse á las curtes di- putados de las provin- cias de Amé-

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«como en otros cualesquiera, con plena, franca, »libre y general facultad, sin que por falta de »poder dejasen de hacer cosa alguna, pues todo »el que necesitasen les conferian [los electores] »sin excepción ni limitación alguna."

Otra de las grandes innovaciones fue la de convocar á cortes las provincias de América y Asia. Descubiertos y conquistados aquellos pai- ses á la sazón que en España iban de caida las juntas nacionales nunca se pensó en llamar á ellas á los que alli moraban. Cosa por otra parte nada extraña atendiendo á sus diversos usos y costum- bres, á sus distintos idiomas, al estado de su civilización, y á las ideas que entonces goberna- ban en Europa respecto de colonias ó regiones nuevamente descubiertas, pues vemos que en In- glaterra mismo donde nunca cesaron los parla- mentos , tampoco en su seno se concedió asien- to á los habitadores allende los mares.

Ahora que los tiempos se habian cambiado, y coníirmádose solemnemente la igualdad de de- rechos de todos los españoles, europeos y ultra- marinos, menester era que unos y otros concur- riesen á un congreso en que iban á decidirse materias de la mayor importancia, tocante á to- da la monarquía que entonces se dilataba por el orbe. Requeríalo asi la justicia, requeríalo el in- terés bien entendido de los habitantes de ambos mundos, y la situación de la península , que pa- ra defender la causa de su propia independen- cia debia granjear las voluntades de los que re- sidían en aquellos países, y de cuya ayuda ha- bía reportado colmados frutos. Lo dificultoso era arreglar en la práctica la declaración de la igual-

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dad. Regiones extendidas como las de América, con variedad de castas, con desvío entre estas y preocupaciones, ofrecian en el asunto proble- mas de no fácil resolución. Agregábase la falta de estadísticas, la diferente y confusa división de provincias y distritos, y el tiempo que se ne- cesitaba para desenmarañar tal laberinto, cuan- do la pronta convocación de cortes no daba vagar, ni para pedir noticias á América , ni pa- ra sacar de entre el polvo de los archivos las mancas y parciales que pudieran averiguarse en Europa.

Por lo mismo la junta central en el primer decreto que publicó sobre cortes en 22 de mayo de 1809, contentóse con especificar que la co- misión encargada de preparar los trabajos acer- ca de la materia viese «la parte que las Améri- »cas tendrían en la representación nacional." Cuando en enero de 1810 expidió la misma jun- ta á las provincias de España las convocatorias para el nombramiento de cortes, acordó también un decreto en favor de la representación de Amé- rica y Asia, limitándose á que fuese supletoria, compuesta de 26 individuos escogidos entre los naturales de aquellos paises residentes en Euro- pa , y hasta tanto que se decidiese el modo mas conveniente de elección. No se imprimió este decreto, y solo se mandó insertar un aviso en la gaceta del mismo 7 de enero, dando cuenta de dicha resolución , confirmada después por la cir- cular que al despedirse promulgó la central so- bre celebración de cortes.

No bastaba para satisfacer los deseos de la América tan escasa y ficticia representación, por

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lo cual adoptóse igualmente un medio que si no era tan completo como el decretado para Es- paña , se aproximaba al menos á la fuente de donde ha de derivarse toda buena elección. To- móse en ello ejemplo de lo determinado an- tes por la central , cuando llamó á su seno in- dividuos de los diversos vireinatos y capitanías generales de Ultramar , medida que no tuvo cumplido efecto á causa de la breve gobernación de aquel cuerpo. Según dicho decreto , no pu- blicado sino en junio de 1809, los ayuntamien- tos después de nombrar tres individuos debian sortear uno y remitir el nombre del que fuese favorecido por la fortuna al virei ó capitán ge- neral , quien reuniendo los de los candidatos de las diversas provincias, tenia que proceder con el real acuerdo á escoger tres y en seguida sor- tearlos, quedando elegido para individuo de la junta central el primero que saliese de la urna. Asi se ve que el número de los nombrados se limitaba á uno solo por cada vireinato ó capi- tanía general.

Conservando en el primer grado el mismo método de elección, habia dado la regencia en 14 de febrero mayor ensanche al nombramien- to de diputados á cortes. Los ayuntamientos ele- gían en sus provincias sus representantes, sin necesidad de acudir á la aprobación ó escogi- miento de las autoridades superiores, de mane- ra que en vez de un solo diputado por cada vi- reinato ó capitanía general, se nombraron tan- tos cuantas eran las provincias, con lo que no de- jó de ser bastante numerosa la diputación ame- ricana que poco á poco fue aportando á Cádiz,

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aun de los países mas remotos, y compuso par- te muy principal de aquellas corles.

No estorbó esto que aguardando la llegada Ei«cc¡onde de los diputados propietarios, se llevase á efecto s"pl°"1 en Cádiz el nombramiento de suplentes, asi res- pecto de las provincias de Ultramar como tam- bién de Jas de España, cuyos representantes no hubiesen todavía acudido impedidos por la ocu-

Í)acion enemiga ó por cualquiera otra causa que íubiese motivado la dilación. Para América y Asia en vez de 26 suplentes resolvió la regencia se nombrasen dos mas, accediendo á varias sú-

Elicas que se le hicieron : para la península de- ia elegirse uno solo por cada una de las pro- vincias indicadas. Tocaba desempeñar encargo tan importante á los respectivos naturales, en quienes concurriesen las calidades exigidas en el decreto é instrucción de í.° de enero. La re- gencia habia el 19 de agosto determinado defi- nitivamente este asunto de suplentes, convinien- do en que la elección se hiciese en Cádiz, como refugio del mayor número de emigrados. Pu- blicó el 8 de setiembre un edicto sobre la ma- teria, y nombró ministros del consejo que pre- Í>a rasen las listas de los naturales de la penínsu- a y de América que estuviesen en el caso de poder ser electores.

Aplaudieron todos en Cádiz el que hubiese oP¡n¡„nSo. suplentes, lo mismo los apasionados á noveda- céJfcT des que sus adversarios. Vislumbraban en ello unos carrera abierta á su noble ambición, espe- raban otros conservar asi su antiguo influjo y contener el ímpetu reformador. Entre los últi- mos se contaban consejeros, antiguos emplea-

esto en

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dos, personas elevadas Cn dignidad que se figu- raban prevalecer en las elecciones y manejarlas á su antojo, asistidos de su nombre y de su res- pelada autoridad. Ofuscamiento de quien igno- raba lo arremolinadas que van, aun desde un principio, las corrientes de una revolución. tomiza X! En breve se desengañaron, notando cuan

eedad. perdido andaba su influjo. Levantáronse los pe-

chos de la mocedad, y desapareció aquella indi- ferencia á que antes estaba avezada en las cues- tiones políticas. Todo era juntas, reuniones, cor- rillos, conferencias con la regencia, demandas, aclaraciones. Hablábase de candidatos para di- putados, y poníanse los ojos, no precisamente en dignidades, no en hombres envejecidos en la antigua corte ó en los rancios hábitos de los con- sejos ú otras corporaciones, sino en los que se miraban como mas ilustrados , mas briosos y mas capaces de limpiar la España de la herrum- bre que llevaba comida casi toda su fortaleza.

Los consejeros nombrados para formar las listas lejos de tropezar, cuando ocurrían dudas, con tímidos litigantes ó con sumisos y necesita- dos pretendientes, tuvieron que habérselas con hombres que conocían sus derechos, que los de- fendían y aun osaban arrostrar las amenazas de quienes antes resolvían sin oposición y con el ceño de indisputable supremacía. Enoo deíos Desde entonces muchos de los que mas ha- memigos de bian deseado el nombramiento de suplentes, em-

reformas. , . x

pezaronse a mostrar enemigos, y por consecuen- cia adversarios de las mismas cortes. Fuéronlo sin rebozo luego que se terminaron dichas elec- ciones de suplentes. Se dio principio á estas el

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17 de setiembre, y recayeron por lo común los nombramientos de diputados en sugetos de ca- pacidad y muy inclinados á reformas.

Presidieron las elecciones de cada provincia de España individuos de la cámara de Castilla, y las ele América Don José Pablo Valiente del consejo de Indias. Hubo algunas bastante ruido- sas, culpa en parte de la tenacidad de los presi- dentes y de su mal encubierto despecho, malo- grados sus intentos. De casi ninguna provincia de España hubo menos de 100 electores, y lle- garon á 4000 los de Madrid, todos en general sugetos de cuenta : infiriéndose de aqui que á pesar de lo defectuoso de este género de elec- ción, era mas completa que la que se hacia por las ciudades de voto en cortes, en que solo to- maban parte 20 ó 30 privilegiados, esto es, los regidores.

Gomo al paso que mermaban las esperanzas de los adictos al orden antiguo, adquirian ma- yor pujanza las de los aficionados á la opinión contraria , temió la regencia caer de su elevado puesto, y buscó medios para evitarlo y afianzar su autoridad. Pero, según acontece, los que esco- gió no podian servir sino para precipitarla mas pronto. Tal fue el restablecer todos los consejos »« bajo Ja planta antigua por decreto de 16 de se- sejos tiembre. Imaginó que como muchos individuos de estos cuerpos, particularmente los del con- sejo real, se reputaban enemigos de la tenden- cia que mostraban los ánimos, tendria en sus personas, ahora agradeciólas, un sustentáculo fir- me de su potestad ya titubeante. Cuenta en que gravemente erró. La veneración que antes exis-

tomo ni. 25

Número que acode á las elecciones.

Temores de la regencia.

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tia al consejo real habia desaparecido! gracias á la incierta y vacilante conducta de sus miem- bros en la causa pública y á su invariable y cie- ga adhesión á prerogativas y extensas facultades. Inoportuno era también el momento escogido para su restablecimiento. Las cortes iban á reu- nirse , á eJlas tocaba la decisión de semejante Í>rovidencia. Tampoco lo exigía el despacho de os negocios, reducida ahora la nación á estre- chos límites , y resolviendo por las provincias muchos de los expedientes que antes subían á los consejos. Así apareció claro que su restable- cimiento encubría miras ulteriores y quizá se sospecharon algunas mas dañadas de las que en realidad habia. con2-"o"reai ^1 consejo real desvivióse por obtener que intervenir en su gobernador ó decano presidiese las corles, que la cámara examinase los poderes de los dipu- tados , y también que varios individuos suyos tomasen asiento en ellas bajo el nombre de asis- tentes. Tal era la costumbre seguida en las úl- timas cortes, tal la que ahora se intentó abra- zar, fundándose en los antecedentes y en el tex- to de Salazar, libro sagrado á los ojos de los de- fensores de las prerogativas del consejo. Mas al columbrar el revuelo de la opinión, delirio pa- recía querer desenterrar usos tan encontrados no io con- con las ideas que reinaban en Cádiz y con las que exponían los diputados de las provincias que iban llegando , quienes fuesen ó no inclinados á las reformas, traían consigo recelos y descon- fianzas acerca de los consejos y de la misma regencia.

De dichos diputados varios arribaron á Cá-

sigue

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diz en agosto, otros muchos en setiembre. Con ¿J^£¿£ su venida se apremió ala regencia liara que se- para ia ¡»s-

11.i1 0, , í *■. , Ularicu de

ñalase el día de Ja apertura de cortes, rehacía con.». siempre en decidirse. Tuvo aun para ello difi- cultades, provocó dudas, repitió consultas, mas al fin fijóle para el 24 de setiembre.

Determinó también el modo de examinar comisión de previamente los poderes. Los diputados que ha- vodc"*- man llegado fueron de parecer que la regencia aprobase por los poderes de seis de entre ellos, y que luego estos mismos examinasen los de sus compañeros. Bien que forzada dio la regencia su beneplácito á la propuesta de los diputados, mas en el decreto que publicó al efecto, decia que obraba asi, «atendiendo á que estas cortes »eran extraordinarias, sin intentar perjudicar )>á los derechos que preservaba á la cámara de Castilla." Los seis diputados escogidos para el examen de poderes fueron el consejero D. Be- nito de Hermida por Galicia, el marqués de Vi- llafranca, grande de España por Murcia, D. Fe- lipe Amat por Cataluña , Don Antonio Olive- ros por Extremadura, el general Don Antonio Samper por Valencia , y Don Ramón Power por la Isla de Puerto-Rico. Todos eran diputa- dos propietarios, incluso el último, único de los de Ultramar que hubiese todavía llegado de aque- llos apartados paises.

Concluidos los actos preliminares, ansiosa- congojosa mente y con esperanza varia aguardaron todos £?¿ateM. á que luciese aquel dia 24 de setiembre , origen de grandes mudanzas , verdadero comienzo de la revolución española.

RESUMEN

LIBRO DECIMOTERCERO.

Instalación de las cortes generales y extraor- dinarias.— Publicidad de sus sesiones. Malos intentos de la regencia. Conducta mesurada y noble de las cortes. Nombramiento de presi- dente y secretarios. Proposiciones del Señor Muñoz Torrero. Primera discusión muy no- table.— Los discursos pronunciados de palabra. Engaño de la regencia. Palabras de Lardi- zábal. Decreto de 24 de setiembre. Opiniones diversas acerca de este decreto,/ su examen. Número de diputados que concurrieron el pri- mer dia. Aplausos que de todas partes reciben las cortes. Tratamiento. Aclaración pedida por la regencia. Debate sobre las facultades de la potestad ejecutiva. Empleos conferidos

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d diputados. Proposición del señor Capma- ny. Juicio acerca de ella. Elecciones de Aragón. El duque de Orleans quiere hablar á la barandilla de las cortes. Relación sucin- ta de este suceso. Altercado con el obispo de Orense sobre prestar el juramento. Somé- tese alfin el obispo. Revueltas de América. Sus causas. Levantamiento de Venezuela. Levantamiento de Buenos Ajres.— Juicio acer- ca de estas revueltas. Medidas tomadas por el gobierno español. Providencia fraguada acer- ca del comercio libre. Nómbrase a Cortavar- ria para ir a Caracas. Gefes r pequeña expe- dición enviada al rio de la Plata. Ocúpame las cortes en la materia. Decreto de i 5 de oc- tubre.— Discusión sobre la libertad de la impren- ta. — Reglamento por el que se concedía la liber- tad de la imprenta. Su examen. Lo que se adopta para los juicios en lugar del jurado. Promúlgase la libertad de la imprenta. Parti- dos en las cortes. Remueven las cortes a los individuos de la primera regencia. Causas de ello. Nómbrase una nueva regencia de tres individuos. Suplentes. Incidente del marqués del Palacio. Discusión que esto motiva. Tér- mino de este negocio. Ciertos acontecimientos ocurridos durante la primera regencia _, y breve noticia de los diferentes ramos. Monumento mandado erigir por las cortes á Jorge III. Sigue la relación de algunos acontecimientos ocurridos durante la primera regencia. Modo de pensar de los nuevos regentes. Varios de- cretos de las cortes. Nómbrase una comisión especial para formar un proyecto de constitu-

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don. Voces acerca de si se casaba ó no en Francia Fernando VII. Proposiciones so- bre la materia de los señores Capnianjr y Bor- rull. Discusión. Nuevas discusiones sobre América. Alborotos en Nueva- España. Decretos en favor de aquellos países. Pro- videncias en materia de guerra y hacienda. Cierran las cortes sus sesiones en la Isla. Fiebre amarilla. Fin de este libro.

HISTORIA

BEL

LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN

ír* (Bsyaña. LIBRO DECIMOTERCERO.

¡Jljstrella singular la de esta tierra de España! Arrinconados en el siglo VIII algunos de sus hi- jos en las asperezas del Pirineo y en las monta- ñas de Asturias, no solo adquirieron bríos para oponerse ala invasión agarena, sino que tam- bién trataron de dar reglas y señalar límites á la potestad suprema de sus caudillos , pues al paso que alzaban á estos en el pavés para entregarles las riendas del estado, les imponían justas obli- gaciones, y les recordaban aquella célebre y co- nocida máxima de los godos, «Rex eris si recté facías, si non facías, non eris;" echando asi los

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cimientos de nuestras primeras franquezas y li- bertades. Ahora en el siglo XIX, estrechados los españoles por todas partes, y colocado su go- bierno en el otro extremo de la península, le- jos de abatirse se mantenían firmes, y no pare- cía sino que á la manera de Anteon recobraban fuerzas cuando ya se les creía sin aliento y pos- trados en tierra. En el reducido ángulo de la isla gaditana como en Covadonga y Sobrarve., con una mano defendían impávidos la indepen- dencia de la nación, y con la otra empezaron á levantar bajo nueva forma sus abatidas, libres y antiguas instituciones. Semejanza que bien fue- se juego del acaso ó disposición mas alta de la providencia , presentándose en breve á la pron- ta y viva imaginación de los naturales, sustentó el ánimo de muchos é inspiró gratas esperanzas en medio de infortunios y atropellados desastres, instalación Según lo resuelto anteriormente por la jun- fHMrato y ta central, era la Isla de León el punto señalado exjraordma- >a ja celebración de cortes. Conformándose la regencia con dicho acuerdo , se trasladó alli desde Cádiz el 22 de setiembre, y juntó, la ma- ñana del 24, en las casas consistoriales á los di- putados ya presentes. Pasaron en seguida todos reunidos á la iglesia mayor, y celebrada la misa del Espíritu Santo por el cardenal arzobispo de Toledo Don Luis de Borbon , se exigió acto con- tinuo de los diputados un juramento concebido en los términos siguientes : «Juráis la santa re- »ligion católica apostólica romana , sin admi- »tir otra alguna en estos reinos?=¿Jurais con- wservar en su integridad la nación española , y »no omitir medio alguno para libertarla de sus

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»injii6tos opresores? = ¿ Juráis conservar á nues- )>tró amado soberano el señor Don Fernando »VII todos sus dominios , y en su defecto á sus «legítimos sucesores, y hacer cuantos esfuerzos )>sean posibles para sacarle del cautiverio y co- locarle en el trono ? = ¿ Juráis desempeñar fiel »y legalmente el encargo que la nación ha pues- »to á vuestro cuidado , guardando las leyes de «España, sin perjuicio de alterar, moderar y «variar aquellas que exigiese el bien de la na- «cion ? = Si asi lo hiciereis, Dios os lo premie, y » si no, os lo demande.'* Todos respondieron: «Sí juramos."

Antes en una conferencia preparatoria se habia dado á los diputados una minuta de este juramento, y los hubo que ponian reparo en ac- ceder á algunas de las restricciones. Pero habién- doles hecho conocer varios de sus compañeros que la última parte del mencionado juramento removía todo género de escrúpulo, dejando an- cho campo á las novedades que quisieran intro- ducirse , y para las que les autorizaban sus po- deres, cesaron en su oposición y adhirieron al dictamen de la mayoría sin reclamación pos- terior.

Concluidos los actos religiosos se traslada- ron los diputados y la regencia al salón de cor- tes, formado en el coliseo, ó sea teatro de aque- lla ciudad, parage que pareció el mas acomoda- do. En toda la carrera estaba tendida la tropa y los diputados recibieron de ella, á su paso, co- mo del vecindario é innumerable concurso que acudió de Cádiz y otros lugares, víctores y aplau- sos multiplicados y sin fin. Colmábanlos loscir-

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cunstanles de bendiciones , y arrasadas en lágri- mas las mejillas de muchos , dirigían todos al cielo fervorosos votos para el mejor acierto en las providencias de sus representantes. Y al rui- do del cañón español que en toda la línea hacia salvas por la solemnidad de tan fausto dia, re- sonó también el del francés , como si intentara este engrandecer acto tan augusto , recordando que se celebraba bajo el alcance ele fuegos ene- migos. ¡Dia por cierto de placer y buena andan- za , dia en que de júbilo casi querían brotar del pecho los corazones generosos , figurándose ya ver á su patria , si aun de lejos , libre y ventu- rosa , pacifica y tranquila dentro, muy respe- tada fuera !

Llegado que hubieron los diputados al salón- de cortes, saludaron su entrada con repetidos vivas los muchos espectadores que llenaban las galerías. Habíanse construido estas en los anti- guos palcos del teatro : el primer piso le ocupa- ba ala derecha el cuerpo diplomático, con los grandes y oficiales generales, sentándose ala iz- quierda señoras de la primera distinción. Agol- Eóse á los pisos mas altos inmenso gentío de am- os sexos, ansiosos todos de presenciar instala- ción tan deseada.

Esperaban pocos que fuesen desde luego pú- blicas las sesiones de cortes, ya porque las anti- guas acostumbraron en lo general á ser secre- tas, y ya también porque no habituados los es- pañoles á tratar en público los negocios del es- tado, dudábase que sus procuradores consintie- sen fácilmente en admitir tan saludable prácti- ca, usada en otras naciones. De antemano algu-

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nos de los diputados que conocían no solo lo útil, pero aun lo indispensable que era adoptar aquella medida, discurrieron el modo de hacér- selo entender asi á sus compañeros. Dichosa- mente no llegó el caso de entrar en materia. La regencia de suyo abrió el salón al público, movida según se pensó, no tanto del deseo de introducir tan plausible y necesaria novedad, cuanto con la intención aviesa de desacredi- tar á las cortes en el mismo --dia de su congre- gación.

Hemos visto ya, y hechos posteriores con- firmarán mas y mas nuestro aserto, como la re- re6 gencia habia convocado las cortes mal de su grado , y como se arrimaba en sus determina- ciones á las doctrinas del gobierno absoluto de los últimos tiempos. Desestimaba á los diputa- dos, considerándolos inexpertos y noveles en el manejo de los asuntos públicos; y ningún me- dio le pareció mas oportuno para lograr la men- gua y desconcepto de aquellos que mostrarlos descubiertamente á la faz de la nación, sabo- reándose ya con la placentera idea de que á gui- sa de escolares se iban á entretener y enredar en fútiles cuestiones y ociosas disputas. Y en verdad nadie podia motejar á la regencia por haber abierto el salón al público, puesto que en semejante providencia se conformaba con el co- mún sentir de las mismas personas afectas á cor- tes, y con la índole y objeto de los cuerpos re- Ítresentativos. Sin embargo la regencia erró en a cuenta , y con la publicidad ahondó sus pro- pias llagas y las del partido lóbrego de sus se- cuaces, salvando al congreso nacional de los es-

tentos

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eolios, contra los que de otro modo hubiera corrido gran riesgo de estrellarse.

El consejo de regencia , al entrar en el sa- lón., se habia colocado en un trono levantado en el testero, acomodándose en una mesa inme- diata los secretarios del despacho. Distribuyé- ronse los diputados á derecha é izquierda en bancos preparados al efecto. Sentados todos pro- nunció el obispo de Orense, presidente de la regencia, un breve discurso; y en seguida se re- tiró él y sus compañeros junto con los minis- tros, sin que ni unos ni otros hubiesen tomado disposición alguna que guiase al congreso en los primeros pasos de su espinosa carrera. Cuadra- ba tal conducta con los indicados intentos de la regencia ; pues en un cuerpo nuevo como el de las cortes, abandonado á mismo, falto de re- glamento y antecedentes que le ilustrasen y sir- viesen de pauta, era fácil el descarrío, ó á lo menos cierto atascamiento en sus deliberacio- nes, ofreciendo por primera vez al numeroso concurso que asistía á la sesión tristes muestras de su saber y cordura. conducta Felizmente las cortes no se desconcertaron, dando principio con paso firme y mesurado al largo y glorioso curso de sus sesiones. Escogie- ron momentáneamente para que la presidiese al mas anciano de los diputados, Don Benito Ra- món de Hermida, quien designó para secreta- rio en la misma forma á Don Evaristo Pérez de Castro. Debían estos nombramientos servir solo para el acto de elegir sugetos que desempeñasen en propiedad dichos dos empleos, y asimismo para dirigir cualquiera discusión que acerca del

mesurada y noble de

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asunto pudiera suscitarse. No habiendo ocurrí- in¡enIJ°mb"; do incidente alguno se procedió sin tardanza á presidente y la votación de presidente, acercándose cada di- "^ putado á la mesa en donde estaba el secretario, para hacer escribir á este el nombre de la per- sona á quien daba su voto. Del escrutinio resul- tó al cabo elegido Don Ramón Lázaro de Dou, diputado por Cataluña , prefiriéndole muchos á Hermida por creerle de condición mas suave y no ser de edad tan avanzada. Recayó la elec- ción de secretario en el citado señor Pérez de Castro, y se le agregó al dia siguiente en la misma calidad para ayudarle en su ímprobo tra- bajo á Don Manuel Lujan. Los presidentes fue- ron en adelante nombrados todos los meses, y alternativamente se renovaba el secretario mas antiguo, cuyo número se aumentó hasta cuatro.

Terminadas las elecciones se leyó un papel que al despedirse habia dejado la regencia , por el que deseando esta hacer dejación del mando, indicaba la necesidad de nombrar inmediata- mente un gobierno adecuado al estado actual de la monarquía. Nada en el asunto decidieron por entonces las cortes, y solo declararon quedar enteradas: fijándose luego la atención de todos los asistentes en Don Diego Muñoz Tor- rero, diputado por Extremadura, que tomó la palabra en materia de señalada importancia.

A nadie tanto como á este venerable ecle- proporido- siástico tocaba abrir las discusiones, y poner la primera piedra de los cimientos en que habían de estribar los trabajos de la representación na- cional. Antiguo rector de la universidad de Sa- lamanca era varón docto , purísimo en sus eos-

nes del Señor Muñoz Tor-

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tumbres , de ilustrada y muy tolerante piedad; y en cuyo exterior sencillo al par que grave, se pintaba no menos la bondad de su alma, que la extensa y sólida capacidad de su claro entendi- miento.

Levantóse pues el señor Muñoz Torrero , y apoyando su opinión en muchas y luminosas ra- zones, fortalecidas con ejemplos sacados de au- tores respetables, y con lo que prescribian an- tiguas leyes é imperiosamente dictaba la situa- ción actual del reino, expuso lo conveniente que seria adoptar una serie de proposiciones que fue sucesivamente desenvolviendo, y de las que, añadió, traia una minuta extendida en for- ma de decreto su particular amigo Don Manuel Lujan.

Decidieron las cortes que leyera el último dicha minuta, cuyos puntos eran los siguien- tes. = 1.° Que los diputados que componian el congreso y representaban la nación española , se declaraban lejítimamente constituidos en cortes generales y extraordinarias, en las que residia la soberanía nacional. =2.° Que conformes en todo con la voluntad general, pronunciada del modo mas enérgico y patente, reconocían, pro- clamaban y juraban de nuevo por su único y le- jítimo rey al señor Don Fernando VII de Bor- tón, y declaraban nula, de ningún valor ni efecto la cesión de la corona que se decia hecha en favor de Napoleón , no solo por la violencia que habia intervenido en aquellos actos injustos é ilegales _, sino principalmente por haberle fal- tado el consentimiento de la nación. = 3.° Que no conviniendo quedasen reunidas las tres po-

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testades) legislativa, ejecutiva y judicial , las cortes se reservaban solo el ejercicio de la pri- mera en toda su extensión. —4.° Que las per- sonas en quienes se delegase la potestad ejecuti- va, en ausencia del Señor Don Fernando VII, serian responsables por los actos de su adminis- tración, con arreglo á las leyes: habilitando al que era entonces consejo de regencia, para que interinamente continuase desempeñando aquel cargo, bajo la expresa condición de que inme- diatamente y en la misma sesión prestase el ju- ramento siguiente. «¿Reconocéis la soberanía de »la nación representada por los diputados de «estas cortes generales y extraordinarias? ¿ Ju- »rais obedecer sus decretos, leyes y constitu- ción que se establezca , según los santos fines »para que se han reunido, y mandar observar- los y hacerlos ejecutar ?=Conservar la inde- «pendencia, libertad é integridad de la nación' »=La religión católica, apostólica, romana ?= «El gobierno monárquico del reino ?== Resta- blecer en el trono á nuestro amado rey Don «Fernando VII de Borbon ? = Y mirar en todo »por el bien del estado ?=-- Si asi lo hiciereis »Dios os ayude , y si no seréis responsables á la «nación con arreglo á las leyes." 5.° Se confir- maban por entonces todos los tribunales y jus- ticias del reino , asi como las autoridades civi- les y militares de cualquiera clase que fuesen. Y 6.° y último : se declaraban inviolables las personas de los diputados , no pudiéndose inten- tar cosa alguna contra ellos, sino en los térmi- nos que se establecerian en un reglamento pró- ximo á formarse.

TOMO III. 26

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I'iimora dis- cusión muy

labia

Siguióse á la lectura una detenida discusión que resplandeció en elocuencia; siendo sobre todo admirable el tino y circunspección con que procedieron los diversos oradores. De ellos, en lo esencial , pocos discordaron; y los hubo que profundizando el asunto , dieron interés y brillo á una sesión en la cual se estrenaban las cortes. Maravilláronse los espectadores; no con- tando, ni aun de lejos, con que los diputados, en vista de su inexperiencia, desplegasen tanta sensatez y conocimientos. Participaron de la común admiración los extranjeros allí presen- tes, en especial los ingleses, jueces experimen- tados y los mas competentes en la materia, Losdisc-r- Los discursos se pronunciaron de palabra,

sos ]>ronun- il/l i i 11 -*7" t

cbdosdcpa- entablándose asi un verdadero debate, i casi nunca, ni aun en lo sucesivo, leyeron los dipu- tados sus dictámenes: solo alguno que otro se tomó tal licencia , de aquellos que no tenían cos- tumbre de mezclarse activamente en las discu- siones. Quizá se debió á esta práctica el interés que desde un principio excitaron las sesiones de las cortes. Ageno entendemos sea de cuerpos de- liberativos manifestar por escrito los pareceres: congréganse los representantes de una nación para ventilar los negocios y desentrañarlos, no para hacer pomposa gala de su saber, y desper- diciar el tiempo en digresiones baldías. Discur- sos de antemano preparados aseméjanse, cuan- do mas, á bellas producciones académicas; pero que no se avienen ni con los incidentes, ni con los altercados, ni con las vueltas que ocurren en los debates de un parlamento.

Prolongáronse los de aquella noche hasta

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pasadas las doce , habiendo sido sucesivamente aprobados todos los artículos de la minuta del señor Lujan. En la discusión, ademas de este señor diputado y del respetable Muñoz Tor- rero, distinguiéronse otros, como Don Antonio Oliveros y Don José Mejía; empezando á des- collar, á manera de primer adalid, Don Agus- tin de Arguelles. Nombres ilustres con que á menudo tropezaremos, y de cuyas personas se hablará en oportuna sazón.

Mientras que las cortes discutían, acechaba la regencia por medio de emisarios fieles lo que en ellas pasaba. No que solo temiera la se-

E arasen del mando, conforme á la dimisión que abia hecho de mero cumplido; sino y princi- I mímente porque contaba con el descrédito de as cortes, figurándose ya ver á estas, desde sus primeros pasos, ó atolladas ó perdidas. Aconte- cimiento que á haber ocurrido la reponía en fa- vorable lugar , y la convertía en arbitro de la representación nacional.

Grande fue el asombro de la regencia al oir el maravilloso modo con que procedían las cor- tes en sus deliberaciones; grande el desánimo al saber el entusiasmo con que aclamaban á las mismas soldados y ciudadanos.

Manifestación tan unánime contuvo á los . *•*« enemigos de la libertad española. Ya entonces se hablaba de planes y torcidos manejos, y de que ciertos regentes, si no todos, urdían una trama, resueltos á destruir las cortes ó por lo menos á amoldarlas conforme á sus deseos. No eran muchos los que daban asenso á tales ru- mores, achacándolos á invención de la malévo-

la tv¿

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lencia; y dificultoso hubiera sido probar lo con- trario , si un año después no lo hubiese prego- nado é impreso quien estaba bien enterado de palabra» de \q que anotaba. «Vimos claramente [dice en su ( * ap! n? ■'.) «manifiesto * uno de los regentes el señor Larri- Mzabal] que en aquella noche no podíamos con- »tar ni con el pueblo ni con las armas, que á »no haber sido asi , todo hubiera pasado de otra «manera.»

¿Qué manera hubiera sido esta? Fácil es adi- vinarla. ¿Mas cuáles las resultas si se destruían las cortes, ó se empeñaba un conflicto teniendo el enemigo á las puertas? Probablemente la en- trada de este en la Isla de León , la dispersión del gobierno , la caida de la independencia na- cional.

Por fortuna, aun para los mismos máquina- dores, no se llevaron á efecto intentos tan cri- minales. Desamparada la regencia , sometióse si- lenciosa y en apariencia con gusto á las decisio- juramento nes del congreso. En la misma noche del 24 pa- ía y Iug»en. á prestar el juramento conforme ala fórmula dlaor!nse!po propuesta por el señor Lujan que habia sido aprobada. Notóse la falta del obispo de Orense, pero por entonces se admitió sin réplica ni ob- servación alguna la excusa que se dio de su au- sencia, y fué de que siendo ya tarde, los años y los achaques le habian obligado á recogerse. Con el acto del juramento de los regentes se termi- nó la primera sesión de las cortes, solemne y augusta bajo todos respectos; sesión cuyos ecos retumbarán en las generaciones futuras de la nación española.

Aplaudióse entonces umversalmente el de-

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creto * acordado en aquel dia, comprensivo de De^od, las proposiciones formalizadas por los Señores brede&e"e,u' Muñoz Torrero y Lujan , de que hemos dado (***■■■"■) cuenta, y que fue conocido bajo el título de Decreto de 24 de setiembre. Base de todas las resoluciones posteriores de las cortes, se ajusta- ba á lo que la razón y la política aconsejaban.

Sin embargo pintáronle después algunos co- opúi<me* mo subversivo del gobierno monárquico y aten- £^HÜte*£ tatorio de los derechos de la magestad real. Sir- 3£^T su violes en especial de asidero para semejante cali- ficación el declararse en el decreto que la sobe- ranía nacional residía en las cortes, alegando que habiendo estas en el juramento hecho en la iglesia mayor apellidado soberano á Don Fer- nando VII, ni podían sin faltar á.tan solemne promesa trasladar ahora á la nación la sobera- nía, ni tampoco erigirse en depositarías de ella.

A la primera acusación se contestaba que en aquel juramento, juramento individual y no de cuerpo, no se habia tratado de examinar si la soberanía traia su origen de la nación ó de solo el monarca : que la regencia habia presentado aquella fórmula y aprobádola los diputados, en la persuasión de que la palabra soberano se ha- bia empleado allí según el uso común por la parte que de la soberanía ejerce el rey como gefe del estado , y no de otra manera ; habiendo prescindido de entrar fundamentalmente en la cuestión.

Si cabe mas satisfactoria era aun la respuesta á la segunda acusación , de haber declarado las cortes que en ellas residía la soberanía. El rey estaba ausente , cautivo ; y ciertamente que á al-

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guien correspondía ejercer el poder supremo, ya se derivase este de la nación , ya del monarca. Las juntas de provincia soberanas habían sido en sus respectivos territorios; habíalo sido la cen- tral en toda plenitud , lo mismo la regencia : ¿por qué, pues, dejarían de disfrutar las cortes de una facultad no disputada á cuerpos mucho menos autorizados?

Por lo que respecta á la declaración de la soberanía nacional , principio tan temido en nuestros tiempos, si bien no tan repugnante á la razón como el opuesto de la lejitimidad, pu- diera quizá ser cuerda que vibrase con sonido áspero en un pais, en donde sin sacudimiento se reformasen las instituciones, de consuno la nación y el gobierno : pues por lo general de- claraciones fundadas en ideas abstrusas, ni con- tribuyen al pro común, ni afianzan por la bien entendida libertad de los pueblos. Mas ahora no era este el caso.

Huérfana España, abandonada de sus reyes, cedida como rebaño y tratada de rebelde, de- bía y propio era de su dignidad , publicar á la faz del orbe , por medio de sus representantes, el derecho que la asistía de constituirse y de- fenderse; derecho de que no podían despojarla las abdicaciones de sus príncipes, aunque hu- biesen sido hechas libre y voluntariamente.

Ademas los diputados españoles, lejos de abusar de sus facultades, mostraron modera- ción y las rectas intenciones que les animaban; declarando al propio tiempo la conservación del gobierno monárquico, y reconociendo como le- jítimo rey á Fernando VIL

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Que la nación fuese origen de toda autori- dad no era en España doctrina nueva ni toma- da de extraños: conformábase con el derecho público que habia guiado á nuestros mayores , y en circunstancias no tan imperiosas como las de los tiempos que corrían. A la muerte del rey Don Martin juntáronse en Caspe * para elegir Cip-J-) monarca los procuradores de Aragón, Cataluña y Valencia. Los navarros y aragoneses, fundán- dose en las mismas reglas , habian desobedecido la voluntad de Don Alonso el Batallador * que ( ' v » ¡o nombraba por sucesores del trono á los Tem- plarios: y los castellanos , sin el mismo ni tan justo motivo, en la minoría de Don Juan el II* (*ap ,,;) no ofrecieron laf corona , por medio del con- destable Rui-Lopez Dávalos al infante de Ante- quera? Asi que las cortes de 1810, en su decla- ración de 24 de setiembre , ademas de usar de \\i\ derecho inherente á toda nación, indispensa- ble para el mantenimiento de la independencia, imitaron también y templadamente los varios ejemplos que se leian en los anales de nuestra historia.

A la primera sesión solo concurrieron unos ***** cien diputados : cerca de dos terceras partes q',../ H2n*°*. nombrados en propiedad , el resto en Cádiz 2£°3u! l"* bajo la calidad de suplentes. Por lo cual mas adelante tacharon algunos de ilegítima aquella corporación; como si la legitimidad pendiese solo del número , y como si este sucesivamente y antes de la disolución de las cortes no se hu- biese llenado con las elecciones que las provin- cias, unas tras otras, fueron verificando. Toca- remos en el curso de nuestro trabajo la cuestión

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de la legitimidad. Ahora nos contentaremos con apuntar que desde los primeros dias de la ins- talación de las cortes se halló completa la re- presentación del populoso reino de Galicia, la de la industriosa Cataluña , la de Extremadura, y que asistieron varios diputados de las provin- cias de lo interior, elegidos á pesar del ene- migo, en las claras que dejaba este en sus es- cursiones. Tres meses no habian aun pasado, y ya tomaron asiento en las cortes los diputados de León, Valencia, Murcia, Islas Baleares; y lo que es mas pasmoso, diputados de la Nueva España nombrados allí mismo : cosa antes des- conocida en nuestros fastos. Apiansos J)e todas partes se atropellaron las felicita-

tjuo (le tortas . i 1 ' 1 J 1

,-artes r.ci- cíones , y nadie levanto el grito respecto de la « iaS cor. iegjtimj¿[a(i ¿e ias cori,es. Al contrario ni la dis- tancia ni el temor de los invasores impidieron que se diesen multiplicadas pruebas de adhesión y fidelidad: espontáneas en un tiempo y en lu- gares en que carecieron las cortes de medios coactivos, y cuando los mal contentos impune- mente hubieran podido mostrar su oposición y hasta su desobediencia.

En las sesiones sucesivas fué el congreso de- terminando el modo de arreglar sus tareas. Se formaron comisiones de guerra , hacienda y jus- ticia : las cuales después de meditar detenida- mente las proposiciones ó expedientes que se les remitían, presentaban su informe á las cortes, en cuyo seno se discutía el negocio y votaba. Posteriormente se nombraron nuevas comisio- nes, ya para otros ramos, ó ya para especia- les asuntos. También en breve se adoptó un re-

miento de co- misiones y orden lleva- do en los de- bates .

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glamento interior, combinando en lo posible el pronto despacho con la atenta averiguación y debate de las materias. Los diputados que, según hemos indicado, pronunciaban casi siem- pre de palabra sus discursos, poníanse en un principio para recitarlos en uno de dos sitios preparados al intento, no lejos del presidente, y que se llamaron tribunas. Notóse luego lo incomodo y aun impropio de esta costumbre, que distraia con la mudanza y continuo paso de los oradores; por lo que los mas hablaron des-

Í>ues sin salir de su puesto y en pie, quedando as tribunas para la lectura de los informes de las comisiones. Se votaba de ordinario levan- tándose y sentándose : solo en las decisiones de mayor cuantía daban los diputados su opinión por un si ó por un no, pronunciándolo desde su asiento en voz alta.

Asimismo tomaron las cortes el tratamien- Traumieuto. to de magestad á petición del señor Mejía : ob- jeto fué de crítica, aunque otro tanto habian hecho la junta central y la primera regencia; y era privilegio en España de ciertas corpo- raciones. Algunos diputados nunca usaron de aquella fórmula, creyéndola ajena de asam- bleas populares, y al fin se desterró del todo al renacer de las cortes en 1820.

No bien se hubo aprobado el primer de- *&***• creto, acudió la regencia pidiendo que se de- nglulE!* * clarase; Io «cuáles eran las obligaciones ane- »xas á la responsabilidad que le imponía aquel «decreto, y cuáles las facultades privativas del »poder ejecutivo que se le habia confiado. 2o »Qué método habría de observarse en las co-

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«municaciones que necesaria y continuamente «habian de tener las cortes con el consejo de ((regencia.» Apoyábase la consulta en no haber de antemano fijado nuestras leyes la línea divi- soria de ambas potestades, y en el temor por tanto de incurrir en faltas de desagradables re- sultas para la regencia , y perjudiciales al des- empeño de los negocios. A. primera vista no pa- recía nada extraña dicha consulta: antes bien llevaba visos de ser hija de un buen deseo. Con todo los diputados miráronla recelosos, y la atribuyeron al maligno intento de embarazar- los y de promover reñidas y ociosas discusio- nes. Fuera este el motivo oculto que impelía á la regencia, ó fuéralo el recelo de comprome- terse, intimidada con la enemistad que el pú- blico le mostraba, á pique estuvo aquella de que por su inadvertido paso le admitiesen las cortes la renuncia que antes había dado.

Sosegáronse sin embargo por entonces los ánimos, y se pasó la consulta de la regencia á una comisión, compuesta de los señores Her- mida , Gutiérrez de la Huerta y Muñoz Torre- ro. No habiéndose convenido estos en la con- testación que debia darse, cada uno de ellos al siguiente dia presentó por separado su dicta- Debatew. men. Se dejó á un lado el del señor Hermida udrt"dTu (luc se reducía á reflexiones generales, y ciñóse iu.'ívá?11 <je" Ia discusión al de los otros dos individuos de la comisión. Tomaron en ella parte , entre otros, los señores Pérez de Castro y Arguelles. Sobre- salió el último en rebatir al señor Gutiérrez de la Huerta, relator del consejo real, distinguido por sus conocimientos legales , y de suma íacili-

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dad en producirse , si bien sobrado verboso , que carecía de ideas claras en materias de gobierno, confundiendo unas potestades con otras: acha- que de la corporación en que estaba empleado. Asi fué que en su dictamen trabando en extre- mo á la regencia, entremetíase en todo, y basta desmenuzaba facultades solo propias del alcalde de una aldehuela. D. Agustín de Arguelles im- pugnó al señor Huerta deslindando con maes- tría los límites de las autoridades respectivas: y en consecuencia se atuvieron las cortes á la contestación del señor Muñoz Torrero, termi- nante y sencilla. Decíase en esta «que en tanto »que Jas cortes formasen acerca del asunto un » reglamento, usase la regencia de todo el po- )>cler que fuese necesario para la defensa, segu- ridad y administración del estado en las crí- pticas circunstancias de entonces; é igualmente )>que la responsabilidad que se exigía al conse- »io de regencia , únicamente excluía la inviola- bilidad absoluta que correspondía á la persona »sagrada del rey. Y que en cuanto al modo de «comunicación entre el consejo de regencia y »las cortes, mientras estas estableciesen el mas »conveniente , se seguiría usando el medio usa- ndo hasta el dia.»

Era este el de pasar oficios ó venir en per- sona los secretarios del despacho, quienes por lo común esquivaban asistir á las cortes, no ave- zados á las lides parlamentarias.

Meses adelante se formó el reglamento anun- ciado, en cuyo texto se determinaron con am- plitud y claridad las facultades de la regencia.

No se limitó esta á urgar á las cortes y líos-

412 Empleos ligarlas con consultas . sino que procuró atraer

conferidos a i / -i-i i i t>

diputados. Jos ánimos de los diputados y lormarse un par- tido entre ellos. Escogió para conseguir su ob- jeto un medio inoportuno y poco diestro. Fue, pues, el de conferir empleos á varios de los vo- cales , prefiriendo á los americanos, ya por mi- ras peculiares que dicha regencia tuviese res- Í>ecto .de ultramar, ya porque creyese á aque- los mas dóciles á semejantes insinuaciones. La noticia cundió luego , y la gran mayoría de los diputados se embraveció contra semejante des- caro , ó mas bien insolencia que redundaba en descrédito de las cortes. Atemorizáronse los distribuidores de las mercedes y los agraciados, y supusieron para su descargo que se habían concedido los empleos con antelación á haber obtenido los últimos el puesto de diputados, sin alegar motivo que justificase la ocultación por tanto tiempo de dichos nombramientos. De ma- nera que á lo feo de la acción agregóse desma- ño en defenderla y encubrirla ; falta que entre los hombres suele hallar menos disculpa. rroposicion El enojo de todos excitó á Don Antonio

ÜjT' Cap" Capmany á formalizar una proposición, que hi- zo proceder de la lectura de un breve discurso, salpicándole de palabra con punzantes agudezas, propio atributo de la oratoria de aquel diputado, escritor diligente y castizo. La proposición es- taba concebida en íos siguientes términos : «Nin- »gun diputado asi de los que al presente com- ponen este cuerpo, como de los que en ade- mante hayan de completar su total número, pue- »da solicitar ni admitir para , ni para otra »persona, empleo, pensión y gracia, merced ni

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«condecoración alguna de la potestad ejecutiva » interinamente habilitada, ni de otro gobierno »que en adelante se constituya bajo de cualquie- ra denominación que sea; y si desde el dia de «nuestra instalación se hubiere recibido algún «empleo ó gracia sea declarado nulo." Aprobó- se asi esta proposición salvo alguna que otra le- vísima mudanza, y con el aditamento de que «la ((prohibición se extendiese á un año después de «haber los actuales diputados dejado de serlo." Nacida de acendrada integridad flaqueaba se-

1 . 11111 •• Juicio i

me jante providencia por el lado de la previsión, deeiía. y se apartaba de lo que enseña la práctica de los gobiernos representativos. El diputado que se mantenga sordo á la voz de la conciencia , falto de pundonor y atento solo á no traspasar la le- tra de la ley, medios hallará bastantes de con- cluir á las calladas un ajuste que sin comprome- terle satisfaga sus ambiciosos deseos ó su codicia. La prohibición de obtener empleos siendo abso- luta, y mayormente extendiéndose hasta el pun- to de no poder ser escogidos los secretarios del despacho entre los individuos del cuerpo legis- lativo, desliga á este del gobierno, y pone en pugna á entrambas autoridades. Error gravísi- mo y de enojosas resultas, pero en que han in- currido casi todas las naciones al romper los grillos del despotismo. Ejemplo la Francia en su asamblea constituyente , ejemplo la Inglater- ra cuando el largo parlamento dio el acta lla- mada selfdenjring ordinance : bien que aqui en el mismo instante hubo sus excepciones para Cromwell y otros en ventaja de la causa que defendían. Sálese entonces de una región abor-

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recida : desmanes y violencias del gobierno han sido causa de los males padecidos, y sin reparar que en la mudanza se ha desquiciado aquel, ó que su situación ha variado ya, olvidando tam- bién que la potestad ejecutiva es condición pre- cisa del orden social , y que por tanto vale mas empuñen las riendas manos amigas que no ad- versas _, clámase contra los que sostienen esta doctrina, y forzoso es que los buenos patricios,

Í)or temor ó mal entendida virtud, se alejen de os puestos supremos, abandonándolos asi á la merced del acaso, ya que no al arbitrio de inep- tos ó revoltosos ciudadanos. En España no obs- tante siguióse un bien de aquella resolución : el abuso en materia de empleos de las juntas y de las corporaciones que las habian sucedido en el mando, tenia escandalizado al pueblo con mengua de la autoridad de sus gobiernos. La abnegación y el desapropio de todo interés de que ahora dieron muestra los diputados, realzó mucho su fama : beneficio que en lo moral equi- valió algún tanto al daño que en la práctica re- sultaba de la muy lata proposición del señor Capmany. Facciones Metió también por entonces ruido un acón-

Ar.i"Kii. •• 11*1" •/•

tecimiento , en el cual si bien apareció inocente la mayoría de la regencia , desconceptuóse esta en gran manera , y todavía mas sus ministros. Don Nicolás María de Sierra que lo era de gra- cia y justicia, para ganar votos y aumentar su influjo en las cortes, ideó realizar de un modo particular las elecciones de Aragón. Y violen- tando las leyes y decretos promulgados en la materia, dirigió una real orden á aquella junta,

de Arag

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mandándole que por nombrase la totalidad de los diputados de la provincia , con remisión al mismo tiempo de una lista confidencial de candidatos. En el número no habia olvidado su propio nombre el señor Sierra ni el de su ofi- cial mayor Don Tadeo Calomarde , ni tampoco el del ministro de estado Don Eusebio de Bar- daxí, y por consiguiente todos tres con varios amigos y deudos suyos, igualmente aragoneses, fuesen elegidos, entremezclados á la verdad con alguno que otro sugeto de indisputable mérito y de condición independiente. Llegó arriba la noticia del nombramiento, é ignorando la ma- yoría de los regentes lo que se habia urdido, al darles cuenta dicho señor Sierra del expe- diente, «quedaron absortos [según las expresio- nes del señor Saavedra] de oir una real orden »de que no hacían memoria." Los sacó el mi- nistro de la confusión exponiendo que él era el autor de la tal orden, expedida de motu pro- pio, aunque si bien después pesaroso la habia revocado por medio de otra que desgraciada- mente llegaba tarde. ¿Quién no creería con tan paladina confesión que inmediatamente se habría exonerado al ministro , y perseguídole como á falsario digno de ejemplar castigo? Pues no: la re- gencia contentóse con declarar nula la elección y mantuvo al ministro en su puesto. Presúmese que enredados en la maraña dos de los regentes, se huyó de ahondar negocio tan vergonzoso y criminal. Mas de una vez en las cortes se trató de él en público y en secreto, y fueron tales los amaños, tales los impedimentos, que nunca se logró llevar á efecto medida alguna rigorosa.

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Otros dos asuntos de la mayor importancia ocuparon á las cortes durante varias sesiones que se tuvieron en secreto, método que, por decirlo de paso, reprobaban varios diputados, y que en lo venidero casi del todo llegó á aban- donarse.

Cuando el 30 de setiembre comenzaban las cortes á andar muy atareadas en estas discusio- nes secretas, ocurrió un incidente que, aunque no de grande entidad para la causa general de la nación, hízose notable por el personage au- gusto que le motivó. El duque de Orleans apeán- dose á las puertas del salón de cortes , pidió con instancia que se le permitiese hablar á la ba- randilla. wduqnede Para explicar aparición tan repentina con- r/haK'íá viene volver atrás *. En 1808 el príncipe Leo- faY^rtci? de poldo de Sicilia arribó á Gibraltar en reclama- (A*p. n.c.) cjon ¿e jos derechos qUe creia asistían á su ca- sa á la corona de España. Acompañábale el du- c£uac«íe"este cíue &e Orleans. La junta de Sevilla no dio oi- suceso. dos á pretensiones, en su concepto intempesti- vas, y de resultas tornó el de Sicilia á su tierra, y el de Orleans se encaminó á Londres. No ha- brá el lector olvidado este suceso de que en su lugar hicimos mención. Pocos meses habían transcurrido y ya el duque de Orleans de nue- vo se mostró en Menorca. De alli solicitó direc- tamente ó por medio de Mr. de Broval agente suyo en Sevilla, que se le emplease en servicio de la causa española. La junta central ya con- gregada no accedió á ello de pronto, y solamen- te poco antes de disolverse decidió en su comi- sión ejecutiva dar al de Orleans el mando de un

4tí

cuerpo de tropas qué habia de maniobrar en la frontera Cataluña. Acaeciendo después la in- vasión de las Andalucías, el duque y Mr. de Broval regresaron á Sicilia, y la resolución del gobierno quedó suspensa.

Instalóse en seguida la regencia , y sus indi- viduos recibiendo avisos mas ó menos ciertos del partido que tenia en el Rosellon y otros depar- tamentos meridionales la antigua casa de Fran- cia , acordáronse de las pretensiones de Orleans y enviáronle á ofrecer el mando de un ejérci- to que se formaría en la raya de Cataluña. Fué con la comisión Don Mariano Carnerero á bor- do de la fragata de guerra Venganza. El duque aceptó, y en el mismo buque dio la vela de Pa- lermo el 22 de mayo de 1810. Aportó á Tarra- gona, pero en mala ocasión, perdida Lérida y derrotado cerca de sus muros el ejército espa- ñol. Por esto y porque en realidad no agradaba á los catalanes que se pusiera á su cabeza un prín- cipe extranjero y sobre todo francés, reembar- cóse el duque y fondeó en Cádiz el 20 de junio. Vióse entonces la regencia en un compromi- so. Ella habia sido quien liabia llamado al du- que , ella quien le habia ofrecido un mando , y por desgracia las circunstancias no permitían cumplir lo antes prometido. Varios generales españoles y en especial Odonnell miraban con malos ojos la llegada del duque, los ingleses re- pugnaban que se le confiriese autoridad ó coman- dancia alguna, y las cortes ya convocadas impo- nían respeto para que se tomase resolución con- traria á tan poderosas indicaciones. El de Orleans reclamó la regencia el cumplimiento de su TOMO m. 27

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oferta, y resultaron contestaciones agrias. Mien- tras tanto instaláronse las cortes, y desaproban- do el pensamiento de emplear al duque, manifes- taron á la regencia, que por medios suaves y atentos indicase á S. A. que evacuase á Cádiz. Informado el de Orleans de esta orden decidió pasar á las cortes, y verificólo según hemos apun- tado el 30 de setiembre. Aquellas no accedieron al deseo del duque de hablar en la barandilla, mas le contestaron urbanamente y cual corres- pondia á la alta clase de S. A. y á sus distingui- das prendas. Desempeñaron elmensageD. Eva- risto Pérez de Castro y el marqués de Villa- franca duque de Medinasidonia. Insistió el de Orleans en que se le recibiese , mas los diputa- dos se mantuvieron firmes : entonces perdien- do S. A. toda esperanza se embarcó el 3 de oc- tubre y dirigió el rumbo á Sicilia á bordo de la fragata de guerra Esmeralda.

D ícese que mostró su despecho en una car- ta que escribió á Luis XVIII á la sazón en In- glaterra. Sin embargo las cortes en nada eran culpables , y causóles pesadumbre tener que de- sairar á un príncipe tan esclarecido. Pero cre- yeron que recibir á S. A. y no acceder á sus ruegos, era tal vez ofenderle mas gravemente. La regencia cierto que procedió de ligero y no con sincera fé, en hacer ofrecimientos al duque, y dar luego por disculpa para no cumplirlos

3ue él era quien habia solicitado obtener man- o , efugio indigno de un gobierno noble y de Eorte desembozado. Amigos de Orleans han atri- uido á influjo de los ingleses la determinación de las cortes: se engañan. Ignorábase en ellas

Altercado

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que el embajador británico hubiese contrares- tado la pretensión de aquel príncipe. El no es- cuchar á S. A. nació solo de la íntima convic- ción de que entonces desplacía á los españoles general que fuese francés : y de que el nombre de Borbon lejos de granjear partidarios en el ejército enemigo > solo serviría para hacerle á este mas desapoderado , y dar ocasión á nuevos encarnizamientos*

De los dos asuntos enunciados que ocupa- ban en secreto á las cortes tocaba uno de ellos forense «>. al obispo de Orense. Este prelado que, como di- j^aET jimos , no había acudido con sus compañeros en la noche del 24 á prestar el juramento exi- gido de la regencia , hizo al siguiente día deja- ción de su puesto, no solo fundándose en la edad y achaques [escusas que para no presentarse en las cortes se habían dado la víspera], sino que también alegó la repugnancia insuperable de re- conocer y jurar lo que se prescribía en el pri- mer decreto. Renunció también al cargo de di- putado que confiado le habia la provincia de Ex- tremadura , y pidió que se le permitiese sin di- lación volver á su diócesi. Las cortes desde lue- go penetraron que en semejante determinación se encerraba torcido arcano, valiéndose mal in- tencionados de la candorosa y timorata concien- cia del prelado, como de oportuno medio para provocar penosos altercados. Pero prescindien- do aquel cuerpo de entraren explicaciones, acce- dió á la súplica del obispo, sin exigir de él antes de su partida juramento ni muestra alguna de su- misión, con lo que el negocio parecía quedar del todo zanjado. No acomodaba remate tan in-

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mediato y pacífico álos sopladores de la discordia. El obispo en vez de apresurar la salida para su diócesi , detúvose y provocó á las cortes á una discusión peligrosa sobre la manera de enten- der el decreto de 24 de setiembre : á las cortes que no le habian en nada molestado , ni puesto obstáculo á que regresase como buen pastor en medio de sus ovejas. En un papel fecho en Cá- diz á 3 de octubre, después de reiterar gracias por haber alcanzado lo que pedia, expresadas de un modo que pudiera calificarse de irónico, metíase á discurrir largamente acerca del men- cionado decreto, y parábase sobre todo en el artículo de la soberanía nacional. Deducía de él ilaciones á su placer, y trayendo á la memoria la revolución francesa, intentaba comparar con ella los primeros pasos de las cortes. Es cierto que ponia á salvo las intenciones de los diputa- dos, pero con tal encarecimiento que asomaba la ironía como en lo de las gracias. Motejaba á los regentes sus compañeros por haberse some- tido al juramento, protestaba por su parte de lo hecho , y calificaba de nulo y atentado el ha- ber excluido al consejo de regencia de sancio- nar las deliberaciones de las cortes; represen- tante aquel , según entendía el obispo, de la pre- rogativa real en toda su estension. Traslucíase ademas el despique del prelado por habérsele admitido la renuncia, con señales de querer lla- mar la atención de los pueblos y aun de excitar ala desobediencia.

Conjetúrese la impresión que causaría en las cortes papel tan descompuesto. Hubo vivos de- bates ; varios diputados opinaron porque no se

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tomase resolución alguna y se dejase al obispo re- gresar tranquilamente á la ciudad de Orense. In- clinábanse á este dictamen no solo los patrocina- dores del ex-regente, mas también algunos de los que se distinguian por su independencia y amor á la libertad, rehusando los últimos dispensar coronas de martirio á quien quizá las ansiaba por lo mismo que no habian de conferírsele. Se manifestaron al contrario opuestos al prelado eclesiásticos de los nada afectos á novedades, eno- jados de que se desconociese la autoridad de las cortes. Uno de ellos Don Manuel Ros, canóni- go de Santiago de Galicia, y años después ejem- plar obispo de Tortosa, exclamó: «El obispo »de Orense líase burlado siempre de la auto- bridad. Prelado consentido y con fama de san- »to , imagínase que todo le es lícito , y volunta- rioso y terco solo le gusta obrar á su antojo; «mejor fuera que cuidase de su diócesi, cuyas aparroquias nunca visita, faltando asi á las obli- »gaciones que le impone el episcopado : lie asis- »tido muchos años cerca de su ilustrisíma y co- »nozco sus defectos como sus virtudes."

Las cortes adoptando un término medio en- tre ambos extremos, resolvieron en 18 de octu- bre que el obispo de Orense hiciese en manos del cardenal de Borbon el juramento mandado exigir por decreto de 25 de setiembre de todas las autoridades eclesiásticas, civiles y militares, el cuaJ estaba concebido bajo la misma fórmula que el del consejo de regencia.

Los atizadores, que lo que buscaban era es- cándalo, alegráronse de la decisión de las cortes con la esperanza de nuevas reyertas, y aprove-

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chándose de la escrupulosa conciencia del obis- po y también de su lastimado amor propio, azu- záronle para que desobedeciese y replicase. En su contestación renovaba el de Orense lo alega- do anteriormente, y concluia por decir que si en el sentido que las cortes daban al decreto que- ria expresarse «que la nación era soberana con »el rey, desde luego prestaría S. lima, el ju- ramento pedido ; pero si se entendía que la na- )>cion era soberana sin el rey , y soberana de su »mismo soberano, nunca se sometería á tal doc- trina:" añadiendo; «que en cuanto á jurar obe- «diencia á los decretos, leyes y constitución que »se estableciese , lo baria sin perjuicio de recla- »mar, representar y hacer la oposición que de «derecho cupiera á lo que creyese contrario al «bien del estado, y ala disciplina, libertad é «inmunidad de la iglesia." He aqui entablada una discusión penosa , y en alguna de sus par- tes mas propia de profesores de derecho públi- co que de estadistas y cuerpos constituidos.

Es verdad que los gobiernos deberían andar muy detenidos en esto de juramentos, especial- mente en lo que toca á reconocer principios. Casi siempre hasta las conciencias mas timora- tas hallan fácil salida á tales compromisos. Lo que importa es exigir obediencia á la autoridad establecida, y no juramentos de cosas abstrac- tas que unos ignoran y otros interpretan á su manera. En todos tiempos, y sobre todo en el nuestro ¿quién no ha quebrantado, aun entre las personas mas augustas, las mas solemnes y mas sagradas promesas? Pero las cortes obraban como los demás gobiernos , con la diferencia sin

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embargo de que en el caso de España , no era, repetimos, ni tan fuera de propósito ni tan ocio- so declarar que la nación era soberana. El mis- mo obispo de Orense habia proclamado este prin- cipio, cuando se negó á ir á Bayona. Porque si la nación , como ahora sostenia , hubiese sido soberana solo con el rey ¿ qué se hubiera hecho en caso que Fernando concluyendo un tratado con su opresor, y casándose con una princesa de aquella familia, se hubiese presentado en la ra- ya después de estipular bases opuestas á los in- tereses de España ? No eran sueños semejantes suposiciones, merced para que no se verificasen al inflexible orgullo de Napoleón, pues Fernan- do no estaba vaciado en el molde de Ja fortaleza. Insistieron las cortes en su primera determi- nación , y sin convertir el asunto en polémico, ageno de su dignidad y cual deseaba el prelado, mandaron á este que jurase lisa y llanamente. Hasta aqui procedieron los diputados conformes con su anterior resolución, pero se deslizaron en añadir que, «se abstuviese el obispo de ha- »blar ó escribir de manera alguna sobre su mo- ndo de pensar en cuanto al reconocimiento que »se debia á las cortes." También se le mandó que permaneciese en Cádiz hasta nueva orden. Eran estos resabios del gobierno antiguo , y conse- cuencia asimismo del derecho peculiar que da- ban á la autoridad soberana, respecto al clero, las leyes vigentes del reino , derecho no tan des- medido como á primera vista parece en paises exclusivamente católicos, en donde necesario es balancear con remedios temporales el inmenso poder del sacerdocio y su intolerancia.

fin el obispo.

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Enmarañándose mas y mas el asunto empe- zóse á convertir en judicial, y se nombró una junta mixta de eclesiásticos y seculares, escogi- dos por la regencia para calificar las opiniones del obispo. En tanto diputados moderados pro- curaban concertar los ánimos, señaladamente D. Antonio Oliveros canónigo de San Isidro de Madrid , varón ilustrado , tolerante , de bella y candorosa condición, que al efecto entabló con su ilustrísima una correspondencia epistolar. Es- tuvo sin embargo dicho diputado á pique de com- Ítrometerse , tratando de abusar de su sencillez os que so capa inflamaban las humanas pasiones del pió mas orgulloso prelado.

En fin malográndose todas las maquinacio- nes, reconociendo las provincias con entusias- mo á las cortes , no respondiendo nadie á la es- pecie de llamamiento que con su resistencia á jurar hizo el de Orense, cansado este, desalen- tados los incitadores , y temiendo todos las resul- tas del proceso que , aunque lentamente seguia sus trámites, amilanáronse y resolvieron no con- tinuar adelante en su porfía.

El prelado sometiéndose pasó á las cortes el 3 de febrero inmediato, y prestó el juramento requerido sin limitación alguna. Permitiósele en seguida volver á su diócesi, y se sobreseyó en los procedimientos judiciales.

Tal fue el término de un negocio, que si bien importante con relación al tiempo, no lo era ni con mucho tanto como el otro que tam- bién se ventilaba en secreto , y que pertenecien- do á las revoluciones de América interesaba al mundo.

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Apartaríase de nuestro propósito entrar cir- cunstanciadamente en la narración de aconteci- miento tan grave é intrincado , para lo que se requiere diligentísimo y especial historiador.

Tuvieron principio las alteraciones de Amé- rica al saberse en aquellos paises la invasión de los franceses en las Andalucías, y el malhadado deshacimiento de la junta central. Causas gene- rales y lejanas habían preparado aquel suceso, acelerando el estampido otras particulares é in- mediatas.

En nada han sido los extranjeros tan injus- tos ni desvariado tanto como en lo que han es- crito acerca de la dominación española en las regiones de ultramar. A darles crédito no pare- cería sino que los excelsos y claros varones que descubrieron y sojuzgaron la América , habían solo plantado allí el pendón de Castilla para de- vastar la tierra y yermar campos, ricos antes y florecientes; como si el estado de atraso de aque- llos pueblos hubiese permitido civilización muy avanzada. Los españoles cometieron, es verdad, excesos grandes, reprensibles, pero excesos que casi siempre acompañan á las conquistas, y que no sobrepujaron á las que hemos visto consu- marse en nuestros dias por los soldados de na- ciones que se precian de muy cultas.

Mas al lado de tales males no olvidaron los españoles trasladar allende el mar los establecí- cimientos políticos, civiles y literarios de su pa- tria, procurando asi pulir y mejorar las costum- bres y el estado social de los pueblos indianos. Y no se oponga que entre dichos establecimien- tos los haiña que eran perjudiciales y ominosos.

Remellas i América. Si

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Culpa era esa de las opiniones entonces de Es- paña y de casi toda Europa; no hubo pensamien- tos torcidos de los conquistadores, los cuales pre- sumian obrar rectamente , llevando á los paises recien adquiridos todo cuanto en su entender constituia la grandeza de la metrópoli, gigantea en era tan portentosa.

Dilatábanse aquellas vastas posesiones por el largo espacio de 92 grados de latitud, y abraza- ban entre sus mas apartados establecimientos 1900 leguas. Extensión maravillosa cuando se considera que sus habitantes obedecieron duran- te tres siglos á un gobierno que residía á enor- me distancia, y que estaba separado por proce- losos mares.

Ascendía la población, sin contar las islas Fi- lipinas, á Í3 millones y medio de almas, cuyo mas corto número era de europeos, únicos que estaban particularmente interesados en conser- var la unión con la madre patria. En el origen contábanse solamente dos distintas razas ó lina- ges, la de los conquistadores y la de los con- quistados, esto es, españoles é indios. Gozaron los primeros de los derechos y privilegios que les correspondían , y se declaró á los segundos, conforme á las expresiones de la recopilación de Indias, «... libres y no... sujetos á servidum- bre de manera alguna." Sabido es el tierno y compasivo afán que por ellos tuvo la reina Doña Isabel la Católica hasta en sus postrimeros dias , encargando en su testamento « que no re- cibiesen los indios agravio alguno en sus per- »sonas y bienes, y que fuesen bien tratados." No por eso dejaron de padecer bastante, extrañan-

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do Solórzano que «cuanto se hacia en beneficio »de los indios resultase en perjuicio suyo:" sin advertir que el mismo cuidado de segregarlos de las demás razas para protegerlos , excitaba á estas contra ellos, y que el alejamiento en que vivian bajo caciques indígenas dificultaba la ins- trucción , perpetuaba la ignorancia , y los expo- nía á graves vejaciones apartándolos del contac- to de las autoridades supremas, por lo general mas imparciales.

Se multiplicó infinito en seguida la división de castas. Preséntase como primera la de los hijos de los peninsulares nacidos en aquellos cli- mas de estirpe española , que se llamaron crio- llos. Vienen después los mestizos ó descendien- tes de españoles é indios , terminándose la enu- meración por los negros que se introdujeron de África, y las diversas tintas que resultaron de su a juntamiento con las otras familias del linaje humano alli radicadas.

Los criollos conservaron igualdad de dere- chos con los españoles : lo mismo con cortísi- ma diferencia los mestizos, si eran hijos de es- pañol y de india ; mas no si el padre pertenecía áesta clase y la madre á la otra, pues entonces quedaba la prole en la misma línea del de los puramente indios : á los negros y sus derivados, á saber, mulatos, zambos etc., reputábalos la ley y la opinión inferiores á los demás, si bien la naturaleza los habia aventajado en las fuerzas físicas y facultades intelectuales.

De los diversos linages nacidos en Ultramar era el de los criollos el mas dispuesto á promo- ver alteraciones. Creíase agraviado , le adorna-

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ban conocimientos , y superaba á los demás na- turales en riqueza é influjo. A los indios, aun- que numerosos é inclinados en algunas partes á suspirar por su antigua independencia , faltába- les en general cultura , y carecian de las prendas }r medios requeridos para osadas empresas. No es era dado á los oriundos de África entrar en lid sino de auxiliadores , á lo menos en un prin- cipio ; pues la escasez de su gente en ciertos lu- gares, y sobre todo el ceño que les ponian las demás clases, estorbábalos acaudillar particular bandería.

Comenzó á mediados del siglo XVIII á cre- cer grandemente la América española. Hasta entonces la forma del gobierno interior, los re- glamentos de comercio y otras trabas habian retardado que se descogiese su prosperidad con la debida extensión.

Bajo los diversos títulos de vireyes, capita- nes generales y gobernadores , ejercían el poder supremo gefes militares , quienes solo eran res- ponsables de su conducta al rey y al consejo de Indias que residía en Madrid. Contrapesaban su autoridad las audiencias, que ademas de desem- peñar la parte judicial, se mezclaban con el nom- bre de acuerdo en lo gubernativo , y aconseja- ban á los vireyes ó les sugerían las medidas que tenían por convenientes. No hubo en esto alte- ración substancial , fuera de que en ciertas pro- vincias como en Buenos Ayres se crearon capi- tanías generales ó vireinatos independientes, en gran beneficio de los moradores que antes se veian obligados á acudir para muchos negocios á grandes distancias.

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En la administración de justicia, después de las audiencias que eran los tribunales supremos, y de las que también en determinados casos se recurria al consejo de Indias, venian los alcal- des mayores y los ordinarios á la manera de Es- paña, los cuales ejercían respectivamente su au- toridad, ya en lo judicial, ya en lo económico, presidiendo á los ayuntamientos, cuerpos que se hallaban establecidos en los mismos términos que los de la Península con sus defectos y ventajas.

Los alcaldes mayores al tiempo de empuñar la vara practicaban una costumbre abusiva y rui- nosa 5 pues so pretexto de que los indígenas ne- cesitaban para trabajar de especial aguijón, po- nían por obra lo que se llamaba repartimientos. Palabra de mal significado , y que expresaba una entrega de mercadurías que el alcalde mayor ha- cia á cada indio para su propio uso y el de su fa- milia á precios exorbitantes. Dábanse los géne- ros al fiado y á pagar dentro de un año en pro- ductos de la agricultura del pais, estimados se- gún el antojo de los alcaldes, quienes, jueces y parte en el asunto , cometían molestas vejacio- nes, saliendo en general muy ricos al cumplir- se los cinco años de su magistratura , señalada- mente en los distritos en que se cosechaba grana. Don José de Galvez , después marqués de So- nora, que de cerca habia palpado los perjuicios de tamaño escándalo, luego que se le confió en el reinado de Carlos III el ministerio general de Indias , abolió los repartimientos y las alcaldías mayores, substituyendo á esta autoridad la de las intendencias de provincia y subdelegacion de partido , mejora de gran cuantía en la adminis-

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tracion americana , y contra la que sin embar- go exclamaron poderosamente las corporaciones mas desinteresadas del pais , afirmando que sin la coerción se echaria á vaguear el indio en me- noscabo de la utilidad pública y privada , asi como de las buenas costumbres. Juicio errado nacido de preocupación arraigada, lo que en bre- ve manifestó la experiencia.

Creados los intendentes ganó también mu- cho el ramo de hacienda. Antes oficiales reales Í>or ó por medio de comisionados recaudaban as contribuciones , entendiéndose con el super- intendente general que residia lejos de la capi- tal de los gobiernos respectivos. Fijado ahora en cada provincia un intendente creció la vigilan- cia sobre los partidos , de donde los subdelega- dos y oficiales reales tenian que enviar con pun- tualidad á sus gefes las sumas percibidas , y esta- dos individuales de cuenta y razón , asegurando ademas por medio de fianzas el bueno y fiel desempeño de sus cargos. Con semejantes pre- cauciones tomaron las rentas increible aumento. Eran las contribuciones en menor número,

Ít no tan gravosas como las de España. Pagábase a alcabala de todo lo que se introducía y ven- dia, el 10 por 100 de la plata y el 5 del oro que se sacaba de las minas, con algunos otros im-

Euestos menos notables. El conocido bajo el nom- re de tributo recaia solo sobre los indios, en compensación de la alcabala de que estaban exen- tos : era una capitación en dinero , pesada en misma, y de cobranza muy arbitraria.

Al tiempo de formar las intendencias hízose una división de territorio, que no poco coadyu-

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vó-al bienestar de los naturales. Y del mismo modo que con la cercanía de magistrados res- petables se habia puesto mayor orden en el ra- mo de contribuciones, asi también con ella se introdujeron otras saludables reformas. Desde luego rigiéronse con mayor fidelidad los fondos de propios : hubo esmero en la policía y ornato de los pueblos, se administró la justicia sin tan- to retraso y mas imparcialmente ; y por fin se extinguió el pernicioso influjo de los partidos, terrible azote y causador alli de riñas y ruidosos pleitos.

Con haber perfeccionado de este modo la gobernación interior, se dio gran paso para la prosperidad americana.

. Aviváronla también los adelantamientos que se hicieron en la instrucción pública. Ya cuan- do la conquista empezaron á propagarse las es- cuelas de primeras letras y los colegios, fun- dándose universidades en varias capitales. Y si no se siguieron los mejores métodos, ni se en- señaron las ciencias y doctrinas que mas hubie- ra convenido, dolencia fue común á España, de que se lamentaban los hombres de ingenio y doc- tos que en todos tiempos honraron á nuestra pa- tria. Pero luego que en la península profesores hábiles dieron señales de desterrar vergonzosos errores, y de modificar en cuanto podian ran- cios estatutos, lo propio hicieron otros en Amé- rica , pa\ ticularmente en las universidades de Li- ma y Santa Fé. Tampoco el gobierno español en muchos casos se mostró hosco á las luces del si- glo. Diéronse en Ultramar como en España en- sanches al saber, y aun alli se erigieron escuelas

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especiales : fue la mas célebre el colegio de mi- nería de Méjico , sobre el pie del de Freybery de Sajonia , teniendo al frente maestros que ha- bían cursado en Alemania , y los cuales perfec- cionaron el estudio de las ciencias exactas y na- turales ^ sobre todo el de la mineralogía, prove- choso y necesario en un pais tan abundante de metales preciosos.

Deplorable legislación se adoptó desde el des- cubrimiento para el comercio externo , mante- nida en vigor hasta mediados del siglo XVIII. Porque ademas de solo permitirse por ella el tráfico con la metrópoli [falta en que incurrie- ron todos los otros estados de Europa] , circuns- cribióse también á los únicos puertos de Sevi- lla primero , y después de Cádiz , adonde venían y de donde partían las flotas y galeones en de- terminada estación del año , sistema que priva- ba al norte y levante de España y á varias pro- vincias americanas de comerciar directamente entre , cortando el vuelo á la prosperidad mer- cantil , sin que por eso se remontase , cual debie- ra , la de las ciudades privilegiadas. Carlos Y ha- bía pensado extender á los puertos principales de las otras costas la facultad del libre y direc- to tráfico; pero obligado á condescender con los deseos de compañías de genoveses y otros extran- jeros avecindados en Sevilla _, cuyas casas le anti- cipaban dinero para las empresas y guerras de afuera, suspendió resolución tan sabia, despojan- do asi á la periferia de la península de los benefi- cios que le hubieran acarreado los nuevos descu- brimientos. Felipe II y sus sucesores hallaron las arcas reales en idéntica ó mayor penuria que Car-

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los, y con desafición á innovar reglas ya mas arraigadas : pretextaron igualmente para conser- var estas el aparecimiento de los filibusteros, co- mo si convoyes que navegaban en invariables tiempos, con rumbo á puntos fijos, no facilita- sen las acometidas y rapiñas de aquellos audaces y numerosos piratas.

Dióse traza de modificar legislación tan per- judicial en los reinados de Fernando VI y Car- los III , aprobándose al intento y sucesivamente diferentes reglamentos que acabaron de comple- tarse en 1789. Permitióse por ellos el comercio de América desde diversos puertos y con todas las costas de la península, siempre que fuesen subditos los que lo hiciesen de la corona de Es-

Saña. Tan rápidamente creció el tráfico que se obló en pocos años, esparciéndose las ganan- cias por las varias provincias de ambos emisferios.

Con tales mejoras de administración y el au- mento de riqueza enrobustecíanse las regiones de Ultramar, y se iban preparando á caminar solas y sin los andadores del gobierno español. No obstante eso el vínculo que las unia era toda- vía fuerte y muy estrecho.

Otras causas concurrieron á aflojarle paula- tinamente. Debe contarse entre las principales la revolución de los Estados Unidos anglo-ame- ricanos. JeíFerson en sus cartas asevera que ya entonces dieron pasos los criollos españoles para lograr su independencia. Si fue asi, debieron pro- venir tales gestiones de particulares proyectos, no de la mayoría de la población ni de sus cor- poraciones adictas á la metrópoli con invetera- dos y apegados hábitos. Incurrió en error grave

TOMO III. 28

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]a corte Je Madrid en favorecer la causa anglo- americana, mayormente cuando no la impelían á ello filantrópicos pensamientos, sino personal pique de Carlos III contra los ingleses, y conse- cuencias del desastrado pacto de familia. Dióse de ese modo un punto en que con el tiempo se

liabia de apoyar la palanca destinada á levantar los otros pueblos del continente americano. Lo preveia eJ ilustre conde de Aranda cuando pre- cisado á firmar el tratado de Versalles aconsejó que se enviasen á aquellas provincias infantes de España , quienes al menos mantuviesen con su presencia y dominación las relaciones mercan- tiles y de J3uena amistad en que se interesaban la prosperidad y riqueza peninsulares.

Tras lo acaecido en las márgenes del Delawa- re sobrevino la revolución francesa , estimulo nuevo de independencia, sembrando en Améri- ca como en Europa ideas de libertad y desaso- siego. Hasta entonces los alborotos ocurridos ha- bían sido parciales, y nacidos solo de tropelías individuales ó de vejaciones en algunas comar- cas. Graves aparecieron las turbulencias del Pe- rú , acaudilladas por Tupac-Amaro ; mas como los indios que tomaron parte cometieron gran- des crueldades, lo mismo con criollos que con españoles, obligaron á unos y á otros á unirse para sofocar insurrecciones difíciles de cuajar sin su participación. Quiso conmoverse Caracas en 1796, luego que se encendió la guerra con los ingleses. Pero aun entonces fueron principales promovedores el español Picornel y el general Miranda, forasteros ambos, por decirlo asi, en el país. Pues el primero, corazón ardiente y com-

435 prometido en la conspiración tramada en Ma- drid en Í795 contra el poder absoluto, hijo de Mallorca, no conocia bastantemente la tierra; y el segundo, aunque nacido en Venezuela, au- sente años de alli , y general de la república francesa, amamantado con sus doctrinas tenia ja estas mas presentes que la situación y preocu- paciones de su primitiva patria. Por consiguien- te se malogró la empresa intentada , permane- ciendo aun muy hondas las raices del dominio español para que se las pudiera arrancar de un solo y primer golpe. Mr. de Humboldt , nada desafecto á la independencia americana , confie- sa « que las ideas que tenían en las provincias de «Nueva-España acerca de la metrópoli , eran «enteramente distintas de las que manifestaban «las personas que en la ciudad de Méjico se ha- «bian formado por libros franceses é ingleses."

Requeríase pues algún nuevo suceso, gran- de , extraordinario , que tocara inmediatamente á las Américas y á España, para romper los la- zos que unían á entrambas, no bastando á efec- tuar semejante acontecimiento ni lo apartado y vasto de aquellos países , ni la diversidad de cas- tas y sus pretensiones, ni las fuerzas y riqueza que cada dia se aumentaban , ni el ejemplo de los Estados Unidos, ni tampoco los terribles y mas recientes que ofrecía la Francia ; cosas to- das que colocamos entre las causas generales y lejanas de la independencia americana, empe- zando las particulares y mas próximas en las re- vueltas y asombros que se agolparon en el año de 1808:

En un principio y al hundirse el trono de

43tí

los Borbones manifestaron todas las regiones de ultramar en favor de la causa de España verda- dero entusiasmo, conteniéndose á su vista los pocos que anhelaban mudanzas. Vimos en su lu- gar la irritación que produjeron alli las miserias de Bayona , la adhesión mostrada á las juntas de provincia y á la central,, los donativos, en fin, y los recursos que con larga mano se suminis- traron á los hermanos de Europa. Mas apacigua- do el primer hervor , y sucediendo en la penín- sula desgracias tras de desgracias, cambióse po- co á poco la opinión, y se sintieron rebullir los deseos de independencia, particularmente entre Ja mocedad criolla de la clase media y el clero inferior. Fomentaron aquella inclinación los in- gleses, temerosos de la caída de España, fomen- táronla los franceses y emisarios de José, aun- que en otro sentido y con intento de apartar aquellos paises del gobierno de Sevilla y Cádiz, que apellidaban insurreccional : fomentáronla los anglo-ainericanos, especialmente en Méjico; fomentáronla, por último, en el rio de la Pla- ta los emisarios de la infanta Doña Carlota, re- sidente en el Brasil, cuyo gobierno indepen- diente de Europa no era para la América me- ridional de mejor ejemplo que lo habia sido pa- ra la septentrional la separación de los Estados Unidos.

A tantos embates necesario era que cediese empezase á crujir el edificio levantado por os españoles mas allá de los mares, cuya fábri- ca hubo de ser bien sólida y compacta para que no se resquebrajase antes y viniese al suelo. Contrarestar tamaños esfuerzos parecía di-

l

ficultoso si no imposible, abrumado el reino bajo el peso de una guerra desoladora y exhausto de recursos. La junta central no obstante hubiera quizá podido tomar providencias que sostuvie- sen por mas tiempo la dominación peninsular. Limitóse á hacer declaraciones de igualdad de derechos, y omitió medidas mas importantes. Tales hubieran sido en concepto de los inteli- gentes mejorar la suerte de las clases meneste- rosas con repartimiento de tierras; halagar mas de lo que se hizo la ambición de los pudien- tes y principales criollos con honores y distin- ciones á que eran muy inclinados; reforzar con tropa algunos puntos, pues hombres no es- caseaban en España , y el soldado mediano acá, era para allá muy aventajado, y finalmente en- viar gefes firmes, prudentes y de conocida pro- bidad. Y ora fueran las circunstancias, ora des- cuido, no pensó la central como debiera en ma- teria de tanta gravedad , y al disolverse conten- ta con haber hecho promesas, dejó la América trabajada ya de mil modos, con las mismas ins- tituciones, desatendidas las clases pobres y al frente autoridades por lo general débiles é in- capaces, y sospechadas algunas de connivencia con los independientes.

Verificóse el primer estallido sin convenio anterior entre las diversas partes de la Améri- ca , siendo difíciles las comunicaciones y no es- tando entonces extendidas ni arregladas las so- ciedades secretas que después tanto influjo tu- vieron en aquellos sucesos. El movimiento rom- pió por Caracas , tierra acostumbrada á conju- raciones; y rompió, según ya insinuamos, al

Levanta- miento de Ve- nezuela.

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llegar la noticia de la pérdida de las Andalucías y dispersión de la junta central.

El 19 de abril de 1810 apareció amotinado el pueblo de aquella ciudad capital de Venezue- la , al que se unió la tropa ; y el cabildo ó sea ayuntamiento, agregando á su seno otros indivi- duos _, erigióse en junta suprema , mientras que conforme anunció , se convocaba un congreso. El capitán general Don Vicente Empáran so- brecogido y hombre de ánimo cuitado no opu- so resistencia alguna, y en breve desposeyéron- le y le embarcaron en la Guaira con la audien- cia y principales autoridades españolas. Siguie- ron el impulso de Caracas las otras provincias de Venezuela, excepto el partido de Caco y Ma- racaybo, en cuya ciudad mantuvo la tranqui- lidad y buen orden la firmeza del gobernador Don Fernando Miyares.

El haberse en Caracas unido la tropa al pue- blo decidió la querella en favor de los amoti- nados. Ayudaba mucho para la determinación del soldado el sistema militar que se habia in- troducido en América en el último tercio del siglo XVIII ; en cuyo tiempo se crearon cuer- pos veteranos de naturales del pais , que si bien en gran parte eran mandados por coroneles y comandantes europeos, tenían también en sus fi- las oficiales subalternos, sargentos y cabos ame- ricanos. Del mismo modo se organizaron mi- licias de infantería y caballería á semejanza las primeras de las de España , y en ellas se apoyó principalmente la insurrección. Cierto es que al principio solo la menor parte de las tropas se declaró en favor de las novedades , y que hu-

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bo parajes particularmente en Méjico y en el Perú en donde los mili! ares contribuyeron á so- focar las conmociones ; mas con el tiempo cun- diendo el fuego, llegó basta las tropas de línea.

El motivo principal que alegó Caracas para erigir una junta suprema é independiente , fun- dóse en estar casi toda España sujeta ya á una dinastía extranjera y tiránica , añadiendo que solo baria uso de la soberanía hasta que volvie- se al trono Fernando VII , ó se instalase solem- ne y legalmente un gobierno constituido por las cortes , á que concurriesen legítimos repre- sentantes de los reinos, provincias y ciudades de Indias. Entre tanto ofrecía la nueva junta á los españoles que aun peleasen por la indepen- dencia peninsular, amistad y envió de socor- ros. El nombre de Fernando tuvo que sonar á causa del pueblo muy adicto al soberano des- graciado: esperanzados los promovedores del alzamiento que conllevando asi las ideas de la mayoría la traerían por sus pasos contados adon- de deseaban , mayormente si se introducían luego innovaciones que le fueran gratas. No lardaron estas en anunciarse, pues se abolió en breve el tributo de los indios, repartiéronse los empleos entre los naturales, y se abrieron los puertos á los extranjeros. La última providen- cia halagaba á los propietarios que veian en ella crecer el valor de sus frutos, y ganaban al pro- pio tiempo la voluntad de las naciones comer- ciantes, codiciosas siempre de multiplicar sus mercados.

Asi fue que el ministerio inglés poco explí- cito en sus declaraciones al reventar la insur-

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reccion, no dejó pasar muchos meses sin expre- sar por boca de Lord Liverpool « que S. M. B. »no se consideraba ligado por ningún conipro- »miso á sostener un pais cualquiera de la mo- »narquía española contra otro por razón de di- »ferencias de opinión, sobre el modo con que »se debiese arreglar su respectivo sistema de go- wbierno; siempre que conviniesen en reconocer »al mismo soberano legítimo , y se opusiesen á »la usurpación y tiranía de la Francia...." No se necesitaba testimonio tan público para cono- cer que forzoso le era al gabinete de la Gran Bretaña , aunque hubieran sido otras sus inten- ciones, usar de semejante lenguaje, teniendo que sujetarse á la imperiosa voz de sus merca- deres y fabricantes. Levanta- Alzó también Buenos Aires el grito de in- miento de dependencia al saber alli por un barco inglés,

Buenos Aires. T f _ * i ., o i ° l

que arribo a Montevideo el 13 de mayo, los desastres de las Andalucías. Era capitán gene- ral Don Baltasar Hidalgo de Gisneros hombre apocado y sin cautela, quien á petición del ayun- tamiento consintió en que se convocase un con- greso, imaginándose que aun después prosegui- ría en el gobierno de aquellas provincias. Ins- talóse dicho congreso el 22 de mayo, y como era de esperar fue una de sus primeras medidas la deposición del inadvertido Gisneros, eligien- do también á la manera de Caracas una junta suprema que ejerciese el mando en nombre de Fernando VIL Conviene notar aqui que la for- mación de juntas en América nació por imita- ción de lo que se hizo en España en 1808, y no de otra ninguna causa.

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Montevideo que se disponía á unir su suer- te con la de Buenos Aires, detúvose noticioso de que en la península todavía se respiraba , y de que existia en la Isla de León con nombre de regencia un gobierno central.

No asi el nuevo reino de Granada que siguió el impulso de Caracas, creando una junta supre- ma el 20 de julio. Apearon del mando los nue- vos gobernantes á Don Antonio Amat , virey semejante en lo quebradizo de su temple á los gefes de Venezuela y Buenos Aires. Acaecie- ron luego en Santa , en Quito y en las de- mas partes altercados, divisiones, muertes, guer- ra y muchas lástimas, que tal esquilmo coge de las revoluciones la generación que las hace.

Entonces y largo tiempo después se mantu- vo el Perú quieto y fiel á la madre patria, mer- ced á la prudente fortaleza del virey Don José Fernando Abascal y á la memoria aun viva de la rebelión del indio Tupac Amaro y sus cruel- dades.

Tampoco se meneaba Nueva España , aun- que ya se habían fraguado varias maquinacio- nes, y se preparaban alborotos de que mas ade- lante daremos noticia.

Por lo demás tal fue el principio de irse des- Jaicioactn, gajando del tronco paterno, y una en pos de otra ramas tan fructíferas del imperio español. ¿Es- cogieron los americanos para ello la ocasión mas digna y honrosa ? A medir las naciones por la escala de los tiernos y nobles sentimientos de los individuos, abiertamente diríamos que no, habiendo abandonado á la metrópoli en su ma- yor aflicción , cuando aquella decretara igual-

Je esta» re- vueltas.

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dad de derechos , y cuando se preparaba á rea- ' lizar en sus cortes el cumplimiento de las an- teriores promesas. Los Estados Unidos separá- ronse de Inglaterra en sazón en que esta descu- bría su frente serena y poderosa , y después que reiteradas veces les había su metrópoli negado peticiones moderadas en un principio. Por el contrario los americanos españoles cortaban el lazo de unión , abatida la península , reconoci- das ya aquellas provincias como parte integran- . te de la monarquía , y convidados sus habitan- tes á enviar diputados á las cortes. No : entre individuos graduaríase tal porte de ingrato y aun villano. Las naciones desgraciadamente suelen tener otra paula, y los americanos quiza pen- saron lograr entonces con mas certidumbre lo» que á su entender fuera dudoso y aventurado, libre la península y repuesto en el solio el cau- tivo Fernando.

Controvertible igualmente ha sido si la Amé- rica habia llegado al punto de madurez é ins- trucción que eran necesarias para desprenderse de los vínculos metropolitanos. Algunos han de- cidido ya la cuestión negativamente atentos á las turbulencias y agitación continua de aque- llas regiones, en donde mudando á cada paso de gobierno y leyes, aparecen los naturales no so- lo como inhábiles para sostener la libertad y admitir un gobierno medianamente organizado, pero aun también como incapaces de soportar el estado social de los pueblos cultos. Nosotros sin ir tan allá creemos sí, que la educación y en- señanza de la América española será lenta y mas larga que la de otros países; y solo nos ad-

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miramos de que haya habido en Europa hombres y no vulgares que al paso que negaban á Espa- ña la posibilidad de constituirse libremente, se la concedieran á la América , siendo claro que en ambas partes habian regido idénticas insti- tuciones _, y que idénticas habian sido las causas de su atraso ; con la ventaja para los peninsu- lares de que entre ellos se desconocia la diversi- dad de castas, y de que el inmediato roce con las naciones de Europa le habia proporcionado hacer mayores progresos en los conocimientos mo- dernos, y mejorar la vida social. Mas si perso- nas entendidas y gobiernos sabios olvidaban re- flexiones tan obvias; ¿qué no seria de ávidos especuladores que soñaban montes de oro con la franquicia y amplia contratación de los puertos americanos?

La regencia al instalarse habia nombrado Medidas to. sugetos que llevasen á las provincias de Ultra- gM^JT-. mar las noticias de lo ocurrido en principios de paño1' año , recordando al propio tiempo en una pro- clama la igualdad de condición otorgada á aque- llos naturales, é incluyendo la convocatoria pa- ra que acudiesen á las cortes por medio de sus diputados. Fuera de eso no extendió la regencia sus providencias mas allá de lo que lo habia he- cho la central , si bien es cierto que ni la situa- ción actual permitia el mismo ensanche, ni tam- poco era político anticipar en muchos asuntos el juicio de las cortes, cuya reunión se anun- ciaba cercana.

Sin embargo publicóse en 17 de mayo de prudencia 1810 á nombre de dicha regencia una real ór- S£d5».' den de la mayor importancia , y por la que se merdo Bbre-

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autorizaba el comercio directo de todos los puer- tos de Indias con las colonias extranjeras y naciones de Europa, Mudanza tan repentina y completa en la legislación mercantil de Indias, sin previo aviso ni otra consulta, saltando por encima de los trámites de estilo aun usados du- rante el gobierno antiguo, pasmó á todos y so- brecogió al comercio de Cádiz interesado mas que nadie en el monopolio de ultramar.

Sin tardanza reclamó este conlra una pro- videncia en su concepto injustísima y en verdad muy informal y temprana. La regencia ignora- ba ó fingió ignorar la publicación de la men- cionada orden , y en virtud de examen que mandó hacer, resultó que sobre un permiso li- mitado al renglón de harinas, y al solo puerto de la Habana, había la secretaría de hacienda de Indias extendido por la concesión á los demás frutos y mercaderías procedentes del ex- tranjero y en favor de todas las costas ele la América. ¿Quién no creyera que al descubrirse falsía tan inaudita, abuso de confianza tan cri- minal y de resultas tan graves, no se hubiese hecho un escarmiento que arredrase en lo por- venir á los fabricadores de mentidas providen- cias del gobierno? Formóse causa; mas causa al uso de España en tales materias , encargando á un ministro del consejo supremo de España é Indias que procediese á la averiguación del au- tor ó autores de la supuesta orden.

Se arrestó en su casa al marqués de las Hor- mazas ministro de hacienda, prendióse también al oficial mayor de la misma secretaría en lo relativo á Indias Don Manuel Albuerne y á al-

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gunos otros que resultaban complicados. El asun- to prosiguió pausadamente, y después de mu- chas idas y venidas, empeños, solicitaciones, todos quedaron quietos. Hormazas habia firma- do á ciegas la orden sin leerla , y como si se tra- tase de un negocio sencillo. El verdadero cul- pado era Albuerne de acuerdo con el agente de la Habana Don Claudio María Pinillos, y Don Esteban Fernandez de León , siendo sos- tenedor secreto de la medida según voz pública uno de los regentes. Tal descuido en unos, de- lito en otros, é impunidad ilimitada para todos, probaban mas y mas la necesidad urgente de purgar á España de la maleza espesa que habian ahijado en su gobierno, de Gocloy acá, los pa- trocinadores de la corrupción mas descarada.

La regencia por su parte revocó la real or- den , y mandó recoger los ejemplares impresos. Pero el tiro habia ya partido, y fácil es adivi- nar el mal efecto que produciría, sugiriendo á los amigos de las alteraciones de América nue- va y fundada alegación para proseguir en su co- menzado intento.

Supo la regencia el 4 de julio las revueltas de Caracas, y al concluirse agosto las de Bue- nos Aires. Apesadumbráronla noticias para ella tan impensadas y para la causa de España tan funestas, mas vivió algún tiempo con la espe- ranza de que cesarían los disturbios, luego que allá corriese no haber la península rendido aun su cerviz al invasor extranjero. ¡Vana ilusión! Alzamientos de esta clase ó se ahogan al nacer, ó se agrandan con rapidez. La regencia indeci- sa y sin mayores medios, consultó al consejo no

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tomando de pronto resolución que pareciera eficaz. Nómbrase Aquel cuerpo opinó que se enviase á ultra- iCmuTu. mar un suget0 condecorado y digno , asistido r^». de algunos buques de guerra y con órdenes pa-

ra reunir las tropas de Puerto Rico , Cuba y Cartagena , previniéndole que solo emplease el medio de la fuerza cuando los de persuasión no bastasen. La regencia se conformó en un todo con el dictamen del consejo, y nombró por co- misionado revestido de facultades omnímodas á Don Antonio Corlavarría individuo del con- sejo real, magistrado respetable por su pureza, {>ero anciano y sin el menor conocimiento de o que era la América. Figurábase el gobierno es- pañol equivocadamente que no eran pasados los cuas de los Mendozas y los Gaseas, y que á la vista del enviado peninsular se allanarían los obstáculos y se remansarían los tumultos popu- lares. Llevaba Cortavarría instrucciones que no solo se extendian á Venezuela , sino que tam- bién abrazaban las islas, Santa y aun la Nue- va España , debiendo obrar con él mancomu- nadamente el gobernador de Maracaybo Don Fernando Mijares, electo capitán general de Caracas, en recompensa de su buen proceder, cefegype. Respecto de Buenos Aires ya antes de saber- lo* "wT. se el levantamiento habia tomado la regencia la algunas medidas de precaución, advertida de tratos que la infanta Doña Carlota traia alli des- de el Brasil ; y como Montevideo era el punto mas á propósito para realizar cualquiera pro-

Í^ecto que dicha señora tuviese entre manos, se íabia nombrado para prevenir toda tentativa

l'Iata.

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por gobernador de aquella plaza á Don Gaspar de Vigodet militar de confianza.

Mas después que la regencia recibió la nue- va de la conmoción de Buenos Aires no limitó á eso sus providencias, sino que también resol- vió enviar de virey de las provincias del rio de la Plata á Don Francisco Javier Elío acompa- ñado de 500 hombres, de una fragata de guer- ra y de una urca , con orden de partir de Ali- cante, y de ocultar el objeto del viaje hasta pasadas las islas Canarias. Se le recomendó asi- mismo lo que á Gortavarría en cuanto á que no emplease la fuerza antes de haber tentado to- dos los medios de conciliación.

He aqui lo que por mayor se sabia en Eu- ropa de las turbulencias de América , y lo que para cortarlas habia resuelto la regencia al tiem- po de instalarse las cortes. Hallándose en el se- no de estas diputados naturales de ultramar, concíbese fácilmente que no dejarían huelgo á sus compañeros antes de conseguir que se ocu-

}>asen en tan graves cuestiones. Las propuestas ueron muchas y varias , y ya el 25 de setiem- bre tratándose de expedir el decreto del 24, ex- puso la diputación americana que al mismo tiem- })0 que se remitiese aquel á Indias, era necesario íablar á sus habitantes de la igualdad de dere- chos que tenían con los de Europa, de la ex- tensión de la representación nacional como par- te integrante de la monarquía, y conceder una amnistía ú olvido absoluto por los extravíos ocurridos en las desavenencias de algunos de aquellos países. La discusión comenzó á encres- parse } y Don José Mejía suplente por Santa

Ocupa nse las cortes ea Ja

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de Bogotá , y americano de nacimiento , fuese prudencia, fuese temor de que resonasen en ul- tramar las palabras que se pronunciaban en las cortes; palabras que pudieran ser funestas á los independientes, apoyados todavía en terreno poco firme, pidió que se ventilase el asunto en secreto. Accedió el congreso á los deseos de aquel señor diputado , si bien por incidencia se tocaron á veces en público en las primeras se- siones algunos de los muchos puntos que ofre- cia materia tan espinosa.

Después de reñidos debates aprobaron las Decreto de cortes los términos de un decreto * que se pro- ,5 de octu- mulg0 con fecha de 15 de octubre, en el que (AP. n. 7.) aparecieron como esenciales bases: 1.° la igual- dad de derechos ja sancionada : 2.° una amnis- tía general sin límite alguno.

En pos de esta resolución vinieron á manera de secuela otras declaraciones y concesiones muy favorables á la América , de las que men- cionaremos las mas principales en el curso de esta historia. Por ellas se verá cuánto trabaja- ron las cortes para grangearse el ánimo de aque- llos habitantes, y acallar los motivos que hu- biera de justa queja, debiendo haber finalizado las turbulencias, si el fuego de un volcan de ex- tensa crátera pudiera apagarse por la mano del hombre. n¡scus¡on La víspera de la promulgación del decreto i^íaddeu sobre América enlabióse en público la discu- imprenu. sjon ¿e |a libertad de la imprenta. Don Agus- tín de Arguelles era quien primero la habia pro- vocado, indicando en la sesión de la tarde del 27 de setiembre la necesidad de ocuparse á la

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mayor brevedad en materia tan grave. Sostuvo su (dictamen Don Evaristo Pérez de Castro, y aun insistió en que desde luego se formase para ello una comisión , cuya propuesta aprobaron las cortes inmediatamente sin obstáculo alguno.

Dedicóse con aplicación continua á su tra- bajo la comisión nombrada , y el 14 de octu- bre cumpleaños del rey Fernando VII leyó el informe en que habian convenido los individuos de ella ; casual coincidencia ó modo nuevo de celebrar el natalicio de un príncipe, cuyo he- róscopo vióse después no cuadraba con el fes- tejo. Al dia siguiente se trabó la discusión, una de las mas brillantes que hubo en las cortes, y de la que reportaron estas fama esclarecida. Lástima ha sido que no se hayan conservado en- teros los discursos alli pronunciados, pues to- davía no se publicaban de oficio las sesiones, según comenzó á usarse en el promedio de di- ciembre , habiéndose desde' entonces estableci- do taquígrafos que siguiesen literalmente la pa- labra declarada. Sin embargo algunos curiosos y entre ellos ingleses tomaron nota bastante exacta de las discusiones mas principales, y eso nos habilita para dar una razón algo circunstan- ciada de lo que ocurrió en aquella ocasión.

Antes de reunirse las cortes la libertad de la imprenta apenas contaba otros enemigos sino al- gunos de los que gobernaban ; mas después que el congreso mostró querer proseguir su marcha con hoz reformadora , despertóse el recelo de las clases y personas interesadas en los abusos que empezaron á mirar con esquivez medida tan deseada. No pareciéndoles con todo discre-

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to impugnarla de frente , idearon los que perte- necieron á aquel número, y estaban dentro de las cortes, pedir que se suspendiese la delibe- ración.

Escogieron para hacer la propuesta al dipu- tado que entre fas suyas juzgaron mas atrevido, á Don Joaquín Tenreyro, quien después de ha- ber el dia 14 procurado infructuosamente dife- rir la lectura del informe de la comisión, per- sistió el 15 en su propósito de que.se dejase pa- ra mas adelante la discusión, alegando que se deberia pedir con antelación el parecer de cier- tas corporaciones, en especial el de las eclesiás- ticas, y sobre todo aguardar la llegada de dipu- tados próximos á aportar de las costas de levan- te. Manifestó su opinión el señor Tenreyro aca- loradamente, y excitó la réplica de varios se- ñores diputados que demostraron haber seguido el expediente no solo los trámites de costum- bre , sino que también viniendo ya instruido desde el tiempo de la junta central, habia reci- bido con el mayor detenimiento la dilucidación necesaria. Reprodujo no obstante sus argumen- tos el Señor Tenreyro, pero no por eso pudo estorbar que empezase de lleno la discusión. El señor Arguelles fue de los primeros que en- trando en materia hizo palpables los bienes que resultan de la libertad de la imprenta. «Cuantos »conocimientos , dijo , se han extendido por «Europa han nacido de esta libertad , y las na- ciones se han elevado á proporción que ha si- »do mas perfecta. Las otras obscurecidas por la «ignorancia y encadenadas por el despotismo, »se han sumergido en la proporción contraria.

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^España , siento decirlo, se halla entre las últi- «mas : fijemos la vista en los postreros 20 años, »en ese periodo henchido de acontecimientos »mas extraordinarios que cuantos presentan los «anteriores siglos, y en él podremos ver los por- tentosos efectos de esa arma, á cuyo poder casi «siempre lia cedido el de la espada. Por su in- «flujo vimos caer de las manos de la nación fran- «cesa las cadenas que la habian tenido esclavi- »zada. Una facción sanguinaria vino á inutilizar «tan grande medida, y la nación francesa ó mas «bien su gobierno empezó á obrar en oposición «álos principios que proclamaba... El despotis- »mo fue el fruto que recogió... Hubiera habido «en España una arreglada libertad de imprenta, «y nuestra nación no hubiera ignorado cual fue- »se la situación política de la Francia al celebrar- «se el vergonzoso tratado de Basiléa. El gobier- «no español dirigido por un favorito corrompido «y estúpido, incapaz era de conocer los verda- «deros intereses del estado. Abandonóse ciega- «mente y sin tino á cuantos gobiernos tuvo la «Francia, y desde la convención hasta el impe- «rio seguimos todas las vicisitudes de su revolu- «cion, siempre en la mas estrecha alianza, cuan- «do llegó el momento desgraciado en que vimos «tomadas nuestras plazas fuertes, y el ejército «del pérfido invasor en el corazón del reino. «Hasta entonces á nadie le fue lícito hablar del «gobierno francés con menos sumisión que del «nuestro ; y no admirar á Bonaparte fue de los «mas graves delitos. En aquellos dias miserables «se echaron las semillas, cuyos amargos frutos «estamos cogiendo ahora. Extendamos la vista

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»por el mundo : Inglaterra es la sola nación que «hallaremos libre de tal mengua. ¿ Y á quien lo «debe? Mucho hizo en ella la energía de su go- »bierno , pero mas hizo la libertad de la impren- ta. Por su medio pudieron los hombres hon- rados difundir el antídoto con mas presteza que »el gobierno francés su veneno. La instrucción »que por la via de la imprenta logró aquel pue- >>blo, fue lo que le hizo ver el peligro y saber «evitarlo...."

El señor Morros diputado eclesiástico sostu- vo con fuerza, «ser la libertad de la imprenta «opuesta á la religión católica apostólica roma- «na, y ser por tanto detestable institución." Aña- dió : «que según lo prevenido en muchos cáno- «nes ninguna obra podia publicarse sin la licen- cia de un obispo ó concilio , y que todo lo que »se determinase en contra, seria atacar directa- »mente la religión."

Aqui notará el lector que desesperanzados los enemigos de la libertad de la imprenta de impedir los debates , trataron ya de impugnarla sin disfraz alguno y fundamentalmente.

Fácil fue al señor Mejía rebatir el dictamen del señor Morros, ad virtiendo «que la libertad «de que se trataba , limitábase á la parte políti- ca y en nada se rozaba con la religión ni la po- testad de la iglesia Observó también la di-

«ferencia de tiempos y la errada aplicación que »habia hecho el señor Morros de sus textos, los «cuales por la mayor parte se referían á una edad «en que todavía no estaba descubierta la impren- «ta " Y continuando después dicho señor Me- jía en desentrañar con sutileza y profundidad

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toda la parte eclesiástica en que, aunque seglar, era muy versado, terminó diciendo: «que en »las naciones en donde no se permitía la liber- tad de imprenta , el arte de imprimir habia si- »do perjudicial, porque habia quitado la liber- tad primitiva que existia de escribir y copiar «libros sin particulares trabas, y que si bien en- tonces no se esparcían las luces con tanta ra- »pidez y extensión, á lo menos eran libres. Y »mas vale un pedazo de pan comido en libertad, «que un convite real con una espada que cuel- »ga sobre la cabeza, pendiente del hilo de un «capricho."

El señor Rodríguez de la Barcena, bien que eclesiástico como el señor Morros, no recargó tanto en punto á la religión pero con maña trazó una pintura sombría, <tde los males de la «libertad de la imprenta en una nación no acos- «tumbrada á ella, se hizo cargo de las calumnias «que difundía-, de la desunión en las familias, «de la desobediencia á las leyes y otros muchos «estragos, los que resultando un clamor ge- «nerai, tendría al cabo que suprimirse una facul- «tad preciosa, que coartada con prudencia era «fácil conservar. Yo, continuó el orador, amo «la libertad de la imprenta , pero la amo con «jueces que sepan de antemano separar la ciza- «ña de con el grano. ^Nada aventura la impren- »ta con la censura previa en las materias cien- «tíficas que son en las que mas importa ejerci- «tarse,y usada dicha censura discretamente, exis- «tirá en realidad con ella mayor libertad que «si no la hubiera , y se evitarán escándalos y la «aplicación de las penas en que incurrirán los

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«escritores que se deslicen, siendo para el legis- lador mas hermoso representar el papel de pre- venir los delitos que el de castigarlos."

Replicó á este orador Don Juan Nicasio Ga- llego que, aunque revestido igualmente de los hábitos clericales, descollaba en el saber políti- co, si bien no tanto como en el arte divino de los Herreras y Leones. «Si hay en el mundo, dijo, «absurdo en este género, eslo el de asentar co- »mo lo ha hecho el preopinante , que la libertad »de la imprenta podia existir bajo una previa «censura. Libertad es el derecho que todo hom- »bre tiene de hacer lo que le parezca , no sien- »do contra las leyes divinas y humanas. Es- vclavitud por el contrario existe donde quiera «que los hombres están sujetos sin remedio á »los caprichos de otros, ya se pongan ó no in- «mediatamente en práctica. ¿Cómo puede, se- »gun eso, ser la imprenta libre, quedando de- »pendiente del capricho , las pasiones ó la cor- »rupcion de uno ó mas individuos? ¿Y por qué »tanto rigor y precauciones para la imprenta, «cuando ninguna legislación las emplea en los »demas casos de la vida y en acciones de los hom- »bres no menos expuestas al abuso? Cualquie- ra es libre de proveerse de una espada, y di- »rá nadie por eso que se le deben atar las ma- linos no sea que cometa un homicidio? Puedo »en verdad salir á la calle y robar á un hombre, «mas ninguno llevado de tal miedo aconseja- rá que se me encierre en mi casa. A todos «nos deja la ley libre el albedrío , pero por hor- ror natural á los delitos, y porque todos sabe- rnos las penas que están impuestas á los crimi-

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«nales, tratamos cada cual de no cometerlos..." Hablaron en seguida otros diputados en fa- vor de la cuestión, tales como los señores Lu- jan , Pérez de Castro y Oliveros. El primero ex- presó : «que los dos encargos particulares que le «había hecho su provincia [la de Extremadura] »habian sido que fuesen públicas las sesiones »de las cortes y que se concediese la libertad »de la imprenta." Puso el último su particular cuidado en demostrar que aquella libertad «no »solo no era contraria á la religión, sino que era «compatible con el amor mas puro hacia sus «dogmas y doctrinas Nosotros [continuó tan «respetable eclesiástico] queremos dar alas á los «sentimientos honrados, y cerrar las puertas á «los malignos. La religión santa de los Grisósto- «mos y de los Isidoros , no se recata de la libre dis- «cusion, temen esta los que desean convertir «aquella en provecho propio ¡Qué de horrores «y escándalos no vimos en tiempo de Godoy! «¡Cuánta irreligiosidad no se esparcióJ y ¿habia «libertad de imprenta ? Si la hubiera habido de- «járanse de cometer tantos excesos con el mie- «do de la censura pública, y no se hubieran per- petrado delitos, sumidos ahora en la impuni- «dad del silencio. ¿Ciertos obispos hubieran osa- ndo manchar los pulpitos de la religión , predi- «cando los triunfos del poder arbitrario, y por «decirlo asi, los del ateísmo ? ¿Hubieran contri- «buido á la destrucción de su patria y á la tibie- «za de la fé, incensando impíamente al ídolo de

«Baal, al malaventurado valido? "

Contados fueron los diputados que después impugnaron la libertad de la imprenta, y aun

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de ellos el mayor número antes provocó dudas que expresó una opinión opuesta bien asentada. Los señores Morales Gallego y Don Jaime Greus fueron quienes con mayor vigor esforzaron los argumentos en contra de la cuestión. Dirigióse el principal conato de ambos á manifestar «la «suelta que iba á darse á las pasiones y persona- lidades, y el riesgo que corria la pureza de la »fé, siendo de dificultoso deslinde en muchos ca- »sos el término de las potestades política y ecle- siástica." El señor Arguelles rechazó de nue- vo muchas de las objeciones, pero quien entre los postreros de los oradores habló de un mo- do luminoso , persuasivo y profundo fue el dig- nísimo Don Diego Muñoz Torrero, cuya can- dorosa y venerable presencia , repetimos, au- mentaba peso á la ya irresistible fuerza de su raciocinación.'"' «La materia que tratamos, dijo, »tiene, según lo miro, dos partes, la una dejus- nticia, la otra de necesidad. La justicia es el prin- cipio vital de la sociedad civil, é hija de la jus- ticia es la libertad de la imprenta El dere- cho de traer á examen las acciones del gobier- )>no, es un derecho imprescriptible, que ningu- »na nación puede ceder sin dejar de ser nación. »¿Qué hicimos nosotros en el memorable decre- »to de 24 de setiembre? Declaramos los decre- tos de Bayona ilegales y nulos. Y ¿por qué? »Porque el acto de renuncia se habia hecho sin »el consentimiento de la nación. ¿ A quién lia «encomendado ahora esa nación su causa ? A no- »sotros, nosotros somos sus representantes, y se- »gun nuestros usos y antiguas leyes fundamenta- les, muy pocos pasos pudiéramos dar sin laapro-

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»bacion de nuestros constituyentes. Mas cuando »el pueblo puso el poder en nuestras manos, j se «privó por eso del derecho de examinar y criti- «car nuestras acciones? ¿Porqué decretamos en «24 de setiembre la responsabilidad de la po- testad ejecutiva, responsabilidad que cabrá so- »lo á los ministros cuando el rey se halle entre «nosotros ? ¿ Porqué nos aseguramos la facultad »de inspeccionar sus acciones? Porque poníamos vpoder en manos de hombres, y los hombres ahu- esan fácilmente de él si no tienen freno alguno «que les contenga , y no habia para la potestad «ejecutiva freno mas inmediato que el de las cór- «tes. Mas, ¿somos por acaso infalibles.? J Puede «el pueblo que apenas nos ha visto reunidos po- «ner tanta confianza en nosotros que abandone «toda precaución? ¿No tiene el pueblo el mis- «mo derecho respecto de nosotros que nosotros «respecto de la potestad ejecutiva en cuanto á «inspeccionar nuestro modo de pensar y censu- «rarle?.... Y el pueblo ¿qué medio tiene para «esto ? No tiene otro sino el de la imprenta; pues «no supongo que los contrarios á mi opinión le «den la facultad de insurreccionarse, derecho el «mas terrible y peligroso que pueda ejercer una «nación. Y si no se le concede al pueblo un me- «dio legal y oportuno para reclamar contra no- sotros ¿qué le importa que le tiranice uno, cin- «co, veinte ó ciento?... El pueblo español ha «detestado siempre las guerras civiles, pero qui- «zá tendría desgraciadamente que venir á ellas. «El modo de evitarlo es permitir la solemne ma- «nifestacion de la opinión pública. Todavía ig- «noramos el poder inmenso de una nación para

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»obligar á los que gobiernan á ser justos. Empe- »ro prívese al pueblo de la libertad de hablar y «escribir ¿cómo ha de manifestar su opinión? »Si yo dijese á mis poderdantes de Extremadu- ra que se establecia la previa censura de la im- prenta ¿qué me dirían al ver que para exponer »sus opiniones tenian que recurrir á pedir licen- «cia?.... Es, pues, uno de los derechos delhom- »bre en las sociedades modernas el gozar de la «libertad de la imprenta , sistema tan sabio en »la teórica , como confirmado por la experien- cia. Véase Inglaterra : á la imprenta libre debe «principalmente la conservación de su libertad «política y civil , su prosperidad. Inglaterra co- wnoce lo que vale arma tan poderosa : Inglater- ra por tanto ha protegido la imprenta , pero la «imprenta en pago ha conservado la Inglaterra. «Si la medida de que hablamos es justa en y « conveniente , no es menos necesaria en el dia «de hoy. Empezamos una carrera nueva, tene- «mos que lidiar con un enemigo poderoso, y «fuerza nos es recurrir á todos los medios que «afiancen nuestra libertad y destruyan los arti- «ficiosy mañas del enemigo. Para ello indispen- «sable parece reunir los esfuerzos todos de la «nación, é imposible sería no concentrando su «energía en una opinión unánime, espontánea é «ilustrada, á lo que contribuirá muy mucho la "libertad de la imprenta, y en lo que están in- «teresados no menos los derechos del pueblo, «que los del monarca. . . La libertad sin la impren- »ta libre aunque sea el sueño del hombre honra- ndo, será siempre un sueño... La diferencia en- «tre y mis contrarios consiste en que ellos

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«conciben que los males de la libertad son co- »rao un millón y los bienes como veinte; yo, «por lo opuesto, creo que los males son como «veinte y los bienes como un millón. Todos lian «declamado contra sus peligros. Si yo hubiera »de reconocer ahora los males que trae consigo »la sociedad, los furores de la ambición, los hor- «rores de la guerra , la desolación de los hom- »bresy la devastación de las pestes, llenaría de «pavor á los circunstantes. Mas por horrible que «fuese esta pintura, ¿se podrían olvidar losbie- «nes de la sociedad civil, apunto de decretar su «destrucción? Aqui estamos, hombres falibles, «con toda la mezcla de bueno y malo que es pro- «pia de la humanidad, y solo por la comparación «de ventajas é inconvenientes podemos decidir- «nos en las cuestiones... Un prelado de España, »y loque es mas, inquisidor general, quiso tra- «ducir la Biblia al castellano. ¿ Qué torrente de «invectivas no se desató contra?.... ¿Cuál fue «su respuesta? Yo no niego que tiene inconve- vnientes, ¿pero es útil pesados unos con otrosí «En el mismo caso estamos. Si el prelado hu- «biera conseguido su intento, á él deberíamos «el bien, el mal á nuestra naturaleza. Por fin, «creo que haríamos traición á los deseos del pue- «blo, y que daríamos armas al gobierno arbi- «trario que hemos empezado á derribar, si no

«decretásemos la libertad de la imprenta La

«previa censura es el último asidero de la tira- «nía que nos ha hecho gemir por siglos. El vo- «to de las cortes va á desarraigar esta, ó ácon- «firmarla para siempre."

Son pálido y apagado bosquejo de la discu-

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sion los breves extractos que de ella hacemos y nos han quedado. Raudales de luz salieron de las diversas opiniones expuestas con gravedad y circunspección. Para darles el valor que me- recen conviene hacer cuenta de lo que habia si- do antes España y de lo que ahora aparecía: rom- piendo de repente la mordaza que estrechamen- te y largo tiempo habia comprimido, atormen- tándolos, sus hermosos y delicados labios.

La discusión general duró desde el 15 hasta el 19 de octubre, en cuyo dia se aprobó el primer artículo del proyecto de ley concebido en estos términos. «Todos los cuerpos y personas parti- culares, de cualquiera condición y estado que asean, tienen libertad de escribir, imprimir y «publicar sus ideas políticas sin necesidad de li- cencia, revisión y aprobación alguna anterio- res á la publicación bajo las restituciones y res- ponsabilidades que se expresarán en el prcsen- »te decreto." Votóse el artículo por 70 votos contra 32, y aun de estos hubo 9 que especifica- ron que solo por entonces le desechaban.

Claro era que pasarían después sin particu- lar tropiezo los demás artículos explicativos por lo general del primero. La discusión sin embar- go no finalizó enteramente hasta el 5 de noviem- bre, interpuestos á veces otros asuntos. Rr-siamonto El reglamento contenia en todo 20 artícu-

por el que se O . - 1 1

concedía ia h. los, tras del primero venían los que señalaban inventa. a los delitos y determinaban las penas, y también el modo y trámites que habian de seguirse en el juicio. Tacháronle algunos de defectuoso en es- ta parte y de no definir bien los diversos casos. Pero pendiendo los límites entre la libertad y el

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abuso, de reglas indeterminadas y variables, pro- blema es de dificultosa resolución conceder lo uno y vedar debidamente lo otro. La libertad gana en que las leyes sobre esta materia pequen mas bien por lo indefinido y vago que por ser sobradamente circunstanciadas; el tiempo y el buen sentido de las naciones acallan por corre- gir abusos y desvíos que no le es dado impedir al mas atento legislador.

Chocó á muchos, particularmente en el ex- tranjero, que la libertad de la imprenta decre- tada por las cortes se ciñese á la parte políti- ca, y que aun por un artículo expreso [el 6.°] se previniese , que «todos los escritos sobre mate- »rias de religión quedaban sujetos á la previa «censura de los ordinarios eclesiásticos." Pero los que asi razonaban, desconocían el estado an- terior de España, y en vez de condenar debieran mas bien haber alabado el tino y la sensatez con que las cortes procedían. La inquisición habia pesado durante tres siglos sobre la nación, y era ya caminar á la tolerancia, desde el momento en que se arrancaba la censura de las manos de aquel tribunal para depositarla en solo las de los obispos, de los que si unos eran fanáticos, ha- bia otros tolerantes y sabios. Ademas quitadas las trabas para lo político , ¿ quién iba á deslin- dar en muchedumbre de casos los términos que dividían la potestad eclesiástica de la secular? El artículo tampoco extendía la prohibición mas allá del dogma y de la moral, dejando á la libre discusión cuanto temporalmente interesaba á los pueblos.

El señor Mejía, no obstante eso, y el cono-

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incidentes de cimiento que tenia de la nación y de las cor- la discusión. * i i i t

tes se aventuro a proponer que se ampliase la li- bertad de la imprenta á las obras religiosas. Im- prudencia que hubiera podido comprometer la suerte de toda la ley , si á tiempo no hubiera cortado la discusión el señor Muñoz Torrero.

Por el contrario al cerrarse los debates Don Francisco María Riesco, diputado por la junta de Extremadura é inquisidor del tribunal de Lle- rena , pidió que en el decreto se hiciese men- ción honorífica y especial del santo oficio; á lo que no hubo lugar , mostrando asi de nuevo las cortes cuan discretamente evitaban vicio- sos extremos. Libertad de la imprenta y san- to oficio nunca correrán á las parejas, y la pu- blicación aprobativa de ambos establecimientos en una misma y sola ley, hubiérala graduado el mundo de monstruoso engendro. Loque se No se admitió el jurado en los juicios de im- íjuieionñ prenta, aunque algunos lo deseaban no parecien- do' dclJU" todavía ser aquel oportuno momento. Pero á fin de no dejar la nueva institución en poder solo de los togados desafectos á ella, decidióse por uno de los artículos, que las cortes nombra- sen una junta suprema, dicha de censura, que residiese cerca del gobierno formada de nueve individuos, y otra semejante de cinco á propues- ta de la misma para las capitales de provincia. En la primera habia de haber tres eclesiásticos y dos en cada una de las otras. Tocaba á estas jun- tas examinar los impresos denunciados, y califi- car si se estaba ó no en el caso de proceder con- tra ellos y sus autores, editores é impresores, responsables á su vez y respectivamente. Los in-

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dividuos de la junta eran en realidad los jueces del hecho , quedando después á los tribunales la aplicación de las penas.

El nombre de junta de censura engañó á va- rios entre los extranjeros , creyendo que se tra- taba de censura preventiva y no de una califi- cación hecha posteriormente á la impresión, pu- blicación y circulación de los escritos, y solo en virtud de acusación formal. También disgustó, aun en España, que entrase en la junta un núme- ro determinado de eclesiásticos, pues los mas hubieran preferido que se dejase al arbitrio de las cortes. Sin embargo los altamente entendi- dos columbraron que semejante providencia ti- raba á callar la voz del clero, muy poderosa en- tonces,}^ impedir sagazmente que acabase aquel cuerpo por tener en las juntas decidida mayoría.

La práctica hizo ver que el plan de las cor- tes estaba bien combinado, y que la libertad de la imprenta existe asi que cesa la previa censu- ra, sierpe que la ahoga al tiempo mismo de re- cibir el ser.

En 9 de noviembre eligieron las cortes la J"5{&i mencionada junta suprema, y el ÍO promulgó- de la im' se el * decreto de la libertad de la imprenta, de J^"B.8.) cuyo beneficio empezaron inmediatamente á go- zar los españoles, publicando todo género de obras y periódicos con el mayor ensanche y sin restricción alguna para todas las opiniones.

Durante esta discusión y la anterior sobre Vkrtidosta América, manifestáronse abiertamente los par- tidos que encerraban las cortes, los cuales como en todo cuerpo deliberativo principalmente se dividian en amigos de las reformas , y en los

las cortes,

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que les eran opuestos. El público insensiblemen- te distinguió con el apellido de liberales á los que pertenecían al primero de los dos partidos, quizá porque empleaban á menudo en sus dis- cursos la frase de principios ó ideas liberales , y de las cosas según acontece , pasó el nombre á las personas. Tardó mas tiempo el partido con- trario en recibir especial epíteto, hasta que al fin un [*] autor de despejado ingenio calificóle con el de servil.

Existia aun en las cortes un tercer partido de vacilante conducta, y que inclinaba la ba- lanza de las resoluciones al lado adonde se ar- rimaba. Era este el de los americanos : unido por lo común con los liberales, desamparábalos en algunas cuestiones de ultramar, y siempre que se queria dar vigor y fuerza al gobierno pe- ninsular.

A la cabeza de los liberales campeaba Don Agustín de Arguelles, brillante en la elocuen- cia, en la expresión numeroso, de ajustado len- guaje cuando se animaba, felicísimo y fecundo en extemporáneos debates, de conocimientos va- rios y profundos, particularmente en lo políti- co , y con muchas nociones de las leyes y gobier- nos extranjeros. Lo suelto y noble de su acción nada afectada , lo elevado de su estatura , la Vi- veza de su mirar, daban realce á las otras pren- das que ya le adornaban. Señaláronse junto con él en las discusiones y eran de su bando, entre

( * ) Don Eugenio Tapia en una composición poética bas- tante notable, y separando maliciosamente con una rayita dicha palabra, escribióla de este modo. Ser-vil.

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los seglares Don Manuel García Herreros, Don José María Calatrava , Don Antonio Porcel y Don Isidoro Antillon , afamado geógrafo ; los dos postreros entraron en las cortes ya muy avanzado el tiempo de sus sesiones. También el autor de esta Historia tomó con frecuencia par te activa en los debates, si bien no ocupó su asiento hasta el marzo de 181 l,y todavía tan mozo que tuvieron las cortes que dispensarle la edad.

Entre los eclesiásticos del mismo partido ad- quirieron justo renombre Don Diego Muñoz Tor- rero, cuyo retrato queda trazado, Don Antonio Oliveros, Don Juan Nicasio Gallego, Don José Espiga y Don Joaquín de Villanueva, quien en un principio iucierlo, al parecer, en sus opinio- nes, afirmóse después y sirvió al liberalismo de fuerte pilar con su vasta y esquisita erudición.

Contábanse también en el número de los in- dividuos de este partido diputados que nunca ó rara vez hablaron, y que no por eso dejaban de ser varones muy distinguidos. Era el mas nota- ble Don Fernando Navarro, vocal por la ciu- dad de Tortosa, que habiendo cursado en Fran- cia en la universidad de la Sorbona , y recorri- do diversos reinos de Europa y fuera de ella, po- seía á fondo varias lenguas modernas, las orien- tales y las clásicas, y estaba familiarizado con los diversos conocimientos humanos, siendo, en una palabra , lo que vulgarmente llamamos un pozo de ciencia. Yenian tras del Don Fernando los señores Ruiz, Padrón y Serra, eclesiásticos ve- nerables, de quienes el primero habia en otro tiempo trabado amistad en los Estados Unidos con el célebre Franklin.

TOMO ni. 30 "

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Ayudaban asimismo sobremanera para el des- pacho de los negocios y en las comisiones los Señores Pérez de Castro , Lujan, Ganeja y Don Pedro Agüirre , inteligente el último en comer- cio y materias de hacienda.

No menos sobresalían otros diputados en el partido desafecto á las reformas , ora por los co- nocimientos que les asistían , ora por el uso que acostumbraban hacer de la palabra , y ora , en fin, por la práctica y experiencia que tenían en los negocios. De los seglares merecerán siem- pre entre ellos distinguido lugar Don Francisco Gutiérrez de la Huerta, Don José Pablo Valien- te , Don Francisco Borrull y Don Felipe A ner, si bien éste se inclinó á veces hacia el bando li- beral. De los eclesiásticos que adhirieron á la misma opinión anti-reformadora deben con par- ticularidad notarse los Señores Don Jaime Creus, Don Pedro Inguanzo y Don Alonso Cañedo. Conviene sin embargo advertir que entre todos estos vocales y los demás de su clase los habia que confesaban la necesidad de introducir me- joras en el gobierno, y aun pocos eran los que se negaban á ciertas mudanzas, dando demasia- damente en ojos los desórdenes que habían abru- mado á España , para que á su remedio pudiese nadie oponerse del todo.

Entre los americanos divisábanse igualmen- te diputados sabios, elocuentes, y de lucido y ameno decir. Don José Mejía era su primer cau- dillo, hombre entendido, muy ilustrado, astu- to, de extremada perspicacia, de sutil argumen- tación , y como nacido para abanderizar una par- * cialidad que nunca obraba sino á fuer de auxi-

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liadora y al son de sus peculiares intereses. La serenidad de Mejía era tal, y tal el predominio sobre sus palabras, que sin la menor aparente perturbación sostenía á veces al rematar de un discurso lo contrario de lo que habia defendido al principiarle , dotado para ello del mas flexi- ble y acabado talento. Fuera de eso , y aparte de las cuestiones políticas , varón estimable y de honradas prendas. Seguíanle de los suyos entre los seglares, y le apoyaban en las deliberacio- nes, los Señores Leiva, Morales Duarez, Feliu Ít Gutiérrez de Teran. Y entre los eclesiásticos os señores Alcocer , Arispe , Larrazabal , Ger- doa y Castillo : los dos últimos á cual mas digno. Apenas puede afirmarse que hubiera entre los americanos diputado que ladease del todo al partido anti-reformador. Uníase á él en ciertos casos, pero casi nunca en los de innovaciones.

Este es el cuadro fiel que presentaban los di- versos partidos de las cortes , y estos sus mas dis- tinguidos corifeos y diputados. Otros nombres también honrosos nos ocurrirán en adelante. Por lo demás en ningún parage se conocen tan bien los hombres, ni se coloca cada uno en su legítimo lugar, como en las asambleas delibera- tivas : son estas piedra de toque , á la que no re- sisten reputaciones mal adquiridas. En el cho- que de los debates se discierne pronto quien so- bresale en imaginación, quien en recto sentido, Ít cual en fin es la capacidad con que la natura- eza ha dotado respectivamente á cada indivi- duo : la naturaleza que nunca se muestra tan ge- nerosa que prodigue á unos dones perfectos in- telectuales , ni tan mísera que prive del todo á

Remueven las cortes á los indivi- duos de la primera re»

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otros de alguno de aquellos inapreciables bie- nes. En nuestro entender el mayor beneficio de los gobiernos representativos consiste en descu- brir el mérito escondido , y en dar á conocer el verdadero y peculiar saber de las personas, con lo que los estados consiguen á lo último ser di- rigidos, ya que no siempre por la virud, al me- nos por manos hábiles y entendidas, paso agi- gantado para la felicidad y progreso de las na- ciones. Hubiérase en España sacado de este cam- po mies bien granada, si al tiempo de recogerla un ábrego abrasador no hubiese quemado casi to- da la espiga.

Mientras que las cortes andaban ocupadas en la discusión de la libertad de imprenta , muda- ron también las mismas los individuos que com- ¿encia. ponían el consejo de regencia. A ellas incumbía durante la ausencia del rey constituir la potes- tad ejecutiva del modo que pareciera mas con- veniente. De igual derecho habían usado las cor- tes antiguas en algunas minoridades ; de igual podian usar las actuales, mayormente ahora que el príncipe cautivo no habia tomado en ello pro- videncia determinada , y que la regencia elegi- da por la central lo habia sido hasta tanto que las cortes ya convocadas «estableciesen un go- »bierno cimentado sobre el voto general de la «nación."

Inasequible era que continuasen en el man- do los individuos de dicha regencia, ya se con- siderase lo ocurrido con el obispo de Orense, y ya la mutua desconfianza que reinaba entre ella y las cortes, nacida de las causas arriba indica- das y de una providencia aun no referida que pa-

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recio maliciosa, ó hija de liviano é inexcusable proceder.

Fue esta una orden al gobernador de la pla- za de Cádiz y al del consejo real «para que se «celase sobre los que hablasen mal de las cor- etes." Los diputados atribuyeron esmero tan cui- dadoso al objeto de malquistarlos con el públi- co , y al pernicioso designio de que la nación creyese era el congreso muy censurado en Cá- diz. Las disculpas que la regencia dio, lejos de disminuir el cargo le agravaron; pues habiendo dado la orden reservadamente y en términos so- lapados, pudiera dudarse si aquella disposición provenia de las cortes ó de solo la potestad ejecu- tiva. Los diputados anunciaron en público que miraban la orden como contraria á su propio decoro, aspirando únicamente á merecer por su conducta la aprobación de sus conciudadanos, en prueba de lo cual se ocupaban en dar la li- bertad de la imprenta para que se examinasen los procedimientos legislativos del gobierno con amplia y segura franqueza.

Unido el incidente de esta orden á las cau- sas anteriormente insinuadas y á otras menos principales, decidiéronse por fin las cortesa re- mover la regencia. Hiciéronlo no obstante de un modo suave y el mas honorífico , admitiendo la renuncia que de sus cargos habian al princi- pio hecho los individuos del propio cuerpo.

Al reemplazarlos redujeron las cortes á tres el número de cinco, y el 28 de octubre pasaron los sucesores á prestar en el salón el juramento exigido, retirándose en consecuencia de sus pues- tos los antiguos regentes. Habia recaido la elec-

regencia de tres indivi- duos.

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cion en el general de tierra Don Joaquin Blake, en el gefe de escuadra Don Gabriel Ciscar, y en el capitán de fragata Don Pedro Agar : el últi- mo como americano en representación de las provincias de ultramar. Pero de los tres nom- brados hallándose los dos primeros ausentes en Suplentes. Murcia ,yno pareciendo conveniente que mien- tras llegaban gobernase solo Don Pedro Agar, eligieron las cortes dos suplentes que ejerciesen interinamente el destino , y fueron el general marqués del Palacio y Don José María Puig , del consejo real.

Este y el señor Agar prestaron el juramen- to lisa y llanamente , sin añadir observación al- inridente «id guna. No asi el del Palacio, quien expresó «ju- íXdo * dei «raba sin perjuicio de los juramentos de fideli8** »dad que tenia prestados al Señor Don Fernan- do VIL" Déjase discurrir qué estruendo move- ría en las cortes tan inesperada cortapisa. Quiso el marqués explicarla ; mas para ello mándese- le pasar á la barandilla. Alli cuanto mas procu- ró esclarecer el sentido de sus palabras , tanto mas se comprometió perturbado su juicio y con- fundido. Insistiendo sin embargo el marqués en su propósito, Don Luis del Monte que presidia, hombre de condición fiera , al paso que atina- do y de luces , impúsole respeto , y le ordenó que se retirase. Obedeció el marqués, quedan- do arrestado por disposición de las cortes en el cuerpo de guardia.

Con lo ocurrido dióse solamente posesión de sus destinos , el mismo dia 28 , á los Seño- res Agar y Puig , quienes desde luego se pusie- ron también las bandas, amarillo-encarnadas,

i;i

color del pabellón español , y distintivo ya an- tes adoptado para los individuos de la regen- cia. En el dia inmediato nombraron las cortes como regente interino en lugar del marqués del Palacio al general marqués del Castelar, gran- de de España. Los propietarios ausentes Don Joaquin Blake y Don Gabriel Ciscar no ocupa- ron sus sillas hasta el 8 de diciembre y el 4 del próximo enero.

En las cortes enzarzóse gran debate sobre lo que se habia de hacer con el marqués del Pa- lacio. No se graduaba su porfiado intento de im- prudencia ó de meros escrúpulos de una con- ciencia timorata , sino de premeditado plan de los que habían estimulado al obispo de Oren- se en su oposición. Hizo el acaso para aumen- tar la sospecha que tuviese el marqués un her- mano fraile , que, algún tanto entrometido, ha- bia acompañado á dicho prelado en su viaje de Galicia á Cádiz, motivo por el que mediaba entre ambos relación amistosa. Creemos sin embargo que el desliz del marqués provino mas bien de la singularidad de su condición y de la de su men- te, compuesto informe de instrucción y preocu- paciones, que de amaños y anteriores conciertos.

Entre los diputados que se ensañaron con- tra el del Palacio , hubo algunos de los que co- munmente votaban del lado anti-liberal. Seña- lóse el Señor Ros, ya antes severo en el asunto del obispo de Orense, y el cual dijo en esta oca- sión «trátese al marqués del Palacio con rigor, «fórmesele causa, y que no sean sus jueces indi- viduos del consejo real , porque este cuerpo me »es sospechoso."

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Al fin, después de haber pasado el negocio á una comisión de las cortes, se arrestó al mar- qués en su casa, y la regencia nombró para juz- garle una junta de magistrados. Duró la causa hasta febrero, en cuyo intermedio habiéndose disculpado aquel, escrito un manifiesto, y mos- trádose muy arrepentido, logró desarmar á mu- chos, y en particular á sus jueces, quienes no dieron otro fallo sino «que el marqués estaba en »la obligación de volver á presentarse en las cor- etes, y de jurar en ellas lisa y llanamente asi pa- »ra satisfacer á aquel cuerpo como á la nación »de cualquiera nota de desacato en que hubiese

«incurrido " En cumplimiento de esta deci-

T.nnino de sion pasó dicho marqués el 22 de marzo á pres- tenegouo. ^ ^ jag cort:es ej juramento que se le exigia,

con lo que se terminó un negocio , solo al pare- cer grave por las circunstancias y tiempos en que pasó, y quizá poco atendible en otros, como to- do lo que se funda en explicaciones y conjeturas acerca del modo de pensar de los individuos. Ahora, antes de proseguir en nuestra tarea,

Ciertos acón' tecimientos

tiunHitld°sia ser* men <Iue nos detengamos á echar una ojea-

pencia ve noticia los difereii' tes ramos,

primera re- ¿a sobre varias medidas que tomó la última re-

cencía v ore- . 1 -•. .

de gencia , y sobre acaecimientos que durante su mando ocurrieron, y de los que no hemos aun hecho memoria.

En la parte diplomática casi se habían man- tenido las mismas relaciones. Limitábanse las mas importantes á las de Inglaterra, cuya po- tencia habia enviado en abril de ministro pleni- potenciario á Sir Enrique Wellesley, hermano del marqués y de Lord AVellington. Consistieron las negociaciones principales en lo que se refe-

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ria á subsidios, no habiéndose empeñado aun ninguna esencial acerca de las revueltas que iban sobreviniendo en ultramar. La Inglaterra pron- ta siempre á suministrará España armas, muni- ciones y vestuario, escatimaba los socorros en dinero, y al fin los suprimió casi del lodo.

Viendo que cesaban los donativos de esta cla- se , pensóse en efectuar empréstitos bajo la pro- tección y garantía del mismo gobierno inglés. La central babia pedido uno de 50.000,000 de pesos que no se realizó : la regencia al principio otro de 10.000,000 de libras esterlinas que tuvo igual suerte ; mas como la razón dada para la ne- gativa por el gabinete británico se fundó en que la suma era muy cuantiosa , rebajóla la regencia á 2.000,000. No por eso fue esta demanda en sus resultas mas afortunada que las anteriores, pues en agosto contestó el ministro * Wellesley (*-*p-°- 9) «que siendo grandísimos los subsidios que liabia «prestado la Inglaterra á España en dinero, ar- »mas, municiones y vestuario, á fin de que la «nación británica apurada ya de medios, siguiese aprestando á la española los muchos que todavía «necesitaba para concluir la grande obra en que «estaba empeñada , parecía justo que en recí- proca correspondencia franquease su gobierno «el comercio directo desde los puertos de Ingla- «lerra con los dominios españoles de Indias ba- «jo un derecho de 1 1 por 100 sobre factura; en «el supuesto que esta libertad de Comercio solo «tendría lugar hasta la conclusión de la guerra «empeñada entonces con la Francia." Don Eu- sebio de Bardají, ministro de estado, respondió [mereciendo después su réplica la aprobación

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del gobierno] : «que no podria este admilir la «propuesta sin concitar contra el odio de toda »la nación, ala que se privaría, accediendo á »los deseos del gobierno británico , del fruto de )>las posesiones ultramarinas, dejándola grava- ))da con el coste del empréstito que se hacia pa- »ra su protección y defensa." Aqui quedaron las negociaciones de esta especie, no yendo mas ade- lante otras entabladas sobre subsidios. Monumen. Las cortes con todo para estrechar los víncu-

to mandado . . ■*■..

erigir porias Jos entre ambas naciones, resolvieron en 19 de

corles á Jor- 1 * r

ge ni. noviembre que «se erigiese un monumento pu- ( A».n.io.) ))DjjC0 aY rey del reino unido de la Gran Breta- »ña é Irlanda Jorge III en testimonio del reco- nocimiento de España á tan augusto y genero- so soberano." Lo apurado de los tiempos no permitió llevar inmediatamente á efecto esta de- terminación, y los gobiernos que sucedieron á las cortes tampoco la cumplieron, como suele acontecer con los monumentos públicos cuya fundación se decreta en virtud de circunstancias particulares.

Motejaron algunos á la primera regencia que hubiese permitido la entrada de las tropas ingle- sas en Ceuta, y motejáronla no con justicia pues- to que admitidas en Cádiz no habia razón para mostrarse tan recelosa respecto de la otra plaza. Y bueno es decir que aquella regencia tampoco accedia fácilmente en muchos casos á todo lo que los extranjeros deseaban. Lo hemos visto en lo del empréstito , y vióse antes en otro inciden- te que ocurrió al principiar junio. Entonces el embajador Wellesley pidió permiso para que Lord Wellington pudiese enviar ingenieros que

rante la pri- mera regen-

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fortificasen á Vjgo y las islas inmediatas de Ba- yona , á fin de que el ejército inglés tuviese aquel refugio en caso de alguna desgracia que le for- zase á retirarse del lado de Galicia. Respondió la regencia que ya por orden suya se estaban for- taleciendo las mencionadas islas , y que en cual- quiera contratiempo seria recibido alli Lord "We- llington y su ejército , tan bien como en las otras partes del territorio español , y con el agasajo y cariño debidos á tan estrechos aliados.

Púsose igualmente baio la dependencia del sjgueiare

. . . P _, I * lacion de al

ministerio de Estado una correspondencia se- «■».««»

, . ... i . teciinientos

creta que se organizo en abril con mayor cui- ocnmdosdQ dado y diligencia que anteriormente , á las ór- denes de Don Antonio Ranz Romanillos magis- trado hábil y despierto , quien estableció cordo- nes de comunicación por los puntos que ocupa- ban los enemigos , estando informado diaria y muy circunstanciadamente de todo lo que pasa- ba hasta en lo íntimo de la corte del rey intruso. Por aqui también se despacharon las instruc- ciones dadas á una comisión puesta en el mis- mo abril á cargo del marqués de Ayerbe. En- lazábase esta con la libertad de Fernando VII, y habíase ya tratado de ello con el arzobispo ele Laodicea , último presidente de la central, con el duque del Infantado y el marqués de las Hormazas. Resumimos que traia este asunto el mismo origen que el del barón de Kolly, sin tener resultas mas felices. El de Ayerbe salió de Cádiz en el bergantín Palomo, con 2.000,000 de reales , metióse después en Francia , y no consiguiendo nada alli, tuvo la desgracia al vol- ver de ser muerto en Aragón por unos paisa-

* Ap. n. te.)

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nos que le miraron como á hombre sospechoso.

En junio propuso el gobierno inglés al es- pañol entrar en un concierto de cange de pri- sioneros de que se estaba tratando con Francia. Las negociaciones para ello se entablaron , prin- cipalmente en Marlaix entre Mr. Mackenzie y Mr. Maustier. Tenian los franceses en Inglater- ra unos 50,000 prisioneros , y no pasaban de 12,000 los ingleses que había en Francia, ya de la misma clase , ya de los detenidos arbitra- riamente por la policía al empezar las hostili- dades en 1802. De consiguiente queriendo el gabinete británico, según un proyecto de ajus- te que presentó en 23 de setiembre, cangear hombre por hombre y gibado por grado , hacíase indispensable que formasen parte en el conve- nio España y los demás aliados de Inglaterra. Mas Napoleón que no se curaba de llevar á ca- bo la negociación sobre aquella base , y quizá tampoco bajo otra ninguna admisible, pedia que se le volviesen á bulto los prisioneros suyos de guerra en cambio de los ingleses, ofreciendo entregar después los prisioneros españoles. La negociación por tanto continuada sin fruto, se rompió del todo antes de finalizar el año de 1810. Y fue en ella de notar lo desvariado á ve- ces de la conducta del comisario francés Mr. de Moustier que quería se considerase prisionero de guerra al ejército inglés de Portugal: Mr. de Moustier, el mismo que tiempos adelante em- bajador en España de Garlos X de Francia, se mostró muy adicto á las doctrinas del mas puro y exaltado realismo.

Manejada la hacienda por la junta * de Cádiz

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desde el 28 de enero, dia de su instalación, no ofreció aquel ramo en su forma variación subs- tancial hasta el 31 de octubre en que se res- cindió el contrato ó arreglo hecho con la regen- cia en 31 de marzo anterior. Las entradas que tuvo la junta durante dicho tiempo pasaron de 351.000,000 de reales. De ellas en rentas del distrito unos 84; en donativos é imposiciones extraordinarias de la ciudad 17 ; en préstamos y otros renglones [inclusas 249,000 libras ester- linas del embajador de Inglaterra] 54; y en fin mas de 195 procedentes de América, siendo de advertir que en esta cantidad se contaban 27 millones que pertenecían á particulares residen- tes en pais ocupado, y de cuya suma se apoderó la junta bajo calidad de reintegro : tropelía que cometió sin que la desaprobase la regencia muy contra razón. Invirtiéronse de los caudales re- cibidos mas de 92.000,000 en la defensa y aten- ciones del distrito, mas de 146 en los gastos ge- nerales de la nación , y enviáronse á las provin- cias unos 112, en cuya enumeración asi de la data como del cargo hemos suprimido los picos para no recargar inútilmente la narración. Las rentas de las demás partes de España se consu- mieron dentro de su respectivo territorio apron- tando los naturales en suministros lo que no po- dían en dinero.

Circunscribióse la primera regencia, en cuan- to acredito público, á nombrar en 19 de febre- ro una comisión de tres individuos que exami- nase el asunto y preparase un informe, encargo que desempeñó cumplidamente Don Antonio Ranz Romanillos, sin que se tomase en su con-

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secuencia sobre la materia resolución alguna.

En 24 de majo, antes de entrar el obispo de Orense en la regencia, decidió esta que se re- servase para las urgencias públicas la mitad del diezmo , providencia osada y que no se avenía con el modo de pensar de aquel cuerpo en otras cuestiones. Asi fue que pasó como relámpago, anulándose en breve, y en virtud de represen- tación de varios eclesiásticos y prelados.

El ejército que al tiempo de instalarse la re- gencia, estaba en mucbas partes en casi com- pleta dispersión, fuese poco á poco reuniendo. En junio contaba ya 140,000 hombres, y creció su número hasta unos 170,000. No dejó para ello de tomar la regencia sus providencias , particu- larmente en la Isla de León, pero lejos de alli debióse mas el aumento al espíritu que animaba á los soldados y á la nación entera, que á enér- gicas disposiciones del gobierno central, mal co- locado ademas para tener un influjo directo y efectivo.

Una de las buenas medidas de esta regencia fue introducir en el ejército el estado mayor ge- neral. Sugirió la idea Don Joaquin Blake cuan- do mandaba en la Isla. Por medio de dicho esta- blecimiento se aseguraron las relaciones mutuas entre todos los ejércitos, y se facilitó la combi- nación de las operaciones, pudiendo todas par- tir de un centro común. Según la antigua or- denanza desempeñaban aisladamente las faculta- des propias de dicho cuerpo el cuartel maestre y los mayores generales de infantería, caballe- ría y dragones, desavenidos á veces entre sí'. Bla- ke formó el plan que aprobado por el gobierno

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se circuló en 9 de junio , quedando nombrado el mismo general gefe del nuevo estado mayor, plantel en lo sucesivo de excelentes y benemé- ritos militares.

Desde el principio del levantamiento fija en el ejército toda la atención, habíase desatendido la marina, sirviendo en tierra muchos de sus ofi- ciales. Pero arrinconado el gobierno en Cádiz, hízose indispensable el apoyo de la armada , no queriendo depender del todo de la de los ingleses.

Las fragatas y navios que necesitaban entrar en dique ó no se podian armar por falta de tri- pulaciones, se destinaron á Mahony la Habana. Los otros cruzaron en el Mediterráneo ó en el océano, y traian ó llevaban auxilios de armas, municiones, víveres, caudales y aun tropa. Los buques menores y la fuerza sutil ademas de de- fender la bahía de Cádiz, la Carraca y los caños de la Isla, contribuían á sostener el cabotage de- fendiendo los barcos costaneros de las empresas de varios corsarios que se anidaban con perjui- cio de nuestra navegación en Sanlúcar, Málaga y varias calas de la Andalucía.

Por lo que respecta á tribunales, si bien, se- gún dijimos , habia la regencia restablecido con gran desacierto todos los consejos, justo es no olvidar que también antes habia abolido acerta- damente el tribunal de vigilancia y seguridad, fundado por la central para los casos de infiden- cia. En 16 de junio desapareció dicha institu- ción, que por haber sido comisión criminal ex- traordinaria merece vituperarse, pasando su ne- gociado á la audiencia territorial. Ya manifes- tamos que los jueces de aquel primer cuerpo no

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se habían mostrado muy rigurosos, siendo quizá menos que sus sucesores, quienes condenaron á muerte al abogado Don Domingo Rico Villade- moros del tribunal criminal del intruso José, cogido en Castilla por una partida, y que en con- secuencia de la sentencia dada contra su perso- na padeció en Cádiz la pena de garrote. Dolo- roso suceso, aunque el único que de esta clase hubo por entonces en Cádiz , al paso que en Madrid los adictos al gobierno intruso se encru- decían á menudo en los patriotas.

Recorrido habernos ahora y anteriormente los hechos mas notables de la primera regencia, y de ellos se colige , que esta á pesar de sus defectos y amor á todo lo que era antiguo, no

Í)or eso dejó las cosas en peor postura de aque- la en que las había encontado : si bien pen- dió en parte tal dicha de la corta duración de su gobierno y de no poder el mal ir mas allá á no haberse rendido al enemigo, villanía de que eran incapaces los primeros regentes, hom- bres los mas, si no todos, de honra y cumplida probidad. Modo de Los nuevos regentes se inclinaban .al partido Tu"/"/"!"! reformador. DeD. Joaquín Blake y de sus cali- gentes, dades como general hemos hablado ya en di- versas ocasiones : tiempo vendrá de examinar su conducta en el puesto de regente. Los otros dos gozaban fama de marinos sabios, en especial Don Gabriel Ciscar, dotado también de carác- ter firme, distinguiéndose todos tres por su in- tegridad y amor á la justicia. . , Las cortes proseguían sin interrupción en la

Vanos de- r O r

cretos de las carrera de sus trabajos y reíormas. A propuesta

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del señor Arguelles decretaron * en 1.° de di- ('*?•■. »•) ciembre que se suspendiese el nombramiento de todas las prebendas eclesiásticas, excepto las de oficio y las que tuviesen anexa cura de almas. Al principio comprendiéronse en la resolución las provincias de ultramar , mas después se ex- cluyeron , no queriendo por entonces disgustar al clero americano , de mayor influjo entre aquellos pueblos que el de la península entre los de acá.

El 2 del mismo mes, *en virtud de propd- (*Ap.*. 13.; siciondel señor Gallego, rebajáronse los sueldos mandando que ningún empleado disfrutase de mas de 40,000 reales vellón , fuera de los regen- tes, ministros del despachó, empleados en Cor- tes extranjeras, y generales del ejército y arma- da en servicio activo. Ya antes se habia estable- cido hasta para los sueldos inferiores á 40,000 reales una escala de diminución proporcional, no cobrando tampoco los secretarios del despa- cho mas allá de 120,000 reales. Se modificaron alguna vez estas providencias, pero siempre en favor de la economía y buen orden como era jus- to, y mas entonces apurado el erario, y con tan- tas obligaciones en el ramo de la guerra atendi- do con preferencia á otro alguno.

Experimentaron alivio en sus persecuciones muchos individuos arrestados arbitrariamente

Soria primera regencia, ó por los tribunales, or- enando que se activasen las causas, y que se hiciesen visitas de cárceles. Las cortes, en me- didas de esta clase, nunca mostraron diversidad de opinión. Asi quien primero insistió en ía vi- sita de cárceles fue el señor Gutiérrez de la

TOMO III. 31

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Huerta, expresando que «en ella se descubrirían muchos inocentes." Porque el mal de España no consistía precisamente en los fallos crueles y fre- cuentes , sino en las prisiones arbitrarias y en su indefinida prolongación.

Aunque ocupadas en estas y otras providen- cias del momento y urgentes , no olvidaron tam- poco las cortes pensar en aquellas que en lo fu- turo debían afianzar la suerte y libertad de Es- paña. Rever las franquezas y fueros de que ba- tían gozado antiguamente los diversos pueblos peninsulares _, mejorándolos, uniformándolos y adaptándolos al estado actual de la nación y del mundo , habia sido uno de los fines de la con- vocación de cortes y del cual nunca prescindie- ron estas. Por tanto el 23 de diciembre , y con- KámbrMc forme á una propuesta de Don Antonio Olive-

ona comisión I. JT f .*" " i^.

•especial ^a ros hecha el 9, nombróse una comisión [* 1 es-

lormar un . . r - L ->.

proyecto de pecial que preparase un proyecto de constitu- ción política de la monarquía. En ella entraron europeos de las diversas opiniones que habia en las cortes y varios americanos.

Por el mismo tiempo confundiéronse tam-

( * ) Los nombrados fueron: europeos , Don Diego Muñoz Torrero, Don Agustín de Arguelles, Don José Pablo Valien- te, Don Pedro María Ric, Don Francisco Gutiérrez de la Huerta, Don Evaristo Pérez de Castro, Don Alonso Cañedo, Don José Espiga , Don Antonio Oliveros , Don Francisco Ro- dríguez de la fiárcena ; americanos, Don Vicente Morales Dua- rez , Don Joaquin Fernandez de Leiva , Don Antonio Joaquin Pérez : y entraron después Don Andrés de Jauregui diputado por la ciudad de la Habana y Don Mariano Mendiola por Querétaro. Agregóse de fuera á Don Antonio Ranz Romani- llos , del consejo de hacienda , ocupado ya en Sevilla por la central en igual trabajo.

constitución.

483 bien los diferentes y opuestos modos de sentir Inr»"™ en una discusión ardua , trabada en asunto que £*an0Cjan,J4n. de cerca tocaba á Fernando VII. De resultas de "«¿ovii. la correspondencia inserta en el monitor en este año de 18 10, en la que habia cartas sumisas á JVapoleon del rey cautivo , esparcióse por Es- paña que se trataba de unir á este con una prin- cesa de la familia imperial y de restituirle, asi enlazado, al trono de sus abuelos, bajo la som- bra y protección del emperador de los france- ses, y con condiciones contrarias al honor é in- dependencia de la nación. A haberse realizado semejante plan siguiéranse consecuencias graves, y quizá por este medio mejor que por ningún otro hubiera alcanzado el extranjero la completa su- peditación de España. Mas por dicha el pro- yecto no convenia á la indomeñable alma de Kapoleon, no sujeto á mudar de consejo, ni á alterar una primera resolución.

Movido de tales voces Don Antonio Capma- *****&>•

, . -T .. nes de los se-

ny, centinela siempre despierto contra todo lo aoi» cspa»- que tirase a menoscabar la independencia nació- sobre nal, habia en 10 de diciembre formalizado la proposición siguiente. «Las cortes generales y «extraordinarias deseosas de elevar á ley la má- «xima de que en los casamientos de los reyes »debe tener parte el bien de los subditos, decla- man y decretan: Que ningún rey de España pue- »da contraer matrimonio con persona alguna de «cualquiera clase , prosapia y condición que sea »sin previa noticia, conocimiento y aprobación »de la nación española, representada legítima- »mente en las cortes." También el señor Borrull hizo otra proposición sobre el asunto, aunque

tena.

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en términos mas generales, pues decia: «Que se «declaren nulos y de ningún valor ni efeclo «cualesquiera actos ó convenios que ejecuten los «reyes de España estando en poder de los enemi- «gos, y puedan causar algún perjuicio al reino." Amigos de las reformas, los contrarios á ellas, americanos, europeos, todos los diputados en una palabra concurrieron á dar su asenso á la mente ya que no á la letra de ambas proposicio- nes, cuya discusión se entabló el 29 de diciem- bre : unidad hija del amor que habia por la in- dependencia , ante la cual callaban las demás pasiones. (•A™n?"'4.) El mismo señor Borrull * decia entonces »En el fuero de Sobrarbe que regía á los arago- «neses y navarros, fue establecido que los reyes »no pudieran declarar guerras, hacer paces, tre- «guas, ni dar empleos sin el consentimiento de «doce ricos-homes, y de los mas sabios y ancia- «nos. En Castilla se estableció también en todas «las provincias de aquel reino, que los hechos «arduos y asuntos graves se hubiesen de tratar «en las mismas cortes, y asi se ejecutaba y de «otro modo eran nulos y de ningún valor y efec- »to semejantes tratados. Asi que atendiendo á la «ley antigua y fundamental de la nación y áes- «tos hechos, cualquiera cosa que resulte enper-

« juicio del reino debe ser de ningún valor

«Esta aprobación nacional debe servir siempre «á los reyes, como una barrera contra los esfuer- «zos extraordinarios de sus enemigos, porque «sabiendo los reyes que sus caprichos no han «de ser admitidos por el estado , se abstendrán «de entrar en ellos...."

485

De la misma bandera anti-liberal que el se- ñor JBorrull era Don José Pablo Valiente, y sin embargo no solo aprobaba las proposiciones sino que deseaba fuesen mas claras y terminantes. «Podría suceder muy bien, decia, que nuestro «incauto, sencillo y candido príncipe, sin la ex- «periencia que el mundo se presentase con una «princesa joven para sentarse tranquilamente en «el trono. Y entonces las cortes acertarían en «determinar que no fuese admitido, porque este «matrimonio de ningún modo puede convenir

«á España Sea ó no casado Fernando, nun-

»ca le admitiremos que no sea para hacernos «felices...."

Hablaron en igual sentido otros diputados de la misma opinión. Los de la contraria como los señores Arguelles, Oliveros, Gallego y otros pronunciaron también extensos y notables dis- cursos. Entre ellos el señor García Herreros se expresaba asi «Desde el principio han estado «los reyes sujetos á las leyes que les ha dictado «la nación... Esta les ha prescrito sus obligacio- «nes y les ha señalado sus derechos, declarando «nulo de antemano cuanto en contrario hagan. «La Ley 29, tít. 11 de la Partida 3.a dice, s¿ el •»rey jurase alguna cosa que sea en daño 6 me- vnoscabo del reino, non es tenido de guardar tal vjura como esta. Siempre ha podido la nación «reconvenirles sobre el mal uso del poder, y á «ese efecto dice la ley 10, tít. 1.° Partida 2.a « Que si el rey usase mal de su poderío le puedan ndecir las gentes tirano é tornarse el señorío que

«era de derecho en torticero Los que se es-

«candalizan de oir que la nación tiene derecho

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«sobre las personas y acciones de sus monarcas, «y que puede anular cuanto hagan durante su «cautiverio, repasen los fragmentos de leyes que )>he citado, lean las leyes fundamentales de nues- »tra monarquía desde su origen, y si aun asi no »se convencen de la soberanía de la nación, de «que esta no es patrimonio de los reyes, y de que «en todos tiempos la ley ha sido superior al rey, «crean que nacieron para esclavos y que no de- »ben ser miembros de esta nación, que jamas re- conocerá otras obligaciones que las que ella «misma se imponga " Todo este discurso del cual no copiamos sino una parte, llevaba el sello de la ríjida y profunda severidad del orador, de condición muy desenfadada, claro y desemboza- do en su estilo, y de extensos conocimientos en nuestra legislación é historia de las cortes anti- guas, como procurador que habia sido de los reinos.

No quedaron atrás en la discusión los ame- ricanos compitiendo con los europeos en cien- cia y resolución, señaladamente los señores Me- jía y Leiva. Merece asimismo entre ellos parti- cular memoria Don Dionisio Inca Yupangui di- putado por el Perú , verdadero vastago de la an- tigua y real familia de los Incas, pintándose to- davía en su rostro el origen indiano de donde procedía. Dijo pues el Don Dionisio: « Órgano »de la América y de sus deseos [y en verdad «¿quién podría serlo con mas justicia ?] declaro »á las cortes que sin la libertad absoluta del rey «en medio de su pueblo, la total evacuación de «las plazas y territorio español , y sin la com- «pleta integridad de la monarquía, no oirá la

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)> América proposiciones ó condiciones del tira- »no Napoleón , ni dejará de sostener con todo «fervor los votos y resoluciones de las cortes." En fin después de unos debates muy lumi- nosos que duraron por espacio de cuatro dias, y teniendo presentes las proposiciones de los señores Capmany y Borrull , y otras indicacio- nes que se hicieron , extendió el señor Pérez de Castro un decreto que se aprobó en estos tér- minos el 1.° de enero de 181 1. «Las cortes ge- nerales y extraordinarias en conformidad de »su decreto de 24 de setiembre del año próxi- »mo pasado en que declararon nulas y de nin- »gun valor las renuncias hechas en Bayona por «el legítimo rey de España y de las Indias el »señor Don Fernando VII, no solo por falta »de libertad, sino también por carecer de la «esencialísima é indispensable circunstancia del «consentimiento de la nación , declaran que no «reconocerán, y antes bien tendrán y tienen «por nulo y de ningún valor ni efecto todo ac- »to, tratado, convenio ó transacción de cual- «quiera clase y naturaleza que hayan sido ó fue- »ren, otorgados por el rey, mientras permanez- »ca en el estado de opresión y falta de libertad «en que se halla, ya se verifique su otorgamien- «to en el pais enemigo, ó ya dentro de España, «siempre que en este se halle su real persona «rodeada de las armas, ó bajo el influjo direc- «to ó indirecto del usupador de su corona; pues «jamas le considerará libre la nación, ni le pres- «tará obediencia hasta verle entre sus fieles súb- «ditos en el seno del congreso nacional que aho- »ra existe ó en adelante existiere , ó del gobier-

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»no formado por las cortes. Declaran asimismo »que toda contravención á este decreto será mi- »rada por la nación como un acto hostil contra »la patria , quedando el contraventor responsa- ble á todo el rigor de las leyes. Y declaran )>por último las cortes que la generosa nación á »quien representan, no dejará un momento las carinas de la mano, ni dará oidos á proposición »de acomodamiento ó concierto de cualquiera ^naturaleza que fuese, como no preceda la to- »tal evacuación de España y Portugal por las )) tropas que tan inicuamente los han invadido; »pues las cortes están resueltas con la nación rentera á pelear incesantemente hasta dejar ase- gurada la religión santa de sus mayores, la li- bertad de su amado monarca, y la absoluta in- dependencia é integridad de la monarquía/' La votación de este decreto fue nominal, y re- sultó unánime su aprobación por ciento cator- ce diputados que se hallaron presentes, en cuyo número contábanse ya propietarios venidos de América. Las cortes celebrando de este modo entradas de año, puede afirmarse sin parcial ni exagerado afecto que se encumbraron en aque- lla ocasión á par del senado romano en sus me- jores tiempos. Kaerasdis. Volvieron durante estos meses á ocupar á breA^ériw. las cortes diversas veces las provincias de ul- tramar. Estimulaban á ello sus diputados y el deseo de hacer el bien de aquellas regiones, co- mo también el de apagar el fuego insurreccio- nal que cundia y se aumentaba.

Llegó al Paraguay y al Tucuman propaga- do por Buenos-Aires. Lo mismo á Chile en don-

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de por dicha haciendo á tiempo dimisión de su empleo el brigadier Carrasco que alli mandaba, y reemplazado por el conde de la Conquista, no se desconoció la autoridad suprema de la pe- nínsula , aunque ya caminaba aquel pais por pen- diente resbaladiza.

Mas recias y de consecuencias peores apare- cieron las revueltas de Nueva España. Empe- zaron ya á temerse desde el tiempo del virey Don José Iturrigaray á quien depusieron el 16 de setiembre de 1809 los europeos avecindados en aquel reino, sospechándole de confabulación con los criollos , y autorizados para ello por la audiencia. Y aunque es cierto que dicho Iturri- garay fue absuelto de toda culpa en la causa que de resultas se le formó en Europa , quedaron sin embargo contra él en pie vehementísimos in- dicios de haber querido establecer un gobierno independiente , poniéndose él mismo á la cabe- za. Nombró la central para suceder á este en el cargo de virey al arzobispo Don Francisco Ja- vier de Lizana, anciano, débil, y juguete de pasiones agenas.

El ejemplo que se habia dado en desposeer á Iturrigaray aunque con recto fin, la pobreza de ánimo del arzobispo virey, y por último los desastres de España en 1810 dieron osadía á los descontentos para declararse abiertamente en se- tiembre de este año. Quien primero se presen- tó como caudillo fue un clérigo por lo gene- ral desconocido : su nombre Don Miguel Hi- dalgo de la Costilla, cura de la población de Dolores en los términos de la ciudad de Gua- na juato. Instruido en las materias de su profe-

Al boro tos en Nueva Es-

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sion no desconocía la literatura francesa , y era hombre sagaz , de buen entendimiento y moda- les cultos. Odió siempre á los españoles, y em- pezó á tramar conspiración después de unas vis- tas que tuvo con un general francés enviado por Napoleón para abogar en favor de su hermano José, y á quien prendieron en provincias in- ternas, y llevaron en seguida á la ciudad de Méjico.

Hidalgo sublevó á" los indios y mulatos, y entró con ellos el 16 de setiembre en el pueblo de su feligresía , y obrando de acuerdo con los capitanes del provincial de la reina Don Igna- cio Allende y Don Juan Aldama, llegó á San Miguel el Grande donde se le unió dicho regi- miento casi en su totalidad. Engrosado cada dia más el cuerpo de Hidalgo , prosiguió este ade- lante « prorumpiendo en vivas á Fernando VII »y muerte á los gachupines- " nombre que alli se da á los europeos. Llevaban los amotinados un estandarte con la imagen de la virgen de Guadalupe , tenida en gran veneración por los indios : obligados los gefes á cubrir aqui como en lo demás de América sus verdaderos inten- tos bajo el manto de la religión y de fidelidad al rey.

Avanzaron de este modo Hidalgo y sus par- ciales , consiguiendo en breve apoderarse de Guanajuato, una de las poblaciones mas ricas y opulentas á causa de las minas que en su terri- torio se labran. El 18 de octubre extendiéron- se los sublevados hasta Yalladolid de Mechoa- can, y reinando en Méjico gran fermentación, parecia casi seguro el triunfo de aquellos, si por

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entonces y muy á tiempo no hubiese aportado de Europa Don Francisco Javier Venegas nom- brado virey en lugar del arzobispo. Tan opor- tuna llegada comprimió el mal ánimo de los descontentos dentro de la ciudad , y tomándo- se para lo de afuera activas providencias, se pa- ró el golpe que de tan cerca amagaba.

Hidalgo viniendo por el camino de Tolu- ca, hallábase ya á 14 leguas de Méjico, cuan- do le salió al encuentro con 1500 hombres el coronel Don Torcuato Trujillo enviado por Ve- negas : corto número el de su gente si se com- para con la que acompañaba á Hidalgo, alle- gadiza en verdad, pero que al cabo pudiera lle- var ventaja por su muchedumbre á los solda- dos veteranos del ^eíe español.

Avistáronse ambas partes en el monte de las Cruces , y empeñóse vivo choque , costoso pa- ra todos, y de cuyas resultas el coronel Tru- jillo aunque victorioso juzgó prudente á causa del gran golpe de enemigos, retroceder por la noche á Méjico, en donde con su llegada cre- ció en unos la zozobra, y en otros renació la esperanza.

De nuevo estaba comprometida la suerte de aquella ciudad y quizá sin remedio si Don Fé- lix Calleja no la hubiera sacado del apuro. Era este gefe comandante de la brigada de San Luis de Potosí, y al saber la marcha de Hidalgo so- bre Méjico, siguióle la huella con 3000 hom- bres de buenas tropas. No descorazonado por eso el clérigo general , sino antes animoso con la retirada de Trujillo del monte de las Cruces, revolvió contra Calleja y encontróle cerca de

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Acúleo el 7 de noviembre. Trabóse desde lue- go pelea entre las fuerzas contrarias, y queda- ron los insurgentes del todo desbaratados.

Mas poco después habiéndoseles dado tiem-

1)0 , se rehicieron y tuvo Calleja que embestir- es otra vez y en varias acciones. De estas la principal y que acabó , por decirlo asi , con Hi- dalgo, dióse el 17 de enero de 181 1 en el puen- te llamado de Calderón, provincia de Guada- la jara. Aquel gefe y sus adherentes tuvieron en consecuencia que refugiarse en Provincias in- ternas , en donde cogidos el 2 1 de marzo in- mediato, mandóseles arcabucear.

Hacia la costa del mar del sur en la misma Nueva España apareció también otro clérigo lla- mado Don José María Morelos, ignorante, fe- roz , en sus costumbres estragado y sin recato alguno , pero audaz y propio para tales empre- sas. Con todo tuvo al fin, si bien largo tiempo después , la misma y desgraciada suerte de Hi- dalgo, habiendo él y otros gefes trabajado mu- cho la tierra , y alimentado el fuego de la in- surrección mal encubierto aun en las provin- cias tranquilas. Lo. que perjudicó á los levanta- dos ele Méjico y tal vez los perdió por enton- ces, fue que no empezaron su movimiento en la capital , quedando por tanto en pie para conte- nerlos la autoridad central de los españoles. En Venezuela y Buenos Aires sucedió al contrario, y asi desde el primer dia apareció en aquellas provincias mas asegurada la causa de los inde-^ pendientes.

La guerra que se encendió en Méjico al tiem- po de levantarse Hidalgo , fue guerra á muerte

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contra los europeos , quienes á su vez procura- ron desquitarse. Los estragos de consiguiente gravísimos y los daños para España sin cuento, pues aumentándose los desembolsos , y disminu- yéndose las entradas con las turbulencias y con la ruina causada en las minas sobre todo de Gua- najuato y Zacatecas, tuvieron que emplearse en aquellos paises los recursos que de otro modo hubieran venido á Europa para ayuda de la guer- ra peninsular.

Las cortes aquejadas con los males de Amé- rica se esforzaron por calmarlos acudiendo á medidas legislativas que eran las de su compe- tencia. Discutióse largamente en diciembre y enero sobre dar á ultramar igual representa- ción que á España. Los diputados de aquellas provincias pretendieron fuese la concesión pa- d*,*,* ra las cortes que entonces se celebraban. Pero «n faTor de

a. i / I 11- aquellos pai-

atendiendo a que por la mayor parte se habían «*. efectuado en ultramar las elecciones hechas por los ayuntamientos con arreglo á lo prevenido por la regencia, y á que cuando llegasen los elegidos por el pueblo teniendo que venir de tan enormes distancias, habrian cesado ya pro- bablemente los actuales diputados en su minis- terio, ciñóse el congreso á declarar * en 9 de (*Ap.«.i5) febrero de 1811 «que la representación ameri- »cona en las cortes que en adelante se celebra- »sen, sería enteramente igual en el modo y for- »ma á la que se estableciese en la península, «debiéndose fijar en la constitución el arreglo »de esta representación nacional sobre las bases »de la perfecta igualdad conforme al decreto »de 15 de octubre."

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Se mandó asimismo entonces que los natu- rales y habitantes de aquellas regiones pudieran cultivar y sembrar cuanto quisieran, pues ha- bía frutos como la viña y el olivo que estaba pro- hibido beneficiar. Veda que en muchos parages no se cumplía, y que no era tan rigurosa como la del tabaco en la España europea, adoptada en gran parte la última medida en favor de los plantíos de aquella producción en América. Dió- se también opción para toda clase de empleos y destinos á los criollos, indios é hijos de am- bas clases como si fueran europeos.

Tampoco tardó en eximirse á los indígenas de toda la América del tributo que pagaban, y ' aun de abolirse los repartimientos abusivos que consentía la práctica en algunos distritos. La misma suerte cupo á la mita ó trabajo forzado de los indios en las minas, prohibida en Nueva- España hacía muchos años, y solo permitida en algunas partes del Perú.

Asi que las cortes decretaron sucesivamen- te para la América todo lo que establecía igual- dad perfecta con Europa; pero no decretando la independencia poco adelantaron, pues los promovedores de las desavenencias nunca en realidad se contentaron con menos, ni aspiraban á otra cosa. Providencia En hacienda y guerra es en lo que en un güeTrTy principio no se ocuparon mucho las cortes, y deuda. no fajt¿ qUien p0r ello las criticase. Pero en es- tos ramos deben distinguirse las medidas per- manentes de las transitorias, y que solo recla- man premiosas circunstancias. Las primeras re- quieren tiempo y madurez para escojer las mas

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convenientes , teniendo que ajustar las altera- ciones á antiguos hábitos, señaladamente en ma- teria de contribuciones, en las que hay que cho- car con los intereses de todas las clases sin ex- cepción y con intereses á que el hombre suele estar muy apegado.

Las segundas toca en especial el promover- las á la potestad ejecutiva : ella conoce las ne- cesidades, y en ella residen los datos y la ra- zón de las entradas y salidas. El tener enten- dido la primera regencia que sería pronto re- movida, no la estimuló á ocuparse con ahinco en el asunto , y la que le sucedió en el mando, no hallándose, digámoslo asi, del todo forma- da hasta primeros de enero por ausencia de dos de los regentes, no pudo tampoco al principio poner en ello toda la diligencia necesaria. Ade- mas pedia tiempo el penetrarse del estado del ejército, del de los pueblos y de su goberna- ción; tarea no fácil ni breve si se atiende á la ocupación enemiga, á los desórdenes que eran como indispensable consecuencia , y al estrecho campo que á veces habia para trazar planes de medios y recursos.

Sin embargo no se descuidaron ambos ra- mos al punto que algunos han afirmado. En Í5 de noviembre ya autorizaron las cortes á la nue- va regencia para levantar 80,000 hombres que sirviesen de aumento al ejército, tomando opor- tunas disposiciones sobre el modo é igualdad de los alistamientos.

Fomentóse también por una ley la fabrica- ción de fusiles con otras providencias respecto de lo demás del armamento y municiones. Las

Cierran las cortes sus se siones en

Fiebre ama

rula.

496

fábricas de la frontera , las de Aragón , Grana- da y otras partes las habia destruido el enemi- go. La central no habia pensado en trasladar á tiempo el parque de artillería de Sevilla , ni su maestranza , ni su fundición , ni la sala de ar- mas. Los ingleses suministraron muchos de es- tos artículos, pero aun no bastaban. El patrio- tismo de los españoles, el de sus juntas, el de la primera regencia , el de las sucesivas y las re- soluciones de las corles suplieron la falta. Se es- tableció de nuevo en la Isla de León un parque de artillería y una maestranza, y se habilitaron en la Carraca algunos talleres. Se fabricaron fu- siles en Jubia y en el arsenal del Ferrol, lo mis- mo en las orillas del Eo , entre Galicia y Astu- rias , en el señorío de Molina y otros parages, algunos casi inaccesibles, estableciéndose en ellos fábricas volantes de armas, de municiones y de todo género de pertrechos que mudaban de si- tio al aproximarse el enemigo.

En el ramo de hacienda ademas de las pro- videncias económicas que hemos referido y otras que por su menudencia omitimos, mandaron las cortes que se reuniesen en una sola tesorería ge- neral los caudales de la nación que distribuyén- dose antes por mas de un conducto , íbanse ó se extravasaban en menoscabo del erario.

Tales fueron los principales trabajos de las "• cortes y sus discusiones en los primeros meses de su instalación , y en tanto que permanecie- ron en la Isla, en donde cerraron sus sesiones el 20 de febrero de 181 í para volverlas á abrir en Cádiz el 24 del mismo mes.

Desde el 6 de octubre habían pensado tras-

497

laclarse á dicha ciudad como mas populosa, mas bien resguardada y de mayores recursos. Sus- pendieron tomar resolución en el caso por la liebre amarilla ó sea vómito prieto que se ma- nifestó en aquel otoño : terrible atfote que en 1800 y 1804 habia esparcido en Cádiz y otros

Sueblos de la Andalucía y costa de levante la esolacion y la muerte. No habia desde enton- ces vuelto á aparecer en Cádiz, á lo menos de un modo sensible, y solo en este año de 181ÍX repitió sus estragos. Haya sido ó no esta enfer- medad introducida de las Antillas, en lo que todavía no andan conformes los facultativos de mayor nombradía, contribuyó mucho ahora á su aparecimiento y propagación la presencia de los forasteros que á la sazón se agolparon á Cá- diz con motivo de la invasión de las Andalu- cías; en cuyas personas pegó el azote con extre- ma saña , pues los naturales estaban mas aveza- dos á sus golpes, ya por haber pasado antes la enfermedad , ya por haber nacido ó criádose en ambiente impregnado de tan funestos miasmas. La epidemia picó también en Cartagena y otros

E untos, por fortuna apenas cundió á la Isla. Hu- o de ello al principio agudos temores á causa del ejército ; pero no siendo numerosa aquella población ni apiñada , y hallándose oreada bas- tantemente por medio de sus anchurosas ca- lles , mantúvose en estado de sanidad. En cuan- to á la tropa acampada en parages bañados por corrientes atmosféricas muy puras, gran preser- vativo de tal plaga , gozó de igual ó mayor be- neficio. De los moradores ó residentes en la Is- la los que padecieron la enfermedad cojiéronla

TOMO III. 32.

Jibro

w 498

en viajes que hacian á Cádiz , cuya aserción po- dríamos atestiguar por experiencia propia. La fiebre conforme á su costumbre duró tres me- ses : empezó á descubrirse en setiembre , tomó en octubre grande incremento, y desapareció del todo al acabar de diciembre. Fin de este Rodeaban por tanto en su cuna á la libertad española la guerra, las epidemias y otros hu- manos padecimientos, como para acostumbrar- la á los muchos y nuevos que la aíligirian se- gún fuera prosperando, y antes de que afianza- se en el suelo peninsular su augusto y perpetuo imperio.

ü3>ín3)31SIB3

AL TOMO TERCERO.

TOMO III.

¡a

*

APÉNDICE

DEL

LIBRO NOVENO.

Numero i.°

No.

ota pasada por Mr. Canning ministro de relacio- nes exteriores de S. M. B. d Don Martin de Garajr secretario de estado y de la junta, fecha en Londres á 20 de julio de 1 809. Véase el manifiesto de la jun- ta central, ramo diplomático, documento núm. i/\\.

Numero 2.°

SEVILLA.

Real decreto de S. M.

El puelo español debe salir de esta sangrienta lucha con la certeza de dejar á su posteridad una he- rencia de prosperidad y de gloria , digna de sus pro- digiosos esfuerzos y de la sangre que vierte. Nunca la junta suprema ha perdido de vista este objeto que en

medio de la agitación continua causada por los suce- sos de la guerra , ha sido siempre su principal deseo. Las ventajas del enemigo, debidas menos á su valor que á la superioridad de su número, llamaban exclu- sivamente la atención del gobierno ; pero al mismo tiempo hacían mas amarga y vehemente la reflexión de que los desastres que la nación padece han nacido tínicamente de haber caido en olvido aquellas saluda- bles instituciones que en tiempos mas felices hicieron la prosperidad y la fuerza del estado.

La ambición usurpadora de los unos, el abandono indolente de los otros las fueron reduciendo á la na- da , y la junta desde el momento de su instalación se constituyó solemnemente en la obligación de restable- cerlas. Llegó ya el tiempo de aplicar la mano á esta gran- de obra , y de meditar las reformas que deben hacerse en nuestra administración, asegurándolas en las le- yes fundamentales de la monarquía que solas pueden consolidarlas, y oyenclo para el acierto, como ya se anunció al público , á los sabios que quieran exponer- la sus opiniones.

Queriendo pues el rey nuestro señor Don Fernan- do VII, y en su real nombre la junta suprema guber- nativa del reino , que la nación española aparezca á los ojos del mundo con la dignidad debida á sus he- roicos esfuerzos ; resuelta á que los derechos y preroga- tivas de los ciudadanos se vean libres de nuevos aten- tados , y á que las fuentes de la felicidad pública, quitados los estorbos que hasta ahora las han obstrui- do, corran libremente luego que cese la guerra, y re- paren cuanto la arbitrariedad inveterada ha agostado y la devastación presente ha destruido; ha decretado lo que sigue:

i.° Que se restablezca la representación legal y conocida de la monarquía en sus antiguas cortes, con- vocándose las primeras en todo el año próximo, ó an- tes si las circunstancias lo permitieren.

5

a.° Que la junta se ocupe al instante del modo, número y clase con que atendidas las circunstancias del tiempo presente se ha de verificar la concurren- cia de los diputados á esta augusta asamblea; á cuyo íin nombrará una comisión de cinco vocales que con toda la atención y diligencia que este gran negocio requiere, reconozcan y preparen todos los trabajos y planes, los cuales examinados y aprobados por la jun- ta han de servir para la convocación, y formación de las primeras cortes.

3.° Que ademas de este punto, que por su urgen- cia llama el primer cuidado, extienda la junta sus in- vestigaciones á los objetos siguientes para irlos propo- niendo sucesivamente á la nación junta en cortes. = Medios y recursos para sostener la santa guerra en que con la mayor justicia se halla empeñada la nación hasta conseguir el glorioso fin que se ha propuesto. = Medios de asegurar la observancia de las leves funda- mentales del reino. = Medios de mejorar nuestra le- gislación , desterrando los abusos introducidos y faci- litando su perfección. = Recaudación , administración y distribución de las rentas del estado. = Reforínaa necesarias en el sistema de instrucción y educación pública. = Modo de arreglar y sostener un ejército permanente en tiempo de paz y de guerra, confor- mándose con las obligaciones y rentas del estado. = Modo de conservar una marina proporcionada á las mismas. = Parte que deban tener las Ameritas en las, juntas de cortes.

4-° Para reunir las luces necesarias á tan impor- tantes discusiones la junta consultará á los consejos, juntas superiores délas provincias, tribunales, ayun- tamientos, cabildos, obispos y universidades , y oirá á los sabios y personas ilustradas.

5.° Que este decreto se imprima, publique y cir- cule con las formalidades de estilo para que llegue á noticia de toda la nación.

Tendréislo entendido y dispondréis lo convenien- te para su cumplimiento. = El marqués de Astorga presidente. = Real alcázar de Sevilla a 2 de mayo de 1809. a= A Don Martin de Garay.

Numero 3.°

Los pocos dias que pasaron en Jaraicejo los ingle- ses no tuvieron grande escasez , pues se les suministró bastante pan y abundó el ganado. Asi lo dice y con las siguientes palabras Lord Londonderry , testigo no sospechoso para los ingleses. "During the first fews » days of our sojourn at Jaraicejo we were tolerably » well supplied with bread ; ant cattle being plenty we

» liad no cause to complain ; " ( Narrative of the

peninsular war) iiol. 1 Ch. 17, pdg. 43 1 .

W

APÉNDICE

DEL

LIBRO DÉCIMO

Numero l.°

recios de los comestibles en la plaza de Gerona du- rante el sitio de 1809 desde el mas módico hasta el mas subido según, crecía la escasez j la imposi- bilidad de introducirlos.

Precios módicos. Precios subidos.

Tocino fresco la onza. . . 2 cuartos 10 cuartos.

Baca , la libra de 36 onzas. 2- cuartos. . . . ídem. Carne de caballo la libra

de id 4 o cuartos. . . . ídem.

ídem de mulo. ....... 4o cuartos. . . . ídem.

Una gallina r . . . 1 4 rs. vn. efect. 16 duros.

Un gorrión 2 cuartos. ... 4 rs- VI1- efect.

Una perdiz 12 rs. vn. efect. 80 rs. vn. efect.

Un pichón 6 rs. vn. efect. 4o rs- vu- efect.

Un ratón 1 rl. vn. efect. 5 rs. vn. efect.

Un gato 8 rs. vn. ... 3o rs. vn.

Precios módicos

Prec

IOS

subidos.

Un lechon. .

4 o rs. vn. . .

200 rs.

vn.

Bacalao la libra. .....

1 8 cuartos. . .

. 3a

rs.

vn.

Pescado del rio Ter la libra.

4 rs. vn. . .

36

rs.

vn.

Aceite la medida.

2 o cuartos. . .

24

rs.

vn.

Huevos la docena. .....

24 cuartos. . .

96

rs.

vn.

Arroz la libra

12 cuartos. . .

32

rs.

vn.

Café la libra

8 rs. vn. . . 16 rs. vn. . .

24 64

rs,

rs.

vn.

Chocolate la libra

vn.

Queso la libra

"4 rs. vn. . .

40

rs.

vn.

Pan la libra

6 cuartos. . 4 cuartos. .

8 8

rs. rs.

vn.

Una galleta

vn.

Trigo candeal la cuartera.

8p rs. vn. . .

1 12

rs.

vn.

Id. mezclado la cuartera.

64 rs. vn. . .

96

rs

vn.

Cebada la cuartera

3 o rs. vn. . .

56

rs

vn.

Habas la cuartera. .....

48 rs. vn. . .

80

rs.

vn.

Azúcar la libra

4 rs. vn. . . .

*4

rs.

vn.

Velas de sebo la libra. . .

4 rs. vn. . .

10

rs.

vn.

Id. de cera la libra

12 rs. vn. . .

32

rs.

vn.

Lena el quintal

5 rs. yn. . .

48

rs.

vn.

Carbón la arroba

3 i rs. vn. . .

40

rs.

vn.

Tabaco la libra

24 rs. vn. . .

100 rs.

vn.

Por moler una cuartera de

trigo

3 rs. vn. . . ubre de 1809.

80 rs = Epifai

vn.

Gerona io de dicier

lio Ig-

nació de Ruiz.

Notas.

i.a Los precios de las carnes no fueron alterados por disposición del gobierno mientras duraron.

2.a Los demás artículos seguían el precio que oca- sionaba la escasez , y muchos de ellos variaban según las introducciones, y aquí solo se han figurado los pre- cios regulares al principio del sitio y los mas subidos y corrientes en su largo discurso; habiéndose visto el gobierno precisado á permitir el precio que querían fijar á los víveres , los que los introducían á lomo y en cortas cantidades , pasando las líneas del enemigo, atendidos los riesgos que probaban en la entrada y sa-

lida de la plaza , y la pena de muerte que sufrían en caso de ser habidos.

3:a No obstante de haberse figurado el precio de todos los artículos arriba expresados , muchos de ellos solo podían conseguirse casualmente en los días que había alguna introducción. Mataró 22 de diciembre de 1809. = Epifacio Ignacio de Ruiz. = Don Epifa- nio Ignacio de Ruiz , capitán de la 3.a compañía de la Cruzada Gerundense, comisario de guerra de los reales ejércitos. Certifico: que desde i.° de agosto de 1809 hasta el 10 de diciembre del mismo en que capituló la plaza de Gerona , en virtud de orden del intendente de provincia Don Carlos Beramendi, ministro principal de hacienda y guerra de ella, tuve confiada la inspec- ción del ramo de víveres , y que los precios que están continuados en la antecedente relación , son los cor- rientes' en la citada plaza durante su último sitio. Ma- taró 22 de diciembre de 1809. = Epifanio Ignacio de Ruiz.

Numero 2.°

Capitulación de la ciudad de Gerona y fuertes cor- respondientes firmada el 10 de diciembre de 1809 á las 7 de la noche.

Art. i La guarnición saldrá con los honores de la guerra, y entrará en Francia como prisionera de guerra. 2.0 Todos los habitantes serán respetados. 3.° La religión católica continuará en ser observada por los ba- litantes y será protegida. 4-° Mañana á las ocho y me- dia de ella la puerta del Socorro y la del Areny serán entregadas á las tropas francesas, asi como las de los fuertes. 5.° Mañana 11 de diciembre á las ocho y media de ella la guarnición saldrá de la plaza y desfi- lará por la puerta del Areny. Los soldados pondrán sus armas sobre el glacis. 6.° Un oficial de artillería, otro de ingenieros y un comisario de guerra entra-

10

rán al momento en que se tomará posesión de las puertas de la ciudad para recibir la entrega de los almacenes, mapas, planos, &c. Fecho en Gerona á las y de la noche á 10 de diciembre de 1809. = Julián de Bolívar. = Isidro de la Mata. = Blas de Furnás. = José de la Iglesia. = Guillermo Minali. = Guillermo Nasch. = El general en gefe del estado mayor gene- ral del 7.0 cuerpo. = Rey. = Aprobado por nos el ma- riscal del imperio , comandante en gefe del 7.0 cuer- po del ejército de España. = Augereau, duque de Castiglione. = Yo , brigadier de los reales ejércitos, en- cargado de los poderes del gobernador interino de la plaza de Gerona Don Julián de Bolívar y de la junta militar , certifico : que la capitulación antecedente es conforme á la original firmada con la fecha que ex- presa. = Blas de Furnás. = El general en gefe del es- tado mayor general del y.° cuerpo del ejército de Es- paña. = Rey. = Lugar del Sello/'

Notas adicionales á la capitulación de la plaza de Gerona.

Que la guanicion francesa que esté en la plaza es- té acuartelada y no alojada por las casas , é igualmen- te que los oficiales deben presentarse, procurándose su posada, pagándoseles el tanto que se pagaba de uten- silio á la guarnición española. Que todos los pape- les del gobierno queden depositados en el archivo del ayuntamiento, sin poder ser extraviados, ni extraídos ni quemados. Que á los que habrán sido vocales ó empleados en las juntas en tiempo de esta guerra de opi- nión , no les sirva de nota ni perjuicio alguno en sus as- censos y carreras , quedando igualmente salvas y respe- tadas las personas, propiedades y haberes. Que á los forasteros que se hallan dentro de la plaza por expatria- ción ú otra causa , tanto si han sido vocales ó empleados délas juntas como no, se les permitirá restituirse á sus

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casas con su equipage y haberes. Que cualquiera vecino que quiera salirse de la ciudad y trasladarse á otra se le permita , llevándose su equipage y haberes, quedándoles salvas las propiedades , caudales y efectos en aquella ciudad. Yo , brigadier de los reales ejér- citos, certifico : que las notas antecedentes habiendo si- do presentadas al Excmo. Sr. general en gefe del ejér- cito francés, se han aprobado en su contenido en cuan- to no se opongan á las leyes generales del reino, y á la policía establecida en los ejércitos. Fornells 10 de diciembre de 1809. = Blas de Fumas. = Visto por nosotros &c.

Notas adicionales y particulares aprobadas por el Excmo. Sr. duque de Castiglione , mariscal del im- perio , comandante en. gefe del j.° cuerpo del ejer- cito de España , convenidas entre el Sr. general de brigada , gefe del estado mayor , general del sobre- dicho cuerpo del ejército , comandante de la legión de honor , y el Sr. Don Blas de Fumas , brigadier de los ejércitos españoles.

Art. i.° Un teniente ó subteniente elegido entre los oficiales del ejercito español estará autorizado con pasaportes para pasar al ejército de observación espa- ñol , y llevar á su general comandante en gefe la ca- pitulación de la plaza y de los fuertes de Gerona , so- licitando se sirva disponer el pronto cange de los ofi- ciales y soldados de la guarnición de Gerona y sus fuertes contra igual número de oficiales y soldados franceses detenidos en las islas de Mallorca y otros des- tinos. S. E. el Sr. duque de Castiglione , comandante en gefe del ejército, promete que dicho cange se veri- ficará luego que el general en gefe del ejército español le habrá dado á conocer el dia en que aquellos prisio- neros habrán llegado á uno de los puertos de Fran- cia para el referido cange. Art. 2.0 En los tres dias

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que seguirán á la rendición de la plaza de Gerona , el limo. Sr. obispo de dicha ciudad quedará autorizado para dar á los sacerdotes que están bajo sus órdenes los pasaportes que pidan para pasar á las villas , en las que tenían su domicilio anterior, para quedar y vivir en él , según lo deben unos ministros de paz , bajo la protección de las leyes que rigen en España. El ge- neral en gefe del estado mayor general del séptimo cuerpo del ejército de España. = Rey. = Blas de Fur- nás. = Yo brigadier de los reales ejércitos encargado de los poderes del gobernador interino de la plaza de Gerona Don Julián de Bolívar , y de la junta militar, certifico; que los artículos antecedentes son traducidos fielmente del original en 10 de diciembre de 1809. = Blas de Furnás. = Le general en chef de 1' etat major general du septieme corps de 1' armée d' Espagne. = Rey. = Lugar del sello.

Nota adicional á la capitulación de la plaza de Gerona.

Los empleados en el ramo político de guerra son de- clarados libres, como no combatientes, y pueden pedir un pasaporte con sus equipages para donde gusten. Es- tos son el intendente, comisarios de guerra, empleados en hospitales y provisiones, y médicos y cirujanos del ejército. Yo, brigadier de los reales ejércitos, cer- tifico: que la nota precedente habiendo sido presenta- da al Excmo. Sr. general en gefe del ejército francés, queda aprobada. Fornells 10 de diciembre de 1809. = Blas de Furnás. = Don Blas de Furnás , brigadier de los reales ejércitos , certifico : que la copia antece- dente de la capitulación hecha en Gerona , y notas adicionales es en todo su contenido conforme á los ori- ginales firmados por ; y para que conste doy la presente en la plaza de Gerona á 1 2 de diciembre de 1 809. = Blas de Furnás.

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NüMEItO 5.°

Entre los documentos originales y de oficio que acer- ca de la muerte del gobernador Alvarez hemos te- nido á la vista , uno de los mas curiosos es el si- guiente.

Excmo. Sr. = Por el oficio de V. E. de 26 de febre- ro próximo pasado, que acabo de recibir, veo ha hecho V. E. presente al supremo consejo de regencia de Es-: paña é Indias el contenido de mi papel de 4 ¿el mis- mo, relativo al fallecimiento del Excmo. Sr. Don Ma- riano Alvarez digno gobernador de la plaza de Gero- na ; y que en su vista se ha servido S. M. resolver pro- cure apurar cuanto me sea posible la certeza de la muerte de dicho general, avisando á V. E. lo que ade- lante , á cuya real orden daré el cumplimiento debi- do , tomando las mas eficaces disposiciones para des- cubrir el pormenor y la verdad de un hecho tan hor- roroso ; pudiendo asegurar entre tanto á V. E. por de- claración de testigos oculares la efectiva muerte de es- te héroe en la plaza de Figueras adonde fue trasla- dado desde Perpiñan , y donde entró sin grave daño en su salud, y compareció cadáver tendido en una parihuela al siguiente dia cubierto con una sábana, la que destapada por la curiosidad de varios vecinos, y del que me dio el parte de todo , puso de manifiesto un semblante cárdeno é hinchado, denotando que su muerte habia sido la obra de breves momentos ; á que se agrega que el mismo informante encontró poco antes en una de las calles de Figueras á un lla- mado Rovireta , y por apodo el fraile de S. Francisco, y ahora canónigo dignidad de Gerona nombrado por nuestros enemigos, quien marchaba apresuradamente hacia el castillo, adonde dijo "iba corriendo á confe— »sar al Sr. Alvarez porque debia en breve morir." = Todo lo que pongo en noticia de V. E. para que haga

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de ello el uso que estime por conveniente. Dios guar- de á V. E. muchos años. Tortosa 3i de marzo de 1810. = Excmo. Sr. = Carlos de Beramendi. = Excmo. Sr. marqués de las Hormazas.

Numero 4.°

Léase el manifiesto de la junta central sección 2.a, ramo diplomático. pág. 6.

APÉNDICE

DEL

LIBRO UNDÉCIMO,

Numero i.°

Tor rSr tv<ng>ai ferjUÓN ^Spor ka¡ rv H.'\í<rit> tTíSVon (Strab. Lib. 3.)

Numero 2.°

El Rey y á su nombre la suprema junta central gu- bernativa de España é Indias.

VJomo haya sido uno de mis primeros cuidados con- gregar la nación española en cortes generales y ex- traordinarias , para que representada en ellas por indi- viduos y procuradores de todas las clases , órdenes y pueblos del estado, después de acordar los extraordi- narios medios y recursos que son necesarios para re- chazar al enemigo que tan pérfidamente la ha invadi- do , y con tan horrenda crueldad desolando algu- nas de sus provincias, arreglase con la debida delibe-

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ración lo que mas conveniente pareciese para dar fir- meza y estabilidad á la constitución , y el orden, clari- dad y perfección posibles á la legislación civil y cri- minal del reino, y á los diferentes ramos de la admi- nistración pública : á cuyo fin mandé , por mi real de- creto de 1 3 del mes pasado , que la dicha mi junta central gubernativa se trasladase desde la ciudad de Sevilla á esta villa de la isla de León , donde pudiese preparar mas de cerca , y con inmediatas y oportunas providencias la verificación de tan gran designio: considerando :

i Que los acaecimientos que después han sobre- venido, y las circunstancias en que se halla el reino de Sevilla por la invasión del enemigo , que amenaza ya los demás reinos de Andalucía, requieren las mas pron- tas y enérgicas providencias.

2.0 Que entre otras ha venido á ser en gran ma- nera necesaria la de reconcentrar el ejercicio de toda mi autoridad real en pocas y hábiles personas que pu- diesen emplearla con actividad , vigor y secreto en de- fensa de la patria: lo cual he verificado ya por mi real decreto de este dia , en que he mandado formar una regencia de cinco personas, de bien acreditados talentos , probidad y celo público.

3.° Que es muy de temer que las correrías del enemigo por varias provincias t antes libres , no ha- yan permitido á mis pueblos hacer las elecciones de diputados á cortes con arreglo á las convocatorias que les hayan sido comunicadas en i de este mes, y por lo mismo que no pueda verificarse su reunión en esta isla para el dia i de marzo próximo , como estaba por acordado.

4.° Que tampoco sería fácil , en medio de los gran- des cuidados y atenciones que ocupan al gobierno, concluir los diferentes trabajos y planes de reforma, que por personas de conocida instrucción y probidad se habían emprendido y adelantado bajo la inspección

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y autoridad de la comisión de cortes , que á este fin nombré jx>r mi real decreto de i5 de junio del año pasado , con el deseo de presentarlas al examen de las próximas cortes.

5.° Y considerando en fin que en la actual crisis no es fácil acordar con sosiego y detenida reflexión las de- mas providencias y órdenes que tan nueva é importan- te operación requiere , ni por la mi suprema junta central , cuya autoridad , que hasta ahora ha ejercido en mi real nombre , á transferirse en el consejo de regencia, ni por este, cuya atención será enteramen- te arrebatada al grande objeto de la defensa nacional. Por tanto yo, mi real nombre la suprema jun- ta central , para llenar mi ardiente deseo de que la na- ción se congregue libre y legalmente en cortes gene- rales y extraordinarias, con el fin de lograr los gran- des bienes que en esta deseada reunión están cifrados, he venido en mandar y mando lo siguiente.

i La celebración de las cortes generales y ex- traordinarias que están ya convocadas para esta Isla de León , y para el primer dia de marzo próximo ,, será el

Erimer cuidado de la regencia que acabo de crear, si i defensa del reino en que desde luego debe ocupar- se lo permitiere.

2.0 En consecuencia, se expedirán inmediatamen- te convocatorias individuales á todos los RR. arzobis- pos y obispos que están en ejercicio de sus funcio- nes, y á todos los grandes de España en propiedad, para que concurran á las cortes en el dia y lugar, pa- ra que están convocadas, si las circunstancias lo per- mitieren.

3.° No serán admitidos á estas cortes los grandes que no sean cabezas de familia , ni los que no tengan la edad de 23 años, ni los prelados y grandes que se hallaren procesados \k>y cualquiera delito , ni los que se hubieren sometido al gobierno francés.

4-° Para que las provincias de América y Asia que

TOMO III. 2

18

por estrechez del tiempo no pueden ser representadas por diputados nombrados por ellas mismas , no carez- can enteramente de representación en estas cortes , la regencia formará una junta electoral compuesta de seis sugetos de carácter , naturales de aquellos dominios, los cuales poniendo en cántaro los nombres de los de- mas naturales que se bailan residentes en España y constan de las listas formadas por la comisión de cor- tes, sacarán á la suerte el número de cuarenta, y vol- viendo á sortear estos cuarenta solos, sacarán en se- gunda suerte veintiséis , y estos asistirán como di- putados de cortes en representación de aquellos vastos paises.

5.° Se formará asimismo otra junta electoral com- puesta de seis personas de carácter naturales de las provincias de España que se hallan ocupadas por el enemigo , y poniendo en cántaro los nombres de los naturales de cada una de dichas provincias que asi- mismo constan de las listas formadas por la comisión de cortes, sacarán de entre ellos en primera suerte hasta el número de dieciocho nombres , y volvién- dolos á sortear solos , sacarán de ellos cuatro , cuya operación se irá repitiendo por cada una de dichas pro- vincias , y los que salieren en suerte serán diputados de cortes por representación de aquellas para que fue- ren nombrados.

6.° Verificadas estas suertes , se hará la convoca- ción de los sugetos que hubieren salido nombrados por medio de oficios que se pasarán á las juntas de los pueblos en que residieren, á fin de que concurran á las cortes en el dia y lugar señalado, si las circuns- tancias lo permitieren.

<j.° Antes de la admisión á las cortes de estos su- getos, una comisión nombrada por ellas mismas exa- minará si en cada uno concurren ó no las calidades señaladas en la instrucción general y en este decreto para tener voto en las dichas cortes.

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8.° Libradas estas convocatorias , las primeras cor- tes generales y extraordinarias se entenderán legíti- mamente convocadas : de forma que aunque no se ve- rifique su reunión en el dia y lugar señalados para ellas , pueda verificarse en cualquiera tiempo y lugar en que las circustancias lo permitan , sin necesidad de nueva convocatoria : siendo de cargo de la regencia hacer á propuesta de la diputación de cortes el seña- lamiento de dicho dia y lugar , y publicarle en tiem- po oportuno por todo el reino.

9.0 Y para que los trabajos preparatorios puedan continuar y concluirse sin obstáculo, la regencia nom- brará una diputación de cortes compuesta de ocho per- sonas , las seis naturales del continente de España , y las dos últimas naturales de América, la cual diputación será subrogada en lugar de la comisión de cortes nom- brada por la misma suprema junta central , y cuyo instituto será ocuparse en los objetos relativos á la ce- lebración de las cortes, sin que el gobierno tenga que distraer su atención de los urgentes negocios que la reclaman en el dia.

10. Un individuo de la diputación de cortes délos seis nombrados por España presidirá la junta electo- ral que debe nombrar los diputados por las provin- cias cautivas, y otro individuo de la misma diputación de los nombrados por la América presidirá la junta electoral que debe sortear los diputados naturales y representantes de aquellos dominios.

1 1 . Las juntas formadas con los tíulos de junta de medios y recursos para sostener la presente guerra, junta de hacienda, junta de legislación, junta de ins- trucción pública, junta de negocios eclesiásticos, y jula de ceremonial de congregación , las cuales por autoridad de la mi suprema junta y bajo la inspección de dicha comisión de cortes , se ocupan en preparar los planes de mejoras relativas á los objetos de su res- pectiva atribución , continuarán en sus trabajos hasta

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concluirlos en el mejor modo que sea posible , y fecho, los remitirán á la diputación de cortes , a fin de que después de haberlos examinado , se pasen á la regen- cia y esta los ponga a mi real nombre a la delibera- ción de las cortes.

12. Serán estas presididas á mi real nombre, ó por la regencia en cuerpo , ó por su presidente tem- poral, ó bien por el individuo á quien delegaren el en- cargo de representar en ellas mi soberanía.

1 3. La regencia nombrará los asistentes de cortes que deban asistir y aconsejar al que las presidiere á mi real nombre de entre los individuos de mi consejo y cámara según la antigua práctica del reino, ó en su defecto de otras personas constituidas en dignidad.

1 4- La apertura del solio se hará en las cortes en concurencia de los estamentos eclesiástico, militar y popular y en la forma y con la solemnidad que la re- gencia acordará á propuesta de la diputación de cortes.

1 5. Abierto el solio , las cortes se dividirán para la deliberación de las materias en dos solos estamen- tos , uno popular compuesto de todos los procuradores de las provincias de España y América , y otro de dig- nidades, en que se reunirán los prelados y grandes del reino.

1 6. Las proposiciones que á mi real nombre hicie- re la regencia á las cortes , se examinarán primero en el estamento popular , y si fueren aprobados en él , se

S asarán por un mensagero de estado al estamento de ignidades para que las examine de nuevo.

17. El mismo método se observará con las propo- siciones que se hicieren en uno y otro estamento por sus respectivos vocales, pasando siempre la proposi- ción del uno al otro , para su nuevo examen y delibe- ración.

18. Las proposiciones no aprobadas por ambos es- tamentos , se entenderán como si no fuesen hechas.

19. Las que ambos estamentos aprobaren serán

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elevadas por los mensageros de estado á la regencia para mi real sanción.

20. La regencia sancionará las proposiciones así aprobadas , siempre que graves razones de pública uti- lidad no la persuadan á que de su ejecución pueden resultar graves inconvenientes y perjuicios.

21. Si tal sucediere , la regencia , suspendiendo la sanción de la proposición aprobada, la devolverá á las cortes con clara exposición de las razones que hubiere tenido para suspenderla.

22. Asi devuelta la proposición , se examinará de nuevo en uno y otro estamento , y si los dos tercios de los votos de cada uno no confirmaren la anterior resolución , la proposición se tendrá por no hecha , y no se podrá renovar hasta las futuras cortes.

23. Si los dos tercios de votos de cada estamento ratificaren la aprobación anteriormente dada á la pro- posición , será esta elevada de nuevo por los mensage- ros de estado á la sanción real.

24. En este caso la regencia otorgará á mi nombre la real sanción en el término de tresdias; pasados los cuales , otorgada ó no , la ley se entenderá legítima- mente sancionada, y se procederá de hecho á su pu- blicación en la forma de estilo.

25. La promulgación de las leyes asi formadas y sancionadas , se hará en las mismas cortes antes de su disolución.

26. Para evitar que en las cortes se forme algún partido qne aspire á hacerlas permanentes, ó prolon- garlas en demasía , cosa que sobre trastornar del todo la constitución del reino , j)odría acarrear otros muy graves inconvenientes; la regencia podrá señalar un término á la duración de las cortes , con tal que no baje de seis meses. Durante las cortes , y hasta tanto cnie estas acuerden , nombren é instalen el nuevo go- bierno , ó bien confirmen el que ahora se establece, para que rija la nación en lo sucesivo , la regencia con-

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tinuará ejerciendo el poder ejecutivo en toda la pleni- tud que corresponde á mi soberanía.

En consecuencia las cortes reducirán sus funciones al ejercicio del poder legislativo , que propiamente les pertenece , y confiando á la regencia el del poder eje- cutivo , sin suscitar discusiones que sean relativas á él, y distraigan su atención de los graves cuidados que tendrá á su cargo , se aplicarán del todo á la forma- ción de las leyes y reglamentos oportunos para verifi- car las grandes y saludables reformas que los desórde- nes del antiguo gobierno , el presente estado de la na- ción y su futura felicidad hacen necesarias: llenando asi los grandes objetos para que fueron convocadas. Dado &c. en la real isla de León á 29 de enero de 1 8 10.

Numero 5.°

Españoles. La junta central suprema gubernativa del reino , siguiendo la voluntad expresa de nuestro deseado Monarca y el voto público , habia convocado á la nación á sus cortes generales para que reunida en ellas , adaptase las medidas necesarias á su felicidad y defensa. Debia verificarse este gran congreso en i.° de marzo próximo en la Isla de León y la junta determi- nó y publicó su traslación á ella cuando los franceses, como otras muchas veces, se hallaban ocupando la Mancha. Atacaron después los puntos de la sierra , y ocuparon uno de ellos ; y al instante las pasiones de los hombres, usurpando su dominio á la razón, desperta- ron la discordia que empezó á sacudir sobre nosotros sus antorchas incendiarias. Mas que ganar cien bata- llas valía este triunfo á nuestros enemigos , y los bue- nos todos se llenaron de espanto oyendo los sucesos de Sevilla en el dia 24 , sucesos que la malevolencia componía, y el terror exageraba para aumentar en los unos la confusión, y en los otros la amargura. Aquel pueblo generoso y leal que tantas muestras de

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adhesión y respeto habia dado á la 6iiprema junta, vio alterada su tranquilidad aunque por pocas horas. No- corrió, gracias al cielo, ni una gota de sangre, pero la autoridad pública fue desatendida , y la magestad nacional se vio indignamente ultrajada en la legítima representación del pueblo. Lloremos, españoles, con lá- grimas de sangre un ejemplo tan pernicioso. ¿Cuál sería nuestra suerte si todos le siguiesen? Cuando la fama trae á vuestros oidos que hay divisiones intesti- nas en la Francia , la alegría rebosa en vuestros pe- chos, y os llenáis de esperanza para lo futuro, porque en estas divisiones miráis afianzada vuestra salvación, y la destrucción del tirano que os oprime. ¿Y nosotros, españoles, nosotros cuyo carácter es la moderación y la cordura , cuya fuerza consiste en la concordia, iría- mos á dar al déspota la horrible satisfacción de rom- per con nuestras manos los lazos que tanto costó for- mar , y que han sido y son para él la barrera mas im- penetrable? No , españoles, no : que el desinterés y la prudencia dirija nuestros pasos , que la unión y la constancia sean nuestras áncoras, y estad seguros de que no pereceremos.

Bien convencida estaba la junta de cuan necesario era reconcentrar mas el poder. Mas no siempre los go- biernos pueden tomar en el instante las medidas mis- mas de cuya utilidad no se duda. En la ocasión pre- sente parecía del todo importuno , cuando las cortes anunciadas , estando ya tan próximas , debían decidir- la y sancionarla. Mas los sucesos se han precipitado de modo que esta detención aunque breve , podría disol- ver el estado , si en el momento no se cortase la cabe- za al monstruo de la anarquía.

No bastaban ya á llevar adelante nuestros deseos ni el incensante afán con que hemos procurado el bien de la patria , ni el desinterés con que la hemos servi- do, ni nuestra lealtad acendrada á nuestro amado y desdichado rey , ni nuestro odio al tirano y á toda cía-

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se de tiranía. Estos principios de obrar en nadie han sido mayores , pero han podido mas que ellos la am- bición, la intriga y la ignorancia. ¿Debíamos acaso dejar saquear las rentas públicas que por mil conduc- tos ansiaban devorar el vil interés y el egoísmo? ¿Po- díamos contentar la ambición de los que no se creian bastante premiados con tres ó cuatro grados en otros tantos meses? ¿Podíamos á pesar de la templanza que ha formado el carácter de nuestro gobierno , dejar de corregir con la autoridad de la ley las faltas sugeridas por el espíritu de facción que caminaba impudente- mente á destruir el orden , introducir la anarquía y trastornar miserablemente el estado?

La malignidad nos imputa los reveses de la guerra;

Í)ero que la equidad recuerde la constancia con que os hemos sufrido, y los esfuerzos sin ejemplo con que los hemos reparado. Cuando la junta vino desde Aran- juez á Andalucía , todos nuestros ejércitos estaban destruidos: las circunstancias eran todavía mas apu- radas que las presentes , y ella supo restablecerlos , y buscar y atacar con ellos al enemigo. Batidos otra vez y deshechos, exhaustos al parecer todos los recursos y las esperanzas, pocos meses pasaron, y los franceses tuvieron enfrente un ejército de ochenta mil infantes y doce mil caballos. ¿Qué no ha tenido en su mano el gobierno que no haya prodigado para mantener es- tas fuerzas y reponer las enormes pérdidas que cada dia experimentaba? ¿Qué no ha hecho para impedir el paso á la Andalucía por las sierras que la defien- den? Generales, ingenieros, juntas provinciales, has- ta una comisión de vocales de su seno han sido en- cargados de atender y proporcionar todos los medios de fortificación y resistencia que presentan aquellos pun- tos, sin perdonar para ello ni gasto, ni fatiga ni dili- gencia. Los sucesos han sido adversos ¿ pero la junta tenia en su mano la suerte del combate en en el cam- po de batalla?

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Y ya que la voz del dolor recuerda tan amarga- mente los infortunios, ¿por qué ha de olvidarse que hemos mantenido nuestras íntimas relaciones con las potencias amigas , que hemos extrechado los lazos de fraternidad con nuestras Américas , que estas no han cesado de dar pruebas de amor y fidelidad al gobier- no, que hemos en fin resistido con dignidad y ente- reza las pérfidas sugestiones de los usurpadores?

Mas nada basta á contener el odio que antes de su instalación se habia jurado á la junta. Sus provi- dencias fueron siempre mal interpretadas y nunca bien obedecidas. Desencadenadas con ocasión de las des- gracias públicas todas las pasiones, han suscitado contra ella todas las furias que pudiera enviar contra nosotros el tirano á quien combatimos. Empezaron sus individuos á verificar su salida de Sevilla con el ob- jeto tan público y solemnemente anunciado de abrir las cortes en la Isla de León. Los facciosos cubrieron los caminos de agentes, que animaron los pueblos de aquel tránsito á la insurrección y al tumulto , y los vocales de la junta suprema fueron tratados como ene- migos públicos, detenidos unos, arrrestados otros, y amenazados de muerte muchos, hasta el presidente. Parecía que dueño va de España era Napoleón el que vengaba la tenaz resistencia que le habíamos opues- to. No pararon aquí las intrigas de los conspiradores: escritores viles, copiantes miserables de los papeles del enemigo les vendieron sus plumas, y no hay género de crimen, no hay infamia que no hayan imputado á vues- tros gobernantes , añadiendo al ultrage de la violen- cia la ponzoña de la calumnia.

Asi , españoles , han sido perseguidos é infamados aquellos hombres que vosotros elegisteis para que os representasen , aquellos que sin guardias, sin escuadro- nes , sin suplicios , entregados á la pública , ejercían tranquilos á su sombra las augustas funciones que les habíais encargado. ¿Y quiénes son, gran Dios, los que

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los persiguen ? los mismos que desde la instalación de la junta trataronde destruirla por sus cimientos, los mis- mos que introdujeron el desorden en las ciudades , la división en los ejércitos, la insubordinación en los cuer- pos. Los individuos del gobierno no son impecables ni perfectos ; hombres son y como tales sujetos á las flaquezas y errores humanos. Pero como administra- dores públicos , como representantes vuestros , ellos responderán á las imputaciones de esos agitadores y les mostrarán donde ha estado la buena y patriotismo, donde la ambición y las pasiones que sin cesar han destrozado las entrañas de la patria. Reducidos de aqui en adelante á la clase de simples ciudadanos por nuestra propia elección , sin mas premio que la me- moria del zelo y afanes que hemos empleado en ser- vicio público , dispuestos estamos ó mas bien ansiosos de responder delante de la nación en sus cortes , ó del tribunal que ella nombre , á nuestros injustos calum- niadores. Teman ellos, no nosotros: teman los que han seducido á los simples, corrompido á los viles, agitado á los furiosos : teman los que en el momento del ma- yor apuro , cuando el edificio del estado apenas pue- de resistir el embate del extrangero , le han aplicado las teas de la disensión para reducirle á cenizas. Acor- daos, españoles, de la rendición de Oporto. Una agita- ción intestina excitada por los franceses mismos abrió sus puertas á Soult , que no movió sus tropas á ocu- parla hasta que el tumulto popular imposibilitóla de- fensa. Semejante suerte os vaticinó la junta después de la batalla de Medellin al aparecer los síntomas de la discordia que con tanto riesgo de la patria se han de- senvuelto ahora. Volved en vosotros y no hagáis cier- tos aquellos funestos presentimientos.

Pero aunque fuertes con el testimonio de nuestras conciencias, y seguros de que hemos hecho en bien del estado cuanto la situación de las cosas y las cir- cunstancias han puesto á nuestro alcance , la patria y

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nuestro honor mismo exigen do nosotros la última prueba de nuestro zelo y nos persuaden dejar un man- do , cuya continuación podrá acarrear nuevos distur- bios y desavenencias. , españoles : vuestro gobier- no que nada ha perdonado desde su instalación de cuanto ha creido que llenaba el voto público, que fiel distribuidor de cuantos recursos han llegado á sus manos , no les ha dado otro destino que las sagradas necesidades de la patria , que os ha manifestado senci- llamente sus operaciones , y que ha dado la muestra mas grande de desear vuestro bien en la convocación de cortes , las mas numerosas y libres que ha conoci- do la monarquía , resigna gustoso el poder y la auto- ridad que le confiasteis , y la traslada á las manos del consejo de regencia que ha establecido por el decreto de este dia. ¡ Puedan vuestros gobernantes tener mejor fortuna en sus operaciones ! y los individuos de la jun- ta suprema no les envidiarán otra cosa que la gloria de haber salvado la patria y libertado á su rey.

Real Isla de León 29 de enero de 1810.= Siguen las firmas.

Numero 4.°

Véase el manifiesto de la junta suprema de Cádiz.

Numero í>.°

En el palacio de las Tullerías á 8 de febrero de 18 10.

Napoleón &c. Considerando por una parte que las sumas enormes que nos cuesta nuestro ejército de Es- paña empobrecen nuestro tesoro y obligan á nuestros pueblos á sacrificios que ya no pueden soportar; y considerando por otra parte que la administración es- pañola carece de energía y es nula en muchas provin- cias, lo que impide sacar partido de los recursos del pais y los deja por el contrario á beneficio de los in-

28 surgentes ; hemos decretado y decretamos lo que sigue.

TÍTULO PRIMERO.

Del gobierno de Cataluña.

Art. i.° El séptimo cuerpo del ejército de Espa- ña tomará el título de ejército de Cataluña. i.° La provincia de Cataluña formará un gobierno particu- lar con el título de gobierno de Cataluña. 3.° El co- mandante en gefe del ejército de Cataluña será go- bernador de la provincia y reunirá los poderes civiles y militares. 4-° La Cataluña queda declarada en es- tado de sitio. 5.° El gobernador queda encargado de la administración de la justicia y de la real hacienda, proveerá todos los empleos y hará todos los reglamen- tos necesarios. 6.° Todas las rentas de la provincia en imposicionnes ordinarias y extraordinarias entrarán en la caja militar, á fin de subvenir á los sueldos y gas- tos de las tropas, y á la manutención del ejército.

Títlüo segundo.

Del gobierno de Aragón. Segundo gobierno.

El general Suchet será gobernador de Aragón con toda la autoridad militar y civil ; nombrará toda clase de empleados , hará reglamentos &c. &c. , y des- de i.° de mayo no enviará nuestro tesoro público fon- dos algunos para la manutención del ejército , sino que el pais suministrará lo que necesite para él.

TÍTULO TERCERO.

Del gobierno de Navarra. Tercer gobierno.

La provincia de Navarra se llamará gobierno de Navarra.

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El general Dufour será gobernador de Navarra, y conducirá allá los cuatro regimientos de su división: en cuanto á su autoridad, y manutención del ejército, lo mismo qne lo dicho con respecto á Aragón.)

TÍTULO CUARTO.

Del gobierno de Vizcaya. Cuarto gobierno.

La Vizcaya se llamará gobierno de Vizcaya. El general Thouvenot será gobernador y lo mis- mo que lo dicho respecto á Navarra.

TÍTULO QUINTO.

Los gobernadores de estos cuatro gobiernos se en- tenderán con el estado mayor del ejército de España en lo que tenga relación con las operaciones militares; pero eu cuanto á la administración interior y policía, rentas , justicia , nombramiento de empleados y todo género de reglamentos , se entenderán con el empe- rador por medio del príncipe de Neufchatel , mayor general.

TÍTULO SEXTO.

Art. i w Todos los productos v rentas ordinarias y extraordinarias de las provincias de Salamanca, To- ro, Zamora y León, proveerán á la manutención del 6.° cuerpo del ejército , y el duque de Elchingem cui- dará de que estos recursos sean bastantes para este fin, haciendo que todo se invierta en utilidad del ejército. 2.0 Lo que produzcan las provincias de Santander y Asturias para la manutención y sueldos de la división de Bonnet. 3.° Las provincias situadas desde el Ebro á los límites de la de Valladolid lo entregarán todo al pagador de Burgos para el sueldo y manutención de las tropas que allí haya y gasto de las fortificaciones.

so

4-° Las provincias de Valladolid y Palencia provee- rán á la manutención y sueldo de la división de Ke- llerman. 5.° El duque de Elchingen y los gene- rales Bonnet, Thiebaut y Kellerman se entenderán en todo lo que tenga relación con las rentas de las provincias de su mando con el emperador por medio del príncipe de Neufchatel. 6.° La ejecución de este decreto se encarga al príncipe de Neufchatel y á los ministros de la guerra , en la administración de la guerra , de rentas y del tesoro público. n

Numero 6.°

Memoria de los Sres. Azanzay Ofarril, pág. 177.

Numero 7.°

Algunas de estas cartas fueron interceptadas por las guerrillas cerca de Madrid y se insertaron en la gaceta de la regencia de Cádiz. Las hemos confronta- do con la correspondencia manuscrita del Sr. Azanza, y las hemos encontrado del todo exactas. He aqui las que nos han parecido mas importantes. *' Excmo Sr. ==Ha llegado el caso de que yo pueda escribir á V. E. sobre asuntos que directamente nos conciernen. Antes de ayer por la tarde tuve una larga conversación con el Sr. duque de Cadore, ministro de relaciones exte- riores, que anteriormente me habia dicho quería co- municarme algo de orden del emperador. Referiré to- do lo substancial de esta conferencia , en la cual se to- caron varios puntos , y todos de importancia.

Me dijo el ministro que S. M. I. no puede enviar mas dinero á España , y es preciso que ese reino pro- vea á la subsistencia y gastos de su ejército : que bas- tante hace en haber empleado 4oo,ooo franceses en la reducción de España: que la Francia ha agotado su erario , habiendo enviado ahí desde el principio de la

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guerra mas de 200 millones de libras: que nuestro go- bierno no ha hecho uso de los recursos que ofrece el pais para juntar fondos: que debieron exigirse contri- buciones en Andalucía , expecialmente en Sevilla y Málaga , y también en Murcia : que S. M. ha impues- to á Lérida una contribución de 6 millones de libras ( no estoy cierto si fue esta cantidad ú otra mayor la que me dijo ) : que debieron confiscarse los efectos ingle- ses encontrados en Andalucía , y S. M. I. está en el con- cepto de que solo los de Sevilla habrían importado 4o millones: que debió echarse mano de la plata de las iglesias y conventos : que en España ha de circular necesariamente mucho dinero del que han introduci— cido los franceses y los ingleses , y del que ha venido de América: que el emperador siempre ha hecho la guerra sacando de los países que ha subyugado toda la manutención y gastos de sus ejércitos : que si no tuvie- ra que emplear tantas tropas en la reducción de la España , habría licenciado muchas de ellas , y se ha- bría ahorrado el dispendio que están ocasionando : que los fondos de nuestra tesorería no han tenido la in- versión preferente que correspondia , es á saber, pagar las tropas que han de hacer la conquista y pacificación del reino : que ha habido muchas prodigalidades y gastos de lujo: que las gratificaciones justas pudieron suspenderse hasta los tiempos tranquilos y felices: que se mantienen estados mayores demasiado nume- rosos y costosos : que se han formado y forman cuer- pos españoles , los cuales no solo son inútiles sino per- judiciales , porque ademas de absorver sumas que po- drían tener provechosa aplicación desertan sus indivi- duos y^asan á aumentar la fuerza de los enemigos, y últimamente que es excesiva la bondad con que el rey trata á los del partido contrario , concediéndoles gra- cias y ventajas , lo que solo sirve á disgustar y desa- lentar á los que desde el principio abrazaron el suyo. Estas son las principales especies que me dijo" el

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ministro; y ahora expondré á V. E. las respuestas que yo le di. El punto mas grave de todos y el que á mi parecer ocupa mas la atención del emperador, es el de querer escusar que de Francia vaya á España mas dinero que los dos millones de libras mensuales, prefijados en las disposiciones anteriores. Acordándome de las notas que sobre este punto se pasaron estando yo encargado del ministerio de negocios extrangeros, y teniendo muy presente la situación de nuestras provincias y de nuestra tesorería , dije al ministro que el rey mi amo reconocía las grandes erogaciones que la guerra de Es- paña ocasionaba al erario de Francia , pero que veia con mucho dolor y sentimiento suyo ser imposible al- canzasen nuestros medios y nuestros recursos á liber- tarlo de esta carga : que las rentas ordinarias habían sido hasta ahora casi nulas, asi porque no habian po- dido recaudarse sino en muy reducidos distritos sojuz- gados, como porque aun en estos las continuas incur- siones de los insurgentes y de las partidas de vandi- dos habian inutilizado los esfuerzos y diligencias de los administradores y cobradores: que en muchas par- tes los mismos generales y gefes de las tropas france- sas habian servido de obstáculo al recobro de los de- rechos reales en lugar de auxiliarlo; que las provin- cias estaban arruinadas con las suministraciones de to- da especie que habian tenido que hacer para la sub- sistencia , trasportes y hospitalidades de las tropas fran- cesas, y con la cesación de todo tráfico de unos pue- blos con otros : que cuantos fondos han podido jun- tarse, asi por los impuestos antiguos como por los ar- bitrios y medios que se han excogitado, han sido des- tinados con preferencia á las necesidades del. ejército francés, distrayendo únicamente algunas cortas sumas para la guardia real , la cual casi siempre ha estado en crecidos descubiertos ; para la lista civil de S. M. que no ha sido pagada sino en una muy corta parte , y para otras atenciones urgentísimas, de modo que ni se

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han pagado viudedades, ni pensiones, ni sueldos de re- tirados, y muchas veces ni los de los empleados mas necesarios , pues ha habido ocasión en que los minis- tros mismos han estado durante cinco meses sin reci- bir los suyos por ocurrir á los gastos de las tropas.

En cuanto á los recursos de que se supone haber- se podido echar mano, achacando á impericia, falta de energía ó excesiva contemplación del gobierno pa- ra con los pueblos el no haberse asi ejecutado , he di- cho al ministro que se han puesto en práctica cuantos han permitido las circunstancias ; que es preciso no perder de vista para juzgarnos las circunstancias en que nos hemos hallado , esto es , que eran pocas las pro- vincias sometidas , y muy rara ó ninguna la adminis- trada con libertad; que se han exigido contribuciones extraordinarias y empréstitos forzados donde se ha crei- do posible, venciendo no pequeños obstáculos ; que ha- bia sido necesario no vejar ni apurar hasta el extremo las provincias sometidas para conservarlas en su fide- lidad, y no dar á las que estaban en insurrección Una mala idea de la suerte que las esperaba en el caso de su rendición; que habrían podido efectivamente sacarse mas contribuciones como lo hacen los genera- les franceses en las provincias que están administrando; pero que nunca hubieran producido lo suficiente á cu- brir todos los gastos del ejército ; especialmente demo- rándose este dos años y medio ó mas en los mismos pa- rajes; que estas contribuciones no podrían repetirse, como lo enseñará la experiencia en Castilla y en León, porque en las primeras se agota todo el numerario existente y no se el modo de que prontamente vuel- va á la circulación , sobre todo cuando las tropas es- tan en movimiento , y la caja militar desembolsa sus fondos en distritos distantes de donde los ha recogido; que S. M. I. se convencerá de la imposibilidad de jun- tar caudales que sufraguen á todos los dispendios de la guerra por lo que sucede en las provincias que es- TOMO III. 3

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tan confiadas á la administración de generales francc- ses, quienes no podrán ser culpados ni de indolencia, ni de demasiado miramiento para con los pueblos, an- tes bien es de temer se valgan de durezas y violencias que ningún gobierno del mundo puede ejercer para con sus propios subditos, aquellos con quienes ha de vivir, y cuya protección y amparo es su primer de- ber : y que lo que haya sucedido en Lérida tal vez no Í)odrá servir de ejemplo en otras partes, porque según te sabido aqui, en aquella plaza , creyéndose muy di- fícil su conquista , se habia depositado el dinero y al- hajas de muchos pueblos é iglesias ; ademas de que to- davía no se sabe que haya podido satisfacer toda la cantidad que se le ha impuesto.

Hice presente al ministro que en Andalucía se ha- bían exijido algunas contribuciones de que yo tenia no- ticia, pues en Granada no obstante haberse entregado sin hacer la menor resistencia , se pidieron cinco mi- llones de reales con el nombre de préstamo forzado, y en Málaga mucho mayor cantidad , parte de la cual me acuerdo haberse aplicado á la caja militar del 4-° cuerpo ; que por haberme hallado ausente de Sevilla al tiempo de su rendición no con exactitud lo que allí se hizo; pero estoy cierto de que se secuestraron con intervención de las autoridades francesas los efec- tos ingleses encontrados en aquella ciudad , y que lo mismo se hizo también en Málaga ; que siempre los primeros cálculos del valor de géneros aprehendidos suelen ser muy abultados , como haber sucedido en Málaga á la entrada del general Sebastiani , y no será mucho que el concepto formado por S. M. I. sobre el importe de los de Sevilla estribe en las prime- ras relaciones exageradas que llegarían á su noticia.

Como estoy bien informado de las diligencias acti- vas que se han practicado para recoger la plata de las iglesias , y de las resultas que esta operación ha teni- do, me hallé en estado de decir al ministro que este ar-

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bitrío no se había descuidado; que no 6olo se habia

I>rocurado recoger y llevar directamente á la casa de a moneda todas las alhajas de plata y oro encontra- das en los conventos suprimidos, sino también las que pertenecían á iglesias, catedrales, parroquiales y de monjas de todo el reino, dejando en ellas solamente los vasos sagrados indispensables para el culto; que este arbitrio no habia sido tan cuantioso y productivo como se podría suponer, y nosotros mismos lo espe- rábamos : primero porque todas las iglesias de los pue- blos por donde habian transitado las tropas francesas, habían sido saqueadas y despojadas : segundo porque las partidas de insurgentes ó vandidos habian hecho otro tanto en los pueblos que habian ocupado ó recor- rido ; y tercero porque la plata de las iglesias vista en frontales, nichos ó imágenes, aparece de gran valor y riqueza, y cuando á recogerse y fundirse, se halla generalmente que es una hoja delgada dispuesta solo para cubrir la madera que le sirve de alma; y que este recurso tal cual ha sido, y todos los otros que se han adoptado , son los que han dado los fondos con que se ha podido atender á las obligaciones impres- cindibles de la tesorería entre las cuales se ha contado siempre con preferencia la subsistencia , la hospitali- dad y demás gastos de la tropa francesa.

Sobre el mucho numerario que se piensa debe ha- ber en circulación dentro de España por el que han introducido los franceses y los ingleses y el que ha ve- nido de América, he asegurado al ministro que no se nota todavía semejante abundancia , sea que la mayor parte á parar á los muchos cantineros y vivanderos franceses que siguen al ejército , sea que otra parte es- tá diseminada entre nuestros vendedores de comesti- bles y licores , ó sea principalmente porque la mone- da de cuño español haya desaparecido en el tiempo del gobierno insurreccional en pago de armamentos, vestuarios y otros efectos recibidos del extrangero, e«-

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pecialmente de los ingleses y de géneros que el co- mercio lia introducido. Confieso que en esta parte ca- rezco de nociones bastante exactas, y que solo me he gobernado por los clamores y señales bien evidentes de pobreza que be presenciado por todas partes.

Para satisfacer plenamente sobre el cargo ó queja de que los fondos de nuestra tesorería no se han apli- cado con preferencia á los gastos militares y se han empleado en prodigalidades y objetos de lujo, yo ha- bría querido tener un estado que demostrase la in- versión que se ha dado á todos los caudales introdu- cidos en tesorería desde que el rey está en España: y creo que no sería muy difícil el que se me enviase esta noticia. Entonces vería esta corle qué cantidades se habian destinado á la guerra, y cuáles eran las que se habian distraído á superfluidades y á lujo. Entre tanto no comprendiendo yo qué era lo que se quería calificar de prodigalidad y lujo, pues el rey nuestro señor no ha estado en el caso de hacer gastos excesi- vos con su lista civil , de que no ha cobrado, según creo, ni la mitad, y mas presto ha carecido de lo que pide el decoro y el esplendor de la mageslad ; pude enten- der por las explicaciones del ministro que se hacia principalmente alusión á las gratificaciones que S. M. ha distribuido á algunos de sus servidores , tanto mi- litares como civiles. En esta inteligencia expuse que estas gratificaciones hechas con el espíritu que se ha- cen todas de premiar servicios y estimular á que se ejecuten otros , en ninguna manera habian minorado los fondos de la tesorería aplicables á la guerra ; pues habiendo consistido en cédulas hipotecarias, solo úti- les para la adquisición de bienes nacionales , no podían servir para la paga del soldado ni otros dispendios que precisamente piden dinero efectivo. A esto me repuso el ministro que pues las cédulas hipotecarias tenian un valor, este valor podia reducirse á dinero. Y mi con- testación fue que por el pronto y hasta que establecí-

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da plenamente la confianza en el gobierno , se multi- pliquen las ventas de bienes nacionales , las cédulas se puede decir que no tienen un valor en numerario por la grande pérdida que se hace en su reducción ; pero que no se ha omitido el arbitrio de la enagenacion de bienes para ocurrir á los gastos del dia, entre los cua- les siempre los de guerra se han mirado como los pri- meros : antes *bien para poder conseguir por este medio algún fondo disponible se han concedido ventajas á los que hicieran compras pagando una parte en efectivo; y asi las cédulas hipotecarias dadas por gratificación, indemnización ú otro título no han quitado el recurso que por el pronto los bienes nacionales podian ofrecer á la tesorería.

Acerca de estados mayores que se suponen nume- rosos y costosos, he dicho al ministro que á mi juicio habian informado mal á S. M. I. , que yo no creia que el rey hubiese nombrado mas generales y oficiales de estado mayor que los que eran precisos, ni admitido de los antiguos mas que aquellos que en justicia de- bían serlo , por haber abrazado el partido de S. M. y haberse mantenido fieles en él ; y que estos últimos no habian consumido hasta ahora fondos de la tesore- ría , pues yo dudaba que á ninguno se le hubiese sa- tisfecho todavía sueldo. También en este punto habría yo deseado hallarme mas exactamente instruido , por- que estoy en el concepto de que ha habido mucha exa- geración en lo que han dicho al emperador. Una re- lación por menor de todos los estados mayores , que me parece no sería difícil formase el ministerio de la guerra , desvanecería la mala impresión que puede haber en este particular..

La opinión de que los regimientos y cuerpos espa- ñoles son perjudiciales porque desertan y van á engro- sar el número de los enemigos después de ocasionar dispendios al erario , está aquí bastante válida , y de consiguiente se mira como prematura la formación de

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ellos. Yo he representado al ministro que ninguna me- dida era mas necesaria y política que esta , porque no hay gobierno que pueda existir sin fuerza ; que aunque es cierto que al principio hubo mucha deser- ción, nunca fue tan absoluta ó completa como se pon- dera ; que cada vez ha ido siendo menor á medida que el espíritu público ha ido cambiando , y extendiéndo- se la reducción de las provincias ; que actualmente es de esperar que será muy corta ó ninguna , pues casi han desaparecido las masas grandes de insurgentes que tomaban el nombre de ejércitos , y solo quedan las partidas de vandidos que ofrecen poco atractivo á los que estén alistados bajo las banderas reales ; que los cuerpos españoles empleados en guarniciones dejarían expeditas las tropas francesas para las operaciones de campaña, como lo deseaban los generales franceses, lamentándose de haber de tener diseminados sus cuer- pos para conservar la tranquilidad en las provincias ya sometidas. El ministro pareció dudar de que hubiese generales franceses que conviniesen en la utilidad de la formación de cuerpos españoles , al paso que creía aprobaban la de guardias cívicas. Como yo positiva- mente que hay generales y de mucha nota, que no so- lo opinan por la erección de cuerpos regulares , sino que la promueven y persuaden con ahinco , pude afirmar y sostener mi proposición. Pero yo desearía por la importancia de este asunto, que los mismos ge- nerales hiciesen saber aquí su modo de pensar con los sólidos fundamentos en que lo pueden apoyar, porque nosotros no mereceremos en esta parte mucho crédito y acaso , acaso , inspiraremos sospechas de mala natu- raleza.

Solo resta hablar de la sobrada bondad con que se dice haber tratado el rey á los del partido contra- rio concediéndoles gracias y ventajas. Yo quise expli- car al ministro las resultas favorables que habia pro- ducido la amnistía general acordada ajas Andalucías

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cuando el rer penetró por la sierramorena : cómo su benignidad le ganó el corazón de los habitantes de aquellas provincias y le facilitó la ocupación de ellas sin derramamiento de sangre , y con cuánta facilidad y prontitud terminó una campaña que habría sido la mas gloriosa posible sin la desgraciada resistencia de Cádiz , fomentada por los ardides y por el oro de los ingleses-, pero el ministro hizo recaer el exceso de la bondad de S. M. sobre algunos individuos que habien- do seguido el partido contrario , obtuvieron mercedes y empleos en su real servicio. Dije entonces ser pocos los que se hallaban en este caso , y que estos eran su- getos notables por sus circunstancias, y por el papel que habian hecho entre los iusui'gentes •, que S. M. es- timó con\?niente hacer estos ejemplares para inspirar confianza en los que todavía vacilaban sobre prestarle su sumisión , y no ha tenido motivo hasta ahora de ar- repentirse de haberlos colocado en los puestos que ocu- pan; que por todos medios se procuró debilitar la fuer- za de los insurgentes, y no fue el menos oportuno el admitir al servicio de S. M. los generales y oficiales que voluntariamente quisiesen entrar en él , hacien- do el correspondiente juramento de fidelidad ; y que si esto ha desagradado á algunos de los antiguos par- tidarios del rey, es un egoísmo indiscreto que no ha debido estorbar la grande obra de reunir la nación.

He referido á V. E. lo que se trató en mi confe- rencia con el Sr. duque de Cadore. Nada hablé yo ni sobre el número de tropas francesas empleadas en la guerra de España, ni sobre la cantidad de dinero que ha enviado el tesoro de Francia á este reino , ni sobre algunos otros puntos que tocó el ministro, porque no tenia datos seguros sobre ellos , ni creí que debían ser materia de discusión. Tenga V. E. la bondad de tras- ladarlo todo á S. M. para su soberana inteligencia , é indicarme lo que conforme á su real voluntad deberé añadir ó rectificar en ocasiones sucesivas sobre estas

40

mismas materias. No será mucho que á se me ha- yan escapado no pocas reflexiones propias á probar la regularidad , la prudencia y las sabias miras eon que S. M. ha procedido en los particulares que han dado motivo á los reparos y observaciones que de orden del emperador se me han puesto por delante.

Durante la conversación con el ministro, tuve oca- sión de leerle la carta que el Sr. ministro de la guer- ra me remitió escrita por el intendente de Salamanca en 24 de marzo último, haciendo una triste pintura del estado en que se hallaba aquella provincia y de las dificultades que ocurrian para hacer efectivas las contribuciones impuestas por el mariscal duque de El- chingen. Y antes de levantar la sesión le leí también la carta que el regente del consejo de Navarra dirigió al Sr. ministro secretario de estado con fecha de 3o de abril quejándose de la conducta que habia tenido el gobernador Mr. Dufour instigando al consejo de go- bierno , erigido por él mismo , á que hiciera una re- presentación ó acto incompatible con la soberanía del rey. Sobre esto sin aprobar ni desaprobar el hecho de Mr. Dufour, se me dijo solamente que los gobiernos establecidos en Navarra y otras provincias eran unas medidas militares. Volveré á tratar mas de propósito de este asunto luego que tenga oportunidad. Dios guar- de á V. E. muchos años. = Paris 19 de junio de 1810. =Excmo. Sr. = El Duque de Santafé. = Excmo. Sr. ministro de negocios extrangeros.

Numero 8.°

Señor: Me ha parecido conveniente enviará V. M. abiertas las cartas que dirijo con un correo al minis- tro de negocios extranjeros por si quisiese enterarse de ellas antes de pasárselas. Por fin ya me hablan. Yo no noto acrimonia alguna en las explicaciones que se tienen conmigo. A mi juicio las cartas que V. M. es-

41

cribió al emperador y á la emperatriz con motivo del casamiento han surtido buen efecto. Nada me ha ha- blado todavía el emperador sobre negocios; pero cuando asisto al Levé me saluda con bastante agrado. El mi- nisterio español se habia representado aquí por muchos como antifrancés. El difunto conde de Cabarrús era el que se habia atraído mayor odio. Sobre esto me he explicado con algunos ministros y creo que con fruto. Aunque parece indubitable el deseo de unir á la Fran- cia las provincias situadas mas acá del Ebro, y se pre- para todo para ello, no es todavía una cosa resuelta según el dictamen de algunos y se deja pendiente de los sucesos venideros. Juzgo, señor, que por ahora na- da quiere de nosotros el emperador con tanto ahinco, como el que no le obliguemos á enviar dinero á Es- paña. El estado de su erario parece que le precisa á reducir gastos. Debo hacer á Mr. Dennié la justicia de que en sus cartas habla con la mavor sencillez sin in- dicar siquiera que haya poca voluntad de nuestra par- te para facilitar los auxilios que necesita su caja militar.

¿Creerá V. M. que algunos políticos de Paris han llegado á decir que en España se preparaba una nue- va revolución muy peligrosa para los franceses , es á saber, que los españoles unidos á V. M. se levantarían contra ellos? Considere V. M. si cabe una quimera mas absurda , y cuan perjudicial nos podría ser si lle- gase á tomar algún crédito. Y espero que semejante idea no tenga cabida en ninguna persona de juicio, y que caerá prontamente porque carece hasta de verosi- militud.

Dos veces he hablado al príncipe de Neufchatel so- bre la justa queja dada por V. M. contra el mariscal Ney . En la primera me dijo que el emperador no le ha- bia entregado la carta de V. M. , y significó que no era de aprobar la conducta del mariscal ; y en la se- gunda me respondió que nada podia hacer en este asunto.

42

Se ha sostenido aquí por algunos dias la opinión de que los nuevos movimientos déla Holanda acarrea- rían la reunión de aquel pais al imperio francés; pe- ro ahora se cree que no se llegará á esta extremidad.

con satisfacción que la reina mi señora experi- menta algún alivio en las aguas de Plom hieres. Las señoras infantas gozan muy buena salud. He oido que la reina de Holanda está enferma de bastante cuidado en Plombieres. Quedo como siempre con el mas pro- fundo rendimiento. = Señor. = De V. M. el mas hu- milde , obediente y fiel subdito. = El duque de Santa- fé. = Paris 20 de junio de 18 10.

Numero 9.°

Paris 22 de Setiembre de 1 8 10. = Señor. = Según nos ha dicho anoche el príncipe de Neufchatel , ade- mas de haberse declarado que á V. M. corresponde el mando militar de cualquiera ejército á que quisiese ir, se va á formar uno en Madrid y sus cercanías que es- tará á sus inmediatas órdenes; pero todavía nada ha resuelto S. M. I. sobre la abolición de los gobiernos militares, y restitución á V. M. de la administración civil. Sobre esto instamos mucho conociendo que es el punto principal y mas urgente. Nos ha dicho también el príncipe que ha comunicado órdenes muy estrechas, dirigidas á impedir las dilapidaciones de los generales franceses, y que se examine la conducta de algunos de ellos como Barthelemy.

El duque de Cadore en una conferencia que tuvi- mos el miércoles, nos dijo expresamente que el em- perador exigia la cesión de las provincias de mas acá del Ebro por indemnización de lo que la Francia ha gastado y gastará en gente y dinero para la conquis- ta de España. No se trata de darnos el Portugal en compensación. Nos dicen que de esto se hablará cuan- do esté sometido aquel pais, y que aun entonces es

43

menester consultar la opinión de sus habitantes , que es lo mismo que rehusarlo enteramente. El empera- dor no se contenta con retener las provincias de mas acá del Ebro, quiere que le sean cedidas. No sabemos si desistirá de esto como lo procuramos. Quedo con el mas profundo respeto &c. = (Sacada de la corres- ¡KHidencia manuscrita de Don Miguel José de Azanza, nombrado por el rey José , duque de Santafé.)

Entre las cartas cogidas por los guerrilleros habia algunas en cifra : las hemos leido descifradas en dicha correspondencia del Sr. Azanza, y nada añaden de par- ticular.

Numero 10.

Paris 1 8 de mayo de i8io. = Excmo. Sr. = Es imponderable la impresión que han hecho en Francia las noticias publicadas en el monitor sobre la aprehen- sión del emisario inglés barón de Kolly en Valencey y las cartas escritas por el príncipe de Asturias. Cuan- do yo entré en Francia en todos los pueblos se hablaba de esto. El vulgo ha deducido mil consecuencias ab- surdas. Lo que se cree por los mas prudentes es que Kolly fue enviado de aquí, donde residió muchos años, para ofrecer sus servicios á la corte de Londres, y que consiguió engañarla perfectamente. El príncipe por es- te medio se ha desacreditado y hecho despreciable mas y mas para con todos los partidos. Se cree no obstante que el emperador piensa en casarle , y que tal vez será con la hija de su hermano Luciano. El prefecto de Blois que ha estado muchos dias en Valencey me ha dicho que esto es verosímil y que él mismo ha visto una carta escrita recientemente por el emperador al príncipe en términos bastante amistosos y asegurándole que le cum- pliría todas las ofertas hechas en Bayona. El príncipe insta por salir de Valencey, y pide que se le alguna tierra , aunque sea hacia las fronteras de Alemania, lejos de las de España é Italia , y muestras de sen-

44

tir y desaprobar lo que se hace en España á nombre suyo , ó con pretexto de ser á su favor. = El duque de Santafé. = Sr. ministro de negocios extrangeros. (Sacada de la correspondencia manuscrita del Sr. Azanza. )

Numero 11.

Carta de Fernando VII al emperador en 6 de agosto de 1809.

Señor. = El placer que he tenido viendo en los papeles públicos las victorias con que la Providencia corona nuevamente la augusta frente de V. M. Impe- rial y Real , y el grande interés que tomamos mi her- mano, mi tio y yo en la satisfacción de V. M. Imperial y Real , nos estimulan á felicitarle con el respeto , el amor , la sinceridad y reconocimiento en que vivi- mos bajo la protección deV. M. Imperial y Real.

Mi hermano y mi tio me encargan que ofrezca á V. M. su respetuoso homenage, y se unen al que tie- ne el honor de ser con la mas alta y respetuosa consi- deración ; Señor, de V. M. Imperial y Real el mas hu- milde y mas obediente servidor. Fernando. = Valencey 6 de agosto de 1809.

(Monitor de 5 de febrero de 18 10. )

Numero 12. Carta inserta en el monitor de 26 de abril de 18 10.

APÉNDICE

DEL

LIBRO DOCE

Numero i.°

P<

ortugal was reduced to the condition of á .state."

(History of the war in the península by W. F. P. Napier, vol. Z.,pág. 372.)

Numero 2.°

El consejo de regencia de los reinos de España é Indias queriendo dar á la nación entera un testimonio irrefragable de sus ardientes deseos por el bien de ella, y de los desvelos que le merece , principalmente la sal- vación de la patria, ha determinado en el real nom- bre del rey N. Sr. Don Fernando VII que las cortes extraordinarias y generales mandadas convocar se rea- licen á la mayor brevedad , á cuyo intento quiere se ejecuten inmediatamente las elecciones de diputados que no se hayan hecho hasta este dia , pues deberán

46

los que estén ya nombrados y los que se nombren, congregarse en todo el próximo mes de agosto en la real Isla de León; y hallándose en ella la mayor par- te se dará en aquel mismo instante principio á las se- siones, y entre tanto se ocupará el consejo de regencia en examinar y vencer varias dificultades para que ten- ga su pleno efecto la convocación. Tendréislo entendi- do y dispondréis lo que corresponda á su cumplimien- to. = Javier de Castaños , presidente. = Pedro , obis- po de Orense. = Francisco de Saavedra. = Antonio de Escaño. = Miguel de Lardizabal y Uribe. = En Cádiz á 1 8 de junio de 1810. A Don Nicolás María de Sierra.

APÉNDICE

DEL

LIBRO TRECE.

Numero i.°

IVlanifiesto que presenta á la nación Don Miguel de Lardizabal y Uribe, impreso en Alicante año de 181 1, pág. ai.

Numero 2.°

Colección de los decretos y órdenes de las cortes generales y extraordinarias, tomo i.°, pág. i.a y se- guientes.

Numero 3.°

Zurita. = Anales de Aragón. = Libro a.°, cap. 87 y siguientes.

Numero 4.°

Zurita. = Anales de Aragón. = Lib. i.°, cap. 49 J 5o.

48

NüMERO #.°

Mariana. = Historia de España. Lib. 19, cap. i5.

Numero 6.°

He aqui lo que refiere acerca de este asunto el ma- nifiesto ó sea diario manuscrito de la primera regencia 3ue tenemos presente , extendido pdr Don Francisco e Saavedra uno de los regentes y principal promotor de la venida del duque.

Día 10 de marzo de 18 10. uEn este dia se con— » cluyó un asunto grave sobre que se habia conferen- » ciado largamente en los dias anteriores* Este asunto » que traia origen de dos años atraSj tuvo varios trá- » mites, y se puede reducir en substancia á los términos » siguientes.

M Luego que se divulgó en Europa la feliz revolu- » cion de España acaecida en mayo de 1 808 , manifes- » el duque de Orleans sus vivos deseos de venir á » defender la justa causa de Fernando YII : con la espe- ranza de lograrlos pasó á Gibraltar en agosto de » aquel año, acompañando al príncipe Leopoldo de Ná- » poles que parece tenia igual designio. Las circunstan- » cias perturbaron los deseos de uno y otro ; pero no «desistió el duque de su intento. Apiincipios de 1809, » recien llegada á Sevilla la junta central , se presentó » allí Un comisionado suyo para promover la solicitud » de ser admitido al servicio de España , y en efecto la » promovió con la mayor eficacia , componiendo varia» » memorias que comunicó á algunos miembros de la » central, especialmente á los Sres. Garay, Valdés y Jo- » vellanos. No se atrevieron estos á proponer el asunto » á la junta central como se pedia , por ciertos reparos » políticos ; y á pesar de la actividad y buen talento del » comisionado no llegó este asunto á resolverse , aun- » que se trató en la sesión de estado ; pero no se di- » vulgo."

49

w En julio de dicho año escribió por propio el » duque de Orleans, que se hallaba á la sazón en Me- » norca , repitiendo la oferta de su persona ; y expre- » sando su anhelo de sacrificarse por la bella causa que «los españoles habian adoptado. Entonces redobló el »< comisionado sus esfuerzos , y para prevenir cualquier » reparo , presentó una carta de Luis XVIII aplaudien- » do la resolución del duque , y otra del Lord Port- » land , manifestándole en nombre del rey británico no «haber reparo alguno en que pusiese en práctica su » pensamiento de pasar á España ó Ñapóles á defender los derechos de su familia. >y

** En esta misma época llegaron noticias de las pro- « vincias de Francia limítrofes á Cataluña , por medio » del coronel Don Luis Pons , que se hallaba á esta sa- « zon en aquella frontera , manifestando el disgusto de » los habitantes de dichas provincias , y la facilidad con «que se sublevarían contra el tirano de Europa, siem- >' pre que se presentase en aquellas inmediaciones un « príncipe de la casa de Borbon , acaudillando alguna » tropa española. "

u De este asunto se trató con la mayor reserva en «la sección de estado de la junta, y se comisionó á Don « Mariano Carnerero oficial de la secretaría del consejo, « mozo de muchas luces y patriotismo , para que pa- » sando á Cataluña , conferenciando con el general de « aquel ejército y con Don Luis Pons , y observando el « espíritu de aquellos pueblos , examinase si seria acep- * ta á los habitantes de la frontera de Francia la per- « sona del duque de Orleans , y si seria bien recibido «en Cataluña. Salió Carnerero á mediados de setiem- «bre, y en menos de dos meses evacuó la comisión con » exactitud , sigilo y acierto. Trató con el coronel Pons » y el general Blake que se hallaban sobre Gerona , y «observó por mismo el modo de pensar de los ha- « hitantes y de las tropas. El resultado de sus investiga- « ciones de que dio puntual cuenta fue , que el duque TOMO III. 4

50

»de Orleans, educado en la escuela del célebre Du- » mourier y vínico príncipe de la casa de Borbon que «tiene reputación militar, seria recibido con entusias- »mo en las provincias de Francia, y que en Cataluña, » donde se conservan los monumentos de la gloria de »su bisabuelo y la reciente memoria délas virtudes de «su madre, encontraría general aceptación. "

l< Mientras Carnerero desempeñaba su encargo , el » comisionado del duque se marchó á Sicilia , adonde » le llamaban á toda priesa. En el mismo intervalo se creó en la junta central la comisión ejecutiva, encar- dada, por su constitución, del gobierno. Enestacomi- -sion pues donde apenas habia un miembro que tu- » viese la menor idea de este negocio, se examinaron » los papeles relativos á la comisión de Carnerero. To- » do fue aprobado y quedó resuelto se aceptase la ofer- » ta del duque de Orleans, y se le convidase con el » mando de un cuerpo de tropas en la parte de Cata- luña que se aproximadlas fronteras de Francia; que » se previniese á aquel capitán general lo conveniente » por si se verificaba ; que se comisionase para ir á ha- » cer presente á dicho príncipe la resolución del gobier- » no al mismo Carnerero , y que se guardase el mayor « sigilo ínterin se realizase la aceptación y aun la veni- » da del duque por el gran riesgo de que la traslucie- « sen los franceses. *

** Ya todo iba á ponerse en práctica cuando la des- » graciada acción de Ocaña y sus fatales resultados sus- « pendieron la resolución de este asunto , y sus docu- » mentos orijinales , envueltos en la confusión y tras- ►> torno de Sevilla, no se han podido encontrar. Por for- » tuna se salvaron algunas copias , y por ellas se pudo » dar cuenta de un negocio nunca mas interesante que » en el dia. "

u El consejo pues de regencia enterado de estos an- tecedentes, y persuadido por las noticias reciente- » mente llegadas de Francia de todas las fronteras , j

51

» por la consideración de nuestro estado actual , de lo » oportuna que seria la venida del duque de Orleans á » España, determinó : que se lleve á debido efecto lo re- » suelto y no ejecutado por la comisión ejecutiva de la » central en 3o de noviembre de i£>9 ", que en cosecuen- »cia condescendiendo con los deseos y solicitudes del » duque , se le ofrezca el mando de un ejército en las

fronteras de Cataluña y Francia; que vaya para ha- «cérselo presente al mismo Don Mariano Carnerero « encargado hasta ahora de esta comisión , haciendo su » viaje con el mayor disimulo para que no se trascien- da su objeto; que para el caso de aceptar el duque » esta oferta , hasta cuyo caso no deberá revelarse eu

Sicilia el asunto á nadie, lleve el comisionado cartas «para nuestro ministro en Palermo, para el rey de

Ñapóles y para la duquesa de Orleans madre; que se comunique desde luego todoá Don Enrique Odon- »nell general del ejército de Cataluña y al coronel Don » Luis Pons , encargándoles la reserva hasta la llegada »del duque. Últimamente para que de ningún modo » pueda rastrearse el objeto de la comisión de Carne- rero , se dispuso que se embarcase en Cádiz para Car- tagena, donde se previene esté pronta una fragata >»de guerra que le conduzca á Palermo, y traiga al » duque á Cataluña. y>

Día 20 de junio. M A las siete de la mañana llegó á » Cádiz Don Mariano Carnerero comisionado á Palermo » para acompañar al duque de Orleans en caso de venir, » como lo habia solicitado repetidas veces y con el mayor » ahinco, á servir en la justa causa que defendía la España. «Dijo que la fragata Venganza en que venia el duque

iba á entrar en el puerto; que habían salido de Pa- «lermo en 22 de mayo y llegado á Tarragona que era »el puerto de su deslino; que puntualmente hallaron » la Cataluña en un lastimoso estado de convulsión y » desaliento con la derrota del ejército delante de Léri- »da, la pérdida de esta plaza y el inesperado retiro

52

«que habia hecho del ejército el general Odonnell; » que sin embargo que en Tarragona fue recibido el » duque con las mayores muestras de aceptación y de «júbilo por el ejército y el pueblo, que su llegada rea- » nimó las esperanzarle aquellas gentes, y que aun cla- « maban porque tomase el mando de las tropas, él juz- » no debia aceptar un mando que el gobierno de «España no le daba, y que aun su permanencia en «aquella provincia en una circunstancia tan crítica, » podria atraer sobre ella todos los esfuerzos del enemi- »go. En vista de todo se determinó á venir con la fra- >> gata á Cádiz á ponerse á las órdenes del gobierno. » En efecto el duque desembarcó , estuvo á ver á los «miembros de la regencia y á la noche se volvió á, » bordo. y>

Día 28 de julio. M El duque de Orleans se presentó » inesperadamente al consejo de regencia , y leyó una « memoria en que tomando por fundamento que habia « sido convidado , y llamado para venir á España á to- » mar el mando de un ejército en Cataluña ; se queja— » ba de que habiendo pasado mas de un mes después « de su llegada , no se le hubiese cumplido una prome- »sa tan solemne; que no se le hubiese hablado sobre «ningún punto militar, ni aun contestado á sus obser- « vaciones sobre la situación de nuestros ejércitos, y que » se le mantuviese en una ociosidad indecorosa. Se quiso * conferenciar sobre los varios particulares que incluía «el papel, y satisfacer á las quejas del duque; pero «pidió se le respondiese por escrito, y la regencia re- « solvió se ejecutase asi reduciendo la respuesta á tres « puntos : 1 Que el duque no fue propiamente con- «vidado sino admitido, pues habiendo hecho varias in- « sinuaciones, y aun solicitudes por , y por su comisio- « nado Don Nicolás de Broval , para que se le permi- « tiese venir á los ejércitos españoles á defender los de— « rechos de la augusta causa de Borbon ; y habiendo « manifestado el beneplácito de Luis XVIII y del rey

53

» de Inglaterra , se habia condescendido á sus deseos y con la generosidad que correspondia á su alto carác- ter; explicando la condescendencia en términos tan «urbanos que mas parecia un convite que una admi- sión. 2.0 Que se ofreció dar^l duque el mando de » un ejército en Cataluña , cuando nuestras armas iban » voyantes en aquel principado y su presencia prome- dia felices resultados; pero que desgraciadamente su ■» llegada á Tarragona se verificó en un momento crí- » tico , cuando se habia trocado la suerte de las armas, « y se combinaron una multitud de obstáculos que im— » pidieron cumplirle lo prometido , y que tal vez se « hubieran allanado si el duque no dándose tanta prie- »sa á venir á Cádiz, hubiese permanecido allí algún » tiempo mas. 3.° Que el gobierno se ha ocupado y «ocupa seriamente en proporcionarle el mando ofreci- « do , ú otro equivalente ; pero que las circunstancias « no han cuadrado hasta ahora con sus medidas. "

Día i de agosto. w A primera hora se trató acerca » del Duque de Orleans , á quien por una parte se de— « sea dar el mando del ejército , y por otra parte se « halla la dificultad de que la Inglaterra hace oposici- « cion á ello. En efecto el embajador Wellesley ha in— » sinuado ya , aunque privadamente , que en el instan- « te que á dicho duque se confiera cualquiera mando «ó intervención en nuestros asuntos militares ó poli— «ticos, tiene orden de su corte para reclamarlo *

Dia 3o de setiembre. w El duque de Orleans vino « á la Isla de León y quiso entrar á hablar á las cortes; » pero se excusaron de admitirle , y sin avisar ni darse « por entendido con la regencia , se volvió en seguida » á Cádiz. Casi al mismo tiempo se pasó orden al go— «bernador de aquella plaza para que con buen modo «apresurase la ida del duque. Se recibió respuesta de «este al oficio que se le pasó en nombre de las cortes, «y decia en substancia en términos muy políticos que » se marcharía el miércoles 3 del próximo mes. **

5¿

Día 6 de octubre. w A la noche se recibió parte de «haberse hecho á la vela para Sicilia la fragata Esme- ralda que llevaba al duque de Orleans , y se comu- »nicó inmediatamente á las Cortes."

Numero 7.°

Colección de los decretos y órdenes de las corles, tom. i .°, pág. i o.

N- -ero 8.°

Colección id. , tomo i .°, pág. 1 4 y siguientes.

Numero 9.° Manifiesto manuscrito de la primera regencia.

Numero 10.

Colección de los decretos y órdenes de las corles, tomo i.°, pág. 19.

Numero 11.

Véase el manifiesto de la junta superior de Cádix.

Numero 12.

Colección de Ips decretos y órdenes de las cortes, tomo i.°, pág. 32 y siguientes.

Numero 15.

Colección id., tomo i.°, pág. Z7 y siguientes.

55

Numero 14.

Diario de las discusiones y actas de las cortes, tomo 2.0, pág, 1 53 y siguientes.

Numero lo.

Colección de las decretos y órdenes de las cortes, tomo i.°, pág. 72 y 73.

Fin del tomo III.

ERRATAS

DEL TOMO TERCERO.

PÁGINAS.

DICE.

Pág. 48,

lín.

5,

internarse mas

Pág. 58,

lín.

»',

Zuaim

Pág. 98,

lín.

enlubrió

Pág. 117,

lín.

13,

combalecientes

Pág- i»9,

lín.

«4,

paríguelas

Pág. 120

lín.

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Ocurieron

Pág- 171,

lm.

i5,

campo

Pág- 199.

lín.

13>

Casco

Pág. *\x

lín.

6,

alcázar

Pág. 360,

lin.

30 ,

Saliólos

Pág. 380,

lín.

*♦.

atrincheramientos,

Pág. 389,

lín.

3i,

requebrajáronse

Pág. 358,

lín.

5,

mal de su agrado

Pág.37o,

lín.

38,

da las

Pág. 406,

lín.

3i,

que les animaba

Pág. 435

lia.

35,

á las que

Pág- 4*7-

Iíb.

'9.

ajuntamiento

Pág. 43a,

¡ín.

Freybery

Pág. 438,

lín.

i5,

partido de Caco

Pág. 443,

lín.

10 ,

le habia

Pág. 445

lin.

4,

quietos

Pág. 4^

lín.

33 ,

declarada

Pág. 400 ,

lin.

6,

las suyas

Pág. 363 ,

lín.

i5 ,

á callar

Pág- 467,

lín.

»3,

Gerdoa

Pág. 468,

lín.

7 »

virud

Pág. 47 5,

lín.

38,

Resumimos

Pág. 476.

lín.

6,

Marlaix

Ibid.

lín.

- ,

Mr. Maustier

E%-4».

lín.

1 7 ,

sutil

Pág. 4»o ,

Un.

•7.

encontado

Pág. 486,

lin.

3o,

"¿quien

APÉNDICES.

internarse mas,

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enturbió

convalecientes

parihuelas

Ocurrieron

campos

casco

Alcázar

Salióles

atrincheramientos!

resquebrajáronse

mal de su grado

de las

que los animaba

á los que

ayuntamiento

Frevberg

partido de Coro

les habia

quitos

del orador

los suyos

á acallar

Conloa

virtud

Presumimos

Mo.rlaix

Air de Mouslier

sutil

encontrado

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Ap. lib. 1 1 , n.'

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DC Toreno, José* María Queipo

231 de Llano Ruiz de Saravía,

T67 conde de t.3 Historia del levantamiento

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